LA CREACION
I
HISTORIA NATURAL
DIVISION DE LA OBRA:
ZOOLOGÍA Ó REINO ANIMAL
TRADUCIDA Y ARREGLADA DE LA ÚLTIMA EDICION ALEMANA DE I.A OBRA DEL CÉLBBRE
DR. A. E. BREHM
ROPOLOGIA, BOTANICA, MINERALOGIA, GEOLOGIA Y PALEONTOLOGIA
escritas por eruditos autores españoles
presencia de los mas completos y recientes datos de estas diferentes ramas de la ciencia
TOMO IX
MINERALOGIA, GEOLOGIA Y PALEONTOLOGIA
MA DE NUEVO LEON
DE BIBLIQI
CELONA
AS
MONTANER Y SIMON, EDITORES
CALLE DE ARAGON, NÚMS. 309-311
1883
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13
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* •
V.
INTRODUCCION
CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA MINERALOGIA
Considerada la Mineralogía como la ciencia que tiene por
objeto el estudio de los séres inorgánicos que constituyen la
corteza de nuestro planeta, remóntase su conocimiento al
origen de las sociedades humanas. El libro sagrado de los
indios, las escrituras chinas, los monumentos egipcios y los
libros de Moisés manifiestan sin el menor género de duda,
que para indagar el origen de esta rama de las ciencias
naturales, es preciso buscarle en los tiempos mas remotos (i).
El primer catálogo mineralógico que se conoce se debe á
Moisés, el cual dice en los libros sagrados que el pectoral
del pontífice Aaron estaba adornado de doce piedras precio-
sas colocadas en cuatro series ó filas, cuyos nombres hebreos
y vulgares según Epifanio, Braunio, Wedelius y otros, son
los siguientes:
NOMBRES HEBREOS
Odem. . . .
Phitdch. . .
Bareketh. . .
NOMBRES VULGARES
Cornalina
Topacio.
Esmeralda.
Nophech Rubí.
Zafiro.
Diamante (2).
Jacinto.
Saphir
Jahalom
Leschem
Schebo Agata.
Achlaraah. Amatista.
Tarschisch Crisolita.
Schoham Sardónice.
Jaspeh. . Jaspe.
Según el Exodo, el manto ó túnica de Aaron estaba ador-
nado de dos ónices montadas en oro, en las cuales se halla-
ba grabado el nombre de las doce tribus, lo cual prueba de
un modo evidente que desde épocas muy antiguas se cono-
cían no solo el oro y varias piedras finas, sino el arte de
grabar y tallar estas mismas piedras. En los textos hebreos
se indica que el oro (zahab) era muy abundante en los tiem-
pos antiguos: Dios dijo á Moisés: «Recibirás oro, plata y
bronce.» Job habla del oro de Ofir; nadie ignora la historia
del becerro de oro destruido por Moisés; Eliezer regaló á
Rebeca pendientes y anillos de este metal; los israelitas á su
salida de Egipto se llevaron gran número de vasos de oro y
de plata, y cuando estuvieron en el desierto ofrecieron á
Dios sus brazaletes, collares, pendientes y vasos; finalmente,
todo el mundo sabe que la célebre arca de la alianza tenia
una corona de oro; que el candelero de los siete brazos era
también de oro, así como la mesa de los panes se hallaba
guarnecida por este mismo metal.
(1) La mayor parte de los datos históricos que se citan en esta intro-
ducción están tomados del diccionario de Mineralogía y Geología publi-
cado por Mr. Landrin en el año 1852.
(2) Algunos escritores no incluyen en este catálogo el diamante.
Tomo IX
Los pueblos antiguos solamente tuvieron idea del oro, de
la plata y del cobre, únicos metales que conocieron en el
estado nativo. Los egipcios fueron los primeros que hicieron
uso de la plata, cuyo cuerpo se cree que fué descubierto por
Erictonio hijo de Vulcano; la copa de Joseph y muchos de
los vasos que el pueblo judío sacó de Egipto eran de plata;
el tabernáculo constaba de varias columnas sostenidas por
bases de plata ó bronce y coronadas de chapiteles de oro ó
de plata. El bronce, según la opinión de varios escritores, se
extraía de un mineral afine con la oricacilta de los griegos,
especie mineralógica formada por un doble carbonato de
cobre y de zinc: el bronce ha sido conocido mucho antes
que el hierro; sin embargo, según el Génesis, Tubal-Cain
forjaba estos dos cuerpos; Job cita el oro, la plata, hierro y
bronce como los cuatro metales mas estimados en su época;
el bronce fué desde luego muy apreciado y usado por los
israelitas, supuesto que solo en la construcción del templo
se emplearon cerca de tres mil kilogramos de esta sustancia;
los griegos en el memorable sitio de Troya, 1200 años antes
de la era cristiana, estaban cubiertos de cobre, tenían armas,
casas, utensilios de bronce, siendo todos sus objetos de este
cuerpo ó de cobre.
El catálogo de los minerales en la época de Job, ó sea
2,300 años después de Adan, estaba reducido á la plata,
oro, cobre, bronce, betún, azufre, perlas y algunas piedras
finas. Job conocía ya la bigornia y el martillo, instrumentos
tan necesarios en la forja de los metales.
El pueblo egipcio, 500 años antes de Moisés, forjaba el
hierro, dándose idea del mercurio en la época de este célebre
legislador. Minos enseñó á los griegos el arte de forjar el
hierro, cuyo metal fué muy estimado por espacio de tres siglos;
Aquiles ofreció una bola de este metal, como premio de la
lucha en los juegos que se celebraron en honor de su amigo
Patroclo.
Desde el tiempo que media entre Moisés y Salomón, las
artes metalúrgicas adquirieron gran desarrollo; así es que no
solamente se forjaba el oro mediante el martillo, con el objeto
de construir escudos, rodelas, vasos, etc , sino que se doraban
las estatuas de los querubines, se hacían incrustaciones en el
marfil, se fabricaban cadenas, etc. Los arquitectos de esta
época echaron mano de grandes canteras para la construc-
ción del templo de Dios; los muros eran de piedras de Loan,
cuya talla se conocía 23 siglos antes; dichas piedras, según
la opinión de varios escritores, no eran otras sino las céle-
bres o?¡ iquites de los griegos ó mármol de los antiguos. En
esta misma época se inventaron la sierra y el compás.
Poco antes de la destrucción de Troya, comenzó la medi-
cina empírica á hacer uso de ciertas sustancias, tales como
algunas arcillas, para la curación de varias enfermedades;
pero fuera debido á la avaricia ó mala fe, se amasaban con
estas materias bolos que se vendían con nombres distintos
1
INTRODUCCION
■*
que lardaban casi siempre la localidad de donde proce-
dian. Muy pronto estos bolos fueron objeto de monopolio,
y no se vendia ninguno sin que el sacerdote, el rey ó prín-
cipe 'es hubiera puesto un sello particular; de aquí, sin duda,
que a las arcillas ó á los bolos citados se les designara con
el nombre de tierras secretas ó sigilosas.
Desde la época de Salomón hasta la de Homero, los cono-
ciimemos mineralógicos permanecieron casi estacionarios.
Los laidos fundaron la ciudad de Cádiz, haciendo de ella
un verdadero centro de comercio de plata, oro, cinabrio,
plomo, hierro y cobre; aquellos atrevidos navegantes pasaron
el estrecho de Gibraltar el año 2700 de la formación del
muñe , llegando á descubrir de este modo las islas Casi-
teritas que estaban situadas al oeste de Galicia, y en cuyas
islas ¿lindaba extraordinariamente el óxido de estaño ó casi-
Unta, especie mineralógica de donde los fenicios extrajeron
granues cantidades de estaño, hasta el punto que los griegos
en el sitio de Troya cambiaban este metal por el renombra-
do vina de Lemnos.
E. célebre Homero al describir el escudo de Aquiles
(canio 18 de la Ilíada) indica el estado de la metalurgia y
les progresos que habia hecho en su época: «El oro, la plata,
ei cobre y estaño estaban hábilmente soldados y combinados,
sieae de admirar que el artífice, mediante el fuego y la
soldadura, habia conseguido que los metales variaran de
color según los objetos que representaban.» El mismo
Homero describe en la Odisea el canastillo de plata borda-
do de uro qué Casandra, hija de Príamo, regaló á la bella
Elena.
De ') anteriormente expuesto se deduce, que si se excep-
túan ks piedras finas designadas en los libros de Moisés,
minease habla de sustancias mineralógicas en los versos de
los poetas, por cuya razón puede muy bien dividirse la Mine-
rálogo en dos ramas, que son : la sagrada y la poética; la
primera, comprende muy pocas especies; la segunda, si bien
trata de mayor número de individuos, es mas vaga á causa
de las exageraciones del lenguaje y de la forma de su estilo.
A las dos divisiones indicadas, debemos agregar otras dos,
tales s:n: la empírica , iniciada por los griegos y seguida por
Teofcisto, Dioscórides, Galeno y Avicena; y la Mineralogía
asinr. mica , ideada por los caldeos. Este pueblo, según apa-
rece ea sus escritos, conocia cerca de trescientos setenta y
cinco minerales, cuyo número, teniendo presente las repeti-
ciones. limita el árabe Abolais á trescientos quince. En la
biblioteca del Escorial se conserva un documento debido á
Tehcdch Mosca, médico de Alfonso el Sabio, que consiste
en un lapidario compuesto de trescientas sesenta piedras (1),
distribuidas entre los doce signos del zodíaco, según la influen-
cia que creían ejercía cada constelación sobre las treinta pie-
dras q:e se hallaban colocadas en cada una de ellas. A este
lapidado, que resume realmente los conocimientos minera-
lógica del pueblo caldeo, es preciso agregar el escrito del
rabino Mohamet Abenguich que, tomando como punto de
partida el referido catálogo caldeo, describe la forma exterior
de los minerales, sus colores propios y la alteración que
experimenta este carácter mediante la acción del agua. Estas
descripciones, meramente parciales, así como las llevadas á
cabo por Abolais, son por lo general tan vagas, que si no se
nombran las piedras á que se refieren, es imposible recono-
cerlas Así es que si se exceptúan algunos metales como el
oto, plata, cobre, hierro y plomo; ciertas piedras finas, como
son la esmeralda, topacio, cornalina, turquesa, diamante,
10 di catálogo contiene 375 incluyendo las dobles ó repetidas. El
mazu -ito original está en caldeo, y corresponde á una fecha bastante
así como la traducción de Abolais; el traducido al castellano
•d-a año 1250, ó sea en la época de Alfonso el Sabio.
rubí, tres variedades de zircon y cristal de roca; algunas rocas
que empleaban en la ornamentación ó que usaban para cier-
tas industrias, como, por ejemplo, los mármoles, jaspes, ser-
pentina, sal gemma, alumbre, espuma de mar, hierro mag-
nético, betún, azufre, talco y algunas otras menos comunes,
todos los demás minerales citados en estos catálogos no pue-
den reconocerse, á causa de las malas descripciones que de
ellos se dan.
En vez de dedicarse varios filósofos de la antigüedad al
descubrimiento de nuevas especies mineralógicas, se entre-
garon por completo á inquirir el origen y formación de los
metales, y con especialidad del oro, cuya naturaleza y pro-
piedades físicas le hacian el mas á propósito para que en
aquella época fuera considerado como un cuerpo enteramente
distinto de los demás. Entre los sacerdotes egipcios exis-
tia la creencia de que el oro era el único metal puro ó per-
fecto, y fundándose en esta suposición quisieron convertir
todos los demás en oro, bien combinando unos con otros, ó
ya depurándolos en virtud de operaciones convenientes. Por
este tiempo se dio á conocer el mercurio, cuyo metal trata-
ron desde luego de trasformarle en oro valiéndose para ello
de diversos procedimientos, y dando origen de este modo á
la célebre filosofía hermética , la cual tomó este nombre de
Herrnes, uno de sus fundadores. Demócrito de Abdera,
500 años antes de la era cristiana, importó esta escuela á la
Grecia en donde se la llamó Jumeia (Xumeia en griego),
á cuya palabra los árabes antepusieron su artículo al , resul-
tando de esta manera la palabra alquimia , nombre que con-
serva en la actualidad.
Desde este momento, la Mineralogía entra en una era
completamente nueva, sucediéndose á las vagas é inciertas
investigaciones históricas, estudios profundos y observaciones
detenidas y exactas. La escuela hermética se propuso desde
luego dos objetos esenciales: i.° la adquisición de las rique-
zas; 2.0 la curación de las enfermedades ó conservación de
la salud. La generalidad de los partidarios de esta escuela se
dedicaron al estudio de la medicina, pudiendo, por lo tanto,
considerarse á la Mineralogía desde esta época como una
rama de aquella.
Otros filósofos antiguos se ocuparon también en el estudio
de los minerales; pero la mayor parte de sus escritos no han
llegado- hasta nosotros; así, por ejemplo, se desconocen los
tratados de Hismenias, Horus, Nicanor, Heráclito, Doroteo
de Caldea, Diógenes, Sotaco, Sátiro, etc., etc.; dando á cono-
cer los dos últimos, el primero la hematites, y el segundo el
ámbar amarillo. El célebre Herodoto, 400 años después de
Homero, cita únicamente tres minerales que no estaban
descritos en los tratados de sus antecesores; dichos minera-
les son: el mármol de Porus (que no debe confundirse con
el de Paros), con el cual se edificó el templo de Delfos; el
basalto, denominado por Herodoto piedra de Etiopía, que,
según opinión de Tolomeo, procedía de una montaña de la
Arabia, llamada Basanita; y el Tofus (que quizás sea el Toph
de que habla Comestor), mineral esponjoso, frágil, áspero,
de donde acaso se derive la palabra toba de algunos autores
modernos. Herodoto es el primero que cita las esmeraldas
gigantescas, cuya descripción hacen también leoirasto, Pli-
nio y otros. El historiador griego dice que el templo de Hér-
cules que existia en la ciudad de liro, tenia una columna de
esmeralda que despedia un brillo extraordinario; en los libros
de Ester se consigna que el pavimento del palacio de Asuero
lo formaban mármoles blancos y esmeraldas, las que en rea-
lidad no serian otra cosa, sino jaspes ó mármoles verdes; en
los registros de Egipto se decía que uno de sus reyes habia
recibido como regalo una esmeralda de cuatro codos de alto
por tres de ancho; por último, se indicaba, además, que en
INTRODUCCION
3
el templo dedicado á Júpiter existían cuatro esmeraldas
de 40 codos de largo: Apion refiere que en el laberinto de
Egipto había un Serapis formado por una sola esmeralda de
mas de nueve codos de altura. Pero debe suponerse desde
luego que estas piedras, mas bien que esmeraldas, no serian
sino vidrios teñidos ó bien peridotos, espatos fusibles, ó aca-
so berilos análogos á los que se hallan en la Calzada de
Pontevedra y San Miguel de Pesqueiras en Galicia, aunque
en realidad el tamaño de estos berilos «no llega al de las
esmeraldas citadas.
Aristóteles, 384 años de Jesucristo, habló ligeramente de
las sustancias mineralógicas; no obstante, puede asegurarse
que fué el primero que estableció cierto orden en su estudio,
basándose esencialmente su clasificación en la tenacidad que
ofrecían los cuerpos conocidos en su época.
Teofrasto, discípulo de Aristóteles, para clasificar los mi
nerales se valió de la utilidad y valor relativo de cada uno
de ellos. Describe los mármoles, alabastros, yeso, fluorina,
pirita de hierro, piedra de toque, los ocres, el succino, rejal-
gar, oropimente y algunos otros menos importantes, cuyos
minerales agrupó teniendo presente la tenacidad, el color y
la acción que sobre ellos ejercía la temperatura. Teofrasto
tuvo la singular idea de dividir los minerales en «machos y
hembras;» colocó en la primera sección todos aquellos que
ofrecían un brillo bastante intenso, y en la segunda, á los de
aspecto lapídeo. Las sustancias metálicas, según este autor,
han sido formadas por la acción de las aguas, mientras que
las piedras deben su origen á la tierra.
Dioscórides, setenta y cinco años antes de nuestra era,
estudió los minerales bajo el punto de vista de sus relacio-
nes con la medicina; pero, en realidad, no estableció una
verdadera clasificación ni adoptó órden alguno en las des-
cripciones, no obstante haberlos dividido en marinos y ter-
restres, tomando por consecuencia el carácter de localidad
con preferencia á los demás. La obra escrita por Dioscórides
no da una idea exacta de los conocimientos mineralógicos
de su tiempo, supuesto que en las setenta y tantas piedras
que describe, no se encuentran citadas muchas de las que
anteriormente se conocían, siendo, por lo tanto, su lista
incompleta de la misma manera que las descripciones (1).
Plinio, muy poco tiempo después que Dioscórides, escri-
bió una historia natural, en la que mas que al pensador y
analítico, se ve al hombre incansable en el trabajo. Puede
considerarse esta obra, como el resúmen de los conocimien-
tos mineralógicos de aquella época. Escribió treinta y siete
libros sobre historia natural, de los cuales cuatro tratan de
los metales, de las piedras particularmente dichas, de los
mármoles y de las piedras preciosas; el azufre, alumbre, creta
y otras sustancias se hallan estudiadas en los capítulos refe-
rentes á la medicina. La obra de Plinio, como tan oportuna-
mente dice M. I.andrin, no viene á ser mas que una verda-
dera enciclopedia llena de anécdotas y curiosidades, que si
bien son muy buenas para evitar la aridez en este género de
estudios, ofrecen el gravísimo inconveniente de que condu-
cen fácilmente á frecuentes dudas y errores. Plinio cita en
sus obras un cuerpo que se encontraba en los filones y are
ñas auríferas, que se presentaba en forma de cálculos, siendo
su color negro con manchas blancas, y con un peso idéntico
al del oro (2).
{1) Andrés Laguna, á mediados del siglo diez y seis, trató de com-
pletar las descripciones de Dioscórides, pero no llegó á obtener grandes
resultados. Francisco Suares de Ribera continuó el trabajo de Laguna,
cuya obra tradujo al castellano; en esta traducción, impresa por primera
vez en Valencia el año 1631, y en Madrid en 1735, ^ comenun las
observaciones de Laguna con gran criterio é ilustración.
(2) Todos estos caracteres hacen suponer que el mineral citado por
Plinio sea el platino.
Suceden á Plinio durante mas de nueve siglos, mineralo-
gistas griegos y árabes, cuya avaricia les condujo á conside-
rar á todos los minerales nada mas que como un medio para
convertir en oro aquellos metales mas comunes. Avicena, en
el siglo xi, dividió los minerales en cuatro grandes grupos;
á saber: i.° azufres ó minerales sulfurosos; 2/ piedras; 3.0 sa-
les; 4.0 metales. Estas divisiones, fundadas esencialmente en
la composición química, se hallan aceptadas por la mayoría
de los clasificadores posteriores. Algunos contemporáneos
de Avicena (Abon-Ali-Hussein de Córdoba) adoptan tam-
bién en sus clasificaciones procedimientos idénticos á los em-
pleados por el célebre árabe. Por esta misma época, creyendo
ver los alquimistas cierta analogía entre los metales mas co-
munes y los siete planetas que se conocían en este tiempo,
idearon designar al oro con el nombre de Sol, llamando Luna
á la plata, Vénus al cobre, Marte al hierro, Mercurio al azo-
gue, Saturno al plomo y J úpiter al estaño. Después de Avi-
cena sucede un largo interregno, hasta que Agrícola, médico
aleman, á mediados del siglo xvi, dió gran impulso á los es-
tudios mineralógicos, así como también á los metalúrgicos.
Sin embargo, el siglo xn es notable, supuesto que en él se
verificaron las explotaciones del carbón de piedra en Ingla-
terra y Bélgica; en este mismo siglo floreció Alberto el Gran-
de, que siguió en un todo la clasificación propuesta por Avi-
cena, siendo el primero que dió á conocer la composición
del cinabrio; el siglo xm se señala por el uso de la copelación
que ya habia indicado Geber en el ix; en el siglo xiv se ex-
plotan en grande las minas de diversos minerales, enclavadas
en Noruega, Suecia, Silesia y varios puntos de Alemania; y
en el xv, se describe con toda exactitud el antimonio, metal
que Dioscórides habia considerado como una simple varie-
dad del plomo.
Agrícola, como se ha indicado, inició una nueva marcha
en los estudios mineralógicos, sirviéndole de punto de par-
tida las doctrinas emitidas por Teofrasto. Divide Agrícola
los minerales en cuatro clases; i.a tierras; 2.a sustancias b ju-
gos concretos, que comprende los betunes, succino y otros
cuerpos combustibles; 3.a piedras , subdivididas en piedras co-
munes, como la caliza, yeso, etc., en piedras preciosas, en
mármoles y en rocas; 4.a metales. A Agrícola se debe el des-
cubrimiento del bismuto, la invención de nuevos métodos y
el perfeccionamiento de los ya conocidos en la explotación
de las minas. Paracelso, contemporáneo de Agrícola, entre-
gado por completo á los trabajos herméticos, descubre algu-
nos cuerpos y entre ellos el zinc, mientras que Bernardo de
Palissy añade con sus investigaciones un nuevo interés á la
Mineralogía. Hácia esta época se da un gran paso en esta
ciencia, llegándose á entrever por primera vez la importan-
cia de los caractéres geológicos. Se hace sentir la utilidad
de una buena clasificación fundada en principios fijos y
esenciales, se desarrolla la afición á formar colecciones de las
sustancias inorgánicas, y finalmente se comienza á publicar
tratados de Mineralogía.
Andrés Cesalpino, á últimos del siglo xvi, resume los co-
nocimientos de su tiempo dividiendo los minerales en tres
grupos importantes: i.° tierras, en cuyo primer grupo inclu-
ye las sales, alumbres y betunes; 2.a piedras , en donde apa-
recen colocados la caliza, yeso, mármoles, cuarzo, jaspes, et-
cétera, y 3.0 metales , que compréndelas verdaderas sustancias
metálicas de aquella época. Conrado Gesnero sigue la clasi-
ficación propuesta por Cesalpino (3).
A fines del siglo xvii se entrevé por primera vez la impor-
tancia que ofrece en el estudio de los minerales la forma
cristalina; así Hottinguer publica, en 1685, su tratado deCris-
(3» Merecen citarse el mineralogista Ludovico Dolce, Aldrooaudo,
Fabricio, Lázaro Ereken, y, por último, el padre Kircher.
4
INTRODUCCION
talografía, cuya obra fué nuevamente impresa por Schenzer;
Bourguet y Capeller dan á luz, el primero sus Cartas filosó-
ficas acerca de los cristales, y el segundo su Prodrotnus
crystalograp/i ice. Las ideas emitidas y consignadas en las
obras de los autores citados, que en realidad no tenían otro
objeto mas que una simple y mera curiosidad, sirvieron, no
obstante, de fundamento á los métodos cristalográficos idea-
dos por Linneo, Romé de lisie, Bergman, Haüy y otros que
tan grandes adelantamientos han determinado en la ciencia
de los minerales.
Poco tiempo antes de la fecha citada mas arriba, <5 sea
en 1671, el alquimista Becker investigó los efectos que produ-
cía el fuego sobre las sustancias mineralógicas, así como el
físico inglés Boile examinó los fenómenos eléctricos que
observó en algunas de estas; el sueco Bromel publicó en el
año 1730 una clasificación fundada principalmente en los
caractéres pirognósticos: este mineralogista divide los cuer-
pos inorgánicos en tres clases; 1/ apiros ó que resisten la
acción del fuego; 2/ calizos ó calían ables ; y 3.a fundentes ó
vitrifica bles. Swab, ocho después que Bromel, sometió los
minerales á la acción del soplete, instrumento tan precioso
posteriormente en mano de eminentes mineralogistas y quí-
micos. Aparecen en el siglo xvm partidarios de las clasifica-
ciones y nomenclaturas basadas en la composición y propie-
dades químicas, mientras que otros, por el contrario, aceptan
divisiones basadas en los caractéres exteriores ; finalmente,
hay algunos que, comprendiendo la utilidad de conciliar es-
tos dos sistemas exclusivos, adoptan uno intermedio, toman-
do por consiguiente de unos y de otros. Entre estos debemos
mencionar á Valerio el sueco que, á mediados del siglo indi-
cado, se valió de la composición química para establecer los
grandes grupos del reino mineral, sirviéndose de los caracté-
res exteriores para la formación de las divisiones inferiores.
Los nombres que da á los cuerpos son mas claros y exactos
que los usados por los mineralogistas anteriores, siendo tam-
bién la descripción que hace de las especies la mejor de to-
das cuantas se habían publicado. En el año de 1758, Cron-
stedt, compatriota de Valerio, y que realmente puede consi-
derarse como inventor del soplete, publicó una clasificación,
en la que los géneros y especies que cita están constituidos
con arreglo á la composición química, sin olvidar ni mucho
menos, los caractéres exteriores y todas aquellas particula-
ridades fáciles de ser reconocidas por procedimientos sen-
cillos.
El descubrimiento de nuevos minerales, la publicación de
diversas clasificaciones fundadas en diferentes particularida-
des, y en especial las lecciones dadas primeramente por
Bernardo de Palissy, y mas tarde por Valmont de Bomare,
dieron un nuevo impulso á la Mineralogía, contribuyendo de
esta manera á que el padre de esta ciencia, el inmortal
Werner, la sacase del caos y confusión en que se encontraba.
Desde esta época, hasta nuestros dias, el estudio de la parte
inorgánica ha progresado con una rapidez asombrosa; la es-
pecificación se ha basado en caractéres fijos y permanentes,
siendo el célebre Werner, profesor de Freyberg (año 179°)»
el primero que inició esta marcha, pues si bien es verdad
que las divisiones que estableció no son tan exactas y metó-
dicas como las formadas por los mineralogistas que le suce-
dieron, puede, sin embargo, considerarse su clasificación
como la base esencial y fundamental sobre la que han levan-
tado su edificio Mohs, Haüy, Beudant, Brongniart, Dufre-
noy, Leymerie, Delafosse, y tantos otros que se han dedica-
do al estudio de los minerales.
El método de Werner, llamado empírico, se propagó ins-
tantáneamente por toda Alemania mediante las publicacio-
nes de sus discípulos Karsten, Klaproth, Reus, Bronchant,
etcétera, etc, los cuales aceptaron la nomenclatura y princi-
pios de su maestro.
F. Mohs, mineralogista también aleman y sucesor de Wer-
ner en la cátedra de Mineralogía de Freyberg, fundo su cla-
sificación mineralógica, basándola principalmente en los ca-
ractéres físicos de peso especifico, forma regular , dureza, sabor
y olor, siendo, por lo tanto, un verdadero sistema histórico-
natural.
Poco tiempo antes de Werner, Rome de l'Isle, teniendo
presente las ideas emitidas por Hottinguer, Bourguet, Ca-
peller y otros mineralogistas, se dedicó esencialmente á los
estudios cristalográficos; examinó gran número de cristales,
procurando indagar en los mas complicados por sus formas,
otras mas elementales y sencillas de las que se habían origi-
nado, siendo el primero que demostró que los cuerpos
constituidos por los mismos elementos y en iguales propor-
ciones ofrecen, siempre que se hallen colocados en condi-
ciones idénticas, la misma forma cristalina.
A principios de este siglo, el abate francés Haüy, discípu-
lo de Daubenton, hizo una nueva aplicación de las formas
cristalinas para la determinación de las especies mineralógi-
cas; estudió los poliedros que resultaban mediante la acción
del choque ó de la exfoliación, y dando un gran valor á los
caractéres geométricos y haciendo un exámen detenido y
profundo de estos caractéres, llegó á fundar las bellas leyes
de cristalización, y estos otros dos principios indicados ya
por Romé de lisie: i.° minerales de la misma composición
química cristalizan en el mismo sistema y los valores de los
ángulos de su forma primitiva son iguales; 2.0 los minerales
de diversa composición química cristalizan en distinto siste-
ma, y en el caso de que cristalicen en el mismo, sus formas
primitivas presentan ángulos diferentes (1).
Desde la época de Haüy, ó sea desde 1822 en que esta-
bleció su segunda clasificación, la ciencia de los minerales
ha cambiado extraordinariamente y tomado otro giro, debido
á los adelantamientos y progresos llevados á cabo en la Quí-
mica. Se han publicado desde este momento nuevas clasifi-
caciones histórico-naturales ó físicas unas, químicas otras, y
mixtas algunas, ó sean fundadas en unas y otras propiedades.
Desde la fecha citada hasta la época actual, han aparecido
las clasificaciones de Berzelius, Beudant, del referido Mohs,
Haidinguer,Hausmann, Dufrenoy, Dana, Leymerie, Delafos-
se y tantos otros mineralogistas que han elevado á grande
altura la ciencia mineralógica, si bien nunca esta podrá ob-
tener en sus clasificaciones los felices resultados llevados á
cabo en la Zoología y la Botánica, porque la individualidad
concedida á los cuerpos inorgánicos no será mas que un ca-
rácter completamente artificial é ideado solo para formar, á
imitación de los botánicos y zoólogos, la especie minera-
lógica.
(1) Véase su clasificación. ■ L
Al hablar de la importancia relativa de los caractéres y de la cristali-
zación, se verá que estos dos principios pierden algún tanto su generali-
dad á causa del dimorfismo y polimorfismo.
MINERALOGÍA
Todos los séres que forman el mundo sensible, las relacio-
nes que entre ellos existen, asi como los diversos fenómenos
materiales en que intervienen, son el objeto esencial y filosó-
fico de las ciencias denominadas naturales.
El tudio de empresa tan amplia como difícil fué inicia-
do, c no dejamos consignado, desde las épocas mas remotas
por el pueblo indio, egipcio y hebreo, habiendo seguido el
camino trazado por estos, los griegos, latinos y árabes. Estas
naciones se dedicaron, es cierto, al estudio de los cuerpos,
pero sin adelantar gran cosa en su examen, efepto de sus
inciertas, groseras y erróneas observaciones; esta jnisma mar-
cha se prosiguió con idéntico éxito por varios pqeblos de la
antigüedad, los cuales en muy pocos casos, y con rarísimas
excepciones, se entregaban á un detenido y paciente análisis
de los hechos, al verdadero método de experimentación, que
aunque ya fué empleado por el maestro de Alejandro, no
llegó á constituir la verdadera y sólida base de importantes
y variados descubrimientos hasta la época de Arquímedes y
escuela de Alejandría. Desde la toma de esta por los árabes,
y la destrucción de su biblioteca, quedan los estudios de las
ciencias naturales completamente paralizados, entrando en
un período de triste abandono y decaimiento. Sin embargo,
Avicena en el siglo xi dió cierto impulso á los estudios mi-
neralógicos ; siendo notables, como queda consignado en la
introducción, los siglos xii, xm y xiv por la expjotacion de
las minas del carbón de piedra, por el uso de la copelación
y por la explotación también en grande de diversas sustan-
cias mineralógicas, cuyo yacimiento corresponde á Suecia,
Noruega y otros puntos del norte de Europa.
Con el renacimiento de las letras en el siglo xyi, se inau-
gura una nueva era en las ciencias naturales. La$ atrevidas
y grandiosas investigaciones de Galileo, confirmabas brillan-
temente por un verdadero éxito, trazaron un nueyo camino
á los sabios posteriores en el que habían de recolectar frutos
excelentes, recompensa de sus nobles afanes y de sus rele-
vantes y pacientes trabajos. Los defectos y errores notables
de los antiguos sistemas, las vanas y orgul losas aspiraciones
de la escuela de Aristóteles, fueron eclipsadas y lógica y ra-
zonadamente destruidas por Luis Vives y Bacon, perdiendo,
por consecuencia, el perjudicial influjo que habían tenido
hasta entonces ; las tareas científicas progresaron de un mo-
do asombroso, y fundadas esencialmente en las únicas y só-
lidas fuentes de los estudios naturales, esto es, en la obser-
vación y experimentación, llegaron á adquirir un gran des-
arrollo. siendo este cada dia mayor, cuanto mas descansa en
,s dos bases indicadas.
Vana tarea seria tratar de estudiar y analizar con toda
claridad y exactitud las múltiples y variadas materias que
hoy cultivan las llamadas ciencias naturales, sin echar mano
de un verdadero método racional; método preciso é indis-
pensable para poderlas definir y separar, y sin el que los in-
dividuos no podrían aplicar su especial inteligencia y dotes
propias y peculiares al cultivo de ciertas ramas, adecuadas á
su aptitud y particular predilección.
,a
Sintiendo el hombre cada dia mas el poderoso y constan-
te influjo que ejercen los agentes de la naturaleza, á los que
designa con los nombres de electricidad, magnetismo , luz y
calórico , y que quizás, como suponen muchos, no sean otra
cosa mas que manifestaciones de uno solo; observando y
reconociendo al propio tiempo que estos agentes, en unión
con las llamadas fuerzas moleculares ó de la materia, son la
causa principal de todas las modificaciones y cambios que
experimentan los séres, ha dividido este gran cuadro de es-
tudio en dos ramas principales: Física y Química. La primera
estudia los fenómenos que ofrecen los séres naturales en
cuanto afectan á su modo de estar, y el de los agentes ó
fuerzas productoras de estos indicados fenómenos. La Quí-
mica examina los cuerpos en todo lo que se refiere á su mo-
do de ser; estudia, por lo tanto, los cuerpos penetrando en
su naturaleza íntima, se hace cargo de los cuerpos simples ó
elementos y de sus combinaciones, indicando de paso las
leyes, accidentes y cambios que experimentan al ponerse en
contacto unos de otros. Como se desprende de estas defini-
ciones, se ve los grandes lazos que existen entre una y otra
ciencia, no siendo en último término mas que continuación
una de otra, supuesto que la única diferencia que puede es-
tablecerse es, que la Física, como se ha dicho, examina los
cuerpos en cuanto á su modo de estar, y la Química en lo
que respecta á su manera de ser.
Si analizamos la superficie terrestre, llaman inmediatamen-
te nuestra atención no solo los objetos que la constituyen,
sino los individuos que la pueblan. Investigar y analizar la
estructura de estos objetos é individuos, su forma, origen y
desarrollo, clasificarlos y describirlos, así como estudiar las
múltiples conexiones y relaciones que entre ellos existen,
son otros tantos fines encomendados á las Ciencias naturales
particularmente dichas ó Historia natural.
Ligada íntimamente á tan difícil como provechoso ramo
del saber, la Geología estudia la composición de la tierra,
examina las sustancias ó materiales que constituyen su ar-
mazón ó esqueleto, y analiza las diferentes hipótesis, las
diversas teorías referentes á su origen, como también las
causas, períodos por que ha atravesado y consecuencias que
pueden deducirse de sus notables vicisitudes y cambios.
Considerando, por último, la tierra como un verdadero cuer-
po planetario, observando que forma una parte, aunque
pequeña, en la armonía de un asombroso y admirable siste-
ma, debemos, como es natural, investigar las leyes que rigen
este conjunto, estudiar las magnitudes, movimientos, distan-
cias, relaciones de los astros, consideraciones todas del do-
minio de la Astronomía, ciencia que si bien puede incluirse
entre las naturales, corresponde mas bien á las llamadas
exactas, no siendo en realidad mas que una aplicación de la
Mecánica.
Nadie ignora la íntima relación y los muchos puntos de
contacto que existen entre todas estas ramas particulares del
saber; y que hay casos frecuentísimos en que es preciso el
auxilio mutuo de unos y de otros. Todo el mundo sabe que
6
MINERALOGÍA
una temperatura mas ó menos elevada, la latitud y altura,
la mayor <5 menor humedad, el terreno, etc., etc., influyen
principalmente en la existencia de las plantas y de los ani-
males en diversas localidades, determinando así las floras y
faunas de cada país. ¿Quién ignora que sin el auxilio de la
tísica y Química no podría darse un paso en el estudio de
la Zoología, Botánica y Mineralogía? ¿Cómo explicarían los
zoólogos y botánicos las funciones de nutrición y reproduc-
ción de los vegetales y animales, así como el mineralogista
y el geologo el origen, metamorfósis y todas las diversas
particularidades de los minerales ó las rocas sin el concurso
de la Física y Química? ¿Quién desconoce, finalmente, que
estas dos ciencias no son en realidad mas que continuación
una de otra y que tienen entre sí un íntimo enlace? Bastaría
para patentizar este aserto analizar los bellísimos experimen-
tos de los análisis espectrales, los cuales han contribuido y
dado origen á recientes y notables investigaciones sobre la
constitución de los astros y al descubrimiento también re-
ciente de varios cuerpos elementales. No terminaríamos nun-
ca, si tratáramos de manifestar todos los testimonios relevan-
tes y mas ó menos notables que prueban desde luego el
enlace y solidaridad que existe entre las diversas ramas na-
turales; y no podría suceder de otra manera, supuesto que
todos estos conocimientos no son mas que un reflejo, siquie-
ra pálido y pequeño, de ese concierto magnífico, de esa sor-
prendente unidad que denominamos Universo.
Los cuerpos que estudia la Historia natural se dividen en
dos grandes grupos: i.° inorgánico , que comprende ios gases,
los minerales particularmente dichos, los astros, etc., carac-
terizados porque sus moléculas constitutivas se encuentran
subordinadas únicamente á las fuerzas de la materia, bien
sean físicas ó químicas; 2.0 orgánico , que á su vez compren-
de los séres llamados plantas y animales, cuyas moléculas, si
bien se hallan subordinadas también á las fuerzas físicas y
químicas, están además en un estado completo de movili-
dad, son susceptibles de contraerse en contacto de ciertos
estimulantes, propiedad esencial y característica de estos
séres, la que se conoce por sus efectos aparentes, aunque se
ignore su primitiva causa, y cuya propiedad se designa con
el nombre de fuerza vital. Además los vegetales y las plantas
constan de los llamados órganos , esto es, de partes ó instru-
mentos á proposito para ejecutar actos ó funciones; se dice
también que están dotados de vida y que su crecimiento se
verifica de dentro afuera. Los séres inorgánicos, por el con-
trario, carecen de órganos y por consiguiente de vida, veri-
ficándose su crecimiento de fuera adentro.
Se concibe que estas diferencias tan notables son mas que
suficientes para separar y distinguir los dos grupos enuncia-
dos; pero á fin de hacer resaltar y poner mas de manifiesto
estas diferencias, indicaremos además el diverso origen,
crecimiento, forma, estructura, composición química y exis-
tencia de los séres correspondientes á estos dos grupos.
ORIGEN. — El de los minerales no es debido mas que á
la cohesión ó afinidad, o sea á las fuerzas físicas y químicas:
mediante aquellas se forman los cuerpos simples denomina-
dos oro, plata, hierro, oxígeno, hidrógeno, carbono, nitróge-
no, etc., etc.; las químicas originan los diversos compuestos
binarios, ternarios, cuaternarios, etc. Los séres orgánicos, por
el contrario, jamás proceden de la acción de las fuerzas físi-
cas ó químicas, debiendo su origen únicamente á la repro-
ducción de otros séres de la misma especie.
Crecimiento. — Es indefinido en los séres minerales
ó inorgánicos, y debido á la sobreposicion de partículas ó
moléculas que van aumentando gradual y sucesivamente su
volúmen, pudiendo ofrecer en un mismo cuerpo las mas pe-
queñas proporciones, como adquirir las mas grandes y exa-
geradas. El crecimiento de los orgánicos se considera como
definido, y se verifica en todos sentidos ó direcciones. La
nutrición y desarrollo, pues, de un animal ó vegetal se veri-
fica mediante el acumulo de diferentes sustancias ó jugos, los
cuales van depositando en las distintas partes del cuerpo los
materiales asimilables que á cada una de ellas le son necesa-
rios y convenientes, contribuyendo de este modo á que los
individuos vegetales ó animales aumenten sucesivamente de
volúmen, hasta llegar á adquirir el propio de la especie á
que cada uno de aquellos corresponde.
Forma. — Los séres inorgánicos la ofrecen sumamente
variable, hallándose individuos de una misma especie que
presentan unos forma regular y otros completamente irregu-
lar. Los minerales que afectan formas regulares se hallan
terminados por superficies planas, pudiendo perderlas sin
llegar á descomponerse en sus elementos primarios. Los sé-
res vegetales y animales ofrecen formas mas ó menos redon-
deadas y terminadas por superficies curvas; esta forma es
siempre la misma, pues de perderla, estos séres dejarían de
existir y se descompondrían en sus elementos primitivos.
ESTRUCTURA. — Los séres inorgánicos la tienen ho-
mogénea : se hallan constituidos de partes semejantes é idén-
ticas unas á otras y al todo que forman, no existiendo mas
diferencia que la de mayor ó menor tamaño que puedan
presentar. Los vegetales y animales están dotados de una
estructura completamente heterogénea y distinta: se encuen-
tran compuestos, por consiguiente, de partes ú órganos dife-
rentes, verifica cada uno de éstos actos ó funciones diversas,
siendo algunos de ellos tan esenciales y necesarios que de su
falta ó desaparición resultaría la muerte del individuo.
COMPOSICION QUIMICA. — Por lo general, es senci-
lla en los séres inorgánicos, supuesto que pueden estar for-
mados por un solo elemento (oxígeno, oro, cobre, plata, etc.),
ya sea de dos (ácido sulfúrico, agua, aire, etc.), de tres (caliza,
yeso, fosforita, etc.), rara vez de cuatro (alumbre, topa-
cio, etc.), y muy pocos de cinco ó mas; estos cuerpos resul-
tan siempre de combinaciones fijas y determinadas de los
sesenta y tantos elementos químicos conocidos en la actuali-
dad. La molécula orgánica vegetal ó animal, si bien es cierto
que puede estar formada por dos ó tres elementos, se halla
casi siempre constituida por cuatro, cinco y aun mas cuerpos;
pero así como los minerales resultan, como se ha dicho, de
las combinaciones binarias, ternarias ó cuaternarias, que pué-
den verificarse entre los sesenta y tantos elementos citados,
los vegetales y animales se hallan formados de un corto nú-
mero de estos, siendo los mas importantes y comunes de
unos y otros séres el oxígeno, hidrógeno, carbono, nitrógeno
y azufre.
Existencia Ó DURACION.— Es indeterminada la
de los inorgánicos; así que, si no son descompuestos parcial
ó totalmente en sus elementos, mediante las fuerzas físicas ó
químicas, duran ilimitadamente, como lo prueban los monu-
mentos construidos por los pueblos indios, egipcios, cel-
tas, etc., la conservación de las monedas, medallas, etc, y la
existencia indefinida de las montañas, rocas, etc. Los vegeta-
les y animales pueden tener un período de existencia mayor
ó menor según la especie á que correspondan, pero siempre
será aquel definido ó determinado, necesitando al propio
tiempo para poder llegar al término imprescindible de su
existencia ó de su vida del influjo de las causas exteriores, de
la coexistencia de líquidos y sólidos, y además de la asimila-
ción de ciertas materias que son necesarias para su conser-
vación y desarrollo.
La Zoología es la rama de la Historia natural que tiene por
objeto el estudio de los séres orgánicos denominados animales.
MINERALOGÍA
7
La Botánica ó Fitología trata de los séres orgánicos llama-
dos plantas ó vegetales.
La Mineralogía se ocupa de los cuerpos inorgánicos natu-
rales denominados minerales; entendiendo por mineral, todo
sér inorgánico natural sólido, líquido ó gaseoso que se halle
en el interior ó en la superficie terrestre.
La Geología, como se ha dicho, examina la constitución
del globo terráqueo, estudia las sustancias que forman su
armazón y analiza las diversas teorías relativas á su origen,
asi como también las causas, períodos y consecuencias de
sus modificaciones mas esenciales. Recibe el nombre de
Geognosia, la parte de la Geología que estudia las llamadas
rocas, y el órden ó posición que guardan estas en la corteza
terrestre. Finalmente, se encuentran en los diferentes terre-
nos varias huellas, restos ó despojos de animales ó vegetales
que poblaron en otras épocas distintas de la nuestra el pla-
neta que nosotros habitamos, ó bien se hallan también en
estos mismos terrenos plantas y animales enteros que han
perdido en todo ó en parte su organización, y que revelan
mas ó menos analogía con los tipos que existen en la actua-
lidad. Estas huellas de animales y vegetales mas ó menos
completos, denominados fósiles , y que manifiestan las modi-
ficaciones que han ido verificándose en los séres orgánicos,
deben figurar del mismo modo que los séres anteriores en
la historia de la tierra, correspondiendo su estudio á la parte
de la Geología conocida con el nombre de Paleontología,
rama importantísima de la Historia natural y basada esencial-
mente en la Zoología y Botánica, cuyas dos ciencias le prestan
un poderoso auxilio.
Concretándonos al estudio exclusivo de la Mineralogía,
la dividiremos con el objeto de facilitar su estudio y com-
prensión en varias ramas, tales como: la Mineralogía carac-
terística, la taxonómica, la descriptiva y la tecnológica.
La Mineralogía característica estudia el tipo mineralógico
en general, así como las diversas particularidades, notas ó
señales que presentan los minerales y que sirven para dis-
tinguir unos de otros. i i
La Taxonomía mineralógica tiene por objeto ordenar ó
clasificar los tipos mineralógicos, reuniéndolos ó agrupándo-
los según sus semejanzas y afinidades, facilitando de este
modo el mejor y mas exacto conocimiento de ellos.
La Mineralogía descriptiva traza la historia délos minera-
les, dando á conocer las particularidades que presenta cada
uno de ellos, sus analogías y modo de resolverlas, así como
su posición en la corteza terrestre.
La Mineralogía tecnológica se ocupa de las aplicaciones,
usos ó beneficios que los minerales prestan al hombre, estu-
diando también, aunque someramente, todo lo relativo á la
explotación de las minas, y obtención de muchos cuerpos.
Todo el mundo sabe y comprende el interés é importancia
que ofrecen los estudios mineralógicos. La farmacia y la
medicina, la química, la agricultura, la arquitectura, la meta-
lurgia, en una palabra, todas las artes, todas las industrias y
manifestaciones de la vida intelectual y social se enlazan y
tienen necesidad de recurrir á los conocimientos mineraló-
gicos en mayor ó menor grado, habiendo algunos que no
pueden dar un paso ni hacer grandes progresos si no están
basados en el estudio de la Mineralogía. Esta ciencia sumi-
nistra datos y materiales preciosos al físico, al químico, al
agricultor, al geólogo, al diamantista, etc., etc.; y si bien es
verdad, como dejamos consignado, que los sabios y filósofos
antiguos no tuvieron un verdadero conocimiento de ella,
como lo prueban las descripciones de las piedras finas hechas
por 1 eofrasto, Dioscórides y Plinio; si bien es cierto también
que las dadas por otros mineralogistas posteriores eran
inexactas é imperfectas, y que los sistemas empleados son
demasiado infundados; hoy, en virtud del estudio profundo
y detenido de las formas regulares que los minerales presen-
tan y del exámen de la composición química, la Mineralogía
ha adquirido importancia como ciencia, llegando á constituir
una rama de la Historia natural tan importante como la
Botánica y la Zoología.
CARACTERES MINERALÓGICOS
Los minerales, como verdaderos cuerpos inorgánicos, no
pueden ofrecer otra clase de propiedades sino las físicas y
químicas. Estas propiedades se denominan caracteres , si se
las considera como medios, señales, marcas ó atributos que
sirven para diferenciarlos.
La división y discusión de estos caractéres ha variado
extraordinariamente según las fases y épocas por que ha
pasado la Mineralogía.
En la introducción se ha consignado detenidamente lo
hecho en este punto por Aristóteles, Teofrasto, Dioscórides,
Plinio, Avicena, etc., etc.; concretarémonos, pues, en este
momento á citar solo las divisiones de caractéres hechas por
Werner, Haüy y Beudant, que son las mas conocidas, así
como las que generalmente están admitidas en las obras de
Mineralogía.
El célebre mineralogista Werner divide los caractéres mi-
neralógicos en cuatro grupos, que son: exteriores, físicos, quí-
micos y empíricos, definiéndolos y expresándolos con suma
claridad y exactitud, circunstancias que no se observan en
ninguno de sus antecesores.
Werner denomina caractéres exteriores, á todas aquellas
particularidades que pueden examinarse en las sustancias
mineralógicas mediante la inspección de nuestros sentidos,
y que para tener un exacto conocimiento de ellos, no es
preciso echar mano de los medios ó aparatos que proporcio-
na la física. Como ejemplos notables de caractéres físicos
pueden citarse el color, lustre, trasparencia, opacidad, dureza,
tenacidad, forma regular ó irregular, etc., etc.
Caractéres físicos denomina Werner, á aquellos que para
conocerlos hay que valerse siempre de ciertos aparatos ó
instrumentos físicos, sin que por estos medios de exámen
sufran ninguna alteración, ni tampoco haya que emplear
para su estudio ninguna operación que tienda á alterar su
naturaleza. En este grupo incluye el célebre mineralogista
aleman el peso específico, la doble refracción, polarización,
fosforescencia, electricidad, magnetismo, dilatación, etc.
Caractéres químicos, son los que se refieren á la naturaleza
ó composición química de las sustancias mineralógicas, á las
acciones moleculares y á los diferentes cambios ó modifica-
ciones que experimentan al ponerse en contacto unas de
otras. Para examinar y estudiar estas propiedades con todo
rigor y exactitud, no son, ni mucho menos, suficientes los
procedimientos anteriores, siendo necesario, por el contrario,
someter los cuerpos á ciertas operaciones por medio de las
cuales se consigue no solo averiguar los elementos que los
constituyen, sino varios fenómenos ó particularidades que
nos guian casi siempre ai reconocimiento de los diversos
minerales que son objeto de nuestro exámen.
Finalmente, Werner, como se ha consignado, acepta los
llamados caractéres empíricos. Estos en realidad no se hallan
fundados en propiedad alguna particular de los cuerpos,
observándose únicamente en ciertas y determinadas condi-
ciones, las cuales en algunos casos, aunque muy raros, cons-
tituyen una marca ó señal á propósito para diferenciar algu-
nas especies. Asi, por ejemplo, en los minerales pertenecien-
tes al género cobre se nota que, cuando se hallan en con-
8
MINERALOGÍA
tacto del aire por algún tiempo, ofrecen muy pronto una
coloración verde, debida á que el ácido carbónico existente
en la atmósfera se une con el óxido de cobre, formando un
carbonato de este metal, caracterizado entre otras propieda-
des por su color verdoso. Esta particularidad, bastante fre-
cuente en los minerales citados, no puede, sin embargo,
considerarse como importante y esencial, supuesto que es
susceptible de cambiar ó de faltar por completo, según las
circunstancias de exposición ó localidad.
Como caractéres empíricos deben considerarse también,
según Werner, todas las particularidades referentes á la posi-
ción de los minerales en la corteza terrestre, ó bien á la unión
ó asociación de unos con otros. Así, por ejemplo, el estaño,
los granates, berilos y otros varios se encuentran constante-
mente en los llamados terrenos ígneos ó cristalinos; el yeso
anhidro, los mármoles, jaspes, cinabrio, etc., en el silúrico;
el azufre, ácido bórico, oropimente, rejalgar y algunos otros
por lo general se encuentran en los denominados volcánicos;
finalmente, el cristal de roca, espato de Islandia, el hierro y
casi todas sus especies, el manganeso y sus compuestos se
presentan indistintamente en los terrenos de sedimento ó
cristalinos. Respecto á las asociaciones que ofrecen los mi-
nerales entre sí, se sabe que el azufre casi siempre va acom-
pañado del yeso; el oro del teluro y rocas cuarzosas ó meta-
mórficas; la sal gemma de margas arcillosas, yeso y betunes;
la galena de la blenda, y tantos otros que pudieran citarse,
y que manifiestan de un modo evidente la tendencia que
tienen las sustancias mineralógicas de presentarse formando
diversas asociaciones.
Tal es, en resumen, la división de caractéres establecida
por Werner. Sobre ella descansa, como se ha consignado en
la introducción, 1a primera clasificación mineralógica algún
tanto razonada y científica que, aunque superior á todas las
anteriores, no deja por esto de presentar grandes defectos,
hijos la mayor parte de la importancia que concedió á los
caractéres exteriores sobre los demás. No obstante, aquel
célebre mineralogista sentó el principio de dividir los géne-
ros en diferentes especies basadas en la naturaleza ó compo-
sición química de los cuerpos.
Poco tiempo antes que Werner, Romé de l’Isle se había
dedicado á investigaciones extensas respecto á las formas
regulares que presentaban algunas sustancias; estudió dete-
nidamente varios cristales, procurando averiguar en los mas
complicados de estos por sus formas otras mas sencillas de
donde supuso que procedian. Romé de lisie puede desde
luego afirmarse que fué el primero que conoció el interés é
importancia que tenia el estudio de las formas regulares de
los minerales.
A principios del siglo actual el abate Haüy, discípulo de
Daubenton, haciendo un estudio profundo y detenido de las
formas cristalinas, dividió los caractéres mineralógicos en
tres grupos que son: i.° geométricos; 2° físicos; 3.0 químicos.
Los primeros están basados en el exámen de las formas
poliédricas ó regulares que ofrecen las sustancias mineraló-
gicas, relacionadas con las que se estudian en la Geometría.
El célebre mineralogista francés dió grande importancia á
estos caractéres, y haciendo un análisis profundo y detallado
de ellos, estableció sus bellas leyes y teorías de la cristaliza-
ción, así como los dos siguientes principios que supuso eran
absolutos para todas las especies. Primero: minerales de
idéntica composición química, cristalizan en el mismo siste-
ma cristalino y el valor del ángulo diedro de su forma primi-
tiva es el mismo. Segundo: si los minerales se diferencian
en composición, difieren también en su sistema cristalino, y
el ángulo diedro de la forma primitiva es distinto. Al tratar
de las formas regulares de los minerales y de la importancia
relativa de los caractéres, se verá que, á pesar de la genera-
lidad de estos dos principios, hay necesidad, no obstante, de
admitir algunas excepciones bastante notables.
En la segunda sección, se hallan incluidos no solo los
caractéres exteriores establecidos por Werner, sino también
los físicos del mismo autor, supuesto que tanto unos como
otros no son en último término mas que particularidades
físicas que pueden examinarse ya sea directamente por nues-
tros sentidos, ya sea echando mano de instrumentos ó apa-
ratos adecuados al objeto.
La última división de caractéres de Haüy, ó sean los de-
nominados químicos, son en un todo iguales á los de Werner,
estando fundados esencialmente en el estudio de la compo-
sición ó naturaleza del mineral.
Desde la época de Haüy, hasta el presente, la ciencia
mineralógica ha variado y tomado una marcha distinta,
debida sin duda á los progresos y adelantamientos llevados
á cabo por la Química. Se han publicado diferentes clasifi-
caciones fundadas la mayoría de ellas en la importancia
que tienen los caractéres químicos sobre todos los otros.
En este concepto, y como verdaderamente químicas, deben
mencionarse las de Berzelius y Beudant, los cuales han
probado hasta la evidencia lo insuficiente de las formas
regulares para llegar á formar especies mineralógicas.
Beudant, que publicó su clasificación mineralógica dos
años después que Haüy, es partidario de esta escuela: fundó
su clasificación, análoga á la de Berzelius, basándola en las
propiedades químicas, pero admitiendo, sin embargo, como
auxiliares las físicas y además un nuevo grupo de caractéres
que llamó geológicos , referentes á la situación que tienen los
minerales en la corteza terrestre, á su unión ó asociación,
así como también á las causas que les han dado origen.
En el cuadro siguiente se indican los caractéres estableci-
dos por Beudant, y las divisiones admitidas en cada u o de
estos grupos con el objeto de facilitar su estudio y compren-
sión.
NUMERO 1
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O
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<
<
O
Geométricos.
Mecánicos.
Físicos. <
Forma (regular.
(irregular.
Estructura.. (regular.
(irregular.
^ absoluto.
Peso relativo.
\ específico,
estado.
^ 1 dureza.
Cohesión ó \ tenacidad,
disposición < maleabilidad,
molecular.. I ductilidad.
¡ flexibilidad,
elasticidad,
trasparencia.
, refracción.
1 policroismo.
(Opticos ( asterismo.
I lustre,
color.
fosforescencia.
[Electro magnéticos J electricidad.
f magnetismo.
V
Or-
gano-
lépti-
cos. ..
Aprecios por el olfato
Id. por el gusto.
Id.
Id.
olor,
sabor.
¡untuosidad,
frialdad.
apegamiento a la
lengua.
por el oido. sonoridad.
MINERALOGÍA
NÚMERO 1
íO
O
O
•— I
o
o
<
ar
cu
z
•— I
2
(Por la via húmeda.
Por la via seca. .
co
U
ar
H
O
c
ed
<
ü
Geológicos,
acción del agua,
id. de los ácidos,
id. de los álcalis,
id. de otros líqui-
dos,
'reducción,
oxidación,
pérdida de color
y trasparencia,
aumento de vo-
lumen,
combustión,
volatilización.
, fusión.
posición de los
minerales,
asociaciones,
origen.
9
trico; por último, se llama cristalogenia, la parte de la Mine-
ralogía que se hace cargo de los fenómenos que ocurren en
la formación de los cristales.
Existen diversas causas naturales que contribuyen desde
luego y de un modo directo á que las partículas de los cuer-
pos se reúnan para afectar formas regulares ó constituir cris-
tales, así como también el hombre tiene medios bastante
poderosos para llegar á obtener en los laboratorios crista-
les bien determinados y perfectos, denominándose, por lo
tanto, estos naturales ó artificiales según que hayan sido for-
mados por la naturaleza ó el arte.
Para obtener la cristalización de una sustancia se necesi-
tan dos circunstancias esenciales: i.a disgregación molecular;
2.a sustracción del disolvente. La primera circunstancia, que es
la mas importante, porque no encontrándose las partículas
libres y en movimiento no puede haber cristalización, se ob-
tiene por la fusión ó disolución por medio del calor ó por la
disolución en los líquidos.
CARACTERES GEOMETRICOS
Se da el nombre de caractéres geométricos ó cristalográfi-
cos á todos aquellos que se refieren á las formas regulares
que presentan los minerales, relacionadas con las que se es-
tudian en Geometría. Este carácter es el mas importante de
todos los físicos que quedan enumerados en el cuadro an-
terior.
En Mineralogía se llama forma , á la manera cómo termina
la superficie del mineral; y como esta terminación puede ser
regular unas veces y otras irregular, claro está que las formas
de las sustancias mineralógicas se dividirán en regulares é
irregulares , comprendiéndose ó incluyéndose en estas últi-
mas no solo las verdaderamente irregulares, sino las desig-
nadas con los nombres de imitativas, pseudomórficas, hetero-
géneas, etc., porque todas ellas no pueden referirse en modo
alguno á las primeras. No obstante lo dicho, la regularidad
de formas en Mineralogía no supone en modo alguno la
exactitud con que la Geometría hace conocer los poliedros,
siendo suficiente en muchos casos que un mineral presente
una forma semejante ó análoga áun cubo, áun dodecaedro,
á un tetraedro, etc., para que se indique que cristaliza ó
afecta las formas indicadas.
Las formas regulares de los minerales se designan con el
nombre de cristales, entendiendo, en consecuencia, por¿*w-
tal, todo mineral que afecte una forma simétrica y regular,
y cuyas caras puedan estar representadas por figuras geomé-
tricas.
La palabra cristal se deriva del griego cristalos , que signi-
fica frió, helado ó congelado, porque los antiguos creyeron
que el cristal de roca no era mas que agua helada ó conge-
lada; y de aquí la idea que tenia Plinio del cristal de roca,
que decía que en modo alguno podía resistir la acción del
fuego.
Estos cristales ó poliedros son en cierto modo las formas
propias de los séres inorgánicos minerales, cuyas formas
tienen tendencia á adquirir constantemente, á no ser que el
agrupamiento de sus moléculas se halle interrumpido por
causas exteriores, en cuyo caso, en vez de reunirse aquellas
de una manera regular, lo verifican irregularmente dando
origen á formas accidentales ó masas amorfas.
La rama de la Mineralogía que tiene por objeto el estudio
de los cuerpos inorgánicos, considerados como poliedros ó
formas geométricas, se designa con el nombre de cristalo-
grafía, de cristalos , cristal, y grafein , describir: así como se
llama cristalización el acto en virtud del cual las moléculas
de los cuerpos, ya sean estos disueltos por el calor ó por los
líquidos, se reúnen entre si para constituir un todo geomé-
CRISTAL1ZACION POR EL CALOR O VIA SECA
Por medio del calor á temperaturas mas ó menos elevadas,
según sean los minerales, se funden muchos de estos, es
decir, se destruye su cohesión molecular. Este medio se apli-
ca comunmente á las sustancias metálicas, vgr. al bismuto,
antimonio, etc., cuyos metales cristalizan respectivamente en
el llamado sistema regular ó sistema cúbico y en el romboe-
dro. Para cristalizar los metales indicados por la acción del
calor, basta en la mayoría de los casos tomar un crisol de
barro ó de grafito, é introduciendo en él el metal que se
desea cristalizar se le coloca al fuego y se producen tempe-
raturas mas ó menos altas según los cuerpos, obteniendo de
esta manera su fusión ó disolución: efectuada esta, se retira
el crisol del fuego y se le pone en un baño de arena á fin de
que el enfriamiento se verifique de un modo lento y gradual.
Este procedimiento no solo es aplicable á los metales, sino
que puede hacerse extensivo á algunos metaloides, tales
como, por ejemplo, el azufre. Si se quiere cristalizar este mi-
neral por medio del calor, no hay mas que colocar un frag-
mento de él en un crisol, y elevando la temperatura á 170o
próximamente se fundirá, esto es, pasará del estado sólido
al líquido; si después se enfria convenientemente, y se rompe
el crisol, se notarán agujas prismáticas correspondientes á un
prisma romboidal oblicuo, cuyas formas son diferentes de las
que presenta el azufre natural, supuesto que cristaliza en
octaedros prolongados que pertenecen á un prisma romboi-
dal recto.
Hay otros cuerpos que no se funden sino con el interme-
dio de varias sustancias, denominadas futidentes, siendo
entre otras las mas principales el borato sódico, fosfato sódi-
co amónico, carbonato potásico, cianuro potásico y ácido
bórico, cuyas sustancias son á la vía seca ó acción del calor
lo que los diferentes líquidos á la vía húmeda, y en este caso,
la distinta temperatura empleada ó la evaporación del vehí-
culo usado, determinan las cristalizaciones. Este procedi-
miento se considera como uno de los medios mas enérgicos
de cristalización, habiendo llegado á obtener algunos físicos
y mineralogistas, mediante él, cristalizar la esmeralda, topa-
cio, zafiro, etc., que si bien es cierto los cristales obtenidos
son de pequeño volúmen, no por esto dejan de presentar
todos los caractéres de las piedras finas indicadas.
Existen además algunas sustancias mineralógicas, como
verbi gracia el arsénico, ácido arsenioso y arsénico y otras
que, colocadas en vasijas cerradas y elevando la temperatu-
ra, tienen la propiedad de volatilizarse, es decir, pasar del
estado sólido al gaseoso, fenómeno que se designa con el
Tomo IX
2
10
nombre de suilimdon : si estas sustancias volatilizadas se
enfrian de una mirara gradual y sucesiva, se convienen en
solidas y se deposaa en forma de cristales en la pan* supe-
rior de la vasija ó aparato en donde se haya hecho la evapo-
ración. La sutlhiadon, ya sea directa ó indirecta, no se
obtiene con facilita. en los laboratorios químicos y minera-
lógicos, pero la caiualeza parece que se ha valido frecuen-
temente de este medio en muchos de los cristales riUe se
encuentran en los Sones metálicos, aguas termales ó calien-
tes y en los volcans.
CRISTALIZACION POR LA VIA HUMEDA
El 2. procedimknto, y el que por lo común se usa en los
laboratorios para oz-rener cristales, es la vía húmeda ó sea la
disolución de los miaerales en los líquidos. Basta para esto
disolver un cuerpo í¡a el agua ú otro líquido, y dejar que la
evaporación esportea unas veces, y otras mediante una
temperatura mas :■ menos elevada, sustraiga el disolvente
empleado; de este modo, se consiguen cristalizaciones.
Conviene, sin encargo, tener presente que la evapora-
ción del líquido se ha de verificar con lentitud, porque si
aquella fuera rápida podría arrastrar consigo partículas de
la materia disuelta. Es necesario también, en muchos casos,
.trar las disolución^ para hacer desaparecer las sustancias
extrañas, porque ét no hacerlo así se obtendrían cristaliza-
ciones imperfectas. A la primera molécula que se deposita
en el fondo de la rasga se la denomina núcleo, alrededor del
que se van agregan^ las demás para llegar á formar así un
todo regular <5 geoza-jirico. A fin de acelerar la cristalización
suele á veces introducirse en la vasija un pequeño cristal de
la misma sustancia gae sirve de núcleo.
Las causas que retribuyen esencialmente en la cristali-
zación por medio át ios líquidos, modificando y hasta cam-
biando en muchos usos la forma cristalina del mineral ó
bien dando origen simplemente á meros principios de cris-
talización, son entre otras mas importantes las siguientes-
i.a naturaleza del dklvente; 2.a la presencia de otras mate-
rias disueltas; y la cantidad mayor ó menor del líquido-
4.a la naturaleza ó fi rana de la vasija; y 5.a la distinta colo-
cación que tengan las primeras moléculas cristalinas.
En la inmensa mayoría de cristalizaciones obtenidas
por la vía húmeda, é disolvente que se emplea es el agua
que arrastrada en muchos casos por las primeras moléculas
cristalinas, llamadas también embriones , forma parte de los
cristales, designándose por esta causa agua de cristalización-
asi como se denominm aguas madres, á la parte que queda
de ella, y en la qu» no pueden obtenerse nuevas formas
Además de las condiciones esenciales que se han mani-
festado y que contafanyen directamente á la cristalización,
esto es, «disgregación molecular y sustracción del disolven-
te,» son necesarias también otras secundarias y de las cuales
no puede prescindáis, porque influyen también como las
primeras en la cristalización de los minerales. Estas causas
son: i.a «el reposo;* -1 «el tiempo que debe durar la crista-
izacion;» y 3.-- «el spacio que ofrezca la vasija donde se
haga la operación.»
1 ales son, en resumen, los procedimientos que se cono-
cen para conseguir k cristalización de muchas sustancias en
nuestros laboratorios. La naturaleza debe haberse valido y se
vale de medios idémicos y de otros ignorados; pero de* los
que nosotros disponemos son muy débiles relativamente á
los que pone en juegi aquella, por cuanto sus grandes pre-
siones, temperaturas muy elevadas, corrientes eléctricas etc
no pueden ser compaadas con las nuestras. De aquí sin
MINERALOGÍA
duda la grande variedad y número que presentan los crista-
les naturales, y que en el primer momento hacen dudar de la
importancia é interés de su estudio, así como de la facilidad
de hallar las leyes que han presidido á su formación; pero
examinando estas formas con detenimiento, se observará
inmediatamente que pueden reducirse á un número muy
limitado, cuyas variaciones y modificaciones se hallan sujetas
á principios fijos y permanentes. Todo lo cual viene á mani-
festar el grande interés que ofrecen los caractéres geométri-
cos, porque si bien las sustancias amorfas ó sin forma propia
son las mas numerosas, la llamada «especie mineralógica,»
no queda bien definida sino cuando el mineral presenta la
misma composición é idéntica forma cristalina.
GENERALIDADES DE LOS CRISTALES
Los elementos de que constan los cristales son: «caras ó
planos, aristas ó ángulos diedros y esquinas ó ángulos sóli-
dos.» Se llaman «caras» (figura 1) las superficies ó planos
Figura 1.— Caras
que terminan el cristal, y por lo general á cada cara P cor-
responde otra P' que es paralela con la primera. Las caras
de los cristales se cortan constituyendo siempre ángulos sa-
lientes y jamás entrantes. Se designan con el nombre de
«aristas» las líneas B B, intersección de dos planos ó caras;
estas líneas, como se ha indicado, se llaman también «ángu-
los diedros;» así como los ángulos sólidos están formados
por la reunión de tres ó mas planos B B. En todos los cris-
tales hay un punto tal, que toda recta que pasa por él y va
á terminar en los planos se halla dividida en dos partes
iguales; este punto se denomina «centro» del cristal.
Ejes cristalinos. — Las lineas rectas ideales que
pasan por el centro del cristal y alrededor de las cuales se
hallan simétricamente colocados los demás elementos, se
denominan «ejes cristalinos.» Pueden obtenerse ya sea
uniendo los centros de las caras opuestas, ya los puntos me-
dios de los ángulos diedros ó los vértices de los ángulos
sólidos opuestos. Se llama eje principal aquel que determina
una simetría mas perfecta que los demás, los cuales reciben
á su vez el nombre de «secundarios.»
De lo anteriormente dicho se deduce, que las condiciones
indispensables que han de tener los minerales para que pue-
dan considerarse como cristales todos.son: i.aque las caras
sean planas y nunca curvas; 2.a que los elementos estén su-
jetos, bien sea en conjunto, bien en parte, á una línea cen-
tral; 3.a que las caras sean paralelas dos á dos; y 4.a que los
ángulos han de ser salientes y jamás entrantes.
Estas condiciones, sin embargo, parece que faltan algu-
nas v eces, induciendo en este caso á errores mas ó menos
graves, pero se sale de ellos en el momento que se someten
los cristales á un exámen detenido y exacto. El diamante,
por ejemplo, ofrece caras curvilíneas en vez de planas, parti-
cularidad que hace que este mineral presente cierta convexi-
dad, la cual desaparece tan luego como se estudian con al-
gún detenimiento sus caras; con efecto, examinadas aislada-^
MINERALOGÍA
II
mente las caras del diamante, se ve que son perfectamente
planas.
La anomalía citada puede proceder en ciertos ejemplares
de la elevadísima temperatura que hayan sufrido al tiempo
de cristalizar, presentando en este caso sus caras convexas.
Existen otras sustancias mineralógicas que á primera vista
ofrecen ángulos entrantes en vez de salientes, siendo el caso
mas notable que puede citarse el que presenta la variedad
de casiterita, denominada «pico de estaño;»pero esta ano-
malía desaparece del mismo modo que la anterior, tan luego
como se examinan con algún detenimiento los cristales de
la variedad indicada; efectivamente, se ha visto que sus án-
gulos entrantes no son sencillos, sino compuestos, hallándose
formados de dos cristales que mutuamente se penetran en
una posición determinada; este ángulo entrante, que no
pertenece á ninguno de los dos cristales, se encuentra situa-
do en la intersección de las dos caras que se cortan ó pene-
tran, observándose, además, que aislado cada uno de los
cristales que contribuyen á formar el ángulo entrante, sigue
las leyes generales de la cristalización, esto es, que consta de
ángulos salientes y nunca entrantes.
DIVISION DE LAS FORMAS REGULA RES. — Como
se acaba de manifestar, las formas regulares de los minera-
les presentan verdadera simetría, determinada por la igual-
dad de paralelismo de sus planos y aristas, así como por la
identidad que ofrecen sus vértices y por la existencia de un
punto céntrico.
Pero como estos poliedros son muy numerosos, ha sido
necesario, para llegar ¿comprenderlos, establecer algunas
divisiones que desde luego facilitan su estudio. Se denomi-
nan «formas simples» las que se encuentran determinadas
por planos semejantes entre sí, y en las cuales todos los ele-
mentos de que constan son precisos para formar un poliedro
único; «compuestas» aquellas que están constituidas por la
combinación de elementos de las formas simples. Las for-
mas simples mas comunes que presenta la naturaleza son el
octaedro, cubo, romboedro, prismas, siendo los mas comu-
nes de estos últimos el prisma de base exagonal, rectangu-
lar, romboidal y de base cuadrada. Las «facetas» ó caras
pequeñas que se observan en las formas compuestas, se
deben á las modificaciones conocidas con los nombres de
«truncadura, biselamiento y apuntamiento.» Se dice que en
un mineral se ha efectuado una truncadura, siempre que un
ángulosólido ó diedro ha sido reemplazado por un plano; bise-
lamiento, cuando la modificación que sustituye á un ángulo
sólido ó á una arista está formada de dos caras semejantes
que se cortan, dando origen á un ángulo mayor que aquel á
quien han reemplazado; finalmente, el apuntamiento resul-
ta de la sustitución de un vértice ó sea un ángulo sólido por
varios planos.
LEYES CRISTALOGRAFICAS
Si percutimos con un martillo un ejemplar de sal común,
de galena, etc., los fragmentos que resultan serán cubos; si
se hace la misma operación con el espato de Islandia se di-
vidirá en fragmentos que ofrecerán la forma romboédrica.
Este resultado se obtiene casi siempre en los indicados
cuerpos y otros varios mediante la «exfoliación,» ó sea le-
vantando capas por medio de un cuchillo ú otro instrumen-
to cortante. Cada una de las láminas que se separan están
formadas por la reunión de sólidos que presentan mayor
grado de cohesión en la dirección de la lámina que en otra
cualquiera; la dirección de estas láminas es siempre constan-
te en la misma especie mineralógica, hasta el punto que el
sólido regular que se obtiene por el levantamiento de las
capas presenta ángulos iguales en un mismo mineral, reci-
biendo aquel el nombre de «sólido de crucero,» así como
«planos de juntura» las superficies que el crucero, ó sea la
exfoliación, pone de manifiesto.
La exfoliación, del mismo modo que los cristales, tiene
también sus leyes generales, siendo entre otras las mas prin-
cipales las siguientes: i.a en un mismo mineral las exfolia-
ciones ó cruceros se encuentran dispuestos semejantemente,
y forman ángulos constantes entre sí y con las mismas caras
del cristal; 2.a si existen tres exfoliaciones ó cruceros, forman
por su reunión un sólido que ofrece idénticos ángulos para
una misma especie; 3.a cuando los minerales presentan mas
de tres cruceros, se dividen estos en principales y secunda-
rios; 4." en un mismo mineral el grado de limpieza que ofre-
cen los cruceros, está en relación con la naturaleza de las
caras.
A pesar de que la exfoliación es carácter muy frecuente
en los minerales, hay algunos en los que cuesta mucha difi-
cultad poder estudiar esta particularidad; en otros única-
mente se hace constar la exfoliación por el exámen de ciertas
líneas que están trazadas en las caras del cristal, existiendo
algunos en que el crucero se aprecia únicamente por medio
de ciertos reflejos ó puntos brillantes que se perciben me-
diante la acción de la luz.
Admitida la teoría de la exfoliación, aun para aquellos
minerales que no poseen la particularidad de dividirse en
láminas, se puede muy bien suponer desde luego un núcleo
interior ó central, al rededor del cual están dispuestas las ca-
ras del cristal de un modo simétrico. A este núcleo central,
con frecuencia hipotético, puesto que no llega á obtenerse
en varios casos, y distinto, aunque pocas veces, del sólido de
crucero, denominó Haüy forma «primitiva ó fundamental de
los minerales,» mientras que dió el nombre de «formas se-
cundarias» á los cristales que se derivan de la forma primi-
tiva, bien sea mediante las láminas de crucero, ó por las
modificaciones debidas á la truncadura, bisilamiento y apun-
tamiento.
SISTEMAS Y TIPOS CRISTALINOS
Los cristales ofrecen por lo común facetas ó planos pe-
queños en sus aristas ó ángulos sólidos que ocultan ó enmas-
caran la forma dominante ó poliedro completo; estas caras
pequeñas que se introducen en los cristales originan un pro-
digioso número de variedades de formas, cuyo estudio, si no
se sometiera á ciertas reglas, seria punto menos que imposi-
ble; pero si se observa un cubo que se presenta truncado en
sus ángulos sólidos, aunque las superficies de truncadura
sean muy extensas, se podrá apreciar, no obstante, la verda-
dera forma cúbica, y se dirá que el mineral cristaliza en cu
bos, como cuando el poliedro se presenta completo. Si la
truncaduras indicadas llegan á adquirir su máximo desarro
lio, resultará un octaedro, cuya forma se deriva como es con
siguiente del cubo; otro tanto se nota si aparecen truncadu
ras en todas las aristas del cubo, cuyas truncaduras, si s<
hallan muy extendidas hasta el punto de hacer desaparece
las primitivas, originan el dedocaedro romboidal; por último
si la forma cúbica indicada ofreciera biselamientos en toda
sus aristas, resultaría un exatetraedro ó sea el cubo piramida
do de algunos cristalógrafos. Todas estas modificaciones s<
hallan sometidas á ciertas leyes, de tal modo que pueden re
ferirse las formas unas á otras, y reuniendo todas aquella
que sean compatibles, se formará un grupo genérico que re
cibe el nombre de «sistema cristalino,» así como se llamar:
«tipo» la forma elegida entre todas las demás que sirve com<
de unidad cristalina ú origen de las que constituyen el gru
MINERALOGÍA
I 2
po. Se define, pues, el «sistema cristalino)) diciendo que es
el conjunto de formas que ofrecen ejes semejantes y que
pueden derivarse todas de una misma forma que se toma
por tipo ó como punto de partida.
Cuando una forma cualquiera sea incompatible con las
que se han estudiado, se constituirá con ella un nuevo gru-
po, se agregarán todas las que en virtud de las leyes crista-
lográficas se refieran á ella, y tomando una como tipo se
formará un nuevo sistema; y procediendo de una manera
idéntica en todas las formas que se estudien, podrán clasifi-
carse perfectamente.
La mayoría de los cristalógrafos han reducido todas las
formas regulares á seis sistemas cristalinos; sin embargo,
Weis y Mohs no admiten mas que cuatro y Nauman siete.
La forma tipo puede ser cualquiera de las que el sistema
presente, pero casi siempre se elige la mas general y senci-
lla; Haüy prefirió la forma octaédrica; los cristalógrafos pos-
teriores se han valido de los prismas, porque son mas co-
LEY DE SIMETRÍA
Prisma recto rectangular Fig. 5. — Prisma oblicuo romboidal
4.°jomboédrico (fig. 5); 5.0 prisma oblicuo romboidal (fig. 6);
6.° prisma oblicuo no simétrico (fig. 7).»
El método empleado en las obras de cristalografía para
estudiar cada uno de estos sistemas consiste en precisar bien
la forma tipo, y por medio de truncaduras, biselamientos y
apuntamientos sometidos á las leyes generales de simetría,
observar las formas secundarias ó derivadas que se originan.
Pero estas cuestiones, como otras muchas mas ó menos im-
portantes, son ajenas á una obra de esta índole, limitándo-
nos á indicar los tratados de cristalografía de Haüy, Dufrenoy
y Delafosse para aquellos de nuestros lectores que deseen
adquirir conocimientos mas extensos sobre este punto.
munmente la forma dominante, siendo al propio tiempo la
derivación que de ellos se obtiene mas fácil y sencilla.
Los ejes de los cristales pueden ser respecto á su inclina-
ción rectos y oblicuos, y en cuanto á su magnitud iguales ó
desiguales ; los ejes rectangulares comprenden tres sistemas;
y los oblicuos otros tres.
En el primer caso, es decir, cuando
los tres ejes son ¡guales determinan el
Fig. 6. — Romboédrico Fig. 7.— Prisma oblicuo no simétrico
les y el tercero desigual, el prisma recto de base cuadrada;
si son desiguales, el prisma recto de base rectangular.
En el segundo caso, ó cuando los ejes son oblicuos, si es-
tos son iguales determinan el romboedro; si hay dos iguales
y uno desigual, el prisma oblicuo simétrico; y si los tres son
desiguales, el prisma oblicuo asimétrico.
Haüy, como se ha indicado, tomando por tipo de sus sis-
temas la forma octaédrica, admitió seis grupos; á saber:
«i.° sistema octaédrico; 2.0 romboédrico; 3.0 octaédrico de
base cuadrada; 4/ octaédrico de base rectangular; 5.0 el pris-
ma oblicuo de base oblicua simétrica; 6.° el prisma oblicuo
de base oblicua no simétrica.
Eeudant acepta también seis sistemas que son los siguien-
tes: «i.° tedraédrico; 2.0 romboédrico; 3. ' prisma recto de
base cuadrada; 4.0 prismático rectangular de base rectangu-
lar; 5.0 prismático oblicuo de base rectangular; 6.° prismático
oblicuo de base paralelógramo oblicuángulo.
Por último, Dufrenoy, cuya clasificación adoptaremos en
esta obra, tomando por base los prismas, admite también seis
sistemas, que son: «i.° cúbico (fig. 2); 2.0 prisma recto de
base cuadrada (fig. 3); 3 • prisma recto rectangular (fig. 4);
Una observación detenida sobre los cristales ha justificado
que las modificaciones que estos ofrecen no se ven indistin-
tamente en esta ó en la otra parte del cristal, sino que se
hallan sometidas á una ley descubierta y llamada por Haüy
Ley de simetría. Si se examina, por ejemplo, una arista ó un
ángulo sólido truncado de un cubo, sin necesidad de obser-
var las demás aristas ó ángulos sólidos puede afirmarse que
unas y otras tienen la misma truncadura; otro tanto puede
decirse de los ocho ángulos sólidos que presenta el prisma
recto de base cuadrada, puesto que todos son semejantes;
por el contrario, si se examinan los ángulos sólidos de un
prisma oblicuo asimétrico, se verá que las modificaciones
debidas á las truncaduras, biselamientos ó apuntamientos,
son distintas unas de otras. Generalizando Haüy las obser-
vaciones que hizo sobre muchas sustancias cristalizadas, de-
dujo los dos principios siguientes: «i.° partes de la misma
especie se modifican á la vez y de la misma manera; 2. “par-
tes de diversa especie se modifican aislada ó distintamente.»
Se denominan caras de la misma especie las que siendo
iguales se hallan en la misma posición relativa; aristas de la
misma especie, cuando se encuentran en la intersección de
planos iguales y que forman entre sí ángulos diedros idénti-
cos; ángulo sólido de la misma especie, cuando los ángulos
planos que los constituyen son iguales.
Hemiedria. — A pesar de las dos leyes generales ex-
puestas, se observan en los cristales algunas excepciones
notables, siendo entre otras las mas esenciales las que pre-
sentan la pirita de hierro y la boracita (fig. 8); estos dos mi-
nerales cristalizan en cubos y no ofrecen en ciertos casos mas
MINERALOGÍA
13
que la mitad de las modificaciones que según la ley general
debieran tener; así es que de sus ocho ángulos sólidos, cuatro
suelen presentarse truncados y los otros cuatro no su-
fren modificación alguna. Haiiy ya estudió estas anoma-
lías, y analizadas hoy con mas detención, se ha dado á los
cristales que las presentan el nombre de «hemiedros,» que
quiere significar medios cristales , así como se llaman
Fig. 8. — Boracita
«holoedros» á los cristales completos, es decir, aquellos que
presentan modificaciones idénticas en las partes de la misma
especie.
RELACION ENTRE LA COMPOSICION QUIMICA
Y la FORMA.— En virtud de gran número de observacio-
nes que se han verificado en los minerales, se han deducido
los dos siguientes principios fundamentales, y que el célebre
mineralogista Haüylos consideró como absolutos: «i.° mine-
rales de igual composición química corresponden al mismo
sistema cristalino, y el valor del ángulo diedro de la forma
primitiva es el mismo; 2.0 minerales que se diferencian en su
composición química difieren también en el sistema cristalino
y varía el ángulo de su forma primitiva.)
Estos dos principios han sido modificados algún tanto á
causa de los descubrimientos de Mitscherlichs y otros quí-
micos y mineralogistas modernos, que han visto que al pri-
mer principio pueden oponerse ó servir de excepción los
cuerpos «dimorfos y polimorfos,» y al segundo los «isomor-
fos.»
Dimorfismo. — Existen algunos cuerpos, tales como la
cal carbonatada de Haüy ó carbonato de cal de los quími-
cos, que unas veces se presenta cristalizada en romboedros
del sistema romboédrico, y otras en prismas exagonales que
corresponden al prisma rectangular recto, formas enteramente
incompatibles y que han sido causa de que en la especie
carbonato de cal se admitan dos subespecies, el espato de
Islandia, cristalizado en romboedros, y el aragonito, en pris-
mas exagonales. Haiiy, consecuente con sus principios, su-
puso que la variabilidad de forma en esta especie era debida
á que en el aragonito existia una pequeña cantidad de car-
bonato de estronciana ; pero observaciones posteriores han
probado hasta la evidencia que hay aragonitos en los que no
se ha encontrado el mas ligero indicio del referido óxido
metálico, y, sin embargo, cristalizan en prismas rectangulares.
Como sustancias dimorfas pueden citarse también el azufre,
cobre y pirita de hierro, y aun el hierro digisto, según algu-
nos mineralogistas, y otras especies menos comunes. Se con-
cibe muy bien que el fenómeno del dimorfismo, siendo una
excepción al primer principio establecido, disminuiría nota-
blemente el valor de este, si el número de cuerpos dimorfos
fuera considerable, pero por fortuna, de setecientas y tantas
especies que se conocen cristalizadas, solo quince ó veinte
son dimorfas. Algunos cristalógrafos usan la palabra «isome-
ría » en vez de dimorfismo, pero en modo alguno deben ad-
mitirse como sinónimas, porque la isomería es mas general,
y abraza no solo la distinta forma cristalina, sino las diferen-
tes particularidades físicas que tienen los minerales de igual
composición química; así, por ejemplo, el grafito y diamante
se reputan como cuerpos isoméricos y no como dimorfos,
supuesto que en realidad el primero no cristaliza por lo co-
mún, mientras que el diamante se presenta en octaedros. Se
cree por la mayor parte de los mineralogistas que el dimor-
fismo reconoce por causa las diversas circunstancias bajo las
cuales se ha efectuado la cristalización de una misma sustan-
cia: así, el cobre fundido cristaliza en prismas rectangulares
rectos, y el precipitado de una disolución salina sobre una
lámina de hierro presenta la forma cúbica; el azufre disuelto
en el sulfido de carbono cristaliza por evaporación en octae-
dros derivados de un prisma romboidal recto, y el fundido
cristaliza por enfriamiento en agujas prismáticas derivadas
de un prisma oblicuo simétrico.
Polimorfismo. — Los minerales que teniendo igual
composición química ofrecen tres ó mas formas incompati-
bles, se denominan «polimorfos:» raros son los ejemplos
que la naturaleza presenta de cuerpos polimorfos, pudiendo
citarse como uno de los mas notables el rutilo ó ácido titá-
nico.
Isom ORFISMO. — Fenómeno que consiste en que mine-
rales de diversa composición química presentan, no obstan-
te, formas regulares iguales. Así, la pirita de hierro, ó sea el
sulfuro de este metal, la sal común ó cloruro de sodio, la
fluorina ó fluoruro de calcio, ofrecen formas cúbicas que en
nada difieren unas de otras, estando considerados como
cuerpos isomorfos. Pero Mitscherlichs usa la palabra isomor-
fismo para indicar los minerales que, ofreciendo la misma
composición atómica, tienen la particularidad de reempla-
zarse en las combinaciones sin cambiar las cantidades atómi-
cas ni su forma cristalina. La cal, la magnesia, el óxido de
hierro y el de manganeso se combinan con el ácido carbónico
para constituir carbonatos de las referidas bases, las que
pueden sustituirse unas á otras sin alterar la fórmula atómica
mas que en el metal que se une al oxígeno para formar la
base, ni tampoco cambia la forma romboédrica que cualquiera
de ellos afecta; pero á pesar de que todos estos carbonatos
cristalizan en romboedros, se diferencian, no obstante, en el
valor del ángulo diedro que cada uno ofrece, por cuya razón
algunos mineralogistas los designan con el nombre de «ple-
siomorfos,» esto es, vecinos ó análogos, y dejan la palabra
isomorfos para los minerales que, como la pirita de hierro,
sal común, fluorina, diamante, etc, cristalizan en el primer
sistema ó sea en el cúbico.
CONSTANCIA EN EL VALOR DE LOS ÁNGU-
LOS. Romé de Lisie, después de haber medido los ángu-
los diedros de distintos ejemplares de un mismo mineral,
dedujo que el valor de estos ángulos es constante en una
misma especie mineralógica: el ángulo diedro del carbonato
de cal romboédrico ofrece siempre que es puro 105o 5’; el
carbonato de cal y magnesia 106o 15’; el cristal de roca,
cuando se presenta en prismas exagonales apuntados por
pirámides exagonales, ofrece siempre un ángulo de 141o 41’ en
las inclinaciones de cada cara de la pirámide con la corres-
pondiente del prisma; este resultado obtenido en los cristales
citados y otros muchos, da un grande interés á la medición
de los ángulos diedros de los cristales, puesto que pueden
diferenciarse muy bien dos especies que afectan la misma
forma; además á cada cristal que se mide, responden multi-
tud de otros esparcidos en la corteza terrestre que son una
copia fiel y exacta del observado primeramente.
VARIACIONES DE LOS ÁNGULOS PRODUCIDAS
POR LA ACCION DE LA TEMPERATURA. — Mon-
sieur Mitscherlichs ha sido el primero que notó que el valor
del ángulo diedro de los cristales es variable según la tem-
peratura en que se hace la observación, pudiendo cambiar de
10 á 12 minutos de o á ico' de temperatura, y hasta 15 ó
MINERALOGÍA
20 miamos, si la temperatura es ¡<fc,tica á ,a del aceite
cuando Inerve Estas modificación», que son una nueva
XC ^C’ 5 a. a* ^es §enera es do cristalización, reconocen
por causa sin duda la diversa dilatabilidad en el sentido de
los distintos ejes cristalinos, puesto que en los cristales del
sistema cubico, cuyos ejes son iguale,, no se observa dife-
rencia ce ningún género A pesar de lo indicado, como las
d, tenencias entre o y ,oo de temperatura son tan pequeñas,
puccen considerarse como insensibles para las temperaturas
atraosiencas en que se verifica la ob^-vacion
clA"'ACI0NES PR0DUCIDAS POR LA MISMA
COMPOSICION. -La constancia de los ángulos diedros
so.o se nota en los cristales químicamente puros, pues si su
composicon se encuentra alterada varia el ángulo diedro, á
no que la materia extraña proceca de una mezcla mecá-
nica. Asi el romboedro del carbonato de cal, cuando esta
sustancia es pura, está representado por 105" 5’; pero si
exis-e además una pequeña cantidad de óxido de magnesio
o c„ exico e manganeso, el ángulo varía, aumentando en
el primer caso y disminuyendo en el segundo
MEDICION DE LOS ÁNGULOS DIEDROS.-Como
■ se ha macado, la medición de los ángulos diedros de los
cristales es de gran importancia para el reconocimiento de
tas especies mineralógicas. Asi lo han comprendido Romé de
Lisie. Carangeot, Haüy, Babinet, Wollaston, Dufrenoy, etc, cu-
yos mineralogistas han llegado por este medio á distinguir y
aun tornar especies mineralógicas. El ángulo diedro tiene por
mecida el ángulo plano correspondiente, esto es, el consti-
tuido por -os perpendiculares á la arista en un mismo punto
: caaa una e e las en su respectivo plano. Los instrumentos
inventados para medir el referido ángulo diedro se denomi-
nan í goniómetros,» divtdiéndose en de «aplicación y refle-
xiono según que el valor del ángulo se mida por la simple
sobrepusieron del aparato á las caras del cristal, ó bien estén
basados en las leyes de la reflexión de la luz
goniómetro DE APLICACION, — ¿1 que se emplea
generalmente es el inventado por Carangeot y reformado y
usado mas esencialmente por el célebre mineralogista Haüy:
consiste este instrumento en dos láminas metálicas, de las
cuales una hace de diámetro en un semicírculo graduado
que esta unido a la indicada barra por uno de sus extremos,
quedando libre por el otro á fin de poder doblar el semicír-
culo mediante una charnela que se halla colocada en el 90°:
la otra lamina metálica, que gira fácilmente alrededor del
centro, ofrece una hendidura con el objeto de darla longitud
conveniente á la parte de la lámina que se ha de sobreponer
a una de las caras del mineral, objeto del exámen. Si se desea
medir un ángulo diedro por medio de este instrumento,
basta disponer sus laminas como si fueran las ramas de unas
tijeras sobre las caras del cristal cuyo ángulo se quiera me-
dir procurando que la intersección se fije bien en un sitio
de la ansta y que las laminas se aPliquen exactamente á las
caras, para determinar de este modo rectas perpendiculares
a aquella. Asi dispuesto el aparato, no hay mas que observar
los grados que señala en el semicírculo graduado el ángulo
opuesto por e vértice al que se mide en el cristal, y el nú-
mero de aquellos indicará el valor del ánaulo diedro
Este goniómetro es desde luego el mas senclllo ' eI
mas pronto nos conduce á medir el ángulo, siempre que no
se desee on.ener resultados rigorosos y exactos: ofrece, no
obstante, vanos inconvenientes y dificultades, siendo entre
otras, la de que habiendo necesidad de verificar las opera-
ciones al tanteo, no hay una verdadera seguridad de la
sobrepostoon exacta de las láminas, ni que tampoco estas se
hallen colocadas en un plano perpendicular á la arista; por
otra parte, las divisiones del semicírculo no llegan mas que
á décimas de grado, y como estas dificultades son todavía
mayores si la observación se efectúa en cristales pequeños,
es necesario valerse, á fin de resolver todas estas dificultades,
de los llamados goniómetros de reflexión. Los mas conocidos
y usados de estos son los de Wollaston, Babinet, Mohs,
Adelman, etc., cuya descripción así como el modo de mane-
jarlos son ajenos á una obra de esta índole.
anomalías en la simetría de ciertos
CRISTALES. — No es muy común hallar en la naturaleza
cristales que se presenten con la regularidad absoluta que se
ha supuesto en las diversas circunstancias indicadas, puesto
que, por lo común, los cristales se hallan agrupados, disposi-
ción que la mayor parte de las veces parece que no se en-
cuentra sujeta á ninguna de las leyes establecidas, enmasca-
rándose de tal modo los elementos del cristal que, para
estudiar este con toda exactitud, es necesario aislarle ya sea
mental ó materialmente; en los cristales aislados se observa
con frecuencia que algunas de sus caras se ensanchan ó
alargan á beneficio de las mas próximas, hasta el punto de
que estas últimas quedan reducidas á dimensiones muy pe-
queñas ó llegan á desaparecer del todo; otras veces los cris-
tales simples se reúnen con simetría dando origen á cristales
dobles, triples, etc. En el primer caso, es decir, cuando los
cristales simples presentan ciertas modificaciones en sus
caras, resulta la anomalía llamada obliteracio?i; zn el segundo,
ó sea cuando los cristales simples se agrupan, constituye la
macla.
OBLITERACIONES. — Se observa muchas veces que
los minerales cristalizados en el sistema cúbico ó romboé-
drico ofrecen alteraciones mas ó menos notables en sus caras;
asi, por ejemplo, ciertos cubos de sal común ó de espato
flúor se ensanchan en un sentido dado y forman de esta
manera verdaderos paralelepípedos; los apuntamientos de los
prismas del cuarzo ofrecen en ciertos ejemplares tal desigual-
dad en las caras de la pirámide que desaparecen dos, y á
veces hasta tres y "cinco, no quedando mas que una sola
como base inclinada del prisma. Dichas alteraciones, y otras
muchas que pudieran citarse, se refieren fácilmente al siste-
ma cristalino á que corresponden sin mas que observarlas y
estudiarlas con algún detenimiento; pero existen, por el con-
trario, otras que cuesta gran trabajo resolverlas y 'colocarlas
en su verdadero sistema, siendo necesario entonces un análi-
sis mucho mas concienzudo y detenido que en el caso
anterior.
Se conocen algunas formas prismáticas en las cuales se
observa un alargamiento extraordinario unido á un diámetro
muy corto, constituyendo así las formas denominadas bacila-
res, fibrosas, aciculares; tal es lo que se nota en ciertas varie-
dades de aragonito, espato pesado, actinota ó anfibol verde,
etcétera; en otros casos, por el contrario, los prismas experi-
mentan modificaciones distintas de la anterior, esto es, se
convierten en tablas, laminillas y otras formas aplastadas;
por último, las formas llamadas redondeadas, esferoidales,
ovoideas, cilindroideas, etc., la curvatura que se nota en las
caras del diamante y de ciertas variedades de yeso, así como
las estrías longitudinales que existen en los cristales de topa-
cio, son obliteraciones que tienen el mismo ó análogo origen
que las antes citadas.
MACLAS.— Consisten en la penetración ó inversión de
dos ó mas cristales, ofreciendo casi siempre como particula-
ridad esencial ángulos entrantes formados por los cristales
que se penetran ó se invierten. Algunos autores dividen las
maclas en hemitropias y maclas cruciformes ó circulares.
Las hemitropias se reputan como agrupamiento de dos
cristales, estando invertido uno de ellos y girando alrededor
del eje de revolución que pasa por el centro de la cara co-
MINERALOGÍA
mun, describiendo de este modo unas veces un arco de cír-
culo de 1 8o grados, y otras de 6o á 90 grados; en el primer
caso, resulta la verdadera hemitropia, y en el segundo, la
trasposición. Como ejemplo notable de hemitropia puede
citarse la variedad de yeso denominada en flecha; esta hemi-
tropia procede de un prisma oblicuo simétrico, cuyas dos
mitades, verificada la sección en dirección de la diagonal
mas extensa y colocadas en sentido inverso, determinan una
falta de materia que hace que el mineral ofrézcala forma de
una flecha. Existen además verdaderas hemitropias en el
óxido de estaño ó casiterita, feldespato ortosa, anfibol negro
y otras especies.
Las maclas cruciformes se forman mediante el cruzamiento
0
de dos ó mas cristales que tienen por centro un mismo pun-
to; el ejemplo mas notable de estas maclas lo ofrece el mine-
ral llamado estaurotida, conocido también por este carácter
con el nombre de piedra de cruz. Las circulares resultan del
cruzamiento de mas de dos cristales prismáticos, cuyos ejes
se hallan confundidos ó están en la misma dirección, dismi-
nuyéndose en algunos casos de tal modo los ejes principales
de los prismas, que llegan á desaparecer por completo y se
convierten en formas lenticulares y mas ó menos cortantes.
FORMAS IRREGULARES
Todas las formas no poliédricas ó geométricas que ofrecen
los minerales, se denominan irregulares: en estas configura-
ciones, sin embargo, se observan algunos principios de cris-
talización alterada por ciertas causas accidentales, no habien-
do podido completarse aquella de un modo regular por
haber faltado alguna de las circunstancias de espacio, tiempo
y reposo que la cristalización necesita siempre para que
llegue á efectuarse con toda regularidad.
Mr. Beudant, fundado en las causas productoras de las
formas irregulares, las divide del modo siguiente: i.° formas
irregulares debidas al agrupamiento irregular de los cristales;
2.0 al movimiento de las aguas cargadas ó que llevan en diso-
lución diferentes sustancias; 3/ á la resistencia de los me-
dios; 4.0 á la aglutinación; 5. á la incrustación; 6.° al mol-
deado; 7. á la epigenia; 8.a á la petrificación, y 9.0 á la
retracción.
Delafosse, por el contrario, teniendo en cuenta no solo las
causas productoras, sino la forma ó configuración exterior,
divide las formas irregulares de la manera siguiente: i.° cris-
tales simples alterados; 2." agrupamientos irregulares de
cristales; 3/ concreciones; 4.0 pseudomorfósis ó formas hete-
rogéneas; 5.0 formas pseudo-cristalinas. Dada la altura y los
conocimientos actuales, aceptaremos para describir las for-
mas irregulares la división propuesta por Delafosse.
CHISTALES SIMPLES ALTERADOS.— Casi todos
ellos se hallan descritos en las obliteraciones; así es que los
cubos alargados para constituir paralelepípedos; los octaedros
que ofrecen formas mas ó menos análogas á las de una cuña;
los prismas exagonales, cuyas caras áxicas crecen unas á
beneficio de otras, hasta el punto que algunas llegan á des-
aparecer convirtiéndose así el prisma exagonal en triangular;
las formas cilindroideas, ovoideas, etc., se han indicado ya
en las obliteraciones, por cuya razón prescindimos de repe-
tirlas.
agrupamiento irregular de cristales.
— Entre las configuraciones mas importantes que resultan
de esta causa, deben mencionarse todas aquellas que se pa-
recen á cuerpos comunes y conocidos, por lo cual se las de-
signa con el nombre de imitativas. Las configuraciones re-
niformes, globulosas, maraelonadas, redondeadas, etc., cuya
definición se comprende sin mas que su simple enunciación,
*5
son las mas frecuentes entre estas formas originadas por el
agrupamiento irregular.
Las dendritas ó arborizaciones son formas también debidas
al agrupamiento irregular; consisten en configuraciones aná-
logas á las ramificaciones de los árboles y originadas por la
unión de pequeños cristales sobrepuestos. Las dendritas son
bastante comunes, ofreciendo ejemplos notables de ellas la
plata, el cobre, ciertas ágatas, algunas calizas, sobre todo los
mármoles de Florencia. Las formas coraloideas resultan de
la reunión de pequeños cristales ó agujas que se hallan im-
plantadas unas en otras, constituyendo ramas cilindricas mas
ó menos rectas que se anastomosan á la manera que las ra-
mas del coral. Estas formas son frecuentes en ciertas cuevas
y en las galerías de algunas minas, siendo uno de los ejem-
plos mas notables la variedad de aragonito, conocida con el
nombre de coraloidéa.
CONCRECIONES. — Todas las configuraciones de una
masa terminada por superficies redondeadas, y constituida
de capas sobrepuestas alrededor de un centro ó de un eje,
se llaman concreciones. Son debidas generalmente al movi-
miento de las aguas que llevan en disolución ó suspendidas
dilerentes materias; unas veces ofrecen indicios de cristali-
zación, y otras no tienen ninguna traza de esta. Las concre-
ciones mas importantes son : las estalactitas y estalagmitas,
las pisolitas y oolitas, los riñones y los cantos rodados y er-
ráticos.
Las estalactitas (de stalaeso que significa yo caigo gota á
gota) se encuentran, por lo común, en las grutas ó cuevas:
presentan la mayor parte de las veces formas cilindricas ó
cónicas, siendo huecas en unos casos, y en otros completa-
mente llenas. Las estalactitas mas frecuentes son las forma-
das por el carbonato de cal, las cuales se originan del modo
siguiente: las aguas que llevan en disolución el bicarbonato
de cal (Ca O, 2 C 0a) se filtran por las paredes del techo de
las cuevas o grutas ó por las hendiduras de algunas rocas;
una gota de estas aguas se evapora y arrastra consigo parte del
ácido carbónico, pasando de esta manera el bicarbonato de
cal á carbonato de la misma base (Ca O, C O2) y convir-
tiéndose de soluble en insoluble, se deposita en la parte su-
perior un pequeño anillo ó núcleo, que va aumentando por
la adición gradual y sucesiva de una nueva cantidad de ma-
teria, resultado de nuevas evaporaciones; de este modo con-
tinúa creciendo en espesor y mas particularmente en longi-
tud llegando á constituir un tubo de paredes delgadas, cuyo
interior, de un diámetro generalmente pequeño, se rellena
muy pronto en la mayor parte de los ejemplares, aumentan-
do entonces la estalactita por la parte exterior. Si el carbo-
nato de cal se encuentra completamente disuelto resultan
estalactitas de aspecto cristalino, al paso que pueden tenerlo
cristalino por unas partes y lapídeo por otras, cuando existen
moléculas disueltas y moléculas en suspensión. Las aguas
que llevan en disolución el bicarbonato de cal al caer de la
bóveda ó paredes de la gruta, pierden en ciertos casos casi
toda la materia disuelta, pero en otros, y es lo mas frecuente,
conservan la suficiente cantidad de esta para producir, cuando
llegan ai suelo de las referidas grutas, un nuevo depósito en
virtud de la evaporación, resultando otra concreción cónica
que recibe el nombre de estalagmita; alguas veces se reúnen
por sus vértices las estalactitas y estalagmitas formando ver-
daderas columnas que parece que están sosteniendo la bó-
\ eda de las grutas, y que dan á estas un aspecto caprichoso
y pintoresco que ha llamado y llama extraordinariamente la
atención de los que las visitan. Son célebres, bajo este punto
de vista, la decantada y lamosa gruta de Antiparos en el ar-
chipiélago griego; la cascada de 1 erni en los antiguos Esta-
dos Pontificios, la célebre gruta de Bellamar en la isla de
l6 MINERALOGÍA
Cuba, la del monasterio de Piedra en Alhama de Aragón
(España) y otras muchas notables por sus estalactitas y esta-
lagmitas que tienen la particularidad de refractar y reflejar
la luz en diferentes sentidos.
Puede asegurarse que el carbonato de cal es la especie
mineralógica que ofrece con mas frecuencia estalactitas; pero
también las presentan el yeso, la calcedonia, la limonita ú
óxido de hierro hidratado, la magnesia, malaquita, sal co-
mún, etc.
PiSOLlTAS Y OOLITAS. — Son concreciones mas ó
menos redondeadas ó globulosas y de magnitud variable. La
formación de unas y otras se efectúa de un modo análogo al
indicado en las estalactitas; el bicarbonato de cal, disuelto
en las aguas, al convertirse de soluble en insoluble, por la
pérdida de un equivalente de ácido carbónico, deposita la
primera parte que de él queda libre al rededor de un grano
de arena, de un cuerpo orgánico ó de otra materia en aque-
llos puntos en que las aguas se encuentran agitadas ó en
movimiento; de este modo se forma primero un anillo ó
capa que aumentando sucesivamente ó sobreponiéndose
unas á otras, constituyen las pisolitas ó las oolitas. Las pri-
meras ofrecen, por lo general, una estructura de capas con-
céntricas, cuyo núcleo puede ser un grano de arena ó un
anillo de la misma materia que constituye la pisolita. Las
oolitas presentan estructura compacta ó térrea, siendo sus
glóbulos ó granos del tamaño de los huevos de los peces co-
munes, mientras que los de las pisolitas varían desde la
magnitud de un grano de mijo al de un guisante.
La mayor parte de las pisolitas y oolitas son debidas al
carbonato de cal, al óxido de hierro hidratado y al carbonato
de la misma base. Existen además otras concreciones, lla-
madas grajea ó confites de Tívoli, que no son mas que piso-
litas sueltas ó aisladas y de color blanco; se hallan en deter-
minados puntos, tales como en Tívoli cerca de Roma, en
las aguas acídulas de Vichy (Alier), en las de Carlsbad (Bo-
hemia), etc.
CONCRECIONES RENIFORMES Ó RIÑONES.—
Afectan, de la misma manera que las pisolitas y oolitas, for-
mas redondeadas, pero se diferencian de estas, así como de
todas las demás concreciones, en que se hallan diseminadas
y como empotradas o engastadas en rocas, cuya estructura
y algunas veces la composición química es diferente. Por lo
común, los riñones se presentan en masas ovoideas, esferoi-
dales y hasta cilindricas, siendo en muchos casos estas ma-
sas mas ó menos aplastadas ó deprimidas. Algunos minera-
logistas, y entre ellos Delafosse, dividen los riñones en dos
grupos que son: i. rvñones cuya formación se ha efectuado
al mismo tiempo que la solidificación de la roca en que se
encuentran empotrados, pero que se han depositado antes
que aquella se solidificara por completo; y 2.0 aquellos otros
que se han originado posteriormente á la solidificación de
la roca en que se encuentran: en el primer caso, si la crista-
lización de la masa se ha verificado por completo, los riño-
nes presentan una estructura erizada de puntas cristalinas;
si, por el contrario, la cristalización de la masa es incomple-
ta, los riñones ofrecen en su parte interna una estructura
radiada divergente; tal es lo que se nota en algunos ejem-
plares de la pirita amarilla de hierro. Los riñones reciben el
nombre particular de geodas, cuando siendo de sílice ó de
otra sustancia cualquiera, presentan una cavidad en su cen-
tro tapizada á veces de cristales de la misma sustancia ó de
otra diferente. Los rift*ones <fe ágata que se hallan en ciertas
rocas denominadas atrt igdaloidéas, ofrecen uno de los ejem-
plos mas notables de geodas; constan de una estructura de ca-
pas concéntricas y en su interior existe una cavidad tapizada
de puntas de cuarzo hialino ó de amatista: hay otras geodas
que contienen en su interior cristales diferentes; tal es lo que
se observa en riñones de ágatas que se hallan tapizados de
cristales de carbonato de cal; por último, existen algunos ri-
ñones formados por la limonita ú óxido férrico hidratado,
los cuales encierran en su interior un núcleo móvil que sue-
na cuando se agita el riñon; estos reciben el nombre parti-
cular de ehtes ó piedra de águila. Las concreciones renifor-
mes que pertenecen al segundo grupo se hallan constituidas
la mayor parte por las ágatas, las cuales generalmente se en-
cuentran diseminadas en ciertas rocas ígneas, huecas casi
siempre y en cuyas cavidades mediante una serie de filtra-
ciones se deposita la sílice en capas que se van sobrepo-
niendo desde el exterior al interior, formando así una masa
de capas concéntricas. Casi todas estas concreciones se ha-
llon también tapizadas de cristales de roca, de carbonato de
cal, etc., pudiendo ser consideradas por consiguiente como
otras tantas geodas.
CANTOS rodados. — Son masas de formas angulosas
en su origen, y posteriormente mas ó menos esferoidales por
haber perdido sus cortes ó esquinas en virtud del rozamiento
que sufren al ser trasportados á mayores ó menores distan-
cias, teniendo en cuenta su magnitud, se denominan cantos
rodados, guijos, chinas, gravas, etc. Se infiere que todos es-
tos fragmentos se hallan en los terrenos llamados de acarreo,
supuesto que, arrastrados por las aguas procedentes de las
montañas y desprendidos de estas, son trasportados á mayo-
res ó menores distancias, convirtiéndose en masas redon-
deadas.
FORMAS heterogéneas. — Hay muchos minera-
les que afectan formas tomadas ó prestadas de otros cuerpos
conocidos, pudiendo ser estos unas veces orgánicos y otras
inorgánicos. Estas formas que fueron denominadas por Haüy
pseudo-mórficas, que quiere significar falsas formas, y que
hoy llaman los mineralogistas heterogéneas, son debidas,
según la opinión de Beudant y Delafosse, á las causas si-
guientes: 1. á la infiltración de materias extrañas y blandas'
2.a á la incrustación; 3.0 al moldeado; 4.0 á la epigenia mi-
neral ó inorgánica; y 5.0 á la epigenia orgánica.
INFILTRACION DE MATERIAS ELANDAS Ó
FORMAS DEBIDAS Á LA AGLUTINACION.— Cuan-
do las aguas que contienen disuelto el bicarbonato calcico
se filtran ó atraviesan por terrenos ó sitios esencialmente
movedizos, depositan la indicada sustancia, la cual al tiempo
de solidificarse, por pasar de soluble á insoluble, bien sea en
forma de estalactitas ó estalagmitas, ó bien en masas reni-
formes y aun de cristales, aglutina las sustancias ó las arenas
que constituyen los terrenos, afectando estas la misma forma
de la materia á quien se unen. Uno de los ejemplos mas im-
portantes de dichas formas heterogéneas es el que se observa
en la arenisca de hontainebleau (Francia); en este puntólas
aguas que contenían en disolución el bicarbonato cálcico, se
filtraron á través de las arenas, y convirtiéndose esta sustan-
cia de soluble en insoluble, mediante la evaporación de un
equi\ alente de ácido carbónico, se solidificó y aglutinó las
arenas que tomaron la forma de romboedros agudos ó mas
bien romboedros inversos, cuyo ángulo diedro está represen-
tado por 78o 50'.
INCRUSTACION. — Al solidificarse el bicarbonato de
cal, los óxidos de hierro ú otros diversos cuerpos que se en-
cuentran disueltos en las aguas, se depositan en unos casos
sobre restos de plantas ó de animales y aun de individuos
completos de estos séres, y en otros sobre minerales ó sus-
tancias inorgánicas que hallan las aguas en su trayecto, y á
cuyas partes cubren de una costra de mas ó menos espesor,
ofreciendo la materia que se deposita un aspecto cristalino
ó lapídeo, según que la solidificación se efectúe gradual y
MINERALOGÍA
sucesivamente, <5 por el contrarío, de una manera rápida. Se
hallan en varias aguas restos de conchas ó conchas enteras,
erizos de mar, algunas plantas pertenecientes á las monoco-
tiledóneas ó acotiledóneas y ramas de las dicotiledóneas
incrustadas ó cubiertas de una costra: dichas incrustaciones,
que reciben el nombre de naturales , se están formando
constantemente en todas aquellas aguas mas ó menos acídu-
las ó que llevan diversas materias en disolución; pero pue-
den muy bien obtenerse artificialmente otras análogas y aun
mas vistosas; así, por ejemplo, los naturales de Saint- Allyre
y Saint- Nectaire (Auvernia) colocan vegetales, frutos, nidos
de aves, canastillos, etc., de barro, mimbre y de otras sus-
tancias, en aguas cargadas de carbonato de cal; á poco tiem-
po los referidos objetos se cubren de una costra caliza que
ofrece un aspecto cristalino y bastante vistoso, por lo que
suelen venderlos á precios bastante elevados á los viajeros y
curiosos. Otro tanto se hace en las aguas de San Felipe de
1 oscana, habiendo sacado de ellas un gran partido el doctor
yigny y algunos otros, fabricando moldes huecos sumamente
delicados y caprichosos, á los cuales hacen llegar las aguas
para obtener de esta manera verdaderas incrustaciones, las que
separadas con mucho cuidado reproducen en relieve todos los
detalles y contornos mas insignificantes del molde. En nuestro
país existen incrustaciones en distintos puntos, siendo entre
otros notables los de San Miguel del Fay (Barcelona) y Ante-
quera.
Moldeado.— En ciertas ocasiones las formas acciden-
tales ó irregulares son resultado de cavidades preexistentes
de varios cuerpos que hacen las veces de un molde; en unos
casos, puede servir de molde un mineral, en el que destru-
yéndose sus cristales resulta una cavidad, la cual se rellena
mas ó menos completamente por otra sustancia inorgánica,
en otros, el molde podrá ser orgánico si después de penetrar
la sustancia mineral en el interior de una concha ó de ciertos
zoófitos, se destruye ó desaparece el animal y no queda de él
mas que la forma que se reproduce con todos sus detalles en
la materia inorgánica; este molde se llama interno por algunos,
al paso que se denominará externo siempre que toda ó parte
de la superficie de un animal ó de un vegetal deje impresa su
huella en algunas rocas neptúnicas; esta clase de moldes se
designa también con el nombre de «impresiones.»
Epigenia inorgánica ó epigenia parti-
cularmente DICHA. — No consiste mas que en la
sustitución molecular de una sustancia inorgánica por otra
también inorgánica, tomando la que sustituye la forma de
aquella á quien reemplaza. Los ejemplos mas notables que
pueden citarse de epigenia, dada la índole particular de este
libro, son los siguientes: la pirita de hierro, ó sea el sulfuro
de este metal, se convierte en ciertas ocasiones en limonita
ü óxido de hierro hidratado; el fosfato de plomo ó piromór-
fita en galena ó sea sulfuro de plomo; la anhidrita ó sulfato
de cal anhidro en yeso ó sulfato de cal hidratado. La susti-
tución de estos cuerpos principia desde luego por la capa ó
lámina mas externa, de esta pasa á la segunda, de esta á la
tercera, y así sucesivamente hasta llegar á la parte mas inter-
na del cuerpo que es reemplazado, siendo, no obstante, en
algunos casos incompleta la sustitución, puesto que existen
algunos ejemplares, tales como en los de pirita amarilla, en
los cuales la sustitución por el óxido férrico hidratado solo
se efectúa en la superficie, permaneciendo el resto intacto.
Esta especie de isomorfismo, como tan oportunamente indi-
ca Leymerie, no deja de producir dudas y confusiones cuan-
do se trata de determinar una especie mineralógica cualquie-
ra; pero cuyas dudas se resuelven casi siempre, teniendo en
cuenta que el mineral que sustituye ofrece una estructura
mas granuda que aquel á quien ha reemplazado; por otra
Tomo IX
parte, ó no existen los planos de crucero, ó de haberlos se
confunden con los del mineral sustituido.
EPIGENIAS orgánicas ó verdaderas pe-
trificaciones.— Las petrificaciones se consideran co-
mo epigenias del reino orgánico, verdaderos fósiles, cuyo
estudio pertenece mas bien á la geología que á la mineralo-
gía. Consisten, á semejanza de las epigenias inorgánicas, en
la sustitución molecular de la materia orgánica por la inor-
gánica, afectando esta la forma y aspecto de aquella.
Una de las petrificaciones mas notables que pueden citar-
se es la que ofrecen las llamadas «maderas fósiles ó petrifi-
cadas,» ó sean las que habiendo estado introducidas largo
tiempo en el interior de la tierra, se han convertido en sílice,
ó mas bien en moléculas silíceas ; la parte orgánica ha ido
destruyéndose por una acción lenta y progresiva, capa por
capa, ó mejor dicho molécula por molécula, siendo sustitui-
da cada una de estas por otra de sílice que ocupa la misma
posición que aquella á quien reemplaza; en virtud de esta
disposición la verdadera piedra que resulta ofrece, no solo
idéntica forma que la madera ó vegetal, sino que presenta
todos los detalles de su organización interna, hasta tal pun-
to, que en muchos casos puede indicarse á qué clase de
plantas corresponde la madera sustituida. Hay también va-
rios animales convertidos en todo ó en parte en óxido férri-
co, pirita de hierro, calcedonia, azufre, etc.; tal es lo que se
observa con los géneros turbo, trochus, ammonites y lionsia.
Las sustancias mineralógicas que comunmente sustituyen á
los animales y plantas son: la caliza, la sílice anhidra, la hi-
dratada ó sea el ópalo, los óxidos férricos hidratados y anhi-
dros, el sulfuro de hierro, el azufre, sulfato de cal hidratado
ó yeso, sulfuro de plomo ó galena, etc.
For m as pseudo-crista linas ó falsos cris-
ta les. — Hay varios minerales que parecen verdaderos
cristales bien por su aspecto cristalino, ó porque tienen apa-
rentemente formas prismáticas ó piramidales, pero que en
realidad no lo son, debiendo su configuración engañosa á
diferentes causas físicas ó mecánicas. Se comprenden en es-
ta clase de formas las llamadas «capilares ó filamentosas»
que se producen mecánicamente en las materias fundidas,
como se ve en ciertas variedades de obsidiana ó vidrio de
volcanes que se presentan ó se estiran en hilos por medio
de una acción mecánica; otro tanto se observa en el cobre,
en la plata y otros metales que no han llegado á fundirse
por completo. Las formas prismáticas ó piramidales resultan,
bien sea de la retracción regular que sufren varias sustancias
volcánicas al enfriarse con lentitud, ó por la misma retrac-
ción que experimentan las margas, arcillas y otras materias
pastosas. A veces estas formas se parecen á las que ofrece un
panal de cera, recibiendo el nombre de Ludus Helmontti
cuando sus huecos están llenos.
ESTRUCTURA y
La forma interior de los minerales, ó el aspecto y coloca-
ción que presentan las moléculas interiores y que se ponen
de manifiesto mediante la fractura, se designa con el nom-
bre de «estructura.» Se divide en «regular é irregular,» se-
gún que las moléculas del mineral estén reunidas constitu-
yendo poliedros ó, por el contrario, masas amorfas. Tanto
una como otra se ponen al descubierto por medio del cho-
que ó de la fractura, siendo preciso como es natural exami-
nar la fractura reciente, porque la que se halla expuesta á la
influencia de los agentes exteriores, experimenta cambios ó
modificaciones que pueden inducir á error.
Estructura REGULAR. — En las generalidades
de los cristales se ha consignado todo lo mas importante
3
i8
MINERALOGÍA
cerca de esta estructura propia de las formas reblares <5 de
los minerales verdaderamente cristalizados. Se pone de ma
mfiesto, como queda dicho en la cristalografía, no solo por
el choque sino por la exfoliación, determinándose por medio
de esta los «cruceros» y la forma «primitiva» ó n,icleo de
los minerales. Se observa, por lo común, que los minerales
que presentan exteriormente formas regulares, producen
también estas mismas mediante la percusión; asi si se percu
ten la « sal común, » y el « espato flúor, » cada uno de sus frae-
mentos ofrece la forma cibica; sin embargo, algunas especies,
tales como el «cristal de roca,» presentan cuando se las frac-
tura formas irregulares, debidas sin duda á que <„ superficie
es tan unida y compacta, que no se puede sino por inducción
suponer que se hallan compuestas de moléculas redares
mWaRHÜCJTA IRREGÜLAR- S‘fve en Mineralo-
gia para dividir las especies en variedades constantes en la
mayor parte de los casos. Esta estructura ofrece un aran nú
mero de modificaciones que originan otros tantos nombres
tales como «dentritica, escamosa, sacaroidea, pizarrosa lami’
nar, fibrosa, granuda, compacta, terrosa, celular porosa ca-
reada, orgánica, etc.» * * *
Llámase dentrítica la que está constituida por peoueños
cristales que, interponiéndose en la masa del mismo mineral
dan origen a ramificaciones cruzadas en diversos sentidos’
formando de este modo subvariedades de esta misma estruc-
tura que se designan con los nombres de «palmeada » como
se observa en ciertos ejemplares de galena y de mica ó de
«reticulada,» como se ve en la esmaltina ó arseniu’ro de
mineralpí r de"om'"a 'a esb'uct<ira «escamosa,» cuando los
minerales constan de hojuelas parecidas á escamas v fácil-
mente separables, como ofrece un buen ejemplo el hierro
oligisto ; «sacaroidea» si las laminillas son brillantes v aná
logas a los puntos cristalinos del azúcar de pilon ’
como se
Se observa en muchos casos que las estructuras indicadas
no se hallan completamente aisladas ni bien definidas, sino
que pueden estar combinadas unas con otras, y para deno-
minarlas es preciso emplear nombres compuestos; por esta
razón, se dice estructura, «fibroso-porosa, fibroso careada,
fibroso-laminar, etc.))
FRACTURA
Se confunde generalmente la fractura con la estructura,
puesto que aquella no tiene otro objeto mas que poner al
descubierto la segunda, oscurecida ó enmascarada en las
capas exteriores. Las modificaciones ó accidentes de la frac-
tura se refieren, por lo común, al lustre que presenta la nue-
va superficie que se pone de manifiesto mediante el choque
ó la percusión; así suele decirse, «fractura vitrea, cérea, re-
sinosa, especular, etc.,» según que se parezca su lustre á las
sustancias con quienes se compara; otras veces los acciden-
tes de fractura se refieren á la estructura, y por esta razón
se la califica de «sacaroidea, laminar, térrea, etc.» No obs-
tante, la palabra fractura se emplea en ciertos casos para de-
signar accidentes ó modificaciones de la estructura compac-
ta; así se denomina esta «concoidea ó conchoidea,» cuando
los fragmentos ofrecen impresiones cóncavas y convexas aná-
logas á las valvas de las conchas, como se observa en la
obsidiana y en el pedernal; «astillosa,» cuando los minera-
les de estructura compacta ofrecen por medio del choque
fragmentos angulares y largos, análogos á las astillas de
la madera ó de la leña y á las esquirlas de los huesos; «pla-
na,» si las superficies puestas de manifiesto están muy
unidas entre sí, como se nota en la llamada piedra lito-
gráfica.
CARACTÉRES MECÁNICOS
Se comprenden en este grupo todas aquellas particulari-
dades que se refieren al peso de los minerales, así como á
en el mármol de Carrara; «pizarrosa,» cuando constan
los minerales de planos ó láminas extensas y fácilmente se-
parables, ejemplo, la mica, las pizarras; «laminar ó espáti
SÍa’LS^al'anh!"aS S0" COrt?S’ gmeSf y 56 entre'azan entre uauc» que ac icnc.eu cti ^ uc tu, uiiuciaics, a* como a
si, como se observa en ciertas variedades de nií»o u 1 . , , , ,
etcétera; « fibrosa, » la formada por la reunión de rtt f' ’ may°r ° TT m°'eCUlar' E' P6S0 «abs°lut0-
ó mpníK 1 » . , Qe costales mas relativo y especifico, el estado en que se presenta la sustan-
recibiendo los nomhrpc Ha ° sentl^° su longitud, cia, la dureza, tenacidad, ductilidad, flexibilidad, maleabili-
cuando los cristale * r°sa particularmente dicha,» dad y elasticidad» son las propiedades mas esenciales in-
ZZ1 n lim e mi0" ?U“te finos. J * atenuación cluldas en esta sección de caractéres.
«bacilar » si nrpsí’ntnn'rliu5’ a' • yeS°’ am.'ant0> malaquita; PESO. — En todo cuerpo puede estudiarse el peso «abso-
longitud* actinotn r ° lametro Umc*° a una grande luto, el relativo y el específico.» Se entiende por peso abso-
longitud, actinota, turmalina; y «acicular» • j , , , » ,, , • ,
rlp mnnnr ^ , . )} cuando siendo luto de un cuerpo la suma de moléculas materiales que le
ae menor diámetro que en el caso anterior ofr^c», i„ <■ • , /. , . . . * .
dp amdoc ™ Q i , 0Irecen la forma constituyen, ó bien la presión que el cuerpo ejerce sobre los
de agujas, como se ve en algunos ejemplares dp K M K *. .. ... .
«irrí imidn % «i ™ J , üe aragomto; obstáculos que se oponen a que caiga o se dirija hacia el
o 8 mas A men0S ó fi- centro de la tierra. La presión indicada es la resultante de
na v otras muchas” t/m J' y0'T!e / Ca ^ranu<^as de gale- las acciones de la gravedad sobre cada una de las moléculas
na y otras muchas; «compacta, » la formada por tal acumu
ación de pequeñas moléculas tan intimamente unidas une
noes facü distinguir en ellas el menor indicio del enlace
que tienen entre si, ejemplo, los jaspes y mármoles- «térro
sa.» cuando las moléculas del mineral ofrecen Una’ anega-
ción tan débil que basta para que se separen el mas Deoueño
esfuerzo, tal es lo que se observa en la creta, yeso terroso
kaolín y otras sustancias; «celular, porosa ó careada » sé
denominan así las estructuras de la piedra pómez v 'otras
sustancias volcánicas ó no, que ofrecen celdas, poros ó ca
vidades en mayor ó menor número y de distintas formas
originadas por la salida ó desprendimiento de gases á través
de la materia fundida, y cuyas cavidades se han solidificado
por medio del enfriamiento; «orgánica,» cuando las formas
irregulares, que se han designado con el nombre de netrifi
caciones o fósiles, tienen impreso en su interior el tefido de
la materia orgánica á quien el mineral ha sustituido.
del cuerpo; de donde se infiere que esta presión será tanto
mayor, cuanto mas materia tenga aquel; así que se define ó
se llama también peso absoluto al valor de la resultante de
todas las fuerzas que actúan sobre el cuerpo.
La presión mayor ó menor que ejerce un cuerpo sobre
nuestra mano, sirve en ciertas ocasiones para diferenciar
algunas sustancias mas ó menos semejantes: tal es, por
ejemplo, lo que sucede con la pirita cobriza y el oro, que
por su color amarillo bastante análogo en uno y otro mine-
ral y por su aspecto exterior suelen confundirse; pero basta
para distinguirlos tomar fragmentos de los indicados cuer-
pos, que tengan igual ó próximamente el mismo volumen,
porque la presión que ejerce en la mano el fragmento de oro
será mucho mas considerable que la de la pirita cobriza;
otro tanto se observada con dos láminas una de platino y
otra de plata, puesto que la primera producida una presión
por lo menos doble de la de la plata.
MINERALOGÍA
PESO relativo. — La relación que existe entre el ,
indicado peso absoluto con otro determinado que se toma
por unidad, se denomina «peso relativo.» Se concibe perfec-
tamente que esta unidad puede ser el adarme ó la onza, por
ejemplo, del sistema antiguo de pesas, ó bien el gramo del
sistema moderno; asi cuando se manifiesta que un volumen
cualquiera de un cuerpo pesa 8o gramos, indicamos su peso
relativo determinado por la unidad «gramo;» si se tomara
otra unidad de peso distinta, como por ejemplo, el adarme,
claro está que obtendríamos otro peso relativo diferente, pe-
ro el peso absoluto no variará en modo alguno.
Peso específico ó densidad específica (i).
— La relación que hay entre el peso relativo de dos cuerpos
en volúmenes iguales, se designa con el nombre de «peso
específico.» Para obtenerle con todo rigor y exactitud en las
diversas sustancias mineralógicas, es necesario referirlas to-
das á una unidad fija y determinada; los físicos han conve-
nido admitir como unidad de comparación, para apreciar el
peso específico de los líquidos y sólidos, el «agua destilada»
á la temperatura de 40 y á la presión atmosférica de
0a, 7 60; y para los gases y vapores el «aire atmosférico» á la
temperatura de o°, y á la misma presión de (T,76o (2); sien-
do, por lo tanto, los pesos específicos de todas las sustancias
mayores ó menores que los de estas dos unidades. Así,
que cuando en la parte descriptiva, se dice que el espato de
Islandia tiene por peso específico, 2,7, la plata 10,5, el mer-
curio 13,5, etc., se quiere manifestar que un volumen de los
tres minerales citados igual á otro de agua destilada, pesa
2’7> IO>5 y 1 2 3»5 veces mas que el de esta. Se comprende
que en vez del agua ó del aire, se podría tomar como unidad
de comparación otra sustancia cualquiera, pero se eligen y
se da la preferencia á aquellas, porque se pueden obtener
en todas partes y con muy poco coste, así como por la faci-
lidad de procurarse volúmenes iguales á los de las sustan-
cias cuyo peso específico se desea determinar.
Los físicos emplean para apreciar el peso específico de los
sólidos tres procedimientos principales, á saber: «la balanza
llamada hidrostática, el gravímetro de Nicholson y el frasco
de volumen constante.» Estos métodos están fundados en el
principio de Arquímedes, ó sea en que todo sólido introdu-
cido en un fluido desaloja una parte de este igual á su volu-
men, y pierde de su peso una cantidad igual al peso del
fluido que desaloja.
Balanza hidrostática. — Para apreciar el peso
específico por este aparato se procede del modo siguiente:
se pesa el cuerpo en una balanza de precisión, empleando
para ello el método de Bordá, ó sea el conocido con el
nombre de las dobles pesadas; determinado de este modo
el peso en el aire ó peso absoluto, se introduce el cuerpo
en una vasija que contenga agua destilada, y para ello se le
suspende por medio de un hilo muy fino de un pequeño
gancho que lleva en su parte inferior el platillo de la balanza
opuesto á aquel donde se han colocado las pesas necesarias
para averiguar la densidad absoluta; en virtud detesta inmer-
sión el equilibrio de la balanza se destruirá, porque el cuerpo
pierde de su peso tanto como pesa el volumen del fluido
desalojado; se ve las pesas que es preciso agregar en el pla-
( 1) En realidad no es lo mismo peso que densidad, porque si se su-
pone por un momento que no haya la fuerza de gravedad, no existirá ni
peso absoluto, ni relativo, ni especifico, pero la densidad no desaparece
y continuara subsistiendo sin alteración de ningún género, por cuanto
ni el volumen ni la masa que son los datos precisos para determinar
aquella no la experimentan. (Véase algún tratado de Física.)
(2) Estas operaciones no se practican, por lo general, alas tempera-
turas y presión indicadas, siendo necesario tener en cuenta las correc-
ciones que hay que hacer en unas y otras.
i9
, tillo donde se halla el cuerpo, ó bien las que hay que quitar
del otro, las cuales representan el peso del volumen de agua
igual al del cuerpo, quedando reducida la cuestión á dividir
el peso absoluto del cuerpo por el del agua; el cociente que
resulte será el peso específico que se busca.
Frasco de volumen constante —El método
que comunmente se usa hoy en Mineralogía para la determi-
nación de los pesos específicos de los sólidos, es el llamado
«frasco de volumen constante: (fig. 9)» que consiste en un
frasco de vidrio con un tapón esmerilado que ajusta exac-
tamente hasta un punto dado CD, que recibe el nombre
de «punto ó línea de nivel;» el indicado tapón está atrave-
sado en toda su longitud por un tubo capilar ¿ a; si llenamos
el frasco de agua y se introduce el tapón, saldrá el líquido
excedente por el tubo capilar, siendo por consecuencia cons-
tante el volumen del líquido, de cuya particularidad toma
nombre el aparato. Para operar con este instrumento, se
pesa primero en una balanza el cuerpo reducido á polvo;
una vez obtenido el peso absoluto, se pone en el mismo
platillo donde se encuentra el cuerpo el frasco de volúmen
constante lleno de agua; el equilibrio en este caso se des-
truirá, y para volverle á restablecer será preciso agregar
nuevas pesas: verificado esto, se sumerge el cuerpo en el
frasco y entonces se alterará nuevamente el equilibrio, y para
obtenerle habrá necesidad de separar pesas, las cuales nos
indicarán el peso del volúmen de líquido desalojado; se
practica la misma división que en el método anterior, y el
cociente será el peso específico del cuerpo.
Existen algunos cuerpos como, por ejemplo, la sal común,
nitro, etc., que son solubles en el agua, necesitándose en
este caso sustituir el líquido en cuestión por otro que no lo
sea, pudiendo echar mano del alcohol, mercurio, etc., siendo
preciso al propio tiempo tener en cuenta el peso específico
de este líquido en relación con el del agua destilada; es decir,
que la operación estaría reducida á dividir el peso absoluto
del cuerpo por el del líquido empleado; y multiplicar después
el cociente por la densidad del mismo líquido.
Gravímetro de Nicholson. — Nicholson ha
ideado un aparato que lleva su nombre por medio del cual
se averigua el peso específico de los sólidos : redúcece este
instrumento (fig. 10) á un cilindro hueco de hoja de lata, la-
tón, plata, vidrio, etc., terminado en dos conos; de los cuales
el superior tiene una varilla delgada que lleva una cápsula ó
platillo b , en donde se colocan las pesas y el cuerpo cuya
densidad relativa se desea averiguar; en el punto ó de esta
varilla hay una señal llamada «línea de enrase,» porque hasta
ella debe introducirse el instrumento en el agua en todas las
operaciones que se practiquen: el cono inferior tiene un gan-
cho del cual se suspende una cubeta r, lastrada, para que el
centro de gravedad del aparato se halle mas bajo que el de
presión del líquido, circunstancia precisa é indispensable
para que haya equilibrio.
Para operar con el gravímetro de Nicholson, se le sumerge
desde luego en una vasija que contenga agua destilada y se
ponen pesas en el platillo hasta que la línea de enrase coin-
cida con la superficie de nivel del líquido; se quitan estas
pesas y se coloca un fragmento del cuerpo cuyo peso espe-
cífico se quiere determinar, teniendo cuidado que aquel sea
bastante pequeño para que no enrase el aparato ó quede mas
bajo que la superficie de nivel del liquido; para que vuelva
á enrasar, será preciso añadir nuevas pesas, y la diferencia
entre estas y las primeras indicará el peso absoluto del cuer-
po; averiguado este se pone el cuerpo en la cubeta, y enton-
ces el equilibrio se alterará (en virtud del principio de Arqui-
medes) y para restablecerle será necesario colocar nuevas
pesas en el platillo superior, las que indican la pérdida que
20
MINERALOGIA
experimenta el cuerpo por su introducción en el agua, ó lo
que es lo mismo, el peso de un volumen de líquido igual al
del cuerpo; en este caso queda reducida la cuestión á dividir
el peso absoluto del cuerpo por el del agua, y el cociente que
se obtenga será el peso específico.
Peso específico de los líquidos.— Se em-
plean también diversos aparatos, siendo los mas principales
los conocidos con los nombres de «areómetros»; uno de los
mas usados es el debido á Farenheit; se compone, á seme-
janza del gravímetro de Nicholson, de un cilindro hueco de
Fig. Q. — Frasco de Fig. 10.— Gravíme- Fig. u.— Pinzas
volumen constante tro de Nicholson de turmalina
vidrio, que en su parte inferior tiene una capacidad llena de
mercurio, para que de esta manera flote siempre vertical-
mente, y en la superior lleva una varilla terminada por un
platillo.
Para operar con este instrumento, no hay mas que ha
cerle flotar en agua destilada, sumergiéndole hasta que la
línea de enrase de la varilla coincide con la superficie de
nivel del líquido, cuyo resultado se consigue poniendo pesas
en el platillo ó cápsula; en este caso, se desalojará un volu-
men de líquido, cuyo peso será el del instrumento mas las
pesas que se han puesto en el platillo. Hecho esto, se hace
flotar el aparato y se le introduce hasta la misma línea de
enrase en el líquido cuyo peso específico se desea averiguar,
para lo que será preciso emplear pesos distintos que en el
caso anterior, y esta operación nos indicará el peso de un
volumen del líquido en cuestión igual al del agua; así se
consigue tener volúmenes iguales y pesos diferentes, y la ope-
ración queda reducida, como tantas veces se ha dicho, á
dividir el peso del líquido por el del agua.
Se conocen además los «areómetros de volumen variable,»
de los cuales son una modificación los aparatos destinados
á averiguar el grado de pureza, de mezcla ó de concentración
de los líquidos, por cuya razón se denominan «pesa-sales,
pesa-licores, pesa-ácidos, pesa-leches ó lactómetros,» cuya
descripción y modo de usarlos, así como los procedimientos
empleados para la determinación del peso específico de los
gases, corresponde mas bien á un tratado de física que á uno
de mineralogía.
Valor de este carácter.— El peso específico,
como se ha indicado, es propiedad de gran importancia,
para la distinción de las especies, supuesto que está relacio-
nado con la naturaleza y estructura del mineral. Sin embargo,
varía notablemente en los individuos de la misma especie;
y de las observaciones y experimentos practicados se ha
venido á deducir, que los ejemplares cristalizados pesan mas
que los compactos, estos mas que los hojosos, fibrosos y
terrosos; que el peso específico es diferente si se hace la
operación en diversas partes de un cristal, sea la exterior ó
la interior, ó los ángulos sólidos y aristas; así, por ejemplo,
el cuarzo incoloro ofrece en cristales pequeños un peso es-
pecífico representado por 2,6541; en cristales grandes, 2,6532;
en masas trasparentes, 2,6531; fibroso, de fibras parale-
las, 2,6365; fibroso con fibras divergentes, 2,6359; granudo
ó mas ó menos compacto, 2,6361; pero si todas las varieda-
des citadas se reducen á polvo ofrecerán el mismo peso es-
pecífico, representado por 2,72. A pesar de esto, el peso
específico pierde algún tanto su importancia como carácter
mineralógico, supuesto que es preciso tomar muchas precau-
ciones para llegar á su apreciación, así como tener en cuenta
las correcciones de temperatura y presión que hay que hacer
en los diferentes experimentos; además, existen especies mi-
neralógicas de pesos específicos tan idénticos, que si se qui-
siera establecerlas mediante este solo carácter, se cometerian
grandes errores reuniendo en una misma minerales muy dis-
tintos; así, por ejemplo, el diamante tiene un peso específico
representado por 3,55, y el topacio incoloro 3,54 ó 3,55,
cuya densidad nos llevaría á incluirlos en la misma especie,
siendo así que sus demás propiedades físicas y químicas son
muy diferentes.
Pero si el peso específico no sirve aislado para distinguir
las especies mineralógicas, unido á otras particularidades,
tales como la dureza, lustre y aun propiedades eléctricas, es
un gran auxiliar para el joyero que desee reconocer muchas
piedras finas entre sí y diferenciarlas al propio tiempo de
las falsas.
COHESION Y AFINIDAD
Se consideran como dos fuerzas que tienden á unir res-
pectivamente partículas de igual ó de diversa naturaleza,
siendo una y otra consecuencia de la fuerza denominada
«atracción,» así como esta á su vez no viene á ser mas que
un caso particular de la «gravitación universal.» El estado
en que se presentan los minerales, la dureza, tenacidad,
elasticidad, flexibilidad, maleabilidad y ductilidad son las
propiedades que dependen esencialmente de la cohesión y
afinidad.
ESTADOS DE los minerales. — Las diferentes
sustancias inorgánicas que son objeto de la Mineralogía pue-
den afectar los estados «gaseoso, líquido ó sólido;» se pre-
sentan constantemente gaseosos á la temperatura y presión
ordinaria, el ácido carbónico, el hidrógeno sulfurado ó gas
de los comunes, el ácido sulfuroso ó gas de las pajuelas y
algún otro menos frecuente é importante que los citados; en
estado líquido tenemos el agua, ácido sulfúrico ó aceite de
vitriolo, azogue, nafta y petróleo; y en el sólido el oro, pla-
tino, plata, yeso, diamante y en general casi todos los mine-
rales.
DUREZA. — Por lo común, se designan con este nombre
particularidades muy distintas de los cuerpos; así, por ejem-
plo, se indica que estos son duros, bien sea porque no se
rompen fácilmente por medio del choque, ó porque no ceden
por medio de la compresión ó no se dejan rayar por la uña,
navaja ú otro instrumento cortante. Pero si se examinan con
algún detenimiento estas diversas especies de resistencia, se
verá que no existe entre ellas una relación directa; así se
nota, que un mineral que resiste la acción del choque se
deja penetrar ó rayar, por el contrario, por medio de la na-
MINERALOGÍA
21
vaja ó una punta de acero; el diamante, científicamente
considerado, es el cuerpo mas duro de todos los que se
conocen, pero se deja romper fácilmente por medio del
martillo. Y sin embargo, el diamante se deriva de la voz
griega «adamas,» que quiere decir indomable, porque supo-
nían los antiguos que colocado este cuerpo sobre un yunque
resistia los golpes del martillo, lo cual prueba que nunca lo
sujetaron á este procedimiento, pues de hacerlo hubieran
visto que dicha piedra es muy frágil.
En Mineralogía se entiende por «dureza,» la resistencia
que oponen los cuerpos á ser penetrados por un instrumento
cortante, ó á ser rayados ó desgastados por otros.
El grado de dureza es diferente, aun para los minerales
de la misma composición química, ó que pertenecen á igual
especie mineralógica, influyendo también de un modo mas ó
menos directo los planos de crucero y el agua, ya esté en
estado de mezcla ó de combinación. Así, se observa, que el
diamante y grafito que ofrecen la misma composición química
(carbono puro) tienen, no obstante, dureza muy diferente,
puesto que el primero es el cuerpo mas duro de todos, y el
segundo se deja rayar por la uña; esta distinta dureza reco-
noce por causa la diversa agregación molecular; de la misma
manera, y á consecuencia del crucero, el yeso cristalizado es
mas blando que el compacto: así como la sílice anhidra es
mas dura que la hidratada. El modo cómo se efectúa el
ensayo puede suministrar diferentes grados de dureza, debi-
dos no á condiciones especiales del mineral, sino á circuns-
tancias hijas del ensayo; así por ejemplo, la velocidad con
que se practique la operación, una presión mayor ó menor
y la forma del filo cortante son otras tantas causas que pue-
den originar distintas durezas en un mismo mineral; respecto
á la última circunstancia, todo el mundo sabe que los vidrie-
ros se valen siempre para cortar el cristal, no del diamante
tallado, sino del natural, porque, según suponen algunos mi-
neralogistas, las caras abombadas de este no solo son mas á
propósito para practicar la operación indicada, sino que el
cristal adquiere propiedades especiales para que se divida
fácilmente sin mas que una simple presión.
Werner y muchos de sus discípulos estudiaron la dureza
con bastante confusión y vaguedad; no obstante, aquel céle-
bre mineralogista, atendiendo á este carácter, dividid las
sustancias mineralógicas en cuatro grupos que son: i.° sus-
tancias muy blandas, todas"aquellas que se dejan rayar con
facilidad por medio de la uña, ejemplo: el talco, la esteatita
ó jabón de sastre, yeso, mica, etc.; 2.0 blandas, las que se
dejan rayar fácilmente por la navaja ú otro instrumento cor-
tante y resisten, por el contrario, la acción de la uña, tales
como la baritina ó espato pesado, el aragonito, fluorina y
otras varias; 3.’ duras, todas las que se rayan con mucha
dificultad por la lima ó una punta de acero y no producen
chispas con el eslabón, ejemplo: la fosforita, hierro magné-
tico, etc.; y 4.0 muy duras, las que no se dejan penetrar ni
por la lima, navaja ó punta de acero, como se observa en la
esmeralda, rubí, topacio, diamante y otras varias piedras
finas.
Los cuatro grupos indicados comprenden sustancias que
presentan á su vez una dureza muy diferente, no pudiendo
determinar y apreciar con exactitud sino el de aquellas que
ocupan realmente los grados extremos de cada uno de los
cuatro tipos. Teniendo en cuenta este inconveniente, el
aleman F. Mohs, poco tiempo después de Werner, estable-
ció una serie formada de diez tipos mineralógicos fáciles de
obtener en todas partes, y los dispuso ordenadamente empe-
zando por el de menor dureza que tiene el número 1, hasta
el mas duro que ocupa el 10, tal como se ve en la siguiente
tabla:
NÚMEROS
Talco laminar.
Yeso cristalizado.
Caliza romboédrica.
Espato flúor octaédrico.
Fosforita compacta.
Feldespato ortosa.
Cuarzo cristalizado trasparente.
Topacio del Brasil.
Corindón trasparente.
Diamante.
Los cuatro últimos tipos de la escala se distinguen desde
luego porque rayan al vidrio y no se dejan rayar por una
punta de acero; los seis primeros no rayan al vidrio y se
dejan rayar mas ó menos fácilmente por una punta de acero.
Sirviéndonos de la escala anterior podremos determinar
la dureza relativa de un cuerpo cualquiera, sin mas que irle
comparando con los diez tipos que forman la escala, hasta
hallar uno que ofrezca una dureza idéntica á la del mineral
propuesto, ó bien que este tenga una dureza comprendida
entre dos tipos, en cuyo caso se indica diciendo: que el mi-
neral en cuestión está dotado de una dureza intermedia entre
tal y tal número. Así, por ejemplo, si deseáramos apreciar la
dureza de la piedra fina llamada jacinto, comenzaremos el
ensayo por el mineral mas duro de la escala que es el dia-
mante, y continuando con los que le siguen veríamos que el
jacinto se deja rayar por el topacio y que, por el contrario,
raya al cuarzo, dándole por lo tanto al jacinto una dureza
comprendida entre estos dos cuerpos ; es decir, entre 7 y S:
otro tanto sucedería si quisiéramos averiguar la dureza del
mineral denominado baritina ó espato pesado, al que, pro-
cediendo de idéntica manera que en el ejemplo anterior, le
asignaríamos una dureza intermedia entre la caliza y el espato
flúor, ó lo que es lo mismo entre 3 y 4. Igual exámen puede
verificarse con todas las sustancias mineralógicas que existen,
siendo, por consecuencia, sumamente sencillo darlas un lugar
en la escala relativa de Mohs.
Al ensayar la dureza de los minerales es preciso tener
siempre en cuenta las circunstancias siguientes: i.°que ni el
mineral que se examina raye á aquel de la escala con quien
su dureza sea mas afine, ni este raye tampoco al mineral
objeto del ensayo; en este caso se dice que tienen los dos
igual dureza, como se observa en el yeso y sal común; 2.0 que
el cuerpo que se ensaya se deja rayar por uno determinado
de la escala y al revés; para apreciar entonces cuál de los dos
es el mas blando, es necesario limpiar perfectamente el polvo
que queda en la superficie del cuerpo frotante y el frotado, y
examinar después en cuál de ellos se ha efectuado la raya
ó incisión, pues el que la presente será de hecho el mas
blando. I j 1 j
Existen algunos cuerpos, como por ejemplo, los pederna-
les, ágatas, topacio, etc., que tienen la particularidad de dar
chispas con el eslabón, siendo considerada por algunos esta
propiedad como un nuevo grado de dureza de los minerales;
pero, en realidad, para que se produzca este fenómeno se
necesita que el mineral reúna dos circunstancias esenciales
que son: i.a tenacidad y 2.a dureza; por esta razón, los pe-
dernales que reúnen dichas dos condiciones producen chis-
pas con el eslabón, pero no así el diamante porque es un
cuerpo muy frágil; de donde se deduce que la particularidad
indicada sirve mas bien para averiguar los grados de tenaci-
dad que de dureza.
Este carácter, aunque se emplea desde hace mucho tiem-
po para reconocer y diferenciar las especies minerales, no
presenta en modo alguno el interés que algunos le han con-
22
MINERALOGÍA
cedido y le dan aun. Se sabe hoy en efecto, que la dureza es
propiedad que varía extraordinariamente en los individuos
que se hallan comprendidos en una misma especie* así los
ejemplares cristalizados son desde luego mas duros' qué los
que se presentan compactos, laminares, fibrosos y terrosos;
en os mismos cristales se observa, que es diferente la dureza
de as aristas de la de los ángulos sólidos, circunstancias todas
debidas sin genero de duda, á la distinta agregación mole-
cu ar La dureza, sin embargo, se usa generalmente con buen
resultado para reconocer las pastas ó piedras artificiales que
por su aspecto, color, lustre, etc., se parecen mas ó menos
a las piedras preciosas, porque estas últimas no se rayan
por e crista de roca, mientras que las primeras se dejan
penetrar fácilmente por este mineral y por una punta de
acero. jXJjTTTI jp
1 RAYA;rAI e,Studiar y ensa5'ar la dureza de los minera-
les, se ha de producir siempre una incisión ó poivo segUn
que se le corte ó se le raye; cuando resulta una incisión,
esta ofrecerá un lustre y color particular que sirve casi siem-
pre para distinguir sustancias afines; si, por el contrario, se
raya se producirá un polvo que, del mismo modo que en el
caso anterior, nos pondrá en camino para poder separar
ciertas sustancias que tengan entre si mayores ó menores
ana ogias; asi, por ejemplo, la plata antimonial ó plata roja
oscura, se distingue de la plata arsenical ó plata roja clara,
porque el polvo que produce aquella es de un color rojo
mas oscuro que el de esta; la crocoisa ó plomo rojo se separa
del rejalgar ó arsénico rojo, en que si bien uno y otro pro-
ducen un polvo de color anaranjado, el del primero es mas
intenso y con brillo diamantino; finalmente, la- limonita ú
óxido de hierro hidratado se distingue del jabón de vidrieros
o manganesa, en que el polvo que suministra aquella tiene
un color amarillo, y el de esta es siempre negro.
Tenacidad.— Consiste esta propiedad en la resisten-
cia que oponen las moléculas de los cuerpos á separarse,
sg erarse o romperse en fragmentos por medio del choque
a percusión, recibiendo el nombre de fragilidad el carác-
er diametralmente opuesto. Por lo común, la tenacidad es
una propiedad opuesta á la dureza, observándose que los
-?r Mr°,S S°" baS‘an,te frág¡leS’ mientras 1* a°n tena-
“ fundos; Sin embargo, el pedernal, las ágatas, to-
pacios y las llamadas rocas anfibólicas ofrecen reunidos estos
dos caractéres. Diferentes causas influyen mas ó menos
esencialmente en el carácter de la tenacidad, siendo desde
luego las mas importantes el volumen del cuerpo, su género
de elasticidad, la naturaleza ó composición química y con
especialidad su estructura. Se comprende desde luego que
los minerales ofrecerán mayor resistencia á romperse seirun
sea su volumen y elasticidad. Respecto á la influencia que
jerce la tercera causa, ó sea la composición química se ha
ohservado que los minerales que se disuelven con facilidad
"ir S°n dE vf0 men°S ten3CeS que los insolubles,
dros ,lTPCrrP0S atad°S S°n mas frágiles <1“ i» “hi-
dras, tal es lo que se nota entre el sulfato de cal hidratado
ó yeso y el sulfato de cal anhidro ó karstenita, así como
también entre la calcedonia <5 silice anhidra y d ópalo ó
sílice hidratada. Respecto á las diferencias que presentan
los minerales en su tenacidad á causa de la diversa estruc
tura que ofrecen, se sabe que aquellos que la tienen com-
pacta son menos tenaces que los laminares, siendo estos á
su vez mas frágiles que los fibrosos, especialmente si constan
de fibras entrecruzadas ó enlazadas; por último, los cuernos
Mtán'rdotS1 d^d 1 'a aCC‘°n dd Ch°qUe S0” a1uellos qua
están dotados de una estructura porosa ó careada, como de
ello ofrecen ejemplo la piedra pómez y otras sustancias vol-
canicas.
Para apreciar la mayor ó menor tenacidad de los metales
dúctiles como el oro, plata, hierro, cobre, etc., se les reduce
á hilos ó alambres delgados, y fijándolos por uno de sus ex-
tremos se colocan pesos en el otro hasta conseguir su rup-
tura; el que resiste mayores pesos es el mas tenaz; por esta
razón se dice que el hierro figura á la cabeza de los metales
respecto á esta propiedad.
El carácter de la tenacidad tampoco tiene grande interés
en los estudios mineralógicos, porque no es fácil llegar á
graduar la fuerza del choque empleado; se usa, no obstante,
como propiedad auxiliar para diferenciar un reducido nú-
mero de sustancias.
ELASTICIDAD. — Se define en física la elasticidad di-
ciendo: que es la propiedad por medio de la cual las partí-
culas de los cuerpos reobran con mas ó menos intensidad
á fin de adquirir su volúmen ó forma primitiva, alterada,
unas veces mediante la presión, y otras por medio de la fle-
xión ó tensión. En Mineralogía se echa mano de este ca-
rácter para diferenciar los minerales incluidos en el grupo de
las «micas» de los que pertenecen á la especie llamada
talco, supuesto que las láminas de la primera son verdade-
ramente elásticas, y las del segundo flexibles. La elasticidad
está relacionada íntimamente con la forma regular de las
sustancias mineralógicas, pudiendo ser en ciertos casos un
medio bastante bueno para el reconocimiento de varias es-
pecies, siempre que estas se presenten en formas cristalinas
y sean susceptibles de dividirse en láminas delgadas y lo su-
ficientemente resistentes para poder examinar en ellas las
vibraciones con toda precisión. Para llegar á comprender la
elasticidad de los minerales, conviene dar algunas ideas ge-
nerales de las vibraciones ú ondulaciones sonoras que se
producen en las varillas ó cuerdas que se obtienen de di-
versas sustancias.
Las vibraciones se producen de igual manera en todas las
sustancias, es decir, mediante dilataciones y contracciones,
cuya extensión, por una fuerza igual, está en relación con la
mayor ó menor elasticidad de la sustancia. En las cuerdas y
varillas se nota, á causa de su manera de vibrar, que se pro-
ducen los llamados «nodos» ó líneas «nodales,» [esto es,
puntos ó secciones de los indicados cuerpos que permanecen
inmóviles o que representan el sitio donde existe el mínimo
de movimiento, mientras que las demás partes se agitan con
mas ó menos intensidad. Así, por ejemplo, si se toman lá-
minas metálicas elásticas, se las fija por su parte media y se
las cubre de arena muy fina para observar los «nodos,» se
verá, tan luego como se pase un arco de violin sobre sus
márgenes, que la arena se mueve y se fija en seguida en la
dirección de las diagonales, si el arco se pasa por el medio
de uno de sus lados, y en dirección perpendicular á estos
cuando el arco roza cerca de un ángulo. Chladni ha obser-
vado, después de varios experimentos, que si se tallan sus-
tancias metálicas en placas circulares y de un espesor igual,
se producen como líneas nodales diámetros que dividen la
circunferencia en cuatro, seis, ocho, etc., partes iguales, ó
bien círculos concéntricos en mayor ó en menor número;
pero que si, por el contrario, se tallan cuerpos que presenten
estructuras diferentes en una ú otra dirección, las líneas no-
dales que se producen son en menor número y tienen al
propio tiempo una posición determinada, cuya última parti-
cularidad jamás ocurre en los cuerpos homogéneos.
El célebre físico Savart ha hecho experiencias notables
sobre el cristal de roca, caliza y demás cristales, cuyas molé-
culas se hallan agrupadas simétricamente con relación á sus
ejes. Las observaciones llevadas á cabo por el físico citado
así como la generalización y consecuencias que de ellas ha
deducido, no son propias de una obra de esta índole, cor-
MINERALOGÍA
23
respondiendo mas bien á un tratado particular de mineralo-
gía. Además, rara vez los minerales se prestan á reducirse á
láminas delgadas y resistentes á propósito para observar en
ellas la serie de vibraciones y líneas nodales indicadas, por
lo cual el carácter de la elasticidad no ofrece en la práctica
un grande interés para el reconocimiento de las especies.
FLEXIBILIDAD. — Particularidad que ofrecen algunas
sustancias mineralógicas de doblarse ó encorvarse sin rom-
perse y sin que vuelvan á recobrar su forma ó volumen pri-
mitivo. Los cuerpos esencialmente dúctiles, las variedades
correspondientes á las piedras cuya estructura sea fibrosa ó
acicular, ó que se presenten en láminas muy delgadas, son
flexibles en alto grado. Así, por ejemplo, la flexibilidad que
ofrecen las fibras del mineral denominado amianto es tan
considerable, que permite que se conviertan ó se fabriquen
tejidos con ellas; otro tanto se observa en las Láminas de
mica y de talco, siendo, no obstante, las del primero de es-
tos dos cuerpos elásticas mas bien que flexibles; también
ofrece esta propiedad el mármol sacaroidéo y, en general,
todas las sustancias que sean susceptibles de reducirse á hi-
los ó láminas muy delgadas. Así, por ejemplo, Mr. Baudin,
valiéndose de la temperatura producida por la mezcla de dos
volúmenes de hidrógeno y uno de oxígeno, ha conseguido
reducir el cuarzo á hilos tan delgados y flexibles como los
del mismo amianto. Se conocen, por último, algunas rocas,
tales como el mármol granudo ó sacaroidéo citado que, á
consecuencia de su estructura particular, adquieren este ca-
rácter cuando se les talla en láminas delgadas; las areniscas
llamadas del Brasil son bastante flexibles á causa de la in-
terposición de láminas de mica.
Como se comprende, el carácter de la flexibilidad tiene
muy poco interés en el estudio de los minerales, y solo se
aplica con alguna ventaja en la distinción de la mica, talco
y algunos metales entre sí.
DUCTILIDAD. — Particularidad que presentan algunos
minerales de dejarse extender en hilos mediante el aparato
conocido con el nombre de «hilera;» el platino, plata, hier-
ro, cobre, oro, zinc, etc., se prolongan en hilos sumamente
delgados cuando se les hace pasar por orificios de pequeño
diámetro. Según la opinión de Tillet, la ductilidad se halla
relacionada con la estructura, la disposición y la forma de
las partículas constitutivas de los cuerpos. Esta propiedad
puede decirse que es exclusiva de ciertos metales, sirviendo
en determinados casos para distinguir unos de otros; así,
por ejemplo, un boton de plata y otro de plomo jamás pue-
den confundirse, puesto que el primero de dichos metales es
eminentemente dúctil, y el segundo «agrio,» esto es, carece
de ductilidad.
Maleabilidad. — Propiedad que ofrecen algunas
sustancias metálicas de dejarse extender en láminas mas ó
menos delgadas por medio del laminador ó el martillo; los
cuerpos esencialmente maleables son los siguientes :
Por el martillo. Por el laminador.
Plomo.
Oro.
Estaño.
1 JíLtw
Oro.
Cobre.
Zinc.
Estaño.
Plata.
Plomo.
Cobre.
Zinc.
Platino.
Platino.
Hierro.
Hierro.
CARACTERES OPTICOS.
Se incluyen en esta sección de caractéres, como se ha in-
dicado en el cuadro, la «trasparencia, refracción simple y
doble, policroismo, asterismo, lustre ó brillo, color y fosfo-
rescencia.»
TRASPARENCIA. — Se dice que las sustancias mine-
ralógicas son trasparentes ó «diáfanas» cuando dejan atra-
vesar los rayos luminosos al través de toda su masa, y se ven
con claridad y con todos sus detalles los objetos ó cuerpos
que se colocan detrás de ellas; los minerales trasparentes
reciben el nombre de «límpidos» siá la diafanidad va unida
la falta completa de color, como ocurre en el cristal de roca
y espato de Islandia; por regla general, la limpieza y la tras-
parencia indican una gran pureza en el mineral, así como un
estado cristalino perfecto. Se llaman minerales «traslucien-
tes, » aquellos otros que ofrecen una trasparencia incompleta
y como nebulosa, no siendo fácil distinguir con claridad los
objetos al través de su masa; como ejemplo de cuerpos tras-
lucientes pueden citarse las calcedonias, ágatas y algunos
mármoles cuando se les reduce á láminas delgadas. «Semi-
traslucientes ó traslucientes» simplemente en los bordes, si
solo dejan pasar la luz en sus esquinas ó cortes, como se ob-
serva en los pedernales y obsidiana. Por último, se denomi-
nan minerales «opacos,» cuando no dejan paso á la luz al
través de ninguno de los puntos de su masa; v. gr., los me-
tales, jaspes y en general casi todos los minerales.
Existen algunos cuerpos que son completamente opacos
cuando se hallan colocados en circunstancias normales, pero
que se convierten en traslúcidos y aun trasparentes si se les
sumerge en el agua por mas ó menos tiempo; tal es lo que
se nota en la variedad de ópalo conocida con el nombre de
«ópalo hidrófano,» la cual cuando está expuesta á la acción
del aire es opaca, pero se hace traslúcida ó trasparente si se
ia introduce en el agua; esta particularidad es debida á que
contiene en su interior burbujas de aire que son reemplaza-
das por su inmersión en el agua por burbujas de este líquido.
Varias son las causas que influyen de un modo mas ó
menos directo en la trasparencia ú opacidad de los minera-
les. Existen algunos de estos que pueden considerarse en
absoluto como completamente opacos, tal es lo que se ob-
serva en los metales, en el grafito, ulla y antracita, cuyos
cuerpos no dejan paso á los rayos luminosos aun cuando se
les reduzca á láminas muy delgadas; pero hay otros que
siendo opacos cuando ofrecen algún espesor, se convierten
en traslucientes reducidos á láminas delgadas. Según la opi-
nión de Necker de Saussure, la opacidad, puede decirse
incompleta de estos minerales, depende de la diferente agre-
gación que adquieren sus moléculas, mientras que la com-
pleta está relacionada con la composición de los cuerpos. La
opacidad, por lo tanto, puede ser resultado del espesor que
tengan los cuerpos, supuesto que muchos de estos que son
trasparentes ó traslucientes cuando se presentan en láminas
delgadas, se hacen opacos si ofrecen bastante espesor. Puede
asimismo depender la opacidad de la estructura mas ó me-
nos irregular y confusa que tengan las moléculas de los indi-
viduos que se examinen: así, por ejemplo, los que están do-
tados de estructuras laminares, fibrosas, granudas, etc., son
opacos mirados en masa, pero pueden ser traslucientes ó
trasparentes si se observan sus moléculas aisladas. Final-
mente, las materias colorantes, ya estén mezcladas ó combi-
nadas, influyen en la mayor ó menor opacidad; así el cuarzo
cristalizado es completamente trasparente, constituyendo en
este caso la variedad indicada con el nombre de «cristal de
roca, » pero el mismo cuarzo se presenta trasluciente y opaco
respectivamente en las variedades «amatista y jacinto de
24
MINERALOGIA
Compostela, » de las cuales la primera está teñida por el
óxido de manganeso y la segunda por el óxido férrico an-
hidro.
REFRACCION. — Consiste este carácter en la separa-
ción ó desvío que sufren los rayos luminosos cuando atra-
viesan las sustancias trasparentes; pero, no obstante, para
que este fenómeno se verifique en las sustancias indicadas,
es necesario que los rayos lumínicos caigan de un modo
oblicuo, porque los que penetran perpendicularmente no ex-
perimentan separación alguna.
REFRACCION SIMPLE. — Cuando se mira un objeto
cualquiera, ya sea al través de una sustancia trasparente que
no cristaliza, tales como el cristal, vidrio, agua 11 otro líqui-
do, ya se presente cristalizada en alguna de las formas que
corresponden al sistema cúbico, el objeto indicado se verá
sencillo y en el sitio que verdaderamente tenga, si los rayos
lumínicos atraviesan en dirección perpendicular á la sustan-
cia mineralógica; pero se le observará, aunque también sen-
cillo, como desviado de su posición cuando los rayos siguen
una dirección oblicua: este último fenómeno recibe en la
ciencia el nombre de «refracción sencilla » Si el referido ob-
jeto se mira al través de un mineral que cristalice en cual-
quiera de los sistemas «romboédrico, prismático de base
cuadrada, prismático rectangular recto, prismático oblicuo
simétrico ó prismático oblicuo insimétrico,» se le verá du-
plicado, á causa de que el rayo lumínico al penetrar en la
masa del mineral se divide en dos, experimentando uno y
otro una separación mayor ó menor: este segundo fenómeno
constituye la llamada «doble refracción.»
La observación y la experiencia manifiestan que cuando
los rayos lumínicos pasan de un medio ó de un cuerpo me-
nos á otro mas denso, se refractan aproximándose á la per-
pendicular tirada en el punto de inmersión; y que, por el
contrario, se separan ó se alejan de esta perpendicular, cuan-
do pasan de uno mas á otro menos denso. Atendiendo á
esta particularidad se dividen los cuerpos ó los minerales en
dos grupos que son: «cuerpos mas refringentes y cuerpos
menos refringentes;» en el primero de estos grupos se hallan
comprendidas todas las sustancias al través de las cuales la
luz se aproxima á la perpendicular; y en el segundo aquellas
otras en que la luz se desvia de la indicada perpendicular.
Las leyes de la refracción simple pueden reducirse esen-
cialmente á estas dos: i.* el rayo incidente y el refractado
se hallan colocados en un mismo plano, perpendicular á la
superficie refringente; 2.a, la relación entre el seno del ángu-
lo de incidencia y el de refracción, cuya relación se denomi-
na «índice de refracción,» es constante para el mismo cuer-
po, pero varía en sustancias diversas. Esta segunda ley pue-
de proporcionar al mineralogista medios bastante buenos
para llegar á reconocer los minerales; no hay mas que averi-
guar en cada uno de ellos la relación que haya entre el seno
del ángulo de incidencia y de refracción, determinando de
este modo el índice de refracción que le corresponde. Des-
graciadamente este medio solo tiene aplicación en los cuer-
pos químicamente puros, porque en aquellos que no lo son,
por contener materias mezcladas ó aun combinadas, pero
que realmente no forman parte esencial de la especie mine-
ralógica, el rayo emergente sufrirá una desviación originada
por la diversa densidad que presenten las distintas sustan-
cias que atraviesa.
REFRACCION doble.— Ofrecen la doble refracción
el espato de Islandia y todas las sustancias mineralógicas
que corresponden por sus formas cristalinas á cualquiera de
los sistemas, excepto el cúbico. Este fenómeno consiste,
como queda dicho, en que la luz al atravesar ciertos cuerpos
se divide en dos rayos refractados, siguiendo uno de ellos las
leyes de la refracción sencilla, y obedeciendo el otro á leyes
especiales, puesto que rara vez se halla en el plano de inci-
dencia, así como tampoco el seno del ángulo de incidencia
está en relación con el de refracción; de aquí nace el nombre
de «rayo ordinario» que se da al primero, y de extraordina-
rio al segundo, así como de «imágen ordinaria y extraordi
naria» á las producidas por cada uno de estos, siendo la pri-
mera generalmente mas clara que la segunda.
Hay, no obstante, una dirección en que el rayo lumínico
no se divide, tal es lo que sucede cuando atraviesa en direc-
ción paralela «al eje,» ó sea á la línea que une los ángulos
triedros obtusos del citado espato de Islandia; en todas las
demás posiciones ó direcciones se presentan constantemente
las imágenes ordinaria y extraordinaria. Existen, por último,
cuerpos en que los rayos lumínicos atraviesan en dos posi-
ciones ó direcciones distintas sin que experimenten la do-
ble refracción, por lo que se dice que estos cuerpos pre-
sentan «dos ejes,» no habiendo hasta ahora ninguna sustan-
cia que tenga tres.
Medios que se emplean para Observar
la DOBLE REFRACCION.— Se conocen tanto en física
como en mineralogía diferentes procedimientos para estu-
diar este fenómeno tan importante: uno de los mas sencillos
está reducido, como se ha dicho, á mirar al través de dos
caras opuestas de un ejemplar de «espato de Islandia,» de
aragonito, topacio, etc., una raya hecha en un papel ú otro
cuerpo cualquiera, y dando al mismo tiempo al cristal dis-
tintas posiciones, se verán desde luego dos rayas ó dos imá-
genes diferentes que corresponden la una al rayo ordinario y
la otra al extraordinario. Pero este medio de observación,
así como otros varios menos usados, tienen varios inconve-
nientes en la práctica, por cuya razón se prefiere otro mas
sencillo y que produce resultados mas precisos y exactos:
consiste este segundo procedimiento en poner la sustancia
mineralógica, cuya refracción simple ó doble se quiere exa-
minar, entre dos láminas de turmalina que han sido talladas
paralelamente en el sentido de su eje de cristalización, colo-
cándolas al propio tiempo de modo que ambas se crucen ó
formen un ángulo recto.
Para observar con todo detenimiento losfenómenos déla do-
ble refracción por medio de las láminas indicadas, se emplea
en física y mineralogía el aparato conocido con el nombre de
«pinzas de turmalina;» compuesto de las citadas láminas, las
cuales van engastadas cada una en discos metálicos; dichos
discos, que se encuentran taladrados en su parte media, están
armados en dos hilos ó anillos de alambre que se arrolla so-
bre sí mismo para constituir de esta manera un verdadero
resorte, quedando, mediante esta disposición, aplicada una
lámina á la otra, como se observa en la figura ri.
Poniendo el mineral, que á su vez se engasta también en
un disco de corcho, entre las dos láminas de turmalina, y
haciendo que giren la una sobre la otra hasta conseguir que
sus ejes sean perpendiculares ó bien se crucen en ángulo rec-
to se observarán fenómenos muy diferentes, los cuales estarán
en relación con la diversa forma que tenga el mineral. Así,
por ejemplo, si el cuerpo que se estudia no se presenta cris-
talizado ú ofrece una forma que corresponde al sistema cú-
bico, los puntos en que se cruzan las láminas de turmalina, y
cuyos puntos naturalmente son oscuros, no dan paso á la luz;
pero estos se iluminarán ó aparecerán claros, si el mineral
cristaliza en alguno de los otros cinco sistemas enunciados.
Para poder tener una idea clara y precisa de este fenóme-
no, es preciso saber que la luz adquiere una propiedad es-
pecial cuando se refleja bajo un ángulo determinado en la
superficie pulimentada y brillante de ciertos cuerpos. Esta
particularidad conocida con el nombre de «polarización,» se
MINERALOGIA
explica en física del modo siguiente: si se hace llegar un
rayo lumínico á la superficie de una lámina de cristal ó de
vidrio que se haya ennegrecido de antemano por su cara in-
ferior, y cuyo rayo lumínico 'caiga sobre la referida placa
formando un ángulo de 35o, 25, este rayo en primer lu-
gar se reflejará constituyendo el ángulo de reflexión igual
al de incidencia, y en segundo sufrirá una modificación, esto
es, se polariza y parece como que rehúsa reflejarse en otra
lámina, siempre que el plano en donde se ha de efectuar la
segunda reflexión sea perpendicular á aquel en donde estén
el rayo reflejado y el incidente, verificándose, sin embargo,
la segunda reflexión en todas las demás direcciones ó posi-
ciones de la lámina. El rayo polarizado es siempre constante
para una misma especie mineralógica, pero varia como es
consiguiente en distintos cuerpos. Si la luz pasa á través de
minerales bi-refringentes, los dos rayos en que se divide el
denominado incidente tienen la particularidad de polarizarse
en sentido inverso, esto es, uno de ellos parece como que
rehúsa atravesar por un punto dado del mineral bi-refringen-
te, al paso que el otro atravesará con facilidad, y al revés,
cuando el primero atraviese rehusará hacerlo el segundo.
Dadas estas ideas generales de polarización que hemos
creído indispensables para la mejor inteligencia de este fe-
nómeno, veamos lo que sucede á los rayos lumínicos cuan-
do atraviesan las láminas de turmalina. Si una de estas se
talla en el sentido paralelo á su eje de cristalización, no deja
atravesar mas que el rayo que se halla polarizado en sentido
inverso; si sobre esta lámina se adapta otra paralela con ella,
el rayo polarizado penetrará por la segunda, pero no la atra-
vesará si se la coloca perpendicularmente á la primera, y,
por consecuencia, el punto en que se cruzan las láminas que-
dará oscuro. Si ahora colocamos un mineral cualquiera entre
las láminas de turmalina, y hacemos girar una sobre otra hasta
que sus ejes sean perpendiculares, observaremos desde lue-
go fenómenos muy diferentes según sea la cristalización del
cuerpo. Si este no se presenta cristalizado ó lo hace en el
sistema cúbico, los sitios en que las láminas se cruzan apa-
recerán oscuros; por el contrario, se iluminarán si el mineral
cristaliza en cualquiera de los otros cinco sistemas, porque
en este caso el rayo lumínico que se modifica en la primera
lámina se divide en dos que se polarizan en sentido inverso,
penetrando al menos uno de ellos por la segunda lámina
de turmalina, ó sea por aquella que se aplica al sentido de
la vista.
Se concibe desde luego que este dato es de gran interés
al mineralogista, supuesto que valiéndose de él nunca con-
fundirá un granate con un jacinto, porque el primero crista-
liza en formas derivadas del sistema cúbico y el segundo en
cristales que corresponden al prisma recto de la base cua-
drada; lo mismo sucederia con los cristales del referido gra-
nate y los rubíes llamados orientales, puesto que estos últi-
mos se presentan cristalizados en formas pertenecientes al
sistema romboédrico. Desgraciadamente no siempre puede
afirmarse de una manera absoluta que una sustancia mine-
ralógica corresponde al sistema cúbico ó á cualquiera de los
otros cinco sistemas porque dejen ó no paso á la luz cuando
se les pone entre las láminas de turmalina : el vidrio, que no
cristaliza, presenta las imágenes duplicadas y deja paso á la
luz colocado entre las láminas de turmalina, cuando se le
hace cambiar de densidad por medio de la presión ó el tem-
ple; la sal común, diamante, espato flúor, boracita y otros
cuerpos que cristalizan en formas derivadas del sistema cú-
bico ofrecen también la misma particularidad en varios ejem-
plares, es decir, que al través de sus caras se nota la refrac-
ción. Según Biot, esta anomalía no se halla en los cristales
homogéneos, sino únicamente en aquellos que constan de
Tomo IX
una estructura compuesta de diversas láminas, las cuales in-
fluyen sobre la luz de un modo distinto que cuando las mo-
léculas tienen una posición normal; sin embargo, esta opinión
que puede muy bien admitirse bajo el punto de vista teóri-
co, no tiene aplicación en la práctica, supuesto que el mine-
ralogista al encontrarse con una sustancia que presenta la
doble refracción, dudará si corresponde al sistema cúbico ó
á cualquiera de los otros cinco sistemas.
Con objeto de vencer estos inconvenientes y salvar todas
las dificultades que pueden resultar en la práctica, los mine-
ralogistas actuales se atienen siempre para saber si un cuer-
po cristaliza en el sistema cúbico ó en alguno de los otros,
á las denominadas «líneas neutras ó ejes ópticos,» llamados
también por algunos, aunque con impropiedad, «ejes de do-
ble refracción.» Los minerales de doble refracción no pre-
sentan este fenómeno en todas sus direcciones, habiendo
una ó dos de estas en que solo se observa la simple refrac-
ción; estas posiciones, como se ha indicado, reciben el nom-
bre de «ejes ópticos ó líneas neutras.» Los minerales que
cristalizan en el «sistema romboédrico ó en el prismático de
base cuadrada,» esto es, aquellos cristales que constan de un
eje principal al cual se hallan subordinadas todas las demás
partes, y ofrecen al propio tiempo caras simétricas que dis-
tan igualmente de este eje, no ofrecen mas que un eje ópti-
co que se confunde con el eje del cristal ; los cristales cor-
respondientes al «sistema prismático romboidal recto, pris-
mático oblicuo simétrico y prismático oblicuo insimétrico»
tienen dos ejes ó dos lineas neutras, cuyos ejes, aunque obli-
cuos, están dispuestos de tal manera que una línea media
que dividiera en dos partes iguales el ángulo que resulta for-
mado por estos ejes, se confundirá con uno de los ejes cris-
talinos del prisma.
Resúmen de las leyes de doble refrac-
ción.— Pueden reducirse á las cuatro siguientes:
i.3 Los cuerpos que no cristalizan ó que lo hacen en el
sistema cúbico no presentan mas que la refracción simple;
se conocen, no obstante, algunos cristalizados en este siste-
ma que unas veces ofrecen la refracción sencilla y otras la
doble, cuya anomalía no solo se nota en los individuos, sino
también en las mismas partes de estos.
2. a Los cuerpos que cristalizan en formas derivadas de
los otros cinco sistemas están dotados de la doble refracción.
3. a Los que cristalizan en el sistema romboédrico y pris-
mático de base cuadrada presentan un eje de doble refrac-
ción que se confunde con el eje del cristal; sin embargo, la
apofilita tiene algunas veces en un mismo individuo uno ó
dos ejes.
4*a Los cristales que pertenecen al sistema prismático rom-
boidal ó rectangular recto, prismático romboidal oblicuo si-
métrico y prismático oblicuo insimétrico ofrecen dos ejes
ópticos ó dos líneas neutras.
Importancia de estas leyes en la prác-
tica.— Los minerales dotados de un eje óptico ó de una
línea neutra presentan, por lo común, colocados entre las
láminas de turmalina, una serie de anillos circulares, colo-
reados y atravesados por dos fajas ó una cruz negra, cuyas
fajas haciendo de diámetro tienen la particularidad de en-
sancharse en los extremos á la manera de unos pinceles;
sin embargo, en el cuarzo que cristaliza en prismas exagona-
les derivados del sistema romboédrico, apenas se observan
las bandas, siendo ligeramente azuladas en una lámina del-
gada y desapareciendo casi en totalidad en otra que tenga
algún espesor; la especie mineralógica denominada «apofi-
lita» del Tirol presenta alternativamente anillos blancos y
negros, por cuyo carácter la llaman también «leucolicita ó
leucomelanita.» Los minerales dotados de dos ejes presen-
4
2Ó
MINERALOGIA
tan también colocados entre las láminas de turmalina, ani-
llos coloreados, pero elípticos en vez de circulares, estando
atravesados solamente por una linea negra que se ensancha
en uno > otro extremo en forma de pincel; no obstante, la
ca iza prismática ó aragonito y algunas otras sustancias, que
correspon en por su cristalización al prisma romboidal rec-
to, prismático oblicuo simétrico ó insimétrico, pueden ofre-
cer am os circulares sin mas que tallar sus láminas en direc-
ción perpendicular á uno de los ejes de doble refracción.
APLICACION DE ESTOS HECHOS. — Como queda
consignado, se saca un gran partido de este carácter para
i erenciar varias especies que suelen confundirse por su as-
pecto exterior; así, por ejemplo, los granates y rubíes orien-
ta es se distinguen entre sí porque la primera de estas dos
especies puesta entre las láminas de turmalina no da indi-
cios de doble refracción, mientras que se manifiesta esta
circunstancia en la segunda; por «te mismo procedimiento
se separan los cristales prismáticos de la caliza de los del
aragonito, puesto que los primeros, no teniendo mas que un
eje óptico, presentarán colocado» entre las láminas de tur-
malina una serie de anillos circulares atravesados por dos
bandas, mientras que los segundos ofrecerán anillos elípticos
con una sola banda; Biot, atendiendo al carácter déla doble
refracción, ha dividido la especie mica en dos grupos, uno
constituido con la que ofrece un eje óptico, y otro con la
que tiene dos. Como ejemplos comunes de minerales que
presentan un eje óptico pueden citarse el cristal de roca, es-
pato de Islán dia, turmalina, esmeralda, esparraguina ó sea
la fosforita cristalizada, el zafiro, jacinto y algunos otros me-
nos importantes; en los de dos ejes se cuentan la baritina,
celestina, yeso, topacio, adularía, albita, azufre, peridoto y
otros muchos. y¡(g
Este carácter, cuya importancia no puede menos de reco-
nocerse en el estudio de los minerales, ofrece, sin embargo,
el inconveniente del mismo modo que la forma, de ser apli-
cable únicamente á los minerales cristalizados y que reúnan
ademas la circunstancia de ser diáfanos ó trasparentes, y
susceptibles de reducirse á láminas delgadas para que pue-
an colocarse entre las láminas de turmalina. Se concibe,
por lo tanto, que con estas condiciones, el exámen de la do-
lé refracción, relacionado con la forma regular, así como
esta con la composición química, será de un gran recurso
paia el mineralogista que quiera distinguir especies mas ó
menos afines ó semejantes.
LOISMO Y POLICROIsmo. — Se designa con el
nombre de dicroismo, la propiedad que tienen algunos mi-
nerales trasparentes de presentar dos colores distintos cuando
se les pone entre el sentido de la vista y la luz, y según la
dirección en que los rayos luminosos atraviesan al mineral.
Este fenómeno, propio, como se ha dicho, de ciertas sus-
tancias, depende de la disposición que afectan las partículas
colorantes del cuerpo y de un efecto de polarización de la
uz, e cual está relacionado con la forma cristalina; así, por
ejemplo, los minerales del sistema cúbico, en los cuales la
uz no se polariza, no ofrecen mas que un solo color, por lo
que se denominan unicroitas; en los que cristalizan en el
sistema romboédrico ó prismático de base cuadrada se notan
dos colores diferentes, apareciendo uno de ellos cuando los
rayos luminosos atraviesan paralelamente el eje del cristal,
en cuyo caso no hay luz polarizada, y el otro cuando atra-
viesan en dirección perpendicular ú otra cualquiera el mismo
eje, resultando entonces una mezcla de luz ordinaria y de
luz polarizada. Se observo este fenómeno por primera vez
en el mineral llamado cordierita (silicato de alúmina y de
magnesia); si se mira este especie en dirección del eje ofre-
ce una tinta azul violada, siendo de un gris amarillento ó de
un pardo verdoso en sentido perpendicular. Algunas varie-
dades de turmalina aparecen negras y opacas cuando se las
observa paralelamente al eje de cristalización, ofreciendo,
por el contrario, un color rojo, verde ó pardo si se miran
los prismas de esta especie en dirección trasversal. Los mine-
rales citados y otros varios se conocen con el nombre de di-
croitas; por último, se llaman policroitas aquellos que pre-
sentan tres colores diversos, correspondiendo estos cuerpos
por su cristalización al sistema romboidal recto, prismático
romboidal oblicuo simétrico y prismático oblicuo insimé-
trico.
Existen algunos minerales que tienen también la particu-
laridad de presentar dos colores distintos según que se les
mire por reflexión ó por refracción; así, por ejemplo, algunos
individuos de espato flúor ( Ca F1 ), son dicroitas ofreciendo
por refracción un color verde y azul violado por reflexión.
Esta especie de dicroismo no debe confundirse con la citada
anteriormente, porque su origen es otro muy distinto del
que se observa en minerales del sistema romboédrico ó pris-
mático de base cuadrada.
Asterismo. — Particularidad que tienen algunas espe-
cies minerales de ofrecer una estrella mas ó menos clara y
compuesta de varios radios, cuando se les somete á la acción
de una luz intensa. Se observa este fenómeno, no solo por
reflexión, como se había creído, sino por refracción en cier-
tos cuerpos de estructura estriada ó fibrosa, estando el nú-
mero de radios en relación con el de estrías ó de fibras que
se cruzan: pero es necesario que los cristales se tallen en ca-
bujón y en dirección normal á su eje. El zafiro, que ofrece
tres series de estrías paralelas á las diagonales de la base del
pirsma exagonal, da una estrella de seis rayos, cuyo carácter
se nota también en la variedad que procede de la China aun
después de haber sido tallada y pulimentada en la superficie,
la cual es la misma que la interior ( i ). Este fenómeno se
produce en el zafiro á causa de su estructura, puesto que si
se da una sección perpendicular al eje del prisma exagonal,
se verán series de estrías que por su cruzamiento forman án-
gulos equiláteros: esta particularidad se nota también en un
cristal de esmeralda: la vesubiana ó idocrasa presenta estrías
rectangulares, produciendo por consecuencia, una estrella
de cuatro radios; en un prisma de baritina ó espato pesado
hay dos series de estrías que se cruzan en dirección oblicua,
resultando una estrella de cuatro radios cruzados bajo ángulos
determinados. Las sustancias que, por lo común, presentan
el asterismo además de las citadas son : ciertas variedades de
granates, el yeso, el carbonato de cal fibroso, cuarzo fibroso
y cuarzo llamado ojo de gato, aunque en realidad los fenó-
menos que se observan en estos cuerpos se hallan mas bien
relacionados con el color que con el asterismo.
Por último, si se mira una luz al través de ciertas especies
trasparentes, se observa un círculo luminoso que pasando
por la llama sirve de punto de mira: este fenómeno, desig-
nado con el nombre de círculo parhélico, se produce siem-
pre que las estrías sean paralelas al eje, cuyas estrías están
determinadas por las aristas de los prismas ó caras que for-
man el cristal; los círculos parhélicos no solo se notan en
minerales cristalizados, sino en aquellos otros que ofrecen
una estructura fibrosa irregular. Si las fibras son regulares,
paralelas y se tallan las placas del mineral en sentido per-
pendicular á la dirección de estas fibras, se observa en este
caso, no círculos parhélicos, sino una corona alrededor de la
luz que sirve de punto de mira.
Brillo Ó lustre. — Efecto ó impresión que causan
(i) No todas las variedades de zafiro presentan el asterismo; este fe-
nómeno puede decirse que únicamente se observa en los ejemplares de
un azul oscuro ó de un blanco nebuloso.
MINERALOGIA
I
27
en el órgano de la vista los rayos de luz reflejados en la su-
perficie de los cuerpos. Al examinar esta propiedad hay ne-
cesidad de distinguir dos efectos completamente diferentes,
los cuales pueden verse aislados <5 unidos: estos dos efectos
son: primero, el que resulta de la reflexión directa de los ra-
yos lumínicos, la cual depende del grado de pulimento y de
la diversa estructura del cuerpo; el segundo es debido á la
acción que el mismo mineral ejerce sobre los rayos que pe-
netran en la primera capa; el segundo efecto puede desde
luego aislarse del primero sin mas que poner el cuerpo de
manera que la luz reflejada con toda regularidad no llegue á
herir directamente al ojo. Así, por ejemplo, en el diamante
y en ciertos cristales ó ejemplares fibrosos de plomo blanco
se observa que por un lado ofrecen los fenómenos de la re-
flexión directa y por el otro un lustre particular que no es
fácil definir; este brillo se denomina diamantino ó acerado.
Para estudiar el brillo ó lustre con toda exactitud, es ne-
cesario hacerlo en la superficie fresca ó reciente que se ob-
tiene por medio de la fractura, porque la que está expuesta
por mas ó menos tiempo á la acción del aire experimenta
alteraciones notables que motivan dudas y aun errores.
Las sustancias mineralógicas ofrecen diversas especies de
brillo ó lustre que se aprecian, á semejanza del color, sabor
y otros caractéres, por comparación con objetos ó cuerpos
conocidos y comunes ; los mas frecuentes son los siguientes:
vitreo, metálico, sedoso, nacarado, resinoso, craso, metaloi-
deo ó semimetálico, lapídeo, terroso y diamantino; presen-
tan lustre vitreo el cristal de roca, espato de Islandia, topa-
cio, esmeralda, granate y casi todas las piedras denominadas
preciosas, cuyo lustre es idéntico al del cristal comun;*metá-
lico, se observa en la plata, platino, pirita cobriza, pirita de
hierro y en general en los metales nativos y en muchas de
sus combinaciones, las cuales tienen un aspecto idéntico al
de los metales comunes; sedoso, le ofrecen todas aquellas
sustancias que constan de una estructura fibrosa unida á un
lustre nacarado, como se ve en ciertas variedades de yeso,
caliza, amianto, malaquita, azurita y otras especies; nacara-
do, parece ser resultado de la estructura pizarrosa, puesto
que se observa especialmente en los minerales que son sus-
ceptibles de una división mecánica; se ve, por lo común, en
las bases de los prismas, en las caras que sustituyen los án-
gulos sólidos de los romboedros aun cuando los minerales
no se exfolien en el sentido indicado; tal es lo que se nota
en el carbonato de cal y de magnesia ó sea la dolomía, en
el zafiro, estilbita, apofilita, zeolita, etc.; el brillo resinoso es
propio del ópalo, granate colofonita, succino, y de los mine-
rales conocidos con el nombre de resinas fósiles; el lustre
craso puede ser ú oleoso ó céreo; en el primer caso, parece
como si un mineral vitreo hubiera sido frotado ó untado con
una sustancia aceitosa; ejemplo, el cuarzo craso y la eleolita;
en el segundo, ó cuando presentan lustre céreo, el mineral
tiene una estructura mas compacta y aspecto de cera, como
se ve en la calcedonia ó sílice anhidra no cristalizada; el
brillo metaloidéo es propio de ciertos minerales incluidos en
la clase de las piedras, pero que, no obstante, presentan un
aspecto algún tanto metálico; tal es lo que sucede con el
mineral llamado mica, que recibe este nombre porque ofrece
un brillo parecido al de las sustancias metálicas; el lustre
lapídeo se encuentra en las piedras comunes, como de ello
ofrecen buen ejemplo los mármoles, los jaspes, las varieda-
des compactas de yeso, baritina, feldespato y en general to-
das las sustancias mas ó menos compactas que se hallan
comprendidas en la clase de las piedras; brillo terroso, pala-
bra que se emplea algunas veces para designar un aspecto
mas ó menos empañado ó mate; finalmente, como se ha di-
cho, existe el brillo diamantino propio del diamante, de
ciertas variedades de corindón, de carbonato de plomo y de
algunos otros cuerpos.
El carácter del lustre, que desde luego tiene bastante inte-
res para diferenciar varios metales, algunos óxidos y sulfuros
metálicos, ofrece poca utilidad en el estudio de las piedras
particularmente dichas, puesto que es variable en individuos
pertenecientes á una misma especie: sirve en muy raros ca-
sos para distinguir algunos cuerpos que á primera vista se
contunden, como, por ejemplo, el diamante y ciertas varie-
dades de zafiro.
COLORES. — Fenómeno óptico resultado de la modifi-
cación que experimentan los rayos lumínicos en la superficie
de los minerales; en realidad, el carácter del color se concibe
y se comprende mejor que se define. En los minerales que
tienen color, es preciso distinguir el que es propio ó inhe-
rente de ellos, de aquel otro que procede de la unión de este
con el de alguna materia que se halle mezclada ó combinada,
cuya materia contribuye á modificar el color peculiar del
mineral ó á comunicarle otro que no tenga relación con él;
por ejemplo, el cuarzo cristalizado, cuando es completamente
puro se presenta incoloro, teniendo, por el contrario, un co-
lor morado, amarillo, rojo intenso, etc., según contenga res-
pectivamente óxido de manganeso, óxido férrico hidratado
ú óxido férrico anhidro ; otro tanto se observa en la sal co-
mún, sustancia que es incolora cuando pura, pero que puede
ofrecer un color rojo, amarillo, azul, etc., según las diversas
materias que tenga mezcladas; de aquí la necesidad de divi-
dir los colores de los minerales en dos grupos que son: i.°
colores propios, 2/ colores accidentales, á los que hay que
agregar otro grupo conocido con el nombre de colores mo-
vibles.
Llámanse colores propios los que son inherentes ó depen-
den exclusivamente de la naturaleza y composición química
de los cuerpos; accidentales los que son resultado de mate-
rias extrañas á su verdadera composición, los cuales pueden
estar en estado de mezcla ó de combinación. Ofrecen, por
lo común, colores propios los cuerpos metálicos, sus óxidos
y sulfuros; así, por ejemplo, el cobre tiene un color rojo
particular, la plata le ofrece blanco, el oro amarillo, el óxido
de cobre ó ziguelina, rojo de cochinilla, el cinabrio ó sulfuro
de mercurio, rojo; la pirita cobriza ó sulfuro de cobre y
hierro, amarillo de yema de huevo; la pirita de hierro ó sul-
iuro de este metal, amarillo de bronce. Los minerales sim-
ples ó de composición química poco complicada presentan
también colores propios : v. gr. el grafito, antracita y ulla son
de un color gris negruzco ó negro, así como el azufre es de
un amarillo de limón. En general, puede decirse que todos
los cuerpos cuando se hallan en su estado normal ofrecen un
color propio y peculiar, siendo en este caso incoloros todos
los minerales incluidos en la clase tierras y piedras de Wer-
ner. Los colores propios son constantes en aquellos minera-
les que los poseen, variando solamente en su intensidad
según que el cuerpo se halle en masas de algún espesor, en
láminas delgadas ó en estado pulverulento; teniendo presente
la circunstancia indicada, se vale el mineralogista en muchos
casos de este carácter para distinguir especies mas ó menos
afines, que cuando se presentan en masas es fácil confundir-
las, pero que se separan tan luego como se las raya ó se las
reduce á polvo ; de este modo se distinguen ciertas varieda-
des de hierro oligisto y de limonita que presentan color gris
negruzco; el polvo de las primeras es rojizo, mientras que el
de las segundas es siempre amarillento; de la misma manera
se diferencian el grafito y la molibdenita, puesto que esta
produce sobre la porcelana una raya ó traza verdosa, mien-
tras que aquel la da de color gris; por último, se distinguen
por este medio algunas variedades de galena y de blenda;
28
MINERALOGIA
pues si se rayan unas y otras por una navaja ó punta de
acero, las correspondientes á la blenda presentarán un polvo
de color mas claro que la masa del mineral, carácter que no
se verá en la galena.
Colores accidentales. — Se comprende desde
luego que esta especie de colores no tendrán en manera
alguna la importancia que los propios, porque dependiendo
de la mezcla o combinación con otras materias, y siendo
varias las que pueden estar unidas al mineral, claro está que
los colores debidos á estas circunstancias han de ser suscep-
tibles de grandes cambios y modificaciones. Aquellos que
resultan de la mezcla ó interposición de ciertas sustancias,
generalmente se deben á que la especie mineralógica en el
momento de cristalizar arrastró moléculas de otro cuerpo
que la da color si aquella carecía de él, ó bien hace cambiar
el primitivo de intensidad, ó se forma otro nuevo en virtud
de la combinación de los dos colores; esto es, del que es
propio del mineral en unión con el de la materia colorante
que se interpone. Las moléculas arrastradas ó mezcladas
pueden estar diseminadas de tal manera por la masa del
cuerpo que le comuniquen completamente el color propio
de ellas, ó, por el contrario, encontrarse en tan corta canti-
dad, que únicamente aparezca como simples puntos mas ó
menos brillantes. Tanto en uno como en otro caso se consi-
gue averiguar fácilmente algunas veces si el color del cuerpo
es accidental ó propio; no hay mas que tratarle por el agua
ú otro líquido, y si el cuerpo es soluble é insoluble la materia
que le comunica el color, se precipitará esta al tiempo de
verificarse la disolución; en otras ocasiones basta calentar el
cuerpo para que desaparezcan ó se volatilicen las sustancias
colorantes; pero si estas se hallan muy repartidas y se encuen-
tran en grande cantidad y el cuerpo es insoluble en el agua
ú otros líquidos, no es fácil averiguar si los colores son pro-
pios ó accidentales, siendo preciso recurrir en último térmi-
no á las reacciones químicas. Los colores accidentales que
resultan de verdaderas combinaciones químicas son también
bastante 1 recuentes, pero no tan fáciles de estudiar como los
citados anteriormente, habiendo necesidad en todos los casos
para reconocerlos de valerse de las operaciones químicas;
se ven estos colores en la esmeralda, cuarzo amatista, berilo,
rubíes y otras piedras finas.
Algunos mineralogistas dividen los colores accidentales en
dos categorías: «i.a colores accidentales característicos;
2.a colores puramente accidentales;» los primeros se encuen-
tran por lo general en las piedras; no son realmente propios
de la especie, dependiendo mas bien de una circunstancia
molecular, y mas comunmente de un cuerpo metálico ó
combustible que se mezcla con las moléculas del mineral,
cuyo cuerpo, sin ser en realidad esencial en la composición
atómica de la especie, entra en proporciones fijas y deter-
minadas; en este caso, el color del mineral es constante, en
tanto que el principio ó cuerpo metálico no sea sustituido
por otro isomorfo con él y susceptible de comunicar una
coloración distinta. Los colores, que hemos llamado carac-
terísticos, son de hecho mas importantes que los meramente
accidentales; sirven en muchos casos para distinguir ciertas
subespecies de minerales; así, por ejemplo, esta particulari-
dad es suficiente para establecer un carácter diferencial entre
los granates rojo, negro y verde, así como en los anfiboles
negro, verde y aujito.
Los colores simplemente accidentales resultan también de
la interposición de un cuerpo metálico; pero este principio,
por lo común, se encuentra en el mineral en tan pequeña
cantidad que no se toma en cuenta en la fórmula química;
dichos colores son variables en individuos de la misma espe-
cie, desapareciendo casi en totalidad si el mineral se reduce
á polvo. Como hemos indicado, ofrecen ejemplo de estos
colores casi todas las piedras finas.
Se admiten además los colores designados con el nombre
de «movibles;» estos unas veces dependen de la diversa
colocación molecular; otras de alteraciones mas ó menos
profundas, ya sea en la superficie ó en el interior de los
cuerpos, y algunas de una modificación química. Los mas
notables de los colores movibles son: los conocidos con el
nombre de «irisantes,» ó sea la «irisación» que se observa en
muchos minerales. Nadie ignora que la luz blanca al atrave-
sar por láminas muy delgadas de muchos cuerpos experi-
menta una verdadera descomposición, originando de esta
manera bandas ó zonas de diferente color; á esta particula-
ridad se refieren en general la mayor parte de los colores
irisantes que se notan, como se ha dicho, en la superficie ó
interior de muchas especies minerales. En varios ejemplares
la lámina en la que la luz se descompone, está reducida á
una ligera película de una materia extraña, que cubre la su-
perficie del mineral, siendo resultado la mayor parte de las
veces de una alteración física ó química, operada en la su-
perficie del cuerpo. Si la irisación es resultado de la causa
indicada, el fenómeno desaparece tan luego como se lava ó
rompe el mineral; esto es lo que se observa en ciertos ejem-
plares de hierro oligisto, hematites parda, carbón de piedra
y otros; los fenómenos de irisación son mas permanentes
cuando dependen esencialmente de la estructura de los cuer-
pos. En muchos minerales las irisaciones se notan no en la
superficie, sino en el interior, siendo debidas en este caso á
hendiduras ó mas bien á resquebrajamientos, como se ve
en el yeso, caliza, cuarzo, etc.
La irisación en varios minerales consiste en una serie de
anillos coloreados, denominados «anillos» de Newton, cuya
disposición y aspecto pueden cambiarse en el yeso, como
cuerpo esencialmente exfoliable, sin mas que comprimir las
láminas de que está constituido. El cobre abigarrado ó cobre
piritoso (Cu S. -f-Fe S.) presenta también colores irisantes,
los cuales, según la opinión de la mayor parte de los físicos
y mineralogistas, son debidos á una verdadera descomposi-
ción. Por último, ciertos ejemplares de ópalo presentan co-
lores especiales, que á causa de su variedad y riqueza hacen
que esta piedra sea tan estimada en la joyería. Algunos mi-
neralogistas, y entre ellos Haiiy, suponen que las irisaciones
del ópalo resultan de ciertas hendiduras accidentales que
existen en la piedra; pero para aceptar esta opinión, seria
preciso que las citadas hendiduras se encontraran repartidas
en toda la masa del mineral, puesto que cada uno de los
pequeños fragmentos en que puede dividirse el ópalo por
medio de la fractura ofrecen colores sumamente variados.
Alguna variedad de dicho cuerpo presenta reflejos mas ó
menos vivos y de un color amarillo de oro ó de un blanco
lechoso, siendo denominada en este caso «ópalo girasol.»
Hay además ciertos cuerpos que parece que tienen en su
interior una raya, mancha ó faja, la cual cambia de sitio y
flota según se mueve el cuerpo; tal es lo que se nota en el
ópalo girasol citado anteriormente, en el mineral llamado
piedra de Luna, en la cimofana y en la variedad de cuarzo
denominada ojo de gato; este fenómeno constituye el «cam-
bio de colores ó cambiante.»
Es preciso distinguir tanto en los colores propios como
en los accidentales las particularidades siguientes: «i.a la
especie; 2/ la intensidad; 3.a el dibujo.» La especie se de-
signa con los nombres de blanco, negro, añil, violado, azul,
verde, amarillo, rojo y anaranjado, ó bien agregando otra
palabra de comparación, como rojo de cochinilla, amarillo
de paja, blanco de plata, verde de montaña, azul celeste, etc.
La intensidad se manifiesta, expresando si son los colores
MINERALOGIA
29
bajos, subidos, claros, etc. El dibujo, que mas bien se refiere
á los colores accidentales que á los propios, se expresa por
medio de palabras ó epítetos que den una idea mas ó menos
exacta de él; así, por ejemplo, si los minerales ofrecen rayas,
venas, manchas, zonas, listas, bandas, etc., se dice que son
rayados, venosos, zonados, listados, manchados, anubarra-
dos, etc. Muchas de estas disposiciones diferentemente
coloreadas han sido originadas por depósitos graduales y
sucesivos; tal es lo que se observa en las variedades de ágata
denominadas «ónices, zonares y listadas;» la disposición rui-
niforme que presentan los «mármoles ruiniformes de Floren-
cia,» es debida á la acción de gases ácidos procedentes del
interior del globo.
Los colores propios son los únicos que ofrecen algún inte-
rés en el estudio de los minerales; sirven para diferenciar
varios metales, sus óxidos y sulfuros, puesto que, por lo ge-
neral, se hallan dotados de esta clase de colores; pero aun
estos mismos suelen ser tan idénticos en muchos de ellos,
que llevados solo de esta propiedad se involucrarían en una
misma especie minerales que distan extraordinariamente
respecto de los demás caractéres.
Fosforescencia. — Particularidad que tienen algu-
nas sustancias mineralógicas de producir (ya sea por el frote,
percusión, compresión, elevación de temperatura ó exposi-
ción á los rayos solares) en la oscuridad una luz ó ráfagas
mas ó menos luminosas. Se conocen varios minerales que
basta rozarlos ligeramente con las barbas de una pluma para
que produzcan esta clase de fenómeno, v. gr. la blenda la-
minar; el cuarzo, pedernales y ciertos mármoles no son fos-
forescentes sino por la percusión ó choque, ó bien frotando
dos ejemplares uno con otro; la variedad de espato flúor,
llamada «clorofana,» produce ráfagas luminosas en la oscu-
ridad á la temperatura del verano, ó sea á unos 30 ó 35 ';
mientras que las demás variedades del indicado espato flúor
solo son fosforescentes á temperaturas bastante elevadas.
Por lo general, los minerales fosforescentes no producen rá-
fagas luminosas sino por un calor intenso; en este caso se
encuentra la «variedad compacta de fosforita,» que se halla
en Logrosan, Montanchez y otros pueblos de la provincia de
Cáceres.
Las ráfagas luminosas que se observan en la clorofana
son de color blanco azulado, al paso que las de la fos-
forita ofrecen colores amarillo-verdosos; el diamante puli-
mentado tiene la particularidad de producir ráfagas luminosas
en la oscuridad cuando se encuentra sometido por algún
tiempo á la acción de los rayos solares. Se observa, además,
que las variedades minerales que fosforescen con facilidad
ofrecen, por lo general, ráfagas verdosas, mientras que pre-
sentan tintas mas variadas aquellas que desarrollan el fenó-
meno á temperaturas bastante elevadas. Conviene tener pre-
sente que la fosforescencia que se desarrolla por la acción
del calor, es independiente de aquella que resulta de las
acciones puramente mecánicas, supuesto que hay minerales
que pierden la propiedad fosforescente cuando se les ha su-
jetado á temperaturas muy elevadas, y la desarrollan, no
obstante, por medio de la frotación ó la percusión.
Varias son las causas que contribuyen á que ciertas sus-
tancias desarrollen ei fenómeno de la fosforescencia, influ-
yendo desde luego y de una manera notable el estado de la
superficie; asi, se observa, que hay varios cristales que no
producen fosforescencia en su estado natural, mientras que
la desarrollan cuando se despulimentan sus caras; por el
contrario, los diamantes naturales expuestos á la acción de
los rayos solares no son fosforescentes, pero presentan este
lenómeno tan luego como han sido tallados y pulimentados.
Si se tienen en cuenta estas circunstancias y la manera cómo
se desarrolla la fosforescencia, debiera este carácter ser in-
cluido entre los fenómenos eléctricos.
De lo dicho puede deducirse que la fosforescencia es pro-
piedad poco importante, supuesto que variedades correspon-
dientes á una misma especie mineral producen unas ráfagas
luminosas y otras no; así, por ejemplo, las variedades com-
pactas de la fosforita de Extremadura fosforescen echadas en
las ascuas y producen ráfagas amarillento verdosas, al paso
que las cristalizadas que se encuentran en Jumilla (Murcia)
carecen de esta propiedad.
CARACTÉRES ELECTRO-MAGNÉTICOS
Todas las especies minerales son susceptibles de desarro-
llar la electricidad, ya sea por frotamiento, presión, percu-
sión, contacto, elevación de temperatura y acciones químicas;
pero, se designa especialmente con el nombre de minerales
eléctricos, á todos aquellos que adquieren este carácter sin
necesidad de que se encuentren aislados. Se conocen cuer-
pos que conservan por mas ó menos tiempo las virtudes
eléctricas, mientras que hay otros que no las adquieren sino
cuando se les ha aislado; de aquí la división de «cuerpos no
conductores ó idio-eléctricos» y de «conductores ó aneléc-
tricos;» en el primer grupo figuran el azufre, succino ó ám-
bar amarillo, y en general las resinas y betunes; en el segun-
do se cuentan las sustancias metálicas.
La mayor ó menor trasparencia, la forma cristalina, el pu-
limento y el lustre influyen esencialmente en la especie de
electricidad que manifiesta la sustancia mineralógica; así se
nota- que los cuerpos diáfanos ó trasparentes y brillantes
adquieren la electricidad vitrea ó positiva, al paso que des-
arrollan la negativa ó resinosa si se les trasforma ó convierte
en opacos y mates. Sucede además que dos cristales perte-
necientes á una misma especie, ó que presentan la misma
naturaleza y composición química, pueden desarrollar el uno
la electricidad vitrea ó positiva y el otro la resinosa ó nega-
tiva; esta circunstancia se observa en el mineral llamado
«disthena» (de^A, dos, sthenos , fuerza), cuya especie des-
arrolla en una de sus caras la electricidad positiva, y en la
opuesta la negativa.
Los minerales idio-eléctricos ó no conductores, unos ad-
quieren las virtudes eléctricas con suma facilidad y la con-
servan por bastante tiempo, mientras que hay otros que
tardan en desarrollarla y la pierden muy pronto; en el pri-
mer caso se encuentran el espato de Islandia y el topacio, los
cuales desarrollan la electricidad por una simple presión ó
aumento de temperatura, adquiriendo, sin embargo, el pri-
mero la electricidad vitrea y el segundo la negativa; en el
segundo caso se hallan el diamante y cuarzo, cuyas especies
desarrollan la electricidad positiva por medio del frote, pero
la pierden á poco de haberla adquirido.
La turmalina, el citado topacio y cuarzo, la baritina, cala-
mina, axinita, rutilo y otras varias especies adquieren propie-
dades eléctricas por la acción del calor, presentando al pro-
pio tiempo dos polos diferentes ; en uno de los extremos del
cristal aparece la electricidad positiva y en el otro la negati-
va, cuya diferencia guarda relación con la forma cristalina,
por cuanto la extremidad positiva ofrece caras de distinta
naturaleza que la negativa.
POLARIZACION ELÉCTRICA DE LA TURMA-
LINA, TOPACIO, AXINITA, ETC.— Esta clase de po-
larización fué estudiada por Haüy en la turmalina, cuyo mi-
neralogista dedujo algunas consecuencias erróneas de las
observaciones que hizo sobre este mineral; mas tarde fué
estudiado este fenómeno por Mr. Becquerell, el cual, en vir-
tud de las observaciones y experimentos hechos en el mine-
3°
MINERALOGIA
ral citado y en algunos otros, ha deducido los principios si-
guientes : 1 1
S ?Ue la,eleCtrÍCidad P°lar se desarrolla á temperaturas
exentes, relacionadas con las distintas especies mineraló-
gicas y siendo casi constantes en cada una de ellas.
Que la energía ó intensidad eléctrica es mayor, cuanto
mas elevada es la temperatura.
3 Que desaparece todo indicio de electricidad en el mo-
mento en que la temperatura permanece estacionaria.
4* Que si la temperatura empieza á disminuir, vuelve á
aparecer la electricidad polar, pero en sentido inverso, esto
es que el polo positivo se trasforma en negativo y al revés.
Los fenómenos eléctricos que resultan de la acción del
calor son desde luego mas constantes que los producidos por
la presión, frote, percusión, contacto, etc.
Experimentos
de
pncW ^7! í r- RlESS y de Gustavo
KOSE. — Las observaciones llevadas á cabo por Becquerell
han manifestado las particularidades eléctricas con relación
. caob p,ero nada indican respecto de la posición de los
ejes y de los polos eléctricos. Los autores citados han estu-
diado esta cuestión bajo los dos puntos siguientes: «i • po-
sición de los polos y de los ejes eléctricos; 2.' naturaleza de
la electricidad desarrollada en los polos.j»
En los minerales que Haüy estudió bajo el punto de vista
de la electricidad polar, los ejes piro-eléctricos coinciden ó
se confunden con los ejes de cristalización. Pero, según
Riess y Rose, existen otras sustancias, tales como la turma-
lina, topacio calamina, baritina, cuarzo, rutilo, axinita, bora-
cita, etc., en las cuales pueden dividirse los polos en tres
secciones: <¡ i.1 sustancias ó cristales de polos terminales;
machos ejes eléctricos; 3.» de polos centrales.» Los
cristales de polos terminales se presentan en prismas ó fibras
mas o menos gruesas, libres ó unidas, en cuyos extremos se
hallan o se desarrollan los polos eléctricos; en este caso no
no hay mas que un eje eléctrico que se confunde con el eje
fu mT cristalización; tal es lo que se observa en la
¿I™ ’ C T/na y escolecita- La axinita presenta dos
Sfm 1 1C0S d,fenn,teS de l0S ejeS de cdstalizacion; el pri-
nrrlwa T8® ****&> lateral del lado derecho del
fn e XPe agado 6 Prlsma oblicuo insimétrico, y termina
ZÍ^V T CerCa dd ángU'° •«*» culminante; el
posición semejante en el sitio opuesto
del cristal r S°S °S 6JeS n,° Se cruzan en la parte media
hf arfi Se ,"0ta en 05 ejes cristalinos. Existen en la
los ángulos P° °S e dctr'c0s’ ocbo que corresponden á
ció e" el centr° de Ias caras. El topa-
cen nolnsPr hr‘ f* (s!llCat? de aldrmna >’ cal hidratado) ofre-
c a ^n im " a S; ‘a Pf,mera de estas especies, que crista-
n prisma romboidal recto, por medio del calor
cTdtntm ^-V05 PUnt°S d£ SU 6je PrÍndpal una clectri
c dad contraria a la que se desarrolla en las diferentes aristas
obtusas del prisma, mientras que en las agudt Tse lioU
s'lZaenfZ0 h eleCtrÍddadi el "dsmo fenómeno se ob-
topacicf P ehemta’ cuya cristalización es idéntica á la del
Según lo indicado en el cuarto principio de Becouerell
fc tóTr la temPeratura disminuye vuelve á apareced
a electricidad polar en sentido inverso, pero no se averigua
h,. T lef de la electricidad que se produce; Riess y Rose
an demostrado que esta es constantemente la misma en un
mismo polo de una sustancia determinada; asi, por ejem-
P°’-ri" P°° ° Un extremo del mineral que adquiere la elec-
tricidad vitrea o positiva por la acción del calor, tomará la
e0a iva por enfriamiento, estando por lo tanto relacionada
?dad COnelgénero de temperatura, puesto que
do esta aumenta el polo será positivo, y cuando dismi-
nuye se convertirá en negativo; por esta razón se le denomi-
na «polo análogo,» mientras que se llama «antílogo» aquel
otro que es negativo si la temperatura aumenta, y positivo
cuando esta disminuye.
PROCEDIMIENTOS Ó APARATOS QUE SE EM-
PLEAN EN MINERALOGÍA PARA OBSERVAR LA
ELECTRICIDAD. — Para averiguar si un mineral está do-
tado de la electricidad positiva ó negativa se emplean los
aparatos designados con el nombre de electróscopos y elec-
trómetros, cuya descripción y manejo corresponde mas bien
á una obra de física que de mineralogía. El electróscopo
generalmente empleado por los mineralogistas es el de es-
pato de Islandia: consiste este aparato en una barra ó aguja
metálica que lleva en uno de sus extremos un prisma bien
terminado y homogéneo de espato de Islandia; en su parte
media se halla provista de una lámina metálica ó de otra
sustancia resistente que se coloca ó se apoya sobre un eje
al rededor del cual gira, sirviéndole al propio de apoyo ó
sustentáculo. Para operar con este aparato, basta comprimir
entre los dedos el cristal de espato de Islandia, el cual,
como se ha dicho, desarrollará la electricidad vitrea ó posi-
tiva; inmediatamente después se acerca el cuerpo cuyo gé-
nero de electricidad se quiere determinar, sometiéndole, sin
embargo, antes á la presión, elevación de temperatura, fro-
tamiento, etc., para desarrollar en él virtudes eléctricas; en
este caso si el cuerpo en cuestión está dotado de electrici-
dad negativa atraerá al espato de Islandia, mientras que le
rechazará si su electricidad -es positiva.
La electricidad es carácter de escasa importancia, puesto
que solo en determinados casos y auxiliada de otros carac-
téres sirve para reconocimiento de algunas especies.
MAGNETISMO. — Se da este nombre á la particularidad
que tienen algunas sustancias de ejercer una acción directa
sobre la aguja magnética ó vice-versa. El magnetismo se
observa en muy pocas especies, pudiendo decirse que es
una propiedad exclusiva del hierro, de varios de sus com-
puestos y de alguna que otra sustancia metálica. Los verda-
deros metales magnéticos son, por el orden en que van
expuestos, los siguientes: hierro, níquel, cobalto, cerio, man-
ganeso, cromo, molibdeno y lantano.
Las sustancias que realmente ejercen acción sobre la agu-
ja magnética son las siguientes:
Sustancias metálicas
Hierro nativo y aerolitos
Imán natural.
Negrina (Titanato de hierro).
Leberquisa (Sulfuro de hierro).
Hierro digisto: (algunas varie-
dades).
Minerales de platino (ídem).
Sílico-aluminatos de hierro (id.).
Sustancias pétreas
Aujito.
Hornblenda.
Granates (algunos).
Hiperstena.
Micas (algunas).
A esta lista pueden agregarse ciertas rocas que ofrecen
el magnetismo en mayor ó menor grado; tales son , entre
otras, el basalto, dolerita, traquita, algunas serpentinas, pór-
fidos negros, etc.
Los minerales magnéticos obran sobre la aguja magnéti-
ca de dos maneras diferentes: en una, ejercen simplemente
atracción sobre uno y otro polo ó extremo de la aguja: en la
otra, la atraen por uno de sus extremos y la repelen por el
otro; este último fenómeno, que se conoce con el nombre
de «magnetismo polar ó activo,» le presentan el «hierro
magnético ó imán natural,» la «pirita magnética,» que como
hemos dicho es sulfuro de hierro, aunque con distinta com-
MINERALOGIA
31
posición molecular que la pirita amarilla, los aerolitos y la
«nigrina.»
Por medio de la aguja magnética puede sospecharse si un
mineral contiene níquel, cromo, cobalto ó cerio, puesto que,
como se ha dicho, estos cuerpos ejercen también una acción
mas ó menos directa sobre dicho aparato; el manganeso es
susceptible de desarrollar propiedades magnéticas á la tem-
peratura de 25 <5 20 grados bajo cero; finalmente, algunas
especies de hierro que no son magnéticas en su estado ordi-
nario, adquieren esta particularidad por la acción del calor;
v. gr., la «pirita amarilla» (sulfuro de hierro) y la «limonita
ó hematites parda» (óxido de hierro hidratado).
CARACTERES ORGANOLEPTICOS
Se incluyen en este grupo los caractéres ó particularida-
des que se aprecian por medio del sentido del «olfato,» del
«gusto, tacto y oido.»
OLOR. — Impresión que producen en el sentido del olfa-
to las partículas que se desprenden de ciertas sustancias mi-
neralógicas, y que son trasmitidas á este órgano por medio
del aire. Los olores, á semejaza de los colores, pueden ser
de dos clases; «propios y accidentales:» los primeros depen-
den exclusivamente de la naturaleza del mineral; los segun-
dos son debidos á las materias ó sustancias que se encuen-
tran mezcladas ó interpuestas en la masa del mismo
mineral.
Unos y otros se desarrollan mediante el «frote ó la per-
cusión, la elevación de temperatura y la combustión;» se
conocen, sin embargo, algunos que ofrecen un olor propio
sin necesidad de recurrir á estos procedimientos; tal es lo
que se observa en la nafta, petróleo, ácido sulfuroso, hidró-
geno sulfurado ó gas de los huevos podridos y ácido hidro-
clórico. Desarrollan olor propio por medio del frotamiento
el succino ó ámbar amarillo, azufre, cobre y estaño; el cuar-
zo, pedernal y otras varias sustancias silíceas presentan un
olor propio especial mediante la percusión; lo mismo se
nota en la pirita de hierro que produce por la acción del
eslabón un olor característico; los sulfuros, arseniuros y
seleniuros ofrecen también olores propios por la combustión
ó elevación de temperatura y en contacto del oxígeno del
aire; así, por ejemplo, los primeros producen un olor sulfu-
roso ó de pajuela, si se les quema en contacto del aire; los
arseniuros, el mismo arsénico y en general los cuerpos en
que entre este cuerpo, desarrollan por la combustión, un olor
particular que recuerda el olor de los ajos; los seleniuros y
demás compuestos de selenio ofrecen también por medio de
la combustión un olor de rábano ó de berza podrida; el
succino ó ámbar amarillo arde exhalando un olor aromático
agradable, asi como la mayor parte de los betunes y aun
algunos carbones desprenden olor bituminoso ó empireumá-
tico.
Los olores accidentales, como se ha dicho, dependen de
las diversas sustancias extrañas que los minerales contienen
entre sus poros; estos olores, lo mismo que los propios, pue-
den desprenderse inmediatamente ó bien por la elevación
de la temperatura, percusión, etc.; tal es lo que sucede en
ciertos ejemplares que contienen cloro, petróleo ó ma-
terias bituminosas. Las variedades de caliza, denominadas
mármoles negros, desarrollan por la frotación ó percusión un
ligero olor bituminoso, mientras que le producen de hidró-
geno sulfurado ó de huevos podridos, las llamadas «calizas
fétidas ó hepáticas;» las primeras contienen en su interior
materias bituminosas y las segundas ácido hidrosulfúrico;
algunas maderas halladas en las célebres minas de sal común
de Wieliczka (Polonia) exhalan un olor muy pronunciado de
trufas, cuyo olor le pierden á poco tiempo de haber sido
extraídas; otros minerales desprenden, cuando se les quema,
un olor amoniacal debido á ciertas materias orgánicas que
contienen en su interior. Por último, existen algunas sustan-
cias mas ó menos terrosas que, mediante la insuflación ó
echándolas el aliento, producen un olor particular y análogo
al de la tierra mojada; en este caso se encuentran las arci-
llas, las margas arcillosas, ocres y otras diversas especies.
Los olores, salvas ligeras excepciones, no pueden servir
para el reconocimiento de las sustancias mineralógicas; por
otra parte, este carácter se halla relacionado mas bien con
las propiedades químicas que con las físicas, correspondien-
do, por lo tanto, su estudio á las primeras mejor que á las
segundas.
SABOR. — Este carácter en realidad es químico mas bien
que físico : consiste en la sensación que en el sentido del
gusto producen algunas sustancias solubles en el agua y por
consiguiente en la saliva; de aquí que, según los cuerpos
estén ó no dotados de esta particularidad, se llamarán «sá-
pidos ó insípidos.» Los primeros se distinguen comparando
su sabor con el de sustancias conocidas y comunes; así, se
dice sabor agrio, al que presenta el ácido sulfúrico ó aceite
de vitriolo ; picante, al de la sal de amoniaco ó cloruro amó-
nico; sabor salado y fresco, al de la sal común ó cloruro de
sodio; amargo, al de la sal de Calatayud ó epsomita; sabor
de tinta, al del alumbre del comercio; metálico ó esencial-
mente estíptico, al que ofrecen el sulfato de cobre y de hier-
ro, conocidos respectivamente con los nombres de vitriolo
azul y de vitriolo verde; fresco y algo picante, al del nitro;
dulce, al del borato de sosa.
El carácter del sabor, á semejanza de los olores, salvo en
las especies mineralógicas citadas y alguna otra, no tiene im-
portancia para distinguir y reconocer los minerales.
Untuosidad y crasitud.— Propiedad que pre-
sentan algunas especies minerales de producir en el sentido
del tacto una sensación análoga á la que causa un cuerpo
jabonoso ó craso cuando se le frota ó comprime entre las
manos. Esta particularidad puede depender unas veces de
la naturaleza ó composición química de la sustancia minera-
lógica, y otras de la estructura que esta presenta. Los cuer-
pos constituidos ó que tienen por base la magnesia ú óxido
de magnesio son, por lo común, untuosos al tacto; como, por
ejemplo, el «talco, esteatita, pagodita, serpentina y magne-
sita;» aquellos otros cuya estructura es escamosa ó terro-
sa presentan también este carácter en mayor ó menor gra-
do, v. gr., el «grafito ó lápiz plomo, la molibdenita ó sulfuro
de molibdeno, la creta ó caliza terrosa, el kaolín ó tierra de
porcelana» y algunos otros menos importantes. Son, por el
contrario, ásperos aquellos ejemplares ó variedades que tie-
nen estructuras laminar, granuda ó porosa; tal es lo que se
nota en los «granitos, piedra pómez, traquitas.» Los mine-
rales fibrosos, de fibras cortas, vitreas y poco agregadas, pro-
ducen también una sensación de aspereza en el sentido del
tacto; esta impresión es debida á que las fibras por la presión
de los dedos se rompen con facilidad en agujas pequeñas,
las cuales reduciéndose á un polvo áspero y penetrando en
el interior de la piel producen la sensación indicada. Entre
los minerales suaves y ásperos pueden colocarse aquellos
otros que ofrecen una impresión de sequedad cuando se les
toca; esta particularidad se atribuye á la absorción de la hu-
medad que existe constantemente en la mano á consecuen-
cia de la traspiración insensible.
Frialdad. — Sensación de frió que producen algunas
sustancias en el sentido del tacto. Puede decirse que casi
todos los minerales son fríos al tacto; sin embargo, los cuer-
pos combustibles, ó mejor dicho, los minerales de origen
32
MINERALOGIA
orgánico, como el lignito, succino y otros ofrecen el fenóme-
no opuesto. La mayor ó menor frialdad que producen los
cuerpos depende esencialmente de la densidad relativa, de
su buena conductibilidad calorífica, de la dureza y del esta-
do de la superficie. Por medio de este carácter se distinguen
el cuarzo cristalizado ó en masas cristalinas del vidrio, pues-
to que la primera de estas sustancias produce sobre la mano
ó la mejilla una sensación de frió mayor que la del segundo;
se diferencian también por este carácter las piedras ó pro-
ductos artificiales que imitan mas ó menos bien á ciertos
minerales; así, por ejemplo, se distinguen desde luego todos
los objetos de mármol ó de jaspe de aquellos otros que sean
de estuco, porque la sensación de frió que causan los prime-
ros es siempre mayor que la del segundo. Existen algunos
cuerpos que en vez de producir frialdad, ofrecen, por el con-
trario, una impresión de calor mas ó menos intensa, la cual
reconoce por causa las diversas combinaciones ó reacciones
químicas que se operan en los indicados cuerpos, siendo, por
consecuencia, un efecto químico, y por lo tanto pertenecien-
te á los caracteres de este nombre.
Se comprende fácilmente que el carácter de la frialdad no
puede usarse sino en cuerpos que se diferencien mucho
entre sí bajo esta propiedad, porque es muy difícil apreciar
los diferentes grados que existen entre unas y otras.
IMPRESION DE PESO Ó PESANTEZ — La sensa-
ción de peso ó la mayor ó menor presión que los minerales
ejercen en la mano se considera también como un carácter
organoléptico. Por este medio se separan la mayor parte de
los minerales pétreos de los metálicos, porque en general los
primeros nunca producen una presión tan considerable como
los segundos. Wemer. teniendo en cuenta esta circunstancia,
dividió los minerales en cinco grupos, como se ve en el
cuadro siguiente:
Nombres.
Muy ligeros. .
Ligeros. . .
Poco pesados.
Pesados. . .
Muy pesados.
Peso especifico.
Inferior á i. .
de i á 2. . .
de 2 á 4. . .
de 4 á 67 ./ J
de 6 á 22.
Ejemplos.
* • •
l Nafta, petróleo, piedra
' | pómez.
¡Succino, carbón de
piedra.
j Caliza, fosforita, ara-
* ( gonito.
\ Baritina, jacinto, piri-
' í ta de hierro.
[Platino, oro, cina-
' ( brio.
Por regla general, los minerales de origen orgánico son
muy ligeros ó ligeros; las piedras poco pesadas; y los metales
y sus compuestos muy pesados.
Apegamiento á la lengua. — Hay algunas sus-
tancias mineralógicas que presentan la particularidad de
adherirse ó pegarse á la lengua ó á los labios, hasta el punto
de dejar en estos órganos cuando se separan de ellos parte
de su masa. Dicha propiedad depende de la acción pura-
mente capilar que algunos cuerpos porosos y térreos ejercen
sobre la humedad que existe en la lengua ó en los labios. Pue-
de decirse que el apegamiento á la lengua es propio de todas
las sustancias «arcillosas,» de los «ocres» ó minerales de
hierro que contengan arcillas, de la «magnesita» y de algu-
nos otros menos comunes.
SONORIDAD. — En realidad este carácter carece en
absoluto de importancia en el estudio de las especies mine-
rales, teniendo aplicación únicamente en las rocas, y sobre
todo en la denominada «fonolita,» palabra tomada de otras
dos griegas (fonos , sonido, Utos, piedra), esto es, piedra so-
nora, por el sonido particular que produce por medio del
martillo.
CARACTERES QUIMICOS
Se comprenden en esta sección de caracteres todas aque-
llas propiedades que se relacionan con la naturaleza ó com-
posición química de los cuerpos, así como las diversas
reacciones ó acciones moleculares que se verifican al ponerse
en contacto unos de otros. Para apreciar estas circunstancias
no son á propósito los medios ó procedimientos que se han
indicado anteriormente, sino que es necesario, por el con-
trario, sujetar los minerales á ciertas operaciones mediante
las que se lleguen á determinar los elementos que los cons-
tituyen, así como las proporciones ó partes de cada uno de
estos elementos.
Es cierto que en varios casos no es preciso echar mano
de los caractéres químicos para llegar á establecer y distin-
guir las especies minerales, siendo suficiente un análisis ó
estudio detenido de la forma regular, estructura, refracción,
peso específico, dureza, etc.; pero para determinar y consti-
tuir especies mineralógicas por estos caractéres físicos, es
necesario é indispensable tener una gran costumbre y una
larga práctica de clasificar, así como estar dotado de cuali-
dades especiales para el estudio de los minerales. El célebre
mineralogista Mohs, como veremos, fundó la clasificación y
las especies minerales en particularidades tomadas de los
caractéres físicos; el mineralogista español Sr. D. Donato
García que falleció en 1854, y que desempeñó la cátedra de
Mineralogía del Museo de Historia natural de Madrid por
mas de 25 años, reconoció y distinguió multitud de especies,
sin mas que los caractéres físicos de dureza, peso, forma, y
empleando á lo sumo, y en raras ocasiones, como único
reactivo el ácido nítrico. Pero también en verdad y verdad
innegable, que no todos los que se dedican al estudio délos
minerales se hallan dotados de las condiciones especiales
que reunia este notable mineralogista, como tampoco cuen-
tan con la larga práctica que tenia para la distinción de las
especies; y sin embargo, á pesar de estas dotes particulares,
el Sr. García dejó de clasificar muchos ejemplares y confun-
dió no pocos en una misma especie, siendo así que corres-
pondían á otras muy diferentes.
Teniendo presentes los caractéres químicos se han sepa-
rado, para constituir especies diferentes, minerales que ofre-
cen entre sí grandes afinidades en sus cualidades físicas.
Nadie ignora, por ejemplo, los grandes puntos de contacto
que presentan los granates melanito y almandino en su
cristalización, color, dureza, peso específico, etc., hasta el
punto que guiados los mineralogistas por estos caractéres
los incluirían en una misma especie, siendo así que todos,
teniendo en cuenta su distinta composición, los colocan en
dos grupos diferentes, supuesto que el primero de los gra-
nates citados es un silicato de hierro y de cal, y el segundo
un silicato de alúmina y de hierro.
A su vez, y teniendo presente la composición química, se
han agrupado en una misma especie minerales que se dife-
rencian mucho en sus caractéres físicos; así, por ejemplo, el
espato de Islandia, los mármoles de Carrara y comunes, la
caliza de construcción, la piedra litográfica, las cales hidráu-
licas, la creta, el agárico mineral ó harina fósil y otras varie-
dades se hallan reunidas por todos los mineralogistas en la
especie «carbonato de cal» de los químicos ó cal carbonatada
de Hatiy; otro tanto ha sucedido con el cuarzo cristalizado,
ágatas, pedernales, jaspes, ópalo y cuarzo néctico, cuyas va-
riedades corresponden á la especie «sílice ó ácido silícico.»
Esta preferencia concedida á la composición química para
constituir las especies minerales, ha sido reconocida por Ber-
zelius, Beudant, Dufrenoy, Delafosse, y aun por los mismos
Haüy y Wemer.
MINERALOGIA
No queremos nosotros manifestar con lo dicho anterior-
mente, que los caractéres físicos deban desecharse por com-
pleto en la formación, y mas particularmente en el recono-
cimiento y diferenciación de las especies minerales; tampoco
queremos indicar que el mineralogista necesite siempre va-
lerse de operaciones químicas minuciosas y detenidas que
le lleven á determinar la análisis cuantitativa de los cuerpos,
supuesto que procediendo de este modo convirtiríamos la
mineralogía en una rama muy secundaria de la química.
Como naturalistas solo estudiaremos los elementos químicos
que entran en la formación de los minerales, esto es, solo
llegaremos á la determinación de la análisis cualitativa,
empleando para ello medios fáciles, sencillos y que estén
al alcance de las personas poco versadas en la ciencia quí-
mica.
COMPOSICION DE LOS MINERALES Y NOMEN-
CLATURA QUIMICA
Los cuerpos existentes en la naturaleza se dividen en dos
grandes grupos: á saber, i.° simples; 2.a compuestos. Se de-
nominan cuerpos simples todos aquellos que constan de una
sola clase de materia y que, por consecuencia, no se pueden
descomponer: ejemplos, el oro, plata, mercurio, oxígeno,
hidrógeno, nitrógeno, etc.; compuestos, aquellos otros que
están constituidos de dos ó mas clases de moléculas diferen-
tes, dividiéndose, por lo tanto, en binarios, ternarios, cua-
ternarios, etc.; se designa con el nombre de binarios, á los
formados por dos cuerpos simples, v gr. el agua que consta
de oxígeno é hidrógeno; el bermellón, de mercurio y azufre;
el ácido sulfúrico, de oxígeno y azufre, etc.; ternarios, á los
compuestos de tres elementos, como son ejemplos entre otros
muchos, la piedra caliza ó caliza de construcción, que se
halla constituida por el oxígeno, el carbono y el calcio; la
fosforita, que está formada por el oxígeno, fósforo y calcio;
la plata roja oscura, compuesta de plata, azufre y antimo-
nio, etc.; cuaternarios, á los que constan de cuatro cuerpos
simples, v. gr. el alumbre del comercio, que se compone de
oxígeno, azufre, aluminio y potasio; la esmeralda, que á su
vez se halla constituida por el oxígeno, silicio, aluminio y
glucinio.
NOMBRES QUE RECIBEN LOS CUERPOS SIM-
PLES.— La regla general que se sigue en química para de-
nominar los cuerpos simples, se reduce á que el nombre con
que se designa cualquiera de estos no indique en modo algu-
no ninguna de sus propiedades mas ó menos importantes,
supuesto que muy bien puede existir ó descubrirse otro cuerpo
nuevo que esté dotado de análogas propiedades que el pri-
mero; así, por ejemplo, debiera desecharse el nombre de
oxígeno, que quiere significar yo formo ácidos, porque hay
otros cuerpos simples, tales como el cloro, bromo, azufre,
etcétera, que engendran también ácidos cuando se unen con
algún otro elemento; el nombre de ázoe, que indica que no
sirve para la vida, no se admite hoy en la ciencia, porque
existen otros muchos que tampoco son á propósito para la
vida, tales son, por ejemplo, el cloro, ácido sulfuroso, hidró-
geno sulfurado, etc Asi los nombres de hierro, plata, potasio,
cobre, sodio, mercurio, etc, cuyos nombres se toman de pa-
labras latinas, están bien dados, puesto que obedecen á la
regla indicada.
Los elementos ó cuerpos simples se han dividido por los
químicos en dos grandes grupos: i.° metaloides; 2.0 meta
les (1). Los metaloides se caracterizan porque en general
( 1 ) Las divisiones de los cuerpos simples y las de los compuestos que
se admiten en esta obra, no son mas que convencionales y arbitrarias,
como todas las demás que se admiten en la química.
Tomo IX
33
carecen de brillo metálico, son electro-positivos respecto de
los metales que son negativos, y, sobre todo, porque combi-
nados con el oxígeno forman cuerpos ácidos; los metales
ofrecen si se quiere las cualidades contrarias; presentan casi
siempre lustre metálico, son electro positivos, estando carac-
terizados esencialmente por formar óxidos básicos cuando
se unen con el oxigeno. Se llaman cuerpos ácidos aquellos
que tienen la propiedad de enrojecer las tinturas azules ve-
getales y de unirse con los óxidos básicos para constituir
sales; se denominan bases ú óxidos básicos, á los compues-
tos que ofrecen la particularidad de restablecer el color azul
de las tinturas vegetales que hayan sido enrojecidas por los
ácidos, y la de combinarse con estos para formar también
sales.
Teniendo presente que los caractéres de brillo, densidad
y electricidad asignados á los cuerpos metaloides y metálicos
pueden presentarse reciprocamente en unos y otros, los quí-
micos han convenido en dividir mejor los cuerpos en otros
dos grupos diferentes que son: electro positivos y electro-
negativos: se llaman electro positivos, aquellos que puestos
en contacto de la pila eléctrica van al polo negativo, y elec-
tro-negativos los que se dirigen al polo positivo. Así, el
oxigeno siempre va al polo positivo, y en este concepto se
dice que es el elemento mas electro-negativo, mientras que
el potasio libre ó en combinación con otro cuerpo, tan luego
como aquella se descompone, se dirige al polo negativo, por
lo cual se indica que es el mas electro-positivo de todos los
cuerpos. De lo dicho anteriormente se deduce, que habrá
elementos que en unos casos serán positivos y en otros ne-
gativos; por ejemplo, el cloro será positivo si se combina con
el oxígeno, y negativo cuando se une al hierro, cobre y de-
más metales; de manera que en toda combinación existirá
un elemento ó un grupo de elementos que serán electro-
positivos, y otro ú otros que á su vez serán negativos: v. gr.
en el ácido sulfúrico, cuerpo binario compuesto de azufre y
oxígeno, el primero es positivo y el segundo negativo; en la
potasa ú óxido de potasio, que está formado de potasio y
oxígeno, el primero es positivo y el segundo negativo; pero
en el sulfato de potasa, cuerpo ternario que resulta de la
unión del ácido sulfúrico con el óxido de potasio, el ácido
es electro-negativo y el óxido es positivo.
A continuación ponemos la lista de los cuerpos simples
que se conocen y admiten hoy por los químicos, colocados
por el orden de su electricidad negativa y con los signos que
se representan en química.
Nombres y signes de los cuerpos simples
Oxígeno.
Fluor..
Cloro.
Bromo.
Iodo. .
* Azufre
Selenio.
Fósforo
Nitrógeno.
* Carbono..
Boro.. .
Silicio. .
* Arsénico
Cromo. .
Vanadio.
Molibdeno.
Tungsteno.
* Antimonio.
Teluro.
Pelopio
• V
0.
Fl.
Cl.
Br.
1.
S.
Se.
Ph.
N.
C.
Bo.
Si.
As.
Cr.
V.
Mo.
Vv.
Sb.
Te.
Pp.
Ilmeni
* Plata..
* Mercurio
Urano. .
* Cobre.
Thalio. .
* Bismuto.
Estaño. .
* Ploma
Cadmio..
Zinc. .
Níquel. .
Cobalto..
* Hierro.
Manganeso
Cerio. .
Lantano.
Didimio.
Erbio.
Terbio. .
34
Thorinio.
Zirconio.
Niobio. .
Tántalo. .
Titano. .
* Oro. .
Indio. .
Hidrógeno.
Osmio. .
Rutenio.
* Iridio.
Platino.
Rodio.
Paladio.
MINERALOGIA
Th.
Zr.
Nb.
Ta.
Ti.
Au.
In.
H.
Os.
Ru.
Ir.
Pt
R.
Pd.
Itrio.. .
Glucinio,
Galio.
Aluminio.
Magnesio.
Caldo.
Estroncio.
Bario.
Litio.. ;
Sodio.
Pota .o '
Cesio.
Rubigo.
Y.
G.
Ga.
Al.
Mg.
Ca.
Sr.
Ba.
Li.
Na.
K.
Cs.
Rb.
tran^íd11^0' ^US- V3n sena^a<*os un asterisco se encuen-
l* a °3 * S, 0 naílvos> algunos mineralogistas cuentan tam-
k ° ° elemcntos ais,ados al Wdrógcno, nitrógeno, cloro
xigeno, ^er° íemenc*° nosoír<>$ presente que solo en
muy raras ocasiones se encuentran aislados, no los compren-
demos en este grupo.
ÍndUÍd06 “ d ^“P0 * los llamados meta-
loides son los siguientes:
Oxígeno.
Fluor.
Cloro.
Bromo.
Iodo.
Azufre.
Selenio.
Teluro.
Carbono.
Boro.
Silicio.
Fósforo.
Nitrógeno.
Arsénico.
Hidrógeno.
PimfuOmaOsSfác,fS,TeSP0n?enÍl0S metales' los cua’es.
para su mas fácil estudio, pueden dividirse, según Regnault
y otros químicos, en los grupos siguientes: &
I', ?íeta!es alcaiin°s: potasio, sodio y litio.
i ° á ca,ci0> bario y estroncio.
. 3* . Metales Arreos: aluminio, magnesio glucinio galio
circonio, ceno y lantano. ’ glucinio, gano,
4-° Metales propiamente dichos: hierro manganeso cro-
mo, zinc, cobalto, níquel, estaño titano ! • ? í* ’
plomo, cobre, molibdenó, tungsteno T °'
platino, iridio, osmio, rodio y paladm 0)™'°’ ?
Finalmente los mineralogistas dividen los elementos ó
cuerpos simples en dos grupos aue sJ V e'e"?en‘os 0
que .corresponden en general á los memloidTd ’ etaro
que á SU vez — s ondet á
tan el oxígeno, azufre, arsénico, fósforo X T * CUe"'
bono (a); los cuerpos mineralizables I ’ ,T *"7 T
El oxiSen°> cuerpo mineralizador ,,0r ‘°d°,S °S d¡:maS-
parte por lo menos de cuatrocientas L J, .f0™a
el azufre de unas ochenta; el arsénico nn m.meralo8lcasl
une al azufre para mineralizar á otros ¿ulrno^1 S‘emPre “
en unas veinte; los demás, como el CLP„ ’ Se encuentra
se hallan en un número muy reducido de’especies.0^ °n°’
nomenclatura de los cuerpos RIMAR ios
ternarios y cuaternos ’
^combinarse los cuerpos simples Uno^con otros, pueden
importames.5105 ^ “ ° * dla” maS 1“ ><» metales mas comunes é
(2) Algunos mineralogistas consideran •
ralizadores al hidrógeno, silicio y nitrógeno nJf” C°m° “jT® mÍne’
pen al segundo grupo. 7 ** ’ 1 cro en realidad pertene
formar, como se ha dicho, compuestos binarios, ternarios y
cuaternarios: compuestos binarios (ácidos, óxidos básicos ó
bases y óxidos neutros); ternarios, que resultan de la combi-
nación de dos binarios, de los cuales es común el elemento
mas electro-negativo (sales); y cuaternarios, los formados por
la unión de dos ternarios, siendo comunes los dos elemen-
tos mas electro negativos (sales dobles).
Nombres que reciben los cuerpos bina-
rios.— Estos compuestos pueden contener oxígeno (bina-
rios oxidados) y pueden carecer de él (binarios no oxidados).
Los binarios oxidados son, como también se ha indicado al
principio, ó ácidos ú óxidos (3).
Los compuestos oxidados ácidos se designan anteponien-
do la palabra ácido (que representa el nombre genérico y
que se refiere al oxígeno que contienen) al cuerpo electro-
positivo que se combina con el oxígeno, y terminando aquel
en ico ó en oso según sea su mayor ó menor oxidación. Si
existen mas de dos compuestos ácidos de un mismo radical,
se anteponen á este las palabras hipo, que quiere decir debajo
ó inferior, y se le termina también en ico ó en oso, según sea
el grado de oxidación. Un mismo cuerpo puede constituir al
combinarse con el oxígeno hasta cinco compuestos de pro-
piedades ácidas; en este caso, al ácido mas oxigenado se le
antepone la palabra hiper ó per , que quiere significar, encima
ó superior. Por medio de ejemplos vendremos en conoci-
miento de lo dicho anteriormente; el cloro, cuerpo simple,
se une con el oxigeno constituyendo cinco compuestos áci-
dos, los cuales reciben los nombres siguientes :
(3) Todos los principios y fundamentos de la nomenclatura química
que aceptamos, están basados en la teoría dualística ideada por Lavoi-
sier, Guitón de Morveau, Fourcroi y seguida después por otros notables
químicos; esta teoría consiste en suponer que dos cuerpos simples de
diferente electricidad, se reúnen entre sí para constituir los cuerpos
binarios; que los compuestos binarios se combinan á su vez y forman los
cuerpos ternarios; y los ternarios unidos también entre sí constituyen los
cuerpos cuaternarios; así, por ejemplo, el oxígeno y azufre, cuerpos
simples, se combinan y forman el compuesto binario llamado ácido sul-
fúrico; el mismo oxígeno unido con el potasio constituye el cuerpo bina-
rio denominado óxido de potasio ó potasa; si á su vez se combinan estos
dos cuerpos binarios, es decir, el ácido sulfúrico y el óxido de potasio,
forman el cuerpo ternario designado con el nombre de sulfato de potasa,
en el que si se analiza su fórmula (KO, SO3), se verá que el oxígeno es
común al óxido y al ácido; finalmente el cuerpo cuaternario, llamado
alumbre del comercio, resulta de la unión de dos ternarios que son: sul-
fato de potasa y sulfato de alúmina, en los cuales examinada la fórmula
KO, $03 + Al 2 O3, 3 SO3), se observa que son comunes los dos ele-
mentos mas electro-negativos, ó sean el oxígeno y azufre.
Según esta nomenclatura, todo cuerpo compuesto, sea binario, terna-
rio ó cuaternario, recibe dos nombres, uno genérico y otro especifico: el
primero se toma del elemento ó principio electro-negativo, y el segundo
del electro-positivo; así, por ejemplo, en el cuerpo llamado óxido de
plata, la palabra óxido, (que indica que hay oxígeno), representa el
nombre genérico, asi como plata designa el especifico, puesto que el
metal es el elemento electro-positivo, mientras que el oxigeno es el ne-
gativo; otro tanto sucede con el cuerpo denominado sulfuro de mercurio,
la palabra sulfuro, tomada de sulfur (voz latina que significa azufre),
representa el nombre genérico, y la de mercurio manifiesta el nombre
especifico.
Las ventajas que ofrece esta nomenclatura, llamada binaria ó dualísti-
ca, sóbrela vulgar, son las dos siguientes: 1.* que el nombre que se da á
un compuesto binario, ternario ó cuaternario, etc., indica desde luego
los elementos que entran en la constitución de estos cuerpos; 2.a que por
el mismo nombre se viene en conocimiento de las proporciones ó partes
que entran de los indicados elementos, hstas dos ventajas no las presen-
tan en modo alguno los nombres vulgares; así, por ejemplo, si nosotros
designamos á un compuesto binario con el nombre de agua, claro está
que no sabemos cuáles son los cuerpos que le forman, ni tampoco las
proporciones que hay de cada uno de ellos; pero si en vez de agua le lla-
mamos (siguiendo las reglas indicadas) protoxido de hidrógeno, sabre-
mos que no solo consta de hidrogeno y de oxígeno, sino que también
hay un equivalente del primero combinado con otro del se<nmdo.
MINERALOGÍA
35
Acido perclórico C1 O7
Acido dórico C1 O5
Acido hipoclórico C1 O4
Acido cloroso. C1 O3
Acido hipocloroso Cl O
El azufre ( sulfur de los latinos) forma combinándose con
el oxígeno los cuerpos siguientes:
Acido sulfúrico SO3
Acido hiposulfúrico S205
Acido sulfuroso SOa
Acido hiposulfuroso SO
Existen además cuerpos simples ó elementos que, al
unirse con el oxígeno, dan lugar á mayor número de cuerpos
ácidos que los indicados: tal es, por ejemplo, el mismo azu-
fre que forma hasta siete ácidos; para este caso especial, así
como para otros análogos, se dan reglas en química, las cua-
les no creemos conveniente indicar, porque son ajenas de
una obra de esta clase.
Los nombres ó nomenclatura de los cuerpos binarios lla-
mados básicos ú óxidos básicos y óxidos neutros ha cambia-
do mucho desde el tiempo de Lavoisier y Guitón de Mor-
veau hasta la época actual; pero de todas las reformas y
modificaciones que se han introducido aceptamos desde
luego la de Regnault, porque tiene la ventaja, sobre todas
las demás, de indicar con el nombre la composición del óxi-
do. Este célebre químico antepone á la palabra óxido, las
preposiciones sub, proto, sesqui, bi, tri, etc., según que el
compuesto oxidado conste respectivamente de dos partes ó
equivalentes del cuerpo electro positivo y una de oxígeno,
de uno con uno, de dos del cuerpo electro positivo y tres de
oxígeno, de uno con dos, etc. Así, por ejemplo, se conocen
entre otros óxidos los siguientes:
Sub-óxido de plomo - un equivalente de oxígeno y dos de
plomo = Pb2 O.
Protóxido de potasio = un equivalente de oxígeno y uno
de potasio = KO.
Sesquióxido de aluminio = tres equivalentes de oxígeno y
dos de aluminio = Al3 O3.
Bióxido de manganeso = dos equivalentes de oxígeno y
uno de manganeso = Mn O3.
Berzelius y otros químicos han adoptado en los óxidos la
misma nomenclatura que en los ácidos, terminando, por con-
secuencia, al cuerpo electro positivo ó radical que se une al
oxígeno en ico ó en oso, según su mayor ó menor grado de
oxidación; así, por ejemplo, dicen óxido crómico y óxido
cromoso: óxido férrico y óxido ferroso. Los óxidos salinos ó
que resultan de la unión de dos óxidos del mismo radical,
en que uno de ellos hace las veces de ácido y otro de base,
los terminaban respectivamente en ico y en oso; v. gr. óxido
ferroso-férrico (piedra imán ó hierro magnético). El indicado
Berzelius llamaba respectivamente sobreóxidos y subóxidos
d aquellos óxidos que tienen un exceso de oxígeno ó les fal-
ta cierta cantidad de este elemento para llegar á ser verda-
deros óxidos básicos ó bases; así, por ejemplo, al sobreóxido
de manganeso (manganesa ó jabón de vidrieros) que tiene
por fórmula Mn 0a, le sobra un equivalente de oxígeno para
convertirse en óxido básico ó base; al subóxido de plomo,
compuesto de dos equivalentes de plomo y uno de oxígeno,
le falta cierta cantidad de este último para ser óxido básico.
Nomenclatura de los cuerpos binarios
NO OXIDADOS. — Estos compuestos pueden ser, del mis-
mo modo que los formados por el oxigeno, básicos, neutros
y ácidos. Los básicos y neutros se designan poniendo pri-
mero el nombre del cuerpo mas electro-negativo, cuyo nom-
bre se termina en uro, y después el del radical ó electro-po-
sitivo que con él se combina; v. gr. la combinación del cloro
con el cobre, se denomina cloruro de cobre; la del azufre con
el hierro, sulfuro de hierro; la del yodo con el potasio, yo-
duro de potasio, y así sucesivamente. En estos compuestos
puede ocurrir, á la manera que en los óxidos, que el cuerpo
electro -positivo esté unido con el electro negativo en varias
proporciones; en este caso se anteponen también al electro-
negativo las palabras sub, proto, sesqui, bi, etc.; así, por ejem-
plo, subcloruro de cobre representa la combinación de dos
equivalentes de cobre y uno de cloro; protosulfuro de hier-
ro, la unión de uno de hierro y otro de azufre; sesquicloruro
de mercurio, dos equivalentes de mercurio y tres de cloro;
bicloruro de oro, uno de oro y dos de cloro, etc.
Se expresan en química las fórmulas generales de los óxi-
dos, cloruros, bromuros, sulfuros, arseniuros, carburos, etc.,
representando por M al radical ó cuerpo electro positivo y por
R al negativo; así, se tendrá:
M3 R. — Subóxido ó subcloruro, subbromuro, etc.
M R. — Protóxido, protocloruro, protobromuro, etc.
M* R3. — Sesquióxido, sesquicloruro, sesquibromuro, etc.
M R2. — Bióxido, bicloruro, bibromuro, etc.
Los cuerpos binarios no oxidados ácidos se designan cam-
biando la terminación uro que se da al electro-negativo en
ido, y terminando al propio tiempo el radical ó electro-posi-
tivo en ico ó en oso, según la mayor ó menor proporción
que exista del cuerpo electro negativo; así, por ejemplo, el
arsénico al combinarse con el azufre constituye dos sulfuros
ácidos que son, el rejalgar y el oropimente, llamándose al pri-
mero súlfido arsenioso, y al segundo súlfido arsénico; el hi-
drógeno combinado con el cloro forma un solo compuesto
ácido que por lo mismo se denomina clórido hídrico; unido
el mismo hidrógeno con el azufre constituye el compuesto
ácido designado con el nombre de súlfido hídrico (gas de las
letrinas ó gas de los huevos podridos).
Los cuerpos « ternarios » ó sean las «sales,» hemos mani-
festado que están constituidos por dos compuestos binarios,
el uno que hace las veces de ácido ó de cuerpo electro-ne-
gativo, y el otro de óxido básico ó cuerpo electro positivo.
Pueden dividirse las sales en tres categorías que son: «sales
neutras, ácidas y básicas;» se llaman sales neutras aquellas
en que se encuentran equilibrados los dos principios anta-
gonistas, ó sean el ácido y la base; ácidas, si predomina el
ácido sobre la base; y básicas cuando resaltan las propieda-
des del óxido sobre las del ácido. El nombre genérico de to-
das estas sales se forma suprimiendo la palabra ácido, y el
radical del mismo que termine en «ico» ó en «oso» se le
cambia en «ato» ó en «ito» y se agrega inmediatamente el
nombre del óxido que esté combinado con el ácido. Algunos
ejemplos nos aclararán lo dicho. Los ácidos del azufre, al
combinarse con la «potasa,» forman diferentes sales, cuyos
nombres son los siguientes :
Acido sulfúrico y potasa = sulfato de potasa.
Acido hiposulfúrico y potasa = hiposulfato de potasa.
Acido sulfuroso y potasa = sulfito de potasa.
Acido hiposulfuroso y potasa = hiposulfito de potasa.
Los ácidos del cloro al unirse con el protóxido de plomo
formarán las sales siguientes:
Acido perclórico y protóxido de plomo = perclorato de
plomo.
Acido dórico y protóxido de plomo = clorato de plomo.
Acido hipoclórico y protóxido de plomo = hipoclorato de
plomo.
Acido cloroso y la misma base = clorito de protóxido de
plomo.
Acido hipocloroso é igual base = hipoclorito de plomo.
MINERALOGÍA
36
En las sales puede suceder, del mismo modo que en los
óxidos y en los cuerpos binarios no oxidados, que el ácido
y la base se encuentren unidos en varias proporciones; en
este caso se expresan anteponiendo al nombre del ácido ó
de la base las preposiciones «sub, proto, sesqui, bi, etc., v. gr.
subsulfato de óxido» de plomo, protonitrato de potasa, «ses-
quisulfato de óxido de hierro, biclorato de mercurio, acetato
bipotásico, acetato triplúmbico, etc., etc.»
Si dos sales ó dos cuerpos ternarios se combinan entre sí
constituyen los compuestos que hemos denominado «sales
dobles,» en las cuales el ácido es común á los dos óxidos ó
bases que forman la sal; en este caso se emplea también la
regla general dada para designar las sales, esto es, se indica
primero el nombre del ácido terminándole en ato ó en ito y
después se agregan las dos bases; v. gr. la esmeralda consti-
tuida por el silicato de alumina y el silicato de glucina forma
el doble silicato de alumina y de glucina; el alumbre del co-
mercio, compuesto del sulfato de potasa mas el sulfato de
alumina se denomina, según las reglas químicas, sulfato de
alumina y potasa.
Los cuerpos binarios no oxidados que anteriormente he-
mos citado, son resultado de la unión de un cuerpo meta-
loide con otro también metaloide, ó de la unión de uno de
estos con un metal. Pero á su vez los cuerpos metálicos pue-
den combinarse dos ó mas entre sí, formando compuestos
especiales que se designan con el nombre de aleaciones; así
se dice aleación de oro y de cobre, de plata y hierro, etc.:
algunas de ellas reciben denominaciones particulares, tales
como latón, ó sea la unión del cobre y zinc; hoja de lata, la
del hierro y el estaño; bronce, la del cobre y estaño, etc.:
otras se designan teniendo en cuenta sus usos ó aplicacio-
nes, como aleación monetaria, aleación ó metal de campa-
nas, aleación de imprenta; y otras, por último, según su in-
ventor, como la aleación de Arcet. Cuando el azogue ó mer-
curio entra á formar parte de una aleación, recibe esta el
nombre particular de amalgama: v. gr. amalgama de oro,
amalgama de estaño, de plata, de cobre, etc. Para mayores
detalles respecto de nomenclatura y de las nuevas teorías es-
tablecidas en química, pueden consultarse entre otras obras
españolas, la Química de Luanco, y las nuevas teorías de la
Química de Soler.
NOMENCLATURA MINERALÓGICA
grises, feldespatos, mesotipa, ceolitas, etc, cuyos nombres
químicos largos y confusos seria imposible retenerlos fácil-
mente. Por esta razón, de quinientas á seiscientas especies
que se conocen con toda exactitud, no hay mas que unas
doscientas á las que puedan aplicarse los nombres químicos,
y aun los mineralogistas que han aceptado estos últimos, se
han visto precisados á usar á la vez los nombres esencial-
mente mineralógicos.
Los nombres vulgares ó empíricos introducidos en la cien-
cia por Werner, y corregidos y aumentados por Haüy, Beu-
dant, Brongniart, etc., ofrecen la ventaja de que se retienen
y pronuncian mas pronto y con mas facilidad que los quími-
cos. Pueden dividirse en dos clases que son: unívocos ó sen-
cillos y compuestos. Como ejemplo de nombres unívocos
pueden citarse los de aragonito, caliza, fosforita, fluorina, ce-
lestina, turmalina, ortosa, cuarzo, mica, serpentina, etc., y
como de compuestos, los de espato calizo ó de Islandia,
espato flúor, espato pesado ó espato barítico, cristal de roca,
granate grosulario, granate almandino, etc., etc. Los nombres
vulgares, ya sean sencillos ó compuestos, se toman en unos
casos de la localidad, país ó criadero en donde se halle la
sustancia mineralógica; por ejemplo, casiterita, labradorita,
aragonito, epsomita, andalucita, anglesita, andesina, ataca-
mita, etc., especies que no tan solo se encuentran respecti-
vamente en las antiguas islas Casitericas (Galicia), isla de
Labrador (Estados Unidos), Molina de Aragón (Guadalaja-
ra), Epson (Inglaterra), Andalucía (España), Isla de Angle-
sea, Andes y Atacama (Perú), sino que corresponden tam-
bién á otras localidades diferentes. Otras veces los nombres
vulgares están fundados en alguna propiedad particular de
la especie mineralógica; así, por ejemplo, se dice azurita, á
una especie de carbonato de cobre que presenta color azul;
albita, á una especie de feldespato cuyas variedades ofrecen,
por lo general, un color blanco; selenita, variedad de yeso,
llamada así por Dioscorides, porque tiene un brillo análogo
al de la luna; mica, voz tomada del verbo latino micarc , que
significa brillar; granate melanito, subespecie de granate que
presenta color negro ó rojo muy oscuro; plata roja clara,
llamada así por su coloración, cuyo carácter sirve para no
confundirla con la plata roja oscura; panabasa, voz tomada
de otras dos griegas, que quieren decir muchas bases, etc.
Por último, los nombres vulgares ó empíricos están tomados
y dedicados á los mineralogistas que los han descubierto y
Los nombres químicos que se dan á los cuerpos y que son
resultado de las reglas generales establecidas en el capitulo
anterior, serán los que se empleen en las diversas especies
mineralógicas que se describen en esta obra. No obstante,
en muchas de ellas invertiremos los nombres, ó sea el nom-
bre genérico y el específico, pero siguiendo para ello, no las
doctrinas de Haüy, ni tampoco las de Berzelius, Beudant y
Delafosse, sino las adoptadas por Brongniart y Dufrenoy,
esto es, que en las tierras y piedras diremos, por ejemplo,
carbonato de cal, sulfato de sosa, nitrato de potasa, etc.; en
las sustancias metálicas invertiremos los nombres, tomando
el genérico del cuerpo electro positivo, y el específico del
negativo, v. gr. plata sulfurada, plomo clorurado, hierro car-
bonatado, cuyas denominaciones corresponden respectiva-
mente á las químicas sulfuro de plata, cloruro de plomo y
carbonato de óxido de hierro. Los nombres químicos, gene-
ralmente claros, sencillos y fáciles de entender, una vez com-
prendidas las bases de la nomenclatura, ofrecen, sin embar-
go, grandes dificultades é inconvenientes para designar por
medio de ellos varias especies minerales, y en particular
aquellas que constan de una composición bastante compli-
cada; en este caso se encuentran la mica, turmalina, cobres
dado á conocer, ó bien se han dedicado á personas mas ó
menos célebres y amantes de la ciencia; v. gr. Wernerita,
Haüyna, Voquelinita, Berzelita, Beudantita, Dolomía, Kars-
tenita, Klaprotina, Glauberita, etc., especies que se han de-
dicado á Werner, Haiiy, Vauquelin, Beudant, Dolomieu,
Karsten, Klaprot y Glaubero. Por último, se usan también
nombres vulgares, tales como jacinto, esmeralda, granates,
piedra caliza, piedra de yeso, amatista, diamante, etc.
Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente respecto á la
nomenclatura química, los inconvenientes que ofrece en mu-
chos casos y la ventaja de la mineralógica para designar
muchas de las especies, procuraremos en lo posible armoni-
zar una y otra nomenclatura, es decir, que seguiremos siem-
pre que sea factible los nombres químicos, fundando el
nombre genérico unas veces en el principio electro-negativo,
y otras en el positivo, según que los minerales pertenezcan á
la clase de las tierras y piedras ó de los metales. A los nom-
bres químicos agregaremos, ó mejor dicho, antepondremos,
siempre que existan, los vulgares, sean estos sencillos ó com-
puestos; así, por ejemplo, al describir la fosforita, pondremos
primero este nombre vulgar y después el dado por los quí-
micos, ó sea el fosfato de cal: lo mismo se hará en todas las
demás especies que se estudien en esta obra.
MINERALOGIA
37
FORMULAS QUÍMICAS
)N
Los elementos ó cuerpos simples se representan en quími-
ca por las iniciales de los nombres que llevan; si dos ó mas
de ellos comienzan por la misma letra, se formula únicamente
con la inicial el mas conocido é importante, representando
los otros por esta misma inicial seguida de la segunda ó ter-
cera letra; v. gr. el carbono, cloro, calcio, cobre, cromo, co-
balto, cerio, cadmio y cesio, cuya inicial es igual se formulan
respectivamente del modo siguiente: C; Cl; Ca; Cu; Cr; Co;
Ce; Cd; Cs; el azufre, selenio, silicio y sodio se formulan res-
pectivamente S; Se; Si y Na; correspondiendo el signo del
último á la palabra griega Natrón.
Si los cuerpos son binarios se formulan reuniendo los sig-
nos de los elementos que los constituyen, poniendo primero
el del cuerpo electro positivo y á continuación el del negati-
vo; así, el ácido sulfúrico se formulará, SO 3; el cloruro de
plata, Ag Cl; el sulfuro de cobre, Cu S. etc.; un número ó
una cifra cualquiera puesta delante de una ó de varias letras
viene á representar una coeficiente algebraico <5 lo que cs lo
mismo, que multiplica á todas las letras y signos que se ha-
llan después de él hasta el signo mas, <5 bien á toda la fór-
mula , si esta no contiene mas que un término; por el con-
trario, si el número ó la cifra está colocada á la derecha y
un poco mas abajo de la letra ó símbolo que representa al
cuerpo, manifiesta el número de proporciones ó equivalentes
que entran de este mismo cuerpo; asi, por ejemplo, la fór-
mula NOs, indica que hay un equivalente de nitrógeno y
cinco de oxígeno; la fórmula PbO1 2 indica á su vez que hay
una proporción ó equivalente de plomo y dos de oxigeno;
pero las fórmulas 3 NO5 2 KO, nos indicarán que hay tres
equivalentes de ácido nítrico y dos de óxido de potasio, ha-
biendo en el ácido 3 equivalentes de nitrógeno y 15 de oxí-
geno, puesto que el coeficiente 3, como se ha dicho, está
multiplicando á todas las letras y signos que le siguen; asi
como en el óxido habrá dos equivalentes de potasio y dos
de oxigeno.
Como los compuestos en que entra oxígeno son muy nu-
merosos, han creído conveniente los químicos suprimir su
fórmula ó símbolo, sustituyéndole, sin embargo, por un pun-
to puesto encima del elemento ó cuerpo electro positivo con
quien se combina: así la fórmula del ácido dórico que se
representa por CIO5, se reemplazará por Cl y cinco puntos
colocados sobre estas dos letras; la del ácido sulfúrico que
es SO3, será sustituida por S y tres puntos encima de esta
letra ; la del bióxido de manganeso que es MnO2, por Mn
y dos puntos puestos sobre esta fórmula, y así sucesiva-
mente.
El azufre, que forma también parte de unas ochenta y
tantas especies, se reemplaza también en las fórmulas quími-
cas por medio de una coma colocada encima del símbolo
que representa el cuerpo electro-positivo con quien se une:
asi el sulfuro de cobre que se formula CuS, se reemplazará
por Cu y una coma puesta en la parte superior de este sím-
bolo; el bisulfuro de hierro ó sea FeS2, se sustituye por Fe
y dos comas puestas encima de esta fórmula; el sulfuro de
cobre y de hierro, cuya fórmula es CuS + FeS, se representa
por Cu con una coma encima, mas Fe y otra coma puesta
en la parte superior de este símbolo.
Si el elemento ó cuerpo electro-positivo entra por átomo
doble en sus combinaciones, se acostumbra á dividir su sím-
bolo por medio de una línea ó raya trasversal ; v. gr. el ses-
quióxido de cromo, que tiene por fórmula Cr203, se indica-
rá por Cr y una raya trasversal que divida este símbolo en
dos partes iguales ; la alumina que se representa por ALO3,
será Al con la raya que divida estas dos letras del mismo
modo que en el caso anterior, y así sucesivamente con los
compuestos que presentan las mismas condiciones que los
dos que se han citado.
Los cuerpos ternarios formados por el oxígeno se repre-
sentan colocando primero el cuerpo electro-positivo ó sea la
base, y después el negativo ó el ácido, separados por medio
de una coma: por ejemplo, el nitrato potásico, compuesto
de óxido de potasio y ácido nítrico, se formulará K0,N05;
el carbonato de cal, cuerpo ternario formado de óxido de
calcio y de ácido carbónico, se representará por medio de
la fórmula CaO,C05 ; el clorato de sosa, compuesto de óxido
de sodio y ácido dórico, se formulará Na0,ClO, etc. (1).
Para formular los cuerpos ternarios que no estén com-
puestos de oxígeno, se sigue la misma regla anterior; v. gr.
el doble sulfuro de hierro y arsénico, se representa por
FeS,AsS; el doble sulfuro de plata y antimonio se formula
Ags,Sb2S3; el sulfuro de cobre y de hierro por CuS, FeS, et-
cétera.
FÓRMULAS MINERALÓGICAS
Algunos químicos y mineralogistas han creado otras fór-
mulas para simbolizar los cuerpos compuestos, cuyas fórmu-
las, denominadas mineralógicas, si bien mas abreviadas y
sencillas que las químicas, tienen entre otros inconvenientes,
el que no determinan en la mayor parte de los casos, el nú-
mero de átomos ó de equivalentes que entran en la consti-
tución de los cuerpos. Así, por ejemplo, el óxido de potasio,
cuya fórmula química se simboliza por KO, se representa
mineralógicamente por K; el ácido carbónico que se indica
por CO2 se formula en mineralogía por C2, asi como el
carbonato de cal, que según las reglas químicas seria CaO,
CO2, en mineralogía se formula Ca,C2. En todas estas fór-
mulas se observa que los equivalentes del oxígeno están sus-
tituidos por números.
Para convertir las fórmulas químicas en mineralógicas no
hay mas que multiplicar el número de puntos que existan
sobre la letra ó letras, si el cuerpo es oxigenado, por los coe-
ficientes y exponentes que existan en la primera de estas fór-
mulas.
Si en la descripción de las especies mineralógicas se usa-
ran indiferentemente unas y otras fórmulas, resultarían, como
es natural, grandes confusiones é inconvenientes, difíciles de
superar en la generalidad de los casos. Por esta razón, nos-
otros no emplearemos sino las fórmulas químicas, las cuales,
como se ha dicho, tienen la ventaja de que indican, no solo el
número de elementos que entran en la composición de los
cuerpos, sino las proporciones ó equivalentes de cada uno de
esto»'
MEDIOS Ó PROCEDIMIENTOS Y APARATOS QUE
SE USAN EN LOS ENSAYOS MINERALÓGICOS
Ó SEA EN LA ANALISIS CUALITATIVA DE
LOS CUERPOS.
Los procedimientos ó caminos que se usan en Mineralogía
para llegar á determinar los elementos constitutivos de los
cuerpos pueden resumirse en los cinco siguientes: i.° acción
del agua, 2.0 de los ácidos, 3.0 de los álcalis, 4.0 de otros lí-
quidos que no sean ni ácidos ni álcalis, 5.°del calor; los cuatro
primeros medios constituyen la denominada vía húmeda; y
el quinto la vía seca.
ACCION del AGUA. — Por medio de este procedimien-
(1) En muchas obras de Química y de Mineralogía, los exponentes
de los cuerpos se colocan á la derecha y en la parte superior de la letra
que afectan, v. gr., NaO.ClG»; KO.NO5; CaO.CO*, etc.
3»
MINERALOGÍA
to, relacionado como desde luego se concibe con el carácter
del sabor, sabemos si los minerales son solubles ó insolubles,
suministrando, por lo general, los primeros sabores ó colores
diversos que sirven para reconocerlos fácilmente; así, por
ejemplo, la sal común proporciona una disolución incolora
y de un sabor salado agradable y especial, que no se con-
funde con ningún otro; la sal amoniaco ó cloruro amónico,
da una disolución incolora y sabor picante; el nitro ó nitrato
potásico, suministra una disolución también incolora y de
sabor fresco, agradable al principio, que concluye por ser
amargo y algo picante; la epsomita ó sal de Calatayud, ó sea
el sulfato de magnesia, al disolverse en el agua, produce una
disolución incolora y de un sabor amargo intenso: el alum-
bre ó sulfato de alumina y potasa da un sabor astringente
parecido al de la tinta; la exantalosa ó sulfato de sosa hidra-
tado, ofrece un sabor salado y amargo; el natrón ó carbonato
de sosa presenta un sabor urinoso ó alcalino bastante pro-
nunciado; la caparrosa azul ó sulfato de cobre, produce al
disolverse en el agua una coloración azul y un sabor metálico
intenso, así como la llamada caparrosa verde ó sulfato de
hierro suministra una disolución mas ó menos verdosa y sabor
también estíptico ó metálico, aunque no tan fuerte como el de
la caparrosa azul. Si se exceptúan las especies citadas y algunas
otras menos importantes, todas las demás pueden considerarse
como insolubles en el agua á la temperatura y presión ordi-
narias.
DELICUESCENCIA, Fenómeno debido á la acción
que ejerce el agua sobre ciertas sustancias minerales: consis-
te, pues, en la propiedad que ofrecen ciertos cuerpos de ab-
sorber cierta cantidad de humedad ó de a<jua de la que
existe en la atmósfera, disolviéndose en ella. La sal común ó
cloruro de sodio es un mineral bastante delicuescente notán-
dose que las aristas y los ángulos sólidos de sus cristales se
redondean, cuando se exponen á la acción del aire húmedo*
son mucho mas notables bajo este punto de vista el cloruro
de calcio y de magnesio, los cuales son tan delicuescentes
que no se pueden conservar intactos ni aun en los sitios mas
secos. En algunos minerales esta acción es sumamente débil,
estando reducida á absorber el agua y á pasar á un estado
de hidratacion mas ó menos considerable, pero sin que en
modo alguno pierdan su forma ni cambien de estado.
Eflorescencia.— Carácter inverso de la delicues-
cencia, puesto que consiste en la propiedad que tienen algu-
nas sustancias mineralógicas de reducirse ó convertirse en
parte ó en todo á polvo, después de haber perdido el agua
de cristalización ó de combinación que contienen. El natrón
ó carbonato de sosa, la sal de Calatayud ó sulfato de magne-
sia, la glauberita ó sulfato de sosa, son ejemplos notables de
minerales eflorescentes. Hay, sin embargo, algunos cuerpos,
que si bien se convierten en polvo, no pierden por esto toda
su agua de cristalización; y aun existen también otros, tales
como la laumonita (silicato de alumina y cal), que se exflo-
rece con facilidad en contacto del aire y se reduce á polvo
sin perder nada de su agua de cristalización. Este fenómeno
es debido, según Durocher y Malagutti, á que la laumonita
al poco tiempo de haber sido extraída de la tierra, pierde
parte del agua higroscópica que contiene, particularidad que
no se produce en contacto de un aire húmedo: en otros mi-
nerales, que se reducen á polvo sin perder el agua de cristali-
zación, puede depender el efecto de que han cristalizado
en formas que en realidad no sean las inherentes á la es-
pecie.
ACCION DE LOS ACIDOS. — Los ácidos enérgicos,
v. gr., ácido sulfúrico, nítrico é hidroclórico, atacan y disuel-
ven muchas sustancias sobre las que el agua no ofrece acción
ninguna, proporcionando al propio tiempo caractéres y par-
ticularidades á propósito para diferenciar varias especies. Los
ácidos que comunmente se emplean son el nítrico é hidrocló-
rico, porque además de ser muy enérgicos, aunque no tanto
como el sulfúrico, tienen la ventaja sobre este de que dan
lugar á cuerpos solubles, en los cuales es fácil estudiar las
reacciones que se verifiquen al ponerlos en contacto de otros
reactivos.
Mediante la acción de los ácidos averiguamos una de estas
tres circunstancias: i.a si un cuerpo es ó no soluble en ellos;
2.a si la disolución se efectúa con ó sin efervescencia; 3.a si
la disolución del cuerpo es completa, ó deja por el contrario
un residuo mas ó menos abundante. En los minerales que se
disuelven con efervescencia, es preciso analizar la naturaleza,
color é intensidad de aquella; así, por ejemplo, los metales
en el estado nativo, las combinaciones metálicas que carecen
de oxigeno ó las oxidadas que ofrecen el menor grado de
oxidación, producen, cuando se les somete á la acción del
ácido nítrico, una efervescencia bastante rápida y desprendi-
miento de vapores rojos ó rutilantes; estos vapores se forman
por la descomposición que experimenta parte del ácido nítri-
co, que descompuesto cede oxígeno al metal para constituir
de este modo un óxido básico ó base, que forma un nitrato
combinándose con la parte de ácido nítrico no descom-
puesto.
Es necesario además examinar si la efervescencia que se
produce carece de color y de olor, porque estas particulari-
dades caracterizan muy bien á todos los carbonatos ó sean
todas aquellas sustancias formadas de ácido carbónico y de
una ó mas bases: así, por ejemplo, la creta, mármoles, espato
de Islandia, caliza sacaroidea, etc., producen, tratados por el
ácido nítrico, á temperatura ordinaria, una efervescencia
rápida y desprendimiento de ácido carbónico, cuyo gas no
tiene ni olor ni color: la dolomía ó carbonato de cal y mag-
nesia, produce, por el contrario, á la temperatura ordinaria
una efervescencia lenta y desprendimiento poco abundante
de ácido carbónico; atendiendo á este carácter se ha llamado
también á la dolomía, caliza lenta. En varios carbonatos no
se observa la efervescencia si no se les sujeta á temperaturas
mas ó menos elevadas: en este caso se encuentra el carbo-
nato de hierro, de cobre, de manganeso y algunos otros.
Hay además minerales que se disuelven por completo en los
ácidos sin producir efervescencia, y con ó sin depósito gela-
tinoso; en el primer caso, se hallan los minerales denomina-
dos ceolitas (trisilicato de alumina y de cal) y otros varios
silicatos que á poco tiempo de disolverse en los ácidos pro-
ducen una nube blanquecina y después un depósito gelati-
noso: en el segundo, se encuentran la fosforita ó fosfato de
cal, la piromorfita ó fosfato de plomo y otros varios. Por
último, hay varios minerales que no se disuelven por com-
pleto y que dejan un residuo mas ó menos abundante; tal
es lo que se observa en las llamadas calizas hidráulicas.
En aquellos minerales en que el ácido nítrico ó hidrocló-
rico no ejercen ninguna acción, ó esta es muy débil, se em-
plea el ácido sulfúrico, cuyo ácido sirve para reconocer los
cloruros, fluoruros y nitratos: los cloruros se caracterizan,
porque tratados por el ácido sulfúrico, desprenden ácido hi-
droclórico que se determina por su olor especial ; los fluoru-
ros por el desprendimiento del ácido hidrofluórico, cuyo gas
tiene la propiedad de corroer el vidrio; y los nitratos por-
que producen vapores rojos ó rutilantes, si se mezclan con
limaduras de cobre y se les somete á la acción del ácido sul-
fúrico.
ACCION DE LOS ÁLCALIS. — Aunque no tan general
é importante como la de los ácidos, la acción de los álcalis
puede ser útil en varios casos para llegar á reconocer algunos
minerales; así; por ejemplo, las sales solubles de cobre trata-
MINERALOGIA
39
das por el amoníaco, toman un color azul celeste caracterís-
tico: el mismo amoníaco disuelve el cloruro argéntico, ca-
rácter muy esencial y á propósito para diferenciar este cuer-
po del cloruro de mercurio; la cal ú óxido de calcio se
emplea para averiguar la presencia del amoníaco, sobre todo
en el mineral denominado cloruro amónico ó sal amoníaco;
la potasa, que disuelve la sílice, es uno de los reactivos
mas importantes de las sales solubles de platino, puesto
que da lugar á un precipitado amarillo de canario caracte-
rístico.
ACCION DE OTROS LÍQUIDOS. — Se emplean ade-
más de los ácidos y álcalis otros líquidos que sirven para
acusar la presencia de varios cuerpos; así, por ejemplo, el
nitrato de plata, indica el ácido hidroclórico ó los cloruros
solubles por el precipitado blanco coaguloso que produce
con todos estos cuerpos; los metales dan un precipitado ne-
gro ó de otro color cuando se les trata por el sulfhidrato
amónico; las sales férricas producen un precipitado azul de
Prusia por medio del cianuro ferroso potásico, mientras que
las ferrosas dan este mismo precipitado por el cianuro férri-
co potásico: el alcohol sirve para reconocer ciertos minera-
les; así, por ejemplo, el ácido bórico ó boratos solubles co-
munican á la llama de este líquido un color verde caracte-
rístico; las sales solubles de estronciana se distinguen por el
color rojo púrpura que dan á la llama del alcohol, así como
las de barita arden con una llama amarillenta rojiza.
ACCION DEL CALOR Ó VIA SECA. — La acción
que la temperatura ejerce en las diferentes especies minera-
lógicas y los distintos fenómenos que este efecto puede pro-
ducir, según sea la diversa naturaleza de la sustancia, son
unos de los grandes medios y recursos de que se vale el mi-
neralogista para conseguir la determinación de casi todas las
especies.
Por medio del calor se consigue una de estas dos circuns-
tancias: i.a calcinar los cuerpos para de este modo descubrir
las sustancias volátiles que encierren ; 2.a fundirlos para de-
terminar y averiguar los fenómenos de la misma fusión. Si
el mineral que se analiza ó se ensaya contiene materias volá-
tiles, se le debe pesar antes del ensayo, y después calentarle
en un tubo de cristal abierto por una de sus extremidades y
cerrado por la otra. Si conviniese que el cuerpo no esté en
contacto del aire, se cierra el extremo superior, pero se le
dejará abierto si se quisiera observar los efectos y modifica-
ciones que puede experimentar el cuerpo en contacto del
oxígeno del aire. Al ensayar las sustancias mineralógicas por
medio de la calcinación, es preciso tener presente algunas
circunstancias y precauciones, tales como la de calentar el
tubo de una manera gradual y sucesiva, porque este se rom-
pería fácilmente si desde luego se le somete á una tempera-
tura elevada. El grado de calor necesario para la volatiliza
cion de ciertas sustancias, está en relación con la naturaleza
del mineral objeto del ensayo; así, por ejemplo, el azufre se
volatiliza mas pronto cuando se halla aislado que cuando
está en forma de sulfuro ó sea en combinación con algún
metal. Varias son las sustancias volátiles que se encuentran
formando parte de muchos minerales, siendo, sin embargo,
las mas frecuentes las siguientes : oxigeno, azufre, arsénico,
selenio, cloro, mercurio y agua, la cual puede estar mezcla-
da ó en combinación.
FUSION. — Este procedimiento es el que generalmente
se emplea para averiguar los efectos que la temperatura pro-
duce en las diversas sustancias mineralógicas. Hay varios
cuerpos que tienen la particularidad de fundirse por comple-
to sin mas que exponerlos á la llama de una bujía de cera,
de esperma ó á la de la lámpara de alcohol; en este caso se
encuentran la estibina ó sesquisulfuro de antimonio: la plata
córnea ó cloruro argéntico y algunas otras especies menos
importantes y comunes. Pero para fundir la generalidad
de los minerales, es preciso valerse de temperaturas distintas
que las que se obtienen por medio de la combustión de la
cera, aceite, esperma, etc., en circunstancias ordinarias: es-
tas temperaturas mas elevadas se consiguen por el aparato ó
instrumento designado con el nombre de soplete.
Se cree que Swad, consejero de minas de Suecia, fué el
primero que en 173^ uso este instrumento en los ensayos
mineralógicos; después otros eminentes mineralogistas, tales
como Cronstedt, Bergman, Berzelius, Plattner, etc., han
llegado á obtener grandes resultados, y han hecho del sople-
te un instrumento de verdadero análisis cualitativo.
En un principio solo usaban el soplete los plateros ó los
que trabajaban en metales, los cuales se valían y aun se valen
de este aparato para soldar ó unir ciertos
cuerpos : el soplete antiguo estaba reducido
á un tubo largo de forma cónica, hueco y
encorvado en su extremo inferior en donde
terminaba por un pequeño orificio; el supe-
rior ofrecía una abertura mayor destinada á
la insuflación y el inferior se aplicaba á la
llama de una bujía ó de una lámpara de al-
cohol ó de aceite. Este soplete ha sufrido
algunas modificaciones mas ó menos impor-
tantes, las cuales no indicamos por no ser
pertinentes en este momento, limitándonos,
por lo tanto, á describir el aparato que hoy
se emplea en los ensayos mineralógicos; con-
siste este en dos tubos metálicos de diversa
longitud y unidos entre sí formando ángulo
recto (fig. 1 2); en la unión de los dos tubos
hay un depósito ó una cavidad O, que sirve
para recoger la humedad que se produce por
la insuflación prolongada, cuya agua, si sa-
liera al exterior, dificultaría el resultado de
la fusión; el tubo de mayor longitud se halla
terminado por una boquilla de marfil ó de
otra sustancia, A, cavidad destinada á la in-
suflacion, ó mejor dicho, á aplicarlos labios
en el acto de la espiración; al tubo mas peque- ' 2 °P cle
ño se adapta ó se une una punta ó pieza B, de platino, cuyo
metal reúne entre otras ventajas, las de que no se funde á
las temperaturas producidas por el soplete ordinario, ni la de
oxidarse en contacto del oxígeno del aire. Para ensayar las
diferentes sustancias, es conveniente tener dos ó mas puntas
de platino de dilerente diámetro, porque de esta manera se
conseguirán distintas temperaturas, siendo estas tanto mas
intensas, cuanto el diámetro de la punta sea menor.
Combustible ó llama que se usa en los
ENSAYOS DEL SOPLETE. — Se emplea generalmente la
producida por el gas del alumbrado, sebo, cera, esperm
alcohol y aceite, siendo la que resulta de la combustión <
este último cuerpo la de mayor poder calorífico; en much_
casos, no obstante, se prefiere la temperatura producida por
el alcohol ó espíritu de vino, porque tiene la ventaja (sobre
todas las demás), de arder con una llama mas clara, mas
limpia y la de no depositar humos ó sustancias carbonosas
sobre la superficie del cuerpo que se ensaya.
Para comprender los efectos que produce la acción del
soplete sobre los minerales, conviene examinar las propie-
cades caloríficas que ofrecen las distintas partes de la llama
de una bujía, de la lámpara de alcohol, de aceite, etc En la
llama pueden estudiarse cuatro partes diversas que son: 1.»
la parte inferior ó base que es azulada, color debido al óxido
de carbono que resulta de la combustión; 2.a la parte media
43
MINERALOGIA
de la misma llama, ó sea el espacio cónico y algún tanto os-
curo que se encuentra en el centro; esta parte está formada
por los vapores que salen de la mecha, ó mejor dicho, del
cuerpo combustible, y cuyos vapores no se han puesto en
contacto del oxígeno del aire ; 3.a la parte mas brillante de
la llama y que rodea el espacio de la media; 4.a la capa
luminosa que rodea á la anterior, la cual ofrece su mayor
espesor en el vértice de la llama, punto en el cual existe ma-
yor poder calorífico á causa de la completa combustión de
las sustancias gaseosas.
Fuego de oxidación y de reducción.
Si se dirige la corriente de aire producida por el soplete á la
parte inferior de la llama de una bujía de esperma, cera,
sebo, ó bien de la lámpara de alcohol ó de aceite, se obtiene
el fuego denominado de reducción ; si por el contrario, la
corriente de aire se lleva hacia la parte mas alta de la llama,
pero fuera del sitio ocupado por la mecha, se consigue ti
fuego que se designa con el nombre de oxidación. Por ulti-
mo? si no se quiere oxidar ni reducir el mineral al estado
metálico, y sí únicamente obtener una temperatura mas ó
menos intensa, se condúcela corriente de aire hacia la parte
media de la llama, pero siempre en el exterior; este resul-
tado se puede conseguir también en muchos casos, sin mas
que aproximar la sustancia mineralógica al dardo luminoso
del cuerpo combustible.
Sustentáculos ó apoyos (propiamente
SOPORTES DE ALGUNOS)} QUE SE USAN EN
LOS ENSAYOS MINERALOGICOS. Estos, apoyos han
de ser siempre de tal naturaleza, que no se han de combinar,
ni mucho menos han de modificar o alterar el mineral obje-
to del análisis pirognóstico. Uno de los sustentáculos mas
usados es un trozo cilindrico de carbón de pino bien com-
pacto ó que no presente hendiduras, y en el que en uno de
sus extremos se practica una cavidad, destinada á colocar el
mineral que se desea ensayar. Se emplean además las pinzas
llamadas de platino , que no consisten en otra cosa mas que
en unas pinzas ordinarias y terminadas en su punta por el
metal indicado; este apoyo presenta varios inconvenientes,
siendo entre otros uno de los mas principales, el de que no
sirve en modo alguno para los cuerpos reducidos á polvo, ó
para aquellos otros que tienen la particularidad de decrepi-
tar, esto es, de saltar en partículas ó fragmentos pequeños
cuándo se les somete á la acción de una temperatura eleva-
da. Hoy dia se han reemplazado dichos sustentáculos y otros
varios por uno sumamente sencillo y puesto en práctica por
Gahn; consiste este apoyo en un hilo ó alambre de platino
de dos á tres y media pulgadas próximamente de longitud; el
citado hilo se encorva en una de sus extremidades á fin de
constituir una especie de cavidad ó de ojo, destinado á co-
locar el mineral que se quiere analizar. Cuando se trata de
operar mediante este apoyo, se humedece antes ligeramente
su cavidad ú ojo, y se le introduce en uno de los fundentes
ó reactivos (que luego después indicaremos); esta operación
prévia tiene por objeto el que se fije ó adhiera á la cavidad
una corta porción de reactivo, que, fundido por medio de la
lámpara, se trasforma en una perla ó glóbulo trasparente é
incoloro que queda fijo en la curvatura practicada en el
alambre; después se humedece también el mineral (objeto
del ensayo), préviamente reducido á polvo, á fin de que se
adhiera al fundente, y se le sujeta á la acción del fuego. Es-
te procedimiento presenta entre otras ventajas, las siguien-
tes: i.a que por medio de él se puede examinar perfectamen-
te el aspecto que ofrece la superficie del cuerpo; 2.a que no
se producen irisaciones metálicas como sucede cuando se
emplea el trozo de carbón; 3.a que por este medio se consi-
gue la reducción de los óxidos metálicos.
Finalmente, se han agregado y se usan en ciertos casos
las llamadas cápsulas de porcelana, las cuales se emplean
con el objeto de extender todo lo posible el borato de sosa,
consiguiendo al propio tiempo que los colores de los mine-
rales, sobre todo los de los óxidos metálicos, aparezcan mas
vivos y característicos.
FUNDENTES Ó REACTIVOS. — Existen muchas es-
pecies minerales que se funden inmediatamente sin mas que
someterlas á la acción del soplete, pero son muchas las que
por sí solas no se funden, siendo necesario, para conseguir
este resultado, mezclarlas con otros cuerpos que se designan
con el nombre de fundentes ó reactivos. Los mas esenciales
y los que, por lo común, se usan en los ensayos mineralógi-
cos son los siguientes: el bórax ó borato de sosa, la sal de
fósforo ó fosfato sódico amónico, el carbonato de sosa y el
nitro ó nitrato potásico. El bórax tiene la propiedad de fun-
dirse al fuego moderado del soplete, produciendo un vidrio
incoloro que presenta la particularidad de ofrecer diversas
coloraciones en contacto de ciertas sustancias metálicas; es-
tos diferentes colores son de un gran recurso para que el
mineralogista pueda distinguir desde luego varios metales;
así, por ejemplo, mezclados los minerales de hierro con el
bórax y expuestos á la llama de reducción, producen un vi-
drio de color verde botella, y pardo amarillento á la de oxi-
dación; los de cobalto dan un color azul intenso al fuego de
oxidación, así como los de manganeso comunican al vidrio
del bórax un color violado característico si se emplea el fue-
go de oxidación, siendo incoloro al de reducción; los de co-
bre por medio del fuego de reducción tiñen al bórax de un
color gris rojizo, siendo éste verde al de oxidación. En resu-
men, el bórax sirve para facilitar la fusión de muchos cuer-
pos; disuelve los ácidos y los óxidos básicos y da origen, por
lo general, á sales solubles y trasparentes; finalmente, pro-
duce un vidrio completamente incoloro y trasparente que, ca-
lentado á la llama superior del soplete, se convierte en opaco,
y se colora de diverso modo, según la sustancia con que se
mezcle.
El fosfato sódico amónico por medio de la temperatura
desprende amoníaco, y se trasforma en fosfato de sosa áci-
do; en este caso, se apodera de ciertas bases metálicas de-
jando en libertad el cuerpo ácido que se halla combinado
con ellas; este reactivo se usa con frecuencia en los silicatos
con los cuales produce un vidrio trasparente al principio,
pero que después se enturbia por un depósito gelatinoso,
que no es otra cosa sino la sílice libre; se usa el fosfato só-
dico amónico para aislar las bases metálicas, en las cua-
les pone de manifiesto el color particular de cada una de
ellas.
YA carbonato sódico se emplea también como reductor de
los óxidos metálicos; pero mediante él solo se funden la síli-
ce y algunos otros cuerpos.
El nitrato potásico se emplea en ciertos casos en susti-
tución del carbonato de sosa; sirve exclusivamente como
cuerpo oxidante.
Se usan ademas de estos fundentes otros reactis’os que
facilitan en casos particulares reacciones mas claras y carac-
terísticas que las que proporcionan los fundentes indicados;
así, por ejemplo, el nitrato cobáltico se emplea para averi-
guar si una sustancia mineralógica contiene magnesia ó alu-
mina; humedecida una pequeña cantidad de la primera con
una gota de nitrato cobáltico y expuesta á la acción del so-
plete, comunica á la llama de este un color de rosa claro,
mientras que la segunda la colora de un azul claro carac-
terístico. Se emplean también en algunas'ocasiones las lima-
duras de cobre, óxido cúprico, espato flúor pulverizado y
algunos otros.
MINERALOGIA
41
EFECTOS Y FENÓMENOS MAS IMPORTANTES
QUE SE NOTAN EN LOS MINERALES POR LA
ACCION DE LA TEMPERATURA, Ó SEA POR
LOS LLAMADOS MEDIOS PIROGNÓSTICOS.
Pueden reducirse á los siguientes: i.° reducción; 2.0 oxi-
dación; 3.0 combustión; 4.0 volatilización; 5.0 fusión; 6.° au-
mento de volumen; 7.0 pérdida de color y trasparencia.
REDUCCION. — Tiene por objeto, como se ha dicho,
reducir los minerales al estado metálico: para obtener este
resultado, debe dirigirse la punta del soplete á la parte mas
baja é inferior de la llama, haciendo que el dardo de esta
cubra por completo la superficie del cuerpo que se ensaya,
porque de no verificarlo así, se efectuaría una oxidación.
Este procedimiento se usa generalmente en los óxidos, sul-
furos, cloruros, seleniuros y bromuros metálicos, cuyos mi-
nerales pierden respectivamente, por la acción del calor, el
oxígeno, azufre, cloro, selenio y bromo; la reducción de los
cuerpos citados se consigue muchas veces sin mas que la
temperatura elevada que se obtiene por el soplete; pero en
otras, es preciso auxiliar la acción de este con la de ciertos
fundentes ó reactivos.
OXIDACION. — Consiste este fenómeno en que al mis-
mo tiempo que se opera la fusión del cuerpo, se une este al
oxígeno del aire para producir un óxido metálico Para obte-
ner este efecto, basta también, como se ha manifestado, di-
rigir la corriente de aire del soplete, á la parte mas alta de la
llama, pero teniendo la precaución de que el dardo de esta
no cubra totalmente al cuerpo que se analiza. Para los efec-
tos de la oxidación debe emplearse la punta de platino que
tenga mayor diámetro, así como para los de reducción se
echa mano de las de diámetro mas pequeño. La oxidación
puede verificarse en muchos casos sin mas que exponer el
mineral á la acción del oxígeno del aire, pero en otros, es
preciso mezclar los cuerpos con fundentes que cedan con
facilidad cierta cantidad de oxígeno.
COMBUSTION. — Existen varias especies minerales que
sometidas á la acción del calor se queman por completo,
mientras que hay otras en las cuales su combustión es par-
cial; el ámbar amarillo ó succino puede servir de ejemplo de
las primeras sustancias, porque arde sin dejar residuo, mien-
tras que el carbón de piedra ó ulla y algunos mas dejan un
residuo mas ó menos considerable. Conviene tanto en uno,
como en otro caso, examinar el color de la llama y los vapo-
res que se producen por la combustión, porque estas parti-
cularidades sirven muchas veces para diferenciar especies
mas ó menos frecuentes.
VOLATILIZACION. — Se denomina volatilización, ó me-
jor dicho volatilizarse un mineral, cuando se sublima ó se
convierte en vapores por la acción del calor. La volatiliza-
ción puede ser, del mismo modo que la combustión, total ó
parcial, invisible ó en forma de humo ó de vapores, cuyo
color y olor serán diferentes según las diferentes sustan-
cias que se analizan; así, por ejemplo, siempre que calentado
un mineral cualquiera produzca una llama azulada y un olor
de pajuela, puede asegurarse desde luego que en el mineral
en cuestión entra como elemento esencial el azufre; si, por
el contrario, arde con desprendimiento de vapores blancos y
de olor aliáceo ó de ajos, será un compuesto de arsénico; si
los humos que se originan son también blancos, pero inodo-
ros, entrará el antimonio como elemento constituyente.
F USION. — Particularidad que presentan muchas sustan-
cias mineralógicas, cuando se las expone á la acción del ca-
lor, de pasar del estado sólido al líquido, tomando después
por enfriamiento el primero de estos estados. En este efecto,
así como en los anteriores, es preciso observar diferentes
circunstancias á cual mas importantes, siendo entre otras las
mas principales de conocer las siguientes: i.a resultado de
la fusión; 2.a aspecto que presenta la superficie del mineral
después de fundido; y 3.a color que adquiere el cuerpo me-
diante la fusión. Teniendo presentes estas condiciones se
indica : que el resultado total de la fusión puede ser de tres
maneras: r.a vidrio; 2.a esmalte; y 3.a escoria; se designa
con el nombre de vidrio, siempre que el mineral, por medio
de la acción del fuego, se trasforma en un glóbulo traspa-
rente y análogo al cristal; se llama esmalte, cuando se ob-
tiene también un glóbulo ó masa de aspecto vitreo, pero
completamente opaca; finalmente, se denomina escoria,
cuando el producto de la fusión presenta una superficie ás-
pera, porosa y de un aspecto mas ó menos parecido al que
ofrece la piedra pómez y otras varias sustancias volcánicas.
AUMENTO DE volumen. — Se ve este efecto, por
lo común, en los compuestos hidratados ó que llevan mas ó
menos cantidad de agua; estos minerales no solo tienen la
particularidad de aumentar de volumen, sino que además
suelen ocasionar una efervescencia mas ó menos rápida. Hay
también sustancias anhidras que ofrecen esta propiedad; tal
es lo que se observa, por ejemplo, en la obsidiana ó vidrio
de volcanes, mineral que por la acción del soplete se funde
al principio en una escoria ó vidrio ampolloso aumentando
considerablemente de voliímen, y después en un esmalte
verdoso ó mas ó menos blanco.
PÉRDIDA DE COLOR Y DE TRASPARENCIA.
— Hay varias especies minerales que expuestas á la acción
del calor pierden por completo su color, si le tienen ; otras
no tan solo se decoloran, sino que además se trasforman de
trasparentes en opacas; como ejemplo de las primeras pue-
den citarse los óxidos de hierro y algunas piedras preciosas;
en el segundo caso se halla el espato de Islandia, variedad
de caliza que siendo esencialmente diáfana, se convierte en
opaca por la acción del calor ; la esmeralda no solo pierde
su trasparencia, sino el color mas ó menos verde ó amari-
llento verdoso que presenta en la mayor parte de los ejem-
plares.
APARATOS Y ÚTILES NECESARIOS TANTO PARA
LA VIA HÚMEDA Ó ACCION DE LOS LÍQUIDOS,
COMO PARA LA VIA SECA Ó ACCION DEL
CALOR.
Además del soplete, sustentáculos ó apoyos, bujía de cera
ó de esperma, lámpara de aceite ó de alcohol, son necesa-
rios, entre otros útiles ó aparatos, los siguientes: un yunque
y martillo de acero; un pequeño mortero de ágata, una aguja
magnética, un electroscopo de Haiiy; una buena lente y un
microscopio, pinzas de acero para coger y poder manejar
con facilidad los fragmentos de los cuerpos que se han de
ensayar ; varios tubos de vidrio refractario de doce á quince
centímetros de largo y uno de ancho, siendo unos abiertos
por ambos lados y con dos ramas verticales y una horizon-
tal, y otros abiertos por uno de sus extremos y cerrados por
el otro; cápsulas de vidrio y de porcelana; vidrios de reloj;
copas de vidrio ó de cristal; pequeñas láminas de cobre, de
zinc y de hierro; cucharilla de platino; espátula de hierro y
otros utensilios menos importantes.
REACTIVOS MAS GENERALMENTE EMPLEADOS
EN LA VIA HÚMEDA
Acido nítrico.
— hidroclórico.
— sulfúrico.
Tomo ÍX
42
mineralogía
Acido cloro-nítrico o agua regia.
— oxálico.
Potasa cáustica.
Amoníaco.
Agua de cal.
— de barita.
Sulfato ferroso.
Sulfhidrato amónico.
Cianuro ferroso potásico.
Cianuro férrico-potásico.
Sulfo-cianuro po;
Silicato potásico.
Oxalato amónico.
— potási
Nitrato bárico
— cobáltico,
Cloruro cálcico.
— amónii
— bárico.
— platínico,
mato potásico,
tato plúmbico.
onato potásico.
— amónico.
Agua destilada.
hoL
ura de agal
lucion de sal común,
apel de tornasol.
— de cúrcuma
IVOS PARA
Borato de sosa fundido,
rbonato de sosa,
sfato sódico amónico
Cianuro potásico.
Nitrato de potasa.
Oxido de cobre.
Bisilicato de potasa.
Limaduras de cobre.
— de zim
Fluorina pulverizada.
ANÁLISIS CUALITATIVA Ó ENSAYO DE LOS
MINERALES
Explicados con el detenimiento posible los diferentes me
dios y procedimientos que se emplean tanto en la acción de
los líquidos o vía húmeda, como en la acción del calor ó vía
seca, quedan por indicar, aunque no sea mas que ligeramen-
te, los diversos caminos y medios que se siguen en minera-
ogia para averiguar los principios ó cuerpos electro-negativos
y positivos mas importantes y comunes, que entraben la
constitución de las sustancias mineralógicas conocidas.
Los ensayos necesarios para reconocer los principios indi-
cados, ya se hallen estos en libertad, ya estén combinados
formando cuerpos binarios, ternarios ó cuaternarios nueden
reducirse á los siguientes: * v
1. * A calentar el cuerpo aislado en un tubo cerrado ñor
los dos extremos o abierto por el superior, y estudiar las sus-
tancias o materias volátiles que resulten de su combustión
2. ° A calentar en el mismo tubo abierto ó cerrado
cuerpo mezclado con polvos de carbón, ó bien tratarle
un
uno de los ácidos
por
enérgicos que se han enumerado, cuyo
ácido se emplea aislado en ciertos casos, y en otros auxiliado
de limaduras de cobre ó de manganeso del comercio ó sea el
bióxido de manganeso de los químicos.
3.0 A fundir el mineral con el carbonato de sosa para
obtener de este modo una sal de naturaleza alcalina y solu-
ble, determinando en este caso su ácido por diferentes pro-
cedimientos.
4.0 A fundir el mineral por medio del fosfato sódico-
amónico.
DETERMINACION DE LOS PRINCIPIOS Ó
CUERPOS ELECTRO-NEGATIVOS
HIDRATOS, — Calentados en un tubo cerrado despren-
mas ó menos cantidad de agua, la cual se condensa en
rma de gotas en la parte superior y fria del tubo. Puede
erminarse si esta agua es ácida ó alcalina sin mas que
tratarla por el papel de tornasol ó de cúrcuma; si tiene pro-
piedades acidas enrojecerá el papel de tornasol, mientras que
si es básica ó alcalina tendrá la cualidad de enrojecer al de
cúrcuma.
Azufre y SULFUROS.— Calentados sobre el carbón
tienen la propiedad de exhalar ácido sulfuroso ó gas de las
pajuelas, llamado así por el olor característico de que está
dotado; los sulfuros de mercurio y de arsénico ofrecen la
particularidad de volatilizarse por la acción del calor sin des-
componerse en sus factores. Fundidos todos los sulfuros me-
diante la sosa, dan origen á una materia cáustica, la que,
colocada en contacto de agua ligeramente acidulada, exhala
olor de huevos podridos á causa del ácido hidrosulfúrico que
se forma. Cm • ■ -'
SULFATOS. — Calentados en el tubo cerrado suelen
desprender vapores de ácido sulfuroso: mezclados con el
carbón y la sosa y expuestos á la acción del soplete, tienen
>ropiedad de fundirse, y si se trata la sustancia fundida
r agua acidulada se desprende también el olor de huevos
podridos ó de hidrógeno sulfurado.
SELENIO Y SELENIUROS.— Calentados en un tubo
cerrado desprenden el selenio, el cual se condensa en la
parte superior en forma de un polvo rojo; si, por el contra-
rio, se hace el experimento en el tubo abierto y se colocan
sobre el carbón, originan la formación de vapores de ácido
selenioso, caracterizado por el olor de rábano ó de berza po-
drida que exhalan.
TELURO Y TELURUROS.— Calentado el teluro en
el tubo cerrado produce un sublimado de color gris; en el
tubo abierto da origen á vapores de color blanco, los cuales
se adhieren á las paredes del tubo, se funden en estas y for-
man gotas mas ó menos trasparentes si se las somete á la
acción del calor, no dejando residuo alguno después de la
operación: los telururos presentan los mismos caracteres,
diferenciándose, no obstante, en que dejan siempre un resi-
duo mas ó menos abundante, según las especies.
Arsénico Ó ARSENIUROS. — Se reconoce desde
luego el arsénico por los caractéres siguientes: presenta
brillo metálico y color gris de acero en la fractura reciente;
calentado sobre el carbón exhala humos blancos de olor
aliáceo, carácter que se obtiene también en el tubo abierto,
depositando al propio tiempo en las paredes del tubo cris-
tales blancos de ácido arsenioso, los que desaparecen al fin
de la operación; tratado el arsénico en el tubo cerrado se
volatiliza por completo, y se deposita después en forma de
cristales de aspecto metálico. Los arseniuros ofrecen también
lustre metálico; colocados en el tubo abierto desprenden
olor aliáceo y dejan un residuo mas ó menos abundante al
final de la operación.
MINERALOGÍA
43
ACIDO ARSENIOSO, ARSENITOS Y ARSENIA-
TOS. — Colocado el primero de estos compuestos sobre el
carbón se volatiliza por completo con desprendimiento de
vapores arsenicales; en el tubo cerrado se volatiliza también,
pero se deposita después por enfriamiento en forma de
cristales aciculares ó bacilares; los arsenitos producen sobre
el carbón los mismos fenómenos que el ácido arsenioso,
pero en el tubo cerrado tienen la particularidad de subli-
marse dejando un residuo; los arseniatos no se subliman en
el tubo cerrado, y colocados sobre el carbón determinan la
formación de ácido arsenioso y olor aliáceo.
ANTIMONIO Y ANTIMONIUROS.— Calentados estos
cuerpos en el tubo abierto por los dos extremos, tienen la
propiedad de desprender vapores blancos é inodoros, que se
condensan y se adhieren á las paredes del tubo; estos vapo-
res pueden cambiar de sitio y hasta desaparecer por com-
pleto, sin mas que calentarlos á medida que se vayan fijando
en diferentes puntos.
Nitratos. — Cuerpos solubles en el agua; tienen la
propiedad de deflagrar echados sobre las ascuas, activando
la combustión; si los nitratos se mezclan con limaduras de
cobre ó de hierro, y se trata la mezcla por medio del ácido
sulfúrico, se desprenden vapores rojos ó rutilantes.
FOSFATOS. — Si se funden con el ácido bórico producen
un glóbulo de aspecto vitreo, que tiene la particularidad,
cuando se le funde de nuevo, de atacar á un alambre del-
gado de hierro. Los fosfatos son solubles en los ácidos, y si
se trata la disolución ácida por el molibdato amónico, se
produce un precipitado amarillo; si álos fosfatos se les trata
por el nitrato de mercurio, ó por los de plomo y zinc, se for-
mará un precipitado blanco. Por lo general, los fosfatos que
existen en la naturaleza se hallan unidos con los arseniatos,
los que enmascaran casi siempre las reacciones indicadas;
para diferenciar desde luego las dos sales, basta tratarlas por
el nitrato de plomo, recoger el precipitado y calentarle sobre
el carbón al fuego de reducción ; en este caso, el arseniato
da origen por su descomposición á los vapores aliáceos ó de
olor de ajos, y á un boton metálico de plomo, mientras que
el fosfato produce una perla que es susceptible de crista-
lizar.
Si se reduce el mineral á polvo y se le trata después por
el ácido nítrico pueden reconocerse los cuerpos siguientes:
Carbón ATOS. — Se distinguen desde luego por la
efervescencia mas ó menos intensa que resulta, despren-
diéndose al propio tiempo un gas incoloro é inodoro, ó sea
el ácido carbónico; algunos de ellos producen la efervescen-
cia á la temperatura ordinaria; pero para obtenerla en otros,
es preciso calentarlos algún tanto.
BORATOS.— Mediante una temperatura elevada se di-
suelven en el ácido nítrico y dejan un residuo de aspecto
jabonoso ; si el residuo se trata por el alcohol y se quema
este, arde con una llama de color verde característica debida
á los boratos. Tratado desde luego el ácido bórico por el al-
cohol ofrece este mismo carácter.
SILICATOS (algunos). — Tratados por el ácido silícico
tienen la propiedad de depositar la sílice bajo la forma de
una nube gelatinosa; sin embargo, la generalidad de estos
compuestos se distinguen, porque tratados por la sosa pro-
ducen una sustancia ó materia soluble, en la que se preci-
pita la sílice mediante evaporación, si se la somete á la ac-
ción del ácido hidroclórico.
Si se trata el mineral, á temperaturas mas ó menos eleva-
das, por el ácido sulfúrico, se reconocen entre otros com-
puestos los siguientes:
CLORUROS. — Si se mezclan con el bióxido de manga-
neso y se atacan con el ácido sulfúrico desprenden cloro,
que se distingue por su olor y color especial; por el contra-
rio, dan hidroclórico si se les somete á la acción del ácido
sulfúrico. Si se tratan los cloruros por el fosfato sódico amó-
nico, que se haya antes fundido con el óxido cúprico, pro-
ducen alrededor de la perla fundida una aureola azul-purpú-
rea, debida á la volatilización del cloruro cúprico que se
forma.
BROMUROS. — Mezclados con el bióxido de manganeso
y tratados por el ácido sulfúrico, desprenden vapores rojizos
de olor muy desagradable
IODUROS. — Producen, si se les mezcla con el peróxido
de manganeso y se les somete á la acción del ácido sulfúrico,
vapores de un hermoso color violado.
FLUORUROS. — Por medio del ácido sulfúrico y á tem-
peratura elevada, desprenden un gas ácido incoloro que
tiene la particularidad de corroer el vidrio, dando por resul-
tado inmediato la opacidad ó deslustre de esta sustancia.
PRINCIPIOS Ó CUERPOS ELECTROPOSITIVOS
POTASA. — La generalidad de las sales que forma esta
base al unirse con los ácidos son solubles en el agua; si se
trata la disolución por el cloruro platínico se obtiene un pre-
cipitado amarillo de canario, que no es otra cosa sino el clo-
ruro doble de platino y de potasio; por medio del ácido
tártrico se forma un polvo ó precipitado blanco y cristalino,
que no es mas que el bitartrato potásico; finalmente el ácido
nitro-pícrico precipita en amarillo á las sales de potasa. Si se
calientan sobre el carbón los minerales de potasa, depositan
sobre este apoyo un residuo fijo é insoluble; expuestos á la
llama exterior del soplete la comunican un color morado,
siempre que no lleven los minerales ni sosa ni litina.
SOSA. — Los caractéresde las sales de sosa puede decirse
que son casi todos negativos comparados con los de potasa;
así que averiguado que una sal contiene esencialmente una
base alcalina, se dirá que es de sosa siempre que no produzca
ninguno de los caractéres indicados por los reactivos de po-
tasa; los reactivos mas importantes de las sales de sosa son
el bi antimoniato de potasa y el peryodato de potasa, que
producen un precipitado blanco. Calentados los compuestos
ó minerales de sosa sobre el carbón dan lugar á un residuo,
por lo general, fusible al soplete, comunicando á la llama
de este un color amarillento.
LiTlNA. — Una disolución bastante concentrada de estas
sales tiene la propiedad de precipitar por el carbonato só-
dico. Si se calientan las sales de litina á la llama del soplete,
comunican á esta un color rojo intenso.
AMONIACO. — Los compuestos en que entra el amo-
niaco son todos solubles en el agua, dando sus disoluciones
un precipitado amarillo por medio del cloruro platínico, ó
sea formación del cloruro platínico amónico. Diluyendo
algún tanto los minerales de amoniaco con un poco de po-
tasa, de sosa ó de cal, ó bien calentados con estas mismas
bases, desprenden amoniaco, fácil de reconocer por su olor
picante y urinoso.
Bario, estroncio y CALCIO.— Todos los hidra-
tos y sul furos de estos cuerpos tienen la propiedad de ser
solubles en el agua; pero son insolubles en la misma agua
los sulfatos, fosfatos y carbonatos de sus bases; de donde se
deduce que los indicados sulfatos, fosfatos y carbonatos so-
lubles formados por otras bases precipitarán las sales neutras
de bario, estroncio y calcio.
Barita. — Las sales solubles de este óxido, como son
el cloruro y nitrato bárico, producen por medio del ácido
sulfúrico un precipitado (sulfato de barita), cuyo precipitado
es insoluble en todos los ácidos y bases: por medio del ero-
44
MINERALOGÍA
mato potásico se forma un cromato de barita de color ama-
rillo y soluble en los ácidos. Calentados los minerales de
barita con el hilo de platino á la llama del soplete, comunican
á esta un color amarillo rojizo.
ESTRONCIANA. — Si se tratan las sales solubles de es-
tronciana por medio del ácido sulfúrico ó un sulfato soluble,
producen los mismos caracteres que las de bario, diferen-
ciándose, no obstante, en que las de este último cuerpo tie-
nen la propiedad de precipitar por el ácido hidroclórico,
circunstancia que no se observa en las de estroncio. Puestos
los minerales de este cuerpo en el hilo de platino, y someti-
dos á la llama intensa del soplete, la dan un color rojo púr-
pura característico. Los carbonatos de plomo (cerusa ó alba-
yalde natural), el de barita (espato pesado aéreo ó witherita)
y el de estronciana (estroncianita), se confunden fácilmente
por sus caractéres exteriores, pero se diferencian fácilmente
teniendo en cuenta las circunstancias siguientes : la disolución
nítrica de estos tres carbonatos produce un precipitado blanco
cuando se tratan por el ácido sulfúrico <5 por un sulfato so-
luble; el obtenido del plomo se ennegrece en contacto del
hidrógeno sulfurado; el de barita no adquiere este carácter
por el tratamiento con este último reactivo, y se forma siem-
pre el precipitado blanco por medio del ácido sulfúrico, aun
cuando la disolución se la diluya mucho en el agua; el pre-
cipitado de la estronciana tampoco se ennegrece en contacto
del hidrógeno sulfurado, y para que se forme precipitado
blanco por medio del ácido sulfúrico es preciso que la diso-
lución esté algo concentrada. Pueden también distinguirse
estos tres carbonatos atendiendo á la diversa presión que
ejercerán sobre la mano, siendo mayor la del carbonato de
plomo que la del de barita, y la de esta mayor que la de es-
tronciana, supuesto que el peso específico del primero es
de 6,4, el del segundo 4.3 y el del tercero 3,8.
GAL. — Las sales solubles de esta base ó sus disoluciones
nítricas precipitan en blanco mediante el ácido oxálico ó el
oxalato amónico, cuyo precipitado es insoluble en los ácidos
débiles, tales como el acético y el láctico, y soluble en los
enérgicos como el sulfúrico é hidroclórico. Los compuestos
ó minerales de calcio tienen la propiedad de comunicar á la
llama del soplete un color rojo anaranjado mas ó menos in-
tenso. Ciertas variedades de caliza compacta ó sea de carbo-
nato de cal se suelen confundir por su aspecto con las mis-
mas variedades de la cerusa, witherita y estroncianita, pero
se distinguen desde luego por el menor peso específico que
tienen las pertenecientes á la caliza, puesto que se halla re-
presentada por 2,7.
Alumina.— Las sales solubles de esta base dan un pre-
cipitado blanco por medio del amoniaco, insoluble ó muy
poco soluble en un exceso de reactivo. Expuesta al soplete
la alumina ó sesquióxido de alumina libre, ó bien mezclado
con nitrato cobáltico, produce un hermoso color azul.
Magnesia. — Se distingue esta base y sus sales en que
tratadas por el fosfato de sosa y amoniaco originan un pre-
cipitado blanco, que no es otra cosa sino el fosfato sódico-
amónico; este precipitado es insoluble en el agua amoniacal
ó en un exceso del reactivo indicado anteriormente. Hume-
decidos préviamente los minerales de magnesia con el nitrato
de cobalto y sometidos á la acción del soplete, comunican á
la llama de este un color de rosa claro.
OXIDO de zinc. — Las sales solubles de zinc dan un
precipitado blanco (óxido de zinc) cuando se las trata por
los álcalis, especialmente el amoniaco, cuyo precipitado tiene
la propiedad de disolverse en un exceso de reactivo. Calen-
tados sobre el carbón los minerales de zinc y mezclados con
el carbonato de sosa, depositan una materia amarillenta, que
toma color blanco por enfriamiento, y que adquiere un color
verde claro si se calienta de nuevo con el nitrato de co-
balto.
OXIDOS DE HIERRO. — Las sales formadas por el
óxido ferroso producen un precipitado azul de Prusia por
medio del cianuro férrico-potásico; las constituidas por el
óxido férrico dan este mismo precipitado por el cianuro fer-
roso-potásico; tratadas las ferrosas por la tintura de agallas
no producen precipitado negro azulado, sino después de es-
tar expuestas por algún tiempo á la acción del aire; las férri-
cas producen inmediatamente este precipitado. Expuestos
los minerales de hierro, mezclados con el bórax, al fuego de
reducción, dan un vidrio de color verde de botella, mientras
que le producen pardo amarillento, si se someten al fuego
de oxidación. Por lo general los compuestos ó las sales fer-
rosas proporcionan el glóbulo ó vidrio verde, y las férricas
suministran el amarillo.
OXIDO DE manganeso. — Las disoluciones de las
sales formadas por esta base son ó bien incoloras ó de un
color rosa claro; tratadas por el sulfuro amónico dan un pre-
cipitado de color rojo de carne, ó sea el sulfuro de manga-
neso, soluble en el ácido acético. Mezclados los óxidos de
manganeso con el borato sódico, producen un vidrio de co-
lor morado mediante el fuego de oxidación, é incoloro al de
reducción.
OXIDO DE CROMO. CROMATOS. — Sometidos los
cromatos á la acción del nitrato de plomo producen un preci-
pitado amarillo, siendo este rojo por medio de los nitratos de
plata ó de mercurio. Tratado el óxido de cromo por el fuego
de reducción, con intermedio de la sosa, da origen á una
materia fundida de color verde claro, que se trasforma en
amarillo mediante el fuego de reducción.
Bismuto. — Los cuerpos formados por este metal se
disuelven con facilidad en el ácido nítrico; si á la disolución
obtenida se agrega una pequeña cantidad de agua, se pro-
duce un precipitado blanco, que no es otra cosa sinoelsub-
nitrato de bismuto. Calentados los minerales de bismuto
sobre el carbón y mezclados con el carbonato de sosa, pro-
ducen un glóbulo metálico y una costra amarillenta mediante
el fuego de reducción; este carácter es muy bueno para dis-
tinguir el bismuto del antimonio ó del teluro.
Níquel. — Las disoluciones que se obtienen de los
compuestos en que entra este metal, son, por lo común, de
color verde y producen por medio del amoniaco un precipi-
tado también verdoso, que no es mas que un hidrato de óxi-
do de níquel; este precipitado ofrece la particularidad de ser
soluble en un exceso de amoniaco. Calentados al fuego de
oxidación los minerales de níquel, producen una coloración
amarilla de un ligero tinte violado; si a la perla ó glóbulo que
resulta por el tratamiento con el soplete, se agrega una pe-
queña cantidad de nitrato de potasa, y de nuevo se calienta
el todo, se obtiene un color rojo de púrpura.
Estaño. — Los compuestos de este metal son insolubles
en los ácidos, pero se convierten en solubles en el ácido
hidroclórico si se les funde préviamente con el doble carbo-
nato de potasa y sosa; si á la disolución clorhídrica se la trata
por el cloruro áurico resulta un precipitado de color rojo
púrpura, denominado púrpura de Casio. Calentados los mi-
nerales de estaño sobre el carbón y mezclados con el cianu-
ro potásico y el carbonato de sosa, producen un boton me-
tálico blanco, duro y maleable.
COBALTO. — Las sales muy diluidas de este metal ofre-
cen un color rosáceo, mientras que las concentradas presen-
tan un color azul intenso. Calentados al soplete los minera-
les de cobalto tienen la particularidad de comunicar al vidrio
del bórax un color azul intenso.
Cobre. — Los compuestos solubles de este cuerpo pro-
MINERALOGÍA
45
ducen por medio del amoniaco un precipitado verde al prin-
cipio, que se disuelve en un exceso de reactivo, tomando la
disolución un color azul celeste característico; las sales solu-
bles de cobre dan, tratadas por el ferrocianuro potásico, un
precipitado de color rojo castaña ó de cobre. Calentados al
soplete los minerales de este metal, presentan la propiedad
de comunicar al vidrio del bórax un color verde, si se em-
plea el fuego de oxidación, mientras que el color es gris ro-
jizo si se hace uso del de reducción.
PLOMO. — Disueltos los minerales de este metal dan un
precipitado blanco por la acción del ácido sulfúrico, cuyo
precipitado, como se ha indicado al hablar del bario y del
estroncio, se ennegrece mediante el hidrógeno sulfurado; si
en una disolución nítrica de plomo se introduce una lámina
de zinc, se precipita sobre esta el plomo bajo la forma de
laminillas de color gris oscuro. Fundidos los compuestos de
este metal sobre el carbón con el intermedio del carbonato
sódico, y empleando el fuego de reducción, se obtiene un
boton metálico blando y maleable.
Plata. — Disueltos los minerales de plata en el ácido
nítrico y tratada la disolución por el ácido hidroclórico,
cloruro de sodio ú otro cloruro soluble, se produce un pre-
cipitado blanco análogo á la leche cortada. Si se expone
este precipitado á la acción de la luz solar, toma al principio
un color gris violáceo, pasando después al negro; si el preci-
pitado referido se trata por el amoniaco, se disuelve por
completo, quedando la disolución incolora. Mezclados los
minerales de plata con carbonato de sosa y puestos sobre el
carbón, tienen la propiedad de fundirse á la llama de reduc-
ción, produciendo un boton de plata blanco, dúctil y ma-
leable.
MERCURIO. — Se distingue desde luego el mercurio
libre de todos los demás metales, porque es el único que se
presenta líquido á la temperatura y presión ordinaria, siendo
su lustre metálico y su color blanco parecido al del esta-
ño. Calentados los compuestos en que entra el mercurio y
mezclados con el carbonato sódico, dan glóbulos metálicos
de mercurio.
ORO. — El oro nativo se caracteriza desde luego por su
color amarillo especial, siendo al propio tiempo uno de los
metales mas dúctiles, maleables y blandos que se conocen.
Los minerales de oro se disuelven en el agua régia, siendo
completa la obtenida del oro puro, mientras que queda un
residuo blanco de cloruro de plata en el oro argéntico, cuyo
residuo, como se ha dicho, se disuelve por medio del amo-
niaco; si la disolución régia del oro se la trata por el cloruro
de estaño, se forma un precipitado rojo púrpura, que no es
otra cosa sino la púrpura de Casio; si la misma disolución se
la somete á la acción del sulfato ferroso, se obtiene un pre-
cipitado pardo rojizo, que cuando se le frota presenta el
lustre y el color del oro.
PLATINO. — Metal de color gris de acero, duro, dúctil y
maleable al propio tiempo que infusible al soplete ordinario;
insoluble en los ácidos nítrico, hidroclórico y sulfúrico, pero
sí lo es en el agua régia ó sea en el ácido cloro-nítrico; si
esta disolución se la trata por el cloruro potásico ó potasa
cáustica, da un precipitado amarillo de canario.
Pal ADIO. — Metal que del mismo modo que el platino
es dúctil, maleable é infusible, siendo su color el gris de
acero ó el blanco de plata; soluble en el ácido nítrico, pero
mas fácilmente en el agua régia cuya disolución no produce
precipitado amarillo por el cloruro potásico, potasa ó carbo-
nato potásico.
IRIDIO. — En realidad este cuerpo solo se halla aleado
con el platino y el osmio, constituyendo en el primer caso la
especie mineralógica denominada, aunque impropiamente,
iridio nativo, y en el segundo la llamada iridosmina. El iridio
cuando está aleado con el platino es insoluble en todos los
ácidos, menos en el agua régia, cuyas disoluciones ofrecen
colores amarillos, rojos, verdes, azules, etc., parecidos á los
del arco iris, de donde precisamente toma el nombre de
iridio.
CARACTERES GEOLÓGICOS
Al hablar de los caractéres hemos indicado que, además
de los físicos y químicos, admiten algunos mineralogistas, y
entre ellos Beudant, los llamados geológicos , que si bien es
verdad no son propios é inherentes á los cuerpos mismos,
sirven de gran recurso al mineralogista para llegar á distin-
guir varias especies. Por medio de estos caractéres se llega á
saber la posición y yacimiento que los minerales tienen en
la corteza terrestre, sus diversas asociaciones ó compañías
así como las causas mas ó menos probables de su origen. El
estudio de estas propiedades origina una rama importantísi-
ma de la Mineralogía, que llamaremos, siguiendo la opinión
de varios autores, Geognosia, y mejor Mineralogía geognós-
tica, ciencia que es preciso no confundir con la Geología.
En efecto, la Geología analiza la corteza terrestre en su con-
junto, en su estructura; estudia la posición respectiva de las
grandes masas que constituyen nuestro globo, así como
también las causas mas ó menos probables de su origen. Por
el contrario, la Mineralogía geognóstica es mas limitada,
mas concreta, porque solo estudia el sitio en que se hallan
los minerales, su diversa posición y asociaciones. La Geolo-
gía estudia los terrenos y las distintas capas que los consti-
tuyen, indicando muy someramente las especies minerales
que se encuentran en cada uno de ellos. La Mineralogía
geognóstica examina estas especies, limitándose únicamente
á estudiar la época á que pertenecen y su primera aparición
en la corteza terrestre. En resúmen, la Geología tiene por
objeto el estudio de los terrenos, de las capas y de las rocas,
mientras que la Mineralogía geognóstica prescinde de exami-
nar los minerales cuando se hallan reunidos en masas para
formar los terrenos, capas, etc , y se hace únicamente cargo
de cada una de las especies aisladas ó independientes que se
hallan en estos; la primera analiza el lecho, la segunda los
séres que en él se encuentran.
Deslindados de este modo los límites déla llamada Mine-
ralogía geognóstica, veamos cuáles son las condiciones mas
importantes que origina el estudio de las sustancias minera-
lógicas examinadas bajo el punto de vista geognóstico. Estas
consideraciones, como se ha dicho en el cuadro analítico de
caractéres, pueden reducirse á las tres siguientes: i.a posición
de los minerales en la corteza terrestre; 2.* asociaciones y
compañías; 3.a causas de su formación.
Por medio de la primera consideración se sabe hoy, que
ciertas especies minerales se hallan única y exclusivamente
en los terrenos que los geólogos denominan hidrotermales ó
cristalinos; que otras se encuentran solo en los llamados
neptúnicos ó de sedimento, ya sean antiguos ó modernos;
algunas en los designados con el nombre de volcánicos; y
finalmente, que existen varias que pertenecen indiferente-
mente á unos y otros terrenos; asi, por ejemplo, la generali-
dad de las piedras finas, como los topacios, granates, esme-
raldas, berilos, zircones y jacintos se hallan casi siempre ó
tienen por gangas rocas graníticas, correspondiendo, por lo
tanto, su yacimiento á los terrenos de cristalización; en estos
mismos terrenos, se encuentra el feldespato ortosa formando
una parte esencial de los granitos comunes, de la pegmatita,
protogina, gneis, leptinita, etc., pudiendo considerarse áesta
especie mineralógica y al cuarzo como los dos cuerpos de
mineralogía
46
mayor importancia en la constitución de !* corteza terrestre.
Los jaspes, mármoles estatuarios y coates, el cinabrio,
serpentina, calaminas y otros muchos se -.aiJan de preferen-
cia en los terrenos primarios ó paleozoicos, ios cuales corres-
ponden a la sene neptúnica. El carbón fe piedra y |a antra.
cita pertenecen a los terrenos carbonífero,. £1 cuarzo crista-
lizado o cristal de roca, de espato de Isiandia, la mayor
parte de los compuestos de hierro y otros muchos minerales
se hallan indistintamente en los terrenos ianeos ó de sedi-
mentó.
La asociación y las compañías de las especies minerales
entre si, suele en ciertos casos suministrar datos preciosos
!i ?g‘!!a.Para ’legar á reC0n0Cfc- fuellas. Así, por
ejemplo, el oro casi siempre va asociado a! teluro; el platino
esta frecuentemente aíeado con ei iridio Ja galena se halla
unida á la blenda que tienen por ganga !a baritina ó el espa-
o 1 aor, a p ata rara vez se presenta ptira, puesto que, por
lo común, contiene algo de antimonio, de arsénico y de oro
y en a gunos casos llasta mercurio; el azufre, por lo general,
se encuentra asociado con el yeso; la sal común con el mis-
mo yeso y las arcillas; el aragonito con ciertas especies de
hierro; y otros muchos ejemplos que podrían enumerarse, y
que nos indican de un modo irrecusable la tendencia y
elección que tienen á unirse las especies entre sí. A su vez
las sustancias mineralógicas se unen ó tienen también ten-
dencia a asociarse con rocas de diversa naturaleza; así, por
ejemplo, los granates, como se ha indicado, tienen por gan-
ga rocas graníticas d pizarrosas; los topacios se encuentran
de preferencia en las pegmatitas <5 en pizarras cloríticas; los
zircones en los granitos, especialmente en !a sienita; el azu-
fre casi siempre va unido á rocas arcillosas d margosas; los
pedernales están unidos á la creta; el dlivino á los basaltos;
el asbesto, amianto y dialaga van asociados i las rocas ser-
pentimcas; el acido bórico á ios compuestos de arsénico, etc.
El examen del origen o de las causas mas d menos proba-
bles que han intervenido en la formación de los cuerpos, no
.ene un grande interés para el mineralogista, porque en
realidad no proporciona medios de ningún género para de-
minar y diferenciar las especies. Es verdad que estudian-
do el origen, se sabe si las sustancias mineraldgicas se han
ormado mediante la fusión, la disolución en los líquidos ó
por puro sedimento mecánico; pero como estas considera-
ciones y algunas otras que tienen relación con ellas, se refie-
ren mas bien a las rocas d sea los minerales en masa que á
las especies aisladas, prescindiremos de entrar en grandes
deta es acerca de esta cuestión tan interesante, puesto que
ñerafogia° C°rreSP°nde maS bien á ,a Geol°g¡a que á la Mi-
Para hacernos cargo por completo de los caractéres geo-
ogicos conviene que digamos cuatro palabras respecto de
0 que. deb® entenderse por minerales geogndsticos esencia*
™ ’ i"6™ 65 dlsemmados- conglomerados, filones, venas,
rocas, formaciones y terrenos, terminando con una clasifica-
cion aunque sucinta, de estos Ultimos, pero de absoluta ne-
cesidad para llegar a comprender por medio de ella una de
las partes mas esenciales de la Mineralogía descriptiva, cual
es: el yacimiento o criadero que ofrecen las especies minera-
les en la corteza terrestre. 1
Minerales geognósticos esenciales —
Se designa con este nombre á todas las especies minerales
ya se presenten cristalizadas d amorfas, que entran en lafor-
“at'°n. de ’aS r°Cas ¡“Poetes, comunes y de mayores
aplicaciones en la industria, artes, etc.; de esta definición se
deduce la importancia que tienen ciertos elementos minera-
lógicos y la poca de otros, por cuanto estos Ultimos consti-
tu>en una pequeñísima porción de la corteza terrestre
Según Cordier, la corteza terrestre está formada en ioo
partes de los cuerpos siguientes:
Feldespato. . . . •
Cuarzo
Mica
Talco
Carbones de cal y de cal y magnesia.
Peridoto, dialaga, piroxeno, anfibol. .
Arcillas
Y los demás minerales
48
35
8
5
1
1
1
1
100
De donde también se deduce que la sílice es el mineral
mas esencial de todos, porque si se exceptúan los carbonatos
de cal y de magnesia y los demás minerales como son los
compuestos de hierro y otros menos importantes, en todos
los demás entra la sílice como elemento constituyente. Los
minerales de sílice mas principales y que forman parte de
rocas cristalinas metamórficas, etc., son los siguientes: feldes-
pato ortosa, feldespato albita y feldespato labradorita: el cuar-
zo, la mica, talco, serpentina, anfibol, piroxeno, dialaga y algún
otro: unidas entre sí estas especies constituyen rocas importan-
tes; tales son entre otras el granito ó piedra berroqueña, for-
mada de cuarzo, feldespato ortosa y mica; la sienita, constitui-
da casi siempre por el mismo feldespato, cuarzo y anfibol; la
protogina también por la ortosa, cuarzo y talco; el gneis forma-
do por el feldespato ortosa y la mica; las pizarras por el cuarzo
y la mica; la anfibolita por el anfibol negro y el feldespato
labradorita; la diorita, constituida por el feldespato ortosa
y el anfibol negro; la cuarcita, formada esencialmente de
cuarzo, así como el petrosilex consta casi exclusivamente de
feldespato ortosa. Hay también minerales en que 'no entra
la sílice y que constituyen también rocas por sí solos, v. gr.,
los mármoles, calizas compactas, oolitas y pisolitas, cuyas
rocas están formadas de carbonato de cal; el yeso, el hierro
magnético, hierro oligisto y otras especies de este metal se
encuentran también en grandes masas en la corteza terrestre.
MINERALES DISEMINADOS.— Cuerpos cristaliza-
dos ó mas ó menos concrecionados, que no constituyen un
elemento ó parte esencial de las rocas en que se encuentran,
siendo considerados, por lo tanto, como simples accidentes
de estas; así, por ejemplo, el topacio se halla diseminado en
las rocas pegmatíticas, el zircon en la sienita, los granates en
las graníticas ó pizarrosas, el oro en las cuarzosas, la turma
lina en las referidas rocas graníticas ó en las metamórficas,
la pirita de hierro en las pizarras arcillosas, etc.
Minerales conglomerados.— Son masas de
diferente magnitud que se hallan, por lo general, en los ter-
renos neptúnicos ó de sedimento, alterando algún tanto su
estratificación ó sea la posición de sus capas. Estas masas,
cuyo origen guarda á veces relación con el de los filones, no
son mas que productos de la acción de las aguas que se pre-
sentan unas veces irregulares y otras mas ó menos redondea-
dos afectando la forma de riñones, geodas, etc. Los riñones,
como se dijo al hablar de las formas accidentales, se diferen-
cian de todas las demás concreciones en que se hallan dise-
minados y como engastados en rocas de estructura y aun
composición diversa; estos riñones pueden ser unos contem-
poráneos de la formación de la roca en que se encuentran,
y otros posteriores á la misma. Reciben el nombre de geo-
das, como también se ha indicado, si presentan una cavidad
en su centro tapizada de cristales de la misma sustancia ó
de otra diferente. La mayor parte de los riñones ó formas
concrecionadas son de ágata, y corresponden á la segunda
acción, ó sean aquellos que se han formado después de la
MINERALOGÍA
47
solidificación de la roca en que se hallan engastados. Esta
clase de conglomerados se encuentran, por lo general, dise-
minados en las rocas ígneas ó cristalinas.
FILONES. — Masas minerales deprimidas ó aplastadas,
cuya naturaleza, por lo común, es muy distinta del terreno
en que se encuentran enclavadas. Se diferencian los filones
de las capas que constituyen los terrenos de sedimento en
que las superficies de estas últimas son constantemente
paralelas entre sí, mientras que las de los filones, si las su-
ponemos prolongadas, se cortarán á distancias mas ó menos
considerables.
Venas. — Si las cavidades ó hendiduras que existen en
las rocas son pequeñas ú ofrecen poco diámetro, y se relle-
nan de sustancias minerales idénticas á las rocas que las
presentan ó de materias distintas, se constituyen las llamadas
venas; como ejemplo de las primeras, esto es, de venas forma-
das de la misma naturaleza que la de las rocas, puede citarse
los mármoles venosos ; y de las segundas el oro que se encuen-
tra diseminado en varios puntos en rocas cuarzosas y en
pizarras metamórficas; tal es entre otras la roca cuarzosa de
color rojizo y de estructura hojosa que se halla en el Brasil,
y á la que los naturales de esta nación denominan iaco-
tinga.
ROCAS. — Se designa con el nombre de roca, toda sus-
tancia mineralógica simple ó compuesta, cristalizada, com-
pacta ó incoherente, sólida ó líquida que se presenta en
grandes masas, y que puede considerarse como formando
una parte integral de la corteza terrestre. Atendiendo á su
composición se han dividido las rocas en dos grandes grupos,
que son: i.° simples, 2.0 compuestas; se llaman simples
cuando solo están constituidas de un elemento mineralógi-
co, v. gr., los mármoles, jaspes, cuarcita, yeso, etc: com-
puestas, las que constan de dos ó mas elementos mineraló-
gicos, como la piedra berroqueña, formada de ortosa, cuarzo
y mica; la sienita, que se halla compuesta del mismo cuarzo
ortosa y anfíbol, etc. Las rocas simples no se dividen ; las
compuestas pueden presentar sus elementos manifiestos ü
ocultos, por lo que se subdividen en dos secciones que son:
Ja ?ie rogé ñas y adelogenas , á las que se agrega otra sección
que es la de las rocas mixtas ; se llama fanerogenas á las
que tienen sus elementos aparentes á la simple vista; tales lo
que se observa en el granito común, protogina, sienita, etc.;
adelogenas, cuando los elementos no se ven y no se pueden
reconocer sino con el auxilio de una buena lente ó por me-
dio del análisis mecánico ó químico, v. gr., los basaltos, anfi-
bolita y otras varias; mixtas, á las que participan de los ca-
ractéres de las dos anteriores, esto es, que ofrecen una parte
adelogena, sobre la que se destacan cristales fáciles de apre-
ciar y mediante los que se viene en conocimiento de la natu-
raleza y composición de la roca según se observa en los pór-
fidos. Estos cristales diseminados sirven también para llegar
á determinar las rocas adelogenas.
Según la opinión de la mayoría de los geólogos, las rocas
ó masas minerales deben su origen á cuatro causas ó accio-
nes principales; tales son: i.a causas hidrotermales; 2.a íg-
neas; 3.a acción del agua; 4.a acción orgánica vegetal ó
animal. Las rocas hidrotermales é ígneas (formadas las pri-
meras por la acción del fuego y del agua, y las segundas
solo por el primero de estos agentes), presentan una estruc-
tura granuda, cristalina, vitrea, porosa y térrea: no están dis-
puestas ó no constan de capas sobrepuestas ó estratificadas,
estando caracterizadas además, porque generalmente carecen
de restos fósiles animales ó vegetales; las rocas que hemos
denominado cristalinas ó graníticas en todas sus manifesta-
ciones y las porfídicas que comprenden los pórfidos, serpen-
tinas y anfibolita, son los tipos mas notables de rocas hidro-
termales; así como están incluidas en las ígneas las traquitas,
obsidiana, piedra pómez ó pumita y basaltos.
Las rocas que deben su origen á la acción de las aguas se
las designa con el nombre de neptúnicas ó de sedimento; se
distinguen de las anteriores por caractéres si se quiere diame-
tralmente opuestos; se presentan, por consiguiente, en capas
o estratos sobrepuestos y contienen casi siempre restos or-
gánicos vegetales ó animales. Las rocas neptúnicas se dividen
por los geólogos actuales en dos grupos: i.° rocas de sedi-
mento normales; 2.0 metamórficas: las primeras, se caracteri-
zan por ofrecer los dos caractéres generales que se han
enunciado, siendo los ejemplos mas notables de ellas la caliza
y la mayor parte de sus variedades, el sulfato de cal hidra-
tado ó sea el yeso, los compuestos de hierro, mejor dicho,
los óxidos de este metal, las arenas y las areniscas; las lla-
madas metamórficas presentan modificaciones y alteracio-
nes mas ó menos profundas y considerables, ya sea en toda
su masa ó solo en una parte de ella, ofreciendo además una
estructura particular, puesto que se parece á la de las rocas
cristalinas por el estado de agregación de sus elementos, y á
la de las neptúnicas por la disposición laminar ú hojosa de
sus componentes; el gneis, las pizarras particularmente di-
chas, las pizarras talcosas, micáceas, cloríticas, etc. , la caliza
sacaroidea ó mármoles de Carrara, las dolomías, el sulfato de
cal anhidro ó karstenita y la sal común, son los principales
tipos de esta clase de rocas ó sean de las metamórficas.
FORMACION. — Reunión de materiales que tienen ó
reconocen por origen la misma causa, sea la que quiera la
época en que aquella haya actuado; por esta razón se acos-
tumbra á decir en Geología formación ígnea ó plutónica
á todos los materiales producidos por la acción del fuego,
cuyos materiales se concibe desde luego que han podido ser
originados en épocas distintas; formación neptúnica, á los
materiales que deben su origen á la acción de las aguas; orgá-
nica, á aquellos otros formados por la acción de la vida vege-
tal ó animal, etc.
EPOCA GEOLÓGICA ó TERRENO. — Conjunto de
materiales diversos que han sido producidos durante un pe-
riodo geológico mas ó menos largo, ó bien, como quieren
algunos, el conjunto de formaciones minerales y fósiles
animales y vegetales originados en un mismo período geoló-
gico.™
No siendo pertinente á la ciencia mineralógica el estudio
de las rocas, formaciones y terrenos, no entraremos nos-
otros en consideraciones sobre una materia tan esencial,
cuyo estudio pertenece de hecho á la Geología; pero no
obstante, indicaremos, aunque muy brevemente, la clasifi-
cación de terrenos, admitida por la inmensa mayoría de los
geólogos actuales, y por medio de la cual llegaremos á
comprender con facilidad el yacimiento ó criadero de las
distintas especies minerales que se han de describir en esta
obra.
La tierra, ó el planeta que habitamos, ha ofrecido en su
historia física dos épocas ó períodos completamente diferen-
tes uno de otro: el primero se caracteriza desde luego por la
ausencia de la vida animal y vegetal; el segundo por la apa-
rición de estos séres orgánicos. Teniendo en cuenta esta cir-
cunstancia, pueden admitirse dos series distintas: i.a azoica
ó ígnea, cuya serie comprende todos los materiales formados
con anterioridad á la aparición de la vida vegetal y animal,
y habiendo sido producidos por causas hidrotermales ó íg-
neas; 2.a fosilífera ó de sedimento, que comprende á su vez
todos los materiales que se han formado posteriormente, y
cuyos materiales han sido producidos por causas diferentes,
siendo, no obstante, las mas notables la sedimentación y la
acción orgánica vegetal y animal.
4S
MINERALOGÍA
La primera serie, ó sea la az<5ica ó ígnea, se halla formada
por los terrenos denominados ígneos ó cristalinos y la segun-
da por los de sedimento ó neptúnicos. Los ígneos, que se
pueden subdividir en graníticos, porfídicos y basálticos, pre-
sentan, entre otros caractéres, los dos siguientes: i.°, no con-
tener restos fósiles; 2.0, los minerales ó rocas que los consti-
tuyen no están dispuestos en capas sobrepuestas unas á otras;
los terrenos ígneos se hallan ocupando las mayores profundi-
dades de la corteza terrestre, atravesando, sin embargo, toda
la serie de los terrenos neptúnicos, hasta llegar y elevarse á
mayores ó menores alturas de la superficie terrestre.
Los neptúnicos ó de sedimento se distinguen de los ante-
riores, porque en general ofrecen restos fósiles y por presen-
tarse en capas ó estratos. Para dividir la serie neptúnica en
diversos grupos ó terrenos, se atiende al carácter mineraló-
gico, estratigráfico y paleontológico: el primero consiste en
estudiar los minerales y rocas que forman parte de un ter-
reno; el estratigráfico en examinar la disposición que tie-
nen las capas ó estratos de un terreno dado; el estudio de
este carácter corresponde á la rama importante de la Geolo-
gía, que se conoce con el nombre de estratigrafía; por medio
del carácter estratigráfico se ha llegado á establecer el prin-
cipio fundamental siguiente: que cuando dos series de estra-
tos ó de capas se encuentran sobrepuestas, las mas inferiores
son las mas antiguas, á no ser que haya habido algún tras-
torno ó dislocación producido por causas interiores. Por
medio del carácter paleontológico se llega al conocimiento
de los fósiles animales y vegetales que se hallan depositados
en los distintos terrenos; este carácter es de sumo interés
para el geólogo, habiéndose establecido mediante su estudio
los dos principios fundamentales siguientes: r.° que en cada
terreno ó período geológico de sedimento existe una crea-
ción de especies de animales y de plantas distintas: 2.0 que
las especies son tanto mas modernas, cuanta mas analogía
y afinidad presentan con los séres que viven actualmente.
Fundados en estos caractéres y sobre todo en los dos últimos,
se han dividido los terrenos neptúnicos, á contar desde el
exterior al interior del modo siguiente: r.° terreno moderno
y cuaternario; 2.0 terciario; 3. 0 secundario; 4.0 primario y
5.0 azoico; cuyos terrenos se designan también respectiva-
mente con los nombres de neozóico, cenozoico, mesozóico,
paleozoico y azoico.
CLASIFICACION DE TERRENOS
; i.° Moderno ó cuaternario.
\ 2.0 Terciario.
Serie fosilífera ó de sedimento.' 3.0 Secundario.
I 4.° Primario.
Serie azoica ó ígnea.
5.v Azoico.
Í Basáltico.
Porfídico.
Granítico.
1
MINERALOGÍA TAXONÓMICA
CLASIFICACION DE LOS MINERALES
Hemos estudiado del modo mas general que nos ha sido
posible las propiedades físicas, químicas y geológicas que
ofrecen ios minerales, ó bien sea la parte de la ciencia á que
hemos llamado característica. El estudio de dichos caractéres
es de sumo interés al mineralogista, puesto que por medio
de él se distinguen los séres inorgánicos entre sí, se separan
ó se reúnen según las analogías, afinidades ó diferencias, for-
mando de esta manera grupos ó divisiones y subdivisiones,
cuya reunión constituye lo que se denomina clasificación. La
parte de la Mineralogía que tiene por objeto clasificar las
sustancias mineralógicas, esto es, agruparlas según sus mayo-
res analogías ó semejanzas, se designa con el nombre de
Taxonomía , palabra formada de otras dos griegas, que quie-
ren decir arreglo de las leyes ó conocimiento de los princi-
pios que se han creado para formar verdaderas clasificacio-
nes. Estas reglas y principios fueron ignorados de los mine-
ralogistas, zoólogos y botánicos antiguos, y de aquí nace la
vaguedad y confusión que se notan en sus descripciones y
clasificaciones, hasta el punto de unir en un mismo grupo
séres cuyos caractéres son muy distintos. Antes de entrar en
detalles de las clasificaciones mineralógicas, estimamos opor-
tuno dar una idea general del origen y progresos de las cla-
sificaciones establecidas en la parte orgánica, sobre todo en
la Botánica, supuesto que los zoólogos y mineralogistas no
han hecho mas que tomar como base de sus clasificacio-
nes los principios y reglas taxonómicas ideadas por los botá-
nicos.
Esparcidos los séres en la naturaleza sin órden ni con-
cierto aparente, y no siéndole fácil al hombre observar á
primera vista la unión y enlace que entre ellos existen, tuvo
necesariamente que valerse de ciertos medios y procedimien-
tos para llegar á conseguir objeto tan esencial. Hé aquí el
origen de las clasificaciones o sea de los sistemas y métodos,
sin los que la Historia natural jamás habría llegado á alcan-
zar los rápidos y asombrosos progresos que ha hecho desde
el momento en que se fundaron verdaderas clasificaciones.
Sin ellas, era imposible que el hombre pudiera formarse un
juicio claro y exacto de los séres orgánicos é inorgánicos, ni
tampoco le seria fácil conservar en su memoria el conoci-
miento de un individuo dado sin confundirle con otro ú
otros que sean mas ó menos análogos ó afines. A causa,
pues, de estas dificultades, y quizás mas bien de la necesi-
dad del orden que el hombre siente en sí, puede decirse que
las clasificaciones son de hecho uno de los ejercicios mas
frecuentes de su inteligencia, uno de esos actos que pudieran
calificarse de instintivos; el hombre clasifica y es sistemático
por naturaleza, aun en los asuntos y cosas que tienen rela-
ción con la vida social. Por otra parte, la necesidad de los
sistemas y métodos en Historia natural nació principalmente
también del conocimiento de multitud de especies, cuyo
agrupamiento, como se comprende, hubiera sido imposible
sin la creación de las clasificaciones.
No basta, como se ha manifestado, estudiar los animales,
vegetales y minerales como séres aislados é independientes
unos de otros; es necesario también compararlos, reunirlos
en grupos subordinados y constantes para que de este modo
MINERALOGÍA
49
podamos examinar fácilmente sus mayores ó menores afini-
dades y diferencias. Siendo indefinido el número de séres
naturales que se conocen, ofreciendo muchos de ellos carac-
teres diversos, se concibe que seria imposible conocerlos, si
el naturalista no hubiera encontrado medios suficientes para
ordenarlos y agruparlos de manera que su estudio sea fácil
y pueda cualquiera, sin recurrir á grandes esfuerzos de trabajo
y de inteligencia, llegar á distinguir unos de otros. Estos
medios son, como se ha consignado, el uso de clasificacio-
nes razonadas y metódicas, las que nos guian sin grandes
dificultades al conocimiento de los séres.
Clasificación y divisiones.— La formación de
grupos subordinados y enlazados entre sí, al modo como se
encuentran los capítulos, párrafos y artículos en un catálogo
razonado y científico, se designa con el nombre de clasifica-
ción. Pueden dividirse las clasificaciones en dos categorías:
i.a empíricas; 2.a racionales. Para establecer las primeras no
se toma en cuenta para nada ninguna de las propiedades ó
cualidades inherentes de los séres, estando fundadas, por lo
tanto, en una idea puramente abstracta y arbitraria; así, por
ejemplo, las clasificaciones por órden alfabético, las funda-
das en las localidades, en los autores que han dado á cono-
cer las especies, etc., se hallan en este caso; estas clasifica-
ciones, especialmente las basadas en el orden alfabético, son
muy útiles en la formación de catálogos, ó en aquellas obras
que no tengan otro objeto que manifestar algunas cualida-
des de los séres, pero no sirven en manera alguna para tener
una idea clara y exacta de estos, por cuanto no señalan nin-
guna de las particularidades que les son propias. Las clasi-
ficaciones racionales se fundan en la estructura y propieda-
des inherentes de los séres que se estudian; estas se subdivi-
den á su vez en sistemas particularmente dichos ó clasificaciones
artificiales y en métodos ó clasificaciones naturales; para hacer
las divisiones ó subdivisiones en las primeras, es suficiente
un carácter ó un corto número de ellos fáciles de estudiar;
en las segundas, es necesario valerse del conjunto ó reunión
de todos los caractéres, agrupándose los séres conforme á
sus analogías y afinidades naturales. Se comprende, pues,
que los sistemas serán numerosos y variados, supuesto que
diversos son los caractéres de que puede valerse el natura-
lista para llegar á establecerlos. Se cita, como prototipo de
clasificaciones artificiales, el sistema sexual de Linneo, fun
dado, como todo el mundo sabe, en las variadas modifica-
ciones que ofrecen los órganos sexuales de las plantas, ó
sean los estambres y pistilos. Un sistema ó clasificación ar-
tificial en Mineralogía seria aquella por medio de la que
reuniéramos las especies teniendo en cuenta su dureza, di-
vidiéndolas en blandas, poco duras, duras y muy duras; ó
bien teniendo presente el peso específico, siendo á su vez
divididas las especies en flotantes, ligeras, poco pesadas, pe-
sadas y muy pesadas; ya fundados en su diversa coloración,
agrupándolas bajo el punto de vista de este carácter en in-
coloras y coloreadas; estas últimas en azules, rojas, verdes,
amarillas; después las verdes, por ejemplo, se subdividirian
en verde de botella, verde de montaña, verde manzana, ver-
de de puerro, etc. Los sistemas ó clasificaciones artificiales
solo tienen por objeto el proporcionar al naturalista un me-
dio breve y sencillo de hallar el sér que se busca y de darle
un nombre diferente de los demás. Por medio de los méto-
dos ó clasificaciones naturales, no solo se propone el clasifi-
cador encontrar el nombre de los séres, sino además las
analogías y afinidades que estos presentan entre sí; los méto-
dos se fundan, como se ha manifestado, en la reunión ó es-
tudio de todas las propiedades de los séres, por lo que en
realidad no puede haber mas que uno, siendo de hecho mas
difíciles de formar y de comprender que los sistemas, pero
Tomo IX
tienen á su vez tantas ventajas sobre estos que en la actuali-
dad los botánicos y zoólogos solo se valen de las clasifica-
ciones naturales para el agolpamiento de las especies. Los
mismos mineralogistas tienen también tendencia á constituir
grupos mas ó menos naturales y análogos á los formados en
Botánica y Zoología; pero como veremos inmediatamente,
los ensayos que se han hecho en la ciencia mineralógica no
han dado los felices resultados que en las otras dos ramas
de la Historia natural.
El resultado obtenido por las clasificaciones artificiales
fundadas en el reino orgánico, no podia satisfacer en modo
alguno á los zoólogos, y sobre todo á los botánicos, funda-
dores, como hemos dicho, de los principios taxonómicos,
puesto que pocas ventajas y utilidades veian en conocer un
sér y darle un nombre particular que sirviera para distin-
guirle de los demás. Deseosos los botánicos de apreciar he-
chos mas importantes, considerando la insuficiencia de los
sistemas que nada indican respecto de las afinidades ó seme-
janzas que presentan los vegetales entre sí, y convencidos
por otra parte que por el sendero de las clasificaciones arti-
ficiales nunca llegarían á obtener un conocimiento claro y
exacto de las plantas, relaciones que existen entre ellas, su
organización, funciones, etc., se valieron y recurrieron á los
métodos, que si bien son mas minuciosos, complicados y di-
fíciles que los sistemas, tienen la ventaja sobre estos de que
producen resultados mejores y mas felices para la ciencia.
Luego que Linneo fundó su sistema sexual, se creyó por
los naturalistas de su época que este procedimiento suplía
perfectamente al método natural y que era suficiente para el
agrupamiento de las especies; esta creencia general retardó
la aparición de una clasificación natural, á pesar de las ¡deas
emitidas por el mismo Linneo y algunos de sus discípulos.
No obstante, Adanson publicó en 1763 sus familias natura-
les basándolas en la comparación general de los órganos de
las plantas, estudiados bajo diversos puntos de vista. Este
primer trabajo de una clasificación natural no alcanzó gran-
de resultado, debido quizás á que Adanson dió la misma
importancia á todos los órganos y á todas las consideracio-
nes á que estos se prestan, resultando como era natural de
este modo de proceder, que los vegetales se hallaban reuni-
dos conforme al número de sus semejanzas ó afinidades, y
no según el grado de importancia de ellas.
Quince años antes que Adanson diese á luz sus familias
naturales, el célebre cuanto modesto Heister entrevio el fun-
damento de la clasificación natural ó método, tal es: «la su*
bordinacion de caractéres;» pero la gloria de las bases esen-
ciales del método corresponde de hecho á la familia de Jus-
sieu. El primero de ellos, ó sea Bernardo de Jussieu, teniendo
en cuenta las observaciones de varios botánicos anteriores,
las hechas por los de su época, reuniendo las suyas y fun-
dándose en principios y bases mas filosóficas, estableció las
verdaderas bases de la clasificación natural, las que poste-
riormente han sido modificadas y ampliadas por su Sobrino
Lorenzo, por Lamarck, Decandolle, Roberto Brown y otros
varios botánicos.
No es aquí donde debe hacerse la historia del método, su
origen, progreso y perfeccionamiento á que ha llegado; estas
consideraciones y otras varias corresponden de hecho al ramo
de la Botánica. Nosotros nos limitaremos á consignar única-
mente los principios esenciales en que se han fundado los de
Jussieu y otros botánicos para el planteamiento del método,
cuyo exámen nos servirá de mucho en el estudio de las cla-
sificaciones mineralógicas. Estos principios se reducen á los
tres siguientes:
i.° Aprecio del valor relativo de los órganos.
2.0 Conocimiento de las causas que hacen cambiar, alte-
7
5o
mineralogía
rar ó modificar de un modo mas ó menos profundo la na-
turaleza de estos mismos órganos.
3. Importancia que debe concederse á cada ur.r. de los
puntos de vista bajo los que puede considerarse nn Ar
gano. ' Uí*
i.° Principio.— aprecio relativo le los
ORGANOS. La llamada subordinación de caracteres que
se funda en este principio, es de absoluta necesidad para
tener una idea exacta de la importancia que entre si ofrecen
los órganos; para llegar á obtener este resultado, i0s carac
téres que estos presentan han de ser pesados y Montados.
Nadie ignora, que en las plantas no gozan todas ®as parteg
ü órganos de la misma importancia, siendo desde lu^0 ünos
mas esenciales y principales que otros; pero en estes rnismos
los hay de tal índole y naturaleza que no es fácil i pr¡ori
indicar cuáles sean los mas interesantes, teniendo precisión
en este caso de analizar las funciones que desemperno Las
plantas ofrecen dos clases de funciones; las unas encaj-gadas
de la nutrición ó conservación del individuo, y las otras de
propagar la especie. No es fácil á primera vista determinar
cuál de estos dos sistemas es el mas importante, po;r,ue en
realidad no nay una verdadera primacía y superioridad en
ninguno de ellos. Aceptada su igualdad, Decando e dice
que una clasificación que tenga por fundamento ttencial
cualquiera de estos sistemas, será desde luego tan -,uena v
natural como si se eligiera el otro. Sin embargo, el hijo de
este eminente botánico ha concedido la preferencia al siste-
ma nutritivo sobre el reproductor, porque según C las fun-
ciones reproductoras solamente propagan la especie y las
nutritivas conservan el individuo y, por consecuencia tai^
bien la especie, no pudiendo existir esta sin aquel, mientras
que el individuo puede vivir sin reproducirse, pero desde
luego moriría si no se nutriera. Verdad innegable, es cierto
pero no lo es menos que la superioridad que el hijo de De-
candolle concede al sistema nutritivo, no es tan exacta
el fondo como aparece á primera vista, porque si los indivi^
dúos no se reprodujeran, vivirían mas ó menos tiempo se-
gún las especies, pero dejarían de existir en un tiempo limi
Esta circunstancia unida á la de que los órganos ó partes
reproductoras se observan y se conocen mejor, y á nue ios
nutrithos presentan ligeras diferencias, difíciles de apreciar
en la mayor parte de los casos, han contribuido d f¡ue
dé casi siempre la preferencia á los reproductores parn -i
fundamento de los métodos.
Las plantas, del mismo modo que los animales, constan
de partes sólidas y líquidas, y siendo estas últimas sein-erra
das por las primeras, no se necesita un grande esfuerzo de
imaginación para comprender la primacía que debe dars 1 al
órgano productor. A su vez, la importancia de los órnanos
puede fijarse teniendo presente varias circunstancias, i saber-
sus usos, su generalidad, la mayor ó menor dependencia con
la estructura de ciertos grupos naturales, y su variabijidad
siendo los esenciales mas constantes que los secundarios’
Fundados en estos principios, y en los otros que hemos in-
dicado, cuyo estudio no corresponde á este tratado, el hiio
de Decandolle y otros botánicos han dispuesto la imp0r
cia de los órganos del modo siguiente:
i.° Tejido celular. ^
2.0 Vasos, estomas, cotiledones, raicilla, plúmula ó
ras. esP°’
3. Raíz, hojas ó frondes, thallus, estambres y nicHw x
esporangios. y 1 ,stllos 6
4- ° Corola y cáliz.
5- ° Torus, nectarios, brácteas é involucro,
GRUPOS Ó DIVISIONES PRINCIPALES QUE SE
FORMAN EN LAS CLASIFICACIONES BOTÁNI-
CAS Y ZOOLÓGICAS.
Estas divisiones pueden reducirse á las siguientes: indivi-
duo, variedad, raza ó casta, especie, género, tribu, familia,
orden y clase.
Llámase individuo , á todo sér orgánico completo, dotado
de existencia propia, de forma y de partes constantes que
no se pueden dividir sin que deje de existir el sér, ó de per-
der parte de sus cualidades; así por ejemplo, en un monte
de encinas, en un rebaño de gacelas ó en una reunión de
hombres, cada pié de encina, cada gacela ó cada hombre es
un individuo aislado é independiente de los demás, aunque
dotados de caractéres semejantes.
Especie. — Reunión de individuos que se parecen entre
sí mas que á otros, y cuyos caractéres de parecido ó seme-
janza se perpetúan mediante la reproducción ¿algunos délos
individuos que corresponden á la misma especie, suelen
ofrecer cambios ó modificaciones que no son esenciales y
permanentes, sino por el contrario ligeras y mas ó menos
fugaces, pudiendo volver al tipo primitivo en el momento
que se encuentran en las condiciones normales y generales
de todos los demás de la especie; estos individuos constitu-
yen las variedades ; así como rasas y castas , si las cualidades
que ofrecen los individuos de una misma especie son mas
trascendentales, mas permanentes y se propagan de unos á
otros por medio de la reproducción.
Género. — Reunión de especies que presentan grandes
analogías, tanto en sus caractéres internos como en los exter-
nos; si los géneros abrazan muchas especies, se suelen sub-
dividir en otros grupos inferiores, llamados sub-géneros ó sec-
ciones.
FAMILIA.— Reunión ó colección de géneros que pre-
sentan caractéres comunes; así como el orden resulta de la
agrupación de familias afines; en Botánica, suele llamarse
indistintamente familia ú orden á la reunión de géneros se-
mejantes, subdividiendo estos grupos en otros inferiores y
bien caracterizados que se designan con el nombre de tribus.
No obstante, casi siempre se forman los órdenes reuniendo
los géneros comunes, pero teniendo presente un solo carác-
ter; y las familias ú órdenes naturales, si los géneros se agru-
pan según los caractéres que ofrecen en toda su organización.
CLASES. — Reunión de órdenes ó de familias afines que
se agrupan mediante un carácter general y esencial á todas
ellas. Estos diversos grupos de asociación, que se hallan en
todos los métodos ó clasificaciones naturales, forman una
verdadera escala descendente ó ascendente según se la con-
sidere; tal es lo que puede verse á continuación:
Clases.
Familias.
Ordenes.
Tribus.
Géneros.
Subgéneros.
Especies.
Castas ó razas.
Variedades.
Individuos.
Debe tenerse presente que en las clasificaciones zoológi-
cas los órdenes son superiores á las familias, y que existe
además otro grupo superior á las clases, que recibe el nom-
bre de tipo. En este caso, puede representarse la anterior es-
cala del modo siguiente:
MINERALOGÍA
51
Tipos.
Clases.
Ordenes.
Familias.
Tribus.
Géneros.
Subgéneros.
Especies.
Castas ó razas.
Variedades.
Individuos.
CLASIFICACIONES Y GRUPOS MINERALÓGICOS
Las clasificaciones del reino inorgánico ofrecen obstácu-
los y dificultades difíciles de vencer, no habiéndose obtenido
hasta la época actual grupos <5 divisiones que puedan asimi-
larse por completo á los establecidos en los orgánicos. La
individualidad que se atribuye á los minerales no viene á ser,
por lo menos en muchos casos, mas que una cualidad mera-
mente artificial ó imaginada solo para formar la especie mi-
neralógica á imitación de la zoológica y botánica. Los ensa-
yos hechos por los mineralogistas para crear el método no
han dado los resultados que en las otras dos ramas de la
Historia natural; todas las clasificaciones que se conocen en
el reino inorgánico son imperfectas; y por desgracia conti-
nuarán siéndolo por mucho tiempo, puesto que por las cla-
sificaciones en serie lineal, que son las únicas que existen en
Mineralogía, no es posible apreciar las relaciones y afinida-
des que existen entre los minerales.
Sin embargo, muchos mineralogistas, tales como Haüy,
Beudant, Dana, Leymerie, Delafosse y otros no menos nota-
bles, han llegado á formar, después de muchos esfuerzos y
venciendo grandes dificultades, divisiones ó grupos minera-
lógicos, los que si bien, como se ha indicado, no son tan
exactos como los botánicos y zoológicos, pueden admitirse
como naturales, sobre todo desde que la unidad de medida
de toda clasificación, ó sea la especie, se ha fundado en la
composición quimica y en la forma regular, así como el gé-
nero se constituye teniendo en cuenta la misma composición,
forma regular é isomorfismo.
En las primeras épocas de la Historia natural, puede de-
cirse que las clasificaciones mineralógicas eran puramente
empíricas ó prácticas, porque todas ellas estaban basadas en
las utilidades ó beneficios que daban los minerales, ó bien
en las localidades y criaderos en que se encontraban. Como
tales se consideran la de Teofrasto, que clasificó los cuerpos
inorgánicos teniendo en cuenta su utilidad y valor relativo;
la de Dioscorides, que los dividió en marinos y terrestres; la
de Plinio, cuyo célebre naturalista estableció una clasifica-
ción análoga á la de Teofrasto. Otro tanto puede manifestar-
se respecto de las clasificaciones establecidas por los minera-
logistas griegos y árabes, los cuales fundaron sus divisiones,
no en los atributos ó caractéres que presentan los cuerpos
inorgánicos, sino en particularidades ó circunstancias que no
son inherentes á ellos. Sin embargo, en el siglo xi, el célebre
árabe Avicena, dividió las sustancias mineralógicas conoci-
das en su época en cuatro clases; á saber:
i.* piedras: 2.* azufres: 3.a sales: 4.a metales. Esta clasifi-
cación, llamada por algunos empírica, ofrece de notable el
que está basada en la naturaleza química de los cuerpos. En
el siglo xvi, Agrícola, como se ha dicho en la introducción,
para dividir los minerales en grupos, se valió de los princi-
pios establecidos por Teofrasto, esto es, del valor y utilidad
relativa que tienen aquellos. Mas tarde, Paracelso, Bromel,
Walerio, Cronstedt y otros muchos, adoptaron para el fun-
damento de sus clasificaciones, unos las propiedades exterio-
res, otros las físicas, y algunos las químicas, dando de este
modo un gran impulso á la ciencia mineralógica, al que con-
tribuyeron de un modo eficaz las observaciones pirognósticas
llevadas á cabo por Becher en 1664, el estudio de los fenó-
menos eléctricos hecho por Boyle y las lecciones publicadas
primero por Bernardo de Palissy y posteriormente por Val-
mont de Bomare.
NOCION DE LA ESPECIE É INDIVIDUO MI-
NERALÓGICO.— Desde mediados del siglo xvii hasta la
época actual, la ciencia mineralógica ha progresado extraor-
dinariamente, habiéndose basado el grupo fijo y esencial,
llamado especie, en caractéres fijos y permanentes. El primer
mineralogista que entrevió la importancia que tenia este
grupo en las clasificaciones mineralógicas fué el inmortal
Werner; pues si bien es cierto que las divisiones que esta-
bleció no son tan exactas como las que se han formado des-
pués, puede considerarse, no obstante, su sistema como el
mas razonado y metódico de todos los publicados hasta su
época. A este eminente sabio se debe el que la Mineralogía
saliera del estado de incertidumbre y confusión en que esta-
ba hasta últimos del siglo pasado, por lo que algunos le
consideran como el Linneo de la Mineralogía; y aunque
tanto él como sus discípulos dan gran preferencia al estudio
de las propiedades exteriores para el agrupamiento de las
especies minerales, no por esto echaron en olvido ni mucho
menos la composición quimica. Así que Werner, al tratar
de las cualidades exteriores, se expresa de esta manera : « Las
sustancias mineralógicas que difieren en naturaleza química
deben constituir especies distintas ; y por el contrario, corres-
ponden á la misma las que presentan idéntica composición.»
A partir de este momento la especie mineralógica adquirió
en las clasificaciones inorgánicas idéntica importancia que la
vegetal y animal.
En los vegetales y animales, como se sabe, la especie está
basada en un tipo fijo de organización, que se repite exacta-
mente en un número mas ó menos determinado de séres
particulares, que por lo mismo se consideran como indivi-
duos semejantes. En el reinado inorgánico puede admitirse
también que la especie tiene por fundamento un tipo tan fi-
jo y determinado como el de las especies botánicas y zooló-
gicas; este tipo es igual en las moléculas de muchos minera-
les, y se repite sin modificación ni alteración importante
siempre que átomos de la misma naturaleza se encuentren y
reaccionen unos sobre otros en iguales circunstancias. El
individuo mineralógico no es otra cosa sino la molécula físi-
ca, ó sea grupo atómico de tipo determinado, que representa
el elemento de las masas minerales; pero así como existen
tipos moleculares diferentes, puede también haber individuos
distintos, sean estos simples, ó constituidos de una sola es-
pecie de moléculas, ó compuestos, formados de dos ó mas
grupos de moléculas diversas. La molécula física, sin embar
go, jamás está aislada, sino que se halla reunida á otras
ra constituir por su agregación masas minerales dotadas
un volúmen dado. Algunos mineralogistas definen al indivi
dúo diciendo: que es la última división mecánica que se
puede obtener de un mineral.
Reglas y fundamentos que se han adop^
TADO EN MINERALOGÍA PARA LA FORMACION
DE LAS ESPECIES. — El célebre mineralogista Mohs de-
fine la especie del modo siguiente: «Conjunto de minerales
que presentan la misma forma regular, idéntica densidad
relativa é igual dureza.» Atendiendo á estas particularidades
llegó á formar especies fijas, bien determinadas y análogas á
las que después han constituido otros mineralogistas 'ecléc-
ticos.
52
MINERALOGIA
A los principios sentados por Werner y Mohs, se suceden
las doctrinas emitidas por Daubenton y Haüy que supusieron,
sobre todo el último de estos mineralogistas, que los carac-
teres geométricos ó formas regulares de los minerales, auxi-
liados de la composición química, eran suficientes para llegar
á constituir y fijar con toda exactitud y precisión el grupo
esencial denominado especie. En virtud de esta creencia,
Haüy define la especie de la manera siguiente: «Conjunto
de sustancias mineralógicas, cuyas moléculas integrantes son
idénticas en su forma, y que están constituidas de los mis-
mos elementos químicos y en iguales proporciones.» Por lo
que se desprende de esta definición se comprende que Haüy
y sus partidarios, para determinar las especies, se fundan
esencialmente y toman como carácter primordial la forma
cristalina. Si todos los cuerpos inorgánicos que se estudian
en Mineralogía presentaran formas regulares y bien determi-
nadas, desde luego podría aceptarse este carácter como el
mas á propósito y conveniente para llegar á constituir la
especie mineral , pero ni todos los cuerpos cristalizan, ó por
lo menos no se conocen hasta ahora sus formas regulares, y
ni aun en los que cristalizan puede apreciarse siempre con
toda exactitud su forma cristalina. Es verdad que Haüy, Du-
frenoy, Delafosse, etc., al hablar de las especies describen
con gran precisión la forma que corresponde á cada una de
ellas, concediendo á este carácter un grande interés; pero
no es menos cierto también que los ejemplares que estos
mineralogistas citan en sus obras, son en su inmensa mayoría
los cristales bien terminados que se encuentran formando
parte de las colecciones de los museos de París, Berlín, Lon-
dres, Viena, etc., cristales que han servido de tipo para sus
descripciones ; pero estas condiciones no las ofrecen, por lo
general, el inmenso número de los que se hallan esparcidos
en la corteza terrestre, puesto que ó no cristalizan, ó sus
cristales presentan modificaciones ó alteraciones que contri-
buyen á alterar su verdadera forma regular.
Esta falta de constancia ó de permanencia se nota tam-
bién en los demás caractéres físicos, tales como la estructura,
dureza, refracción, color, lustre, electricidad, magnetismo,
etcétera, de cuya importancia relativa, no para la formación
de las especies, sino para diferenciarlas entre si, nos haremos
cargo inmediatamente por más que se haya hecho ya al tra-
tar de cada una de estas propiedades.
Los partidarios de los caractéres químicos, entre los cua-
les se encuentran principalmente Berzelius, Beudant y Haus-
mann, creen que los caractéres físicos no sirven en modo
alguno para constituir la especie, y suponen, por el contra-
rio, que la composición ó las cualidades químicas son las
únicas que deben tomarse como base fundamental para for-
mar la especie mineral. Con efecto, la invariabilidad y cons-
tancia que se nota en los caractéres químicos parece que les
da este interés y esta preferencia, supuesto que todos los
demás, sin excepción alguna, pueden variar en razón de
las circunstancias en que se haya encontrado ó se halle el
mineral.
Basta, según la opinión de los mineralogistas citados, enu-
merar algunos ejemplos de especies comunes, para probar
que esta creencia no está basada en meras hipótesis ó he-
chos falsos, sino que descansa en principios fijos y sólidos,
los cuales no pueden menos de ser apreciados aun por los
mas acérrimos partidarios de las propiedades físicas.
Al hablar nosotros de los caractéres químicos y de su im-
portancia, hemos manifestado por medio de ejemplos (que
volveremos á recordar aquí) el interés que ofrecen en la
constitución de la especie mineral. En el carbonato de cal
de los químicos (cal carbonatada de Haüy) se nota que el
carácter físico mas esencial, cual es la forma regular, puede
ser diferente en unos ó en otros individuos, puesto que unas
veces cristaliza en formas derivadas del sistema romboédri-
co, y otras en prismas que corresponden al sistema prismá-
tico rectangular recto; formas verdaderamente incompati-
bles, y que han sido causa de que en el carbonato de cal se
formen dos subespecies, á saber: la caliza romboédrica y el
aragonito. Haüy, consecuente con sus doctrinas, creyó que
el cambio de forma en esta sustancia era debido á una pe-
queña cantidad de carbonato de estronciana que se encon-
tró en los aragonitos que se analizaron en su época, pero
observaciones posteriores han demostrado hasta la evidencia,
que hay ejemplares de aragonito que son completamente
puros, y que cristalizan, no obstante, en formas derivadas
del prisma rectangular recto.
En la subespecie caliza citada anteriormente se encuen-
tran variedades que difieren extraordinariamente respecto al
carácter de la estructura; así, por ejemplo, en nada se pare-
cen los mármoles sacaroidéos, los comunes y las calizas
compactas á las variedades fibrosas, terrosas, concreciona-
das, etc., siendo tal su diferencia que, guiados únicamente
por esta propiedad física, se hubieran visto obligados los mi-
neralogistas á constituir con cada una de estas variedades
otras tantas especies distintas. Si á su vez se determina el
peso especifico de las calizas cristalizadas, de las compactas,
terrosas, etc,, (siempre que no se las reduzca á polvo) se verá
que es mayor en las primeras que en las segundas, siendo el
de estas superior al de las últimas. Su dureza es también
variable, supuesto que las terrosas son tan blandas que se
dejan rayar por la uña, mientras que las cristalizadas no lo
son sino por la fluorina ó la navaja. Por último, no hay una
verdadera analogía entre las diversas variedades de caliza
respecto al carácter del color, por cuanto en nada se pare-
cen los mármoles sacaroidéos de un blanco puro, á las cali-
zas bituminosas y mármoles denominados negros á causa
del color que presentan.
¿Seria posible por las cualidades físicas reunir todas estas
subespecies y variedades de forma, estructura, dureza y aun
peso específico en una sola especie mineral? Desde luego
puede afirmarse que no. Pero si, por el contrario, se analizan
sus cualidades químicas, se nota desde luego que lo mismo
la caliza que cristaliza en el sistema romboédrico, que aque-
lla otra que lo efectúa en el sistema rectangular recto, lo
mismo las fibrosas que las compactas y terrosas, las duras
que las blandas, las incoloras como las que ofrecen colores
diversos, se hallan constituidas de iguales elementos y en
idénticas proporciones, puesto que todas ellas están forma-
das de 44 partes de ácido carbónico y 56 de óxido de cal-
cio. A esta igualdad de composición se debe que todas las
variedades indicadas anteriormente presenten caractéres quí-
micos iguales; así, por ejemplo, se observa que desprenden
ácido carbónico y se trasforman en óxido de calcio ó cal
viva, cuando se las somete á la acción del soplete; que tanto
unas como otras son insolubles en el agua, á no ser que ten-
gan un exceso de ácido carbónico y pasen al estado de
bicarbonato; su disolución en el ácido hidroclórico ó nítrico
se efectúa en todas ellas con desprendimiento de un gas in-
coloro é inodoro (ácido carbónico); finalmente, si la disolu-
ción nítrica se trata por el oxalato amónico, se obtiene un
precipitado blanco de oxalato de cal, cuyo precipitado es
insoluble en los ácidos débiles, como el láctico y acético,
siendo, por el contrario, soluble en el sulfúrico ó hidroclóri-
co. Ninguno de estos caractéres químicos faltan en los dife-
rentes ejemplares de caliza, mientras que pueden variar ex-
traordinariamente todas las propiedades físicas.
Otro ejemplo, no menos notable que el anterior, ofrece la
sílice ó ácido silícico de los químicos. En esta especie, que
MINERALOGÍA
53
tan abundante se encuentra en la naturaleza y que bajo el
punto de vista mineralógico tiene la misma ó mayor impor-
tancia que la caliza, se forman por muchos mineralogistas los
grupos siguientes: i.° cuarzo cristalizado; 2.0 cuarzo com-
pacto ó cuarcita; 3.0 ágatas; 4.0 pedernales; 5.0 jaspes; 6.°
ópalo ó cuarzo resinito, cuyas divisiones, ó mejor dicho los
minerales incluidos en ellas, ofrecen los caractéres físicos de
forma, estructura, dureza, color, peso específico, etc., tan
diferentes unos de otros, que valiéndose solamente de ellos
habria por necesidad que establecer con estas divisiones
otras tantas especies minerales; y, sin embargo, todos los
mineralogistas no forman mas que una sola, habiéndose fun-
dado para ello en que la composición química y todas las
particularidades que dependen de esta, ó sean los fenóme-
nos por la acción del fuego y de los líquidos, son entera-
mente análogos en los seis grupos citados.
Estos ejemplos y otros muchos que citan los partidarios
exclusivos de los caractéres químicos, manifiestan hasta la
evidencia la necesidad de basar en ellos el grupo esencial
denominado especie. Sin embargo, asi como Haüy y los de
su escuela no desechan las propiedades químicas para esta-
blecer la especie, así tampoco la escuela química, no extre-
mada, no echa en olvido el carácter geométrico, definiendo,
por consecuencia, la especie del modo siguiente: «Reunión
de individuos que constan de los mismos elementos y en
iguales proporciones, y que presentan la misma forma en su
molécula primitiva.» Comparando esta definición con la de
Haüy se ve que son idénticas, no habiendo mas diferencia
que la de importancia ó supremacía concedida al carácter
geométrico ó químico; para Haüy figura en primer término
la forma regular, y en segundo la composición química; en
la escuela química estos términos están invertidos.
Finalmente, para terminar todo lo referente al grupo esen-
cial la especie , indicaremos la opinión que profesa Delafosse
respecto de esta cuestión tan trascendental. El célebre mine-
ralogista francés supone que los átomos elementales ó pri-
marios de las sustancias minerales se hallan combinados en-
tre sí, formando de esta manera la primera molécula, que
denomina molécula química, la cual ofrece un tipo y una
íorma perfectamente definidos; que estas moléculas químicas
se unen por lo común entre sí en número determinado, cons-
tituyendo así una segunda molécula compuesta, que designa
con el nombre de molécula física. De estas consideraciones
generales deduce Delafosse que las especies minerales pue-
den establecerse tomando como fundamentos esenciales dos
principios diferentes, y, por consiguiente, que puede haber
dos especies diversas: la primera puramente química, basada
únicamente en la igualdad de composición; la segunda fisico-
química, que designa con el nombre de especie mineralógica
propiamente dicha; esta especie se halla constituida por la
identidad de la molécula química, ó lo que es lo mismo, por
la igualdad de naturaleza química é idéntica constitución
física. Según el modo de ver del mineralogista Delafosse, la
definición mas exacta y precisa es la que hemos consignado
primeramente, ó sea la admitida por Haüy y su escuela.
Como queda dicho, el célebre mineralogista Mohs es par-
tidario exclusivo de los caractéres físicos é histórico-naturales
para la formación y descripción de las especies; este clasifi-
cador no concede importancia á los caractéres químicos,
puesto que según él estas cualidades no deben considerarse
como naturales á causa de que solo se manifiestan en el mo-
mento de ser destruidos los minerales y aun después de la
destrucción. Esta manera de ver es en realidad mas ingeniosa
que verdadera, sin que por esto neguemos nosotros que Mohs
llegó á formar, valiéndose únicamente de la forma regular,
de la densidad y de la dureza, especies bien determinadas é
idénticas á las que después se han constituido por medio de
la composición y de la forma. Pero si tenemos en cuenta las
ideas de Delafosse y otros mineralogistas modernos, veremos
que Mohs relegando al olvido la composición química, ha
caído en la exageración opuesta á los partidarios exclusivos
de los caractéres químicos para la formación de la especie.
El tipo molecular, que según Delafosse, es el verdadero
principio fundamental de la especie, es tan físico como quí-
mico, cuyo tipo podría apreciarse con toda exactitud y sin
descomponerle, á la manera que se verifica con los tipos or-
gánicos, si nuestros sentidos estuvieran dotados de condicio-
nes especiales para ello, ó bien dispusiéramos de aparatos á
propósito para llegar á estudiar la molécula ó tipo molecu-
lar; pero como desgraciadamente carecemos de estos medios
de observación, claro está que ha sido preciso sustituirlos
por medio de la análisis química. Por esta razón Mohs asi-
milaba la Mineralogía á la Zoología, y decía que así como el
zoólogo llega á la determinación de las especies sin des-
truirlas ni en todo ni en parte, y apreciando solo los carac-
téres que les son inherentes, el mineralogista puede seguir el
mismo camino; pero esta asimilación, como muy oportuna-
mente estima Delafosse, no es posible ni exacta, puesto que
muy bien puede el mineralogista separar una pequeñísima
parte del mineral que desea analizar, sin que por esto se
destruya ni cambie de propiedades histórico-naturales y quí-
micas, ó mejor dicho, sin que sufra alteración sensible el tipo
molecular.
DIFICULTADES QUE RESULTAN PARA LA FOR-
MACION I)E LAS ESPECIES Á CAUSA DE LAS
MEZCLAS DE LOS CUERPOS
Las mezclas, sean las que quieran, ocasionan constante-
mente grandes dificultades para la aplicación de la regla ge-
neral establecida en las especies. Estas pocas veces son puras,
esto es, compuestas en toda su masa de la misma clase de
moléculas, sino que suelen tener además partículas diferen-
tes, dando por resultado una mezcla de partes distintas, y
por consecuencia de especies diversas, supuesto que en la
heterogeneidad de las moléculas es en donde se fundan real-
mente las especies. Si la mezcla de las moléculas se ha veri-
ficado de un modo puramente accidental, se encuentran en
la masa total del mineral dos especies de moléculas diferen-
tes: unas cristalizadas y completamente idénticas y unidas
entre sí; otras, que en nada se semejan á las anteriores, se
hallan solamente interpuestas en los intersticios ó mallas que
ofrecen las primeras; las moléculas cristalinas que constitu-
yen por su unión un cuerpo cristalino, son casi siempre mas
abundantes y forman la verdadera especie con la cual se re-
laciona la mezcla, figurando esta como una simple variedad
cuyo nombre, diferente del de la verdadera especie, indicará
la sustancia accidental; así, por ejemplo, los cristales rom-
boédricos agudos de la llamada arenisca de Fontainebleau,
no fueron en su origen sino carbonato de cal disuelto en las
aguas, cuyo carbonato, al pasar de soluble á insoluble por la
evaporación del ácido carbónico, se solidificó y aglutinó las
arenas de los terrenos movedizos de la localidad citada: este
mineral, pues, debe constituir una variedad, á lo sumo una
sub especie de caliza que algunos denominan cal carbonata-
da cuarcífera; en el mismo caso, se hallan las variedades de
caliza designadas con el nombre de hidráulicas, llamadas
así, porque si bien la parte esencial y predominante es el
carbonato de cal, contienen además en el estado de mezcla
cierta cantidad de arcilla. Por regla general, se establecerán
las especies con aquellas moléculas que, ya sea por su can-
tidad, ya por otras circunstancias, impriman un carácter
54
MINERALOGIA
esencial <5 predominante en la sustancia mineralógica, y
as varíe a es con aquellas otras que se encuentren en
corto numero, o que no comuniquen caractéres importantes
a cuerpo que se analiza. Existen, sin embargo, mezclas di-
ferentes de las anteriores, supuesto que sus moléculas forman
una parte esencial del todo cristalino ó de la forma regular
que presenta el cuerpo; así, por ejemplo, el carbonato de cal,
que cristaliza en romboedros de 105o 5', se halla con frecuen-
cia mezclado con el carbonato de magnesia, con el carbona-
to e manganeso, de hierro, etc., cuyas moléculas cristalinas
forman parte esencial del carbonato de cal romboédrico: en
este caso particular, se resuelve la cuestión como en el ante-
rior siempre que el carbonato de cal predomine sobre los
demas; y asi se dirá: caliza magnesífera, manganesífera, ferrífe-
ra, etc. Puede todavía ocurrir otro caso, cual es: que las mez-
clas de los cuerpos isomorfos se verifiquen en toda clase de
proporciones y en relaciones sencillas así como en relaciones
las mas complicadas: v. gr., el carbonato de cal puede cris-
talizar en unión con el carbonato de magnesia en toda clase
de proporcionéis iguales. Si se designan por B, las moléculas
e car onato de cal, por C, las del carbonato de magnesia,
y por f l *• los ndmeros “teros que indican las proporcio-
nes relativas de las dos clases de moléculas, se podrá expre-
sar la sene completa de todas las mezclas factibles entre los
dos carbonates citados, y suponiendo siempre r, mayor que s,
del modo siguiente: ^
B.... rB. + sC B + C.... sB + rC....C
Examinando esta serie de términos mezclados se verá que
oscilan podemos decir así, en sus extremos B yC, ofrecien-
do dos limites que representan especies químicamente puras
o especies simples; así como los términos medios olas varie-
dades de mezcla ofrecen también un límite común, <5 sea un
termino medio de composición sencilla, tal es, el término
, + ? C““d0 r sea much° que s, esto es, cuando el
termino de la sene que representa la mezcla se aproxime á
B o C, podrá aplicarse fácilmente la regla general estable-
cida. TlTpC
ESPECIES MIXTAS, DENOMINADAS TAMBIEN
MESTIZOS MINERALES
En los cuerpos llamados isomorfos, puede ocurrir que las
dos clases de moléculas B y C cristalicen en partes exacta-
mente iguales, originando de esta manera el término medio
B + C. Puede suceder también que ciertas moléculas tengan
tendencia a reemplazarse mutuamente, como se observa en
el caso particular de dos sales, cuyas disoluciones se hayan
verificado en proporciones iguales y que tengan el mismo
grado de solubilidad; en este ejemplo especial, las moléculas
de las dos sales constituirán al cristalizar, mediante la eva-
potación del líquido en que estén disueltas, u" mixto,
o sea una mezcla simple y uniforme y con todos los caracté-
res de un compuesto definido: la dolomia ó caliza lenta ofrece
uno de los mas bellos ejemplos de estas mezclas nabales
en proporciones idénticas; otro tanto se observa en el doble
carbonato de magnesia y de hierro, al que Breithaupt llama
pistomesita. Los mineralogistas resuelven la cuestión en estos
casos particulares diciendo: que existen individuos mixtos ó
que pertenecen al grupo de las especies denominadas mesti-
zas; de donde se deduce inmediatamente que en el reino
inorgánico hay necesidad de admitir dos especies diferentes-
a saber, especies simples ó sean aquellas que están constitui-
das de moléculas exactamente iguales, y especies mixtas ó
las que representan los híbridos ó mestizos del reino inorgá-
nico, á semejanza de los que se admiten en el orgánico; las
primeras, teniendo en cuenta su composición, pudieran deno-
minarse monoméricas, esto es, compuestas de una sola clase
de moléculas, y las segundas poliméricas ó formadas de
moléculas diferentes, siendo el carácter esencial de unas y
de otras su composición fija y bien determinada.
Además de estas dificultades, suelen ocurrir en la práctica
otras mayores debidas á las mezclas íntimas, pero en canti-
dades variables, de cuerpos isomorfos que casi siempre exis-
ten reunidos en un mismo individuo; tal es lo que se observa
especialmente en los granates, piróxenos y anfiboles;así, por
ejemplo, en los granates, minerales compuestos de ácido
silícico y de dos bases de las cuales una es un protóxido y
otra un sesquióxido, se observa que los hay que constan de
cal y de alumina, otros de cal y de sesquióxido de hierro,
algunos de protóxido de hierro y alumina etc., estando todas
estas especies tan íntimamente unidas y mezcladas entre sí
en la mayor parte de los casos, que es muy difícil saber á
cuál de ellas debe referirse un individuo dado. Teniendo en
cuenta estos inconvenientes, los mineralogistas modernos
han formado una sola especie con el grupo ó género granate
de los antiguos, constituyendo, sin embargo, sub especies ó
variedades principales que las distinguen entre sí por sus di-
versas coloraciones ó por algún otro carácter físico. El mismo
procedimiento han seguido en el grupo de los anfiboles y
piróxenos, creando en el primero la especie anfibol particu-
larmente dicha, y subdividiéndola después en las sub-espe-
cies anfibol blanco, verde y negro; y en el segundo han for-
mado también la especie piróxeno con las sub-especies piró-
xeno diópsido, dialaga, hedebergita, aujita ó aujito é hipers-
tena.
Variedades mineralógicas.— En el reino in-
orgánico, del mismo modo que en el orgánico, se establecen
divisiones inferiores á la especie, cuales son las variedades.
La variedad mineralógica es mas susceptible de modificacio-
nes y ofrece desde luego mas interés que la botánica y la
zoológica; por regla general, esta división se funda esencial-
mente en el carácter de la estructura regular y mas especial-
mente en la irregular: así, por ejemplo, en la caliza ó carbo-
nato de cal romboédrico, se forman las variedades laminares,
sacaroidéas, fi brosas, concrecionadas, compactas, terrosas, etc. ;
lo mismo se hace con el yeso ó sulfato de cal hidratado, que
se divide en variedades hojosas, fibrosas, sacaroidéas, com-
pactas, terrosas, etc. Estas divisiones suelen establecerse
también tomando como base los caractéres de color, refrac-
ción, dureza, tenacidad, etc., etc.
Género mineralógico. — La reunión ó colección
de especies afines ó semejantes constituye el grupo minera-
lógico designado con el nombre de género. Para la formación
de géneros, se han seguido, como en las especies, dos cami-
nos distintos, ideado uno por Haüy y otro por Beudant ó
su escuela. El primero de estos mineralogistas dice que el
género debe estar constituido por especies mas ó menos
afines y que al propio tiempo tengan de común el mismo
principio ó cuerpo electro-positivo, el cual representa el gé-
nero, así como la especie resulta del principio ó cuerpo
electro-negativo que se combina con el positivo; asi, por
ejemplo, Haüy forma el género llamado cal ú óxido de calcio;
este género comprende entre otras especies las siguientes: cal
carbonatada, ó sea la unión de la cal con el ácido carbónico;
cal sulfatada, compuesta del mismo óxido de calcio y el ácido
sulfúrico; cal fosfatada, especie que, como indica su nombre,
se halla constituida por el referido óxido y el ácido fosfórico;
en estos ejemplos se ve que el nombre genérico está tomado
de la base ó cuerpo electro-positivo, y los específicos de los
electro-negativos ácido carbónico, sulfúrico y fosfórico. Este
MINERALOGIA
55
mismo procedimiento sigue el mineralogista francés para
constituir todos los géneros mineralógicos: asi dice género
plata, que comprende las especies plata sulfurada, plata
clorurada, plata bromurada, plata yodurada, etc; otro tanto
sucede con el plomo en cuyo género formó Haüy las especies
plomo sulfurado, plomo carbonatado, plomo sulfatado, plo-
mo fosfatado, etc., cuyas especies se componen respecti-
vamente de plomo y azufre, de óxido de plomo y ácido sul-
fúrico, de óxido de plomo y ácido carbónico, del referido
óxido y de ácido fosfórico.
Berzelius, Beudant y los partidarios de la escuela química
han adoptado en la formación del género un camino diame-
tralmente opuesto al de Haüy, es decir, que constituyen el
género reuniendo las especies semejantes cuyo principio ó
cuerpo electro-negativo es común á todas ellas; así, por ejem-
plo, forman el género sulfuro con todas las especies com-
puestas del cuerpo simple llamado azufre, resultando así el
sulfuro de plata, sulfuro de mercurio, sulfuro de cobre, sul-
furo de hierro, de plomo, etc.; el género carbonato , con las
especies carbonato de cal, de barita, de estronciana, de hier-
ro, de zinc, etc.; el género nitrato , con sus especies nitrato
de potasa, de sosa, de cal, etc, y siguiendo este mismo pro-
cedimiento con todas las demás especies, constituyen los
diversos géneros que se encuentran en las clasificaciones de
los autores citados.
La mayor parte de los mineralogistas modernos dan tam-
bién la preferencia para la formación del género al principio
mineralizador ó cuerpo electro-negativo; esta importancia no
solo está confirmada por la teoría del isomorfismo, sino por-
que en general las especies agrupadas por el cuerpo electro-
negativo, ofrecen mayor número de semejanzas y analogías,
que las reunidas mediante el principio electro- positivo. Sin
embargo, Brongniart, Kobel y algún otro adoptan un siste-
ma mixto; así que en unos casos reúnen las especies en gé-
neros, teniendo presente el [principio electro-positivo, y en
otros el cuerpo ó principio electro-negativo; asi, por ejemplo,
en las tierras y piedras particularmente dichas constituyen el
género siguiendo el camino de Beudant, es decir, que admi-
ten los géneros carbonato, sulfato, nitrato, fosfato, etc.; por
el contrario, en los metales particularmente dichos aceptan
el procedimiento de Haüy, esto es, forman los géneros te-
niendo presente el principio electro positivo ; v. gr., el cobre,
mercurio, plata, etc., constituyen otros tantos géneros forma-
dos por todas las especies del metal respectivo; v. gr., cobre
sulfurado, cobre oxidado, cobre clorurado, cobre carbonata-
do, etc., etc.
Delafosse, separándose algún tanto de la marcha seguida
por los mineralogistas citados, dice que pueden existir tres
géneros diferentes, á saber : género químico, género físico ó
cristalográfico, y género físico-químico ó mineralógico.
I-as especies minerales, según este autor, ofrecen dos ca-
ractéres fundamentales, que son : uno químico y otro geomé-
trico; de donde se deduce la posibilidad de establecer dos y
aun si se quiere tres géneros distintos, según que las especies
que se agrupan presenten analogías en su composición quí-
mica, en su forma cristalina, ó en estos dos caractéres. A su
vez, estos tres géneros pueden estar unidos, aunque subor-
dinados unos á otros, distinguiéndose con los nombres res-
pectivos de órden, de tribu y de género propiamente dicho,
cuyos grupos representan otras tantas gradaciones mediante
las cuales se desciende de la clase ó división primordial hasta
la especie, como sucede en la Zoología y Botánica. Así, por
ejemplo, el género químico se formará con la reunión de
especies que tienen un principio electro-negativo común;
género sulfato, género carbonato, etc.; cuyas especies
constarán respectivamente todas ellas de ácido sulfúrico ó de
ácido carbónico; el género físico ó cristalográfico se formará
á su vez con las especies que cristalizan en el mismo sistema,
v* gr-j género de minerales cúbicos, romboédricos, ortoróm-
bicos, clinorómbicos, etc.; el género químico -físico estará
constituido por la reunión de especies que no solo tengan de
común el principio electro-negativo, sino también la misma
forma cristalina, ó lo que es igual, los géneros constituidos
por la reunión de especies isomorfas. Según el mismo Dela-
fosse, el género químico y cristalográfico pueden existir reuni-
dos, estando, no obstante, subordinado el último al primero:
Brelasdort, G. Rose y otros creen, por el contrario, que el
carácter químico debe subordinarse al carácter cristalográfico;
pero nosotros, siguiendo en un todo á Delafosse, concedere-
mos mas importancia al primero de estos caractéres, puesto
que, como hemos dicho en repetidas ocasiones, es mas cons
tante que el segundo; así, por ejemplo, diremos género car-
bonato, que subdividiremos en especies cúbicas, romboédri-
cas, ortorómbicas, etc., y no género romboédrico, que seria
preciso dividir en carbonatos, sulfatos, nitratos, fosfatos, etc.
Familia mineralógica.— Queriendo el célebre
mineralogista francés Beudant, asimilar en lo posible las di-
visiones y nomenclatura mineralógica con los grupos y len-
guaje botánico y zoológico, creó la familia mineralógica; para
ello tuvo en cuenta la naturaleza química de los cuerpos, y
tomó como fundamento de cada una de las familias un ele-
mento químico ó cuerpo simple, pero sin fijarse en que este
sea positivo ó negativo y sí solamente en que forme parte ó
entre en la constitución de todas las especies que se reúnen
en el indicado grupo, ó sea en la familia. Asi, por ejemplo,
el azufre, cuerpo simple, además de presentarse aislado en
la naturaleza, se encuentra unido con el oxígeno, formando
el ácido sulfuroso; combinado con el hidrógeno forma el hi-
drógeno sulfurado, así como con los metales constituye la mul-
titud de sulfuros metálicos que se conocen; á su vez el ácido
sulfúrico, compuesto de azufre y de oxígeno, se une con las
bases para formar los cuerpos denominados sulfatos; ahora
bien, todos estos compuestos citados constituyen la familia
llamada sulfúridos de Beudant , puesto que en todos ellos se
encuentra el azufre; á su vez el carbono, cuerpo simple, y
que también se halla puro en la naturaleza, se une con
el oxígeno y forma el óxido y ácido carbónico; combinado
con el hidrógeno, los hidrógenos protocarbonado y bicarbo-
nado; el ácido carbónico con los óxidos básicos ó metálicos
forma el gran número de carbonatos que existen en la corteza
terrestre; todos estos compuestos en los cuales entra el car-
bono, forman, según Beudant, la familia que se designa con
el nombre de carbónidos; y procediendo de una manera aná-
loga con todos los demás cuerpos mineralizadores, llegó á
constituir las diversas familias mineralógicas (i).
Estos grupos en realidad son tan arbitrarios como la ma-
yor parte de los géneros constituidos por Haüy que, como
sabemos, reunió las especies teniendo en cuenta el principio
electro positivo común en todas ellas; así, este célebre mine-
ralogista agrupa en el género hierro las especies hierro
nativo, hierro oxidado, hierro sulfurado, hierro carbonatado,
hierro fosfatado, etc., grupo sumamente artificial, supuesto
que comprende minerales que no presentan analogías entre
sí, siendo unos cuerpos elementales, otros ¡binarios, varios
ternarios y algunos cuaternarios ó de composición variable; en
el mismo caso se hallan la mayor parte de las familias ins-
tituidas por Beudant; asi, por ejemplo, la familia carbónidos
comprende el carbono puro, ó sean el diamante y grafito, el
ácido carbónico, la nafta, petróleo, hidrógenos carbonados y
el gran género de los carbonatos, cuyos minerales no solo di-
(i) Véase su clasificación.
MINERALOGIA
56
fieren en sus propiedades físicas, sino también en que son
unos simples, otros binarios y otros ternarios; lo mismo
puede decirse de la familia sulfúridos, puesto que abraza el
azufre nativo, el hidrógeno sulfurado, los diversos sulfuros
sencillos ó compuestos y los sulfatos, cuerpos muy heterogé-
nos unos de otros.
Por último, Beudant y otros varios mineralogistas han
asociado las familias ó géneros que presentan grandes ana-
logías en sus propiedades físicas y mas particularmente quí-
micas, y han formado de esta manera los órdenes y las
clases. Pero como estas afinidades nunca son tan grandes
como las que ofrecen las familias ó géneros botánicos y
zoológicos, claro está que no será fácil ni mucho menos for-
mar en Mineralogía grupos ó divisiones primordiales que
puedan á su vez subdividirse en otras inferiores á la maner;
que se ha hecho en los otros ramos de la Historia
CLASIFICACIONES MINERALOGICAS MAS
IMPORTANTES
No corresponde á un tratado de esta índole hacer un es-
tudio ó trazar una historia, ni aun abreviada, de las nume-
rosas clasificaciones que se han ido conociendo sucesiva-
ftoéUt e en la ciencia mineralógica, la mayor parte de las que
se han relegado al olvido y no han sobrevivido á los autores
que las habían propuesto (1). Sin embargo, dada la altura
en que hoy se encuentra la Mineralogía y las diversas fases
por que ha atravesado desde últimos del siglo xvm hasta la
época actual, no podemos prescindir del exámen de aquellos
sistemas mas notables y que han formado época en la
ciencia.
Todos los sistemas mineralógicos conocidos están basados
ó en propiedades físicas, ó en propiedades químicas, ó en
cualidades fisicoquímicas; de aquí se infiere que pueden
admitirse tres grupos de sistemas distintos, á saber: i.° sis-
temas físicos ó histórico-naturales, 2.0 sistemas químicos;
y 3.0 sistemas físico-químicos. Pueden dividirse también en
sistemas ó clasificaciones directas y en sistemas ó clasifica-
ciones derivadas, no siendo estas últimas mas que métodos
que están fundados en las clasificaciones directas.
SISTEMAS DIRECTOS Ó PRIMORDIALES.— Pue-
den reducirse á los tres siguientes: i.° sistema de Werner, cla-
sificación físico-química; 2° de Berzelius, clasificación esen-
cialmente química; 3.0 de Mohs ó histórico-natural.
SISTEMA DE Werner. — Este célebre aleman, que
como se ha dicho sacó á la ciencia del caos y confusión que
tenia hasta su época, publicó el año 1792 su sistema mine-
ralógico, habiendo aparecido el último en Freyberg y Viena
el año 1817. Comprende este sistema cuatro clases, dividi-
das cada una de ellas en géneros, y estos á su vez en especies.
Los nombres de las clases son los siguientes:
i.° Tierras y piedras.
2.0 Sales.
3. ’ Combustibles.
4. " Metales.
TATDCPr1!
Estas clases, como se ha manifestado, están fundadas en
caractéres físicos y químicos; cada una de estas divisiones
comprende diversos géneros representados por un álcali,
una tierra alcalina, una sal, un combustible ó un metal; por
último, los géneros se hallan formados por especies afines.
Estas están basadas en las propiedades químicas ó sea en la
composición, recibiendo cada una de ellas un nombre vul-
gar, sea unívoco ó compuesto. Si bien es cierto que los
grupos establecidos por Werner no son tan afines y naturales
como los que después se han formado por otros mineralo-
gistas, no puede negarse que su sistema es el mas metódico
y científico de todos los que se habían publicado antes
de 1817. En el cuadro siguiente se puede ver el mecanismo
de la clasificación de Werner.
CLASIFICACION DE WERNER
CLASES
>idos, insolu-
bles en el agua i ,
é irreductibles ^^rras,
á metal por la( >'Pledras'
acción del calor
GÉNEROS
Diamante.. . .
Zircon
Silicio
Sápidos, solubles ,
en el agua é in-
combustibles. ■
2.a Sales. J
Arcilloso. . . .
Magnésico. . .
Calizo
Barítico
Estroncianico
Sulfato
Insípidos, insolu-\
bles en el agua i
é inflamables áf^.a Com-1
temperaturas / bustibles.
mas ó menos ele- \
vadas en con-
tacto del aire. '
Nitrato... . . .
Muriato
Carbonato. . .
ESPECIES
PRINCIPALES
Diamante
Zircon
Granates, rubí,
chorlo, cuar-
* zo, ceolitas
¡Feldespato, mi-
cas
Talco, esteatita
Creta, fluorina
Witherita
Celestina
l Vitriolo, alum-
j bre
Nitro
Sal común
Alcali mineral
Azufre Azufre
Betunes Ulla, succino
Grafito Grafito
(
Insolubles en el \
agua y reducti- J
bles á metal por \4.aMetales
la acción del i
calor.
Platino. .
Oro. . . .
Plata... .
Mercurio.
Plomo. .
Cobre. . .
Hierro. .
Estaño. .
Bismuto.
\ Zinc, etc.
Platino
Oro
Plata nativa
Cinabrio
Galena
Cobre gris
Pirita
Casiterita
Bismuto nativo
Blenda
(i) Véase la Introducción.
En general, puede decirse que á pesar del carácter quí-
mico que ofrece esta clasificación, no debe negarse que
Werner se valió muchas veces de los caractéres exteriores,
por lo que cometió graves errores debidos en su inmensa
mayoría á la preferencia que concede á estos caractéres
sobre todos los demás.
Clasificación de Berzelius.— Este célebre
químico ha establecido dos clasificaciones, pudiendo ser
consideradas tanto una como otra, como verdaderos tipos
de donde se derivan todos los demás sistemas, que toman
como base esencial los caractéres químicos para la constitu-
ción de grupos. En la primera de estas clasificaciones, en
que las especies se hallan agrupadas según el principio
electro positivo, se encuentran los minerales formando dos
grupos ó clases diferentes, á saber: i.° minerales constitui-
dos según el principio de la composición inorgánica; 2/ mi-
nerales ó sustancias inorgánicas formadas según el principio
de la composición orgánica, ó que no son mas que restos de
plantas ó de animales. Cada uno de estos grupos se subdi-
vide en órdenes, familias ó géneros, como se nota en la si-
guiente tabla :
MINERALOGÍA
57
CLASIFICACION DE BERZELIUS
CLASES
V
W
<
K
W
%
Formados según los
principios de la com-
posición inorgánica.
\
Formados según los I
principios de la com !
posición orgánica, no
siendo mas que restos
de vegetales y ani
males.
i.* Minerales inorgánicos.
2.a Minerales de composi-
ción orgánica.
ÓRDENES FAMILIAS
í Oxigeno, — azufre,— cloro
i.° Metaloides Nitrógeno,— carbono
I Boro, — hidrógeno
( Arsénico, — cromo, — molibde-
2.0 Metales electro-negativos. } no,— antimonio
I Titano, — silicio
Iridio, — platino
Oro, — mercurio
Plata, — bismuto
Estaño, — plomo
3/ Metales electro positivos. ,) Cobre, níquel
* Cobalto, — zinc
Hierro, — manganeso,- aluminio
Calcio, — estroncio
Bario, — litio
Sodio, — potasio
GÉNEROS ESPECIES
Sustancias orgánicas poco alteradas Turba,— lignito
Resinas fósiles Succino
Betunes líquidos Nafta,— petróleo
Betunes sólidos Asfalto
Carbones fósiles Ulla, — antracita
Sales fósiles Melita
Berzelius, en su segunda clasificación (1828 á 1847), fun-
dada como la anterior en los caractéres químicos, reúne las
especies atendiendo, no al principio electro positivo, sino al
negativo. Divide tambian los cuerpos inorgánicos en dos
grandes grupos, á saber: i.° minerales ó sustancias inorgáni-
cas: 2.0 minerales de origen orgánico. El primer grupo ó
clase le subdivide en dos secciones que son: i.a cuerpos no
oxidados; 2.a cuerpos oxidados. A su vez, la primera sección
la subdivide en los ocho géneros siguientes :
i.° cuerpos nativos ó no combinados; 2.a sulfuros; 3.° ar-
seniuros;4.° antimoniuros;5.° telururos; 6.° osmiuros; 7«°au-
ruros; 8.° hidrarguros.
La segunda sección, ó sea la de los cuerpos oxidados,
comprende dos secciones: i.a la de los óxidos metálicos ú
óxidos esencialmente básicos; 2.a la de los óxidos metálicos
que en ciertos casos hacen las veces de ácidos, y los ácidos
propiamente dichos; en esta última sección, se hallan inclui-
dos los cuerpos siguientes: agua é hidratos; alumina y alu
minatos; sílice y silicatos; óxido de titano y titanatos; óxido
tantálico y tantalatos; óxido túngstico y tungstatos; óxido
molibdico y molibdatos; óxido crómico y cromatos; ácido
bórico y boratos; ácido carbónico y carbonatos; sulfúrico y
sulfatos; nítrico y nitratos; fosfórico y fosfatos; arsénico y ar*
seniatos.
Esta clasificación ofrece varios inconvenientes y no me-
nores defectos, siendo entre otros los mas esenciales los si-
guientes: i.° que en un mismo grupo se hallan confundidos
cuerpos gaseosos y sólidos; 2.0 las sales particularmente di-
chas se encuentran mezcladas con las piedras, así como
estas con los metales; 3/ que en esta clasificación desapa-
recen por completo los verdaderos principios mineralógicos,
puesto que en ella no domina mas que un fundamento, cual
es, el carácter químico. Por fortuna, son muy poco los mine-
ralogistas que han seguido la marcha de Berzelius, hasta el
punto que si se exceptúan Beudant, Hausmann, Brocke y
Miller, los demás siguen un procedimiento ecléctico á seme-
janza de lo que hizo Werner.
Tomo IX
SISTEMA de MOHS. — El célebre mineralogista Mohs,
sucesor de Werner en la cátedra de Freyberg, fundó su cla-
sificación en la forma regular, densidad, dureza, sabor y olor
de las sustancias inorgánicas, siendo, por lo tanto, el proto-
tipo de las clasificaciones histórico-naturales. Mohs agrupa y
divide los cuerpos inorgánicos en tres clases; cada una de
estas comprende varios órdenes, así como estos abrazan di-
versas especies, tal como se ve en la tabla siguiente:
Sápidos en es-
tado sólido; ino-
doros ó sin olor'
bituminoso y de |
peso específico in
ferior á 1,8.
Insípidos é ino-
doros y de peso
específico supe-
rior á i,S.
ESPECIES
CLASES ÓRDENES PRINCIPALES
¡Gases Acido sulfuroso
A6ua Agffl
Acidos Acido bórico
Sales. ..... Sal de Calatayud
Haloideo. . . . Yeso
Barita Baritina
Cloruro Querarjira
Malaquita. . . Malaquita
Espato. . . Ortosa
- • clase- MiCiL Mica
\ Gemina Esmeralda
|MetaL Plata, cobre, etc.
Blenda Blenda
Pirita Pirita cobriza
Galena Galena
Azufre Azufre
Con olor bitu->
minosocuandose
presentan ó se
trasforman en lí-|
quidos; inodoros
en el estado sóli- 1
do, y de peso es
pecífico inferior
á 1,8.
Las clases de este sistema están fundadas, como se nota
en el cuadro, en la densidad, sabor y olor; los órdenes se
8
3.“ clase |5eSínaS
f Carbones.
Asfalto, Succino
Ulla, Antracita
5«
MINERALOGÍA
forman atendiendo á la misma densidad, dureza v a^uno-
otros caractéres puramente físicos ó exteriores: Á Jmbre
de cada uno de los órdenes está tomado de la ésnecie nue
sirve de tipo, ó bien de una cualidad particiúr; así Dor
ejemplo, el orden gemma tiene por fundamento ¿amante-
el denominado pirita, comprende la pirita de ¿ro v otras
especies afines; el orden barita está basado en la baritina ó
espato pesado, y comprende no solo piedras particularmente
dichas, sino sustancias metálicas afines con la baritina en
los caractéres de densidad relativa, brillo, dureza, etc Por
lo demás, la primera clase del método de Mofes equivale á
la de las sales de erner, sin otra diferencia entre ellas que
en la primera de estos autores se estudian el agua. los -ases v
los ácidos. La tercera clase es idéntica á la de ioscombusti
bles del mismo Werner, pero se distingue, no ruante
que el grafito y azufre se incluyen por Mohs en su s «runda
nnr última oefo cguuua
clase; por último, esta segunda clase corresponde á la uri-
mera y cuarta de Werner, ó sean á las denominadas Dor este
autor tierras y piedras y metales. F
El mayor defecto que ofrece la clasificación de Mohs
consiste en que se encuentran agrupadas en una sola clase
casi todas las especies minerales; en efecto, examinando el
cuadro, se ve que la primera y tercera clases no contienen
arriba de unas veinte especies, correspondiendo ¡as demás á
la segunda, en la que se hallan comprendidas todas las sus
tancias pétreas y metálicas. A pesar de los defectos señala-
dos, y de algunos otros menos notables, Mohs ha demostrado
que el mineralogista puede, sin necesidad de recurrir á las
propiedades químicas, reunir los cuerpos inorgánicos en trru
pos afines y bien determinados; así, las especies formadas
por el mineralogista aleman son muy análogas ¿ las nue
después se han constituido teniendo presente la comnosi
cion química y la forma regular. 1 *
Algunos mineralogistas alemanes, y entre otros Breithaunt
y Haidinguer, siguen en un todo el camino trazado ñor Mohs-
asi, por ejemplo, Haidinguer divide el reino mineral en tres
clases, a saber: i.a minerales acrogenidos; 2.a geoaenidos v
3.a fitogemdos; cada una de estas clases se divide&en órde*
nes; los órdenes, en géneros y estos en especies. Los géneros
ofrecen un carácter compuesto fundado en los tres caracté-
res físicos esenciales, cuales son: la forma regular la densi-
dad y la dureza; el primero se halla determinado dé un modo
general por la sola indicación del sistema cristalino- v los
otros caractéres mediante dos nombres limitados entre los
que está comprendido el verdadero valor. La especie <e
funda en los caractéres referidos de forma, densidad v dure-
za, pero señalados en este caso de una manera exacta v
precisa. y
r^VTX MÉTODOS DERIVADOS T'
Todos estos métodos, como se ha dicho, tienen
damento los sistemas directos de Werner, Berzelius
por fun-
xt t . - i — -'.mis v Mohs
No es aquí tampoco donde debemos trazar una historia deta
Hada de todas las clasificaciones derivadas, puesto que no
escribimos una obra didáctica, correspondiendo, por lo tanto
su estudio á los tratados puramente científicos Nosotro¡
solo analizaremos aquellos métodos que han causado una
verdadera revolución en la Mineralogía y que han contribuido
act!,abd0H P ° y Perfecci0namiení0 que alcanza en la
actualidad. Por este concepto, estimamos oportuno dar una
idea general de las clasificaciones de Haiiy, Bcudant I ev-
merie y Delafosse. ’ *
SISTEMA DE HAUY. Puede considerarse como un
método derivado del de Werner, siendo en realidad un sis-
tema químico que tiene por fundamento las bases ó principio
electro positivo. Haüy ha publicado dos clasificaciones; una
que imperó desde el año iSoi hasta 1S22, y la otra, en este
último año; la primera es muy análoga á la de Werner, puesto
que el mineralogista francés acepta las cuatro clases siguien-
tes: i.a sustancias acidíferas; 2.a sustancias terreas; 3.a sus-
tancias combustibles no metálicas y 4.a sustancias metálicas.
Desde el año 1801 hasta el 22, en que dio á luz su segunda
clasificación, la Química había hecho grandes progresos de-
bidos á las observaciones de Berzelius, Gay-Lussac, Thenard,
Davy, etc., de cuyos adelantamientos se valió Haüy para in-
troducir en su primera clasificación modificaciones bastante
importantes; su último sistema descansa esencialmente, como
se ha indicado, en el carácter químico, pero sin desechar, ni
mucho menos, el estudio de la forma y la estructura regular,
cuyas propiedades le sirvieron para la constitución de las
especies. En el cuadro siguiente puede verse la clasificación
de este célebre mineralogista :
CLASIFICACION DE HAUY
MINERALES CLASES
Que presentan los
caractéres químicos de
los ácidos, libres en la
naturaleza y compues-
tos de oxígeno ó hi-
drógeno unidos á un
cuerpo metaloide.
Que no presentan
brillo metálico, y que |
solo se reducen á me-
tal por la acción de la 1
pila- / f
Que por lo general j
tienen brillo metálico, f
y reductibles á metal i
por la acción del calor. J
De base no metálica, \
que arden y pierden? bles no me
de peso por la com- \ tálicos.
bustion. J
i.*
Acidos
bres.
li-
2.a Metales he- ( Apéndice, sílice y
terópsidos ( silicatos.
3. a Metales au-
tópsidos.
4. - Combusti- ^ Apéndice , sustan-
I cias fitógenas (1).
La primera clase ó sea la de ácidos libres no comprendía
mas que dos especies, á saber: el ácido bórico y el sulfúrico,
habiéndose después agregado por los mineralogistas los áci-
dos sulfuroso, carbónico, hidroclórico é hidrosulfúrico. En
la segunda y tercera, así como en el apéndice sílice y silica-
tos, se constituyen los géneros reuniendo las especies que
tienen el mismo principio electro-positivo; así, por ejemplo,
Haüy forma su género cal con todas las especies que están
compuestas de esta base, la cual puede estar combinada con
diversos principios electro-negativos; así, por ejemplo, exis-
ten la cal carbonatada, cal sulfatada y cal fluatada; otro tanto
hizo con la barita ú óxido de bario, género compuesto de
las especies designadas con los nombres de barita carbona-
tada, barita sulfatada, barita nitratada, etc. Igual procedi-
miento sigue en los metales, en los que forma el género
atendiendo al metal ó al óxido metálico y la especie al cuerpo
electro negativo simple ó compuesto que respectivamente se
combinan con el primero ó con el segundo: v. gr., género
hierro, que comprende las especies hierro sulfurado, hierro
oxidado, hierro carbonatado, etc.; género plomo, formado de
las especies plomo sulfurado, plomo carbonatado, plomo
sulfatado, y así sucesivamente con todos los demás cuerpos
electro-positivos.
(1) Además agrega otro apéndice en el cual coloca por orden alfa-
bético los minerales que no pudo incluir en los grupos anteriores.
MINERALOGIA
.A.
En la cuarta clase, ó sea la de los combustibles no metá-
licos, la divide dicho naturalista solamente en especies, sien-
do las mas comunes y principales, el azufre, succino, dia-
mante, carbón de piedra y antracita.
A pesar de la claridad y precisión que reina, por lo gene-
ral, en la segunda clasificación de Haüy, no deja, sin embargo,
de ofrecer defectos é inconvenientes en la práctica. Es ver-
dad que es fácil agrupar las sustancias mineralógicas en gran-
des secciones; pero la división en géneros y especies de es-
tas secciones está á cada paso erizada de dificultades, hasta
el punto que cualquiera que sea el camino que se elija se
tropieza á cada momento, sobre todo en los silicatos, con
grandes anomalías y excepciones que no es posible vencer
en la práctica. Por otra parte, su primera clase tiene el de-
fecto de ser muy limitada, puesto que no abraza mas que
dos especies y una de ellas (ácido sulfúrico), sin ningún inte-
rés mineralógico. Los nombres de heterópsidos y autópsidos,
deben desecharse por completo, supuesto que varios de los
minerales incluidos por Haüy en la última de estas secciones
ofrecen aspecto lapídeo mas bien que metálico: tal es lo que
se observa en la variedad compacta de carbonato de plomo
que teniendo en cuenta su lustre y aspecto debía figurar, no
en los autópsidos, que es donde la coloca Haüy, sino en
los heterópsidos; en el mismo caso se halla el carbonato de
hierro ó siderosa, cuya especie ofrece todos los caractéres
de una sustancia lapídea.
Finalmente, como se dijo al hablar de las clasificaciones
en general, los géneros establecidos por Haüy se hallan cons-
tituidos por especies poco afines entre sí, á causa de que
tomó por fundamento de aquellos el principio electro-posi-
tivo.
CLASIFICACION DE BEUDANT
( 1826 á 1830). Este sistema, fundado según los princi-
pios establecidos por Berzelius, puede considerarse, del
mismo modo que el de este autor, como verdaderamente
químico.
Comprende tres clases que se subdividen en familias,
equivalentes en su mayor parte á los géneros formados por
Haüy, familias basadas en el cuerpo ó principio minerali-
zador.
Hé aquí la clasificación:
MINERALES
De principio elec-1
tro-negativo gaseo-
so á la presión y
temperatura medial
de la atmósfera, ó
que puede consti-'
tuir combinación I
nes gaseosas unién
dose con oxígeno,
hidrógeno ó flúor.
clases
)I ‘
i.a
Gazoli-
tos.
FAMILIAS
Silicidos, — bori-
, dos, — carbónidos,
I — sulfuridos, — se-
lénidos , — teluri-
I dos, — cloridos, —
bromidos, — yodi-
dos,— fluoridos.
De principio elec-
tro-negativo no ga
seoso,nique form.
combinaciones ga
seosas cuando si
une con oxígeno,
hidrógeno ó flúor.
Sus disolu-
ciones en los!
líquidos son
l incoloras.
Sus disolu-'
ciones en los
líquidosofre- 1
cen diversas
coloraciones
según las fa-
milias.
Antimonidos , —
2.a ^ bismutidos,--plum-
Leuco- bidos, — argiridos,
litos. j — hidrargiridos, et-
cétera.
\
¡Mangánidos, — s¡-
deridos,— auridos,
— platinidos,-cu-
pridos, — mangáni-
dos, — cobaltidos,
etcétera.
59
Beudant, como hemos tenido ocasión de indicar repetidas
veces, reúne las especies teniendo presente el principio elec-
tro-negativo común á todas ellas; así, por ejemplo, forma los
géneros carbonato, sulfato, fosfato, sulfuro, cloruro, etc., con
aquellas especies que tienen respectivamente común el ácido
carbónico, sulfúrico, fosfórico, ó bien el azufre ó cloro. Esta
preferencia dada al cuerpo mineralizador ó principio electro-
negativo, ofrece la ventaja de que si no en todos, en muchos
de los casos, las especies reunidas en un género tienen ma-
yores afinidades que las agrupadas por medio del cuerpo
electro positivo. Si, por ejemplo, estudiásemos las especies
minerales comprendidas en el género cal, instituido por
Haüy, y que abraza las especies cal carbonatada, cal fosfata-
da, cal sulfatada, cal fluatada, etc., veríamos que, si se hace
abstracción del óxido de calcio que forma parte de todas
ellas, difieren por completo en los caractéres de forma regular,
estructura, dureza y peso específico; por el contrario, si exa-
minamos las especies carbonato de cal, carbonato de óxido
de hierro, de óxido de zinc, de óxido de manganeso, etc.,
especies que corresponden al género carbonato de Beudant,
observaremos que todas ellas ofrecen la misma forma cris-
talina, idénticas estructuras, dureza análoga y aun densidad
algún tanto afine; otro tanto puede decirse de las especies
incluidas en los géneros sulfato, sulfuro, cloruro, etc., del
mismo autor. No obstante, en los géneros citados y en otros
muchos se hallan comprendidas á su vez especies que difie-
ren entre sí, no solo respecto al peso específico, dureza, es-
tructura, sino en su forma regular, por lo que los grupos de
Beudant no deben admitirse como realmente naturales.
El sistema de este mineralogista adolece también de al-
gunos defectos, pudiendo enumerarse como mas importantes
los siguientes: 1 .° que estando reputado el oxígeno como el
elemento mineralizador por excelencia, no ha formado con
él un grupo de familia como lo verifica con los demás cuer-
pos que hacen las veces de electro negativos; 2.0 que la clase
de los gazolitos, además de comprender casi todas las espe-
cies mineralógicas conocidas, tiene el inconveniente de abra-
zar en una misma familia cuerpos muy heterogéneos; tal es
lo que, por ejemplo, sucede en los carbónidos, cuyo grupo
está constituido por sustancias gaseosas, líquidas y sólidas,
ó por cuerpos que no tienen entre si grande semejanza;
v. gr., el ácido carbónico, la nafta ó petróleo, el diamante y la
caliza: 3.0 que en las clases segunda y cuarta, ó sea en la de
los leucolitos y croicolitos, no figuran todos los minerales
metálicos, supuesto que los cloruros, arseniuros, sulfuros de
base electro positiva, ó mejor dicho metálica, se hallan com-
prendidos en la clase de los gazolitos.
M. Leymerie, catedrático de la Facultad de Ciencias de
la Universidad de Tolosa (Francia), ha publicado en el año
de 1860 un sistema que designa con el nombre de Método
ecléctico ó tyemeriano. Este notable mineralogista ha tomado
la clasificación de Werner como base fundamental de su sis
tema, pero teniendo al propio tiempo presente los adelanta
mientos efectuados en la ciencia desde principios de est
siglo hasta la época en que dió á luz su clasificación. Ley
merie acepta, en primer término, lo que él designa con e
nombre de tipo mineralógico, esto es, el mineral en su ver
dadero estado perfecto, y, por lo tanto, constituido de uní
sustancia pura y de la forma primitiva que le corresponde
La especie mineral, según este autor, resulta del tipo mine
ralógico y de las variedades que tienen la misma composi
cion química y formas ó estruqturas idénticas á las del tipo
ó bien que presenten la misma densidad relativa é igual du
reza.
Partiendo, pues, de estas consideraciones, y tomando er
cuenta todos los caractéres mineralógicos, dando, sin em
6o
MINERALOGIA
bargo, en unos casos mas importancia á los químicos que á
los físicos y viceversa, divide los minerales, á semejanza de
Berzelius, en dos grandes grupos, á saber: i.° inorgánicos ó
minerales propiamente dichos; 2.0 minerales orgánicos. El
primer grupo lo subdivide en cuatro clases que son: 1.* gases;
2.a balidos; 3.a piedras ; 4.a metales. En cada una de estas
clases establece varios órdenes, así como estos los subdivide
en familias ó géneros, fundándose unas veces en el carácter
químico y otras en las propiedades físicas ; los minerales or-
gánicos los subdivide desde luego en familias.
- No consignamos aquí el cuadro de clasificación de Ley-
merie, porque este método, algún tanto reformado, es el que
adoptamos para agrupar y describir las especies minerales; y
en su virtud, podrán estudiarse los grupos esenciales en el
cuadro sinóptico que formaremos para dar á conocer nuestra
clasificación.
Vemos, pues, que Leymerie se separa bastante de los mi-
neralogistas anteriores, supuesto que para la formación de
las clases, y mas especialmente para instituir los órdenes y
familias, acepta una marcha ecléctica: crea desde luego la
clase llamada gases que no se encuentra en ninguno de sus
antecesores, si bien es cierto que Delafosse antes que él ya
había establecido el grupo que denominó subreino gaseoso
ó atmosférico; la clase que Leymerie designa con el nombre
de halidos, y que es idéntica á la de las sales de Werner,
creemos que no debe aceptarse, porque de hacerlo así habría
necesidad de admitir dos especies de sales diferentes, unas
solubles en el agua á la temperatura ordinaria y otras insolu-
bles. Estimamos también que la clase piedras del mineralo-
gista tolosano, es demasiado extensa, supuesto que compren-
de mas de la mitad de las especies conocidas; creemos, no
obstante, natural la división en familias ó géneros que esta-
blece en los dos órdenes de esta clase. Los metales de este
autor equivalen á los mismos de Werner; finalmente, el grupo
orgánico corresponde casi en totalidad á los combustibles de
origen orgánico de otros mineralogistas. Leymerie separa el
diamante de los combustibles, y lo coloca al lado de las pie-
dras finas, formando con todas estas una familia que deno-
mina gemas , grupo que también admitiremos nosotros, por-
que creemos que dadas las particularidades que ofrece el
diamante, debe figurar desde luego al lado de la esmeralda,
zafiro, etc., y no unido con el grafito y el carbón de pie-
dra ( 1 ).
CLASIFICACION DE DELAFOSSE
Este mineralogista publicó en 1860, un método que puede
considerarse como esencialmente químico-físico. Empieza
por dividir todos los cuerpos inorgánicos en dos grandes
grupos que llama sub-reinos; en el primero, se hallan inclui-
das todas las sustancias gaseosas; en el segundo, se compren-
den las sustancias terrestres ó minerales propiamente dichos,
que á su vez los subdivide en tres clases; á saber, i.° com-
bustibles no metálicos ó sean los combustibles de Haüy;
2.0 combustibles metálicos ó metales; y 3.0 no combustibles
ó piedras. Cada una de estas clases se halla dividida en ór-
denes fundados en el principio raineralizador; subdivididos
á la vez en tribus, tomando por base de cada una el sistema
cristalino. En el cuadro siguiente puede verse la clasificación
propuesta por Delafosse.
( 1 ) Para ser consecuente Leymerie debiera incluir en el grupo de las
piedras finas 6 gemas al ópalo noble y girasol, a la turquesa y algún
otro; pero sin duda ha tenido presente que los minerales citados care-
cen del lustre esencialmente vitreo y aun de la dureza de las verdaderas
piedras finas; sin embargo, no comprendemos porqué no forma parte de
las gemas el cuarzo morado ó cuarzo amatista.
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CLASIFICACION DE DELAFOSSE
SUB-REINOS CLASES
i.° Atmosférico que com-
prende todas las sustancias 1
inorgánicas que se presentan
gaseosas á la temperatura y [ Gases,
presión media de la atmós-
fera.
11.a Combustibles no
metálicos.
2.a Combustibles me-
se presentan, por 10 general, tái;cos ¿ metales.
en estado sólido, rara vez lí-1 ^.a No combustibles
fluido. f ó piedras.
En la primera clase, ó sea la de los gases, comprende el
ácido carbónico, ácido sulfúrico, hidrógeno sulfurado, hidró-
geno carbonado, agua en vapor, oxígeno, hidrógeno y algu-
nos otros, cuyos gases, mineralógicamente considerados,
apenas tienen importancia alguna. En la segunda ó combus-
tibles, estudia el diamante y demás sustancias carbonosas
(grafito, antracita, carbón de piedra, etc., el azufre, las resi-
nas, succino, asfalto y retinita, etc. En la tercera, ó sea en
la de los metales, los metales nativos, los metales minerali-
zados ó combinados con el azufre, selenio, teluro, etc., for-
mando los sulfuros, seleniuros, telururos, etc. En la cuarta
clase, comprende los óxidos terrosos, las combinaciones
aloideas ó sean los cloruros, bromuros, fluoruros, etc., los
compuestos ternarios, cuaternarios, etc., que se hallan cons-
tituidos por la unión de una, dos ó mas bases con los á-
cidos carbónico, fosfórico, sulfúrico, silícico, etc., esto es,
todas las sustancias verdaderamente lapídeas ó pétreas.
Cada una de las divisiones indicadas, que, por lo general,
equivalen á otros tantos órdenes, se subdivide en tribus que,
como se ha dicho, están basadas en el sistema cristalino;
por ejemplo, en el orden que denomina carbonatos, estable-
ce las tribus siguientes: i.a romboédricos, formada de las
especies caliza, siderosa, dolomía, calamina, etc.; 2.a róm-
bicos, compuesta del aragonito, estroncianita, witherita, etc.;
3.a clinorómbicos, constituida por las especies natrón, urao,
malaquita, azurita, etc.; 4.a cuadráticos, que comprende es-
pecies sin importancia mineralógica; 5.' adelomortos, forma-
da con la misorina ó carbonato de cobre anhidro, con el
carbonato de plata, de bismuto, etc. En el orden de los óxi-
dos metálicos establece las siguientes tribus: 1/ cúbicos,
que comprende la ziguelina ó cobre rojo, el hierro magnéti-
co, el hierro imantado titanífero, etc.; 2.a romboédricos, en
la que están incluidos el hierro oligisto, la martita, el óxido
crómico y alguna otra; 3.a rómbicos, formada con las es-
pecies limonita, pirolusita, manganita, etc., 4.a cuadráticos,
constituida con las especies anatasa, rutilo, casiterita, Haus-
manita, etc.; 3.* clinorómbicos, y 6.s adelomorfos, que com-
prenden especies de poco interés.
La índole de esta obra no permite en modo alguno dar
mas amplitud á la clasificación de Delafosse, la cual puede
considerarse como una de las mas metódicas y razonadas en-
tre las publicadas hasta la época actual. La especie, ó sea la
unidad de medida de todos los sistemas, debe fundarse, según
este mineralogista, en la igualdad de composición, en el iso-
morfismo y en el sistema cristalino idéntico de las sustancias
que se reúnen para constituirla.
MÉTODO QUE SE ADOPTA EN ESTA OBRA PARA
AGRUPAR Y DESCRIBIR LOS MINERALES
Hecha la breve reseña que precede de los sistemas mas
MINERALOGIA
importantes que se han establecido en Mineralogía; analiza-
dos con el posible detenimiento aquellos que en opinión de
los hombres mas eminentes pueden ser considerados como
verdaderos tipos de clasificación y de los que, según hemos
indicado, se derivan todos los demás, natural y lógico seria que
estudiáramos las especies minerales conforme á cualquiera
de uno de estos sistemas, ya fuera partiendo de los sistemas
directos de Werner, Berzelius y Mohs, ya de algunos de los
derivados de estos. Pero como al hacer el exámen y crítica
de cada uno de ellos, hemos indicado los defectos mas ó
menos considerables que presentan, y como, por otra parte,
hemos visto que, si bien es verdad que en las clasificaciones
de Werner, Berzelius, Haüy, Mohs, Beudant, Leyraerie, etc.,
existen divisiones primordiales y secundarias que abrazan
grupos afines ó análogos, no es menos cierto tampoco, que
hay otras formadas de minerales muy diversos entre sí, no
podemos menos de deducir que en el reino mineral no es
factible establecer grupos ó divisiones naturales que sean
análogas á las que se han formado en el reino orgánico. Sin
embargo, la mayoría de los mineralogistas, y aun el vulgo,
admiten como esencialmente naturales los tres siguientes
grupos: combustibles, piedras y metales particularmente di-
chos: casi todos están también conformes en basar la espe-
cie, grupo fundamental de las clasificaciones, en la compo-
sición química y en la forma regular; y puede asegurarse que
solo difieren en el modo de formar los géneros; tribus, fa-
milias, órdenes y clases. Así, por ejemplo, Berzelius, Beu-
dant y algunos otros se valen, como se ha dicho, del princi-
pio mineralizador ó cuerpo electro-negativo; por el contrario,
Haüy y los mineralogistas de su escuela fundan el género en
el principio mineralizado ó cuerpo electro positivo; por últi-
mo, hay otros autores, tales como Brongniart y Dufrenoy,
que siguen un procedimiento mixto, esto es, que en las tierras
y piedras echan mano para formar el género del cuerpo elec-
tro-negativo, así como del positivo en los metales. Este mismo
procedimiento seguiremos nosotros, por mas que no se nos
oculte que acaso fuera mas natural y científico reunir las espe-
cies atendiendo á la composición, isomorfismo y sistema cris-
talino;perocomo este camino requiere grandes conocimientos
no solo de geometría sino de química, no le adoptaremos sino
en aquellos casos de fácil aplicación y que nos conduzcan al
mismo tiempo á agrupar especies afines en todas ó en mu-
chas de sus propiedades. Este procedimiento seguido cons-
tantemente por Delafosse ofrece el inconveniente, al menos
en nuestra opinión, de que existen reunidas especies que si
bien son afines por el isomorfismo y sistema cristalino, se
diferencian extraordinariamente en los demás caractéres,
rompiendo así las analogías de los séres inorgánicos; por
ejemplo, el autor citado coloca en la tribu romboédrica,
correspondiente al órden de ios óxidos terrosos, la sílice
anhidra ó cuarzo cristalizado, la alumina ó zafiro y el agua
sólida, cuyas especies, si se exceptúan el isomorfismo y forma
regular, no ofrecen analogías en los demás caractéres.
Fundados en todas las anteriores consideraciones, y toman-
do como base importante los principios emitidos por Wer-
ner, Berzelius, Mohs, Haüy, Leymerie y Delafosse, consig-
namos á continuación el sistema mineralógico adoptado para
agrupar y describir las especies minerales. Este sistema, á la
manera del de Leymerie, es esencialmente ecléctico, puesto
que no nos proponemos sino facilitar del mejor modo posi-
ble, el conocimiento de las sustancias mas importantes y de
uso mas frecuente.
El reino mineral puede dividirse desde luego en dos gran-
des grupos ó sub-reinos: i.° atmósferico ó gaseoso, en el que
se estudian todos los cuerpos inorgánicos que se presentan
gaseosos á la presión y temperatura ordinaria, y que no ofre-
cen los verdaderos atributos mineralógicos, á saber: la forma
regular, la densidad relativa (i) y h dureza; 2.0 sub reino
mineral, en donde se incluyen todas las sustancias inorgáni-
cas terrestres sólidas, muy pocas líquidas, y que presentan
los atributos esenciales indicados. Las especies que forman
parte del primer sub-reino no tienen interés mineralógico de
ningún género, correspondiendo su estudio á la Química de
preferencia á la Mineralogía; por cuya razón solo haremos
de ellas una ligera descripción.
El sub-reino mineral ó minerales propiamente dichos, lo
subdividiremos en tres clases que son: i.» tierras y piedras;
2.a metales; 3.a combustibles (2).
Las tierras y piedras reúnen minerales sólidos que ofrecen
aspecto vitreo, lapídeo ó terroso, incoloros en su estado de
pureza, de peso específico representado, por lo general,
por 2, 3 ó 4 veces mas que el agua destilada, é irreductibles
á metal por la acción del calor. Esta clase la subdividimos
en dos grupos ó sub clases y un apéndice que denominamos
gemas ó piedras finas, á saber: i.a tierras y piedras no silí-
ceas, 2.a tierras y piedras silíceas; las primeras están forma
das por la combinación del ácido carbónico, sulfúrico, fosfó-
rico, nítrico, bórico, etc., ó bien por la unión del cloro y del
flúor con un metal alcalino ó alcalino terreo constituyendo
los cloruros y fluoruros; las tierras y piedras silíceas están
formadas por el ácido silícico, ó por este mismo ácido com-
binado con una ó mas bases dando origen á los cuerpos
llamados silicatos; finalmente, el apéndice designado con el
nombre de gemas ó piedras finas comprende minerales muy
heterogéneos, supuesto que en él no solo se incluyen el dia-
mante (carbono puro), el zafiro (sesquióxido de aluminio) y
el rubí (aluminato de magnesia), sino la esmeralda, topacio,
jacinto, granates, turmalina, cimofana, etc., minerales des-
membrados del gran grupo silicatos, puesto que todos ellos
constan de ácido silícico en combinación con una ó mas
bases según las especies.
Es cierto que estos cuerpos difieren extraordinariamente
en su composición química y aun en su forma; pero no lo es
menos también, que ofrecen grandes analogías en su aspecto,
brillo, dureza y otras particularidades, hasta el punto de po-
der constituir con ellos un grupo bastante natural.
La clase de los metales comprende á su vez cuerpos sóli-
dos, menos el mercurio ó azogue, por lo general de lustre
metálico ó que pueden adquirirle por medio del frote, puli-
mento ú otros procedimientos, de colores propios, de peso
específico, por lo común superior á cuatro veces el agua
destilada, y reductibles casi siempre á metal por la acción
del fuego. Se halla constituida esta clase por los metales na-
tivos ó por sus aleaciones y amalgamas; por cuerpos binarios
que resultan de la combinación de un metal cualquiera con
alguno de los elementos metaloides ó principios simples
mineralizadores; y por compuestos ternarios ó cuaternarios
constituidos por los ácidos sulfúrico, carbónico, fosfórico, etc.,
combinados con óxidos metálicos, ó también por la unión
de un cuerpo simple metaloide con varios metales.
La clase combustibles reúne minerales sólidos, algunos lí-
quidos como la nafta y petróleo, que tienen la propiedad de
arder en contacto del aire á temperaturas mas ó menos ele-
vadas, que pierden de peso por la combustión , siendo la
mayor parte ligeros, pues si se exceptúa el azufre y algún
otro, los demás tienen una densidad análoga ó inferior á la
del agua destilada.
En el cuadro siguiente, puede estudiarse la clasificación
que aceptamos para agrupar los cuerpos inorgánicos.
( I } Entiéndase con relación al agua destilada.
(2) Estas clases son idénticas, salvas ligeras excepciones, á las crea-
das por Werner, Haüy, Leyraerie y Delafosse.
Ó2
MINERALOGÍA
£
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Q
>-*
>
Q
W
x
SUB REINOS.
i-° Atmosférico. — Comprende
todos los minerales gaseosos á la
presión y temperatura ordinaria, y
que no ofrecen los atributos esen-
ciales de forma, densida
CLASIFICACION ADOPTADA
CLASES.
Sólidos de aspecto vi-
I treo, lapídeo o terroso é
1
SUBCLASES.
ESPECIES PRIN-
CIPALES.
I.*
Gases / Acido carbónico,
{ — ácido sulfuroso.
i.!
2.
los cuerp
rreductibles á metal (si
2 tienen) por la acción
el calor.
—
Tierras y pie- í Caliza, yeso, fluo
2.a Tierra.1 1 dras no silíceas. ( ri
eos terrestres,
sólidos, rara vez líquidos y que
sentan los atributos esenc
forma, densidad y dureza.
■
excepto el
cuno, por lo común
Ilustre metálico y reducti
bles á metal por la acción
leí calor.
Sólidos, excepto la naf-
ta y petróleo, ligeros, infla-
mables y que pierden de l bustibles.
peso por la combustión, i
Apéndice — Ge-
mas
2.a Tierras y pie-
dras silíceas
¡el
i- } 3.a Metales
riña, fosforita, etc.
Diamante, esme-
ralda, zafiro, etc.
Ortosa, serpenti-
na, mica, etc.
II
4a Com-
f Oro, plata, cobre,
I pirita de hierro, etc.
Azufre, succino,
carbón de piedra etc.
V
clase de los gases comprende dos grupos: i~ gases sim-
ales ó cuerpos elementales; 2.0 gases compuestos, ó mezclas
de ellos; en el primero de estos grupos estudiaremos el oxí-
geno, hidrógeno y nitrógeno; en el segundo el aire, el agua
en vapor, el hidrógeno carbonado ó gas de los pantanos, el
ácido carbónico, el sulfuroso, el hidrosulfúrico y el hidrocló-
rico, así como también el amoniaco.
En la sub-clase de las tierras y piedras no silíceas, que la
subdividimos inmediatamente en géneros, formamos estos
atendiendo al principio electro-negativo común en varias es-
pecies, constituyendo á su vez estas con la base ó cu
electro-positivo; de modo que con todas aquellas especies
que tienen por principio electro-negativo común el ácido
carbónico, sulfúrico, fosfórico, nítrico, bórico, cloro ó flúor,
constituimos los géneros que á continuación se expresan :
ELDESPÁTICAS.
COCEOLITAS. .
CEOLITAS. .
PRISMÁTICAS.
GÉNEROS
CARBONATO
SULFATO-
FOSFATO..
NITRATO-
BORATO. .
CLORURO.
F
FLUORURO.
ESPECIES PRINCIPALES
Carbonato de cal, de barita, de
estronciana, de cal y magnesia, de
sosa, etc.
Sulfato de cal, de barita, de es-
tronciana, de sosa, de magnesia,
de alumina y potasa, etc.
f Fosfato de cal, de alumina y co-
I bre, de alumina y magnesia, etc.
Nitrato de potasa, de sosa, etc.
Borato de magnesia, de sosa, etc.
i Cloruro de sodio, cloruro amó-
1 nico.
Fluoruro de calcio, de aluminio.
En el apéndice de las gemas ó piedras finas es muy difícil
establecer grupos genéricos, por cuya razón estudiaremos las
especies independientes unas de otras.
En la sub clase tierras y piedras silíceas, aceptamos la
división en familias propuesta por Leymerie, pues de esta
manera creemos que se pueden vencer mejor las grandes
dificultades que ofrece el estudio de la sílice y silicatos (i).
(i) Leymerie estudia en su clase piedras, y en el orden que denomi-
na piedras particularmente dichas, la familia de las gemas ó piedras
Anas.
f
D
GÉNEROS ESPECIES PRINCIPALES
Paladio nativo.
Iridio nativo, iridio osmiado.
Platino nativo.
Oro nativo.
I Plata nativa, plata sulfurada, plata an-
timonio-sulfurada, plata arsenio sulfura-
da, plata clorurada, etc.
( Mercurio nativo , mercurio sulfura-
ndo, etc.
| Plomo nativo, plomo sulfurado, plomo
carbonatado, plomo cromatado, plomo
1 sulfatado, etc
PALADIO
IRIDIO. .
PLATINO.
ORO.
PLATA.
MERCURIO.
PLOMO.
Las familias mas principales, y en las que se encuentran
agrupadas muchas de las especies que tienen grande aplica-
ción en la industria, agricultura, construcciones, son las
siguientes:
FAMILIAS ESPECIES PRINCIPALES
f Ortosa, albita, labradorita, oli-
( goclasa, etc.
Anfigena, Haüyna, lazulita, ne-
felina, etc.
Analcima, chavasia, mesotipa,
harmotoma, estilbita, etc.
Andalucita, estaurotida, distena.
Anfibol blanco, id. verde, id.
negro, piroxeno, etc.
| Micas, clorita, Sismondina, etc
j Talco, esteatita, serpentina,
( magnesita, etc
Arcillas y sus variedades.
En la tercera clase, ó sea en la de los metales, es muy di-
fícil constituir familias ó tribus, por lo que solo admitimos
el grupo «genérico,» como intermedio entre la clase 'y la
especie Para la formación de este grupo, adoptamos un ca-
mino diametralmente opuesto al seguido en las tierras y
piedras, valiéndonos, por consiguiente, del cuerpo electro-
positivo; así, por ejemplo, diremos género hierro , género plo-
mo, gcfiero manganeso , etc., constituidos por los metales na-
tivos ó sus óxidos combinados, con un elemento metaloide
ó con un oxácido, como se ve á continuación:
MINERALOGÍA
ESTAÑO. .
BISMUTO. .
COBRE. . .
COBALTO. .
MANGANESO.
HIERRO. .
ZINC. . .
NIQUEL. .
URANO.. .
MOLIBDENO.
TITANO. .
. I Estaño oxidado, estaño sulfatado.
. I Bismuto nativo, bismuto sulfurado.
Cobre nativo, cobre oxidado, cobre
y hierro sulfurado, cobre sulfurado, co-
bre carbonatado, cobre sulfatado, cobre
clorurado, etc.
\ Cobalto arsenical, cobalto arsenio-sul-
‘ I furado, cobalto arseniatado, etc.
(Manganeso oxidado, manganeso sulfu-
rado, manganeso silicatado, etc.
Hierro nativo, hierro oxidado, hierro
sulfurado, hierro arsenio-sul furado, hier-
* ro carbonatado, hierro fosfatado, hierro
sulfurado, etc.
(Zinc sulfurado, zinc carbonatado, zinc
silicatado, etc.
\ Níquel arsenical, níquel antimonio-
/ sulfurado, etc.
. I Urano oxidado, urano fosfatado.
. | Molibdeno sulfurado.
(Titano oxidado, titano silíceo-calcá-
reo.
63
ANTIMONIO. .
TELURO. . .
ARSÉNIO. . .
( Antimonio nativo, antimonio sulfura-
ido, etc.
{Teluro nativo, teluro plumbo-aurífero,
antimonio oxi sulfurado, etc.
\ Arsénico nativo, arsénico oxidado, ar- *
I sénico sulfurado.
En la cuarta clase ó sea en los combustibles formaremos
cuatro secciones ó familias y un apéndice, á saber:
SECCIONES
AZUFRES. .
RESINAS. .
BETUNES. .
CARBONES.
ESPECIES PRINCIPALES
. | Azufre nativo, azufre selenífero.
(Succino ó ámbar amarillo, retinita, co-
pal fósil.
. | Nafta, petróleo, asfalto.
) Grafito, antracita, carbón de piedra,
| lignito, turba.
APÉNDICE k LOS
combustibles. . | Guano, melita, oxalita, conistonita.
MINERALOGÍA DESCRIPTIVA
SUB-REI1T O PRIME RO-ATMOSFE RICO
CLASE PRIMERA —GASES
Se hallan incluidos en esta clase todos los cuerpos que se
presentan gaseosos á la presión y temperatura ordinaria de
la atmósfera, y que carecen de las propiedades esenciales de
los minerales. Esta clase la subdividimos en dos secciones
que son: i.a gases simples; 2.a gases compuestos.
SECCION PRIMERA-GASES SIMPLES
Comprende los cuerpos elementales, oxígeno , nitrógeno é
hidrógeno.
OXÍGENO— Fórmula química O
El descubrimiento de este cuerpo se atribuye al inglés
Priestley, que le dió á conocer en 1774. Poco tiempo des-
pués Schéele y Lavoissier, sin tener idea de las observacio-
nes del químico inglés, obtuvieron este cuerpo empleando
cada uno operaciones distintas.
Caractéres. — El oxígeno es un gas permanente á
la temperatura y presión ordinaria, habiéndose liquidado re-
cientemente por Pictet á la temperatura de 1 40o bajo cero y
á la presión de 1 20 atmósferas ; incoloro, insípido y sin olor
de ningún género, de peso específico representado por 1,01,
siendo su poder refringente con relación al aire de 0,9. Es
el mas electro-negativo de todos los cuerpos, así como tam-
bién el mas comburente; es decir, que es el elemento que
activa mas la combustión de todos los otros; el oxígeno es
también el elemento esencial para la función de la respira-
ción de los animales; un animal perece al cabo de cortos
momentos cuando se le sumerge en una atmósfera ó en un
aire privado de oxígeno.
Yacimiento. — El oxígeno es el cuerpo que mas
abunda en la naturaleza, pero jamás se halla aislado á causa
de la afinidad que tiene con los otros elementos, y sobre
todo, con los metales; mezclado con el nitrógeno en la pro-
porción de V, de oxígeno y 4/8 de nitrógeno, forma el aire
atmosférico; unido con el hidrógeno, en la proporción
de 11,13 de hidrógeno y 88,87 de oxígeno, constituye el
agua. El oxígeno forma también parte, por lo menos, de cua-
trocientas y tantas especies mineralógicas, y entra en la
composición de todos los tejidos animales y vegetales.
NITRÓGENO — Fórmula química N
CARACTÉRES. — El nitrógeno (1), que quiere significar,
yo engendro nitro, es un gas permanente á la temperatura y
presión ordinaria; pero se ha liquidado por Cailletet á la
temperatura de 29o bajo cero y á una presión de 200 atmós-
feras; incoloro, sin olor ni sabor; su densidad comparada
con la del aire es de 0,9713, y su poder refringente el de 0,02.
Una luz introducida en este gas se apaga instantáneamente,
por lo que el nitrógeno no sirve para la combustión ni tam-
poco para la respiración animal; no obstante, el nitrógeno
no ejerce acción deletérea sobre los órganos respiratorios,
(1) Se le llama también «ázoe» que quiere decir que no sirve para
la vida, nombre que no debe aceptarse por mas que esté en uso. Véase
«Nomenclatura química.»
MINERALOGÍA
64
supuesto que, como hemos dicho, en el aire atmosférico
figura en la proporción aproximada de 79,10.
YACIMIENTO. — Este gas abunda bastante en la natu-
raleza; así es que además de formar los */» atmósfera,
■entra también en la composición de las sustancias orgánicas
vegetales y animales; existe en un reducido número de mi-
nerales, pudiendo citarse entre otros las «sales orgánicas» y
los «nitratos.» El -gas nitrógeno en estado de pureza es su-
mamente raro; se desprende algunas veces de los cráteres
de los .volcanes cuando están en erupción, y también de las
grietas ó hendiduras que forman en la tierra á causa de los
terremotos.
HIDRÓGENO— Fórmula química H
GARACTÉRES. — Este gas fué descubierto á últimos
del siglo xvii, pero sus cualidades esenciales se ignoraron
hasta el año 1766 en que Cavendish las dió á conocer. El
hidrógeno es un gas permanente á la temperatura y presión
ordinaria; pero Pictct ha conseguido liquidarlo y aun solidi-
ficarlo, mediante una temperatura de 140° bajo cero y una
presión de 650 atmósferas; incoloro, inodoro é insípido; su
densidad relativa es de 0,0688, siendo por lo tanto, el cuer-
po mas ligero de todos los que se conocen. Este cuerpo es
el mas electro positivo de los metaloides; no sirve para la
combustión ni la respiración ; es un gas esencialmente com-
bustible, pero produce al arder en contacto del aire una
llama poco brillante, desarrollando, sin embargo, una tem-
peratura superior á la de todos los cuerpos combustibles,
sobre todo si arde en una atmósfera de oxígeno.
YACIMIENTO. — El hidrógeno se encuentra rara vez en
estado libre; unido al oxígeno, constituye, como se ha indi-
cado, el agua, de donde toma el nombre de hidrógeno, que
significa «yo engendro agua»; combinado con el oxigeno,
nitrógeno y carbono forma las sustancias animales y vegeta-
les. Se desprende en ciertas ocasiones de los volcanes y du-
rante los terremotos, yendo acompañado, por lo común, del
hidrógeno protocarbonado.
USOS.— Se emplea á causa de su ligereza, para llenar los
globos aerostáticos, siendo casi siempre preferido al aire ca-
liente ó al gas del alumbrado; se usa este gas en química
para alimentar el soplete denominado de Newman. Este
aparato se reduce á un recipiente metálico de gran resisten-
cia, en cuyo interior se pone una mezcla de dos volúmenes
de hidrógeno y uno de oxígeno bajo una gran presión: este
recipiente tiene un soplete terminado, como es consiguiente,
en una punta de platino en la que se inflama la mezcla. Con
el objeto de que la llama no se propague al interior del apa-
rato, que de verificarse ocasionaría una terrible explosión,
colócanse entre el recipiente y el soplete unas 120, 130 ó
mas láminas metálicas, que tienen por objeto enfriar los ga-
ses y, por consiguiente, evitar la comunicación, por lo cual
siempre están los gases separados y se les mezcla en el tubo
del soplete. Si el dardo inflamado producido por la mezcla
de gas hidrógeno y oxígeno se dirige sobre un cono de creta
ó de cal, esta materia se encandece y produce una luz muy
intensa que ha recibido el nombre de «luz Drumond,» tan
usada en la iluminación de los faros y en algunos experi-
mentos de óptica.
SECCION SEGUNDA-GASES COMPUESTOS
Se incluyen en esta sección el aire atmosférico, agua en
vapor, hidrógeno carbonado, ácido carbónico, sulfuroso,
hidro-sulfúrico, hidro-clórico y el amoníaco.
AIRE ATMOSFÉRICO
Cuerpo gaseoso formado por la mezcla de 79 partes pró-
ximamente de nitrógeno y cerca de 21 de oxígeno, cuyas
proporciones vienen á ser las mismas en todos los puntos de
la tierra. El aire es un gas permanente á la temperatura ordi-
naria, habiéndose liquidado hace muy poco tiempo por me-
dios idénticos á los empleados en los gases anteriormente
descritos; incoloro en pequeñas masas, inodoro, insípido; su
densidad relativa es la unidad, sirviendo, por consiguiente,
de término de comparación para determinar el peso espe-
cífico de todos los gases y vapores. En el aire existen tam-
bién pequeñísimas cantidades de ácido carbónico y de
agua en vapor, estando representada la cantidad del primero
de estos cuerpos por menos de un medio por ciento, y la del
segundo de 0,055 a °j007> cantidad que disminuye con
la altura, supuesto que Gay-Lussac no encontró mas que
0,001 de vapor de agua á 7,000 metros sobre la altura de
París.
El aire sirve esencialmente para la respiración y la com-
bustión; trasparente, invisible y sin color, como hemos indi-
cado, cuando se examina en pequeñas masas, ofrece, á causa
de la reflexión que experimenta la luz á través de sus capas,
el color azul que todo el mundo conoce.
Todas las demás particularidades que se estudian en el aire
atmosférico corresponden esencialmente á la Geología, Físi-
ca y Química, y en manera alguna á una obra de Mineralo-
gía.
AGUA EN VAPOR— Fórmula química HO
CARACTERES. — El agua en estado de vapor puede
considerarse, siguiendo á Delafosse, como una subespecie
que forma parte del aire atmosférico.
El agua, como todo el mundo sabe, se halla en la natura-
leza en tres estados: gaseoso, líquido y sólido.
AGUA EN VAPOR. — En este estado, se halla mezclada
con el aire, especialmente en las capas inferiores; en los dias
claros y serenos, es decir, cuando la atmósfera está comple-
tamente límpida, se encuentra como disuelta, siendo en este
caso invisible y constituyendo el vapor de agua particular-
mente dicho, cuya presencia se reconoce únicamente en
virtud de ciertos fenómenos meteorológicos é higrométricos.
Otras veces, sobre todo cuando está en gran cantidad, se
condensa en glóbulos que flotan en la atmósfera formando
las nubes y las nieblas. El agua en vapor sale también de los
volcanes denominados azúfrales, constituyendo las fumaro-
lias , y de algunos terrenos de sedimento compuestos esen-
cialmente de materias calizas, dando origen á los denomina-
dos sofionis , cuyos vapores están mezclados con diferentes
sustancias salinas ó ácidas; tal es lo que sucede en los céle-
bres lagonis de Toscana, en donde existen grandes cantida-
des de ácido bórico, así como los vapores de agua del Vesubio
y del azufral de Puzzolo, que salen cargados respectivamente
de ácido hidroclórico ó de ácido sulfuroso ó hidrógeno sul-
furado.
AGUA LÍQUIDA.— Constituye los mares, rios, lagos,
fuentes, etc. La composición y propiedades de estas aguas
varía extraordinariamente, encontrándose, por lo general, en
ellas, cloruros, carbonatos, sulfatos, etc., en combinación
con los metales ó con óxidos básicos. Pueden dividirse las
aguas en potables, crudas, termales frías, minerales, mari-
nas, etc. Las potables, llamadas también dulces, ofrecen los
caractéres siguientes: son insípidas, cuya falta de sabor se
debe sin duda á la costumbre que tenemos de beber las de
una localidad dada, supuesto que inmediatamente aprecia-
Acido carbónico
65
mos el sabor particular de aquellas otras que se encuentran
en sitios diferentes ; cuecen bien las legumbres, disuelven el
jabón, conservan su trasparencia después de hervidas y dejan
muy poco residuo al evaporarse. Las denominadas crudas
carecen de las propiedades indicadas, y, por consecuencia,
no se emplean en la economía doméstica. Las aguas frias son
las que ofrecen una temperatura igual ó inferior á la media
de la atmósfera, así como las termales presentan temperatu-
ras mas elevadas. Las minerales son las que por su tempera-
tura mas ó menos elevada (aguas termales) ó por diferentes
sustancias en disolución, ejercen una acción mas ó menos
directa en nuestro organismo. Estas aguas se subdividen en
los grupos siguientes: gaseosas, que contienen ácido carbó-
nico, que se desprende en cantidades mas ó menos conside-
rables, pudiendo ser frias ó termales según su temperatura;
salinas, aguas frias ó termales que llevan en disolución
diversas sales alcalinas, á las que deben sus virtudes medi-
cinales; ferruginosas, aguas casi siempre frias que llevan
en disolución compuestos de hiero; sulfhídricas ó hepáticas,
las que contienen disuelto el hidrógeno sulfurado ó gas de
los huevos podridos, etc.
Agua sólida. — El agua líquida se convierte en sólida
á la temperatura de o° formando así el hielo, la nieve y la
escarcha. El hielo se presenta cristalizado en agujas, que en-
trelazadas entre sí constituyen masas trasparentes y conti-
nuas, siendo muy difícil á veces referir estas agujas á una
forma cristalina dada. El hielo, como nadie ignora, á pesar
de su estado sólido es mas ligero que el agua, ligereza debida
á que cuando la temperatura disminuye desde 4.0 hasta cero
ó menos, el agua aumenta de volumen á causa de que sus
moléculas están mas separadas que cuando está en estado
líquido. Cada copo de nieve se halla formado por el agrupa-
miento de multitud de cristalitos, prismas exagonales pro-
longados que constituyen por su reunión una especie de es-
trella: la escarcha está formada también por laminillas exa-
gonales perfectamente regulares y que se derivan, así como
los cristales de la nieve, del sistema romboédrico.
USOS. — Nadie ignora el grande interés é importancia que
tiene el agua. Este cuerpo es de absoluta necesidad para la
vida de las plantas y de los animales, así que todos los líqui-
dos que se encuentran en dichos seres están constituidos
esencialmente por el agua; destilada tiene grandes aplica-
ciones en la Química, Medicina é Industria; en estado só-
lido sirve y es objeto de grandes industrias; por último, este
cuerpo es el gran motor de fuerza que sustituye con ventaja
á todas las fuerzas del hombre y de los animales.
HIDRÓGENO CARBONADO — Fórmula química C3 H*
C aractéres. — Este cuerpo, llamado también gas de
los pantanos ó de las ulleras, es un gas incoloro, insípido é
inodoro, estando representado su peso específico por 0,55.
Arde en contacto del aire con una llama azulada y produce,
cuando se quema, agua y ácido carbónico; no sirve para la
combustión ni respiración; si se mezcla en ciertas proporcio-
nes con el oxígeno ó con el mismo aire, detona tan luego
como se aproxima un cuerpo en ignición; estas mezclas ex-
plosivas que por desgracia se verifican muy á menudo, cau-
san la muerte de muchos de los trabajadores encargados de
beneficiar ciertas ulleras ó minas de carbón de piedra.
COMPOSICION EN PESO
Carbono 75
Hidrógeno 25
100
YACIMIENTO. — El hidrógeno protocarbonado se des-
prende en cantidad considerable de los pantanos ó aguas
cenagosas; basta remover el cieno con un palo ú.otro objeto
cualquiera para que inmediatamente salgan burbujas de este
cuerpo, que puede recogerse, sin mas que colocar una cam-
pana ó un frasco boca abajo; sale también este cuerpo de
los volcanes, de los terrenos ulléros, del interior de la fierra
y mezclado con sustancias cenagosas, que suelen estar im-
pregnadas de sal común; estos manantiales se designan con
el nombre de volcanes cenagosos ó viacalubas . En algunos
sitios, no siempre relacionados con volcanes; se desprenden *
enormes cantidades de hidrógeno protocarbonado, que ya
sea por su combustión espontánea, ya por la aproximación
de un cuerpo ígneo, constituyen las llamadas fuentes ardien-
tes ó manantiales de fuego. Podemos citar como mas nota-
bles los que existen en las orillas del mar Negro y del Cás-
pio, los de Java, China, Bengala, Indostan y otros sitios del
Asia, en cuyos puntos basta muchas veces practicar un ori-
ficio de algunos metros de profundidad para que salgan al
exterior grandes surtidores de gas inflamable; existen ade-
más en la América, siendo entre otros los mas notables los
de Fredonia (New-York,), y los de Turbaco (Colombiá)
designados volcancitos por los naturales del país; los hay en
número considerable en Italia, especialmente en toda la
longitud septentrional de los montes Apeninos; por último,
son notables los que existen cerca de Agrigento y de Ca-
tania (Sicilia).
USOS. — En los países en que el hidrógeno carbonado se
desprende en gran cantidad, le inflaman con el objeto de
calcinar ladrillos, cal y otras materias.
ACIDO CARBÓNICO — Fórmula química CO2
CARACTÉRES. — Este cuerpo, denominado también
aire fijo, ácido aéreo, gas ó ácido mefítico, presenta los ca-
ractéres siguientes: gaseoso á la temperatura y presión ordi-
naria, sin olor, ni color, ligeramente ácido y agradable, sien-
do su densidad relativa de 1,52. Enrojece muy poco las
tinturas azules de los vegetales; no sirve para la combustión
ni respiración; se disuelve en el agua y da un precipitado
blanco con el agua de cal ó de barita.
COMPOSICION EN PESO
Carbono 27,68
Oxigeno 72,32
10,00
Yacimiento. — Se halla el ácido carbónico en la at-
mósfera en la proporción próximamente de 4 por i,ooo; se
desprende en grandes cantidades de los terrenos volcánicos
ó carboníferos, acumulándose en la parte inferior de las
cuevas ó grutas próximas; tal es lo que sucede en la célebre
gruta de Añano en Nápoles, conocida generalmente con el
nombre de gruta del Perro , porque estos animales ó aque-
llos otros que tengan su altura ó menos, perecen en el mo-
mento que penetran en la cueva citada, mientras que el
hombre y demás mamíferos de mayor talla que el perro,
pueden permanecer en ella sin correr peligro de ningún gé-
nero; son notables también la gruta de Tifón (Asia menor),
la de Bolsena (Estados antiguos romanos), y la de Aubenas
en el departamiento de l’Ardeche (Francia). En las cerca-
nías de Gerona (España) hay unos pozos de los que se des-
prende el ácido carbónico. Existe, además, este gas disuelto
en muchas aguas, siendo sus proporciones mayores ó meno-
res según la profundidad de que proceden aquellas; estas
9
Tomo IX
66
GASES COMPUESTOS
aguas se llaman acídulas ó carbónicas, tales son: las célebres
de Vichy (Francia), las del Seítz y Spa (Alemania), etc. En
España son notables las de Puerto Llano y Fuensanta (Ciu-
dad Real), Solar de Cabras (Cuenca), Alanje (Badajoz).
Se desprende, como se ha indicado, de los terrenos volcáni-
cos, especialmente en los apagados y en los azúfrales, siendo
el mas notable bajo este punto de vista el de Java, que se
halla en el valle del veneno ó de la muerte , llamado así,
porque está rodeado de nna gruesa capa de ácido carbónico
que produce la asfisia á todo animal que se aproxima ó pe-
netra en ella. Finalmente, se consideran como manantiales
constantes de ácido carbónico la combustión ordinaria, las
putrefacciones y fermentaciones orgánicas, la respiración
animal, y la vegetal durante la noche.
USOS. — Se emplea el ácido carbónico para la fabricación
de las bebidas gaseosas; se administra en Medicina, sobre
todo las aguas carbónicas ó acílulas, para el alivio y curación
de las enfermedades crónicas de las vías digestivas. La im-
portancia é interés que tiene este cuerpo en Mineralogía es
debida á que en unión con ciertas bases constituyelos diver
sos carbonatos que existen, formando parte de la corteza
terrestre.
ACIDO SULFUROSO — Fórmula química SO'1 2
CARACTERES. — Este es un cuerpo gaseoso ála tem-
peratura y presión ordinaria, incoloro y de un olor especial
que todo el mundo conoce, porque es el que produce un pa-
juela de azufre cuando se quema; su densidad con relación á
la del aire es 2,2. ks^
Enrojece muy poco las tinturas azules vegetales que luego
decolora; es muy soluble en el agua, supuesto que un volu-
men de este líquido disuelve 50 de gas sulfuroso; no sirve
para la combustión ni respiración; excita la tos y produce
sofocaciones; sin embargo, sus efectos no son perjudiciales
cuando se respira en pequeña cantidad. Este gas, como el
ácido carbónico, puede obtenerse líquido á la presión ordi-
naria ( 1 ) y á la temperatura de 20o bajo cero.
COMPOSICION EN PESO
Azufre. / 5p97ll
. 49.13
Oxígeno. .
100,00
YACIMIENTO.— El ácido sulfuroso gaseoso se despren-
de en grandes cantidades de las erupciones volcánicas, y de
las hendiduras ó grietas de los llamados azúfrales; los volca-
nes de Islandia, de Tenerife y del Etna producen emanacio-
nes considerables de este gas, mientras que son muy escasas
en el Vesubio.
USOS.— El ácido sulfuroso artificial, esto es, el que resulta
de quemar el azufre en contacto del oxígeno del aire; sirve
para el blanqueo de la seda, lana, plumas, sombreros de pa-
ja y otros objetos fabricados con materias orgánicas: se em-
plea para quitar las manchas rojas que producen ciertas fru-
tas sobre los manteles y demás ropa blanca; se usa en Medi-
cina para la curación de las enfermedades de la piel, y con
especialidad la sarna. Se administra también en fumigacio-
nes, mediante aparatos á propósito y dispuestos de tal manera
que el cuerpo del paciente experimenta la acción del ácido
sulfuroso, sin que sus órganos respiratorios perciban sus
(1) El ácido carbónico puede obtenerse liquido á la temperatura
de (,° bajo una presión de 36 atmósferas; á 10o bajo cero basta una pre-
sión de 27 atmósferas, y á 2S0 bajo cero es suficiente una presión de 18
atmósferas.
emanaciones. Para blanquear las telas de lana ) seda, se
acostumbra á suspenderlas en el interior de una habitación
ó cámara cerrada donde se inflama el azufre puesto en una
vasija cualquiera. El ácido sulíurosoque se desprende por la
combustión del azufre, se fija sobre las telas húmedas y des-
truye su materia colorante. Para blanquear las materias do
hilo ó de algodón se suele emplear con preferencia el gas cloro,
que no puede destinarse para las de lana y seda á causa de que
las altera. Se usa también el ácido sulfuroso para azufrar los
vinos, operación que tiene por objeto el que estos líquidos
no se agrien. Se recomienda también para apagar el fuego de
las chimeneas.
ÁCIDO HIDROSULFÚRICO— Fórmula química LIS
CARACTERES. — Este cuerpo, que se designa con los
nombres de gas de las letrinas, gas de los huevos comunes
y gas hepático, se presenta gaseoso, incoloro, y de un olor
fuerte y fétido, ó sea el mismo del de los huevos podridos;
su densidad con relación á la del aire es 1,19. Se puede li-
quidar á la temperatura ordinaria bajo una presión de 16 at-
mósferas, convirtiéndose en este caso en un líquido movible
cuya densidad es de 0,9, con relación al agua. No sirve para
la combustión ni respiración, siendo uno de los gases mas
venenosos que existen; basta que haya ’/joo de este cuerpo
en el aire para producir la muerte á un perro. Enrojece muy
poco las tinturas azules de los vegetales, y se disuelve en el
agua, á la que comunica su olor. Este gas es combustible y
arde en contacto del aire con llama azulada, produciendo
por la combustión agua y ácido sulfuroso.
COMPOSICION EN PESO
Hidrógeno 5,81
Azufre 94^9
10,000
YACIMIENTO. — Se desprende de las erupciones volcá-
nicas y de las grietas ó hendiduras que se producen en los
terremotos; se forma en los azúfrales donde da origen, por
su descomposición, á enormes cantidades de azufre. Se en-
cuentra disuelto en las aguas denominadas impropiamente
sulfurosas, puesto que su verdadero nombre es el de sulfhí-
dricas ó hepáticas. En España existen aguas de este género
en la Puda, próximo á Esparraguera (Cataluña), Ontaneda
(Santander), Molar (Madrid), Grávalos (Logroño) y en otros
muchos puntos. Se desprende también este gas en gran can-
tidad de las letrinas, y de las sustancias ó materias orgánicas
que contienen azufre.
Usos. — El ácido hidrosulfúrico se emplea en Química
para precipitar de sus disoluciones salinas, bajo la forma de
sulfuros, gran número de metales, puesto que los sulfuros
que se obtienen ofrecen colores especiales y característicos
que sirven para determinar los metales. Se usa en Medicina
para la curación de las enfermedades de la piel; en algunos
puntos se emplea para matar los ratones, topos y otros ani-
males perjudiciales á la agricultura.
ACIDO HIDROCLORICO— Fórmula química HC1
C ARAGTÉRES. — Este cuerpo, conocido en el comercio
con el nombre de ácido muriático , se presenta gaseoso, inco-
loro, tiene un olor pronunciado y picante, y sabor muy agrio;
produce humos blancos en contacto del aire, y su peso espe-
cífico está representado por 1,2. Enrojece fuertemente las
tinturas azules de los vegetales, no sirve para la combustión
NATRON
ni respiración, siendo uno de los gases mas solubles en el
agua> puesto que un volumen de este líquido á o°, disuelve
500 volúmenes de ácido hidroclórico.
COMPOSICION EN PESO
Hidrógeno. . . . 2,74
Cloro 97)26
100,00
YACIMIENTO. — El ácido hidroclórico se desprende,
67
por lo general, de los volcanes en actividad, sobre todo del
\ esubio, ejerciendo una acción directa sobre los minerales
ó rocas cercanas. El barón de Humboidt observó este gas
en las aguas termales de Chucandiro, San Sebastian y otros
sitios de México.
USOS. — La disolución del ácido hidroclórico en el agua
es uno de los reactivos mas usados en los laboratorios quí-
micos; se emplea en la tintorería para hacer cambiar los co-
lores, ó para la desaparición de algunos. Se usa también en
Química para obtener el cloro y los cloruros, cuerpos suma-
mente útiles para el blanqueo de las telas.
STTB-IRIEIISrO SEG-TJ3Sr330-~lVrT1sr~F!T=?. A T.
CLASE SEGUNDA— tierras y piedras
SUB-CLASE PRIMERA — TIERRAS Y PIEDRAS
NO SILÍCEAS
CaractéRES. — Minerales sólidos, de aspecto vitreo,
lapídeo ó térreo; de peso específico, por lo común, compren-
dido entre 2 y 4 enteros con relación al agua: é irreductibles
á metal por la acción del calor.
género— CARBONATO
Comprende minerales compuestos de ácido carbónico y
de una ó mas bases metálicas; solubles en los ácidos nítrico
ó hidroclórico, desprendiendo un gas incoloro é inodoro,
cuyo gas no es otro que el ácido carbónico; el desprendi-
miento indicado se efectúa con efervescencia mas ó menos
rápida según las especies. El género carbonato, para su mas
fácil estudio, puede dividirse en dos grupos, á saber: carbo-
nates solubles en el agua á la temperatura y presión ordinaria
de la atmósfera, y dotados de un sabor alcalino, ó mas ó
menos acre; y carbonates insolubles en el agua, en las condi-
ciones referidas y que carecen de sabor.
Primer grupo. — Carbonates solubles. — Comprende las
especies denominadas Natrón, Urao y Gay-Lussita.
NATRON — CARBONATO DE SOSA HIDRATADO —
Fórmula química NaO, Coa + 10 HO
Caracteres. — Cristalizada en prismas de ochocaras
que derivan de un prisma romboidal oblicuo; su color es
blanco, traslúcido, siendo su densidad relativa 1,4. Los cris-
tales del natrón son muy eflorescentes en contacto del aire,
solubles en el agua, pero mas en caliente que en frió, y co-
municando á este líquido un sabor alcalino. A causa de su
eflorescencia tan notable no se encuentra en la naturaleza
sino en forma de costras terrosas mas ó menos alteradas, y
que se convierten con el tiempo en la Fermonatrita ó sea un
carbonato de sosa con un solo equivalente de agua. Por la
acción del calor se funde en su agua de cristalización y se
convierte después en una materia trasparente, que se altera
en contacto del aire.
COMPOSICION EN PESO
Sosa 21,7
Acido carbónico. . . . ic,í
Agua. 63
100,000
YACIMIENTO;— Se encuentra en las llanuras y en los
lagos denominados «Natrón» en el Egipto, donde se forma
por la reacción que resulta entre el carbonato de cal y el
cloruro de sodio; las aguas de estos lagos se evaporan me-
diante los dias de calor y producen grandes cantidades de
natrón en forma de eflorescencias, las que no son otra cosa
que el nitro de que se habla en la Biblia y que describe He-
rodoto; se halla también el natrón en agujas ó eflorescen-
cias cristalinas en las llanuras de Hungría y costas del mar
Negro, abundando mas en las estaciones calurosas, en cuya
época se cubre la tierra de costras blancas análogas á la nie-
ve; se encuentra también constituyendo costras en la super-
ficie de las lavas del Vesubio y del Etna; las aguas de Spa,
Seltz, Vichy y las análogas á estas que existen en nuestro
país, deben muchas de sus propiedades á que tienen en di-
solución el natrón ó carbonato de sosa.
Usos. — Este cuerpo se emplea esencialmente en las ar-
tes para la fabricación del jabón y del vidrio. Se ha extraido
el natrón, por espacio de mucho tiempo, evaporando las
lejías obtenidas de ciertos vegetales que viven cercanos á los
mares, puesto que en estas especies abundan mas las sa-
les de sosa, mientras que contienen de preferencia sales de
potasa aquellas otras que crecen en el interior de los conti-
nentes. Todo el mundo sabe que nuestras provincias de Le-
vante eran las que proporcionaban casi todo el natrón que
se, gastaba en Luropa para la fabricación del jabón y de otras
materias. El natrón ó carbonato de sosa procedía y procede
de las plantas llamadas «barrilleras,» especies correspondien-
tes en su mayor parte al género «Salsola» déla familia Que-
nopodiáaas ó Salsoláceas. Dichos vegetales después de secos
se incineran al aire libre en cavidades construidas á propósi-
to, luego que se han quemado por completo, cuya operación
dura varios dias, resultan, en vez de cenizas, masas mas ó
menos compactas y duras, en cuyo estado pasaban al comer-
cio con el nombre de sosas de Alicante , Cartagena , Mála-
ga, etc Pero el consumo de estas sosas ha desaparecido des-
de la célebre revolución francesa de 1793. y bajo el primer
imperio, en cuya época y vendiéndose la barrilla á precios
sumamente elevados, se idearon por los químicos franceses
diversos procedimientos para obtener el carbonato de sosa
artificial, siendo el mas importante de todos el empleado
por Leblanc; este medio está reducido á convertir el cloruro
de sodio ó sal común en sulfato de sosa mediante el trata-
miento por el ácido sulfúrico, y en descomponer después el
68
TIERRAS Y PIEDRAS
referido sulfato de sosa con una mezcla de carbonato de cal
y carbón por medio de la acción del calor; de esta descom-
posición resulta carbonato de sosa y oxisulfuro de calcio,
siendo este último insoluble en el agua, y por lo tanto fácil
de separar del carbonato de sosa.
URAO — SESQU ICARBONATO DE SOSA HIDRATADO —
Fórmula química 2NaO, 3C01 2 + 4H0
Caracteres.— Este mineral, llamado también Trojia ,
cristaliza en prismas obtusos terminados en bisel, cuyos
cristales se derivan del prisma romboidal oblicuo; su aspec-
to es vitreo, incoloro y de peso específico representado por
2,1. Soluble en el agua á la que comunica su sabor, y fusi-
ble al soplete colorando la llama de amarillo. Las demás
propiedades físicas y químicas son muy parecidas á las de
VARIEDADES. — Se halla la Gay-Lussita, según Bous-
singault, en Lagunilla (Colombia) en forma de cristales im-
perfectos y diseminados en una especie de arcilla; los natu-
rales del país, teniendo en cuenta la forma de los cristales,
los comparan á cabezas de clavo.
Yacimiento. — Como se acaba de indicar se encuen-
tra la Gay-Lussita en Lagunilla en una capa de arcilla que
está cubriendo al urao.
Segundo grupo. — CarboJiatos disolubles. — Se hallan in-
cluidas en este grupo las especies carbonato de cal, ó sea
la caliza y aragonito, el carbonato de cal y magnesia o dolo-
mía, el carbonato de barita ó witherita, y el de estronciana
ó estroncianita.
CARBONATO DE CAL— Fórmula química Ca0,C02
especie anterior, diferenciándose, sin embargo, en que el urao
no se esflorece como el natrón.
1 H V IVJH
COMPOSICION EN PESO
sa
Acido carbónico.
Agua. ....
100,00
VARIEDADES. — Se encuentra, por lo común, en ma-
sas compactas formadas de granos cristalinos, y dotadas de
una consistencia suficiente para que en algunos sitios las des-
tinen á piedras de construcción.
Yacimiento. — Se encuentra el urao en los lagos de
natrón de Hungría, en el Bajo-Egipto, en Nueva Granada
(Colombia), y en las Indias orientales.
USOS. — Se emplea del mismo modo que el natrón, para
la fabricación del vidrio, del jabón y otras materias. En
Nueva-Granada se usa como mordiente de un extracto de
tabaco para constituir un bequico , que los naturales del
designan con el nombre moo ó chimo.
GAY-LUSSITA — Fórmula química Na1
CO2 + 5HO
+ CaO,
(Puede, por lo tanto, considerarse como un doble carbo
nato de sosa y de cal hidratado).
Caracteres. — La Gay-Lussita, llamada también Na-
trocalcita, ofrece por forma primitiva un prisma romboidal
oblicuo del quinto sistema cristalino ; es un mineral blanco,
de aspecto vitreo cuando es completamente puro, pero que
se vuelve opaco si se halla expuesto por algún tiempo á la
acción del aire; raya al yeso y se raya por la caliza, siendo
su peso específico de 1,95. Este mineral es poco soluble en
el agua, á la que comunica un sabor alcalino; dicho líquido,
como se comprende desde luego, disuelve el carbonato de
sosa y en modo alguno el de cal. Por la acción del soplete
tiene la particularidad de decrepitar; pierde primero el agua,
y después se funde en una perla opaca que ofrece un sabor
alcalino bastante fuerte; da agua por la calcinación en un
tubo de ensayo y comunica á la llama del soplete un color
amarillo-rojizo.
COMPOSICION EN PESO
Carbonato de sosa. . .
Idem de cal
Agua
35>86
33>So
30,34
eniendo presente su dimorfismo, se subdivide en dos
sub-especies, á saber: caliza ó carbonato de cal romboédrico
y aragonito ó carbonato de cal prismático.
i.a sub especie. — CALIZA
CARACTERES. — Este mineral, llamado también espato
de Islandia, espato calizo, piedra caliza, etc., es uno de los
mas útiles y mas abundantes en la naturaleza, por lo cual
exige una descripción mas extensa que la mayoría de las
especies que hemos de estudiar.
Los mineralogistas modernos dividen la caliza o carbonato
de cal romboédrico en cinco secciones, que son: 1. caliza
cristalizada; 2.a caliza fibrosa; 3.a sacaroidea; 4.a compacta; y
5.a terrosa. Las propiedades comunes y generales de todas
ellas pueden reducirse á las siguientes: son incoloras, ó bien
pueden presentar un color blanco lechoso ó amarillento
cuando están en el estado de pureza; rayan al yeso (excepto
las terrosas), y se rayan por el espato flúor; si se reducen á
polvo tienen un peso específico representado por 2,7. Me-
diante la acción del calor desprenden ácido carbónico y se
trasforman en óxido de calcio ó cal viva: son insolubles en
el agua á menos que no tengan un exceso de ácido carbónico;
solubles en el ácido nítrico produciendo una efervescencia
mas ó menos rápida según las variedades; y si se somete la
disolución nítrica que resulta á la acción del oxalato amóni-
co, se obtiene un precipitado blanco, que es insoluble en los
ácidos láctico y acético, y soluble en el sulfúrico, hidroclórico
y otros ácidos enérgicos.
COMPOSICION EN PESO
Acido carbónico
Oxido de calcio 56
100
Primer grupo. — Calizas cristalizadas. — La forma primiti-
va de estas calizas, ó el sólido que se obtiene por exfoliación,
es un romboedro cuyo ángulo diedro es de 105o 5’; ofrece,
sin embargo, la caliza multitud de formas derivadas todas
ellas del sistema romboédrico, siendo desde luego las mas
frecuentes las romboédricas, las prismáticas de base exagonal
y los escalenoedros. Las primeras, ó sean las romboédricas,
varían considerablemente, hasta el punto que los cristalógra-
fos describen veinticinco romboedros diversos (1). Estos
cristales son, por lo común, trasparentes, dando origen por
la exfoliación, fácil de verificar en una dirección paralela á
100,00
(1) Pueden consultarse las obras de Mineralogía de Dufrcnoy, Déla-
fosse, Haüy, y el conde de Bournon.
CALIZA
6o
sus caras, al romboedro de 105 o, 5'; ofrecen lustre vitreo,
doble refracción con un solo eje óptico, y son susceptibles
de adquirir la electricidad positiva por medio de la presión;
la variedad completamente incolora, diáfana y que presenta
en alto grado los dos últimos caractéres, se designa con el
nombre de Espato de Islandia, que está considerado como
el prototipo de pureza de la especie carbonato de cal. Son
también mas ó menos comunes la caliza primitiva; la caliza
cquieje, que ofrece un romboedro mas obtuso que el espato
de Islandia; la caliza inversa , que no consiste en otra cosa
mas que en un romboedro agudo, en el que los ángulos pla-
nos y los diedros parece que han experimentado una inver-
sión respecto á los ángulos correspondientes del romboedro
primitivo; la caliza cuboide , cuyo romboedro es el menos
agudo de todos los que presenta la caliza, supuesto que su
ángulo diedro es de 88° 18’; esta forma se parece mucho á
un cubo, por lo cual se le denomina espato cúbico.
Las formas prismáticas de base exagonal pueden reducirse
á dos clases, á saber: una resultado de la exfoliación de las
aristas, y otra que corresponde á las caras, obteniéndose
siempre el romboedro primitivo. Las formas escalenoédricas
son también algo frecuentes en la naturaleza, y de todas
ellas es la mas notable la caliza metastática de Haüy, ó dien-
tes de puerco de los antiguos mineralogistas. Los romboedros,
prismas y escalenoedros citados, producen una multitud de
formas á causa de la alteración que sufren en sus dimensio-
nes, ó bien al agrupamiento de los cristales; estas formas
denominadas laminares, esferoidales, lenticulares, cilindroi-
deas, etc., se hallan descritas en las configuraciones irregu-
lares ó accidentales.
Segundo grupo. — Calizas fibrosas. — Ofrecen una estruc-
tura compuesta generalmente de fibras delgadas, pero con el
espesor bastante para que puedan referirse á verdaderas
formas prismáticas que están unidas entre sí en dirección
longitudinal. El color que presentan estas calizas es casi
siempre el amarillo ó un blanco lechoso; á las variedades
que constan de zonas ó bandas de colores diversos, se las
designa con el nombre de alabastro calizo, siendo el mas
estimado, el alabastro oriental ó de Egipto, el cual ofrece
un color amarillo de miel; las calizas de esta sección que
presentan lustre sedoso ó nacarado y estructura esencial-
mente fibrosa, se las denomina espato calizo. Finalmente,
á las calizas fibrosas corresponden las estalactitas, estalag-
mitas, incrustaciones, concreciones, tobas, etc., cuyas varie-
dades se han descrito en las formas irregulares ó acciden-
tales.
Tercer grupo. — Calizas sacaroideas. — Los minerales in-
cluidos en este grupo presentan una estructura de granos
finos, brillantes y parecidos á los que ofrece el azúcar de pi-
lón, de donde toman el nombre de sacaroideas. Por lo co-
mún tienen un color blanco puro, siendo algún tanto traslu-
ciente en los cortes. A esta sección corresponden los llama-
dos mármoles estatuarios, de los que el mas característico
es el mármol blanco de Carrara, el de Paros, el azul turquí
y el designado con el nombre de mármol cipolino.
Cuarto grupo. — Calizas compactas. — Son las mas comu-
nes de todas las calizas. Presentan estructura mas ó menos
unida, siendo sus colores bastante variados, supuesto que las
hay rojas, negras, amarillas, agrisadas, etc. A esta sección
pertenecen las denominadas bituminosas y los mármoles ne-
gros, cuya coloración es debida á materias carbonosas; las
fétidas, que frotadas ó raspadas producen un olor de huevos
podridos; las calizas comunes, compuestas también de un
grano mas ó menos fino y apretado, de color gris ó blanco
amarillento, subvariedad que se conoce en Madrid con el
nombre de caliza de Colmenar; la piedra litográfica, de es-
tructura igual ú homogénea, carece de hendiduras, es inalte-
rable al aire y á propósito para embeber cierta cantidad de
agua y materias grasas; las oolitas y pisolitas calizas, cuyos
caractéres y modo de formarse se han indicado al hablar de
las configuraciones accidentales. Por último corresponden á
las calizas compactas los llamados mármoles (excepto los de
Carrara, cipolino, etc.); por lo común, se designa con el
nombre de mármoles toda sustancia inorgánica que es sus-
ceptible de adquirir por medio del pulimento un aspecto
agradable y mas ó menos brillante; así, por ejemplo, los jas-
pes, serpentinas, granitos, pórfidos, etc., se llaman mármoles
por el vulgo ; pero en Mineralogía se da el nombre de már-
moles á todas las variedades de caliza compacta mas ó me-
nos coloreadas y que sean susceptibles de pulimento. Los
mármoles son tan sumamente variados y numerosos que no
ha sido posible constituir grupos en donde se incluyan to-
dos; sin embargo, algunos mineralogistas, á fin de facilitar
su estudio, los han dividido en tres secciones, á saber: i.a
mármoles simples; 2.a mármoles brechas; y 3.a mármoles
compuestos.
Se denominan mármoles simples todos aquellos que están
constituidos esencialmente por el carbonato de cal, y teñi-
dos á lo mas por materias colorantes, tales como los óxidos
de hierro, betún, antracita, etc.: el mármol amarillo antiguo
y el amarillo de Siam, el rojo antiguo, los mármoles negros
y otros muchos se hallan incluidos en esta sección.
Mármoles brechas no son mas que fragmentos angulosos
de carbonato de cal que están unidos entre sí mediante un
cemento calcáreo; los geólogos los dividen en brocatelas, si
los fragmentos son pequeños, y en brechas particularmente
dichas, cuando los fragmentos, por el contrario, son grandes.
Son notables las brocatelas que se encuentran en Tortosa
(Tarragona) por su color araarillo-isabela.
Se denominan mármoles compuestos , si están formados de
carbonato de cal y de otras sustancias que se hallan inter-
puestas dando lugar á zonas, bandas, rayas, dibujos, ve-
nas, etc.; tales son, entre otros, el cipolino ó mármol penté-
lico, que está constituido por la caliza sacaroidea blanca en
unión con una pizarra talcosa verde, por lo que presenta zo-
nas blancas y verdes.
Existe además otra clase de mármoles llamados conchífe-
ros, porque contienen restos de conchas, siendo desde luego
los mas notables los denominados lumaquelas , que se en-
cuentran en diversos puntos; algunos ofrecen reflejos ó irisa-
ciones amarillas, rojas ó de cuello de pichón, por lo que son
muy apreciados; debiendo citarse en este concepto las luma-
quelas procedentes de Corintia y de Astracán. Por último,
no debemos olvidar los mármoles de Florencia ó mármoles
ruiniformes; están compuestos de una caliza arcillosa que
presenta color gris amarillento marcado de líneas pardas ú
oscuras, las cuales son resultado de infiltraciones ferrugino-
sas que han penetrado por hendiduras planas, cruzadas en
todas direcciones, y producidas por la retracción que ha ex-
perimentado la materia calizo-arcillosa; las indicadas infiltra-
ciones forman dibujos, ángulos que, observados á cierta dis-
tancia, imitan muy bien ruinas de casas, palacios, etc.
Como un intermedio entre las calizas compactas y terro-
sas, se estudian por algunos mineralogistas las denominadas
calizas hidráulicas. Estas variedades presentan una fractura
lisa y mate, no manchan los dedos ni se disgregan con la
facilidad que las terrosas; producen olor arcilloso por la in-
suflación, carácter muy bueno para distinguirlas de las demás
calizas; no aumentan de volúmen por medio de la calcina-
ción, y después de calcinadas se disuelven algún tanto en el
agua, solidificándose al poco tiempo dentro de ella y adqui-
riendo mayor consistencia; en virtud de este carácter se les
TIERRAS \
ha llamado calizas hidráulicas. Para averiguar la mayor <5
menor hidraulicidad de estas calizas, y cuya hidraulicidad
está en relación con la cantidad de arcilla que contengan, se
las somete á la acción del ácido hidroclórico <5 muriático,
que disuelve el carbonato de cal y óxido de hierro que exis-
te, pero que no ataca la arcilla, la cual se precipita en el
fondo de la vasija donde se haga el ensayo. Atendiendo á
esta circunstancia se han dividido las calizas hidráulicas en
tres grupos, á saber: i.° eminentemente hidráulicas, si con-
tienen de 70 á 80 de carbonato de cal y 30 á 20 de arcilla;
2.0 medianamente hidráulicas, cuando están compuestas
de 88 de caliza y 12 de arcilla; 3.0 hidráulicas, si contie-
nen 84 de la primera sustancia y 1 6 de la segunda. Si la ar-
cilla es mayor que la de las cantidades citadas , no hay ne-
cesidad de mezclar la cal con arena para la fabricación del
llamado mortero ó argamasa, cuerpo que, como todo el
mundo sabe, se destina para cerrar los espacios mas ó me-
nos grandes que dejan los materiales de construcción al
colocar unos sobre otros, así como también sirve para trabar
y unir estos mismos materiales entre sí. Las calizas que se
encuentran en este caso forman desde luego pasta con el
agua al cabo de cierto número de horas, cuya propiedad es
análoga á la que ofrece el yeso, por cuya razón se designa
también á estas calizas con el nombre de yeso-cimento; con-
tienen además de arcilla una cantidad bastante considerable
de óxido de hierro.
Quinto grupo. — Calizas terrosas. — Se diferencian de las
de los grupos anteriores por su blandura, supuesto que se
dejan rayar por la uña, por ser bastante frágiles y por su
apegamiento á la lengna. Pueden dividirse en tres varieda-
des esenciales que son: la creta, las margas y el agárico mi-
neral ó harina fósil de algunos. La primera de estas varieda-
des presenta, por lo general, los caractéres indicados para el
grupo, es decir, que es blanca, y muy deleznable hasta el
punto que se disgrega por la mas ligera presión convirtién-
dose en polvo; si este se trata por el agua deja, según los
ejemplares, un depósito mayor ó menor de sílice; triturada
y desleida en el agua forma una pasta que no es otra cosa
sino el clarión ó blanco de España de los franceses. Las lla-
madas margas, mas bien que verdaderas calizas, deben con-
siderarse como mezclas en proporciones variables de carbo-
nato de cal, arcilla y sílice, pudiendo dividirse por lo tanto
en margas calizas, margas arcillosas, y margas silíceas ó are-
náceas; el color dominante de unas y de otras es el agrisado,
distinguiéndose de las cretas en que son mas duras que
estas, y en que no forman pasta con el agua sino cuando se
las convierte en polvo muy fino (1). El agárico mineral ó
harina fósil presenta color blanco y aspecto parecido al del
almidón, constando al propio tiempo de un grano suma-
mente fino, suave al tacto y muy deleznable.
Yacimiento de las calizas. — La caliza es uno
de los minerales mas abundantes y mas esparcidos en la
corteza terrestre; se halla en todas las épocas y en todas las
formaciones; pero en grandes masas pertenece esencialmente
á los terrenos neptúnicos ó de sedimento, en donde se en-
cuentra casi siempre alternando con capas de arcilla y de
arena. En los terrenos metamórficos ó paleozoicos se pre-
sentan, por lo común, las calizas sacaroideas y laminares.
Los mármoles de Carrara, los de Paros, los de los Alpes y
otros análogos á estos corresponden mas particularmente á
los terrenos secundarios. Las calizas compactas de grano
fino, los mármoles comunes y los conchíferos pertenecen á
los terrenos de sedimento primitivos ó paleozóicos, existien-
do en los carboníferos los mármoles negros ó de un gris
(1) Véanse Arcillas.
P1EDKAS
azulado. En la base de los terrenos jurásicos (terrenos de
sedimento secundarios), se encuentran calizas margosas ó
calizas del lias, asi como en la parte media y superior de es-
tos mismos terrenos se hallan las oolitas constituyendo el
piso denominado de la grande oohta, las piedras biográficas
y las calizas hidráulicas, terminando el terreno jurásico por
el piso cretáceo donde están la creta blanca, veiele, gris,
amarilla, etc.; finalmente, las calizas bastas, las silíceas y los
llamados faluns ó sean calizas arenosas con gran numero
de restos fósiles de conchas, corresponden á los terrenos
terciarios. Aquellas otras calizas que no forman grandes ma-
sas, sino que se presentan en pequeños ejemplares, se hallan
en diferentes puntos; así por ejemplo, el espato de Islandia
y las demás calizas cristalizadas existen tapizando las geodas
de ciertas calizas, ó bien en los amigdaloides que foiman
parte de la indicada Islandia o de otras localidades, y tam-
bién en filones metalíferos y asociadas á la galena y á la
blenda. Las estalactitas, las estalagmitas y los alabastros ca-
lizos se encuentran en las grutas o cavernas que hemos des-
crito en el tratado de formas accidentales.
La nación de Europa mas rica en mármoles es sin disputa
la Italia; sin embargo, en España existe tal variedad de
mármoles que en realidad no tiene por qué envidiar á la na-
ción citada; tenemos mármoles de un blanco puro en Cór-
doba, grises en Toledo, mármoles isabela en Tortosa, blan-
cos y verdes en Granada, negros en Murviedro y otros
muchos puntos que pudieran enumerarse, supuesto que no
hay provincia en España en que no exista alguna de las va-
riedades de mármoles. En el museo de Historia natural de
Madrid figura una colección numerosa de mármoles proce-
dentes de varias provincias, tales como las de Granada, 1 ar-
ragona, Córdoba, Málaga, Valencia, León, 1 oledo, Ciudad
Real, Sevilla, Murcia, Cuenca, etc., etc.
Usos DE LAS CALIZAS. — Numerosas y variadas son
las aplicaciones de estos minerales en la ciencia, industria,
artes, construcción, etc. Las variedades cristalizadas, á causa
de la multitud de formas que presentan, sirven de adorno y
estudio en las colecciones mineralógicas; el espato de Islan-
dia, como sabemos, lo usan en Física para la construcción
de los electróscopos, y en la misma Física y Mineralogía
para estudiar los fenómenos de la refracción y polarización
de la luz. Los mármoles de Carrara, el azul turquí, el cipo-
lino, y todos los demás mármoles y calizas esencialmente
compactas y coloreadas, son muy apreciados como materia-
les de ornamentación en arquitectura y para la construcción
de estatuas; los alabastros y lumaquelas se destinan para
objetos de lujo y de adorno; las fibrosas sirven en Inglaterra
para construir joyas y collares formados de perlas esféricas;
la caliza compacta y mas ó menos porosa es la base de la
litografía. Las calizas compactas pertenecientes á los terrenos
jurásicos y terciarios suministran las mejores piedras de si-
llería, siendo desde luego las mas estimadas bajo este punto
de vista, no solo por su abundancia, sino por su fácil talla y
porque resisten muy bien la influencia de los agentes atmos-
féricos. Es notable entre nosotros la célebre caliza de Col-
menar (Madrid) tan empleada en la corte, como lo prueba
el palacio real y otros edificios notables. La piedra general
de construcción en Paris es una caliza bastante conchífera
correspondiente al terreno terciario; el famoso travertino de
los alrededores de Roma con el que se han edificado mu-
chos monumentos de Italia, no es mas que una toba caliza
de agua dulce que pertenece á la época terciaria.
Todas las calizas compactas se usan inmediatamente en la
fabricación, luego que han sido extraidas; las demás varie-
dades que se destinan también para este objeto, y que son
mas ó menos porosas, necesitan estar expuestas al aire por
DOLOMIA
espacio de meses y aun de años para que pierdan el agua
llamada de cantera. Por lo común, estas variedades son muy
blandas cuando se extraen del terreno donde se encuentran,
pero tienen la propiedad de endurecerse en contacto del
aire. Las cretas se usan para obtener el clarión <5 blanco de
España que se emplea en los encerados ó en el dibujo; se
usa también en la pintura al temple y para limpiar el cristal
y ciertas sustancias metálicas. Finalmente, las calizas margo-
sas sirven de abono en la agricultura, á causa de que sus
fragmentos tienen la propiedad de disgregarse y de reducirse
á polvo después de algún tiempo, cuyo polvo contribuye, en
contacto del agua, á mejorar ciertas tierras. Las tierras lla-
madas calizas ofrecen cualidades particulares; teniendo en
cuenta sus caractéres físicos, las colocan los agricultores en-
tre las tierras ligeras ó arenosas y las fuertes, siendo, por lo
tanto, muy á propósito para dar consistencia á las primeras
7i
masas en los terrenos metalíferos, ó en los de sedimento;
asociado al yeso y á arcillas ferruginosas. Se encuentra ade-
más en rocas basálticas, serpentínicas, y en aguas termales,
bajo cuya influencia se cree que ha tomado la forma prismá-
tica. En España existen ejemplares cristalizados de aragonito
en Molina de Aragón (Guadalajara), Minglanilla (Cuenca),
Calatayud (Zaragoza), Burgos, Pirineos y otros puntos. Los
mejores ejemplares de aragonito coralóideo proceden de la
Estiria y de Baigorri en los Pirineos.
USOS.— Esta sustancia carece en realidad de aplicacio-
nes; se emplea, sin embargo, en algunos casos para la obten-
ción del ácido carbónico.
DOLOMIA — CARHONATO DE CAL Y MAGNESIA
Fórmula química CaO,C02 -i- MgO,C03
y para dividir algún tanto á las segundas.
2.a sub-especie del carbonato de cal. — ARAGONITO
CARACTÉRES. — Este mineral, llamado también car-
bonato de cal duro ó prismático y piedra de Santa Casilda,
ofrece uno de los ejemplos mas notables y el mas antigua-
mente conocido de dimorfismo, supuesto que estando com-
puesto de los mismos elementos y en las mismas proporcio-
nes que la caliza (56 de cal y 44 de ácido carbónico) crista-
liza, sin embargo, en prismas rectangulares rectos que derivan
del prisma romboidal recto. El aragonito jamás se halla en
grandes masas; se presenta generalmente cristalizado en
prismas exagonales, su fractura es desigual y concoidea, lus-
tre vitreo, incoloro ó bien rojizo, agrisado ó mas ó menos
teñido de verde ó azul ; posee la doble refracción con dos
ejes ópticos, siendo su dureza mayor que la de la caliza y
menor que la de la fluorina, y su densidad relativa de 2,9.
A la llama de una bujía ó á la temperatura del rojo oscuro,
sobre todo si se echa mano de una aguja de aragonito, se
disgrega en partículas que se esparcen en el aire, mientras
que un cristal de caliza expuesto á la misma temperatura no
ofrece este carácter; si se observan las partículas del primer
mineral, se notará que no tan solo han cambiado de densi-
dad y aun de estructura, sino de forma, habiéndose trasfor-
mado en una caliza espática. El aragonito se disuelve en el
ácido nítrico con efervescencia, aunque esta no es tan inten-
sa como en la caliza, y sí se trata la disolución por el oxalato
amónico, se obtiene el precipitado blanco de oxalato de cal.
Variedades. — Se presenta rara vez en cristales rom-
boidales, siendo sus formas mas frecuentes, como se ha di-
cho, cristales exagonales que resultan de prismas rectangu-
lares profundamente truncados. Los cristales de este mineral
casi siempre están unidos de dos en dos, de tres en tres ó
mas y en ocasiones cruzados, constituyendo verdaderas ma-
clas. Existen además el aragonito bacilar ó cilindróideo,
constituido por cristales prismáticos alargados y comunmente
terminados en pirámides; el aragonito acicular ó fibroso,
compuesto de agujas ó fibras aisladas ó reunidas entre sí; y
el aragonito carolóideo ó Jlosferri , especie de concreción ci-
lindróidea formada de pequeñas agujas cristalinas ó de fibras
que se reúnen unas á otras y se hallan colocadas oblicua-
mente alrededor de un eje común, constituyendo de esta
manera ramas mas ó menos redondeadas, que se anastomo-
san y ramifican á semejanza de las del coral; los mineralo-
gistas antiguos le llamaron Jlosferri , porque supusieron que
era una especie de vegetación que tenia por ganga un mine-
ral de hierro; se conoce por último el aragonito concrecio-
nado ó compacto.
YACIMIENTO. — Este mineral se halla en pequeñas
Caracteres. — Esta especie, denominada Dolomía
por haber sido dedicada al célebre mineralogista Dolomieu,
y caliza lenta por la poca efervescencia que produce por la
acción de los ácidos, ofrece los caractéres siguientes: crista-
liza en el sistema romboédrico, siendo su forma primitiva un
romboedro de 106o 15'; cuando se presenta cristalina tiene
un lustre nacarado, de donde toma también el nombre de
espato perlado; es incolora, ó bien ofrece un color gris de
perla, amarillo ó rojizo; raya á la caliza y se deja rayar aun-
que difícilmente por el espato flúor, estando representado su
peso específico por 2,8 á 2,9. Por la acción del fuego des-
prende ácido carbónico sin que llegue á perder su forma;
tratada por el ácido nítrico ó clorhídrico á la temperatura
ordinaria, produce poca efervescencia, por cuyo carácter se
la llama caliza lenta; pero si se auxilia la acción del ácido
por medio del calor, se disuelve con efervescencia bastante
rápida; si se trata una disolución concentrada de Dolomía
por el ácido sulfúrico, se obtiene un precipitado blanco de
sulfato de cal.
COMPOSICION EN PESO
Cal
30,43
Magnesia
2I>74
Acido carbónico . . .
47,83
100,00
Variedades. — Cristalizada en romboedros sencillos
ó modificados, los que son susceptibles de exfoliarse dando
por resultado un romboedro de 106o 15', término medio en-
tre el valor del ángulo diedro del carbonato de cal que es
de 105° 5' y el del carbonato de magnesia ó Giobertita que
es de 107 25 . Generalmente estos romboedreos forman
% erdaderas incrustaciones en la superficie de varias sustan-
cias mineralógicas; en otros casos, se encuentran aislados en
las mismas Dolomías metamórficas ó en rocas talcosas. Ade-
más de las variedades cristalizadas se conocen las sacaroideas,
las compactas, concrecionadas, celulosas y terrosas. Las pri-
meras se parecen á los mármoles de Carrara, constituyendo
la subvariedad granular, cuando se componen de un grano
fino y bastante unido; son blancas, grises ó amarillentas y se
hacen algún tanto flexibles si se las reduce á láminas delga-
das, flexibilidad debida á su tejido mas ó menos flojo; estas
variedades, que reciben el nombre de mármoles flexibles ó
elásticos, se encuentran en los Estados-Unidos y en Ingla-
terra; la Dolomía compacta consta de una pasta fina y ofrece
un color blanco ó amarillo; se la llama también piedra de
Levante y se la destina para afilar las navajas de afeitar; la
concrecionada se presenta en estalactitas ó en masas mame-
lonadas ó globosas; la granuda ó celulosa ofrece un color
72
TIERRAS Y PIEDRAS
pardo ó amarillento ; y la terrosa tiene el mismo aspecto que
la creta.
YACIMIENTO. — Las Dolomías cristalizadas se encuen-
tran en los filones ó depósitos metalíferos; tal es lo que se
observa en las minas de cobre de Cornouailles y Cumberland,
y en las de plata de Guanajuato en México; las variedades
sacaroideas existen en los terrenos metamórficos, sirviendo
muchas veces de ganga á turmalinas, rejalgar, corindón, etc.;
son notables las Dolomías del Campo longo en San Gotardo;
las compactas y granudas constituyen capas de mayor ó me-
nor espesor y extensión en los terrenos de sedimento prima-
rios y secundarios. En España hay Dolomias en diversos
puntos de las provincias de Almería, Málaga, Ciudad Real,
Asturias, Burgos, Santander, y en general en todos aquellos
sitios en que existen calaminas ó compuestos de zinc.
USOS. — Se emplea como piedra de construcción ; algunas
de sus variedades mezcladas con arena ó silicatos producen
calizas hidráulicas, siendo notables entre otras las de San
Sebastian y Valdemorillo que se han usado y se usan con
grande éxito como calizas hidráulicas.
WITHERITA — carbonato de barita— Fórmula química
Ba0,C01 2
Caractéres. — Esta especie designada también con
los nombres de barolita, espato pesado aéreo y piedra mata-
ratones, ofrece por forma primitiva un prisma romboidal recto
no exfoliable; es incolora y su lustre es vitreo ó lapídeo; raya
á la caliza y se deja rayar por el espato flúor, siendo su peso
específico de 4,3, esto es, mayor que el de todas las especies
que se han descrito; esta densidad justifica los nombres de
espato pesado aéreo, y de barolita ó piedra pesada. Sometida
la Witherita á la acción del soplete, decrepita, colora la llama
de un verde amarillento y se funde en un glóbulo trasparen-
te, que se convierte en opaco por enfriamiento; se disuelve
con efervescencia en los ácidos, habiendo desprendimiento
de ácido carbónico, por cuyo carácter se la denomina espato
pesado aéreo; si se trata la disolución nítrica, muy diluida
en agua, produce con el ácido sulfúrico un precipitado blanco
é insoluble en todos los ácidos.
COMPOSICION EN PESO
Barita. 77,67
Acido carbónico. . . . 22,33
ros pequeños, por lo que se les llama también «piedra
mata-ratones. »
ESTRONCIANITA — carbonato de estronciana —
Fórmula química STO, CO2
Caractéres. — Esta especie, que es isomorfa con el
aragonito y Witherita, es muy escasa en la naturaleza. Pocas
veces cristaliza, y se presenta, por lo común, en masas fibro-
sas ó aciculares que se derivan del prisma romboidal recto;
su color es blanco, verdoso ó amarillo, lustre vitreo y refrac-
ción con dos ejes; raya á la caliza y se raya por el espato
flúor, siendo su peso específico de 3,6 á 3,8. Por la acción
del soplete pierde el ácido carbónico y se convierte en óxido
de estroncio, notándose al propio tiempo una luz purpúrea,
si el ensayo se efectúa sobre el carbón y en la oscuridad; se
disuelve con efervescencia en el ácido nítrico, y la disolu-
ción, cuando no está muy dilatada en agua, produce con el
ácido sulfúrico un precipitado blanco.
COMPOSICION EN PESO
Estronciana. . . .
Acido carbónico. .
. , .
Oxido de manganeso.
Agua
67o
3o-
2)3
0,1
0,1
100,0
VARIEDADES. — La forma cristalina mas frecuentemen-
te es un «prisma exagonal» truncado en las aristas de la base,
cuyos prismas pueden estar aislados ó agrupados, á seme-
janza de los del aragonito. Existen además las variedades
«aciculares y fibrosas» compuestas de agujas muy finas en-
trelazadas, brillantes, frágiles y de un color amarillo- verdoso.
Yacimiento. — Se encuentra en el Cabo de Estroncio
(Escocia) de donde toma el nombre de «estroncianita,» en
cuyo punto está en un filón de galena que atraviesa capas de
gneis, y asociada á la baritina y á la caliza espática. Se en-
cuentra también en Salzburgo, en Braünsdorf (Sajonia), y
según Humboldt, en Popayan (Perú).
USOS. — Se la destina para la extracción del óxido de es-
troncio y de sus sales, empleándose también en la pirotecnia
por el color rojo purpúreo que produce al arder.
100,00
VARIEDADES. — Cristalizada en prismas exagonales,
con diversas torneaduras en las aristas de la base y con
apuntamientos que producen dodecaedros triangulares; estas
formas suelen presentar estrías trasversales muy profundas
y análogas á las del cristal de roca; los cristales de Witherita
ofrecen maclas parecidas á las del aragonito. La variedad
concrecionada, afecta la forma de riñones ó de esferas de un
diámetro de cuatro pulgadas, siendo su estructura acicular ó
fibroso radiada.
YACIMIENTO. — Se encuentra en vetas escasas en las
minas de plomo de Inglaterra, donde fué descubierta por el
doctor Withering á quien la dedicó Werner, y de aquí el
nombre de Witherita. Existe además en filones de hierro y
auríferos de Siberia y de la Estiria, en Salzburgo, Silesia y
otros sitios del extranjero. En España la tenemos, según el
señor Naranjo, en Garlitos y Abenijar.
USOS. — Se emplea esta sustancia en Química para la ob-
tención de la barita y sus sales, y en algunos puntos de In-
glaterra la destinan para destruir los ratones y otros mamífe-
GÉNERO—SULFATO
Comprende minerales que, cuando se les pone á la acción
del soplete, mezclados con el carbón y carbonato de sosa,
tienen la propiedad de fundirse, desprendiendo la materia
fundida un olor de huevos podridos, si se la trata por agua
ligeramente acidulada. Puede dividirse este género, del
mismo modo que el carbonato, en dos secciones, á sa-
ber: 1. «sulfatos solubles» en el agua á la temperatura y
presión ordinaria, y en menos de 400 veces su volúmen;
2.0 «sulfatos insolubles (1).»
ACIDO SULFÚRICO— Fórmula química SO*
CARACTÉRES. — Este cuerpo, que se designa vulgar-
mente con el nombre de «aceite de vitriolo,» es un líquido
incoloro, inodoro, de consistencia oleaginosa ó aceitosa,
sabor agrio intenso, de una densidad relativa representada
(1) Antes de entrar en el estudio de estos compuestos, creemos con-
teniente describir el acido sulfúrico, que es el principio electro-nega-
tivo de todos los sulfatos.
GLAUBERITA
por 1,83. Enrojece fuertemente la tintura de tornasol, enne-
grece y destruye las materias vegetales; hierve á 325o y se
solidifica ¿35 bajo cero; tiene grande afinidad para con el
agua, y sus disoluciones en este líquido producen un preci-
pitado blanco por medio del nitrato ó cloruro bárico, cuyo
precipitado es insoluble en todos los ácidos.
YACIMIENTO. $e encuentra el ácido sulfúrico di-
suelto en algunas aguas procedentes de terrenos volcánicos,
tales son entre otras las aguas del llamado rio vinagre^ que
nace del volcan de Puraze y en el páramo de Ruiz (Nueva
Granada): se halla también en el lago Idien (Java) y en al-
gunas grutas o cavernas volcánicas de Toscana.
USOS. El ácido sulfúrico que existe en la naturaleza no
tiene aplicaciones de ningún género; no así el obtenido arti-
ficialmente mediante la combustión en cámaras de plomo
de ocho partes de azufre y una de nitro ó nitrato de potasa;
este cuerpo puede decirse que sirve para obtener todos los
demás ácidos conocidos; se emplea para preparar la sosa ar-
tificial, los alumbres, las bujías esteáricas y otra multitud de
productos, llegando algunos á medir el estado y desarrollo
de la industria de las diversas naciones por el mayor ó menor
consumo que hagan de ácido sulfúrico.
73
EXANTALOSA — sulfato df. sosa hidratado —
Fórmula química NaO, S03+ 10 HO
CARACTÉRES. — La exanf alosa , llamada así por ser un
mineral muy efiorescente, se la designa también con los
nombres de sal admirable y sal de Glaubero. Se presenta
cristalizada en un prisma romboidal oblicuo derivado del
quinto sistema; es blanca, trasparente y de un brillo vitreo
si es pura; pero en contacto del aire pierde estas propieda-
des y se convierten en eflorescencias. Su peso específico es
de 1,4, sabor amargo y algún tanto salado. Mediante la ac-
ción del fuego se funde con bastante facilidad ; da agua por
la elevación de temperatura, y tratada la disolución acuosa
por el cloruro ó nitrato bárico, se produce un precipitado
blanco (sulfato de barita).
COMPOSICION EN PESO
Sosa • • . . . . . 35,00
Acido sulfúrico. . . . 44,80
Agua. ...... 20,20
100,00
PRIMERA. SECCION— SULFATOS SOLUBLES
Se incluyen en esta sección minerales inodoros, de sabor
amargo ó cáustico pero nunca esencialmente metálico. Sus
disoluciones dan por medio del nitrato ó cloruro bárico un
precipitado blanco é insoluble en los ácidos. Las especies
principales que se comprenden en esta sección son las si-
guientes: I henardita, exantalosa, glauberita, epsomita, alu-
nogena, alumbre del comercio, alumbre de pluma y mas-
cagnina.
THENARDITA— sulfato de sosa anhidro— Fórmula
química NaO, SO3
Caractéres.— Esta sustancia, descubierta por don
Rafael de Rodas en Espartinas, cerca de Aranjuez (Madrid),
analizada y dedicada por Casaseca al célebre químico
Thenard, ofrece los caractéres siguientes: cristaliza en un
octaedro romboidal mas ó menos prolongado, que deriva de
prisma romboidal recto; estos cristales presentan cierta tras-
parencia cuando son recientes, pero á poco se eflorescen y
se vuelven opacos en su superficie exterior; su peso espe-
cifico es de 2,7. Mineral poco soluble que no da agua por
la elevación de temperatura; efiorescente cubriéndose los
cristales al cabo de algún tiempo de un polvo blanquizco,
que separado por medio de un cepillo, se observan los cris-
tales completamente trasparentes
COMPOSICION EN PESO
Sosa. . .
Acido sulfúrico. . .
44
56
n
100
Yacimiento. Existe en masas ó costras cristalinas
:n Espartinas cerca de Aranjuez (Madrid), cuyas costras
llaman los naturales de! país mineral am, pacto. ; se halla tam-
bien, aunque en pequeñas cantidades, en las aguas de los
mares y en algunas fuentes ó manantiales salados. Su yaci-
miento en realidad puede decirse que es el mismo que el de
la exantalosa cloruro de sodio y otros minerales alcalinos.
USOS, -.e emp.ea como purgante, para la obtención del
carbonato de sosa y para fabricar el vidrio.
Tomo IX
VARIEDADES. — Se presenta en pequeñas masas terro-
sas ó eflorescentes y de color blanco mas ó menos agrisado.
Yacimiento. — Se encuentra en eflorescencias en las
lavas del \ esubio y del Etna y en las rocas traquíticas mas
o menos alteradas del azufral de Pozzuolo. Los verdaderos
depósitos de este mineral existen realmente en España, en
donde se presenta en capas regulares intercaladas entre otras
de yeso, arcilla y margas del terreno terciario. Existe la exan-
talosa en Cerezo y Alcanadre (Burgos), Cabezón de la Sal
(Santander), Calatayud (Zaragoza), Aranjuez, Cienpozuelos,
Colmenar de Oreja y Chinchón (Madrid).
Hay fábricas destinadas á la elaboración en grande de esta
sal en Cienpozuelos, Chinchón, Calatayud, Chamberí, Villar-
rubia de Santiago y otros puntos, que dan mas de 40,000
quintales métricos de producto.
Us°s.— Se emplea este cuerpo para la preparación de la
sosa artificial, fabricación del vidrio y del cristal; en Medi-
cina se usa como purgante.
GLAUBERITA — sulfato de sosa y de cal — Fórmula
química, NaO, S03+CaO, SO3
CARACTÉRES. — Este mineral que ha sido dedicado á
Glauber y que se denomina también Polyalita de Vic, ofrece
por forma primitiva un prisma romboideal oblicuo del quinto
sistema, siendo los cristales recientes mas ó menos diáfanos
pero se vuelven opacos á poco tiempo de estar en contacto
del aire; su color es el blanco amarillento, lustre céreo, raya
al yeso y se raya por la caliza, siendo su peso específico de 2,7.
Decrepita por la acción del fuego, y se funde en esmalte
blanco; es muy soluble en el agua, perdiendo su trasparencia
y cubriéndose de una ligera capa blanquecina de sulfato de
cal, tan luego como se la introduce en el citado líquido.
CA
COMPOSICION EN PESO
Sulfato de sosa.
Idem de cal. .
5i
49
100
YACIMIENTO. — Por lo general está unida á la sal co-
mún, siendo el criadero mas abundante el de Villarrubia de
los Ojos (Toledo), en cuyo punto, de la misma manera que
74
SULFATOS
en ic (Francia), en Berchtesgaden (Baviera), y cerca de
quique (Perú), se hallan cristales amarillos ó rojizos, y di-
seminados en una arcilla ferruginosa ó en el yeso, sal común
ó sulfato de sosa ; también se han encontrado cristales tras-
parentes e incoloros en las minas de Cienpozuelos y Chin-
chón.
Usos. Son idénticos á los consignados en las especies
anteriores.
EPSOMI FA O SAL DE CALATAYUD — sulfato de
magnesia hidratado— Forra, quím. MgO, S03+ 7HO
CARACTÉRES, — Este mineral que recibe además los
nombres de Sal de la Higuera , de Vacia- Madrid, Sal amar-
ga, Sal de Epsom , Sal de Inglaterra , Sal de Sedlitz , etc.,
ofrece por forma primitiva un prisma recto romboidal cor-
respondiente al tercer sistema ; es incoloro, trasparente, de
lustre vitreo y sedoso, muy frágil, color blanco, siendo su peso
específico de 1,7; se efloresce expuesto al aire y tiene un
sabor amargo intenso. Se funde á temperatura poco elevada,
y produce agua por la calcinación : se disuelve en la mitad
de su peso de agua caliente y en dos del mismo peso en agua
fria, á la que comunica su sabor especial ; es insoluble en los
ácidos, y si se somete la disolución acuosa á la acción del
nitrato bárico, da lugar á un precipitado blanco (sulfato de
barita). Expuesta una disolución concentrada de Epsomita
á la temperatura ordinaria, produce cristales que afectan la
forma de prismas rectos romboidales.
COMPOSICION EN PESO
Magnesia. ’ . . . .
Acido sulfúrico 34,07
Agua. 47,20
Cal 2,10
99,57
VARIEDADES. Se presenta, por lo común, en masas
fibrosas, bacilares ó aciculares, traslúcidas y aun trasparentes
y de lustre vítreo-sedoso, parecido al de las variedades fibro-
sas de yeso, existen también eflorescencias de esta sustancia
en las galerías de ciertas minas.
Yacimiento. Se halla la Epsomita 6 sal de Cala-
tayud en los terrenos terciarios, acompañada de la sal co-
mún y del yeso, y en ciertas pizarras magnesianas que llevan
piritas de hierro mas ó menos alteradas. Se encuentra este
mineral en España, en forma de agujas de aspecto sedoso
en Calatayud (Zaragoza), Vacia-Madrid (Madrid), Hellin
(Albacete), 1 embleque (Toledo), y otros puntos. Se halla
también disuelto en aguas de estas mismas localidades, así
como en las de Epsom (Inglaterra), Sedlitz y Egra (Bohe-
mia); por último, existe la Epsomita en estalactitas ó concre-
ciones mamelonadas, teñidas de color sonrosado por el sul-
fato de cobalto en ciertos puntos de Hungría; y en eflores-
cencias salinas en la superficie de ciertas pizarras de la Suiza
y de Saboya.
USOS.— Se emplea la Epsomita ó «sal de la Higuera,»
como purgante, haciéndose de ella un gran consumo, supues-
to que no hay mas que recordar el uso que tienen las renom-
bradas aguas de Sedlitz. Sirve además este cuerpo para la
extracción de la magnesia y sus sales.
La especie mineralógica denominada Astracanila , que se
presenta en cristales prismáticos, blancos y completamente
opacos en los lagos salados y amargos en la desembocadura
del rio Volga, está constituida por el sulfato de magnesia y
de sosa, cuya sal contiene en 100 partes. 21 de agua.
ALUNOGENA — sulfato de alumin
Fórmula química Al a,033S03 + 9HO
CARACTERES. — Este mineral no se halla cristalizado
en la naturaleza, presentándose, por lo general, en pequeñas
masas, ó bien en fibras, escamas ó borlas en la superficie
exterior de ciertas rocas; su color suele ser el blanco verdoso
ó amarillento á causa de que casi siempre está mezclado con
el sulfato ferroso, por lo que constituye también el «alumbre
de pluma» en parte. Sabor astringente intenso, y muy solu-
ble en el agua de cal.
COMPOSICION EN PESO
Alumina
Acido sulfúrico. . . .
Agua
Alumbre potásico. . .
Sulfato ferroso. . . .
16,76
39,94
36,44
4,58
L94
99,66
VARIEDADES. — Existe la alunogena fibrosa , compues-
ta de pequeñas masas apezonadas, de estructura fibroso-radia-
da, ó sea formada por agujas que divergen del centro á la
circunferencia; la variedad escamosa, formada también de
pequeñas masas, constituidas por laminillas algún tanto na-
caradas y sobrepuestas unas á otras de un modo confuso.
YACIMIENTO. — Se encuentra en los volcanes llamados
azúfrales, resultando muchas veces de la descomposición ó
alteración que experimentan ciertas traquitas en contacto
del hidrógeno sulfurado ó del ácido sulfuroso. Se forma tam-
bién la alunogena en los lignitos ó pizarras arcillosas que lle-
van piritas de hierro.
USOS, — Mezclado este mineral con el sulfato de potasa,
sulfato de amoniaco, de sosa, de hierro, etc., se emplea para
beneficiar las diferentes clases de alumbre
ALUMBRE COMUN Ó ALUMBRE DEL COMERCIO
Sulfato de alumina y de potasa hidratado
Fórmula química K0,S03 + A1203, 3S03 + 24H0
CARACTÉRES. — El alumbre común se disuelve en
18.4 partes de agua fria y en 0,75 de agua hirviendo. Crista-
liza por enfriamiento en octaedros, derivados del sistema
cúbico, los cuales pueden estar aislados ó reunidos forman-
do especies de columnas erizadas de puntas cristalinas; se
obtiene también cristalizado en cubos, valiéndose de una
disolución común de alumbre, saturada á 50o, y poniendo
en ella carbonato de potasa; en este caso se precipita un sub-
sulfato de alumina, que se disuelve tan luego como se mue-
ve el líquido. Enfriado este, el alumbre adquiere otra vez su
verdadera composición (sulfato de alumina y potasa con 24
equivalentes de agua), pero cristaliza en cubos mas ó menos
modificados por las caras del octaedro. Esta variedad se co-
noce con el nombre de alumbre cúbico , que es desde luego
mas estimado en el comercio que el octaédrico, porque este
último suele contener algo de sulfato de hierro, sustancia
muy perjudicial en los tintes, á causa de que altera los ma-
tices de los colores. El alumbre, pues, cuando es puro no
tiene color de ningún género, pero comunmente se presenta
algo rosáceo, debido á una pequeña cantidad de óxido fér-
rico; raya al yeso y se raya por la caliza, siendo su peso es-
pecifico de 1,7 ; ofrece al principio un sabor azucarado, y des-
pués muy astringente que recuerda el de la tinta. Expuesto
á la acción del calor, pierde su agua de cristalización, aumen-
ta de volúmen y se convierte por enfriamiento en una masa
ALUNITA
vitrea, llamada alumbre de roca. Soluble, como se ha indica-
do, en la mitad próximamente de su peso de agua caliente,
á la cual presta el sabor de tinta, obteniéndose por enfria-
miento los cristales octaédricos, que tienen la particularidad
de eflorecerse en contacto del aire.
Variedades. — En realidad el alumbre no existe cris-
talizado en la naturaleza; este mineral se encuentra en eflo-
rescencia ó filamentos en las hendiduras de algunas pizarras
arcillosas ó aluminosas, en los azúfrales y en los cráteres de
ciertos volcanes en actividad, tales como los del Vesubio,
Estromboli, etc.
YACIMIENTO. — A pesar de lo indicado anteriormente,
esta especie mineralógica se encuentra muy escasa en la na-
turaleza, pudiendo decirse que solo existe en Pozzuolo (Ná-
poles), Milo (Archipiélago griego), en los volcanes citados
de Estromboli y en el de Vulcano, en algunos desiertos de
Egipto y en el Maryland (Estados Unidos).
USOS. — Sirve el alumbre en la tintorería como mordiente
para fijar y avivar los colores: se emplea en el curtido de las
pieles y para clarificar varios líquidos; entraen la fabricación
75
0,060 metros hasta 0,100 metros; la segunda, compuesta de
fibras mas cortas y muy encorvadas por uno de sus extremos,
siendo el color blanco y á veces azul; la tercera zona está
constituida, según el Sr. Naranjo, por el verdadero alumbre
de pluma, de color amarillo y de estructura fibrosa y con-
crecionada.
MASCAGNINA — sulfato de amoniaco hidratado
Fórmula química (NH3,HO) S03-L2H0
Caracteres. — Se presenta este mineral sólido, blan-
co, siendo muy amargo y picante á la vez. Puede cristalizar
en prismas exagonales apuntados por pirámides de seis caras,
cristalización análoga á la de algunas variedades de la Wi-
therita: es soluble en el agua, y si se trata la disolución por
la potasa, sosa ó cal cáustica, se desprende el olor de amo-
niaco. La mascagnina, expuesta en contacto del aire, á la
temperatura ordinaria, es inalterable, pero se efloresce á la
acción del aire caliente.
COMPOSICION EN PESO
Amoniaco. . .
Acido sulfúrico.
Agua. . . .
de bujías; se usa para preparar el acetato de alumina, que
tan útil es en las fábricas de telas blancas; se le destina para
preservar las maderas, el papel y otros objetos de la acción
destructora de los insectos. Por último, el alumbre deshidra-
tado ó alumbre calcinado se emplea en Medicina como
cáustico y astringente, sirviendo esencialmente para destruir
las partes fungosas y las excrecencias carnosas.
Existen además otros varios alumbres formados de bases
isomorfas con la potasa ó alumina, cuyas bases sustituyen-
do á estas dan lugar á las especies siguientes:
Alumbre de sosa NaO,So3 + Al2o3,3So,3 + 24HO.
Alumbre de amoniaco (NH,3HO) So3 + Al2o3,3So3 + 24HO.
En donde se ve que la potasa ha sido reemplazada por la
sosa ó por el amoniaco.
Si la alumina es sustituida por los sesquióxidos isomorfos
con ella, resultarán los siguientes alumbres:
Alumbre ferro-potásico K0,S03 + Fe203,3S03 + 24HO.
Alumbre ferro-sódico - NaO,S03 + Fe203,3S03 + 24HO.
Alumbre ferro -amoniaco (NH3HO) SO3 + Fe203,S03 4-
24HO.
Si, por el contrario, la alumina ó sesquióxido de alumino
es reemplazada por los sesquióxidos de cromo ó de manga-
neso, se formarán los alumbres de cromo ó de manganeso,
cuyas especies ofrecen caractéres físicos de forma, estructura,
dureza, etc., y aun cualidades químicas muy análogas al
tipo de los alumbres, ó sea al llamado común ó del comer-
cio.
El alumbre de sosa se halla en costras fibrosas en los azú-
frales en las cercanías de Nápoles, en la isla de Milo ( Ar-
chipiélago griego) y en la provincia de San Juan (América
del Sur).
El amoniacal, que se distingue por el olor de amoniaco
que desprende cuando se le mezcla con la cal, se encuentra
en pequeñas masas, de aspecto vitreo y brillante, en los lig-
nitos de Tschermig ( Bohemia), y en el cráter del Etna.
El alumbre de hierro ó alumbre de pluma se presenta en
fibras capilares, dotadas de un color blanco-amarillento y de
un sabor metálico muy pronunciado, ofreciendo todos los
demás caractéres de los otros alumbres, de los cuales se di-
ferencia, sin embargo, por las reacciones características de
los minerales de hierro. El inspector de minas Sr. Naranjo,
dice que la alunita fibrosa ó el ejemplar de gran tamaño, pro-
cedente de Mazarron, que fué regalado á la Escuela de mi-
nas por el Sr. D. Lino Peñuelas, ofrece tres zonas diferentes:
la primera, que tiene todos los caractéres del alumbre, consta YACIMIENTO. — Existe la alunita en terrenos traquiti-
de fibras blancas, sedosas, curvilíneas, y cuya longitud es de eos de la Hungría, Estiria, Mont-Dore (Francia), en la Tolfa
22,6
53,i
24,3
100,0
Yacimiento. — Se halla la mascagnina disuelta en
ciertos lagonis de la Toscana, ó bien, existe en las lavas re
cientes de ciertos volcanes, tales como los del Etna y del
Vesubio, y también en el azufral de Pozzuolo.
SEGUNDA SECCION— SULFATOS INSOLUBLES
Se comprenden en esta sección todas aquellas especies
que son insolubles en el agua á la temperatura y presión or
diñaría, y en menos de cuatrocientas veces su peso, siendo
al propio tiempo inatacables por los ácidos. Expuestas al
fuego de reducción, desprenden olor hepático ó de huevos
podridos. Se incluyen en este grupo las siguientes especies:
alunita, websterita, yeso, anhidrita, baritina y celestina.
ALUNITA — sulfato de potasa y sud-sulfatode alumina
Fórmula química K0,S03, 3 ALONSO3, -f- 6 HO
Caractéres. — Este mineral, llamado también piedra
de alumbre ó piedra aluminosa de Tolfa , se presenta, por lo
común, en masas compactas, blancas ó sonrosadas, y rara
vez en masas fibrosas, de dureza variable y de un peso espe-
cífico representado por 2,6. En algunos ejemplares compac-
tos suelen observarse pequeños cristales, cuya forma domi-
nante es un romboedro agudo. Varios mineralogistas creen
que la alumina en vez de ser una especie bien definida, no
es otra cosa que una roca feldespática alterada, que contie-
ne en sus hendiduras cristales pequeños de este mineral.
COMPOSICION EN PESO
ÍS£ : : : : : X
Acido sulfúrico. . . . 38,5
Agua 13
100,0
SULFATOS 1NSOLUBLES
76
(Estados romanos). En España existe en Mazarron(i) (Mur-
cia), Alcañiz (Teruel) y otros puntos.
USOS. — La alunita se emplea para la obtención del alum-
bre común, siende desde luego la mas importante y estimada
para este objeto la alunita de la Tolfa, de la cual se extrae
el célebre alumbre de Roma , que es mucho mejor que el
obtenido de otras variedades, porque no contiene óxido de
hierro en estado soluble. Hoy, sin embargo, se obtiene alum-
bre artificial idéntico al de Roma: basta para ello echar en
una disolución de alumbre común una corta cantidad de
carbonato potásico, cuya sustancia precipita parte del sub-
sulfato de alumina: agitando después el líquido resultante, y
exponiéndolo á la acción del aire, se disuelve de nuevo el
sub-sulfato de alumina, y se precipita, por el contrario, el
óxido férrico que contenga el alumbre común empleado: si
se evapora inmediatamente el líquido, resulta un depósito
de alumbre cristalizado en cubos. Los minerales que se usan
entre nosotros para la fabricación del alumbre, proceden de
las localidades españolas indicadas.
WEBSTERITA— sub-sulfato de alumina
Fórmula química 3A1203,S03+9H0
C ARÁCTÉRES. — Esta sustancia, designada también
con los nombres de aluminita y halita , se presenta terrosa,
de un color blanco mate, suave al tacto á la manera que la
creta, se adhiere á la lengua, estando representado su peso
específico por 1,7. Se funde con dificultad al soplete, y se
disuelve sin efervescencia en el ácido nítrico.
COMPOSICION EN PESO
Alumina M 30
Acido sulfúrico 21
xTjfñC * '47
IQQ^
YACIMIENTO. — Se encuentra esta especie en la parte
inferior de los terrenos terciarios, hallándose, por lo común,
en venas ó riñones en las arcillas plásticas y acompañada
casi siempre del lignito y yeso. Existe en Halle (Sajonia), de
donde toma el nombre de Hallita:fué descubierta por Webs-
ter en New-Haven (Inglaterra), por lo que se denomina
Websterita; se halla también en Bernon y en Auteuil (Fran-
cia).
\ ESO sulfato de cal hidratado — Fórmula química
Ca0,S03+2H0
Garactéres.— -Esta especie, que es una de las mas
comunes y mas importantes del género sulfato, se la llama
también espejuelo por su mayor ó menor trasparencia, y se-
lenita, porque una de sus variedades presenta un lustre na-
carado análogo al de la luna. Se caracteriza muy bien el yeso
teniendo en cuenta las propiedades esenciales siguientes: su
forma es un prisma rectangular oblicuo, que deriva del quinto
sistema; color, por lo común, blanco, habiendo también
ejemplares rojizos, amarillentos ó mas ó menos agrisados
cuyas coloraciones se deben casi siempre al óxido de hierro
o arcillas ferruginosas; constituye el segundo tipo de la
escala relativa de Mohs, siendo tan blando que se deia
rayar con mucha facilidad por la uña; su peso específico es
de 2,2 a 2,3- Mediante la acción del fuego pierde las tintas
(1 ) La variedad de alunita fibrosa ó alumbre de pluma, descrita an-
tenormente, corresponde a esta localidad, en donde se halla unida á la
que tenga, se blanquea y se convierte en la sustancia deno-
minada yeso vivo, y si se hace el experimento con un ejem-
plar de la variedad cristalizada, decrepita y se reduce por
último á polvo en contacto del aire. Colocado en un tubo
de ensayo, da agua por la acción del calor, y si se emplea el
soplete, se convierte, aunque difícilmente, en un esmalte
blanco que se reduce á polvo en contacto del aire. El yeso
es soluble en una gran cantidad de ácido hidroclórico,
produciendo la disolución un precipitado blanco por medio
del nitrato de barita; se disuelve también en gran cantidad
de agua y constituye las llamadas aguas yesosas ó seleni-
tosas.
^)\ • •
Acido sulfúrico..
Agua. . . . .
COMPOSICION EN PESO
*
46,49
32,64
20,87
100,00
VARIEDADES. — Se presenta el yeso en tablas rectan-
gulares ó romboidales oblicuas, biseladas en sus bordes, á
cuya variedad Haüy denominó trapeziana; estos cristales se
exfolian con facilidad y dan origen á láminas trasparentes,
incoloras ó de un blanco lechoso, pero pierden con frecuen-
cia la diafanidad y se vuelven traslucientes, conservando esta
cualidad aun los ejemplares de algún espesor; dichas lámi-
nas se conocen con el nombre de espejuelo. La variedad
lenticular que resulta del redondeamiento de los ángulos
sólidos ó aristas de los ejemplares tabulares; en algunos ca-
sos los cristales lenticulares ofrecen gran magnitud, se unen
por sus bordes y dejan un espacio en la parte superior, for-
mando de este modo la sub-variedad hemitropiada, designa-
da por Haüy con el nombre de «yeso en lanza ó yeso en fle-
cha.» La variedad laminar, que presenta un lustre nacarado
análogo al de la luna y de aquí «selenita» como se ha indi-
cado. El yeso fibroso, compuesto de fibras rectas ó contor-
neadas y de lustre sedoso ó nacarado. La variedad sacaroi-
dea ó laminar, de estructura de grano muy fino, parecido al
del mármol de Carrara; esta variedad se conoce en las artes
con el nombre de alabastro yesoso, de donde nace la frase
vulgar de blanco como el alabastro; se distingue del alabas-
tro calizo ú oriental por su blandura, traslucidez y porque
no produce efervescencia con los ácidos. La variedad com-
pacta ó yeso basto, es la que se destina generalmente á la
construcción; es mas bien granudo-laminar que compacta,
de un color blanco sucio, amarilla ó agrisada y de fractura
astillosa. La variedad niviforme ó yeso niviforme, consta de
granos agregados entre sí á la manera que los cristalitos de la
nieve; estos granos son de un blanco puro, lustre nacarado
y cuando se oprimen entre los dedos producen un crujido
particular.
Yacimiento. — El sulfato de cal hidratado ó yeso se
encuentra en toda la serie sedimentaria ó neptúnica, ó sea
desde los terrenos paleozoicos ó primarios hasta los tercia-
rios; en estos terrenos se presenta ya en grandes capas de
origen neptúnico, ya en depósitos metamórficos y relaciona-
dos con la serpentina, pórfidos, azufre, sal común y rocas
dolomíticas. El yeso se halla en los terrenos terciarios en ca-
pas que alternan con las de otros minerales; así, por ejemplo,
en el célebre depósito que existe en Montmartre, cerca de
Paris, y que pertenece al piso inferior del citado terreno, se
encuentran todas las variedades de yeso desde la cristalizada
hasta la niviforme, acompañadas de margas mas ó menos
yesosas, donde se han hallado multitud de restos fósiles,
pertenecientes á la clase de los mamíferos, y de los cuales se
BARITINA
77
valió Cuvier para fundar la ciencia paleontológica. Esta
especie la tenemos muy abundante en diversas provincias de
España; así, que existen yesos en el terreno terciario de Ma-
drid, la Mancha, Cataluña, Valladolid y en casi todas las
provincias; hay yesos en el terreno triásico de Albacete y de
Tarragona; así como se encuentra metamórfico en Sierra-
Nevada, Marbella, Badajoz y otros puntos; por último, Na-
ranjo ha encontrado yesos subordinados á rocas ígneas y
basálticas, en las aguas sulfurosas de Gayangos, y Vilanova
le cita como metamórfico en el terciario de Picasent (Valen-
cia).
USOS. — Las variedades trasparentes ó traslúcidas, como
el espejuelo y la selenita, las destinaban antes y aun se las
emplea en la actualidad para la construcción de vidrieras de
los templos; la variedad que los antiguos designaban con el
nombre de jengita¡ es decir, cuerpo brillante, no era otra co-
sa sino un yeso traslúcido análogo al alabastro, cuya varie-
dad sirvió para fabricar el templo de la Fortuna teta, edifi-
cio que carecía de ventanas y solo estaba iluminado por la
suave luz que pasaba á través de sus muros. Las variedades
fibrosas se tallan para la construcción de collares y pendien-
tes, que aunque de buena vista, ofrecen la particularidad de
ser muy frágiles; para evitar su destrucción por el roce, se
les cubre con una capa de cristal. El yeso sacaroideo ó ala-
bastro yesoso, se usa en la escultura con preferencia á los
mármoles y jaspes, porque no cuesta tanto su talla. Mezcla-
do con gelatina ó cola fuerte y materias colorantes sirve pa-
ra la obtención de los estucos y escayolas que se emplean
en la decoración para imitar los mármoles y jaspes. El yeso
que se usa en las construcciones y en el modelado se obtie-
ne calcinando las variedades compactas, las terrosas y aun
las mezclas con otros minerales; el fuego que se emplee en
esta operación ha de ser lento y regular, porque si fuese de-
masiado activo, se calcinaría el yeso que ocupa la parte in-
ferior del horno ó cobertizo destinado al efecto. Luego que
termina la calcinación, lo que se conoce por el aspecto que
presente la materia, se separan los fragmentos que están de-
masiado cocidos y aquellos otros cuya calcinación ha sido
incompleta, el resto se reduce á polvo por medio de la per-
cusión, y pasando este polvo por un tamiz, se obtiene el yeso
á propósito para la construcción. Para saber si está bien cal-
cinado, no hay mas que observar si es untuoso al tacto, si
se adhiere á la mano y desprende gran cantidad de calor tan
luego como se le amasa con agua; estas particularidades de-
penden de la atracción y solidificación de dos equivalentes
de agua que el yeso calcinado necesita para pasar otra vez
al estado de hidrato, adquiriendo en este caso una dureza
que no presenta en su estado anterior. Se usa además este
mineral para el modelado de estatuas, vaciado de bustos y
medallas, blanqueo de las habitaciones; para la pintura al
temple de ventanas y puertas cuando se le mezcla con agua
de cola y añil. Por último, se emplea el yeso en agricultura,
como abono de ciertas tierras, á causa de que este cuerpo se
disgrega fácilmente por la acción del agua y medios mecáni-
cos; se utiliza en terrenos no calizos y sitios húmedos, y en
proporciones que no pasen de 0,05 por 100 de ensayado,
siendo en este caso muy á propósito para el desarrollo de la
alfalfa y otras plantas leguminosas que sirven de pasto á
ciertos mamíferos.
ANHIDRITA — sulfato de cal anhidro Ca,S03
CaractÉRES. — La anhidrita, denominada también
Karstenita por haber sido dedicada á Karsten, se presenta
rara vez cristalizada en un prisma rectangular recto, siendo
lo mas frecuente encontrarla en masas laminares incoloras,
ó bien de color rosdeeo, violado ó azulado, lustre cristalino,
siendo su dureza superior á la de la caliza é inferior á la del
espato flúor, y su peso específico de 2,8 á 3. Por medio de
la acción del fuego no se blanquea ni da agua como sucede
en la especie anterior; se funde, aunque con mucha dificul-
tad, en un esmalte blanco; la anhidrita es muy poco soluble
en el agua.
COMPOSICION EN PESO
Cal 58,8
Acido sulfúrico 41,2
100,0
VARIEDADES. — Como se ha dicho, son muy raras las
variedades cristalizadas en prismas rectangulares rectos; se
halla, por lo común, en masas laminares que se exfolian en
tres direcciones distintas, dando por resultado la forma re-
gular indicada. La variedad fibrosa, formada de fibras rectas
y de color rojo de ladrillo ó de carne; la sacaroidea, de es-
tructura laminar ó de grano fino, de color azul celeste y aná
loga á los mármoles estatuarios, por lo que se llama mármol
azul de Wurtemberg; si los ejemplares de la variedad saca-
roidea llevan una corta cantidad de sílice, dan la subvarie-
dad que se designa con el nombre de vulpinita ó bardigliona>
mientras que se la denomina muriacita si contienen sal co-
mún.
YACIMIENTO. — La Karstenita se halla en masas irre-
gulares en los terrenos de sedimento que contienen sal co-
mún, yeso ú otros sulfatos; así que, por lo general, existe en
pisos posteriores á los del yeso, siendo resultado algunas de
sus variedades del mismo yeso que ha perdido sus dos equi-
valentes de agua, habiéndose convertido en sulfato de cal
anhidro. Existe la Karstenita en el Tirol, en ciertas localida-
des de los Alpes, Wurtemberg, Vulpino (Toscana), y en
Nueva Escocia en unión con margas irisadas. En España se
encuentra en las Herrerías (Vizcaya), y según Baranda, en la
isla de Luzon (Filipinas).
USOS. — En algunos sitios, como Wurtemberg y Milán,
emplean la anhidrita como piedra de construcción y para
sustituir á los mármoles. Se conoce una variedad de estos
llamada mármol de Bérgamo ó bardiglio , que se emplea para
mesas, jambas de chimenea, etc.
BARITINA O ESPATO PESADO— sulfato de
barita — Fórmula química BaO.SO3
CARACTÉRES. — Esta especie mineralógica, designada
también con los nombres de fósforo de Bolonia, piedra pesa-
da, etc., ofrece los caractéres esenciales siguientes : su forma
primitiva es un prisma recto romboidal, que puede exfoliarse
con facilidad en dirección paralela á las bases y caras del
prisma; color blanco agrisado, mezclado, por lo general, de
tintas rojas, amarillas ó parduscas, y brillo vitreo ó lapídeo;
esta sustancia raya á la caliza y se raya por el espato flúor,
y su peso específico de 4,5 á 4,7, siendo, por lo tanto, el
mineral mas pesado de todos los lapídeos. Por medio del
soplete se funde con muchísima dificultad en esmalte blan-
co; si se la mezcla con la sosa produce sulfuro de bario, y al
fundirse en la pinza comunica á la llama del soplete un co-
lor amarillento rojizo; insoluble en el agua y en los ácidos é
inatacable por los carbonatos alcalinos.
COMPOSICION EN PESO
Barita 65,7
Acido sulfúrico 34,3
100,0
SULFATOS INSOLUBLES
7$
Variedades. — La baritina puede decirse que es la
especie que presenta mayor número de variedades cristali-
nas, exceptuando, no obstante, á la caliza; asi que el célebre
Haüy describe hasta veinticuatro formas diferentes. Los cris-
tales de barita ofrecen, por lo general, la forma de tablas
rectangulares modificadas casi siempre en sus aristas, ó bien
octaedros alargados ó prismas rectos de base romboidal, ó
tablas romboidales muy sencillas, que representan la forma
primitiva de dicho mineral. Todos estos cristales tienen lus-
tre vitreo, incoloros ó algún tanto teñidos de azul rojo á
causa del óxido férrico. Además de las variedades cristaliza-
das se conocen las siguientes: i.a baritina de cresta, vulgar-
mente llamada cresta de gallo; 2.a la laminar ú hojosa; 3.a
fibroso- bacilar; 4.a fibroso-rachada; 5.a compacta; 6.a saca-
roidea, y 7.a concrecionada. La baritina de cresta está for-
mada por tablas romboidales delgadas y reunidas, por lo
general, en la dirección paralela al plano que pasa por las
grandes diagonales, imitando por su agrupamiento, aunque
de una manera remota, la cresta de un gallo. La variedad
laminar ú hojosa consta de láminas grandes ó pequeñas,
opacas y de un blanco mate. La fibroso-bacilar está com-
puesta de fibras gruesas, rectas ó reunidas en hacecillos)
siendo de color blanco y de brillo sedoso ó nacarado. La
fibroso radiada, llamada también fósforo de Bolonia, á causa
de que pulverizada y echada en las ascuas fosforece en la
oscuridad, está formada de fibras delgadas que divergen del
centro á la circunferencia; esta variedad se presenta globu-
loso-radiada ó en forma de riñones. La compacta es de co-
lor gris claro, semi trasluciente, ó bien negruzca y bituminí-
fera, hallándose, por lo común, mezclada con el yeso y espato
flúor. La sacaroidea, compuesta de granos muy finos y de
color blanco agrisado. Por último, la variedad concreciona-
da ofrece una subvariedad que ha recibido el nombre de
piedra de tripas , porque su aspecto es algo análogo al de los
intestinos.
YACIMIENTO.— La baritina es un mineral de los filo-
nes metálicos; abunda con especialidad en las minas de plo-
mo, plata, mercurio y aun cobre. Se encuentra en casi todos
los distritos mineros de Sajonia, Bohemia, Saboya, Hungría,
Inglaterra, Francia y otras diversas naciones. En España
la tenemos en Almadén (Ciudad Real) acompañando al
cinabrio; en Hiende-la-Encina (Guadalajara) en unión con
las diferentes especies de plata; se encuentra además en
las provincias de Teruel, Vizcaya, Cataluña, Madrid, Alme-
ría, etc., y en las sierras de Guadarrama, Gador, Sierra More-
na, etc.
USOS. Se emplea en los laboratorios químicos para la
obtención de la barita y las sales de este óxido; entra á for-
mar parte de la composición de algunos vidrios; se usa como
tundente en ciertas fábricas de fundición de cobre; en algu-
nos puntos la destinan para adulterar el albayalde, sustancia
con la que tiene grande analogía. Finalmente, algunos agri-
cultores ingleses dicen que, después de calcinada, es prefe-
rible al yeso, para excitar la vegetación de las plantas que
forman prados artificiales.
CELESTINA— sulfato de estronciana— Fórmula
química STO,SCrí
r IJ fv JyVyl/
Caracteres.— Esta especie tiene grandes analogías
con la precedente con la cual es isomorfa. Cristaliza también
en las mismas formas y presenta iguales variedades de textu-
ra ) aspecto, hasta tal punto que, estudiada la baritina, puede
decirse que se ha estudiado la celestina. Sin embargo, se
distinguen, entre otros caractéres, por los siguientes: las tablas
romboidales de la celestina ofrecen biseles mas obtusos que 1
los de la barinita; el color, si bien blanco, suele ser también
azul celeste, de donde toma el nombre de celestina; el peso
específico es inferior al de la especie anterior, puesto que
está representado por 3,8 á 3,9; por medio del soplete crepita
en el primer momento, y después se convierte en esmalte
blanco; por último, tratada por la sosa, produce un sulfuro
de estroncio; colora á la llama del soplete de un rojo púrpu-
ra, cuando se ha conservado fundida por algún tiempo al fuego
de oxidación, y se la humedece previamente con ácido hidro-
clórico.
COMPOSICION EN PESO
Estronciana 56,5
Acido sulfúrico 43,5
gA ’"sr
VARIEDADES. — Como se ha dicho, existe la variedad
cristalizada en prismas rectos romboidales análogos á los de
baritina, de los que se separan por sus biseles obtusos; esta
variedad suele ser incolora, trasparente, de brillo vitreo y
acompañada del azufre. La fibrosa, constituida por fibras que
se agrupan entre sí en dirección paralela, de color azul claro,
ó bien perla mezclado de azul. La calcarífera, compacta ó
terrosa, se presenta en masas tuberculosas, de fractura esca-
mosa ó granular, y cuyo color varía entre el blanco agrisado
y el blanco amarillento; algunos riñones pertenecientes á
esta variedad han sufrido una especie de retracción, por lo
que se presentan en su interior divididos, á semejanza de la
forma irregular denominada ludus. La baritífera ó barito-
celestina, que está compuesta de masas radiadas ó fibrosas, ó
bien en pequeñas capas de los terrenos secundarios ó meta-
mórficos.
YACIMIENTO. — La celestina, cuyas propiedades mine-
ralógicas son tan idénticas á las de la baritina, difiere mucho
de esta respecto de los caractéres geológicos. Su formación
es mas reciente, hallándose muy rara vez en los filones me-
talíferos; tal es lo que se observa en Fassa (Tirol); la celesti-
na no constituye venas en los terrenos graníticos, así es que
se encuentra acompañando á rocas basálticas, y, mas espe-
cialmente, en los terrenos de sedimento, apareciendo desde
luego en estos en aquellos sitios en que desaparece la bariti-
na; pero, á partir de este punto, existe la celestina hasta en
los pisos mas superiores de los citados terrenos. Hay varie-
dades de celestina cristalizada en la anhidrita ó vulpinita; se
conoce en forma de riñones en ciertas arenas de Bristol
(Inglaterra) y en Escocia: existen ejemplares cristalizados en
las minas de azufre de Noto y Mazzara en Sicilia, así como
en la Católica, próximo á Agrigento. En España se cita en
Conil (Cádiz) y Hellin (Albacete).
USOS. — Se emplea en los laboratorios químicos para la
obtención de la estronciana y sus sales.
GÉNERO— FOSFATO
Se incluyen en este género las especies formadas por la
unión del ácido fosfórico con una ó mas bases metálicas, y
que ofrecen los caractéres siguientes: minerales infusibles ó
que se funden con mucha dificultad por medio del soplete;
son duros, excepto la wavelita, y se disuelven en el ácido ní-
trico sin efervescencia, cuando se los reduce á polvo. Fundi-
dos con el carbonato de sosa producen una sal soluble en el
agua que precipita en blanco por el nitrato de plomo, y en
amarillo, por el nitrato argéntico. Comprende este género las
siguientes especies: i.a fosforita; 2.a Wavelita; 3.a Klaproti-
na; 4.a turquesa.
KLAPROTINA
79
FOSFORI TA — fosfato de cal y fluo-cloruro de cal-
cio.—Fórmula química ¿CaO, PhO5 + Ca (C1F1)
CARACTÉRES. — La fosforita, que también se la cono
ce con los nombres de esparraguina y apatito, es isomorfa
con el fosfato de plomo ó piromoríita y con la mimetesa ó
arseniato de plomo (i). Presenta por forma primitiva un
prisma exagonal sencillo ó modificado que deriva del siste-
ma romboédrico, exfoliable con mucha dificultad, siendo las
formas mas comunes prismas exagonales, dodecaedros ó los
mismos prismas exagonales apuntados por pirámides también
exagonales; el color de estos ejemplares es el verde claro,
verde amarillo, violado, rojizo ó blanco azulado y de lustre
vitreo análogo al de las piedras finas, por lo que se llama
apatito, de la palabra griega ( apataio , yo engaño); raya al es-
pato flúor y se raya por la ortosa, ocupando por esta razón el
número 5 de la escala de Mohs; su peso especifico está re-
presentado por 3,2; algunas de sus variedades echadas en las
ascuas fosforecen en la oscuridad (por lo que se le -ha deno-
minado fosforita), produciendo ráfagas luminosas de un color
amarillo-verdoso. Se funde con gran dificultad al soplete, y
se reduce á cal ú óxido de calcio; se disuelve sin efervescen-
cia en el ácido nítrico, y la disolución que resulta, da un
precipitado blanco, si se la trata por el oxalato amónico.
composición de la de Logrosan, según el análisis hecho
por los señores Peñuelasy Naranjo
nuestra Península, siendo desde luego los criaderos mas im-
portantes los de Logrosan, en la provincia de Cáceres, y los
descubiertos hace pocos años en las cercanías de esta misma
capital y otros pueblos próximos. Se halla la fosforita de Lo-
grosan en un terreno esencialmente metamórfico, en contac-
to del granito y de pizarras del terreno silúrico; en esta es-
pecialidad existen todas las variedades citadas de fosforita, y
con especialidad las compactas y terrosas; el mismo yaci-
miento tienen las fosforitas de la capital en donde existen
hoy minas tan ricas ó mas que las célebres de Logrosan. Se
presenta también la fosforita en rocas volcánicas notables en
Jumilla (Murcia) y cabo de Gata (Almería). Naranjo la cita
en Losaco (Zamora), en donde se presenta en un terreno
metamórfico. También existe en Belmez.
USOS. — Se emplean en joyería las variedades cristaliza-
das y de colores rojo, violado ó azulado; la compacta suelen
destinarla para piedra de edificar en aquellos sitios en que
se presenta muy abundante. Pero la aplicación mas impor-
tante de la fosforita es como abono de terrenos, sobre todo
en aquellos en que se han de desarrollar el trigo y otros ce-
reales. Así, los labradores actuales, y mas particularmente los
de Inglaterra, usan la fosforita reducida á polvo con el ob-
jeto de fertilizar ciertas tierras; pero en la mayor parte de los
casos se necesita convertirla en un fosfato ácido de cal,
puesto que la fosforita natural es insoluble en el agua, pero
se disuelve con facilidad en un líquido ácido.
Acido fosfórico. . .
Id. hidrofluórico..
Acido hidro-clórico.
Oxido de calcio. . .
Oxido férrico. . .
Sílice y arcilla. . .
Pérdida
40,12
2,27
0,06
53,05
0,61
3,ro
o,79
100,00
Variedades. - La cristalizada en prismas de seis ó de
doce caras con apuntamientos bi-piramidales y con diversas
modificaciones en las aristas y ángulos; algunos ejemplares
correspondientes á esta variedad son incoloros y trasparentes;
pero, por lo general, ofrecen un color verde amarillento
de espárrago, por lo que fué denominada por Haüy, es-
parraguina. La compacta o terrosa, ó sea la fosforita propia-
mente dicha, se presenta blanca o amarillenta con manchas
rojas; esta variedad es la que fosforece en realidad echada
sobre las ascuas, habiendo algunos ejemplares que producen
chispas con el eslabón á causa de cierta cantidad de sílice
que contienen, por lo que Haüy los llamó cales fosfatadas
cuarcíferas. La mamelonada, estalactítica ó reniforme, afecta
la forma de concreciones de color pardo y de fractura fibro-
sa muy fina, análoga á la de algunas variedades de baritina.
YACIMIENTO. — La fosforita se encuentra como ele-
mento accidental en las rocas graníticas, gneis, pizarras,
etcétera, y también en pequeños filones en los granitos co-
munes, en la pegmatita y acompañada, por lo común, de la
casiterita ú óxido de estaño en las cercanías de Limoges
(b rancia), en Cornouailles, en Bohemia, Sajonia y otros pun-
tos. Se halla en riñones ó bolsadas en el Tirol, Suiza, en
contrándose también en rocas volcánicas en el departamento
del Herault, Beaulieu, Bocas del Ródano y otras localidades
de Francia. En el Canadá se ha descubierto hace unos vein-
ticinco años un criadero de fosforita en una caliza del terre-
no silúrico. Pero en donde mas abunda este mineral es en
WAVELITA — fosfato hidratado de alumina — Fórmula
química (APO3)4, (PhO5)4 -s- 18HO | APO3, (HO)3
CARACTERES. — La Wavelita, llamada asi por haber
sido dedicada al doctor Wavell, que fué el primero que la
descubrió, cristaliza en prismas romboidales rectos pertene-
cientes al tercer sistema cristalino, presentándose en realidad
en agujas muy finas que constituyen formas apezonadas,
globosas ó estalactíticas ; su color es el blanco verdoso ó
amarillento mas ó menos pardusco; brillo vitreo, raya con
dificultad á la caliza y tiene un peso específico representado
por 2,3 á 2,5. Por la acción del soplete se entumece, pero
no se funde, y adquiere un color blanco de nieve; reducida
á polvo se disuelve sin efervescencia, mediante el calor, en
los ácidos nítrico y sulfúrico.
COMPOSICION EN PESO
Alúmina. 38,0
Acido fosfórico. . . .. . . 35,3
Agua 26,7
- 100,0
VARIEDADES. — La variscita y la peganita de Breit-
haupt pueden considerarse, la primera como una variedad
amorfa de la Wavelita, y la segunda como esta misma espe-
cie que se presenta en costras cristalinas formadas por pe-
queñas agujas prismáticas de color verde; por último, la
I* ischerita de Hermann se diferencia únicamente de la Wa-
velita en que contiene agua en menor cantidad.
YACIMIENTO. — Se encuentra en las hendiduras ó ca-
vidades de las pizarras arcillosas en Devonshire y Cornouai-
lles (Inglaterra), Sajonia, Hungría, Groenlandia, Estados-
Unidos, Brasil, México, etc.
KLAPROTINA ó lazulita de los alemanes
CARACTÉRES. — Esta sustancia, denominada también
feldespato azul y azurita, presenta por forma primitiva un
( 1 ) Véase el género Plomo.
«
SULFATOS INSOLUBLES
8o
prisma recto romboidal correspondiente al tercer sistema; su
color es azul celeste, lustre vitreo y algo trasluciente en los
bordes; raya á la fosforita, siendo su dureza muy idéntica á
la del feldespato ortosa, y el peso específico de 3,05. Infusi-
ble al soplete por sí sola é insoluble en los ácidos; da agua
y pierde la coloración cuando se la calcina.
COMPOSICION EN PESO
Alúmina
Acido fosfórico. . . .
Magnesia.
Cal y óxido de hierro. .
Sílice,
Agua.
34,5°
Varieda
dad llamada childrenl
3 conoce actualmente la varie-
mineral que se halla en pequeños
cristales amarillos ó pardo-amarillentos de lustre vitreo ó
resinoso, cuyos cristales son octaedros de base rombal
Yacimiento. — Se halla la klaprotina en las pizarras
osas en Werfen (Salzburgo), en el Valais (Suiza), en
-Geraes (Brasil), en Voreau (Estiria) y en algunos otros
del extranjero. La childrenita se encuentra acompa-
la de la fosforita, siderosa y pirita de hierro en Devon-
shire y Cornouailles (Inglaterra).
r-r
TURQUESA — FOSFATO DE ALUMINA HIDRATADO CON ÓXI-
DO DE COBRE QUE SIRVE DE MATERIA COLORANTE. —
CARACTÉRES. — Esta sustancia, conocida también con
los nombres de calaíta, agafita y jonita, es muy parecida á
las dos especies anteriores, no solo por su color azul y otros
caractéres exteriores, sino por su composición química. La
turquesa, sin embargo, no se conoce cristalizada; ofrece,
como se ha dicho, un color azul mas ó menos intenso ó ver-
de, siendo algo traslúcida en los bordes: raya al vidrio y se
deja rayar por el cuarzo; su peso específico es de 2,8. Infu-
sible á la acción del soplete é inatacable por los ácidos.
COMPOSICION EN PESO
Alumina.
Acido fosfórico
Agua
Oxido de cobre
Idem de hierro y manganeso. .
Fosfato de cal . I ^
Uí
Esta composición varía bastante en las variedades que se
conocen de turquesas, hasta el punto que no puede darse de
ellas una fórmula bien definida; los mejores análisis han
demostrado, no obstante, que domina en todas ellas el fos-
fato de alumina, existiendo al propio tiempo un 18 á 19
por 100 de agua; pero el fosfato de cal y el óxido de cobre
entran en cantidades variables según los ejemplares que se
analicen.
VARIEDADES.— Se distinguen en el comercio dos cía
ses de turquesas, á saber : turquesa de roca antigua ó calaíta,
llamada también turquesa oriental, y la odontolita ó turque-
sa occidental ó de roca moderna: la primera se encuentra
en pequeños riñones en arcillas ferruginosas, siendo sus ca-
ractéres los generales de la especie; la segunda, procede de
dientes fósiles de mastodontes y otros mamíferos, teñidos de
un azul verdoso por el fosfato de hierro; es mas blanda que
la calaíta y se electriza sin estar aislada; se funde por medio
del fuego y se disuelve con efervescencia en el ácido nítrico;
consta de fosfato y carbonato de cal hidratado y de fosfato
ferroso.
YACIMIENTO. — La calaíta se halla en calizas arcillosas
ó ferruginosas en Korasan (Persia), en bilesia y Sajonia; la
odontolita en Gascuña (Francia), Rusia, Siberia y Sajonia.
APLICACIONES.— Se emplean una y otra variedad
como piedras de adorno, siendo la primera muy estimada
en la joyería; se talla en cabujón y se monta frecuentemente
rodeada de rubíes ó brillantes pequeños, se vende á precios
bastante elevados que varían según la naturaleza y belleza de
sus tintes. La odontolita reemplaza á la calaíta aunque en
realidad nunca es tan apreciada; se distinguen desde luego
en que expuesta la odontolita á la luz de una bujía ofrece un
color azul agrisado, mientras que la calaíta conserva su color
azul característico (1).
GÉNERO — ARSENIATO
Comprende minerales sólidos que desprenden olor de ajos
cuando se les calienta mezclados con carbón. Mediante la
fusión con el carbonato sódico producen una sal soluble en
el agua, cuya disolución, separado el ácido carbónico, da un
precipitado rojo pardusco por el nitrato argéntico y blanco
por el nitrato de plomo. En este género solo se estudia una
especie, porque los demás compuestos de ácido arsénico y
de una ó mas bases corresponden á la clase de los metales.
FARM ACOLITA— arseniato de cal hidratado — Fór-
mula química 2CaO, As05+6H0
CARACTÉRES. — Esta especie, que resulta siempre de
la descomposición de otros minerales de arsénico, se presenta
por lo general, en agujas ó pequeñas masas apezonadas de
estructura fibrosa; los cristales ó agujas derivan de un prisma
romboidal oblicuo simétrico; su color es blanco y algunas
veces ligeramente rosáceo, debido á la mezcla con el arseniato
de cobalto; lustre vitreo y algo sedoso ; raya al yeso y se raya
por la caliza, siendo su peso específico de 2,7. Colocada esta
sustancia sobre el carbón, y expuesta á la acción del soplete,
desprende el olor de ajos, se funde en esmalte blanco y se
disuelve sin efervescencia en el ácido nítrico. El análisis ha
demostrado que es un arseniato de cal con 23 ó 24 partes
de agua; de esta composición ha tomado el nombre de far-
macolita, que significa piedra venenosa.
: II
COMPOSICION EN PES
do de calcio.
•„:on
Acido arsénico. . . . 50,54
Agua 24,46
100,00
V ARIEDADES. — Se encuentra únicamente, como se ha
indicado, en agujas ó formas apezonadas de estructura
fibrosa.
YACIMIENTO. — Hállase en las minas arsenicales, sobre
todo en las de cobalto en Wittchen (Suabia), en el Hesse,
Harz y en los Vosgos.
La Haidingerita no es mas que un arseniato de cal con
( 1 ) La. turquesa considerada como piedra fina debe figurar al lado
de los rubíes, topacios, esmeraldas, etc.
SAL COMUN
menos agua que la especie anterior; esta sustancia, muy rara
en la naturaleza, se encuentra en Bohemia y en el Hesse.
GÉNERO — NITRATO
Comprende este género minerales anhidros que tienen la
propiedad de deflagrar ó de activar la combustión; mezcla-
dos con limaduras de cobre y tratados por el ácido sulfúrico,
desprenden vapores rojos ó rutilantes. Corresponden á este
género dos especies, á saber: nitro ó salitre y nitratina ó nitro
cúbico.
tiéndolas á diversas disoluciones y cristalizaciones. Hoy dia
se consigue tener nitro artificial sin mas que convertir el ni-
trato sodico <5 cúbico en nitrato potásico: para ello basta tra-
tar el primero por el cloruro potásico, formándose así nitrato
potásico y sal común. En España existen hoy varias fábricas
de nitro, tales son entre otras las de Alcázar de San Juan,
Tembleque, Alcaraz y Lorca.
NITRATINA Ó NITRATO CÚBICO -Fórmula
química NaO,No5
NITRO Ó SALITRE — nitrato de potasa — KO,NOs
CARACTÉRES. — El nitrato se presenta comunmente
en eflorescencias de color blanco, ó en agujas cristalinas que
derivan del tercer sistema ó sea de un prisma romboidal
recto; se cristaliza en los laboratorios en prismas exagonales
ó especies de tablas rectangulares biseladas en sus bordes,
cuyas formas son muy parecidas á algunas del aragonito; el
lustre de estos cristales es el vitreo, dureza inferior á la del
carbonato de cal y peso específico de 1,9. Si se echa sobre
las ascuas tiene la propiedad de deflagrar y activar la com-
bustión; su sabor salado, fresco y algo picante; soluble en
tres veces su peso de agua fria y en la mitad de agua calien-
te. Si se disuelve una corta cantidad de nitro en el agua
produce, cuando se la trata por el cloruro platínico, un pre-
cipitado amarillo de canario.
COMPOSICION EN PESO
Potasa. . .
Acido nítrico.
..... 46,56
53.44
100,00
VARIEDADES. — Se halla en la naturaleza en eflores-
cencias constituidas por lo general de fibras muy delgadas,
ó bien en fibras finas traslúcidos ó trasparentes y de color
blanco.
YACIMIENTO.- Se encuentra el nitro, en las formas
indicadas, en rocas calizas de algunas grutas de la Pulla (Ita-
lia), y Kentucky (Estados Unidos); en una caliza de Miser-
ghin, entre Orán y Tremecen (Africa) y en la creta de Rouen
(Francia); en las llanuras del Egipto, Persia, India, cercanías
de Pekin, y en las playas del mar Caspio. Se halla, además,
en los muros y paredes viejas, sitios oscuros y húmedos, en
los que existan materias orgánicas en descomposición. Se
presenta también en algunos puntos unido al nitrato de cal
formando lo que se llama salitre propiamente dicho. En Es-
paña existe el nitro en varios pueblos del reino de Aragón,
Tembleque (Toledo), Alcázar de San Juan y Hembrilla
(Ciudad Real); se halla, además, en Murcia, Málaga, Grana-
da, Cataluña y Asturias; en Calatayud (Zaragoza) está aso-
ciado á la epsomita.
USOS. — El nitro es una de las sustancias de mayor inte-
rés, bajo el punto de vista químico é industrial; se emplea
desde luego como fundente de muchos cuerpos, y entra en
la composición de varios vidrios y medicamentos: en peque-
ñas dosis se usa en Medicina como diurético y refrigerante;
se destina en Química para la preparación de los ácidos ní-
trico y sulfúrico; siendo su aplicación mas importante en
unión del azufre y carbón, para fabricar la pólvora; puede
servir también para el abono de algunas tierras.
Se obtiene el nitro mediante la lexivacion de las tierras
salitrosas, las cuales se evaporan hasta que constituyen cris-
tales prismáticos de nitro puro; después se las purifica some-
Tomo IX
CARACTÉRES. — Este mineral, cuyas propiedades son
muy análogas á las de la especie anterior, cristaliza por en-
friamiento en un romboedro obtuso que se deriva del cuarto
sistema; su color es el blanco agrisado, lustre vitreo, algo
delicuescente, y de sabor salado y amargo; la dureza es idén-
tica á la del nitro, y su peso específico de 2,1. Echada sobre
las ascuas se funde, y disuelta en el agua no da precipitado
amarillo por el cloruro platínico.
COMPOSICION EN PESO
Oxido de sodio.
Acido nítrico.
36,6
63.4
100,0
VARIEDADES.— Se presenta por lo común en masas
granudas y algunas veces en cristales romboédricos, pudien-
do obtenerse artificialmente estos romboedros.
YACIMIENTO. — Se halla en Bolivia ó alto Perú, en
donde constituye una capa de un metro de espesor, que se
extiende en un espacio de mas de cuarenta leguas de longi-
tud: en este punto se presenta en granos cristalinos, de lus-
tre vitreo y diseminados en una especie de arcilla. El nitro
cúbico de esta localidad no es completamente puro, puesto
que en 100 partes contiene 28 de sal común y 3 de sulfato
sódico.
Usos.— Sirve para la obtención del ácido nítrico: se ha
tratado también de utilizarle para fabricar la pólvora, pero
se ha desechado á causa de sus propiedades delicuescentes.
GÉNERO— CLORURO
Si se tratan las especies mineralógicas comprendidas en
este grupo por el ácido sulfúrico, desprenden vapores de
ácido clorhídrico. Son todas solubles en el agua, y tratada á
su vez esta disolución por el nitrato argéntico, da un preci-
pitado blanco (cloruro argéntico) insoluble en los ácidos y
soluble en el amoniaco. Las especies incluidas en este género
pueden reducirse á las dos siguientes: primera, sal común*
segunda, sal amoniaco.
SAL COMUN O SAL GEMA — cloruro de sodio —
Fórmula química NaCl
CARACTÉRES.— Esta sustancia, que recibe además los
nombres de sal común , sal de cocina , etc., se distingue por
las propiedades siguientes: su forma primitiva es el cubo
correspondiente al sistema cúbico, y rara vez en un rombo-
dodecaédrico, pero puede cristalizar en octaedros ó cubos
octaedros por medios artificiales, y si la evaporación del agua
se efectúa de un modo rápido, resultan especies de pirámides
huecas; las formas cúbicas y las masas laminares se exfolian
con facilidad en dirección paralela á las caras produciendo
verdaderos cubos. La sal común rara vez es completamente
diáfana; incolora, rojiza ó de color de carne, agrisada ó teñida
11
82
SULFATOS INSOLUOLES
en ciertos ejemplares de azul, y aun de verde por materias
bituminosas, óxidos de hierro ó animales infusorios; raya al
yeso, aunque con dificultad, y se raya por la caliza, siendo
su peso específico de 2,2. Se le considera como uno de los
cuerpos esencialmente diatermanos , es decir, que deja pasar
el calor radiante, ó lo que es lo mismo, que es el cuerpo mas
trasparente para el calor. Echada esta sustancia en las ascuas
tiene la particularidad de decrepitar, esto es, de saltar y re-
ducirse á fragmentos mas pequeños, apagando ó disminu-
yendo al propio tiempo la combustión; dicho carácter se
observa mas bien en los ejemplares de sal común proceden-
tes de la evaporación de las aguas saladas, cuyos ejemplares
contienen una cantidad de agua mas ó menos considerable.
Por medio de una temperatura elevada se volatiliza sin dejar
ningún residuo ; es casi tan soluble en el agua fria como en
la caliente, por lo que no es susceptible de cristalizar por
medio del enfriamiento, propiedad notable, puesto que per-
mite separar este cuerpo de las demás sales con quienes está
unido, y sobre todo del nitro ó del nitrato de potasa, cuya
solubilidad crece en relación con la temperatura. Tratada la
disolución acuosa por el nitrato argéntico, se obtiene un
precipitado blanco coaguloso, análogo á la leche cortada,
cuyo precipitado es insoluble en los ácidos y soluble en el
amoniaco. Si se trata la misma solución acuosa por el ácido
sulfúrico, se produce sulfato de cal y ácido hidroclórico.
El carácter distintivo por excelencia de la sal común, es
su gran solubilidad y su sabor salado, agradable y suigencris.
COMPOSICION EN PESO
Sodio. I . / r. 39,35
Cloro 60,65
100,00
VARIEDADES. — Cristalizada en cubos perfectos, los
cuales por medio de la exfoliación ó choque dan cubos mas
pequeños; estos cristales de sal común ofrecen el carácter
de la delicuescencia en alto grado, así que sus aristas y án-
gulos sólidos en contacto del aire se redondean, llegando á
disolverse por completo en el agua si los fragmentos son pe-
queños y se hallan expuestos por algún tiempo á la acción
de una atmósfera cargada de humedad; existen también,
aunque rara vez, ejemplares cristalizados en dodecaedros rom-
boidales. La variedad infundibuliforme compuesta de pirá-
mides cuadrangulares, huecas, cuyas caras interiores y exte-
riores ofrecen estrías profundas en la dirección paralela á la
base. La laminar que se presenta en masas de estructura
hojosa ó laminar. La lamelosa, formada de hojas ó láminas
mas pequeñas qne las de la variedad anterior. La granuda,
constituida de masas de estructura de grano fino ó grueso.
La fibrosa, que se presenta en masas compuestas de fibras
paralelas ó divergentes y rectas, ó mas ó menos curvilíneas.
YACIMIENTO. — La sal común se encuentra en abun-
dancia esparcida en la naturaleza y en relación con su utili-
dad en la economia doméstica é industrial. Se presenta cons-
tantemente en dos diversos estados, á saber: ó en estado
sólido, en cuyo caso recibe el nombre particular de sal gema
ó sal piedra, ó bien disuelta en las aguas del mar, de algunos
lagos y de varios manantiales y fuentes, la cual recibe á su
vez el nombre de sal marina ó sal mara. Se encuentra la sal
común sólida en España en toda clase de terrenos de sedi-
mento desde el triásico hasta el terciario inclusive. Así, por
ejemplo, la tenemos en el terreno triásico, y en forma de es-
tratos ó capas que alternan con otras de yeso, arcillas, mar-
gas ó dolomías, en Minglanilla, Monovar, Villena y Valtierra;
existe formando grandes masas en el piso numulítico inferior
del terreno terciario en Cardona (Barcelona), y en el Alto
Aragón. Se encuentra también en terrenos volcánicos, tales
como los de Pozas (Burgos). Por último, existen criaderos de
sal común en Onda, Sarrion, Pancorvo, Pinoso, etc. En Vi-
llaviciosa, Infiesto y Sariego (Asturias), en Cabezón (San-
tander), Cienpozuelos (Madrid), San Pedro de Pinatar
(Murcia) y otros varios puntos se halla disuelta en las aguas
ó en ciertos lagos salados.
Asimismo, existe sal común en el extranjero, desde el piso
silúrico superior hasta los terrenos terciarios, siendo desde
luego el criadero mas abundante el célebre de Wielizka (Po-
lonia), que está enclavado en los pisos inferiores del terreno
terciario, cuyo criadero viene explotándose desde el año 1251;
la sal común de esta localidad se halla acompañada de lig-
nito, teniendo la propiedad algunos ejemplares de desprender
hidrógeno carbonado por medio de la acción del fuego; son
notables los depósitos de sal común de Vic (Francia), Setu-
bal (Portugal), Nonvich (Inglaterra), Baviera y Wurtemberg
(Alemania), Salzburgo y Tirol y otros muchos que pudieran
enumerarse. La mayor parte de los criaderos que se conocen
de esta sustancia corresponden al terreno triásico, por lo que
algunos geólogos le designan con el nombre de terreno sa-
lífero.
Las dos terceras partes de sal común que se consumen en
la economía doméstica, industria, etc., proceden de las aguas
del mar. Para extraer la sal marina de estas aguas, y aun de
los lagos salados, se siguen dos procedimientos distintos: el
primero consiste en exponer las aguas á temperaturas muy
bajas, por cuyo medio se congelan constituyendo una capa
sólida que apenas contiene sal común, mientras que la parte
líquida lleva la totalidad de este cuerpo; este procedimiento
solo se usa en los países fríos, tales como en las costas del
mar Blanco.
El segundo procedimiento, que es el que se emplea en las
regiones cálidas y templadas, consiste en la evaporación es-
pontánea de las aguas del mar en estanques ó charcas poco
profundas y de gran superficie. Son notables en España las
salinas de San Fernando (Cádiz), Alfaques (Tarragona), Ibiza
y Formentera (Islas Baleares) y Torrevieja (Alicante), siendo
la producción de esta última tan considerable que puede
elevarse á la cantidad que se quiera.
USOS. — Numerosas é importantes son las aplicaciones de
este cuerpo; se emplea desde la mas remota antigüedad para
sazonar y condimentar los alimentos, siendo, por lo tanto,
objeto de un gran comercio y consumo en todos los países del
globo. Todo el mundo sabe lo favorable que es la sal común
para ciertos animales, sobre todo para los rumiantes que la
buscan con avidez, pudiendo considerarse como una sustan-
cia necesaria á la vida de estos seres. Se usa la sal común en
Química para la extracción de la sosa artificial y del sulfato
de sosa; para la obtención del ácido hidroclórico, del cloro
y de los cloruros decolorantes y para beneficiar los minerales
de plata. Sirve además para el abono de ciertas tierras, por
cuya razón en algunos sitios de la costa cantábrica acostum-
bran á echar en las tierras algas y despojos ó desperdicios
de salazón de pescados; sin embargo, debe tenerse en cuenta
que en una tierra que contenga mas de 0,02 de sal común,
no se dan bien las plantas barrilleras. Se emplea la sal común
para la conservación de las carnes, pescados, para disminuir
la combustibilidad de las maderas de construcción sumer-
giéndolas préviamente en aguas saladas. Por último, se usa
en Medicina ya sea al interior ó al exterior como refrigeran-
te, desinfectante y revulsiva.
SAL AMONLACO — cloruro amónico —Fórmula química
NH3C1
CARACTÉRES. — Esta especie, denominada también sal
FLUORINA
miac, sal de Tartaria y sal volátil, se presenta rara vez cris-
talizada en trapezoedros del sistema cúbico; por lo general,
se halla en costras pequeñas de estructura fibrosa y de color
gris; raya al yeso y se raya por la caliza, siendo su peso es-
pecífico de 1,5. Proyectada en las ascuas desprende vapores
densos y se volatiliza por completo: soluble en seis veces su
peso de agua fria á la que comunica un sabor picante; tra-
tada la disolución acuosa por el nitrato argéntico, se forma
un precipitado blanco, que no es mas que el cloruro de plata,
insoluble, como se ha dicho, en los ácidos y soluble en el
amoniaco. Se reconoce la sal amoniaco porque desprende
olor amoniacal cuando se la mezcla con cal <5 potasa cáustica.
COMPOSICION
Amoniaco. . • . . .
Acido hidroclórico. . .
3í,So
38,20
100,00
VARIEDADES. — Se presenta pocas veces cristalizada
en octaedros ó trapezoedros mas ó menos sencillos ó modi-
ficados; por lo común, se encuentra en masas fibrosas y en
concreciones mas ó menos estalactíticas, ó formando costras
de variable espesor y compuestas de granos ó de fibras di-
vergentes y entremezcladas.
YACIMIENTO. — Existe la sal amoniaco en ciertos ter-
renos ulleros de Saint-Etienne (Francia), en los volcanes del
Etna, Vulcano y Vesubio, y en los azúfrales de Pozzuolo y
del Asia central; en los volcanes antiguos de este último
punto se halla la sal amoniaco constituyendo grandes depó-
sitos que son explotados en ciertas épocas del año por las
caravanas, por cuya razón se la designa con el nombre de
sal de Tartaria ó de las caravanas. La mayor parte de sal
amoniaco que se consume en el comercio se obtiene artifi-
cialmente, ya sea por medios directos, ya aprovechando los
restos de diferentes operaciones de productos químicos.
Usos. — Se emplea en Química para la preparación del
amoniaco; para la limpieza de los metales, sobre todo del
cobre y en el estañado de este mismo metal y de otros va-
rios. Se utiliza además en tintorería, y en Medicina se ad-
ministra como refrigerante y estimulante.
GÉNERO — FLUORURO
Reducidos á polvo los minerales incluidos en este género
y tratados par medio del ácido sulfúrico, desprenden, ele-
vando la temperatura, ácido hidrofluórico, que se reconoce
I or la particularidad que tiene de corroer el vidrio. La única
especie de este género es la fluorina.
JU
FLUORINA O ESPATO FLU
Fórmula química CaFl
CAR AGTÉRES. — La forma mas general del espato flúor
es el cubo perfecto ó mas ó menos modificado en sus aristas
y ángulos sólidos; se presenta también en cristales octaédri-
cos, dodecaédricos y aun en exatetraedros, siendo su forma
primitiva el octaedro regular del primer sistema. La fluorina
ofrece lustre vitreo, trasparente y notable por la viveza y
diversidad de colores, puesto que hay ejemplares incoloros,
verdes, amarillentos, violados y rojizos: raya á la caliza y se
raya por la fosforita, ocupando el cuarto lugar en la escala
relativa de Mohs, estando representado su peso específico
por 3,1 á 3,2. Algunas de sus variedades fosforecen por la
elevación de la temperatura, produciendo ráfagas luminosas
blanco-azules ó verdosas; por cuyo carácter se las denomina
83
clorofanas. Decrepita por la acción del calor; funde al soplete
en una perla opaca y casi siempre blanca; soluble en caliente
en el ácido sulfúrico con desprendimiento del ácido hidro-
fluórico y formación de sulfato de cal.
COMPOSICION EN PESO
Oxido de calcio. . . .
Acido hidrofluórico.
72,14
27,86
100,00
Variedades. — La fluorina se presenta cristalizada en
cubos perfectos ó modificados en sus aristas y ángulos; son
raras las formas secundarias, pudiendo reducirse al octaedro
y al exatetraedro; todos estos cristales pueden ser incoloros,
ó bien amarillos, verdes, morados y rojizos; algunos ejempla-
res son dicroitas, es decir, que mirados por refracción ofrecen
un color verde, y azul violado por reflexión. La variedad
concrecionada se halla compuesta de capas blancas que al-
ternan con otras moradas, formando ángulos entrantes y sa-
lientes á la manera de los que se observan en el cuarzo ama-
tista compacto ó concrecionado. La fluorina compacta, de
fractura mate con tintas blancas, moradas y azules. La gra-
nular ó terrosa se presenta en masas de poca consistencia.
La laminar constituida por grandes ó pequeñas láminas.
YACIMIENTO. — El espato flúor se encuentra en casi
todos los terrenos de sedimento, constituyendo la ganga de
varias sustancias metálicas, especialmente de la galena y ca-
siterita; existe también diseminado, ya sea en cristales aisla-
dos, ya en geodas ó venas pequeñas, en los terrenos ígneos
y aun en los de sedimento secundarios y terciarios. Esta
especie mineralógica es muy frecuente en los filones metalí-
feros de Cornouailles, Derbyshire y Cumberland (Ingla-
terra), en Sajonia y Bohemia, Vosgos (Francia) y otros
puntos. Casi todos los hermosos cristales que figuran en los
museos mineralógicos proceden de Sajonia, Inglaterra y
Estados-Unidos. En España tenemos espato flúor en la
sierra de Gador, donde sirve de ganga á los criaderos de ga-
lena, denominándole los naturales del país sal de lobo;
existe, además, acompañando al cobre, malaquita y pirita
cobriza, en Colmenar Viejo (Madrid), á los de cinabrio en
Almadenejos (Ciudad-Real), y á otros criaderos metalíferos
en Virgen de Gracia (Córdoba), Papiol (Barcelona), Vizcaya
y Aragón.
Usos. Las variedades de espato flúor que ofrecen co-
lores amarillos, morados, verdes, etc., se tallan como piedras
finas falsas, recibiendo los nombres de topacios, amatis-
tas, esmeraldas, etc : los ejemplares que presentan colores
vivos y zonas ó capas dispuestas en SS se emplean para
hacer placas, vasos, columnas y otros objetos de adorno muy
estimados y de un precio bastante elevado. Se ha supuesto
por algunos que los antiguos vasos murrhinos, tan célebres
y apreciados en la época de Pompeyo, estaban fabricados
con espato flúor, igual al que emplean en la actualidad los
ingleses para la construcción de copas, vasos, etc.; estos
vasos se destinan en Química para ciertas operaciones; con
espato flúor se prepara el ácido hidrofluórico, sustancia que
sirve para el grabado del cristal; por último, la fluorina se
destina como fundente de los minerales de cobre y de otros
metales, por lo que se le llama también espato fusible.
Para el grabado en el vidrio es preciso cubrir el objeto
con una ligera capa de cera, después se dibuja por medio
del buril lo que se quiere grabar, y luego se vierte, sobre el
dibujo, una disolución mas ó menos concentrada de ácido
hidrofluórico. Se graba también sobre el vidrio y se trazan
las divisiones en los tubos de los termómetros, campanas
: Ir
►
^4 SU LF ATOS INSOLUBLES
graduadas, etc., no solo por el ácido hidrofluórico líquido,
sino por medio de los vapores de este mismo ácido, resul-
tando así las divisiones mas visibles á causa de su opacidad,
lo que no sucede con las obtenidas por el ácido líquido,
puesto que son trasparentes, siendo necesario que las divi-
siones sean muy profundas para hacerlas perceptibles.
GÉNERO— BORATO
Los minerales incluidos en este grupo se disuelven, me-
diante una temperatura elevada, en el ácido nítrico; tratada
la disolución por el alcohol y quemándole, arde con llama
de un color verde característico; disuelto desde luego el
ácido bórico en el alcohol, ofrece este mismo carácter. Las
especies principales de este género son dos: la boracita y el
bórax, cuyo cuerpo ó principio mineralizador es el ácido
/N/fíll MALERÉ FLAMMAN
ACIDO BORICO— Fórmula química BoO*+2HO
CARACTÉRES.— Esta sustancia, que se designa tam-
bién con los nombres de sassolina y sal sedativa de Hom-
bert, se encuentra por lo común en forma de laminillas ó
escamas blancas, de lustre nacarado, suaves al tacto, quebra-
dizas y muy blandas, puesto que se dejan rayar por la uña
con mas facilidad aun que el yeso cristalizado, siendo su
peso específico de 1,5. El ácido bórico es poco soluble en el
agua; 100 partes de este líquido á 10o disuelven 2 de ácido
bórico cristalizado, y 8 si la temperatura es de 100o; la diso-
lución ofrece un ligero sabor ácido y enrojece muy poco la
tintura de tornasol. El ácido bórico se disuelve muy bien en
el alcohol, al que comunica, como se ha indicado, la pro-
piedad de arder con una llama de color verde. A favor de
una temperatura elevada experimenta primero la fusión
acuosa, perdiendo el agua de cristalización, fundiendo des-
pués en un vidrio incoloro y trasparente que se altera
contacto del aire por atraer el vapor acuoso.
nar la extremidad de estas, á fin de que uniéndose á un pe-
queño residuo de cal que contienen las velas, se forme una
perla blanca, evitando así la necesidad de despabilarlas.
BORACITA— borato de magnesia— Fórmula química
MgO, BO3
CARACTERES. — La forma primitiva de esta sustancia
es el cubo hemiédrico, esto es, un cubo en el que las modi-
ficaciones solo se observan en la mitad de sus ángulos sóli-
dos, mientras que la otra mitad no experimenta ninguna
alteración. La boracita es un mineral vitreo, incoloro y tras-
parente cuando puro;algunos ejemplares ofrecen color blanco-
verdoso ó blanco-agrisado y trasluciente, convirtiéndose en
opacos á causa de la alteración que sufren al contacto del
aire; raya al vidrio y se deja rayar por el cuarzo, siendo su
peso especifico de 29. Los cristales de boracita adquieren
por la elevación de la temperatura la electricidad polar,
desarrollando ocho polos eléctricos correspondientes á los
ocho ángulos sólidos del cubo, siendo cuatro de ellos posi-
tivos y cuatro negativos. Se funde al soplete, aumentando
de volumen, en un glóbulo vitreo que, por enfriamiento, se
cubre de puntas cristalinas; soluble en el ácido nítrico, y si
se trata esta disolución por el alcohol, le comunica la pro-
piedad de arder con llama verde.
COMPOSICION EN PESO
Acido bórico
Agua. . .
COMPOSICION EN PES
100,00
VARIEDADES. — Las formas mas comunes del ácido
bórico son, como queda dicho, las laminares ó escamosas,
las cuales están casi siempre mezcladas con una corta canti-
dad de sulfato de cal, óxido ferroso y de manganeso, y tam-
bién cou algo de sal amoniaco.
YACIMIENTO. — Se encuentra la sassolina disuelta en
ciertas aguas, y en pequeñas hojuelas en las orillas de algu-
nos lagos de Toscana llamados lagonis, los cuales se forman
por las fumarolas ó surtidores de agua en vapor que se des-
prenden de los terrenos próximos al ácido bórico; sale acom-
pañado del agua en vapor, hidrógeno carbonado y ácido
hidroclórico. Se halla en grandes cantidades, y de una her-
mosura sin igual, en el interior del cráter de Vulcano (islas
Lipari), de donde trajo soberbios ejemplares, que pueden
verse en el gabinete de Historia Natural de Madrid, el pro-
fesor Vilanova.
USOS. — Sirve para la obtención del bórax y para el aná-
lisis de las piedras finas; entra en la composición de varias
materias, tales como los esmaltes, vidrios, strass, etc. Sirve
además en la tintorería en sustitución del crémor de tártaro;
se usa en algunas fábricas de bujías esteáricas para impreg-
Magnesia.
bórico.
3o»2
69,8
100,0
IMIENTO. — Existe la boracita diseminada y acom-
pañada de cristales de cuarzo en un yeso sacaroideo en
ineburgo, Brunswick y Segesberg (Holstein).
USOS. — Sirve para la fabricación del bórax.
BORAX— borato de sosa hidratado — Fórmula química
NaO, B0OH-10HO'
CARACTÉRES. — Esta sustancia, llamada también Tin-
kal y Atinkar, se halla, por lo común, disuelta en las aguas,
existiendo únicamente en eflorescencias en algunos sitios
del Asia meridional y central. El bórax artificial cristaliza en
prismas romboidales análogos á los que ofrece el piroxeno
su color es el blanco azulado, sabor dulzaino ó jabonoso, du-
reza superior á la del yeso é inferiora la de la caliza, estando
representado su peso específico por 1,5 á 1,8. Se funde al
soplete, con aumento de volumen, en una masa porosa, que
se convierte poco después en un glóbulo incoloro y de
aspecto vitreo; se disuelve en doce veces su peso de agua
fria, y en seis partes de agua caliente.
COMPOSICION EN PESO
Oxido sódico. .
cido bórico. .
* 9 • *
16,25
Vl.'i.
36,58
H- ^
47,i7
— é ir
TOO, 00
YACIMIENTO. — Existe el bórax disuelto en varios lagos
de Persia, India, China y Ceilan; hállase también en las
márgenes de estos mismos lagos en pequeñas masas cris-
talinas, formadas por evaporación de las aguas. Existe tam-
bién una mina abundante de esta sal enYiquintipa (Potosí),
á cuya sal los naturales denominan «quemazón.»
diamante
La mayor parte del bórax que se usaba en otro tiempo en
las artes procedía de las Indias, Perú, China y Ceilan, donde
se obtenía por medio de la evaporación del agua de los refe*
íidos lagos salados; este bórax se conocía en Europa con el
nombre de bórax en bruto, y se le sujetaba á una purificación
llamada refinación del bórax. En la actualidad, casi todo el
bórax que se emplea en varias naciones de Europa, se obtie-
ne por la combinación del ácido bórico ó sassolina de Tos-
cana con la sosa artificial.
Usos. El bórax artificial se emplea en Mineralogía y
Química como fundente; forma parte de los vidrios strass y
de varias piedras preciosas falsas, cuya fabricación en la
actualidad ha llegado á un punto tal, que ofrece serias difi-
cultades el distinguirlas de las verdaderas piedras finas; los
joyeros y plateros usan el bórax para soldar los metales; por
último, se destina esta sustancia para fijar los colores en la
porcelana y para el vidriado y barniz de las pastas cerámicas.
GRUPO Ó SECCION DE LAS PIEDRAS FINAS
Ó GEMAS
Las especies mineralógicas incluidas en este grupo ofrecen
los siguientes caractéres: lustre vitreo muy intenso, colores
accidentales vivos y agradables, dureza, por lo común, supe-
rior á la del cuarzo; son infusibles al soplete, menos la mayor
parte de los granates, axinita é idocrasa. Podemos dividir la
sección de las piedras finas en dos sub-grupos, á saber: i.°
piedras finas silíceas; 2.0 piedras finas no silíceas.
\ arios químicos y físicos, teniendo presenta el gran precio
de casi todas las piedras preciosas, han tratado de obtenerlas
artificialmente; se han valido para ello, como se ha dicho al
hablar de la cristalización, de fundentes, de grandes presio-
nes y de fuertes corrientes eléctricas, habiendo llegado algu-
nos, y especialmente Ebelmen, á obtener resultados muy
satisfactorios bajo el punto de vista científico, pero que care-
cen de interés comercial, porque los cristales de esmeralda,
rubíes, zafiros, etc., presentan un volúinen tan reducido que
no pueden utilizarse en joyería.
Talla de las piedras finas. — Las formas ó
tallas que los lapidarios dan á las piedras, pueden reducirse
en la actualidad á las tres siguientes: 1.* talla en brillante; 2.*
talla en rosa y 3. talla en cabujón. La talla en brillante, que
se usa por lo general en las piedras destinadas á ser monta-
das al aire, se compone en su parte superior ó cara, de una
taola ancha rodeada de numerosas facetas que constituyen
el borde ó encaje de la piedra; la parte inferior, que se de-
nomina culata ó espalda, está formada de largas facetas que
convergen en su extremidad, la cual puede ser un punto ó
una línea recta. La talla denominada en grados, no viene
á ser sino una ligera modificación del brillante; la forma gene-
ral es la misma, y solo se distinguen en que en la talla en
grados, el borde está constituido por una ó dos series de
caras estrechas y prolongadas que forman una especie de
cuadro; la tabla en este caso es cuadrada, exagonal ú octogo-
nal; la culata ó parte inferior se compone á su vez de un
cierto número de series de facetas idénticas á las de arriba
y dispuestas en grados decrecientes. La talla en rosa se usa
en las piedras de poco espesor ó abombadas únicamente por
uno de sus lados; presenta en la cara superior una especie
de cupula compuesta de varias facetas, siendo la parte inferior
ó culata plana, que la oculta la montura. La talla en cabujón
se reduce á dar á las piedras una forma redondeada y mas
comunmente o\ oidea, estando en algunos casos limitada su
circunferencia por un borde estrecho; el cabujón se usa casi
siempre en las piedras finas que no son muy trasparentes,
de poco brillo y que ofrecen reflejos ó irisaciones.
85
Primer subgrupo — Piedras finas no silíceas
Comprende las tres piedras finas mas estimadas, á saber:
el diamante, el corindón y el rubí.
DIAMANTE — carbono puro — Fórmula química C
CARACTÉRES. El diamante es la única piedra fina
que esta formada de una sola sustancia, siendo esta, como
se ha dicho, el carbono. Su forma primitiva es el octaedro
regular cuyas caras y aristas son por lo común abombadas ó
curvilíneas; esta especie mineralógica se presenta incolora,
cuando pura, pero suele ofrecer color amarillo, azulado!
rosáceo y algunas veces negro; el brillo del diamante natural
es céreo y con una tinta acerada muy marcada; pero cuando
se le talla o se le exfolia adquiere un brillo muy vivo y ca-
racterístico, que se denomina «diamantino.» Refracta ex-
traordinariamente la luz, estando dotado de la refracción
simple; su índice de refracción es 2,44; trasparente y lím-
pido en el mas alto grado si es puro y está tallado y pulimen-
tado; traslúcido en estado natural y muy rara vez opaco. Es
el cuerpo mas duro de todos los que se conocen, constitu-
yendo el número 10 en la escala de Mohs: de aquí el nom-
bre de «adamas» que le dieron los antiguos mineralogistas,
puesto que no solo le reputaban como el mas duro, sino
como el mas tenaz, creyendo que resistia de un modo ab-
soluto la acción del calor y de los agentes mecánicos; hoy
se sabe que el diamante es un mineral bastante frágil. Su
peso específico varía entre 3,53 á 3,55; desarrolla la electri-
cidad positiva por medio del frote y la conserva por muy
poco tiempo; fosforece de un modo intenso en la oscuridad,
si se le expone de antemano á la acción de los rayos solares;
infusible al soplete y se despulimenta con facilidad por el
fuego de oxidación ; reducido á polvo y mezclado con nitro
se funde y detona, si se le somete á la acción del calor; arde
por completo en contacto del oxígeno puro y se trasforma en
ácido carbónico; insoluble en los ácidos y demás reactivos.
Variedades. — El diamante se presenta cristalizado
en octaedros sencillos, cuyos cristales ofrecen generalmente
en todas sus caras pirámides triedras, que por la tendencia
que tienen á encorvarse dan al cristal un aspecto abombado;
se observan también en estas formas cristalinas estrías bas-
tante manifiestas que indican la exfoliación ó crucero de los
cristales; el diamante cristaliza además en dodecaedros
romboidales, exatetraedros, y rara vez en cubos; los octae-
dios modificados de la manera que se ha indicado, se reúnen
acunas \eces para constituir hemitropias. Existen la variedad
granuliforme, constituida por pequeños riñones angulosos, y
la esferoidal, que presenta caras esecialmente curvilíneas.
L1 diamante, como se ha consignado, tiene la particulari-
dad de refractar la luz en alto grado, por cuyo carácter
dedujo el célebre Newton que este cuerpo debía estar cons-
tituido por una sustancia muy combustible, cuyo aserto fue
comprobado por experimentos llevados á cabo en 1694 por
los célebres académicos de Florencia; con efecto, estos sabios
notaron que el diamante no sufría alteración de ningún gé-
nero por la acción de temperaturas muy elevadas siempre
que no estuviera en contacto del oxigeno del aire, pero que
desaparecía por completo, en el caso contrario. Estas obser-
vaciones han sido posteriormente confirmadas por los quí-
micos de últimos del siglo y los del actual; siendo Lavoissier
y lennant los primeros que designaron la naturaleza del
diamante, así como Guyton de Morveau, Davy y Dumas
han probado hasta la evidencia que es carbono puro, puesto
que expuesto á una temperatura elevada y en contacto con
S6
SÜLFATOS insolubles
el oxígeno arde con llama azulada y se convierte en ácido
carbónico.
El diamante, como tan oportunamente dice Leymerie,
presenta uno de los ejemplos mas notables de isomería que
se conocen. El estudio de este fenómeno revela de una mane-
ra evidente la diferencia que existe y debe de existir siempre
entre la Mineralogía y la Química, entre el estudio de los
cuerpos bajo el punto de vista mineralógico y químico. Así
que, como consigna el mismo autor, si se compara el dia-
mante con una de las especies de carbones y aun el mismo
grafito, cuya composición química es igual á la del diamante,
se notarán desde luego caractéres geométricos, físicos y geo-
lógicos tan distintos, que nunca será posible reunirlos en un
mismo grupo. El poder calorífico del diamante, según Re-
gnault, es de 0,14687, mientras que la antracita, el cok y el
grafito dan un calórico específico, por lo menos, de 0,2; el
grafito suele presentarse en escamas constituidas de láminas
pequeñas de forma exagonal que derivan del sistema rom-
boédrico, formas completamente distintas é incompatibles
con las del diamante ; todos los carbones fósiles conocidos
existen enclavados en terrenos muy diferentes de los del
diamante, en los cuales ni se han hallado, ni se encontrarán
probablemente indicios de esta sustancia. En virtud, pues,
de estas consideraciones y de otras muchas que pudieran
aducirse, el diamante se considera como un carbono puro
que la naturaleza ha cristalizado en condiciones especiales y
desconocidas de los físicos y químicos. A pesar de esto,
hace algunos años se ha tratado de obtener diamantes artifi-
ciales, pero los resultados conseguidos hasta hoy no pueden
considerarse como satisfactorios. No obstante, Mr. Despretz,
colocando un cilindro de carbón é hilos de platino en el
vacío, y haciendo pasar sobre ellos una corriente de induc-
ción, sostenida por espacio de treinta dias, ha visto deposi-
tarse en los hilos de platino una capa delgada y negra, que
observada con una fuerte lente, vió que estaba formada de
octaedros, siendo varios de estos incoloros y dotados de un
lustre intenso.
Yacimiento — Se encuentra el diamante en cristales
aislados y diseminados en los terrenos de aluvión antiguos á
los que Brongniart denomina phisiacos , precisamente porque
contienen varias piedras finas así como también platino y
oro. Los primeros diamantes que se conocieron procedían
de las arenas silíceas y ferruginosas del terreno diluvial de
Golconda, Visapur (India) é Isla de Borneo. Según refiere
la tradición, el descubrimiento de esta piedra preciosa en
Golconda fué debida á la casualidad; un pastor que conducía
ganado por uno de los sitios mas solitarios, vió en el suelo
una piedra muy brillante, la cogió y la vendió por un precio
insignificante á una persona que ignoraba, lo mismo que él,
la importancia de la piedra; pasó esta por varias manos hasta
que llegó á un mercader, que, habiéndola adquirido por una
exigua cantidad, elevó su mérito dándola un gran precio.
Este descubrimiento excitó la general curiosidad en los
habitantes de Golconda, los cuales trataron de buscar piedras
tan estimadas. Desde entonces la explotación se hizo en gran
escala, llegando ocasiones en que había mas de 30,000
obreros dedicados á buscar y recolectar diamantes.
El reino de Nizan (India), Pannah, población situada al
norte de Golconda, Orizza al este, y otros pueblos al sur del
antiguo reino de Golconda, se consideraron y aun se miran
hoy como los principales criaderos de diamantes; de estos
sitios y de la isla de Borneo proceden los de mayor tamaño
que se conocen.
La explotación de las arenas diamantíferas en la India se
verifica mediante un procedimiento sumamente sencillo:
consiste en lavar las tierras con agua, para que de este modo
se separen las arenas, arcillas y otras materias ligeras de las
partes gruesas, entre las cuales se hallan los diamantes;
después, con el objeto de que este residuo se seque, lo
colocan en un sitio bien aireado y expuesto á los rayos
solares; en este caso, se distinguen los diamantes de las otras
sustancias por el brillo intenso que despiden y por sus co-
lores.
La mayor parte de los diamantes que corren hoy en el
comercio vienen de Minas-Geraes y San Pablo, provincias
del Brasil, donde existen terrenos diamantíferos análogos á
los de la India, y explotados también por procedimientos
idénticos. La tierra diamantífera se denomina en el país
cascalbo, que contiene no solo este mineral precioso, sino
oro, platino, topacio, turmalina, zircon, hierro magnético,
hierro oligisto, hierro titanado, fragmentos de diorita, de
pizarra micácea y de una arenisca particular, llamada itaco-
lumita, roca que, según Humboldt, pertenece al terreno
silúrico. A pesar de que los terrenos diamantíferos del Brasil
fueron descubiertos á principios del siglo pasado, puede
decirse que el criadero mas importante no ha sido conocido
hasta el año de 1839, desde cuya fecha se explotan en la
tierra llamada Grammagoa, en la que el diamante se encuen-
tra en el seno de las rocas itacolumitas , samitas y areniscas
propiamente dichas.
Por último, el año 1831 descubriéronse diamantes en la
parte occidental de los montes Urales (Europa); los ejem-
plares de dicho punto se encuentran en las arenas auríferas
que se hallan sobre sienitas y dioritas porfiroideas, ó sobre
dolomías y caliza. El número de diamantes que se han en-
contrado en los montes Leales desde la fecha citada hasta
hoy, no llega á cincuenta, por lo que puede deducirse que
si bien este criadero es importante, bajo el punto de vista
geológico, no tiene interés en concepto lucrativo ó co-
mercial.
TALLA DE LOS DIAMANTES. — Esta piedra preciosa,
á causa de su dureza, superior á la de todos los cuerpos, ha
estado mucho tiempo sin labrarse; así que, : los antiguos
apreciaban únicamente aquellos diamantes que tenían bas-
tante volumen, y que estaban dotados de un lustre y traspa-
rencia notables. La talla del diamante puede considerarse
como moderna, supuesto que data del año de 1476. En este
año, Luis Berquen ideó labrar los diamantes con el polvo
que obtuvo de frotar dos ejemplares uno contra otro. El
primer diamante que se talló por este procedimiento fué
comprado por Cárlos el Temerario, duque de Borgoña; en
esta Operación, el lapidario se vale con frecuencia de la
propiedad que tiene el diamante de exfoliarse; algunos ejem-
plares resisten la talla, siendo destinados para cortar el vidrio
ó para reducirlos á polvo; se presentan, por lo común, ma*
ciados ó compuestos de cristales unidos unos con otros.
Hoy, como todo el mundo sabe, se talla esta piedra preciosa
de varios modos, siendo la mas principal la talla en brillante,
en rosa y en tabla. El brillante que, como hemos consigna-
do, se monta al aire, consta de facetas ó de jaqueles en las
dos caras que forman dos pirámides unidas por sus bases, la
superior truncada en el ápice, y la inferior menos alta. El
diamante rosa está labrado en la cara superior y se monta
cerrado por el envés ó cara inferior. El diamante en tabla se
talla en superficies planas, y se monta también cerrado por
el envés á semejanza del diamante rosa.
El diamante es la piedra fina mas estimada y de mayor
valor, variando este según el peso y talla de la piedra. El
valor de los diamantes naturales depende esencialmente de
su peso, que se valúa por quilates, cuyo nombre se deriva de
karat, palabra con que se designa en la India á una especie
de haba, de la que se sirven para pesar los diamantes y per-
CORINDON
87
las. El quilate de los diamantes naturales, cuando se com-
pran por lotes, vale generalmente de 180 á 190 reales, <5 sea
sesenta y cinco veces el valor del oro; los ejemplares que
pesan mas de un quilate se aprecian, 6 estiman, elevando al
cuadrado el número de quilates, y el producto se multiplica
por 180 ó 190: así, por ejemplo, un diamante de 6 quilates
valdrá 6 x 6 x 190 = 6,840 reales; si el diamante está tallado
en brillante se deduce su valor del precio del quilate, que en
este caso vale de 800 á 1,000 reales, multiplicado por el
cuadrado del número de quilates que pese: v. gr., un brillante
de 6 quilates valdrá 6 x 6 x 1,000 = 36,000 reales. Sin em-
bargo, el valor comercial de los diamantes varia según el
tamaño, su grado de perfección, su mayor ó menor abundan-
cia, así como también del capricho ó de la moda.
Los diamantes de mas de 100 quilates son muy raros, y
su valor es extraordinario: se les denomina principes ó pa-
rangones: príncipes, porque solo están al alcance de los reyes
ó de los grandes potentados; y parangones, palabra tomada
de otras dos griegas, que quieren significar modelo, esto es,
piedra perfecta. Todos ellos, menos la estrella del Sur , pro-
ceden de la India. Entre los mas notables pueden citarse los
siguientes: i.° el del rajah de Mattan (Borneo), que pesa
367 quilates, <5 sea mas de 75 gramos; vale mas de 46 mi-
llones; 2.0 el del gran Mogol, que pesaba, después de talla-
do, 279 quilates, equivaliendo su tamaño á la mitad de un
huevo de gallina ; este diamante está tasado en mas de 40
millones de reales; 3.a el diamante denominado en la India
koh-i-noor ó montaña de luz, que pertenecía al shah Sood-
jah, rey de Cabul, y del que se apoderó el célebre Runjeet-
Sing, rey de Lahore; Hira-Sing, sucesor de este rey, lo tras-
mitió á la Compañía de las Indias, que á su vez lo regaló á
la reina de Inglaterra. La Montaña de luz pesaba en 1851
186 quilates, pero como su talla era bastante imperfecta, se
le ha labrado de nuevo y ha quedado reducido á 122 quila-
tes; 4.° el del emperador de Rusia, de 195 quilates, fué
comprado por Catalina II á un americano, mediante la suma
de 7.600,000 reales, una renta vitalicia de 10,000 francos y
títulos de nobleza; 5. 5 el del emperador de Austria, que per-
teneció antes al gran duque de Toscana, pesa 139 quilates,
y está valuado en 9.788,000 reales; 6/ el de la corona de
Francia, conocido con el nombre de Pitt ó de Regente , por-
que fué comprado durante la minoría de Luis XV por el
regente duque de Orleans á un inglés llamado Pitt; este dia-
mante se dice fué comprado por 2.500,000 francos, pero se
cree por algunos que costaba mucho mas. Está tallado en
brillante, habiéndose tardado dos años en labrarle; antes de
la talla pesaba 410 quilates, y está tasado en 19 millones,
siendo el mas notable de todos por su limpieza y perfección;
7.0 la Nueva montaña ó estrella del Sur , que es el único dia-
mante de los llamados príncipes, que procede del Brasil; fué
encontrado en la mina de Bogagen (Minas-Geraes); pesaba
antes de la talla 254 quilates, pero ahora no tiene mas
que 125.
Usos DEL DIAMANTE. — Esta piedra se emplea
como el primer objeto de lujo, no solo por su escasez, sino
por su brillo intenso, y por los vivos y diversos colores que
ofrece bajo la influencia de los rayos lumínicos; el polvo sirve
para su propio pulimento y para el de otras piedras finas; á
causa de su extremada dureza le emplean los relojeros como
sustentáculos ó apoyo de varias de las piezas que constitu-
yen los relojes. Los vidrieros le usan para cortar el vidrio y
cristal, valiéndose comunmente de diamantes naturales que
presenten caras curvas ó abombadas; se supone por algunos
que esta forma es precisa, no solo para cortar el cristal, sino
también para que pueda separarse mejor sin mas que una
débil presión verificada con la mano.
CORINDON Ó ZAFIRO — sesquióxido DE ALUMINA —
Fórmula química Al203
CARACTÉRES. — El Corindón , palabra derivada de la
india Korund, nombre del «espato adamantino,» ofrece los
siguientes caracteres: su forma primitiva es un romboedro
agudo de 86° 6 , casi idéntico al del hierro oligisto, con cuya
sustancia es isomorfa; el brillo es vitreo, trasparente ó tras-
luciente, incoloro en estado de pureza, pero generalmente
afecta diversos colores debidos á mezclas accidentales : estos
colores, como veremos, suelen ser el rojo, azul, morado, ver-
de, amarillo, siendo los ejemplares opacos de un gris oscuro
ó de un pardo negruzco ; la dureza del corindón está repre-
sentada en la escala de Mohs por el número 9, siendo, por
lo tanto, el cuerpo mas duro de todos después del diamante;
el peso específico es variable, puesto que el rubí oriental
pesa 4,2 mientras que el zafiro y topacio oriental pesan 3,19,
y el espato adamantino 3,6; infusible al soplete, pero si se le
somete á una fuerte temperatura, después de haber sido re-
ducido á polvo y humedecido con nitrato cobáltico, produce
una llama azul intensa; insoluble en los ácidos y demás
reactivos.
COMPOSICION EN PESO
Los diferentes análisis que se han practicado de ciertas
variedades de corindón han dado los siguientes resultados:
V £ . 1 t . . „ , , , Esmeril del Asia
Zafiro de la India, Rubí de la India, menor,
por Klaproth. por Smith. por Smith.
Alúmina. . .
Oxido férrico.
Sílice. . . .
Agua. . . .
9S>5
L5
»
»
97>32 60,10
I>°9 33,20
i»2i 1,60
» 5,10
100,0
99j62 100,00
VARIEDADES. — En el corindón ó zafiro pueden esta-
blecerse tres divisiones principales, que pertenecen á las tres
especies que el célebre mineralogista Werner admitía; á sa-
ber: i.a la telesia ó zafiro propiamente dicho; 2.a la harmo-
fana ó espato adamantino ; y 3.a el esmeril ó corindón gra-
nular.
La «telesia ó zafiro,» comprende las piedras finas mas
estimadas en la joyería después del diamante: cristaliza en
un dodecaedro bipiramidal, cuyas caras son triángulos isós-
celes; su fractura es vitrea é irregular, trasparente é incolo-
ra, cuando pura, ó de coloraciones diferentes debidas á ma-
terias tintóreas; estas coloraciones originan diversas sub-
variedades, cuyos nombres seguidos del epíteto ó calificativo
de «oriental» son los siguientes: i,° «telesia,» si el ejemplar
es completamente incoloro; 2.0 «zafiro,» cuando es azul; 3.0
«rubí,» si es rojo; 4/ «topacio,» si tiene color amarillo;
5*° «esmeralda,» cuando es verde; 6.° «amatista,» si es vio-
lado; las sub- variedades de color azul oscuro ó aquellas
otras de aspecto opalino son las que presentan el fenómeno
del asterismo.
La «harmofana ó espato adamantino,» cristaliza por lo
general en prismas exagonales, de caras rugosas y casi siem-
pre poco regulares; se presenta también «hojosa» y algunas
veces «compacta,» siendo el color de todos los ejemplares
el gris amarillento ó verdoso: la harmofana es opaca ó á lo
sumo ligeramente traslúcida, y contiene, además del ses-
quióxido de alumino, sílice, óxido férrico y agua.
El «esmeril ó corindón granujiento,» que es casi siempre
impuro, supuesto que además de los cuerpos citados en la
$s
SULFATOS INSOLUBLES
composición de la harmofana lleva también magnesia, ofrece
un color gris azulado ó negruzco y una dureza superior por
lo menos á la del cuarzo.
Yacimiento. — Las variedades de telesia, tales como
el rubí, esmeralda, amatista, etc. orientales, se hallan, como
los diamantes, en terrenos de aluvión antiguos, siendo el
criadero mas principal el de Pegií (Ceilan); la harmofana
existe generalmente en rocas graníticas, tales como los mis-
mos granitos comunes, pegmatitas y sienitas ó en las llama-
das metamórficas, como los gneis, pizarras micáceas, dolo-
mías y calizas sacaroideas; las localidades en donde mas
abunda la harmafona son la China, India, Pegií, Montes
Urales. Suecia, Francia y Piamonte. El esmeril se halla en
las rocas cristalinas, en las pizarras micáceas, calizas y dolo-
mías de ciertas localidades de Sajonia, Samos y Nicaria
{ Archipiélago griego), Esmirna y Gumugh, próximo á Efeso.
En España se encuentra el esmeril en San Ildefonso ó la
Granja (Segovia), Puebla de Alcocer (Badajoz), y Piedra
Buena (Ciudad Real).
USOS. — Las variedades llamadas zafiros, esmeraldas, ru-
bíes, amatistas y topacios orientales se emplean en la joye-
ría. como piedras finas de un gran valor, llegando algunas
veces á tener un precio idéntico ó superior al de los dia-
mantes: así, por ejemplo, un brillante perfecto de cuatro qui-
lates viene á valer unos 18 á 20,000 reales, mientras que un
rabí perfecto del mismo peso suele costar de 24 á 26,000
reales. La talla de todas las variedades indicadas es la que
hemos denominado «talla en grados,» que como se sabe no
es mas que una ligera modificación del brillante. El esmeril
y '.a harmofana sirven para labrar y pulimentar los metales,
el cristal y varias piedras duras; las variedades de telesia do-
tadas de un color azul oscuro ú opalino sirven para estudiar
el fenómeno del asterismo.
CIMOFANA— aluminato de glucina — Fórmula química
GRO3, ARO2
CARACTÉRES. — La cimofana (de las palabras griegas
cuT.d, flotante, fainos , yo brillo), se la llama también «cri-
soberilo y crisolita oriental . » Esta especie mineralógica ofre-
ce por forma primitiva un prisma romboidal recto, derivado
del tercer sistema cristalino: este prisma no es exfoliable,
tiene fractura y lustre vitreo, color verde amarillento ó verde
de esmeralda, debido al óxido de cromo; raya al topacio y
se deja atacar por el zafiro, siendo, por consecuencia, una
de las piedras preciosas mas duras que se conocen. Su peso
específico está representado por 3,7; insoluble en los ácidos
é infusible al soplete: reducida á polvo y humedecida con el
nitrato de cobalto, toma un color azul por la acción del
catan^l
COMPOSICION EN PESO
Alumina. 80,28
Glucina 19,72
100,00
VARIEDADES. — Puede decirse que solo existe la cimo-
fana cristalizada en prismas exagonales, ora aislados ó bien
reunidos, constituyendo verdaderas maclas. Algunos mine-
ralogistas, teniendo presente el color, forman dos variedades
de cimofana, á saber: 1 A cimofana de un amarillo verdoso ó
sea verde de espárrago, cuya variedad denominan crisolita
oriental; 2.a Alejandrita, de un color verde de esmeralda ó
verde de prado.
Yacimiento. — La cimofana se encuentra en cristales
diseminados y aislados en rocas graníticas, en el gneis, en
las pizarras micáceas, ó en los detritos de estas mismas ro-
cas que se hallan en los terrenos de aluvión. La crisolita
oriental, ó sea aquella que ofrece un color amarillo verdoso,
existe en las arenas de Ceilan y Borneo, en cuyas localidades
va acompañada de la espinela y turmalina, así como en las
arenas del Brasil está asociada al diamante y topacio. Se en-
cuentra también diseminada, y en unión con berilos, grana-
tes y turmalinas, en una roca pegmática de Saratoga (New-
York). La variedad llamada Alejandrita se halla en una pi-
zarra micácea, y asociada al berilo y penakita, en los criade-
ros de esmeralda de ciertas localidades de Siberia.
USOS. — Si bien es cierto que la cimofana es muy dura,
se aprecia poco en la joyería por su débil trasparencia y co-
lor, á pesar de lo cual los ejemplares opalizantes llegan á ad-
quirir un precio bastante elevado en el comercio; estas va-
riedades se tallan en cabujón, por cuanto esta forma favorece
los cambios de luz.
RUBI — aluminato de magnesia— Fórmula química
MgO, ARO3
CARACTÉRES. — El rubí por excelencia ó propiamente
dicho, que también se designa con los nombres de espinela,
ceilanita, canaita, pleonasta, etc., ofrece las propiedades si-
guientes: su forma primitiva es el cubo, presentándose, por
lo general, cristalizado en pequeños cristales octaédricos ó
dodecaédricos; su lustre es vitreo bastante intenso y dotado
de una trasparencia que va pasando por todos los grados
hasta convertirse en opaco; rara vez incoloro, ofreciendo, por
lo común, el color rojo, morado, verde, rosáceo, azul y aun
negro; dureza superior á la del topacio, siendo rayado única-
mente por el diamante, zafiro y cimofana. Infusible al sople-
te; solo experimenta, mediante la acción del fuego, cambio
de colores; así, por ejemplo, el rubí rojo adquiere al princi-
pio un tinte verdoso, después se decolora y pasa inmediata-
mente al color rojo primitivo; insoluble en los ácidos y de
más reactivos. Ebelmen ha obtenido pequeños rubíes, fun-
diendo por medio del ácido bórico la alumina y magnesia.
COMPOSICION EN PESO DE LAS VARIEDADES PRINCIPALES
DE RUBÍES
Pleonasta del
Rubí espinela de Ceilan
Akerita
Ural
Alumina.. . .
67,01
68,94
65,27
Magnesia.^^^P
Oxido crómico.
(\ 'y r
^ r » *»
17.58
»
1,10
25»72
»
Idem ferroso. .
0,71
3>49
13,97
Sílice., w . .
2,02
2,50
97,<>S
100,40
99, 32
VARIEDADES DE FORMA.— El rubí octaédrico, for-
ma la mas común de todas, unas veces es perfecto, otras
cuneiforme y en algunos casos parece un segmento del mis-
mo octaedro que se hubiese cortado por un plano paralelo á
dos de sus caras opuestas; hay también rubíes octaédricos
emarginados que ofrecen una trasposición; el rubí dodecaé-
drico, siendo su forma el dodecaedro romboidal, que presen-
ta esencialmente la variedad llamada pleonasta; existe tam-
bién la espinela ó rubí uniternario, que no es mas que el
mismo dodecaedro romboidal con ligeras truncaduras en sus
ángulos sólidos; esta forma corresponde también á la pleo-
nasta.
Variedades fundadas en el color y
COMPOSICION CUALITATIVA. — Se forman por la
ESMERALDA
mayor parte de los mineralogistas las siguientes: i.a rubí es-
pinela; 2.a rubí balaje; 3.a la cloro-espinela; 4.a candita,
pleonasta o ceilanita. El rubí espinela ofrece un color rojo
carmín, no contiene esencialmente mas que aluminato de
magnesia; es una de las piedras preciosas de mayor lustre
vitreo, siendo muy estimada en la joyería. El rubí balaje
tiene los mismos caracteres de composición, dureza, etc., que
la espinela, de la cual se distingue por su color rojo morado.
La cloro-espinela ó espinela verde cristaliza en octaedros de
color verde de yerba. La candita, pleonasta ó ceilanita es una
variedad de rubí que contiene gran cantidad de óxido ferroso,
por lo que, y teniendo en cuenta su color negro y su crista-
lización, Haüy la separó del rubí para constituir una especie
particular, que designó con el nombre de pleonasta; esta va-
riedad puede subdividirse en dos subvariedades, á saber:
ceilanita y candita; la primera compuesta de aluminato de
magnesia y de ferrato ferroso, ofrece un color verde oscuro,
recibiendo el nombre de ceilanita, porque se la encontró por
primera vez en Ceilan; la candita es negra, vitrea y procede
también de la citada isla, donde se halla cerca de Candy,
cuyo nombre toma.
Yacimiento. — Las variedades rojas y verdes se ha-
llan en rocas graníticas, en el gneis y en rocas anfibólicas;
los cristales octaédricos y dodecaédricos en arenas resultado
de la disgregación de las rocas graníticas. El rubí espinela y
el balaje proceden de la India, Ceilan, Estados-Unidos, Bir-
man y Pegó. La cloro-espinela se encuentra en Finlandia
(Rusia) y en New-Jersey (Estados-Unidos). La ceilanita y
candita se hallan, como se ha dicho, en Ceilan y Candy,
existiendo también en New-Jersey, en New- York, Bohemia,
Tirol, cerca de Montpellier (Francia) y en los terrenos vol-
cánicos de la Somma (Nápoles).
USOS. — Como piedra fina es de gran valor, supuesto que
las variedades rojas tienen un precio idéntico al de los ru-
bíes orientales y los diamantes.
Algunos mineralogistas estudian á continuación del rubí,
las especies designadas con los nombres de gahnita y de
hercynita: la primera es un aluminato de zinc, mezclado con
una corta cantidad de aluminato de magnesia y aluminato
de hierro: cristaliza, del mismo modo que la espinela, en
octaedros sencillos ó hemitropiados, ofreciendo una verda-
dera trasposición; su color es verde bajo de puerro ó verde
azulado, el brillo vitreo y algún tanto craso, y su dureza
idéntica á la del rubí; infusible al soplete, mezclada con la
sosa después de haber sido reducida á polvo, deposita sobre
el carbón el óxido blanco de zinc: insoluble en los ácidos y
demás reactivos. La hercynita está compuesta esencialmente
de aluminato ferroso y una pequeñísima cantidad de mag-
nesia: cristaliza en octaedros idénticos á los de la espinela:
color negro; reducida á polvo ofrece un verde oscuro; la
dureza es inferior á la de la gahnita, supuesto que es de 7,5;
infusible al soplete, y reducida á polvo presenta un color ro-
jo de ladrillo por la calcinación.
89
ESMERALDA — silicato de alumina y glucina — Fór-
mula química GPCM (SiO2) 4 f 2 Al203(Si02).3
CARACTÉRES. — La esmeralda, denominada también
berilo y agua marina , está dotada de las siguientes propie-
dades: cristaliza en prismas exagonales, correspondientes al
sistema romboédrico, exfoliables en sentido perpendicular al
eje; son muy frágiles recien extraídos de la mina, porque
conservan algo del agua de cantera, pero adquieren consis-
tencia después; su fractura es concoidea y el lustre vitreo
bastante intenso; algunas veces la esmeralda es incolora,
pero, por lo general, es verde, habiendo ejemplares de un
verde mar, azulados ó amarillo verdosos; trasparente, traslú-
cida y aun opaca; dureza superior á la del cuarzo é inferior
á la del topacio, estando representado su peso específico
por 2,7. Infusible al soplete, perdiendo el color y traspa-
rencia si es que la tiene; por la acción del bórax se funde
en un vidrio trasparente, incoloro, ó ligeramente verdoso si
se hace el ensayo con la esmeralda del Perú ; insoluble en
los ácidos.
COMPOSICION EN PESO
Análisis de la esmeralda de Muso
Por Vauquelin
Klaproth
Lewy
Sílice
. . 64,40
68,50
67,85
Alumina. . . .
14,00
1 5»75
3 7,95
Glucina. . . .
. . 13,00
12,50
12,40
Oxido de cromo.
• • 3>5°
°j3°
indicios.
Oxido de hierro.
. 1 j>
1,00
Cal y magnesia. .
. . 2,56
0,25
0,90
Oxido de sodio. .
. . »
J>
0,70
Agua marina de Siberia
Yauquelin
Sílice
Alumina. . . .
Glucina . . . .
Oxido de hierro. .
Oxido de calcio. .
68
‘5
14
1
Klaproth
6,45
!5U5
16.50
60.50
T»
ve
Segundo sub-grupo. — Piedras finas ó gemas silíceas
Las especies mineralógicas incluidas en este grupo ofre-
cen de común las propiedades siguientes: lustre vitreo in-
tenso; colores accidentales vivos y agradables; dureza casi
siempre superior á la del cuarzo; infusibles al soplete, excep-
to la mayor parte de los granates, la idocrasa y la axinita.
Las especies principales que se hallan comprendidas en este
grupo son: la esmeralda, fenaquita, euclasa, topacio, jacinto
ó circón, granates, idocrasa, peridoto, turmalina, axinita y
cordierita.
Berilo de Limoges
Análisis de Graelin
Sílice. . . ; . .
Alumina
Glucina S
Oxido de hierro. .
Cal. .....
VARIEDADES. — La esmeralda presenta dos variedades
principales, á saber: esmeralda propiamente dicha y berilo. La
primera cristaliza en prismas exagonales regulares, con trun-
caduras algunas veces en los ángulos; el color de la esme-
ralda es el verde puro y agradable que todo el mundo cono-
ce, debido al óxido de cromo. El berilo cristaliza también
en prismas exagonales, ofreciendo casi siempre las caras
estrías longitudinales ó sean paralelas con las aristas latera-
les; esta variedad puede ser incolora, verde claro, amarilla y
azul; los ejemplares que presentan un tinte verde claro ó li-
geramente azulado, se llaman aguas marinas.
Yacimiento. — Las esmeraldas se hallan, por lo co-
mún, en cristales diseminados ó enclavados en rocas graní-
ticas ó pizarrosas, y especialmente en pegmatitas y pizarras
micáceas y arcillosas; en algunos puntos existen unidas á
Tomo IX
12
SULFATOS INSOLUBLES
90
pizarras y calizas de los terrenos cretáceos. La mayor parte
de esmeraldas usadas por los antiguos procedían del alto
Egipto; los ejemplares de este punto ofrecen un verde bas-
tante intenso, pero son poco trasparentes, siendo una de las
mas notables la que adorna la tiara de los papas, esmeralda
que se supone procede de la citada localidad, porque se co-
nocía en Roma en la época del papa Julio II, cuyo pontifi-
cado fué anterior al descubrimiento y conquista del Perú.
Esta esmeralda consiste en un cilindro de 27 milímetros de
altura por 34 de diámetro. Los hermosos ejemplares que
circulan hoy en el comercio proceden de Muzo, próximo á
Santa Fe de Bogotá (Colombia ó Nueva-Granada), por lo
que mas bien que esmeraldas del Perú, deben llamarse esme-
raldas de Colombia. Según M. Lewy, las variedades que se
hallan en Muzo constituyen filones horizontales en medio
de una caliza bituminosa fosilífera, estando acompañadas de
pirita de hierro, de cristal de roca, de espato calizo y de un
mineral sumamente raro, el carboriato de Lantano. Se en-
cuentran también esmeraldas de grandes dimensiones en
Siberia, y otras mas pequeñas en Salzburgo (Alemania) y en
las montañas de Morne (Inglaterra). Las marinas mas esti-
madas son las de Minas-Geraes (Brasil) y de Siberia, en
donde tienen por ganga rocas graníticas. Los buenos berilos
proceden de las Indias orientales. Existen berilos comunes
y de tamaño mas ó menos considerable en Finlandia (Rusia),
Brodbo (Suecia), Irlanda, Sajonia, Nantes (Francia), Esta-
dos-Unidos, etc. En España hay berilos cristalizados, de un
verde-amarillo, opacos y de gran tamaño, en la calzada de
Pontevedra y San Juan de Pesqueiras (Galicia).
USOS. — La esmeralda propiamente dicha, de tintas ho-
mogéneas y sin lo que llaman jardinillo los lapidarios, es una
de las piedras finas mas estimadas, pagándose las pequeñas
de 140 á 300 reales el quilate, y las grandes de 600 á 1,000
reales. Se tallan en grados y montadas al aire, acostumbran-
do los joyeros á rodearlas de un cerquillo de diamantes.
Esta piedra fina se conoce desde la mas remota antigüedad,
siendo una de las que adornaban el pectoral de Aaron. Los
romanos la llamaban smaragdus , y la confundían con otros
minerales de color verde mas ó menos análogo al de la es-
meralda. Según refiere Plinio, el célebre Nerón se entretenia
en mirar los juegos del circo romano á través de una esme-
ralda, que le servia de lente. Las aguas marinas y berilos
tienen mucho menos valor; por lo común se pagan ai pre-
cio de los topacios.
FENAQUITA — silicato de g lucí na — Fórmula
química G1203, SiO2
CARACTÉRES. — La fenaquita, de la palabra griega
fenax, engañador, porque sus cristales fueron confundidos
con los del cuarzo exagonal, tiene las particularidades si-
guientes: su forma primitiva es un romboedro de 116* 40;
incolora, roja de vino ó rosácea, trasparente, de lustre vitreo
y fractura concoidea ; raya al cuarzo y se deja atacar por el
topacio; muy frágil, estando representado su peso específico
por 2,97. Infusible por sí sola al soplete, pero produce, por
medio del bórax, un vidrio incoloro y trasparente; insoluble
en los ácidos y demás reactivos.
COMPOSICION EN PESO
Sílice 55,14
Glucina 44,47
Cal 0,39
100,00
VARIEDADES. — Se presenta cristalizada en romboe-
dros modificados por medio de truncaduras en todas las
aristas y aun en los ángulos laterales; también existen crista-
les exagonales apuntados como los cristales de cuarzo.
YACIMIENTO. — Existe la fenaquita en cristales hiali-
nos, acompañada de la cimofana y berilo, en una pizarra
micácea de Takowaja (Montes Urales); diseminada en un
cuarzo ferruginoso en Framont (Vosgos), y en algún otro
punto.
USOS. — En realidad no tiene aplicaciones de ningún gé-
nero: ofrece, sin embargo, grande interés bajo el punto de
vista mineralógico, por sus formas idénticas á veces con las
del cuarzo.
EUCLASA— SILICATO DE alumina y silicato de glucina
Fórmula química G120, (Si02)2+2Al203, SiO2
CARACTÉRES. — La euclusa, palabra derivada de otras
dos griegas, eu, bien, clao, yo rompo, porque tiene la parti-
cularidad de exfoliarse ó de romperse con suma facilidad,
está dotada de las siguientes propiedades: forma primitiva
un prisma romboidal oblicuo simétrico; color verde de agua
análogo al del agua marina ó azul mas ó menos intenso, su
lustre es vitreo y la fractura trasversal, concoidea; raya al
cuarzo y aun al topacio, pero á causa de su gran fragilidad
no puede usarse como piedra fina; se electriza por la simple
presión, conservando este carácter por espacio de 24 horas;
peso específico de 3,1. Se funde únicamente en los bordes
con gran dificultad; insoluble en los ácidos
COMPOSICION EN PESO
Análisis segun Berzelius
Sílice. . . • . .
43,22
Alumina. . . ~ . .
3°, 56
Glucina
21,78
Oxido ferroso.. . .
2,22
Oxido de estaño.. .
0,70
98,48
VARIEDADES. — No se conoce hasta ahora mas que
en cristales prismáticos oblicuos, de diez ó mas caras con
apuntamientos en las cuatro mas dominantes.
YACIMIENTO. — La euclasa ha sido mencionada por
primera vez por el célebre botánico Dornbay, siendo los
ejemplares que reconoció, procedentes de Rio-Janeiro; se
ha encontrado en la itacol umita de Minas-Geraes (Brasil), y
hace pocos años en Connecticut (América del Norte), donde
está asociada al topacio, fluorina y mica argentina; se halla
además en la parte meridional de los montes U rales, yendo
acompañada del corindón, topacio y distena.
USOS. — A causa de su gran fragilidad no puede emplear-
se en la joyería.
TOPACIO — fluosilicato de alumina— Fórmula
química 3AFO3, SiO2 + Al20-\ F1*03
Los lapidarios, por lo general, dan el nombre de topacio
á toda piedra fina dotada de color amarillo. En Mineralogía
se reúnen bajo esta denominación gemas y aun también sus-
tancias de aspecto litoideo que ofrecen ciertos caractéres
esenciales, aunque sus colores sean diferentes. El topacio
puede dividirse en tres subespecies ó secciones, á saber: j.“
topacio propiamente dicho; 2.* picnita; y 3.“ pirofisalita.
TOPACIO
91
TOPACIO PROPIAMENTE DICHO
CARACTÉRES. — La forma primitiva es un prisma
romboidal recto perteneciente al tercer sistema, exfoliable
en dirección paralela á la base; su fractura, concoidea,
lustre vitreo; el topacio á veces es incoloro y de una limpieza
perfecta (topacio gota de agua del Brasil), pero comunmente
se presenta amarillo, anaranjado, rosáceo, azul, verdoso, etc.;
los topacios coloreados son tricroitas, esto es, presentan, cuan-
do se miran en la dirección de sus tres ejes rectangulares, tres
clases de colores, como se nota en los topacios del Brasil
que ofrecen tintas verdosas, blancas y moradas. Esta sustan-
cia raya al cuarzo y se deja rayar por el zafiro, ocupando el
número 8 en la escala relativa de Mohs; su peso específico
es de 3,5 ; se electriza negativamente por el frote y el calor,
conservando las variedades hialinas la propiedad eléctrica lo
menos veinticuatro horas. Infusible al soplete, pero se cubre
de ampollas muy finas, adquiriendo por la acción del fuego
un color rojo ó rojo violado, dando origen á la variedad
denominada «topacio quemado;» es insoluble en los ácidos.
COMPOSICION EN PESO
liza en prismas acanalados, anchos y muy frágiles en la di-
rección trasversal, derivados del tercer sistema.
pirofisalita
CARACTÉRES. — La pirofisalita, que no es mas que el
topacio prismatoideo de Haüy, ó el topacio común de los
alemanes, se presenta en cristales abultados y también mas
ó menos amorfa, opaca, trasluciente, incolora ó dotada de
un color verde claro. Los demás caractéres físicos, excepto
los eléctricos, son idénticos á los del topacio; si se somete
una lámina muy delgada de esta sub-especie á la acción del
soplete, se cubre de burbujas muy finas que llegan á rom-
perse ó abrirse por completo, de donde toma el nombre de
pirofisalita.
COMPOSICION EN PESO
Sílice. . .
Alumina. .
Fluor. . .
• • • • 57,74
• • • • 14^26
106,36
Análisis del topacio del Brasil (Ber/elius)
Sílice
34,oi
Alumina.. . .
58,38
Fluor
7,79
100,18
VARIEDADES. — 1.a Topacio del Brasil, cristalizado en
prismas prolongados apuntados por pirámides y con estrías
longitudinales, siendo sus colores dominantes el amarillo-
rojizo, y algunas veces rosáceo ó morado; los ejemplares de
este último color son bastante estimados en joyería, pero
como son muy raros los naturales, se obtienen artificial-
mente (topacio quemado), sometiendo los de color sonrosado
á una temperatura moderada; los ejemplares naturalmente
rojos reciben el nombre de «rubíes del Brasil.» — 2.a Varie-
dad, topacio de Sajonia. Cristaliza en prismas cortos, trun-
cados en los ángulos agudos; color amarillo poco intenso,
habiendo ejemplares trasparentes. — 3.a Variedad, topacio de
Siberia. Se presenta en cristales análogos á los del anterior,
aunque algunos ofrecen un volúmen considerable ; su color
es un blanco azulado, azul verdoso, y también incoloros y
trasparentes.
topacio picnita
D
La picnita se presenta cristalizada en prismas acanalados
y sobrepuestos unos á otros; su estructura es bacilar, color
gris amarillento, dureza inferior á la del topacio, siendo su
peso específico idéntico al de esta subespecie, pero superior
al del berilo, en donde el célebre Werner estudiaba la pic-
nita. Infusible al soplete, pero se cubre mas pronto de bur-
bujas que el topac '
VARIEDADES. — En cristales ó masas fibrosas bacilares.
YACIMIENTO. — Los topacios del Brasil se hallan im-
plantados en las rocas graníticas y pizarrosas de Minas-Geraes,
y en los filones que atraviesan las rocas indicadas; existen
además en cantos rodados acompañando á los diamantes, en
los aluviones auríferos de Serra do Frió y Minas-Novas
(Brasil); en estas localidades se encuentran á menudo ejem-
plares de un blanco algo verdoso <5 incoloros y completa-
mente trasparentes, á los que llaman los portugueses gota
de agua. Los topacios de Siberia están unidos al cristal de
roca, berilo, fluorina y fenaquita; se hallan en el monte Ifmen,
en los E rales, en Escocia, Irlanda y Australia. Los topacios
de Sajonia se encuentran en rocas feldespáticas, y especial-
mente en la pegmatita, constituyendo en unión de esta una
roca, que los alemanes llaman topazfels (roca topaciana), en
la que no solo hay cristales de topacio sino también la tur-
malina negra. En Connecticut (Estados-Unidos) existen
topacios incoloros y del tamaño de siete á ocho pulgadas
de diámetro; los ejemplares de topacio que tienen un amarillo
de paja proceden del Asia menor, siendo este el verdadero
topacio de los joyeros.
USOS. Se emplea como piedra fina de poco valor entre
los lapidarios, teniendo, no obstante, un precio algo elevado
los del Brasil, el amarillo de paja, el quemado y el llamado
gota de agua, que se suele confundir por su brillo intenso
con los verdaderos diamantes.
Según los joyeros, el topacio ocupa el décimo lugar entre
las piedras finas ó de adorno, supuesto que está colocado
después de la amatista, como puede verse en la siguiente
tabla:
O
Piedras finas o de adorno empleadas en la joyería
Sílice. . .
Alumina..
Fluor. . .
39, °4
5L23
iS,4S
108,75
Variedades.— La picnita, como se ha dicho, crista-
Diamante.
Rubí.
Esmeralda.
Zafiro.
Opalo.
Turquesa.
Granates.
8. * Peridoto.
9. * Amatista.
10 Topacio.
1 1 Agua marina.
12 Jacinto.
13 Cornerina.
14 Venturina.
15 Onice.
16 Agata.
1 7 Cristal de roca.
18 Lapislázuli.
Y A 1 K M m
SULFATOS INSOLUBLES
92
JACINTO Ó CIRCON — silicato de zircona — Fórmula
química Zi203, SiO2
CARACTÉRES. Esta especie, llamada además ceila-
nita, jargon, eudialita, etc., tiene por forma fundamental un
prisma ú octaedro de base cuadrada, que deriva del segundo
sistema cristalino; la fractura es concoidea, ondulante y bri-
llante, lustre vitreo poco intenso y algún tanto craso ó dia-
mantino; su color es ó amarillo verdoso, pardo, agrisado y
aun incoloro (circón); rojo vinoso ó pardo rojizo (jacinto);
dureza superior á la del cuarzo é inferior á la del topacio,
estando representado su peso específico por 4,5 ó 4,6, ma-
yor que el de todas las piedras preciosas. Infusible al soplete;
las variedades de color rojo por la acción del calor adquieren
un tinte amarillento ó se ponen incoloras; las de color mo-
reno se vuelven blancas; insoluble en los ácidos y demás
reactivos.
COMPOSICION EN PESO
Jacinto d‘Expailly Circón de Noruega
(Berzelius) (Klaprolli) °
Sílice. .
Zircona.
33,4*$
66,52
33
66
100,00
99
Variedades. — Las dos variedades de este mineral
pueden considerarse como dos verdaderas sub-especies que
representan las dos especies que Werner formó* con esta
sustancia, á saber: el jacinto y el circón. El jacinto cristaliza
en dodecaedros romboidales simétricos ó en prismas de base
cuadrada apuntados; color rojo vinoso ó pardo anaranjado,
cuya coloración desaparece sin mas que exponer un frag-
mento á la simple llama de una bujía; el brillo que ofrece
el jacinto es bastante intenso, y su trasparencia es casi com-
pleta. El circón cristaliza en prismas de base cuadrada
apuntado por pirámides cuadrangulares formadas por trián-
gulos isósceles; incoloro, en cuyo caso es trasparente, ó bien,
como se ha dicho, amarillo verdoso, gris y de color de
canela; brillo craso y algo diamantino, por lo que cuando se
tallan algunos ejemplares de circón, sobre todo los que pro-
ceden de Ceilan, se confunden con los diamantes.
Yacimiento.— Los jacintos y circones se hallan di-
seminados en rocas graníticas ó volcánicas, siendo la sienita
una de las rocas donde mas abundan, por cuya razón en
Noruega la llaman sienita circonífera; existen también en
las arenas procedentes de la descomposición de rocas graní-
ticas. Los circones proceden de los montes Urales Tirol
Vosgos y Mosela (Francia), Ceilan, Bretaña y Nueva Jersey
(Estados-Unidos); los jacintos de Ceilan, Noruega, Bohemia
y Provenza (Francia). Según el señor Naranjo, los jacintos
se encuentran en las arenas auríferas de la provincia de León
(España).
USOS. Se emplea como piedra fina de poco valor: el
nombre de jacinto se ha hecho extensivo á piedras diferen-
tes, que presentan un rojo anaranjado mezclado de matices
pardos. La generalidad de los jacintos que circulan en el
comercio pertenecen á la variedad del granate grosulario ó
piedra de canela.
GRANATES
Con el nombre de granates ( de granalum, granada) se
comprende gran número de minerales que cristalizan en
dodecaedros romboidales o trapezoedros pertenecientes al
sistema cúbico. El célebre mineralogista Haüy los reunió en
una sola especie; pero Beudant considera á los granates como
un grupo genérico, compuesto de varias especies isomorfas,
tales como el granate grosulario, almandino, melanito y es-
pesartino. No obstante, estos minerales isomorfos puede
decirse que jamás existen separados en la naturaleza, hallán-
dose constantemente mezclados entre sí, y variándolas mez-
clas hasta el punto de convertirse unas especies en otras.
Por esta razón, y teniendo además presente la analogía de
propiedades físicas y aun químicas, los mineralogistas mo-
dernos no constituyen con los granates mas que una especie,
que subdividen en varias ó sub-especies.
Caracteres generales de la especie
GRANATE. — Tienen por forma primitiva un dodecaedro
romboidal: fractura vitrea y concoidea, dureza, por lo común,
superior á la del cuarzo é inferior á la del topacio, siendo su
peso especifico de 3,5 á 4,5. Se funden al soplete (excepto
el ouwarovito) en un glóbulo vitreo mas ó menos coloreado,
que algunas veces ofrece un aspecto metaloideo, siendo
también en ciertos casos mas ó menos magnético; este último
carácter indica desde luego la presencia del óxido de hierro.
Tratados por un fundente proporcionan las reacciones del
hierro, del manganeso ó del cromo; las variedades compuestas
de óxido de calcio se disuelven en el ácido hidroclórico,
mientras que son insolubles todas las demás. Rara vez se
presentan los granates incoloros; sus matices mas comunes
son el rojo, moreno, negro, amarillo y verde; siendo, sin
embargo, mas frecuente el rojo, por lo que, y teniendo en
cuenta la forma mas ó menos redondeada de sus cristales
parecidos á los granos de la granada, han recibido el nombre
de granates. La fórmula general de todos ellos es la si-
guiente:
B 03, Si02+(60)3, SiO
Los granates, como hemos indicado, se dividen en va-
rias sub-especies, siendo las mas esenciales las siguientes:
i.a granate grosulario: 2.a almandino; 3.* melanito’; 4.a es-
pesartino; 5.* ouwarovito.
GRANATE GROSULARIO — silicato de alumina y
silicato de cal — Fórmula química
Al202,Si02 + (Ca0)3,Si02
Caracteres. — Sus formas mas frecuentes son el do-
decaedro romboidal ó trapezoedro, se presenta incoloro,
verde de grosella, de donde toma el nombre de grosulario, y
rojo de jacinto ó de miel, constituyendo la variedad deno-
minada esonita ó granate de Filipinas. Se funde al soplete
en un esmalte gris con un ligero tinte verdoso, cuyo esmalte
suele ser magnético ; reducido á polvo, se disuelve en el
ácido hidroclórico, y si se trata la disolución por el oxalato
amónico, se obtiene un precipitado blanco de oxalato
de cal.
LOCALIDADES.— Hállase el granate grosulario en Si-
beria y Hungría; la variedad llamada esonita existe en los
Grisones, en las islas Filipinas, Ceilan y Pargas (Finlandia).
En España hay granates grosularios en el Barranco de Belen
(Cataluña), y Orbaiceta (Navarra).
GRANATE ALMANDINO— silicato de alumina y si-
licato de óxido ferroso— A1203, SiO2 + (Fe0)3,Si03
CARACTERES. — Cristaliza como todos los demás gra-
nates en dodecaedros romboidales ó trapezoedros; color
rojo, rojo-morado, moreno oscuro y negro. Se funde al so-
plete en un glóbulo magnético; insoluble en los ácidos; tra-
IDOCRASA
93
tado por un fundente, y sometido después á la acción del
cianuro férrico potásico, da la coloración azul de Prusia.
VARIEDADES. — Si ofrece un color rojo violado se
le llama granate sirio ó granate oriental; si es rojo de fuego
muy vivo, granate piropo ó carbunclo de los antiguos, cuya
variedad contiene cierta cantidad de magnesia, por lo que
algunos mineralogistas le denominan granate magnésico; si
presenta un color rojo oscuro ó vinoso, granate de Bohemia
ó común; por último, si tiene color rojo y mirado al trasluz
ofrece un matiz morado, se llama por los lapidarios granate
vermlleta .
LOCALIDADES. — Los granates orientales ó nobles pro-
ceden del Pegú ó de Siam, Ceilan, Groenlandia, Transilvania
y Tirol; el granate piropo ó magnésico procede de Bohemia
y de Sajonia; el vermelleta viene del Piamonte. Las varieda-
des comunes son muy abundantes en España, pudiendo ci-
tarse entre otras localidades, Sierra Alhamilla y cabo de
Gata (Almena), toda la cordillera de Sierra Nevada y varios
sitios del Pirineo correspondiente á la provincia de Gerona.
GRANATE MELANITO — silicato de óxido férrico
y silicato de cal — Fórmula química
Fe203, Si02 + (Ca0)3 SiO2
CARACTÉRES. — El color dominante de este granate
es el negro con un ligero tinte amarillento; su dureza es in-
ferior á la del cuarzo y superior á la del feldespato. Se funde
al soplete en un glóbulo ó escoria negra muy magnética; so-
luble en parte en el ácido hidroclórico, dando la disolu-
ción el precipitado azul de Prusia por medio del cianuro
ferroso potásico.
VARIEDADES. — En esta subespecie se incluyen la in-
mensa mayoría de los granates denominados comunes, los
cuales carecen de traslucencia y de viveza de colores : cor-
responden á este grupo, según la opinión de algunos mine-
ralogistas, las variedades siguientes: i.‘ granate aplomo, de
color moreno verdoso, y sobre cuyos cristales dodecaédricos
se notan en ciertos casos caras del cubo y alguna vez del oc-
taedro. Haiiy creía que la forma primitiva del granate aplomo
era el cubo, y constituía con esta variedad una especie dis-
tinta de granate; 2.a variedad, granate verdoso ó alocroi-
ta; 3.a granate moreno ó poliadelfita; 4.a granate negro ó
melanita propiamente dicha; 5.a el mismo granate verme-
lleta;)' 6.a la colofonita, granate de lustre resinoso y de color
LOCALIDADES.— El granate aplomo se halla en Lena
(Siberia), en Sajonia é Inglaterra; el alocroita en Noruega; la
poliadelfita en los Estados-Unidos; los granates negros en
Frascati, Albano y cercanías de Roma, Laponia, y en las
rocas cristalinas próximas al Vesubio, etc En España existe
en diversas localidades.
GRANATE OUWARO VITO— silicato de sesquióxido
de cromo y silicato de cal — Fórmula química
Cr203, SiO2 T(CaO)3, SiO2
CARACTÉRES.— Cristaliza en dodecaedos romboidales;
color verde de esmeralda que recuerda la dioptasa; trasparen-
te, brillo resinoso, y dureza superior á la del cuarzo é inferior
á la del topacio. Este granate es el único que no se funde
al soplete; por medio del bórax acusa la presencia del óxido
de cromo.
Localidades. — Se encuentra en Bissersk (Montes
Urales).
Yacimiento general de los granates.
— Constituyen, aunque en muy raros casos, capas ó lechos
en estado compacto ó granudo en los terrenos de cristaliza-
ción; pero, por lo general, se hallan diseminados en rocas
graníticas, volcánicas y metamórficas, siendo algunas veces
tan abundantes que parece que forman un elemento esencial
de las citadas rocas. Forman parte de los granitos comunes,
de los gneis, pizarras talcosas y micáceas, serpentinas y aun
de calizas metamórficas. En España, como hemos indicado,
se encuentran los granates melanitos, las variedades comu-
nes del almandino y el espesartino en sierra Alhamilla y cabo
de Gata (Almería), cordillera de Sierra Nevada (Granada)
y en el Pirineo de Cataluña; así como el granate grosulario
en Orbaiceta (Navarra) y Barranco de Belen (Cataluña).
USOS. — Se emplean como piedras finas las variedades
de colores vivos, trasparentes ó traslúcidas; los joyeros apre-
cian bastante el granate oriental ó noble, el piropo, el de
Bohemia y el llamado jacinto. Su valor en el comercio con
relación á las otras piedras preciosas no deja de ser conside-
rable, supuesto que ocupan el séptimo lugar. Se tallan fre-
cuentemente en cabujón; para disminuir su color demasiado
intenso, se les ahueca por la parte interior y se les pone una
hoja metálica de plata.
IDOCRASA— silicato de alumina, de cal y de hierro
— Fórmula química A1203, SiO2 T (CaO, FeO, MgO) SiO2
CARACTÉRES. — Esta sustancia, designada también
con los nombres de Vesubiana ó crisolita de Ñapóles , crista-
liza en prisma recto de base cuadrada, perteneciente al se-
gundo sistema cristalino; su fractura es vitrea; color pardo
rojizo, en cuyo caso se llama Vesubiana, verde amarillento,
denominada frugardi/a, ó azul celeste, ciprina ; raya al feld-
espato y se deja rayar por el cuarzo, siendo su peso espe-
cífico de 3,2. Se funde al soplete en un vidrio ampolloso,
amarillo y traslúcido; pero si se mezcla con el bórax, produ-
COMPOSICION EN PESO
GRANATE ESPESARTINO — silicato de alumina y
silicato de óxido de manganeso — Fórmula química
A1203, Si02-L (MnO)3, SiO2
D
Caracté
cristalizado en dodecae-
dros romboidales con las caras estriadas; su color es rojo
morado ó rojo oscuro; dureza superior á la del cuarzo. Se
funde al soplete en esmalte, que en ciertos casos es magné-
sico; produce, tratado con el bórax, la reacción del manga-
neso.
LOCALIDADES. — Se encuentra esencialmente en Ba-
viera, Brodbo (Suecia) y Connecticut (Estados Unidos).
Vesubiana.
Sílice
• • 37*75
Alumina
■ • 17,23
Oxido de hierro
■ • 4,43
CaL A <?
• * 37,35
Magnesia
3,79
>TTLk3
ioo,55
Composición que se traduce por un silicato de alumina y
de cal con pequeñas cantidades de óxido de hierro y de mag-
nesio. En algunos ejemplares la potasa reemplaza á la mag-
nesia.
VARIEDADES. — Cristalizada en <íprismas» de <i base
94
SULFATOS INSOLUBLES
cuadrada», con truncaduras en las aristas verticales; se co-
nocen también variedades «granudas, compactas y baci-
lares».
YACIMIENTO. — Se halla la idocrasa en pizarras talco-
sas, dolomías y lavas del Vesubio. La variedad que hemos
designado con el nombre de «Vesubiana» se encuentra en
la Somma, acompañada de granates, rubí espinela, circón y
otras especies; la idocrasa llamada de Siberia, caracterizada
por su color verde oscuro, existe en una serpentina alterada
cerca de la desembocadura del rio Wiloui (Siberia); la «fru-
gardita» en Frugard (Finlandia); la «ciprina» en Tellemar-
ken (Noruega); por último, hay también idocrasas de un color
moreno-agrisado en Suecia, moradas ó manganesíferas, en el
Piamonte, verde-amarillentas en este mismo punto, también
verdes y amarinasen el Tjrol. En España, según Naranjo, se
encuentran idocrasas en los gneis de Buitrago y Escorial
(Madrid).
USOS. — Las variedades de idocrasas, que son algún tanto
trasparentes y de colores intensos, se tallan en Ñapóles como
piedras finas, las cuales reciben el nombre de «gemas del
Vesubio.»
PERIDOTO — SILICATO DE MAGNESIA Y PROTÓXIDO DE
hierro — Fórmula química (MgO FeO)3 SiO2
Caracteres. — El peridoto se le llama también cri-
solita de los volcanes y divino; según el mineralogista Haüy,
la forma primitiva de los cristales de Oriente, es el prisma
rectangular recto del tercer sistema; pero los procedentes del
Vesubio tienen por forma un prisma romboidal oblicuo, su
fractura es vitrea y brillante : color verde-amarillento, verde
claro ó de aceituna; raya el feldespato y se deja rayar aun-
que con dificultad por el cuarzo, siendo su peso específico
rie 3,3 á 3,5. Infusible al soplete, solo ofrece un principio
de fusión cuando contiene grande cantidad de óxido de
hierro; soluble en el ácido hidroclórico, especialmente la va-
riedad llamada olivino; tratado por el ácido nítrico pierde su
color.
COMPOSICION EN PESO
Peridoto del Vesubio
Peridoto oriental
(Walmstedt)
(Estromeyer)
Sílice 40,08“
39,73
Magnesia 44,2!
50,13
Protóxido de hierro . 15,26
9,i9
99,56
99,05
VARIEDADES. La llamada «crisolita,» que cristaliza
en prismas romboidales oblicuos, ó prismas octógonos mo-
dificados, trasparentes y verdes ó verde amarillentos. El «oli-
\ino» de estructura granular, siendo su color el verde ó verde
amarillo de aceituna; existen algunos ejemplares rojizos de-
bido á la descomposición que han experimentado en contacto
de la atmósfera.
Yacimiento. — Los cristales de Oriente presentan
aristas redondeadas, por lo que se supone que pertenecen á
terrenos de acarreo; las otras variedades se hallan disemina-
das en rocas basálticas ó constituyendo parte de masas me-
teoricas. El olivino es mas común que la crisolita y existe en
pequeñas masas granulares ó en riñones de algún terreno
diseminados en los basaltos ú otras rocas volcánicas. En Es-
pana se encuentra el olivino en varios puntos de las provin-
cias de Gerona, Lérida y Huesca, siendo notable sobre todo
el criadero de Ciudad-Real, donde existe el olivino disemi-
nado en una roca basáltica.
USOS. Los ejemplares de crisolita trasparentes y de al-
guna magnitud se emplean en la joyería como piedra fina;
pero es poco estimada á causa de su escasa dureza.
TURMALINA — sílico-borato de alumina y otras bases
variables que pueden ser la «cal, óxido de hierro, de
manganeso, potasa, sosa y fitina.»
CARACTERES. — Esta especie mineralógica se la cono-
ce también con los nombres de «chorlo negro, indicolita y
rubelita.» Cristaliza en prismas de seis á nueve caras, corres-
pondientes al sistema romboédrico; fractura concoidea, ofre-
ciendo casi siempre un corte triangular: su color puede ser
el negro, rojo, verde, azul, moreno y rara vez incolora y lím-
pida; raya al cuarzo y se deja rayar por el topacio, siendo su
peso específico de 3,3. La turmalina, como se dijo al hablar
de los caracteres en general, adquiere mediante el calor la
electricidad polar. Ciertas variedades de esta especie se fun-
den con mas ó menos dificultad, según su composición, en
una escoria negruzca ó agrisada, ó bien en esmalte blanco ó
coloreado y mas ó menos ampolloso; otras son completamente
infusibles ó fusibles á lo mas en los bordes, habiendo nece-
sidad de verificar el ensayo sobre agujas muy finas ó láminas
delgadas; en este caso se encuentran las turmalinas que con-
tienen fitina; aquellas otras en cuya composición entra la
magnesia, se funden fácilmente aumentando al propio tiem-
po de volumen. Si sobre el hilo de platino se funden las
turmalinas con partes iguales de espato flúor y de bi sulfato
potásico, se reconocerá la presencia del ácido bórico por la
propiedad que tiene de dar un color verde á la llama del so-
plete.
COMPOSICION EN PESO
Rubelita de Rosena Chorlo negro de Baviera
Sílice. . •
lAleido bórico. . . .
Alumina
Oxido de hierro. . .
Oxido de manganeso
Cal
Magnesia
Potasa y sosa. . . .
Litma. . . . . .
43U2
5.74
36,43
»
6,32
1,20
»
2,41
2,04
35.43
4,02
34,75
17.44
1,89
»
4,68
2,23
»
Esta composición tan complicada é incierta contribuye á
que no pueda darse una fórmula atómica clara y sencilla; no
obstante, en esta composición existen dos grupos esencia-
les: i.° sílico-borato-aluminoso, 2.0 sílico-borato de base
simple, que pueden representarse por las fórmulas si-
guientes :
ABO3 (SiO3, B203)+60 (SiO2, B303)4-60 (Si03B203)
En esta fórmula, 60, representa los protóxidos de hierro,
de manganeso, de magnesio, potasio, sodio, etc.
Variedades. — Haüy describe diez y nueve varieda-
des diferentes, siendo todas ellas cristales prolongados apun-
tados; la mayoría de estos cristales son trasparentes en el
sentido de su espesor, y opacos en el de su longitud ; se co-
nocen además las variedades cilindroideas que, agrupándose
con frecuencia, dan origen á masas bacilares ó á reunión de
cristales entrecruzados; la variedad acicular, compuesta de
agujas mas ó menos finas, dispuestas en hacecillos ó radia-
das. Teniendo en cuenta el color se pueden formar las varie-
dades siguientes: i.a Turmalina incolora ó blanca, variedad
bastante rara y que se encuentra en la dolomia de San Go-
tardo y en un granito de la isla de Elba; 2.a Turmalina ó
CORDIERITA
95
chorlo negro: esta variedad es la mas común de todas y se
contunde con cristales del anfibol negro y del piroxeno auji-
to, pero se distinguen desde luego por las virtudes eléctricas
de la turmalina; las variedades negras contienen grande can-
tidad de óxido de hierro; 3.a Turmalina amarilla, de un ama-
rillo pardusco ó amarillo de topacio; 4.a Turmalina verde,
que pueden ser de un verde amarillo, como las de Ceilan,
verde de yerba las de San Gotardo, verde claro las del Bra-
sil, denominadas por los lapidarios «esmeraldas del Brasil»;
5.a I urmalina azul ó indicolita; se presenta en prismas cilin-
droideos, en agujas radiadas ó dispuestas en hacecillos,
siendo su color dominante el azul índigo; 6.a Turmalina roja
ó rubelita, llamada también siberita y apira, cuyo nombre es
debido á su poca ó ninguna fusibilidad; se halla esta varie-
dad en cristales cilindroideos ó en masas aciculares. Por
último, algunos mineralogistas, teniendo presente los dife-
rentes álcalis que entran en la composición de las turmali-
nas, han constituido tres grupos principales, á saber: potasí-
feras, sodíferas y litiníferas. Las variedades incoloras, negras
y amarillas carecen de litina, mientras que contienen esta
base las azules, rojas y verde- intenso.
YACIMIENTO. — Se encuentran las turmalinas engasta-
das en rocas micáceas, talcosas, en filones de cuarzo y feld-
espato, y asociadas á ciertos granitos y dolomía de San
Gotardo. Los cristales de Ceilan y del Brasil se hallan en
terrenos de aluvión, resultado de la descomposición de di-
versas rocas metamórficas. Existen también turmalinas blan-
cas en San Gotardo é isla de Elba; las amarillas en los Esta-
dos-Unidos y Ceilan; las verdes en Brasil, Estados Unidos,
Ceilan y otros puntos; las azules en Suecia y Estados-Unidos;
y las rojas en Siberia, Moravia y Montes Urales. En España se
hallan turmalinas en diferentes sitios de la cordillera de Gua-
darrama, tales como La Cabrera, Venturada, Cabanillas de
la Sierra, etc.; en Coll de Alforja (Tarragona), Valencia de
Alcántara (Cáceres) y en la Sierra de Buitrago, donde se
han encontrado cristales incoloros de gran tamaño.
USOS. — Las turmalinas azules y verdes, denominadas
zafiros y esmeraldas del Brasil, se emplean en la joyería como
piedras finas, aunque nunca llegan á adquirir precios eleva-
dos; la rubelita ó variedades rojas de Siberia y del Brasil se
tallan también y se confunden con el rubí oriental, distin-
guiéndose, no obstante, por el mayor peso específico de este
último; las negras ó de colores oscuros se destinan para el
estudio de la polarización eléctrica y para observar el fenó-
meno de la doble refracción.
AXINItI O PIEDRA DE HACHA — sílico-borato de
ALUMINA Y BASES VARIABLES DE OXIDOS DE HIERRO,
DE MANGANESO, CALCIO, ETC.
Caracteres. — La axinita ó piedra de hacha, llamada
además chorlo violado, ofrece por forma primitiva un pris-
ma romboidal oblicuo no simétrico perteneciente al sexto
sistema; su fractura es vitrea, color violado ó verde, siendo
trasparentes los ejemplares que presentan el primero de estos
colores, y opacos los del segundo; su dureza es idéntica á la
del cuarzo é inferior á la del topacio, estando representado
su peso específico por 3,3; por la acción del calor desarrolla
la electricidad polar, cuyos dos ejes eléctricos no se cruzan
en el centro del cristal, ni coinciden tampoco con los ejes
cristalográficos. Se funde al soplete en un vidrio ampolloso
y de color verde oscuro; mediante un fundente produce los
reactivos del hierro y del manganeso; calentada y mezclada
en partes iguales con el espato flúor y el bisulfato de potasa,
comunica un color verde á la llama del soplete; insoluble
en los ácidos, pero si se funde y se la reduce á polvo, forma
una gelatina cuando se la trata por el ácido hidroclórico.
COMPOSICION EN PESO
ónice 44>57
Alumina. 16,37
Acido bórico 4,30
Oxido férrico <^67
Oxido mangánico . . 2,91
Cal. 20,19
Magnesia ^73
Composición sumamente complicada y variable, que da
por resultado la siguiente fórmula general:
mbO, Si02TnbO, B203 hpb203, SiO2
VARIEDADES. — Se presenta en cristales estriados y con
bordes cortantes, de cuyo carácter se valió Haüy para dar á
la especie el nombre de axinita ( axine , hacha); esta especie
mineralógica, junto con la distena, albita y sulfato de cobre,
representan los mejores tipos de cristales del sexto sistema. „
YACIMIENTO. — Se encuentra en los terrenos de cris-
talización, y se halla implantada en filones de cuarzo ó rocas
anfibólicas; existe cubriendo los filones de estaño de Cor-
nouailles (Inglaterra), en el departamento del Isére (Fran-
cia), San Gotardo, Vosgos, Pirineos, Delfinado, Thum (Sajo-
rna) y otros diversos puntos.
USOS. — La axinita es susceptible de adquirir por el pu-
limento un brillo bastante vivo é idéntico al de muchas
piedras finas; algunos de sus cristales ofrecen una trasparen-
cia casi completa; cuando se tallan resultan piedras bri-
llantes que se parecen á los granates, circones y rubíes; sin
embargo, los joyeros no la usan á causa de su color poco
agradable.
CORDIERITA (mineral dedicado á Cordier) — silicato
DE alumina, de magnesia y de hierro — Fórmula quí-
mica: 3 ALO3, Si02-l-(Mg0,Fe0)3(Si02)2
CARACTÉRES. — Esta sustancia, llamada también zafiro
de agua, dicroita, peliora y lazulita de España, ofrece los
siguientes caractéres: su forma primitiva es un prisma exa-
gonal regular perteneciente al tercer sistema; fractura vitrea
y concoidea, lustre vitreo, trasparente y alguna vez incoloro,
pero, por lo común, de color azul, morado, amarillo, more-
no, etc.; las variedades trasparentes de la isla de Ceilan, de-
nominadas zafiros de agua, y la iolita ó lazulita de España,
presentan, según la dirección en que se observan, dos colo-
res distintos; azul violado, si se las mira en dirección del
eje cristalino; amarillento, si en dirección trasversal. Cordier
cita estas variedades como uno de los ejemplos mas nota-
bles, no solo de dicroismo, sino de policroismo; con efecto,
si se examinan los cristales indicados en la dirección de sus
tres ejes rectangulares, se verán tres colores diversos, á saber:
azul-morado, gris-azulado y gris mas ó menos amarillento.
La dureza de la cordierita es idéntica á la del cuarzo é infe-
rior á la del topacio, siendo su peso especifico de 2,5. Por
medio del soplete se funde, con gran dificultad en los bor-
des, en un vidrio ó esmalte de color gris ligeramente ver-
doso; insoluble ó poco soluble en los ácidos.
COMPOSICION EN PESO
Sílice. 48,35
Alumina. 31,71
Magnesia 10,16
Oxido de hierro 8,32
Oxido de manganeso. . . 0,33
98,87
CUARZOS
96
VARIEDADES. — La cordierita exagonal, 6 sean pris-
mas de seis caras mas ó menos modificados mediante torn-
eaduras en las aristas. La variedad en masas de aspecto vi-
treo, llamadas peliom por Werner.
YACIMIENTO.— Las variedades de cordierita, de un
azul oscuro, se hallan unidas á la leberquisa, y diseminadas
en varias pizarras, en Bodemmais (Baviera); el zafiro de agua
y los ejemplares de colores claros se encuentran en Ceilan,
Finlandia, Groenlandia, Francia, etc. La llamada lazulita ó
iolita de España, existe diseminada en las traquitas del cabo
de Gata (Almería) y en una diorita metamórfica, abundante
en mica y granates, en Granatillo, próximo á Nijar.
USOS. — Las cordieritas de colores azules, con especiali-
dad las de Ceilan, que son esencialmente dicroitas, se em-
plean en la joyería con el nombre de zafiros de agua.
SUB-CLASE SEGUNDA— TIERRAS Y PIEDRAS
SILÍCEAS
CARACTERES. — Comprende esta sub clase minerales
constituidos por la sílice libre ó combinada con una ó varias
bases alcalinas ó alcalino-térreas : su aspecto es lapídeo, vi-
treo ó terroso. La dureza, por lo general, inferior á la de las
piedras finas, hallándose comprendidas bajo este punto de
vista entre el numero 1, representado por el talco, y el 7
ocupado por el cuarzo. Su peso específico, por lo común, es
de 2 á 4. Todas las especies mineralógicas incluidas en este
grupo son irreductibles á metal por la acción del calor. Pue-
den dividirse las tierras y piedras en las siguientes familias:
i.a cuarzosas; 2.a feldespáticas; 3.acoceolitas;4.aceolitas; 5.a
prismáticas; 6.a anfibólicas; 7.a micas; 8.a talcosas, y 9.a ter-
rosas.
Los minerales de este grupo por su dureza, aspecto y lus-
tre, que es con frecuencia vitreo, tienen grande analogía con
las piedras finas que acabamos de describir. En realidad esta
familia no comprende mas que una sola especie, el cuarzo.
CUARZO — sílice ó ácido silícico — Fórmula
química SiO2
El cuarzo es uno de los minerales mas abundantes y co-
munes; tiene mas importancia bajo el punto de vista mine-
ralógico que la misma caliza, siendo también susceptible de
tantas ó mayor número de aplicaciones que esta. El cuarzo
comprende variedades tan numerosas y distintas que ha sido
necesario subdividirle en diversas secciones ó sub-especies.
El célebre mineralogista Haüy formó dos sub especies, á sa-
ber: sílice anhidra y sílice hidratada; otros mineralogistas
han establecido las divisiones siguientes: i.a cuarzo cristali-
zado; 2.a cuarzo compacto ó cuarcita; 3.a cuarzo ágata ó cal-
cedonia; 4.a cuarzo silex ó pedernal; 5.a cuarzo jaspe, y 6.a
cuarzo resinita ú ópalo. Nosotros, siguiendo las ideas de De-
laffosse, dividiremos el cuarzo en los cuatro grupos siguien-
tes: i.° cuarzo cristalizado; 2.0 ágata; 3.0 jaspe; 4.0 ópalo ó
cuarzo resinita. Prescindimos, por lo tanto, de la cuarcita,
cuyo estudio corresponde á la Geología, y reunimos el pe-
dernal á las ágatas.
Las propiedades generales de estos cuatro grupos son:
rayar el vidrio y feldespato (menos el ópalo) y dejarse rayar
por el topacio; su densidad relativa está representada por
2,1 á 2,8; infusibles al soplete é insolubles en los ácidos hi-
droclórico, sulfúrico y nítrico.
primer grupo — Cuarzo cristalizado
SILICE ANHIDRA — Fórmula química SiO3
CARACTÉRES. — Su forma primitiva es un romboedro
de 94o 15', correspondiente al cuarto sistema, siendo, sin em-
bargo, las formas mas comunes prismas exagonales apuntados
por pirámides exaedras, y dodecaedros bipiramidales: fractura
vitrea y concoidea, siendo en algunos casos ondulada y es-
triada; lustre vitreo y con un ligero matiz grasiento en algu-
nos ejemplares: su dureza es típica, supuesto que ocupa el
número 7 de la escala relativa de Mohs; raya al vidrio y
cristal y se raya por el topacio y casi todas las piedras pre-
ciosas; adquiere la electricidad positiva por medio del frote,
carácter que conserva por muy poco tiempo ; si en la oscu-
ridad se percuten entre sí dos fragmentos de cuarzo, desar-
rollan ráfagas luminosas, dando al propio tiempo un olor
bituminoso mas ó menos pronunciado; la densidad relativa
del cuarzo es 2,65. Infusible por sí solo á la llama del sople-
te ordinario; pero, según M. Gaudin, se funde, y aun se
volatiliza, al dardo producido en la llama de alcohol por una
corriente de oxígeno puro ; en este caso se funde en un líqui-
do viscoso, que puede estirarse, á semejanza del vidrio, en
hilos muy finos y resistentes; el cuarzo fundido se volatiliza
á una temperatura poco mas elevada que la de su punto de
fusión ; si se calienta el cuarzo con una corta cantidad de
carbonato sódico, se funde en un vidrio claro, que es mas
ó menos soluble en los ácidos nítrico é hidroclórico ; en con-
diciones normales es inatacable por todos los ácidos, excep-
to por el hidrofluórico, que como se ha indicado, tiene la
propiedad de corroer el vidrio y cristal.
M POSICION EN PESO
Silicio.
5L96
48,04
100,00
VARIEDADES. — Los romboedros ó formas primitivas
son sumamente raros; se citan, sin embargo, en Minas-Ge-
raes (Brasil) y en una isla del lago Onega (Rusia): son, por
el contrario, muy comunes las variedades cristalizadas en
prismas exagonales, terminados por uno y otro extremo en
una pirámide exaedra, ofreciendo las caras del prisma estrías
trasversas, carácter muy bueno para distinguir el cuarzo
cristalizado de algunas especies con quienes se confunde á
primera vista. En muchos ejemplares desaparece la parte
prismática, y en este caso se reúnen las pirámides de los ex-
tremos constituyendo la variedad dodecaedros triangulares,
resultado de la unión de las citadas pirámides exagonales.
Además de estas dos variedades existen otras muchas, cuya
descripción la creemos ajena de una obra de esta índole.
Pueden formarse también variedades, teniendo en cuenta la
estructura y formas accidentales; así, por ejemplo, se cono-
cen entre otras las siguientes: en cantos rodados, llamada
entre nosotros de diamantes de San Isidro; la esferoidal,
que se presenta en bolas cuya superficie está erizada de pun-
tas cristalinas, el cuarzo estalactítico, el incrustante, el geó-
dico, seudomórfico, laminar, granudo y la variedad reducida
á pequeños fragmentos, constituyendo las llamadas arenas.
Además de las variedades indicadas, existen otras muchas
fundadas en la coloración, siendo las mas importantes y co-
munes las siguientes: i.a cuarzo completamente incoloro,
trasparente y límpido, cristal de roca , 2.a morado mas ó me-
nos uniforme, color debido al óxido de manganeso, cuarzo
amatista ó simplemente amatista; 3.a sonrosado con un li-
SÍLICE
gero matiz lechoso y teñido por el óxido de titano ó de man-
ganeso, rubí ' de Bohemia; 4.a amarillo y traslúcido, debiendo
su color al óxido férrico hidratado, falso topacio ó topacio de
Bohemia, del Brasil ó de Hinojosa; 5.a rojo y opaco, teñido
por el óxido férrico, jacinto de Compostela; 6.a negro ó mas
ó menos pardo, debido á sustancias carbonosas, cuarzo ahu-
mado o negro. Por ultimo, se constituyen también variedades
atendiendo á los diversos minerales que se encuentran en
su interior, tales como la actinota, epidota, rutilo, asbesto,
amianto, etc., comunicando este ultimo cuerpo al cuarzo la
propiedad cambiante si se le talla en cabujón; esta variedad
se la designa con el nombre de ojo de gato. Se llama Venlu-
rina natural , si la materia contenida en el cuarzo es la mi-
ca. La \ enturbia ofrece un color rojizo, opaco y con puntos
brillantes. Se denomina cuarzo aeroidro á ciertos ejemplares
que contienen en su interior burbujas de aire ó de un líqui-
do tormado de agua y de una sustancia aceitosa.
YACIMIENTO. El cuarzo existe en la naturaleza de
dos modos diferentes; á saber: i.° cristalizado ó de estruc-
tura cristalina en las rocas ígneas ó neptúnicas, abundando,
no obstante, mucho mas en las primeras que en las segun-
das; estos cristales y granos conservan sus formas y posicio-
nes primitivas; 2.- en fragmentos, arenas, cantos erráticos,
guijarros, chinas, etc.; estas formas y otras varias se hallan
casi siempre fuera de su primer criadero, puesto que sien-
do con frecuencia de origen ígneo se encuentran en los ter-
renos de sedimento y especialmente en los de trasporte ó
aluvión.
El cuarzo cristalizado ó de estructura cristalina entra en
la composición de muchas rocas hidrotermales é ígneas; for-
ma parte esencial del granito ó piedra berroqueña, de la
sienita, pegmatita, protogina, de ciertos pórfidos, siendo raro
en las traquitas y basaltos; puede considerarse también co-
mo elemento esencial, en los gneis, caliza sacaroidea, etc.
El cuarzo compacto ó de estructura cristalina constituye
rocas por sí solo, como la «cuarcita y las areniscas;» algunas
\ cees forma filones de gran potencia, que, mediante la dila-
tación que han experimentado en ciertos puntos, han origi-
nado cavidades tapizadas posteriormente por cristales nota-
bles por su tamaño y trasparencia. Por último, existe el
cuarzo cristalizado, ó de estructura cristalina, en ciertos
filones metálicos, asociado, por lo común, con la fluorina,
caliza, baritina, blenda, galena, pirita de hierro y otros mine-
rales.
El cuarzo en su segundo modo de manifestarse, corres-
ponde esencialmente á los terrenos de sedimento, en los
cuales se presenta en forma de pudingas, guijarros, chinas,
grava, etc.; ó bien constituye las arenas y las areniscas; estas
dos últimas forman depósitos considerables en casi toda
la serie neptúnica, ó sea desde los terrenos primarios has-
ta los terrenos de acarreo ó de aluvión modernos: buena
prueba de ello son las arenas de las playas de los mares, las
estepas de la parte septentrional de Europa y Asia, los are-
nales de los desiertos de la Arabia, cercanías de Madrid
etcétera.
Los magníficos ejemplares de cristal de roca que sirven
de estudio y de adorno en las colecciones mineralógicas,
proceden del Delfinado, San Gotardo, Madagascar, Estados
Unidos y Brasil; la variedad que hemos llamado «rubí de
Bohemia,» se encuentra en Rabenstein (Baviera) Cork (Ir-
landa), en varios puntos de los Alpes, cercanías de Alencon
(1* ranaa), etc.; las mejores «amatistas» proceden del Brasil,
Cedan, biberia, Auvernia (Francia), Oberstein (Palatinado)
y otros puntos; el «cuarzo amarillo ó falso topacio» existe
principalmente en Bohemia y Brasil; el ahumado y negro
se hallan en Alencon, Alpes, Siberia, Delfinado, etc. La va-
Tomo IX
riedad «ojo de gato» procede de las costas del Malabar; el
«cuarzo antibélico ó cuarzo prasio,» que es de un color
verde oscuro y de lustre craso, se halla en Sajonia y Bohe-
mia.
En España se encuentran hermosos ejemplares de «cris-
tal de roca» en los Pirineos, Sierra de Guadarrama, Mallor-
ca y Asturias, el «cuarzo amarillo» se explota en Hinojosa
del Duero, Villasbuenas, Vitigudino (Salamanca), variedad
que se conoce en el comercio con el nombre de topacio de
Salamanca; la «amatista» en Monseny (Cataluña), Cabo de
Gata (Almería), Mallorca, Hinojosa de Córdoba,’ Oropesa
( Toledo), y en diversas localidades de Galicia y Aragón ; el
jacinto de Compostela en Villatoya (Albacete), Ana (Valen-
cia), Caldas de Priorio (Asturias) y otros puntos: la venturi-
na en Horcajuela y en las cercanías de San Fernando (Cor-
dillera de Guadarrama).
USOS.— Las aplicaciones del cuarzo cristalizado han sido
y son numerosas, empleándose muchas de las variedades en
la joyería y ornamentación. Antiguamente se usaba el cristal
de roca para la construcción de arañas ó lámparas, cajas de
bolsillo, grandes copas y vasos, en los cuales se grababan ó
esculpían diversas figuras. La mayor parte de estos objetos
procedían de fábricas que existían en diversos pueblos de los
Alpes; hoy han desaparecido casi todas, á causa de que el
cristal de roca ha sido sustituido por el cristal común ó arti-
ficial, sustancia que, además de ser mas trasparente y lim-
pia, ofrece la ventaja de poderse trabajar con mas facilidad,
sin que por esto deje de estar dotada de una dureza análoga
á la del cristal de roca. Hoy se usa el cristal de roca para la
fabricación de lentes comunes y «micrómetros de doble
imagen.» Los cuarzos «amatista, topacio de Compostela, ojo
de gato,» etc., se emplean como piedras finas, siendo las de
menos valor entre las que circulan en el comercio. La roca
denominada «arenisca ó asperón,» compuesta de granos de
cuarzo cristalizado sobrepuestos unos á otros, ó unidos por
un cimento silíceo calizo ó arcilloso, se destina en la cons-
trucción para formar enlosados ó pavimentos, usándose ade-
más como piedras de molino, piedra de afilar y de filtrar.
Por último, el cuarzo ó la sílice está considerada como
uno de los elementos mineralógicos mas esenciales que for-
man parte de la tierra vegetal, y que mas influencia ejercen
en el desarrollo de ciertas plantas. La sílice es muy conve-
niente y hasta necesaria para las gramíneas, tales como el
trigo, la cebada, el centeno y otros muchos vegetales, cuyo
tallo debe la consistencia que ofrece á dicha sustancia.
Cuando el cuarzo existe en grandes cantidades ó predomina
en las tierras, llámanse estas «arenosas ó silíceas,» que,
como se ha dicho en otro lugar, son poco higroscópicas,
ligeras, permeables y de malas condiciones en los países cá-
lidos que carezcan de. riegos naturales ó artificiales, siendo
también casi estériles en los sitios expuestos a temperaturas
excesivas. Las arenas se emplean en agricultura para mejorar
las tierras fuertes ó arcillosas por cuanto les comunican la
soltura y permeabilidad necesarias.
Segundo grupo— Agata
SÍLICE ANHIDRA — Fórmula química SiO2
En este grupo incluimos no solo el «ágata» propiamente
dicha ó «calcedonia,» sino también el «cuarzo sílex ó pe-
dernal.» Comprende minerales amorfos y de aspecto litoideo,
formados, por lo común, mediante depósitos de sílice en es-
tado gelatinoso: son traslucidas o semi-traslucientes; fractura
concoidea o pizarrosa, nunca vitrea ni resinosa: la dureza
casi siempre inferior á la del cuarzo cristalizado, dando, no
*3
CUARZOS
98
obstante, chispas con el eslabón. Se blanquean y no dan
agua por la elevación de temperatura, siendo infusibles al
soplete é inatacables por los ácidos ordinarios.
Se dividen, como se ha dicho, en dos secciones, á saber:
1. a ágatas finas ó calcedonias, caracterizadas por el lustre
céreo y por la fractura también cérea y astillosa, trasparencia
nebulosa, estando dotadas de colores diversos mas ó menos
intensos; 2.a ágatas bastas ó pedernales caracterizados á su
vez por la fractura concoidea ó lisa, nunca astillosa; traslú-
cidas y de colores menos intensos.
ÁGATAS Ó CALCEDONIAS
CARACTÉRES. — No se hallan cristalizadas, ofreciendo,
por lo común, formas arriñonadas, concrecionadas, estalac-
títicas ó estalagmíticas; algunas veces se presentan en formas
seudo-cristalinas ó seudo-mórficas por incrustación y mol-
deado de cristales de espato flúor, caliza y datolita. La frac-
tura es astillosa, el lustre céreo, siendo semi-trasparentes ó
traslúcidas en toda su masa; dureza superior á la del cuarzo.
Los caractéres químicos son idénticos á los del grupo ante-
rior.
VARIEDADES. — Pueden formarse, teniendo en cuenta
la forma y estructura, diversas variedades, siendo las mas
principales las siguientes: i.a la estalactítica, cilindroidea 6
mamelonar; 2.a la arriñonada; 3.a la gutular; 4.a la denomi-
nada enhídrica que contiene en su interior una cantidad
mas ó menos considerable de agua.
Las ágatas, teniendo presente el color, pueden dividirse
en dos secciones: i.a unicoloras; 2.a versicoloras. Las prime-
ras comprenden las siguientes variedades: i.a Calcedonia
propiamente dicha, ó por excelencia, cuando ofrece color
gris azulado y una trasparencia nebulosa; esta variedad se
presenta casi siempre mamelonar, gutular ó estalactítica.
2. a Sardónice, si tienen color amarillo ó rojo anaranjado.
3. a Cornerina ó cornalina, cuando presentan un color rojo in
tenso. 4.a Crisoprasa, de un verde manzana, color debido al
óxido de níquel, presentando al propio tiempo un lustre que
recuerda el del oro. 5.a Zafirina, si ofrecen un color azul ce-
leste y cristalizan en cubos (forma epigénica tomada del
espato flúor). 6.a Plasma, si presentan un verde de yerba.
7.a Heliotropio, cuando tienen color verde oscuro. 8.a Ca-
chalonga, de un blanco mate y opacas, ofreciendo al propio
tiempo el carácter de apegamiento á la lengua.
Las ágatas versicoloras mas notables y comunes son las si-
guientes : 1 .a Onice, compuesta de fajas alternadas blancas y
negras ó ligeramente azuladas. 2.a Jaspe sanguíneo (en reali-
dad es el heliotropio citado anteriormente). Corresponden
también á esta sección las ágatas musgosas ó arborizadas,
llamadas piedras de Moka, así como aquellas otras varieda-
des que ofrecen partes trasparentes y opacas, y de aspecto
parecido al de los jaspes, por lo que se llaman ágatas jaspes.
Yacimiento. — Las ágatas se encuentran en los terre-
nos primarios, secundarios y aun terciarios, presentándose
con preferencia en los primeros en forma de nódulos ó ri-
ñones huecos y cubiertos ó tapizados de cristales de cuarzo.
Las calcedonias azuladas existen en elOberstein (Palatinado)
é islas de Feroe; la cornalina, sardónice y zafirina proceden
del Japón; la crisoprasa de Silesia; el heliotropio y plasma
de Siberianas ónices y ágatas listadas se hallan en diversos
puntos del Asia, América y aun Europa.
En España se hallan calcedonias en el terreno terciario
de Vallecas (Madrid), Monjuich (Barcelona), Hiende-la-En-
cina (Guadalajara), Cabo de Gata (Almería), Segovia y otros
sitios.
USOS. — Las variedades denominadas sardónice, corne-
rina, jaspe sanguíneo ó heliotropio, ónices, etc., se han
usado, y se destinan en la actualidad, para joyas, sortijas,
camafeos, grabados de sellos, cajas de tabaco, copas, puños
de bastón, etc. La mayor parte de estos objetos proceden de
Idar y Oberstein (Palatinado), donde existen fábricas desti-
nadas á la construcción de estos artículos.
ÁGATAS BASTAS Ó PEDERNALES
CARACTÉRES. — El pedernal, piedra de chispa y pie-
dra de moler, no cristaliza; se presenta, por lo común, en
masas tuberculosas, irregulares, de fractura irregular ó con-
coidea, de colores oscuros, agrisados ó melados, trasluciente
en los bordes y de lustre algo céreo. El pedernal es infusible
é insoluble en los ácidos.
VARIEDADES. — Las principales variedades son: r..n el
pedernal propiamente dicho ó piromaco (de piros, fuego;
maji, combate); se halla en riñones ó masas esferoidales de
color negro, gris ó melado; por medio de la percusión se divi-
de en fragmentos que producen chispas con el eslabón. 2.a El
sílex ó pedernal córneo, opaco, de fractura casi lisa y de as-
pecto análogo al del cuerno, siendo su estructura mas basta
que la del pedernal, menos frágil que este y de color gris,
moreno ó verdoso. 3.a La moleña ó piedra de molino, se
presenta en masas de estructura celular ó careada, fractura
lisa y de color blanco lechoso, amarillento ó mas ó menos
rojizo azulado y sin brillo. 4.a El sílex nectico, en nódulos
de color blanco ó agrisado, de fractura terrosa y muy ligero,
hasta el punto de flotar por algunos momentos cuando se le
echa en el agua, sumergiéndose á poco tiempo á causa de la
imbibición. 5.a Sílex terroso ó pulverulento, se presenta unas
veces en polvo de color blanquecino ó agrisado y áspero al
tacto en el interior de ciertas geodas de sílice y de otros
minerales, constituyendo grandes depósitos ó capas estratifi-
cadas en los terrenos de sedimento. Dichas capas están for-
madas de partículas de sílice impalpable, y cada una de ellas
no es mas que la reunión de caparazones de animales infu-
sorios que segregan la sílice, habiéndose encontrado en el
sílex pulverulento ó trípoli de Billin (Bohemia) mas de 23 mi-
llones de individuos en una línea cúbica. 6.a El sílex jiloideo
ó madera petrificada, variedad que ofrece una estructura
fibrosa parecida á la de las plantas; esta variedad presenta
un lustre análogo al del ópalo ó cuarzo resinita, por cuya
razón algunos mineralogistas la estudian en esta última
sección.
YACIMIENTO. — El pedernal existe en nódulos ó riño-
nes en los terrenos terciarios y secundarios, correspondiendo
la moleña á los primeros, asi como el cuarzo nectico suele
encontrarse en ciertas margas de agua dulce en París, y el
pulverulento en terrenos neptúnicos.
En España se halla el pedernal en V allecas y Yicálvaro
(Madrid), Málaga, Granada, Cáceres, etc. : y la piedra moleña
en Cabañas (provincia de Toledo), acompañando á la mag-
nesita que oportunamente daremos á conocer.
USOS. — Se emplea el pedernal para el empedrado de las
calles y caminos, construcción de cercas, tapias y piedras de
chispas; reducido á polvo entra en la fabricación de varias
pastas de alfarería y loza común. Los pueblos antiguos (tiem-
pos prehistóricos) se servían muy á menudo de esta piedra
para la construcción de varios objetos y armas de guerra,
como lo prueban los cuchillos, hachas, dardos, flechas, ma-
zas, etc., que se han encontrado y se hallan á cada paso en
los terrenos cuaternarios y en otros yacimientos.
JASPES
Algunos mineralogistas creen que el jaspe no es mas que
ÓRTOSA
99
una especie de ágata ó pedernal metamórfico, ó bien el
mismo pedernal teñido por materias carbonosas, óxidos me-
tálicos ú otras sustancias minerales.
CaractéRES. — Se presentan los jaspes en masas
amorfas, de fractura compacta, de colores vivos y variados,
tales como el rojo y amarillo debidos al óxido férrico anhidro
y al hidratado; verde, cuya coloración la producen la clorita,
la dialaga, la epidota ú otros minerales que ofrecen este color,
y negro, comunicado por una sustancia carbonosa. Uno de
los caractéres mas importantes de los jaspes es su opacidad
completa, aun reducidos á láminas muy delgadas.
Variedades de color. — Las principales varieda-
des que se conocen son: i.a jaspe sanguíneo, de color rojo
mas ó menos intenso; 2.* jaspe de Egisto, pardo-rojizo, con
zonas irregulares y arborizaciones; 3.a jaspe amarillo, con
vetas blancas, rojas ó pardas; 4.a piedra de Lidia ó de toque,
color negro debido á materias carbonosas: algunos 'conside-
crito además en las ágatas; 10.a geiseritao cuarzo termógeno,
incrustaciones terrosas ó pulverulentas que se forman en las
cercanías de los geiseres.
La randinita, glossecolita y micaelita no son mas que
simples variedades de ópalo, compuestas, del mismo modo
que éste, de ácido silícico y agua.
Yacimiento — Las variedades llamadas ópalo noble,
girasol, de México, etc, se hallan esencialmente en terrenos
volcánicos y metamórficos: las demás variedades abundan
también en formaciones volcánicas.
USOS. — El ópalo noble y girasol que proceden de Hun-
gría ó de las islas Canarias, y el ópalo de fuego de Zimapan
(México), se emplean como piedras finas de gran valor, sien-
do en la actualidad muy estimadas y de moda; las variedades
comunes se destinaban antes y aun hoy para la construcción
de tapias, cercas, etc.
ran esta variedad como una pizarra silícea. Las demás que
se establecen en el jaspe, no son mas que rocas silíceas de
sedimento, las cuales, por el metamorfismo, han adquirido
dureza y consistencia.
Yacimiento. — Hállanse los jaspes en los terrenos
primarios ó paleozoicos, en muchas formaciones neptúnicas
y especialmente en las metamórficas y volcánicas. Existen
canteras de estas piedras en Siberia, Italia, Suiza, etc. En
España se encuentran jaspes en las cercanías de Córdoba,
Monjuich, Canillas, Aceituno (Málaga), Cabo de Gata (Al-
mería); la piedra de Lidia en Vallecas (Madrid), Valdefuen-
tes y 1 orre de Santa María (Cáceres) y Alcudia (Mancha).
USOS. — Se emplean los jaspes para tableros de mesa,
pedestales, mosaicos y demás objetos de arquitectura y es-
cultura.
ÓPALO Ó CUARZO RESINITA-sílice hidratada—
Fórmula química S¡03+ HO
Caracteres. — El ópalo no cristaliza; se presenta en
masas irregulares arriñonadas ó estalac tilicas de lustre resi-
noso, fractura concoidea mas bien que astillosa, siendo su
dureza inferior á la del cuarzo y feldespato; su peso especí-
fico es de 2,1 á 2,2. Contiene siempre de un 5 á un 15 por
100 de agua, la cual no solo influye en su inferior dureza,
sino en su menor tenacidad y peso específico. Puesto un frag-
mento de ópalo en el tubo de ensayo da agua por la eleva-
ción de temperatura; algunos ejemplares tienen la particula-
ridad de desmoronarse al contacto'del aire.
Variedades. — Las principales variedades de este mi-
neral pueden reducirse á las siguientes: i.a Ópalo noble, de
pasta muy fina, brillo lechoso, traslúcido y con reflejos iri-
santes muy intensos; 2.a ópalo de fuego ó de México, pre-
senta una coloración unilorme de un rojo de jacinto y refle-
jos amarillos; 3.a ópalo girasol, de lustre lechoso, tintas azu-
ladas ó amarillas de oro é irisación mas viva que en el noble;
4. 1 semi-opalo, opaco, lustre resinoso, grano grueso y sin
irisaciones; 5.a ópalo hidrófano, subvariedad de la anterior,
blanco ó amarillo, poroso, opaco en contacto del aire, con-
virtiéndose en traslúcido si se le sumerge en el agua por
algún tiempo; 6.a cuarzo resinita ú ópalo común, opaco,
brillo resinoso muy pronunciado y de color negruzco ó rojo
oscuro; 7.a hialita y fiorita, pequeñas concreciones ó per-
las vitreas incoloras, hialinas y de lustre idéntico al de la
goma arábiga blanca; 8.a ópalo melinita, formas arriñona-
das ó tuberculosas, de estructura compacta, opacas y de colo-
res bastante oscuros; 9.a ópalo leñoso, de estructura fibrosa,
análoga á la de la madera, no siendo en realidad mas que
un ópalo seudomórfico ó epigénico; esta variedad se ha des-
FAMILIA—FELDESPÁTICAS
Caractéres. — La generalidad de las especies com-
prendidas en esta familia, se distinguen por los siguientes
atributos: son silicatos dobles de alumina y de una ó mas
bases alcalinas ó alcalino- térreas; cristalizan en formas deri-
vadas del quinto ó sexto sistema cristalino de Dufrenoy;
rayan al vidrio y fosforita y se dejan rayar por el cuarzo: su
peso específico oscila entre 2,5 y 3; se funden con mas ó
menos dificultad al soplete, ya sean solas, ya mezcladas con
algún reactivo; su fusibilidad aumenta en razón directa del
número de las bases. Puede dividirse esta familia en dos
secciones principales, á saber: 1.' feldespatos por excelencia
ó propiamente dichos: 2.* minerales feldespáticos.
SECCION PRIMERA-FELDESPATOS PROPIA-
MENTE DICHOS
caracteres GENERALES.— Minerales compues-
tos de un silicato de alumina en unión con otro silicato que
puede ser de base de potasa, sosa ó cal: la forma primitiva
es un prisma oblicuo exfoliable en dos direcciones, una fácil
de efectuar en sentido paralelo á la base del prisma, otra
menos señalada, formando con la primera un ángulo obtuso.
Siguiéndolas ideas de Leyraerie y otros mineralogistas
actuales, dividiremos la sección de los feldespatos en dos
grupos diferentes: i.° feldespatos órticos (orzós, recto); 2/' fel-
despatos clínicos ( clitio , yo inclino), según que el ángulo
formado por las exfoliaciones sea recto ú oblicuo. A la pri-
mera división corresponden las especies denominadas ortosa
y riacolita, y á la segunda la albita, oligoclasa, andesina,
labradorita y saussurita.
FELDESPATOS ÓRTICOS
ORTOSA — SILICATO DE ALUMINA Y SILICATO DE POTASA
— Fórmula química ALO3, 3SÍO + KO, SiO2
Caractéres. — El feldespato ortosa, conocido tam-
bién con los nombres de adularía, petuncé, feldespato fusi-
ble, etc., ofrece por forma primitiva un prisma romboidal
oblicuo, correspondiente al quinto sistema; lustre vitreo ó
lapídeo, trasparente, traslúcido y opaco; incoloro ó de un
color blanco-agrisado, rojo de carne ó de ladrillo, verde
oscuro y verde claro; ocupa el número 6 en la escala relativa
de Mohs, rayando por consiguiente á la fosforita y dejándose
rayar por el cuarzo; su peso específico es de 2,5 á 2,8. Por
medio del soplete se funde en los bordes, aunque con difi-
cultad, en un esmalte blanco; mezclado con el bórax se fun-
de en un vidrio trasparente, y con la sal de fósforo produce
loo
FELDESPATOS
la sílice gelatinosa, insoluble en los ácidos y demás reacti-
vos. Expuesto por mas órnenos tiempo á la acción lenta
del agua y ácido carbónico se descompone, dando origen á
una sustancia arcillosa que es el célebre Kaolín ó sea un
silicato de alumina hidratado.
COMPOSICION DE LA VARIEDAD LLAMADA ADULARIA
Sílice 65,69
Alumina 17,97
Potasa. . . 13,99
Sosa.. A . l.l 1,01
100,00
Esta composición indica que el feldespato ortosa está
constituido esencialmente por un silicato de alumina y de
potasa; pero parte de esta última base puede ser constituida
por la sosa, cuya proporción llega en algunos ejemplares
hasta el 7 por 100, y también por pequeñas cantidades de
óxido de calcio.
Variedades de forma y de estructura.
— i.a Cristalizado en prismas romboidales, por lo común
modificados en sus aristas y ángulos sólidos, formando cris-
tales maclados y hemitropiados. 2.a Globular, en pequeños
esferoides ó en masas esféricas considerables, supuesto que
algunas llegan á tener de 6 á 8 centímetros de diáme-
tro. 3.a Laminar, de grandes ó pequeñas láminas traslúcidas
ú opacas y de color amarillo ó blanquizco. 4.a Granuda ó sa-
caroidea, variedad que además de su estructura caracterís-
tica, suele ser en algunos casos mas ó menos pizarrosa.
5.a Compacta ó petrosilex: tiene fractura astillosa ó cérea, y
de aspecto muy análogo al de las ágatas, jaspes ó peder-
nales, de cuyos minerales se distingue, porque tiene la pro-
piedad de fundirse en un esmalte blanco; por esta razón se
le ha denominado feldespato ú horstein fusible. En realidad
esta variedad no solo debe referirse al ortosa, sino que
también puede estudiarse al lado de la albita y la oligo-
clasa. 6.a 1 errosa, ó kaolín, se presenta en masas blancas,
deleznables, mas ó menos ásperas al tacto.
Variedades de color. — Además de las varieda-
des citadas, existen otras, basadas principalmente en la di-
versa coloración y brillo; á saber: i.a Adularía, trasparente,
incolora y de lustre vitreo. 2.a Feldespato anacarado ó piedra
de Luna, de aspecto lechoso, lustre nacarado y cambio de
colores. 3.a Piedra de Sol ó feldespato aventurinado, de co-
lor mas o menos amarillo y con reflejos dorados, debidos á
las minas de mica. 4.a Ortosa ó feldespato opalizante, de un
color gris oscuro y con reflejos irisantes análogos á los de
ciertos ejemplares de labradorita. 5.a Ortosa común, com-
prende todos los ejemplares opacos, traslúcidos y de colores
bajos ó poco intensos, siendo los mas frecuentes el blanco,
verde oscuro y rojo de carne ó de ladrillo. 6.a Piedra de las
amazonas, laminar y de color verde claro. 7.a Feldespato ú
ortosa vitreo, variedad que se encuentra formando parte de
las rocas traquíticas y volcánicas; ofrece un lustre vitreo es-
pecial, algo áspero al tacto, frágil y por lo común, incoloro.
Yacimiento. — Puede asegurarse que el feldespato
ortosa y el cuarzo forman la mayor parte de la corteza de
nuestro globo, siendo una y otra especie mineralógica, como
se ha dicho, los dos elementos mas importantes de las rocas
cristalinas antiguas y modernas. El ortosa constituye por sí
solo capas de estructura granuda ó compacta y de mas ó
menos espesor en medio de los gneis; la roca leptinita y aun
la pegmatita puede decirse que están formadas por este feld-
espato; unido con el cuarzo y la mica constituye los gra-
nitos comunes ó granitos tipos; con el cuarzo y el anfibol, la
roca denominada sienita; con el mismo cuarzo y el talco, la
protogina; unida á la mica forma los gneis; entra también
como elemento esencial de otras varias rocas, cuya descrip-
ción puede verse en la parte geológica. La variedad que
hemos denominado petrosilex constituye la base de los pór-
fidos, los cuales contienen en su masa cristales diseminados
de ortosa, particularidad que se observa además en ciertos
granitos, sienitas, etc.
En España se encuentra el feldespato ortosa en cristales
aislados ó en unión con otros minerales constituyendo rocas,
en los Pirineos de Gerona, Huesca y Navarra, en toda la
cordillera del Guadarrama y diversas localidades de las pro-
vincias de Cáceres, Córdoba, Badajoz, Teruel, Valencia,
Galicia, etc. Según opinión del inspector de minas, Naranjo,
la roca pegmatítica que atraviesa el gneis del canal de Ca-
barrús (Sierra de Guadarrama), da origen por su descomposi-
ción, á grandes cantidades de kaolín ó tierra de porcelana,
que sirvió en otro tiempo para la fabricación de loza de la
Moncloa (Madrid). En el pueblo de Yaldemorillo (Madrid),
existe también una pegmatita descompuesta, que se emplea
no solo para la fabricación de la porcelana, sino para la de
ladrillos refractarios. El kaolín que se usa en la fábrica de
Sargadelos (Galicia) procede del pueblo cercano de Burela;
el de la notable fábrica de Pikman en Sevilla, de Sierra
Morena (1).
USOS. — Esta piedra se emplea en joyería cuando afecta
cierta coloración; siendo bastante apreciada la llamada de
Luna, el feldespato aventurinado y el de las Amazonas; la
primera, que procede de Ceilan, se talla en cabujón ó en
forma de perla y se la rodea algunas veces de un cerquillo
de pequeños diamantes; las variedades verde oscuro y las
opalinas se destinan para la construcción de objetos de ador-
no, tales como cajas, copas, zócalos, pedestales, etc. Las la-
minares, sacaroideas, compactas y terrosas, suministran por
la descomposición el kaolín ó tierra de porcelana y diferen-
tes bases alcalinas (esencialmente la potasa) que son suma-
mente útiles en la tierra para el crecimiento y desarrollo de
muchos vegetales.
RIACOIJTA — silicato de alumina, potasa, sosa y aun
magnesia, cuya fórmula, ó mejor dicho, su composición
química, no está bien definida.
CARACTÉRES. — La riacolita es una especie muy afine
al feldespato ortosa, del cual se diferencia, sin embargo, por
las particularidades siguientes: su estructura es vitrea y res-
quebrajada, el color gris claro y composición cuantitativa y
aun cualitativa diferente, supuesto que en la riacolita existe
con frecuencia la sosa y magnesia, siendo estas bases, sobre
todo la segunda, muy raras en el ortosa.
COMPOSICION DE LA RIACOLITA SEGUN M. ROSE
Sílice
50,31
Alumina
29,44
bosa.. • ...
10,56
Potasa, g . \ 1 , ^
5,92
Oxido de hierro. . . .
0,28
Cal. .
1,07
Magnesia
0,23
97,81
1 1 ) El criadero mas notable quizás del mundo, es el que forma una
montaña entera y de no escasa altura, en la provincia de Toledo, á
corta distancia de Menas albas, cuya descripción se puede ver en el
tratado de Geología.
OLTGOCLASA
IOI
Yacimiento. — La riacolita no se halla en las rocas
cristalinas y sí en las volcánicas, tales como las traquitas.
A esta especie corresponden diversos productos volcá-
nicos, como por ejemplo, la obsidiana y piedra pómez, mi-
nerales cuya descripción lata corresponde á la Geología.
OBSIDIANA
Caracteres. — La obsidiana, llamada también vidrio
de volcanes y espejo de los Incas, se presenta en masas vi-
treas de fractura concoidea, brillo intenso, trasluciente en los
bordes, y de color negro, verde oscuro y pardo rojizo, siendo
su peso específico de 2,2 á 2,5; ofrece casi siempre el aspec-
to de un vidrio traslúcido ó semi-trasparente y en algunos
ejemplares el de un esmalte. Se funde al soplete en un vidrio
ampolloso y de color verde ó blanquizco.
Variedades. — Obsidiana hialina, de estructura testá-
cea y con lustre mas ó menos perlado; algunas veces se halla
en nodulos ó granos pequeños y cristalinos constituyendo la
sub-variedad llamada ojo de perdiz. 2.a Obsidiana irisante,
ofrece irisaciones verdosas ó rojizas, debidas á series lineales
de pequeñas burbujas, dispuestas en la dirección de la cor-
riente de la lava que fundida y enfriada ha originado la ob-
sidiana; esta serie de líneas contribuye á dar al mineral un
aspecto fibroso. 3.a Obsidiana capilar, se presenta compuesta
de filamentos ó hilos sumamente finos. 4.* Obsidiana porfi-
roidea, variedad que contiene cristales de feldespato vitreo.
Las variedades citadas se han consolidado en la parte media
de la masa o corriente de lava que las constituye, adquirien-
do muchas veces una estructura celular, pasando de este
modo á la piedra pómez; en las colecciones mineralógicas y
geognósticas, se ven ejemplares que por una parte ofrecen
todos los caracteres de la obsidiana, y de piedra pómez por
la otra.
Yacimiento. — Se halla la obsidiana en los volcanes
antiguos y modernos formando grandes masas ó corrientes:
tal es lo que se observa en los de México, Perú, Tenerife,
islas de Lipari y en las cercanías de Tokay ( Hungría). En
España se encuentra en el Cabo de Gata y, según Naranjo,
en el terreno cretáceo de los Ocinos en el valle de Valdivieso
(Burgos).
Usos.— Antes de la conquista del Perú y México por los
españoles, los naturales del país destinaban la obsidiana
para la fabricación de espejos, cuchillos, flechas, hachas, etc.
PIEDRA POMEZ
CARACTÉRES. — La piedra pómez ó pumita se presenta
en masas esponjosas, ligeras, de color blanco agrisado, gris-
nacarado y gris sucio, lustre sedoso, áspero al tacto; raya al
vidrio y su peso específico está representado por 0,9; pero si se
la reduce á polvo aumenta su densidad hasta 2,2. Las células
ó poros que se hallan en la masa de este mineral son, por lo
común, largas y estrechas, paralelas unas á otras en muchos
casos, y algunas veces mas ó menos redondeadas; la estruc-
tura particular resulta de la prolongación, en la dirección de
la corriente, de las burbujas primitivas originadas por el des
prendimiento de sustancias gaseosas. La piedra pómez se
funde al soplete en esmalte blanco.
VARIEDADES. Se forman por algunos mineralogistas
las variedades celular, cavernosa y fibrosa.
Yacimiento. — Se encuentra, en unión con la obsi-
diana, en los volcanes antiguos y modernos, tales como los
de las islas de Lipari, Tenerife, Hungría y otras localidades.
En España existe en el cabo de Gata.
Usos. Para el pulimento de las maderas y varias sus-
tancias metálicas; entra en la preparación de morteros hi-
dráulicos y de porcelanas; reducida á polvo y mezclada con
la pasta de jabón, sirve para suavizar el cutis de la cara y de
las manos. En Lipari y Hungría, teniendo en cuenta su gran-
de resistencia y ligereza, la emplean como piedra de construc-
ción.
FELDESPATOS CLINICOS
ALBITA — SILICATO DE ALUMINA V DE SOSA
química A1203, 3SÍO2 + Na0,Si02
— Fórmula
CARACTÉRES. — Esta especie, quetambien se denomina
periclina, chorlo blanco, etc., ofrece por forma primitiva un
prisma romboidal oblicuo no simétrico, siendo, por lo tanto,
y en unión con la axinita y vitriolo azul, uno de los tipos
cristalinos mas característicos del sexto sistema. El color
dominante de la albita es el blanco de leche ó blanco agri-
sado, trasluciente, lustre lapídeo, rara vez vitreo; raya al vidrio
y se deja rayar por el cuarzo, siendo su peso específico de
2,6 á 2,7. Se funde, aunque con dificultad, en un esmalte
blanco, comunicando á la llama del soplete un color amarillo;
insoluble en los ácidos y demás reactivos.
COMPOSICION EN PESO
Albita del Delfinado
Sílice.. . .
Alumina.. .
Sosa. . . .
Cal. . . .
Oxido ferroso.
67,99
19,61
11,12
0,66
)>
Albita de San Gotardo
69,9o
1 9» 43
u,47
0,20
99,38
101,00
Variedades. — Las variedades de esta especie, por
lo que se refiere á su forma y estructura, son próximamente
las mismas que las de la ortosa; así es que se conocen las va-
riedades cristalizadas en prismas oblicuos no simétricos, mo-
dificados y, por lo común, hemitropiados, las laminares, gra-
nudas, compactas y terrosas.
Yacimiento. — La albita es menos abundante que el
ortosa, perteneciendo como este á los terrenos de cristaliza-
ción, pero siendo mas frecuente en las rocas modernas que
en las antiguas. La albita se une con el anfibol blanco para
formar las dioritas, eufótidas y otras rocas anfibólicas; se
halla como elemento accidental, ya sea en pequeños cristales,
ya en venas ó mas ó menos compacta, en los granitos comu-
nes, sienitas, etc. Existen cristales mezclados de esta especie
enclavados en las cavidades de ciertas dioritas y protoginas
de los Alpes franceses y en los Pirineos; en San Gotardo
hay hermosos cristales de albita, acompañados del cuarzo
hialino y de la clorita en las cavidades de varias pizarras
micáceas; se hallan también cristales hemitropiados en los
granitos de Suecia y de Noruega. En España la albita for-
ma la base de los pórfidos dioríticos y traquíticos de Al-
madén (Ciudad Real), hallándose además en la parte de
Sierra Morena que corresponde á la provincia de Badajoz.
USOS. — Las variedades compactas, granudas y terrosas,
suministran, por su descomposición, productos idénticos á
los de la ortosa.
OLIGOCLASA — silicato de alumina, de sosa y de
cal, pero con menos cantidad de sílice que en la especie
anterior
Fórmula química A120> (Si03)3-f (NaO,CaO), SiO2
Caracteres. — Este mineral, que Dufrenoy describe
102
FELDESPATOS
como especie distinta de la albita, pero que en realidad puede
ser considerada como una simple variedad de esta última,
presenta las particularidades siguientes: cristaliza en un pris-
ma romboidal oblicuo no simétrico, perteneciente al sexto
sistema; color gris claro ó verde rojizo, traslúcida y con bri-
llo vitreo en los planos de exfoliación, y craso en la fractura
desigual; raya á la fosforita y se deja rayar por el cuarzo,
siendo su peso especifico de 2,64 á 2,66. Se rompe ó fractura
con mucha dificultad, de donde toma el nombre de oligo-
clasa ( ohgos , poco, clio, yo rompo). Se funde al soplete en
un esmalte blanco; insoluble en los ácidos.
t*- ^ A i r
COMPOSICION EN PESO
Sílice.
Alumi
SnpLERE FLAKMAM
[al. . !|1 . . VPDJ' s-9°
Magnesia.
..,.11 i cs&fe*'") 1
proporciones de sosa, cal, potasa y hierro, son varia-
diferentes ejemplares, hasta el punto de que en al-
hasta un 8 por ciento de cal, lo que prueba el
— nsito de unas especies á otras.
VARIEDADES.— La oligoclasa se halla esencialmente
en masas laminares y estriadas, idénticas á las de la albita
I /. \ T
Yacimiento. — Este mineral no forma rocas especia-
les, siendo sus asociaciones idénticas á las de la albita, por
lo que, y teniendo en cuenta que la composición química es
la misma, no deben constituir mas que una especie.
ANDESITA — SILICATO DE ALUMINA, SOSA Y CAL
Caracteres, — Esta especie mineralógica, que G.
Rose, Bischof y Deville la consideran como una variedad de
la albita, está dotada de los mismos caracteres físicos y quí-
micos que la oligoclasa y la albita, de las que se distingue,
no obstante, por su mayor peso específico que es de 2,7, y
por contener menos cantidad de sílice.
YACIMIENTO. — El célebre barón de Humboldt fué el
primero que manifestó que, así como la mayor parte de las
rocas traquíticas de Europa tienen por base la riacolita, las
de los Andes están formadas por un feldespato de base de
sosa, ó la andesita. Constituye, pues, este mineral la parte
importante de las traquitas y de los pórfidos anfibólicos de
los Andes, en donde se halla asociada con la piedra pómez,
obsidiana y perlita.
La especie saccarita de algunos no es mas que una oligo-
clasa compacta y traslúcida que existe en Frankenstein (Si-
lesia).
dotadas de irisaciones con reflejos intensos azules, verdes,
rojos ó amarillos; su lustre es anacarado, traslúcida; raya á la
ortosa y se deja rayar por el cuarzo, estando representado su
peso específico por 2,7. Se funde al soplete con mucha difi-
cultad aunque no tanta como la oligoclasa; reducida á polvo
se disuelve en el ácido hidroclórico concentrado, cuya diso-
lución produce un precipitado blanco por medio del oxalato
amónico. La labradorita, por consiguiente, es el único feld-
espato soluble en los ácidos.
COMPOSICION SEGUN KLAPROTH
Labradorita de Ingrie Id. de San Pablo
Si|ice 55. 55.75
Alumina 24, 26,50
Cal 10,25 11,00
Sosa. 3,50 4,00
Oxido ferroso. ... 5,25 1,25
98,00 98,50
VARIEDADES. — 1.a Labradorita cristalizada en prismas
oblicuos, exfoliables en sentido paralelo á la base, y en di-
rección á una de sus caras laterales, ofreciendo al propio
tiempo en esta última colores cambiantes ó irisaciones, por
lo que se la denomina feldespato ó labradorita noble. 2.a La-
minar: mas frecuente que la anterior; tiene color gris de hu-
mo ó gris ceniciento y ofrece los mismos caractéres de color
que el feldespato noble. 3/ Labradorita vitrea, análoga al
ortosa del mismo nombre. 4.a Labradorita común, en masas
blancas ó verdosas, traslucientes ú opacas.
YACIMIENTO. — Puede decirse que la labradorita es la
base de las rocas volcánicas, especialmente de los basaltos;
unida á la hiperstena ó al piróxeno constituye las rocas hi-
perita y los pórfidos negros ó melafidos.
El feldespato noble ó cambiante se encuentra en la isla
de San Pablo, en las costas de Labrador (Estados Unidos);
en Ingria cerca de San Petersburgo, y en Finlandia. La la-
bradorita se halla formando parte de las lavas del Etna. En
España se encuentra en el pórfido ofítico de Chillón y otros
sitios al N. O. de Almadén (Ciudad Real).
USOS. — Pulimentadas las variedades opalizantes, se em-
plean en joyería como piedras de algún valor.
La especie Yosgita de algunos autores no es mas que una
labradorita que ha experimentado un principio de descom-
posición y tomado una corta cantidad de agua; su color es
blanco con tintas verdes ó azuladas; constituye la base de
los pórfidos de los Vosgos.
SAUSSURITA (DEDICADA ASAUSSURE)
silicato DE alumina y de cal — Fórmula química
AP03 3SÍO2 4 CaO, SiO
LABRADORITA O FELDESPATO LABRADOR— si-
licato de alumina, de cal y de sosa— Fórmula química
ABO3 (SiO)3 4- (CaO, NaO) SiO2
CARACTERES.— Esta sustancia, llamada también feld-
espato opalino y vosgita, se presenta rara vez cristalizada en
prismas romboidales oblicuos del sexto sistema; estos crista-
les ofrecen casi siempre hemitropias bien manifiestas ó sur-
cos paralelos; por lo común se encuentra la labradorita en
masas laminares de color gris de humo ó gris ceniciento y
Caractéres. — Esta especie, llamada también feld-
espato tenaz y jade, se presenta en pequeñas masas de estruc-
tura granuda, algunas veces laminar, de un aspecto cristali-
no; color blanco lechoso, amarillo ó agrisado y con un ligero
tinte violado; lustre craso, siendo trasluciente en los bordes;
raya al feldespato y se deja rayar, aunque con dificultad, por
el cuarzo; es muy tenaz, por lo que recibe el nombre de feld-
espato tenaz; su peso específico es de 3,3. Los demás carac-
téres físicos y químicos son idénticos á los de la labradorita,
por lo que algunos mineralogistas suponen que es esta mis-
ma especie, que ha experimentado un ligero principio de
descomposición.
AN FICEN A
I03
COMPOSICION EN PESO
Sílice 49>
Alúmina 24,
Cíü 10,50
Oxido ferroso 6,50
Magnesia 3^5
Sosa* 5»5°
Potasa »
99,25
VARIEDADES. — Están reducidas á las granudas ó la-
minares.
Yacimiento. — Por lo común, esta especie mineraló-
gica se halla unida á la diálaga en la roca llamada eufótida.
SECCION SEGUNDA-MINERALES FELDESPÁ-
T1C0S
Comprende esta sección minerales de composición quí-
mica y caractéres análogos á los feldespatos descritos ante-
riormente, pero carecen en realidad de importancia geog-
nóstica. Las especies mas importantes incluidas en esta
sección son : la anortita y la petalita.
ANORTITA — silicato de alúmina y cal — Fórmula
química 3APO3 3— SiO-f CaO, SiO2
CARACTEERS. — La anortita (de <7, no, orzas , recto)
ofrece por forma primitiva un prisma romboidal oblicuo del
sexto sistema; color blanco, lustre vitreo ó nacarado; raya al
feldespato ortosa y se deja rayar por el cuarzo, siendo su
peso específico de 2,7. Se funde, aunque con dificultad, en
esmalte blanco, y se disuelve, de la misma manera que la
labradorita, en el ácido hidroclórico.
k
COMPOSICION I)E LA DE LA SOMMA (G. Rose)
Sílice. 1 . 44,49
Alúmina 34, 46
Oxido férrico 0,74
Cal ! 5,68
Magnesia 5,26
Potasa
Sosa
1J h.T Í100J3
ACIMIENTO. — Se halla la anortita en cristales cu-
briendo las cavidades de la dolomia de la Somma y unida
al piróxcno verde, idocrasa y mica.
COMPOSICION EN PESO
Sílice 66,40
Alúmina 25,30
Litina st85
Sosa »
CaL
Oxido de hierro 1,43
Oxido de manganeso. ... »
100,00
PETALITA — silicato de alúmina y de litina — Fór-
muía química APO^
TOT
CARACTÉRES. — Esta especie, denominada también
trifana y espodumena, se halla, por lo común, en masas la-
minares, traslucidas, blancas y de brillo vitreo; raya al vidrio
y se deja rayar por el cuarzo, estando representado su peso
específico por 2,4. Se funde con mucha dificultad al soplete
y comunica á la llama un color rojo púrpura; insoluble en
los ácidos y demás reactivos.
VARIEDADES, be pueden establecer las dos siguien-
tes: i.a petalita propiamente dicha, que ofrece lustre vitreo,
color blanco lechoso ó rosáceo, peso específico de 2,4 y fu-
sible al soplete en un vidrio semitrasparente: 2.a trifana
(fris, tres, fános , manifiesto), ofrece tres exfoliaciones bien
marcadas; su dureza es superior á la de la variedad anterior,
el peso específico está representado por 3, y se funde al so-
plete, colorando la llama de rojo en un vidrio incoloro; in-
soluble en los ácidos. Algunos mineralogistas consideran á
la variedad trifana como especie distinta de la petalita.
Yacimiento. — La variedad denominada petalita se
encuentra en venas en la roca pegmatítica de las minas de
hierro de Utoe (buecia); existe además en una caliza saca-
roidea en Boston (Estados-Unidos). La variedad ó especie
trifana fué descubierta, en unión con la petalita, por Andradc
en la indicada mina de Utoe y la llamó espodumena, porque
calentada en un crisol se desmorona en partículas que pre-
sentan un color de ceniza; se encuentra también la trifana
en el Tirol, Dublin (Irlanda), Groenlandia y en Chester,
Nonvich y Massachussets (Estados-Unidos).
Corresponde también á la petalita un mineral que Breit-
haupt denomina Castor, porque siempre va asociado á otra
sustancia denominada Polux, la cual no es mas que una va-
riedad de la riacolita correspondiente al feldespato ortosa.
FAMILIA— COCEOLITAS
I-as especies mineralógicas incluidas en esta familia tienen
analogías, por una parte, con los feldespatos, y por otra, con
las ceolitas; se asemejan á los primeros en su dureza y com-
posición química, supuesto que están formados por un sili-
cato de alumina y otro silicato de base alcalina; se parecen
á las ceolitas en sus propiedades exteriores, en que dan un
precipitado gelatinoso por medio de los ácidos y en su yaci-
miento. No obstante, la mayoría de los minerales correspon-
dientes á las coceolitas son anhidros, mientras que contienen
mas o menos cantidad de agua las especies incluidas en las
ceolitas. Las especies de coceolitas se hallan cristalizadas en
los tres ó cuatro primeros sistemas, son incoloras ó blancas;
casi todas rayan al vidrio, siendo su peso específico de 2,3
á 2,6. Los minerales comprendidos en esta familia son los
siguientes: i.° anfigena; 2.0 nefelina; 3.0 sarcolita; 4.0 soda-
lita; 5.0 Haüyna; 6.° lazulita; 7.0 eudialita; 8.° prehnita-
9.0 datolita.
ANFIGENA— silicato de alumina y de potasa — Fórmula
química (APO)3 Si02+2K0, SiO:
CARACTÉRES. — La anfigena, denominada además leu-
colita ó leucita y granate blanco, cristaliza en trapezoedros
derivados del sistema cúbico: su fractura es vitrea y concoi-
dea, semi-trasparente ó traslúcida, color blanco ó blanco
agrisado, por lo que, y teniendo en cuenta su forma trape-
zoédrica análoga á la de algunos granates, se la llama granate
blanco ó leucita (leucos, blanco; tilos ^ piedra); la anfigena
io4
MINERALES FELDESPÁTICOS
ra)a difícilmente al vidrio y se deja rayar por el cuarzo,
siendo su peso específico de 2,4. Infusible al soplete, pero
si se la mezcla con el bórax se funde en un vidrio trasparen-
te; reducida á polvo se disuelve por digestión en el ácido
hidroclórico.
COMPOSICION DE LA ANFIGEXA DE ALBANO
Sílice
Alumina
Potasa.
Sos
Variedades.— Se halla siempre la anfigena cristal!
zada en trapezoedros ásperos en la superficie, y algunas ve-
ces huecos en el interior. Estos cristales experimentan, por
lo común, una alteración análoga á la del feldespato ortosa,
y se convierten en una especie de kaolín (cristales de Roca-
Monfina) junto á Sessa.
YACIMIENTO.— Corresponde esencialmente á los ter-
renos volcánicos, donde se halla en cristales ó granos dise-
minados en las antiguas lavas de Pompeya y la Somma, cerca
de Ñapóles, en los volcanes apagados de Albano, Frascati y
c uapendente (Estados Romanos). Constituye la anfigena
base del pórfido designado con el nombre de leucitofido.
La eleolita existe engastada en una sienita circonífera de
ciertas localidades de Noruega.
SARCO LITA— silicato de alumina y de cal — Fórmula
química Al203,3Si02 + Ca0,Si02
CARACTÉRES.— La sarcoliia ( sarcos , carne; Utos, pie-
dra), cristaliza en prismas de base cuadrada, pertenecientes
al segundo sistema; su fractura es vitrea y el lustre algo na
carado; color rojo de carne, de donde se deriva el nombre
de la especie, ofreciendo en algunos casos un color rojo,
análogo al de la analcima ; raya á la fosforita y se raya por
el cuarzo, siendo su peso específico de 2,56. Se funde al so-
plete, y forma jalea por medio del ácido hidroclórico.
FEL
NA— SILICATO DE
Carac.
ó Bcudantita
alumina v de sosa — Fórmula
[uímica 2APO3, Si02+(Na0)a SiO2
I I / - \ . *
ÉRES. La nefelina , llamada además so/umita
cristaliza en un prisma exagonal correspon-
diente al sistema romboédrico; fractura vitrea y concoidea;
color blanco ó agrisado, trasparente ó traslúcida y de brillo
vitreo; raya la fosforita y se deja rayar por el feldespato, es-
tando representado su peso específico por 2,5. Se funde al
soplete, con aumento de volumen, en un glóbulo vitreo: si se
la reduce á polvo, se disuelve en los ácidos; cuando se in-
troduce un fragmento en el ácido nítrico pierde su traspa-
rencia y se convierte en opaca y anubarrada, cuyo carácter
tuvo en cuenta Haiiy para llamar á esta especie nefelina ( né -
fele , nube). T
COMPOSICION DE LA DE LA SOMMA EN PESO
u mi
Sílice.
Alumina. . .
Oxido férrico. .
Sosa. . ,
Potasa TI"
Calm/.
gua. .
44,04
34,o6
o,44
15>9I
4,52
2,0 r
101,19
Se presenta la nefelina en prismas exa-
gonales sencillos, ó modificados algunas veces en las aristas
laterales ) en las básicas; existe además en masas amorfas,
de color verdoso ó azul yen algunos casos rojizo, lustre craso
y resinoso, constituyendo la variedad denominada eleolita
(eleos, aceite). La eleolita se funde con mas facilidad que la
nefelina propiamente dicha, por lo que, y teniendo presente
el diverso yacimiento de una y otra, algunos autores forman
dos especies distintas.
YACIMIENTO. Se halla la nefelina, en unión con los
piroxenos, meionita y sodalita, en las rocas de la Somma
(Nápoles) y en las lavas anfigénicas en Capo di Bove (Roma).
COMPOSICION EN PESO
Sílice.
Alúmina
M/ .
Sosa
42,11
24,5°
32,43
2,93
101,97
\
Yacimiento. — La sarcolita se halla del mismo modo
que la nefelina, en las cavidades de las rocas de la Somma.
SODALITA— SILICATO de alumina y de sosa mezclada
con cloruro de sodio — Fórmula química 2AP03,Si0a
+ (Na0)2Si02
|T El#
CARACTÉRES. — La forma primitiva de la sodalita es
el dodecaedro romboidal ; de fractura vitrea, incolora, verde
de yerba ó azul intenso, perdiendo estos colores por medio
del calor; raya á la fosforita y se deja rayar por el feldespato,
siendo su peso específico de 2,29. Se funde difícilmente al
soplete en un vidrio incoloro; soluble en el ácido nítrico con
formación de jalea.
COMPOSICION DE LA SODALITA DEL VESUBIO
Sílice 38, 1 2
Alúmina 31,68
Sosa 24,37
Cloro 6,69
100,86
RI ID
VARIEDADES. — Puede dividirse en tres variedades, á
saber: i.a sodalita del Vesubio, cristalizada en dodecaedros
romboidales, ó en pequeñas masas trasparentes, incoloras ó
verde de espárrago. 2.a Sodalita de Groenlandia, de un verde
agrisado, lustre vitreo y algo craso, traslúcida y de fractura
astillosa. 3.a Cancrinita azul, se presenta en venas de un azul
intenso, cuyas venas son susceptibles de dar por la exfolia-
ción un dodecaedro romboidal.
Yacimiento. — La sodalita del Vesubio se encuentra
en las cavidades de las rocas micáceas ó dolomíticas de la
Somma; la de Groenlandia existe en una pizarra micácea, y
la cancrinita se halla en unión con la eleolita en una roca
cristalina de Miask (Montes Urales); la hay también en
Brevig (Noruega) y Maine (Estados Unidos).
HAUYNA — SILICATO DE ALÚMINA Y DE SOSA, MEZCLADO
CON UN SULFATO DE CAL Ó SOSA Y SULFURO DE HIERRO
Fórmula química A1203 SiO2 + NaO, SiO2
CARACTÉRES. — Esta especie mineralógica, dedicada
al célebre mineralogista Haiiy, rara vez cristaliza en dode-
PREHNITA
caedros romboidales del primer sistema; por lo común, se
presenta en pequeños granos cristalinos de color azul ó azul
\ erdoso, alguna vez incolora y de lustre vitreo; raya al vidrio
y se deja rayar por el cuarzo, estando representado su peso
específico por 2,5. Se decolora y funde en el soplete en un
. vidrio ampolloso; pierde también su color y se disuelve en
los ácidos formando jalea.
COMPOSICION EN PESO
Sílice 37,00
Acido sulfdrico 11,56
Alumina 27,50
Sosa 12,24
Cal 8,14
Oxido de hierro 1,15
Oxido de manganeso. ... 0,50
Agua i,5o
105
Variedades. — Las únicas que se conocen son la
cristalizada y en masas compactas.
Yacimiento. — La lazulita se halla diseminada en las
rocas cristalinas de Baikal (Siberia). Los antiguos conocían
esta especie y la denominaron zafiro; los mejores ejemplares
proceden de la lartaria, Tibet y la China; se encuentran
además en la cordillera de Ovalle (Chile).
Usos. Se emplea para la construcción de objetos de
adorno de mucho precio, tales como tabaqueras, puños de
bastón, copas, placas, etc.; los ejemplares de un azul intenso
se consideran en la joyería como piedras finas. Suministra á
los pintores el azul de Ultramar <5 azul real, tan estimado por
su fijeza y hermosura. Para obtener este producto, basta re-
ducir la lazulita á un polvo sumamente fino, después de ha-
berla calcinado ; se mezcla el polvo con una pasta formada
de resina, cera y aceite de linaza; se lava la mezcla que dese-
cada produce el azul de Ultramar; la libra de este color se
vende por lo menos á dos mil reales.
100,59
Teniendo en cuenta la composición indicada, pudiera
formularse la Haüyna del modo siguiente: Al203,Si02 +
NaO,SiOa + Ca0,S03.
VARIEDADES. Existen, como se ha dicho, la crista-
lizada en dodecaedros romboidales y en granos cristalinos,
cuya coloración azulada se debe sin duda á la corta cantidad
de sulfuro metálico que encierran.
Yacimiento. — Se encuentra en las rocas volcánicas,
tales como los basaltos, lavas, traquitas, etc., de Marino cer-
ca de Roma, en los montes Laciales, en la Somma (Nápo-
l°s) ) en fonolitas de Cantal y basaltos de Mont Dore
(Francia).
Algunos mineralogistas consideran como especie distinta
de la Haüyna á la espinelana ó nosina, pero en realidad no
es mas que una variedad, ó mas bien una mezcla de Haüyna
y sodalita.
LAZULI 1 A Ó LAPISLÁZULI — silicato de alúmina,
de sosa de cal, mezclado con sulfato de sosa y un sul-
furo metálico que la da color— Fórmula química (A1*03P
SiOs + (Na0,Ca0)3Si02
CARACTÉRES. — La lazulita ó lapislázuli, llamada tam-
bién ceolita azul y Ultramar, cristaliza en dodecaedros rom-
boidales derivados del sistema cúbico; por lo general, se pre-
senta en masas compactas, de color azul intenso salpicado
de puntos amarillos, debidos al sulfuro de hierro, ó blancos
á causa del carbonato de cal; raya á la fosforita y se deja
rayar por el feldespato, siendo su peso específico de 2,4. Por
medio del soplete se decolora y funde, aunque con dificul-
tad, en un esmalte blanco; se disuelve en los ácidos forman-
do jalea.
COMPOSICION EN PESO
Lazulita de Oriente (Gmelin) Id. de Chile (Schultz)
EUDIALITA— silicato de circona y de varios óxidos
CARACTÉRES. — La eudialita se presenta en pequeñas
masas laminares de color morado, ofreciendo algunas veces
cristales que derivan de un romboedro agudo; raya á la fos
forita y se deja rayar por el cuarzo, estando representado su
peso específico por 2,9. Se funde al soplete en un vidrio ver-
doso, y se disuelve con facilidad en los ácidos formando
jalea.
COMPOSICION EN PESO
Sílice 49,92
Zircona 16, 88
Oxido ferroso 6,97
Id. de manganeso 1,15
Sosa. 12,28
Cal ir, 11
Potasa 0,65
Cloro.. . . I 1,19
100,15
Según esta composición puede representarse su fórmula
del modo siguiente: Zr203, SiOa-j-(FeO, MnO, CaO, NaO
KO) Sí02tC1.
YACIMIENTO. — Se encuentra la eudialita asociada con
la sodalita en un feldespato compacto, que existe en Kan-
gerdluarsuk (Groenlandia).
Se ha descubierto hace poco tiempo en Brevig (Norue-
ga), un mineral cuyas propiedades físicas y químicas son
idénticas á las de la eudialita; no obstante, algunos autores
lo han separado de esta para constituir la especie denomina-
da eucolita.
Sílice. . . .
Acido sulfúrico.
Alumina. . .
Óxido férrico.
Sosa. . . .
Cal. . . .
Azufre. . .
Potasa. . .
16
indicios
45./0
4,3 2
25,34
1,30
io,55
7,48
3,96
U35
Tomo IX
90
100,00
PREHNITA — silicato de alumina y de cal con cierta
cantidad de agua — Fórmula química AL203, SiO*
-[-Cao, Si02-fH0
CARACTÉRES. — Cristaliza en un prisma romboidal
recto del tercer sistema; su fractura es vitrea ó astillosa,
traslúcida y de color verde amarillento; raya á la fosforita y
se deja rayar por el cuarzo, estando representado su peso es-
pecifico por 2,92. Funde al soplete aumentando de volúraen,
y se disuelve en los ácidos con depósito gelatinoso.
*4
io6
CEOL1TAS
COMPOSICION EN PESO
Sílice 44) 10
Alumina. ... ... 24,26
Cal 26,43
Óxido de hierro 0,74
Agua. 4,18
99.7i
VARIEDADES. — Cristalizada en prismas romboidales,
incoloros algunas veces, pero con mas frecuencia verde-oli-
váceos, verde-amarillentos y verde de puerro. La prehnita
lameliforme se presenta en láminas pequeñas romboidales y
de color amarillo ó blanco sucio. La fibrosa, constituida por
fibras rectas, divergentes y entrelazadas formando bolas que,
reunidas, constituyen masas apezonadas. La compacta y la
seudomórfica que reemplaza á la analcima y laumonita.
YACIMIENTO. — La prehnita se encuentra en venas ó
incrustaciones en rocas graníticas ó pizarreñas y también en
forma de riñones en rocas amigdaloideas, como en Ober-
stein (Palatinado), Delfinado, Tirol, Escocia, Africa, etc.
DATOLITA Ó HUMBOLDTITA — sílico borato de cal
— Fórmula química 3CaO, SiOa-j-Cao,Bo2+HO
CARACTÉRES. — La datolita ofrece por forma primi-
tiva un prisma romboidal oblicuo simétrico, perteneciente al
uinjto sistema; fractura vitrea, lustre entre craso y vitreo,
lor blanco con un ligero tinte verde ó amarillento; raya al
:o flúor y se deja rayar por la ortosa, siendo su peso es-
icífico de 2,9 á 3. La datolita da agua si se la calienta en
un tubo de ensayo; por medio del soplete se funde con faci-
lidad, aumentando de volumen, en un vidrio trasparente,
colorando al propio tiempo la llama de verde; se disuelve
en los ácidos, cuando se reduce á polvo, produciendo un
depósito gelatinoso; la disolución obtenida comunica á
llama del alcohol un color verde característico.
Se funden produciendo efervescencia, y se disuelven en los
ácidos con depósito gelatinoso ; hállanse, por lo común, en
rocas volcánicas antiguas y en geodas ó rocas amigdaloideas.
La familia de las ceolitas se divide en cuatro grupos prin-
cipales: i.° el de las ceolitas cúbicas; 2.0 el de las romboé-
dricas; 3.0 el de las prismáticas; y 4/ el de las hojosas ó
laminares.
primer grupo — Ceolitas aíbicas
Las especies de este grupo están caracterizadas por crista-
lizar en formas derivadas del sistema cúbico. Comprende la
analcima, itnerita, glotalita y taujasita.
ANALCIMA Ó CEOLITA DURA— silicato de alumina
y de sosa hidratado — Fórmula química 2ABO3, (SiO2)
+ (Na0)2Si0 + H0
%rJl\
CARACTERES. — La analcima tiene por forma primi-
tiva un trapezoedro; fractura vitrea en los cristales traspa-
rentes y mate en los opacos; color blanco nacarado ó con
un ligero tinte rojizo, lustre vitreo; raya á la fosforita y se
deja rayar, aunque con dificultad, por el feldespato ortosa,
siendo su peso específico de 2,1; se electriza débilmente por
medio de la frotación, de donde toma el nombre de analci-
ma ( analxis , débil, impotente). Se funde al soplete, sin ebu-
llición, en un vidrio incoloro y trasparente; da agua por la
elevación, de temperatura; se disuelve en el ácido hidrocló-
rico con depósito de jalea.
Sílice.
Cal.Z
Acido bórico. .
Agua
100,02
Variedades. — Las variedades mas notables de esta
especie son las siguientes: i.a la datolita pura ó cristalizada,
se presenta en incrustaciones ó granos cristalinos agregados;
2.a la Humboldtita; y 3.a la datolita seudomórfica ó conver-
tida en sílice.
Yacimiento. — La variedad cristalizada se encuentra
en una mina de hierro de Arendal (Noruega), en Toggiana
(ducado de Módena), en el condado de Perth (Escocia) y en
varios puntos de la América del Norte. La Humboldtita se
halla en el Tirol y la satolita seudo-mórfica en Hay-Tor(De-
vonshire).
CEOLITAS — (DE SEIN, HERVIR,
LITOS, PIEDRA)
Todas las especies de esta familia, menos la apojiltia y
disclasita , son silicatos de alumina y otra base alcalina ó
alcalino-térrea. Cristalizan, ó se presentan en masas acicula-
res trasparentes; son incoloras ó dotadas de un color rojo de
carne: rayan á la fosforita y se dejan rayar por el feldespato,
estando comprendido su peso específico entre 2 y 4 enteros.
COMPOSICION EN PESO
Sílice.
Alumina
Sosa. .
Agua.
55.03
22,96
1 3.9 7
8,04
100,00
VARIEDADES. — Cristalizada en trapezoedros, en cu-
bos piramidales ó cubo- octaedros; la laminar, fibrosa y glo-
bular, variedades análogas á las que presenta la mesotipa.
YACIMIENTO. — Se encuentra la analcima diseminada
en los basaltos y doleritas de las islas Cíclopes, en los basal-
tos de la Somma, en rocas amigdaloideas de ciertas locali-
dades de Escocia, Tirol y Bohemia, y en filones metalíferos
en Arendal (Suecia).
La especie denominada Itnerita por Gmelin, ha estado
considerada como una simple variedad de sodalita; pero se-
gún los análisis del indicado autor, la itnerita contiene un
10 por 100 de agua; se presenta en masas cristalinas de color
gris-azulado y lustre craso, dando por exfoliación un dode-
caedro romboidal; raya á la fosforita y su peso específico es
de 2,4; si se la calienta en el tubo de ensayo desprende agua
en bastante cantidad; se funde en un glóbulo opaco y forma
jalea con los ácidos.
La especie llamada Glotatita por Thomson, por haber sido
descubierta en Glotta (Escocia), cristaliza en cubo-octaedros;
su lustre es vitreo, incolora, raya al yeso y se deja rayar por
el espato flúor, siendo su peso específico de 2,18. Se funde
al soplete en un esmalte blanco.
COMPOSICION EN PESO
Sílice
Alumina
Óxido férrico
Cal. .......
Agua
37.02
16,31
0,50
23.93
21,25
99,01
MES0T1PA
107
La Taujasita, dedicada a Taujas de Saint-Fond, está cons-
tituida por un silicato de alumina, de sosa y de cal, conte-
niendo un 25 por ico de agua. Cristaliza en octaedros pe-
queños regulares, de color blanco ó pardusco, lustre vitreo <5
diamantino, siendo su dureza y demás caracteres muy afines
á los de la analcima.
segundo grupo — Ceolitas romboédricas
Se incluyen en este grupo las especies siguientes: i.a cha-
basia; 2.a levina; 3.a hidrófita.
CHABASIA — silicato de alumina y de cal hidratado
— Fórmula química Al203,SiO + (CaO,NaO) (SiO2)2 + 6HO
CARACTÉRES. — La chabasia, llamada también ceolita
cúbica ó cuboidéa, ofrece por forma primitiva un romboedro
análogo al del cuarzo ; fractura desigual, brillo vitreo, color
blanco lechoso ó blanco agrisado; raya á la fluorina y se
deja rayar por el feldespato, estando representado su peso
específico por 2, 1. Se funde al soplete, con ebullición, en
un vidrio mas ó menos traslúcido y esponjoso; da grande
cantidad de agua por la acción del calor; forma jalea en los
ácidos, precipitando la disolución en blanco por el oxalato
amónico.
COMPOSICION EN PESO
Chabasia de Feroe (Arfwdson)
Sílice 48,38
Alumina 19,28
Cal 8,70
Potasa. ...... 2,50
Agua. 21,14
Sosa )>
100,00
VARIEDADES. — La chabasia ofrece dos variedades
principales: i.a La cristalizada en romboedros muy pareci-
dos á un cubo, de donde toma el nombre de ceolita cuboi-
dea; estos romboedros ofrecen, por lo común, estrías para-
lelas á las aristas culminantes y dispuestas como las barbas
de una pluma á uno y otro lado de la diagonal oblicua. 2.a La
variedad en maclas, formadas por la reunión de dos cristales
que se penetran constituyendo un ángulo de 60o.
Yacimiento. — La chabasia se halla en los basaltos,
doleritas y geodas amigdaloideas en el Tirol, Bohemia, islas
Hébridas, Palatinado y Nueva Escocia; los ejemplares de
un color rojo oscuro proceden de Fund (América del Norte).
La facolita de Breithaupt y la Haidenita de Cleaveland,
no son mas que simples variedades de la chabasia.
LEVINA — silicato de alumina, de cal y de sosa hi-
ado — Fó
i02)2+H0
LCTÉRES.
haber sido dedicada á
ABO3 SiO-f(NaO CaO)
especie denominada Levina por
Levy, cristaliza en pequeñas tablas
exagonales que derivan de un romboedro; el color de estos
cristales es el blanco lechoso con tintas rojizas ó amarillen-
tas; su dureza es mayor que la del espato flúor é inferior á
la de la fosforita, siendo su peso específico de 2,2. Los carac-
teres químicos son idénticos á los de la chabasia.
COMPOSICION EN PESO DE LA DE FEROE (BERZELIUs)
Sílice
47,5°
Alumina
21,40
Cal
7,9°
Sosa
4,80
Potasa
Agua
18,19
99,79
VARIEDADES. — Cristalizada en tablas exagonales,
constituyendo incrustaciones en varias rocas amigdaloideas.
YACIMIENTO. — Se encuentra en los mismos terrenos
que la especie anterior, siendo las localidades mas impor-
tantes, las islas Feroe, Islandia y Glenarm (Irlanda).
HIDROLITA Ó GMELINITA — silicato de alumina,
cal y sosa hidratado — Fórmula química Al203,Si02 -i-
(CaO, NaO,) (Si02)a+6H0
CARACTÉRES. — Esta especie mineralógica la conside-
ran algunos como una variedad de la chabasia; cristaliza en
dodecaedros bipiramidales derivados del sistema romboé-
drico; color blanco rosáceo ó rojizo, por lo que Vauquelin la
denominó sarcolila; lustre lechoso ú opalino y alguna vez
vitreo y trasparente; raya al espato flúor y se deja rayar por
la fosforita, siendo su peso específico de 2,5. Se funde al
soplete con ebullición, dando un vidrio incoloro y traspa-
rente; soluble en los ácidos.
COMPOSICION EN PESO
Sílice 46)40
Alumina 21,08
Cal 3,67
Sosa 7,3°
Potasa 1,60
Agua 20,40
100,45
Yacimiento. — Los cristales de hidrófita se encuen-
tran en ciertas geodas que existen en Montecchio (Vicenti-
no) y en Antrin (Irlanda).
tercer grupo — Ceolitas prismáticas
Las principales especies que corresponden á este grupo
son : la mesotipa, Thomsonita, laumonita, harmotoma y dis-
clasita.
MESO TIPA {mesóSy medio; tipos, forma, porque la forma
primitiva puede considerarse como intermedia entre la de
la estilbita y analcima) — silicato de alumina y de sosa
hidratado — Fórmula química A1203 Si02 + b0 Si02 +
Hb; bO, representa las bases de protóxido
CARACTÉRES. — La mesotipa, también designada con
los nombres de ceolita propiamente dicha, ceolita radiada y
natrolita, se distingue por las propiedades siguientes: su for-
ma primitiva es un prisma romboidal recto del tercer siste-
ma; fractura vitrea, color blanco, teñido en algunos casos de
rojo ó amarillo; raya á la fosforita y se deja rayar por el feld-
espato ortosa, siendo su peso específico de 2,2. Se funde
con ebullición en un esmalte esponjoso; da agua en el tubo
de ensayo por la acción del calor; se disuelve en los ácidos
formando jalea.
io8
CEO LITAS
COMPOSICION EN PESO
Mesotipa de la Auvemia Idem de Laurwig
(ludís) (Gmelin)
Sílice. . . .
• 48,17
48,68
Alumina. . .
• 26,51
26,37
Sosa. 1 . *
. 16,12
16,00
Agua. . . .
• 9,i7
9,55
Óxido férrico. .
»
»
Óxido ferroso.
»
Idem de Brevig
(Bergemann)
46,54
18,94
14,04
9,37
7,48
2,40
99,97
100,60
97,87
VARIEDADES. — Pueden establecerse en esta especie
las variedades siguientes: i.a Mesotipa propiamente dicha,
ó natrolita; se presenta cristalizada en agujas prismáticas, fi-
brosa ó en formas globulosas ó apezonadas, compuestas de
capas concéntricas que son alternativamente blancas y ama-
rillas. 2.a La mesolita ofrece idénticas formas que la varie-
dad anterior; diferenciándose, sin embargo, en que contiene
cierta cantidad de cal y mas agua que la mesotipa. 3.a Es-
colecita; se halla en masas aciculares ó fibroso-radiadas y de
nacarado; se distingue de las dos primeras en que
r la acción de la temperatura adquiere la electricidad po-
. La generalidad de los mineralogistas constituyen con
tres variedades, que en último término no son mas que
species, tres minerales diferentes.
.CIMIENTO. — Existen las diversas variedades de
pa en las rocas volcánicas del Tirol, Groenlandia, Is-
Noruega, Escocia, Finlandia, etc. En España se en-
a la mesotipa asociada á la analcima, estÜbita y cha-
¡a en los basaltos del terreno volcánico de Vera (Almería).
~\L ILL1L i IH 7
THOMSONITA (dedicada á Thomson)— silicato de alu-
mina y de cal hidratado — Fórmula química 2APO3
Si02P(Ca0, NaO)2 SiO+HO
CARACTÉRES. — La Thomsonita cristaliza en un pris-
ma romboidal recto del tercer sistema, estando estos crista-
les, por lo general, deprimidos, alargados y reunidos entre
sí ; color blanco lechoso, traslúcido ó trasparente, de brillo
vitreo y de fractura desigual; raya al espato flúor y se deja
rayar por el ortosa, siendo su peso específico de 2,4. Por me-
dio del soplete se blanquea, pero no se funde; soluble en los
ácidos con formación de gelatina.
lechoso ó blanco-amarillento y lustre ligeramente nacarado;
raya al yeso y se deja rayar por el espato flúor, siendo su
peso específico de 2,3 á 2,4. Se funde al soplete en un vidrio
ampolloso; disuélvese en los ácidos, y da un precipitado
blanco por el oxalato amónico.
COMPOSICION EN PESO
Sílice 5 1,98
Alumina 21,12
Cal 11,71
Agua 15,05
99,86
YACIMIENTO. — La laumonita se encuentra en los mis-
mos terrenos y localidades que la especie anterior, especial-
mente en el Tirol, Kilpatrick (Escocia), Monte Blanco y
Filisburgo (Estados-Unidos).
HARMOTOMA — silicato de alumina y de barita ó
de cal hidratado — Fórmula química A1203, Si02 + bO
(SiO2)2 + 6HO, en cuya fórmula, bO, representa los óxi-
dos de bario ó de calcio.
CARACTÉRES. — La harmotoma, denominada además
jacinto blanco cruciforme^ ofrece por forma primitiva un pris-
ma romboidal recto del tercer sistema; por lo general se
presenta en cristales maclados, que constituyen una verda-
dera cruz de ramas muy cortas ; fractura vitrea y desigual,
brillo vitreo y color blanco lechoso ó blanco amarillento;
raya al espato flúor y se deja rayar por la fosforita, estando
representado su peso específico por 2,4, en la variedad típi-
ca. La harmotoma se funde con dificultad en un vidrio blan-
co y trasparente; soluble en el ácido hidroclórico sin formar
jalea.
COMPOSICION DE LA DE ANDREASBERG
Sílice 48,68
Alumina 16,83
Barita 20,08
Agua 14,68
100,27
DE LA DEL VESUBIO
ANNERODE
UNI
Sílice. .
Alumina
IDADSl -
Oxido de hierro.
Agua.
• • •
vJ
53,07
21, 31
°,3
6,6
»
0,56
17,09
Yacimiento. — Esta especie mineralógica se halla
esencialmente en rocas volcánicas en Kilpatrick y Lochwin-
noch (Escocia); se ha encontrado en Hanestein (Bohemia),
islas Cíclopes (Sicilia), islas Feroe, etc
LAUMONITA. — silicato de alumina y de cal hidra-
tado—Fórmula química Al O3 Si02 + Ca0 (Si02)3 +
5H0
CARACTERES. La laumonita cristaliza en un prisma
romboidal oblicuo dei quinto sistema; su color es el blanco
99,09
r
VARIEDADES. — Puede dividirse la harmotoma en
dos variedades principales ó, mejor dicho, en dos sub-espe-
cies, que algunos autores consideran como minerales distin-
tos, á saber: la andreolita ó harmotoma barítica, y la cristia-
nita ó harmotoma cálcica. La primera se presenta, por lo
general, en cristales maclados, semi trasparentes ú opacos,
de un blanco lechoso y de una densidad relativa representa-
da por 2,4 ; sus disoluciones precipitan en blanco por el
ácido sulfúrico ó un sulfato soluble. La cristianita se halla
también en pequeños cristales comunmente reunidos, cons-
HEULANDITA
tituyendo verdaderas maclas: su peso específico es de 2,1;
forma jalea con los ácidos, mientras que en la harmotoma
barítica se precipita la sílice en estado pulverulento.
Yacimiento. — Se encuentra la primera de las varie-
dades citadas en rocas volcánicas y geodas de Noruega y
Escocia, así como también en el Palatinado y en Hesse; la
cristianita en idénticas rocas de Islandia, Capo di Bove en
las cercanías de Roma; se halla también en el Vesubio, Si-
lesia, Oberstein (Palatinado), etc.
DISCLASITA Ó CEOLITA TENAZ — silicato de cal
hidratado — Fórmula química 3CaO, SiO+CaO (SiO2)2
7HO
CARACTERES. — La disclasita se presenta en masas
incompletamente fibrosas constituidas por la reunión de mu-
chos cristales pequeños, que afectan la forma de prismas
romboidales rectos; color blanco amarillento ó blanco azula-
do, traslúcidas y aun trasparentes ; esta especie raya al espa-
to flúor y se deja rayar por la fosforita, siendo su peso espe-
cífico de 3,3. Por medio de la acción del soplete se blanquea,
pierde el lustre y se funde difícilmente en los bordes; solu-
ble, con formación de jalea, en el ácido hidroclórico.
COMPOSICION EN PESO
Sílice 57, 60
Cal 26,83
Agua 14,71
Sosa 0,44
Potasa 0,23
Oxido férrico 0,32
Idem de manganeso. . 0,22
Alumina »
100,44
Algunos ejemplares contienen hasta 5,12 de potasa y
1,22 de sosa.
Variedades.— Varios mineralogistas establecen en
esta especie tres variedades esenciales, á saber: 1/ la dicla-
sita propiamente dicha, cuyos caractéres son los indicados
para la especie; 2.* la Okenita, de un blanco de nieve y de
estructura fina y homogénea; 3.* la damburita, que contiene
menos cantidad de agua que las dos variedades anteriores,
pero en cuya composición entra la potasa hasta en un 5 por
ciento, cristalizando en prismas romboidales oblicuos.
Y ACIMIENTO. — La disclasita se halla en las rocas vol-
cánicas de las islas Feroe; la Okenita en una roca antibélica
de la isla de Disco (Groenlandia) y la damburita en rocas
feldespáticas de Dambury (Estados-Unidos).
cuarto grupo — Ceolitas hojosas
Inclúyense en este grupo las especies siguientes: 1.* es»
tilbita; 2.a Heulandita; 3.a Brewsterita, y 4.a apofilita.
ESTILBITA Ó CEOLITA NACARADA — silicato de
alumina, de sosa v de cal hidratado — Fórmula quí-
mica A1203, (SiO2)2 + (CaO, NaO) (SiOa)2 + 6HO.
Caractéres. — La estilbita, ó esfero-estilbita de al-
gunos autores, ofrece por forma primitiva un prisma romboi-
dal recto del tercer sistema, que se exfolia con facilidad en
una dirección ; lustre anacarado en los planos de crucero, y
vitreo en la fractura reciente; color blanco lechoso ó gris
109
amarillento; raya al espato de Islandia y se deja rayar por
el espato flúor, estando representado su peso específico por
2,16. Se funde al soplete en un esmalte blanco, y pierde por
la calcinación un 15 por 100; se disuelve en los ácidos y da
un precipitado blanco tratado por el oxalato amónico.
COMPOSICION EN PESO
Sílice 56,08
Alumina 17,22
Cal 6,95
Sosa 2,17
Agua 18,35
100,77
En algunos ejemplares existe una corta cantidad de po-
tasa.
VARIEDADES. — 1.a La cristalizada en prismas romboi-
dales; 2.a la flabeliforme ó en forma de abanico; 3.* la estil-
bita radiada, compuesta de fibras aciculares que divergen
del centro á la circunferencia; 4.a la laminar, formada de
pequeñas láminas; 5.a la apezonada ó globosa, variedad de-
nominada por Beudant esfero estilbita.
YACIMIENTO. — Se hallan las diversas variedades de
estilbita en los terrenos graníticos ó volcánicos, asociada,
por lo común, á la mesotipa y espato de Islandia; encuén-
trase en los filones metalíferos de Arendal y Konsberg (No-
ruega), en las lavas de los volcanes apagados de la Auvernia,
Tenerife, Etna y Vesubio. En España existe en la formación
basáltica de Almagro (Ciudad Real) y Vera (Almería).
HEULANDITA — silicato de alumina y de cal hidra-
tado— Fórmula química Al O3 (SiO2)2 + CaO (Si02)2 + 5H0
CARACTÉRES. — La Heulandita cristaliza en prismas
romboidales oblicuos del quinto sistema; color blanco de
nieve ó blanco rojizo; lustre anacarado en los planos de cru-
cero, traslúcida ó trasparente ; raya al espato flúor y se deja
rayar por el feldespato, siendo su peso específico de 2,1,
á 2,2. Se funde al soplete, con ebullición y ráfagas lumino-
sas, en un glóbulo incoloro y opaco: se disuelve en los ácidos
sin formar jalea.
COMPOSICION EN PESO
Sílice 59,15
Alumina. ..... ^ 17,92
YACIMIENTO. — La Heulandita se halla, aunque mas
escasa que la estilbita, en los filones metalíferos de Noruega,
en las rocas amigdalóideas de Escocia, Tirol, Islandia, islas
Feroe, etc.
La «epistilbita,» especie mineralógica formada por Rose
con una variedad de la estilbita, tiene grande analogía, no
solo con esta especie, sino con la Heulandita, de las cuales
puede decirse que solo se distingue en la proporción de los
elementos y en algún carácter físico, tal como la forma y
dureza. La Brewsterita, ó tercera especie del grupo, es aná-
loga también á la Heulandita, de la que se diferencia por el
color gris amarillento ó blanco agrisado, y sobre todo por la
proporción de los elementos.
I IO
PRISMÁTICAS
APOFILITA — SILICATO DE cal y potasa hidratado —
Fórmula química 3(CaO,KO). SiCP+sHO
( -ARACTÉRES. — La apofilita, llamada también ictiotal-
ma y albina, cristaliza en octaedros ó prismas rectos de base
cuadrada del segundo sistema que se exfolian con facilidad
en dirección paralela á la base, de donde toma la especie el
nombre de «apofilita» que le dió Haüy (de apofilein , exfo-
liarse); cuando se exfolia presenta un brillo nacarado; es
trasparente ó traslúcida, incolora, blanco-agrisada, gris-ver-
dosa y aun rojiza; raya al espato flúor y se deja rayar por la
fosforita, estando representado su peso específico por 2,3.
Si se coloca una lámina de apofilita en las pinzas de turma-
lina, ofrece, como se ha indicado al hablar de la doble re-
fracción, anillos alternativamente blancos y negros, por cuyo
carácter se la denomina también «leucolita.» Aumenta de |
volumen por medio del soplete, y se funde en un vidrio in-
coloro y esponjoso; si se la reduce á polvo, y se la trata por
el ácido hidroclórico, se divide en grupos gelatinosos.
COMPOSICION
descubrió por primera vez en la provincia de Almería (An-
dalucía); se la designa también con los nombres de feldes-
pato apiro y macla hialina. Cristaliza en un prisma romboi-
dal recto correspondiente al tercer sistema; fractura des-
igual, traslúcida en los bordes, color rojo de carne, pardo-
agrisado blanco y verde aceitunado; las variedades hialinas
rayan al cuarzo y se dejan rayar por el topacio; siendo la
denominada macla mas blanda que el ortosa; su peso espe-
cífico es de 3,1. Si se examina la andalucita del Brasil en la
dirección de sus tres ejes, ofrece tres colores diferentes, ver-
de aceituna, rojo de jacinto y verde amarillento. Infusible al
soplete é insoluble en los ácidos.
EN PESO
i ’ Ají 1 1
26,4
5,6
• »
JL 1 \ ■
IfS
u
DES. — Cristalizada en «prismas» de «base
cuadrada» y de caras casi iguales en longitud, por lo que
parecen verdaderos cubos caracterizados por el brillo esen-
cialmente nacarado que presentan, de donde toma también
la apofilita el nombre de «ictiotalma,» palabra derivada de
otras dos griegas, que quieren decir, «ojo de pescado.» La
variedad mas común de apofilita es la «prismática» biselada
en las aristas verticales.
Yacimiento. — Se halla esta especie en las rocas an-
fibólicas de Suecia, Finlandia, Tirol, Hungría, etc.
FAMILIA— PRISMATICAS
Las especies mineralógicas comprendidas en esta familia
ofrecen las propiedades generales siguientes: son silicatos de
alumina unidos, por lo común, á otro silicato de base de
protóxido: cristalizan en prismas derivados del tercero, cuar-
to y aun quinto sistema; por lo general son coloreadas; rayan
al vidrio y tienen una densidad relativa comprendida entre
y 4, siendo la mayoría de ellas inatacable por los ácidos.
Algunos autores dividen esta famiila en tres grupos, á
saber:
1. ápiras; 2.0 epidotas; 3.0 Wernerianas ó cuadráticas.
primer grupo — Apiras
Se comprenden en este grupo las especies andalucita, dis-
tena y estaurotida, cuyos caractéres generales son los siguien-
tes: cristalizan en un prisma romboidal recto en la andaluci-
ta y estaurotida, y oblicuo en la distena; infusibles al soplete
y compuestas de un silicato de alumina, cuya base está sus-
tituida en parte en la distena por el sesquióxido de hierro.
ANDALUCITA— silicato de alumina— Fórmula quími-
ca (APO3) (SiOp
Caractéres. — La andalucita se llama así, porque se
COMPOSICION EN PESO
Andalucita del Brasil (Damour)
Sílice. 37,03
Alumina 6 1,45
Óxido férrico 1,17
99,65
>ADES. — Comprende dos variedades esenciales,
mineralogistas consideran como especies distin-
Andalucita propiamente dicha, que cristaliza
en prismas sencillos y, por lo común, prolongados, de color
rojo violado ó gris nacarado y cubiertos de láminas de mica
ó de distena. 2.a Macla ó Jamesonita, que cristaliza en pris-
mas romboidales adheridos á rocas pizarrosas ó arcillosas, ó
bien se presenta en cristales maclados formando una cruz;
una de las ramas tiene color blanco-agrisado y la otra negro,
colores debidos á la penetración de dos sustancias distintas.
Puede admitirse otra tercera variedad, la bacilar, constituida
de prismas que, en general, están radiados y ofrecen un co-
lor rosáceo.
YACIMIENTO; — La variedad andalucita se halla en
cristales diseminados ó engastados en rocas graníticas y
gneísicas del Tirol, Baviera, Sajonia, Nantes (Francia) y
otras localidades extranjeras.
Naranjo la encontró en la cordillera de Guadarrama en
la mina del Chorro, cerca de Somosierra, y Schulz en el
gneis de Noya y otros pueblos de Galicia; existe además en
ciertos puntos de los montes de Toledo y de la Serranía de
Ronda (Málaga). La variedad denominada macla existe
bastante abundante en el valle de Pragneres (Pirineos fran-
ceses), en Bagneres de Bigorre (Francia), en la sierra de
Marao (Portugal), en la Argelia, Estados Unidos, etc. En
España existe en Losaco (Zamora), Logrosan (Cáceres) y
en ios Pirineos de Asturias y Galicia.
ESTAUROTIDA Ó PIEDRA DE CRUZ— silicato de
alumina y oxido férrico — Fórmula química
(Al-02, FeaN3)Si03
Caractéres. — La estaurotida, piedra de cruz ó
chorlo cruciforme, rara vez se presenta cristalizada en pris-
mas romboidales rectos del tercer sistema; por lo general se
encuentra en cristales cruzados en ángulo recto; fractura
desigual y concoidea, lustre vitreo y resinoso, color gris ó
pardo rojizo; raya con mucha dificultad al cuarzo y se deja
rayar por el topacio, estando representado su peso específico
por 3,4. Si se calienta la estaurotida hasta el calor rojo con-
serva su color primitivo; por medio del soplete se reduce,
sin fundirse, en una escoria negra.
EPIDOTA
III
COMPOSICION DE LA ESTAUROT1 DA DE SAN GOTARDO
(jacobson)
ZOISITA silicato de alumina y de cal — Fórmula quí-
mica 2A1203, Si02+(Ca0)2Si03
Sílice 29,72
Alumina. 54,72
Óxido férrico 15,69
Oxido mangánico. ... »
Magnesia 1,85
101,98
VARIEDADES. — Se conocen dos variedades importan
tes, la i.a es la granatita, de un pardo rojizo, traslúcida, de
fractura algún tanto resinosa y de aspecto análogo á ciertas
variedades de granates, y la 2.a la estaurotida común, de un
pardo agrisado, opaca y con tendencia á presentarse siempre
en cristales cruzados.
Yacimiento. — Se halla en las pizarras talcosas y mi-
cáceas y en los gneis de San Gotardo, Estados Unidos, de-
partamento de Finisterre (Francia), etc. En España existe
en el Cardoso y Escorial (Cordillera de Guadarrama), en
Canales de la Sierra (Burgos), y en toda la zona de la pro-
vincia de Asturias limítrofe con la de Lugo, en cuyos sitios
aparece diseminada en pizarras silúricas.
DIS 1 ENA Ó CHORLO AZUL — silicato de alumina —
Fórmula química (Al303)3(Si03)a
CARACTÉRES.— Esta especie mineralógica dedicada
al barón Zois cristaliza, según la mayoría de los autores, en
prismas romboidales oblicuos; fractura vitrea, color blanco
agrisado o pardusco, y en algún caso verde ó sonrosado; raya
al feldespato ortosa y se deja rayar por el cuarzo, siendo su
peso específico de 3,35; al soplete aumenta de volúmen y se
funde en los bordes en un vidrio amarillo y trasparente*
mediante una fuerte calcinación desprende cierta cantidad
de agua.
COMPOSICION EN PESO
Sílice
Alumina
/
Oxido férrico
Cal
Agua
Yacimiento. La zoisita se halla en masas bacilares
ó en prismas alargados y acanalados en rocas cristalinas del
Tirol, Salzburgo, Carintia, Massachussets, etc.
La especie tulita de algunos autores no es mas que la mis-
ma zoisita que contiene pequeñas cantidades de bióxido de
4o,95
30,34
5,5i
21,56
1,69
100,05
Caractéres. — Esta especie mineralógica, que tam-
bién se la designa con el nombre de cianita ó chorlo azul,
ofrece por forma primitiva un prisma romboideal oblicuo,
perteneciente al sexto sistema; su fractura y lustre vitreo;
color, por lo general azul, algunas veces incolora, amarilla-
rojiza, verde y aun negra: raya á la fosforita y se deja rayar
por el ortosa, estando representado su peso específico por 3,6.
Desarrolla mediante la frotación, unas veces la electricidad
positiva y otras la negativa, de donde toma el nombre de
distena ( dus , dos; sfcnos, fuerza): infusible al soplete é inso-
luble en los ácidos.
COMPOSICION EN PESO
Silice; 37.5
Alumina 62,5
100,0
manganeso, ácido vanádico y óxido de sodio; su color es
sonrosado y se halla en Noruega.
EPIDOTA— silicato de alumina y de cal, estando parte
de la alumina sustituida por sesquióxido de hierro — ALO*
Si02+Ca0,Si03
Caractéres. — Esta sustancia, llamada también tali-
ta, pistachita, chorlo verde del Delfinado, etc., se distingue
por las propiedades siguientes: cristaliza en un prisma exa-
gonal oblicuo del quinto sistema, generalmente alargado y
con estrías paralelas á las aristas horizontales de las bases;
fractura vitrea, lustre vitreo y craso; color verde-pistacho,
morado, gris y pardo-rojizo; raya al ortosa y se deja rayar por
el cuarzo, siendo su peso específico de 3,3 á 3,4. Se entumece
y funde, aunque con dificultad, en una escoria negra; es muy
poco soluble en los ácidos, pero después de calcinada forma
jalea en el ácido hidroclórico.
VARIEDADES. — Se presenta la distena cristalizada en
prismas no simétricos y prolongados, y en formas bacilares,
hojosas y laminares.
Yacimiento. — Corresponde á los terrenos cristalinos
y se halla diseminada en las rocas talcosas de San Gotardo,
en una leptinita de Sajonia, en la caliza sacaroidea y dolo-
mía de Gondo (Simplón); se encuentra también en Carintia
asociada á los granates rojos y cocolita, en las pizarras de
varios puntos de la Bretaña (Francia), Nueva-York (Esta-
dos-L nidos), etc. En España existe en el terreno silúrico
de 1 orrelaguna (Madrid), en una pizarra micácea de la
de la Loba y en la de Ganadoyra (Galicia).
segundo grupo. — Epidotas
l sierra
rt<
En este grupo se comprenden minerales afines á los api-
ros, porque se funden con mucha dificultad; son poco ataca-
bles por los ácidos y su peso superior á 3. En realidad no
corresponden á este grupo mas que dos especies: 1.* la zoi-
sita, y 2.a la epidota.
COMPOSICION EN PESO
Sílice.. 1
Alumina . . .
Oxido de calcio.
Oxido férrico. .
100,0
Variedades de formas y de estr
ras ACCIDENTALES. — Se conocen las variedades si-
guientes: i.a epidota acicular; 2.a bacilar; 3.a granular, y
4.a arenácea.
Variedades de mezclas y de colores: i.a epidota ferrífera y
pistachita; esta variedad tiene un 9 por 100 de hierro y color
verde pistacho; en algunos casos verde de yerba, constitu-
yéndose entonces la subvariedad talita; 2.a epidota mangane-
sífera ó piamontita, de color rojo ó morado debido al óxido
de manganeso; 3.a epidota cerífera llamada también alianita
por Thomson, ortita y pirortita por Berzelius, bragracionita
por Kokcharow, etc.; se presenta de color negruzco, distin-
I 12
PRISMÁTICAS
guiéndose además por su composición química; está consti-
tuida de sílice, alumina, óxido de calcio y de hierro como
las variedades anteriores, pero lleva además (15 á 20 por 100)
de óxido de cerio y varios metales, á saber: el didimo, lan-
tano é istrio; 4.* bucklandita, se presenta en cristales peque-
ños de un pardo rojizo ó verde negruzco; 5.a tautolita y wi-
thamita, consideradas por algunos como subvariedades de la
bucklandita.
YACIMIENTO. Las diversas variedades de epidotas
corresponden en general á los terrenos cristalinos, y se ha-
llan en rocas graníticas, talcosas ó metamórficas. Los mejo-
res ejemplares de esta especie proceden de los montes Ura-
les, Tirol, Arendal (Noruega), cercanías de Bareges (Piri
neos), Piamonte, Grisones, etc.
CER GRUPO—
Sílice. .
Alumina.
COUZERANITA— silicato de alumina y de cal—
Fórmula química 2 A1203, SiO2 + (CaO)3 SiO2
CARACTERES. — La couzeranita, así denominada por
haber sido descubierta en Couzeran (Pirineos), tiene por
forma primitiva un prisma recto de base cuadrada; frac-
tura laminar en la dirección de la pequeña diagonal, y con-
coidea en los demás sentidos: color gris negruzco, gris claro
ó negro; lustre vitreo y ligeramente resinoso; raya al vidrio y
se deja rayar por el cuarzo, siendo su peso específico de 2,69.
Se funde al soplete en un esmalte blanco; insoluble en los
ácidos.
COMPOSICION EN PESO
En los minerales incluidos en este grupo entra con.,
mente el óxido de calcio y tienen por ganga las calizas,
colores, por lo general, son claros, dureza análoga á la de los
feldespatos y peso específico inferior á 3 enteros. Su forma
primitiva es un prisma de base cuadrada; se funden con mas
nos facilidad en vidrio y son solubles en los ácidos. Se
renden en este grupo las especies siguientes: i.a wer-
ri a; 2.a couzeranita; 3.a meionita, y 4.a melilita.
WERNERITA —SILICATO DE ALUMINA Y DE CAL
Fórmula química 2APO3, SiO2 -f (CaO)3 SiO3
esia.
AGTÉRES. — i
52,37
24,02
11,85
1,40
5,52
3,96
eniendo en cuenta la composición anterior pudiera re-
presentarse su fórmula del modo siguiente: 2 Al2 O3, Si024-
(CAO, NAO, KO, MgO)3 SiO2.
YACIMIENTO. — La couzeranita fué hallada por primera
r Charpentier en Couzeran (Pirineos), habiéndose
:ontrado posteriormente en Pouzac cerca de Bagneres de
Esta especie mineralógica, formada
reunión de la wernerita de Andrada y por la escapo-
lita ó parantina de Monteiro, cristaliza en un prisma de base
cuadrada; sus colores variados, puesto que ciertos ejemplares
son amarillos, otros verdes, algunos rojo de ladrillo y varios
otros agrisados y con tintas blancas; raya á la fosforita y se
deja rayar por el ortosa, estando representado su peso espe-
cífico por 2,7. Se funde al soplete, aunque con dificultad, en
un esmalte blanco; se deja a acar, pero no se disuelve por
completo en los ácidos. arr wt iím
COMPOSICION EN PESO
Wernerita propiamente dicha
Sílice 48,15
Alumina 25,38
Oxido férrico. I)4g
Oxido de calcio 16,63
Oxido de sodio.
4,9i
US
94,78
VARIEDADES-Comprende dos variedades esenciales;
'■ \\ ementa propiamente d.cha ó arktizita, cristalizada ó en
masas de color verde aceituna y de lustre algo craso- 2 = es
capolita ó parantina, se presenta en cristales alareadós'com
puestos de un tejido laminar y fácilmente exfoliables en di
reccion paralela á las caras del prisma primitivo- estos cris
tales experimentan cierta alteración, llegando'en alguno-
casos hasta eflorescerse y convertirse en láminas análogas '
las del talco o de la mica, de donde toma el nombre de na
rantina (de farameio, yo eflorezco). Esta variedad tiene co
lor amarillo, verde ó rojo de ladrillo.
Yacimiento— La variedad Wernerita se encuentra en
los filones metalíferos de Arendal (Noruega) y en el norte
de Suecia, la escapolita existe en Pargas (Finlandia) y en
Massachussets. ' 1
La especie llamada dipiroy no es mas que una couzeranita
que se presenta en pequeños cristales; es un mineral vitreo
trasparente ó traslúcido; se funde y se blanquea por medio
del soplete, y fosforesce al propio tiempo, por lo que Haüy
le dió el nombre de dipiro. Se halla esta sustancia en Mau-
leon (Bajos Pirineos), Pouzac (Altos Pirineos) y en algunas
otras localidades.
MEIONITA— silicato de alumina y de cal— Fórmula
química 2 Al203, SiO2 + (CaO)3 (SiO2)
CARACTÉRES.— Cristaliza en prismas rectos de base
cuadrada sumamente pequeños, de donde toma el nombre
de meionita , (meion, menor); su color es por lo general
blanco, siendo en este caso trasparente, ó blanco lechoso y
traslúcida; lustre vitreo y la fractura desigual y brillante;
raya á la fosforita y se deja rayar por el ortosa, siendo su peso
específico de 2,6 á 2,7. Se funde por medio del soplete en un
vidrio blanco y esponjoso; se disuelve formando jalea en el
lórico.
COMPOSICION EN PESO
Damour
Sílice. .
Alumina.
Cal
Sosa.
Potasa. .
Magnesia.
Pérdida.
Residuo.
98,66 99,0
meionita no se ha encontrado
- n
=as á
Yacimiento.— La
hasta ahora mas que en pequeños cristales diseminados en
las rocas de la Somma, que contienen además feldespato
vitreo, mica verde, aujita, anfibol negro y granate melanito.
ACTINOTA
M ELI LITA — silicato de alumina, cal, magnesia y
HIERRO
Car ACTÉRES. — La melilita, llamada también Hum-
boldtita, cristaliza en pequeños paralelepípedos rectangulares
ú octaedros que derivan del segundo sistema; el color de
estos cristales es el amarillo de miel de donde toma el nom-
bre que lleva (meli, miel, titos , piedra); raya al vidrio y se
deja rayar por el cuarzo, siendo su peso específico de 2,95; se
funde al soplete, y se disuelve en los ácidos formando jalea.
COMPOSICION EN PESO
99.2
98,0
.Yacimiento. — Existe la melilita ó Humboldtita en las
lavas del Vesubio y en rocas basálticas de Capo di Bove
cerca de Roma.
FAMILIA— ANFIBOLICAS
I-as especies de esta familia ofrecen los caractéres siguien-
tes: son silicatos de cal, magnesia ü óxido de hierro: crista-
lizan en formas que corresponden al quinto sistema, y se
presentan, por lo general, hojosas y de estructura fibrosa ó
fibroso-radiada; su dureza es igual é inferior á la de la fosfo-
rita y el peso específico próximamente de 3 enteros. La ma-
yoría de estas especies corresponden á los terrenos ígneos ó
volcánicos. Se puede dividir esta familia en dos secciones
principales: i.a sección de los anfiboles; 2.a de los piróxenos;
y un apéndice constituido por el asbesto, amianto y corcho
de montaña.
PRIMERA SECCION— A NFÍBOLES
(De anf ¡botos, dudoso, porque los minerales comprendidos en esta sec-
ción se confunden con otros cuerpos, especialmente con los chorlos)
“3
librosas, de fibras gruesas y reunidas entre sí, ó, por el con-
trario, muy finas y radiadas ; color blanco, blanco agrisado ó
algo verdoso, brillo nacarado; raya al espato flúor y se deja
rayar por la fosforita, estando representado su peso específi-
co por 2,9. Se funde con facilidad al soplete en un vidrio
blanco y ampolloso.
COMPOSICION DE LA TREMOLITA DE SAN GOTARDO (DAMOUR)
De la Melilita (Damour)
De la Humboldtita (Damour)
Sílice
38,3
40,6
Cal
32,o
3r>8
Magnesia
6,7
5,7
Potasa
L5
°,3
Sosa
2,1
4,4
Oxido férrico. . . .
10,0
4,-1
Alumina
8,6
10,8
Sílice. ...
58,07
Cal
12,99
Magnesia. .......
24,46
Oxido ferroso . . .
1,82
Alúmina.
»
97,34
En algunos ejemplares existe la alúmina desde un 4 á
un 14 por 100.
VARIEDADES. — Se conocen las variedades siguientes:
Primera: cristalizada en prismas romboidales oblicuos bise-
lados, o en masas fibroso-radiadas; 2.a la nefrita, jade orien-
tal ó placa sonora, cuya variedad se presenta compacta, de
color gris ó verdoso agrisado, lustre craso y con traslucencia
parecida á la de la cera ; la nefrita es también muy tenaz y
sonora, raya al vidrio y se funde en un esmalte blanco.
Yacimiento. — Los ejemplares cristalizados se hallan
diseminados en la dolomía del valle de Tremola (San Go-
tardo), de donde se origina el nombre de tremolita ; las va-
riedades fibrosas se encuentran en las calizas, dolomías y
pizarras talcosas del Campo Longo (San Gotardo), Pirineos,
Sajonia. Bohemia, Escocia y América. En España está dise-
minada en las dolomías de la Sierra de Granada; Naranjo la
encontró en Sierra Blanca, término de Marbella. Se ignora
el verdadero yacimiento del jade ó piedra nefrítica.
Usos. — Se talla el jade como objeto de adorno: los chi-
nos lo emplean como una especie de amuleto, y le denomi-
nan tu; los antiguos suponían que tenia la propiedad de cu-
rar algunas enfermedades, especialmente el cólico de riñones
ó nefrítico. En la América del Sur le usaban los salvajes para
la fabricación de hachas y otras armas.
2.a subespecie. — ACTINOTA Ó ANFIBOL VERDE —
SILICATO DE CAL, MAGNESIA V ÓXIDO FERROSO
Bajo el nombre común de anfiboles se reúnen tres sub-es-
pecies, que algunos autores elevan á la categoría de especies,
á saber: i.a la tremolita o anfibol blanco; 2.a la actinota ó
anfibol verde, y 3.a la hornblenda ó anfibol negro. Estas tres
sustancias ofrecen las propiedades generales siguientes: son
silicatos de cal, magnesia ó protóxido de hierro: cristalizan
en un prisma romboidal oblicuo que deriva del quinto siste-
ma : colores mas frecuentes el blanco, gris, verde y negro: se
rayan por el ortosa y por una punta de acero, estando com-
prendido su peso específico entre 2,9 y 3,5: por medio del
soplete se funden en un glóbulo de color verde, agrisado ó
negro: insolubles ó muy poco solubles en los ácidos.
i.a subespecie. — TREMOLITA Ó ANFIBOL BLANCO w,
silicato de cal v de magnesia — Fórmula química CaO,
Si03 + (Mgo)3 SiOa
Caractéres. — La actinota ó actinolita (de axtis,
radio ó radiado, titos, piedra), se presenta en cristales baci-
lares muy alargados, ó bien fibroso-radiada y acicular; lustre
vitreo; color, por lo general, verde, habiendo ejemplares de
un verde oscuro ó negruzco’; raya con mucha dificultad al
vidrio, y su peso específico es de 3. Se funde al soplete en
un esmalte verde.
COMPOSICION EN PESO
Sílice.
55,5o
Magnesia
22,56
Cal
13,46
Oxido ferroso
6,25
97,77
Caracteres. — La tremolita ó anfibol blanco, deno-
minada también gramatita, se presenta en cristales alargados
intactos ó redondeados mediante las obliteraciones que ex-
perimentan; por lo común este mineral se halla en masas
Tomo IX
VARIEDADES. — Rara vez cristalizada en prismas bien
terminados; las variedades mas comunes son las masas baci-
lares ó aciculares y fibroso-radiadas.
Yacimiento. — Los ejemplares cristalizados se halla’
en los talcos del Tirol; las fibrosas, radiadas y aciculares i
diferentes puntos de los Alpes, asociadas casi siempre á
!=;
PIROXENOS
II4
serpentinas y dioritas. La actinota entra en la constitución
de algunos pórfidos verdes, de las dioritas y ofitos. En Es-
paña, según el señor Naranjo, existe esta especie en tierra
de Gador (Almería).
3.a subespecie. HORNBLENDA Ó ANFIBOL NEGRO
SILICATO DE CAL, MAGNESIA, ÓXIDO FERROSO Y ALUMINA
en cantidad variable — T-órmula química CaO, SiO2 +
(MgO, FeO)3 (SiO2)2
CARACTERES. — El anfíbol negro cristaliza en un pris-
ma de seis caras correspondiente al quinto sistema; pero,
por lo común, se presenta en masas hojosas exfoliables y
brillantes en los planos de crucero; color negro intenso, ver-
de oscuro ó negruzco; raya á la fosforita y se deja rayar por
el feldespato ortosa, siendo su peso específico de 3, 1 á 3,4.
Se funde al soplete y las variedades que contienen bastante
cantidad de óxido ferroso se disuelven en parte en el ácido
hidroclórico.
VARIEDADES— Pueden establecerse las siguientes:
‘ ! arfaslta> estructura granuda, color verde oscuro ó
verde claro y diseminada en una roca caliza sacaroidea de
Pargas (Finlandia) de donde toma el nombre que lleva; z»
hornblenda o anfíbol negro común, de un verde oscuro,
■ • , , cía de un negro intenso:
existe esta variedad en las rocas cristalinas ó volcánicas en
formas aciculares, hojosas ó mas ó menos globoso-radiadas;
algunas veces constituye masas considerables, dando origen
a la roca denominada anf, bolita. Admiten además algunos
mineralogistas as variedades laminares, y las compactas ó
piedra cornea las cuales en realidad no son mas que sub-
vanedades del anfíbol común; la primera se presenta en ma-
sas de color negro, siendo exfoliables en dos sentidos; la
segunda ofrece también color negro, resistente á la acción
del martillo y muy sonora.
Yacimiento— El anfíbol negro entra como elemento
esencial de vanas rocas graníticas y volcánicas; forma por sí
solo, como se ha dicho, la llamada «anfibolita:» unida al
cuarzo y fe despato ortosa, constituye la «siente:» asociada
a la albita torma la base de las rocas dioríticas. La variedad
pargas, ta existe en Pargas (Finlandia); el anfibol común se
encuentra en las traquitas, basaltos y lavas de Tenerife,
Etna, Vesubio etc. En España se halla en la cuesta de las
Granatillas y Cabo de Gata (Almería), en los Pirineos de
Gerona, Lérida, Huesca y Navarra, y en diferentes localida-
des de las Sierras de Guadarrama, Sierra Morena y Neva
ofrecen casi siempre aspecto vitreo, lustre menos intenso, y
menos fusibles. Las variedades mas importantes son: 1.' Pi-
roxeno diopsido; 2.a Dialaga; 3.a Hedembergita; 4.a Piro-
xeno aujito; y 5.1 Hiperstena.
PIROXENO DIOPSIDO —silicato de cal y de mag-
nesia.— Fórmula química CaO, SiO2 + (MgO)s SiO2
CARACTERES. — El «piroxeno diopsido,» llamado tam-
bién «musita, malacolita y cocolita blanca,» cristaliza en
un prisma de seis caras correspondiente al quinto sistema,
constantemente modificado en sus ángulos sólidos y ofre-
ciendo al propio tiempo estrías longitudinales. Los cristales
de esta especie son unas veces incoloros y trasparentes,
otras blanco agrisados, gris-verdosos y aun negros; presentan
la doble refracción muy intensa, y las variedades de color
son dicroitas en alto grado; rayan á la fosforita y se dejan
rayar por el ortosa, estando representado su peso específico
por 3,3. Se funden con gran
coloro.
dificultad en un esmalte in-
COMPOSICION EN PESO
Sílice. . . .
Cal
Magnesia. . .
Oxido ferroso. .
Id. manganeso..
57-5°
16,50
18,25
98525
SEGUNDA SECCION— PIROXENOS
(de pur, fuego; y xenos, huésped)
VARIEDADES.— Se cuentan las principales variedades
siguientes: i.a «Malacolita,» en masas laminares ó en grue-
sos cristales blancos y comprimidos de delante atrás. 2.a «Mu-
sita,» en prismas bacilares de color gris verdoso; 3.a «Coco-
lita,» de estructura granuda y de color verde claro.
YACIMIENTO. — Pertenecen los piroxenos á los terrenos
ígneos antiguos, encontrándose en las formaciones plutonicas
y en rocas metamórficas. La macolita se halla en Suecia,
Finlandia y Estados-Unidos; la musita en Mussa (Piamonte)
y la cocolita en los mismos puntos que la malacolita. En Es-
paña existe el piroxeno en los Pirineos de Gerona, Lérida,
Huesca y Navarra.
DI ALAGA— silicato de cal, de magnesia y hierro—
Fórmula química MgO, Si02+ (CaO,FeO)3 SiO2
CARACTÉRES. — La dialaga se presenta en pequeñas
masas laminares de color pardo, verdoso, amarillo, agrisado
y negruzco; raya á la fluorina, aunque con dificultad, y se
deja rayar por la fosforita y una punta de acero, estando re-
presentado su peso específico por 3,2. Por medio del soplete
se funde en los bordes en una escoria negTa.
Sílice. ....
Magnesia. . . .
Oxido ferroso.
Cal
Ox. de manganeso.
Alumina.
Agua. .
ION
Los «piroxenos» comprenden minerales isomorfos, consti-
tuí os por un silicato de cal ó de magnesia, siendo esta úl-
urna base sustituida en todo ó en parte por el protóxido de
erro o el de manganeso. Se distinguen las especies de este
pupo, de las del anterior, por los siguientes caracteres:
M
VARIEDADES. — Comprende esta especíelas siguientes
variedades: i.a Broncita, de brillo metálico parecido al del
bronce y de color pardo ó amarillo verdoso; se compone de
un doble silicato de magnesia y de óxido de hierro. 2.a La
dialaga cambiante (silicato de magnesia, cal y óxido de hier-
ro), tiene un color verde de aceituna, verde negruzco y ver-
ASBESTO Y AMIANTO
agrisado; se funde al soplete, mientras que la variedad
anterior puede considerarse como infusible.
Yacimiento. — Esta especie mineralógica constituye
la base de las rocas denominadas «eufotidas,» de la «diorita
orbicular ó verde de Córcega, de la «eglogita» y de las ro-
cas «ofiticas.» La broncita se halla en Carniola y Estiria; la
dialaga cambiante ó schüleerpath en Córcega, isla de Elba y
Monte Rosa. En España tenemos una y otra variedad en
las rocas dioríticas y ofiticas de Sierra Bermeja.
3-' sub-especic. — HEDEMBERGITA — silicato de cal,
magnesia y óxido ferroso — Fórmula química 2CaO,
SiOa+(MgO, FeO)2 SiO2
LaractÉres. — Se presenta en cristales análogosálos
del piróxeno diopsido, ó bien laminar y de colores muy va-
riados; hay ejemplares verdes, blancos, grises, negruzcos y
aun negros; su dureza, por lo común, es superior á la del
espato flúor, y el peso específico de 3,1. La Hedembergita
se funde al soplete en un esmalte negro, y contiene mayor
cantidad de hierro que la dialaga.
COMPOSICION EN PESO
Sílice
Cal* .
Magnesia.
Oxido ferroso
Idem de manganeso. . .
Alumina. . . .
52,36
22,19
4,99
*7,38
0,09
115
VARIEDADES. — Se conocen dos variedades principa-
les: i.3 Cristalizada en prismas comunmente hemitropiados.
2.a En masas laminares de color negro ó pardo oscuro. Al-
gunos autores admiten además la Lerzolita ó piróxeno gra-
nudo, de un verde oscuro ó negruzco, la hudsonita y polilita,
variedades abundantes de alúmina.
YACIMIENTO. — El piróxeno aujito forma parte de va-
rias rocas volcánicas, siendo el mineral que comunica el co-
lor negro que presentan casi todas ellas; se halla implantado
y mas frecuentemente diseminado en las doleritas, pórfidos y
basaltos.
5 .*• sub-esfcáe. — HIPERSTENA — silicato de cal, mag-
nesia y óxido de hierro, predominando casi siempre el
primero de estos óxidos.
Fórmula química 2MgO, SiO2 + (Fe0,Ca0)3Si02
CARACTÉRES. — Se presenta la hiperstena en masas
laminares negras ó parduscas y con reflejos cobrizos ó bron-
ceados: raya á la fosforita y se deja rayar por el cuarzo, es-
tando representado su peso específico por 3,4. Se funde al
soplete en esmalte negro, que ejerce acción sobre la aguja
magnética.
COMPOSICION EN PESO
Hiperstena de San Pablo
Sílice
97,01
Variedades, i.3 fassaita, se presenta cristalizada y
de color amarillo verdoso. 2.3 Sahalita, en masas laminares
de un gris verdoso. 3.a Berzolita ó piróxeno en roca, de un
aceitunado. 4-'1 Jefersonita, cristalizada ó en masas
hojosas, distinguiéndose de todas las variedades anteriores,
porque contiene un 10 á un 15 por 100 de óxido de manga-
neso. Algunos autores incluyen en la especie Hedembergita
la variedad cololita y las sub-especies piróxeno aujito é hi-
perstena.
Yacimiento. — La Hedembergita forma parte de cier-
tas rocas volcánicas y de los pórfidos negros ó melafidos.
4 a sub-tspecic. — PIROXENO AUJITO Ó PIROXENO
LE LOS VOLCANES silicato de cal, magnesia y
PROTÓXIDO DE HIERRO, HABIENDO TAMBIEN CIERTA CAN-
TIDAD de alúmina. — Fórmula química 2CaO SiO2 4-
(MgO, FeO, CaO)2 SiO*
Caracteres. Esta especie mineralógica cristaliza
en prismas cxagonales u octogonales terminados por un bi-
sel oblicuo (quinto sistema); de color negro, verde oscuro,
verde de aceituna, y opaca aun en láminas delgadas; raya ai
espado flúor y se deja rayar por la fosforita, siendo su peso
csjecífico de 3,3- Se tunde al soplete en esmalte necro v
brillante. 8 y
COMPOSICION EN PESO
Cal
Magnesia
Oxido ferroso. . .
Idem de manganeso.
Alumina
Agua
46,11
5,38
25,87
12,70
5.29
4,07
0,48
99,90
D ErmBI
Sílice
Cal. . . .
Oxido férrico
Magnesia. .
Alúmina. .
Olido de manganeso.
Idem de la Somma
5®,
50,27
13,20
*2,30
14,66
20,66
10,00
*0,45
3-34
3,67
2,00
0,00
95>2o
97,25
Yacimiento. — Constituyela hiperstena, en unión con
la labradorita, la roca llamada hiperita ó selagita que se en-
cuentra en la isla de San Pablo y en las costas del Labrador;
se halla también en la roca hiperstenita en el Canadá (Esta-
dos Unidos), en Noruega, Sajonia, etc.
APÉNDICE Á LOS ANFlBOLES Y PIRÓXENOS
ASBESTO Y AMIANTO
Sustancias mineralógicas que derivan de los piróxenos y
anfiboles descritos, especialmente de la tremolita ó anfíbol
blanco, por lo cual no solo ofrecen caractéres físicos análo-
gos á los de estas especies, sino idéntica composición quí-
mica.
El asbesto se presenta de color gris ó gris verdoso y blan-
co amarillento, flexible, tenaz ó mas ó menos resistente, y de
estructura fibrosa ó acicular, siendo en este caso un verda-
dero tránsito al amianto.
Este consta de fibras muy finas y separadas, de lustre
sedoso intenso y de un blanco puro en muchos ejemplares,
siendo su densidad relativa inferior á la del agua destilada.
En realidad no hay una diferencia notable entre estas dos
sustancias, distinguiéndose únicamente en que las fibras del
asbesto están mas unidas y ofrecen mayor aspereza que las
del amianto. Si las fibras se entrecruzan en diversos senti-
dos, dando origen á una especie de fieltro ó tejido, resulta
la sustancia denominada cuero, corcho, papel ó cartón de
montaña. Los tres minerales indicados son incombustibles á
las temperaturas ordinarias, pero se funden por medio del
MICAS
i j 6
soplete y se convierten en un vidrio que presenta colores
diferentes según las variedades que se sujetan al ensayo.
YACIMIENTO. — Se encuentran generalmente el asbesto
y amianto en las rocas graníticas, magnésicas, serpentín icas,
pizarras talcosas y cloríticas. Son bastante abundantes en los
Alpes y Pirineos, y los mejores ejemplares proceden de Ta-
rento, Córcega, Piamonte, San Gotardo, Tirol y el Brasil.
El asbesto y amianto se hallan en España en las rocas ofiticas
y dioríticas de Sierra Bermeja (Málaga), Sierra de Guadar-
rama, Galicia y otros puntos.
USOS. — Estas sustancias eran conocidas de los mineralo-
gistas antiguos, que las designaron con los nombres de
«amianto», que quiere decir sustancia pura, y el de «asbes-
to», esto es, inextinguible. Se servían de ellas para la cons-
trucción de sudarios con los que se envolvían los cadáveres,
para que de este modo no se confundieran sus cenizas con
las de la pira en que los quemaban; fabricaban, además,
mantelerías de gran lujo, las cuales después de manchadas
con grasa las echaban al fuego con el objeto de limpiarlas.
Hoy dia se destinan para la construcción de vestidos para
los operarios délos incendios; pero desgraciadamente se ha
visto que estas prendas ofrecen varios inconvenientes, por lo
que no se han generalizado. Eos antiguos tenían varias pre-
ocupaciones respecto de estos minerales; el célebre Plinio
consideraba al amianto como un producto vegetal ( liman
purum), y creía que si se rodeaba con hilos de amianto un
árbol cualquiera, podía muy bien derribarse á hachazos sin
que se percibiera el menor ruido.
lili pA (rkiL iK — \
Los minerales incluidos en esta familia presentan los ca-
racteres siguientes: cristalizan en prismas exagonales ó rom-
boidales rectos, siendo su estructura esencialmente hojosa ó
laminar; su lustre es metaloideo algo untuoso al tacto; dureza
casi siempre superior á la del yeso é inferior á la de la cali-
za, y la densidad relativa variable. Todas las especies de
este grupo están constituidas por un silicato de alumina
combinado con otro silicato alcalino-férrico ó de cal ó mag-
nesia, entrando en algunas cierta cantidad de agua y de áci-
do fluórico. Los minerales mas importantes comprendidos
en esta familia son los siguientes: i.° mica; 2.0 otrelita;
3.0 Sismondina; 4.0 margarita, y 5.° leucofana.
MICA Ó VIDRIO DE VOLCANES — silicato doble de
ALUMINA Y BASES VARIABLES
Caracteres. — La mica, llamada también, como se
ha indicado, vidrio de volcanes, plata y oro de gato, rara
vez se presenta cristalizada en prismas rebajados de seis ca-
ras, pertenecientes al tercer sistema; por lo general se halla
en hojas ó láminas elásticas y eminentemente exfoliables, de
lustre metaloideo brillante, de donde toma el nombre de
mica (del verbo latino muaré , brillar). Los colores de esta
sustancia son muy variados; negro, blanco, amarillo, verde,
rojizo, etc., siendo, sin embargo, los mas comunes el negro,
blanco de plata y agrisado; la mica raya al yeso y se deja
rayar por la caliza, es suave al tacto y su peso específico está
representado por 2,7. La mayor parte de las variedades de
mica se funden al soplete, pero producen, no obstante, fenó-
menos muy distintos; v. gr. los individuos en cuya composi-
ción entra el ácido fluórico pierden totalmente su brillo me-
taloideo, y se convierten en opacos por la acción del fuego;
los que no contienen el referido ácido, pierden su trasparen-
cia y adquieren un lustre dorado, plateado ó semimetálico,
í.a generalidad de las micas se funden en esmalte blanco,
gris ó verde, ejerciendo acción sobre la aguja magnética el
que resulta de las variedades negras; finalmente, si se las
trata por el borato sódico ofrecen también caractéres dife-
rentes: unas se disuelven ó se funden sin efervescencia, mien-
tras que otras la producen con bastante intensidad.
Todos estos caractéres y otros varios manifiestan que la
composición de las diversas variedades de esta especie es
muy distinta. Teniendo en cuenta los análisis que se han
hecho por diferentes autores, resulta que la mica puede di-
vidirse en tres secciones principales, á saber: i.a micas potá-
sicas; 2.a micas magnésicas; 3.* micas litínicas.
COMPOSICION EN PESO
Mica plateada de Zinnwald Id. verde del Vesubio Lep.a de Rosena
(Vauquelin) (Kjerutt) (Regnauld)
Sílice. . .
Alumina.
Oxido férrico.
Potasa.
Sosa. .
Magnesia
Litina.
Fluor. .
Prot. de manganeso
46.4
18.5
20.0
11.0
M
»
i 3^
»
2,4
98,3
44,63
19,04
4,92
6,97
2,05
20,89
»
»
»
98,5°
52,40
26,80
»
9»r4
»
»
4,85
4,18
1,66
99, °3
El célebre Biot, estudiando detenidamente las micas, ob-
servó que no se distinguen solo por su diferente composición,
sino por los caractéres ópticos, dividiéndolas en consecuen-
cia en dos grupos, que llamó: i.° micas de un eje de doble
refracción; 2.0 micas de dos ejes de doble refracción. Las
primeras ofrecen formas derivadas del sistema romboédrico;
las segundas cristalizan en formas pertenecientes al sistema
romboidal recto ó sistema romboidal oblicuo. Las de un
eje de doble refracción se subdividen, según el citado autor,
en micas de eje atractivo y en micas de eje repulsivo; estas
últimas, que son las mas frecuentes, ofrecen colores negros,
verdes, rojos, etc., y pertenecen á la sección de las denomi-
nadas magnésicas, mientras que corresponden á las potásicas
y litínicas aquellas otras que presentan dos ejes de doble
refracción.
Variedades de forma y estructura. —
i.a Cristaliza en prismas romboidales oblicuos ó láminas
exagonales. 2.a Hemisférica, constituida de láminas ó de
hojas cóncavas por una de sus caras y convexas por la otra.
3.a Palmeada, compuesta de láminas, que presentan nerva-
ciones análogas á las de las hojas de las plantas. 4.a Lepido-
lita, formada de escamas ó pequeñas láminas unidas entre
sí, de lustre nacarado ó de perla y color rojo morado ó rosa
claro que pasa al blanco ó agrisado, y en ciertos ejemplares
al amarillo verdoso. Algunos autores admiten también varie-
dades basadas en la coloración; v. gr. mica negra, argentina,
bronceada, verde, amarilla, etc.
Yacimiento. — Si se exceptúan los feldespatos y el
cuarzo, puede decirse que la mica es el mineral mas abun-
dante en la corteza terrestre. Forma parte de los granitos
comunes, de la sienita, del gneis, y de muchas pizarras; se
encuentra en grande cantidad en los terrenos neptúnicos,
especialmente en los de acarreo, procedente de la descom-
posición de las rocas ígneas y metamórficas.
USOS. — Los ejemplares laminares y de tamaño algo con-
siderable, como los que se encuentran en Siberia, se emplean
para vidrieras en las ventanas de las casas y buques; la va-
riedad denominada ¡epidolita se destina para polvos de sal-
TALCO
* J7
vadera; pero la aplicación mas importante de este mineral es
como abono ó mejoramiento de ciertas tierras á las que ce-
den, mediante su descomposición, la sílice y los álcalis po-
tasa, sosa, magnesia, etc.
OTRELITA — silicato de alumina, de hierro v aun
de manganeso — Fórmula química 2APO3, Si02+(FeO,
MnO)3 (Si02)2 + 2H0
CARACTÉRES. — La otrelita se presenta en pequeñas
placas ó discos exagonales, pertenecientes al cuarto sistema,
de fractura desigual, color negro ó negro verdoso y lustre
metaloide; raya á la fosforita y se deja rayar por el feldespato
ortosa, siendo su peso específico de 4,4. Se funde difícil-
mente en los bordes en un glóbulo negro que ejerce acción
sobre la aguja magnética; reducida á polvo se disuelve en el
ácido sulfúrico mediante la elevación de temperatura.
espato flúor, siendo su peso específico 3. Se funde y se exfo-
lia por medio del soplete.
COMPOSICION EN PESO
Sílice
37,oo
Alumina
40,50
Cal
8,96
Sosa
1,24
Oxido ferroso.. . .
4,5°
Agua •
1,00
93, 20
YACIMIENTO. — Se halla la margarita en una pizarra
clorítica del Tirol; la variedad que algunos llaman tiacrita ó
talco granudo, existe en San Gotardo y otros puntos de los
Alpes, y también en las cercanías de Bareges (Pirineos).
COMPOSICION EN PESO
Sílice 43,34
Alumina 24,63
Oxido ferroso 16,72
— de manganeso. . . . 8,18
Agua 5,66
98,53
YACIMIENTO. — Esta especie, rara y de escaso interés
geognóstico, se encontró por primera vez en las pizarras de
Ottrez (Luxemburgo), habiendo sido descubierta posterior-
mente por Descloiseaux en el valle de Ossau (Bajos Pirineos).
SISMONDINA — silicato de hierro é hidrato de alu-
mina—Fórmula química (FeO)3 (Si0a)2+Al®03, HO.
CARACTERES — La Sismondina (dedicada al profesor
Sismonda de Turin) se presenta en masas laminares exfolia-
bles en tres direcciones que conducen al prisma romboidal
oblicuo; su color es verde negruzco ó agrisado, lustre resino-
so y traslúcida ó semitrasparente; raya á la fosforita y se deja
rayar por el ortosa, siendo su peso específico de 3,05; infu-
sible al soplete, pero adquiere cierto pulimento; reducida á
polvo se disuelve en el ácido nítrico é hidroclórico.
LEL^COFAN A— silicato de cal y de glucina unido á
un fluoruro de sodio — Fórmula química 2(Ca0)2Si02
-PGP03, (Si02)2-fNaFl.
CARACTÉRES. — La leucofana (de ¡éticos, blanco, y fai-
no, yo brillo) se presenta en láminas delgadas y trasparentes;
color verde amarillento ó amarillo claro cuando está en ma-
sas, siendo incolora en láminas delgadas; raya á la caliza y
se deja rayar por la fosforita, siendo su peso específico 2,9.
Este mineral es fusible por sí solo en un glóbulo trasparente
y con una ligera tinta morada.
COMPOSICION EN PESO
Sílice.
. . . . 47,82
Glucina
...
. . . . 11,51
Cal. .
. . . 25,00
Oxido de manganeso. . 1,01
Potasio
. . . . 0,26
Sodio.
. . . . 7,50
Fluor.
. . . . 6,17
99, 27
Yacimiento. — Existe esta especie en la sienita circo-
nífera de Lamoe (Noruega), en donde está asociada á la
albita, eleolita é itrotantalita.
COMPOSICION EN PESO
MA
Sílice. .
Alumina.
Oxido ferroso. .
Agua. .
Titano. .
Yacimiento —Se encuentra la Sismondina en una
pizarra clorítica de San Marcial (Piamonte).
MARGARITA Ó MICA NACARADA — silicato de
ALUMINA Y SILICATO DE CAL Y ÓXIDO FF.RROSO, MAS AGUA
— Fórmula química (Al203)2+Si02+(Ca0, FeO)2 SiO2
CARACTÉRES. — La margarita, así denominada por su
lustre nacarado, cristaliza en prismas exagonales del sistema
romboédrico, que se exfolia con facilidad en dirección para-
lela á la base; color gris de perla ó blanco de plata y lustre
nacarado especial; raya á la caliza y se deja rayar por el
FAMILIA— TALCOSAS
Las especies mineralógicas incluidas en esta familia pre-
sentan los siguientes caractéres: untuosas al tacto, tan blan
das, que algunas se dejan rayar por la uña; infusibles al so-
e, dando agua por la elevación de la temperatura; están
nstituidas por un silicato de magnesia hidratado. Los mi-
nerales mas importantes son: i.° talco; 2.0 esteatita; 3.0 serpen-
tina; 4.'' magnesita.
TALCO — silicato de magnesia hidratado — Fórmula
química (Mg0)\(Si02)3+H0
CARACTERES. — El talco se presenta laminar, escamo-
so y fibroso, pero jamás cristalizado, aun cuando las láminas
se dividan en algunos casos en rombos de 120o; el color de
este mineral es el blanco sucio, gris verdoso, y amarillento;
lustre craso y nacarado, suave y grasiento al tacto, flexible,
pero nunca elástico, por cuyo carácter se separa de la mica
que es elástica. El talco es el mineral mas blando de todos
los que se conocen, constituyendo por esta razón el primer
1 18
tipo de la escala relativa de Mohs, estando representado su
peso específico por 2,6. Se funde con muchísima dificultad
en los bordes, y desprende agua en el tubo de ensayo me-
diante la acción del calor: insoluble en ios ácidos.
COMPOSICION EN PESO
Sílice
62,8
Magnesia
32,4
Oxido ferroso. . . .
1,6
Agua. .
2,3
99, 1
las
siguientes:
y
Variedades. — Pueden establecerse
i.a Talco laminar ú hojoso, de color blanco ó verde claro
divisible en laminillas muy flexibles. 2.a Talco laminar ó es-
camoso, compuesto de escamas pequeñas, flexibles, blancas,
amarillas ó sonrosadas. 3.* Talco fibroso, formado de fibras
largas y ligeramente unidas. 4.a Talco terroso, en masas tér-
reas de un gris blanquizco. 5.* Piedra ó talco ollar, variedad
que se halla algunas veces en masas considerables de color
gris verdoso, pero reducida á polvo le presenta blanco.
YACIMIENTO. — El talco forma en unión con el cuarzo
y la ortosa, la roca denominada protogina; entra también en
la constitución de varias rocas metamórficas. Las variedades
laminares y fibrosas proceden del Tirol, Alpes, San Gotar-
do, etc. La piedra ollar es muy abundante en el lago de Como,
Sajonia, Córcega, Egipto y China. En España existe el talco
en los Pirineos, Sierra de Guadalajara, Peña Prieta (Santan-
der), en toda la cordillera de Sierra Nevada, en varios sitios
de la provincia de Cáceres.
Usos. — La piedra ollar, que es muy abundante en Suiza,
Tirol, Egipto, China, etc., se emplea para la fabricación de
ollas, tazas, cafeteras y otros utensilios de cocina; los egip-
cios llaman al talco ollar piedra de Baram.
ESTEATITA Ó JABON DE SASTRE — silicato de
MAGNESIA CON MAS CANTIDAD DE AGUA QUE LA ESPECIE
anterior — Fórmula química (Mg0)*(Si02)3+ HO
\/ / 1 /
Caracteres. — Este mineral ofrece estructura com-
pacta ó escamosa, color blanco puro ó blanco agrisado, muy
suave y grasiento al tacto, tan blando como el talco, se deja
cortar con el cuchillo como si fuera una sustancia jabonosa,
y se raya con mucha facilidad por la uña; su peso específico
está representado por 2,6 á 2,8.
Algunos autores dividen la esteatita en dos sub especies:
i.a esteatita anhidra; 2.a esteatita hidratada. La primera no
tiene importancia de ningún género bajo el punto de vista
geognóstico; la segunda ofrece color blanco de leche, lustre
nacarado, estructura pizarrosa y compuesta de hojas con-
torneadas y gráficas, pudiendo separarse en otras mas peque-
ñas. Esta sub-especie ofrece la particularidad de exfoliarse
por medio del soplete, y se trasforma en una sustancia blanca
que pierde su crasitud, fundiéndose al propio tiempo en los
bordes; colocada en un tubo de ensayo desprende agua por
la acción del calor. -w-
talcosas
VARIEDADES. — 1.a Esteatita seudo-mórfica, que reem-
plaza al cristal de roca, feldespato ortosa, granates, idocrasa
y anfibol; color blanco mas ó menos agrisado ó con matices
verdosos, rojizos, amarillentos y sonrosados. 2.a Escamosa ó
creta de Brianzon, variedad que se emplea generalmente
como cuerpo gráfico. 3-* Pagodita, de pasta fina, muy blanda
y de color blanco agrisado, pardo, amarillo ó rojizo. Algunos
autores forman con esta variedad una especie distinta de la
esteatita. La verdadera pagodita consta de silicato de alumi-
na, mas silicato de potasa y cierta cantidad de agua.
Yacimiento. — Se halla asociada, por lo general, álas
pizarras micáceas y talcosas, abundando en los Alpes suizos,
Saboya, Tirol, Baviera, China, Brianzon (Francia), Sajo-
nia, etc. En España existe en el término de Hellin (Alba-
cete).
USOS.— Se emplea la esteatita como cuerpo gráfico para
facilitar la entrada del calzado y los guantes, y disminuir el
rozamiento de las máquinas; entra en la confección de varios
cosméticos, especialmente la de Brianzon: con la variedad
pagodita construyen los chinos multitud de figuras y otros
objetos raros y caprichosos; por último, algunos pueblos sal-
vajes la usan como una especie de alimento, de donde toman
el nombre de geófagos.
COMPOSICION EN PESO
EO
Sílice
. 62,25
Magnesia
• 27,25
Oxido ferroso.. . .
i
Agua
. . 6,00
96*5°
SERPENTINA Ú OFIT A — silicato de magnesia hidra-
tado, con mas cantidad de agua que las especies ante-
riores— Fór. quím. (2MgO, SiO3 fHO) f 2 MgÓ, HO
CARACTERES. — La serpentina ú ofita, llamada también
piolita y gabro por los italianos, se presenta en masas mas
ó menos considerables, de estructura compacta ó astillosa;
color, muy variable, verde oscuro, verde claro, gris verdoso
y hasta negro con manchas ó puntos rojizos; lustre craso,
suave al tacto, pero sin ofrecer la impresión jabonosa que el
talco y la esteatita; raya al yeso y se deja rayar por la caliza,
siendo no obstante, muy tenaz; su peso específico está re-
presentado por 2,4. Por medio de la acción del fuego des-
prende el agua que contiene y adquiere cierta dureza; se
funde al soplete, aunque con dificultad, en los bordes, y se
disuelve en los ácidos sin producir efervescencia.
COMPOSICION EN PESO
Sílice 42,67
Magnesia 37,16
Oxido ferroso 2
Agua 13
94,83
1 • _ A. y | ^ ✓'v yiy
Variedades. — 1.a Serpentina noble, de color verde
claro uniforme y bastante intenso, cuya coloración se atri-
buye á una pequeña cantidad de óxido de cromo; la fractura
de esta variedad es terrosa, siendo al propio tiempo traslu-
ciente en los cortes. 2.a Serpentina común, de un verde
oscuro con manchas ó venas que imitan algún tanto el color
de la piel de ciertas serpientes. Varios mineralogistas estu-
dian la piedra ollar en esta especie.
Yacimiento. — La serpentina se halla generalmente
en grandes masas formando montañas de forma cónica ó
redondeada; se encuentra además en filones que han atrave-
sado capas de diferentes terrenos neptúnicos. La variedad
noble procede esencialmente del Egipto y de Córcega. En
España existe también la noble y la común en las sierras
Blanca, Bermeja y Mijar (Málaga), en el barranco de San
Juan, término de Huejar, en Sierra Nevada, cuyos ejempla-
res se denominan por algunos mármoles verdes de Granada;
PENNINA
1 T9
existe también en el Cabo Ortegal (Galicia), en donde la
llaman duelo ó piedra de murcio (i).
USOS. — Se emplean las variedades de serpentina noble
y común para tableros de mesa, retablos, columnas, corni-
sas, etc.; las columnas del altar mayor y laterales délas Sale-
sas de Madrid y las de la catedral de Granada proceden de
la serpentina de Sierra Nevada; en la célebre catedral de
Florencia se ha empleado la serpentina con profusión.
MAGNESITA Ó ESPUMA DE MAR — silicato de mag-
nesia hidratado. — Fórmula química MgO, Sio(i) 2 + 2HO
Caractéres. — Esta sustancia, conocida también con
los nombres de piedra ó tierra de pipas, piedra loca, etc., se
encuentra en masas de estructura compacta, concrecionada,
terrea y aun porosa; color blanco, blanco agrisado, gris ó
sonrosado y el lustre mate, suave al tacto alguna de sus va-
riedades; raya al yeso y se deja rayar por la caliza; algo tenaz
y .se adhiere á la lengua con bastante intensidad; su peso
específico esta representado por 2,6; al soplete funde, aunque
con dificultad, en los bordes; absorbe agua con rapidez y se
disuelve en el ácido sulfúrico, desprendiendo algunos ejem-
plares ácido carbónico, por lo que Haíiy consideraba á esta
especie como un carbonato de magnesia silicífero; si se eva-
pora la disolución sulfúrica, se obtienen cristales de sulfato
de magnesia.
COMPOSICION EN PESO
Sílice
53>3o
Magnesia
23,80
Alúmina
1,20
Agua
20,00
98,80
Comparando esta composición con las indicadas en las
especies talco, esteatita y serpentina, se ve que todas ellas
constan de iguales elementos y que solo se diferencian en la
distinta proporción, sobre todo en la mayor ó menor cantidad
de agua.
Yacimiento. — La magnesia corresponde á los terre-
nos de sedimento secundarios ó terciarios. Uno de los cria-
deros mas importantes de esta sustancia se halla en la Ana-
tolia y Crimea. En España la tenemos en los términos de
Vicálbaro y Yallecas (Madrid), Cabañas de la Sagra y Caba-
ñas de Yepes (Toledo), relacionada con el pedernal y mo-
leña.
USOS. — Se destina la magnesita para la construcción de
hornillos y pipas de fumar, siendo desde luego las mejores
y mas apreciadas las que se fabrican con la magnesita ó espu-
ma de mar que procede de Asia.
FAMILIA— TALCOIDEAS
Los minerales incluidos en esta familia son blandos, sua-
ves y mas ó menos untuosos al tacto, de estructura escamosa,
laminar ó compacta; se presentan algunas veces cristalizados
en prismas exagonales, siendo su composición química algún
(i) El distinguido geólogo Macpherson.de Cádiz, ha publicado hace
poco en los Anales de la sección española de Historia Natural, una in-
teresantísima Memoria sobre la serpentina de Ronda, el criadero mas
importante quizás entre los conocidos, no solo por su extensión que
iguala á Montblanc, sino por los singulares tránsitos que ofrece del pe-
ridoto, verdadera matriz, á la serpentina: bonitos cromos sacados de
preparaciones microscópicas ilustran este interesantísimo estudio.
tanto análoga á la de las micas; por lo general se disuelven
en los ácidos y son también mas ó menos fusibles. Los mine-
rales de este grupo son muy afines al talco, esteatita y demás
sustancias comprendidas en la familia de las talcosas, hasta
el punto que muchos de ellos han estado y aun están con-
fundidos en las especies del primer grupo. Entre los cuerpos
mas importantes pertenecientes á las talcoideas, pueden
citarse la clorita, pennina, pirofilita, Cronstedtita, pinita,
falunita y pagodita.
CLORITA — SILICATO DE ALUMINA COMBINADO CON UN SI-
LICATO DE MAGNESIA Y DE ÓXIDO FERROSO HIDRATADO —
Fórmula química Al2 O3, Si02 + (Mg0,Fe0) Si02-f 4HO
CARACTÉRES. — Puede dividirse la clorita en dos sub-
especies, á saber: ripidolita y clorita escamosa: la primera se
presenta comunmente en tablas delgadas ó láminas exagona-
les regulares y biseladas en las aristas básicas, pertenecientes
al tercer sistema; su color es el verde de puerro ó verde ama-
rillo claro; lustre vítreo-anacarado; raya al talco y se deja
rayar por la caliza; siendo su peso especifico de 2,67 á 2,78.
Se exfolia mediante la acción del calor, y por medio del so-
plete. Se funde, aunque con dificultad, en un esmalte gris; se
disuelve lentamente en el ácido hidroclórico hirviendo.
COMPOSICION EN PESO
Análisis de Berthier
Sílice. ....... 26,80
Alúmina 16,60
Magnesia 14,30
Oxido ferroso 23,50
Potasa. 2,70
Agua. . 11,40
r 9^,30
VARIEDADES. — Cristalizada en láminas que Haüy to-
mó por ejemplares de talco cristalizado; estas láminas están
sobrepuestas unas á otras y dispuestas de tal modo que imi-
tan la colocación de las varillas de un abanico, de donde to-
ma el nombre de ripidolita ( ripidioji , abanico pequeño).
La segunda subespecie, ó sea la clorita escamosa ó clorita
propiamente dicha, se presenta en escamas que constituyen
por su reunión masas de aspecto terroso ; ofrece la clorita un
color verde oscuro y está casi siempre asociada al cuarzo
hialino ó cristal de roca, introduciéndose algunas veces en
su interior. Los caractéres químicos y la composición son
idénticos á los de la ripidolita.
YACIMIENTO. — La clorita sustituye á la mica ó al tal-
co en ciertas rocas que ofrecen una estructura esencialmente
laminar, tales como las pizarras micáceas y talcosas, por lo
que en geología se las denomina pizarras cloríticas; la clorita
suele presentarse algunas veces de estructura y grano fino y
de aspecto terroso, constituyendo las llamadas tierras verdes
de algunos mineralogistas.
PENNINA — SILICATO DE ALUMINA UNIDO Á UN SILICATO
de magnesia Y de hierro hidratado — Fórmula quími-
ca A1203 Si024(Mg0,Fe0) SiOM-qHO
Caracteres. — Esta especie mineralógica llamada
hidrotalo por Necker, tiene por forma primitiva un romboe-
dro agudo de 63° 15', perteneciente al cuarto sistema; color
verde negruzco en las caras del romboedro, y verde de esme-
ralda en las de crucero, siendo dicroitas las láminas y los
120
ARCILLAS
cristales; si se observa este mineral en dirección paralela al
eje principal ofrece una coloración verde intensa, y rojo de
jacinto ó pardo en sentido perpendicular á este mismo eje:
raya al yeso y se deja rayar por el espato flúor, estando
representado su peso específico por 2,65. Por la acción del
fuego y de los ácidos presenta los mismos fenómenos que la
clorita.
COMPOSICION EN PESO
Sílice. . .
AlúminaflT'
Oxido ferroso.
Magnesia.
Agua. .
FAMILIA— TERROSAS
Yacimiento. — Se halla la pennina en el valle de
matt (Monte Rosa) y en el de Ala (Piamonte); la vari<
denominada por algunos mineralogistas koemmererita se en-
cuentra en los montes Urales y en los Estados Unidos.
FILITA — SILICATO HIDRATADO DE ALUMINA Y MAGNE-
•Fórmula química APO3, SiO2 + Mg02,Si02 + HO
CARACTERES. — La pirofilita (de pur , fuego, fulon,
hoja, por la particularidad que tiene de exfoliarse á la llama
de una bujía), se presenta generalmente en forma de rosetas
constituidas por fibras radiadas y alargadas, de color verde
agrisado ó blanco y amarillento, y lustre nacarado, por cu-
yos dos últimos caractéres ha estado confundida con el talco
blanco del Tirol La pirofilita es un mineral suave al tacto,
blando como el talco y de un peso específico representado
por 2,7. Si una lámina delgada de este cuerpo se somete á
la llama de una bujía, se exfolia, hincha y trasforma en un ha-
cecillo compuesto de filamentos delgados y de lustre sedoso;
mediante el soplete fosforece produciendo una luz bh
adhiriéndose los filamentos por sus extremos.
>v íTI / 77/^rr™®^
COMPOSICION EN PESO
Sílice, .
Alúmina 29,46
Magnesia 4,00
Oxido ferroso i,So
Agua 5,62
Plata indicios
e en
C D 100 67
CIMIENTO. — Esta especie se cita únicamente
Berezoff (Siberia), Westana (Suecia), Spa (Bélgica) y en la
Carolina del Sur.
Las especies Cronstedtita, pinita, falunita y pagodita son
sustancias que ofrecen caractéres muy análogos á los de las
anteriores, por cuya razón no trazamos su descripción; la
primera es un silicato de óxido férrico combinado con un
silicato ferroso; la pinita es un silicato de alumina unido á
otro silicato de potasa y de hierro y algo de agua; la falunita
es un silicato de alumina combinado con un silicato de po-
tasa, magnesia, óxido de hierro y 10 á 12 por 100 de agua;
por último, la pagodita se halla formada de un silicato de
alumina, mas silicato de potasa y 5 por 100 de agua, siendo
notable que presentando esta última especie una composi-
ción química tan distinta de la esteatita, ofrezca, sin embar-
go, caractéres tan semejantes á los de este mineral.
Los minerales comprendidos en esta familia tienen de
común los caractéres siguientes: son blandos y por medio de
la insuflación exhalan olor arcilloso característico; se funden
con dificultad al soplete y se disuelven algunos en los áci-
dos. En realidad, estos minerales carecen de importancia
bajo el punto de vista mineralógico, pero tienen gran interés
en la geología é industria. Varios mineralogistas, y entre
ellos Leymerie, dividen esta familia en tres secciones:
i.a tierras arcillosas; 2.a tierras de pipas (descrita ya con la
mominacion de magnesia); 3.a tierras verdes.
PRIMERA SECCION-TIERRAS ARCILLOSAS Ó
ARCILLAS PROPIAMENTE DICHAS
tos de alúmina hidratados, mezclados comunmente
- n carbonato de cal y óxido férrico hidratado)
ARAGTÉRES GENERALES. — Los minerales de
esta sección tienen estructura mas ó menos terrosa; su color
es el blanco ó el agrisado cuando están puros; muy blandos,
suaves al tacto, se adhieren á la lengua y despiden por me-
dio de la insuflación un olor especial, análogo al de la tierra
mojada. Adquieren dureza por la acción del fuego, forman
pasta impermeable con el agua, y se disuelven en el ácido
sulfúrico. Su composición química es variable, siendo sus
principios mas importantes la sílice, alumina y agua. Se di-
viden las arcillas en tres grupos: i.° arcillas esmécticas;
2.0 plásticas; 3.0 mixtas, á los cuales pueden agregarse las
arcillas refractarias y el kaolin.
primer grupo— Arcilla esmhtica
CARACTÉRES.— Esta sustancia, que se designa además
con los nombres de arcilla de batanero y tierra de Segovia,
se presenta térrea, homogénea, blanda, de color claro, suave
al tacto y algún tanto crasa; se adhiere á la lengua, y por
medio de la insuflación desprende olor de tierra mojada;
su peso específico es de 2,5. Se funde al soplete en esmalte
rris verdoso, y se disuelve en los ácidos. Contiene casi do-
ble cantidad de agua que las demás arcillas.
COMPOSICION EN PESO
%
Análisis efectuado por Bergmann
Sílice. .
Alúmina.
Oxido de hierro
Magnesia. . .
ioi,5°
Yacimiento. — Se encuentra esencialmente la arcilla
esmectica en los terrenos de sedimento secundarios y tercia-
rios, donde alterna con capas de caliza y otros minerales.
En muchos puntos están situadas debajo de las arenas y
areniscas, impidiendo de esta manera la filtración de las
aguas subterráneas. En España tenemos arcilla esmécticaen
Almería, Granada, Alcoy, Manresa, Almuradiel (Ciudad
Real ), Carlitos (Badajoz), Segovia y otros puntos.
Usos. I eniendo en cuenta la propiedad que ofrece
esta arcilla de absorber los aceites ó sustancias grasas, se
emplea para quitar las manchas de la ropa y desengrasar las
telas.
BALDOGEA
I 2 X
SEGUNDO grupo Arcilla plástica, arcilla común ó de alfareros
CARACTERES. — Esta arcilla tiene estructura térrea; de
color blanco amarillento cuando es pura, pero comunmente
ofrece diferentes coloraciones debidas á los óxidos de hier-
ro, de manganeso, etc. Se adhiere con bastante intensidad á
la lengua, siendo suave al tacto. Se funde con mucha difi-
cultad al soplete y forma pasta con el agua, siendo suscepti-
ble de adquirir toda clase de formas, de cuyo carácter toma
el nombre de arcilla plástica (plasto, yo formo).
petana) y Sierra Morena, y no léjos de Menas albas, como
queda dicho.
USOS. Se emplea esta sustancia en la fabricación de
porcelana, siendo los centros mas célebres el de Limoges y
Se\res (h rancia), Meisen (Sajonia) y Liverpool (Inglaterra).
En España son notables la fábrica de Pickman en Sevilla,
Sargadelos (Galicia), Lusturia (Bilbao), Segovia, etc. La tier-
ra de porcelana de Cabarrus se empleó en las antiguas fábri-
cas de la Moncloa y Retiro de Madrid.
COMPOSICION EN PESO
Sílice
5L84
Alumina
26,10
Oxido de hierro. . . .
Ay 91
Cal
2,25
Magnesia
0,23
Agua
14,58
99,91
YACIMIENTO. — Se hallan las arcillas plásticas en todos
los terrenos neptnnicos, unas veces aisladas y otras alternan-
do con capas de caliza, areniscas, etc.; abundan esencial-
mente en los terciarios y secundarios. En España abunda
en diferentes localidades de las provincias de Segovia, Za-
mora, Murcia, Málaga, Valencia, Cáceres, etc.
USOS. — Se emplea en la construcción de tejas, ladrillos,
'asijas de alfarería, alcarrazas, mejoramiento de tierras lige-
ras, etc.
TERCER GRUPO— Arcillas mixtas
Están formadas por la mezcla de las dos arcillas descritas
anteriormente. Comprenden diferentes variedades, siendo
las mas esenciales las siguientes! i.a greda; 2.a margas;
3- légamos, 4-a ocres. La greda es una arcilla mezclada con
arena, óxido de hierro y cal, de tacto áspero, permeable,
adquiriendo bastante consistencia por medio del agua. Las
margas no son mas que mezclas de carbonato de cal y de
arcilla, cuya descripción se hizo al hablar de la sub especie
caliza. El légamo está formado de una mezcla de arcilla, ca-
liza, arena y materias ferruginosas, con grande cantidad de
agua. Los ocres son arcillas mezcladas con óxidos de hierro,
cuyo estudio y descripción debe hacerse al hablar de este
metal.
SILICATO DE
HE
KAOLIN Ó TIERRA DE PORCELANA-
ALUMINA HIDRATADO
CARACTÉRES. — El kaolín, que como
1l casi siempre de la descomposición de las rocas pegmati-
ta, protogina, y granitos comunes, presenta los caractéres
siguientes: color blanco sonrosado ó amarillo; blando y que-
bradizo, áspero mas bien que suave al tacto, se adhiere algo
á la lengua y los labios, se deslie en el agua sin formar
parte con ella, infusible al soplete, y soluble en parte
ácidos.
.y^-^MlENTO. — El kaolín se halla en los terrenos o
mticos y volcánicos, relacionado, como se ha dicho, con la
pegmatita, protogina y granitos. El célebre kaolín ó tierra de
porcelana de la China procede de la montaña de Kaeo; el
rjtie se emplea en las fábricas de Sevres y Limoges (Francia)
se explota en las cercanías del mismo Limoges. En España
e tenemos en Galapagar y Valdemorillo (Madrid), Burda
( aheia), Busturia (Bilbao), canal de Cabarrus (Sierra Car-
Tomo IX
TERCERA SECCION— TIERRAS VERDES
Los minerales de este grupo tienen analogías con los de
la familia talcoideas, ofreciendo todos ellos un color verde
mas ó menos intenso; se funden al soplete y se disuelven en
los ácidos; se componen esencialmente de un silicato de
hierro hidratado, alumina, magnesia y óxido de sodio. Com-
prende dos especies que son: Glauconia y Baldogea ó tierra
de Verona.
GLAUCONIA — silicato de hierro hidratado con un 6/„
de alumina y pequeñas cantidades de potasa, cal, sosa ó
magnesia
CARACTÉRES. — La glauconia (de glaucos, verde mar)
se presenta generalmente de un color azulado verdoso con
puntos ó manchas negras, ó verdes si ofrece una coloración
amarilla ó blanquizca; su estructura es granuda, arenácea ó
mas ó menos basta y quebradiza, estando casi siempre mez-
clada con granos de sílice. Algunos mineralogistas conside-
ran á la glauconia como una clorita mezclada con ciertas
rocas, que toman el nombre de cloríticas: tales son entre
otras la arenisca clorítica, ó arenisca verde, la creta clorítica
y la caliza clorítica, rocas que se encuentran en muchos ho-
rizontes del terreno cretáceo.
BALDOGEA Ó TIERRA DE VERONA — silicato de
HIERRO HIDRATADO CON ALUMINA, POTASA, SOSA Y MAG-
NESIA
Caractéres. — La tierra de Verona, denominada
también talco gráfico, es una sustancia terrosa, blanda y un-
tuosa al tacto : su color es verde claro y verde oscuro por
medio de la porfirizacion ; fractura térrea, adquiriendo cierto
brillo por medio de la raya; su peso específico está repre-
sentado por 2,9; se funde al soplete en un vidrio algo am-
polloso; se disuelve con dificultad en el ácido hidroclórico
hirviendo.
'i
COMPOSICION EN PESO
Smce. ^ S-1
f 1 ^
5 T» 25
Alumina
7,25
Oxido ferroso
20,72
Potasa.
6,21
Sosa
2,00
Magnesia.
6,r6
Agua. ;
6,50
100,09
YACIMIENTO. — La tierra de Verona se halla en las
cavidades de los pórfidos melafidos de Monte-Baldo (Ve-
rona), de donde ha tomado el nombre de Baldogea: se en-
cuentra también en New-Jersey (Estados Unidos), Chipre y
en algunos puntos de Alemania.
USOS. — Se emplea en la pintura.
IÓ
arcillas
122
APLICACIONES GENERALES É IMPORTAN-
TES DE LOS SILICATOS
VIDRIO Y CRISTAL
El nombre de vidrio, en su acepción mas lata, se da á
toda materia dura, frágil, trasparente ó semi trasparente, do-
tada de una fractura especial, que recibe el nombre de \ 1-
trea. No obstante, se denomina mas especialmente vidrio a
los silicatos dobles que producen, mediante la fusión, una
materia diáfana, amorfa, inalterable y susceptible de adquirir
en caliente y por la insuflación toda clase de formas.
Los vidrios, por lo general, están constituidos de silicatos
dobles de potasa, sosa ó cal. En algunos casos, como v. gr.,
en los vidrios de botella, los silicatos de base alcalina son
sustituidos en parte por silicatos de base metálica fusible. Si
el óxido de calcio es reemplazado por el óxido de plomo,
resulta la sustancia llamada cristal.
Los vidrios incoloros de que generalmente se componen
las vidrieras, vasos, copas comunes, etc., están formados de
silicatos de potasa, sosa ó cal. Los magníficos vidrios de base
de potasa y de cal proceden de Bohemia. La sílice que em-
plean en esta localidad para fabricar el vidrio, es el cuarzo
hialino que se halla en cantos rodados en los campos y en
las vertientes ó cañadas.
La potasa y la cal proceden de carbonatos puros ó casi
puros, los cuales, sin embargo, contienen una corta cantidad
de óxido ferroso que comunica al vidrio una tinta verdosa
bastante intensa. Para destruir esta coloración se agrega á la
mezcla un poco de bióxido de manganeso ó manganesa del
comercio; en este caso, y en virtud de reacciones químicas,
cuya explicación no es de este lugar (i), el oxido ferroso,
que da una tinta verdosa intensa, se trasforma en sesqui-
óxido, resultando una tinta amarilla muy débil. Pero conviene
tener presente que debe agregarse el bióxido de manganeso
en las proporciones exactamente precisas, porque si se pone
este óxido en exceso, el vidrio adquiere un matiz violado.
Atendiendo á este uso, es por lo que el sesquióxido de man-
ganeso ha recibido el nombre de «jabón de vidrieros.?»
Para fabricar el vidrio de botellas se usan sustancias de
poco precio, siendo preferidas las arenas cargadas de arcillas
ferruginosas ó de ocre, supuesto que el óxido de hierro que
llevan en el estado de mezcla proporciona una mas fácil fu-
sión del vidrio. Este vidrio ofrece, por lo común, color verde
debido al óxido ferroso ; en algunos casos presenta una tinta
pardo-amarillenta producida por los sesquióxidos de manga-
neso y de hierro.
El uso de este cuerpo para vidrieras no data mas que
desde el siglo tercero de nuestra era. A fines del siglo vi se
usaron por primera vez en Francia, en las catedrales de
Tours y Brionde, y en 627 en la iglesia de Santa Sofía en
Constantinopla. El poeta Fortunato, que vivió á principios
del siglo viii, celebró los vidrios de la Catedral de París. En
este mismo siglo los ingleses buscaron vidrieras en Francia
para adornar las catedrales de Cantorbery y York. En el
siglo xii se adornó la iglesia de San Dionisio de París con
magníficos vidrios y engastados ó sujetos por el plomo. En
el xiv, la generalidad de las casas particulares carecían de
vidrieras, y solo recibían la luz exterior mediante aberturas
ó ventanas, donde colocaban lienzos, papel ú otras sustan-
cias mas ó menos trasparentes ó traslúcidas.
VIDRIADO
Dáse el nombre de «vidriado» á todos los objetos cons-
(1) Véase algún tratado de Química general é industrial.
truidos con sustancias arcillosas y que adquieren por medio
de la cocción cierto grado de consistencia. El arte de cons-
truir el vidriado se ha denominado «arte cerámica,» y las
pastas terrosas que se destinan á su elaboración, «pastas ce-
rámicas.» La cerámica, ó arte de fabricar vasijas de barro,
se conoce desde la mas remota antigüedad. Hace mas de
dos mil doscientos años, el célebre Platón decia que la
construcción de estas vasijas debía haber sido una de las
primeras industrias humanas; en efecto, existen materias )
objetos cerámicos mas antiguos que las monedas y otros
productos metálicos. Estos últimos, con el trascurso del
tiempo, se oxidan, se funden o destruyen, mientras que los
cerámicos resisten la acción de los agentes atmosféricos )
aun la misma del hombre.
Los objetos cerámicos construidos por los pueblos anti-
guos eran muy groseros. Se limitaban á amasar las arcillas
con las manos y después las cocían y desecaban, primero al
sol y después valiéndose de carbones encendidos; tales eran
los vasos que proceden de períodos antehistóricos, y hasta
los mismos etruscos, que no servían en modo alguno para la
conservación de las sustancias ni preparación de los alimen-
tos ó viandas. A principios del siglo xv, se emplearon barni-
ces con el objeto de hacer las vasijas impermeables; esta in-
dustria adquirió un gran desarrollo en 143o» desde cuya épo-
ca datan el célebre vidriado ó platos blancos comunes de
Faenza. Posteriormente olvidáronse los procedimientos em-
pleados en la referida época, habiendo sido resucitados mas
tarde en Italia, y después en Francia por Bernardo de
Palissy. Este célebre, cuanto modesto y paciente sabio, ob-
tuvo en 1530» y *d cabo de ensayos tan difíciles como costo-
sos, materias cerámicas que tenían todas las buenas cualida-
des de las que se empleaban en Italia.
PORCELANA
La porcelana, llamada asi porque presenta una superficie
lisa y pulimentada, análoga á la que ofrecen ciertas especies
de conchas del género Vénus (denominado en latín porcclla\
es una loza fina, de pasta granosa, que no se deja rayar por
el acero, traslúcida y susceptible de adquirir una cubierta ó
barniz brillante y duro. Se distinguen dos clases: i.a porce-
lana dura; 2.a porcelana blanda.
La porcelana dura tiene por base el kaolín, que se sustitu-
ye algunas veces por el feldespato mas o menos puro, o por
una mezcla de creta, arena y feldespato. Para fabricar esta
clase de porcelana se reducen las materias indicadas á una
pasta homogénea que se bate, y se la deja en maceracion
por cierto tiempo; después se forman las vasijas ó piezas á
torno ó por medio de moldes á proposito; los adornos se
les moldea por separado y se unen á las vasijas mediante
una pasta desleída en agua, que recibe el nombre de bardo-
tina. Concluidas y desecadas las piezas, se las expone á la
primera cocción para obtener el bizcocho. Por lo común, se
cubre este en seguida con barniz, del cual forma la base el
feldespato. Hecho esto, se las sujeta por espacio de 30 á 39
horas á una segunda y última cocción. El menor descuido
en estas operaciones puede originar defectos ó accidentes
mas ó menos considerables. Estas precauciones nos explican
el precio elevado y la estimación que tienen las magníficas
y bellas porcelanas que todo el mundo conoce.
Las porcelanas suelen llevar colores unidos ó combinados
con la materia que las constituye, dibujos, adornos, pinturas
variadas y caprichosas, etc. Se aplican los colores ya sea so-
bre la misma pasta, ya sobre la cubierta, fundiendo estas
y las materias tintóreas á igual temperatura, ó bien some-
tiendo los fundentes y óxidos metálicos á un calor mas mo-
derado.
I
LOZA
I23
La porcelana blanda difiere de la anterior, en que su pasta
contiene mas cantidad de feldespato, siendo por consecuen-
cia mas fusible, y que en el esmalte entra óxido de plomo.
La porcelana de Inglaterra contiene fosfato de cal y de ba-
rita. La antigua de Sevres se componia esencialmente de
una marga caliza, teniendo como fundente una sustancia
constituida por una mezcla de arena, sosa y nitro; se conoce
desde luego por lo grueso de su cubierta y por un tinte algo
amarillento. Esta porcelana ofrece el inconveniente de que
no puede someterse á la acción del fuego y de que se araña
con suma facilidad.
Las porcelanas que proceden de China son duras, y se las
reconoce inmediatamente por su tinte azulado y por la na-
turaleza de sus adornos y dibujos; las del Japón suelen estar
cubiertas de un esmalte negro brillante.
La fabricación de la porcelana dura existe en Oriente
desde la antigüedad, supuesto que los chinos y japoneses,
2000 años por lo menos, antes de la era cristiana, se dedi-
caban á esta industria. En Europa no fué conocida hasta
principios del siglo diez y ocho, fabricándose en Sajonia,
donde únicamente sabian los procedimientos y las materias
necesarias y adecuadas; pero muy pronto las naciones trata-
ron de imitar al pueblo sajón, tomando origen en 1727 la
fabricación de la porcelana blanda. Construida primero en
Vincennes, se establecieron inmediatamente fábricas en Se-
vres, descubriendo en 1774 materias idénticas á las que em-
pleaban los chinos ; estas sustancias proceden de Saint-
Yrieix en las cercanías de Limoges, no siendo mas que el
kaolín que procede de la descomposición de ciertas rocas
graníticas y especialmente de las llamadas pegmatitas. Son
notables además las fábricas de porcelana de Liverpool, de
donde proceden las magníficas y bellas piezas conocidas con
el nombre de Minton ( fabricante), la de Gien, departamento
del Loira (Francia), y la de Meisen (Sajonia).
LOZA — VIDRIADO COMUN, LADRILLOS, TEJAS
En realidad, todas las vasijas de barro ó de porcelana
contienen como elemento esencial la arcilla, esto es, silicato
de alumina hidratado, encontrándose además en las prime-
ras materias cierta cantidad de cal, magnesia, potasio, óxi-
dos de hierro, etc. En algunos casos se agrega á las sustan-
cias indicadas, una corta proporción de fosfato de cal, sobre
todo en la porcelana blanca.
En todas las vasijas construidas con arcilla existen dos
partes distintas: i.a la pasta: 2.a el esmalte, vidriado ó barniz.
La pasta debe estar constituida por arcillas que sean suscep-
tibles de adquirir plasticidad, es decir, que formen con el
agua pasta mas ó menos blanda, y por consecuencia, que
pueda extenderse en todos sentidos. Luego que á esta pasta
se le ha dado la forma que se quiere, se deseca primero al
aire libre y después á una temperatura mas ó menos elevada;
mediante la acción de esta, la arcilla se contrae y adquiere
cierta dureza, pero no forma pasta con el agua ni tampoco
se contrae por la acción del calor. Las arcillas que se desti-
nan para la fabricación de las diversas vasijas, son las llama-
das plásticas, figulinas, kaolinas y aun margas.
Todas las vasijas construidas con las citadas arcillas, menos
la porcelana obtenida con el kaolín, necesitan para ser im-
permeables á los líquidos, cubrirlas de un barniz vidriado ó
esmalte. Se comprende desde luego que los barnices tendrán
que ser distintos según sean también diferentes las vasijas á
que se han de aplicar; es preciso además que se fundan con
mas facilidad que la pasta de la vasija, y que vitrifiquen á
una temperatura, á la cual la pasta no se reblandezca; los
barnices son unas veces trasparentes, otras opacos y al pro-
pio tiempo muy variados, pudiendo citar entre otros el sili-
cato de sosa y de plomo y la sal marina en corta cantidad.
Loza. — Las arcillas que se emplean para la fabricación
de loza no son tan puras como las de la porcelana. Si no
contienen óxidos de hierro ó de manganeso, la pasta es
blanca después de cocida; pero comunmente llevan cantida-
des mas ó menos considerables de los citados óxidos, adqui-
riendo, en consecuencia, por la cocción, un color pardo ó
mas ó menos rojizo. La loza de pasta blanca recibe un vi-
driado incoloro y trasparente, mientras que se da opaco á la
coloreada. El barniz se somete á dos fuegos distintos; el pri-
mero á temperatura bastante fuerte, aunque nunca tan eleva-
da como la que experimenta la porcelana dura. La pasta,
después de esta primera cocción, aparece algún tanto porosa;
en este caso recibe un baño, por inmersión, el cual se funde
con facilidad, y se someten las vasijas á un segundo fuego,
por lo general menos intenso que el primero. El vidriado ó
barniz que se da á la loza fina es un vidrio de base alcalina
y óxido de plomo, aumentando la cantidad de este último
siempre que se quiere obtener un barniz fácilmente fusible
y disminuir al propio tiempo el combustible. Sin embargo,
estos barnices ofrecen el inconveniente de que se rayan con
facilidad por medio del cuchillo ú otro instrumento cortante,
y de que son bastante blandos; por otra parte se alteran
mediante los ácidos d otros cuerpos, especialmente en los
sitios rayados, teniendo al propio tiempo la propiedad de
ennegrecerse al contacto de las sustancias orgánicas que
desprenden hidrógeno sulfurado. La loza, por fina y buena
que sea, resiste menos la acción del calor que la porcelana.
El vidriado se resquebraja mas pronto, especialmente si se
someten las vasijas á cambios bruscos de temperatura. Una
de las lozas mas estimadas es la que procede de diferentes
fábricas establecidas en Inglaterra.
Vidriado COMUN. — Los tiestos ó macetas de flores
y otras vasijas análogas se construyen generalmente con ar-
cillas ferruginosas, mezcladas con cantidades mas ó menos
considerables de sílice. Estas arcillas se usan desde luego
tal como se extraen del terreno, teniendo cuidado, no obs-
tante, de eliminar las chinas, cantos ó fragmentos que no
sean susceptibles de triturarse fácilmente; inmediatamente
se las amasa y bate perfectamente, y después se las intro-
duce en fosos á propósito, con el objeto de que adquieran
mayor plasticidad. La forma de estas vasijas se obtiene por
medio de los llamados tornos de alfarero; se las pone al aire
á fin de que se sequen, y luego se someten á una tempe-
ratura poco elevada, sin cubrirlas con barniz alguno.
El vidriado, ó las vasijas que sirven para cocer los ali-
mentos, se fabrica con arcillas también muy impuras, á las
cuales se añade cierta proporción de margas calizas y de
arena; estos utensilios reciben un barniz, compuesto casi
siempre de una mezcla de 6 á 7 partes de óxido de plomo
(litargirio) y 4 ó 5 de arcilla. Se aplica este baño álas vasijas,
después de haberlas secado al aire; pero este baño se efec-
túa, no por inmersión, sino por medio del riego ó rociando
los objetos. En algunos países cálidos, tales como España,
Portugal, América meridional, etc., construyen vasijas de
barro muy porosas y ligeras, valiéndose para ello de arcilla
mezclada con grande cantidad de arena, ó bien de la misma
arcilla cocida, á las cuales suelen agregar una corta propor-
ción de sal común. Los celebrados búcaros de la América y
del Alentejo (Portugal), las jarras de Murcia y Alicante, y las
famosas alcarrazas de Andújar (Jaén), son vasos, que, como
todo' el mundo sabe, conservan el agua muy fresca durante
el verano.
Ladrillos comunes y tejas.— Los ladrillos
ordinarios se fabrican con arcillas impuras que se someten
METALES
124
á temperaturas diversas, según sea la composición de estas
sustancias y los países; así, por ejemplo, en algunos pueblos
meridionales de nuestra península se limitan á secar los la-
drillos y las tejas al sol, pero tienen el inconveniente de ser
muy quebradizos y de que no pueden destinarse á las cons-
trucciones que requieran solidez. Por lo común, se cuecen y
en algunos casos se aumenta la temperatura lo suficiente para
que las piezas sufran un principio de tusionen su parte exte-
rior. Los ladrillos y tejas que se han sometido á la cocción
suelen ofrecer un color rojo, llamado rojo d¿ lodullo, debido a
los óxidos de hierro que acompañan las sustancias arcillosas.
La arcilla que se emplea para la formación de ladrillos ó
de tejas, luego que se ha extraido del terreno, se la deja
abandonada por cierto tiempo en fosos á proposito, y des-
pués se amasa pisándola con los pies; las piezas se constru-
yen á mano por medio de cajas rectangulares ó de formas
adecuadas según aquellas; también se forman por medio de
máquinas, que las fabrican en gran número. Se exponen
inmediatamente al aire con el objeto de secarlas, y luego se
cuecen en hornos con un combustible de poco precio, tal
como la retama, ramas de encina, de roble, etc., y á veces
con estiércol y paja.
TERCERA-
¡RES. — Comprende esta clase sustancias sóli-
das, excepto el mercurio ó azogue, de aspecto ó lustre me-
tálico ó que pueden adquirirle por medio de la frotación,
pulimento, etc., siendo su peso especifico, por lo general,
superior á 4 enteros. La mayor parte de las especies forma-
das de dos ó mas elementos se reducen, mediante el calor,
al estado metálico. Están constituidas por los metales pro-
piamente dichos, ya se hallen nativos, ya aleados entre sí, ó
por combinaciones binarias que resultan de la unión de un
metal con un elemento metaloide, y, finalmente, por combi-
naciones ternarias, cuaternarias, etc., formadas por un oxá- , . T
cido (ácido sulfúrico, nítrico, carbónico, etc.) y un óxido IRIDIO NATIVO-cuerpo SIMPLE-Formula química Ir
ha sido confirmada por G. Rose, por lo que se cree que el
paladio es un nuevo ejemplo de dimorfismo.
USOS.— Se emplea el paladio, aleado con el oro, para
fabricar escalas de precisión en los instrumentos astronómi-
cos. Este metal forma la parte graduada del célebre círculo
mural del observatorio de Greenwich y la de uno de los
grandes círculos del observatorio de París. Aleado con la
plata le usan los dentistas para orificar.
GÉNERO— IRIDIO
metálico, ó por la unión de un metaloide con diferentes me-
tales. En esta clase, como dejamos consignado en los prin-
cipios taxonómicos, es muy difícil la formación de familias o
tribus, por lo que solo aceptamos el grupo genérico, como
intermedio entre la clase y las especies. Los géneros son
tantos como metales se conocen en la actualidad.
Caracteres. — Este metal, descubierto en 1803 por
Smithson-Fennant, nunca se encuentra puro, sino aleado
con el osmio ó con el platino; en el primer caso constituye
la iridosmina; en el segundo, el iridio platinífero, compuesto
de 77 partes de iridio y 19 de platino; este mineral cristaliza
en cubos ó cubo-octaedros, pero comunmente se presenta
en granos redondos, de un blanco de plata y de lustre metá-
lico; raya al feldespato y se deja rayar por el cuarzo, siendo
su peso específico superior al del mismo platino, supuesto
que llega á ser de 22 á 23,5 mas pesado que el agua; infu-
sible al soplete, y en su estado natural, ó sea aleado con el
platino, se disuelve en el agua regia, ofreciendo la disolución
colores amarillos, verdes, azules, rojos, etc.; en una palabra,
las coloraciones del arco iris, de donde toma el nombre de
iridio.
YACIMIENTO. — Este metal se halla en los mismos
terrenos que el platino; se encuentra en Nischne-Fagilisk
(Montes Urales) y en el país de Ava (India oriental).
GÉ N E R O— PLATINO.
PLATINO NATIVO— cuerpo simple— Fórmula
química Pt
Metal descubierto en Nueva Granada en 1735 por elcéle-
GÉNERO— PALADIO
PALADIO NATIVO — cuerpo simple— Fórmula
química Pd
CARACTÉRES. — Este metal, descubierto por Wollaston
en 1803, tiene color gris de acero claro ó blanco de plata,
lustre metálico é inalterable á la acción del aire; raya al
espato flúor y se deja rayar por la fosforita; es dúctil y malea-
ble, adquiriendo por el pulimento un brillo bastante intenso;
su peso específico está representado por 11,8 á 12. El pala-
dio es infusible al soplete, pero lo efectúa si se le mezcla con
azufre: se disuelve con lentitud en el ácido nítrico, presen-
tando la disolución un color rojo oscuro, cuya disolución
produce un precipitado verde de aceituna si se la trata por
el ferro-cianuro potásico.
YACIMIENTO. — El paladio fué encontrado por Wollas-
ton en las arenas platiníferas del Choco (Colombia); poco
tiempo después le halló Breithaupt en las mismas arenas en .
Siberia (Montes Urales); la mayor parte del paladio que se bre español Antonio de Ulloa; los ingleses y el mismo Ulloa,
consume en la actualidad procede de las arenas platiníferas le introdujeron en Europa el año de 1741.
del Brasil, en cuyo punto existe este metal en pajitas ó granos | CARACTÉRES. — El platino ó platina, diminutivo de la
formados de fibras divergentes: según la opinión de Haidin- palabra española plata, es un metal de color gris de acero ó
ger se hallan entre estos granos, pequeños cristales octaédri- de hierro, de lustre metálico intenso por medio del pulimento;
eos que derivan del sistema cúbico; no obstante, Zincken mas duro que el cobre y menos que el hierro, dúctil y ma-
dice haber encontrado en Filkerode (Harz), paladio en for- leable en alto grado, pero poco dilatable; muy tenaz, per-
ma de pequeñas tablas exagonales, brillantes y fácilmente diendo algún tanto esta particularidad cuando va unido á
exfoliables en sentido paralelo á sus bases; esta observación una corta cantidad de hierro; su peso específico en estado
ORO
125
nativo viene á ser de 17 á 19; y cuando está puro y forja-
do 21,5; inalterable al soplete ordinario y á las temperaturas
mas elevadas que pueden producirse en los hornos de fun-
dición; pero se funde al soplete de gas oxígeno é hidrógeno;
inalterable también al aire é insoluble en los ácidos, excepto
en el agua regia (ácido cloro-nítrico), cuya disolución pro-
duce un precipitado amarillo de canario por medio del car-
bonato potásico.
VARIEDADES. — La manera mas general de presentarse
el platino es en granos llamados pepitas; cuando ofrecen
cierto tamaño estos granos son redondeados, de superficie
rugosa y cavernosa, en cuyas cavidades se notan algunas
veces indicios de pequeños cubos ó de octaedros regulares, j
Existen además las variedades escamosa y arenácea. Algunos
mineralogistas, teniendo en cuenta los metales que van uni-
dos al platino, aceptan las cuatro variedades siguientes:
i.a Platino ferrífero, de color gris oscuro y de una densidad
representada próximamente por 1 7 enteros ; contiene en al-
gunos ejemplares hasta un 12 ó un 13 por ciento de hierro,
y en otros nada mas que un 5.2 a Platino polixeno de Haus-
mann, llamado así porque está aleado con varios metales
raros, tales como el rodio, paladio, osmio, iridio y rutenio;
esta variedad se halla con frecuencia en Colombia y en los
Montes Urales. 3.a Platino aurífero, consta de platino casi
puro, supuesto que la cantidad de oro es muy pequeña.
4a Platino iridifero, variedad descrita en el metal iridio.
YACIMIENTO. — Se halla el platino en granos ó pepitas
en los terrenos de aluvión antiguos, ó sea en los mismos que
el oro, diamante y otras piedras preciosas. Sin embargo,
Boussingault dice haberle visto en un filón aurífero de Co-
lombia, y Leplay á su vez lo encontró en granos ó pepitas
en una roca serpentínica de los Montes Urales. Existe este
metal, como se ha indicado, en Chocó (Colombia ó Nueva
Granada), Minas-Geraes y Matto-Groso (Brasil), Haití (Santo
Domingo), isla de Borneo y en la provincia de Ava (Imperio
de Birman). En 1825, se descubrió en la vertiente oriental
de los Montes Urales y poco después en la occidental. En
España, según Maestre, se encuentra en la parte occidental
de la provincia de Asturias, diseminado, y unido á la pirita
de hierro, en una pizarra silúrica.
Extracción del platino. — Si las arenas plati-
níferas contienen oro, se separa primero este metal por amal-
gamación; después se introduce el mineral restante, deno-
minado «mena de platino» (compuesta de este metal, de
iridio, rodio, osmio, paladio y rutenio), en matraces de vidrio
y se le trata por el ácido nítrico, con el objeto de separar el
paladio, si es que existe ; el residuo se somete á la acción del
agua regia que lleve un exceso de ácido hidroclórico; pero
debe agregarse un poco de agua con el objeto de que se di-
suelva la menor cantidad posible de iridio ; se renueva el
agua régia hasta obtener la total disolución del platino. Esta
disolución se trata por el cloruro amónico que da un preci-
pitado amarillo (cloruro doble de platino y amoniaco); cal-
cinando este precipitado hasta el rojo, se obtiene una masa
gris y esponjosa del metal, denominada esponja ó musgo de
platino.
USOS. — El platino es uno de los metales mas preciosos
é importantes por razón de su infusibilidad, así como por ser
insoluble en los ácidos é inalterable á la acción del aire. Se
destina para la construcción de retortas, crisoles, alambiques,
cápsulas, pinzas, cucharillas, puntas de soplete y para-rayos.
En Rusia lo emplearon al principio de su descubrimiento en
la fabricación de moneda, de un valor intermedio entre la
plata y el oro; aleado con el cobre sirve para la construcción
de espejos telescópicos; por último, se le destina para dar
brillo y color argentino á la porcelana.
GÉNERO— RODIO
RODIO— cuerpo simple — Fórmula química Ro
CARACTÉRES. — Este metal no existe puro en la natu-
raleza, hallándose aleado, aunque en corta cantidad, con el
oro y con los minerales de platino. Cuando se obtiene el rodio
puro, presenta un color gris parecido al del platino, siendo
mas difícil de soldar y de fundir que este cuerpo; su densi-
dad relativa está representada por 10,6. El rodio no se oxida
en contacto del aire á la temperatura ordinaria, pero si está
muy dividido, se une fácilmente con el oxígeno mediante el
calor rojo; cuando puro es insoluble en todos los ácidos, in-
cluso en el agua régia, pero se disuelve en este último líqui-
do, si se halla aleado con el platino ú otras sustancias metá-
licas ; la potasa y el nitrato potásico, á la acción del calor
rojo, le convierten en sesquióxido; el bisulfato potásico le
ataca á igual temperatura, dando origen á un doble sulfato
de sesquióxido de rodio y de óxido potásico; las disoluciones
salinas de este metal ofrecen un color sonrosado, de donde
toma el nombre de rodio (de rodon , rosa) que le dió Wollas-
ton en 1804.
YACIMIENTO. — El rodio existe aleado con el oro en
las arenas platiníferas de Chocó y Barbacoal (Colombia).
Las minas de platino de las citadas localidades contienen
un 3 por ciento de este metal. D. Andrés del Rio dice que
existe también en ciertos sitios de México, presentando
los ejemplares de 34 á 43 por ciento de rodio, y una densi-
dad relativa de 16 enteros, mientras que el metal, cuando está
puro, no llega á pesar mas que 10,6.
GÉNERO— ORO
ORO NATIVO— cuerpo simple — Fórmula química Au
El oro se conoce desde la mas remota antigüedad ; se cree
que el nombre que lleva procede de la palabra egipcia O rus,
con la que los naturales de esta nación designaban al dios
Apolo.
CARACTÉRES. — El oro ofrece un color amarillo parti-
cular, lustre metálico poco intenso, especialmente en los bor-
des; la fractura es ganchuda y como desgarrada ; raya al yeso
y se raya por la caliza, siendo por consecuencia uno de los
metales mas blandos; dúctil y maleable en alto grado. Su
peso específico, cuando está puro, es de 19,37, y la del oro
nativo varia entre 17 y 19,4, diferencia debida en unos casos
á una distinta colocación molecular, y en otros á la mayor ó
menor cantidad de plata que contiene, influyendo algunas
veces la presencia de este metal, hasta el extremo de presen-
tar el oro un color mas claro y formar la variedad llamada
electrum por Plinio ú oro argental de algunos mineralogistas
actuales. Este cuerpo se funde á la temperatura de 1,200o
del termómetro de aire, fundiéndose con facilidad al soplete
ordinario, produciendo un glóbulo metálico; no se oxida en
contacto del aire; insoluble en todos los ácidos, excepto en
el agua régia ; tratada esta disolución por el nitrato ferroso,
se obtiene un precipitado pardo rojizo, ó sea el oro reducido
que, frotado, adquiere el lustre y color propio de este metal;
si la disolución régia se la trata por el cloruro de estaño, da
un precipitado rojo púrpura (Púrpura de Casio).
VARIEDADES. — Este metal casi siempre está aleado
con la plata, teluro, rodio, paladio, cobre ó mercurio, lla-
mándose en este último caso oro amalgamado ó argental. Se
presenta cristalizado en cubos, octaedros y rara vez en dode-
caedros, siendo estas formas unas veces sencillas y otras mas
ó menos modificadas: existen también cubo-octaedros, tra-
126
METALES
pezoedros y exatetraedros. Pero si bien es cierto que el oro
se halla en cristales regulares, se presenta mas comunmente
en láminas, dendrítico, escamoso ó en pajillas, granos, pepi-
tas y arenas. Se citan algunas pepitas notables, tales como
la presentada en la exposición de Londres de 1855, de 42
kilogramos; se indica otra procedente de California (América
del Norte), de cerca de 60 kilogramos. La pepita de oro que
existia en el Museo de Madrid pesaba unas 16 libras.
YACIMIENTO.— Se halla este metal en la naturaleza de
tres maneras diferentes: r.a Constituyendo filones propia-
mente dichos en rocas graníticas, porfídicas y serpentínicas.
2.a En venas diseminadas en varias rocas cuarzosas, como
se observa en Minas-Geraes (Brasil), donde se encuentra el
oro en una especie de roca cuarzosa de color rojizo, que los
naturales del país denominan iacoiinga. 3.a En arenas, lámi-
nas ó pajillas, granos, pepitas, etc., en los terrenos de aluvión
antiguos y en algunos rios.
Las localidades del mundo donde mas abunda este metal
son las siguientes : En América, California, México, Brasil,
Colombia, Chile y Perú. En Asia, en los Montes Urales,
imperio de Birman, Cadena del Altai y Japón; en Africa, en
Abisinia, gran desierto de Sahara, Nigricia, Senegal, Guinea,
Congo y en las costas meridionales y orientales frente á Ma-
dagascar, en donde existe el oro en Sofala, punto donde su-
ponen algunos que existia el célebre país de Ojir , donde las
embarcaciones de Salomón buscaban el oro. En Oceanía,
en la Australia; y en Filipinas en la provincia de Camarines.
En Europa hay minas de oro en el Tirol, Hungría, Sajonia
y Transilvania.
Las localidades mas importantes de España son : el terreno
diluvial de la Vega de Granada, donde se encuentra el oro
en pajillas ó arenas procedentes de la disgregación de la mi-
cacita de Sierra Nevada; se presenta de la misma manera en
las montañas de León y en el rio Sil desde Ponferrada hasta
el Miño; se halla también en Guadarrama, término de San
Ildefonso (Segovia), Membrio (Cáceres), en la cuarcita de la
cordillera divisoria de Asturias y Galicia, Culera (Gerona) y
en los terrenos que recorre el Tajo en la provincia de Cáce-
res hasta su entrada en Portugal.
Se cree que el producto anual de oro que produce la
América es de unos 18,000 kilogramos. Las Amérícas y la
Oceanía proporcionan diez veces mas oro y nueve veces
mas plata que Europa; pero el prestigio de estos dos cuer-
pos va desapareciendo á medida que se desarrolla en Europa
la industria minera de otros metales; así que comparando
el producto y beneficios que presta el hierro relativamente
al oro, se observa una diferencia notabilísima en favor del
primero.
EXTRACCION DE ORO. — Consiste esencialmente en
el método de amalgamación, es decir, en disolverle por
medio del mercurio, después de haber sometido los minera-
les de oro á ciertas operaciones mecánicas; de este modo, se
obtiene una amalgama líquida que, filtrada, resulta una
amalgama sólida, de la que se separa el mercurio del oro
por destilación; si el oro que resulta no es puro, sino mez-
clado con otros metales, se separan estos por medio del
ácido nítrico, que disuelve todos ios cuerpos extraños y
no ataca al oro. Cuando los minerales forman una mezcla de
oro y plata se les somete á la copelación, y se separan estos
dos metales por el indicado ácido nítrico que disuelve la
plata y deja al oro en estado libre. En los placeres, ó sea en
los criaderos del terreno cuaternario ó de aluvión antiguo,
se hace la separación por medio del lavado de las arenas y
gravas que lo contienen.
Usos. — Aleado con una corta cantidad de cobre adquiere
dureza y tenacidad, y forma la materia mas importante y
fundamental de la joyería; unido al referido metal sirve para
la fabricación de la moneda. Según lo dispuesto en el de-
creto del mes de octubre de 1868, las monedas de oro de
100, 50, 20, 10, 5... pesetas deben tener una ley de 900 mi-
lésimas de oro por 100 de cobre; las de plata de 5 pesetas
igual ley que las de oro, y las de 2, 1, 0,50, 0,20... pesetas,
835 de plata y 145 de cobre. Se destina también esta alea-
ción para joyas y otros objetos de lujo; unido el oro al cobre
y la plata forma lo que los joyeros denominan oro verde;
reducido á láminas muy delgadas se usa en el dorado de las
maderas; amalgamado se emplea para el dorado á fuego;
tienen también aplicación en la medicina algunas sales de
este metal, como, por ejemplo, el cianuro áurico potásico,
que se emplea en el tratamiento de ciertas enfermedades
sifilíticas; finalmente, la púrpura de Casio (estannato de oro
y estaño) se usa en las artes para pintar la porcelana y el
cristal de color de púrpura, rosa ó morado.
GÉNERO— PLATA
Los minerales comprendidos en este género ofrecen los
siguientes caractéres; tienen una dureza comprendida entre
2 y 3; su peso específico es superior á 5: se funden con faci-
lidad reduciéndose al estado metálico; la mayor parte son
solubles en el ácido hidroclórico, produciendo un precipitado
blanco, análogo á la leche cortada, insoluble en los ácidos,
pero soluble en el amoniaco. Las especies mas principales
de este género son: i.a plata nativa; 2.a argirosa; 3.a argiri-
trosa; 4.a miargirita; 5.a plata estriada de España; 6.a prous-
tita; 7.a querargira; 8.a broraargira; 9.a yodargira.
PLATA NATIVA— cuerpo simple — Fórmula química Ag
CARACTÉRES. — La plata que se emplea en la acuña-
ción de la moneda y para fabricar los diversos objetos de
lujo, no se halla jamás pura, supuesto que siempre contiene
cierta cantidad de cobre; reducida á su mayor pureza pre-
senta un color blanco particular, brillo metálico intenso que
no se altera en contacto del aire á menos que no haya en
este vapores de hidrógeno sulfurado, en cuyo caso toma un
color negro. Este mineral es bastante tenaz, maleable, dúctil
en alto grado, aunque no tanto como el oro; es mas duro
que este y menos que el cobre, siendo su peso específico 10,5.
Se funde al rojo blanco y produce vapores sensibles á la
temperatura del fuego de forja; soluble en el ácido nítrico,
cuya disolución, como se ha dicho, precipita en blanco
como de leche cortada por medio del ácido hidroclórico ó
un cloruro soluble; si este precipitado se expone á la acción
de los rayos solares, adquiere al principio un color morado y
después negro; este mismo precipitado se disuelve en el
amoniaco, quedando la disolución completamente incolora.
VARIEDADES. — Se encuentra la plata cristalizada en
cubos, octaedros y dodecaedros del primer sistema; se ob-
tienen también estos cristales cúbicos ú octaédricos por me-
dio de la fusión. Puede presentarse además en formas den-
drítica, capilar, ramulosa, reticulada y filiforme. Se han en-
contrado ejemplares de plata nativa en masas de un volúmen
y de un peso sumamente considerable; así, por ejemplo, en
las célebres minas del Potosí se han hallado pepitas de plata
de 100, 60 ó 40 kilógramos de peso; 'en 1534 se descubrió
en la mina de Konsberg un ejemplar que pesaba siete quin-
tales y medio, así como, según las relaciones de algunos
historiadores, en la mina de Schneeberg, se descubrió en el
siglo xv un ejemplar que tenia de peso mas de 100 quinta
les, pero en realidad mas bien que de plata nativa era una
mezcla de este cuerpo y de sulfuro del mismo metal.
1
*
?
PLATA
127
YACIMIENTO. — Además de hallarse la plata nativa en
masas mas ó menos considerables en los filones ó en los
terrenos que proceden de la destrucción de estos filones, se
encuentra también diseminada en las arcillas ferruginosas
que llenan las cavidades de filones argentíferos de Huelgoat
(Bretaña), donde se designa á estas arcillas con el nombre
de turras rojas , ó bien en filones de Guanajuato y Zacatecas
(México) y Copiapó (Chile), en cuyos puntos llaman á las
citadas tierras colorados y pacos. En España se ha encontrado
plata nativa en las minas de Hiende-la- Encina (Guadalajara),
Guadalcanal (Sevilla) y Farena (Gerona). Las gangas de la
plata suelen ser las siguientes: las calizas, hierros espáticos,
baritina y cuarzo, siendo las minas mas principales en Euro-
pa las de Kongsberg (Noruega), Schneeberg, Mariemberg y
Freiberg (Sajonia), las de Harz, Hungría y España. Pero la
cantidad de plata producida por todas estas minas y algunas
otras menos importantes, no llega ni con mucho á la décima
parte de la que proporcionan las de América. Los filones
mas ricos existen en Guanajuato, Zacatecas, Botopilas, Som-
brerete y Real del Monte. El filón de Guanajuato, cono-
cido con el nombre de Veta madre , es el mas rico del mun-
do; ofrece en algunos puntos una potencia de sesenta metros
en una longitud próximamente de tres leguas; la célebre
mina Valenciana, que corresponde á este filón, produce
anualmente mas de 30 millones de reales. Después de las
minas de Guanajuato siguen en importancia las de Zaca-
tecas, de las cuales la llamada Veta grande , presenta un filón
de 22 metros de espesor. Ha república del Perú cuenta en-
tre sus célebres minas de plata la de Pasco ó Lauricocha,
Micuipampa y Huantalaya. La república de Bolivia ó Alto
Perú posee la famosa y antigua mina del Potosí, que tanta
cantidad de plata suministró á los conquistadores de este
país. Ln Chile existen, entre otras minas importantes, las de
Coquimbo y Arqueros en la provincia de Copiapó.
Las colonias españolas produjeron desde su conquista
hasta principios del siglo actual unos ciento veintiocho mi-
llones de kilogramos de plata. La cantidad que se extrae
anualmente de este metal en las diferentes partes del mundo
asciende á unos 800,000 kilogramos, de los cuales América
suministra las nueve décimas partes.
Usos. — Aleada la plata con el cobre se emplea en la
acuñación de la moneda, en joyas y vajillas de plata; sirve
para la construcción de crisoles, cápsulas, para platear el la-
tón y la madera. La sustancia conocida con el nombre de
plaqué , está formada de láminas de cobre cubiertas de hojas
de plata. En Química se emplea para la preparación de la
piedra infernal, ó sea el nitrato de plata; finalmente, en la
fotografía se usan las sales de este metal por la particulari-
dad que tienen de adquirir un color negro en contacto de
la luz.
ARGIROSA Ó PLATA VIDRIOSA — plata sulfurada
DE HAUY — SULFURO DE PLATA DE LOS QUÍMICOS — Fór-
mula química AgS
Caracteres. — La argirosa, llamada también plata
negra, tiene por forma primitiva el cubo; color gris negruzco
ó gris de plomo; fractura reciente brillante, pero en contacto
del aire se empaña pronto y toma color negro; raya al yeso
y se deja atacar por la caliza, estando representado su peso
específico por 6,9 á 7,4. Se funde al soplete con desprendi-
miento de vapores sulfurosos, y se reduce á un boton blanco
de plata; se disuelve en el ácido nítrico, é introduciendo en
la disolución una lámina de cobre se platea; esta misma di-
solución produce con el ácido hidroclórico un precipitado
blanco, que es soluble en el amoniaco.
COMPOSICION EN PESO
Plata. 87,04
Azufre 12,96
100,00
Variedades. Se establecen por algunos mineralo-
gistas las siguientes; i.a cristalizada en cubos, octaedros ó
cubo-octaedros; 2.a dendrítica, formada de cristales peque-
ños y unidos entre sí ó por cristales de plata nativa; 3.a ma-
melonada, se presenta concrecionada ó en capas en la super-
ficie de las sustancias que hay en los filones; 4.a amorfa, de
fractura concoidea y vitrea; 5.a terrosa en masas de color
negro, quebradizas y pulverulentas; esta variedad se llama
negrillo por los peruanos y mexicanos.
YACIMIENTO. — La plata argirosa existe en los mismos
terrenos qne todas las demás especies de plata, por cuya ra-
zón los indicaremos al terminar la descripción de los mine-
rales de este género.
Usos. — Se emplea para la obtención de la plata, siendo
la especie que contiene mas cantidad de este metal.
ARGIRITROSA Ó PLATA ROJA OSCURA — plata
ANTIMONIO SULFURADA DE HAUV — SU LFO-AN TIMON JURO
de plata — Fórmula química 3AgS+Sb2S3
CARACTÉRES. — Esta sustancia, denominada también
pirargirita por algunos mineralogistas, ofrece por forma pri-
mitiva un romboedro perteneciente al cuarto sistema, siendo,
sin embargo, la forma dominante el prisma exagonal ó el es-
calenoedro; color rojo de jacinto ó carmesí en los cristales
trasparentes, y gris de plomo-azulado ó negruzco en los opa-
cos; raya el yeso y se raya por la caliza, siendo el polvo que
resulta de la raya de color rojo de cochinilla; su peso especí-
fico está representado por 5,75 á 5,85. Se funde con facilidad
al soplete, desprendiendo vapores sulfurosos y humos blan-
cos inodoros, reduciéndose á un boton blanco de plata; se
disuelve en el ácido nítrico, depositando al propio tiempo un
precipitado blanco de óxido de antimonio.
COMPOSICION DE LA ARGIRITROSA DE MÉXICO (Wohler)
Plata
60,2
Antimonio. ....
Azufre
21,8
18
100,0
VARIEDADES — Pocas veces se encuentra cristalizada
en romboedros, siendo las formas mas frecuentes los prismas
exagonales y el escalenoedro. Se presenta además en masas
compactas ó mas bien se puede constituir la variedad ma-
melonada.
USOS. — Sirve para la extracción de la plata. Contiene en
100 partes de 59 á 60 de este metal.
MIARGIRITA — plata antimonio sulfurada — sulfo-
antimoniuro de plata — Fórmula química AgS, Sb2 S3
Esta especie químicamente considerada no se diferencia
de la anterior mas que en la diversa proporción de los ele-
mentos. Contiene menos plata que la argiritrosa, por lo que
se la ha denominado miargirita ( de meion , menos; arguros ,
plata).
CARACTERES. — La forma primitiva de esta sustancia
es un prisma romboidal oblicuo, perteneciente al quinto sis-
tema; color gris negruzco en la superficie, pero mediante la
128
METALES
raya le ofrece de un rojo oscuro; es mas dura que el yeso y
menos que la caliza, estando representado su peso específico
por 5,35. Sus caracteres químicos son iguales á los de la ar-
giritrosa.
COMPOSICION EN PESO
Plata. 36, A°
Antimonio. 39,14
Azufre 21,95
Cobre 1,06
Hierro. . . . 0,62
99»1 7
Yacimiento.— La miargirita solo se ha e
hasta el presente en New-Hoffnunq próximo á
(Sajonia); pero según Delafosse y otros mineralogistas del
hallarse en algunos de los
oscura.
tos donde existe la plata roja
PROUSTITA (MINERAL DEDICADO A PROUST)—
PLATA ARSEN IO-SU LFURADA — SULFO-ARSENIURO DE PLATA
— Fórmula química 3 AgS + Al3 S3
CARACTERES. — La proustita, designada también con
el nombre de plata roja clara, cristaliza en prismas exagona-
les que derivan del sistema romboédrico; color gris de acero
en los cristales opacos y rojo de jacinto ó de cochinilla cla-
ro en los trasparentes, por cuyo carácter se la denomina pla-
ta roja clara; raya al yeso y se deja rayar por la caliza, siendo
su peso específico de 5,5. Se funde al soplete con despren-
dimiento de vapores sulfurosos y humos blancos de olor
aliáceo, reduciéndose á boton metálico de plata; soluble en
el ácido nítrico, cuya disolución tratada por el ácido hidro-
clórico y amoniaco da lugar á los mismos fenómenos que las
especies anteriores.
PLATA ESTRIADA DE ESPAÑA— plata antimonio
plumbífera — Fórmula química 2AgS, Sb3 S3 + 3PbS,SbS3
CARACTÉRES. — La forma primitiva ó dominante de
esta especie es un prisma romboidal recto, perteneciente al
tercer sistema; ofrece crucero perfecto, presentando siempre
los planos de crucero estrías longitudinales bastante profun-
das; color gris de acero ó gris de plomo, lustre metálico in-
tenso, raya al yeso y se deja rayar por la caliza, siendo su
peso específico de 6,01. Se funde al soplete con desprendi-
miento de vapores sulfurosos y antimoniales, y si se practica
el ensayo sobre el carbón, se deposita sobre este apoyo óxi-
do de antimonio y plomo, dando por último el boton metá-
lico de
ON EN PESO SEGUN EL SR. ESCOSURA
22,45
3I»9°
26,83
17,60
Plata. . .
Plomo. . .
Antimonio.
Azufre. . .
Arsénico
Azufre. . .
Antimonio..
u
98,78
YACIMIENTO. — Existe en las minas de plata de Hien-
de-la-Encina (Guadalajara) y en Sajonia.
Usos. — Idénticos á los de las especies anteriores.
QUERARGIRA Ó PLATA CORNEA — plata cloru-
rada— cloruro de plata — Fórmula química Ag C1
CARACTERES. — Su forma dominante es el cubo; color
gris perla, gris amarillento ó verdoso que, en contacto de la
luz, pasa al morado; la fractura reciente ofrece cierto brillo
diamantino; su dureza es menor que la del yeso; maleable y
blanda hasta el punto de dejarse cortar como la cera ó el
cuerno, siendo su peso específico de 5,6. Se funde á la llama
una bujía, desprendiendo vapores de cloro; por la acción
del soplete, y colocada la plata córnea sobre el carbón, se
reduce á un boton metálico, insoluble en el ácido nítrico y
atacable por el amoniaco. Si se frota la querargira sobre una
lámina de zinc algo humedecida, se deposita sobre ella una
capa delgada metálica.
COMPOSICION EN PESO
Plata.
75,25
Análisis de Proust
Sulfuro de arsénico
Sulfuro de plata.
Oxido de hierro.
100,00
.
7%
74,35
H
Vo65 1 1
L k.,,# JL
100,00
VARIEDADES.— Se conocen: la cristalizada en prismas
exagonales apuntados y en romboedros; la fibrosa, radiada y
reniforme, cuyas variedades de color amarillo-naranjado cor-
responden á la subespecie janthocon de algunos autores.
La proustita es isomorfa con la argiritrosa, con la cual ha
estado confundida mucho tiempo. El célebre Werner mani-
festó que debían constituir dos especies diferentes, supuesto
que el color del polvo producido por la raya era muy distin-
to en uno y otro mineral. Posteriormente Proust, haciendo
el análisis de estas sustancias, vió que ofrecían diversa com-
posición química, como puede notarse estudiando el análisis
de las dos.
USOS. — Para la obtención de la plata.
VARIEDADES. — La querargira rara vez se halla crista-
lizada en cubos ó cubo-octaedros. Por lo común, se encuen-
tra en pequeñas ó grandes masas, siendo notable el ejemplar
de esta sustancia que existe en el museo de Historia Natural
de Madrid, cuyo peso es próximamente de 90 kilogramos.
USOS. — Análogos á los de las especies anteriores, siendo
muy apreciado este mineral porque, si se exceptúa la argiro-
sa, es el que contiene mas cantidad de plata.
BROMARGIRA— plata bromurada — bromuro de pi
Fórmula química Ag Br
La bromargira fue descubierta por Berthier en un mineral
procedente de San Onofre (México): Domeyko la encontró
también en los pacos de Colorado y Chanareillo, próximo á
Copiapó (Chile). En uno y otro punto está acompañada la
bromargira del cloruro y del cloro-bromuro de plata.
CARACTÉRES. — Esta especie mineralógica ofrece pro-
PLATA
piedades físicas y aun químicas análogas á las de la querar-
gira. Se distinguen, no obstante, en que el color de esta últi-
ma es amarillo, mientras que el de la bromargira es verde,
por lo que en Zacatecas la llaman plata verde. Se funde con
facilidad al soplete y es poco soluble en los ácidos, pero se
disuelve en el amoniaco concentrado. Si se funde con el fos-
fato sódico cúprico, comunica á la llama del soplete un co-
lor azul verdoso.
COMPOSICION EN PESO
Plata. .
Bromo. .
57,45
42,55
100,00
USOS. — Para la extracción de la plata.
YODARGIRA — plata yodurada — yoduro de plata
Fórmula química Agí
Caractéres. — La yodargira que, atendiendo á su
composición, parece que debia ser isomorfa con la querargi-
ra y bromargira, cristaliza, según Domeyko y Descloizeaux,
en pequeños prismas exagonales, sencillos unas veces y otras
con truncaduras en las aristas básicas; por lo común, la yo-
d argira se presenta en láminas delgadas, exfoliables en una
sola dirección; estas láminas son flexibles y blandas hasta el
extremo de dejarse rayar por la uña, traslúcidas, de color
amarillo de limón y lustre resinoso, caractéres mas que sufi-
cientes para distinguirla de la bromargira y querargira con las
1 ua!e> está asociada. Colocada sobre el carbón se funde con
lacilidad y colora de rojo la llama del soplete: por medio del
tuc^o de reducción, produce un boton de plata; se disuelve
en caliente en el ácido sulfúrico con desprendimiento de
vapores violados.
COMPOSICION EN PESO
Plata.
Iodo.
45,97
54,03
100,00
Usos. Idénticos á los demás minerales del género.
Yacimiento de las diferentes especies
DE PLATA.— La generalidad de ellas están siempre aso-
ciadas en los diferentes terrenos de sedimento, avanzando
en algunos casos hasta los graníticos. La argirosa, que es la
especie mas importante del género, se presenta en filones
que atraviesan los gneis, pizarras micáceas, pizarras arcillo-
sas, la anfi bolita y aun los granitos, pórfidos y traquitas, yen-
do acompañada generalmente de la plata nativa, plata rosa,
proustita y demás especies de este género, así como de ga-
lenas argentíteras, compuestas de arsénico y otros minerales
que forman esencialmente la ganga de los filones metalíferos,
tales como el cuarzo, baritina, caliza, hierros espáticos, etc.
Lomo hemos consignado, los criaderos mas importantes
de todas las especies de plata corresponden á México, Boli-
na, 1 eru, Chile, Brasil, Noruega, Sajonia y Siberia. En
España tenemos la argirosa, ó mejor dicho, la plata agria ó
Fsaturosa (sulfato-antimoniuro de plata) en Hiende-la-enci-
na (Guadalajara); la plata antimonial en Sierra Nevada,
hierra Morena y Guadalcanal; la querargira en las mismas
mmas e iende-la-encina, y las galenas argentíferas en
a ajoz, a aga, Granada, Almería y otras provincias.
EXTRACCION ó METALURGIA DE LA PLATA.
-Las especies minerales que suministran este metal son las
siguientes: la argirosa, querargira, plata roja oscura y plata
Tomo IX
129
roja clara, la bromargira y yodargira. Además existen varias
galenas y minerales cobrizos que suelen contener plata di-
seminada ó formando parte de su composición : estas gale-
nas y sustancias cobrizas son los minerales de donde se ex-
trae comunmente la plata en Europa.
Las galenas argentíferas se tratan desde luego como si
fueran minerales de plomo, en cuyo metal queda la plata,
que se separa inmediatamente por medio de la copelación.
Este procedimiento está basado en la propiedad que tiene
el plomo de oxidarse cuando se eleva la temperatura en con-
tacto del aire, mientras que la plata es inalterable. Para auxi-
liar la oxidación del plomo, es preciso ir separando el óxido
de este metal á medida que se va formando, para lo cual se
necesita una temperatura muy elevada con el objeto de que
se funda el referido óxido. En el momento en que no se oxide
el plomo, puede decirse que está terminada la operación, y
que, por consecuencia, ha concluido la copelación; este mo-
mento se reconoce, porque queda en la superficie del baño
una película brillante de óxido de plomo que ofrece diversas
coloraciones análogas á las burbujas del jabón; dicha pelí-
cula termina por romperse y deja al descubierto la superficie
del metal; esta serie rápida de cambios ó de fenómenos se
llama relámpago. Luego que ha concluido este fenómeno, el
operario echa sobre la copela del horno, primero agua ca-
liente, después agua á la temperatura ordinaria, y separa en
seguida la torta de plata solidificada. La plata así obtenida,
llamada «plata de copela,» no es pura, supuesto que lleva
7,8 de plomo.
El procedimiento generalmente empleado para extraer la
plata se reduce al método de «amalgamación,» que según
se ha indicado, no solo se aplica para la obtención de la
plata, sino para el oro y otros metales preciosos. Muchos
minerales terrosos y ferruginosos suelen llevar gran cantidad
de plata ó de oro diseminados en partículas infinitamente
pequeñas; para extraer los metales indicados de estas mate-
rias, se pulverizan y mezclan con mercurio, que mediante la
temperatura, constituye una amalgama de oro ó de plata; se
lava en seguida la masa que resulta con objeto de que
sean arrastradas las partes terrosas, y no quede en la indica-
da masa mas que la amalgama que es mucho mas densa.
Después se somete esta á la destilación, en virtud de la cual
el mercurio se volatiliza, y quedan libres la plata ó el oro.
Si la plata se encuentra en estado de sulfuro, se mezcla el
mineral con sal común, con el objeto de que se trasforme
en cloruro; se agrega un principio activo, denominado ma-
gistral, compuesto de sulfato de cobre, y se tuesta la mezcla
en un horno de reverbero, ó bien se la deja expuesta al aire
por espacio de algunos meses, después de haberla trillado
para hacerla mas homogénea. (Este método fué inventado y
establecido en México en 1557 por el español Bartolomé de
Medina.) Luego que han pasado unos quince dias, la pri-
mera porción de azogue se combina con cierta cantidad de
plata y constituye una amalgama pastosa; se añade después
mercurio, y cuando se ha unido á la masa que queda, se
aumenta una tercera y última cantidad de este metal. Luego
que se da por terminada la operación, se deslien las sustan-
cias en el agua con el objeto de separar la amalgama, se
filtra esta por telas y se somete á la destilación la parte só-
lida que queda. En este procedimiento, llamado «america-
no,» se ahorra combustible, pero se pierde 1,3 de mercurio,
por una parte de plata que se obtenga. Una de las causas
que mas influyen en la actual depreciación de la plata, es la
enorme cantidad de este metal que arrojan al mercado las
minas americanas. Baste decir que desde 1S49 á 1S74, se
han obtenido de las mencionadas minas cantidades de plata
por valor de r,i 19.000,000 de pesetas.
>7
130
METALES
GÉNERO— MERCURIO
Los minerales mas importantes pertenecientes á este género
son: el mercurio nativo, mercurio argental, cinabrio y mercu-
rio córneo.
MERCURIO Ó AZOGUE NATIVO-cuerpo simple—
Fórmula química Hg
CARACTERES. — El mercurio es el único metal que se
presenta líquido á la temperatura y presión ordinaria; se
solidifica á 40o bajo cero del termómetro centígrado, crista-
lizando en este caso en octaedros regulares, adquiriendo un
aspecto análogo al de la plata y siendo susceptible de forjarse
y laminarse como otros cuerpos metálicos. En su estado
natural, ofrece un color blanco de plata, lustre metálico
intenso, siendo su peso específico de 13,5. A la temperatura
de 360a se volatiliza produciendo vapores deletéreos, que
originan temblores convulsivos á quienes los respiran; se
evapora también, como todos los líquidos, á la temperatura
ordinaria, si bien en cantidad muy pequeña; se disuelve en
el ácido nítrico con desprendimiento de vapores rojos.
El mercurio que procede directamente de los talleres
metalúrgicos es una sustancia casi pura; pero el que existe
en los laboratorios químicos contiene constantemente ciertos
cuerpos extraños, especialmente óxido de mercurio. Con
efecto, el azogue absorbe con el tiempo cierta cantidad de
oxígeno del aire, y se convierte en óxido: este óxido se
esparce por toda la masa cuando se agita el metal, pero
aparece bajo la forma de una película de color agrisado, si
el líquido está en reposo. El mercurio, cuando es puro, no
moja al cristal, y sus glóbulos ruedan sobre una superficie
lisa con suma facilidad sin dejar lo que se llama cola; pero
si contiene cuerpos extraños u óxido mercúrico, moja y se
adhiere al cristal y á otras sustancias; haciéndole rodear
sobre un cuerpo pulimentado no forma glóbulos esféricos,
sino lágrimas mas ó menos alargadas.
YACIMIENTO. — Se encuentra el mercurio nativo en
las minas de cinabrio, debido á la descomposición que ex-
perimenta este mineral; por lo común se halla amalgamado
con el oro y la plata, ó bien combinado con el azufre y cloro,
constituyendo respectivamente las especies llamadas cinabrio
y mercurio córnea Las minas mas notables de España, en
donde existe el mercurio nativo aunque en pequeñas canti-
dades, son las de Almadén y Almadenejos (Ciudad Real).
Existe también en las célebres minas de cinabrio de Idria
(Austria), Ripa (Toscana), Montañas Cevennes, Montpellier
y Limoges (Francia), Lisboa (Portugal), etc.
Extracción del mercurio.— Casi todo el
metal que circula en el comercio procede de las minas de
cinabrio. Para obtener el mercurio de este cuerpo, basta
mezclarlo con limaduras de hierro ó con cal, y sujetar luego
la mezcla á la destilación; en este caso el mercurio se volati-
liza y se recoge en vasijas convenientes. El mercurio obteni-
do de esta manera no es completamente puro, siendo nece-
sario para tenerle en este estado someterle á una serie de
operaciones cuya explicación es ajena de una obra de Mine-
ralogía.
USOS. — El mercurio es uno de los metales mas impor-
tantes bajo el punto de vista de sus aplicaciones á la ciencia,
artes é industria. Sirve, como todo el mundo sabe, para la
construcción de barómetros y termómetros; para obtener los
gases solubles en el agua, como el ácido hidrociórico, amo-
niaco, ácido sulfuroso y otros; se le destina para la prepara-
ción de las sales mercuriales, que se emplean en medicina
como anti-sifiliticas; sirve también para beneficiar ciertos
minerales de oro y plata, y para aislar los metales alcalinos
potasio, sodio, etc.; por último, se destina para la fabricación
del bermellón, y amalgamado con el estaño constituye el
azogado de los espejos.
MERCURIO ARGENTAL— amalgama de plata
natural — Fórmula química Ag Hg
CARACTÉRES.— La forma dominante de esta sustancia
es el cubo ó dodecaedro romboidal: su color es el blanco de
plata, lustre metálico; raya á la caliza y se raya por el espato
flúor, siendo su peso específico análogo al del mercurio na-
tivo. Se descompone por la acción del calor y produce por
destilación vapores de mercurio, que se condensan en la
parte superior y fria del tubo donde se hace el ensayo; al
soplete, y colocado sobre el carbón, se reduce á un boton
de plata; soluble con facilidad en el ácido nítrico, y por me-
dio del frote platea una lámina de cobre.
COMPOSICION EN PESO
Mercurio
Plata. .
64
36
100
VARIEDADES. — Se presenta además de cristalizado,
en masas amorfas, ó en láminas de poco espesor, en la su-
perficie de las rocas ó minerales que sirven de ganga á los
sulfuros de plata y mercurio.
YACIMIENTO. — Existe el mercurio argental en las mi-
nas de mercurio de Morsfeld y Moschel-Landsber (Baviera
del Rhin) y en Izlana (Hungría). Según la opinión del señor
Naranjo y de otros mineralogistas españoles, esta especie
no se encuentra en Almadén ni en Almadenejos.
La arquerita, ó sea la verdadera plata amalgamada, ha
estado unida por mucho tiempo con la plata nativa, consti-
tuyendo en la actualidad una variedad de la amalgama de
plata. La arquerita, sin embargo, tiene por forma fundamen-
tal un octaedro. Contiene en 100 partes, 86,49 de P^ata
y 13,51 de mercurio. Procede de la mina de Arqueros en la
provincia de Coquimbo (Chile).
USOS. — Se destinan también el mercurio argental como
la arquerita para obtener la plata.
CINABRIO Ó BERMELLON— mercurio sulfurado ó
sulfuro de mercurio — Fórmula química HgS
Caracteres. — La forma dominante del cinabrio es
un romboedro agudo de 71o 48', perteneciente al cuarto
sistema: su fractura es desigual é irregularmente concóidea;
color rojo de bermellón, rojo pardusco ó pardo de hígado;
cuando se reducen los cristales á polvo presentan un rojo
escarlata bastante pronunciado: lustre metálico diamantino
en los ejemplares cristalizados ; el cinabrio es tierno y sus-
ceptible de pulimento, adquiriendo en este caso un brillo
metálico mate; raya al yeso y se raya por la caliza, siendo
su peso específico de 8,2, densidad muy notable, puesto que
los minerales dotados de cierta trasparencia son por lo co-
mún menos pesados. Los cristales de cinabrio son trasparen-
tes ó por lo menos traslúcidos á semejanza de la blenda, por
lo que algunos le han llamado blenda roja; adquiere por el
frote, cuando está aislado, la electricidad negativa. Según la
opinión de M. Descloizeaux, esta especie mineralógica se
halla dotada de un eje de doble refracción positivo, propie-
dad análoga á la del cuarzo cristalizado, y como este, pre-
PLOMO NATIVO
,3I
senta, cuando se colocan láminas muy delgadas entre las de
turmalina, fenómenos ópticos especiales.
El cinabrio se volatiliza por la acción del fuego sin dejar
residuo; mezclado con el borato sódico, y calentado en un
tubo de ensayo, produce mercurio metálico que se condensa
en la parte superior y fria del tubo, en forma de pequeños
glóbulos; se disuelve por completo en el agua régia, siendo
inatacable por los ácidos nítrico é hidroclórico.
COMPOSICION EN PESO
Mercurio.
Azufre. .
8-1,50
^4,75
99,25
VARIEDADES. — Pueden establecerse entre otras mas
ó menos comunes las siguientes: i.a Cristalizada en prismas
exagonales regulares ó en romboedros truncados. 2.a Cinabrio
granudo, variedad compuesta de un grano fino, que con-
tiene muchas veces pequeñas láminas cristalinas que se
cruzan en diversas direcciones; los ejemplares de esta varie-
dad se distinguen por su mucho peso y por el color rojo
oscuro que suelen presentar. 3.a Cinabrio compacto, en rea-
lidad no es mas que una subvariedad del anterior; la colora
cion es también rojo-oscura con tendencia á adquirir tintas
parduscas ó negras. 4.a Cinabrio terroso ó bermellón, de un
color rojo vivo ó rojo claro cuando está puro. 5.a Cinabrio
hepático ó bituminífero, variedad impura, de color pardo
rojizo ó negruzco, que desprende olor bituminoso por la
elevación de temperatura. 6.a Cinabrio fibroso, variedad su-
mamente rara en la naturaleza.
YACIMIENTO. — El criadero mas importante, mas anti-
guo y productivo del mundo es el de Almadén (Ciudad
Real), constituido por varios filones de contacto que pre-
sentan una potencia de mas de diez metros, llegando en
algunos sitios hasta diez y seis; los filones indicados, que
han ido reuniéndose desde la superficie, constituyen hoy
dos esenciales, á saber: el de San Francisco y el de San
Diego. Este criadero corresponde al terreno silúrico, forma-
do en esta localidad de pizarras y areniscas cuarzosas, dislo-
cadas por rocas feldespáticas y anfibólicas. La ganga del
cinabrio en Almadén suele ser el cuarzo, la baritina y pocas
veces el espato flúor; las sustancias metálicas que van aso-
ciadas á este mineral son cobre y pirita de hierro en muy
corta cantidad. Son además notables las minas de Mieres,
Alien y Lena (Asturias), las cuales están enclavadas en el
terreno carbonífero; en Usagre (Badajoz) se halla asociado
el cinabrio á la galena, caliza y masas de lava, cuyo yaci-
miento es análogo en Collado (Teruel). Existe además cina-
brio en terreno triásico de Aezcoa (Navarra), constituyendo
parte accidental de filones de cobre; idéntico yacimiento
tiene el cinabrio de Espadan (Castellón).
En el extranjero se cuentan las célebres minas de cina-
brio de Idria (Austria) y Dos Puentes (Baviera renana), es-
tando enclavadas una y otra en el terreno triásico. El cria-
dero mas importante del extranjero descubierto hace pocos
años, y que compite algún tanto con el de Almadén, se
encuentra en California (América). El cinabrio de esta lo-
calidad pertenece á los terrenos primarios, y va acompañado
de caliza, de hierro espático y de algunas otras sustancias.
Hay también minas de este cuerpo en Coquimbo (Chile),
entre Azoque y Cuenca (Colombia), San Onofre y San Juan
de la Chica (México), en los Montes Urales y en la provin-
cia de Yun-Nan (China).
Notabilísima ha sido y es la producción del mercurio del
distrito minero de Almadén, que comprende el término de
esta población y los de Almadenejos, Gargantiel y Chillón, en
donde ha habido explotación, por lo menos, desde la domi-
nación de los romanos en España. Según el Sr. Naranjo, de
cuya obra tomamos estos datos, el producto de azogue de
Almadén y Almadenejos en los trescientos cincuenta años
trascurridos desde 15 12 hasta 1861, se ha elevado á la suma
de 2,412.958,778 quintales. A pesar de este enorme produc-
to la riqueza y estabilidad de las minas de Almadén son hoy
mejores y mas crecientes.
USOS DEL CINABRIO. — Se emplea para la obtención
del mercurio; para la pintura y fabricación de lápices rojos.
MERCURIO CORNEO Ó CALOMELANOS— mercu-
rio clorurado — cloruro de mercurio— Fórmula quí-
mica Hg2 C1
Caracteres. — La forma primitiva de este mineral
es un prisma de base cuadrada perteneciente al segundo sis-
tema; su estructura es compacta, y la fractura concoidea;
color gris amarillento ó gris perla, lustre mas ó menos dia-
mantino, y fosforesce por medio de la percusión; mas duró
que el yeso y menos que la caliza, estando representado su
peso específico por 6,4. Por medio de una temperatura ele-
vada se volatiliza sin dejar residuo; insoluble en el ácido ní-
trico, y soluble en el cloro que le convierte en bicloruro; se
descompone por la acción de la luz, adquiriendo un color
mas oscuro.
COMPOSICION EN PESO
Mercurio.
Cloro. .
85,11
14,89
100,00
VARIEDADES. — Se presenta en prismas de base cua-
drada, apuntados por una pirámide; se halla además en pe-
queñas costras de color gris perla.
YACIMIENTO. — Se encuentra en los principales cria-
deros de cinabrio, especialmente en Almadenejos, Idria y
Horzowitz (Bohemia). Naranjo le halló en la mina llamada
Entredicho de Almadenejos, en una arenisca de grano fino
y de color agrisado.
GÉNERO — PLOMO
Las especies de este género las divide Leymerie en tres
secciones principales, á saber: i.a metalofanas; 2.a litofa-
nas; 3.a versicoloras.
PRIMERA SECCION— METALOFANAS
Los minerales de este grupo ofrecen brillo metálico mas ó
menos intenso, color gris de plomo ó de acero, dureza supe-
rior á la del yeso é inferior á la de la caliza, y peso específico
comprendido entre 6 y 7, menos el plomo que, como vere-
mos, tiene una densidad relativa representada por 11,4; se
funden al soplete desprendiendo vapores sulfurosos ó de
ácido selenioso (excepto el plomo); y producen sobre el car-
bón una aureola amarilla; todas las especies son solubles en
el ácido nítrico. Los minerales mas importantes de esta sec-
ción son los siguientes: i.° plomo nativo; 2.0 galena; 3.0 plo-
mo seleniado; 4.0 Bulangarita, y 5.0 Burnonita.
PLOMO NATIVO— cuerpo simple — Pb
El plomo es también uno de los metales que se conocen
desde época muy antigua. Se ha creído hasta hace poco
*32
METALO FA ÑAS
tiempo que este cuerpo no se encontraba nativo, sino com-
binado con el azufre, ácido carbónico, ácido fosfórico, etc.
Hoy se ha probado hasta la evidencia que se halla aislado
en Veracruz (México) y en algunas otras localidades.
Caracteres.— El plomo, tal como se encuentra en
el comercio, presenta un color gris azulado, lustre metálico
intenso en la fractura reciente, pero que se empaña en con-
tacto del aire; blando, flexible, eminentemente maleable y
poco tenaz; se deja cortar por la navaja, y desarrolla por
frotación un olor desagradable, estando representado su
peso específico por 11,4. Se funde á la temperatura de 335 j
cristalizando por enfriamiento en pequeños octaedros im-
plantados unos en otros; al calor rojo produce vapores sen-
sibles; se disuelve en el ácido nítrico con desprendimiento
de vapores rojos, é introduciendo en la disolución una lá-
mina de zinc, se cubre esta de partículas de plomo.
Yacimiento. — Se halla el plomo diseminado en rocas
volcánicas ó cuarzosas, y en algunos casos en una caliza gra-
nuda atravesada por rocas basálticas. Este yacimiento tiene
el plomo de Cumberland, el de Irlanda, el de Veracruz
(México) y el recientemente descubierto en el Canadá. El
malogrado ingeniero de minas Sr. Maestre lo encontró en el
rio Oj alora (Ciudad-Real), después de grandes lluvias, y pro-
cedente, según opinión del mismo Maestre, de los terrenos
volcánicos próximos; también lo halló en Pratdip (larra-
gona).
USOS. — Se emplea el plomo en la fabricación de balas y
perdigones; reducido á láminas mas ó menos gruesas sirve
para cubrir los edificios, azoteas, etc. Se destina además para
construir tubos de conducción de aguas: aleado con el esta-
ño constituye la «soldadura de plomeros»; por ultimo, se
construyen con el plomo las cámaras destinadas á obtener el
ácido sulfúrico; en unión con el antimonio forma parte de
los caracteres de imprenta, etc., etc.
GALENA — plomo sulfurado — sulfuro de plomo —
Fórmula química PbS
CARACTERES.— La galena, denominada también «al-
cohol de alfareros», ofrece por forma primitiva un cubo; por
lo general, se presenta hojosa, laminar y granuda; color gris
de plomo, lustre metálico intenso; quebradiza, raya al yeso
y se raya por la caliza, siendo su peso específico de 7,2. Se
funde con facilidad al soplete desprendiendo vapores sulfu
rosos, y se reduce sobre el carbón á un glóbulo de plomo,
blanco, blando y maleable; soluble en el ácido nítrico, é in-
troduciendo en la disolución una lámina de zinc, se deposi-
tan sobre ella partículas de plomo.
La galena rara vez existe pura, sino mezclada con los
sulfuros de cobre, de plata y de antimonio, que le comuni-
can, especialmente el último, una estructura fibrosa que sus
tituye á la hojosa tan característica de esta especie.
Variedades de formas regulares. — Se
cuentan entre otras las siguientes: i.a Galena cúbica. 2.a En
octaedros sencillos ó modificados. 3.a Cubo-dodecaédrica.
4.a Dodecaédrica.
VARIEDADES DE FORMAS Y ESTRUCTURAS
ACCIDENTALES. — i.a Galena seudo-mórfica ó epigénica,
procedente de la alteración de la piromorfita ó de la cerusa;
esta variedad ofrece la forma prismática propia de los mine-
rales á quienes sustituye. 2.a Galena incrustante, cubriendo
cristales de espato flúor ó de caliza; por lo general, estos
cristales desaparecen y dejan un molde vacío ó esqueleto
mas ó menos sólido. 3.a Galena hojosa ó laminar; esta varie-
dad que es la mas común, produce cubos por medio de la
exfoliación. 4.a Escamosa, compuesta de láminas mas peque-
ñas ó de escamas brillantes que se cruzan en diversas direc-
ciones. 5.a Granuda, formada de un grano fino y muy unido,
presentando al propio tiempo un color gris de acero con una
igera tinta azulada. 6.a Compacta, de estructura lisa ó casi
isa, cuyos granos únicamente son visibles mediante una
ente. 7.a Especular, de superficie brillante y pulimentada.
8.a Palmeada ó estriada, que ofrece una superficie cubierta
de estrías anchas y divergentes.
Variedades de mezclas.— i. a Galena argentí-
fera; esta variedad ofrece todos los caractéres exteriores de
la galena, pero se presenta casi siempre en pequeñas láminas
ó en granos acerados. La cantidad de plata de dichas gale-
nas es muy pequeña, ofreciendo las mas ricas un 0,01, 0,03,
pocas veces un 0,05 y mas raro un 1 por 100. Las galenas
argentíferas se explotan como minas de plata. 2.a Galena
cuprífera, compuesta de un doble sulfuro de cobre y de plo-
mo; existen además galenas seleníferas, antimoníferas, ferrí-
feras, platiníferas y sobresulfuradas, ó sean las que contienen
un exceso de azufre.
Yacimiento. — La galena es la única especie de plo-
mo que se encuentra en la naturaleza formando grandes de-
pósitos; la mayor parte de los filones de plomo se hallan
enclavados en rocas pizarrosas de los terrenos primarios. En
el extranjero son notables los criaderos de Cornouailles,
Devonshire, Durhan y Derbyshire (Inglaterra), Huelgoat y
Poullaouen (Francia), Bleiberg en Carintia (Austria), las mi-
nas de Bleiberg y de Gemund (Prusia) y otras no menos
importantes.
España posee minas de galena, y aun de las demás espe-
cies del género, en todas sus provincias, excepto tal vez en
la de Valladolid. Las mas productoras son: Almería, Mur-
cia, Jaén, Málaga, Córdoba, Granada, Badajoz, Ciudad Real
y Tarragona, siendo los criaderos mas notables los de Lina-
res (Jaén) y los de Sierra de Gador y Sierra Almagrera (Al-
mería). Los primeros forman verdaderos filones que están
enclavados en el terreno silúrico; los segundos pertenecen al
terciario.
La producción de plomo en España es superior á la de
toda la Europa. En 1860, por ejemplo, se obtuvo la fabulosa
suma de 3.168,189 quintales métricos de mineral de plomo.
USOS DE LA GALENA.— Su aplicación mas impor-
tante es para obtener el plomo; reducida á polvo la emplean
los alfareros para barnizar las vasijas de barro, de donde
toma el nombre de «alcohol de alfareros».
CLAUSTALITA Ó FILQUERODITA — plomo selenia-
D0 — seleniuro de plomo —Fórmula química Pb Se
Esta especie es sumamente rara, no habiéndose encontra-
do mas que en Clausthal (Harz).
CARACTERES. — Esta especie mineralógica presenta
caractéres muy afines á los de la galena, pero se distinguen
en el olor de berza podrida que por la acción del calor des-
prende el plomo seleniado.
COMPOSICION EN PESO
¡lenio.
Plomo.
100
Yacimiento. — Como hemos indicado, solo se ha en-
contrado amorfa en las minas de Clausthal y Tilkerode
(Harz).
ANGLESITA
*33
BULANGERITA (DEDICADA A BOULANGER) Ó
PLUMBOSTIBA — plomo antimonio sulfurado ó sul-
fo-antimoniuro de plomo — Fórmula química ¿PbS-f
Sb2 S3
CARACTERES. — No se ha presentado hasta ahora en
formas bien determinadas; color gris azulado claro, estructu-
ra fibroso-laminar ó testáceo-curva; muy blanda, puesto que
se deja rayar por la caliza, siendo su peso específico de 5,96
á 6. Se funde con facilidad al soplete con desprendimiento
de vapores sulfurosos y humos blancos antimoniales, y ha-
ciendo el experimento sobre el carbón, se cubre este de un
círculo amarillo, debido al óxido de plomo; se disuelve en
el ácido nítrico con depósito de antimonito de plomo.
COMPOSICION EN PESO
Plomo 55,57
Antimonio 24,60
Azufre. 18,86
99>°3
Yacimiento. — Esta especie mineralógica fué descu-
bierta por primera vez en el departamento de Gard, donde
está asociada al cuarzo, pirita de hierro y estibina; posterior-
mente se ha encontrado en Siberia y Toscana. En España
la tenemos en Losacio (Zamora).
soplete, y algunas son solubles en el ácido nítrico. Las espe-
cies mas importantes de este grupo son las siguientes: i.a ce-
rusa; 2.a Anglesita; 3.a querasina.
CERUSA Ó PLOMO BLANCO— plomo carbonatado —
carbonato de plomo — Fórmula química PbO, Co2
CARACTÉRES. — La cerusa, llamada también albayalde
natural, ofrece por forma primitiva ó dominante un prisma
romboidal ó rectangular, perteneciente al tercer sistema;
por lo común presenta color blanco, algunas veces blanco
amarillento, gris, pardo y en algunos casos negro, cuyo úl-
timo color se debe á los sulfuros de plomo ó de plata; el
brillo es vitreo y diamantino, trasparente ó trasluciente,
siendo la fractura vitrea ; esta especie es frágil, menos dura
que el espato flúor y mas que la caliza, estando represen-
tado su peso específico por 6,6. Colocada sobre el carbón, y
expuesta á la acción del soplete, decrepita, cambia de colo-
ración y se reduce á un boton metálico de plomo caracteri-
zado por su blandura y maleabilidad; se disuelve en el ácido
nítrico con desprendimiento de ácido carbónico, é introdu-
ciendo en la disolución una lámina de zinc se cubre de par-
tecillas de plomo metálico
COMPOSICION EN PESO
Oxido de plomo. . . 83,5
Acido carbónico. . . 16,5
BLRNONITA O ENDELIONA — plomo -ANTIMONIO SUL-
FURADO CUPRÍFERO — SULFO-ANTI MONI URO DE PLOMO CU-
PRÍFERO—Fórmula química (Sb2S3,-f 4PbS) (Sba)
Caractéres. — Esta especie mineralógica, que se ha
dedicado al conde de Bournon, tiene por forma primitiva un
prisma rectangular recto, correspondiente al tercer sistema;
color gris de acero, fractura concoidea y desigual, lustre
craso, y algo diamantino ; raya á la caliza y se raya por el
espato flúor; frágil, estando representado su peso específico
por 5,7 á 5,9. Se funde al soplete desprendiendo vapores
sulfurosos y antimoniales; produce un boton negro de lustre
metaloide; se disuelve en caliente en el ácido nítrico.
COMPOSICION EN PESO
Plomo 39,0
Cobr 13,5
Antimonib. . . . .' . 28,5
Azufre 16,0
ACIMIENTO. — Se encuentra generalmente en masas
cristalinas ó en cristales bien determinados en los filones de
plomo y de cobre de Cornouailles, Harz, Braunsdorf (Sajo-
nía), Piamonte, Auvernia y México. En España se encuentra
en Monte-rubio (Burgos), Garlitos (Badajoz) y en la Gargan-
Dtiftpi¡$ Butagi& y | , ^ y y ^ I ^ T™
SECCION SEGUNDA— LITOFANAS INCOLORAS
100,0
VARIEDADES. — Cristalizada en prismas exagonales
apuntados, que se unen muchas veces constituyendo verda-
deras hemitropias análogas á las del aragonito y carbonato
de barita; en algunos casos se hallan unidos formando una
cruz oblicua ó una estrella de seis radios; además de estos
cristales se encuentran también en la naturaleza formas do-
decaédricas idénticas á las de la Witerita. Se presenta tam-
bién la cerusa en masas compactas ó reniformes, cuya va-
riedad, si se exceptúa el peso, tiene todos los caractéres
exteriores de un mineral lapídeo; por último, existe esta es-
pecie en masas bacilares y aciculares, de color blanco y de
brillo vitreo y diamantino muy marcado.
Yacimiento. — Se halla, por lo común, asociada con
la galena en las minas de plomo. En el extranjero existen
cristales bien determinados de este mineral en Bretaña, los
Vosgos y Uanguedoc (Francia), Escocia, Cornouailles, Si-
beria, Sajonia, Estados-Unidos, etc. En España se encuentra
diseminada en los mismos puntos que la galena, siendo uno
de los criaderos mas principales el de la Sierra de Cartagena
ó Sancti-Spiritus, en donde hay cristales perfectamente de-
terminados.
Usos.— Sirve para la obtención del plomo; se emplea
en la pintura, para dar el color blanco á los cuadros, siendo
el mejor y mas permanente; amasada con una corta canti-
dad de aceite de linaza, sirve para preparar el betún de vi-
drieros ó sea el albayalde.
ANGLESITA— plomo sulfatado — sulfato de plomo—
Fórmula química PbO, SO3
Las sustancias incluidas en esta sección tienen por cuerpo
mineralizador el ácido carbónico, el sulfúrico ó el cloro; son
incoloras en estado de pureza, ofreciendo al propio tiempo
un brillo vitreo y diamantino; la generalidad de ellas tienen
muy poca dureza; son frágiles y presentan un peso especí-
fico poco superior á 6 enteros. Se funden por la acción del
Caracteres. — La anglesita, así llamada porBeudant
por haber sido descubierta en la isla de Anglesea, tiene por
forma dominante un octaedro que deriva del tercer sistema;
su color es blanco, lustre vitreo intenso y algo diamantino;
raya el yeso y se raya por la caliza. Fusible al soplete, y se
reduce á metal cuando se la mezcla con la sosa y se hace el
ensayo sobre el carbón.
*34
LITOFANAS VERSICOLORAS
COMPOSICION EN PESO
Oxido de plomo.
Acido sulfúrico. .
73,7
26,3
100,0
Variedades. — Se presenta cristalizada en octaedros
ó en masas compactas y concrecionadas.
YACIMIENTO. — La anglesita se ha encontrado hasta
ahora en las minas de plomo y cobre de la isla !de Anglesea,
en Escocia, ducado de Badén, Siberia, Harz, Pensilvania y
otros puntos. En España la tenemos en las minas de Sierra
Almagrera y en las de Linares.
USOS. — Se emplea, como todas las demás especies des-
critas del género, para la obtención del plomo.
QUERASINA Ó FOSGENITA — plomo-cloro-carbon/
TADO — CARBONATO DE PLOMO MAS CLORURO DE PLOS
Fórmula química PbO, CCPLPbCl
representado su peso específico por 6,9 á 7. Por medio del
soplete produce una perla de color gris que, por enfriamiento,
cristaliza en un boton poliédrico ó sea de muchas caras; de
aquí el nombre de piromorfita (de puros, fuego, mor/os,
forma): soluble sin efervescencia en el ácido nítrico, é intro-
duciendo en la disolución la lámina de zinc se precipita el
plomo.
COMPOSICION DE LA DE CORNOUAILLES
Fosfato de plomo 89,1 10
Cloruro de plomo 10,074
rosfato de cal 0,682
Fluoruro de calcio 0,130
99,996
CARACTÉRES. — La forma primitiva de esta especie es
un prisma recto de base cuadrada, fácilmente exfoliable en
dirección paralela á las caras; color blanco-amarillento ó
amarillo naranjado, lustre diamantino, por lo menos en la
fractura reciente; dureza idéntica á la de la caliza, y su peso
específico está representado por 6,2. Decrepita por la acción
del soplete, y se funde en un glóbulo opaco y de color ama-
rillo-agrisado que por enfriamiento adquiere lustre vitreo y
color blanco.
COMPOSICION
oruro de plomo. .
arbonato de plomo.
NTO.— Se encontró este mineral en Matlock,
byshire (Inglaterra): después ha sido descu-
berland, Massachussets y Estados TT * 1
/ ' ■
100
Yací
próximo á
bierto en Ci
SECCION TERCERA— LITOFAN A
SICOLORAS
Se hallan incluidas en este grupo todas las especies que
tienen por principio mineralizador los ácidos fosfórico, cró-
mico, molíbdico y arsénico: presentan colores propios, siendo
los mas comunes y dominantes el verde, rojo, amarillo y
pardo; lustre vitreo ó lapídeo; son desde luego mas duras y
pesadas que las lit ufanas incoloras; se funden al soplete y se
disuelven en los ácidos con mayor dificultad. Las especies
mas comunes y esenciales de esta sección, son las siguientes:
i.a piromorfita; 2.a crocoisa; 3.a mimetesa; 4.a voquelinita;
5.a melinosa; 6.a vanadita.
PIROMORFITA Ó PLOMO VERDEÓ PARDO— plomo
fosfatado — posfato de plomo— Realmente está forma-
do por tres equivalentes de fosfato de plomo y uno de
cloruro del mismo metal, pudiendo representarse su fór-
mula del modo siguiente: PbClr3(Pb03) (PhO3)
CARACTÉRES. — La piromorfita tiene por forma primi-
tiva ó dominante un prisma exagonal, perteneciente al cuarto
sistema; sus colores constantes son el verde de yerba, ó el
pardo de clavo, dando, cualquiera que sea la coloración, un
polvo agrisado por medio de la raya; lustre craso ó diaman-
tino; raya á la caliza y se raya por el espato flúor, estando
ES. — Se presenta en cristales bacilares y
iculares de color verde de yerba; en cristales de forma
exagonal, cuyo color es el mismo verde de yerba ó pardo de
:lavo: en masas concrecionadas testáceas, y, por lo común, de
estructura
icta en el interior. Existen además varieda-
1 rmHTy r. \ A V
des de un rojo-anaranjado, cuyo color es debido á una corta
cantidad de ácido crómico; la globuliforme y la botrioidal
que es parda ó de un verde mas ó menos oscuro; en este
último caso parece una especie de musgo.
YACIMIENTO. — La piromorfita se halla en los mismos
terrenos que la galena y la cerusa. En el extranjero se en-
cuentra en Huelgoat y Pont-Gibaud (Francia), Freiberg
(Sajonia), Harz, Bohemia, Cornouailles (Inglaterra) y otras
diversas localidades de Europa. En España debe existir en
Losacio (Zamora) y otros criaderos análogos.
USOS. — Para la obtención del plomo.
CROCOISA Ó PLOMO ROJO— plomo crom atado — cro-
mato de plomo — Fórmula química PbO, CrO-
CARACTÉRES. — La crocoisa se presenta siempre cris-
talizada bien sea en láminas, ó en cristales que ofrecen la
forma de prismas romboidales oblicuos pertenecientes al
quinto sistema; color amarillo-naranjado ó rojo de jacinto,
pero reducida á polvo ofrece el primero de estos colores;
istre diamantino, traslúcida ó diáfana, estando dotada de
un gran poder refringente; menos dura que la caliza y mas
que el yeso, siendo su peso específico de 6 enteros. Por me-
dio de la acción del soplete, y colocada sobre el carbón, se
cubre este de óxido de plomo; mediante la llama de oxida-
ción colora de verde al borato de sosa y sal de fósforo; se
disuelve sin efervescencia en el ácido nítrico.
)A
COMPOSICION EN PESO
Acido crómico. .
Oxido de plomo.
Vauquelin
36,4°
63,96
100,36
100,0
VARIEDADES. — En realidad no se conocen mas que
la cristalizada en octaedros simétricos de triángulos escalenos
ó en prismas exagonales, y en láminas ó venas.
YACIMIENTO. — La crocoisa es un mineral bastante
raro hasta ahora. Se encuentra en un gneis talcoso de Bere-
zoff (Siberia) y en cuarcitas micáceas por lo común auríferas;
se ha hallado también en Minas-Geraes (Brasil), Zimapan
(México), en Hungría y Moldavia. Existe esencialmente en
la provincia de Camarines (islas Filipinas), donde le descu-
brió el ingeniero español Baranda; de esta localidad, y rega-
I
VANADITA
r35
lados por el mismo, proceden los magníficos ejemplares que
existen en el Museo de Historia natural de Madrid y los de
la Escuela de minas,
USOS. — Idénticos á los de las especies anteriores.
MIMETESA O MIMETITA — plomo arseniatado —
arseniato de plomo — Fórmula química
3(PbO)3 AsO5 + PbCl
Caracteres. — Esta especie ha recibido el nombre
de mimetesa (de mimitas , que quiere decir imitador), porque
es isomorfa con la piromorfita y ofrece al propio tiempo el
mismo aspecto que esta. La mimetesa es una sustancia
vitrea, amarilla ó amarillento-verdosa; su dureza es idéntica
á la del espato flúor y el peso específico de 7,2. Los demás
caractéres físicos son muy análogos á los de la piromorfita;
se distinguen, no obstante, muy bien por medio de las pro-
piedades químicas; así, por ejemplo, la mimetesa produce
vapores arsenicales cuando se la calienta sobre el carbón,
reduciéndose al propio tiempo á un boton metálico de plo-
mo; fundida con la sosa, produce una sal soluble que preci-
pita en rojo por el nitrato argéntico.
COMPOSICION EN PESO
Arseniato de plomo.
Fosfato de plomo..
Cloruro de plomo..
84,55
4,5°
9,05
9S,io
YACIMIENTO. — Se encuentra esta especie en las minas
de galena de Cornouailles, Siberia, Sajonia, Bohemia, duca-
do de Badén y otras localidades europeas. En España la
tenemos en Asturias, Galicia, Sierra de Cartagena y Sierra
Blanca, cerca de Marbella (Málaga).
VOQUELINITA Ó PLOMO CROMATADO VERDE—
CROMATADO CUPRÍFERO — CROMATO DE PLOMO CUPRÍFERO
— Fórmula química (PbO)2 Cr203 + CuO, Cr203
Caractéres. — La forma primitiva es un prisma rom-
boidal oblicuo del quinto sistema; color verde negruzco, y
reducida á polvo, de un verde claro; raya á la caliza y se
raya por el espato flúor, siendo su peso específico de 6,8 á
7,2. Por medio del soplete se funde en un glóbulo metálico
color gris oscuro, alrededor del cual se observan peque-
ños granos de plomo reducido; soluble en el ácido nítrico,
dejando un residuo de color amarillo.
MA
COMPOSICION E
Oxido de plomo. .
Oxido cúprico .
Acido crómico. .
100,00
YACIMIENTO. — Existe la voquelinita en cristales con-
fusos, asociada al plomo rojo, en Berezoff ( Siberia), en Con-
gonhas do Campo (Brasil), en Pont-Gibaud (Francia) y en
la América del Norte.
MELINOSA Ó WULFENITA— plomo mo libd atado —
molibdato de plomo— Fórmula química PbO, MO?
Caractéres. — La melinosa, llamada también plomo
amarillo , ofrece por forma primitiva un prisma romboidal
oblicuo del quinto sistema; el color de esta especie es ama-
rillo ó amarillo-naranjado, lustre vítreo-resinoso; raya al yeso
y se raya por la caliza, siendo su peso específico de 6,9. Se
funde sobre el carbón en un glóbulo de plomo; soluble en
el ácido nítrico, dejando un residuo blanco algo soluble
también, que toma color azul, introduciendo una lámina de
zinc.
COMPOSICION EN PESO
Oxido de plomo. . . 61,5
Acido molibdico. . . 38,5
100,0
Yacimiento. — La melinosa es una de las especies
mas raras del género Plomo, encontrándose siempre en las
minas plumbíferas, especialmente en las de Carintia, Hun-
gría, Moldavia, Zacatecas y Zimapan (México) y en Pensil-
vania. En España, según Naranjo, la halló en la Sierra de
Mijas, Prolongo, catedrático de Historia natural de Málaga.
VANADITA— plomo vanadiatado — vanadiato de
plomo— Fórmula química (PbO)3 VO3
CARACTÉRES. — La vanadita rara vez se presenta cris-
talizada en tablas exagonales derivadas acaso del tercer sis-
tema; color pardo de clavo, morado, rosa ó rojo de choco-
late, pero reducida á polvo tiene color blanco amarillento;
raya á la caliza y se raya por el espato flúor, siendo su peso
específico de 6,6 á 6,9. Por medio del soplete produce una
escoria negra análoga al grafito, y con la sal de fósforo da un
vidrio diáfano, y de color verde de esmeralda, cuyo carácter
indica la presencia del vanadio.
COMPOSICION EN PESO
Oxido de plomo.
Acido vanádico.
Oxido de zinc..
Oxido de hierro.
66,33
23,44
9,5 1
0,16
99,44
YACIMIENTO. — La vanadita fue encontrada por pri-
mera vez en un filón metalífero en Zimapan (México); se ha
visto posteriormente en Dun fríes (Escocia), Irlanda y en
Berezoff (Siberia).
EXTRACCION Ó METALURGIA DEL PLOMO.—
Las dos únicas especies de plomo, que en realidad se desti-
la á la obtención del metal, son la galena y el carbonato
plomo ó cerusa.
El tratamiento metalúrgico de la cerusa es sumamente
sencillo: se reduce á fundir el mineral mezclado con carbón
en hornos especiales, denominados hornos de manga; el plo-
mo en este caso se reduce con facilidad al estado metálico.
Los minerales de galena ó de algunas otras especies se
sujetan préviamente á ciertas operaciones mecánicas. Luego
que se extraen de la mina, se separan los fragmentos puros
ó poco menos con objeto de fundirlos inmediatamente; se
muelen los demás por medio de cilindros y se les criba des
pues con bastante esmero. De esta manera se obtiene un
polvo con todas las condiciones necesarias para ser fundido;
este polvo, denominado por algunos schlich , puede contener,
según la clase del mineral, además de plomo, azufre, arsénico
ú otras sustancias. Para privar al plomo de estos cuerpos se
funde mezclado con el hierro, sobre todo si las gangas son
muy silíceas; cuando no existen estas, ó sean en corta canti-
LITOFANAS VERSICOLORAS
•56
dad, se prefiere el método llamado por reacción , que consiste
en tostar la galena, ó mejor dicho, el schlich en un horno de
reverbero hasta que se forme óxido y sulfato de plomo; luego
que se ha conseguido este resultado, se remueven perfecta-
mente los materiales para que se mezclen bien, y activando
inmediatamente la temperatura, después de haber cerrado
todas las puertas del horno; en este caso se produce una
reacción entre el sulfato y el óxido por una parte, y por la
otra con el sulfato no descompuesto, cuya reacción produce
desprendimiento de ácido sulfúrico y separación de cierta
cantidad de plomo metálico.
GÉNERO— ESTAÑO
Este género solo consta de dos especies naturales, que
son: la casiterita y la cstannina. Antes de proceder á la des-
cripción de estas sustancias, estimamos oportuno decir cua-
tro palabras acerca del. estaño.
ESTAÑO— cuerpo simple — Fórmula química Sn
CARACTERES. — El estaño del comercio es un metal
blanco, análogo á la plata en su aspecto y lustre. Tiene un
sabor y un olor especial perceptible, sobre todo cuando se
le ha frotado por algún tiempo entre los dedos; es uno de
los metales mas maleables, reduciéndose por el martillo á
láminas muy delgadas; muy blando hasta el punto de ofre-
cer una dureza idéntica á la del yeso, siendo su peso especí-
fico de 7,3. Cuando se dobla una varilla de estaño produce
un crujido especial, denominado grito del estaño , debido á
la estructura cristalina que el metal ofrece en su interior,
cuyas moléculas cristalinas se rompen mediante la flexión.
El estaño se funde á la temperatura de 228o, y á la del rojo
blanco produce vapores sensibles; fundido y enfriado crista-
liza en octaedros de base cuadrada; se disuelve en el ácido
hidroclórico concentrado con desprendimiento de hidrógeno;
el ácido nítrico le ataca con facilidad y le convierte en ácido
estannico; tratado por este mismo ácido concentrado se pro-
duce desprendimiento de bióxido nítrico, cuyo desprendi-
miento no se efectúa en un ácido muy diluido.
CASITERITA — estaño oxidado — bióxido de estaño
Fórmula química SnO2
Caracteres. — La casiterita (de cositeros , estaño) tie-
ne por forma primitiva un prisma de base cuadrada, corres-
pondiente al segundo sistema; incolora y trasparente en
algunos casos, pero generalmente se presenta de color pardo
negruzco, pardo amarillento, pardo rojizo y aun negro; algu-
nos ejemplares son de un gris claro, rojo de vino ó de ja-
cinto; lustre bastante pronunciado, pero lapídeo ó diamanti-
no mas que metálico; raya al feldespato ortosa y se raja por
el cuarzo, produce chispas con el eslabón, siendo su peso
específico de 6,8 á 7. Infusible por si sola al soplete, pero
puesta sobre el carbón y mezclada con la sosa, produce un
boton metálico de estaño por el fuego de reducción; conver-
tida en polvo se disuelve con muchísima dificultad en el
ácido hidroclórico, cuya disolución da con el cloruro de oro
un precipitado de color rojo púrpura (púrpura de Casio).
COMPOSICION DE LA CASITERITA DE CORNOUA1LLES
(Klaproth)
Bióxido de estaño. . . . . 98,60
Oxido férrico 00,36
VARIEDADES. — I.a En cristales brillantes y de formas
muy variadas derivadas de la primitiva, siendo, no obstante,
las mas frecuentes las dodecaédricas, prismas de cuatro,
ocho y hasta diez y seis caras.
2. a Casiterita hemitropiada ó pico de estaño, forma de-
bida al cruzamiento de dos cristales, cuyo plano de unión
es oblicuo al eje de los cristales, presentando un ángulo
entrante muy profundo, carácter que, unido al peso rela-
tivo que ofrece la casiterita, es suficiente para separarla de
ciertos ejemplares de rutilo ú óxido de titano que ofrece
también cristales hemitropiados.
3. a Casiterita concrecionada -fibrosa, llamada también
estaño leñoso; esta variedad se halla en masas pequeñas glo-
bosas ó mamelonadas, de un color pardo castaña ó rojo de
caoba, dotadas de estructura fibroso-radiada y formadas de
capas concéntricas análogas á las que presenta el tronco de
los vegetales dicotiledóneos.
4a Casiterita granular ó amorfa, se halla en masas com-
pactas redondeadas, en cantos rodados pequeños ó en gra-
nos mas ó menos finos y diseminados en las arenas de los
terrenos de aluvión.
YACIMIENTO.— Se encuentra la casiterita en masas
constituidas de venas paralelas ó entrecruzadas entre sí y en
filones que atraviesan los granitos mas antiguos, llegando
hasta las pizarras de los terrenos primarios ó paleozóicos.
Los criaderos mas notables de este mineral existen en Cor-
nouailles (Inglaterra) y en Erzgebirge, cadena de montañas
que separa la Sajonia de Bohemia. Se hallan también minas
de casiterita en Zacatecas y Guanajato (México). En España
hay minas de esta sustancia en Monte-Rey (Orense), Carba-
jales de Alba (Zamora) y en varios puntos de las provincias
de Salamanca, Pontevedra y Asturias. Se cree que los feni-
cios extrajeron grandes cantidades de estaño de las islas
Casiteridas, que estaban situadas al oeste de Galicia.
USOS. — Sirve la casiterita para la obtención del estaño,
cuyo metal se destina para la construcción de varios utensi-
lios de cocina y mas especialmente para estañar las vasijas
de cobre; reducido á láminas delgadas se emplea para envol-
ver ciertas sustancias y preservarlas de la acción del aire y
de la humedad, así como también para el azogado de los
espejos; se usa además para la fabricación de vasos, platos,
cubiertos, etc., aleado con una corta cantidad de plomo para
que de esta manera sea menos quebradizo; asociado con el
cobre forma el bronce; con el plomo la soldadura de plome-
ros; y con el hierro la hoja de lata.
ESTANNINA Ó PIRITA DE ESTAÑO— estaño sulfu-
rado— sulfuro de estaño — Fórmula química Sn. S
¿\xj Aüiur
CARACTERES. — La estannina es una sustancia que se
halla en masas laminares ó granudas de aspecto metaloide,
de color gris de acero ó gris amarillento con tendencia al
amarillo bronceado ó gris verdoso; el polvo que resulta de
la raya es negro; mas duro que la fluorina y menos que la
fosforita, siendo su peso específico de 4,5; la estannina se
caracteriza además por ser frágil y por su fractura desigual
é incompletamente concoidea. Se funde al soplete, cubrien-
do al carbón de un polvo blanco (óxido de estaño); se di-
suelve en el ácido nítrico con desprendimiento de vapores
rojos y depósito de un polvo blanco; soluble en el ácido hi-
droclórico; la última disolución da un precipitado de color
rojo púrpura por medio del cloruro de oro; en la disolución
nítrica se precipita el cobre, que contiene la estannina, me-
diante una lámina de hierro.
98,96
COBRE NATIVO
137
COMPOSICION DE LA ESTAN NINA DE HUEL-ROCK SEGUN
Klaproth
BISMUTINA — EISMUTO SULFURADO — SULFURO DE BIS-
MUTO— Fórmula química BiS
Azufre 30,5
Estaño 26,5
Cobre 30,0
Hierro 1 2,0
Zinc
100,0
YACIMIENTO. — Esta sustancia es muy rara en la na-
turaleza; se ha encontrado en las minas de estaño de Cor-
nouailles (Inglaterra) y Pinnwald (Bohemia).
Metalurgia del ESTAÑO. — Para obtener este
metal de la casiterita, basta quebrantarla y lavarla, después
se la tuesta con el objeto de oxidar los sulfuros y arseniuros
que existen en estado de mezcla; estos últimos se separan de
nuevo por medio de una segunda pulverización y lavado.
Purificado de este modo el mineral, se trata por carbón en
un crisol, y mediante el calor se reduce al estado líquido,
que se recoge en vasijas adecuadas.
GÉNERO — BISMUTO
Comprende este género diversas especies, siendo las mas
principales el bismuto nativo y la bismutina.
BISMUTO NATIVO — cuerpo simple — Fórmula
química Bi
CARACTÉRES. — El bismuto, cuando es puro, es un
metal de color blanco agrisado ó blanco de estaño, pero
ofreciendo constantemente una tinta rojiza; su lustre es me-
tálico; raya al yeso y se raya por la caliza, estando represen-
tado su peso específico por 9,8 á 9,9. Ofrece fractura cris-
talina compuesta de láminas anchas y bastante brillantes;
maleable y cristaliza por fusión y enfriamiento, según unos, en
romboedros, y según otros, en cubos que se reúnen entre sí
constituyendo una especie de tolva piramidal ó formas mas
ó menos raras y caprichosas. Estos cristales ofrecen diversas
coloraciones, notables por sus hermosos matices análogos á
los de las burbujas del jabón, siendo debidos á películas
muy delgadas de óxido de bismuto, que se forman en la
superficie de este metal, cuando está expuesto por algún
tiempo á la acción de la atmósfera. El bismuto se disuelve
con efervescencia en el ácido nítrico, y si se trata esta diso-
lución por agua destilada, se obtiene un precipitado blanco
(subnitrato de bismuto). Este metal es fusible á la tempera-
tura de 264o; cuando pasa por enfriamiento del estado liquido
al sólido, tiene la particularidad de aumentar de volumen,
ofreciendo por consecuencia mayor densidad en estado líqui-
do, cuyo fenómeno es idéntico al del agua cuando pasa de
líquida á sólida.
Variedades. — El bismuto, que por lo común está
asociado al arsénico, se presenta únicamente en masas lami-
nares que ofrecen con frecuencia indicios de romboedros
cuboides, ó sea un romboedro de 87 o, 4'. Esta forma se ha
creído por muchos mineralogistas que era un verdadero
cubo, hasta que G. Rose ha determinado la verdadera cris-
talización en romboedros idénticos á los del antimonio.
YACIMIENTO. — Existe el bismuto diseminado en la
baritina y el cuarzo, ó asociado á algunos minerales de plata,
cobalto y plomo. Los principales criaderos de este metal se
encuentran en Sajonia, Bohemia y Suecia.
USOS. — Se emplea el bismuto aleado con el estaño y plo-
mo para la construcción de las válvulas de seguridad.
Tomo IX
CARACTÉRES. — La bismutina cristaliza en prismas
prolongados ó en agujas alargadas y con profundas estrías
longitudinales derivadas del prisma rectangular recto; su co-
lor es el gris de plomo ó gris de acero claro con irisaciones;
lustre metálico intenso; es un mineral muy blando, supuesto
que raya con mucha dificultad al yeso, estando representado
su peso específico por 6,5. Se funde á la simple llama de
una bujía; colocada sobre el carbón y expuesta á la llama
del soplete, deposita un óxido metálico que, por enfria-
miento, adquiere una tinta pardusca; si se agrega sosa, se
produce el boton metálico de bismuto ; se disuelve sin efer-
vescencia en el ácido nítrico; tratada la disolución por agua
destilada, se obtiene un precipitado blanco (subnitrato de
bismuto).
Y ACIMIENTO. — La bismutina es un mineral muy escaso
en la naturaleza; se encuentra en los mismos sitios que el
bismuto, estando la variedad laminar asociada al cerio en
Noruega y Suecia, y á la pirita cobriza en Chile. Existe tam-
bién esta especie en algunas minas de Cumberland y Cor-
nouailles (Inglaterra).
EXTRACCION Ó METALURGIA DEL BISMUTO.
— La única especie que se explota es el bismuto nativo,
siendo el procedimiento de extracción sumamente sencillo:
consiste en calentar el mineral en vasijas cerradas; en este
caso el bismuto se funde, separándose de la ganga, y se con-
densa por enfriamiento en la parte inferior de la vasija.
GENERO — COBRE
Este metal se encuentra libre en la naturaleza ó combina-
do con el oxígeno, azufre, cloro, ácido carbónico, sulfúrico,
silícico, etc., formando multitud de compuestos que tienen
las propiedades generales siguientes : color rojo, verde ó azul
mas ó menos intenso; lustre metálico ó aspecto litoideo; du-
reza comprendida entre 2 y 5. Todos ellos son solubles en
el ácido nítrico dando una disolución verde ó azulada, que
adquiere por el tratamiento con el amoniaco un color azul
celeste; si en la anterior disolución se introduce una lámina
de hierro, se precipita sobre ella el cobre en estado metálico;
sometidos á la acción del bórax, producen un vidrio de color
verde al fuego de oxidación.
Siguiendo á Leymerie, dividiremos las especies de este
género en los grupos siguientes: i.° cobre nativo y óxidos de
cobre; 2.0 piritas cobrizas; 3.0 compuestos haloideos, ó sean
carbonatos, sulfatos, arseniatos, fosfatos y cloruros; 4.0 sili-
catos.
PRIMER GRUPO Ó SECCION -COBRE Y SUS
r ^—'-OXIDOS--' x ^
COBRE NATIVO— cuerpo simple— Fórmula química Cu
CARACTÉRES. — Este metal, conocido desde la mas
remota antigüedad, ofrece los siguientes caractéres: se pre-
senta con frecuencia cristalizado en octaedros ó dodecaedros,
derivados del sistema cúbico; su color es rojo característico;
si se reduce á una lámina muy delgada adquiere cierta tras-
parencia, y mirado en este caso por refracción, ofrece un
color verde intenso; lustre metálico en la fractura reciente;
raya á la plata y al oro y se raya por el hierro, pudiendo
representarse su dureza por el número 3 de la escala relativa
de Mohs ; el cobre es uno de los metales mas dúctiles, ma-
leables y tenaces; desarrolla por frotación un olor particular,
y su peso específico es de 8,7. Se funde á la temperatura del
iS
COBRE V SUS ÓXIDOS
*38
rojo, produciendo al calor blanco vapores muy sensibles que
arden en contacto del aire con una llama verde; expuesto á
una atmósfera húmeda se altera, especialmente si hay ácido
carbónico, y se cubre de una capa verde que algunos impro-
piamente denominan cardenillo: se disuelve fácilmente en
el ácido nítrico con desprendimiento de vapores rojos
(bióxido nítrico), dando una disolución verdosa que, como
hemos dicho, toma un color azul celeste por medio del
amoniaco, así como si se introduce en la indicada disolu-
ción una lámina de hierro se cubre de una ligera capa de
cobre.
VARIEDADES. — Se presenta el cobre en la naturaleza
de diversas maneras: i.a cristalizado en octaedros y dode-
caedros sencillos ó modificados en sus aristas y ángulos só-
lidos; 2.a cobre dendrítico, resultado del cruzamiento de pe-
queños cristales; 3.a filiforme, y 4.a cobre de cementación:
existe además amorfo, en granos diseminados y en masas
considerables.
Y ACIMIENTO. — La generalidad de las minas conocidas
de cobre están enclavadas en el terreno primario ó paleo-
zoico. Las mas notables del extranjero son las de Ekatare-
nibourg (Montes Urales), las de Cornouailles (Inglaterra) y
las del Lago Superior (Estados-Unidos); de estas tres locali-
dades, especialmente de la última, proceden los hermosos
ejemplares cristalizados que existen en algunas colecciones
mineralógicas. Se encuentra además el cobre nativo en No-
ruega, Suecia, Chile y Eolivia, de cuyo último punto procede
el magnífico ejemplar que existe en el museo de Historia
Natural de Madrid; masa considerable de 100 kilogramos
con algunos cristales dodecaédricos. En España tenemos el
cobre nativo cristalizado en octaedros en las célebres minas
de Riotinto (Huelva), sobre todo en la mina llamada Thar-
sis. En Linares (Jaén), en Santiago de Cuba (isla de Cuba),
se halla en granos, á veces de gran magnitud, y en mas pe-
queña cantidad en Sierra Nevada y en el distrito de Lepan-
to (islas i’ilipinas); por último, según el Sr. Santos, existe en
las minas del Jaroso (Sierra Almagrera), bajo la forma de
placas.
USOS. — Las aplicaciones del cobre han sido numerosas
y variadas desde la mas remota antigüedad hasta el presente;
se usa en el estado nativo, como todo el mundo sabe, para
la acuñación de la moneda (1); sirve para dar dureza á la
plata y oro, cuyos metales aislados son muy blandos; aleado
con el zinc forma el latón, aleación conocida también con
los nombres de similor, plaqué amarillo, oropel, tombac, etc.,
cuyas sustancias son susceptibles de infinidad de aplicacio-
nes; unido con el estaño forma el bronce y la estañadura de
cobre; por último, se utiliza el cobre para la fabricación de
utensilios de cocina, tales como calderas, cacerolas, cazos, etc.;
sirve además para la fabricación de planchas de grabado,
galvanoplastia, etc.
Los usos del bronce son muchos y variados; se emplea en
la acuñación de la moneda, medallas, estatuas, cañones, pén-
dulos y objetos de adorno. Su sonoridad se utiliza para la
fabricación de campanas, tantanes chinos, etc Si la cantidad
de estaño es muy pequeña, resulta una aleación de color
amarillo muy agradable que se emplea para imitar ciertos
objetos de bisutería. El bronce que se destina para la cons-
trucción de estatuas no consta solamente de cobre y estaño,
sino también de cierta cantidad de zinc y de plomo; así, por
ejemplo, la antigua estatua de Napoleón I estaba formada
de una aleación en que había 84,8 de cobre, 5,8 de estaño,
2 de zinc y 3,7 de plomo. La presencia de este último metal
facilita el trabajo del buril. Las medallas de bronce contie-
( 1 ) Véase el oro y la plata.
nen de 90 á 95 de cobre y 5 á 10 de estaño; las monedas 95
de cobre, 4 de estaño y 1 de zinc. El bronce de cañones se
compone de 90,09 de cobre y 9,91 de estaño.
El latón común ú ordinario se compone de dos partes de
cobre y una de zinc, ó sea de 66 del primero y 33 del se-
gundo; el similor ú oro de Manheim contiene 82 de cobre, 8
de estaño y 10 de zinc; el tombac que se emplea en los ob-
jetos de lujo que se doran está compuesto de 86 ó 90 de co-
bre y de 14 ó 10 de zinc; el denominado oropel ofrece pró-
ximamente la misma composición (2).
ZIGUELINA Ó COBRE ROJO — cobre oxidado-óxido
ó oxídulo de cobre — Fórmula química Cu2 O
CARACTÉRES. — La ziguelina (de la palabra alemana
ziguelerz, quiere decir mina de color de ladrillo) ofrece por
forma primitiva un octaedro ó un cubo; el color de esta sus-
tancia es el rojo de cochinilla en los cristales trasparentes,
pero en los opacos ó cuando se presenta en masas tiene un
color de hierro, dando todos los ejemplares por la raya un
rojo intenso; la ziguelina es mas dura que la caliza y menos
que el espato flúor, estando representado su peso específico
por 6 enteros. Se funde al fuego de oxidación en un glóbulo
negro, y al de reducción en un glóbulo de cobre; comunica
á la llama del soplete un color verde; produce con el bórax
y mediante el fuego de reducción, un vidrio incoloro que
adquiere muy pronto el color rojo de cobre ó de ladrillo,
mientras que al fuego de oxidación da un vidrio de un ver-
de de esmeralda; soluble con efervescencia en el ácido nítri-
co, cuya disolución toma un color azul si se la trata por el
amoniaco.
f tt v^yj ■
COMPOSICION EN PESO
Cobre. ... . 88,78
Oxígeno 11,22
100,00
VARIEDADES DE FORMA. — 1.a La ziguelina cúbi-
ca, variedad bastante rara. 2.a Octaédrica. 3.a Cubo octaé-
drica. 4.a Dodecaédrica y alguna otra.
Variedades de formas y estructuras
ACCIDENTALES. — 1.* Capilar, constituida de agujas su-
mamente finas de un rojo vivo ó de cochinilla y de lustre
sedoso. 2.a Laminar, compuesta de un tejido ó estructura
hojosa mas ó menos manifiesta. 3.a Compacta, se presenta
en masas de aspecto ó apariencia vitrea y en algunos casos
resinosa; esta variedad, llamada también cobre rojo vitreo ó
piciforme, se halla en masas de alguna magnitud, y ofrece
algunas veces geodas tapizadas por cristales de la misma zi-
guelina. 4.a Terrosa, de estructura terrea y de un color y
(2) Raros son los metales que se usan aislados, siendo de^de luego
entre otros el hierro, cobre, platino, plomo, zinc, aluminio y mei curio.
Pero la mayor parte de ellos son tan blandos que no pueden emplearse
solos; tal es lo que se observa con el oro y la plata, metales que necesi-
tan asociarse á una pequeña cantidad de cobre, suficiente, sin embargo,
que contribuye en primer término á disminuir el valor excesivo de estos
cuerpos, y en segundo á comunicarles cierto grado de dureza. En gene-
ral las aleaciones se oxidan con menos facilidad que los metales que las
constituyen; así, por ejemplo, el bronce se oxida mucho menos que el
cobre y el estaño; en el mismo caso se encuentra el latón respecto de
los dos metales que le forman. La mayor ó menor oxidación de las alea-
ciones se halla relacionada también con la electricidad idéntica ó dife-
rente de los metales que las constituyen; si están dotados de electricida-
des diferentes se oxidan mas pronto, como se observa con la aleación
de Reaumur, compuesta de antimonio y de hierro, cuyos metales oí recen
diversas electricidades; otro tanto se nota entre el zinc y el antimonio y
en otros varios cuerpos.
FILIPS1TA
139
aspecto análogo al de las tejas, ó ladrillo reducido á polvo:
esta variedad comunmente está mezclada con óxidos de hier-
ro y arcillas ferruginosas.
Yacimiento. — El cobre rojo ó ziguelina se encuentra
casi siempre en las minas de cobre nativo, de piritas ó de
carbonatos de este metal. Se presenta en venas ó en filones
en las rocas graníticas, pizarras cristalinas y en los terrenos
primarios. Los mejores criaderos de esta sustancia son los
de Cornouailles, en donde ofrece magníficos cristales cúbi-
cos, octaédricos, etc., los de Chessy y Saint-Bel próximo á
Lion (Francia), los de Siberia, Perú, Chile y Australia. En
España le tenemos en Linares (Jaén), Zaragoza, Córdoba y
Tarragona; existe también en Cuba y en las islas Filipinas.
USOS. — Este mineral es uno de los mas estimados para
la extracción del cobre, porque en 100 partes contiene pró-
ximamente 89 de metal.
MELACONISA Ó COBRE OXIDADO NEGRO -óxi-
do de cobre — Fórmula química Cu O
Caractéres. — La melaconisa (de tríelas, negro, y co.
vis, polvo), es un mineral escaso y sin forma determinada;
en realidad no es mas que el óxido cuproso que en contacto
de la atmósfera se trasforma en deutóxido, mezclándose al
propio tiempo con óxidos de hierro y de manganeso. La
melaconisa ofrece úna estructura granuda ó terrosa, tizna ó
mancha los dedos, su color es pardo oscuro ó casi negro. Se
funde al soplete en una escoria negra, y se disuelve en el
ácido sin producir efervescencia.
COMPOSICION EN PESO
Cobre So
Oxígeno.
20
100
YACIMIENTO. — Se encuentra la melaconisa en Chessy
(Francia), Rudolstadt (Silesia), y en algunas otras localida-
des.
SEGUNDA SECCION— PIRITAS
Los minerales comprendidos en esta sección, producen
tratados por el soplete un olor sulfuroso, aliáceo ó de berza
podrida, y desprenden vapores blancos de antimonio; ofre-
cen diversos colores, siendo los mas comunes el amarillo,
pardo rojizo ó azulado y gris; lustre metálico mas ó menos
aparente; dureza superior á la de la caliza, y peso específico
comprendido entre 4 y 5. Son fusibles, y se disuelven en
todo ó en parte en el ácido nítrico, dando por el amoniaco
y otros reactivos los caractéres que hemos indicado al ha-
blar del cobre. Las especies principales de este grupo son
las siguientes: i.a Calcopirita; 2.a Filipsita; 3.a Calcosina;
4.a Panabasa; 5.a Tenantita, constituyendo estas dos últi-
mas una sección particular, á la que se denomina cobres
grises.
B
LCOPIRITA Ó PIRITA COBRIZA-cobre y hierro
SULFURADO— SULFURO DE COBRE Y DE HIERRO — Fórmula
química CuS+FeS
CARACTERES. — La calcopirita (de jaleos , cobre, pu-
ros, fuego), tiene por forma primitiva un tetraedro ó esfenoe-
dro que derivan del segundo sistema cristalino; color amari-
llo de oro, ó de latón ó de yema de huevo y con una ligera
tinta verdosa; reducida á polvo, tiene color negro; lustre me-
tálico intenso; muy agria, aunque no tanto como la pirita de
hierro; su dureza es idéntica á la del espato flúor é inferior á
la de la fosforita, siendo su peso específico de 4,1 á 4,3. Se
funde al soplete, con desprendimiento de vapores sulfurosos,
en un glóbulo negro, agrio y magnético; si se trata este gló-
bulo por la sosa, se obtiene un boton de cobre; soluble en el
ácido nítrico, tomando la disolución un color azul por me-
dio del amoniaco, precipitándose al propio tiempo óxido de
hierro.
COMPOSICION IiN PESO
Análisis de H. Rose
Id. de Berihier
Idem de
Hartwall
Azufre
Cobre
Hierro
Sílice
35.87
34,4°
30.4 7
0,27
30,80
34.00
32.00
2,00
36,33
32,20
30,03
2,2 3
101,01
98,80
100,79
Variedades de
FORMA.-
— i.a Cristaliza en esfe
- — — — — — - — • v_.;i V-
noedros sencillos ó modificados, originándose en este último
caso un octaedro de base cuadrada muy parecido al octae-
dro regular derivado del cubo; 2.a prismas de base cuadrada
con truncaduras en las aristas y ángulos sólidos.
Vapiedades de fórmas y estructuras
ACCIDENTALES. — i.a Dendrítica, con matices de diver-
sos colores. 2.a Masas tuberculosas ó mamelonadas, de as-
pecto bronceado en la superficie, ofreciendo una fractura
mas empañada que las restantes variedades. 3.a Masas com-
pactas ó amorfas, de colores irisantes y superficiales, debidos
á un principio de alteración.
Yacimiento. — La calcopirita, que es una de las espe-
cies menos ricas en cobre, se encuentra muy abundante en
las pizarras cristalinas, gneis, pizarras talcosas y en las arci-
llosas, ó bien en venas ó formas arriñonadas en ciertos terre-
nos de sedimento atravesados por rocas eruptivas, especial-
mente serpentínicas. Los criaderos mas importantes existen
en Cornouailles (Inglaterra), Falún (Suecia), Roraas (No-
ruega), Kaafiord y Orijerfvi (Finlandia), Freiberg (Sajonia),
Monte-Catini (Toscana), Chessy, Saint-Bel y otras localida-
des de Francia. En España se encuentra en Riotinto (Huel-
va), Córdoba, Murcia, Zaragoza y otras provincias.
USOS. — Para la extracción del cobre.
FILIPSITA, COBRE ABIGARRADO Ó COBRE PIRI-
TOSO HEPÁTICO — COBRE Y HIERRO SULFURADO —
sulfuro de cobre y de hierro — Fórmula química
CuS-fFeS
La composición elemental de esta especie, es igual á la de
la anterior, siendo la cantidad de hierro menor en la filipsita
que en la calcopirita.
CARACTÉRES. — La filipsita, confundida por algún
tiempo con la calcopirita en unos casos y en otros con la
calcosina, ofrece los siguientes caractéres: forma primitiva, el
cubo ó cubo octaedro, perteneciente al sistema cúbico; color
pardo rojizo ó sea un término medio entre el rojo de cobre
y el pardo del tombac y con tintas verdosas, moradas y azu-
ladas en la fractura reciente; el lustre es metaloideo; frágil,
blando ó de una dureza idéntica á la de la caliza, y de un
peso específico representado por 5. Fácilmente se concibe
que los caractéres químicos de esta especie han de ser idén-
ticos á los de la pirita cobriza, de la que se distingue por el
lustre metaloideo y por su coloración abigarrada.
140
PIRITAS
COMPOSICION EN PESO
Análisis de Filips Idem de Plattner
Cobre
61,07
56,76
Hierro
14,00
14,84
Azufre
23>75
28,24
98,82
98,84
VARIEDADES. — Rara vez se presenta en cristales aisla-
dos ó agrupados constituyendo hemitropias; por lo general
se halla amorfa, ó en forma de riñones diseminados en capas
de poco espesor é incrustante en la superficie de determina-
das rocas ó de los mismos minerales de cobre. Se encuentra
asociada á la especie anterior en las minas de cobre de Cor-
nouailles, de donde proceden los ejemplares cristalizados,
en las de Toscana, Siberia, Bannato (Hungría), Chile, Cuba,
etcétera.
USOS. — Para la obtención del cobre, siendo desde luego
mas apreciada que la pirita, por cuanto contiene un 6o por
ciento de cobre.
CALCOSINA Ó COBRE VITREO— cobre sulfurado
— sulfuro de cobre— Fórmula química CuS
CARACTERES. — La calcosina, denominada también
cobre brillante , ofrece por forma primitiva un prisma exago-
nal derivado del cuarto sistema cristalino; color gris de hier-
ro mas ó menos oscuro, ó gris de plomo negruzco y con
irisaciones verdes y azuladas; lustre metaloideo, muy blanda,
especialmente las variedades que contienen plata, raya al
yeso y se raya por la caliza, adquiriendo por la raya un bri-
llo mas intenso; su peso específico es de 5,7. Cuando es pu-
ra se funde á la llama de una bujía y se disuelve fácilmente
en el ácido nítrico, dando por el amoniaco el color azul ce-
leste. Pocas veces esta sustancia se halla en estado de pure-
za, estando, por el contrario, casi siempre mezclada con
sulfuros de plata y de hierro.
COMPOSICION DE LA DE S IBERIA (Kl.APROTH)
Cobre. ///pWÍ8>50
Hierro. . . . 2,25
Azufre. . . j 18,50
99,25
VARIEDADES. — i.a Cristalizada en prismas exagonales
sencillos o modificados en los ángulos sólidos ó en las aristas
básicas. 2.a Masas laminares y compactas, de aspecto vitreo
y que adquieren un color negruzco cuando están expuestas
por algún tiempo á la acción de la atmósfera. Existe además
una variedad de color gris de acero y muy blanda, cuya va-
riedad suele contener hasta un 52 por 100 de plata, por lo
que, y atendiendo á otras particularidades, M. Rose ha for-
mado con ella la especie llamada estromey crina.
Yacimiento. La calcosina es un mineral que se en-
cuentra generalmente como elemento accidental en los dife
rentes criaderos de cobre de Cornouailles, Montes Urales,
Hungría, etc.
Usos. — Es una de las especies mas apreciadas para la
obtención del cobre, supuesto que además de contener un
78 por 100 de este metal, se presenta algunas veces en ma-
sas ó filones de bastante espesor.
COBRES GRISES
Se da la denominación de cobres grises á todas las sustan-
cias formadas por un sulfuro de cobre combinado con otro
sulfuro de arsénico ó de antimonio. Estos minerales se carac-
terizan porque comunmente ofrecen un color gris de hierro ó
de acero y por desprender, mediante el calor, vapores blancos
arsenicales ó antimoniales, ó los dos á la vez. Cristalizan en
formas pertenecientes al sistema cúbico, presentando formas
tetraédricas las sustancias compuestas de antimonio, y cúbi-
cas ú octaédricas las constituidas por el arsénico; las prime-
ras corresponden á la especie denominada panabasa ó cobres
grises propiamente dichos, y las segundas á la tenantita.
PANABASA Ó TETRAEDRITA
La panabasa (de pan , todo, basis, base, que quiere decir
muchas bases), puede considerarse como un sulfo-antimo-
niuro de cobre, en el que casi siempre hay zinc, plata, hierro
y arsénico que sustituye en parte al antimonio. Su fórmula
esencial se expresa del modo siguiente: (Sba S3 + 8Cu2S)
+ (Sb*S3 + 2ZnS).
CARAGTÉRES. — Las formas dominantes de esta espe-
cie son el tetraedro, el dodecaedro trapezoidal y el tetraedro
piramidado, y rara vez los dodecaedros romboidales ; fractura
granuda ó compacta; color gris de plomo ó de acero claro,
hasta el gris oscuro ó negro de hierro, siendo el polvo que
resulta de la raya negruzco, y con tinta rojiza en los ejem-
plares que contienen bastante cantidad de sulfuro de zinc;
la dureza varía entre tres y cuatro, variando también el peso
específico, supuesto que hay ejemplares de 4,3 y otros
de 5,2. Se funde al soplete produciendo una escoria negra y
magnética, desprendiendo vapores antimoniales bastante
abundantes, á veces acompañados de los arsenicales; si se
trata la indicada escoria por la sosa, se obtiene un boton
metálico de cobre; se disuelve en el ácido nítrico con depó-
sito de un precipitado blanco (ácido antimonioso); esta di-
solución da un precipitado azul de Prusia por el ferro-cianu-
ro potásico, acusando también con frecuencia la plata y el
zinc mediante los reactivos especiales de estos dos cuerpos.
COMPOSICION EN PESO
Análisis de Berzelius
Azufre 25,30
Antimonio 25
Arsénico 1,50
Cobre 34,30
Hierro,
Zinc 6,30
Plata 0,70
1 AD AI JT*
Variedades. — i.a Cristalizada en tetraedros sencillos
ó truncados en los ángulos sólidos y en las aristas, dando
origen á cubo-octaedros, dodecaedros trapezoidales, etc.
2.a Masas amorfas, de fractura compacta ó finamente granu-
da. Algunos autores, teniendo en cuenta la composición ele-
mental y el color, aceptan las siguientes variedades: i.a Pa-
nabasa antimonífera, de color oscuro, no contiene plata, ó
si la lleva es en muy corta cantidad ; esta variedad, que es la
mas común, esparce humos blancos antimoniales muy abun-
dantes y se funde en un glóbulo gris, y, por lo general, mag-
nético. 2.a Panabasa argentífera, contiene bastante cantidad
de plata que sustituye al cobre ; esta variedad suele llamarse
por los mineros «plata gris.» 3.a Panabasa hidrargirífera, que
contiene mercurio en cantidad variable, ó sea de 1 á un 16
por 100.
AZARITA
141
YACIMIENTO. — La panabasa se encuentra como la
tenantita, en los terrenos primarios ó paleozoicos, acompa-
ñada casi siempre de los cobres piritosos y de los sulfuros
de plomo, de plata y de zinc. Los criaderos de Europa mas
importantes existen en Cornouailles, Hungría, Transilvania,
Sajonia, Nassau, ducado de Badén, Gardeta, Chalanches y
Baigorri (Francia). En España tenemos la panabasa en Cas-
tuera (Badajoz), Capileira, Huejar y Lanteira (Granada),
Nijar y Sorbas (Almería), Orihuela (Murcia), Torres (Te-
ruel), Calcena (Zaragoza) y otras localidades.
USOS. — Para la extracción del cobre.
TENANTITA— cobre gris arsenífero, sulfo-arseniu-
ro de cobre — Fórmula química (As2S3 + SCu2S) + (As3
S3 + bFeS)
tiva un prisma romboidal oblicuo perteneciente al quinto
sistema; color, por lo común, verde de esmeralda ó verde de
prado, siendo el polvo de un verde mas claro: lustre vitreo
en los ejemplares cristalizados, sedoso y algo diamantino en
los de estructura fibrosa ó acicular; su dureza es menor que
la del espato flúor y mayor que la del yeso y de la caliza,
estando representado su paso específico por 3,6 á 4. Pro-
duce agua y se ennegrece si se la calienta en un tubo de
ensayo ó en un matraz. Mediante el fuego de oxidación se
1 convierte en un glóbulo negro que se funde, mezclado con
el bórax, en un vidrio de color verde de esmeralda; por el
fuego de reducción da un boton metálico de cobre; soluble,
I con efervescencia, en el ácido nítrico, adquiriendo esta diso-
lución el color azul característico por medio del amoniaco.
CARACTÉRES. — La tenantita, como hemos dicho, cris-
taliza en cubos ó dodecaedros romboidales; su fractura es
granuda y desigual; color gris oscuro, y en algunos ejempla-
res casi negro; el polvo es de un gris rojizo oscuro; lustre
menos intenso que el de la panabasa, siendo su dureza igual
á la de la caliza y el peso específico de 4,5 ; al soplete decre-
pita, produce vapores arsenicales abundantes, y se funde
en una escoria negra y magnética; se disuelve en el ácido ní-
trico.
COMPOSICION EN PESO
I
Acido carbónico.
Oxido de cobre.
Agua. . . .
20,25
70,10
8,43
COMPOSICION DE LA
Azufre. .
Arsénico.
Cobre. .
Hierro..
Zinc. .
Plata. .
TENANTITA, SEGUN FILIPS
3°>25
12,46
47,70
9,75
indicios
idem
100,16
VARIEDADES. — i.a Cristalizada en dodecaedros rom-
boidales sencillos ó modificados. 2.a Masas amorfas. La va-
riedad que hemos llamado «panabasa argentífera» corres-
ponde mas bien á esta especie que á la anterior; fué descu-
bierta por Vauquelin en las minas de Guadalcanal (Sevilla),
siendo su color mas claro que el de las variedades amorfas
y cristalizadas.
Yacimiento. — Idéntico al de la panabasa, hallándose
bien cristalizada en Cornouailles, Tirol, Noruega, etc. En
España existe en las mismas localidades que la especie an-
terior.
USOS. — Para obtener el cobre.
TERCER GRUPO Ó SECCION-ESPECIES
HALOIDEAS
Incltíyense en este grupo todos los compuestos de cobre
que tienen por principio electro-negativo el cloro, los ácidos
carbónico, sulfúrico, fosfórico, arsénico, excepto el ácido
silícico. Por lo común presentan color verde y muy rara vez
azul. Se funden al soplete y se disuelven en el ácido nítrico
y alguna de las especies en el agua; su dureza es de 2,5 á
,5, y el Pes0 específico de 3 á 4. Las principales sustancias
^ iec¡entes á este grupo son las siguientes: i.a malaquita;
2. azurita; 3.a atacamita; 4.a olivenita; 5.a aferesa, y 6.a da-
ñosa.
MALAQUITA cobre v.erde ó verde de montaña, co-
bre carbonatado, CARBONATO DE COBRE H1DRATÍFERO —
Fórmula química (CuO)2 CO2 + HO
CARACTERES. — La malaquita ofrece por forma primi-
99,08
VARIEDADES. — 1.a Cristalizada en prismas romboida-
les oblicuos, formas muy raras en la naturaleza, siendo las
comunes las que resultan de unaepigenia de la azurita ó de
la ziguelina. 2.a Acicular ó fibrosa, consta de agujas termina-
das en puntas de varias facetas, ó bien fibras divergentes,
constituyendo una especie de estrellas, borlas ó penachos
sedosos. 3.a Masas concrecionadas mamelonadas, compues-
tas de capas concéntricas, ligeramente estriadas y de diversa
coloración; algunas veces presentan venas ó dendritas ne-
gruzcas que producen un efecto agradable sobre el fondo
verde. 4.a Malaquita compacta ó verde de montaña, que no
viene á ser mas que la misma fibrosa de estructura muy fina.
5.a Terrosa, rara vez es pura, estando mezclada casi siempre
con materias térreas; se la conoce también con los nombres
de verde ó ceniza de montaña.
Yacimiento. — La malaquita se encuentra subordi-
nada á los filones metalíferos, especialmente á los de cobre;
las variedades terrosas y concrecionadas existen mezcladas
con arenas y arcillas pertenecientes al terreno secundario.
Se halla en grandes masas en Siberia (Montes Urales), de
donde proceden los magníficos ejemplares que se destinan
para la fabricación de objetos de adorno; existen variedades
fibrosas y concrecionadas en Bohemia, Sajonia, Chessy y
Lyon (I* rancia). En España la tenemos en Torres y Co-
llado de la l’lata (Ieruel), Orihuela (Murcia), y Linares
UbüS. — Las concrecionadas procedentes de las minas
de Nischne- 1 agilsk y de Goumeschefski (Siberia) se tallan
para la construcción de objetos de adorno, tales como ta-
bleros de mesa, chimeneas, vasos, zócalos, adornos de cofre-
cillos, cajas, etc., que llegan á ser muy estimadas y de gran
precio á causa de la belleza y escasez de estas variedades.
AZARITA — COBRE CARBONATADO AZUL, CARBONATO DE
cobre — Fórmula química (CuO)*, 2C07, + HO
CARACTÉRES. — La forma primitiva de la azurita es
un prisma romboidal oblicuo del quinto sistema; color azul
intenso ó azul de índigo: lustre vitreo pronunciado; raya á
la caliza y se deja rayar por la fluorina, estando represen-
tado su peso específico por 3,8 á 4. Por medio del fuego y
de los líquidos produce los mismos fenómenos que la mala-
quita.
142
ESPECIES A 1.01 DEAS
COMPOSICION EN PESO
Acido carbónico.
Oxido de cobre.
Agua
20,25
70,10
8,43
98,78
Variedades. — Se conocen las siguientes: i.a Cristali-
zada en prismas romboidales oblicuos, por lo general cortos;
ó bien, prismas tabulares, cuyas caras primitivas están poco
aparentes y ofrecen al propio tiempo estrías mas ó menos
profundas; las formas ó caras secundarias son notables por
su brillo intenso. 2.* Acicular ó fibroso-radiada, se presenta
en formas mamelonadas ó globulosas compuestas de crista-
les muy finos que convergen en un punto común. 3.a Com-
pacta ó concrecionada, llamada piedra de Armenia, cuya va-
riedad está mezclada con arcillas. 4.* Azul de montaña ó
cenizas azules, si está unida á sustancias téneas.
YACIMIENTO. — Esta especie mineralógica se halla
también subordinada á los filones metalíferos que contienen
minerales de cobre. Los criaderos mas notables se encuen-
tran en Sajonia, Siberia, Hungría, Bannato, Montes Urales
y en Chessy, departamento de Lyon (Francia). En España
existe la azurita en Teruel, término de Onis (Asturias) y otras
localidades.
USOS. — Se destina, como la especie anterior, para la
fabricación de objetos de adorno, como materia colorante, y
para la extracción del cobre.
La misorina, así denominada, porque se descubrió por
primera vez en Mysore (Indostan), se presenta en masas
amorfas de estructura laminar; color pardo oscuro mezclado
con bandas verdes debidas á la malaquita; raya al espato
flúor y se raya por la fosforita, siendo su peso específico
de 2,6. Se funde al soplete, y mezclada con la sosa produce
un boton de cobre; soluble con efervescencia en el ácido
nítrico, depositándose al propio tiempo óxido de hi
da agua por la elevación de temp'
COMPOSICION
Acido carbónico.
Oxido de cobre.
Idem férrico. .
Sílice. .
99,05
COMPOSICION EN PF.SO
Cloro 16,1 2
Cobre 14-56
Oxido de cobre. . . . 56,23
Agua 1 1,99
Mezclas 1,10
100,00
Beudant supone que la misorina es la malaquita que ha
perdido el agua por la acción del calor.
ATACAMITA — cobre clorurado de hauy — cloruro
de cobre hidratado — Fórmula química CuCl + 3CuO
+ 3
HO
CARACTÉRES. — La atacamitase presenta casi siempre
en cristales capilares que derivan del prisma romboidal recto;
su color es el verde de esmeralda, de prado ó verde de acei-
tuna, lustre vitreo pronunciado, trasluciente ú opaca y que-
bradiza ; raya á la caliza y se raya por el espato flúor, siendo
su peso específico de 4 á 4,3. Da agua por medio de la cal-
cinación; comunica á la llama del soplete un color verde
azulado; se funde con facilidad sobre el carbón reduciéndose
á un boton de cobre; se disuelve en el ácido nítrico sin pro-
ducir efervescencia.
VARIEDADES. — Se presenta la atacamita en masas
aciculares rectas ó radiadas, concrecionada y en arenas.
Yacimiento. — Esta especie mineralógica Tué intro-
ducida en Europa en estado pulverulento con el nombre de
arena verde del Perú. Procede de los yacimientos de Tara-
paca y Cobija, situados en el desierto de Atacama en Boli-
via ó Alto Perú, en Copiapó, Santa Rosa, Huasco y Sole-
dad (Chile). En Europa existe en Sajonia, y en las lavas del
Vesubio y de) Etna. En España la tenemos en las minas del
filón Jaroso (Sierra Almagrera).
Usos. — En los países en que es muy abundante, tales
como Tarapaca, Cobija y Tocopilla (Bolivia), sirve para la
extracción del cobre.
OLIVENITA — cobre arseniatado prismático ó cobre
arseniatado en octaedros agudos de hauy — ARSK-
N 1 ato de cobre — Fórmula química (CuO)4 AsO5
CARACTÉRES. — Esta especie mineralógica, que es
isomorfa con la aferesa ó fosfato de cobre, cristaliza en pris-
mas rectos romboidales pertenecientes al tercer sistema;
color verde oscuro, verde de aceituna ó de pistacho, siendo
el polvo que resulta de la raya de un verde claro de aceitu-
na; raya á la caliza y se raya por el espato flúor, estando re-
presentado su peso específico por 4,6. Se funde sobre el
carbón en un boton metálico de cobre; soluble sin eferves-
cencía en el ácido nítrico.
COMPOSICION EN PESO
Oxido de cobre.
Acido arsénico.
Agua. . . .
56.5
39.5
4,0
100,0
ARIED ADES. — Se presenta en prismas cuneiformes ó
en masas pequeñas aciculares.
Yacimiento. — Se encuentra en las minas de cobre
de Cornouailles (Inglaterra), Chessy, departamento de Lyon
(Francia), Zinwald (Bohemia) y Nischne-Fagilsk (Siberia).
Corresponden además á esta especie, ó se consideran
como arseniatos de cobre no definidos la eriuita, aferesa,
eucroita, conicalcita y liroconita.
AFERESA — cobre fosfatado octaédrico— fosfato de
cobre hidratado — Fórmula química 3(
PhOs + CuO HO
CARACTÉRES. — La aferesa es una de las especies mas
raras del género; cristaliza en prismas rectos romboidales
derivados del tercer sistema; color verde oscuro, trasluciente
y de un brillo craso ó vitreo; su dureza es idéntica á la del
espato flúor, y el peso específico de 3,6 á 3,S. Se disuelve
sin efervescencia en el ácido nítrico, y tratada la disolución
por el molibdato amónico, da un precipitado amarillo.
ESMALTINA
COMPOSICION EN PESO
Oxido de cobre 66
Acido fosfórico 30
Agua
ico
YACIMIENTO. La ateresa fue descubierta en una
pizarra micácea de Libethen (Hungría), por cuya razón va-
rios mineralogistas alemanes la denominan libetina; existe
también en Cornouailles y Montes Urales.
La hipoleina, la ehlita y la trombolita no son mas que
fosfatos de cobre hidratados idénticos á la aferesa.
CIANOS A CAPARROSA Ó VITRIOLO AZUL — COBRE SULFA-
TADO HIDRATADO — SULFATO DE CuBRE HIDRATADO— Fór-
mula química CuO,SOH-HO
Caracteres. La forma primitiva de esta especie es
un prisma oblicuo no simétrico correspondiente al sexto sis-
tema cristalino; por lo común, se presenta en costras crista-
linas ó masas fibrosas de color azul celeste; lustre vitreo y
trasluciente; raya al yeso y se raya por la caliza, estando re-
presentado su peso específico por 2,1, densidad sumamente
pequeña si se tiene presente que corresponde á las sustancias
metálicas. Atendiendo á esta particularidad, así como á que
es un mineral soluble en el agua á temperatura y presión
ordinaria, \Y erner, Leymerie y otros autores incluyen esta
especie en la clase que denominan sales. La cianosa, como
se acaba de indicar, se disuelve en cuatro veces su peso de
agua fria, á la que comunica un sabor metálico ó estíptico
muy pronunciado; esta disolución acuosa da, por evapora-
ción, prismas oblicuos no simétricos; en contacto del aire
st etloresce perdiendo sus cinco equivalentes de agua v se
vuelve opaca. 5 J
COMPOSICION EN PESO
Oxido de cobre 2 2
Acido sulfúrico ^2
Agua 36
100
Yacimiento. La cianosa procede de la descompo-
sición de los sulfuros de cobre; se halla siempre en las minas
de estos metales; se encuentra en Hungría, Sajonia, Francia
é Inglaterra. En España la tenemos en Riotínto (Huelva).
USOS, be emplea para la obtención del cobre y para
fabricar tintas y diferentes colores, usándose como astrin-
gente en Medicina.
Metalurgia del cobre. — El tratamiento de los
óxidos y de los carbonatos y, en general, de todos los com-
puestos de cobre en que no entre el azufre es muy sencillo:
consiste en fundir estos minerales en hornos de reverbero,
mezclándolos con carbón y con escorias mas ó menos silí-
ceas; de esta manera se obtiene un cobre impuro, denomi-
nado cobre negro , el cual, sometido á la refinación, se con-
vierte en metal de buenas condiciones.
Los compuestos sulfurados requieren un tratamiento mu-
cho mas complicado, siendo esta la causa del alto precio
que tiene el cobre en el comercio. El procedimiento se re-
duce esencialmente á someter los cuerpos cobrizos á una
serie de torrefacciones preliminares, que tienen por objeto
convertir la mayor parte de los sulfuros en óxidos metálicos:
se funden inmediatamente en hornos de reverbero, agregan-
do escorias silíceas, siempre que el compuesto no tenga
por ganga un silicato, o la cantidad de estos sea muy pcque-
x43
ña. El oxígeno tiene mas afinidad con el azufre que el hierro,
y al revés, este último metal se une mas fácilmente al oxíge-
no que el cobre, sobre todo, en presencia de la sílice. El
oxido de cobre que resulta de la torrefacción pasa á sulfuro,
por apoderarse del azufre el sulfuro de hierro que queda
después de la tostacion del mineral; de esta manera se forma
una escoria que encierra casi toda la pirita de cobre y un
doble sulfuro de cobre y hierro, cuya escoria ó masa recibe
el nombre de mata cobriza. Sometida esta á nuevas torrefac-
ciones, fundida después con escorias silíceas, y aun con
minerales de cobre oxidados, resulta una nueva escoria
compuesta de mucha parte del hierro de la primera, y una
segunda mata cobriza mas rica en metal cobrizo que la pri-
mera; se repiten las torrefacciones por 4 ó 5 veces, y se ob-
tiene cobre negro, esto es, metal impuro, supuesto que con-
tiene todavía un poco de hierro y azufre; se refina este cobre
negro y resulta de esta manera el cobre roseta, el cual, para
convertirse en metal rojo y maleable, necesita un segundo
refinamiento.
GÉNERO— COBALTO
Los minerales de este género presentan una dureza inter-
media entre la fosforita y el ortosa ; su peso específico varía
desde 2 hasta 7 : tiñen al bórax de un color azul intenso por
la acción del calor, y sus disoluciones en el ácido nítrico
ofrecen un color sonrosado. Las especies principales de este
género son: i.a cobalto; 2.a esmaltina; 3.a cobaltina; y
4.a eritrina.
COBALTO— cuerpo simple
CARACTÉRES. — Este metal no se conoce aislado en
la naturaleza; cuando se le obtiene puro en los laboratorios
presenta un color gris de acero, lustre metálico poco intenso,
quebradizo'; su peso específico es de 8,5. Tiene analogías
con el níquel y el hierro, ejerce acción sobre la aguja mag-
nética, pero según la opinión de muchos autores, solo ofrece
esta particularidad cuando lleva una pequeña porción de los
metales citados. Se funde con mucha dificultad y no se vo-
latiliza sino á temperatura muy elevada; se disuelve sin efer-
vescencia en el ácido nítrico, y comunica al vidrio del bórax
un color azul intenso.
El cobalto nativo no tiene aplicaciones de ningún género;
en las artes y en la industria empléase tan solo el óxido de
este metal, que se obtiene tostando los sulfuros ó arseniuros
con el objeto de que desaparezca el azufre y el arsénico que
estos contienen; en virtud de esta operación, el cobalto se
trasforma en óxido que, fundido con sílice y potasa, produce
un vidrio azul, llamado esmalte, el cual reducido á polvo
constituye el azul de cobalto. Este preparado se usa en
gran cantidad para la fabricación de colores que se aplican
sobre la porcelana y para dar color á las piedras artificiales.
Sirve además el óxido de cobalto para dar color azul al al-
midón, para quitar al papel la tinta amarilla que presenta
algunas veces y, por último, para obtener el azul Thenard,
que no es mas que el aluminato de cobalto, mezclado con
una corta cantidad de fosfato de la misma base. Esta sus-
tancia sirve para la pintura al óleo, y para la preparación de
la llamada tinta simpática.
Esmaltina ó cobalio blanco — cobalto ar-
senical arseniuro de cobalto — Fórmula química
Co As*
CARACTÉRES. — Las formas mas comunes de este mi-
neral son el cubo y el octaedro regular; fractura granuda,
M4
ESPECIES ALOIDEAS
color blanco de estaño 6 gris de acero claro y lustre metá-
lico en la fractura reciente, pero se ennegrece y se empaña
en contacto del aire; raya á la fosforita y se raya por el or-
tosa; quebradizo, y su peso específico es de 6,3 á 6,6. La
esmaltina se funde á la llama de una bujía con desprendi-
miento de humos blancos arsenicales; tiñe, como hemos in-
dicado, al vidrio de bórax de un azul intenso; expuesta al
fuego de reducción se convierte en un boton metálico agrio
y de color agrisado; se disuelve, sin efervescencia, en el
ácido nítrico concentrado con depósito de ácido arsenioso.
COMPOSICION EN PESO
Cobalto. .
Arsénico. .
Hierro. .
Cobre. . .
Azufre.
VARIEDADES. — i.a Cristalizada en cubos ú octaedros
sencillos ó modificados. 2.a Dendrítica, llamada mas común
mente esmaltina tricoté; esta variedad resulta de la unión de
cristalitos ramificados, como los de la plata dendrítica ó fili
forme; por lo común los cristales que están reunidos en di-
rección paralela, se hallan atravesados por otros que cruzan
á los primeros formando ángulos rectos; dichos cristales tie-
nen por ganga una masa cuarzosa ó caliza. 3.a Esmaltina
fibroso-radiada. 4 a Amorfa, se presenta en masas mámelo-
nadas, brillantes, granudas en el exterior y compactas en el
interior.
YACIMIENTO. — Se halla la esmaltina en filones meta-
líferos, especialmente en los de sulfuro de plata y cobre;
abunda en los terrenos cristalinos, estando acompañada casi
siempre del óxido negro de cobalto, bismuto nativo, arsénico
nativo, galena, argirosa y otras especies metálicas. Los cria-
deros mas importantes se encuentran en Sajonia, Harz, Bo
hernia, Hungría, Noruega, Vosgos (Francia), etc. En España
la tenemos en Espluga de Francolí (Tarragona), Darnius
(Gerona), Gistain (Huesca) y Cangas de Onís (Asturias).
USOS. — Se emplea para la fabricación de los esmaltes ó
vidrios azules, destinados, como se ha dicho, á dar color
azul á la loza, cristal, papeles pintados; sirve también para
obtener el hermoso azul de Thenard.
COBALTINA Ó COBALTO GRIS Y COBALTO BRI-
LLANTE—cobalto ARSENIO-SULFURADO — SULFO-ARSE-
niuro de cobalto— Fórmula química Co As2 + Co S2
CARACTÉRES. — La forma primitiva de la cobaltina
En algunos casos, parte del cobalto se halla sustituido por
el hierro.
VARIEDADES. — La cobaltina se presenta en cristales
cúbicos octaédricos, dodecaedros pentagonales y cubo oc-
taedros.
YACIMIENTO. — Se halla en filones, conglomerados ó en
bolsadas en los terrenos primarios, acompañada casi siempre
de la pirita de hierro, pirita cobriza, hierro magnético, cuar-
zo, caliza y algunas otras sustancias. Se encuentra en Silesia,
Suecia, Vosgos (Francia), Estados Unidos, etc.
USOS. — Idénticos á los de la especie anterior.
ERITRINA Ó COBALTO ROJO Y FLORES DE CO-
BALTO—cobalto ARSENIATADO HIDRATADO — ARSENIA-
to* de cobalto hidratado — Fórmula química CoO,
AsO5 + HO
CARACTÉRES. — La eritrina tiene por forma primitiva
un prisma rectangular oblicuo, perteneciente al quinto siste-
ma; por lo común, se presenta en agujas, láminas pequeñas
ó masas terrosas de color rojo morado, carmesí y sonrosado
análogo al de la flor del melocotón; lustre diamantino; su
dureza es superior á la del yeso é inferior á la de la caliza;
calentada en el tubo de ensayo produce agua en gran canti-
dad; por medio del soplete se funde, aunque con dificultad,
y desprende vapores blancos arsenicales; soluble en el ácido
nítrico, ofreciendo la disolución un color rosado.
COMPOSICION EN PESO
I
VARI
Acido arsénico.
Oxido de calcio.
Agua ....
3^,43
37,55
24,02
100,00
i.a Cristalizada en prismas cuyas ca-
ras ofrecen estrías bastante profundas; 2.a acicular, se pre-
senta en forma de rosetas constituidas por agujas ó cristalitos
divergentes; 3.a rodoisa (elevada á especie por Beudant),
terrosa ó pulverulenta y de color rosado oscuro ó rosa claro.
YACIMIENTO. — Existe la eritrina en los mismos terre
nos y localidades que la cobaltina. Los mejores ejemplares
proceden de Scheneeberg (Sajonia), Saalfeld (Turingia), Wi-
techen (ducado de Badén) y Allemont (Delfinado).
USOS. — Se emplea para obtener el arsénico, el cobalto y
para la fabricación de esmaltes.
GENERO— MANGANESO
es el dodecaedro pentagonal derivado del primer sistema
cristalino, siendo sus formas comunes las mismas que las
de la pirita de hierro; color blanco de plata ó agrisado con
tintas rojizas y lustre metálico intenso, de donde toma el
nombre de cobalto brillante: este mineral es agrio, raya á la
fosforita y se raya por el ortosa, dando un polvo negro-agri-
sado; desarrolla olor aliáceo por medio del eslabón y su peso
específico es de 6,3. Sus propiedades químicas son muy aná-
logas á las de la esmaltina, de la que se distingue porque tra-
tada la disolución nítrica de la cobaltina por el nitrato de
barita, se produce un precipitado abundante, mientras que
la de la esmaltina se da en corta cantidad.
COMPOSICION EN PESO
Cobalto 35,47
Azufre 19,35
Arsénico 45, iS
100,00
Este metal no existe nativo en la naturaleza; se halla com-
binado con el oxígeno, azufre, ácido carbónico, fosfórico y
silícico, constituyendo diversas especies, siendo las mas im-
portantes las siguientes: pirolusita, Hausmanita, Braunita,
acerdesa, dialogita, rodonita y helvina.
MANGANESO — cuerpo simple — Fórmula química Mn
CARACTÉRES. — La pirolusita ó peróxido de manga-
neso se conoce desde tiempos remotos, pero en 1774 fué
cuando manifestó el célebre químico Scheele que era un
óxido cuyo metal aisló Gahn pocos años después. El man-
ganeso que se obtiene en los laboratorios es un metal de
color gris claro; de poco brillo metálico, algo dúctil, se deja
rayar por la lima, pero se rompe por la acción del martillo,
siendo su densidad relativa de S enteros. El manganeso es
casi tan infusible como el hierro, siendo como este muy al-
ÓXIDOS
terable en contacto del aire; descompone el agua lentamente
á la temperatura ordinaria, desprendiéndose el gas hidróge-
no, pero á ioo° descompone rápidamente el citado líquido.
Las especies indicadas de este género y algunas otras las
agrupa Leymerie en tres secciones, á saber: óxidos, piritas y
litofanas; estas tres secciones ofrecen un carácter común,
cual es, que si los minerales incluidos en ellas se calientan,
mezclados con la sosa, producen un glóbulo ó una escoria
verde; con el bórax, mediante el fuego de oxidación, un vi-
drio de color violado.
PRIMERA SECCION-OXIDOS
Caracterizados por sus colores grises ó negruzcos, dando
un polvo negro ó pardo oscuro; su densidad relativa está
comprendida entre 4 y 5, y producen por medio del fuego
los caracteres indicados anteriormente.
PIROLUSITA Ó MANGANESA NEGRA Y JABON DE
VIDRIEROS — MANGANESO PEROXIDADO — BIÓXIDO DE
manganeso — Fórmula química MnO2
M5
localidades europeas. En España la tenemos en Belorado
(Burgos), Crivillen ( Teruel), y en diversos sitios de las pro-
vincias de Sevilla, Huelva, Almería y Asturias.
USOS. Sirve esta sustancia para blanquear los vidrios,
sobre todo, aquellos que ofrecen una tinta verdosa debida al
protóxido de hierro; se emplea para dar al cristal ó al vi-
drio un color violado; se utiliza en Química para la extrac-
ción del oxígeno y cloro.
HAUSMANITA (dedicada á Hausmann)— óxido manga-
neso-mangánico. pertenece al óxido rojo de los quí-
micos— Fórmula química MnO, Mn20
CARACTÉRES. — La Hausmanita cristaliza ó tiene por
forma primitiva un octaedro agudo derivado del segundo
sistema; color pardo negruzco, dando un polvo rojo oscuro;
lustre metaloideo; raya á la caliza y aun al espato flúor y se
raya por la fosforita, estando representado su peso específico
por 4,8. Infusible é inalterable por la acción del soplete, ad-
quiriendo, no obstante, una tinta rojiza por el fuego de re-
ducción.
CARACTÉRES. — La pirolusita (del griego pur, fuego,
y iusis, descomposición, es decir, que se altera por la acción
del calor), ofrece por forma primitiva un prisma romboidal
recto derivado del tercer sistema; color gris de hierro ó ne-
gruzco con una ligera tinta azulada en los ejemplares cons-
tituidos de fibras muy finas; pero reducidas á polvo todas las
variedades adquieren color negro; la pirolusita es un mine-
ral blando, supuesto que se raya por la caliza, siendo su peso
específico de 4,8. Por medio del soplete toma un color roji-
zo, pero no se funde; mezclada con el vidrio de bórax tiñe á
éste de un color morado característico, desprendiéndose al
propio tiempo cierta cantidad de oxígeno; se disuelve en el
ácido hidroclórico, desprendiendo gran cantidad de cloro.
COMPOSICION EN PESO
Protóxido de manganeso..
Oxígeno en exceso.. . .
Agua.
Barita.
Sílice. ....
85,617
1 L599
1,566
0,665
55 3
100,000
Variedades. Según algunos autores, la pirolusita
puede dividirse en dos variedades esenciales, ó mejor, en
dos subespecies que son: i.a polianita; 2.a pirolusita. La pri-
mera comprende los ejemplares bien cristalizados, algún
tanto duros y constituidos únicamente por el bióxido de
manganeso: á la segunda corresponden los minerales blan-
dos, efecto de su gran fragilidad y del estado de disgrega-
ción molecular; sus formas son epigénicas y rara vez se en-
cuentran en estado de pureza.
La polianita se presenta en prismas cortos, estriados en el
sentido de su longitud y de un gris metálico claro; la pirolu-
Dsita ofrece las siguientes variedades: 1* acicular ó fibroso-
i- laca, se halla en masas formadas de agujas muy finas,
ra la as c> reilr)idas en hacecillos; 2.a concrecionada, ó sea
en masas estalactiticas, dendríticas ó mamelonadas; 3.a re-
niforme, en masas compactas ó terrosas, negras, pesadas y
que tiznan los dedos.
Yacimiento. Se halla esta especie en las pizarras
silúricas y en los terrenos jurásico y triásico; la polianita se
na encontrado en Sajonia, Westfalia y Bohemia, así como
as variedades de pirolusita común se encuentran en muchas
Tomo IX
COMPOSICION EN PESO
Sesquióxido de manganeso.
Protóxido de idem. . .
38.8
61.8
100,6
En esta composición hay 72,4 de manganeso y 27,6 de
oxígeno.
VARIEDADES. — I.3 Cristalizada en octaedros, por lo
general modificados en el vértice, siendo al propio tiempo
exfoliables en sentido paralelo á las caras. 2.a Fibrosa, com-
puesta de fibras divergentes unas veces, y otras fibrosas en
un sentido y laminares en el otro. Se conocen también las
variedades compacta y terrosa.
Yacimiento. — Se encuentra acompañando á la Brau-
nita en algunas minas de Harz y de Turingia.
BRAUNITA (dedicada á Braun) — MANGANESO SESQUIOXI-
dado — sesquióxido de manganeso — Fórmula quími-
ca Mn203
CARACTÉRES. — La forma dominante de la Braunita
es un octaedro de base cuadrada, correspondiente al segun-
do sistema; por lo general se presenta en masas cristalinas
de un pardo negruzco, siendo su polvo completamente ne-
gro, lustre metaloideo, bastante frágil; raya, sin embargo, al
ortosa y se deja rayar por el cuarzo, estando representado
su peso específico por 4,8. Infusible al soplete, no da agua
por la elevación de la temperatura; y se disuelve, con des-
prendimiento de cloro, en el ácido clorhídrico.
COMPOSICION EN PESO, SEGUN TURNER
Oxígeno
9.85
Oxido de manganeso. .
86,94
Barita
2,26
Agua
o,95
Sílice. Jí .• ... . - .
indicios
100,00
Variedades. — i.a Cristalizada en octaedros de base
cuadrada mas ó menos modificados. 2.a En masas cristalinas.
Algunos ejemplares contienen cierta cantidad de ácido silí-
cico, constituyendo un silicato de óxido de manganeso lla-
mado Marcelina.
*9
146
LITOFANAS
Yacimiento. — Existe esta especie en San Marcelo
(Piamonte), Harz (luringia) y en algunas otras localidades
europeas.
ACERDESA — manganeso SESQUIOXIDADO HIDRATADO —
sesquióxido de manganeso hidratado — Fórmula quí-
mica Mn203 + HO
C AR ACTÉRES. — La acerdesa (de la palabra griega ácer-
dos} no aprovechable), corresponde al manganeso oxidado
argentífero de Haüy ó á la manganita de otros autores: cris-
taliza en un prisma romboidal recto, perteneciente al tercer
sistema cristalino; color pardo negruzco ó gris de hierro,
siendo negro el polvo que resulta de la raya, lustre metaloi-
deo; mas dura que la caliza y menos que el espato flúor, es-
tando representado su peso específico por 4,3. Calentar
el tubo de ensayo da bastante cantidad de agua, carái
muy bueno para separarla de la Rraunita, con la cual suele
confundirse: infusible al soplete, adquiriendo color pardo
)jizo por el fuego de reducción.
SQ/
COMPOSICIO
Manganeso.
axígeno.
gua. . .
Variedades. i. Cristalizada en prismas octógonos
romboidales. 2.* En masas bacilares fibrosas ó radiadas.
3.a Concrecionada y terrosa. 4.a Pisolíticay oolítica. 5.a Den-
drítica. Q ' X
Y acimiento.— Se encuentra en los terrenos de crista-
lización ó en los de sedimento antiguo; casi siempre asociada
con hierros espáticos, con la hematites y otros compuestos
de hierro. En España existe en los mismos puntos que la
pirolusita, encontrándose también, según el Sr. Naranjo, en
MU
Losacio (Zamora).
SEGUNDA SECCION-PIRITAS
\
Se comprenden en este grupo tres especies minen
que son: la alabandina, Hauerita (dedicada á Haiier) y Ka-
ncha, descubierta por Kane;lasdos primeras son sulfurosde
manganeso, y la tercera arseniuro del mismo metal; pero
tanto esta como las dos anteriores son sumamente raras y de
ninguna importancia industrial, por cuyas razones no las des-
cribimos.
IFANAS
cribimos.
ui
TERCERA
IDA
pardo ó amarillento debido á una grande cantidad de hier
ro; lustre vítreo-nacarado, trasluciente; raya á la caliza y aun
á veces al espato flúor, y se raya por la fosforita, siendo el
polvo que resulta de color de rosa; peso especifico de 3,6.
Infusible al soplete, adquiriendo por la elevación de tempe-
ratura color pardo como todos los óxidos de manganeso; á la
temperatura ordinaria se disuelve, con efervescencia lenta, en
el ácido nítrico, siendo mucho mas intensa por la acción del
calor.
COMPOSICION EN PESO
Acido carbónico. . . 38,60
Oxido de manganeso. . 56,00
Cal 5,40
100,00
EDADES. — Además de cristalizada en romboe-
encuentra en masas laminares y concrecionada.
CIMIENTO. — La dialogita se halla en ciertos filones
metalíferos de Hungría, Sajonia, Transilvania, Vielle (Altos
Pirineos) y otros puntos.
La mangano-calcita de Breithaupt está compuesta de un
carbonato de óxido de manganeso, que contiene un 30 por
iento de cal, estando además mezclado en ciertos casos con
la magnesia y óxido de hierro ; se halla en masas bacilares ó
gujas radiadas, de lustre vitreo y de color rojo de carne en
chemnitz (Hungría).
mimr
RODONITA — MANGANESO silicatado; silicato de
manganeso —Fórmula química (MnO)3(Si02)2
CARACTÉRES. — La rodonita (de radon rosa), tiene
por forma primitiva un prisma romboidal oblicuo que deriva
del quinto sistema; se presenta en masas cristalinas, granudas
ó compactas mezcladas casi siempre con el carbonato de cal;
color rosa oscuro ó mas ó menos morado, fractura astillosa,
trasluciente en los cortes y de lustre nacarado; raya á la fos-
forita y se raya por el ortosa, teniendo un peso específico
de 3>5 á. 3,7. Tratada al soplete adquiere color pardo; al
fuego de reducción se funde en un esmalte rosado, y al de
oxidación en un glóbulo negro.
COMPOSICION EN PESÓ SEGUN BERZELIUS
Oxido de manganeso
Sílice,
Oxido de calcio.
Magnesia.
Las especies mineralógicas de este grupo están compues-
tas de ácido carbónico, fosfórico ó silícico en unión con el
óxido de manganeso; ofrecen aspecto vitreo ó lapídeo, colo
res diversos, dureza bastante considerable, peso específico
comprendido entre 4 y 5, y solubles en los ácidos. Los mi-
nerales mas importantes del grupo son: i.° la dialogita:
2.0 rodonita; 3.0 helvina; 4.0 triplita.
DIA LOGI I A — MANGANESO CARBONATADO — CARBONATO
de MANGANESO — Fórmula química MnO, CO2
CARACTÉRES. — La dialogita ó rodocrolita ofrece por
forma primitiva un romboedro de 107o 20', perteneciente al
sistema romboédrico; color de rosa, y en algunos ejemplares
Yacimiento. — La rodonita se encuentra en los filo-
nes manganesíferos de los terrenos primarios. Los criaderos
mas notables existen en San Marcelo (Piamonte), Lang-
banshytta (Suecia), Przibram (Bohemia), Francklin (Nueva
Jersey), Transilvania, etc.
La Bustainita (descubierta por Bustamante en el Real de
Minas de Fetela, México), y la Pajsbergita, encontrada en
Pajsberg (Suecia), son silicatos de manganeso y de cal; la
marcelina, indicada ya en la especie braunita, la consideran
varios autores como una mezcla del silicato de óxido de
manganeso con el sesquióxido del mismo metal; por ültimo,
la Breislakita no es mas que un silicato de manganeso ferrí-
fero que existe en las lavas de Capo-di-Bove, próximo á
Roma y en las cercanías de Pozzuolo.
/
HIERRO
HELVINA — MANGANESO Y GLUCINA SÍLICO SULFATADOS —
SU LFO-SI LICATO DE MANGANESO Y DE GLUCINA
*47
CAKAGTÉRES. — La helvina se presenta en cristales
pequeños octaédricos ó tetraédricos pertenecientes al sistema
cúbico; estos cristales tienen un color amarillo de cera ó de
miel con tendencia al amarillo pardusco; brillo algo resinoso;
mas dura que el feldespato ortosa y menos que el cuarzo,
estando representado su peso específico por 3,3. Se funde al
soplete y tratada por medio de la sosa produce los caracte-
res de todos los minerales de manganeso; se disuelve con
desprendimiento de hidrógeno sulfurado en los ácidos, dan-
do al propio tiempo un precipitado gelatinoso.
COMPOSICION EN PESO
Sílice
33, *3
Glucina. . . f . .
11,46
Protóxido de manganeso
49, 12
Protóxido de hierro. .
4,90
Azufre
5»7 1
io4,52
LDE
De la anterior composición deducen algunos mineralo-
gistas que la helvina está formada de un proto-sulfuro de
manganeso unido á un silicato de glucina y de mangane-
so, pudiendo representarse su fórmula del modo siguiente:
MnS, + GPO3, 3SÍO2 + MnO, SiO2.
Yacimiento. — Esta especie mineralógica es bastante
rara; fué descubierta primeramente por Mohs en una pizarra
talcosa de Schwarzemberg (Sajonia); en esta localidad existe
en cristales pequeños diseminados ó empotrados en la citada
roca y acompañada de granates, blenda y clorita; se halla
también en la sienita circonífera de Noruega y en la hema-
tites parda de Breitembrunn (Sajonia).
TRIPLI 1 A — MANGANESO FOSFATADO FERRIFERO — FOS-
FATO de manganeso ferrífero — Fórmula química
(MnO, Feo)-» PhO3
Caracteres. — Se presenta en masas incompleta-
mente laminares; fractura concoidea ; color negro, opaca ó á
lo mas traslúcida en los cortes; la triplita es mineral agrio,
mas duro que la fosforita y menos que el ortosa, teniendo
un peso específico de 3,4. Se funde al soplete en un glóbulo
negro magnético; se disuelve con lentitud en los ácidos, y la
disolución acusa la presencia del manganeso y del hierro
los reactivos de estos metales.
I JJTj INI U E
COMPOSICION SEGUN BERZEL1US
Protóxido de manganeso
Idem de hierro. . . .
Acido fosfórico. . . .
cal
GÉNERO— HIERRO
100,48
Yacimiento. La triplita se halla en los terrenos gra-
níticos de Limoges (Francia), y de Bodennais (Baviera).°
La hureaulita, la heterozita, trifilina, perouskina, tetrafilina
y aluolita no son mas que fosfatos de manganeso ferríferos;
estas especies son sumamente raras en la naturaleza y no
ofrecen tampoco interés industrial.
Se comprenden en este género gran número de especies
difíciles de agrupar, aun cuando todas presenten caractéres
químicos análogos. Sin embargo, con el fin de facilitar su
estudio, las agrupamos desde luego en cuatro secciones ; á
saber: i.a Hierro nativo, aerolitos y hierros meteóricos:
2.1 Oxidos; comprende las especies cuyo principio minera-
lizador es el oxígeno: 3.a Piritas; minerales que tienen por
principio mineralizador el azufre ó el arsénico: 4.1 Haloideas
ó sales: comprende los compuestos formados por el óxido
de hierro combinado con el ácido carbónico, fosfórico, sul-
fúrico, túngstico, etc., ó sean los carbonatos, fosfatos, sulfa-
tos, tungstatos, etc., de hierro.
PRIMERA SECCION
HIERRO — cuerpo simple — Fórmula química Fe
Caracteres. — El hierro rara vez se presenta aislado
en la naturaleza; se encuentra en granos microscópicos en el
Canadá, Irlanda, Estados Unidos y en algunos otros puntos,
existiendo también en láminas que recuerdan la forma del
octaedro regular en las cavidades de los hierros meteóricos
ó niquelíferos.
El hierro puro del comercio es de un color gris azulado;
fractura granuda y en algunos casos laminar; maleable y
dúctil siendo el mas tenaz de todos los metales; un hilo de
dos milímetros de diámetro no se rompe sino bajo el peso
de 250 kilogramos; brillo metálico intenso por el pulimento;
raya al espato flúor y se raya por la fosforita; el peso especí-
fico del hierro forjado varía entre 7,7 y 7,9. Este metal, el
níquel y el cobalto son los únicos que están dotados de pro-
piedades magnéticas notables á la temperatura y presión or-
dinaria: si el hierro se halla unido á pequeña cantidad de
carbono, esto es, si está acerado, puede adquirir natural-
mente el magnetismo polar, cuya propiedad conserva por
mas ó menos tiempo. El hierro es infusible tratado con el
soplete ordinario; para conseguir su fusión se necesita la
temperatura mas elevada que se puede producir en los hor-
nos metalúrgicos. No obstante, este metal tiene la particula-
ridad de reblandecerse por un fuego moderado, carácter no-
table y del que tanto partido se saca en las fraguas y hornos
de fundición. El hierro se disuelve en el ácido nítrico, to-
mando la disolución un color negro por la tintura de agallas;
no sufre alteración de ningún género en contacto del aire ó
del oxigeno secos, á la temperatura ordinaria; pero se altera
muy pronto en contacto del aire húmedo, formándose ó cu-
briéndose de óxido férrico hidratado, ó sea de orín, hollín ó
herrumbre.
Y ACIMIENTO. — Como queda dicho, raras veces y en
pequeñísimas cantidades se encuentra el hierro puro en la
naturaleza; pero existe diseminado en diferentes cuerpos
electro negativos en abundancia, la cual está en relación
con las numerosas aplicaciones de que es susceptible este
cuerpo.
USOS. — Creemos innecesario manifestar en este momento
las importantes y múltiples aplicaciones que tiene el hierro;
puede desde luego asegurarse sin temor de exageración, que
este cuerpo es el mas útil y precioso de todos los metales
para el hombre, y aun de todos los cuerpos conocidos, y
que á él se deben en gran parte los adelantamientos y pro-
gresos del siglo actual, que con justa razón pudiera denomi-
narse «siglo del hierro.» Se ha calculado por algunos que el
producto total del hierro que se fabrica anualmente en Euro-
pa asciende á unos 700 millones de pesetas, mucho mayor
OXIDOS DE HIERRO
I48
que el obtenido en las célebres minas de oro y plata de la
América.
AEROLITOS .
V
Los aerolitos, llamados también piedras meteóricas, me-
teoritos, bólidos, piedras de rayo, piedras de la luna, etc.,
ofrecen una composición muy variada: entran, sin embargo,
como elementos esenciales el hierro, níquel, cromo, cobre,
sílice, potasa, magnesia, alumina y algunos otros óxidos me-
tálicos.
CARACTERES. — Los aerolitos son masas redondeadas
que carecen por completo de ángulos ó aristas salientes; por
lo común se presentan cubiertas de un barniz ó costra ne-
gra, brillante y de aspecto vitreo; su estructura es granuda;
son mas ó menos duras y tenaces, según que constan de
granos finos ó gruesos; fractura agrisada, constituida de gra-
nos oscuros y venas negras, procedentes de las sustancias
que constituyen la costra exterior.
Desechada la teoría de los que creian que los aerolitos
eran fragmentos arrojados por los volcanes de la luna, se su-
pone por los geólogos actuales que deben su origen á la
fragmentación de uno ó de diversos planetas (como se nota
en los asteroides de Júpiter y Marte) que, entrando en la
esfera de atracción de la tierra, llegan á la atmósfera deter-
minando por su gran velocidad el globo de fuego y la deto-
nación que dura algunos segundos; al caer producen surcos
de tal longitud en la corteza terrestre, que en algunos casos
y en relación con el tamaño del aerolito, han llegado hasta
un kilómetro de extensión La caída de estas piedras es pura-
mente accidental, ocurriendo con preferencia en los meses de
agosto y noviembre.
Los aerolitos se consideran por muchos geólogos como
pequeñas masas materiales ó especies de planetas microscó-
picos que se agitan en el espacio en considerable número, y
que se precipitan en el planeta Tierra cuando entran en su
esfera de atracción. Proceden, según la opinión de varios
geólogos, de fragmentos de la nebulosa primitiva que se han
solificado aisladamente, y, según otros, de porciones separa-
das del sol en el momento de formarse sus anillos. Pero lo
que está probado hasta la evidencia, es que en cierta época
han constituido parte del sol ó de los diversos planetas,
única circunstancia que nos obliga á considerarlos como
cuerpos extraños á la tierra. Por lo demás, teniendo pre-
sente que los veintidós cuerpos simples que se han descu-
bierto en los aerolitos, mediante los análisis que se han
efectuado por diversos químicos, no son en modo alguno
diferentes de los que se han hallado en nuestro planeta,
puede deducirse inmediatamente que el origen de este es
idéntico al del sol y demás astros.
En los gabinetes de Historia natural de España existen
varios aerolitos, notables los unos por su composición y los
otros por su peso. El museo de Madrid cuenta hoy dia con
bastantes ejemplares, procedentes de diversas provincias de
la Península, siendo desde luego el mas digno de mención
el que cayó en Murciad año de 1858, cuyo peso es de 105 ki-
logramos; el reciente de 1S70, analizado y descrito por el
señor Solano, ayudante profesor del referido museo. La uni-
versidad de Oviedo posee un aerolito bastante notable que
cayó en Cangas de Onís, y que ha sido estudiado y ana-
lizado por el señor Luanco, catedrático de química de Bar-
celona.
HIERRO METEÓRICO
Caracteres. — Realmente son los mismos aerolitos
ó piedras meteóricas, que se presentan en masas general-
mente esponjosas ó celulares, y en cuyas cavidades ó inters-
ticios existen sustancias cristalinas ó materias vitreas de co-
lor amarillo, análogas al mineral que hemos descrito con el
nombre de peridoto. Los hierros meteóricos se componen
esencialmente de hierro y de níquel, variando la cantidad de
este último desde 1 hasta 24; ofrecen también indicios de
cobalto, cromo y manganeso. Las masas meteóricas mas no-
tables que se conocen son las siguientes: i.a el hierro de
Pallas, encontrada por este naturalista en la cima de una
montaña próxima á Krasnojarsk (Siberia), y cuyo peso pri-
mitivo era de 750 kilogramos; 2.a la masa de hierro de 150
á 200 kilogramos que cayó en 1847 en Braunau (Bohemia);
3.a la masa de hierro niquelífera descubierta por Brard en
Caille, departamento del Var (Francia); esta masa existe en
el museo de París, y pesa 590 kilogramos; 4.a la del Brasil,
encontrada en Bahía, de 7,000 kilogramos; 5.a la hallada en
Durango (México), cuyo peso es de 20,000 kilogramos;
6. a la descubierta en Otumba (Perú), de 15,000 kilogramos;
7. a la encontrada en la Luisiana, de 1,500 y otras varias, á
las cuales puede agregarse la que hemos citado de Murcia.
SEGUNDA SECCION-OXIDOS DE HIERRO
Se comprenden en este grupo las siguientes especies:
i.a imán natural ó hierro magnético; 2.a hierro oligisto;
3.a limonita.
IMAN Ó HIERRO MAGNÉTICO— hierro oxidado de
HAÜY—OXIDULO Ó SUBÓXIDO DE HIERRO— ÓXIDO FERROSO
férrico— Fórmula química FoO, Fe2 O3
Caracteres. — El hierro magnético ofrece por forma
primitiva un octaedro regular, perteneciente al primer siste-
ma cristalino, siendo sus formas dominantes el mismo octae-
dro y el dodecaedro romboidal; color negro de hierro ó gris
oscuro cuando se presenta en masas ó cristalizado, pero re-
ducido á polvo es negro de carbón; lustre metálico, que-
bradizo; raya á la fosforita y aun al feldespato ortosa, y se
raya por el cuarzo, estando representado su peso especifico
por 4,8 á 5; este mineral ejerce acción muy notable sobre la
aguja magnética, y las variedades compactas litoideas, ter-
rosas y á veces también las cristalizadas, están dotadas del
magnetismo polar, de donde toman el nombre de imanes na-
turales ó piedra imán. Sometido á la calcinación pierde por
completo ó se debilita su virtud magnética; infusible por sí
solo al soplete; pero si se mezcla al bórax y se trata al fuego
de oxidación, se funde en un glóbulo rojo oscuro que, por
enfriamiento, adquiere un color amarillo claro, mientras que
al fuego de reducción toma una tinta verde de botella; se di-
suelve en caliente en el ácido hidroclórico y en modo alguno
en el nítrico.
f
COMPOSICION EN PESO
Análisis de Berzelius Idem de Karstem
Oxido fe'rrico. . .
69
69*95
Oxido ferroso. . .
31
29,53
100
99,48
Variedades. — i.a Cristalizada en octaedros ó dode-
caedros. 2.a Masas granudas. 3.a Idem laminares ó escamo-
sas. 4.a Compacta, masas amorfas, de fractura concoidea ó
desigual y de aspecto litoideo. 5.a Terrosa ó arenácea, de
aspecto litoideo ú ocráceo, estando casi siempre mezclada
HIERRO
I49
con el hierro digisto ó limonita. Esta variedad posee el mag-
netismo polar en alto' grado, ó por lo menos con mas fre-
cuencia que las demás. Existen también otras variedades
fundadas en la mezcla con otros minerales, tales son, el hier-
ro titanífero, magnesífero y manganesífero.
Yacimiento. — Corresponde esencialmente á los ter-
renos de origen ígneo y á los metamórficos; los ejemplares
cristalizados están por lo general diseminados en rocas talco-
sas de Suecia y de Córcega; las variedades granudas, com-
pactas, arenáceas, etc., constituyen en algunos puntos ver-
daderas masas eruptivas de gran potencia y se encuentran
en los gneis, pizarras talcosas y rocas anfibólicas, cloríticas
ó serpentín icas, formando verdaderas montañas, como se
observa en Taberg (Suecia), y en algunos sitios de los Mon-
tes Urales. El imán ó hierro magnético de la isla de Elba
se halla intercalado en los gneis y pizarras micáceas, á las
cuales comunica propiedades magnéticas. Los mejores ejem-
plares cristalizados proceden de Suecia, Montes Urales, Ti-
rol y mas especialmente de Traverselle (Piamonte). En Espa-
ña existe esta especie en la cordillera de Guadarrama cerca
del Escorial, en las montañas de Asturias, Marbella (Mála-
ga), en la pizarra cloritica de Sierra Bermeja (Málaga), Vall-
carcara y Figaró (Cataluña).
USOS. — Para la extracción del hierro, siendo el mineral
mas apreciado, no solo porque contiene mas hierro que los
demás compuestos de este metal (72 por 100), sino también
porque es el mejor para la fabricación del acero.
HIERRO OLIGISTO— hierro peroxidado— óxido fér-
rico anhidro — Fórmula química Fe2 O3
El hierro oligisto (de oligos , poco) rara vez existe puro,
estando por lo general mezclado con el hierro magnético.
Puede dividirse en tres sub-especies ó grupos principales, á
saber: r.° hierro oligisto metaloideo; 2.° hierro oligisto com-
pacto; 3.0 hierro oligisto terroso. Las propiedadees comunes
á estos grupos son; dar por medio de la pulverización un
polvo rojo pardusco que no ejerce acción sobre la aguja
imantada sino después que se ha calcinado; teñir al bórax
de amarillo verdoso mediante la acción del soplete, y produ-
cir en el ácido clorhídrico una disolución amarillo-naranjada
que da por el ferrocianuro potásico el precipitado azul de
Prusia.
i a Sub-esperie. — HIERRO OLIGISTO METALOIDEO
Caracteres. — La forma primitiva de este hierro es
un romboedro idéntico al del corindón con el cual es iso-
morfo, presentándose del mismo modo que este en romboe-
dros, dodecaedros bipiramidales y prismas de base exagonal,
formas derivadas del cuarto sistema ó sea el romboédrico. Se
presenta también cristalizado en octaedros que, según algu-
nos mineralogistas, derivan del sistema cúbico, siendo, por
lo tanto, el hierro oligisto metaloideo un nuevo ejemplo de
dimorfismo. Este mineral octaédrico, llamado Martita, por
haber sido descubierto por Martius en la provincia de Mi-
nas Geraes (Brasil), ha sido elevado á la categoría de espe-
cie por algunos autores; pero un exámen detenido del oc-
taedro de la Martita ha hecho ver que no es mas que una
forma epigénica tomada del hierro magnético. El color que
ofrecen los ejemplares de esta sub especie, es el gris de ace-
ro, habiendo algunos dotados de irisación y brillo metaloi-
deo; raya á la fosforita y se raya por el cuarzo y aun el
ortosa, teniendo un peso específico representado por 5,5;
los ejemplares cristalizados y algunos amorfos ejercen débil
acción sobre la aguja magnética. El hierro oligisto metaloi-
deo es infusible al soplete, produciendo con el ácido clor-
hídrico y el bórax los fenómenos consignados anterior-
mente.
COMPOSICION EN PESO
Oxígeno. . • 30,63
Hierro 69,34
100,00
VARIEDADES. — Se conocen entre otras mas ó menos
comunes las siguientes: i.a Cristalizada en romboedros,
prismas exagonales y dobles pirámides exagonales, formas
derivadas del sistema romboédrico. 2.a Especular, formada
de láminas ó de verdaderos cristales planos y trasparentes,
que reflejan la luz con cambiantes de colores. 3.a Micácea,
se presenta en masas constituidas de escamas, laminillas que
se separan por la mas ligera presión con los dedos. 4.a Com-
pacta, masas amorfas que están á veces asociadas con el
cuarzo, constituyendo una roca particular, denominada ita-
berita.
2.a Sub especie ó división — HIERRO OLIGISTO CON-
CRECIONADO
CARACTERES. — Esta sub-especie, denominada tam-
bién hematites roja (de e/na tíñalos , sangre), se presenta en
masas compactas, estalactiticas ó renimorfes, de estructura
fibroso-radiada, siendo su aspecto litoideo y el color pardo
rojizo mas ó menos intenso; raya á la fosforita y se raya por
el feldespato, teniendo un peso específico representado por
5,3. Sus caractéres químicos son idénticos á los de la sub-
especie anterior.
1.a Sub-especie b división — HIERRO OLIGISTO TER-
ROSO
CARACTERES. — Se encuentra en masas terrosas que
ofrecen una fractura térrea, muy blandas y deleznables. El
hierro oligisto terroso se halla constantemente mezclado con
sustancias arcillosas, pasando de esta manera á constituir
ciertas variedades de ocre.
Yacimiento. — El hierro oligisto ó peróxido de hierro
es el mineral mas abundante del género; se presenta en filo-
nes de gran potencia, en masas considerables en los terrenos
graníticos y en los primarios ó paleozóicos. En la isla de
Elba se encuentran todas las variedades de esta especie,
siendo desde luego la localidad en que existen cristales mas
notables, no solo por su limpieza, sino por sus irisaciones.
Las masas de menor espesor, se hallan en Suecia, Noruega,
Laponia y Brasil. En España tenemos la variedad especular
en Tumilla (Murcia) y las concrecionadas compactas, etc., en
Linares (Jaén), en Sierra Morena y sus derivaciones, Cor-
dillera Cantábrica, Sierra de Guadarrama, Aragón, Cataluña,
Provincias Vascongadas, Asturias, Badajoz, Sevilla y en otras
varias.
USOS. — El óxido férrico es una de las especies que pro-
porcionan mas cantidad de hierro; los ejemplares concrecio-
nados por su dureza, se emplean para pulimentar y bruñir
los metales; las variedades terrosas se usan en la pintura y
fabricación de lápices rojos.
LIMONITA Ó HEMATITES PARDA— hierro pero-
XIDADO HIDRATADO — ÓXIDO FÉRRICO HIDRATADO— Fór-
mula química FeO3 + HO
CARACTERES. — La forma cristalina de la limonita se
OXIDO DE HIERRO
i*?o
desconoce en la actualidad; es cierto que Haüy y algunos
otros mineralogistas citan ejemplares de limonita cristaliza-
dos en cubos, octaedros, dodecaedros ó prismas exagonales;
pero estas formas no son propias de la especie, sino resulta-
do de una epigenia ó sustitución de hierro magnético, pirita
y carbonato del mismo metaL La limonita ofrece color par-
do amarillento ó mas ó menos negruzco, siendo su polvo
amarillo de orin; su aspecto es litoideo; cuando pura raya
al espato flúor, pero su dureza es menor si está mezclada
con otras sustancias; el peso específico es de 3,3. Desprende
agua y adquiere color rojo por la calcinación ; se funde al
soplete y se convierte en una escoria negra y magnética; se
disuelve en el ácido hidroclórico.
COMPOSICION EN PESO
Oxido férrico 85,3
Agua.. . II . . rrtf4$
100,0
VARIEDADES. — i.a Cristalizada en prismas apuntados,
estriados en el sentido longitudinal: esta variedad, que en
rigor es la especie getita de algunos autores, ofrece un matiz
pardo rojizo y lustre semi metálico ó diamantino, siendo
también mas dura que las otras variedades, supuesto que es
la única que raya al espato flúor. 2.a Concrecionada ó hema-
tites parda, se presenta en masas compactas formadas de
capas concéntricas ó fibroso-radiadas ó bien en estalactitas,
mamelonada, reniforme ó esferoidal: estas variedades tienen
analogías con la hematites roja, pero se distinguen desde
luego en el color amarillo que ofrece el polvo de la hemati-
tes parda. 3.a Etites ó piedra de Aguila, en masas ó riñones
testáceos, de un pardo amarillento, compuestos de capas
concéntricas, huecos y conteniendo casi siempre en su inte-
rior un núcleo movible; los antiguos creían que estas piedras
se hallan en el nido de las águilas, y de aquí el nombre de
etites. 4 a Compacta, ofrece una estructura plana ó caverno-
sa, fractura unida y color pardo oscuro con tendencia al
negro. 5.a Pisolítica y oolítica. 6.a Terrosa ú ocrácea, la cual
está constituida por óxido férrico hidratado mezclado con
arcillas, dando origen á los minerales denominados ocres,
los cuales pueden ser rojos, amarillos, pardos, etc.
Yacimiento. — La limonita pertenece á toda la serie
neptúnica, abundando sobre todo en los terrenos jurásicos.
Se presenta en grandes masas en diversos sitios de Francia,
hallándose hierros oolíticos en el piso inferior del terreno
cretáceo de la mina de Saint- Dizier, departamento del Alto
Mame; es muy común en el terreno jurásico de Ardeche,
Gard y Aveyron. Abunda también esta especie en Inglater-
ra, Alemania, Suecia, Rusia, etc. En España podemos ase-
gurar que existe en casi todas las provincias, siendo notables
los criaderos del monte Triano y Somorrostro (Vizcaya) (1),
los de Gracia, Gabá y Malgrat (Barcelona), los de Durro,
Faul y Montanisell (Lérida), los del valle de Rivas y el
(1) El célebre naturalista Plinio, el año 80 de la era cristiana, pu-
blicó su Historia natural, en la que cita diferentes minas de hierro de
la Europa, y en. el párrafo XLIII del libro XXIV, dice: «De todos los
Ametales, el mineral mas abundante es el hierro. Sobre la costa de Can-
Mabria que baña el Océano, hay una montana escarpada y elevada que
aes toda ella de esta materia. a
Este texto, según el Sr. Vicuña, solo puede referirse al monte Triano
en Vizcaya, puesto que no hay en toda la costa otro criadero de hierro
tan abundante, por mas que algunos hayan supuesto que Plinio se refe-
ria al monte Cabarga (Santander), el cual contiene poco mineral, no
como Triano que está completamente cuajado. — Vicuña. «Progresos in-
dustriales,» pág. 244.
criadero de Bagur (Gerona), los de la Sierra de Cartagena,
los de Monda, Ojen y Benalmadena (Málaga), los de Molina
de Aragón y Ojos Negros (Guadalajara) y otros muchos que
seria prolijo enumerar. Los hierros enclavados en las provin-
cias de Cataluña corresponden á los terrenos primarios ó
paleozoicos, y los de los demás puntos á la época secunda-
ria.
USOS. — Todas las variedades de esta especie se emplean
para la extracción del hierro, utilizándose también las ter-
rosas en la pintura.
PIRITAS
Figuran en este grupo diversos compuestos de hierro que
tienen por principio mineralizador el azufre ó el azufre y el
arsénico. Las propiedades importantes y comunes de las
piritas son las siguientes: producir por medio de la percu-
sión ó calcinación un olor sulfuroso ó aliáceo; presentar
brillo metálico mas ó menos intenso; tener una dureza ma-
yor que la de la fosforita, y adquirir propiedades magnéticas
por la acción del calor. Las piritas mas notables son las
siguientes: i.3 pirita amarilla; 2.a pirita blanca ó lívida;
3.a pirita magnética; 4.a pirita arsenical.
PIRITA AMARILLA Ó PIRITA POR EXCELENCIA
— HIERRO SULFURADO, BISULFURO DE HIERRO — Fórmula
química Fe S1 2
Caracteres.— La pirita amarilla, designada también
con los nombres de pirita marcial, y marcasita, ofrece las
siguientes propiedades: su forma primitiva es el dodecaedro
pentagonal, presentándose casi siempre cristalizada en cubos
perfectos ó en el mismo dodecaedro pentagonal: color ama-
rillo de oro ó de latón, pero cuando se la reduce á polvo
ofrece un color verde negruzco; brillo metálico intenso que
jamás se empaña en contacto del aire; raya al feldespato
ortosa y se deja rayar por el cuarzo; muy agria, siendo su
fractura concóidea ó desigual y, por lo común, poco brillan-
te; da chispas con el eslabón y su peso específico es de 4,7
á 5. Calentada en un matraz se convierte en hierro y des-
prende ácido sulfuroso; mediante el fuego de reducción se
trasforma en una materia ó boton negruzco que ejerce acción
sobre la aguja magnética; se disuelve, con depósito de azufre,
en el ácido nítrico concentrado.
COMPOSICION SEGUN BERZELIUS
Hierro 46,08
Azufre ....
• [ 53.92
100,00
Variedades.— La pirita amarilla es acaso el mineral
que presenta cristales mas perfectos y variados, siendo sus
formas mas frecuentes los cubos, dodecaedros pentagonales
y aun los octaedros; existen también trapezoedros, cubo-
octaedros, cubo dodecaedros é icosaedros. Algunas veces
los cubos están modificados en sus ángulos sólidos y aristas,
siendo la forma mas notable, que resulta de estas modifica-
ciones, la denominada cubo estriado ó triglita de Haüy; esta
variedad ofrece en sus caras estrías, que están dispuestas en
tres direcciones perpendiculares. Además de las variedades
cristalizadas, se conocen entre otras mas ó menos importan-
tes, las siguientes: i.a Concrecionada, dispuesta en estalacti-
tas, formas cilindróideas ó globosas, ó bien en masas raame-
lonadas cubiertas exteriormente de facetas cristalinas, siendo
HIERRO
fibrosas por dentro. 2.a Fibroso-radiada, que en realidad
corresponde á la variedad anterior. 3.a Dendritica, ó sea en
formas análogas á la plata del mismo nombre. 5.a Compacta.
6 L Seudo-mórfica ó epigénica, cuyos cristales cúbicos ó
dodecaédricos se convierten en parte ó por completo en
limonita ó mas bien en goetita. Por último, existen piritas de
hierro auríferas, argentíferas, arseníferas y cupríferas.
Yacimiento. — Esta especie mineralógica se encuen-
tra en toda clase de terrenos, pero nunca forma masas con-
siderables; se halla diseminada en ciertos filones ó en rocas
cristalinas ó de sedimento. Según Naranjo, hay pirita de
hierro en la mina de Y aldeazoques, Almadenejos, en donde
existe empotrada en una pizarra carbonosa; se halla además
en las minas de Almadén (Ciudad Real), en el cobre gris de
Huejar-Sierra, en varios sitios de la Cordillera de Guadarra-
ma y en otros muchos puntos.
Usos. Antiguamente y aun hoy dia se destina como pie-
dra de chispa y para la fabricación de botones y otros objetos
de escaso valor; los peruanos, antes de la conquista por los
españoles, la utilizaban para espejos, y de aquí el nombre de
espejos de los Incas.
PIRITA BLANCA Ó LÍVIDA — (Ofrece la misma com-
posición y fórmula que la pirita amarilla, por cuya razón
debe considerarse como una subespecie de ésta.)
Caractéres. — La pirita blanca, llamada también
esperquisa ó pirita prismática, tiene por forma primitiva un
prisma recto romboidal, perteneciente al tercer sistema; por
lo general se presenta en masas aciculares y lanceoladas, de
color blanco amarillento ó verde lívido y lustre metálico,
aunque nunca tan intenso como el de la pirita marcial; su
dureza es superior á la del ortosa é inferior á la del cuarzo;
frágil y de fractura desigual ó granuda, teniendo un peso
especifico representado por 4,6 á 4,8. Por medio del soplete
y de los líquidos produce ide'nticos fenómenos que la especie
anterior; se distinguen, no obstante, en que expuesta la es-
perquisa por algún tiempo á la acción del aire húmedo, se
descompone con facilidad y se convierte en sulfato de hierro
ó vitriolo verde.
COMPOSICION SEGUN BERZELIUS
Hierr° 45.07
Manganeso 0,70
Azufre 53,35
’5*
99, 12
Algunos mineralogistas creen que la pequeña cantidad de
óxido terroso, que existe casi siempre mezclado con la esper-
quisa. influye para que se descomponga y se convierta en
vitriolo.
Variedades. — i.a Cristalizada en prismas romboida-
les, generalmente modificados; estos cristales suelen reunirse
entre sí ofreciendo una superficie dentellada y que imita
mas ó menos la cresta de los gallos, de donde toma el nom-
bre de pirita cresta de gallo; existen también en octaedros
romboidales sencillos ó truncados en los ángulos sólidos. 2.a
Reniforme, masas de estructura radiada y con la superficie
erizada de puntas cristalinas que ofrecen la forma de un
semioctaedro. 3.a Compacta. 4-a Epigénica, se presenta en
laminas de forma exagonal que proceden, según unos, de la
pirita, y según Mohs, de la plata sulfurada, denominada
psaturosa. 5.a Seudo-mórfica, que sustituye á cuerpos orgáni-
cos, tales como conchas ó tallos de plantas dicotiledóneas ó
monocotiledóneas.
Yacimiento. — Se halla la esperquisa en los mismos
terrenos que la pirita marcial, encontrándose por lo común
en los filones metalíferos que atraviesan los terrenos prima-
rios; diseminada abunda en los terrenos neptúnicos desde el
carbonífero hasta los modernos; hállase con frecuencia en
las ampelitas ó pizarras bituminosas, en las cuales, por su
descomposición, origina el sulfato de alumina; por último,
existe en las ullas, lignitos y turbas.
US0S'TS.e ?mpiea esencialmente para obtener el sulfato
de hierro o vitriolo verde o caparrosa verde. Para conseguirlo
basta calcinar las piritas en retortas á propósito; parte del
azufre se desprende, quedando en la retorta un sulfuro de
hierro magnético, el cual, absorbiendo con rapidez el oxígeno
del aire húmedo, se trasforma en sulfato. En algunos puntos
para obtener esta sustancia se valen de las pizarras piritosas
ó que contienen cristales de pirita, siendo el procedimiento
que emplean sumamente sencillo; consiste en exponer las
pizarras á la acción de un aire húmedo, en cuyo caso se
disgregan y reducen á polvo al poco tiempo; el sulfuro de
hierro se convierte en sulfato, y la pizarra mas ó menos ata-
cada produce sulfato de alumina, que se disuelve en el agua
en unión con la caparrosa verde. Se evapora después esta
disolución en calderas de plomo, y cuando tiene el grado de
concentración adecuada, se dirige á recipientes, donde se la
deja reposar algún tiempo y luego se la recoge en aparatos
particulares, llamados cristalizadores. Se suspenden cuerdas
en medio de la disolución, para que sobre ellas se depositen
los cristales de caparrosa verde. Luego que las aguas madres
no proporcionan mas cristales de esta sustancia, se agrega
sulfato de potasa con el objeto de que combinándose con
el sulfato de alumina, procedente de la alteración de las pi-
zarras, se formen cristales de alumbre común ó sea de sulfato
de alumina y de potasa.
PIRITA MAGNETICA Ó PIRITA PARDA — hierro
PROru SULFURADO COMBINADO CÓN EL HIERRO BISULFU-
RADO— PROTOSULFURÓ DE HIERRO MAS BISULFURO DEL
mismo metal — Fórmula química FeS, FeS
Caracteres. — Esta especie, denominada también
leberquisa y pirrotina, tiene por forma fundamental un pris-
ma exágono, perteneciente al cuarto sistema cristalino; color
bronceado algo rojizo, siendo el lustre metalóideo mas bien
que metálico; la dureza es inferior á la de las demás piritas
ferruginosas; raya al espato flúor y se raya por la fosforita;
se rompe con facilidad, y ofrece una fractura desigual en los
ejemplares amorfos y algún tanto laminar en los cristalizados;
su peso específico es de 4,5; ejerce una débil acción sobre
la aguja magnética. Calentada en el tubo cerrado no sufre
alteración de ningún género; en el tubo abierto, desprende
ácido sulfuroso; al soplete, y colocada sobre el carbón, se
funde á la llama reductiva en un glóbulo negro muy magné-
tico; se disuelve en el ácido hidroclórico con desprendimi
de hidrógeno sulfurado y depósito de azufre.
COMPOSICION EN PESO
Idem de la de Bodennais
(H. Rose)
60, K 2
38,78
Análisis de la de Treseburg
(Stromeyer)
Hierro. . . . kw59, 85
Azufre. .... 40,15
100,00
VARIEDADES. — Rara vez se presenta la pirrotina cris-
talizada en prismas exagonales; por lo común se halla en
masas laminares; algunas veces forma parte de ciertos aero-
litos.
99>3°
aloideos
r5*
YACIMIENTO. — Se halla en los terrenos de cristaliza-
ción en masas pequeñas, ó diseminada en los aerolitos y
piedras meteóricas; se encuentra en Bodennais (Baviera),
acompañada del ortosa y cordierita, en Geyer (Sajonia), aso-
ciada á la fluorina, en Treseburg (Harz), Noruega, Suecia,
Cornouailles (Inglaterra), Tirol, etc. En España la tenemos
en el Escorial (Madrid) acompañada del hierro magnético,
pirita marcial y granates, en Huelva y otras localidades.
USOS. — Carece de aplicaciones.
PIRITA ARSENICAL Ó MISPIQUEL-hierro-arsenio
SULFURADO — SULFO-ARSEN1URO DE HIERRO — Fórmula
química Fe As + Fe S2
Car ACTÉRES.— La pirita arsenical ó mispiquel, deno-
minada también pirita blanca, ofrece por forma primitiva un
prisma romboidal recto, correspondiente al tercer sistema;
color blanco de estaño ó de plata con tendencia al gris de
acero ó mas ó menos amarillo, siendo el polvo negro; lustre
metálico empañado; raya á la fosforita y se deja rayar por el
ortosa; agria, produce chispas con el eslabón exhalando olor
de ajos, y su peso específico es de 5,8 á 6,2. Calentada en
un matraz da un sublimado rojo (sulfuro de arsénico). Se
funde al soplete, con desprendimiento de vapores sulfurosos
y arsenicales, en un boton de color negro y magnético; se
disuelve en el ácido hidroclóí ico con depósito de ácido arse-
nioso y azufre.
COMPOSICION EN PESO
Análisis tle Chevreul
Hierro. .
Arsénico. .
Azufre. .
34,94
43»42
20,13
Idem de Stromeycr
jjgtí
36>°4
42,88
21,08
98,49
100,00
fórico, etc., combinados con el óxido de hierro ó bien con
este y otros óxidos básicos. Los colores dominantes de estas
sustancias son: pardo, azul, verde, rojizo y rara vez amarillo;
el lustre es vitreo ó lapídeo; bastante blandos y peso especí-
fico comprendido entre 3 y 4; desarrollan virtudes eléctricas
por la acción del calor; se funden al soplete y se disuelven
en los ácidos. Las especies principales de este grupo son
las siguientes: i.a Siderosa; 2.a Vivianita; 3.a Dufrenita; 4.a
Heterosita; 5.a Farmacosiderita: 6.a Tantalita; 7 ." Wolfran;
8.* Melanteria.
SIDEROSA Ó HIERRO ESPATICO — hierro carro
NATADO — CARBONATO DE HIERRO — Fórmula química
Fe0,C02
CARACTERES. — La siderosa ó hierro espático, llamada
también mena de hierro dulce, tiene por forma primitiva un
romboedro obtuso de 107o, fácilmente exfoliable en tres
sentidos diferentes; este romboedro corresponde al cuarto
sistema cristalino, siendo muy parecido al que ofrece la
caliza, como lo son también las formas secundarias de uno
y otro mineral; el color de la siderosa es el gris amarillento,
pardo rojizo ó pardo negruzco, siendo debido este último
color á la alteración que experimenta el mineral en contacto
del aire, convirtiéndose en óxido férrico hidratado; su lustre
es lapídeo; raya á la caliza y se raya por el espato flúor,
teniendo un peso específico representado por 3,8 á 3,9. Por
medio del soplete se ennegrece, se reduce á polvo que se
aglutina y desarrolla propiedades magnéticas; se disuelve en
el ácido nítrico con efervescencia lenta á la temperatura
ordinaria, pero si se aumenta esta, la efervescencia se verifi-
ca con mucha rapidez; la disolución nítrica da el precipitado
azul por el cianuro férrico potásico.
COMPOSICION EN PESO
VARIEDADES. — 1.a Cristalizada en prismas romboida-
les sencillos ó modificados mediante truncaduras en los
ángulos laterales. 2.a Compacta ó en masas amorfas. 3.a Baci-
lar, en fibras gruesas y reunidas entre sí. q.-’ Acicular ó ca-
pilar, compuesta de agujas muy finas ó de filamentos rígidos.
Existen además las variedades debidas á mezclas, como el
mispiquel argentífero, y cobaltífero, siendo la cantidad de
plata en la primera de estas variedades de 0,01 por 100, y
de cobalto en la segunda, de 6 á 9; se admite también por
algunos autores la variedad descrita y llamada por Breithaupt,
qlaukodot, en la cual el cobalto llega hasta un 24 ó 30 por 100.
YACIMIENTO. — La pirita arsenical se encuentra unas
veces diseminada en rocas graníticas, pizarrosas ó serpentí-
nicas ó en los filones que atraviesan á estas rocas; otras, y
es lo mas frecuente, en los de cobre, cobalto y estaño en las
minas de Cornouailles, Sajonia y Bohemia, por lo común,
acompañada de la esperquisa. En España la tenemos en
Bustarvieló y Miraflores de la Sierra (Madrid), cuyos ejem-
plares suelen pertenecer al mispiquel argentífero.
USOS. — Se emplea esta especie para la obtención del
arsénico y del ácido arsenioso; los ejemplares argentíferos
para extraer la plata, así como los cobaltíferos para preparar
el esmalte ó azul de cobalto.
CUARTA SECCION — H ALOIDEOS Ó SALES DE
HIERRO
Se comprenden en este grupo minerales de aspecto esen-
cialmente litoideo y formados por los ácidos carbónico, fos-
Oxido ferroso. .
Acido carbónico.
62,66
37.34
100,00
VARIEDADES. — 1.a Cristalizada en romboedros de
caras planas, si el mineral es completamente puro; estos
cristales suelen presentar un brillo bastante vivo, pero jamás
perlado ó nacarado como en los romboedros de dolomia ó
espato perlado de Werner. 2.a Lenticular, compuesta de rom-
boedros redondeados, solos ó agrupados entre sí. 3.a Laminar.
4. a Reniforme ó esferosiderita, se presenta en riñones mas ó
menos gruesos empotrados en arcillas pizarrosas, ó bien en las
areniscas del terreno carbonífero y en las cavidades de ciertas
rocas volcánicas; esta variedad ofrece estructura fibrosa.
5. a Compacta y terrosa, de color gris, pardo ó negro y de un
aspecto análogo al de las piedras, por lo que se llama tam-
bién litoidea. Las variedades debidas á mezclas son: la side-
rosa manganesífera y la calcífera ó dolomífera. Por último,
se conoce la variedad denominada junquerita, que se pre-
senta en cristales pequeños de caras convexas y de color
gris amarillento; esta variedad se halla asociada con el cristal
de roca.
YACIMIENTO. — Los hierros espáticos cristalizados se
hallan en los terrenos secundarios y terciarios; las variedades
compactas y terrosas corresponden esencialmente á los car-
boníferos, en los cuales existen diseminadas en las arcillas ó
areniscas. Este mineral es muy abundante en las ulleras de
Gales, Dudley y Glasgow (Inglaterra), pudiendo asegurar
que son las que proporcionan casi todo el hierro de este país.
Existe también, aunque no tan abundante, en Saint Etienne,
HIERRO
*53
Aubin, Aveyron y en algunos otros puntos de Francia. Se
explotan minas de hierro espático en Alemania, Silesia, Pala-
tinado y otras naciones europeas. En España le tenemos en
capas y en masas en Somorrostro (Vizcaya), Ezcaray (Logro
ño), Asturias, Badajoz, Cataluña, Jaén, Córdoba, Sierra
Nevada, y en general en todas las localidades en donde hay
óxidos de hierro.
USOS. Para la obtención del hierro, siendo los centros
mas notables de producción la Escocia é Inglaterra.
Yacimiento. — Existe la dufrenita asociada con otros
fosfatos, especialmente los de magnesia, con la limonita y
algunos compuestos de hierro. Se ha encontrado en Anglar,
departamento del Alto \ iena y cercanías de Limoges, en
Nueva Jersey (Instados U nidos), en Rabenstein (Baviera), etc.
HETEROSIIA — hierro fosfatado manganesífero —
fosfato de hierro \ de manganeso — Fórmula (mími-
ca (FeO, MnO) PhO5 + HO
VIVIANITA — HIERRO FOSFATADO HIDRATADO— FOSFATO
DE HIERRO HIDRATADO— FeO, Ph05 + H0
CARACTÉRES.— La vivianita ó hierro fosfatado azul
tiene por forma primitiva un prisma romboidal oblicuo, per-
teneciente al quinto sistema; color azul de índigo, pardo y á
veces verde negruzco; lustre vitreo intenso y en algunos ca-
sos metaloideo o perlado, trasparente ó traslúcida; muy blan-
da, supuesto que su dureza es igual á la del yeso, teniendo
un peso específico de 2,6. Se funde al soplete en una escoria
negra magnética; da gran cantidad de agua por la calcina-
ción, y se disuelve en el ácido nítrico, desprendiendo, por lo
común, vapores rojos.
Caracteres. — La heterosita, incluida por algunos
mineralogistas en la triplita ó manganeso fosfatado ferrífero,
se presenta en masas laminares de color gris azulado ó ver-
doso que se convierte en morado por la acción del aire; su
lustre es craso y algún tanto parecido al de la fosforita; raya
á la caliza y fluorina y se raya por el feldespato ortosa, siendo
su peso específico de 3,5, y menor en los ejemplares de co-
lor violado ó que han experimentado la acción del aire, su-
puesto que es de 3,3. La heterosita se funde al soplete en un
esmalte pardusco; se disuelve en el ácido nítrico, acusando,
mediante los reactivos adecuados, la presencia del hierro y
del manganeso.
COMPOSICION EN PESO
COMPOSICION EN PESO
Oxido ferroso 43,03
Acido fosfórico 28,29
Agua 28,68
100,00
VARIEDADES. — i.a Cristalizada en prismas oblicuos
truncados en las aristas básicas y laterales. 2.a Masas lami-
nares. 3.a Acicular radiada y terrosa.
Yacimiento.— Las variedades cristalizadas se hallan
en algunos filones metalíferos, y las demás en idénticos ter-
renos que la siderosa y hierros oxidados. Se encuentran las
nbrosas en Nueva-Jersey (Estados Emidos) y las cristalizadas
en Cornouailles (Inglaterra), Bodennais (Baviera), Transil-
vania, Crimea, etc. Las variedades terrosas se hallan en los
terrenos de sedimento modernos, especialmente en aquellos
puntos en que hay restos de animales ó plantas, siendo este
mineral el que se encuentra formando parte de la turquesa
llamada odontolita ó de nueva roca.
USOS. — Las variedades terrosas se emplean en la pintura
al óleo ó al temple.
DUFRENITA Ó HIERRO FOSFATADO VERDE
fosfato de hierro — Fórmula química Fe;Os PhO3
-F HO
Caracteres. — La dufrenita se presenta en riñones
de fractura fibroso-radiada, cuyas fibras son prismas rectos
romboidales, pertenecientes al tercer sistema cristalino; color
^erde de aceituna, lustre sedoso y nacarado, trasluciente;
raya á la caliza y se raya por la fosforita, siendo su peso es-
pecífico de 3,5. Se funde al soplete con mas facilidad que la
especie anterior ; dando lugar á los mismos fenómenos que
Oxido ferroso 35
Oxido de manganeso 18
Acido fosfórico 42
Agua 5
100
COMPOSICION EN PESO
Oxido férrico. .
Acido fosfórico.
Agua. . . .
63
28
9
100
YACIMIENTO. — Esta especie solo se ha encontrado
hasta ahora asociada á la trifilina y hurolita en la pegmatita
de Vilate y Hureaux, cercanías de Limoges (Francia).
FARMACOSIDERITA — hierro arseniatado — arsenia-
to de hierro, cuya fórmula química, según Berzelius, se
representa del modo siguiente:
(FeO)3AsOs + (F20s)3(AS05)2
CARACTÉRES. — Esta especie mineralógica tiene por
forma dominante el cubo modificado únicamente en cuatro
de los ángulos sólidos, por lo que puede considerarse como
un ejemplo de hemiedria idéntica á la de la boracita ó bora-
to de magnesia. La farmacosiderita ofrece un color verde
pardusco ó verde de aceituna, lustre diamantino muy vivo,
siendo trasparente ó trasluciente; raya al yeso y se raya por
la caliza; eléctrica por la elevación de temperatura y peso es-
pecífico de 2,9 á 3. Da agua y se convierte en roja si se ca-
lienta en un matraz, y á temperatura elevada desprende ácido
arsenioso. Al soplete, y colocada sobre el carbón, exhala va-
pores aliáceos y se funde en una materia gris magnéth
R
COMPOSICION EN PEiO
Análisis de Berzelius
A
Oxido férrico
39, 20
Oxido de cobre. . . .
0,65
Acido arsénico. . . .
37,82
Idem fosfórico. . . .
2,53
18,61
98,81
Tomo IX
YACIMIENTO. — Esta especie es muy escasa en la na-
turaleza y se halla en los filones metalíferos de estaño, co-
20
’54
ALOIDEOS
balto ú óxidos de hierro, en las minas de Cornouailles ( In-
glaterra), Graul (Sajonia), Saint Leonard, cerca de Limoges,
(Francia).
La escorodita ó neotesa no es mas que el arseniato de
hierro prismático; se presenta de color azul análogo al de la
melanteria, lustre vitreo; raya á la caliza y se deja rayar por
ri espato flúor, estando representado su peso especiñco por
5.2. La escorodita da agua por medio de la calcinación; se
Rinde al soplete en un glóbulo gris negruzco; colocada sobre
el carbón, desprende vapores arsen icales y se reduce á una
escoria negra magnética.
COMPOSICION EN
Oxido férrico.
Acido arsénico..
Agua. .
ASr
Al
IIMIJ
WOLFRAN— HIERRO Y MANGANESO TUNGST ATADO— TUNGS-
TATO DE HIERRO Y DE MANGANESO
Fórmula química (FeO, MnO) WO3
CARACTÉRES. — El wolfran ofrece por forma primitiva
un prisma romboidal oblicuo perteneciente al quinto siste-
ma; color pardo oscuro, pardo claro ó negro de hierro; lustre
intenso metálico ó semi metálico; raya á la fluorina y se raya
por el ortosa y una punta de acero; su peso específico es muy
notable representado por 7,5. Se funde al soplete en un
glóbulo negro magnético que se cubre de pequeños cristales
prismáticos; se disuelve, mediante el calor, en el ácido hidro-
clórico y deposita un polvo amarillo que es el ácido túngs-
co.
)
COMPOSICION EN PESO
VALERE
„ . ...„J J 1 „ VfcO
Yacimiento. — Se talla en los
rarmacpsiderita, encontrándose en Sajonia, Limoges, Cor-
aouailles y en San Antonio Pereira (Brasil); los ejemplares
ée este último punto reciben el nombre particular de neo-
tesa.
Vi ¡1
fv“ 7T
i ANTALITA — hierro tantalado — tantalato de hier-
ro manganesífero — Fórmula química (Fe0,Mn0)Fa1 203
LATO DE H
TUR
CARACTÉRES. — Los cristales de esta especie son su-
mamente raros; consisten en prismas prolongados que se
¿erivan de un prisma romboidal oblicuo; color negro de
hierro ó pardo negruzco, polvo moreno y de lustre metaloi-
ieo; raya al feldespato ortosa y se deja rayar por el cuarzo,
teniendo una densidad relativa bastante considerable, lle-
gando en algunos ejemplares hasta 8. Infusible por si sola al
soplete, pero mezclada con la sosa da una especie de escoria
verde.
\ /m.
COMPúSICiOi
Oxido ferroso. . .
Idem de manganeso.
Acido túngstico.
Magnesi
Vahieda
en prismas
Oxido ferroso.
Idem de manganeso. .
Idem de estaño
Acido tantálico.
19.19
4,48
76.20
0,80
100,67
ES.— Además de las variedades cristalizadas
achatados, existen la laminar, la bacilar que pasa
con frecuencia á fibrosa, y la seudomórfica, cristalizada en
formas tomadas de la Scheelita (1).
YACIMIENTO. — El wolfran pertenece á los terrenos de
cristalización, asociado á la casiterita, Scheelita, berilos y to-
pacios. Se encuentra en Cornouailles (Inglaterra), Alemberg
(Sajonia), Zinnwald (Bohemia), cercanías de Limoges (Fran-
cia) y otros sitios de Europa. En España existe en diferentes
puntos de Orense, Pontevedra, Zamora, Salamanca, Asturias,
Cáceres, Badajoz, Madrid, etc.
USOS. — Para la obtención del ácido túngstico: el wolfran
de Zinnwald (Bohemia) contiene el metal llamado indio.
MELANTERIA, CAPARROSA Ó VITRIOLO VERDE
— HIERRO SULFATADO HIDRATADO — SULFATO DE HIERRO
hidratado — Fórmula química FeO, SO3 + HO
100,30
i
En varios ejemplares parte del ácido tantálico se halla re-
emplazado por el ácido túngstico ó estannico, y en otros por
ia circona.
YACIMIENTO. — Latantalita existe diseminada en los
granitos y pegmatitas de Fimbo (Suecia), Kimito (Finlan-
dia), Chanteloube próximo á Limoges (Francia) y Estados
Unidos. En España, según Naranjo, se encuentra en San Il-
defonso (Segovia), habiéndola hallado el malogrado Pellico
en las cercanías de Trujillo (Cáceres).
Se ha confundido con la tantalita llamada de Suecia, un
mineral que existe en Baviera y en algunos puntos de Amé-
rica; con efecto, tienen grande analogía en sus caractéres ex-
reriores, pero se diferencian desde luego en la composición
química y en la forma, supuesto que en la tantalita de Pa-
riera se encuentra el metal denominado niobio, siendo sus
cristales prismas romboidales rectos. Esta nueva especie se
designa con los nombres de columbita, niobita y baierina.
CARACTERES. — La melanteria ó caparrosa verde tiene
por forma primitiva un prisma oblicuo derivado del quinto
sistema cristalino, que expuesto á la acción del aire pierde
su trasparencia y se cubre de un sulfato básico de color ama-
rillo: cuando esta especie es pura ofrece color verde y brillo
vitreo; raya al talco y se raya por la caliza, teniendo una
densidad relativa muy pequeña, representada por 1,8 á 1,9;
se disuelve en dos veces su peso de agua fria, y da por eva-
poración la forma prismática indicada anteriormente; la di-
solución acuosa ofrece un sabor de tinta que se ennegrece
por la tintura de agallas.
El célebre Werner y Leymerie, teniendo en cuenta la so-
( 1 ) La Scheelita, llamada asi por haber sido dedicada al célebre
químico Scheele, es un tungstato de cal; se presenta de aspecto vitreo,
blanca ó amarillenta, de lustre bastante intenso y algún tanto craso, que
se comunica al tacto. Cristaliza esta especie en octaedros de base cua-
drada, pertenecientes al segundo sistema; su dureza es superior á la de
la fosforita, siendo su peso específico considerable, puesto que es de 6, 2.
Se funde, aunque con dificultad, en un vidrio trasparente ; se disuelve
lentamente en el ácido nítrico, produciendo al propio tiempo un preci-
pitado amarillo (ácido túngstico); la disolución nítrica da un precipitado
blanco por el oxalato amónico. Esta sustancia consta en 100 partes de
80 de ácido túngstico y 20 de cal. Se encuentra esencialmente en los fi-
lones metalíferos, sobre todo en los de estaño de Cornouailles ; existe
también en Sajonia, Baviera, Suecia, Piamonte, etc.
MELANTERIA
r55
lubilidad de esta sustancia en el agua á la temperatura ordi-
naria, asi como su poca densidad relativa, la colocan, en
unión con el vitriolo azul, el vitriolo blanco, alumbres, etc.,
en la clase que denominan sales.
COMPOSICION EN PESO
Oxido ferroso 26
Acido sulfúrico 29
Agua 45
100
YACIMIENTO. — Se encuentra la melanteria en capas
delgadas ó en forma de filamentos de un blanco amarillento,
en la superficie de las rocas pizarrosas que contienen pirita
blanca ó esperquisa, no siendo mas que un producto debido
á la descomposición que experimenta este mineral.
USOS. — Sirve para la fabricación de las tintas; entra en
la composición de los tintes negros y grises, para obtener el
azul de Prusia y el ácido sulfúrico; se usa en medicina como
astringente.
Metalurgia del hierro. — Las únicas especies
que se explotan para la obtención son : el óxido férrico hi-
dratado ó limonita, el óxido férrico anhidro ó hierro digisto
y la siderosa ó carbonato de hierro. Los sulfuros de este me-
tal, aunque abundan bastante en la naturaleza, no se em-
plean para la extracción de este cuerpo, por ser caro y malo.
Se obtiene el hierro de estos minerales en tres estados
distintos, á saber: i.a el de fundición ó hierro crudo; 2.a el
de hierro maleable, y 3.a el de acero.
Para trasformar las especies mineralógicas en cualesquiera
de estos tres estados, se necesita someterlas á ciertas opera-
ciones preliminares, como la trituración, lavado y torrefac-
ción, cuyo objeto es dividir y separar la mayor cantidad po-
sible de materias terreas que contengan los minerales, y
eliminar el agua y el ácido carbónico. En virtud, pues, de
este procedimiento, los óxidos férricos hidratados y los car-
bonatos se convierten en óxidos puros: conseguido esto, se
lleva el mineral á los hornos de fundición, llamados altos
hornos, en los cuales se coloca la masa mineral en capas
mezcladas con carbón vegetal ó cok y por lo común con un
fundente arcilloso ó calizo; sujétase la mezcla á la acción
del fuego que se sostiene y aumenta mediante unas grandes
máquinas denominadas soplantes. En este caso, se obtienen
dos reacciones ú operaciones diferentes: i.a reducción del
óxido de hierro á sustancia metálica (hierro de fundición),
por el carbono de la mezcla, ó mas bien por la corriente de
óxido de carbono formado; este cuerpo á temperaturas ele-
vadas se convierte en ácido carbónico á expensas del oxí-
geno del mineral. Por medio de la segunda operación se se-
paran las materias ferrosas que se liquidan en forma de
escorias llamadas de fundición, á las cuales se las da salida
por un orificio que hay en la parte superior del crisol en que
se ha colocado la mezcla. Cuando el crisol está lleno del
líquido metálico fundido, se procede á verificar lo que se
denomina sangría ó colada del baño metálico. Con este ob-
jeto se hacen con arena en el suelo del taller de fundición,
una serie de canales que no son mas que ramificaciones de
un conducto longitudinal, que toma origen, ó está en comu-
nicación con la parte inferior del crisol; este orificio, llamado
abertura de colada, se halla cerrado con un tapón de arcilla,
mientras se verifica la fusión del mineral; luego que esta se
ha efectuado, se quita el referido tapón y el caldo corre y
llena todas las canales. En el momento que comienza á soli-
dificarse se echa arena por encima, con el fin de que el
liquido sufra un enfriamiento lento y gradual. Mientras corre
el líquido, se detienen los soplantes, y no se les pone en ac-
ción hasta que el crisol quede completamente vacío y se
haya cerrado el orificio de colada. De este modo se obtiene
tundición, sin salir del horno, en forma de cilindros de sec-
ción semicircular. .La mayor parte de esta fundición se la
refunde de nuevo, y después se deja el líquido en contacto
del aire por bastante tiempo, á fin de que sufra la acción
oxidante. El líquido en este caso está compuesto del hierro
unido á una corta cantidad de óxido no reducido, de oxíge-
no y de silicio; en virtud de la acción prolongada del aire,
el carbono se desprende en forma de ácido carbónico; el si-
licio, trasformado en ácido silícico, se une al óxido ferroso
que se forma en la superficie del líquido ó con el procedente
de la primitiva mezcla, y constituye silicatos fusibles en for-
ma de escorias que salen, como las primeras, por la abertura
superior del crisol; la fundición en este caso se convierte
poco á poco en hierro propiamente dicho.
Da otra parte de la masa, que no se somete á la operación
anterior, después de sufrir nueva fusión en hornos de rever-
bero, se recoge en moldes de formas diversas; este hierro,
que recibe el nombre de moldeado, se emplea inmediata-
mente en la economía doméstica, en la industria, etc. Sirve
desde luego para la tormacion de balcones, rejas, balaustres,
planchas de chimeneas, cúpulas, puentes, rails, etc, etc.
MÉTODO CATALAN. — Los minerales muy ricos en
hierro y que son al propio tiempo de fácil fusión, tales como
los hierros espáticos y ciertas variedades d£ hematites que
tanto abundan en las provincias catalanas, se convierten in-
mediatamente en hierro. El procedimiento empleado es muy
sencillo: se coloca el mineral mezclado con carbón de leña
en un crisol, en el cual se trasforma, mediante la acción de
un calor intenso sostenido, en hierro esponjoso que reúnen
por medio de un hurgón para obtener una masa mezclada
con cierta parte de escoria; esta masa se purifica inmediata-
mente por medio de la acción continuada del martinete.
Dicho método, que realmente no proporciona mas que hier-
ros de mediana calidad, tiene la ventaja sobre el délos altos
hornos de que economiza mucho tiempo y combustible. Se
sigue no solo en Cataluña sino en parte de los Pirineos fran-
ceses y en Córcega.
El hierro que se obtiene de los altos hornos contiene
siempre ciertas impurezas, por lo que si bien es cierto que
se le destina inmediatamente para la construcción de los ob-
jetos indicados, no sirve para otros que tienen uso en las
artes y en la industria. Por esta razón la mayor parte del
hierro es preciso convertirlo en hierro dulce ó afinarlo: para
ello se le lleva á un horno especial, denominado de pudlar ,
donde se liquida de nuevo, y se hace que la llama de un ho-
gar pase próxima al caldo, el cual se agita. Al cabo de cier-
tas horas, se van formando bolas que se aplastan con marti-
llos ó por otros medios, á fin de separar las materias extrañas
) las gotas de la misma fundición, pudiendo desde luego
extenderse en barras por medio de cilindros laminadores.
OBTENCION DEL acero. — Se obtiene generalmente
del hierro forjado, sometiéndole á temperaturas muy eleva-
das por espacio de bastante tiempo; para ello se forman ca-
jas con ladrillos herméticamente cerradas, donde se pone el
hierro en capas alternadas, mezclado con carbón reducido á
polvo. El acero que se produce mediante este procedimiento
se llama au.ro de cementación. Esta sustancia no es mas que
una combinación de hierro y carbono, en la que la cantidad
de este no excede de '/10o; se distingue de la fundición de
hierro, porque es mas puro que esta, por la propiedad que
tiene de dejarse forjar y limar, asi como la de adquirir cierta
dureza y elasticidad por medio del temple. Si el acero de
ALOIDEOS
^6
cementación se reduce á pequeños fragmentos, se ponen es-
tos en crisoles muy refractarios, y se les sujeta á temperatura
mu) elevada, se funden siendo susceptibles de reducirse á
hilos por medio de la hilera; de este manera se obtiene el
acero fundido, susceptible de adquirir el hermoso pulimento
que todo el mundo conoce.
GÉNERO — ZINC
Las especies de este género, si se exceptúa el metal ó
cuerpo simple y la blenda ó sulfuro de zinc, ofrecen los si-
guientes caracteres comunes: se presentan incoloras ó de
colores blancos, blanco amarillento y rojizas; su lustre es la-
pídeo y el peso específico inferior á 5. Las especies impor-
tantes de este género son: i.a zinc; 2.a blenda; 3 a calamina;
4 a esmisonita; 5.a zinconisa; 6.a zincita.
ZINC— CUERPO SIMPLE
¡ÁMl
CARACTERES. — Este metal no se halla puro en la na-
turaleza, y sí tan solo combinado con el ácido carbónico,
azufre, ácido silícico ú oxigeno. El zinc del comercio es un
metal blanco algo azulado, ofreciendo su fractura reciente
láminas anchas de aspecto cristalino y brillantes; quebradizo
á temperatura ordinaria, pero se convierte en maleable á
poco mas de ioo#, cuya propiedad pierde á 200o, trasformán-
dose en quebradizo hasta tal extremo que se puede moler
con suma facilidad en un mortero de ágata; no se raya por
una punta de alfiler, y su densidad relativa es de 6,8 á 7.
hunde á 500 próximamente, evaporándose á mayores tem-
peraturas; el vapor de zinc en contacto del aire se quema y
arde con llama blanca brillante, convirtiéndose en óxido
blanco de zinc. Se disuelve este metal en el ácido hidrocló-
rico y en el sulfúrico diluido, con desprendimiento de gas
hidrógeno.
Usos. Reducido á láminas sirve para cubrir edificios,
fabricación de pilas para baños, y para construcción de dife-
rentes vasijas; estos utensilios no sirven para la preparación
y conservación de los alimentos, porque el zinc se oxida con
facilidad en contacto del aire o de los ácidos, por débiles
que sean, y produce sales venenosas. Mezclado ó aleado con
el cobre sirve para la fabricación del latón.
El latón común se compone de dos partes de cobre y una
de zinc, ó sea de 66 del primero y 33 del segundo. Se obtie-
ne esta sustancia fundiendo los dos metales indicados en las
proporciones mencionadas. El procedimiento que emplean
en Lieja es sumamente sencillo: consiste en fundir primero
el cobre en los hornos llamados de viento; para ello colo-
can este metal en crisoles de barro refractario, los cuales
pueden contener hasta 30 ó 50 kilogramos de cobre líquido.
Luego que se ha tundido el metal, para lo que se necesita
la temperatura del rojo blanco, se agrega el zinc, teniendo
cuidado de poner un 2 ó un 3/l00 mas de la cantidad que se
desea por la volatilización de este. Obtenida la mezcla ó
aleación, se recoge el liquido en moldes colocados vertical-
mente, en los cuales se forman placas ó planchas que suelen
pesar de 30 á 40 kilogramos. Los crisoles pueden servir di-
ferentes veces, llegando á utilizarse en algunos casos hasta
trescientas.
BLENDA Ó FALSA GALENA — -zinc sulfurado— sul-
furo de zinc— Fórmula química Zn.S
CARACTERES, La blenda (de la palabra alemana
hiende, que significa falso, porque ciertos ejemplares de este
mineral se parecen á la galena) tiene por forma primitiva un
tetraedro regular, en el que se observan seis exfoliaciones
diferentes y brillantes; el color de este mineral es muy va-
riable; cuando completamente puro es amarillo de limón;
pero si se encuentra mezclado con otras sustancias, pueden
ser el pardo rojizo, rojo, negro y aun verdoso; la fractura
reciente es especular y de un lustre resinoso característico;
ciertas variedades, y sobre todo las de color amarillo de li-
món, desarrollan fosforescencia en la oscuridad por simple
frotamiento con las barbas de una pluma; raya á la caliza
y se deja rayar por el espato flúor, estando representado su
peso específico por 3,9 á 4,2. La blenda tiene la particulari-
dad de decrepitar por la acción del soplete, pero por sí sola
es infusible ó lo efectúa con muchísima dificultad en los
bordes delgados; á temperatura elevada, y puesta sobre el
carbón, desprende vapores sulfurosos, depositando el óxido
blanco de zinc; se disuelve en los ácidos nítrico y sulfúrico
concentrados, y si se trata la disolución por el amoniaco ó
por el ferrocianuro potásico, toma un color blanco por el
primero y rojo naranjado por el segundo; el precipitado
blanco que se obtiene pur el amoniaco se redisuelve en un
exceso de reactivo.
COMPOSICION EN PESO
Análisis de Arfwedson
Azufre. .
Zinc. . .
Hierro. .
Cadmio. .
33.66
66,34
Idem de Barthier
33>°
6l,5
4,0
100,00
98,5
Algunos ejemplares suelen contener un 1 por 100 de cad-
mio.
Variedades de formas regulares.— Pri-
mera: cristalizada en tetraedros sencillos ó modificados en
las aristas y ángulos sólidos: en el primer caso resulta una
pirámide triangular, y en el segundo el dodecaedro romboi-
dal; existen además octaedros, cubo-octaedros y la llamada
blenda triforme, que no es mas que una combinación de las
caras del cubo, del dodecaedro y del octaedro regular; por
último, hay cristales hemitropiados de esta sustancia.
Variedades de estructura y formas ac-
cidentales.— i.a Blenda laminar, fácilmente exfoliable,
dando, mediante la división mecánica, el indicado tetraedro;
esta variedad es especular ó brillante y con láminas cruzadas
en diversas direcciones. 2.a Laminar, compuesta de láminas
pequeñas é inclinadas en diversos sentidos; por lo común
está mezclada con las piritas de hierro y cobre y con la gale-
na. 3.a Radiada, en masas de estructura fibrosa y radiada,
de color pardo oscuro y con lustre algo perlado. 4.a Concre-
cionada, llamada también blenda testácea, blenda estriada y
compacta; se presenta en masas mamelonadas ó globosas,
de estructura hojoso- testácea; su color es pardo rojizo y el
lustre varía desde el mate al resinoso brillante. Como varie-
dades de mezclas, pueden citarse las blendas ferruginosas y
las cadmiferas ; las primeras, designadas también con el nom-
bre de martitas por Boussingault por haberlas hallado en
Marmato (Colombia), contienen hasta un 10 y un 15 por 100
de hierro; las segundas no llevan mas que un 1,5 de cadmio.
Por último, algunos autores, atendiendo á la coloración, han
dividido la blenda en tres variedades esenciales, á saber:
i.4 Blenda negra, de color negro, negro agrisado ó rojizo,
opaca ó á lo menos traslúcida en los cortes ; se presenta cris-
talizada ó laminar y mezclada con hierro, manganeso y algu-
nos otros metales. 2.a Blenda amarilla: esta variedad es pura
ESMISONITA
ó poco menos, trasparente, muy laminar y fosforescente en
alto grado: el color es amarillo de limón, amarillo de azufre
6 de miel ó rojo de succino : se presenta en magníficos cris-
tales tetraédricos y dodecaédricos. 3.a Blenda parda: esta
variedad es mas común que las dos anteriores, traslúcida,
poco trasparente y poco exfoliable; su color es el pardo ama-
rillento, pardo rojizo ó rojo oscuro del granate.
Yacimiento. — La blenda es un mineral bastante
abundante; se encuentra en toda clase de terrenos, ó sea
desde los cristalinos mas antiguos hasta los terrenos secun-
darios inclusive; pero, á pesar de su abundancia, jamás llega
á constituir masas ó filones considerables. Se halla casi siem-
pre asociada á la galena, pirita cobriza y de hierro, hierros
espáticos, cobres grises y distintos minerales de manganeso. |
Los criaderos mas notables del extranjero existen en Sajonia,
1 ransilvania, Harz, Inglaterra, Bélgica, Francia, Siberia, Bo-
hemia, etc. Son notables en España los criaderos del Pico
de Europa y Comillas (Santander), San Juan de Alcaraz y
Santa Cruz de Múdela (Ciudad Real); se halla además en
varios sitios de las provincias de Granada, Almería, Málaga,
Guipúzcoa y Asturias.
USOS. — Para la obtención del zinc, aunque realmente se
prefieren las otras especies del género. En España tenemos
fábricas de zinc en San Juan de Alcaraz (Ciudad Real) y
Arnau (Asturias).
CALAMINA — zinc carbonatado, carbonato de zinc —
Fórmula química ZnO, CO2
J57
impuras, por la mezcla con la esmisonita, carbonatos de
hierro, de manganeso y de cadmio. La variedad llamada cu-
prífera ú oricalcita, contiene una corta cantidad de carbona-
to de cobre.
YACIMIENTO. — Se encuentra la calamita en filones en
los terrenos primarios ó paleozoicos, ó en depósitos irregu-
lares en los terrenos de sedimento moderno. Los puntos de
Europa donde abunda la calamina son Inglaterra, Bélgica,
Silesia, Sajonia, Harz, etc. En España la tenemos en las
mismas localidades que la blenda.
USOS. — Para la extracción del zinc.
ZINCONISA — ZINC HIDRO CARBONATADO— CARBONATO DE
zinc hidratado — Fórmula química ZnO, Co2 + HO
Caracteres. — La zinconisa (de cónis, polvo) se pre-
senta constantemente en masas tvstáceasó terrosas compues-
tas las primeras de capas onduladas; color blanco puro ó de
un amarillo claro; muy blanda, hasta el punto de dejarse
rayar por la uña; su peso específico 3,6. La zinconisa tiene
la particularidad de adherirse á la lengua; puesta en contacto
del agua la absorbe en gran cantidad, que pierde mediante
la calcinación. Los caracteres químicos de esta sustancia son
idénticos á los de la especie anterior. Se considera por varios
mineralogistas como una alteración del carbonato anhidro,
al cual va asociado, revistiendo su superficie de una costra
blanca y terrosa.
Hace muy pocos años, los mineralogistas denominaban
calamina al silicato de zinc, y esmisonita al carbonato; pero
en la actualidad, Delafosse, Leymerie, Brooker, Miller, Fi-
lips y otros autores, teniendo presente que en la mezcla lla-
mada calaminar, abunda mas el carbonato que el silicato, han
cambiado los nombres y llaman, como hemos indicado, ca-
lamina al primero y esmisonita al segundo.
Caracteres. — La forma primitiva de la calamina es
un romboedro de 107" 40', análogo al de la caliza, dolomía
y siderosa; íácilmente exfoliable en dirección paralela á las
caras, dando por resultado romboedros de 137o 7', ó de
66’ 30'; cuando es pura se presenta incolora y de brillo vi-
treo, pero generalmente ofrece color blanco amarillento ó
pardo, y lustre ó aspecto lapídeo; raya al espato flúor y se
raya por el feldespato ortosa, siendo su peso específico de
4.4- Se funde al soplete en esmalte blanco; colocada sobre
el carbón, y sometida al fuego de reducción, se cubre de
humos blancos, observándose al propio tiempo una llama
intensa de color blanco azulado; se disuelve con efervesen-
cia en el ácido nítrico, cuya disolución produce por medio
del amoniaco un precipitado blanco de óxido de zinc, que
es soluble en un exceso de reactivo.
COMPOSICION EN PESO
Oxido de zinc 64,5
Acido carbónico «c.e
100,0
Variedades. — i.a Cristalizada en romboedros obtu-
sos ó agudos, incoloros, y trasparentes. 2.a Prismática y pseu-
domorfica, siendo esta última forma debida á escalenoedros
de caliza. 3.a Concrecionada, se presenta en masas mamelo-
nadas traslúcidas, de aspecto cristalino y de un lustre pareci-
do al de la calcedonia, siendo sus colores el amarillo verdo-
so, amarillo de miel, el pardo ó el blanco. 4.a Compacta, en
masas opacas amarillas ó parduscas, de aspecto terroso y de
estructura careada. Todas las variedades citadas son muy
COMPOSICION EN PESO
Oxido de zinc 71,40
Acido carbónico. . . . 13,50
Agua 15,10
100,00
YACIMIENTO.— Idéntico al de la calamina, siendo uno
de los criaderos mas notables que se conocen el que existe
en el pueblo de Comillas (Santander).
USOS. — Para la obtención del zinc.
ESMISONITA (dedicada á Smithson) — zinc oxidado m-
licífero— silicato de óxido de zinc hidratado — Fór-
mula química Zn0,Si02 + HO
Caracteres. — La esmisonita, llamada hasta hace
poco tiempo calamina, tiene por forma primitiva ó funda-
mental un prisma recto ó una pirámide recta de base rom-
boidal ó rectangular, derivada del tercer sistema cristalino;
se presenta comunmente litoidea, blanca, blanca-agrisada,
amarilla y á veces coloreada de azul por el carbonato de co-
bre, ó de pardo rojizo por el óxido férrico; raya al espato
flúor y se raya por el ortosa, estando representado su peso
específico por 3,5; á temperatura poco elevada desarrollan
sus cristales la electricidad polar. Da agua por medio de la
calcinación, y se blanquea sin fundirse mediante la acción
del soplete; se disuelve en el ácido nítrico sin producir efer-
vescencia depositando al propio tiempo una nube gelatinosa;
separado el residuo gelatinoso y tratada la disolución por el
amoniaco, se precipita el óxido blanco de zinc, que se di-
suelve en un óxido de reactivo.
COMPOSICION EN PESO
Oxido de zinc 67,06
Acido silícico 25,49
Agua 7,45
1 00,00
ALOIDEOS
I58
!
H •
f L
1 r l
VARIEDADES. — i.a Cristalizada en prismas exagona-
les ó tablas rectangulares, modificadas en sus ángulos. 2.a
Acicular, constituida por agujas muy finas que comunican
un aspecto erizado al mineral ó roca en que se halla. 3.a
Concrecionada, se presenta de color gris amarillento y com-
puesta en algunos casos de pequeños cristales fibroso-radia-
dos, cuya particularidad no se observa en la variedad con-
crecionada de la calamina ó carbonato de zinc. 4.a Compacta,
de color amarillo con zonas ó fajas mas claras; se distinguen
las variedades de esmisonita de ciertas especies de silicatos,
con las cuales se confunden á primera vista, por el precipi-
tado blanco de óxido de zinc que produce la disolución ní-
trica cuando se la trata por el amoniaco.
Yacimiento. — Esta especie mineralógica ofrece dos
yacimientos diferentes: i.a en filones en los terrenos prima-
rios ó paleozoicos, 2.a en masas mas ó menos irregulares de
sedimentos modernos, constituyendo verdaderos depósitos
mas ó menos considerables en unión con la calamina, siendo,
no obstante, esta última especie la parte mas importante de
los depósitos calaminares. Se halla la esmisonita en Bélgica,
Inglaterra, Silesia, Francia, Siberia, Escocia, etc. En España
existe en las mismas localidades que la especie anterior.
Usos. — Para la obtención del zinc.
ZINCITA — ZINC OXIDADO ROJO— OXIDO DE ZINC MANGANE-
SÍFERO— Fórmula química ZnO
C ARACTÉRES. — Ea zincita, denominada también espar-
talita y brucita, tiene por forma primitiva, según Mohs, un
prisma romboidal recto de 120o; pero Filips y otros minera-
logistas creen que esta especie cristaliza en romboedros aná-
logos á los que ofrecen el óxido férrico anhidro, y el óxido
crómico; su color es el rojo pardusco, rojo de jacinto, ó ana-
ranjado; lustre vitreo bastante intenso, trasluciente en los
cortes; raya á la fluorina y se raya por la fosforita, siendo su
peso específico de 5,4. Infusible al soplete por sí sola, pero
mezclada con el bórax produce un vidrio amarillo y traspa-
rente; se disuelve sin efervescencia en el ácido nítrico.
COMPOSICION SEGUN BRUCE
Oxido de zinq/v •/. / ./ J Ib .11
Oxido rojo de manganeso. . .
88
12
100
Los análisis posteriores hechos por Berzelius y otros quí-
micos. han dado menos cantidad de óxido de manganeso de
la que aparece en la composición anterior, por lo que hoy se
considera la zincita como un óxido de zinc coloreado acci-
dentalmente por una corta proporción de óxido de manga-
neso.
YACIMIENTO. —Se presenta en láminas pequeñas in-
terpuestas entre los cristales ó granos de la Franklinita (ferro-
manganita de zinc y de hierro) en Franklin, Sparta y Sterling
en Nueva Jersey (Estados Unidos).
Metalurgia del zinc. — El procedimiento que se
sigue para obtener este metal de las calaminas y blendas,
consiste esencialmente en lo siguiente: se reducen primero
las sustancias indicadas á polvo y después se someten á la
torrefacción en hornos á propósito; luego se mezcla el mine-
ral que resulta (óxido de zinc puro ó una mezcla de este
óxido y de sulfato) con carbón y se introduce en crisoles de
barro, que se someten á un fuerte calor blanco. Los crisoles
están provistos de tubos ó alargaderas que descienden, atra-
vesando el suelo del horno, á un recipiente de palastro colo-
cado en la parte inferior, y que contiene cierta cantidad de
agua para recibir el metal fundido. En este tratamiento, el
zinc está sometido á la destilación denominada per deseen -
sum (1); el vapor que se forma desciende por las alargade-
ras, saliendo al través del tapón de corcho que llevan en la
abertura superior, que está en comunicación con los crisoles;
de este modo cae el metal gota á gota en el recipiente de
palastro donde se solidifica.
GÉNERO— NÍQUEL
El níquel no se presenta libre en la naturaleza, y sí solo
combinado con el azufre y arsénico. Fué descubierto por
Cronstedt en 1751, desde cuya época se considera como un
metal especial. Este cuerpo ofrece, cuando está aislado, un
color blanco ligeramente agrisado, lustre metálico, dúctil,
maleable y tenaz; tan magnético como el hierro, perdiendo
esta propiedad cuando se somete á la temperatura de 400o;
su densidad relativa está representada por 8,3. Se altera muy
poco en contacto del aire húmedo, pero si se le calienta se
convierte en óxido; se disuelve en los ácidos hidroclorico y
sulfúrico diluidos, asi como también en el nítrico; las disolu-
ciones, que son de un color verde mas ó menos intenso,
dan un precipitado verde claro por medio de la potasa.
USOS.— Se emplea el níquel para preparar una aleación
susceptible de un hermoso pulimento y que puede adquirir
el lustre de la plata; esta aleación, llamada plata alemana,
argentan ó maíllechort, se compone de 40 partes de níquel,
60 de zinc y 100 de cobre. Se emplea para la fabricación de
cubiertos y objetos de adorno, sobre todo para los coches, ar-
neses, etc.; los cubiertos de plata alemana tienen el inconve-
niente de que se oxidan con facilidad, especialmente en
presencia de líquidos ácidos, y producen de este modo com-
puestos venenosos.
Las especies incluidas en el género níquel presentan los
siguientes caractéres: color blanco, gris ó rojizo; rayan al
espato flúor y se dejan rayar por el feldespato ortosa; soluble
en los ácidos, ofreciendo las disoluciones un color verde ca-
racterístico, que dan por el amoniaco un precipitado verde
(hidrato de níquel); producen, cuando se les somete al fuego
de oxidación, una coloración amarilla con una ligera tinta
morada; si á la perla que resulta se añade una pequeña canti-
dad de nitrato potásico y se calienta nuevamente, se produ-
ce un color rojo púrpura. Las especies mas importantes de
este género son: la niquelita, antimoniquel, Brehitoptita y
disomosa.
NIQUELINA Ó KUFER NÍQUEL— níquel arsenical
— arseniuro de NIQUEL — Fórmula química NiAs
CARACTERES. — La forma primitiva de la niquelina es
el prisma exagonal regular derivado del cuarto sistema; forma
muy rara en la naturaleza, siendo la manera mas general de
presentarse esta sustancia la de masas amorfas ó en estado
de diseminación; su color es el amarillo rojizo parecido al del
cobre, de donde toma el nombre de kufer níquel que le dan
los mineralogistas alemanes; lustre metálico quebradizo, de
fractura desigual y concoidea; raya á la fosforita y se deja
rayar por el ortosa, presentando una raya ó polvo de color
pardo negruzco; el peso especifico es de 7,5; desprende olor
aliáceo por la percusión. Al soplete exhala vapores arsemea-
les ó se funde en un glóbulo metálico blanco y quebradizo;
comunica al vidrio del bórax un color amarillento rojizo
que, por enfriamiento, se convierte en incoloro; se disuelve
i
( 1) Procedimiento seguido en Inglaterra; en Bélgica y Silesia se em-
plea el llamado ter aseen sum.
MOLIBDENO
J59
en el ácido nítrico con separación del ácido arsénico, ofre
ciendo la disolución un color verde de manzana.
COMPOSICION EN PESO
Arsénico 48, So
Antimonio. . ... 8,00
Níquel 39,94
Cobalto o,i 6
Azufre 2,oo
Hierro y manganeso. . . indicios.
98,90
Variedades. i.a Cristalizada en prismas exagonales,
los cuales se reúnen entre sí constituyendo masas esferoida-
les ó dendritas; 2.a amorfa, en masas pequeñas y de estruc-
tura compacta.
Yacimiento. Se encuentra, por lo general, en ter-
renos raetamórficos, asociada casi siempre del cobalto y de
los arseniuros de plata, cobre y plomo. Se halla en las minas
Allemont, departamento de Isere (Francia), y en las cerca-
nías de Bareges (Pirineos); existe, además, en Cornouailles
(Inglaterra), I'resberg (Sajonia), Harz, etc. En España tene-
mos la niquelina en Casarabonela y Carratraca (Málaga),
Lopera (Jaén), Cabo Ortegal (Coruña) y en algunos otros
puntos.
USOS. — Para la obtención del níquel.
ANTIMONIQUEL Ó NÍQUEL BLANCO Ó GRIS
NIQUEL ANTIMONIO SULFURADO — SULF0-ANTIM0N1UR0 DE
NIQUEL— Fórmula química NiSb2 + NiS2
Caracteres.— La forma primitiva es el cubo; color
blanco de color plata con una ligera tinta agrisada, análogo
al del mispiquel ó pirita de hierro arsenical: lustre metálico
bastante intenso; raya á la fosforita y se raya por el ortosa
teniendo un peso específico representado por 6,45. Se fundé
al soplete desprendiendo vapores sulfurosos y antimoniales;
en algunos casos produce humos blancos aliáceos, porque
hay ciertos ejemplares que contienen un 10 ú 1 1 por roo de
arsénico.
COMPOSICION EN PESO
cuarto sistema; color rojo de cobre claro ó azul morado; lus-
tre metálico, sobre todo en las bases de los prismas; dureza
idéntica á la de la fosforita, y peso específico de 7,5. Colocada
sobre el carbón y elevando la temperatura, produce vapores
blancos antimoniales; por medio del soplete se reduce, aun-
que con dificultad, á un boton metálico.
COMPOSICION EN PE>0
Nl>el 3M3
Antimonio. .'.... 68,57
100,00
VARIEDADES. — Cristalizada en tablas exagonales, ó en
masas incompletamente laminares.
YACIMIENTO.— Se halla esta especie mineralógica en
Andreasberg (Harz), asociada con la galena y la esmaltina;
los ejemplares de esta localidad suelen contener una corta
cantidad de hierro que reemplaza á otra igual de zinc; los de
los Pirineos, y especialmente los del Pico du Midi d?Ossan,
pueden servir como ejemplo de tránsito entre la niquelina y
la Breithoptita, supuesto que Berthier ha encontrado en los
citados ejemplares tanta cantidad de antimonio como de arsé-
nico.
DISOMOSA Ó NIQUEL BLANCO — níquel ARSENIO-
sulfurado-sulfo-arseniuro de níquel — Fórmula quí-
mica NiAs+NiS
CARACTERES. — La disomosa ó níquel brillante, es
isomorfa con la cobaltina: cristaliza en dodecaedros pentago-
nales pertenecientes al primer sistema cristalino; color gris
de acero, ó mas bien blanco de estaño, que pasa al gris ne-
gruzco en contacto del aire; la disomosa es mineral quebra-
dizo, de una dureza superior á la de la fosforita é inferior á
la del ortosa, y su peso específico de 6,2. Mediante la calci-
nación desprende vapores de olor aliáceo; si se verifica el
ensayo en el tubo cerrado, queda un sublimado amarillo
(oropimente) en la parte superior de éste; soluble en el ácido
nítrico, depositando al propio tiempo azufre y ácido arsenio-
so; la disolución, que es de color verde, se vuelve morada
por medio del amoniaco, pero produce un precipitado verde
claro por la potasa.
Azufre. .
Antimonio.
Níquel. .
*5,76
55»i '
27,70
98,57
Variedades. — 1.a Cristalizada en cubos ó
taedros; 2. en masas pequeñas laminares ó compactas. Se
parece el antimoniquel á la pirita arsenical, pero se distin-
guen por los vapores blancos antimoniales que produce la
primera de estas especies por la acción del calor.
Yacimiento.— Se encontró por primera vez en una
mina de Harzgerode (Harz) y en Freusbach (Nassau).
BREI 1 HOP 1 1 TA — níquel antimonial — a>
COMPOSICION EN PESO
0,90
100,58
níquel— Fórmula química NiSb
antimonio de co
VARIEDADES. — La disomosa ofrece las mismas varié
dades que la cobaltina y antimoniquel.
[IENTO.-t- Existe esta especie mineralógica en
lsingland (Suecia), asociada con algunos compuestos de
se halla también en Prakendorf (Hungría), Fanne
y Harzgerode (Harz), Estiria y otros puntos.
Caracteres. La Breithoptita, así llamada por haber
sido dedicada al célebre mineralogista Breithaupt, presenta
el ejemplo de una verdadera sustitución, en la cual el anti-
monio ha^ reemplazado por completo al arsénico. Cristaliza
en pequeñas tablas de forma exagonal, pertenecientes al
GÉNERO — MOLIBDENO
MOLIBDENO— cuerpo simple— Fórmula química Mo
Este metal, descubierto por Scheele el año 1778, no se
encuentra puro en la naturaleza, obteniéndose de alguno de
I 6o
AL01DE0S
sus óxidos calentado en un tubo de porcelana, y haciendo
pasar una corriente de hidrógeno; el molibdeno en este caso
queda reducido á un polvo gris, que desarrolla lustre metá-
lico por medio del bruñidor.
G ARAGTÉRES. — El molibdeno, obtenido de alguno de
sus óxidos, mediante una alta temperatura, ofrece un color
blanco de plata mate, siendo su peso especifico de 8,6. Se
oxida fácilmente y si se expone al aire, el que se ha obtenido
por medio de la corriente de gas hidrógeno, se con\ ierte con
el tiempo en un óxido de color pardo; se deja atacar con
gran intensidad por el ácido nítrico, trasformándose en ácido
molíbdico; insoluble en los ácidos sulfúrico é hidroclórico
diluidos. TTl
Las especies de este género, en realidad no son mas que
dos: i.a molibdeno oxidado; 2.a molibdenita.
r
VT
Fórmula química MoO5
CARACTERES. — Mineral que se presenta en cutículas
pulverulentas de color amarillo, y cubriendo casi siempre á
la molibdenita cuando ha sido alterada. Se funde al soplete
con desprendimiento de humos blancos; se reduce en parte,
colocado sobre el carbón, y á temperatura elevada; pro-
duce un vidrio verde cuando se mezcla con la sal de fós-
COMPOS1CION EN PESO
Molibdeno .
Oxido. . .
TOO
YACIMIENTO. — El molibdeno oxidado se encuentra
acompañando á la molibdenita en Altemberg (Sajonia),
Linnaes (Suecia), Nummedalen (Noruega), y en el valle de
Pfalz (Tirol).
MOLIBDENITA— molibdeno bisulfurado— bisulfuro
de molibdeno — Fórmula química MoS3
CARACTÉRES. — La molibdenita ofrece por forma fun-
damental un prisma exágono regular, cuyas dimensiones no
están todavía bien determinadas; se observan en algunos
puntos tablas exagonales truncadas en las aristas básicas,
presentando una disposición anular, que tan fiecuente es en
las sustancias que cristalizan en el cuarto sistema. Este mi-
neral tiene color gris azulado o gris de plomo, lustie meta-
loideo, raya únicamente al talco y se deja rayar por el yeso
y la uña; untuoso al tacto, y su trazo ó mancha sobre el papel
es de color gris, y verde agrisado sobre la porcelana, teniendo
un peso específico representado por 4*6. Por medio del so-
plete desprende vapores de ácido sulfuroso, pero no se funde
dejando una materia blanquizca, que no es otra cosa que el
ácido molíbdico; se disuelve con dificultad en el ácido nítrico,
dando lugar á un precipitado blanco.
COMPOSICION EN PESO
Análisis de Brucholz Idem de Brandes
Azufre. . .
Molibdeno. .
C(
Idem de
VJ
de Leybert
40
60
40,4
59>6
39.68
59,42
100
100,0
99,10
VARIEDADES.— Se presenta siempre cristalizada, ya
sea en prismas cortos, sencillos ó modificados en las aristas
básicas, ya en escamas o láminas pequeñas de forma exago-
nal. Existe también en formas de riñones que se encuentran
diseminados en ciertas rocas.
Se confunde la molibdenita con el grafito ó plombagina,
pero se distinguen teniendo en cuenta que la mancha ó raja
que deja el grafito sobre la porcelana es de color gris oscuro,
mientras que la de la molibdenita olrece un color gris \er-
doso.
YACIMIENTO. — Se halla esta especie diseminada en
los granitos antiguos, sea en venas delgadas ó en masas
laminares ó escamosas. Las localidades donde se encuentra
en el extranjero son las siguientes: Altemberg (Sajonia),
Zinnwald (Bohemia), Limoges, departamento d<ú Ródano
y de los Pirineos (Francia), Saboya, Piamonte, lirol, Cor-
nouailles y Cumberland (Inglaterra), etc. En España la te-
nemos en Villacastin (Segovia), y en varios sitios de la pro-
vincia de Asturias y las de Galicia.
USOS. — Para preparar el ácido molíbdico y el molibdeno.
Hace pocos años se ha descubierto un nuevo sulfuro de
molibdeno, cuya fórmula está representada por Mo S^; Hai
dinguer la ha denominado pateraita.
GÉNERO — TUNGSTENO
TUNGSTENO— cuerpo simple— Fórmula química W
Scheele descubrió el ácido túngstico, y los hermanos
Elhujart aislaron el metal.
CARACTÉRES. — Este cuerpo, cuyo nombre deriva de
una palabra alemana que quiere decir pesado, ofrece una
densidad relativa bastante considerable, 17,5; es un metal
muy duro y quebradizo, de color gris de hierro y susceptible
de adquirir lustre metálico por medio de la lima. A la tem-
peratura ordinaria no se oxida expuesto al aire, pero lo efec-
túa al calor rojo, trasformándose en ácido túngstico; puesto
en contacto del agua se convierte también en ácido túngstico;
el ácido nítrico le ataca con energía, así como el sulfúrico
mediante la acción del calor.
El ácido túngstico, como se ha dicho, se halla combinado
con la cal, el óxido de hierro y el de plomo formando res-
pectivamente la Scheelita (tungstato de cal), el A\olfran
(tungstato de hierro) y la Scheelina (tungstato de plomo).
GÉNERO— URANO
Se comprenden en este género, las especies urano metá-
lico, urano oxidulado ó pecurana, la uranita, la calcolita, y
jahonnita.
URANO METÁLICO -cuerpo simple—
Fórmula química U
El óxido de urano fué descubierto el año de 1789 por
Klaproth, y en 1842 Peligot obtuvo el urano aislado.
CARACTERES. — Este metal, cuando aislado, ofrece un
color blanco de plata, se inflama en contacto del aire á la
temperatura de 200o, y arde con llama brillante trasformán-
dose en óxido de urano, caracterizado por su color verde
bastante intenso; al calor ordinario no sufre alteración alguna
en el aire, ni descompone tampoco el agua fria. Se disuelve
en los ácidos diluidos, desprendiendo al propio tiempo cierta
cantidad de hidrógeno; las disoluciones de este metal pre-
sentan coloración verdosa. Unido este cuerpo con el oxígeno
constituye la pecurana y la uranita; combinado su óxido con
el ácido fosfórico ó sulfúrico, resultan respectivamente las
especies calcolita y johannita. Estos minerales, cuyos carac-
téres físicos son muy distintos, obtienen la propiedad de
TITANO
1 6 1
producir mezclados con bórax un vidrio amarillo al fuego
de oxidación que se convierte en verde por el de reducción;
se disuelven en el ácido nítrico; y tratada esta disolución por
el cianuro ferroso-potásico, da un precipitado pardo-rojizo.
f »
PECURANA — URANO OXIDULADO — ÓXIDO DE URANO mas
sesquióxido del mismo metal— Fórmula química UO,
U*03
CARACTÉRES. — La pecurana, llamada también urano
píceo, es una sustancia de textura mas ó menos compacta,
fractura desigual, color negro de pez, ó negro pardusco y
lustre craso ó resinoso ; raya á la fosforita y se raya por el
ortosa, siendo el polvo que resulta de un color verde de
aceituna; el peso específico está representado por 6 á 6,5.
Infusible al soplete, comunicando á la llama un color verde;
mezclada con el bórax, produce un vidrio amarillo al fuego
de oxidación, y verde al de reducción.
COMPOSICION EN PESO
Oxígeno 15,2
Urano 84,8
100,0
Yacimiento. — Se halla la uranita en los terrenos cris-
talinos, encontrándose casi siempre en los filones y venas
que atraviesan los granitos comunes y pegmatitas. Existe
como la especie anterior, en Bohemia, Sajonia, Cornouailles
(Inglaterra), Baltimore (Estados Unidos), Autun, departa-
mento de Saone y Loira, y cercanías de Limoges (Francia).
En España en las minas de cobre de Torrelodones.
CALCOLITA O hORBERIIA — fosfato hidratado de
URANO Y DE cal— Fórmula química- (CuO)4 Pho5 +
(U203)-,-fPh05+i 6 HO
CARACTERES. — I.a calcolita tiene por forma funda-
mental un prisma recto de base cuadrada que deriva del se-
gundo sistema cristalino; presenta un color verde de esme-
ralda, verde manzana ó de yerba; su fractura es escamosa;
raya al yeso y se raya por la caliza, estando representado su
peso específico por 3,33. Da agua por la calcinación: se fun-
de al soplete en un glóbulo negruzco, comunicando á la llama
un color verde azulado; tratada por la sosa produce un gló-
bulo metálico de cobre; se disuelve en el ácido nítrico, ofre-
ciendo la disolución un color verde amarillento.
COMPOSICION EN PESO
Yacimiento.— Se encuentra en los terrenos graníticos
ó en los filones antiguos metalíferos; existe en las minas de
plata de Sajonia, Bohemia y Kongsberg (Noruega), en las
de estaño de Cornouailles (Inglaterra), y en algunos puntos
de América. En España la tenemos, según el Sr. Naranjo,
en las minas de cobre de Galapagar y Torrelodones (Ma-
drid), aunque en cantidades muy pequeñas.
La uraconisa ó urano-goma, no es mas que un óxido de
urano hidratado, cuya cantidad de agua no es todavía bien
conocida; se presenta pulverulenta, de color amarillo, pro-
duce agua por la calcinación, y se disuelve en los ácidos,
ofreciendo los caractéres de los compuestos de urano. Se
encuentra constantemente acompañando á la especie ante-
rior.
URANITA— urano peroxidado de Hauy— SESQUIOXIDO
de URANO DE los químicos, pero según Philips, la uranita
está compuesta de un fosfato hidratado de urano y de cal
— Fórmula química (CaO)aPhos + (U303)<Ph08 + 16HO
. Caractéres. — La forma fundamental de esta espe-
cie, según la opinión de M. Descloizeaux, es un prisma recto
romboidal del tercer sistema; se presenta comunmente lami-
nar, de color amarillo de limón ó de canario con reflejos
verdosos, fractura escamosa; raya ai talco y se raya por la
caliza, estando representado su peso específico por 3,12. Da
agua por la calcinación, convirtiéndose en amarilla y opaca;
colocada sobre el carbón y elevando la temperatura, aumenta
de volumen y concluye por fundirse en un glóbulo negro; se
disuelve en el ácido nítrico, ofreciendo la disolución un co-
lor amarillo.
Análisis de la calcolita de Cornouailles (verificado por Pisani)
Acido fosfórico 14,4
Oxido de urano. ..... 61,5
Oxido de cobré. 8,6
Agua. 15,5
100,0
YACIMIENTO. — Corresponde á los terrenos de crista-
lización, donde se halla en los filones metalíferos que atra-
viesan rocas graníticas y micáceas, sobre todo en los de plata,
estaño y cobre. Se encuentra en Bohemia, Suecia, Baviera,
Inglaterra, Siberia, etc. En España en las mismas localidades
que la uranita.
JOHANNITA— urano sub-sulfatado — su b sulfato de
URANO
Caractéres. — Esta especie, que es sumamente rara,
fue descubierta por John, en la mina de Joachimsthal (Ba
viera); ofrece estructura granudo-terrosa, fractura desigual y
de aspecto resinoso, color pardo amarillento; raya al yeso y
se raya por la caliza, siendo su peso específico de 3,19. Da
agua por la calcinación y se disuelve en los ácidos, cuya di-
solución precipita en pardo rojizo por el cianuro ferroso-
potásico. § j
El sulfato de urano hidratado presenta color verde de
yerba, cristaliza en prismas obtusos correspondientes al quin-
to sistema, se disuelve en el agua á la que comunica un sa-
bor amargo mas bien que astringente. Se halla, como la es-
pecie anterior, en Joachimsthal (Bohemia).
COMPOSICION EN
Uranita de Autun (
Acido fosfórico..
Oxido de urano.
Oxido de calcio
Agua
‘14
59
5,S
21,2
Tomo IX
100,0
ÉNERO— TITANO
o simple — Fórmula química Ti
Caracteres. — Este metal no existe en estado nativo
en la naturaleza, y sí solo combinado con el oxígeno, cons-
tituyendo el ácido titánico, ó en forma de titanatos de hierro
ó de otros compuestos. El titano obtenido en los laborato-
rios químicos se presenta en forma de un polvo gris, pareci-
do al del hierro cuando se le reduce por el hidrógeno; si se
21
IÓ2
ALO I DEOS
calienta en contacto del aire, arde con un brillo bastante
intenso; si se mezcla con óxido de cobre á la acción del ca-
lor, se enciende con tal intensidad, que salta fuera de la va-
sija en que se hace el experimento. Descompone el agua á
la temperatura ordinaria, convirtiéndose en ácido titánico.
Este cuerpo fué descubierto en 1781 por W. Gregor, habien-
do sido estudiado después por Klaproth, que le dio el nom-
bre que lleva.
Los compuestos de titano ofrecen colores diversos y un
lustre vitreo ó lapídeo mas bien que metálico; rayan al vidrio
y se rayan por el cuarzo, estando representado su peso espe-
cifico por 4 enteros próximamente. Se funden con gran difi-
cultad por medio del soplete; mezclados con el fosfato sódico
producen un vidrio morado al fuego de reducción; insolubles
en los ácidos.
Las especies mas comunes é importantes de este género
son las siguientes: 1* rutilo; 2.a anatasa; 3.a brooquita; 4.a
esfena. Las tres primeras ofrecen la misma composición quí-
mica (óxido ó ácido titánico), cristalizando el rutilo en un
prisma de base cuadrada perteneciente al segundo sistema;
la anatasa en octaedros agudos del mencionado sistema; y la
brooquita en tablas romboidales (tercer sistema), siendo,
por consecuencia, uno de los mejores ejemplos de polimor-
fismo.
RUTILO Ó CHORLO ROJO— titano oxidado — acido
titánico de los químicos — Fórmula química TiO3
CARACTÉRES. — El rutilo tiene por forma primitiva,
como queda dicho, un prisma de base cuadrada susceptible
de presentar muchas modificaciones en las aristas áxicas;
color pardo rojizo, pardo amarillento ó rojo de chocolate con
tendencia al rojo aurora; lustre metálico algo diamantino
en los ejemplares cristalizados, siendo craso y resinoso en
masas amorfas; raya al feldespato ortosa y se raya por el
cuarzo, estando representado su peso específico por 4,2;
algunos de los cristales adquieren electricidad polar mediante
la acción del calor. El rutilo por sí solo es infusible al so-
plete; reducido á polvo se disuelve en caliente en el ácido
sulfúrico.
COMPOSICION EN PESO
Análisis del rutilo de Saint-Vrieix efectuado por H. Rose
Acido titánico 98,70
Oxido férrico. .... 1,30
100,00
Variedades. — i.a Cristalizada en prismas de doce y
aun de diez y seis caras terminadas por apuntamiento cuá-
druple. 2.a Hemitropiada ó en maclas, variedad que por
causa de su aspecto particular la denominó Haüy genicula-
da. 3.a Cilindróidea, se presenta en prismas alargados y con
estrías longitudinales; esta variedad se halla comunmente en
cristales de cuarzo. 4.a Acicular, en filamentos capilares ó en
agujas finas y alargadas, que se encuentran casi siempre en
el interior del cuarzo hialino. 5.a Laminar, en láminas de
algún tamaño ó en granos pequeños de estructura laminar.
6.a Reticulada, variedad formada de agujas sobrepuestas y
entrecruzadas formando verdaderas mallas ó redes. 7.a Fer-
rífera, presenta color negro y contiene un n/100 de óxido
de hierro ó titanato de hierro. 8.a Cromífera, de un gris ne-
gruzco análogo al del hierro.
YACIMIENTO. — Se halla el rutilo en los terrenos cris-
talinos diseminado, por lo general, en el granito común, en
la pegmatita, gneis y en el interior del cuarzo hialino, de
cristales incoloros del feldespato adularía, de los de albita,
clorita, hierro oligisto y de la esfena. La presencia de las
agujas de rutilo en el interior del cuarzo ó del hierro oligisto,
indican desde luego que estas tres sustancias se han formado
y solidificado en idénticas condiciones. Se encuentran ejem-
plares laminares de esta especie en Noruega, New-Jersey
(Estados-Unidos), en los montes Cárpatos (Austria) y San
Gotardo; las magníficas variedades aciculares proceden de
Madagascar, Brasil y Ceilan. El rutilo cristalizado en prismas
existe en varias localidades del Brasil y Estados-Unidos, en
Saint-Yrieix y Gourdon (Francia), Suiza, Hungría y otras
naciones de Europa.
En España tenemos hermosos ejemplares cristalizados en
Horcajo, Horcajuelo, Buitrago y Acebeda (Madrid).
ANATASA Ó CHORLO AZUL DE ALGUNOS MINE-
RALOGISTAS — titano oxidado — acido titánico —
Fórmula química TiO2
CARACTÉRES. — La anatasa ú octadreita tiene por
forma dominante un octaedro generalmente pequeño y ter-
minado por pirámides ó por ciertas caras de la forma primi-
tiva, ofreciendo en este último caso el aspecto de tablas de
base cuadrada; color pardo ahumado, azul de índigo ó gris
de acero, lustre semimetálico ó diamantino bastante inten-
so, trasluciente, frágil; raya á la fosforita y se raya por el
feldespato ortosa, siendo su peso específico de 3,9 á 4.
Enfusible por sí sola al soplete; mezclada con el bórax se
funde en un vidrio mas ó menos incoloro, que se convierte
en amarillo y después en azul morado mediante el fuego de
reducción; insoluble en los ácidos.
YACIMIENTO.— Se encuentra esta especie en idénticos
terrenos y asociada á las mismas sustancias que el rutilo.
Existe en Suiza, Baviera, San Gotardo, Montes Urales, Piri-
neos y Yosgos, en Cornouailles, Brasil y otros puntos. En
España en algunos sitios de la cordillera de Guadarrama.
BROOQUITA Ó ARCANSITA — titano oxidado-
ácido titánico — Fórmula química TiO2
CARACTERES. — La brooquita, llamada también arcan-
sita ó jurinita, cristaliza en tablas romboidales ó en dodecae-
dros triangulares isósceles que derivan del tercer sistema
cristalino. Los ejemplares de esta especie que proceden de
los Alpes ó de Inglaterra tienen lustre intenso algo diaman-
tino, color pardo rojizo, ofreciendo un polvo gris amarillento;
la arcansita ó brooquita de los Estados Unidos es de color
gris de acero con brillo análogo al del hierro magnético; la
de los Montes Urales presenta un color rojo de jacinto, lus-
tre intenso, siendo al propio tiempo trasparente, distinguién-
dose también porque sus cristales ofrecen un aspecto bas-
tante análogo al de los topacios. La dureza de unos y otros
ejemplares es idéntica á la del espato flúor, teniendo un
peso específico de 5,5 á 6. La brooquita es infusible al so-
plete é insoluble en los ácidos; mezclada con el fosfato sódico
se funde en una perla, que adquiere por la llama de reduc-
cion un color azul.
COMPOSICION EN PESO
i fv
Brooquita de los Montes Urales
Idem de los
Estados-Unidos
Acido titánico 99,36
Oxido férrico 1,36
Alumina 0,73
94,09
4,5°
Pérdida 1,41
no,45
100,00
SILVANITA
i63
VARIEDADES. — i.a Cristalizada en tablas exagonales
de color pardo, ó en dodecaedros isósceles negruzcos.
2. a Lameliforme, la cual no es mas que la variedad anterior
que se presenta en algunos casos en láminas muy delgadas.
3. a Acicular ó reticulada, compuesta de agujas sumamente
finas que se cruzan con irregularidad formando ángulos
de 6o\
Yacimiento. — Corresponde á los mismos terrenos
que las dos especies anteriores. Existe en San Gotardo, Mont-
Blanc, Tremadoc y Snowdon (Inglaterra), Arkansas (Estados-
Unidos), Miask (Montes Urales), San Cristóbal, departa-
mento de Isere (Francia), etc. En España se encuentra en
diversas minas de las cercanías de Somosierra (cordillera de
Guadarrama).
ESFENA Ó TITAN ITA DE LOS ALEMANES— titano
silíceo calizo — sii.jco titán ato de cal — Fórmula quí-
mica 2CaO, SiO3 + CaO (TiO3)3 (1).
CARACTÉRES. — La esfena (de sfent cuña) ha recibido
este nombre por los bordes cortantes que presentan la gene-
ralidad de sus cristales. La forma primitiva de esta especie,
según G. Rose, es un prisma romboidal oblicuo (quinto sis-
tema); color amarillo verdoso, verde claro, verde de aceitu-
na, rojo de carne ó pardo rojizo; lustre vivo y diamantino,
trasparente, trasluciente ú opaca; raya á la fosforita y se raya
por el feldespato ortosa, siendo su peso específico de 3,4 á
3,6. Se funde al soplete únicamente en los bordes, dando
por resultado un vidrio oscuro: mezclada con el fosfato de
sosa produce, mediante el fuego de reducción, un vidrio
morado si se añade estaño; se disuelve en los ácidos hidro-
clórico y sulfúrico.
COMPOSICION EN PESO
Análisis de la esfena del Tirol por G. Rose
Sílice. 32,29
Acido titánico 41,58
Cal . . 26,61
Oxido ferroso 0,96
101,44
Idem de la tilanita
por Rosal Ls
3í,20
40,92
22,25
5i°6
99,43
A
Variedades. — i.a Esfena, propiamente dicha, de
color verde ó amarillento: Saussure la confundió con el anfí-
bol verde ó actinota; 2.a titanita, que ofrece un color pardo;
3.a greenovita, de un rojo de carne ó rosa claro. Teniendo
en cuenta la forma particular de los cristales, se han estable-
cido por algunos autores las variedades siguientes: i.a espin-
tera; 2.a pictita; 3.a semelina; 4.a ligurita, y 5.a espinelina.
Yacimiento. — Se halla la esfena en las rocas graníti-
cas, pizarras micáceas y volcánicas. I^a variedad denominada
esfena se encuentra en los Alpes de San Gotardo; la titanita
en Passau (Baviera) y Arendal (Suecia); y la greenovita en
San Marcelo (Piamonte). Existen también ejemplares de
Desta especie en Jersey y Kingsbridge (Estados Unidos) y
departamento del Ariége (Francia). Suele ser frecuente en
las traquitas, basaltos y fonolitas que se encuentran en cier-
tos volcanes apagados.
GÉNERO— TELURO
El teluro se presenta nativo y aleado con diversas sustan-
cias metálicas, tales como el oro, plata, antimonio y bismuto,
formando las siguientes especies: 1.* teluro nativo; 2.a silva-
nita ó sea el teluro-auro-argentífero, 3.a elasmosa, teluro-
plumbo-aurífero; y 4.a mulerina, teluro-plumbo-argento-aurí-
fero mas teluro antimonífero.
TELURO NATIVO-cüerpo simple -
Fórmula química Te
Este metal fué descubierto en 1782 por Muller en Fatze-
bay (Transilvania). Kirwan le denominó silvano, y Klaproth,
que le encontró en Nagyag, le llamó teluro (de tellus, tierra).
CARACTÉRES. — Este mineral, que los químicos colo-
can y estudian al lado del azufre y arsénico, ofrece grandes
analogías con el antimonio respecto á sus propiedades físicas;
presenta color gris de plomo ó gris de acero, lustre metálico
muy vivo; raya al yeso y se raya por la caliza, quebradizo y
de peso específico representado por 6,2. Se funde al calor
rojo, y mediante un enfriamiento lento y gradual, adquiere
estructura cristalina compuesta de láminas anchas y brillan-
tes, que se descubren por la fractura; su forma primitiva es
un romboedro agudo de 86° 57' análogo al del antimonio y
arsénico. Se funde con facilidad al soplete y arde con llama
intensa de color azul verdoso, desprendiendo al propio tiem-
po un olor especial; se disuelve sin residuo en el ácido nítrico;
la disolución da por la potasa un precipitado blanco, que es
soluble en un exceso de reactivo.
Según los análisis practicados por Klaproth, el teluro na-
tivo consta de 92,55 de este metal, 7,20 de hierro y 0,25
de oro.
YACIMIENTO. — Este cuerpo hasta ahora se ha encon-
trado en pequeñas masas granudas en las rocas arcillosas ó
cuarzosas de los filones de oro de Transilvania.
Las especies de este género se caracterizan por su lustre
vivo y color gris claro ó gris de acero, por su dureza com-
prendida entre 1 y 3,5 y por disolverse parcial ó totalmente
en el ácido hidroclórico. La mayor parte de las especies
producen, mediante la acción del fuego, un residuo argentí-
fero ó aurífero.
SILVANITA— teluro auro-argentífero — Fórmula quí-
mica (Au, Ag) Te2
CARACTÉRES. — La forma fundamental de esta especie
es un prisma recto romboidal; se presenta comumente en
prismas aciculares de muy poca longitud, que se exfolian en
dirección paralela á las dos secciones diagonales; estos pris-
mas suelen cruzarse entre sí formando ángulos de 60 y hasta
i2o°, y repitiéndose estos cruzamientos, llegan á constituir
una serie de hileras ó filas análogas á las líneas de la escritura
persa, de donde se deriva el nombre de oro gráfico que se
da á este mineral. Presenta fractura desigual, lustre metálico
y color gris de acero; tan blando que se deja rayar por el
yeso; su peso específico, según Muller, es de 5,7, pero Petz
dice que es de 8,28. Se funde sobre el carbón, comunicando
á la llama del soplete un color azul verdoso, en un glóbulo
metálico de un amarillo claro; se disuelve en el ácido nítrico
dejando un residuo de oro.
COMPOSICION EN PESO
Análisis de Klaproth
Teluro. .
Oro. . .
Plata. .
• •
( I ) Dufrenoy y otros mineralogistas incluyen esta especie en el grupo
de los silicatos.
60
30
10
100
164
MET ALOFANOS
Análisis de Petz
i.
Teluro
59.97
58,81
26,97
26,47
Plata
*L47
*i,3*
Plomo
0,25
2,75
Antimonio. . . .
o,5 8
0,66
Cobre
0,76
»
*
100,00
100,00
YACIMIENTO— Este mineral existe encristales peque
ños que por su reunión constituyen verdaderas dendritas ó
incrustaciones, que se encuentran, por lo general, en la su-
perficie de ciertos minerales cuarzosos; se halla además
ñas, diseminadas en el mismo cuarzo,
el criadero aurífero de
ü IT.icr.
aguj
pó
silvama
-TELURO PLUMBO*.
mica (Pb, Au) (Te,S)
ITERES. — La forma primitiva de esta especie
_ en un prisma recto de base cuadrada, perteneciente
indo sistema cristalino; fractura desigual y laminar,
de plomo oscuro y lustre metálico muy brillante;
talco y se raya por el yeso, estando representado su
deífico por 6,S á 7,2. Se funde al soplete sobre el
:olora la llama de azul y cubre el citado apoyo de
plomo; se reduce á un glóbulo gris y maleable,
or último un boton metálico de oro. Mediante la
calcinación en el tubo abierto desprende vapores sulfurosos
y un sublimado blanco (ácido ú óxido telúrico); se disuelve
en el ácido nítrico con depósito de un residuo blanco de
sulfato de plomo, que tratado por el soplete da un glóbulo
de oro; si en la men
una lámina de zinc,
metálico.
laminares ó en láminas rectangulares sencillas ó modificadas;
color blanco de plata con tendencia al amarillo de latón ó
gris de estaño, lustre metálico que por medio de la raya, se
hace mas brillante; su dureza es idéntica á la del yeso, estan-
do representado su peso específico por 7,9 á 8,3. Por la
acción del soplete, se reduce á un glóbulo metálico blanco
y poco dúctil; se disuelve en el ácido nítrico, depositando
cierta cantidad de oro; si en esta disolución se introduce la
lámina de zinc, se cubre de partículas de plomo.
COMPOSICION EN PESO
Análisis de la mulerina blanca ( Petz)
Teluro 55>39
Oro 24,89
ta 14.68
Plomo 2,54
Antimonio 2,50
íada disolución nítrica se introduce
esta de laminillas de
100,00
mulerina amarilla (ICIaproth)
44.75
26.75
19,5°
8,5°
0,5°
100, co
VARIEDADES. — i.a Cristalizada en prismas tubulares
de ocho caras. 2.a Laminar, se presenta en masas pequeñas
formadas de laminillas brillantes, planas ó curvilíneas.
Yacimiento. — Se encuentra, del mismo modo que la
especie anterior, en las minas de Nagyag y de Offembaya
(Transilvania).
MULERINA — TELURO PLUMBO-AURO ARGENTIFERO MAS
teluro antimoniff.ro— Fórmula química
(Ag Pb Au) (Te, Sb)2
CARACTERES. — La mulerina tiene por forma domi-
nante un prisma romboidal recto derivado del tercer sistema
cristalino; se presenta comunmente en pequeños cristales
VARIEDADES. — i.a Cristalizada en prismas rectos
romboidales. 2.a Laminar, compuesta de pequeñas láminas,
de un blanco-amarillento. 3.a Acicular, formada de prismas
delgados, reunidos ó diseminados en la caliza espática ó el
cuarzo. 4.a Granuda ó fibroso-compacta.
Yacimiento. — La mulerina se encuentra en los filo-
nes auríferos de Nagyag (Transilvania), donde está asociada
con la elasmosa, así como al cuarzo, caliza, rodonita, galena,
blenda, oro y arcilla.
USOS. — Sirve para la obtención del oro, supuesto que
100 partes contiene, por lo menos, de 20 á 30 de este
GÉNERO— ANTIMONIO
Este metal existe nativo ó aislado en la naturaleza, y com-
binado con el oxígeno y azufre, entrando, no obstante, en
íes el hierro, cobre y plomo (1). Los
minerales mas importantes de este género son los siguientes:
i.a Antimonio nativo; 2.a Estibina; 3.a Kermes; 4.a Exitela;
5.a Zinkenita; 6.a Wolfsbergita; 7.a Berthierita; 8.a Romeina,
y 9.a Sonarmonita. Mr. Leymerie forma con estas especies
dos grupos esenciales, á saber: i.° Minerales metalofanos, ó
sea de brillo metálico; 2° Litofanos ó de aspecto litoideo.
PRIMER GRUPO-METALOFANOS
Comprende el antimonio nativo, la estibina, la zinckenita,
wolfsbergita, y berthierita.
ANTIMONIO NATIVO— cuerpo simple —
química Sb
El antimonio se conoce desde el siglo xi de la era cristia-
na, designando con este nombre á la estibina. Basilio Valentín
(1) La romeina es un antimonio de cal que contiene un 4 por ciento
de hierro y de manganeso.
ZINCKENITA
^5
en el xvii hizo mención del antimonio metálico; Swab, á
mediados del último siglo citado, le descubrió en la mina de
Sala (Suecia).
Caracteres. — El antimonio nativo se presenta en
masas laminares de color blanco de plata ó de estaño con
una ligera tinta agrisada, lustre metálico intenso, agrio y
fácil de reducir á polvo: raya al yeso y se raya por la caliza,
estando representado su peso específico por 6,5; el del co-
mercio tiene una densidad relativa de 6,8 próximamente;
desarrolla por frotación un olor particular. Se funde al so-
plete con desprendimiento de vapores blancos é inodoros
(óxido de antimonio). Cristaliza fácilmente por medio de la
fusión en romboedros de S7°35'; se disuelve con facilidad en
el ácido nítrico diluido, dando un precipitado blanco inso-
luble; reducido á polvo fino se disuelve en el ácido hidrocló-
rico concentrado é hirviendo con desprendimiento de hidró-
geno.
Y ACIMIENTO. — Se encuentra el antimonio en los filo-
nes metálicos que atraviesan el gneis y ciertas pizarras, en
especial las que contienen minerales de arsénico; general-
mente está asociado al arsénico nativo, estibina, galena y
plata antimonial. Existe, como se ha indicado, en Sala (Sue-
cia); se halla también en Allemont (Delñnado), Andreasberg
( Harz), Przibran (Bohemia), Villarica (Brasil), Connecticut
(Estados Unidos), Pozuelos (México), etc.
Usos. — El antimonio combinado con el plomo forma la
aleación destinada á fabricar los caractéres de imprenta;
unido con el estaño constituye una aleación blanca, dura y
sonora, que se emplea en la preparación de las planchas para
el grabado de música; unido con el hierro forma la aleación
de Reaumur; sirve para preparar varios medicamentos, tales
como el tártaro emético, el quermes oficinal, el azufre dora-
do de antimonio, etc.
ESTIBINA — antimonio sulfurado— sesquisulfuro de
antimonio — Fórmula química Sb2 S3
Caracteres. — La estibina (de la palabra latina stibium,
antimonio) tiene por forma primitiva un prisma romboidal
recto perteneciente al tercer sistema; color gris de plomo ó
gris de acero intenso en la fractura reciente, pero adquiere
en contacto del aire una tinta azulada; brillo metálico muy
pronunciado por la fractura; esta especie es frágil, tiene una
dureza igual ó algo superior á la del yeso, y produce sobre
el papel ó la porcelana una mancha negra; su peso específico
es de 4,6. Se funde fácilmente á la llama de una bujía, y se
volatiliza al soplete por completo, con desprendimiento de
ácido sulfuroso y vapores blancos antimoniales; se disuelve
en el ácido hidroclórico con formación de hidrógeno sulfu-
rado; soluble además en el ácido nítrico, depositando un
precipitado blanco.
COMPOSICION EN* PESO
Análisis de Proust Idem de Brandes
de color gris oscuro; estos filamentos se entrecruzan comun-
mente formando una especie de fieltro, dando origen á la
sub-variedad denominada antimonio de pluma. 5.a Compacta,
de un grano muy unido, de color gris de plomo y muy aná-
logo á los ejemplares compactos de la manganesa ó pirolusita,
de los que se distingue por su fácil fusión.
Yacimiento. — La estibina constituye filones de poca
extensión en los terrenos graníticos y cristalofílicos; rara vez
se presenta en venas ó en masas en los terrenos secundarios,
siendo las localidades extranjeras mas notables las siguientes:
departamento de Isere, Cantal, Puy-de-Dome, Alto Loire y
Lozere (Francia); Clausthal y Wolfsberg (Harz); Braunsdorf
(Sajonia); existe también en varias localidades de Hungría,
Toscana, Inglaterra, México, etc. En España se encuentra
estibina en Tineo (Asturias), Santa Cruz de Múdela (Ciudad
Real), Losado (Zamora), Valencia de Alcántara (¿áceres)
y en otros varios puntos.
USOS. — La estibina, sin ser muy abundante, puede de-
cirse que es el único mineral que se emplea para obtener el
antimonio.
Metalurgia del antimonio.— El procedimien-
to para obtener este metal es sumamente sencillo: se prin-
cipia por aislar la estibina ó sulfuro de antimonio mediante
una simple fusión que se verifica en grandes crisoles dispues-
tos en dos filas en el interior de hornos á propósito: una vez
separada la estibina se sujeta á la torrefacción en hornos de
reverbero, en los cuales se convierte en un oxi-sulfuro de
antimonio; se pulveriza esta sustancia y se mezcla con 10 , J00 de
carbón impregnado de una disolución de carbonato sódico;
se calcina la mezcla en crisoles con el objeto de que el óxido
de antimonio se reduzca el estado metálico; una parte del
sulturo se descompone á su vez por el carbonato sódico, y
produce también cierta cantidad de antimonio. En el fondo
de los crisoles se forma un boton de este metal, denominado
régulo de antimonio , que aparece cubierto en su superficie de
una escoria formada de óxido y de sulfuro de antimonio, que
suele aprovecharse para obtener la sustancia llamada quer-
mes.
ZINCKENITA — antimonio y plomo sulfurado — sul-
furo de antimonio y DE plomo — Fórmula química Sb2
S3 + PbS
Caractéres. — Esta especie mineralógica, llamada
zinckenita por haber sido dedicada á Zincken, se encuentra
siempre cristalizada en prismas exagonales bipiramidales,
correspondientes al tercer sistema; color gris de acero con
tendencia al gris de plomo; lustre metálico, opaca; raya al
yeso y se raya por la fluorina, estando representado su peso
específico por 5,3. Decrepita por medio del soplete, se funde
desprendiendo vapores blancos de antimonio y deposita so-
bre el carbón un óxido de plomo de color amarillo; se di-
suelve en el ácido nítrico con un precipitado amarillo (ácido
antimonioso), é introduciendo en la disolución una lámina
de zinc, se cubre de partículas de plomo.
Antimonio..
Azufre.
ARI
73,5°
20,50
100,
0
0
ARIEDADES. — i.a
dos. 2.-' Cilindroidea en prismas gruesos, cuya fractura lon-
gitudinal presenta una cara de exfoliación de pulimento
bastante intenso; estos prismas se reúnen en ciertos casos y
forman verdaderos hacecillos. 3.a Acicular, compuesta de
agujas mas ó menos delgadas y radiado-divergentes. 4.a Ca-
pilar, constituida de filamentos muy finos, de lustre sedoso y
COMPOSICION EN PESO
Azufre
. . 22,58
Antimonio. . . .
• • 44,39
Plomo
. . 31,84
Cobre
. . 0,42
99)23
Yacimiento. — Esta especie, sumamente rara, fué des-
cubierta por el mencionado M. Zincken en Holberg (Harz),
donde está asociada al cristal de roca y estibina.
r 66
LITÓFANOS
La plagionita ó antimonio sulfurado plumbífero es una YACIMIENTO. — La olfsbergita se halla mezclada con
especie bastante análoga á la anterior: cristaliza, sin embar- cuarzo, el cual á su vez está por lo general cubierto de la pi-
go, en un prisma oblicuo con las aristas truncadas; color rita cobriza y asociado á la plumosita ó antimonio sulfurado
gris de plomo oscuro, lustre metálico intenso en las bases capilar (i), á la estibina y Zinckenita, en A\olffberg (Harz).
del prisma; raya al yeso y se raya por la caliza, siendo su
peso específico de 5,4. Sus caracteres químicos son idénti-
cos á los de la zinckenita.
COMPOSICION EN PESO
Antimnnin 37>94
Plomo.
Azufre.
BERTHIERITA— antimonio v hierro sulfurado —
SULFURO DE ANTIMONIO MAS SULFURO DE HIERRO — Fór-
mula química Sb2S3 FeS
Yacimiento.
por Zincken en Wolfsberg (Harz), acompañada
na y zinckenita.
La jamesonita consta, como las dos especies anteriores, de
un sulfuro de antimonio plumbífero: cristaliza en un prisma
recto romboidal, perteneciente al tercer sistema; color gris
de acero ó gris de plomo oscuro, lustre metálico, fractura
concoidea y textura fibrosa bacilar, granuda, reticular ó com-
; raya al yeso y se raya por la caliza, teniendo un peso
:o de 5,5 á 6,2. Sus propiedades químicas son igua-
los especies anteriores.
COMPOSICION
e la de Extremadura, por Schaffgostch
CARACTÉRES. — La Berthierita, llamada así porque
Haidinger la dedicó á Berthier, recibe también el nombre
de Haindingerita, dado por Beudant y Berthier. Esta espe-
[ cié ofrece color negro de hierro ó gris de acero oscuro que
se altera en la superficie; brillo metálico, aunque nunca tan
intenso como el de la estibina, con la que tiene bastante
nalogía; raya al yeso y se raya por la caliza, estando repre-
sentado su peso específico por 4,28. Se funde con suma fa-
cilidad, desprendiendo vapores sulfurosos y antimoniales, y
deja como residuo un glóbulo negro magnético; se disuelve
en el ácido nítrico con precipitado blanco, cuya disolución
produce á su vez precipitado azul por el ferrocianuro potási-
co. Se cree por algunos mineralogistas que esta especie cris-
taliza en formas derivadas del prisma romboidal recto; en
realidad, no se conocen mas que las variedades en masas
compactas ó bacilares, constituidas estas últimas de fibras
confusas y con indicios de exfoliación en distintas direc-
ciones.
COMPOSICION EN PESO
Antimonio.
Hierro. . .
Azufre. . .
Zintxüj I .
52>°
16,0
3°, 3
°>3
en masas
es (Inglaterra),
Catta-Franca
cántara (Cá-
YAGIMIENTO — S«
cristalinas, bacilares ó fibi
Bottino (Toscana), Ai
(Brasil). En España existe
ceres).
WOLFSBERGITA — antimonio sulfurado cuprífero —
sulfuro de antimonio cuprífero — Fórmula química
Sb2S3-fCuS
CARACTERES. — Esta especie cristaliza en un prisma
recto de 135o 12', con profundas truncaduras en las aristas
laterales; fractura concoidea desigual ó incompleta; color gris
de plomo oscuro ó negruzco y lustre metálico ; raya á la ca-
liza y se raya por el espato flúor, dando un polvo negro y
mate; su peso específico es de 4,47. Decrepita por medio del
soplete y se funde fácilmente, cubriendo al carbón de un de-
pósito blanco antimonial, convirtiéndose, por último, en un
glóbulo metálico que, tratado por la sosa, produce un boton
de cobre.
98,6
ACIMIENTO. — Esta sustancia constituye filones en
los terrenos paleozoicos, asociada con el cuarzo, pirita de
hierro y espato caliza. Se encuentra en Chazelles cerca de
Clermont (Auvernia).
SEGUNDO GRUPO-LITÓFANOS
Las especies mas importantes de este grupo son: i.a
mes; 2.a Exitela; 3.a Romeina; y 4.a Senarmontita.
Ker-
KERMES— antimonio rojo — antimonio oxidado sulfu-
rado— oxisulfuro de antimonio — Fórmula química
Sbv03+ 2Sb2S3
T1
(JAR ACTÉRES. — El kermes ó antimonio rojo se pre-
senta en agujas radiadas que derivan del prisma rectangular
COMPOSICION EN PESO
Antimonio.
Cobre. .
Hierro. .
Plomo. .
Azufre. .
46,81
24,48
L39
0,56
26,34
99.58
(1) El antimonio capilar de Haiiy, ó federen de Wemer, se presenta
en cristales capilares, de lustre metaloide-sedoso y de color gris de acero
oscuro ó gris de plomo negruzco, ofreciendo comunmente colores irisa-
dos. En realidad esta variedad descrita en la estibina con el nombre de
antimonio capilar, se distingue, porque la plumosita tratada al soplete
cubre el carbón de un depósito blanco de antimonio acompañado del
óxido amarillo de plomo. Por otra parte, la composición de la plumosita
es distinta de la estibina, supuesto que aquella consta de los elementos
siguientes:
Antimonio 31,04
* Plomo 46,87
Azufre 19, 72
Hierro 1,30
Zinc o,oS
99,oi
ROMEINA
oblicuo, o sea del quinto sistema cristalino; color rojo de
cereza, lustre metálico diamantino ó metaloideo y algo tras-
lúcido; raya al talco y se raya por la caliza, estando repre-
sentado su peso específico por 4,6. Se funde fácilmente al
soplete desprendiendo vapores blancos antimoniales; soluble
en el ácido hidroclórico con formación de hidrógeno sulfu-
rado.
COMPOSICION EN PESO
Antimonio 75,66
Oxígeno 4,27
Azufre 20,49
100,42
De esta composición se ha deducido que el kermes consta
de un átomo de óxido de antimonio y dos de sulfuro del
mismo metal.
Yacimiento. — Se encuentra en los filones metálicos,
especialmente en los arseníferos y antimoniferos; los mejores
ejemplares cristalizados ó en forma de agujas existen en
Braünsdorf, próximoáFreyberg(Sajonia), Horhausen (Nasau),
Michelsberg y Przibran (Bohemia) y Pernek (Hungría); se
halla también en Pereta (Toscana) y departamento del Isere
(Francia). En Andreasberg (Harz)se encuentra una variedad
denominada yesca mineral, compuesta de fibras capilares y
entrelazadas, formando una especie de fieltro.
EXIIELA — ANTIMONIO BLANCO — ANTIMONIO OXIDADO —
sesquioxido DE antimonio — Fórmula química Sb3Ss
Caractéres. — La exitela, llamada también valenti-
nita por Haidinger, tiene por forma primitiva un prisma recto
rectangular; corresponde al tercer sistema cristalino; color
blanco agrisado o amarillento, brillo nacarado ó diamantino,
trasluciente y agria; raya al yeso y se raya por la caliza, te-
niendo un peso específico representado por 5,6. Se funde á
la llama de una bujía, volatilizándose por completo mediante
la acción del soplete; se disuelve en el ácido hidroclórico,
dando la disolución un precipitado blanco si se la trata por el
agua.
COMPOSICION EN PESO
Sesquioxido de antimonio.. .
Oxido de hierro. . . .
lice.
86
3
8
97
f Variedades, i. Cristalizada en tablas rectangulares
tabulares. 2. Aciculair, compuesta de pequeños prismas
romboidales sumamente finos. 3.a Compacta ó amorfa, se
presenta en masas de estructura granuda ó bacilar. 4.a Ter-
rosa, se halla cubriendo á la estibina ó sesquisulfuro de an-
timonio.
Yacimiento. — La exitela se encuentra en los filones
de plata arsenical, asociada á la mencionada estibina, ker-
mes y galena. El principal criadero de este mineral existe en
Sensa (Argelia); en Europa se halla en Przibran (Bohemia),
Wolfsberg (Harz), Pernek (Hungría), departamento del Isere
(Francia) y en algunos otros países. En España la tenemos
en Losacio (Zamora).
La estibiconisa, ocre de antimonio ó Cervantita, no es otra
sino el ácido antiraónico de los químicos: ofrece estructura
terrosa, fractura desigual, tan blanda que se raya por la cali-
za, siendo su color el amarillo rojizo ó amarillo isabela con
puntos blancos debidos á la caliza que tiene interpuesta, su
peso específico es de 3,7 á 4,09. Se funde al soplete y colocada
sobre el carbón, produce un régulo quebradizo rodeado de
una aureola ó depósito blanco (óxido de antimoni o).
COMPOSICION EN PESO
Antimonio.. . .
Oxígeno. . . .
Carbonato cálcico.
Oxido de hierro. .
Residuo insoluble.
67.50
16,85
II»45
01.50
02,70
100,00
YACIMIENTO. La estibiconisa se halla en masas ter-
rosas cubriendo la superficie del sesquisulfuro de antimonio
en Hungría, Bohemia, Francia y otras naciones de Europa.
En España se encontró en alguna abundancia (año de 1844)
en el terreno metamorfico de Losacio (Zamora), cuyos ejem-
plares, según el ingeniero Escosura, están formados del áci-
do antiraónico hidratado, con mezcla de antimonio, plata,
plomo y sesquioxido de hierro.
SENARMONTITA— antimonio oxidado— sesquióxido
de hierro —Fórmula química Sb9 S3
Caractéres. — La senarmontita es un mineral dimor-
fo, supuesto que cristaliza en octaedros regulares (i.° siste-
ma) y en tablas ó agujas prismáticas romboidales que derivan
del tercer sistema; Iractura concoidea, color blanco-agrisado,
lustre diamantino-nacarado, semitrasparente ó traslúcida,
agria, raya al yeso y se raya por el espato flúor, siendo su
peso especifico de 5,5. Se volatiliza por completo mediante
la acción del soplete, insoluble en el ácido nítrico y soluble
en el hidroclórico.
COMPOSICION EN PESO
Oxígeno. .
Antimonio.
i5,7
84,3
100,0
YACIMIENTO. Los cristales tabulares de senarmonti-
ta, análogos á los de la estilbita y baritina, fueron encontra-
dos en Bohemia, Hungría, Sajonia y Delfinado; pero existe
esta especie abundante en la mina de Sensa, provincia de
Constantina (Argelia), donde se presenta en masas granudas
ó compactas, con oquedades tapizadas por cristales octaé-
dricos de la misma sustancia observados y descritos por Sé-
narmont. En España existe en Cervantes (Galicia) y Losa-
cio (Zamora). 1 1
USOS.— Esta especie mineralógica, del mismo modo que
!a exitela, kermes y estibiconisa, se emplea para la obtención
del antimonio.
ROMEINA
Compuesta, según Damour, de óxido de calcio combina-
do con el óxido antiraónico, pero Dufrenoy y Breithaupt
suponen que es un antimonito de cal, cuya fórmula es la si-
guiente: CaO, Sb203
Caractéres. La romeina (dedicada al célebre mi-
neralogista Romé de lisie) cristaliza en octaedros de base
cuadrada, pertenecientes al segundo sistema; su color es el
amarillo de miel ó rojo de jacinto; raya al vidrio y se deja
rayar por el cuarzo, estando representado su peso específico
1 68
LITÓFANOS
4
por 4,7. Mezclada con la sosa y colocada sobre el carbón se
funde en glóbulos metálicos de antimonio, desprendiendo al
propio tiempo humos blancos inodoros.
COMPOSICION EN PESO
Cal.. . .
Antimonio.
Oxígeno. .
19,29
64,65
16,06
100,00
YACIMIENTO. — Este mineral fué descubierto por M.
Bertrand de Lom en una mina de manganeso situada en
San Marcelo (Piamonte), donde se halla asociada al feldes-
ortosa, piamontita, greenovita, cuarzo y manganeso. desprendimiento de vapores arsenicales.
_ "tyíÍI 6AÜ¿4L£^ÍE^fcA>MMAMl
V^ílill flr VERITATlN
Este cuerpo existe libre ó nativo en la nati
binado con el oxígeno y azufre, constituyendo las siguient
pecies: i.a arsénico nativo; 2.a arsénico blanco; 3.a reí
gar; 4.a oropimente.
ARSENICO NATIVO — cuerpo simple — Fórmula quí-
mica As
C X\ Wot
CARACTÉRES. — Este cuerpo, cuyas propiedades quí-
micas son afines á las del fósforo y nitrógeno, ofrece cuali-
dades físicas análogas á las de los metales últimamente des-
critos, por lo que los mineralogistas le estudian al lado del
antimonio como cuerpos esencialmente mineralizadores ó
electro- negativos. Tiene color gris de acero ó gris de hierro
y lustre metálico en la fractura reciente, pero se empaña en
contacto del aire, adquiriendo color negro y convirtiéndose
en mate, á consecuencia de formarse un subóxido de arsé-
nico en la superficie; raya á la caliza y se deja rayar por la
fluorina, estando representado su peso específico por 5,8; el
arsénico es un mineral agrio y tenaz; inodoro, pero desarro-
lla un olor de ajos por la acción del choque. En el tubo
cerrado se volatiliza por completo sin fundirse; se volatiliza
también por medio del soplete con desprendimiento de hu-
mos blancos, espesos y de olor aliáceo (vapores arsenicales).
Este cuerpo, como se ha dicho, se volatiliza por elevación
de temperatura, siendo su vapor incoloro, que se deposita
por enfriamiento, en forma de cristales romboédricos.
Variedades. — Además del romboedro agudo (S50 2')
que se obtiene por volatilización y enfriamiento, se presenta
el arsénico cristalizado en la naturaleza en prismas alarga
dos, no bien definidos, constituyendo las formas bacilares y
aciculares. Se encuentra también el arsénico concrecionado
en masas granudas ó testáceo, formado de capas concéntri-
cas, en cuyo centro se encuentran á veces nodulos de plata
nativa y de plata roja.
YACIMIENTO. — El arsénico acompaña, por lo común,
á la galena, argirosa y algunos otros sulfuros, especialmente
al de cobalto. El arsénico abunda en las minas de Harz, Sa-
jorna y Suabia; Allemont y Saint Marie-aux-Mines (Francia).
En España se encuentra en ciertas capas de carbón de pie-
dra de las minas de Asturias, asociado al cinabrio ó sulfuro
de mercurio de Mieres (Asturias) y á la argiritrosa de Gua-
dalcanal (Huelva).
USOS. — Las aplicaciones del arsénico son muy limita-
das; aleado en ciertas proporciones con el platino, cobre y
estaño se destina para la construcción de algunos instrumen-
tos astronómicos; sirve para limpiar el vidrio y preparación
de varios medicamentos, tales como el óxido blanco de ar-
sénico, que es una de las sustancias mas venenosas que se
conocen.
ARSENICO BLANCO Ó ARSENITA— arsénico oxida-
do — ácido arsenioso — Fórmula química As O3
CARACTÉRES. — La forma fundamental de esta sustan-
cia es el octaedro regular perteneciente al primer sistema; en
la naturaleza se presenta pulverulento ó en masas bacilares
y aciculares sobre la superficie de los demás minerales de
arsénico; color blanco, lustre vitreo ó craso-diamantino en
los cristales trasparentes; su dureza idéntica á la de la caliza
y el peso específico de 3,7; el olor es acre y nauseabundo.
Colocado sobre el carbón se volatiliza por completo, con
COMPOSICION EN PESO
semco.
Oxígeno..
75>Sl
24,19
100,00
VARIEDADES. — i.a Octaedros artificiales que derivan
del sistema cúbico; 2.a formas prismáticas, ó mas bien ma-
sas fibrosas y aciculares, correspondientes al tercer sistema,
siendo por lo tanto otro de los cuerpos dimorfos ; 3.a concre-
cionada ó pulverulenta.
Yacimiento. — Se encuentra el arsénico blanco en
todos los sitios en que hay cobalto y hierros arsenicales;
existe en Bohemia, Harz, Transilvania, Alsacia, etc. Se ha
citado también en los azúfrales y en los cráteres antiguos de
Vulcano y de la Guadalupe.
USOS. — Se emplea para matar ratones y fabricación del
rejalgar y oropimente. Esta sustancia es la que el vulgo co-
noce con el nombre de arsénico; los labradores y la gente
del campo se valen de ella para destruir los animales perju-
diciales á la agricultura. Pero el color blanco que ofrece
este mineral parecido al de harina y al polvo de azúcar, ha
sido y es causa frecuentemente de numerosas desgracias; se
distingue, no obstante, de las materias indicadas y de algu-
nas otras con las que á primera vista podría confundirse,
porque echado sobre las ascuas desprende humos blancos y
un olor de ajos muy pronunciado.
REJALGAR Ó ARSENICO ROJO — arsénico proto-
sulfurado— protosulfuro de arsénico — Fórmula quí-
mica As S
\il ñ I l i jImII
CARACTÉRES. — La forma primitiva del rejalgar es un
prisma romboidal oblicuo, perteneciente al quinto sistema
cristalino; su color es el rojo de cochinilla ó de aurora, y ama-
rillo-naranjado cuando se le reduce á polvo; lustre craso,
adquiriendo por el pulimento un aspecto semimetálico, tras-
parente en los cristales no alterados, pero opaco en los
expuestos por algún tiempo á la acción de los rayos solares.
Mineral muy frágil, raya al talco y se raya por la caliza, sien-
do su peso específico de 3,5; desarrolla por frote la electri-
cidad negativa. Al soplete, y haciendo el ensayo sobre el
carbón, se volatiliza por completo, desprendiendo humos
espesos (ácido sulfuroso y ácido arsenioso). Se funde y vo-
latiliza en tubo cerrado, depositándose en su parte superior
pequeños cristales de color rojo; en el tubo abierto arde
exhalando el olor característico de los compuestos de arsé-
nico.
AZUFRE NATIVO
l6o
COMPOSICION EN PESO
Arsénico
Azufre. .....
TOO
Variedades. — 1.a Cristalizada en prismas romboida-
les oblicuos; 2.a en prismas deformados y agrupados parale-
lamente en dirección longitudinal; 3.a compacta, formada de
pequeñas masas amorfas de grano muy fino. El rejalgar pue-
de confundirse con la plata roja, cinabrio y cobre rojo, pero
se distingue de estas especies por su menor peso específico
y dureza, así como por el olor de ajos que exhala por la ac-
ción del calor.
Yacimiento. Se encuentra el rejalgar en los filones
de oro, de teluro y de otros minerales de Transilvania, Hun-
gría, Bohemia, Harz, Sajonia, Tirol, Vosgos, Perú, México,
etcétera. Se presenta también en las rocas volcánicas del
^ esubio, Etna, Pozzuolo, azufral de Guadalupe, volcan de
Bungo (Japón) y en el monte Kianfiou (China). En España
está asociado al cinabrio de Lena (Asturias) y en todas las
localidades donde hay cobaltos y hierros arsenicales.
USOS.— El rejalgar, denominado sandaraca por Teofrasto
y Plinio, se emplea en China y Japón para fabricar ídolos,
pagodas y objetos de adorno raros y caprichosos; los turcos
lo usan para preparar el rusma, pomada depilatoria mezcla
de rejalgar y de carbonato calizo; en los teatros y pirotecnia
sirve para producir el fuego llamado indio y luces rojas de
Bengala: en algunos puntos de Rusia, tales como en Siberia,
se emplea contra las fiebres intermitentes.
OROPIMENTE Ó ARSENICO AMARILLO-arsénico
SESQUISULFURADO — SESQUISULFURO DE ARSÉNICO— Fór-
mula química AssS3
Caracteres. — La forma primitiva del oropimente es
un prisma romboidal recto, correspondiente al tercer sistema
cristalino; por lo común, se presenta en masas laminares aná-
logas á las de la mica; su color es el amarillo de limón bas-
tante vivo, aun reducido á polvo, lustre nacarado, metaloi-
deo en las caras de exfoliación manifiestas, y craso <5 resinoso
en las demás, semitrasparente ó solo traslúcido en los bor-
des; raya el talco y se raya por el yeso, estando representado
su peso específico por 3,4. Las propiedades químicas del
oropimente son idénticas á las del rejalgar; al contacto del
aire, y calentado sobre el carbón, arde con llama de color
amarillo y desprendimiento de humos blancos aliáceos; en el
tubo cerrado produce, por la acción del calor, un depósito
cristalino amarillo, carácter que le distingue del rejalgar,
puesto que éste, como se ha dicho, da un depósito rojo.
COMPOSICION EN PESO
Arsénico 62
Azufre.
100
Variedades. — Los cristales de arsénico amarillo son
muy raros y de formas confusas, debido á su poca dureza y
á la tendencia que tienen á perder sus aristas y ángulos só-
lidos; la generalidad de los cristales de esta sustancia son
prismas de seis caras con apuntamientos análogos á los del
topacio, procediendo casi todos de Tajovva (Hungría). Las
variedades de formas y estructuras irregulares pueden reducir-
se á las siguientes: i.a laminar, en masas pequeñas compues-
tas de láminas nacaradas, fácilmente separables unas de otras;
2.a granuda; 3.a testácea ú oolitica; 4.a compacta, y 5.a ter-
rosa.
Yacimiento. — El oropimente se encuentra general-
mente en los mismos terrenos y localidades que la especie
anterior. Existe, como hemos indicado, en Tajovva (Hun-
gría), de donde proceden la mayor parte de los ejemplares
cristalizados que existen en las colecciones mineralógicas; se
halla también este mineral en Valaquia, Turquía asiática,
1 irolj Suiza, Harz, Vesubio, Zimapan (México) y en ciertos
sitios de los imperios de China y del Japón.
USOS.— Se emplea esta sustancia, del mismo modo que el
rejalgar, en la pintura y fábricas de telas y papel pintado: los
libreros la destinan para dar color amarillo á las hojas y can-
tos de los libros; sirve también para teñir de este color á las
maderas blancas, dándolas de esta manera un aspecto pare-
cido á las que proceden del boj ; por último, los turcos la
emplean para formar el rusma ó pomada depilatoria.
CLASE CUARTA— combustibles
;
S
Comprende esta clase minerales sólidos (menos la nafta
petróleo) esencialmente inflamables, sin brillo metálico
metaloideo, y no presentan ni la gran densidad relativa, ni
as demás particularidades que distinguen á las piedras pro
píamente dichas y á los metales (1): las sustancias incluidas
en esta clase arden con mas ó menos facilidad por medio
del calor y en contacto del oxígeno del aire, perdiendo de
peso las unas, mientras que las otras, por el contrario, ad-
quieren mayor densidad relativa.
M Delafosse divide la clase de los combustibles en dos
V
ni li
secciones: i.“ combustibles carbonosos; 2.a combustibles
sulfurosos. Nosotros, siguiendo en parte las ideas de Ley-
merie, establecemos los siguientes grupos: i.° Azufres.
2. Resinas. 3. Betunes. 4. Carbones, y un apéndice que
denominaremos sales orgánicas.
( 0 En realidad los combustibles de ciertos mineralogistas debieran
formar un grupo independiente de los demás minerales, cuyo grupo po-
dría denominarse seudo-mineral.
Tomo IX
PRIMER GRUPO-AZUFRES
Este grupo no comprende mas que dos especies, que son:
i.a azufre nativo, 2.a azufre seleniado, ó mejor dicho, í
de selenio.
AZUERE NATIVO — cuerpo simple — Fórmula
química S
Caracteres. — El azufre perteneced los cuerpos sim-
ples metaloideos de los químicos, siendo el mas electro-nega-
tivo después del oxígeno, flúor, cloro, bromo y yodo; forma
en unión con el selenio y teluro la familia denominada
Sulfúridos , y, como dijimos al hablar de los caractéres quí-
micos, es un elemento esencialmente mineralizador, forman-
do parte de ochenta y tantas especies minerales.
La forma primitiva del azufre es un octaedro agudo que
deriva del tercer sistema cristalino: se obtienen cristales
22
l’JO
AZI’ FRES
prismáticos ó agujas prismáticas de este cuerpo por medio
de la fusión y enfriamiento, correspondientes al quinto siste-
ma ó al prisma romboidal oblicuo simétrico, siendo, por lo
tanto, el azufre uno de los mejores ejemplos de minerales
dimorfos. Presenta fractura concoidea, brillante y algún tanto
diamantina, trasparente en ciertos cristales, en cuyo caso
ofrece la doble refracción bien manifiesta; color dominante
amarillo de limón, presentándose algunos ejemplares rojizos
ó morenos; raya al yeso y se deja rayar por la caliza; bastante
frágil, produciendo un ligero chasquido cuando se le oprime
entre los dedos; su peso específico es de 2,1 en el azufre
natural, y un poco menor en el fundido; desarrolla por frota-
ción la electricidad negativa 6 resinosa y un olor especial. Se
funde á poco mas de iii° convirtiéndose en un liquido
trasparente y de un color amarillo claro; si se aumenta la
temperatura, este color se va volviendo mas oscuro, y al pro-
pio tiempo el líquido pierde su fluidez; á 160o se trasforma
en un liquido espeso de color pardo; á 200o es tan viscoso
que puede volcarse la vasija donde está contenido sin ver-
terse; por último, á mayor temperatura adquiere la fluidez
primitiva, y á 400" entra en ebullición. Puesto un pedazo de
azufre en el tubo de ensayo y elevando la temperatura, se
volatiliza y condensa en la parte superior y fria del tubo en
forma de agujas prismáticas derivadas del quinto sistema; si
se quema al contacto del aire, arde con llama azulada y des-
prendimiento de ácido sulfuroso; se disuelve en el sulfuro de
carbono y esencia de trementina, cristalizando, por evapo-
ración, en octaedros agudos pertenecientes al tercer sis-
tema.
El azufre, como queda dicho, es uno de los cuerpos mas
abundantes en la naturaleza, hallándose nativo y constitu-
yendo sulfuros y sulfatos. Para probar la gran cantidad que
existe de este cuerpo en la naturaleza, cita Payen dos ejem-
plos, á saber: el sulfato de cal y las piritas. Pero además de
estas combinaciones, el azufre entra á formar parte de los
séres organizados; se encuentra en la caseina, fibrina, albú-
mina, etc. Ln individuo, cuya carne muscular se deseque,
por cada n kil. contendrá 100 gramos de azufre.
Variedades de forma regular.— Octaedros
sencillos, mas ó menos modificados en sus aristas y ángulos
solidos. Los hermosos y notables ejemplares de azufre octaé-
drico que figuran en el museo de Historia Natural de Madrid,
proceden de Conil (Cádiz); encuéntranse también estos mis-
mos cristales en Libros ( 1 eruel). En el extranjero son nota-
bles los octaedros que existen en Católica (Sicilia) y Cali-
fornia.
Variedades de color. — Las mas comunes é im-
portantes son las siguientes. 1.* Variedad de un amarillo puro,
amarillo de limón ó de aceite (cristales de Conil); amarillo
de miel ó amarillo rojizo (cristales de Sicilia); amarillo ver-
doso (cristales de Casena, Italia). Finalmente, existen ejem-
plares rojizos, agrisados ó blanquizcos. Según la opinión de
varios mineralogistas, estas dos últimas coloraciones del azu-
fre, y la opacidad que presentan los ejemplares, son debidas
á una sustancia arcillosa ó bituminosa que se halla mezclada
ó interpuesta. Respecto al color rojizo que presentan común
mente los individuos que proceden de Sicilia, y aun los de
los terrenos volcánicos, se atribuye por muchos autores á
una corta cantidad de arsénico rojo ó de óxido de hierro;
no obstante, M. Stromeyer cree que el color rojo naran-
jado que presenta el azufre sublimado que se encuentra en
Vulcano, reconoce por causa la mezcla del azufre con el se-
lenio.
Variedades de estructura y aspecto.—
i.a Azufre vitreo, de fractura y lustre vitreo, siendo en algu-
nos casos mas ó menos resinoso, trasparente ó traslúcido y
fractura concoidea; el azufre vitreo se considera como la va-
riedad típica de la especie. 2.a Estalactitico ó estalagmítico,
variedad que presenta un amarillo de limón ó agrisado.
3.a Fibroso ó acicular, se halla en masas estratificadas for-
madas de agujas cristalinas en Guadalupe; existe también
esta variedad concrecionada, de un amarillo blanquizco y de
estructura fibrosa ó casi compacta; estos ejemplares se hallan
en San Felipe de Toscana y en la gruta de San Fidel, pró-
ximo á Siena. 4.a Compacta, formada de masas amorfas de
color blanco ó gris-amarillento, estando asociadas al azu-
fre cristalizado de los terrenos de sedimento. 5.a Dendrítico,
constituido por octaedros sumamente pequeños y reunidos
entre sí formando hacecillos fibrosos y con estrías trasversa-
les; se te llama también azufre estriado de los volcanes.
6.a Pulverulento ó flor de azufre, en masas terrosas, com-
puestas de moléculas poco unidas entre si, ó bien en capas
amarillentas ó en polvo blanquizco cubriendo la superficie
de ciertas lavas. 7.* Azufre seudo-mórfico ó epigénico, que
suele reemplazar á las semillas de las especies de Chara
(plantas acotiledóneas), ó bien á las especies del género
Planorbis, ó caracoles de agua; tal es lo que se observa en
el Plano r/tis sulfureus, de Libros (Teruel), cuya especie está
convertida por completo en azufre, ejemplo sumamente raro
y curioso, y caso único en su género, según Vilanova, Direc-
tor de esta obra.
YACIMIENTO. — El azufre se encuentra en casi toda
clase de terrenos, ya sea en cristales empotrados en ciertos
minerales, ya en bolsadas, nodulos, y en algunos casos en
pequeñas partículas que sirven como de cemento á la roca,
ó bien pulverulento cubriendo la superficie de aquellas. Esta
sustancia no es muy frecuente en los terrenos cristalinos ó
paleozóicos, pudiendo decirse que solo ofrece este yacimiento
en ciertas localidades de la América; asi, por ejemplo, Hum-
boldt y otros geólogos han encontrado azufre en una cuarcita
en Ticsan (Andes de Quito), en un pórfido del volcan de
Antisana, y en el azufral próximo á la población de Ibarra;
existe además diseminado en una caliza metamórfica en
Serra-do-Frio y en la roca itacolumita del Brasil.
En Sicilia está en capas, acompañado de margas, yeso,
sal común y celestina; los criaderos de Conil (Cádiz), Libros
y Iiellin, se encuentran enclavados en el terreno terciario,
dispuestos en el último punto en capas numerosas (hasta 22)
alternando con calizas y margas lacustres, dusodila y algunos
techos de sulfatos de magnesia. Existen también en Bena-
maurel (Granada) y Benahadux (Almería). Además se en-
cuentra el azufre en los terrenos volcánicos, como el Vesu-
bio y Etna; volcanes de Tenerife y Lanzarote, Guadalupe,
Santo Domingo, Java é islas de Sandwich; Vulcano (islas de
Lipari), los de lslandia, en los distritos de Husevick y Kry-
sevik, siendo el mas importante de todos, el célebre azufral
de Pozzuolo (Nápoles).
EXTRACCION DEL AZUFRE.— El azufre nativo se
encuentra mezclado con sustancias terrosas; se sujeta desde
luego á una primera purificación, que se consigue fundién-
dolo en calderas á propósito; las sustancias terrosas quedan
en el fondo de estas, y el azufre líquido se extrae con cazos
y se vacia en vasos de palastro, en los cuates se obtiene el
mineral sólido en virtud del enfriamiento. En este estado se
vende con el nombre de azufre en bruto. Los residuos terro-
sos de las calderas, en unión con los minerales pobres de
azufre, se someten á una destilación, la cual se verifica en
los mismos sitios donde se extrae el azufre. Se ponen las
sustancias azufradas en tarros ó vasijas de barro refractario,
los cuales tienen en su parte superior una abertura, que está
tapada mientras dura la destilación; esta cavidad está desti-
nada á introducir y sacar los residuos terrosos; cada uno de
SUCCINO
los tarros tiene además un tubo de la misma sustancia, algo
inclinado, que conduce el azufre líquido á otras vasijas igua-
les á las primeras, que sirven de recipiente; los tarros últimos
llevan en su parte inferior un orificio que se destapa de
cuando en cuando, con el objeto de dar salida al mineral li-
quido que se recibe en cubas llenas de agua. El azufre obte-
nido por este procedimiento, es bastante impuro, pues contie-
ne un io o 15 por 100 de sustancias terrosas. Esta clase de
mineral, recibe también en el comercio el nombre de azufre
en bruto. Para purificarle por completo, se introduce en
hornos especiales de fundición, en los cuales se obtiene á la
vez el azutre en cilindros, cañón ó canutillo y las llamadas
flores de azufre.
Mr. I homas, con el objeto de extraer todo el azufre de la
materia mineral, acaba de inventar un procedimiento suma-
mente sencillo: consiste esencialmente en valerse de un gran
cilindro de fundición colocado horizontalmente, pero algo
inclinado en uno de sus lados : este cilindro puede cer-
rarse por sus dos extremos é introducir en él los minerales
terrosos. Luego que el cilindro está lleno, se hace llegar va-
por de agua sometido previamente á una temperatura supe-
rior á la de 100o, y bajo la presión de cuatro atmósferas; de
esta manera se produce un calor de 1 30o, mediante el cual
se funde el azufre; se separa después de la ganga terrosa, y
corre hacia la parte baja del cilindro. La operación dura
próximamente una hora, obteniéndose todo el azufre en un
estado de pureza mayor que el de los demás procedimientos.
Usos. El azufre se presta á numerosas é importantes
aplicaciones á la industria, agricultura, medicina, etc. Mez-
clado con el nitro y carbón, constituye las diversas clases de
pólvora; sirve para la fabricación del ácido sulfuroso y sulfú-
rico, unido con el hidrógeno forma el ácido hidro-sulfúrico
ó súlfido-hídrico, cuerpo que tiene gran interés en la Quími-
ca. Se emplea en la imbricación de moldes de medallas, para
tomar impresiones, fabricación de pajuelas y azufrado de
mechas; contiene la putrefacción ó fermentación de varios
líquidos, por lo cual se usa para la conservación de ciertas
materias orgánicas que se destruyen fácilmente. En Agricul-
tura, se emplea para azufrar la vid con el objeto de destruir
el oidium. Sirve además para quemar ó volcanizar el cau-
chouc, comunicándole las cualidades tan apreciadas en la
industria: se usa el azufre en Medicina para la curación de
las enfermedades de la piel, empleándose en forma de un-
güentos, pomadas, etc., mezclado con sustancias grasas, tales
como manteca, cera, etc., etc., se administra interiormente
contra las enfermedades del pulmón y de las visceras del
abdomen.
AZUFRE SELENIADO— sulfuro df. selenio — Fórmula
I Im #1 /\ I | Sej^i I I I | .V1
Esta sustancia de un color amarillento naranjado, se en.
cuentra en forma de costras mezcladas con el cloruro amó- '
nico en el cráter de Vulcano (islas de Lípari). Mr. Stromeyer
supone que es un sulfuro de selenio mezclado con una corta
cantidad de sulfuro de arsénico. Delafosse y otros mineralo-
gistas, sin afirmarlo por completo, creen que no es mas que
una mezcla de azufre y de selenio en proporciones indefini-
das. Según la opinión de Mitscherlich, los cristales que se
han observado de esta sustancia corresponden al prisma
romboidal oblicuo. El mineralogista Dana dice que se ha
encontrado el sulfuro de selenio en el volcan de Kilauea (is-
las Sandwich); del Rio asegura haber hallado selenio nativo
en Culebras (México); por último, este cuerpo simple existe
en pequeñas cantidades en el azufre que se extrae de la tor-
refacción de las piritas de Fhalun (Suecia), donde fué des-
cubierto por Berzelius el año de 1817.
171
SEGUNDO GRUPO— RESINAS
Las sustancias minerales comprendidas en este grupo es-
tán compuestas de oxígeno, hidrógeno, y carbono en propor-
ciones indeterminadas ó variables; su color es amarillo, pardo,
rojizo, traslucientes, y de lustre resinoso bastante pronuncia-
do; los cuerpos de esta sección son frágiles, blandos y de un
peso específico poco mayor que el del agua destilada, te-
niendo la propiedad de desarrollar por medio de la frotación,
la electricidad negativa. Arden ó se inflaman con facilidad, des-
prendiendo gran cantidad de humos y olor resinoso. Las es-
pecies, ó mejor dicho, las sustancias mas principales de este
grupo son las siguientes: i.a Succino; 2.a Retinita; 3.a Co-
pal-fósil.
SUCCINO’ — AMBAR AMARILLO — ELECTRON DE HERODOTO
Y TEOFRaSTO — KARA1ÍEÓ KARUBA DE LOS PERSAS— COM-
POSICION VARIABLE
CaractéRES. — El succino ó ámbar amarillo se pre-
senta generalmente reniforme, de color amarillo naranjado,
amarillo de miel, amarillo rosado, blanquizco, verde de acei-
tuna, pardo y negruzco; semitrasparente ó traslúcido, habien-
do también ejemplares opacos; su fractura es concoidea y el
brillo resinoso; raya al yeso y se raya por la caliza; frágil, su
peso específico de 1,8; se electriza fácilmente por medio de
la frotación, desarrollando la electricidad negativa; esta pro-
piedad la conocían los antiguos mineralogistas, que denomi-
naron á esta sustancia eledrttm , y de aquí el nombre de elec-
tricidad, porque el succino fué la primera sustancia en que
notaron esta particularidad. Arde con llama amarillenta á tem-
peratura poco elevada, exhalando olor resinoso agradable y
depositando á poco tiempo una materia ó residuo carbonoso.
El succino produce, por destilación, diversos compuestos,
siendo los mas principales el ácido succínico, un aceite volá-
til, dos clases de resinas, que son solubles en el alcohol y
éter, y una sustancia insoluble.
COMPOSICION EN PESO
Análisis de Drapier
Carbono
So, 5 9
Hidrógeno. . . .
7>3 1
Oxígeno
Cenizas
•
6,73
3,2 7
Pérdida. .
2,10
100,00
Yacimiento. — Se encuentra casi siempre esta sustan-
cia en las arenas, arcillas y lignitos de los terrenos terciarios;
abunda en las costas del mar Báltico desde Dantzick hasta
Memel; en estos puntos existen ejemplares de tamaño varia-
ble, llegando algunos, como el del Museo de Berlín, á medir
14 pulgadas de largo y á pesar 13 libras; se encuentra tam-
bién en Pietralia (Sicilia), así como en Viüers-en-Prayer,
Saint- Pollet, Auteuil y otras localidades francesas. En España
se halla el succino en algunos sitios de las provincias de
Asturias y Santander, Mora de Rubielos y Utrillas (Teruel),
habiéndolo encontrado el Sr. Yilanova en los lignitos de
Espadilla (Castellón).
Se cree que el succino no es otra cosa que una resina,
que en su origen debía hallarse disuelta en un aceite esen-
cial, pues no de otra manera puede explicarse la presencia
en su interior de restos de insectos y aun de estos animales
enteros, y otros pertenecientes á diversos órdenes, así como
RESINAS
172
también la de hojas y pétalos de plantas coniferas. Mr. Dufre-
noy cita un ejemplar de succino que existe en el Museo de
Upsal, que contiene en su interior una corola completa per-
teneciente á una planta desconocida.
USOS. — Esta sustancia se emplea en las artes para fabri-
car objetos de adorno, como collares, pendientes, etc., siendo
en la actualidad poco apreciada como piedra fina; sirve para
la fabricación de boquillas de fumar, obtención de barnices,
extracción del ácido succínico, etc.
RETINITA Ó RETINAS FALTO— composición
VARIABLE
Caracteres.— I>a retinita se halla en riñones de co-
lor gris amarillento, pardo claro ó rojizo y de fractura
sa; muy frágil y blanda, teniendo un peso específico repi
sentado por 1,05 á 1,5. Arde con suma facilidad
diendo olor aromático análogo al del succino; produce
también, por destilación, dos resinas solubles en alcohol
depositando al propio tiempo una materia bitumi-
COMPOS
Carbono,
hidrógeno
Oxígeno.
W
MIENTO. — La retinita se presenta en ríñones ó
tos redondeados en los lignitos de los terrenos ter-
ciarios; se encuentra en Maryland (Estados-Unidos), cerca-
nías de Halle (Sajonia) y en Moravia.
\r# \|M h0*'
COPAL FOSIL— COPALITA Ó RESINA de highgate—
COMPOSICIÓN VARIABLE
CARACTÉRES. — La copalita ó copal fósi
en masas irregulares de color amarillo ó rojizo, lustre resi-
noso, muy blanda, frágil y de un aspecto análogo al de la
resina copal; su peso específico es de 1,16. Arde á tempera-
tura poco elevada, exhalando olor resinoso agradable; se
disuelve, aunque en pequeña cantidad, en el alcohol.
Y
se presenta
OZOKERITA — Formula química H. C
CARACTERES. — La ozokerita es un mineral parecido
á la cera por la consistencia y traslucidez; color verde puer-
ro ó verde pardusco por reflexión y pardo amarillento por
refracción. Esta sustancia, si bien se presenta amorfa, ofrece
en ciertos ejemplares indicios de estructura fibrosa, por cuyo
carácter suponen algunos mineralogistas que puede cristali-
zar en algunos de los sistemas ; está dotada de un olor agra-
dable y de un peso específico representado por 0,96. A 80o
se funde en un líquido de aspecto oleaginoso; á mayor
temperatura se inflama sin dejar residuo alguno; se disuelve
fácilmente en aceite de trementina, siendo muy poco soluble
en el éter y alcohol.
y ' ,
COMPOSICION EN PESO
idrógeno 14,3
rbono 85,7
100,0
YACIMIENTO. — La ozokerita fué descubierta por Me-
ye* en Slanik (Moldavia) en una arenisca que contiene sal
común y lignito; se encuentra también en las cercanías de
Viena y en la mina de carbón de Arpeth, próximo á New-
castle (Inglaterra).
. USOS. — Los habitantes de Slanik y de algunos otros
puntos la emplean para el alumbrado.
SCHEERITA— Fórmula química H2C
CARACTÉRES. — Se presenta en escamas pequeñas ó
en laminillas delgadas, blancas, traslúcidas y con lustre na-
carado; untuosas al tacto, frágiles, presentando en algunos
casos indicios de formas cristalinas que pueden referirse al
-isma romboidal oblicuo simétrico; su peso específico es
isi idéntico al del agua destilada. Se funde á 44o de tem-
peratura, y se disuelve en el alcohol, cristalizando, por eva-
poración, en agujas entrecruzadas y de color blanco ó agri-
sado.
COMPOSICION EN PESÓ
COMPOSICION EN PESO
UN
Oxigeno. .
Hidrógeno..
Carbono. .
Hidrógeno.
Carbono. .
25
75
100
Yacimiento. — Se halla el copal fósil en grandes ma-
sas irregulares y acompañado de arcillas en los terrenos ter-
ciarios de Highgate, próximo á Londres.
Leymerie coloca entre las resinas propiamente dichas y
los betunes, ciertas sustancias que designa con el nombre
genérico de estearinas, porque están dotadas de una suavi-
dad y aspecto parecido á las materias grasas ó á la cera. Los
minerales de esta sección están compuestos de hidrógeno y
carbono; ofrecen un lustre craso ó céreo, y peso específico
igual ó algo inferior al del agua destilada; blandos, fácilmen-
te fusibles, solubles en el alcohol y con tendencia á cristali-
zar. Las especies principales de esta familia son: i.a ozoke-
rita; 2.a escheerita; 3.a hartita.
Yacimiento. — Esta sustancia fué descubierta por
:heerer en un lignito de Uznach, próximo á Saint Gal 1
F| 1 I I T \ I Í^Ü ^
HARTITA — Fórmula química H5C6
Caracteres. — Mineral de color blanco parecido ála
cera y compuesto de pequeñas escamas ó laminillas exago-
nales, que derivan del prisma romboidal oblicuo simétrico.
La hartita tiene gran analogía con la especie anterior ó sea la
escheerita; pero se distinguen en que la primera se funde á
74o, mientras que la segunda lo efectúa á 45 o; además la can-
tidad de carbono es mayor en la hartita que en la escheerita.
COMPOSICION EN PESÓ
Hidrógeno.
Carbono. .
12,2
87,8
100,0
ASFALTO
*73
YACIMIENTO. — La hartita se encuentra en las hendi-
duras de los lignitos de Oberhart, próximo á Gloggnitz
(Austria) y en Rosenthal (Estiria).
TERCER GRUPO-BETUNES
Los minerales incluidos en este grupo están constituidos
esencialmente por carbono é hidrógeno; arden ó se inflaman
á temperaturas poco elevadas produciendo humos densos y
un olor fuerte y característico. La generalidad de estos cuer-
pos tienen un peso específico inferior al del agua destilada;
se presentan sólidos unos, otros líquidos; estos son incoloros
ó de color amarillento pardusco; aquellos negros ó de un
pardo oscuro y completamente opacos. Hay también betu-
nes viscosos que pueden considerarse como un tránsito entre
los sólidos y líquidos. Se comprenden en este grupo tres sus-
tancias importantes, á saber: i.a nafta; 2.a asfalto; 3.a betún
elástico ó elaterita.
NAFTA
Esta sustancia puede dividirse en dos sub-especies: i.a nafta
propiamente dicha; 2.a petróleo.
I a sub-especie. — NAFTA Ó BETUN LÍQUIDO DE
ALGUNOS MINERALOGISTAS — hidrógeno carro-
ñado— carburo de hidrógeno — Fórmula química H5C3
CARACTERES. — La nafta es una sustancia bituminosa,
líquida á la temperatura ordinaria, trasparente, de aspecto
oleaginoso y de color blanco amarillento, ó de un amarillo
claro cuando está pura; su peso específico está representado
Por °i75l exhala un olor débil agradable á temperatura ordi-
naria. Se infiama con mucha facilidad, y también su vapor
en contacto ó por la simple aproximación de un cuerpo
enrojecido; se disuelve en el alcohol, y á su vez la nafta
disuelve las resinas y asfalto.
COMPOSICION EN PESO
Hidrógeno ‘1 . J2
Carbono 88
100
bargo, mucho menos fluido que la nafta; color pardo amari-
llento ó rojo negruzco; su peso específico está representado
por 0,89. Mediante la destilación, y mezclado con agua,
produce un residuo pardo, blando y viscoso; se inflama fácil-
mente con desprendimiento de humos abundantes y de olor
pronunciado.
La composición química de la nafta es idéntica á la del
petróleo, variando, no obstante, la proporción de los elemen-
tos, puesto que en la nafta hay mas cantidad de hidrógeno
que en el petróleo, mientras este contiene mas carbono que
aquella. Algunos autores suponen que esta sustancia no es
mas que la misma nafta que lleva en disolución cierta canti
dad de asfalto.
Yacimiento Y ORÍGEN.— El petróleo, del mismo
modo que la nafta, se halla en varias localidades, sobre todo
en aquellas que están próximas á los llamados volcanes cena-
gosos y fuentes ardientes ó manantiales de fuego. Los prin-
cipales depósitos del extranjero existen en Bakou, costas del
mar Caspio, en cuyo punto es sumamente abundante; se
encuentran también grandes cantidades de petróleo en el
Imperio de Birman, Estados-Unidos, donde forma inmensos
lagos subterráneos, India, Persia, Cáucaso, China, Japón,
Islas de Zante y de Cabo Verde, Gavian (Languedoc), etc.
En España, según el Sr. Maestre, se halla en algunos sitios
de Cataluña impregnando á varias calizas terrosas ó sea á la
creta. El ingeniero español Sr. Cia dice que existe el petró-
leo sobrenadando en las aguas termales de Guanabacoa y
Madruga (Isla de Cuba), donde le denominan, lo mismo que
al asfalto, chapapote.
La nafta, el petróleo y aun el asfalto, deben su origen, se-
gún la opinión de la generalidad de los mineralogistas, á
las modificaciones mas ó menos profundas que han experi-
mentado las sustancias vegetales que, trasformadas en ulla
ó lignito, producen por destilación materias bituminosas.
USOS. — Se emplea, como todo el mundo sabe, para el
alumbrado; sirve para la fabricación de barnices y de ciertos
preparados farmacéuticos; se ha usado como vermífugo, y el
aceite, llamado de Gavian, ha tenido en otros tiempos una
gran celebridad bajo este punto de vista.
ASFALTO, PEZ MINERAL, BETUN DE JUDEA Ó
PISALFALTO Y BALSAMO DE MOMIAS— compo-
sición VARIABLE
Yacimiento. — Generalmente se encuentra en los
mismos terrenos que el carbón de piedra, lignitos y demás
rocas minerales combustibles (1). Las localidades extranjeras
en que abunda mas la nafta son: Persia, costas del mar Cas
pió, Estados-Unidos, China, Japón, Islas de Cabo Verde,
Imperio de Birman, Parma, Toscana, Módena, Pirineos
franceses, etc. En España existe este cuerpo en varios sitios
de la provincia de bantander, Escala (Gerona) y Sierra de
Baza (Granada).
Usos. Para el alumbrado y preparación de barnices; se
emplea la nafta en química para preservar del contacto del
aire á los metales muy oxidables, tales como el potasio y so
COMPOSICION VARIABLE
CARACTERES. Se presenta líquido, siendo, sin em-
11 ^ A EvSria,KI’ en!re Catania y Caltagirone, existe y he visto el lago
llamado Naftia por la gran cantidad de esta sustancia que contiene,
fenómeno curioso relacionado con el terreno volcánico y tal ve, con
algún deposito oculto de combustible. ( N. de la D )
Caracteres. — Sustancia bituminosa sólida, compac-
ta, frágil, de fractura brillante y concoidea; su color es el
negro de pez y el peso específico de 1,05 á 1,16. Se funde á
poco mas de 100o, y arde fácilmente con llama brillante y
desprendimiento de humos espesos y olor fuerte de betún;
mediante la destilación produce un aceite bituminoso y deja
un residuo carbonoso, que representa la tercera parte del
peso del mineral; el asfalto es poco soluble en el alcohol,
disolviéndose, por el contrario, con suma facilidad en la
nafta.
Variedades. — i.a Asfalto por excelencia ó betún de
J udea, se presenta sólido, de un negro intenso y análogo á
la ulla compacta, de la cual se separa por la fractura bri-
llante y concoidea, por su olor de betún y por su gran fragi-
lidad; esta variedad, que se conoce desde época muy anti-
gua, procede, según indica su nombre, del lago Asfaltites ó
mar Muerto. 2.a Asfalto viscoso ó pisasfalto, variedad muy
blanda ó glutinosa y parecida á la pez común; se endurece
por el frió y se ablanda por la acción del calor.
Yacimiento. — Se encuentra el asfalto en pequeñas
cantidades en el lago Asfaltites ó mar Muerto (Judea) y en
la Isla de Cuba y de Santo Domingo; el depósito mas im-
m
portante del mundo se encuentra en la Isla de la Trinidad,
en el llano que domina el lago de Pez, que tiene una legua
de circunferencia, y desprende un olor tan intenso que se
nota á tres leguas de distancia. En España se halla asfalto
en Torrelapaja (Zaragoza), Mina-Diana y Maestre (Alava),
Vasconcillos (Burgos), Cidones (Soria), Sanlúcar de Barra-
meda (Cádiz), Manilva próximo á Gibraltar, Tijola y Baya-
que (Almería) y Montorio en la mencionada provincia de
Burgos.
USOS. — Los antiguos egipcios le empleaban para embal-
samar los cadáveres; los muros de la célebre ciudad de
Babilonia eran de ladrillos unidos por un cimento de asfalto;
sirve este cuerpo para la preparación de barnices, lacres y
colores, así como para disminuir el rozamiento en las má-
quinas, mezclándole con cierta cantidad de sebo ó materias
grasas; mezclado también con arena se emplea actualmente
para los pisos y aceras; por último, en algunos puntos se
destina para obtener el gas del alumbrado.
/AJ/huArto grupo^carbones
Las sustancias mineralógicas comprendidas en este grupo
están constituidas por el carbono puro, ó por este cuerpo
unido al hidrógeno, oxígeno y aun nitrógeno en proporcio-
nes indefinidas, no pudiendo, por lo tanto, representarse
ninguna de sus especies por una verdadera fórmula química.
La generalidad de los carbones presentan colores negros ó
pardo-oscuros y un peso específico comprendido entre i y 2
enteros. Arden ó se inflaman casi todos ellos á temperaturas
mas ó menos elevadas con desprendimiento, en varias de las
especies, de sustancias volátiles, dejando por residuo cierta
cantidad de cenizas. Las especies de este grupo deben su
origen á las diversas modificaciones ó trasformaciones que
han sufrido las plantas de las diferentes épocas á que cor-
responden cada una de las especies, siendo los cambios de
las plantas tanto mas considerables, cuanto mas antiguas
son, ó lo que es lo mismo, según que pertenezcan á los ter-
renos primarios, secundarios, terciarios ó modernos, hunda-
dos en estas consideraciones, dividiremos el grupo carbones
en las siguientes especies: i.a Grafito (1); 2.a Antracita; 3.a
Ulla ó carbón de piedra; 4.a Lignito; y 5.a Turba.
GRAFITO — PLOMBAGINA Ó LÁPIZ PLOMO — CARBONO —
Fórmula química C
El grafito se considera por muchos mineralogistas como
un carbono puro, pero con diferente agregación molecular
que en el diamante; sin embargo, todas las variedades ó
ejemplares.de esta sustancia contienen, por lo menos, un 4
por ciento de materias extrañas, siendo las mas principales
y frecuentes el hierro, sílice, arcillas, cal, alumina y compues-
tos bituminosos.
Cahactéres.- El grafito (de grafo, yo escribo) se
presenta muy rara vez cristalizado en prismas exagonales que
derivan, según algunos autores, del cuarto sistema cristalino
de Dufrenoy ó sea del romboédrico; por lo general se en-
cuentra escamoso y en algunos casos compacto, de color
gris negruzco ó gris de hierro oscuro, lustre semi-metálico ó
metaloideo mas bien que metálico, suave al tacto; tizna ó man-
cha los dedos y deja sobre la porcelana ó papel una impresión
ó huella de color agrisado y de brillo metaloideo, á diferencia
de la molibdenita que produce una mancha brillante de co-
(1) El diamante, ó sea el carbono puro cristalizado, le hemos estu-
diado conforme á las ¡deas de Werner y Leymerie en el grupo de las
piedras finas. I laüy, Delafosse y otros eminentes mineralogistas le colo-
can en la clase combustibles.
CARBONES
lor gris- verdoso; el grafito es un mineral muy blando, pues
se deja rayar por casi todos los cuerpos menos por el talco
y algún otro, siendo negro el polvo que resulta de la raya;
su peso específico está representado por 1,8 ¿ 2,4. Este
cuerpo arde con muchísima dificultad sin producir ninguna
sustancia volátil; infusible al soplete e inatacable por los
ácidos.
COMPOSICION EN PESO
Análisis del de Ceilan
Id. del Id. del
de Inglaterra de.Himalaya
Carbono. . . •
94,0
53»4
7 r,6
Hierro/ . tL- •
7,9
5,°
Cal y alumina. . .
6,0
36,0
8,4
»
y>
15»0
Agua. \ K *Á\
»
2,7
»
100,0 100,0 100,0
VARIEDADES. — i.a Cristalina, constituida de láminas
pequeñas que ofrecen una forma exagonal, derivada del
cuarto sistema. 2.a Pizarrosa, formada de hojas ó láminas
encorvadas de alguna magnitud y difícilmente separables.
3.a Escamosa, compuesta de láminas mas pequeñas que las
de la variedad anterior, brillantes y de un blanco de estaño
4 a Terrosa ó compacta, se presenta en masas de color gris
ó de un negro mate y compuesta de un grano fino que ad-
quiere cierto brillo por medio del frote. 5.a Incrustante, en
el de Siberia ó capas delgadas cubriendo la superficie de al-
gunas rocas cuarzosas.
Yacimiento. — Se encuentra el grafito en los terrenos
primarios ó paleozoicos subordinado, por lo común, á las
arcillas, gneis y pizarras micáceas; en algunas localidades se
presenta en rocas serpentínicas, porfídicas y calizas sacaroi-
deas. El criadero mas importante, por la abundancia y buena
cualidad del grafito, es el de Siberia, descubierto hace pocos
años por el francés Alibert de Montauban: los célebres depó-
sitos de Cumberland (Inglaterra), puede decirse que están
agotados; existe además esta sustancia en Saboya, Pinheiro
(Portugal), Noruega, New-York y Baltimore (Estados Uni-
dos), Morlaix (Francia), Pargas (Finlandia), Ceilan, Baviera,
Piamonte, etc. En España le tenemos en Benahavis, Marbe-
11a y Pujerra (Málaga), y en diferentes puntos de las provin-
cias de Jaén, Granada, Toledo y Asturias.
USOS.— Se emplea la plombagina ó grafito para la fabri-
cación de lapiceros, construcción de hornillos refractarios,
crisoles, etc.; mezclado con materias grasas sirve para dismi-
nuir el rozamiento de las máquinas. Como todo el mundo
sabe, los mejores lapiceros venian de Cumberland, pero hoy
son mas estimados los célebres de Faber, fabricados con el
grafito encontrado en Siberia. Esta sustancia se destina tam-
bién para evitar la oxidación del hierro, así como para pavo-
nar las armas de fuego y cubrir los moldes usados en galva-
noplastia, puesto que el grafito es buen conductor de la
electricidad, é impide al propio tiempo la unión ó adheren-
cia de las láminas metálicas.
ANTRACITA. ULLA BRILLANTE -composición
VARIABLE
CARACTERES. — Sustancia carbonosa, de color negro
agrisado, opaco, brillante y de lustre semimetálico o meta-
loideo, ofreciendo algunos ejemplares irisaciones o reflejos
mas ó menos intensos; raya al yeso y se deja rayar por la
caliza, estando dotada de un peso específico representado
t
}
1
1 /
CARBONES
175
poi 1,4 á 1,9. A temperaturas elevadas arde con mucha di-
ficultad, produce poca llama, no desprende olor ni humos,
y tiene la propiedad de decrepitar, por cuya razón no se
acostumbra á emplearla como cuerpo combustible en gran
escala.
COMPOSICION EN PESO
Carbono. . .
Cenizas. . . .
Sustancias volátiles. .
... 8
Hidrógeno.. . .
100
Variedades.— Se conocen diferentes variedades de
antracita, siendo entre otras las mas importantes las siguien-
tes: i.a Poliédrica, compuesta de láminas que afectan formas
prismáticas casi regulares, siendo debidas á la retracción que
han sufrido por la acción del calor. 2.a Pizarrosa, forma-
da también de láminas, divisibles en otras mas pequeñas
3. Compacta, ofrece, por lo común, la forma de riñones mas
ó menos voluminosos. Algunos mineralogistas admiten la
variedad denominada vidriosa, de aspecto homogéneo y frac-
tura compacta con bordes agudos; en realidad es la variedad
poliédrica.
Yacimiento. La antracita corresponde esencial-
mente á los terrenos carbonífero, devónico y silúrico; se en-
cuentra muchas veces encima de la ulla ó carbón de piedra,
por lo que algunos geólogos creen que la antracita no es
mas que una ulla metamórfica ó mas ó menos modificada
Las localidades extranjeras en donde mas abunda esta sus-
tancia combustible son: Pensilvania, Virginia y Connecticut
(Estados L nidos), debiendo estos países en gran parte su
prosperidad á las enormes cantidades de ullas metamórficas
que en ellos existen; se encuentra también este mineral en
el país de Gales (Inglaterra), Alpes del Delfinado y Taren-
tesa. En España le tenemos en \ illaviciosa, Yiñon y Colunia
(Asturias). 5
usos.— Se emplea esta sustancia como combustible, te-
niendo el inconveniente de decrepitar, por cuya razón tanto
en Europa como en América no se ha destinado para el men-
cionado uso, sino hasta hace pocos años. Se utiliza hoy en
las fundiciones y en todas las operaciones en que se necesi-
tan temperaturas muy elevadas; la antracita arde mejor
cuando está en grandes masas que en pequeñas, y cuanta
mayor sea la corriente de aire. En el país de Gales y en al-
gún otro punto se sirven de la antracita para calentar los
hornos de reverbero. La llama que produce este mineral no
es debida a la combustión de las sustancias volátiles que
Pueda desprender por la acción del calor, supuesto que aque-
llas son en muy corta cantidad, sino á la combustión del óxi-
do de carbono que se forma mediante la corriente de aire
que atraviesa una gran capa de antracita.
ULLA— CARBON DE PIEDRA Ó HORNAGUERA— COMPOSICION
VARIABLE
Car ACTÉ res. — Este mineral, tan abundante como
útil y nct esaiio, es un combustible de color negro intenso,
brillante, opaco y no cristalino; su estructura es pizarrosa'
muy frágil y blando, siendo negro y sin brillo el polvo que
resulta de la raya; su peso específico es de 1,1. El carbón de
piedra es una sustancia poco higrométrica; no obstante, dis-
minuye algún tanto de densidad cuando se somete á la tem-
peratura de 100o; introducido en agua absorbe cierta canti-
dad de este líquido, dilatándose al propio tiempo de una
manera sensible. Arde con llama amarillenta y desprendi-
miento de humo y de olor bituminoso; el residuo que queda
después de la combustión, y que se designa con el nombre
de coky ofrece un lustre semimetálico ó metaloideo, siendo
duro y sonoro por la acción del choque. La ulla produce por
medio de la destilación diversos gases, como el hidrógeno
protocarbonado y bicarbonado, que constituye, como sabe-
mos, el gas del alumbrado; el ácido carbónico, amoniaco,
óxido de carbono, ázoe, etc., desprende también agua y di-
ferentes betunes líquidos.
El elemento esencial de la ulla es el carbono, al cual van
unidos el hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, sustancias voláti-
les y materias férreas en proporciones distintas, según las
variedades. Rara vez se presenta puro este mineral, encon-
trándose generalmente asociado á caliza, arcillas, carbonato
de hierro y sulfuros de este mismo mineral.
COMPOSICION DE LAS DIFERENTES VARIEDADES DE ULLA
Ulla antracitosa
Crasa de
Crasa de
Seca de
llama corta
llama larga
llama larga
Carbón. . . 95
86
82
75
Hidrógeno. 2
Oxígeno y
5
6
6
nitrógeno. 3
7
1 2
18
100
98
IOO
99
Variedades. — Algunos mineralogistas establecen las
siguientes: i.a Ulla seudocristalina, se presenta en fragmen-
tos prismáticos que proceden, como los que se han indicado
en la antracita, de la retracción que ha sufrido este combus-
tible en el interior de la corteza terrestre. 2.a Pizarrosa, va-
riedad que puede dividirse en láminas ú hojas mas ó menos
gruesas, que presentan una textura algo parecida á las pi-
zarras. 3.a Laminar, variedad que á su vez se divide en lámi-
nas en una sola dirección, mientras que en todas las demás
ofrece fractura desigual. 4.a Compacta, tiene fractura con-
coidea, resinosa y casi mate. Pertenece á esta variedad el
carmel coal de los ingleses ó carbón candela, así denomina-
do, porque arde de una manera continua, con llama clara,
amarilla y brillante. 5.a Piciforme, de brillo análogo al de la
pez ó resina. 6.a Ulla irisante, esta variedad ofrece, á conse-
cuencia de un principio de descomposición en su superficie
exterior, colores muy variados, tales como el rojo, amarillo,
verde, etc. 7.a Ulla ligniforme, presenta una estructura pa-
recida á la de los lignitos.
Se han hecho además otras clasificaciones, basadas unas
en los caractéres químicos, otras en las localidades, etc. Una
de las mejores está fundada en los caractéres pirognósticos:
atendiendo, pues, á la combustión, se dividen en tres seccio-
nes principales, á saber: 1 a ullas secas; 2.a ullas crasas; 3.a
ullas mixtas ó intermedias.
»
ULLAS segas. — Ofrecen analogía con la antracita; su
color es el gris de acero, y fractura concoidea mas bien que
pizarrosa. Se inflaman ó arden con dificultad, no aumentan
de volumen, y sus fragmentos se aglutinan débilmente; des-
prenden mucho humo y producen gran cantidad de cok. Es-
tas ullas son las que se destinan generalmente á las máqui-
nas de vapor.
ULLAS grasas. — Presentan color negro y estructura
esencialmente pizarrosa. Arden con facilidad produciendo
una llama intensa, aumentan de volumen y sus fragmentos
se aglutinan dando gran cantidad de cok, que en algunas
variedades llega hasta un 60 por ioo. Se emplean en la forja
y en los hornos de reverbero.
U LL AS mixtas. — Presentan color negro, aunque nun-
ca tan intenso y homogéneo como el de las crasas, siendo
CARBONES
I7Ü
al propio tiempo mas ligeras que estas. Arden con llama lar-
ga, y sus fragmentos no se aglutinan. Producen, por destila-
ción, gran cantidad de gases, pero el cok que resulta es muy
poco coherente. Se usan para la obtención del gas del alum-
brado.
Los ingleses dividen el carbón de piedra en los cuatro
grupos siguientes:
1. ° Calkinh-coal , ó carbón que se aglutina. Se inflama ó
arde con larga llama, siendo esta variedad la que se destina
casi siempre á las máquinas de vapor, así como para la ob-
tención del cok.
2. " Therry coal ó soft coal. Carbón blando ó flojo. Esta
ulla es frágil y se aplasta fácilmente. Arde con llama mas ó
menos intensa y produce gran cantidad de calor.
3.0 Splint coal ó s tale ley- coal. Carbón pizarroso ó astillo-
so. Ofrece un color negro mate y estructura hojosa. Necesita
para arder ó inflamarse temperaturas bastante elevadas, sien-
do una de las variedades que se destinan para la fundición y
trabajo del hierro.
4. 3 Cannelcoal ó carbón candela. No es mas que la va-
riedad compacta que hemos descrito anteriormente; tiene
color negro intenso, fractura concoidea, y no tizna ó mancha
los dedos; duro, no compacto y susceptible de adquirir pu-
limento, por lo que en algunos pueblos de Inglaterra se em-
plea para la fabricación de vasos y algunos objetos de ador-
no. El carbón candela contiene bastante hidrógeno, y se usa
de preferencia á los demás en la economía doméstica, porque
produce si se quiere mas llama que las otras variedades; se
emplea además para obtener el gas del alumbrado.
Los dos primeros grupos mencionados, ó sean el carbón
que se aglutina y el blando ó flojo, se designan también con
el nombre de cubical-coal (carbón cúbico), á causa de que
sus fragmentos vienen á tener una forma parecida al cubo.
Por último, Mr. Karsten, teniendo en cuenta la naturaleza
del cok que producen las diferentes clases de ullas, las ha
dividido en tres grupos: r.° ullas que dan un cok coagulado;
2/ ullas que producen cok fusible y tumescente; 3.0 ullas
que dan por resultado un cok pulverulento. Los dos prime-
ros grupos corresponden á las que hemos denominado cra-
sas y mixtas, y el tercero á las secas.
Yacimiento. — Corresponden las ullas á los terrenos
llamados primarios ó paleozoicos, encontrándose esencial-
mente en el piso superior del designado con el nombre de
carbonífero , que corresponde al grupo de los terrenos men-
cionados. El carbón de piedra forma capas de mas ó menos
espesor, comunmente sinuosas ó plegadas, y alternando con
otras de arenisca, pizarras y arcillas, en las cuales se obser-
van impresiones de hojas de heléchos y otras plantas criptó-
gamas, encontrándose también con bastante frecuencia va-
riedades litoideas ó terrosas del carbonato de hierro. La ulla
hasta ahora no se ha hallado ni en los terrenos de cristaliza-
ción ni en los mas modernos de la serie neptúnica. Según la
opinión de eminentes geólogos, el carbón de piedra consti-
tuye una época en la corteza terrestre, la cual ha dado ori-
gen á multitud de fenómenos sumamente importantes, que
terminaron con la aparición de las areniscas abigarradas y
las calizas, cuyo origen y formación son muy distintos de los
de la ulla.
ulla puede asegurarse que existe en todas las regiones
y latitudes, abundando, sin embargo, mas en la zona tem-
plada boreal que en la austral. Los criaderos mas importan-
tes de Europa se encuentran en las siguientes naciones: i.a
Inglaterra, donde existen minas de este mineral, acompaña-
do del carbonato de hierro, en el país de Gales, Dudley,
Birmingham, Glascow y Edimburgo: 2.a Bélgica, en cuya
nación son notables los criaderos de Lieja, Namur, Charle-
roi y Mons; 3.a Francia, siendo importantes las ulleras de
Anzin, Vicoigne, Aniche, Saint-Etienne, Aveyron y algunos
otros; 4.a Prusia; 5.a Bohemia. En América son muy nota-
bles los criaderos de ullas antracitóideas de Pensilvania,
Virginia, Connecticut, Massachussets, ¿Alto Canadá, Nueva
Escocia y algunos otros; en Asia existen minas muy abun-
dantes en la llamada India inglesa; habiéndose descubierto
recientemente grandes criaderos de este mineral en diferen-
tes localidades de Australia. En nuestras islas Filipinas, se-
gún la Memoria geológico mineral que acaba de publicar el
ingeniero de minas Sr. Centeno y García, existen minas bas-
tante buenas de ullas en Uling, Alpacó y Compostela, cuyos
pueblos corresponden á la isla de Cebú; recientemente dice
el Sr. Centeno que se ha descubierto un nuevo criadero en
la provincia de Albay, situada en el extremo sur de la isla
de Luzon, así como también algunos otros en la isla de Se-
merara, al sur de M indoro, los de la isla Negros y los nuevos
del distrito de Surigao en la parte nordeste de la isla de
Mindanao.
En la Península existe carbón de piedra en muchos puntos,
siendo desde luego los criaderos mas importantes los de
Langreo, Quirós, Ferroñés, Arnao, Mieres, Riosa, Santofir-
rae, etc., (Asturias). En la provincia de Córdoba se encuen-
tran el célebre depósito de Espiel y Belmez, que recorre
de E. á O. una longitud de diez leguas próximamente, te-
niendo en algunos sitios hasta media legua de latitud. Exis-
ten también criaderos bastante notables en las provincias de
Palencia y León, situados en la vertiente meridional de la
cordillera Cantábrica. En los Pirineos de Cataluña se encuen-
tra el célebre criadero de San Juan de las Abadesas (Gero-
na); por último, se hallan minas de carbón de piedra en
Henarejos (Cuenca), Reinosa (Santander), Villanueva del
Rio (Sevilla) y en algunos puntos de las provincias de Bur-
gos, Badajoz y Cáceres.
Como hemos dicho, el elemento esencial de las sustancias
carbonosas es el carbono, al cual se unen cantidades varia-
bles, pero siempre en pequeña proporción, de oxígeno y de
hidrógeno, conteniendo además las ullas una corta cantidad
de ázoe. Las diversas cualidades del carbón de piedra así
como las de los otros combustibles dependen de la propor-
ción de los dos primeros gases, es decir, de hidrógeno y
oxígeno, observándose que, cuanto mas antigua es la sus-
tancia carbonosa, ó lo que es lo mismo, cuanto mayor sea
la descomposición que hayan experimentado las plantas,
disminuye la cantidad de hidrógeno y oxígeno y aumenta,
por el contrario, la de carbono. Así por ejemplo, la propor-
ción de oxígeno decrece á partir de la madera ó carbón ve-
getal, siendo mayor en esta que en la turba, menos en el
lignito que en esta y así sucesivamente hasta llegar á la an-
tracita en que puede considerarse como nula. Respecto del
hidrógeno, puede decirse que se halla próximamente en
cantidades iguales en todas las sustancias mencionadas. De
aquí se deduce, que un combustible será tanto mas moderno,
cuanto mayor cantidad de gases contenga y, por el contrario,
tanto mas antiguo, cuanto mas rico sea en carbono, notán-
dose también que estos últimos están dotados de mayor
poder calorífero que los primeros, supuesto que esta propie-
dad está relacionada con la proporción de carbono, mientras
que la mayor inflamabilidad depende de la mayor ó menor
cantidad de sustancias gaseosas.
Los diferentes y variados análisis que se han efectuado en
las distintas clases de carbón de piedra, han dado por resul-
tado las conclusiones siguientes:
i.a Que la cualidad que tienen las ullas de aglutinarse
constituyendo una sola masa para producir cok ampolloso,
depende de la cantidad relativa de hidrógeno y de oxígeno.
LIGNITO
2.a Que si el hidrógeno predomina sobre el oxígeno, las ullas
son mas inflamables ó fusibles, se aglutinan con mas facilidad
y producen un cok mas ampolloso. 3.a Que si la cantidad de
hidrógeno es bastante considerable, las ullas producen muy
poco cok por la destilación, á causa de que casi todo el car-
bono se combina para formar hidrógenos carbonados. 4.a Que
las ullas en que predomina el oxigeno sobre el hidrógeno, no
se reblandecen y dan por resultado un cok pulverulento. 5.a Un
color negro intenso, lustre vivo y una dureza considerable
relativa soncaractéresque indican grande cantidad de carbono
y predominio del oxígeno sobre el hidrógeno. 6.a Un lustre
resinoso indica menor proporción de carbono, así como la
cantidad de este será mas considerable si ofrecen lustre vi-
treo. 7.a Un lustre intenso, poca consistencia y dureza son se-
ñales de mucha cantidad de carbono, y al propio tiempo
predominio del hidrógeno sobre el oxígeno. 8.a Un color ne-
gro mate, mucha tenacidad y algo de dureza, indican menor
cantidad de carbono que en el caso anterior, pero el oxígeno
adquiere una gran preponderancia sobre el hidrógeno. 9.a Un
color pardo negruzco señala grande proporción de hidrógeno.
USOS. — Importantísimas son las aplicaciones de este pre-
cioso combustible, tan abundante como útil y necesario hoy
para el hombre. La ulla, como todo el mundo sabe, puede
sustituir con gran ventaja á la leña en casi todos los usos
á que esta se destina, supuesto que, como hemos dicho, el
poder calorífico del carbón de piedra es superior al carbón
de leña. Las ullas denominadas mixtas se emplean con prefe-
rencia para la obtención de los hidrógenos bi y protocar-
bonado, ó sea el gas del alumbrado; las llamadas secas, como
combustible, siendo las que se usan generalmente en las
máquinas de vapor; las ullas crasas que arden con llama
larga, se emplean especialmente en los trabajos de forja y
para los hornos de reverbero que necesitan temperaturas
muy elevadas, destinándoselas también para la extracción de
los hidrógenos bi y protocarbonado. Además de estas apli-
caciones importantísimas, sabemos que la ulla produce por
destilación, no solo el cok, sustancia de tanto consumo en
nuestros hogares y aun en la metalurgia, sino también la
brea, ácido fénico, aceites empireumáticos, los cuales están
compuestos de diversos principios inmediatos, siendo uno
de los esenciales el designado con el nombre de naftalina.
LIGMTO — MADERA FÓSIL — MADERA BITUMINOSA Y CARBON
PARDO — COMPOSICION VARIABLE
Caracteres. — El lignito es una sustancia combusti-
ble de color negro ó pardo oscuro; su fractura puede ser
compacta, térrea, pizarreña ó fibrosa, siendo su peso especí-
fico de 1,2, y en algunos ejemplares inferior al del agua des-
tilada. Se inflama y arde fácilmente con llama prolongada y
desprendimiento de humos y de olor bituminoso, picante y,
por lo general, desagradable; al arder sus fragmentos no se
aglutinan ni aumentan tampoco de volumen , careciendo
además de la sonoridad del cok ó residuo que dejan las ullas
cuando se las destila. Por destilación, produce gran canti-
dad de gases, agua acidulada, aceites empireumáticos y otros
diferentes productos análogos á los de las ullas.
COMPOSICION EN PESO
Lignito común Azabache Madera fósil
Carbono. ... i .^¡,40 49,30 44,10
Cenizas.. i,7„ 3,9o ,,40
Sustancias volátiles. . . 37,9o 46,8o 54,50
■77
101,00 100,00
100,00
VARIEDADES. — i.a Lignito pisciforme . Esta variedad
de lignito se parece bastante á ciertas especies de ulla, sien-
Tomo IX
do difícil en muchos casos poder separar unos de otros ejem-
plares; tiene color negro ó pardo oscuro, estructura compacta
y mas homogénea que la de la ulla; su peso específico está
representado próximamente por 1,2, teniendo la particulari-
dad de exfoliarse en contacto prolongado del aire; los ligni-
tos de esta variedad ofrecen con frecuencia el tejido leñoso
que indica su origen, ó bien se ponen al descubierto me-
diante la combustión; sometidos á la acción del fuego no se
funden, si bien algunos se reblandecen lo bastante para que
sus fragmentos se unan ó se suelden entre sí; por frotación
desarrollan olor desagradable, y tienen menos agua que la
variedad denominada madera Jósil.
2. a Lignito compacto ó azabache , sustancia de un negro in-
tenso y brillante, fractura concoidea, dura y susceptible de
adquirir un buen pulimento; en varios ejemplares se presenta
el tejido leñoso bastante visible, hasta el punto de poder
apreciar las capas concéntricas que corresponden á las de la
madera. Los azabaches arden con llama bastante viva y de-
jan poca cantidad de cenizas.
3. a Lignito común ó madera fósil, ofrece un color pardo
oscuro ó pardo claro, siendo su estructura esencialmente fi-
brosa é idéntica á la que presentan los vegetales; por lo co-
mún es mate, de fractura desigual, tiene analogía con la tur-
ba y contiene gran cantidad de agua higrométrica.
4*‘l Lignito bituminoso , presenta también una estructura
fibrosa, pero en los demás caractéres exteriores se parece
mas á las sustancias bituminosas que a los carbones; su co-
lor es el pardo oscuro ó pardo claro.
5. Lignito terroso , se halla en masas terrosas mates, que-
bradizas, de color negro ó pardo de clavo. Varios de’ estos
lignitos suelen contener piritas de hierro; expuestos á la ac-
ción del aire se eflorescen, se inflaman y dan origen á sulfa-
tos de hierro y de alumina, los cuales pueden obtenerse por
lexivacion. A esta variedad corresponde la tierra de sombra
ó de Colonia, sustancia terrosa compuesta de grano fino y
suave al tacto, arde ó se inflama con facilidad, exhalando un
olor desagradable; ciertos ejemplares suelen contener restos
de plantas.
Algunos mineralogistas incluyen en el lignito á la sustan-
cia denominada Dusodila por Cordier, ó sea lignito hojoso y
marga papirácea de otros autores; este mineral ofrece estruc-
tura hojosa compuesta de láminas delgadas y flexibles, color
gris amarillento ó gris verdoso; arde con facilidad y exhala '
un olor fétido que recuerda el del asafétida; esta variedad
que se ha encontrado en Mellili (Sicilia) y en algunos otros
sitios, tales como en Saint-Amand (Auvernia) y en las cer-
canías de Narbona, recibe el nombre que lleva por su olor
desagradable f dusodis, fetidez). La dusodila, según la opinión
de eminentes mineralogistas, no es mas que un combustible
pizarroso formado de restos de plantas resinosas, unidas á
infinidad de caparazones ó dermo-esqueletos silíceos de ani-
males infusorios.
Y acimiento. — Los lignitos pertenecen á los terrenos
secundarios y terciarios, presentándose desde luego en el
piso del lias; pero en realidad solo se hallan constituyendo
grandes masas susceptibles de ser explotadas en el segundo
de los terrenos mencionados; en algunos puntos los lignitos
están relacionados con ciertas rocas volcánicas. Los criade-
ros mas importantes de este combustible se encuentran en
Suiza, Tirol, Hungría, Génova, Irlanda, etc. Son notables
los depósitos de lignito que existen en varios puntos; en
Soissonnais, por ejemplo, se halla en las pizarras y arenas del
terreno terciario inferior; en el Mediodía de la Francia se
encuentran lignitos en el terreno mioceno; los departamen-
tos franceses en que se explotan lignitos son: Bocas del Ró-
dano, Bajo Rhin, Vosgos, Aisne, Gard y Herault.
23
CARBONES
I78
En España abunda extraordinariamente el lignito, tenien-
do desde luego mayor importancia que la ulla, supuesto que
se presenta en grandes masas en casi todas las provincias de
la Península. Son notables bajo este punto de vista las si-
guientes localidades: U trillas, Riodeva, Torrelapaja y Me-
quinenza (Aragón), Alcoy (Alicante), Benifasar, Molinell y
Espadilla (Castellón), siendo notable el ultimo punto, por-
que los lignitos contienen ejemplares de succino; Mora de
Rubielos (Teruel), criadero importante por los vegetales fó-
siles que existen en una capa de marga, relacionada con el
lignito, y que contiene multitud de fósiles pertenecientes á
los géneros planorbis , cyclas y otros gasterópodos; San Mateo
de Bages y Fals, partido de Manresa, y Moyá, Santa Colo-
ma de Saserra, del de Vich, correspondientes á la provincia
de Barcelona, así como también en Igualada, Isona, Calaf,
Almatret y Granja de Escarpe (Lérida). Se encuentra tam-
bién este combustible en los terrenos cretáceos de Pobla de
Lillet, San Julián de Serdañola, Malañeu, Figols y otros
pueblos del partido de Berga (Barcelona), Seo de Urgel y
Puigcerdá (Gerona), Santa Coloma de Queralt (Tarragona),
Juarros y Valdivielso (Burgos), Reinosa y otros puntos déla
provincia de Santander, Villaviciosa (Asturias), Casarejos
(Lorca), en varios sitios de Extremadura baja y Sierra Mo-
rena, Rey y Ugijar (Granada), Arboleas y Vera (Almería),
Segura (Albacete), Minglanilla (Cuenca), Prejano( Logroño),
Hernani (Guipúzcoa), etc., etc. La Dusodila abunda sobre-
manera en el criadero de azufre de Hellin.
USOS. — Se emplean, del mismo modo que lasullas, como
combustible; sin embargo, no suelen utilizarse para obtener
altas temperaturas á causa de las muchas sustancias volátiles
que desprenden, siendo, por el contrario, muy á propósito
para producir un fuego de fuerza media; la variedad, que
hemos denominado piriforme, tiene usos idénticos á los de
la ulla; el azabache ó lignito compacto se usa para la fabri-
cación de objetos de adorno, como collares, pendientes, bo-
tones, sortijas, etc., destinadas á piedras de luto; los lignitos
que contienen piritas se benefician para la obtención de los
sulfatos de hierro y de alumina; por último, la variedad ter-
rosa ó tierra de Colonia se utiliza en la pintura y preparación
de colores.
TURBA— composición variable
CARACTERES. — La turba es el combustible mas mo-
derno, y el que presenta mas analogías con las plantas que
viven en la actualidad. Esta sustancia tiene color pardo ó
negruzco, estructura compacta, pizarrosa, térrea, esponjosa ó
porosa, muy ligera, presentando muchas veces restos de ve-
getales como raíces, hojas, etc., no siendo, en último término,
mas que una aglomeración de estos restos mas ó menos pro-
fundamente alterados. Arde ó se inflama fácilmente con llama
ó sin ella, produce un humo parecido al de la yerba seca,
exhalando al propio tiempo un olor picante y desagradable.
Por destilación da, entre otras sustancias, el ácido piroleñoso
y deja por residuo una materia carbonosa, negra y mate pa-
recida al cok, cuya materia tiene aplicación como combus-
tible, tanto en la economía doméstica como en la industria.
La composición de la turba es variable, como lo prueban
los análisis siguientes:
LOCALIDADES
Demera ry
Chateau
Laudon
Clermont
Reims
Carbono.. .
23j5°
26,00
30,10
34,9°
Cenizas. . .
Materias vo-
i7,3°
15,00
17,40
6,80
látiles. . .
59.2o
59.00
52,50
5S.50
•
100,00
100,00
100,00
100,20
VARIEDADES. — i.a Compacta, de color pardo, aspecto
homogéneo y fractura térrea con lustre resinoso; 2.a fibrosa,
parecida al fieltro y constituida de fibras y otros restos de
vegetales. Algunos mineralogistas admiten como variedades
principales las siguientes: i.a turbas compactas, terrosas ó le-
gamosas, que no viene á ser mas que una especie de manti-
llo solidificado mediante la presión, el entretejido de los res-
tos de plantas y la mezcla de sustancias terrosas; 2.a turbas
bastas, fibrosas ó musgosas, variedades en que abundan ex-
traordinariamente los restos de vegetales. Además, se desig-
na con el nombre de turbas de pantanos aquellas que no
contienen mas que despojos de plantas terrestres, mientras
que se llaman turbas marinas, las que solo llevan restos de
vegetales marinos, especialmente fucus, estando formados en
varios casos de estas plantas sin que contengan ninguna otra
sustancia. Las plantas que originan la turba, luego que pier-
den por completo su organización á causa de la permanencia
mas ó menos larga en los sitios pantanosos, se trasforman en
gran parte en materias especiales que reciben el nombre de
ulmina y ácido úlmico, que constituye uno de los elementos
importantes de la turba.
Yacimiento. — Se encuentra la turba muy abundante
en el terreno cuaternario y moderno; se halla en todos los
países pantanosos en que existen ó han existido aguas de
escasa corriente; en este caso se presentan inmediatamente
debajo del subsuelo ó tierra vegetal cubierta por una capa de
arena ó de limo. La turba constituye grandes depósitos ó ca-
pas separadas por diversos materiales de acarreo, siendo
muy frecuentes en todas las partes bajas de nuestro conti-
nente; tal es lo que se observa en Holanda, Hannover,
Westfalia, Dinamarca, Suecia, Irlanda, Baviera, etc. Se en-
cuentra también, aunque formando pequeños depósitos, en
algunos altos valles y gargantas de ciertas montañas. Las
masas de este combustible ofrecen, por lo general, bastante
espesor, estando la generalidad debajo de las aguas, y muy
pocas en los sitios secos. Cuando las turberas no se obser-
van á primera vista, porque están ocultas por una vegetación
mas ó menos exuberante, se reconocen desde luego por la
elasticidad que presenta el terreno que parece que tiembla
debajo de los pies, por su blandura y porque es muy difícil
andar sobre él sin sumergirse.
Muchas especies de plantas contribuyen á la formación
de las turberas, siendo desde luego las mas principales varias
de las que pertenecen á las secciones de las algas, musgos,
ciperáceas y betuláceas. Por lo común, se hallan en las tur-
bas sustancias de naturaleza muy distinta; así, por ejemplo,
suelen contener fosfato de hierro y piritas, aunque Alejandro
Brongniart cree que las turbas llamadas piritosas no son
sino variedades de lignito. Llevan también las turbas gran
cantidad de restos de conchas de agua dulce, cuyos anima-
les se han descompuesto á la vez que las plantas, debiéndose
á ellos el olor fétido que exhalan aquellas por la combustión;
finalmente, suelen contener despojos de mamíferos que per-
tenecen á séres que viven en la actualidad, troncos ó frag-
mentos de árboles y diversos objetos, armas, cerámica, etc.
Además de las localidades indicadas, hay turberas en las
mesetas muy elevadas de los Vosgos y de los Alpes, en la
desembocadura de los rios Somma, Mosa, Rhin, etc En
Francia se encuentran turberas en todo el valle del Somma,
desde San Quintin hasta Abbeville. En España tenemos tur-
ba en bastante abundancia en el litoral de Almenara, Mur-
viedro y otros sitios de la costa de Valencia, cercanías de
Gijon, Bilayo y en varias localidades de la Sierra de Bode-
naya y Llano de Muron (Asturias); existe también en los Al-
faques del Ebro, en diversos puntos de Galicia, Santander,
Madrid, Toledo, Guadalajara, etc.
CONISTONITA
ORÍGEN DE LA TURBA. — Se ignora en realidad la
verdadera causa que contribuye esencialmente á la formación
de este combustible, así como tampoco se ha podido expli-
car hasta ahora, porqué existe en ciertas marismas y en otras
no, siendo así que en unas y otras hay plantas sometidas, en
apariencia al menos, á las mismas condiciones. Es un hecho,
síd embargo, que en los países intertropicales no hay indicios
de turba, lo que prueba que una temperatura muy elevada
no es á propósito para la formación de este combustible.
Para que se produzcan las turberas se necesita desde luego
una humedad constante, aguas de poco fondo, que éstas se
renueven con cierta lentitud y que no se agoten durante el
verano, influyendo también la naturaleza de las plantas que
viven en estas aguas.
USOS. — Se emplea esta sustancia en tres estados distin-
tos: i.° en su estado natural; 2.0 en estado compacto ó sea
en masas que han experimentado una disminución de volu-
men bastante considerable, á causa de haberlas sometido á
una fuerte presión; 3.0 en estado de carbón. Se utiliza la tur-
ba como combustible, especialmente en aquellos países que
carecen de árboles; las cenizas que resultan de su combustión
se emplean en agricultura para abonar las tierras silíceas y
calizas, habiéndose observado que sirven esencialmente como
fertilizante de ciertos terrenos.
4
Resumiendo todo lo relativo á las sustancias combustibles,
diremos que los llamados carbones se presentan siempre en
grandes masas (excepto el grafito) de sumo interés para la
economía doméstica, metalúrgica y demás ramas de la in-
dustria. Su estudio corresponde esencialmente á la Geología
y á la Química, mas bien que á la Mineralogía, puesto que,
como tan oportunamente manifiesta Delafosse, solo una cos-
tumbre antigua y cierta tolerancia hacen que se describan
como especies mineralógicas. Estos cuerpos realmente care-
cen de los verdaderos atributos ó caractéres esenciales de la
179
especie, como una composición definida y forma ó estructura
cristalina. I odos tienen origen orgánico, procediendo como
varias \eces se ha indicado, de plantas que han experimen-
tado modificaciones tanto mas profundas, cuanto mas anti-
guas son. Así, si se comparan sus cualidades químicas con
las de la madera, se verá que puede establecerse una serie
gradual y sucesiva desde ésta á la turba, de la turba al ligni-
to, del lignito á la ulla y de ésta á la antracita. Con efecto,
si se estudian los lignitos y las turbas que corresponden al
terreno cuaternario y aun á los terciarios, se verá que pre-
sentan una verdadera estructura orgánica, siendo tan com-
pleta en algunos casos, que no queda duda de ningún género
respecto á su origen; pero si, por el contrario, se estudian
las antracitas y aun las ullas, se notará en general que no
son mas que masas negras, brillantes, de estrucRir* compacta
ó pizarrosa, y que producen un polvo negro ó mas ó menos
pardusco: por otra parte, estos dos últimos combustibles son
muy escasos en los terrenos secundarios, encontrándose con
preferencia en los primarios ó paleozoicos, y sobre todo en
el que hemos denominado carbonífero. Esta diversidad de
caractéres físicos y de yacimiento, pudiera hacer sospechar
que los lignitos y las turbas distan mucho de la ulla y de la
antracita; pero el origen vegetal de unas y otras queda fuera
de duda tan luego como se examina con detenimiento la ulla
y aun la misma antracita; con efecto, ciertos ejemplares del
primero de estos combustibles ofrecen, observados con el
microscopio, restos de organización vegetal, así como tam-
bién se encuentran frecuentemente en las capas de areniscas
y pizarras que acompañan á las ullas, y en las hojas de las
mismas pizarras que están mezcladas con el carbón de pie-
dra, impresiones de plantas tan manifiestas y completas, que
los botánicos actuales han podido clasificarlas con facilidad
suma, colocándolas, por lo tanto, en su grupo correspon-
diente, y estableciendo de esta manera la relación que hay
entre la flora actual y las primitivas.
APÉNDICE Á LOS COMBUSTIBLES
SALES ORGÁNICAS
Las sustancias comprendidas en este apéndice están for
ladas de un ácido vegetal combinado con un óxido
base metálica. Las especies mas importantes de este grut_ _
on las siguientes: i.a melita; 2.a conistonita, y 3.a oxalita, á
s cuales puede agregarse el guano, sustancia de origen
animal.
MELITA MELITATO Ó MELATO DE ALUMINA HIDRATADO
— Fórmula química M203, OO3
Caractéres. La melita (de mcllis , miel) ofrece las
propiedades siguientes: cristaliza en forma de octaedros que
derivan del segundo sistema cristalino; color amarillo de miel
ó amarillo pardusco, lustre casi resinoso y fractura concoi-
dea, trasluciente, raya al yeso y se deja rayar por la caliza,
estando representado su peso específico por 1,5. Por me-
dio de la llama de una bujía se blanquea; expuesta á un
fuego prolongado tiene la particularidad de reducirse á pol-
vo, sin desprender humos ni olor alguno; soluble en el ácido
nítrico, y si se trata esta disolución por el amoniaco, se pre-
cipita la alumina.
COMPOSICION
Acido melítico. .
Alumina. 1 . j \
Agua . . . . .
100,0
YACIMIENTO. — La melita hasta ahora solo se
contrado en una arcilla negra de Moravia, y en un lignito en
Billin (Bohemia) y Arfern (Turingia). En las localidades ci-
tadas existen octaedros sencillos ó modificados, ofreciendo
torneaduras en los ángulos, pasando de esta manera á un
dodecaedro romboidal simétrico; estos cristales se hallan
unas veces aislados y otras, por el contrario, agrupados y de
algún tamaño.
CONISTONITA — oxalato df. cal hidratado
Caractéres. — La conistonita, así llamada por haber-
se hallado en Coniston (Cumberland, Inglaterra), cristaliza
i8o
COMBUSTIBLES
prisma romboidal recto de 67o perteneciente al tercer
sibteraa cristalino; color blanco, lustre vitreo, muy frágil y
bando, siendo su peso específico de 1,8. Mediante la acción
jíI fuego desprende cierta cantidad de agua y se convierte,
cunando oxígeno, en carbonato de cal; en este caso se di-
suelve con efervescencia en el ácido nítrico, dando la diso-
lución un precipitado blanco por ácido oxálico ú oxalato
Enónico.
COMPOSICION EN PESO
Acido oxálico. . .
Oxido de calcio. .
Agua.
Magnesia y s
GUANO — COMPOSICION y fórmula indeterminada
CARAGTÉRES. — Sustancia sólida, constituyendo masas
considerables de color amarillo y de un olor fuerte amonia-
cal. Se ennegrece por la acción del calor ó del fuego con
desprendimiento de olor amoniacal; se disuelve mediante la
elevación de temperatura en el ácido nítrico ; si se evapora
esta disolución, el residuo que resulta, desecado con pre-
caución, adquiere un color rojo, propiedad ó carácter que
indica desde luego la presencia de un ácido especial, el
úrico.
El guano, según los análisis practicados por diferentes
eos, consta de los cuerpos y proporciones siguientes:
99,049
PDF Fl AMM L
YACIMIENTO. — La conistonita existe como se ha di-
cio en las cercanías de Coniston en Cumberland (Inglaterra).
dato de amoniaco.
Oxalato de cal. . .
Urato de amoniaco.
Fosfato amónico. .
)re
OXALITA Ó. .HUMBOLDTITA — oxalato de hierro
hidratado — Fórmula química Fe?03,C203
ACTÉRES. — La oxalita ó Humboldtita (dedicada al
Laron de Humboldt) se presenta en masas pequeñas
de color amarillo de ocre ó amarillo de paja; algu-
~s se halla en cristales capilares; muy blanda, tenien-
peso específico representado
on del soplete ó de una tempe
olor análogo al de leña qu
tiempo en un residuo magnéti
\
1,4. Mediante
vada, despren-
irmándose al
hierro).
Idem manganésico-amónico.
de potasa. . . .
de sosa
o amónico. . . .
Fosfato de cal
Arcilla y arena
Materias orgánicas solubles.
Idem insolubles.
TACIMl
10,00
7.00
9.00
6.00
2,60
5,5°
3,9o
4,5°
4,70
12.00
20,50
100,00
Oxido fe
COMPOSICION EN PESO
ílico
Aguí
42,
41,40
15,90
YACIMIENTO. — Esta sustancia fue descubierta por-
Mariano Rivero que la dió el nombre de Humboldtita,
oenominacion que no ha sido aceptada, porque con este
sombre se designaba ya al silico-borato de cal; se halla ade-
nás esta sustancia en diversas localidades, especialmente en
(Bohemia),
— 1 1 ^ 1 riENTO. — El guano es un produc-
to orgánico que se halla en masas considerables procedentes
¡lomeracion de excrementos, restos de huesos, etc, de
diversas aves acuáticas. Se encuentra esta sustancia, en las
las Chinchas, Uo, Iza, etc (Perú), en capas de 15 á 20 me-
de espesor; existen también algunos criaderos en las
•stas de Chile, Africa y otros puntos.
USOS.— El guano es uno de los abonos mas apreciados
los agricultores americanos y europeos; sus cualidades
fertilizantes son debidas esencialmente á las sustancias amo-
niacales que contiene, supuesto que, como puede observarse
en la composición, consta de cloruros, oxalatos, uratos y fos-
fatos de amoniaco.
En España se hace un gran consumo de esta sustancia,
sobre todo de la importada del Perú, sacando el gobierno de
esta república hispano-americana pingües beneficios de la ex-
plotación del guano de las islas Chinchas, que, como es sa-
lo.
UNIVERSIDAD AUTON
FIN DE LA MINERALOGÍA
GEOLOGIA
INTRODUCCION
La Geología es la ciencia de la tierra, como su misma
etimología lo da á entender, siquiera con alguna restricción,
pues las raíces ge, tierra, y legos, discurso, parece que quieren
dar á entender que ha de tratarse de la tierra bajo todos sus
variados aspectos; mientras que en rigor, la misión de dicha
ciencia se reduce á estudiar y conocer el estado actual de la
superficie, los agentes que sobre la costra sólida actúan para
que este dato pueda servirnos de norma segura, cuando tra-
temos de averiguar los diferentes cambios que el globo ha
experimentado en su composición mineral y orgánica, y en
la estructura de esa misma costra, y demás accidentes pasa-
dos y actuales, objeto principal de la ciencia.
Para probar que el globo no ha estado siempre tal cual le
vemos hoy, han de aducirse en el curso de la obra tantas y
tan poderosas razones, que llevaremos el convencimiento
hasta el ánimo de las personas menos dispuestas á ello; pues
bien, la ciencia geológica tiene por fin principal averiguar
todos los cambios que ha experimentado nuestro planeta,
desde su origen hasta la época actual; y por esto se la llama
también Historia de la tierra, que no otra cosa es el conoci-
miento de todas las vicisitudes por que pasan los séres.
Estudiaremos, pues, la tierra, tal como debe haber sido en
el primer período de su existencia, cuando en sentir de los
hombres mas competentes, ofrecía el aspecto de un globo de
fuego y luz parecido ó análogo al que hoy presenta el centro
solar; veremos después de qué manera y por qué admirables
procedimientos se ha ido formando, por enfriamiento y oxi-
dación, lo que llamamos costra sólida, análogamente, en mi
concepto, á la que se está hoy formando al rededor del sol,
siendo las manchas que tanto preocupan á los astrónomos,
una manifestación clara y evidente; formada ya la corteza,
trataremos de estudiar y conocer los singulares efectos de la
reacción del interior ígneo de nuestro globo contra el exte-
Í or mas ó menos consolidado, que es lo que en términos
científicos se llama Volcanismo, en virtud del cual aparecen
hoy y surgieron en otros tiempos del interior de la tierra,
gran número de materiales que constituyen el eje de las
principales cordilleras, que sometidos mas tarde á la acción
de otros agentes, dieron y aun hoy siguen dando despojos
con los que se forman en el seno de las aguas depósitos muy
importantes que por su disposición y estructura contrastan
con aquellos mismos de que proceden.
Como la misteriosa aparición de la vida en nuestro pla-
neta coincidió precisamente con la instalación de las aguas
á la superficie, y el comienzo de lo que llamaremos terrenos
de sedimento ó estratificados, también daremos una idea de
este notable acontecimiento; siquiera otra ciencia hermana
de la Geología, esto es, la Paleontología, se encargue de una
manera mas concreta de todo lo referente al origen, desar-
rollo y estado actual de los séres orgánicos, vegetales y ani-
males. Sin embargo, no puede prescindirse en un tratado de
Geología, de reseñar el diferente aspecto que en las diversas
épocas han ofrecido las Faunas y Floras que poblaban la
superficie terrestre, por cuanto estos cambios se relacionan
estrechamente con los que experimentaba á la par la mate-
ria mineral, cuya composición, estructura y manera de pre-
sentarse, son también rcomo]es natural, del dominio de tan
importante ciencia.
Dada ya una idea de los puntos capitales que abraza la
( xeología, según el orden de su natural desenvolvimiento, al
proceder al desarrollo de cada uno de ellos, con el fin de al-
canzar su cabal inteligencia, tropezamos con una dificultad
gravísima en cuanto á su exposición; que consiste en que no
habiendo presenciado el hombre, por mucha que sea la an-
tigüedad que se le conceda, con arreglo á los últimos descu-
brimientos, sino las últimas operaciones terrestres, difícil-
mente podremos formarnos idea de lo anterior, faltos de una
pauta ó norma que nos sirva de guia. Afortunadamente, la
consideración de que siendo la materia terrestre siempre la
misma, é idénticas las causas á que se halla sometida, ha ser-
vido de base para el método expositivo de la ciencia que
desde hace cuarenta años se ha adoptado por los hombres
mas competentes, los cuales han creído que siendo el estado
actual de la tierra el fiel trasunto de lo que ha sido en otros
tiempos, había que empezar su estudio por lo que pasa hoy
á nuestra vista, y es ¡objeto de sérias disquisiciones; dedu-
ciendo de este exámen lo que ha debido ser el globo en otras
épocas, sometido á la influencia de causas idénticas ó análo-
gas. De aquí el tener que principiar el tratado de la Geología
por una primera parte, que se reduce al estudio de la tierra
tal cual hoy la vemos; y el de las causas ó agentes que sobre
la superficie ó su interior actúan. Adquirido ya este conoci-
miento, surge inmediatamente la necesidad de averiguar pri-
mero la composición mineral por ser la mas sencilla, y la or-
gánica después: y como quiera que estos minerales, léjos de
hallarse esparcidos al acaso, obedecen á determinados prin-
cipios ó leyes en sus diferentes combinaciones, para la cons-
titución de la costra sólida, resultan, lógicamente discurrien-
do, otros dos capítulos ó partes muy importantes de la cien-
cia; que serán la 2.a y 3.a \JvJ
Por último, del conocimiento del estado actual de la su-
perficie y de los agentes que la modifican sin cesar, de la
composición mineral y orgánica de la parte de costra sólida
que está á nuestro alcance y de las leyes que han presidido
su admirable colocación, fácilmente podemos elevarnos has-
ta el concepto del origen de nuestro planeta y de las diferen-
tes vicisitudes y cambios que ha experimentado durante su
larga y peregrina historia.
Cuatro son, pues, las partes en que debe dividirse este tra-
tado, en virtud de las consideraciones que preceden, y son:
i.a Geografía, que dividiremos en estática y dinámica.
Geognosia, ó estudio de la composición del globo.
a
I$2
INTRODUCCION
\m
• i
r
.* u
3.a Geonomía, investigación de las leyes que han regido
los diferentes cambios que dichos materiales han experimen-
tado.
Y 4.a Geogenia ó geogonía, origen de la tierra.
Fijando por un momento la atención en la índole especial
de cada una de estas cuatro partes, fácilmente se echa de
ver que las dos primeras revisten el carácter analítico; al paso
que las dos últimas son, por decirlo así, sintéticas; es decir,
aquellas partiendo de la unidad llamada tierra, la dividen y
subdividen hasta llegar á su último elemento constitutivo,
ora pertenezca á la superficie, ó al interior de la costra sóli-
da, bien sea como accidentes geográficos y causas que los
determinan, ó como elementos integrales de su composición
rl
material. Por el contrario, las dos últimas, partiendo de lo
que podremos llamar unidad elemental terrestre, roca y fósil,
tienden en reunirlas en grupos cada vez mayores, llegando á
otras unidades de orden superior llamadas formaciones y ter-
renos, cuyas diferentes combinaciones y relación armónica
nos conducen, como por la mano, á considerar la totalidad
del globo, estudiando el diferente aspecto que este ofrecía
en cada una de las épocas de su interesante historia. Funda-
dos en estos datos y consideraciones, exponemos en el ad-
junto cuadro los variados aspectos bajo los cuales puede hoy
estudiarse la ciencia geológica para que pueda formarse de
ella una idea clara y metódica, dados los admirables progre-
sos por la ciencia realizados en lo que va de siglo.
i Puntos de vista i
aatópticoni mi rj Geografíjj
analítica. . •/
Geología..
criptorístíco..
i troponómico.
xriptológico..
sintética.
. . j Geognosia
. ,| Geonomía
• ')
Geogenia
física.
astronómica Cosmografía.
( Orografía.
( Hidrografía.
/ . I internas
, \ flslcas externas.
causas actuales. . . ( animales.
íK Vf\\ ' °rgaD1CaS' ' ■ ' < vegetales.
ico m posición del í mineral rocas.
j globo (orgánica fósiles.
f distribución de los en el tiempo terrenos.
materiales terres-
Figura en el cuadro anterior la importantísima considera-
ción de los puntos de vista admitidos por el insigne físico
Ampere, en su clasificación general de las ciencias, por la
claridad suma que imprime á toda exposición científica, ora
se haga uso en la cátedra ó en el libro; cualidad excelente
del método por aquel propuesto, sea cualquiera el concepto
que acerca de esta clasificación se forme por los críticos, á
la cual debo lo poco que sé de Geología y de otros ramos
análogos que he cultivado. Tan persuadido estoy de la bon-
dad del sistema, que no solo lo he adoptado en la cátedra y
en los diferentes libros que sobre Geología he escrito, sino
que me sirve de norma en la redacción de la Paleontología y
Antropología que en estos momentos estoy escribiendo.
Llama Ampere autóptico, palabra derivada de autos, el ob-
jeto mismo, y optogai, yo veo, aquella parte de la ciencia que
trata de la tierra considerada en su totalidad, y en los acci-
dentes de su superficie; y la designa así, por ser el asunto de
que trata el primero que salta á la vista, como sucede en la
inspección de cualquier objeto, en el cual, la forma, el volú-
men, los variados accidentes de la superficie es lo primero que
nos es dado observar; de consiguiente, por aquí es por donde
debemos empezar si queremos proceder de lo simple á lo
compuesto y de lo conocido á lo desconocido, no solo en el
estudio de cualquier objeto, sino también en la exposición
de la ciencia que á él pueda referirse. Ahora bien, haciendo
aplicación de estas ideas á la Geología, corresponde al punto
de vista autóptico lo que llamamos Geografía, que luego di-
vidimos en estática, dinámica, astronómica, orográfica é hi-
drográfica, según sean los diferentes conceptos en que estu-
diamos la totalidad ó la superficie del globo.
Criptorístíco, de criptos , oculto, y oristico , de orizo, yo exa-
mino, es el segundo punto de vista de Ampere, cuyo objeto,
deducido de su propia etimología, consiste en estudiar lo
oculto, es decir, aquello cuyo conocimiento exige algo mas
que la simple inspección de los accidentes de la superficie
del globo. Por eso corresponde este punto de vista á la Mi-
tres ■ en el espacio formaciones.
origen del globo y su historia. Ar-
t génesis del planeta. ' monía entre la Geología y el Gé-
^ ( nesis bíblico.
neralogía y Paleontología, es decir, á los dos ramos del saber
que tratan de los séres inorgánicos y orgánicos, y de ahí el
nombre de Geognosia, derivado de g/iosco, is, conocer, con
que se designa esta segunda parte de la ciencia, ya que, se-
gún el común asentimiento de los geólogos, aplícase dicha
palabra al conocimiento de la composición mineral y orgáni-
ca de la tierra.
Califica Ampere de troponómico al tercer punto de vista,
porque conocida ya (refiriéndonos á la Geología) la composi-
ción mineral y orgánica de la tierra, surge naturalmente en
el ánimo el deseo de averiguar si dichos materiales compo-
nentes del globo están distribuidos al acaso, ó si obedecen
á determinados principios; lo cual ya implícitamente supone
que el globo no ha ofrecido siempre el mismo estado que
hoy presenta, sino que ha experimentado diferentes variacio-
nes, que son las que nos proponemos estudiar en esta tercera
parte del libro, que llamamos Geotroponomía : de ge, tierra;
tropos , cambio, y nomos , ley, resumiendo en dos palabras to-
dos los cambios que ha experimentado el globo en el tiempo
terrenos, en el espacio formaciones. A fin de facilitar el len-
guaje, puede llamarse Geonomía esta parte de la ciencia.
Por último, punto de vista criptológico llama Ampere al
cuarto de su clasificación, porque se trata, no ya de exami-
nar lo oculto como en la Geognosia, sino de discurrir sobre
los datos ya adquiridos, acerca del origen de la tierra, y de
las vicisitudes por que ha pasado desde tan remotísima fe-
cha hasta nuestros dias, lo cual constituye su verdadera his-
toria.
Dedúcese de la simple exposición que acaba de hacerse,
cuán natural á la par que lógico y sencillo aparece, según
este modo, el desenvolvimiento de una ciencia tan compli-
cada y extensa como la Geología; en el cual, no dándose un
paso en el estudio sin hallarse en posesión de los datos an-
teriores, no solo se camina sobre seguro, sino que llega á
adquirirse una claridad tal, que sin grande esfuerzo la Geo-
logía, así presentada, pueden comprenderla hasta las perso-
INTRODUCCION
lS3
ñas menos versadas en esta clase de estudios; atreviéndome
á decir que puede compararse el método aquí propuesto á
una vasta pirámide que, descansando en amplísima base,
cual es el minucioso exámen de todo cuanto pasa hoy á
nuestra vista, va elevándose gradual é insensiblemente y
concretándose también mas y mas el asunto, completando
con las nociones que se adquieren en cada una de las partes
de la ciencia, lo de las precedentes que antes sirvieran de
base, hasta que de la Geografía física pasando á la Geogno-
sia, y de esta á la Geonomía, se llega á la cima ó cúspide,
donde, como coronamiento digno del edificio científico,
colocamos la Geogenia, ó sea lo mas oculto sobre lo que
puede discurrirse, refiriéndonos á la tierra.
1 odo lo que precede, refiérese como es natural á la cien-
cia considerada bajo el punto de vista especulativo ó pura-
mente teórico, en cuyo concepto la Geología, vistas sus re-
laciones con los demás ramos del saber, y dada su índole
especial, puede decirse que ocupa el lugar mas culminante
entre las ciencias cosmológicas, sin desconocer por esto que
la Astronomía, como ciencia del Universo, considere á nues-
tro planeta como comprendido dentro de su dominio. Pero
dada la tendencia de los tiempos que corren, hay que consi-
derar á la Geología como ciencia de grandísima significación,
bajo el punto de vista de sus aplicaciones, lo cual aumenta
extraordinariamente su importancia, mereciendo excitar el
gusto de su estudio y perfecto conocimiento, así del agri-
cultor como del industrial, del médico como del juriscon-
sulto, y del militar é historiador; á todos los cuales puede
suministrar la ciencia preciosos é interesantes datos para
reconocer y mejorar la tierra ó suelo vegetal; descubrir y
explotar sustancias útiles; conocer y utilizar en pro de la
humanidad sana o enferma todas aquellas sustancias terres-
tres que pueden influir en la salud de los pueblos, y el hi-
drotermatismo como poderoso recurso terapéutico; para
apreciar detenidamente el carácter moral de las naciones,
estrechamente relacionado con la naturaleza y accidentes de
los terrenos; para dirigir oportunamente el arte de la estra-
tegia, y para establecer, por último, sobre sólidas bases el
comienzo de la historia humana.
Hasta puede servir la historia de nuestro planeta para con-
firmar con razones científicas la fe, que, como buenos cre-
yentes, tenemos (los que tal fortuna alcanzamos) en la verdad
de la revelación Mosáica, así en lo referente á las armonías
que en nuestro concepto existen y trataremos oportunamente
de probar entre el Génesis y la ciencia, como en lo tocante
al origen y remota antigüedad de nuestra especie.
, Por donde se ve la trascendencia suma de la ciencia geo-
lógica, considerada bajo sus dos aspectos, especulativo y de
aplicación, y cuán punible es la indiferencia con que entre
nosotros se mira esta clase de conocimientos que, proporcio-
nando solaz á la par que utilidad, recrean el ánimo y pro-
porcionan abundantes veneros de riqueza. Hay que persua-
dirse, y á la consecución de este objeto hemos de contribuir
con todas nuestras fuerzas, siquiera exiguas, que si el país
quiere conquistar de nuevo el lugar preeminente entre todas
las naciones de Europa, que en otros tiempos alcanzara por
la fuerza de las armas y la habilidad de sus grandes diplomá-
ticos y capitanes, forzoso es que se dedique la juventud al
cultivo de las ciencias en general, y especialmente al de las
Naturales, y entre estas á la Química, á la Física y á la Geo-
logía, cuya posesión, menos costosa que la de la política y
la guerra, ha de proporcionarle el bienestar, hijo de las me-
joras materiales y morales que el cultivo de estos ramos del
saber proporciona.
Consideraremos, pues, á la Geología bajo sus dos aspec-
tos, teórico y práctico; dando, como es consiguiente, mayor
importancia al primero, por la índole propia de la obra, aun-
que procurando amenizar esta parte especulativa de la cien-
cia, con la indicación, ora de sucesos mas ó menos extraor-
dinarios, pero relacionados con lo que pudiéramos llamar
vida de la tierra, aunque en sentido metafórico, ora respecto
de la utilidad que puede obtenerse de la piedra, del metal,
del tosil o del terreno, á medida que los vayamos descri-
biendo; con el plausible propósito de realizar, como decía el
poeta, lo útil con lo agradable, quitando algo del tono de se-
veridad que tiene la ciencia y que contribuye á que muchos
abandonen su estudio, por considerarle insuperable y fasti-
dioso.
Antes, sin embargo, de entrar en materia, será conveniente
que en breves frases manifestemos el íntimo enlace y estre-
chas relaciones que unen á la Geología con los principales
ramos del saber, con el doble objeto de hacer resaltar mas
la importancia de aquella y probar la necesidad de ciertos
estudios prévios para poder emprender con provecho su
cultivo.
La primera ciencia con la que la Geología conserva estre-
chas relaciones que pudieran llamarse de parentesco, es la
Astronomía, á la que la Geología pide datos acerca de la
procedencia, origen, forma y accidentes del globo que habi-
tamos en su calidad de cuerpo planetario. Los movimientos
de rotación y traslación que aquella determina con exactitud
matemática, la influencia que sobre su superficie y fondo
ejerce el satélite Luna, y el centro solar, con la determina-
ción de las estaciones, mareas, etc., y la influencia que todo
esto ejerce en el curso regular de las estaciones que tan di-
rectamente influye en la distribución de los séres orgánicos
en el globo, en las diversas manifestaciones volcánicas, etc.,
todo esto lo debe la Geología á la Astronomía; siquiera para
alcanzar la significación de este enlace no se necesiten, según
el giro que nosotros daremos á la cuestión, profundos y de-
tenidos conocimientos astronómicos. Pero la Geología paga
á la Astronomía estos servicios, devolviéndole á cambio el
conocimiento de la composición y estructura del globo, de
cuyos antecedentes deduce el astrónomo, eficazmente auxi-
liado del admirable análisis espectral, la uniformidad de
composición de todos los cuerpos planetarios.
A la Química debe hoy la Geología, quizás, la base mas
sólida de sus ulteriores progresos, determinando con admi-
rable precisión la naturaleza de los minerales y rocas que
constituyen la tierra, y las singulares metamorfosis que mu-
chos de sus materiales han experimentado con el trascurso
de los siglos; é ilustrando con la experimentación en el la-
boratorio de una manera concluyente, cuanto al génesis de
los materiales terrestres, y de nuestro propio globo, y á las
evoluciones que secularmente ha experimentado, se refiere.
Hasta tal punto es esto verdad, que bien puede asegurarse que
sin el eficaz auxilio del análisis y de la inspección microscó-
pica, seria harto difícil dar un paso seguro en el terreno geo-
lógico, sobre todo en lo que se refiere á la determinación y
clasificación de las rocas. Pero á su vez, la Geología sumi-
nistra á la Química datos de mayor importancia acerca de
los cuerpos naturales que estudia así en la corteza del globo,
como muy particularmente en las aguas minerales; pudiendo
decir que la mayor parte de los elementos que, sea como
tales ó en sus variadas y múltiples combinaciones, aquella
examina, proceden á veces en cantidades considerables, del
interior del globo.
Las relaciones de la Geología con la Física y la Meteoro-
logía son tan estrechas y variadas, que casi seria excusado
enumerarlas; bastando decir, por ejemplo, que aquella, con-
siderada bajo el punto de vista de la armonía que existe
entre los reinos orgánicos y las condiciones biológicas á que
INTRODUCCION
184
debieron adaptarse, constituye una verdadera Meteorología
retrospectiva interesantísima, que puede servir de verdadero
complemento al estudio de la actual, ilustrando de una
manera muy eficaz la historia de todas las vicisitudes por
que ha pasado el globo. Por otra parte, son por demás nota-
bles los auxilios que la Física presta á la Geología, con sus
teorías del calor, de la electricidad, de la luz, sobre todo
desde que reinan en el dominio de la ciencia las doctrinas
hoy corrientes de la unidad y correlación de las fuerzas y
de la trasformacion de unas en otras, principios fecundísi-
mos en resultados, y de los que la Geología se sirve como
esclarecimiento de sus mas importantes problemas, así como
la reciente aplicación del microscopio á la determinación
característica y ordenación metódica de los materiales ter-
restres que oportunamente daremos á conocer.
De los servicios recíprocamente prestados por la Geolo-
gía, la Botánica y la Zoología, fácilmente puede deducirse
el estrecho enlace que une á estos diferentes ramos del sa-
ber; con efecto, proponiéndose aquella dar una idea lo mas
completa posible del origen y ulteriores desenvolvimientos
de los reinos orgánicos, bien puede asegurarse que en este
concepto es el mas sólido fundamento de las otras dos, las
cuales, si pretenden explicar cumplidamente el reino vegetal
y animal, necesitan indispensablemente empezar por la Pa-
leontología; pues solo de esta manera podrán comprender
en su totalidad los reinos orgánicos. Pero por esta misma
razón, y dado que el organismo así vegetal como animal ha
sido creado bajo un plan, siempre el mismo, para poder
cultivar con provecho la Geología, es de todo punto necesa-
rio que preceda á su estudio un conocimiento cabal de la
Botánica y la Zoología, y muy especialmente de la Anato-
mía comparada.
Con la Mineralogía la enlazan vínculos tales, que casi
puede decirse, se confunde con la Geología en un mismo
concepto, siendo aquella el estudio analítico, y esta el sinté-
tico del reino mineral. De la costra sólida del globo tratan
ambas; con la sola diferencia de que la Mineralogía da á
conocer, por decirlo así, las letras ; y la Geología las sílabas
y palabras con que la naturaleza ha escrito la historia de
nuestro globo; de donde resulta que sin buenos conocimien-
tos del alfabeto mineralógico, será difícil, por no decir impo-
sible, que podamos leer y formar idea cabal de la combina-
ción de signos, mas complicados aun que los jeroglíficos
egipcios, que permanecen grabados en los estratos terres-
tres, como expresión fiel de los notables acontecimientos
que caracterizan tan peregrina historia. A su vez la Geología,
dando á conocer con exactitud el yacimiento de los diferen-
tes minerales, las mezclas o combinaciones, y la asociación
con otros, constituyendo las diferentes rocas que estudia el
geólogo, hasta tal punto dilata los horizontes del mineralo-
gista, y completa el concepto que debe formarse del reino
mineral, que sin dichos conocimientos queda reducida su
misión á la de un empírico conocedor de mayor ó menor
numero de especies minerales. Es menester de consiguiente
persuadirse, que sin el poderoso auxilio de la Geología, el
naturalista dedicado al reino mineral no puede elevarse á
una síntesis filosófica del mismo, ni comprender la significa-
ción que estos elementos alcanzan en la composición del
globo, dejando aparte que limitándose al estudio individual
de las especies, no sera fácil se dé razón de su origen mas ó
menos misterioso, ni de las asociaciones y relaciones que
las unen entre sí; estudio que á lo ameno, reúne la circuns-
tancia de ser muy importante en sus aplicaciones, excitando
vivamente la atención del diligente escrutador de las cosas
naturales.
Otra consideración estrecha mas, si se quiere, las relacio-
nes entre la Mineralogía y la Geología, cual es la de valerse
ambas, ó por mejor decir, el que las cultiva, del mismo mé-
todo y de idénticos procedimientos para llegar á poseerlas:
método que consiste en la observación minuciosa en la na-
turaleza misma de los minerales, rocas, fósiles, terrenos, etc.,
á cuyo propósito deben citarse las admirables frases con que
el célebre Valerio terminaba sus lecciones y su obra de Mi-
neralogía: /A, filii, decía, emite calaos; montes acccdite; val-
les, solí tu diñes, litora maris , terree profundos simes inquirite;
mineral íum or diñes, proprieta tes nascendi modos nótate: Ha
e/iim ad corporum proprietatumque cognitionem pervenietis ;
alias non. Que^ vertido algo libremente al castellano quiere
decir: «Hijos mios, calzad el coturno mineralógico; subid
á los montes; investigad ó explorad los valles, los desiertos,
el litoral del mar, y los senos profundos de la tierra; anotad
los grupos minerales, sus propiedades y diverso origen; pues
solo de este modo, y no de otro, alcanzareis el conocimien-
to de los cuerpos y de todo lo que á ellos se refiere.» La
experimentación completa en el laboratorio y gabinete de los
conocimientos que nos ha suministrado la observación di-
recta, reproduciendo en pequeña escala las grandes opera-
ciones de la naturaleza, llegando de este modo al cabal co-
nocimiento del origen de las sustancias terrestres, y de todo
aquello que mas directamente pueda interesarnos; á cuyo
fin concurren de una manera sobre toda ponderación admi-
rable, el microscopio y la análisis química, hasta el punto
de servir estos dos poderosos medios de investigación, de
base sólida y filosófica de las modernas clasificaciones de
minerales y rocas.
Para que el conocimiento de las relaciones de la Geología
con las demás ciencias naturales sea completo, pudiendo en
su virtud comprender la altísima significación de este mo-
derno ramo del saber, conviene hacer notar que los dos
problemas mas importantes que hoy preocupan á los sabios,
esto es, el del origen y desarrollo de la vida, y el de la fijeza
ó variabilidad sin límites del tipo específico, solo pueden
encontrar plausible solución, si de ello son susceptibles, re-
curriendo al inagotable tesoro de la ciencia geológica consi-
derada en su mas lata acepción, como historia completa del
reino mineral y orgánico terrestre.
La no menos trascendental cuestión del origen, antigüe-
dad y vicisitudes por que ha pasado nuestra especie, tampo-
co puede tratarse ni llegar á verdadero esclarecimiento sino
basándola en buenos y sólidos estudios geológicos; y es que
principiando la historia humana donde la terrestre concluye,
confúndense ambas en el mismo punto, conservándose los
mas antiguos vestigios del hombre en estado fósil entre los
últimos materiales depositados en el globo; de donde natu-
ralmente se deduce que las primeras páginas de nuestra
historia, no hay que buscarlas en los archivos, ni en las
inscripciones jeroglíficas y cuneiformes del Egipto, ó de la
Asiria; sino mas bien en la formación diluvial del terreno
cuaternario, ó quizás en las de sedimento plioceno ó mioce-
no, donde además de los restos fósiles de nuestra especie,
consérvanse los claros vestigios de su incipiente civilización,
asociado todo á plantas y animales también fósiles, y cuya
presencia claramente indica las condiciones biológicas que
ofrecía el globo á la sazón. De todo lo cual se desprende el
íntimo enlace que tiene la Geología con la Historia, de la
que con razón puede decirse, es aquella su mas sólido ci-
miento; habiendo nacido de esta feliz aplicación de la
Geología, un nuevo ramo del saber, que ocupa hoy á muy
privilegiadas inteligencias, y que por referirse al estudio y
esclarecimiento de los tiempos anteriores á lo que propia-
mente se ha llamado historia, ha recibido el nombre de Pre-
historia.
INTRODUCCION
Lo dicho basta, en mi humilde opinión, para comprender
que la Geología constituye una rama científica que, siquiera
haya tardado mucho á entrar en el concierto de las demás
ciencias y á conquistar el puesto que entre ellas le corres-
ponde, es uno de esos ramos que por su propia índole inte-
resa ó debe interesar á toda clase de gentes, cualquiera que
sea su misión en la sociedad; debiendo poseer su conoci-
miento, siquiera dentro de límites muy variados, tanto el
que se dedica á puras especulaciones científicas, cuanto
aquel que quiere apoyarse en ella para una de sus múltiples
aplicaciones; debiendo en rigor formar parte de la general
cultura de todo pueblo que aspire al honroso título de civi-
lizado.
Después de estas consideraciones generales, creo ya llega-
do el momento de entrar en materia; no sin trazar antes en
breves palabras la sucinta reseña de la Historia de nuestro
planeta, para que de este modo se comprenda de una sola
ojeada y como complemento de lo que precede, la trascen-
dencia suma de lo que nos proponemos desarrollar en la
presente obra.
La Tierra y demás cuerpos planetarios, según las doctri-
nas hoy mas en boga, han pasado sucesivamente por los
estados de extraordinaria difusión de la materia universal,
aglomeración en forma de nebulosas ó inmensas vías lác-
teas, condensación alrededor de determinados puntos del
espacio, que sirvieron como de núcleo, separación de seg-
mentos de la atmósfera de estos primeros centros, y forma-
ción de otros cuerpos estelares de diferente orden. De
manera que la materia ha pasado por los estados siguientes:
í.° de gran difusión; 2/ nebulosa; 3.0 centros ó soles; 4.0
planetas; 5.0 satélites; quizás los aerolitos y los cometas
deban constituir en este proceso universal de la materia dos
nuevas categorías que completan la serie. El estudio actual
de la Astronomía llevado á un punto maravilloso de alcance
y exactitud, merced á los poderosos medios de observación
de que hoy dispone, y á los progresos por la ciencia del
cálculo realizados, confirma del modo mas satisfactorio esta
historia genética universal, admirablemente expuesta á últi-
mos del pasado siglo por el eminente Laplace, en cuyos de-
talles y pormenores no nos es dado entrar, por no permitirlo
la índole de la obra.
Dejando, pues, por sentada y admitida la teoría de tan
insigne astrónomo, en lo que se refiere al órden con que han
ido formándose los cuerpos todos del Universo, y concretán-
donos á nuestro objeto principal, que es la Tierra, importa
consignar la creencia hoy general de un estado ígneo origi-
nario, del que en el cuerpo del libro se darán repetidas prue-
bas, como consecuencia legítima de la elevadísima tempe-
ratura, determinada por la enorme presión que debieron
ejercer los materiales que la constituyen, al acumularse al-
rededor de su núcleo como parece que hoy se está realizando
en Saturno, cuya distancia entre el anillo y el núcleo central,
\a estrechándose de esa manera lenta y secular como por lo
común se realizan las grandes operaciones de la naturaleza.
Contribuirían sin duda también á determinar este estado
originario del globo, las incalculables corrientes eléctricas
que en su seno debieron desarrollarse, y el sinnúmero de
combinaciones y reacciones químicas, que en tan vastísimo
laboratorio químico, y en presencia unos de otros, todos los
elementos conocidos y los que tal vez no han llegado aun á
poderse distinguir, se verificaban. Puesto ya el globo en este
estado y sometido á las leyes generales de la materia, giran-
do sobre si mismo y alrededor del sol, describiendo su pro-
pia órbita, por una parte se enfrió y por otra fué adquiriendo
de un modo lento y paulatino la forma de esferoide achatado
en los polos, y abultado en el Ecuador, que ofrece hoy; for-
Tomo IX
185
ma que según lo que acaba de indicarse, no debió ser la pri-
mitiva; en la última parte de la obra se confirmará mas esta
opinión que aquí no hacemos mas que apuntar, y se procu-
rará también referir los ingeniosos aparatos inventados para
demostrarlo.
El enfriamiento y la oxidación en escala proporcionada á
las bajas temperaturas de los espacios celestes por donde
circula la tierra, y las condiciones especiales en que á la sazón
se encontraba la superficie, determinaron el principio de una
operación que todavía continúa, á saber: la formación de una
costra sólida que, oponiéndose á la salida y expansión de los
materiales encerrados en su masa, motivaron lo que según
la feliz frase de Humboldt se llama volcanismo, uno de cu-
yos resultados mas importantes fué y es la aparición de ma-
teriales del interior, constituyendo el eje de las principales
cordilleras; y las conmociones, rápidas y pasajeras unas ve-
ces, lentas y seculares otras, originando los terremotos y os-
cilaciones de los continentes, expresión fiel de una de las
mayores actividades de nuestro planeta.
Empezó, pues, á formarse la costra sólida, que sirve de
asiento á la vida vegetal, animal y humana, que hermosea
hoy como en otros tiempos la superficie, siquiera por las cir-
cunstancias especiales en que se encontraba el globo, bien
puede asegurarse no haber sido la vida coetánea de su ori-
gen; pues además faltaba á la sazón un elemento de todo
punto indispensable para el desarrollo de aquella; es decir,
el agua, que por efecto de la temperatura reinante no se con-
cibe pudiera ocupar la superficie, cual la vemos en la actua-
lidad, sino mas bien las altas regiones atmosféricas. Sin em-
bargo, el análisis é inspección micrográfica de los materiales
de la primera consolidación y enfriamiento, parecen demos-
trar de una manera bastante concluyente, que este agente
hubo de intervenir en su formación, siquiera sea bastante
difícil de comprender el estado en que se hallaba y podía
actuar. Al describir el origen de ciertas rocas, entraremos en
mayores detalles acerca de este punto, que mas tarde, ó sea
en la Geogenia, ampliaremos oportunamente.
Es bastante probable que el agua, al precipitarse desde
las regiones atmosféricas en que se encontraba sobre la su-
perficie aun candente, contribuyera á poner en función las
acciones y reacciones químicas que en ella se verificaban,
contribuyendo también al enfriamiento terrestre, y al consi-
guiente engrasamiento de la costra sólida; participando aque-
lla á su vez del carácter mineral y termal que le comunicaba
la zona de reacción química terrestre, lo cual había de de-
terminar mas tarde la formación de los primeros filones me-
talíferos, según en lugar oportuno demostraremos.
Trascurridos quizás algunos miles ó millones de siglos,
cuando ya la superficie ofrecía variados accidentes, de ele-
vación unos, de depresión otros, por efecto de la salida de
materiales del interior y de las conmociones ocasionadas por
el plutonismo, y descendido bastante la temperatura terres-
tre, pudieron ya las aguas permanecer en la superficie, ocu-
pando como era natural las grandes depresiones que desde
aquel momento representan los mares, á la sazón inmensa-
mente mayores, alterada la uniformidad de la superficie
líquida por un sinnúmero de islas é islotes, que debian for-
mar numerosos archipiélagos.
Con el establecimiento de las aguas á la superficie, coin-
ciden una multitud de acontecimientos importantísimos, que
completan la historia de tan remotas edades. La misteriosa
aparición de la vida, la inmediata formación de la lluvia por
el procedimiento que mas adelante explicaremos, la circula-
ción del agua líquida á la superficie, la descomposición y
acarreo de los materiales emergidos; y por último, el depósito
químico ó mecánico de sus detritus en el fondo de los mares,
24
i86
INTRODUCCION
en forma de bancos ó capas, tales son los hechos que coin-
ciden y puede decirse que arrancan del establecimiento del
agua á la superficie del globo.
La sedimentación en el fondo del mar, aumentando el
espesor de la costra sólida de arriba abajo, aunque antagonista
en su proceso, puede decirse que completa la acción del volca-
nismo que procediendo de abajo arriba, arroja materiales en
cantidad fabulosa al exterior, contribuyendo á su vez á la
consolidación de la costra del globo. Y como quiera que
ocupando los mares tan vastas superficies, forzosamente ha-
bía de atravesar la materia ígnea los depósitos llamados de
sedimento, de aquí el que los bancos ó capas antes en el
fondo del mar horizontalmente dispuestos, sufrieran disloca-
ciones mas ó menos profundas, que se traducen por el
levantamiento é inclinación que ofrecen, que á veces llega
hasta la vertical, y por los cambios notables en la composi-
ción, estructura y aspecto de sus materias componentes;
fenómenos á los que llamaremos en lugar oportuno Meta-
morfismo, al cual, según veremos, léjos de ser extraña, con-
tribuye el agua de una manera muy eficaz. Todos estos tras-
tornos que lenta ó bruscamente ocurrian á la superficie,
efecto natural de la actividad interna y externa del globo,
habían de determinar, como era consiguiente, cambios mas
ó menos profundos en las condiciones biológicas del globo;
cuyos efectos directa é inmediatamente dejaban sentirse en
los séres orgánicos, que iban renovándose á tenor de las
nuevas condiciones, pereciendo unos y apareciendo otros
en su lugar para no verse ya mas la superficie privada de lo
que tanto contribuia á hermosearla. Ahora bien, estos repre-
santes de la vida, envueltos entre los materiales terrestres
de sedimento, han subsistido, ora ellos mismos, ó sus hue-
llas y despojos, formando parte de dichos terrenos estratifica-
dos, pero no ya tal como vivían, sino mas bien trasformados
en materia mineral, siquiera conservando toda su facies
orgánica, convirtiéndose en verdaderas medallas de la crea-
ción, que con el nombre de fósiles, explican clara y de un
modo admirable la historia de nuestro planeta.
A los organismos esencialmente marinos,
la vida primera del globo, se suceden los terrestres; y cuando
en épocas posteriores se formaron lagos ó grandes depósitos
de agua dulce en los continentes, completóse el cuadro
orgánico con las plantas y animales lacustres, y los de aguas
salobres en las embocaduras de los grandes rios y en los al-
majares y pantanos. Continúan entre tanto, por una parte la
sedimentación en el seno de las aguas marinas y lacustres, y
por otra todas las manifestaciones volcánicas, cuya salida de
materias al exterior, suele poner fin á la sedimentación donde
antes tranquilamente se efectuaba, marcando de esta manera
el límite no siempre fácil de precisar de un espacio mas ó me-
nos considerable de tiempo, que se ha convenido en llamar
época de la historia terrestre, por los cambios profundos que
todas estas operaciones imprimían á la materia, así mineral
como orgánica.
De este modo sucediéronse todas las operaciones terres-
; en perpetua lucha los elementos internos encerrados
en los abismos por la costra sólida, y al exterior la atmósfera,
el agua, primero en vapor, mas tarde en estado liquido, y en
tiempos relativamente modernos en forma de hielo y nieve,
hasta que llegando, por decirlo así, á la plenitud de los
tiempos, aparece el hombre como digno coronamiento de la
creación, en medio de circunstancias adaptables á su orga-
nismo, y rodeado de una fauna y flora, que salvas muy cortas
excepciones, es la misma que aun hoy hermosea la superficie
del globo.
Tal es la somera reseña de las vicisitudes por que ha pa-
sado la tierra, desde su origen hasta nuestros dias; siendo la
consecuencia lógica de lo expuesto que léjos de haber per-
manecido siempre en el mismo estado, trabajada por pode-
rosísimos agentes, ha sufrido en su larga y peregrina historia
una serie inmensa de cambios y modificaciones, que han
determinado lo actual, por donde debe empezarse su estudio,
si se quiere formar cabal concepto de lo que antes fué, fun-
dándonos para establecer esta conclusión en la identidad
asi de la materia que desde su origen la compone, como
de los agentes que incesantemente determinan su pro-
teismo.
UNIVERSIDAD
aIIto: l
DIRECCIÓN GENE
GEOLOGIA ESPECULATIVA
PRIMERA PARTE — geografía
La palabra Geografía, derivada de las dos raíces griegas,
tierra, y grafos, descripción, si se toma en su mas lato
sentido, significa casi lo mismo que la Geología; pero obli-
gados á marcar límites entre los diferentes ramos del saber
referentes á nuestro planeta, pues de lo contrario resultaría
el caos científico, diremos que es de su exclusivo dominio el
estudio de la forma y peso especifico de la tierra, datos rela-
cionados ó deducidos de su totalidad, y los variados acci-
dentes que la parte exterior de la costra sólida ofrece con los
séres orgánicos que la pueblan.
Para comprender la ciencia tal como hasta el presente se
ha considerado en lo que pudiera llamarse su periodo analí-
tico ó de simple observación, basta con lo dicho; pero si se
quiere completar su concepto y darle el sello filosófico y sin-
tético que se merece, se hace de todo punto indispensable
explicar los accidentes que la caracterizan, relacionando los
hechos con las causas que los determinan y no mirar tan
solo su estado actual, sino remontarse á lo que en otros
tiempos fué. Este método, sobre ser mucho mas científico
que el seguido hasta aquí, tiene la inmensa ventaja de fijar
mejor en la mente la verdadera nocion de los múltiples fenó-
menos geográficos estrictamente relacionados con los agentes
que los determinan, conocimiento exigido hoy por la inelu-
dible ley del progreso.
Por otra parte, no limitando el conocimiento á lo actual,
sino examinando también los acontecimientos anteriores, se
relaciona el principio con el fin, trazando de paso é insensi-
blemente la historia terrestre y dando por fin á este estudio
un atractivo de que antes carecía.
Fundados en estas consideraciones, dividimos la Geogra-
fía en dos grandes capítulos, á saber: i.° Geografía estática
y 2.0 Geografía dinámica: alguna aclaración merecen estos
dos adjetivos, que aplicados á esta ciencia creo ser el primero
en usar. —Aplico la denominación de estática á la Geografía
analítica que solo, estudia los hechos, y llamo dinámica á la
que trata de las causas ó agentes que los determinaron y que
siguen actuando á la superficie y en el interior del globo.
La estática puede decirse que representa la única Geogra-
fía que hasta el presente se ha estudiado y se conoce, cons-
tituyendo un largo y enojoso catálogo de nombres, que pri-
vados de su natural y mutuo enlace por no relacionarlos con
sus verdaderos agentes productores, fatigan la memoria sin
hacer entrar en función los demás elementos constitutivos
del entendimiento, lo cual retrae á muchos de su cultivo.
Conviene, pues, completar la nocion del hecho con el co-
nocimiento de la causa que natural y legítimamente lo de-
termina, y de aquí la necesidad de la Geografía dinámica
como su mas genuino complemento. Formando grupos ó
asociaciones, por analogías, de los accidentes geográficos, y
relacionándolos con sus propias causas, fácil cosa ha de ser
alcanzar la significación que tiene la serie de acontecimientos
terrestres que precedió y determinó el estado actual, como
parte orgánica de la historia de nuestro globo.
He creído deber insistir en la conveniencia y hasta si se
quiere necesidad de esta división de la Geografía en estática
y dinámica, i.° para facilitar la inteligencia del asunto, y ex-
citar en la juventud el interés que siempre despierta el co-
nocimiento de nuestra propia habitación, no limitándonos á
considerarla como hoy es, sino como ha sido, y como será;
y 2.° para que se comprenda el íntimo enlace que existe en-
tre la Geología y la Geografía; comparable hasta cierto punto
con el que une á la madre cariñosa con la hija agradecida:
lo cual fácilmente se alcanza fijando un poco la atención en
que mientras la Geografía tal como se ha considerado hasta
ahora trata de hechos sueltos ó mutuamente relacionados,
la Geología los esclarece dando natural y sencilla explica-
ción, no solo de los hechos, sino del porqué, refiriéndolos á
causas que forman parte de su complicada historia, y sin
cuyo proceso no habría en el globo ese proteismo que cons-
tantemente agita la superficie y el interior, ni tendrían aque-
llos la importancia que realmente debe concedérseles.
De esta manera considerada, la Geografía forma parte del
organismo geológico; de donde fácil es deducir la absoluta
necesidad que tenemos, si se quiere cultivar con verdadero
provecho, de los conocimientos de aquella; ya que de la
composición mineral, de la estructura y demás circunstan-
cias de los terrenos dependen la mayor parte, por no decir
todos, los accidentes de la superficie del globo. Y como con-
firmación cabal de este mismo enlace, debe declararse muy
alto que sin buenos Mapas geográficos no es posible dar un
paso seguro en las exploraciones geológicas.
Ahora, respecto á las denominaciones estática y dinámica
con que designo los dos aspectos bajo los cuales puede con-
siderarse la ciencia : el primero corresponde á lo que hasta
ahora se ha llamado Geografía propiamente dicha; y creo no
ser del todo inexacta la palabra, por cuanto se refiere á todo
aquello que vemos hoy constituido en la superficie del globo.
En cuanto á la palabra dinámica aplicada ála segunda parte
de la Geografía, se refiere á los cambios incesantes que ex-
perimenta dicha superficie, bajo la incesante acción de nu-
merosas y variadas causas. Por último, el tratar antes de la
estática que de la dinámica, se funda en la necesidad de pro-
ceder de lo conocido á lo desconocido, elevándose de los
efectos al examen é investigación de las causas que los pro-
ducen; sirviendo el conocimiento de aquellos, y de estas,
no solo de complemento científico de la Geografía, sino
también de natural introducción al estudio de la Geología,
cuyos admirables progresos en los cincuenta últimos años
realizados, débense muy principalmente al método que se
llama de las causas actuales, cuyos mas pertinaces y entu-
siastas propagadores han sido el eminente Lyell en Ingla-
terra y Prevost en Francia, método que consiste en el estu-
dio de lo que hoy pasa á nuestra vista en el globo, ó en otros
términos, de la Geografía estática y dinámica, para deducir
después los diferentes estados por que ha pasado nuestro
planeta, objeto principal de la Geología.
GEOLOGÍA
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CAPITULO PRIMERO
GEOGRAFÍA ESTÁTICA
Según se desprende de io que acabamos de indicar, da-
mos el nombre de Geografía estática á la parte de la ciencia
que estudia el estado actual del globo, así en lo que se re-
fiere á la forma y densidad, al lugar y rango que ocupa en
nuestro sistema, considerado como cuerpo planetario, á las
divisiones que generalmente se admiten en la superficie, y
demás particularidades que son de la incumbencia especial
del astrónomo, siquiera el geólogo no pueda prescindir en
absoluto de su conocimiento, como á todos los accidentes
que ofrece la superficie; de donde la necesidad de una sub-
división de la Geografía estática en astronómica y física. Se
dirá tal vez, que la astronomía debiéramos también incluirla
en la dinámica, por cuanto la forma de que aquella trata, no
habiendo sido siempre igual á la que hoy ofrece el globo,
debiéramos estudiarla en todas las modificaciones que suce-
sivamente ha experimentado, desde la esférica que hubo de
presentar en su origen, hasta la que ofrece hoy: pero como
bajo este punto de vista, fuera de lo actual, todo es hipoté-
tico, ora se refiera á la morfología terrestre, ó bien á su den-
sidad, preferimos dar en breves palabras una idea exacta de
ambas cosas, con tanto mas motivo, cuanto que sin negar la
importancia de estos estudios, no tienen para el geólogo
sino un interés muy secundario.
La
I A^TiL
GEOGRAFÍA ASTRONÓMICA
Geografía astronómica es aquella parte de la ciencia
que trata de la tierra considerada como cuerpo planetario;
estudio importantísimo á la par que vasto, pero que atendida
la índole de la obra, lo concretaremos á dar una idea de la
forma, densidad, dimensiones y divisiones principales admi-
tidas en el globa 7H4.
Forma de la tierra. — La tierra es un planeta de forma
esferoidal, achatado en los polos, abultado en el ecuador,
que gira sobre su eje en 24 horas y al rededor del Sol
en 365 dias, 5 horas, 48' 51" 6'".
Sin entrar en explicaciones acerca de los medios de que
hoy se vale la ciencia para apreciar el aplastamiento de la
tierra, bien sea por la medición de los arcos terrestres, ó por
el péndulo, podemos decir que la diferencia entre el radio
polar y el ecuatorial, tomando la media de las diferentes
operaciones pranticadas, es de 31,318 metros, 2; es decir,
para su mejor inteligencia, que en una esfera de 6 decíme-
tros de diámetro, equivaldría el aplastamiento á 1 milímetro;
ó en un globo de t,ooo metros de diámetro ecuatorial, el eje
polar seria de 99S'1’ 33 centímetros.
La forma de la tierra, es el mejor comprobante de su ori-
gen fluido ó pastoso por lo menos, pues para que las fuerzas
centrífuga y centrípeta diesen como resultado de su acción
el esferoide achatado, era condición precisa que sus molécu-
las pudieran moverse libremente. Ahora bien, este estado
solo podia determinarlo el agua, disolviendo á una elevada
temperatura, fundiendo los materiales terrestres; y como
quiera que la desproporción entre la parte sólida y la líquida
del globo imposibilita la idea de una disolución primitiva,
hay que apelar al elemento ígneo para darse razón cumplida
de este hecho notable. Debemos, no obstante, declarar que
la tendencia de la Geología moderna es á dar participación
en este estado originario de la Tierra no solo al fuego, sino
también al agua, obrando de consuno con la presión y el
fluido magnético.
Uno de los resultados mas importantes de la medición de
los arcos de meridiano, es demostrar la irregularidad de la
superficie terrestre; pues dado el aplastamiento de los polos,
si la tierra fuera un sólido regular de revolución, todos los
grados de longitud serian iguales en la misma latitud; y como
quiera que esto no sucede, y como por otra parte ni los ar-
cos que marcan los grados de los paralelos son iguales, ni
estos son círculos perfectos, la consecuencia natural es la
que va indicada, esto es, que la superficie terrestre es irre-
gular y ondulada. Para apreciar las diferentes dimensiones de
la tierra, véanse los siguientes datos tomados del Anuario del
Observatorio de Madrid, y con los cuales puede también
reconstruirse la forma del globo, y comprenderse mejor las
condiciones que preceden.
R.
r. .
D.
A.
c~
C
c.
G
g
<y
£>
• (1799)
Walbeck (1819)
Schmidt (1829)
Bessel (1S41)
Airy (1849)
James (1863)
V .
6-375,739
6-376.895
6-376, 959
6-377,397
6.377,480
6.378,230
6-356>65°
6-355.S32
6.355.522
6.356,079
6.356,175
6.356,562
19,089
21,063
2i,437
21,318
2 1,3°5
21,668 J
Yn^°°
^02,78
7*97.48
^99, r5
Vs99,33
7,94,36
0-005*997
0.006,595
0.006,7 1 2
0.006,674
0.006,671
0.006,783
10,014,988
10.016,803
10.016,904
10017,592
10.017,722
10.018,900
10.000,000
10.000,268
10.000,074
10.000,856
10,000,996
10.001,889
1 n.277,6
111,297,8
111.298,9
1 1 1.306,6
1 1 1.308,0
m.321,1
ni, ni, 1
III. 114,1
ni. 119,9
111.120,6
111,122,2
111.132,1
1851,85
1.851,90
1.851,87
1.852,01
1.852,04
1.852,20
30,86
30,87
30,86
30,87
30,87
30,87
g
Como esclarecimiento de estos números y de los datos
terrestres á que se refieren, debemos decir que las letras R
y r, designan los radios ecuatorial y polar; D su diferencia;
A el achatamiento del globo, ó la diferencia de los dos ra-
dios, referida al mayor; ca, el cuadrado de la excentricidad
de una elipse meridiana cualquiera, ó sea la diferencia de
los cuadrados de los dos radios principales, referida al del
radio ecuatorial; C y c los valores de los cuadrados ecuato-
rial y meridiano ; G el valor, en metros, como todos los pre-
cedentes, que no expresan relaciones abstractas, de un grado
del ecuador; y g, g' y g" los de un grado, un minuto y un
segundo de arco medio de meridiano.
Completarán estas nociones los datos siguientes: la ex-
tensión de la superficie del globo, apreciada en kilómetros
cuadrados, es de 500 millones; y el volumen 1.083,000 mi-
llones de kilómetros cúbicos.
El diámetro mas corto del esferoide terrestre se denomina
eje de revolución ó polar; y cualquiera de los comprendidos
CAPÍTULO PRIMERO
u
en la sección perpendicular dada por el centro del globo,
será un diámetro ó eje ecuatorial.
Las extremidades del eje de revolución se llaman polos,
Norte, boreal ó ártico el uno, Sur, austral ó antárticoel otro.
Ecuador es un circulo máximo, perpendicular al eje de la
1 ierra, y equidistante de los polos, el cual divide al globo
en dos partes ó hemisferios N. y S.
Círculos paralelos son todos aquellos que se suponen equi-
distantes al ecuador, y sirven para determinar las latitudes
geográficas.
Eclíptica es un círculo máximo que corta oblicuamente al
ecuador, con el cual forma un ángulo de 23o 28', y designa
el camino que describe la Tierra en su revolución ánua al
rededor del Sol. El nombre que lleva, significa que los eclip-
ses de Luna solo se verifican cuando aquel satélite pasa por
dicha curva.
T rápteos. Llámanse trópicos dos círculos paralelos al
ecuador, del cual distan 23o 28', próximamente; hácia el
Norte el llamado de Cáncer, hácia al Sur el de Capricornio.
Círculos polares. — Son dos círculos menores paralelos tam-
bién al ecuador, y que distan de los respectivos polos 23o 28',
próximamente.
Meridiano. Llámase meridiano de un punto cualquiera
del globo, un semicírculo que pasa por el mismo, y termina
en los polos. Se le da este nombre, porque cuando el Sol se
halla sobre él, es medio dia para todos los lugares de la
Tierra que están comprendidos dentro del mismo semicír-
culo.
Horizonte sensible. — Así se denomina un círculo que limita
nuestra vista al extenderla por lo dilatado del mar, ó de un
campo espacioso.
Latitud de un lugar de la superficie del globo, es la dis-
tancia que lo separa del ecuador, tomada sobre un círculo
que corta á aquel en ángulo recto, y es lo que llamamos
meridiano. Divídese en septentrional ó Norte, y meridional
ó .Sur, según el hemisferio en que se considera.
Longitud es el arco del ecuador comprendido entre el me-
ridiano de un lugar cualquiera y el de otro que se toma co-
mo punto de partida. Divídese en oriental y occidental, se-
gún se considera hácia el Este ü Oeste, comprendiendo cada
uno 180o. Aunque empezó á fijarse el meridiano de la Isla
de Hierro como punto de partida de todas las longitudes,
se abandonó esta idea, admitiendo cada nación el del obser-
vatorio astronómico principal en ella establecido. En España
rige el de Madrid, y también á veces el de Cádiz ó San Fer-
nando. A invitación del Sr. Coello la Sociedad Geográfica
adoptó el de la Isla de Hierro como primer meridiano.
La densidad media de la tierra, ó cantidad de materia com-
prendida en la unidad de volumen, suponiendo confundidos
en uno solo homogéneo la multitud de cuerpos distintos de
que el globo se compone, apreciada con el péndulo y la ba-
lanza de torsión, y confirmada por el resultado de operacio-
nes geodésicas, es como 5 veces y media mayor que la del
agua destilada á la temperatura de 4° sobre cero: y como el
peso específico medio de las rocas conocidas que constitu-
yen la costra sólida es de 2,5 á 2,7, resulta que el de aquella
equivale al doble del de estas; lo cual confirma plenamente
7 ldea de Aplace de que el globo se halla formado de ca-
ías mas y mas densas á partir de la superficie, colocadas al-
rededor de un núcleo que representa el máximum de densi-
dad. Los autores no están acordes respecto á si este aumento
sigue una progresión creciente hasta el mismo centro de la
tierra, o si solo se verifica hasta cierta profundidad, donde
el peso se uniforma; pero sea de esto lo que se quiera, pues
siempre será difícil por no decir imposible el confirmarlo por
la Observación directa, es lo cierto que este dato corrobora
1 89
lo que, fundados en la forma, dijimos del origen pastoso de
la tierra; pues difícilmente hubieran podido colocarse los
materiales terrestres en este admirable orden de sus respec-
tivas densidades, á no hallarse originariamente en un estado
que les permitiera obedecer á su propio peso.
Revolución de la T 'erra. — Además de girar sobre si misma
en el breve término de un dia, la Tierra describe alrededor
del Sol una órbita inmensa y ligeramente ovalada ó elíptica,
en 365 dias, 6 horas, 9 minutos, 10 segundos solares medios’
ó en un año sidéreo.
Las distancias máxima, mínima y media de la Tierra al
Sol, expresadas en miriámetros, son las siguientes:
Distancia máxima, principio de julio. 15.096,000
Distancia mínima, principio de enero. 14.598,000
Distancia media, abril y octubre . . 14.847,000
En los radios terrestres ecuatoriales, la distancia media
asciende, algún centenar mas ó menos, á 23,300.
La luz del Sol tarda en recorrer esta distancia, ó en llegar
hasta la Tierra 8 minutos 18 segundos. El descubrimiento
que mas llama la atención de los hombres de ciencia y cuyo
alcance es difícil determinar, es el debido al inglés Crooker,
que consiste en un aparato llamado Radiómetro.
Las velocidades de traslación ó espacios recorridos en un
dia, correspondientes á las distancias máxima, mínima y me-
dia, son los siguientes, expresados en kilómetros:
A la distancia máxima.
A la distancia mínima.
A la distancia media .
2.5 1 2.000
2.597. 000
2.554.000
En un segundo de tiempo la Tierra recorre, por término
medio, cerca de 30 kilómetros. Una bala de cañón recorre-
ría á lo sumo 600 metros, y una locomotora impulsada á todo
vapor 20* solamente. En el propio tiempo de un segundo la
luz recorre 308,000 kilómetros, ó 300,000 cuando menos,
ateniéndose á las evaluaciones mas moderadas de esta can-
tidad.
La excentricidad de la órbita, ó la diferencia de las dos
distancias ó radios vectores extremos, referida al radio mayor
como unidad, es igual á 0,01679, d á 7« o de aquel radio, y
disminuye 000,004 en cada siglo.
El eje mayor de la órbita ó línea de los ápsides (perihelio
y afelio), no permanece fijo en el espacio, sino que gira tam-
bién con movimiento lentísimo, á razón de 11" por año, y
en el mismo sentido que la Tierra, ó directo, como la totali-
dad casi de los globos planetarios.
La intersección de la órbita terrestre y del ecuador, ó la línea
de los equinoccios tampoco permanece invariable, sino que
gira con mayor rapidez que la de los ápsides y en sentido
inverso ó retrógrado, á razón de 50" por año. Ambas líneas
deben, pues, coincidir cada 5,339 años. En el 1250 de nues-
tra era formaban un ángulo de 90o, y la Tierra pasaba por
el perihelio al comenzar el invierno. Actualmente el ángulo
menor comprendido por aquellas dos líneas es de 79* 40', ó
de 100 20' el mayor, que se denomina longitud del perihelio.
El ángulo de 27o 27', que el plano de la órbita terrestre
forma con el ecuador, ambos indefinidamente prolongados,
ó la oblicuidad de la eclíptica, tampoco permanece constante
siempre; pues, aunque muy pequeñas todas, experimenta
dos clases de variaciones: unas periódicas, que se compen-
san al cabo de cierto tiempo, como un año, una lunación
ó un ciclo de 18 3 3 años; y otras seculares, ó de período
mucho mas largo, que reducen ó disminuyen actualmente el
valor de la oblicuidad, á razón de unos 4S por siglo.
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190
GEOLOGÍA
Por efecto de la oblicuidad de la eclíptica y de la forma
globular de la Tierra, el Sol se manifiesta á medio dia mas
ó menos elevado sobre el horizonte, según la época del año,
y mas ó menos también en la propia época, según la latitud
del lugar desde donde se contempla; derivándose de aquí
estas dos especies de fenómenos: la desigualdad de los dias
y de las noches en el curso del año, y la diversidad de esta-
ciones y de zonas ó climas astronómicos.
Zonas terrestres. — Las principales zonas en que la Tierra
se divide son estas: La tórrida, que se extiende á un lado y
otro del ecuador, entre los trópicos ó paralelos de 23o 27' de
latitud Norte y Sur. En estos límites el dia mas corto consta
de ioh 27“; oscilando la altura meridiana del Sol entre 90
Las dos zonas templadas, una en cada hemisferio, com-
prendidas entre el paralelo de 23**2 7' y el 66°33', llamado
círculo polar. En este último paralelo permanece el Sol sobre
el horizonte 24 horas en el solsticio de verano, y otras tantas
debajo, prescindiendo de la refracción de la luz al comenzar
el invierno; elevándose á medio dia sobre el horizonte 46 54
en el primer caso, y apuntando únicamente por el Sur en el
Efundo.
Y las glaciales, que comprenden las dos casquetes alrede-
or de los polos, á contar del último paralelo citado.
La extensión de las zonas depende de la oblicuidad de la
eclíptica, ó del ángulo que el ecuador forma con el plano de
aquel nombre; y, como este ángulo varía, aunque poquísimo,
en el curso de los siglos, claro es que los valores relativos de
otras cantidades dependientes variarán también poco á
toco. En el estado actual de las cosas, si se representa el
área total de la Tierra por el númer
La zona tórrida comprenderá.
Las zonas templadas. . . .
; glaciales. ......
TÍ CULO
Por Geograf
u
uniformidad por todo el globo terráqueo, valuándose por
zonas y hemisferios la proporción entre unos y otros de este
modo.
Zona glacial. .
Zona templada.
Zona tórrida. .
HEMISFERIO NORTE
Tierras
Aguas
Tierras
Aguas
200
600
566
200
440 \
800 J
o¿
00
613
HEMISFERIO
SUR
Tierras
Aguas
Tierras
Aguas
04
M
O
690
75
0?
925 J
ioco?;
128
872
arte de la Geo-
GRAFÍA FÍSI
ica se entiende aquelli
grafía general que trata especialmente de dar á conocer todos
los accidentes que actualmente ofrece la superficie del
globo, sin relacionarlos con las causas que los determina-
ron, pues esto es de la incumbencia de la Geografía diná-
mica. '• ‘ *: •
Vista la Tierra desde cierta altura, ó contemplada mas
bien en un globo de relieve, fácilmente se echa de ver la
división en tierras ó continentes y mares; conteniendo aque-
llos en su seno varias depresiones ocupadas por las aguas,
que se llaman lagos; así como en los mares ciertas porciones
de tierra que sobresalen del nivel de las aguas, y que reciben
el nombre de islas. De aquí, la natural división de la Geo-
grafía física, en dos partes; la i.a que trata de todo lo relativo
á las tierras, y se llama Geografía orográfica, ó simplemente
Orografía; y la 2.a hidrográfica ó hidrografía; pero antes de
examinar cada una de estas dos divisiones, conviene que
digamos algo acerca de la proporción respectiva de cada uno
de estos dos elementos terrestres, y de la relación que entre
uno y otro existe, por ser esta consideración común á la
Orografía é Hidrografía.
La superficie de la Tierra se divide en dos partes muy
distintas: una ocupada por las aguas de los mares, y otra por
los continentes ó suelo firme. Entre la extensión de ambas
partes media la relación aproximada de 3 á 1 .
Los mares y continentes no se hallan distribuidos con
Zona tórrida. .
Zona templada.
Zona glacial. .
La desproporción entre los continentes y los mares es tal,
que en la superficie del Pacífico podrían desahogadamente
colocarse en mil combinaciones distintas, todas las tierras
actualmente existentes. Y si esto ocurre hoy, cuando los
continentes han alcanzado su máximo desarrollo, fácilmente
se comprenderá que en épocas anteriores ha podido con
mayor motivo verificarse; resultando de ello cambios mas ó
menos profundos en la índole especial y distribución de los
climas, cuya influencia es bien notoria en la vida asi terrestre
como marítima; siendo esta una de las causas mas poderosas
en la facies que ofrecen la fauna y la flora que hermosea-
ron la superficie terrestre en los distintos períodos geoló-
gicos.
Tratándose de continentes y contenidos, sirviendo aque-
llos, como su mismo nombre lo dice, de límite á los mares,
natural es que se correspondan, si no en extensión como
acabamos de ver, por lo menos en número; así es que á los
cinco grandes Océanos, Pacifico, Atlántico, índico y Polar
joreal y Austral, corresponden, Europa, Africa y Asia, que
epresentan el antiguo continente; el americano que recibe
nombre de Nuevo Continente, y la Oceanía al que puede
llamarse novísimo. Adoptando la fracción Vsoí como repre-
sentación del aplastamiento polar, la extensión de los mares
es de 374.256,300 kilómetros cuadrados. En cuanto á la ex-
tensión aproximada, tanto absoluta como relativa, de los
continentes, divididos en las 5 partes del mundo, véase el
adjunto cuadro.
Europa.
Asia. .
Africa. .
América.
Oceanía.
Kilómetros cuadrados
9.778,000
43.300.000
29.700.000
38.000. 000
1 1.000. 00
Relación
Como resultado de la colocación respectiva de los conti-
nentes y los mares, puede decirse que el globo se divide
en dos grandes hemisferios: el uno que podemos llamar de
las tierras ó continentes, y el otro de los mares (fig. 1).
• OROGRAFIA
La palabra orografía, derivada de oros montaña, y graphos
descripción, significa, ampliando algún tanto el sentido
de la primera raíz, descripción de la parte sólida de la
tierra.
Partiendo de la teoría mas generalmente admitida, que es
la que supone la fusión primitiva del globo, la costra sólida
que vamos á examinar, resultado del enfriamiento y oxidación
de las materias que en su origen ocupaban la superficie,
I
CAPÍTULO PRIMERO
forma un todo continuo, cuyas dimensiones son las de la
tierra, si se prescinde de la capa gaseosa que la envuelve,
siquiera permanezca inaccesible á nuestra observación la parte
muy principal, según acabamos de ver, representada por las
grandes depresiones que hoy ocupan las aguas. Admitiendo
una extensión vertical media de 20 leguas, y una densidad
de 2,79, la proporción que según Cordié guarda el peso de
esta corteza con el total del globo es de 1 á 16; y de 1 á 20 la
proporción respectiva del volumen. Estos resultados, sin
embargo, no apoyándose mas que en datos bastante inciertos,
solo ofrecen un interés de mera curiosidad.
Dejando para lugar mas oportuno el estudio de la com-
posición y estructura de esta corteza, conviene ahora consig-
nar, apoyados en la teoría ígnea, que las desigualdades que
hoy en la superficie se notan, tanto en la parte continental
191
como en la submarina, no son originarias, ni han permane-
cido siempre las mismas; siendo una de las manifestaciones
mas claras de la actividad terrestre merced á la constante
acción de los agentes que actúan sobre la superficie. Primi-
tivas no pueden ser estas desigualdades terrestres, por cuanto
en un principio hubo de presentarse la superficie igual y
uniforme ; alterándose tan solo esta uniformidad y determi-
nándose las primeras cordilleras de montañas, por efecto del
incipiente enfriamiento, que agrietando la superficie, deter-
minó ó facilitó la salida de masas considerables de rocas no
estratificadas, que se llaman hidrotermales por la interven-
ción que en su proceso tuvieron el agua y el fuego. Estas
desigualdades en sentido de elevación, si bien á primera vista
y relacionadas con las exiguas dimensiones de nuestras ex-
tremidades inferiores de las que nos servimos para llegar á
Figura 1. — Hemisferios terrestre y marino
su cumbre, son enormes, comparadas con el radio terrestre,
bien puede asegurarse ser menores que las rugosidades de
una naranja, respecto de su volumen.
El siguiente cuadro demuestra esta verdad con la irresis-
tible fuerza de los números.
Mont-Blanc . . .
Chimborazo. . .
Nevado de Sorata
Monte Everest. .
4,813 metros radio terrestre.
6«534 » ¿r >
7,696 » ^ >N
8,840 » 15— »
I
973
1
826"
S'T
y>
Forma de los continentes. — La forma y dirección de los
continentes es muy variada y dependiente de las principales
cordilleras, que en diferentes sentidos los surcan: el examen
comparativo de América y Asia con las cordilleras de los
Andes, Pedregosas y Aleganhis aquella, y del H i malaya ésta,
confirman cuanto acabamos de exponer, sin entrar en mayo-
res detalles por la naturaleza de la obra.
T al como se hallan constituidas hoy las tierras, ocupan su
mavor extensión en el hemisferio boreal ; ofreciendo una gran
tlatacion ó ensanchamiento hácia el Norte, y terminadas en
punta, hácia el Sur; por mas que esta disposición no deba
considerarse sino como accidental, puesto que la extensión
y formas que afectan dependen de los movimientos á que,
según veremos mas adelante, se halla sometido al globo, co-
mo consecuencia ineludible del enfriamiento, de la consi-
guiente salida de la masa ígnea interior, y de las diversas
manifestaciones de su actividad.
El desarrollo de los contornos de estos continentes, ó en
otros términos, la extensión de las costas, no se halla siem-
pre relacionada con la de las tierras; como lo comprueba la
continuidad y escasos accidentes de los limites de Africa y
Nueva Holanda comparados con las grandes irregularidades,
los golfos, mares interiores, etc., de Europa, á cuyos acci.
dentes dió el nombre de articulación el gran Humboldt, pu-
diendo presentar como ejemplo Europa y la América del
Norte.
Considerada esta diferente configuración de los continen-
tes bajo el punto de vista comercial y civilizador, no puede
menos de haber ejercido cierta influencia en los progresos
humanos; por cuanto ha facilitado las relaciones de unos
pueblos con otros, la circunstancia de ser accidentadas ó
muy articuladas las costas de los indicados continentes. Sin
embargo, en este punto hay verdadera exageración, pues
sin negar la acción que estos accidentes terrestres pueden
ejercer sobre el hombre, el grado de perfección relativa de
las diferentes familias humanas es la resultante de una mul-
titud de causas, entre las cuales figura en primera línea, la
especial aptitud de cada una de ellas ; pudiendo ofrecer,
como ejemplo curioso, la comparación entre las antiguas razas
egipcia y siria, que á pesar de vivir en un continente limita-
do por costas poco accidentadas, alcanzaron un grado de
civilización muy análogo, y sin duda alguna superior, á la de
los peruanos y mexicanos.
Para formarse una idea de la extensión total de las tierras
y de los mares, así como de las diferentes partes del globo,
ponemos á continuación los datos siguientes:
Europa. . . .
Asia continental.
Asia y sus islas. .
Kilómetros cuadrados
9.460,000
41.200.000
43.960.000
192
GEOLOGÍA
Australia. . . .
Oceanía. . . .
Africa continental.
Africa y sus islas.
América del Norte
América y sus islas
América del Sur.
Las dos Américas.
Tierras del hemisferio boreal,
Tierras del hemisferio austral
Todas las tierras. . . ,
Todos los mares. . . .
Tierras y mares reunidos.
Kilómetros cuadrados
7.660.000
9.030.000
22. 100.000
29.700.000
20. 160.000
29.700.000
i 7.840,000
42.480.000
100.000,000
34.630.000
375.420.000
510.050.000
La extensión de las costas es de 20,000 millas geográficas
las de Europa, 33,000 las de Asia, 16,500 las de Africa,
28,000 las de América del Norte y 16,500 las de la del Sur:
en cuanto á las de la Australia, aunque no está exactamente
determinada, puede asegurarse que es inferior á las de los
otros continentes.
Respecto al relieve medio de los continentes, es bastante
difícil de precisar, atendidas las desigualdades del suelo, y la
diferente altitud que alcanzan sobre el nivel del mar las llanu-
ras y mesetas. Sin embargo, según cálculos mas ó menos apro-
ximados hechos por Humboldt, si se suponen demolidas
todas las montañas y esparcidos todos los materiales que hoy
las constituyen por igual en las tierras firmes, resultaría lo
siguiente:
Para Europa, igualadas todas sus desigualdades, darían un
nivel de 205".
Para el Asia, 350'’.
Para la América del Norte, 2 2Sm.
Para la América del Sur, 345 ra.
Para la Europa, el Asia y la América, 308".
Para todos los continentes, 306o.
No se indican los datos de Africa y Australia porque los
que se conocen no son suficientes para formar juicio, siendo
muy probable que la altitud media de estas dos partes del
mundo sea inferior á las restantes.
Por último, dada la proporción de los continentes y los
mares y el relieve aproximado de aquellos, puede asegurarse
que, extendidas por igual las tierras en el fondo del mar, for-
marían una capa próximamente de 75 metros de altura.
La importancia de estos datos se comprenderá mejor
cuando hagamos aplicación de ellos á la estructura de la cos-
tra sólida, y á la extensión vertical y geográfica de los dife-
rentes terrenos.
Como consecuencia natural de la armonía que entre con-
tinentes y contenidos existe, así como se llama estrecho ó
canal á la parte de mar que separa á dos de aquellos, á la len-
gua de tierra que une á dos continentes se denomina istmo.
Recibe el nombre de isla una porción de tierra rodeada por
el mar, equivalente al lago, que es una porción de agua cir-
cunscrita por la tierra; por ultimo, los cabos, promontorios y
penínsulas de la parte orográfica, son los equivalentes en Hi-
drografía, á las voces rada, ensenada, golfo, etc.
L na de las cosas que saltan á primera vista, al examinar
los continentes, es la desigualdad de relieves que estos ofre-
cen; aquí, elevados picos, enhiestas cumbres; mas allá, altas
mesetas, alterada la uniformidad de su superficie con colinas
o montañas; mas allá, vastas llanuras surcadas por arterias
principales que llevan al mar su tributo líquido: de la com-
binación de todos estos elementos orográficos, resulta el re-
lieve del terreno, cuyo perfil, trazado con exactitud, marca
los desniveles que respecto á la superficie líquida de los ma-
res, caracterizan la llanura, la meseta, la colina y la mon-
taña.
La diferencia de nivel entre el del mar y el de un punto
cualquiera del continente próximo, es lo que en términos
técnicos se llama altura; así por ejemplo: cuando decimos
que Montserrat, en Cataluña, tiene 1,222 metros de altura,
ó que el pico de Mulahacen, en Sierra Nevada, alcanza
3,570 metros, queremos significar que la distancia vertical
desde la superficie del Mediterráneo á los indicados puntos,
es la que marcan aquellas cifras. A menudo no es la altura
absoluta la que se busca, sino la relativa de un punto cual-
quiera, respecto de otro mas alto ó mas bajo ; sirviéndonos
en uno y otro caso, bien sea del barómetro, del hipsómetro
ó de operaciones geodésicas.
Regiones altas y bajas. — Con el fin de facilitar el estudio
de todo lo relativo al relieve de los continentes, han conve-
nido los geógrafos en admitir la división de estos en regio-
nes altas y bajas; estableciendo como línea divisoria el nivel
de 300 metros sobre el del mar; á estas dos regiones, altas
las que están por encima y bajas las inferiores á 300 metros,
aunque siempre sobre el nivel del mar, hay que añadir una
tercera región representada por las que se llaman depresio-
nes continentales, que ocupan puestos del globo inferiores á
la superficie de las aguas de los mares inmediatos. De modo
que tenemos que estudiar: regiones altas, regiones bajas y
depresiones continentales.
Los accidentes geográficos de las regiones altas y bajas
pueden dividirse en tésis general en dos grupos, perfecta-
mente armonizados, puesto que los unos son en su mayor
parte dependientes de los otros; aquellos en sentido de ele-
vación, estos, por el contrario, en el de depresión ó hundi-
miento; pudiendo colocar entre uno y otro grupo, las llanuras
y mesetas, en las cuales también suelen existir los montes y
los valles; expresiones que sintetizan los dos grupos arriba
indicados.
Los accidentes en sentido de elevación constituyen una
serie representada por diferentes términos, caracterizados por
su altura y aspecto, los cuales reciben tan distintos nombres
en castellano, que ningún otro idioma puede competir para
expresar su significado; riqueza que se hace también exten-
siva á la forma y circunstancias especiales que concurren en
dichos accidentes. Esta serie empieza de abajo arriba, por el
Altozano. — Llámase así, una pequeña desigualdad ó movi-
miento en sentido de elevación del terreno, separado de otros
contiguos por pequeñas depresiones del suelo, del cual le-
vántanse aquellos desde uno hasta 506 metros, siendo su
forma redondeada por regla general.
Cabezo. — Cuando excede algo de esta altura y la forma es
redondeada, recibe el nombre de cabezo; voz que se aplica
también á la cima de los montecillos que se elevan en las
sierras y montañas, formando cordilleras.
Cerro. — Cuando la altura excede de 8 á 10 metros, y no
llega á 100 ó 150, siendo además su forma, por regla gene-
ral, no tan redondeada y uniforme como la del cabezo y al-
tozano.
En Carmona, el Viso y Mairena (provincia de Sevilla),
dan el nombre de Alcor, en plural Alcores, á ciertos cerros
compuestos de arcillas y margas blancas que se distinguen
por su coloración y aspecto desde la vía férrea de Córdoba
á Sevilla, y en cuyo terreno se desarrolla una vegetación espe-
cial, circunstancias que unidas á otras que allí deben con-
currir, determinan un hecho por cierto poco agradable, y que
no debiera mirarse con indiferencia, cual es la elefantíasis,
enfermedad horrible que por desgracia aflige también á cier-
tos pueblos del Maestrazgo (en la provincia de Castellón), y
de Asturias.
* CAPITULO
Loma — El altozano, cabezo ó cerro, suele también recibir
entre nosotros el nombre de loma, que el Diccionario de
voces españolas geográficas define en estos términos: altura
de tierra en forma de lomo, con corta pendiente á su cos-
tado.
Collado— Voz derivada del latín Collis, y que el citado
Diccionario dice ser sitio que va subiendo en cuesta, y forma
una especie de garganta en la montaña, por donde se facilita
la subida y bajada.
Colina. Es loma de tierra que no llega á formar montaña,
y cuya altura varía de ioo á 400 ó 500 metros.
Por último, la Montaña representa el mayor accidente ter-
restre en sentido de elevación, de formas muy variadas, y
cuya altura excede á la indicada como límite para las colinas;
alcanzando á veces algunos miles de metros, según expresan
los siguientes estados:
D
Europa
Sierra-Nevada (Mulahacen). . . .
Pirineos (Maladeta)
Cévennes (Mézene)
Mont Dor (pico de Sancy) ....
Jura (Reculet)
Vosgos (montaña de Soultz). . . .
Alpes (Mont-Blanc)
Id. (Monte Rosa)
Apeninos (Monte Corvo)
Cárpatos (Tatra)
Harz
Alpes Escandinavos (Imerfield). . .
Etna
Vesubio
Hecla (Islandia). . . .
Ajrica
Killimandjar.
Atlas marroquí
Pico de Tenerife (Canarias). . . .
Monte Ambostimene (Madagascar). .
Monte de la Mesa (Colonia del Cabo).
Asia
Cáucaso (Elbrouz).
Grande Ararat.. . ¿ .
Líbano
Altai
Dapsang (Kara Koroum)
Kouen-Lun
Himalaya (Everest). .
Id. (Davaladjiri).
Jaouair). .
-H'
3.57°
3.354
1,766
i,S86
1,727
1,422
4,813
4,636
2,900
2,701
1,105
2,500
3»3I3
1 , 1 S 1
1 >55 7
6,106
3,465
3,7n
2,517
V63
5,464
4,566
2,906
3,490
8,640
7, *5°
8,840
8,176
7,848
A mírica septentrional
Monte San Elias (América rusa)..
Pico Fremont. . .
Aleganis (Monte Vashington).
Sierra Nevada ...
Montañas Pedregosas (Santa Fe).
Orizaba (México) . 1. J I .
Popocatepetl (id.). . . ,
America meridional
Aconcagua (Plata)
Sollama (Perú)
Chimborazo (id.). . .
Ilimani (Bolivia)
Tomo IX
7,291
7,112
6,530
6,509
PRIMERO 'ílSi
Nevado de Sorata (id.) 6,488
Gualatieri (id.) 6j693
Arequipa (Perú) 5,782
Itiatago (Brasil) 3,994
Oceania
Maouna Roa (Hawai) 4,888
Berapi (Sumatra) 3,960
Semirou (Java) 3>8oo
Orohena (laiti). ........ 2,237
Según los datos que preceden, las diferentes partes del
globo siguen de arriba abajo, es decir, de mayores á meno-
res alturas, el orden siguiente: Asia, América meridional,
Africa, América septentrional, Europa y Oceanía.
Los accidentes terrestres, cuya definición, según acaba-
mos de ver, es tan vaga, se presentan aislados en las llanuras
ó mesetas; agrupados alrededor de un punto central ó ali-
neados. En el primer caso reciben los nombres que acaba-
mos de indicar según la altura que alcanzan, forma que afec-
tan, etc. En los otros se llaman grupos de montañas, cordi-
lleras, o cadenas de montes: por último, cuando dos ó mas
cordilleras afectan una misma dirección media, reciben el
nombre de sistema de montañas.
Partes de toda montaña. — En toda montaña hay que con-
siderar las partes siguientes: i.a la base, que es el lugar que
ocupa, 6 la sección horizontal en su pié; 2.a la falda ó pié,
que es aquel punto donde empieza á elevarse el terreno; 3.a
la cuesta ó ladera, que es el declivio que hace un monte ó
altura por alguno de sus costados ó por todos según su po-
sición, y cima, que es por donde remata.
Escarpa . — Cuando la pendiente de estos es muy rápida,
llegando á veces hasta la vertical, se llama escarpe ó escar-
pa, y también lanchal, palabra muy usada por los habitantes
de la Sierra-Carpetana.
Talud. — Llámase talud los escombros que ofrecen los
montes en sus laderas ó en la falda, resultado de la acción
de los agentes exteriores que determina el desmoronamiento
de las rocas.
Cima y cumbre. — Cima es la parte superior por donde
terminan los montes; reservándose mas particularmente el
nombre de cumbre á la parte por donde rematan las cor-
dilleras ó cadenas de montes: en Galicia la llaman cimbrio.
Formas délos montes. — La forma de las montañas, resul-
tado de la disposición particular que afectan las laderas y la
cima, es muy variada y dependiente de la naturaleza de los
materiales que las componen. Recibe esta forma diferentes
denominaciones, que importa mucho conocer.
Agujas, picos. — Llámanse agujas, dientes, picos, etc., cuan-
do son agudas, mas ó menos piramidales y destacadas; en
la Península estos accidentes casi siempre se hallan relacio-
nados con los terrenos granítico, numulitico y triásico, según
puede observarse en la Sierra Carpetana y en Extremadura
por lo que toca al granito; en Monserrat por el terciario, en
las agujas de Santa Agueda, provincia de Castellón, en el
rodeno del trias.
Cúpula. — La forma de cúpula ó media naranja es carac-
terística de muchos montes volcánicos, particularmente de
los traquíticos y de la roca llamada Domita, de donde pro-
cede precisamente la etimología de los montes llamados en
Auvernia (Francia), Puy de Dome, denominación la primera
equivalente á la de Poyo, Pueyo y Otero en castellano, y
Puig en lemosin, que se aplica á una altura elevada, mas ó
menos redonda, que descuella sobre un terreno llano.
Conos. — En general la forma cónica es propia de los ter-
renos volcánicos modernos, notándose una truncadura en la
25
194
•K
• f
* .► >•'
ra-
parte superior que corresponde á la cavidad llamada Cráter:
también es muy común en España en los terrenos ígneos,
en el jurásico y en algunas colinas terciarias.
Torres , cilindros , escalinatas. — Todas estas formas suelen
ser propias del terreno volcánico, y también á veces entre
nosotros del terreno cretáceo. Los montes de Olot y Castell-
follit, y del Cabo de Gata en la Península, y los de muchas
otras regiones en Europa y América en las que predomina
el basalto, presentan esta forma singular.
Mesetas. — Cuando un monte remata en una superficie
plana mas <5 menos extensa, recibe esta el nombre de mesa
ó meseta. En España esta forma es propia de los terrenos
terciarios y cretáceos, según puede verse en ambas Castillas,
Aragón y otras comarcas. En algunos puntos de la Penínsu
la se llama páramo, rasa y braña, que según el Diccionario
de voces orográficas es campo raso, alto y descubierto á los
vientos, que por lo común es frió é inhabitado, y sir\e para
pastura de ganados y á veces para rozas.
Todas las consideraciones que preceden, aunque referen-
tes á los montes ó montañas aisladas, pueden aplicarse tam-
bién á los grupos y cordilleras. Ofrecen estas, sin embargo,
algunos accidentes que pueden llamarse propios; tal es, por
ejemplo, el eje, que es la línea real ó aparente, que marca la
dirección de las cordilleras, y que por lo común corresponde
á la grieta, ó hendidura terrestre, por donde han aparecido
los materiales del interior del globo, que en distintas épocas
levantaron los terrenos, constituyendo la parte mas principal
raet ilá ürbgijafíal | / \ I
Algunos autores hacen la distinción de eje geográfico,
que es el que divide en dos partes iguales la base de la cor-
dillera, eje orográfico, que es la linea que une sus puntos
culminantes, y estratigráfico, que es el que separa las dos
vertientes opuestas, determinando la serie de puntos donde
convergen los estratos, mas ó menos inclinados por el levan-
tamiento: en las montañas formadas por la erosión de los
terrenos inmediatos, el eje estratigráfico marca la intersec-
ción de las dos vertientes.
Con frecuencia, estos tres ejes no coinciden ó no se hallan
situados en un mismo plano vertical; observándose por ejem-
plo, que cuando la inclinación de las dos vertientes es dis-
tinta, el eje estratigráfico que marca los puntos mas altos,
ocupa siempre el vértice de la pendiente mas rápida.
Raras veces la inclinación de las dos vertientes de una
cordillera es igual; así por ejemplo, Sierra-Nevada, los Piri-
neos, los Alpes, el Cáucaso, el H i mal aya, y muchas otras
cuya dirección media es de Este á Oeste, tienen la pendiente
mas rápida hácia el Sur; al paso que las Montañas Pedrego-
sas, los Andes, los Alpes escandinavos, la Selva Negra, el
Líbano, el Ural y otras cordilleras orientadas de Norte á
Sur, tienen su mayor pendiente al Oeste. Sin embargo que
en esta materia no es fácil establecer principios generales,
se ha querido sacar de la repetición de muchos hechos de
esta naturaleza, consecuencias que la práctica ha invali-
dado; tal es, por ejemplo, el que las montañas que rodean á
un mar interior, ofrecen su mayor pendiente hácia éste, lo
cual parece ser bastante exacto respecto del Mediterráneo,
pero en el Báltico y el golfo de México no se observa lo
mismo. En cuanto á la estimación de dicha pendiente, por
regla general es tan pequeña, que apenas podría uno dar
crédito á no hallarse determinada por observaciones repeti-
das y minuciosos cálculos; esto causa tanta mayor extrañeza,
cuanto que estamos acostumbrados á ver las cordilleras, no tal
como son, sino como nos las pinta la ilusión óptica, bien de
la cordillera misma, ó de su representación en los cortes
geológicos, en los^cuales por necesidad la escala de alturas
es mucho mayor que la de las distancias horizontales, sin lo
GEOLOGIA
cual apenas podrían indicarse las mayores alturas, y desapa-
recerían por completo las desigualdades que ofrecen los
países llanos. La determinación de la pendiente de una cor-
dillera se obtiene por medio de una línea trazada desde el
punto en que arranca la vertiente, hasta la arista que marca
el eje estratigráfico; el ángulo que esta línea forma con el
plano del horizonte, da en grados la indicada pendiente.
Hé aquí ahora los resultados de alguna de estas medi-
ciones:
Pendiente oriental de los Vosgos
Id. meridional de los Alpes.
Id. de los Pirineos franceses.
Id. del Etna hasta el mar. .
Id. id. del vértice á la base.
Id. del pico de Tenerife. .
Id. del Vesubio
2° 3o'
3o 2°'
3° á 4°
9°
o /
IO 13
o />
12 29
12° 4L
Las pendientes medias de las mayores cordilleras varían
de 2 á 6° ó sea desde 0,03492 á 0,10510 por metro; si bien
hay que tener en cuenta que la inclinación de las crestas y
principales cimas es siempre mucho mas considerable que la
de los estribos; pues estos suelen extenderse á lo léjos ensan-
chando considerablemente el área de la base de la cordillera.
Las pendientes mas rápidas son las de los volcanes, hasta el
punto que algunas partes del Vesubio, Pichincha y Jorullo,
ofrecen una inclinación de 40 á 42 grados; si bien estos
casos son excepcionales, pues el amontonamiento de las rocas
en los conos suele verificarse entre los 35 y 40 grados, jamás
á los cincuenta y cinco; y los escombros de las canteras y los
taludes tan frecuentes al pié de los escarpes que alcanzan
de 40 á 42 grados, afectan hasta 35 grados, de cuyo límite
no exceden.
Tratando de hacer aplicación de estos datos á las vias de
comunicación, diremos que las pendientes que no exceden
de 2 grados, dan fácil acceso á los carruajes; á los 7 ú 8 gra-
dos, ya los caminos carreteros son bastante difíciles ; la pen-
diente de 1 5 grados, puede considerarse como límite de los
caminos ó sendas de bestias de carga; por último, el hombre
apenas puede trepar por pendientes de 40 á 42 grados, como
se observa en el Vesubio, en el Etna y en otros montes vol-
cánicos, donde prácticamente he tenido que vencer hasta
verdaderos riesgos para llegar al borde del cráter.
Respecto á la longitud de las cordilleras, el siguiente cua-
dro indica la de las principales:
Pirineo
Kilómetros
420
Kamchatka
890
.Alpes, alrededor de. W .. T T . | . A-á
900
Gates (India) I* *
í,25°
Alpes Escandinavos^ L. J. . M-
í,79°
Himalaya
2,560
Montes de Tiouchan. . . . .
3.47°
Idem de Kouenlun
3»552
Andes de la América del Sur. . . .
9,335
Cordillera de las dos Américas. . . .
16,667
Del cuadro anterior se desprende que no hay una relación
directa entre la longitud y la altura de las diferentes cordi-
lleras; así como tampoco entre la extensión longitudinal y la
anchura. Esta última, refiriéndose á los Pirineos entre Saint-
Gaudens y Grauss, es de 115 kilómetros; y la de los Alpes,
entre Righi y Como, es de 168; y entre Salzburgo y Oppido
de 222.
En cuanto á la superficie que ocupan algunas cordilleras,
hé aquí los principales datos:
1
CAPÍTULO PRIMERO
!95
Kils. cuads.
Alpes 83,300
Cáucaso y 83,900
Altai 135,800
Cordillera de México 185,200
Montañas Pedregosas. ... . 1.296,200
Montes de la China 1 680,000
Andes de la América del Sur. . ,. 1.821,000
Todas las cordilleras de la América
meridional 3.53 1,000
13 De Vercors (Delfinado). . .
E.
8o
E.
14 De Monte Viso ,
N.
22°
3°# 0.
15 De los Pirineos
0.
xS°
N.
16 De Córcega y Cerdeña. . .
N.
s.
17 De la isla de Wight. . . .
0.
4°
50' S.
18 DelSancerroy
E.
26°
E.
19 De los Alpes occidentales. .
N.
26°
E.
20 De los Alpes principales.. .
0.
11°
15' s.
21 De Tenare, Etna y Vesubio.
N.
26°
Regiones bajas. — Son aquellas, según hemos indicado,
Ramales y estribos. — Siguiendo la misma dirección que el cuyo nivel es inferior á 300 metros; circunstancia que les
eje, y coordinados á este, se presentan en las cordilleras imprime cierta uniformidad y escasos accidentes; puesto que
accidentes orográficos de menos importancia, llamados ra- cuando alcanzan dicha altura, ya pertenecen á las regiones
males, estribos, machones, cordales en Asturias y Galicia, altas. Veamos, pues, cuáles son y con qué nombre se distin-
que con aquel completan la estructura de una cordillera, guen estos accidentes de las regiones bajas,
que podemos definir diciendo que es la continuación de Llano. — Se llama así la parte rasa y sin altura ó desigual-
dades en el terreno, la cual recibe el nombre de llanura,
cuando es muy extensa. En Cataluña y Valencia se llama
muchas montañas unidas entre sí á una larga distancia.
También se llama cadena de montes por el enlace que
unos tienen con otros; y atendiendo á la forma de la cum- plá, y plana la campiña extendida; como el plá de Urgel, la
bre, con frecuencia recibe en castellano la denominación de plana de Castellón. El nivel ó altura sobre el del mar, es lo
sierra, como la Morena ó Mariana, las de Avila, etc
Serranía. — Al espacio de terreno áspero y montañoso
que distingue al llano y llanura de la meseta: ejemplos de
estos accidentes existen en nuestro litoral, como sucede en
contrapuesto al llano ó campiña, se llama también serranía, el llano de Barcelona, en el huerto ó vega de Valencia, que
como la de Cuenca, Albarracin, etc. se extienden sin interrupción á la plana, de la cual hállase
Grupos de motiles. — Llámase grupos de montes la reunión separada por las cuestas de Oropesa, la hermosa rinconada
de varios alrededor de un punto <5 centro de acción, desde
el cual se extienden en todos sentidos á manera de radios,
lo cual hace que los valles que arrancan de la cumbre en-
sanchen de una manera mas ó menos regular, á medida que
se apartan de su nacimiento.
Puerto, garganta y desfiladero. — En et eje mismo de las
cordilleras, en el centro de la erupción de los grupos, y á
de Torreblanca, que termina en Alcoceber y Ribamar de
Alcalá, provincia de Castellón. Estas llanuras, situadas á es-
casa altura, forman contraste con las mesas de ambas Casti-
llas, colocadas á 600 y mas metros, como resultado de una
especie de levantamiento en masa del centro de la Península.
Lauda. — Se llama al llano ó llanura, de suelo arenoso y
de escasa y uniforme vegetación, como se observa en el de-
I
;
veces también en los estribos, suelen existir parajes abiertos parlamento así llamado en Francia
y estrechados por las alturas, que sirven con frecuencia de Médano b mégano. — Casi siempre las landas empiezan en
comunicación entre dos valles contiguos, accidente que la costa misma, donde, si es plana ó arenosa, á impulsos de
recibe el nombre de puerto, garganta, hoz y también desfila- los vientos cuando corren en dirección de la tierra, se for-
dero, distinguiéndose, no obstante, este ultimo, en que en man pequeños altozanos ó cabezos, redondeados y movedi-
general es mas estrecho y á veces muy profundo. Algunos zos, á los que se da el nombre de médano, medaño ó méga-
U J J ’ ' no, como lo dicen las gentes de mar; equivale á la palabra
duna tomada del francés, sin necesidad, pues que las nues-
tras son bastantes para expresar el hecho.
Desiertos. — En el centro de Asia y Africa existen regiones
inmensas, cubiertas por lo común de arenas movedizas, que
se agitan á impulsos del viento como las olas del Océano,
en que no hay población formada, cultivo, ni mas que gen-
tes vagantes; á estas vastas llanuras se da el nombre de de-
sierto.
Oasis. — Llámanse así aquellos punios del desierto en
donde se nota cierta vegetación que contrasta con la esteri-
lidad de este, resultado de algún manantial que nace allí,
bien sea espontáneamente ó debido á la intervención del
hombre.
Pampas. — En la América se notan también vastas regio-
nes de terreno llano ó poco accidentado, con una vegetación
á veces lozana, donde se han desarrollado de una manera
prodigiosa las grandes manadas de caballos y toros salvajes
desde la conquista, á las cuales se llama pampas, y se ex-
tienden desde Buenos Aires hasta cerca de la Tierra del
Fuego. Igual nombre reciben las tribus salvajes que viven
en dichas llanuras.
Sabanas. — Aunque sin ocupar la extensión de las pam-
pas, existen también en dicho continente grandes páramos,
llanuras extensas y arenosas, sin árboles, aunque suelen
abundar de buenos pastos, y á las que se da allí el nombre
de sabana.
de ellos han adquirido en la historia justa celebridad, como
el famoso de las Termopilas.
Sistema de montañas. — Llámase sistema de montañas el
conjunto de cordilleras que siguen la misma dirección media.
Resultado de la aparición simultánea, lenta ó brusca, de los
materiales del interior del globo, los sistemas de montañas
tienen en la historia terrestre una importancia suma, aun
quitándole á este hecho el carácter de absoluto y universal
que ha querido darle su autor, el eminente Elie de Beau-
ont.
Los sistemas admitidos por este distinguido geólogo
antes de establecer la famosa red pentagonal, son los
siguientes, que se colocan según el orden de su antigüedad.
i.° De la Vendée
2 0 De Finisterre
3 0 De Longmynd (Inglaterra).
4 9 De Morbihan. i ,| .
5 0 De Westmoreland. .
6 0 De los Vosgos. \ .
7 0 Del Jorez
8 11 Norte de Inglaterra.
9 0 De los Países-Bajos.
10 Del Rhin
11 De Thuringenvald..
1 2 De Monte Pilas.. .
Dirección
NNO. á SSE.
o. 39o N.
E. 40“ N.
1 96
GEOLOGIA
i
m
r
»*
» ii t
Estepa. — En Rusia particularmente, llámanse estepas á
ciertas regiones no tan vastas como los desiertos ni las pam-
pas, de escaso cultivo y poco habitadas. En varios puntos
de la Península existen también estepas, que se denominan
así por las diferentes especies de plantas del género de este
nombre que en’ciertas comarcas viven; siquiera, en general,
no correspondan á las regiones bajas, y sí mas bien á lo que
hemos llamado páramo <5 paramera.
Depresiones continentales. — Son ciertas regiones mas ó me-
nos considerables, poco accidentadas por lo común, y que
se distinguen en que su nivel medio es inferior al del mar
próximo; pudiendo citar como ejemplos notables la delTur-
kestan al Oeste de Asia, donde se hallan situados los gran-
des lagos mal llamados mares, por ser sus aguas saladas,
Caspio y A ral.
Sin embargo, la depresión mas notable que hoy existe es
la del lago Asfaltites, ó Mar Muerto como le llaman otros.
Valles. — Lo mismo en las regiones altas que en las bajas,
se notan tierras profundas y llanas, á veces depresiones ó
surcos mas ó menos estrechos, situados entre dos montañas
ó alturas, que les sirven de muro lateral ó vallado, á las que
se da el nombre genérico de valles.
Alveo ó Madre. — Llámase álveo, y mas comunmente ma-
dre, el suelo ó lecho por donde corre el rio, y comprende el
espacio que ocupan las aguas en sus crecientes regulares;
cuando en las avenidas extraordinarias extienden sus aguas,
se dice que el rio salió de madre, esto es, de su álveo na-
tural.
Vaguada. — Con este nombre se distingue en castellano lo
que en lenguaje germánico se llama Thahveg, que significa
camino del valle, y se aplica al eje ó línea media de un valle
por donde comunmente corren las aguas, que, como es sa-
bido, en muchos valles no ocupan toda la anchura del cauce;
por cuya razón la palabra que adoptamos, indicada por pri-
mera vez por nuestro buen amigo el eminente ingeniero don
Meliton Martin, nos parece muy propia, por expresar el punto
por donde van las aguas.
Riberas. — Todo valle ofrece dos laderas, derecha é iz-
quierda, siguiendo el curso de las aguas, á las que se ha dado
el nombre de márgen, orilla ó ribera, palabra que algunas
veces se toma por la costa del mar, y otras también como
sinónima de vega.
Los valles reciben diferentes nombres, según los acciden-
tes que los caracterizan; así, por ejemplo, con referencia á su
dirección, se llaman longitudinales y también principales, á
los que suelen ser paralelos con el eje de las cordilleras; y
trasversales á sus tributarios ó afluentes, los cuales forman
con aquellos un ángulo mas ó menos abierto.
Cuenca. — Esta palabra que puede tener un significado
orográfico é hidrográfico, y que mas adelante veremos que
en lenguaje geológico tiene grandísima importancia, se apli-
ca al conjunto de valles pequeños y grandes, trasversales,
que van concluyendo en uno principal ó longitudinal, á la
manera que las venas van reuniéndose á otras mayores, hasta
formar el gran tronco que se llama vena cava. El Ebro, el
Tajo, Duero, Guadalquivir, etc., con todos sus afluentes res-
pectivos pueden tomarse entre nosotros, como tipo de
cuencas.
Con relación á las causas, muy variadas, por cierto, que
han intervenido en la formación de los valles, se llaman es-
tos orográficos, de erupción, de denudación, etc.
Valles orográficos. — Son aquellos cuyo origen hay que
buscarlo en movimientos del suelo, siquiera contribuya, una
vez constituidos, á ensancharlos y modificarlos en diferente
sentido, la acción del agua, bien sea líquida ó sólida. De
estos valles, los unos pueden llamarse orográficos propia-
mente dichos, y se parecen mucho por la causa que los ha
determinado á los de erupción y levantamiento; los cuales
generalmente se hallan representados por un espacio de ter-
reno largo y estrecho, originariamente llano ó poco acciden-
tado, que á consecuencia de la aparición lenta ó súbita de
dos cordilleras ó estribos, quedó como enclavado en ellas.
Una vez así constituidos estos valles, han sido profunda
mente alterados por la acción combinada de todos los agen-
tes que actúan en la superficie del globo. El fondo, ó sea la
parte principal de lo que en Suiza se llama Cantón del valle
(Valais en francés), puede tomarse como modelo de esta
especie de valles orográficos, -determinado, en gran parte,
por el levantamiento de los Alpes centrales y modificado con
posterioridad por las aguas líquidas del Ródano, que arran-
cando del glaciar de este nombre, recorren todo aquel terri-
torio, hasta muy cerca del lago de Ginebra, con todos sus
afluentes: también las nieves perpetuas han dejado allí claras
señales de su poderosa acción, contribuyendo á modificar
aquel valle, que puede llamarse también longitudinal, por su
dirección media paralela á la del eje de dichos Alpes, y
también valle irregular, por las dilataciones y angosturas que
ofrece. Los valles del Aar en los Alpes de Berna, los de
Chamounix y Aosta, separados por la gran masa del Mont-
Blanc y muchos otros, pueden presentarse como modelos en
aquel país clásico para toda especie de accidentes geográ-
ficos.
Los valles de replegamiento ó undulación, forman un se-
gundo grupo de los que llamamos orográficos; y consisten en
depresiones rectilíneas y mas ó menos extensas en sentido
longitudinal, contenidas entre dos cordilleras paralelas, for-
madas unas y otras por el replegamiento y undulación de las
mismas capas de los terrenos de sedimento. Estos valles son
muy comunes en la cordillera del Jura, y entre nosotros en
la provincia de Cádiz, según dice el Sr. Macpherson en la
interesantísima descripción que de aquel terreno ha publica-
do y en la Memoria sobre la Serranía de Ronda. La figura 3
dará una idea de lo que son estos valles.
Valles de rotura , se llama á un tercer grupo de accidentes
orográficos, determinados, como su mismo nombre lo dice,
por el quebrantamiento y desgarradura del terreno, efecto
de acciones subterráneas, dando origen á ciertas depresiones
no sobrado extensas en sentido longitudinal, pero interesan-
tes por ser muy variadas en forma y aspecto, y hasta con
frecuencia las mas agrestes y pintorescas. El fondo de estos
valles suele ser redondeado; unas veces ocupado por las
aguas, y otras hermoseado por bellos prados: las riberas que
limitan estos valles ofrecen diferente aspecto; pues mientras
la una suele presentarse cortada á pico á manera de escarpe
ó escarpadura, la otra corresponde á la pendiente inclinada
de la bóveda central (fig. 3).
Estos valles que accidentan en todos sentidos y contribuyen
á hermosear la cordillera del Jura, donde llevan nombres loca-
les muy difíciles de verter á nuestro idioma, tales como com-
be, que podría tal vez llamarse comba, cotes, cluses, ruz, etc.,
son equivalentes en muchas ocasiones á los desfiladeros y
gargantas; recibiendo el nombre de cañones y barrancas en
la gran cordillera de México, donde estos accidentes orográ-
INTRODUCCION
fíeos adquieren proporciones colosales, debidas á las disloca-
ciones del suelo, efecto de movimientos terrestres, y también
á la erosión de las aguas.
a
Dg. 3- — Levantamientos y replegamientos del Jura. — a, crestas;
combas ; c, bóvedas ; d, fallas
Llámanse valles de erupción á los formados por dos cor-
rientes de lava de notable longitud á veces y altura, que en-
sanchan á medida que se apartan aquellas de la boca volcá-
nica de donde proceden, y cuyas laderas y fondo, por regla
general, son muy escabrosos y desiguales.
Valle de erosión o denudación se llama á los surcos flexuosos
y generalmente muy largos, producidos ó abiertos por la
fuerza de acarreo de las aguas corrientes, dejando ver ó po-
niendo al descubierto lo que antes estaba oculto; que esto
es lo que significa el verbo desnudar. Distinguense estos
valles por dos circunstancias muy atendibles, á saber: por
hallarse niveladas las extremidades de sus laderas, y por la
uniformidad con que en una y otra repiten los mismos ma-
teriales; como que el espacio que las separa formaba antes
un todo unido. Por el fondo de estos valles suelen serpen-
tear las aguas, unas veces como simples arroyos y otras for-
mando grandes rios; restos de las corrientes que dieron ori-
gen á semejantes accidentes. Hállanse estos situados á todas
alturas y en todos los terrenos, siquiera sean mas frecuentes
y fáciles de reconocer en los de sedimento y en los de la
formación diluvial; como de ello tenemos muchos ejemplos
en las afueras y dentro mismo de Madrid. En los países
montañosos, arrancan estos valles de ambas vertientes de
las cordilleras y de puntos no lejanos de las crestas ó cimas;
y en los países llanos, se observan en la parte superior de
las mesetas, en las divisorias de las aguas. Su origen suele
ser por depresiones casi inapreciables del suelo, que ensan-
chan y profundizan acentuándose mas y mas; ó bien son de-
bidos á desniveles frecuentes y como escalonados, que afec-
tan á veces la forma semicircular análoga á la de los circos
romanos, por cuya razón reciben este nombre; como se ob-
serva en el valle de Anzasca en los Alpes, y en los famosos
de Pau y Gavarni en los Pirineos.
Las diferentes circunstancias que en estos valles concur-
ren, dependen en gran manera de la estructura y naturaleza
de los terrenos, de la pendiente del fondo, y del volumen y
fuerza de acarreo de las aguas; pero el describir los que cor-
responden a estas ó las otras comarcas, según su respectiva
constitución geológica, nos apartaría demasiado de nuestro
propósito.
Sin embargo, no siempre los valles de erosión se hallan
recorridos ó asurcados por aguas corrientes, en cuyo caso se
llaman valles secos, y rieras en Cataluña, como las que se
observan fuera y aun dentro de Barcelona, como lo acredi-
tan los nombres de alguna calle. Pero sea con agua perma-
nente ó sin ella, distinguense de los valles orográficos, y
principalmente de los de replegamiento, en que lójos de
hallarse aislados como estos, se enlazan, ó por mejor de-
cir, confluyen unos en otros, constituyendo la especie de
ramificación que ya dijimos representaba la cuenca hidro-
gráfica.
Además de los grupos anteriormente indicados, hay valles
que se llaman uniformes, que son aquellos que á partir en
los grupos de montañas de puntos muy próximos á su centro
eruptivo, van ensanchando de una manera regular, á medida
que se apartan de su origen; y otros irregulares, que ofrecen
ensanchamientos y estrecheces en su curso, como se observa
en el ja citado valle del Rodano, donde estos accidentes se
repiten muchas veces.
Por ultimo, sucede muy a menudo que un mismo valle
ofrece circunstancias tales, que no puede atribuirse su for-
mación á una sola sino á varias causas; cuya influencia se
traduce fácilmente en los varios caractéres ó rasgos que le
distinguen, por cuya razón suelen llamarse mixtos.
Completan el cuadro de los accidentes orográficos, en
sentido de depresión, ciertas cavidades, unas veces vertica-
les, otras en sentido longitudinal, pero subterráneas, que se
conocen con los nombres de pozos naturales, simas, grietas,
abrigos ó resguardos naturales, y por último cavernas, cuya
importancia y diversa significación se explicarán en lugar
oportuno.
II. — hidrografía
Derivado de ludros , agua, y grafos, descripción, el adjetivo
que lleva este articulo indica que vamos á ocuparnos en el
estudio de todo lo relativo álas aguas que hay en la superfi-
cie del globo terrestre.
Este cuerpo, considerado como elemental por los anti-
guos, consta de oxígeno é hidrógeno, combinados en la pro-
porción de' dos volúmenes de este por uno de aquel; y se
presenta en la superficie del globo en estado líquido, sólido y
gaseoso.
Reservando para mas adelante dar á conocer el origen
del agua en la tierra, cumple ahora exponer los hechos geo-
gráficos mas importantes que con este agente se relacionan,
sobre todo en su estado líquido y sólido; prescindiendo por
ahora del gaseoso, por estar en la atmósfera, de la que solo
accidentalmente trataremos, por ser su estudio mas bien de
la incumbencia de la Meteorología.
Hielo y Nieve.— Cuando el estado sólido del agua depen-
de de la cristalización que la baja temperatura determina en
las aguas líquidas, se llama hielo; y cuando este fenómeno
se verifica en las altas regiones de la atmósfera, de donde
se desprende en forma de copos, recibe el nombre de nieve.
El mismo estado sólido presenta, aunque mas compacto, el
agua cuando cae en forma de granizo ó piedra.
El estado sólido del agua puede ser temporal y transito-
rio ó permanente, en cuyo caso se llama hielo ó nieve
eterna, como se observa en las regiones polares, y en las cor-
dilleras mas altas del globo, Himalaya, Andes, Alpes, Piri-
neos, etc.
En todas estas regiones, la condición precisa para que las
nieves y los hielos sean perpetuos, es que la temperatura
media no pase de 0 en la escala ascendente del termómetro.
Esta circunstancia se nota en las altas latitudes por la obli-
cuidad con que estas reciben los rayos solares; y en las zo-
nas templadas y tórrida, en las grandes alturas, por efecto
de la distribución del calor en las regiones atmosféricas.
De modo que por lo visto, en este concepto considerada,
la altura compensa ó equivale á la latitud.
Los hielos perpetuos ocupan extensiones inmensas en las
regiones polares, cuyas aguas se hallan congeladas, no te-
niendo quizá gran fundamento, según parecer del distinguido
geólogo y viajero sueco Nordenskjold, que llegó en una
de sus expediciones hasta los 82o de latitud Norte, la opinión
emitida por algunos, de que alrededor de los polos los mares
estén líquidos.
GEOLOGIA
198
Las nieves perpetuas se presentan en inmensas masas de
granos sueltos como arena amontonada, según se observa en
los mas altos picos de los Alpes, Andes, etc.; ó de estructura
compacta, sólida y con una tenacidad solo comparable con
la de muchas rocas. En este caso se halla dotada de movi-
miento, y constituye lo que se llama Glaciar, palabra de ori-
gen latino, que no dudamos en introducir en nuestro len-
guaje, persuadidos de la poca exactitud é impropiedad de las
voces ventisquero, helero, y helera que otros emplean.
Límite de las nieves perpetuas. — Llámase así, y también
nivel de las nieves perpetuas, la línea mas ó menos irregular
que expresa los puntos en que en cada hemisferio el agua se
presenta sólida, de un modo permanente.
La altura donde esto se verifica varía con la latitud ; ob-
servándose que mientras en la costa noruega desciende hasta
los 700 metros, en el Himalaya se eleva hasta 5,000.
Respecto al límite de los hielos polares, solo pode
cir en tésis general, que los del hemisferio Norte no si
pasar de los 80o, mientras en el Sur llegan al 60.
Los hielos y las nieves temporales ofrecen tan poca im-
portancia en la física terrestre, que no merece nos detenga-
mos mas en su exámen.
Agua líquida. — El agua líquida ocupa inmensos espacios
en la superficie terrestre, limitados por los continentes: en-
cuéntrase también á la superficie y en el interior de estos,
recibiendo en el primer caso el nombre de mares, y en el
segundo el de manantiales, rios, lagos, etc.
ttíUmr . — Los mares en su acepción mas lata se llaman
Mediterráneo. — Cuando las aguas de estos entran por al-
gún estrecho ó canal en alguna de las grandes depresiones
terrestres; también reciben el nombre de mares interiores,
como el Báltico, el Mediterráneo propiamente dicho y el de
México.
Golfo, Ensenada , etc. — En los océanos, como en los me-
diterráneos, cuando por efecto de la forma de las costas, las
aguas penetran en mayor ó menor escala en las tierras, reci-
ben estos accidentes hidrográficos el nombre de golfo, como
los de Lion, Gascuña, Valencia, etc.: ansa, ensenada, rada y
puerto, cuyo último nombre se aplica mas comunmente á
aquellos puntos que ofrecen ventajas naturales ó artificiales,
para el comercio marítimo.
Fvordo. — A veces el mar penetra muchas leguas tierra
adentro por una abertura estrecha, con frecuencia erizada de
escollos, en costas entrecortadas é irregulares; este accidente
propio de los países escandinavos, donde lo observé en 1869,
recibe el nombre de Fyord, palabra que hay que aceptar á
falta de otra equivalente en nuestro idioma, pues aunque la
ria ofrezca alguna semejanza, no pasa á ser fyord, faltando
en este la mezcla de aguas dulces y salobres que se observa
en la ria.
Como ejemplos de fyordos podemos citar el Issefyord,
Limefyord y otros, en Dinamarca; los de Udewalla, Ra-
llo, etc., en Suecia.
Estuario. — El punto por donde el mar penetra en sus dos
movimientos de flujo y reflujo, y por el cual se retiran las
aguas, así en la costa como en los rios mismos, se llama es-
tuario.
Donde las aguas saladas encuentran un grande obstáculo
en las que bajan por el rio, se forma una barra á manera de
ola grande, que suele producir efectos destructores en las
riberas, á la cual llaman en América Poro-roca y Espera; así
se designa también al punto en que por razón de la profun-
didad del rio y de la gran masa de agua acumulada, la ma-
rea queda tranquila, conservando el mismo nivel; en la zona
del rio Amazona llaman Bore á este hecho curioso.
Estrecho ó canal. — La comunicación entre dos océanos, ó
entre alguno de estos y un mar interior, se llama canal, es-
trecho ó brazo de mar, como el de Gibraltar, el canal de la
Mancha, etc.
Como complemento de lo que aquí conviene consignar,
respecto á los mares, que ya dijimos son cinco como los con-
tinentes, pondremos á continuación una especie de índice
de las principales divisiones en cada uno de ellos admitida.
Primero. Océano Glacial Artico. — Se extiende desde el
círculo polar hasta el polo N.; sus limites son Europa, Asia
-7 América. De este mar dependen:
El mar Blanco. . . . Golfo de Obi.
"El de Kara Idem de Ienisei.
El de Kalgouef.. . . Mar Polar.
Golfo de Baffin.
El de Siberia ^ Idem Cristian ó canal Fox.
Idem de Hudson.
legundo. Océano Atlántico. — Situado entre Europa, Africa
y América, desde el círculo polar N. hasta el Cabo de Hor-
nos: se divide en tres porciones, llamadas boreal , equinoccial
y austral , según su posición, extendiéndose el primero desde
el círculo polar hasta el trópico de Cáncer; el segundo entre
éste y el de Capricornio, y el tercero hasta el Cabo de Hor-
nos. Este Océano ofrece las ramificaciones siguientes:
Mar de Irlanda.
4.0 Golfo de Gascuña.
(
editerráneo.
6.° Golfo de Guinea.
7.0 Mediterráneo de la Co-
lombia
8.° Mar de los Esquimales.
9.0 Idem de la Groenlandia.
Golfo de Cattegat.
Zuiderzée.
Golfo de Finlandia.
Idem de Botnia.
Idem de Livonia.
Golfo de Génova.
Mar Tirreno ó de Sicilia.
Idem Jónico.
Idem Adriático.
Golfo de Tarento.
Mar de Candía.
Archipiélago griego.
Mar de Mármara.
Idem Negro y de Azof.
Mar de las Antillas.
Golfo de México.
Idem de Honduras.
Idem de Darien.
m TW T
Tercero. Océano Indico. — Limitado al N. Por el Asia,
al O. por el Africa y al E. por la península de Malaca,
islas de la Sonda y la Nueva Holanda. De este mar de-
penden:
1.
El mar de Ornan.
2.0 El de Bengala.
/ Golfo de Aden.
Mar Rojo.
Golfo Pérsico.
Idem de Martaban.
Mar de Nicobar.
Cuarto. Océano Pacífico. — Se extiende desde el círculo
polar N. al del S., limitado por el Asia, islas de la Sonda y
Nueva Holanda por un lado, y por otro por las dos Améri-
cas. Este es el verdadero y único mar que con sus aguas cir-
cunda el mundo entero, comunicando por el Cabo de Hor-
CAPITULO PRIMEkO
nos con el Atlántico, y por las islas de la Sonda y la Nueva
Holanda con el de la India. Se divide, como aquel, en tres por-
ciones, boreal, equinoccial y austral, y sus dependencias son
las siguientes:
1.
o
2.
O
3-
4- °
5- °
6.°
7-°
8. 9
9°
10.
1 1.
12.
«3-
14.
I5-
Mar de Bering.
Idem de Okhotsk.
Idem del Japón.
i
Mar Amarillo.
Mar Azul | Idem de Pekín
Mar de China.
Idem de Liao-Tong.
j Golfo de Tong-King.
1 Idem de Siam.
Mar de Mindoro.
Idem de Célebes.
Idem de Java.
Idem de la Sonda.
Idem de las Molucas.
Idem de Carpentaria.
Idem del Coral.
Idem de la Australia.
Idem de la California ó de Cortés.
Golfo de Panamá.
Quinto. Océano Glacial-austral ó del Sur. — Se extiende
desde el polo boreal hasta el círculo polar de este nombre.
Ls el menos conocido de todos, por las grandes dificultades
que ofrecen los témpanos de hielo á la navegación: perma
nece indiviso, por sernos desconocidas las tierras que en él
pueden hallarse.
Respecto al volumen de las aguas terrestres, podemos de-
cir que aunque de una manera apenas sensible, no deja de
disminuir; tanto por las combinaciones de este cuerpo con
diferentes elementos componentes de las rocas, cuanto por el
enfriamiento progresivo de la costra sólida; lo cual determina
una mayor imbibición de las aguas de la superficie. A este
propósito, el señor Vezian dice: «Suponiendo que la profun-
didad media del Océano primitivo fuese de 2,500 metros, y
que la costra sólida pueda absorber el */M de su volumen de
agua liquida, por esta sola causa el nivel de los mares ha
descendido 200 metros; y que toda el agua de los Océanos
se perderá en las profundidades del globo, el dia «por fortu-
na aun remoto* en que la costra sólida alcance 125 kilóme-
tros, ó sea 1/B0 del radio terrestre 3>
Sea de esto lo que se quiera, lo que no puede negarse es
que el nivel del mar ha variado, tendiendo á descender, á
pesar de la acción contraria que debe producir la contracción
terrestre, que según \ ezian, debe estimarse en 3 metros; sin
embargo, la emersión de los continentes determina, como
por un movimiento de báscula, el descenso de los mares;
habiéndose esto verificado según aquel geólogo en una escala
considerable; puesto que llega á 96 metros, á los cuales hay
que agregar los doscientos, resultado de la absorción terres-
tre; y si de ello restamos los tres metros que suma el levan-
tamiento por la contracción terrestre, resultará una diferencia
de nivel entre el actual y el de los mares primitivos, de 293
metros. Lo que si puede asegurarse es, que con muy corta
diterencia, y hecha abstracción de las irregularidades de la
urv atura terrestre, el nivel de los mares viene á ser el mis-
mo en todos ellos; habiendo demostrado el rompimiento del
Istmo de Suez que eran infundados los temores de una in-
vasión de las aguas del mar Rojo en el Mediterráneo, por
creerlas mas altas.
En cuanto á la profundidad que alcanzan los mares, bien
puede asegurarse ser tan variable, como las desigualdades en
sentido contrario que ofrecen los continentes; en algunos
199
puntos ha llegado la sonda á profundidades mucho mas con-
siderables que las mayores alturas continentales; como la de
15,°°° metros encontrada por Parker entre Rio-Janeiro y el
Cabo de Buena Esperanza; y en el gran Océano, Riuggol,
que llegó á 14,000; es decir, que solo estas profundidades
equivalen casi al doble del Himalaya y al triple del Mont-
Blanc. Sin embargo, esto es excepcional; debiendo además
tener en cuenta las causas de error que pueden existir en las
operaciones de sondeo; así es que la profundidad media, que
deducida de la teoría de las mareas no da mas que 4,000
metros, según Young, oscila entre 4,800 y 6,000 metros;
por último, según Humboldt, excede cinco á seis veces la
altura media de los continentes, debiendo ser por consi-
guiente de 3,500 metros. Todo esto, sin embargo, no pasa
de ser aun hipotético, pues faltan datos para establecer de
una manera séria, principios fijos. Por regla general, puede
establecerse que los mares interiores, los golfos, estrechos,
etcétera, ofrecen menos profundidad que los grandes Océa-
nos, como parecen acreditarlo los resultados de los sondeos
hasta ahora practicados
Respecto á la composición de las aguas del mar, hé aquí
el resultado de dos análisis, practicado uno por el señor Reg-
nault, y trascrito de su curso de Química; y el otro de la Fí-
sica del globo de Boccardo.
Agua
Cloruro sódico. .
Regnault
96,470
2,700
Boccardo
96,20
2,7»
Id. magnésico..
0,360
0,54
Sulfato de magnesi
1. . . .
0,230
0,12
Id. de cal. . . .
o,í 40
o, 80
Cloruro potásico. .
0,070
0,40
Carbonato de cal..
0,003
0,10
Bromuro magnésic<
3.. . .
0,002
0,10
Residuo no determinado. .
»
2,30
O J » v
de calcio, de hierro y de plata; este último en la proporción
de un miligramo por cien kilógramos de agua; lo cual, te-
niendo en cuenta el volúmen de los Océanos, alcanza, según
Tuld, la enorme cantidad de dos billones de kilógramos, que
equivale á mil veces el producto de todas las minas conoci-
das de plata. Además de estas sustancias, lleva también el
agua del mar, clorhidrato de amoniaco, yoduro de potasio,
sulfatos de sosa y de potasa, carbonatos de hierro y de otras
sustancias menos importantes.
La proporción en que se encuentran las materias fijas en
las aguas del mar, la determina el residuo que deja la evapo-
ración; que sobre mil partes en peso de agua, deja de 34,40
á 37,55 de residuo sólido; el cual, extendido por toda la su-
perficie del globo, formaría, según Cordier, una capa de 16 ,6
de espesor. _
La composición del agua del mar, puede decirse que es
originaria, ó que arranca desde los primeros momentos en
que las aguas pudieron permanecer á la superficie del globo,
no habiéndose modificado mucho en la larga serie de siglos
trascurridos desde entonces, y ofreciendo también pocas di-
ferencias de unos mares á otros, relacionadas principalmente
con la cantidad de aguas dulces que reciben, con la escala
en que se verifica la evaporación, y quizás también con la
existencia de manantiales minero-termales en su fondo.
Solo se apartan, dentro de ciertos límites, de esta regla ge-
neral, ciertos lagos mal llamados mares, cuyo aislamiento ó
falta de comunicación con los verdaderos mares constituye
uno de esos hechos, no bien explicados aun, siquiera se atri-
buyan á movimientos generales del suelo. De estos lagos, al-
200
GEOLOGIA
gunos como el Caspio y Aral tienen aguas que solo se dife-
rencian de la de los Océanos en la cantidad de sustancias á
la que deben su mayor salobrez ; en cuyo concepto, podrían
considerarse, como quieren algunos, como resto de antiguos
mares con los cuales comunican subterráneamente sus aguas,
que por esta razón son menos saladas; opinión de todo punto
inadmisible.
En otros lagos, como los de las aguas saladas de Armenia,
la altura considerable que excede de 1,600 metros, imposi-
bilita mas aun la idea de ser resto de antiguos mares; pues
no se comprende cómo pudieran haberse conservado las
aguas, cuando ocurrió el levantamiento que las colocó donde
hoy se encuentran; siendo mas fácil explicar el sabor y com-
posición de sus aguas, por la inmediación de grandes depó-
sitos de sal. Por último, el mar Muerto, mal llamado también
así, pues no pasa de ser un lago, y otro de aguas saladas si-
tuado al Oeste de los Estados-Unidos, llamado de Uíah,
ofrecen una cantidad desproporcionada de sustancias mine-
rales, que por evaporación llega en las aguas del mar Muerto
hasta 22,77 Por 100 y en las del otro á 22,4; de donde re-
sulta, que el peso específico, estrechamente relacionado con
las sustancias interpuestas en el agua, llega á 1,24.
Según Boussingault, las aguas del mar Muerto contienen
las sustancias siguientes:
Agua. . I. >x*t^=7=
Cloruro de magnesia. . . . 10,729
M pe sodio. U 1 6,496
|o|pe &l<ro 3,559
Id. de potasio . 1,61 1
Bromuro de magnesia. . . . 0,331
Sulfato de cal 0,042
Carbonato de cal 0,003
Clorhidrato de amoniaco. . . 0,001
Casi, casi, son aun mas curiosos los lagos de Natrón en
Egipto, que además del carbonato de sosa, contienen cloruro
sódico y sulfato de cal; y los del Tibet, en cuyas aguas solo se
encuentra borato de sosa: el origen de estos últimos, dadas la
especial naturaleza de sus aguas, y las peculiares circunstan-
cias que en ellos concurren, es aun mas difícil de referir ála
comunicación con otros mares.
I ambien llevan las aguas del mar en disolución el aire at-
mosférico con el ácido carbónico, cuya proporción aumenta
á expensas de la del nitrógeno con la profundidad; encon-
trándose el oxígeno, ázoe y ácido carbónico, aunque variando
algún tanto en sus proporciones, hasta mas abajo de 5,000
metros, donde existe aun la vida.
Completa, por último, la composición de dichas aguas, una
cantidad prodigiosa de animalillos microscópicos y materia
orgánica, cuya importancia daremos á conocer al tratar de la
formación de ciertos materiales terrestres.
Las aguas líquidas no ocupan solo los grandes recipientes
que se llaman mares; también circulan á la superficie ó en el
interior del globo, constituyendo lo que se llama hidrografía
exterior y subterránea.
Cuando el agua se desprende en forma de lluvia, al llegar
á la superficie de la tierra se divide en tres partes; una que
vuelve por evaporación á la atmósfera de donde procede;
otra que corre á la superficie; y la tercera, si las capas sobre
que cae son permeables, penetra en el interior, por donde
circula hasta que encuentra fácil salida á la superficie. El
nacimiento o aparición al exterior del agua subterránea, es
lo que se llama manantial ó fuente, siquiera esta última pa-
labra deba en rigor aplicarse con mas propiedad, al recep-
táculo ó alberca natural ó fabricado por el hombre, para re-
cibir las aguas en su aparición.
Los manantiales reciben diferentes nombres, según las
circunstancias que caracterizan su aparición, la temperatura
y calidad de sus aguas, etc.; así, por ejemplo, llámanse pe-
rennes ó constantes, aquellos cuyas aguas fluyen siempre;
y por el contrario, temporales cuando se agotan en tiempo
seco; si los intervalos que separan entre sí las salidas ó apa-
riciones del agua son regulares, los manantiales se llaman
intermitentes; pudiendo citar como ejemplos notables, el
que existe en la famosa Vila llamada de Plinio, junto al lago
de Como, y el de Hautes Combes, célebre monasterio situa-
do en la ribera occidental del lago de Bourget.
Según la temperatura y naturaleza de las aguas, se llaman
los manantiales fríos, templados y cálidos ó termales, to-
mando por término de comparación la media del ambiente,
en el punto donde las aguas aparecen. Mineral y medicinal
se llama cuando llevan suspensos ó ’disueltos algunos cuer-
pos inorgánicos, en cantidad bastante considerable para co-
municar al agua estas propiedades.
Hidrografía externa. — Desde el punto de su aparición al
exterior en los manantiales, las aguas, por correr á la super-
ficie de la tierra, siguiendo los accidentes que esta ofrece,
dan origen á lo que se llama hidrografía externa; representa-
da por los arroyuelos, arroyos, cañadas y rios de primero,
segundo y tercer orden; hasta pagar de nuevo su tributo á
los mares, de cuya superficie, por evaporación proceden.
Cuenca hidrográfica. — Al conjunto de todas las ramifica-
ciones de una gran arteria terrestre, se da el nombre de
cuenca hidrográfica, como la del Ebro, Tajo ó Guadalquivir;
llamándose boca, desembocadero ó desembocadura, aquel
punto por donde las aguas de un rio entran en el mar.
Bocas de rio. — Algunos rios tienen diferentes bocas ó ra-
males, que son otras tantas entradas desde la mar, como se
observa en el Nilo, en el Orinoco y en otros muchos.
Rápidos , Cataratas, Cascadas , etc. — Cuando la pendiente
por donde corren las aguas en un rio es mas ó menos fuerte,
se originan los rápidos y las cataratas, si las aguas se preci-
pitan de una vez desde gran altura; cuando la cantidad de
agua es menor, reciben los nombres de saltos, cascadas na-
turales ó artificiales.
Lagos y su clasificación.— Sucede á menudo que las aguas
corrientes, al encontrar en su curso una depresión mas ó
menos considerable, forman un depósito al que se da el
nombre de lago; aunque según vamos á ver, no todos recono-
cen el mismo origen. Estos pueden dividirse en cuatro gru-
pos, á saber: primero, aquellos que no reciben, ni dan agua
corriente, se alimentan de la de lluvia, y de veneros subter-
ráneos; el de Albano junto á Roma, antiguo cráter volcánico,
puede citarse como ejemplo, lo mismo que el de Pavin. Se-
gundo, los que siendo simples depresiones y ensanchamien-
tos del álveo de un gran rio, reciben y dan aguas corrientes;
el de Ginebra, que está en el curso del Ródano, el de Cons
tanza atravesado por el Rhin, y otros muchos, entran en esta
categoría. Tercero, los que sin recibir aguas corrientes, dan
origen á algún rio, como el de Monte retondo en Córcega, y
el de Kiouk-kiol en el Tibet. Cuarto, los que reciben y no
dan aguas corrientes, como los mal llamados mares Caspio
y Aral, en los que desembocan las grandes arterias del Vol-
ga, el Kohur, el Amoun-Deria y otros, y el mar Muerto que
recibe las aguas del Jordán. A estas cuatro clases de lagos,
hay que añadir una quinta, á la que llamaremos con Huot,
Penilago. — Es aquel cuyas aguas se hallan rodeadas de
tierra por todos lados, menos por un boquete natural ó arti-
ficial, por donde comunican con el mar; el de Maracaibo en
Colombia, y la Albufera de Valencia, son ejemplos que de-
ben citarse: aquel, natural; este obra del hombre.
Laguna-Estanque. — El valor de estas dos palabras viene
201
CAPÍTULO SECUNDO
á ser igual y significa lo mismo que lago, con la diferencia
de ser menor. En Cataluña, Aragón y Valencia, los lla-
man estanys ó estaños, derivado del latín stagnum , el es-
tanque:
Lagunajo ó Lagunazo. — Son los charcos ó pantanos que
se forman en los campos con las aguas llovedizas y se secan
en verano. En América ocupan extensiones considerables, y
pueden mirarse como lagos intermitentes ó accidentales,
como el de Jarayas, entre el Paraguay y el rio Cubaya.
Almajal y Charcas. — Así se llaman aquellos sitios en
donde las aguas se estancan <5 corren poco, dando origen
con frecuencia á depósitos de turba, según veremos mas ade-
lante.
Almajar. — Es el sitio bajo en las inmediaciones del mar,
donde por filtración se recogen las aguas que forman un
pantano; equivale hasta cierto punto al pdder de Holanda.
Terminando ya con esto lo que nos proponíamos indicar
respecto á la parte de Geografía física y estática que mas di-
rectamente interesa á nuestro objeto, estamos ya en el caso
de entrar en el
CAPITULO II
GEOGRAFIA DINÁMICA Ó CAUSAS ACTUALES
Llamamos Geografía dinámica, ampliando en cierto sentido
el significado del adjetivo, a la parte de la ciencia que tiene
por objeto el exámen, no solo de las causas ó agentes que
actúan sobre el globo, sino también de los efectos de esta
acción; y como quiera que estos ofrecen la imagen del mas
singular proteismo de la superficie terrestre, de ahí el haber-
nos permitido adoptar esta palabra para representarlos.
Los agentes que actúan en el globo determinando estos
efectos, son de naturaleza física los unos, y orgánicos los
otros. Los primeros, representados por la acción del calor,
dd agua, y de la atmósfera, pueden llamarse internos y ex-
ternos, ó bien termo-dinámicos, y aéreo-neptúnicos; los se-
gundos se hallan representados por la acción de los reinos
vegetal y animal.
ARTICULO I
CAUSAS ÍGNEAS
La acción del calor, que depende hoy en su mayor parte
del centro solar, pero que en otras épocas era debida tam-
bién al estado candente del globo, puede estudiarse en la
atmósfera, en las aguas, y en la tierra propiamente dicha.
I. — TEMPERATURA DE LA ATMOSFERA
La temperatura en las regiones medias y altas de la atmós-
fera debida al calor solar, decrece en razón directa de la al-
tura, aunque no de un modo uniforme en todas las re-
giones
Este hecho, confirmado por la observación diaria en los
países montañosos, y por los datos suministrados en las di-
ferentes ascensiones aerostáticas, es la causa mas eficaz de
la distribución vertical de los vegetales, y también la que
determina el límite de las nieves perpetuas.
El decrecimiento se verifica próximamente á razón de un
grado por 160 ó 180 metros; siendo las causas que principal-
mente la modifican, la forma, la naturaleza y disposición de
las montañas, y la exposición; observándose, que en la falda
S. y E. de las Cordilleras, el límite de las nieves perpetuas
y el de la vegetación es mas alto que en el N. y O. El Hima-
laya ofrece no obstante una anomalía, puesto que en la ver-
tiente meridional descienden las nieves sobre 1,000 metros
mas que en la del Norte. La dirección de los vientos mon-
zones explica satisfactoriamente este hecho, según veremos
mas adelante.
Thurman estima el decrecimiento de la temperatura en
los Alpes centrales, en i° por cada 66 metros; y en el Jura
de Berna, en i° por cada 200, opinando que los límites
pueden establecerse entre 150 y 250 metros por cada grado
de calor.
Los adjuntos cuadros confirman la regla general y la ex-
cepción del Himalaya que se acaba de indicar.
PUNTOS Y OBSERVADORES
MA:
K
Cordillera de Bolivia (Pentland).
de Quito (Humboldt).
Volcanes de México (Idem),
imalaya (Webb)
— pendiente septentrional
— pendiente meridional.
Etna (Saussure)
Pirineos (Ramond)
Cáucaso ( Engelhaidt y Parrot) .
Alpes (Saussure)
Cárpatos (Wahlenberg). . . .
Altai ...... i . .
Noruega interior (De Buch). .
Idem
Idem
Costa
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37o á 3S0 idem. .
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42o '/, á 43o idem. .
2,729
42° Vi á 45° ídem. •
3,216
45o */* á 4b° idem. .
2,670
49o á 49o tjk idem. .
2,592
49o á 5 1 0 idem. .
I,95°
61o á 62o idem. .
1,690
67 o á 67o , fi idem. .
1,180
70o á 70o '/*. idem. .
1,060
71o Vj á 71o */v idem .
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3,5
Tomo IX
26
202
GEOLOGÍA
REGION
Laponia.
Noruega
Cárpatos
Alpes suizos septentrionales.
— meridionales. .
Pirineos franceses . . .
Apeninos.
Etna.
Cáucaso.
Ararat.
Tenerife.
México.
Andes de Quito.
LATITUD
67o
61o
49°
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45
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42'
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Ultimos árboles y arbustos
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Betula alba, Rhododendron lapponicum. .
Betula alba y nata, salix glauca
Pinus abies, y Pumilio
Pinus abies, Rhododendron ferrugineum.
Pinus larix
Pinus silvestris, v, rubra y uncinatus. . .
Fagus Sylvatica
Idem
Betula alba, Rhododendron caucasicum. .
Betula. .
Pinus canariensis
Pinus occidentalis
Escallonia, Alstoma
^A I ¡M MI I *
La temperatura de las regiones bajas y del suelo depende
hoy casi exclusivamente de la acción solar, ya que la del
globo apenas ejerce sobre la superficie acción alguna; no
alcanzando quizás ‘/30 de grado. En estas regiones bajas
concurren muchas circunstancias que favorecen el aumento
del calor, siendo las principales, su mayor densidad, la acu-
mulación de vapor de agua y ácido carbónico, todo lo cual,
oponiéndose á la irradiación, hace que la temperatura sea
mas alta en dichas regiones bajas.
La diferente inclinación con que los rayos solares llegan
á la tierra, es lo que principalmente determina el grado de
calor, ó la temperatura de las diferentes regiones ; siquiera
existan muchas causas generales y locales, que tienden á
modificar la influencia de la latitud.
Entre dichas causas modificadoras, debemos mencionarla
altitud por la ley del decrecimiento que acabamos de indi-
car; las relaciones entre continentes y mares, la mayor ó
menor distancia á estos, cuya tendencia es á moderar los
extremos de temperatura, por efecto de la evaporación; la
regularidad ó desigualdad de terrenos, y colores dominantes
de sus materiales; la existencia ó falta de grandes bosques,
y lo que es consiguiente, el estado higrométrico medio de la
atmósfera, donde aquellos abundan ó escasean; la presencia
de grandes lagos y de corrientes líquidas, y hasta de masas
de nieve perpetua; todo esto puede contribuir á modificar
mas ó menos profundamente la acción de la latitud, notán-
dose por esta misma razón, que en dos puntos igualmente
distantes del polo y del ecuador, no se disfruta de la misma
temperatura.
Llámanse isotermas de i sos, igual, y termos , calor, las
líneas mas ó menos regulares ó sinuosas, que en un mismo
hemisferio, marcan igual temperatura media ánua.
Líneas isoteras é isoquimenas son: aquella, la de tempe-
ratura máxima ó estival, y ésta, la mínima ó invernal.
Línea iso-atmoterma: considerada la atmósfera dividida en
capas, se comprende la posibilidad de que haya en ella
superficies de temperatura media igual; y de aquí el nombre
de línea ó superficie iso atmoterma. Estas superficies pudie-
ron ser en el origen del globo, y durante largos períodos de
su historia, cuando el calor propio de la tierra se dejaba
sentir con mas ó menos intensidad al exterior, paralelas con
dicha superficie terrestre; pero mas tarde cuando por la inter-
posición de la costra sólida, era de cada dia menor la
influencia de la temperatura propia del globo, perdióse dicho
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Metros
585
586
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/ i
paralelismo, é inclinándose las líneas hácia la tierra, llegaron
á encontrar en diferentes puntos á la misma superficie terres-
tre, originándose de aquí las líneas isotermas terrestres. Las
figuras 4 y 5 explicarán cuanto acabamos de indicar.
Explicación de las figuras. — La A A representa la super-
ficie del globo, las a b c d, son las iso-atmotermas paralelas
próximamente en su origen con aquella, si bien inclinándose
hácia los polos; cuando por consecuencia de este movimiento
llegaron á contactar la tierra, como indica la otra figura,
han aparecido las líneas isotermas, sometidas estas y aquellas
á todas las causas modificadoras que mas arriba apuntamos.
Ecuador termal. — Es la línea que enlaza todos los pun-
tos del globo, cuya temperatura media alcanza el máximum;
esta línea pasa algo al Norte del ecuador geográfico en las
tierras, y mas comunmente hácia el Sur, en los mares.
Polos de frió. — Así se han llamado por Berghaus dos pun-
tos del hemisferio boreal, el uno en el Norte de América,
hácia el 74o 30' de latitud, y 38 de longitud occidental, cuya
temperatura media es de — 19,7; el otro se encuentra
á 78o 30 de latitud y á 128o 30' de longitud oriental, cuya
temperatura media es — 17“ 2'; suponiendo aquel ilustre
geógrafo que el polo geográfico no alcanza una temperatura
tan baja, por eso llama polos de frió á los dos indicados; si
bien hay bastantes motivos para creer que la Siberia ofrezca
temperaturas mas bajas que el Norte de América.
Todos estos y muchos otros datos de Física terrestre,
debidos á la poderosa iniciativa de Humboldt, y de otros
eminentes naturalistas, han servido y aun sirven para deter-
minar la importante cuestión de los climas; que pueden defi-
nirse diciendo, que son el temperamento de una región dada,
circunscrita por dos líneas isotermas contiguas en un mismo
hemisferio, determinado por los rayos solares y el calor pro-
pio de la tierra; modificada su acción por todas las circuns-
tancias que acaban de indicarse.
Clasificación ’de los climas. — Generalmente hablando, e
cada hemisferio se admiten siete climas, á saber:
I.°
Tórrido. Línea isoterma de
*SV
i
a
0
25
2.°
Cálido
25
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a
20
e
3-
Suave
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a
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0
4-
Templado
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15
á
10
5*°
Frió
»
IO
á
5
6.°
Muy frió
5
á
0
0
7-
Glacial
»
0
»
a -
—10
CAPÍTULO SEGUNDO
Cada uno de estos se divide en constante, variado y extre-
mado. Llámase constante cuando la diferencia entre la
máxima y la mínima de calor no excede de 8o; variable
cuando llega á 20 y extremado el que ofrece una diferencia
de 30
Véase el siguiente cuadro.
Constante.
Climas. Variable. . '
Media anual Máx. Min. Diíerenc.
/
Extremado
I
Funchal.
20°3'
24V 1 7°2
' 7°
(Madera)
S. Malo..
12 3
194
54
14
París. . .
10 8
2 3
16
Londres.
10 2
180
32
‘5 8"
N.-York.
12 1
27 1 —3 7
30 8'
Pekín. . .
12 7
29 1 — 4 1
33 2
203
Según las observaciones de Pentland. el hemisferio austral
es mas frió que el boreal; es decir, que en latitudes iguales
no se observa la misma sino inferior temperatura, respecto
del otro hemisferio. Esto es tanto mas de extrañar, cuanto
que la desproporción entre los mares y las tierras es mucho
mayor en el hemisferio austral que en el boreal, debiendo
buscar en otra causa la explicación del hecho; causa que,
según mas detalladamente veremos al tratar del terreno cua-
ternario, han querido encontrar algunos en la precesión de
los equinoccios.
Aunque sea bastante difícil establecer reglas ó principios
fijos respecto á la temperatura de la atmósfera, y con mas
razón aun cuando se trata de los espacios celestes, pues á lo
variable de este agente, se agrega la dificultad suma de ha-
cer buenas observaciones; sin embargo, según Arago, en la-
Figs. 4 y 5. — Líneas atmotermas
titudes templadas, las variaciones termométricas no suelen
exceder de 20" á 25o sobre la temperatura media.
En ningún punto del globo, el termómetro colocado á dos
ó tres metros del suelo, y resguardado de la reflexión, pasa
de 46’: tampoco excede de 31o, por término medio, la
temperatura de las capas bajas de la atmósfera en el Océa-
no, y la mínima, observada con el termómetro suspendido,
es de — 50o; de donde es fácil deducir, que el calor de la su-
perficie actual del globo oscila entre la máxima y la mínima
dentro de los 100o.
Respecto de la temperatura de los espacios celestes, á fal-
ta de observaciones directas, se ha recurrido al cálculo, que
por cierto no ha dado gran uniformidad en sus resultados;
pues mientras Poisson estima la media en 13o; Fouvrier ob-
tuvo — 50 ó 60o, y Pouillet — 142o.
De todo lo cual, fácil es deducir lo falible de toda predic-
ción de tiempo; hallándose por desgracia la Meteorología en
su infancia para obtener resultados positivos; debiendo con-
siderar todo lo que á esta parte del calendario ó almanaque
se refiere, hijo de buenos deseos, cuando no del afan de em-
baucar al inconsciente vulgo.
DE
RA DE LAS AGU
La temperatura de las aguas puede apreciarse en el punto
de salida del interior, ó sea en los manantiales, en las de-
presiones terrestres llamadas lagos, y por último en los
mares.
Temperatura de los manantiales. — El diferente grado de
calor que acusan las aguas en su nacimiento, depende de
muchas causas, siendo las principales, la profundidad de don-
de proceden, por la inmediación á la pirosfera terrestre, cir-
cunstancia casi siempre confirmada por la grande inclinación
de los bancos ó estratos de los terrenos próximos á los ma-
nantiales, cuando estos pertenecen á la categoría de terma-
les por su elevada temperatura; no siendo raro observar en
una misma localidad aguas calientes, y templadas ó frías,
como sucede por ejemplo en Villavieja (provincia de Caste-
llón), donde las aguas medicinales de temperatura bastante
elevada proceden de la Sierra de Espadan, que, según mas
adelante veremos, pertenece al terreno triásico, cuyas capas
están muy inclinadas, al paso que las aguas naturales que
sirven para el abasto de la población, son templadas, y á ve-
ces hasta frías; porque en su marcha subterránea solo recor-
ren los materiales del terreno cuaternario y quizás también
del terciario, que ocupa toda la plana.
Otra causa de la termalidad délas aguas, la encontraremos
también en la presión que ejercen ó sufren al chocai en su
marcha subterránea con las desigualdades que ofrecen las
paredes de los conductos por donde circulan; pues es sabi
do, que la presión desarrolla siempre ó, como hoy se dice,
se trasforma en calor. Agréguese á esto la poca conductibili-
dad de los materiales terrestres á través de los cuales salen
las aguas del interior, y se tendrá una idea de la diferente
temperatura que ofrecen en los manantiales.
Recientemente Lecoq en una obra (1) á la que con fre-
cuencia tendremos que recurrir para explicar satisfactoria-
mente muchos hechos de la Física terrestre, hace la distinción
entre las fuentes ó manantiales comunes, y los minerales,
fundándola principalmente en que estos últimos arrancan de
(1) Les eaux minerales.
204
GEOLOGÍA
la zona de reacción química terrestre; al paso que las otras
no llegan á dicha profundidad, y de aquí las diferentes cua-
lidades de dichas aguas, entre las cuales la mayor tempera-
tura es la mas aparente. Daremos mas amplios detalles acer-
ca de este asunto, en lugar oportuno, donde se hará ver la
influencia poderosa que en todas épocas ha ejercido el agua,
así á la superficie, como en el fondo de la tierra.
Temperatura de los lagos . — Respecto á las aguas estanca-
das ó de los lagos, se observa un hecho muy curioso que po-
dríamos llamar providencial; pues mientras la superficie
puede llegar á congelarse, las capas medias y las inferiores
ofrecen una temperatura casi constante. El siguiente cuadro
confirma este hecho.
OBSERVADORES
LAGOS
Saussure.
Labeche. .
Ginebra. . .
De id. . .
— Thun. . .
— Brientz. .
— Lucerna. .
\ — Constanza.
— Mayor. .
— Neufchatel.
— Bienne. .
— Annecy. .
— Bourget. .
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— Zug. . .
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350
500
600
370
335
325
217
163
240
630
3»
La razón del singular hecho que acabamos de indicar, re-
lativo á la diferente distribución del calor en las aguas, con-
siste en que el agua común no alcanza su máxima densidad
al O sino al 40, de donde resulta que cuando la temperatura
exterior llega á dichos cuatro grados, haciéndose la capa
superficial mas pesada, va al fondo del lago ó recipiente
que la contiene; si la temperatura permanece algún tiempo
á 4o, todas las capas que sucesivamente ocupan la superficie
participan del grado de calor que determina su mayor den-
sidad; buscando, como es consiguiente, el fondo, siquiera
colocándose encima de las que anteriormente bajaron. Si
establecido ya este equilibrio entre todas las capas líquidas,
desciende la columna termométrica hasta O, no pudiendo
descender la capa superficial por ser mas ligera, sufre los
efectos de la temperatura hasta congelarse; operación que
empieza simultánea ó sucesivamente en diferentes puntos de
la superficie líquida, de los cuales parten gran número de
irradiaciones de bellos cristales, pertenecientes al sistema
romboédrico, hasta que, entrelazándose unas con otras, lle-
gan á constituir una capa que cubre toda la extensión del
lago, aumentando en espesor en razón directa del descenso
de temperatura, llegando hasta algunos decímetros y á mas
de un metro de grueso, permaneciendo el resto del agua en
estado líquido y á una temperatura bastante uniforme.
En cuanto á la temperatura de las aguas del mar, difiere
bastante de lo que acabamos de referir respecto de los lagos,
en razón á que la densidad crece en aquella á medida que
la temperatura desciende hasta el límite de la congelación
no empezando á dilatarse sino desde que adquiere el estado
sólido; habiendo observado el célebre físico Despretz que en
condiciones ordinarias el agua del mar se congela á — 2, “5,
pudiendo permanecer líquida cuando hay tranquilidad per
fecta hasta — 30; el Sr. Sabine, en grandes profundidades
donde la presión es considerable y la calma absoluta, ha en-
contrado temperaturas de— 3°, 47 en el agua líquida, pudiendo
creer en este caso que la congelación se verificaría á — 3°,9.
De lo anteriormente expuesto se deduce que, no solo el
procedimiento de congelación es distinto en las aguas de los
mares y en las de los lagos, sino que la distribución del ca-
lor es también diferente; pudiendo establecer como tesis ge-
neral que en todos los mares la temperatura disminuye mas
ó menos rápidamente, á partir de la superficie, llegando en
algunos puntos hasta la congelación, como ha observado
Edlund en el fondo de las aguas de las costas de Noruega;
Carpenter indica varios puntos entre Escocia y las islas Fe-
roe, en que, á partir de 900 metros, la temperatura oscila
entre 0o, 94,0o y — 1 3 3 ; por último, el Sr. Shortland en-
contró entre Aden y Bombay, á 3,300 metros de profun-
didad, <1°, 83, marcando el termómetro á la superficie de las
aguas 2 30, 8.
Aunque la temperatura de las aguas por regla general sea
mas uniforme que la de la atmósfera, nótanse, sin embargo,
en casi todos los mares grandes irregularidades; como se
justifica, por ejemplo, el que á latitud igual las aguas del
hemisferio Sur son mas frías que las del Norte; á 1,700 me-
tros de profundidad, la temperatura media del Atlántico es
de 50, y en el Pacífico de 30; según Coupent Desbois, el des-
censo de temperatura en relación con la profundidad es me-
nor á medida que se avanza hácia el polo austral, siendo
mas pronunciada en las capas profundas. Varias causas con-
tribuyen á determinar estas irregularidades, debiendo citar
entre otras las corrientes, que son cálidas, templadas ó frías,
según su procedencia, como mas adelante se demostrará,
influyendo en algunos mares circunstancias propias que ex-
plican ciertas anomalías, tales como la que presenta el Me-
diterráneo, cuyas aguas no ofrecen sino en casos muy excep-
cionales temperaturas inferiores á 12o, cualquiera que sea la
profundidad en que se observe este hecho, relacionado pro-
bablemente con la corriente cálida que, partiendo del Atlán-
tico, pasa por el Estrecho de Gibraltar, cuyo fondo se en-
cuentra á mas de 900 metros.
ni.— TEMPERATURA DE LAS TIERRAS
La temperatura en la costra sólida del globo oscila á par-
tir de la superficie dentro de ciertos límites, hasta llegar á
una capa donde el termómetro no experimenta alteración
alguna; por cuya razón se llama zona de temperatura cons-
tante. La profundidad de esta zona es variable por multitud
de circunstancias: en Madrid, según el Sr. Rico Sinovas, se
observa entre los 25 y 30 metros de profundidad.
A partir de la zona constante ó fija, se nota un hecho de
la mayor trascendencia, que consiste en el aumento gradual
y mas ó menos regular del calor, de un grado por cada 30 ó
33 metros. Este hecho, confirmado por multitud de obser-
vaciones practicadas principalmente en las minas, en las ca-
vidades naturales ó grutas, y también en las aguas artesia-
nas, es de la mayor trascendencia, por reconocer como
causa, según el común sentir de los geólogos, la existencia
en el fondo de la tierra de un inmenso foco de calor, resto
de lo que fué en su origen el globo terrestre. Si el aumento
gradual es constante, podrá apreciarse el calor del centro
del globo teniendo en cuenta la extensión del radio terres-
tre. A pesar de esto y de no tener la costra sólida externa
mas allá de unas quince leguas españolas de grueso, el calor
propio de la tierra apenas se deja sentir hoy en la superficie;
lo cual se explica perfectamente por la mala conductibilidad
de las rocas por el calor.
Lineas ó espacios isogeotermos. — Llámanse así á los que en
el interior del globo reúnen ó enlazan aquellos puntos cuya
temperatura es constante á semejanza de las isotermas al
CAPÍTULO
exterior. Todas las líneas isogeotermas son paralelas, excep
tuando las inmediatas á la superficie, por efecto de causas
allí existentes que las modifican hasta cierto punto.
En los tiempos históricos, estas lineas representan una
figura cerrada, análoga al elipsoide terrestre, siquiera mas
pronunciada, como se desprende del resultado de observa-
ciones y cálculos que llevan á 1,425 metros de profundidad
en los polos, la isogeoterma 2 7°,5* que se encuentra, según
Humboldt, en el Ecuador, casi á la superficie.
El fondo del globo, donde se supone con bastante funda-
mento hallarse fluida su masa, se llama Piroesfera terrestre.
El aumento de temperatura sigue una ley análoga á la que
preside la conductibilidad del calor en una barra de metal
sometida á elevadas temperaturas por uno de sus extremos.
En este caso, como dice Vezian, las distancias al foco de ca-
lor crecen en progresión aritmética; mientras los exceden-
tes de calor ó sea el que la barra de hierro comunica á la
atmósfera, disminuyen según progresión geométrica.
El adjunto cuadro y dibujo pondrán en claro esta idea,
que deberá quizás modificarse algún tanto, en razón á que la
figura terrestre, cuyo foco termal se halla encerrado por su
propia costra sólida, no es la de una barra de hierro.
CRECIMIENTO DE LA TEMPERATURA
EN EL INTERIOR DEL GLOBO
SEGUNDO 20^
Nota.-— Las palabras de cursiva del cuadro anterior denotan el punto
de volatilización en estas valuaciones aproximadas; las otras el de fusión.
ESCALA DE LAS LÍNEAS ISOGEOTERMAS SEGUN
PROGRESION ARITMÉTICA PROGRESION GEOMÉTRICA
En los tiempos históricos, siquiera haya de remontarse á
muchos mas siglos de lo que se creía, la influencia del calor
propio de la tierra sobre la superficie, puede asegurarse que
no ha variado, según se desprende de las observaciones as-
tronómicas y de los datos que suministra la estadística vege-
tal comparada; pero en tiempos anteriores, la intensidad y
distribución del calor terrestre ha sido muy distinta, según
lo prueba entre otras muchas razones la especial índole de las
Faunas y Floras que se han sucedido en la historia de nues-
tro planeta, ya que los vegetales y animales que las repre-
sentan forzosamente tenían que adaptarse á las condiciones
biológicas de la tierra, entre las cuales no es ciertamente la
temperatura la que menor influencia ejerce. Al trazar la his-
toria de los diferentes terrenos equivalentes á las épocas de
la historia de nuestro planeta, se verá confirmada esta ver-
dad; en la cual se fundaba también el eminente Lecoq para
admitir la división cronológica de los climas, en terrestres,
SEGUN PROGRESION ARITMÉTICA,
CUYA RAZON ES 30
SEGUN PROGRESION GEOMÉTRI-
CA, CUYA RAZON ES 1, 1 5
ns ir.
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c e
es su
^ c
y
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
1 1
12
13
14
15
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
3°
35
40
45
50
55
U
+mt
e
u
rs
gl
Puntos de fusión y de vo-
latilización de diferentes
sustancias
30
60
90
120
*5°
180
210
240
270
3o o
330
360
390
420
45°
480
510
540
570
600
630
660
690
720
75°
780
810
840
870
900
1050
1200
*35°
150°
1650
o
cí -
— c
8.2.
I¡
o
Bromo . — Fósforo.
Agua. — Sodio. .
Azufre. .
• •
Yodo.
Estaño. . .
Bismuto.
Fosforo. . .
Plomo. . .
Mercurio. .
Azufre. .
• • • • 1
Antimonio. .
• • .-f
Zinc.
• • •
Plomo.
Arsénico
J .
Arsénico.
Plata , fund.on blanca
Zinc, estaño , oro. . .
Granito
Hierro, manganeso. .
Plata
3°
35
40
46
53
61
70
80
92
106
122
140
IÓT
185
213
245
282
324
373
429
493
567
652
75°
863
993
1 142
T3 1 3
1510
1 737
3466
Puntos de fusión y de vo-
latilización de diferentes
sustancias .
Fósforo
Bromo
Agua. — Sodio
Azufre. — Yodo
Yodo
Estaño
Bismuto
Fósforo
Plomo, mercurio
Azufre. — Antimonio
Zinc
Plomo
Arsénico. — A rscnico
Plata, fund.on blanca
Zinc, estaño , oro
Granito
Hierro, manganeso
Plata
2o6
GEOLOGÍA
corno consecuencia del calor propio de la tierra; mixtos , de-
bidos á la acción combinada del calor central y solar, y por
último, climas solares , que son los actuales, remontando su
origen hasta los terrenos terciarios donde principia, por de-
cirlo así, la vida actual ; cuyas especiales condiciones son
hijas de la exclusiva acción de los rayos del sol, modificada
por las causas generales y locales que en lugar oportuno in-
dicamos.
Según el Dr. Vezian, los fenómenos cuyo asiento, si no la
causa única, reside en el interior del globo, son:
1. ° Eruptivos (plutonismc y volcanismo), consistentes en
la aparición al exterior, al través de las grietas terreares, de
la materia pirosférica en estado pastoso ígneo.
2. ° Hidrotermales (geiseres, macalubas, fuentes termales,
filones metalíferos, etc), que se manifiestan ó son resultado
de la acción del agua á temperaturas mas ó menos elevadas
y á grandes presiones.
3"° Metamórficos, ó sean cambios que las corrientes
eruptivas é hidrotermales imprimen á las rocas que encuen-
tran á su paso.
4.® Seísmicos, representados por oscilaciones bruscas y
pasajeras del suelo, ó lo que en otros términos se llaman
terremotos.
A estos cuatro grupos de fenómenos, debidos al estado
del interior del globo, creo debiera agregarse un quinto, con
la denominación de oscilaciones lentas de los continentes,
siendo la movilidad general de la costra terrestre una de las
pruebas que, asociada al aumento de calor, según acaba de
indicarse, la forma y densidad de la tierra y los tenomenos
eruptivos, llevan al ánimo el convencimiento de la existencia
en el interior del globo de un inmenso foco de calor que
constituye lo que se llama la pirosfera terrestre, resto de lo
que en su origen hubo de ser toda la masa del globo.
Entrar ahora á discutir y quilatar el valor de las diferentes
teorías para darse razón del verdadero origen de este calor y
de la distribución que en la historia terrestre ha tenido, y de
otros puntos relacionados con el calor propio del globo, seria
apartarnos demasiado de nuestro propósito; debiendo por
consiguiente limitarnos á exponer los hechos mas culminan-
tes que con dicho agente se relacionan, como el efecto á la
causa. De estos hechos geológicos ó terrestres, los que de un
modo mas inmediato y á nuestro alcance pueden demostrar
la verdad de todo cuanto acabamos de exponer, son los que
genéricamente hablando reciben el nombre de
Volcanismo : ingeniosa y atinada frase de Humboldt, que
representa la reacción del interior ígneo de todo planeta y
de consiguiente de la tierra, y de los satélites, como por
ejemplo la Luna, contra su exterior, mas ó menos consoli-
dado.
El volcanismo se da a conocer por una serie de manifes-
taciones mas ó menos enérgicas y casi siempre enlazadas
unas con otras; de las cuales unas se caracterizan por la apa-
rición al exterior de materiales subterráneos; y las otras por
movimientos ó sacudidas rápidas y pasajeras como los terre-
motos, ó lentas y paulatinas, y son las oscilaciones de los
continentes. Estas manifestaciones de la actividad terrestre
han debido experimentarse en toda la larga serie de edades
que caracterizan la historia del globo desde que empezó á
formarse la costra sólida; dejando indeleblemente impresas
las huellas de esta acción en la superficie, tanto con la salida
de materiales del interior cuanto en los violentos ó suaves
movimientos terrestres; formando todo ello una serie no in-
terrumpida de sucesos importantes que empieza con la for-
mación del primer granito eruptivo, continuó en los levanta-
mientos y dislocaciones terrestres, en el metamorfismo de las
rocas, en la formación de minerales nuevos, etc., y sigue aun
hoy actuando con la aparición de la lava y demás materiales
eruptivos, con la frecuente repetición de terremotos y osci-
laciones lentas de los continentes, fenómenos que solo deja-
rán de existir el dia, por fortuna aun muy remoto, en que se
agote ese inmenso foco de calor, del que depende en gran
parte la actividad, por algunos llamada vida terrestre.
Los geólogos, no obstante la continuidad de la serie de
estas actividades terrestres, la dividen en dos grupos, lla-
mando al primero plutonismo, y al segundo volcanismo; del
cual nos vamos ahora á ocupar para que nos sirva de intro-
ducción natural al estudio de lo que ocurrió en otros tiem-
pos, ya que el agente fué el mismo que actúa hoy.
Las manifestaciones del volcanismo unas veces se dan á
conocer, como queda ya indicado, por la aparición de mate-
riales del interior; y otras por movimientos bruscos (terre-
motos), ó lentos (oscilaciones de los continentes); ahora
bien, como en tésis general, las aberturas que comunicando
con el interior de la tierra dan ó facilitan la salida al exte-
rior de materiales en diferentes estados, se llaman Volcanes,
y á la salida mas ó menos impetuosa de dichos materiales,
se la designa con el nombre de Erupción, de aquí el tener
que ocuparnos en primer término de Volcanes y de Erup-
ciones.
Volcan. — Es una abertura terrestre por donde salen ó apa-
recieron en los momentos de paroxismo en las erupciones,
materiales gaseosos, líquidos y sólidos, del interior de la
tierra.
Con frecuencia la acumulación de materiales alrededor de
la boca de salida, produce amontonamientos generalmente
cónicos, truncada la cima por una cavidad también cónica,
pero inversa, que se llama cráter. Tampoco es raro el que
preceda á esta acumulación de materiales alrededor del crá-
ter, el levantamiento del terreno, sea ó no volcánico, á tra-
vés del cual aparecen dichos materiales.
Las figuras números 6 y 7, que representan la primera
la Somma antes de la erupción del Vesubio, y la segun-
da este volcan después de la erupción del año 79 de nues-
tra era, en que aparece un cono rodeado del circo que
constituye la Somma, separado por un valle casi circular,
que es á lo que los italianos llaman el Atrio del Caballo, jus-
tifican estos dos hechos, ya que, según he visto, allí hay le-
vantamiento y acumulación de materiales en torno del cráter.
Partes de todo volcan. — Así constituido el monte cónico
truncado que se llama Volcan, debe considerarse en él, i.°
el foco donde se hallan, digámoslo así, concentradas las
fuerzas volcánicas y los materiales que arrojan al exterior
durante las erupciones; 2.° la chimenea ó sea conducto mas
ó menos tortuoso que establece la comunicación entre el
foco y el cráter, cavidad en forma de embudo, estrecha há-
cia abajo y mas ancha hácia arriba, constituyéndolos bordes
del mismo.
Los habitantes de Canarias llaman caldera al cráter.
Con bastante frecuencia los volcanes presentan mas de
un cráter; como sucedía en el Vesubio que tenia dos, y el
Etna tres, cuando los visité en 1852, y sin embargo, el Vesu-
bio en tiempos anteriores no tenia mas que uno. El Coto-
paxi, que puede considerarse como tipo de cono volcánico,
solo parece poseer un cráter. Merced á la incesante acción
de los agentes terrestres, el número de cráteres es tan varia-
ble en los volcanes como su forma y demás accidentes, pu-
diendo considerarse como la imágen fiel del proteismo ter-
restre.
Clasificación de los Volcanes. — Según los materiales que
arrojan ó han arrojado en otros tiempos, llámanse traquíti-
cos, basálticos, lávicos, cenagosos ó macalubas, y geiseres:
según su estado en los tiempos históricos se denominan ac-
CAPÍTULO SEGUNDO
I
207
ti vos, apagados, y mixtos ó azúfrales (solfatara en italiano):
regulares ó intermitentes, é irregulares, según los períodos
que median entre una y otra erupción. Por regla general,
cuanta mayor altura alcanza un volcan tanto mas largo es el
intervalo que separa una erupción de otra; como se observa
en el Pichincha, Cotopaxi, y Antisana en América, cuyas
erupciones pueden llamarse seculares por el espacio de tiem-
po que media de una á otra; mientras el de Stromboli, y el
de la Boca del Diablo, en el lago de Nicaragua, cuya altitud
no excede de 700 metros, se hallan en erupción casi conti-
nua, no excediendo los intervalos de una á otra de media
hora, según observé en Stromboli en 1852 y 53.
Llámanse también submarinos los que han surgido del
interior del mar: otros insulares como el ya citado de Strom-
boli, el de la isla de Barren en el golfo de Bengala y.todos
los grupos volcánicos del Pacífico, Atlántico y demás mares.
Los hay litorales, como el Vesubio en la costa de Nápoles,
el Etna en Sicilia, el Hecla en Islandia, inmediato á la costa
Hg. 6. — La Somma antes del primer siglo
meridional de dicha isla, y muchos otros en todas las costas
de los continentes. Los hay también, aunque no tan comu-
nes, esencialmente continentales, como se observan en las
Montañas Celestes ó de Tianthchan, donde figuran los mon-
tes volcánicos llamados Pechant y Tourfant. En el interior
de la China existen también volcanes esencialmente conti-
'£• 7- —El ^ estibio después de la erupción del año 79
53N
neníales, por la distancia que les separa del mar mas próxi-
mo. Por último, preséntanse los volcanes unas veces aisla-
dos, otras agrupados, y también alineados. La analogía de
distribución de los volcanes y las montañas es de la mayor
importancia, por cuanto parece indicar ser estas y aquellos
resultado de una misma causa; ó sea la actividad del inte-
rior de la tierra. Después de estas consideraciones generales,
conviene que digamos algo acerca de las erupciones, por
cuya palabra se entiende el variado conjunto de fenómenos,
que un volcan en acción ofrece al estudio y admiración del
que tiene la fortuna de presenciar estas operaciones terres-
tres, a las que los italianos, con esa viveza de ingenio y ele-
gancia de estilo que los distingue, caracterizan con gran pre-
cisión, llamándolas il bello hórrido , y tienen razón;
una erupción vista de cerca tiene tanto de espantable y hor-
rible, como de sublime y encantador; constituyendo uno de
de estos hechos naturales que es menester haber visto para
saber lo que son.
Meca?¡ismo de las erupciones. — Anúncianse estas en gene
ral por ciertos fenómenos que pueden llamarse precursores;
siquiera no haya ninguno que anuncie con tanta certidum-
bre una erupción próxima, que podamos asegurar que va
esta á verificarse, por haberla precedido el fenómeno siem-
pre precursor. Figuran entre estos los terremotos, casi siem-
pre locales ó circunscritos á la comarca en que va á verifi-
carse la erupción; aunque algunas veces lleguen á ser gene-
20$
GEOLOGIA
rales, como sucedió en el terremoto que en 20 de agosto
de 1S52 destruyó gran parte de Santiago de Cuba, cuatro
horas antes de empezar la famosa erupción del Etna, que
tuve el gusto de estudiar; debiendo añadir, para que no se
crea que aquel fué un hecho aislado, que cuantas veces se
abrieron bocas nuevas en el Etna, otras tantas se reproducían
los estragos en nuestra Antilla.
Suelen secarse los manantiales si existen en las inmedia-
ciones del volcan; bien por la evaporación que determina la
masa candente de la lava allí próxima, ó por efecto de dis-
locaciones en el terreno, producidas por los terremotos.
Tampoco es raro observar, sobre todo en el Vesubio,
donde confirmé en 1852 el hecho ya citado por otros auto-
res, de anunciarse la erupción por verdaderas nubes de in-
sectos que revolotean alrededor del cráter: hecho tanto mas
extraño cuanto que los pobres animalillos no van allí sino
en busca de una muerte segura, ya que el Vesubio, como
los demás volcanes activos y sobre todo en erupción, no
puede ofrecer sino emanaciones deletéreas que esparcen la
muerte hasta donde su letal influencia alcanza, de cuya ma-
léfica acción suele participar á veces el hombre. Pero aun-
que no sea fácil encontrar la relación de causa á efecto en-
.tre la presencia de los insectos y una erupción próxima, y sin
que pretendamos tampoco generalizar demasiado el hecho,
tratándose del Vesubio, puedo asegurar que es una ver-
dad (1).
Fig. S.— El Kilauea (cráter del volcan de Ilawahi)
La columna de vapor que, siquiera en proporciones muy
variadas, sale siempre del cráter principal de todo volcan
activo, aumenta á veces de un modo considerable, cuando
la erupción está próxima, y no solo aumenta en cantidad
sino que toma á veces aspectos muy curiosos; siendo bastante
común el que imite una especie de pino implantado sobre
el cráter; la ilusión es completa cuando reina gran calma en
la atmósfera; pues la columna de vapor permanece vertical
formando con frecuencia también nubes circulares que van
dilatándose á medida que se apartan de la tierra. Por cierto
que los habitantes de regiones volcánicas se han servido y
aun se sirven, los de Stromboli por ejemplo, de la dirección
de la corriente de vapor que se escapa de su cráter , de la
intensidad con que sale y de otras circuntancias que la ex-
periencia les hace apreciar, como para predecir el tiempo,
siendo bastante autorizada la opinión de que el dios Eolo ó
de los vientos fué un antiguo habitante de dicha isla, que
sabiendo sacar partido de estos fenómenos naturales, logró
que sus contemporáneos le miraran como un sér superior.
Por último, pueden considerarse como síntomas precurso-
res de la erupción ya próxima, las exhalaciones eléctricas que
procedentes del interior del cráter cruzan en todos sentidos
la columna de vapor, dando cierto aspecto siniestro á dicha
operación terrestre, la cual puede en rigor decirse que prin-
cipia de lleno con la salida impetuosa de fragmentos de dis-
tintos tamaños de lava candente arrojados á mayor ó menor
altura.
La erupción casi siempre principia por el cráter central,
por cuyo borde suele aparecer á veces la lava en estado lí-
quido ó pastoso, y derramándose por la pendiente del vol-
can, lleva la destrucción á todas partes. Tal es lo que sucedió
en la famosa erupción del Vesubio en 1 794, cuya corriente
salvó en dos horas el espacio que media entre el borde del
cráter y el mar; destruyendo á su paso el pueblo de la Torre
del Greco, haciendo retirar las aguas del golfo mas de 150
metros : la ola que se formó después, obrando impetuosa-
mente contra la costa, acabó de arruinar lo poco que quedaba
en pié de aquella desdichada villa. En la erupción del Etna
de 1838, según relación de un testigo presencial (2), el crá-
ter grande, de los tres que tiene, fué rellenándose de lava de
abajo arriba, hasta que encontrando antes de llegar al borde
un punto de menor resistencia, rompió por allí, y corriendo
como un manantial, llegó hasta cerca de Bronte. Otras veces
anunciase el comienzo de la erupción por la salida mas ó
( 1) En el Anuario del Observatorio del Vesubio se han publicado
sobre este singular hecho datos por demás curiosos.
(2) El Dr. Gemellaro, de Catania, de cuyos labios oí la relación del
I suceso.
O
i
CAPÍTULO SEGUNDO
29
menos violenta de la lava, pastosa y enrojecida, arrojada á voridos habitantes del pueblecillo de Zafarana, que llegaron
grandes alturas por la fuerza explosiva del volcan, dando á temer fuera el pueblo sepultado, á la manera que Hercu-
orígen al consolidarse á lo que por la forma especial que laño en la lamosa erupción del Vesubio el año 79; por
ofrecen, llaman los italianos, lágrimas y bombas volcánicas: fortuna la corriente se detuvo antes de llegar á la aldea, re-
de las que recogí algunas junto al cráter del Vesubio y del dudándose todo á pasar un buen susto.
Etna. Estas primeras operaciones suelen durar algunas ho- No me atreveré á asegurar que todas las erupciones de
ras, uno ó mas dias; trascurridos los cuales, todo el aparato volcanes ígneos se ajusten al modelo que acabo de describir;
eruptivo se establece en las faldas del volcan, en aquellos ' pero la mayor parte se efectúan de este modo, y la prueba
puntos generalmente alineados, por donde las paredes del de ello es que, así en el Etna como en el ^ esubio, yen mu-
cráter ofrecen menor resistencia, cediendo á la enorme pre- chos otros activos ó apagados que he tenido el gusto de
sion que ejerce la columna de lava que procede del foco
volcánico. En la erupción del Etna antes citada, después de
los primeros síntomas que pudieron observarse en el cráter
principal, abrióse una grieta en lo alto del llamado V alie del
Bove. iV las 24 horas cesó dicha grieta de funcionar, abrién-
dose otra mas abajo, la cual á su vez se apagó también á los j
dos ó tres dias, estableciéndose definitivamente todo el apa-
rato en el fondo del citado valle. Allí, asomado en el plano
del lago como desde una inmensa azotea á 3,000 metros
cerca sobre el nivel de mar, lleno de asombro, contemplé
durante la noche del 7 de octubre de 1852, en compañía del
eminente anatómico Gegenbaur, que se asoció á la expedi-
ción en Mesina, el mecanismo de aquella erupción, una de
las mas notables del Etna en el presente siglo. Descendiendo
luego hasta las inmediaciones mismas de los cráteres adven-
ticios, noté que había dos bocas: la una superior, que podía
llamarse explosiva, por donde se verificaban las grandes con-
mociones del volcan, precedidas de ruidos sordos subterrá-
neos y de fuertes temblores, acompañados de tremendas
explosiones que arrojaban á una altura, que no bajaría tal
vez de 400 á 500 metros, masas de fuego de todos tamaños,
que describían en su trayectoria los mas sorprendentes ca-
prichos de no imaginados fuegos artificiales. Quien quiera
persuadirse de la belleza horrible, o del bello horrtdo como
llaman los italianos, de una de estas funciones terrestres, no
ha de contentarse con acudir á descripciones mas ó menos
poéticas; tómese la molestia de ir á verlo, y de seguro en-
contrará pálidas é incoloras cuantas descripciones haya leido.
Boca emisiva.— En la boca ó cráter secundario inferior,
las cosas pasan de muy distinta manera, pero no por eso
son menos dignas de meditación. Vése, con efecto, aparecer
en el centro de una cavidad, la citada en el Etna podria
tener ocho ó diez metros de diámetro, una columna de lava
líquida como si fuera un manantial; cuya masa, formando
círculos concéntricos y bellas ondulaciones, se extendía
hasta los bordes, de donde solia retroceder, si bien perdido
ya el color intenso de aquel baño de mineral fundido. Pron-
to se cubría la superficie de una ligera capa negruzca, resul-
tado del enfriamiento y oxidación de la lava que, extendién-
dose á toda la masa, llegaba á impedir por breve espacio de
tiempo la salida de aquella ; de pronto oíase una pequeña
detonación, efecto de la violencia con que empuja la masa
interior, que resquebrajando la costra externa, y agrietándo-
la en sentidos diferentes, franqueaba el paso al manantial
ígneo, el cual, rebasando las orillas de la cavidad, derramá-
base por los puntos mas declives, estableciendo de este
modo el principio de la corriente de la lava, que serpen-
teando por la llanura, completaba perfectamente el símil de
un manantial, y del arroyo que origina. Cuando encuentra
la lava algún obstáculo á su paso, va acumulándose, cubrién-
dose unas corrientes á otras, hasta que, salvando la barrera,
corre á rellenar las desigualdades del terreno. En la erup-
ción de 1852, un valle circular llamado de San Giacomo,
fué rellenándose de esta manera, y cuando alcanzo un
boquete, que comunica con la última parte del ^ alie del
Bove, se presentó tan amenazadora á los ojos de los despa-
Tomo IX
estudiar, los conos adventicios, que con mucha frecuencia
adornan las faldas de dichos montes, suelen ser gemelos,
ó en otros términos, aparecen de dos en dos, y con fre-
cuencia en mayor número, siguiendo siempre líneas determi-
nadas.
A veces la corriente de los materiales volcánicos toma un
aspecto singular, en la cual parece que al ponerse en contacto
y en las inmediaciones del agua, había tomado el basalto la
forma columnar ó prismática, como se observa también en la
Calzada de los Gigantes, de donde el haber creído algunos
que la estructura prismática del basalto era resultado de la
retracción que por enfriamiento determina el agua: opinión
errónea, según trataremos de probar cuando describamos
esta roca.
Hallándome en Barcelona con motivo de la publicación
de la obra, he tenido la fortuna de encontrar en la misma
fonda al cónsul de Prusia Sr. Lindan, viajero tan infatigable
como atento y fiel observador, el cual nos refirió sobremesa
algunas particularidades tan notables de los volcanes de las
islas Sandwich, que no resisto al deseo de comunicarlas á
mis lectores. Dice el Sr. Lindan que el volcan de Kilauea
tiene un cráter cuyo diámetro mide mas de dos millas, y que
habiendo presenciado una de las grandes erupciones que
casi todos los años hace, no encuentra palabras para expre-
sar el asombro que le causó ver aquella inmensa masa de
fuego en ebullición levantarse en imponentes oleadas como
el mar en dia de tormenta, y tras de pequeñas explosiones
apenas oidas, arrojada á notable altura. Añade que un inglés
que se retiró sin ver la erupción, antes de llegar á la capital,
distante del gran cráter 9 leguas, pudo leer ya muy cerca de
aquella una carta al resplandor de la lava lanzada al aire por
las incalculables fuerzas volcánicas. Muchas otras particula-
ridades del famoso volcan, el de mayor cráter conocido,
nos contó, pero basta lo dicho para formarse idea de lo
que es tan inmensa boca terrestre que la figura 8 ilustrará.
Entre los volcanes diseminados en medio del Océano
Pacífico no citaremos sino los de las islas Sandwich; los de
Hawahi ó Owhykee no forman, por decirlo así, mas que un
solo volcan con un gran número de cráteres como el Etna,
pero hay la diferencia de que mientras el de Hawahi se
extiende sobre una superficie de varios centenares de leguas
cuadradas, el segundo no ocupa sino ochenta, y su cima
no alcanza en mucho á la altura del pico principal del
otro, que se conoce con el nombre de Mamaroa ó Mou-
mouroa.
El pico principal de Hawahi está situado en la parte sep-
tentrional de la isla, á diez ó doce leguas del mar; la forma
del cráter es elíptica, y la circunferencia de su borde superior
tiene mas de cuatro leguas, por manera que ese es uno de los
mas grandes, aunque no mas altos volcanes de la tierra. El
interior se ha explorado hasta la profundidad de mil doscien-
tos pies.
M. Goderich, el primer viajero que acometió tamaña em-
presa, pudo reconocer doce puntos cubiertos de lava ardien-
te, y cuatro orificios de donde se escapaban torrentes de
treinta á cuarenta piés de espesor. Todo el cráter ha debido
27
210
GEOLOGIA
llenarse á veces de lava, pues M. Goderich ha observado, á
menos de cien piés bajo el borde, una línea que describe la
circunferencia exterior, hasta la cual aparecían trasformadas
las rocas de las paredes y abrasadas por el calor de las
masas en fusión, bin embargo, las lavas no han rebosado
por los bordes, pero á causa de la gran presión hidrostática,
se ha abierto una grieta bajo el nivel del mar, y por ella
se precipitan las lavas, de modo que el cráter se vacía por
debajo.
El trabajo subterráneo continúa incesantemente; los vapo-
res sulfurosos, sobre todo, se desprenden de numerosas
grietas con tal violencia, que producen un ruido semejante
al de las máquinas de vapor de alta presión cuando se abren
las válvulas, y por lo que hace á la temperatura del hornillo,
debe ser mas alta que la admitida comunmente para los
demás volcanes, pues los fragmentos de pumita, diseminados
alrededor, tienen una textura tan poco compacta, que se
conservan difícilmente sin reducirse á polvo. El vidrio vol-
cánico (obsidiana), que cubre los flancos del cráter con
capas de varias pulgadas de espesor, es tan menudo y tan
fino, que el viento lo arrastra á la distancia de diez ó doce
leguas bajo la forma de largos filamentos.
El 23 de diciembre de 1824, M. Goderich observó una
violenta erupción de ese volcan y pudo medir las corrientes
de lava que salían impetuosamente de las anchas grietas,
elevándose á una altura de cuarenta á cincuenta piés. A veces
todo el cono parecía inflamado, probablemente por la ema-
nación de los gases, y en medio de las llamas, en derredor
del cráter principal, veíanse otros cinco que arrojaban piedras
incandescentes. De las vertientes del pico central surgian otros
volcanes que tienen nombres distintos, pero cuya conexión
permite considerarlos como uno solo, alimentado por varios
hornillos.
No léjos de allí, sobre una meseta de cuatro mil piés de
altura, cuyo nivel casi horizontal termina en una de las ver-
tientes del Moumouroa, se eleva otro volcan llamado el
Kirauca, cuyo cráter es probablemente el mas vasto de globo,
pues tiene, según se asegura, mas de seis leguas de circunfe-
rencia en su borde superior.
Desde este ultimo se ve en el interior un vasto espacio
rodeado de paredes verticales, y cuyo fondo, que se halla á
setecientos piés de profundidad, forma una superficie plana,
en medio de la cual se divisa un segundo espacio, de cerca
de una legua de diámetro, que se halla constantemente lleno
de una lava hirviente tan fluida, que podrían formarse fila-
mentos como el vidrio.
Las masas de lava en fusión que se hallan en el interior
de la montaña son tan considerables, que la vasta cavidad
central no es bastante espaciosa para contenerlas, y con fre-
cuencia sucede que se elevan sobre los bordes á varios cen-
tenares de piés de altura. Las olas de ese lago de fuego, de
esas rocas en tusion, van á estrellarse contra las paredes,
saltando como las aguas de una cascada, por manera que
seria muy peligroso visitar el volcan durante el flujo de las
lavas, al paso que no hay peligro alguno en penetrar cuando
están retiradas en el espacio interior. Las dimensiones de
este corresponden poco mas ó menos á las de las ciudades
de \ iena ó Berlín, inclusos los arrabales.
Las lavas no han traspasado jamás los bordes del espacio
exterior, pero sucede á veces que, después de alcanzar un
nivel muy elevado, bajan de pronto, y en este caso tiene
lugar la erupción por una grieta que hay al pié de la monta-
ña, abierta á consecuencia de alguna sacudida del terreno.
Las lavas que corren obstruyen bien pronto la abertura, y
entonces las masas en fusión vuelven poco á poco á su acos-
tumbrado nivel.
De todo lo que hemos dicho hasta aquí, resulta que es
difícil, si no imposible, trazar un cuadro que en conjunto se
pueda aplicar á todos los volcanes. Unas veces el cráter se
presenta como un valle encajonado, otras forma un cono, y
la profundidad del uno es tan variable como la altura del
otro; el mismo volcan sufre muy á menudo trasformaciones
que modifican súbitamente su aspecto, pues el fondo del
cráter se eleva ó se baja, formándose montecillos de esco-
rias ó conos de erupción; con mucha frecuencia los bordes
del cráter se hunden, y la altura de la cima disminuye de
pronto en varios centenares ó miles de piés, y en ciertas
ocasiones, por último, las materias arrojadas llenan poco á
poco el fondo de aquel y rebosan por los bordes, dando esto
lugar á que aparezca una nueva cima que acaba de cubrir
por completo la roca primitivamente levantada de tal modo,
que ya no se pueden distinguir el cráter de levantamiento ni
el de erupción.
Otro de los objetos curiosos que ofrece á la contempla-
ción del naturalista un volcan en actividad, es la disposición
que afecta muchas veces la corriente de lava, imitando
cordones ó madejas de hilo retorcido, que no son otra cosa
sino la superficie de aquella arrollada en espiral y formando
al enfriarse masas muy notables, celulares y filamentosas,
convexas en el sentido de la corriente, en razón directa de la
rapidez con que se desliza la materia ígnea por efecto de los
pocos obstáculos que encuentra á su paso.
Cantidad de materiales arrojados por las erupciones. — La
cantidad de materiales de todos tamaños que arroja un vol-
can en erupción, es variable hasta lo infinito; bastando citar
la que dio origen al Vesubio el año 79 de nuestra era, en la
que, además de formarse el actual monte de Soom de altura,
las cenizas y lapilli rellenaron el terreno hasta el punto de
hacer desaparecer, bajo dichos materiales, nada menos que
á tres grandes poblaciones, Herculano, Pompeya y Stabia.
El Dr. Gemellaro decía en la descripción que leyó á la aca-
demia de Catania, que en la erupción del Etna de 1852 el
V alle del Bove en tres meses se cubrió de una capa de nueve
á diez metros de espesor, y en la extensión de legua y media
cuadrada, hecho que pude también confirmar.
Serao. en una descripción que dió del Vesubio, asegura
que en la erupción de 1737 arrojó 8.879,383 piés cúbicos
de lava: el Chaptar-Jokul en la erupción de 1783 cubrió con
sus materiales 80 leguas cuadradas.
Fin de la erupción. — Al concluir la erupción, van cesando
los terremotos ; el intervalo que separa una de otra se hace
de cada vez mayor; las sacudidas y explosiones, sin embar-
go, son terribles, asemejándose á fuertes descargas de artille-
ría; se agota el manantial de la lava, la columna de humo
toma un color ceniciento gris, hasta que por último, renace
de nuevo la calma en la antes atormentada región.
Suelen completar el cuadro de tan terribles escenas, fuer-
tes huracanes determinados por la elevada temperatura que
se experimenta en torno del volcan, y también grandes agua-
ceros que llegan á convertirse en verdaderas inundaciones,
como consecuencia ó tal vez como causa determinante, de
lo mismo.
Pero entre los fenómenos meteorológicos, compañeros, y
tal vez consecuencia de las erupciones volcánicas, los mas
notables son los que se refieren á la electricidad y al magne-
tismo terrestres. El sinnúmero de exhalaciones eléctricas que
surcan la columna de humo, procedentes del fondo del
cráter del volcan, en los momentos de su mayor exaspera-
ción, y las detonaciones que acompañan á su salida, imitan
perfectamente una tempestad, bien que subterránea ó proce-
dente de abajo, pero que iguala, si no excede, á las atmosfé-
ricas en dias tormentosos.
CAPITULO SEGUNDO
21 I
En cuanto al magnetismo terrestre, se nota una coinci-
dencia muy singular entre los momentos y períodos de re-
crudecimiento de las erupciones y los cambios repentinos,
fuertes y violentas desviaciones de la aguja magnética.
El siguiente cuadro, del Dr. Palagi, director del Observa-
torio meteorológico de Bolonia (Italia), se refiere á la última
erupción del Etna, en 1852: fué formado por tan eminente
físico y el autor de este tratado, en Roma, confrontando los
diarios de observación de aquel establecimiento con el mió
de viaje, y atestigua lo que acabo de indicar.
/ (Principio de la erupción del Etna).
— El estado telúrico eléctrico fué
Dia 20 de agosto \ siguiente: á las 8 de la mañana
de 1852.. . . / + — ; á las 12 — + ; á las 4—0; á
las 8 -1 : cielo cubierto; á las 8 y
á las 12 relámpagos y truenos; in-
tensidad ó tensión eléctrica muy
fuerte.
t (Abrense nuevas bocas en el Etna).
Dia 22. — Mucha tensión eléctrica; relám-
pagos y truenos.
f (Abrense otras bocas). — A las 8 de la
j)¡a 2 -» ) mañana, la electrización del con-
j ductor, intensísima; relámpagos y
\ truenos; horizonte medio cubierto.
F.l estado telúrico eléctrico fué el si-
Dia i.° de setiem- ^ guíente: á las 8 de la mañana + — ;
bre á las 12 + — ; á las 4 de la tarde
— + ; á las 4 + — ; truenos y relám-
pagos
(Abrense nuevas bocas y sale la cor-
riente que amenaza á Milo). — A
las 8 de la mañana — o; á las 12
Dia 10,. MI . . I -i ; á las 4 de la tarde — o; á
las 8 00; truenos y relámpagos á
las 4 de la tarde; relámpagos á las
ocho.
^ (Grandes temblores en Nicolosi y Ca-
^ia • • tania). — La tensión eléctrica muy
Hk fuerte; relámpagos y truenos.
Sin embargo, hasta el dia no se han practicado bastantes
observaciones para poder establecer principios ó reglas ge-
nerales acerca de estos cambios.
Vista, no obstante, la importancia del asunto, de esperar
es que los hombres de la ciencia se dediquen á este género
de exploraciones. Por de pronto, el gobierno de las Dos Si-
cilias, con el doble objeto de solemnizar el sétimo Congreso
de sabios italianos celebrado en Nápoles en octubre de 1845,
levantó de planta un Observatorio meteorológico, en el Ve-
subio mismo, junto al Atrio del Caballo, dotado de todos
Míos aparatos necesarios, del que la ciencia debe prometerse
grandes ventajas.
Un boletín especial da cuenta con regularidad de los re-
sultados obtenidos en las observaciones que bajo la acerta-
da dirección del Sr. Palmieri se ‘verifica en dicho Observa-
torio.
Materiales líquidos, sólidos y gaseosos. — Los materiales que
arrojan los volcanes son: sólidos los mas, líquidos y gaseo-
Dsos. Entre los sólidos figura en primera línea la lava, que se
presenta en grandes peñascos, en cordones, lágrimas y bom-
bas volcánicas, en lapilii, arenas y cenizas. Algunos volca-
nes, como los de Java particularmente, parece que solo dan
arenas y cenizas, si bien lo común es presentarse la lava bajo
todos los aspectos indicados. Un hecho irregular y extraño
suelen ofrecer las cenizas de algunos volcanes, á saber : la
presencia de animalitos microscópicos llamados infusorios,
marinos ó lacustres, observados y dados á conocer por el
célebre micrógrafo Ehrenberg.
Entre los materiales líquidos, dejando aparte el aspecto
que presenta la lava al salir por la boca emisiva, figura el
agua, que si no en todas, en muchas erupciones sale del crá-
ter mismo en dicho estado. Esto se explica por el largo in-
tervalo que separa unas erupciones de otras en los grandes
volcanes; durante el cual la lluvia ó los veneros subterráneos
convierten en lago la cavidad del cráter, de donde resulta
que cuando sobreviene la erupción, junto con la lava sale el
depósito líquido y hasta sus habitantes, como parece se ob-
servó en una de las erupciones de Imbaburu en el siglo úl-
timo, en la que apareció una cantidad prodigiosa de pececi-
llos llamados preñadillas, determinando su putrefacción
fiebres malignas, que adquirieron el carácter epidémico.
Moya. — El agua cenagosa que sale en las erupciones de
los grandes volcanes de América, lleva en suspensión una
sustancia negruzca, á la que aquellas gentes llaman moya , y
de la que se sirven desecada, como combustible.
Materiales gaseosos. — Son principalmente el agua en for-
ma de vapor, que se escapa durante la erupción en mayor
cantidad, pero que aparece también en el estado de calma
del volcan, y en los azúfrales ó volcanes sem i-apagados.
Además de esta sustancia, figuran el cloruro amónico, el de
hierro y el de cobre, el ácido sulfhídrico, el clorhídrico, el
carbónico y muchas otras que no solo atacan y destruyen
las rocas, por entre cuyas grietas salen, sino que, como es
consiguiente, dan origen á muchos minerales, cuya forma-
ción puede observarse en tan inmensos cuanto curiosos labo-
ratorios de química terrestre.
Como complemento á lo que acaba de indicarse, respecto
de las materias arrojadas por los volcanes, puede consultarse
el adjunto cuadro.
Cuerpos simples
Potasio.. .
Sodio.. . .
Calcio. . . .
Magnesia. .
Alumínico .
Manganeso.
Hierro.. .
Cobalto.
Níkel.. .
Plomo. .
Cobre. .
Hidrógeno
Silicio!" .
Carbono.
Boro. .
Titano.
Arsénico.
Azoe.
Selenio .
Azufre. .
Oxígeno
Cloro.. .
Fluor.. .
Existentes en las
emanaciones volcánicas
*Mas abundante que el
potasio
*En estado de Yeso. . .
* Alumbre de los azufra
les
^Vestigios en el Vesubio
* Cloruro que se convier
te en oligisto
* Casi nada.
* IcL
* Id.
*Cloruro Vesubio y Etna
*Vapor acuoso
*1
"Fuera de las erupcio
nes sobre todo. . . .
* Acido bórico- Vulcano
*Rejalgar-Vulcano, Po
zuolo
*En las sales amoniaca
les
*Muy poco Vulcano. .
*Muy común
*En el agua
*En muchos cloruros.. .
Existentes en las rocas
volcánicas
;Mas frecuente que
el potasio.
*
*
Oxido negro.
*En los minerales
hidratados.
* Abundante.
Hierro oxidulado ti-
tanífero
*En algunos fluoru-
ros.
Macalubas. — Aplicase en Sicilia este nombre, corrupción
de la voz sarracena Magaruca, en Módena salses, y en Nue-
GEOLOGIA
va Cartagena, volcancitos ó volcanes fangosos, á unos pe-
queños cabezos ó altozanos de forma conoidea, truncada en
la cima por un cráter por donde sale agua cenagosa ó car-
gada de materiales arcillosos, que al derramarse al exterior
durante las erupciones, contribuye á dar el aspecto que
ofrece este accidente geográfico, cuyas faldas suelen apare-
cer surcadas en el sentido de la pendiente.
Las erupciones de estos volcanes singulares van precedi-
das y acompañadas de temblores de tierra, como las otras,
de las que solo se distinguen por la naturaleza de los mate-
riales que arrojan y por otros accidentes.
Las macal ubas son muy frecuentes en Sicilia, en donde
he tenido el gusto de estudiar el fenómeno. También las
hay en Sassuolo (Módena) donde le dan el nombre Salses,
equivalente á Saladares , por ser algo salada el agua que ar-
rojan; vénse igualmente en los alrededores de Turbaco,
Nueva Cartagena. Sin embargo, la región mas importante
conocida, es la cordillera del Cáucaso en sus extremidades
Noroeste y Sudoeste, donde las macalubas y los manantiales
de petróleo ocupan, según el Sr. Abisch, una superficie de
240 millas cuadradas.
Geiseres. — En Islandia y en otras regiones existen ciertas
cavidades por donde periódica y regularmente salen grandes
cantidades de agua hirviendo, que lleva varias sustancias
disueltas, y en especial la sílice en estado naciente, las
cuales reciben el nombre de Geiseres, que en el país donde
se observaron por primera vez significa violento ó impetuoso.
El mecanismo de tan singulares erupciones es el siguien-
te: arrojada la masa de agua que antes ocupara el cráter, se
ve este completamente vacío, si bien dando salida á una
gran cantidad de vapor, que en parte toma el estado líquido
por electo de la gran presión que allí experimenta, llenando
paulatinamente toda aquella cavidad. Dado este estado de
cosas, como la tensión de los gases interiores aumenta en
razón directa de la presión que ejerce el agua líquida, llega
un momento en que, venciendo aquella, se ve instantánea-
mente lanzada toda el agua á una altura de cincuenta ó
sesenta metros, ofreciendo al caer, uno de los espectáculos
mas admirables de la naturaleza. Espárcense las aguas por
los alrededores del cráter, dejando sobre todo lo que en-
cuentran á su paso, una capa incrustante de sílice, llamada
por esta razón geiserita , resultado natural del estado en que
sale del volcan combinada con la potasa, y de las reacciones
químicas que se verifican en contacto del aire.
Importa mucho fijar la atención en estas manifestaciones
volcánicas, puesto que el geiserismo, ó sea la aparición de
la sílice en el estado que acaba de mencionarse, ha sido mas
frecuente de lo que se cree en la historia terrestre, desempe-
ñando en ella una función muy principal.
Creíase hasta hace poco, con bastante fundamento, que
la Islandia era la única patria del geiserismo; pero reciente-
mente se ha descubierto en el Norte de América, una región
importantísima, llamada Montana, en la cual abundan" so-
bremanera no solo las erupciones de agua hirviendo con
todos los caractéres de los geiseres, sino también multitud
de manantiales termales, y otras manifestaciones de la acti-
vidad terrestre, siendo todo ello tan importante, que el Go-
bierno de los Estados-Unidos ha declarado parque nacional
aquella comarca destinada exclusivamente al estudio v con-
templación de los hombres de ciencia. Para formarse idea
de la importancia de dicha comarca, me permito transcribir
á continuación la nota que inserté en los Anales de la Socie-
dad española de Historia Natural.
«Esta región, que con justicia se ha calificado de maravi-
llosa por el número y calidad de fenómenos que en su terri-
torio se realizan, y una de las grandes comarcas de los
Estados-Unidos mas recientemente explorada, encuéntrase
entre el paralelo 45 y 47 norte y el meridiano 104 y 116
oeste de Greenwich, limitada al este por Wyoming y Daco-
tah, al norte por las posesiones inglesas, al oeste y al sur por
Idaho; la superficie que ocupa es de 143,776 millas cuadra-
das, siendo su extensión de unas 550 millas de este á oeste
y 280 de norte á sur. Hállase dividido aquel territorio en
dos porciones desiguales por la cordillera de las montañas
Pedregosas ó Roquizas; la quinta parte próximamente de la
superficie de Montana pertenece á la vertiente del Pacifico y
la cruzan las aguas superiores del rio Columbia; el resto,
regado por el Missouri y sus afluentes, corresponde á la ver-
tiente del Atlántico. Desde la embocadura del Yellowstone
hasta las cimas de la cordillera de Bitter Foot, dos quintas
partes constituyen una región montañosa; las otras tres
quintas partes consisten en llanuras grandes y abiertas que
se extienden por el este. Hácia el ángulo noroeste de Wyo-
ming, cerca del punto donde la cordillera Pedregosa sale de
este territorio, se encuentra lo que parece ser el núcleo
central de dicha comarca y aun de toda la América del
Norte, naciendo allí los rios Big Horn, Yellowstone y
Madison, afluentes del Missouri; Snake, afluente del Colum-
bia, y Green, afluente del Colorado.
Las cordilleras de Montana son mencs irregulares que las
de la planicie del Colorado; sus pendientes son mas unifor-
mes y menos accidentado su relieve; las alturas son menores
que en Colorado, Wyoming y Nueva México, Utah y Nevada:
la elevación media del territorio es de unos 4,000 metros
sobre el nivel del mar]
Montana puede dividirse en cuatro regiones de límites
bien definidos y con su sistema hidrográfico propio; la sec-
ción noroeste se extiende entre las montañas Pedregosas y
de Bitter Foot ; la del sur está regada por tres brazos del
Missouri, ó sea por los rios Jefferson, Gallatin y Madison
que confluyen todos tres en un punto cerca de la ciudad de
Gallatin; el Yellowstone riega la sección del sudoeste, y la
septentrional comprende los valles del rio Milk y del Mis-
souri y las grandes llanuras adyacentes.
El geólogo, afortunado explorador de tan interesante co-
marca, ha sido Mr. Hayden, quien en 1856 formó parte de
la expedición, que bajo el mando del general C. K. Varren
estudió el curso inferior del Yellowstone. Admirado el gene-
ral de los relatos de los guias é indios, proyectó un segundo
viaje, que se llevó á cabo en 1859 y 60 por el coronel Wi-
lliam F. Raynolds, acompañado de Hayden, el cual, al reci-
bir recientemente del gobierno norte americano la misión de
explorar metódicamente el Montana, se encontraba en las
mejores condiciones para llenarla cumplidamente. Dos ex-
pediciones realizó Mr. Hayden; la primera en 1871 y la se-
gunda en 1872, encaminadas principalmente por encargo
especial del gobierno supremo de la nación, á explorar las
fuentes del rio Yellowstone. En r.° de junio de 1871, salió
Hayden de la ciudad de Ogden en el Utah, acompañado de
un agricultor, un entomólogo, un topógrafo, un pintor, un
lotógrafo, un meteorologista, un botánico, un mineralogista,
un zoólogo y un médico, ayudados de una ó varias personas
cada uno. Así proceden los Estados-Unidos, sobre todo mo-
dernamente, para examinar una comarca nueva; de modo
que cuando la expedición ha cumplido su encargo, está aque-
lla del todo conocida, levantado o trazado el mapa, estudia-
do el clima, los recursos industriales ó agrícolas, la fauna, la
flora y la gea. El país que era de la naturaleza, es ya del hom-
bre, y la conquista se realiza, no al precio de sangrienta guer-
ra, sino luchando contra la naturaleza; único combate verda-
deramente digno del hombre, única batalla gloriosa á la vez
para el vencedor y para el vencido.
GEOLOGÍA
2I3
No proponiéndonos en esta reseña seguir paso á paso á
los intrépidos exploradores y si tan solo dar una idea de los
fenómenos mas notables por ellos contemplados, empezare-
mos la descripción desde el momento en que franqueado
el Devil* s si i Je encontraron á su derecha la embocadura del
rio Gardiner, que vierte sus aguas en el Yellowstone. Subie-
ron por este rio, y andadas algunas leguas por la orilla iz-
quierda, encontraron la primera cuenca de fuentes terma-
les, que si bien cortas en su número, son, no obstante, cu-
riosísimas por las circunstancias que en alguna de ellas con-
curren. Merece en este concepto una especial mención la
que aparece en la cima de una colina, situada junto al rio,
de unos 200 pies de altura, y cuya cima, dispuesta en forma
de meseta ó terraza, de 150 piés cuadrados de extensión,
puede decirse que solo forma un inmenso manantial. El agua
aparece en cantidad prodigiosa, é impulsada por los gases ó
fuerzas elásticas del interior, constituye un magnífico hervi-
dero, con tanta mayor razón asi llamado, cuanto que su tem-
peratura es la de la ebullición. Pero no es la cantidad y la
temperatura lo que mas distingue á este manantial, sino la
singular y por demás curiosa circunstancia de que habien-
do formado la acción erosiva de las aguas al verterse, un
gran número de cavidades ó albercas de dimensiones varias
en las faldas mismas de la colina, permite que el viajero
tome á voluntad un baño frió, templado ó caliente, según la
altura de la pila donde se zambulla. Las aguas llevan cal,
sosa, alúmina, magnesia y ácido carbónico, según revela el
análisis, depositando en su curso magnificas incrustaciones,
que aumentan la belleza y el interés científico de aquel pun-
to. El agua es tan cristalina y trasparente, que á gran profun-
didad permite ver las magníficas incrustaciones que revisten
los conductos de salida, y también las Partidlas y Oscilaras ,
pequeñas diatoméas, siempre agitadas por la corriente, hasta
que la incrustación las reviste y da fijeza. A la derecha, vi-
niendo del rio Gardiner, al cual paga su tributo el arroyo
que aquellas aguas termales forman, se eleva un cono de
unos 90 piés de altura sobre 20 de diámetro, que por su vaga
semejanza á un gorro frigio ha recibido el nombre de Li-
berty cap: es el último resto de un antiguo geiser, á juzgar
por las incrustaciones silíceas, cuya sobreposicion le dió ori-
gen. Los manantiales en aquella comarca cambian con fre-
cuencia de sitio; algunos se agotan, otros aparecen por nue-
vos puntos. Por todos lados se descubren antiguos conos,
cuyas gradas ha borrado el tiempo, sirviendo hoy su hueco
interior de guarida á fieras y murciélagos. Sus formas varían;
algunos están orgullosamente de pié, otros caídos, rotos y
arruinados. Al rededor de los manantiales, que forman un
vasto circo, las laderas de las montañas están cubiertas de
peñascos de basalto, de color pardo, que resalta entre el
verde de los pinos y de las praderas.
Atravesando la empinada cresta que separa la cuenca del
Gardiner del Yellowstone, penetraron en ésta, cuyo terreno
ofrece estrechas gargantas y hondísimos cauces, de cuyas la-
deras se elevan perpendicularmente enormes diques de ba-
salto, que rompiéndose en algunos sitios por la acción de los
agentes exteriores han sido circundados por sus propios de-
tritus, formando una toba basáltica en brecha muy curiosa,
por cuanto las aguas han abierto y recortado enormes colum-
natas, pórticos y ojivas, presentando todo el aspecto de una
inmensa catedral gótica. Otra de las cosas notables de tan
importante comarca es la montaña dicha Wahsburn, volcan
apagado desde el período plioceno, pero de cuya actividad
en dicha época quedan notables vestigios y entre ellos cal-
cedonias, ágatas y malaquitas, que materialmente cubren el
suelo. Desde la cima de este monte, á 10,575 piés, el pano-
rama que se descubre es magnífico. La vista de los explora-
dores se extendía en todas direcciones hasta una distancia
de 50 á 100 millas. Al sud se ve toda la cuenca de Ye-
llowstone y el lago, cuya forma se asemeja á una mano con
los cinco dedos extendidos. Esta cuenca es el centro de toda
la América del norte: la del lago es un vasto cráter con in-
numerables aberturas volcánicas y dominado por una serie
de picos, entre los cuales los mas importantes son los mon-
tes de Doarce, Sangford y Stevenson, que se elevan entre
10,000 y 12,000 piés sobre el nivel del mar. En los pasados
tiempos estos picos eran centro de erupciones, orificios por
donde salían los manantiales ígneos, extendiéndose por las
comarcas inmediatas. Los manantiales termales y los geiseres
actuales son los últimos vestigios que irán poco á poco des-
apareciendo hasta extinguirse por completo. No obstante las
aberturas que sirven de válvulas de seguridad, con frecuen-
cia se experimentan terremotos, según pudo observar el
mismo Hayden, asegurándole los guias, que á causa de este
fenómeno, los indios se abstienen de frecuentar la región,
por considerarla hasta cierto punto como sagrada.
Al bajar del monte Washburn’se encuentra por el lado
meridional un notable grupo de manantiales. El terreno que
riegan sus aguas está cubierto de azufre, alumbre, carbonatos
de cobre y sosa, y de una eflorescencia salina que probable-
mente es de nitrato de potasa. Se atraviesa después una co-
marca cubierta de verde yerba y sembrada de flores, y un rio,
el Cascade, cuya corriente cortan numerosas cataratas, for-
madas todas de igual modo. Las rocas dominantes son de
basalto compacto y brecha; el primero es muy resistente y la
segunda cede con facilidad á la influencia de los agentes at-
mosféricos; se desprende, desaparece fragmento por fragmen-
to, y deja profundas aberturas por donde el agua penetra.
El rio Yellowstone sale del lago y corre hácia el norte.
Pasa primero á través de un terreno pantanoso y cortado por
infinidad de arroyos. En los puntos en donde el agua perma-
nece durante algún tiempo estancada, se cubre de una espu-
ma amarilla producida por la presencia del hierro. El rio
recibe por el este una corriente de agua que contiene gran
cantidad de alumbre, por cuya causa se llama Alun creek y
es el sobrante de muchos manantiales. El cauce se ensancha
en seguida y forma dos pequeñas cascadas de 20 á 30 piés
de altura y después se estrecha, ocupando solo un espacio
de 100 piés por 30 de profundidad. El lecho aparece en-
cajado entre dos murallas de basalto, y asi llega á las cata-
ratas.
Estas cataratas son dos, separadas por unos 400 metros de
distancia y practicadas en capas de arcilla, de arena y de
brecha ó almendrilla. La cascada superior tiene 140 piés de
altura, la inferior 350 piés, y su ruido se oye á lo léjos como
descargas de artillería. El agua se precipita, cae como tor-
rente de espuma, choca con la superficie inferior de la cor-
riente, que resiste, la repele, y la hace saltar sin dividirse á
200 piés de distancia. No hay comparación posible para el
espectáculo grandioso que esta cascada presenta al viajero.
La blancura de nieve de la espuma; la rica vegetación que
crece bajo las brumas; el arco iris que se encorva en forma
de aureola brillando y ondulando como banda flotante; el
polvo líquido que, desde la base de la cascada, se eleva como
humo; las columnas de sílice descompuestas en largas agujas
que están suspendidas de las paredes pedregosas hácia el
abismo, toda aquella majestad produce en el ánimo una emo-
ción profunda. El Niágara tiene acaso mas grandeza, pero no
la pintoresca belleza ante la cual el pintor mas hábil rompe
su paleta y la admira, sin atreverse á retratarla. Inmediata-
mente después de las cataratas empieza el hondo cauce, pre-
sentando las masas negras de sus flancos de basalto de 1,200
á 1,500 piés de altura, abigarradas con manchas multicolo
214
GEOLOGIA
res, amarillas, rojas, pardas y blancas, que producen los de-
pósitos de materias térreas, en disolución por el agua de las
fuentes, sus rocas, á que el tiempo ha dado mil aspectos
distintos, y su verde corona de inmensos bosques de pinos.
El piso está lleno por todas partes de obsidiana disgregada
en pequeños fragmentos amorfos, con reflejos negros ó negro-
rojizos. A io millas por encima de la catarata y á 8 millas
por debajo del lago, sobre el recto curso del Yellowstone,
existe un espacio de 1,500 pies de ancho por 2 millas de
largo, acribillado de manantiales. El mas notable de ellos se
llama Locomotive jet; es un poderoso surtidero de vapor que
produce, al escaparse, el ruido estridente de una máquina
de alta presión. La abertura, de 6 pulgadas de diámetro,
dentada, y rodeada de concreciones parecidas á perlas, está
en una corteza de sílice mezclada de azufre que cruje bajo
los piés, y llena de multitud de agujeritos secundarios por
los cuales se escapan de continuo columnas de vapor. La
temperatura es tan alta, que no es posible acercarse al surti-
dero sin grandes precauciones, y por el lado de la dirección
del viento. M. Hayden cree que no existe comunicación sub-
terránea entre estos diversos orificios. Algunos manantiales
son, como Locomotive jet, sencillos surtideros de vapor,
otros son cenagosos, y otros aluminosos ó ferruginosos.
En la orilla izquierda del Yellowstone, á dos millas mas
lejos, se encuentra una cuenca de manantiales termales uni-
da á la anterior por una serie de fuentes, casi todas agotadas.
En este punto la mayoría son manantiales sulfurosos y cena-
gosos que se desparraman por todos lados, apareciendo hasta
por la orilla opuesta del rio, y algunas veces sobre las colinas,
á 50 y 100 piés de altura. Distínguese especialmente una
especie de caldera circular de 8 piés de diámetro, cuyos
bordes se elevan á 4 piés del suelo y á 6 del fango que en
el interior contiene. Este fango, agitado desde hace siglos,
es tan fino y blanco, que cuando se seca al fuego parece es-
puma de mar.
El gas surte de continuo, proyectando materias semi-líqui-
das, á 10 y á veces ¿20 piés de distancia. Estas materias se
acumulan en las orillas de la cuenca, elevando su nivel. La
consistencia de estas materias varía: unas veces es blanda y
clara, otras un mortero espeso; su color depende de la natu-
raleza de los depósitos que forman el suelo y á través de los
cuales el agua sale á la superficie. Un manantial llamado the
grotto (la gruta) sale de una caverna cuya entrada tiene 5 piés
de diámetro, y en cuyo interior se oye un ruido parecido á
los mugidos de la mar furiosa rompiéndose contra las olas, y
de donde sale una gruesa columna de vapor. El calor impide
acercarse y estudiar este fenómeno, pero se ha podido com-
probar que de la gruta salen algunos litros de agua por hora,
y que esta agua es notablemente pura. Esta rareza se expli-
ca por efecto de la alta temperatura que evapora la mayor
parte del agua y la arroja fuera en forma de vapor.
En lo alto de la colina está la Caldera del Gigante, que
es un geiser cenagoso, cuyo cráter, en forma de cono trun-
cado, tiene 40 piés de diámetro en la cúspide y 30 piés de
altura. Su ruido conmueve fuertemente el suelo, y se distin-
gue á distancia de cerca de un kilómetro. Cuando la brisa
arrastra el vapor, se ve el interior del cráter lleno de un fan-
go arcilloso, claro, en estado de violenta agitación. A su al-
rededor, y en un radio de 100 piés, los pinos están comple-
tamente cubiertos de estalactitas 'de fango seco y de una
altura de 75 á 100 piés, lo que parece probar la existencia
de paroxismos de actividad, pero se descubre después que
el fango ha sido trasportado mecánicamente por el vapor. No
lejos de aquel punto se encuentran muchas fuentes termales,
algunas de ellas intermitentes. Tres están dentro de una
misma cuenca de 200 á 300 piés, y una de ellas forma un
geiser que se eleva á 20 ó 30 piés durante algunos minutos,
siguiendo un reposo de tres horas y media á cuatro.
M. Hayden llegó por fin á las orillas del lago; había tras-
portado consigo el casco de una barca, la cubrieron con tela
embreada, el Afina desplegó sus velas surcando las aguas,
hasta entonces vírgenes, del Yellowstone, y trasportó á los
exploradores á la isla mas inmediata. El 'lago, según hemos
dicho, figura una mano con los cinco dedos extendidos, y
contiene cinco islas principales. Tiene 22 millas de largo de
norte á sur, y de 15 á 20 millas de ancho de este á oeste.
Sus aguas, procedentes de la liquefacción de las nieves que
cubren los conos inmediatos, son muy frías y de una pro-
fundidad máxima de 300 piés. Durante la mañana la super-
ficie está perfectamente tranquila, al medio dia se levanta la
brisa, y las aguas forman olas bastante grandes. Las truchas
abundan en el lago, pero casi todos estos peces tienen enor-
mes gusanos intestinales parecidos al género Bothriocephalus.
Cosa rara: por encima de las cascadas del Yellowstone, las
truchas, que son abundantes, y muchas de las cuales pro-
ceden del lago, gozan completa salud. Las pobres truchas del
lago Yellowstone están además sujetas á otras calamidades.
Algunos manantiales elevan sus cráteres en el fondo mismo
de las aguas del lago; los exploradores pescaban truchas, y
sin arrancarlas del anzuelo las metían en uno de esos cráte-
res llenos de agua hirviendo, cociéndolas inmediatamente y
y ejecutando una pesca milagrosa de todo punto desconocida.
Los manantiales que rodean el lago son numerosísimos:
no forman verdaderos geiseres, pero manifiestan pulsaciones.
El agua sube y baja en su interior por intervalos regulares
de dos á tres segundos. Algo mas léjos un grupo de 200 á 300
manantiales cenagosos, cuyas orillas están cubiertas de una
especie de masa compuesta de diatoméas, y presentando to-
das las tintas de los colores verde, amarillo y rosa, producen
con sus hervideros un ruido atronador.
A media milla al sur del lago Yellowstone, en el curso del
rio Snake, se encuentra un pequeño lago llamado Heart, ro-
deado de manantiales termales y de un pequeño geiser.
Vamos á examinar ahora con M. Hayden la cuenca del
rio Fire Hole, que contiene fenómenos mas extraños. Al
oeste del lago Yellowstone, y separado de él por un replie-
gue del terreno, se extiende el gran lago Shoshone, y mas
léjos, en la misma dirección, el lago pequeño Madison, que
sirve de nacimiento al rio Fire Hole, el cual es en realidad
el principio del rio Madison; corre paralelamente al rio Ye-
llowstone, es decir, de sur á norte, y se reúne al brazo
oriental del Madison, que es un afluente del rio Columbia.
El conjunto de este sistema hidrográfico corresponde á la
vertiente del Pacífico.
Para llegar al lago Madison el trayecto fué difícil, avan-
zando por medio de un laberinto inextricable de árboles der-
ribados, análogo á los 7i>¡ndfalls, inmediatos al curso superior
del Mississipi, y sobre un suelo formado de obsidiana y de
rocas traquiticas. Un espacio de muchas hectáreas está cu-
bierto de montículos cónicos de una altura que varía desde
algunas pulgadas á un centenar de piés, y completamente
cubiertos de cristalizaciones de azufre de color amarillo puro.
Al romper la capa de uno de estos conos, se ve el interior
cubierto de las mismas cristalizaciones. Se camina, pues,
entre manantiales agotados, cuya actividad se reduce á emi-
tir nubes de vapor por cierto número de orificios. M. Hayden
compara el aspecto de este distrito á un inmenso horno de
cal en actividad. Esta apariencia es tanto mas notable, cuan-
to que, en i.° de abril, hubo una abundante escarcha, que
añadía á aquel espectáculo los esplendores del brillante cen-
tellear de los cristales de hielo. El país es muy frió. En julio,
agosto y setiembre, el termómetro baja con frecuencia á 3
CAPITULO SEGUNDO
ó 4 grados centígrados sobre cero. A lo largo de East Fork
se encuentran numerosas fuentes termales que nos limitamos
á citar para llegar rápidamente á la cuenca de los geiseres.
Una de ellas es una cavidad rodeada de un reborde en forma
de corazón, y de cuyo centro sale un chorro de agua calien-
te. El geiser Thud produce un rugido formidable cada vez
que el agua sube 6 baja. En una cuenca de 25 á 30 pies
hay un manantial, y cuando se mira al seno de su límpida
profundidad, se ve bajo las aguas un verdadero palacio de
hadas adornado de cristalizaciones multicolores: otros ma-
nantiales están rodeados de sílice, concrecionada en forma
de coliflor, y de una costra ó capa parecida d la pólvora de
cañón, que desprende olor de hidrógeno sulfurado. El agua
aparece por todas partes, y sin embargo, durante todo el dia,
ni M. Hayden ni sus compañeros encontraron una sola gota
de temperatura bastante baja para poder calmar la sed.
Los geiseres de Fire Hole forman dos grupos: el inferior
está situado cerca de la confluencia de dicho rio con East
fork. El grupo superior se encuentra en la orilla del rio, á
unos 8,000 piés mas al sur.
La cuenca inferior presenta una vegetación magnifica, á
causa de lo suave y húmedo de la temperatura. Los geiseres
mas importantes son: Couch spring, cuyo cráter es triangu-
lar; Horn, que es un cono de un pié de diámetro en lo alto
y de 6 piés en la base; Bath spring, Cavern, y en fin, Great
spring, cuya abertura tiene 250 piés de diámetro, y sus pa-
redes de 20 á 30 piés de profundidad. En medio de torren-
tes de vapor sale de Great spring una masa enorme de agua
hirviendo, que formando una inmensa capa y bañando una
larga extensión del terreno, donde produce los mas diversos
colores á causa de los depósitos salinos que contiene, termi-
na vertiéndose en el rio.
Al aproximarse á la cuenca superior del Fire Hole, la ve-
getación cesa de pronto, viéndose los últimos árboles com-
pletamente silicificados. Esta cuenca tiene 20 millas de ancha
y 5 de larga, viéndose en ella pequeños lagos cubiertos de
nenuiares blancos ( Nenuphar advena). — Allí llegaron los ex-
pedicionarios al caer la tarde del 5 de agosto, fatigadísimos,
y se ocuparon inmediatamente en establecer el campamento.
De pronto se oyó una horrible detonación, el suelo tembló,
y cerca del rio, por el lado del este, se lanzó al espacio una
columna de agua de 6 piés de diámetro, coronada por nubes
de vapor que, formando torbellinos, subían á mas de 1,000
piés de altura. Estaban delante del Gran Geiser. La columna
surtió durante veinte minutos, después disminuyó lentamen-
te, y la débil capa de agua contenida en el cráter descendió
á í56 grados Farenheit El geiser hizo dos erupciones en
treinta y seis horas. A algunos piés de distancia del gran gei-
ser, cuyo cráter se eleva á 3 piés del suelo, se encuentra el
geiser iurban. Su cuenca tiene 23 piés larga, n de ancha y
ó de profundidad. El londo y las paredes están cubiertas de
gruesas masas globulares, cuya forma y color amarillo re-
cuerdan las calabazas. El agua no se eleva mas que á 25 piés,
y parece que existe una comunicación subterránea entre éste
y el gran geiser.
La cuenca superior del Fire Hole contiene unos 50 geiseres
en actividad. Los mas importantes han recibido nombres es-
peciales. Me limitaré á citar algunos, como el Grotto, Pyra-
mid, Punch, Bovol, Black Sand, Castle, Fau, Riverside,
Giant, Saw Mili, Oíd Iaithtull y Bee Hive y daré algunos
detalles acerca del llamado Giantess. ^ Al atravesar el rio
Fire Hole, dice M. Hayden, subimos una pendiente suave,
llegando de pronto á una ancha abertura oval con bordes
festoneados, cuyos ejes eran respectivamente de 18 y de 25
piés, cuyas paredes están cubiertas de un depósito silíceo
blanco gris, visible á la profundidad de 100 piés. No vimos
el agua, pero oímos cómo hervía á una gran distancia debajo
de nuestros piés. De pronto empezó á subir en gruesos bor-
botones, despidiendo grandes masas de vapor que nos obli-
garon á huir apresuradamente. Cuando el agua estuvo á 6
piés de la superficie, se detuvo y volvimos á examinarla. Es-
pumaba y hervía con violencia, y algunas veces enviaba
chorros calientes hasta la misma boca del orificio. Pareció
que de pronto la sobrecogió un horrible pasmo, ascendió con
loca rapidez, salió del cráter y se elevó en columna de la
misma dimensión del orificio á una altura de 60 piés. De la
cima de esta columna salían cinco ó seis chorros de agua
menos considerables, que variaban de seis á quince pulgadas
de diámetro, proyectándose á la maravillosa altura de 250
piés. Esta erupción duró unos veinte minutos; nunca había-
mos presenciado espectáculo tan magnifico. El sol, que bri-
llaba con todo su esplendor, al reflejar los rayos en aquella
agua, formaba miles de arco iris, cuya posición variaba cons-
tantemente bajando ó subiendo y desapareciendo para ser
reemplazados por otros. Los glóbulos de agua que caian,
asemejaban una lluvia de diamantes, y en los puntos donde
las nubes de vapor detenían los rayos solares proyectando
sombras en la columna de agua, veíamos un círculo luminoso
con todos los colores del espectro solar, asemejándose á esos
nimbos de gloria con que los pintores rodean algunas veces
á la divinidad. Durante las veinticuatro horas que permane-
cimos junto á aquel geiser , contemplamos dos erupciones,
cada una de las cuales duró diez y ocho minutos.]»
Un estudio mas completo y técnico de esta región volcá-
nica debería comprender las tablas de temperaturas, los ma-
nantiales termales, la análisis del agua, de las concreciones;
en una palabra, las cifras sin las cuales es casi imposible fun-
dar la verdadera ciencia, y que M. Hayden ha publicado en
sus dos informes de 1871 y 1872. Nos hemos limitado á pre-
sentar algunos datos para que el lector pueda formar idea de
la grandeza de estos fenómenos. Estos datos impresionan
tanto como los dibujos con que M. Hayden ha ilustrado su
trabajo. Seria también interesante comparar las fuentes ter-
males del Yellowstone con las de Nueva-Zelanda, tan bien
descritas por M. de Hochstetter y con los geiseres de Islan-
dia, el Strokur y el Gran Geiser. Según M. Robert, este últi-
mo manifiesta cada veinticuatro horas una erupción que dura
ordinariamente cuatro ó cinco minutos, elevándose la colum-
na de agua, durante la última fase del fenómeno, á unos 100
piés. El estudio de estos geiseres es relativamente poco cono-
cido; se discute acerca de su origen, habiéndose presentado
diversas teorías. Por desgracia, los limites de este trabajo nos
impiden entrar en mayores detalles.
A la vuelta de la primera expedición de M. Hayden y á
propuesta del honorable senador S. C. Pomeroy, el Gobierno
de los Estados-Unidos tomó una resolución muy extraña de
su parte; la de sustraer á la colonización un espacio de ter-
reno de 65 millas de largo por 55 de ancho, reservándolo
bajo el nombre de Parque nacional , espacio veinte veces mas
grande que la superficie del departamento del Sena. Los tér-
minos del acuerdo del Congreso quedarán como título de
gloria para los representantes del gran pueblo americano.
i Considerando, dice el acta, que la región regada por las
aguas superiores del rio Yellowstone, encierra una acumula-
ción de maravillas sin igual en el globo, en comparación de
las cuales los geiseres de la Islandia son casi insignificantes:
^Considerando que importa apresurarse á sustraer este ter-
ritorio de la avaricia de algunos industriales que no tardarían
en apoderarse de él, rodearle de cercas y obligar á que se pa-
gase por ver maravillas, cuyo goce perteneced la humanidad
entera y que deben ser tan libres y asequibles á todos como
el aire y el agua;
2 16
GEOLOGIA
Geiseres de Islandia
^Considerando además que la región de los manantiales
del Yellowstone, es de una altura media superior de 6,oco
piés, y que el lago Yellowstone, que ocupa una superficie
de 330 millas cuadradas, está á una altura de 7,42 7 piés, ha-
ciendo el rigor del frió impropio el terreno reservado para el
cultivo y la cria del ganado;
»El Senado y la Cámara de representantes de los Estados.
Unidos de América, reunidos en Congreso decretan:
»La región de los volcanes del Yellowstone queda reser-
vada y prohibida á la colonización.»
Para quien conoce el pueblo americano, la determinación
del Congreso dará de las maravillas del Yellowstone idea
mucho mas importante que todas las descripciones y dibujos
que pudieran publicarse.
En Nueva Zelanda también parece existir el geiserismo,
sobre todo en la isla septentrional, donde los geiseres se
cuentan á millares; ofreciendo sus erupciones los mismos fe-
nómenos de intermitencia que en Islandia y en el norte de
América.
Para ilustración de tan interesante materia, puede el lector
echar una ojeada á la figura 9.
Mofetas. — Durante las erupciones volcánicas, y también
en los intervalos de una á otra, se escapa del fondo del vol-
can una cantidad mas ó menos considerable de ácido carbó-
nico, el cual, acumulándose en las regiones bajas de la at-
mósfera, y hasta en las cuevas ó subterráneos de las casas
inmediatas, suele ocasionar mas de una víctima, por no ser
respirable, como es sabido. A esta salida y acumulación de
ácido carbónico, que aunque acompaña y sigue á las erup-
ciones, suele presentarse con carácter de permanencia tam-
bién en muchos puntos de las comarcas volcánicas, se ha
dado por los italianos el nombre de Mofeta, palabra admi
tida ya en el lenguaje científico. Entre las localidades mas
notables para este fenómeno, citaremos la gruta llamada del
Perro, junto al lago de Añano, antiguo cráter volcánico, que
he tenido ocasión de ver en Bahía Pozzuolo y en varios otros
puntos de los campos flégreos napolitanos.
Llamas en las erupciones. — Durante estas admirables ope
raciones terrestres, y sobre todo en los momentos de mayor
actividad volcánica, es frecuente ver ciertos resplandores
que iluminan con un siniestro fulgor la columna de humo y
cenizas que salen del cráter, comunicando, sobre todo du-
rante la noche, un aspecto siniestro á aquellas soledades,
aspecto que la imaginación fantástica de poetas y pintores
ha exagerado, trasladándolo al lienzo ó descripción como si
fueran verdaderas llamas; las cuales, sin embargo, en las
erupciones, son mas raras de lo que se cree; pues hasta hay
quien niega en absoluto que existan, no siendo lo que se ve
sino el simple reflejo de la lava candente. Esto no obstante,
dice Espallanzani haber visto en el cráter de Vulcano llamas
azuladas (1): el malogrado Pilla también parece haberlas
observado en el \esubio; y Elie de Leaumont en unas
grietas laterales del Etna, produciendo un ruido análogo al
del soplete; atribuyéndolas este último á la combustión del
hidrógeno sulfurado, siendo, como es consiguiente, de un
tinte lívido. No pudiendo atribuir á meras ilusiones la obser-
vación de tan distinguidos naturalistas, debemos admitir que
en casos excepcionales se producen llamas en la erupción,
como consecuencia natural de la combustión del hidrógeno;
siquiera sea difícil confirmar el hecho, por cuanto no forman
grandes llamaradas, sino simplemente algunas ráfagas de
escaso brillo á lo largo de las grietas que suelen existir en
las faldas del volcan.
Efectos de las erupciones. — Son tan variados los efectos de
las erupciones, que sería difícil tarea el relatarlos todos en
una obra de esta índole. A veces aparecen montes ó islas
de un modo mas ó menos brusco, convirtiéndose la llanura
ó meseta en elevados picos, como sucedió con el V esubio,
nacido al través de la Somma en la famosa erupción del
año 79 de nuestra era, erupción de la que fué víctima el cé-
lebre naturalista y almirante romano Plinio, enterrado entre
el lapilli, las arenas, y cenizas, que durante tres dias oscure-
cieron el sol, haciendo desaparecer bajo de una inmensa
capa de materiales á Herculano, Pompeya y Stabia. La
risueña llanura inmediata á Pozzuolo y el lago de Averno,
atormentada bastante tiempo antes por frecuentes terremo-
tos, fué trasformada en el que hoy llaman Monte Nuovo á
últimos de setiembre de 1538. En los primeros dias de julio
de 1830, apareció en los mares de Sicilia, frente á Agrigen-
to, la célebre isla llamada Julia por la comisión de la Aca-
demia de Ciencias de París que fué á estudiarla, herdinanda
por los sicilianos, y Graham por los ingleses que primero la
vieron surgir del fondo del mar; antes del año de su exis-
tencia, un hundimiento la hizo desaparecer en las profundi-
dades del abismo.
Para no cansar mas, y entristecer el ánimo del lector, ter-
minaré esta relación de desastres volcánicos, con la desapari-
ción en 1772 del volcan de Java llamado Papandayang, que
arrastró consigo á 40 pueblos y caseríos que existían en sus
faldas, pereciendo casi todos sus habitantes. También debe
citarse como ejemplo curioso de cambios y trastornos pro-
ducidos por las fuerzas volcánicas el levantamiento en masa
y aparición de millares de pequeños conos llamados horñi
tos, y por último, de la gran masa del Jorullo, 360 , ocurrida
en México en 1759.
Prescindiendo de los innumerables casos que pudieran
citarse en apoyo de la tésis que voy á indicar, confirma la
observación constante, que en las grandes erupciones los
volcanes pierden de altura y á veces hasta suelen desapare-
cer; al paso que en las de poca importancia, suelen ganar,
como sucedió en el Vesubio en la de 1850, en que la punta
del Palo que era la mas alta, fué sobrepujada por otros pun-
tos del cráter en 40 ó 50 metros.
Tocante á la velocidad que llevan los materiales al salir
por la boca explosiva del volcan, aunque no es fácil deter-
minarla con exactitud, se aprecia en general como análoga á
la de los proyectiles lanzados por un mortero, que equivale
á 400 ó 500 metros por segundo. En cuanto á la temperatu-
(1) En la obra intitulada Viaggio velle duc Sici/te.
CAPÍTULO SEGUNDO
ra de la lava en el momento de salir por la boca emisiva del
volcan, supera mucho á la que el hombre puede producir
por los medios comunes; bastando para cerciorarnos de este
hecho, pensar que la lava se presenta fundida y liquida, cosa
que para conseguirla en el laboratorio, necesita el químico
apelar á grandes corrientes eléctricas, y á los otros medios
que los admirables progresos de la ciencia ponen hoy á su
disposición. Sin embargo de esto, merced á la poca conduc-
tibilidad de la lava por el calor, puede uno sin gran molestia
acercarse á la corriente de color rojo cereza, y hasta encen-
der en ella un cigarro, como tuve ocasión de hacer en el
Etna en 1852. Además es muy frecuente tomar un poco de
lava con la extremidad acerada de un palo, é imprimir en
ella monedas ó sacar impresiones de moldes que al efecto
se llevan preparados.
El eminente cuanto injustamente olvidado Gimbernat,
distinguido geólogo catalan, estudió minuciosamente la erup-
ción del Vesubio en 1822 con cuya lava formó varias meda-
llas dedicadas, á fuer de buen liberal, á la Constitución,
medallas que se conservan como joyas de gran precio en el
gabinete de Historia natural de Madrid.
Azúfrales. — Los italianos llaman zolfatara, para distin-
guirlo de la zolfara que es la mina de azufre, á lo que nos-
otros daremos el nombre de azúfrales, con el cual designaron
los conquistadores de América ciertos lugares que represen-
tan volcanes semi-apagados, que aunque no hacen erupción
hace muchos siglos, ofrecen, no obstante, cierta actividad,
que se traduce principalmente por la salida de una cantidad
considerable de vapor de agua que arrastra varias sustancias
gaseosas, y entre ellas el ácido sulfhídrico, que después de
destruir las rocas, deja allí el vestigio claro de su salida, en
forma de pequeñas masas, á veces cristalinas, de azufre, y de
aquí el nombre que llevan. No es, sin embargo, esta sustan-
cia la única que aparece por el cráter de estos volcanes que
pueden llamarse muertos, observándose en el de Vulcano
(Islas de Lipari), la sal amoniaco, el mejor ácido bórico que
se conoce en el mundo, el selenio, el sulfuro arsénico, etc.
En el de Pozzuolo aparece también el oropimente y el rejal-
gar, la coquimbita, el alumbre y otras sustancias curiosas
que recogí en abundancia.
Sofioni. — Para completar la historia de las manifestacio-
nes volcánicas con salida de materiales al exterior, conviene
que digamos dos palabras acerca de lo que los italianos
llaman sofioni, siquiera no participe siempre este fenómeno
del carácter volcánico. Existen en Toscana, y particularmen-
te en los montes de Volterra y Massa, ciertas grietas por
donde se escapa una gran cantidad de vapor de agua, que
produce grandes humaredas, llamadas por los italianos fu-
macchi; el agua, condensándose en la atmósfera, se despren-
de y forma en los alrededores ciertas lagunas llamadas lagoni
en el país, que ofrecen constantemente el aspecto de un
hervidero.
La salida del vapor de agua suele ofrecer á veces mas
violencia, como si quisiera imitar á ciertas erupciones de los
geiseres; pero no es esto lo mas importante del fenómeno,
sino las sustancias que lleva el vapor de agua en suspensión
y disolución, como el gas sulfhídrico, y el ácido carbónico;
y entre las fijas, figura en primera línea el ácido bórico, pero
no en aquel estado de belleza admirable que tuvimos oca-
sión de contemplar en Vulcano, sino mas bien en hojuelas
y laminitas blancas y mates. A este fenómeno, que hasta
cierto punto puede compararse con los azúfrales ó volcanes
semi-apagados, es á lo que los italianos llaman sofioni, her-
videros ó bufiadores en castellano; asi como á las aguas re-
cogidas, dan el nombre de lagoni ó pequeños lagos.
Fuegos naturales. — Con el nombre de fuegos naturales ó
Tomo IX
2 1 7
manantiales ígneos, fontane ardenti de los italianos, com-
prenden estos la salida por ciertas grietas terrestres, de car-
buros de hidrógeno que se inflaman con facilidad, especial-
mente si se aplica alguna sustancia en combustión. En Italia
se observa este fenómeno en Pietramala (Apenino de Bolo-
nia á Florencia) y en Barigazzo, no léjos de Módena. Tam-
bién existe junto al puerto de Bakou en el Caspio; en
muchos lugares de la China, y en Fredonia (Nueva-York),
donde se sirven de esta sustancia para el alumbrado público.
Aguas minerales. — Cuando las aguas que surgen del in-
terior de la tierra ofrecen una temperatura superior á la del
medio ambiente, reciben, como ya queda indicado, el nom-
bre de termales; y aunque esta circunstancia favorece sin
género alguno de duda, la incorporación de sustancias mi-
nerales en cantidad suficiente para llamarlas así, sin embar-
go, hay fuentes frías ó templadas que se denominan también
minerales por esta misma circunstancia. En este último
caso podría parecer algo violento el considerar el hecho co-
mo acción volcánica; pero si se tiene en cuenta, primero,
que según Lecoq por aguas minerales se entienden todas las
que proceden de la zona de reacción química terrestre, y
segundo, la dificultad suma, por no decir imposibilidad ab-
soluta, de separar las aguas minerales, templadas y frías, de
las termales, creo que, siquiera sea la manifestación volcá-
nica menos activa, en cierto sentido considerada, debemos
incluir á las fuentes minerales en el catálogo bastante va-
riado de las actividades subterráneas.
El agua de lluvia, la que procede del derretimiento de las
nieves, parte de la que circula por la superficie, cuando en-
cuentra condiciones favorables, como son la permeabilidad
del suelo y la existencia de grietas ó hendiduras mas ó me-
nos profundas, penetra en el interior hasta distancias mas ó
menos considerables, según sea la disposición de los terrenos
en grandes masas ó en capas, y según afecten estas mayor ó
menor inclinación ó buzamiento; determinándose por este
curioso procedimiento, la Hidrografía subterránea, caracte-
rizada por rios que la permiten circular, ó grandes depresio-
nes donde forma lagos mas ó menos considerables. Dado
este estado de cosas, cuando las superficies impermeables
sobre las cuales circula, se interrumpen al exterior, se origi-
na el nacimiento de agua que constituye lo que se llama una
fuente de agua natural, que puede verificarse lo mismo en
los continentes que en el fondo del mar, de cuyo hecho ci-
taremos varios ejemplos al tratar de la acción de las aguas
liquidas. Mas si el curso natural de las aguas se interrumpe
al interior, ó por cualquiera circunstancia de las arriba indi-
cadas, las aguas penetran en las profundidades de la tierra ó
llegan de otro modo á ponerse en contacto inmediato con la
pirosfera terrestre, como sucedió en la famosa erupción del
Jorullo en México, cuya corriente de lava, encontrando á las
aguas del rio San Pedro, estas cambiaron de dirección pene-
trando en el interior de la tierra y apareciendo de nuevo con
una temperatura de 37 á 38 grados; en todas estas circunstan-
cias, repito, las aguas aparecen al exterior con el carácter por
lo común termal y casi siempre mineral, ya que la tempera-
tura favorece, con otras circunstancias que en el seno de la
tierra concurren, las reacciones químicas que comunican al
agua su carácter propio. Sin embargo, es posible que el agua
pierda en su trayecto la temperatura que en la zona inme-
diata á la pirosfera terrestre adquirió, apareciendo templada
ó fria, sin dejar por esto de ser mineral en el sentido que á
esta palabra se da ; pues por otra parte, el agua en sí ya lo
es, y sin que esto impida el que pueda y deba considerarse
su aparición al exterior como resultado de la actividad ter-
restre. De todo lo cual se desprende, que la temperatura de
los manantiales puede ser muy variada, desde la media del
2S
GEOLOGIA
ambiente exterior ó inferior de ella, en cuyo caso se llaman
manantiales templados y fríos, hasta mas arriba de ioo gra-
dos, según indica la siguiente lista :
Caldas de Bohí (Lérida), aguas ferruginosas. Temperatu-
ra 2 5.
Fuente de Elordi (Lazcano, Guipúzcoa), id. S3.
Id. de la Peña de Lapiritu (en Idiazabal, id.), id. 8o.
Las burgas (r) de Orense (alcalina), 54o, 80.
Villavieja (Castellón), acídulo-carbónicas con hierro, des-
de 28 á 37 grados.
Las caldas de Montbuy (salinas), 56o.
Las aguas de Carlsbad, 73 '.
Aguas calientes (Francia), 80o.
La Trinchera (América del Sur), 97 o.
Manantial al pié de Vulcano (Lípari), temperatura obser-
vada por mi, 98°.
Los sofionis de Toscana, io5\
Gran geiser de Islandia, 127o.
Por regla general la temperatura es constante ó poco me-
nos en las aguas cálidas ó muy cálidas, y en las minerales
cuya temperatura sea próximamente la del exterior, varia
menos que la de los manantiales comunes.
En cuanto á la composición de las aguas minerales, nos
limitaremos por ahora á indicar los principales grupos que
de ellas se forman, según su composición.
Llámase el primero, de aguas acídulas ó gaseosas, por la
presencia, sobre todo, del ácido carbónico, circunstancia que
no solo les comunica un sabor picante agradable, sino que
impelidas las aguas por la fuerza elástica del gas, salen á
borbollones, constituyendo lo que se llama entre nosotros,
un hervidero, como el de Fuen-Santa, por ejemplo, el de la
fuente de Celia (Teruel), cuyo nacimiento se parece mucho
al del manantial sagrado de Zuni, en México.
Constituye el segundo grupo, el de las aguas sulfurosas,
x'-
Fig. 10. — Manantial de aguas termales del País de los Mormones
que se distinguen por el olor ¿ huevos podridos, debido á la
presencia del hidrógeno sulfurado y de sulfuros alcalinos;
muchas son termales, como da á entender la columna de
vapor que despide el manantial que representa la figura 10.
Hállase situado este manantial á 5 kilómetros de los Santos,
(1 ) Nombre con que se designa en Galicia á los manantiales terma-
cs, sinónimo de Caldas hasta cierto punto.
capital del país de los mormones, en Utah (América del
norte). Su temperacura es superior á 50o; observándose du-
rante el invierno que acuden á sus inmediaciones grandes
bandadas de pájaros y hasta los indios mismos para calen-
tarse.
El tercer grupo es el de las aguas alcalinas, así llamadas
por contener carbonato de sosa, que les comunica un sabor
amargo especial, y algo picante, las que contienen además
ácido carbónico; algunas son termales. En este grupo figuran
las aguas de Carlsbad, Vichy, Orense, Verin, etc.
El cuarto grupo es el de las fuentes dichas salinas, por
contener suifatos de sosa, de magnesia y cal, y cloruro sódi-
co, asociadas estas sustancias con bastante frecuencia á sul-
furos alcalinos; debiendo citar entre otras, la de Epsom, y
Setlidtz, la de Montanejos, Olot, Ponferrada, Vacia-Ma-
drid, etc.
Quinto grupo, es el de las aguas ferruginosas, por contener
suifatos y á veces carbonato de hierro, que les comunican
un sabor estíptico especial; desprendiendo algunas ácido
carbónico; tal es, por ejemplo, la de Arteaga, Belascoain,
Calahorra, Galdácano y mil otras en España.
El sexto grupo es el de las fuentes calizas, por llevar en
disolución cantidades mas ó menos considerables de bi-car-
bonato de cal, que depositándose en carbonato neutro, dan
origen á incrustaciones calizas muy importantes. De ellas
hay muchas en España, y nos ocuparemos detenidamente de
su estudio, al tratar de las rocas calizas. En este género uno
de los hermosos manantiales que pueden citarse es el de
Hierápolis, célebre en la antigüedad, cuyas aguas forman al
deslizarse á lo largo de la montaña, una serie de cascadas
petrificantes. La figura 1 1 representa las rocas calizas forma-
das por el depósito de esas aguas que descienden al valle de
Pambou-Kalin (Asia menor).
Por último, llámanse fuentes silíceas, aquellas que llevan
la sílice en disolución, ó en silicato soluble de potasa y sosa,
de los que se desprende aquella sustancia, dando origen á
magníficas incrustaciones, por donde las aguas circulan. Por
regla general, estas aguas son termales, constituyendo gran-
des hervideros que solo se diferencian de los geiseres, por no
ser arrojadas imitando las erupciones á grandes alturas; sin
embargo, tienen tantos puntos de contacto con aquellos, que
en rigor no pueden separarse en una clasificación natural.
Como ejemplo notable debe citarse la fuente y lago situa-
do en Nueva Zelandia. Las aguas brotan de gran número de
agujeros, la corriente principal domina el lago en una exten-
sión de 35“ y llena de golpe una cuenca oval de 80“ de cir-
cunferencia cubierta de un revestimiento de estalactitas de
una perfecta blancura. Al rededor aparecen escalonadas las
demás corrientes termales que alimentan la gran cuenca.
Algunos rios, tales como el llamado Negro, el Uruguay, y
Cuareim en la América del Sur, llevan tal cantidad de sílice
en disolución, que según mi distinguido amigo D. Clemente
Barrial Posada de Montevideo, es muy frecuente ver en sus
orillas convertidos en sílice, los troncos de los árboles, las
frutas que caen en el lecho del rio, los huevos de aves, y
hasta pedazos de carne.
Esta clasificación se funda en las sustancias dominantes
en las aguas, las cuales con frecuencia contienen gran nú-
mero de combinaciones químicas, y de cuerpos simples,
figurando los siguientes, según Lecoq, en las analizadas hasta
el dia:
Oxígeno
Hidrógeno
Azufre
Cloro
Sílice
Carbono
Potasio
Sodio
Hierro
Zinc
Cobalto
Nikel
Capitulo segundo
219
Bromo
Litio
Kstaño
Yodo
Cesio
Antimonio
Fluor
Rubidio
Titano
Nitrógeno
Bario
Cobre
Fósforo
Calcio
Plomo
Arsénico
Magnesio
Plata
Boro
Aluminio
Manganeso
Oro
Por último, es de notar en la mayor parte de las aguas
minerales, la presencia de una materia orgánica ú organi-
zare, que adquiere formas propias al poco tiempo de salir
las aguas del interior de la tierra, y sobre cuya procedencia
é importancia discurriremos en ocasión oportuna.
Respecto á la cantidad de agua que arrojan los diferentes
manantiales, y á las sustancias minerales que contienen, así
como á la relación que existe entre el terreno y la naturaleza
de dichas sustancias, lo discutiremos al tratar en la Geología
industrial del origen de los filones, tan estrechamente rela-
cionado, según veremos, con aquellas. Por ahora pondremos
fin á estas indicaciones generales, haciendo notar que las
aguas mas calientes aparecen ó en los terrenos de rocas cris-
de
talinas, ó en los de sedimento primitivos, y también en las
regiones flégreas ó volcánicas; lo cual confirma la tésis sen-
tada de que estos manantiales constituyen una manifesta-
ción volcánica siquiera la mas débil, en cuanto á la manera
de presentarse; pues en lo referente á sus resultados, fácil
ha de ser demostrar la importancia suma que el Hidroter-
malismo tiene en la Física terrestre.
IV. — TERREMOTOS
Temblor de tierra, ó terremoto, es un movimiento brusco
é instantáneo del suelo que lleva la destrucción por todas
partes, y aflige al ánimo mas sereno. A veces se sienten estos
efectos de improviso, si bien lo mas común es que se anun-
cien por ciertos signos, no siempre los mismos. En Italia
llaman ana di terremoto, cuando la atmósfera se halla encal-
triste la luz del sol aunque esté el dia sereno, sintién-
cierta opresión que vaticina la próxima catástrofe.
Suelen desaparecer algunos manantiales, y hasta secarse los
pozos; pero ninguno de estos fenómenos puede considerarse
como precursor constante de los terremotos. A veces cuando
el sol brilla en todo su esplendor, y está el cielo sereno y
apacible el aire, es cuando se producen repentinamente esas
catástrofes, que convierten en un campo de ruinas y de
muerte las campiñas y las ciudades, aniquilando en un abrir
y cerrar de ojos, millares de existencias. El espantoso terre-
moto de Lisboa sorprendió á la capital durante una fiesta,
á las nueve de la mañana, en uno de esos hermosos dias que
se disfrutan bajo aquel delicioso clima, y precisamente en
el momento en que los habitantes se dirigían á los templos.
Los temblores de tierra ocurren lo mismo con un cielo sere-
no, como durante la tormenta; Humboldt no vió jamás que
estos fenómenos hayan influido en la aguja imantada, y otro
viajero, Adolfo Ermann, observó lo mismo en el terremoto
que se sintió en Irkoustk, cerca del lago Baikal, el 8 de marzo
de 1829.
El temblor de tierra de Riobamba, ocurrido el dia 4 de
febrero de 1797, uno de los mayores desastres de que hace
mención la historia física de nuestro globo, y acerca del
cual pudo recoger Humboldt preciosos detalles, tampoco fue
precedido de ningún síntoma atmosférico visible.
Con frecuencia acontece que un ruido sordo y atronador
acompaña ó sigue á la catástrofe; pero dicho ruido no tiene
su origen en la atmósfera, sino en las entrañas mismas de la
tierra; y resulta del crujido de las rocas, que en una extensión
inmensa ceden á la presión de las lavas inflamadas, reduciém
dose á fragmentos.
Pambou-Kalin
220
GEOLOGIA
Lo que mas frecuentemente anuncia el terremoto hasta el
punto de poder considerarse ya como su comienzo, es ese
ruido sordo subterráneo, que oido una vez, no puede
confundirse con ningún otro; pero que es difícil también
compararle con los que estamos acostumbrados á percibir;
pues ni las lejanas descargas de artillería, ni el paso de car-
ruajes pesados por calles estrechas y empedradas, ni el lejano
redoble de miles de tambores pueden dar idea clara de él.
Aunque según la teoría que expondremos, parece que este
ruido subterráneo lorma ya parte del terremoto, y en la ma-
yoría de los casos así sucede, sin embargo, en muchos otros
el terremoto sobreviene sin anuncio alguno, como ocurrió
en el de Riobamba ya referido, y otras veces el ruido sub-
terráneo se percibe algún tiempo después del terremoto,
como sucedió en Quito ó Ibarra, donde la detonación per-
cibióse á los 20 minutos después del terremoto; y en Truji-
11o, un cuarto de hora después del temblor de tierra que
destruyó la ciudad de Lima el 28 de octubre de 1746.
Sucede por lo común á este ruido especial, el verdadero
temblor de tierra, palabra que refiriéndose al suelo, lo ex-
presa todo: tiembla la tierra, y el hombre, los animales y la
naturaleza entera experimentan un terror indescriptible; el
Aurora boreal
terreno se cuartea y agrieta formando grandes hendiduras;
ábrense simas ó pozos naturales interrumpiendo la circula-
ción ácuea subterránea; desaparecen montes enteros; demím-
banse los mas sólidos edificios; y en suma, la comarca que
experimenta efectos tan terribles, ofrece la imágen del caos
y de la destrucción. No se limitan estos empero á la tierra
firme, sino que alcanzan al mar, dejando sentir sus efectos
destructores, en las embarcaciones y en las costas, como de
ello citaremos varios ejemplos.
Rapidez de los terremotos. — Las sacudidas terrestres en los
terremotos, son brevísimas, instantáneas; debiendo atribuir
á repetición del fenómeno, cuando se habla de terremotos
que han durado algunos minutos. Las oscilaciones sucédense
á veces con brevísimos intervalos; como sucedió por ejemplo
en el de 29 de junio de 1873, en el que se experimentaron
en Venecia siete movimientos ascendentes y otros tantos en
sentido contrario, mediando entre uno y otro un minuto se-
guido: otras veces se repiten los terremotos con cierto ritmo
ó de un modo irregular, durante dias, meses y aun años
enteros; debiendo citar el que precedió á la aparición del
Jorullo en México tres meses antes de verificarse la erupción;
y el famoso de Calabria, en el que casi diariamente se expe-
rimentaron sacudidas desde 1783 hasta fines de 1786; ha-
biendo contado Pignatore hasta 942 sacudimientos en el
primer año: lo singular es que en algunos terremotos conti-
núan los ruidos subterráneos bastante tiempo después, como
se observó en el ocurrido en el Cantón del Valle (Suiza)
en 1855, cuyos rumores subterráneos duraron hasta 1862.
Estas oscilaciones á veces se circunscriben á regiones limi-
tadas, como suele suceder en los precursores de las erupcio-
nes, y en este caso, los terremotos se llaman locales; al paso
que otras, ó se experimentan en grandes extensiones de ter-
reno en el mismo momento, como es frecuente á lo largo de
la cordillera de los Andes, ó partiendo de un punto, se pro-
pagan con rapidez vertiginosa á comarcas sumamente exten-
sas, como se observó en el por tantos conceptos fatal de
Lisboa, cuyos efectos se manifestaron en casi toda la Europa,
en el Norte de Africa, en la costa americana del Norte, y en
varias islas del Atlántico; recibiendo en estos dos últimos
casos el terremoto, el nombre de general.
Aun cuando sea muy difícil hacer observaciones exactas,
que puedan servir de fundamento á cálculos mas ó menos
aproximados, tocante á la velocidad con que se propaga la
onda seismica, sin embargo, Humboldt la estimaba en 4 ó 5
miriámetros por minuto, lo cual equivale á 660 ú 830 metros
por segundo; y Cárlos Deville asegura que en el terremoto
de la Guadalupe ocurrido en 1843, las oscilaciones llegaron
á Santa Cruz con una velocidad de 925 metros por segundo,
CAPITULO SEGUNDO
22 I
á Santhomas con una rapidez de 2,566 metros, y á Cayena á
razón de 3,788; lo cual daría una velocidad media de 2,426
metros.
Las oscilaciones de los terremotos, parecidas á las ondas
sonoras, con las que muy oportunamente las compara el
Dr. Young, partiendo de un centro de sacudimiento que casi
siempre es un punto circunscrito, y raras veces una línea,
pueden ser verticales, horizontales y giratorias ó circulares.
Si el punto del primitivo sacudimiento es profundo, y no
muy enérgico, las oscilaciones son débiles, y solo se perciben
en el fondo de las minas y grietas terrestres, llegando apenas
á la superficie; pero si aquel se encuentra mas somero, el
movimiento es vertical; obrando en este sentido en los pun-
tos situados encima, haciéndose poco á poco oblicuo y hasta
horizontal, á medida que se aparta la onda del punto de im-
pulsión. Por último, si el terremoto arranca de zonas muy
profundas é inmediatas á la pirosfera terrestre, el movimiento
se percibe en sentido vertical en toda la comarca afligida
por tan espantoso fenómeno. Ahora bien, es por desgracia
sobrado frecuente el que todos estos movimientos se com-
pliquen entrecruzándose y dando origen al movimiento
circular ó de torbellino, el mas terrible de todos, como
resultante de muchas conmociones simultáneas partiendo de
centros distintos y colocados en profundidades y distancias
desiguales. Un ejemplo notable de esta última clase de movi-
miento, lo ofrecen dos pirámides existentes en el convento
de San Bruno, en las cuales, después del terremoto de Cala-
bria, observóse que de las tres piedras de que se componían,
la inferior había sido dislocada, y la media y superior habían
dado un cuarto de conversión sobre las que les servían de
base.
Seismómetro. — Asi se llama el aparato inventado para apre-
ciar la dirección de las oscilaciones en los terremotos; el
cual consiste en una vasija en la que se coloca mercurio,
hasta enrasar con unos agujeros orientados perfectamente á
los cuatro puntos cardinales del horizonte, en el punto donde
se sitúa, yendo á parar el mercurio que se derrama por efecto
de la ondulación, en unos pequeños recipientes situados
debajo de cada agujero.
Estaciones mas propicias á los terremotos. — Respecto á la
estación en que estos se presentan con mas frecuencia, aun-
que en rigor puede decirse que en todas se experimentan,
sin embargo, según resulta de las repetidas y asiduas obser-
vaciones de varios geólogos, y en particular del Sr. Perrey,
de Dijon, resumidas en los cuadros adjuntos, son mas
frecuentes en el invierno y el otoño y en los equinoccios y
solsticios. Mas adelante veremos las consecuencias que de
estos datos deduce tan eminente físico.
CUADRO DE LOS TERREMOTOS OCURRIDOS EN TODO EL GLOBO
TERREMOTOS EXPERIMENTADOS EN LAS CUENCAS
MESES
Rhin
Francia
y
Bélgica
Ródano
Danubio
Diciembre y enero (sols-
ticio de invierno)
133
161
5o
57
Marzo y abril (equinoc-
cio de primavera)
81
108
26
3o
Junio y julio (solsticio
de verano)
65
*3
20
45
Setiembre y octubre
(equinoccio de otoño)
72
98
i2
39
Toial...
351
45°
12S
171
Son tantas las observaciones recogidas por este diligente
geólogo de Dijon, que no solo ha logrado formar con ellas
una importantísima estadística, sino también una ciencia
nueva llamada Seísmica, rama desprendida de la Geología, y
que está llamada á prestar grandes servicios á la física ter-
restre.
Entre los fenómenos meteorológicos que preceden y acom-
pañan á los terremotos, y cuya relación con estos hasta el
presente no ha sido fácil explicar, figura en primera línea la
lluvia, á veces torrencial, originando verdaderas inundacio-
nes; siendo tan frecuentes, sobre todo en la América del
Sur, que sus habitantes las reciben como compensación de
los estragos que aquellos ocasionan. Sin embargo y aunque
la lluvia suele preceder á veces, no debe en mi concepto
considerarse como causa eficiente de los terremotos, que se-
gún veremos hay que buscarla en la actividad propia del
globo; siendo aquella mas bien efecto de los trastornos at-
mosféricos que estas operaciones naturales determinan.
Tampoco es raro observar la aparición de bólidos ó globos
de fuego en la atmósfera, como entre otros casos refiere el
Dr. Pilla el que acompañó al terremoto ocurrido en Toscana
en 1846; Sarti y Soldani citan otros en Italia; y las auroras
boreales, en los países del Norte, según se observó en el
terremoto ocurrido en Noruega el 24 de mayo de 1S47.
Como ejemplo de este curioso fenómeno, debido según se
cree á la acción electro-magnética terrestre y enlazado tal
vez con los terremotos, véase la figura 1 2.
Explicación del fe?wmeno. — Sin perjuicio de entrar en
mayores detalles ai estudiar las causas del volcanismo, im-
porta consignar aquí, que la explicación mas sencilla de los
terremotos es la del Dr. Young, quien los compara á una
onda sonora producida por un choque en cualquier punto
del interior de la costra sólida del globo, propagándose con
la misma rapidez que el sonido, de capa en capa hasta la
superficie, la cual experimenta todos sus efectos, por no te-
ner ya otro cuerpo sólido á quien trasmitir el impulso reci-
bido. Para mejor comprender esto, hay que recordar que,
según enseña la Física, los cuerpos sólidos tales como las
maderas, los metales y las piedras, son tan buenos conduc-
tores del sonido que trasmiten mucho mas pronto que el
aire y los gases las ondas sonoras; como fácilmente puede
uno convencerse colocando al extremo de una larga viga un
reloj de bolsillo, y aplicando el oido al otro extremo, donde
se percibe perfectamente, cuando á través del aire no se oye
nada. En confirmación de lo cual refiere Humboldt que en
Caracas, en las llanuras de Calabazo, y en las llanuras del
rio Apure, afluente del Orinoco, es decir, en una extensión
de 1,300 miriámetros cuadrados, oyóse una espantosa deto-
nación en el momento en que un torrente de lava salía del
2 2 2
GEOLOGIA
volcan San Vicente á una distancia de 120 miriámetros, lo
cual es como si las erupciones del Vesubio se oyeran en
Paris. De esta ingeniosa teoría, fácilmente se desprende que
el ruido sordo subterráneo que casi siempre precede al ter-
remoto, puede considerarse como el sonido determinado
por el primer choque trasmitido por los materiales terrestres
hasta la superficie; la cual, no pudiendo ya comunicar la os-
cilación á otros cuerpos sólidos, y sí soloá la atmósfera, es
la que experimenta sus terribles efectos, como sucede con la
última bola de billar, que es la que mas se aparta del sitio
que ocupa por el movimiento que recibe de las otras.
Reseñemos ahora, en breves frases, los principales efectos
físicos de los terremotos, para lo cual será muy conveniente
considerarlos primero en las aguas, y luego en las tierras.
En las aguas que circulan por los continentes, aunque no
tanto como en estos, déjanse sentir los efectos de los terre-
motos; en unos puntos desaparecen ó disminuyen conside-
rablemente los manantiales, y hasta pierden ó cambian sus
propiedades las aguas minerales; los arroyos suelen desviarse
de su curso y hasta desaparecer su caudal en las grietas que
el terremoto abre; otras se depositan en depresiones produ-
cidas por el terremoto mismo, formando lagos á expensas
de otros que se desecan. En el terremoto ocurrido en febrero
de 1855 en Brusa, todas las fuentes termales, y algunas que
no lo eran, desaparecieron durante seis dias; en otros sacu
dimientos experimentados en abril se agotaron los manan-
tiales comunes, aumentando el caudal de los termales, apa-
reciendo aguas calientes, aunque su duración no fué larga;
hasta en los pozos artesianos déjanse sentir estos efectos,
enturbiándose á veces las aguas, como se ha observado re-
cientemente en el de Passy, ó alterándose el caudal y á ve-
ces hasta la temperatura.
En los mares, los efectos, aunque menores que en los con-
tinentes, son mas considerables que en las aguas que circulan
por estos: los buques experimentan á veces fuertes sacudidas;
agítanse las aguas levantando inmensas olas, que retirándo-
se primero de la costa, vuelven después furiosas contra ella,
destruyéndolo todo. Muchos casos pudieran citarse en con-
firmación de lo que acabamos de indicar, pero el mas nota-
ble entre todos es el ocurrido en la famosa roca Scyla, en el
terremoto de Calabria, donde desprendiéndose primero
enormes peñascos de la escarpada ribera, redujeron á ruinas
muchas casas de campo llamadas villas, con sus hermosos
jardines.
Después de la sacudida del 5 de febrero, que se sintió á
eso de la una de la tarde, el principe de Scyla aconsejó á
muchos de sus vasallos que abandonasen la ribera y se refu-
giaran en las barcas pescadoras á fin de evitar un nuevo
desastre, y él mismo se trasladó á una sin la menor descon-
fianza; pero á eso de la media noche y cuando una parte de
los habitantes dormía tranquilamente en el fondo de aque-
llas, experimentóse una nueva sacudida, desprendiéronse
algunas rocas, y poco después las olas, que se habían eleva-
do á seis metros de altura, se precipitaron furiosas sobre la
orilla arrastrando cuanto encontraron delante, y retirándose
por breves momentos para volver luego con mas violencia.
Todas las barcas se fueron á pique ó se estrellaron contra la
costa, y aun se encontraron algunas en el interior de las
tierras. El anciano principe de Scyla pereció con 1,430 cala-
breses. En el terremoto ocurrido en Lisboa en i.° de no-
viembre de 1755, las aguas retiráronse primero, y luego, ele-
vándose á muchos metros de altura, volvieron contra la
ciudad, en la que causaron grandes destrozos: en la costa
de España, en Cádiz, se elevaron las aguas mas de 20 me-
tros; en Irlanda, en el puerto de Kinsale, varios buques
fueron lanzados á la plaza del mercado; en Inglaterra y
Escocia, los lagos y los rios se agitaron de un modo extraor-
dinario; las corrientes termales de Toeplitz se retiraron y
volvieron después coloreadas por sales ferruginosas inundan-
do la ciudad; en Tánger se agitó el mar tan extraordinaria-
mente que franqueó diez veces consecutivas sus ordinarios
límites; en la isla de Madera se elevó el Océano 18 metros
sobre su nivel; y por último, en las pequeñas Antillas, donde
la marea no excede de (T,75, después de tomar el agua el
color de la tinta, se elevó á 7 metros.
Pero donde verdaderamente son horribles los estragos
causados por los terremotos, es en los continentes; observán-
dose que unas veces son transitorios y otras permanentes.
Entre estos últimos debemos citar el levantamiento en masa
en 1822 de la costa de Chile, en la extensión de mas de
roo leguas, llegando en Valparaíso á un metro, y en otros
puntos á i", 30 la diferencia de nivel. En 1855 la costa de
Nueva Zelanda sufrió también un levantamiento parcial,
llegando en algunos puntos hasta tres metros. El grupo
volcánico de Santorino en Grecia ofrece también ejemplos
muy notables de separación de islas, hundimiento de tierras
y aparición de otras nuevas. El 19 de junio de 1819 un ter-
remoto ocurrido en el Delta del Indo, destruyó la ciudad
de Bondij y sumergió en el mar una superficie de 242 leguas
cuadradas, con la población y fuerte de Sindré, del cual solo
un torreón atestigua su existencia.
En el ya citado terremoto de Calabria ocurrieron también
movimientos y accidentes del suelo verdaderamente notables:
junto al pueblo de Rosarno abriéronse cavidades circulares
semejantes á pozos, que aparecían algunas veces llenas de
agua hasta la profundidad de seis metros; pero con mas fre-
cuencia llenas de arena.
Cerca de otro pueblo llamado Soriano, abrióse una grieta
de mas de un metro de anchura y medio kilómetro de largo,
y otra parecida cerca de Polistena. En Jerocarne agrietóse
el terreno á la manera de un cristal roto por una piedra ó
proyectil (fig. 13). En Casalnovo hundiéronse los terrenos,
abriéndose en los que conservaban su nivel grandes grietas
de un metro de ancho y de una extensión considerable. Por
último y para no cansar demasiado al lector, citaremos el
abismo que se abrió á una legua de Óppido, en el que des-
apareció el pueblo de Castellace, según se ve en la fig. 14.
En cuanto á las ruinas ocasionadas en los edificios son
innumerables; no resistiendo á tan terribles sacudidas las
obras mas sólidamente construidas.
Regiones afectas á los terremotos. — Es tal el enlace que
existe entre las diversas manifestaciones volcánicas, que los
terremotos son tanto mas frecuentes cuanto mayor es el nú-
mero de volcanes, sobre todo en actividad. Notables ejem-
plos de ello tenemos en la península, donde forma contraste
la rareza de estos fenómenos en la parte central de ambas
Castillas, con la frecuente repetición en la costa este y sud-
este y en especial en Orihuela y Murcia, efecto de la proxi-
midad de los volcanes de cabo de Gata y de las islas Colum-
bretes. Grecia, Italia y el sur de América, pueden citarse
también como regiones predilectas.
Distribución de los volcanes— Los volcanes, como los ter-
remotos, ó por lo menos las comarcas en que con mas insis-
tencia se experimentan, pueden dividirse en las regiones
siguientes:
Primera. Del Pacífico, que se extiende desde las costas
de Chile, siguiendo los Andes, el Kamtschatka, hasta el Ja-
pon y Filipinas. Cuéntanse en ella mas de 200 volcanes y
entre ellos los mayores conocidos: los terremotos suelen ser
terribles.
Segunda. La Mexicana y de las Antillas, corta á la ante-
rior en ángulo casi recto; figuran entre los volcanes mas no-
CAPITULO SEGUNDO
tables el Jorullo y el Popocatepetl, este de 5,400 metros de
altura ; tampoco son raros los terremotos.
Tercera. La de Islandia y Groenlandia, entre cuyos pri-
meros se observan los famosos geiseres.
Cuarta. La Atlántica, que comprende 18 ó 20 grupos
de volcanes insulares, como los de Madera, Canarias, Fer-
nando P<5o, Annobon, Santa Elena.
Quinta. La Mediterránea, en la que figuran el Etna,
Stromboli y el Vesubio, las islas de Santorino en Grecia, los
volcanes del mar Muerto, y también los de nuestro litoral,
223
siquiera estos pertenezcan al grupo de apagados; los terre-
motos son frecuentes.
Sexta. Africana: en el centro de Africa, en la cordillera
Camerum á 4°i2' latitud Norte, existe el volcan llamado
Mongomaleba, que parece estuvo en erupción el año 1838;
hállase situado en una falla, que sigue la dirección de las is-
las de Fernando Póo y Annobon, también volcánicas.
Séptima. Asiática, en la que se encuentran volcanes si-
tuados á poniente y en el centro de Asia, y algunos en el
Celeste Imperio dieron pruebas de su actividad en tiempos
Fig. *3- — Grieta cerca de Jerocarne
recientes, los cuales por su distancia al mar del Japón, que
es el mas próximo (doscientas cincuenta leguas) bien pue-
den considerarse como esencialmente continentales.
Completarán estas consideraciones generales acerca de los
volcanes, los siguientes cuadros de Humboldt:
NÚMERO Y DISTRIBUCION DE LOS VOLCANES ACTIVOS EN El.
GLOBO SEGUN HUAIBOLDT (l)
CUADRO II’SOM ¿TRICO DE LOS VOLCANES
I.
II.
III.
IV.
V.
VI.
VII.
VIII.
IX.
Europa
Islas del Océano Atlántico.
Africa
Asia occidental y cen
tral
Península de Kams
chatka.
Islas del Asia oriental. . Tk .X
Islas del Asia meridional.
Océano Indico
Mar del Sur.
Asia continental.
América
tinental..
_ - /Chile.
con- Peni
y Bolivia. . . .
(Quito y Nueva Granada.
América central. . .
México al S. del rio Gila
Parte N. O. de la América
al N. del rio Gila.
Total. . .
/
14
3
1 1
14
69
120
9
40
24
14
18
29
6
24
5
4
8
9
54
56
5
26
»3
3
10
18
4
5
3
407 225
(1) Los números de primera fila se refieren á los volcanes de activi-
dad histórica, por decirlo así; mientras los de la segunda indican los que
han hecho erupción en el siglo actual ó en la última mitad del anterior.
Isla Cosima (Japón)
Gunung Api (Montaña de fuego).
Stromboli (Sicilia)
Epomeo (Isquia)
Vulcano
Vesubio.
Jorullo (México)
Puy de Dome (Francia) . . .
Hecla (Islandia)
Cantal (Francia)^j^|j|H|H
Mont Dore (Ídem)
Gedé (Java)
Kamtchtskaja. . . .
Etna (Sicilia)
Pico de Teide (Tenerife)
Puracé (Nueva Granada)
Pichincha (Quito). . . ■ .1
Popocatepetl . . . f-
Arequipa. . . .
Cotopaxi. . . .
Antisana. . . .
Sahama
250 metros
593 »
661
765
800
1,184
1,202
M77
L557
M57
L895
2,766
3,000
3,321
3,800
4,600
4,700
5*4co
5,0oo
5,753
5,833
6,825
»
»
»
»
.»
y
J>
»
>
>•
»
»
»
V.— OSCILACIONES DE LOS CONTINENTES
En contraposición á los movimientos bruscos é instantá-
neos, se presentan las oscilaciones lentas y seculares que ex-
perimentan los continentes, y en especial las costas. La del
Báltico fué la primera en que se notó este hecho singular
indicado por Celsio y confirmado por la Academia de Upsal,
en el puerto de Vassa, hácia el año 1742. En estos y otros
datos, recogidos por sí mismo, se fundaba Linneo para esta-
blecer como principio que la costa de Suecia descendía un
pié próximamente por siglo. Ciento veintisiete años después,
es decir en 1869, un modesto profesor de Istad (Escania), el
GEOLOGIA
Fig. 14.— Abismo cerca de Oppido
doctor Bruzellius, comunicaba al congreso de Geología y
Arqueología prehistóricas, que se celebró en Copenhague,
curiosas observaciones recogidas en las obras de aquel puer-
to, que confirman de la manera mas decisiva los vaticinios
del eminente naturalista sueco. Atraídos por la fama de aquel
punto, lo visitamos terminado el congreso, viendo con nues-
tros propios ojos cuanto aquel había expuesto á la docta
asamblea: mas tarde, en Udewalla, vimos el ejemplo mas
clásico que en esta materia puede citarse. Con efecto, en el
sitio llamado Kapellebake (capilla de la colina), situado á
setenta y dos metros sobre el nivel del Fyord, existe sobre
las rocas pulimentadas y estriadas por las nieves perpetuas
un depósito de moluscos fósiles, siquiera las especies viven
aun hoy, pero en latitudes mas altas, que se formó en el
fondo del mar después de la primera época glacial. Este he-
cho supone un primer hundimiento del suelo escandinavo,
seguido de otra oscilación en sentido inverso en una escala
considerable, lo cual supone un espacio de tiempo muy grande.
En Cedarslund, no léjos de Udewalla, se observa lo mis-
mo, si bien á ciento cuarenta metros sobre el nivel del mar.
En los alrededores de Cristiania, capital de Noruega,
existen depósitos análogos, pero á doscientos y mas metros
de altura.
En Escocia, las antiguas playas del mar dejaron sus hue-
llas impresas en líneas onduladas paralelas, y situadas á 266
y 359 metros, en montes próximos á la costa, á las cuales
llaman las gentes del país caminos paralelos y también de
Fingal, célebre héroe de la antigüedad escocesa.
Si de las regiones frías del Norte nos trasladamos á las
cálidas y bellas costas de Italia, veremos en la punta de Mi-
lazzo, á unos 33 metros sobre el nivel del Mediterráneo, en
Monte Olíbano, junto á Pozzuolo, á diez ó doce metros, y
en otros puntos, á distintos niveles, la fauna marítima actual,
lo que evidentemente prueba que también aquella parte de
nuestro continente se halla sujeta á dichas oscilaciones. Y
de que esto se ha verificado en tiempos modernos, tenemos
la prueba, no solo en lo reciente y actual de la fauna que allí
se encuentra, sino también en el puente ó puerto de Calígula
(Golfo de Pozzuolo) y en el famoso Templo ó Termas de
Serapis, entre cuyas ruinas tuve en 1852 el gusto de ver tres
columnas de una sola pieza de una roca, que daremos á co-
nocer con el nombre de Cipolino, las cuales, hallándose aun
en posición vertical, ofrecen á la altura de unos dos metros
una faja, como de otros dos llenos de agujeros practicados
por conchas, cuyos animales, viviendo en el nivel mismo del
agua, establecen allí su vivienda. Ahora bien, datando este
monumento del tiempo de los primeros emperadores roma-
nos, las condiciones que hoy ofrece claramente indican una
doble oscilación en el suelo, de hundimiento primero y de
levantamiento después.
También en nuestra Península se ven en varios puntos
hechos de esta naturaleza, pudiendo citar entre otros el ob-
servado por mí en la costa de Alcalá y Torreblanca, en el
ameno sitio de recreo denominado Alcoceber, donde existen
á uno y dos metros sobre el nivel del mar varios horizontes,
cuyas piedras se hallan literalmente acribilladas de agujeros
abiertos por gasiroc/ienas, lithodomus y otros moluscos, que
viven en la piedra misma bañada por el agua, y cuya exis-
tencia á la altura indicada prueba un levantamiento de la
costa, que es lo mas probable, ó el hundimiento del mar.
No pasaron ciertamente desapercibidas estas manifestacio-
nes de la actividad terrestre á nuestros antepasados; debiendo
citar entre ellos al eminentísimo padre Feijóo, el cual, en su
Teatro crítico y cartas eruditas, dice que en muchas tierras,
aun sin el trascurso de muchos años, se ha observado levan-
tarse el suelo en una parte y humillarse en otra; advirtiendo
que de tal sitio se descubría antes un collado ó torre ó po-
blación, y después se cubre y al contrario; citando en apoyo
que á una legua corta de Rioseco hay un monasterio, que
por su patrono llaman San Mauro, desde el cual descúbrese
enteramente el lugar.
«Pero siendo yo mozo, dice Feijóo, me aseguraron como
cosa de evidente novedad en el país, que cincuenta ó sesenta
años antes, solo se descubrían desde San Mauro las puntas
de las torres de la iglesia.»
El padre Torrubia, en su curiosísimo Aparato para la His-
toria natural española, dice textualmente : « Dista de Madrid
tres leguas el lugar de Majadahonda, cuyos alcaldes y viejos
hacen ver á los religiosos, que así lo cuentan, toda la iglesia
y lugar entero de Brúñete, distante de allí como dos leguas,
desde la puerta de su iglesia, asegurándole que cincuenta
años antes, desde allí mismo, solo se veia el chapitel de la
torre.»
El Sr. Botella, distinguido ingeniero de minas, en una
nota leída en la Sociedad española de Historia Natural, en-
tre otras cosas, dice : « Dos hechos idénticos tuve yo mismo
lugar de citar en comunicación de 18 de mayo de 1870 á la
Academia de Ciencias de París con relación á las provincias
de Zamora y de Alava.
»En la primera se nota que desde Villar Don Diego se
CAPITULO
SEGUNDO
I
»
I
*
!
i
225
descubría entonces la mitad de la torre de la iglesia de Be-
nifaves en la provincia lindante de Valladolid, en tanto que
en 1S47 (23 años antes) apenas se veia la punta del citado
campanario.
»Igual fenómeno se reproducía y con la misma intensidad
y circunstancias en la de Alava, observando que desde la
villa de Salvatierra se descubría entonces por completo el
pueblo de Zalduelade, en tanto que en 1847 se percibía es-
casamente la veleta de aquel mismo campanario.»
El Sr. Areitio, ayudante del Museo de Historia Natural
de Madrid, dió á conocer también en la sesión celebrada
por la Sociedad española de Historia Natural en 2 de julio
de 1873 varios hechos de esta misma naturaleza, bservados en
Cádiz y poblaciones inmediatas, Almuñécar, Aviles’, Santoña
y otros puntos de la costa, así de las provincias meridionales
como de las del Norte de nuestra Península.
Lo anteriormente expuesto basta, en nuestro concepto,
para llevar al ánimo del lector la convicción de la movilidad
de la costra sólida, lo cual por otro lado tampoco tiene nada
de extraordinario, si se tiene en cuenta la enorme despropor-
ción que existe entre el débil espesor de aquella y la inmensa
masa que constituye la pirosfera terrestre. Discurriendo el
Sr. Vezian en su Prodromo de Geología sobre materia tan
importante, admite los seis órdenes de movimientos terres-
tres, dando á cada uno de ellos la significación é importan
cia que vamos á indicar.
r.° Seísmicos ó vibratorios, que corresponden á los ter-
remotos.
2.0 Ondulaciones, equivalentes á las oscilaciones lentas
de los continentes que acabamos de describir, los cuales han
ejercido en la sedimentación una muy poderosa influencia,
preparando las sinuosidades donde se depositan ios materia-
les de acarreo; también contribuyen á la formación de los
atolones y arrecifes de coral, y á determinar la alternancia
de formaciones marinas y terrestres que en ciertos terrenos,
como el de París, se observan.
3.0 Oscilatorios, que son, respecto á los anteriores, lo que
la marea al oleaje, por la mayor superficie que alcanzan. Re-
itérense á este grupo de movimientos las repetidas emergen-
cias é inmersiones que caracterizan la historia terrestre.
4.0 De tumefacción, cuyo modo de obrar es todavía mas
lento, determinando centros de levantamiento y de sedimen-
tación en las masas continentales; las masas de ambas Cas-
tillas son un buen ejemplo de estos movimientos.
5.0 Orogénicos, que son los que, obrando mas ó menos
bruscamente y en sentido lineal, han ocasionado el sistema
de levantamientos de montañas, las fallas, saltos, resbala-
mientos y otros accidentes análogos.
6.° y último. De hundimiento general de la costra sólida
por solidificación y cristalización, de todo lo cual deduce
este geólogo que la costra sólida no solo es muy movediza,
sino también flexible en alto grado como resultado de la ac-
ción combinada del calor, de la presión y del agua, y que su
espesor no excede tal vez de veinte kilómetros.
VI.— CAUSAS DEL VOLCANISMO
Si se tiene en cuenta el enlace que entre todas las mani-
festaciones volcánicas existe, el carácter universal que estas
ofrecen, y las íntimas relaciones que las armonizan con la
formación de las montañas plutónicas ó hidrotermales, de-
berá forzosamente convenirse en que las causas de tan terri-
bles efectos no pueden en manera alguna ser locales. Así es
que hay que rechazar por insuficientes las teorías que se fun-
dan, primero, en la descomposición de las piritas, apoyada
en el famoso volcan artificial de Lemery; segundo, la que
Tomo IX
hacia intervenir á las materias combustibles, como quería la
escuela deWerner; tercero, la del famoso químico inglés
Davy, y del eminente Gay-Lussac, que los referian á la des-
composición de las bases alcalinas, sosa y potasa, y de los
cloruros por la intervención bastante problemática de las
aguas del mar; y todas aquellas, en suma, que se refieren á
causas circunscritas y pequeñas. Por el contrario, las teorías
geodinámicas, geodinámico-química y geo-cósmica parten
del estado que ofrece la materia pirosférica terrestre, dife-
renciándose tan solo en que mientras la primera se funda en
la acción propiamente física de la masa ígnea, la segunda
hace intervenir á ciertos agentes que obran de un modo quí-
mico, y, por último, la tercera estriba en los movimientos
del interior del globo, determinados por la atracción lunar,
causa principal de las mareas á la superficie, teorías que son
mas lógicas y dan una explicación satisfactoria de todos los
hechos volcánicos.
La geo-ditiámüa , hija de las ideas Huttonienses, ofrece dos
variantes, la una debida al eminente profesor del Jardín de
plantas Sr. Cordier, y la otra inventada por los ilustres auto-
res del mapa geológico de Francia, Dufrenoy y Elie de Beau-
mont, y sancionada por Humboldt y Debuch sus maestros.
Cordier atribuye todas las manifestaciones volcánicas al en-
friamiento de la costra sólida y á la consiguiente presión que
esta ejerce sobre la masa pastosa ígnea; siendo el volcanis-
mo, en sentir de este geólogo, una mera manifestación ter-
mal, ó simples efectos termométricos terrestres. Cordier ha
calculado que la retracción capaz de disminuir el radio ter-
restre de un milímetro, llegaría á determinar quinientas erup-
ciones violentas.
La segunda es debida á Dufrenoy y Elie de Beaumont,
los cuales, partiendo también del origen ígneo y consiguiente
enfriamiento terrestre y de la presión enorme que la capa
exterior ejerce sobre la masa interna, explican el volcanismo
suponiendo que muchas sustancias gaseosas ó líquidas deben
existir en el interior del globo en estado sólido, lo cual de-
termina una extraordinaria tensión hasta el momento -en que
encuentran algún punto donde la presión que experimentan
disminuye mas ó menos rápidamente, en cuyo caso, adqui-
riendo con lentitud ó presteza su estado primitivo, determi-
nan, según la violencia de este tránsito, ora las oscilaciones,
ya los terremotos, los levantamientos ó las erupciones. Este
fué el fundamento racional de la célebre teoría de los levan-
tamientos, en los cuales distinguen el levantamiento propia-
mente dicho, del cono y cráter de erupción, según que la
causa determinante de estos fenómenos permanece oculta
en el interior del globo, ó bien aparece á la superficie.
Para completar esta variante, el Sr Martha Becker admite
una atmósfera subterránea entre la capa externa consolidada
y el núcleo interior del globo, compuesta de sustancias ga-
seosas unas, por efecto de la presión disminuida; líquidas y
hasta sólidas otras, pero que solo conservan este estado,
merced á la presión que allí experimentan. Parte además
del supuesto que la topografía interna de la capa sólidá del
globo es irregular y accidentada; de donde la consecuencia
natural de que cuando esta atmósfera, que supone en movi-
miento, penetra en una gran cavidad, como deben serlo los
recipientes ó focos volcánicos, cambiando bruscamente de
estado, producen un gran sacudimiento, que se manifiesta al
exterior en forma de terremoto, de levantamiento ó de erup-
ción.
Esta teoría, por demás ingeniosa, sin hallarse por esto
exenta de dificultades, es sin embargo incompleta, pues re-
ducida á lo puramente dinámico, se olvida de la parte quí-
mica que, como es sabido, en las erupciones y azúfrales es
muy de tener en cuenta.
29
22Ó
GEOLOGÍA
Teoría geo cósmica.— El Sr. Perrey, á quien se debe la
creación de un ramo nuevo dentro de la Geología, esto es,
la Seísmica ó ciencia de los terremotos, partiendo del estado
pastoso ó fluido de la pirosfera terrestre, admite que la atrae-
don lunar no se limita á los mares exteriores, sino que po-
niendo en movimiento al Océano ígneo interno, éste ofrece
también mareas en las cuales, chocando la masa pastosa
contra las paredes internas de la costra sólida, se determinan
todos los efectos del volcanismo. Sin oponerse esta teoría á
las anteriormente enunciadas, debe admitirse como muy
atinado complemento.
Teoría geoquímica. — Falta, sin embargo, algo para expli-
car y darse razón cumplida de todas las reacciones quími-
cas que en la región volcánica, antes, durante y después de
las erupciones se verifican, y que dan por resultado el nú-
mero prodigioso de sustancias minerales, que en el volcan
activo, y en el semiapagado se forman, lo cual nos ha hecho
ya decir mas de una vez, que bajo este punto de vista, el
volcan en estas condiciones es un inmenso laboratorio quí-
mico natural. 1 VL
La acción del agua que circula por el interior del volcan,
y cuando este es litoral ó insular, la mas enérgica aun de la
del mar, basta, según el desgraciado Pilla, para darse razón
de gran parte del quimismo volcánico. Y si á esta causa
agregamos la poderosa influencia magnética terrestre, como
quería nuestro Feijóo, y la no menos eficaz del hidrógeno,
de las sustancias ácidas y otras que en el foco del volcan se
forman, siquiera no sea fácil su explicación, podrá formarse
una idea cabal de lo que en tan terribles funciones terrestres
se verifica.
Resumiendo, pues, vemos que el volcanismo es resultado
natural de la contracción de la costra sólida del globo, del
estado tensivo de las materias que esta encierra, de la in-
fluencia de la atracción lunar, del agua física y químicamente
considerada, y de todos los demás poderosos agentes que
determinan la curiosísima química volcánica.
Al hacer aplicación de estos datos á las rocas, con mas ó
menos exactitud llamadas ígneas, veremos la función princi-
pal que en el plutonismo ha desempeñado el agua, en el
doble concepto de agente físico y químico.
El doctor Vezian, que rechaza como destituida de funda-
mento la atmosfera subterránea de Martha Becker, y 'que
tampoco admite la desigual topografía subterránea, explica
el volcanismo por los movimientos de la pirosfera, por su
penetración en las grietas que verticalmente ofrece el fondo
de la costra del globo, y por la acción del agua y de las o
sustancias que circulan en regiones subterráneas no muy
apartadas de la superficie.
aire atmosférico, existen 9,950 de oxígeno y ázoe, 45 de va-
por de agua, y 5 de ácido carbónico.
El oxígeno y el nitrógeno no contribuyen por partes igua-
les á la formación del aire atmosférico: en 100 unidades de
volumen, de las 9,950 arriba mencionadas, hay 27 de oxíge-
no y 79 de ázoe; y en 100 de peso, 23 del primer gas y 77
del segundo.
El aire atmosférico se disuelve en el agua de los rios y de
los mares, pero entonces cambia de composición. En cien
unidades de volumen, el aire disuelto en el agua contiene
32 de oxígeno y 68 de ázoe; lo cual prueba que en la atmós-
fera el oxígeno y el nitrógeno no se hallan combinados é
íntimamente unidos, sino simplemente mezclados, conser-
vando cada cual los caractéres distintivos que le son pro-
pios.
La altura ó espesor de la atmósfera se valúa en unos 55 ó
60 kilómetros, poco mas ó menos, en s/100 del radio terres-
tre: su peso es próximamente de 527 x 1o13 toneladas métri-
cas ó Vi- i3o>ooo del total de la tierra.
Al nivel del mar y en circunstancias ordinarias, el aire
ejerce la misma presión que una columna de agua de 13,6
metros de altura, ó que una de mercurio de 760°“.
Con la altura la presión atmosférica varía, próximamente,
según manifiesta este cuadro, en la relación siguiente:
Altitud
Presión
0“
1,600
3,200
4,800
760
625
5'°
410
6,400"
8,000
16.000
24.000
Presión
330
260
70
6
f*lt»
Bajo la presión de 76o"101 y á la temperatura de 0', un
metro cúbico de aire pesa 1,2932 kilogramos, es decir, 773
veces menos que el agua destilada, en su estado de máxima
densidad, ó 10,513 veces menos que el mercurio. A medida
que la latitud aumenta, y disminuyen, por consecuencia, la
presión y la temperatura de las capas atmosféricas, la den-
sidad del aire disminuye también, conforme indica este otro
cuadro :
ARTICULO II
CAUSAS EXTERNAS
rsu:
Altitud
Densidad
Altitud
0"
1,000
6,400
1,600
L^.844
8,000
3,200
0,710
16,000
4,800
°i595
24,000
Ur l
Densidad
0,490
°’395
°>I35
0,030
Las causas físicas externas se reducen á la atmósfera y al
agua; por consiguiente, este artículo debe dividirse en dos
grupos.
I.— ACCION DE LA ATMÓSFERA
La atmósfera, como todos saben, es la mezcla en propor-
ciones determinadas de oxígeno y nitrógeno con una peque-
ña cantidad, que en la época actual no excede de 0,0004, de
ácido carbónico y de otras sustancias que no ofrecen para
nuestro objeto el mayor interés.
En condiciones normales y cerca de la superficie terrestre,
se admite, como resultado de gran número de observaciones
y ensayos químicos, que, en un volúmen de 10,000 litros de
Raras veces la atmósfera está en un estado absoluto de
calma ó en reposo completo; su traslación de un punto á
otro ocasiona los vientos, mas ó menos impetuosos, según
manifiesta el adjunto cuadro, compuesto de cinco columnas:
una que comprende los nombres de las diversas corrientes
atmosféricas, mas comunmente usados en la marina; otra,
los números que, al par que los nombres, designan abrevia-
damente la fuerza de aquellas corrientes; otra, los valores de
la presión ó empuje que los vientos ejercerían contra un
obstáculo plano y de un metro cuadrado de superficie, per-
pendicular á su dirección ; y la cuarta y quinta, las velocida-
des de traslación, por hora y segundo de tiempo, expresadas
en kilómetros y en metros, que corresponden á las presiones
de la tercera columna.
CAPITULÓ SEGUNDO
227
NOMBRES
Números
Presión
por metro cua-
drado
Kilogramos
Velocidad por
hora
Kilómetros
Velocidad
por segundo
Metros
Calma
0
0,00
0,0
0,0
Ventolina. . . .
i
1,22
11,4
3,2
Viento muy flojo.
2
4,88
22,8
6,3
Idem flojo . .
O
io,99
34, i
9,3
Idem bonancible
4
19, 53
45,5
12,6
Idem fresquito. .
5
3°»52
56,9
15,8
Idem fresco. . .
6 1
43,94
68,3
19,0
Idem frescachón
7
59,8i
79,7
22, t
Idem duro. . .
8
78,12
91,0
25,3
Idem muy duro..
9
98,87
102,4
28,4
Temporal.. . .
10
122,06
1 13,8
31,6
Borrasca. . . .
11
i47,7o
125,2
34,8
Huracán. . . .
12
17^,77
136,6
37,9
Bajo el punto de vista de su dirección, se dividen en
tantos cuantos son los puntos cardinales del horizonte, como
N., S., E. y O., y los intermedios, que completan la rosa de
los treinta y dos vientos.
Alisios ó vientos constantes, así llamados porque corren
siempre de este á oeste, dentro de los Trópicos.
Monzones son los que durante seis meses siguen una di-
rección, y los otros seis la contraria, por cuya circunstancia
se les da también el nombre de periódicos.
La brisa puede considerarse como viento periódico, pues
durante el dia va del mar al continente, y por esta razón se
la llama brisa de mar; mientras que por la noche corre en
dirección opuesta, y es la brisa de tierra.
Harmatan. — Aunque no con la regularidad que los ante-
riores, suele reinar del interior de Africa hácia el Atlántico,
un viento caliente y abrasador, al que se ha dado el nombre
de harmatan.
Simún. — En el mismo continente se experimenta á veces
un viento sofocante, que sopla del sur al norte de Africa,
levanta las arenas del desierto, sepultando caravanas ente-
ras, y es el famoso §imun, cuya influencia en las condiciones
climatológicas de Euixjpa, tanto en la época actual como en
la cuaternaria, ha sido muy decisiva, según mas adelante ve-
remos. También se llama este viento Foen.
En las costas y provincias meridionales de España suelen
experimentarse, sobre todo en los meses de verano, los efec-
tos de un viento cálido y húmedo, que se hace seco á medi-
da que va penetrando en el interior, y es al que se llama
Solano; en la cuenca superior del Garona suele reinar un
viento parecido, al que llaman Autan:en Italia recibe el nom-
bre de Sirocco, cuya acción es tal, que se considera como
circunstancia atenuante, en las causas criminales, la comi-
sión del delito bajo la influencia sostenida de este viento.
El famoso Pampero es un viento glacial que, procedente
de Patagonia, se extiende por casi toda la América del sur,
con una velocidad extraordinaria.
La atmósfera, además de la influencia decisiva que ejerce
en la existencia y distribución de la vida, obra sobre la tier-
ra física y químicamente.
La acción física de la atmósfera, aunque mas ruidosa y
eficaz en apariencia, es bien inferior en el fondo á la quími-
ca: redúcese á desmoronar la parte mas culminante de los
continentes y la superficie de aquellas rocas que ofrecen
poca coherencia, trasladando la porción mas tenue de estos
materiales á puntos mas ó menos lejanos.
Medaños. — Fuera del trasporte á veces á largas distancias
de los materiales tenues, tales como arenas y cenizas volcá-
nicas, según dijimos en lugar oportuno, puede decirse que
el resultado mas importante de la acción física ó mecánica
de la atmósfera, es lo que en español llamamos médano ó
mégano y también medaño, y al que los franceses dan el nom-
bre de dune, admitido entre nosotros por los que ignoraban
tuviera nuestro idioma no una, sino tres voces propias, tra-
duciéndola por duna. Es el médano un montoncillo, altoza-
no, cabezo ó cerro movedizo, compuesto de arenas y á veces
también de pequeñas chinas, y en las costas de algunos res-
tos de productos marinos, unas veces aislados, otras forman-
do grupos y alineaciones de montículos, cuya pendiente mas
suave se dirige en el litoral hácia el mar, y en el desierto
hácia el punto de donde proceden las corrientes atmosféricas
que lo forman; la pendiente mas rápida, es la opuesta. Re-
sultado de la acción de los vientos sobre las superficies cu-
biertas de arena movediza, los médanos avanzan en el sentido
de las corrientes, cuando son constantes ó periódicas, en una
dirección dada, y siguen una marcha incierta, cuando los
vientos corren en sentidos contrarios: en ambos casos las are-
nas van invadiendo los territorios, llevando consigo la deso-
lación y la esterilidad, si bien esta, según veremos, depende
en gran parte de la falta de aguas. Quizás en ningún punto
se observan mejor los efectos de esta acción mecánica del
aire, como en los desiertos y en las comarcas á ellos inme-
diatas; como sucede por ejemplo en Egipto, muchos de cuyos
monumentos se encuentran literalmente cubiertos de arenas
procedentes del desierto de Sahara y tal vez también de la
Arabia: en Africa han destruido muchos oasis, haciendo inha-
bitable una extensión de terreno equivalente á tres veces el
Mediterráneo, habiendo sepultado innumerables víctimas
desde los soldados de Cambises hasta los traficantes y pere-
grinos de nuestros dias. En las costas de la Patagonia, de la
India y de la Oceanía existen extensas barreras formadas por
estos montecillos, cuya altura es variable desde cuatro ó cin-
co metros hasta quince, veinte y aun mas, como se observa
en el golfo de Gascuña y en Holanda, donde este hecho
geográfico ha sido objeto de serios estudios. En algunas cos-
tas, como en las del oeste de Francia, la invasión de las are-
nas de los médanos es considerable, calculándose en quince
ó veinte metros por año el movimiento de avance, constitu-
yendo lo que hemos llamado Landas. Conviene, pues, fijar
dichas arenas por medio de plantaciones hábilmente dirigi-
das; empezando por las especies vegetales que pudiéramos
llamar arenícolas, tales como la Psamma arenaria, la Carex
arenaria, el Dianthus gallicus, cuyos tallos rastreros y raíces
cespitosas y entrelazadas logran fijar las arenas, impidiendo
que el aire las trasporte, y si la comarca no está completa-
mente privada de condiciones climatológicas oportunas, so-
bre todo si es algo húmedo el clima, se consigue devolver á
la tierra parte de su fertilidad, como se observa en el depar-
tamento de las Landas, merced á los esfuerzos y á la perse-
verancia de Bremontier.
Sin negar que este fenómeno haya podido existir en otros
tiempos, pues nunca han debido faltar costas planas areno-
sas y desiertos, sin embargo, bien puede asegurarse que los
médanos pertenecen á la época actual, por cuya razón debe
esta llamarse era de los médanos, autorizándonos esto mis-
mo para creer que el estudio de esta acción mecánica de la
atmósfera no ha de ilustrarnos mucho acerca de lo que en
otros tiempos pasó.
Fuera de estos efectos, la atmósfera en los huracanes de-
termina la destrucción de los edificios y de los bosques se-
culares, levanta con ímpetu las olas del mar, cuya acción
sobre las costas es incalculable, y por último, trasporta á
veces enormes peñascos desde las cimas hasta las faldas y
pié de las montañas. La acción química de la atmósfera, in-
228
GEOLOGIA
finitamente mas poderosa y variada que la mecánica, destru-
ye y descompone toda clase de materiales terrestres, entre
los cuales bien puede decirse que no hay piedra, roca ó me-
tal, por duro que sea, que la resista.
La alteración y hasta descomposición de los materiales
terrestres, no es, sin embargo, obra exclusiva de la atmósfe-
ra; en los centros volcánicos y en el nacimiento de las aguas
minero-termales concurren circunstancias especiales que de-
terminan multitud de reacciones químicas y alteraciones de
las rocas cuyos principales agentes son el agua y corrientes
gaseosas á temperaturas generalmente altas, auxiliadas por
la electricidad y magnetismo terrestre. De todo esto, empe-
ro, nos ocuparemos en el artículo Metamorfismo que acom-
pañará á la descripción de las rocas de este nombre, con lo
cual lograremos conocer los efectos y las causas que los pro-
ducen.
Limitándonos por ahora á la acción química de la atmós-
fera, debemos hacer presente que esta contiene en su seno
todos los elementos de la mas enérgica descomposición, ta-
les como el oxígeno, el hidrógeno, el agua en vapor y sobre
todo el ácido carbónico, que desempeña en estas operaciones
terresties la función principal. Puede á todo esto agregarse
el calor solar, ia presión, las corrientes electro magnéticas
atmosféricas, y por ultimo las sustancias amoniacales, y como
poderoso auxiliar la vegetación, disgregando las ramillas de
las plantas, las rocas y piedras mas duras.
Para persuadirse de la universalidad de esta acción des-
tructora de la atmósfera, basta fijar por un momento la vista
en el estado que ofrecen las rocas, de cualquier naturaleza
que sean, en una cordillera de montañas, ó en las señales de
desmoronamiento y ruina que presentan los edificios públi-
cos, los monumentos mas sólidos y hasta las estatuas de
metales y piedras duras que la ostentación del hombre
erige en parajes públicos, como objetos de adorno ó de uti-
lidad. C
Pero en esta obra, que aunque de destrucción bien podría
llamarse de reconstrucción, pues los materiales desgastados
en un punto se acumulan en otro para dar existencia á com-
binaciones nuevas, se observa ese círculo maravilloso que la
Naturaleza, siempre ávida de la estabilidad en la movilidad
de sus diterentes elementos, nos ofrece á cada paso. Con
etecto, la atmósfera con su oxígeno y el vapor de agua, em-
pieza por desgastar las partes mas culminantes de los conti-
nentes, encargándose á su vez el agua de trasportar aquellos
materiales al fondo de los mares y lagos, en donde terrenos
y rocas nuevas renacen, cual otro fénix, de los restos de
aquellas. Diríase que el Océano, en ese circulo maravilloso,
solo presta la masa inmensa de vapor que se escapa de su
superficie á título de devolución; encargándose el mismo
agente, el agua, al tomar la forma líquida, de restituir á su
seno los materiales que contribuyó á destruir, recobrando
por decirlo así, aquellos que sacuden su yugo, ora en las
erupciones submarinas, ya en los levantamientos lentos de
los continentes, etc.
Los elementos de destrucción que encierra la atmósfera
poseen, además de su poder químico, un estado molecular
el mas á propósito para ejercer la acción que les está enco-
mendada; pues presentándose en forma de vapor, no solo
revisten todas las rocas, sino que penetran hasta lo mas
intimo de su masa.
En cuanto al mecanismo especial de esta acción, será
menester referirlo á las determinadas sustancias en que se
experimenta, siquiera sea por la claridad, pues, á medida
que estas varían, aquella se modifica también.
Alteración del hierro, — Uno de los cuerpos esparcidos
con mas profusión en la costra de nuestro globo es el hierro,
unas veces como sustancia especial é independiente, otras,
como principio tintóreo de las rocas; así es que en la mayor
parte de estas empieza la descomposición por la metamorfo-
sis que experimentan los óxidos de este metal.
Estos, en presencia de los ácidos carbónico ó sulfúrico,
descomponen el agua, tomando el aspecto y condiciones de
una sal hidratada. Así es que por la acción del oxígeno y
del vapor de agua pasan muy pronto á un hidrato de peró-
xido, el cual determina la destrucción, primero mecánica y
después química, de las sustancias que lo contienen. Esta
es la razón de la abundancia de los ocres en la naturaleza;
pues en último resultado, según veremos en el artículo «Ro-
Lig. 15.— Descomposición del granito en Cheese-Wring (Cornwall)
cas,» estos no son sino arcilla teñida por el hierro hidratado
ó anhidro, en proporciones diversas.
Descomposición de ¡a caliza. — Otra de las sustancias nota-
bles bajo este punto de vista, es la caliza. Los agentes
atmosféricos la corroen en virtud del ácido carbónico que
contienen : sabido es que el carbonato de cal, cuando lleva
exceso de ácido, pasa á bicarbonato soluble. El ácido carbó-
nico que siempre arrastran las aguas de lluvia satura dichas
rocas, y determina una erosión muy curiosa, representada
por surcos mas ó menos profundos que, partiendo de la
parte mas culminante de las peñas, se extienden en todas
direcciones, dando á ia masa y á veces á la montaña entera,
un aspecto muy particular. Pero los materiales arrastrados
por el agua llegan á un punto donde el ácido carbónico
excedente se desprende, y allí la caliza, insoluble otra vez,
se deposita al rededor de los objetos que encuentra, cubrién-
dolos de una capa que por esta razón recibe el nombre de
incrustante.
Descomposición de los feldespatos. — Pero entre todas las
rocas, las mas importantes en la composición del globo son
las feldespáticas, como el granito, el gneis, los pórfidos, los
basaltos, las lavas y otras piedras cristalinas y volcánicas;
razón por la cual conviene que nos detengamos en estudiar
la acción que sobre ellas ejerce la atmósfera. Asunto es este
de la mayor importancia, por cuanto los productos de dicha
descomposición constituyen materias de primera necesidad
para la agricultura y la industria.
Esta operación se verifica por capas sucesivas, siendo la
exterior la mas alterada, como consecuencia natural de la
acción mas inmediata de los agentes de destrucción. A esta
sigue otra menos destruida, hasta llegar á la roca intacta, á
la que hay que atacar con el martillo para obtener ejempla-
CAPITULO SEGUNDO
229
res frescos y bien conservados, como se desean para las co-
lecciones de estudio.
Generalmente hablando, los granitos y basaltos ofrecen
tres zonas de destrucción, á saber: la primera de fuera á
dentro, de color rojizo ó amarillento, debido á la hidrata-
cion y sobreoxidacion del hierro que entra como materia
tintórea; la segunda de color verde, igualmente debida á una
oxidación en menor grado del mismo metal; la tercera, bien
que al parecer intacta, presenta señales de destrucción, pues
los cristales de feldespato han perdido su aspecto y traslucí -
déz, y el estado de disgregación se deja conocer al primer gol-
pe del martillo: por último, la cuarta zona es aquella en que
la masa mineral se halla en estado intacto.
De lo expuesto se deduce que varias circunstancias favo-
recen y otras se oponen á la descomposición de las rocas.
En general la destrucción es mayor en aquellos puntos en
que la penetración de los elementos atmosféricos es mas fá-
cil, como sucede en las grietas y hendiduras y en las super-
ficies de contacto de rocas distintas: también la naturaleza y
la estructura de las masas minerales debe influir en esta ope-
ración. Así, por ejemplo, las rocas de estructura homogénea
resisten mas que las heterogéneas; las de grano fino y com-
pactas no se descomponen ó destruyen con la facilidad que
las compuestas de elementos de gran tamaño, aunque sean
cristalinos.
Con estos precedentes ya podemos entrar en el exámen
del mecanismo de esta operación en las rocas feldespáticas,
observando de paso sus productos mas importantes.
La acción química va casi siempre precedida de la me-
cánica ó de disgregación. Esto facilita poderosamente las
afinidades de las diferentes sustancias, en razón al mayor y
mas íntimo contacto que se establece con los agentes, á me-
dida que la materia se presenta mas dividida (1). Las alter-
nativas de trio y calor, de humedad y sequedad, y principal-
mente los tránsitos bruscos del estado líquido al sólido, y
vice versa, del agua al congelarse en el interior de las grietas
de las rocas, son los principales agentes de esta operación.
La acción química se reduce: i.°, á la hidratacion, á la
oxidación y sobreoxidacion del hierro que entra como mate-
ria tintórea en la inmensa mayoría de las rocas feldespáti-
cas, pasando por los estados de protóxido incoloro, de óxido
verde, y de peróxido hidratado amarillo, y á veces rojizo.
Y 2.\ á la metamorfosis que experimentad feldespato cuan-
do en virtud de su disgregación molecular, determinada por
los agentes mecánicos, adquiere la propiedad de dejarse pe-
netrar por el ácido carbónico. En este caso la sosa, cal, po-
tasa ó magnesia, en virtud de su mayor afinidad con el áci-
do carbónico, se combinan con él, formando carbonatos de
las bases indicadas, dejando á la sílice en estado naciente,
en cuyo caso es soluble en las aguas que contienen aquellos
carbonatos. En este estado la arrastran las corrientes y se
deposita bajo formas diversas en el trayecto que aquellas re-
corren, dando origen á cristalizaciones de cuarzo , á calcedo-
nias, ágatas, pedernal, etc.
La alumina que se encuentra en los feldespatos combinada
con la sílice, por razón de su afinidad persiste unida á este
ácido, el cual toma el carácter de hidrato, formando el kaolín
ó tierra de porcelana, la arcilla común, teñida unas veces por
(1) Becquerel, en su famoso «Tratado sobre la electricidad, > dice
que la destrucción de la atracción molecular de los cuerpos es ya un
verdadero principio de descomposición. Es menester no olvidar, conti-
núa el mismo, que cuando el estado eléctrico de las partículas de los
cuerpos cambia, estas se hallan en el estado mas favorable para reac-
cionar sobre los cuerpos o agentes que las rodean, pues se forman una
infinidad de pequeños pares 6 pilas de Volta que determinan reacciones
electro-químicas.
óxidos metálicos y otras completamente incolora, circunstan-
cia que la hace ser muy apreciada en la industria.
En esta operación hay, pues, acción del ácido carbónico
favorecida por el calor, la electricidad, etc., sobre las bases
que desaloja de su combinación con el ácido silícico; forma-
ción de carbonatos y bicarbonatos alcalinos, quedando la
sílice en estado naciente; fijándose bajo diferentes formas en
su trayecto.
Los experimentos que el Sr. Kuhlmann ha practicado
desde el año 1S41 confirman plenamente esta teoría. Con
efecto, vertiendo ácido nítrico, clorhídrico ó acético en va-
Yislo de costado
Visto de frente
I'ig. 16.— El Canto cochino, al N. de Manzanares iGuadarrama).— Des-
composición del granito.
sijas, que contienen silicatos de potasa, ha obtenido especies
de ópalos y calcedonias. La potasa, en presencia de uno de
estos ácidos, se combina con él y forma nitrato, clorhidrato
ó acetato, dejando libre la sílice ó ácido silícico que se de-
Fig. 1 7. — El Carro del diablo entre el puerto del Reventón y Rascafria.
Descomposición del granito
posita en el fondo y forma las ágatas, calcedonias, etc.
Este célebre químico se vale de la solubilidad de los silica-
tos alcalinos de sosa ó potasa, para explicar la penetración de
esta sustancia en las rocas calizas, en las areniscas ó aspero-
nes, y en los tejidos de las plantas y animales fósiles. Fun-
dado en esta excelente propiedad de los silicatos alcalinos,
el Sr. Kuhlmann da reglas y preceptos para mejorarlas cales
crasas y los morteros, convirtiéndolos en hidráulicos por la
cantidad de sílice que les añade; endurece el yeso que se
emplea en las construcciones; y cubriendo las pinturas al
fresco de un ligero baño de silicato alcalino, contribuye á
preservarlas de la acción de los agentes exteriores.
Aunque variando algún tanto las relaciones químicas y los
resultados de estas operaciones recónditas de la naturaleza,
á tenor de su diversa composición, puede asegurarse que
todos los silicatos simples ó dobles, atacables por el oxígeno
y ácido carbónico de la atmósfera, se alteran primero y se
descomponen después, por un procedimiento análogo al an-
teriormente expuesto. En este caso se hallan el anfibol, la
230
GEOLOGÍA
mica, el talco, la serpentina, el piroxeno y las numerosas
rocas de que estas especies mineralógicas forman parte.
Por el contrario, los minerales que son refractarios á la
acción de dichos agentes, solo se alteran y destruyen de un
modo físico, entrando en esta categoría el cuarzo con todas
sus variedades, la arcilla, el jaspe, la cuarcita, la greda y mu-
chas otras.
Los resultados de la descomposición de las rocas son: i.°
la tierra vegetal, cuya naturaleza ha de hallarse necesaria-
mente relacionada con la de los materiales terrestres deque
procede; 2° el kaolin y las arcillas; 3.0 los materiales dendrí-
ticos de las formaciones de acarreo, tales como las chinas,
guijarros, la grava, arena, etc.; 4.0 las formas caprichosas y
variadas de las montañas, de las que ofrecemos los ejemplos
notables de las figs. 15, 16 y 17; 5. 0 mucho ácido carbónico,
del que se observa en algunos hervideros; 6.° algunas simas
y pozos inversos naturales y muchos otros accidentes que
seria enojoso enumerar.
II. -ACCION DEL AGUA
El agua , considerada por los antiguos como uno de los
cuatro elementos, consta de un átomo de oxígeno y dos de
hidrógeno; existe en el globo liquida, sólida y gaseosa; pero
como ya en el párrafo anterior estudiamos sus efectos obrando
en estado de vapor, falta tan solo examinar la acción de la
líquida y la sólida.
Agua liquida. — El agua en estado líquido es uno de los
agentes mas poderosos que determinan el proteismo terrestre;
por filtración disgrega; congelándose en el interior de las
rocas, ejerce una acción mecánica debida al aumento de
volumen á la que nada resiste; químicamente descompone y
es agente poderoso de descomposición; dotada además de
una variable fuerza de acarreo, circulando en el interior y á
la superficie del globo, trasporta á largas distancias toda clase
de materiales; por último, saliendo del interior de la corteza
terrestre á temperaturas mas ó menos altas y cargada de sus-
tandas minerales, determina aun hoy muchas reacciones
químicas cuyo resultado es la formación de muchas rocas y
minerales.
Antes, empero, de examinar los diferentes resultados de
la acción de tan importante agente físico, creemos oportuno
trazar en breves palabras su historia, indicando de paso las
múltiples funciones que ha desempeñado, y las causas que
determinan el vastísimo trayecto que recorre desde el fondo
de la tierra, hasta las altas regiones atmosféricas.
El origen del agua se explica satisfactoriamente, recordan-
do la grande afinidad que el hidrógeno tiene por el oxigeno
con el cual se combina, ora bajo la influencia de una eleva-
da temperatura, ó bien en virtud de una corriente eléctrica;
y como ambas cosas debían concurrir en el comienzo de la
historia de nuestro planeta, de aquí el que el agua fuera como
uno de los primeros y mas curiosos resultados de la primitiva
química terrestre. Agréguese á esto, la notable avidez del
cloro por el hidrógeno y el sodio, con lo cual formaremos
claro concepto del modo cómo se formó el agua marina ac-
tual, poco diferente de la de los mares primitivos; siquiera
atendida la temperatura que á la sazón reinaba en la super-
ficie del globo, se presentara mas bien gaseosa que líquida.
Sin embargo, los experimentos relativos al estado esferoidal
de los cuerpos, demuestran la posibilidad de que el agua lí-
quida permaneciera á la superficie, á pesar de su altísima
temperatura; como se observa cuando en un vaso lleno de
aquella, se introduce una esfera de platino calentada al rojo
blanco; entre esta y el líquido, se nota un espacio hueco pro-
bablemente ocupado por el vapor de agua.
Ahora bien, en este y otros experimentos análogos, en el
momento en que la temperatura del cuerpo calentado des-
ciende, el agua es arrojada con violencia; fenómeno que
hubo de verificarse á la superficie del globo, á pesar de que
la mezcla ó disolución de las muchas sustancias que á la
sazón llevaba en su seno, la masa inmensa de esta en un
mar que debía tener 2,500 metros de profundidad, y la pre-
sión de 250 atmósferas que sobre ella pesaban, debieron
hasta cierto punto oponerse á ello, ó por lo menos retardar
el momento en que la explosión se verificara.
Puesta de este modo en contacto con la tierra, el agua fué
penetrando con mas ó menos lentitud en la parte periférica,
por efecto de la grande afinidad que tiene por diferentes
sustancias, y en particular por los silicatos; atraída además
por los movimientos incesantes de la masa candente y por
otros fenómenos, cuya naturaleza no es fácil apreciar. Allí,
mezclándose con los materiales en fusión ígnea, hubo de
formar con ellos una especie de cieno termal, al que Yezian
llama magma granítico; como es sabido que el agua recalen-
tada descompone con gran facilidad’á ciertos silicatos aunque
sean insolubles, y separa de ellos la sílice que queda en esta-
do naciente, según acreditan recientes experimentos, resulta
que por este procedimiento, se da solución satisfactoria á
muchos hechos contradictorios, que ofrecen ciertas rocas, y
citaremos mas adelante. De manera que la materia periférica
terrestre, primero en estado de fusión ígnea, superior á 700o,
que es la temperatura en que todos los silicatos empiezan á
fundir, no llegó á solidificarse antes de experimentar los
efectos de la mezcla con el agua; resultando, según esto, que
la solidificación de la zona granítica es un fenómeno hidro-
termal de naturaleza química, mas bien que física, ó de sim-
ple enfriamiento.
Terminada esta primera importantísima función, el agua
quedó circulando por el interior de la costra sólida ; auxilia-
da de la temperatura que aumenta notoriamente la capilari-
dad, contribuyó y aun hoy influye en la formación de los
filones y de las fuentes minero-termales, determinando en
mayor escala en tiempos anteriores, el geiserismo, y la mayor
parte de las manifestaciones plutónicas y volcánicas.
Cuando las circunstancias termodinámicas permitieron que
las aguas tomaran el estado líquido, se establecieron á la su-
perficie formando primero los mares, y en tiempos relativa-
mente modernos los lagos y otros depósitos en los continen-
tes. A partir de este momento, sometida el agua á la evapo-
ración en escala relacionada con el calor de la superficie,
empezó á describir un círculo maravilloso, en cuyo trayecto
desempeña multitud de funciones externas é internas, á cual
mas importantes.
Para apreciar aproximadamente la escala inmensa en que
se verifica la evaporación, causa primera de la lluvia, bastará
tener presente que, según los cálculos é ingeniosas observa-
ciones del Dr. Halley, la cantidad de agua que se eleva de
la exigua superficie del Mediterráneo, en las doce horas de
un dia de verano, asciende á la enorme suma de cinco mil
doscientos ochenta millones de quintales.
El vapor acuoso, arrastrado por las corrientes atmosféricas,
determina la lluvia y la nieve cuando á su paso encuentran
obstáculos tales como las cordilleras que cruzan los conti-
nentes en virtud del descenso de temperatura que se obser-
va en las regiones altas de la atmósfera. El agua pasa enton-
ces del estado de vapor al de nube, y luego al de lluvia y de
nieve, si la temperatura desciende á 0, sea por la altura ó por
otra causa cualquiera. De manera que estos dos hidrometeo-
ros son la resultante de un hecho físico, la evaporación,
y de un dato orográfico, los montes que obligan á las cor-
rientes atmosféricas á remontar á regiones, cuya temperatura
*
CAPÍTULO SEGUNDO
1
231
determina el cambio de estado del agua. De todo lo cual se
deduce, sin gran dificultad, que, dada la dirección media de
las principales cordilleras de una región, se pueden determi-
nar las corrientes que han de producir en ella la lluvia. El
eminente Babinet, autor de tan sencilla cuanto ingeniosa
teoría, fundado en los datos orográfico y anemométrico, ha
explicado satisfactoriamente el riego general del globo, ó en
otros términos, su hidrografía exterior y subterránea.
Aplicados estos principios á la península, podemos esta-
blecer por regla general que en las cuencas del Tajo, Gua-
diana y parte de la del Guadalquivir, llueve con vientos
del SO.; en la del Duero, con los del O.; en la del Ebro y
sus afluentes, con los del E., y así sucesivamente.
La lluvia no se verifica en igual escala, así en la repetición
del fenómeno, como en la cantidad de agua que suministra
de una manera uniforme en todas las zonas del globo: en las
alpinas y polares, la nieve sustituye á la lluvia, pudiendo ci-
tar en confirmación de esto, y de la cantidad á veces enorme
de agua sólida que se desprende de la atmósfera, la obser-
vación hecha por Carlos Martins, en la montaña llamada
Grimsel, en la cual desde el mes de noviembre de 1845 á
abril de 1846, se formó una capa de nieve de 16 metros de
espesor, que equivale á unos 50 de lluvia; en varias comar-
cas boreales, cae tanta cantidad de nieve en igual espacio
de tiempo. Por regla general, la cantidad de lluvia es mas
considerable en las regiones montañosas, debajo del nivel de
las nieves perpetuas; llegando á caer doble en dichos puntos
que en las llanuras inmediatas. En las regiones ecuatoriales,
donde la evaporación ecuatorial es muy activa, puede decir-
se que es donde las lluvias adquieren su máximo desarrollo,
verificándose el fenómeno de una manera súbita y torren-
cial: algunos grados al N. y S. del Ecuador, las lluvias pue-
de decirse que son diarias, lo cual determina un carácter
extremadamente húmedo del clima, que se traduce por una
exuberancia de vegetación tal, que no es fácil formarse idea
no habiendo tenido la fortuna de visitar dicha zona. En con-
firmación de lo que acaba de indicarse, debemos citar la
observación hecha en Cayena por Roussin, en la noche
del T4 al 15 de febrero de 1820, en la cual el pluviómetro
acusó una columna de agua de 280’® que equivale á la que
cae anualmente en París. En el valle de Kuerapondji, en la
vertiente meridional del Himalaya, dicen algunas relaciones
de viajeros que caen por término medio 17 metros de agua
por año; y aunque en ello puede haber alguna exageración,
siempre significa este dato que la lluvia allí y en toda la ver-
tiente de aquella cordillera, es por circunstancias especiales
de localidad, extraordinaria y excepcional.
En contraposición de esto, hay muchas comarcas en el
globo donde la lluvia o no se verifica nunca, ó es por extre-
mo rara; esta es la circunstancia que determina la desconso-
ladora sequedad y aridez de los desiertos de Sahara y del
centro de Asia: en Egipto, ya los antiguos dijeron que me
pluit me tonnat; casi otro tanto puede decirse ocurre en toda
la costa occidental de la América del Sur, en la oriental del
Brasil, y en los inmensos desiertos de México.— En las re-
giones frías y polares, aunque la nieve es mas frecuente y
abundante que la lluvia, sin embargo, llueve mas que en las
regiones templadas, no ocurriendo sino de un modo excep-
cional, la manera tumultuosa de verificarse el fenómeno, que
caracteriza las regiones tropicales. — En la zona tórrida el
metro cubico de aire contiene de 20 á 23 gramos de agua;
en Francia solo llega á 10 ó 12 gramos. El vapor de agua
pesa 4 del aire, por cuya razón baja el barómetro según la
cantidad en suspensión. — Esto prueba que el vapor conte-
nido en la atmósfera depende, sobre todo, del grado de calor,
aumentando la capacidad disolvente del aire en razón directa
de todo lo que eleva la temperatura: las corrientes atmosfé-
ricas y oceánicas también favorecen ó contrarían el estado
higrométrico de la atmósfera.
Aunque muy variable, según las circunstancias especiales
de las diferentes localidades, puede decirse que el número
anual de dias de lluvia en la zona templada del antiguo con-
tinente, disminuye «hecha abstracción de las comarcas
montañosas» del Oeste al Este; siendo de 152 en las regio-
nes occidentales, de 147 en el centro de Francia, de 141 en
el centro de Alemania, de 90 en Casau y de 60 en Siberia.
En los valles alpinos y del Jura cae mas agua en algunas
horas que en París y Londres en algunos meses.
Todas estas y muchas otras particularidades que no de-
tallo por no fatigar demasiado al lector, encuentran una
explicación satisfactoria, según la teoría de Babinet que acaba
de exponerse, en las circunstancias especiales de la comarca
ó región en que se considere el hecho.
Al llegar el agua de lluvia á la superficie de la tierra se
separa pronto en tres porciones desiguales; la primera, que
vuelve á la atmósfera en virtud de la evaporación, para dar
origen á otros hidrometeoros; la segunda filtra á través de
las rocas, si estas son permeables, y determina la hidrografía
subterránea; por último, la tercera corre á la superficie, cons-
tituyendo la hidrografía exterior.
La diferente distribución de las aguas de lluvia, y aun las
que proceden del derretimiento de las nieves, depende de
una multitud de circunstancias; pudiendo establecer en tésis
general, que todo aquello que impide la circulación de las
aguas al exterior, facilita, si el terreno es permeable ú ofrece
grietas, agujeros, etc, la filtración, determinando como con-
secuencia natural el aumento del número de fuentes y su
caudal. Entre dichos obstáculos pueden contarse, por ejem-
plo, la existencia de terraplenes y malecones levantados por
el hombre, la pendiente suave y mas aun la horizontalidad
del terreno; pero el mas poderoso y eficaz de todos, es la
existencia de bosques, lo cual, por otra parte, ofrece la ven-
taja de la grande exhalación que se verifica por las hojas, y
la especie de atracción que sobre la humedad atmosférica
ejercen los árboles.
Esta es una de las razones mas poderosas de la falta ó es-
casez de aguas que todo el mundo lamenta entre nosotros:
de aquí la importancia de la ley de repoblación de nuestros
bosques, cuyo proyecto acaba de someterse á la aprobación
de las Cortes.
En cuanto á las circunstancias de permeabilidad, natura-
leza y estructura de los terrenos mas ó menos propicios á la
existencia de manantiales, ó á la iluminación de aguas natu-
rales ó de salto, daremos los oportunos detalles en la Geología
agrícola.
Las aguas que circulan por el interior se hallan, como
veremos mas adelante, sujetas á los mismos principios que
las externas, formando arroyos, ríos y lagos, enteramente
iguales á los de la superficie del globo. La permeabilidad
permite la filtración, al paso que el carácter impermeable de
ciertas rocas impide que las aguas corran en sentido verti-
cal, teniendo que seguir la dirección é inclinación que las
capas ofrecen, cuya interrupción las obliga á salir al exterior
constituyendo lo que se llama
Manantial; de modo que, por lo visto, lluvia, filtración,
circulación subterránea é interrupción al exterior de la capa
impermeable, son los factores que determinan la formación
de los manantiales.
Los efectos de la lluvia son tan variados como diversos
los modos de efectuarse; cuando es normal y tranquila, las
aguas se convierten en elemento vivificador por excelencia,
pues penetrando lentamente en el suelo le suministran uno
GEOLOGÍA
de los elementos mas vitales para la existencia y desarrollo
de las plantas. Por el contrario, cuando la lluvia es violenta,
las aguas, precipitándose en gran cantidad, surcan y desgas-
tan la tierra, vencen y destruyen todos los obstáculos que se
oponen á su curso, y arrastran con su poderosa fuerza, no
solo los materiales de la tierra vegetal y los fragmentos, á
veces enormes, de rocas, sino que también los árboles y las
mas sólidas construcciones.
La acción de las aguas corrientes consiste principalmente
en nivelar las desigualdades del globo arrastrando á las par-
tes bajas los materiales que se desprenden de las cimas de
las montañas y de las colinas que desgastan, lo mismo que
de los terrenos en declive, en especial si están cultivados.
Si en el curso encuentran alguna grieta ó hendidura, con-
tribuyen á ensancharla, rellenándola á veces con los mate-
riales que arrastran.
Al recorrer terrenos en desnivel, las aguas originan saltos,
cascadas, cataratas y mil otros caprichos, arrastrando toda
clase de materiales y formando los derrumbaderos ó monto-
nes de materiales que cubren las faldas de las montañas, á
los que se les da también el nombre de talud.
La acción química y mecánica y el enorme peso de las
aguas, actuando sobre los materiales del borde de la cascada
ó catarata, los desgastan, desprendiéndose á veces masas
considerables, retrocediendo de esta manera en escala muy
diversa (en la del Niágara calcúlase en un pié por año) el
borde de la catarata.
Las lluvias muy continuadas ocasionan grandes hundi-
mientos, en los que porciones enormes de terrenos se escur-
ren, arrastrando consigo los bosques y hasta poblaciones
enteras. El ocurrido en Goldan, en el cantón de Lucerna, en
setiembre de 1806, fué muy notable, pues desde la falda de
una alta montaña una masa de terreno de mas de 4,000 me-
tros de anchura, 400 de alto y sobre 30 de espesor se des-
prendió, llevándose al fondo del valle toda la población con
sus habitantes, de los que perecieron mas de 500.
Estos grandes y terribles fenómenos se verifican en los
puntos en que varios estratos de rocas duras, consistentes y
de mucha inclinación, alternan con otros de materiales suel-
tos, descansando sobre capas impermeables. El mecanismo
de esta operación es muy fácil de comprender; las aguas
filtran hasta llegar á la capa impermeable, desgastando á su
paso poco á poco la base, hasta que faltando esta por com-
pleto, la masa de tierras sobrepuestas cuyo peso ha aumenta-
do extraordinariamente con la penetración del agua, se
desprende y escurre por el plano inclinado que las capas
impermeables le ofrecen.
Lo que se acaba de indicar es una prueba mas de la ne-
cesidad de los conocimientos geológicos; pues si por desco-
nocer la naturaleza del suelo, el ingeniero ó arquitecto cons-
truye un edificio ó traza un camino ó ferro carril sobre
terrenos que presentan estas condiciones favorables á los
hundimientos, se expone á perder honra y provecho, siendo
víctima de su propia ignorancia y perjudicando á veces in-
tereses muy sagrados.
A poco de hallarse las aguas en la superficie de la tierra,
abandonan su marcha incierta, y siguiendo la natural pen.
diente que le ofrecen las condiciones topográficas del suelo,
abren surcos, que con el nombre de arroyos, cañadas, tor-
rentes y rios, determinan la Hidrografía superficial del
globo, trasportando los materiales de un puesto á otro, á
cuyo propósito debe saberse que la fuerza de acarreo de las
corrientes está en razón directa de la rapidez y de la pen-
diente del álveo, y en la inversa de la cantidad de materia-
les que arrastra, pudiendo establecer, por regla general, que
los rios cuya corriente es rápida y corta la extensión de su
curso llevan al mar la mayor parte, si no todos los materia-
les arrancados en su origen, como sucede en la mayor parte
de los rios de los Alpes y Apeninos : por el contrario, los
que en su trayecto atraviesan grandes llanuras, como sucede
en el Rhin, Ródano, Ebro, Tajo, etc., solo llevan al mar los
materiales mas tenues, ó sean aquellos cuyo peso especifico
está en relación con la fuerza de trasporte de la corriente.
En los rios y rieras de Cataluña puede estudiarse esto de
una manera satisfactoria, y hasta por el tamaño de los ma-
teriales de acarreo del terreno diluvial que sirve de asiento
á Barcelona y que las obras del ferro-carril han descubierto,
por ejemplo, en San Gervasio, puede calcularse el régimen
de las aguas en aquel período.
Separación de los materiales. — Desde el momento en que
la corriente disminuye, empieza á verificarse en el álveo del
rio, arroyo, cañada ó llanura una separación de materiales
por tamaños, formas y mas particularmente por su peso ó
densidad; depositándose primero los mas pesados y volumi-
nosos, luego los medianos y por último los mas finos, que
ocupan siempre la parte superior del depósito, siendo estos
los que constantemente recorren todo el trayecto hasta el
mar.
Los estragos que determinan las aguas disminuyen con-
siderablemente en los terrenos llanos por cuanto en ellos
pierde su fuerza la corriente, lo mismo que al atravesar una
gran depresión ó lago por la resistencia que ofrecen las aguas
allí acumuladas, y que por otra parte hacen el oficio de
filtro, pues depositándose en el fondo lo que llevan en sus-
pensión, aparecen aquellas en su salida inferior con una
pureza admirable, como se nota muy especialmente en las
del lago de Ginebra al atravesar la ciudad, en el Rhin junto
á Constanza, etc.
Si las llanuras, los lagos y las grandes depresiones del
suelo disminuyen la fuerza de acarreo de las aguas, por el
contrario, los diques, tanto naturales como artificiales, la
aumentan considerablemente, determinando aveces inunda-
ciones terribles. En un principio estos obstáculos impiden
que los rios se desborden; pero como la tuerza de las aguas
crece en razón directa de todo lo que se opone á su curso
natural, en el momento en que aquella vence, sobreviene
uno de esos cataclismos que siembran el llanto y la desola-
ción en la comarca; siendo tal la fuerza de la corriente, que
no hay poder que la resista, debiendo atribuir á esta acción,
asociada á otras de índole análoga, la mayor parte de los
estrechos y desfiladeros que se encuentran en los terrenos
montuosos. A pesar de esto, como en aquellos puntos en
que las aguas se extienden saliendo los rios de madre, dis-
minuye en razón directa la fuerza de trasporte, desprendién-
dose del líquido elemento los materiales que llevaba en sus-
pensión, aquellos se depositan en diferentes zonas según su
peso, dando origen á depósitos de acarreo, que cuando ocur-
ren en las partes mas bajas, aumentan extraordinariamente
la fertilidad de las tierras, compensando de este modo los
estragos producidos en la parte superior y accidentada de la
cuenca. De todo lo cual fácilmente se desprende que las
inundaciones son mas bien beneficiosas que perjudiciales;
debiendo dirigirse todos los esfuerzos del hombre, mejor
que á impedir en absoluto, á regularizar estas operaciones
naturales, haciendo que sean beneficiosas á la agricultura.
En confirmación de lo que acabamos de exponer bastará
citar los deltas del Nilo, del Ganges, Mississippí y otras gran-
des arterias terrestres, cuyas excelentes condiciones agrícolas
son principalmente debidas á la renovación periódica en
unas, mas ó menos irregular en otras, por medio de las inun-
daciones, de los materiales así orgánicos como inorgánicos
de la tierra vegetal ; reponiéndose el suelo por este admira-
CAPÍTULO SEGUNDO
2 55
ble procedimiento, de las sustancias que los vegetales necesi-
tan para su desarrollo. Como atendida la importancia del
asunto, hemos de tratarlo detenidamente en la Geología
agrícola, aplazamos para entonces el dar mayores detalles.
La fuerza de acarreo de las aguas que corren por un rio,
se ejerce también sobre sus propias márgenes ; en las cuales
ora depositan parte de los materiales que aquellas llevan, ó
se ven señales claras de su acción química y mecánica, ha-
llándose todo esto sujeto á multitud de accidentes y circuns-
tancias, que no es fácil precisar en breves líneas. No debe-
mos, sin embargo, pasar en silencio la acción química que
deben ejercer ciertas aguas cuando llevan determinadas sus-
tancias en disolución; como sucede, por ejemplo, con las
del rio Vinagre, que nace en el volcan de Purace (América
del Sur) á una altura de 3,500 metros, cuyas aguas llevan
ácido sulfúrico y clorhídrico en cantidad tal, que según Bou-
singault en abril de 1831, en los 34,784 metros cúbicos que
da en 24 horas, contiene 38,611 kilógramos de ácido sulfú-
rico, y 31,654 del clorhídrico; recientemente se ha descu-
bierto en las aguas de un lago, en Java, el ácido sulfúrico
libre; el señor Lúea lo acaba de encontrar también en las
aguas termales de Pozzuolo, en cantidad de un gramo 433
miligramos por litro. Fácil es comprender las reacciones quí-
micas que han de determinar semejantes aguas actuando
sobre rocas calizas, otras y atacables por dichos ácidos.
Después de lo dicho conviene indicar cuál es la fuerza
Sol
Lima
Poso Ñor
riente que las arrastra, y se acumulan en el álveo mismo de
rio, ó en sus inmediaciones cuando sale de madre, originan
los aluviones, locales ó generales, antiguos y modernos,
según la fecha en que se formaron, y circunstancias que á
ello concurrieron. Si los materiales se depositan en la desem-
bocadura de algún gran rio, forman lo que se llama aparato
litoral , cuyo proceso estudiaremos mas adelante. Por último,
reciben el nombre de sedimentos, cuando los materiales se
depositan en el fondo de los mares ó lagos, á cuyo exámen
dedicaremos algunos párrafos mas adelante (1).
Acción de los mares. — En último resultado, el agua de los
mares determina los mismos ó muy parecidos efectos que
los que acabamos de examinar en las terrestres; es decir,
que descomponen las rocas, las destruyen mecánicamente,
y arrastran los materiales á puntos mas ó menos lejanos: no
habiendo mas diferencia sino la de que aquí no hay depósi-
tos de acarreo, como los forman aquellas; siendo todos de
sedimento, por cuanto los materiales que las aguas arrastran,
exceptuando algunos pocos que se quedan en la costa, todos
van á depositarse en el fondo del mar. Este determina todos
sus efectos, mediante las tres especies de movimientos á que
sus aguas se hallan sujetas; á saber: el oleaje, la marea y la
corriente; debidos el i.° á la acción de la atmósfera sobre
(1) Para formarse una idea del poder de acarreo de los rios, bastará
recordar que el Ganges lleva anualmente al golfo de Bengala la enorme
cantidad de 180.340, 100 metros cúbicos de materiales, que equivalen al
peso de 42 veces la mayor pirámide de Egipto. Según el Sr. Barrow, el
rio Amarillo, en la China, lleva diariamente al mar del mismo nombre
1.359,135 metros cúbicos, habiendo calculado el mismo escritor que se
necesitan 24,000 años para que el depósito de los materiales acarreados
lo llegue á cegar por completo.
que se señala á la corriente según su rapidez, cuando
recorre de 10 á 30 centímetros por segundo, llámase
y solo trasporta materiales muy finos y tenues, como los que
se desprenden de una superficie arcillosa y las arenas finas:
cuando llega á 60 centímetros se llama ordinaria la corriente
y arrastra grava y pequeñas chinas; al metro ó metro y medio
se dice grande y acarrea piedras irregulares y los cantos aglo-
merados de algún tamaño: por fin, cuando el agua recorre
dos ó tres metros por segundo, puede destruir y arrastra
hasta las rocas mas duras en capas ó en masa, llamándose
La destrucción de las rocas por las corrientes no es solo
efecto del roce del agua, sino también de la acción mecá-
nica de los cuerpos sólidos que lleva en suspensión, los
cuales, al chocar contra las laderas de los rios, sobre todo si
son escarpadas, actúan á manera de ariete: al tratar de la
acción de las aguas del mar, veremos reproducirse exacta-
mente el hecho. También produce el roce de estos materia-
les efectos notables en el álveo mismo de los rios, observán-
dose en especial en los rápidos, donde por efecto de los
remolinos comunica á los cantos, chinas y grava un movi-
circular, de donde resultan las cavidades que se
man ollas ó calderas; algunas, sin embargo, deben su exis-
tencia á la acción de las aguas sólidas.
Considerada la acción de las aguas corrientes desde el
punto de su procedencia, puede decirse que se resume en
las siguientes frases: descomposición de las rocas, erosión
de los terrenos, transporte de los materiales, depósitos de
acarreo, y de sedimento. De los dos primeros resultados ya
nos hemos ocupado detenidamente, así como del acarreo de
las materias terrestres, las cuales si se desprenden de la cor-
Fig. 18. — Marea Luni-Solar
Fig. 19. — Marea Lunar
Tomo IX
30
234
GEOLOGIA
las capas superficiales del agua, el 2.u á la atracción lunar y
solar; y el 3.0 á causas muy diversas que examinaremos opor-
tunamente.
Los efectos de la acción química de las aguas del mar
dependen necesariamente de los elementos que entran en su
composición y de la naturaleza de las rocas que forman las
costas.
El contacto perenne de las rocas con los diversos agentes
que llevan las aguas del mar, auxiliado de su acción mecá-
nica, favorece poderosamente las reacciones químicas de los
diferentes elementos que, según indicamos, entran en la com-
posición de dichas aguas. El resultado de esta acción varía
según la naturaleza de las rocas: cuando son calizas las corroe
y convierte en superficies ásperas y desiguales; si son graní-
ticas se reproduce, pero en mayor escala, la descomposición
que dimos ya á conocer, y asi sucesivamente de todas las
demás.
La acción mecánica del mar es, sin embargo, mas eficaz,
si bien sujeta á una porción de circunstancias, tales como la
forma y disposición de la costa, ia naturaleza de sus mate-
riales, etc., etc. Hasta tal punto es esto cierto, que mientras
en las playas ó costas planas la acción es casi insignificante,
en las acantiladas ó escarpadas y de inclinación en sentido
contrario al mar, las olas, batiéndolas directamente y sin
obstáculos que se opongan á su acción, esta es directa y los
efectos destructores terribles é incalculables.
Los materiales desprendidos por este choque continuo se
acumulan primero al pié de la costa brava en donde forman
una rompiente ó escollera natural, que si bien preserva á
aquella por algún tiempo del furor de las aguas, llega un mo-
mento en que, trituradas las rocas que la constituían y tras-
portadas al fondo del mar, vuelve á quedar otra vez la costa
expuesta á los ataques de las olas ; renovándose con peque-
ños intervalos la misma Operación.
Estos efectos son mucho mas notables cuando el mar es
profundo junto á la costa, y aun mayores si los materiales de
que esta se compone son deleznables ó se descomponen con
facilidad; cuando se halla constituida por rocas fracturadas
ó de cantos aglutinados, la acción del mar redobla su ener-
gía en razón del choque mecánico que determinan estos ma-
teriales sueltos puestos en movimiento por las olas, obrando
á la manera de un ariete natural. Si la costa está en pendiente
hácia el mar, el plano indicado que presenta opone un obs-
táculo tal á la acción del agua, que en vez de ser destructora
es beneficiosa ó de reparación, depositando en la parte alta
de aquella los materiales que las aguas arrancan de los bajíos.
Sin embargo, el movimiento llamado de resaca, que es el
de las aguas cuando se retiran, desgasta la costa de un modo
enérgico.
A beneficio ce esta acción incesante, las costas varían con
mucha frecuencia de aspecto; explicándose por este procedi-
miento la multitud de senos, cavernas y grandes excavacio-
nes que se notan en ellas. ¡ Cuántos promontorios han des-
aparecido por este mecanismo! ¡ Cuántos han sido separados
de los continentes formando islas hoy á bastante distancia
de la costa á la que estaban unidos! y ¡cuántos estrechos y
canales, por fin, deben su origen á esa poderosísima acción!
En las islas estos efectos son mas evidentes y notables por
razón de estar al descubierto sin que nada las resguarde de
la acción de las olas, mareas y corrientes.
La marea es un movimiento de las aguas todas, si bien
mas sensible en las del Océano, en virtud del cual durante
seis horas avanan y suben en las costas, y durante otras seis
bajan como si Leran á desaparecer. El primer movimiento
lleva el nombre fe flujo y el segundo reflujo; llámase pleamar
el momento en que las aguas están mas altas; y bajamar ,
por el contrario, aquel en que se ven mas bajas. En general,
y aunque las mareas se hallan sujetas á una porción de cau-
sas que pueden modificar su marcha, se calcula que dos
mareas continuas duran próximamente 24 horas y minutos;
es decir, el tiempo que emplea la luna en pasar dos veces
por el mismo meridiano. La influencia del satélite es mucho
mas eficaz que la del sol, por la menor distancia que lo se-
para de la tierra; llamándose mareas lunares, cuando solo
interviene aquella; y luni-solares cuando ambos astros están
en conjunción, ó sea en línea recta respecto de la tierra,
como demuestra la fig. 18. En este caso, multiplícase ó au-
menta considerablemente la atracción ejercida por la luna,
con la del sol, determinando una marea muy fuerte, como
sucede en la luna llena y nueva; por el contrario, en la época
de las cuadraturas, la acción del sol, contrarestando hasta
cierto punto la lunar, disminuye la marea.
La atracción que la luna ejerce en un punto cualquiera de
la tierra está en razón inversa del cuadrado de su distancia;
si se tira desde aquella una linea recta que pase por el centro
de la tierra (fig. 19), esta linea encontrará la superficie de
las aguas en dos puntos diametralmente opuestos, sur y
norte, y uno de estos tendrá la luna al zenit y el otro al nádir.
Los puntos del mar que tienen la luna al zenit, es decir, los
que aquella ilumina perpendicularmente, estarán mas próxi-
mos á dicho astro, y por lo tanto se hallarán mas sometidos
á la atracción que el centro del globo, mientras los puntos
diametralmente opuestos, los que tienen la luna al nádir , se
encontrarán mas léjos y la atracción será menor sobre ellos.
En su consecuencia, las aguas situadas directamente bajo la
luna deberán elevarse hácia ella, dilatándose en la superficie
del Océano, y las aguas de los antípodas, menos sujetas á la
atracción lunar que el centro del globo, se quedarán atrás
para formar un segundo promontorio en la superficie del
mar. De aquí resulta una doble marea alta bajo la luna y en
el punto opuesto del globo, y allí donde las aguas no están
sometidas á la atrae ion directa de aquella, habrá marea
baja , según se representa en la fig. 19. Algunas circunstan-
cias modifican sensiblemente la regularidad en la marcha de
las mareas; tales como las grandes desigualdades del fondo
del mar, los continentes, la pendiente mas 'ó menos rápida
de las costas que están bajo el agua, la diferente anchura,
los canales y estrechos, las corrientes marítimas, y por ulti-
mo los vientos, que aumentan considerablemente la elevación
normal de la pleamar , ó destruyen el flujo, según que su di-
rección sea favorable ó adversa.
Las mareas se verifican en todas las aguas, con la diferen-
cia de ser mas enérgicas en los grandes Océanos que en los
mares interiores, y en estos mas que en los lagos; también se
notan infinitamente mas en las costas, y en especial en las
de los canales, que en alta mar; así es que mientras en la
isla de Otaiti solo sube y baja algunos decímetros, en la costa
del canal de la Mancha hay puntos en que llega á 20 y mas
metros.
Llámase estuario el punto por donde el mar, en sus dos
movimientos de flujo y reflujo, entra y sale por las sinuosi-
dades de la costa, y principalmente en los ríos. En estos,
encontrando las aguas del mar un fuerte obstáculo en las que
bajan por su natural corriente, originan una especie de barra
ó de ola grande que con su movimiento impetuoso suele pro-
ducir efectos terribles de destrucción sobre las orillas del rio.
En América llaman pororoca á la barra, y espera á los puntos
en que por razón de la profundidad del rio y la gran masa
de agua, la marea conserva el mismo nivel y queda tranquila:
en el Amazonas llaman Bore á este fenómeno.
Las aguas dulces siendo específicamente mas ligeras que
las del mar, se sobreponen á estas; distinguiéndose á veces
CAPÍTULO SEGUNDO
235
á muchas millas de la costa por el color blanquecino ó rojizo
que indica los materiales que arrastran.
Los franceses aplican el nombre de Ras de Marée á dife-
rentes movimientos como tumultuosos del mar llamados
por nuestros marinos hilero de corrientes : pero también se
designa con este mismo nombre, según el ilustrado marino y
académico de ciencias D. Francisco de Paula Márquez, un
oleaje sordo que, sin parecer impelido por el viento, se forma
súbitamente, adquiere cierta magnitud y comunica una gran-
de agitación á la mar. Este oleaje suele destruir algunas ve-
ces las obras hidráulicas, y arrastra hácia la costa á los bu-
ques de vela que por falta de viento no pueden valerse de
su aparejo, y hasta desfóndales en los mismos parajes. En el
puerto de Pasajes llaman resaca á un movimiento de la mar
resultado de un desnivel brusco y considerable, ocasionado
por grandes olas, que vienen de larga distancia y perturban
el equilibrio de las aguas. A este fenómeno llaman también
los franceses Ras de Marée, que otras veces aplican al her-
videro producido por dos corrientes encontradas, á lo cual
llaman en algunas localidades los marineros, Raya de marea
que hacen á veces sinónimo de Resaca.
Además del oleaje y las mareas, hay que estudiar en los
mares una tercera especie de movimiento debido á los vien-
tos alisios y monzones, á la diferente escala en que se veri-
fica la evaporación en el ecuador y en las regiones polares, y
á otras causas menos conocidas, que se llama corriente, la
cual, según la causa que la determina, se dice constante, pe-
riódica ó irregular. La importancia de las corrientes es muy
grande, no solo en sus aplicaciones á la navegación, por lo
que auxilia ó contraría la marcha de los buques, sino tam-
bién para el trasporte á grandes distancias de toda clase de
materiales y muy especialmente de los que van adheridos á
las grandes masas de hielo que se desprenden de las regiones
polares, que constituyen las bancas de nieve. Al hablar del
terreno cuaternario, veremos las razones que hay en pro yen
contra del trasporte por este medio de los cantos llamados
erráticos de la formación glacial. Por último, las corrientes
sirven también para establecer límites bien determinados á
las faunas y floras marítimas; facilitando unas veces, y opo-
niéndose otras, á la emigración de los séres; contribuyendo
de un modo muy eficaz á modificar en sentido favorable ó
adverso las condiciones climatológicas de las costas y de los
países á ellas inmediatos.
Aparato litoral. La lucha que en la desembocadura de
los grandes rios se verifica entre la acción de acarreo de estos
y la del mar ó de los lagos oponiéndose á la dirección de las
corrientes, determina una porción de efectos que se conocen
con el nombre de aparato litoral; representado por el delta,
la barra, cordon litoral, etc.
Delta. — Es el depósito formado en la desembocadura
misma del rio, cuya forma triangular, parecida á laZ> (delta)
griega, explica el nombre que lleva este accidente: deriva-
do del árabe, se llama Alfaque, en castellano, como el del
Ebro.
Marinos y Lacustres. — El punto donde se forman los alfa-
ques y la naturaleza de los materiales orgánicos que contie-
nen, decidirán la cuestión de si son marinos ó lacustres.
Barra. — Según el Diccionario de voces geográficas, recibe
este nombre, una ceja o banco de arena amontonada á la
desembocadura de los ríos; llamándose así, porque dismi-
nuye el fondo y estrecha ó cierra la entrada y salida de las
embarcaciones.
Cordon litoral.— De los materiales que la fuerza de las cor-
rientes lleva al mar, unos siguen la dirección que aquellas
les marcan, y depositándose en el fondo, dan origen á forma-
ciones marinas de sedimento; los otros, rechazados en la
embocadura misma por las aguas saladas, se distribuyen á lo
largo de la costa, posándose en las rocas y escollos que sir-
ven como de núcleo, formando primero centros aislados de
sedimentación, á manera de cuentas de rosario, y mas tarde,
aumentando con los depósitos sucesivos, llegan á juntarse
formando una lengua continua de tierra, á la que se da el
nombre de cordon litoral.
Lagunasos y marismas. — Asi se llaman los espacios de la
costa que el cordon litoral cierra, donde se mezclan las
aguas dulces con las saladas, desarrollándose en consecuen-
cia una fauna y flora mixta como el medio que las da vida.
Los sedimentos que por el acarreo mismo del rio se for-
man en aquellos polders, como dicen los holandeses, levan-
tan el fondo, y nivelándose con la costa, contribuyen á
extender los límites del continente. Las regiones mas clási-
cas en Europa para el estudio del aparato litoral, son los
Países-Bajos de Holanda, producidos por las aguas del Elba,
del Rhin y el Mosela, y Venecia ó los Países-Bajos adriáti-
cos, formados por el Po, el Adige y el Brenta. Fuera de
Europa el delta del Nilo es uno de los mas antiguamente
conocidos y estudiados, no siendo menos importante el del
Ganges en la India y el del Mississippí en el golfo de Méxi-
co. El eminente geólogo Lyell calcula que este último ha
necesitado para formarse nada menos que cincuenta ó sesenta
mil años, dato histórico de trascendencia suma.
La acción de los rios y de los mares determina, según
acabamos de ver, el constante proteismo de las costas, su-
ministrándoles por un lado los materiales que destruyen y
arrancan de otros puntos, y formando en el fondo de los
lagos y del mar y en las costas mismas un terreno nuevo,
cuyo estudio puede ilustrar poderosamente al geólogo para
llegar al conocimiento de los estratificados, análogos á aquel
en su esencia.
Delta negativo. — Se forma cuando las aguas del mar pe-
netran mucho en los rios, determinando una notable acción
erosiva en las riberas, la cual aumenta considerablemente
acumulándose en el reflujo la fuerza de la corriente del rio y
la de la marea, pues en este caso, en vez de depositarse los
materiales, son estos acarreados al fondo del mar.
III.— AGUA SÓLIDA
Si el agua sólida es el resultado de su propia congelación
en la superficie del globo, se llama hielo; y nieve cuando
cristaliza en las altas regiones de la atmósfera.
El hielo temporal ó perpetuo produce efectos mecánicos
de destrucción, proporcionados á la cantidad acumulada y
á la naturaleza de las rocas sobre que actúa. Fúndase esta
acción en el aumento considerable del volúmen que adquie-
re el agua al pasar del estado líquido al sólido; dejándose
sentir mas directamente estos efectos cuando la trasforma-
cion se verifica en el interior de las rocas; siendo fácil com-
prender que tan considerable dilatación ha de producir re-
sultados análogos, siquiera en escala mucho mayor, como
sucede en las regiones polares, cuando masas inmensas de
agua congelada con carácter permanente actúan sobre el
terreno. Durante los calores estivales despréndense de aque-
llos mares porciones considerables de hielo, que en forma
de bancos de nieve son trasportadas por las corrientes oceá-
nicas á distancias á veces fabulosas, y junto con el hielo todo
lo que llevan adherido.
Nieves perpetuas. — Pero lo que mas excita la atención del
curioso observador es la nieve, y particularmente la que ha
recibido el nombre de perpetua, porque, lejos de desaparecer
de un año para otro, se conserva de una manera constante
y permanente.
geología
236
Como la condición para la permanencia de las nieves es
que la temperatura media no exceda de 0, resulta que se
encuentran á grandes alturas ó en altas latitudes; razón por
la cual las estudiaremos primero en las regiones alpinas y
luego en las polares.
Nieves alpinas.— Aunque fundados en el estudio detenido
y minucioso de las nieves, los autores y particularmente
Agassiz admiten tres grandes regiones en las que hermosean
los Alpes, llamadas de arriba á abajo campos de nieve , neve-
ras y glaciares , distinguiéndolas por medio de caractéres que
las deslindan perfectamente; nosotros solo admitiremos dos,
superior la una, inferior la otra, á ia región de las lluvias, y
la razón en que nos fundamos para ello consiste en que en
todos conceptos el contraste es claro y manifiesto. Con elec-
to, en la región superior á la de las lluvias la nieve se pre-
senta poco compacta ó incoherente, como consecuencia de
la rareza del aire y de la fuerte evaporación que allí sufre la
masa de agua: por el contrario, en la región inferior la nieve
es dura, compacta y tenaz, pudiendo compararla á una roca
formada de granos de agua solida cementados por ella mis-
ma. Debe la nieve dicha estructura y otros caractéres nota-
bles que la distinguen, á la penetración del agua de lluvia 6
al derretimiento de la superficie, la cual vuelve a tomar el
estado sólido en el momento en que la temperatura bajad 0.
De este hecho, tan sencillo en apariencia, resulta en gran
parte toda la dinámica, si se permite decirlo así, de este
agente tan importante en la física actual terrestre; pues el
aumento considerable de volumen que adquiere el agua al
congelarse en su interior, determina la dilatación en las
grandes masas de nieve de los glaciares, las cuales se mue-
ven á impulsos de esta causa, rechazando, por decirlo así, á
la superficie los objetos que por cualquiera causa penetral on
en su interior, cosa que no sucede en la región alta, donde
las piedras y demás materiales se hunden para no aparecer
mas. No siendo, sin embargo, satisfactoria para todos esta
explicación, debida á ios Sres. Charpentier, Agassiz y otros
geólogos suizos, ni la inventada por Saussure que atribuia el
movimiento de los glaciares al propio peso de la masa de
nieve, se ha pensado por algunos, como Forbes, en que de-
biera esto atribuirse á una especie de plasticidad y viscosidad
de la nieve, parecida á la del mortero, miel ó pez semilíqui-
da. El eminente físico Tyndall, fundado en los experimentos
de física que se practican hoy en todos los gabinetes y labo-
ratorios, en los cuales se ve que dos pedazos de hielo, cuando
empieza á derretirse, si se comprimen con un aparato cual-
quiera, se sueldan hasta el punto de formar una sola masa,
y que sometida una cantidad de hielo ó nieve á la acción de
una prensa hidráulica toma todas las formas del molde en
que se le coloca, aplicando á los glaciares esta propiedad
del hielo y de la nieve, que se llama recongel acien, y que de-
muestra lo ya indicado por Forbes, se comprende que, em-
pujado por las nieves de la región superior, obedeciendo á
la pendiente que le sirve de base, debe deslizarse dentro de
los límites que forman las montañas, amoldándose en cierto
modo á las rocas que lo rodean, y venciendo los obstáculos
que se oponen al paso, toda vez que bajo la influencia de la
enorme presión que experimenta la nieve del glaciar, con-
serva siempre la propiedad de aglutinar ó reunir en una sola
masa todos los fragmentos ó pedazos á que suele reducirse
la nieve. Tyndall cree que sin la recongelacion los glaciares
se reducirían á polvo; en lo cual no deja de haber, en mi
concepto, algo de exageración ú olvido por lo menos de los
efectos que determina el agua al congelarse en la masa de la
nieve. A todas estas causas del movimiento de la nieve en
los glaciares, opina Moseley que hay que agregar la dilata-
ción determinada por los rayos solares; y sin la cual, en su
sentir, todos los agentes de progresión de los glaciares indi-
cados por Tyndall, solo producirían resultados insignifi-
cantes.
En mi humilde opinión, ninguna de estas teorías se opo-
ne á la de Agassiz y demás geólogos suizos, pues la congela-
ción del agua en la masa del glaciar es la que determina su
plasticidad, y esa propiedad mecánica á que se refieren los
autores citados.
Caracteres de las dos regiones— Los que distinguen á las
regiones ó zonas que admitimos en las nieves perpetuas son.
1° La posición superior ó inferior al nivel de las lluvias. 2.0 La
estructura de la nieve, incoherente en la alta, compacta en
la baja. 3.0 La desaparición en aquella de los objetos que
penetran en su seno, y la reaparición de los mismos á la su-
perficie, y en puntos mas bajos en esta. El estado que ofrece
la nieve en la zona superior es tal, que el viento suele levan-
tar torbellinos de agua en polvo, como las arenas en el de-
sierto; razón por la cual los alemanes llaman á dicha región
firn, por ser este el ruido particular que en tal caso se pro-
duce. Este estado es el mas común, no solo en las regiones
superiores á la lluvia en las zonas templadas, sino también
en todo el límite de las nieves perpetuas, en la mayor parte
de los puntos intertropicales; razón por la cual son escasos
ó nulos los efectos de las nieves perpetuas en dichas comar-
cas y se dificulta sobremanera la subida á los altos.
Por el contrario, en las regiones templadas, y aun cálidas,
y con mucho mas motivo en las frías y polares, con la sola
diferencia del nivel que ocupan, se encuentran nieves perpe-
tuas con todas las condiciones de verdaderos glaciares, y
como es consiguiente se notan en ellas los efectos de tan
eficaz agente en la época actual, y profundas huellas de lo
que en mayor escala determinó en períodos anteriores.
La penetración del agua líquida en el interior de la nieve
en las regiones inferiores á la lluvia es tan importante y de-
cisiva, que no solo explica el movimiento del glaciar y los
notables efectos de su dinámica, sino que hasta su existencia
depende en gran parte de este hecho. Con efecto, se com-
prende, y así lo admiten las personas mas entendidas en la
materia, que dadas ciertas condiciones topográficas, como
valles mas ó menos profundos, de forma circular ó en anfitea-
tro, de fondo uniforme, resguardados de las grandes ventiscas
y una temperatura media que no exceda mucho de I1, si supo-
nemos depositada una cantidad regular de nieve para que esta
pueda convertirse en verdadero glaciar, bastará para ello que
reciba con frecuencia el agua de la atmósfera, o la que re-
sulte del propio derretimiento de su masa. Tal es ciertamen-
te el verdadero origen de los glaciares; sin negar por esto
que cuando las masas superiores penetran en la región délas
lluvias, pueden adquirir también este carácter.
Ablación del glaciar. — Aplicase esta expresión á la pérdida
que experimentan á la superficie las masas de nieve bajo la
acción solar; llegando algunos años hasta varios metros la
capa de nieve que se desprende, no siempre proporcionada
con la que recibe el glaciar durante el invierno; resultando
de estas tres operaciones, á saber: ablación, cantidad de nie-
ve que cae de la atmósfera, y la lluvia que recibe el glaciar,
el movimiento mas ó menos enérgico de avance ó de retro-
ceso
Estructura de la nieve. — La nieve perpetua ofrece en su
estructura todos los términos imaginables, desde el cristali-
no, que es el que afecta al caer de la atmósfera pasando por
el arenoso, pulverulento y granoso, hasta el de nieve y hielo
compacto, debido este último, según Agassiz, á una segunda
cristalización que el agua experimenta al penetrar en la masa
de la nieve.
Grietas capilares. — Toda la masa de la nieve en la región
CAPÍTULO SEGUNDO
237
inferior aparece surcada en diferentes sentidos por una red
de grietas sumamente finas y capilares, que no solo sirven
para dar acceso al agua líquida antes de congelarse, sino que
en sentir de personas muy doctas en la materia, á la inter-
posición del aire en estas grietas se debe esa singular colo-
ración entre azul y verdosa que ofrece la nieve del glaciar,
tanto mas intensa cuanto mas inferior es el punto en que se
observa. Agassiz atribuye la existencia de las grietas á la
propia presión de la nieve, y á los cambios bruscos de tem-
peratura.
Hendiduras del glaciar. — La superficie del glaciar ofrece
una estructura mas porosa que el fondo, efecto de las bur-
bujas de aire que se escapan á su través, y grandes grietas
generalmente trasversales á la dirección de aquel, que alcan-
zan á veces un metro y mas de anchura, y una profundidad
variable, según la masa que atraviesan, lo cual comunica al
glaciar un aspecto curioso, hasta cierto punto comparable,
por las ondulaciones que ofrecen los bordes desiguales de
las hendiduras, al mar cuando está algo embravecido.
Estas enormes cavidades, constante peligro para el viajero
de las regiones alpinas, son resultado natural, entre otras
causas, de la diferente escala en que se verifica la dilatación
en los distintos puntos del glaciar, sobre todo cuando el
fondo sobre que descansa no es muy uniforme, en cuyo caso,
los bordes de las grietas suelen afectar formas cónicas agu-
das, imitando agujas, pirámides, picos, etc., que dan un as-
pecto extraño y pintoresco á las nieves alpinas.
Muchas otras particularidades ofrece la superficie y el
interior del glaciar, pero prescindo de ellas en obsequio á la
brevedad.
Astasia, Gyges, Monas, Pandorina, etc., y de algas ó espo-
ros microscópicos, especialmente del Protococus nivalis y
sabulosas, del Hematococus sanguineus y otros. En las regio-
nes polares, también es frecuente esta coloración de la
nieve.
División de los glaciares. — Los glaciares, según el punto
que ocupan y condiciones que ofrecen, reciben nombres di-
ferentes; Agassiz los llama de primero y segundo órden,
siendo aquellos los que se encuentran en altos valles, de
fondo uniforme, cuya pendiente no excede de 10 grados, y
estos los situados en las faldas de altos montes, cuya incli-
nación no baja de 14 grados, y suele llegar hasta cincuenta.
Simples y compuestos. — Semejantes los glaciares á los va-
lles, se dicen principales ó compuestos, aquellos que en su
curso reciben alguno ó algunos laterales, los cuales se lla-
man simples, sencillos ó afluentes.
Dinámica de los glaciares. — En unos y otros, guardando
siempre proporción con la masa de nieve y las condiciones
del valle en que se halla encerrada, la acción de los glaciares
se reduce á pulimentar, estriar y redondear las rocas que
les sirven de asiento y á las que penetran en su interior, y á
trasportar á distancias considerables á veces, aunque sin
alterar su forma, materiales de todos tamaños.
La presión enorme que al dilatarse ejerce la masa de la
nieve sobre los materiales terrestres que encuentra á su paso,
ó que caen bajo su acción, poderosamente auxiliada de la
grava, arena y cantitos angulosos, que se interponen entre
estos y aquella, haciendo las veces de una especie de esme-
ril, explican de un modo plausible el pulimento, estriamiento
y redondeamiento, que ofrecen las superficies de contacto
con los glaciares, y á veces también los cantos que trasporta,
habiendo observado este hecho en muchos puntos de los
Alpes, y en casi toda la Escandinavia. El aspecto que sue-
Di
Coloración de la nieve. — Cualquiera que sea el color que
afecta la nieve, lo que puede asegurarse es un hecho muy
notable, sobre todo en la región de los glaciares, á saber: su
gran pureza, resultado natural de la reaparición al exterior
de todo lo que en su masa penetra.
En cuanto al color, en tésis general, puede decirse que la
nieve es tanto mas blanca, cuanto mas alta es la región en
que se examina, y por el contrario, tanto mas azulada, cuan-
to mas baja. También hace notar el Sr. Martins, que al con-
tacto de dos capas de nieve, esta se hace mas compacta é
intensa su coloración, lo cual justifica en parte lo que algu-
nos autores llaman estratificación de la nieve.
Nigue roja. — Ocurre á veces que la superficie de esta, así
las regiones alpinas como en las polares, se cubre de una
tinta roja mas o menos intensa, que Saussure fué el primero
en indicar en los Alpes; estando reservado al Sr. Schuttle-
worther de Berna el determinar la verdadera causa de dicha
coloración, la misma que ocasionando las famosas lluvias de
sangre, tantas lágrimas ha costado á la humanidad. Dicha
causa es la caída de un número prodigioso de animales in-
fusorios que flotan en el aire, pertenecientes á los géneros
Fig. 22. — Teoría del trasporte por la nieve
len ofrecer los cantos estriados, es con frecuencia el que de-
muestra la figura 20.
Trasportes de los cantos erráticos. — Respecto al trasporte
por los glaciares, verifícase de dos modos, á saber: deslizán-
dose los materiales que existen á la superficie del glaciar,
como sobre un plano inclinado, ó bien empujados por la
masa de la nieve, que en el movimiento de avance empieza
con una fuerza irresistible. Los materiales así trasportados,
ora se presentan en masas aisladas, angulosas, estriadas en
muchos puntos de su superficie, y de tamaños muy diversos
GEOLOGIA
23
8
en cuyo caso se llaman cantos ó peñascos errantes y erráti-
cos, ó bien forman, mezclados con arena, grava, cieno, etc.,
grandes amontonamientos de formas y dimensiones muy va-
riadas, constituyendo lo que en buen castellano se llama
Canchal; que -recibe los nombres de superficial, cuando se
forma sobre el glaciar mismo, y lateral, y terminal, los que
existen á los dos lados y en la extremidad inferior de la
masa de nieve. Los canchales terminales son resultado del
movimiento de avance del glaciar y de la singular reaparición
de todo lo que cae en el interior de su masa, cuyo singular
mecanismo ilustra la figura 21.
Supongamos, con efecto, que un canto desprendido de
alguno de los puntos que dominan el glaciar, penetra por
su interior obedeciendo á su propia gravedad, hasta el pun-
to d\ una vez allí, ó por mejor decir, desde que se introduce
en la nieve, se halla solicitado por dos fuerzas que actúan en
sentido contrario, á saber; la gravedad hácia el fondo del
glaciar, y la dilatación de este en dirección del valle: agré-
guese á esto, la capa que se desprende por ablación, de don-
de resulta, que obrando las dos fuerzas en ángulo recto, este
sigue en su marcha la diagonal d , ni , á donde reaparece con
el tiempo, ó en un punto mas bajo, si se tiene en cuenta lo
que el glaciar ha perdido por evaporación.
Penetrando de nuevo el canto en el glaciar, impelido por
su propio peso, vuelve á presentarse en un punto mas bajo,
hasta que, por último, llega á la extremidad inferior, donde
mezclándose con la tierra, arena, grava y demás materiales
que trasporta el glaciar, da origen al canchal, peñascal ó pe-
dregal que se adapta á la forma y accidentes que ofrece la
nieve, formando con frecuencia diques semicirculares solo
interrumpidos por el curso de las aguas líquidas que salen
del interior del glaciar, ora por efecto del derretimiento de
la nieve, ó de los manantiales que en su fondo existen. La
figura 22 esclarecerá mas esta cuestión. A representa la
cima de los Alpes, B la cordillera del Jura, y A B C el glaciar
que en la época cuaternaria ocupaba el espacio intermedio.
Los materiales graníticos, que caian del punto A sobre el
glaciar, fueron trasportados por el procedimiento que acaba
de indicarse, hasta los puntos mas altos donde he tenido oca-
sión de verlos; y cuando mas tarde, las condiciones climato-
lógicas mejoraron, fueron retirándose las nieves, dejando
como vestigios de su antigua existencia los cantos y cancha-
les D E, etc., como lo acredita la existencia en toda la lla-
nura suiza de tan singulares depósitos.
La reaparición á la superficie de los materiales que caen
en el interior del glaciar, no solo explica, según los Sres. Ve-
netz y Charpentier, la pureza proverbial de las nieves de los
Alpes, ya reconocida por los pastores y demás habitantes de
aquellas alturas, sino también, la curiosa separación de ma-
teriales que determina este agente de trasporte, observándo-
se en los depósitos erráticos, aquí pórfidos, allá graníticos,
en otro punto dioritas, etc., carácter que distingue perfecta-
mente las formaciones erráticas de las de acarreo por las
aguas líquidas, donde si hay alguna separación, no es por na-
turaleza de rocas, sino por tamaños y peso específico. Sin em-
bargo, cuando los materiales erráticos que entran en el domi-
nio de las aguas corrientes que salen del glaciar y dan origen
á los grandes rios, son arrastrados por aquellas, pueden for-
mar aluviones y hasta sedimentos que tienen carácter mixto,
si en su trayecto encuentran algún lago donde se depositan,
razón por la cual se llaman aluviones y sedimentos glaciales.
La importancia de todos estos datos, referentes á la ac-
ción del agua sólida en las regiones alpinas, y muchas otras,
que por brevedad omito, se comprenderá mejor al tratar de
los sucesos extraordinarios que caracterizan el terreno cua-
ternario.
Los glaciares de los Alpes han llamado en todos tiempos
y aun hoy excitan la atención de los geólogos y meteorolo-
gistas mas eminentes de Europa, contribuyendo su estudio
á esclarecer los mas importantes problemas de la Física ter-
restre. En confirmación de lo cual debo mencionar una in-
teresante discusión ocurrida en la Sociedad Geológica de
Francia en 6 de diciembre de 1875 acerca de las oscilacio-
nes seculares de los glaciares y las variaciones que indican
ó acusan en los elementos meteorológicos del globo, promo-
vida por M. Er. Mallard, cuyas atinadas observaciones lo
han conducido á establecer que la modificación incesante
que experimentan las condiciones meteorológicas de la cor-
dillera alpina se manifiestan por años mas y mas cálidos y
nevosos. El Sr. Gruner, no menos competente en la mate-
ria, atribuye la tendencia que manifiestan los glaciares suizos
á retirarse al temperamento seco de los últimos años, según
se desprende de las observaciones hechas por el eminente
ginebrino Plantamour, lo cual confirma lo que dicen los
montañeses, á saber: que el Foen devora la nieve. Fundado
Tyndall en la notable tendencia á retroceder que se observa
en los glaciares, dice que puede sospecharse el momento en
que las magníficas nieves de los Alpes solo constituyan un
lejano recuerdo: creemos algo aventurada esta profecía.
Hielos y nieves polares. — En las regiones circumpolares,
si bien en la del Sur en una extensión mucho mas conside-
rable, se presentan las nieves perpetuas con el mismo carác-
' ter, condiciones y modo de obrar que lo que acabamos de
exponer en las regiones templadas ; la única circunstancia
que distingue á las nieves perpetuas de ambas regiones, es
la altura en que se encuentran, según ya indicamos al tratar
de su límite, y otras de menor importancia, entre las cuales
debe mencionarse la de que muchos glaciares en las altas
latitudes terminan en el mar mismo, de donde resulta la for-
mación de sedimentos, que á la manera de los aluviones gla-
ciares, se componen de materiales angulosos y desiguales y
no redondeados ó elípticos, como por lo común sucede
con los arrastrados por las aguas líquidas. Tal es lo que
según los Sres. Martins, Bravais, Nordenskjold y otros, se
observa en el Spitzberg y otras regiones del Norte de
Europa.
Hielos marítimos y terrestres. — Pero además de las nieves
se encuentran en muchas regiones los hielos perpetuos, que
pueden distinguirse en marítimos y terrestres; aquellos ejer-
cen una acción ene'rgica sobre las costas por la propia dila-
tación de la masa de los mares, de los cuales en la época del
deshielo se desprenden enormes masas, que unas veces
arrastradas por las corrientes constituyen las bancas de hielo,
y otras permaneciendo algo mas fijas dan origen á lo que se
llama islas de hielo , bancas, islas y montañas que constituyen
un peligro inminente para el atrevido viajero que penetra
en aquellas regiones. El tamaño de estas masas de hielo suele
ser á veces enorme, habiéndose medido algunas que tenian
cuarenta y cincuenta metros sobre las aguas, lo cual supone
de doscientos á ochocientos metros por debajo de dicho
nivel.
Estas enormes masas de hielo, de las que la figura 23
puede dar una idea, afectan las formas mas caprichosas,
siendo frecuente que reproduzcan la de hongos ó setas,
mesas, etc., resultado natural del desgaste que en su
masa se efectúa así por la acción que ejerce el agua líquida
como por la mayor fusión ocasionada por los rayos solares.
También del campo de hielo se separan en la estación del
calor enormes témpanos, como indica la figura 24.
En cuanto á los hielos terrestres forman á poca profundi-
( dad de la superficie una capa considerable entre los materiales
de la tierra vegetal y el subsuelo, comunicándoles una con-
CAPÍTULO SEGUNDO
sistencia y condiciones especiales, que solo cambian algún
tanto durante la estación cálida y constituye lo que se llama
el diluvium congelado de Siberia, que se extiende también á
todas las costas del Norte de América, cuyo estudio es por
demás importante.
Marismas y Pantanos congelados. — En aquellos puntos en
que por la estructura y condiciones topográficas del suelo se
forman pantanos ó grandes marismas, como se observa en la
bahía de Eschscholz y en la desembocadura de los rios
239
Ienisey, Lena y Alazeia, en Siberia, las aguas se hallan casi
siempre congeladas y mezcladas con arena, arcilla y cieno,
formando depósitos singulares, tanto mas interesantes cuanto
que en ellos se encuentra un número considerable de huesos
fósiles de elefante primitivo, de rinoceronte, hipopótamo y
otros grandes mamíferos cuaternarios, que de tiempo inme-
morial se explotan con objeto de beneficiar sus productos, y
en especial el marfil.
El $r. Schmit encontró, á principios del siglo, un main-
Fig. 23. — Montana de hielo
mut ó elefante primitivo entero, cubierta la piel de una espesa
capa de pelo largo, envuelto en una inmensa masa de hielo,
en la desembocadura del rio Lena: el eminente viajero Pallas,
en 1777 descubrió también un rinoceronte entero, en idénti-
cas condiciones.
Aquí puede decirse termina el estudio importantísimo de
MA
Fig. 24. Origen de los hielos flotantes acumulados
por la progresión de los gla
los e^ec^os producidos por las causas actuales internas y ex-
ternas; pues aun cuando el magnetismo y la electricidad son
agentes poderosos, hasta el presente se conoce demasiado
poco su acción sobre la costra sólida del globo, para que en
una obra de esta índole merezca llamar la atención. Solo el
rayo en las deshechas tormentas suele producir efectos nota-
des \ desastrosos; esta acción es mecánica cuando al preci-
pitarse, con la velocidad extraordinaria que le es propia,
sobre las altas cimas de las montañas, que con preferencia
ataca, hiende, destroza y lanza á veces á grandes distancias
os peñascos mas extraordinarios por su dureza y tamaño (1).
otras ocasiones, obrando en virtud de su elevada tempe-
(i) El Sr. Lyell, en su obra titulada cPrincipes de Geolcgie,> cita
1 050 ocumdo 1 mediados del siglo último en la isla Fellar, una de las
ratura, suele vitrificar y hasta destruir las sustancia^
encuentra á su paso. Por último, cuando el rayo da se
una materia blanda, ó deleznable y suelta como la arena, se
abre paso y vitrifica las paredes del conducto que recorre,
resultando esos tubos llamados fulguritos que forman el
adorno de muchos museos de Mineralogía y Geología.
hl diámetro de estos tubos varia desde el del cañón de
una pluma hasta el de cinco y seis centímetros.
Los puntos mas notables para encontrar estos efectos de
la electricidad atmosférica en Europa son los alrededores
de Halle, de Munster y de Koenisberg en Alemania.
Shetlaud (Escocia), de una masa de pizarra micácea de 32 metros de
largo, 3,04 de ancho y 1,21 de grueso, arrancada de sn sitio y dividida
en una porción de fragmentos por la acción de un rayo.
24O WSULA
ARTÍCULO III
CAUSAS FISIOLÓGICAS Ú ORGÁNICAS
Comparada la acción de estas causas, representadas por
el hombre, los animales y las plantas, con la del agua, atmós-
fera, fuego central, etc., pueden considerarse como insigni-
ficantes; sin embargo, contribuyen con su actividad, unas
veces destruyendo, otras edificando, á la armonía general de
la creación y á completar el cuadro de las operaciones natu-
rales, por cuya razón conviene dar una idea de la parte que
en estas funciones incumbe al hombre, al animal y á la
planta, teniendo en cuenta además que si hoy son insignifi-
cantes los resultados, en otros tiempos han originado depó-
sitos de importancia suma y cuya formación solo podremos
comprender fijándonos en lo que hoy pasa á nuestra vista.
Escasa como es la influencia que ejerce el hombre sobre
la tierra, merece no obstante tal predilección, que su estudio
motiva hoy una ciencia nueva, hija en gran parte de la Geo-
logía, llamada Geografía Histórica, que podremos definir
valiéndonos de las frases algún tanto fantásticas y nebulosas
de ciertos escritores, diciendo que es ó trata de la vida de
la tierra, obrando sobre el hombre, y de la vida de la huma-
nidad, reaccionando sobre aquella.
Sin entrar en mayores detalles sobre la materia, basta lo
dicho para comprender la significación de esta nueva cien-
cia, en la cual es sin disputa alguna mucho mas eficaz, si-
quiera poco estudiada hasta el dia, la acción que la tierra y
el sol ejercen sobre el hombre, que la reacción de éste sobre
aquella; pues sin negar la importancia de todo lo que nues-
tra especie hace para mejorar las condiciones de existencia
y evitar lo que le pueda ser contrario, sin embargo, todo
ello comparado con los resultados del fuego central, de la
atmósfera, de las aguas, etc., es insignificante. Casi otro tan-
to puede decirse de la acción que ejercen los animales y las
plantas, reducida, según vamos á ver, á la formación de la
turba, y de los arrecifes, atolones y otros depósitos de esca-
sa significación.
Concretando ya el asunto á los diversos grupos de anima-
les y plantas, debemos manifestar que de los vertebrados, el
único depósito de alguna importancia es el guano, mas útil
á la agricultura que al estudio que estamos haciendo; pues
se reduce á la acumulación de excrementos de aves ma-
rítimas y de sus propios despojos, constituyendo en algunas
islas del Pacífico y del Atlántico un depósito de tierra gris
ó parda, de diez á treinta metros de espesor, imperfectamen-
te estratificada, y cuyo origen debe ser muy antiguo; pues
existe en el Perú una masa horizontal inferior á un depósito
cuaternario de tres metros de grueso, con conchas marinas,
cubierto por otras capas de guano mas reciente, coronadas
por aluviones modernos. Conócense dos especies de guano,
terroso el uno, el otro amoniacal; aquel mas antiguo perdió
por las aguas las materias nitrogenadas, conservando tan
solo los fosfatos y constituyendo un abono menos enérgico.
El guano amoniacal forma también otros dos grupos, que
se distinguen por su coloración, que es gris parda el inferior
y blanco el superior, y por el olor amoniacal muy fuerte y
desagradable en el primero, que es el mas antiguo, menos
intenso en el otro. La composición media de ejemplares
procedentes de las islas Chinchas, es la siguiente:
Materia orgánica y sales amoniacales. . 52,52
Fosfato de cal insoluble 19,52
Acido fosfórico 3,12
Sales alcalinas, etc 7,56
Sílice y arena 1,46
Agua 15,82
100,00
El guano no puede formarse sino donde abundan extra-
ordinariamente las aves marítimas; y por consiguiente, en
las islas ó costas cuyos mares alimenten muchos peces que
les sirvan de pasto; siendo también condición indispensable
para que conserve los principios amoniacales, en los que
reside su propiedad fertilizadora, que el depósito se torme
en lugares secos y privados de lluvia, condiciones que solo
se encuentran reunidas en las costas del Perú y Chile, entre
los 2 y 21 5 de latitud Sur; en las islas Chinchas existe un
depósito calculado en 361 millones de quintales; mas al Sur,
esto es, en Chile, abunda el guano terroso; en las islas de
los Galápagos, donde llueve, también en Patagonia, y en la
bahía de Saldaña, en la costa occidental de Africa.
A esto se reduce la acción de los vertebrados, en la época
actual ; en otros tiempos los despojos y hasta los excremen-
tos, hoy fósiles, daban origen á depósitos de mucha impor-
tancia, tales como las brechas huesosas, el marfil de Siberia,
los coprolitos, que en algunas comarcas se explotan como
abono, etc.
En cuanto á los articulados, solo merecen una especial
mención ciertos crustáceos microscópicos, casi siempre del
género Cypris, cuyos despojos dan origen á veces á depósi-
tos de alguna importancia; las sérpulas, cuyos tubos calizos
se desarrollan en tal escala, que llegan á formar verdaderos
arrecifes al rededor de ciertas islas, y por último, un gusano
de grandes dimensiones, que según Wise forma depósitos
de uno á veinte metros de grueso en los altos valles de los
Andes en la república del Ecuador, con las bolas de tierra
que allí llaman Cuica.
A medida que descendemos en la serie zoológica, aumenta
la importancia de la acción del reino animal; diríase que se
habia encargado á los séres mas pequeños é imperfectos la
reconstrucción de la tierra; así es que los Moluscos toman
en esta obra una parte mucho mas importante que las clases
antes mencionadas. Con efecto, los bancos de Ostras, de
Eterias y de otras bivalvas, son en algunos puntos tan consi-
derables, que llegan á explotarse para la extracción de la cal.
En la Luisiana, Alabama y otros puntos de la América del
Norte, los Unios yGnathodon rellenan literalmente las lagu-
nas y pantanos, formando depósitos de muchos metros de
espesor; frente á la costa oriental de la Florida, la isla Anas-
tasia, de mas de tres leguas de larga y cuatro metros sobre
el nivel del mar, está toda formada de un conglomerado de
conchas, con cemento calizo, que se explota como piedra
de construcción. Las rocas del golfo de Suez, levantadas por
un movimiento secular hasta 20 metros sobre el nivel del mar,
están formadas de conchas y zoófitos de la época actual;
habiéndose construido mas de una población sobre tales
cimientos. Dados estos y muchos otros casos que por brevedad
omito, no se extrañará ciertamente la importancia que en
otros tiempos adquirieron estos séres, como oportunamente
demostraremos en la descripción de los terrenos de sedi-
mento.
Pero los animales de verdadera significación bajo este
punto de vista, son los zoófitos, particularmente los llama-
dos saxógenos ó de polipero, por la singular propiedad que
tienen de construir su propia casa ó vivienda, á expensas
de la caliza y sílice, que disueltas se encuentran en las
aguas; sustancias á las que el organismo da formas espe-
ciales que estudia y clasifica el zoólogo. En el tomo VII de
esta obra podria ver el lector los principales tipos de estos
séres.
Los séres que forman estas masas viven en el mar, empe-
zando por adherirse á la cima de los montes, que á diferentes
profundidades existen, abundando mas en una faja superficial,
cuyo límite inferior no suele exceder mucho de 40 á 50 me-
CAPÍTULO SEGUNDO
241
tros; allí crecen y se desarrollan, rellenándose á menudo los
huecos que dejan de varios productos marinos y por una
especie de cieno, arenas y demás resultados de la propia
destrucción del depósito, que adquiere mas y mas consisten-
cia por la caliza elaborada por los mismos zoófitos; formando
el todo una masa singularísima, de la que algunos horizontes
del terreno jurásico nos dan una idea, según veremos: cre-
ciendo á veces con una rapidez mayor en los zoófitos de
polipero ramoso, que los en masa, colocándose á veces de
un momento á otro sobre el nivel de las aguas, merced al
levantamiento brusco del fondo del mar. El ilustre Dana
estima el crecimiento de estas masas, por término medio,
en tres milímetros anuales, sobre cuyo dato puede decirse
que los bancos de la isla de Clermont-Tonnerre, que tie-
nen 600 metros de espesor, alcanzan una antigüedad de
200,000 años. Sin embargo, en algunos mares, léjos de
cubrirse unos á otros, los poliperos se extienden consi-
derablemente, rellenando los fondos del mar de una capa
que no excede, por lo común, de la altura de los pólipos ra-
mosos.
Por este ingeniosísimo procedimiento, los zoófitos dan
origen á depósitos mas ó menos importantes, que reciben
el nombre genérico de Arrecifes, los cuales, según las
circunstancias que en ellos concurren, se llaman litorales ó
festoneados, arrecifes barreras y anulares ó atolones.
Arrecifes litorales. — Son aquellos depósitos orgánicos de
escasa extensión por lo común, que comunican con el litoral,
exceptuando por aquellos puntos en que el fondo aumenta
de un modo brusco, así como en los que desembocan las
aguas dulces, donde los arrecifes forman un canal de paredes
verticales, ó muy inclinadas.
Arrecifes barreras. — Estos siguen también la costa, aunque
separados de ella por un canal mas ó menos ancho y pro-
fundo, como los anteriores, fajas ó zonas interrumpidas por
causas iguales á las indicadas. La extensión de estos arreci-
fes, lo mismo que la anchura del canal que los separa de la
costa, varían mucho: en la occidental de la Nueva Caledonia
existe uno de cien leguas de largo, y en la oriental de Aus-
tralia hay otro que se prolonga casi sin interrupción sobre
cuatrocientas leguas, con un estrecho que tiene de veinte á
cincuenta metros de profundidad, y cinco, diez y hasta quince
leguas de ancho.
Atolls , atolones ó arrecifes , lagunas insulares. — Todos estos
nombres se dan al tercer grupo de esta singular formación,
distinto por su lorma y circunstancias que en él concurren,
de los anteriormente descritos. Si la tierra firme que acom-
paña al arrecife es de escasa extensión, entonces este y su
canal interior forman dos zonas circulares, que rodean á una
isla de dos anillos concéntricos. A veces sucede también que
la isla no existe, y en este caso el arrecife forma un círculo
cuyo interior se halla ocupado por aguas poco profundas y
desprovistas de zoófitos. Este espacio anular es lo que se lla-
ma atoll ó atolon submarino, en contraposición á otro grupo,
cuya taja madrepórica sobresale de las aguas sin variar por
esto de torma, y es á lo que se aplica mas especialmente el
nombre de atoll o islas madrepóricas, lagounes ó lagunas.
Estas islas anulares ó elípticas solo se observan en la Ocea-
nía, y sus dimensiones varían mucho: la de Bow-Island es
un atolon de once leguas de diámetro, y alguna de las Mal-
divas le tienen doble: lo ancho del anillo madrepórico varía
entre 250 y 500 metros y su mayor altura se nota del lado en
que con mas frecuencia soplan los vientos.
En la laguna que comunica al exterior por medio de ca-
nales submarinos, se encuentra una especie de cieno blanco,
formado del detritus de los poliperos, muy análogo á la creta
desleída, razón por la cual, y según veremos mas adelante,
Tomo IX
algunos autores explican la formación de esta roca por un
procedimiento análogo á la destrucción de los arreciles y
atolones. No es raro observar en el interior de aquel lago una
pequeña isla, de composición distinta de la faja que la rodea
en totalidad ó en parte.
La forma y demás circunstancias de los dos últimos gru-
pos de arrecifes hizo creer que los zoófitos prendían en el
borde del cráter de volcanes submarinos; pero sin negar que
en muchos casos pueda esto ser cierto, Darwin, en vista de
las dificultades que ofrece la aplicación de esta idea á la in-
mensa mayoría de los atolones y arrecifes barreras, y par
tiendo, por otra parte, del hecho que los zoófitos solo pue-
den vivir desde la profundidad de 40 metros para arriba, ha
emitido una teoría muy ingeniosa, fundada en este dato y en
los movimientos mas ó menos lentos que experimenta el
fondo del mar y el litoral, para darse razón cumplida de la
formación de estos curiosos depósitos orgánicos, cuya im-
portancia en la historia de nuestro globo se comprenderá
mejor, á medida que estudiemos las rocas y los terrenos es-
tratificados ó de sedimento.
Los micrózoos llamados espongiarios, rizópodos, diató-
nicas, etc., forman hoy mismo enormes depósitos en el fondo
de los mares y lagos, de extensión extraordinaria, que puede
explicar plausiblemente la formación de ciertas rocas y ter-
renos de que en lugar oportuno daremos cuenta.
Acción del reino vegetal. — Fijándonos en los resultados de
la vegetación actual en lo que á la Física terrestre se refiere,
y como ilustración de lo que en otros tiempos ha ocurrido
dando origen á los combustibles fósiles, puede decirse que
la turba es el producto mas importante, porque si bien en la
desembocadura de los grandes rios, como el Mississipí, se
forman grandes depósitos de árboles, arbustos y matas (Bliefs),
mezclados con otros materiales de acarreo, mas bien que á
la vegetación, debe atribuirse aquello á las aguas corrientes,
como resultado del trasporte. Algo puede, sin embargo,
ilustrar el estudio de aquella y de otras localidades análogas,
la formación del lignito y de otros combustibles fósiles. Una
circunstancia curiosa ha puesto de manifiesto la sonda á
los 200 metros, y es, que la vegetación caracterizada en ho-
rizontes distintos de cañas y plantas herbáceas, del ciprés de
los pantanos y de una encina, se sucede hasta diez veces
en sentido vertical, por cuyo procedimiento se levanta de un
modo sucesivo el terreno, pudiendo, hasta cierto punto, ser-
vir de cronómetro para apreciar la distancia que nos separa
del comienzo de estas operaciones, que coincidió con la época
cuaternaria.
Llámase turbal ó turbera , un depósito de plantas, por lo
común herbáceas, siquiera en su seno existan á veces restos
de bosques, que viven en condiciones especiales, creciendo
indefinidamente á expensas unas generaciones de otras; y
turba , al combustible resultado del curtido y fosilización,
hasta cierto punto, de los vegetales que allí viven. Este de-
pósito exige para su formación climas húmedos y una tem-
peratura media que oscile entre 40 y 15o sobre cero; razón
por la cual, en las llanuras solo se encuentran del grado 45
al 50 para arriba en ambos hemisferios; siendo el 56 la zona '
de predilección, y no teniendo mas límites hácia los polos
que los de la vegetación misma.
Otra condición indispensable para el desarrollo de la tur-
ba, es la impermeabilidad del suelo y el ser este poco acci-
dentado, para que las aguas, sin estar completamente estan-
cadas, formen una especie de sobresuelo, en cuyo seno viven
las plantas. Los turbales, unas veces se encuentran en los
deltas y demás accidentes de la desembocadura de los gran-
des rios, á poca altura sobre el nivel del mar, otras en los
bosques, como sucede en Dinamarca y Suecia, y también en
3*
242
GEOLOGIA
las mesetas y altas montañas, en el nivel mismo de las nieves
perpétuas, dondese reúnen las circunstancias arriba indicadas.
Desarrolladas las plantas que viven en semejantes condi-
ciones, siendo anuales, dejan al parecer el gérmen de otra
veneración, la cual, sirviéndose de la anterior como de suelo
vegetal crece y sigue todos los períodos de desarrollo hasta
que, abandonada la planta por las fuerzas que rigen la vida,
y bajo la influencia del agua y de una temperatura conve-
niente, se convierte en esa sustancia negruzca, parecida pri-
mero á una especie de fieltro laxo, mas y mas consistente á
medida que se desciende en el depósito, á la que se llama
turba La importancia de este combustible se apreciará me-
jor al describirle como roca, y también como formación im-
portante del terreno cuaternario^^
No quiero terminar este artículo sin dar cuenta de una
roca orgánica en vias de formación, cuyo relato he tomado
de un periódico de París. Parece que un Sr. Isle ha encon-
trado recientemente en una cueva de la isla de la Reunión
un depósito de mas de un metro de grueso de una sustancia
amarillenta de aspecto ocráceo, que tiñe los dedos, y cuando
seca arde con llama amarillenta y corta, pero sin humo ni
olor; si está algo húmeda no da llama y se enciende como la
yesca con humo y olor á yerba seca. Estudiada esta roca al
microscopio, resulta formada por una cantidad prodigiosa de
esporos y esporangios de heléchos arbóreos allí muy abun-
dantes. Según las circunstancias del yacimiento de esta sin-
gular roca vegetal, su trasporte debe haberse verificado mas
bien por el acarreo de las aguas que por el aire.
| ALEBE FLAM
íl
PARTE SEGUN
Cumplido ya el primer punto de vista, ó autóptico, de la
clasificación admitida, estamos en el caso de abordar el se-
cundo, al que llamaremos con Ampere, criptorístico, por otro
nombre Geognosia, cuya etimología greco-latina, Ge, tierra,
„nosco conocer, significa claramente que se trata del conoci-
miento de la tierra. Limítase este, sin embargo, á la compo-
sición intrínseca del globo, en la cual entran minerales y
fósiles, cuyo estudio ha dado origen á la Mineralogía y Pa-
leontología, ciencias que pueden considerarse como las pie-
dras angulares del suntuoso edificio geológico. A pesar de
esto no& vamos á escribir un tratado de Mineralogía y Pa-
leontología, reduciéndose nuestra misión á servirnos de los
datos que estas nos suministran para adquirir el conoci-
miento de las diversas unidades en que estriba el estudio
analítico y sintético ó sea la composición y estructura terres-
tre Para conseguir lo primero, y suponiendo que el lector se
halle oportunamente preparado, recordaremos en breves pa-
labras los principales caractéres de las especies que con mas
frecuencia se observan en las rocas, unas veces como ele-
mentos esenciales á su composición, y otras como meros
accidentes; estudio nada difícil por cierto, pues casi todos
los minerales á que nos referimos son muy comunes y cono-
cidos del que ha cursado una sola vez la Mineralogía, como
el cuarzo, el feldespato, la mica, el talco, etc.
Mas adelante, al agrupar las rocas que vamos á describir
en la tercera parte de la obra en las formaciones y terrenos,
verdadera síntesis terrestre, daremos unas nociones generales
de Paleontología, como introducción al estudio de los terre-
nos de sedimento. j J [
Aprovecharemos, pues, los conocimientos que nos sumi-
nistran estos dos ramos, cuya oportuna aplicación al doble
concepto de que se trata, puede decirse resume el objeto de
la Geognosia.
ARTICUIJ
ROCAS — GENERA
^ -*W
Se da el nombre de roca á toda sustancia mineral simple
ó compuesta, ó á la mezcla de minerales que se presentan
en grandes masas en la composición del globo.
Las rocas constan de minerales, como estos á su vez se
hallan formados de elementos químicos; de manera que las
tres ciencias, Química, Mineralogía y Geognosia, son las que
pueden dar una ¡dea completa de la composición del globo.
GEOGNOSIA
En consecuencia, el geólogo necesita poseer conocimientos
prévios de Mineralogía, así como esta no puede cultivarse
con provecho, sin una buena base química. Afortunadamen-
te, para lo que á nosotros toca, basta conocer bien una do-
cena á lo sumo de especies minerales, y no ciertamente de
las mas difíciles, pues según los minuciosos cálculos del se-
ñor Cordier, partiendo del supuesto de que la costra sólida
del globo alcanza hoy veinte leguas de cuatro kilómetros de
espesor, cuyas diez y nueve vigésimas partes se hallan re-
presentadas por los terrenos dichos cristalinos, y la vigésima
restante por los dos de sedimento, las principales especies
minerales que entran en la composición de las principales
rocas son las siguientes, en la proporción que aquí se ex-
presa.
Feldespato 48
Cuarzo 35
ica.
Talco
Carbonato de cal y dolomía
Peridoto, dialaga, anfíbol y piroxeno. .
Arcilla
Los demás minerales
100
Así considerada esta parte, verdadero fundamento de la
Geología práctica, léjos de ser, como pretenden algunos, in-
superable y de grandes dificultades, es tan asequible como
cualquier otro ramo de las ciencias naturales. Con el fin,
pues, de allanar el camino que ha de conducirnos al verda-
dero conocimiento de la composición del globo, describire-
mos en breves palabras las pocas especies minerales que á
cada instante tendremos que citar en la descripción de las
rocas.
\
T
FELDESPATO
Esta palabra, alemana de origen, deriva de felá, campo,
y spath, hojoso ó laminar ; se aplica á un grupo de especies
cuyo carácter mas aparente es el ofrecer la estructura en ho-
jas ó láminas.
COMPOSICION. — Los feldespatos son silicatos dobles
de alumina, base fija y constante, y de potasa, sosa, cal,
magnesia, etc., que se sustituyen y reemplazan en proporcio-
GEOGNOSIA
nes determinadas, pero dejando casi siempre algún residuo
de las demás. Así es que son muy pocos los feldespatos que
dejen de presentar, además de la base propia, vestigios de
las otras.
Cristalizados y en masa. — Casi todos los mi-
nerales de este grupo se presentan en la naturaleza afectando
formas geométricas determinadas para cada una, ó en masa.
La estructura laminar es mas común en las variedades cris-
talizadas ó cristalinas ; cuando se ofrecen en estado de mag-
ma, suelen ser compactos, fibrosos, etc, en cuyo caso falta
la razón principal de la etimología indicada.
243
l^as especies mas importantes bajo el punto de vista geo-
lógico, son las que, en orden á su frecuencia en la composi-
ción de las rocas, vamos á describir.
A. — FELDESPATOS POTÁSICOS
SINONIMIA. — Ortosa ú ortoso, adularía, piedra de luna
y de las Amazonas, eispath, ortoclasa, espato fusible, etc
Esta especie mineral es un silicato doble de alumina y
potasa, como bases principales, con proporciones variables
de sosa, cal, peróxido de hierro, magnesia y otros elementos,
Fig. 25. — Formas del feldespato ortosa
según demuestran las diferentes análisis practicadas por Ber- rosado y á veces verde; la fractura es laminar y hojosa, veri
.1 * ai* • J ....
thier, Abich, G. Rose y otros. Así constituido este feldes
pato se presenta bajo el aspecto de una sustancia de colores
varios, siendo los mas comunes el blanco lechoso y gris, son-
ficándose el crucero en dos direcciones perpendiculares; la
dureza se halla representada por el núm. 6; raya á la fosfo-
rita, al espato flúor y al vidrio, y se deja rayar por el cristal
Fig. 26. — Formas del feldespato albita
de roca; mas bien traslúcido que trasparente ú opaco : su
densidad es de 2,3 ó 2,5. Cuando cristaliza, se presenta en
formas derivadas del prisma romboidal oblicuo (fig. 26).
Al soplete funde con dificultad en los bordes, en un vidrio
algo esponjoso, tomando un color blanquecino; tratado con
el bórax se disuelve con mucha dificultad y sin efervescencia
en un vidrio trasparente. El ácido carbónico de la atmósfera
ó el que llevan las aguas, lo ataca y descompone, haciéndole
tomar el aspecto terroso y con virtiéndole en kaolín ó tierra
de porcelana, verdadera matriz de las arcillas.
YACIMIENTO. — Este feldespato es sin disputa el mas
importante de la familia, como lo atestigua el ser uno de los
elementos esenciales del granito, de la protogina y sienita,
del pórfido llamado ortófido y de las traquitas. La especie
vitrea, llamada por Rose riacolita, que se encuentra con fre-
cuencia en las rocas traquíticas del Epómeo y Mont dTOr,
pertenece de derecho también al ortosa, según resulta de los
análisis de Abich y Berthier. El petrosilex, que forma la base
de muchos pórfidos, así como el feldespato de las fonolitas,
obsidiana, perlita, piedra pómez y otras, deben en rigor con-
siderarse como simples variedades del ortosa.
B. — FELDESPATOS SÓDICOS
SINONIMIA. — Albita, Cleavelandita, Periclina, Tetarti-
na, Sanidina, etc
El feldespato albita es también un silicato doble de alú-
mina, en el que la potasa ha sido reemplazada por la sosa,
sin que por esto deje de ofrecer también algo de aquel álca-
li, así como de cal y óxido de hierro. Su color mas común es
el blanco de leche, á veces algo gris, rojizo ó verde; traslúci-
do y raras veces trasparente; su brillo es vitreo; la estruc-
tura escamosa, granosa ó compacta. Las demás propiedades
físicas y químicas son muy análogas á las de la ortosa, de la
que se distingue principalmente por las formas que afecta,
que pertenecen al prismático oblicuo no simétrico como se
ve en la figura 27: con mucha frecuencia los cristales apare-
cen estriados, carácter de mucho valor para reconocer la es-
pecie.
244
GEOLOGIA
YACIMIENTO.— Este feldespato forma la base de los
pórfidos albíticos y también de las dioritas y pórfidos diorí-
ticos; en algunos granitos modernos se halla asociado al orto-
sa, raras veces como elemento esencial; es también abundante
en la protogina de los Alpes, diseminados sus cristales, ó bien
constituyendo venas ó pequeños filones en la roca.
La albita ofrece, como el ortosa, una porción de varieda-
des no cristalizadas; laminares y granosas unas; otras de as-
pecto térreo, análogas al kaolin, producto que dan igualmente
por su descomposición. También las hay compactas, forman-
do parte de muchos petrosilex, según Dufrenoy.
OLIGOCLASA. — La oligoclasa es un feldespato de base
de sosa, como la albita, asociada muy á menudo al ortosa
en los granitos de grano basto, en forma de masas laminares
que se distinguen por el color gris claro, lechoso ó verde
amarillento, y muy especialmente por las estrías finas muy
marcadas que ofrece, como la albita, á lo largo de las caras
del prisma. También se halla á veces en los gneis y pizarras
micáceas; Deville la ha encontrado en las rocas volcánicas
de Tenerife (islas Canarias), y Abich bajo el nombre de
Andesina, aunque con la misma composición, la encontró
también en los pórfidos anfibolíferos de Mannato (NT. Gra-
nada).
C. — FELDESPATOS UTINICOS
PETALITA. — La Peialita es un feldespato de base de
alúmina y litina, que se presenta en masas laminares de color
blanco lechoso ó sonrosado; en láminas delgadas es traslúci-
do; su brillo es vitreo; raya al vidrio, aunque con alguna di-
ficultad. Al soplete toma el aspecto vitreo blanquecino semi
trasparente, y funde con dificultad, comunicando á la llama
ese color purpurino característico de todas las sustancias
que contienen cierta proporción de Litina: es inatacable por
los ácidos.
YACIMIENTO— La petalita se encontró por primera
vez formando una vena en la pegmatita de Utoe en Suecia,
y después en Sterling (Estados Unidos).
D. — FELDESPATOS CÁLCICOS
LABRADORITA. — La Labradorita ,ó feldespato opalino
por otro nombre, es un silicato de alúmina y cal con algo de
sosa, potasa, óxido de hierro y magnesia, que se presenta
generalmente en masas laminares de color gris ahumado ó
ceniciento; á veces ofrece reflejos metálicos rojos, verdes ó
azules muy agradables, y que le dan gran valor como objeto
de adorno. La forma regular que afecta, depende del prisma
oblicuo, no simétrico, como se ve en la figura 27; sus crista-
les son pequeños y no comunes, guardando no poca seme-
janza con los de la albita
Este feldespato funde con dificultad al soplete; pero es
soluble en el ácido clorhidrico, carácter que lo distingue de
esta última, con la que podría confundirse.
Esta especie es característica de las rocas básicas pobres
en sílice: hállase asociada á la Hiperstena , como sucede en
la costa de Labrador (Estados-Unidos), de donde deriva su
nombre, y en Suecia, unida al piroxeno puede decirse que
es esencial en las rocas volcánicas modernas desde el basalto
inclusive; en la lava del Etna es muy común, según dice
Dufrenoy, y también en las eufótidas y Anfibolitas. Se ve,
pues, que es mineral de reciente formación.
SAUSSURITA. — En la roca llamada eufótidase encuen-
tra como elemento esencial á su composición, un mineral
blanco, compacto, de fractura astillosa, de brillo craso, que
raya al vidrio y goza de gran tenacidad. Esta sustancia, de-
signada con el nombre de Saussurita y también con el de
feldespato tenaz, ofrece mucha analogía con el Labrador,
tanto por su composición, cuanto por ser atacable por los
ácidos, razón por la cual generalmente se le coloca en el
mismo grupo. Lo mismo puede decirse respecto á otro de-
signado por Delesse Vosgita, por haberlo encontrado en los
labradófidos de Ternuay y de Haut Rovillers, cordillera de
los Vosgos.
CUARZO
• - ' *■
La especie que sigue en importancia al feldespato en la
composición del globo, es la Sílice, resultado de la combi-
Fig. 27. — Forma del feldespato labradorita
nación del metal silicio con el oxigeno. Unas veces se halla
pura con agua ó sin ella; otras mezclada con una porción
de sustancias y combinada con diferentes bases, constituyen-
do gran número de especies y variedades.
Las principales son: el hialino ó cristal de roca y el litoideo
con todas sus modificaciones, representados por el ácido si-
lícico puro; el Opalo común y noble, que son hidratos de
sílice; y por último, los jaspes, ó sea la Sílice asociada á
sustancias térreas y arcillosas, teñidas por algún principio
metálico, y en especial por el hierro.
a. — CUARZO HIALINO
Cristal de roca. — El cristal de roca , tipo de la es-
pecie, es una sustancia dura que raya al vidrio y al feldespato
y se deja rayar por el topacio; brillante, de estructura com-
pacta, vitrea y concoidea; su lustre es vitreo, y también craso
y terroso. Frotándolo desarrolla la electricidad positiva, que
conserva poco tiempo. La impresión de frió que determina
su contacto, es una de las mejores señales para reconocerlo.
Las diferencias de color que suele ofrecer, dan márgen á una
porción de variedades, algunas de las cuales se emplean en
la joyería. Cuando es enteramente blanco y trasparente, ó
cuando afecta un color oscuro tirando á negro, se le llama
cristal de roca por excelencia, y cristal ahumado: cuando es
de color de violeta, debido al óxido de manganeso, recibe
el nombre de Amatista , empleándose en objetos de lujo;
cuando rojo de sangre mas ó menos oscuro, lo llaman Ja-
cintos de Ccmpostela , y también piedras de Ana , por abundar
en dicho punto, muy estimadas para ciertos objetos de ador-
no; cuando amarillo, imita al topacio, y hasta se han elabo-
rado dijes que pasarían por verdaderos, á no distinguirse
por el menor peso específico que ofrecen, siendo 2,6 el del
Cuarzo afopaciado y 3,5 el del topacio. Cuando el cuarzo se
asocia á la mica en hojas pequeñas, constituye la Venturina,
variedad poco común, y que no puede competir con la que
se fabrica artificialmente.
Todas estas variedades del cuarzo, excepto la última, se
presentan en la inmensa mayoría de los casos cristalizadas
en formas dependientes del sistema romboédrico; siendo las
mas comunes, como se ve en la figura zS, el prisma de seis
GEOGXOSIA
245
lados, terminado por pirámides de seis caras, y el dodecae-
dro bipiramidal. Las caras del prisma ofrecen estrías tras-
versales muy características.
YACIMIENTO. — La importancia de esta sub-especie
consiste en la abundancia con que se encuentra en las rocas
cristalinas y volcánicas, en los granitos, sienitas, pegmatitas,
en los pórfidos, etc. También es muy común en las gangas
de los filones metalíferos, y en especial en los criaderos de
oro y estaño. Se la encuentra penetrando varias calizas y
otras piedras, á las que comunica gran dureza y resistencia,
llegando á veces á cristalizar en las grietas y oquedades que
reciben el nombre de geodas. La descomposición y tritura-
ción de las rocas que lo contienen, da origen á esos inmen-
sos depósitos de guijarros y arenas que existen en todos los
terrenos, y aun en la superficie actual del globo en las lan-
das y desiertos. Unas veces estos guijarros y arenas perma-
necen sueltos ó incoherentes, otras se aglutinan ó cementan,
constituyendo los conglomerados y las areniscas ó asperones.
Localidades españolas. — En España son muy
comunes todas las variedades del cuarzo hialino; en el ter-
reno del diluvium en los alrededores de Madrid, se encuen-
tra en forma de cantos muy claros y trasparentes, famosos
en otra época y conocidos con el nombre de diamantes de
San Isidro; en Hinojosa de Duero se halla el atopaciado hoy
en explotación; el jacinto de Compostela en Villatoya (Man-
cha); en Ana, Valencia, en Molina de Aragón, y en varios
otros puntos menos en Santiago de Galicia, de donde, sin
saber porqué, lleva el nombre.
APLICACIONES. — Las aplicaciones de todas estas va-
riedades son muy comunes y conocidas como objeto de lujo;
Fig. 28. — Formas del cuarzo
D
si bien hoy han perdido gran parte de su importancia por la
fabricación del cristal, que es mas diáfano, se talla con ma-
yor facilidad, y de consiguiente, es mas barato. Las varieda-
des opacas sirven para la loza, vidriado y porcelana.
b. — CUARZO LITOIDEO
La segunda sub-especie del cuarzo es el litoideo, ó de as-
pecto pétreo, que se diferencia de la anterior por su estruc-
tura compacta ó térrea, á veces celular y porosa, y también
orgánica cuando forma parte de los animales ó plantas fósi-
les. La fractura es astillosa y concoidea; su aspecto craso y
como resinoso. Los diferentes colores y grados de traspa-
rencia determinan una porción de variedades; llámase Peder-
nal, cuando es opaco, de color oscuro, gris, azulado ó á
veces negro, de estructura compacta y astillosa, y fractura con-
coidea perfecta, cortándose en astillas delgadas algo traslú-
cidas en los bordes. Calcedonia, si es trasluciente y de colo-
res claros: Agata, cuando es casi trasparente, blanca, gris y
también compuesta de fajas de distintos colores: si la tinta
que domina en las ágatas es amarilla ó anaranjada, recibe
el nombre de Sardonix; Cornerina ó Cornalina, cuando roja;
si azul Zafirina; Crisoprasa ó Plasma cuando verde; y por
último, si los colores aparecen distribuidos en fajas concén-
tricas, recibe el nombre de Onix.
Yacimiento. — El pedernal, que geológicamente ha-
blando es la variedad mas importante, se halla en forma de
nodulos ó riñones en los terrenos jurásico, cretáceo y otros:
la variedad que por su estructura porosa y celular, y por los
usos á que se la destina se llama Sílex, piedra molar ó de
molino, es propia de los terrenos terciarios medios, etc.
Aplicaciones. — El pedernal se destina con gran
ventaja al empedrado y á la construcción; se emplea en la
alfarería, y en otro tiempo para labrar armas toscas y piedras
de chispa; el sílex molar para la construcción y piedras de
molino; por fin, las calcedonias, ágatas, etc., son objetos de
adorno.
c. — ópalo
El ópalo es un hidrato de sílice, ó sea en términos vulga-
res, un ágata ó pedernal combinado con cierta porción de
agua, que le comunica ese lustre resinoso y craso tan carac-
terístico; su estructura es compacta, terrosa y orgánica, cuan-
do forma parte esencial de los fósiles; llamándose muy parti-
cularmente gilópago ú ópalo leñoso, cuando petrifica las
maderas, como se observa en los alrededores de París.
El color del ópalo en general es blanco lechoso, acompa-
ñado de cierto lustre craso, despidiendo á veces ciertos re-
flejos rojos metálicos, y una especie de irisación en la varíe
dad llamada de fuego y noble. A veces es completamente
lapídeo, opaco y de color mas ó menos azulado y recibe el
nombre de Medilita ó piedra de Menil, en los alrededores
de París; donde se observa también el llamado néctico, que
se distingue por sobrenadar en el agua : cuando su aspecto
es francamente resinoso, se llama Resinita ó semi-ópalo; co-
locada cierta variedad dentro del agua se hace trasparente,
y por esta razón se le da el nombre de ópalo diáfano.
Esta sub-especie es menos pesada que el cuarzo común,
y su dureza y tenacidad son igualmente menores, de donde
resulta que no da tantas chispas con el eslabón.
Puesto al fuego el ópalo, pierde el agua y se ‘blanquea.
YACIMIENTO. — Este mineral se encuentra por lo co-
mún como mero accidente en los terrenos medios, en forma
de nódulos é impregnando las rocas siempre de origen pos-
terior á estas; en realidad tiene muy poca importancia en
Geología.
Los usos son de todos conocidos.
d. — JASPE
En general el vulgo llama Jaspe á todo mármol de colo
res; y como esto científicamente considerado es un error,
debe combatirse. El jaspe es un mineral compuesto esencial-
GfcOt.OtílA
246
mente de cuarzo, asociado á sustancias terreas, y en especial
á óxidos ó hidróxidos de hierro, con una cantidad variable
de carbón que le comunica la opacidad y los colores oscuros
y hasta completamente negros, que lo distinguen.
Es una piedra mucho mas dura que lo que entiende e
vulgo por tal; pues no se deja rayar por la navaja, siendo
también inatacable por los ácidos; mientras los marmoles se
descomponen con una efervescencia mas ó menos viva, y os
raya á veces hasta la uña.
Según los colores y la distribución que estos afectan, reci-
ben los nombres de jaspes rojos ó sanguíneos, listados o en
fajas, jaspe de Egipto y piedra de toque ó jaspe de Lidia,
que es una piedra negra, de estructura compacta y muy
dura, que sirve para el ensayo del oro y la plata, etc
Tampoco tiene mucha importancia el jaspe para que nos
detengamos en hablar aquí de su yacimiento. Lo mismo
puede decirse respecto de sus aplicaciones, que se reducen
á tallarlo en placas para mesas, pedestales y otros objetos de
adorno.
MICA
La mica es un mineral brillante de color amarillo, blanco
de plata, y á veces negro y también dorado, que se presenta
muy á menudo en forma de pajuelas muy relucientes en el
granito, en los asperones y entre las arenas ce muchos ter-
renos de sedimento, y hasta en la tierra vegetal. El \u go,
juzgándola tan solo por el color y brillo, muchas veces me-
tálico, la suele confundir con el oro y la plata. Es un mineral
muy fácil de reconocer y distinguir: se presentador lo común
en láminas ú hojas de dimensiones muy varias, que se sepa-
ran en otras muy finas por la sola acción de i a uña, con la
cual se deja rayar con mucha facilidad; es flexible y elástica,
que es lo que la distingue del talco. Se presenta en general
cristalizada, si bien los cristales perfectos son raros : la forma
dominante es un prisma muy rebajado, dependiente del
romboidal recto, como lo demuestra la figura 29.
Las bases son brillantes y lisas, mientras las caras del pris-
ma aparecen estriadas trasversalmente.
La composición de la mica es muy variable; esto ha dado
márgen á una porción de sub-especies y también á gran nu-
mero de dudas acerca del verdadero modo de considerarla.
En último resultado, es un silicato doble de alúmina y flúor,
con otras bases como la potasa, la magnesia y la fitina, teñido
todo por óxidos de hierro. .
Yacimiento. — La mica es, en apariencia, el mineral
mas común en la composición del globo, pues se encuentra
Fjg. 29. — Forma dominante de la mica
en todos los terrenos desde los granitos, gneis y pizarras
micáceas, hasta los de sedimento mas modernos y en la tierra
vegetal. En estos últimos se encuentra como resultado de la
descomposición de las rocas antiguas que lo contenían pri-
mitivamente, conservándose con sus caracteres propios en
razón á su mayor resistencia á la acción de '.os agentes exte-
riores. En general se observa, que su proporción en las rocas
es inversa á la del feldespato, en lo cual se ve la sábia previ-
sión del Supremo Hacedor, pues conteniendo ambas sustan-
cias los mismos ó muy análogos elementos de la tierra vegetal,
donde abunda el feldespato escasea la mica y vice versa; para
que de esta manera la composición se mantenga uniforme,
al menos por lo que respecta á aquellos principios, que,
como la sílice, la potasa, la magnesia, la cal, etc., son esen-
ciales á la vegetación.
APLICACIONES. — La mica cuando se encuentra en
hojas de algún tamaño, sirve para sustituir al cristal ó vidrio
en las ventanas de los edificios y en los buques, para lo cual
goza de trasparencia y elasticidad suficientes para resistir á
los golpes de mar y á la vibración producida por los dispa-
ros de artillería : cuando se halla en hojitas de pequeño ta-
maño suele destinarse para las salvaderas.
Pero la gran aplicación de esta sustancia es como mejora-
miento de las tierras vegetales, á las que suministra, por
descomposición lenta, una porción de materias indispensa-
bles para la vegetación, tales como la sílice, la cal, la potasa
y otras varias.
TALCO
El talco es un mineral bastante común en las rocas llama-
das magnéticas, en la clasificación adoptada en esta obra, y
en una especie particular de granito en el que reemplaza á la
mica.
Fig. 3°* — Formas del peridoto
Químicamente hablando, este mineral comprende todas
las sustancias compuestas de silicato de magnesia y óxidos
de hierro, con mayor ó menor proporción de agua. El talco,
la estatita, la piedra ollar y la serpentina, con todas sus va-
riedades, deben en rigor comprenderse bajo esta denomina-
ción.
El talco, tipo de la especie, es un mineral de tacto untuo-
so y suave; flexible sin ser elástico; tan blando que se deja
rayar por la uña; compuesto de hojas ó escamas que se se-
paran con la mayor facilidad; el color de la raya es blanco
nacarado; el propio de la sustancia es verde claro y á veces
blanco de plata; al soplete el talco funde con dificultad en
los bordes.
La serpentina es mas bien una roca que una especie mi-
neral, y en tal concepto la describiremos cuando le llegue su
vez.
El talco forma parte integrante de varias rocas cristalinas
y metamórficas, principalmente de la protogina y el cipoli-
no; también entra en la composición de muchas de las lla-
madas básicas y en varios pórfidos, sobre todo en los verdes
ú ofíticos.
Aplicaciones. — El talco se destina á diferentes usos:
la variedad llamada piedra ollar, muy común en Suiza y el
Tirol, sirve para la fabricación de tazas, pucheros y otros
utensilios: la conocida con el nombre de pagodita, para ha-
cer bustos y estatuas de lujo que sirven de ornato en las
pagodas de la China, de cuyo país procede; la tierra verde
de Verona, variedad de esta especie, se emplea en la pintu-
ra, etc.
GEOGNOSIA
*47
Los carbonatas de cal, y de cal y magnesia, ó sea las pie-
dras calizas y la llamada Dolomía, como que forman masas
considerables, se hallan incluidas en las rocas; de consiguien-
te es excusado hacer aquí el exámen detallado de sus carac-
téres.
PERIDOTO
El peridoto es un silicato de magnesia, al que muy á me-
nudo se asocia el protóxido de hierro y de manganeso, y á
veces la cal y la alumina; es de color de aceituna, por cuya
razón se le conoce también bajo el nombre de olivino ; su
fractura es algo concoidea y brillante; raya al vidrio y al
feldespato, y se deja rayar por el cuarzo; su brillo es vitreo,
traslúcido y á veces trasparente. Su peso específico está re-
presentado por 3,3; es infusible al soplete; pero lo atacan
con mas ó menos energía los ácidos.
Este mineral se presenta cristalizado en formas dependien-
tes del prisma romboidal oblicuo, siendo las mas comunes
las representadas en la figura 30, procedente de cristales del
Vesubio y del Puy en Francia.
Otras veces se encuentra en masas granulares sueltas, ó
formando nodulos en el interior de las rocas volcánicas, y
muy especialmente en los basaltos. En este caso los granos
suelen ser redondeados, y á menudo angulosos, de un color
verde amarillento muy claro, y también hialinos, recibiendo
el nombre de crisolita de los volcanes, con el que fué cono-
cido en la joyería, mucho tiempo antes que en el terreno de
la ciencia.
La importancia del peridoto en Geología consiste princi-
palmente en ser la sustancia característica de los basaltos; en
las otras rocas volcánicas, como traquitas y lavas, es muy
raro y accidental.
APLICACIONES. — Las aplicaciones del peridoto se re-
ducen á las de la joyería, como piedra fina muy agradable á
la vista. El entrar en su composición la sílice, la magnesia,
el hierro y la cal le da gran importancia en agricultura, como
la demuestra la fertilidad de las tierras basálticas, á la cual
concurre muy principalmente la descomposición de esta
especie mineral.
Los tres minerales que siguen, á saber, la diálaga, el piro-
xeno y el anfíbol, ofrecen tantos puntos de contacto por su
composición, por las formas que afectan, por su dureza,
densidad ó peso específico, y también hasta cierto punto,
por sus relaciones geológicas, que el famoso mineralogista
Rose propuso su reunión en un grupo de especies bajo el
nombre de Uralita, por ser todas ellas muy comunes en las
dioritas de los montes Urales en Rusia.
DIALAGA
La diálaga es un silicato de magnesia, cal y hierro, cons-
tituyendo dos variedades, la primera llamada broncita, en la
que predomina la magnesia y el hierro, y la segunda, schi-
llerspath, en la que, por el contrario, la base principal es la
caliza, circunstancia que determina su mayor fusibilidad.
Broncita. La broncita, llamada así por su brillo metáli-
co parecido al del bronce, es de color pardo y amarillo verdo-
so, raya al espato flúor y se deja rayar por el cuarzo; su peso
es de 3»I251 infusible al soplete por la cantidad de mag-
nesia que contiene, pero tama, sin embargo, un color mas
claro.
Schillcrspath . El schillerspath es de color verde aceitu-
na, \erde gris y también oscuro tirando á negruzco; su du-
reza y densidad son casi iguales á las de la broncita, de la
que se distingue, no obstante, en que funde al soplete por
el predominio de la cal.
APLICACIONES. — La diálaga, representada por las
dos variedades indicadas, solo ofrece interés científico como
base principal de una porción de rocas de las llamadas bá-
sicas, y muy principalmente de las eufótidas, de la diorita
orbicular ó verde de Córcega, y de la eglogita asociada al
granate. También es muy común en la serpentina y en la lla-
mada piedra ollar.
PIROXENO
El piroxeno, palabra griega derivada de dos raíces, pyr,
que significa fuego, y xcnos, huésped, representa un grupo
de minerales muy comunes en los volcanes y en ciertas ro-
cas ígneas, según expresa su etimología. Todos ellos se ha-
llan compuestos de un silicato de cal, variando las propor-
ciones de esta sustancia y de la magnesia, el hierro y el
manganeso que se reemplazan ó sustituyen perfectamente,
en proporciones atómicas determinadas. En vista de su va-
riada composición, los autores, antes de conocer las leyes
del isomorfismo, formaron tantas especies cuantas eran las
modificaciones de sus elementos componentes. Haüy, sin
embargo, viendo que todos los minerales que se referian á
este grupo cristalizan en el mismo sistema, los reunió bajo
una sola especie conocida con el nombre de piroxeno. Por
último, Brongniart adoptó estas ideas de su antecesor, aun-
que en atención al predominio que en unos toma la cal y la
magnesia, y en otros la cal, el hierro y la magnesia, forma
dos grupos, colocando en el primero los piroxenos llamados
diópsidos ó silicatos de cal y de magnesia, y en el segundo
á los conocidos con los nombres de Hedenbergita y augita.
A estos hay que añadir un tercer grupo, el de la Jeffersoni-
ta, formado por aquellos en que el manganeso reemplaza á
parte del hierro. Hay, pues, que dar á conocer piroxenos
calizo-magnésicos, piroxenos ferrugíneos y piroxenos manga-
nesíferos. Los primeros y los últimos pertenecen á los terre-
nos antiguos, y se encuentran en las formaciones plutónicas
y en las rocas metamórficas; mientras los piroxenos ferrugí-
neos son peculiares de los productos volcánicos mas moder-
nos y de ciertos pórfidos medios.
Los caractéres comunes á todos son, en primer lugar, la
forma dependiente de un prisma romboidal oblicuo, siendo
las mas comunes las de las figs. 31 y 32.
El peso específico ó la densidad es también igual en todos
con poca diferencia, representada por 3 y una fracción; rayan
á la fosforita y se dejan rayar por el vidrio; al soplete funden
con mas ó menos dificultad.
Diópsido . — En cuanto á los caractéres distintivos, vemos
que el piroxeno diópsido es un mineral gris, verde claro,
oscuro y hasta negro; á veces hialino, traslúcido y hasta tras-
parente; su fractura es laminar en el sentido de las caras,
concoidea ó irregular al través; casi siempre se presenta
cristalizado. Esta especie ofrece una porción de sub especies
ó variedades, entre las cuales las mas notables son la mala-
colita en masas laminares ; la cocolita, que se presenta gra-
nuliforme, la allalita, pargasita, y otras.
Hedenbergita. — La Hedenbergita, que comprende el as-
besto, la hiperstena, y la augita ó piroxeno de los volcanes
por excelencia, ofrece en el primero un color blanquecino
algo nacarado, y la estructura fibrosa que lo distingue per-
fectamente; en cuanto á las otras variedades, el color verde
es oscuro, y en la augita completamente negro y opaco, aun
en láminas delgadas. Este último es el mas duro de todos
los piroxenos, llegando á atacar un poco al vidrio.
Jeffcrsonita. — Por último, la Jeftersonita es de color de
aceituna cuando cristaliza, y en masas hojosas es pardo os-
curo y de brillo metálico.
GEOLOGIA
248
.a tremolita es un m
compuesto de
Fig. 32. — Forma del piroxc
APLICACIONES. — La importancia de las diversas va-
riedades de piroxeno estriba en la frecuencia con que se
observan en la composición de determinadas rocas, como
queda ya indicado. Su descomposición suministra una por-
ción de elementos á la tierra vegetal, que le comunican cua-
lidades excelentes para el cultivo de la vid, de los cereales y
de otras plantas.
ANFÍBOL
La palabra anfíbol se deriva del griego amphibolos , que
significa dudoso, y se aplica á un grupo de especies de sili-
Figs. 31. — Formas del p
catos de cal y otras bases, con las que antiguamente se
confundían una porción de sustancias que solo se asemejan
por los caractéres exteriores. Hoy dia se ha circunscrito este
nombre á tres especies, á saber: al anfíbol blanco ó gris
verdoso, llamado tremolita ó gramatita; al negro, dicho
hornblenda, y al verde ó actinota que, por su composición y
caractéres exteriores, puede considerarse como el lazo que
une á las dos anteriores. Todas tres cristalizan en formas
dependientes del prisma romboidal oblicuo, diferenciándose
tan solo de las del piroxeno, por el valor de sus ángulos,
como se ve en la figura 33.
ológicamen e hablando, no todas tienen igual importan-
cia; pudiendo asegurar que el negro, ó sea la hornblenda,
es la única que merece especial mención, por cuanto entra
en la composición de gran número de rocas básicas, como
veremos en su lugar.
Tremolita . -
sílice, cal, magnesia y algo de protóxido de hierro y de man-
ganeso; es un anfíbol calizo, de color blanco ó gris verdoso;
de estructura fibrosa y también radiada á veces ; de brillo
sedoso; raya á la cal carbonatada; pesa 2,931; funde al so-
plete en esmalte ó vidrio blanco.
Se presenta accidentalmente en masas fibrosas, en cristales
diseminados en ciertas calizas sacaroideas y en rocas pizar-
rosas de los terrenos paleozoicos.
Hornblenda. — El hornblenda es un mineral negro y opaco;
de estructura laminar y con frecuencia fibrosa; brillante en
las dos caras de crucero; su peso es 3,167; funde en esmalte
negro con facilidad, y se deja atacar muy difícilmente por
los ácidos. A veces se presenta acicular; otras en granos de
un color verde oscuro, y mas comunmente en prismas de
seis caras del sistema romboidal oblicuo con las bases apun-
tadas.
No es raro encontrarlo de estructura granosa imitando
á la caliza sacaroidea, y á veces compacto, de color com-
pletamente negro, constituyendo lo que los alemanes lla-
man hornstein ó piedra córnea. En su composición entra la
sílice, la cal, la magnesia y el hierro, que es el elemento do-
minante.
Esta especie entra en muchas rocas como elemento esen-
cial, llegando á constituir por sí sola la anfibolita; en la
sienita puede decirse que forma */, por lo menos de la masa;
asociado al feldespato albita constituye las dioritas, rocas
básicas de gran importancia, como se verá mas adelante; en
los terrenos volcánicos, y muy especialmente en los traquí-
ticos, se encuentra también esta especie; en ciertas comar-
Figs. 33. — Formas del anfíbol
cas la hornblenda se encuentra formando rocas metamórfi-
cas, como sucede en la isla de Elba, cerca de Rio, y no léjos
de las famosas minas de hierro. De manera que este mineral
se encuentra en toda la serie de rocas plutónicas y meta-
mórficas, si bien predomina generalmente en los terrenos an
tiguos.
Actinota. — La actinota es un anfíbol de color verde claro,
que se presenta en masas bacilares y también fibrosas, raras
veces bien determinadas; casi tan pesado como la hornblenda;
funde en un vidrio algo teñido de verde, y en su composición
la magnesia y la cal casi se equilibran en sus respectivas pro-
porciones .
Tampoco tiene la actinota gran importancia geológica-
mente considerada; sin embargo, se la encuentra en masas
fibrosas y aciculares, asociada á las serpentinas y dioritas, y
entra como elemento mineral en ciertos pórfidos verdes y en
las dioritas y ofitos.
APLICACIONES — La descomposición de estas especies
suministra á la tierra vegetal elementos preciosos, tales como
la cal, el hierro y la magnesia.
En cuanto á las arcillas, como que se describen mas ade-
lante consideradas como verdaderas rocas, prescindimos de
tratar de ellas en este lugar.
GEOGÑOSIA
ARTÍCULO II
CARACTÉRES DE LAS ROCAS
Dadas á conocer las especies minerales, que con mas fre-
cuencia se observan en las rocas, estamos ya en el caso de
exponer los principales caractéres de que el geólogo echa
mano para distinguirlas, clasificarlas y describirlas, lo cual pu-
diera decirse que constituye la base del verdadero lenguaje
geognóstico.
Aunque algunos geólogos han llevado este estudio á un gra-
do tal de minuciosidad que pudiéramos calificar de meticu-
loso, admitiendo hasta quince grupos de caractéres, á saber:
i.° Composición; 2.0 Cohesión; 3.0 Estructura; 4.0 Contrale-
cho; 5.0 Porosidad; 6.° Color; 7.0 Traslucidez; 8.° Fosfores-
cencia; 9.0 Olor; 10. Magnetismo; 11. Peso específico;
12. Fragmentación: 13. Sonido; 14. Humedad; y 15. Alte-
ración; sin embargo, nosotros nos limitaremos á los mas
importantes, añadiendo breves consideraciones respecto de los
demás.
COMPOSICION
El carácter fundamental que debe llamar mas la atención
del geólogo, y por donde ha de empezar la descripción de
todas las rocas, es el que se refiere á sus elementos compo-
nentes.
Elementos esenciales. — Son esenciales á la composición de
una roca, aquellos sin cuya presencia no merece el nombre que
lleva; así, por ejemplo, el granito no podría llamarse tal, si no
constase de cuarzo, feldespato y mica. Estos tres minerales de-
ben, pues, considerarse como esenciales á la composición de
dicha roca.
En el gneis lo son el feldespato y la mica; en los mármo-
les el carbonato de cal, y así de todas las demás.
Elementos accidentales — Los que sin ser necesarios á la
composición de la roca, suelen presentarse con alguna fre-
cuencia, relacionándose algún tanto con su naturaleza. Así,
por ejemplo, los cristales de feldespato en un granito no son
esenciales á su composición, pero algo se relacionan con esta,
y se presentan con bastante frecuencia.
El cuarzo en el gneis, la mica en la pegmatita, los grana-
tes en las pizarras talcosas, cloriticas, etc., se encuentran en
igual caso, perteneciendo todos estos casos á la categoría de
accidentales.
Accesorios se llaman cuando se presentan con menos fre-
cuencia aun en las rocas, con cuya composición casi nunca
se hallan relacionados. En esta categoría se hallan la analci-
ma, que rellena las oquedades de basalto de las islas Cíclo-
pes, la gismodina di Capo de Bove en Roma, los aragonitos
y tantas otras sustancias que se observan en el interior de
las rocas, por efecto de operaciones posteriores á su consoli-
dación, así como los metales y piedras finas diseminadas en
su masa.
Simples y compuestas. — Según el número de elementos
esenciales á la composición de una roca, así se llaman estas
D simples cuando constan de uno solo, como las calizas, los ye-
sos, etc.; y compuestas cuando constan de dos ó mas, como
el granito, el gneis, la sienita, etc. J
A las primeras se las llama también homogéneas, y hete-
rogéneas á las segundas.
Fanerógenas, adelogenas y mixtas. — Las rocas compuestas
pueden presentar aparentes los distintos minerales que las
componen, en cuyo caso se llaman fanerógenas, de j añeros ,
cosa aparente, y genos, engendrar; por ejemplo, el granito ó
la protogina. Cuando no aparecen á la simple vista, ni aun
Tomo IX
249
con el auxilio de la lente, se llaman adelógenas, déla palabra
adelas , que significa oculto; también pudieran llamarse crip-
tógenas, como el petrosilex, el basalto de grano muy fino y
muchas otras.
Por último, cuando del fondo de una roca adelógena se
destacan bien visibles otros elementos esenciales á la compo-
sición de la roca, esta se llama mixta, en razón á que si en
su totalidad es fanerógena, en la pasta es adelógena. como
sucede en los pórfidos.
El conocimiento de los elementos constitutivos de las ro-
cas, base fundamental de la Geognosia, es fácil á poca expe-
riencia que se tenga, cuando se trata de rocas simples, y aun
de las compuestas fanerógenas. Pero la dificultad empieza
cuando hay que clasificar una roca adelógena, es decir, com-
puesta, pero de elementos ocultos. En estos casos el geólogo
puede valerse de diferentes medios para llegar al completo
conocimiento de lo que desea.
Cristales diseminados. — El primero consiste en la presen-
cia de cristales diseminados en la masa de la roca que se
examina, pues no siendo de las sustancias que han penetrado
con posterioridad á su consolidación, puede tenerse casi se-
guridad de que por lo menos aquella sustancia que vemos
cristalizada á la superficie, forma parte también de la masa
total de la roca. Tal eslo quesucede en los pórfidos feldespáti-
cos, cuarcíferos, anfibólicos, etc., en los basaltos y en muchas
otras rocas.
Tránsito. — Otro de los poderosos recursos á que puede
apelarse en estos casos, es el tránsito de una roca adelógena
á otra fanerógena ó vice-versa, porque no habiendo discon-
tinuidad entre ellas, el presentarse los elementos constituti-
vos visibles, y hasta á veces cristalizados en una, y ocultos en
otra, solo significa que las condiciones bajo cuya influencia
se han formado son distintas, subsistiendo idéntica la com-
posición; lo cual hace que en la fanerógena se ponga en cla-
ro, á simple vista, lo que está muy oscuro en la otra.
La descomposición, determinada por los varios agentes
que examinamos mas atrás, pone con frecuencia de mani-
fiesto, lo que antes estaba oculto en la estructura y naturale-
za de las rocas. Conviene, pues, fijarse mucho en aquellos
puntos en que esta operación se verifica en mayor ó menor
escala.
Estos dos últimos medios indican claramente que el estu-
dio geológico no puede hacerse solo en el gabinete, sino que
importa sobre manera completar las nociones que se adquie-
ren oyendo al profesor, ó leyendo libros referentes á la ma-
teria, con excursiones á aquellas comarcas donde ocurren
casos semejantes. Debiendo advertir para terminar, y con el
fin de que sirva de estímulo al estudio práctico, que lo que
aparenta ser difícil en el gabinete ó en la cátedra, se pre-
senta muy claro, fácil é inteligible en el gran libro de la na-
turaleza. I J
Empleo del eslabón. — A veces basta el uso del eslabón para
revelarnos la presencia de sustancias que no aparecen á la
simple vista en las rocas, como sucede, por ejemplo, con la
sílice en muchas rocas de apariencia caliza.
Frote y percusión. — También por medio del frote ó la per-
cusión con el mismo martillo que debe llevarse siempre en
las exploraciones geológicas, puede ponerse de manifiesto
ciertas sustancias bituminosas por ejemplo, ó el hidrógeno
sulfurado que da cierta fetidez á las rocas, sustancias cuya
existencia no es fácil sospechar á la simple vista.
Ensayo mecánico. — Aunque no es muy común que las ro-
cas mas refractarias resistan á todos estos medios, poderosa-
mente secundados por una mediana práctica, sin embargo,
puede ocurrir que á pesar de todo no lleguemos á conecer
la roca de que se trata. En este caso los autores aconsejan
32
gkologia
250
aDelar á lo que se llama ensayo mecánico, reducido á tritu • lamina de vidrio, á la que se adhiere, calentando un poco
rar en un morterito de ágata un pequeño fragmento de la ¿el bálsamo del Canadá, el cual, al enfriarse, de tal manera
roca á la que se aplica después la aguja magnética, con lo uae al ejemplar con el vidrio ó cristal, que antes se rompe
’ 4 • • -- — qne se desprende. Hecho esto, se somete á una fricción sos-
teiida contra unas piedras amoladeras, de diferente grano,
que se traen ya de Alemania preparadas con esmeril; tenien-
do cuidado de sumergirlas en agua para favorecer la opera-
don, poniéndolas dentro de una caja de hoja de lata ó zinc,
continuando la operación desde la amoladera de grano mas
grueso, hasta la mas fina; quedando á la discreción del ope-
rador el darle el espesor conveniente, según lo que se pro-
ponga. Terminado esto se lava el ejemplar con espíritu de
cual5 puede ya averiguarse si entra en su composición algo qce se desprende. Hecho esto,
de hierro, de níquel ó cobalto. Después se colocan los frag-
mentitos sobre un pedazo de vidrio ó cristal, que se tiene
con una mano, golpeándolo con la otra con el fin de obte-
ner una separación por tamaños, lo cual puede también con-
seguirse por medio de unas gotas de agua. Hecho esto, se
separan con una pluma ó brocha fina los de un mismo ta-
maño, los cuales se llevan al campo del microscopio, que
para el objeto bastará que dé un aumento de treinta a cua- ponga, terminado esto se lava el ejemplar con espíritu de
renta diámetros. El ojo experimentado del mineralogista po- vino para que no quede ninguna impureza, cubriendo defi-
drá distinguir perfectamente por el color, brillo, formas cris- nrivamente el objeto con una delgadísima lámina de cristal
talinas trasparencia, opacidad, etc., las diferentes sustancias por medio del mismo bálsamo: con lo cual queda aquel con
de que se compone aquella roca que se presentaba velada
y misteriosa. ti
Examen micrográfico.—Er\ estos últimos tiempos se ha
puesto el microscopio al servicio de la Mineralogía, Geolo-
gía, Botánica y demás ciencias naturales, con el fin de auxi-
liar el conocimiento de la estructura íntima de los séres orgá-
nicos é inorgánicos, dando á conocer por sus caractéres
hasta las sustancias que en menor cantidad se presentan en
pequeñísimas porciones en lo mas recóndito de su masa, re-
presentando en cierto modo, como si dijéramos, el vestíbulo
ó ingreso al análisis químico; supuesto que á los datos que
suministra la Micrografía, puede decirse que solo le falta dar
un paso por medio del soplete ó el reactivo para determinar
con exactitud matemática la composición ó naturaleza de
aquellas sustancias, cuyos caractéres mas decisivos han sido
ya determinados por la inspección microscópica.
A tal punto es esto cierto, que aunque se nos tache de
exagerados, nos atrevemos á decir que sin el microscopio y
los "reactivos químicos es imposible conocer á fondo las ro-
cas, y penetrar con paso firme por medio de la experimen-
tación en el campo siempre espinoso de las hipótesis, que
acerca del proceso de su formación se han inventado.
En el artículo Metamorfismo se dará una demostración de
la verdad de lo que acaba de indicarse, al explicar por me-
dio del microscopio las modificaciones que ha ido sucesiva-
mente experimentando el mineral llamado peridoto, hasta ! c.ementos constitutivos de una roca, se llama cohesión , según
convertirse en serpentina; pero limitándonos por ahora á T" ~"01 «« a c v tu.hnc
demostrar la importancia de la aplicación del microscopio
para el reconocimiento de los elementos componentes de las
rocas, bastará decir que algunos mineralogistas, tales como ! se refiere al modo de verificarse la unión de los distintos
Ziurkal y Lassaulx, han tomado por base este dato para la elementos constitutivos de las rocas, estas reciben el nombre
clasificación que daremos á conocer mas adelante, y que de agregadas y conglomeradas , concretándose, como es fácil
hoy existen sobre todo en Alemania varios centros indus- comprender, á las sólidas ó sea á aquellas cuyas moléculas
i>das las condiciones apetecidas para la observación; la cual
riele completarse cuando el caso lo requiere, con el dibujo
que se obtiene por la visión directa, ó por medio de la cáma-
ra ciara.
El estudio que hasta ahora se ha hecho de las rocas,
valiéndonos de los medios de que disponíamos, puede de-
| drse que no era mas que en grande; limitándonos al conoci-
miento de los principales elementos constitutivos y de la
estructura aparente; pero hoy, merced al eficacísimo auxilio
del microscopio, podemos llegar hasta la estructura y compo-
sición íntima, desentrañando lo mas recóndito de su natu-
n’eza, lo cual contribuye eficazmente á modificar la opinión
que acerca del origen y metamorfosis de muchos materiales
terrestres nos habíamos formado; sin embargo, para llegar al
c-bal conocimiento de la composición íntima de los elemen-
tes mineralógicos constitutivos de las rocas, es de todo punto
indispensable valerse del análisis químico; bien sea, y esto es
lo mejor, fiado en conocimientos propios ó acudiendo al espe-
cialista en esta materia. La índole de la obra no permite exten-
dernos mas sobre este asunto, que encontrarán los lectores
-mpliamente tratado en las obras de Química analítica.
COHESION
I>a mayor ó menor fuerza con que se hallan reunidos los
por ahora á '.2 cual, se dividen aquellas en sólidas ó adherentes y sueltas
ó incoherentes , con arreglo á la escala en que se pone de
manifiesto la fuerza de agregación molecular. Cuando esto
triales. dedicados exclusivamente á preparaciones micrográ
ficas de minerales, rocas, fósiles, plantas y organismos ani
males, desde los mas sencillos hasta el hombre mismo: siendo
asombrosos los progresos en este ramo, -en muy pocos años
realizados, publicándose periódicamente en Inglaterra y Ale-
ño pueden separarse sin un esfuerzo mas ó menos conside-
rable.
Agregadas y conglomeradas.— Llámanse agregadas aquellas
cuyos elementos constitutivos se mantienen unidos por su
propia cohesión; mientras que si se interpone un jugo lapi-
mama
varias revistas y obras de importancia reconocida en ceo cualquiera, haciendo el oficio de cemento ó materia
esta especialidad.
unitiva, se llaman conglomeradas. En las primeras todos los
En el gabinete de Historia Natural se ha establecido re- elementos esenciales son contemporáneos; esto es, se han
cientemente un laboratorio químico micrográfico, merced ai formado al mismo tiempo, y bajo la influencia de condiciones
celo que por los progresos de la ciencia distingue á la Junta iguales, como se ve, por ejemplo, en el granito, en la Peg-
de Profesores, habiéndose adquirido estos últimos dias en ei aatita, en el gneis y en muchas otras. Por el contrario,
extranjero dos preciosos microscopios con todos los aparatos en las segundas, ó sea en las conglomeradas, el cemento
accesorios, y se hacen preparaciones de minerales y rocas, lúe aglutina y los fragmentos cementados son de época
sirviéndonos al efecto del sistema adoptado por el distinguí- distinta, y hasta pueden pertenecer los últimos á rocas y
do mólogo-micrógrafo Sr. Macpherson, reducido á lo si- terrenos de edades muy diversas. Según que los fragmentos
'miente: desprendida una pequeña porción del ejemplar que aglutinados son angulosos ó redondeados, así se llama
quiere someterse á la observación, se procura que una de brecha y pudinga, almendrilla ó almendrón, la estructura de
sus caras sea bastante igual para que pueda adaptarse á una roca.
GEOGNOSIA
Dureza , tenacidad, etc. — Tanto las rocas agregadas como
las conglomeradas pueden ofrecer mayor <5 menor cohesión,
resistiendo en diferente escala al esfuerzo que se hace para
separar sus moléculas. Esto da origen á los diversos grados
de dureza, fragilidad, tenacidad, etc.
Generalmente hablando, el martillo es el instrumento de
que con mas frecuencia se vale el geólogo para experimentar
estas propiedades de las rocas; para lo cual puede servir
también la punta de la navaja ó el eslabón. En este concepto
las rocas pueden ser muy duras, como las de esmeril, la
cuarcita, etc.; duras como las feldespáticas; agrias ó frágiles,
como la obsidiana y el pedernal ; tenaces como las serpenti-
nas; deleznables como la creta, etc.
Rocas sueltas— Cuando los elementos constitutivos de las
rocas no ofrecen trabazón alguna, se llaman sueltas ó inco-
herentes, como sucede con las arenas, y en general con to-
dos los materiales tórreos y con las arcillas, sobretodo, cuan-
do están completamente secas.
ESTRUCTURA
Llámase estructura en las rocas, á la disposición particu-
lar que afectan sus elementos constitutivos al agruparse para
formar una masa mas ó menos considerable.
Para facilitar la inteligencia de este carácter que es muy
importante, lo consideraremos primero en las rocas agrega-
das, y después en las conglomeradas.
Rocas agregadas , estructura simple. — En las rocas agrega-
das puede ser la estructura simple ó uniforme, y compuesta
ó compleja. Distínguese la simple con los siguientes nombres:
granosa ó granítica , como por excelencia se observa en el
granito; granulosa, cuando el grano es mas fino, ejemplo la
leptinita: arenoidca cuando los granos son algo redondeados,
pero sin cemento que los una, como es el caso de la Dolo-
mía; gráfica ó escrita, según se observa en la pegmatita, así
llamada por el singular modo de distribuirse en ella el cuar-
zo y el feldespato, cuya sección trasversal imita caracteres
arábigos; laminar y hojosa , cuando sus elementos aparecen
dispuestos en capas delgadas y paralelas, como se ve en el gneis
y en muchas otras; compacta, cuando los elementos reduci-
dos á la mas mínima expresión de tamaño, dejan pocos hue-
cos entre si, según se nota en los petrosilex, en muchos ba-
saltos, etc.; celular y cavernosa, cuando los poros son muy
visibles, llegando á constituir hasta verdaderas oquedades,
como sucede en muchas rocas volcánicas, y en especial en
la piedra pómez, cuya estructura es además fibrosa; vitrea ,
cuando por el aspecto y solidez imita al vidrio, según se ob-
serva en la obsidiana; arcillosa y terrea, cuando imita el as-
pecto de la arcilla ó de la tierra, siendo por lo común algo
celular y no muy consistente, como es el caso de muchas
traquitas de los basaltos descompuestos y de muchas otras.
Rocas agregadas; estructura compleja. — La estructura com-
pleja de las rocas agregadas se llama porfídica cuando del
fondo de una masa uniforme se destacan cristales de la misma
ó de distinta naturaleza (pórfidos): porjiroidea, cuando en una
roca granosa se encuentran cristales de feldespato ó de cual-
quiera otra especie mineral, como se ve en muchos granitos:
glandular, cuando los cristales, ;en vez de hallarse esparcidos
sin orden alguno en la roca, forman grupos que imitan á
ciertas glándulas ó nodulos, como se observa en la talcita
cuarcífera; globular y globulif orine, cuando los elementos for-
man masas redondeadas de un tamaño mayor ó menor: va-
riolada, cuando los glóbulos aparecen imperfectos, distin-
guiéndose tan solo por manchas que revelan un principio
de descomposición en la roca y su tendencia á la estructura
globular (variolita): amigdaloidea, cuando en el interior de la
25 1
masa se presentan elementos no esenciales á la roca, en for-
ma de núcleos, ora compactos, ora llenos de cristales ó tapi-
zados por estos (la lava con incrustaciones): fragmentosa,
cuando la masa de la roca ofrece en su interior pedazos irre-
gulares y de distinto tamaño; entrelazada y reticular , cuando
en una roca se encuentran combinadas confusamente varias
estructuras de las mencionadas, como se ve en el mármol de
Campan, en la ofiolita y en otras muchas.
Estructura de las rocas conglomeradas. — Puede ser com-
pacta cuando el cemento ocupa todos los espacios que dejan
entre sí los elementos de que consta, como sucede en mu-
chos mármoles: arcillosa ó arcilloidea, cuando ofrece un as-
pecto parecido al de las arcillas (creta); arenácea, cuando son
granos de arena los elementos aglutinados por un cemento
casi imperceptible, como se nota en los asperones ó arenis-
cas; oolí tica si los granos son pequeños y redondos, pareci-
dos á huevos de pescado (eos huevo, lithos piedra); pisolítica ,
de pisum, guisante, cuando son mayores y formados de capas
concéntricas: si los elementos alcanzan mayor tamaño se
llama fragmentosa , distinguiéndose con los epítetos de brecha
si son angulosos y pudinga si redondeados.
HILO Ó CONTRALECHO
Llámase hilo ó contralecho la tendencia que ofrecen muchas
rocas, particularmente las pizarrosas, á hendirse ó fracturar-
se en un sentido determinado, ora en la misma, ó en direc- .
cion contraria á la que afectan sus estratos. A este carácter,
que conviene no confundir con la verdadera estratificación,
lo llaman otros estructura; su estudio nos suministra las va-
riedades siguientes: tabular, cuando se separa en lajas de
algún grueso ó espesor (fonolita): laminar y hojosa , cuando
son muy delgadas, como se nota en las pizarras micáceas:
pizarrosa ó pizarreña, cuando las láminas son de espesor
diferente (gneis y pizarras): prismática, cuando las rocas tie-
nen tendencia á tomar formas regulares, como sucede con
los basaltos, algunas traquitas, obsidiana y otras rocas no solo
ígneas, sino también de sedimento, como las arcillas, por
retracción.
Aunque siguiendo en esta materia á Mr. Cordier, indica-
mos al empezar este artículo quince caractéres que debían
servirnos de guia en el arduo é importantísimo estudio de
las rocas, puede decirse que los que acabamos de examinar
son los mas esenciales, tanto por la importancia secundaria
de los otros, cuanto porque muchos de ellos se hallan en ri-
gor embebidos en los que acabamos de exponer. Así, por
ejemplo, la porosidad está, si se quiere, comprendida en la
estructura y también hasta cierto punto la densidad, pues
en general cuanto mas compacta es una roca, tanto mayor
es su peso.
Color. — En cuanto al color, solo puede decirse que el
predominio de ciertos elementos determina una coloración
particular en las rocas. Así es que, en general, las tintas ne-
gras son propias de las sustancias combustibles y de las ro-
cas en que predominan el anfíbol hornblenda, el piroxeno
augita, la hiperstena, etc.: los colores verdes son muy comu-
nes en las que predomina la serpentina, el diópsido, la acti-
nota, algunas tremolitas, etc.: los blancos se observan muy
á menudo en las calizas, en las rocas feldespáticas descom-
puestas y en otras muchas : el peróxido de hierro se deja
apreciar por el color rojo: el verde supone la presencia del
cobre, y así de otros varios.
Traslucidez. — Respecto á la traslucidez, las rocas son
opacas, como sucede en la inmensa mayoría de ellas, y tras-
lúcidas como la obsidiana y el mármol de Carrara; de traspa-
rentes no conozco ninguna.
GEOLOGIA
252
Fosforescencia. — La fosforescencia es un carácter precioso,
por cuanto es inherente á la composición de determinadas
sustancias, si bien el número de estas es muy corto. La fos-
forita ó fosfato de cal y algunos granitos de Extremadura y
Galicia, son las únicas rocas que, puestas á la lumbre redu-
cidas á polvo, ó en otras condiciones, despiden ese color
azulado en la llama característica de esta propiedad.
Olor. — Por lo que toca al olor también es un carácter de
escasa importancia. Sin embargo, el bituminoso que despiden
los combustibles excepto la turba; el de tierra, que dan to-
das las sustancias arcillosas cuando se las aplica el aliento;
el fétido, que desarrolla una especie de combustible llamado
Dusodila , y el empireumático de la turba, son característi-
cos; el olor que despiden por la percusión algunas rocas,
pone en claro la existencia de ciertos principios bituminosos
ó hidrogenados, como se observa en las calizas fétidas y en
la mayor parte de los mármoles negros. Procedente del ter-
reno silúrico de May (Francia) traje, y figura en el Gabinete
de Historia Natural, una caliza negra que al golpearla des-
pide un olor parecido al de las trufas, efecto de la presencia
del hidrógeno fosforado, según ensayo practicado por mi
amigo D. José Solano, celoso y diligente Ayudante de Geo-
logía y Mineralogía del Museo.
Magnetismo. — La atracción que ciertas rocas ejercen sobre
la piedra imán, revela la presencia del hierro ó de deter-
minados minerales que lo contienen, como por ejemplo, los
Granates.
Densidad. — La densidad ó peso específico, muy impor-
tante considerado científicamente, en cuyo caso hay que
echar mano de la balanza ó del frasco de volúmen constan-
te, en el terreno práctico de la determinación de las rocas es
de escasa utilidad. No obstante, cuando una roca es muy
pesada, supone la presencia de algún metal ó de ciertas sus-
tancias térreas, tales como la barita ó la estronciana. El silex
néctico, la piedra pómez, el lapilli y las escorias de la lava,
con otras rocas en escaso número, se reconocen fácilmente
por su ligereza, que llega en algunas hasta el punto de sobre-
nadar en el agua.
Fragmentación. — La fragmentación, ó sea la tendencia de
ciertas rocas á tomar determinadas formas al dividirse natu-
ral ó artificialmente en su tránsito del estado pastoso al só-
lido, suele ser un carácter precioso. Así es, que los basaltos
se distinguen en general por sus formas prismáticas, aunque
también las ofrecen las traquitas, la obsidiana, algunas lavas
y las sustancias arcillosas al retraerse su materia por la ac-
ción del calor. Muchas rocas de feldespato compacto ó pe-
trosilíceas suelen cuartearse y presentar formas cúbicas ó
romboédricas, á la inmediación de sustancias ígneas. Una
cosa análoga se observa en el carbón mineral ó hulla.
Sonido. — El sonido que producen por el choque del mar-
tillo ó de cualquier otro instrumento, suele ser característico
en muchas rocas, como en la fonolita, por ejemplo, llamada
• también por los alemanes klingstein, por el sonido particu-
lar que da cuando se la golpea.
Humedad. — La humedad de las rocas depende en gran
parte de la estructura, y de su naturaleza propia. Las silíceas
en general, y muy particularmente las arenáceas, son secas
y áridas: las calizas y volcánicas lo son también por la faci-
lidad con que dejan pasar el agua: por el contrario, son hú-
medas las arcillosas y todas aquellas en que predomina la
alúmina, pues este elemento les comunica la impermeabili-
dad que las distingue y les da mucha importancia.
Alteración. — La alteración por descomposición ó por me-
tamorfismo, determinado por la acción del calor y de otros
agentes que actúan sobre las rocas, es un carácter muy im-
portante en el estudio de estas, y aun lo es mas el que des-
prende del exámen de los tránsitos de unas á otras. Pero
sobre esto no se pueden dar reglas fijas, y solo debe aconse-
jarse que este estudio se haga en el gran laboratorio de la
naturaleza, pues allí con algo de sagacidad y de conocimien-
tos químicos, se llegan á descifrar los mas complicados enig-
mas geognósticos. Todo lo cual significa que la Geología es
ciencia fácil y bella en las montañas y en el terreno mismo,
donde hay que ir para participar de sus verdaderas delicias
y de las ventajas que proporciona su estudio.
ARTICULO III
CLASIFICACION DE ROCAS
Conocidos los minerales que con mas frecuencia se ob-
servan en las rocas, y los caractéres de que nos hemos de
servir para darlas á conocer, estamos ya en el caso de abor-
dar la clasificación de rocas , que es el artificio de que nos va-
lemos para agrupar las análogas y distinguir las diferentes,
con el fin de llegar, en último resultado, al conocimiento de
la composición general del globo.
Dejando para obras de otra índole el discutir lo que deba
entenderse por clasificación natural ó método, y artificial ó
sistema, y reconociendo, que la de rocas ofrece todas las
condiciones de esta última, debemos manifestar que toda
clasificación exige el concurso de tres cosas, á saber: objetos
que se clasifican; artificio que se admite para ordenarlos, y
términos que expresen todas estas relaciones; ó en otros tér-
minos, especie ó unidad de medida, ordenación ó agrupa-
ción, y lenguaje.
Especie geológica. — La especie que ha de servir en Geolo-
gía de unidad de medida para llegar á conocer el reino
inorgánico, es la roca, de la que con oportunidad decía el
célebre Haüy, que era lo inconmensurable del reino mine-
ral. Con efecto, como la condición que determina esta uni-
dad es el presentarse en grandes masas, resulta que si se
prescinde de las rocas simples, en las cuales la composición
química tiene la misma importancia que en Mineralogía, en
las demás no existe una base fija para poderla caracterizar.
Un ejemplo esclarecerá este asunto: el granito es una roca
compuesta de cuarzo, feldespato y mica, nombre que se
aplica indistintamente, cualquiera que sea la proporción de
sus tres elementos. No obstante, obligados á determinarla
de cualquier modo que sea, diremos que por roca ó especie
geológica se entiende, todo mineral simple ó compuesto, ó
agrupación de minerales que aunque en proporciones varia-
bles, se presenta en grandes masas, formando, por decirlo
así, el esqueleto ó armazón del globo.
La composición mineral es, en consecuencia, la base de
la especie en Geología, determinando la variedad y sub es-
pecies, los accidentes exteriores, y á veces hasta la propor-
ción de los mismos elementos constitutivos.
En cuanto al artificio de que nos valemos para la ordena-
ción de las rocas, partiendo de la especie, dentro de la cual
caben sub-especies y variedades, consta de los mismos gru-
pos que los admitidos en otras clasificaciones; esto es, de
género, que es la reunión de las especies mas afines; familia,
conjunto de géneros que guardan entre sí ciertas relaciones,
órdenes, clases, etc., hasta llegar por el método sintético
hasta el reino geológico. Lo único en que difieren estas su-
cesivas agrupaciones, desde la especie al reino en Geología,
respecto á lo que se observa en Mineralogía por ejemplo, y
con mas motivo en Zoología y Botánica, es la vaguedad suma
que en todas se observa, como consecuencia natural de la
poca fijeza que tiene la unidad de medida.
Por último, la tercera base de toda clasificación, que se-
GEOGNOSIA
gun hemos dicho es la nomenclatura, corre parejas, en cuan-
to á lo vago, con las dos anteriores. En primer lugar, el sig-
nificado de los distintos grupos admitidos en la clasificación
geológica, ofrece escasa precisión y no poca dificultad al es-
tablecerlos; en cuanto á los nombres con que se designan las
especies geognósticas, siendo difícil la adopción de la no-
menclatura binaria de Linneo, puede decirse que no hay
regla fija; nombrándose las rocas unas veces por su estructu-
ra, como el granito; otras por su coloración, como la serpen-
tina; algunas por la localidad, como la sienita, y hasta por
nombres de autores como la Dolomía, Saussurita, etc
En vista de este caso, han querido algunos autores que se
llamara á las rocas por su composición, diciendo roca de
cuarzo, feldespato y mica, en vez de granito ó de feldespato,
y cuarzo en vez de pegmatita; pero la modificación, propuesta
entre otros por Mr. Prevost, ofrece no pocas dificultades,
razón por la cual se abandonó la idea.
253
Afortunadamente encontramos una compensación á esta
falta de exactitud, en el reducido número de especies geog-
nósticas que hay que conocer, pues si se prescinde de Jas
que son meros objetos de curiosidad y de las variedades me-
nos importantes, para formarse una idea exacta de la com-
posición del globo, basta conocer un ciento de rocas; lo cual,
si se compara con los miles de vegetales y de animales que
estudia el botánico y el zoólogo, forma un número tan exi-
guo, que aunque no se posean las bases de clasificación y
caracterización de las especies con el rigor que en los otros
ramos, con poca práctica que se tenga, puede lograrse lo que
se desea, al cultivar la Geología.
En virtud de todos estos antecedentes, adoptamos la cla-
sificación del cuadro adjunto, la cual, si no exenta de dificul-
tades, por ser estas inherentes á lo vago de la materia, por lo
menos ofrece la ventaja de ser muy geológica y útil en la
práctica.
DE NUEVO LEÓN
BIBLIOTECAS
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GEOGNOSIA
255
Aunque el cuadro anterior es el que ha de servirnos de
guia en la descripción de las rocas, conviene, sin embargo,
para que la obra aparezca á la altura de lo que hoy se sabe,
que consulte el lector las dos clasificaciones adjuntas, fun-
dadas única y exclusivamente en la composición y estructura
íntima de los elementos geognósticos terrestres, debidas á
dos eminentes micrógrafos alemanes. Ambas á dos, basadas
en el mas minucioso exámen micrográfico, son importantí-
simas para el estudio analítico de las rocas; pero adolecen,
para nuestro objeto, del defecto capital de no enlazar con
las relaciones geognósticas, apareciendo en un mismo grupo
las rocas mas diferentes en edad y condiciones de yaci-
miento, asi como separadas se hallan muchas que bajo mas
de un concepto las encontraremos reunidas en las forma-
ciones y terrenos. Sin embargo de todo esto, seria ocioso
insistir en la importancia de estas clasificaciones analíticas,
fruto de la inspección micrográfica, que mas que otro medio
alguno, puede ilustrarnos, no solo acerca de la composición
mineral íntima de las rocas, sino también respecto de las
causas ó agentes varios que á su formación han contribuido
(ZIRKEL-die mikroskopische beschaffenheit der mineralien und GESTEINENLEIPZIG 1S73)
1 Calcita.
simples. . . . Dolomía.
r ' \ Marga.
I Serpentina.
Granito.
1 Pórfido granítico.
\ Liparita.
con cuarzo Obsidiana Vidrios
I Pumita, semi-vidrios
ortoklásicas.
Perlita
Retinita.
SMiascita
Foyaita.
Fonolita
ricos en sí-
lice.
Proto- !
ge'nitas
con hornblenda.
/ feldespá-
! ticas
en masa
^sín cuarzo. ¿ f Leucita sanidifera.
Sienita (1).
sin nefelina.. . Pórfido ortokkisico.
( Traquita.
con feldes- I 1 Diorita.
pato. { \ Diorita cuarzosa.
Porfirita.
Pórfido anfibólico.
Dacita.
Andesita.
Diabasa.
- . Pórfido augítico.
| I \ Meláfido.
plagioklásicas. ’con augita 1 Andesita augítica.
I i \ Basalto feldespatico.
Dolerita.
Anamesita.
Traquima.
con diálaga Gabbro.
con hiperstena Hiperstenita.
con mica Diorita micácea.
con olivino Forellenstein (2).
con mineral análogo al feld-(ne^lniCaS’
eSpat0 (leucíticas..
compues-
tas. .
no feldespáticas. .
i Basalto nefelínico.
Sanidofido leucítico.
Basalto leucítico.
logita.
i-
_.malinita.
’eridotita.
Eulisita.
Gabbro-saussi
Gneis.
. Granulita.
pizarrosas { Micacita.
Pizarra clorítica
BIBLIOTECAS
| Deutogénitas.
Talcita.
Tobas.
i Cenizas y arenas vol.
'Areniscas.
) Pizarra arcillosa.
Arcillas.
( 0 Le da por composición esencial feldespato y hornblenda.
clínico ó anortita y oÜvl^o ó^pintímaUe n° 113110 traducclon en Coquand, Cordier, Daubreé ni Meunier). Su composición esencial: feldespato
256
GEOLOGIA
LASA ULX.— ELEMENTE DER PETROGRAPHIE -BONN 1875
Pedernal
Creta
Fosforita
/ Hulla
| Lignito
(.Turba
Hielo
ÍSal gema
Espato flúor
Criolita
f Yeso
I Anhidrita
Caliza
Dolomia
Marga
Hierro espático
Hematites
Hierro magnético
Grafito
Cuarcita
Roca de augita
Id. de escapolita
Esmeril
Pizarra clorítica
Serpentina
Pizarra ta lcosa
Obsidiana
Retinita
Pórfidos vitreos
Plagioclásico
Nefetinico
Leucítico
Con Haüyna
Micáceo
Andesita augitica
Meláfido (Palatinita)
( Felsita
t Riolita
{Cuarzoso
No cuarzoso
( Cuarzoso
( No cuarzoso
Fonolita
Cuarzosa
No cuarzosa
Plagioclásica
Anfibólica
Micácea
< Plagioclásica
l Augitica
Pórfido granítico
í' Oligoclásica
j Labradorífera
' Cuarcifera
í No cuarzosa
1 Cuarzosa
teiamen
¡rstenita
Corsita
Eukrita
Troktulita
Foyaita
Rocas de ortoclasa y ) ^.’ascjta
| Ditroita
( Sienita circónica
Id. eudialitica
Anfibólica
Augitica
Micácea
Granito
Greisen
Turmalinita
Eclogita
Granatita
Dunita
Lherzalita
Picrita
Gneis
\ Granulita
Porfiroidea
Filita
Í Pizarra arcilloso-micácea
Id- micácea
Itacolumita
GEOGNOSIA
257
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T l Dentríticas. . .
< ! (Klaschtomicte)
U
\
Semi-elásticas.— Constituidas en parte por materiales dentríticos y en parte por indivi
i dúos cristalinos de primera formación . .
'(
Puramente elásticas.
i Coherentes mediante un cemento., j ^emento amorfo.
I Cemento cristalino.
i (Acueas). . . .
'.incoherentes; sin cemento. . . .
I Igneas
( Pizarra arcillosa. — Ario*
i lias. — Kaolín. — Tobas.
Areniscas. — Conglomera-
J das. — Brechas.
1 Reibungs breccien (i).
| Arenas. — Guijarros. —
' Cantos.
(Cenizas volcánicas. --Lapi-
( Ui. — Cantos de pómez (2)
ARTICULO IV
DESCRIPCION DE ROCAS
PRIMERA CLASE. — HIDROTERMALES
Caracteres. — Todas las rocas incluidas en esta cla-
se ofrecen una estructura mas ó menos cristalina, á veces
pétrea, compacta, y también algo celular; todas se presentan
en grandes masas, sin verdadera estratificación y carecen por
lo común de restos orgánicos fósiles.
DIVISION. — Según se ve en el cuadro, esta clase se di-
vide en dos órdenes, que son: i.° de las rocas cristalinas; y
2.0 porfídicas.
PRIMER ÓRDEN
Pocas antiguas, a istalinas 6 graníticas
Caractéres. — Los nombres con que hoy se cono-
cen, y particularmente los de graníticas, cristalinas é hipoge-
nas, que quiere decir, engendradas ó procedentes de abajo,
representan casi todos sus caractéres, que se reducen á la es-
tructura cristalina y granítica por excelencia; el presentarse
en masas no estratificadas, en el verdero sentido de esta
palabra, y el formar el eje de la mayor parte de las cordille-
ras principales, encontrándose también en las mas grandes
profundidades. La materia organizada no está excluida, según
veremos, de estas rocas, pero hasta el presente no se han
encontrado en su seno especies vegetales ó animales bien
determinadas.
DIVISION. — Según la naturaleza y proporción de los
diferentes minerales que entran en este órden, se divide en
tres géneros, á saber: Granito tipo , abortado y degenerado.
PRIMER GENERO— GRANITICO
Granito tipo
Sinonimia. — Piedra berroqueña en español, y granito
en casi todos los idiomas.
Definición. — El granito es una roca compuesta esen-
cialmente de cuarzo, de feldespato ortosa y de mica, en pro-
porciones diversas.
Caracteres. — El nombre de esta roca revela uno de
sus mas aparentes caractéres, á saber: la estructura, que por
lo común es granujienta, granosa ó granuda, según el tama-
ño de sus elementos constitutivos. Es además compacta, de
aspecto pétreo y semicristalina, sin ofrecer las oquedades
que otras rocas presentan.
La dureza y resistencia á los agentes destructores se halla
en razón directa del predominio del cuarzo, y en la inversa
del teldespato y mica. Sus colores son varios, dependientes
casi siempre del feldespato y la mica: la tinta mas común es
la gris, alterada á veces por manchas de mica negra ó de otras
sustancias.
El modo de presentarse en grande es en masa, atravesada
con frecuencia por grietas ó hendiduras, que suelen comuni-
carle el aspecto de una falsa estratificación.
YACIMIENTO. — Esta roca forma, en sentir de algunos
geólogos, la base fundamental del globo; siendo la primera
que se consolidó con la intervención del agua, según mas
adelante narramos. Pero además, y en periodos sucesivos,
hasta la época terciaria inclusive, fué apareciendo al exte-
rior, atravesando todos los terrenos intermedios, constituyen-
do los ejes de las principales cordilleras y los centros de le-
vantamiento mas importantes é infiltrándose en el seno de
otras rocas donde forma curiosas ramificaciones.
VARIEDADES. — Las principales que conviene conocer
son: i.a la porfiroidea, así llamada por los cristales de orto-
sa, ó de otra sustancia, que contiene; 2.a la granujienta, por
otro nombre leptinita: 3.a la pizarrosa, á la que algunos de-
nominan gneis; 4.a la anfibolífera, que establece el paso á la
sienita; 5.a la talcífera, pasando á la protogina; 6.a la turma-
linífera; 7.a la granatífera, etc., así llamadas por llevar como
elementos accidentales el anfíbol, talco, turmalina, grana-
tes, etc.
TRÁNSITOS. — Una de las cosas que mas ha dado que
pensar á los geólogos de todas las escuelas, es el estudio de
sus relaciones con otras rocas, puestas á cada paso de mani-
fiesto en los tránsitos que ofrece no solo á rocas de origen
análogo al suyo, sino también á las metamórficas. Las mas
frecuentes relaciones son con el gneis, las peematitas, sieni-
tas, protoginas, pizarras cristalinas y con la traquita y obsi-
diana, según tuve el gusto de ver en la isla llamada Basiluz-
zo, en el grupo de Lipari.
ORÍGEN DEL GRANITO.— Las rocas graníticas en
general y mas especialmente el granito, ofrecen condiciones
tales de composición, estructura y ciertos accidentes, que nos
obligan á decir algo acerca del proceso que ha empleado la
naturaleza, y también de los agentes que en ello han interve-
nido, á fin de poder explicar algunas anomalías que dichas
rocas presentan. Para ello será conveniente empezar por ha-
cer una indicación de las circunstancias especiales que en
dichas rocas concurren, que son las siguientes: i.a La com-
posición, en la cual figuran sustancias de fusibilidad muy
distinta, tales como el cuarzo, feldespato y mica en el grani-
to; el cuarzo, feldespato y talco en la protogina, y el cuarzo,
feldespato y anfíbol en la sienita. 2.a La estructura ó la dis-
posición particular de estos elementos, que en vez de colocar
en fajas ó zonas conforme á su diferente fusibilidad, se en-
cuentran mezclados confusamente; y 3.a algunos accidentes
que suelen presentar estas rocas, relativos unos á la existen-
cia de agua ocupando los poros de la misma, según demostró
por medio del microscopio el Dr. Sorby en 1860; otros refe-
rentes á la interposición en su masa de materias orgánicas,
como se observa en el famoso granito de Grangesberget, en
Suecia, del que se puede ver un ejemplar en el Gabinete de
Historia natural, traído por mí en 1869; y mas que todo,
cuando se presentan cristales de cuarzo, feldespato, mica,
mer.
(O
‘(2)
Esto es: brecha para alisar o afilar — ignoro su traducción genuina, que no he hallado en Dana, Coquand, Meunier, Daubrée, ni Codor-
Esta es su traducción literal, pero creo alude el autor á los escombros volcánicos.
Tomo IX
258
GEOLOGIA
anfibol ó turmalina, como sucede en el de la isla de Elba, del
que los curiosos pueden examinar en las colecciones de mi
cargo magníficos ejemplares, se observa con mucha frecuen-
cia, el feldespato penetrando en el cuarzo é imprimiendo á
éste su forma, sucediendo lo propio con las demás especies,
que á pesar de ser mas fusibles que aquel, con frecuencia se
ven hasta en su interior.
La particularidad de hallarse confusamente mezclados ele-
mentos de tan diferente resistencia á la acción del calor, así
como la penetración de las sustancias fusibles en otras mas
refractarias, fueron ya indicadas por los escrupulosos obser-
vadores de la naturaleza, Breislak y Spallanzani, á últimos
del siglo pasado; es decir, en la época que dominaban sin li-
mitación de ningún género, las ideas de la escuela Neptunis-
ta ó de Werner, la cual, sin preocuparse de estas anomalías,
explicaba la formación del granito y demás rocas conocidas
á la sazón con el nombre de primitivas, suponiendo que re-
presentaban el primer depósito verificado en el seno de aquel
fluido caótico que, según ellos, habia servido para disolver
toda la materia terrestre.
Cuando á esta teoría puramente ácuea ó neptúnica suce-
dió la ígnea ó plutónica, cuyo primer campeón fué el inglés
Hutton, tampoco fijaron la atención los partidarios de esta
doctrina en dichas circunstancias notables, y mientras reinó
en absoluto la idea del origen ígneo de la Tierra, se creyó
hasta tal punto que todas las rocas graníticas debian su ori-
gen á la acción de elevadas temperaturas yásu enfriamiento
posterior, que se las dio el nombre de ígneas, y todas las
particularidades que ofrecían y hasta la influencia que ejer-
cieron en las rocas y terrenos que atravesaban, se referian á
dicha causa. Apareció entonces la idea científica del meta-
morfismo, exagerándola algunos hasta el punto de creer que
el mismo granito era resultado de la profunda alteración de
una roca de sedimento, sin atender á la necesidad de otra
anterior que la sirviera de asiento, para lo cual era preciso
admitir el círculo eterno de metamorfosis que algunos esta-
blecen, para explicar la estructura del globo.
Después de cuarenta ó cincuenta años de reinar en abso-
luto esta teoría, y de invadir todas las esferas de la ciencia,
viene ahora esta poderosamente auxiliada de sus hermanas
las fisico químicas, y de la mas delicada experimentación, á
explicar todo aquello que las escuelas, asi neptúnica como
plutónica, olvidaron ó no quisieron tener presente, dando
intervención al fuego y al agua, exclusivos fundamentos de
aquellas doctrinas, y á la presión, electricidad, magnetis-
mo, etc. Justifica esta manera de mirarlas cosas, además de la
consideración que se desprende de lo anteriormente expues-
to, el resultado de numerosas investigaciones practicadas por
sabios de primer orden, que robustecen las fundadas sospe-
chas de Breislak y otros, de no poder explicarse la formación
del granito por la sola influencia de elevadas temperaturas.
Asi, por ejemplo, el célebre químico berlinés H. Rose, dice
que el cuarzo, cuyo punto de fusión se encuentra á los 2,500°,
no ha podido hasta ahora obtenerse en los laboratorios por
la vía seca, y sí tan solo por la intervención del agua, hecho
confirmado por Senarmont, Devilie, Daubré y otros quími-
cos y geólogos eminentes que han llegado hasta cristalizarle
por la vía húmeda, haciendo intervenir una temperatura no
muy alta, auxiliada de una fuerte presión. Disolviendo la sí-
lice aislada en agua saturada de ácido carbónico ó clorhídri-
co, y calentando paulatinamente en vasijas cerradas la diso-
lución á 200 y 300o, se han conseguido pequeños cristales
de cuarzo.
El mismo químico ya citado, Sr. H. Rose, hace observar
que la mica que se encuentra en el granito, así la aluminosa
como la ferro magnésica, contiene un poco de agua y flúor
en la proporción de 0,003 á 0,080, al paso que en esta mis-
ma especie mineral, cuando se encuentra en las rocas vol-
cánicas, cuyo origen ígneo es incontestable, no existe agua
ni flúor.
El feldespato del granito, que por regla general es el orto-
sa, así llamado porque de los tres cruceros que ofrece, dos
forman ángulo recto, también contiene siempre cierta pro-
porción de agua que, en sentir del Sr. Delesse, no debe
considerarse como higrométrica. Las especies de este grupo
que se encuentran ó forman parte de las rocas verdadera-
mente eruptivas, tales como el basalto, la traquita, etc., son
por lo común diferentes, asi por el sistema en que cristalizan
como por la base que en ellas predomina, designándoseles
en general con el nombre de feldespato anortósico. Ahora
bien, de estos feldespatos ninguno ha podido obtenerse, á
no ser por excepción, por la vía seca, al menos cristalizados;
mientras que haciendo intervenir el agua á una fuerte pre-
sión y temperaturas no muy elevadas sobre la arcilla ó la
obsidiana, especie de vidrio natural, junto con un óxido al-
calino, el Sr. Daubree ha producido un feldespato cristalino
análogo al de la traquita. A propósito de esto mismo, el
Sr. Delesse hace notar que aunque el feldespato puede for-
marse indistintamente por la vía seca y por la húmeda, to-
dos los caractéres que en el granito ofrece este mineral, in-
dican que mas bien ha sido resultado de la acción combinada
del agua y del calor terrestre que de la exclusiva influencia
del fuego.
Si á las circunstancias arriba mencionadas se agrega la
presencia en algunos granitos de sustancias incompatibles con
una elevada temperatura, se tendrá forzosamente que reco-
nocer la necesidad de admitir la intervención de otro agente,
que no puede ser mas que el agua, auxiliada de una fuerte
presión. Con efecto, el cuarzo del granito suele contener
una materia bituminosa, que desaparece á una temperatura
no muy alta. El de los filones ofrece en ciertos casos gotas
de dos líquidos oleaginosos, de los cuales el uno es volátil
á 27o. Ya indicamos también mas arriba la existencia del
agua en los poros del granito observada con el micrccopio
por el Sr. Sorby, y, por último, el Sr. Schoerer dio el nom-
bre de foro gnómicas á ciertas sustancias que suelen encon-
trarse en el granito de Suecia y Noruega, las cuales pierden
su aspecto y principales propiedades cuando se someten á
una temperatura inferior al punto de fusión. Estas sustancias
son silicatos de itria y cerio, ó sea la allalita, gadolinita y
ortita, cuya propiedad principal es producir instantáneamente
una luz muy viva con desprendimiento de calor á la tempe-
ratura de 700o, ó sea algo superior al rojo sombra. Estos
minerales, habiéndose solidificado antes que el cuarzo, ha-
brían sufrido una temperatura muy alta después de consoli-
darse, en cuya combustión aparente habrían perdido sin
duda dichas propiedades, dejando de ser pirognómicas; de
donde es fácil deducir que la masa que las contiene no se
ha encontrado después de su consolidación bajo la influen-
cia de una temperatura mayor de 700 .
En vista, pues, de lo que antecede, no cabe duda que las
rocas que forman, por decirlo así, los cimientos del globo
no han podido formarse bajo la sola y exclusiva influencia
de un calor excesivo, y que hay que hacer intervenir al agua
para poder explicar las anomalías de composición, estructura
y accidentes que todas ellas ofrecen. Autoriza este modo de
pensar el resultado de la experimentación practicada con el
fin de obtener por la vía húmeda no solo el cuarzo, el
feldespato y la mica que forman la base esencial de su compo-
sición, sino también otras muchas sustancias que acciden-
talmente se encuentran en su masa. En el artículo Meta-
morfismo^ como complemento de la descripción de las rocas
GEOGNOSIA
259
de este nombre, se darán mas detalles con el objeto de con-
firmar cuanto aquí se expone en pro de la teoría mixta que
da intervención al fuego y al agua para explicar el origen
del granito y de todos sus congéneres. Por esta razón se da
hoy á estas, con justo motivo, el nombre de rocas hidroter-
males.
Localidades. — Es tan común el granito en todos los
países, que me limitaré, atendida la índole de la obra, á ha-
cer una indicación somera de las regiones mas clásicas de
nuestra Península, en la cual los Pirineos con todas sus ra-
mificaciones, y particularmente los que se extienden por
Galicia; la Sierra Carpetana con todas sus estribaciones en
la provincia de Toledo, Cáceres, Madrid, Avila, Segovia y
Guadalajara, y la Mariana ó Morena en la mayor parte de la
extensión que ocupa, puede decirse que se hallan constitui-
das por el granito, prescindiendo de otras muchas localidades
aisladas y de menor importancia que es excusado nombrar.
APLICACIONES. — El granito, aunque no exento de
inconvenientes, es buena piedra de construcción, y hasta
para empedrado, como sucede en Madrid, en lodos los pue-
blos de la inmediata sierra y en aquellos en que abunda esta
piedra, si bien para ello es preciso buscarlo de grano fino, y
muy rico en cuarzo, en cuyo elemento reside, por decirlo
asi, la resistencia que esta roca puede ofrecer á los agentes
de destrucción.
También suele emplearse en la estatuaria basta y como
piedra de adorno, sobre todo ciertas variedades, como, por
ejemplo, el de color de rosa llamado de baveno, pues admite
buen pulimento y es de aspecto agradable.
La descomposición del granito suministra arcilla por la
parte feldespática que contiene, grava y arenas, y alguna sus-
tancia soluble, lo cual comunica á las tierras vegetales un
sello que ciertamente no se distingue por la gran fertilidad,
en razón á la falta del elemento calizo. Son tierras buenas,
si se quiere, para cereales y pinares, como se observa en los
alrededores de Madrid, en la Sierra Carpetana y en las pro-
vincias limítrofes de Segovia, Avila, etc. La descomposición
de esta roca comunica á los montes formas sobremanera ca-
prichosas.
SEGUNDO GÉNERO— GRANITO ABORTADO
DEFINICION. — Llamamos abortados á estos granitos,
porque les falta alguno ó algunos de los elementos esencia-
les á la composición de aquel, con el que las rocas de este
ndo género conservan estrechas relaciones.
Pegmatita ( Pe-tunc-shi, en elimo )
en español
\l
TTp
granito gra-
_ c
D
INONIMIA. — Granito escriti
, pegmatita común y escrita.
EFINICION. — La pegmatita es un granito compuesto
casi exclusivamente de ortosa y alguna parte de cuarzo, de
estructura por lo común granosa y laminar, de colores gene-
ralmente claros, siendo el blanco gris y el sonrosado los mas
frecuentes. El gran predominio del feldespato le comunica el
carácter de poca resistencia á la acción de los agentes exte-
iores, los cuales la convierten pronto en un excelente kaolín
tierra de porcelana.
Yacimiento y variedades.— La pegmatita se
presenta en grande en forma de tifones ó en masas conside-
rables intercaladas, y ofrece dos variedades, curiosa la una,
importante la otra. La primera es llamada gráfica , en la que
los cristales de cuarzo se presentan enclavados en el feldes-
pato y dispuestos de tal modo, que la sección trasversal
presenta el aspecto de inscripciones hebráicas ó de otros ca-
ractéres orientales, circunstancia á la que debe el nombre
que lleva.
Aplicaciones. — Objeto curioso en las colecciones de
estudio, la pegmatita gráfica se emplea también como piedra
de adorno, tallándola en láminas y pulimentándola, á lo cual
se presta con facilidad.
I^a otra pegmatita es la llamada petunzé, corrupción de
pe-tunc-sh¡, nombre de origen chino, que se aplica á la roca
compuesta casi exclusivamente de feldespato, con algunos
granos de cuarzo diseminados en su masa; esto hace que sea
la variedad mas susceptible de descomponerse y la que su-
ministra el mejor y mas abundante kaolin. En el artículo
Arcillas se dará á conocer esta tierra de porcelana y sus úti-
les aplicaciones, bastando indicar por ahora que esta variedad
de pegmatita es la que de preferencia se destina á preparar
el barniz para cubrir la porcelana.
Localidades EXTRANJERAS. — En Francia se
encuentra la pegmatita en los Pirineos: en Saint- Irieix, cerca
de Limoges, en los alrededores de Autun; en la isla de Elba,
en Toscana, en los montes Urales y Estados-Unidos.
LOCALIDADES ESPAÑOLAS. — En la Península es
bastante común, observándose en Galápagos, Vaíldemorillo,
Sargadelos y también, según el Sr. La Cortina, al Sur de
Navalagamella, Avila, Piedrahita, en la Sierra del Torno y
cerca de Plasencia, en donde es granular y excelente para
kaolin. El Sr. Ezquerra dice haber encontrado la gráfica en
Almendralejo (Extremadura); si bien puede ponerse en duda
que sea esta variedad, á juzgar por la descripción que de
ella hace. La pegmatita abunda sobremanera en la provincia
de Toledo, ofreciendo muchas variedades, entre otras la grá-
fica, distinguiéndose en especial la que sirvió para la cons-
trucción del famoso castillo de Montalban, levantado por
don Pedro I, y donde murió la célebre Padilla.
Hialomicta
Sinonimia.— Greissen, Werner.
Cuando en vez de desaparecer la mica lo hace el feldes-
pato, resulta una roca á la que se ha llamado hialomicta, pa-
labra derivada de /líalos, cristalino, y inicios, mezclado.
Definición. — Compuesta de cuarzo hialino y de pe-
queñas láminas de micas diseminadas, como elementos esen-
ciales, contiene además como accidentales el feldespato, y
y como accesorios el espato flúor, el estaño, etc.
CARACTERES. — La estructura de esta roca unas veces
es compacta, otras pizarrosa, y de aquí las dos únicas varie-
dades que se conocen. El color es generalmente blanco, á
veces amarillento ó dorado, según las tintas de la mica.
Tránsitos. — Esta roca pasa fácilmente al granito por
la adición del feldespato, y por otra parte á las pizarras mi-
cáceas por el predominio de la mica y la desaparición del
cuarzo.
YACIMIENTO. — Preséntase por lo común la hialomicta
en masas subordinadas á los granitos y á las rocas cuarzosas
en terrenos cristalinos ó en sus inmediaciones; razón por la
cual algunos la colocan entre las rocas metamórficas, expli-
cando su estructura)’ composición actual, como resultado de
la penetración en rocas micáceas preexistentes de la sílice
naciente, arrastrada tal vez por aguas geiserianas.
Petrosilex
Sinonimia. — Petrosilex común, pizarroso, etc Eurita,
euritina, ortofido petrosilíceo, etc.
DEFINICION.— El petrosilex es una roca adelógena,
compuesta, al parecer, de feldespato compacto, mezclado á
2ÓO
GEOLOGIA
veces con otras sustancias accesorias, entre las cuales figuran
en primera linea la mica, el cuarzo, la turmalina y el aiifibol.
Su estructura es compacta y granujienta, con frecuencia pi-
zarrosa; de colores variables entre el gris, verdoso, negruzco
y á veces rojizo; al soplete es fusible dando un esmalte
blanco.
La variada composición de esta roca y la analogía de sus
elementos componentes con los constitutivos del granito, ha
hecho que algunos, y entre ellos Durocher, la consideren
como un granito en el que aquellos, no habiendo podido
desarrollarse convenientemente, han permanecido en estado
de magma. Atendida por otra parte su naturaleza feldespáti-
ca, algunos la creen un ortófido abortado, como lo hace Co-
quand en su excelente tratado de Rocas. Algunas veces se
destacan de su masa cristales de feldespato, de cuarzo, anfí-
bol ó de otras sustancias y constituye verdaderos pórfidos;
cuando su estructura es compacta ó granujienta, forma las
euritas, que se presentan á veces pizarrosas. De cualquier
modo que se considere esta roca, siempre se distinguirá por
su extremada dureza, pues no se deja rayar por la navaja;
por sus colores, y por el aspecto astilloso muy característico.
YACIMIENTO. — El petrosilex con sus variadas modifi-
caciones se presenta en tifones ó diques, en bolsadas y filo-
nes, y también afectando cierta especie de estratificación,
relacionado mas ó menos íntimamente con los granitos y
pórfidos, en los terrenos antiguos.
LOCALIDADES EXTRANJERAS. — Esta roca se en-
cuentra en Pont de Guran y Aragnouet (Pirineos): en la
Eresse (Vosgos): entre Nantes y Angers, en las orillas del
Loira: en Confolens (Charente), en Froccio, Portoferrajo y
Monte Albero (isla de Elba); en Sables de Olonne (Córcega)
y en otros puntos.
Localidades españolas. — El petrosilex como
base de la eurita se halla bien caracterizado, según La Cor-
tina, en Casas de Nava del Rey; en el valle de Ambles y
laderas del rio Adaja (Avila); en Navahermosa (Toledo).
El Sr. Schulz, en su Memoria geognóstica de Galicia, cita
la eurita en Fazouro, en la costa de Rivadeo, cerca de Lugo,
y en otros puntos.
APLICACIONES. — Las aplicaciones de esta roca son
muy reducidas en atención á la dificultad que ofrece su la-
bra. Solo cuando afecta la estructura aporfidada se destina
á objetos de lujo y ornato, que siempre son muy costosos
por la razón indicada. A veces suele destinarse alguna de
sus variedades como piedra de construcción, para lo cual
ofrece la ventaja de resistir mucho á los agentes exteriores
en atención á la estructura compacta y al estado de magma
en que suelen presentarse sus elementos. En las colecciones
es objeto de mucho estudio, y aun lo es mas en su propio
criadero, por los tránsitos curiosos que ofrece, ora á los gra-
nitos y también á los pórfidos y rocas euríticas en general.
Cuarzo eruptivo
DEFINICION. — El cuarzo eruptivo, que conviene dis-
tinguir de la cuarcita, pues su procedencia es diversa, si
bien al exterior se confunden por la analogia de sus carac-
téres, es una roca compuesta de cuarzo, de estructura cris-
talina ó compacta y de aspecto incoloro ó lechoso. Esta
roca ofrece algunas variedades por la estructura, que suele
ser amorfa, bacilar y brechiforme; y por las sustancias que
accidentalmente lleva, como turmalina, mica y varios me-
tales.
Yacimiento. — El cuarzo eruptivo forma parte del
terreno granítico: se presenta en tifones y diques en el gra-
nito mismo, y en los gneis, pizarras micáceas y otras meta-
mórficas, acompañando generalmente y aun sirviendo de
ganga, á muchos metales, como el oro, el antimonio, etc.
La cuarcita debe considerarse mas bien como una arenisca
metamórfica.
Esta roca es muy común así en la Península como en el
extranjero; lo reducido de sus aplicaciones, por efecto de su
extremada dureza, me dispensa de citarlas.
Conocidos el granito tipo y los abortados, estamos ya en
el caso de estudiar aquellos que por efecto de la sustitución
de algunos de sus elementos, constituyen el
TERCER GÉNERO-GRANITOS DEGENERADOS
Sieniia
Sinonimia. — Granito anfibólico y sienita en español;
granitino, granitelo, etc., de varios autores.
Definición. — La sienita, cuyo nombre recuérdalas
inmediaciones de Siena en Egipto, es una roca compuesta de
cuarzo, feldespato ortosa y anfíbol negro, á cuyas especies
suelen agregarse como accidentales la mica, la dialaga, la
hiperstena y el circón; el titano y otros como materias acce-
sorias.
Caracteres. — La estructura de esta roca recuerda
la del granito; la coloración es variable, dependiente en parte
del feldespato, que suele ser rojizo en la de Egipto, también
gris, según se observa en la de los Alpes y de otros muchos
puntos. Del fondo de la masa sonrosada feldespática, se des-
taca el color negro, á veces algo verdoso, del anfíbol, for-
mando un agradable contraste.
Variedades. — Esta roca ofrece muchas variedades
que se refieren á la tinta dominante, á la estructura, que
suele ser granitoidea, aporfidada, con cristales de ortosa, pi-
zarrosa ó laminar á la manera del gneis, y también á las sus-
tancias que se presentan en su masa, llamándose en este
concepto, micácea, circónica, etc.
TRÁNSITOS. — Relacionada esta roca con las graníticas
en general, suele pasar fácilmente por la disminución y hasta
desaparición completa del anfíbol, á la pegmatita y al grani-
to; otras veces enlaza insensiblemente con las pizarras anfi-
bólicas, las dioritas, y hasta con las rocas formadas exclusi-
vamente de anfíbol.
Yacimiento. — Atendidos los tránsitos que acabamos
de indicar, se comprende que esta roca debe ofrecer las mis-
mas condiciones de yacimiento que los granitos en general,
si bien su aparición no va mas allá de la época triásica, en
el Tirol meridional; mientras que en Noruega, según Debuch,
pertenece al terreno silúrico.
Localidades. — L.a sienita, conocida de tiempos an-
tiguos, procede de Siena, en el alto Egipto. En Europa se
encuentra en Córcega, en muchos puntos de los Alpes, en
los Vosgos, en Suecia y Noruega, etc.
En España también se encuentra en varias localidades;
según el ilustre Thalaker, existe en Huercal (Granada) y á
dos leguas de Almadén. El Sr. Ezquerra la encontró en los
pueblos de Zufre, Santa Olalla y Real de la Tara (provincia
de Sevilla, lindando con la de Huelva), y supone ser la causa
del levantamiento de la Sierra de Aroches. Según Rojas
Clemente, se encuentra desde Cobdar á Fahal y cerca de la
Alcudia (Granada), entre Turquena y Arboledas; en el pri-
mer punto formando un escarpe alto mas de cien varas; en
los alrededores de Monjúcar se halla descompuesta dando
una tierra vegetal negra excelente. El Sr. Schulz dice encon-
trarse el sienito, como él lo llama, aporfidado en Puente de
San Fiz, cerca de Orense; el granatifero en Bodoin en la
Capelada, y otra variedad en Pezobres (Galicia); según el
mismo se ve en Asturias, en Salime y Pola de Allande. El
GEOGNOSIA
261
señor Luxán dice que se puede observar en el castillo de
Guardias (Extremadura), dirigiéndose hácia el criadero de
Riotinto asociada de las dioritas; Coquand cita la variedad
pizarrosa en Ceuta; por último, en las observaciones geog-
nósticas que sobre la isla de Cuba publicó en 1854 el señor
Cia, dice que el pueblo de Holguin se halla situado sobre
sienita.
APLICACIONES. — Esta es una de las piedras de que se
sirvieron los antiguos egipcios y otros pueblos para la cons-
trucción de los obeliscos, monolitos (1), esfinges, baños,
sepulcros, etc. El pedestal que sostiene la estátua de Pedro
el Grande, en San Petersburgo, es un canto errático de sie-
nita, de peso de 800,000 kilogramos, hallado á nueve leguas
de dicha capital. Las cuatro columnas que sostienen la cúpula
de la suntuosa basílica de San Pablo en Roma, son de sie-
nita procedente de los Alpes. En todos aquellos puntos en
que se encuentra esta roca se emplea en la construcción
común y monumental.
Protogina
Sinonimia. — Protogina, granito talcoso, pizarra fel-
despática talcosa, etc.
Etimología. — El eminente ginebrino Saussurre llamó
á esta roca protogina, por creer equivocadamente que era
una de las primeras rocas formadas, que esto quiere decir
proios , primero, y genos, engendrado, partiendo del supuesto
falso de que el Montblanc, por ser el monte mas alto de Eu-
ropa, era el mas antiguo; empero desde que se sabe que es,
por el contrario, el mas moderno, debió variarse el nombre
á esta roca tan abundante en los Alpes, á fin de no inducir
en error, pero como ha entrado ya en el uso común, es difí-
cil sustituirle por otro.
Definición. — La protogina es una roca granítica en
la que la mica ha sido reemplazada por el talco, y á veces
hasta por la serpentina, asociada al feldespato ortosa y al
cuarzo, á cuyos elementos esenciales hay que agregar, como
accidentales ó accesorios, los granates, la mica, el rutilo, la
sienita y algunas otras.
Caractéres. — Si se exceptúa la coloración algo ver-
dosa y el tacto untuoso y suave que le comunica el talco, los
demás caractéres son iguales á los del granito. Sin embargo,
la tendencia que revela esta roca á tomar la estructura pizar-
rosa y algo estratificada en grande, no solo la distingue del
granito, sino que ha dado márgen á que algunos geólogos, y
entre otros Mr. Fabre, de Ginebra, la quieran considerar
como roca de sedimento alterada.
Variedades. — Las principales variedades de la pro-
togina son la granitoidea, aporfidada, pizarrosa, micácea,
granatífera, etc., fundadas en su diferente estructura, ó en
las sustancias que accidentalmente ofrece su composición.
TRANSITOS. — Esta roca pasa por una parte al granito
tipo, y por otra á las pizarras talcosas, y á las rocas de talco
y serpentina, como he tenido ocasión de ver en muchos
puntos de los Alpes.
Localidades. — Montblanc y sus diversas estribacio-
nes en los Alpes, varios puntos en los Pirineos, el Thastorf
en Alemania, y la isla de Córcega, puede decirse son las
regiones clásicas en el extranjero. En cuanto á la Península,
se encuentra en la Coruña y Ferrol, según Cortina, en Avila,
Toledo y en varios otros puntos de las ramificaciones de la
sierra Carpetana.
Aplicaciones. — Las aplicaciones de esta roca vienen
á ser las mismas que las indicadas al tratar del granito.
( 1 ) Para tormarse una idea de lo colosal de estos obeliscos bastará
citar el de la plaza de San Juan de Letran, que tiene 148 pies de altu-
ra» lS>3%3 pi& cúbicos de materia y peso de r. 322,938 libras.
SEGUNDO ORDEN
Rocas porfídicas ó medias
Las rocas de este orden se llaman medias por su posición
geognóstica entre el terreno plutónico y el volcánico, y tam-
bién porfídicas por la estructura que generalmente suelen
ofrecer. Aunque relacionadas con las antiguas y mas moder-
nas, se distinguen, no obstante, por su estructura compacta
y pétrea, mejor que cristalina, vitrea ó escoriácea, por el pre-
dominio que en ellas adquieren los silicatos básicos, y en
particular los de magnesia; por su yacimiento, y por muchas
otras circunstancias que indicaremos al describir cada una
de sus especies.
Este órden se divide en dos géneros, llamados el primero
porfídico-feldespático, y el segundo porfídico-magnésico.
PRIMER GENERO — PORFIDOS FELDESPATICOS
ETIMOLOGÍA. — La palabra pórfido se deriva de por-
phyra , que en griego significa rojo ó purpúreo, y se aplicó
en un principio á una piedra de este color, cuya superficie
se halla llena de manchitas blancas, y era el llamado pórfido
rojo antiguo; después, por un abuso de lenguaje, se aplicó
este nombre á rocas de matices muy diversos, si bien la es-
tructura siempre es la misma.
Definición. — El pórfido representa un grupo de ro-
cas de las llamadas mixtas, por cuanto del fondo de una
pasta uniforme, de naturaleza mas ó menos compleja, se des-
tacan cristales de la misma ó de distinta naturaleza que la
masa de la roca.
Caractéres. — Son rocas muy duras y tenaces, de
estructura compacta, á veces celular y porosa, bastante resis-
tentes á la acción del tiempo, difíciles en extremo de labrar,
pero admiten un hermoso pulimento, por cuya razón y la
belleza de sus tintas son muy apreciadas en el comercio.
Riqueza mineral de los pórfidos. — La
riqueza en metales y piedras finas que ofrecen los pórfidos
es otro de sus caractéres distintivos. En confirmación de lo
cual podemos decir que la mayor parte de los criaderos de
oro en América del Sur. los de cobre de Chessy, cerca de
Lyon (Francia), muchos de los de hierro, plomo, etc., se
encuentran en estas rocas.
Yacimiento. — Generalmente se presentan en grandes
masas y también en bolsadas, filones ó diques atravesando
al granito y á otras rocas cristalinas y de sedimento. Muchos
son, á no dudarlo, anteriores en su aparición á la piedra
berroqueña; siendo comunes en los terrenos silúrico, devó-
nico y carbonífero; todos llevan en su estructura y composi-
ción señales evidentes de la compleja acción á que deben
su origen.
Por lo común, la forma mas ó menos cónica es la carac-
terística de las montañas porfídicas; sea que la roca esté
intacta ó en descomposición. Los valles de las montañas
porfídicas suelen empezar por un circo.
DESCOMPOSICION. — La descomposición, bastante co-
mún en los pórfidos, da por resultado una tierra vegetal, que
no es por cierto muy fértil, y poco á propósito para los ce-
reales; sin embargo, en las regiones altas los bosques crecen
con lozanía; y en razón á la mucha arcilla que dan en su
desgaste, las partes bajas de los valles son muy buenas para
praderas. Los abonos calizos mejoran considerablemente las
calidades de esta tierra vegetal, haciéndola bastante feraz.
Adoptando en esta materia las ideas del ilustre geólogo
mi amigo Sr. Coquand, dividimos los pórfidos en cuatro
especies, cuyos nombres unívocos revelan, á primera vista,
el elemento que en su composición predomina.
262
GEOLOGÍA
Ortflfido
Sinonimia. — Petrosilex y eurita de algunos autores;
pórfido rojo antiguo, arcillófido, piromérido, minera, thon-
porphvre, pechstein, arcillolito, traidonita, kersanton, pórfido
resinita, resinita, etc.
DEFINICION.— Roca compuesta esencialmente de una
pasta compacta de ortosa (petrosilex), con cristales engasta-
dos, generalmente también del mismo feldespato.
Variedades. — Este pórfido ofrece una porción de
variedades fundadas en la estructura y en las sustancias acce-
sorias que suelen presentarse en su masa. Se dice granitoideo
al que contiene cristales diseminados de ortosa, mica y
cuarzo, estableciendo el tránsito á muchos granitos; emigda-
loideo al que encierra nódulos de carbonato de cal; globular,
llamado por otro nombre piromérido, cuando el feldespato,
en vez de estar cristalizado, se presenta en glóbulos esferoi-
dales, por lo común radiados; brechiforme, cuando se hallan
engastados en su pasta fragmentos angulosos de otras rocas;
retinita, cuando su masa es de aspecto vitreo análogo al de
la resina ó vidrio; también suele presentar cristales de feldes-
pato; cuarcífero, cuando lleva cristales de cuarzo; oligocla-
sífero, al que pertenecen gran parte de los pórfidos rojos
antiguos, el que contiene cristales de ortosa y oligoclasa; mi-
cáceo, llamado minetta y fraidonita; anfibolífero ó kersan-
ton, etc., cuando contienen mica ó anfíbol; arcillófido, resul-
tado casi siempre de la descomposición del pórfido tipo.
Yacimiento.— Los ortófidos son, por lo común, pos-
teriores á los granitos antiguos, con los cuales se hallan ínti-
mamente enlazados por la analogía de su composición res-
pectiva, estableciendo el tránsito los de estructura granitoi-
dea. Aunque su mayor desarrollo se nota en los terrenos
silúrico, devónico, carbonífero y triásico, sin embargo, re-
montan en la série geognóstica hasta los terciarios medios,
como se observa en Toscana y en la isla de Elba.
Historia. — Prescindiendo de las demás variedades y
fijándonos en la que constituye el pórfido rojo antiguo, por
ser el que en todas épocas ha llamado la atención, podemos
decir que no solo es el mas antiguo en el orden cronológico,
sino también el primero que se destinó á objetos y construc-
ciones monumentales, siendo una de las piedras con las que
nos ha legado la antigüedad sus sorprendentes grandezas.
Sin embargo, parece bastante probable que los egipcios no
la conocieron, pues entre sus infinitos monumentos no se
ha encontrado hasta ahora ninguno elaborado con este pór-
fido. Los primeros que lo emplearon fueron los romanos;
habiéndose generalizado su uso en el reinado del emperador
Claudio, y conservádose ei gusto por él en Italia hasta el
siglo xvi en tiempo de los Médicis.
Los monumentos mas famosos que hoy dia se conocen
de este pórfido son: en la rotonda del museo de escultura
del Vaticano, la fuente ó baño que tiene mas de veinte piés
de diámetro; los sepulcros de Santa Elena y Constancia; la
urna cineraria de Agripa, que hoy contiene los restos de
León XII en San Juan de Letran, y una porción de colum-
nas de una sola pieza, estátuas ó bustos existentes en Roma;
la fuente bautismal de Metz, y por último, los baños, está-
tuas y demás objetos curiosos que forman ei mas bello
adorno de la mayor parte de los museos de Europa, entre
los cuales debe citarse la preciosa colección de bustos de
emperadores romanos, que hacen resaltar la grandeza del
suntuoso salón del trono en el palacio de Madrid.
Localidades extranjeras. -Antes delaño 1823
solo se sabia por indicaciones vagas de Plinio y otros auto-
res, que esta piedra, bajo tantos conceptos preciosa, la ex-
traían los romanos del Alto Egipto. Pero en el indicado año
dos intrépidos ingleses, los Sres. Burson y Wilkinson, recor-
riendo con un objeto científico y tal vez industrial aquel país
tan interesante, encontraron las excavaciones hechas por los
antiguos en el grupo de montañas llamadas Porphirites t/ions
por el geógrafo Strabon, conocidas con el nombre de Djebel-
Dokhan, que quiere decir montañas del humo del tabaco,
cerca de la antigua Licópolis, ¿25 millas del mar Rojo y á
120 de Lyont.
Aunque hasta hoy puede asegurarse no haber encontrado
fuera de Egipto el verdadero pórfido rojo antiguo, no sucede
así con las otras variedades del ortófido y aun del rojo, si
bien no tan precioso, pues se cita en muchos puntos de los
Alpes de la Saboya y Suiza; en los Vosgos, en Gresson, Ro-
chesson y otros; en la isla de Elba, en la Pila y Rada de
Enfola; en Planitz y Meissen (Sajonia); en Chelsea, cerca de
Boston; en Elfdalen, en Suecia y en mil otros puntos.
localidades ESPAÑOLAS.— En la Península esta
roca no es común; sin embargo, el Sr. Maestre asegura
haberla encontrado en Riotinto, no lejos del Berrocal; el
mismo geólogo dice existir en varios puntos de Cataluña, y
principalmente en las inmediaciones de Camprodon, en el
Mas de Camps y en Cabellera, un pórfido rosáceo parecido
al rojo antiguo.
También se encuentra uno análogo entre la rambla de
Muley y el rio Almanzora, según Rojas Clemente, notable
por sus grandes cristales de feldespato. El Sr. La Cortina
dice que este pórfido, con otros, se encuentra en Orihuela
del Tremedal, formando las crestas de Peñas-agudas ; tam-
bién lo indica el mismo en Belmez, Espiel y Zalamea, así
como el Sr. Schulz dice existir en Fuente Santa, Irrondo y
otros puntos de Asturias.
Antes de pasar á describir la segunda especie del grupo,
séame permitido decir dos palabras acerca de una variedad
curiosa é importante del ortófido, ó sea del arcilloso ó arci-
llófido. Este pórfido casi siempre es el resultado de la alte-
ración de la especie tipo, y también de su variedad petrosi-
lícea ó eurítica, en cuyo último caso recibe el nombre de
arcillolita. Algunas veces, sin embargo, puede considerarse
como verdadera roca metamórfica, á cuya sección debíamos
referirla, por cuanto, habiendo sufrido después de la des-
composición la influencia de otros agentes hidro-termales,
adquirió cierta consistencia, aunque nunca tanta como el
verdadero ortófido tipo.
Excusado es decir que el yacimiento y relaciones de estas
variedades son las mismas que las de aquel; y en cuanto á
localidades, se encuentra en Limoges, en Esterel, en Chem-
nitz y en Campigliese (Toscana): en España existe en el
distrito de Almazarrón, donde es roca metamórfica enlazada
con las porcelanitas; el Sr. Schulz lo cita en Asturias, en
Cangas de Tineo, en el puerto de Leitariegos y en Trones,
perteneciente al terreno silúrico.
Albitófido
SINONIMIA.— Mansdeltein, trapp de los autores, amig-
daloidea, wacka, toadstone, espilita, variolita, piromérida,
eisenstein, meláfidos ó pórfidos negros en parte.
Definición. — Roca compuesta esencialmente de feld-
espato albita con cristales del mismo engastados en la
masa, con nódulos calizos y geodas de cuarzo ó calcedonia
por elementos accesorios.
Variedades. — Este pórfido presenta algunas varie-
dades, hijas, como en los anteriores, de la diferente estruc-
tura y de las sustancias que accidentalmente se encuentran
en su masa. Las hay amigdaloideas y vacuolares cuando
ofrecen nódulos ó geodas calizas mas ó menos regulares;
GEOGNOSIA
263
globulares (1), llamadas variolita y piromérida, cuando los
glóbulos esferoidales que presenta son de albita; terrosas,
conocidas también con el nombre de wacka, resultado de la
descomposición de las demás variedades de esta roca; bre-
ch iformes, cuando se encuentran engastados en su pasta
fragmentos angulosos de albitófido y de otras rocas; calce-
dónica, cuarcífera, caliza ó espilita, y otras.
Al trazar la historia de la especie siguiente veremos repe-
tidas entre sus variedades de estructura las mismas que aca-
bamos de indicar bajo las denominaciones de variolita y
pirométida, trapp, wacka, espilita y otras; de donde se dedu-
ce la poca exactitud de semejantes expresiones unívocas con
relación á la composición de las rocas á que se refieren ; ra-
zón por la cual deben desterrarse del lenguaje científico, y
sustituirse con los nombres que revelan la composición de
estas rocas.
Como quiera que el yacimiento y relaciones geognósticas
de este pórfido vienen á ser casi iguales á las de la especie
inmediata, dejamos su indicación para mas adelante.
Labradojido
Sinonimia. — Ofita ü ofito, pórfido verde antiguo,
pórfido augitico, prasófido, Mandelstein, trapp, amigdaloi-
dea, espilita, meláfido, greenstone, toadstone, eisenstein,
wacka.
Definición. — Roca compuesta especialmente de feld-
espato labrador con cristales del mismo engastados en su
masa; con piroxeno y nodulos calizos, cuarzosos, calcedóni-
cos y de otras sustancias como elementos accidentales ó ac-
cesorios.
Vahiedades. — Porfiroidea, cuando de una pasta ver-
de ó negruzca se destacan numerosos cristales de labrador;
pórfido-amigdaloidea, cuando ofrece pequeñas cavidades lle-
nas de carbonato de cal; granosa, llamada también trapp y
greenstone, ó piedra verde, compuesta de una masa de cris-
tales sumamente pequeños que le comunican un aspecto
homogéneo y uniforme; amigdaloidea ó espilita, formada de
una masa cristalina granosa ó compacta llena de celdillas,
vacías unas veces y mas comunmente llenas de carbonato
de cal, de zeolitas, cuarzo ó calcedonia; globular, parecida
á Las piroméridas y variolitas ó á las variedades del mismo
aspecto en los albitófidos; terrosa, llamada también wacka;
brechiforme, etc.; cuarcífera, cuando los nodulos se hallan
constituidos por el cuarzo; piroxénica, verdadero pórfido
verde antiguo, anfibolifera, etc.
Yacimiento. — Los labradófidos ó pórfidos verdes y
negros han aparecido en forma de filones, de tifones y di-
ques atravesando otros terrenos, y también en corriente, ex-
tendiéndose é intercalándose entre las capas de sedimento;
circunstancia que hizo creer equivocadamente á la escuela
de Werner que eran un producto neptúnico. Estos pórfidos,
como los anteriores, recorren en su aparición toda la escala
geognóstica, desde el período carbonífero y de la arenisca de
los Vosgos, como se ve en esa cordillera, hasta el terciario
medio inclusive, como se puede observar en la región meta-
lífera toscana en Riparbella, Roca Tederighi, Monte Caste-
lliáeti.
Localidades extranjeras. — El pórfido verde
antiguo procede de Helos en la Laconia, entre Kené y Ka-
seir y en los montes El Guettar y Doukana, en Egipto: las
otras variedades se encuentran en las localidades indicadas
de la Toscana y en muchas de los Vosgos: el departamento
( 1 ) La forma globular de esta y otras rocas la atribuye Delesse á un
exceso de sílice.
del Var es la región clásica para los albitófidos y labradófi-
dos: Oberstein, Idar, en el valle del Nahe, en Baviera y toda
la cuenca carbonífera del Sarre: también se encuentra en el
valle de Cuitan, cerca de Tetuan; en Ontonagon y punta de
Kewenaw (Estados Unidos) las variedades anfibolíferas : en
los condados de Carnarvhon y Meriont, en Inglaterra: en
Ekatherinemburgo, en Rusia, yen otros puntos. En 1850
recorriendo la Suiza en compañía de mi amigo el profesor
Studer, de Berna, tuve la satisfacción de encontrar en un
canto errático de gran tamaño, una variedad parecida al
verde antiguo cerca de Montblanc, siendo la primera vez
que semejante roca se veia en los Alpes.
Localidades españolas — La Península puede
considerarse como el país clásico de estos pórfidos, no solo
por su abundancia, sino que muy principalmente por las
relaciones geognósticas con la mayor parte de los criaderos
metalíferos que forman la riqueza de esta parte privilegiada
de Europa. Prescindiendo de los muchos puntos aislados, y
circunscribiéndonos á las regiones á que esta roca imprime
un sello particular, citaremos las de Extremadura baja, Sier-
ra Almagrera y Cartagena, Cataluña y Alpedroches ( Guada-
laja ra), etc.
La primera abraza una gran extensión de terreno, inter-
nándose en las provincias de Sevilla, Huelvay Ciudad- Real.
Bastaria citar los criaderos de cinabrio de Almadén, y el de
cobre de Riotinto, enlazados, y resultado, tal vez, de la apa-
rición de estos pórfidos, verdes en unos puntos, negros ó
meláfidos en otros, para apreciar su importancia. En el pri-
mer distrito se encuentran en Chillón, en donde son de co-
lor negro, y en Puerto del Cuervo, Almadenejos, Guadal-
peral, Ballestera, Herrera del Duque, Cabeza del Buey y en
otros puntos. En el segundo son tan abundantes, según el
señor Luxán, que debe llamarse el distrito de los pórfidos
por excelencia: se hallan desde Aracena y Riotinto hasta
Portugal; en Almonaster la Real, en Zalamea, en Cabañas,
en las cercanías de Riotinto, en Oligade, Odiel, Escala-
da, etc. En este distrito, no solo el cobre de Riotinto, sino
los criaderos metalíferos de la Peña del Hierro, San Miguel,
el Castillo, la Concepción, la Poderosa, la Gaditana y otros
muchos deben su origen á la aparición de los pórfidos ver-
des y negros ó anfibólicos. Las famosas minas de Guadal-
canal son dependientes de pórfidos verdes y rocas de ser-
pentina; notándose un hecho singular y muy curioso, que se
repiteen otros puntos donde hay pórfidos; y es, que allí
ofrece plata la galena, mientras que, por el contrario, falta
casi siempre donde han obrado las serpentinas.
En la región de Sierra Almagrera se encuentran igual-
mente los pórfidos verdes y negros (meláfidos), enlazados
mas ó menos con los tan famosos criaderos de galena argen-
tífera. Según Rojas Clemente, existen desde Lubrin á Cue-
vas, en la Sierra de Montroy, en dirección de Almagrera;
Pellico, en la descripción que publicó de la provincia de
Murcia, dice haberlos hallado en el cerro de Alifraga, al
Oeste de Sierra Almagrera; en la Hoya del Bramador, al
extremo oriental de esta sierra, en donde forma un dique
estrecho de 200 varas de longitud; y también en la Cruceta
y en la sierra de Pulpi. Según ese geólogo, también se hallan
estos pórfidos anfibólicos en la Sierra de Cartagena, en la
Cuesta de las Fajas, en el Cerro de la Crisoleja y en Cabezo-
Rajado: sin salir de este distrito, menciona el mismo la
existencia de pórfidos entre Bayares y Bayarque, y en la
sierra de Filabres, cerca de las minas de azufre de Hellin.
En Cataluña, según el Sr. Mestre, se encuentran los pórfidos
en dos ó tres regiones, en donde desempeñan un papel muy
principal. Uno de estos puntos es el de la cuenca carbonífe-
ra de San Juan de las Abadesas, en cuyos estratos determinó
GEOLOGÍA
264
la aparición de dichas rocas las inflexiones y repliegues que
ofrecen. La erupción porfídica mas notable de esa cuenca
es la de la Torre de los Moros de Cabellera: la otra es Fa-
rena (Tarragona), en donde los pórfidos feldespáticos han
convertido en Dolomía las calizas terciarias; y el Mas de
Fons en la misma provincia.
Por último, los pórfidos de Alpedroches, en la provincia
de Guadalajara, de los que hace depender el Sr. Ezquerra
los famosos y riquísimos criaderos de Hiende-la-Encina,
forman también otro distrito.
Además de estas regiones, que son las mas notables,
existen una porción de criaderos aislados de estos pórfidos,
como por ejemplo, el de Sierra Bermeja (Málaga), en donde
están enlazados con varios criaderos metalíferos: el de la
Sierra de Gador (Almería) se relaciona con las galenas, allí
tan abundantes: al E. de Santiago (Galicia), hasta la Sierra
de Deza; desde San Saturnino hasta Cabo Ortegal, junto á
la Coruña, etc., según el Sr. Schulz.
Aplicaciones. — Todas las variedades de este pre-
cioso pórfido, y en especial el llamado verde antiguo, se
emplean como piedras de adorno en mosáicos, bustos, esta-
tuas, baños, etc. , por lo agradable de sus tintas y el buen
pulimento que admiten. Aunque son muchos mas los objetos
de lujo elaborados con el pórfido rojo que con el verde, sin
embargo, no son pocos los que todavía se conservan en los
museos, sobre todo de Roma y Florencia: en la primera es
notable la grande urna que se ve debajo del altar mayor de
San Nicolás; otra existe también en la iglesia de San Quattro:
en el museo del Vaticano he visto también dos columnas de
una pieza y una taza de un pórfido negro, que es muy pro-
bable pertenezcan á esta especie.
A .1-1 I HflM
Oligo/ido
Sinonimia. — Pórfido azul.
DEFINICION. — Bajo la denominación de oligofído ó
pórfido azul se comprende la roca compuesta esencialmente
de una pasta de oligoclasa y cristales generalmente del mismo
feldespato, engastados en ella. Distínguese de las anteriores
por el color azul que le es característico, y sumamente agra-
dable á la vista.
Variedades. — Porfiroidea, la que está sembrada de
grandes cristales de oligoclasa; granitoidea, la que ofrece el
aspecto del granito, ó mejor, de la sienita, puesto que en ella
se notan el oligoclasa, el cuarzo y el anfibol, reducidos á pe-
queño tamaño y entrelazados como en esta roca; cuarcífera,
que contiene muchos cristales de cuarzo, y anfibolífera, con
cuarzo y anfibol.
Yacimiento. — Este pórfido se presenta en diques y
tifones de bastante consideración, atravesando y ramificán-
dose á veces en la masa de los pórfidos rojos y albitofidos y
en las capas de la arenisca abigarrada, al menos en el depar-
tamento del Var (Francia), y particularmente en la cordi-
llera del Esterel. Es, de consiguiente, posterior á estos ter-
renos; y aun atendida su analogía con los granitos y pórfidos
de la isla de Elba, puede creerse que sus erupciones se ex-
tendieron hasta la época terciaria.
Localidades. — Boulouris, Aiguebelle, la Caux, Agay
y otros del departamento del Var, son los puntos clásicos de
este pórfido; también se encuentra en Marmato (Nueva
Granada.)
En la Península no sé que se haya encontrado hasta
el dia.
Aplicaciones. — Este pórfido es apreciado como pie-
dra de adorno y decoración de edificios ó monumentos. Los
romanos elaboraron con él una porción de objetos preciosos
que se conservan todavía en Arlés, Frejus y en Roma; vién-
dose aun en Caux las canteras que abrieron para extraerlo.
Las rocas porfídicas, cuya descripción acabamos de tra-
zar, y que, resumiendo, pueden referirse á pórfidos rojos,
verdes, negros ó meláfidos y azules ú oligófidos, se enlazan
íntimamente con las del otro género en que vamos á ocu-
parnos.
SEGUNDO GÉNERO— PÓRFIDOS MAGNÉTICOS
En este género se comprende una porción de especies ca-
racterizadas todas por la presencia de un silicato de magne-
sia, que en unas forma parte esencial de su composición,
asociado al feldespato U otra especie mineral, y en otras es
el único elemento mineralógico que las constituye.
Serpentina
SINONIMIA. — Ofita, ofiolita, piedra ollar, gabro de los
italianos, etc.
ETIMOLOGÍA. — El nombre que lleva esta roca nos re-
cuerda el color verde mas ó menos uniforme ó salpicado de
manchas, imitando con mas ó menos propiedad el color de
las serpientes y lagartos.
DEFINICION. — La serpentina representa una especie
mineral de composición compleja y mal definida hasta estos
últimos tiempos, en la cual figuran varios silicatos, algo de
diálaga, de feldespato y talco, que es el que le comunica el
tacto untuoso y suave que le distingue. De modo que por lo
visto pudiera considerarse como una roca aldelógena. Aparte
de estos elementos mineralógicos esenciales, se ven con fre-
cuencia en la serpentina el hierro cromado y magnético, el
cobre, la galena, los granates en abundancia, el asbesto, la
mica y otros de menor importancia.
CARACTÉRES. — El primer carácter que saltaá la vista
es el de la coloración, que es verde uniforme, salpicado á
veces de diversos matices; otras se presenta algo rojiza,
verde muy oscuro y casi negra; su estructura es compacta,
algo pizarrosa, granuda y laminar, ofreciendo el aspecto de
una especie de reticulación, que puede hasta cierto punto
confundirse con la de varios zoófitos; de fractura astillosa:
su dureza es poca, pues se deja rayar hasta con la uña: es,
sin embargo, muy tenaz; por último, el tacto es suave.
Variedades. — Común; noble, la que es traslúcida y
de un verde puerro claro; laminar, sembrada de pequeñas
hojas de talco; pizarrosa; variolitica, que contiene nodulos
esferoidales; brechifornre, formada de fragmentos irregulares
reunidos por la propia serpentina; dialagífera, asbestífera,
piroxénica, granatífera, oxidulífera, cromífera, cuarcífera, etc.,
por las sustancias que accidentalmente lleva. A estas varie-
dades hay que agregar la cristalizada de Snarum (Suecia),
seudomorfosis, según Nordenskjold, del olivino, de la cual
pueden verse en el gabinete de Historia Natural los ejem-
plares traídos por mí de Stokolmo en 1869. Esta sospecha
ha sido plenamente confirmada por el Sr. Macpherson en la
Memoria inserta en los Anales de la Sociedad de Historia
Natural en 1875, en Ia que, valiéndose del microscopio, ha
probado la trasformacion del peridoto en serpentina.
Macpherson considera la serpentina como un peridoto
hidratado que ha perdido la cuarta parte de su magnesia,
sustancia esta que, arrastrada por las aguas, dió origen á las
Dolomías y á otras rocas relacionadas con la serpentina.
YACIMIENTO — Las serpentinas suelen presentarse en
masa, formando montes redondeados ó cónicos; también
en capas alternan, y aun al parecer, forman parte de los ter-
renos de sedimento; otras constituyen filones que no solo
GEOGNOSIA
han atravesado y dislocado las capas de diferentes terrenos
neptúnicos, sino que han determinado en ellas un metamor-
fismo muy marcado. En casi todas las regiones clásicas,
como son la Liguria, la Toscana, Córcega, los Alpes del
Delfinado y varios puntos de nuestra Península, la serpen-
tina se halla asociada á la eufótida, y en Toscana estas dos,
combinadas con los meláfidos, constituyen lo que el ilustre
señor Savi de Pisa llama terreno ofiolitico. La serpentina es
posterior en su aparición al terreno eoceno, como se ve en
la isla de Elba.
Localidades extranjeras. — Esta roca es
muy común en las regiones indicadas; siendo de notar que
en la cordillera metalífera de la Toscana, como en la isla de
Elba y en otros puntos, acompaña casi siempre á metales
plomizos, ferruginosos y de cobre.
Localidades españolas. — Otro tanto sucede en
España en las muchas localidades en que la encontramos, y
en especial en todas las montañas que desde el puerto de
Gómez se extienden hasta Gibraltar, á poca distancia de la
costa. En Sierra Bermeja y Almagrera suele ser la matriz
de las galenas y de otros metales. El Sr. Thalaker encontró
en San Lorenzo del Escorial la variedad llamada noble: es
muy bella la del barranco de San Juan (Sierra Nevada), de
donde proceden las columnas del altar mayor de la catedral
de Granada, y las famosas de las Salesas Reales de la corte.
Todos los criaderos de tan importante distrito, puestos en
claro por el Sr. Maestre, se hallan relacionados con esta
roca. Se encuentra también, según el Sr. Ezquerra, en Velez-
Málaga.
Rojas Clemente la cita en Coin, sirviendo de matriz á la
plombagina que allí se explota; la Sierra de Aguas, entre
Alora y Carratraca, es toda de serpentina, según este célebre
naturalista; y contiene cuarzo, jade, amianto, talco y tam-
bién plombagina. Abunda igualmente en Sierra Bermeja,
entre Genalguacil y Estepona, relacionada con el granitino.
Según el Sr. Collette, en la descripción del Señorío de
Vizcaya, se encuentra en el término de Rugerio, llevando
hierro oligisto especular: entre Busturia y Forna esta roca
ha determinado la alteración de los kaolines, que son abun-
dantes. Al Oeste de Berineo se hallan tres colinas de ser-
pentina, cuya aparición alteró las calizas del terreno triásico.
El Sr. Coquand la cita en Ceuta, y el Sr. Schulz en Moeche,
Larazo, y entre Mullid y Leboreiro (Galicia), encontrándose
en Villamor la variedad llamada ollar.
Pero la región mas notable de la Península, sin disputa
alguna, es Sierra Nevada y la Serranía de Ronda con sus
ramificaciones, constituidas en gran parte por la serpentina
y pórfidos verdes, acompañados de cobre y galenas argentí-
feras muy ricas, cuya aparición determinó todas las disloca-
ciones que en dicha cordillera se observan.
En la Memoria publicada en 1875 en los Anales de la
Sociedad española de Historia Natural, su autor, el señor
Macpherson, dice que la erupción serpentínica de Ronda es
quizás la mas importante de Europa, no solo por la superfi-
cie que alcanza, sino también por los singulares metamorfis-
mos allí ocurridos, entre los cuales figura el tránsito del
peridoto á la serpentina.
APLICACIONES. — La serpentina y sus diversas varie-
dades son susceptibles de muchas aplicaciones. Cuando
ofrece cierta consistencia se puede tallar perfectamente, re-
cibiendo un pulimento que la hace apreciable para una infi-
nidad de objetos de adorno, como pedestales, columnas,
zócalos, estatuas, vasos, tazas, etc. El museo del Vaticano
posee en este género objetos de mucho precio, y las colum-
nas de una sola pieza de los altares de las Salesas Reales de
Madrid son notables por su tamaño y hermosura.
Tomo IX
265
La variedad llamada noble por la belleza de sus tintas, es
muy estimada y de bastante valor.
Cuando predomina en su composición el talco, la piedra
es demasiado blanda para los objetos indicados; pero en ra-
zón á la mayor facilidad con que se deja tallar, se destina á
elaboración de vasijas, pucheros de todos calibres, hornillos
y otros utensilios para el uso doméstico. La variedad que se
presta a esta aplicación se llama piedra ollar ; es muy co-
mún (1) y se sirven de ella con buen éxito en Ala, Sesia,
Strona y otros puntos de los Alpes de la Suiza y Saboya, y
también en Córcega.
Eufótida
Etimología. — D e¿«, mucho, y p/iotos, luz.
SINONIMIA. — Verde de Córcega, granítona, hiperita,
variolita de la Durance, gabbro en Italia.
DEFINICION. — La eufótida, llamada’ por algunos gra-
nítona, y comunmente verde de Córcega, por abundar mu-
cho en esta isla, es una roca compuesta de diálaga y feldes-
pato, jade ó Saussurita, de color blanco manchado de verde,
como su mismo nombre lo indica; muy tenaz, de estructura
granosa, que la hace confundir á veces con ciertas variedades
del granito.
Variedades. — Granitoidea, compuesta de láminas
de diálaga diseminadas con cierta uniformidad en una pasta
de feldespato hojoso; aporfidada, variolítica, de estructura
granosa con glóbulos esferoidales de feldespato; granujienta,
pizarrosa, conglomerada, compuesta de fragmentos de eufó-
tida y otras rocas, reunidos por un cemento de aquella; es-
maragdita, notable por el color verde esmeralda de la diála-
ga; hipersténica, llamada por algunos hiperita, constituida
por el feldespato labrador y la variedad hiperstena de la
diálaga, serpentínica, micacífera, piroxénica y eglogita, com-
puesta de diálaga cristalizada ó de hiperstena y granate con
pirita de hierro, á veces.
YACIMIENTO. — Son tan íntimas las relaciones geográ-
ficas y geognósticas entre esta roca y la serpentina, lo mismo
que entre ellas y la piroxenita, que si bien consideradas
mineralógicamente, se las debe estudiar como especies dife-
rentes, bajo el punto de vista geológico no pueden separarse
de un tipo común. De consiguiente, el modo de presentarse
la eufótida es el mismo indicado ya en la serpentina; y en
cuanto á su edad relativa puede asegurarse que si bien en el
Delfinado y la Saboya no ha pasado del período antracífero,
en la Toscana y Córcega atravesó el terreno nummulítico,
cuyos estratos dislocó y alteró hasta el punto de encontrarse
fragmentos de rocas de sedimento engastados en la masa
de eufótida, como se ve, según Coquand, en Gaggio (Apeni-
nos boloñeses), en donde las arcillas aparecen convertidas
en jaspes, y las calizas en Dolomías y oficalcias.
Localidades EXTRANJERAS.— En los Apeninos
de Bolonia se encuentra la eufótida en Gaggio, Pian di Sesa,
Sas Grosso, Sas del Oro y otros puntos: en Monterosa y
Monteviso: en Riparbella y Roca Silana (Toscana): en Cór-
cega es muy abundante: en la isla de San Pablo (Estados-
Unidos): en la de Sky (Escocia): en Penig (Sajonia) es
común la variedad llamada hiperita: en los Alpes del Delfi-
nado, en Córcega y Toscana se encuentra la serpentínica:
la piroxénica en Arguenos (Pirineos): en la isla de Elba
la variedad pizarrosa; y el conglomerado en Gaggio, Sas
Grosso, etc.
( 1 ) Nada prueba mejor lo abundante de esta variedad de serpentina,
como los diversos nombres que lleva. Plinioya la conoció con el nombre
de lapis comen sis, por su procedencia del lago de Como: en Inglaterra
la llaman pottstonc , en Italia iavczzi, y en Alemania, lavczstein, schnci-
destein , giltstein y topfstein.
34
206
GEOLOGIA
LOCALIDADES ESPAÑOLAS.— En la Península se
encuentra en Castilblanco (Sevilla), en una erupción clásica,
según el Sr. Luxán, en relación con los granitos: es tan
abundante la eufótida en dicho punto, que forma el asiento
del pueblo, y ha servido de piedra de construcción para
todos los edificios. En condiciones parecidas se halla esta
roca en los alrededores de Almadén, de cuyo criadero meta-
lífero puede decirse que forma parte, inyectada en los filones
de cinabrio: los puntos mas notables de esta parte de Extre-
madura y Sevilla, son Guareña, Mérida, Alburquerque y
Cazalla. En Badajoz, según los Sres. Luxán y Naranjo, forma
unas colinas en las que evidentemente la eufótida ha deter-
minado la transformación de las calizas terciarias lacustres
en Dolomía. Schulz dice encontrarse la eufótida en Lebo-
reiro y otros puntos de Galicia.
El Sr. La Cortina cita la variedad serpentínica, ó por me-
jor decir, la ofiolita dialágica (llamada Gabbro) entre Carra-
traca y Casarabonela con hierro oxidulado, que causa nota-
bles alteraciones en la brújula al practicar operaciones
geodésicas: el mismo dice que la variedad grammatítica se
encuentra en Carratraca relacionada con notables depósitos
de níkel oxidado, sulfurado y arseniatado.
APLICACIONES. — La eufótida admite bien el pulimen-
to, y es una piedra de adorno muy agradable, con la que
los antiguos elaboraron objetos muy preciosos; también se
emplea en la construcción, como se ve, por ejemplo, en
Castilblanco y en muchos otros puntos.
A?ifibolita
SINONIMIA. — Diorita, dioritina, diabasa, Grünstem,
afanita, piedra córnea, ofita (de Palassou), diorita orbicular
de Córcega.
DEFINICION. — Roca compuesta esencialmente de la
variedad de anfibol llamada hornblenda y de feldespato
labrador: de estructura diversa, á saber: granujienta basta,
en cuyo caso, distinguiéndose los dos elementos de su com-
posición, se parece al granito y recibe nombre de Diorita;
granujienta mas fina, y se llama Dioritina; y también com-
pacta cuando fundido el feldespato y el anfibol, constituye
la variedad llamada afanita ó piedra córnea. Las sustancias
esenciales á su composición suelen presentarse entremezcla-
das como en los granitos de grano fino, excepto en la varie-
dad orbicular de Córcega, en la que se hallan dispuestas en
capas concéntricas (i), formando nodulos cementados por
una pasta de anfibolita granujienta. El color que predomina
en esta roca, es el verde mas ó menos oscuro, á veces casi
negro; uniforme en las variedades compactas; mas ó menos
salpicado de blanco, debido al labrador en las granitoideas.
Esta roca es muy tenaz y bastante dura, si bien susceptible
de descomponerse ó de ceder á la acción de los agentes exte-
riores.
Además de las sustancias esenciales, ofrece la anfibolita
como elementos accesorios el cuarzo, la diálaga, la mica, el
granate, la epidota, piritas, hierro titanado, etc.
VARIEDADES. — Granitoidea; aporfidada, en la que se
ven cristales de anfibol en la pasta feldespática; homogénea
ó anfibolita propiamente dicha, cuando el anfibol predomina
hasta el punto de no aparecer el feldespato á la simple vista;
compacta ó afanita, pizarrosa y orbicular, llamada por exce-
( i ) Esta variedad me recuerda un hecho muy curioso que ofrecen
las extraordinarias anfigenas de Rocamonfina, junto á Sessa (Ñapóles),
y del que, sin embargo, no se han ocupado todavía los geólogos, á mi
entender; que consiste, en que los cristales de esta sustancia se hallan
constituidos por capas concéntricas de piróxeno y leucita, alrededor de
un núcleo que casi siempre es de piróxeno.
lencia de Córcega, por ser la localidad mas clásica que se co-
noce; micácea y granatífera cuando lleva mica ó granates. •
YACIMIENTO. — La anfibolita suele presentarse en
masas de corta extensión en los terrenos antiguos en rela-
ción con los granitos y pizarras cristalinas, en cuyas rocas
parece encontrarse ramificada. En Cristianía se observa en
forma de dique atravesando los estratos de una arcilla pizar-
rosa, que no solo levantó, sino que arrastró tras si una por-
ción de fragmentos de dicha roca que hoy se encuentra en
su seno formando una brecha muy curiosa, que acredita la
fluidez con que apareció la anfibolita. En el sistema llamado
por Studer de Mont-Jove, en Saboya, cerca de Aosta, se ve
esta roca en relación con las serpentinas, los asbestos y acti-
notas , y con las pizarras gris y verde, á las cuales pasa con
frecuencia, como tuve ocasión de ver en 1850. En la Breta-
ña (Francia) se presenta en masas considerables, formando
colinas cónicas de bastante altura, como en la de Menez-
Bré; y también en filones de alguna consideración. En los
Pirineos, región clásica para esta roca, se halla intimamente
enlazada con el piróxeno en masa. La anfibolita recorre
todos los terrenos desde el silúrico, como en Noruega, hasta
los terciarios modernos, como se ve en los Pirineos y en el
departamento de las Landas, en Francia; encontrándose
también en el período jurásico, como puede observarse en
el cantón de Valais (Suiza).
LOCALIDADES EXTRANJERAS. — Ponzac, Labas-
serre y otros puntos, en los Pirineos; Tavigliana y Verret,
cerca de Aosta, y Mont-Jove (Saboya); Nantes, Coutances,
Menez-Bré y otros (Bretaña); Saint Blaise y Saint-Maurice
(Vosgos); Radau en el Hartz; Freyberg (Sajonia); Feldberg
(Darmstadt); La Bauduero (Vendée); Djebel-Edough (Afri-
ca); y Córcega para la variedad llamada orbicular, son los
puntos mas importantes.
LOCALIDADES ESPAÑOLAS. — En España no solo
abunda esta roca, sino que con frecuencia se halla enlazada
con criaderos metalíferos. Pellico la cita en Sierra Almagre-
ra, atribuyéndole los trastornos y dislocaciones de aquel
distrito, así como la aparición de tan famosos criaderos;
según el señor Schulz, en Galicia se encuentra el anfibolito
cloritoso en Puente Noval y en el rio Lambre; el feldespáti-
co, en Santa Baya en Bergantiños; el gneísico, en el cabo
Ortegal ; otras variedades en San Román de Moeche, en el
Arsenal y Monte Viso al E. de Santiago, todos en terrenos
antiguos: el mismo cita en Asturias la diorita aporfidada en
la Pola de Allande, á orillas del rio Valledor; en Ferreros,
el pórfido diorítico; á media legua de Infiesto, la diorita
en un dique, y al N. de Santa Eulalia de Cabranes, la diori-
ta verde y la negra en relación con un filón de pórfido. En
el valle de Mena (Guipúzcoa) y cerca de Reinosa (Santan-
der), se encuentra atravesando el terreno jurásico. Según
el Sr. Luxán, es abundante la anfibolita en Feria y Zafra
(Extremadura) relacionada con una gran masa de hierro
magnético, y tal vez con la que se encuentra en Pedroso y
Marbella. En el distrito de Riotinto, en Campofrío, Aracena
y Puebla de Guzman, es común, y también en Trasierra en
donde forma un monte de bastante importancia. Por último,
según el Sr. Cortina, se la ve en Salabe (Asturias), en Bella-
gona, Vera, al E. de Almadén, en Guareña, Villa-Gonzalo,
Mérida, Badajoz, Alburquerque y Cazalla (Extremadura). En
el término de Alfarp, lindante con el de Carlet (Valencia),
en Segorbe y Barranco del Cucharero (Castellón), Sarrion y
Camarena (Teruel), y otros puntos he visto la verdadera
diorita en relación con el terreno triásico, cuyos materiales
ha dislocado y alterado profundamente.
APLICACIONES. — La anfibolita se emplea como pie-
dra de adorno y en la fabricación de objetos de lujo, como
GEOGNOSIA
vasijas, jarrones, mesas, etc., muy apreciados por el buen
efecto de las tintas y el hermoso pulimento que admiten las
variedades granitoideas. De ella se sirvieron para decorar
sus monumentos los romanos y egipcios. La descomposición
de esta roca suministra en Bretaña, según Coquand, una
excelente puzolana, y en otros puntos muy buena tierra ve-
getal.
Piroxenita
SINONIMIA. — Piróxeno en masa, Lherzolita, Lherco-
lita, Augitfels, Cocolita, etc.
Definición y VARIEDADES. — Roca compuesta
esencialmente de piróxeno diópsido, Edembergita ó Busta-
mita de base de cal y magnesia. Su estructura suele ser
compacta, granujienta, fibrosa, pizarreña y fragmentosa,
constituyendo otras tantas variedades que no citamos en
particular por creerlo inútil. La compacta de grano micros-
cópico se llama Lhercolita, diferenciándose de la Lherzolita
en que en esta el grano es mas basto; la granujienta ha reci-
bido el nombre de Cocolita. El color de esta roca suele ser
verdoso mas ó menos claro, también á veces oscuro. Goza de
bastante tenacidad y de una dureza regular. Además del
piróxeno, elemento esencial a su composición, suele presen-
tar esta roca otras sustancias accidentales, como el granate,
el cuarzo, la hipersténica, etc.; que originan las variedades
granatífera, cuarzosa, hipersténica, etc.
Yacimiento. — La piroxenita, llamada Lherzolita por
creerla peculiar de los alrededores del lago de Lherz en los
Pirineos, se encuentra allí en masa constituyendo colinas
cupuliformes mas ó menos redondeadas, enclavada en la
caliza jurásica. En dicha región la piroxenita no solo atrave-
só los estratos calizos dislocándolos y haciéndoles tomar el
aspecto de mármoles sacaroideos, sino que en el punto de
contacto arrastró fragmentos diversos de estos, que hoy se
encuentran empotrados en la masa de aquella, constituyen-
do conglomerados de fricción, como los llama Coquand.
Esta es una demostración palpable del modo y estado pas-
toso con que esta roca salió del fondo de la tierra. También
se presenta en diques ó filones á veces de una potencia
extraordinaria, como se observa en Campiglia y en la punta
de la Calamita (isla de Elba), en donde tiene mas de 3,000
metros de diámetro. En este punto se halla representada por
una variedad muy curiosa, compuesta de masas globulares
contiguas, de dimensiones variables constituidas por fibras
que irradian de un centro. Allí acompaña esta roca á la
masa inmensa de hierro magnético, así como en Campiglia,
asociada de un granito y de un pórfido cuarcifero, está ínti-
mamente relacionada con minerales de cobre, hierro, plomo
y zinc. Esta roca se encuentra en las pizarras cristalinas an-
tiguas de Bona (Africa): mientras en toscana y en los Piri-
neos corresponde á los terrenos terciarios.
LOCALIDADES EXTRANJERAS. — Las localidades
mas célebres son: el Lago de Lherz, Soleilhas y Lacus
(Pirineos): Monte Castelli, Libiano, Riparbella é isla de
Elba (Toscana): Filfilah y Djebel-Edough (Africa): Real de
minas de Fetela, México, y otros.
En la Península no debe escasear esta roca si se atiende
±á las relaciones que tiene con la anfibolita tan abundante;
sin embargo, ignoro los puntos en que se halla.
SEGUNDA CLASE.— ROCAS ÍGNEAS
ÓRDEN ÚNICO
Igneas modernas 6 volcánicas
Llámanse estas rocas modernas, por ser las últimas que
aparecieron y aun hoy salen del interior del globo: se las da
267
también el nombre de volcánicas, por ser las que constitu-
yen los volcanes.
Fundándose en la edad relativa, en la composición mine-
ral y en otras consideraciones, los geólogos distribuyen las
rocas de este orden en tres géneros, á saber: i.° traquítico;
2.0 basáltico; 3.0 lávico.
PRIMER GÉNERO.— TRAQUÍTICO
Las rocas comprendidas en este género se distinguen per-
fectamente por varios caractéres, que se detallarán al tratar
de cada una de las dos especies que comprende.
Traquita
ETIMOLOGÍA. — La palabra traquita se deriva de traxús ,
que en griego significa áspero al tacto.
SINONIMIA. — Pórfido traquítico, Leucostita, Domita,
Andesita, Masegna, Necrolita, obsidiana, pórfido obsidiánico,
pumita, estigmita, lava pumítica, Trass, Trassoita, etc.
DEFINICION. — Bajo la denominación de traquita se
comprenden varios productos volcánicos, compuestos esen-
cialmente de granos microscópicos de feldespato ortosa,
mezclados con pequeñas hojuelas de mica, de anfíbol, piró-
xeno y hierro titanado, presentando, como sustancias acci-
dentales, los ópalos, el azufre, la alumita, el oro, la plata y
otros metales.
CARACTERES. — El primer carácter de esta roca es el
que justifica el nombre que lleva, ó sea la aspereza al tacto:
su color es variable, si bien predominan las tintas claras como
el gris sucio ó pardo, uniforme ó con manchitas oscuras debi-
das al piróxeno ó la mica; otras veces se presenta mas ó me-
nos oscura con cristales blancos de feldespato, y afectando
por la distribución de la tinta el aspecto de una brecha, la
cual constituye una variedad muy curiosa llamada Piperno
por los napolitanos. La estructura es térrea, compacta, celu-
lar, fibrosa cuando pasa á la pómez, aporfidada y granítica,
estableciendo el tránsito al granito.
Esta roca se presenta en masa y en corriente, afectando
en algunos puntos la forma prismática como el basalto y la
obsidiana. Algunos prismas pueden ver los curiosos en
mis colecciones, traidos por mí de Panaria, una de las islas de
Lipari.
DIVISION. — Esta especie puede dividirse en dos sub-
especies, á saber: primera, traquitica propiamente tal, repre-
sentada por gran número de variedades terrosas ó pétreas, y
segunda, obsidiana y pómez.
Primera sub-esfecie
VARIEDADES. — Granítica no solo por la estructura,
sino por la composición igual á la del granito, cuyo tránsito
puede verse en los ejemplares traidos por mí del islote de
Basiluzzo en Lipari, y depositados en las colecciones de feld-
espato que salpican su masa; pizarreña por su estructura
hojosa: térrea, por otro nombre Domita , por formar los mon-
tes cónicos de Auvernia llamados Puy de Dome; prismática,
como la de Panaria; celular, fibrosa, escoriácea, etc., y aten-
diendo á las sustancias que accidentalmente lleva en su masa,
recibe los nombres de cuarzosa, micácea, anfibolífera, aurí-
fera, argentífera, etc.
A mas de las variedades indicadas, en los centros traquí-
ticos existen materiales sueltos ó conglomerados, resultado
de las erupciones mismas ó de la descomposición de las
rocas y de su consolidación posterior.
YACIMIENTO. — Las rocas traquíticas propiamente di-
268
GEOLOGIA
chas se presentan en grandes masas, como sucede en los An-
des; en corriente, según he tenido ocasión de ver en la
famosa del Arso en Isquia, y formando montes cónicos ó sin
cráter, como se observa en Auvernia, en Roca Monfina junto
á Sessa (Italia) donde representa en el monte de Santa Cruz
un cráter que levantó al llamado Cort inella; en Pádua, y
sobre todo en las islas de Lipari.
Edad DE LAS TRAQUITAS.— Humboldt y Beudant
aseguran que las de los Andes y Hungría hicieron su apari-
ción en la época cretácea; las de Auvernia, Italia y otras
regiones, pertenecen al terreno terciario. Debe advertirse, no
obstante, que asi en América como en otros puntos esta roca
ha continuado saliendo del interior del globo en épocas poste-
riores, pudiendo citar la corriente del Arso en Isquia, que
apareció en 1504.
TRÁNSITOS. — Las variedades de la traquita se enlazan
por tránsitos insensibles, no solo con las obsidianas y pómez,
sino también con el granito, según puede observarse en los
ejemplares de Basiluzzo, que figuran en las colecciones de mi
cátedra, en los cuales hallarán los inteligentes preciosos mate-
riales de estudio.
LOCALIDADES. — Esta es una de las rocas volcánicas
mas abundantes, como lo acreditan la cordillera de los An-
des, distrito de la Auvernia en Francia; la Hungría, cuyo
famoso vino Tockay procede de viñas que prosperan en
tierras de esta naturaleza; las orillas del Rhin y particular-
mente las siete montañas (Siebengebirge) ; Padua, Sessa, Si-
cilia y sobre todo las islas de Lipari.
En cuanto á nuestra Península, la región mas importante
es la del Cabo de Gata, donde la traquita se presenta con
todas sus variedades, llevando en algunos puntos galena ar-
gentífera, blenda y piritas de hierro, dando origen en Alma-
zarrón á grandes explotaciones de alumbre, etc. Además se
citan en algunos puntos aislados, como Monte-Axpé, junto á
Portugalete; en Gargantiel, Garlitos, cerca de Almadenejos,
etcétera.
APLICACIONES.— Estas rocas pueden utilizarse en su
estado íntegro ó normal, ó también en el de descomposición.
En estado intacto ó fresco, como suele decirse, la traquita
reúne todas las cualidades de una excelente piedra de cons-
trucción, siendo ligera y porosa, circunstancia que, al paso
que permite la penetración del mortero, da gran solidez á los
edificios y poco peso. Todas las casas de la ciudad de Lipa-
ri, en la isla de este nombre, la mayor parte de las de Nápo-
les, Padua y Cler'mont Ferrand, la famosa catedral de Colonia
y una infinidad de monumentos, están construidos con esta
piedra. Las Brechas de Biot y Villeneuve (departamento del
Var), que contienen fragmentos de traquita, sirven para la
construcción y para revestir los hornos de sosa en Marsella.
La variedad llamada terrosa ó Domita es mejor todavía
por ser mas ligera y porosa, y porque no se descompone tan
fácilmente. La conocida con el nombre de molar se emplea
en Hungría para piedras de molino; así como la toba pumí-
tica sirve en Tockay (Hungría) de excelente piedra de cons-
trucción.
La descomposición de la traquita, muy común en atención
á su naturaleza eminentemente íeldespática, da por resultado
una arcilla, que se utiliza en muchos puntos en la alfarería;
formando además una tierra vegetal muy feraz que contrasta
con la esterilidad de los terrenos traquíticos en estado de
integridad, en razón á la dureza y permeabilidad de sus rocas.
La orgullosa y riquísima vegetación de la isla de Isquia,
así como la feracidad de los campos flégreos napolitanos, de
la Auvernia, en la inmensa llanura de Limaña, uno de los
mejores graneros de Francia, confirman plenamente lo que
se acaba de indicar.
Segunda snb-especie. Obsidiana
Etimología. — El nombre de esta roca recuerda el de
Obsidio, que fué el que por primera vez la trajo de Etiopia.
SINONIMIA. — Vidrio volcánico, ágata negra y mareka-
nita de Islandia, espejo de los Incas por el uso á que estos
la destinaban, piedra galinácea, etc.
Definición. — Roca compuesta esencialmente de los
mismos elementos mineralógicos que la traquita, ó sea de
feldespato potásico (riacolita), de sosa ó de cal.
Caractéres. — El color mas común en la obsidiana
es el negro, pero también se presenta verde oscuro con man-
chas blancas, que son cristales de feldespato; gris sonrosado
y rojizo; la combinación de tintas afecta en algunos, aunque
raros casos, el aspecto de una brecha, como se ve en los
ejemplares traídos por mí de Lipari, entre los cuales los hay
también irisados, accidente muy poco común en esta roca.
La estructura mas frecuente es la compacta, en cuyo caso el
brillo se presenta vitreo y la fractura perfectamente concoi-
dea: otras veces es fibrosa, celular, cavernosa, oolítica ó mi-
liar, pisolitica ó tuberculosa y también térrea. En gruesas
tablas ó lajas es opaca, pero en láminas delgadas y en los
bordes es traslúcida y hasta trasparente.
Tratada al soplete da un vidrio blanco ó verdoso aun en
los ejemplares de color mas negro, lo cual inclina el ánimo
á considerar como bituminosas ó carbonosas las sustancias
| que le comunican dichas tintas. El fragmento sometido á
este experimento aumenta considerablemente de volumen.
Variedades. — Las princiales variedades de la obsi-
diana son difíciles de enumerar por su extraordinario núme-
ro, distinguiéndose por sus colores, por su estructura, etc.;
debemos, no obstante, indicar algunas por su importancia.
La primera se llama marekanita : se presenta en pequeños
fragmentos redondeados y procede de las erupciones volcá-
nicas de Islandia y del Kamchatska; la segunda es la en
brecha que por su estructura, imita perfectamente la de una
roca conglomerada, siquiera los fragmentos angulosos que la
representan estén simplemente unidos por una materia que
también es obsidiánica. Solo conozco esta variedad de la isla
de Lipari, de donde la traje el año 1852.
Hay otra verde aporfidada que encontré por indicación
del Sr. Dufrenoy en el barranco del Infierno, junto á Vich
(Auvernia). Por último, las variedades celulares, fibrosas, etc.,
que establecen el tránsito á la pómez las he visto en Lipari,
de donde traje magníficos ejemplares; también se observan
en Canarias y son por demás curiosas é interesantes.
En la Punta de la Castaña la he visto prismática, cuya
importante cuanto rara variedad pueden examinar los inte-
| ligentes en el gabinete de Historia Natural.
Yacimiento.— La obsidiana, además de ser arrojada
en la época actual por los volcanes indicados, se encuentra
en regiones flégreas apagadas, por lo común en corriente; es
decir, que apareció en un estado análogo al de la lava actual,
debiéndose probablemente á esta circunstancia y al enfria-
miento lento de su masa la estructura compacta y el aspecto
vitreo que tanto contrasta con el de la traquita y el de la
piedra pómez.
Localidades. — La localidad mas clásica para esta
roca es la Punta de la Castaña, promontorio situado en la
costa Nordeste de Lipari, y que mereció una brillante des-
cripción de la elegante pluma de Spallanzani, en su obra
titulada Viaje á las Dos Sicilias. Encuéntrase también en
Islandia, Kamchatska, Hungría y Auvernia, no escaseando
tampoco en México y el Perú. En la Península se encuentra
en varias localidades, si bien la mas importante de todas es
el famoso Morron de los Genoveses y el Cabo de Gata.
D
Aplicaciones. — Los antiguos incas del Perú y lo
mexicanos se sirvieron de esta piedra para fabricar no solo
espejos muy curiosos, sino también hachas, cuchillos, flechas
y toda clase de armas y utensilios, de los que muchos perte-
necen á las épocas que hoy la ciencia llama prehistóricas.
En Nápoles llegó á emplearse esta sustancia en la fabricación
del vidrio. En las comarcas en que abunda suelen destinar
la variedad negra para adornos de luto; por último, como
sustancia curiosa y de estudio, es muy estimada en todas las
colecciones minero-geológicas.
Piedra pómez
ETIMOLOGÍA. — Esta piedra se llama así del latin pu-
mex , piedra para pulimentar; se deriva también de espuma,
por cuya razón algunos la denominan pumita.
DEFINICION. — Esta es una roca compuesta esencial-
mente de feldespato igual al de la obsidiana, casi con exclu-
sión de otra sustancia.
Caractéres. — A pesar de la identidad de composi-
ción, la pómez puede decirse que es la antítesis de la obsi-
diana, presentándose de colores generalmente claros, blanco
anacarado, gris sucio ; su estructura es fibrosa, ofreciendo las
fibras un color sedoso característico. Con frecuencia es ce-
lular y también cavernosa, lo cual hace que sobrenade en el
agua; al soplete funde con facilidad, dando un esmalte blanco,
aunque sin aumentar de volúmen.
Variedades. — Pocas son las variedades déla pumita,
á no ser las establecidas por la diferencia de estructura;
figuran entre' ellas, además de la toba pumítica, resultado de
la aglutinación de las cenizas arrojadas en las erupciones ó
resultado de la descomposición de la roca, unos conglome-
rados singularísimos, formados de fragmentos de pómez,
cementados ó reunidos por la propia sustancia, sin duda
cuando la roca ofrecía cierta pastosidad al ser arrojada por
el volcan.
Yacimien ro. — En general la pumita se presenta en
fragmentos irregulares y sueltos á la superficie y alrededor
de los centros volcánicos, ó bien formando ciertos horizontes
en la masa de las arenas ó lapilli pumítico, como he tenido
ocasión de ver en el llamado Campo Bianco en Lipari, no
lejos de la Punta de la Castaña. De modo que por lo visto,
así como la obsidiana representa la corriente volcánica de
aquella época, la piedra pómez, por el contrario, constituye
las masas arrojadas por la boca, llamada explosiva, del volcan
que todavía se conserva en dicho punto.
Localidades. — Aunque la piedra pómez se encuentra
en casi todos los centros traquíticos de Europa, puede ase-
gurarse que la localidad mas importante y de la que procede
la mayor parte de la que se consume en Europa es la ya
mencionada de Lipari. Los singulares conglomerados de que
va hecha mención, proceden del sitio llamado Pumichazzo
(Lipari). También parece que se encuentra en el Cabo de
Gata.
Aplicaciones. — Además del uso general que se hace
de esta sustancia para preparar las maderas y piedras para el
pulimento, en Lipari se destina á piedra de construcción, á
cuyo fin la tallan en gruesos atobones con los que se cons
truyen casas y bóvedas, para cuyo objeto reúne esta roca á
la solidez y resistencia, una gran ligereza y la estructura celu-
lar que permite la fácil penetración del mortero ó argamasa.
GEOGNOSIA 269
SINONIMIA. — Piedra sonora, klingstein, leucostina,
leucostita, perlita, perlstein, estigmita perlada, pechstein.
DEFINICION. — La fonolita, así llamada por el sonido
particular que da cuando se la golpea con el martillo ó con
cualquier otro instrumento de metal, es una roca compuesta
esencialmente de ortosa, al que se agrega algún silicato alu-
minoso hidratado con álcalis, fusible al soplete, y en parte
Fonolita
Etimología. — La palabra fonolita se deriva de fonos ,
sonido, y Utos, piedra.
Fig. 34. — Pico fonolitico de la Auvemia
soluble en los ácidos. Además de estas sustancias, ofrece á
veces la mica, el anfibol y piróxeno, materias que suelen
existir como fundidas en la masa misma de la roca, y que
solo el análisis pone de manifiesto.
Caractéres. — La fonolita es de aspecto uniforme y
comunmente adelógena, presentando una tinta como resino-
sa, que es en lo que principalmente se distingue de la tra-
quita. La estructura es compacta, pétrea y vitrea, y con fre-
cuencia hojosa y tabular; la fractura es escamosa; las tintas
que afecta suelen ser claras, predominando el gris pardo algo
azulado.
División. — La fonolita ofrece una porción de varieda-
des que pueden agruparse en dos sub-especies, como se ha
hecho en la traquita, pues las hay pétreas y vitreas, llamán-
dose á la primera fonolita propiamente dicha, y á la segunda
perlita.
Fonolita. — A la primera sub-especie le convienen
todos los caractéres que acabamos de indicar; y las princi-
pales variedades que de ella existen son la porfiroidea, por
los cristales de feldespato y á veces de piróxeno que contie-
ne, la compacta y tabular ó pizarrosa, que es la que se cuartea
con mas facilidad y da el sonido á que los alemanes llaman
klink.
La segunda sub-especie se ha llamado perlita y resinita
por el aspecto análogo á la resina que ofrece, y el estado
globular ó de pequeñas perlas en que generalmente suele
presentarse.
Yacimiento. — Las rocas fonolíticas ofrecen las mis-
mas ó muy análogas circunstancias de yacimiento y relacio-
nes geognósticas que las traquíticas, de cuyo terreno, según
Bural, forman el límite superior, lo cual supone que en ge-
neral son mas modernas. A pesar de esta similitud de carac-
téres geognóstico-quimicos, se distinguen, sin embargo, con
facilidad por ser en general el feldespato en ellas vitreo y de
270
GEOLOGIA
cristales mayores que en las traquitas; los cristales presentan
además hendiduras horizontales, de donde resulta la estruc-
tura pizarrosa, que en aquellas es muy frecuente.
Localidades extranjeras.— Los Montes Eu-
gáneos é islas de Lipari (Italia): el Cantal y Mont Dore
(Francia): Schlossberg, cerca de Tceplitz: y Lambash (Esco-
cia), son las principales en Europa.
LOCALIDADES ESPAÑOLAS. — El Sr. La Cortina
dice haber hallado la fonolita en los cerros de Sanchorey
(Ciudad Real); en mi concepto debe haberla también en el
Cabo de Gata.
APLICACIONES. — La vari edad pizarrosa se emplea para
cubrir los edificios, y de aquí el nombre de La Tuilliére (El
Tejar) dado á una montaña de la Auvernia formada de esta
variedad de fonolita, fig. 34. Las variedades compacta y por-
firoidea pueden servir como piedras de construcción. En
cuanto á las perlitas y resinitas, son objetos de simple curio-
sidad científica.
SEGUNDO GENERO.— BASÁLTICO
En este género se incluyen dos rocas principales, á saber:
el basalto y el leucitofido, cuyos caractéres resumen los del
género.
Basalto
ETIMOLOGÍA. — La palabra Basalto la usó Plinio, apli-
cándola á rocas de coloración negra, derivada de basal, que
en lenguaje etiópico significa hierro.
SINONIMIA. — Dolerita, Mimosita, Tefrina, Galinácea,
Lava tefrínica, Peridotita, Nefelinita, Frita, Brecha, Toba ba-
sáltica, Peperino, Wacka, Trapp en parte, Puzolana, etc.
Definición. — Llámase basalto á una roca adelógena
por lo común, compuesta de feldespato labrador y piróxeno,
de tal modo fundidas ambas sustancias, que no pueden dis-
tinguirse ni aun con el auxilio de la lente. Ofrece además
como compañero casi inseparable, el peridoto olivino, y tam-
bién el hierro titanado, la mica y muchas zeolitas, que se en-
cuentran en sus oquedades.
Caracteres. — Esta roca es azulada oscura y hasta
completamente negra, de grano generalmente muy fino, de
Fig. 35. — Formas prismáticas del basalto
estructura compacta, á veces algo celular, tenaz y tan dura
que raya al vidrio: pero el rasgo mas distintivo de esta roca,
cuando se la estudia en su propio criadero, es su constante
tendencia á tomar la forma esférica ó globular, que se pone
de manifiesto en muchos centros basálticos, sobre todo en
aquellos puntos en que se halla descompuesta; operación que
se verifica por capas desde la superficie al centro.
De esta propensión á la forma globular resulta el aspecto
prismático que con frecuencia afecta, consecuencia natural
de la presión que ejercen unas esferas sobre otras al tiempo
de desarrollarse; hecho demostrado en la figura 35, en que
la articulación de los prismas está revelando la manera de
formarse.
Esta disposición particular esférico-prismática del basalto
comunica un aspecto curioso á las comarcas en que se halla
desarrollado, mereciendo nombres especiales, como la Cal-
zada de los Gigantes en Irlanda, la Gruta de Fin gal, la de los
Quesos en Dietricht (fig. 36), y otros muchos.
Variedades.— El basalto ofrece muchas variedades,
hijas unas de la estructura, tales como la porfiroidéa, con
cristales de labrador, llamada por otro nombre Mimosita;
granujienta, por otro nombre Dolerita , en la cual los dos ele-
mentos componentes se hallan aparentes á la vista natural,
como se observa en el Etna: compacta, que es la mas común;
amigdaloidéa, con pequeños glóbulos ó masas llenas de car-
bonato de cal: prismática, globular, esferoidal, descompuesta
que es á la que generalmente se llama Wacka. También se
llama por las sustancias accidentales que ofrece peridotífero,
. rvv ' V.4v —
; Ai.,** J-lL
Fig. 36. — Gruta de los quesos
micáceo, piroxenífero, etc. Por ultimo, cuéntanse como va-
riedades los conglomerados, las brechas y tobas, las cenizas
sueltas ó aglutinadas, que representan los materiales arroja-
dos por aquellas erupciones.
Yacimiento.— El basalto constituye uno de los pe-
riodos eruptivos mas importantes en la historia de las rocas
volcánicas, siendo, por regla general, intermedia su posición
entre las traquitas y las lavas. Su aparición pertenece al ter-
reno terciario, observándosele en el horizonte eoceno en
Ronca (Yicentino, Italia); en el mioceno, en la Colina de
Gergovia (en Auvernia), y en las islas Columbretes; por úl-
timo, en el plioceno, según demuestra la fig. 37 y los ejem-
plares de toba basáltica llena de fósiles pliocenos, encon-
trados por mí en el valle de Militello (Sicilia), de los que
traje una bonita serie.
Con frecuencia la aparición del basalto determinó pro-
fundas dislocaciones y fenómenos de metamorfismo muy
curiosos, como he tenido ocasión de ver en las islas Cíclo-
pes, en las que el basalto, llevando delante de sí á las ar-
cillas pliocenas que constituyen el fondo del mar, entre
Mesina y Catania, no solo las convirtió en termantida, sino
que el basalto mismo y esta, ambos á dos, fueron impregna-
dos de analcima en masa y en bonitos cubos.
Localidades. — Son tantas las localidades en que
aparece el basalto, así en el extranjero como en la Penín-
sula, que habré de limitarme á las mas notables, y son, ade-
más de las indicadas al tratar de la estructura, el Vivarais y
la Auvernia (en Francia); Bolsena, cerca de Roma, algunos
puntos en el Etna, Olot y Castellfollit, Cabo de Gata y
Campo de Calatrava.
Aplicaciones. — Las columnas de basalto cortadas
en porciones apropiadas al objeto, sirven para postes, guarda-
cantones, y hasta para construcción. También suele destinar-
se, como he visto en Auvernia, para la reparación de carre-
teras, aunque para ello no sea el material mas á propósito
GEOGNOSIA
por la facilidad con que se descompone. Según Breislak, en
Yenecia y Montpeller se empleó como materia primera para
la fabricación de botellas. En estado de descomposición
suministra arcillas, kaolines excelentes, y tierra vegetal de
buena calidad para cereales, según se observa en Almagro,
donde llaman negrizales á estos suelos.
Peperino
Asi se llama por los italianos una variedad térrea del ba-
salto, resultado de la cementación por la caliza ó la sílice de
las cenizas y lapilli de las erupciones basálticas, ó del resul-
tado de la descomposición de aquella roca, á cuyos materia-
les suele agregarse algún fragmento de otras, comunicándole
el aspecto de una brecha ó pudinga. Accidentalmente suele
oírecer el peperino hierro oligisto, piróxeno cristalizado, mica,
271
Hauyna, anfigena, etc., y restos orgánicos, vegetales ó ani-
males.
CARACTERES. — Esta roca es de colores mas bien cla-
ros que oscuros, predominando el gris amarillento. Su estruc-
tura es entre celular y compacta, imitando á veces verdaderos
conglomerados. No es muy dura, tallándose fácilmente hasta
con el cuchillo.
YACIMIENTO. — Aunque de procedencia volcánica, en
cuyas regiones basálticas se encuentra, el peperino suele con
frecuencia, según queda indicado, formar parte de los terre-
nos terciarios medios, y quizá también superiores.
LOCALIDADES.— Se observa en Val di Noto, en Sicilia,
en las faldas del Vesubio, y en las cercanías de Roma parti-
cularmente. En España se encuentra en Cabo de Gata,
Columbretes y Olot.
Fig. 37.— Corte del valle de Militello (Sicilia)
1 Caliza pliocena con Cardium cdule , y otros fósiles. — 2 Basalto columnar. — 3 Basalto esferoidal. — 4 Capa de lava intercalada
APLICACIONES. — Es esta roca una excelente piedra de
construcción, á cuyo uso se destina en Roma y sus alrede-
dores.
Puzolana
ETIMOLOGÍA.— Háse llamado asi esta roca por su pro-
cedencia de Pozzuolo, junto á Nápoles.
Sinonimia. — Cemento romano.
DEFINICION.— La puzolana es la parte incoherente
formada de arenas y lapilli, de las erupciones basálticas.
CARACTÉRES. — Roca suelta ó incoherente, represen-
tada por fragmentos irregulares, generalmente negros, de
estructura celular, etc. La composición es igual á la del ba-
salto, alrededor de cuyas erupciones se encuentra en depó-
sitos mas ó menos considerables.
LOCALIDADES. — Además de la primitiva de Pozzuolo,
hay que indicar, Roma, cuyas famosas catacumbas no son
mas que grandes excavaciones que se practicaron para ex-
traer la puzolana; la cual se encuentra igualmente en varios
puntos del Etna y del Vesubio. En España, el punto mas
clásico para esta roca es Gradelles de Santa Pau, en el dis-
trito de Olot, y otros.
APLICACIONES. — El uso de esta sustancia para la
preparación de las cales hidráulicas fue generalizado por los
romanos, y aunque todavía sirve para lo mismo, le ha qui-
tado mucha importancia, en estos últimos tiempos, la fabri-
cación de cales hidráulicas artificiales, merced á los expen-
de Yicat, Kulmann y otros.
cacion d
j ^ejto^c
JD
Leucitofido
ETIMOLOGÍA. — Esta palabra se deriva de la estructura
porfiroidea que afecta, y de los cristales de leucita que la
constituyen.
SINONIMIA. — Anfigenita, pórfido, y lava anfigénica.
DEFINICION. — El leucitofido es una roca del grupo
basáltico, formada de una pasta de anfigena y piróxeno, con
cristales de ambos, pero en particular de aquella.
CARACTÉRES. — Lo primero que salta á la vista en
esta roca és la estructura porfiroidéa, y el contraste así de
forma como de color de la leucita, generalmente gris blanque-
cina, exceptuando una variedad que recogí en la Somma,
que es roja, y del piróxeno negro, en prismas mas ó menos
caracterizados. La estructura de la masa es entre compacta
y celular, y hasta cavernosa á veces: bastante dura y tenaz.
Variedades. — Porfiroidéa por llevar cristales de an-
figena (Rocamonfina y Somma); celular, vitrea y escoriácea;
labradorifera con cristales de labrador (Rocamonfina y Vi-
terbo); piroxenífera, con cristales de piróxeno augita en su
masa (Fossa grande, Vesubio y Rocamonfina); peridotífera
con peridoto (Somma y volcanes), etc. También se encuen-
tra un conglomerado anfigénico muy abundante en Roca-
monfina y en los volcanes de la Campaña.
Yacimiento. — Aunque perteneciente al grupo basál-
tico por su composición y relaciones geognósticas, el leuci-
tofido participaba de muchos caracteres distintivos de las
lavas modernas, sobre todo en el modo de presentarse en
grandes masas, afectando montañas con verdaderos cráteres,
en capas ó corrientes, filones, diques, etc. Los dos puntos
mas notables en este concepto son : el volcan ya citado de
Rocamonfina, célebre por sus enormes anfigenas, algunas
de las cuales alcanzan el tamaño de una naranja, según
puede verse en los de mis colecciones, y la Somma, primi-
tivo volcan, en cuyo cráter apareció en el año 79 de nuestra
era, el actual Vesubio. Entrambos á dos ofrecen el modo ó
tipo mas acabado de lo que hoy se ha convenido en llamar
cráter de erupción; formado de una llanura limitada por un
monte circular ó semicircular, en cuyo centro surgió poste-
riormente un cono volcánico que levantó y dislocó las capas
de aquel. Lo único que los distingue es que en el de Roca-
monfina fueron las traquitas las que determinaron el levan-
tamiento, que en el Vesubio fué producido por lavas mo-
dernas.
GEOLOGIA
272
APLICACIONES.— El leucitofido es una excelente pie-
dra de construcción, pudiendo decir que es la principal y
casi la única que se emplea para este uso en todos los pue-
blos inmediatos á estos dos puntos. La mayor parte de los
edificios y monumentos de Pompeya están construidos con
esta roca.
Además sirve también para piedras de molino, á cuyo uso
la destinaban ya los habitantes de Pompeya, como tuve
ocasión de ver en 1852 y 53.
También esta roca se descompone con facilidad, dando por
resultado una tierra veget
En Monte Vulture, no léjos de Amalfi (Ñapóles), se en-
cuentra una roca volcánica muy curiosa por los cristales ó
por pequeñas masas azules de Hauyna qne salpican la masa,
por cuya circunstancia ofrece gran belleza, y ha recibido el
nombre de Hauynofido. En las colecciones del gabinete de
Historia Natural pueden verse muy hermosos ejemplares
traidos por mí.
TERCER GEN ERO. — LÁVICO
I V »,
género comprende los productos sólidos de los vol-
nes modernos apagados ó en actividad, y en los azúfrales,
divide en dos especies, á saber: i.a lava; 2.a azufre.
\\ nTTT mi X v
Lava
INONIMIA. — Escoria volcánica, tefrina, lapilli, etc.
DEFINICION. — La palabra lava, mas queá una compo-
sición determinada, se aplica á todos los productos sólidos
de los volcanes modernos. En su composición figuran varios
feldespatos asociados al piróxeno, á la anfigena y á todas las
indicamos al tratar de las erupciones mo-
sustancias que
demás.
Caracteres.
construcción, y como tal se emplea en Nápoles, Pompeya,
Catania, etc. También se destina para el empedrado, pudien-
do asegurar que casi todas las vías romanas, en Italia al me-
nos, están hechas con fragmentos irregulares de esta roca, de
la cual la grava y arena puede emplearse también como pu-
zolana; su descomposición da varios productos, que se em-
plean, particularmente, para la cerámica tosca, y una tierra
vegetal tan sumamente feraz, como lo acredita la exuberante
vegetación de los alrededores de Nápoles y del Etna.
Azufre
Como esta roca, representada por el cuerpo simple de este
nombre, suele encontrarse con frecuencia en los volcanes
activos y en los azúfrales, aunque no sea este su único yaci-
miento, Coquand la coloca en este grupo: con mas razón,
quizás, debiera figurar entre los combustibles.
DEFINICION. — El azufre es un cuerpo simple de la na-
turaleza, cuya coloración, estructura, formas cristalinas y de-
más caractéres son sobrado conocidos, y mas bien del domi-
nio de la Mineralogía, que de la Geología.
Variedades.— Compacto, granular, estalactítico, gu-
tular, estratificado, etc.
Yacimiento.— Según queda ya dicho, el azufre no
solo se encuentra en las rocas volcánicas de la época moder-
na, sino muy particularmente en terrenos de sedimento,
mayormente en los terciarios, como se nota en muchos pun-
tos de Sicilia, y en España, en Conil, de donde proceden los
mejores ejemplares cristalizados que se conocen. En Libros,
notable criadero por la abundancia de fósiles convertidos en
dicha sustancia; en los alrededores de Lorca, y en las famo-
sas minas de Hellin, donde se halla relacionado con el sulfa-
to dé sosa y magnesia y con la dusodila.
APLICACIONES. — Son demasiado conocidas de todo el
. 7
o, para que nos detengamos en enumerarlas.
-En
general la lava se presenta
estructura compacta, algo celular y hasta cavernosa, según
la posición que ocupa, lo cual supone la salida mas ó menos
rápida de las sustancias gaseosas que contiene. Cuando es
celular y cavernosa, si se presenta en pequeños fragmentos
irregulares que sobrenadan en el agua, se llaman lapilli, y si
el tamaño se reduce mas, llega á constituir grava, arena y
ceniza lávica. El color de esta roca suele, por lo común, ser
oscuro, y casi negro á veces; piedra de mucha dureza y te-
nacidad, etc.
VARIEDADES. — Según el elemento que en ellas pre-
domina, asi se dicen : lava ortósica, como las de Islandia y
Vesubio, donde ofrece cristales de riacólita; oligoclásica,
como la de Tenerife; por último, las hay también labrado-
ritas con piróxeno. En todos estos casos pueden presentarse
variedades de estructura, de coloración , de sustancias acci-
dentales diversas, etc.
YACIMIENTO. — La lava forma todos los volcanes ac-
tivos y apagados de la época moderna, remontando, tal vez,
sus erupciones al último período del terreno terciario.
En dichos centros volcánicos se encuentra la lava en
grandes masas, en bombas y lágrimas volcánicas, en cordo-
nes á la superficie de las corrientes, y también en capas
imitando una falsa estratificación.
Localidades. — El Vesubio, el Etna, las islas de San-
torino, los muchos volcanes de la Auvernia, y en España
algunos puntos del Cabo de Gata y del distrito de Olot, son
dignos de mención, entre otros muchos.
APLICACIONES. — La lava es una excelente piedra de
las mundo, para que
¡Sfif r-e;
TERCERA CLASE
Rocas neptúnicas
Así como en las que acabamos de describir, el fuego solo,
ó auxiliado de otros agentes, fué el encargado de formarlas,
en las que vamos ahora á examinar ha intervenido de una
manera muy directa el agua, razón por la cual se las llama
neptúnicas y también ácueas.
CARACTERES.— Estas rocas se presentan en bancos ó
capas sensiblemente paralelas, y ofrecen en su seno restos
orgánicos en estado fósil.
DIVISION. — Entre las rocas neptúnicas, las hay que
conservan todavía los caractéres de su primitiva formación,
y otras que han experimentado cambios mas ó menos pro-
fundos en su esencia ó en sus accidentes exteriores. De aquí
la división de esta clase en dos órdenes, á saber: rocas nor-
males y rocas metamórficas.
T
PRIMER ÓRDEN
Neptúnicas normales
Este orden se divide en dos géneros: en el
locan las de sedimento químico; en el segu
mentó mecánico.
PRIMER GENERO. -DE SEDIMENTO QUIMICO
Llámanse así las rocas de sedimento, cuyos elementos
mineralógicos se hallaron primitivamente en disolución en el
GEOGNOSIA
agua, haciéndose después insolubles en virtud de determina-
das reacciones químicas. Este género comprende varias
especies.
Caliza
SINONIMIA.— Limestone (inglés), Kalkstein (aleman),
creta, toba, travertino, panchina, pizarra caliza, marga, etc.
DEFINICION Y CARACTÉRES.— Las rocas calizas
ofrecen diferentes caractéres físicos y exteriores, si bien en
el fondo todas reconocen la misma composición represen-
tada por el carbonato de cal, resultado de la combinación
del ácido carbónico con el óxido calcico, ó sea la cal viva,
en la proporción de dos átomos de aquel por uno de esta.
Las diferencias de aspecto, de estructura, de color, etc.,
dan márgen al sinnúmero de variedades que de esta roca se
admiten hoy dia; pero todas participan de los siguientes carac-
téres:
i.° La insolubilidad en el agua, á menos de contener un
exceso de ácido carbónico; y la solubilidad con efervescencia
viva en los ácidos, resultado del desalojamiento del ácido
carbónico que se desprende, como en la cerveza y el vino
de Champagne, en burbujas abundantes.
2.0 La trasformacion en cal viva por la acción del calor.
3.0 El peso, que es dos veces mayor que el del agua des-
tilada.
4.0 Su escasa dureza que permite las raye la navaja ó el
vidrio; siendo después del yeso y el talco, las sustancias mas
blandas que se conocen.
Prescindiendo de los caractéres de presentarse en capas ó
estratos ó de llevar fósiles en su seno, pues estos son comu-
nes á toda la clase, y dejando para mas adelante la indica-
ción de sus numerosas aplicaciones, veamos de qué modo se
pueden distribuir sus numerosas variedades para darlas á
conocer con método y claridad.
Variedades. — Las variedades de la especie caliza
pueden agruparse alrededor de las rocas simples, formadas
tan solo de carbonato de cal, ó de las compuestas, que son
las que además llevan otra ú otras sustancias que les impri-
men carácter. Unas y otras pueden presentarse agregadas,
conglomeradas y sueltas ó incoherentes.
Calizas simples agregadas.— Raras veces las
rocas calizas se presentan perfectamente puras (1); cuando
menos ofrecen alguna materia tintórea que les da el color,
ó sustancias bituminosas que Ies comunican un olor parti-
cular.
Caliza incrustante, alabastro calizo. —
Cuando son del todo puras las calizas, se presentan blancas
mas ó menos cristalinas ó mates, y de estructura compacta,
terrosa, ó granujienta. La que bajo este punto de vista ocupa
el primer lugar es la conocida con los nombres de traverti-
no, toba caliza ó caliza incrustante, resultado de la disolu-
ción del carbonato de cal en las aguas cuando lleva un
exceso de ácido carbónico, y de su fijación alrededor de los
objetos que encuentra á su paso.
Cuando esta operación se verifica en las cavernas, forma
esas columnas tan caprichosas que bajo el nombre de esta-
lactitas constituyen el adorno de los subterráneos naturales ;
las contracolumnas que se depositan en el fondo ó suelo se
llaman estalacmitas. De unas y otras procede la roca llamada
alabastro calizo, para distinguirlo del yesoso, compuesto de
capas ó fajas concéntricas y ondulosas, que constituyen su
mejor carácter y belleza. Todos los mármoles que vulgar-
1 1 ) La análisis ha demostrado que hasta las calizas consideradas
como las mas puras, contienen magnesia en mayor ó menor proporción.
Tomo IX
273
mente se llaman de fajas ó aguas, son en rigor alabastros
calizos: cuando su color es blanco ó amarillento, trasluciente
en su masa, y las zonas ó fajas blancas, mate ó de color de
miel ó caramelo, reciben el pomposo nombre de alabastro
oriental.
OOLITAS Y PISOLITAS. — Cuando eL carbonato que
llevan disuelto las aguas, en vez de depositarse por filtración,
se agrupa alrededor de una burbuja de aire, grano de arena
ó cuerpo orgánico en aquellos puntos en que las aguas están
agitadas, se forma primero un núcleo que va engrosando por
capas, dando origen á las oolitas, si los granos son muy pe-
queños; y á las pisolitas, si son de bastante tamaño y apa-
rentes las capas concéntricas que las forman. La aglutinación
de las oolitas y pisolitas forma una caliza, que se distingue
con los nombres de oolítica y pisolítica. Los confites de
Tívoli son pisolitas sueltas formadas por las aguas del rio
Teverone, en el pueblo de dicho nombre, cerca de Roma, en
donde he tenido ocasión de estudiar su formación: lo mismo
que los de la Fuente San Felipe (Toscana): los de Carlsbad,
que son de aragonito, y otros muchos. El Sr. Virlet d’Aoust,
en una Memoria leída en diciembre de 1S57 ante la Socie-
dad geológica de Francia, acerca de la formación de las ooli-
tas y masas nodulosas, dice haber presenciado en el lago
Texcoco (México) la de la caliza oolítica, debida á la conso-
lidación ó fijación del carbonato de cal alrededor de cada
uno de los huevos, que en número prodigioso, depositan en
el fondo de las aguas la corixa femorata y la tiofonecla uni-
fasciata , insectos hemípteros de la tribu de los Notonectí-
deos. De tan curiosa observación y de la no menos impor-
tante, consignada por Ehrenberg, de que el centro de las
oolitas de Alemania é Inglaterra se halla ocupado por infu-
sorios, deduce aquel distinguido geólogo, que se puede ex-
plicar por una causa análoga la formación de estas rocas que
tan desarrolladas se hallan en determinados terrenos.
El encontrarse el núcleo de las oolitas unas veces hueco,
otras lleno, se explica, según Virlet, porque en el primer caso,
habiendo permanecido el huevo intacto, desapareció después
por reacciones químicas; mientras que habiéndose roto en el
segundo, la materia caliza ocupó su lugar, adquiriendo la
forma de los objetos que le sirven de núcleo.
INCRUSTACION Y PETRIFICACION.— Aunque solo
sea de paso, debemos indicar la diferencia que existe entre
lo que se llama incrustación y petrificación, pues muy á me-
nudo se confunden, faltando á la exactitud del lenguaje. En
la incrustación, el objeto, sin variar de naturaleza, se cubre
de una capa de sustancia caliza ó de otra materia cualquiera;
mientras que en la petrificación ó en el fósil, subsistiendo
tan solo la forma, la sustitución de 'la materia animal ó vege-
tal por una sustancia inorgánica es mas ó menos completa.
Yacimiento. — De estas variedades de rocas calizas,
el alabastro es común en las cavernas ó grutas; el travertino
ó toba, no léjos de las fuentes que llevan el carbonato de cal
en disolución; las oolitas son tan comunes en el terreno ju-
rásico, que todo él, y muy particularmente los pisos de la
grande y de la inferior oolita, han merecido este nombre por
excelencia. También se encuentran, aunque no tan desarro-
lladas, en el cretáceo y terciario. Las pisolitas, siquiera me-
nos comunes, se encuentran también en el terreno jurásico,
en el piso neocómico del cretáceo, y en el terciario; siendo
notable el horizonte geognóstico, que por esta razón se llama
de la caliza pisolítica en los alrededores de París.
Localidades españolas. — Todas estas rocas son
tan abundantes, que me limitaré á indicar algunas localida-
des de la Península, por el interés que deben inspirar.
La toba caliza existe en las Peñas de Agustina y en la
Cueva de las Maravillas (Segorbe) : entre la Alcudia y Mo-
35
274
GEOLOGIA
gente, ferro carril de Valencia: en Ruidera, Albacete, Valde-
sotos, Checa, Molina, Guadalajara, Coin y en varios otros
puntos. Los alabastros de la provincia de Granada son nota-
bles por su belleza. La caliza oolítica se encuentra en Almi-
ruete, cerca de Tamajon, en Rubielos y en otros puntos. La
pisolítica en Reoli, cerca de Alcaráz, en Ossa de Montiel, en
Jérica, etc.
MÁRMOLES. — La caliza simple, agregada con colores
ó sin ellos, cuando se presenta compacta, de estructura igual
y se presta al pulimento, recibe la denominación de mármol.
Sus variedades son infinitas y la clasificación muy difícil,
pues en cada localidad reciben nombres distintos.
Yacimiento. — Los mármoles pertenecen á todos los
terrenos; asi como respecto á los colores recorren toda la es-
cala de tintas imaginables.
Sin entrar en el exámen detallado de cada uno, pues en
último resultado su composición es idéntica, variando tan
solo en las materias tintóreas y en alguno que otro accidente
exterior, bastará hacer una indicación de los mas princi-
pales.
PIEDRA LITOGrAfica. — Dejando aparte los esta-
tuarios, pues pertenecen con otros al orden segundo ó sea al
de las rocas metamórficas; y aunque comunmente no suele
darse el nombre de mármol al que vamos á describir, sin
embargo, merece colocarse entre ellos por participar de los
caracteres que les hemos asignado y por su importancia in-
dustrial.
La piedra litográfica es de color variable, por lo común de
tintas claras, amarillentas ó grises, algo sucias; pero lo que
principalmente distingue d esta roca importantísima, es la es-
tructura de grano muy fino, algo porosa, que deja penetrar
con facilidad en su masa las materias grasas, como la tinta y
lápiz, con que se escriben ó trazan en su superficie los di-
bujos.
YACIMIENTO.— Esta piedra, que con razón se la puede
llamar preciosa, atendida la importancia de sus aplicaciones,
se encuentra en los terrenos jurásico y cretáceo; siendo un
excelente indicio para encontrarla la presencia de capas de
arcillas y margas, alternando con las calizas en grandes ban-
cos, supuesto que participa algún tanto de la naturaleza ar-
cillosa, como es fácil advertir p<?r el olor terroso que despide
cuando se le aplica el aliento. Bien merece estos detalles y
noticias indagatorias una piedra cuyas aplicaciones, resumi-
das en su propio nombre, son de tal importancia, que el
hallar una cantera de buena calidad, equivaldría á la mejor
mina de metales preciosos.
LOCALIDADES. — La mejor y mas apreciada en el co-
mercio es la de Pappenheim (Baviera) perteneciente al ter-
reno jurásico. En Francia se conocen algunas localidades; y
en España, en las Provincias Vascongadas está en explota-
ción en el monte Jaitzguibel, jurisdicción de Fuenterrabia
(Guipúzcoa), también en el terreno jurásico: en Monte Ulia
ó Sierra de Miral, entre Pasajes y San Sebastian, en el lla-
mado Garato cerca de Guetaria, en Mullavia y Maruclas,
entre Bilbao y Munguía; en Aviles (Asturias); en la Sierra
de las Culebrinas, cerca de Lorca, según el Sr. Guirao; al
oeste de Briviesca y en Alhama de Aragón, de donde he
visto muy buenos ejemplares que ensayó con éxito en Madrid
el litógrafo Bachiller: en Alcalá de la Selva, y en muchos
puntos del terreno cretáceo de Castellón, es común esta
piedra, si bien de calidad inferior.
Mármol negro carbonífero.— Entre los que
propiamente se llaman mármoles, es notable el negro man-
chado de blanco por los cortes de conchas y otros fósiles que
encierra, correspondiente al terreno del carbón de piedra:
razón por la cual se llama también mármol carbonífero. Dos
cosas lo distinguen, á saber: el color negro y el olor aromá-
tico, debido uno y otro á los principios carbónicos y bitumi-
nosos que encierra.
Yacimiento y localidades.— Propio del terre-
no de su mismo nombre, es común en todos los distritos de
carbón de piedra; pero los mas estimados para objetos de
adorno, como mesas, lápidas, chimeneas, etc., son los de la
provincia del Hainaut, en Bélgica.
MÁRMOL LUM aquel A.— Algunas veces los frag-
mentos de conchas y otros fósiles forman, por decirlo asi, la
parte principal de la masa; en cuyo caso el mármol se llama
Lumaquela, nombre usado por primera vez por los canteros
italianos y admitido en el lenguaje científico; de hermoso
efecto cuando se talla y pulimenta, pues la variada posición
de los fósiles da origen á mil caprichos que se destacan del
fondo de color uniforme, que corresponde al cemento que
los aglutina. A veces las conchas han conservado el nácar
y brillo natural, y entonces la Lumaquela se llama noble.
YACIMIENTO. — Este mármol es muy común en los
terrenos jurásico y cretáceo de Inglaterra, abundando no
poco en España. El mármol ammonitífero de Cabra perte-
nece al primero, y al segundo ó cretáceo muchos de la pro-
vincia de Castellón, sobre todo en Alcalá de Chisvert, Mo-
rella, etc.
MÁRMOLES BLANCOS.— También entre los no me-
tamórficos existen mármoles blancos de estructura compacta,
á veces arenosa y hasta cristalina, producto de precipitación
química.
En el reino de Valencia son muy comunes estos mármoles
en el terreno cretáceo; y adquieren en muchos puntos gran
desarrollo.
Cuando las calizas se componen de nódulos, tubérculos ó
fragmentos de la misma naturaleza, reunidos ó aglutinados
por un cemento calizo, reciben el nombre de rocas conglo-
meradas.
Calizas simples conglomeradas.— La pri-
mera de estas es el mármol tuberculoso, que se distingue por
sus glóbulos, que son cilindricos, en vez de esféricos como
en los pisoliticos.
BROC ATELA. —Cuando estos glóbulos ó tubérculos son
irregulares é incompletos, y se presentan penetrándose mu-
tuamente, el mármol se llama Brocatela; sumamente agrada-
ble á la vista después de pulimentado, y del cual somos casi
los únicos poseedores en las canteras de las inmediaciones
de Tortosa, pertenecientes al terreno cretáceo. La cantidad
anual de explotación y exportación de este mármol en la in-
dicada localidad es muy respetable.
MÁRMOL EN BRECHA. — Cuando en vez de los tu-
bérculos ó nódulos, la piedra se compone de fragmentos an-
gulosos y desiguales reunidos por un cemento cualquiera, se
llama mármol en brecha, de muy buen efecto, sobre todo
cuando los fragmentos no son desmesurados y reúnen un va-
riado juego de colores, destacándose de un fondo uniforme.
Mármol PUDINGA —Cuando en vez de ser angulo-
sos los fragmentos son redondeados, como pequeñas chinas
ó guijarros, el mármol recibe el nombre de pudinga ó almen-
' drilla.
YACIMIENTO.— Las dos especies anteriores son muy
comunes y forman bancos de gran espesor en los terrenos
cretáceos de la provincia de Castellón, y muy particularmente
en la costa desde Peñíscola hasta Torreblanca, pasando
frecuentemente á la lumaquela y presentando señales eviden-
tes de su destrucción por las aguas del mar.
CRETA. — La creta es una piedra caliza, unas veces sim-
ple, otras mezclada con algo de arena, sílice, arcilla ó frag-
mentos pequeños de fósiles; blanca por lo común; algo áspera
GEOGNOSIA
al tacto, friable; de estructura pulverulenta y deleznable,
pudiendo considerarla como la caliza terrosa por excelencia:
tizna los dedos, se pega un poco á los labios cuando contiene
arcilla; y se presenta en capas de gran espesor en diferentes
terrenos, pero en especial en el que se designa por su predo-
minio con el nombre de cretácea.
Al tratar de este período geológico, veremos cuáles son
los caractéres particulares que lo distinguen de los demás,
fundados principalmente en la presencia de nodulos ó riño-
nes de pedernal alternando con capas de caliza.
La creta se deja embeber, y hasta se deslie casi completa-
mente en el agua.
Observada al microscopio, esta roca importantísima apa-
. rece formada, según Ehrenberg, de una parte cristalina esen-
cialmente mineral, y de otra orgánica compuesta de la
acumulación de despojos de animales microscópicos, llama-
dos foraminíferos, pertenecientes á las familias de los polita-
lámicos y nautilitidos, de una pequeñez tal, que se calcula
que 500 gramos de creta contienen 10 millones de indivi
dúos. Si se reflexiona que hay depósitos de creta de mas
de 300 metros de espesor, se tendrá una idea del número
incalculable de estos séres invisibles á la simple vista, y del
poder del organismo en determinadas épocas de la historia
del globo.
Yacimiento. — En estado de verdadera creta se pre-
senta, y la he visto en capas muy considerables, en Meudon
(alrededores de París): en el territorio de la Champagne, en
donde se cultiva la vid que suministra el excelente vino de
este nombre; en la costa de Stevensklint (Dinamarca): en Ru-
sia, esta roca blanca y manchadiza forma parte del terreno
carbonífero.
En España, aunque no es común, se la ve en los Pirineos,
en la provincia de Castellón, San Sebastian y en otras loca-
lidades, pertenecientes al terreno de su mismo nombre.
Aplicaciones. — Prescindiendo de los tránsitos insen-
sibles de esta roca á la caliza compacta, propia para la cons-
trucción, la creta se destina á muchos usos de la mayor
importancia. Pulverizada y tamizada, se emplea para limpiar
los metales, en especial los utensilios de plata y cobre, y
también los objetos de cristal. Pero tanto para este como
para otros usos, se prefiere tomarla preparada; en cuyo caso
se la conoce, sin saber porqué, con el nombre de blanco de
España. Esta preparación se verifica triturándola y deslién-
dola primero en el agua, dejándola reposar después para
que vayan al fondo las partes mas bastas; luego se decanta
el líquido que arrastra las partículas mas finas: se repite dos
ó tres veces la operación, según el grado de tenuidad que
se desea; se deja secar por evaporación; y cuando la pasta
ofrece cierto grado de consistencia, se le da, por medio de
moldes, la forma que se quiere, conforme al objeto á que se
la destina. En este estado se emplea para escribir en los
encerados; para dibujar y hacer demostraciones en las cáte-
dras; en la pintura al temple, y como base para el pastel;
para el vaciado en la escultura, en las molduras doradas y
para infinidad de otros usos.
Los tres grandes centros de explotación y preparación de
Eesta sustancia en Europa, son: Meudon, en los alrededores
de París, la Champagne en Francia, y Stevensklint en Dina-
marca.
Caliza BASTA. — La caliza basta es una especie de
conglomerado de fragmentos de todas formas y tamaños de
conchas, zoófitos y otros fósiles, al parecer reunidos por un
cemento calizo. Roca de aspecto poroso, bastante tierna y
fácil de labrar cuando sale de la cantera; pero que después
se endurece convirtiéndose en una excelente piedra de cons-
trucción. Todos los edificios de París están construidos con
275
esta piedra, á la que en rigor, á lo menos para aquella loca-
lidad, debía darse el nombre de preciosa.
La estructura porosa la distingue del mármol lumaquela ,
que es compacto.
Yacimiento Y LOCALIDADES.— La caliza basta
se presenta en bancos de grande extensión, no solo en los
terrenos terciarios, como en París, que tiene su asiento sobre
esta roca, sino también en los cretáceos superiores, como en
Maestricht, Holanda y en otros puntos.
ROCAS calizas COMPUESTAS.— En rigor, raras
veces las rocas calizas se presentan puras; siendo lo común
verse mezclados sus elementos con sustancias diversas,
dando esto origen á rocas diferentes de las descritas hasta
aquí.
CALIZA SILÍCEA. — Una de las mas comunes entre
las compuestas es la llamada caliza silícea, efecto de la pe-
netración en su masa de una cantidad mayor ó menor de
sílice, circunstancia que le da un aspecto mate; la estructura
se hace mas compacta, y la roca adquiere tanta dureza, que
da chispas con el eslabón. Esto y el no hacer efervescencia
tan viva cuando se la ataca por ácidos, y el dejar un residuo
silíceo tratada por estos, son los caractéres que la distinguen
de las demás.
La mayor parte de las calizas llamadas lacustres por su
procedencia, pertenecen á esta especie; reconociéndose su
origen por la naturaleza de los fósiles, que son muy distintos
de los de capas marinas, según veremos mas adelante.
Localidades extranjeras.— En el extranjero
esta caliza es común, y se la puede ver en todo el territorio
de la Brie, de donde procede el rico queso así llamado; en
I Beaulieu, cerca de Aix, en Gergovia (Auvernia), y en otros
muchos.
LOCALIDADES ESPAÑOLAS. — La mayor parte de
las calizas lacustres terciarias de las dos Castillas, en parti-
cular la famosa de Colmenar Viejo, lo mismo que la de
Carratraca y alrededores de Málaga, y otros mil puntos, son
mas ó menos silíceas.
Es muy común en las calizas silíceas, sobre todo en las
lacustres, encontrar convertidos en sílice hasta los fósiles
mismo?, así animales como hojas y troncos de plantas, como
he visto y recogido ejemplares en los terrenos terciarios de
la Auvernia y en los alrededores de Paris.
MÁRMOL RUINiforme.— No tan abundante como
la variedad anterior, pero tanto ó mas curiosa, es la que se
conoce con el nombre de mármol en ruinas; que consiste
I en una caliza algún tanto arcillosa, que se ha dejado pene-
trar por una materia ferruginosa á través de las hendiduras
que ofrece su estructura; materia que con sus diversas tintas
comunica un aspecto tan irregular á la roca, que cuando se.
i corta en lajas, imita todos los dibujos de un edificio, ó una
ciudad en ruinas ó incendiada.
Yacimiento y localidad. — Este mármol se en-
cuentra en el terreno cretáceo; y por ahora casi su única
patria es la Toscana, no léjos de Florencia, en donde se
labra y vende á muy buen precio, pues es piedra estimada
por el caprichoso efecto de sus dibujos.
MÁRMOL rojo ANTIGUO. — El célebre mármol
i rojo antiguo, tan apreciado de los romanos por la uniformi-
dad y belleza de sus vivos colores, y del cual nos han legado
objetos tan preciosos como los faunos que se conservan en
los museos del Capitolio y Vaticano en Roma, es una roca
caliza mezclada en determinadas proporciones con pizarra
teñida de color de carne bastante subido tirando al de la
púrpura, á veces muy oscuro. El grano de la piedra es fino,
el color no siempre uniforme, notándose á veces manchas
blanquecinas, y mas comunmente ciertas líneas negras, on-
GEOLOGÍA
276
dulosas y reticulares tan sumamente delgadas, que con fre-
cuencia se hacen invisibles.
YACIMIENTO. — Lo singular es que se ignore comple-
tamente el punto de donde sacaron los antiguos una piedra
tan admirable. La indicación vaga que hace Plinio de que
procedía de las inmediaciones de Alabanda, en el Asia Me-
nor, se refiere mas bien al mármol llamado alaban dico, tam-
bién muy estimado por los romanos.
El Sr. Guirao dice que cerca de Lorca existe este mármol,
con el que se han labrado pilas para las iglesias y otros ob-
jetos preciosos: observación que apunto con algo de descon-
fianza, sin que mi ánimo sea ofender en lo mas mínimo á un
profesor tan distinguido.
Caliza ARCILLOSA. — Propio es del carácter verda-
deramente encantador del estudio de la Geología, el tener
que tratar de sustancias útiles á continuación de materias
curiosas; por esto después del mármol rojo antiguo sigue la
caliza arcillosa, que es una mezcla de carbonato de cal y ar-
cilla, roca de grande importancia por sus numerosas y útiles
aplicaciones. J t. \ H I '
Esta roca puede contener hasta un tercio ó un cuarto de
su masa de arcilla; cuando excede de esta cantidad, es decir,
cuando el carbonato no es el elemento principal de su com-
posición, constituye la marga, no menos importante que la
caliza arcillosa.
El tipo de esta variedad se reconoce fácilmente por el as-
pecto mate y terroso que afecta; por sus tintas claras en ge-
neral; por despedir un olor arcilloso muy pronunciado
cuando se le echa el aliento; por pegarse á la lengua y
labios, y por no ser tan viva la efervescencia tratada por los
ácidos, dejando un residuo mas ó menos abundante.
La proporción de sus elementos se apreciará casi siempre
con facilidad, disolviendo la roca en algún ácido fuerte, y
pesando el residuo, que será arcilloso y á veces también are-
noso.
YACIMIENTO. — Esta roca es bastante común en el
terreno jurásico, en especial en el piso llamado Lias, en el
cretáceo y terciario; y suministra una cal hidráulica exce-
lente. El famoso cemento de Vassy en la Borgoña (Francia)
es una caliza arcillosa del lias, por cierto muy rica en fósiles
convertidos en pirita de hierro, que he visto y recogido.
Localidades españolas.— En Tarragona, Lo-
groño, San Sebastian y en otros puntos de la Península se
encuentra en abundancia esta roca. La de San Sebastian
contiene hasta un 23 por 100 de arcilla, de consiguiente es
muy hidráulica; pertenece al cretáceo. En las inmediaciones
de Bilbao, junto á las ruinas del convento de San Agustín,
se encuentra formando parte del lias una caliza arcillosa
azul, muy parecida á la de Vassy, que á juzgar por el análi-
sis que practicó y publicó el Sr. Collette en su Reconocí-
m Un to geog nóstico del Señorío de Vizcaya , pertenece al cemento
límite superior del Sr. Vicat.
He aquí su composición :
Carbonato de cal.
Carbonato ferroso.
Arcilla
40,17
6,14
53,69
100,00
El siguiente cuadro de las calizas hidráulicas descritas por
el Sr. Collette en la Memoria citada, dará una idea de la
importancia que esta roca alcanza en dicho territorio.
rxTTfiv
—
San Sebastian.
Convento de S. Agustín (Bilbao).
Algorta (algo al S. de)
Maruelas
Idem / L . .
Saracho
Peña de Orduña
Zomoza.
COLOR Y ESTRUCTURA
Sobre 100 par-
tes, cantidad
de arcilla
Sobre 100 partes,
cantidad de
carbonato ferroso
CLASIFICACION DE LAS CALES
Amarillo verdoso; compacta. .
26,1 1
»
Cemento límite inferior
.Azul oscuro; compacta micácea.
53,°9
6,1 1
Cemento límite superior
Gris oscuro; subgranosa. . .
| 4L8i
J»
Cemento ordinario
Gris claro; muy compacta. . .
6,32
vestigios
Poco hidráulica
Gris claro; compacta. . . .
54,9°
4,38
Cemento limite superior
Gris azul; compacta
17,60
»
Hidráulica
Gris pardo claro ; compacta. .
13,00
vestigios
Hidráulica
Gris azulado; compacta. . .
26,30
2,49
Cemento límite inferior
Yeso-cemento. — Cemento ro mano
Algunas calizas gozan de la propiedad, debida á la nota-
ble proporción de arcilla que contienen, de proporcionar por
la calcinación una cal que no se deshace, y que hay que
pulverizarla como el yeso para amasarla, fraguando en el
agua sin la intervención de otra materia. Estas rocas han
recibido los nombres de yeso cemento, cemento, y cemento
romano.
Una vez conocida la razón de la hidraulicidad de ciertas
cales, y explicadas satisfactoriamente, á beneficio de los re-
cientes progresos de la Química, las reacciones que se veri-
fican y que dan por resultado su endurecimiento en el agua
y en los sitios húmedos, era fácil adivinar que no se tardaría
mucho en poner á contribución estos conocimientos para
procurarse artificialmente una sustancia tan importante, rea-
lizando así no solo la mayor facilidad, pues no en todas
partes se encuentran calizas hidráulicas, sino también una
notabilísima economía. Este feliz pensamiento lo realizó el
señor Vicat, llegando á obtener cementos superiores á los
romanos por medio de una mezcla en proporciones deter-
minadas de creta y arcilla, ó de cal viva y arcilla.
El procedimiento que se emplea para esto es el siguiente:
primero se deslien las dos sustancias reduciéndolas á una
pasta muy fina por medio de muelas ó cilindros; se deja
secar la mezcla, formando después panes ó ladrillos que se
someten á una temperatura lenta y bien sostenida, á fin de
que se verifique el desalojamiento del ácido carbónico por
una parte, y del agua de la arcilla por otra. De este modo
se prepara la combinación entre la sílice y alúmina, de esta-
cón el óxido de calcio ó la cal viva, que es lo que constituye
el verdadero cemento. Las ventajas y economía de esta fa-
bricación artificial de los cementos son tan grandes, que no
es difícil comprenderlas.
i.° Las cales grasas son en general puras.
2.0 Las secas no hidráulicas, deben su carácter á una
cantidad notable de arena ó magnesia que entra en su com-
posición.
3.’ Las medianamente hidráulicas contienen de 10 á 15
por ciento de arcilla.
GEOGNOSIA
277
4.0 La sílice puede formar con la cal una combinación
muy hidráulica.
5.0 Las cales eminentemente hidráulicas contienen una
proporción de arcilla que llega hasta 36 por ciento.
Y 6.° A medida que la cantidad de arcilla aumenta,
crece también la propiedad de endurecerse; pudiendo citar
en confirmación el cemento romano de Inglaterra, que con-
tiene de 50 á 56 por ciento de esta sustancia, y fragua tan
instantáneamente como el yeso.
El siguiente cuadro aclarará mas la materia :
SUSTANCIAS
CONSTITUTIVAS
Tipo de las cales media-
namente hidráulicas
Tipo de las cales hidráu-
licas ordinarias
Tipo de láscales eminen-
temente hidráulicas
1 ipo de los cementos or-
dinarios
Tipo de los cementos li-
mites superiores
Tipo del principio de las
puzolanas
En su estado
r-
natural
Carbonato de cal
89
83
80
64
39 i6»4°
Arcilla. . . .
1 1
17
20
3<>
61 83,60
100
IOO
IOO
IOO
....
IOO 100,00
Después de cocidas
Cal viva. . . .
100
loo
IOO
IOO
IOO IOO
Arcilla combin.a
22
36
441
IOO
273 900
No com-
' •
[binada
Rocas calizas sueltas ó incoherentes.
tan solo decir algo acerca de las que se presentan en estado
suelto ó incoherente. Los guijarros, la grava, las arenas y
hasta el polvo, resultado de la descomposición y trituración
mas ó menos avanzada de estas rocas, deben comprenderse
en este articulo: su conocimiento es de la mayor importancia
para el agricultor, pues en este estado las rocas calizas for-
man la base de la mayor parte de las tierras vegetales.
FALUN. — Entre estas rocas, la primera, por la impor-
tancia de sus aplicaciones, es el falún. Esta roca consiste en
una mezcla de arenas calizas y fragmentos de conchas y
zoófitos fósiles, generalmente sueltos y sin trabazón alguna;
á veces, sin embargo, estos elementos se hallan aglutinados
por un cemento calizo ó silíceo, dando á la roca el aspecto
de un asperón mixto de granos de caliza con restos de séres
orgánicos.
Esta roca es tan abundante en los terrenos terciarios me-
dios y superiores, que, como veremos mas adelante, llega
á constituir varios pisos característicos de este periodo geo-
lógico.
En Francia ocupa vastas comarcas en la Turenayen Bur-
deos, en donde la he visto y estudiado: en los alrededores
Ede Montpeller, en Dax, Mont de Marsan y otros puntos se
halla también muy desarrollada.
Los restos fósiles de moluscos, equinodermos y hasta de
mamíferos abundan mucho en el falún, lo cual da á esta
roca gran valor científico.
Aplicaciones. — En los distritos citados del vecino
país se hace de esta roca una aplicación tan general y de
tanta utilidad para mejorar las tierras arcillosas y arenáceas,
que se encuentran á millares las explotaciones conocidas
con el nombre de faluneras, en las que por cierto es poco
costosa la extracción, no solo por el estado incoherente de
la roca, sino también por hallarse muchas veces á flor de
tierra
El falún puede considerarse como una especie de aluvión
ó depósito litoral de la época terciaria, cuyas excelentes
propiedades como mejoramiento y abono, son debidas á la
cantidad de materias orgánicas, y particularmente al fosfato
de cal y otras sustancias procedentes de los séres que vivie-
ron en su seno. Cuando consideremos al falún como terreno
se darán mas detalles, ya que tan grande es la importancia
de sus aplicaciones.
CRAG. — El crag (palabra local inglesa) es una roca aná-
loga al falún, con la diferencia de ser de grano mas fino,
mas rico en general en fosfatos, y hallarse en ella mas tritu-
rados los fósiles. Es muy abundante en Norwich y en el
condado de Suffolk (Inglaterra), y en Holanda, en donde se
le da la misma aplicación que á la variedad anterior.
TANGA. — También deben referirse á las rocas calizas
los bancos de madréporas y conchas diversas en estado de
trituración mas ó menos avanzada, ya vivas, ya fósiles, suel-
tas ó aglomeradas que con tanta frecuencia se encuentran
en las costas. En las de Bretaña y la Vendée llaman fati-
gue (1) á estos materiales, y los utilizan con gran éxito para
mejorar y abonar las tierras, en particular las arenosas y
sueltas, ó las llamadas flojas. En varios puntos de Galicia y
Asturias también se observa esta roca curiosa; pero, á pesar
del consejo que dió en la descripción de aquella el señor
Schulz, no la utilizan sus habitantes; y eso que en muchos
puntos hasta carecen de cal para la construcción.
Yacimiento y relaciones geognósticas
DE LAS ROCAS CALIZAS EN GENERAL.— Termina-
da la descripción de las principales variedades de la especie
caliza, creo será oportuno resumir en breves palabras el ori-
gen y función que desempeña en los diferentes terrenos de
sedimento y sus aplicaciones.
Los autores no están todavía acordes respecto al origen
de las calizas; suponen unos que las aguas de los primitivos
océanos llevaban en disolución cloruro de calcio, el cual, en
presencia del carbonato de sosa de los primitivos manantia-
les, determinó una doble reacción, dando por resultado clo-
ruro de sodio que quedó disuelto en las aguas, y carbonato
cálcico que fué precipitado. Creen otros que la caliza pro-
cede directamente del interior del globo por manantiales
análogos á los que producen hoy la toba y el travertino.
Encontrando mi distinguido amigo, el geólogo D. José
Landerer de Tortosa, dificultades, ásu parecer, insuperables
en estas dos teorías, ha inventado una nueva, expuesta en
un iolleto publicado en Barcelona en 1875, la cual consiste
en suponer á la caliza primitiva como roca hidrotermal á la
manera del granito, formándose por la salida del óxido de
calcio del interior del globo, y por su combinación con el
ácido carbónico, que supone se hallaba entonces acumulado
en las capas inferiores atmosféricas y disuelto en el agua;
quedando en disolución en el mar ó precipitada en estado
sólido, según que el ácido estuviera neutralizado ó en exce
so. ¿No podría también ser hija esta sustancia de la descom-
posición de los feldespatos que formaban parte de los gra-
nitos primitivos por un procedimiento análogo ó igual al
que vemos hoy, y que dió por resultado la formación de las
pizarras y de las calizas cristalinas en ellas intercaladas?
Creo que para darse razón del origen de esta roca conviene
admitir todas estas explicaciones. El hecho importante, y
que conviene consignar, es la singular coincidencia entre la
(1) Los italianos la llaman tanga , expresión que pudiera adoptarse
en nuestro idioma.
GEOLOGIA
278
aparición de las primeras calizas y de la vida en el globo,
aumentando la importancia de aquella con el desarrollo de
los séres orgánicos.
Las calizas que existen como elemento subordinado en las
pizarras cristalinas son metamórficas, y como á tales las des-
cribiremos en el segundo orden de rocas de sedimento. Las
calizas normales empiezan de consiguiente en el silúrico,
representadas por las llamadas de Wenlock y Dudley en
Inglaterra, por las de Beraun y Koniepruss en Bohemia, la
de Mai, Francia, etc
El terreno devónico posee enormes bancos de caliza, ge-
neralmente rica en restos orgánicos característicos, como se
ve en Campan, Sarancolin y otros puntos de los Pirineos: en
Asturias, León y otras comarcas de la Península.
La caliza carbonífera, ó de montaña por otro nombre,
forma estratos de mucho espesor en la base del terreno car-
bonífero, Bélgica, Asturias, Belmez y Espiel, etc.
El terreno pérmico contiene las conocidas con el nombre
de Zechstein, generalmente grises ó negruzcas, y fétidas lo
mismo que las anteriores: las de Rodez y Alboy (Aveyron)
pertenecen á este horizonte. En la Península no se ha reco-
nocido todavía de un modo auténtico este terreno.
En los terrenos secundarios adquiere aun mas importancia
el elemento calizo.
El Muschelkalk ó caliza conchífera, muy desarrollada en
algunos puntos, la representa en el período triásico; siendo
precisamente la roca mas característica del terreno por la
abundancia con que se presentan en ella los fósiles. En Mora
de Ebro, Carlet, Jarafuel, etc., adquiere esta caliza gran im-
portancia; siendo notables los dos primeros por haber encon-
trado fósiles, que son raros en este terreno en la Península.
El período jurásico ofrece poderosos bancos de caliza en
todos sus pisos, representada por la de Grifeas y Belemnites
en el Lias: por laoolítica en los que por excelencia se llaman
Oolita inferior y grande Oolita; por numerosos lechos de
lumaquelas en el Coralrag; por calizas compactas y también
oolíticas en los pisos portlándico y kimerígdico, y por már-
moles, en parte lacustres, y también marinos, en lo que se
llama piso de Purbeck. Todas estas calizas, si exceptuamos
las últimas, se hallan muy desarrolladas en las provincias de
Castellón (Segorbe, Bejís, el Toro); de Teruel (Sarrion,
Albarracin, Molina); de Córdoba (Cabra); de Santander,
Palencia, etc.
Casi puede asegurarse que la caliza se halla mas desarro-
llada todavía en el terreno cretáceo, pues desde los pisos
weáldico y neocómico que forman la base, hasta la creta su-
perior, este es el elemento que predomina; ora como caliza
simple en los bancos de los dos primeros y en la creta blanca,
ora mezclada con otros elementos, y particularmente con el
silicato de hierro, constituyendo la llamada creta verde,
glauconia y creta tufó. Todas estas calizas, especialmente las
de los pisos neocómico, creta verde y tufó, son muy abun-
dantes en España, en las provincias de Castellón, Teruel,
Tarragona, Valencia y Murcia.
El terreno cretáceo termina por arriba con la caliza piso-
lítica que ha dado márgen á tanta discusión, y que por ahora
ignoro se haya encontrado en nuestro suelo.
En los terrenos terciarios también se encuentra la caliza,
unas veces lacustre, como la de ambas Castillas; otras marina,
como se ve mejor que en parte alguna en París y sus alrede-
dores. Además de estas variedades compactas, ofrece este
terreno las sueltas ó incoherentes, representadas por el falún,
el crag y otras.
Por último, hasta en la época actual se encuentra y se
forma de continuo este elemento mineralógico, representado
no solo por la caliza incrustante con todas sus variedades,
sino hasta en las costas de los mares, en cuyo caso la roca
se llama Panchina, y puede verse cerca de Barcelona, y en
los bordes de los lagos y rios. Además de los ejemplos que
podríamos citar de la Guadalupe, islas de Ceilan y otras, el
señor Co ¡uand dice haber observado la formación de la caliza
en las lagunas que existen entre Ceuta y Tetuan, separadas
del Mediterráneo por los médanos.
ORÍGEN DE la caliza. — Los geólogos consideran
á las rocas calizas como resultado: i.° del bicarbonato que
llevan en disolución los manantiales; 2.a de la acumulación
y detritus de conchas marinas; y 3.0 de la descomposición
así de las rocas primitivas, como de las eruptivas y volcáni-
cas. A estas procedencias de las calizas agrega Cordier el
resultado de la descomposición de los cloruros de calcio y
magnesio que desde ab initio se encuentran en cantidades
considerables en los Océanos. Esta descomposición, cuyo
resultado fué el depósito químico de las calizas y Dolomías,
hubo de verificarse en el principio de la época sedimentaria,
determinada por intermedio de carbonatos de sosa y de po-
tasa en pequeña cantidad. El Dr. Vezian cree que no se
necesita la intervención de estas dos bases, y que bastaría
que los carbonatos arrastrados por las aguas fueran de cal.
Sílex
SINONIMIA. — Pedernal, piedra de chispa, silex molar,
moleña, menilita, ftanita, jaspe, piedra de Lidia, piedra de
toque, silex resinita, geiserita, trípoli, etc.
DEFINICION. — Roca compuesta esencialmente de
cuarzo amorfo, mezclado á menudo con arcilla y óxidos de
hierro, sustancias que le quitan su natural trasparencia.
Variedades. — Piromaco ó piedra de chispa; jaspe
de tintas varias; silex-molar ó moleña, de estructura caver-
nosa irregular; trípoli, variedad compuesta de silex térreo
fino y poroso; resinita, y también menilita, de aspecto céreo
algo craso por la cantidad de agua que contiene; geiserita ó
silex termógeno, variedad concrecional é incrustante produ-
cida por los geiseres, etc.
YACIMIENTO. — Cada una de las indicadas variedades
ofrece condiciones diferentes de yacimiento y relaciones
geognósticas.
El pedernal ó piedra de chispa, una de las mas comunes,
se encuentra en capas interrumpidas é irregulares y también
en nodulos sueltos, en la mayor parte de los terrenos prima-
rios, secundarios y terciarios. La caliza carbonífera de Bélgica
lleva nodulos silíceos, que he visto y traído. En el jurásico
medio ú oxfórdico es tan común en algunos puntos de la
cordillera del Jura, que constituye un horizonte geognóstico
llamado piso de nodulos silíceos ( chai lies en francés, chcrs en
inglés): en la arenisca verde y creta tufó, y mas particular-
mente en la blanca, se presenta en capas interrumpidas yen
nódulos, alternando de un modo bastante regular con las de
la creta ; en el terreno terciario también se encuentra esta
variedad en masas mas ó menos irregulares, debiendo citar
á Yallecas y Vicálvaro como los puntos mas notables en
España; de ellos se surte la capital para el empedrado, pre-
ferible, por cierto, á los adoquines de granito. La mayor
parte de los nódulos de pedernal llevan restos orgánicos
convertidos en sílice, observándose algunas veces en su in-
terior á manera de núcleo; de donde han deducido algunos
que efectivamente han hecho los fósiles este oficio; y que
ora procediese de fuentes minero-termales ó de geiseres
parecidos á los actuales de Islandia, como creen unos; bien
fuese resultado de la trasformacion de la sílice disuelta de
los foraminíferos que han dado origen á muchas rocas de se-
dimento, y principalmente á La creta, como opinan otros con
GEOGNOSIA
279
Ehrenberg, la materia silícea se agrupo á su alrededor de-
terminando las formas caprichosas que ofrecen.
En cuanto á los jaspes, también se presentan de una ma-
nera análoga en los terrenos secundarios y terciarios. Los
del Lias de Campiglia, Suvereto y otros puntos de la Tos-
cana, subordinados á lo que los italianos llaman calcáreo
rosso ammonitífero, pueden presentarse como ejemplo de
los primeros; y los que se hallan intercalados en las ar-
cillas superiores de Chantressac (Departamento de la Cha-
rente, P rancia ) son terciarios superiores. Muchos pertenecen
á tiempos posteriores, como los de Egipto. Algunos son re-
sultado del metamorfismo, según veremos mas adelante.
Los jaspes ofrecen tintas muy diversas, amarillentas, ro
jizas y hasta negras; estos merecen el nombre de piedra de
toque ó de Lidia, y su coloración se cree ser debida á una
cantidad bastante notable de carbón que se interpone en su
masa.
La moleña ó sílex molar se encuentra en masas irregula-
res, afectando, aunque con poca regularidad, la estratifica-
ción entre capas de arcillas pertenecientes á los terrenos
terciarios. La estructura de esta roca es, como hemos indi-
cado, celular y cavernosa; hallándose las células y cavernas
ocupadas por arcilla mas ó menos endurecida. La formación
de la moleña ha dado mucho que discurrir á los geólogos;
entre los cuales unos opinan, que es debida á la precipita-
ción de la sílice procedente de fuentes termales en aguas de
poco fondo y bastante agitadas; otros adoptan el parecer
de Brongniart, que explicaba la estructura y demás circuns-
tancias de esta roca por la reacción que las aguas ácidas
ejercieron sobre los bancos de caliza, cuyo esqueleto ó ar-
mazón representa la que nos ocupa; hay, por fin, quien cree,
con Prevost y Hebert, que la piedra moleña ha sido for-
mada por un procedimiento análogo al que emplea hoy la
Naturaleza en la formación de la geiserita.
La menilita, llamada así por su procedencia de Menil-
montant (París), y cuarzo resinoso ó resinitapor su aspecto,
se encuentra en nodulos concrecionados en las arcillas ter-
ciarias medias y en el travertino, de cuya naturaleza parti-
cipa también. En algunos puntos de los alrededores de
París, como en Saint-Denis y Saint-Ouen, esta variedad de
cuarzo ha sufrido una alteración particular, en virtud de la
cual sobrenada en el agua; por cuya razón se llama silex
néctico.
El trípoli verdadero y todo lo que se emplea como tal, lo
mismo que la harina fósil de algunos autores, no es mas
que sílice en estado pulverulento; resultado, casi siempre,
de la alteración de animales infusorios, ó mejor foraminífe-
ros, que bajo otras condiciones constituyeron el silex de la
creta, según consta de las observaciones de Ehrenberg y
otros. Como ejemplos de este trípoli de origen orgánico,
podemos citar el de üilin (Bohemia), el mas famoso de to-
dos; el de Oberohe (Hanover); el de Mont Charray (Depar-
tamento del Ardeche); de Randau (Puy de Dome) y otros.
Pero también hay trípolis de sedimento químico, ora se
conserven en su estado primitivo de formación, ora hayan
sufrido alguna alteración posterior por la influencia de las
rocas ígneas. Existen, de consiguiente, trípolis de origen or-
gánico, trípolis de sedimento normal y trípolis metamórfi-
cos. Estos últimos suelen ser arcillas profundamente alteradas
por el calor de alguna roca ígnea, y también por el incendio
espontáneo de alguna mina de carbón, como se observa en
Planitz (Sajonia) y en otros puntos.
Esta variedad de la especie silex se encuentra en casi
toda la serie de terrenos de sedimento desde los paleozói-
cos, y en especial desde el carbonífero, hasta los terciarios,
como se ve por ejemplo, en Nanteuil (Departamento de
Charente). L nas veces se presenta en capas de estructura
pizarrosa, de aspecto mate y terroso y es el verdadero trí-
poli; otras en forma de polvo muy fino, casi impalpable, y
es la harina fósil, intercalada entre los estratos de otras
rocas mas ó menos alteradas.
Por último, el silex termógeno ó geiserita se encuentra
en Islán dia en masas concrecionadas de un color blanco
gris, y á veces algo rojizo; su estructura es celular y testácea;
revistiendo con frecuencia, á la manera de la caliza incrus-
tante, á los objetos que encuentra á su paso.
La producción de la sílice en los geiseres actuales es de
la mayor importancia; pues nos ilustra acerca del procedi-
miento que la naturaleza ha puesto en juego, en casi todos
los periodos geológicos, para la formación de esta sustancia
tan principal en la constitución física del globo. Tal vez la
mayor parte de los jaspes, y en particular los que se pre-
sentan estratificados, deben su origen á una sedimentación
química de la sílice, análoga, si no idéntica, á la de la gei-
serita actual.
Localidades extranjeras. - El silex es pie-
dra muy común en todas sus variedades; el pedernal se en-
cuentra en Meudon y Montmartre cerca de París, en Aix,
Chantressac y otros puntos de Francia: el jaspe en Campiglia
é isla de Elba (Toscana), en el golfo de la Spezia y en
Chantressac (Francia): el trípoli en Bilin (Bohemia), Planitz
(Sajonia), Santa Fiora (Toscana), en Nanteuil, Bartras y
otros puntos: la moleña es característica del territorio lla-
mado la Brie, en Versailles, Saint-Ouen y otras localidades
en los alrededores de París; la menilita en Menilmontant,
Saint-Denis (París), Beaulieu (Aix), en Gergovia (Auvernia),
en Monte Rufoli (Toscana), etc.: por último, la geiserita es
de Islandia.
Localidades españolas. — La Península es
igualmente rica en algunas variedades de esta especie;
siendo abundante el pedernal en Vailecas y Vicálvaro (alre-
dedores de Madrid): en el Tajo del Chorro (Málaga): en el
arroyo de los Granados, Ardales, Carratraca, Casarabonela
y otros puntos : también se encuentra en las inmediaciones
de Lisboa y en Rio mayor (Portugal): el jaspe se ve en frag-
mentos sueltos en las cañadas de la Sierra del Moral de Ca-
latrava (Ciudad- Real), en Munguía (Vizcaya), según el señor
Collette bajo el nombre de sílice abigarrado, amarillento y
negro, y en otros puntos: el silex molar ó moleña, se encuen-
tra en las cercanías de Toledo, en Cabañas, donde lo he
visto en 1875 acompañando á la famosa magnesita, en la
Sierra de Junquera (Málaga), en Cabra (Córdoba), etc.; la
Ftanita, según La Cortina, en Manzanares de la Sierra, en
el Cerro de la Peña del Diezmo y en el camino de la Cerca
á Robledo de Chávela (Madrid): también en los Guadarran-
ques (Sierra de Guadalupe).
APLICACIONES. — El pedernal, aunque ha perdido
mucha importancia con la introducción de los fósforos y pis-
tones, habiéndose casi abandonado la industria de las piedras
de chispa, es todavía una roca muy útil para el empedrado
y hasta para la construcción; para lo primero, se corta en
torma de cuñas; y para lo segundo, en pedazos irregulares,
conservándose todavía en Madrid muchas tapias fabricadas
con esta piedra; la moleña se destina á la fabricación de pie-
dras de molino; si bien para el mismo uso se echa mano,
según la localidad, de rocas muy diversas, desde el granito
hasta las areniscas, y también la caliza, como se practica en
Colmenar Viejo. También sirve el silex molar como exce-
lente piedra de construcción. Los jaspes son piedras de
adorno, y se destinan á la elaboración de objetos de lujo,
como tazas, placas de revestimiento, etc.: la variedad llamada
pudra de ioque , ha merecido este nombre por destinarla á
28o
GEOLOGIA
ensayar los metales preciosos y principalmente el oro. El
trípolí, bien sea en polvo 6 desleido en agua 6 aceite, sirve
para pulimentar y dar brillo á los metales y piedras precio-
sas. I.a geiserita puede decirse que es objeto de pura curio-
sidad científica.
Hierro oxidado
Sinonimia. — Imán, hierro oxidado magnético, cala-
mita en italiano, magneteisenstein en aleman.
DEFINICION Y CARACTERES. — El hierro imán es
de color negro, cuyas partículas son atraídas por la aguja mag-
nética; cristaliza en octaedros regulares; cuando está en masa
ofrece una estructura laminar, granosa ó compacta; se com-
pone de hierro y oxígeno. Este mineral se encuentra, gene-
ralmente hablando, en los terrenos antiguos de granito,
gneis, pizarras, etc.; algunas veces, sin embargo, existe en
terrenos mas modernos, como le sucede al del famoso cria-
dero de la Punta de la Calamita en la isla de Elba, uno de
los depósitos mas notables de este metal, enclavado en los
materiales del período jurásico: también suele existir en el
basalto: sus compañeros son la blenda córnea, la caliza me-
tamórfica, los granates, el asbesto, la mica, y comunmente
el talco y el espato flúor.
VARIEDADES. — La diferente estructura determina las
principales variedades, que son: granular, compacta y are-
nosa.
YACIMIENTO. — Esta roca se presenta afectando filones
ó capas subordinadas á otras cristalinas. A veces ofrece to-
das las condiciones de masa eruptiva, según se observa en
la Punta de la Calamita (isla de Elba), donde va acompaña-
da de piroxeno radiado y de ilvaita, y en relación con caliza
jurásica que ha pasado á mármol sacaroidéo por la influencia
del hierro magnético, el cual ha llegado á infiltrarse en la
propia caliza en los puntos de contacto. En Valdicastello
(Alpes Apuenses) se encuentra en condiciones casi iguales.
Sin embargo, este hierro es mas común en los terrenos pa-
leozoicos mas antiguos, donde se presenta con preferencia en
capas ó masas subordinadas á las pizarras cristalinas, según
se observa en Dannémora (Suecia), en Kasamar en Siberia,
y en otras localidades. En todos estos puntos se halla rela-
cionado con granitos, pórfidos y rocas anfibólicas, las cuales
facilitaron indudablemente las emanaciones hidrotermales
que ocasionaron la formación de esta roca.
Localidades. — Una de las mas curiosas que se co-
nocen en Europa, es sin disputa alguna la llamada Punta de
la Calamita (isla de Elba), donde forma una masa tan consi-
derable, que á gran distancia no rige la brújula de los buques.
Sigue en importancia la ya citada de Dannémora en Suecia,
la de Traversella en el Piamonte, y muchas otras que omiti-
mos por la brevedad. En cuanto á la Península, es bastante
común. En Granada se halla diseminado en la serpentina;
en San Lorenzo del Escorial acompañado de la pirita
magnética, de la común, del espato calizo y granates, en una
roca cristalina en que esta piedra es muy abundante. Según
Maestre, en Marbella se encuentra este hierro en masas de
cinco ó seis varas de potencia en el terreno silúrico ó devó-
nico; alimenta seis altos hornos en Rioverde y dos en Má-
laga. El Sr. Rojas Clemente dice haber visto arenas magné-
ticas en el rio, á la entrada de Guadix, procedente del que
hay en las terreras; también las cita en el rio Zujar; en la
acequia de Orgiva asociada de la pirita de hierro, cosa muy
rara, y al oeste de Coin en la serpentina, acompañando á la
plombagina ; arenas magnéticas en las playas de Marbella y
Cabo de Gata.
APLICACIONES. — El hierro magnético se explota y
utiliza para la fabricación del acero y del forjado; en polvo
menudo suele emplearse para salvaderas, etc.
Hierro peroxidado
SINONIMIA.— Hierro oligisto, hematites roja, hierro
micáceo, sanguina, ocre rojo, eisenglimmer en aleman.
Definición y caracteres.— Esta especie, dis-
tinta de la anterior por la mayor cantidad de oxígeno que
entra en su composición, es de un color amarillo dorado,
rojo, negro ó azulado; con un brillo metálico muy decidido;
en general cristaliza en formas muy complicadas del sistema
romboédrico, aunque también se encuentra terroso y con-
crecionado; el polvo de su raya es siempre rojo, duro y con-
sistente.
Las variedades concrecionada y terrosa reciben los nom-
bres especiales de hematites la primera, y la segunda, cuan-
do está mezclada con cierta cantidad de arcilla, se llama
ocre rojo, y sanguíneo, del que se sirven para los lápices de
color. En este estado el hierro es el principio tintóreo de la
mayor parte de las rocas; de consiguiente se encuentra en
casi todos los terrenos. El de aspecto metálico se halla en
filones de mucha potencia, y en grandes masas, intercalado
en los terrenos antiguos de granito, de gneis y también en
los paleozoicos. En estado de hojas ó láminas, se encuentra
con frecuencia en los volcanes, tanto apagados como en
actividad, y muy especialmente en los azúfrales.
Sus compañeros mas comunes suelen ser el cuarzo, la ba-
rita, el espato flúor, y la mica, que con frecuencia le sirven
de ganga. Entre los metales, el mismo hierro compacto,
algunas veces el ocre rojo, la pirita común y arsenical, y el
estaño.
Además de estos criaderos particulares, suele encontrarse
la variedad compacta, en capas intercaladas en los terrenos
de sedimento de la época secundaria. A este período perte-
necen indudablemente los famosos criaderos de hierro de
Somorrostro y de Bilbao.
Hierro hidroxidado
SINONIMIA.— Hematites parda, mineral de hierro en
roca, hierro oxidado pardo, limonita, hierro de los panta-
nos, id. oolítico y pisolítico, ocre amarillo, Chamoisita, Ber-
thierita, hierro hidratado.
Este mineral, compuesto de hierro, de oxígeno y de agua,
se presenta con una estructura terrosa, compacta, fibrosa,
granuda ú oolítica; á veces en pequeños granos sueltos ó
aglutinados por sustancias arcillosas ó calizas. Se distingue
de las especies anteriores en que el polvo es amarillo. Las
principales variedades de esta especie son: el hierro en geo-
das ó en masas aisladas, que ofrecen en su interior un núcleo
suelto, y son las piedras llamadas de Aguila; el hierro en
granos, oolítico, terroso por la mezcla con arcillas, que me-
rece el nombre de ocre amarillo; el hierro de los pantanos
es por demás curioso por la intervención de animales mi-
croscópicos, entre los cuales figura la Galionella ferruginea.
Esta especie no se encuentra en filones ni en criaderos
irregulares, sino en capas, alternando con los estratos de los
terrenos, en especial del jurásico, cretáceo, terciario y mo-
derno. Tampoco es raro en formas estalactíticas y concrecio-
nadas, justificando su origen hidrotermal.
La variedad oolítica constituye rocas de muchos terrenos,
y en particular del jurásico; la limonita en granos, conocida
también con el nombre de hierro de aluvión, ó en perdigo-
nes como la llaman en Ronda, en donde según Roxas, es
muy abundante, y en la Herracilla del Jaral, pertenece á los
GEOGNOSIA
281
terrenos terciarios, particularmente al mioceno; de donde se
deduce la poca exactitud del adjetivo que lleva. En Fúcar
existían algunos hornos, de cuenta del Gobierno, para el
beneficio de este mineral.
En general esta especie suministra hierros de buena ley.
Hierro carbonatado
SINONIMIA.— Hierro espático, siderosa, mina de acero,
mineral de hierro de la hulla.
Definición y caracteres. — El hierro carbona-
tado está compuesto de ácido carbónico y óxido de hierro
con algo de manganeso, magnesia y espato calizo como ele-
mentos accidentales: su estructura suele ser cristalina, ofre-
ciendo formas romboédricas muy parecidas á las de la cal
carbonatada; también se presenta laminar, fibroso, granoso,
compacto y térreo. Se distingue de la caliza, con la que po-
dría confundirse, en razón á su aspecto y cristalización, por
su mayor peso y dureza, pues aquel raya á esta: hace efer-
vescencia tratado por los ácidos, pero en frió es lenta y poco
aparente; el polvo de su raya es gris; calentado toma color
azul y se hace magnético.
Criaderos y compañeros. — Las variedades
cristalinas se encuentran unas veces aisladas, otras como
matriz de minerales de plata, plomo y cobre, en forma de
filones ó vetas, en terrenos muy antiguos, en relación con el
gneis y con las pizarras primarias. Comunmente le acompaña
el hierro pardo compacto, formando muy á menudo su ganga
el espato calizo, el cuarzo y también la cal fluatada.
La variedad compacta, de aspecto pétreo, se encuentra en
iorma de nodulos, riñones ó pequeñas masas intercaladas en
los terrenos primarios y secundarios, y muy particularmente
en el del carbón de piedra, en donde por la feliz coinciden-
cia de la proximidad del combustible adquiere un valor
considerable. La mayor parte del hierro que se explota y
elabora en Inglaterra se encuentra en estas circunstancias;
por cuya razón, y atendida por otra parte su excelente calidad,
ningún país puede competir, bajo el punto de vista econó-
mico y aun por la excelencia de sus productos en este ramo,
con la Gran Bretaña.
En España se encuentra en Linares, en Hinojosa de Cór-
doba, en Baigorri (Navarra), en Oyarzun (Guipúzcoa), en
Somorrostro y en varios otros puntos.
Manganeso peroxidado
SINONIMIA.— Pyrolusita, silomelana, peróxido de man-
ganeso y manganeso peroxidado baritífero.
DESCRIPCION.— El manganeso, que después del hierro
es el metal mas abundante en el globo, ofrece varias espe-
cies, entre las cuales las mas importantes son la pyrolusita,
la acerdesa y la silomelana, todas compuestas de manganeso
y oxigeno, con algo de agua en la segunda, y de barita en la
u tima. 1 odas estas especies suelen encontrarse reunidas ó
asociadas en el mismo criadero; razón por la cual, considera-
das geológicamente, su separación es difícil y poco conve-
niente.
Entre estas especies, la mas común y la que suministra la
mayor parte del manganeso que se consume en el comercio
con destino á la preparación del cloro, á la extracción del
oxigeno en los laboratorios y á purificar el vidrio de los visos
amarillos que le comunica el carbón, es la pyrolusita ó peró-
xido de manganeso.
La pyrolusita es una sustancia de aspecto unas veces me-
tálico semejante al del acero, cristalizada ó en masas bacila-
res ) fibrosas radiadas, otras térreo ó pétreo en incrustacio-
Tomo ÍX
nes en forma de estalactitas y pisolitas. Cuando cristaliza,
los cristales adquieren las formas dependientes de un prisma
recto romboidal, á veces tan prolongados que constituyen
fibras ó masas aciculares muy curiosas. En estado amorfo
generalmente es manchadiza yr de color gris muy oscuro y á
veces completamente negro; por el contrario, en los cristales
ó en las masas cristalinas suele tomar brillo metálico y un
color parecido al de ciertas especies de hierro. La densidad
de la pyrolusita varía de 4,31 á 4,94; la dureza viene á ser
la del yeso, dejándose rayar, de consiguiente, por la caliza.
Al soplete es infusible; si bien sometida al calor de reducción
toma un color rojizo característico. Cuando se funde con el
auxilio del bórax, determina una muy viva efervescencia,
debida al gran desprendimiento de oxígeno.
Entre las muchas variedades que se conocen de esta espe-
cie, deben citarse el manganeso peroxidado amorfo, que se
presenta en masas de fractura unida algo regular; el concre-
cionado dispuesto en estalactitas de formas muy diversas; el
dendritico en ramitas ó arborizaciones tan frecuentes en las
calizas, en las ágatas, jaspes y en otras rocas; y la pisolítica
y estalactítica correspondientes al manganeso peroxidado
baritífero ó silomelana.
Yacimiento. — La pyrolusita se encuentra muy co-
munmente en dendritas ó arborizaciones en rocas de todas
edades; otras veces se presenta como materia tintórea, co-
municando á las rocas y minerales un color morado ó violeta
característico, como en el cuarzo amatista.
Las variedades cristalizadas constituyen filones en los
terrenos paleozoicos, sin ofrecer nada de notable. Bajo este
punto de vista la sustancia verdaderamente importante es la
silomelana, que casi siempre va asociada á la pyrolusita.
Reunidas estas especies, se encuentran en forma de faja ó
zona de escasa potencia, colocada entre las rocas primarias
y las de los terrenos securtdarios. Con frecuencia ocupan las
calizas jurásicas inferiores, y particularmente la arkosa, que
forma, en muchos puntos, la base del lias. Generalmente
hablando el manganeso constituye masas irregulares sin di-
rección constante, tapizando á veces las cavidades abiertas
en el sentido de la estratificación misma ó trasversalmente, y
también esparcido en la masa de las rocas á la manera de
un líquido teñido de esta sustancia, que las hubiera penetrado
hasta el fondo mismo de su masa.
En el departamento del Dordoña el manganeso de San
Martin de Fressengeas forma, según Dufrenoy, riñones y
venillas en la caliza de la oolita inferior, acompañada de
jaspe y arcilla en nódulos irregulares. En Age-San-Martin el
mineral se encuentra en el granito pizarroso.
En Epénéde se presenta en pisolitas aglutinadas á la
manera del hierro granular. En Franc-le-Chateau, la silome-
lana se halla sobre las calizas lacustres miocenas, y se con-
funde con la mina de hierro pisolítico de las arcillas plioce-
nas. En esta localidad se presenta en cantos ó chinas aplas-
tadas, con la superficie lisa y pulimentada, como si hubiesen
sufrido la acción de las aguas; y su estructura en capas con-
céntricas revela haber sido formadas por la acción de las
aguas cargadas de dicha materia, del mismo modo que el
hierro en granos.
LOCALIDADES. — La pyrolusita se encuentra en Crivi-
llen (Teruel) en capas, alternando con las del terreno cretá-
ceo. Aunque no sabemos con certeza la producción de esta
mina, parece que en 1857 se hizo un contrato para entregar
4,000 quintales mensualmente. En Lavausa (Pirineos de Ca-
taluña) también se halla esta especie. En 1859 se descubrie-
ron muchos é importantísimos criaderos en la provincia de
Huelva, situados en pizarras relacionadas con los pórfidos.
También se citan en San Genjo (Pontevedra), en las pro
36
282
GEOLOGÍA
vincias de Burgos, Almería, en el distrito del Cabo de Gata te, para facilitar su estudio, dividirlas en dos grupos, á saber,
y en los cerros de Alcalá de Henares, según la Cortina. arcillas simples y compuestas.
En la posesión de Niñerola, no léjos de Valencia, se en-
cuentra en las grietas que dejan las calizas del terreno ter-
ciario medio, y hasta penetrando en su propia masa.
SEGUNDO GENERO— ROCAS DE SEDIMENTO MECANICO
Compréndense en este género todas las rocas de sedimento
que no fueron di sueltas por las aguas, sino llevadas en sus-
pensión.
Dos especies principales figuran en este género, á saber:
arcillas, arenas y areniscas.
ETIMOLOGÍA . — La palabra arcilla viene dellatin argina ,
y esta de argillos en griego, derivada de argos, blanco.
SINONIMIA.— Kaolín, arcilla esméctica, tierra de batán,
arcilla plástica, tierra de pipas y de tejas, ocre amarillo y
rojo, sanguina, marga, légamo, etc.
DEFINICION. — Las arcillas son rocas formadas esen-
cialmente de silicato hidratado de alúmina, solo ó asociado
á otras sustancias, tales como óxidos de hierro, algo de cali-
za, magnesia, pirita de hierro, etc., resultado inmediato de la
descomposición de las rocas feldespáticas, según ya queda
dichLll
DIVISION. — Aunque la gran uniformidad de caractéres
difi<
te la c asificacion de estas rocas,
_
LOC
ALI
IDADES
no obstan-
Ar cillas simples
Este grupo se halla representado por tres variedades, que
son: i.° kaolín, 2.0 arcillas esmécticas, 3/ arcillas plásticas.
a.— KAOLIN
ETIMOLOGIA. — Esta palabra es de origen chino, y de-
riva de Kao-lin shi, que traducido significa: piedra, slu, de
la montaña, lin, de Kao, de donde procedíala tierra llamada
de porcelana, introducida por primera vez en Europa por los
misioneros. En un principio se creyó que esta sustancia era
exclusiva del celeste imperio, pero así que el análisis reveló
su verdadera naturaleza, se vió que era resultado de la des-
composición de las rocas feldespáticas, y por consiguiente,
que podía encontrarse también en Europa, como así sucedió
en efecto.
SINONIMIA. — Tierra de porcelana y kaolín.
DEFINICION. — Esta roca, resultado inmediato de la
descomposición del feldespato ortosa que figura en el grani-
to, en la sienita, en la protogina y mas especialmente en la
pegmatita entre las rocas del grupo granítico, puede consi-
derarse como la verdadera matriz de las arcillas: es un sili-
cato hidratado de alúmina, mezclado á veces con algo de
potasa, sosa, cal, magnesia y óxidos de hierro, según demues-
tra el adjunto cuadro.
illa del kaolín de Limoges.
Louhossoa, cerca de Bayona.
Chabrol (Puy de Dome). . .
Breage (Cornwall). . . .
Plymtom (condado de Devon).
Chiesi (Elba). . .
Burgomanero. . .
Auerbach
Sielitz
Morí (Hall)
Zetlitz (Carlsbad). . . .
Prinzdorff (Hungría). . .
Bornholm (Escandinavia).
Risanski (Rusia). . . .
Oporto
Sargadelos (Galicia)
N e\vcastle.r Jf j . 1 7y
China
42,07
42,12
32.93
46,63
44,26
45>°3
23.94
32,48
40,78
26,10
33,98
26,76
38,57
29,3o
40,62
43,2 5
29,73
23,72
34.65
33, 00
29,88
24,06
36,81
32,24
21,14
29,45
34,i6
22,50
26.66
*5D7
34,99
47,83
43,94
37,38
25,59
9,80
Cal, magnesia y
sosa
Hierro y
manganeso
Residuo no
arcilloso
Caractéres. — Esta roca se presenta de aspecto de
una tierra blanca sonrosada, á veces amarillenta; muy tierna
y friable; tizna los dedos, algo áspera al tacto, se pega algún
tanto á la lengua, se deslie con dificultad, no formando pas-
ta con el agua; los ácidos disuelven una pequeña parte de
sus elementos; fusible ó no al soplete, según la proporción
de granos feldespáticos que contiene.
TRÁNSITO. — Examinada esta roca en su propio criade-
ro, ofrece frecuentes tránsitos á los granitos, y en especial á
la pegmatita, que es la que mas abundante kaolín suministra
y de mejor calidad. Ahora bien, la pegmatita se llama en
chino pe- tune- shi, y de ahí el error bastante generalizado en-
tre nosotros de considerar á lo que se ha llamado petunzí ,
como un grado de descomposición de las rocas feldespáti-
cas, menos avanzado que el kaolín mismo, siendo así que en
rigor es una roca.
YACIMIENTO. — El kaolín se encuentra relacionado,
como el electo á la causa, con las rocas feldespáticas, de
cuya descomposición procede, y particularmente con las
pegmatitas, que, según ya queda indicado, suministran las
mejores y mas abundantes tierras de porcelana.
LOCALIDADES. — El de China procede, según va apun-
tado, de la montaña de Kao, distrito de Feou-Lean, provin-
cia de Kiangsi, centro de la industria cerámica. En Francia
se encuentra en Saint- Irieix, cerca de Limoges, de donde se
surte el célebre establecimiento de Sevres: la porcelana de
Sajonia se fabrica con el kaolín de Morlimesieu, no léjos de
Hall. En España se conocen varios criaderos, como el de
GEOGNOSIA
28^
Galapagar y Yaldemorillo, cuyo kaolín se emplea para ladri-
llos refractarios; el del Canal de Cabarrús, en la Sierra Car-
petana, se empleó en las fábricas del Retiro y Moncloa: el
de Burela sirve para la de Sargadelos, en Galicia; el del
Castillo de Rodalguilar se destina á las fábricas de Sevilla.
Existen en la provincia de Toledo varios criaderos de
kaolín, notables todos por las circunstancias especiales que
en ellos concurren; debiendo mencionar el de la dehesa de
Carrascosa, en término de la Puebla de Montalban, donde
se diría que forma un pequeño depósito de acarreo, com-
puesto de cantos redondos de diferente tamaño, de natura-
leza silícea, siendo el cemento de kaolín térreo y arenoso:
ofreciendo una especie de aparente estratificación, relacio-
nado con un pequeño manchón de gneis silúrico, en el que
vimos una pequeña veta de grafito, del que se ha traído á
Madrid para los usos comunes á que se dedica esta sustan-
cia. No léjós de dicha localidad se encuentran algunos otros
pequeños manchones de tierra blanca, que son también de
la misma sustancia. Pero el criadero mas notable, no solo
de la provincia, sino de España entera, y hasta me atrevo á
asegurar que de toda Europa, es el llamado la cantera de
San Martin de Montalban, representada por una montaña
de grande altura, toda ella formada de kaolin, de una blan-
cura que ofende á la vista en los cortes de donde se extrae,
con la particularidad de hallarse en la cima la pegmatita
sonrosada, de cuya descomposición procede aquel ; conser-
vándose aun ciaros vestigios de la cantera, de la cual se ex-
trajo la piedra para la construcción del famoso castillo ya
citado de Montalban, situado frente á dicho punto, del que
solo lo separa el rio Torcon. Dudo que exista en el mundo
otro criadero tan importante por la excelente cualidad, abun-
dancia y fácil extracción de esta sustancia y por las especia-
lísimas circunstancias que en él concurren, propiedad de mi
amigo D. Manuel de Sotomayor (1).
Aplicaciones. — Esta tierra se emplea, según acaba
de indicarse, en la fabricación de la porcelana, lo cual basta
para hacer comprender toda su importancia.
b. — ARCILLA ESMÉCTICA
Etimología. — El adjetivo que se aplica á esta arcilla
procede del latino smecticus , detersivo, sustancia que sirve
para limpiar.
SINONIMIA. — Arcilla batanera, arcilla hidratada, tierra
de Segovia, etc.
Definición. — La arcilla esméctica es un silicato hi-
dratado de alúmina, en el que la proporción de agua com-
binada llega á un 25 por 100, según el adjunto cuadro:
ARCILLAS KSMKCTICAS
Sílice. “
Alúmina. . . .
Cal
Oxido de hierro.
Magnesia. . .
Agua.
De Reigate
1 R ^
X^E^apshife
De Silesia
50,80
51,00'
48,50
23,00
17,00
18,50
2,3°
o,5°
y>
0,70
5.75
6,00
0,20
1.25
1,50
24,5°
24,00
25.50
101,50
99.5°
100,00
nesia suelen acompañarla, lo hacen en calidad de materias
accidentales.
(I) Los que deseen mayor ilustración en este asunto, pueden leer el
tomo cuarto de los Anales de la Sociedad española de Historia Natural,
donde se halla inserta una nota leída por mi en la sesión del 7 de abril
de 1875.
Caractéres. — Rocas de aspecto térreo ó verdaderas
tierras de tintas claras por lo común, aunque las hay tam-
bién oscuras; de estructura pulverulenta, compacta, correosa
y hasta Üe aspecto de papilla, según la cantidad de agua in-
terpuesta; de tacto suave y craso análogo al de talco y ser-
pentina; echándoles el aliento despiden un olor parecido al
que producen las primeras gotas de lluvia en verano; los
ácidos las atacan algún tanto, si bien al soplete son poco fu-
sibles.
Variedades. — Esta, como la plástica, presenta gran
número de variedades, hijas las unas de las múltiples tintas
que ofrecen, como blanca, amarilla, verde, rojiza, etc.; otras
de la estructura que suele ser compacta, pizarreña, en
masa, etc., ó de las sustancias que accidentalmente lleva,
como la caliza, estableciendo el tránsito á la marga; la sílice,
pasando insensiblemente á la greda; hojuelas de mica, ma-
terias bituminosas, sal, etc., en cuyos casos se llama micácea,
bituminosa, salífera, etc.
YACIMIENTO. — La arcilla esméctica se encuentra en
depósitos estratificados, alternando con bancos calizos ó de
otra naturaleza. En Inglaterra es tan abundante esta roca en
un piso del terreno jurásico, que por excelencia se llama asi,
según veremos. En Reigate y Silesia, estas arcillas, que pa-
san por las mejores, pertenecen al terreno cretáceo inferior.
Localidades. — Además de las indicadas y otras mu-
chas en Europa, en la Península se encuentran depósitos de
arcilla de batanero en Manresa y Sampedor, según Maestre,
dependiente del terreno cretáceo: también las hay en Tar-
rasa y Alcoy, en Ruidera y Segovia, enlazadas probablemente
con los materiales del terreno terciario, y en otros muchos
puntos que seria hasta enojoso enumerar.
Aplicaciones. — La propiedad de que goza esta arci-
lla de formar con las grasas una especie de jabonadura la
hace muy apreciable para quitar manchas y desengrasar las
telas de lana. Para ello se deslie en agua ó se forma con ella
una especie de papilla, y se extiende sobre la tela mancha-
da; se deja secar y con el cepillo se quita. En las fábricas se
emplea el batán para incorporar la arcilla con las telas en-
grasadas, las cuales quedan limpias á beneficio de la opera-
ción física que allí se verifica.
C. — ARCILLA PLÁSTICA
Etimología. — El adjetivo que lleva esta arcilla pro-
cede de plas/os, que en griego significa yo formo, y revela
una de sus mas importantes propiedades.
SINONIMIA. — Arcilla común, tierra de alfarero, etc.
DEFINICION. — La arcilla plástica es un silicato hidra-
tado de alúmina, con la mitad de agua que la anterior, y las
mismas sustancias accidentales, como cal, hierro y magnesia.
Caracteres. — De igual aspecto térreo que la ante-
rior, se distingue, no obstante, por ser mas dúctil é infusible,
á no contener algún principio ferruginoso ó calizo; por pe-
garse fuertemente á la lengua, efecto de la avidez que tiene
por el agua, lo cual le comunica otra de sus grandes cuali-
dades, la de ser impermeable; y principalmente por formar
pasta con el agua, en cuyo caso admite todas las formas que
se le dan, de donde procede su etimología; expuesta al fuego
se endurece mucho, pierde gran parte de su volúmen, hacién-
dose áspera al tacto y frágil, perdiendo por completo la pro-
piedad de desleír en el agua. La ductilidad y consistencia
que adquiere la pasta que forman con el agua, es variable, y
de aquí el llamarse unas muy plásticas y otras menos plásti-
cas ó figulinas.
Variedades. — Las variedades de esta arcilla son,
sobre poco mas ó menos, las indicadas en la especie ante-
284
rior; no hay por consiguiente necesidad de nombrarlas de
nuevo.
Yacimiento. — Las arcillas plásticas forman parte de
todos los terrenos, unas veces por sí solas, otras alternando
con bancos de calizas, areniscas, conglomerados, etc. Su
predominio en algunas épocas terrestres es tal, que ciertos
pisos ú horizontes llevan el nombre de esta roca, como el
de las arcillas irisadas en el trias, el de las plásticas en el ter-
ciario de Paris, etc. .
LOCALIDADES. — Limitándonos á las españolas, debe-
mos decir que son numerosísimas; así, por ejemplo, en los
terrenos terciarios de Madrid y Aranjuez, impregnadas mu-
chas de ellas y alternando con yesos; en Cardona, Manuel,
Minglanilla, etc., con sal común pertenecientes al terciario
y al trias; en Almagro llaman rubiales y de barios á las tier-
ras en que predominan las arcillas coloradas y negruzcas.
GEOLOGÍA
sa que, como es sabido, solo se altera de un modo mecánico
6 físico; ó bien principia la alteración de esta por los cam-
bios bruscos de temperatura, y por la acción del agua, faci-
litando la propia disgregación molecular la descomposición
química de la caliza. ,
YACIMIENTO. — Esta roca, que puede llamarse de tran-
sito por su composición, se encuentra en la mayor parte de
los terrenos de sedimento, entre bancos calizos y arcillosos,
á los cuales sirve, por decirlo así, de lazo ó eslabón que los
asocia y enlaza. . ,
LOCALIDADES. — La marga, que en sus aplicaciones a
la agricultura como mejoramiento de las tierras puede con-
siderarse como verdadero tesoro, es por fortuna muy abun-
dante en* todas partes, y en especial en la Península, donde,
sin embargo, no se hace de ella el uso que se debiera. Es
frecuente en los terrenos jurásico, cretáceo y terciario, pu-
_ . « 1 • * I _ _ 1 I 1 M /"i /-V
> en que predominan las arcillas coiorauas y ucgiu^aa. • ras; toa0 el valle de
APLICACION - La arcilla plástica se destina á la alfa- diendo citar como localidades clasicas casi tóete 1 el valle
APL1ÜAUUIN. iva an- F „ * Ar™nfP v nfrflc comarcas de Valencia y Ara-
rería basta, y también la emplean los escultores para los bo-
cetos y modelos de sus obras. Las famosas alcarrazas de
Andujar, de las Alpujarras y otros puntos, se fabrican aña-
diendo á la arcilla común algo de arena ó caliza ó sal; con
lo que se comunica á las vasijas la estructura porosa que
tanto contribuye á refrescar el agua.
d. — arcilla refractaria
Como apéndice á las arcillas comunes, debemos decir
algo de las refractarias, así llamadas por resistir á muy altas
temperaturas; circunstancia debida á la escasa proporción
de caliza y hierro que contienen, y á la presencia de mate
rias bituminosas, las cuales desapareciendo con el calor, co-
munican cierta porosidad á crisoles, ladrillos, etc., lo cual
permite el paso mas ó menos brusco de bajas á altas tempe-
raturas y viceversa, sin riesgo alguno.
LOCALIDADES. — En la Península estas arcillas son
bastante comunes, y procede de Muela y Pereruela la que
sirve para los famosos crisoles y retortas de Zamora; la de
Segovia se destina á la fábrica de Tamajon y Aranjuez; la
que se emplea en Alcaraz, procede de Valdepeñas; también
es excelente la de V aldemorillo, y la conocida en Cartagena
con el nombre de lagena, resultado de la descomposición de
una pizarra arcillosa oscura, llamada en el país laja.
APLICACIONES. — Destínase esta arcilla á la fabricación
de ladrillos refractarios, retortas, crisoles, y hasta para vasi-
jas de uso doméstico: la variedad bituminosa se emplea en
crisoles para fundir el acero, y la común, para moldes de
cañones, campanas, etc.
Albaida y de Mogente y otras comarcas de Valencia y Ara-
gón. Abunda en Andalucía, donde dan el nombre de albe-
ros á las tierras en que predomina esta roca, etc., y en mu-
chos otros puntos de España.
APLICACIONES. — La primera y mas importante apli-
cación de esta roca, es para margar las tierras; puede tam-
bién destinarse á todos los usos de las arcillas y en particu-
lar de las plásticas.
e. — GREDA
SEGUNDO GENERO — ARCILLAS COMPUES
rarga
¡DO GENERO.— A]
VE/t
ETIMOLOGIA. — Plinio usaba ya esta palabra para de-
signar una tierra blanca, á modo de arcilla.
SINONIMIA. — Albariza, albarisy llacorella en Valencia.
DEFINICION. — La marga es una arcilla á la que se aso-
cia una cantidad mas ó menos considerable de materia cali-
za y de otras sustancias accidentales.
CARACTERES. — Los mismos caractéres distinguen á
esta roca que á la arcilla, con la sola diferencia de que, tra-
tada por los ácidos, da una efervescencia mas ó menos viva
dejando un sedimento, que es de arcilla y de las otras ma-
terias que no son atacables por aquellos. Otra circunstancia
importante la distingue también, y es el modo cómo se des-
compone y los productos de su descomposición. Con efecto,
la parte caliza, dejándose atacar químicamente por el ácido
carbónico, facilita la alteración mecánica de la parte arcillo-
ETIMOLOGÍ A. — La palabra Greda procede del latin
Creta, expresión empleada por Plinio, aunque impropiamen-
te, para designar esta tierra y la creta propiamente dicha;
y de ahí, por corrupción, la palabra Greda.
DEFINICION. — Aunque el vulgo confunde bajo la de-
nominación común de Greda á todas las rocas terreas \
arcillosas, la ciencia no puede consentir tal confusión; por
eso define la Greda, diciendo que es una arcilla mezclada
de arena, de donde resulta el sello que mas la distingue de
la marga y de la arcilla.
CARACTÉRES. — Los principales son: el tacto áspero
que ofrece, el no ser impermeable como la arcilla, ni dar, tra-
tada con los ácidos, la efervescencia que indicamos en la
C£il 1Z3
YACIMIENTO. — También la greda se encuentra, como
roca de tránsito, entre las arenosas y arcillosas; presentán-
dose á veces en depósitos mas ó menos considerables como
resultado de la descomposición de los granitos, de los cuales
procede la arcilla, los granos de arena, y también con fre-
cuencia las hojuelas de mica que presenta.
Localidades. — En España la greda es muy común,
ticularmente en el terreno cuaternario de Madrid y sus
jdedores; no escaseando tampoco en los terrenos tercia-
rios y en los secundarios de varias comarcas.
APLICACIONES. — Esta roca es un buen mejoramiento
para las tierras calizas en particular, y puede destinarse tam-
bién á la fabricación de alcarrazas, botijos y hasta para la
alfarería basta, á cuyo uso se destinan parte de las que en-
tran en la constitución geológica del terreno cuaternario de
San Isidro.
L 1
f. — LÉGAMO
,kL.
SINONIMIA. — Lchm , loess (en aleman), limo, cieno,
tarquin, etc.
DEFINICION. — Esta roca representa la mezcla confusa
de elementos arcillosos, calizos, arenáceos y con frecuencia
también ferruginosos, con mucha cantidad de agua, resulta
GEOGNOSIA
do de la sedimentación de las partes mas tenues de los ma-
teriales que arrastran las aguas. Encuéntrase generalmente
en los alfaques, en el álveo de muchos rios y en la tierra ve-
getal; siendo el lehm ó loess, por excelencia, uno de los
productos que distinguen particularmente el terreno llamado
cuaternario ó del diluvio. Al trazar la descripción de este
período de la historia física de la tierra, daremos mas por-
menores acerca de tan importante roca.
285
A. — ARENAS
g.— OCRE
SINONIMIA. Almagra, ocre rojo y amarillo, sanguina,
rojo de Marte, bol, tierra de sombra, tierra de Siena, tierra
de Italia, etc.
DEFINICION. Los ocres son arcillas muy cargadas de
óxidos de hierro á los que deben sus diversos colores. Cuan-
do el óxido es anhidro (hierro digisto), el color es rojo y se
llaman los ocres sanguíneos ; cuando, por el contrario, es hi-
dratado (limonita), son amarillos; estos se hacen rojos por
la torrefacción.
De lo dicho se infiere, que tanto los caractéres físicos
como gran parte de los químicos y las relaciones geognósti-
cas deben ser, si no idénticas, muy análogas á las de las
arcillas; por cuya razón es excusado entrar en mayores de-
talles.
Localidades españolas. — Los ocres de todos
colores abundan en la Península, en particular en los terre-
nos cretáceos del Levante y Mediodía, alrededor de los de-
pósitos de hierro hidratado. 1 ambien van mezclados con
las rocas traquiticas descompuestas que forman el alumbre,
extrayéndose del poso que dejan estas piedras en las opera-
ciones á que se someten para el beneficio de dicha sustan-
cia. 1 al era y es, aunque en menor escala en la actualidad,
la procedencia de la famosa almagra , ó sea el ocre rojo, que
se explota desde tiempo inmemorial en el pueblo de Mazar-
ron, sustancia que se emplea para dar frescura al tabaco en
polvo que se elabora en las fábricas de Sevilla y otras del
reino. Es muy posible que Sierra Almagrera deba su nom-
bre á la abundancia de estos ocres ó almagras. El Sr. Bowles,
en la introducción á la Historia Natural de la Península,
dice haber hallado entre la Puebla de Alcocer y Orellana
(Badajoz), el ocre mas fino y hermoso del mundo; son sus
palabras.
Aplicaciones. — Los ocres.se emplean en la prepara-
ción de los lápices de colores, á cuyo fin se deslien, secan y
aglutinan por medio de la goma; se destinan igualmente á ga, etc.
«
Según hemos dicho, las arenas son el resultado de la des-
composición de las rocas, y de la trituración de sus diversos
materiales, hasta adquirir un grado considerable de tenuidad,
efecto del acarreo de dichos materiales por las aguas liqui-
das; pero en razón al mecanismo á que deben su origen, es
fácil comprender, que desde la roca viva, ó en su propio
criadero, hasta las arenas, han de encontrarse de forma y ta-
maño muy diferente, resultando de aquí las peñas, peñascos,
cantos, canchos, masas de piedra, berruecos, etc., que existen
por lo común no léjos del punto de su procedencia, llamán-
dose al punto ó comarcas en que abundan, berrocales, can-
chales, peñascales, etc. Siguen después los guijarros ó cantos
rodados, por otro nombre también chinas, que son de tama-
ño mas pequeño y generalmente de forma ovalada ó elipsoi-
dal. Luego viene la grava, compuesta de pequeños fragmen-
tos de rocas, de formas angulosas, mas bien que redondea-
das; y por ultimo, las arenas de diferente tamaño, aunque
siempre inferior al de la grava, llegando á veces á convertirse
en polvo.
Yacimiento. — Cada uno de estos estados y formas
de las rocas, ocupan diferentes horizontes, hallándose en las
faldas de los montes los grandes cantos, peñas y peñascos:
en el álveo mismo de los rios y también en la base de casi
todos los terrenos de sedimento, los cantos rodados, chinas
ó guijarros; las gravas se encuentran mas abajo en el curso
de las arterias terrestres; por último, las arenas, no solo exis-
ten en la desembocadura de los grandes rios y en todo el
aparato litoral, sino también en casi todos los terrenos ter-
ciarios y secundarios.
APLICACIONES. — La construcción, la agricultura y la
fabricación del vidriado y barniz para la loza, encuentran en
estas rocas materiales muy útiles.
B. — ARENISCAS
Etimología. — La palabra arenisca, con que se desig-
nan las rocas de que vamos á tratar, revela el elemento prin-
cipal de que se componen, á saber: la arena; así como la voz
asperón con que también se distingue, expresa gráficamente
uno de sus caractéres mas importantes, la aspereza al tacto.
SINONIMIA. — Asperón, arkosa, metaxita, samita, trau-
mata, grauwacka, molasa, machiño, gonfolita ó nagelfluh,
anagenita, sandstein (aleman), sandstone (inglés), pudin-
elaborar las pastillas para el pastel, temple y hasta para los
colores finos.
A renas y areniscas
J
bra aiena se aplica generalmente al estado de gran
fragmentación ó atenuación de todas las rocas: algunos au-
tores han querido que se aplicara este nombre solo á los
granos pequeños redondeados ó angulosos de cuarzo; pero
por desgracia no se ha adoptado esta idea, y faltando á la
exactitud de lenguaje, se dice hoy arenas volcánicas, feldes-
páticas, cuarzosas, etc.
Resultado casi siempre de la alteración física <5 mecánica
de las rocas, son muy abundantes en la naturaleza, distin-
guiéndose particularmente por la soltura ó incoherencia de
sus partículas, recibiendo el nombre de areniscas cuando los
granos se hallan agregados por cualquier sustancia unitiva ó
aglutinante. De aquí la división natural de esta especie en
dos grupos, á saber: Arenas con los demás resultados de la
alteración física de las rocas y areniscas, conglomerados, etc.
DEFINICION. — Las areniscas ó asperones, como se
llaman vulgarmente en la Península, representan un grupo
le rocas compuestas de granos de diferente tamaño, de
sílice pura ó mezclada con otras sustancias; con frecuencia
teñidas por óxidos metálicos y reunidos por un cemento ó
masa unitiva, como decía Hergen, silícea, feldespática, caliza,
ferruginosa 6 de cualquier otra naturaleza, de existencia ante-
rior ó posterior á la formación de aquellos. En general son
rocas de tacto áspero; de estructura granujienta, variable
según el tamaño de los elementos que entran en su compo-
sición. Sus colores varían hasta el infinito; presentándose
blancas, á veces muy puras y de diferentes tintas, según los
óxidos metálicos que las tiñen.
VARIEDADES. — Las areniscas, como las demás rocas
que hemos descrito, ofrecen un gran número de variedades,
dependientes unas de su estructura y del tamaño de sus
elementos, y otras de las sustancias que se encuentran en su
composición. Las hay comunes, compactas, lustrosas, pizar-
rosas, pudingas y aun brechas, cuando el tamaño de los
fragmentos es mayor y de formas redondeadas ó angulosas;
también existen variedades feldespáticas (arkosa v metaxita)
compuestas de. feldespato puro ó alterado; arcillosas (samita
arenisca carbonífera y traumata) por la meada de arenas y
arcilla; micáceas (samita y grauwacka en parte); calizo arci-
llosas (machino y gonfolita); ferrífera y poligéníca que es
cuando un cemento arenoso aglutina fragmentos ’de toda
clase de rocas.
Admitido este modo racional de considerar las variedades
e as areniscas, Pr°puesto con mucha oportunidad por el
señor Coquand, podrían desterrarse del lenguaje científico
nna porción de voces que pueden inducir en errir; aunque
esto no sea posible llevarlo ¿ cabo en muchas, por el asentí-
miento unánime de los geólogos de todos los países debe
sm embargo, hacerse respecto de algunas, tales como grau-
"acka, metaxita, mimófido y otras, tanto porque no expresan
su composición, cuanto porque algunas, como la grauwacka
st aplicaba en otro tiempo mas bien á un terreno que á una
División. —Atendiendo á la naturaleza de la arena v
al cemento que une á sus granos, generalmente se admiten
las areniscas siguientes: ™¡2T
a.— ARENISCA CUARZOSA
ti,m dFIlNICI°N' ~ ESta are"ÍSCa es’ di8ámosl° así, el
>po de la especie; pues consta de granos de cuarzo, de
tamaño diferente, unidos por un cemento silíceo, con acu-
nas materias extrañas, tales como óxidos de hierro, qucMa
tmen de diferentes colores, algo de caliza, hojuelas de
mica, etc.
CARACTERES.— A mas del tacto, que en esta es mas
áspero que en las otras, este asperón se distingue por las
vanadas tintas que ofrece, siendo las mas comunes el blanco
gris, algo sucio, uniforme ó alterado á veces por óxidos de
hierro que le dan una coloración rojiza ó amarillenta igual
rameada en fajas ó zonas, etc. La estructura es generalmente
compacta; el grano variable, llegando á ser tan fino que
parece como fundido en la masa del cemento; en cuyo caso
la lractura es concoidea, y con brillo ó lustre, lo cuál hace
que se la llame arenisca lustrosa.
Yacimiento. —Esta arenisca se encuentra en los
terrenos cretáceos y terciarios, y á veces también como
\ anedad en la base del trias, según se observa, por ejenmlo
en muchos puntos de Sierra Espadan (Castellón).
Loe A li D ades.— Como puntos clásicos para esta roca
podemos citar los de Beauchamps y Fontainebleau, alrede-
dores de Paris, en cuyo último punto no solo se observa la
variedad lustrosa y concrecionada, sino, lo que es mas sin-
gu ar, la cristalización por efecto de la seudo-morfósis que
ha sufrido la arenisca al reemplazar á la materia caliza cuva
orma afecta, hecho curioso que he tenido igualmente oca-
sión de ver en la arenisca triásica de Stuttgart. En España
se encuentra en varios puntos de la zona cretácea de Caste-
on, lerueí y Yalencia, en cuya primer provincia llaman
salao a las arenas que resultan de su alteración.
b. — ARENISCA FERRUGINOSA
Cuando la materia ferruginosa, en vez de limitarse á teñir
a masa de la roca, se convierte en elemento mineralógico
principal, resulta la arenisca que llamamos ferruginosa** en
la que todavía queda bastante materia silícea. De aquí resul-
ta que el yacimiento y las relaciones geognósticas suelen con
frecuencia ser las mismas que en la anterior.
Localidades. — En España es bastante frecuente es-
ta arenisca, particularmente en los terrenos cretáceo y ter-
ciario, como se observa en Estercuel, Gargallo, Josa, y otros
puntos de la provincia de Teruel; en Ramales, Algorta, Zu-
gastieta y otros puntos de Vizcaya, según el Sr. Collette.
Schulz asegura encontrarse al oeste de Goyan, y al este de
Monfurado del Sil, y en muchas otras localidades que se
omiten por brevedad.
C. — ARENISCA VERDE
El nombre que lleva esta roca revela uno de sus principa-
les caracteres, que consiste en el predominio que en ella
adquiere la clorita (silicato de hierro), á cuya sustancia debe
la coloración mas o menos intensa que ofrece: el elemento
silíceo y el calizo no se hallan por esto excluidos de dicha
roca, de la que suele formar parte muy principal y hasta el
cemento mismo.
YACIMIENTO. — Esta roca suele encontrarse en la base
de los terrenos terciarios; siendo tal su desarrollo hácia la
parte media del terreno cretáceo, que sirve en general de
límite entre el horizonte superior y el inferior.
Localidades. — Alcalá de Chisvert, Cinctorres, Mo-
rdía (Castellón), Rubielos de Mora y Molina, etc. (Teruel),
Infantes en Ciudad-Real y otras muchas.
d. — MOL AS A
Esta arenisca, así llamada de molUy blando, en italiano y
francés, muy parecida á la anterior por su coloración, debe
el nombre que lleva al estado que ofrece al salir de la cante-
ra, y á la facilidad con que entonces se deja tallar.
Definición. — Esta arenisca se compone de granos,
genei al mente linos, de cuarzo, mezclados con partículas de
feldespato, caliza y mica, algo de talco y serpentina, frag-
mentos de conchas y otras enteras, todo reunido por un
cemento margoso ó calizo.
Caracteres. — Por esta última circunstancia suele la
molasa hacer efervescencia tratada con los ácidos; su colora-
ción es verdosa, la consistencia escasa en general, algo fria-
ble, sobre todo, después de perdida el agua de cantera.
Yacimiento. Esta roca se halla tan desarrollada en
el terciario medio, en Suiza y otras regiones, que ha comu-
nicado su nombre á dicho terreno.
Localidades.— Además de la Suiza y de muchos
otros puntos en el extranjero, se encuentra la molasa en
Peñarroya (Córdoba), cerca de Ruidera, el Sotillo y Torre-
cuadrada (Guadalajara), en Monzon, etc
Aplicaciones.— Sobre ser muy curiosa por el consi-
derable número de restos orgánicos que contiene, puede
asegurarse ser esta una de las mejores piedras de construc-
ción en Suiza, cuyas principales ciudades, tales como Berna,
Saint Gall, Lausana y otras, ostentan hermosos edificios
públicos y particulares, levantados con esta piedra.
e. GONFOLITA
En Suiza es muy común ver asociada la molasa á un con-
glomerado de chinas ó cantos mas ó menos gruesos, de
igual o diferente composición que ella misma, á la que
Brongniart llamó gonfolita, que es la versión al griego de la
palabra alemana nagel fluhy ó sea reunión de cabezas de cla-
vo, con que la conocen los alemanes.
Yacimiento.— La gonfolita acompaña casi siempre á
la anterior en los terrenos terciarios, como se observa en
vanos puntos de Suiza, y también, según el Sr. Cortina, en
Ramales y el Sotillo, y en las famosas Tetas de Viana, según
el Sr. Vemeuil. 6
GEOGNÓSIA
f. — MACHINO
207
El machiño es una arenisca muy análoga á la molasa en
cuanto á su naturaleza, pero de posición geognóstica distinta.
Definición. — Se compone de granos de cuarzo, aso-
ciados en mayor ó menor proporción al feldespato, con ho-
juelas de mica y diversas sustancias accidentales, reunido
todo por un cemento de marga endurecida con frecuencia,
por un principio de metamorfismo, lo cual la distingue tam-
bién de la anterior.
Caractéres. — Entre los colores de esta roca, siquie-
ra variables, suelen predominar los verdes, pero de tintas
mas bajas que la molasa y la clorita; es mas consistente que
estas; de estructura compacta y menos permeable; á veces el
predominio de la mica le comunica el aspecto hojoso ó pi-
zarroso.
Yacimiento. — El machiño pertenece al terreno ter-
ciario inferior ó numulítico, recibiendo con frecuencia el
nombre de arenisca de Fucus, por la abundancia con que en
ella suelen presentarse estas plantas fósiles. Los suizos la
llaman también arenisca de Tavigliana, nombre de una lo-
calidad, no léjos de Ginebra, donde tuve el gusto de estu-
diarla en compañía del Sr. Studer.
Localidades. — Esta roca es muy abundante en Sui-
za, Saboya y los Apeninos. En España no es rara en el ter-
reno numulítico de Cataluña, hallándose asociada también á
esta roca, una especie de gonfolita ó almendrón, en el famo-
so Montserrat.
g.— ARKOSA
Sinonimia.— Arenisca feldespática, metaxita, hyalomi-
ta y pegmatita, en parte, según Omalius
DEFINICION.— Dase el nombre de arkosa á una are-
nisca singular, formada de granos cuarzosos, mezclados con
otros de feldespato con algo de arcilla y otras sustancias ce-
mentadas por la sílice. Si la parte feldespática se halla aK>
descompuesta, merece según Cordier, el nombre de metaxita
. "^ACIMIENTO. Las intimas relaciones que esta roca
tiene con los granitos y hasta su propia naturaleza, no solo
dan un indicio claro del yacimiento, sino de su procedencia
que no es otra sino la descomposición del granito y la re-
composición en puntos no muy lejanos. No se crea, sin em-
bargo, por esto, que pertenezca propiamente á los terrenos
graníticos, pues se la encuentra formando parte de los de
sedimento asi primarios ó paleozoicos, como mesozóicos
subiendo hasta la base del jurásico, según pude ver en Ava-
llen (Francia), cuyos ejemplares, recogidos por mí, se en-
cuentran en el Gabinete de Historia natural, con la particu-
laridad de llevar gran número de impresiones de la Osirca
arcuata, del Spirifer Valcoti y otros fósiles característicos
Localidades.- Además de la ya citada, se encuentra
dei 7 en
Definición. Rajo el nombre samita entienden los
autores muchas areniscas, y hasta conglomerados, conocidos
bajo las denominaciones vagas que acabamos de apuntar, y
que han contribuido bastante á introducir la confusión, no
solo en el lenguaje, sino hasta en la ciencia misma. Todas,
en general, se hallan compuestas de materiales silíceos, aso-
ciados á materias arcillosas y á mica, constituyendo el ce-
mento la sílice ó el feldespato.
CARACTERES.— Los colores de esta roca son varia-
bles, si bien predominan las tintas rojizas mas ó menos in-
tensas, uniformes ó pintarrajadas, y de aquí el llamarse are-
niscas rojas antigua y moderna, abigarrada, etc. La estruc-
tura, aunque granujienta como la de todas las areniscas,
cuando adquieren alguna importancia las arcillas ó la mica,
toma el aspecto pizarroso y tabular; á veces el tamaño de los
materiales es considerable, en cuyo caso se la llama brecha
) pudinga, almendrón o almendrilla, y también grauwacka
Yacimiento. — Las diversas variedades de esta roca
se encuentran, por regla general, en los terrenos paleozoicos
mal definidos antes bajo las denominaciones de terrenos de
la Grauwacka, de transición, de la arenisca roja antigua, etc.
También forman la base ó piso inferior del trias entre los
secundarios, y es á la que han llamado arenisca roja moder-
na, para distinguirla de la otra, que corresponde al terreno
devónico. Algunas veces puede encontrarse también en ter-
renos mas modernos.
Localidades. — Esta roca es muy común en todos
los países donde abundan los terrenos indicados, y en España
en particular se la ve en Sierra Espadan, en el desierto de
las Palmas (Castellón), en Portaceli, en el Puig, de donde
se extrae toda la piedra para las obras modernas del puerto
de Valencia, y en mil otros puntos.
Aplicaciones.— Esta piedra se emplea en la cons-
trucción, para la cual reúne excelentes cualidades, y también
liara el empedrado, á cuyo fin se elige el rodeno compacto:
el de estructura tabular se emplea mas comunmente para las
aceras, como se ve en Valencia, para bancos de jardines y
como piedra de tejar.
i* — arenisca carbonífera
Sinonimia.— Verrucano, Grauwaka en parte, etc.
definición. — Aplícase este nombre á una arenisca
formada de granos, y á veces de cantitos de mayor tamaño
cuarzosos, mezclados con fragmentos de pizarra arcillosa v
de materias bituminosas, cementado todo por una materia
silícea, feldespática ó arcillosa.
CARACTERES. Los colores de esta roca son muy va-
riables, presentándose unas veces gris ó de un blanco sucio
otras rojo ó de heces de vino; la estructura es granosa bre-
chí forme y de pudinga. A veces el feldespato se presenta
en granos pequeños, y si estos han sufrido alguna alteración
el Sr. Cortina, se encuentra en Bonabal ÍGuari ^ estos han sufrido alguna alteración,
Cabanillas (Madrid) y en Manzanares de Í!’' f" '* T* ^ de PUnt0S á ma"chi‘as blancas
cion con los granitos, el gneis “tras ’ —«as d ro^as características
h.
Etimología
-samita
n
Yacimiento.— Esta roca es propia del terreno carbo
mfero o de la ulla.
Localidades.- En general se encuentra en todos
aquellos puntos en que existe el horizonte medio de este
ETIMOLOGIA. — La nalahn «mih . , - aquellos puntos en que existe el horizonte medio de este
«, ^ena, y Utos, piedra, de modoTue poMo visfo^ ' ^ a ^ Esp^ en Ios criaderos de Asturias
nombre mas bien genérico que e£Z£ Z °n Zt* L °"' * '°S de Bdmez * EsPíd' Sa" * Abade-
r. * . ’ — visto, es
nombre mas bien genérico que específico; esto no obstante,
se aplica mas especialmente á rocas areniscas de terrenos
secundarios y primarios.
Sinonimia. Rodeno en Castellón y Valencia, arenis-
ca roja antigua y moderna, arenisca abigarrada, traumata y
grauwacka en parte. J
sas, etc.
j. — itacolumita
Etimología.— El nombre de esta roca nos recuerda el
de la montaña de Itacolumi en el Brasil, de donde procede
288
GEOLOGIA
SINONIMIA. — Arenisca elástica del Brasil.
DEFINICION. — La itacolumita es una arenisca formada
de granos de cuarzo hialino, micáceo, cementado por la pro-
pia sílice.
CARACTERES. — Esta roca se presenta generalmente
de colores claros, blanco ó gris sucio, de estructura en pe-
queño compacta, en grande tabular; es porosa, pero de poros
muy sutiles, á cuya circunstancia y al modo particular de
entrelazarse sus elementos, debe uno de sus caracteres mas
curiosos, á saber: la elasticidad, que justifica uno de os
nombres que lleva. .
YACIMIENTO. — Esta roca pertenece, según Humbo .
al terreno silúrico del Brasil, y se encuentra en la llamada
Sierra del Grammagoa y de Itacolumi, con la particularidad
de constituir uno de los mas antiguos criaderos de diamante.
LOCALIDADES.— Además de la indicada, el Sr. Se u z
dice haberla visto en varios puntos de Galicia, particular-
mente en la Rúa de Foz, al norte de Mondoñedo, en Lou-
sada, etc.; lo que no dice es si encontró en ella también dia-
mantes.
APÉNDICE.— MAGNESITA
SINONIMIA.— Espuma de mar, piedra loca.
Como apéndice á las rocas de sedimento normal, vamos
á describir la magnesita, roca de origen dudoso, y de posi-
ción geognóstica no muy clara, pero que atendida su impor-
tancia merece darla á conocer. .
DEFINICION. — Como su mismo nombre indica, esta
roca es un silicato hidratado de magnesia, mezclado con
otras sustancias, y particularmente, con el carbonato de a
mismabase. sv ^ , ,
CARACTERES.— El color de esta roca es blanco, mu>
limpio cuando pura, otras veces es gris sucio; la estructura,
algo porosa, el tacto áspero en la fractura natural, muy suave
después de labrada; cuando sale de la cantera es muy pesa a
por efecto de la mucha agua que lleva, haciéndose después
tan ligera, q ue ha merecido el nombre de piedra loca.
YACIMIENTO. — La magnesia se presenta en capas m
tercaladas en las del terciario, como sucede en Yallecas;
otras veces en masa y también en nodulos, vetas o filones,
intercaladas ó empotradas en rocas serpentinicas, como se
ve en muchos puntos del Piamonte. .
LOCALIDADES. — La primera que se descubrió y que
se empleó en Europa, fué la de Natolia, donde en un prin-
cipio creíasela producto de las aguas, y por eso se la llamó
espuma de mar: después se ha encontrado en otros puntos,
y en particular en España, en Vallecas, donde se halla aso-
ciada al silex molar del terreno terciario en condiciones muy
curiosas de yacimiento, y en otros puntos.
APLICACIONES. — La magnesita ordinaria se destina
á la fabricación de hornillos y vasijas bastante refractarias;
la variedad mas bella por la finura de su grano y el color
blanco agradable que ofrece, se destina á la fabricación de
pipas, boquillas para fumar y objetos de adorno de muy
buen efecto.
• |! í I '*4^ |? 1
SEGUNDO ÓRDEN
Neptúnicas metamorficas
Qgp’jNíxCIioN. — Llámase rocas metamorficas, en la \er-
dadera acepción de la palabra, á todas las de sedimento que
han sufrido posteriormente á su formación modificaciones
mas ó menos profundas. Para algunos autores esta definición
es demasiado concreta, debiendo extenderse, según ellos, no
solo á las rocas descompuestas, sino también á las ígneas en
-eneral que han sufrido algo en su aspecto exterior <5 en su
composición. Otros geólogos, dejándose llevar de ciertas
teorías nie-an la existencia del metamorfismo, y por consi-
-uienté no "admiten las rocas de este grupo. No adoptando
ninguno de estos extremos, creemos colocarnos en el terre-
no de la verdad práctica, asignando á las metamorficas los
siguientes
CARACTERES.— Siendo de sedimento en su origen,
se presentan estas rocas en bancos ó capas, y ofrecen tam-
bién fósiles en su seno; pero por efecto de las alteraciones
sufridas, ni aquellas afectan la regularidad que las normales,
ni el número y conservación de los fósiles es igual al de
03t£lS
Por otra parte, lo que mas las distingue son sus relaciones
con materias eruptivas ó con fenómenos termales, y la con-
tinuidad con las rocas de sedimento normal, de las que
aquellas representan la trasformacion.
DIVISION. — Las rocas metamorficas se dividen en tres
grupos, á saber: i.° las cristalofílicas; 2.0 las de sedimento
químico, y 3.0 las de sedimento mecánico.
PRIMER GÉNERO.— CRISTALOFISICAS
ETIMOLOGIA. — El nombre que lleva este grupo deriva
de dos raíces griegas, á saber: cristallos , cristal, y phylon, ho-
ja; lo cual recuerda uno de sus rasgos mas característicos,
seCTun se vera en la descripción.
CARACTÉRES. — Además de los señalados á las rocas
metamórficas en general, estas se distinguen principalmente
por su estructura, que participa á la vez de las cristalinas por
el estado particular de sus elementos constitutivos, y tam-
bién de la hojosa y tabular propia de muchos productos de
sedimento. Si á esta consideración se agrega el número con-
siderable de sustancias extrañas, particularmente metálicas,
susceptibles algunas de explotación, se tendrá una idea clara
de la importancia de este grupo, el cual consta de dos espe-
cies principales, ó mas bien de una especie y de un grupo de
otras.
Gneis
ETIMOLOGIA.— Esta palabra ha pasado del lenguaje
usual de los mineros sajones al dominio de la ciencia. Es,
de consiguiente, voz de origen germano.
SINONIMIA.— Granito pizarroso de muchos autores,
granito veteado, etc. # ...
DEFINICION. — La palabra gneis se aplica a una roca
faneróCTena de procedencia plutónica o de sedimento, com-
puesta° esencialmente de feldespato ortosa laminar y mica,
presentando á veces como elementos accesorios el cuarzo, el
granate, talco, anfíbol, y hasta materias orgánicas fósiles, lo
cual justifica su naturaleza neptúnica, en parte.
CARACTÉRES.— La estructura de esta roca es, mirada
en pequeño, hojosa, laminar ó pizarrosa; y en grande, tabu-
lar ó en lajas. A veces los elementos se presentan muy ate-
nuados, y entonces el aspecto imita mucho al del granito,
mientras que otras se halla salpicada su masa de cristales de
feldespato, y adquiere la estructura aporfidada.
El color de esta roca es variable, dependiente sobre todo
del feldespato, y aun de la mica también, á la que debe en
particular el brillo ó lustre casi metálico que suele ofrecer.
La dureza depende también del elemento que predomina,
pues si es la mica no es considerable, y aun cuando adquie-
re mas importancia el feldespato, la estructura misma hace
que resista poco a los agentes exteriores.
Variedades. — Entre la multitud de variedades que.
puede ofrecer esta roca por coloración, estructura, etc., hay
GEOGNOSIA
dos que son las mas importantes, y son las que se fundan
en el distinto
YACIMIENTO. — El gneis se encuentra, con efecto, en
dos órdenes de condiciones; esto es, asociado á las rocas
graníticas ó cristalinas, á las cuales pasa por tránsitos insen-
sibles por la adición del cuarzo, en cuyo caso, antes de lle-
gar á constituir un verdadero granito, puede considerarse
como el abortado; y otras como verdadera roca de sedimen-
to con restos orgánicos característicos, en la base del terreno
llamado silúrico, según resulta de los descubrimientos del
Sr. Murchison en Inglaterra, de Sismonda en Italia, y de
muchos otros.
Confirma este último yacimiento el hecho curioso de en-
contrarse como subordinadas al gneis, masas de caliza saca-
roidea, de cipolinos, areniscas, conglomerados, y otras de
origen de sedimento, y la presencia en su seno del grafito y
antracita, verdaderas sustancias de procedencia vegetal.
LOCALIDADES. — Esta roca es muy común en el norte
y centro de Europa, y tampoco escasea en la Península:
Schulz la indica con efecto, en muchos puntos de Galicia; en
la Sierra de Guadarrama abunda sobremanera, bastando
citar las minas de Hiende-la encina, enclavadas en esta roca,
para dar una idea de su importancia; en la provincia de Al-
mería, en Sierra Almagrera y Monroy, en la Sierra de Aguas
en cuyo arroyo de Luis Gómez (Málaga), dice La Cortina,
encontrarse la variedad grafitica, y en muchos otros puntos
el gneis es abundante.
Aplicaciones. — El gneis, si bien en razón á su es-
tructura es mala piedra de construcción, por esta misma
circunstancia es fácil de descomponer, suministrando algún
kaolín, y tierras crasas, útiles para el arbolado y cereales.
Sin embargo, la importancia del conocimiento de esta roca
estriba en el número considerable de sustancias metálicas
que en ella se encuentran, y en las muchas aguas minerales
y termales que por entre sus grietas y fallas aparecen; por
cuya razón puede considerarse como la roca industrial y
balnearia por excelencia.
GRUPO DE LAS PIZARRAS
La palabra pizarra, de uso hasta vulgar entre nosotros, es
á mi modo de ver preferible á la de esquisto que algunos
usan, y representa, mas que una especie de composición
definida, un grupo de rocas de naturaleza distinta, aunque
pasando unas á otras por tránsitos insensibles, cuyo carácter
principal consiste en la estructura que por excelencia se ha
llamado pizarrosa, representada por hojas ó láminas delga-
das, uniformes unas, desiguales otras, y que con frecuencia
se cuartean en sentido opuesto á la estratificación, constitu-
yendo lo que se llama en la ciencia planos de juntura y de
crucero, que se darán á conocer en el estudio de la Estrati-
grafía.
Muchas de ellas se presentan de aspecto pétreo ó terroso;
pero en otras la estructura es cristalina, imitando perfecta-
mente la del gneis y de algunos granitos.
La asociación de muchas sustancias metálicas y de pie-
dras finas, tales como turmalinas, granates, etc., completa
con la dislocación de sus estratos y la existencia de fallas ó
saltos que ofrece su yacimiento, los caractéres que distin-
guen á estas rocas. Muchas son sus especies, pero nosotros
nos limitaremos á las mas principales, empezando por las
que mayor analogía guardan con el gneis.
Pizarra micácea
Sinonimia. — Micacita, micaslata, gneis micáceo, lep-
tinita pizarrosa, maclina, hyalomicta pizarrosa, glimmer-
schiefer en aleman, etc.
Tomo IX
D E FIN IGI ON . — Roca esencialmente com puesta de cuar-
zo y mica, á cuyos elementos suele asociarse accidentalmente
el feldespato ortosa, la turmalina, el granate, la macla, y á
veces masas subordinadas de calizas sacaroideas, dolomías y
otras especies.
Variedades. — Común, en la que el cuarzo y la mica
aparecen distribuidos con uniformidad; cuarzosa y feldespá-
tica, cuando las dos especies alternan con la mica, estable-
ciendo el tránsito á la hyalomicta y á la leptinita pizarrosa ó
al gneis: granatífera, turmalinífera, grafitica, oxidulífera, por
otro nombre itabirita y sidorecrista, etc.
Yacimiento. — Estas pizarras representan el primer
término de las rocas pizarrosas después del gneis, como lo
acreditan los frecuentes tránsitos que entre ellas se estable-
cen. En general estas pizarras se hallan relacionadas con el
terreno granítico por una parte, mientras por otra, la presen-
cia del grafito, de la antracita y de algunos restos orgánicos
en su masa, así como el tránsito á las demás pizarras hasta
la arcillosa inclusive, acreditan ser verdaderas rocas de sedi-
mento profundamente alteradas.
A pesar de esto, la micacita no se encuentra solo en los
terrenos paleozoicos, pues sobre todo en los Alpes llega á
formar parte hasta del jurásico, y según Mitcherlitz, en los
volcanes del Eifel algunos pedazos de pizarra arcillosa, influi-
dos por la lava, han pasado á micacita, hecho que he podido
yo confirmar igualmente en los antiguos volcanes del Lacio
y en la Somma.
Otra de las condiciones que distinguen el criadero de esta
roca, cualquiera que sea el terreno de que forme parte, es la
multitud de repliegues y ondulaciones de sus elementos
constitutivos; así como los muchos y notables accidentes,
tales como saltos, fallas y resbalamientos, que ofrecen las
comarcas en que abunda.
LOCALIDADES. — La micacita es muy frecuente en los
Alpes, en los Vosgos, en el Harz, y en muchas otras comar-
cas de Europa. En la Península no lo es menos, citándose
por Schulz en muchas localidades de Asturias y Galicia, y por
Maestre en varios puntos de Cataluña; según Prado abunda
en Somosierra; La Cortina la cita en Guadalajara, Extrema-
dura, etc.
APLICACIONES. — La pizarra micácea suele emplearse
en tablas ó lajas como piedra de tejar y también como mor-
rillo ó ripio en construcciones rurales, pero la verdadera
importancia de esta roca consiste en las piedras finas, tales
como granates, esmeraldas, corundos, etc., y en los metales
susceptibles de explotación que en ella se encuentran.
Pizarra talcosa
SINONIMIA. — Talcita, pizarra esteatitica, talcschiefer
en eleman.
DEFINICION.— Esta roca consta esencialmente de talco
y cuarzo, con algo de feldespato, granates, maclas, mica y
otras sustancias como accesorias; distinguiéndose principal-
mente por los colores claros y verdosos y por el tacto untuo-
so y suave que ofrece.
VARIEDADES.— Común, en la que el talco y el cuarzo
aparecen distribuidos con uniformidad: cuarzosa, que afecta
la estructura en fajas por hallarse muy aparentes y como
separados el talco y el cuarzo: feldespática, estableciendo el
tránsito á la protogina pizarrosa, por presentar el ortosa gra-
noso ó laminar en capas alternadas: granatífera, maclífera,
micácea, cálcica, etc., por llevar accidentalmente cristales
de granate, macla y mica, y alguna parte de carbonato de
cal, y arcillosa en la que la pizarra satinada se mezcla con
los elementos de la otra.
37
290
GEOLOGÍA
YACIMEINTO. — La pizarra talcosa con todas sus varie-
dades, ofrece las mismas condiciones de criadero que la
micácea, clorítica, etc. En los Alpes de la Tarantesia se la
ve encima del jurásico, formando parte del terreno carboní-
fero, y en Cabo-Corvo (Golfo de Spezzia), las arcillas del
trias aparecen convertidas en pizarras talcosas.
APLICACIONES. — Esta roca suministra excelente ripio,
y hasta buena piedra de construcción, como se observa en
Toscana;en algunos puntos se la destina como piedra refrac-
taria para el interior de los altos hornos.
Pizarra clorítica
SINONIMIA. — Clorita pizarrosa, cloritos lata, y en aleman
cloritschiefer.
DEFINICION. — Esta roca consta de clorita y cuarzo,
como elementos esenciales, y además granates, hierro y
otras sustancias accidentalmente en su masa: la presencia
de la clorita da á esta roca un color verdoso análogo al de
la talcosa, pero mas intenso.
VARIEDADES. — Común, cuando el cuarzo y la clorita
se hallan distribuidos por igual; oxidulífera, granatífera, etc.,
por las sustancias extrañas que lleva.
YACIMIENTO. — Enlazada íntimamente con las especies
anteriores, esta pizarra es frecuente en los terrenos silúrico y
devónico; llegando en algunos puntos hasta los terrenos se-
cundarios.
LOCALIDADES. — El Sr. Schulz indica esta pizarra en
varios puntos de Asturias y Galicia; también parece encon-
trarse en algunas localidades de la provincia de Cáceres y en
otras regiones.
APLICACIONES. — Iguales á las ya indicadas en las otras
especies.
Pizarra anñbblica
SINONIMIA. — Anfibolita pizarrosa, Homblendenschie-
fer en aleman, etc.
DEFINICION. — Roca compuesta esencialmente deanfi-
bol negro y cuarzo, con algo de feldespato á veces, en cuyo
caso establece el transito a la sienita: la coloración oscura
debida al anfíbol, junto con el peso notable que alcanza,
distinguen esta especie de todas las del grupo.
Variedades. — Común, cuando los elementos que la
componen se hallan distribuidos con uniformidad: cuarzosa,
si predomina el cuarzo; feldespática, micácea, granatífe-
ra, etc., cuando lleva alguna de estas sustancias.
YACIMIENTO. — Enlazada con las anteriores, y especial-
mente con la micacita, es excusado dar mas detalles acerca
del yacimiento de esta pizarra, ni tampoco respecto á sus
aplicaciones.
Pizarra arcillosa
Sinonimia. Pizarra por excelencia, ampelita, pizarra
aluminosa, gráfica, coticular, carbonosa, de tejar, novaculita,
sefita, filada, killas, maclina, thonschiefer y alaunschiefer(en
aleman), etc.
Definición. Esta roca, que en rigor debiera conside-
rarse en parte como normal y en parte metamórfica, es por
su aspecto la menos cristalina de todas; consta de silicatos
aluminosos, difíciles de referir á tipo determinado, asociados
á otros de bases diversas y á multitud de sustancias acciden-
tales, que determinan otras tantas variedades.
Caracteres. — Además de la estructura, por excelen-
cia pizarreña, esta roca se distingue.de las arcillas pizarrosas,
porque ya no se deslie en el agua, y por su mayor dureza.
Preséntanse en ellas con mas frecuencia que las anteriores,
y de un modo mas perfecto, la estructura en lajas ó tabular,
y además los planos de juntura, que dividen los estratos en
pedazos rectangulares paralelepípedos, y también los de
crucero. Los colores de estas rocas son variables, dominando
las tintas oscuras, azuladas y hasta negras; las hay también
rojizas, verdosas, grises y hasta blancas.
Variedades. — Común, como la de tejar, coticula ó
piedra de afilar, de colores generalmente claros y á veces
gris por una cara y oscuro en la otra. La estructura, aunque
pizarrosa, tiende á hacerse compacta por la finura de su gra-
no; lo cual, unido á su gran dureza, hace se la destine para
afilar navajas y toda clase de instrumentos cortantes; pizarra
gráfica, por otro nombre ampelita y carburada por la mezcla
que lleva de carbón, por cuyo motivo se la destina, cortada
en barritas, para el dibujo; grafitica, la que contiene grafito;
bituminosa por contener betún, sefita ó arenosa, formando
una roca de tránsito á las areniscas y conglomerados, por los
granos de arena y cantitos que á veces lleva en su masa;
arcilloso-caliza, que hace efervescencia con los ácidos; piri-
tosa y maclífera, por contener piritas ó maclas; fosilífera la
que lleva fósiles; filada y killas en inglés, y también satinada,
porque las hojuelas de mica son muy diminutas y comunican
á la roca cierto brillo análogo al satinado; porfiroidéa, cuando
lleva cristales de feldespato en su masa; cuarcífera, por ha-
llarse atravesada de venas de cuarzo, etc.
YACIMIENTO. — Esta roca, generalmente hablando,
predomina en los terrenos silúrico, devónico y carbonífero,
sin que por esto deje de presentarse en terrenos secundarios
y hasta terciarios; en cuyo caso, con frecuencia se la ve pasar
insensiblemente á las arcillas pizarrosas, y á otras rocas nor-
males, particularmente á las areniscas y conglomerados.
LOCALIDADES. — Son tan numerosas las localidades
extranjeras, y aun de España, en que se encuentra esta roca,
que me limitaré á las mas principales de las nuestras. Los
terrenos silúrico, devónico y carbonífero de Sierra-Morena
y todas sus múltiples ramificaciones que se extienden por
Ciudad-Real, Jaén, Córdoba, Huelva y Badajoz; los de As-
turias, León y otras muchas provincias, se hallan principal-
mente representados por la pizarra de que estamos tratando;
siendo notables los criaderos de carbón, cinabrio, fosforita
y de otras muchas sustancias útiles que en ella arman. La
mayor parte del lápiz, que para el dibujo se consume en
Madrid, procede del terreno silúrico de Molina de Aragón,
así como la novaculita, ó piedra de afilar, viene de Soria,
etcétera.
APLICACIONES. — Como cada variedad de esta roca
lleva un nombre relacionado con los principales usos á que
se la destina, es por demás entrar en pormenores acerca de
esta materia.
SEGUNDO GÉNERO. -ROCAS DE SEDIMENTO QUIMICO
Caliza
SINONIMIA. — Caliza primitiva, mármol sacaroidéo y
estatuario, calcífido, cipolino, oficalcia, hemitrema, calcita, ó
pizarra caliza, etc.
DEFINICION. — Como su mismo nombre lo indica, esta
roca consta de carbonato de cal, casi siempre asociado al de
magnesia, y á muchas otras sustancias que llegan á impri-
mirle carácter, determinando otras tantas variedades.
Caractéres. — Lo que en apariencia distingue mas
á esta roca de la normal, es la estructura cristalina ó saca-
roidéa análoga al azúcar de pilón; el color generalmente.es
blanco muy puro; aunque suele también presentar tintas
GEOGNOSIA
grises, azuladas, amarillentas, etc. Cuando se talla en lámi-
nas delgadas, esta roca es traslúcida; tratada por los ácidos,
si bien da efervescencia, como quiera que el desprendimiento
de ácido carbónico se halla algún tanto entorpecido por la
presencia del carbonato de magnesia, es por lo común mas
lenta que en las calizas normales.
VARIEDADES. — Sacaroidéo, estatuario, laminar y cé-
reo, por la modificación de su estructura y aplicaciones; ci-
polino, así llamado por los italianos al que contiene hojuelas
de mica ó talco, y á veces de ambas sustancias á la vez; an-
fibolifero, por otro nombre hemitrema, por contener cristales
de anfíbol negro; oficalcia ó serpentínico, y también mármol
verde antiguo, cuando lleva la serpentina en fragmentos
sueltos, ó bien mezclada íntimamente con la caliza; granatí-
fero, couceranatífero, dipirifero y grafitico, cuando lleva gra-
nates ó couceranita, dipiro, grafito, etc.
Yacimiento. — La caliza sacaroidea, aunque llamada
por los antiguos primitiva por efecto de las teorías que á la
sazón reinaban en la ciencia, forma parte, no solo de los
terrenos primeros de sedimento, como se observa en las ma-
sas subordinadas al gneis y pizarras cristalinas, sino que sube
en la serie formando parte integrante de ciertos horizontes
hasta de los terrenos secundarios terciarios inclusive, como
se observa en Carrara y Paros, que corresponden al jurásico.
Como accidente, hasta existen en los centros volcánicos
actuales, según he podido ver en el Vesubio y el Etna. Esto
quiere decir, que las causas que han contribuido á la singu-
lar trasformacion de la caliza común en cristalina han obra-
do en todos tiempos. Cuando tratemos del metamorfismo,
entraremos en mas pormenores acerca de materia tan cu-
riosa como importante.
LOCALIDADES. — Los mármoles estatuarios mas esti-
mados son el Pentélico y el de Paros (Grecia), de los que
se sirvieron los Fidias y Praxíteles para las estatuas que to-
davía admiramos en los primeros museos de Europa: el de
Carrara, Serraveza, Campiglia, isla de Elba, Filfilah (Argelia)
y otros: los cipolinos se encuentran en Grecia, isla de Elba,
Noruega, Pirineos, Alpes, etc. La oficalcia en Gosseyr (Egip-
to), Elba, Toscana y otros puntos; la variedad grafitica en
Saint-Beat (Pirineos).
En cuanto á la Península, se encuentra este mármol, si
bien por desgracia de calidad inferior al griego é italiano,
en Macael (Almería), en Urda y Consuegra, en Coin y Car-
tama (Málaga): según Schulz, se ve en algunos puntos de
Galicia; La Cortina dice que en Casas-buenas (Toledo), y
en Robledo de Chávela (Madrid), ha visto el cipolino, y la
oficalcia en Reoli, cerca de Alcaraz, en varios puntos de
Granada y en otras localidades.
Aplicaciones. — La principal aplicación de este már-
mol es á la estatuaría, para lo cual el de Carrara ofrece
ventajas incuestionables sobre el griego que usaban los anti-
guos; también se destina á pilas, chimeneas, mesas y otros
objetos de adorno. El que desee mas pormenores acerca de
esta materia, puede consultar mi Manual , donde se dan no-
ticias muy curiosas.
. • } ' Dolomía
Etimología. — El nombre que lleva esta roca recuer-
da al célebre mineralogista francés Sr. Dolomieu.
Sinonimia. — Caliza manganesífera, miemita, hasche,
espato pesado y espato pardo (i).
7 (i) Por una singular aberración de lenguaje, se tradujo por alguno
e nuestros mineralogistas, el nombre Spat brun de los franceses, por
bruno espato, expresión que, aunque adoptada por mi distinguido
nuestro D. Donato García, creo debe desterrarse del lenguaje científico
español. -
291
DEFINICION. — Esta roca, que á la manera de la pizar-
ra arcillosa puede considerarse unas veces como de sedi*
mentó químico normal, y otras como verdaderamente meta-
mórfica, se compone de un doble carbonato de cal y de
magnesia á los que se asocian accidentalmente diferentes
especies minerales.
Caractéres. — La estructura de esta roca, aunque
algunas veces cristalina, como sucede en la de San Gotardo,
por lo común es granosa, entre celular y compacta, no muy
consistente; de colores varios, entre el gris amarillento y
blanco sucio: su peso específico es mayor que el de la cali-
za, y de ahí el llamarla algunos espato pesado : por último,
la efervescencia lenta que da, tratada por los ácidos, efecto
de la interposición del carbonato de magnesia, completa el
cuadro característico de esta roca.
Variedades. — Cristalizada, á la que propiamente se
puede llamar espato pesado, cuyo caso es del dominio del
mineralogista: á veces en las mismas variedades granujien-
tas 6 compactas aparecen en las oquedades pequeñísimos
cristales de esta sustancia, lo cual puede dar idea de las
diferentes condiciones en que se ha encontrado la roca. Hay
también Dolomías sacaroidéas, térreas, compactas, caverno-
sas y en brecha, á cuya variedad llaman en Suiza carniola,
por su estructura; por fin, las hay esteatíticas, anfibolíferas
llevando otras piritas de hierro y cobre, rejalgar, Dufrenoy-
sita, etc., constituyendo otras tantas variedades.
Yacimiento. — Esta especie se encuentra unas veces
en masas subordinadas á pizarras cristalinas, enlazada con
rocas ígneas, y hasta en los terrenos volcánicos; y otras se
ofrece á nuestra consideración en grandes bancos formando
parte de algunos terrenos de sedimento, como en el horizon-
te llamado zechstein, en el pérmico, en el muschelkak del
trias, en las margas irisadas de este terreno, asociada á la
sal gema, al yeso y á la anhidrita; en el terreno jurásico, y
hasta en el cretáceo superior, según puede verse en los ejem-
plares traídos por mí de los alrededores de París.
Localidades. — Siquiera no tan abundante como la
caliza, es sin embargo la Dolomía, roca común en los hori-
zontes citados y en otros muchos. Entre todas las localida-
des de Europa merece el primer lugar la de San Gotardo,
no solo por su bello color blanco y estructura cristalina,
cuanto por la presencia en las oquedades de cristales de la
misma y de rejalgar, pirita de hierro y cobre y la Dufrenoy-
sita, especie rara y que solo aparece en los Alpes en esta
roca: á veces suele presentar el anfíbol blanco ó verde claro,
llamado gramatita, la distena ó bellos cristales de cuarzo; de
cuyas sustancias todas tuve el gusto de traer preciosos ejem-
plares, que figuran en mis colecciones.
En los famosos distritos de Traversella y Tolfa se halla, y
la he traído cristalizada. En el terreno pérmico de la Ale-
mania é Inglaterra es abundante la variedad terrosa, así
como en la isla de Elba y otras localidades de Toscana se
halla en diferentes estados. En la Península se la ve en casi
todas las localidades del terreno triásico, casi siempre rela-
cionada con rocas serpentínicas y con dioritas, á cuya erup-
ción tal vez pueda atribuirse la trasformacion de esta roca,
si verdaderamente es metamórfica; debiendo citar como
localidades Carlet, Manuel, Villena, Arcos, Jarafuel, Mam
zanera y muchos otros puntos. En Pancorbo forma parte
del terreno terciario, en relación con el yeso y la sal gema,
etcétera, etc.
APLICACIONES. — La variedad sacaroidéa de esta roca
se emplea como mármol estatuario; la de San Gotardo es
apreciada por la variedad de sustancias que contiene, la
compacta puede destinarse á piedra de construcción; las
terrosas sirven por la arcilla que contienen para cementos
292
GEOLOGIA
hidráulicos y buenos mejoramientos de ciertas tierras : por
último, hay que evitar en lo posible las aguas procedentes
de materiales dolomíticos, por las malas cualidades que la
magnesia les comunica.
Yeso, anhidrita
SINONIMIA.- — Cal sulfatada hidratada y anhidra, sele-
nita, alabastro yesoso, vulpinita y karstenita.
Definición. — Aunque en rigor estas dos especies sean
distintas, se describen como una sola por la relación geog-
nóstica que las enlaza: ambas á dos son sulfatos de cal, con
la única diferencia de ser el uno hidratado y el otro anhidro.
CARACTERES. — Una y otra, y sobre todo el yeso, se
distinguen por su poca dureza rayándose hasta con la uña;
los colores son generalmente claros, predominando el blanco
y el gris, aunque no deja de presentarse á veces algo rojizo,
verdoso y hasta negro.
La anhidrita suele presentarse de tintas amarillentas y ter-
rosas. La estructura del yeso en particular es fibrosa, com-
pacta, en cuyo caso constituye el alabastro; y también á
veces hojosa y laminar, dejando aparte las formas cristali-
nas que son mas bien del dominio del mineralogista.
El peso de esta especie es mayor que el de las rocas cali-
zas; por último, no da efervescencia tratada por los ácidos:
sometiéndola á la acción del soplete se convierte en una sus-
tancia blanca y friable por efecto de la pérdida del agua de
combinación que contiene.
VARIEDADES. — Cristalizado, sacaroideo, compacto,
fibroso y bacilar por su estructura. Calizo, arcilloso, sulfurí-
fero, micáceo, etc., por las sustancias que suele contener acci-
dentalmente.
YACIMIENTO. — El yeso puede presentarse como roca
de sedimento normal químico, y también como metamórfico,
ofreciendo en uno y otro caso condiciones análogas á las
indicadas en las Dolomías. Así, cuando aparece en bancos ó
capas alternando con arcillas, calizas, ú otras rocas cuales-
quiera, como sucede por ejemplo en los terrenos terciarios
de Madrid y París, puede asegurarse que en la mayoría de
los casos es resultado de la sedimentación química normal,
producida por el aposamiento de materiales calizos en aguas
sulfurosas, mientras que si, por el contrario, se presenta en
grandes masas subordinadas á otras rocas á continuación de
un terreno calizo con señales de dislocación y conductos
de salida de aguas minerales, y por último, cuando se le ve,
como he observado en el cráter del Vesubio y en el azufral
de Pozzuolo, de donde traje ejemplares muy instructivos, en
todos estos casos el yeso puede considerarse como roca
metamórfica. En ambas condiciones se presenta también la
anhidrita, siendo, no obstante, mas frecuente producto de
acciones físicas ó químicas cuyo resultado fué robar el agua
que, químicamente combinada, lleva el yeso. Lo singular del
segundo yacimiento de estas especies, es su casi constante
asociación con la sal común, las Dolomias y el azufre, de
cuyo último caso he visto ejemplares notables en las rocas
volcánicas del Etna, Vesubio y Pozzuolo, y singularmente
en los criaderos de azufre de Lorca, donde se ven dentro de
cristales trasparentes de yeso, bellos octaedros de azufre,
como si dijéramos asociados el padre, que es el azufre, com-
binándose con el oxígeno, y el hijo, que es el yeso, producto
ambos de reacciones químicas terrestres.
Otra consideración que viene á confirmar el metamorfismo
del yeso, ó sea la conversión de rocas calizas en sulfatos de
cal, es la relación que se nota en muchos depósitos entre
esta sustancia y rocas eruptivas, particularmente con anfibo-
litas, serpentinas, labradófidos y demás del grupo porfídico.
feldespático y magnésico, y la presencia en su masa de la
mica, del talco y hasta de la esmeralda, como se observa
cerca de Blidah (Argelia).
En uno y otro caso se encuentra el yeso, con preferencia
á la anhidrita, en muchos terrenos de la serie primaria,
secundaria y terciaria, siendo por regla general mas comunes
los metamórficos en terrenos antiguos: los normales en los
medios y modernos.
Localidades.— Circunscribiéndonos en este punto á
la Península, podemos asegurar ser bastante común esta
especie en sus dos órdenes de criaderos; así, por ejemplo,
todo el que se explota en los terrenos terciarios de Madrid,
en Murcia y otras provincias pertenece al normal; mientras
que el de Niñerola (Valencia), notable por su belleza, el de
las Agujas de Santa Agueda en Castellón, y muchos otros
pertenecen á formaciones metamórficas del terreno terciario,
del trias, etc.
APLICACIONES. — La aplicación mas común é impor-
tante del yeso es á la construcción, y también para el mol-
deado en la escultura. La variedad llamada alabastro yesoso,
se emplea en objetos de adorno y hasta para la estatuaria,
como sucede en Florencia, donde se labra el famoso alabas-
tro de Volterra, y en Valencia el no menos precioso de
Niñerola, del que se sirvieron D. Hipólito Rovira y D. Igna-
cio Vergara para' levantar la famosa fachada del palacio del
marqués de Dos Aguas, notabilísima por mas de un concepto.
La variedad laminar, cuando da grandes hojas, solia emplearse
en lo antiguo, y aun hoy en algunas localidades, particular-
mente en las iglesias, en sustitución de las vidrieras. Por
último, en los prados y tierras destinadas á plantas legumino-
sas y de forraje es un excelente abono, ora se emplee crudo ó
bien cocido.
Alunita
SINONIMIA. — Aluminita, piedra de alumbre, alaun-
stein, etc.
La analogía de la causa que les dio origen, me obliga á
decir dos palabras acerca de esta roca, compuesta de alum-
bre, á continuación del yeso.
Variedades. — La alunita se presenta compacta, esta-
lactifera, cavernosa, terrosa y brechiforme.
Yacimiento. — Esta es una roca esencialmente meta-
mórfica producida, como el yeso, por la reacción del ácido
sulfhídrico; con la sola diferencia de ser las pizarras arcillo-
sas y los productos volcánicos, principalmente las traquitas,
las rocas matrices, en vez de las calizas, de que procede
aquel. Encuéntrase en el terreno jurásico y en los volcanes
apagados, en los azúfrales y lagonis, en donde está hoy en
via de formación, á expensas de los silicatos de alúmina y
potasa, que encuentran á su paso los vapores sulfurosos.
Localidades extranjeras.— Las alunitas mas
famosas por el alumbre que suministran, son las de Montioni,
Campiglia, laTolfa, Pozzuolo y Sicilia, en Italia; las de Hun-
gría y Mont Dore, procedentes de terreno traquítico, etc.
localidades ESPAÑOLAS.— El distrito mas rico
en la Península es el de Mazarron, en donde se explota en
gran escala y es de excelente calidad; también procede de la
descomposición de traquitas.
Aplicaciones. — La alunita sirve para la extracción
del alumbre, cuyos usos son bien conocidos de todo el
mundo.
Sal común
Definición. — La sal común es el cloruro sódico puro
ó teñido de distintos colores por sustancias bituminosas ú
orgánicas, y á veces también por óxidos de hierro que des-
GEOGNOSIA
aparecen, ó por lo menos el análisis no revela su presencia
cuando se pulveriza ó disuelve en el agua, hecho notable y
hasta el presente sin explicación.
Caracteres. — Presenta esta roca un carácter que
por sí solo bastaría para distinguirla de todas las demás, y
es el sabor salado particular que ofrece: los colores son va-
rios, blanco, rojizo, amarillento y azul; la estructura unas
veces es compacta, otras terrosa, también fibrosa y cristalizada
en el sistema cúbico; por último, en el agua fria se disuelve
con igual facilidad que en la caliente.
Variedades. — Sal gema laminar, en masas de estruc-
tura hojosa, ó laminar como se presenta en Bex (Suiza), en
Vic (Francia), en Wieliezka (Rusia), etc. Sal gema lamelosa
por ofrecer hojas mas pequeñas que la anterior, según se ve
en Bex, Melilla, provincia de Constantina, Wieliezka y en
2 93
muchos otros puntos. Sal gema granular, de aspecto sacaroi-
deo y granos como irisantes, tal como se nota en algunos
ejemplares procedentes de Cardona, Wieliezka, Lumburgo
(Hannover), Bex, Canadá, etc. Sal gema fibrosa, de fibras
ora rectas y paralelas, ora divergentes, según puede obser-
varse en Vic, Melsey, Melilla, etc. Sal gema arcillosa por su
mezcla con arcilla, como es el caso de Cardona, Bex, Okna
(Moldavia), etc. Además las hay blancas, encarnadas, azules,
moradas, etc., por la tinta que ofrecen.
YACIMIENTO. — Prescindiendo de las aguas del mar y
de los manantiales y lagos donde se halla disuelta, la sal,
considerada como roca, se presenta en capas contemporáneas
del terreno en que se halla, y en grandes masas metamórfi-
cas ó eruptivas, según pretenden algunos. En el primer caso
se observa en los terrenos antiguos, desde el silúrico, como
Corte teórico de uu criadero de sal eruptiva
1 \ 5 Bancos de caliza. 2 Arcillas. — 3 Calizas. — 4 Areniscas. — 6 Masa interpuesta de sal con yeso
D
se ve en el Canadá, y el pérmico, como en Mansfeld, en el
gobierno de Permia (Rusia), hasta el triásico, que por exce-
lencia se ha llamado salífero, y el terciario, de cuyos dos
últimos terrenos ofrece la Península muchos y notables ejem-
plos; debiendo citar entre ellos el de Cardona, cuya masa,
aunque considerada por Dufrenoy como eruptiva, debe mas
bien colocarse en la categoría del primer orden de yacimien-
to, en razón á presentarse intercalada entre los bancos de
areniscas y arcillas, que por hallarse levantadas alrededor de
la masa central, hizo que aquel creyera haber sido dislocadas
por esta.
El segundo orden de criaderos, esto es, aquel en que se
considera la sal como masa empotrada ó eruptiva, se pone
en claro en el anterior corte teórico (fig. 38), en el que las
capas, del i al 5, se suponen levantadas y dislocadas por la
masa número 6; debiendo advertir que algunas veces esta
aparece al exterior, en cuyo caso representa un cráter de
erupción, mientras que esta figura se refiere á lo que se ha
convenido en llamar cono de levantamiento. Justifica, hasta
cierto punto, la creencia de que tal debe ser la naturaleza
de dicho criadero, no solo la disposición de los materiales
alrededor de la masa de sal, sino también las relaciones que
en este caso guarda esta roca con rocas eruptivas, y también
con yeso, Dolomía, etc. La existencia de la sal común en
niuchos cráteres, como en los del Vesubio, Tenerife, Etna,
islas Borbon, etc., parece robustecer esta idea. Por último,
también se encuentra la sal en las tierras que rodean á los
lagos salados en Africa, Asia y otros continentes, efecto de
la fuerte evaporación que allí se verifica; de donde resulta
que el suelo se impregna de esta materia, la cual, trabando
las arenas, les comunica el aspecto de una especie de arenis-
ca, que es á lo que se llama arena salífera.
LOCALIDADES. — La abundancia de esta roca solo es
comparable con lo universal y hasta necesario de su aplica-
ción; pero concretándonos en esta materia á la Península,
debemos citar las salinas de Manuel, Minglanilla, Monovar,
Sarrion, Villena, etc., pertenecientes al terreno triásico; en
el numulítico existen las famosas de Cardona, comparables
por su importancia con las de Wieliezka (Rusia), y en los
terciarios medios las de Pancorbo, Anana (Vitoria), Pozas
(Burgos), Espartinas y Villarrubia de Ocaña, en cuya última
localidad existe en masas inmensas casi siempre cristalizada,
afectando con frecuencia la coloración azul, y en relación
dentro del terciario del Fajo, con bancos de yeso, de sulfato
de sosa y á veces con la glauberita, que se ostenta en crista-
les muy hermosos. Esta salina, antes del Estado, pasó á ser
propiedad de D. Manuel Sotomayor en subasta pública,
habiéndola visitado en compañía de este amigo en 1875 y
descrito en los Anales de la Sociedad de Historia Natural.
En el Pinoso y la Rosa (Alicante), se encuentran también
grandes depósitos de sai, en relación con yeso y Dolomías,
probablemente triásicas.
Aplicaciones. — El uso mas general que de esta sus-
tancia se hace, es como condimento; pero se destina igual-
mente á la preparación del cloro y del ácido clorhídrico, del
carbonato de sosa, con destino á las fábricas de vidrio y
jabón; y por ultimo, como abono de las tierras y para hacer
incombustibles las maderas.
Origen de la sal. — La que llevan disuelta las
aguas del mar, procede de la primitiva combinación del cloro
y sodio, realizada, tal vez, antes de establecerse aquellas á la
superficie en estado líquido. En cuanto á la sal de roca ó
gema, no es tan fácil saber cómo se formó, pues todas las
teorías que para explicar este hecho se han inventado, son
insuficientes. Atribúyenla unos, con efecto, á la desecación
de antiguos mares ó lagos; otros ven en la sal masas proce-
dentes del interior del globo con marcado carácter erup-
tivo, y por último, hay quien las considera como un resultado
del geiserismo y de manantiales arcilloso-salíferos de otros
tiempos.
204 GEOLOGÍA
TERCER GENERO— ROCAS DE ORIGEN MECANICO
Citara /a
SINONIMIA. — Anagenita, cuarzo granoso.
DEFINICION. — La cuarcita puede considerarse, según
las circunstancias que la rodean, como roca de sedimento
químico normal, y también como metamórfica; ambas dis-
tintas por su procedencia del cuarzo eruptivo. Como meta-
mórfica es una arenisca, formada esencialmente de granos
de sílice, generalmente muy pequeños y hasta imperceptibles
por lo común, efecto probable de la influencia de rocas ígneas
ó de aguas termales, lo cual hace que se confunda el grano
de la roca con el cemento, que también es silíceo.
Caractéres. — Roca sumamente dura, de colores
claros, blanco ó gris sucio; de estructura compacta y aspecto
uniforme, presentándose en lajas y bancos de diferente espe-
sor. La falta de estructura cristalina y sus relaciones geog-
nósticas, es lo que mas la distingue del cuarzo eruptivo,
que figura entre los granitos abortados.
VARIEDADES — Común, pudingiforme, poligénica y
también anagenita, compuesta de cantos de rocas de distinta
naturaleza, reunidos por la sílice; talcífera, en la cual los
granos de cuarzo aparecen reunidos por una especie de pelí-
cula talcosa; poliédrica, por las formas regulares que ofre-
ce, etc.
YACIMIENTO. — Esta roca se halla generalmente for-
mando parte de los terrenos de sedimento mas antiguos,
como el silúrico, alternando con el gneis, pizarras cristalinas,
y demás elementos constitutivos de aquellos; y con frecuen-
cia relacionada con rocas porfídicas ó graníticas.
LOCALIDADES. — En el extranjero es esta roca muy
común en las mencionadas condiciones, y en la Península se
encuentra en el terreno silúrico y devónico de Sierra-Morena
y sus estribaciones, en las montañas de Asturias, León, Gali-
cia, etc.
Aplicaciones. — La cuarcita, por su extremada du-
reza, se presta á pocas aplicaciones, siendo las principales
como piedra de construcciones ordinarias, y para cubrir edi-
ficios cuando se presenta tabular ú hojosa. También suele
'destinarse á la recomposición de las vias públicas.
Jaspe
Sinonimia. — Piedra de Lidia y de toque, ftanita, etc
DEFINICION. — El jaspe es una roca esencialmente
silícea, formada de una variedad de cuarzo mate y pétreo,
asociada á alguna materia terrosa y á óxidos metálicos, á los
cuales debe su diversa coloración.
CARACTERES. — Es esta una roca muy dura que no se
deja rayar por la navaja, ni hace efervescencia con los áci-
dos, como sucede con los mármoles á los que el vulgo da
dicho nombre. Su estructura es compacta, el grano muy fino,
aunque algunas veces se presenta pizarroso y también bre-
chiforme, formado de fragmentos angulosos de jaspe, cemen-
tados por el cuarzo. También suele presentarse arcilloso ó
térreo, con todo el aspecto y caractéres de una arcilla.
VARIEDADES. — Jaspe común, pizarroso, brechiforrae,
cuarzoso, atravesado por venas irregulares de cuarzo; jaspe
de Egipto, que se presenta en cantos ó masas redondeadas,
en cuyo interior se ven fajas de distintos colores alrededor
de un núcleo de tinta mas clara, en la que ordinariamente
aparecen algunas dentritas, etc.
YACIMIENTO. — La frecuente relación con rocas ígneas
hace sospechar su metamorfismo, que confirma el tránsito
insensible que se observa de las pizarras arcillosas y las arci-
llas mismas á los jaspes: hecho frecuente en el terreno numu-
lítico, y aun en el terciario medio relacionado, sobre todo en
Italia, con las serpentinas y eufótidas. En los Pirineos se
encuentran los jaspes asociados ó en relación con las calizas
sacaroidéas del terreno jurásico; pero los hay aun mas anti-
guos, por ejemplo, en el triásico, y hasta en los paleozóicos,
particularmente la variedad llamada ftanita. El jaspe de
Egipto, quizá sea resultado de aguas geiserianas, que en épo-
cas no muy antiguas determinaron la fosilización silícea de
un bosque de palmeras, cuyos troncos se conservan aun á la
superficie, no lejos de Alejandría. Muchas termántidas toman
todo el aspecto y hasta la dureza del jaspe, como puede verse
en la magnífica serie que recogí en Lipari, relacionada con
erupciones traquíticas ó con aguas geiserianas.
LOCALIDADES.— Véase el artículo Sílex.
lVv 1 j. •
Porcelanita
Sinonimia. — Termántida, arcillas cocidas.
DEFINICION. — Roca compuesta de arcillad de pizarra
arcillosa, tostada con mas ó menos intensidad, por la acción
de los combustibles y también por la de rocas volcánicas ú
otras.
CARACTERES. — Todo el aspecto de estas rocas nos
recuerda las arcillas de que proceden, distinguiéndose tan
solo por su mayor dureza, que llega á veces hasta la del
mismo jaspe, y por no hacer pasta con el agua.
Variedades. — Compacta de aspecto brillante, frac-
tura concoidéa, sonora y frágil; listada, compuesta de fajas
de diversos colores; pizarrosa, formada de hojas ó láminas
delgadas que se convierten en polvo seco por la trituración;
escoriforme, por su estructura análoga á la escoria de un
volcan; brechiforme, cuando aglutina fragmentos de otras
rocas; fosilífera, cuando lleva fósiles ó impresiones suyas, etc.
Yacimiento.— Aunque para algunos geólogos las
termántidas solo son resultado del incendio espontáneo de
los combustibles, y por consiguiente, su único yacimiento
el terreno carbonífero, he tenido ocasión de ver y he traído
ejemplares notables de arcillas cocidas ó porcelanitas, como
consecuencia de la proximidad á rocas volcánicas, pudiendo
citar, entre otras localidades famosas, las islas Cíclopes (en
Sicilia), donde el basalto en su erupción á través de las arci-
llas pliocenas, hasta tal punto las convirtió en termántidas,
que el Sr. Gemellaro, de Catania, las dió el nombre de Ciclo-
pita, creyéndolas rocas nuevas; solo el hallazgo de fósiles,
descubiertos por mí en 1852, esclareció este asunto. En la
isla de Ischia, al pié mismo del Epomeo, existe y vi también
la arcilla pliocena, muy rica en fósiles, trasformada en ter-
mántida por la famosa corriente traquítica del Arso. No
menos importante bajo este punto de vista es la localidad
llamada il Bagno seco (Lipari), donde tuve la fortuna de en-
contrar la mas bella y variada serie de termántidas que se
puede imaginar; aumentando su importancia la flora terciaria
que en su seno existe, que por primera vez descubrí, y cuyos
ejemplares pueden estudiar los curiosos en el Gabinete de
Historia Natural de la corte.
En el distrito de Cabo de Gata también se hallan en
abundancia estas rocas. "T
Localidades. — Las termántidas son bastante comu-
nes en Alemania, y particularmente en Sajonia, en las siete
montañas ó Siebengebirge (Prusia); en Bohemia y otros
puntos: en Francia se encuentran en Saint-Etienne, en los
alrededores de Puy, en Velay y en Mont Dore: en Italia las
ya indicadas y el Val-di-Noto: en España abundan sobre
manera en la región volcánica de Cabo de Gata, Mazar-
ron, etc. . j* V. i* j -3
APLICACIONES. — Estas rocas son de uso poco común,
GEOGNOSIA
en razón á su fragilidad; sin embargo, suelen destinarse á
piedras de construcción y á reparar los caminos, además de
ser objetos importantes de estudio.
Margolita y arcillbfidos
La margolita, que no es otra cosa mas que la marga me*
tamornca 6 endurecida por la acción de una temperatura
mas ó menos elevada, y el arcillófido ó sea el pórfido arci-
lloso, resultado de la descomposición del ortófido y de su
consolidación posterior por causas análogas, deben en rigor
incluirse también entre las rocas metamórficas que acabamos
de estudiar; si bien creemos excusado entrar en detalles,
vista su analogía con las ya descritas.
295
constitutivos de las rocas. De modo que, reduciendo el meta-
morfismo á sus verdaderos límites, esto es, á las modifica-
ciones que experimentan las rocas, así de sedimento como
de otra índole, colocadas en condiciones excepcionales,
como por ejemplo, la inmediación á rocas plutónicas ó íg-
neas, ó la infiltración de aguas termales, etc., es el resultado
de las causas siguientes:
1. a Del calor, cuya influencia está en razón de la proxi-
midad de la roca que lo experimenta á la pirosfera terrestre
ó á materiales eruptivos.
2. a De la presión, que aumenta, como es natural, con la
profundidad.
3. a De las acciones moleculares, que se ejercen de un
modo mas enérgico, en el fondo que á la superficie de la
tierra.
METAMORFISMO
i ' 1 •*
Descritas ya las principales rocas de este grupo, importa
sobre manera que discurramos por breves instantes acerca
de la múltiple y variada acción á la que aquellas deben su
estado actual. La palabra metamorfismo , derivada de meta,
cambio, y morphos^ forma, aunque en rigor no explique bien
todas las trasformaciones que las rocas han experimentado,
fué introducida en la ciencia por Lyell para sintetizar con
una sola expresión toda la teoría á dichos fenómenos refe-
rente, y en tal concepto aceptada por la inmensa mayoría de
los geólogos. El verdadero creador de esta doctrina fué el
inglés Hutton, á principios del siglo, pues aunque Arduino
y otros le precedieron en la indicación de muchos hechos, y
hasta de la causa á que en su sentir debían referirse, estos
datos aislados no llegaron á elevarse al rango de teoría, hasta
que aquel hubo demostrado el origen ígneo de la tierra,
fascinados, empero, los ánimos por esta idea, pronto se in-
currió en el error de darle un carácter sobrado absoluto,
exagerando desmedidamente la influencia del calor, al que
atribuían todos los efectos de la singular dinámica terrestre.
Sin embargo, ja en el ano 1822, el celebre Debuch, en una
interesante memoria sobre la Dolomía del valle de Fassa en
el Ti rol, al propio tiempo que demostraba la conversión de
las locas calizas en doble carbonato de cal y de magnesia,
como electo de la aparición de los meláfidos ó pórfidos ne-
• grosJ ya establecía el principio de que este cambio no podía
ser efecto de la exclusiva acción del calor terrestre, sino que
debían también contribuir á ello ciertas emanaciones quími-
cas desarrolladas durante la salida de aquellos. Este, puede
decirse, lué uno de los primeros pasos que se dieron en sen-
tido, si no de anular, al menos de disminuir en gran parte el
carácter demasiado exclusivo de la teoría ígnea. Secundó
tan feliz idea la experimentación química en el laboratorio,
con el fin de esclarecer, no solo este sino otros muchos pun-
tos que aun permanecen oscuros en el terreno de la ciencia,
habiendo conseguido en gran parte su objeto, merced á los
perseverantes esfuerzos de Hall, Haindinger, Rosse, Nor-
denskjold, Delesse, hournet, Daubrée, Lecoq y muchos otros
eminentes geólogos, que han encontrado en la Química y en
su oportuna aplicación á la ciencia geológica, un eficacísimo
apoyo para darse razón cumplida, así de las singulares ano-
malías, que según ya indicamos, ofrecen el granito y demás
rocas congéneres, como el metamorfismo de las rocas y mu-
chos otros hechos importantes.
No vaya a creerse por esto que se rechace en absoluto la
intervención del calor terrestre en el metamorfismo, nada de
eso; antes por el contrario, se considera este como el primer
agente, si bien secundado por otros que modifican algún
tanto su modo de obrar, determinando por otra parte con-
diciones nuevas en el modo de presentarse los elementos
4.a De las corrientes electro magnéticas, cuyo modo de
obrar, aunque oscuro y difícil de comprender, no por eso en
muchos casos es menos evidente.
5* De capilaridad, que favorece el movimiento del
agua y el trasporte de las sustancias extrañas hasta el seno
de las rocas.
6. a Del agua líquida ó en vapor, pura ó mineral y mejor
aun minero-termal.
7. a y última. De los movimientos de la costra terrestre,
á los cuales puede atribuirse en parte la estructura pizarrosa
de ciertas rocas.
* »
Ahora bien, bajo la múltiple influencia de todas estas
causas, obrando ya aisladamente ó en admirable combina-
ción, se experimentan los singulares fenómenos del meta-
morfismo, expresión que según ya apuntamos mas arriba, no
comprende, según su etimología, sino uno solo de los varia-
dos fenómenos que en este concepto presentan las rocas.
Con efecto, aunque no deja de ser frecuente el que estas
cambien de torma, ó por el contrario, que sin variar esta,
haya una completa sustitución de materia, como es el caso
singularísimo de la serpentina de Snannn (Suecia) cristali-
zada en la misma forma que el oliiino , á quien desalojó en
sentir de Nordenskjold; el de las areniscas de Fontainebleau
y de Stuttgart, y muchos otros casos, el metamorfismo no se
halla reducido á esto solo, sino que son múltiples y muy va-
riadas sus manifestaciones, las cuales para mayor claridad
reduciremos á las siguientes:
1. a Cambio de forma por agrietamiento y retracción,
según es frecuente observar en las rocas arcillosas por ejem-
plo, por efecto de la influencia del calor. Además de los ca-
sos anteriormente citados, podemos referir á este primer
modo de metamorfismo las formas poliédricas, que suelen
presentar muchas rocas de esta naturaleza, convertidas á
veces en jaspe, que con frecuencia se observan en el terreno
carbonífero, y de ello podrán ver los curiosos ejemplos nota-
bles en mis colecciones del Gabinete de Historia Natural.
1 ambien podrán estudiarse en el mismo establecimiento
casos ó ejemplos singulares de grietas y una especie de cuar-
teamiento en el granito en su tránsito, por la influencia de
elevadas temperaturas, á la traquita, á la obsidiana y hasta
la piedra pómez, recogidos por mí en Basiluzzo (islas de Li-
pari).
2. a Alteración en la estructura; la caliza común conver-
tida en mármol sacaroidéo o estatuario, como sucede en
Carrara, en Paros, en Macael y en mil otros puntos, da una
idea clara de este caso de metamorfismo, al cual concurrie-
ron de consuno una temperatura tal vez no muy elevada y
la presión, según demostró el célebre inglés Hall, quien ob-
tuvo una caliza de estructura cristalina, colocando en un
tubo de hierro herméticamente cerrado, una pequeña canti-
dad de creta terrosa, que sometió á una temperatura de
GEOLOGIA
2 96
unos 290". Por donde se ve que la presión, impidiendo la
salida del ácido carbónico, determina, asociada á un calor
moderado, el cambio de estructura. Bajo este punto de vista
se han hecho observaciones curiosas, las cuales han dado
por resultado: i.° Que la forma prismática ó poliédrica apa-
rece de preferencia relacionada con rocas volcánicas. 2.0 Que
la pizarrosa es mas frecuente, por el contrario, en las que se
hallan cerca de rocas plutónicas en general y en particular
del granito; y 3.* Que la cristalina ó sacaroidéa, si no es
peculiar en las calizas y Dolomías, por lo menos se observa
mas á menudo en ellas que en otros grupos de rocas.
3. a Penetración de sustancias extrañas en las rocas. La
temperatura, determinando la separación de las moléculas,
facilita, en razón directa á la escala en que actúa, la intro-
ducción de sustancias extrañas en las rocas, según se obser-
va en el cipolino, por ejemplo, caliza que lleva talco ó mica
ó ambas especies á la vez, sin tener nada que ver con su
composición esencial: en las calizas silíceas, antes despro-
vistas de sílice y después penetradas por esta sustancia, que
les comunica una dureza tanto mas pronunciada, cuanto
mayor es la cantidad de sílice disuelta por la acción proba
ble de los Geiseres, mas eficaz en otros tiempos que en la
época actual. Muchos otros casos pudiéramos citar que se
encuentran en análogas condiciones, pero prescindimos de
ello en obsequio á la brevedad.
4. a Cambio de naturaleza de las rocas. No es raro obser
var las rocas calizas convertidas, ora en yeso ó anhidrita, ya
en Dolomía ó en materia feldespática, etc. En este caso, el
metamorfismo se llama yesificncion, dolomisacion, feldespa-
tisacion, silicicacion, etc., según la sustancia en que se con-
vierte la roca. Los agentes que en cada uno de estos casos
intervienen son distintos; aunque siempre actúan algunos de
los arriba indicados, no siendo por cierto las aguas minera-
les las que con menos frecuencia influyen. No obstante, hay
que tener también en cuenta, para no exagerar la extensión
del metamorfismo, que la misma roca puede ser resultado
de causas muy diversas, en cuyo caso, solo las circunstancias
de yacimiento y relaciones geognósticas pueden ilustrar la
cuestión. Así, por ejemplo, la caliza es roca ácuea en los
sedimentos químicos; ígnea y quizás mejor metamórfica, en
las lavas ó en los terrenos volcánicos en general, según se ve
en la Somma (Vesubio), en los peperinos de Albano y Fras-
ead, etc.; hidrotermal, en los filones, y metamórfica en las
masas subordinadas al gneis, en las pizarras micáceas y en
Carrara. Otro tanto puede decirse del yeso, de la Dolomía
y de muchas otras. Conviene, pues, no olvidar estos ejenv
píos para proceder con pleno conocimiento de causa en la
calificación que se haga de las rocas.
Los experimentos practicados por los Sres. Haindinger,
Daubrée y otros, ilustran poderosamente tan singulares me-
tamorfosis de la materia mineral. Colocó Haindinger en un
cañón de hierro, herméticamente cerrado, una mezcla de
sulfato magnésico y carbonato de cal, y elevada la tempera-
tura á 200o bajo la influencia de una presión de quince at-
mósferas, obtuvo Dolomia y anhidrita, como resultado del
desprendimiento del ácido carbónico y su combinación con
la magnesia, cuyo radical, apoderándose del óxido cálcico,
que quedó libre, formó el sulfato anhidro de cal. De mane-
ra, que la acción combinada del calor y la presión, no solo
puede alterar la estructura, sino hasta cambiar por completo
su composición. Daubrée y otros han repetido análogos ex-
perimentos, obteniendo parecidos resultados.
Muchos otros casos de metamorfismo podríamos citar,
pero los aducidos bastan, sobre todo en un Compendio, para
formarse idea de este asunto, que según lo expuesto, ha
seguido en su marcha iguales vicisitudes que las teorías
reinantes en la ciencia acerca del origen é historia de nues-
tro planeta. Resta tan solo añadir dos palabras acerca de. lo
que se ha llamado por algunos exomorfismo y endomorfis-
mo, metamorfismo regional ó normal y de contacto.
Metamorfismo everso llamó el distinguido geologo sajón
Sr. Cotta, á los efectos producidos por la roca plutónica ó
eruptiva en aquellos materiales á cuyo través apareció, ó con
los que mas ó menos directamente se halla relacionada. Al-
gunos llaman á este caso, que suele ser el mas frecuente,
metamorfismo de contacto, y Fournet lo denomina exomor-
fismo (de exos, fuera): el basalto de las islas Cíclopes, intro-
duciéndose á su salida del interior del globo en la masa de
arcillas terciarias, convertidas en termántida por esta causa,
puede presentarse entre los infinitos que han ocurrido, como
ejemplo de exomorfismo. Y por cierto que basalto y termán-
tida sufrieron ambos á dos, después de la aparición de aquel
y de la metamorfósis de esta, otra acción no menos curiosa,
la cual se traduce por la impregnación en su masa de la
analcima, que se ostenta en bellísimas formas cúbicas ó de-
rivadas, tanto á la superficie como en el fondo y en lo mas
íntimo de su estructura. También pueden ver los inteligen-
tes preciosos ejemplares de una y otra roca y de las dos
reunidas con la sustancia que penetró después, en las colec-
ciones de mi cargo del Gabinete de Historia Natural.
Metamorfismo inverso dice Cotta á lo que Fournet desig-
na con el nombre de endomorfismo (de endos , dentro), que
no es otra cosa sino la reacción que la roca atravesada ejer-
ce sobre la plutónica ó eruptiva, en la cual no es raro ver
mas de una huella de este singular fenómeno. 1 al es, por
ejemplo, lo que se observa en la famosa brecha de Suecia,
formada de fragmentos de rocas metamórficas en el seno de
la propia plutónica, que primero determinó la metamorfósis
de aquellas y luego sufrió los efectos de esta misma. Recuer-
do haber visto en Estokolmo ejemplares extraordinarios y su-
mamente instructivos de esta especie de metamorfismo, de
la cual el Sr. Prado, de feliz memoria, cita el caso curioso
que existe en uno de los cortes de la nueva carretera que
se abrió en el Molar, cuya importancia me obliga á repro-
ducir el corte adjunto (fig. 39), que figura en la interesante
Memoria sobre la provincia de Madrid.
En el macizo de Peñalara, según él mismo, se observa
que el granito, en el que aparece la famosa laguna, forma
un dique de mas de so” de espesor, que al paso que determi-
nó la dislocación y metamorfismo del gneis, encierra en su
masa pedazos de esta última roca, como prueba evidente de
la reacción que allí se experimentó.
Metamorfismo regional y de contacto. — Se da el nombre
de regional, y según Daubrée, normal, cuando en contrapo-
sición al de contacto, no se limitan sus efectos á puntos
circunscritos y en los que en la mayoría de los casos la rela-
ción entre causa y efecto es clara y ostensible; sino que se
observa en comarcas y extensiones muy considerables á ve-
ces, siquiera sea con frecuencia difícil averiguar el agente
que ha producido tan singulares resultados.
Llámase regional, no solo por la extensión que alcanza,
sino por ser resultado de varios centros eruptivos bastante
aproximados los unos á los otros, para que su acción se haya
confundido. Los que dan á este metamorfismo el nombre de
normal creen que, en vez de atribuirse á esta causa, es con-
secuencia legítima de la situación misma del terreno que
suponen encontrarse en la base de la serie estratificada, y
sobre los cuales ha obrado el calor terrestre. Esta última ex-
plicación, si bien aplicable á los terrenos antiguos, cae por
su base cuando se trata de otros mas modernos, como con
frecuencia ocurre; debiendo advertir, respecto de la primera
solución, que también es frecuente encontrar muy desarro-
GEOGNÓSJA
liado el metamorfismo en regiones en las cuales no aparece
roca alguna eruptiva; y aunque en este caso se apela al sub-
terfugio de suponer que las rocas eruptivas ó ígneas no han
llegado á la superficie, lo cierto es que aun falta mucho que
saber en este asunto. Por fortuna, y á falta de este dato,
podemos establecer que las causas que lo determinan vienen
á ser iguales á las ya indicadas en el de contacto : si bien
parece que los movimientos de la costra terrestre, las accio-
nes moleculares y las aguas termales fueron aquí las que
actuaron con mas energía, debiendo añadir, como confirma-
ción, que no solo la naturaleza de estos mismos agentes es
Fig- 39. — Metamorfismo inverso
Granito penetrando y alterando el gneis N, que allí pasa á micacita.
•’G 1 edazo de gneis de gran tamaño, arrancado por el granito y em-
potrado en su masa.
^ ^ etas de granito infiltradas en el gneis como prueba de su plasti-
cidad.
R- — Falla producida por un movimiento posterior local.
mas susceptible, si se quiere, de extender su esfera de acti-
vidad, y obrar con mas perseverancia durante muchos siglos,
sino también el hecho constante de ser mas común en el
metamorfismo regional que en el de contacto, la estructura
pizarreña tí hojosa en las rocas que experimentaron su in-
fluencia.
En resúmen, pues, las rocas todas, y aun los seres orgáni-
cos en las de sedimento encerrados, pues en último resulta-
do, no deja de ser un caso de metamorfismo la fosilización,
han experimentado bajo la influencia de causas muy diversas,
durante y después de su consolidación, una serie de cambios
muy notables á los que se ha convenido en llamar metamor-
fismo.
I ERCERA CLASE — Rocas de origen orgánico
La consideración de la causa que produjo las rocas, en
cuya descripción vamos á ocuparnos, nos obliga á colocarlas
en esta clase especial, pues por lo demás, todos sus caracté-
res son propios de las rocas de sedimento, entre las cuales
figuran en muchas clasificaciones.
Como son dos los reinos que han contribuido á la forma-
ción de estas rocas, deben agruparse en dos órdenes.
Je
silíc<
PRIMER ORDEN
Roías de procedencia animat
Jobeamos en este grupo una porción de rocas calizas ó
Silíceas, en cuya descripción no entraremos con el fin de
evitar repeticiones, siendo producto las unas de la acción, y
otras de la destrucción de ciertos animales pertenecientes á
los últimos limites de la escala zoológica; circunstancia que
si imprime carácter en la estructura ó facies externa, no al-
tera en nada la esencia en cuanto á la composición mineral.
Las rocas, resultado de este proceso, van ya descritas en los
artículos correspondientes, y se reducen á la creta y á la
Tomo IX
297
%
caliza coralífera, producto de los arrecifes de coral, y al trí-
poli en cuanto á la de naturaleza silícea.
Dadas ya estas explicaciones, dirigidas á facilitar la inte-
ligencia del cuadro de la clasificación de rocas, estamos ya
en el caso de entrar en la descripción del
SEGUNDO ORDEN
Rocas de origen vegetal
CARACTERES. — Hánse llamado estas rocas combusti-
bles, porque uno de sus caracteres mas distintivos es la faci-
lidad con que arden y el olor especial que despiden al que-
marse, que generalmente es bituminoso: todas ellas son muy
ligeras, tiernas, y frágiles y de colores oscuros.
En la composición de estas rocas se observa en confirma-
ción de su procedencia orgánica, que cuanto mas moderno
es el terreno en que se encuentran, tanto mas análoga es la
composición del combustible con la de las plantas actuales,
y viceversa, cuanto mas antiguo, tanto mas se aparta de ella,
según puede verse en el grafito y diamante, en los que solo
ha subsistido el carbono. Esto confirma la idea de que to-
dos los combustibles forman una serie no interrumpida,
cuyos términos se enlazan por tránsitos insensibles, desde la
turba hasta el diamante mismo.
División. — Este orden se divide en tres géneros, que
son resinas, betunes y carbones.
PRIMER GÉNERO.- RESINAS
Succino
El succino es palabra de origen latino, procedente de
suecos , lo cual revela la antigua creencia de ser esta sustancia
el jugo petrificado de algún árbol. La voz electrum , que le
aplicaron también antes, deriva del griego electrón , por ser
el primer cuerpo en que se notaron los efectos de la electri-
cidad.
SINONIMIA. — Electrum , ámbar amarillo, karabé y
bernstein.
DEFINICION. — El ámbar amarillo es una verdadera re-
sina fósil, compuesta de carbón, hidrógeno, oxígeno y ceni-
zas alcalinas en proporciones diversas: su peso es próxima-
mente de 1,7; el brillo resinoso; su coloración recorre todas
las tintas imaginables, desde el amarillo anaranjado, semi-
trasparente y blanquecino, hasta el verde manzana, el rojizo,
verde aceituna y negro completamente opaco; notándose
una coincidencia curiosa entre estos colores y la proporción
del ácido succínico que forma parte esencial de su naturale-
za. A una temperatura poco elevada, arde con una llama
amarillenta, esparciendo un perfume agradable, del que tanto
partido sacaron los antiguos, y deja un residuo carbonoso;
por frotación desarrolla la electricidad negativa; por último,
y para confirmar su origen orgánico, suele ofrecer en su in-
terior insectos de diferentes órdenes perfectamente conser-
vados, y también hojas y otros restos vegetales.
YACIMIENTO. — El ámbar, acerca de cuya procedencia
tanto se ha discutido, se encuentra casi siempre en criade-
ros de lignito, en los terrenos terciarios y cretáceos.
LOCALIDADES. — El succino mas comunmente em-
pleado en Europa, procede del Báltico, encontrándose entre
Kcenisberg y Mamel (Prusia), trasportado por las aguas
corrientes. En las costas de Escandinavia también existe,
aunque no tan abundante: en Sicilia es famosa la localidad
Pietralia, por la variedad de colores que allí ofrece, como lo
acredita el cuadro de treinta y siete tintas diferentes que re-
galé al Gabinete de Historia Natural, en cuyas colecciones
geológicas figura. En Francia se encuentra en tres ó cuatro
■?8
geología
298
localidades, aunque de escasa importancia. En España existe
en Utrillas, en Rubielos de Mora, en Suances, Villaviciosa,
Belomio y otros puntos de Oviedo; en Espadilla (Castellón),
lo he visto en fragmentos dentro del lignito mismo.
APLICACIONES. — La Física se vale de esta sustancia
para delicados experimentos, y la industria la destina á la
fabricación de objetos de adorno, como boquillas para pipas,
botones, gemelos, frasquitos, etc.
Los antiguos escandinavos se sirvieron ya de esta sustan-
cia para objetos de adorno, según resulta de los numerosos
hallazgos verificados en los túmulos y dólmenes de Suecia,
coleccionados y cuidadosamente expuestos en el Museo de
Antigüedades de Estokolmo, donde tuve el gusto de verlos
en 1869.
SEGUNDO GENERO — BETUNES
Asfalto
* / 1 | m 1 i 1a jl, f JL JLf'- 1 ii'iiiii 1 'mi
Etimología. — Esta palabra se deriva del griego as-
phaltos , que significa betún.
Sinonimia.— Betún de Judea, pez mineral escoriácea,
karabé de Sodoma, pissas falto, bálsamo de momias.
DEFINICION Y CARACTERES. — El asfalto es una
sustancia negra, frágil, de fractura vitrea y concoidéa, que
arde con facilidad, despidiendo una llama brillante, dejando
poco residuo. Su peso especifico es de 1 ó 1,6. Funde á la
temperatura del agua hirviendo; por destilación seca sumi-
nistra un aceite particular, muy poca agua, gases combusti-
bles y vestigios de amoniaco- Contiene á veces en su masa
una porción de materias extrañas, como arcillas, calizas ó
arenas.
Yacimiento y localidades.— El depósito prin-
cipal del asfalto es el Mar Muerto, al que por esta razón se
llama lago Asphaltites, el Caspio y el Aral, en cuyas aguas
se encuentra mezclado: también impregna ciertas rocas en
los terrenos cretáceo y terciario, como en Seissel y Lobsane
(Francia), en Val de Travers (Suiza), y en España, según
Rojas Clemente, existe en varios puntos del antiguo reino de
Granada: en Torrelapaja (Zaragoza), la mina Santa Teresa
donde se explota el asfalto que impregna una arenisca del
terreno cretáceo, relacionada con el lignito del barranco de
Valle-hermoso; en Vasconcillos, cerca de Burgos, también
penetra en una arenisca, y en Cidores, Toledillo, en la pro-
vincia de Soria, etc.
APLICACIONES. — Los antiguos egipcios destinaban
esta sustancia al embalsamamiento de sus cadáveres: hoy se
emplea en la preparación de colores y barnices, y para cubrir
pisos y aceras, para lo cual generalmente se mezcla con arena
gruesa ó grava. c
Betún elástico — Nafta y petróleo
ID
nes ó centros volcánicos, como se observa en Sodoma y Go-
morra, en Castellamare, junto al Vesubio, yen otros muchos
puntos.
TERCER GENERO -CARBONES
El verdadero grupo de rocas combustibles es el de que
vamos á tratar, y al que de preferencia se refieren las consi-
deraciones generales apuntadas mas arriba. Sus diferentes
especies se distinguen por caractéres propios, por las asocia-
ciones geognósticas y por la edad de los terrenos en que se
encuentran; en cuya triple consideración se funda la div ision
del género en las cinco especies siguientes: i.a turba, 2.a lig-
nito, 3.a ulla, 4.a antracita, y 5.a grafito y diamante.
Turba
TIMOLOGÍ A. — Esta palabra se deriva de la palabra
torf con que los alemanes designan dicha roca.
DEFINICION Y CARACTÉRES. — La turba es el
combustible menos mineral y el mas análogo á los vegetales
que viven hoy. Sustancia parda ó negruzca, formada de un
tejido mas ó menos compacto, parecido al fieltro, y de restos
de plantas, muchas de las cuales viven aun. Arde fácilmente,
con llama ó sin ella, despidiendo un humo denso y desagra-
dable y dejando por residuo una especie de cisco muy lige-
ro. Sometida á una temperatura no muy elevada, suministra
un carbón parecido al cok; la destilación suministrad ácido
piroleñoso, una materia oleosa y varios gases. Su composi-
ción viene á ser la misma que la de las plantas actuales, de
cuya metamorfosis procede.
VARIEDADES.— Compacta ó piciforme, de color par-
do, sólida, de aspecto homogéneo, fractura térrea y resinosa
y á veces brillante: fibrosa, parecida al fieltro, formada de un
tejido de fibras y otros restos vegetales.
YACIMIENTO. — La formación de la turba data del pe-
ríodo cuaternario, adquiriendo su mayor desarrollo en la
época histórica, que empieza á contarse desde el momento
en que la tierra adquirió el aspecto y configuración actual.
En Dinamarca y Suecia se distinguen las turberas en dos ó
tres grupos, colocando en el primero las que se encuentran
en los bosques; y en el segundo las de los lugares bajos y
pantanosos, no léjos de la costa. Estas últimas, y particular-
mente la del puerto de Istad y del Jaravall, han servido para
determinar el movimiento de descenso que allí ha experi-
mentado la costa. Otra circunstancia curiosa se observa en
las turberas de las regiones escandinavas, á saber: la exis-
tencia de bosques en la masa de la turba, con la particulari-
dad de encontrarse de abajo arriba, primero el pino silves-
tre, después el roble, y en las capas mas superiores el haya;
lo cual, unido al hallazgo en su seno de muchos objetos de
arte é industria primitiva, tales como hachas de piedra, ins-
rrrnn^ntns de hronce. cerámica v huesos de mamíferos, aves
De estas tres especies, que con el asfalto completan el
cuadro de los principales betunes, si se exceptúa el último,
puede decirse que no merecen descripción especial en una
obra de esta índole, siendo mas bien del dominio de la Mi-
neralogía, en cuyas obras encontrarán su descripción los
curiosos.
Todas estas sustancias son unas veces resultado inmediato
de la destilación natural de las rocas combustibles con las
que conservan estrechas relaciones, como se observa en los
criaderos de petróleo de los Estados-Unidos, existentes en
terreno de antracita, que allí ocupa superficies inmensas.
Otras su origen es mas difícil de comprender, como por
ejemplo cuando se encuentra en las aguas de los lagos, según
he visto en el llamado Naftia en Sicilia, y en las inmediacio-
y otros animales, da una idea, siquiera sea imperfecta, de la
importancia que en todos conceptos alcanza la turba. Nótan-
se también en los turbales ciertas fajas ó capas delgadas de
acarreo, compuestas de arena, grava, arcillas, etc., lo cual
prueba el procedimiento y las causas que han contribuido á
su formación. Estas son topográficas las unas, y climatoló-
gicas las otras; entre las primeras la impermeabilidad del
suelo es una de las principales, porque obliga á las aguas á
estancarse ó encharcarse; la segunda es el poco desnivel del
terreno, que generalmente se encuentra á poca altura sobre
el mar, en el límite de las nieves perpetuas, y en los bosques,
según acabamos de indicar, en Escandinavia.
En cuanto á las condiciones climatológicas se reducen á
que la temperatura media oscile entre los 6 y 15 ó 16 grados-
OEOGNOSIA
Las especies vegetales que contribuyen á la formación de
la turba, pertenecen generalmente á los géneros sphagnum ,
hypnum , politricum , confema , etc., y las betulas , ericas , los
carexjuncus y otras. En cuanto al mecanismo de la trasfor-
macion de las indicadas plantas en turba, consiste en la des-
composición del leñoso, bajo la influencia del calor y del
agua.
La formación de esta sustancia es en general lenta, pudien-
do hasta cierto punto servir de cronómetro para medir el
tiempo que nos separa de la época en que se depositaron en
su seno los restos del hombre y de su industria. En confir-
mación de lo cual el señor Steenstrup calcula en 4,000 años,
por lo menos, la época en que principió á formarse la turba
en Dinamarca.
LOCALIDADES. — Las regiones mas clásicas por la
abundancia de este combustible son la Holanda, Irlanda,
Escocia, Dinamarca, Suecia y Baviera. También existe en
las inmediaciones de Marsella y en varios puntos de la Nor-
mandia, en el paso de Calais, etc. En España se encuentra
en abundancia y se explota en los alfaques del Ebro, en
Castellón, Torreblanca, Oropesa y Almenara; en tres ó cua-
tro localidades de la provincia de Madrid, según Prado; yen
varios puntos de Asturias, según el Sr. Schulz; no debiendo
escasear tampoco, á mi entender, en la desembocadura y
marismas del Guadalquivir y en otras regiones.
Aplicaciones. — La turba se emplea casi exclusiva-
mente como combustible, sobre todo donde escasean los
otros. Para evitar los inconvenientes de su combustión, se
reduce hoy, mediante ciertas operaciones en cuyos detalles
no entraremos, en una especie de cok que, aunque inferior
al de la ulla, es no obstante superior, en cuanto á poder
calorífero, á la leña común. Las cenizas, resultado de la com-
bustión de la turba, pueden emplearse con buen éxito como
abono mineral eficaz.
Lignito
ETIMOLOGÍA. — Esta palabra se deriva del latin lignum ,
que significa madera ó leño.
Sinonimia. — Madera fósil, madera bituminosa, estipi-
ta, braunkoh en aleman, y surtui brandur en islandés.
Definición y caracteres. — Geológicamente
hablando, aunque sea difícil marcar los límites de este com-
bustible, puede sin embargo decirse que el lignito compren-
de los combustibles posteriores á la ulla y anteriores á la
turba. Así considerado este combustible, se presenta de color
negro ó pardo muy oscuro, terroso á veces, resinoso ó bri-
llante otras; de estructura térrea, fibrosa, compacta y también
pizarrosa ó en capas, reproduciendo la estructura del tallo
dicotiledon. Su peso específico apenas excede al del agua.
El lignito arde con llama larga, despidiendo bastante humo
y olor bituminoso, fétido á veces y picante; aumenta poco
en la combustión, no aglutinándose sus fragmentos como
sucede con la ulla, y dejando como residuo un cisco pare-
cido al de tahona; por destilación suministra materias bitu-
minosas y agua cargada de ácido acético, dejando un carbón
brillante y compacto. En su composición entra el oxigeno,
el hidrógeno, el ázoe y principalmente el carbono, con algo
de ceniza.
. Variedades. Los lignitos se dividen en dos grupos,
piciformes y fibrosos, subdividiéndose los primeros en co-
munes y térreos, y los segundos en azabache y madera fósil
ó bituminosa. De estas cuatro variedades, á la primera le
cuadran todos los caractéres indicados en la descripción: la
terrosa se conoce en el comercio con el nombre de tierra de
sombra ó de Colonia; el fibroso compacto es el azabache, y
299
en cuanto á la madera fósil, su mismo nombre indica que
ha sufrido pocas alteraciones.
Yacimiento. — Este puede decirse que es el combusti-
ble de los terrenos secundarios y terciarios, según la respe
table autoridad del Sr. Dufrenoy, encontrándose en el ter-
reno triásico, formando en él la variedad llamada por Bron-
gniart estipita; en el jurásico, cretáceo y terciario. Otras
veces se ve á este combustible relacionado con rocas ígneas,
y particularmente con las volcánicas, como sucede en Mon-
temeisner (Sajonia), localidad célebre por las disputas entre
plutonistas y neptunistas, donde por la influencia del basalto,
se convirtió de una manera lenta y sucesiva en azabache, en
ulla y en antracita, tomando el aspecto prismático á la pro-
ximidad de la roca volcánica. A veces llega la metamorfosis
hasta convertirse en grafito, como sucede en Groenlandia,
de donde me regaló el malogrado profesor Morlot, de Ber-
na, en 1858, un ejemplar, que conservando toda la estruc-
tura en capas de un lignito ó madera fósil, la composición y
facies es de plombagina. Asimismo se citan casos de haberse
convertido el lignito en cok, como se ve en Habichtwald,
también por la influencia del basalto. Esto no obstante, se
citan casos como el de la calzada de los Gigantes en Irlanda
y también en Islandia, donde lo llaman surturbrandur, en
que á pesar de haber sido cubierto por una corriente de
aquella roca, no ha experimentado alteración notable
LOCALIDADES. — Siendo muchas las localidades extran-
jeras prescindiremos de ellas, concretándonos, por lo mucho
que nos interesa, á las de la Península. En el terreno terciario
se encuentra en Alcoy, en cuyo criadero por cierto aparecen
muchos huesos mamíferos fósiles. En Dos Aguas (Valencia),
en Mora de Rubielos, donde encontré muy bonitas impre-
siones de plantas terciarias con planobis y cyclas. Los famo-
sos de Utrillas, Estercuel, Gargallo, Alcaime, etc. (Teruel),
y los de Bel, Castell de Cabres y otros (Castellón); de Beni-
salen y Alcudia (Mallorca), pertenecen todos al terreno cre-
táceo. Los de Villaviciosa y otros puntos de Asturias, de
donde se extrae un bonito azabache, pertenecen, según
Schulz, al jurásico. En San Agustín y Manzanares (Madrid),
en Uña Valdecabras, en San Juan de Alcaraz y en varios
otros puntos, se encuentra igualmente este combustible.
APLICACIONES. — Aunque no tan estimado como la
verdadera ulla, se emplea con ventaja como combustible, en
especial si no lleva mucha pirita; la variedad azabache se
destina para fabricar objetos de adorno: la tierra de Colonia
sirve para la preparación de colores, y mezclándola con el
tabaco en polvo, le comunica finura y suavidad. Las cenizas
del lignito pueden servir como abono.
Dusodila
ETIMOLOGÍA. — Esta palabra se deriva del griego dyso-
des , que significa fétido, por lo cual algunos le llaman tam-
bién dysodila.
Sinonimia. — Marga papirácea, lignito hojoso y féti-
do, etc.
Definición Y cah actéres— Con este nombre
designó Cordier un combustible, cuyo carácter principal
consiste en el olor fétido desagradable, parecido al del asa-
fétida, y algo bituminoso, que despide en la combustión, el
cual se presenta bajo el aspecto de una sustancia tierna y
friable, de estructura hojosa, de láminas flexibles y algo
elásticas, de color amarillento ó gris verdoso sucio, de peso
específico algo mayor que el del agua, arde con facilidad,
despidiendo una llama viva y mucho humo. Examinada por
Ehrenberg con el microscopio, aparece formada de restos
silíceos de infusorios pertenecientes á la sección de los na-
3oo
GEOLOGÍA
viculares, mezclados con otros de diferentes plantas. En su
composición entran las materias siguientes:
Agua y materias volcánicas 49, i
Carbono • . . . 5,5
Cenizas , . 45j4
100,0
según resulta de los análisis practicados por Delesse en la
procedente de Eglienbach.
Nacimiento. — Aunque algunos consideran á la du-
sodila como una variedad de turba, creo mas acertada la
opinión de ser un lignito, fundado en las condiciones espe-
ciales de su yacimiento. En Melili, de donde procede la
primera que conoció el Sr. Cordier, se encuentra, á no du-
darlo, en el terreno terciario; en Werterwald (en Alemania)
se halla asociada al lignito; y, por último, en una de las lo-
calidades mas clásicas, siquiera hasta el presente completa-
mente ignorada, ó por nadie al menos descrita, esto es, en
Hellin, la dusodila se presenta en el famoso criadero de
azufre, á cuyas capas sirve con frecuencia de limite, presen-
tándose como matriz del sulfato de magnesia y sosa, de cuya
materia aparece aquella impregnada, colgando de su super-
ficie en el techo de las galerías de exploración sorprendentes
madejas ó penachos de fibras sedosas, blancas y anacaradas,
de un efecto admirable. Y como quiera que la turba perte-
nece á épocas mas posteriores que las ya indicadas, parece
mas racional considerarla como lignito terciario.
Localidades. — La mas antigua conocida es la de
Melili, entre Catania y Siracusa, de donde traje en 1852
abundantes y bonitos ejemplares. La de Werterwald, la de
Eglienbach (Alemania) y Sainttenau (Auvernia); en cuanto
á la Península, el mas rico y curioso criadero es el indicado
ya en Hellin, de donde procedían algunos ejemplares en el
Gabinete de Historia Natural de Madrid, designados con
el nombre vago de marga papirácea. Ahora pueden admirar-
se en la sala de Mineralogía preciosos ejemplares, regalados
por mí, llevando la magnesia sulfatada en su seno.
APLICACIONES. — La dusodila solo puede considerarse
como mera curiosidad científica.
Ulla
Etimología. — Esta palabra es derivada del antiguo
sajón hulla, que significa carbón de piedra; la única varia-
ción que nos permitimos hacer es la de suprimir la h, si-
guiendo en esto á Salvá, Chao y otras autoridades literarias.
Sinonimia. — Carbón de piedra, hornaguera, sleinkole
en aleman, coal en inglés.
Definición Y CARACTÉRES. — La ulla ó carbón
por excelencia, es un combustible de color negro, tierno y opa-
co, con frecuencia brillante y con irisaciones, de estructura
pizarreña y también fragmentosa. Su peso específico es 1
ó 1,6: arde fácilmente con llama larga ó corta, según su ca-
lidad, y un olor bituminoso característico con bastante humo
negro y denso. Al arder los fragmentos se dilatan y agluti-
nan, formando pasta; por destilación suministran el gas del
alumbrado ó hidrógeno bicarbonado, agua amoniacal, acei-
tes minerales y cok. En la composición de este combustible
el elemento mas importante es el carbono, al que se agregan
el hidrógeno, oxígeno y nitrógeno con sustancias térreas y
materias voláti es, según demuestra el cuadro adjunto de
análisis practicadas por Thomson:
Ulla grasa de Newcast
Ulla pizarrosa de G as
Ulla blanca de id..
Can n el coal de Coventry,
Variedades. — La ulla, generalmente hablando, se
divide en tres grupos, á saber: grasa, seca y mixta ó inter-
media, denominaciones que se refieren á la proporción
en que se encuentran en ella el carbón, las cenizas y las
materias volátiles, según demuestra el adjunto cuadro:
>ns.
Tresnes. . .
( País de Gales
| Alais.. . .
) Gier.. . .
) Asturias. .
V Carmeaux. .
j Cublac. . .
Ullas medias. < Blanzy. . .
( Tuchan.
Ullas secas.
Ullas grasas.
Carbón
Cenizas
85,0
2,3
82,4
4,2
79,3
L3
68,1
6,4
66,5
5,°
66,0
4,5°
7L5G
3,5°
70,25
7,40
76,84
2,28
59,o
20,0
Materias
volátiles
12,7
*3,4
*9,4
25,5
2X,5
29,5°
25.0
22>35
21,24
24.0
Ulla grasa
Debe la ulla este adjetivo á la proporción considerable en
que se encuentra el carbón y materias volátiles; preséntase
la estructura nojosa, alternando las capas compactas con
otras tiernas ú opacas que tiznan los dedos. A la vez se han
admitido en esta ulla otras divisiones que se conocen con el
nombre de dura, de forja ó de albéitares, y de llama larga.
Ulla seca
Muy parecida á la antracita, es de colores mas claros que
la anterior, tirando al gris de acero, de estructura compacta
y á veces hojosa; fractura por lo común concoidéa, arde con
dificultad, aumenta poco de volúmen, se aglutinan ligera-
mente sus fragmentos, suministrando bastante cok y pocos
principios volátiles.
Ulla mixta
Esta es de color negro, si bien no tan oscuro como el de
la grasa, cuyo peso no alcanza, arde con facilidad y llama
muy larga, no aglutinándose los fragmentos ni suministrando
buen cok, pero por destilación despide muchos gases: puede
considerarse como el tránsito entre las dos anteriores, y de
ahí el nombre que lleva.
Yacimiento. — La ulla se presenta en capas regula-
res alternando con pizarras arcillosas, areniscas y conglome-
rados pertenecientes á diversos terrenos de la época prima-
ria y muy particularmente al que por excelencia lleva el
nombre de carbonífero. A veces se la encuentra en relación
GEOUNOSIA
con rocas eruptivas, particularmente con porfídicas y volcá-
nicas, en cuyo caso es frecuente verla convertida en antraci-
ta, grafito ó cok, tomando hasta formas prismáticas, según
demuestra la figura 40, dibujada por el Sr. Martius en las mi-
nas de Commentry.
La riqueza del terreno carbonífero, mas que en la potencia
de las capas de combustible, consiste en el número de
ellas, que en algunas minas llega á 200 y 300.
La figura 41 indica claramente la relación de este terreno
con rocas porfídicas.
Esto mismo ha determinado ondulaciones ó repliegues
tan curiosos, que siquiera sea de pasada debemos indicar y
que se hacen extensivos á los elementos constitutivos del
terreno.
Otro accidente, no menos curioso é importante, que suele
presentar la ulla en su yacimiento, en la existencia de saltos,
Fig. 40. — Mina ele Commentry.
1. Domita alterada. — 2 Antracita prismática. — 3 Ulla en capas.
fallas ó resbalamientos de las rocas que la acompañan, los
cuales con frecuencia obligan á variar la dirección de las
galerías para encontrarle de nuevo.
Como lo referente á las demás condiciones del yacimiento
en que por lo común se encuentra la ulla, ha de ser objeto
especial en la descripción de los terrenos, es excusado entrar
aquí en mas pormenores.
OrÍGEN de la ulla. — La ulla es evidentemente
resultado de la metamorfosis especial que experimentaron
las plantas de la época á que pertenece este combustible.
Confirma esta opinión la propia estructura de la roca, y
mas aun los restos vegetales que se encuentran en el carbón
mismo, y en las pizarras arcillosas que lo acompañan.
Admitido esto como cierto, y sabiendo por otra parte que
todos los materiales componentes del terreno son de acarreo
y sedimentación, todo se reduce á saber si los depósitos de
combustible se han formado en el punto mismo donde vi-
vían los vegetales, ó si por el contrario, fueron estos tras-
portados á largas distancias. Pues bien, de los numerosos
estudios que se han hecho para esclarecer este punto, resulta
que algunos criaderos se han formado de un modo análogo
á lo que vemos hoy en la turba, en confirmación de lo cual,
podemos citar el descubrimiento hecho por Brongniart en
Saint-Etienne (fig. 42), de troncos de plantas carboníferas
verticales, ó sea en la posición en que se supone vivían, pu-
diendo añadir que no es el único ejemplo que se conoce,
pues en el Norte de Inglaterra, en los Estados-Unidos y
otros puntos se han observado igualmente muchos casos.
Otras veces el carbón es resultado del trasporte de los
vegetales á grandes distancias, como lo prueba entre otras
cosas la naturaleza y aspecto de acarreo largo de los materia-
les en cuyo seno se encuentra; explicándose en este caso la
posición vertical de los troncos, según Unger, por violentas
inundaciones, cuya extraordinaria fuerza arrancó de cuajo
los árboles, los cuales flotaban en su posición natural, mer-
ced al peso de las raíces, de la tierra y piedra que á ellas
iban adheridas.
Las plantas fósiles del terreno carbonífero, cuyo número
es muy considerable, pertenecen en su mayor parte á helé-
chos arbóreos, á calamites ó colas gigantescas de caballo, á
cicadeas y á otras familias, representadas por vegetales de
organización bastante sencilla.
La conversión del tejido vegetal en carbón, el número
considerable de capas que representan un criadero y la na-
turaleza de los animales fósiles que en sus diferentes hori-
zontes se encuentran, todo esto supone un inmenso espacio
de tiempo para la formación del terreno y del combustible
que encierra, siquiera difícil de estimar con exactitud, du-
rante el cual los continentes experimentaron varias oscila-
ciones ó movimientos de ascenso y de descenso, y como
consecuencia natural viéndose repetidas veces invadidos y
abandonados por las aguas; todo lo cual, como es fácil com-
prender, aumenta el interés que inspira el estudio de este
terreno.
Localidades extranjeras. — El carbón de
piedra es por fortuna tan abundante en todas las regiones
del globo, como útil y hasta necesario por la importancia
de sus aplicaciones. Sin embargo, todos los países no han
sido bajo este punto de vista igualmente favorecidos; así por
ejemplo, en Europa, Inglaterra ocupa el primer lugar, pro-
duciendo su explotación sobre cuarenta millones de tonela-
das anuales, cantidad triple de la que produce el resto del
continente.
La superficie que ocupa este terreno mide 1.573,000 hec-
táreas, que equivale á un veinte por ciento de la totalidad
de su territorio. Sus principales cuencas son : Northumber-
land, Durham, Cumberland, Westmoreland, el condado de
Derby, el país de Gales, Edimburgo, Glasgow y otros: Fran-
cia posee 251,000 hectáreas ó sea 1/g00 de su superficie, con
un producto anual de 5.000,000 uc toneladas. Los centros
principales son: Valenciennes, Creussot, Blancy, Epinac,
Saint Etienne, CommentTy, Litry, etc.
Bélgica con 150,000 hectáreas, ó sea de su territorio,
produce 5.000,000 de toneladas, que se extraen de Lieja,
T fjtfl R . y X
Fig. 41. — Corte del terreno carbonífero en la cuenca
Segure (Corbieres).
T — Terrenos paleozoicos; sirviendo de límite al
A Terreno carbonífero en estratos dislocados por los dikes
P - — Pórfidos que los atraviesan en toda su extensión vertical.
Mons, Namur y Charles-le-Roi. Prusia y la Confederación
Germánica explotan 3.000,000 de toneladas en Sarrebrukh,
Sajonia, Silesia, etc.
Bohemia produce 500,000 toneladas.
Rusia posee inmensas comarcas carboníferas, y hasta en
Spitzberg se encuentra este rico combustible, según las ex-
ploraciones del Sr. Nordenskjold, de Estokolmo.
LOCALIDADES ESPAÑOLAS. — En cuanto á la Pe-
nínsula, los principales criaderos son el de Asturias, que
302
GEOLOGIA
ocupa veinte leguas cuadradas; las cuencas de Orbo y Sábe-
lo, de San Juan de las Abadesas, Belmez y Espiel, Villa-
nueva del Rio (Sevilla), Henarejos y algún otro de escasa
importancia.
APLICACIONES. — Son tan generales y conocidas las
aplicaciones que se hacen de este combustible, no solo con-
siderado como tal, sino también como materia primera para
extracción del gas y de otras sustancias útiles, que casi con-
sidero excusado el entrar en detalles, sobre todo teniendo
en cuenta la índole de la obra.
A ntracita
Etimología. — Esta palabra deriva del griego anirax ,
que significa carbón.
Sinonimia. — Carbón fósil, ulla brillante y lustrosa, etc.
Definición Y Car AGTER es.— Aunque de aspecto
menos orgánico que la ulla, la antracita es un combustible
de procedencia vegetal, si se atiende á su composición y á
los restos de plantas fósiles que se encueníian en su seno.
Así considerada, es una sustancia carbonosa, negruzca, mate
unas veces, brillante otras y de aspecto metálico; arde con
dificultad, y solo á favor de un gran tiró ó corriente, sin des-
pedir llama, humo ni olor bituminoso, cubriéndose de una
capa de cenizas blancas al enfriarse. Decrepita y se fragmen-
ta con el calor, no aglutinándose; el peso específico es i ,6,
la estructura generalmente compacta, de as|>ecto vitreo ó
escamoso y laminar y á veces térreo. En la composición de
este combustible, el carbono es el principal elemento, lle-
gando á dar el 90 por roo, asociado á la sílice, á la cal, á la
alúmina, á óxidos y piritas de hierro, con muy pocos princi-
pios bituminosos.
Variedades. — Compacta, laminar, terrosa y grafitica
por establecer el tránsito al grafito, etc.
Yacimiento. — La antracita suele ser resultado de la
metamorfosis de la ulla, y hasta del lignito, determinada por
la influencia de rocas ígneas, á proximidad de las cuales
suele encontrarse. Otras veces se presenta en capas ó ban-
cos, en nódulos y en porciones mas pequeñas, diseminadas
en las arcillas pizarrosas, en las areniscas, en las brechas y
pudingas silíceas de los terrenos silúrico y devónico.
Localidades. — La región clásica para este combus-
tible es el Norte América, donde parece ocupa una superfi-
cie de 16.000,000 de hectáreas, relacionado el desarrollo
excesivo de este combustible con la abundancia del petró-
leo, que existe en especies de lagos subterráneos. La cuenca
de los Alpes occidentales, aunque no muy rica en combus-
tible, es notable por la extensión que alcanza y por los acci-
dentes que ofrece. En Rusia se calcula en dos millones y
medio de hectáreas el terreno que ocupan la antracita y la
ulla. Por último, en la Península se encuentra en Colunga
(Asturias), Hernani (Guipúzcoa) y en otros puntos.
Aplicaciones. — La antracita solo puede aplicarse
como combustible, y para ello hay que construir hornos á
propósito, de gran corriente, con el fin de evitar la aglome-
ración de los fragmentos que produce al quemarse.
ambos á dos esencialmente de carbono, al que se asocian
como materias accidentales, el hierro y escasas sustancias
bituminosas. Es el grafito de color gris de plomo, de aspecto
y brillo metálico, parecido al sulfuro de molibdeno; de tacto
untuoso y suave; se deja rayar con la uña; de estructura
laminar ú hojosa, y de peso doble que el del agua, es infusi-
ble, arde tan difícilmente como el diamante, propiedad que
ha servido para una de sus mas importantes aplicaciones.
Variedades. — Grafito escamoso, apizarrado, com-
pacto y térreo.
Yacimiento. — Unas veces es el grafito resultado del
metamorfismo de otros combustibles, como consecuencia de
la acción de rocas ígneas, según anteriormente hemos indi-
cado; otras se encuentra en masas sueltas subordinadas á las
pizarras cristalinas, pertenecientes á los terrenos de sedi-
mento mas antiguos. También suele encontrarse en el gneis,
según se indicó al describir esta roca. De modo, que tenien-
do en cuenta el carácter neptúnico de los terrenos en que
suele hallarse este combustible, asi como los tránsitos á la
antracita, á la ulla y hasta el mismo lignito, si á este dato
añadimos el hallazgo en las rocas que lo encierran, de im-
presiones de plantas fósiles, creo que no podrá dudarse de
la índole orgánica de las sustancias que le dieron origen. La
serie de operaciones que la materia experimentó para adqui-
rir el estado que hoy ofrece, debe haber sido numerosa y
complicada, y sin que pretendamos dar de ello una explica-
ción cumplida, lo cierto es que desaparecieron de la com-
posición de las plantas que le engendraron todos los ele-
mentos constitutivos, exceptuando el carbono. Este pues, y
el diamante, pueden presentarse como el caso mas completo
de trasformacion de la materia. Esto no obsta para que al-
gunos nieguen al grafito su origen orgánico, no reconociendo
en él sino la fijación directa del carbono en aquellas edades
tan remotas, aunque sin aducir para ello razón alguna plau-
sible, ni explicación satisfactoria.
LOCALIDADES. — La localidad mas importante por la
abundancia y la excelencia de su calidad, es la de los Mon-
tes Urales, descubierta por Alibert, oficial de peluquero de
París, que merced á dicho descubrimiento ha realizado una
fortuna inmensa, habiendo merecido premios, medallas y
condecoraciones de todos los príncipes de Europa, en las
exposiciones y certámenes celebrados de algunos años á esta
parte. A esta siguen las de Borrowdale y Cumberland (In-
glaterra); Passaw (Baviera), y la de Pontuy (Francia). En la
Península se encuentra en Benehavis, cerca de Marbella
(Málaga), cuya mina gozó hace algún tiempo de bastante
reputación; Rojas Clemente la cita en Granada; también se
halla cerca de Toledo, en Soria, en los Pirineos y en Molina
de Aragón.
APLICACIONES. — Como su mismo nombre lo indica,
esta sustancia sirve para fabricar lápices; mezclándola con
materias grasas, se emplea para moderar el roce de las má-
quinas, y desleída en aceite, en polvo muy fino, para cubrir
los hornillos y otros utensilios de hierro, poniéndolos á cu-
bierto del oxígeno. Por último, los crisoles llamados de
plombagina, tienen la ventaja de ser muy refractarios al calor.
Grafito
CC
Etimología. — Esta palabra se deriva del griego
graphos , que significa escribir.
Sinonimia. — Plombagina, lápiz plomo, blaksead en
inglés.
DEFINICION Y CARACTERES. — El grafito con el
diamante, del que trataremos para concluir, representan el
último término de la serie de los combustibles ; formados
Diamante
Etimología. — Esta palabra
mos, que significa indomable, en razón á su extremada dure-
za, y á su supuesta incombustibilidad.
Definicon y caractéres. — El diamante es car-
bono puro cristalizado, presentándose en formas dependientes
del sistema cúbico, con la particularidad de presentar las
caras y aristas convexas. Su dureza es tal, que raya á todos
NEIU
procede del griego ada-
GEONQMIA
los cuerpos conocidos, y solo puede labrarse con su propio
polvo; el brillo es propio, y por eso se llama diamantino; la
estructura compacta, etc.
Variedades. — I'odas las variedades conocidas de
diamantes consisten en las diferentes formas que afecta, y
principalmente en el color, que suele ser blanco ó incoloro,
azul, anaranjado, verde, rosa y hasta negro. Los lapidarios
303
admiten cuatro grupos en los diamantes, á saber, oriental,
occidental, borde y carbonado del Brasil, en cuya descrip-
ción no entraremos, atendida la naturaleza de la obra.
Yacimiento. — Esta piedra fina, la mas estimada de
todas por sus raras cualidades, unas veces se encuentra en
cristales sueltos en las arenas ferruginosas y silíceas del ter-
reno diluvial, asociado á hojuelas de mica, al oro, platino
£ ig. 42. I roncos de plantas carboníferas (Mina de St. Encone)
preciosas en los reinos de Visapur y
Golconda (India), en la provincia de Minas Geraes (Brasil)
y en Siberia, en la pendiente occidental de los Urales. Otras
\ eces se ve engastado en la arenisca llamada itacolumita del
Brasil, perteneciente, según Humboldt, al terreno silúrico.
Ahora bien, si se tiene en cuenta que dicho terreno es el
mas antiguo entre los de sedimento, podremos formarnos
idea de la remota antigüedad de este combustible, pudiendo
tal vez ser el último grado de metamorfósis de la flora pri-
miti\ a del globo, si es que no representa, como quieren otros,
la primitiva fijación del carbono.
amigo el Sr. Miró, intitulada Estudio de las piedras preciosas ,
por tantos conceptos digna de recomendarse.
Reales
De 5 quilates ó 20 gramos.
— 5*/2 id. 22
— 6
Aplicaciones. — El principal uso que se hace del
diamante es como piedra preciosa, origen con sobrada fre-
cuencia de muchos vicios y de no pocos crímenes.
Para terminar, ponemos á continuación la tabla del valor
máximo de los brillantes perfectos, sacada de la obra de mi
*7,
77;
I,
s7a
9
97.
10
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
24
26
28
30
32
34
36
38
40
id.
id.
id.
id.
id.
id.
id.
i
id.
id.
i
DE BIBE
PARTE TERCERA — geonomía
La palabra Geonomía, que encabeza esta tercera parte,
derivada de^cr, tierra, y gnomos, ley, significa estudio de las
que han presidido á la distribución de la materia orgánica é
inorgánica en el globo; lo cual quiere decir, en otros térmi-
nos, que los materiales terrestres, cuya descripción acabamos
de trazar, ni han estado siempre como hoy se ofrecen á
K
nuestra consideración, ni se hallan distribuidos al acaso, sino
mas bien obedeciendo á determinadas leyes ó principios.
Dos expresiones resumen esta distribución ordenada de
los materiales terrestres, á saber, formación y terreno, pala-
bras que indican la síntesis de la ciencia, así como la roca
es el último termino del análisis geológico.
3°4
GEOLOGIA
FORMACION. — La palabra formación es fundamental
en la historia terrestre, y se aplica á todo conjunto de mate-
riales que deben su origen á una misma cajsa, cualquiera
que sea la época en que esta ha obrado; así se dice con toda
propiedad, formación ígnea, neptúnica, marina ó lacustre,
terrestre, etc.
Terreno. — La voz terreno comprende el conjunto de
masas minerales, formadas durante un período geológico, sin
tener en cuenta la naturaleza de la causa á que deben su
origen, como por ejemplo, terreno cuaternario, terciario,
secundario, jurásico, cretáceo, etc.
De manera que la formación es un accidente sincrónico ó
contemporáneo, de escaso valor en el orden cronológico,
siquiera sea importante en el concepto de expresar la dife-
rente actividad de los agentes que han obrado y actúan aun
en el globo; mientras que el terreno representa el elemento
iammamT
ITATIS IL
cronológico, siendo sinónimo de época geológica ó de alguna
de sus divisiones.
Con el fin de facilitar esta materia, puede compararse la
historia terrestre con la humana, y decir que la roca, la for-
mación y el terreno son para aquella lo que para esta es la
sociedad, las clases, razas ó castas, y los periodos en que los
historiadores han dividido la vida del hombre, ó si se quiere,
la roca es el elemento constante, sin el cual no habría forma-
ciones ni terrenos; la formación, como síntesis de la dinámica
terrestre, equivale á las razas, castas ó clases en la historia
humana, y como ellas es sincrónica; por último, el terreno
es la expresión del tiempo sucesivo que establece la cronolo-
gía terrestre.
El estudio de las formaciones solo exige, según estos prin-
cipios, conocer á fondo las rocas, y cuando mas, algunos
fósiles para esclarecer su naturaleza: el de los terrenos, que
Fig. 43- — Teoría de las erupciones
representa la verdadera historia terrestre, supone hallarse
familiarizado con las rocas, con las formaciones, con los fó-
siles que contienen, y con todos los accidentes que los mate-
riales terrestres pueden ofrecer. Para facilitar la inteligencia
de asunto tan vital cuanto difícil, conviene ante todo esta-
blecer las bases para la división ó clasificación de dichos
terrenos, entrando después en la descripción particular de
cada uno.— La primera división que se establece en la histo-
ria del globo es en dos grandes grupos, colocando en el
primero todos los materiales anteriores á la aparición de la
vida, y en el segundo todos los posteriores. Partiendo de
la primera consolidación del globo, se ofrece á nuestra
consideración una doble serie de capas: las unas, infrapues-
tas á esta, representan periodos diversos y sucesivos de
enfriamiento; las otras se hallan sobrepuestas y son resul-
tado de causas muy diversas, y particularmente de lo que
hemos llamado sedimentación. De modo que, á ser posible,
el examen de los diferentes materiales de enfriamiento nos
daria, según el órden de infraposicion, el resúmen de la his-
toria terrestre en tal concepto considerada. Pero la materia
del interior del globo no se ha limitado tan solo á esto, sino
que rompiendo el obstáculo que le opone la costra sólida,
ha aparecido diferentes veces al exterior, participando de la
naturaleza de las capas de enfriamiento y ocasionando efec-
tos notables en los terrenos de sedimento ó de sobrepo-
sicion.
'locante á la serie de materiales sobrepuestos á la primera
capa de enfriamiento, en los que principalmente nos fijare-
mos por ser de mas fácil estudio, se ha convenido en divi-
dirla en cuatro grandes épocas, que de abajo arriba se lla-
man primaria ó paleozoica, secundaria ó mesozoica, terciaria
ó cenozoica, y cuaternaria ó neozóica. Cada una de estas se
subdivide en lo que propiamente se llaman terrenos, forman-
do en conjunto el cuadro, que por su mucha extensión
daremos aparte del texto.
Los medios de que nos valemos para llegar á tener una
idea clara de cada terreno en particular, tratándose en espe-
Fig. 44. — Discordancia de estratificación
cial de los de sedimento, son el estudio de las rocas, al que
llamamos carácter mineralógico; el conocimiento de los ac-
cidentes que ofrecen los bancos ó estratos y es el carácter
estrat ¡gráfico, y por último, la distinción de los fósiles que
se resume en el carácter paleontológico. Veamos qué impor-
tancia alcanza cada uno de ellos.
Carácter mineralógico. — Si bien la descrip-
ción de un terreno exige el estudio y conocimiento profundo
de las rocas que lo componen, pues por ello se empieza
cuando se trata de distinguirle y clasificarle, el carácter mi-
neralógico ofrece escaso valor desde el momento en que dos
terrenos diferentes pueden ofrecer la misma composición, y
en uno mismo presentarse en localidades distintas una com-
posición diversa ; solo en algunos casos podrá ser caracterís-
tica la presencia de determinadas sustancias, como por ejem-
plo, el carbón en el carbonífero, las margas irisadas y el
rodeno en el triásico, etc.
Carácter estratigráfico. — Mas importante
que el anterior, el carácter estratigráfico se funda en la ma-
nera especial cómo se han ido depositando los materiales de
sedimento, lo cual permite establecer el principio de que
cuando en un mismo corte existen dos ó mas órdenes de
capas, si estas no han sufrido dislocaciones posteriores,
puede asegurarse que las de abajo son mas antiguas que las
de arriba, según demuestra la figura 43, en la que las pa-
pas B son mas antiguas por ser superiores á las marcadas
con la letra A. Sin embargo, puede suceder, y de ello citare-
mos mas de un caso, que por efecto de movimientos terres-
tres, haya inversión en las capas ó estratos, en cuyo caso, el
carácter estratigráfico puede inducir en error.
Carácter PALEONTOLÓGICO.— El verdadero ca-
rácter geológico, y en el cual debe fundarse así la relativa,
como la edad absoluta de los terrenos, es el paleontológico,
que consiste en la naturaleza de los restos orgánicos que se
encuentran en el seno de los materiales terrestres. Con efec-
to, conteniendo cada terreno una fauna y una flora especial,
el conocimiento de sus representantes servirá para distinguir
GEONOMIA
305
perfectamente unos terrenos de otros; y si por otra parte
recordamos que los séres que simbolizan las mencionadas
faunas y floras, se asemejan tanto mas á los actualmente vi- |
vos, cuanto mas moderno es el terreno en que se encuentran,
es claro que por este medio podremos designar la edad de
aquellos. Pero para que el conocimiento de un terreno sea
cabal, siquiera se dé la preferencia al carácter paleontológi
co, debe fundarse también en el estratigráfico y el mineraló-
gico. En su virtud, y guiado por la larga práctica de mas de
veinte años de excursiones científicas, aconsejo á los que
quieran conocer á fondo la materia, que empiecen por estu-
diar y recoger en el lugar mismo las rocas que representan
cada terreno; determinando después con precisión todos los
accidentes que ofrecen los estratos, y recogiendo, por último,
con las precauciones debidas, el mayor número posible de
fósiles como complemento y verdadera piedra de toque para
resolver todas las dificultades que la parte mineral y estrati-
gráfica de un terreno pueda ofrecer.
Hay, pues, que estudiar terrenos eruptivos, que arrancan-
do de las diferentes capas de enfriamiento del globo, han
ido apareciendo al exterior, á través de los estratificados,
produciendo en ellos, no solo el metamorfismo que ya estu-
diamos, sino también dislocaciones mas ó menos importan-
tes en los estratos ó capas. Terminado esto, seguirá la
descripción de los de sedimento, cuyas relaciones con los
otros pone de manifiesto la figura 44, en la cual los trazos
horizontales, cuya curvatura representa la del globo, expre-
san los terrenos de sedimento, según el orden de sobreposi-
cion, mientras que las masas a, b, c, etc., indican los mate-
riales eruptivos intercalados.
CAPÍTULO PRIMERO
DESCRIPCION DE TERRENOS
PRIMERA SERIE— Plu tónico-ígnea
Decididos á seguir el orden cronológico, según el cual
han ido apareciendo de abajo arriba los materiales terrestres,
empezamos por la serie Plutónico-ígnea, la cual comprende
las rocas que llevan estos nombres, llamadas también hidro-
termales y volcánicas. Con el fin de facilitar la inteligencia
de esta materia, ofrecemos á continuación dos cuadros, de
los cuales el primero da una idea cabal de la composición
de los terrenos plutónico ígneos, y el segundo indica clara-
mente las relaciones que existen entre estos y los de sedi-
mento.
CUADRO GEOGNÓSTICO DE LOS TERRENOS ERUPTIVOS
KOCAS
MINERALES CONSTITUTIVOS
CONDICIONES GENI- RALES DEL CRIADERO
_ . . % . Volcanes activos, y apagados con conos y cráte-
Lavas, escorias y cení- j Feldespato, .abrador, anor- res. javas celulares posteriores á los terrenos
zas ) y piróxeno / terciarios superiores.
Terreno piroidéoó
volcánico. . I
1 Dikes; corrientes al descubierto, cubriendomese-
| Basaltos, escorias, wac-)Tabraf<?r,anfi?e!ia’ze01taVl tas extensas; lavas columnares. Aparecieron
kas ¡ analcima, piroxeno, peri < f0n¿0 globo, desde los terrenos tercia-
doto, hierro oxidado. . | rjos hasta )a época de los aluviones antiguos.
¡Altas cúpulas (Domes), dikes; grandes acumula-
ciones, en las que las traquitas alternan con
tobas, brechas y conglomerados traquiticos.
Corresponden al período terciario.
Ofitos ¡ Anfíbol, Lherzolita. .
(
•i
^Serpentinas, eufótidas} Serpentina, dialaga, estea-'
y gabbros j tita, jade \
°- ) Pir<>xen°’ »nfib°1> labrador,^
amigdaloideas. . . ) ol.goctasa, ortosa. . . .j
y
Pórfidos feldespáticos,\
euritas , petrosilex , ( Ortosa, albita, oligoclasa, an-
pórfidos cuarcífcros, j ííbol, cuarzo y mica. . .
\ Dioritas /
D
Masas de levantamiento y dikes, cuya aparición
en los Pirineos se efectuó entre las calizas num-
mulíticas y la arcilla plástica.
Masas acompañadas de gabbros, y de conglome-
rados ofiolíticos, posteriores en los Alpes y
Apeninos á los machiños del terreno cretáceo.
Corrientes, dikes y masas empotradas en las islas
Británicas, en el Palatinado, en el Nassau, el
Harz, etc., entre el período secundario y las
areniscas del terreno pérmico.
Masas montañosas, filones y grandes dikes en los
Vosgos, en los alrededores del Roanne, en el
Erzgebirge, anteriores al período pérmico. Las
erupciones esporádicas de estas rocas se verifi-
caron durante toda la serie secundaria.
/ Masas eruptivas y de levantamiento contemporá-
neas de los terrenos paleozoicos; en los Alpes se
han extendido hasta el período jurásico, y en la
isla de Elba son posteriores al grupo cetáceo.
Tomo IX
39
Formación aluvial í Aluviones y turbas.
>-j / ( Diluvio alpino,
o
Superior Aluviones antiguos de la Bresse.
Fahlun.
i Medio J Molsa.
I (Areniscas de Fontainebleau.
Inferior-
Yeso de Montmartre y Ais.
Caliza basta.
Arcilla plástica.
Volcanes activos,
—apagados con cráteres.
Lavas celulares.
Basaltos con conos y cráteres.
Basaltos antiguos.
Fonolitas
Traquitas. /
Í Creta blanca y margosa.
Creta glauca y arenisca verde,
Pisos neocómico y weáldico.
oiita supenor.
olita media.
Terreno jui
pérmico
•othe todilieg.
;o devónio
Superior,
Medio
<• Inferior
Pórfidos traquíticos.
Euritas.
Yenita. Hierro oxidado.
Anfibolitas cupríferas
Serpentinas,
fitas de los Pirineos,
tidas de los Alpes.
• • — serie, com
os gn
segundo ígneo ó ve
su mismo nombre lo in-
llamados el primero plutónico y e
PRIME*
PRIMER GRUPO. —
AGAL
TE
C(
les ó rocas
recer las seña-
Definigion y divisio...
agalísicas, llamadas así por Brongni
les mas evidentes de haber estado disueltas por la acción
del fuego, llevan también el nombre de plutdnicas, de Plu-
ton, dios de los infiernos. Se distinguen principalmente por
presentarse en masa en la base de los terrenos de sedimento
mas antiguos, ó intercalados en sus estratos en forma de
tifones, dikes ó filones con una estructura cristalina nunca
vitrea, ni celular ó esmaltada; lo cual supone que estas ma-
sas se formaron bajo la influencia de una presión enorme y
de la acción en parte del agua. ;
Estos materiales constituyen ó se subdividen en dos for-
maciones: granítica y porfídica.
Primera formación — Granítica
La formación granítica se distingue por la estructura gra-
nujienta peculiar, hasta cierto punto, de la roca que le comu-
nica el nombre y comprende los tres ge'neros de rocas que
dimos á conocer bajo las denominaciones de granito tipo
granitos abortados y granitos degenerados. Entre estas roca¡
unas son esenciales á la íormacion, como el granito, la sieni-
ta, la protogina, etc.; mientras que otras solo forman acci-
dentes que, si bien suelen tener alguna aplicación industrial
o agrícola, no ofrecen tanto interés científico.
Los límites de la formación granítica son muy difíciles c
determinar por varias razones; la primera, porque la apai
''ion de sus diferentes rocas no se verificó en una sola époc;
labiendo adquirido los materiales que la componen u
irácter particular según el período á que pertenecen ; y 1
;gunda por el íntimo enlace que ofrece con otros depósito
en especial con las rocas metamórficas antiguas y con le
pórfidos. Estos, con efecto, se ven muy á menudo en form
de tifones ó dikes, penetrando en las masas graníticas, pe
niendo en claro su edad relativa; pero como si la naturalez
se complaciera en complicar la cuestión, otras veces la
rocas porfídicas aparecen atravesadas por las graníticas.
Dejando aparte los caractéres propios de las rocas, que y¡
dimos á conocer, esta formación se distingue por el numen
de metales que en ella se encuentran, en forma de venas
ilíones ó dikes, ó diseminados de un modo irregular en st
masa; si bien su riqueza no es tan notable como la de la:
formaciones porfídicas y cristalofísicas que acabamos de in
dicar.
La asociación de los diferentes metales en la formacior
granítica no es la misma en sus diferentes períodos; de con
siguiente, esta circunstancia puede auxiliarnos en la deter
rainacion de su edad respectiva. Así es que, en general, la
presencia del rutilo supone una gran antigüedad en dichac
rocas, como lo parece confirmar, por otra parte, el predoni
nio de la sílice, su estructura mas compacta y las relaciom
geognósticas. La existencia del wolffram ó tungsteno denoi
rocas medias; y por último, los granates, el talco y la turm;
lina suelen pertenecer á rocas graníticas mas recientes.
También puede considerarse como carácter de la forrm
cion granítica el presentarse alguno de sus elementos con:
GEONOMI A
3°7
Ti
titutivos aislados en la masa de las rocas, en manchas ó
bolsas, venas, dikes, y hasta filones, dando á esta expresión
un sentido lato. Este carácter no solo sirve como distintivo
de estos terrenos, sino que nos demuestra que originariamen-
te todos los materiales que hoy los forman se encontraban
en una especie de baño de fusión, como el de un metal fun-
dido, ó bajo el aspecto de cieno hidrotermal granítico, según
opina Vezian, y que al tiempo de consolidarse y cristalizar,
aquellos elementos que se encontraban en exceso, se agru-
paron en determinadas direcciones, probablemente bajo la
influencia de corrientes eléctricas subterráneas, y determina-
ron los accidentes indicados.
La formación granítica, en sentido vertical, puede decirse
que recorre toda la serie de los terrenos de sedimento, des-
de los mas antiguos hasta los terciarios inclusive; aunque
siempre son mas abundantes las rocas que la representan en
aquellos que en estos.
En sentido horizontal ó geográfico, ocupa á veces comar-
cas enteras de 30, 40 y mas leguas cuadradas, determinando
la mayor parte de los accidentes orográficos del suelo, cuya
base ó cimientos representa. Otras veces estas formaciones
se notan en puntos aislados ó manchones, formando con-
traste con los terrenos que atravesaron y dislocaron á su
paso.
En general las formaciones graníticas constituyen monta-
ñas redondas coronadas por mesetas, cuando predomina el
elemento feldespático; sus pendientes en este caso, y cuando
los montes son de escasa elevación, suelen ser suaves. Por
el contrario, si es la sílice ó algún otro elemento el dominan-
te, las formas son caprichosas, las cimas cortadas y pirami-
dales, y las vertientes ásperas en las montañas muy altas,
cuyas faldas presentan el aspecto del caos, por el amontona-
miento irregular de los materiales desprendidos de las partes
elevadas. Todo esto es aun mas característico en aquellas
en que los elementos resisten desigualmente á los agentes
exteriores. Los valles suelen ser anchos, aunque á veces
ofrecen bordes escarpados, bastante profundos y escabrosos.
Las formaciones graníticas en su descomposición suelen
proporcionar mas arenas que tierras; de consiguiente, el
suelo es en ellas poco persistente y muy permeable; la vege-
tación necesariamente es higrófila ó amante de la humedad,
como dice Thurmann. Estas tierras son, por lo común, poco
á propósito para el cultivo; préstanse, sin embargo, para bos-
ques de pinos y otros árboles; y, al parecer, el estaño las
prefiere á las demás. A no estar cubierto de otros terrenos,
sobre todo del diluvium, los cereales y la vid no se crian
bien en él. Seguramente á esta circunstancia se debe la exce-
lencia de la tierra vegetal, que según Schulz suele formarse
en las llanuras, en los valles y al pié de las montañas graní-
ticas de Galicia.
En esta formación los manantiales se presentan en gran
número, si bien de escaso caudal, resultando de la filtración
de las aguas al través de la delgada capa de detritus de su
propia descomposición, filtraciones que se suspenden en el
momento en que las aguas dan contra la roca intacta, pues
por efecto de su estructura maciza no les permite el paso.
Antes de terminar la historia de esta formación, debemos
notar un hecho muy curioso, que ofrece su distribución en
Europa, y es, que mientras las formaciones mas antiguas
ocupan las regiones septentrionales de Suecia, Noruega y
Rusia, las mas modernas, por el contrario, se hallan en las
cordilleras del norte de Italia y del oeste en nuestra Penín-
sula; siendo, generalmente hablando, intermedias las del
centro del continente europeo.
Otra observación importante es que la altura de las mon-
tañas de esta, como de todas las formaciones en general,
está en razón inversa de su antigüedad, como nos lo demues-
tra, por ejemplo, en nuestro continente Montblanc, que es
sin disputa la mas alta de todas, y probablemente la mas
moderna, comparada con las montañas escandinavas (Suecia
y Noruega), que son colinas respecto de aquella y de fecha
muchísimo mas antigua.
Por último, también puede asegurarse que, en general, el
cortejo mineralógico de esta formación es tanto mas variado
y rico, cuanto mas antiguos son sus materiales; circunstancia
que hay que tener en cuenta en el terreno de la práctica.
La formación granítica bajo el punto de vista industrial
es una de las mas importantes por las variadas sustancias
que suministra; así es, que además de las diferentes rocas
íntegras y en estado de descomposición que dimos ya á
conocer en artículos especiales, el hombre encuentra en ella
muchos metales y varias piedras preciosas, objeto de ricas
explotaciones. Entre los primeros se hallan el oro, el cobre,
el estaño, el arsénico, el molibdeno, las piritas de hierro y
cobre y otros menos comunes. El topacio, la esmeralda, las
turmalinas y todas las variedades de cristal de roca, se en-
cuentran en ella. Hay, sin embargo, que tener en cuenta lo
costoso que es la extracción de esta piedra, cuando sirve de
ganga, y la elevada temperatura que exige para dejarse bene-
ficiar, pues ambas circunstancias aminoran el valor de la
sustancia que se explota.
En cuanto á las aplicaciones á la agricultura, creemos
haber dicho lo suficiente al hablar de las condiciones agrí-
colas de esta formación, y de consiguiente, no hay por qué
repetirlas.
Segunda formación. — Porfídica
Bajo la denominación de formaciones porfídicas, se com-
prenden muchas rocas de estructura maciza y compacta, de
aspecto generalmente porfiroidéo y que se presentan comun-
mente en forma de dikes ó filones, atravesando otros terrenos
plutónicos y también muchos de sedimento.
Las dos maneras de presentarse los materiales de la for-
mación porfídica no son contemporáneas, pues la de expan-
sión ó en grandes masas es, en general, mas antigua que la
de dikes ó filones. Por la primera se enlaza con la granítica
y por la segunda con los terrenos volcánicos, con cuyos ma-
teriales conserva tan estrechas relaciones, que puede asegu-
rarse que en donde terminan las unas, es decir, hácia la
parte superior del terreno cretáceo, empiezan las otras.
La formación porfídica, aunque lleva este nombre por el
mayor desarrollo que en ella adquieren los pórfidos, abraza
una porción de rocas de composición, si se quiere, diversa,
pero enlazadas de tal modo por sus relaciones geognósticas
y por los tránsitos insensibles de unas á otras, que, geológi-
camente hablando, no se pueden separar. Estos materiales
son, además de los pórfidos, todas las rocas serpentínicas,
anfibólicas, y algunas piroxénicas: en una palabra, todas las
comprendidas con el nombre de pórfidos feldespáticos y
magnésicos, en el cuadro de clasificación.
Aunque las relaciones que unen á todos estos elementos
dificultan su clasificación, sin embargo, obligados por la ne-
cesidad del método, admitiremos con Omalius y otros auto-
res la división en tres miembros ó sistemas, que corresponde,
hasta cierto punto, con el órden cronológico de la aparición
de estos materiales del fondo del globo, y son: i.° porfídico
cuarcífero ó simplemente porfídico; 2.0 ofiolítico; y 3.0 piro-
xénico.
El primer sistema está representado principalmente por el
ortofido rojo y cuarcífero, al cual hay que agregar otros pór-
fidos y rocas feldespáticas y anfibólicas, como la eurita, la
GEOLOGÍA
308
sienita, ia diorita, etc. Algunas de estas podrá parecer extra-
ño que formen parte del grupo porfídico, por cuanto figuran
también en el granítico: esto es efecto natural de los tránsi-
tos insensibles que se notan entre unas rocas y otras, al par
que demuestra lo arbitrarias que son, al menos por ahora,
todas las divisiones de los terrenos plutónicos, que solo se
admiten convencionalmente y para facilitar el estudio. Con
estos antecedentes no será fácil establecer los verdaderos
límites de este sistema, debiéndonos concretar, por ahora, á
decir que su posición geognóstica es muy inferior en la serie,
encontrándose en general en los terrenos mas antiguos, á
veces debajo del granito mismo, con cuya roca se enlaza
íntimamente por el intermedio de la sienita roja cuarcífera.
Raras veces se encuentran los materiales de este sistema
mas arriba de los terrenos paleozoicos.
R1 sistema ofiolitico ó serpentinico se compone casi exclu-
sivamente de las diferentes variedades admitidas de la ser-
pentina, á la que quizás pudieran añadirse las eufótidas y
algunas rocas anfibólicas, por los puntos de contacto que
ofrecen.
Generalmente los materiales de este sistema se presentan
en dikes, afectando á veces el aspecto de capas empotradas
ó intercaladas en relación, en uno y otro caso, con las rocas
cristalofilicas, en la base del terreno silúrico, cuya riqueza
mineralógica han determinado en gran parte. Otras veces
atraviesan de un modo mecánico la formación granítica,
extendiéndose á través de los materiales de sedimento hasta
la parte superior del terreno cretáceo y principio del tercia-
rio. Para persuadirse de esto, basta recordar que el levanta-
miento de los Pirineos, interpuesto entre los estratos del
terreno numulítico, pertenece ó fué determinado por la apa-
rición de muchos elementos de este sistema.
Las rocas de este adquieren grande importancia en los
Pirineos, en los Alpes y en los Apeninos, en especial en los
de Liguria. En la Península, en la parte correspondiente á
la primera de estas cordilleras, puede decirse que muchos
de los criaderos metalíferos que tanta importancia ofrecen,
bajo el punto de vista industrial, están relacionados con este
sistema, como ya dijimos en otro lugar.
Por último, el sistema piroxénico, que otros han llamado
del trapp, por considerar á este modo de ser de algunas sus-
tancias minerales como verdaderas rocas, y también grupo
melatidico, por dar importancia á la expresión melafido, es-
pecie de incertcB seáis, en donde se colocan todas las rocas
de colores oscuros y de composición poco conocida, com-
prende una porción de elementos geognósticos que recono-
cen por base al piroxeno, y también al anfibol y á la hipers-
tena, rocas en general de colores osemos, de estructura
compacta con tendencia á la cristalina, que se presentan en
dikes, y á veces en coladas ó corrientes, enlazándose, bajo
este punto de vista, con el terreno basáltico; así como por su
composición mineralógica no es fácil marcar los límites que
lo separan de la formación granítica.
En este sistema se comprenden, además de ciertos pórfi-
dos piroxénicos, anfibólicos y ofiolíticos, conocidos con el
nombre vago de melafidos, otras rocas como la dolerita, la
hiperstenita, las anfibolitas, etc. La mayor parte de estas ro-
cas ofrecen por carácter el presentar una porción de mine-
rales diseminados ó tapizando las oquedades que se encuen-
tran en su masa. La numerosa familia de las ceolitas, las
ágatas, las calcedonias, las amatistas y cristales de roca, son
las sustancias que mas comunmente se encuentran en este
grupo. En cuanto á los metales, si bien no puede asegurarse
que los contienen en su masa, sin embargo, muchos son com-
pañeros muy frecuentes de las rocas de este sistema.
El sistema piroxénico no ofrece la importancia que los
anteriores; sin embargo, se encuentra en varias regiones de
Europa y en los otros continentes en pequeños manchones,
como otros tantos centros de erupción y dislocación. En
España tiene bastante importancia, aunque no sea mas que
por el papel que desempeñaron sus rocas en los alrededores
del gran criadero de Almadén, y en los de Guadalcanal,
Riotinto, etc.
Las montañas porfídicas suelen ser, por lo común, de es-
casa elevación, constituyendo mas bien colinas que montes
verdaderos, aunque algunas veces llegan á mil y mas metros
de altura: sus formas son redondas, algo cónicas, de pendien-
tes suaves; los valles empiezan por un circo y ofrecen, con
frecuencia, en su curso la curiosa disposición de dilataciones
y estrecheces.
La estructura compacta de estas rocas y su tendencia á
presentar grandes fracturas y hendiduras, hace que las aguas
sean superficiales cuando aquellas se hallan cubiertas por
alguna gruesa capa de descomposición ó de terreno de sedi-
mento, ó desaparecen por filtración; siendo en general esca-
sos en ellas los manantiales.
Prescindiendo de las aplicaciones que pueden hacerse de
los pórfidos, serpentinas, etc., como materiales de construc-
ción ó como piedras de adorno, según indicamos ya en su
lugar, las formaciones porfídicas ofrecen un gran interés in-
dustrial por el desarrollo que en ellas adquieren las sustan-
cias metálicas susceptibles de explotación, existentes unas
veces en su propia masa, otras constituyendo verdaderos
filones relacionados con ellas. La mayor parte de las minas
de oro y plata de la América del sur se encuentran en estas
formaciones: las minas de Hungría, de Sajonia, del Palatina-
do, de Cornwall, y el mayor número de los criaderos de ga-
lena argentífera, de plata, de mercurio y de cobre en la Pe-
nínsula, pertenecen á esta formación. Gran parte de la rique-
za mineral de la Toscana en el continente y en la isla de
Elba consiste en cobres, hierros y galenas, empotrados en
este terreno en el sistema ofiolitico.
Bajo el punto de vista de las aplicaciones á la agricultura,
puede decirse que en general, el terreno porfídico es poco
propicio á la vegetación, excepto en el caso de hallarse cu-
bierto por una considerable capa de detritus ó de tierra ve-
getal; entonces es excelente para arbolado en las faldas y
cimas de las montañas; en los valles se crian buenos prados
y se dan bien los cereales.
SEGUNDO GRUPO— TERRENO PIKOIDÉO Ó VOLCÁNICO
Los terrenos llamados piroidéos ó volcánicos, se compo-
nen de muchas rocas de estructura menos cristalina que la
de los graníticos, escoriforme, algo terrosa, celular á veces y
esmaltada. El modo de presentarse estos materiales en gene-
ral, no es en grandes masas, sino mas bien en corrientes ó
coladas, afectando la disposición de capas alrededor de los
centros de erupción, y también accidentalmente en forma de
dikes ó tifones, atravesando estratos ó depósitos de sedi-
mento, y hasta penetrando algunas rocas plutónicas.
Los materiales volcánicos, efecto de su aparición por una
cavidad central, suelen acumularse alrededor de dicho pun-
to llamado cráter, y á veces levantan los bancos de otros
productos eruptivos anteriores, los dislocan y alteran mas ó
menos profundamente, imprimiendo un sello especial á las
montañas que constituyen. La forma de estas es con frecuen-
cia cónica ó concoidéa, y suelen ocupar el centro de una
llanura circular limitada por paredes mas ó menos verticales,
dando al conjunto el aspecto de lo que se llama cráter de
levantamiento.
División. — Este grupo consta de tres formaciones que
son: traquítica, basáltica y lávica.
GEONOMÍA
3°9
Primera formación. — Traquítica j
El grupo traquítico, que en el orden cronológico es el
mas antiguo de los volcánicos, consta, no solo de la roca
que le da nombre, sino también de todas las que compren-
dimos bajo esta denominación en la clasificación genea-
lógica.
Estos elementos se presentan en su estado de integridad
formando montones masó menos elevados, de figura cónica,
con un cráter en su interior por lo común; otras en masa y
en forma de cúpula, como le sucede á la domita. En estado
incoherente ó suelto y en rocas conglomeradas, se presentan
en capas ó masas al pié de sus propias montañas. En uno y
otro caso los materiales de esta formación se distinguen per-
fectamente por los caracteres que les asignamos al trazar su
descripción.
El tránsito de unos á otros es tan insensible, que con difi-
cultad pueden marcarse sus verdaderos limites. 1 ambien los
lazos que unen á estos materiales con los de la formación
porfídica son muy íntimos, de modo que con lrecuencia se
mezclan y confunden; siendo esto tan cierto, que todavía no
se sabe á punto fijo si los metales que muchos les atribuyen
y que les dan su importancia industrial, les pertenecen de
hecho ó forman parte, por el contrario, del grupo anterior,
como opinan autores de mucha nota. Las ágatas, sin embar-
go, pueden considerarse como elementos habituales de la
formación traquítica.
Este grupo, después del granítico, es el que mas directa-
mente contribuye á determinar el carácter orográfico de una
parte muy principal de la superficie terrestre; tal es el desar-
rollo que en ciertas épocas han adquirido sus materiales.
Para convencerse de ello basta considerar que la gran cor-
dillera de los Andes, á cuya aparición atribuyen muchos el
diluvio que puso término á la época inmediatamente anterior
á la actual, está formada en su mayor parte de montañas
mas ó menos cónicas, esencialmente traquíticas.
La meseta de Auvernia, en Francia; la mayor parte de las
regiones volcánicas de Italia; la comarca del Siebengebirge
(de las siete montañas), y otras en Alemania y Hungría;
varias localidades de España, en especial el distrito de Cabo
de Gata y Mazarron; casi todas las islas Canarias, las Azores
y del Cabo Verde, pertenecen á esta formación.
En sentido vertical suelen alcanzar, á veces, un desarrollo
extraordinario, como en el Pico de Pichincha y en el Coto-
paxi (América del Sur), que llega á 4,000 y mas metros de
altura.
Cuando esta formación ocupa una región muy vasta, suele
formar grupos de montañas cónicas alrededor de un centro
de erupción, representado por la cima mas alta, ó formando
una faja ó zona de montes, que sigue la dirección del eje de
su levantamiento, disminuyendo en importancia á medida
que se alejan de él.
La notable permeabilidad de esta formación, hace que las
aguas desaparezcan con prontitud, y que en consecuencia se
presente pobre en manantiales.
Prescindiendo de las aplicaciones que pueden hacerse de
las rocas que lo constituyen, pues las indicamos ya en su
lugar, el grupo traquítico suministra entre los metales el oro
(en Hungría), la galena argentífera, como de ello nos da buen
ejemplo el distrito de Mazarron, según el Sr. Maestre, y otros.
Entre las materias no metálicas deben colocarse en primer
término las ágatas y los ópalos, entre los cuales los de Hun-
gría son los mas estimados. Por la descomposición propor-
cionan los alumbres y kaolines; sustancias que se explotan en
gran escala en Mazarron.
Bajo el punto de vista agrícola, puede decirse que no es
del todo impropio para la vegetación, atendida la facilidad
con que se descomponen los materiales, y á la abundancia
de arcilla y de otras sustancias que suministra. Así es que en
las regiones altas se crian bien las gramíneas, que adquieren
gran lozanía y constituyen prados siempre verdes; en las re-
giones medias se dan bosques de pinos; y en los valles y
llanuras la vid y los cereales crecen y se desarrollan admira-
blemente.
El famoso vino Tokay procede del terreno traquítico de
Hungría.
Hay que tener, sin embargo, en cuenta que si la capa
vegetal no es de mucho espesor, por efecto de la natural
permeabilidad de las rocas y del estado fragmentoso que
suele ofrecer el terreno, el suelo es árido ó poco fértil.
Segunda formación. — Basáltica
El grupo basáltico es uno de los mejor caracterizados
entre los plutónicos, tanto por la homogeneidad de las rocas
que lo componen, que en rigor, pueden referirse al basalto y
á los productos de su descomposición, cuanto por las formas
que afectan las montañas y los accidentes que ofrece el
terreno.
La tendencia á las formas prismáticas y la consecuencia
natural de esta disposición, que se deja conocer por el as-
pecto de las montañas, generalmente planas, de escasa eleva-
ción é imitando calzadas, pavimentos y otros mil caprichos
dominados siempre por superficies mas ó menos planas, lo
caracterizan perfectamente.
Lo mismo que en el traquítico, sus materiales se presen-
tan en estado compacto ó incoherente, constituyendo en el
primer caso el basalto propiamente dicho, la basanita y otras
rocas análogas; en el segundo, los peperinos, las tobas basál-
ticas, etc.
Estos suelen entrar á formar parte esencial de terrenos de
sedimento, en capas regulares con sus fósiles propios, ocu-
pando el fondo de los valles ó las faldas y el pié délas mon-
tanas basálticas. Aquellos, por el contrario, se presentan en
dikes, filones y masas que atraviesan otros terrenos, ó en cor-
rientes intercaladas en los estratos de formaciones marinas ó
lacustres, adaptándose á sus accidentes, y dificultando con
frecuencia el estudio de unos y otros.
La formación basáltica se enlaza intimamente con muchas
de las de sedimento, de las cuales llega á formar parte, como
acabamos de ver. En sus inmediaciones las rocas demues-
tran haber sufrido alteraciones á veces notables; las calizas
suelen hacerse cristalinas, y la ulla pierde parte de sus ma-
terias bituminosas, pasando á verdadera antracita. Este
grupo no es rico en sustancias minerales; debiendo citar tan
solo el peridoto entre las que se prestan á la explotación,
destinándose á objetos de adorno como piedra fina.
Los terrenos plutónicos siguen en su distribución la misma
ley que los de sedimento, empezando los mas antiguos por
hallarse muy esparcidos en la superficie del globo, y circuns-
cribiéndose cada vez mas á medida que son mas modernos.
Así es que la formación basáltica, lejos de ocupar vastas re-
giones como la granítica y traquítica, solo se encuentra en
determinados centros de erupción local y muy circunscritos,
ofreciendo por lo tanto poca importancia.
La formación basáltica, compuesta de muy pocos elemen-
tos y afectando cierta regularidad en la composición y modo
de presentarse, comunica á las regiones en que se encuentra
un carácter orográfico singular. Dominado el elemento prin-
cipal de este grupo, el basalto, por esa tendencia tan notable
á las formas esferoidal y prismática, como se dijo ya en la
descripción de esta roca cuando se presenta en grandes ma-
GEOLOGIA
sas, constituye montañas dependientes muy ásperas, corta-
as a pico, ofreciendo especies de terraplenes ó azoteas
coronadas por una meseta mas ó menos plana.
Cuando la roca se halla en estado de descomposición sue
e iorrnar montañas redondeadas; y si algunas partes del ter
reno o recen mas resistencia que las otras, afectan, miradas
es e jos, formas caprichosas, como de castillos antiguos,
calzadas, etc.
En Hungría y Silesia se presenta esta roca en forma de
colinas aisladas, mas ó menos redondas, coronadas por una
meseta de escasa elevación, de 240 ¿250 metros. En otros
puntos y en especial en las islas de Java y Banda, se halla
muy desarrollada, llegando á constituir montañas de 2 á 3,000
metros de altura.
Sin entrar en la descriprjon ]os qUe p0(jrjan namarse
monumentos basálticos, como la gruta de Fingal, las calza-
das de los Gigantes de Plenskin, Bengore, en Irlanda, y en
os aliededores de Puy, en Francia, basta citarlos para com-
p etar la descripción de las formas y accidentes de este ter-
reno.
La formación basáltica contiene algunos criaderos meta-
1 eros de importancia, debiendo citar como el mas notable
e t. plata de Joachimsthal, en Bohemia, que se explota en
el basalto del período terciario
En Cabo de Gata se beneficia en varios puntos la galena
argentífera, en Mazarron el alumbre, y el manganeso en el
Garbanzal (Hjjar).
'ÍrmTÍfflrrreno.es Precioso por iSffflfflttidad de arcilla
que suministra su propia descomposición, cuya utilidad en
!as aplicaciones á la agricultura, á la alfarería, etc, es ya so-
brado conocida para que insistamos en ello.
Tercera formación. — Lávica
Esta formación, á la que en rigor podría aplicarse el nom-
)re e \o canica por excelencia, si esta expresión se refiere
exc usi\ amente á los volcanes modernos, hállase constituida
por a a\a o tetrina en estado coherente, celular, compacto
o sue to y mas o menos terreo. Estos materiales afectan la
orma e coladas ó corrientes, imitando perfectamente capas
y estratos mas ó menos indinados alrededor de un punto
centra , accidentes que se ha convenido en llamar cráter de
evantamiento y de erupción. De esta circunstancia depende
a orma comea de las montañas lávicas, dispuestas alrede-
or e un punto, ora hueco, ora ocupado por materia de la
misma o de naturaleza distinta, que representa, según algu-
nos autores, e agente <5 la potencia que determinó el levan-
tamiento y la inclinación de sus capas.
Como esta formación atraviesa la basáltica y traquítica, se
establecen entre las tres tales puntos de contacto y relacio-
nes an intimas, que difícilmente puede marcarse la línea de
separación entre unas y otras
Los elementos de esta formación son la lava ó tefrina y
odas las variedades que describimos en su lugar, y en estado
eren e e api i, as cenizas volcánicas y otros productos
sueltos o aglutinados por cualquier cemento, constituyendo
as tobas que se presentan alternando con las corrientes de
modernas 6" f°rmand° Parte & ‘«renos de sedimento
Como elementos accidentales' Mr^e'estaTormaclon mu
os minera es e >ase de sílice, intercalados ó empotrados
n su «asa,) ademas varias sustancias cristalizadas, resulta-
el a nf ? SU !mac,10!‘ 0 metamorfismo de sus rocas, como
el azufre, vanos oxidos de hierro y de cobre, el rejalgar, el
otros 0nC0' 6 C °rUr° am°n‘co’ e* ye®0. sal común y
Siguiendo la ley de que cuanto mas modernos mas cir-
cunscritos se hallan los terrenos, el grupo lávico que repre-
senta el último de los eruptivos, debe naturalmente ser el
mas localizado de todos. Con efecto, la formación lávica está
hoy reducida á los' volcanes activos, como el Etna, Stromboli,
el Vesubio, las diferentes islas volcánicas modernas de Grecia,
los centros eruptivos de Islandia, Kamtchatska, islas del
Pacífico y Atlántico, y los volcanes del continente americano,
asiático, africano, etc.
Difícilmente se hallará un terreno cuyos elementos incohe-
rentes ó los compactos en estado de descomposición se pres-
ten mas á la agricultura, y den una tierra vegetal mas fértil
para plantas útiles de todas especies; pero muy especialmente
para la vid, algarrobo, olivo y árboles frutales, y también para
el trigo, cebada, etc. La riqueza y variedad de la vegetación
de las regiones volcánicas, y en especial del Vesubio y del
Etna, y lo exquisito de sus frutos son proverbiales y bien
conocidos.
I erminaremos el estudio de los terrenos volcánicos con
la reseña de los tres ó cuatro distritos mas importantes de
la Península. Estos pueden clasificarse del modo siguiente
respecto de su situación topográfica: el primero es esencial-
mente continental, y comprende la región del Campo de
Calatrava y Ciudad-Real; el segundo es casi litoral, y es el
de Olot y Castellfollit (Cataluña); el tercero es esencialmente
litoral, á saber: el del Cabo de Gata y Cartagena; por último,
el cuarto es insular ó marino, constituido por la cordillera
submarina de las islas Columbretes.
SEGUNDA SERIE- neptúnica
Terre?ios de sedimento
La segunda serie del cuadro de clasificación es la de los
terrenos estratificados ó fosilíferos, y como, según lo que va
indicado, los caractéres que sirven para distinguirlos son el
mineralógico, el estratigráfico y el paleontológico; habiendo
ya dicho en la descripción de las rocas cuanto en una
obra de esta índole es posible exponer tocante al primero,
estamos ya en el caso de abordar el exámen de los otros
dos. Esto nos obliga á tratar con alguna extensión acerca
de la Estratigrafía que resume el carácter estratigráfico, y
de la Paleontología, que hace lo propio respecto al paleon-
tológico.
CAPITULO PRIMERO
Estratigrafía
s
Definición. — Esta palabra, derivada del latín stratum ,
capa ó lecho, y del griego graphos, significa descripción de
todo lo relativo á los bancos, capas, estratos ó lechos; parte
importante de la Geología, sin cuyo auxilio la descripción
de los terrenos seria punto menos que imposible.
Estratificación. — La palabra estratificación signi-
fica el modo de presentarse los estratos en el terreno de se-
dimento.
Capa ó estrato. — Por capa ó banco se entiende
toda masa mineral, generalmente de mucha extensión, cuyos
planos superior é inferior, si su posición es horizontal, late-
rales, si es vertical, conservan entre sí cierto paralelismo,
cualesquiera que sean los accidentes que ofrezca.
Planos de estratificación y de juntu-
RA. Las caras paralelas que limitan las capas se llaman
planos de estratificación; otras líneas oblicuas ó perpendicu-
lares á estas separan á veces los materiales que componen
una capa en porciones regulares, que indican siempre cierta
GEONOMÍA
31 1
retracción en la materia, á cuyos planos se da el nombre de
juntura. Los canteros granadinos, según Rojas Clemente,
los designan con el nombre de cabezas de las rocas, acciden-
Fig. 45- — Planos de crucero
A, B, C, superficies de un escarpe en que se ponen de manifiesto todos
estos accidentes. — K, E, planos de estratificación. — C, C, planos de
crucero. — J, J, planos de juntura.
te común en las pizarras y en otras metaraórficas, y cuyo
conocimiento es trascendental.
PLANOS de CRUCERO. — Por último, cuando las lá-
minas ú hojas que componen una roca, en vez de ser para-
lelas á los planos de estratificación se presentan oblicuas,
constituyen un tercer orden de planos que se llaman de cru-
cero. La figura 46 explicará estos accidentes.
GRUPO, piso, hilada. — Los estratos en su conjunto
constituyen un terreno; pero como no siempre es fácil encon-
trar reunidos en un solo punto todos los componentes de
uno mismo, y como puede suceder también que aun en
este caso ofrezcan accidentes diversos, de aquí la necesidad
de dividir el terreno en grupos, estos en pisos, y, por último,
en hiladas, comparables á las capas de ladrillo ó piedra que
se sobreponen en la construcción de un edificio.
Fig. 47- — Corte de una parte del Jura
ESTRATOS ESENCIALES, HABITUALES Y ACCI-
DENTALES.— lodos los materiales que se observan en
los terrenos no ofrecen siempre igual importancia para su
determinación, de donde derivan las expresiones de rocas ó
estratos esenciales y característicos, como por ejemplo, el
carbón en el carbonífero: habituales, los que sin ser de ne-
cesidad en un terreno dado, se presentan con mucha frecuen-
cia, como por ejemplo, las calizas cristalinas en el gneis, la
Dolomía en el terreno cretáceo, etc.
HORIZONTE GEOGNÓSTICO. — Cuando hay identi-
dad 6 mucha semejanza de composición en dos terrenos
mas ó menos distantes entre si, se acostumbra á llamarlos
paralelos; y cuando esta similitud de caracteres se refiere á
la composición mineral ú orgánica de algún estrato, hilada
ó piso, recibe esta el nombre de horizonte, geognóstico en el
primer caso, paleontológico si la identidad es entre especies
fósiles. Así decimos, por ejemplo, horizonte del Muschelkalk,
de la arenisca verde, etc., de la ostrea arataia , del ( erithium
lapidum y otros; por donde se ve que la palabra horizonte
geognóstico es sinónima de estrato esencial.
Los estratos en un terreno pueden estudiarse en sí, ora
uno á uno, ora muchos reunidos ó bien en las relaciones
o
Hg. 48.— Inclinación de las capas
mutuas que entre ellos existen. En el
examinar la dirección
terrupcion: en el segundo la concordancia y la discordancia.
DIRECCION Ó RUMBO. — Llámase dirección ó rumbo
de las capas, el punto del horizonte hácia donde se dirigen,
para lo cual es preciso que ofrezcan cierta inclinación, pues
las horizontales ñola tienen determinada, variando según se
Elas mire. Para apreciar la dirección nos valemos de la brújula,
haciendo coincidir la de los estratos con la línea que marca
el Noroeste, en cuyo caso el ángulo que forma la aguja de-
termina el rumbo. Conviene para esto tener en cuenta lo que
se llama declinación magnética, que es la desviación que el
polo magnético ofrece respecto del terrestre. Hoy dia es
occidental y en nuestras regiones era en 1858 de 20o— 7 “,9.
INCLINACION. — Cuando una capa ó serie de ellas no
es horizontal, se dice en términos geológicos que buza; el
punto por donde se pierden con frecuencia en el interior de
y el ángulo que forman con
la vertical levantada en dicho punto, representa la inclinación,
según indica la figura 46.
Para hacer inteligible esta materias, una de las mas im-
portantes de la Estratigrafía, puede compararse la dirección
é inclinación de los estratos, al caballete y aleros de un te-
jado; aquel representa la dirección, éstos la inclinación ó
buzamiento. El adjunto corte del Jura puede completar esta
idea, supuesto que las líneas a b c} que representan las cres-
tas de dicha cordillera, son las equivalentes al caballete, así
como las pendientes ó laderas indican la inclinación. De
donde se deduce que dirigiéndose las capas de norte á sur,
el buzamiento necesariamente ha de ser de este á oeste, ó
de oeste á este.
Para medir la inclinación de las capas,* podemos valernos
de diferentes medios: si no se aspira á una gran exactitud, y
carecemos además de instrumentos á propósito, nos servire-
primer caso hay
’T
que
y la inclinación, su continuidad ó in-
la tierra, se llama buzamiento,
312
GEOLOGÍA
micin
mos de las manos, según indica la adjunta figura, haciendo
que una de las dos sea la vertical, y la otra paralela al buza-
miento de los estratos.
CLIN ÓMETRO.— Los geólogos ingleses suelen servirse
del clinémeiro , que es el aparato representado en la fig. 49,
-
yo uso la rama inferior ha de coincidir con la de in-
on de las capas, y la superior se pone horizontal por
’o del nivel allí indicado; como la charnela lleva un se-
0 graduado, éste indica el valor del ángulo. Con la
brújula que existe en la rama inferior puede apreciarse la
dirección.
RÚJULA DE GEÓLOGO. — El instrumento de que
raímente se valen los geólogos es la brújula, que indica
50 y al es fácil apreciar la dirección, ma-
te si, como sucede en algunos, lleva marcada la de-
n magnética; y también la inclinación, fijando prime-
indican las letras a b c en el corte del Jura (fig. 47). Linca
sinclinal la que indica la intersección de capas cuyo buza-
miento se confunde en un mismo punto, ó en otros térmi-
nos, en estratos entrantes. El fondo de los valles marcados
en la misma figura representa este último orden de líneas.
De modo, que por lo común, la línea anticlinal representa la
cima ó cresta de la montaña, mientras que la sinclinal coin-
cide con el Thalweg.
Algunas veces, empero, por efecto de depresiones terres-
tres, las capas en los montes se dirigen hácia su interior, en
cuyo caso la cima coincide con el eje sinclinal. El Sr. Mac-
erson cita casos muy curiosos de esta especie de irregula-
ridad ó anomalía de las líneas sin y anticlinales, en la intere-
sante Memoria geológica sobre la provincia de Cádiz, modelo
n su género que recomendamos á los que quieran instruirse
geología práctica.
Un caso análogo á este es el que marca lo que llamaremos
mas adelante estratificación palmeada, ó en abanico.
aguja, sacando después la
entre
o,
los
pieza
que
ce
5°
Fig. 52. — Concordancia de separación
Como el estudio de la dirección ó inclinación de las capas
de suma trascendencia, conviene proceder con mucho
lomo, pues de lo contrario nos exponemos á serios erro-
Uno de ellos, y muy frecuente por cierto, es aquel en que
do las capas mas ó menos oblicuas, aparecen como ho-
izontales, en lo que se llama la cabeza de los estratos, se-
demuestra la siguiente figura; pues en ella vemos que
: examinan las capas por el corte A, las creeremos hori-
ales, cuando en rigor ofrecen una inclinación bastante
notable, según se ve.
Las capas miradas aisladamente, no solo ofrecen á la con-
sideración del geólogo la dirección y la inclinación, sino
grados 240 y 260, con la cual y el borde de la misma brúju-
la, forma ésta asiento, ó se adapta mejor que á las capas
mismas al mango del martilllo, que se hace coincidir con
éstas. Después de lo cual, en el semicírculo graduado que
lleva la misma brújula, se nota la desviación del indicador ó
plomo y ésta será la inclinación.
Respecto al punto hácia donde se verifica el buzamiento,
lo da siempre la misma dirección, con la cual aquella forma
un ángulo de 99o.
LÍNEA ANTICLINAL Y SINCLINAL. — Llámase
linea aniiclitial la que marca la intersección de capas sa-
lientes que se dirigen ó buzan en direcciones opuestas, como
Fig. 53- — Discordancia de separación
A, B, falla ó salto vertical. — C, D, falla oblicua
F
* amblen otros accidentes igualmente dignos de tenerse en
fuenta, tales como la disposición que afectan, etc.
Lo común es que las capas sean paralelas, conservando el
mismo espesor en extensiones á veces considerables; pero
suele también acontecer que se adelgazan y terminan en
punta, coincidiendo en un punto los dos planos de estratifi-
cación : en cuyo caso, si solo se observa en uno de sus extre-
mos, se da el nombre de banco ó estrato en cuña, y si el
adelgazamiento es en los dos extremos, se la llama en lente
por la forma que afecta.
GEONOMIA
3*3
Cuando una misma capa se interrumpe y vuelve á presen- las hay horizontales, inclinadas, verticales, algunas rebasando
tarse con iguales ó análogos caractéres, se dice que hay frac- la perpendicular, en cuyo caso aparecen como superiores las
tura ó dislocación, y si al reaparecer aquella no se encuentra que en realidad son inferiores: las hay también plegadas ú
en el mismo nivel ó á la misma altura, es prueba de que onduladas y angulosas, como se observa muy á menudo en
existe una falla ó resbalamiento, accidente bastante común el terreno carbonífero, y por último, existen algunas, particu-
en la práctica, y que detallaremos mas adelante. larmente en los Alpes, cuya colocación, imitando la de los
Respecto á la disposición que las capas pueden ofrecer, dedos de la mano, hace se las llame en abanico, según de-
Fig. 54.— Corte del San Gotardo
a Gneis.— 1> Pizarra micácea.— c Piedra córnea.— d Pizarra arcillosa.— ¿ Yeso.— / Granito.—" Cuarzo.—/; Piedra ollar.—/ Asbesto.— k Pizarra
talcosa
muestra la figura 54, y muchas otras que no enumeramos
atendida la índole de la obra.
CONCORDANCIA. — Cuando los estratos se estudian,
d^
Fig. 55.— Sobreposicion transgresiva entre la arenisca roja antigua (ter-
reno devónico) d, y la pizarra silúrica a, en Siccar-Point (Condado de
Berwik Inglaterra).
no en sí, sino relacionados los unos con los otros, dan ori-
gen á lo que se llama concordancia y discordancia de estratifi-
cación, dato de la mayor importancia para el conocimiento
de los terrenos. Llámase concordancia cuando los estratos
otras, ó hallándose separadas, no guardan paralelismo entre
sí, se dice discordancia de sobreposicion ó de separación,
y á los estratos se los designa con el nombre de discordan-
tes.
La figura 53 representa la discordancia de separación de-
terminada por un movimiento terrestre de abajo arriba, que
levantó las capas del centro A, B, C, D, ó bien por el hun-
dimiento de las laterales : de todos modos, sea cualquiera la
Fig- 57- —Corte ideal de un filón
MA
D
Fig. 56. — Corte entre Mismer y Dunwich (Suffolk, Inglaterra)
guardan entre si el paralelismo debido al procedimiento de
su formación, y á las capas ó bancos que ofrecen esta cir-
cunstancia, se Ies da el nombre de concordantes.
Lste hecho, que siempre supone normalidad en un terre-
no, ó lo que es lo mismo, no haber sufrido dislocaciones
posteriores, unas veces se observa en capas sobrepuestas, en
cuyo caso se dice concordancia de sobreposicion ; mas si me-
dia un espacio cualquiera entre los estratos paralelos, se
llama concordancia de separación. El corte (fig. 52) ilustrará
estos dos casos.
DISCORDANCIA. — Si las capas al apoyarse unas en
Tomo IX
causa que determinó estos efectos, la continuidad de las
capas se interrumpe, apareciendo unas mas altas y otras mas
bajas, que es lo que constituye la verdadera discordancia de
separación.
Discordancia transgresiva.— Cuando sobre
capas mas ó menos inclinadas, se presentan otras, oblicuas
Fig. 58. — Corte de un terreno dislocado por un tifón
también, sobre la cabeza de aquellas, la discordancia recibe
el nombre de transgresiva, como indica la figura 55, la cual
supone cuatro periodos mas ó menos extensos, á saber:
i.° sedimentación de las pizarras a en capas horizontales;
40
í*
2. levantamiento de estas rocas; 3.° formación de las are-
niscas; 4. primer levantamiento de estas y segundo de las
pizarras.
Discordancia diagonal ó cruzada. — Aun-
que en rigor en lo que indica la figura 56 no hay verdadera
discordancia, sino simplemente ondulaciones en los mate-
riales componentes de las capas, determinadas por corrientes
en sentido opuesto en el fondo del mar, lo cierto es que
algunos autores llaman á esto discordancia transgresiva, falsa
estratificación, etc., pero el nombre mas propio es el de es-
tratificación cruzada ó diagonal.
FALLA, SALTO, ETC. — En la discordancia de sepa-
ración existe siempre un desnivel entre unas capas y otras,
sffiBlit
m ; #1 | 1 1 | || m | 1 \ \ \ ■
Dgí 59- falla oblicua rellena por materiales de los estratos que se han
puesto oblicuos /
v/J/l \ Tjjgli-L /
accidente que se conoce en la ciencia con el nombre de
salto, falla, etc. El significado de estas palabras no es, sin
embargo, el mismo; así se llama propiamente salto ó resba-
lamiento, cuando las capas desniveladas se hallan en contac-
to en la grieta donde se verificó el fenómeno, como se ob-
serva en la mina San Cárlos en Hiende-la-encina, según he
tenido ocasión de observar; cuando entre unas y otras media
un espacio cualquiera, si está hueco, quedando abierta la
grieta, se dice falla o soplado, y si lo ocupa algún material,
entonces se llama filón, como se ve en la figura 57; tifón, si
los materiales, aunque procedentes también del interior del
globo, se presentan en masa y no son metalíferos, como se
ve en la figura 58, y dike si los materiales proceden de las
mismas capas dislocadas, rellenando la grieta como demues-
tra el diagrama de la figura 59.
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Fig. 60. -Repetición aparente de capas, debida á fallas ó saltos
Hay que advertir, sin embargo, que la palabra dike, de
origen inglés, tiene además otra significación, pues muy
frecuentemente se aplica á las especies de murallones que
en los terrenos volcánicos, de cualquier naturaleza que sean,
se le\antan a major o menor altura sobre el resto del terre-
no formado á veces de materiales de sedimento, como el
peperino, por ejemplo, aunque su naturaleza sea volcánica.
En el Vesubio, en el Etna, en el Valdinoto, en Sicilia y muy
especialmente en Alicudi y Filicudi, islas de Lipari, he teni-
do ocasión de ver estos accidentes en gran escala.
Cuando en un mismo distrito existen diferentes fallas, su-
cede que capas de una misma naturaleza aparecen repetidas
tantas veces cuantas son las fallas existentes, como indica
la figura 60, en la que las lineas verticales dgje, representan
las fallas, y las letras a b c d las capas que aparentemente
repiten. Este caso y en general todos aquellos en que inter-
vienen fallas, exigen mucha circunspección y profundos co-
nocimientos en la materia, á fin de evitar en la práctica
grandes dispendios, que redundan en perjuicio de las empre-
sas y descrédito del que dirige la explotación.
Levantamiento. — Estos y muchos otros casos,
que con frecuencia se observan, de discordancia y disloca-
miento de las capas, son generalmente debidos á movimien-
tos terrestres, los unos de abajo arriba, y los otros, por el
contrario, de arriba abajo.
El primero de estos movimientos, en virtud de los cuales
una parte de la superficie terrestre es llevada mas allá de su
nivel por una fuerza interna, se llama levantamiento.
Si la causa determinante de esta acción, que suele ser por
lo común alguna roca ígnea, no aparece al exterior, y se tra-
duce su acción por la inclinación de las capas sobrepuestas,
en este caso se llama cono de levantamiento, según indica la
figura 61. Si el granito, pórfido ó lava aparece al exterior
separando ó dislocando los estratos, además de levantarlos,
se designa con el nombre de cráter de erupción.
A veces pueden ser dos las masas eruptivas que actúen
sobre los materiales de sedimento, y en este caso, ó cuando
no siendo mas que una, encuentran los estratos algún obstá-
culo insuperable, se pliegan estos formando ss ó zz, y en la
práctica se ve con frecuencia, en especial en el terreno
carbonífero y en las formaciones metamórficas antiguas, en
las que á menudo figuran las rocas pizarrosas. De varias lo-
calidades de Suiza figuran en las colecciones geológicas del
Museo de Historia Natural de Madrid, con estas ondulacio-
nes admirablemente dispuestas, varias pizarras talcosas y
cloriticas, en las que pueden estudiarse muy bien todos estos
accidentes.
Para dar una explicación satisfactoria de este hecho, ideó
el Dr. Hall el experimento que indica la figura 62, en la
que aparecen varios pedazos de paño, bayeta ó franela, com-
primidos lateralmente y por la parte superior por unas table-
tas ó libros, resultando los repliegues que se observan.
Estos mismos efectos pueden igualmente producirse por
hundimiento, como indica la figura 63, en la cual supone-
mos que las dos masas b // se han hundido por cualquier
causa, en cuyo caso las capas a a presentan ondulaciones;
mas cierta inclinación y quebrantamiento en el punto d ,
donde parece haberse formado una especie de cráter.
1 ambien explican algunos por hundimientos laterales la
estratificación, que ya indicamos, palmeada ó en forma de
abanico, según demuestra el diagrama de la figura 54, reduc-
ción del que en 1804 trazó de mano maestra el ilustre Gim-
bernat.
La discordancia de estratificación, cualquiera que sea la
aparición de alguna masa ígnea del interior del globo, ofrece
una gran importancia en la determinación de las épocas de
su historia física, pues depositándose los materiales en el
fondo del mar en capas sensiblemente horizontales, la apari-
ción á su través de una roca eruptiva determina el levanta-
miento de aquellas: después de lo cual, si las capas levantadas
ocupan el fondo de un nuevo mar, resultará que los estratos
que se depositan formarán ángulo mas ó menos abierto con
los primeros. Ahora bien, como quiera que esto se ha veri-
GEONOMIA
3*0
ficado en épocas sucesivas, es claro que la discordancia de
estratificación es, en la inmensa mayoría de los casos, la
resultante de todos estos fenómenos, de donde se deduce la
notoria significación de este hecho.
CUENCA geológica. — Uno de los resultados délos
levantamientos de las montañas combinado con la acción
erosiva de las aguas, es lo que se llama cuenca. Como un
punto cualquiera del globo no puede elevarse ó deprimirse,
sin que se verifique un hundimiento ó protuberancia en otro
mas ó menos lejano, el nombre de cuenca se aplica á las
regiones ó espacios limitados por cordilleras formadas de
capas, de las que las antiguas ocupan las laderas y se pier-
den en el fondo, y las mas recientes la parte céntrica y mas
superficial. Generalmente las cuencas sirven de álveo á un
gran rio y á sus afluentes; por cuya razón se les da el epíteto
de hidrográfica por lo común, y se las considera también
como sinónima de valle principal.
La figura 64 dará una idea de esto, al paso que esclarecerá
uno de los casos mas importantes en la práctica, á saber: que
cuando las capas inclinadas, que forman el limite de una
cuenca, buzan hácia su interior en busca de la línea sinclinal,
se puede tener casi la seguridad de encontrarlas en todos los
puntos intermedios, á no ser que alguna falla ó soplado las
interrumpa.
APLICACION DE LOS LEVANTAMIENTOS. -
Siendo incuestionable que los materiales de sedimento se
han depositado en el fondo de los mares ó lagos, la conse-
cuencia inmediata de encontrar restos orgánicos fósiles á dos
interior, que obrando de abajo arriba, llevó allí los materia-
les que se formaron en fondos de mayor ó menor profun-
didad.
No cabe duda alguna, en consecuencia, que los levanta-
mientos se han efectuado empezando, si se quiere, mucho
antes que los terrenos de sedimento. Ahora, si estos movi-
mientos fueron lentos ó bruscos, ó si la escala en que se
desarrollaron fué mayor ó menor, es en lo que los geólogos
no andan hoy dia acordes. La tendencia actual, merced á los
exagerados y no siempre exactos principios de la teoría de
la evolución lenta y progresiva de la materia, es á considerar
la historia terrestre como una serie indefinida de sucesos
que se realizaron en un espacio de tiempo inmenso, sin ad-
mitir acontecimiento alguno extraordinario de esta índole,
que alterara la marcha regular de los agentes naturales.
Consecuencia lógica de esta doctrina, que quiere ser el fun-
damento de todo un sistema filosófico, es borrar todo límite
Den las llamadas épocas de la historia terrestre, y hacer que
los séres orgánicos que, según enseña la práctica, han apare-
cido y desaparecido en períodos determinados, han ido suce-
diéndose de un modo lento y paulatino, quitándoles toda la
importancia que realmente tienen, en la determinación de los
terrenos.
Lo que se nota hoy es la reacción, hija, y en proporciones
iguales desarrollada, de la teoría de Elie de Beaumont, autor
de la famosa red pentagonal, y del ilustre Cuvier, para quie-
nes la historia terrestre era una serie de decoraciones del
gran teatro, que repentinamente variaban de aspecto, como
si obedecieran á un supremo regulador de las cosas. La
índole de la obra no permite entrar en mayores detalles
sobre el asunto; pero no concluiré sin manifestar la convicción
de que no están en lo cierto ni los unos ni los otros; es
decir, que en este asunto, como en todos, no es la exagera-
ción la que mas se aproxima á la verdad.
Fig. 62. — Teoría ó experimento de Hall
Han existido, pues, levantamientos, á los cuales deben
atribuirse gran número de hechos que la Estratigrafía estu-
dia; y otros que se resumen en el metamorfismo de las rocas,
siquiera no admitamos que deban aquellos considerarse como
generales, ni tampoco como la causa mas eficaz de dichos
efectos.
CAPÍTULO 11
P aleontología
A rticulo prt. mero. — Generalidades
DEFINICION. — La palabra Paleontología se deriva de
palayos antiguo, ontos ser, y logas discurso, de modo que su
verdadero significado es «ciencia que trata de los séres orgá-
nicos antiguos, que por otro nombre se llaman fósiles.» De
aquí la división natural en Paleo-fitología, la que trata de
los vegetales, y Paleo-zoología, la que se ocupa en el estudio
de los animales fósiles.
UTILIDAD DE la Paleontología. —Las ven-
tajas que resultan del conocimiento de esta ciencia, cuya
historia es recientísima, son muchas y de trascendencia. Con
efecto, la Paleontología tiende á darnos una idea clara de la
vida en el globo desde su aparición hasta la época actual,
siendo quizás la única que pueda esclarecer en su dia el im-
portante problema de la serie vegetal y animal, de la fijeza,
variabilidad ó transmutación de las especies, de la evolución
orgánica, en fin, desde la aurora de la vida hasta el micro-
cosmo humano. Con lo cual basta y aun sobra, si se quiere,
s
Fig. 63.— Replegamiento de las capas por depresión
en un compendio, para comprender la importancia suma que
tiene el estudio de este nuevo ramo del saber.
Hemos dicho al definir esta ciencia, que era la que trataba
de los fósiles, y antes de entrar en otras consideraciones,
conviene definir esta palabra.
FÓSIL. DEFINICION. — Por fósil se entiende todo
cuerpo orgánico enterrado naturalmente en los estratos ter-
restres, bien se conserve el mismo, ó señales evidentes de su
existencia: siempre que los manantiales entre los que se en-
GEOLOGIA
cuentra, se hayan depositado en circunstancias distintas de
las que actualmente ofrecen.
Otros lo definen diciendo, que es todo cuerpo ó vestigio
de ser orgánico, enterrado de un modo natural en las capas
terrestres, y que se encuentra hoy fuera de las condiciones
normales de existencia; es decir, que si vemos un molusco
marino, por ejemplo, enterrado á mayor ó menor altura sobre
el nivel del mar, debemos considerarle como fósil, supuesto
que allí no podría hoy vivir.
Frecuentemente se usan en Paleontología las expresiones
fósil idéntico, análogo y extinguido. Conviene, de consi-
guiente, saber el valor que se da á estas palabras.
Fósil, idéntico. — Llámase así, cuando en nada se
distingue la especie que lo representa, ora se comparen
de distintas localidades en un mismo terreno, en
constituye lo que llamamos horizonte paleontológico; bien
los de los terrenos diferentes, lo cual supone que la especie
pasa de uno á otro; ó establézcase, por fin, el exámen entre
los restos orgánicos de los últimos períodos de la historia
terrestre y los actualmente vivos.
FÓSIL ANÁLOGO. — Como su mismo nombre lo expre-
sa, fósil análogo es aquel que comparado bajo las tres condi-
ciones indicadas mas arriba, no da una identidad completa,
sino tan solo mayor ó menor grado de similitud. Según Pic-
tet, los análogos pueden considerarse como variedades de
una misma especie. La analogía puede referirse también á la
mayor ó menor semejanza que una fauna ó flora ofrece con
la actual, ó la de un horizonte con otro, como por ejemplo,
la de los diferentes pisos del terreno terciario entre sí.
FÓSIL EXT1N GUIDO. — Por fósil extinguido ó perdido
LAMMAM
se entiende todo aquel que ha dejado ya de existir, y que
cuando mas, otrece analogía con algunos tipos que vivieron
en períodos posteriores. La extinción unas veces se refiere
á especies, y es lo común en la inmensa mayoría de los fósi-
les, no solo respecto de los seres vivos, sino también compa-
rando los de unos terrenos con otros. Así, por ejemplo, el
Ursus spelaus y el Elephas primigenius , son dos especies
perdidas desde que dejaron de existir hácia el promedio de
la época cuaternaria. En cuyos casos se ve que las especies
desaparecieron, pero los géneros subsisten; otras veces tam-
bién se extinguen estos, como el Megaterio, el Mastodon-
te, etc. También alcanza esto mismo á las familias y órdenes,
como las de los Amonitideos, Belemnitídeos, etc.
Por regla general, y según demuestra la práctica, la inmensa
mayoría de las especies cuyo conjunto constituyen las faunas
y floras fósiles, pertenecen á la categoría de extinguidas al
pasar de un terreno á otro; fundándose precisamente en esta
circunstancia el valor de lo que hemos llamado carácter
paleontológico.
CLASIFICACION DE LOS FÓSILES.— Los fósiles,
como los séres vivos, unas veces son terrestres, otras fluviá-
tiles, lacustres ó marinos, y estos últimos litorales ó pelági-
cos, lo cual hace referencia ai medio en que han vivido
Si se los considera, no en el espacio, sino en el tiempo
se los llama primarios, secundarios, terciarios, etc., según la
época á que pertenecen. 5
semi-orgánicos; cuando la alteración ha sido mas completa
se los llama fósiles petrificados.
INCRUSTACION.— El vulgo suele confundir frecuente-
mente el fósil con la incrustación, siendo así que en el pri-
mero existe por lo común una trasformacion profunda en la
materia que antes lo formaba, mientras que en esta solo se
nota una sustancia cualquiera que cubre ó reviste el cuerpo,
pero sin alterarle, tomando con frecuencia las formas del sér
organizado.
A rilado II. — Fosilización
Todas las operaciones físicas, mecánicas ó químicas, cuyo
resultado consiste en convertir á un animal ó vegetal en fósil,
reciben el nombre de fosilización. Para dicho resultado
necesita el concurso de diversas circunstancias, dependientes
unas de los séres mismos que experimentan la acción, y
otras de los agentes que las determinan.
Primera CONDICION. — Lo primero que se necesita
para que esta operación se realice es que el cuerpo que ha
de experimentarla, se encuentre pronto fuera de la influencia
de aquellos agentes que, como el oxígeno, la luz, el calor, etc.,
contribuyen á su descomposición.
Esta primera circunstancia ha de variar en razón á la na-
turaleza mas ó menos putrescible del sér; de modo que la
Segunda CONDICION consiste ó depende de los
séres mismos que han de fosilizarse, en cuyo concepto puede
Algunos reciben el nombre de subfósiles ó hnnvin T q,e "an Üe ,oslllzarse’ en cuyo concepto puede
son los que se encuentran en formaciones reden, « enls 'T,^ "«T ^ '°S dÍe"teS *. mamífer0S’
que el escaso tiempo transcurrido siauiera se miHn ’ , 1 es> Peces» etc., son los que resisten mas á los agentes
siglos, hace que la materia ’f Los huesos, cuernos, astas y escamas. 3. ° El
poca alteración, por cuyo motivo suelen ñamarse ? ?d° dermat0 esqueleto de los crustáceos y de los insectos. 4/ Los
amblen cartílagos, etc. También puede asegurarse que el polipero de
GEONOMIA
717
los zoófitos, las conchas de los moluscos y la cubierta de los
equinodermos, resisten tanto á la acción destructora del
tiempo, que por esta misma circunstancia estos grupos de
fósiles son mas abundantes y característicos de los diferentes
terrenos.
Entre las plantas, los troncos resisten mas que los tallos
y hojas, y estas mas que los órganos sexuales: las dicotiledó-
neas ofrecen por lo común mejores condiciones que las de-
más, por la mayor consistencia de sus tejidos.
De la conservación de ciertas partes blandas de algunos
fósiles, tales como el alvéolo de los belemnites, las alas de
algunos insectos, y mas que todo, de la bolsa y tinta de las
sepias y calamares, de los que pueden ver los curiosos mas
de un ejemplar en las colecciones del Gabinete de Historia
Natural, traídos por mí, es fácil deducir la prontitud con que
han debido obrar los sedimentos en el seno de las aguas
para evitar la descomposición de sustancias tan putrescibles.
Fijándose también en la disposición encorvada que por lo
común ofrecen los peces fósiles del terreno pérmico de
Mansfelds, han creído algunos geólogos que era preciso ape-
lar á grandes y repentinos cataclismos en la historia terrestre
para explicar estos hechos. Sin negar que algo de esto debe
haber ocurrido en determinadas circunstancias, aunque por
otra parte, la sedimentación química puede dar razón de
muchos de estos fenómenos por la rapidez con que se veri-
fica, ofrecen á veces los fósiles circunstancias tales, que
acreditan un largo espacio de tiempo para su realización.
Entre estos debemos citar la rareza de los esqueletos de
mamíferos enteros, lo cual parece indicar que sus cuerpos
estuvieron flotando bastante tiempo para que todos sus
huesos se desarticularan, encontrándolos por lo común suel-
tos ó aislados. A la superficie externa, y hasta en el interior
de muchas conchas bivalvas, encuéntranse muy á menudo
adheridos balanos, briozoos, sérpulas y otros séres, lo cual
supone un espacio de tiempo mas ó menos considerable
antes de fosilizarse el sér. Por último, y para abreviar, cita-
remos el caso mas notable, que consiste en la adherencia á
la superficie del ananchitcs ovala del terreno cretáceo de
París, según puede ver el que lo desee en mis colecciones,
de la valva inferior át\acrania parisiensis, lo cual supo-
ne: i.° la muerte del equinodermo; 2.0 desprendimiento de
las púas que cubren la superficie; 3.° adherencia de la era-
vía, y 4/ muerte del molusco y separación de la valva su-
perior; todo esto realizado antes de hallarse el sér en con-
diciones convenientes para fosilizarse, lo cual exige, como
es fácil comprender, un espacio bastante considerable de
tiempo.
tercera CONDICION.— La consolidación mas ó
menos pronta de los materiales que envuelven á los séres,
pues de lo contrario, si aquellos permanecen sueltos, no
tardan estos en destruirse y perderse. La solidificación, pues,
de los sedimentos, es otra de las condiciones indispensables
para la fosilización, siendo rápida en los sedimentos llama-
dos químicos y mas tardía en los mecánicos.
Contribuye poderosamente á realizar esta circunstancia,
la propia presión de los materiales y la de las aguas que los
cubren, auxiliada del calor terrestre, particularmente en los
primeros tiempos de la historia del globo. Sin embargo, la
presión suele determinar á veces, asi en los estratos como
en los fósiles mismos, accidentes muy curiosos, y en parti-
cular la delormacion de los últimos; circunstancia que con-
viene tener en cuenta, para evitar equivocaciones ó errores
en la determinación de las especies.
Dadas estas y muchas otras circunstancias, que por la
brevedad omitimos, empieza en el seno de los sedimentos
esa operación física ó química recóndita, cuyo último resul-
tado es convertir al sér en fósil. Antes, empero, de referir el
mecanismo que en cada caso emplea la naturaleza en esta
operación, conviene indicar las principales sustancias que á
ello contribuyen.
Sustancias fosilizantes.— La primera y mas
común de estas sustancias es la caliza térrea, compacta ó
cristalizada; sigue á esta la sílice amorfa ó cristalina, la pirita
de hierro, el azufre, el hierro limonita, oligisto y carbonata-
do, el sulfato de barita, el yeso, la galena, la cinconisa y
otras mas raras. Las dos mas principales puede asegurarse
son la caliza y la sílice, siendo la razón de esta abundancia
la facilidad con que una y otra se disuelven en el agua,
aquella por un exceso de ácido carbónico, y ésta en estado
naciente, resultado de la descomposición de rocas feldespá-
ticas y de las que llevan las aguas de los geiseres, mucho
mas copiosas en otros tiempos que en los actuales.
Mecanismo de la fosilización .—Alteración.
— La mayor parte de los fósiles, antes de llegar á su estado
perfecto, pasan por diferentes modificaciones, empezando
por perder aquellas partes mas nitrogenadas y putrescibles.
A este primer grado de trasformacion, que se convierte en
permanente en los fósiles humátiles, ó del terreno cuaterna-
rio y moderno, se da el nombre de alteración ó ablación.
INCRUSTACION. — Dado ya el primer paso en la fosi-
lización, sucede á veces que la materia mineral se limita á
cubrir el sér de una capa que se adapta á todos los detalles
de la superficie, lo cual recibe el nombre de incrustación. Si
por ventura, el cuerpo incrustado desaparece con el tiempo
y se rellena el hueco de otra sustancia cualquiera, esta, re-
produciendo todos los accidentes que el primitivo sér ofrecia
á la superficie, da por resultado una forma orgánica que
recibe el nombre de molde externo.
INTRODUCCION MECÁNICA.— Así se llama el me-
canismo de fosilización, que consiste en la penetración de
las materias fosilizantes por alguna cavidad ó abertura natu-
ral ó accidental que ofrecia el cuerpo.
PENETRACION MOLECULAR .—Si los materiales se
introducen generalmente en estado de disolución, á través
de los poros del sér ó resto orgánico, en este caso, la opera-
ción, sin dejar de ser física, se llama penetración molecular.
Un ejemplo hará comprender mejor los dos casos ya cita-
dos, á saber: la primera cavidad ó celda y el sifón de los
ammonites y nautilos, comunican al exterior, y por este mo-
tivo se rellenan de materiales por introducción mecánica: ai
paso que las restantes cavidades se fosilizan por penetración
molecular, por cuanto se hallan herméticamente cerradas.
Los que deseen ilustrarse en esta materia, pueden examinar
mas de un caso en muchos ejemplares, convenientemente
dispuestos para el estudio, en las colecciones de mi cargo.
SUSTITUCION. — Así se llama cuando un cuerpo extra-
ño penetra en la sustancia orgánica para reemplazarla parcial
ó totalmente. También pueden estudiarse en mis colecciones
bastantes ejemplares de una concha bivalva perteneciente á
diferentes especies del género Lionsia, procedentes de Se-
mur, en Francia, completamente convertidas en hierro oli-
gisto, uno de los casos mas notables que se conocen. Deben
igualmente citarse los ejemplos de moluscos convertidos en
galena, que se conservan en la colección de la Escuela de
minas de la corte, y el Planorbis sulfuráis de Libros (Te-
ruel), así llamado por mi, en razón á que hasta la concha
misma se halla convertida en azufre, ejemplo curioso y, que
yo sepa, único en su género.
CONVERSION QUÍMICA. — Si las sustancias fosilizan-
tes actúan químicamente, puede suceder que dirijan su ac-
ción sobre los propios elementos orgánicos del sér, con los
cuales se cambian, originando sustancias nuevas que, al
GEOLOGÍA
3l8
reemplazar á aquellos, no alteran la forma primitiva del ani-
mal ó vegetal: otras veces obran sobre las materias fijas o
térreas, y cambian su naturaleza en totalidad ó en parte,
recibiendo en ambos casos el nombre de conversión química.
TRASFORMACION. — Como efecto de una especie de
cristalización de la materia fosilizadora, las moléculas del
cuerpo afectan una colocación distinta de la primitiva, que
suele ser especial en determinadas sustancias y aun en cier-
tos grupos de seres. Así, por ejemplo, el elemento calizo,
que en las conchas y en los equinodermos suele presentarse
compacto, y raras veces fibroso, toma en la fosilización la
estructura laminar y fibrosa, llegando á hacerse espática y
hasta cristalina, como sucede en casi todos los crinoideos y
erizos de mar. En virtud de esta misma especie de epigéne-
sis, muchas conchas, antes opacas, adquieren cierta trasluci-
dez, como se observa en muchos ammonites convertidos en
cuarzo ú ópalo; otras se hacen frágiles, mas ligeras ó pesa-
das, etc.
Mecanismo de la fosilización. — El procedi-
miento que emplea la naturaleza en estas operaciones singu-
lares, necesariamente ha de variar en cada uno de los distintos
casos indicados. Así, por ejemplo, en la fosilización mecánica
ó física, ora por incrustación, ora por introducción mecánica
ó por penetración molecular, preparado ya el sér por aquella
especie de alteración de la materia que siempre precede, no
es difícil comprender cómo la materia que rodeaba al cuerpo
orgánico, ha podido revestirle, ocupar una cavidad abierta,
ó bien penetrar en su tejido á través de los poros que ofrece.
La cosa varía de aspecto cuando se trata de la sustitución,
conversión ó trasformacion de la sustancia orgánica en pre-
sencia de los fosilizantes. Son estas operaciones demasiado
recónditas para que el hombre llegue hasta su esencia mis-
ma; limitándose, al menos por ahora, á suponer con bastante
fundamento, que bajo la influencia del agua, del calor, de la
presión, de las corrientes magnéticas tal vez, la materia de
sér primitivo es reemplazada, molécula á molécula, por la
sustancia mineral, y esto hecho de un modo tan delicado,
que no solo conservan los séres la forma, sus delineamien
tos, estrías, tubérculos y demás accidentes de la superficie,
sino que con frecuencia, hasta los colores mismos que ador-
naban al sér. En las colecciones de mi cargo pueden verse
Pleurotomas, Volutas, Conos, Melanias y otras conchas que
ofrecen ejemplos curiosos de coloración.
Si á estos antecedentes se agrega la nocion adquirida por
medio de experimentos, de que cuando la materia orgánica
recientemente depositada en un sedimento se descompone,
las reacciones químicas de las sustancias que las rodean so-
bre los propios tejidos del sér, se verifican en mayor escala;
y si se tiene además en cuenta, que según el Dr. Turner,
cuando algún elemento se desprende de una combinación, ó
se halla en estado naciente, ofrece mas aptitud á formar
parte de nuevos compuestos, puede decirse que tendremos
todos los datos que hoy posee la ciencia acerca de la fosili
zacion.
MOLDE. — Sucede con frecuencia, que después de pene
trar la materia fosilizante en el interior de una concha ó
equinodermo, por ejemplo, desaparecen estos, no quedando
del sér primitivo mas que la forma reproducida por la mate-
ria fosilizante; en este caso, bastante frecuente por desgracia,
pues la determinación de las especies se hace en extremo
difícil, recibe el fósil el nombre de molde, el cual puede ser
interno, como el que representa la figura 65, ó bien externo,
que es cuando la superficie de todo ó parte del sér ha dejado
su huella en los sedimentos que la cubrieron; según demues-
tra la figura 66. Algunos paleontólogos llaman á esto impre-
sión, de la cual puede sacarse mucho partido reproduciéndola
por medio de guttapercha reblandecida en agua caliente; por
cuyo medio hasta se puede determinar bien la especie.
impresiones fisiológicas. — Así se llama á las
huellas ó vestigios que han dejado en terreno blando ó are-
noso ciertos animales, en especial aves y reptiles, muchos de
los cuales solo se conocen por estas muestras de su actividad
en la marcha. El señor Hitchcock llama á estas impresiones
FJtr. 66.— Molde externo de la
trigonia longa
Fig. 65.— Molde de arca fibrosa Fig. 67.— Impresión de la trigo-
nia longa
huellas ó vestigios, ichnites , que quiere decir lo mismo en
griego, habiendo fundado un ramo nuevo á que da el nom-
bre de Ichnitología, aunque en rigor se refiere mas propia-
mente á las huellas de ave.
Fig. 68. — Impresiones de las gotas fósiles de agua
Contra impresión ó modelo, — Si después de
rellenarse el interior de una concha bivalva, por ejemplo, y
de cubrirse la superficie externa por los sedimentos, desapa-
rece aquella, resulta la reproducción por materias extrañas
de ambas superficies, cuyo caso, por unos se llama contra-
impresion y por otros modelo, nombre que se aplica también
cuando, después de recibida la impresión de la superficie
externa en el sedimento y de desaparecer el vegetal ó ani-
GEON'OMIA
3*9
mal, penetra una sustancia cualquiera, y adaptándose á la
superficie de la impresión, reproduce todos sus accidentes,
imitando el sér mismo, sin que en el fondo haya entre ellos
relación alguna. En este caso sucede al sér lo que á la esta-
tua de metal fundido respecto al objeto que representa, á
saber, una copia de su exterior, sin que en lo íntimo de su
masa haya nada del objeto primitivo. La superficie externa
del Arca fibrosa, si se prescinde por un momento del molde
interno que ocupa el hueco, puede darnos idea de lo que
acabamos de indicar.
IMPRESIONES físicas. — No es raro encontrar en
muchos terrenos, particularmente en Inglaterra y los Esta-
dos Unidos, las huellas de gotas de agua, de las cuales es
fácil deducir el carácter que á la sazón ofrecían las lluvias.
Otras veces se observan en los terrenos ciertas ondulacio-
nes, debidas sin duda alguna á la acción del mar. Algunos
autores elevan estas impresiones al rango de fósiles, pero sin
I* ig. 69 — Ondulaciones formadas por el agua del antiguo mundo
alcanzar la importancia de estos, pues en ultimo resultado,
solo indican que en la época en que se formaron llovía de
esta ó de la otra manera, y el mar obraba determinando efec-
tos análogos á los que hoy vemos ; razón por la cual es pre-
ferible darlas el nombre de impresiones físicas, de las cuales
representan las figuras 68 y 69 un espécimen.
COPROLITOS. — Derivada esta palabra de copros, ex-
cremento, y Utos , piedra, significa excremento petrificado,
cuya importancia estriba, no solo en la existencia de los
seres á que pertenecieron, sino también en el concepto de
dar á conocer las sustancias de que se alimentaban los mis-
mos. Hay coprolitos de todos los grupos de vertebrados, y
su estudio ha contribuido á desvanecer las dudas que acerca
de estos cuerpos se tenia en otros tiempos.
Formado ya concepto de lo que son fósiles, de los diver-
sos procedimientos que emplea la Naturaleza en convertir ó
dar este carácter á las plantas y animales que vivieron en
distintas épocas, veamos cuál es la verdadera importancia
que alcanzan en la determinación de los terrenos.
Carácter paleontológico. — Llámase así el
conjunto de datos suministrados por el estudio de los fósiles,
aplicado al conocimiento y determinación de las diferentes
épocas de la historia terrestre. En pocas palabras podemos
marcar la índole de este precioso carácter, pues á pesar de
la tendencia de los geólogos influidos por las teorías del
trasformismo, es lo cierto que en cada época geológica han
vivido una fauna y una flora propias, distintas de las ante-
riores y posteriores; notándose también que sus represen-
tantes son tanto mas análogos ó parecidos á los actuales,
cuanto mas moderno es el terreno en que existen. De modo,
que á pesar del tránsito innegable de algunas especies, si-
quiera siempre en corto número, de un terreno á su inme-
diato superior, consideradas en totalidad la fauna y flora de
cada uno de ellos, ofrece una facies distinta, circunstancia
que puede servir para determinar en absoluto la diversidad
de sedimentos ó depósitos, en los cuales se encuentran sus
representantes: al paso que el grado de similitud con los
seres actuales servirá de criterio para apreciar la edad mas
ó menos remota del terreno que examinaremos.
í dndanse las consideraciones anteriores en el resultado de
escrupulosos y detenidos estudios, que acerca del particular
han realizado la pléyada de ilustres paleontólogos que han
existido y existen, para honra suya y provecho de la ciencia,
en todos los países de Europa, siquiera no sea el nuestro,
por desgracia, el mas privilegiado, y en América; investiga-
ciones luminosas, cuyo resultado ha sido establecer los prin-
cipios siguientes:
En todos los países hasta el presente explorados, las faunas
y floras se han sucedido en el mismo orden; lo cual significa,
que los terrenos contemporáneos ó formados en la misma
época, contienen fósiles iguales, ó lo que es igual, que los
terrenos que ofrecen fósiles idénticos, son sincrónicos ó de
la misma fecha.
¿Podrá, sin embargo, prescindirse de la naturaleza de los
materiales componentes de los terrenos y de la disposición
particular que afecten los bancos ó estratos en la determina-
ción de los terrenos? En manera alguna; antes por el contra-
rio, al explorar una comarca cualquiera, debe empezarse por
el conocimiento exacto y detallado de la composición mine-
ral de los terrenos, consignándolo en el diario de viaje. He-
cho esto, la atención del geólogo debe dirigirse á observar la
disposición que afecten dichos materiales, indicando con
precisión el órden con que se suceden, y si esto se verifica
con discordancia ó concordancia en los estratos; determi-
nando, por los medios arriba indicados, la dirección ó rumbo
y el buzamiento que ofrecen. En rigor, si no hubiera sufrido
el globo dislocaciones determinadas por la salida de mate-
riales internos, y si todos los terrenos se hubieran formado
en la extensión total del globo, lo cual es materialmente im-
posible, indudablemente bastaría determinar el órden con
que se suceden los estratos para trazar de un modo riguroso
la historia de nuestro planeta. Pero como ninguno de estos
casos se ha realizado en punto alguno del globo, yen vez de
la sucesión regular, notamos aquí la interrupción de la serie
en mayor ó menor escala; allá la dislocación, el trastorno y
desorden en los estratos, y muchas veces hasta la inversión
total de estos, poniendo arriba los mas antiguos y abajo los
relativamente modernos, en todos estos casos, en los cuales
ni el carácter mineralógico ni el estratigráfico bastan para es-
clarecer el asunto, conviene valerse del paleontológico, que
por su índole especial está menos sujeto á variación. Con
efecto, ora domine en la ciencia la teoría de los grandes ca-
taclismos de Cuvier, expresada por los levantamientos lentos
ó bruscos de Elie de Beaumont; ora se infiltre en ella la idea
del desarrollo paulatino de la materia, así orgánica como in-
orgánica del globo, y la tendencia á borrar todo límite entre
terreno y terreno, siempre será una verdad la íntima relación
que se nota entre ambas esferas de la materia; lo cual hacia
exclamar con razón al eminente Cuvier. que «sin los fósiles,
los geólogos ni siquiera hubieran imaginado la existencia de
épocas diversas y sucesivas en la historia de nuestro globo,
siendo aquellos los únicos que pueden dar la certidumbre de
que no siempre ha ofrecido el globo el mismo aspecto que
presenta hoy, por la necesidad en que se hallaron los séres
de existir, antes de ser envueltos en la masa de los sedimen-
tos (1). »
Los séres vivieron, sin duda alguna, en momentos dados
de la historia terrestre antes de ser sepultados entre los ma-
teriales de sedimento; y como quiera que para ello haya sido
como es hoy precisa su adaptación á las condiciones físicas
de la superficie, es lógico, y hasta de sentido común, que la
diversidad de las faunas y floras en sus distintos periodos,
arguye necesariamente un carácter ó condición climatológica
( I ) Discours sur les Révolutions du globe.
32°
GEOLOGIA
diferente, en cuyo concepto estriba la verdadera importancia
de los fósiles, en virtud de los cuales puede reconstruirse la
historia de nuestro planeta, desde su primera aparición hasta
nuestros dias, trazando á grandes rasgos una Meteorología
retrospectiva. Para ello importa poco que la vida sea resul-
tado en su origen de una creación directa ó de la actividad
propia de la materia mineral ó inorgánica: ni menos aun ave-
riguar si la sucesión de las faunas y flores es debida á otras
tantas creaciones por el Supremo Hacedor, ó á la no inter-
rumpida evolución de las especies, como pretende la escuela
de Darwin. Problemas son estos, hoy por hoy, de difícil so-
lución, cuyas incógnitas, á mi modo de ver, tardarán aun
mucho en despejarse y cuyo exámen debemos dejar para
obras de otra índole. Para lo que nosotros nos proponemos
en este libro, basta con lo dicho, reducido en último término
á encarecer la importancia del carácter paleontológico, al
que debemos considerar como verdadera piedra de toque en
la determinación de los terrenos, en todos aquellos casos en
que ni la composición mineral, ni la sobreposicion de los
estratos sean suficientes.
Importa, sin embargo, advertir que no es preciso abarcar
el conjunto de las distintas faunas y flores para conocer los
diferentes terrenos; pues por regla general, y sin negar por
esto que cuanto mejor se haga este estudio, mas clara se
presentará la historia terrestre, basta fijar la consideración
en un corto número de fósiles, llamados por esta misma razón
característicos, por no encontrarse mas que en determinados
horizontes, según veremos en los muchos ejemplos que al
describir cada terreno nos permitiremos indicar. En esta
parte, el método propuesto por el malogrado Sr. D Orbigny
nos parece muy acertado : redúcese á indicar bajo el carácter
paleontológico positivo, las especies, géneros ó familias que
en cada terreno existen; y con el carácter paleontológico
negativo aquellos grupos de séres que se extinguieron en la
época anterior. Un ejemplo sencillo aclarará este asunto.
El terreno terciario presenta como carácter poleontológico
positivo la aparición de casi todos los órdenes de mamíferos
y el extraordinario desarrollo de gasterópodos y acéfalos
entre los moluscos, y como negativo, la desaparición antes
de depositarse sus primeros sedimentos, de los grandes rep-
tiles que vivieron en épocas anteriores en los terrenos cretáceo
y jurásico, y las familias de los ammonítidos y belemnítidos.
Para terminar este asunto, de suyo trascendental, hé aquí
las grandes agrupaciones que asi en lo orgánico como en lo
inorgánico, admiten en general los geólogos y paleontologis-
tas, demostrándose de paso la armonía y enlace íntimo que
entre la Estratigrafía y la Paleontología existen.
La primera, empezando de arriba abajo, comprende ani-
males y plantas cuyas especies viven hoy dia, mezcladas con
objetos de la industria humana, y con restos del hombre,
que revelan su contemporaneidad. Todos estos materiales
se encuentran casi en su estado normal, sin haber experi-
mentado muchos cambios en su composición. Los depósitos
en que se hallan, ocupan la parte mas superficial y exterior
de la tierra: lo cual confirma el enlace del carácter estrati-
gráfico y paleontológico.
La segunda puede llamarse de los Mamíferos, por el gran
número de restos fósiles de estos animales que la caracterizan.
En ella se observa una notoria analogía con los séres actua-
les, de los que se presentan ya muchos géneros y aun espe-
cies idénticas.
Estratigraficamente hablando, esta sección corresponde á
los terrenos diluvial y terciario. Se divide en tres sistemas
que son: i.° el de los elefantes, rinocerontes é hipopótamos.
2. De los mastodontes, dinoterios, lofiodons y otros. Y 3.0
de los paleoterios y anaploterios.
La tercera puede caracterizarse por la primera aparición
de los mamíferos monodelfos y didelfos, y por la presencia
y desarrollo de grandes reptiles, como los mosasauros, me-
galosauros, ictiosauros, piesiosauros, etc. A estos vertebrados
se asocian un gran número de moluscos, cuyos géneros han
desaparecido por completo, como los ammonites, belemnites,
scaphites, crioceras, etc. La fosilización de todos estos séres
ha sido completa, presentándose convertidos en caliza, sílice,
pirita de hierro, etc.
Estratigraficamente hablando, este grupo se extiende desde
el terreno cretáceo hasta el triásico, ambos inclusive. Se sub-
divide de un modo natural y bien marcado en tres terrenos,
que son: i.° El cretáceo, caracterizado por el gran desarrollo
de moluscos cefalópodos distintos de los de la época actual.
2.0 El jurásico, que se distingue muy principalmente por la
presencia de los grandes reptiles ya indicados. Y 3.0 el triá-
sico, cuyo carácter lo determina la presencia y primera apa-
rición de los mamíferos, la de reptiles colosales, el gran des-
arrollo de moluscos, cuyos géneros han desaparecido en su
inmensa mayoría, y las impresiones fisiológicas de aves, rep-
tiles, etc.
Por último, la cuarta está caracterizada per la primera
aparición de la vida en el globo: ofrece una fauna y flora tan
curiosa como extraordinaria, distintas de las actuales y aun
de muchas de las que sucedieron. La presencia de los crus-
táceos trilobites, la abundancia de peces de una estructura
diferente de los actualmente vivos, y de una flora riquísima
y tropical, representante del carbón de piedra, determinan
los caractéres paleontológicos de este grupo, que estratigrá-
ficamente abraza los terrenos conocidos bajo la denominación
de primarios ó paleozoicos desde el pérmico hasta el silú-
rico.
Este grupo puede separarse en tres grandes períodos, á
saber: x.° El del carbón de piedra, caracterizado por esta
sustancia y el gran desarrollo de crinoidéos. 2 ,° El devónico,
por la abundancia de braquiópodos y la presencia todavía
de algunos trilobites. Y 3.0 el silúrico, por la fauna particular
y notable de los trilobites.
En el reino vegetal pueden igualmente establecerse tres ó
cuatro grupos, que corresponden á grandes y sucesivas crea-
ciones y á otros tantos periodos de la historia física de nues-
tro planeta. Estos grupos, á partir de la época histórica, son
los siguientes: el i.° caracterizado por la flora actual y la de
los terrenos terciarios, en la que vemos la vida desarrollada
en su mas alto grado de esplendor y de variedad de formas;
este grupo comprende parte de las plantas vivas y los com-
bustibles turba y lignito. El 2.0 el de los terrenos secunda-
rios, en el que existen mas fanerógamas gimnospermas, que
monocotiledóneas y criptógamas. Las cicádeas y coniferas le
imprimen carácter: gran parte del lignito y la estipita perte-
necen á este grupo. El 3.0 es el de los paleozoicos ó prima-
rios, caracterizado principalmente por plantas criptógamas
vasculares, heléchos, equisetáceas ó colas de caballo, licopo-
diáceas, etc.; hay algunas monocotiledóneas y fanerógamas
gimnospermas y bastantes plantas celulares. El carácter prin-
cipal del grupo consiste en tener pocas especies y gran nú-
mero de individuos, como se ve confirmado en la flora que
dió origen á la ulla y al grafito.
Por último, vamos á resumir en breves palabras las princi-
pales leyes paleontológicas que sintetizan el espíritu de esta
ciencia tan importante, no solo en orden á la determinación
de las diferentes etapas de la historia del globo, sino también
como fundamento sólido del verdadero sistema filosófico
que ha de esclarecer un dia así el origen sucesivo de la vida
en general, como la aparición y desarrollo de la especie hu-
mana en particular.
GEONOMÍA
321
1. * ley. La duración de las especies en los tiempos geo-
lógicos, ha sido limitada. Una de las observaciones mas cu-
riosas que resultan del estudio comparado de los fósiles, es
la diversidad de tipos que han existido en cada época de la
historia terrestre, siendo muy pocos los que han recorrido
toda la escala de los tiempos, desde el principio de la crea-
ción hasta nuestros dias. Casi todos los grandes reptiles
acuáticos y terrestres, como los plesiosauros, los pterodácti-
los, ictiosauros, etc., los ammonitídeos, belemnitídeos y mu-
chos otros, se encuentran en este caso. Unos aparecieron
muy pronto en la escena del mundo, y tras de una corta
existencia perecieron, como por ejemplo, los tribolites; otros,
como los ammonites y belemnites, se presentaron mas tarde,
y también desaparecieron para siempre, antes de los terrenos
terciarios. Solo los mas modernos continúan en la época
histórica, ó se hallan representados por sus análogos. De los
1,500 géneros fósiles conocidos, solo 16, según D'Orbigny,
se encuentran en todos los pisos. Este principio es también
aplicable á las especies, entre las cuales son muy pocas las
que han podido vivir en mas de una época.
2. a ley. Las especies contemporáneas en una misma ó en
localidades no muy lejanas, han aparecido y desaparecido
simultáneamente en su mayor parte. Esto quiere decir que
en cada terreno en localidades no muy apartadas, los fósiles
se hallan asociados en faunas y floras distintas.
La práctica diaria nos confirma esta ley, cuando en una
localidad rica en fósiles, fijamos la atención en el punto de
contacto de las capas; pues, salvas raras excepciones, los
contenidos en las unas difieren casi en totalidad de un modo
absoluto de los de las otras. Esta separación es mas clara
cuando entre dos capas fosilíferas se encuentra alguna sin
fósiles, y también en el caso de existir una verdadera discor-
dancia entre ambos terrenos. Podrá no presentarse esta dis-
tinción bien marcada cuando un terreno muy desarrollado
en un punto, se halla representado en otro por una capa ó
un corto número de ellas, en las que se confunden, por de-
cirlo así, todos los caractéres; pero lo que sí puede asegurar-
se es, que jamás, ó rarísimas veces, se encuentran en un
mismo horizonte fósiles en estado normal, mezclados con los
de capas de edad diferente.
La razón de esta ley, que interpretada en los términos que
acabamos de exponer es verdadera, consiste en la simulta-
neidad con que en localidades no muy apartadas, las causas
físicas, como los cambios de temperatura, los levantamien-
tos, la mezcla de sustancias extrañas en las aguas del mar, y
otras, obraron sobre la totalidad ó por lo menos sobre la in-
mensa mayoría de las especies allí existentes, determinando
la extinción casi total de la fauna y de la flora característica.
De manera, que las especies que nacieron y se desarrollaron
juntas en una comarca ó en puntos poco distantes, también
perecieron á la vez.
La cuestión no se presenta tan clara cuando se trata de
hacer extensiva esta ley á la aparición y extinción simultánea
de las especies en la totalidad de la superficie que ocuparon.
En esta cuestión, que se llama de la especialidad de los fósi-
les, se hallan divididos los geólogos mas eminentes. Los unos
creen en la aparición instantánea de todas las especies de
una fauna y de una flora, y en su extinción simultánea; y
sientan el principio de que «las especies de una época geo-
lógica no han vivido ni antes ni después; resultando, de con-
siguiente, que cada terreno contiene sus especies propias,
hasta el punto de que ninguna de ellas puede encontrarse en
pisos de edad diferente.» Para los que así piensan, todos los
fósiles son igualmente importantes en la determinación de
los terrenos ó formaciones, y rechazan en su virtud las ex-
presiones de especies características y no características.
Tomo IX
Otros geólogos no admiten la simultaneidad en la apari-
ción y desaparición de las especies, inclinándose del lado
opuesto, y suponiendo que una y otra han sido sucesivas y
compañeras inseparables de la trasformacion lenta de las es-
pecies. Estos admiten los fósiles característicos, que son los
que se hallan constantemente en un terreno y no en otro, y
los no característicos, que, por el contrarío, se encuentran al
mismo tiempo en dos ó mas períodos.
En medio de las grandes dificultades que presenta la so-
lución de este punto capital de la ciencia, supuesto que de
ella depende el grado de interés que puedan tener los fósi-
les, dificultades hijas, primero, del modo de considerar la
especie; segundo, de los límites que se le asignan, y tercero,
de la mayor ó menor escrupulosidad con que se determinan;
siguiendo á los eminentes paleontólogos D’Orbigny, Pictet,
Marcel de Serres, y otros, admitimos la especialidad de los
fósiles, si bien no de un modo absoluto, supuesto que para
mí es evidente el paso de algunas especies de un terreno á
su inmediato superior é inferior. Pero la proporción es tan
insignificante, que según el primero de los citados geólogos,
no llega al 1 por 100 en los períodos jurásico y cretáceo.
El ilustre vizconde de Archiac, en su inmortal Historia de
los progresos de la Geología , admite también el principio de
que la misma fauna y flora una vez extinguida no ha vuelto
á reproducirse; fúndase para ello en las continuas modifica-
ciones que las especies experimentan, desde los primeros
depósitos de un terreno hasta los últimos. La importancia de
este principio se apreciará mejor al discutir la 7.a ley paleon-
tológica.
Hay que tener en cuenta, no obstante, que para que esta
ley sea exacta, se hace indispensable tomar como represen-
tantes de las diferentes épocas geológicas, un gran número
de estratos, cuya contemporaneidad podrá apreciarse por los
caracteres mineralógico y estratigráfico. En este caso los ani-
males y las plantas ofrecerán un sello particular en el terreno
que estudiamos distinto del de otros, constituyendo así la
especialidad y la verdadera acepción de las faunas y floras
características ; sin que obste á esto el que algunas especies
pasen de un período á otro.
La cuestión varía, por el contrario, de aspecto cuando se
establecen divisiones secundarias del grupo principal; pues
no habiendo ocurrido grandes cambios en el tiempo en que
estos depósitos se verificaron, los tránsitos de las especies de
unos pisos á otros son numerosos y notables.
En confirmación de lo expuesto podemos presentar, como
ejemplo, la serie de capas del terreno jurásico, limitadas por
levantamientos del sistema de la Cote d’Or y de Thuringer-
wald, cuya fauna y flora se hallan tan perfectamente marca-
das, que son muy pocas las especies que subsisten del triási-
co, y aun menos las que pasan al cretáceo. Pero este mismo
terreno, cuando se separa en sus cuatro pisos portlándico , ex-
fbrdico , bathónieo y lias ico, ó sean las oolitas superior, media é
inferior, y el lias, ofrece bastantes tránsitos de especies de los
unos á los otros; no siendo tan fácil limitar sus asociaciones,
como se hizo con las del grupo en general (1).
3.a ley. Las diferencias entre las formas perdidas y las
actualmente vivas son tanto mas notables, cuanto mas anti-
guas son; ó en otros términos, el número de formas análo-
gas á las actuales disminuye á medida que los terrenos en
que se encuentran son mas antiguos. — La comparación de
las faunas y floras confirma plenamente esta ley, puesto que
si fijamos la atención en los fósiles terciarios, por ejemplo,
(1) Un ejemplo palpable de este tránsito de especies lo encontré
en 1S57 en las inmediaciones de Sarrion (Teruel), en donde hallé fósiles
de la oolita inferior y del grupo oxfórdico, mezclado en el mismo piso
formado de una oolita ferruginosa.
4*
322
GEOLOGÍA
solo observamos formas conocidas; al paso que si estudiamos
los de períodos antiguos, las formas nuevas y extrañas son
tan frecuentes, que los paleontólogos se han visto precisados
á servirse de nombres diferentes para representarlos. Con
•mas exactitud considerada, esta ley puede interpretarse di-
ciendo, que las especies de las capas recientes se refieren
casi en la totalidad á géneros alrededor de los cuales se
agrupan las especies vivas, al paso que las antiguas han
obligado á crear géneros nuevos, como los Ammonites , los
Orthoceras , los Pterodáctilos y tantos otros.
Esta ley, sin embargo, solo es verdadera cuando la com-
paración se establece entre las formas de la totalidad de una
fauna ó flora con las de otras, pues en los detalles se obser-
va, que hasta en los terrenos antiguos las hay muy parecidas
á las actuales, como por ejemplo, los Nautilos , las Terebrd-
lulas y muchas mas que difieren poco de las actuales.
4a ley. Los animales de las faunas recientes ofrecen
formas mas variadas que los de las antiguas; ó lo que es lo
•mismo, la diversidad en la organización ha ido en aumento
á medida que nos aproximamos á la época actual. — Esto se
ve confirmado por la comparación de los órdenes ó grupos
zoológicos en las diversas épocas, admitiéndose hoy dia 76;
en la época terciaria 71 ; 41 en el terreno jurásico y 31 en
los primarios ó paleozoicos. Sin embargo, se comprende que
esta ley no puede ser absoluta, no solo por la falta de datos
aun en los animales vivos, sino también poique, si bien es
verdad lo que ella establece en general, se notan casos en
que hay, por el contrario, degeneración de formas desde los
terrenos antiguos á los modernos. Pueden citarse como
ejemplo los peces Gano i déos, y los crustáceos Trilobites, tan
desarrollados estos últimos en el período paleozóico, y extin-
guidos hoy: en el mismo caso se encuentran los Crinoidcos
lijos , abundantísimos en el terreno carbonífero, y representa-
dos en la actualidad por una ó dos especies. Estas excepcio-
nes son, empero, en corto número, y no pueden invalidar la
ley establecida.
5.a ley. Los animales mas perfectos, ó por mejor decir,
de organización mas compleja, proceden de una época rela-
tivamente mas reciente. — Esta ley no debe considerarse
como confirmación del principio, demasiado absoluto, de la
perfección sucesiva de los séres; pues si bien es exacta en el
conjunto y cuando se comparan los grandes grupos del reino
animal, deja de serlo en el momento en que se desciende á I
los pormenores. Es, con efecto, cosa sabida que, en cuanto
á la complicación del organismo, los mamíferos son los ani-
males mas perfectos, como que al frente de ellos se encuen-
tra el hombre; siguen luego las aves, los reptiles y anfibios, |
y por fin los peces entre los vertebrados; los crustáceos, los
moluscos y los zoófitos establecen la jerarquía de organiza- ¡
cion entre los invertebrados. Pues bien: circunscribiéndonos >
á los vertebrados, vemos que el hombre empieza en las épo- ;
cas recientes; los mamíferos, prescindiendo de los del trias y j
del terreno jurásico, hacen su verdadera aparición en los !
terciarios; las aves se encuentran ya en el cretáceo y jurási-
co, y aun en el trias y pérmico á juzgar por las impresiones ¡
de sus pasos; los reptiles empiezan antes, y los peces se pre-
sentan en los terrenos mas antiguos. Pero si de estas gene- ¡
ralidades descendemos al estudio minucioso de cada terreno |
ó de cada grupo de séres, vemos que en los llamados prima-
rios, por ser los de la primera aparición de la vida en el
globo, se encuentran ya tipos ó representantes de clases y
órdenes los mas diversos: peces, moluscos, crustáceos muy
complejos, junto con zoófitos y plantas varias; como si la
naturaleza hubiera querido ofrecer desde el primer momen-
to, los grandes tipos á que habia de ajustarse en lo sucesivo
todo el reino animal. • • ....
Las mismas consideraciones, aunque con alguna restric-
ción, pueden hacerse respecto del reino vegetal, de modo
que esta ley, que es verdadera, considerada tal cual la aca-
bamos de indicar, no puede admitirse en el sentido que le
dan otros, ó en el de que las faunas de los terrenos antiguos
se hallan representadas por animales de una organización
imperfecta: y que el grado de complicación va en aumento
á medida que nos acercamos á los períodos mas recientes.
Esta, que se ha tenido como verdadera por algún tiempo,
lleva el nombre de ley del perfeccionamiento gradual de los
séres. Este principio fué aceptado por todos los que adop-
taron la generación espontánea, el tránsito de unas especies
á otras por la influencia de los agentes exteriores, y la serie
única y continua del reino animal como bases fundamenta-
les de un sistema no solo zoológico, sino hasta filosófico y
religioso, pues se creyó que la naturaleza confirmaba esta
teoría. Este ideal fué uno de los funestos resultados de la
observación imperfecta, por efecto del estado de infancia de
la Geología. Pero así que se reunieron materiales suficien-
tes, se vió que no tenia el menor fundamento, viniendo al
suelo con la fuerza irresistible de los hechos, no solo lo que
se tuvo por ley inconcusa, sino también el sistema en ella
basado.
6. a ley. El orden de aparición de los diversos tipos de
animales á la superficie del globo, recuerda, con frecuencia,
las fases del desarrollo embrional de los séres perfectos. —
Esta ley no es absoluta, ni puede aplicarse al conjunto del
reino animal, debiendo referirla mas bien á la comparación
de series parciales, no mereciendo bajo este pumo de vista
la consideración de tal; sin embargo, en algunos tipos, como
en el de los peces y en los equinodermos, es una verdad.
Así, por ejemplo, los peces adultos de las primeras épocas
presentan las vértebras reunidas á la manera de un cordon
dorsal, circunstancia que corresponde al estado embrionario
I de muchos vertebrados. Por otro lado, la existencia de mu-
I chas nadaderas anales, carácter que distingue á muchos pe-
ces paleozoicos, puede considerarse como rasgo embrional
en estos séres, pues el estudio del feto nos demuestra que
en las primeras edades todas las nadaderas impares se hallan
reunidas formando una sola, que envuelve todo el cuerpo y
la cola. Si los erizos de mar empiezan por ser pediculados,
indudablemente la gran familia de los crinoidéos, tan abun-
dante en géneros y especies en las épocas antiguas, repre-
senta su estado embrional.
7. a ley. Desde el momento que aparece por primera vez
un tipo zoológico hasta su extinción completa, no ha sufrido
interrupción su existencia; ó en otros términos, cada tipo
solo se ha presentado y desaparecido una vez, encontrándose
en todos los terrenos intermedios, desde aquel en que apa-
reció hasta el de su desaparición. — Esta ley, confirmada
todos los dias en el terreno de la práctica, aplicable á los
géneros y familias lo mismo que á los órdenes y clases, no
puede tomarse aun como absoluta; pues si bien las excep-
ciones que ofrece pueden explicarse por la falta de datos y
observaciones, no por eso es menos cierto que por ahora
existen. Sirva de ejemplo la clase de los mamíferos, que
habiendo empezado en el terreno triásico, no se encuentran
hasta la oolita media, volviendo á desaparecer en la oolita
superior y en el cretáceo, hasta que aparecen en grande es-
cala en el período terciario, para continuar hasta nuestros
dias.
8. a ley. La comparación de las faunas y de las floras de
las diversas épocas geológicas demuestra que la temperatura
ha variado á la superficie de la tierra en el largo período de
tiempo que representa su historia física. — Esta ley se ve
confirmada por la existencia de ciertos tipos fósiles en pun-
GEONOMÍA
tos ó regiones del globo en los que la vida es hoy imposible,
no solo por las diferentes condiciones climatológicas, sino
también por la falta de vegetación; sirvan de ejemplo los
restos de elefantes y rinocerontes encontrados en estado
fósil en el diluvium congelado de Siberia. Por otra parte, la
analogía que ofrecen la fauna y la flora de terrenos recientes,
como las de los terciarios de Europa y de la América del
Norte, con las actualmente vivas en la zona tórrida; la com-
paración de la flora especial que dió origen al carbón de
piedra que se encuentra en todas las cuencas carboníferas
de Europa, Asia y América, con la actual de los trópicos;
todo esto, apoyado en lo que dijimos respecto de la tem-
peratura de la tierra en el capítulo de Causas actuaks , de-
muestra la verdad de esta ley.
9. a ley. Las especies de épocas antiguas ofrecen una dis-
tribución geográfica mucho mas vasta y uniforme que las de
la actual. — Esta ley es la plena confirmación, ó por mejor
decir, el resultado de la localización, cada vez mayor, de las
faunas y floras á medida que nos acercamos á la época ac-
tual, efecto del cambio de los climas, que de terrestres pasa-
ron á ser mixtos y solares, y de la multiplicación de las cau-
sas geográficas, geológicas y climatológicas, que desde los
terrenos terciarios, por lo menos, ejercieron su poderosa in-
fluencia en la distribución geográfica de los animales y plan-
tas. La fauna y flora del terreno carbonífero se encuentra
con los mismos caractéres en los puntos extremos del globo;
en épocas mas modernas se ven las mismas especies fósiles
en la parte septentrional de Rusia y en nuestra Península;
Verneuil y lLOrbigny citan especies comunes á Europa y
América, y hasta las hay que, atravesando la zona tórrida,
se encuentran en los terrenos de ambos hemisferios en pun-
tos muy distantes. Esta distribución es mas general y uni-
forme en los fósiles de los periodos antiguos que en los
terciarios, en los que se nota una tendencia muy marcada á
la localización, si bien no en tan alto grado como en la época
actual, en la que los séres cosmopolitas son muy raros, sien-
do extremada la localización de los grupos, así del reino ani-
mal, como del vegetal.
10. a ley. Los animales fósiles han sido creados bajo el
mismo plan de organización que los actuales: de donde se
deduce que su vida ha debido revelarse por los mismos
actos ó por funciones idénticas. — Esta ley es sumamente
curiosa, pues no solo prueba la unidad de plan en la crea-
ción, sino que sirve al propio tiempo para llegar á conocer
la fisiología de animales que, siendo anteriores á la existencia
del hombre, no le fué dado observarlos en vida.
Los numerosos restos animales que se han encontrado en
estado fósil no han determinado alteración alguna en las
leyes que rigen la Anatomía comparada. Tanto las piezas
del esqueleto como las conchas, los dermato-esqueletos de
insectos y crustáceos, etc., se encuentran dispuestos del mis-
mo modo que en los animales vivos. Así es que los nume-
rosos fósiles que hasta el dia se han descrito, han encontrado
cabida ó colocación en los diversos cuadros de clasificación
zoológica inventados para facilitar el estudio de los animales
vivos.
Discurriendo el distinguido Flourens, en su 40.a lección
de Fisiología, acerca de la unidad de creación, fundada en
la unidad también del reino animal, se expresa en los siguien-
tes términos: «No hay un doble reino animal, el uno vivo y
el otro fósil; cada uno de ellos considerado aisladamente, es
una parte incompleta ; los dos reunidos forman un todo per-
fecto. Se adaptan el uno al otro, del mismo modo que las
piezas desprendidas de un bajo relieve encuentran su sitio
verdadero en una restauración. Si los fósiles pertenecieran á
un reino animal diferente del vivo, seria de todo punto im-
323
posible la reconstrucción y restauración de este por medio
de aquellos. »
Terminado el exámen somero de las principales leyes pa-
leontológicas que representan la síntesis de la ciencia, vea-
mos si será posible indicar las causas que determinaron la
extinción de las faunas y floras en cada época y la aparición
de otras nuevas.
Las causas de la extinción de las especies son físicas, y
probablemente también orgánicas, debiendo haber sido en
general brusco y repentino su modo de obrar, pues de lo
contrario no podria explicarse la especialidad de los fósiles
en las faunas y floras de cada terreno (1). ,
A cuatro pueden reducirse las causas físicas que han de->
terminado estos efectos, y son: 1 * El aumento ó disminución-
brusca é instantánea de la temperatura, que pudo cambiar
completamente las condiciones de la vida en el globo.
2.* La mezcla de materias extrañas en las aguas, en cuyo
seno vivían aquellos séres, hecho muy probable, si se atien-
de á la naturaleza subterránea de la causa que pudo deter-
minarla. 3.a Un cambio en la naturaleza ó composición del
agua de los mares y lagos. 4.a Una diferencia notable por
levantamiento ó hundimiento en el nivel de las aguas; causa
muy poderosa, puesto que los séres, como es sabido, viven
en horizontes determinados por la relación que existe entre
su organismo y la presión que experimentan.
La mayor parte de estos cambios de condiciones han
sido, á no dudarlo, producidos por la aparición en el fondo
del Océano de cordilleras de montañas, operación que pudo
ser preparada por un levantamiento lento y sucesivo; lo cual
ni repugna á la razón, ni es contrario á ningún principio de
Física, pues también el arco se deja doblar lenta y sucesiva-
mente, hasta que se rompe ó fractura por una acción ó fuer-
za instantánea.
Sin embargo, es muy probable que esta sola causa no
haya podido determinar por sí sola la extinción sucesiva de
todas las especies fósiles, por cuanto la amplitud de los le-
vantamientos, tal como se comprenden hoy dia estos movi-
mientos terrestres, es mucho mas reducida que la de las
faunas y floras respectivas. (Consúltese lo que sobre este
particular hemos dicho al tratar del enlace entre el carácter
paleontológico y el estratigráfico. ) Se hace de consiguiente
indispensable recurrir á la causa, que llamamos orgánica, en
razón á referirse al germen de muerte, si es permitido decir-
lo así, que la especie como el individuo llevan en su seno,
en virtud de la ley eterna de que todo lo creado ha de pere-
cer. Mas ó menos ingeniosa la idea de las edades y de la
muerte natural de las especies, apoyada particularmente por
el ilustre Lecoq, y aunque la ciencia no está todavía en el
caso de poderla resolver en pro ó en contra, es lo cierto que
ella explica una porción de particularidades que ofrecen las
faunas y floras fósiles, y para cuya solución no basta, por
ahora al menos, la influencia de las causas físicas indi-
cadas.
Mas difícil de resolver es, todavía, la segunda parte del.
problema, ó sea la que se refiere á la aparición de las faunas
y floras; cuestión importante, por cuanto se enlaza con prin-,
cipios zoológico-botánicos trascendentales ó filosóficos de
primer orden, y sobre la cual no podremos emitir sino hipó-
tesis mas ó menos acertadas.
A tres pueden reducirse las teorías que se han inventado
para explicar la aparición de faunas y floras nuevas.
La primera, parte de la idea de que los cataclismos que
(1) D‘Orbigny solo reconoce como causa de la extinción de las
veintisiete faunas que admite en la historia terrestre, la perturbación
determinada por los levantamientos que considera como universales, lo
cual es inexacto.
324
geología
Eurypterus remipes
teoría puede llamarse de la creación única,
de los nuevos séres por la trasformacion
han hecho desaparecer á los séres han sido parciales, y su- .
pone que, después de cada inundación, las tierras que que-
daron en seco, fueron pobladas de nuevo por los animales
que habitaban antes los países inmediatos, que diferían de
los primeros tanto como se diferencian hoy los de las faunas
de las diversas regiones del globo. Esta operación, repetida
muchas veces, así en los continentes como en los mares, dio
por resultado la sucesión de faunas que observamos en los
terrenos sobrepuestos.
Esta teoría es inadmisible en el estado actual de la Pa-
leontología, pues la coexistencia de las faunas y floras, en
que ella se funda, está en abierta contradicción con la espe-
cialidad de los fósiles demostrada en los diferentes ter-
renos.
mos de exponer, solo resta la 3.a, que es la de las creaciones
sucesivas, ó mejor tal vez, adoptando la idea de Pictet, de
la independencia de las faunas. Los que la profesan, en cuyo
número debe colocarse, y en primera línea, al gran Cuvier,
admiten la intervención del poder creador, ó en otros térmi-
nos, de Dios, al principio de cada época geológica. Pero,
como hace notar Pictet, aunque esta sea la idea mas gene-
ralmente admitida hoy, se comprende que por su índole es-
pecial no puede someterse á la apreciación científica, no
siendo, por otra parte, una verdadera teoría la que expresa,
pues en vez de explicarnos el modo cómo se verifica esta
renovación, se limita á demostrar la insuficiencia de las otras
explicaciones.
Quede, pues, sentado en conclusión, que los animales de
las diversas faunas geológicas no proceden, por generación
directa, de las especies que les precedieron, sino que son
independientes las unas de las otras, al menos en los tipos
bien marcados así de faunas como de terrenos. Estos princi-
pios es muy probable se apliquen en el mismo sentido, y
con iguales restricciones, á la sucesión del reino vegetal.
CAPITULO II
DESCRIPCION DE TERRENOS
Estos terrenos, cuyos caractéres principales van ya indi-
cados, abrazan seis grandes períodos, que según el cuadro
adjunto, son de arriba abajo, moderno, cuaternario, tercia-
rio, secundario, primario y azoico ó privado de fósiles. La
descripción particular de cada uno se procurará uniformarla,
reduciéndola en lo posible á la pauta siguiente: después de
la sinonimia, se dará una somera definición fundada en su
verdadera índole ; seguirán los caractéres mineralógico, es-
tratigráfico y paleontológico, terminando con la cita de las
localidades mas importantes, en que así dentro como fuera
de la Península pueden estudiarse, y una breve indicación
de las principales sustancias ó condiciones útiles que pueda
ofrecer.
La segunda
explica la l
lenta y sucesiva > r r_ „ íao
variaciones del aire atmosférico, de la temperatura, de la
humedad y del gérmen de variabilidad, que dentro de cier-
tos límites, encarna en todo sér vivo, cuya influencia se ha
dejado sentir de un modo mas ó menos directo en las revo-
luciones registradas en los anales de la Geología.
Tampoco puede admitirse como verdadera esta explica-
ción, pues se funda en la serie continua, en la trasmutación
de las especies y en la supuesta idea de la perfección suce-
siva de los séres organizados; hipótesis que, léjos de apoyar-
se en datos sólidos de Anatomía y Fisiología comparadas,
parece desmentir ó echar por tierra la observación atenta é
imparcial de todo lo que pasa hoy á nuestra vista. Con
efecto, en cuanto á la perfección sucesiva de los séres, aca-
bamos de ver en la discusión de la ley 5.a cuán destituida
se halla de fundamento; pudiendo decir lo mismo de la serie
única y continua de los séres, ya que su base fundamental
es la perfección sucesiva, que no existe. Y en cuanto á la
variabilidad y trasformacion de las especies, podemos asegu-
rar que, por lo menos en la época histórica, no se observa, y
sí por el contrario, la estabilidad, teniendo que apelar, para
admitirla y comprenderla en épocas anteriores, á la hipótesis
insostenible de causas ocultas, ó por lo menos de naturaleza
diferente á las actuales, lo cual, como hemos demostrado
mas de una vez, no es exacto ni racional.
Demostrada la insuficiencia de las dos teorías que acaba-
PRIMER PERIODO.— AZOICO
SINONIMIA. — Terrenos talcosos y de pizarras cristali-
nas de varios autores. — Terreno cristalofílico, Omalius. —
Rocas estratificadas azoicas, D’Orbigny. — Terrenos primiti-
vos y suelo primordial, escuela de Wernery Cordier. — Rocas
estratificadas primitivas, Buckland. — Terrenos cristalizados,
Dufrenoy y Elie de Beaumont. — Rocas metamórficas, Lyell,
Beudant y otros autores, etc.
En rigor este terreno, por el que empieza sin duda la serie
de sedimento, inmediatamente sobrepuesto á las rocas lla-
madas hidrotermales, cuyas formaciones se acaban de indi-
car, no tiene hoy razón de ser, merced al hallazgo que en
estos últimos tiempos se ha hecho de restos orgánicos en su
seno. Debe esto extrañarnos tanto menos, si recordamos el
granito ó pegmatita de Grangesberget en Suecia, que lleva
también materia organizada. Estos descubrimientos, que
agregados á otros datos, han contribuido poderosamente en
los últimos tiempos, á modificar algún tanto la teoría mas
generalmente admitida acerca de la formación de estas rocas
y de los agentes que ocasionaron la primera consolidación
del globo, han influido también, como era natural, en deter-
minar la verdadera posición que á dichos materiales corres-
ponde en la serie que vamos á examinar. Es indudable que
los hechos orgánicos escasean mucho en los depósitos re-
presentantes de este terreno; pero esto es efecto natural de
causas varias, entre las cuales el metamorfismo que ofrecen
las rocas que los presentan, debe ser una de las principales,
sobre todo en aquellos primitivos tiempos de la aparición
GEONOMIA
325
de la vida, en que los organismos no eran ciertamente muy
complejos, ni debían ofrecer las mejores condiciones para
resistir á los múltiples y poderosos agentes que á la sazón
actuaban en el globo. Pero aunque escasos, los restos orgá-
nicos existen, así en las pizarras esteatíticas, micáceas, clo-
ríticas, etc., como en el gneis, que en su conjunto representan
este terreno. El indicarlo al principiar la descripción de los
terrenos de sedimento, ha sido pues con el fin de dar estas
explicaciones indispensables para la claridad del asunto; por
lo demás, todas las rocas mencionadas en la somera indica-
ción que precede, deben agregarse al terreno inmediatamente
superior, que llamaremos silúrico, con tanto mayor motivo,
cuanto que gran parte de su composición es debida á estas
rocas y á sus detritus.
SEGUNDO PERIODO.— PALEOZOICO Ó PRIMARIO
SINONIMIA. — Terrenos de transición y parte de los
secundarios, Werner; Epoca trilobítica, Huot. — Parte del
grupo de la arenisca roja y 7.0, 8.° y 9.0 grupos de Delabe-
che. — Terrenos hemilísicos, Omalius, 1.* edición, 5. 0 orden,
terrenos primarios del mismo. — Terrenos icemínicos, abísi-
cos y gemilísicos, Brongniart.— Orden 4.0 primario, Lyell. —
Terrenos paleozoicos, D’Orbigny y la mayor parte de los
autores.
Los terrenos representantes de este período ó gran época
terrestre, fueron llamados de la Grauwacka y de transición
por la escuela de Werner, por ocupar una posición interme-
dia y por ofrecer sus materiales caracteres mixtos de los que I
ellos llamaban primitivos y de los secundarios. Posterior-
mente se les dio el nombre de paleozoicos, palabra com-
puesta de palayos , antiguo, y zoos, animal, en razón á ser los
de la primera manifestación de la vida en el globo; conside-
ración que inclinó á Omalius á designarles con el nombre
de primarios. El señor Bronn de Heidelberg los llama tam-
bién paleolíticos ó sea de piedras antiguas, lo cual si bien es
exacto, no es de gran utilidad práctica, en atención al escaso
valor que tiene el carácter mineralógico; mejor se dirían pa-
leogénicos.
DEFINICION. — La época paleozoica es en la historia
terrestre la que indica la primera sedimentación, la cual se
formó á expensas de las rocas plutónicas del prístino enfria-
miento, hallándose representada por el gneis, por las pizarras
en todas sus variedades, por las cuarcitas, conglomerados
silíceo-feldespáticos, areniscas, calizas, etc.; presentando co-
mo materias accidentales, grandes depósitos de combustibles,
filones y masas metálicas susceptibles de explotación y otras
materias no menos importantes. Profundas y repetidas dislo-
caciones, y como es consiguiente, el metamorfismo de sus
diversas rocas, acreditan el carácter estratigráfico de este
período, del cual podrá formarse una idea clara y perspicua,
con solo indicar que en él se realizó el hecho misterioso, y
hasta el presente inexplicado, de la primera aparición de la
vida en la tierra.
DIVISION. — Este gran periodo de la historia física de
nuestro globo, uno de los mas importantes, así por las razo-
nes mencionadas como por el enorme espesor que alcanzan
sus estratos, que excede de 12,000 metros, se divide hoy en
cuatro grandes terrenos que son, de abajo arriba: silúrico,
devónico, carbonífero y pérmico, mereed á lbs perseverantes
esfuerzos del distinguido geólogo inglés Mr. Murchison, efi-
cazmente auxiliado de Verneuil y Keyserling, sus compa-
ñeros de viaje en el reconocimiento geológico de la Rusia
europea y de Lonsdale y Sedgwick. Hoy por hoy, esta es la
división mas generalmente admitida, siquiera algunos geó-
logos de nota, tales como Marcou y Geinitz, de Dresde, ha-
yan querido en los últimos años invalidarla, desmembrando
de este período el terreno pérmico, que con mas ó menos
fundamento, quieren asociarlo al primero de la época secun-
daria, ó sea al triásico, formando con los dos lo que ellos
llaman el Dyas.
primero. — Terreno silúrico
SINONIMIA. — Pisos filádico y ampelítico, Cordier.—
Grupo de la grauwacka, Delabeche. — Caliza de transición,
Leonhart. — Terreno pizarroso; formación Snowdónica y de
Caradoc, Huot. — Terrenos de transición medio é inferior,
(Cúmbrico), Beaumont y Dufrenoy. — Terreno pizarroso,
Omalius, en sus primeras ediciones. — Terreno rínico, silú-
rico y parte del cristalofilico, del mismo. — Piso primero
silúrico; inferior y superior ó murchisónico, D’Orbigny.
DEFINICION. — Este terreno, así llamado por Murchi-
son desde 1835 por hallarse muy desarrollado en una co-
marca del oeste de Inglaterra, en el pais de Gales, habitada
en tiempos antiguos por una tribu de bretones, conocida con
el nombre de siluros, comprende una serie de materiales,
que detallaremos mas adelante, ofreciendo diversos acciden-
tes estratigráficos y los restos de las primeras plantas y ani-
males que poblaron el globo, alcanzando sus estratos un es-
pesor que no baja de 6 á 7,000 metros; lo cual, atendido el
procedimiento que emplea la Naturaleza en el proceso de la
sedimentación, supone un espacio inmenso de tiempo, muy
difícil de determinar.
Carácter mineralógico.— El silúrico se halla
representado por el gneis, pizarras micáceas y talcosas, por
la cuarcita, areniscas y conglomerados silíceo-feldespáticos;
por calizas, siquiera no sea esta la roca mas común, y por
alguna otra de menor importancia. Como elementos acci-
dentales pueden indicarse la antracita, el grafito y el dia-
mante, el cinabrio, manganeso, antimonio, la galena y otros
metales susceptibles de explotación. Muchas rocas plutóni-
cas, como el granito, la sienita, los pórfidos, etc., pueden
considerarse como contemporáneos algunos, posteriores otros
á la consolidación de sus estratos. Todos estos materiales, ó
la mayor parte de ellos, ofrecen evidentes señales de meta-
morfismo, debido á la acción hidrotermal, que entonces de-
bió ser poderosísima, atendida la proximidad al foco ígneo
terrestre.
Carácter estratigráfico. — Aunque obser-
vaciones atentas y minuciosas han invalidado, en gran parte,
la teoría de los levantamientos de montañas de Elie de Beau-
mont, no obstante, con el fin de facilitar la inteligencia del
asunto, indicaremos en el carácter estratigráfico, primero, los
límites superior é inferior de este como de los otros terrenos,
señalando después los levantamientos que se verificaron du-
rante el largo espacio de tiempo que representa su sedimen-
tación, en cuyo dato, aunque sujeto á interpretaciones diver-
sas, se funda con frecuencia la división de cada terreno en
grupos, pisos ó hiladas. Aplicando estos principios al silúrico,
diremos que por abajo los separan de los terrenos plutónicos
los sistemas de Finisterre y la Vendée; y por arriba el de
Morbihan lo aisla del terreno inmediato superior ó devónico,
al cual sirve de base frecuentemente, en discordancia de
estratificación. Además de estos levantamientos, límite infe-
rior y superior, el silúrico experimentó, durante el largo es-
pacio de tiempo que representan sus materiales, la aparición
del sistema de Longmynd, lo cual determina en parte, su
división en superior é inferior.
Los resultados de todos los levantamientos posteriores á
su formación, se ostentan claramente en este terreno en el
sinnúmero de accidentes estratigráficos, tales como inclina-
GEOLOGÍA
metros
Tilestone (piec
areniscas mi
jas delgadas,
eniscas y légamo micáceo
cion
za arcillosa.
cion profunda de sus capas que llega hasta la vertical; fallas,
soplados, resbalamiento de estratos, grietas y hendiduras, así
como el metamorfismo mas completo de las rocas.
Carácter paleontológico.— Con decir que en
este terreno verificóse la primera aparición de la vida en el
globo, bastaría para distinguirlo de todos los demás: pero si
no queremos limitarnos á esta nocion general y deseamos
concretar mas el asunto, diremos que es el silúrico el terreno
en que adquirieron mas desarrollo aquellos crustáceos singu-
lares llamados trilobites por la división en tres segmentos,
cabeza, cuerpo y cola, del dermato-esqueleto; el de la primera
aparición de los cefalópodos, braquiópodos y demás grandes
grupos de moluscos, á cuyos séres acompañaron poco mas
arriba, pero siempre dentro del terreno, los peces, como re-
presentantes de los vertebrados, equinodermos y zoófitos,
últimos grupos del reino zoológico y algunos restos de plan-
tas de organización sencilla. i
Como complemento é ilustración de este carácter tan
portante, véanse las figs. 7o, 7i, 7Ji 73 y 74-
DIVISION. — Generalmente hablando, los geólogos divi-
den este terreno en tres pisos ú horizontes, siquiera no todos
estén acordes respecto á los límites que los separan, ni tam-
poco en cuanto á los nombres que les dan. Lo mas común
es que, según el orden de posición, se designen con los nom-
bres de inferior, medio y superior.
Adoptando en esta materia la doctrina del gran maestro
señor Barrande, agrupamos todas las masas fosilíferas infe-
riores al levantamiento de Longmynd, y de consiguiente, á
las capas de Llandeilo y de Bala, y las consideramos como
el piso silúrico inferior que corresponde al Cámbrico de
Lyell; el medio abraza las formaciones de Llandeilo y Cara-
doc; finalmente, termina por arriba el terreno, según este
geólogo, por las zonas de Wenlock y Ludlow, verdadero piso
superior. Esta división corresponde, como veremos, á sus
famosas faunas primera, segunda y tercera en Bohemia.
En Inglaterra, tierra clásica para el silúrico, estos tres
pisos constan, según Lyell, de los materiales indicados en el
cuadiro adjunto:
SILÚRICO EN INGLATERRA
RESTOS ORGANICOS
característicos
ISO SUP
Ludlow superior
con concreciones ca
Moluscos marinos de casi todos
los órdenes; los braquiópodos
son, sin embargo, los mas abun-
dantes: serpulites, crustáceos,
trilobites, peces placoideos, los
mas antiguos que se conocen.
Algas marinas, y en las capas su-
periores plantas terrestres.
2.0 Formación de Wen-
lock
,CaIiza de Wenlock. . (Caliza concrecionada en grue-
capas j
f Mas de
.Pizarras arcillosas, llamadas/ 6co
Pizarras de Wenlock. flagstone (piedra de enlo-
,R§
Moluscos marinos de diversos ór-
denes, como en el anterior.
Crinoidéos y corales abundan-
tes: trilobites y graptolites.
( Grupo de Llandovery. /Pizarras y caliza conchífera. . \ (Crinoidéos; corales y moluscos,
Formación de Caradoc.. j 600 , principalmente braquiópodos (el'
Arenisca de Caradoc. (Areniscas y conglomerados. . género Penlamerus¡ dominante).
[SO INFERIOR
Formación de Ltóddlb. 1 ^^^^p-^^S^^^^^cofores^oscuros, pfzarayj 1,600 í Moluscos, trilobites, cristidéos cri-
' 3 ° P,zarraÚ • • ( areniscas. ) ( noldeos> cora,es X graptolites. ,
En los Estados-Unidos, los geólogos de mas fama admiten
la disposición indicada en el cuadro siguiente, en el que se
ve la relación con el silúrico inglés, sin mas novedad que la
de añadir en la parte inferior el grupo llamado Cámbrico,
correspondiente á la arenisca de Postdam, en la América del
Norte, sobre cuyo asunto debe darse algún esclarecimiento.
CEONÓMIA
327
CUADRO DE LAS ROCAS SILÚRICAS EN LOS ESTADOS-UNIDOS
1. Caliza de Pentamerus, superior
2. — de Encrinites. . . .
3. — pizarrosa de Delthyris.
4. — de Pentamerus, inferior
5. — de Tentaculites. . .
6. Grupo salífero de Onondaga
-7. — de Niágara. . . .
8. Grupo de Cliton
9. Arenisca de Medina . . .
10. Conglomerado de Oneida. .
11. Arenisca gris
12. Grupo del rio Hudson. . .
13. Pizarra de U tica
14. Caliza de Trenton
15. — de Black-River. . *.
16. — ‘de Bird’s-Eye. . \ .
17. — de Chazy
18. — Arenisca de Postdam.
19. Arenisca calcífera.
I Silúrico superior, ó
> formaciones de Lud-
[ low y Wenlock.
Silúrico medio ó are-
nisca de Caradoc.
Silúrico inferior, ó
1 « #
capas de Llandeilo. .
x Cámbrico, ó bancos
!de Ungulas mas anti-
guos que los de Llan-
deilo.
- Pretendiendo algunos geólogos ingleses separar del silú-
rico el piso de Llandeilo, para formar un terreno indepem
diente con todo lo que le es inferior, el eminente Lyell se
opuso á esta desmembración, alegando entre otros motivos
el tránsito de muchas especies del piso de Llandeilo, que
para e'l forma la base de este terreno, á los horizontes de
Ludlow y Wenlock, de modo que en el terreno silúrico den-
tro de dichos limites, en concepto de este eminente escruta-
dor de la naturaleza, representa un período de tiempo no
interrumpido desde las capas de Llandeilo hasta las mas su-
periores, á las cuales pasa por el intermedio de la arenisca
de Caradoc. Sin embargo, este mismo, de acuerdo con Salter
y Sedgwick, forma de las capas inferiores al horizonte de
Llandeilo, un terreno independiente, al que da el nombre
de Cámbrico, dividiéndolo en superior, que corresponde á
las pizarras llamadas de Ungulas, por ser estos los fósiles
mas curiosos, junto con trilobites, particularmente del género
Paradoxides , Agnos/us y algunos escasos braquiópodos; é
inferior, representado por areniscas y pizarras llamadas de
Bagnor por la localidad, y de Oldhamia en razón á ser
estos zoófitos descubiertos por Forbes, por donde, al pare-
cer, hizo en Inglaterra su primera aparición la vida animal.
Fig. 72. —Pentamerus Knichtii
Fig. 74. — Plantas tlel periodo sllúrito.— / y 2 fucus (algas); 3 y 4 licópodos
m
Barrande, que en mi concepto es el primer paleontólogo
de Europa, al menos por lo que respecta á terrenos antiguos,
no admite la división propuesta por Lyell, estableciendo en
la unidad de tiempo, que llamamos silúrico, la- división en
tres grandes grupos, á los que, con arreglo á datos paleon-
tológicos, llama de abajo arriba, de la faüna primordial, de
la fauna segunda, y de la fauna tercera. Fúndase para des-
echar la desmembración de la parte inferior, bajo el nombre
de terreno cámbrico, primero, en que en Suecia, donde tam-
bién este terreno se halla muy desarrollado, la fauna primor-
dial está íntimamente enlazada con la del horizonte que,
según Lyell, representa el silúrico inferior, ó sea el grupo de
Llandeilo, y segundo, en que así en Bohemia como en el
país de Gales, las formaciones que contienen la fauna pri-
mordial, y las de la segunda, se hallan sobrepuestas en per-
fecta concordancia de estratificación, según ha demostrado
Murchison en Inglaterra.
En concepto, pues, de Barrande, la fauna primera es sin-
crónica del cámbrico de Lyell y del taconic system de los
anglo-americanos, y comprende en Inglaterra los materiales
inferiores al grupo de Llandeilo y al levantamiento de Long-
mynd. En Bohemia este. horizonte se halla representado por
los pisos que Barrande llama A y B, azóicos ó desprovistos
de fósiles, y C formado de pizarras protozóicas, ó de los
GEOLOGIA
I
de la fauna
BITES.
32§
primeros animales, y de cuarcitas. La fauna segunda es para-
lela con los horizontes de Bala y Llandeilo, y la constituyen,
en los alrededores de Praga, varias capas de pizarras y con-
glomerados, con una corriente de rocas eruptivas llamadas
trapp, estratigráfica y paleontológicamente de la fauna ter-
cera, en la que se ven pocas especies de la anterior. Por
último, la fauna tercera se halla formada en Bohemia de tres
órdenes de caliza, que son inferior, media y superior, y de las
pizarras que por su posición llama Barrando culminantes,
equivalentes en la Gran Bretaña á los pisos de AV enlock y
Ludlow.
No se ha limitado el Sr. Barrande á establecer estas divi-
siones v equivalencias entre los diferentes horizontes del
OS GENEROS Y
t FLAMHAM1
i W TATO 1
AMILIAS
CLASES
Paradoxides, Brongn. .
Olenus, Dalm. . . .
Conocephalites, Barr. .
Ellipsocephalus, Zenk.
Arionellus, Barr. . .
Sao, Barr.. . .
Hydrocephalus, Barr. .
Anomocare (pars), Ang.
Aneuacanthus, Ang. .
Dolichometopus, Ang.
Corynexochus (pars), Ang
Agnostus, Brongn.
Symphysurus, Gold
Palceopyge, Salt. . . .
Dikelocephalus, D. Owen.
Lanchocephalus, D. Owen
Menocephalus, D. Owen.
Crepicephalus, D. Owen..
Hymenocaris, Salt.. . .
Protichnites. D. Owen. .
20
CEFALÓPODOS
yw'
BRIÓZOOS. .
n.
terreno silúrico en los dos países mas clásicos de Europa,
sino que, llevando hasta un punto que asombra la explora-
ción y estudio paleontológico del mismo, ha evidenciado en
obras y folletos, cuya consulta no puede excusar quien desee
conocerlo á fondo, no solo el carácter respectivo de dichas
faunas, sino algunas particularidades que, atendida su noto-
ria importancia, vamos á referir sumariamente.
La fauna primordial, dice, ppsee todos los caracteres y
condiciones necesarias para representar una unidad paleon-
tológica independiente, pues contiene 174 especies propias,
entre las que una sola pasa á la segunda; y 38 géneros de los
que solo 1 2 se encuentran también en esta, como demuestra
el adjunto cuadro.
- Yp» » » 1
IES DE LA FAUNA PRIMORDIAL
ESPECIES
EX-CLUSIVAS I)E LA FAUNA
PRIMORDIAL
BRAQUIÓPODOS
ANÉLIDOS.
ZOÓFITOS | 3$
CISTIDEOS.
FUCOIDEOS.
Trachyderma, Salt.
Arenicolites, Salt. . .
Chondrites?, M* Coy. .
ldhamia, Forbes.. .
• ••• <•• • 1
Lichenoides, Barr. . .
Trochocystites, Barr. .
(Género indeterminado).
Incertte sedis. . . .
ScolithuSjHall. . . .
Citherinides, Ang.
Orthoceras?, Breii
í Hyolites, Eichw.
(Piugunculos,
Lingula, Brug.
Obolus, Eichw.
Discina, Lamk.
Orthis, Dalm.
Atrypa?, Dalm.
Dictyonema,
12 Cruziana?, D’Orb.
Totales. . .
174
GEONOMIA
Asígnale además los caracteres siguientes: primero, el
hallarse representada, en Bohemia al menos, por trilobites y
por un corto número de otros fósiles; segundo, el pertenecer
aquellos crustáceos en su mayor parte á géneros que no tras-
pasan sino muy raras veces los límites verticales asignados
á dicha fauna; y tercero, el que los trilobites característicos
se diferencian de los de la fauna segunda y tercera en el gran
desarrollo de los anillos torácicos, y en una notable reduc-
ción de la cola ó pigidio.
La fauna segunda se halla caracterizada, según el mismo,
por trilobites en menor número que la anterior, de los cuales
se distinguen también por la desproporción del pigidio, que
es mucho mayor que el tórax, carácter diametralmente
opuesto á los de la fauna primordial. Todos, exceptuando
agnostus y symphysurus, son nuevos; distinguiéndose princi-
329
pálmente los géneros asaphus, ogygia, ilsenus, dionide y otros,
á los cuales se asocia gran número de ortoceras de gran si-
fon lateral, y varios orthis entre los moluscos; graptólitos,
entre los briózoos y algunos cistídeos (zoófitos).
COLONIAS. — El eminente Barrande aplica este nombre
á un hecho inesperado, que ofrece el horizonte segundo del
terreno silúrico de Praga, el cual consiste, según el mismo,
«en la coexistencia parcial de dos faunas generales que, con-
sideradas en conjunto, son sucesivas.» Descubrimiento ex-
traordinario que, contradiciendo en parte la ley paleontoló-
gica referente á la sucesión regular del organismo en el globo,
no debe extrañarse excitara la atención de los paleontólogos
mas distinguidos, muchos de los cuales lo combatieron ó por
lo menos dudaron de su existencia, suscitándose con este
motivo una discusión que llegó á traspasar los límites de la
prudencia. El Sr. Barrande, firme en sus convicciones, ha
publicado de quince años á esta parte repetidas defensas de
sus colonias, habiendo llegado su galantería hasta el punto
de dar á algunos el nombre de los que con mas encarniza-
miento han rechazado el fenómeno colonial. Así llamó á una
colonia Krejci, á otra Lipold, distinguidos geólogos vieneses;
colonia Cotta, y, por último, colonia D’Archiac, nombre que
recuerda al malogrado autor de la Historia de la Geología,
el cual sin haber visitado la Bohemia, atacó de la manera
dura que acostumbraba el hecho descubierto é ilustrado por
Barrande, quien tras de tantas contrariedades acababa de
obtener el mayor triunfo que el hombre de ciencia puede
esperar, según se desprende de la última defensa publicada
en marzo de 1870, en cuyo segundo capítulo que con tanta
gracia como oportunidad intitula Paz á las Colonias , inserta
la retractación formal de parte de Krejci y Lipold; los cuales
reconociendo por fin el error en que estaban, aceptan de
lleno el fenómeno colonial silúrico. Con este motivo Barran-
de, después de encomiar la lealtad científica de los que tan
rudamente le combatieron, dice: «La paz reina en las colo-
nias silúricas de la Bohemia: la verdad y el tiempo han rea-
lizado lentamente, pero con seguridad, su habitual obra de
convicción y conciliación, cuyo resultado viene á demostrar
una vez mas que las teorías geológicas, en vez de ser irrevo-
cables y absolutas en sus principios, deben fundarse en una
flexibilidad tal que se preste hasta el punto de abrazar, en
caso necesario, los hechos mas inesperados y hasta aquellos
que las doctrinas de la época en que vivimos reputan como
imposibles. 1.a ciencia está aun léjos de haber dicho su últi-
ma palabra, desarrollándose de un modo lento y penoso,
venciendo paulatinamente las dificultades que de consuno
presentan, así la observación atenta como los obstáculos que
nuestra limitada inteligencia se crea, en virtud de teorías
preconcebidas.»
Ahora, pues, ya que la paz reina en las Colonias, según la
feliz expresión de su inventor, veamos cuál es el hecho pa-
leontológico fundamental que las determina. Consiste este
Tomo IX
en la simultaneidad, en el horizonte D, de gran número de
especies de la fauna 3.* y de los propios de la 2.a El diagra-
ma adjunto, trazado por Barrande, no solo da una idea clara
de la sobreposicion regular de los depósitos que representan
dichos horizontes, sino que pone de manifiesto la faja que
ocupan las colonias.
Como complemento del mismo, véanse los adjuntos cua-
dros con las aclaraciones indicadas en el texto.
INGLATERRA
Fauna III
494 especies f Wenlock (106).
Llandovery (53
Caradoc (55).
Fauna II
549 esp.
ILlandeilo (7).
:ms
íauna I ^ Língula flags
25 esp. i. <caPas>'
• •
BOHEMIA
H
Fauna III
2,000 esp.
E
colonias.
4 'w colonia. [ Fauna II
>D
260 esp.
Fauna I
40 esp.
Los números colocados entre paréntesis en los tres pisos
de Llandeilo, Caradoc y Llandovery, indican las especies
42
W V
OLULOGI A
que, como precursoras, verifican su primera aparición en cada
uno de ellos, y pertenecen al período ó terreno inmediata-
mente superior: los que ocupan los paréntesis en los horizon-
tes de Wenlock y Ludlow, representan la distribución de
estas mismas especies en la tauna tercera.
Con el fin de hacer mas palpable la verdad é importancia
de las especies precursoras, conviene marcar el espesor de
cada uno de estos pisos en Inglaterra, según Murchison.
Pies ingleses
Fauna III. Formaciones de Wenlock y Ludio*. 5 á 6,oco
Llando\ery. i /l 2 á 3,000
Fauna II. ^4 Caradoc ó Bala2r^¡L| ^coo
ííáandeUo] IJU
viene en su apoyo y a confirmar la existencia de las Colonias
á saber: la intermitencia de las especies y aun de los Ene-
ros, siendo bastantes los que aparecen en un piso para re-
aparecer en otro posterior, como demuestran los cuadros de
esta página.
Cuadro
segunda de
vhemia
\
FAUNA SEGUNDA FAUNA T£R-
Ú CERA
os .
Arpes
Lichas. .
Ogygia. .
Agnostus tardus, Barr.
^Eglina speciosa, Barr.
Id. sulcata, Barr. . .
Cytherina prunella, Barr.
Bactrites Sandbergeri, Ba
Crepidula? ovata, Barr. . .
Pugiunculus striatulus, Barr.
Id. elegans, Barr
Ribeira pholadiformis, Sharpe.
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J
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-1
*
V?
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den del fenómeno, cuya importancia nos ha obligado á en-
trar en los pormenores que preceden.
FAUNA SEGUNDA
U
Si fijamos un momento la atención en el segundo cuadro
observaremos primero, que veinticuatro especies aparecen
en la formación de Caradoc, y saltan por la de Llandovery
para presentarse de nuevo, excepto tres, en el piso de Wen-
lock; y segundo, que la cucullella anglica empieza en el de
Llandeilo, que es mucho mas antiguo, desaparece en los
pisos intermedios para reaparecer en la formación mas mo-
derna del terreno silúrico.
Este hecho extraordinario colonial no es peculiar á la
Bohemia, pues en 1863 Barrande demostró su existencia en
Francia y en varios puntos de España.
Zoófitos
Nebulipora papillata, M'Coy
Sarcinula organum, Linn. .
Syringopora Lonsdaleana ,
M’Coy
Crustáceos
Bronteus laticauda, Wahl.
Lichas Grayi, Fletch.. .
Spasrexochus mirus, Beyr. .
Staurocephalus Murchisoni,
Barr
Briázoos
Fenestrella assimilis, Lonsd.
Id. Milleri, Lonsd. . . .
Id. antiqua, Lonsd. . . .
Glauconome disticha, Goldf.
Braquiópodos
Orthis porcata, M’Coy. . .
Rhynchonella depresa, Sow.
Lamdibrá nquios
erinea pleuroptera, Conr.
tenuistriata, M’Coy. .
iola interrupta, Sow.
Cucullella anglica, Salt. .
Id. antiqua, Sow. . . .
s unguiculatus. Salt.
Gasterópodos
Machrocheilus elongatus ,
Porl .
Trochonema triporcata,
M’Coy
Cefalópodos
Orthoceras filosum, Sow.
Id. laquetum, Hall. . .
Id. primasvum, Forch. .
Id. tenuicinctum, Porl. .
Totales. . . .
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FAUNA TERCERA
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10
EXPLICACION DE LAS COLONIAS. — . Como opor-
tunamente hace notar el eminente Barrande en su último
folleto, así como el hecho colonial estriba hoy sobre tales y
tan positivos datos, que no puede en manera alguna recha-
zarse, no sucede lo propio respecto á su explicación que
forzosamente ha de ser en mayor ó menor grado hipotética
Con efecto, ora se considere efecto de dos creaciones loca-
les de séres semejantes en las épocas indicadas; ó mejor,
según Barrande, resultado de emigraciones ó colonias pro-
cedentes de un centro de creación mas ó menos apartado
del punto en que hoy se observan, nunca pasarán de ser
hipotéticas estas ú otras explicaciones, que con el tiempo se
Precursoras ó proféticas.— Así llama el céle-
bre Agassiz á las especies, que no solo en el silúrico, sino en
casi toda la serie de terrenos de sedimento, anuncian con
su presencia en un horizonte dado, las que mas tarde han de
caracterizar una fauna ó flora.
FAUNA tercera.— La fauna tercera hállase en Bohe-
mia en diversos bancos calizos inferior, medio y superior,
colocados entre las pizarras de graptolites, que ocupan la
base, y las llamadas culminantes, por coronar todo el sis-
tema.
El carácter de esta fauna lo determina el gran número de
trilobites, de moluscos (orthoceras, phragmoceras, gompho-
GEONOMIA
ceras, trochoceras, orthis), etc., de briózoos (graptolites), y
muy particularmente, la primera aparición de los peces,
representados por los géneros onchus, thelodus, plectro-
dus, etc.
La gran riqueza en fósiles de esta fauna, contrasta singu-
larmente con la corta extensión de los grupos que la repre-
sentan. En Bohemia se halla limitada al reducido espacio
que ocupan los pisos F 2, F, G y H, en la parte central de
la cuenca, como se ve en el corte anterior.
Distribución geográfica.— El terreno silúrico
se encuentra formando depósitos inmensos en el continente
europeo, de cuya superficie ocupa próximamente una tercera
ó cuarta parte. En Inglaterra está muy desarrollado en su
parte occidental; en Francia, en el Cotentino, en la Bretaña
y Vendée, y en los alrededores de la mesa central: en Ale-
mania, en varios puntos, particularmente en Bohemia, don-
de ha servido de observación al Sr. Barrande: en Rusia
ocupa espacios inmensos, y en forma de faja pasa por San
Petersburgo terminando en el Báltico y en la Finlandia; en
la América del Norte constituye una región casi tan extensa
como la Europa entera; en la del Sur, en el Brasil, las mon-
tañas de Minas Geraes pertenecen, según Humboldt y
Eschwege, á este terreno formado de una arenisca elástica,
llamada itacolumita (nombre de un picacho), alternando con
capas de cuarcita, de brechas ferruginosas (itabirita) y de
pizarras talcosas, impregnadas de varios metales, á cuya des-
composición se deben los aluviones que tan ricos productos
suministran en oro, platino, diamantes y otras piedras pre-
ciosas.
Silúrico español.— Hemos dado tanto desarrollo
á la descripción de este terreno, así por las graves cuestio-
nes que su estudio entraña, como por la extensión conside-
rable que ocupa en la Península.
Horizonte inferior ó fauna primor-
dial.— A juzgar por lo que el Sr. Prado dice en la Memo-
ria publicada en el Boletín geológico de la Sociedad de Fraticia
en mayo de 1860, la fauna primordial del oeste déla Penín-
sula afecta la disposición en fajas estrechas, formadas de
capas de calizas y pizarras rojas que ocupan mas de 100 ki-
lómetros de extensión, en la vertiente sur de la cordillera
Cantábrica, desde el rio Esla, á un kilómetro al este de
Sabero, hasta el origen del Sil en Galicia. Del lado del este,
Prado solo ha encontrado dos fajas que asoman por debajo
de los terrenos carbonífero y devónico, á 10 ó 12 kilómetros
al norte de Sabero, y pasan al este y al oeste de Comiero á
la distancia de un kilómetro próximamente la una de la
otra; el pueblo de Velilla se encuentra entre las dos fajas ó
zonas. La del sur la llama Prado faja de Sabero; á la otra la
distingue con la denominación de zona de Boñar; nombre
de un pueblecillo cerca del cual va á perderse debajo del
terreno cretáceo.
El ilustre Barrande, en la nota que acompaña á la Memo-
ria citada, después de caracterizar, con Verneuil y Prado,
los numerosos fósiles que este recogió, llama la atención
hácia dos hechos curiosos que se desprenden de los indica-
dos por aquel. El primero consiste en el notable hiatus ó
vacío que se observa en dichas localidades, en las que el
terreno silúrico inferior se ve inmediatamente cubierto por
el devónico; faltando en consecuencia los pisos representan-
tes de la fauna segunda y tercera, y esto no en un corto
espacio de terreno, sino en una extensión que Prado calcula
en 100 kilómetros. El segundo es la analogía que ofrece la
naturaleza y aun el aspecto y condiciones estratigráficas de
los materiales calizos, en los que se han encontrado fósiles
silúricos y devónicos. Solo el color rojizo distingue el hori-
zonte de la fauna primordial del devónico, cuyas rocas se
331
presentan verdosas. De esta circunstancia deduce Barrande
la necesidad de no fiar en la apariencia de las rocas, y de
fijarse muy especialmente de la índole de los fósiles, sin los
cuales los terrenos citados, tan diferentes entre sí, podrían
haberse considerado como pertenecientes á un mismo
período.
Los fósiles mas notables que Prado encontró en la faja
caliza roja de Boñar, son el paradoxides Pradoanus, el ario-
nellus ceticephalus, el conocephalites Sulzeri y una variedad
de este casi liso; el conocephalites coronatus y el conoce-
phalites Ribeiro, varios agnostus y otros, todos caracterís-
ticos de la fauna primera de Bohemia, de Inglaterra y Suecia.
En Murero, al norte de Daroca, también se ha encontrado
el paradoxides característico de la fauna primordial y otras
especies.
Horizonte medio ó fauna segunda.— El
piso medio, representante del sistema de Caradoc y de Lian-
Cerro de San Cristóbal Virgen del Consuelo
Fig. 76. — Corte del terreno silúrico en el que se encuentra la fosforita
de Logrosan (Extremadura)
i Granito porfídico. — 2 Pizarra arcillosa, cuajada de maclas y estauro-
tidas, por la acción de la roca anterior. — 3 Pizarras arcillosas, en ca-
pas verticales. — 4 Filón metamórfico de fosforita.
deilo, no solo se ve muy desarrollado en varios puntos de la
Península, sino que puede decirse, que hasta el descubri-
miento reciente en la fauna primordial, debido al infatigable
celo y á las asiduas observaciones del Sr. Prado, era casi el
único representante del silúrico en nuestro suelo.
Este horizonte existe en la Sierra-Carpentana, en los mon-
tes de Toledo y Sierra- Morena, en León, Palencia y Asturias,
formando zonas muy importantes, y además en algunas loca-
lidades aisladas de Aragón, Cataluña y fronteras de Castilla
la Vieja.
Su composición varía algún tanto en los diferentes puntos
en que hasta el dia se ha estudiado y reconocido. Así, por
ejemplo, en Sierra-Carpentana lo constituyen las pizarras
cristalinas y las cuarcitas que hácia el este cubren al gneis
atravesado por muchos filones de granito. En todos estos
materiales y en las calizas sacaroidéas que los acompañan,
encontró Prado biiobites ó cruzianas, plantas que en Francia
siempre se encuentran en el piso llamado en otro tiempo
inferior, y que puede ahora considerarse como medio.
En la zona de los montes de Toledo, que comunica por
Extremadura con la de Sierra-Morena, este horizonte consta
de abajo arriba de grandes bancos de pizarras y samitas con
restos de caliza negruzca, cubiertos por masas considerables
de cuarcita, que recuerdan la arenisca de Caradoc y el sti-
perstone del oeste de Inglaterra. La cuarcita, en razón á su
gran dureza y á la resistencia que presenta á la acción de los
agentes exteriores, es la que constituye las cimas entrecorta-
das y mas altas de las montañas, marcando de un modo no-
table la dirección de los demás elementos del terreno, que
es del este al oeste ó del este 10a ó 15o norte al oeste 10*
ó 15 sur. En esta zona se encuentran dos criaderos impor-
tantes, á saber: el de la fosforita de Logrosan y el del cina-
brio de Almadén, que merecen nos detengamos por un mo-
mento en darlos á conocer.
33“
El primero, ó sea el de Logrosan, indicado ya en 1775 por
Bowles en la Introducción á la Historia Natural y á la Geo-
grafía de España, y descrito por primera vez por el señor
Naranjo en 1849, pertenece, según este geólogo, Luxan y
otros, al período silúrico. La naturaleza y disposición de los
materiales que acompañan á tan preciosa sustancia, se com-
prenderá mejor con solo echar una ojeada al corte anterior,
copiado del que ilustra la memoria que en 1860 publicaron
en el Boletín de la Sociedad geológica de Francia los señores
Naranjo y Peñuelas (fig. 76).
El yacimiento de la fosforita ofrece, según estos ingenie-
ros, todos los caracteres de un filón metamórfico mas ó me-
nos regular, con una dirección media sur 40o oeste á nor-
te 40o este y una inclinación desde 60 J hasta 90 este, mas
bien que el de capas ó bancos contemporáneos de las rocas
que lo contienen. El criadero está en el cerro de San Cris-
tóbal que, al parecer, representa un cono aislado de levan-
tamiento en el centro de una llanura silúrica de cinco á seis
leguas de radio; su extensión es de media legua de largo
desde el arroyo de Nava-Zarza hasta la vertiente sur del
monte, junto á la capilla de la Virgen del Consuelo, y su
potencia desde 0,60 hasta 7 \ El aspecto que ofrece es el de
una masa en capas verticales, empotradas en bancos pode-
rosos de pizarras con vetas de cuarzo basto. Algunos ejem-
plares ofrecidos al Museo de Historia Natural por D. Igna-
cio Bolívar, procedemos de la mina Cármen de Cáceres,
ofrecen todo el aspecto de orthoceras. En los Anales de la
Sociedad Española se encontrarán mas datos sobre este im-
portante asunto.
No cede en interés científico, ni tampoco industrial, el
distrito de Almadén al que acabamos de reseñar; la presen-
cia en él del cinabrio, en cantidad tan prodigiosa que lo co-
loca muy por encima de todos los criaderos conocidos en
el mundo, bastaría para excitar la curiosidad del geólogo.
En el distrito de Almadén se encuentra el terreno silúrico
acompañado del devónico, del que no siempre es fácil dis-
tinguirlo, como queda ya indicado, tanto por la analogía de
caractéres que ofrecen, cuanto por participar ambos á dos
de los mismos accidentes estratigráficos, encontrándose á
veces confundidos ó mezclados confusamente. Sin embargo,
Prado asegura que esta confusión solo se observa donde las
capas afectan grandes dislocaciones, y en puntos circunscri-
tos; persistiendo el silúrico con sus caractéres propios, en
superficies á veces muy extensas. Almadén, Valdeazogues,
Cabeza del Buey y Herrera del Duque, son las principales
localidades en las que el devónico acompaña al silúrico de
esta manera tan íntima.
La constitución geognóstica de este terreno consiste prin-
cipalmente en pizarras, que representan el elemento domi-
nante. El color de estas rocas suele ser en general el negro
ó gris pardo, casi siempre moteado de rojo amarillento, de-
bido al hidróxido de hierro ; también á veces se ven las pi-
zarras blancas, en cuyo caso desliéndolas en agua, sustituyen
á la cal y al yeso para el blanqueo. Otras pizarras son micá-
ceas, con hojuelas muy delgadas de mica argentina. Con
frecuencia pierden su estructura característica y se convier-
ten en terrosas. Sus hojas no son rectas ni continuas; vién-
dose con frecuencia hendidas y agrietadas en todos sentidos
por planos de crucero y de juntura, en cuyo caso es en ex-
tremo difícil apreciar la verdadera dirección de las capas.
Solo en Castuera toma esta roca el aspecto de la pizarra de
tejar, por cuya razón la llaman allí pizarra de librillo. Todas
ellas presentan con mucha frecuencia en su masa nodulos
esferoidales ú ovalados, unas veces piritosos muy duros, al
menos en su centro, otras bastante deleznables y huecos en
el interior, compuestos de materia pizarrosa. En Almadén,
en el punto de contacto con el cinabrio, las pizarras negras
contienen nodulos de pirita de mas de un pié de diámetro,
cubiertos con frecuencia por el cinabrio.
En estas rocas, y particularmente en las de color negro, se
encuentra la mayor parte de los fósiles característicos del
piso en cuestión, entre los cuales la calymene Tristani es tan
frecuente que, según Prado, no falta nunca en las pizarras
fosilíferas. Síguenle en el orden de su importancia y frecuen-
cia, el orthis testudinaria; en impresiones, el bellerophon
bilobatus, la calymene Arago, la placoparia Tourneraini, el
trinucleus Goldfussi y otros. La localidad mas rica, y en don-
de este geólogo ha encontrado la mayor parte de las especies
citadas, es el pueblo de Pozuelos, cerca del puente llamado
de las Ovejas, á tres leguas de Ciudad Real; también el Pe-
ralejo al norte de Guadalmez, la Huerta del Llano cerca de
Chillón y otras, son dignas de estudio bajo este punto de
vista.
Después de las pizarras, la cuarcita es la piedra mas im-
portante del silúrico en este distrito. Esta roca se presenta
de grano fino y estructura compacta, pasando con frecuencia
á una especie de pudinga (Grauwacka), de pequeñas chinas,
tan intimamente unidas entre sí, que es muy difícil separar-
las. Su color generalmente es el blanco, manchado á veces
de rojo por el peróxido de hierro, sobre todo en las superfi-
cies de estratificación y en las hendiduras trasversales; tam-
bién se la ve atravesada por venas y filones de cuarzo. En
Puertollano, Abenojar y Luciana y en Nava de Ricomalillo,
en donde suele contener oro, los cantos de la pudinga cuar-
cítica son de mayor tamaño, y se desprenden con mas faci-
lidad. En los puntos en que esta roca se halla en contacto
con las pizarras negras adquiere este mismo color, siendo
muy difícil explicar el por qué en medio del sistema de las
pizarras negras se ve á tan corta distancia la cuarcita ya
blanca, ya del color oscuro de aquellas. Esta roca, cualquiera
que sea su coloración, suele presentarse en capas de mucho
espesor, formando, lo mismo que en los montes de 1 oledo,
la cima aguda y entrecortada de las montañas, particular-
mente cuando afecta la disposición vertical. En ella solo se
encuentran, por lo común, restos de fucus y de bilobites,
plantas ai parecer terrestres, dispuestas siempre según los
planos de estratificación, jamás en sentido trasversal.
En medio de la formación de las pizarras se encuentra
otro elemento geognóstico que, aunque de naturaleza silícea,
se distingue de la cuarcita, y es una arenisca micácea, poco
consistente, teñida de amarillo por el hidróxido de hierro.
En ella se han encontrado la calymene Tristani, la placopa-
ria Toumemini, el bellorophon bilobatus, y otros fósiles ca-
racterísticos. Su estructura es compacta, si bien suele pasar
insensiblemente á la pizarrosa, conteniendo en este caso los
mismos nodulos que las pizarras.
La caliza, que Le Play dijo no existir en el silúrico de Al-
madén, se encuentra, según Prado, pero siempre en capas
subordinadas á las pizarras. Su color habitual es el gris, aun-
que también suele presentarse negra, como entre Valdeazo-
gues y Fontanosas y entre Brazatortas y Veredas, donde está
literalmente formada de la calymene Tristani, del belerophon
bilobatus y de otros fósiles característicos.
Prado cita además una arenisca de color gris claro muy
deleznable, con algunas hojuelas de mica, en la cual parece
haber encontrado junto á los cortijos de Malagon, restos de
un ellipsocephallus, género característico de la fauna pri-
mordial de Bohemia; descubrimiento importante, y en el
cual se funda Barrande para admitir la existencia del piso
mas inferior del terreno silúrico en este distrito.
Además de las mencionadas, se encuentra en el territorio
de Almadén una roca llamada por los mineros piedra frai-
GEONOMIA
333
lesea, muy curiosa, tanto por sus caractéres y composición,
cuanto por su yacimiento y circunstancias que la rodean.
La piedra frailesca ofrece el aspecto de una brecha de pe-
dazos de pizarra negra, unas veces sin cemento aparente,
otras reunidos por una materia caliza magnésica gris, ó de
color claro, mezclada con arena y pequeños fragmentos de
cuarcita. También suele presentarse sin elementos pizarro-
sos, y su masa entonces es de cuarcita negra, sembrada de
pequeñas porciones de la caliza dolomítica. En Almadén, en
el punto de contacto de las capas que contienen el cinabrio,
la piedra frailesca es de cemento dolomítico, con fragmentos
de pizarra negra muy delgados y angulosos, y á veces de 2 y
3 decímetros de largo. La estructura en grande de esta roca,
aunque predomine en ella el elemento calizo, es pizarrosa, y
suele alcanzar un espesor de 50 y mas metros. En la masa
de la piedra mencionada se suelen encontrar algunas oque-
dades tapizadas de pequeños romboedros de Dolomía, de
color blanco anacarado. También determina á veces esta
roca la formación de estalactitas, que se presentan en el in-
terior de las galerías, de color blanco de nieve, pero sin que
se descubra en ellas vestigio alguno de magnesia.
Por último, en la mina de Almadén, y en el seno mismo
de la pizarra negra, suelen verse algunas capas aisladas de
caliza magnesífera blanca, de aspecto sacaroidéo y homogé-
neo, afectando la forma de lentes de gran tamaño, aunque
de corta extensión. Otras veces se presenta este elemento
geognóstico en pequeñas vetas ó filones en la masa de la
piedra frailesca, llevando con frecuencia pequeños cristales
de cinabrio. Prado dice haber visto los mismos cristales en
una caliza parecida, si bien mas pura, en el criadero de cina-
brio de Mieres (Asturias), perteneciente al terreno carboní-
fero.
La piedra frailesca ha proporcionado escasos vestigios
orgánicos en Chillón, que lo mismo allí que en Guadalperal
parecen afectar las facies del terreno devónico. Sin embargo,
en Almadén, Prado la cree silúrica, tanto por hallarse ro-
deada de pizarras de este piso, cuanto por ser diferente su
aspecto de la devónica, y mas particularmente por haber
encontrado en su masa bilobites, fósiles propios de este ter-
reno.
También ha hecho el citado geólogo la observación de
que esta roca jamás se encuentra en la cuarcita, y que falta
en ella el elemento feldespático, circunstancia que la asemeja
mucho á la grauwacka del Hartz.
Los materiales devónicos y silúricos de Sierra-Morena, y
particularmente los del distrito de Almadén, han experimen-
tado la acción de varias rocas ígneas, entre las cuales deben
mencionarse algunas variedades de granito, varios pórfidos
verdes y negros ó melafidos, y las leucostistas ó pórfidos tra-
quiticos, muy curiosos. La aparición en diferentes épocas de
todas estas masas eruptivas, no solo ha determinado la dis-
locación, el quebrantamiento y el metamorfismo de todos
los estratos, sino que indudablemente ha contribuido tam-
bién á la formación del curioso y por demás importante
criadero de cinabrio. Entre estos efectos notables que reve-
lan las rocas, es digno de mencionarse el replegamiento y la
ondulación de las capas que un dia se depositaron horizon-
talmente en el fondo del mar, y hoy se repiten con las for-
mas mas caprichosas.
Respecto á la naturaleza de criadero del mercurio, me
limitaré por ahora á manifestar, con Prado, que no debe, en
general, considerarse como verdadero filón, á no ser en pun-
tos muy circunscritos; y que la gran masa de cinabrio ha
penetrado en las rocas, particularmente la cuarcita, siguiendo
la dirección de sus capas, nunca en sentido trasversal. En
muchos de estos materiales parece que hubo sustitución de
parte de sus elementos componentes por el mercurio que los
desalojó al tiempo de penetrarlos; pudiendo citar en confir-
mación, que cuando esta operación se verificó en las pizar-
ras, el metal adquirió la estructura y hasta el color oscuro
que las distingue; al paso que en la cuarcita se presenta de
color mas claro y en masa ó de estructura maciza.
Prado asegura que en el cinabrio se encuentra en ambos
terrenos, devónico y silúrico, si bien es mas abundante en
este que en aquel. Sin embargo, la salida de este metal es
posterior á la consolidación de sus materiales; debiendo, tal
vez, referirla á períodos diferentes y mas ó menos íntima-
mente enlazada con la erupción de las diversas rocas erupti-
vas que dislocaron dichos terrenos.
Los fósiles que mas comunmente se encuentran en este
horizonte en la indicada comarca, son los que hemos men-
cionado mas arriba, y además el Asaphs nobilis; la Dalmania
Philipsi y D. socialis; el trinucleus Goldfussi; el cyrtocerati-
tes Luxani, y otros.
Las capas silúricas de Sierra-Morena se han reconocido
en dirección este oeste desde Santa Cruz de Múdela hasta
Cabeza de Buey y Castuera, en una extensión de 170 kiló-
metros; siendo muy probable, según Verneuil, que se pro-
longuen hasta el Cabo de San Vicente. En la última excur-
sión que este geólogo hizo por nuestro suelo, parece haber
hallado en la extremidad oriental de esta cordillera, entre
Genave y Albaladejo, en el rio Guadarmena, la continuación
de este horizonte geológico, representado por pizarras y
cuarcitas con la calymene Tristani.
En las fronteras de Aragón y Castilla también se presenta
este terreno en pequeños manchones, representado por pizar-
ras negruzcas con graptolites y cuarcita negra y gris. Consti-
tuye los cerros de Nuestra Señora y de San Cristóbal, cerca
de Orihuela del Tremedal, y se repite con accidentes pare-
cidos en Garaballa en el Collado de la Plata, entre Libros y
Albarracin, cerca de Jea y Torres, en Checa, Horea Mon-
terde, Montalban y otros puntos (1). En Molina de Aragón,
y cerca de Prados, vuelve á presentarse, compuesto de ma-
teriales análogos, caracterizados por las calymene Tristani y
Arago, la placoparia Tournemini, y otras especies idénticas
á las de Sierra-Morena.
Las pizarras silúricas aparecen de nuevo mas arriba en
capas muy inclinadas en los baños de Alhatna de Aragón,
enlazadas, sin duda, con las del eje de la cordillera de Bur-
gos y el Moncayo. Cerca de Camprodon (Cataluña) también
se ha observado este terreno, pues en sus pizarras negras
encontró Loriere bastantes graptolites, fósiles característicos.
En cuanto á la otra gran región del terreno silúrico, ó sea
la cordillera Cantábrica y las limítrofes provincias de León
y Palencia, también se halla muy desarrollado, constituido
por las pizarras y cuarcitas del piso medio, análogas á las de
Sierra- Morena, y por areniscas ferruginosas en Sabero, con
muchos fósiles característicos.
Según Verneuil, el piso superior, ó sean las formaciones
de Ludlow y Wenlock, no se encuentran en la Península, ó
por lo menos es dudosa su existencia, pues los únicos datos
paleontológicos que ha encontrado en Sierra-Morena, en
Ogassa, cerca de San Juan de las Abadesas y en otros pun-
tos, que pudieran hacer sospechar su presencia, son la car-
diola interrupta, algunos graptolites y el orthoceras bohemi-
cum, y como quiera que entre estos fósiles, el primero se
encuentra también en Inglaterra y Bohemia en el silúrico
inferior, es racional la duda que asalta al mencionado geó-
logo. Estas especies se encuentran en Sierra- Morena en
( 1) Véase, para mayores detalles, mi Memoria geognóstico-agricola
sobre la provincia de Teruel.
GEOLOGIA
lechos delgados de pizarras negras algo bituminosas, con
concreciones calizas esferoidales, análogas á las de la base
del piso superior de Bohemia. Este horizonte se halla en
Ogasa, representado por los mismos elementos geognósticos,
cubiertos por pizarras que contienen varios bancos de com-
bustible y muchas impresiones de heléchos del período car-
bonífero. También, según Yerneuil, puede referirse al mis-
mo, la faja de caliza silícea atravesada por numerosos filones
de granito, que aparece en varios puntos desde Gerona y
Calella hasta Barcelona, cerca de cuya ciudad encontró Prats
algunas orthoceras.
Aunque en rigor no esté demostrada la existencia en la
Península de las formaciones mas superiores del silúrico, sin
embargo, puede asegurarse que estos materiales representan
entre nosotros la parte culminante del terreno en cuestión;
por cuyo motivo figuran en el cuadro de clasificación de
terrenos, como equivalentes de los pisos Wenlock y Ludlow.
El terreno silúrico comunica á las comarcas formas muy
diversas, según los materiales que en él dominan; así es que
cuando son las pizarras talcoSas ó micáceas y aun el gneis
los que adquieren mas desarrollo, no produce montañas muy
elevadas: sus formas son redondas y terminan por mesetas
muy á propósito para el cultivo de la vid, cuando el clima
lo requiere, según hace notar el Sr. Rojas Clemente en su
«Ensayo sobre las \ariedadcs de la vid comun;j^ también se
producen muy buenos pastos en estas mesetas, como de ello
nos da un buen ejemplo la Serena (Extremadura). Por el
contrario, las cuarcitas y areniscas constituyen montañas
bastante altas, ásperas, de contornos caprichosos y entrecor-
tados y de grandes escarpes, imprimiendo al país el sello de
pobreza vegetal.
Este terreno puede considerarse como el mas rico entre
los de sedimento, bajo el punto de vista industrial, explo-
tándose en él el cinabrio, el oro, la galena argentífera, el zinc,
el cobre, el estaño y otros metales y algunas piedras precio-
sas. Entre los materiales pétreos las areniscas, los conglome-
rados silíceos, las calizas y las rocas plutómcas que se en-
cuentran en él en abundancia, pueden destinarse á los usos
indicados ya en terrenos anteriores. Muchas pizarras sirven
para tejar y para pavimentar, etc.
En cambio de esta riqueza industrial, el terreno silúrico
suministra pocos materiales á la agricultura, siendo en gene-
ral pobre la vegetación en las comarcas en que abunda este
terreno. Sin embargo, en España puede decirse que por ex-
cepción ofrece una gran riqueza en el criadero de fosfato de
cal de Logrosan (Extremadura), cuya explotación va cre-
ciendo de dia en dia de un modo fabuloso. Algunos opinan,
en cuanto al uso que pueda hacerse de esta sustancia, que
debe darse como alimento á las bestias y en especial á los
bueyes, ejerciendo en su organismo, según Elie de Beau
mont y Mige-Couries, la misma influencia que sobre las
plantas.
segundo. — Terreno devónico
SINONIMIA. Arenisca roja antiguad grupo devónico,
Lyell.— Grupo de la arenisca roja antigua, Delabeche.— Old-
red-sandstone, del mismo y de otros ingleses.— Piso de are-
nisca purpúrea, Cordier.— Formación paleosamerítica Huot
— Grauwackgebirge, de los alemanes .— Sistema devónico,
Murchison y Sedgwik. — Devonian grup, Morris. Piso se-
gundo, devónico, D'Orbigny, etc.
Historia de este terreno.— El terreno de
que vamos á tratar, confundido hasta estos últimos tiempos
con el período carbonífero por una parte, y con el silúrico
por otra, bajo las denominaciones vagas de terreno de la
grauwacka y de la arenisca roja antigua, fué separado y des-
lindado perfectamente en 1839 por los geólogos ingleses
Murchison y Sedgwick, dándole el nombre que lleva por
ser la parte meridional del condado de Devon (Inglaterra)
la región en que ofrece mayor riqueza en restos orgánicos
característicos. Esta separación fué después confirmada por
la bella teoría de los levantamientos, habiendo demostrado
el Sr. E. de Beaumont que entre el terreno silúrico y el car-
bonífero aparecieron los sistemas del Morbihan y de West-
moreland, que circunscriben perfectamente una serie de es-
tratos con fósiles peculiares, aunque conservando algunos el
carácter del terreno anterior, que son los representantes del
old-red-sandstone. Posteriormente el Sr. Dumont, en la ex-
plicación del mapa geológico de Bélgica, creyó oportuno
separar la parte inferior del devónico, y elevarla al rango de
terreno independiente, aplicándole el adjetivo rhínico ó del
Rhin, desmembración no por todos admitida.
Definición y carácter mineralógico.—
El terreno devónico es el conjunto de capas de areniscas
rojas, oíd red-sandstone, y de conglomerados silíceos grau-
wacka, alternando con otras de pizarras, areniscas algo abi-
garradas y de caliza, ofreciendo entre sus estratos, como
materia subordinada, la antracita, por cuya razón el Sr. Oma-
lius lo llamó al principio parte antraxífera del grupo bitumi-
nífero, considerándolo como la base del de la ulla.
Carácter ESTRATIGrAfico.— El levantamiento
del Westmoreland lo aísla, sin embargo, del indicado terre-
no, al que sirve de base en estratificación discordante; así
como el del Morbihan lo separa del silúrico por su parte
inferior. Conste, no obstante, que esto se dice así de un
modo general, pues con frecuencia es en extremo difícil
separar las rocas devónicas de las silúricas, como sucede,
según Prado, en los alrededores de Almadén, donde, si lle-
gan á faltar los fósiles, casi es imposible establecer la línea
de separación entre unas y otras. Este distinguido geólogo
dice también que en general puede asegurarse, al menos en
dicha comarca, que toda gran masa de pizarras es silúrica,
así como las rocas muy cargadas de hierro, pertenecen al
terreno devónico.
No se crea, sin embargo, que la composición de este ter-
reno es siempre idéntica; á veces predominan las areniscas
y los conglomerados y le imprimen un carácter distinto y
condiciones agronómicas diferentes; otras, adquieren mayor
importancia las arcillas pizarrosas y las calizas, haciéndole
variar completamente de aspecto.
CARÁCTER PALEONTOLÓGICO. — La primera apa-
rición de los reptiles junto con gran número de braquiópo-
dos, pertenecientes á los géneros Spirifer , Productus, Atry -
M y Terehratula; de cefalópodos, tales como Clymcnia; el
gran desarrollo de los equinodermos pediculados llamados
crinoideos, de cuyo grupo zoológico solo existen en el mun-
do actual dos representantes en el Atlántico; la presencia de
muchas especies de trilobites, aunque diferentes todas de las
anteriores; peces de extraña organización y aspecto, como
puede verse en las figuras 77 y 78: muchos zoófitos forman-
do arrecifes, y por último, una vegetación propia y distinta
de la del terreno silúrico, y del inmediato posterior ó carbo-
nífero; tal es en breves palabras la representación de la vida
durante este periodo de la historia terrestre.
ESPESOR. — Según el Sr. Murchison, este terreno alcan-
za en Inglaterra mas de 3,000 metros de desarrollo vertical;
circunstancia que por sí sola basta para conceptuar el inmen-
so espacio de tiempo que supone la formación de todos sus
materiales.
División. — Aunque no aparece ningún sistema de
levantamiento entre el de Morbihan y Westmoreland, sin
GEONOMIA
embargo, generalmente hablando, el terreno devónico se
divide en tres pisos: superior, medio é inferior, conocidos
también con los nombres de arenisca blanca de Elgin (Ingla-
terra, condado de Moray); caliza del Eifel con strygocepha-
lus y calceola Schiefer (pizarras de calceolas), que represen-
335
tan el medio; y arenisca roja antigua, gramvacka de Kcemer,
ó arenisca de Spirifers de Sandberger, que terminan por
abajo la serie devónica. Estos horizontes se hallan perfecta-
mente representados en Llama, Colle y Sabero por materia-
les algún tanto diferentes de los de Inglaterra y Alemania,
Fig. 78.— Peces del período devónico.— 1 Coccosteu-,; 2 Pterychtys; 3 Cepha1ap>is
Fig, 80. — Productus Martini Fig. 81 — Spirifer trigonalis Fig. 82. — Spirifer g]aber
Fig- 77— Plantas del período devónico.— 1 Fucos; 2 Zostera; 3 Psilophvton
Fig- 79- — Lepidodendron Sternhergii
Dpero con fósiles característicos de este terreno y que estable-
cen su verdadera contemporaneidad. (Véase el Cuadro ge-
neral de terrenos.)
Al sur de los montes Grampianos, en los condados de
Forfar, Kincardine y Fife, puede considerarse dividido el
devónico en tres zonas, á saber: primera, de arenisca amari-
lla atravesada por otras en forma de fajas de color blanco;
segunda, de pizarras rojas, areniscas con cornstone y un
conglomerado en la base; y tercera, de arenisca tegular ó
pizarrosa y arenisca dura, consistente, aunque bastante mi-
cácea, conteniendo una pequeña cantidad de carbonato de
cal; esta piedra se destina al empedrado. En la región supe-
rior aparecen muchos peces de los géneros Pterichthys , Pam-
phractiis , Glyptopomus , Holopiychius, y otros.
El terreno devónico del imperio ruso ofrece un hecho
singular, según Lyell y Murchison, y es: que en los horizon-
tes en que predominan las areniscas, estas contienen muchos
peces idénticos á los de Inglaterra, característicos del piso
de la arenisca roja antigua, propiamente dicha; al paso que
en los bancos calizos predominan las conchas semejantes á
GEOLOGIA
336
las del Devonshire. Esta circunstancia confirma el origen
contemporáneo de este terreno en ambas regiones, á pesar
de la distancia que las separa.
Extensión y distribución geográfica. —
Este terreno, reconocido primero en los condados de De-
von y Cornwall, ocupa en la Gran Bretaña una extensión
considerable, formando fajas 6 zonas relacionadas con el
terreno carbonífero. Después de asignarle el lugar que le
correspondía en la serie, el mismo Murchison lo reconoció
en Rusia, donde ocupa vastas regiones. También se halla en
la orilla derecha del Rhin, en el Eifel, en otros puntos de
Prusia y en Bélgica está muy desarrollado, comunicándose
los depósitos de este último reino con los del Paso de Calais,
y de un modo directo, aunque menos aparente, con los de la
Bretaña y Vendée.
DEVÓNICO español. — En la Península este terreno
forma dos zonas, que corren casi paralelas de nordeste al
sudoeste: la una se halla al sur, ocupa gran parte de Sierra-
Morena, confundiéndose á menudo sus estratos con los del
silúrico, como en Almadén, donde se presentan quebranta-
dos y dislocados de mil modos por las numerosas erupciones
metalíferas y pétreas que han ocurrido en dicha cordillera.
La composición del devónico en esta región se halla presen-
tada, según Prado, por un escaso número de estratos de
pizarras subordinadas á las areniscas, que, al parecer, son
las rocas dominantes, y en las que se encuentran los fósiles
mas característicos. Las pizarras, que nunca adquieren gran
desarrollo, se presentan de color gris, amarillento, verdoso ó
rojizo, y hasta negro, como se observa en Guadalperal. Su
consistencia es escasa y de aspecto con frecuencia térreo.
Las areniscas, que aunque no tan duras como las del terreno
silúrico, son mas consistentes que las pizarras, se presentan
de color blanco, gris amarillento, á veces también rojas,
jamás negras. En general las rocas devónicas de Almadén
son menos ferruginosas que las de la cordillera cantábrica,
si bien predomina mas el hierro en ellas que en los materia-
les del silúrico. Los fósiles mas característicos del devónico
en esta región, de los que á veces se halla cuajada la roca,
son los siguientes: Terebratula undata, T. reticularis, T. Ma-
riana, Spirifer Bouchardi, Sp. subspeciosus, Sp. Archiaci,
Sp. Verneuili, Productus subaculeatus, Leptaena Dutertrei,
L. Murchisoni, Orthoceratites vermicularis, Dalmanites su-
blaciniata, Phacops latifrons, Homolonotus Pradoanus y
otros muchos que se encuentran en Guadalperal, Guadal-
mez y Chillón, localidades muy ricas.
La zona del norte ocupa gran parte de las montañas de
Asturias y sus ramales, en la provincia de León. El arrecife,
que conduce desde esta capital á Oviedo ofrece hasta el pié
del puerto de Pajares toda la serie de rocas de dicho terre-
no, compuesta en la base de grandes bancos de areniscas y
conglomerados rojos, tan impregnados de hierro, que forman
el objeto de ricas explotaciones, sobre todo en Mieres y
Sabero: encima se encuentran muchos bancos de pizarras
arcillosas, con el cardium palntalum , coronadas por gruesos
estratos de caliza, que con sus variados accidentes dan un
aspecto extraño y pintoresco á aquellas montañas. Esta re-
gión se extiende hasta los Pirineos, aunque no de un modo
continuo.
Los fósiles de esta zona son casi los mismos que los de
Sierra- Morena, pertenecientes en su mayor parte á la base
del terreno, debiendo citar como localidades famosas las de
Colle y Sabero (León), Ferroñes y Avilés (Asturias). En
Puentealba y Burdongo se encuentran además bancos de
caliza roja llena, al parecer, de goniatites y orthoceratites,
característicos del piso superior.
También el terreno devónico se halla bastante desarrolla-
do en Hinarejos (Cuenca) alrededor del depósito de carbón,
siendo notables los puntos de Castellano y el Cerro del
Hierro; denominación que nos da á entender que también
allí como en Asturias, se ve este terreno favorecido por la
presencia de tan precioso mineral.
De lo dicho se deduce que el terreno devónico ocupa en
la Península gran parte de su superficie, contribuyendo muy
directamente á determinar los accidentes geográficos que la
caracterizan.
MATERIALES ÚTILES. — Las principales materias que
suministra este terreno son: la antracita, el hierro, el cobre
y otros metales; las calizas como mármoles y para la cons
truccion; las pizarras para embaldosar y cubrir los edificios,
y las areniscas y conglomerados, como materiales útiles para
el empedrado y otros usos.
tercero. — Terreno carbonífero
SINONIMIA. — Terreno de ulla y antraxífero, Omalius.
— Terreno izemínico-abísico de la ulla, Brongniart. — Coal-
measures y carboniferous limestone de los autores ingleses,
Montain-limestone, Philipps. — Stein-kohlengebirge, kohlen-
sandstein de los alemanes. — Suelo secundario, Boué.— Gru-
po carbonífero, Delabeche. — Caliza de transición en parte,
de algunos alemanes. — Tercer piso, carbonífero, D'Orbigny.
HISTORIA. — El terreno en cuya descripción vamos á
ocuparnos, uno de los mas importantes de la serie bajo el
punto de vista industrial por las cantidades considerables de
combustible que suministra, se hallaba confundido hasta
hace poco con el terreno pérmico y con otros mas inferiores,
conocidos en Inglaterra con el nombre vago de arenisca
roja antigua, oíd red sandslone. Los Sres. Sedgwick y Mur-
chison lo deslindaron separándolo del terreno devónico,
sobre el que descansa, y del pérmico al que sirve de base, y
asignándole su verdadera posición y caractéres propios.
Definición y carácter mineralógico. —
Desde esta época se da el nombre de terreno carbonífero al
conjunto de capas areniscas, arcillas pizarrosas, pizarras silí-
ceas y micáceas (samita), con bancos de pudingas y calizas,
GEONOMIA
fétidas por lo común, de colores oscuros; todo esto alternando
á su vez con bancos de diferente espesor de carbón de pie-
dra, y como elementos subordinados, nodulos, y á veces
masas de hierro carbonatado y de otros minerales, objeto con
frecuencia de ricas explotaciones.
Carácter estratigráfico.— El sistema del
norte de Inglaterra separa perfectamente este terreno por
arriba de la parte inferior del pérmico en estratificación dis-
cordante; por abajo el del Westmoreland lo aísla del devó-
nico, con las mismas condiciones estratigráficas.
A pesar de la exactitud con que hoy puede asignarse el
lugar que ocupa en la serie este terreno, gracias á las dislo-
caciones producidas por la aparición de los sistemas indica-
dos, su posición suele hallarse completamente invertida,
estando unas veces sobre el jurásico y terciario inferior, como
sucede en la Tarantesia (Saboya); otras encima del cretáceo
en capas casi en estado normal, como se ve en las provincias
de León y Palencia, y en especial en la última, entre Guardo
y Muñeca, según el Sr. Prado. En estos casos la calidad del
combustible, y muy particularmente el carácter de los fósiles
que encierran sus capas, son los únicos datos para determinar
el verdadero horizonte que este terreno debe ocupar en la
serie.
DISPOSICION Y ACCIDENTES DEL CARBONÍ-
FERO.— Los depósitos carboníferos, respecto á su disposi-
ción ó al modo de presentarse, deben distinguirse, según
Coquand, en dos clases, variando en cada una de un modo
esencial las condiciones que los caracterizan.
Con efecto, los unos forman cuencas circunscritas y pue-
den considerarse como depósitos lacustres análogos á los de
las turberas. El carácter que los distingue mejor es la presen-
cia casi constante en su base, de una masa de pudingas de
elementos de gran tamaño, procedentes de las rocas que los
rodean ; de donde es fácil deducir que estos terrenos deben
su existencia á causas locales. Los criaderos de carbón mi-
neral de Saint-Etienne, del Aveyron y de Epinac, en Fran-
cia, son buenos ejemplos de esta clase de depósitos locales,
á los que probablemente corresponden en la Península los
de Hinarejos y de Belmez y Espiel.
La segunda sección comprende los depósitos formados en
el seno de las aguas del mar, participando en consecuencia
de su extensión y de los caractéres propios de los terrenos
de acarreo. Sirviéndoles generalmente de límites los terrenos
paleozoicos mas antiguos, se presentan en forma de zonas ó
grandes fajas en contraposición á los anteriores. Las pudin-
gas ó conglomerados, que también, por regla general, suelen
formar su base, constan de materiales de escaso tamaño, son
de naturaleza esencialmente silícea y de procedencia lejana.
Las cuencas del norte de Francia, las de Bélgica, y particu-
larmente las de Inglaterra, pertenecen á esta segunda cate-
goría, á la que pueden igualmente referirse las de Palencia,
León y Asturias.
Así los depósitos locales de naturaleza mas ó menos esen-
cialmente lacustre, como los generales y marinos, han sufri-
do, en general, la acción de erupciones porfídicas, graníticas
ó de otras rocas ígneas, las cuales con su aparición determi-
naron uno de los caractéres mas distintivos de este terreno,
á saber: la dislocación de sus estratos que se presentan con
frecuencia formando ondulaciones ó SS muy curiosas. Como
ejemplos notables de este rasgo característico del terreno
carbonífero, pueden citarse los representados en las figuras
40, 41 y 42.
Esta especie de repulsión lateral simple ó doble, que ex-
perimentaron las capas del terreno carbonífero, determinó
el estrechamiento de sus materiales en escala á veces enor-
me. Burat estima en 8,000 metros el de la cuenca del Sao-
Tomo IX
337
na y Loira y en 15,000 metros el del norte de Francia y
Bélgica.
Otro de los efectos notables de estas erupciones, muy
dignos de tenerse en cuenta en la explotación de este com-
bustible, es el de los saltos, fallas, grandes hendiduras ó res-
balamientos que experimentaron todos los estratos, incluso
los del carbón.
ORÍGEN DE LA ULLA. — Para evitar repeticiones
inútiles, léase la pag. 300.
CARÁCTER PALEONTOLÓGICO. — Un hecho nota-
ble ofrece la naturaleza y distribución de los fósiles caracte-
rísticos en este terreno, á saber: el hallarse casi toda la fauna
limitada al horizonte inferior y medio, mientras que la flora
puede decirse peculiar al superior, observándose también
algunas plantas en el medio. Aquella se halla principalmente
representada por un extraordinario número de crinoideos, ó
sean equinodermos pediculados, por muchos moluscos de
todos los grupos, algunos insectos, peces, que suelen encon-
trarse en el interior de los nodulos de hierro y también rep-
tiles, entre los cuales figuran, el apateon pedestris , afine á las
salamandras, y tres especies de archegosaurus , descritos por
Goldfuss, procedentes del interior de las masas de hierro
carbonatado de las minas de Saarbruck y de otras varias.
(Véanse las figs. 79, 80, 81, 82, 83 y 84).
ESPESOR.— El terreno carbonífero llega á alcanzaren
algunos puntos 3 y hasta 4,000 metros de espesor, como
sucede según el Sr. Verneuil en el distrito de Asturias, don-
de las capas de combustible repiten hasta setenta ú ochenta
veces.
DIVISION. — Los levantamientos del Forez y de los
Vosgos interrumpieron la formación de este terreno, sepa-
rándolo en tres pisos, superior, medio é inferior, división que
concuerda admirablemente con la establecida en época ante-
rior en Inglaterra, país clásico de este período geológico. El
señor Griffith admite las divisiones siguientes en su mapa de
Irlanda.
Pisos.
I Sunerior í De la ulla (coal measu
superior.. | ^ medida de carbon
) Medio. . Millston-grit. . . .
í Caliza de montaña. .
Inferior. . Pizarra carbonífera. .
! Arenisca. . . ... *'
Espesor en metros
305
1 r5
365
255
120
á 670
á 55°
á 1,950
á 365
á 610
Formando la base del terreno carbonífero se halla un in-
menso depósito de caliza negruzca ó azulada, que se llama
carbonífera ó de montaña por su posición, y también mármol
encrinítico, por la abundancia de restos fósiles, y en especial
de encrinites, que se encuentran como empotrados en su
masa. Esta caliza forma bancos poderosos, aislada por arriba
por el sistema de los Vosgos, y descansando por abajo sobre
el terreno devónico en estratificación discordante, determi-
nada por la aparición del sistema de Westmoreland.
Este piso suele presentar alguna capa de ulla, generalmen-
te seca y con mas frecuencia antracitosa, en la parte supe-
rior y en la inferior, donde alterna con estratos de pizarras,
areniscas rojas y arcillas.
Hállanse en él como materias subordinadas muchos betu-
nes, entre los cuales debe mencionarse el que por sus propie-
dades se ha llamado goma elástica fósil: también se ven el
espato flúor, el yeso, el aragonito, la baritina, la barita car-
bonada, la estronciana, el cristal de roca en diferentes for-
mas, y otras varias.
La pobreza de este piso en ulla y en vestigios de plantas
fósiles se halla compensada por la presencia de algunas
sustancias útiles, como el hierro, el azufre y las piritas, y
43
¡3*
GEOLOGIA
también por la cantidad extraordinaria de animales, entre
los que predominan los crinoideos, ó sean equinodermos
pediculados, los zoofitos, los briozoos, algunos foraminíferos,
los productus, evomphalus, orthoceras, el género bellerophon,
que no se presenta en períodos posteriores, varios peces, v
otros muchos, todos marinos.
En Asturias este piso está tan perfectamente representado
en cuanto á la posición y caractéres como en el norte de
Inglaterra, en Bélgica y Rusia, adquiriendo un gran desar-
rollo en la base del terreno de la ulla, de cuya sustancia
contiene algunas capas en los pisos superiores. Los fósiles
de este piso son muy abundantes en Asturias, y los princi-
pales indicados por Yerneuil los siguientes: productus semi-
reticulatus, p. punctatus, p. cora, spirifcr Mosquensis, Phi-
llipsia, y la fusulina cylindrica, característica del sistema
carbonífero de Rusia y de los Estados-Unidos de América.
El piso medio, separado del inferior por el levantamiento
de los Vosgos, se conoce en Inglaterra con el nombre de
millston-grit (arenisca, piedra de molino), por ser la roca
principal un asperón de grano fino que lo destinan al indi-
cado objeto y puede pasar, y lo hace con efecto, á una espe-
cie de arkosa <5 arenisca feldespática y á un conglomerado
mas ó menos basto. También se encuentran en este piso
algunas pizarras arcillosas y calizas impregnadas de betunes.
Aunque suele hallarse en este horizonte la ulla, es menos
crasa que en el anterior, y sus capas mas delgadas y menos
frecuentes, suministrando un combustible de inferior calidad.
Las arcillas suelen ser aluminosas y se explotan en muchos
puntos para la extracción del alumbre: se emplean también
como muy refractarias para los altos hornos y crisoles: los
ingleses las distinguen con el nombre de fin-clay (arcilla de
fuego).
En algunos puntos este piso llega á adquirir una potencia
de 200 y mas metros, y ofrece peces y moluscos fósiles, y
también alguno que otro nodulo de hierro.
En los alrededores de Durham y de Northumberland
(Inglaterra), el millston-grit sirve de base al superior: en
Francia la cuenca de Saint- Aubin y de Sallé pertenecen á
este piso, que se encuentra en Asturias y en San Juan de las
Abadesas. Wr
El piso superior del terreno carbonífero, separado del
medio por el sistema del Forez, es el que llaman los ingleses
coal-mcasures (medida de carbón), por ser el mas rico en tan
preciosa materia; corresponde al terreno de la ulla propia-
mente dicho, y á la formación carbonífera de algunos auto-
res. Está compuesta de arcillas pizarrosas, impregnadas fre-
cuentemente de betunes, en cuyo caso son inflamables
alternando con areniscas, pudingas silíceas y capas de carbón!
desde una vara hasta dos ó tres de espesor, que es lo común -
repitiéndose gran número de veces, como sucede en el Ñor
thumberland, en el condado de Derby y en Asturias.
Además de estos elementos que pueden considerarse
como esenciales, se encuentran en este piso una porción de
sustancias que, aunque accidentales, suelen ofrecer grande
importancia industrial. Entre ellas ocupa el primer lugar el
hierro carbonatado, que se presenta en nodulos ó riñones, y
también en masas ó depósitos elipsoidales subordinados á
las capas de pudingas y areniscas. La presencia del hierro
en este terreno y el modo de presentarse, parece indicar la
intervención de corrientes eléctricas subterráneas en su for-
mación, como indicamos ya al explicar la notable disposición
que afectan los nodulos del pedernal en las capas de la creta
blanca.
La pirita de hierro se presenta á veces diseminada en las
pizarras y en la ulla, á la que comunica malas cualidades.
También suele encontrarse la galena, la blenda y con menos
frecuencia el cinabrio, como se ve en Muñón- Cimero (Astu-
rias). Entre las sustancias no metálicas se encuentran muchos
betunes, resultado de una especie de destilación de las ullas
grasas, y además la baritina y el alumbre.
Para comprender la extensión y distribución geográfica
de este terreno, véase el siguiente cuadro :
CUENCA
Superficie
aproximada
Hectáreas
Producción
Toneladas
Islas británi
cas
Pais de Gales. . . j
: 4 ^ ; [ Condados de Derby /
y Strafiord. . .^i. 600,000
Newcastle. ... 1
Escocia /
Del N.ypasode Ca- .
v lais /
. ) Del Loira, del Saona ■ 300, 000
(y Loira. . . . )
Del Allier y del Gard
í Mons, Charleroi y I
■ lie a 150,000
DlCju. • • • • l
Prüsia yAlei ?a,rre^ru^!f RuhI ! #
™«n¡, Silesia y Tharandl l8°.
Francia.,
Bélgica. .
mama. ;.j . • x
\ (Sajorna). . .
Austria. . . I La de Bohemia.
000
España., . j'
. 80,000?
La de Asturias.. . ¡ ■>
La de Andalucía, . v 140,0 °*
t>_. tt (La de los Allegha-j
. ni os \ ¡s del j ennessee (
de Amé' y de la Pensilva- 8 000'000?
l* ’ * nía, del Illinois. J
De 35
a 40.000,000
De 5
á 6.000,000
6.000. 000
4.000. 000
900,000?
500,000?
9.000. 000?
rica.
LOCALIDADES ESPAÑOLAS.— En la Península se
conocen los famosos criaderos de Pola de Lena y Mieres
(Asturias), el de Val de Sabero (León), Guardo y Muñeca
(Palencia), los de Belmez, Espiel y Villanueva del Rio (An-
dalucía), el de San Juan de las Abadesas (Cataluña), el de
Hinarejos (Cuenca), y otros de menor importancia.
Materiales útiles del terreno car-
bonífero.— Entrelas materias que encierra este terre-
no, la que realmente le da su importancia es el precioso
combustible buscado con empeño por todos los pueblos in-
dustriales, y que, como con mucha oportunidad dice el se-
ñor Caveda en su brillantísima Memoria sobre la Exposición
de la industria española en 1850, «es el agente mágico de
»la producción, el motor mas poderoso de las fábricas, el
»elemento necesario para reducir las distancias, recorrer con
»seguridad y presteza los mares, y convertir las naciones en
»un solo pueblo.»
Pero además de este agente suministra dicho terreno otro
no menos importante, á saber: el hierro, que no solo auxilia
la explotación de la ulla, sino que la existencia en el mismo
criadero del combustible, hace muy económico su beneficio.
En muchos puntos se emplean las areniscas del piso me-
dio para piedras de molino, como en Inglaterra y en otros
países : las pizarras arcillosas que ofrecen alguna consisten-
cia, se destinan á cubrir los edificios; y las impregnadas
de materias bituminosas se emplean en la preparación de
lápices comunes y para la extracción del aceite mineral, que
se destina con grande éxito para el alumbrado público. La
caliza de encrinites suministra un mármol precioso y muy
estimado para mesas, chimeneas, etc., siendo el de Bélgica
el mas buscado en el comercio. Por último, los betunes, el
alumbre, algunas piritas y otros metales, son en diversos
puntos objeto de ricas explotaciones.
GEONOMIA
cuarto. — Jarato pérmico
SINONIMIA. — Terreno péneo, Oraalius. — Terreno del
Rothe, todliegende, zechstein y alpenkalk de los alemanes.
— Pérmico, Murchison. — Pérmico ó caliza magnésica, LyelL
— Red conglomerad y magnesian limestone, de otros ingle-
ses.— Zechstein, Humboldt. — Terreno sameritico, Huot. —
Primera caliza secundaria, Boué. — Parte de la arenisca
roja, Rozet. — Caliza alpina. — Parte inferior del grupo de
la arenisca roja, Delabeche. — Parte del período salino mag-
nesífero, Cordier. — Piso pérmico, D’Orbigny. — Arenisca de
los Vosgos, Dufrenoy y Elie de Beaumont, etc.
DEFINICION. — El terreno pérmico, así nombrado por
Murchison en 1841, por hallarse muy desarrollado en el
gobierno de Permia (Rusia), corresponde á lo que en 1822
llamó Omalius terreno péneo, traducción del rothe totliegen -
de, que significa terreno rojo pobre, denominación que apli-
can los mineros alemanes á la parte inferior de este terreno,
cuyo color habitual es el rojo, y que en contraposición al
piso medio, es muy pobre en mineral cobrizo. Con estos
datos podemos ya decir que el terreno pérmico comprende
una serie de capas de rocas calizas, cuarzosas y pizarreñas,
colocadas entre el levantamiento del Rhin y el del norte
de Inglaterra, que lo separan en estratificación discordante,
el primero del trias, base del período secundario, y el segun-
do del carbonífero.
carácter MINERALÓGICO.— Según el Sr. King,
el terreno pérmico consta en el norte de Inglaterra, en don-
de está muy desarrollado, de los materiales siguientes, que
colocamos en frente de los admitidos por otros en la Tu-
ringia, para que se comprenda mejor su posición y corres-
pondencia.
NORTE DE INGLATERRA
1. Caliza cristalina con-
crecionada y caliza no
cristalina
2. Caliza brecha y pseu-
do brecha
3. Caliza fosilífera. . .
4. Caliza compacta. . .
5. Pizarra margosa. . .
6. Areniscas inferiores
de colores claros. .
TUR1NGIA
1. Stinkstein. . .
pisos
zechstein.
.6.
Rauchwacka.
Dolomía ó zech- . .
stein superior. /'Superior o
Zechstein ózech-
stein inferior.
Mergel schiefer I Medio ó kup-
ó kupferschiefer. 1 ferschiefer. .
Rothliegendes. . ! In^"or óroth-
0 I liegendes. .
En Rusia el terreno pérmico consta, según Murchison, de
caliza blanca con yeso y sal, también blanca, de areniscas
bastas, rojas y verdes, con mineral de cobre accidentalmen-
te; y por último, de calizas magnésicas y dolomíticas, margas
y conglomerados.
Carácter estratigráfico. — El levantamiento
de los Países Bajos se verificó durante la formación de este
terreno, determinando la dislocación de sus estratos y el
metamorfismo de las rocas que los caracterizan.
Carácter paleontológico. — El terreno pér-
mico es el de la primera aparición de las ostreas, panopeas
y myoconchas: todavía se encuentran en él algunos reptiles
extraordinarios, como el protorosaurus, el thecodontosaurus
y paleosaurus, que le son peculiares; bastantes peces de orga-
nización singular, particularmente los palceniscus, pygopterus,
cariacanthus, y platysomus, que, lo mismo en Inglaterra que !
339
en Mansfeld, se encuentran en las pizarras margosas del kup-
ferschiefer, ricas en cobre: algunos productus, spirifer y otros
moluscos. Entre las plantas se encuentran todavía restos de
heléchos arbóreos de la época carbonífera, y empieza á pre-
sentarse ya la familia de las cicadeas, coniferas. En resúmen,
puede decirse que tanto la flora como la fauna del terreno
pérmico se parecen mas o tienen mas puntos de contacto y
de semejanza con las del carbonífero que con las del trias,
lo cual justifica plenamente su posición dentro de la serie
paleozóica.
El distinguido geólogo sajón Sr. Geinitz, que es el que
mejor lo ha estudiado bajo el punto de vista paleontológico,
dice que desde 1848, la fauna de este terreno se ha tripli-
cado al menos, dando conocimiento en una obra que pu-
blicó en 1862, de 216 especies procedentes de Alemania,
Inglaterra y Rusia. De ellas 9 ó 10 pertenecen á los sáurios,
correspondientes á las familias de los lacertídeos y labirinto-
dontídeos; estos empiezan en el terreno carbonífero y
adquieren gran desarrollo en el trias. Describe en la misma
obra 43 especies de peces ganoidéos heterocercos, 25 de
crustáceos, 3 de anélidos ó gusanos, 5 de cefalópodos, 25
gasterópodos, 40 conchíferos y 30 braquiópodos, equino-
dermos, zoófitos, etc. Después enumera las principales plan-
tas que se encuentran en el pérmico, y hecho el exámen
comparativo con las faunas y floras de terrenos anteriores y
posteriores, deduce la mayor analogía con las del grupo pa-
leozoico, y particularmente con el carbonífero, de donde es
fácil deducir que aunque Geinitz adopte el nombre de Dyas,
propuesto en 1S59 por Julio Marcou, se aparta de este, con-
siderando al pérmico, no ya como la base de los terrenos
secundarios asociándolo al trias y formando de los dos lo
que él llama dyas, sino mas bien, como el último terreno
del grupo paleozóico.
El carácter tumultuoso de esta época, y la escasa vida que
la caracteriza, se hallan perfectamente representadas por
las figs. S5, 86, 87 y 88.
Espesor DEL PÉRMICO. — En el Harz las arenis-
cas rojas del pérmico aparecen levantadas hasta 1,000 me-
tros, máximo desarrollo de este terreno en el centro de
Europa. En Heydelberg alcanza 650 metros, mientras que
la arenisca de los Vosgos no excede de 500 á 540 metros.
DIVISION. — Según se indica en el cuadro anterior, el
terreno del pérmico se divide en tres horizontes, cuyos nom-
bres revelan el país donde se ha estudiado primero y donde
adquiere mayor desarrollo.
Estos horizontes son de abajo arriba: inferior ó del Rothe
todt Liegende, que significa rojas capas muertas; circunstan-
cia que indica la pobreza en mineral cobrizo y en fósiles de
este piso : medio ó del Kupferschiefer , pizarra cobriza, cuyo
carácter distintivo y mas notable consiste en las numerosas
impresiones de peces fósiles que en ellas existen ; y superior
ó del Zechstein , expresión minera alemana, que se aplica á
bancos de Dolomías, yesos, pizarras verdes, etc. A estos
tres pisos agrega el Sr. Murchison parte de la arenisca pizar-
rosa y rojiza que otros consideran del trias, llamada del
Bunterchiefer.
EXTENSION Y DISTRIBUCION.— El terreno pér-
mico se encuentra muy desarrollado en Europa; en Alema-
nia el país de Mansfeld (Turingia), no solo es clásico por
haberse reconocido y estudiado desde muy antiguo, sino
que también por la explotación de muchos de los materiales
útiles que contiene. En el ducado de Badén se halla en las
faldas de la Selva Negra; en Inglaterra existe alrededor de
los depósitos carboníferos de Worcester, en el ducado de
Salop, en el de York, Cumberland y en el norte de Esco-
cia. En Francia constituye las dos vertientes de los Vosgos,
34°
GEOLOGÍA
donde lo representan considerables bancos de la arenisca,
que lleva el nombre de la cordillera. El Sr. Coquand ha
indicado y descrito en una Memoria inserta en noviembre
de 1856 en el Boletín de la Sociedad geológica de Francia,
el terreno pérmico, en el departamento del Saona y Loira,
y en las montañas de la Serre en el Jura. Pero la región
mas vasta ocupada por este terreno es Rusia, donde se le
encuentra en el gobierno de Astracán, en el de Saratow, al
norte de los montes Urales y Tinans, en los gobiernos de
Oremburgo, Simbirk, Permia y en otros, según Murchison,
Verneuil y Keiserling.
Mientras el norte de Europa se ve tan favorecido por
este terreno, su parte occidental se halla casi privada de él,
así es que á lo menos por ahora, solo el Sr. Pellico en su
Fig. 85. — Impresiones de la hoja del noeggerathia expansa
Memoria geológica sobre el distrito de Sierra-Almagrera y
Murcia, hace mención de él en la Península, pero de una
manera tan vaga, que hasta nuevas indagaciones no puede
admitirse la existencia de este terreno. También el Sr. Na-
ranjo lo indica, aunque sin fundarse en datos paleontológi-
cos; de consiguiente, puede admitirse, pero con alguna re-
Fig. 89. — Corte del Pico de Ranera (Cuenca)
A, Pico de Ranera B, Collado de Sancho Gil
TRIAS: 1 Terreno terciario y diluvial en capas horizontales. — 2 Do-
lomías.— 3 Arcillas y yesos. — 4 Caliza dolomitica. — 5 Arenisca fer-
ruginoso-micácea (Rodeno). — 6 Cuarcita del terreno devónico.
serva, cerca de Montiel y en los lagos de Ruidera, donde
toma origen el Guadiana; la famosa Cueva de Montesinos,
inmortalizada por la pluma de Miguel de Cervantes, parece
hallarse constituida, según el citado profesor, por la caliza
magnésica ó por el Zechstein de los alemanes.
El Sr. Ansted, en una Memoria publicada en el Boletín de
la Sociedad geológica de Londres , dice que las calizas dolomí-
ticas y acaso también el grupo de conglomerados y areniscas
bastas que se presentan con oscura estratificación en las
cercanías de Málaga, es probable pertenezcan á este terreno.
Mr. Jacquot refiere al pérmico loque otros consideran como
horizonte inferior del trias, en la provincia de Cuenca. El
Sr. Botella en la expedición á Granada verificada en 1875,
Fig. 86.— Walchia Schlo- Fig. 87.— Rama y fructificación
theimii m de Walchia hypnoides
Fig. 88. — Productus horridus
dice haber encontrado este terreno, siquiera la falta de fósi-
les hace que sea aun problemática su existencia.
Materiales útiles. — Supuesto que en la des-
cripción de este terreno se han dado ya á conocer las prin-
cipales sustancias que pueden utilizarse, tales como caliza,
areniscas, Dolomías, yesos, cobre, hierro, etc., y atendido
por otro lado lo problemático de su existencia en España,
excusamos entrar en mayores detalles.
En muchos puntos utilízanse las pizarras que abundan en
este terreno, para la extracción del petróleo, del ácido sul-
fúrico, de la parafina y de otras sustancias menos impor-
tantes. Las pizarras son siempre mas ó menos ricas, en pe-
tróleo sobre todo, pero entre ellas se distingue una capa de
escaso espesor, de estructura compacta mas bien que hojosa,
sumamente ligera y con todo el aspecto de madera fósil, á
la que los ingleses llaman Voguet, y cuya proporción en
materias bituminosas es tal que compensa con creces la po-
breza de muchas pizarras. En las fábricas de destilación que
hemos visitado en Autun hace 15 dias, empiezan por ma-
chacar con mazas la pizarra, cuyos pedazos, del tamaño de
la mano, colocan en calderas giratorias en hornos de rever-
bero, pasando luego los productos de la cocción á conden-
sadores de hierro sometidos á chorro de agua fria, luego á
depósitos de afinación donde separan el ácido sulfúrico y la
parafina del petróleo, que por último lo hacen pasar por el
aparato de refinación.
TERCER PERIODO.— TERRENOS MESOZOICOS
Ó SECUNDARIOS
DEFINICION. — Con el nombre de terrenos secundarios,
GEONOMÍA
341
llamados así por representar el segundo gran período de
creación orgánica, se designa una serie de estratos de distin-
ta naturaleza, interpuestos entre los terrenos terciarios, á los
que sirven de base en estratificación discordante, y los lla-
mados primarios, sobre los que descansan con frecuencia en
discordancia.
Estos terrenos son tal vez los que alcanzan mayor exten-
sión superficial y una circunscripción mas marcadada por el
carácter de su fauna y flora respectivas.
La mayor parte de los geólogos están hoy dia acordes en
separar este gran período en tres terrenos, que de abajo
arriba son: triásico, jurásico y cretáceo. Fúndanse en los
accidentes estratigráficos determinados por los levantamien-
tos del Thuringenvald, de la Cote d’Or y del Monte Pilas,
y por el carácter peculiar que ofrecen los grupos de animales
y plantas fósiles que contienen.
TERRENO TRIÁSICO
SINONIMIA. — Terreno keúprico de varios autores. —
Fig. 90 — Huellas de un animal corpulento con señales de
gotas de lluvia
Fig. 91. — Ceratites nodosus Fig. 92. — Myophoria linéala
Fig- 93-— En-
crinus moniiiformis
Fig. 94.— Huellas de animales en el terreno triásico
M
La mayor parte del grupo de la arenisca roja, Delabeche. —
Grupo de la arenisca roja moderna, Lyell, última edición. —
Grupo poikilítico, Conybear y Buckland. — Parte de la for-
mación de la arenisca abigarrada de Boué. — Formación
triásica, parte del período salino-magnesífero, Cordier. —
Terreno keúprico de Omalius. — Pisos salífero y conchífero,
D'Orbigny. — Parte del terreno de los Vosgos, Rozet. — Ter-
renos izemínico-abísicos del keuper, abisico-conchíferos y abí-
sico-pecílicos, Brong.
Definición y carácter mineralógico. —
El terreno triásico ó del trias, así llamado en 1834 por Al-
berti, por haber observado que en la Suabia se compone, en
general, de tres pisos ó series de estratos, caracterizado cada
uno por rocas especiales, forma la base de los secundarios,
colocado entre los sistemas del Thuringenvald y del Rhin,
que lo separan, aquel del terreno jurásico, y este de los com-
prendidos en la serie paleozoica. En el corte del pico de
Ranera (fig. 89), trazado por Verneuil, al paso que se nota
la composición, puede comprenderse su posición entre el ter-
reno terciario y el devónico.
Carácter estratígráficó. — Los sistemas del
Rhin y Thuringenvald lo aíslan por abajo de los paleozoi-
cos, y por arriba de su inmediato superior el jurásico. Du-
rante la sedimentación de sus materiales, no se verificó al
parecer ninguno de esos grandes levantamientos que deter-
minan las divisiones estratigráficas que en otros hemos visto;
sin embargo, no dejaron de experimentar los efectos de la
aparición de ciertas sustancias eruptivas, y en especial de las
rocas pórfido-magnésicas, como lo acredita la dislocación que
en muchos puntos ofrecen sus materiales, y también el esta-
do metamorfico de la Dolomía, del yeso y de la sal común,
que, con bastante fundamento, se atribuye á la aparición de
aquellas.
Carácter paleontológico.— Entre los muchos
restos orgánicos que encierra el trias en sus estratos, puede
decirse que los que mas lo caracterizan son los del microles-
tes antiquus, representante por ahora de la primera apari-
ción de los mamíferos. El descubrimiento de este curioso
animal se debe al Sr. Plieninger, quien dió noticia del suce-
so en 1874. Los restos encontrados hasta el dia son unos
dientes molares (1). El horizonte en que se observaron por
primera vez, es una brecha silícea, situada entre la arenisca
inferior del lias y el keuper en Diegerloch, cerca de Stutt-
gart (Wurtemberg).
Además de este hecho paleontológico curiosísimo, que no
(1) En 1864 tuve el gusto de ver en la colección del autor, enSlutt-
gart, tan curiosos restos.
342
GEOLOGÍA
podía menos de citar atendida su importancia, ofrece el trias
otros del mismo órden, que no le ceden en interés. Entre
ellos debe mencionarse el descubrimiento en los Estados*
Unidos de impresiones de piés, que se cree poderlas referir
á una especie de ave tridáctila, y el de huellas ó vestigios
de piés de tortugas y de un sér curioso. :*je según todas las
probabilidades, es un gran batracio, ó por lo menos, repre-
sentante de un tipo intermedio entre los crocodilos y las ra-
nas. Las impresiones de este último, que lleva los nombres
de Cheirotherium y Labyrinthodon, se han encontrado en
Hesseberg (Sajonia), en el \V urtemberg y en otros puntos
de Alemania, y en Inglaterra, en Storton Hill, no léjos de Li-
verpool.
Otros grandes reptiles, como el chyrcsaurus, rhynchosau-
rus, nothosaurus, y ademas varios peces, caracterizan igual-
mente el trias.
Entre los moluscos debe mencionarse la primera aparición
de los ammonites, sección de los ceratites. También aparece
por primera vez en este periodo el género trigonia, que ad-
quiere gran desarrollo en los terrenos jurásico y cretáceo; el
genero plicatula y otros: entre los equinodermos, los penta-
crinus. La trigonia vulgaris, la posidonia minuta, la myopho-
ria linneata y particularmente la avicula socialis, son esen-
cialmente características del trias.
Iva vegetación de este periodo ofrece un carácter de tran-
sición muy notable, conservándose aun formas de los terrenos
primarios, como los neuropteris entre los heléchos; apare-
ciendo ya muchas plantas dicotiledóneas gymnospermas,
que se presentan en él por primera vez.
Resumiendo todo lo dicho acerca del carácter paleonto-
lógico del trias, puede establecerse que en general el piso
superior, ó sea el keuper, está caracterizado por la presencia
del microlestes, del nothosaurus y rhyncosaurus, de los pe-
ces sauritchthys y gyrolepi, y bastantes plantas equisetáceas,
cicadeas y coniferas, muy parecidas á las del lias y de la
oolita inferior. El muschelkalk se distingue particularmente
por el gran numero de moluscos, de crinoideos y radiarios
que contiene. Por último, el piso inferior ó de las areniscas
abigarradas, contiene los pasos de tortugas, del labyrintho-
don y de aves, y bastantes heléchos, cicadeas y coniferas,
particularmente varias del género voltzia (figS> 90, 91, 92, 93
y 94).
Espesor. Sumando las alturas que alcanza este terre-
no en los diferentes puntos que se ha observado hasta el dia,
se ve que representa un período bastante largo déla historia
del globo, pues llega su espesor á mas de 1,000 metros. Oma-
lius dice que en la Selva Negra el pico del Hornisgrind,
formado por el trias, tiene 1,170 metros de altura.
DIVISION. — Los geólogos están acordes en admitir la
división establecida en este terreno por Alberti en 1834, en
tres pisos, que de abajo arriba son: inferior, de la arenisca
roja abigarrada ó del Bunter-Sanstein; medio ó muschelkalk
(caliza conchífera) y también de encrinites y ceratites, y su-
perior, keuper ó de las margas y mejor arcillas irisadas.
Extensión y distribución geográfica.
El trias se encuentra muy desarrollado en varios puntos de
Europa ) en ambas Américas. Ln la Suabia, que es donde
se presenta con toda su admirable regularidad, ocupa gran
parte de esta comarca, apoyándose al oeste en las montañas
de la Selva Negra y del Odenvald, y perdiéndose hácia el
este debajo del terreno jurásico del Rauhe-Alp. También se
observa con caractéres muy curiosos, según diremos mas
adelante en los alrededores de Stuttgart y en muchos otros
puntos de Alemania, el Tiro!, Bohemia' la Moral, Ru-
sia, etc.
En P rancia se ve en los Pirineos; en la Lorena, donde
está muy desarrollado el piso del muschelkalk, en las dos
vertientes de los Vosgos y en Normandía. En Inglaterra
ocupa una faja que se extiende del sur al norte hasta Irlanda
y Escocia, representado por el piso superior, que constituyen
las pizarras y areniscas yesosas y salíferas, y por el inferior ó
de la arenisca y conglomerado cuarzoso, de color rojizo. El
muschelkalk falta en el Reino-Unido, según Lyell.
En la Península el trias, además del gran desarrollo que
adquiere, así en superficie como en altura, y de las masas
de sal que contiene y se explotan, ofrece una particularidad
muy notable, cual es la de verse con frecuencia sus estratos
alterados y dislocados profundamente por materiales ó rocas
plutónicas, particularmente por la diorita.
El Sr. Verneuil indica, entre otras, las localidades siguien-
tes: Cehegin, cuyo trias contiene hierro magnético y diorita;
Cieza, donde las margas del keuper se ven atravesadas por
diorita; la Sierra del Lloro, en la que el trias está rodeado
Fig. 95. — Agujas de Santa Agueda, Desierto de las Palmas
por el nummulítico y alterado por la misma roca; en la
Loma negra, cerca de Miravet (Tarragona), la roca al pare-
cer es una eurita ó meláfido. Las que este geólogo cita en
Segorbe, Cirat y Manzanero, las he visto extenderse al trias
de Sarrion, en el barranco de los Judíos y al otro lado de la
Sierra Camarena ó Javalambre: la que constituye las llama-
das Peñas negras, entre Charlet y Catadau , ha levantado
hasta la vertical, las calizas margosas del muschelkalk, bas-
tante rico en fósiles. En Villel (Teruel) penetra en las capas
inferiores de margas y yeso. ¿Podria referirse, al menos en
la Península, la presencia en el trias de la sal, del yeso y de
las Dolomías, rocas con frecuencia compañeras y de origen
no siempre fácil de apreciar, á estas curiosas erupciones dio-
ríticas?
En España, en los diferentes puntos en que hasta ahora
se ha reconocido, en las dos grandes regiones de Andalucía
y la Mancha, en el reino de Valencia y Aragón, lo mismo
que cuando se presenta en manchones sueltos, como en
Santander, el terreno triásico se halla representado por los
mismos tres pisos que en Suabia, Francia y Alemania.
El piso poikilítico, pecílico ó de la arenisca abigarrada,
ofrece una composición bastante uniforme en todos los paí-
ses, y en España en especial está representado por dos ór-
denes de estratos, el superior empieza por arcillas hojosas
de color rojizo y violeta, que suelen pasar por arriba á la ca-
liza del piso medio, y por abajo van cargándose del elemento
arenáceo y tomando el aspecto de una especie de samita
hojosa micácea, de grano fino, en bancos delgados. Se ex-
plota en Portacoeli, el Puig y en otros puntos del reino de
Valencia, donde se le da el nombre de Ródeno, con destino
á las obras del puerto del Grao, á las aceras y empedrado, á
cubrir los edificios rurales, y para otros usos. El inferior
consta también de areniscas cuarzosas, menos micáceas, de
grano basto, de estructura maciza, pasando en algunos pun-
tos á un verdadero conglomerado (fig. 96).
GEOMOMIA
Este piso alcanza en algunos puntos gran desarrollo, como
en Pina (Castellón), que según Verneuil, tiene ^SS", y en
la capilla de San Miguel (Desierto de las Palmas) 738”.
El piso conchífero ó del muschelkalk también está bas-
tante desarrollado en la Península, y lo forman, como se ve
en este corte, grandes bancos de caliza dolomítica algo arci-
llosa, de colores claros blanco, gris ó amarillento; muy incli-
nados, y á veces completamente verticales, ofreciendo el
aspecto de grandes dikes en relación con rocas eruptivas
dioríticas, cuyo color negro ha hecho se dé en el país á la
localidad el nombre de Peñes negres (Peñas negras). En el
citado punto este piso está cubierto por el keuper ó margas
irisadas, con masas considerables de yeso en explotación.
Por último, el superior ó keuper consta de arcillas, Dolo-
mías, yesos y considerables depósitos de sal, cuya existencia
se revela á menudo por manantiales salados, que son objeto
de ricas explotaciones, y uno de los rasgos mas distintivos
de este piso; hasta el punto que algunos autores dan á todo
343
el terreno el epíteto de salífero. Las margas suelen ir acom-
pañadas de areniscas y conglomerados en la parte superior,
de yesos y Dolomías en el medio, y de lignito arcilloso, ar-
cilla carbonosa y pizarra caliza en la base ó parte inferior.
El corte abierto desde Al pera á Almansa para el paso del
ferro carril, puede citarse como clásico por la variedad de
colores que ofrecen las margas, que bien pueden llamarse
allí con propiedad irisadas.
Este piso en general es pobre en fósiles; pero á falta de
ellos, la presencia de la sal, de los yesos, algunas veces de la
Dolomia, como en el pico de Ranera (Cuenca), de los jacin-
tos de Compostela, y en varios puntos del aragonito, llama-
do así por haberlo encontrado por primera vez en Molina de
Aragón, son suficientes datos para caracterizar este piso. La
sal del keuper se explota principalmente en Manuel, Min-
glanilla, Villena, Fuentes Saladas, Villargordo de Gabriel,
Arcos y otros puntos.
Generalmente también escasean en España los fósiles en
Fig. 96. — Corte geológico del trias entre Carlet y Catadau
1 Arcillas rojizas y verdes del Keuper, con bancos y masas de yeso.— 2 Calizas fosiliferas del Muschelkalk, en capas verticales.
3 Dolerita en masa, constituyendo las Peñas negras.— 4 Barranco de Carlet
el muschelkalk, á pesar de la riqueza en restos orgánicos
que su etimología alemana indica, pues inuschel significa
concha, y kalk, caliza. Sin embargo, en Hinarejos, Royuela,
Mora de Ebro, entre Jalance y Jarafuel, en Bolbayte, entre
Tivisa y Belmunt, y en Carlet se han encontrado el ceratites
nodosus, la avícula socialis, la myophoria Itevigata y curvi-
rostris, y otros característicos.
En Suabia este piso está formado, según Alberti, de tres
órdenes de capas: el superior, compuesto de calizas, que lla-
mó de Friedrichsall por la localidad en que se encuentra;
el medio, de yeso anhidro ó karstenia, asociado de sus com-
pañeros el yeso común, la Dolomia y la sal; y el inferior, de
bancos de calizas alternando con otros de margas, afectando
una estratificación ondulada en SS ó ZZ, de donde procede
el nombre de Wellen-kalk que lleva, pues en aleman welle
significa onda.
Formas y accidentes del terreno.— Las
formas y accidentes que ofrece este terreno, están en relación
con el piso que predomina: así es que las arcillas del keuper
forman colinas de escasa elevación, redondas, coronadas de
mesetas y asurcadas por profundos barrancos. El muschel-
kalk y rodeno, presentándose en general en capas muy incli-
nadas, y hasta completamente verticales, prueba evidente de
las dislocaciones que han sufrido, imprimen las formas mas
caprichosas á las montañas, las cuales ostentan cimas agudas
y cortadas profundamente, como se ve en la Sierra de Es-
padan, y sobre todo en las Agujas de Santa Agueda (Caste-
llón), cuyo dibujo copiamos de la Memoria del Sr. Botella.
La desigual descomposición de sus varios elementos produ-
ce estos resultados, á los que si se agrega la coloración, ge-
neralmente rojiza, de las montañas, tendremos lo suficiente
para distinguir y reconocer, aun á larga distancia, la existen-
cia de este terreno (fig. 95).
Los antiguos supieron sacar partido de los accidentes oro-
gráficos de este terreno, construyendo fortalezas, que podían
considerarse como inexpugnables, atendidos los medios de
que disponía entonces el arte militar. Los castillos de Moya,
Hinarejos, Boniches, Ayora, Almansa y otros, son buen
ejemplo de lo que acabamos de indicar.
Materiales útiles del trias. — La descrip-
ción que acabamos de trazar de los diferentes elementos ca-
lizo, margoso, ó mejor arcilloso y arenáceo, que son por de-
cirlo así, esenciales á la composición del trias, nos da ya una
idea de los materiales útiles que proporciona este terreno.
Además, las rocas eruptivas, que con tanta frecuencia se
encuentran relacionadas con este terreno, pueden emplearse
como piedras de adorno en la construcción cuando se hallan
intactas, al paso que los detritus de su descomposición su-
ministran excelentes tierras vegetales. Por último, la sal, el
yeso, el carbón seco ó estipita, y alguna que otra sustancia
metálica que se encuentran accidentalmente en el trias, dan
¿ este terreno gran valor industrial.
Antes de proceder á la descripción del terreno jurásico,
conviene que digamos algo sobre un horizonte geológico
intermedio, ó como quieren otros, de tránsito, entre aquel
y el triásico que acabamos de explicar; horizonte que ha
motivado durante los últimos años empeñadas discusiones,
reproducidas en la reunión extraordinaria de la Sociedad
geológica de Francia, celebrada en Chalons sobre el Sena,
y en Autun del 24 al 31 del último agosto, á la que he tenido
el gusto de asistir en compañía de mi hermano D. José y de
otro ingeniero de Minas, el Sr. Mallada, bien conocido por
su Sinopsis de los fósiles característicos de los terrenos de
España, inserto en el Boletín de la Comisión del mapa. Al
representante de este singular piso geológico lo llamó ya
Gumbel en 1 86 r rético , por hallarse bien representada esta
parte, que consideraba como el coronamiento del trias, en
los Alpes réticos ó retienses; posteriormente se ha discutido
mucho acerca de la verdadera posición de los materiales
que lo representan, designados también con el nombre de
GEOLOGIA
344
zona de la avicula conforta , por ser esta el fósil mas carac-
terístico, considerándola algunos como la base del lias, y no
pocos como terreno independiente; la singular composición
mineral y orgánica que ofrece este depósito y sus relaciones
estratigráficas, cuando la serie está completa con las margas
irisadas en unos puntos, y con lo que impropiamente llamó
Leymerie infralias en otros, explican plausiblemente la di-
versidad de opiniones entre los hombres mas competentes
de Europa. Con efecto, en Inglaterra, por ejemplo, donde
está muy desarrollado, existe entre las margas del keuper,
y lo que llaman lias blanco, una serie de veintinueve capas
de pizarras negras, calizas azules y de otros colores casi
siempre arcillosas, areniscas algo micáceas, arcillas negras
duras con gran número de fósiles, entre los que figuran en
la base la avicula contorta, natica Oppeli y muchos restos
de peces, y en la parte superior el cardium rhceticum, pecten
valoniensis, la avicula contorta y otros.
El descubrimiento hecho en Watchet (Somerset) por
Dawkins de un premolar de mamífero, probablemente de la
familia de los kanguros, el hypsiprimnopsis r/nr fíats, quilata
la importancia de este horizonte en el Reino Unido, cuyos
geólogos, siguiendo en su mayor parte la opinión de Agassiz,
fundada en la presencia en la capa dicha bone-bed del
gyrolepis tenuistriatus. y del saurichthys acuminatus, que
consideraba como exclusivamente triásicas, colocan la zona
en cuestión en la cima del trias. Lyell decía ya en 1857 que
la capa donde se encontró, en Suabia, el microlestes, á la
que comparaba Suess, de Viena, los materiales de Koessen,
contiene verdaderas especies triásicas, circunstancia que
convenia no olvidaran los que la quieren referir al jurásico.
En la Alemania del Norte el depósito en litigio se conti-
núa sin discordancia, desde las margas irisadas del keuper
hasta el horizonte francamente liásico de la ostrea arcuata,
hallándose representado por varios grupos de estratos de
arcillas azules y arenas amarillentas, cubriendo las areniscas
pizarreñas y calizas arcilloso-arenáceas con el ara. angulatus,
am. Hagenowii, lima gigantea, varias cardinias y la ostrea
irregularis; siguen mas abajo arcillas gris azuladas con con-
creciones ferruginosas, llevando asteria lombricalis y calami-
tes arenáceas y bivalvas indeterminadas; por último, cierran
la serie areniscas, relacionadas, según Strombek, con las
margas irisadas. La desaparición de todas las especies del
keuper y la presencia de muchas que se continúan y desar-
rollan en el lias, inclinan el ánimo de no pocos geologos de
aquella parte de Europa á colocar en la base del jurásico
este horizonte, que Schlombach considera como indepen-
diente, estableciendo el lazo de unión entre el keuper y el
lias. ___ „
En Austria, Baviera y toda la Alemania del sur, en Suiza,
Italia y Francia hállase también muy desarrollado este hori-
zonte; observándose, en cuanto á la composición mineral, el
predominio del elemento arenáceo y arcilloso silíceo en
Francia, Bélgica y el norte de Alemania, al paso que en
Inglaterra, en Italia y en la mayor parte de las comarcas
alpinas su materia es mas bien margoso caliza y pizarreña,
siempre en relación con la composición de los terrenos in-
mediatos. En cuanto al carácter estratigráfico, si se excep-
túan muy pocos casos de discordancia, puede decirse que
se continúan desde el trias hasta el liásico inferior sin acci-
dentes notables. Por último, bajo el punto de vista orgá-
nico, la fauna en especial, aunque representada por especies
triásicas que van á desaparecer y por básicas que empiezan
á existir, parece afectar de preferencia este último carácter,
supuesto que cincuenta y ocho especies aparecen y pasan
mas arriba, al paso que en la zona de avicula concluyen diez
y seis del triásico: presenta, no obstante, este horizonte un
conjunto de organismos especial que no permite confundirlo
ni con el uno ni con el otro, sirviendo, por decirlo así, de
tránsito ó de lazo entre ambos: debe, por consiguiente, con-
siderarse como un nuevo terreno, si bien mas análogo con
el jurásico, cuya base puede representar según la opinión
hoy mas generalizada.
La empeñada discusión del minucioso estudio de este
horizonte y de otros que mas adelante se darán á conocer,
prueba la circunspección con que debe procederse en las
exploraciones geológicas y el valor siempre relativo que debe
darse á las divisiones de los terrenos como representantes
de las épocas en que se distribuye la historia terrestre, mas »
bien para facilitar el estudio que, como unidades reales é
independientes, bien'discernibles en la naturaleza.
TERRENO JURÁSICO
SINONIMIA. — Terreno jurásico de la mayor parte de
los geólogos. — Jurakalk y Oolitenkalk de los alemanes. —
Tercera caliza secundaria de Boué. — Parte de los terrenos
secundarios de Werner. — Grupo eolítico, Delabeche. —
Grupo jurásico y terreno oolítico, Lyell. — Parte de los terre-
nos amoníticos de algunas ediciones de Omalius.
HISTORIA. — Al terreno en cuya descripción vamos á
ocuparnos llaman oolítico los geólogos ingleses, por el gran
desarrollo que en él adquieren en la Gran Bretaña las calizas
oolíticas; pero en general se prefiere la denominación de
jurásico, deducida de la cordillera del Jura, por hallarse en
ella muy desarrollado, y por ser uno de los puntos donde por
primera vez se reconoció su verdadera posición geognóstica
y cronológica.
DEFINICION. — Llámase terreno jurásico al conjunto de
materiales, así inorgánicos como orgánicos, depositados
entre el levantamiento del Thuringerwald y el de la Costa
de Oro, cuyos caracteres son: »
CARÁCTER mineralógico.— Bastante difícil es
designar el carácter mineralógico del terreno jurásico, á no
limitarse á decir que está compuesto de calizas mas ó menos
compactas ú oolíticas, alternando con capas de margas, arci-
llas, raras veces areniscas, con algún banco ó depósito subor-
dinado de hierro pisolítico y lignito. En la Península, algunas
calizas son silíceas, y llevan además nodulos de pedernal en
su masa. La abundante variedad de oolitas calizas ó ferrugi-
nosas que ofrece, hace se le llame oolítico, á pesar de que en
muchos puntos esta estructura no se presenta, y las rocas
son compactas ó margosas.
Entre las rocas plutónicas contemporáneas ó posteriores
á este terreno, y cuya salida determinó la dislocación y demás
accidentes estratigrá fíeos y metamórficos de sus materiales,
los mas notables son los pórfidos piroxénicos y granitoidéos,
los ofitos, las serpentinas, algún granito y las sienitas.
CARÁCTER ESTRATIGRÁFICO.— Los límites estra-
tigráficos de este terreno son: por abajo el levantamiento del
Thuringerwald, que lo aísla del triásico, sobre el que con
frecuencia descansa en estratificación discordante; por arriba
recibe en condiciones análogas á la parte inferior del cretá-
ceo, efecto sin duda de la intercalación del de la Costa
de Oro.
Carácter PALEONTOLÓGICO.— El terreno jurá-
sico se distingue por ser el de la primera aparición de los
mamíferos didelfos; por el gran desarrollo de los reptiles de
gran tamaño y de formas extraordinarias, y por el considerable
número de especies de ammonites y belemnites. Entre los
vegetales los mas notables son: las araucarias, zamias, colas
de caballo, algunas tuyas y heléchos.
ESPESOR. — En algunos puntos el jurásico alcanza mas
GEONOMIA
de 2,000 metros en sentido vertical, pudiendo citar, entre
otros ejemplos de la Península, Javalambre, junto á Sarrion
(Teruel).
Distribución GEOGRÁFICA. — El terreno jurásico
ocupa bastante extensión geográfica en Europa. En Francia
forma una especie de faja alrededor de las cuencas terciaria
y cretácea, pirenáica, mediterránea y anglo-parisiense. Esta
última se extiende á través del Canal de la Mancha hasta
Inglaterra, donde se halla muy desarrollada, y constituye una
345
zona de 48 kilómetros á lo menos, entre el condado de York
y el de Dorset, estableciendo el límite también de la cuenca
cretácea.
Parte de la zona mediterránea constituye, por un lado, la
cordillera del Jura y se extiende hasta los Vosgos, y por otro
penetra en los Alpes, donde adquiere gran desarrollo en
superficie y altura.
En Italia el terreno jurásico ocupa en muchos puntos el
eje central de los Apeninos, como se ve en Asís, Cesi, Terni,
Monticeli, cerca de Roma, etc.; en otros forma parte de sus
estribos, como en las famosas canteras de Carrara, que por
sí solas bastarían á darle importancia.
Por ultimo, en España este terreno ocupa muchísima
menos extensión que el cretáceo, presentándose mas bien
en puntos aislados que en grandes depósitos.
División. — Según la clasificación adoptada, dividire-
mos este terreno, mas bien por conveniencia que por carac-
teres estratigráficos, pues no se conoce hasta ahora ningún
D levantamiento que haya interrumpido la formación de sus
estratos, en cuatro pisos, y son: i.° liásico; 2.0 bathónico;
3. oxfórdico y 4. portlándico; denominaciones de origen
inglés, por ser la Gran Bretaña donde se les asignó primero
la posición respectiva y caracteres propios.
' PISO PRIMERO — LiisicO
DEFINICION. — Este piso, que algunos, siguiendo á
Lyell, separan del jurásico, dándole el carácter de terreno
Tomo TX
independiente, corresponde á los pisos toárcico, liásico y
sinemórico de D’Orbigny; ocupa la base del terreno jurásico,
descansando en estratificación discordante, cuando la serie
no está interrumpida, sobre el trias, del que lo separa el
levantamiento del Thuringerwald.
CARACTER MINERALÓGICO. — La composición mi-
neralógica del lias ofrece de notable el gran desarrollo de las
margas y arcillas de colores oscuros, pardas, azules ó casi
negras, que comunican a las canteras un aspecto singular.
La estructura de las rocas es pizarrosa, presentándose tam-
bién en grandes depósitos; alternando con alguna capa de
caliza, comunmente arcillosa. En algunos puntos, como en
las cercanías de Delemont (Suiza), se presentan intercalados
en los estratos de este terreno algunos nódulos de marga
endurecida, que participan del carácter arcilloso del terreno,
con la particularidad de contener en su interior bellas cris-
talizaciones de sulfato de estronciana. He recogido en dicho
punto algunos de estos nódulos del tamaño de la cabeza y
aun mayores.
44
geología
31^
Tal es la composición, en general, de este terreno, y la
del de España en los varios puntos en que se ha encontrado,
como en Albarracin, las Majadas (Cuenca), Anchuela, "V illar
del Cobo, Guadalaviar, Prados Redondos, Brievade Juarros,
Griegos, Torremocha, Concha, Sarrion, etc. En unas locali-
dades este terreno constituye mesetas muy estériles, como
las de Tierras muertas entre Uña y Valdemoro; en otras se
eleva á grande altura, formando la falda de montes muy
elevados, como la Sierra Camarena, por ejemplo.
En Inglaterra, donde se ha estudiado mejor este terreno,
ha recibido el nombre que lleva, voz provincial corrompida
de Layer (banco ó lecho).
Carácter ESTRATIGRÁFICO.— Este piso, y parte
del anterior, se presenta, por lo común, en capas ó lechos
bastante regulares, excepto en un distrito de la Tarantesia
(Saboya), comprendido entre el Collado de Petit Cceur,
Chardonnet y Encombres, donde ofrece una inversión tal en
sus estratos, que según consta de las observaciones de Elie
de Beaumont, Sismonda, Favre, Studer y raías, se halla in-
frapuesto al terreno carbonífero, que es mucho mas antiguo.
Este hecho tan curioso, aunque no único, pues en el terreno
cretáceo de León y Palencia existe un caso análogo, según
Prado, ha originado serias discusiones desde que por pri-
mera vez lo anunció el ilustre Elie de Beaumont en los
Anales de Ciencias naturales de Paris en 1828. Este geólogo,
fundado en la determinación de las plantas hecha por Bron-
gniart, emitió y sostiene aun, que este hecho significa que la
flora carbonífera ha vivido hasta en el período jurásico in-
clusive. Este parecer ha sido adoptado por el distinguido
Sismonda (Angelo) de Tarín, el cual en confirmación dijo
haber encontrado en el mismo fragmento de roca un belem-
nites liásico, y un helécho de la época carbonífera. A ser
esto cierto, resolveria la cuestión en este sentido: pero es el
caso que, reconocido en 1850 el ejemplar que poseía el abate
Chamusset de Chambery (Saboya), vimos el profesor Studer,
de Berna, y el autor de este Compendio, que el pretendido
helécho era un fucus, planta que se encuentra fósil desde el
período jurásico, y aun mas allá hasta el terciario inclusive.
En 1861, la Sociedad Geológica de Francia, deseosa de
poner término á una discusión tan larga y enojosa, acordó
celebrar en Saboya la reunión extraordinaria anual, y aun-
que privada del poderoso concurso de Elie de Beaumont,
de Sismonda y de los pocos que aun sostienen la idea de
aquel, tras de un minucioso y detenido examen de la loca-
lidad, que dió por resultado ver al terreno carbonífero en-
cima, no solo del jurásico sino hasta del terciario inferior ó
numulitico, reconoció como verdadera causa de esta inver-
sión total las profundas y repetidas dislocaciones que ha ex-
perimentado la comarca, por efecto de la salida de las mu-
chas rocas plutónicas que en ella existen.
Carácter paleontológico.— El lias ofrece por
carácter paleontológico ser el de la primera aparición de los
belemnites, de las sepias y calamares, que se presentan
algunas veces, con la bolsa y la tinta en ella contenida, en
estado fósil. Esta circunstancia y el desarrollo de los rep-
tiles de formas extraordinarias, entre los cuales los ichtyo-
sauros, teleosauros y plesyosauros son los mas notables ; el
número considerable de peces de muchas nadaderas y de
otros seres representados en las figs. de la pag. 345, consti-
tuyen el carácter orgánico distintivo de este terreno. La
abundancia con que se presenta en el lias la ostrea arcuata,
ha hecho que por algunos se diera á todo el piso este epíteto;
otros le dan el nombre de arcillas de belemnites, por lo nu-
merosos que se presentan estos séres. El lias es también no-
table por constituir el límite superior de los braquiópodos
llamados espirifer y leptena De aquellos ha contado David-
son hasta nueve especies en el lias, siendo el spirifer M al-
cotii el mas característico del piso inferior; en cuanto á las
leptenas, el señor Deslongchamps las ha indicado en el lias
de Curcy ( Normandía).
Entrelas plantas, dejando aparte las que equivocadamente
consideran algunos como básicas, y que en rigor pertenecen
al período carbonífero, el lias ofrece varias especies de Za-
mias, Nilssonias, bastantes coniferas y algunos heléchos,
entre los cuales los hemitelites y cycadites son los mas ca-
racterísticos.
Para formarse una idea de los séres mas notables que
caracterizan este horizonte inferior del jurásico, véanse las
figs. 97, 100, 101, 104, 107 y 108.
DIVISION. — El lias divídese comunmente en tres pisos
ú órdenes de estratos, que se llaman inferior, medio y supe-
rior; equivalentes á los llamados por D Orbigny, sinemúrico,
por hallarse desarrollado en los alrededores de Sémur ( Sine -
inurium de los latinos), básico por excelencia, y toárcico,
derivado de Petit Thouars ( Toharcium de los latinos), en
cuyas cercanías se halla bien representado este piso, en cuya
descripción detallada no entramos por brevedad.
LIAS ESPAÑOL. — En España se encuentra el lias bien
caracterizado; en Baena y en la Sierra de Antequera, que se
extiende por Ronda hácia Gibraltar, por la caliza roja amo-
nitífera, parecida á la de Italia, mientras que en Aragón, en
los puntos ya indicados, y en otros de Guipúzcoa y señorío
de Vizcaya, según el señor Collette y Verneuil, está formado
de bancos de caliza compacta y de arcillas de colores oscu-
ros. El señor Verneuil, á quien tanto debe la Geología espa-
ñola, cita el collado del Horno de la Hava, cerca de Orta,
como localidad curiosa para el lias, pues dice que se halla
rodeado de calizas dolomíticas y de margas yesosas, y atra-
vesado por una eurita verdosa.
No deja de ser también digno de atención el hecho citado
por este eminente geólogo, de que el lias en la Península
solo se halla representado por los pisos superior y medio; el
inferior escasea sobremanera; sin embargo, en Torrevelilla
(Teruel) lo he visto bien representado (1).
Algunas veces ofrece también una mezcla curiosa de fó-
siles de ambos pisos, como sucede, según Haiine, cerca de
Soller (Mallorca), en el collado de la Muleta, y en varios
puntos de Aragón.
Formas y materiales útiles.— Las formas y
accidentes de este terreno, y sus condiciones agrícolas, ver-
dadero corolario de aquellas, naturalmente han de variar
con la naturaleza de sus materiales: casi otro tanto puede
decirse respecto de las sustancias útiles que proporciona.
Las calizas ordinarias, como materiales de construcción:
las blancas sacaroidéas, para la estatuaria; las de colores, co-
mo mármoles, y algunas que pueden servir perfectamente de
piedras biográficas, dan bastante importancia á este terreno,
en el que también son comunes las arcillas, que suministran
cales hidráulicas excelentes.
Entre los metales, el mas abundante como objeto de ex-
plotación es el hierro, ora en piritas impregnando las margas,
que desecadas se emplean como abono excelente, ora en es-
tado de óxido hidratado en masas fibrosas de muy buena
calidad.
La descomposición de las piritas suministra: primero, las
caparrosas ó sulfatos de hierro; y después el alumbre, com-
binándose con la potasa y la alúmina de las margas, que se
explota en el piso superior de este terreno, en varios puntos
de Inglaterra.
(1) Consúltese mi Memoria geognóstico-agricola sobre dicha pro-
vincia.
GEONOMIA
347
D
Los famosos criaderos de calamina de Santander, en tér-
mino de Potes, Cabezón, Sclix, Udías y Comillas, arman,
según el Sr. Naranjo, en una Memoria publicada en la Re-
vista minera en 1S55, en el horizonte de la Ostrea eymbium
y del Ammonites margaritatus. La matriz del mineral es la
Dolomía celular (vulgo cayuela) y la caliza blanca compacta.
El cobre carbonatado y gris y la galena se encuentran
igualmente en él, aunque en escasa cantidad. No sucede lo
mismo con el mercurio nativo y el cinabrio, que se encuen-
tran en este terreno en abundancia y se explotan en varios
puntos de la Baviera, Tirol é Italia, y muy particularmente
en Idria (Iliria, Austria), de donde se extraen 10,000 quin-
tales al año.
riso seg v N DO — B a t ¡iónico
DEFINICION. — Este horizonte, que comprende el Corn-
brash y forestmarble, la grande oolita, el fuller’s earth y la
oolita inferior de Lyell, y los pisos bathónico y bayócico de
D’Orbigny, debe el nombre que lleva al gran desarrollo que
ofrece en los alrededoies de Bath (Inglaterra) punto clásico
para su estudio.
Carácter mineralógico y división.— En
Inglaterra, donde este terreno ofrece el máximum de compli-
cación y de desarrollo, consta de los elementos indicados en
la figura 103.
Este piso se divide en dos órdenes de capas, conocido el
superior con el nombre de grande oolita ó de Bath propia-
mente dicha, y con el de Bayeux el otro, de donde procede
la denominación de bayócico que D’Orbigny le ha dado en
su Paleontología estratigráfica.
OOLITA INFERIOR.— La oolita inferior se halla re-
presentada en Inglaterra por capas poco espesas de una ca-
liza oolitica, que se destina á la construcción, descansando
á veces sobre bancos de arenas amarillas, que suelen reem-
plazar al elemento calizo.
En Francia, y particularmente en la Normondía, este piso
lo constituyen gruesas capas de una caliza oolitica ferrugino-
sa, que se explota para la extracción del hierro, muy rica en
fósiles. He visitado las dos localidades clásicas de dicha
región, Moutiers y Bayeux, y recogido soberbios ejemplares
de ammonites, pleurotomarias, astartes limas, y otros, carac-
terísticos de este piso.
Las formaciones indicadas hasta aquí en los diversos pisos
del terreno jurásico, son en casi todos los puntos de Europa
marinas. Sin embargo, el Sr. Marcel de Serres, en una im-
portante memoria publicada en el Bolelin de la Sociedad
Geológica de Francia en noviembre de 1858 acerca del cria-
dero de la ulla seca ó estipita jurásica de la meseta de Lar-
zac (Gard), ha demostrado la existencia de varios depósitos
lacustres conteniendo unios, paludinas y melanias, interca-
lados en la oolita inferior y en el lias en formaciones mari-
nas. Un hecho análogo cita el Sr. Archiac en el jurásico
inferior de la India central, formación que, según este dis-
tinguido geólogo, contiene diamantes en su parte superior y
carbón mineral en la base; Lyell dice también que en las
pizarras carbonosas de la costa de Whitby, en las que se han
encontrada varias plantas, como el equisetum columnare,
cicadeas y calamites en la grande oolita, descubrió el señor
Reau algunas estherias y unios, conchas esencialmente la-
custres.
GRANDE OOLITA. — La grande oolita consta en mu-
chas localidades de Inglaterra de arcillas y areniscas calizas,
que forman el cornbrach, pasando por su parte inferior á la
caliza arcillosa llamada forest-marble, muy rica en fósiles. En
algunos puntos esta caliza se ve reemplazada ó pasa insensi-
blemente á masas considerables de arcillas, llamadas de
Bratford. Así la parte caliza como la arcillosa, se hallan lite-
ralmente formadas de fragmentos de zoófitos y de encrinites,
sobre todo del apiocrinites rotundus, notándose que se en-
cuentran aun como si estuvieran prendidos al fondo del mar
en que vivieron; es de consiguiente, un segundo depósito de
coral- rag.
En Francia este sistema ó piso de la grande oolita se halla
representado por la caliza de Caen y Ranville (Normandía,)
que se emplean en la construcción, y hasta se exportan con
igual objeto. En esta roca, blanca ó con un tinte algo son-
rosado y de un aspecto agradable, abundan extraordinaria-
mente los zoófitos y los tallos y cálices del apiocrinites ci-
tado, y además se encuentra el Amm. arbustigerus, una es-
pecie nueva de nautilus, que descubrí en 1851, y muchos
otros fósiles característicos.
La grande oolita de Stonesfield (Inglaterra) se halla re-
presentada por una caliza conchífera de estructura algún
tanto oolitica, dispuesta en masas esferoidales diseminadas
en la arena, que ofrece cerca de dos metros de espesor. Esta
caliza se ha hecho célebre, no solo por los élitros de ciertos
insectos y restos de plesiosauros, crocodilos y pterodáctilos,
sino muy particularmente por las mandíbulas de verdaderos
mamíferos monodelfos y didelfos, pertenecientes á los gé-
neros amphitherium y phascolotherium. El hallazgo de estas
piezas esqueléticas, en una época en que no se conocían
verdaderos mamíferos anteriores al terreno terciario, llamó
mucho la atención de los geólogos y paleontólogos, que no
andaban, al parecer, muy acordes. Primero se dudó fueran
de mamíferos, creyéndolas mas bien de reptiles; pero las ob-
servaciones posteriores del célebre Oven desvanecieron las
dudas dando la razón al gran Cuvier, que desde el primer
momento las consideró como pertenecientes á mamíferos
marsupiales ó didelfos. Resuelta ya esta cuestión, faltaba de-
cidir si dichos restos pertenecían al terreno de la grande
oolita, ó si habían sido depositados después entre las grietas
de las rocas indicadas. También este segundo problema se
ha resuelto afirmativamente, ya que según las observaciones
de Lyell, Gaudry y otros geólogos eminentes, no puede du-
darse que las mandíbulas citadas se encuentran en la roca
misma de Stonesfield.
Aunque el descubrimiento del microlestes antiquus hace
remontar la primera aparición de los mamíferos á la parte
inferior del lias, no deja de ser muy importante la presencia
de estos séres en la grande oolita.
Entre esta y la oolita inferior se encuentra cerca de Bath
un depósito de arcilla de bataneros, llamada en inglés Fu-
ller’s earth, llena de la ostrea acuminata, que le es carac-
terística.
Carácter paleontológico. — El carácter pa-
leontológico del piso bathónico consiste principalmente en
la presencia de los singulares mamíferos, reptiles é insectos
que se encuentran en la oolita de Stonesfield, y en el gran
desarrollo que adquieren los ammonites, nautilus, encrinites
y zoófitos, etc. (Véanse figs. 98, 99, 106 y 109).
BathÓNICO español. — En España este terreno se
encuentra en muy pocos puntos, como en Villar del Cobo,
alrededores de Albarracin, Anchuela, Guadalaviar, etc,; en
todos ellos su composición es bastante sencilla, representada
por bancos de caliza compacta, de colores oscuros, alter-
nando con otros de arcillas y margas. A juzgar por los fósiles
que he hallado en Sarrion, se halla también este piso repre-
sentado como en Moutiers y Bayeux, por la oolita ferrugi-
nosa ya citada.
Materiales útiles. — Prescindiendo de la utilidad
de las margas, arcillas, calizas, etc, que en tan gran copia
GEOLOGÍA
348
encierra, por ser las mismas que las de terrenos anteriores,
este piso suministra el hierro oolítico, que mezclado con la
limonita concrecional, que también se encuentra en él, pro-
porciona un hierro excelente. En algunas localidades con-
tiene este piso un combustible que participa del lignito y de
la ulla (la estipita), que se explota sobre todo en Inglaterra
y Francia. También se benefician ciertas margas impregna-
das de sustancias carbonosas, que reducidas á cenizas, se
emplean como excelente abono en la Gran Bretaña.
Piso tercf.ro— Oxford i co
El horizonte oxfórdico, llamado así por haber sido reco
nocido y caracterizado por primera vez en los alrededores
de la ciudad de Oxford (Inglaterra), corresponde á los pisos
1 del coral- rag oxfórdico y calóvico del señor D'Orbigny.
Consta de una porción de capas, generalmente en estratifi-
cación concordante, dispuestas de arriba abajo en el orden
marcado en la fig. 105.
g. 103. — Corte geológico tomado en los alrededores de la ciudad de Bath
iliza oolitica, llamada Com-brash.— 2 Capas de mármol, dicho Forest-
arle.— 3 Arcilla de Bratford.— 4 Caliza oolitica de Bath (grande oolita).
5 Arcilla de Batanero (Fuller’searth). — 6 Oolita inferior ierruginosa y muy
•Ammonites bifrons
Fig. 105. — Corte del terreno oxfórdico en la costa de Normandia
i Caliza oolitica del Coral-rag. — 2 Arenas y areniscas algo calizas. — 3 Ar-
cillas fosilíferas de Dives (horizonte de Oxford).— 4 Caliza margc
del grupo oxfórdico.
Fig. 104.— Tetragonolepis restaurado
(Crecida)
Fig. 106. — Entalophora cellarioides
Fig. 108. — Ostrea arcua
formaciones esencialmente marinas constituyen este
terreno en la mayoría de los casos, á saber: la del coral-rag
y la de arcilla de Oxford ó de Dives, por ser clásicos estos
dos puntos en Inglaterra y Francia.
La primera de las indicadas formaciones empieza general-
mente de arriba abajo, por capas de caliza oolitica, que en
algunos puntos, sin perder este carácter, aglutina ó contiene
muchos fragmentos de conchas, erizos de mar y zoófitos, por
cuya razón se ha llamado coral rag: rag, significa en inglés
jirón ó fragmento, y coral se ha tomado como sinónimo de
zoófito. Siguen después varios bancos de arenas y areniscas,
descansando sobre grandes depósitos de arcillas, en ingle's
oxford-clay, conteniendo gTan número de fósiles característi-
cos de este terreno, que termina en la base por varias capas
de margas ó de calizas arcillosas.
109.— Ammonites Humphrysianus
primera formación es notable por el número conside-
rable de zoófitos que contiene, muchos de los cuales parece
se conservan todavía en la misma posición en que vivieron,
presentando la imágen fiel de los arrecifes de coral de las
islas del Pacífico.
La segunda se distingue particularmente por el desarrollo
que en ella ofrecen los moluscos cefalópodos, como ai
nites, belemnites y nautilus.
En la cordillera del Jura, que puede considerarse como
clásica, este segundo piso consta, en el órden descendente,
de los materiales siguientes: i.° caliza de astartes; 2.0 caliza
de nerineas; 3. oolita coralífera; 4.0 caliza compacta coralina,
que corresponden al grupo del coral-rag; 5.0 arcillas de Chai-
lies (nodulos); 6.° margas oxfórdicas, y 7.0 kelloway-rok, que
son los representantes del oxford-clay.
GEONOMIA
349
OXFÓROICO ESPAÑOL. — El grupo oxfórdico, aunque
no muy desarrollado, se encuentra en varios puntos de la
Península, con la particularidad de ser muy uniforme su
composición. En general consta de bancos de piedra caliza
dura, compacta, de fractura concoidéa y de aspecto litográ-
fico, siendo muy difícil procurarse en ella buenos fósiles;
raras veces toma esta caliza el aspecto dolomítico, como se
observa en algunos puntos de Europa, en Chanaz (Saboya),
por ejemplo, en donde constituye el piso llamado kelloway-
rok. También suelen alternar los bancos de caliza con los de
margas y arcillas, generalmente de colores oscuros, como se
demuestra entre Calomarde y Frias.
En este caso el terreno es mas rico en fósiles que cuando
solo consta de capas calizas, en atención á que, en general,
Fig. 1 1 7.— Phytogira magnífica Fig. 1 iS. — Ostrea Marshii Fig. 1 19.— Ammonites rcfractus Fig. 120.— Ostrea dcltoidea
conviene consignar. Allí el terreno ó piso oxfórdico se halla
representado por calizas duras y compactas, con las cuales
alterna un depósito en capas de oolita muy ferruginosa,
riquísima en fósiles pertenecientes al oxford, á las oolitas gran-
de é inferior y al lias, sin que sea fácil explicar esta mezcla,
pues las numerosas especies de ammonites de estos varios
horizontes, como el hommairei, zignodianus, anceps, macro-
cephalus, que son oxfórdicos, se hallan mezclados en la zona
misma con los fimbriatus y biflexuosus del lias, y con el
gervillei y microstoma, que son de la oolita grande é interior.
También se encuentra en el mismo horizonte el nautilus
sinuatus, que es característico del oxford clay (2).
En muchos puntos, como entre Calomarde y hrias, en
Hinarejos y en Bejís, se le ve en relación por su base con el
trias. En el gran escarpe que forma el rio Cabriel, en la car-
M
I ¡E oue
L
D
en los terrenos secundarios las margas y arcillas son las que
contienen mas restos orgánicos. Sin embargo, el Sr. Yerneuil
cita un depósito oxfórdico en la montaña que se encuentra
al sudeste de Caravaca, formado de bancos de caliza muy
rica en fósiles.
En Bejís, partida de las Naguanillas; en el cerro de las
Muías, al oeste de la Cueva Santa, y en otros puntos de la
provincia de Castellón, y en la limítrofe de Teruel, el piso
•xfórdico consta de capas alternadas de calizas claras, duras
compactas, y de arcillas y margas, que en algunos puntos
se exfolian y tienden, como en Bejís, por ejemplo, á tomar
en su descomposición formas esferoidales análogas á las del
basalto cuando se descompone (1).
En Sarrion (Teruel), en el sitio llamado la Hoya de la
Caridad, he observado un hecho sumamente curioso, que
(1) Véase mi Memoria geognóstico-agrícola de Castellón.
(2) Consúltese mi Memoria geológico -agrícola de Teruel.
35°
GEOLOGÍA
retera de Valencia á Madrid, se ve cubierto por depósitos
terciarios, según Yerneuil. En el pico del Tejo el oxford se
halla constituido por bancos de calizas muy duras y consis-
tentes con fuerte buzamiento hácia el oeste, y cubierto por
capas del piso cretáceo inferior.
Las calizas margosas rojizas de Cabra (Córdoba) también
pertenecen al piso oxfórdico ó al llamado horizonte titónico
por Oppel. Verneuil refiere al mismo piso las calizas grises
y compactas, que encontró en 1859 en las cercanías de
Montoria (Alava); por haber descubierto algunos ejemplares
del Amm. plicatilis, que es característico. Esta especie, como
el Amm. athleta, el belemnites hastatus, terebratula diphya,
aptychus imbricatus, y otras propias del oxford ó del titónico
según quieren otros, fueron encontradas por Haime en Beni-
salem y otros puntos de Mallorca.
El piso superior ó coral rag, que en otros países y parti-
cularmente en el T ura y en la costa de la Normandía, adquie-
ren tanta importancia, en España está poco desarrollado.
Verneuil solo lo cita entre Alustante y Prados Redondos
(Aragón), por haber encontrado la terebratula pedunculiis , y
en Albarracin, donde halló la phoiadomya paucicosta , especies
características. 'vsJ|
Para formarse una idea del carácter paleontológico de
este piso, bastará echar una ojeada á las figs. 111,112, 1 13,
1 1 4 y 120, en las que se han representado los fósiles mas
notables.
Cuando predominan en este terreno las calizas ooliticas ó
del coral-rag, dan origen á mesetas elevadas y de pendientes
ásperas; pero si, por el contrario, son las arcillas ó las mar-
gas las dominantes, constituyen colinas generalmente asur-
cadas por valles anchos y profundos. Las fuentes son abun-
dantes y suelen contener óxidos y sulfatos de hierro, efecto
de la descomposición de las piritas, lo cual les comunica un
carácter mineralógico muy conveniente para el tratamiento
de las dolencias caracterizadas por atonía ó falta de estimulo
en la sangre.
riso CUARTO. — Portlándico
El horizonte portlándico se halla en general formado de
dos grupos: el superior, de caliza mas ó menos oolítica, y
corresponde al piso portlándico de Lyeil y D’Orbigny; el
inferior, de margas, areniscas y arcillas, es el piso kimmerid-
gico.
Observaciones, empero, del Sr. Forbes han demostrado
que algunos bancos marinos y lacustres de Purberck, en
Inglaterra, considerados antes como la parte inferior del
terreno weáldico, guardan mas analogía con los del período
jurásico que con los del cretáceo; razón por la cual Lyeil
coloca dichas capas en la parte mas alta de la oolita supe-
IriorJ
El profesor Forbes distingue el grupo de Purberck, de
Inglaterra, en tres pisos: superior, medio é inferior, caracte-
rizado cada uno por rocas y fósiles especiales.
En Francia se encuentra este horizonte jurásico superior
en varios puntos del departamento de las Dos Charentas,
en el de Doubs, en el del Tura y en otros.
En España hasta el presente no se ha descubierto.
La segunda formación jurásica superior es la llamada de
Portland, constituida por bancos de una caliza marina, que
sirve en Inglaterra de base al último piso de purberck, y se
empleó en la construcción del magnífico templo de San
Pablo y otros edificios notables de Lóndres. Por la parte
inferior estos bancos de caliza descansan sobre otros de
arenas y areniscas, con fósiles marinos tales como la trigonia
gibbosay uno de los mas característicos.
La formación llamada kimmerídgica, por hallarse muy
desarrollada en Kimmeridge (condado de Dorset), consta
en Inglaterra y en la mayor parte de los países en que se
encuentra, de grandes masas estratificadas de arcilla, sir-
viendo de base á la caliza ó arenisca portlándica. En Ingla-
terra esta roca es reemplazada á veces por pizarras bitumi-
nosas, que suministran en ciertos puntos un carbón impuro,
tomando en otros el aspecto de la turba. \ arios fósiles, todos
marinos, caracterizan este piso, siendo el mas común la
llamada gryphea , y mejor os t rea virgula , cuya abundancia ha
hecho que se dé al piso el nomfrre de arcilla de ostrea vir-
gula. También es frecuente la ostrea deltoidca , la ostrea ex-
pansa y otros.
En la cordillera del Tura estas dos formaciones ó pisos se
hallan perfectamente representadas por calizas compactas,
algún tanto ooliticas, y por margas y arcillas de Kimmeridge
con la ostrea virgula y Bruntutana y otros fósiles que se
encuentran con frecuencia en estado de molde. En los alre-
dedores de Soioturn, al pié de la cordillera de Weissenstein,
el portlándico está representado por mármoles de aspecto
margoso, con gran número de restos de peces y tortugas
fósiles, de las que puede asegurarse que el Museo de dicha
ciudad es el mas rico de Europa.
En Baviera este grupo se halla constituido por numerosos
bancos de la famosa piedra litográfica, objeto de vastas
explotaciones, en la cual se han encontrado objetos tan
curiosos y característicos, como el pterodactylus ó reptil
volador, del que, según Lyeil, se han descubierto hasta siete
especies; muchos peces, crustáceos y hasta veinte y tantas
especies de insectos.
Carácter paleontológico.— Caracterizan este
pisólas especies fósiles representadas en las figs. 115, 116,
117, 1 1 S y 119.
Portlándico español.— El grupo de la oolita
superior no está muy desarrollado en la Península, pudiendo
citar el piso portlándico entre Bejís, Barrancas y el 'Poro,
donde encontré en 1857 entre otras especies la trigonia gib
bosa característica. En la misma excursión geológica vi en
la masía del Campillo, término de Jérica, el piso kimmeríd-
gico, representado por varias capas calizas alternando con
otras arcillosas y de marga con la ostrea virgula, la ceroniya
excéntrica y otras especies características. El Sr. Prado cita
esta especie en Frias (Aragón), y Verneuil y Collomb la
encontraron junto con la homomya hortulana , el cardium
dissimile y otras, cerca del Villar y la Venta de Cárcel
(Albacete).
En general este terreno se presenta en colinas terminadas
por mesetas; sus valles son mas anchos y regulares que los
del cretáceo, de laderas suaves, estrechándose á medida que
se acercan á su origen, el cual raras veces se presenta en
forma de circo. La circunstancia de ofrecer en muchos pun-
tos capas alternadas de calizas, margas, arcillas y areniscas,
imprime un carácter particular á las regiones en que domina.
Las fuentes son en él abundantes; circunstancia que, unida
a L crasitud de la tierra por las margas que adquieren un
gran desarrollo, da una gran fertilidad al país, en especial
para praderas, como se observa en la Normandía, en muchos
puntos de Inglaterra, en el Jura y en Teruel.
Antes de pasar á describir el terreno cretáceo, conviene
decir dos palabras acerca de una importante discusión que
en estos últimos años se ha suscitado entre varios geólogos
eminentes, acerca de la posición en la serie de los horizontes
cuyos fósiles para unos son cretáceos, mientras otros los
consideran como jurásicos. Los principales mantenedores
de esta cuestión, bien extraña por cierto, dado el conoci-
miento que en todos sentidos se tiene de ambos terrenos,
GEONOMIA
35 1
son el célebre paleontólogo ginebrino Sr. Pictet de la Rive
y Mr. Hebert, no menos ilustre profesor de Geología en la
Sorbona de París. Un tercer sabio ha terciado en el debate,
el docto Sr. Oppel de Munich, el cual, para resolver el
asunto, propuso dar al horizonte en cuestión el nombre de
terreno titónico.
La naturaleza de esta obra no permite entrar en mas am
plios detalles acerca de este asunto, debiendo tan solo añadir
que admitido este nuevo terreno, cuya existencia en mi
humilde opinión ha de ser efímera, por el Sr. Verneuil en la
segunda edición del mapa geológico de la Península, refiere
la localidad de Cabra (Córdoba) á este horizonte, al cual
por mi parte debe agregarse Torrevelilla, la sima de San
Pedro y otros puntos de la provincia de Teruel, donde he
tenido la fortuna de encontrar muchos fósiles característicos
de dicho horizonte.
TERRENO CRETACEO
SINONIMIA. — Terreno pelágico cretáceo, de Brong. —
Grupo cretáceo, Delabeche. — Terreno cretoso, Roset. —
Caliza blanca jurásica, Hausman. — Terreno cretáceo de la
mayor parte de los autores.
Definición y carácter mineralógico.—
El terreno cretáceo, así llamado por el desarrollo que en él
adquiere la roca que dimos á conocer con el nombre de
creía , se halla constituido por varios depósitos, la mayor
parte marinos, compuestos de caliza frecuentemente cretácea,
á veces cloritica, alternando con bancos de margas, arcillas,
areniscas, arenas, conglomerados, nodulos de sílice ó peder-
nal, subordinando á algunos criaderos de lignito, de hierro
hidratado y de sustancias bituminosas que impregnan las
calizas, arcillas ó areniscas. Los pórfidos piroxénicos, las
ofitas, algunos granitos y rocas dioriticas se hallan intercala-
das como contemporáneas ó posteriores á este terreno, cuyos
accidentes orográficos son debidos, en gran parte, á su apa-
rición.
Carácter estratigráfico.— El levantamiento
de los Pirineos separó el terreno cretáceo y la parte inferior
del nummulítico del resto del grupo terciario, determinando
la discordancia de estratificación entre sus capas respectivas;
circunstancia que se repite en la parte inferior entre los
materiales del cretáceo y los del jurásico, cuando la serie no
se halla interrumpida por la aparición del sistema de la Cote
d Or. Otros dos levantamientos, el de Monte Viso y de Ver-
cors, se verificaron durante el largo período que representa
este terreno, circunstancia en que se funda hoy su división,
como veremos mas adelante.
Carácter paleontológico.— Bajo el punto de
vista paleontológico, el terreno cretáceo está perfectamente
caracterizado por el gran número de moluscos cefalópodos,
que adquirieron en él el máximum de desarrollo en géneros
y especies: por la presencia de los reptiles llamados mosa-
sauro é iguanodon; por ser el de la primera aparición de los
peces cicloidéos y tenoidéos, de las aves palmípedas y de las
plantas dicotiledóneas, representadas por los géneros crcd-
neria y salicites, etc.
EXTENSION Y DISTRIBUCION. — A medida que nos
elevamos en la serie se observa que los terrenos adquieren
menos uniformidad en su composición y extensión superfi-
cial; así es que el cretáceo no se presenta, como veremos,
en el terciario en cuencas circunscritas, sino ocupando regio-
nes muy vastas, á pesar de que, cubierto por los depósitos
superiores, no aparece siempre á la superficie: la sonda,
empero, nos demuestra que corre por debajo.
En Europa se halla muy desarrollado desde el nordeste
de los Montes Cárpatos (Polonia) hasta nuestra Península,
ocupando varios distritos de la Lituania, Galitzia, Volhinia y
Podolia. Al norte se presenta en Dinamarca, en la Pomera-
nia, en el reino de Hannover, en Sajonia, Bélgica, Ingla-
terra é Irlanda; dobla después hácia el sur y el oeste, obser-
vándose en diversos puntos de la Suiza alrededor del Jura
y de los Alpes, y en Italia formando la mayor parte de la
cordillera de los Apeninos. En Francia rodea ó limita las
cuatro cuencas terciarias, que indicaremos al tratar de este
terreno.
Cretáceo ESPAÑOL.— Parte de la zona pirenaica y
mediterránea francesa penetra en España, donde ocupa varias
regiones importantes. La primera, al norte, comprende gran
parte de Navarra y provincia de Santander; la segunda, al
este, ocupa en Aragón y Cataluña una grande extensión de
terreno; en las provincias de Castellón y Teruel la tercera,
representa un triángulo de mas de 20 leguas por lado, que
se extiende desde Castellón á Tortosa y Montalban, desde
donde se dirige hácia oeste, pasa por Peñagolosa, que es el
punto mas culminante (de 1,700 á i,Soo metros), hasta ter-
minar otra vez en Castellón. Hácia el sur este terreno forma
una cuarta zona muy extensa desde las inmediaciones de
Valencia hasta Alicante, pasando por Alcoy; siendo notable
en ella por su riqueza en fósiles la Sierra Mariola; por último,
rodea la cuenca terciaria del Duero y se halla también en
otros muchos puntos de la Península.
ESPESOR DEL CRETÁCEO. — Sumando las mayores
alturas hasta el dia reconocidas, el terreno cretáceo repre-
senta uno de los periodos mas largos de la creación, calcu-
lándose su espesor en 3,800 á 4,000 metros.
DIVISION. — El levantamiento de Monte- Viso separa
este terreno en dos grandes grupos: inferior y superior.
Grupo inferior
DEFINICION. — Entre el sistema de Monte-Viso y el
de la Cote d!Or se encuentra una serie de bancos de arenas,
areniscas, calizas, arcillas, etc., constituyendo formaciones
marinas y también lacustres, que se conocen con el nombre
de cretáceo inferior, separadas de las que acabamos de des-
cribir, no solo por la interposición de este sistema en muchos
puntos, sino que también por ser los fósiles específicamente
diferentes.
DIVISION. — Fundados los autores en los caracteres
mineralógico, estratigráfico y paleontológico, dividen este
piso en tres formaciones que de abajo arriba son: weáldica,
neocómica y áptica; las dos últimas esencialmente marinas,
mientras la primera participa á la vez de la naturaleza lacus-
tre. Admitiremos, pues, en la descripción de este piso la
división propuesta, por mas que no haya completo acuerdo
entre los que la sostienen, acerca de los verdaderos límites
paleontológicos que la separan, sin desconocer tampoco que
hay autores muy respetables que se apartan algún tanto de
estas ideas.
HORIZONTE WEÁLDICO.— Al sudeste de Inglaterra
el cretáceo empieza por una formación casi esencialmente
lacustre, llamada weáldica, del país de Weald. Esta forma-
ción, descrita ya en 1822 por el Dr. Mantell, forma tal con-
traste por su naturaleza lacustre con los demás pisos del
cretáceo inferior y del terreno jurásico superior, entre los
cuales se halla intercalada, que al principio se admitió su
posición con alguna duda, pero hoy es cosa averiguada que
constituye la base del terreno cretáceo. En dicha comarca la
formación weáldica se halla representada por dos órdenes
de pisos, el superior, llamado arcilla de Weald, alternando
con pequeños lechos de arenas y de caliza conchífera con
GEOLOGIA
352
Hamit.es
Lewesiensis-Osmeroides Mantelli
paludinas, formando un todo de 40 metros de grueso, y el
inferior representado por las arenas de Hastings, con las
cuales alternan accidentalmente bancos de arcillas y de are-
niscas calizas bastas: el espesor de este segundo grupo llega
á ser, según Fitton, de 120 á 300 metros.
Los bancos de la arcilla de Weald, no solo concuerdan
estratigráficamente con los de la arenisca verde inferior en
Inglaterra, sino que hasta participan de la misma composi*
cion. La presencia en la caliza marina de la arenisca verde
inferior, cerca de Maidstone, del iguanodon Mantelli, gran
reptil herbívoro característico del piso en que nos ocupamos,
confirma plenamente esta suposición.
El grupo de las arenas de Hastings consta principalmente
de arenas, areniscas, calizas, arcillas y pizarras, siendo nota-
ble el desarrollo de reptiles y peces que en sus bancos se
nota. Entre los primeros deben citarse, además del iguano-
don, el hylceosaurus, el megalosaurus, diversos restos de
tortugas y de lepidotus entre los peces. Las conchas casi
todas son lacustres, aunque también se encuentran algunos
géneros, como corbula y mytilus, que habitan las aguas
salobres.
La formación weáldica en Inglaterra reemplaza á la neo-
comiense, que casi falta por completo, pudiendo asegurar
por ahora que si no peculiar á esta parte de Europa, pues ya
ALERE
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3
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Fig. 123. — Corte del terreno cretáceo superior en Meudon.
1 Arcilla plástica terciaria.— 2 Caliza pisolitica. — 3 Conglomerado de caliza
pisnlíticay creta blanca. — 4 Creta blanca en bancos horizontales. — 5 No-
dulos sueltos de pedernal. — 3 Creta blanca inferior.
se cita en varios puntos de Hantiover y Westfalia, en los
alrededores de Neufchatel, en Nantua y en el departamento
de la alta Marna, descrita por el Sr. Cornuel, y en algún otro
punto de Francia, la Gran Bretaña es el país clásico para su
estudio. Recientemente el Sr. Linares ha descubierto en la
provincia de Santander un horizonte con grandes especies
del género unió y muchos cypris que parecen de este hori-
zonte.
HORIZONTE NEOCÓMICO.— El nombre de este hori-
zonte recuerda á Neufchatel (antigua Neocomium, Suiza),
donde por primera vez lo descubrió el Sr. Montmolin.
En los alrededores de dicha ciudad, esta formación adquie-
re gran importancia, distinguiéndose en superior, media é
inferior, compuesta de arriba abajo de varias capas de mar-
gas, conocidas con los nombres de los fósiles que contiene,
como marga de equínidos, de ostrea Couloni, de plicatulas,
de belemnites, de pholadomyas, etc; sigue otro piso de cali-
za amarilla, que se emplea en la construcción, caracterizada
principalmente por la presencia del pteroceras oceani; y
cierran por abajo este terreno varios bancos de margas azu-
les con yeso y caliza amarilla.
En Yassy, Francia, el Sr. Cornuel dice hallarse represen-
tado por los materiales siguientes, de arriba abajo: i.° arenas
verdes; 2.0 arenas y areniscas amarillentas, con las osireas
aquila y sinuata , 3.0 arcilla de plicátulas; 4.0 arcilla rojiza
endurecida; 5.° mineral de hierro limonita oolítico, pasando
al ocre amarillo y rojizo; 6.° arenas y areniscas ferruginosas;
7.0 arcilla consistente de color rosáceo; 8.a arenas y areniscas
manchadas de distintos colores por el ocre; 9.0 arcilla de
ostras, por contener en gran número las O. Leymerii y
Boussingaulti; io.° marga arcillosa amarilla; 1 r.° caliza com-
pacta, amarillenta, dicha de Spatangus por la abundancia del
Sp. retussus, característico; 12.0 marga azul que enlaza con
la parte inferior de la caliza amarilla; 15.0 limonita en frag-
mentos geódicos; y 16.0 marga arcillosa negruzca.
Horizonte artigo.— Este piso, al que el malogra-
do D’Orbigny consideró primero como parte superior del
neocómico, y al que mas tarde dió él mismo, como unidad
independiente, el nombre que lleva, por hallarse muy desar-
rollado en los alrededores de Apt( Apta Julia), departamento
de Yaucluse, Francia, corresponde al horizonte de arcillas
de plicátulas del Sr. Cornuel y al Lower-Green-Sand ó are-
nisca verde inferior de los ingleses.
CARACTER MINERALÓGICO.— Generalmente ha-
blando, este horizonte consta de arcillas grises, á veces algo
ferruginosas, verdes y hasta negras, alternando con calizas
oscuras, sobre todo en los Alpes, con margas y arcillas,
amarillentas ó blancas, según las localidades.
CARACTER ESTRATIGRAFICO. — En muchas loca-
lidades, este horizonte está bien separado de su inmediato
anterior y posterior, por verdaderas discordancias de estrati-
ficación, si bien, en general, no ofrece muchos accidentes.
CARACTER PALEONTOLÓGICO. — Lo que mas lo
distingue bajo este punto de vista, es la abundancia de restos
orgánicos, entre los cuales el nautilus plicatus y lallierianus,
ammonites Martinii, A. cornuelianus, matheroni, ancyloce-
GEONOMIA
ras-gigas y simplex, cerithium aptiense, córbula striátula,
plicátula placunea, ostrea aquila, terebratulla astieriana y
muchas otras, son los principales.
APTIGO ESPAÑOL. — Hemos dado mayor extensión á
este horizonte, porque sin duda alguna es el que adquiere
mayor desarrollo en la Península, así en espesor, como por
los numerosos fósiles que encierra, bastando citar á Morella
353
(Castellón), de cuyos alrededores poseo mas de cuatrocien-
tas especies, encontradas por el celoso amante de estos estu-
dios D. Facundo Gasulla, por el no menos distinguido natu-
ralista, D. Nicolás Ferrer y Julbe, profesor de la Universidad
de Valencia, y por mí. La mayor parte de estas especies y
las que recogí en Benasal, Cinctorres, la Iglesuela del Cid,
Cuevas de Vinromá, Chert, Alcalá de Chisvert y muchos
Fig. 124. — Corte de la muela de San Juan, entre Villar del Cobo y Griegos
a Caliza de la creta verde superior en bancos casi horizontales — b Arenas blancas,
guijarros de cuarzo, con algún banco de lignito. — c Calizas oxfórdicas.— d Cali-
zas del lias superior. — c Margas del lias medio.
1
Fig. 126.— Corte del terreno cretáceo y jurásico entre Calomarde y Frías
i Caliza blanca, perteneciente á la creta tufó.- 2 Arenisca de Ostrea fla-
bellata. — 3 Arenas blancas con cuarcita — 4 Caliza oolita oxfórdica. —
5 Margas fosiliferas del oxford-clay. — 6 Maigas con yesos y jacintos de
Compostela, pertenecientes al trias.
Fig. 125. — Lebias cephalotes
Fig. 127. — Cyatina liowerbankii Fig. 12S. — Conus Mercati
Fig. 129 — Trionix
otros puntos del antiguo Maestrazgo de Montesa, pertene-
cientes en gran parte á este horizonte, fueron dibujadas y
descritas en la Memoria que presenté en 1863 al Ministerio
de Fomento, y que por razones que omito, permanece y
permanecerá olvidada ad Kalendas gracas. Por la misma
época presenté á la Junta de Estadística, y esta publicó
en 1863, otra Memoria sobre la provincia de Teruel, en la
cual figuran no pocos fósiles de este horizonte, perfectamente
grabados por el Sr. Kraus, y descritas por mí las especies
nuevas.
Debia indicar estas circunstancias, porque habiendo pu-
blicado el Sr. Cocquand una interesante Monografía de este
horizonte, para probar que en él arman los criaderos de
lignito de Utrillas, Estercuel, Gargallo, etc., fruto de una
rápida excursión por aquel país, describe como nuevas, dan-
do nombres distintos, las especies que ya había yo publicado.
Reclamo, pues, la prioridad, y sin negar que realmente este
horizonte se halla muy desarrollado en dicha comarca, la
mas importante, sin duda, de España, y quizás del extranje-
Tomo IX
ro, creo no tenga sólido fundamento la idea de no encon-
trarse otro: pues poseo especies que indudablemente perte-
necen, unas al neocómico y otras á pisos superiores al áptico.
Para concluir debo mencionar el hallazgo hecho tres años
ha por D. Nicolás Ferrer, y confirmado más tarde por mí,
de varios restos de un reptil colosal al pié de la colina llama-
da Benigania, junto á los muros mismos de Morella. Tam-
bién poseo dos huesos largos, que probablemente pertenecen
al iguanodon Mantelli que, procedentes de Utrillas, me man-
dó hace poco el distinguido médico de Montalban I). Jeró-
nimo Baldaque. Quizás sean estos los únicos huesos de
reptiles cretáceos hasta el presente encontrados en la Penín-
sula, razón que me ha movido á dar estas noticias.
Para que el lector pueda formar idea del carácter que
durante este grupo inferior cretáceo, ofrecia la vida en el
globo, pueden verse las figs. 114, 121, 122 y 127.
Grupo superior
El grupo cretáceo superior consta de muchas capas de
45
354
GEOLOGIA
caliza pisolítica, de creta pura ó mezclada con granos de cío*
rita y nodulos de pedernal, alternando á veces con otros de
areniscas, margas y arcillas, sirviendo de base, cuando la
serie no se halla interrumpida, el terreno terciario eoceno,
y descansando sobre el cretáceo inferior en estratificación
discordante, determinada por la aparición del sistema de
Monte* Viso.
Este grupo cretáceo se divide en cuatro ó cinco asociacio-
nes de bancos, que llevan el nombre de la localidad en que
se encuentran mas desarrolladas, ó se distinguen por las rocas
dominantes, como se ve en el cuadro de la clasificación
general de terrenos.
La de Maestrich es una caliza amarillenta ó rojiza, en
algunos bancos blanquecina, de estructura algo porosa, de
escasa consistencia y muy rica en restos orgánicos, entre los
cuales predominan los zoófitos y briózoos, el belemnites ó
belemnitella mucronata, algunos hamitesy baculites, el pec-
tén cuadricostatus, la terebrátula cárnea, y otras especies
características de la creta blanca, y el mosasaurus Camperi,
peculiar de dicho punto, al que dio su hallazgo grande cele-
bridad. Esta caliza forma allí bancos de 30 “ de espesor, y se
halla separada de los de la creta blanca por una faja de cali-
za verdosa de 0^,050 á O11, 100 de grueso, conteniendo mu-
chos tallos de encrinites.
La caliza pisolítica se halla representada por bancos de
una piedra caliza que imita por su aspecto á la basta de
París, y contiene varios nódulos de incrustación que le dan
el aspecto de pisolita, con muchos restos orgánicos en estado
de molde, la mayor parte peculiares á esta formación, que
Lyell considera como intermedia, ó de tránsito, entre los
terrenos terciario y cretáceo. En Meudon (alrededores de
París) se \e debajo de la arcilla plástica una superficie des-
igual, con señales evidentes de denudación, formada por
una caliza amarillenta que descansa en estratificación con-
cordante sobre los bancos muy desarrollados de creta blan-
ca, entre los cuales y la caliza pisolítica se observa una
especie de conglomerado compuesto de fragmentos irregu-
lares de ambas rocas. Esta circunstancia y la concordancia
que existe entre la caliza pisolítica y la creta blanca, justifica
hasta cierto punto la opinión de D’Orbigny de considerarla
como la parte superior de su piso senónico ó de la creta
blanca. En algunos puntos esta formación adquiere un espe-
sor desde 10 hasta 30 , y se observa en Meudon, Monte-
reau, Laversine, Vertus, Yigny y otros, ocupando, según
Hebert, una extensión de 180 kilómetros de este á oeste
y 150 de norte á sur. La presencia en la caliza pisolítica
del nautilus danicus , justificada en Montereau por Mr. He-
bert, y del cidaris forchammeri, acreditan la idea de su con-
temporaneidad con la caliza de Faxoé. Para formarse una
idea de la posición y relaciones de este piso con la creta
superior, consúltese la fig. 123.
Por último, en Seelandia, Dinamarca, se encuentra enci-
ma de la verdadera creta blanca una caliza amarillenta, for-
mada en gran parte, como la de Maestricht, de restos de
zoolitos, conteniendo bastantes moluscos, entre los cuales
figuran el nautilus danicus , el baculitis Faujasii y la bdonni-
Iclla mucronata, que justifican su colocación entre las for-
maciones cretáceas. Esta caliza se llama de Faxoé por des-
tinarse como piedra de construcción en dicha villa, y se
observa que en la costa de Stevensklint, donde se explota,
alcanza un notable espesor.
La creta blanca, que es la que propiamente ha dado el
nombre a todo el terreno, está representada por la caliza
blanca manchadiza, que dimos ya á conocer en la descrip-
ción de las rocas; se presenta en bancos, á veces de mucho
espesor, alternando en la parte alta con cienos horizontes
de nódulos irregulares de pedernal, que sirven con frecuen-
cia á distinguir los estratos de aquella, que sin ellos se con-
fundirían, presentándose como si fueran grandes masas con-
tinuas. Los nódulos, que no ofrecen continuidad, van
desapareciendo hácia la parte inferior de la creta blanca,
sirviendo de consiguiente á separarla en dos horizontes, su-
perior, con sílex, inferior sin ellos. En donde faltan estos,
la creta va tomando un tinte verdoso, debido á la presencia
del silicato de hierro ó clorita en granos, estableciendo el
tránsito á la creta verde ó clorítica llamada tujfeau por los
franceses. En varios puntos de Norfolk (Inglaterra) se pre-
sentan en la creta gruesos pedazos de sílex, llamados pot-
stones (marmitas de piedra), que en vez de formar bancos
horizontales se presentan constituyendo especies de pilares
verticales atravesando las capas de la creta hasta una pro-
fundidad desconocida.
Los italianos llaman scaglia á la creta blanca, y afecta los
indicados caractéres en los diversos puntos en que se en-
cuentra. No así en Alemania, y particularmente en Sajonia,
donde se halla representada por capas de una caliza blanca
muy dura, que pasa á una roca compacta, á veces de aspecto
de arenisca, que ha recibido el nombre de planerkalk, inter-
calada entre varios bancos horizontales y de grande espesor,
de una arenisca muy consistente, que ofrece varias hendi-
duras ó planos de juntura que la cuartean en fragmentos
regulares, y de la que se sirven para la construcción. Esta
arenisca, á la que se le ha dado en el país el nombre de
quadersandstein, se descompone con facilidad, comunicando
á las montañas formas muy caprichosas, como se puede ver
en toda la Suiza sajona.
Los fósiles característicos de la creta blanca son : en el
horizonte superior, el belemnites ó belemnitella mucronata,
el baculites anceps, el inoceramus Lamarkii, la ostrea vesi-
cularis, el ananchytes ovata, el micraster cor-anguinum, y
otros varios. En la zona de la creta blanca inferior adquie-
ren mucho desarrollo las conchas llamadas rudistas, y partí
cularmente los hippurites, por cuya razón puede decirse que
constituyen un horizonte muy notable.
La creta blanca inferior va adquiriendo, poco á poco, el
color verdoso que le comunica el silicato de hierro, llegando
hasta tal punto el desarrollo de este elemento mineralógico,
que adquiere el carácter de materia esencial á su composi-
ción. En este caso, ya la creta constituye otro horizonte que
es el de la creta verde, ó de la glauconia cretosa. En algu-
nos puntos, este piso de la creta superior está representado
por arenas y areniscas, que también reciben la denomina-
ción de verde por el color que afectan. En Alemania este
piso se llama quadersandstein inferior, y se halla represen-
tado por areniscas consistentes, que se destinan para la
construcción.
En Inglaterra la arenisca verde superior consta de capas
margosas y calizas de color verdoso, á veces tan duras, que
se emplean en las construcciones que han de resistir á la
acción del fuego, y de aquí el llamarse piedras de fuego.
La parte inferior de este piso ha recibido el nombre de
gault en Inglaterra, y de planerkalk inferior en Alemania. En
el primero de los indicados países se halla representado por
una serie de capas de marga azul oscura, cargada también
de sustancia verde y de arenisca de este color, con varios
fósiles de formas extrañas, entre los cuales figuran los he-
mites y scaphites. En algunos puntos del Reino Unido, co-
mo en Farnhame, este piso contiene en abundancia el fos
fato de cal, procedente sin duda de la destrucción de
coprolitos ó excrementos fósiles de peces, y se destina al
abono de las tierras.
También es importante bajo el punto de vista del terreno
GEÓNOMIA
355
cretáceo y de sus relaciones con el de la molasa, la localidad
de la Perte du Rhóne, que visité en 1851, donde, según el
Sr. Renevier, se encuentra en el mismo corte desde el dilu-
vio y la molasa hasta el neocómico, hallándose representa-
dos los pisos superiores al Gault, el áptico superior é inferior
y el neocómico, ó sea la caliza de pteroceras y la de capro-
tinas.
La extensión y uniformidad de caracteres con que se pre-
senta en Europa el terreno cretáceo superior, es muy nota-
ble, y puede citarse como uno de los rasgos que mas distin-
guen á este grupo. Con efecto, la creta, particularmente la
blanca, puede seguirse, según Lyell, desde la Irlanda septen-
trional hasta la Crimea, en una extensión de 1,500 kilóme-
tros, y desde el sur de Suecia hasta mas acá de Burdeos en
una longitud de 1,100 kilómetros. En el centro y norte de
Francia ocupa vastas regiones, encontrándose á veces al
descubierto, constituyendo la base de una tierra vegetal
estéril, como sucede, por ejemplo, en la Champagne, donde
á fuerza de trabajo se cultiva la vid queda el exquisito vino,
tan conocido y estimado en todo el orbe.
Los demás pisos de la creta superior no ofrecen esta uni-
formidad de caractéres y de distribución, representándose
mas bien en manchones sueltos en los puntos mencionados.
En España, que yo sepa, no se ha encontrado hasta hoy
la caliza pisolítica; pero la creta blanca y la verdosa ó clorí-
tica, llamada tuffeau por los franceses, se halla muy desarro-
llada, á juzgar por los fósiles que contienen en varios puntos
de Aragón, y especialmente en la Muela de San Juan, cerca
del Guadalaviar, entre Calomarde y Frías, en Cuenca, en
Somolinos, cerca de Atienza, y en otros varios. En la provin-
cia de Castellón se encuentran representados los pisos de la
creta blanca inferior, de la arenisca verde superior y del gault,
en varios puntos como en Cinctorres, Morella, Cuevas, Alcalá
de Chisvert y en otros, si bien los pisos mas desarrollados
son el áptico y neocómico.
En la Torre de Marín, entre la Iglesuela y Cantavieja
(Teruel), existe una caliza de color rojo, de estructura celu
lar, con muchos fósiles y en especial hippürites característi-
cos de los horizontes de rudistas de D’órbigny, que según
acabamos de indicar, corresponden á lo que él mismo llamó
pisos turoniense y cenomaniense.
En muchos de los indicados puntos de Aragón, el terreno
cretáceo superior está compuesto de dos órdenes de capas:
el superior de caliza blanquecina, mas ó menos cretosa, con
algún nodulo de pedernal; y el inferior de arenas y areniscas
blancas ó amarillentas, conteniendo á veces muchos guijarros
de sílice redondeados y algo pulimentados, y como materia
subordinada algunas capas de lignito, como sucede en Uña
del Júcar, en Guadalaviar, en Rosas, etc., donde está en ex-
plotación. Los cortes, trazados por el ilustre Verneuil, aclara-
rán la disposición de estos materiales en dichos puntos (figu-
ras 124 y 126).
Como complemento ilustrativo del horizonte superior cre-
táceo, véase la fig. 136.
TERCER PERIODO— CENOZÓICO
ETíMOLOGÍ A. — La notoria semejanza que entre la fau-
na y flora de este período y las del terreno cuaternario y
moderno existen, autorizan la denominación que lleva, deri-
vada de caiiios, reciente y zoos, animal; así como el nombre
de terciario con que también se distingue, indica ser esta la
tercera grande época de creación orgánica.
Sinonimia — Montañas terciarias de Arduino.— Ter-
reno terciario, Cuvier y Brongniart. — Grupo supracretáceo,
Helabeche. — Terreno supracretáceo, Huot. — Superior orden,
Konybeare. — Parte del periodo terciario, Lyell. — Terreno
de la época paleotérica, Cordier. — Segunda formación are-
nácea terciaria y segunda caliza terciaria y aluviones antiguos,
Boué. — Terrenos terciarios, la mayor parte de los autores
modernos.
CARACTER MINERALÓGICO. — Este terreno consta
esencialmente de caliza, arcilla, arenas y areniscas ó aspero-
nes de silex molar, conglomerados y brechas de distinta
naturaleza, dispuestos en capas perfectamente estratificadas,
alternando entre sí repetidas veces, y conteniendo como
sustancias accidentales y subordinadas el lignito, el hierro
piciforme, sulfatos de sosa y de cal, etc.; limitadas por el
terreno cretáceo por abajo y por los depósitos irregulares de
la época cuaternaria por arriba. Las traquitas, los basaltos y
lavas, intactas ó descompuestas, con las rocas resultado de
esta alteración como cenizas, tobas volcánicas, peperinos, y
otras, entran también como elementos esenciales en muchos
puntos, y contemporáneos ó posteriores á este terreno. Otro
tanto puede decirse de algunos granitos, cuya aparición del
fondo de la tierra llegó á dislocar sus estratos, entre los cua-
les se halla intercalado, como se ve, por ejemplo, en la isla
de Elba.
CARACTER ESTRATIGRAFICO.— Aunque el levan-
tamiento de los Pirineos afectó á un tiempo, según se cree,
los materiales de los terrenos cretáceo y terciario inferior,
sin embargo, por efecto de otras oscilaciones del suelo ocur-
ridas entre estos períodos geológicos, se observa en muchos
puntos una verdadera discordancia de estratificación entre
los estratos de ambos, sirviendo en general los cretáceos de
base á los terciarios, excepto en aquellos puntos en que
por efecto de la acción violenta de estos movimientos ter-
restres se ha verificado una verdadera inversión, como en el
caso citado por Verneuil, cerca de Haro, donde las capas
del terreno cretáceo descansan sobre las del terciario medio.
El sistema de los Alpes principales marca por arriba, en
una parte de la Europa occidental, el principio del período
cuaternario, determinando el límite estratigráfico del terreno
terciario. Otros levantamientos se verificaron en el largo
espacio de tiempo que caracteriza este período de la historia
física del globo; accidentes que interrumpieron repetidas
veces la formación de sus depósitos, imprimiendo un sello
particular á sus diferentes pisos, como veremos al establecer
su división y al trazar la historia de cada uno de sus tres
grupos principales.
CARACTER PALEONTOLÓGICO.— El carácter pa-
leontológico de este terreno, aunque en tésis general se le
llama paleotérico, por ser los paleoterios muy comunes y
exclusivos á él, consiste en ser el de la primera aparición de
casi todos los órdenes de los mamíferos monodelfos, cuadru-
manos ó monos, carniceros, anfibios, roedores, paquidermos,
desdentados, rumiantes y cetáceos; la mayor parte de las
aves y el orden de las culebras y de las ranas entre los rep-
tiles, aparecen también en él por primera vez: algunos peces,
y muchos crustáceos y zoófitos. La clase que mas distingue,
sin embargo, á este como á los demás terrenos de sedimento,
es la de los moluscos, entre los cuales muchos tienen grande
analogía con los que viven hoy, dominando principalmente
los llamados gasterópodos, por hallarse dotados de un apén-
dice carnoso en el vientre, que les sirve para la locomoción.
La mayor parte de los de este grupo, dichos moluscos por
tener el cuerpo blando, se hallan contenidos dentro de una
concha univalva casi siempre arrollada en espiral. El caracol
común es el mejor tipo que puede citarse.
DISPOSICION DELTEHKENO TERCIARIO.— En
el antiguo continente el terreno terciario se presenta en
general en forma de manchones limitados por las cordilleras
GEOLOGIA
356
de montañas, que ya en el período anterior, y mucho mas
en este, adquirieron formas mas pronunciadas y mayor nú-
mero de accidentes topográficos. Por lo común se encuen-
tran siguiendo el curso de los grandes rios, formando cuen-
cas circunscritas y rodeando á veces los mares interiores,
como el Mediterráneo, el Caspio y Negro, extendiéndose en
las regiones litorales de los continentes, en cuyas anfractuo-
sidades se les ve tormar especies de bahías ó golfos del mar
mismo, en cuyo seno se depositaron sus materiales. Las for-
maciones fluviátiles y lacustres, que apenas tienen importan-
cia en períodos anteriores, no solo adquieren en el terreno
terciario un desarrollo extraordinario, sino que con frecuen-
cia alternan entre sí, según se observa en los alrededores de
París.
Nummulites planulata
speciosa
Cabeza del dinotherium
Cáncer macrocheilus
Cassis cancellata
Extensión y distribución geográfica.—
Limitándonos por ahora al centro del continente europeo,
el terreno terciario constituye en Inglaterra y Francia, parti-
cularmente en esta, cuatro cuencas muy características, y
son: i.a Anglo-parisiense, París, Londres y Bélgica. 2.a Li-
geriana ó de la Turena. 3.a Pirenáica, Dax y Burdeos. Y 4.a
Mediterránea, alrededores de Montpeller.
En Suiza, Alemania, Italia y Rusia, y en el continente
asiático y africano, existen muchos depósitos terciarios su-
mamente curiosos, que tendremos ocasión de citar.
En la Península, prescindiendo de los manchones marinos
y lacustres que existen en varias provincias del este y sur, el
terreno terciario forma dos grandes cuencas, representadas
por las mesetas de ambas Castillas, con caractéres bastante
análogos de composición, accidentes orográficos y sello que
imprimen á la agricultura. En la Memoria que leyó en la
Academia de Ciencias en 1850 el Sr. Luxán, distingue cua-
tro distritos terciarios en la parte central y meridional de la
Península, á saber: 1.* el de la cuenca del Guadalquivir:
2.° el del Guadiana, en Extremadura; 3.0 el de Toledo y
Madrid, el cual comprende á manera de golfos los montes
de Toledo, sierra de Gredos y Guadarrama; y 4.0 el de la
Mancha.
División del terciario. — Lamas comunmen-
te admitida por los autores es en tres pisos, que de abajo
arriba son: eoceno, mioceno y plioceno, expresiones que se
fundan en la creciente analogía que se nota entre la fauna
de cada uno y la actual.
Espesor del terciario. — Según los cálculos
mas aproximados, este terreno alcanza sobre 3,ooora de espe-
sor distribuidos así: eoceno ó inferior 2,000", mioceno 40o"1,
plioceno ó superior 6oom.
primer Piso — Eoceno o nummulílico
SINONIMIA. — Terreno terciario, de muchos autores.—
Eoceno, Lyell. — Piso paleotérico, Cordier. — Pisos suesóni-
co y parisiense, D’Orbigny. — Arenisca de fucoides y caliza
nummulítica, de varios autores. — Terreno del flich, de los
suizos, etc.
CARACTER MINERALÓGICO. — Este terreno, lla-
mado nummulítico por el gran desarrollo que en él adquie-
ren los fósiles dichos nummulites, y eoceno por el escaso
número de especies idénticas á las actuales, consta de mu-
chas capas de calizas, sílex molar, arcillas, arenas, conglo-
merados silíceos y algunos bancos subordinados, de lignito,
masas empotradas de sal común y otras sustancias.
CARACTER ESTRATÍGH AFICO — En aquellos pun-
tos en que la serie no está interrumpida, descansa en estra-
tificación discordante sobre el terreno cretáceo, y sirve de
base al mioceno, afectando en muchos puntos discordancia
en sus respectivos estratos, determinada, al parecer, por el
levantamiento de Córcega y Cerdeña.
■”ig. 132. — Rhombus minimus
GÉ0N0MÍA
CARACTER PALEONTOLÓGICO. — La abundancia
con que se presentan en este horizonte las especies de fora-
rainíferos conocidos con el nombre de nummulites, lo carac-
terizan hasta el punto de darle su nombre: también pueden
considerarse peculiares al eoceno, entre los mamíferos, los
paleotherium y antracotherium, los murciélagos, que apare-
cen en él por primera vez, y los cetáceos. Se encuentran al-
gunas aves de rapiña ; pero lo que particularmente caracteriza
este piso es el número extraordinario de moluscos, sobre
todo de gasterópodos, tanto marinos como lacustres. Entre
las plantas son abundantes y características varias especies
de algas, que han recibido los nombres de fucus ó chondri-
tes y munsteria. Bajo el punto de vista paleontológico, el
terreno cuya descripción estamos haciendo, goza de gran
celebridad, no solo por el aspecto particular de su fauna y
flora, sino también por haber sido el que suministró al gran
Cuvier los huesos de mamíferos que con tanta sagacidad
supo restaurar, siendo este descubrimiento el verdadero pun-
to de partida de la ciencia paleontológica.
Como ilustración de este carácter véanse las figuras 125,
129, 13*, 132 y 135-
División del eoceno. — Los siguientes cuadros
darán una idea clara de la composición y división de este
horizonte, al menos en el centro de Europa.
CLASIFICACION DEL TERRENO EOCENO,
SEGUN ARCHIAC
357
NUEVA CLASIFICACION DEL EOCENO,
SEGUN LIELL
INGLATERRA
Equivalentes fuera de Ingla-
terra y sinonimia
/*•
EOCENO
inferior
Lechos de Bembrid-
ge, isla de Wight
Serie de Osborne.
— de Headon.
Arcilla de Barton
4
V
eoceno ( 1. Capas de Bagshotyl2
medio
de Bracklesham. .
GRUPOS
INGLATERRA
Caliza silí-
cea lacus-
tre media.
Capas lacustres
de Hordwell,
de la isla de !
Wight y ban-
cos fluvio-ma-
rinos subordi-
nados. . . .
Arenas y 1 ^re"as ^Jgs-
areniscas J chot, de Hca-
den-Hill y de
Hordwell.
medias. .
Caliza bas-j Arcilla de Lón-
ta . j dres. ^
, Arenas y
arcillasj
conchífe-
ras de'
Limbur-|
go. .
DE
Arenas in*. . , , .
feriores.. i Arcllla Pática
f *
Arcilla y sílex mo-
lar, marga y caliza
margosa con síli-
ce diseminada ó
Arenas de J en nodulos suel-
Diest. . \ tos.
I Margas verdes.
Veso y margas ye-
sosas.
Margas y calizas.
Caliza marina.
Arenisca.
Arenas.
. Margas.
1 Grupo are- 1 Caliza basta supe-
noso-ca-, rior.
lizo. . .( Idem media.
Idem inferior.
/Arenas cloríticas.
Lechos conch í feros
Arenas.
Arenisca pudingay
arenas fosilíferas..
jCapas arenosas,
G r u p o - J banco de ostras,
cuarzo- \ margas lacustres
arenoso. J con lignito, arcilla
plástica.
Glauconia ó caliza
clorítica inferior,
caliza lacustre in-
ferior, pudingas y
arcillas.
2. Falta en Inglaterra
i. Arcillas de Londres
\ y lechos de Bognor
eoceno 2. Arcillas plásticas y
superior / lechos de Wolwich 1 2‘
3. Arenas de Thanet..
Serie yesosa de Mont-
martre.
y 3- Caliza silícea ó
travertino inferior.
Arenisca de Beau-
champ ó arenas me-
dias.
Capas de Lacken
(Bélgica)
Caliza basta de Paris
Arenas superiores de
Soissons.
y 2. Formación num-
mulítica de Europa,
Asia, etc.
Falta en lacuencade
Paris; se encuentra
en la Flandes fran-
cesa, en Casselt.
Arcilla plástica y lig-
nito.
Partedelandenicoin-
ferior de Bélgica.
CUENCA DE París. — La cuenca de Paris ofrece un
tipo acabado del terreno eoceno, no solo bajo el punto de
vista del variado número de formaciones que lo constituyen,
sino también por la gran riqueza en fósiles; no bajando de
2,000 las especies, solo de moluscos, que hasta el presente
ha ofrecido ai estudio.
Además la cuenca de Paris ofrece un hecho curioso y de
la mayor trascendencia, á saber: la alternancia y si se quiere
simultaneidad de formaciones marinas, lacustres y hasta ter-
restres, como lo demuestran los fósiles que contienen.
Cuenca DE Londres.— Aunque los alrededores
de Lóndres deban considerarse como parte de la cuenca de
Paris, por efecto de causas que no es de este lugar discutir,
solo está representado en varios puntos el terreno eoceno,
por arcillas plásticas, arenas arcillosas y arenas cloríticas.
SUIZA. — En Suiza este horizonte adquiere gran desar-
rollo, no solo en extensión, sino en sentido vertical: llegan-
do en algunos puntos á constituir montañas de 2 y 3,000
metros de altura, como en el Kamor, en el cantón de Ap-
penzel, y en la montaña llamada de los Diablerets.
VICENTINO. — En el Vicentino, entre Milán y Venecia,
y en especial en el punto llamado Ronca, á cuatro leguas al
norte de Vicenza, el terreno eoceno está compuesto de gran-
des bancos de toba basáltica, alternando con otros de caliza
y corrientes de basalto, con un número extraordinario de
fósiles, la mayor parte idénticos á los de Paris. La descrip-
ción de esta cuenca, debida al ilustre Brongniart, publicada
en 1823, es un dato curioso para la historia de la Paleonto-
logía, pues fué la primera en que se demostró la contempo-
raneidad del mismo terreno en dos puntos tan distantes por
la existencia de las mismas especies fósiles.
Eoceno ESPAÑOL. — Tratándose del eoceno español,
no puedo menos de indicar, aunque sea someramente, el
resultado de las observaciones hechas por el doctor Vezian
en el territorio de Cataluña, publicadas en el Boletín de la
Sociedad geológica de Francia en abril de 1858. El eran des-
GEOLOGIA
35S
arrollo que allí adquiere el horizonte en cuestión, hace decir
á este ilustre geólogo que puede considerarse como el tipo
mas acabado y extenso del período nummulítico antepire-
náico; obligándole esta circunstancia á adoptar nombres de
localidades catalanas para designar sus diferentes pisos. Pri-
mero lo divide en dos grupos, superior é inferior; aquel
caracterizado por la pobreza de su fauna, por la falta de
nummulites y la abundancia de fucus , por cuya razón se
puede llamar horizonte de fucoides y de Rubio, cerca de
Igualada, por la localidad ; sus rocas en general son detríti-
cas: el grupo inferior es el que propiamente debe llamarse
nummulítico por la abundancia con que se presentan en él
los nummulites. Este lo divide Vezian á su vez en dos par-
tes: las superior, que es la región ozona esencialmente num-
mulítica, y consta de los pisos de Manresa, de Igualada y de
Castellvell y Castellolij y la inferior, que corresponde al piso
de Montserrat, y puede considerare como la aurora de la
era nummulítica.
Distribución geográfica. — El grupo nummu-
lítico en la Península ofrece un hecho muy curioso y de
grande importancia industrial, á saber: la presencia de ma-
sas considerables de sal común empotradas en sus estratos,
como se ve en Peralta, y principalmente en las famosas mi-
nas de Cardona. Este hecho no es, sin embargo, exclusivo
de la Península, pues las famosas minas de sal de Wielitzka,
no léjos de Cracovia, y otras muchas, pertenecen igualmente
á este terreno.
En el valle de Cardona dos masas enormes de sal gema,
aparecen enclavadas ó empotradas en medio de bancos de
areniscas y de margas rojizas, asociadas á las calizas num-
mulíticas, características de este horizonte. Las capas de
areniscas se levantan por todos lados hácia la masa de sal,
en inclinación variable de 20 á 25': demostrando el minu-
cioso y detallado estudio de la naturaleza de las areniscas y
de las margas, que no son siempre las mismas capas las que
apo)an en la sal*; de consiguiente, no puede suponerse que
esta forme especies de masas lenticulares enormes enclava-
das en el terreno mismo, y alrededor de las cuales las capas
se colocaron como están hoy. De cuyas circunstancias de-
ducen algunos que la sal es enteramente extraña al terreno,
> que debe considerarse como la causa del levantamiento
que en Cardona se observa. Algunas particularidades que
ofrece tan singular criadero, hacen desistir, no obstante, se-
gún Coquand, de esta idea por mas ingeniosa que á primera
vista parezca.
. Distribución GEOGRAFICA. — La del terreno ter-
ciario inferior ó nummulítico es muy curiosa, ocupando una
zona que rodea el Mediterráneo desde nuestra Península y
costa de Marruecos, por el lado de Africa hasta Egipto, y
por el otro hasta la Estiria, Crimea y Asia menor; bordeando
el continente europeo por esta parte y haciendo alguna
irrupción en el interior de la India, en el Tibet, en cuya
parte occidental ha encontrado Thomson nummulites á
5,000 metros de altura, en Polonia, en el norte de Francia,
en Bélgica é Inglaterra.
En España forma tres zonas : la primera se extiende des-
de Navarra hasta la costa de Cataluña, siguiendo la pen-
diente occidental de los Pirineos; siendo notables entre
otras las localidades de Montserrat por la altura que alcanza
(so re 1,234 metros, según \ erneuil), y por la forma singu-
ar de la montaña, á la que debe su nombre, y Cardona por
las minas de sal. La segunda zona corre desde Navarra hasta
Asturias, siguiendo la ramificación de los Pirineos; en ella
están comprendidas las salinas de Peralta: y la tercera en
el antiguo remo de Valencia, particularmente en la provin-
cia de Alicante, donde se presenta en estratos muy inclina-
dos de calizas duras, constituyendo montañas de bastante
elevación y de accidentes curiosos.
El terreno nummulítico de esta región se presenta también
en manchones aislados en los alrededores de Málaga, según
las observaciones del señor Maestre; en Gualchos al Este de
Motril, según Verneuil, y en otros puntos.
Materiales Útiles.— El terreno terciario inferior
es uno de los mas ricos en el concepto agrícola é indus-
trial: las calizas basta y silícea; el silex molar y las areniscas
como piedras de construcción y de molino, también para el
empedrado; la arcilla plástica para la alfarería y como base
de las cales hidráulicas artificiales; las margas, que tanto
abundan, constituyen el mejoramiento por excelencia délas
tierras vegetales: por último, el lignito, el yeso y principal-
mente la sal común, son de un uso tan general, que su pre-
sencia bastaría á dar importancia á este terreno.
terciario medio, mioceno ó de la molasa
Vamos á describir un horizonte terciario, en el que por lo
menos hay indicios de un suceso extraordinario, indicado
por primera vez por dos curas franceses que, contra lo que
sucede en España, se ocupan en esta clase de estudios ; he-
cho ó descubrimiento que, siquiera no haya merecido aun
la unánime sanción de los hombres de ciencia, no puedo
menos de indicar, en atención á su reconocida trascen-
dencia. Me refiero al hallazgo entre los materiales de este
terreno en la Turena, de utensilios y armas de piedra, que
si en realidad son obra del hombre, como autoridades res-
petables lo creen, haría remontar la aparición de nuestra es-
pecie á una fecha remotísima. Al describir el terreno cua-
ternario entraremos en mas pormenores sobre este asunto.
Sinonimia. — Piso de la molasa, del falún y delcrag,
Cordier. — Terreno terciario medio, falún y silex molar, Du-
frenoy y E. de Beaumont. — Piso medio de los terrenos su-
pracretáceos, Huot. — Parte de los terrenos clísmicos detrí-
ticos y los izemínicos talásicos, Brong. — Arenisca conchí-
fera del Nagelfluh, Studer. — Sistema tóngrico, rupélico y
boldérico, Dumont. — Falún de la Turena, falún y molasa
de otros autores, etc.
Definición. — El horizonte falúnico, así llamado por
el desarrollo que en él adquiere la roca que llamamos falún,
comprende una serie de capas de materiales muy diversos,
contenidos entre el horizonte anterior y el eoceno ó num-
mulítico.
Carácter mineralógico. — La composición mi-
neral de este terreno varía bastante en los distintos puntos
en que lo examinemos, razón por la cual creemos preferible
referirnos á la que en cada cuenca presenta.
CARACTER ESTRAT IGRA FIGO Y DIVISION.— El
terreno falúnico se encuentra situado entre el sistema de los
Alpes occidentales, que lo separa por arriba del sub-apenino,
y el de Córcega y Cerdeña que establece su discordancia
con el nummulítico. Pero la formación de sus estratos fué
interrumpida en algunos puntos, según se cree, por los le-
vantamientos del Sancerrois y de la isla de Wight, lo cual
ha contribuido á la división que generalmente se admite en
este terreno, en tres pisos: superior ó falún propiamente di-
cho; medio ó molasa lacustre y marina; é inferior, arenas y
areniscas de Fontainebleau y lignitos de Cadibona.
CARACTER PALEONTOLÓGICO.— Los fósiles que
caracterizan el terreno mioceno son: entre los mamíferos,
los monos, que aparecen en él por primera vez representa-
dos por el género pitecus; los mastodontes, dinoterium, res-
tos de ballenas, castores, focas y manatis. Algunas aves,
como tordos y cuervos; varias especies de culebras, ranas y
GEONOMIA
359
salamandras entre los reptiles y anfibios; gran número de
conchas, particularmente univalvas, erizos de mar y zoó-
fitos.
Entre las plantas predominan las leguminosas, algunas
palmas gramíneas, y un escaso número de heléchos, musgos,
hongos y algas.
La mayor parte de estos séres pertenecen á especies per-
didas; las análogas puede decirse que solo habitan hoy las
regiones intertropicales, lo cual claramente indica la índole
particular del clima y de las demás condiciones biológicas
que durante su formación debían reinar en las regiones que
actualmente ocupa.
Como complemento del carácter paleontológico, véanse
las figuras 128, 130, 133 y 134.
Distribución GEOGRÁFICA. — Este terreno se
halla muy desarrollado en el globo, pudiendo citarlo en
nuestro continente en muchos puntos de Francia, particu-
larmente en la Turena, en los alrededores de Burdeos, Dax,
Montpeller, Auvernia, etc.; en Suiza está representada por
el horizonte de la molasa; en Alemania se encuentra hasta
en Viena, cuya cuenca del Danubio es por cierto muy im-
portante; en Asia menor alcanza un desarrollo extraordina-
rio, etc., y en cuanto á la Península, forma las mesas de am-
bas Castillas y además gran parte de las cuencas del Ebro,
del Guadalquivir, del Turia, etc.
DESCRIPCION. — Empezando por el que se relaciona
con el origen del hombre, hé aquí el orden con que se su-
ceden los materiales en Thenay (Turena), donde por prime-
ra vez el abate Burgeois encontró los sospechados vestigios
de la existencia de aquel: de abajo arriba: i.8 arcilla con pe-
dernal, pero sin instrumentos labrados; 2.0 mezcla de marga
lacustre y arcilla con útiles de pedernal; 3.' arcilla, principal
yacimiento de los utensilios de piedra; 4 c marga con nodu-
los calizos y útiles de sílex; 5/ margas arcillosas con acro-
therium y algunos escasos silex labrados; 6.° caliza margosa
de la Beauce sin silex; 7.0 caliza compacta de idem, también
sin pedernales labrados; 8.° arenas del Orleanés, con silex
tallados; 9.° falún con instrumentos de pedernal; y io.° alu-
viones cuaternarios con instrumentos del tipo de Saint-
Acheul y otros pulimentados.
Alguna prueba mas puede aducirse en favor de esta idea,
pues en Auvernia parece que Mr. Tardy encontró en 1869,
y dió cuenta en enero del 70 á la Sociedad geológica de
I’ rancia, de instrumentos labrados en piedra en un horizonte
equivalente al de la Turena (1).
Terciario medio de París. — En los alrede-
dores de París, este terreno, que algunos consideran como
eoceno superior, se halla representado por calizas lacustres,
arenas, arcillas, margas y lignito.
Mioceno de Viena. — En Viena este terreno se ha-
lla muy desarrollado, formando parte de la cuenca del Da-
nubio, accidentada por colinas de escasa elevación.
Molasa suiza. — En Suiza el mioceno ha recibido el
nombre de terreno de la molasa, por ser esta la roca domi-
nante; constituye la risueña llanura limitada por los Alpes y
la cordillera del Jura, viéndose en muchos puntos cubierta
por los materiales del período cuaternario y asurcada por las
grandes arterias del Rhin, Ródano, Aar y otras, con sus
afluentes. Las localidades mas curiosas son: Berna, que tiene
su asiento sobre la molasa y sus alrededores, particularmente
sobre la colina de Belberg, muy rica en fósiles. En el cantón
de Saint Gall, las orillas del lago de Constanza y hasta el
cantón de Apenzel; las preciosas colinas de Lausana, cuyas
(1) Los que deseen mas ilustración en este asunto, pueden consul-
tar mi obra sobre el Origen y antigüedad Jel hombre^ publicada en 1S72.
bases se pierden en el lago de Ginebra, pertenecen también
al piso llamado de la molasa. Allí esta roca característica se
halla dispuesta en capas unas veces horizontales, otras mas
ó menos oblicuas, generalmente reposando sobre grandes
masas, también estratificadas, del nagelfluh ó gonfolita, es-
pecie de conglomerado que ya dimos á conocer y que com-
pleta por abajo el terreno mioceno.
Generalmente en esta región el terreno terciario medio se
presenta en colinas redondeadas, de pendiente suave y aDo
entrecortadas, cubiertas por lo común de una sorprendente
) rica \egetacion. Sin embargo, en el cantón de Lucerna
constituye la famosa montaña del Righi, de'1,900 metros de
altura, compuesta de molasa y nagelfluh en capas muy in-
clinadas.
Mioceno ESPAÑOL.— En España hállase represen-
tado por formaciones marinas y lacustres muy desarrolladas.
Estas ocupan la parte central de la Península, constituyendo
las mesas de ambas Castillas, á las que comunica caractéres
orográficos y agronómicos muy análogos. Las calizas silíceas
cavernosas con planorbis, lymneas y paludinas (Colmenar
Viejo); las margas, arcillas y areniscas, con yesos y huesos
fósiles (Madrid, Burgos y Valladolid); y las arcillas arenis-
cas y conglomerados ó nagelfluh (Madrid, Valladolid y Tri-
llo), se hallan dispuestas en capas.
No se crea, sin embargo, que el mioceno lacustre está
reducido á las dos grandes regiones indicadas; también se
encuentra en otros puntos, ora aislados, ó en relación con
las dos cuencas citadas, y con caractéres dignos de llamar
la atención.
En primer lugar es notable por su posición el indicado
por Ezquerra y Prado en Barahona, pues según Verneuil,
este manchón podría hacer sospechar la comunicación entre
los lagos que en el período mioceno ocupaban las dos Cas-
tillas, y que se hallaban separados por la cordillera de Gua-
darrama.
La gran cuenca de Castilla la Vieja parece ramificarse ó
enlazarse con la del Ebro, según el citado geólogo, por el es-
trecho de Burgos. En las provincias Vascongadas, en Na-
varra y en las de Logroño, Zaragoza, y Teruel, ofrece este
terreno mucha importancia por su desarrollo y accidentes
particulares. En los alrededores de Haro se halla represen-
tado por la molasa, alternando con calizas lacustres y pu-
dingas de cantos del terreno nummulítico, en capas ondula-
das, que indican haber sufrido la acción violenta de algún
levantamiento.
La molasa, de color gris y de poca consistencia, adquiere
en algunos puntos gran desarrollo (de 300 á 400” sobre el
rio, entre San Vicente y Pecina), y ofrece en varias locali-
dades, como en Valtierra, Remolinos, Añana, etc., masas
considerables de sal, yeso y sulfato de sosa.
Sin salir de esta cuenca, debemos citar dos localidades
importantes ; la una por el número considerable de huesos
fósiles que contiene, y es Concud, situado á una legua al
noroeste de 1 eruel, y la otra Libros. Estas dos localidades
pertenecen, según Verneuil, á una formación que se extiende
por la Muela del Oro, entre Buñol y Cofrentes, hasta Gijona
y Alcoy, en donde precisamente se encuentran los mismos
huesos fósiles que en Concud en los materiales que acom-
pañan al lignito, que se explota con bastante éxito. En Li-
bros el terreno es esencialmente lacustre, compuesto de ban-
cos de caliza blanca margosa y arcillas impregnadas de azufre,
que se beneficia; descansando todo este sistema en estrati-
ficación discordante sobre el terreno cretáceo, bastante rico
en fósiles. Una de las circunstancias que dan interés á esta
localidad es, que el azufré, no solo rellena el interior de los
planorbis y lymneas, que se encuentran en número predi-
GEOLOGIA
360
gioso, sino que hasta llega á ser en muchos la materia fosi-
lizadora de dichas conchas.
En Alfambra, llega el mioceno á 1,472", altura que, según
hace observar Verneuil, solo alcanzan las formaciones ter-
ciarias del Asia Menor, conforme á los datos suministrados
por Tchihatchefif.
En Valencia, este horizonte se halla muy desarrollado,
ofreciendo circunstancias muy curiosas. Así, por ejemplo,
en Niñerola, á dos leguas al oeste de Valencia, se observa
en una de las laderas de la cañada, una serie de bancos de
areniscas y calizas casi perfectamente horizontales, con un
número prodigioso de la ostrea crassissima, y balanus á ellas
adheridos, y en la opuesta, formando colinas, varias capas
de caliza lacustre llena de planorbis y lymneas, la cual ha
sufrido una metamorfosis completa, convirtiéndose en ala-
bastro de superior calidad.
hig. 13Ó. — Vistas microscópicas de la creta
En el pueblo de Lallosa, cerca de Játiva, y otros puntos,
ofrece un accidente singular, y es el encontrarse la formación
lacustre representada por capas algo inclinadas de caliza y
margas azuladas, alternando con vetas de lignito, con pla-
norbis, lymneas y neritinas, é inmediatamente después, y sin
una verdadera línea de separación, bancos de caliza y arenisca
pertenecientes á una formación marina, á juzgar por las os-
tras y moldes de Vénus ó Citereas que en ellas se encuen-
tran. En el valle de Albaida se halla representado por mar-
gas blancas y azules, llamadas en el dialecto del país llaco-
rella^ las cuales ocupan una extensión considerable y ofrecen
circunstancias muy curiosas, entre las cuales es digna de
atención la observada por mi junto al pueblo de Quatre-
tonda, reducida á la mezcla en el mismo horizonte de fósiles
terciarios marinos, y en especial del clypeaster crassicosta-
tus, con la ostrea Matheroniana y otras especies pertene-
cientes al terreno cretáceo. Hecho es este que se da la mano
con las famosas colonias silúricas de Bohemia, y del cual di
cuenta á la Sociedad Geológica de Francia en la reunión
extraordinaria celebrada en París en 1867 con motivo de la
Exposición.
Las formaciones marinas, representadas en unos puntos
por capas horizontales de caliza (alrededores de Alicante),
en otros por bancos inclinados de areniscas con muchos fó-
siles (Monjuich), etc., solo ocupan el litoral, avanzando en
Andalucía hasta Andújar, Linares y la Carolina.
En la provincia de Murcia adquiere gran desarrollo, cons-
tituyendo en general, según Verneuil, páramos muy tristes
por su aridez. Entre los puntos mas curiosos debe citarse
Lorca, donde el terreno terciario está formado de bancos de
arcillas y margas bituminosas con azufre y peces fósiles, y
de capas de molasa con el clypeaster altus y la ostrea cras-
sissima, que según el citado geólogo ocupan la base. Tal vez
las capas superiores pertenezcan al terreno plioceno. Otro
de los puntos notables para este horizonte es Hellin, famoso
por las numerosas capas de azufre, por la dusodila y el sul-
fato de magnesia y sosa que entre sus materiales se encuen-
tran. Esta formación penetra hasta Al mansa, el Bonete y
Chinchilla, donde forma la montaña sobre que tiene su
asiento el pueblo y el castillo, y consta en la base de bancos
de arena blanca y marga, cubierta por capas sensiblemente
horizontales de caliza, en cuyo seno encontró Verneuil va-
rios fósiles marinos característicos. Desde este punto y Al-
bacete se extiende hasta las Peñas de San Pedro y Víanos,
cerca de Alcaraz; también se encuentra en Veas, Masegosa
y Villarrubia.
La caliza lacustre de este piso suministra excelentes pie-
dras de sillería, que se tallan con facilidad y producen muy
buen efecto. Los arquitrabes, basamentos y chapiteles de las
columnas, que tanto hermosean el palacio real en Madrid,
son de piedra de Colmenar, la cual se emplea también en la
escultura basta, como puede verse en las estatuas del Retiro
y plaza de Oriente.
La molasa suministra igualmente buenos materiales de
construcción; las areniscas, como la de Monjuich, por ejem-
plo, se explotan para el empedrado y para piedras de moli-
no, de las que se surte toda Cataluña, Valencia y gran parte
de la costa del Sur. Igual destino se da al sílex, que preci-
samente ha merecido el nombre de molar por el uso á que
se le destina. También se emplea como piedra de construc-
ción.
Entre las rocas sueltas, el falún se destina para abonar las
GEONOMIA
tierras ligeras, obrando por el principio calizo que contiene,
y por gran cantidad de materias orgánicas que suminis-
tran las conchas y los huesos fósiles que en esta roca se en-
cuentran.
Por último, el lignito, del que tan buenos criaderos posee
la Península en este piso, principalmente en Alcoy y Dos-
Aguas, es un excelente combustible.
361
TERCIARIO SUPERIOR, PLIOCENO Ó SUBAPENINO
Entramos ya de lleno en el horizonte en que, al parecer,
hay mas acuerdo tocante á la existencia del hombre, en cuyo
concepto el terreno cuya descripción vamos á trazar, ofrece
el mayor interés.
SINONIMIA.— Arenas superiores marinas de Montpe-
Fig. «37 —Salamandra de Oeningen (Andrias Schenzeri)
11er. — Depósito tritónico clísmico, Huot. — Terreno psamí-
tico-calizo, de Riso. — Parte del terreno de las Pampas,
D’Orbigny. — Nuevo y antiguo plioceno, Lyell. — Légamo
antediluvial, Marcel de Serres, etc.
Definición ycarácter mineralógico.—
El sub-apenino consta de un gran número de capas de are-
nas, areniscas, arcillas, calizas, brechas, pudingas y otros
materiales, que mereció el adjetivo que lleva, por hallarse
muy desarrollado en las hermosas colinas y en la fértil lla-
nura que se extiende desde Alejandría y Asti hasta la Cala-
bria y Sicilia, siguiendo todas las ramificaciones de la cordi-
llera del Apenino, á la que se halla subordinado.
Carácter estratigrafico. — Separado este ho-
rizonte del mioceno por el levantamiento de los Alpes occi
dentales, y del cuaternario por el de los principales, ofrece
límites bien marcados que se determinan con frecuencia por
discordancias de estratificación y por notables erosiones, to-
do lo cual indica las poderosas causas que antes y después
de su formación actuaron en el globo. Hay que advertir, no
obstante, que, si bien en muchos puntos se observa cuanto
acabamos de indicar, en otros, el tránsito de este terreno al
anterior y posterior, suele ser insensible. Sus materiales com-
ponentes, siquiera en ciertas comarcas duros y compactos,
lo común es que ofrezcan escasa adherencia, á pesar de in-
tervenir aun la sedimentación química; iniciase ya el desar-
rollo de los materiales sueltos y de los conglomerados, que
se ha de acentuar mas y mas en el terreno cuaternario. Las
capas ó estratos ofrecen en general pocos accidentes, pre-
sentándose con frecuencia horizontales ó muy poco incli-
nados.
CARÁCTER PALEONTOLÓGICO.— El hecho mascul-
minante en este concepto es la presencia del hombre en
estado fósil, según parece acreditar el descubrimiento veri-
ficado en California por los distinguidos geólogos Blake y
Tomo IX
Wiethney, de un cráneo y restos de la primitiva y tosca in-
dustria humana, asociados al depilas meridionalis y anliquus,
r 'moceros iichorhinus y á otros grandes mamíferos, entre los
cuales el mammuth y el oso de las cavernas, según autorida-
des muy respetables, empezaron á vivir en el plioceno supe-
rior. De modo que este horizonte es, por ahora, el de la
existencia mas probable de restos del hombre, asociados á
grandes mamíferos, entre los cuales predominan los elefan-
tes. No debemos ocultar á nuestros lectores que á pesar del
tiempo trascurrido no hemos visto en Europa dibujo, molde
ni descripción del tal cráneo, lo cual motiva las dudas que
á muchos asaltan acerca de la significación de este descu-
brimiento.
Puede también señalarse como rasgo paleontológico de
este piso, la existencia de monos afines á los antropomorfos,
figurando entre ellos el dryopithecus Ponía nt\ encontrado por
Lartet en St. Gaudens, la famosa salamandra considerada
por Scheuzer como esqueleto humano, clasificada por Cuvier
como Andrias Scheuzeri, cuyo dibujo figura entre los carac-
terísticos de este horizonte (fig. 137); por último, la presencia
de una fauna malacológica y una flora muy análogaála cua-
ternaria y moderna.
Distribución geográfica.— Es muy notable el
desarrollo de este terreno en la fértil y risueña llanura que
se extiende desde la colina de la Superga hasta los primeros
estribos del Apenino. Desde dicho punto se prolonga á de-
recha é izquierda de esta cordillera hasta la Calabria y Sici-
lia, afectando casi siempre los mismos ó muy análogos acci-
dentes. Palermo, Siracusa, Agrigento, Nápoles, Roma, Flo-
rencia, Siena, Turin, Alejandría, y otras ciudades de Italia,
tienen su asiento sobre este terreno. En Francia, en los
alrededores de Montpeller, Perpiñan, Dax y otras localidad
des; en Maguncia, Wiesbaden y otros puntos en Alemania;
en Amberes y Maestricht, en los Países Bajos; en Norwich-
46
302
GEOLOGIA
condado de Suffolk, y en otros distritos de Inglaterra, se
halla también desarrollado este terreno.
En Sicilia, donde suele alcanzar 900 y mas metros de es-
p<.=Oi, como en Caltagirone, Castrogiovani, Palermo y otros
puntos que he tenido ocasión de estudiar, consta de dos
ordenes de capas calizas, la superior, llamada allí giurgiulena ,
} arcillosa 6 margosa la inferior. Aquella ofrece un aspecto
análogo al de la caliza basta de París; su estructura es gra-
nujienta y de escasa consistencia casi siempre, lo cual facilita
a extracción de los fósiles que se presentan en número fa-
uloso y en un estado sorprendente de belleza. En algunos
puncos la caliza se halla como triturada y mezclados sus
fragmentos con muchos pedazos de conchas y zoófitos, á
manera del crag de Inglaterra y de Holanda, ó del falún de
la Turena y Burdeos. El sistema calizo suele en algunos
puntos pasar á una arenisca y conglomerado, que termina
por su base en la formación arcillosa.
En los alrededores del Etna y Catania y en Val di Noto,
<-stos materiales suelen alternar con productos volcánicos,
cu> a aparición los ha dislocado y alterado profundamente,
como sucede, por ejemplo, en la arcilla de las islas Cíclopes#
convertida en termantida por la aparición á su través del
asalto columnar, que en su mayor parte las constituye. En
e vahe de Militello se nota que este terreno se halla en
capas, casi perfectamente horizontales, cubiertas por una
corriente basáltica, como se ve en la figura 37: un poco mas
a aJ°» la misma formación se encuentra compuesta de una
especie de toba volcánica, de aspecto basáltico, conteniendo
®ran miraero de fósiles de este período, de los que recogí
mucho! / J \
El criadero de plantas fósiles, encontrado por mí por pri-
jQ¿ C,n ^*Parh i8.5«, y descrito en el Boletín de la So-
iie a geológica de Francia en noviembre de 1853, probable
mente corresponde también al plioceno.
utre los numerosos fósiles que he recogido en este terre
uo en las localidades indicadas, debo citar el Peden jPaco-
mu' 1 aC ^ Ua^ m e n 1 e vivo en el Mediterráneo, el Peden lalissi-
"!U?' a ^anopiea Faujassii , el Fusus contrarius, característico
e crag rojo de Suffolk, y otros muchos.
/-? ,0t.ra.s re§i°nes del continente italiano, particularmente
este h a. r*a> R°ma> Siena, Asti, etc., se encuentra también
?.e ori?ünl^ si bien en general representado por el antiguo
íoceno, aunque en rigor sea muy difícil establecer un
! e ° Inea separación, pues que yo mismo he hallado
as. anuras de Asti, Baldichieri, Roma y otros puntos,
especies idénticas á las de Sicilia.
con •<\rna> seSun profesor de la Sapienza, Ponzi, hállase
queY U1 ° Cn ^ kaSC Por ^as arc^as y margas del Vaticano,
sobreT1113'1 1 Una masa muy considerable y rica en fósiles,
serie d- 1^ ^escansan en estratificación discordante: 1/ una
un cern anCOs.^e arenas amarillas sueltas ó aglutinadas por
tentes Ca^.Z0’ Armando areniscas mas ó menos consis-
dos t)tq 2 \ Var*as caPas de conglomerados de cantos roda-
sueltos °d Cntes rocas apeninas colocadas en manchones
nes aue° )re arenas y areniscas. En las diferentes excursio-
de la C ei^ ^ tUVe ^ortuna de hacer por los alrededores
r,Q ,1U ,af ^'teJnai en compañía de tan distinguido geólo-
ceno a\ conIlrmada esta composición del terreno plio-
que sirve^ ^ertenecen> también en rigor, las siete colinas
propósitQn 6 as^ent0 a ^a capital; siendo el punto mas á
ha hechr» trazar un huen corte de este terreno, como lo
ciones de ^ célebfe Monte Mario, desde las explota-
do la vío .1Tlar^a del Vaticano, hasta Acquatraversa, siguien-
En 1Umphalis*
crag"de Klaterra 6' rePresentante *1 nuevo plioceno es el
0r"ich, asi como el llamado de Suffolk correspon-
de al plioceno antiguo, y tal vez al principio del mioceno.
Aquel está compuesto de bancos de arena, légamo y grava,
conteniendo gran número de conchas marinas, lacustres
y terrestres, y restos de peces y mamíferos. Representa, de
consiguiente, una especie de delta ó alfaque, formado sobre
el terreno cretáceo y cubierto de una masa considerable de
grava silícea. La mayor parte de las conchas que contiene
son idénticas á las actuales, si bien algunas se han extingui-
do por completo.
El crag de Suffolk no ofrece los caractéres de delta que
el anterior, sino que parece, según Forbes, haberse deposi-
tado en el fondo de un mar de 27 á 45 metros de profundi-
dad; sin embargo, no puede calificarse de formación litoral,
pues muchas de sus conchas ofrecen el aspecto pelágico.
Este crag se divide en dos grupos, el superior que se llama
rojo , y el inferior coralino, y también blanco por su color.
Esta formación del crag rojo y blanco, se presenta en aná-
logas condiciones en Amberes yen otros puntos de Holanda
y Bélgica, habiendo proporcionado su estudio gran número
de restos fósiles, que han dado á conocer los ilustres Wall,
Nyst y otros paleontólogos.
PLIOCENO español. — En la Península el horizonte
plioceno se halla bien caracterizado en la colina de Bellver
(Mallorca), según resulta de los estudios practicados por el
malogrado Julio Hayme; en los alrededores de Lorca y Cu-
llar, en Paterna, junto á Valencia, donde recogí bastantes
especies de moluscos muy análogos á los de Palermo. No
lejos de Ayora, y junto al pueblo de Zarra (Valencia) encon-
tré en 1866, en el primer punto, muchos y bien conservados
moluscos y equinodermos, y en el segundo una rica flora
que me parece debe referirse á este horizonte. Por último,
en la costa de Almería y Málaga y en el litoral de Huelva,
también existe en manchones sueltos y con fósiles propios.
Materiales útiles.— El crag sirve en Inglaterra
como excelente abono, no solo por la cantidad de fosfato de
cal que contiene en forma de guijarros; sino también por la
abundancia de fragmentos de conchas, y por el hierro que
entra en su composición.
Las calizas lacustres y areniscas pueden emplearse y sirven
como piedras de construcción ; lo mismo que las tobas vol-
cánicas, los peperinos y las lavas y basaltos, que forman
parte de este terreno.
Las arcillas se destinan en algunos puntos á mejorar las
tierras, y también sirven para la alfarería, por ser general-
mente plásticas, etc.
PERÍODO NEOZÓICO — terreno cuaternario
Llegamos por fin al término de nuestra tarea en lo tocante
á descripción de terrenos, al cuaternario, tan importante en
todos conceptos, y principalmente por ser el principio de la
época actual, por los sucesos extraordinarios que se verifica-
ron en el gran espacio de tiempo que representan sus forma-
ciones, y mas aun, por haber sido muchas de estas las que
han motivado ios estudios de la flamante ciencia prehistóri-
ca, destinada á esclarecer en su dia, los primeros pasos de
la humanidad por la superficie terrestre.
Muchos autores establecen una distinción sistemática en-
tre esta época y la reciente; idea que, aunque con algunas
restricciones, adopté yo mismo en el Manual; pero las mi-
nuciosas investigaciones llevadas á cabo entre sus materiales
desde que se sospechó la existencia del hombre y de los
restos de su primitiva industria, han modificado la opinión,
que se inclina mas bien á considerar al cuaternario única y
exclusivamente como el comienzo de la época actual. Las
razones que militan en favor de esta idea, son: i.a Que nin-
GEONOMIA
363
gun acontecimiento de los que contribuyeron á separar unas
épocas de otras en la terrestre historia, se ha verificado desde
el principio del cuaternario hasta el presente; 2.a, y en con-
firmación de esto mismo, que todas las formaciones que en
su conjunto representan el cuaternario, se continúan sin in-
terrupción en los tiempos históricos, viniendo á justificar
esto mismo el que la fauna y flora de aquel solo se distingue
de la de hoy, en la extinción de algunas especies de anima-
les superiores, y en la emigración de otras á latitudes ó altu-
ras mayores, como el reno, el buey almizclado, la marmota,
algunos moluscos y plantas, etc. Por consiguiente, y apar-
tándonos aquí algún tanto del método didáctico adoptado
en la descripción de los terrenos anteriores, consideraremos
al cuaternario como principio del moderno, estableciendo
cuando mas, para facilitar la inteligencia del asunto, la
distinción entre tiempos antehistóricos, é históricos propia-
mente dichos. A este fin, admitiremos varias formaciones,
producto de agentes físicos ú orgánicos, procurando marcar
el carácter de cada una en el principio, medio y fin de su
desarrollo, con lo cual se conseguirá también dar mas unidad
á la gran idea que entraña este último período de la historia
terrestre, facilitando por este medio la inteligencia de los
múltiples y notables sucesos que en su conjunto lo repre-
sentan.
Sinonimia. — Terreno clísmico y joviano de Brong. y
ftuot. — Terraplenes diluviales, terreno de trasporte y de
aluvión, Bonnard.— Diluvium, Buckland.— Grupo de los
cantos erráticos y moderno, Delabeche.— Período post-ter-
ciario y reciente en parte, Lyell. — ' Terreno diluvial y aluvial,
Omalius, Rozet y otros. — Tiempos prehistóricos é históri-
cos, de los geólogos anticuarios, etc..
DEFINICION. — Aplícase el nombre de terreno cuater-
nario, en el sentido que damos á esta palabra, ai conjunto
de materiales, resultado de los diversos agentes que, así en
el orden físico como en el orgánico, han actuado y ejercen
aun su acción desde el levantamiento de los Alpes principa-
les, acontecimiento que en muchos puntos determinó nota-
bles y bien pronunciadas denudaciones en el terreno, sobre
cuya superficie ondulada se depositaron aquellas. Ahora
bien, como quiera que al resultado de estas múltiples causas
se da el nombre de formación, de aquí la división de este
último período terrestre en tantas cuantas son aquellas.
División del CUATERNARIO. — Consecuentes
con lo que acabamos de indicar, dividiremos el estudio de
este terreno en seis grupos, correspondiente cada uno á
determinada formación, cuyo nombre servirá de título al
describirlos. Las formaciones son estas: i.a Oscilaciones de
las costas, producidas por el estado del interior del globo.
2.a Glacial ó errática inferior y superior, síntesis de la acción
de las nieves perpetuas. 3.a Diluvial y aluvial, resultado de
las aguas corrientes. 4.a Tobácea, producto de la descompo-
sición química de las rocas calizas. 5.a Turbosa, originada
por la singular descomposición de plantas de organización
sencilla, y que viven bajo determinadas condiciones. Y 6.a Ma-
drepórica, fruto de animales microscópicos. Antes, empero,
de describir cada una de estas detalladamente, creo será
oportuno, para la mejor inteligencia del asunto, trazar en
breves palabras los principales acontecimientos que ca-
racterizan este último período de la historia de nuestro
globo.
Tomando como punto de partida el levantamiento de los
Alpes principales, sin que se nos oculten las dificultades que
esto pueda ofrecer, pues ya indicamos mas arriba la facilidad
con que en muchos puntos los materiales del plioceno se
confunden con los del cuaternario, empieza este periodo por
dicho levantamiento, el cual, al parecer, determinó un cam-
bio notable en las condiciones físicas en general, y en parti-
cular en el continente europeo, cuyo resultado inmediato
fué, si no la primera aparición de las nieves, por lo menos
el desarrollo extraordinario de este agente, que llegó á ocu-
par casi toda su superficie. Otras causas, terrestres unas,
cósmicas otras, contribuyeron eficazmente á este resultado,
cuyos efectos se dejan ver en la superficie pulimentada y
estriada de muchas rocas, en el redondeamiento de otras
y en los cantos errantes que se encuentran hoy á distancias
considerables de su primitivo yacimiento.
Dado este estado de cosas, sobrevino un descenso lento
de los continentes, que ocasionó la invasión de las aguas,
las cuales determinaron grandes corrientes, y como conse-
cuencia inmediata, depósitos de acarreo, así á la superficie,
como en el interior de las cavernas y grietas terrestres, entre
cuyos materiales se encuentran restos de grandes mamíferos
extinguidos ó emigrados, de moluscos y demás séres carac-
terísticos de la fauna y flora que aun vive, y lo que es mas
notable, huesos humanos y claros vestigios de su tosca y
primitiva industria. Este período, de muy larga extensión,
y durante el cual fué desarrollándose y progresando la espe-
cie humana en todos conceptos, según acreditan las diferen-
tes manifestaciones de su actividad, es también el de la
formación tobácea, caracterizada por la caliza incrustante,
que se depositó de la manera lenta que hoy vemos al exte-
rior y en las cavernas, formando las estalactitas y estalacmi-
tas, que tanta importancia adquieren en la historia de este
período. Siguió á esto, cerrando por arriba el cuaternario,
según algunos, un nuevo levantamiento, el de los Andes,
Tenare, Y esubio y Etna, lo cual ocasionó una nueva invasión
de las nieves perpetuas, aunque en menor escala que antes,
ora como simple resultado de este movimiento terrestre, ó
bien combinado con la precesión de los equinoccios, á la
cual atribuyen muchos gran parte de los cambios climatoló-
gicos que á la sazón experimentó el globo. La dispersión de
los cantos erráticos, y otros hechos no menos importantes,
justifican este nuevo recrudecimiento climatológico, aunque
algunos no admiten estas dos invasiones de las nieves perpe-
tuas. La acción de las corrientes, aunque debilitada no cesó
por completo, antes bien continuó produciendo sus natura-
les resultados enlazando de este modo lo que propiamente
se llama diluvium ó aluviones antiguos, con los modernos y
actuales. Coincidiendo con todo esto, ya al finalizar la época
diluvial, empezó la formación de los turbales, en cuyo seno
se encuentran también restos de mamíferos, del hombre y de
su industria.
En las costas, y en puntos no lejanos del litoral, desarro-
llábase una gran fauna de zoófitos, dando por resultado la
formación de arrecifes mal llamados de coral, y de los ato-
lones y atolls, cuyo proceso continúa aun.
Por último, los volcanes daban durante toda esta época
pruebas evidentes de su actividad, cuyas materias, directa-
mente, ó bien arrastradas por las corrientes, sepultaron mas
de una vez á los representantes de la fauna y flora, y también
á los restos del hombre y de su industria.
Completando con esto el cuadro de los acontecimientos
que caracterizan los tiempos llamados antehistóricos, entra
el hemisferio boreal en las condiciones que ofrece en los
propiamente históricos ó modernos, durante los cuales los
continentes oscilan, con tendencia al hundimiento; las nie-
ves avanzan ó retroceden, según las condiciones climatoló-
gicas; las aguas líquidas entran en sus naturales cauces,
dando origen á los aluviones; la turba, los arrecifes de coral,
la formación tobácea y las erupciones volcánicas se conti-
núan hasta nuestros dias, sin mas alternativas que las que
experimentan las variadas causas que á ello contribuyen.
3&4
GEOLOGÍA
Oscilaciones de las cosías
Pasando ya á describir cada una de las formaciones en par-
ticular, empezaremos por aquella cuyos resultados se mani-
fiestan en las costas levantadas, tocante á cuyo asunto poco
hay que añadir á lo dicho al tratar de las oscilaciones de los
continentes, pues aunque allí se consideraba en tésis gene-
ral, ya se presentaron varios y notables ejemplos en justifi-
cación del movimiento ascensional y de descenso que las
caracterizan.
Lo único que puede notarse como complemento de lo
que allí se expuso, es que, si bien los datos que poseemos
hacen referencia mas bien al hundimiento de las costas veri-
ficado después de la primera invasión de las nieves perpe-
tuas, seguido de otro en sentido contrario, es indudable que
antes de dicho período experimentóse un levantamiento al
que la mayor parte de los autores atribuyen el gran desarro-
llo de las nieves, como consecuencia de los cambios clima-
tológicos que aquel determinó, auxiliado, tal vez, de la pre-
cesión de los equinoccios. Debe igualmente referirse á estas
oscilaciones, no solo el entrecortamiento é irregular disposi-
ción de las costas de los países escandinavos, sino también
la formación de los fiordos, accidente geográfico que dimos
á conocer.
Como complemento y confirmación de este gran hecho,
citaremos lo ocurrido en Udewalla (Suecia), donde á 72o1
sobre el actual nivel del mar, y sobre rocas pulimentadas,
aparece un depósito de conchas marinas que acredita el
doble movimiento que aquella comarca experimentó, el i.° de
descenso, y el 2.° de levantamiento.
En Cedarslund, no léjos de la anterior y en los alrededo-
res de Cristiania, se observan iguales depósitos á 140 y mas
metros de altura.
Otios ejemplos de estas oscilaciones los encontramos en
las termas de Serapis de Pozzuolo, en los depósitos de con-
chas actuales del Mediterráneo observados por mí en Milaz-
zo (Sicilia) y en Monte Olivano, junto á Ñapóles, en las
costas levantadas de Escocia y en la famosa turba del puerto
de Istadt, cuya actual situación demuestra que la costa
del SO. de Suecia, en la Escania, se ha hundido 10 pies
desde el siglo vn ú viu de nuestra Era.
Formación glacial b errática
Caracterizase esta, según indicamos en la pág. 236, por las
superficies estriadas y pulimentadas, por las rocas redondea-
das, por los cantos errantes, estriados y pulimentados tam-
oien, por los canchales glaciales y por los aluviones de igual
naturaleza. 1 an singulares efectos de la nieve perpetua, no
solo se encuentran en puntos muy apartados de las regiones
que aquella y los hielos polares ocupan hoy, lo cual acredita
indudablemente la gran extensión que en dicha edad alcan-
zaron, sino que circunstancias varias y curiosas justifican la
repentina acción de este agente, por mas que autoridades
respetables no admitan las retiradas é invasiones que en
sentir de otros, experimentó. Estas condiciones son: el m¡yor
desarrollo de las superficies pulimentadas y estriadas y el
menor tamaño de los cantos erráticos, pertenecientes á lo
que se ha convenido en llamar primera invasión: tamaño
considerable de los canchos y gran desarrollo de los cancha-
les, mas reducida la superficie pulimentada y estriada de las
rocas, como efecto de la segunda irrupción de las nieves
Justifica esto la observación hecha por Morlot, de feliz me-
moria,^ de la intercalación entre el primero y segundo depó-
sito glacial, de una masa de acarreo que corresponde al
diluvium.
El carácter diferencial de cada una de las dos formaciones
glaciales, se explica fácilmente sin mas que considerar que
durante la primera época, las nieves ocupaban una extensión
mucho mas considerable, cubriendo hasta las mas altas
cumbres de las cordilleras; por consiguiente, la esfera de
acción en cuanto al pulimento, estriamiento y redondea-
miento de las rocas era inmensa; pero por esta misma razón
escaseaban los materiales que la nieve había de trasportar,
y su tamaño tampoco podía ser muy considerable. Por razo-
nes fáciles de comprender, durante la segunda invasión,
hubieron de disminuir los primeros efectos en razón in-
versa de la cantidad y volumen que alcanzaban los cantos
errantes.
Al período glacial pertenecen las superficies pulimentadas,
estriadas y redondeadas, que existen y he tenido ocasión de
ver, en las altas laderas de los valles de Suiza, en puntos
muy superiores al nivel que ocupan hoy las nieves perpetuas,
y las de Suecia y Noruega, notables en todos conceptos, y
sobre todo, por la profunda huella que dejó allí dicho agen-
te, como se ve en Udewalla, en Karlsberg, en Estokolmo,
en los alrededores de Cristiania y en otros muchos puntos.
Llegado el término del movimiento de descenso, sobrevino
otro en sentido contrario, en cuya virtud las tierras antes
sumergidas empezaron á emerger, con lo cual inicióse la
acción de acarreo por las aguas líquidas, formándose depó-
sitos mixtos, en parte trasportados por estas y también pot
la nieve, originándose una formación llamada Drift, por otro
nombre Pili, en la cual es frecuente encontrar toda clase de
materiales sueltos en una masa de arcilla azulada, sin orden
ni estratificación alguna, pero con fósiles generalmente
lacustres ó terrestres, mezclados con algunos marinos. Con
frecuencia estos curiosos aluviones antiguos se encuentran
sobre las rocas pulimentadas y estriadas, lo cual acredita
perfectamente el orden con que estos dos grandes fenóme-
nos se han sucedido. Otro hecho contemporáneo á este gran
período del terreno cuaternario fué la formación de lo que
los suecos llaman Ose y en plural Oesar, y los daneses Hav-
tokkar , que son colinas de arena y grava con cantos erráti-
cos redondeados, dirigidas por regla general en Escania de
noroeste á sudoeste, las cuales suelen cubrir en varios pun-
tos las marismas ó almajares turbosos, cuyo nivel es inferior
al del mar. Estas colinas, sobre cuyo origen se ha discutido
mucho, las cree Nilsson resultado de oscilaciones rápidas y
transitorias, pero muy frecuentes, de la costa, si bien otros
autores igualmente respetables las atribuyen á grandes cor-
rientes cuaternarias, opinión que, en mi sentir, después de
examinada aquella comarca, tiene mas fundamento que la
anterior. Sea cualquiera el origen de los Oesar , conviene
consignar un hecho que, bajo el punto de vista de la historia
primitiva del hombre en aquellos países, ofrece el mayor
interés, á saber: el hallazgo de cuchillos y otros útiles de pie-
dra, hecho en la turba de Jaravall, ó sea colina de la Jara,
lo cual parece indicar que el hombre vivía ya en aquella
localidad en una época anterior á la formación de los Oesar ,
opinión confirmada por dos esqueletos humanos, encontrados
por Nilsson en un depósito de conchas análogo al de Ude-
walla, á mas de ioopiés sobre el Báltico, en el sitio llamado
Stangenas. Mas adelante, al ocuparnos en concreto de la
fauna y (lora del período que estamos describiendo, entrare-
mos en mas pormenores acerca de este asunto.
También corresponden al período errático, si bien con
mas probabilidad al 2. que al i.°, los canchales y la disper-
sión de los cantos errantes, que no solo en los Alpes, sino
también en las regiones del norte de Europa, y particular-
mente en Escandinavia, llegan hasta imprimir carácter á la
topografía del país. Es ciertamente curioso ver la superficie
GEÓNOMlA
plana y poco accidentada de Dinamarca, de los ducados de
Holstein y Schleswig, cubierta en algunos puntos de cantos
pulimentados y estriados muchos, angulosos los mas, sin
relación con la naturaleza del suelo, y de los cuales sirvióse
con trecuencia el hombre en tan remotas edades, para levan-
tar esos extraños y famosos monumentos, que simbolizan
bajo la denominación común de megalíticos , un período
importante de la historia primitiva de aquellas comarcas.
Fig. 138. — Corte del terreno cuaternario entre los Vosgos
y la Selva Negra.
1 Cordillera de los Vosgos.— 2 Idem de la Selva-Negra.— 3 Valle del
Rhin.— 4 Barranco de Rix Mein —5 Barranco de Sagúes Hein.—
Formación diluvial. — a Cantos y guijarros de los Vosgos. — b Del
Rhin, procedentes de la Selva-Negra. — Formación diluvial.—
c Lehm ó Loess del Rhin, constituyendo terraplenes sobre el di-
luvio.
Vista la anomalía que ofrece tan extraño suceso geológico,
tratóse de averiguar la procedencia de semejantes materia-
les, que tal contraste forman con la estructura de dichos
países. Acerca del primer punto el acuerdo es unánime, pues
dichos materiales proceden de la cordillera escandinava,
desde la cual, conocido el yacimiento de una roca cualquiera,
los cantos errantes que la representan, irradian á la manera
de un abanico, conservándose con frecuencia aislados é inde-
pendientes de otras rocas mas ó menos contiguas, con las
cuales no suelen confundirse. Esta tan curiosa circunstancia
no dejó de ilustrar eficazmente la segunda cuestión, relativa
al trasporte de dichos materiales, verificado, en sentir de los
geólogos mas competentes, por la eficaz acción de las nieves
perpetuas.
Hállanse dichas masas, de tamaño y formas muy variados,
sueltas y esparcidas á la superficie de dichas comarcas ó bien
formando verdaderos canchales de dimensiones y accidentes
varios. Para comprender la importancia de esta formación,
basta hacer el trayecto por vía férrea desde Malmoe ó Istadt,
puertos del sudoeste de Escania, hasta Estokolmo y Upsala,
donde con mi compañero de viaje, Sr. Tubino, tuve en 1869
el gusto de examinar los infinitos canchales y cantos erráti-
cos que imprimen á la comarca un sello especial. En los
Alpes se observan todos estos accidentes, si bien en escala
infinitamente mas pequeña, pero ofreciendo su estudio la
ventaja de poder enlazar lo antiguo con lo moderno por la
continuidad que ofrecen canchales, rocas redondeadas, puli-
mentadas y estriadas de otra época, con el actual producto
de aquellos preciosos glaciares Para persuadirse de todo
esto, basta recorrer el valle del Ródano, desde su extremidad
superior, donde hoy se halla relegado el glaciar, hasta Gine-
bra y la llanura donde tiene su asiento esta ciudad; pues en
todo este trayecto, que he tenido el gusto de recorrer, se
observan sin discontinuidad todos los efectos de la dinámica
glacial, sin mas diferencia que la altura y distancia que algu-
nos alcanzan, como los cantos errantes del J ura, que no solo
se encuentran algunos de ellos á muchas leguas del punto
de su procedencia, sino que también en regiones á donde
en los tiempos históricos no han llegado las nieves.
A pesar de la analogía que entre el fenómeno errático del
Norte y el de los Alpes se observa, una circunstancia nota-
ble los distingue bajo el punto de vista orgánico, á saber: el
hallazgo en Siberia de los restos de muchos mamíferos en
estado fósil; entre los cuales figura el elefante primitivo, aun-
365
que en rigor, esto corresponde ya de lleno á la formación
dilu\ial, de que vamos á tratar. Los efectos de la acción de
las nieves, pertenezcan al primero ó al segundo periodo, se
notan en Europa desde las regiones polares y escandinavas
hasta Italia, observándose en casi toda la Alemania, en Bél-
gica, Francia y en nuestra Península, según resulta de los
datos recogidos por el br. Prado y por los distinguidos geó-
logos portugueses Vasconcelos y Ribeiro (1). En la cordi-
llera del Himalaya, como en el norte y sur de América,
obsérvase también en grande escala dicha formación, excep-
tuando en los puntos mas inmediatos al Ecuador.
Formación diluvial
Terminado el primer período errático, y á causa del cam-
bio de condiciones meteorológico-geológicas, sobrevinieron
grandes corrientes de agua líquida, efecto tal vez del propio
derretimiento de las nieves, en cuya virtud se formaron de-
pósitos considerables de materiales de acarreo, á cuyo con-
junto se da el nombre de formación diluvial ó diluvium, para
distinguirla de los aluviones modernos.
Varias circunstancias distinguen los resultados de esta
nueva acción, no solo de la glacial, sino también de la de
acarreo, considerada en tiempos anteriores al terreno cua-
ternario y en época reciente.
Respecto de la errática se diferencia la diluvial en que
los materiales, en vez de angulosos, pulimentados y estria-
dos, son redondos ó elipsoidales, mas ó menos tenues, ma-
tes y lisos; todo lo cual acredita la diferente manera de ac-
tuar de este agente en sus dos estados líquido sólido; y se-
gundo como confirmación de la anterior, en que los de
acarreo antiguo y moderno no se hallan distribuidos como
los erráticos por la naturaleza de las rocas que lo represen-
tan, sino mas bien por el tamaño y peso específico.
En cuanto á la comparación del diluvium con los sedi-
mentos de otros terrenos y los aluviones modernos, se notan
también las diferencias siguientes: 1.» Falta absoluta de la
sedimentación, no habiéndose depositado los materiales en
las condiciones que en aquellos, entre las cuales figura en úl-
timo resultado el aposamiento de estos en el fondo tranquilo
de los mares y de los lagos. 2.a Extraordinario desarrollo,
lo cual no se había visto antes, de materiales detríticos, ta-
les como cantos sueltos y conglomerados, debidos á causas
mecánicas y violentas, lo cual puede hasta cierto punto dar
idea de las condiciones meteorológicas y topográficas que á
la sazón reinaban en el globo; y 3.a El nivel que en algunos
puntos alcanzan es muy superior al de los acarreos moder-
nos, circunstancia que aquí, como en la formación glacial,
acredita la mayor intensidad con que á la sazón actuaba el
agua.
Los depósitos diluviales se han formado al aire librea la
superficie misma de los continentes y en el interior de las
cavidades conocidas con el nombre de cavernas y brechas
con ó sin huesos, lo cual establece una primera división en
ellos, que es importante conocer; y si, por otra parte, se
tiene en cuenta la posición que ocupan en los valles, en las
faldas y terrazas de las colinas ó montes y en las mesetas,
tendremos una idea de su desarrollo y del mejor modo de
considerarlos.
Uno de los países de Europa mas clásicos bajo este punto
de vista es sin disputa Bélgica, la cual reúne además la cir-
cunstancia de poseer geólogos tan eminentes como Omalius,
decano de los de Europa; Dumont, autor de la gran carta
geológica de aquel país; Le Hon, distinguido militar, autor
(i) Y ease Boletín déla Sociedad geológica de Francia, t. 24, 2.* serie.
366
de una de las mejores obras sobre el hombre fósil; y el joven
director del Museo de Bruselas, mi particular amigo el se-
ñor Dupont, á quien se deben importantes trabajos referentes
á la Geología y á la Arqueología de aquel reino, tan pequeño
como bien administrado. Votada por la Cámara, á propuesta
de aquel ilustrado gobierno, una respetable suma, y encar-
gado Dupont de invertirla en el estudio del terreno cuater-
nario, llevó á cabo tan penosa operación con feliz éxito,
dando por resultado el enriquecimiento del Museo de la
capital y la publicación de varias memorias, en las que dio
cuenta de sus afortunadas exploraciones (i). El cuadro ad-
junto, verdadera síntesis de estos estudios, es copia fiel del
que aquel insertó en uno de sus opúsculos.
EN LAS CAVERNAS
AL EXTERIOR
PISOS
r.° Loessconósinrisclas i.° Loessconósinrisclasx
amarillenta 2. Arcilla amarillenta ris- ) Superior ó
clera con la fauna del } del reno
reno y sílex tallados. ]
Depósitos con cantos
rodados, concreciones
calizas, restos del Ur-
sus spelceus y silex ta-
llados. I Inferior ó
4.0 Arenas (restos en el [ delmam-
Trou de Frontal). \ muth y
Cantos rodados con I oso de las
un diente canino quel cavernas
puede referirse al Ur-
sus spelceus.
0 Arena y grava con
sustancia turbosa.
2/ Arcilla
con risclas.
3.0 Depósito arenoso con
cantos rodados, con-
creciones calizas y con-
chas terrestres.
4.0 Arena y grava con
conchas fluviátiles.
5/ Cantos rodados con
Elephas primigenius.
6.° Arena con grava
GEOLOGIA
Estos cuadros no solo confirman el sincronismo de los
diferentes horizontes diluviales dentro y fuera de las caver-
nas, sino que ponen también en claro la división que funda-
da en el dato paleontológico, se establece por lo común en
dos horizontes; el uno lleva entre sus materiales restos del
elefante primitivo, del hombre y de su industria, y es el
inferior; el otro superior por su posición, del reno ó rengífe-
ro, por los restos fósiles de un animal que emigró á mas
altas latitudes, y también de los cuchillos de pedernal, bajo
el punto de vista arqueológico.
Fundados otros en la naturaleza y aspecto de esta forma-
ción, la dividen en Diluvium, que ocupa la base y que en
muchos puntos suele ser resultado de la acción combinada
de las nieves y de las aguas corrientes, y Lehm ó Loess,
palabras alemanas equivalentes á limo ó cieno diluvial, que
suele coronar esta formación, cuyos materiales arcilloso-
calizos ó arenosos, demuestran por su tenuidad, ser resultado
de una acción mas lenta y continuada de parte del agente
que los trasportó.
En la formación diluvial suele notarse una especie de lo-
calización muy curiosa, como lo demuestra la propia natura-
leza que varía á tenor de la estructura geológica de la comar-
ca (fig. 138).
Como el estudio de estos dos horizontes sintetiza esta
formación, atendida por otra parte su notoria importancia
desde que en su seno se han encontrado escritas por ca-
ractéres indelebles, páginas antes desconocidas de la his-
toria humana, creemos oportuno entrar en algunos porme-
nores.
Diluvium. — Este se encuentra en todas las regiones
conocidas del globo, desde alturas muy considerables hasta
Examinando bajo este punto de vista otras regiones, y el fondo de los valles, alcanzando 'en algunos puntos 100 y
fijándose especialmente en las cuencas del Sena y del Som- mas metros de espesor, lo cual da claramente á entender, no
ma en la Picardía, demostró la equivalencia de los diferentes siendo muy distinto el régimen de las aguas de lo que hoy
horizontes admitidos por los franceses en aquel terreno dilu
vial, según se desprende del cuadro adjunto.
VALLES DEL MOSA V DEL VALLES DEL SENA V
LESSE (BÉLGICA) SOMMA (FRANCIA)
tierra de alfa-
z
tí
X
tí
tí
o
X
o
X
tí
CU
D
x
C
x
Loess ó tierra de alfare- Loess ó
ros, de las mesetas y reros.
valles.
Arcilla amarilla con ris- Arcilla arenosa roja con
se observa, el inmenso espacio de tiempo que su formación
supone. Consta generalmente de materiales sueltos, cuyo
tamaño suele aumentar en razón á la altura que alcanza, los
cuales, aunque incoherentes por lo común, hállanse á veces
cementados por alguna sustancia lapídea, convirtiéndose en
pudingas ó brechas, circunstancia que junto con el nivel que
alcanzan, los distingue perfectamente en la mayoría de los
casos, de los aluviones modernos.
División del diluvium. — Fundados algunos au-
cías de rocas antiguas, fragmentos angulosos tores en la diferente posición que ocupa, han dividido el
cubriendo las mesetas de sílex, cubriendo las — * 1
y los valles. Fauna del mesetas y los valles y
reno en las cavernas.
a
G
X
O
»— «
X
tí
X
b
<
Diluvium en tres grupos, colocando en el primero, de abajo
denudando el depositó *mba’. e' de '°S ™lles' en el ^"d0 el de las terrazas ó
inferior. Diluvium rojo terraP‘enes’ y en el tercero el de las mesetas. Otros, lo sepa-
Depósito arenoso, arci- Arcilla arenoso-margosa. ran en ^os h°rizontes que, atendida su distinta coloración
n~«.~ - - * • en una localidad determinada como los alrededores de París,
los llaman Diluvium gris, que es el inferior, y rojo ó superior,
el cual con frecuencia suele presentarse rellenando bolsas ó
cavidades, especie de accidentes erosivos que el otro ofrece
á la superficie. Sin discutir ni aceptar las razones aducidas
de una y otra parte por los geólogos parisienses en pro de
las diversas opiniones emitidas con motivo del Congreso de
Arqueología prehistórica celebrado en aquella capital el
año 1867, ocúrresenos una objeción grave que presentar, si
'y ~~
lioso, estratificado con
conchassobre todo ter-
restres y concreciones
calizas. En las cavernas
restos del U. spelceus.
Arena cuarzosa con con-
chas principalmente
fluviátiles.
Rocas ardennesas roda
das y grandes cantos
no rodados, de proce-
dencia lejana.
Elephas primigenius.
O 1
con conchas principal-
mente terrestres y con-
creciones calizas.
Arenas cuarzosas, con
conchas en especial
fluviátiles.
Pedernal y otras rocas
rodadas con grandes
o
x
cantos angulosos de
larga procedencia.
Huesos de elephas pri-
migenius.
Arena cuarzosa, muy ac- Arena cuarzosa, muy ac-
\
cidental.
Rocas primitivas.
cidentada.
; Terrenosecundarioó ter-
ciario.
(1) Estudio sobre las cavernas belgas, por M. Dupont.
no contra la división establecida, al menos contra los nom-
bres adoptados para cada uno de los horizontes, pues no
siempre ni en todas las localidades se presentan las cosas
como en la capital de Francia, dificultando de esta manera
su estudio comparativo. El que desee conocer el sincronismo
de cada uno de estos horizontes con los correspondientes en
Bélgica, puede consultar los cuadros anteriores de Mr. Du-
pont.
En algunos puntos, este horizonte diluvial ha obtenido
GEONOMIA
justa y merecida fama por el hallazgo de armas y utensilios
de piedra y de restos del hombre mismo. Entre ellos figura,
además del cerro de San Isidro, el de Moulin Quignon,
donde se encontró la famosa mandíbula humana, y otros
varios.
Diluvio de Siberia. — Va hemos indicado mas de
una vez el hecho curioso, resultado de las actuales condicio-
nes climatológicas del suelo de Siberia, donde á escasa pro-
fundidad se encuentra el horizonte diluvial congelado, cir-
cunstancia que se extiende también á los almajares ó lagu-
nazos que accidentan el país. También se hizo ya mención
del hallazgo de cantidades prodigiosas de huesos fósiles de
mamíferos y particularmente de elefantes é hipopótamos que
se explotan desde tiempo inmemorial. Falta discurrir algo
acerca de estos seres y del porqué se encuentran sus restos
en aquel Diluvium.
Pretenden algunos que fueron arrastrados allí desde regio-
nes mas templadas, por extraordinarias corrientes: otros en-
cuentran en este dato la confirmación del cambio del eje
terrestre, en cuya virtud aquella región, antes ecuatorial, se
convirtió en polar: por último, otros, siguiendo el parecer
de Humboldt, creen con fundado motivo, que dichos séres
vivieron donde hoy se encuentran, participando ya la región
de condiciones termométricas análogas á las actuales, ó qui-
zás mas extremadas, pereciendo víctimas de cambios mas ó
menos bruscos, ocasionados por levantamientos y hundi-
mientos del suelo. Fúndanse para ello, primero, en la difi-
cultad de admitir que corrientes tan violentas transportaran
desde puntos muy lejanos cuerpos enteros, como el del
mammuth, encontrado por Smith; segundo, en la falta de
pruebas para aceptar la teoría de los cambios de posición en
el eje terrestre: y tercero, en las condiciones particulares del
yacimiento y de los animales mismos, cubierto el mammuth
de un peso y largo vellón, y en el hallazgo hecho por Brandt
de restos de plantas esencialmente árticas, entre las colinas
de esmalte de los molares elefantinos, cuyo minucioso estu-
dio, hecho por Owen, confirma admirablemente esta opi-
nión.
DILUVIO DE Norfolk. —En el diluvio de la costa de
Norfolk se observan dos hechos curiosos, uno de los cuales
justifica la similitud ó analogía de circunstancias que lo
aproximan al de Siberia. Con efecto, en la base del Drift
existe en un depósito de esta naturaleza un bosque subter-
ráneo con un lecho de lignito, ó mejor turba, y un número
tan considerable de mamíferos fósiles, que, según Lyell, en
Apisburgo, en el espacio de treinta años, se extrajeron mas
de 2,000 defensas de elefante primitivo ó mammuth. Este 1
hecho, por mas de un concepto notable, supone asi la iden- i
tidad de condiciones físicas en ambas comarcas, como en las
oscilaciones terrestres que experimentó aquella parte de
Europa, pues el bosque hubo de encontrarse en tierra firme,
y solo un hundimiento posterior pudo ocasionar la inmersión
del terreno, la formación del combustible y la extinción de
los mamíteros, cuyos abundantes restos yacen en aquel pun-
to. Un nuevo y repetido levantamiento hizo emerger el depó-
sito, colocándolo en la posición actual.
Diluvio de América. — En algunos puntos de los
Estados-Unidos se observan hechos análogos, citándose va-
rias localidades en las que es evidente la mezcla de especies
perdidas y actuales, no solo de conchas, sino lo que es aun
mas curioso, de mamíferos, animales de vida mas corta en
atención á la mayor complicación de su organismo. Entre
los grandes cuadrúpedos, cuyos restos se encuentran hoy
mezclados en un mismo depósito, podemos citar el mastodoti
g/gan/eus, el megaterio, el mylodon, el megalonix y otros
varios con conchas lacustres y terrestres.
367
La presencia del mastodonte en depósitos cuaternarios es
sorprendente, pues la mayor parte de los paleontólogos con-
sideran sus restos como característicos del terreno terciario
plioceno y mioceno ; y aun lo es mas, la mezcla de sus hue-
sos con los del elefante, pues según el distinguido Sr. Ger-
vais, entre estos dos géneros hay, por decirlo así, una especie
de antagonismo ó incompatibilidad respecto á la época de
su aparición, siendo el primero característico del terreno
terciario, y el segundo de la formación diluvial del grupo
cuaternario. Y sin embargo, el respetable Lyell no duda en
considerar la aparición del mastodon giganteus en los Esta-
dos-Unidos, como posterior al depósito de acarreo antiguo
llamado Drift, citando en su apoyo el hallazgo de varios
esqueletos y aun de animales enteros en Geneseo y Newbur-
go, en Nueva York y en el condado de Warren, en el fondo
de pequeños estanques que fueron desecados con objeto
de destinarlos á la agricultura, y que estaban abiertos en el
seno de formaciones lacustres diluviales.
De todos estos hechos es fácil deducir, que muchas espe-
cies de conchas y aun de animales de sangre caliente y de
organización superior, han podido resistir las extraordina
rias condiciones climatológicas que en el período cuaternario
ofreció el globo; lo cual prueba, por otra parte, que si bien
en determinadas regiones estas circunstancias han sido ca-
paces de destruir toda la fauna existente, su acción no alcanzó
á la superficie de toda la tierra.
En cuanto á la mezcla que en algunos puntos de Ingla-
terra y Estados-Unidos se observa de especies meridionales
perdidas, como el Hipopotamus major , y de otras septen-
trionales actualmente vivas como el reno, se explica, según
Lyell, admitiendo que donde hay continuidad de tierras
desde las regiones polares á las templadas y ecuatoriales, se
confunde el límite sur de la especie ártica con el norte de la
meridional; notándose que si los animales son de los que
emigran como el tigre de Bengala, el bisonte de América, el
buey almizclado, etc., penetran los unos en el área de dis-
persión de los otros.
DEPÓSITOS AURÍFEROS.— Otro de los hechos im-
portantes de este período es el depósito conocido con el
nombre de Aluviones auríferos y de piedras preciosas, que
forman hoy una de las explotaciones mas lucrativas.
Estos depósitos ofrecen los mismos caractéres que la for-
mación diluvial, de la que son, por decirlo así, un mero ac
cidente. Se encuentran también en los valles y en las mesetas,
no léjos de las montañas; afectan la misma disposición y
constan de materiales sueltos ó incoherentes, de tamaño
diverso según el punto de su procedencia. Y si á todos estos
caractéres de analogía, añadimos el de la presencia en los
del norte de Europa y de otras regiones, de huesos fósiles
de elefante y rinoceronte, iguales á los de la formación di-
luvial, la analogía adquiere el carácter de identidad.
Uno de los centros clásicos y de mas antiguo explotados
es la región del Altai, respecto de cuyos aluviones auríferos
dice el célebre Tchihatcheft que si se pudiera prescindir de
los numerosos huesos fósiles de elefante, rinoceronte y otras
especies recientes que contienen, y se fijara tan solo la aten-
ción en la época respectiva de los terrenos sobre los que
dichos depósitos descansan, se tomarían por muy antiguos,
pues generalmente se encuentran en relación con los mate-
riales del período silúrico, devónico ó carbonífero.
La circunstancia que mas interés da á esta formación es
el encontrarse el oro, el platino y otros metales junto con
diamantes, rubíes, cimofanas y otras piedras preciosas, mez-
cladas con los materiales de acarreo que constituyen la base
de la formación; los cuales se presentan en estado terroso,
arenáceo ó en fragmentos, reconociéndose en ellos, como en
GEOLOGIA
os del resto de la formación diluvial, las rocas de que pro-
ceden, que no siempre se encuentran á grandes distancias.
oro se encuentra comunmente en granos, hojas ó pe-
queñas láminas diseminadas entre los materiales térreos, de
os cuales se separan por medio del lavado, en razón á su
ma)or peso específico. A veces los granos adquieren un ta-
maño considerable y reciben el nombre de pepitas, entre las
cua es as hay de 30, 40 y mas kilogramos. Para dar una idea
e \a or de las explotaciones de este metal, bastará decir
que e producto que rindieron los placeres auríferos de Si-
ena desde 1830 á 1S42, fué de 34,299 kilogramos de oro.
Según los datos publicados por el Congreso internacional
de Estadística, celebrado en Londres en 1860, la produc-
ción del oro en Australia y Nueva Zelanda desde 1851 á 59,
asciende a 2,831.295,700 francos, lo que da por término
medio 316.000,000 anuales.
El suelo todo de Australiarf^^flUBlMÁidá ««ara
Zelanda es aurífero, descubriéndose cada dia nuevos depó-
sitos.
El platino se encuentra igualmente en arenas, hojuelas ó
laminas pequeñas, en granos y también en pepitas, debiendo
atar entre estas la que según Humboldt se halló en Nijny-
1 agutlsk, de peso de 8 kilogramos 335 gramos.
. socia os a oro ) platino se hallan en las mismas con-
diciones el rutilo, el hierro magnético, la casiterita, el osmio-
el limo y otros de menor importancia.
Hiehro METEÓRICO diluvial. — Entre estos
metales merece una mención especial el Hierro meteórico,
encontrado en la formación diluvial del Altai por un minero
ruso, según Erman. En los placeres de Petropawlowski, cir-
culo de Mrassker, se encontraron primero unos fragmentos
de hierro nativo, y posteriormente los operarios dieron con
una masa del mismo, de color gris de acero, conteniendo
cierta proporción de mkel, metal que generalmente acora-
nmf “ iTa f I™ aer0l¡t0S' Esta masa se encontró á la
profundidad de 9,60 metros según refiere Lyell, en un depó-
sito de grava, descansando sobre caliza pizarrosa. P
PIEDRAS Preciosas. -Las piedras preciosas se en
leTnnsT "v ““"k' a'UVÍOnes «¡«a-
les mas o menos bien conservados por efecto de su ^ran
dureza, y también en fragmentos ó cantos sueltos, revestidos
P;°cC;”'“ “Pa de,sada de materia terrosa.
Localidades del oro y piedras finas -
Aunque son muchas las localidades en que se hallan estos
preciosos depósitos, las mas célebres 1 i„. ,auan , estos
productos que han rendido, son las del Alta y ¿¡TenRu*
s.a las de California, Australia y ,os ric“ e' fo s inmbls
criaderos de oro platino y piedras finas de Visapu y
rica'defsúr. 7 Chocó en íAmé-
En la Península, las arenas del rio Sil en r%i,v;o i j i
Darro y Genil en Granada cantone" ° ’ as del
Ud> cantadas, aunciue tal vez mn
exageración, por nuestros noen* « 1 ai ez con
á «L .1 :v° p0etas' y otras> pertenecen también
r . ... * » J
“ iTiüiTCrr" "uy r~
ocupa una extens on considerable a» * auice, que
de. Rhin, Danubio, Ródano y otras nomT “ CUenCaS
Eurona v en otme * °lras no nienos extensas en
Europa y en otros continentes, ofreciendo, por carácter de
gran importancia, la notoria fertilidad que dan al suelo Esta
comunica una'tinfo **
tamaño de una avellana hasta el de
una bala de canon. Generalmente el leess se presenta como
un depósito homogéneo y sin estratificación aparente, ex-
cepto en la parte inferior, donde se depositaron los materia-
les mas ordinarios. La consistencia de esta formación es tan
escasa, que se deja atacar con facilidad por la mas insignifi-
cante corriente, presentándose en forma de terraplenes ó
escarpes casi verticales en los bordes de valles con surcos de
denudación. En los bordes del Rhin se ostenta en colinas
de escasa altura, alineadas á la manera de una cordillera y
en estratificación discordante con el diluvio, sobre el cual
descansa sin confundirse con él, como han pretendido algu-
nos. El Lehm no solo se presenta en las llanuras, sino tam-
bién en las mesetas, siendo este mas antiguo, según Gras,
mediando entre ambos depósitos la denudación de los valles,
cuyo fondo rellenó aquel en un período posterior.
La formación del lehm ó cieno diluvial adquiere en algu-
nos puntos un espesor desde 6o hasta 90 metros, y una ex-
tensión superficial de 25 y mas kilómetros, como entre el
Sauerbach y el Lauter, Alsacia, según Daubrée.
Otro de los caractéres que distinguen á este depósito en
las cuencas, es la presencia de un número prodigioso de
conchas terrestres, tales como succíneas, hélices, pupas, clau-
silias, bulimus, etc., y pocas ó muy escasas lymneas, entre
las fluviales ó lacustres : todas con ligeras excepciones viven
hoy, si bien en las regiones frias y húmedas de los Alpes, y
hasta en el límite de las nieves perpetuas. Alguna ha des-
aparecido de Europa, lo cual supone una remota antigüedad
en el diluvium de la Picardía donde se encontró. También
se observan huesos de mamíferos pertenecientes al elefante
primitivo, á rinocerontes, bueyes, caballos, etc., siquiera en
proporción menor que en el diluvium.
Aunque este depósito sea posterior á los volcanes apaga-
dos del Kaisersthul y de Neuwied y Bonna, puesto que cu-
brió todas las montañas de esta naturaleza, y hasta rellenó
en parte algunos de sus cráteres, sin embargo, cerca de An-
dernach el leess, con sus conchas características, alterna con
materias volcánicas y lo cubre una capa de 3 á 4 metros
de espesor, compuesta de ceniza volcánica, de lapilli y piedra
pómez en fragmentos pequeños parecidos á los que se-
pultaron á Pompeya. Algunos pretenden explicar esta alter-
nancia del lehm y de materias volcánicas, suponiendo que
las últimas erupciones de los volcanes del Eifel han sido
contemporáneas de la formación de este depósito; pero Lyell
dice que esta cuestión exige mas datos para resolverla, y que
podria también explicarse por el trasporte de los materiales
volcánicos que se hallan sueltos, por las grandes corrientes
que determinaron la formación del lehm.
Lehm de Ukrania. — En otras regiones del globo
se encuentra este mismo depósito con caractéres muy aná-
logos, imprimiéndoles un sello particular: por ejemplo, en la
Ukrania, donde este cieno es negro, conocido vulgarmente
con el nombre de tschornoizen , que ocúpala inmensa llanura
situada entre los Urales y los Cárpatos, á la que comunica
una fertilidad extraordinaria, debida en parte á la materia
combustible nitrogenada que contiene en proporción de 7
por roo, y á la que debe el color dicha tierra.
Reguh. En la gran meseta del Decan (India), mas
acá del Ganges, se encuentra otro cieno diluvial ó lehm,
llamado regur, y por otro nombre tarquín ó tierra negra
algodonera , por su extraordinaria fertilidad, particularmente
para el cultivo de esta planta preciosa. Cítanse muchas
localidades en la indicada región, en las que el algodonero
rinde pingües cosechas desde hace mas de veinte siglos, sin
necesidad de abono alguno.
La arcilla ó légamo rojo de las Pampas de Buenos- Aires,
que cubre, según D’Orbigny, Darwin y otros observadores,
GEONOMIA
las inmensas llanuras de la Plata, extendiéndose en la meseta
de Bolivia hasta la altura de 4,000 metros, pertenece con
bastante probabilidad á este depósito. Su extensión geográ-
fica, según aquél, es de 23,000 leguas cuadradas.
Esta formación, que sin fundamento coloca D’Orbigny en
el terreno terciario superior ó plioceno, consta de una tierra
arcillosa de color pardo rojizo oscuro, ligeramente endure-
369
cida, conteniendo á veces lechos horizontales de concrecio-
nes margosas que pasan con frecuencia á una roca compacta
ó cavernosa, y á una especie de toba caliza llamada tosca ,
que en algunos puntos suele cubrir al cieno pampero. La
presencia en esta formación de varias conchas lacustres y
marinas actualmente vivas, como la Azara labiata y otras,
y la contemporaneidad del Mastodon andiurn y los moluscos
►
)
Fig. 139.— Corte vertical de la caverna de Gailenruth en Franconia (Baviera)
de la fáuna actual, son datos suficientes, según Archiac,
para considerar á esta formación como cuaternaria, y no ter-
ciaria, como quiere D’Orbigny.
Entre todos los depósitos de este período se distingue el
de las Pampas por la abundancia extraordinaria de huesos
fósiles de mamíferos, de forma y tamaño extraordinario, que
contiene. El megaterio, que forma uno de los mas bellos
adornos del Gabinete de Historia Natural de Madrid, pro
cede de las inmediaciones del rio Lujan en esta formación:
en la misma se han encontrado en otros puntos el megalo-
nix, el glyptodon, el mylodon y otras muchas especies.
DlLUViUM ESPAÑOL. — En la Península, el terreno
cuaternario se halla bien representado; pues además de San
Isidro, donde alcanza 2 1 metros de espesor y 40 de altura
sobre el Manzanares, ocupa gran parte de la cuenca del
Guadalquivir, del Tajo, del Duero y Ebro. Forma además
varias vegas que se distinguen por su fertilidad, como las de
Valencia, Castellón, Tarragona, Barcelona, etc. Obsérvase
también en muchas cuevas, entre las cuales algunas son no-
tables, según diremos mas adelante.
Cavernas y brechas. — Otro de los hechos mas
curiosos que registra la historia terrestre como contemporá-
neo de la formación diluvial, es el relleno de las cavernas y
brechas que llaman huesosas , por ser los huesos de animales
diversos, particularmente de mamíferos y del hombre con
restos de su industria, los que junto con el cieno diluvial
contribuyeron á esta operación.
Las cavernas huesosas, que solo se distinguen de las co-
munes por la circunstancia de contener restos fósiles, reco-
nocen en su formación cuatro épocas diferentes, á saber:
primera, la que se refiere á la abertura de las cavidades que
las constituyen, debida probablemente á alguna dislocación
ó movimiento terrestre mas ó menos violento; la segunda
Tomo IX
corresponde al revestimiento de sus paredes y bóveda, de
una capa mas ó menos considerable de caliza incrustante; la
tercera es aquella en que se verificó el trasporte de los ma-
teriales tórreos y fragmentosos que rellenan el interior de
estas curiosas cavidades ; la cuarta y última se refiere á la
formación de las estalactitas y estalacmitas que suelen reves-
tir los depósitos anteriores.
La distinción de estos períodos de formación, relleno y
revestimiento de las cavernas huesosas es de suma impor-
tancia, y conviene que el reconocimiento de estas se haga
con cuidado para no incurrir en un error; pues se compren-
de que al tratar de resolver la cuestión de si los restos del
hombre y de su industria son contemporáneos de los huesos
de animales extinguidos ó emigrados, cuestión de mucha
importancia, supuesto que se roza con la del origen de la
especie humana, no bastará decir que en una misma caverna
se han hallado todos estos objetos, sino que es indispensa-
ble averiguar si efectivamente existen en la misma capa ó en
niveles distintos.
El estudio de las cavernas huesosas ofrece, además de las
indicadas, una porción de particularidades dignas de notar-
se. En primer lugar, es curioso saber que todas estas cavi-
dades se hallan abiertas en montañas calizas, y raras veces,
ó casi nunca, en otra especie de roca, como pizarra, arci-
lla, etc., entre las de sedimento. Los terrenos ígneos carecen
de ellas, y entre los neptúnicos, si bien pueden encontrarse
en los de cualquier período histórico, son mas frecuentes en
el terreno jurásico y cretáceo que en los otros.
El segundo hecho curioso y que facilita la exploración
de estas cavidades subterráneas, es que los huesos y obje-
tos de industria solo se encuentran en aquellas en cuyo
suelo se ven materiales de acarreo ó trasporte, en confii-
macion de que fueron en su mayor parte depositados en su
47
37o
GEOLOGIA
fondo, en el seno de las mismas aguas que los trasportaron.
Si á las consideraciones que preceden añadimos las que
se desprenden: primero, del estado de conservación de los
huesos en las cavernas; segundo, de la escasez y casi caren-
cia completa de animales marinos en ellas, á no ser los lie
vados por el hombre; tercero, de que en cada continente se
encuentran en sus grutas tipos especiales y peculiares; y
cuarto, el número prodigioso de restos fósiles, así de verte-
brados como de invertebrados, del hombre mismo y de su
naciente y tosca industria, que en algunas se encuentran (i),
y hasta cantidades considerables de excrementos petrifica-
dos de los mismos, podremos inferir que si la causa que re-
llenó las cavernas fué general, pues estas existen en ambos
hemisferios, las corrientes que arrastraron dichos materiales
fueron locales y terrestres, mas bien que marinas.
Estalactitas y estalagmitas. — Uno délos
objetos que en las cavernas excitan la admiración del vulgo
y la contemplación de los hombres doctos, es la caliza in-
crustante que se ostenta en estalactitas y estalacmitas, cuyo
proceso, así como su intercalación entre los depósitos de
acarreo de las cavernas, les dan notoria importancia.
Las aguas que llevan disuelto el bicarbonato de cal, en el
momento que encuentran una cavidad interior, depositan en
la bóveda, alrededor de una raicilla, de un tallo, ó de cual-
quier otro objeto que sirve de núcleo, y por capas concéntri-
cas, la materia caliza, que vuelve á su primitivo estado por
el desprendimiento del ácido excedente. La que se despren-
de aun lleva algo de bicarbonato, el cual, perdiendo su so- ¡
lubilidad, se fija en el punto que recibe el estilicidio, for-
mando otra columna, que es la estalacmita. No acaba, sin
embargo, aquí la operación, pues los bancos calizos que
suelen cubrir el suelo de muchas cavernas, son resultado de
la infinitésima parte de carbonato soluble que aun arrastran
las aguas: juzgue el lector de la lentitud suma con que ha
debido proceder la naturaleza en estas operaciones, y si de-
berán causarle extrañeza los cálculos que muchos autores
hacen del tiempo en ello invertido, fundados, así en el espe-
sor que alcanza en algunas cavernas la capa de estalacmita,
como en el número de estas, que llega á tres y cuatro, como
he tenido ocasión de ver en la de Goyet (Bélgica), y en
otras famosas por los numerosos é importantes objetos en
ellas encontrados.
Confirman todo esto, tanto el estudio minucioso de esta
parte de la formación tobácea, como algunos casos observa-
dos; pudiendo citar el traído por mí de la cueva de Chaleux
(Bélgica), que consiste en un pedazo de pizarra arcillosa
que, puesta de intento en un sitio donde el estilicidio era
bastante frecuente, en el espacio de cinco años, solo formó
una ligerísima película, que escasamente tendría 0,0005 de
espesor. 0 \
Respecto del segundo punto en cuestión, no deja de ser
curiosa y en extremo interesante la alternancia que se ob-
serva de los depósitos de acarreo diluvial y de capas estalac-
miticas, las cuales á la vez que han preservado á los objetos
inferiores de la acción destructora del aire, del agua, etc
han retardado, hasta cierto punto, el hallazgo de los impor-
tantísimos objetos que aparecen cubiertos por aquellas losas
sepulcrales. No es menos atendible, por otra parte, el aisla-
miento é independencia que ha determinado entre los de-
pósitos diluviales la interposición de la capa incrustante, en
la cual termina el depósito inferior y principia el inmediato
superior. A veces sucede que la caliza, infiltrándose por
(O Lyell dice que en la famosa caverna de Kirkdale, situada á 40
k.lome ros al Nor-Nordeste de la ciudad de York, se han encontrado
testos de mas de 300 hienas pertenecientes á individuos de todas edades.
entre los materiales depositados, los aglutina, formando bre-
chas en las que los utensilios de piedra labrados por el
hombre y los restos de mamíferos contemporáneos, aparecen
asociados á las chinas ó guijarros, á la grava, etc.; pero estas
mismas circunstancias confirman cuanto en orden á la len-
titud de su formación queda expuesto.
CLASIFICACION DE LAS Cavern AS. — Conocidos
ya estos detalles respecto á la estructura particular de las
cavernas, y dejando para mas adelante lo relativo á los ob-
jetos de estudio que en ellas se encuentran, veamos cuál es
la clasificación que admiten los autores, sobre todo desde
que los hallazgos en ellas verificados han excitado el mayor
interés multiplicando sus exploraciones.
Primeramente las dividen en cavernas propiamente dichas
y abrigos ó resguardos naturales, que son simples excavacio-
nes de las rocas en la pendiente de ciertas montañas, que
con frecuencia sirven al hombre y también á los animales de
refugio, habiéndose depositado en ellas bastantes materiales
de acarreo. Cítanse como notables, los de Cro Magnon,
Bruniquel y muchos otros.
En cuanto á las cavernas, unas han servido tan solo de
guarida á bestias feroces, y se llaman así ; otras fueron habi-
tadas por el hombre, y también las hay destinadas á enterra-
mientos ó sepulturas. Hay, pues, cavernas-guaridas, cavernas-
habitaciones y cavernas- sepulcros, no siendo raro observar
el que una misma pertenezca á dos ó á las tres categorías
indicadas, así como también, á juzgar por los objetos antropc-
arqueológicos que contienen, el que haya sido una misma
habitada por el hombre mas de una vez, ó invadida por las
aguas diluviales.
A todos estos antros terrestres hay que agregar otro grupo,
pues aunque se distingue con el nombre de brechas hueso-
sas, en rigor no son mas que pequeñas cavidades en forma
de grietas ó hendiduras, ocupadas por los materiales del
diluvium, los cuales, cementados por una materia caliza por
lo común, se convierten en un conglomerado brechiforme,
á que se ha dado el nombre de huesoso por llevar frag-
mentos, huesos enteros, dientes de mamíferos, etc. Las de
Gibraltar, Cabra, Avallon (Francia) y otras muchas, gozan
de justa celebridad por los importantes objetos en ellas en-
contrados.
Respecto de las cavernas, son tantas las exploradas, así
dentro como fuera de la Península, que seria difícil de nume-
rarlas todas, concretándonos á las mas importantes, tales
como la de Aurignac, que fué sepulcral, las de la Magdale-
na, Pontil, Solutré, etc., en Francia; las de Kirkdale, y mu-
chas otras en Inglaterra; las de Naulette, Frontal, Goyet, etc.,
en Bélgica; la de Neanderthal, Dusseldorf (Westfalia), fa-
mosa por el hallazgo del cráneo que tanto ha dado que dis-
cutir; las de Macagnone y San Ciro, en Sicilia, y otras junto
al lago de Como (Italia), y en América las muchísimas en
que el doctor Lund hizo tan ricos descubrimientos de ma-
míferos fósiles.
I ara tener una idea de estos antros terrestres véase la
fig- *39-
En la Península desgraciadamente debe empezarse por las
que, siquiera se hallen en territorio español, no nos pertene-
cen; e*to es, por las de Gibraltar, en las cuales se han encon-
trado singularísimos restos humanos y muchos vestigios de
su industria. Además existen muchas en Andalucía explora-
das por los señores Góngora, Mac Pherson y otros; las de
Monduber, Maravillas, San Nicolás, Tabernes, Matamon y
otras visitadas por mí en la provincia de Valencia, y la de
Aitzquirri, junto al santuario de Aranzazu, donde acaban de
descubrirse muchos cráneos de oso de las cavernas, y otras
muchas.
GEONOMIA
371
>
»
Formación tobácea
Esta formación, así llamada por ser la toba caliza, piedra
tosca ó travertino, su principal representante, unas veces se
observa en el interior de las cavidades terrestres, formando
estalactitas y estalacmitas, y otras á la superficie, constitu-
yendo lo que mas propiamente se llama travertino, palabra
derivada del latín Tiburtium , antigua denominación de Tí-
voli.
Esta formación se halla desarrollada, no solo en las caver-
nas y grietas terrestres, donde desempeña las variadas fun-
ciones que ya indicamos, sino al exterior, observándose en
particular en el curso de aquellos ríos cuyas aguas llevan
mucho bicarbonato de cal disuelto, como se ve en gran es-
cala, y originando sorprendentes caprichos, en el que por
antonomasia se ha llamado rio Piedra, no léjos de Alhama
de Aragón; en Tívoli, junto á Roma, y en mil otros puntos,
y también al rededor de ciertos manantiales, según se nota
en San Filipo de Toscana, en Saint Allyre, en Segorbe, pro-
vincia de Castellón, en la Alcudia no léjos de Játiva, proce-
dente de las aguas llamadas de los Santos, y en una infini-
dad de otros puntos, así dentro como fuera de la Península.
La piedra caliza que representa esta formación, data de
los tiempos mas antiguos; pues desde que hubo rocas de esta
naturaleza en el globo, debieron descomponerse y dar por
resultado la reconstrucción de ella misma; sin embargo, pue-
de asegurarse que la época que estamos describiendo es en
la que adquirió el máximum de desarrollo, continuando to-
davía hoy produciéndose en inmensa escala.
No siempre esta roca se forma en los continentes dentro
y fuera de sus cavidades; á veces se deposita en el litoral,
constituyendo bancos de mucha consideración, como se ob-
serva en la Guadalupe, donde adquirió justa celebridad por
el esqueleto humano que se creyó fósil y se conserva en el
Jardín de plantas de París. En el litoral de Barcelona, dice
el doctor Vezian, adquiere gran desarrollo esta roca, á la que
asegura llamarse panchina.
En Tívoli, la formación del travertino terrestre alcanza un
espesor considerable, contribuyendo sus caprichosas formas
á aumentar la belleza de las numerosas cascadas que allí
determinan las aguas del rio Teverone. El hallazgo de dien-
tes humanos, hecho pocos años atrás por mi amigo el emi-
nente geólogo D. JoséPonzi, de Roma, aumenta considera-
blemente el interés de tan singular depósito.
Los detalles que se dieron al tratar de la piedra tosca co-
mo roca, nos excusan de entrar aquí en mas pormenores.
Formación turbosa
Hállase representada esta formación por singulares depó-
sitos de turba, que bajo el nombre de turberas ó turbales,
dimos á conocer al tratar de esta roca, acerca de la cual po-
co en rigor podemos añadir.
La turba empezó á formarse en la época cuaternaria, y se
continúa aun en aquellos puntos en que se reúnen las con-
diciones locales, así terrestres como atmosféricas, que ya
indicamos, pudiendo servir la lentitud de su proceso, de
cronómetro para medir la distancia que nos separa del mo-
mento en que empezó á formarse, que corresponde á los
tiempos posteriores ála formación errática antigua y diluvial.
Los geólogos daneses dividen los turbales en dos grupos,
á saber: i.° de los bosques, y 2/ del litoral, asignando á cada
uno caractéres propios, así referentes á las condiciones de lo-
calidad, como á las especies vegetales que mas directamente
han contribuido á formarlas, y también clasifican estos de-
pósitos por la índole especial de objetos del hombre y de su
industria y de animales que los acompañan. En este con-
cepto, las turberas de Dinamarca y las de Escania, en Suecia,
merecen una atención especial por la extraordinaria riqueza
de objetes que encierran, habiendo notado que los tres ho-
rizontes botánicos del pino silvestre, de la encina y del haya
que de abajo arriba se suceden con regularidad en los turba-
les de los bosques, corresponden en aquellos países á las
épocas de la piedra pulimentada, del bronce y del hierro.
Como en la descripción de la turba indicamos todos los
pormenores referentes á su propia naturaleza, y á las diversas
circunstancias que en ella concurren, creemos excusado en-
trar en mas pormenores (1).
Formación madrepórica
En el artículo Causas actuales fisiológicas ú orgánicas dimos
oportunamente á conocer los depósitos llamados arrecifes
de coral, Atolls ú Atolones, que en conjunto representa esta
formación; en su consecuencia, y con el fin de evitar repeti-
ciones inútiles, excusamos entrar en mayores detalles acerca
de este asunto. Solo por via de complemento, debemos re-
cordar dos hechos notables que estos depósitos ofrecen, á
saber: la remotísima fecha de 150,000 años que el eminente
Agassiz atribuye á los arrecifes de coral ó madrepóricos, que
constituyen la extremidad sur de la Florida (América del
Norte), con la particularidad de ser las mismas las especies
de zoófitos que continúan aumentando la extensión de aquel
territorio, dato de la mayor importancia en pro de la fijeza
de las especies vivas.
El otro hecho, no menos curioso, se refiere al hallazgo
realizado por el conde Pourtalis, de restos humanos, cuya
fecha hace remontar, fundado en el proceso de aquella for-
mación, nada menos que á 10,000 años.
Para completar la somera idea que damos de este período
geológico, conviene hacer mención de los materiales volcá-
nicos, cuya aparición fué sincrónica de las diferentes forma-
ciones que en su conjunto representan lo que hemos lla-
mado terreno cuaternario y moderno. Al empezar este, pue-
de asegurarse que habían terminado ya la mayor parte de
los volcanes traquíticos y basálticos, de modo, que si ex-
ceptuamos algunos volcanes, como los de la América del
Sur, cuyos materiales, aun hoy, en gran parte son traquíti-
cos, los restantes pertenecen á la categoría de volcanes ac-
tuales ó lávicos, refiriéndose, por lo común, á este período la
aparición del Etna, del esubio, islas de Santorino, etc.
CARÁCTER PALEONTOLÓGICO Y ARQUEOLÓ-
GICO.— Lo que mas caracteriza bajo el punto de vista orgá-
nico y arqueológico al terreno cuaternario que acabamos de
describir, es la presencia entre sus materiales, del hom-
bre y de los restos de su industria. En este concepto consi-
derado el terreno en cuestión, se divide primero en tiempos
prehistóricos é históricos propiamente dichos, por ser aque-
llos anteriores á toda tradición histórica. El primero de estos
períodos se subdivide en arqueolítico, mesolítico, y neolítico
en lo referente á instrumentos de piedra, y en edad de bron-
ce v de hierro tratándose de los metales, siquiera parte de
estos correspondan ya á los tiempos históricos. \ aunque
bastaría este dato para acreditar la existencia del hombre
que, según indicamos, hay muchas probabilidades para
creerle originario del horizonte plioceno por lo menos, re-
cientes descubrimientos han confirmado la existencia del
hombre en este período, como lo acreditan los famosos
cráneos de Neanderthal, de Engis, Cromagnon, Cuevas de
(1) Los que deseen mas detalles sobre el asunto, pueden cónsul
mi obra sobre el Origen y antigüedad del Hombre.
37
HISTORIA NATURAL
Gibraltar, la célebre mandíbula de Moulin Quignon, los
huesos largos fósiles encontrados por mí en San Isidro, la
mandíbula humana de Puerto-Príncipe, regalada al Museo
de Historia Natural por el limo. Sr. D. Miguel Rodríguez
Ferrer, y tantos otros vestigios que hoy enriquecen los di-
versos museos de Europa, y que no cito por la brevedad.
Para formarse idea del carácter paleontológico de este
período, consulte el lector las figs. 141, 142 y 152.
Los instrumentos de piedra que caracterizan estos prime-
ros períodos de la actividad humana, son cascos y astillas
de pedernal, hachas de la misma ó diferente sustancia, cu-
chillos, flechas y otra clase de armas y utensilios, correspon.
ra edad, cuyo carácter distintivo lo forma
stado tosco y sin pulimento de las armas ó útiles que
contrasta con los del segundo período, que generalmente
son de dioritas y otras piedras de preferencia al pedernal, y
aparecen tallados y pulimentados: el vulgo los llama equivo-
cadamente, piedras de rayo.
Fig 147.— Hacha dinamarquesa de piedra
zadas las aguas líquidas en sus propias arterias, tal cual las
vemos hoy, y la distribución de los climas mas á propósito
para el establecimiento definitivo de la especie humana, esta
adquirió todo su desarrollo, ocupando por emigraciones len-
tas y sucesivas hasta los mas apartados confines del globo;
marcándose el sello de las diferentes razas bajo la influencia
Muchos objetos de adorno, toscos también e imperfectos, de causas muy diversas, y llevando en pos de sí la civiliza -
y abundante cerámica, en la cual, como en los anteriores, cion y la cultura. De esta manera llega á poblarse Europa,
se revela la marcha lenta, pero progresiva, de la industria y sucediendo al hombre cuaternario de los primeras hachas de
el arte, completan el cuadro del carácter antropo-arqueoló- piedra, el de los kiokenmodingos ó paraderos de Dinamarca
gico de este período de la historia terrestre. y el de los turbales, al cual sigue el pueblo de los dólmenes
Como complemento del carácter arqueológico, que dis- y demás monumentos megaliticos, como tránsito entre la
tingue á este terreno, \éanse las figs. 14°» 1 43» J44> *45> segunda edad de piedra y los primeros momentos del bron-
140, 147, 148, 150, 154, y 156. ce> el cual es reemplazado mas ó menos pronto por los uten-
A1 terminar este período de la historia terrestre, habiendo sitios y armas de hierro, enlazando de esta manera admirable,
adquirido los continentes sus condiciones actuales, relegadas por tránsitos lentos é insensibles, lo histórico con lo prehis-
las nieves perpétuas á las regiones alpinas y polares, encau- tórico, la historia humana con la terrestre historia.
GEONOMIA
373
CAPÍTULO III
MAPAS GEOLÓGICOS Y AGRONÓMICOS
I erminada la historia descriptiva de los terrenos, parece
natural dar á conocer los medios de que hoy se vale la cien-
cia para representarlos de un modo claro y gráfico, facilitan-
do así su estudio y el de sus numerosas aplicaciones. Esto
se consigue por medio de los mapas geológicos, cuyo objeto
es «poner de manifiesto sobre uno geográfico la naturaleza,
disposición y demás accidentes de los terrenos que compo-
nen en su conjunto la costra sólida del globo, en su totalidad
ó en una región dada.» Semejantes álos cuadros sinópticos
para las ciencias, los mapas geológicos, como dice con mu-
cha oportunidad Boué, en su excelente Guia del viajero geó-
l°g°i otrecen la ventaja de dar á conocer á primera vista lo
que no se consigue á veces, con la lectura asidua de largas
y pesadas descripciones.
Provisto de los instrumentos necesarios para estas explo-
en que al propio tiempo se quiera dar una idea de la com-
posición geológica. El segundo es el mas comunmente em-
pleado, sobre todo en los mapas exclusivamente geológicos,
y ofrece la ventaja de dar á conocer á primera vista la exten-
sión y el carácter de los terrenos.
Los accidentes de dirección é inclinación de las capas,
así como los filones metalíferos, las fallas ó hendiduras, los
sitios de explotación tales como canteras, minas, las caver-
nas, cuyo estudio tanto llama hoy la atención, los estableci-
mientos balnearios, etc., se representan por medio de signos
convencionales, como los siguientes, propuestos por Boué.
1 Inclinación.. . . *
2 Verticalidad. . . ±
... 22 Filón.
...23 Capa.
raciones, como martillos, brújula, cimómetro, barómetro,
lentes, buen calzado y un traje á propósito, adornado ade-
más de ciertos conocimientos generales, y con el mapa
geográfico siempre en la mano, el geólogo que se proponga
realizar el trazado de un buen mapa geológico local ó gene-
ral de un país, lo primero que debe hacer es marcar los
límites y el carácter geográfico de la región objeto de su
estudio; luego recoger el mayor número posible de rocas y
fósiles, anotando con exactitud los puntos de su proceden-
cia, y todos sus accidentes, particularmente el horizonte ó
piso de que proceden.
Para esto se llevan papeletas en blanco en las que se anota
todo lo que sea digno de llamar la atención en cada ejem-
plar. También importa mucho que á las rocas sé^es dé una
forma determinada y siempre la misma para la belleza de las
colecciones. Generalmente el largo y ancho, que puede ser
de 3 pulgadas sobre una y media ó dos, se marca en el
mango del martillo. Los ejemplares se envuelven en seguida
con papel de cualquier clase que sea, si bien es preferible el
de periódicos, y entre estos el de los ingleses por ser muy
fuerte.
Los fósiles se envuelven uno á uno; y para facilitar las
exploraciones se colocan en saquitos, los de una misma
localidad ó terreno.
Reunidos materiales y datos en el gabinete, se ordenan
después y se lleva á cabo la obra, reducida á expresar en un
buen mapa geográfico, primero é indispensable medio para
este género de trabajos prácticos, por medio de colores (1)
y signos convencionales, los diferentes terrenos, según la
clasificación adoptada de antemano, que forman la constitu-
ción geológica del país ó región que se trata de dar á cono-
cer. Esto puede hacerse indicando solo los limites de los
terrenos por medio de una línea de color distinto, ó bien
llenando con el mismo todo el espacio que aquellos ocupan;
teniendo cuidado en el último caso, de dar una tinta un poco
mas fuerte en los límites para que se distingan mejor. El
primer método es útil para los mapas físicos, para los fores-
tales, para los de Geografía botánica y de fuentes minerales
(1) El Sr. Charpentier fué el primero que empleó los colores para
expresar en los mapas la diferente naturaleza de los ten-enos, realizán-
dolo en el geológico de Sajorna, publicado en 178$.
3 Horizontalidad. .
4 Mina
5 Mina de carbón. . - 5$
6 Mina abandonada .... .
7 Bozos ^
8 Galería. . . .
T
•«?
©
«4 •
z
p
4
&
*
©
Y £1
O
e¿ -
El U.
%-
24 Peñasco.
25 Caverna.
26 Ingenio.
27 Fragua.
28 Fábrica de sal
29 Altos hornos.
30 Homo de cal.
31 Fuente salada
32 Salina.
33 Mina de sal.
34 Agua mineral.
35 Corriente de
lava.
9 Sonda ó perfora
Clon. • « • •
10 Escombros. . .
11 Mina hundida.
12 Cantera. . • .
13 Explotación de ar
cilla
14 Turbera. . . .
15 Canterade pizarra
16 Cantera de 'már-
mol. . . . . *
17 Mina de oro. . •
18 Lavado de oro. . SJ;
19 Plata . ^
20 Estaño.. •
21 Mercurio..
Cuando se trata de filones metalíferos se procura orien-
tarlos siguiendo la misma dirección que afectan en el terre-
no. La diferente altura de las montañas se indicará por gua-
rismos y por rasgos ó líneas mas ó menos largas, procurando
que marquen con su desviación, el grado de la pendiente.
Los cortes geológicos, ora generales, ora locales ó circuns-
critos á un terreno ó punto dado, deben acompañar siempre
á los mapas, sobre todo cuando se trata de una pequeña
o
GEOLOGIA
374
región, ó cuando se quieren expresar muchos detalles. Los
cortes se reducen á representar en una sección vertical ó
longitudinal los dilerentes terrenos de una comarca, ó bien
los pisos ó hiladas de los diversos materiales que componen
un terreno ó formación dada. Esto puede hacerse con mas
ó menos exactitud; pero siempre es de muchísima utilidad,
por cuanto habla á la vista. Cuando se quieren hacer los
cortes con toda conciencia, debe expresarse en ellos la direc-
i
ífQNQM
Fig. 150.— Punzón de
sílex.
Villa ¿cit
154. — Hacha de hierro
llamada de cubo
Fig. 152. — Diente del
Mammuth
Cuchillo de «dli
vuespour servir a fexp/ieation des pheiu
dan una idea de la necesidad que acabo c
La fig. 155 es un corte idea!, supuesto
tinado á demostrar las falsas ideas que se
de la configuración del suelo, por haber
alturas una escala diferente de la de las c
tales.
La fig. 149 representa el r:“v._
diferencia de ser la escala de alturas
la longitudinal; circunstancia que d
ciones en la inclinación de las <
verdad tan necesaria en el perfil del
La fig. 15 1 es un corte ajustado
ciones que ofrece el terreno.
Y por ultimo la fig. i53 es el mismo
conforme á una escala diez veces mayoi
que en el horizontal, de lo que result
lo están en el terreno; y sobre todo, debe expresarse el espe-
sor relativo de cada piso, con la indicación por medio de
ciertos signos, de la naturaleza de cada especie de roca.
Este sistema es el que se ha adoptado en el cuerpo de la
obra, en cuyos cortes se habrá echado de ver la uniformidad
que proporciona una base fija y constante desde el prin-
cipio. "Ni
También debe procurarse ajustar los cortes á una misma
escala en altura y distancia horizontal, <5 por lo menos con-
servar en lo Dosihle lns nmnnrrinnoc
mismo corte anterior, con la
; tres veces mayor que
que determina grandes varia-
1 capas, y hace desaparecer la
1 país.
en realidad á las propor-
GEONOMIA
375
H
&
&
\
completa. En este dibujo, como hace notar Delabeche, ha
desaparecido por completo el verdadero contorno del país;
las poblaciones se encuentran colocadas al borde de enor-
mes precipicios, ó bien ocultas en profundos barrancos ó
desfiladeros, donde jamás se ha pensado construirlas; los
anchos valles se convierten en ramblas ó quebradas; los
lagos y rios adquieren una profundidad exagerada y no co-
mún. Además de estos inconvenientes se observa que la
forma, disposición, inclinación y demás accidentes de las
capas, varía de una manera extraordinaria. En resúmen, es
la caricatura del corte verdadero.
La indicación de los terrenos ó formaciones en general,
debe hacerse sobre un calco del mapa en el punto mismo de
la observación; anotando además cuidadosamente en el
diario de viaje, todos los accidentes relativos á la naturaleza
de las rocas, á la dirección, inclinación de las capas, espesor
y potencia que ofrecen, etc. Sin embargo, estas operaciones
deben considerarse como preparatorias: en el gabinete y con
calma es donde se llevan á debido término; sea estudiando
mejor, ó analizando, á veces, las rocas dudosas, ó determi-
nando los fósiles, y poniendo en armonía estos conocimien-
tos con los datos que se hayan anotado en el diario.
El objeto de los mapas geológicos puede ser diverso, y de
aquí las denominaciones que comunmente se les da. Unos
son mineralógicos ó simplemente petrográficos; otros son
geológicos ó geológico-industriales cuando se quiere averi
guar la relación que existe entre los terrenos y ciertos depó
sitos de materias útiles á la Industria: geológico-balnearios,
cuando se trata de ver la relación que existe entre las fuentes
termo minerales y determinados terrenos; ó bien agronómicos
cuando su objeto es dar á conocer el enlace ó conexión que
existe entre la naturaleza del suelo ó subsuelo, y la vegetación
que en él se encuentra ó pueda convenir. Según la índole de
estos diferentes mapas, así deberá variar su preparación y
trazado.
También pueden llevar por objeto los mapas geológicos
dar una idea de la configuración de un país ó región en los
diferentes períodos de la historia física del globo. Para esto
se echa mano de varios mapas y se marca en cada uno, en
vez de los terrenos, los mares en cuyo fondo se depositaron
los materiales que los representan. Esto mismo puede hacer-
se para una región limitada por medio de mapas sobrepues-
tos, indicando en cada uno por un recorte, la extensión de
los continentes en cada época. Los mapas colocados según
el orden de sobreposicion, se van levantando y aparecen
sucesivamente los terrenos mas inferiores. El primer mapa
de este género lo vi en 1852 en poder del Sr. Geraellaro de
Catania, su autor.
Cuando la indicación de los terrenos por medioMe colores
se hace sobre buenos mapas en relieve, puede decirse que es
la última perfección de la ciencia. El Sr. Beck de Berna,
publicó en 1858 el primer ensayo de mapa geológico en
relieve de la Suiza, fundado en los datos proporcionados
por Studer yFischer, autores de la descripción y mapa geoló-
gico de la Confederación helvética.
Una de las condiciones indispensables para el trazado de
un mapa geológico, es la división de la provincia ó país en
diferentes secciones ó distritos naturales que se estudian
uno tras otro, escogiendo antes uno ó varios puntos centra-
les, desde donde deben hacerse correrías y cortes en todos
sentidos. Muchas veces conviene repetir las mismas expedi-
ciones, pero en sentido contrario, para cerciorarse de que se
han visto bien las cosas la primera vez.
En los mapas mineralógicos ó petrográficos hay que valerse
de tantos colores, cuantos son los minerales de la región que
se explora. Pero cuando son geológicos y de un país muy
extenso, solo se adopta en general un color uniforme para
cada terreno, debiendo ser distintos los de sedimento de
los cristalinos, y estos de los volcánicos. Hay que cuidar que
los colores no sean ni muy vivos ni muy bajos; pues en el pri-
mer caso, el mapa se hace desagradable á la vista, y en el
segundo pierden con el tiempo y se confunden. Lo que se-
ria de desear es, que todos los geólogos adoptaran iguales
tintas para expresar los mismos terrenos; pero por desgracia
no sucede así, lo cual es muy ocasionado á confusión. Como
las diferentes tintas de un color pueden confundirse, se hace
absolutamente necesario colocar dentro de cada uno una le-
tra del alfabeto ó cualquier otro signo, para distinguir los
terrenos que representan.
En general, en estos mapas solo se pintan los terrenos que
se presentan al descubierto, teniendo buen cuidado de mar-
car los limites de cada uno, cuando están cubiertos por la
tierra vegetal ó por depósitos de acarreo ó del diluvio. En
aquellos puntos en que se presentan dos terrenos sobrepues-
tos, se pinta por lo común el superior y si es posible se indica
también el otro. Muchas veces los terrenos se presentan en
manchones sueltos; en este caso conviene representarlos así,
á no ser que por las excavaciones ó por otro medio se tenga
la certidumbre de que se enlazan por debajo, en cuyo caso
pueden representarse formando una faja ó zona.
Cuando prescindiendo de la capa vegetal se pintan los ter-
renos subyacentes ó los que forman el subsuelo, si á estas
indicaciones se agregan el carácter de cada terreno, y las re-
laciones que pueden tener ó que tienen en realidad, con la
vegetación espontánea y el cultivo de plantas útiles, los ma-
pas reciben el nombre de agronómicos y en especial el de
Forestales ó Silvícolas cuando se refieren á la relación que
guarda el subsuelo con el porte de los bosques.
Un mapa agronómico lleva por objeto expresar ó repre-
sentar las relaciones que existen entre las operaciones agro-
nómicas y la disposición geográfica y naturaleza geológica
del suelo. El suelo y subsuelo vegetal guardan entre sí tan-
tos puntos de contacto, y tan íntimas relaciones, que un ma-
pa agronómico puede considerarse como verdadero corolario
del geológico de una región dada.
Si la vegetación dependiera exclusivamente de la natura-
leza de las rocas, y si por otra parte la tierra vegetal fuera tan
solo el resultado de la descomposición de su subsuelo propio
ó de aquel sobre que descansa, las divisiones agronómicas
serian iguales ó coincidirían con las geológicas. Pero como
la existencia de las plantas se enlaza de un modo mas íntimo
con el estado físico que con la naturaleza propia de las rocas,
y como además concurren á este fenómeno todos los facto-
res que determinan y modifican los climas, habrá que suje-
tarse en la formación de dichos mapas á todas estas condi-
ciones para que correspondan al objeto. En virtud de estas
consideraciones puede asegurarse, que un mapa agronómico
debe expresar mas bien los minerales y rocas; que los terre-
nos y formaciones de un país dado: adoptando, si es posible,
colores diferentes para representar la manera especial de
disgregarse cada una, y la abundancia y naturaleza de la
tierra que suministran.
Otra de las ventajas de este procedimiento, es el que deja
marcadas todas las sustancias que con mas oportunidad
pueden emplearse como mejoramientos y abonos minerales
en la región á que se hace referencia.
Generalmente hablando, el subsuelo varía con menos fre-
cuencia que la tierra vegetal; y en los puntos en que se ve-
rifican estos cambios, se observa una mezcla de materiales,
que por lo común mejoran notablemente las cualidades de
aquella: conviene de consiguiente, indicar en el mapa, por
i medio de una tinta mas fuerte del mismo color, este punto,
HISTORIA NATURAL
376
pues puede enseñar al labrador la utilidad de dichas mezclas,
aplicadas al cultivo. Cuando por el contrario el subsuelo es
homogéneo y de composición sencilla como de arena, cali-
za, etc., el terreno es estéril, y los mapas pueden también
aconsejar al agricultor á combatir esta homogeneidad por
medio de las mezclas.
La relación o enlace que se nota entre las operaciones
agronómicas y la disposición geográfica y geológica del sue-
lo, son muy diversas; y como en último resultado lo que se
propone resolver un buen mapa agronómico, es aumentar
la producción y facilitar los medios de extracción de los pro-
ductos agrícolas, y el trasporte interior de las materias que
pueden emplearse como mejoramientos y abonos, se com-
prende lo árduo de la empresa, y que difícilmente podrán
expresarse todas estas relaciones en un solo mapa. Hay, de
consiguiente, que trazar varios por necesidad, á saben uno
en el que se indique por la disposición de los terrenos, la
facilidad o dificultad de los trasportes de todas especies, y la
conveniencia de poner en práctica sus diferentes medios por
tal ó cual punto: en otro puede expresarse la relación que
existe entre los terrenos y la lorma ó accidentes del suelo,
la dirección de las cordilleras, la separación en valles, llanu-
ras y montes con su dirección media; la altura relativa y ab-
soluta de estas y aquellas, etc., pues todos estos son datos
preciosos para determinar la índole del clima del país, cuya
influencia en la agricultura es evidente. En este mismo’mapa
puede expresarse la hidrografía exterior y subterránea en lo
que sea posible, y la naturaleza de los terrenos que recorren
las aguas, pues sabida es la acción tan directa que esta cir-
cunstancia ejerce en la vegetación. En otro mapa pueden
indicarse las rocas del subsuelo y las subyacentes según su
composición química ó mineralógica, calizas, arcillas, arenas,
areniscas, granitos, etc., ó según la tendencia de cada una á
descomponerse y á dar este ó el otro género de detritus, co-
mo lo ha hecho el Sr. Thurmann, en el de Suiza. También
puede representarse en otro el clima de cada región y las
plantas que crecen espontáneamente, como demuestra el de
la excelente obra de Fitostática de este autor.
En los mapas agronómicos conviene respetar las divisiones
establecidas por el uso, aceptando hasta los nombres con que
el vulgo las designa, pues en general expresan ciertas rela-
ciones agronómico geológicas que no hay que despreciar:
como por ejemplo, las de tierra de Campos de Castilla- tierra
de Barros, tierra Negrizal y Rubial, los Guijares, las Serenas,
en Extremadura; los Páramos en Búrgos; las Landas, Saba-
nas ó Pampas y Estepas en otras regiones.
Si no se quiere expresar en alguno de los dos últimos la
disposición y extensión del terreno de acarreo y diluvial
que tanta influencia ejerce en la vegetación espontánea y en
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el cultivo, puede destinarse uno especial á tan importante
objeto, pues indudablemente la fertilidad de las regiones
mas privilegiadas se debe al desarrollo de estos depósitos.
Por lo visto, la realización de los mapas agronómicos es
muy difícil, y debe basarse esencialmente en la de buenos
geológicos. Naturalmente unos y otros deben ir acompaña-
dos de su correspondiente descripción, en la que se expresen
todas aquellas circunstancias que no pueden indicarse gráfi-
camente; como por ejemplo, en los geológicos el número y
naturaleza de las rocas que se encuentran en la región ó co-
marca; la descripción de todas ellas ó de las mas principales,
y los accidentes que determinan; si son ígneas ó de sedimen-
to, la forma que comunican á las montañas; si la estratifica-
ción es normal, ó si hay inversión en los bancos ó capas, y
muy particularmente la inserción de las listas de fósiles mas
notables ó característicos de cada grupo ó terreno de sedi-
mento, indicando, de paso, las asociaciones y demás parti-
cularidades que su distribución pueda ofrecer ú ofrezca en
realidad. En los mapas agronómicos la explicación debe
referirse al género de cultivo que conviene á un terreno ó
región dada; á la ventaja de servirse de este ó del otro abo-
no ó mejoramiento, y al medio mas económico de su tras-
porte ó la manera de verificar las mezclas por desmontes á
proximidad: la indicación de las labores que convienen á
cada tierra, y hasta las especies de animales de que debe
servirse el agricultor para estas faenas agrícolas, ó bien para
aclimatarlos y mejorar las razas; el sistema que debe prefe-
rirse en los riegos, la posibilidad de procurarse fuentes arti-
ficiales, pozos artesianos, etc., la completarán perfectamente.
Por desgracia estos estudios de aplicación se hallan todavía
en mantillas, y todo lo que por el momento puede hacerse
es dar reglas y preceptos para llegar á estos resultados, cuya
utilidad práctica se está ya tocando en Alemania, Inglaterra
y Francia, donde van realizándose pocoá poco.
Cuando los mapas tienen por objeto hacer ver la relación
que existe entre la composición geológica de un país y sus
principales regiones vegetales, ó la distribución de las plan-
tas espontáneas y cultivadas, reciben el nombre de mapas
geológico-botánicos, de los que el trazado por Willkomm, y
que acompaña á su célebre obra sobre las costas y estepas
de la Península, puede citarse como ejemplo, y es además el
que ofrece un interés mas directo para nosotros. Trázanse
hoy mapas hipsométricos valiéndose de varios matices de
un mismo color para indicar la respectiva altura máxima de
las regiones, lo cual, si se relaciona además con el terreno á
que las diferentes altitudes corresponden, es de indisputable
utilidad, pudiendo citar como el primer ejemplo, en España,
de este género el que ilustra la Memoria del Sr. Mac Pher-
son sobre la provincia de Cádiz.
PARTE C U A RTA— geogenia, geogonia ó teoría de la tierra
DIRE
f ;<0fONco
La palabra que encabeza esta última parte de la obra di
ce claramente que nos vamos á ocupar en el estudio del
origen y formación del globo, pues Ge significa tierra y Gene
sis generación. Otros la llaman Geogonia, derivada de Gé
erra, y Conos, origen ó nacimiento. Hubo una época, no
muy remota por cierto, en que toda la ciencia geológica
reducíase á estas especulaciones, poniendo cada cual :
imaginación en tortura, y forjando sistemas, con el plausib
objeto de ajustar la creación entera y los hechos maravill
sos que á ella se refieren, al gusto y deseos del inventor, s
ocuparse de la verdadera interpretación de aquellos, y mi
en o menos de las aplicaciones que pudieran hacerse al m
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E BIBLIOTECAS
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GEOLOGIA
378
1.0 Primera aglomeración de la materia (formación de
nebulosas y vias lácteas).
2.a Acumulación de aquella al rededor de determinados
centros (formación de los soles).
3.0 Movimiento de rotación creciente y separación de la
materia en anillos (formación de los planetas).
4. 1 Concentración de la materia de estos al rededor de
un núcleo, y adquisición consiguiente de la forma esferoidal
característica y de una temperatura elevadísima.
5.0 Desprendimiento de su materia en anillos (formación
de los satélites).
6.° Los planetas ya constituidos, recorren las diversas
fases de su historia física como cuerpos independientes suje-
tos á la irradiación del calor (principio de la historia parti-
cular de cada planeta, y de los tiempos geológicos, refirién-
donos á la Tierra).
Tomando las cosas desde su origen, debemos consignar
un hecho, el mas importante quizás en la historia que vamos
á trazar, y es: que los sistemas hoy mas en boga parten del
principio de que la concentración de la materia al rededor
de los planetas determinó una temperatura tan extraordina-
ria, que originariamente todos ofrecieron un estado análogo
al de una masa fluida ó pastosa, y una forma mas ó menos
exactamente esférica, siendo la que afectan actualmente,
consecuencia legítima de este estado, y del movimiento de
rotación sobre su propio eje y al rededor del Sol. Las cien-
cias físicas han demostrado este hecho de una manera irre-
cusable.
La Tierra, como los demás planetas, hubo de ofrecer en
su origen dicho estado molecular y forma, efecto natural de
la extraordinaria condensación que experimentó su materia
al pasar de un diámetro como el de la órbita de la Luna, al
suyo propio, que es de 1,800 millas.
En cuanto á la forma, M. Plateau, célebre físico de Gante,
demostró por medio de los sencillos aparatos representados
en las figuras precedentes: i.° que todo cuerpo líquido puesto
en condiciones tales de no encontrar obstáculos la natural
atracción de sus moléculas, adquiere la forma esférica, lo
mismo el imperceptible glóbulo de mercurio que la Tierra y
el Sol; y 2.0 que sometido dicho cuerpo al movimiento de
rotación análogo al que experimentan los planetas, adquiere
la forma de esferoide achatado en los polos y abultado en
el Ecuador, en razón directa de la rapidez de dicho moví
miento, por la acción combinada de las fuerzas centrípeta y
centrífuga (fig. 157).
Llevada al seno de un liquido de densidad igual por me-
dio del sifón, la gota de aceite toma, como se ve en el ante-
rior dibujo, la forma esférica.
Si se coloca dicha gota al rededor de un disco sumergido
en el líquido de igual densidad y se le somete á un movi-
miento de rotación por el sencillo mecanismo que la figura
indica, pronto adquiere la forma de esferoide achatado, lle-
gando hasta desprenderse un anillo, si se practica con rapi-
dez y delicadeza el experimento. (Véase fig. 158).
De manera que por estos sencillos medios, Mr. Plateau,
no solo consigue probar que la Tierra fué en su principio
esférica, y que la forma esferoidal de hoy es resultado del
movimiento de rotación de su masa en estado fluido, sino
que confirma de un modo claro y evidente la teoría de La-
place, que nos ha servido de punto de partida.
Segundo PERÍODO.— El período de la historia ter-
restre comprendido bajo la denominación general de tiempos
geológicos, se extiende desde el momento en que la tierra
tuvo existencia propia, hasta la aparición del hombre en la
escena de la creación. Abraza toda la serie de la cambios y
modificaciones que experimentó la materia, asi orgánica como
inorgánica; acontecimientos que sucediéndose de un modo
lento á veces, mas ó menos violentamente otras, dieron por
resultado el estado actual de la Tierra. Privada esta de sé
res vivos durante un período de duración indeterminada, fué
embellecida mas tarde su superficie con todos los atractivos
de una vegetación espléndida y vigorosa, que abrió el ca-
mino á la vida animal. La sustitución de estos séres por otros
que se adaptaban mejor á las nuevas condiciones que iba
adquiriendo el globo, por efecto de su propio desarrollo, y la
repetición sucesiva de estos acontecimientos enlazados mas
ó menos estrechamente con los levantamientos de las monta-
ñas y con los cambios experimentados por la materia, com-
pletan el cuadro de este gran período histórico terrestre,
digno por tantos conceptos de excitar la curiosidad y admi-
ración del filósofo y del hombre estudioso y pensador.
La capa exterior del globo conserva en su seno, según
hemos visto, los documentos mas auténticos de tan sorpren-
dentes hechos, representados por las rocas y los fósiles que
hemos dado á conocer en el cuerpo de la obra, razón por
la cual excusamos repeticiones inútiles.
Solo con el fin de aclarar algunos hechos que debieron
caracterizar los primeros tiempos geológicos, daremos una
idea, adoptando la doctrina de Mr. Delabeche, del modo
como obraron los principales elementos que entran en la
composición del globo, en las grandiosas y sublimes opera-
ciones de la Química primitiva terrestre.
Considerando la Tierra en el momento de separarse de la
masa atmosférica del Sol, todas las sustancias que la com-
ponen hoy, como las aguas, las piedras, los metales, etc., de-
bían presentarse gaseosas, á beneficio de la elevadísima
temperatura que reinaba en ella, penetrándose mutuamente,
como se observa en toda masa compuesta de gases de natu-
raleza distinta. Todo esto, empero, cambió en el momento en
que por la irradiación del calor, aquellas sustancias que ocu-
paban la parte mas exterior de su atmósfera, no encontrando
allí la temperatura suficiente para permanecer en aquel es-
tado, tendieron necesariamente á condensarse, separándose
del resto de la masa. Impelidas por la gravedad, estas sus-
tancias se precipitaron hácia el centro de la Tierra, hasta
que llegaron á una zona cuya temperatura las hizo tomar de
nuevo el estado gaseoso, permaneciendo suspensas y consti-
tuyendo una capa determinada por su estado termodinámico.
De esta manera se verificaba la separación de la materia
componente del globo de un núcleo central, pastoso ígneo,
resultado de la acción combinada del calor y la presión, y
una atmósfera exterior limitada por la primera capa de en-
friamiento, cuya influencia sobre el interior por su propia
presión fué tal, que debieron liquidarse y hasta consolidarse
muchos cuerpos primitivamente gaseosos, quedando encar-
celados y con una tensión tan extraordinaria, que determinó
en épocas posteriores terremotos, erupciones, oscilaciones
de los continentes, y otras manifestaciones plutónicas y vol-
cánicas.
Establecida esta separación de los materiales del globo,
necesariamente la primera capa consolidada tuvo que hallarse
sujeta á la influencia de los agentes interiores que la rom-
pieron y alteraron de mil modos distintos, así como á la de
los elementos que ocupaban la superficie, entre los cuales
el cloro y el oxígeno desempeñaban, á no dudarlo, la función
mas principal, en razón á la grande afinidad que tienen por
los cuerpos que reputamos simples, tales como el silíceo, el
aluminio, el sodio, el potasio, el magnesio, el calcio y otros,
á la sazón muy abundantes. El cloro se combinó primero
con dichos cuerpos, por tener mayor afinidad con ellos que
el oxígeno mismo; pero no tardó en abandonarlos á la acción
de este, obligando á combinarse con el hidrógeno para for-
GEOGENIA
379
mar agua, pues sabido es que la tendencia hácia aquel cuer-
po simple es tal, que descompone á la temperatura ordina-
ria el agua, engendrando ácido clorhídrico.
De manera que en un principio el cloro, sin la interven-
ción del oxígeno, combinóse con el silíceo, aluminio, sódio,
potasio, magnesio, mucho mas abundantes en las partes bajas
de aquella atmósfera gaseosa y caótica, formando diversos
cloruros que permanecieron en este estado hasta que el
oxígeno, combinándose en la parte mas exterior de la
atmósfera terrestre con el hidrógeno en las proporciones
convenientes, formó el agua primero en vapor, y líqnida
después, es decir, cuando el estado termométrico de la su-
perficie del globo permitió que descendiera á dichas regiones.
Colocadas las cosas en esta disposición, en el momento
en que se hallaron en presencia el cloro del hidrógeno y el
oxigeno de los cuerpos metálicos con los que aquel estaba
combinado, debió verificarse una serie de operaciones quí-
micas importantes, siendo indudablemente una de las pri-
meras la descomposición del agua por el cloro para apode-
rarse del hidrógeno y formar el ácido clorhídrico, dejando
una gran cantidad de oxígeno libre, el cual combinándose
con los cuerpos que abandonó el cloro, por los cuales tenia
y tiene gran afinidad, dió origen al ácido silícico y á óxidos
como el potásico ó potasa, el magnésico ó magnesia, etc.
De estas operaciones ó reacciones químicas resultó la
primera oxidación y consolidación del globo. La abundancia
de materias oxidadas que forman la base de la mayor parte
de las rocas antiguas, representadas por silicatos simples ó
compuestos de alúmina y potasa, de alúmina y sosa, de
alúmina y magnesia, etc., parece confirmar esta suposición.
También contribuye á darle fuerza la falta de cloruros y
cloratos en los materiales terrestres antiguos; pues según
toda probabilidad, en el momento en que el sódio pudo
presentarse en la escena de tan admirable laboratorio en
presencia del agua, la descompuso para combinarse con el
oxígeno, y formar el óxido sódico ó la sosa, el cual, influido
á su vez por el ácido clorhídrico, constituido ya de ante-
mano, pasó á combinarse con el cloro, formando cloruro
sódico y abandonando el oxígeno, el cual á su vez apoderóse
del hidrógeno para formar agua. El cloruro sódico ó la sal
común es, pues, resultado de dobles reacciones químicas,
que debieron verificarse ya en períodos posteriores; con la
particularidad de aumentar al propio tiempo la cantidad de
agua en cuyo seno permaneció, comunicando desde un
principio á los mares el carácter salado de sus aguas. La
circunstancia de no aparecer los criaderos de sal común
hasta en los terrenos silúrico, pérmico y triásico, parece
confirmar plenamente esta idea. También debemos citar otro
hecho no menos importante, y es que el sódio, existente á
la vez en las rocas y en las aguas del mar, en estas se
encuentra en estado de cloruro, y en aquellas en el de óxido,
ó sea combinado con el oxígeno.
El ázoe, destinado principalmente á corregir en la atmós-
fera el exceso de oxígeno, y á formar parte de las sustancias
orgánicas, así vegetales como animales, probablemente per
maneció aislado, sin tomar parte en ninguna combinación
en el inmenso laboratorio terrestre, hasta la aparición de la
vida, como hace sospechar el no hallarse este elemento
formando parte de las rocas, sino á partir de los terrenos
fosilíferos.
Otro tanto, ó por lo menos algo parecido, debió sucederle
al carbono, si se atiende á la escasez de este cuerpo y de sus
compuestos en los terrenos primitivos. En un principio debió
combinarse este elemento con el oxígeno, y permanecer en
la atmósfera en estado de ácido carbónico, hasta la aparición
del gran aparato reductor, ó sea el reino vegetal para empezar
sus funciones. Brongniart y otros atribuyen el gran desarrollo
de la primera vegetación, á la cantidad de ácido carbónico
que la atmósfera contenia en proporciones mucho mas
considerables que en la época actual.
Circunstancias particulares debieron indudablemente opo-
nerse á la combinación de este elemento, y á la del ácido
carbónico con las bases metálicas ó alcalinas, hasta la época
en que aparecieron las plantas; lo cierto es que los carbonatos
son muy escasos en los terrenos primitivos, notándose que
su proporción aumenta á medida que nos acercamos á los
períodos recientes. Parte de este elemento, empero, debió
permanecer encerrado en la masa central, pues de otro modo
no podria explicarse plausiblemente, la cantidad prodigiosa
que aparece á través de los estratos terrestres, y muy princi-
palmente por los centros de actividad volcánica.
El azufre es de naturaleza tan volátil, que indudablemente
debió permanecer en estado de gas suspenso en la parte
exterior de la atmósfera, aun en épocas muy posteriores,
hasta que combinado con el oxígeno formó el ácido sulfu-
roso, que en presencia del vapor de agua, debió pasar á
sulfúrico ó sulfhídrico, formando los sulfatos. También debió
mostrar tendencia á combinarse directamente con los meta-
les, siquiera fuese en épocas posteriores, cuando la tempe-
ratura hubo bajado considerablemente y cuando no quedaba
oxígeno libre; pues la gran afinidad de este por aquel,
hubiera sido un obstáculo invencible á semejantes combina-
ciones. Estas dieron por resultado la formación de piiitas
de hierro y de cobre, las galenas, blendas, etc., entre las
cuales solo las primeras se encuentran en terrenos muy
antiguos.
A pesar de lo dicho, y aunque en apariencia sea una con-
tradicción, parte del azufre debió permanecer en el seno de
la tierra, pues no de otro modo se explicaria la cantidad
que aparece continuamente por las chimeneas volcánicas,
ni tampoco el que se encuentra en los filones metalíferos,
producto de la acción interior. Ahora, en qué estado y bajo
qué condiciones esta sustancia tan volátil puede permanecer
en el interior del globo, donde reina actualmente una tem-
peratura extraordinaria, es un problema muy difícil de resol-
ver; si bien la presión y el agua deben haber desempeñado
un papel muy principal. ~
El flúor, otro de los elementos componentes del globo, de-
bió hallarse también en abundancia en aquellos remotos pe-
ríodos, probablemente combinado desde un principio con
el hidrógeno, atendida su gran afinidad. Este elemento, con
sus análogos el bromo, yodo, cloro, etc., debieron ejercer
gran influencia en la formación de las rocas primitivas, de
las cuales se separaron después, contribuyendo á la formación
de varias sustancias minerales, y principalmente á la del
topacio, mica y otras, como lo ha demostrado el señor De-
lesse en su Memoria sobre la pecmatita de Irlanda.
Respecto del fósforo, su importancia, como dice Delabe-
che, es demasiado escasa para que nos detengamos en exa-
minar su acción; sin embargo, destinado á formar parte
esencial de los animales, seria curioso saber qué lugar ocupó
y en qué combinaciones se hallaba antes de la aparición de
estos séres en el globo.
Resultado de tan curiosas y complicadas reacciones en el
inmenso laboratorio, á las que contribuyó también el agua
física y químicamente considerada, fueron las rocas plutóni-
cas, el agua de los océanos con el cloruro sódico y la sepa-
ración de la materia del globo en tres partes, á saber: un nú-
cleo central, una atmósfera exterior, y la capa enfriada, que
es la que determinó la separación, verdadera clave de los
estudios geológicos, y causa eficiente de la mayor parte de
los hechos expuestos en el cuerpo de la obra.
GEOLOGIA
38°
Tercer PERÍODO. — El período último ó histórico
de la Tierra, débil reflejo de los anteriores, abraza la serie
de acontecimientos que pasan á nuestra vista, desde la apa-
rición del hombre. Todos ellos se reducen á dos hechos ca-
pitales, y son: formación en el fondo de los lagos y mares
de terrenos de sedimento, resultado de la destrucción ó
desgaste délas montañas y del trasporte de los materiales
por las aguas mismas, y reacción del elemento interior ígneo
sobre la costra sólida, produciendo en ella dislocaciones y
quebrantamientos, que se traducen por el metamorfismo de
las rocas, por las fallas, saltos ó hendiduras, por la discor-
dancia de estratificación de las capas fosilíferas, etc., etc.
Conocida por todo lo que precede la verdadera índole de
los estudios geológicos y los principios fundamentales en
que estriba la ciencia, solo nos falta para dar cima á la em-
presa, ponerlos en parangón con los que foinian la base del
dogma de nuestras creencias religiosas, á fin de hacer resaltar
la armonía que existe entre estos dos géneros de estudio, en
los que se funda á la vez el amor á Dios y á la ciencia. An-
tes, sin embargo, de entrar en materia, séanos permitido
hacer una somera indicación de las causas que han contri-
buido á que se creyera equivocadamente por algunos, que
los conocimientos geológicos eran enemigos e incompatibles
con nuestra santa religión, trazando de paso una sumaria
reseña de la historia de la ciencia.
El estado de atraso intelectual en época no muy lejana,
hizo creer á muchas gentes que la Geología, ó por mejor
decir, los que la cultivaban, al querer descifrar los aconteci-
mientos de la historia física del globo, y sobre todo la natu-
raleza y procedencia de los fósiles, se declaraban enemigos
de los libros sagrados, pretendiendo equivocadamente que
estos establecían ser simples efectos del diluvio, el cual no
debia considerarse comprendido en la esfera de los hechos
naturales. Con este motivo se ejerció tal presión en las per-
sonas timoratas, que un hombre tan eminente como Falopio,
atribuyó á concreciones calizas unas defensas de elefante to-
sil encontradas en Calabria. Mo faltaron, empero, campeones
ilustres y genios superiores que, sobreponiéndose á tales
preocupaciones de la época, sostuvieran las sanas doctrinas,
negando que todos los fósiles fueran resultado del diluvio ó
de la influencia de las estrella como pretendían otros; ad-
mitiendo la posibilidad de creaciones sucesivas y su des-
aparición por catástrofes análogas á la de que nos habla Moi-
sés. De este número fueron el famoso pintor y poeta Leo-
nardo da Vinci, Fra Castor, Lazzaro Moro, Fabio Colona,
y otras lumbreras del renacimiento de las artes y letras en
Italia, y el famoso Bernardo de Palissy en Francia.
Estas discusiones se agitaren, como no podía menos, en
nuestra patria; siendo dos ilustres religiosos, Feijóo y Tor-
rubia, los sostenedores de h ¡iza á mediados del siglo pm.
En el Aparato para la Fisiona general de España con-
signa el P. Torrubia una m-ltitud de hechos importantes
acerca de las petrificaciones y minerales encontrados por
él y por otros observadores, así en la Península como en
América y en las islas Filipinas, y da noticias importantes
acerca de los volcanes de América y de otros hechos que
mas ó menos directamente ¿e enlazan con la constitución
física del globo. Y aunque suele incurrir en algún error, y en
ideas que hoy nos parecen ridiculas, como la de referir la
formación y traslación de los fósiles de unos puntos á otros
á la sola acción del diluvio, y la de considerar los huesos fó-
siles de Concud como pertenecientes á gigantes, que poblaron
esta parte de Europa en épocas antiguas, á cuya mate-
ria dedica el párrafo 10 con el título de Gigantología es-
pañola; á pesar de todos estes extravíos, disculpables hasta
cierto punto en la época en ¡que escribió, el P. Torrubia se
declara partidario de la naturaleza orgánica de los fósiles
contra el parecer de hombres muy respetables, que los creían
juegos y caprichos de la naturaleza, ó hijos de la influencia
de las estrellas. Aduciendo razones para combatir estas ideas,
bastante generalizadas á la sazón, se expresa en estos términos
en el párrafo quinto: «Si la naturaleza jugó en su formación,
»pudo haberlo hecho con mas libertad. Yo no sé, añade, có-
*mo se sujetó á imitar (cuando jugaba) tan severamente las
ajustas dimensiones, líneas y reglas que guarda en las gene-
rales producciones de los cuerpos marinos verdaderos. Ni
»tampoco sé por qué no juega en nuestros tiempos, como
¿dicen que jugaba entonces.» Y mas adelante dice: «Basta
»para ello parangonar con serio juicio de hombre honrado
Modos los testáceos y demás piezas que en nuestros montes
»se hallan, con aquellos que en el distante mar se crian. Si
»la vista de la total semejanza en los lincamientos de su su-
¿perficie y convexidad, del grosor, de la figura, de los con-
Mornos, de las divisiones, de las líneas, filos, relieves, nudos,
¿suturas, y por toda la exterior configuración de nuestras
¿piezas, no decide victoriosamente por la identidad de ellas
»con las marinas, será preciso tolerar el argumento de los
»que quieren probarnos por los mismos principios, que al-
»gunos de los sujetos con quienes tratamos no son hombres,
»sino juguetes de la naturaleza.»
Como ilustración, y en apoyo de tan sana doctrina, man-
dó grabar el P. Torrubia catorce láminas, que figuran al fi-
nal de su obra, destinadas la mayor parte á representar fósi-
les españoles perfectamente dibujados, y de cuyo criadero
trata extensamente y con exactitud en el texto. No dió este
naturalista nombres científicos á la parte de los fósiles que
figuran en las mencionadas láminas, por el atraso en que
se hallaba la ciencia á la sazón; pero constantemente los
refiere á los nombres adoptados por autores italianos, ingle-
ses y franceses, dando con ello repetidas y evidentes prue-
bas de la vasta erudición que poseía este olvidado escritor.
El otro campeón español, que tomó parte en todas estas
cuestiones, fué el célebre P. Feijóo, cuya sólida instrucción
y gran perspicacia le colocó muy por encima de los escrito-
res de su siglo. A él se debe la primera idea tal vez de refe
rir la causa de los terremotos á los fenómenos eléctricos,
teoría que trató de probar en una obra publicada en 1756,
con motivo del famoso terremoto de Lisboa, acaecido en
i.° de noviembre de 1755 (0-
Discurriendo Feijóo en su Teatro crítico acerca del origen
y naturaleza de los fósiles, que cree verdaderos representan-
tes de séres antiguos, se expresa en estos términos: «Los
filósofos anteriores á estos últimos tiempos que discurrían al
baratillo, yen el exámen de las cosas naturales se satisfacían de
cualquiera idea, se contentaron con decir que estas configu-
raciones eran puros juegos de la naturaleza ó meras produc-
ciones del acaso. Pero los modernos, que estudian la Física,
no precisamente dentro de sus aposentos ó habitaciones, si-
no en los montes, en los llanos, en las selvas, en los rios, en
los mares, examinando la naturaleza en sí misma, no en las
vanas especulaciones de la naturaleza, que frecuentemente
ofrece la imaginación destituida de la experiencia, tienen
por cosa de risa ese natural juego ó producción del acaso.
Seria, sin duda., cosa admirable, añade, que por acaso se con-
formara una piedra, observando en sus externos lineamientos
la perfecta figura de una planta, de un pez ó de otro cual-
quier viviente.»
En la grave cuestión de si los fósiles son resultado del
diluvio, el padre Feijóo rechaza la posibilidad de que las
(ti «Nuevo systhema sobre la causa physica de los terremotos, ex-
plicado por los phenomenos eléctricos.» Puerto de Santa María, 1756.
GEOGENIA
3Sl
aguas de este gran cataclismo hubieran podido trasportar de
América y Asia á Europa, multitud de séres marinos que se
encuentran petrificados en las montañas de la Península,
y cuyos análogos no se observan en el Mediterráneo y sí en
tan apartadas regiones. Y tratando en el tomo VII, discurso
segundo, de darse razón de este hecho singular, se explica
en estos términos: «Nuestra suposición es que esas plantas
peregrinas, cuya impresión se halla en algunas piedras de
nuestras regiones, aunque hoy son peregrinas, no en todos
tiempos lo fueron; antes en aquel en que se configuraron
esas piedras, se criaban en los mismos sitios ó países donde
se hallan las piedras.»
En 1775 apareció en la escena de la ciencia el gran Wer-
ner, nombrado en dicho año profesor de Mineralogía en la
escuela de Freyberg (Sajonia), á la que muy pronto dio una
inmensa y universal reputación, acudiendo de todas partes
discípulos ¡lustres, ansiosos de oir á tan gran maestro.
Werner asentó sobre verdaderas bases la ciencia geológi-
ca, á la cual consideró en sus brillantes lecciones, no ya de
una manera hipotética, como se había hecho hasta entonces,
sino mas bien bajo el punto de vista de la inmensa utilidad
de su estudio en sus diversas aplicaciones, y particularmente
al arte del minero. De esta manera, y creando la ciencia y
su lenguaje propio, contribuyó eficazmente á imprimirle el
sello grave de que carecía, logrando por la sencillez de estilo
y por las brillantes dotes que le adornaban en la cátedra,
arrastrar á sus discípulos por el verdadero camino que debía
seguir la ciencia, perfeccionada mas tarde por los Hum-
boldts, los Debuchs, los Saussures y otros hombres emi-
nentes.
Pero en medio de tan felices circunstancias y del profundo
conocimiento que poseía de los minerales, Werner adoleció
del defecto de no viajar; de donde resultó la falsa creencia
arraigada en su ánimo de que la tierra toda se hallaba
compuesta de los mismos materiales que la Sajonia, y lo que
es aun mas, dispuestos del mismo modo que en aquella
exigua región. Así es que, partiendo del supuesto de que los
basaltos y otras rocas análogas eran resultado de precipita-
ciones químicas desprendidas de un fluido, que él mismo no
supo definir sino con el nombre de caótico , hizo extensiva
esta idea á todos los productos que después, y aun antes
que él, se habían considerado como de origen ígneo.
Este fué el fundamento y punto de partida de la escuela
ncptunista¡ así llamada por creer sus adeptos que todas estas
rocas, y aun el globo entero, eran resultado de la disolución
en aquel fluido de naturaleza desconocida. Consideraba esta
escuela á la tierra sujeta á causas imaginarias, que después
de haber ocasionado grandes revoluciones, habían cesado
de obrar, apareciendo entonces otras de origen reciente,
entre las cuales figuraba el fuego como una de las mas acti-
vas. Esta teoría, cuyo maestro y fundador fué Werner, reinó
en absoluto por mucho tiempo en el campo de la ciencia,
ejerciendo una presión desmedida é inconsiderada sobre los
que la cultivaban, hasta el punto que el profesor Tondi decía
en sus últimos años á mi amigo el eminente Scacchi, de
Nápoles, y éste me lo refirió en 1852, que si álguien se
atreviera á proclamar ígneo el origen del granito, le daría
una coltellata (cuchillada).
Lo mas singular de la aparición de esta doctrina es que
ya antes de haberla establecido Werner, se habia declarado
ígneo el granito, y mas particularmente los productos volcá-
nicos de Italia, por Arduino, Fortis, Desmarest, Dolomieu y
otros eminentes geólogos; así como los del ducado de Hesse,
por Raspe; los de la Auvernia y el Vivarais, por Desmarest,
Guettard y Faujas; los de Islandia, por Bank, Solander y
Troil, etc. De manera que Werner, por la sola razón de su
omnímoda influencia, determinó un movimiento retrógrado
en la historia de la ciencia, destruyendo una teoría racional
fundada, hacia mas de veinte años, en el conocimiento de la
verdadera naturaleza de ciertos productos ígneos, y reem-
plazándola con la doctrina mas antifilosófica que puede
imaginarse, fundada sobre causas y agentes hipotéticos y de
naturaleza desconocida.
Fanatizados los discípulos de Freyberg y arrastrados por
la profunda veneración y respeto que profesaban á su maes-
tro, ardían en deseos de luchar con sus adversarios llamados
volcanistas , por fundarse sus ideas acerca del origen ígneo
de ciertas rocas en el conocimiento de las regiones y pro-
ductos de los volcanes italianos, alemanes y franceses. Tam-
poco tardaron estos, como dice con oportunidad Lyell, en
experimentar una disposición de ánimo semejante, originán-
dose una lucha terrible é inconveniente, en la cual se com-
batía con las armas de la ironía y del ridículo, terminando
por tomar un carácter mucho mas personal que científico.
Esta guerra sin tregua se extendió á la Gran Bretaña,
donde en medio de la atmósfera neptunista ó werneriana,
representada por Kirwan, Whiston y otros, apareció el céle-
bre escocés Hutton, residente en Edimburgo, el cual, dota-
do de una sólida instrucción y de tendencias diametralmente
opuestas á las de Werner, levantó bandera por el volcanismo
y el plutonismo.
En 1788 publicó este autor su Teoría de la Tierra, que
amplió en 1795, en Ia cual estableció por primera vez los
principios fundamentales de una doctrina que habia de ser-
vir mas tarde de base á los ulteriores y verdaderos progresos
de la ciencia. Declarando categóricamente Hutton que la
Geología debe permanecer ajena á las cuestiones que se
rozan con el origen de las cosas, establece que todos los
cambios que ha experimentado la tierra son resultado de
causas naturales, sin que haya necesidad de recurrir á la
influencia de agentes sobrenaturales.
Hutton creía que la estructura actual de la Tierra revela
la ruina de un mundo antiguo, y que en su virtud las capas
y materiales que constituyen hoy los continentes, se han
formado en el seno de los mares, y proceden de los restos
de otros anteriores. Por otra parte, este ilustre geólogo ad-
mitía que las causas que obran hoy en la Tierra, no solo son
las mismas que las de otros tiempos, sino que se condu-
cen de idéntica manera, destruyéndolo todo por la vía quí-
mica ó mecánica, y trasportando al fondo del mar los mate-
riales que han de dar origen á bancos análogos á los de
otros períodos. Depositados allí estos materiales, sin consis-
tencia alguna al principio, la adquieren después, sufriendo
al propio tiempo diferentes modificaciones por efecto del
calor volcánico que los endurece, los levanta, los fractura y
atormenta ó disloca de mil diferentes maneras.
Estas ideas, tan exactas como racionales, fueron el punto
de partida de las doctrinas hoy dominantes en el campo de
la ciencia, de las causas actuales del levantamiento de las
montañas y del metamorfismo que hemos adoptado en el
cuerpo de la obra, si bien dando participación al agua y á
otros agentes no menos poderosos, cuyo germen se encuen-
tra ya en los escritos del gran Leibnitz y del célebre danés
Stenon.
Persuadido Hutton de la naturaleza ígnea de los produc-
tos volcánicos, á pesar de no haber visto ninguna región
clásica, creía también que así los basaltos, como muchas
otras rocas conocidas entonces bajo la vaga denominación
de trapp, habían sido inyectadas á través de los materiales
terrestres en estado de fusión. Penetrado de esta idea y de-
cidido á encontrar en la naturaleza misma ejemplos que la
confirmaran, se fué á explorar la cordillera de los montes
GEOLOGIA
382
Grampianos (centro de Inglaterra), viéndose coronados sus
deseos del mas brillante éxito. Con efecto, habiendo visto
en Glen Tilt varias venas de granito rojo, que desprendién-
dose de la masa principal, penetraban á través de un depó-
sito de pizarras negras y de caliza, reputada entonces, según
las ideas de Werner, por primitiva, observó que estas rocas
estaban alteradas profundamente al contacto del granito, y
que esta alteración era muy análoga á la que experimentan
á las inmediaciones del basalto; razón mas que suficiente
para creer que las habia determinado el estado de fusión del
granito, y de consiguiente que su estado debia ser ígneo y
de época posterior á la de las rocas atravesadas.
Pero la lucha entre los sectarios de ambas escuelas, ale-
mana y escocesa, llegó á tomar un carácter inusitado de
acritud, por efecto de la torcida interpretación que se dió á
las ideas de Hutton, á quien se acusaba de estar en oposi-
ción con los libros sagrados, suponiéndole defensor de la
eternidad de la materia, y de la necesidad del trascurso de
muchos miles de siglos para que la tierra llegara á adquirir
el estado actual, determinados todos los accidentes que la
distinguen por la acción lenta de las causas naturales que
obran á nuestra vista.
Al propio tiempo, las circunstancias especiales que ofrecia
en aquella época la Europa profundamente conmovida por
la revolución francesa, preparada ya de antemano por acon-
tecimientos y escritos que no es de este lugar discutir ni
calificar, contribuyeron eficazmente á recrudecer la guerra
cientifica, pues mientras los unos se esforzaban en hacer
coincidir todos los hechos geológicos con los libros sagrados,
los otros, y entre ellos Voltaire y sus secuaces, se valían del
ridiculo y del superficial conocimiento de la ciencia, para
destruir los principios fundamentales de nuestra santa re-
ligión.
En esta lucha de gigantescas proporciones, y en la cual
la geología, mal comprendida por unos y otros, sirvió alter-
nativamente de apoyo firmísimo y de formidable ariete
contra las creencias religiosas, vióse confirmada así la im-
portancia de una ciencia, que tan estrechamente enlazada
aparece con lo que en último resultado interesa mas al
hombre, como el extravío en que cae todo el que, preocu-
pado por una idea, hace servir en su apoyo los conocimien-
tos superficiales de que se cree adornado. Así es que mien-
tras por un lado Deluc y Kirwan, adoptando hasta cierto
punto las ideas extravagantes emitidas á últimos del siglo xvii
por Woodward, Burnet y Whiston, referian á la acción del
diluvio la formación de los fósiles y el estado actual del
globo, con el fin de poner la ciencia en armonía con la
relación de Moisés; Voltaire y los de su escuela llevaban
el ridiculo hasta el punto de negar unas veces el origen orgá-
nico de los fósiles, retrocediendo ¿ la época de Agrícola y
Mercati, en que se consideraban efecto de una fuerza plás-
tica residente en la tierra, ó de la influencia de las estrellas,
ó de referirlos otras, y en especial los de las inmediacio-
nes de París, á las conchas que habían dejado á su paso los
peregrinos procedentes de Jerusalen.
Lo dicho basta para formarse idea del espíritu déla época,
y para comprender cuáles fueron las verdaderas causas de
la marcha incierta de la ciencia, y aun del atraso en que se
encontraba al espirar el siglo último. Neptunistas y volca-
nistas, ó wemerianos y huttonianos antiguos y modernos,
disputaban incesantemente y con acritud, mas bien para
hacer triunfar sus respectivas doctrinas ó destruir las con-
trarias, como dice Lyell, que con el fin de dar impulso y
contribuir al progreso de la verdadera ciencia. Y si al espí-
ritu ciego y personal que infundia en cada uno la respectiva
escuela, se añade el carácter religioso de los unos, llevado
hasta el fanatismo, y el heterodoxo ó anticristiano de los
otros, ó por lo menos de aquellos que, aunque ajenos á la
ciencia, creían encontrar en las doctrinas de la escuela de
Edimburgo armas de buena ley para combatir las verdades
del Génesis , se comprenderá sin gran esfuerzo, no solo el
estado de la ciencia, sino que también la necesidad de que
apareciera una nueva escuela, que prescindiendo de las
eternas disputas de unos y otros, se dedicara á cultivar la
ciencia bajo su verdadero punto de vista.
Esta idea grande y verdaderamente filosófica la realizó la
Sociedad Geológica de Londres, creada en 1807, cuyos indi-
viduos, partiendo del principio de la falta de datos para
poder establecer un sistema verdadero, se dedicaron con
asiduidad á recoger y acumular datos, que estudiados impar-
cialmente y fuera de la influencia perjudicial de las escuelas
reinantes, y ordenados en tiempo oportuno, sirvieran para
asentar sobre verdaderos y sólidos cimientos la historia física
de la Tierra.
Los sorprendentes progresos desde aquella época realiza-
dos, comparados con la marcha incierta y vacilante que en
los anteriores siglos llevara la ciencia, atestiguan una vez
mas la bondad del plan por la Sociedad Geológica de Lon-
dres propuesto.
A beneficio de este nuevo rumbo, preparado de antemano
por las publicaciones de Smith, se sentaron las bases de la
clasificación de los terrenos secundarios, que ha subsistido
y subsiste, aunque algo modificada, como lo acredita, entre
otras cosas, la nomenclatura enteramente inglesa que se ha
adoptado por todo el mundo.
Este movimiento científico de la Gran Bretaña se comu-
nicó, ó coincidió, con la aparición en Francia de tres hom-
bres extraordinarios, á saber: Cuvier, Brongniart y Lamark,
los cuales, siguiendo el mismo camino, establecieron la
clasificación de los terrenos terciarios de París, y su contem-
poraneidad con los del Vicentino, en dos excelentes publi-
caciones, que son: el Etisayo sobre la Geografía mineralógica
y sobre los restos fósiles de los alrededores de París , debida
á los dos primeros, y la Memoria sobre los terrenos del Vicen-
tino , del segundo. Lamark contribuyó eficazmente, y tam-
bién mas tarde el eminente Deshayes, á este movimiento,
dando á conocer un número extraordinario de animales fó-
siles.
Sobre estos datos y la Anatomía comparada, que acababa
de elevarse al rango de verdadera ciencia, fundaba por en-
tonces el gran Cuvier la Paleontología, el mas firme apoyo
de la historia de la Tierra.
Contribuyó eficazmente á este movimiento científico la
publicación de algunos tratados de Geología, como la Nou -
relie Géologie de Bertrán d, el Ensayo de Geología de Faujas,
la Introducción al estudio de la Geología , de Breislak, y otros
no menos importantes, cuya tendencia era sistematizar el
estudio de la ciencia, presentándola bajo un punto de vista
nuevo, y destituida de teorías é hipótesis absurdas.
Apareció mas tarde el cuadro de la clasificación de los
materiales que componen el globo, agrupados bajo la deno-
minación de formaciones, y arreglado según el orden de
sobreposicion por el gran Humboldt, y aunque cerca de un
siglo antes ya habia echado Arduino las bases de este trabajo
importante, sin embargo, la serie cronológica aparecía ya
mucho mas clara.
Este fué, por otro lado, un gran paso hácia el estableci-
miento de la Estratigrafía, que según hemos demostrado en
el cuerpo de la obra, es con la Paleontología la base funda-
mental de la historia terrestre.
Desde este momento, fundada la ciencia sobre bases fijas,
y puesta en tan buen camino, ya no podía retroceder, y así
GEOGENIA
3»3
ha sucedido con efecto, gracias á todas estas circunstancias
y á la creación en 1830 de la Sociedad geológica de Francia
y otras semejantes en diversos países, y á la ilustrada y asidua
cooperación que ha recibido de Sowerby, Lyell, Delabeche
y Murchisson en Inglaterra; de Dufrenoy, Elie de Beau-
mont, Cordier, Constant Prevost, Deshayes y otros no menos
ilustres geólogos en Francia; de Goldfuss, Munster, Hum-
boldt, Debuch, Bronn, Mayer, Haindinger, Boué, Un-
gemete. en Alemania: deStuder, Carpentier, Eschier, Merian,
Agassiz, Dessor, Pictet, Favre, Morlot y otros en Sui-
za, etc., etc.
En esta somera reseña de la marcha que ha seguido la
Geología, puede notarse un hecho, por cierto bien curioso,
aunque no imprevisto, ni del todo nuevo en la historia, á
saber: que el escaso ó imperfecto conocimiento de la ciencia
conduce lo mismo ála preocupación fanática, que á la incre-
dulidad y ai escepticismo con todas sus ridiculas consecuen-
cias, personificadas en el caso presente por Burnet y Kirwan
de un lado, y por Voltaire y los de su escuda por otro,
mientras que los sólidos y bien dirigidos estudios, dan por
resultado el establecimiento de la verdadera armonía entre
la Geología y las ciencias modernas, y los libros sagrados,
fundada en la prudente y nada heterodoxa interpretación
de estos. Las publicaciones de Bukland, Waterkeyn, Marcel
de Serres, y del eminente cardenal Wiseman, son la mas
plena confirmación de lo que se acaba de indicar, pues
habiendo llegado la ciencia á establecer la verdadera crono-
logía terrestre, y á esclarecer gran número de cuestiones re-
lativas al origen y á la naturaleza de los trastornos á que ha
estado sujeta la tierra en su larga historia, no ha sido nada
difícil alcanzar la demostración de esta admirable armonía,
en cuyo examen vamos á ocuparnos brevemente.
Antes, sin embargo, conviene advertir, que Moisés no se
propuso dar en el Génesis un tratado de Geología, ni de nin-
guna otra ciencia, sino mas bien hacer comprender á los
hebreos la grandeza y omnipotencia de Dios Creador, y evi-
tar de esta manera que cayesen en la idolatría; lo cual era
mas fácil de conseguir, diciendo que á la sola palabra de
Dios: Fiat lux, apareció la luz, que si les hubiera dado un
tratado de Optica. Sirva esto de aclaración para aquellos que
considerando aquel libro sublime bajo el punto de vista físi-
co, créenlo incompleto.
Moisés, como dice con oportunidad Marcel de Serres, no
se propuso dar á conocer el modo ó procedimiento emplea-
do en formar el mundo, sino mas bien señalarnos el Sér om-
nipotente á quien se debe una obra tan maravillosa.
También conviene aclarar otro punto antes de establecer
el paralelo entre la ciencia y los libros sagrados, á saber: la
interpretación que debe darse á la palabra lom, empleada
por Moisés al describir el orden de la creación. Unos la
toman como sinónima de dia natural, fundándose en la ver-
sión latina Dies ; y de aquí deducen que la creación fué obra
de seis dias; obra sobrenatural en la que solo intervino la vo-
luntad del Supremo, prescindiendo del modo lento como
actúan las causas físicas. De esta equivocada interpretación
nacieron, por una parte, las invectivas y calificaciones mas
duras sobre aquellos que, como Buffon y Hutton, reclama-
ban muchos miles de siglos para la realización de los acon-
tecimientos que distinguen la creación universal y la historia
de la Tierra en particular, y por otra la creencia de muchos,
que no mirando la cuestión bajo su verdadero punto de vis-
ta, consideraban al Génesis como simple relato de mila-
gros.
Los orientalistas y las personas que han estudiado á fon-
do la cuestión, dicen que la palabra lom, en hebreo, no solo
representa un dia natural, sino también un período de tiem-
po indefinido ó de duración indeterminada; opinión que hoy
está generalmente admitida, tanto por el sentido vago que
se da en dicha lengua, cuanto por otras razones deducidas
del propio texto del Génesis. Con efecto, ¿cómo habia el
lom de representar un dia natural en la historia de la crea-
ción, cuando hasta el cuarto período no aparecieron el sol y
la luna, que según Moisés, habían de servir para marcar los
tiempos, los dias y los años? Además el legislador hebreo al
terminar la historia de la creación de cada lom, se vale de
las expresiones Hereb ó Ereb , que significa fin, y Baker ,
principio, mal vertidas al castellano, por tarde y mañana, y
se observa que esta frase sacramental, falta en el séptimo dia,
lo cual confirma la idea de que son períodos y no dias los
de la creación, debiendo referirse al parecer esta expresión,
á que representando aquel la época histórica, mal podía ha-
blar Moisés de su fin ó Hereb , cuando todavía no se habia
llegado á él, ó por mejor decir, cuando se estaba en el Boker
ó en el principio.
Por otra parte, el considerar los dias de la creación como
épocas, no se crea que es una licencia poética que se han
tomado en los tiempos modernos los que tratan de armoni-
zar el Génesis con la ciencia, pues la cosmografía etrusca ya
admitía que aquella fué obra de seis mil años. Además en
la Escritura encuéntranse á menudo frases que autorizan
esta interpretación. «Mil años, dice el Profeta, son como el
dia de ayer que pasó.» San Pablo llama dia á todo el tiempo
concedido al hombre para residir ó peregrinar en la tierra.
Moisés la emplea en el sentido de época, cuando determi-
nada la creación, dice:
«Tales han sido las generaciones de los seres en el dia en
que Dios creó el cielo y la tierra.»
De consiguiente, los seis Ioms son dias de Dios, dias bí-
blicos, ó como dice el gran Bossuet, «los seis progresos ó
desarrollos sucesivos, en virtud de los cuales el mundo ha
llegado á adquirir el estado actual, en manera alguna com-
parables con los dias naturales.» Semejante interpretación
nada tiene, por otra parte, de heterodoxa, supuesto que los
períodos determinados se refieren á la limitada existencia
del hombre y al tiempo que necesita la materia para realizar
todas sus actividades; en modo alguno hacen referencia á
Dios, que siendo infinito y eterno, no reconoce pasado, pre-
sente ni futuro.
Para Él, la creación ha sido la obra de seis instantes indi-
visibles, como decía San Agustín, y no deja de ser sorpren-
dente y maravillosa esta grande obra, por mas que el hombre
necesite la intervención del tiempo para darse razón de la
multitud de hechos que á ella se refieren, en el órden físico
y material. f
Otra indicación no menos importante cumple á nuestro
objeto hacer, y es que según Marcel, el legislador hebreo se
vale del verbo bara, que significa en dicho idioma crear,
cuando trata de dar á conocer que Dios sacó de la nada la
materia, como por ejemplo, en el primer versículo en el que
se refiere á un período antes del cual aquella no existia aun,
y en el que por consiguiente Dios la creó por un acto de
su poder infinito. Mientras que cuando Moisés quiere indi
car, que Dios, creada ya la materia, quiso darle alguna nue-
va forma ó disponerla de otro modo, se vale del verbo assa
ó asa/i , que significa hacer, disponer ó apropiar una cosa al
objeto para que fué creada. Así, por ejemplo, cuando en el
cuarto dia apareció el sol con su atmósfera luminosa propia,
no se vale del verbo bara, pues el astro ya estaba creado,
sino de assa. Al señalar Moisés la aparición de la luz, se vale
de la expresión yei vayei que corresponde al verbo ser; por
consiguiente, es mas propio decir que la luz sea, que el fiat
lux que generalmente se emplea.
GEOLOGIA
3S4
Dados estos antecedentes, debemos ya proceder á la com-
paración armoniosa entre las verdades reveladas por el Gé-
nesis, y los principios ó axiomas de las ciencias.
CONCORDANCIA
ENTRE EL GÉNESIS Y LAS CIENCIAS
CAPITULO I
i .° En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
1. a La ciencia, como el Génesis , admite dos grandes
períodos en la creación ; el primero se determina por la apa-
rición de la materia que había de constituir mas tarde los
centros planetarios, los planetas y sus satélites (período que
hemos llamado cósmico), de duración indefinida, y antes del
cual la materia no existia, por mas que esta idea se resista á
la limitada inteligencia del hombre. El segundo se relaciona
con la historia particular de la Tierra, y corresponde á los
que llamamos tiempos geológicos. Este primer versículo
alude á la creación que se efectuó en el principio y no en
el primer dia, como equivocadamente pretenden algunos.
2. ° La tierra era una materia informe y estaba en el caos Cboou ó
bou. » Las tinieblas cubrían el abismo y los vientos agitaban las aguas.
3.0 Dios dijo que la luz « our ó aour en hebreo» sea, y la luz fué.
4.0 Dios v¡ó que la luz era buena, y la separó de las tinieblas.
5.0 Y llamó á la luz dia, y á las tinieblas noche.
Y fué de la tarde «Hereb, fin,» y de la mañana «Bocker, principio,»
el primer dia ó < Iom. »
2.0 (2 á 5). El segundo período empieza en lo que
propiamente puede llamarse primer dia ó Iom , en el que
creada ya la materia y la luz, Moisés se ocupa de un modo
especial en pintarnos el aspecto que la tierra ofrecía en el
principio de su existencia propia, y cuyos cambios sucesivos
forman el objeto casi exclusivo del resto de su narración,
por ser esta la materia que mas directamente interesaba al
hombre.
Lo admirable de este versículo es la exacta coincidencia
que se nota entre la sorprendente pintura que Moisés hace
del estado de la tierra en el principio de su vida propia, y lo
que la ciencia admite hoy. Con efecto, pues según hemos
manifestado en el cuerpo de la obra, al separarse aquella de
la atmósfera del Sol, y al agruparse la materia al rededor de
su núcleo, debía hallarse formada de la mezcla confusa de
todas las sustancias que la componen, reducidas al estado
gaseoso por efecto de la elevadísima temperatura que reinaba
en toda su masa; estado de caos, que difícilmente pudiera
describirse mejor y con mas elegancia de estilo, que con las
solemnes frases que emplea el legislador hebreo.
En cuanto á lo de la luz á que se refiere el versículo 3.0,
debemos observar que hay mas exactitud en la versión de
los Setenta, que hemos adoptado, que en la Vulgata , pues
aquella no fué hecha en este segundo período; lo estaba ya
desde el principio de la creación y mucho antes de la exis-
tencia de la atmósfera luminosa que rodeó mas tarde á todos
los astros, y particularmente al Sol, destinado á ser centro
de nuestro sistema. Es decir, que en el momento de crear
los cielos y la tierra, Dios comunicó á la materia el primer
impulso ó actividad, siendo la luz y su separación de las
tinieblas, como dice el cuarto versículo, uno de los prime-
ros efectos de la dinámica universal. Operaciones admirables
expresadas por Moisés con una exactitud y sublimidad de
lenguaje propias únicamente de un espíritu iluminado por la
revelación, ó dotado de la perspicacia del genio, que adivina
los misterios de la naturaleza á través de las espesas sombras
que los rodean, realizando de este modo la inspiración que
lleva á los demás hombres un rayo de la verdad eterna, como
dice Marcel. Con efecto, el legislador hebreo parece haber
previsto los resultados de las investigaciones científicas, lle-
vadas á cabo cuarenta siglos después; supuesto que la ciencia
establece hoy que la luz no es una sustancia independiente
que emana de este ó del otro cuerpo planetario, sino mas
bien resultado de las ondulaciones ó vibraciones del éter de-
terminadas á la manera del sonido, por la acción de los
cuerpos, que por esta razón se han llamado y se llaman lu-
minosos. Cada molécula de materia posee cierta cantidad
propia de luz, de calor y de electricidad, manifestacio-
nes tal vez de una misma causa, según se cree hoy, é inde-
pendiente de los que impropiamente se llaman rayos solares.
La distinción, pues, que hace Moisés entre la luz primitiva,
común á todo cuerpo, y la que mas tarde recibió la Tierra
del Sol, de la que dependen las condiciones climatológicas
llamadas solares, se halla tan conforme con lo que la Física
enseña hoy, que léjos de estar en oposición con la ciencia, la
confirma plenamente, ó por mejor decir, esta ha llegado, á
favor de observaciones y experimentos sin número, á los
mismos resultados que el Génesis había previsto cuarenta
siglos antes.
Además la palabras ó aor significa en hebreo luz, llama,
fuego y calor, y también un fiúido que se pone en acción
por ondulación; al emplear Moisés esta voz de significado
tan vago, estableció otro principio reconocido hoy por casi
todo el mundo, á saber: que la luz y el calor son manifesta-
ciones de una misma causa.
Si recordamos, por otra parte, lo que tantas veces hemos
dicho acerca del estado primitivo del globo, se verá aun mas
confirmada toda la doctrina de estos versículos del Génesis,
pues hasta podría referirse el or ó aor, al estado luminoso y
de elevadísima temperatura que reinaba á la sazón en la su-
perficie terrestre.
6.° Dijo también Dios: Hágase el firmamento «rakia» en medio de
las aguas, y que se separen las aguas de las aguas.
7.0 Y Dios hizo el firmamento, y separó las aguas que estaban
debajo de las que estaban encima ó sobre el firmamento.
8.° Y llamó Dios al firmamento Cielo (la voz «schamain,» cielo, se
usa también en hebreo para expresar la atmósfera).
Y de la tarde y la mañana fué el segundo dia ó «Iom.»
3.0 (6 á 8). La ciencia establece que el agua y los ele-
mentos que necesitaban aun mayor suma de calor que aque-
lla para reducirse á gas, permanecieron suspensos en la at-
mósfera, hasta que enfriada la superficie de la tierra, pudieron
llegar á ella. En este momento separáronse las aguas en dos
partes: una que volvió á las altas regiones en forma de vapor, ’
y otra líquida que permaneció en la haz de la tierra; y como
la palabra rakia , firmamento, derivada del verbo raba, ex-
tender, significa también en hebreo extensión, espacio, y
mas particularmente atmósfera, cuando se refiere á la tierra,
es claro que el firmamento en este sentido separó las aguas
superiores de las inferiores.
Estos versículos expresan de una manera admirable el
principio de ese círculo maravilloso, que describen las aguas
elevándose de la Tierra á la atmósfera y cayendo de esta á
aquella, pues la existencia de las aguas superiores fué resul-
tado de la evaporación instantánea de gran parte de las que
llegaron á la superficie terrestre en los primitivos tiempos.
9.0 Dios dijo también: que las aguas de debajo del Cielo se reúnan
ó junten en un punto, y que se presente el elemento árido.
10. Dios llamó tierra al elemento árido, y mares á las aguas reuni-
das. Y vió Dios que era bueno.
V
GEOGENIA
385
ir. Y dijo Dios: que la tierra produzca toda clase de vegetación (la
palabra descheb, que usa Moisés, significa germen de plantas), yerbas
( heschtb ) y árboles () tefs): que lleven frutos cada uno según su especie,
y que contengan semillas para reproducirse en la tierra. V fue hecho
asi. Y Dios vio que era bueno, y de la tarde y la mañana fué el tercer
dia ó iom .
4.0 (9 á 1 1 ). La Geología moderna admite que las aguas
en un principio ocuparon casi por completo la superficie de
la tierra, y que mas tarde los fenómenos plutónicos y erupti-
vos, determinando la formación de las diversas cordilleras
de montañas, separaron los mares, señalando desde dicho
momento la distinción entre estos y los continentes ó islas
que representaron el elemento árido. En esta parte hay,
pues, exacta concordancia entre el Génesis y la ciencia.
También se sabe hoy por las indagaciones geológicas, que
después de establecerse las aguas en la tierra, y asi que esta
ofreció ciertas condiciones climatológicas, apareció en ella
la vida, empezando por las plantas de organización mas sen-
cilla, esto es. por los gérmenes ó primeros destellos de vida
vegetal, á los que siguieron después las yerbas, y por fin los
árboles.
Por donde se ve que Moisés establece el gran principio
de las creaciones sucesivas, al hablar en el versículo 1 1 de
los tres grados de desarrollo vegetal expresados con las fra-
ses descheb, heschtb y hcts .
14. Y dijo Dios: que sean preparados ó dispuestos cuerpos lumino-
sos en el firmamento del cielo, para separar el^ dia de la noche, y que
sirvan para marcar los tiempos, los dias y los años.
15. Para que luzcan en el firmamento del rielo y alumbren la tierra.
Y fué hecho asi.
16. Y Dios dispuso ó preparó dos cuerpos luminosos, el uno mayor,
para presidir el dia, y el otro menor para presidir la noche. También
preparó las estrellas, y vio Dios que era bueno.
19. Y fué de la tarde y la mañana el cuarto día o Iom.
5.0 (14 a 19). Algunos han querido ver en estos versí-
culos una contradicción del Génesis consigo mismo y con
la ciencia diciendo: si en el principio creó Dios el cielo y la
tierra, ¿cómo dice Moisés que en el cuarto dia se formaron
el Sol, la Luna y las estrellas? Esto es efecto de una mala
interpretación, pues el texto hebreo, según Marcel de Serres,
no dice que Dios creara (bara), sino que preparó ó dispuso
(assa ó asah) las dos luminarias y las estrellas; lo cual se
explica diciendo que la luz Que est°s cuerpos ponían en ac-
tividad, no podía llegar á la superficie terrestre por la densí-
sima pantalla que representaba la atmósfera, hasta que poi
el enfriamiento sucesivo y la acción de las plantas, se puri-
ficó. Nótese en confirmación de esto mismo, que según
Moisés, lo que se propuso Dios en esto es que alumbraran
la tierra y sirvieran para marcar los tiempos, los dias y los
años.
También puede explicarse esta aparente contradicción
suponiendo que el Sol y las estrellas, aunque formados ya
desde el primer período de la creación universal, no adquirie-
ron hasta el cuarto la atmósfera luminosa que los circunda,
y de consiguiente que no sirvieron hasta dicha época al ob-
jeto á que estaban destinados por el Altísimo; lo cual nada
tendría de extraño, pues el aspecto y las condiciones de los
cuerpos planetarios, como el de los demás séres, debe ne-
cesariamente variar con el trascurso del tiempo. ¿Novemos,
con efecto, hoy á la luna con todo el aparato de volcanes
apagados que debieron un dia estar en actividad, y cambiado
su aspecto en el de un satélite, privado de vida propia, y
hasta de atmósfera, según el parecer de respetables astró-
nomos? También apoya, esta idea la historia de las ucisitu-
des y cambios que experimentan los cometas.
Tomo IX
20. Dios dijo: que las aguas produzcan animales vivientes que na-
den en las aguas ( thanan, grandes peces), y que los volátiles ( oph ú
ophot) vuelen sobre la tierra y debajo del firmamento del Cielo.
21. Dios crió los grandes peces y los reptiles que las aguas produje-
ron, cada uno según su especie; los volátiles según la suya.
22. Dios los bendijo diciendo: creced y multiplicaos yr llenad las aguas
del mar; y que los volátiles se multipliquen sobre la tierra. Y vió Dios
que era bueno.
23. Y de la tarde y la mañana fué el quinto dia ó Iom.
24. Dios dijo: que la tierra produzca animales vivientes cada uno
según su especie, los reptiles, los animales domésticos y las bestias sal-
vajes según sus especies.
25. Y así se hizo. V vió Dios que era bueno.
26. Dios dijo: hagamos al hombre á nuestra semejanza y hechura:
que él domine los peces de los mares, las aves del cielo, las bestias, los
reptiles y la tierra entera.
27. Y crió Dios al hombre á su imagen, y lo crió macho y hembra.
28. Y bendijolos Dios y les dijo: creced y multiplicaos, y henchid la
tierra, y sojuzgadla, y tened señorío sobre los peces del mar, y sobre
las aves del cielo, y sobre todos los animales que se mueven sobre la
tierra.
29. Y dijo Dios: ved que os he dado toda yerba que produce simien-
te sobre la tierra, y todos los árboles, que tienen en si mismos la simien-
te de su especie, para que os sirvan de alimento.
30. Y á todos los animales de la tierra, y á todas las aves del cielo,
y á todos los que se mueven sobre la tierra para que tengan que comer.
Y fué hecho así.
31. Y vió Dios todas las cosas que habia hecho: y eran muy buenas.
Y fué de la tarde y la mañana el sexto dia ó Iom.
6.° (20 á 31). Imposible parece dar en menos palabras
y con mas exactitud una idea completa de la creación de
todos los animales y del hombre,)’ precisamente en el órden
mismo que la ciencia admite hoy después de muchas dudas
y controversias. Con efecto, la Paleontología nos demuestra
que la vida animal empezó en el globo por séres esencial-
mente marinos; y aunque Moisés no expresa en el versícu-
lo 20 los zoófitos, los moluscos y los crustáceos, que fueron
con los peces los primeros séres que vivieron, deben com-
prenderse indudablemente bajo la denominación de anima-
les que nadan en las aguas. También está demostrado que
los reptiles aparecieron después, y que muchos de ellos, como
los terodáctilos, estaban organizados para volar; luego se
presentaron las aves, y finalmente los mamíferos y el hom-
bre, últimos séres de la creación, como tan admirablemente
dice Moisés.
También se halla esto en un todo conforme con las ideas
admitidas hoy, pues si las aguas en un principio ocuparon
casi toda la superficie de la tierra, naturalmente los séres
primeros debieron ser marinos, no pudiendo aparecer los
terrestres sino en épocas muy posteriores, es decir, cuando
los [continentes adquirieron la extensión y las condiciones
apropiadas á su existencia. Por último, el hombre, con el
que coronó Dios la obra admirable de la creación, es igual-
mente en el órden de su aparición, el último de la serie,
puesto que sus restos y los de su industria solo se encuen-
tran en los terrenos de fecha mas reciente.
Algunos dicen que en esta parte no hay verdadera armo-
nía entre el Génesis y la ciencia, pretextando que esta reco-
noce hoy creaciones sucesivas, mientras que Moisés solo
habla de una sola creación. A este argumento se puede con-
testar diciendo que Moisés ni se propuso escribir un tratado
de Geología, como ya dijimos, ni tampoco se dirigía á un
pueblo de sabios para hablarles de estas concepciones filo-
sóficas, que indudablemente los hebreos no hubieran com-
prendido. Además el legislador hebreo, al tratar en el ver-
sículo 1 1 del origen de las plantas, dejó consignadas por lo
menos tres creaciones sucesivas, pues dice que aparecieron
primero los gérmenes, que corresponden á las plantas celu-
lares de los primeros períodos geológicos; después las yer-
bas, que también la ciencia reconoce haber sido creadas
49
GEOLOGIA
-.86
antes que los árboles, y por ultimo estos, que tanto el Génesis
como la ciencia admiten como representantes de la tercera
y última creación vegetal.
Otro tanto puede decirse respecto de los animales, pues
según el versículo 20, primero aparecieron los marinos, luego
los volátiles, los reptiles, después los terrestres, los domésti-
cos y el hombre.
CAPITULO II
i.° Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra y todo el ornamen-
to de ellos.
2.0 V acabó Dios el dia séptimo su obra que había hecho, y re-
posó el dia séptimo de la obra que había hecho.
3.0 Y bendijo el dia séptimo, y santificólo, porque en él reposó de
toda su obra, que crió Dios para hacer, esto es, para ordenar.
4.0 Estos son los orígenes del cielo y de la tierra, cuando fueron
criados en el dia en que hizo el Señor Dios el cielo y la tierra.
7/ Dos grandes hechos notamos en los versículos del
capítulo segundo, que prueban la sublimidad de los libros
sagrados, y son: el primero que, según Moisés, terminada
en el séptimo dia la obra de la creación, Dios descansó, y
como no es posible admitir que un Sér infinitamente grande
y omnipotente llegara á cansarse, se deduce sin gran esfuerzo
que con esta frase Moisés quiso dar á entender, que termi-
nada por aquel dia la creación, la tierra entraba en un período
de calma, que representa la época actual. Esto coincide con
la distinción admitida en la ciencia, de tiempos geológicos y
período histórico. La confirmación de esto la encontramos
en el segundo hecho á que nos hemos referido, y es la falta
de aquella frase sacramental, y del fin hasta el principio con
que Moisés daba á conocer los diferentes períodos de la
creación; lo cual no nos debe sorprender, admitiendo la
interpretación propuesta por hombres muy respetables, pues
mal podia decir el legislador hebreo «y de la tarde y la ma-
ñana fué el dia séptimo,» cuando no habia llegado todavía
la tarde de dicho período.
Durante este período histórico sobrevino un acontecimien-
to extraordinario, que Moisés refiere en el capítulo séptimo
del Génesis , y que ha sido confirmado por el unánime asen-
timiento de todos los pueblos, y también de una manera
clara y evidente por la ciencia. Este suceso es el Diluvio,
con el que Dios quiso castigar los extravíos del Hombre,
según Moisés; y á beneficio del cual, según la ciencia, la
tierra adquirió condiciones mejores para el desarrollo de la
vida. En esto, que algunos considerarán como contradicción
no la hay en realidad; pues del mismo modo que el Señor se
valió del fuego de un volcan para castigar la depravación de
Sodoma y Gomorra, sin oponerse á que los materiales vol-
cánicos descompuestos formáran con el tiempo una exce-
lente tierra vegetal, así también con la terrible inundación
del Diluvio castigó por el momento á los culpables, hacién-
dolos perecer en las aguas, al propio tiempo que preparaba
mejor la tierra (carácter de toda inundación) para los des-
cendientes de aquellos.
Hé aquí en qué términos refiere Moisés este aconteci-
miento. .y
CAPITULO VII
11. A los 600 anos de la vida de Noé, en el mes segundo, á 17 dias
del mismo mes, se rompieron todas las fuentes ó depósitos del grande
abismo de los mares, y se abrieron las cataratas del cielo.
17. Entonces vino el diluvio por espacio de 40 dias sobre la tierra;
y crecieron las aguas é hicieron subir el arca muy en alto sobre la tierra.
20. Quince codos se alzó el agua sobre los montes que tenia cu-
biertos.
2 1. Y pereció toda carne que se movía sobre la tierra, de aves, de
animales, de fieras, y de todos los reptiles que serpean sobre la tierra;
los hombres todo?.
23. Solo quedó Noé y los que estaban con él en el arca.
24. Y las aguas dominaron sobre la tierra por espacio de 150 dias.
La ciencia aparece tan en armonía con el Génesis en esta
parte como en todo lo relativo á la creación; siéndola mejor
prueba la admisión de un período en la historia del globo
dentro de la época histórica, según los últimos descubri-
mientos, como puede verse en el llamado terreno cuaterna-
rio ó diluvial, cuya separación del histórico puede decirse
que mas bien es convencional y para facilitar el estudio, que
fundada en datos científicos.
En lo que no cabe duda alguna es en que tanto aquel co-
mo esta reconocen la existencia del Diluvio, estando igual-
mente acordes en el carácter de semejante inundación, y
hasta en las causas que lo determinaron, pues si Moisés dice
que se rompieron todas las fuentes y depósitos del grande
abismo de los mares, y que se abrieron las cataratas del cie-
lo (lenguaje enteramente simbólico y metafórico propio del
idioma hebreo y de los pueblos orientales), la ciencia admite
que, con bastante probabilidad, la causa del Diluvio fué la
aparición en el centro de los mares, de un sistema de mon-
tañas, el de los Andes ó del Him alaya, y tal vez el de ambos
á la vez, lo cual necesariamente habia de determinar, no solo
la salida de los depósitos y grandes fuentes del abismo de
los mares, sino también lluvias espantosas, á las que se re-
fiere Moisés al decir que se abrieron las cataratas del cie-
lo. Para persuadirnos de la verdad y armonía de esta causa,
comparada con la relación del Génesis , basta fijarnos por un
momento en el lenguaje vulgar, que cuando llueve mucho,
dice que parece haberse abierto las cataratas del cielo, y en los
efectos que determina la aparición de una simple isla volcá-
nica, como la Julia ó la Sabrina, sobre las aguas del mar, las
cuales elevándose en vapores abundantes, ocasionan después
lluvias espantosas.
En la breve reseña que precede se ha podido notar, que
todas las observaciones, los hechos todos que las ciencias
han conquistado á través de los siglos y luchando con difi-
cultades sin número, son la mas plena confirmación de lo
establecido por Moisés en aquel libro sublime, de cuya
autenticidad y antiquísima fecha nadie duda. Y no podia
menos de suceder así, pues si la revelación es la verdad
emanada de Dios, las ciencias, como dice Marcel de Serres,
no podían estar en oposición, siendo también su objeto final
la indagación de la verdad.
Después de lo expuesto, ¿causará admiración que adop-
tando la doctrina de autoridades tan respetables en el ter-
reno científico como en el religioso, fundemos nuestra
creencia de la revelación en lo admirable y sublime de estas
armonías? ¿Y habrá todavía quien califique de ateas ó irre-
ligiosas á la Geología y 'demás ciencias físico-naturales,
cuando todos sus esfuerzos se encaminan á confirmar y
robustecer con la verdad de los hechos, lo que la Religión
nos manda creer por la fe? Manifiesta sinrazón seria.
Y visto cuán hermanadas están la teoría científica y la
teoría revelada, no queda otro medio al hombre estudioso y
pensador, mas que el de confesar y bendecir los admirables
testimonios de la Omnipotencia divina, escritos tan brillante-
mente en los senos de la tierra, como en los pétalos de las
ñores, en la historia de la naturaleza, como en la mosáica
historia.
GEOLOGIA APLICADA
Ó GEOTECNIA
Para corresponder al objeto que nos propusimos en la
redacción de esta obra, reducido como se ha visto á tratar
extensamente todas las cuestiones relativas á la historia de
nuestro planeta con los materiales orgánicos é inorgánicos
que le componen, y las importantísimas aplicaciones que de
semejante estudio pueden hacerse, hemos procurado hacer
indicaciones generales acerca de la utilidad que de los
minerales, rocas, fósiles y terrenos puede reportar el hombre.
Pero no bastando esto, se hace de todo punto indispensable
que dediquemos unas cuantas páginas á tratar de un modo
especial, de aquellos puntos que mas directamente se rela-
cionan con la estructura y modo de ser de nuestro planeta;
concretándonos por ahora á las aplicaciones de la Geología
á la Agricultura é Industria, por ser estos los ramos mas
vitales y en los que estriba el porvenir de nuestra patria. Así,
pues, dividiremos la Geotecnia ó Geología aplicada, en dos
capítulos; destinando el primero á la Geoponía ó Geología
agrícola, y el segundo á la industrial ; no sin advertir de
paso que con frecuencia habrán de involucrarse estos dos
ramos, en razón á los estrechos lazos que los unen con la
Geología, la Física y la Química, de que con frecuencia nos
valdremos.
CAPITULO I
GEOLOGÍA AGRÍCOLA Ó GEOPONÍA
Siendo la Agricultura en su acepción mas lata una indus-
tria en la que el hombre se propone la explotación del suelo,
y la producción de sustancias útiles, es claro que ha de
necesitar el apoyo de aquellas ciencias que le den á conocer
los vegetales como materia primera, y la tierra como repre-
sentante del aparato creador por decirlo así, de los productos
que con sus fuerzas combinadas con las de los animales y de
otros agentes, le ponen en estado de satisfacer sus propias
necesidades. La parte de esta ciencia arte relativa al conoci-
miento de la tierra vegetal ha merecido el nombre de Geo-
logía agrícola ó Geoponía, derivada de ge, tierra, y ponos ,
trabajo ó labor.
Tres son las cuestiones que esta parte de la Geología se
propone resolver, y son: i.a Indagar el origen, la composi-
ción química y las propiedades físicas y mineralógicas de las
tierras vegetales: 2.a conocer los medios y sustancias de que
el hombre se sirve para mejorar las condiciones físicas del
suelo, y proporcionarle los materiales que han de servir para
la nutrición de las plantas; y 3.a indicar al agricultor los
terrenos y las condiciones geológicas mas adecuadas á la
existencia de dichos materiales. De aquí la división de este
capítulo en tres artículos.
D
ARTICULO PRIMERO
ORÍGEN, NATURALEZA Y PROPIEDADES DE LAS TIERRAS
ajo el nombre de tierra vegetal se comprende una capa
de mayor ó menor espesor, que ocupa gran parte de la su-
perficie del globo, en la cual prenden las plantas por sus
raíces, y se verifican gran parte de los fenómenos de la vege-
tación. Es una mezcla de sustancias minerales y orgánicas,
resultado de la descomposición de las rocas, de las partes de
vegetales que subsisten en ella, y de los animales que perecen
allí ó que han sido trasportados por el hombre y también de
sus restos.
Considerada de un modo mas lato, la tierra vegetal se
compone del suelo ó tierra propiamente dicha, del subsuelo
y de las rocas subyacentes.
Por suelo se entiende, como acabamos de indicar, la
mezcla de restos minerales y orgánicos que con el agua,
aire y gases diversos, concurre á sostener y alimentar las
plantas. Según su espesor, esta capa se llama superficial,
cuando no pasa de 12 ó 14 centímetros; media cuando
alcanza de 18 á 20; y profunda cuando excede de los 25.
Todo lo que se halla debajo del suelo debería llamarse en
rigor subsuelo; pero siguiendo en esta materia las doctrinas
de Thurmann, daremos este nombre á los detritus que se
encuentran entre el suelo y las rocas que le sirven de funda-
mento, á que dicho autor llama rocas subyacentes. El subsuelo
se compone casi exclusivamente de los materiales de la des-
composición local de estas, siendo el principal carácter que
lo distingue del suelo propiamente dicho, el que con fre-
cuencia es de acarreo.
El Sr. Gasparin hace la distinción que marca la figura
siguiente :
Fig. 159. — Composición de la tierra vegetal, según Gasparin
A, representa el suelo activo como él lo llama, en el cual
se verifican los fenómenos de la vegetación relativos á las
raíces, y se practican las labores; B, es el suelo inerte á
donde no llega generalmente el arado (es el subsuelo de
OF.OLOGIA
388
Thurmann); C, subsuelo ó capas de composición distinta de
la de la tierra vegetal, que se extiende desde el suelo inerte,
hasta la capa D, generalmente compuesta de arcilla, y de
consiguiente impermeable, situada á diferente profundidad;
sirve para retener y conservar las aguas de filtración.
La importancia de los conocimientos geológicos en sus
aplicaciones á la Agricultura estriba principalmente en el
conocimiento del subsuelo y de las rocas subyacentes, cuya
naturaleza suele variar con mas frecuencia que la del suelo
mismo, y de cuyas propiedades depende muchas veces el
carácter de la vegetación. Para convencerse de la importan-
cia de estas dos partes integrantes de la tierra vegetal, basta
saber: i.° Que cuando una tierra descansa sobre rocas duras
poco susceptibles de disgregarse, es en general poco fértil.
2/ Que en los suelos medios ó poco profundos, las rocas sub
yacentes determinan con frecuencia el carácter de la vegeta-
ción, por la acción que ejercen sobre las raíces. Y 3.0 que la
permeabilidad ó impermeabilidad del subsuelo y de la roca
subyacente, determina en gran parte la humedad del suelo.
De lo dicho se infiere, que el origen de la tierra vegetal
hay que buscarlo en la descomposición de las rocas, deter-
minada por los agentes que indicamos en el artículo de
Causas actuales , y en la destrucción de restos de vegetales y
animales que se encuentran en ella, ó que prepara el hombre
para abonarlas.
La descomposición de las rocas da por resultado ciertos
detritus que unas veces persisten en el mismo punto, mien-
tras que otras son arrastrados á mayores ó menores distan-
cias; de aquí la distinción de las tierras en locales y de iras-
portt ^ \ [
Las tierras locales, de las que el subsuelo de Thurmann
puede considerarse como la expresión mas fiel, se distinguen
fácilmente por la analogía ó identidad de composición con
las rocas inmediatas; por la tenuidad’ó finura de sus elemen-
tos, y en general por el poco espesor que alcanzan, llegando
á veces al extremo de no bastar á las necesidades del cul-
tivo.
Las de trasporte, por el contrario, están caracterizadas
por la escasa analogía que guardan con las rocas inmediatas;
por el mayor tamaño de sus materiales; por su distribución
en fajas ó zonas de materiales mas ó menos bastos, y por
último, por su mayor espesor, llegando á formar á veces
verdaderas capas, como se observa en los terrenos de alu-
vión.
Los materiales acarreados por las aguas corrientes se de-
positan en el álveo de los ríos, arroyos y cañadas, en elthal-
weg de las llanuras ó valles y en las partes bajas de muchas
comarcas formando terreras. Otras veces se pierden en los
lagos ó mares, contribuyendo á rellenar su fondo y á conver
tir el espacio que ocupan, particularmente el de los prime-
ros, con el trascurso del tiempo, en fértiles y risueñas llanuras.
Agitados por la fuerza de trasporte de las aguas, y por la
repulsiva de las del mar, se depositan en la desembocadura
de los grandes rios, formando los deltas ó alfaques, y terra-
plenando las lagunas ó marismas inmediatas, las convierten
en tierras tan fértiles como las de los pálders en Holanda.
Otras veces el trasporte lo verifican las corrientes atmos-
féricas, que como en general solo pueden arrastrar las partes
mas tenues de la superficie, determinan la formación de los
desiertos, landas y médanos, que aunque reputados por
estériles, son tierras susceptibles de una rica vegetación,
desde el momento en que se les suministra el agua que ne-
cesitan.
De manera que con facilidad, y en virtud de lo expuesto,
pueden señalarse los puntos en que el hombre debe encon-
trar tierras de trasporte, las cuales son tanto mejores, cuanto
mas variados los materiales que las constituyen. El conoci-
miento de su composición puede suministrárselo perfecta-
mente la Química y también la Geología; con la diferencia
de que aquella exige ciertas manipulaciones, que no siempre
el agricultor está en disposición de practicar; mientras que
esta solo requiere conocimientos generales acerca de las
piedras, y una correría por aquellas montañas de las que
según la dirección de los valles, debe suponer proceden los
materiales de sus tierras.
Lo dicho hasta aquí se refiere á la parte mineral del suelo;
en cuanto á los elementos orgánicos conocidos con el nom-
bre de humus , y mas particularmente en España con el
nombre de mantillo , unas veces son resultado de la descom-
posición local de plantas y animales ó de sus restos; otras
han sido trasportados por las corrientes normales ó por las
inundaciones; de modo que también hay mantillo local y de
trasporte, al que muchas veces hay que agregar el que lleva
el hombre para suministrar á las plantas, bajo la forma de
abonos orgánicos, los elementos que necesitan para su des-
arrollo. Respecto de sus propiedades y del carácter que co-
munica á las tierras, se tratará mas adelante.
Conocido ya el origen de las tierras vegetales, veamos si
podemos dar una idea de su naturaleza ó composición.
Tres son los elementos, que por encontrarse casi en todas,
pueden llamarse esenciales á la composición de las tierras,
y son la arena ó sílice, la arcilla y el carbonato de cal. De
sus diversas proporciones resultan los diferentes grados de
fertilidad; notándose, sin embargo, que es indispensable
guarden cierto equilibrio, pues de lo contrario, cuando alguna
de estas sustancias se encuentra en exceso, generalmente la
tierra es estéril.
Además de estos materiales, se encuentran otros que com-
pletan la composición de las tierras; en este número deben
contarse el agua, el aire y los gases, cuya naturaleza ó com-
posición, y el modo de obrar sobre las plantas, debe estu-
diarse en tratados de Química general y aplicada, mas bien
que en esta obra.
También deben considerarse como á tales, si bien su im-
portancia es menor, la magnesia, con los óxidos y sales de
hierro y manganeso que daremos á conocer.
La marga, los sulfatos, fosfatos y nitratos de cal, sosa,
potasa, etc., que algunos autores colocan entre los elementos
de la tierra vegetal, deben considerarse en rigor, como
mejoramientos ó abonos minerales.
Antes, sin embargo, de proceder á la descripción de todas
estas sustancias, y con el fin de conocer mejor el modo de
obrar de cada uno de los elementos de la tierra vegetal en
la vida de las plantas, conviene ofrecer un resúmen de la
fisiología de estos séres.
La semilla fecundaday madura debe considerarse como una
planta en miniatura, en la que se hallan representados todos
sus órganos y aparatos, que con el tiempo han de constituir
un sér perfecto y desarrollado. Para comprender, pues, la
vida de estos séres, es menester empezar por el estudio de
todo lo que se observa en el embiéon contenido en la semilla,
cuando esta se halla en determinadas circunstancias y bajo
la influencia de ciertos agentes. A este, que puede conside-
rarse como el primer paso en la vida de las plantas, se llama
germinación , con cuya palabra se quiere expresar la serie de
actos en virtud de los cuales el embrión, animado de una
fuerza vital que le es propia, crece, se desembaraza de las
cubiertas seminales, y acaba por bastarse á sí mismo, sacando
directamente su alimento del exterior. Para que esta función
se verifique se necesita el concurso de varias circunstancias
que dependen de la semilla misma, y de agentes exteriores
mas ó menos poderosos. Estas circunstancias pueden redu-
GEOPONIA
cirse á las cinco siguientes: semilla fecundada y madura,
presencia del agua, del aire y del calor, y ausencia de la luz.
Si la semilla no ha sido fecundada, ó aun habiéndolo sido,
si no ha llegado al completo grado de madurez, no puede
germinar. Pero se observa también, que no conviene sea
muy vieja, pues la experiencia demuestra que en este caso
pierde la facultad germinatriz.
En cuanto al modo de obrar de los agentes exteriores, se
sabe que el agua humedece é hincha primero las túnicas
seminales, ocasionando de este modo, y sin esfuerzo, su
ruptura; después penetra en el tejido del embrión y lo dis-
pone á recibir las sustancias nutritivas: además acarrea los
gases y sustancias alimenticias que lleva en disolución, sin
cuyo medio no podrían introducirse en la planta ni recorrer
sus vasos; por último, contribuye con sus elementos oxígeno
é hidrógeno, á formar los diversos principios inmediatos de
los vegetales.
El segundo agente, ó sea el aire, obra en virtud del oxíge-
no que contiene, el cual sustrae una porción de carbono al
perispermo, cuando existe, ó á los cotiledones carnosos que
le reemplazan cuando falta, y da origen á un volumen igual
al suyo de ácido carbónico. Por esta sustracción del carbono
queda roto el equilibrio entre los elementos de la fécula del
perispermo ó de los cotiledones; aparece luego la diatasa,
que obra sobre la fécula y la trasforma, primero en dextrina
y después en glucosa, sustancias nutritivas y solubles en el
agua fria, á propósito, por consiguiente, para la nutrición y
desarrollo del embrión, y para suministrar el carbono que
se consume en la formación continua del ácido carbónico.
Esta fermentación sacarina continúa hasta que la plúmula
sale á luz: entonces cesa de repente, y el gas ácido carbónico
y el agua se descomponen; el oxígeno del gas se desprende,
el carbono y los elementos del agua se reúnen, y forman los
principios inmediatos resinosos, oleosos, etc., que reempla-
zan al mucílago y á la materia sacarina.
El calor, cuya intervención es tan indispensable como la
del aire y del agua en la germinación, obra en esta como
estimulante ó como agente que excita las fuerzas vitales, y
probablemente también, reduciendo el agua y las materias
alimenticias á un estado mas conveniente para ser absorbidas.
Cada planta necesita un grado de calor que le es peculiar y
mas favorable que otro cualquiera para vegetar. La tempe-
ratura mas propicia suele ser la de io á 30 grados; por cima
de este término se destruye la vida; [por bajo de 0° no hay
señal ninguna de ella.
La carencia de la luz es otra de las circunstancias que
concurren de un modo muy eficaz á la germinación de las
plantas, porque si bien algunas pueden hacerlo bajo la
influencia de este agente, lo común es que les sea perjudi-
cial, cuando obra directamente sobre las semillas. Por esta
razón, cuando se quiere que esta función se verifique, como
sucede en la sementera, se tiene buen cuidado en cubrirla
con una capa mas ó menos espesa de tierra. La luz obra
sobre las plantas determinando la descomposición del ácido
carbónico, y como quiera que en ^la germinación este gas
desempeña un oficio tan principal, es claro que lo que se
trata al poner las semillas fuera de la acción de este agente,
es evitar que se oponga á la formación de la mencionada
sustancia, según opinan Decandolle y Mirbel.
Además de estos agentes, se cree que el cloro activa la
germinación en la mayoría de las plantas, como parece
haberlo demostrado el gran Humboldt en las semillas del
mastuerzo; y no deja de ejercer también su influencia la
electricidad, según demuestran los experimentos practicados
Por Nollet, Davy y Becquerel.
Los detalles que siguen respecto de la germinación, los
3S9
copiamos de la obra de Botánica de los Sres. Girardin y
Juillet.
«Toda semilla puesta en las condiciones que acabamos
de enumerar, germina, cualquiera que por otra parte sea la
sustancia en que se halle colocada, con tal, sin embargo,
que esta sustancia no tenga ninguna acción perjudicial á sus
órganos. Se ve, en efecto, que el trigo germina en las gavillas,
y otras semillas que se desarrollan en esponjas empapadas
de agua. Las semillas se ponen casi siempre en tierra para
que germinen, y aunque su presencia no sea indispensable á
esta acción, sin embargo, siempre es cierto que la favorece
singularmente, suministrándola agua, calor y aire, poniéndola
á cubierto de la luz, y prestándola un apoyo benéfico. El
suelo mas favorable para la vegetación es aquel que ni es
demasiado blando ni duro; las semillas no deben enterrarse
muy profundas, porque estándolo, la plúmula no podrá llegar
á la superficie; y entonces, no recibiendo bastante oxígeno
para desprenderse de su superabundante carbono, ó las
semillas no podrán germinar, ó se pudrirán sin germinar,
por un exceso de humedad. De estos hechos puede dedu-
cirse fácilmente la utilidad de las labores y de todas las
demás precauciones que se emplean por los labradores para
conservar las simientes.
Cuando el embrión está puesto en las circunstancias que
necesita para desarrollarse, empieza la germinación, presen-
tando una serie de fenómenos que vamos á examinar. Por
de contado la semilla empapada deagua se ablanda, se hincha,
y muy luego se rasgan sus túnicas para dar paso al rejo, que
se presenta bajo la forma de una pequeña mamila cónica.
La ruptura de las túnicas, que de ordinario se verifica de
una manera irregular, se efectúa, sin embargo, con una casi
uniformidad en varias especies, y principalmente en todos
los individuos de una misma especie. Esto es lo que se
presenta muy manifiesto en todas las semillas provistas de
un embriotegio, especie de opérculo ó de gorro que se des-
prende del espermodermo, y deja una abertura muy regular
(espárragos, dátil, tradescantia, commelina, etc.).
Desde que el embrión comienza á desarrollarse toma el
nombre de plántula ó plantita, en la cual se distinguen dos
partes principales, el caudex ascendente, formado por la
yema, cuya tendencia es siempre á elevarse, y el caudex
descendente, formado por el rejo, cuya tendencia es siempre
á profundizarse perpendicularmente en el centro de la tierra.
La primera parte del embrión que se desarrolla es ordinaria-
mente el rejo: después de haber obligado á las túnicas á
romperse, se alarga y sepulta en la tierra; pero cuando existe
un coleorhiza, este, comprimido por las mamilas radiculares,
se extiende, y rompe por su extremidad, dejando pasar las
mamilas, cuyo crecimiento es mas rápido. La plúmula no
tarda en manifestarse, crece, sale fuera de tierra, cuando no
se halla encerrada en un coleoptilo, ó retenida por la resis-
tencia que este opone á su prolongación, se aprieta y se
rasga con mas ó menos regularidad para presentarse en lo
exterior y salir á luz. Cuando los cotiledones nacen por cima
del caudex ascendente, este, en su evolución, los levanta y
arrastra á la superficie del suelo (Don Diego [de noche,
calabaza, etc.); enverdecen entonces, se cubren de nervios,
se ensanchan y toman la apariencia de hojas, que llevan el
nombre de hojas seminales. En este caso se les llama epi-
geos. Cuando, por el contrario, están situados por debajo
del caudex ascendente, quedan encerrados en las cubiertas,
conservan su forma y color blanquecino, y no hacen mas
que aumentar de volúmen, en cuyo caso llámanse hypogeos.
Luego que se han cumplido todos estos fenómenos, que el
rejo saca de la tierra los jugos necesarios para la nutrición
de la nueva planta, que la plúmula, desarrollada en hojas,
GEOLOGIA
39°
concurre por su parte al mismo resultado, está acabada la
germinación, y se establece un nuevo orden de hechos (1).
Veamos ahora la función que desempeñan los diferentes
órganos de la semilla en el acto importante que acaba de
ejecutarse.
El perispermo sirve de primer alimento á la plantita; por-
que si á un embrión se le priva de este órgano no vegeta.
Cualquiera que sea su dureza, el perispermo no tarda en
reducirse á un licor emulsivo, y en experimentar en su com-
posición las variaciones y trasformaciones químicas de que
hemos hablado. Pero no todos los vegetales tienen perisper-
mo, y no obstante, no por eso deja de efectuarse la germi-
nación. En este caso los cotiledones llenan las mismas fun-
ciones; con efecto, obsérvase que entonces son gruesos, car-
nosos, y están llenos de una sustancia amilácea análoga á la
que existe en el perispermo. Si se les corta antes ó en el mo-
mento de la germinación, el embrión no crece, ó cesa de
vegetar, y muere; si no se quita ó corta mas que uno, conti-
núa su desarrollo, pero de una manera débil y lánguida; si
se divide el embrión de una judía en dos partes iguales, de
manera que cada una de ellas quede provista de un cotile-
dón entero, las dos se desarrollarán tan bien como lo hubiera
podido hacer el embrión en toda su integridad. En fin, según
MMi Vastel, Thouin, Desfontaines, etc., basta humedecer
los cotiledones para que el embrión se desarrolle. Estas
experiencias demuestran, pues, evidentemente la gran uti-
lidad de estos lóbulos en el acto de la germinación, y lo
que lo prueba todavía mas, es que se caen por sí mismos y
perecen cuando la plantita, habiendo acabado su evolución,
puede bastarse á sí misma. En razón al papel que desempe-
ñan en esta época los cotiledones, Bonnet los ha llamado
pechos ó mamas vegetales.
Se puede cortar impunemente el rejo y la plúmula al em-
brión en germinación, sin que por esto deje de vegetar, con
tal, sin embargo, que en el punto por donde salia el rejo se
forme un pequeño rodete destinado á producir raicillas.
Las cubiertas seminales son muy útiles á las semillas;
cuando carecen de ellas germinan muy difícilmente. Parece
que obran de una manera enteramente mecánica, no dejan-
do llegar á la plantita mas que alimentos muy divididos y
capaces de ser absorbidos por ella y probablemente ponién-
dola también al abrigo de los rayos luminosos.
Hemos dicho, describiendo los fenómenos aparentes de
la germinación, que el rejo se dirige hácia el centro de la
tierra, y que la plúmula se levanta ó crece en sentido inver-
so. Esta tendencia á brotar en direcciones opuestas es tal,
que el embrión supera todos los obstáculos para seguir esta
ley, que no admite excepciones mas que para algunas pará-
sitas, tales como el muérdago, que germinan en todas direc-
ciones. Muchas experiencias hechas por físicos muy hábiles,
tales como Hunter, Duhamel, Knight, Dutrochet, con la
intención de obligar al rejo y á la plúmula á que cambien
de dirección, han sido infructuosas, y han conducido á esta
conclusión: que estos órganos en su desarrollo obedecen á
una causa general dependiente de la organización y de la
vida, á la cual se juntan otras leyes no menos poderosas,
cuales son las de la gravitación.
Hasta aquí hemos supuesto que la germinación se efec-
tuaba de la misma manera en todos los vegetales. Las cir-
( 1) Todas las semillas no entran en germinación en el mismo espacio
de tiempo; asi, según Adanson, el trigo, el mijo, nacen en veinticuatro
horas; la cebada en siete: el perejil exige de cuarenta á cincuenta; el
albérchigo, la peonía, cerca de un año; el rosal cerca de dos años. En
general, la germinación es tanto mas pronta, cuanto mas inmediatamente
después de su madurez se verifica la siembra. •
cunstancias necesarias para que se verifique son siempre las
mismas, pero los fenómenos que resultan de ella y que de-
penden de la estructura anatómica de las partes internas de
la semilla, varían en cada clase de vegetales. Sin embargo,
no hablamos aquí mas que de los monocotiledones y de los
dicotiledones ; porque, en cuanto á los acotiledones, siendo
tan poco conocido lo que atañe á su organización, estamos
muy atrasados acerca de las funciones que ejercen sus órga-
nos, y la manera con que concurren sus órganos reproducto-
res á la formación de nuevos individuos. Vamos á bosquejar
con rapidez las notables diferencias que presentan los mono-
cotiledones y los dicotiledones en su modo de germinación.
Comenzaremos por estos últimos, porque los fenómenos
son, en general, mas aparentes.
Germinación de los dicoiilédones. — Sembrada la semilla, los
cotiledones se hinchan, y rompen sus túnicas, trasmitiendo
al rejo el licor emulsivo que contienen ó que sacan del pe-
rispermo. Entonces el rejo que formaba una pequeña mamila
cónica, se alarga y dirige hácia el centro de la tierra, en
donde da nacimiento á pequeñas raicillas muy finas. Poco
después la yema, que estaba contenida por su vértice entre
los cotiledones, se dobla primeramente en arco, y después
enderezándose, se presenta á lo exterior. El tallito se pro-
1 longa, levanta los cotiledones y los hace salir fuera de la
tierra; estos se desvian, y dejan la yema enteramente al
descubierto; las hojas primordiales se ensanchan, crecen, y
se enverdecen; los cotiledones se desarrollan igualmente en
hojas, y toman color. Ya entonces la germinación se ha com-
pletado; la planta saca del suelo y del aire los materiales
necesarios para su desarrollo ulterior , y el individuo á
1 nacido.
Casi siempre en los dicotiledones, los cotiledones son
epigeos. El nogal, la capuchina, el castaño de Indias, etc.,
tienen los suyos hypogeos. En algunos vegetales, como el
mangle y el limonero, etc., el embrión germina en lo interior
de los frutos pendientes todavía de las ramas.
Germinación de los monocotiledones. — En estos vegetales,
así como en los dicotiledones, aparece primero el rejo. Este
revienta al coleorhiza que le envuelve, se presenta bajo forma
de mamila que se prolonga hácia el centro de la tierra,
donde no tarda en producir una multitud de raicillas. Cuan-
do estas se han desarrollado algo, el rejo principal se des-
truye. El coleoptilo, ó vaina que rodea la yema, se dirige
hácia arriba, se abre pronto por su vértice, y deja que apa-
rezca esta última. El cotiledón queda oculto en las cubiertas
seminales, sin advertir en él ningún crecimiento sensible.
Cuando la plantita ha consumido toda la sustancia del pe-
rispermo, y el cotiledón se ha marchitado, comienza la se-
gunda época de la vida del vegetal. Por lo común, en los
monocotiledones, los lóbulos seminales son hypogeos. Un
gran número de estos vegetales presentan particularidades
muy notables en su germinación; para hacerlas conocer
seria necesario extendernos mas allá de los límites de esta
obra.
Terminada ya la germinación, la nueva planta vive ya por
sí sola á beneficio de muchas funciones importantes, por
medio de las cuales se apropia todas las sustancias que le
proporcionan el suelo, el agua, el aire y los demás agentes.
Bajo la influencia de la luz solar las partes verdes, y en
especial las hojas, verifican la respiración reducida á tomar
ácido carbónico de la atmósfera, apropiándose el carbono
y exhalando el oxigeno, restableciendo así el equilibrio el
que exige la respiración de los animales y la combustión (2).
(2) Recien tisimas observaciones y delicados experimentos, tienden
á probar que la respiración de las plantas se verifica como en los ani-
males.
GEOPONIA
391
También se apropian estas partes del vegetal algo de ázoe
que ha de servir para la formación de los principios nitroge-
nados que contiene, y cierta cantidad de agua suspensa en
la atmósfera en forma de vapor, si bien la mayor parte de
este agente lo toman las raíces del suelo en la función lla-
mada absorción, apropiándose ai mismo tiempo parte del
ácido carbónico, y las sustancias minerales orgánicas que
encuentran en disolución, y que han de formar primero la
savia (la sangre de los vegetales) que circula también, cons-
tituyendo otra función muy importante de las plantas, la
circulación, y después los principios ó elementos de todos
sus tejidos. Gran parte del agua vuelve á la atmósfera esca-
pándose por exhalación, permaneciendo en la planta los
principios fijos.
En el trayecto que recorre la savia suministra los materia-
les de las diversas secreciones de las plantas, con lo cual y
la nutrición ó asimilación de los elementos indispensables á
su existencia y desarrollo, se completa lo que se llama vida
del individuo. Pero para cumplir debidamente su destino, el
vegetal ha de dar existencia á otros de su misma especie,
con el fin de perpetuarla; función que, por regla general,
desempeña la parte de su organismo llamada flor, compues-
ta de dos órganos esenciales, á saber: el estambre que es el
macho y el pistilo la hembra; y del cáliz y corola, que aunque
contribuyen muy eficazmente á las funciones que le están
encomendadas, no son de absoluta necesidad.
La fecundación, exclusiva de la flor, se reduce ála caída
del polen que segrega el órgano macho ó sea el estambre,
sobre el pistilo, y á la acción que aquel ejerce sobre los gér-
menes de las nuevas semillas que se hallan contenidas en el
ovario. Que esta última operación esté confiada al polen,
penetrando por el conducto central del estilo, y obrando
directamente sobre los huevecillos vegetales, que no es lo
mas probable; ó que esta función la desempeñe el aura se-
minal ó fovila, ó los tubos mismos llamados polínicos, el
resultado es que trascurrido algún tiempo después de la caí-
da del polen sobre el pistilo, el ovario va engrosando y se
concentra en él y en las semillas ya fecundadas, toda la vi-
da de la planta.
Hemos dicho que esta, después de desarrollado el gér-
men y cuando ya empieza á tener vida propia, toma del sue-
lo las sustancias que necesita para su existencia, pero no to-
das las plantas se apropian los mismos elementos, sino que
se verifica una especie de elección de aquellos que mas con-
vienen á cada una. De manera que aunque el suelo esté
bien preparado, y por mas que las condiciones climatológi-
cas sean adecuadas á la vida, las plantas no podrán existirá
no encontrar en el suelo aquellos principios que mas les
convienen. De aquí la necesidad de conocer la composición
de las plantas, para suministrar á cada una el elemento que
exige su existencia y desarrollo. Esto puede lograrse por la
desecación ó incineración hasta hacer desaparecer completa-
mente el carbono, subsistiendo tan solo las cenizas, que se
sujetan después á la análisis mas rigurosa. Todas las plantas
no suministran la misma cantidad de cenizas, según demues-
tra el siguiente cuadro, en el que se han tomado 1,000
kilogramos de cada sustancia en estado ordinario de se-
quedad.
Ceniza*;
Trigo 20 kilogramos
Cebada 30 »
Avena 40
Centeno 20 »
Maíz. ...... 15 j»
Habas 30 >
Guisantes
Cenizas
30 kilogramos
Paja de trigo. . .
5°
— de cebada. . .
5°
— de avena. . .
60
— de centeno . .
40
— de maíz.. . .
50
» *
— de guisantes. .
5o
y
Heno de prado. . .
. 50 á
100
»
— de trébok . .
90
»
— de raisgras . .
95
»
Patatas
. 8 á
15
Zanahorias. . . .
. 15 á
20
» .
De manera que la cantidad de materias inorgánicas que
exigen los diferentes vegetales, varía según la naturaleza; de
consiguiente, si una tierra no puede suministrar mas que
una escasa parte de este alimento mineral, solo producirá ó
será favorable á aquellas plantas que exigen la menor pro-
porción posible de dichas materias.
La experiencia ha demostrado, también, que las diferen-
tes partes de una misma planta suministran cantidades dife-
rentes de cenizas, y que esta se halla igualmente en relación
con la naturaleza del suelo en el que ha vivido el vegetal.
Asi es que, según James y Johnston, 1,000 kilogramos de
paja de avena cosechada en 1841, dieron en un terreno for-
mado
Cenizas
De granito de Aberdeen 96 kilogramos
De arcilla 78 j»
De arenisca verde 79 »
De caliza 102 »
De yeso 58 »
De arena silícea 64 »
La composición de las cenizas no es menos importante
que la cantidad. Aquella varía:
i.° Según las diferentes especies vegetales, como demues-
tra el adjunto cuadro, que representa la composición de
1,000 kilogramos de cenizas de cada planta respectiva.
0
0
2
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r *
•*. "
1/ 1
n 4
kl
Potasa. . .
237
136
262
220
r 336
245
557
Sosa. . . .
91
81
1
■ 116
325 ;
106
34
18
Cal
28
26
60
49
14
58
J47
j£|C£
Magnesia.
120
75
100
103
IÓ2
80
99
52
Oxido fér-
rico.. . .
7
!5
4
3
6
19
5
Acido fos-
fórico.. .
500
390
438
495
449
380
38i
125
Idem sul-
fúrico.. .
I
105
9
28
JO
8
136
Sílice.. . .
12
273
27
4
14
12
57
42
Cloro. . .
»
3
2
7
3
42
998
997
999
1,009
997
995
994
1,007
2.* En las diversas partes de un vegetal, según demues-
tra el cuadro anterior comparado con el siguiente, que se
392
geología
refiere á las cenizas de la paja de las mismas plantas, so-
bre 1,000 kilogramos igualmente.
Potasa
Sosa..
Cal
Magnesia. . . .
Oxido férrico. .
Acido fosfórico.
— sulfúrico.
Cloro. . .V*
Sílice
3.0 y último. La naturaleza de las cenizas varía según el
terreno en que se ha desarrollado la planta, como demuestra
el cuadro siguiente, en el que se presenta la composición de
las cenizas de tres ejemplares de trigo, con la diferencia de
proceder de distintos puntos.
TRIGO
rojo de
Alemania
Magnesia.. .
Oxido férrico.
Acido sulfúrico.
— fosfórico.
Sílice
i.oco
os anteriores se desprende que en la com-
posición de las plantas entran los mismos elementes inor-
gánicos que en el suelo vegetal; y como quiera que aquellas
carecen de la facultad de crear materia inorgánica, se deduce
que la que contienen en sus tejidos se la suministra en gran
parte la tierra.
Veamos ahora de dónde procede cada uno de los elemen-
tos constitutivos del suelo, y qué papel desempeña en la
vegetación.
La sílice , compuesta de silíceo y oxígeno, conocida tam-
bién con el nombre de ácido silícico, procede, en general,
de la descomposición de las rocas cuarzosas, pertenecientes
la mayor paite á los terrenos cristalinos. Es uno de los ele-
mentos mas comunes y esparcidos en la naturaleza: se en-
cuentra en casi todas las tierras vegetales en forma de polvo
impalpable, de arenas mas ó menos finas, de grava, chinas,
cantos, guijarros, etc. Las aguas de los manantiales y las de
muchos rios, suelen llevarla con frecuencia en disolución ó
suspensión; también la arrastran las corrientes gaseosas en
los azúfrales ó solfataras, y principalmente las aguas de los
géiseres. En estado naciente, ó en el momento que deja de
formar parte de una combinación cualquiera, es soluble en
los ácidos, en los álcalis, y hasta en el agua, siendo el estado
en que la absorben las plantas por sus raíces. Liebig dice
que en las tierras que carecen de este principio en disolución
no se dan bien los trigos, por lo común.
La acción que la sílice ejerce en las tierras vegetales es
doble: mecánicamente determina la soltura y movilidad de
los elementos calizo y arcilloso, interponiéndose entre sus
moléculas y facilitando la penetración del aire y del agua,
agentes esenciales á la vegetación; y químicamente sumi-
nistra á las plantas, que la absorben por las raíces, los prin-
cipios que dan consistencia a sus tejidos, formando parte
muy esencial de los nudos de las gramíneas, en proporción
desde 40 hasta 70 en el trigo, centeno y cebada, determi-
nando el lustre y solidez del tallo de estas plantas, y aumen-
tando en suma la parte leñosa de todos los Organos y tejidos
vegetales.
La sílice en estado de arena muy fina, siempre suelta y
ligera, si se halla bien seca, absorbe, como todo cuerpo po-
roso, el agua en forma de vapor, pero sin formar masa.
Cuando las tierras contienen 70 por 100 de sílice ó de
arenas, que es lo mismo, reciben el nombre de silíceas ó
arenosas.
Las arcillas , como indicamos en su descripción, no son
rocas formadas de primera intención por la naturaleza, sino
resultado de la descomposición de los elementos feldespá-
ticos de los terrenos plutónicos en general, y muy particu-
larmente de los granitos, pegraatitas, sienitas y de todas las
rocas volcánicas. Entre sus numerosas propiedades; las mas
importantes para el caso presente son: i.a La de formar
pasta en general y apelmazarse con el agua, adquiriendo
cierta consistencia y trabazón entre sus moléculas, en razón
directa de la cantidad de alumina que contienen. Sin em-
bargo, se observa que después de cocidas pierden esta pro-
piedad, obrando en este caso mecánicamente sobre las tierras
de un modo análogo al de la sílice: circunstancia en que se
funda el uso del ladrillo molido como mejoramiento en las
tierras fuertes. 2.a La gran higroscopicidad de que está do-
tada, pues absorbe el agua hasta la enorme proporción de 70
por 100 de su peso, sin dejarla circular por su seno sino con
gran dificultad; por cuya razón se dice que esta roca es im-
permeable. De esta propiedad resulta, que si bien en los
tiempos secos las plantas encuentran cierta frescura en su
masa, cuando las lluvias son abundantes y continuadas, las
raíces se pudren y perecen con facilidad. 3.a La facultad de
retener entre sus moléculas, y conservar por mucho tiempo
los gases nitrogenados de los abonos animales, resultando
de ello que generalmente se consumen estos muy lentamente,
si bien tardan mas en fertilizar las tierras.
Además las arcillas, aunque del todo insolubles en el agua,
pueden ser arrastradas ó llevadas en suspensión por este
agente, sobre todo cuando sus moléculas son muy tenues,
dándonos esto razón de lo turbias que son en general las
corrientes cuando circulan sobre terrenos de esta naturaleza.
Su presencia en general, cuando no se halla en exceso, suele
ser ventajosa para las tierras, gracias á las propiedades que
acabamos de asignarle. El limo que las corrientes de las
aguas y las inundaciones depositan en los bordes de los
rios y arroyos ó en su desembocadura, consta en su mayor
parte de arcilla en estado de grande atenuación.
Cuando la arcilla, y en especial la plástica, que es la que
en mas alto grado posee la facultad de retener el agua y de
apelmazarse, se encuentra en proporción de 50 por 100, la
tierra recibe el nombre de arcillosa, fuerte, grasa, fria y hú-
meda.
Bajo el nombre de cal se comprende un compuesto del me-
tal calcio y de oxígeno, sustancia que jamás se encuentra en
la naturaleza en estado puro, pero que combinada con los
ácidos carbónico, sulfúrico, nítrico, silícico y fosfórico, es
muy común, dando origen á una porción de piedras mas ó
menos útiles para la tierra vegetal.
La primera de estas combinaciones constituye los carbona-
tos de cal ó piedras calizas que se hallan en la tierra, ora
GEOPONIA
393
►
disueltas en el agua cuando contienen un exceso de ácido,
ora en forma de polvo, ó en fragmentos de diferentes tama-
ños. En estado de disolución es mas común el carbonato de
cal en las aguas que en las tierras, y conviene mucho reco-
nocer su presencia por las malas cualidades que les comuni-
ca, siendo perjudiciales para el hombre y para las plantas.
Tres son los medios de que se puede echar mano para ello,
y son: i.° Dejar las aguas expuestas durante algún tiempo al
aire libre, ó hacerlas hervir: en ambos casos dejan un poso
de carbonato de cal, que se reconocerá por la efervescencia
viva que hace al echarle unas gotas de vinagre concentra-
do. 2/ 1 ratarlas por el oxalato de amoniaco, pues las entur-
bia de un modo muy notable. 3/ Añadir á la disolución
unas gotas de amoniaco, el cual absorbe todo el ácido car-
bónico excedente, mientras el carbonato ya insoluble se
deposita en forma de pequeños cristales que se fijan en las
paredes de la vasija.
En las tierras vegetales la piedra caliza se encuentra por
el contrario en fragmentos ó en forma de polvo, resultado de
la acción mecánica de los agentes exteriores, comunicándo-
les á beneficio de sus propiedades, caractéres preciosos, pues
goza de la consistencia de la arcilla y de la permeabilidad
de las arenas, sin poseer estas cualidades en tan alto grado. Así
es que la cal constituye uno de los mas excelentes mejora-
mientos, comunicando á las tierras arenosas la consistencia
que necesitan, y dando soltura á las arcillosas, cuya imper-
meabilidad corrige en parte.
La cal viva obra en la tierra de tres modos: i.° Estable-
ciendo una separación entre el agua, la sílice y la caliza.
2.0 Librando á las plantas de un suelo demasiado húmedo ó
pantanoso. Y 3.0 Matando los insectos dañinos en virtud de
su causticidad. Todas estas propiedades hacen que la cal
sea un buen mejoramiento de las tierras.
Según el famoso químico aleman Liebig, la cal ó el óxido
de calcio, al combinarse en estado de disolución con la ar-
cilla la hace soluble, poniendo en libertad la mayor parte de
los álcalis que contiene.
Los terrenos en cuya composición entra una cantidad algo
notable de caliza, son excelentes, según Gasparin, para el
trigo, siendo su acción tan visible, que basta añadirla en
pequeñas proporciones para obtener cosechas abundantes.
Se entiende que las demás condiciones que contribuyen al
desarrollo de esta planta han de ayudar. Sin embargo, cuan-
do el carbonato de cal se encuentra puro, sin mezcla de
otras sustancias, constituye una tierra vegetal estéril, con-
firmando el principio de que todo suelo compuesto de un
solo elemento es perjudicial para las plantas. Cuando la pro-
porción de carbonato llega ó excede de un 50 por 100, las
tierras se llaman calizas.
La magnesia es el óxido del metal magnesio, resultado de
una combinación con el oxígeno; sustancia muy análoga á
la cal, y que como esta tiene gran afinidad por todos los
ácidos, razón que explica su escasez en estado puro, si bien
combinada en especial con los ácidos carbónico, sulfúrico y
fosfórico, es muy abundante. La sal mas común de esta ba-
se en las tierras vegetales es el carbonato, el cual ofrece
grande analogía con las piedras calizas, haciendo como ellas
efervescencia en los ácidos, y reduciéndose á óxido por la
elevación de la temperatura. Dicha sal procede de la des-
composición de las Dolomías, de las serpentinas y de la ma-
yor parte de las rocas básicas; y se encuentra en notable
proporción en muchas tierras vegetales. Es una sustancia
blanca, inodora, insípida, ¡nsoluble en el agua, soluble con
efervescencia en los ácidos; mas ó menos compacta, que
absorbe con facilidad los gases atmosféricos y el agua, aun-
que no los retiene mucho. Esta piedra se resquebraja y cuar-
tea como la creta bajo la influencia de los cambios bruscos de
temperatura, conservando por bastante tiempo el calor de
los rayos solares.
Por lo visto las tierras en que abunda la magnesia son
muy análogas á las calizas, pudiéndose reemplazar estas dos
sustancias reciprocamente; si bien la mayor afinidad de
aquella por el agua, proporciona una tierra vegetal mas suel-
ta, fresca y de mejores cualidades para determinadas plantas.
En España las tierras magnésicas son muy abundantes,
particularmente en el territorio de la Alcarria, cuya lozanía
en la vegetación y exquisito gusto en los frutos es no-
toria.
A pesar de las buenas cualidades que esta sustancia
comunica á las tierras cuando se halla en proporciones con-
venientes en el suelo, si su cantidad es algo excesiva las
imprime el sello de esterilidad.
En cuanto al fosfato de magnesia, que acompaña muy á
menudo al de la cal, ejerce como este una influencia bené-
fica en el desarrollo de casi todas las plantas, y en especial
en la germinación de los cereales, cuyas semillas suelen
presentar dichas sales en proporciones notables. Del uso
de estas sustancias como mejoramientos se hablará mas
adelante.
El hierro y el manganeso entran igualmente á formar parte
de las tierras vegetales generalmente en estado de óxidos,
si bien aquel es mucho mas abundante que este. Los óxidos
de hierro comunican á las tierras una coloración diferente
según la cantidad de oxígeno y la presencia ó ausencia del
agua en dichas combinaciones: cuando es el peróxido anhidro
el color del suelo es rojo, y por el^ contrario, amarillo si es
hidratado.
Otras veces este metal se presenta combinado con diver-
sos ácidos, siendo el mas común el carbonato que se en-
cuentra en las tierras y en las aguas que circulan por la
superficie. También se combina con algunos ácidos orgánicos
y principalmente, según opina Phillips, con el úlmico que se
encuentra en el mantillo, en cuyo caso, esta sustancia no es
perjudicial al cultivo como algunos habian creído.
La presencia de sustancias ferruginosas en las tierras se
reconoce fácilmente, porque su disolución en los ácidos se
ennegrece con solo echarle unas gotas del cocimiento de
cortezas de encina ó de cualquiera otra materia astringente.
Estos elementos, cuando no se hallan en exceso, ejercen
una influencia saludable en la vegetación, debida induda-
blemente á la coloración que comunican á las tierras, au-
mentando la propiedad de absorber la luz y el calor; á la
propiedad de absorber y retener las sustancias volátiles, y
por último, ¿ la especie de estimulo que producen en los
tejidos de las plantas. Algunos, sin embargo, ponen en duda
esta acción del hierro.
En cuanto al óxido de manganeso y á los carbonatos ó
silicatos que se hallan en las tierras, su acción es bastante
análoga á la del hierro y la cantidad demasiado escasa para
que nos detengamos en su descripción.
Hasta aquí hemos indicado los elementos minerales que
entran en la composición de las tierras, pero estas contienen
también materiales orgánicos que conviene conocer, proce-
dentes de la descomposición de las plantas y de los anima-
les. Al conjunto de estas sustancias se ha dado el nombre
de Humus y en idioma español el de Mantillo.
El mantillo, que ocupa en general la parte mas exterior ó
superficial de las tierras, es una materia negruzca ó de colo-
res oscuros, suave al tacto, que pierde por la acción del
calor el agua que contiene, y despide cuando se le quema
un olor parecido al de la paja ó hueso, según su procedencia
vegetal ó animal.
Tomo ÍX
50
394
GEOLOGIA
L J
En la composición de esta parte de la tierra se ha-
llan: i.° Materias que no han experimentado grandes alte-
raciones, como sucede con los pedazos de corteza y raíces,
y con los restos de animales. 2.0 Sustancias en descomposi-
ción mas ó menos avanzada. Y 3.a Partes totalmente des-
compuestas, como si estuvieran podridas. Estas circunstan-
cias y la naturaleza de los materiales que componen el
mantillo, determinarán naturalmente sus propiedades, que
son diversas.
El mantillo que procede de plantas ricas en tanino ó ácido
tánico (compuesto de oxigeno, carbono é hidrógeno) es
igualmente ácido como se observa en la tierra de brezo ; no
conviene á todas las plantas, y á veces se necesita contra-
restar su acción por medio de la cal viva. Por el contrario,
cuando las plantas que lo han suministrado no abundan
mucho en dicho principio, el mantillo se llama dulce ó
suave, carece de las propiedades ácidas y es muy á propó-
sito para toda clase de cultivo. Algunas veces procede de
la descomposición de plantas de lugares bajos y pantanosos,
recibiendo el epíteto de turboso , por la analogía que ofrece
con la turba en lo tocante á su composición y modo de
formarse.
Las proporciones en que se encuentra el mantillo en las
tierras son muy variables; en los lugares bajos en que se
cria la turba llega hasta 70 por 100; en algunas regiones en
que abunda el cieno diluvial, y en las que se cultivan varias
pantas desde hacia muchos siglos, suele contener hasta
un 25 por 100: pero en general su proporción en el suelo
es menor.
Todas las plantas no exigen tampoco igual cantidad de
mantillo; así por ejemplo, la avena y el centeno prosperan
cuando encuentran en la tierra uno ó uno y medio por
ciento de materias orgánicas; la cebada necesita lo menos
dos ó dos y medio por ciento; las buenas tierras para trigo
deben contener de cuatro á ocho por ciento; por ultimo, en
el suelo muy arcilloso llego hasta diez y doce por ciento.
El mantillo no solo obra por las sustancias orgánicas que
entran en su composición; también contiene varios princi-
pios minerales y en especial el ácido carbónico, que desem-
peña un papel importante en la vegetación, con la particu-
laridad de hallarse en el estado mas conveniente para ser
absorbido por las raíces.
Además el humus ejerce una acción mecánica muy
importante dividiendo y esponjando, digámoslo así, el ter-
reno, haciéndolo mas sensible á la acción del calor, y con-
servando mejor la humedad que necesita.
El oxígeno de la atmósfera, en virtud de su acción lenta
y continua sobre las materias orgánicas del mantillo, y
especialmente, sobre los restos vegetales, determina la for-
mación de la ulmina, geina, ácido húmico ó úlmico, sustan-
cia negruzca, insípida é inodora, que ofrece el aspecto del
azabache cuando pura, muy soluble en los álcalis y en la
que reside toda la virtud, por decirlo así, del mantillo. Esta
materia goza de una tendencia muy marcada á combinarse
con las sustancias amoniacales, y al obrar sobre el carbonato
de amoniaco se combina con este y deja libre el ácido car-
bónico, elemento esencial á la vida de las plantas.
Para reconocer la presencia del mantillo en una tierra,
basta hacer hervir una cantidad cualquiera, por ejemplo
quince gramos, en una disolución de potasa, durante veinte á
treinta minutos; si la tierra contiene materias orgánicas, el
líquido toma un color oscuro, mientras que en el caso con-
trario, apenas se tiñe, quedando muchas veces limpio y
trasparente. Si queremos apreciar la cantidad de humus que
contiene dicha tierra, bastará verter en el líquido después
de filtrado en la primera operación ácido clorhídrico, hasta
enrojecer el papel de tornasol. El ácido húmico se separa
en copos pardos que pueden recogerse en un filtro, pesán-
dolo después de bien lavado y seco.
Conocida la procedencia de los materiales que componen
la tierra vegetal, conviene indicar los medios sencillos de
que puede valerse el agricultor, sin necesidad de un labora-
torio, para darse cuenta de la naturaleza de las tierras, sin
lo cual difícilmente podrá sacar partido de estas nociones.
Antes, sin embargo, será menester pasar en revista las princi.
pales propiedades físicas de las tierras, ya que estas desem-
peñan un papel tan principal en el desarrollo de las plantas.
Después de lo expuesto acerca de la importancia de estas
propiedades, bastará citar algún ejemplo con el que se
muestre, que sin variar de naturaleza una misma sustancia,
determina efectos muy distintos en el cultivo, para confir-
marnos en la necesidad de su estudio.
La arcilla pura y natural forma un suelo sobrado tenaz y
consistente, en extremo perjudicial á toda especie de cultivo;
la misma sustancia calcinada adquiere una soltura en sus
moléculas muy á propósito para determinadas plantas.
Cuando la sílice y la cal predominan en un terreno en forma
arenosa, le comunican un carácter tan seco y ardiente, que
la vegetación es punto menos que imposible; por el con-
trario, en estado pulverulento los mismos materiales dan
origen á un suelo demasiado húmedo y de consiguiente
perjudicial á las plantas. Esto se aplica con solo tener pre-
sente que en el primer caso la caliza solo retiene 29 por
ciento de su peso de agua; mientras que en el segundo con-
serva hasta 85 por 100. Otro tanto puede decirse de la sílice.
Las principales propiedades físicas de las tierras que
conviene dar á conocer son las siguientes: i.a La densidad
ó peso específico. 2.a La tenacidad, cohesión ó adherencia;
3.a La permeabilidad y capilaridad. 4.a La facultad de absor-
ber el agua. 5.a La aptitud á desecarse. 6.a La disminución de
volumen por la desecación. 7.a La facultad de absorber la
humedad atmosférica. 8.a La absorción de los gases. Y 9.a La
absorción y poder retentivo del calor.
El peso específico de una tierra, como de otro cuerpo
cualquiera, resulta de la comparación en volúmenes iguales
con el del agua. Para apreciarlo se toma un frasco de cabida
de dos decilitros, en el que se vierte uno de agua destilada,
llenando lo restante de tierra bien seca, hasta que aquella
enrase con el borde del frasco. Como para llenarle, estando
el frasco medio de agua, se ha necesitado el mismo volúmen
de tierra, comparado el peso de estacón el del decilitro que
es de cien gramos, resultará la densidad de aquella. Si se
han necesitado 200 gramos, el peso de la tierra estará re-
presentado por dos, si 300 por tres, y así sucesivamente.
El Sr. Schiller, de quien á su vez ha tomado Girardin casi
todos los datos referentes al estudio de las propiedades físi-
cas, ha publicado el siguiente cuadro en el que se expresa
la densidad de las diferentes sustancias que componen la
tierra vegetal, refiriéndola á la del agua representada por
1,000 partes ó unidades.
Arena caliza
— silícea
Greda seca. I.
— crasa. . . . - .
Tierra arcillosa
Arcilla pura.
Tierra caliza pulverulenta. . .
— labrantía de Hoffwyll. .
Yeso
Tierra de jardín
Carbonato de magnesia. .
Mantillo
2,822
2,753
2,701
2,652
2,603
2,591
2,468
2,401
2,358
2,332
2,232
1,225
►
GEOPONIA
395
Del anterior cuadro se desprenden los resultados siguien- propiedad de retener el agua, pues la tierra caliza y el man-
tés: i.° Que la arena representa el elemento mas pesado de tillo poseen esta última en mas alto grado que la arcilla, y
las tierras vegetales. 2/ Que en su consecuencia la mayor ó
menor proporción de esta aumenta ó disminuye el peso de
las tierras. 3/ Que la tierra caliza fina, el carbonato de
magnesia y el mantillo, disminuyen por el contrario su den-
sidad haciéndolas ligeras, pulverulentas y secas. Y 4.0 Que
en virtud de lo dicho la densidad de una tierra puede dar á
conocer, hasta cierto punto, su naturaleza y composición.
Esta propiedad se funda en la mayor 6 menor trabazón
que une á los diferentes elementos componentes de las
tierras; propiedad preciosa por la influencia que ejerce so-
bre las plantas, y en la que se funda la distinción que hacen segundos.
son mucho menos adherentes. Y 3.0 Que la humedad hace
subir de punto la cohesión, como se observa, por ejemplo,
en la arena que en estado seco está enteramente privada de
ella, mientras que si se moja 6 humedece presenta alguna ó
bastante trabazón. También en tésis general puede decirse
que la adherencia de las tierras es siempre mayor á los ins-
trumentos ó aperos de madera que á los de hierro: y no
obstante, se observa que en tiempos húmedos se trabaja mas
fácilmente con aquellos que con estos, lo cual consiste en
que los primeros no penetran tanto en la tierra como los
los labradores de las tierras en flojas y fuertes ó pesadas. El
modo de apreciar esta propiedad es muy sencillo, y se redu-
ce á humedecer un puñado de tierra hasta llegar á hacer
masa con el agua; después se le da la forma de una bola,
que desecada al sol ó la lumbre, se sujeta á la presión; ob-
servando en ella que las tierras arenosas ó ligeras se desha-
cen entre los dedos, y á veces por su propio peso; prueba
evidente de la poca trabazón que une á sus moléculas. Las
buenas tierras labrantías resisten mas, pero se trituran al
primer golpe del martillo ó de una mano de almirez. Por
último, las gredas y tierras arcillosas exigen para disgregarlas
repetidos golpes de martillo, probando en ello su mayor te-
nacidad.
También puede hacerse el experimento de otro modo, que
consiste en calentar hasta el rojo cereza la masa que se haya
tomado de las diferentes tierras, sumergiéndolas en seguida
en el agua fria, en cuyo caso las tierras arenosas se deshacen
instantáneamente, las calizas se abren también muy pronto,
despidiendo burbujas de aire, y se cuartean y caen en pe-
queños pedazos, y las arcillas y gredas, no solo conservan
sus formas, sino que se endurecen mas con la cocción.
Al examinar esta propiedad no basta saber la adherencia
que reúne las moléculas entre sí; conviene también anotar
la que estas guardan con los instrumentos agrícolas. Para
ello se toma una plancha de hierro y otra de la madera que
mas comunmente se emplee en el país para la construcción
de dichos instrumentos, y se colocan alternativamente en
uno de los lados de la balanza, en contacto con el suelo
humedecido, anotando el peso que se añade cada vez en el
otro platillo para levantarlo, pues este representará el grado
de adherencia de los instrumentos agrícolas á la tierra.
El siguiente cuadro ilustrará mas esta materia.
ESPECIES DE TIERRAS
I/T
Arcilla pura.
Tierra arcillosa
Greda grasa
Idem seca
Tierra labrantía de Hoffwyll.
Carbonato de magnesia. . . .
Mantillo
Tierra de jardín
Yeso
Tierra caliza fina
Arena silícea
Caliza arenosa
Tenacidad de la
Tenacidad
tierra seca, siendo
en peso
la de la arcilla
—
pura roo
Kilógramos
100,0
I 1,100
83>3
9,250
68,8
7,640
57,3
6,360
33,°
3,660
n,5
1,270
8,7
0,970
7,6
0,840
7,3
0,810
5,5
0,500
0,0
0,000
0,0
0,000
De este cuadro se deduce: i.° Que la tenacidad de una
tierra está en razón directa de la cantidad de arcilla que
contiene. 2.0 Que la adherencia no crece á proporción déla
La permeabilidad consiste en la facilidad con que las
tierras dejan pasar el agua á su través ; propiedad preciosa,
y sin la cual las raíces no podrían recibir del suelo las sus-
tancias liquidas de que se nutren. Toda labor que tienda
á disminuir la cohesión, aumenta la permeabilidad de las
tierras.
Para apreciar esta propiedad se toma un kilogramo de
cada una de las tierras que se quieren examinar, se secan
bien, se ponen en una vasija que contenga un litro de agua,
con la que se forma una pasta ó masa blanda, la cual se
extiende sobre un tamiz, igualando bien su superficie. Des-
pués se vierte con cuidado una determinada cantidad de
agua, anotando el tiempo que invierte en pasar al través de
cada una y el modo como cuela el agua, y estas dos circuns-
tancias determinarán la permeabilidad respectiva. De los
diversos experimentos que se han practicado con este fin,
resulta que la arena es la sustancia permeable por excelen-
cia, pues apenas se detiene el agua entre sus moléculas,
mientras que, por el contrario, la arcilla representa la sustan-
cia mas impermeable, tanto que apenas deja pasar el líquido
gota á gota.
Todo el mundo ha podido observar que cuando se su-
merge un terrón de azúcar ó una mecha por uno de sus
extremos en un líquido, este sube á través de sus moléculas
elevándose sobre su propio nivel. Esta propiedad ha recibido
el nombre de capilar idad por ser mas visible en los tubos de
capacidad próximamente igual á la de un cabello cuando se
sumergen verticalmente en un líquido, y depende de la afini-
dad que el líquido tiene por la materia que penetra y de la
atracción recíproca de las moléculas de aquel. Para recono-
cerla bastará repetir con un puñado de tierra seca el expe-
rimento del terrón de azúcar que se acaba de citar.
La importancia de esta propiedad en el cultivo es muy
grande, pues contribuye á distribuir los líquidos con unifor-
midad en la masa de la tierra, haciendo por otra parte que
vuelvan hácia la superficie las materias solubles y fijas que el
agua arrastra por la filtración.
En general las tierras ligeras y esponjosas participan de
esta propiedad en alto grado. Cuando la permeabilidad de un
terreno ofrece un término medio, la capilaridad está muy
desarrollada, en lo cual estriba principalmente la ventaja del
uso de aquellos mejoramientos que tienden á favorecer la
primera.
En la capilaridad se funda también el riego de filtración,
como se observa con frecuencia en los terrenos areniscos ó
arenosos inmediatos á lagos ó á aguas estancadas y en los
médanos, terrenos que por esta circunstancia pueden llevar
una vegetación frondosa. En Andalucía dan el nombre de
navazos á los huertos situados sobre los arenales inmediatos
á las playas, práctica que se funda en la propiedad que aca-
bamos de examinar.
La absorción y facultad retentiva del agua por la tierra,
consiste en el grado de afinidad que esta tiene por aquella;
GEOLOGIA
en cuyo concepto se distingue de la permeabilidad en que
la una deja pasar el líquido, mientras que la otra contribuye
á que se conserve entre las moléculas de la tierra. Esta pro-
piedad es importantísima para las plantas, pues sin ella el
agua ó no podria penetrar en la tierra ó pasaría, por el con-
trario, como al través de un filtro sin servir al objeto á que
está destinada. Esta propiedad puede referirse á la aptitud
que tienen las tierras á tomar la humedad ambiente 6 á la
de retener el agua que se encuentra en su masa. Para apre-
ciar la primera, cuyo conocimiento es importante, el señor
Schubler se vale de un experimento muy sencillo, reducido
á colocar una campana de cristal sobre un receptáculo que
contiene agua, y dentro tres ó cuatro platillos de zinc 6 de
cualquiera otra materia, sostenidos en forma de ramillete
por un pié común: sobre cada una de ellas extiende tierra
en igual cantidad, apreciando la absorción de cada una por
la diferencia de peso que ofrecen al cabo de un tiempo de-
terminado é igual'para todas. El siguiente cuadro demuestra
los resultados que ha obtenido este autor en sus repetidos
experimentos, cuyas consecuencias son fáciles de apreciar.
FSPECIES
DE TIERRAS
ABSORCION VERIFICADA POR 500 CENTÍGRA-
MOS DE TIERRA, EXTENDIDA SOBRE UNA
SUPERFICIE DE 36 MILIMETROS CUADRA-
DOS, EN
72 horas
Arena silícea. . .
Yeso
Arena caliza. . .
Tierra labrantía
Jura
Id. id. de Hoffwyll.
Greda seca
Id. grasa
Tierra caliza fina.. . .
Id. arcillosa
Id. de jardín. .....
Arcilla pura
Carbonato de magne-
sia
Mantillo I 4°>°
100 partes
retienen de agua
Arena silícea. ... 25
Yeso 27
Arena caliza 29
Greda seca 4°
Idem grasa 50
Tierra de Hoffwyll 52
Idem arcillosa. 60
Arcilla pura 70
Caliza fina 85
Tierra de jar din 89
Mantillo 190
Carbonato de magnesia 456
Las consecuencias que se desprenden del cuadro anterior
son demasiado obvias para que nos detengamos en enume-
rarlas.
Esta propiedad es muy importante en agricultura, pues de
ella depende la índole de las tierras, siendo evidente que
las que dejan escapar con mas prontitud el agua, deben ser
las mas secas y cálidas y vice versa. Para llegar á conocerla
se toma un puñado de igual peso de tierras diferentes, se
dejan evaporar al aire libre durante un mismo tiempo, y la
diferencia de peso marcará en cada una la facilidad ó difi-
cultad con que han perdido el agua. En el siguiente cuadro,
suponiendo que las materias en él indicadas contienen 100
partes de agua, á las cuatro horas y cuatro minutos, y á la
temperatura de 18o 75' han perdido, según los experimen-
tos del señor Schubler, la cantidad expresada al frente de
cada una.
41.0
60.0
Arena silícea. .
Caliza arenosa. .
Yeso
Greda seca. . .
Idem grasa. . .
Tierra arcillosa. .
Idem de Hoffwyll
Arcilla pura.. .
Tierra caliza fina.
Idem de jardín..
Humus. . . .
Carbonato de magnesia.
58.4
75*9
7», 7
52.0
45.7
34.9
32.0
3 1 .9
28.0
24,3
20.5
10.8
Para apreciar la propiedad que tienen las tierras de retener
el agua que se halla en su masa, se toman 20 gramos, por
ejemplo, de cada una, que se desecan primero á la tempera-
tura de 40 6 50 grados: después se coloca en una cápsula y
se vierte agua hasta formar una especie de papilla que se
traslada á un filtro mojado y pesado de antemano, cuidando
al propio tiempo de lavar la cápsula y echar el agua en el
filtro; al cabo de algún tiempo y cuando el líquido ya no fil-
tra se pesa todo, y el resultado manifestará la aptitud de la
tierra á retener el agua. Así es que si, por ejemplo, se toma-
ron 20 gramos de tierra, y el fiUro pesaba además 5, si des-
pués de la operación el total es de 15 gramos, la diferencia
representada por 10 expresa el grado en que la tierra goza
de esta propiedad. Si se la quiere’ apreciar, no de un modo
absoluto, sino refiriéndola á 100 partes de la misma tierra,
bastará hacer la siguiente proporción: 20 : 10 :: 100 : x, en
la que multiplicando el segundo término por el tercero, y
dividiendo el producto por el primero, resultará ser el valor
de .r - 50 que representa el poder absorbente de dicha tierra,
es decir, 50 por 100. El siguiente cuadro ilustrará mas esta
materia.
También se desprenden de este cuadro una porción de
consideraciones que expresan con mas lógica los números,
que una descripción detallada.
Del diferente grado con que las tierras poseen esta pro-
piedad, dependen las diferentes denominaciones que se les
han dado, al llamarlas sanas, cuando trascurridos dos ó tres
dias después de fuertes lluvias, solo contienen próximamente
la mitad del agua que les corresponde por su facultad absor-
bente; estas tierras son buenas y convenientes para muchos
cultivos. Nuestro célebre agricultor Herrera ya decía en su
tiempo: «Item, es buena tierra la que presto embebe el agua
y conserva el humor.j, Por frescas se reputan las que á la
profundidad de 33 centímetros retienen de 15 á 20 por 100
de su peso de agua: son buenas para prados de forraje. Las
que no llegan á esta cantidad se tienen por secas.
La sexta propiedad se aprecia formando con las diferentes
especies de tierra que se quiere examinar, un cubo de di-
mensiones iguales: se dejan secar á la sombra, y cuando ya
no pierden de su peso se mide el volumen, el cual compa-
rado con el primitivo dará la medida de la retracción. El si-
guiente cuadro del Sr. Schubler indica bajo este punto de
GEOPONIA
397
*
vista el carácter de cada una de las sustancias que entran en
la composición de las tierras. Tomando mil partes para el
experimento, resulta que pierden la
Caliza fina 50
Greda ó arcilla seca. . . 60
Idem grasa 89
Tierra labrantía del Jura. . 95
Idem arcillosa 114
Idem de Hoffwyll. ... 120
Idemdejardin 149
Carbonato de magnesia. . 154
Arcilla pura 183
Mantillo 200
seosas que, como el oxigeno, el ázoe, el ácido carbónico y
otros, concurren de un modo muy directo á su existencia
y desarrollo.
Uno de los objetos de mayor importancia que el agricul-
tor consigue por medio de las labores que tienden á remover
las tierras, ó abriendo zanjas ú hoyos mucho tiempo antes
de plantar los árboles, consiste en poner en contacto de la
atmósfera la mayor superficie posible de aquellas, y hacer
que se penetren bien, por absorción, de dichas sustancias
gaseosas. En la misma razón se funda la mayor fertilidad de
la capa superficial de la tierra; por cuyo motivo conviene
renovarla con frecuencia por los diferentes medios que pro-
porciona el arte.
La absorción química de las tierras solo se verifica, en
general, cuando la favorece la humedad, y aumenta con el
El hecho mas importante que se desprende de este cua-
dro es la diferencia tan notable de retracción que se observa
entre la tierra caliza y la arcilla, en cuya propiedad se funda
la tendencia constante á pulverizarse que ofrece la marga,
roca compuesta, como hemos dicho, de estos dos elementos
en proporciones diversas, y también el uso que se hace de
esta sustancia como excelente mejoramiento de muchas tier-
ras vegetales.
También es considerable la pérdida de volumen que ex-
perimenta el mantillo por la desecación, lo cual explica per-
fectamente el hundimiento que se nota en tiempos secos en
el fondo de los valles muy ricos en esta sustancia, que á ve-
ces llega á ser de algunos centímetros.
La absorción de los gases por la tierra se refiere princi-
palmente al oxígeno; puede verificarse física ó químicamen-
te. La absorción química del oxígeno la poseen en grado di-
ferente las diversas sustancias que entran en la composición
de las tierras, pero el mantillo es el que la efectúa con mas
prontitud, sufriendo un cambio en su presencia, que con-
siste en perder parte del hidrógeno que se combina con el
oxígeno para formar agua, desprendiéndose de la materia
orgánica un volumen de ácido carbónico igual al del oxíge-
no absorbido.
Las materias térreas ó minerales solo retienen el oxígeno
á favor de la presencia del hierro, el cual cambia de estado
pasando á un grado superior de oxidación. En este caso se
forma amoniaco, á expensas del agua y del aire que retienen
las tierras, favoreciendo de esta manera la vegetación.
El siguiente cuadro ilustrará mas esta materia.
calor. Si las tierras, por el contrario, están enteramente
secas ó se hallan cubiertas de una capa de hielo, puede de-
cirse que carecen de tan preciosa propiedad.
Entre todos los elementos de la tierra vegetal el mantillo
es el que absorbe mejor el oxígeno de un modo químico;
siguen después la magnesia, las arcillas, la tierra caliza fina,
el yeso y las arenas.
La absorción mecánica se verifica principalmente por el
carbonato de magnesia, siendo un hecho análogo á la acción
que ejercen sobre los gases los cuerpos porosos ó esponjosos,
el carbón, por ejemplo, los cuales devuelven á la atmósfera
los gases absorbidos en el momento en que se eleva algún
tanto la temperatura, ó en que se les comprime, según resulta
de los experimentos de Saussure (Teodoro).
La facultad que poseen las tierras de absorber y retener
el calor es una de las mas importantes y que deben llamar
mas la atención del agricultor, por la influencia que ejerce
en la germinación y en el desarrollo de las plantas.
La temperatura del suelo es muy variable según las horas
del dia, la naturaleza del terreno, su exposición, la acción de
los vientos, etc. De dia se observa que es superior á la del
ambiente, y por el contrario, inferior durante la noche.
Estas diferencias cesan completamente á cierta profundidad.
Prescindiendo de todas estas modificaciones, en general
puede decirse que la temperatura de la tierra depende:
1. ° Del color de su superficie, siendo tanto mas elevada
cuanto mas predominan las tintas oscuras.
2. ' De su composición ó naturaleza química, como pa-
rece demostrar el adjunto cuadro.
M
A
Di
Arena silícea..
Yeso
Arena caliza. . .
Greda seca. . .
Tierra caliza fina.
Greda grasa. . .
ABSORCION
en peso de oxigeno por
100 partes en peso de
tierra, en 30 dias
1.6
2.7
5,6
9,3
10.8
1 1,0
Tierra arcillosa. .
dem labrantía del Jura
Arcilla pura
Tierra labrantía de Hoffwyll
Carbonato de magnesia. .
Tierra de jardín
LIOTEC
15,3
l6,2
17,°
18,0
Arena caliza.
Arena silícea.
Greda seca. .
— T
■H*
•
» »
FACULTAD
de conservar
el calor.
Tierra labrantía del Jura.
Yeso
Greda grasa
Tierra labrantía de Hoffwyll
Tierra arcillosa. . . .
Arcilla pura
Tierra de jardin. . . .
Tierra caliza fina. . . .
Mantillo
Carbonato de magnesia.
100,0
95.6
76,9
74.3
73,2
7Li
70,1
68.4
66.7
64.8
61.8
49.0
38.0
Mantillo. .
20,3
La importancia de esta propiedad se funda o estriba en
ser el medio mas eficaz de que se vale la naturaleza para
hacer llegar hasta las raíces de las plantas las sustancias ga-
I.a facultad de absorber y retener el calor parece estar
también en razón directa de la densidad respectiva de los
elementos que constituyen la tierra vegetal, como se des-
prende del cuadro anterior comparado con lo que acabamos
GEOLOGIA
39*
de exponer, puesto que las arenas, que son las que se ca-
lientan mas, son igualmente las mas pesadas, y, por el con-
trario, la magnesia y el mantillo, que se calientan menos,
son las mas ligeras.
3/ Del grado de humedad de las tierras, pues como el
agua al evaporarse consume mucho calor, cuanta mayor
sea su cantidad en una tierra dada, tanto mas baja será su
temperatura. De lo dicho resulta que las tierras húmedas y
de colores claros, como sucede en las que predominan las
margas y las arcillas margosas, constituyen un suelo frió; y
por el contrario, las arenas por su carácter seco, y las tierras
de colores oscuros, son cálidas ó ardientes.
4/ Del ángulo ó de la inclinación de los rayos solares
sobre las tierras. En general, cuanto mas perpendicular es
esta, tanto mas se calientan las tierras; por cuyo motivo esta
propiedad debe modificarse con la latitud, y hasta cierto
punto también con la disposición orográfica del suelo.
Conocidas las propiedades físicas de las tierras vegetales,
estamos ya en el caso de indicar los medios sencillos y al
alcance de todos para llegar á conocer la composición de
un suelo dado; conocimiento de la mayor importancia, por
cuanto ha de servir al agricultor para saber si sus tierras
poseen los elementos necesarios al desarrollo de las plantas
que desea cultivar ó introducir. Al conjunto de operaciones
que conducen á este fin se llama análisis. Esta consta de dos
partes: la primera tiene por objeto verificar la separación y
determinar los elementos túrreos insolubles, así orgánicos
como inorgánicos, y se llama análisis mecánica; la segunda
es una verdadera análisis química, y en ella nos propone-
mos averiguar la calidad y cantidad de las materias solubles
de las tierras ; de donde el llamársela cualitativa y cuantita-
tiva. ^
Antes, sin embargo, de proceder á estas operaciones, con-
viene en gran manera darse cuenta de las principales pro-
piedades de la tierra por los medios que acabamos de indi-
car, ó por el simple uso de los sentidos. Así es que, por el
tacto se conocerá si la tierra es arenosa, arcillosa ó terrea;
por la vista si es blanca, como sucede en las de yeso y cali
zas; ó roja, como las muy ricas en hierro, ó de colores os-
curos, como las muy cargadas de mantillo, y las tierras
volcánicas en general. Todo esto auxiliará poderosamente
las operaciones ulteriores.
Para que el ejemplar sometido al análisis sea la expresión
fiel de la naturaleza de la tierra que se desea conocer, como
quiera que las variaciones en el suelo son muy frecuentes,
convendrá tomar un puñado en cada extremo de la parcela!
y en el centro en dos ó tres puntos; y en general en aque-
llos sitios donde, sea por la coloración, ó por cualquier otro
signo, se sospeche que la composición de la tierra varia.
Mézclanse todos estos ejemplares que deben extraerse de
media á una cuarta de profundidad, y se saca de la mezcla
bien hecha lo suficiente para el ensayo, apreciando antes,
como queda dicho, las principales propiedades físicas, que
mas conviene conocer. Para completar este conocimiento
puede auxiliarse la inspección empírica con lo que los
mineralogistas llaman análisis mecánica y que oportunamen-
te dimos á conocer en el articulo dedicado á los caracteres
de las rocas (pág. 249). Xo siendo esto bastante, convendrá
proceder al ensayo y análisis química, para lo cual y redu-
ciendo la operación al mayor grado posible de sencillez para
ponerla al alcance del mayor número posible de personas,
puede decirse que los enseres ó utensilios indispensables
para esta operación redúcense á una balanza bastante sensi-
ble, á dos ó tres tamices metálicos, uno de malla algo ma-
yor, y otro del diámetro de un grano de mostaza, dos ó tres
copas graduadas de vidrio ó cristal, una pequeña estufa de
Gay-Lussac, ácido clorhídrico, sulfúrico, prusiato de potasa,
y bicarbonato de sosa, una lámpara de ensayos, un crisol de
platino, y unas cápsulas de porcelana.
Procediendo ya á operar, se toma de la mezcla de todos
los ejemplares de una tierra, medio kilogramo ó 500 gramos,
que se pone sobre el tamiz de malla grande, con el cual,
después de agitar cinco ó seis veces la tierra, se pesa con una
balanza ordinaria lo que quedó encima, y se nota para apre-
ciar la proporción en que la grava, los cantitos, y demás
materias ordinarias, entran en la composición del suelo, lo
cual siempre da una idea del estado de este.
De lo que pasó por el tamiz puede hacerse si se quiere
otra separación, por medio del de mallas mas finas; y sino, se
empieza ya el ensayo, por la determinación del mantillo; para
lo cual se toman to gramos de la tierra ya tamizada, y se
coloca en el crisol de platino, donde se quema hasta que no
despide olor vegetal ni animal, en cuyo caso, se deja enfriar,
se pesa y anota la proporción en el cuaderno de ensayos.
También puede adquirirse este dato por medio del agua;
pues como el mantillo es mas ligero, sobrenada y puede
recogerse fácilmente; se seca todo y se pesa: sin embargo, es
preferible el primer método.
Para determinar la cantidad de agua que contiene la tier-
ra, se colocan otros 10 gramos en una cápsula, en el interior
de la estufa de Gay-Lussac; se pesa á la media hora, y la
diferencia que se anotará, representa el agua que contiene la
tierra.
En el ejemplar cuyo mantillo se ha apreciado ya, quedan
de los elementos mineralógicos de la tierra, la arena, la caliza,
si existe, la arcilla, el yeso., etc., cuya separación se conse-
guirá por medio de eliminaciones, empezando por la arena
que es el elemento mas pesado, á cuyo fin, puede emplearse
la decantación, poniendo la tierra en un frasco de vidrio ó
cristal, y vertiendo en él agua destilada en cantidad suficiente;
se agita bien la mezcla y se decanta con cuidado repitiendo
dos ó tres veces la operación para que solo quede en el fondo
de la vasija primera la arena, por ser la sustancia mas pesa-
da, cuya cantidad se anota. También puede conseguirse este
resultado por medio del tamiz, sobre el cual se coloca la
tierra, haciendo pasar por él un chorro de agua que no sea
muy fuerte, el cual arrastra la parte mas tenue, compuesta
de arcilla, caliza, etc., quedando encima los granos gruesos
de sílice, cuya cantidad se anota. El que pase la parte mas
tenue de este elemento á través del tamiz, no altera mucho el
resultado de lo que se desea saber, por cuanto el cuarzo en su
estado de gran tenuidad goza de propiedades muy análogas á
la arcilla.
Si la tierra contiene caliza, se pone en una cápsula grande
de porcelana, y se ataca con el ácido clorhídrico, calentán-
dolo á la lámpara de espíritu de vino, hasta que levanta
hervor; y añadiendo ácido mientras dura la efervescencia.
Hecho esto se retira la cápsula de la lámpara y se neutraliza
la mezcla por medio del amoniaco líquido, lo cual se cono-
cerá cuando el papel de tornasol enrojecido antes por el
ácido, vuelve á adquirir su propio color. Se lava la tierra con
agua destilada que se vierte con cuidado dos ó tres veces, y
por último se decanta el líquido con cuidado, de manera
que no caiga ninguna partícula de la tierra, la cual se vierte
sobre papel de filtro, dispuesto en forma de caja merced á
un marco cuadrangular de madera colocado encima de una
tabla cubierta de yeso amasado y sólido á fin de que la
absorción del agua sea mas rápida. Sin embargo, para que la
operación sea mas exacta y sobre todo uniforme, conviene
llevar la tierra á la estufa de Gay-Lussac, donde acaba de
secarse en el papel mismo del filtro en que estaba colocada.
Se separa la tierra desprendiéndola con cuidado del papel,
GEOPONIA
399
ó se pesa este con la tierra; se pone en un platillo de la
balanza, y en el otro un papel de filtro de igual calidad y
dimensiones, y el peso que se anotará, indica la cantidad de
caliza que lleva la tierra.
Si la determinación de este elemento mineralógico se ha
hecho antes de decantar la arena, solo queda en la tierra
ensayada, la sílice, la arcilla, y otros elementos tenues; para
cuya separación, se procede del modo siguiente: se pulveriza
la mezcla para que no se formen grumos en el agua, hecho lo
cual, se coloca en el tamiz de mallas finas, y puesto este
sobre una copa ancha y de pico, y esparciendo antes por
igual la tierra sobre la tela metálica, se la somete á un chorro
graduado de agua, que puede ser el de un aguamanil por
ejemplo, agitando de vez en cuando el tamiz, y hasta sirvién-
dose de una brochita fina, comprimiendo la masa contra las
paredes de aquel, continuando así la operación, hasta que el
agua pasa clara y trasparente; en cuyo caso, se vierte lo que
hay encima del tamiz volviéndolo al revés y sometiéndolo
también al chorro de agua, decantando después tanto el
líquido que ha servido para esta definitiva operación, cuanto
aquel en cuyo fondo se ha depositado la arcilla; sin mas
diferencia, que dejar que se apose durante algunas horas lo
de la segunda copa, en razón á la tenuidad de sus partículas.
Hecho esto, la arena y demás partes gruesas se secan en una
cápsula de porcelana, por medio de la lámpara de espíritu
de vino; se pesa luego y se anota: en cuanto á la arcilla y
partes tenues, hecha la decantación con sumo cuidado, se
despega de las paredes de la vasija por medio de una bro-
chita fina lo á ellas adherido, y agitándolo bien, se vierte,
sin que quede nada en la copa, en papel de filtro dispuesto
en forma de caja, que se lleva inmediatamente á la estufa
de Gay-Lussac; de donde se saca cuando está ya seco lo que
queda, se pesa con precauciones iguales á las que antes indi-
camos, y se anota en el cuaderno. Tal es el método, suscep-
tible sin duda alguna de perfeccionamiento, que puede
adoptarse para apreciar la proporción en que en la tierra
vegetal entran el agua, el mantillo, la caliza, la arena y la
arcilla; que son entre los componentes inorgánicos del suelo,
los que mas directa y eficazmente contribuyen á determinar
sus diferentes grados de fertilidad. Si el agricultor no se
contenta con esto, y desea saber á punto fijo las demás sus-
tancias fijas y solubles que contienen sus tierras, debe en mi
concepto dirigirse á un profesor experimentado en química,
para que se las analice minuciosa y detenidamente.
Conviene también conocer esa capa inferior al suelo vege-
tal, llamada por esto mismo subsuelo, y cuya influencia
sobre la vegetación suele ser decisiva; si bien por lo común
solo importa averiguar si es permeable ó impermeable. Para
procurarse ejemplares del subsuelo, aunque la naturaleza de
este no es tan variable como la de la tierra, sin embargo
convendrá recoger en cada hectárea, por ejemplo, tres ó
cuatro muestras tomadas á 50 centímetros de profundidad,
mezclándolas después para obtener el término medio de su
composición; hecho lo cual se observa, por medio del ácido
clorhídrico, si tiene elemento calizo, y como quiera que los
diferentes grados de permeabilidad están íntimamente enla-
zados con la proporción respectiva de arena y arcilla, se
somete una cantidad cualquiera, 10 gramos por ejemplo, al
método de lavado y decantación, secando y pesando la
parte mas tenue que pasa por el tamiz, y la que queda
encima; de cuya proporción deducirá el agricultor, si el
subsuelo es permeable ó impermeable en absoluto, ó la pro-
porción con que el agua pasa á su través ó se detiene en él.
Dado ya á conocer el método que nos parece mas sencillo,
y adaptable á la índole de la obra, para formarse idea de los
elementos constitutivos de la tierra vegetal y del subsuelo,
conviene, antes de presentar la clasificación agronómica
adoptada, que expongamos en breves palabras, el modo de
obrar el suelo en la vegetación.
MODO DE OBRAR DEL SUELO EN LA VEGETACION
La acción de la tierra en el desarrollo de las plantas es á
la vez química y física. Efectivamente, por una parte sumi-
nistra á los vegetales en los diversos períodos de su existen-
cia los elementos minerales ó inorgánicos, así combustibles
como incombustibles, que entran en su composición, favore-
ciendo también la asimilación de ciertos productos gaseosos
que lleva suspensos ó disueltos el agua en virtud de las
trasformaciones que en su seno se verifican, y por otra la
mayor ó menor tenacidad ó porosidad del suelo, su higros-
copicidad, su coloración y demás condiciones físicas ejercen
una influencia muy decidida en relación con las propiedades
físicas de la materia. El primer modo de obrar es pura-
mente químico, asi como el segundo se relaciona íntimamente
con la acción física ó mecánica. En la historia, por cierto
muy reciente, de la ciencia agronómica, se nota que alter-
nativamente se ha exagerado unode estos dos modos de obrar
del suelo en detrimento no solo del otro, sino lo que es aun
mas sensible, en perjuicio de la agricultura práctica. Por
fortuna esto ha venido á ilustrar la cuestión y á ponerla en su
verdadero lugar, auxiliada á veces de la experimentación y de
no pocos desengaños.
Reconocido, pues, hoy por todos los agrónomos este do-
ble modo de obrar físico y químico del suelo, veamos en
qué consiste su acción y cuáles son sus inmediatos resulta-
dos, deduciendo como consecuencia precisa las condiciones
físicas y la composición que deberá reunir una tierra para
que pueda considerarse como tipo.
Es principio inconcuso que las plantas necesitan encon-
trar en el suelo, así como en la atmósfera y en el agua, los
elementos de su composición, privadas como se hallan de
la facultad de trasladarse de un punto á otro, cuando en
aquel en donde viven no existe lo que necesitan para su
crecimiento y desarrollo. También es evidente que no pu-
diendo los vegetales crear materia, sino organizar la que
toman del exterior, con el trascurso del tiempo la fertilidad
de una tierra dada disminuye y hasta puede agotarse por
completo, si no se le devuelve lo que aquellos consumen.
Esto es mucho mas necesario en la época que hemos alcan-
zado, cuyo carácter dominante consiste en el afan de pro-
curarse á poca costa cosechas abundantes y obtener mas
productos que anteriormente en una extensión dada de
terreno. Y con tanta mas razón debe devolverse al suelo lo
que pierde de continuo por el consumo de la vegetación,
cuanto que, como dice con muchísima razón el ilustre Lie-
big, el obtener productos pingües del suelo á beneficio de
un sistema de cultivo que ha de dar por último resultado la
esterilidad mas ó menos completa de la tierra, por mas que
enriquezca á la generación actual, no está muy conforme
con la sana razón, y hasta podría añadirse que es contrario
á los principios de moral, que deben servir de norma á la
humanidad.
La tierra vegetal no es inagotable, por mas que la natura-
leza próvida concurra por muy diversos y curiosos modos á
compensar sus pérdidas, y siquiera sea muy difícil, por no
decir imposible, devolverle todas las condiciones de fertili-
dad que ha llegado á perder por el método de cultivo pues-
to en práctica. No obstante, una economía bien entendida
puede crear, á beneficio de los medios de que dispone hoy
el hombre, muchos mas medios de los que hasta el presente
se han utilizado.
GEOLOGIA
400
Para comprender bien este principio, que puede conside-
rarse como fundamental de la ciencia moderna, conviene
tener presentes las condiciones que son esenciales á la vida
de las plantas.
Estas contienen en su propia organización partes combus-
tibles y partes incombustibles. Las últimas representan los
elementos constitutivos de las cenizas que aquellas dejan
después de su combustión, siendo los mas esenciales á las
plantas cultivadas el ácido fosfórico, la potasa, el ácido silí-
cico, la cal, la magnesia, el hierro y la sal común. Estos
principios incombustibles que se encuentran en las cenizas
de las plantas se consideran hoy como absolutamente indis-
pensables á su nutrición y á la formación y desarrollo de to-
dos sus órganos.
El agua, el amoniaco y el ácido carbónico representan las
partes combustibles de los vegetales, igualmente necesarias
para su existencia y crecimiento.
Todos estos elementos contribuyen á la organización de
las plantas durante la vegetación, siempre y cuando la at-
mósfera y el suelo ofrezcan á la vez en sus cantidades y re-
laciones mutuas las condiciones indicadas. De modo que
esta acción es recíproca, es decir, que los principios nutriti-
vos contenidos en la atmósfera no conservan la vegetación
sin el concurso de los del suelo, y viceversa, la acción de
este es nula si faltan los primeros; unos y otros deben co-
existir y obrar en combinación para que la planta pueda
crecer y desarrollarse convenientemente.
Todos los principios nutritivos de las plantas pertenecen
en último resultado al reino animal; los gaseosos son absor-
bidos por las hojas; los fijos por las raíces: aquellos entran
á veces en la composición del suelo y se conducen respecto
de las últimas fibras de las raíces lo mismo que con las ho-
jas; ó en otros términos, penetran también en el tejido ve-
getal por las raíces. Los elementos gaseosos son por su pro-
pia naturaleza movibles, mientras que los fijos son inmóviles
y no pueden trasladarse del sitio que ocupan, á no intervenir
una fuerza ó agente extraño.
Ahora bien, sentados estos principios pregunta el célebre
Liebig: ¿de qué modo obra el suelo, y qué parte toman en
la vegetación sus diversos principios constitutivos? Veamos
cómo se explica este gran maestro en sus últimas cartas so-
bre la agricultura moderna, para hacer después la convenien-
te aplicación á las diferentes tierras de la provincia.
La nutrición de las plantas se verifica por la asimilación
de la materia alimenticia : decimos que un vegetal crece cuan-
do su masa aumenta, lo cual se verifica cuando se apropia ó
trasforma en propia sustancia las materias que toma del ex-
terior. El ácido carbónico produce azúcar; el ácido silícico
se encuentra en el tallo; la potasa en la savia; el ácido fos-
fórico, la potasa, la cal y la magnesia forman parte de la se-
milla.
El suelo no es pasivo en el acto de proporcionar todas es-
tas sustancias á las plantas, según pretenden algunos que lo
han considerado como una esponja que se empapa y pierde
el agua con la misma facilidad ; antes por el contrario, una
de las propiedades mas notables que le distinguen, al pare-
cer fuera de toda duda, es la de retener los principios nutri-
tivos de las plantas hasta el punto que, según Liebig, mer-
ced á ella las lluvias mas continuadas no pueden privar al
suelo de sus condiciones de fertilidad á no obrar de un mo-
do puramente mecánico. Esta propiedad del suelo es tan
eficaz, que en vez de ceder al agua que filtra entre sus molé-
culas los principios alementicios de las plantas, cuando esta
los lleva aquel los absorbe de un modo muy activo, dejan-
do al agua las demás materias no nutritivas que lleva en di-
solución. Algunos experimentos han confirmado este hecho
curioso que demuestra el modo de obrar de la tierra vegetal.
Si se vierte uní disolución de silicato potásico, dice Lie-
big, en un embudo que se haya llenado de tierra vegetal, el
3gua filtrada apenas contiene algunos vestigios de potasa, y
únicamente en determinadas circunstancias arrastra la sílice.
Si se disuelve el fosfato cálcico ó magnésico recientemente
precipitado en el 3gua saturada de ácido carbónico, y se ha-
ce filtrar la disolución á través de una poca tierra vegetal,
el agua filtrada apenas revela trazas ó vestigios del ácido
fosfórico. Una disolución de fosfato calizo en el ácido sulfú-
rico diluido, ó de fosfato amónico magnésico en el agua car-
gada de ácido carbónico, se conduce del mismo modo.
También subsisten en la tierra los fosfatos calizos, el ácido
fosfórico y el amoniaco de la sal magnésica.
El carbón obra de una manera análoga respecto de mu
chas sales solubles, de cuya materia colorante y hasta de las
sales contenidas en los líquidos se apodera, lo cual ha hecho
nacer la sospecha de atribuir la misma como una propiedad
que parece ser común al carbón y á la tierra vegetal. Sin em-
bargo, aquel obra poruña especie de atracción química, por
una acción de superficie, mientras que en el suelo sus
elementos constitutivos toman parte en la reacción, la cual
es en consecuencia en unos casos diferente que en otros.
Obsérvase también, y esto viene á confirmar que en esta
acción hay de parte de la tierra una especie de elección de
aquellas materias mas útiles á las plantas, que cuando se po-
ne en contacto con aquella una disolución debilitada de
cloruro potásico y otra de sal común ó de cloruro sódico, á
pesar de la grande analogía de estas dos sustancias, la diso-
lución apenas contiene á los pocos momentos casi nada de
potasa, mientras que el sodio solo desaparece por mitad.
La razón de este hecho singular es que la potasa forma una
parte constitutiva de las plantas cultivadas, ai paso que la
sosa solo se encuentra por excepción en sus cenizas. El sul-
fato y nitrato sódico solo ceden al suelo una parte de la so-
sa que contienen, mientras que el sulfato y nitrato potásico
abandonan casi toda la potasa.
Todo esto demuestra ó nos da una idea clara de la pode-
rosa acción del suelo en la absorción de los tres principios
nutritivos de las plantas, los cuales, atendida su gran solu-
bilidad en el agua pura ó cargada de ácido carbónico, no
podrían permanecer fijos en el suelo á no hallarse este dota-
do de la facultad de absorberlos y conservarlos entre sus
moléculas.
Sin embargo, la propiedad que tiene el suelo de absorber
el amoniaco, el ácido fosfórico y el ácido silíceo en disolu-
ción es limitada, y cada especie de tierra la posee en un
grado diferente. Así, por ejemplo, las tierras arenosas en el
mismo volumen absorben menos que las margosas, y estas
menos que las arcillosas. Las diferencias en cuanto á la pro-
piedad indicada son tan pronunciadas como la naturaleza
de los terrenos. La razón de esto, á pesar de no indicarla el
ilustre químico, consiste en los diferentes grados de permea-
bilidad de dichas tierras, pues se comprende que según sea
el tiempo que las indicadas soluciones permanezcan en la
tierra, asi esta se apoderará en mayor ó menor escala de los
principios que ellas contienen.
De lo anteriormente expuesto se deducen dos consecuen-
cias de la mayor importancia, y son: primera, el gran valor
que tienen las propiedades físicas de la tierra vegetal, y la
de absorber los principios nutritivos de las plantas; y segun-
da, que por una apreciación exacta de aquellas y de estas
en particular pueden obtenerse, sin gran dificultad, datos
enteramente nuevos para apreciar la calidad y el valor agrí-
cola de las tierras que cultivamos.
La acción que la tierra rica de materias orgánicas ejerce
GEOPONIA
401
sobre las soluciones de principios nutritivos, no es menos
notable. Así, por ejemplo, un suelo arcilloso ó calizo pobre
en detritus orgánicos absorbe por completo la potasa y el
ácido silíceo contenidos en una disolución de silicato de
potasa, mientras que la tierra, rica en sustancias orgánicas
(mantillo ó estiércol), solo absorbe la potasa y deja el ácido
en la disolución. Este modo de obrar nos recuerda, dice
Liebig, la influencia que el detritus orgánico bien consumi-
do en el suelo ejerce en la vegetación de las plantas domi-
nantes en los prados encharcados y pobres que, como los
juncos, las cañahejas y las colas de caballo, necesitan gran-
des cantidades de ácido silíceo. Sucede en estas tierras que
si se las encala aquellas plantas desaparecen para ser reem-
plazadas por heno de excelente calidad. Héaqui demostrada,
110 solo la influencia de la mencionada propiedad de las
tierras, sino que, lo que es aun mas importante á nuestro
objeto, la gran ventaja de emplear ciertas sustancias por vía
de mejoramiento.
Indagaciones análogas demuestran también que las tierras
de jardín <5 de bosque, ricas en mantillo y que no se apode-
ran del ácido silícico en una disolución de silicato potásico,
adquieren la propiedad de absorberle, si antes de introducir
el silicato se tiene cuidado de añadir á la tierra una poca cal
apagada; en este caso la potasa y la sílice permanecen en el
suelo y ambas sirven en consecuencia al desarrollo de deter-
minadas plantas.
Liebig confirma esta acción tan importante con el resulta-
do de repetidas análisis de las aguas corrientes, de las de
manantiales y de aquellas que después de atravesar la tierra
vegetal circulan por los conductos ó tubos cerrados, coloca-
dos con el objeto de sanear los terrenos encharcados. Con
efecto, en todos estos casos han demostrado los ilustres
Graham, Miller, Hoffman, Way, y otros, que el agua arras-
tra muchas sustancias minerales, menos la potasa, el ácido
fosfórico, el amoniaco y la sílice, de las cuales apenas pue
den descubrir vestigios ó cantidades muy insignificantes las
operaciones mas delicadas.
Si pues el suelo goza de la propiedad de absorber y rete-
ner entre sus elementos constitutivos las sustancias alimenti-
cias de las plantas tomándolas del agua y de las combinacio-
nes químicas perfectas en estado de disolución, no parece
probable que el agua pueda á su paso por la tierra robarle á
su vez dichas sustancias. Y esta suposición, inspirada por la
influencia tan poderosa como especial del suelo, confirmada
por las análisis que acabamos de citar, inclina á Liebig á
establecer el principio importante de que no es en forma de
disolución como el suelo ofrece á las plantas aquellas sus-
tancias mas indispensables á su crecimiento y desarrollo, sino
que al parecer las retiene el suelo mismo de un modo aná-
logo á la materia colorante en el carbón y al yodo en el al-
midón yodado, es decir, que permanecen en un estado
propio para ser absorbidas por las raíces, pero insolubles en
el agua de lluvia, la cual no puede arrastrarlas sino en el ca-
so de hallarse el suelo completamente saturado.
De todo lo dicho deduce el químico citado una conse-
cuencia muy importante, á saber: «que las plantas deben
» desempeñar un papel muy principal en la absorción de
»sus principios nutritivos, pues como séres organizados su
T> existencia no depende en absoluto de las causas exterio-
» res.» Y aunque esto no nos debe sorprender á los partidarios
de las fuerzas vitales, sin embargo, una confesión tan explí-
cita en boca de un químico de la reputación de Liebig, no
deja de ser un verdadero acontecimiento.
Si las plantas tomaran su alimento por las raíces del seno
de una disolución, solo podrían absorber las sustancias que
en ella se encuentran en razón directa de la cantidad de
agua evaporada por las hojas y del tiempo en que esta opera-
ción se verifica; pues sin negar que el agua que atraviesa la
tierra en general y la evaporación que se realiza por las ho-
jas sean auxiliares indispensables de la asimilación, hay que
admitir una especie de fuerza especial que aparta á las raíces
de todo lo que les puede perjudicar, al paso que les elige
aquellas sustancias que pueden serles útiles. Lo que el suelo
les presenta no puede penetrar en el organismo sin la coope-
ración de una causa que reside y obra en las raíces.
Difícil es por cierto, según esta teoría, que aparece san-
cionada por los hechos y por los experimentos mas conclu-
yentes, formarse una idea acerca del mecanismo en virtud
del cual las plantas disuelven las sustancias minerales; pero
el resultado es que esto se verifica, y que lo único que se
sabe es que el agua solo es indispensable para acarrearlas
hasta el seno de la tierra. Esto no debe ser obstáculo para
tratar de buscar hechos y datos que tiendan á determinar la
acción del agua en todas estas recónditas operaciones, por
mas que haya de prometerse encontrar muchos hechos con-
tradictorios en apariencia. Y tanto es esto así, que Liebig
mismo cree que otras leyes distintas deben regir la absor-
ción en las plantas acuáticas, supuesto que en muchas de
ellas el suelo no ejerce acción alguna sóbrelas raíces, y que
al parecer no solo toman los alimentos disueltos en el mis-
mo medio en que viven, sino que hasta pueden escoger
aquellos que mas les convienen. Esto, sin embargo, podrá
dificultar la cuestión en lo relativo á estas plantas, pero de
modo alguno invalida lo anteriormente expuesto, fundado
en hechos ciertos y confirmado por análisis y experimentos.
La tierra, pues, proporciona á las plantas los principios
fijos ó no combustibles, y además, en virtud de la propie-
dad que acabamos de expresar, léjos de abandonarlos al
agua que penetra por filtración, los retiene gozando de una
especie de elección en cuanto á la calidad de los que les son
mas útiles y también respecto á la cantidad, pues cuando
esta es excesiva, en vez de morir de plétora las plantas de
una generación, los dejan para el desarrollo de las que han
de sobrevenir.
El agua indudablemente ejerce una influencia muy direc-
ta en la vegetación, si bien con respecto á la absorción de
los principios nutritivos puede considerarse simplemente
como el vehículo ó medio necesario para el paso de aque-
llos hasta el interior de las plantas.
En cuanto á los principios combustibles, proceden, al
parecer, del aire y no de la tierra, la cual se enriquece de
estas sustancias, así como se empobrece de las fijas con el
sucesivo cultivo. En este concepto y en el de que en tanto
los abonos son útiles en cuanto el suelo contiene los princi-
pios fijos indispensables al desarrollo de las plantas, dice
Liebig que aquellos representan en el suelo el capital, mien-
tras que los elementos atmosféricos son el interés del mis-
mo, contribuyendo el uno á obtener recíprocamente el otro.
La presencia de estos principios fijos en las plantas no solo
es indispensable á su existencia, sino que en ese admirable
círculo de armonías que se observan en todos los eslabones
de la vida, lo es también para la posibilidad de la existencia
de los animales, hasta tal punto que si fuera posible que
una planta se desarrollara, floreciera y fructificara sin la
intervención de los principios fijos del suelo, tampoco ser-
viría para alimentar al hombre y á los animales.
Ahora bien, supuesto el consumo continuo que las plan-
tas hacen en su crecimiento y desarrollo de los principios
fijos que les suministra el suelo, ocurre la duda de si podrá
llegar un dia en que por la desaparición de estos, ó por lo
menos de los que necesitan las plantas que hay que cultivar,
pierdan por completo su fertilidad les campos. Acerca de
5*
Tomo IX
402
GEOLOGIA
tan vital cuestión no están acordes los hombres mas eminen-
tes; pues mientras Liebig da la voz de alarma proclamando
en todos los tonos imaginables que las tierras se esterilizan
y que hay que devolverles lo que perdieron, calculando
aproximadamente el número de cosechas que hay que pro-
meterse de las circunstancias actuales, y haciendo ver con
colores á mi modo de ver sobrado oscuros los tristes resulta-
dos de tan punible abandono, por otro Walz y los de su
escuela pretenden que nada pierde el suelo que no lo resti-
tuya la atmósfera y las rocas subyacentes, y de consiguiente
que todos esos temores son exagerados.
Después de oir á los jefes de ambas escuelas, bien puede
asegurarse que en uno y otro parecer hay exageración ; el
uno creyendo que la tierra es inagotable respecto de los
principios nutritivos de las plantas, y que no hay que llevar-
le sino cuerpos ó elementos combustibles, y el otro haciendo
ver demasiado cercano el dia en que agotada la fertilidad de
la tierra y no teniendo de qué mantenerse en ella el hom-
bre, tenga este precisión de abandonarla é ir en busca de
una patria menos ingrata, dado el caso poco probable de
ser esto hacedero.
Efectivamente, los temores de Liebig, si no se califican de
pueriles en razón d su gran saber y á la magnitud de la cues-
tión, bien pueden considerarse como exagerados, pues si la
tierra procede de la descomposición de las rocas que en los
diversos países ocupan la superficie, y si esta operación ó
procedimiento es incesante y continuo, es fácil deducir que
en esta maravillosa operación terrestre encontrará el suelo
sin cesar una íuente inagotable de sílice, de potasa, de cal,
de magnesia, de hierro y de los principios fijos de las plan-
tas. Esto no autoriza, sin embargo, á prescindir del uso de
los abonos asi minerales como orgánicos, particularmente
de aquellos que contribuyen á aumentar la cantidad de di-
chas materias fijas, pues puede suceder muy bien que el
consumo que de algunas de ellas hacen las plantas sea su-
perior á lo que la descomposición de las rocas les suministra.
Pero si exagerados son, como acabamos de ver, los temo-
res del ilustrado Liebig, la ilimitada confianza que los de la
escuela contraria afectan tener ó tienen en realidad en los
inagotables recursos de la tierra y en las operaciones ince-
santes de la naturaleza, conduce á otro extremo altamen-
te perjudicial de abandono que no puede menos de produ-
cir fatales consecuencias. Afortunadamente la agricultura
práctica, que es la verdadera maestra en estas cuestiones,
mayormente si está auxiliada cual conviene por los datos que
le suministra la ciencia, se encarga de desmentir ambos ex-
tremos, enseñándonos que debemos secundar su acción por
medio del trabajo llevando á la tierra aquello que las plantas
consumieron, no entregándonos ni á una ciega y absoluta
confianza en la Providencia, pues esta decretó que el hom
bre, desde su primera prevaricación, gane el pan con el sudor
de su frente, ni tampoco á la desesperación que pudiera ins-
pirar la próxima esterilidad de las tierras.
Por otra parte, siguiendo las doctrinas de Geología agrí-
cola, profesadas por Boubée, hay que confesar que si bien
es cierto que las plantas necesitan para vivir, crecer y llegar
al término de su existencia de determinadas condiciones fí-
sicas, según veremos mas adelante, y de una composición
dada en la tierra, no es menos evidente también que sin que
dichas sustancias se encuentren en el suelo en ese estado
en que las considera el químico, cuando analiza las cenizas
en el laboratorio, las plantas dotadas de una fuerza especial
que el mismo Liebig les concede y á beneficio de operacio-
nes recónditas y desconocidas, extraen dichos principios del
seno de la tierra, aun de aquellas en que la ciencia no ha
podido hasta el presente descubrirlos y demostrar su exis-
tencia. Sirva esto de paso para tranquilizar á los que, como
Liebig, creen que no está lejano el dia en que la fertilidad
de la tierra se agote por completo, y para persuadir á los
que adoptan ciegamente las doctrinas exclusivamente quí-
| micas, que no es lo mismo hacer un experimento ó análisis
en el laboratorio, que conocer á fondo el verdadero modo
de obrar de las plantas en la vegetación.
CLASIFICACION DE LAS TIERRAS
En medio de la multitud de clasificaciones de las tierras
ó suelos que se han propuesto en diversas épocas, la mas
sencilla y útil en la práctica es la que se funda en la natura-
leza de los elementos esenciales á su composición. Estos di-
jimos ser la arcilla, la arena, la caliza, la magnesia y el man-
tillo; de consiguiente, habrá tierras arcillosas, arenosas, etc.,
según el elemento que predomina, formando otras tantas
clases. En cada una de estas se establecerán tantas divisio-
nes cuantas sean las mezclas que ofrecen mas comunmen-
te. Sobre estas bases establece Girardin la siguiente clasifi-
cación :
Suelo de arcilla pura.
r.° SUELOS ó tierras' íd arcilloso-ferruginoso.
ARCILLOSAS. -. i M C‘lllZ°-
[ (Tierras fuertes.
Id. arcilloso-arenoso. J Id. francas y de
\ Lehm suelto.
2.’ IDEM ARENOSAS.
IDEM CALIZAS.
Suelo de arena pura.
1 Id. arenoso arcilloso.
' Id. cuarzoso arenoso granítico.
1 Id. volcánico.
I Id. arenoso arcillo-ferruginoso.
Tierra de brezo.
í Suelo calizo.
1 Id. cretoso.
¿ Id. tobáceo,
f Id. margoso.
4.° IDEM MAGNÉSICAS.
' 5.° ídem humIferas humiferopropiamentedicho.
1 Id- turbos° y de brezo.
ORGANICAS |Icj'
pantanoso ó de almarjales.
Las tres primeras clases se refieren á las admitidas por
Rojas Clemente en el famoso ensayo sobre las variedades de
la vid común ; los suelos arcillosos corresponden á lo que
dicho autor llama con los labradores de Sanlúcar de Barra-
meda bugeo\ los arenosos á las arenas y barros , y los calizos
á la alba riza ó albero , que en el reino de Valencia se cono-
cen con el nombre de albaris.
Aunque pueda considerarse como una quimera el creer en
la existencia de tierras que por su composición y propieda-
des físicas deban considerarse como tipo de un suelo univer-
sal apto para toda clase de cultivo en diversas latitudes y
condiciones, debemos, sin embargo, indicar la naturaleza y
circunstancias que en general se consideran como esenciales
para que una tierra pueda llamarse excelente. En cuanto
a su composición, hé aquí lo que á principios del siglo
decían los célebres redactores del Semanario de Agricultura
y Artes.
Sílice
Alumina. . . .
Cal
Humus
Terreno excelente Terreno bueno Terreno malo
2
6
1
1
10
3
4
2 V.
> 7.
IO
4
1
3
»
10
GEOPONIA
403
El Sr. Desvaux, en su excelente Tratado de la Marga ,
dice que la composición de una tierra modelo debe ser la
siguiente: arcilla de 28 á 34 por roo, sílice de 30 á 32 por ico,
caliza de 28 á 32 y mantillo de 7 á 1 1.
En cuanto á las propiedades físicas deben poseer las
siguientes: i.a Bastante soltura para que las raíces penetren
con facilidad, sin ofrecer mucha resistencia á la plúmula ó
pequeño tallo en su tendencia á salir al exterior, y la con-
sistencia suficiente para que la planta pueda resistir á la
acción de los vientos. 2.a La conveniente permeabilidad y
determinada aptitud á retener el agua. Esto lo expresó ya de
una manera elegante nuestro famoso Herrera, cuando dijo:
«Una de las mejores señales para conocer bien la bondad de
la tierra, es que conserve por mucho tiempo el humor que
recibe:» y mas adelante añade: «Item, es buena señal de
tierra la que si se riega ó llueve se pára hueca ó fofa y se
torna prieta; que la que se pára con el agua dura, empeder-
nida y blanquecina, no es buena. » 3.a Ser ligeras y dotadas
de la propiedad de absorber y exhalar los gases. 4.a Ofrecer
una profundidad ó espesor conveniente. 5.a No descansar
sobre rocas impermeables. Y 6.a en cuanto á su posición
puede decirse que en general las mejores tierras son las que
ocupan los valles y llanos, como con mucha oportunidad
dice igualmente Herrera en la edición de 1546, pues se
expresa en estos términos: «Los valles son mas gruesos que
los llanos, los llanos mas que las laderas, porque de las
laderas y alturas continuamente se deriva la sustancia á
lo bajo, y por eso son mejores las heredades al pié de
la cuesta que no en laderas y altos, porque son de mas sus-
tancia. »
Los suelos de esta primera clase, como su mismo nombre
lo indica, son aquellos en que predomínala arcilla ó la greda,
de consiguiente, sus propiedades serán análogas á las indi-
cadas en la descripción de dichas rocas.
Estas tierras llevan, por lo común, los adjetivos de fuertes ,
frías y pesadas: según el Sr. Boutelou, uno de los adiciona-
dores de las obras de Herrera, llámanse fuertes ó recias,
porque en secándose se endurecen de tal modo, que apenas
se pueden labrar: dícense pesadas, porque en estando muy
húmedas, son tan tenaces, que forman una especie de masa,
y se pegan al arado, necesitándose emplear para labrarlas
instrumentos muy fuertes y buenas yuntas; y finalmente,
frías porque pierden lentamente la humedad que con-
tienen, y porque su dureza y calidad compacta impide que
las penetre el sol, por cuya razón también sus frutos son mas
tardíos.
Estas breves lineas resumen los caractéres mas importan-
tes de esta clase de tierras, á los que debemos añadir los que
indica Clemente como propios del Bugeo, que corresponde
á esta clase. Estos consisten en que con los calores del
verano se producen en él unas enormes hendiduras, por
cuya razón es impropio para la cria de viñas. El Bugeo
ofrece además un color pardo negruzco, y en general, todas
estas tierras presentan tintas amarillentas, pardas ó rojizas.
Los ácidos solo atacan á estas tierras en el caso de con- j
tener alguna porción de caliza, como sucede en algunas de
sus variedades. El fuego las endurece y hace friables, porosas
y en consecuencia mas sueltas.
A esta clase pertenecen indudablemente, las que según
Herrera con el parecer de Plinio, Columela y otros escri- I
tores de la antigüedad, son buenas y propias para pan
llevar, pues dice que es menester que sean blandas y pega-
josas; y que se reconocen mojándolas con saliva ó agua, y
observando si se pegan y hacen masa trayéndolas entre los
dedos. Pero añade el mismo autor: «esto se entiende en
tierras que no sean barrizales ni arcillosas, porque aunque
aquellas sean tierras gruesas y pegajosas, por su extrema
dureza y sequedad, para llevar pan son inhábiles.» Esto
quiere decir que estas tierras son buenas cuando no pecan
por sobrado arcillosas.
Las tierras de esta clase admiten con facilidad los abonos,
y solo los ceden á las plantas cuando se hallan en gran
abundancia; gozan además de la propiedad de retenerlos
por mas tiempo, de donde resulta, que si bien se tarda en
experimentar los efectos ó resultados de su acción, esta es
mas duradera. Para hacer que esta sea eficaz, y con el fin
también de evitar el que las aguas los arrastren, conviene
no abandonar á la superficie los abonos, sino enterrarlos en
el suelo, por medio de labores profundas.
Estas y otras circunstancias que omitimos por la brevedad,
hacen que las tierras arcillosas se presten poco al cultivo de
legumbres y de plantas bulbosas y tuberculosas: tampoco
los cereales se dan bien en ellas, sobre todo, si la arcilla
está en exceso; por el contrario, son muy á propósito para
habas, berzas, trébol y trigos de otoño. Los árboles de estas
tierras crian madera poco sana y de escasa resistencia.
En España, según Rojas Clemente, la higueruela, la cepi-
lla, la sulla y la viznaga, apetecen tierras fuertes; mientras
la berenganilla, el cardo de la uva ó abejero y la lactuca
siliqua , crecen indistintamente en el bugeo y en la albariza.
La vid, á beneficio del agua de riego, puede criarse en aquel;
pero Clemente proscribe esta práctica, pues dichos terrenos
son mas á propósito para los cereales ( 1 ).
Veamos cuáles son las principales variedades de tierras
arcillosas.
Cuando la arcilla aparece mezclada con algún óxido de
hierro toma diferentes tintas rojas, negras ó amarillentas.
Las primeras constituyen en general buenas tierras, por
cuanto el hierro no solo las hace algo esponjosas, sino que
sirve en ellas como estimulante de la vida délas plantas: las
segundas ó negras son poco á propósito para el cultivo: por
último las terceras ó amarillas son casi improductivas á no
aplicarles mucho abono.
Cuando estas tierras llevan una parte notable de carbo-
nato de cal, que se conoce por la efervescencia que hacen
tratadas por los ácidos, y además afectan la forma de arenas
ó grava, se asemejan mucho á las arcilloso arenosas; si por
el contrario, el elemento calizo se presenta pulverulento ó
de tamaño muy fino, resultan las arcilloso-margosas, en las
que por razón de la gran permeabilidad que las distingue,
y de la facultad retentriz del agua que poseen en alto grado,
en tiempos lluviosos se pierden las cosechas. El alforfón ó
trigo negro, las patatas, los nabos, la algarroba y el trigo,
son las plantas que mejor se dan en esta tierra.
Cuando la arcilla va mezclada de arena en cierta propor-
ción, constituye las tierras arcilloso-arenosas, conocidas en
agricultura bajo la denominación de tierras fuertes y francas.
Las primeras contienen mayor cantidad de arcilla; tienen
mucha analogía con las arcilloso-calizas, y como ellas son
costosas de labrar y poco productivas.
En las tierras francas entra además la caliza en cantidad
desde 10 hasta 30 por 100; de manera que reuniendo los
tres elementos esenciales á la composición de las tierras en
proporción conveniente, puede decirse que son buenas, y
que raras veces habrá que echar mano en ellas de los mejo-
ramientos.
Las tierras arenosas ó silíceas son aquellas en que la
(1) Según los redactores del «Semanario de Agricultura y Artes,»
cuando estas tierras se hacen pantanosas, deben destinarse á montes
tallares de fresnos, alisos y de toda clase de sauces, “que á los 20 años
rinden ya buen producto en la Península.
404
GEOLOGIA
arena predomina, comunicándoles en consecuencia caracté-
res opuestos á los de las anteriores, por cuya razón se co-
nocen en la práctica con los nombres de tierras ligeras y
cálidas.
El color blanquecino, amarillento ó pardusco; el tacto
áspero ó arenoso; la ninguna trabazón entre sus moléculas;
su gran- porosidad y permeabilidad, y la prontitud con que
se calientan en verano, son las principales propiedades y
condiciones lísicas que las distinguen, y que imprimen en
ellas un sello particular.
A los pocos minutos de desleír un puñado de esta tierra
en el agua deja un poso considerable de arenas, que pueden
separarse con facilidad por medio del lavado y por decan-
taciones repetidas.
Cuando son esencialmente arenosas, es muy difícil res-
guardarlas de la acción de los vientos, por cuya razón suelen
cambiar todos los años de aspecto, como hace notar con
oportunidad Clemente.
Respecto de las plantas espontáneas mas comunes en
estas tierras, Herrera decia ya en su tiempo que los encina,
les suelen por la mayor parte en tierras arenosas nacer y á
continuación anade: onde nacen el romero y berezo, suelen
ser tierras las mas veces livianas y aun del todo para pan
esto tles. La experiencia, sin embargo, no da siempre la
razón á este principio, pues por lo que toca al romero se
encuentra en la costa de Cataluña, Valencia, Murcia y en
otras partes, en tierras muy buenas para cereales.
Rojas Clemente dice que en Andalucía no se cria mal la
\¡d en los barros y arenas, aunque siempre sus productos
son menores y de gusto menos sabroso que en las albarizas.
Entre las plantas cultivadas en grande en las tierras are-
nosas, la patata ocupa el primer lugar; siguen los forrajes
de mielga y trébol y particularmente de la primera; pues en
razón á la longitud de sus raíces, teme poco la natural
sequedad de estas tierras.
Entre los árboles para sotos, el álamo blanco, el ojaranzo,
el castaño y la encina, si las arenas son finas y de mucho
fondo. El cultivo, empero, de estas especies solo debe in-
tentarse después de preparar el terreno por algunos años,
por medio de plantaciones de juncos ó de otras especies
sobrias que contribuyen á mantener la humedad, y á sumi-
nistrar con sus despojos un mantillo excelente.
Los bosques ú oquedales en estas tierras deben ser del
pino marítimo, del de Escocia, del álamo blanco, del castaño
> del cerezo, plantas que se crian bien en ellas.
Pasemos ahora al exámen de las diferentes variedades de
esta segunda clase.
Estas tierras solo difieren de las francas ó arcilloso-areno-
sas por el mayor predominio que en ellas adquiere la arena,
por cuya razón se distinguen por el tacto áspero caracterís-
tico de este estado de la sílice. Las arenisco arcillosas que
pasan a las francas por tránsitos insensibles, son sin disputa
alguna las tierras mas fértiles y las mas fáciles de trabajar
por la soltura de sus materiales y por reunir en el grado
mas conveniente la permeabilidad y la propiedad absor-
bente y retentnz del agua y de los gases. A esta variedad de
tierras areniscas pertenece el Lehm del Diluvium y las lla-
madas de aluvión, en especial las sujetas á inundaciones,
pues por este medio se cubren de una capa de arcilla
mezclada con arena y muchos restos orgánicos que les
comunican las excelentes cualidades que las distinguen, Las
famosas tierras del Egipto, resultado de las inundaciones
periódicas del Nilo; las de la huerta de Valencia, Gandía,
i lurcia, y gran parte de las vegas de Granada, Sevilla y
otros puntos de. Andalucía, corresponden á esta especie de
tierras.
Las gramíneas, el trébol y gran variedad de yerbas crecen
espontáneamente en ellas; y entre las plantas cultivadas, el
trigo, y en general todos los cereales son los mas apropiados,
y los que rinden mejores productos sin necesidad de mejo-
ramientos de ninguna clase; en cuanto á los abonos puede
asegurarse que todos les convienen, en particular los or-
gánicos.
La segunda variedad de tierras areniscas es la llamada
cuarzosa, por cuanto predomina el cuarzo, aunque también
entran en ellas la caliza, la arcilla y otras sustancias. Estas
tierras, según el tamaño de los fragmentos reciben ios epíte-
tos de pedregosas, guijosas y de grava; siempre ofrecen gran
analogía en sus caractéres, y se distinguen además en ser
poco aptas para el cultivo, y trabarse con dificultad. Por
otra parte son muy cálidas en verano, por cuya razón solo
conviene plantar en ellas la vid y los árboles y arbustos de
raíces largas.
A veces el suelo consta exclusivamente de arenas cuarzo-
sas, constituyendo una tierra suelta y sin trabazón alguna,
como en los médanos y en el desierto. Aunque en general
son poco á propósito para el cultivo, se puede, no obstante,
sacar algún partido de dichas tierras, á beneficio de la hu-
medad combinada con los mejoramientos y abonos. De ello
nos dan buen ejemplo los oasis en los desiertos, y el resul-
tado de las plantaciones de pino silvestre y marítimo que se
han ensayado en varios puntos para impedir la marcha
invasora de los médanos hacia el interior de los continentes.
El cedro también se cria en esta clase de tierras.
La tercera variedad es la formada por las tierras graníticas
compuestas de arena arcillosa, resultado de la destrucción y
descomposición de las rocas cristalinas. A esta especie de
terreno, cuya fertilidad siempre suele ser escasa, pero que
varia según la proporción del feldespato, ó por mejor decir,
de sosa ó potasa que encierra, pertenece la región que el se-
ñor Cutanda llama en la provincia de Madrid del olivo, en
la que se cultiva el olivo, la vid, y la variedad de árboles
que tanto hermosean con su vegetación los celebrados jardi-
nes y bosques de Aranjuez. Las tierras de los alrededores de
la córte están representadas por las de este grupo, pertene-
cientes á la época del diluvio, caracterizadas por esas arenas
sueltas, ásperas al tacto, tan permeables, secas y ardientes,
que en muchos puntos en junio ya se presentan todas las
plantas anuales enteramente agostadas.
En esta tierra se crian bien el centeno, los guisantes, las
patatas, los árboles siempre verdes, y en especial el castaño;
la vid suele rendir mucho y excelente vino, como se nota en
los celebrados de Borgoña en Francia.
La cuarta variedad es la de las tierras volcánicas, que
seguramente son las mas fértiles en virtud de su composición,
en la que predomina la sosa y la potasa resultado de la des-
trucción de las rocas feldespáticas, tan abundantes y carac-
terísticas en dichos terrenos. También las distingue el color
negro ó las tintas oscuras, y la especie de esponjosidad y
soltura de que gozan, á beneficio de las cuales se calientan
mucho y absorben y retienen con avidez el agua y los gases
indispensables á la nutrición de las plantas. La abundancia
en ellas de ácido carbónico, principalmente en las inmediatas
á volcanes en actividad, no deja de contribuir poderosa-
mente á la proverbial riqueza de estas tierras, que si se las
puede regar en verano, excede á toda ponderación, como
he visto en los alrededores de Nápoles, en las faldas del
Etna, y en otros puntos de Sicilia, y también de Auvernia.
Ln general estas tierras no suelen contener, ni necesitan
tampoco muchos abonos orgánicos, así como, en general,
para conservar su riqueza no hay necesidad de echar mano
de los mejoramientos; antes por el contrario, esparcida su
GEOPONIA
materia sobre otras tierras, las fertiliza de un modo admira-
ble. En nuestra Península, en donde abundan los productos
volcánicos, es un deber indicar la utilidad de su uso para
mejorar las condiciones agrícolas de mucha parte de su
territorio, siempre á condición de que el trasporte sea eco-
nómico, pues de lo contrario no trae cuenta usarlos.
Muchas son las plantas que espontáneamente viven en
estas tierras; entre las cultivadas figura la vid en primer
lugar, pues parece ser la planta predilecta, no solo por la
abundancia, sino también por lo exquisito de sus productos;
así es que el celebrado vino Lacrima Christi, en el Vesubio,
la malvasía de Stromboli y del Etna, el Tokay de Hungría,
el del Rhin, y otros que gozan de gran reputación, proceden
de tierras volcánicas. Los cereales, el castaño, el pino, y
cuando lo permite la latitud y el clima, el naranjo, el olivo,
el algarrobo, y hasta el algodón, como hemos podido observar
en las faldas del Etna y en las del Vesubio, en los alrededo-
res de la famosa Pompeya, rinden también excelentes y
abundantes productos.
Las tierras de la quinta variedad, en general, son áridas
y poco aptas para el cultivo, por la abundancia del peróxido
de hierro que les comunica los colores oscuros, y en especial
el rojo subido, y por la tendencia que ofrecen á aglomerarse,
formando especies de pudingas compactas. El mejor partido
400
que se puede sacar de ellas, contando con las condiciones
climatológicas y de latitud, es destinarlas á plantaciones de
castaños y álamos blancos.
La sexta variedad consta de tierras que generalmente se
las conoce con el nombre de brezales ó tierra de brezo, por
la abundancia de los restos de esta planta que en ellas se
| encuentran. Se componen, en general, de una mezcla de
arenas mas ó menos sueltas, por lo común silíceas, y de
mantillo, en proporciones muy notables, resultado de los
despojos de brezos, genistas, heléchos, rododendros, y otras
plantas, cuya presencia puede servir para reconocerlas. La
abundancia en hierro y tanino que se nota en estas plantas
comunica el mismo carácter á las tierras. A la abundancia
del mantillo deben los colores oscuros que ofrecen, siendo
además de tacto áspero, muy permeables y cálidas; razón
por la cual, si bien son pobres y escasas en vegetación, como
se observa en las landas, se destinan con gran éxito en cali-
dad de abono y de mejoramiento á los jardines y á plantas
de estufa. Esta tierra abunda en los grandes bosques, en
donde, por razón de la sombra que dan los árboles, conserva
mas la humedad, es menos cálida, y reúne mejores condi-
ciones para la vegetación.
Como complemento al estudio de las tierras arenosas,
véase el siguiente cuadro, copiado de Girardin.
CUADRO DE LA COMPOSICION DE ALGUNAS TIERRAS ARENOSAS
A— TIERRAS ARENOSO -ARCILLOSAS
Tierra
labrantía de los bordes
del Ni lo
Sílice .... 47>39
Alumina. . . 32,10
Peróxido de
hierro.. . 11,20
Carbonato y
crenato de
cal 2,02
Manganeso.. »
Materia ve-
getal. ... 6)9°
99, 61
Aluviones del Loire
Arena silícea.. 32
Arena caliza. . 1 1
Arcilla 31
Caliza 19
Restos vegeta-
les 7
Tierra de Lieuvain
(alta Normandia) pri-
mera calidad
100
Arena silícea
muy fina, . 50,0
Alumina. . . 16,0
Caliza 12,5
Agua 12,0
Mantillo. . . 2,5
Sales y fibras
vegetales.. 7,0
100,0
DE _ _
Como apéndice á las numerosas variedades de tierras
silíceas, conviene describir la indicada por el Sr. Clemente
en sus adiciones al Herrera y en su Ensayo sobre la vid,
reputada por dicho autor, como la mas á proposito para el
cultivo de esta planta. La tierra á que se refiere Clemente,
es la que procede de la descomposición de las pizarras arci
llosas que, según él dice, por su estructura en hojas, es la
mejor para empapar y retener la humedad de la tierra y la
del ambiente, y la que acude con mas oportunidad á satis-
facer con ella las exigencias de la vid. La arcilla y el hierro,
continúa este naturalista, que concurren á su formación en
cantidad considerable, contribuyen también muy poderosa-
mente á la vida del vegetal y á la perfección del fruto, atra-
yendo y fijando el humor y el oxígeno, para cederlo última-
mente en beneficio suyo. El poco coste de las labores, que
no pueden ser generalmente ni es menester que sean muy
B— TIERRAS DE BREZO
De las Landas de Bur-
deos en cestas
De Meudon, De Sanois,
empleada en el Jardín empleada en los jardi-
de Plantas (París) 1 nes para flores
Arena silícea
fina.. . .
Restos orgá
nicosdeal
gun tama
no. . . .
Mantillo. .
Arcilla. . .
Cal
Oxido férr
co
83,0
1.0
9.0
6.0
°>5
o>5
100,1
Arena silícea 62,0
Restos vege-
tales de al-
gún tama-
ño 20,0
Mantillo. . . 16,0
Caliza o,S
Materias so-
lubles e n
agua fria. . 1,2
Hierro. . . .
Cuerpos ex-
traños apa-
rentes.. . .
43>8o
13,25
3L7°
7,10
100,00
profundas, ni demasiado frecuentes, ni pesadas, la bondad
eminente del mosto y otras ventajas que posee, aseguran á
la pizarra arcillosa, cubierta de su propio detritus ó desecho,
el lugar que le señalamos y le conceden varios pueblos ex-
tranjeros entre los terrenos predilectos de la vid.
Estas tierras, á las que deben su superioridad los vinos de
Cariñena (Aragón), los del Priorato (1) (Cataluña), muchos
de los de Granada y la mayor parte de los de Málaga, se
distinguen de los barros y arenas por la proporción en que
contienen la sílice, dominando siempre sobre los demás
elementos, pero que nunca llega á componer la mitad de su
masa; y por la tenuidad ó sutileza de las partículas de casi
(1) Según el Sr. Mestre, pertenecen al terreno silúrico, aunque al-
gunas proceden de la descomposición de pórfidos, á cuyos detritus llaman
en el país Llacurel!.
GEOLOGIA
. '4
406
toda ella, tan íntimamente incorporadas, que solo por medio
de los reactivos pueden separarse y distinguirse.
La importancia de estas consideraciones en un país como
el nuestro, en que tanto abunda la roca que sirve de base
á esta variedad de tierras, nos ha movido á copiarlas tex-
tualmente del célebre naturalista valenciano.
Como su mismo nombre lo indica, las tierras calizas son
aquellas en que predomina el carbonato de cal. A esta clase
pertenece la llamada en Andalucía albariza y alberos, y en
Valencia albaris, cuyos caracteres ha descrito de un modo
tan claro y exacto el escritor que acabamos de citar.
Su color es blanco, mas ó menos amarillento, de aspecto
mate, de estructura fino térrea, blanda, opaca, algo suave al
tacto, y destiñe mucho. Cuando se la introduce en el agua
despide muchas burbujas de aire con algún ruido, hasta que
se empapa y empieza á enturbiarla ; muy esponjosa y absor-
bente, lo cual hace que sea fresca y que no se apelmace ni
abra resquicios; cualidades, según Clemente, que le aseguran
una superioridad decidida para plantíos de vides. La mayor
parte del viñedo de Sanlúcar, de Jerez y Trebujena, está
plantado sobre colinas de albariza.
Además, la poca adherencia y su mucha friabilidad, el
carácter seco y ardiente, la prontitud con que se deslien en
el agua y la efervescencia viva que hacen cuando se les echa
alguna gota de vinagre, son otros tantos caractéres para
distinguirlas.
Estas tierras consumen con prontitud los abonos orgáni-
cos, por la causticidad de la cal, siendo esta la razón de
llamárseles ardientes. El cultivo en ellas requiere la renova-
ción frecuente de abonos.
La planta que conviene mas á estas tierras es el pipirigallo
para prados artificiales. La vid se cria muy bien en ellas,
como se nota en Andalucía, Valencia, Cataluña y otras par-
tes, siendo exquisitos sus vinos, como lo atestiguan los de
Jerez, Alicante, Benicarló y el famoso de Champagne en
Francia. Entre los árboles se dan bien en la Península el
algarrobo y olivo, y los bosques de encinas, pinos y nogales,
que adquieren gran lozanía, sobre todo en la parte nordeste
de la provincia de Castellón, en el territorio del antiguo
Maestrazgo de Montesa.
Estas tierras ofrecen pocas variedades.
La primera es la compuesta de arenas calizas, que solo se
distinguen de las de arenas y guijos silíceos, en que con
el tiempo se convierten en suelos pulverulentos, casi siem-
pre mezclados con algo de arcilla, que es lo que les da algún
valor.
La segunda variedad, formada por las tierras cretosas, se
distingue por el color blanco, y por ser esponjosas y absor-
bentes hasta el punto de hacerse enteramente estériles ó
muy pobres cuando el subsuelo ó roco subyacente es per-
meable. A pesar de esto, todavía crece en ellas la vid, si bien
en algunas partes su cultivo es bastante costoso. En España
el terreno cretáceo casi siempre está formado de capas
alternadas de caliza y marga, ó de caliza y arcilla con algu-
nos bancos de areniscas, circunstancia que da á sus tierras
bastante fertilidad ; cultívanse en ella la vid, el algarrobo, el
olivo, los cereales y toda clase de verduras y legumbres,
siendo excelente el método de rotación en las cosechas.
La tercera variedad está representada por las tierras de
toba caliza ó travertino, poco fértiles en general, sobre todo
cuando la roca está desnuda, pues su estructura no permite
fácilmente la penetración del agua ni la absorción de los
gases, tan necesarios para las plantas. Cuando está mezclada
con alguna porción de arenas ó arcillas, y se la ayuda con
abonos orgánicos, suele con\ ertirse en tierra bastante pro-
ductiva, siendo muy á propósito para la vid.
La cuarta variedad de tierras calizas es la formada por las
margas; en general son poco productivas, pues cuando do-
mina la caliza adquieren las malas cualidades de las creto-
sas, y cuando no, las de las arcillosas. Sin embargo, sus
materiales pueden considerarse como uno de los mejora-
mientos mas excelentes que se emplean en la agricultura,
como veremos mas adelante.
Las tierras de esta clase son aquellas en que la magnesia
entra en proporción notable; por lo común todas las tierras
son algo magnésicas, y la presencia de aquella, generalmente
en estado de carbonato, no les es favorable, atendidas las
propiedades que la distinguen, como se dijo mas arriba.
Cuando la proporción es mayor y el carbonato de magnesia
se combina con el de cal, constituye la Dolomía, cuyas tier-
ras son muy parecidas á las calizas puras.
La efervescencia lenta que estas tierras hacen cuando se
las trata con los ácidos, y el tacto algo arenoso y áspero, las
caracterizan y sirven para distinguirlas. A pesar de la creen-
cia general de que la magnesia constituye ó determina la
esterilidad en las tierras, esto no es exacto, debiendo atri-
buirla mas bien al estado consistente que suelen ofrecer
estas tierras y á la falta de abonos.
Combinadas ó mezcladas estas tierras con sustancias cali-
zas, con la creta, con marga y con cenizas vegetales, suelen
ser bastante fértiles.
Los restos vegetales y animales, se encuentran en propor-
ciones notables en muchas de las tierras que acabamos de
describir; pero en algunos puntos, y particularmente en les
valles, en las lagunas que forman parte del aparato litoral,
en las depresiones que se encuentran en lo alto de muchas
mesetas, se acumulan á veces en tan gran cantidad, que
imprimen un carácter especial á las tierras que por esta ra-
zón reciben el nombre de humíferas ó suelos de base orgá-
nica. Los restos orgánicos, unas veces son solubles, otras
insolubles y ácidos, y de aquí la división en tierras propia-
mente humíferas y en suelos turbosos y de brezo. A estas
dos variedades habrá que añadir otra representada por las
tierras de las lagunas salobres inmediatas á la desemboca-
dura de los grandes rios, en las que los restos animales y
de productos marinos les comunican un carácter particular.
La primera variedad está representada por las tierras ricas
en mantillo, que en general ocupan los valles ó las grandes
depresiones, por efecto del acarreo y depósito de las sustan-
cias que entran en su descomposición. El mantillo que se
emplea en los jardines es el mejor tipo de esta especie.
Las tierras humíferas se distinguen por el conjunto de
caractéres asignados al mantillo (pág. 393); de consiguiente
excusamos entrar en repeticiones. Compuestas casi exclusi-
vamente de materiales orgánicos descompuestos, convienen
mejor al cultivo de jardines y plantas textiles, como lino,
cáñamo, etc., que á los cereales, que adquieren sobrado
desarrollo en la parte caulina y foliar en perjuicio del grano.
Mezcladas con calizas, arena, y mejor con arcilla, adquieren
mayor consistencia y son aptas y muy favorables para toda
clase de cultivo.
La segunda variedad comprende la turbosa ó la turba
misma y la tierra de brezo, pero como esta última la descri-
bimos ya entre las tierras areniscas humíferas, nos limitaremos
á hablar de las primeras.
La turba ya dijimos ser el primer término de la serie de
los combustibles de origen orgánico que se está formando
en la actualidad á expensas de las plantas acuáticas ó panta-
nosas que se crian en los lugares húmedos, en el fondo de
los valles, en la desembocadura de algunos rios, y también
en las mesetas de determinadas cordilleras de montañas. Los
caractéres que asignamos tanto á la roca como á la formación
%
GEOPONIA
4C7
servirán para distinguir estas tierras. En general, solo se
notan en ella las plantas, que por su muerte y fosilización se
convierten en turba, siendo impropia para las demás, á
menos de mejorar sus condiciones, desecándolas primero y
aplicándoles después las sustancias arcillosas que le dan
consistencia, y materias calizas con que poder neutralizar la
acción de los ácidos acético, fosfórico y tánico, cuyo predo-
minio es causa de su esterilidad. Todas estas circunstancias
hacen que las tierras turbosas se destinen mas bien á la
explotación del combustible que al cultivo, pues este exige
demasiados gastos. Sin embargo, preparadas del modo que
acabamos de indicar, se hacen aptas para plantas de raíces
fuertes y para la cebada y la avena que rinden mucho. Lo
mejor es destinarlas á prados como se practica en Escocia y
Holanda, haciendo una sola siega de la yerba, dejando po-
drir ó convertir en nueva turba la segunda cosecha.
La tercera variedad es la tierra de las lagunas que existen
en el aparato litoral de muchas costas, las cuales si por una
parte los diques naturales ó artificiales las ponen al abrigo
de la influencia directa del mar; y por otra los aluviones
sucesivos que forman los deltas ó alfaques las rellenan ó
ciegan por completo, resultan tierras muy ricas en tarquín
ó cieno de trasporte y en materias azoadas, procedentes de
las irrupciones de las aguas del mar, que también depositan
gran parte de sal común. En algunos puntos estas tierras han
merecido un nombre especial como el de pólder, en Holan-
da, cuya fertilidad, en especial para el cultivo de la rubia,
planta tintórea, es proverbial.
Cuando estas tierras se hallan vírgenes, es preciso empe-
zar su explotación plantando vegetales alófilos, como' las
salicornias, las salsolas, las salgadas y otras plantas barrille-
ras, con el objeto de ir depurando el terreno del exceso
de sal común que contienen. Los pastos que se crian
en estas tierras gozan de gran reputación para engrasar ani-
males.
II I
MEJORAMIENTOS Y ACONOS
De lo expuesto hasta aquí se deduce, que la tierra vege-
tal necesita cierta proporción en sus elementos componen-
tes; un conjunto de condiciones físicas, y la presencia de
determinadas materias que son los verdaderos alimentos
de las plantas. Cuando el hombre tiene la fortuna de hallar
una tierra modelo que reúna todas estas condiciones, le
basta sacar de ella todo el partido posible, ayudándola em-
pero con abonos y labores. Pero como esto no es lo común,
y sí el que falte en los suelos alguna de estas circunstancias,
ó bien que por el consumo continuo que hacen las plantas,
les vaya faltando alguna de las materias que mas influencia
ejercen en la vegetación, veamos de qué medios puede va-
lerse el agricultor para adaptar sus tierras á determinados
cultivos, corrigiendo estos defectos. Verdad es que los fenó-
menos de la vegetación no dependen solo de las condicio-
nes físicas y de la acción química del suelo, como ya se
demostró en la Geografía botánica; todos los elementos que
determinan los climas ejercen igualmente una influencia
muy poderosa; y como quiera que en la mayoría de los
casos el hombre no alcanza á poder corregir ó modificar la
mala influencia de estos, debe por lo menos atender á con-
trarestarla mejorando las condiciones físicas de las tierras, y
estableciendo el conveniente equilibrio en aquellos ele-
mentos que debe contener el suelo, y que contribuyen di-
recta ó indirectamente al desarrollo de los vegetales que desea
cultivar.
Cuando el agricultor modifica las condiciones físicas de
la tierra con el fin de apropiarlas á determinados cultivos,
se dice que las mejora y reciben el nombre de mejoramien-
tos todas las operaciones conducentes á este fin, así como
las materias que para ello emplea. Cuando solo se propone
suministrar á las tierras las materias de naturaleza orgánica
ó inorgánica que escasean en el suelo, ó que no poseen en
la debida proporción para la nutrición y desarrollo de las
plantas, se dice que las abona, y reciben el nombre de abo-
nos las' sustancias de que se sirve para lograrlo. De aquí la
división de este articulo en dos secciones; la primera desti-
nada á los mejoramientos, la segunda á los abonos.
SECCION PRIMERA
MEJORAMIENTOS
Bajo el nombre de mejoramientos se comprenden todas
las operaciones que practica ó puede practicar el agricultor
con el fin de mejorar las condiciones físicas de las tierras
que cultivad que desea aprovechar, y también las sustancias
de que para ello se puede servir.
Las plantas necesitan la intervención del agua y del aire,
así al exterior como en el seno de la tierra misma; pero se
necesita que estos elementos obren dentro de determinados
límites, mas allá de los cuales se convierten en agentes des-
tructores. Así es, que cuando hay exceso de humedad, ó el
terreno se halla encharcado y pantanoso, se mejorará dese-
cándolo, por los medios que la Agronomía prescribe. Si, por
el contrario, el terreno es muy seco, el establecer un sistema
conveniente de riego será también un mejoramiento, con la
circunstancia de suministrar á las plantas uno de sus prin-
cipales alimentos.
Cuando la tierra por su sobrada consistencia se apelmaza
ó cubre de una capa dura que impide la ventilación ó la cir-
culación del aire, elemento indispensable á la vida de las
plantas, todas las operaciones que tiendan á darle soltura y
á dejar expedito el paso á aquel agente, poniendo por otra
parte á la tierra en contacto con la luz, con el calor so-
lar, etc., son verdaderos mejoramientos.
Con frecuencia se observa que el suelo contiene con exceso
cualquier materia, que aunque necesaria para las plantas, es
perjudicial por la cantidad; en este caso todo lo que tienda
á hacer desaparecer esta desproporción será un mejoramiento.
Otras veces un suelo de mala índole descansa sobre un sub-
suelo ó roca subyacente, cuyas propiedades son capaces de
corregir los defectos de aquel ; en este caso el desmonte por
medio de cavas profundas, y la mezcla de ambas, deberá
considerarse como excelente mejoramiento. Rojas Clemente,
en su adición al Herrera, dice respecto de esta materia: «Con-
viene ahondar la labor y sacar tierra nueva á la superficie,
cuando los lechos ó capas inferiores son capaces de fertilizar
el terreno y vice-versa. )»
Cuando las tierras son demasiado ligeras ó livianas, ó por
el contrario, sobrado fuertes y apelmazadas, si el agricultor
no encuentra en el subsuelo ó en la roca subyacente los ma-
teriales capaces de contrarestar las mencionadas cualidades,
tiene que valerse de sustancias que se hallan mas ó menos
distantes; á estas se las llama también mejoramientos de
trasporte, por ser este el medio de llevarlas hasta la hacien-
da ó cortijo.
Veamos en cada uno de estos casos cuáles son los medios
y los materiales mas apropiados para mejorar las condiciones
físicas de la tierra vegetal.
i.° — Saneamiento de las tierras
Las tierras pueden llegar, respecto de la humedad, hasta
el extremo de encharcarse ó de hacerse pantanosas por una
GEOLOGIA
408
de las tres causas siguientes: i." Por remansos subterráneos,
como dice Clemente, efecto de la existencia en el fondo de
una llanura <5 valle cerrado de capas impermeables horizon-
tales ó de escasa pendiente. 2. Por la configuración del
suelo, y por la posición de la capa exterior cuando está ro-
deada de puntos ó vertientes mas altas, particularmente si
algunas reúnen la circunstancia de ser poco ó nada permea-
bles. Y 3.° Por la existencia de una corriente superior en
nivel al de la tierra inundada ó sumergida.
El medio mas seguro de corregir las malas cualidades de
un terreno así constituido es el de terraplenarlo, ora valién-
dose de los materiales que llevan las aguas corrientes que se
hacen acudir á los lugares pantanosos, como ya dijimos al
tratar de las causas actuales de la acción de las aguas, bien
por el trasporte de otros materiales de que puede echar ma-
no el hombre. Sin embargo, estos medios son en general
demasiado costosos, y solo los puede emprender un gobier
no benéfico, ó una sociedad con los poderosos recursos de
que puede disponer, cuando tune celo por el bienestar de
los pueblos agrícolas. El propietario se ve obligado á valerse
de otros recursos para esto mismo en pequeña escala.
Cuando al encharque del suelo depende de remansos sub-
terráneos por la existencia de una capa impermeable en el
fondo, pueden ponerse en práctica dos medios, y son: i.° Ha-
cer que las aguas suban á la superficie, descartándose des-
pués de ellas, si la pendiente y demás circunstancias to-
pográficas y geológicas lo permiten, y 2/ De no ser esto ha-
cedero, abrir un pozo absorbente en la parte mas baja hasta
atravesar la capa impermeable. En el primer caso se abren
zanjas trasversales, bastante anchas para contener las aguas
subterráneas en comunicación con una central, siguiendo el
mayor diámetro de la región. Después, por medio déla son-
da, se perfora el terreno en diversos puntos, dentro de las
zanjas mismas, con lo cual se consigue dar salida á las aguas
subterráneas llenando las acequias ó azarbes.
Hecho esto, y aun en el caso de no poderse realizar el
medio anterior, para descartarse de las aguas subterráneas
ó superficiales se observa si el terreno del nivel inmediato
permite ó no darles salida. En el ultimo caso, se echa mano
de un pozo inverso para lograr el objeto. Para ello se escoge
el punto mas bajo del terreno pantanoso, y en él se abre una
excavación de forma cónica de 5 metros próximamente de
diámetro en la parte superior, y que vaya en disminución.
Esta excavación debe llegar hasta los 6 metros, á cuya pro-
fundidad se abre el pozo absorbente, por medio déla sonda.
Se ajusta áeste conducto una entubacion de madera, yá fin
de evitar la obstrucción del tubo, se cubre con ramas de es-
pino ó de aliaga, y se cubre con una losa, descansando sobre
otras dos laterales, rellenando por fin la excavación con pie-
dras ó chinas de algún tamaño.
Para que las aguas se dirijan hácia el pozo absorbente ó
sumidero, hay que dar cierta pendiente ó ligera inclinación
á las zanjas, en cuyo centro se abrió aquel. También convie-
ne otras veces empezar por abrir, primero el pozo, después
las zanjas, y por fin las perforaciones del terreno en ellas
mismas.
Cuando las aguas se encharcan por ser inferior el nivel del
terreno que ocupa el pantano al de las tierras que le rodean,
y por el consiguiente remanso de las vertientes próximas, si
la extensión de aquel es escasa, menos de una hectárea, por
ejemplo, bastará abrir en el punto mas bajo un pozo absor-
bente, bajo las mismas bases que el que acabamos de in-
dicar.
Si el pantano es mas extenso, conviene primero levantar
un dique á su alrededor que impida el remanso de las aguas
que proceden de las partes altas. Este murallon conviene
hacerlo con materiales impermeables, pudiendo servir para
ello la tierra misma que se se extrae del foso de circunvala-
ción interior, que se abre con el fin de resguardar á aquel;
teniendo cuidado de que la base del dique descanse sóbrela
capa impermeable, pues de lo contrario, las aguas exteriores
filtrarían por debajo é inutilizarían completamente todos los
trabajos.
Hecho esto para deshacerse de las aguas que permanecen
en el interior, bastará estudiar la pendiente de la cuenca y
darles salida al exterior, ó hacer que las reciba un pozo ab-
sorbente.
Por último, cuando los terrenos se encharcan por la proxi-
midad de una corriente de nivel superior, y por la consi-
guiente filtración, los medios que el hombre puede adoptar
para sanearlos son los mismos que los que acabamos de in-
dicar.
Todas estas operaciones conviene hacerlas durante el ve-
rano, por razones bien obvias y al alcance de todos.
Los datos que, aunque someramente, acabamos de apun-
tar acerca de los diferentes medios de sanear los terrenos
encharcados, ofrecen un interés muy directo para nosotros,
en atención á las vastas regiones que como les alfaques del
Ebro, los almajares de Torreblanca, Oropesay Almenara, las
lagunas Altas, Grande y Salada, junto á la villa de Pedrera
(provincia de Sevilla), y otras marismas semejantes, se en-
cuentran hoy en idénticas circunstancias á las que hemos su-
puesto en los ejemplos citados; siendo otros tantos focos de
infección y de desarrollo de enfermedades de mala índole, al
propio tiempo que se priva al país de terrenos preciosos para
el cultivo.
Antes, pues, de proceder á estas operaciones, que tantos
beneficios han de proporcionar al país y al Estado, conviene
estudiar detenidamente la constitución geológica y las cir-
cunstancias orográficas de la comarca para poderse dar razón
de la causa ó causas que motivan el encharque, y para apli-
car en consecuencia el medio que mas directa y económica-
mente conduzca al resultado apetecido.
La humedad no solo es perjudicial á las plantas en los
casos extremos que acabamos de señalar, en los que las aguas
llegan hasta el punto de constituir verdaderas lagunas ó pan-
tanos, sino también cuando excede de la que necesitan las
plantas para su existencia y desarrollo.
Al agricultor le conviene, por consiguiente, deshacerse
del sobrante; llamándose mas propiamente saneamiento de
las tierras á todas las operaciones que pone ó puede poner
en práctica con este fin.
Dos son los medios de que generalmente se echa mano
para lograrlo, y son: i.J abrir zanjas ó excavaciones á cielo
abierto; y 2.0 establecer un sistema de tubos ó conductos
subterráneos (1).
Ambos á dos son buenos: pero naturalmente se prefiere
aquel que esté mas en relación con las condiciones locales,
en cuyo exámen no nos es dado entrar atendida la índole
de la obra, como tampoco es posible dar ningún detalle
sobre el modo de poner en práctica las acequias ó azarbes,
ni tratar de las diferentes especies de tubos ó conductos
subterráneos ó desaguaderos que se emplean con este fin.
Estos procedimientos, cuya utilidad es incalculable, son
de la incumbencia de obras especiales que en caso pueden
consultarse (2). Lo único que puede hacer el geólogo en
(1) Nuestro célebre Herrera ya decía en su tiempo que el mejor me-
dio de sanear las tierras encharcadas ó muy cargadas de humedad, es
hacer tales conductos o sangraderas (patentes ó ciegas) por donde el
agua se escurra y escuele.
(2) Las mejores son las de Havre, Mangón, Barral y Leclerc. entre
las francesas, y las de los ingleses Parkes y Smith.
GEOPONIA
4C9
vista de las condiciones y de la composición de la comarca,
del suelo y subsuelo, es indicar la dirección que debe darse
á los tubos ó conductos de desagüe; la profundidad á que
conviene colocarlos ó abrirlos, etc.; pero como esto puede
variar hasta el infinito, es claro que en tésis general no
puede establecerse regla alguna.
2.' — Riegos
La sequía es, á no dudarlo, tan perjudicial á la vida de
las plantas como el exceso de humedad; por consiguiente el
agricultor debe contrarestarla por medio de los riegos,
siempre que este' en su mano hacerlo. Esta cuestión tan
sencilla de anunciar, pues se reduce á decir: *Dad agua al
campo que la necesite en la proporción y época convenien-
te,» es muy difícil de resolver en la práctica, pues entran en
ella muchos y complicados factores. Limitándonos por ahora
á aquella parte en que la Geología puede ilustrarnos, trata-
remos: i.° de la naturaleza de las aguas que convienen mas
á las plantas, según el terreno de que proceden; 2.0 de los
suelos en que geológica ó físicamente hablando convienen
mas los riegos; y 3.” de las condiciones climatológicas que
reclaman esta operación.
En cuanto á la naturaleza de las plantas que exigen con
mas necesidad el riego, y las épocas y horas en que deba
darse, no es de nuestra incumbencia.
Las aguas no todas son igualmente buenas para las plan-
tas, pues según los materiales que llevan en disolución ó
suspensión, así varían sus cualidades, por ejemplo, las que
proceden de bosques y de terrenos turbosos son malas en
general, pues los materiales ácidos y astringentes que llevan,
léjos de favorecer, se oponen al desarrollo de las plantas.
Las aguas ferruginosas cuando van muy cargadas de hierro
tampoco son convenientes para el riego, pues llegan á formar
sobre las raíces una capa que les impide funcionar libre-
mente.
Las mejores son aquellas que permanecen mucho tiempo
bajo la influencia de la atmósfera; las que recorren en su
trayecto puntos muy fértiles y que arrastran muchos mate-
riales. Por esta razón las que atraviesan grandes poblaciones
son excelentes. Geológicamente hablando, las aguas son tanto
mejores cuanto mas difiere la constitución mineralógica y
química de los terrenos de donde proceden, de la de aque-
llos que fertilizan con el riego, según Caumont.
Los manantiales que proceden de terrenos antiguos y en
especial délos cristalinos (granitos, sienitas, pecmatitas, etc.),
son excelentes en atención á la cantidad de potasa que llevan
en disolución. Las aguas de capas calizas poco cargadas de
materias en suspensión, favorecen considerablemente por su
permanencia en los prados el desarrollo de los cárex y de las
gramíneas secas poco nutritivas para el ganado. Por otra
parte, las aguas cargadas de principios calizos deben ser de
gran utilidad para el riego de tierras pobres en este elemento.
En general el agricultor tiene un buen criterio para apreciar
la calidad de las aguas en las plantas que crecen en las
orillas del rio, arroyo ó acequia que aquellas recorren.
Las salobres, como se nota de preferencia en la desembo-
cadura de los rios, en el mar y en las lagunas inmediatas,
son . excelentes para praderas y para pastos que el ganado
apetece mucho por la parte de sal que contienen.
•Aunque en tésis general puede asegurarse que el riego es
el mas poderoso auxiliar de la agricultura, y que como tal
conviene á todas las tierras, sin embargo, en unos terrenos
cuando forman parte del subsuelo convienen mas que en
otros. Así es que los mas permeables y los que con mas facili-
dad absorben y retienen el calor de los rayos solares, como se
nota en los arenosos y calizos, son los que necesitan mas el
agua. Por el contrario, el carácter apelmazado y duro que
con facilidad adquieren los arcillosos, la propiedad de retener
el agua de que gozan en tan alto grado, y la poca aptitud á
conservar el calor que reciben del sol, hace que el riego en
ellos sea mas bien perjudicial que útil, por cuyas razones
debe procurarse que sea corto y separado por largos inter-
valos.
El riego es, no obstante, menos perjudicial y ofrece menos
inconvenientes en un suelo arcilloso, descansando sobre un
subsuelo ó roca subyacente permeable, que en una tierra li-
gera reposando sobre un subsuelo impermeable.
Cuando los terrenos turbosos llegan á desecarse, necesitan
el riego mas que ningún otro, el cual debe darse á me-
nudo, ser de corta duración cada uno, y por medio de
corrientes fuertes para que las aguas puedan arrastrar las
partes ácidas que aquellos contienen en exceso, y que tan
perjudiciales son para el cultivo.
En general puede decirse que cuanto mas intensa es la
influencia de la luz y del calor en una región, tanto mas se
siente la necesidad del riego, no solo por el mayor consumo
que se hace de la humedad por la evaporación, sino también
por el estímulo que determinan en las funciones délas plan-
tas acelerando la absorción. De aquí se desprende que el
riego útilísimo, por ejemplo, en las provincias centrales y
del Sur y Levante de la Península, es menos indispensable
en las del Norte y Poniente, por razones fáciles de com-
prender.
Hasta aquí llega la misión del geólogo; en cuanto á los
medios de procurarse aguas, ya se dirá lo mas esencial en el
artículo de Geología hidrográfica; y por loque respecta álas
operaciones de sangrar los rios y arroyos, de levantar presas
y diques, de construir zanjas ó canales de conducción y de
desagüe, etc., pertenecen á obras especiales.
3.0 — Labores agrícolas
La tierra vegetal necesita, según dijimos, la presencia de
cierta cantidad de agua, y la influencia de la atmósfera, de
la luz y de otros agentes para corresponder á su objeto; de
donde se desprende que los suelos demasiado tenaces, ó que
se apelmazan y cubren de una capa dura y resistente capaz
de oponerse á la penetración y circulación entre sus molécu-
las de los indicados agentes, necesitan ciertas labores que
les den el grado de soltura necesaria, con lo cual se consigue
al propio tiempo, que las raíces puedan extenderse y tomar
del suelo aquellos elementos que necesitan para su existencia.
Todas las labores que tienen por objeto comunicar á las
tierras ese grado de soltura que reclama la vida de las plan-
tas pueden reducirse á la acción del arado, de las zapas, del
rastrillo, de los azadones y de otros instrumentos en cuya
descripción no debemos entrar, así como tampoco en el modo
de manejarlos, épocas mas á propósito para cada opera-
ción, etc., pues todo esto pertenece á obras especiales. Lo
único que la Geología puede hacer en esta materia es indi-
car la naturaleza y condiciones del suelo y subsuelo, y en su
virtud dar consejos sobre el modo de poner en práctica es-
tas operaciones, la especie de animales de que debe valerse
el agricultor, etc.; pero como todo esto puede variar al infini-
to, es imposible marcar reglas y preceptos generales.
La cuestión en la que la ciencia geológica auxiliada de la
Química y la Fisiología vegetal puede realmente ilustrar y
ser de consiguiente útil á la Agricultura, es la del conoci-
miento de las sustancias que pueden emplearse para mejorar
las propiedades físicas de la tierra; por cuya razón, dejando
aparte todo lo relativo á labores, pasaremos á tratar de tan
importante asunto.
Tomo IX
52
4io
GEOLOGIA
4. "—Sustancias que se emplean como mejoramientos
Al designar las condiciones que debe reunir una tierra ve-
getal para que se la pueda considerar como tipo, dijimos
que una justa proporción entre sus elementos constitutivos,
arena, cal y arcilla, es la mas indispensable. Cuando esto se
realiza, la tierra reúne la soltura necesaria para dejar pene-
trar las raíces de las plantas, así como los líquidos y gases
que las han de nutrir; y al propio tiempo cierta tenacidad,
sin la cual las sustancias alimenticias desaparecerían con ra-
pidez sin llenar su objeto, y los vegetales, faltos de una base
sólida, serian el juguete de los vientos. En una tierra así
constituida bastan las labores y los abonos para conseguir
pingües cosechas. Pero como en la mayoría de los casos su- I
cede que predomina alguno de dichos elementos, comuni- !
cando á la tierra ó demasiada soltura, ó sobrada consistencia,
y en muchos casos una causticidad perjudicial, el agricultor
debe, con conocimiento de causa, aplicar á cada tierra aque-
llos materiales que convienen para restablecer el equilibrio
en el que se funda su fertilidad. A veces habrá que quitar
en vez de añadir: de todos modos las sustancias que se em-
plean con este objeto reciben también el nombre de mejora-
mientos. Su uso en muchos casos equivale á la práctica de
determinadas labores.
Partiendo del principio de que los abonos, así orgánicos
como minerales, solo ejercen una acción benéfica y dura-
dera en las tierras buenas, y que en las de mala ley su acción
puede decirse insignificante, el único medio para aumentar
el valor de estas, que por desgracia son las mas numerosas,
es el uso de los mejoramientos. Su conveniente aplicación
puede llegar hasta decuplar su precio, si bien esta cuestión
es muy delicada, por razón de los lazos que la unen con la
parte económica. De modo que antes de decidirse el agri-
cultor á emplear tal ó cual materia que la ciencia le acon-
seja, debe calcular si los gastos que le ocasiona esta práctica
están en relación con el valor que van á adquirir las tierras.
De no hacerlo así, ó de no proceder con tacto y discre-
ción, puede encontrar su ruina en aquello mismo en que,
guiado por los consejos de la ciencia, creía poder labrar su
fortuna.
Hechas estas indicaciones generales que deben tenerse
presente, aunque, atendida la naturaleza de la obra, nos
sea imposible entrar en mas detalles, debemos decir que
afortunadamente son muy pocas las tierras que dejen de ser
susceptibles de tales mejoras, gracias á la disposición provi-
dencial de los diferentes elementos que componen la parte
exterior de la costra sólida del globo. Para ello basta difun-
dir estos conocimientos entre los agricultores ilustrados del
país y entre los propietarios de grandes posesiones, excitán-
doles al propio tiempo á que abandonen añejas y perjudi-
ciales rutinas, y á que entren con paso seguro en las mejoras
de que la Agricultura es hoy posesora en otras naciones,
gracias á los adelantos y á la aplicación de las ciencias físico-
naturales.
Sabido es de todo el mundo que el médico, antes de pro-
pinar los remedios y medicamentos, con los que se propone
combatir una dolencia, trata de averiguar la naturaleza del
mal, las causas que lo han podido producir, y el modo de
obrar de aquellos. Del mismo modo, pues, el agricultor
ilustrado debe darse razón de las malas propiedades de sus
tierras y de la acción que ejercen las sustancias de que va á
echar mano para mejorarlas. Proceder de otro modo seria
un empirismo tan fatal á la medicina como á la agricultura,
ó por mejor decir, á las plantas como á los enfermos. Para
convencerse de ello bastará solo recordar que la misma
sustancia que aplicada á una tierra es un excelente mejora-
miento, se convierte en una especie de veneno cuando se
emplea en otra cuyas condiciones son diferentes.
También conviene conocer la naturaleza de las plantas
que se desea cultivar, pues lo que para unas es muy bueno,
para otras será tal vez altamente perjudicial.
Residiendo la fertilidad de la mayor parte de las tierras
en su propia composición, se infiere que uno de los medios
mas directos de aumentar la riqueza agrícola de un país
debe consistir en el mejoramiento que se funda en la mezcla
de unas tierras con otras. La experiencia demuestra, con
efecto, que las tierras en cuya composición entra como
factor dominante una roca ó un terreno, son pobres: y por
el contrario, aquellas que, como las de la formación diluvial
y otras, constan de muchos materiales, son las mas fértiles.
Para cerciorarse de esto basta comparar las hermosas vegas
de Granada, Murcia y Valencia, con todo el orgullo y varie-
dad de su rica vegetación, con las producciones, por ejem-
plo, de las montañas graníticas de Galicia, de la Cordillera
Carpetana y Sierra-Morena; aquellas, situadas en anchas
llanuras, se hallan constituidas por los elementos geológicos
mas variados, mientras que en las últimas domina una sola
roca, el granito, el gneis ó las pizarras.
Siendo el objeto de los mejoramientos propiamente dichos
restablecer el equilibrio perdido entre los elementos consti-
tutivos de las tierras vegetales, es claro que siendo estos la
sílice, la cal y la arcilla, los mejores deberán ser de una de
estas tres especies.
Bajo el nombre de mejoramientos silíceos se comprenden
los cantos de cuarzo, los guijarros, chinas, arenas, y las are-
niscas ó asperones machacados ó triturados. Como estas sus-
tancias no son susceptibles de combinarse con las tierras, ni
llegan á formar pasta ó miga con el agua, resulta que obran
de un modo mecánico interponiéndose entre las moléculas
de las tierras demasiado fuertes y apelmazadas, dividiéndo-
las, haciéndolas mas sueltas ó ligeras, y permitiendo de este
modo el libre acceso al agua y al aire. A mas de esto, se
consigue con el uso de tales mejoramientos calentar las tier-
ras frias; favorecer el desagüe y circulación de los humores
en los terrenos impermeables, y en las tierras muy secas con-
servar hasta cierto punto la humedad conveniente.
Rojas Clemente, en sus adiciones al Herrera, dice que la
práctica de quitar las piedras y cantos de los suelos pedre-
gosos y cascajosos es muy buena cuando son muy abundan-
tes y grandes, y que impiden se pueda labrar la tierra con el
arado y azadón; pero también conviene dejarlas en la here-
dad cuando no se encuentran en demasía, porque conservan
mejor la frescura y humedad del terreno durante la estación
del calor. Y se tiene observado, añade, que los trigos y otros
granos en semejantes terrenos están mas llenos y dan mas
harina, y de superior calidad, que los que producen otras
especies de tierras, aunque sean mas pingües.
Para conseguir semejantes resultados es indispensable que
la mezcla de estos materiales con la tierra se haga por medio
de labores profundas, de tal modo, que no se vayan al fondo
las arenas. Deben emplearse igualmente estas sustancias mu-
cho antes de la sementera. Para usarlas, se mezclan primero
con una capa poco espesa del suelo, por medio del extirpa-
dor, y después se las incorpora poco á poco con las capas
mas profundas.
El Sr. Martin, en su obra obra titulada Corso di Economía
rurale, dice que las arenas blancas, puras, de grano áspero,
anguloso, y aspecto vitreo, no son tan buenas como las de
tacto mas suave, de distinto tamaño, y las que van mezcla-
das con otras sustancias. El mismo añade, que conviene to-
marlas de los valles, particularmente cuando se conoce la
composición de sus laderas; y cuando no, deben preferirse
GEOPONIA
las de los ríos, entre las cuales se hallarán las mas convenien-
tes, sobre todo si las aguas recorren terrenos de naturaleza
diferente.
Entre los mejoramientos silíceos son preferibles las arenas
de acarreo ó aluvión; las de mar sobre todo, cuando son en
parte calizas; y los limos ó tarquines; pues en razón á la
cantidad de materias vegetales y animales, de arcilla fina y
muy tenue, y de carbonato de cal que llevan entre sus molé-
culas, pueden considerarse como mejoramientos y abonos
excelentes. Cuando se eche mano de las arenas y gravas de
acarreo, no hay que olvidar el principio, emitido ya, de que
cuanto mas variado sea el terreno de donde proceden, tanto
mejores son dichos materiales.
Los mejoramientos arcillosos (i) se reducen á la arcilla;
pero esta puede emplearse en su estado natural, ó bien co-
cida, siendo diferente su acción en cada uno de estos casos.
La arcilla natural se emplea como mejoramiento en las
tierras arenosas y calizas demasiado sueltas y ardientes, con
el objeto de contrarestar estas malas condiciones en virtud
de las propiedades que la distinguen.
La tenacidad y consistencia de la arcilla hacen que su
incorporación sea difícil, á no pulverizarla antes. Hay que
tener también en cuenta la cantidad tan extraordinaria de
agua que es capaz de absorber, que llega casi á doblar su
propio peso, para saber la época en que debe hacerse uso de
este mejoramiento. La mejor estación es el verano, después
de la siega, cuando la arcilla está seca, con lo cual se consi-
gue también tenerla ya extendida en el campo, para que así
reciba las lluvias y consiguientes labores de otoño.
Cuando un suelo arenoso ó calizo descansa sobre otro
arcilloso, el desmonte á proximidad es la mejor operación,
considerada al menos bajo el punto de vista económico.
En cuanto á la cantidad en que debe emplearse, es impo-
sible dar reglas fijas, pues deberá ser distinta según la natu-
raleza y condiciones del suelo que se quiere mejorar, según
su posición, la índole del clima, y mil otras circunstancias
que no es fácil prever ni indicar así de un modo general. En
algunas partes del Mediodía de Francia llegan á echar has-
ta ioo carretadas por hectárea; en otros puntos la emplean
en proporción de un hectolitro por cada diez metros cua-
drados, esparciéndola en el suelo lo mismo que los abonos.
La arcilla no obra solo por la acción mecánica, resultado
de su composición, sino que dotada de la propensión de
condensar y retener entre sus moléculas las materias gaseo-
sas, aire, amoniaco, etc., ejerce sobre las tierras una influen-
cia química muy notable. Además, como en su composición
entran la sosa, la potasa y otros elementos, según la natura-
leza de las rocas de cuya descomposición procede, es claro
que constituye un abono mineral excelente.
El Sr. Desvaux dice que, con bastante probabilidad, la
primera idea de aplicar la arcilla cocida ó quemada como
mejoramiento á las tierras fuertes, la debió suministrar la
práctica de los hormigueros y la de incendiar los campos en
rastrojo, como se practica en gran escala en varios puntos de
la Península, y en especial en el reino de Valencia, en Mur-
cia, Huesca, Asturias (2) y Provincias Vascongadas. De
consiguiente, no debe extrañarse el que hagamos una corta
digresión para tratar de este poderoso y eficaz mejoramiento
de ciertas tierras.
( 1 ) El uso de esta sustancia como mejoramiento de las tierras remon-
ta, por lo menos, á la época de los romanos, pues Columella cuenta que
un tio sujo, agricultor ilustrado, empleaba ya la arcilla en las tierras
arenosas, y que, ora las destinara al cultivo de la vid, ora al de cereales,
siempre le daban pingües cosechas-
(2) En Asturias llaman borrones á los hormigueros, y emborronar
al acto de hacerlos.
411
Los hormigueros se reducen á formar montones ó peque-
ñas pilas de plantas que se sacan de las tierras mismas cuan-
do se desmontan, ó de la poda de los árboles ó de la vid, los
cuales se cubren de una capa de tierra ó de arcilla, y se les
deja en el campo toda la primavera, quemándolos, en gene-
ral, en verano después de la recolección de los cereales, ó
bien en otoño antes de las lluvias. Una vez tostada la tierra
y reducidas las plantas á cenizas, se extiende aquella y estas
en el campo; después se labra y prepara para la sementera.
Las mejoras que esta práctica suministra á las tierras fuer-
tes, sobre todo para el cultivo de los cereales, son muy no-
tables Según el Sr. Pierre, en sus lecciones de Química
agrícola, estas ventajas se reducen á las siguientes:
1. a Destruir por la acción del fuego las plantas perjudi-
ciales que se hallaban en posesión del terreno.
2. a Matar, ó por lo menos ahuyentar, los insectos dañinos.
3. a Modificar favorablemente la composición química
de las tierras, facilitando la descomposición de ciertos ele-
mentos, y especialmente de los álcalis que contienen las ar-
cillas, aumentando la aptitud de estas para la absorción de
los gases. De manera que los hormigueros secundan la be-
néfica acción de los abonos minerales, á los que en muchos
casos pueden reemplazar.
4a Cuando las plantas que se queman son abundantes,
suministran una cantidad notable de cenizas, cuya influencia
en la vegetación depende de la cantidad de sulfatos, carbo-
natos, fosfatos y otras sales que contienen.
5.a y última. Disminuye notablemente la consistencia de
las tierras fuertes haciéndolas mas sueltas y esponjosas, sien-
do, de consiguiente, un excelente mejoramiento.
Para obtener, sin embargo, con los hormigueros todas
estas ventajas, es preciso que la calcinación no sea dema-
siado avanzada ni tampoco incompleta; es decir, se necesita
cierta temperatura que solo la práctica puede enseñar.
En algunos puntos del reino de Valencia se sirven de los
hormigueros para preparar las tierras que se destinan al
cultivo de la vid, echando mano para ello de los mismos
sarmientos que se recogen en la poda; práctica adoptada
igualmente en Aragón y parte de Cataluña, y que produce
muy buenos resultados, por suministrar á la planta los ele-
mentos mas adecuados á su naturaleza.
Aunque en escala mucho menor, la quema del rastrojo ó
de las malas yerbas del campo determina los mismqs efectos.
¿Quién ignora el abuso que los pastores hacen de esta
práctica tan útil, quemando el monte bajo para proporcio-
nar á los ganados ricos y abundantes pastos en la primavera?
Después de estos detalles solo resta decir que la arcilla
cocida y reducida á polvo se emplea también con buen
éxito en las tierras arcillosas y fuertes, lo mismo que en las
calizas muy consistentes. Esta práctica la recomiendan mu-
cho los agricultores ingleses, franceses y alemanes, preconi-
zando las grandes ventajas de este mejoramiento. Para que
la arcilla pueda reducirse á polvo fácilmente es preciso co-
cerla ó quemarla cuando todavía conserva algo de humedad,
pues de lo contrario, se convierte en una especie de ladrillo
duro y consistente que dificulta la operación.
En estos hechos se funda igualmente el uso del ladrillo,
de las tejas y demás objetos de alfarería triturados ó pulve-
rizados para las tierras duras y apelmazadas.
Los mejoramientos calizos se reducen á la marga, á la
cal, á los yesones y argamasas de los edificios, al falún ó
caliza conchífera, y á algún otro. Su uso solo puede ser útil
en los suelos privados enteramente de caliza, ó en los que
escasea este elemento. Convienen muy particularmente á
las tierras frías, húmedas, consistentes ó apelmazadas y á las
de base de arcilla.
412
GEOLOGIA
El uso de la marga, ó la práctica de margar las tierras es
muy antigua, pues ya hablan de ella Pedro Crezentino,
Columella, Plinio y otros. En nuestra Península, aunque
proscrita por el gran Herrera, también data de mucho
tiempo, gracias al celo con que los ilustrados redactores del
Semanario de Agricultura y Artes divulgaron á últimos del
pasado siglo la gran utilidad de este mejoramiento; esfuerzos
que se vieron coronados del mas brillante éxito, como lo
atestigua, entre otras cosas, la carta de Alonso de Torres y
Soto de Astorga, publicada en el tomo IV de dicha obra,
en la que dice que las margas se habían convertido en ver-
dadero tesoro para las tierras de aquella comarca, gracias á
sus oportunas indicaciones.
Aunque descrita ya en el tratado de las rocas, la marga
es tan útil á la agricultura, que creemos conveniente repro-
ducir sus principales caractéres físicos y químicos, siguiendo
las doctrinas del Sr. Desvaux en su excelente tratado sobre
esta tierra.
La marga, según este escritor, es una piedra que cuando
sale de la cantera, si es pura, se presenta de color blanque-
cino, de aspecto casi cristalino y farinoso, aun en el caso de
constituir masas sólidas, que es cuando se llama litomarga.
Su tacto es áspero; la consistencia pulverulenta ó pétrea: en
el primer caso por la humedad se dilata mucho: en el se-
gundo se exfolia y pulveriza en un espacio de tiempo mas
ó menos breve: cuando está seca, se pega á los labios, atrae
con fuerza la humedad, y si se la sumerge en el agua pro-
duce un chasquido ó silbido análogo al de la cal viva al
hidratarse ó apagarse.
f En cuanto á sus propiedades químicas, puede decirse
que es soluble con efervescencia en todos los ácidos, y
hasta en el. vinagre común: es infusible al soplete, y se en-
durece poco al fuego, convirtiéndose en cal viva.
La marga mejor es aquella que se exfolia y pulveriza
con mas prontitud. El Sr. Theillieux dice también que la
bondad de esta piedra es tanto mayor, cuanto mas moder-
nos son los terrenos en que se encuentra; y aunque Gaspa-
rin no participa de esta opinión, no deja de ser un dato
curioso.
Siguiendo las doctrinas del Sr. Schwacheim, dividiremos
la marga en tres especies, á saber: i.a marga arenisca,
2.a marga arcillosa, y 3.a marga pétrea ó caliza.
Dejando para obras especiales todo lo relativo á la explo-
tación de tan preciosa sustancia, y reservándonos para mas
adelante el hacer mención de los terrenos en que hay que
buscarla, nos limitaremos, por ahora, á indicar la utilidad
de cada una de estas especies, según su composición y ca-
ractéres; no siendo indiferente echar mano de esta ó de la
otra para una tierra determinada, y para un cultivo dado.
La marga arenosa ó arenisca, que es la que propiamente
se llama Greda , se compone de caliza y arcilla en la pro-
porción próximamente de una tercera parte, y de arenas
que llegan á formar los dos tercios restantes. Es una piedra
de color gris ó blanquecino, friable; que se deslie con faci-
lidad en el agua, sin formar masa con ella. Es la peor de
todas las margas, y solo puede emplearse como mejora-
miento en las tierras fuertes, apelmazadas y húmedas,' y
también en las cretáceas.
La marga arcillosa es preferible á la anterior; su estruc-
tura es compacta, poco friable, y se deslie con mas dificul-
tad en el agua, con la cual forma sin embargo masa.
Cuando esta marga llega á contener hasta un tercio de
carbonato de cal, es muy á propósito para mejorar los
suelos arenosos y los demasiado secos, obrando química-
mente por el carbonato, y también de un modo mecánico,
comunicando cierta consistencia al terreno. Cuando por el
contrario, es la arcilla la que predomina, puede servir para
los terrenos arenoso calizos, si bien debe usarse con pruden-
cia, pues la parte caliza, si es demasiado abundante, llega á
quemar las cosechas en virtud de su causticidad.
La marga caliza es la verdadera marga, y la mejor de to-
das sus variedades; á ella le convienen perfectamente todos
los caractéres que acabamos de apuntar y los que señalamos
en el capítulo de las rocas. Esta marga se aplica con ventaja
á las tierras arcillosas y á todas aquellas que ó son sobrado
húmedas, ó que gozan en el mas alto grado de la propiedad
de retener el agua de lluvia. En los suelos arenosos conviene
poco, produciendo efectos de corta duración, especialmente
si se la emplea sola y sin el auxilio de los abonos.
De lo dicho se deduce la necesidad de distinguir bien la
especie ó variedad de marga que se quiere emplear, pues su
acción es diferente en cada una. Pero antes de dar á cono-
cer el modo sencillo de practicar este ensayo, es menester
recordar, que si bien las principales propiedades de la marga
residen en el elemento calizo, no toda la materia de esta
naturaleza componente de dicha piedra ejerce la misma in-
fluencia sobre las tierras. Para que la caliza pueda obrar co-
mo mejoramiento, es condición precisa que se deshaga ó
pulverice con facilidad. Ahora bien, en muchas margas este
elemento se halla en forma de nodulos ó riñones inatacables
por la humedad; de consiguiente, antes de proceder á la aná-
lisis química, conviene que por el lavado y por decantacio-
nes sucesivas, después de dejar durante una hora en el agua
la marga que se estudia, se aprecie la proporción entre el
elemento calizo pulverulento y el que no lo es. Esto es in-
dispensable para llegar á conocer el valor relativo de este
mejoramiento en diferentes muestras.
Para apreciar la cantidad absoluta ó relativa de caliza que
contiene la que nos proponemos examinar, se toman 100 gra-
mos de marga, que se sujetan á la acción del fuego después
de pulverizada con el fin de privarla de la humedad. Des-
pués se colocan en un frasco 100 gramos de ácido clorhídri-
co, diluido en dos veces su peso de agua; se pesa todo,
hecha la deducción del peso de la botella, y se añaden 20 gra-
mos de marga desecada. Se introduce esta poco á poco en
el frasco, agitando la mezcla para facilitar el desprendimien-
to del ácido carbónico. Terminada que sea la efervescencia,
se coloca otra vez el frasco en la balanza, y el peso que se
añade para equilibrar los platillos, representa el ácido carbó-
nico que fué desalojado. Este dato es suficiente para apre-
ciar el carbonato de cal que contiene, pues como este sobre
100 partes, se compone de 43,71 de ácido y 56,29 de base
ó sea cal viva, si suponemos, por ejemplo, que el peso
que se añadió fué de 5,40 gramos, bastará hacer la si-
guiente proporción para obtener el dato que deseamos:
„ 100 x5,4o
43,71 : 100 :: 5.40 : x= — =12,35 que representa
la cantidad de carbonato que contiene aquella. Lo restante
hasta 20 gramos ó sea 7,65, consta de arcilla ó de una mez-
cla de esta y de arena, cuya cantidad respectiva podrá apre-
ciarse por el lavado y por decantaciones sucesivas. Conocida
la proporción para la cantidad 20 que se ha tomado por
ejemplo, con solo multiplicar los diferentes términos por 5, se
tendrá la relativa á 100 partes.
Sin entrar en detalles respecto á la época en que debe po-
nerse en práctica este mejoramiento, al modo de usarlo y
demás datos, que corresponden en rigor á tratados especia-
les, nos limitaremos á indicar el criterio que debe servir de
norma para la cantidad en que debe emplearse, ampliando
de paso lo que hemos dicho ya tocante á la acción que ejer-
ce esta sustancia sobre las tierras.
Siguiendo al célebre Puvis en esta materia diremos, que
GEOPONIA
413
lo que debe prometerse el agricultor del uso de la marga
es restablecer la proporción conveniente del elemento ca-
lizo en las tierras. Ahora bien, según este autor, la caliza
debe hallarse en la tierra en la proporción por término me-
dio de un 3 por 100, para que reúna las condiciones mas
convenientes al desarrollo de las plantas, de donde se des-
prende que aquellas que la poseen en esta proporción, no
necesitan que se las margue. En cuanto á los suelos que no
la contienen en la indicada cantidad, la marga que les con-
viene se puede deducir del resultado de su análisis y del de
la tierra en que se quiere emplear. A este dato hay que aña-
dir además otros dos, á saber: t.° El espesor del suelo, pues
como es fácil inferir, la cantidad de mejoramiento debe au-
mentar en razón directa de este, con el fin de establecer el
equilibrio en toda su masa. Y 2.0 la proporción de cal que
consumen anualmente las plantas que se cultivan en dicho
terreno. Este dato lo puede apreciar el agricultor por la aná-
lisis de las plantas ó por ensayos de las tierras en las épocas
ó periodos en que se cree conveniente margarlas, lo cual por
otra parte marcará también el espacio de tiempo que ha de
mediar entre una y otra operación.
Girardin hace notar con mucha oportunidad que la apari-
ción de plantas que como los oxalis, las acederas y otras de-
muestran claramente haberse agotado ya el elemento calizo
del suelo, es un excelente criterio que deberá tener presente
el agricultor, para saber cuándo ó con qué intervalos convie-
ne repetir la aplicación de la marga.
Con el objeto de facilitar la aplicación de todos estos da-
tos en operación tan importante, 'consúltese el cuadro si-
guiente, copiado del que publicó M. Puvis.
NÚMERO DE HECTOLITROS Ó DE METROS CÚBICOS DE MARGA
NECESARIOS Á UNA SOLA CAPA DE '1 IERRA LABRANTÍA, EN UNA HECTÁREA DE EXTENSION Y DE ESPESOR DE
8 CENTIMETROS
IO CENTIMETROS
13 CENTIMETROS
l6 CENTIMETROS
l8 CENTIMETROS
2 r CENTIMETROS
CUANDO
too partes de marga
contienen de cal
Hectoli-
tros
Metros
cúbicos
Hectóli-
tros
Metros
cúbicos
Hectoli-
tros
Metros
cúbicos
Hectoli-
tros
Metros
cúbicos
Hectoli-
tros
Metros
cúbicos
Hectoli-
tros
Metros
cúbicos
2,435 7
243 57
3,247 4
324 74
4,059
1
405 91
4,871 4
487 14
5,683 1
568 31
6,494
8
649 48
IO
1,217* 8
121 78
1,693 7
169 37
2,059
5
205 95
2,434 0
243 40
2,841 5
284 15
3>23°
2
323 02
20
81 1 6
81 16
r,o82 4
108 24
L352
9
135 29
1,623 7
162 37
1,894 5
189 45
2,164
9
216 49
3°
608 7
60 87
81 1 6
81 16
983
0
98 30
L217 5
121 75
1,420 4
1.4J 04
1,623
3
162 33
40
486 7
48 67
644 4
64 44
805
5
80 55
966 6
96 66
1,127 7
1 1 2 77
1,275
1
127 51
50
403 4
40 34
53S >
53 «i
672
5
67 25
S06 8
80 68
941 9
94 19
1,076
0
107 63
60
349 6
34 96
466 1
46 61
582
7
58 27
699 2
69 92
815 7
81 57
932
3
93 23
70
304 3
30 43
405 8
40 58
5°7
3
50 73
608 7
60 87
710 2
71 02
8l I
6
81 16
So
265 6
26 56
353 7
35 37
442
8
44 28
53l 2
53 12
620 0
62 00
694 7
69 47
90
Estas cantidades medias deberán, sin embargo, variar se-
gún muchas circunstancias. Así, por ejemplo, en un suelo
arcilloso, si la marga ofrece también este carácter, la propor-
ción debe ser menor; lo mismo debe hacerse en un terreno
ligero ó arenoso, en el cual pueden bastar 8,5 cúbicos ú
85 hectolitros por hectárea.
También hay que advertir, según Girardin, que los núme-
ros del cuadro anterior se refieren á margas privadas de los
nodulos calizos inatacables por el aire y el aguajes decir,
á aquellas cuya masa toda es suceptible de reducirse á polvo.
La marga obra mecánica y químicamente. En el primer
caso comunica á las tierras arcillosas mayor soltura en sus
elementos, haciéndolas de consiguiente, mas ligeras, fáciles
de labrar, y permeables al aire y á la humedad. Estos resulta-
dos son hijos de la acción del elemento calizo, y aun del
arenoso que contiene en ciertas variedades, y de la facilidad
con que se disgrega, debida á la retracción diferente de la
cal y de la arcilla.
Bajo este punto de vista el margar equivale, hasta cierto
punto, á las labores, ó por lo menos las secunda y determina
el mismo efecto que las que llevan por objeto dar soltura y
ligereza al terreno. Por el contrario, á los terrenos arenosos
y ligeros les da mas consistencia y trabazón, corrigiendo su
demasiada permeabilidad, y su aptitud á calentarse y dese-
carse. De lo dicho se deduce también, que una misma espe-
cie de marga no conviene á todas las tierras.
En cuanto á la acción química, por mas que no sea tan
clara como la mecánica, no deja por eso de ser menos eviden-
te, como lo acredita por una parte el vigor que comunica á
las plantas, y por otra el empobrecimiento de la tierra, cuan-
do después de margarla, no se ha cuidado de renovar los
abonos que secundan unas veces y neutralizan otras, los efec-
tos de aquella. Estos datos demuestran claramente que la
marga no es un simple mejoramiento mecánico, como han
creído algunos, sino que al propio tiempo es una sustancia
que ejerce una acción química en el suelo, y fisiológica sobre
las plantas.
El primer resultado de la acción química de la marga es
neutralizar la influencia sobrado enérgica y desfavorable de
los ácidos libres que contiene el suelo, particularmente si se
hallan en exceso. Este efecto lo debe aquella á las materias
calizas que contiene, las cuales, obrando á la manera de la
cal viva sobre los restos de plantas y animales que se hallan
en el suelo, activa su descomposición, reduciéndolos en un
espacio breve de tiempo al estado de mantillo, único que
conviene á los vegetales. Por otra parte activa también la
absorción de los gases atmosféricos, y aumenta de un modo
notable la acción de los abonos vegetales y animales, cir-
cunstancias importantísimas para el cultivo.
Según consta de las observaciones de Gasparin, cuando la
marga ha permanecido expuesta por algún tiempo á la acción
del aire, cede al agua el bicarbonato de cal (sal soluble) y
algo de nitrato de la misma base. Pasada por lejía y abando-
nada al aire durante algunos meses en un estado convenien-
te de humedad, suministra nueva dosis de bicarbonato y
nitrato de cal. De donde puede deducirse que la marga su-
ministra á la vegetación por la parte caliza que contiene, las
mencionadas sales tan necesarias como útiles á la existencia
de las plantas.
La solubilidad del elemento calizo de la marga la deter-
mina el ácido carbónico de que casi siempre se halla impreg-
nada la tierra vegetal, pues es sabido que cuando por un
414
GEOLOGIA
exceso de este el carbonato pasa á bicarbonato, adquiere di-
cha propiedad.
Por último, la presencia en ella de animales fósiles, y de
algún principio amoniacal, contribuye también á aumentar
los efectos de la acción química de esta sustancia, que con
razón puede considerarse como don del cielo, y verdadero
tesoro para la agricultura en aquellas comarcas cuyas tierras,
por efecto de su propia naturaleza, exigen su aplicación.
Dejando para mas adelante la indicación de los terrenos
que de preferencia suelen contener la marga, por el momen-
to debemos hacer presente que casi siempre se encuentra
tan preciosa sustancia cerca de la superficie; siendo por lo
común indicio de su existencia á poca profundidad, el criar-
se en el suelo las gatuñas, las salvias, los espinos ó zarzas, los
melampiros, el trébol, el llantén y otras plantas análogas.
El servirse de la cal viva como mejoramiento de muchas
tierras, es también muy antiguo y de grandes resultados, es-
pecialmente aplicada en los terrenos en que escasea dicho
elemento, en las tierras frías, y sobre todo en las que abun-
dan los ácidos libres, como en las de brezo, en las turbosas
y otras análogas. La operación de echar cal á las tierras para
mejorar sus condiciones se llama entre nosotros encalar, lo
cual prueba que esta útilísima práctica no es del todo extra
ña á nuestra agricultura. En las provincias vascas, en Astu-
rias y en la pendiente occidental de los Pirineos se emplea
con efecto la cal; así como en Murcia, Granada, Valencia
y en otras partes, se sirven de lo que se llama entarquinado,
con un objeto análogo.
El uso de la cal se funda en las propiedades que la carac-
terizan, y que indicamos someramente mas arriba. A pesar
de lo que se dijo de esta sustancia, considerada como ele-
mento esencial de las tierras (pág. 392), conviene recordar
la distinción que hicimos al considerarla como roca, en cal
grasa, cal seca y cal hidráulica, en razón á que el modo de
obrar de estas diversas especies es distinto. A estas hay que
añadir la cal magnesífera, resultado de la calcinación de
Dolomías y de otras rocas que contienen magnesia.
La primera de dichas variedades es la cal viva pura ó gra-
sa; es muy cáustica, y aumenta considerablemente de volu-
men cuando se apaga, de cuyas dos propiedades depende su
acción como mejoramiento. Es la que produce mejores y
mas poderosos efectos en menor cantidad; esponja y divide
las tierras, matando ó destruyendo, además, los insectos da-
ñinos y las malas yerbas. Por la acción que ejerce sobre la
arcilla la lechada de cal, la hace soluble, poniendo en liber-
tad la mayor parte de los álcalis que contiene y que son
esenciales á la vida de las plantas. Destruye con mas energía
que la marga las partes vegetales y animales, convirtiéndolas
prontamente en mantillo, al que descompone también, ha-
ciéndolo mas favorable ó apto para los vegetales. De aquí el
llamarse ardiente este mejoramiento, por cuanto consume
muy pronto los abonos orgánicos, fundándose en esto mismo
la necesidad de mezclarlo con cierta cantidad de estiércoles
antes de echarlo á la tierra. En esta operación, en el momen-
to de hidratarse la cal, se hace insoluble y persiste en la tier-
ra en un estado de gran tenuidad, desempeñando el mismo
oficio que la parte caliza de la marga.
Algunos químicos suponen que tanto la cal como la que
contiene este otro mejoramiento, se amparan del amoniaco
de los abonos y lo convierten en carbonato, única sal de es-
ta base que por su solubilidad puede servir á la nutrición de
las plantas. De manera que la cal viva pura debe considerarse,
no solo como excelente mejoramiento obrando mecánica y
químicamente sobre las tierras, y cambiando sus condiciones
físicas, sino que también, hasta cierto punto, como abono
y materia estimulante de la vida de las plantas.
Las otras variedades de la cal obran también de un mo-
do análogo, si bien la seca ó árida, en razón á la cantidad
de arena que contiene, y la arcillosa ó hidráulica, por la sí-
lice y los álcalis que lleva, determinan otros efectos. La últi-
ma en especial, conviene mas á las plantas de forraje, á las
leguminosas y á la parte herbácea de las gramíneas y cerea-
les por la cantidad de silicato de alumina que les suministra.
Estas dos especies de cal consumen ó destruyen menos los
abonos; de consiguiente no queman tanto las tierras, si bien,
como es natural, las ventajas que proporciona su encalado
son menores que las de aquella.
La cal magnesífera obra de un modo muy eficaz, y nece-
sita como la primera el auxilio de los abonos orgánicos, por
cuanto los consume con rapidez; de consiguiente su uso exi-
ge mucha prudencia, pues de lo contrario el terreno se este-
riliza en vez de fertilizarse.
El abate Rozier dice, á propósito del encalado, que esta
operación no admite término medio en cuanto á sus efectos,
es decir, que ó es muy útil y de grandes resultados cuando
los abonos y estiércoles son abundantes, ó muy perjudicial
en terrenos pobres en sustancias orgánicas, y particularmen-
te en tierras arenosas y secas. Solo en las turbosas y de bre-
zo, en los desmontes recientes de bosques, y en los terrenos
pantanosos, la cal produce excelentes resultados, aun aplica-
da en grandes cantidades.
La práctica de encalar exige, por lo visto, ciertas condi-
ciones de parte de las tierras que conviene conocer. La pri-
mera es que sean pobres en elemento calizo; la segunda que
sean ricas en mantillo, ó por lo menos que se las abone á
menudo con estiércoles, y la tercera que ofrezcan cierta do-
sis de humedad ó que sean tierras frias. Esta circunstancia
nos da razón de ser tan común esta práctica en las provincias
Vascongadas, en Asturias y en otras regiones de la Penínsu-
la, en donde reina mucho la humedad, mientras que en otras
seria tal vez perjudicial. Indicado el modo de obrar en cada
una de las especies ó variedades de la cal viva, y las condicio-
nes que para su aplicación deben ofrecer las tierras, estamos
ya en el caso de proceder á la descripción de los otros me-
joramientos calizos dejando para obras especiales de Agro-
nomía el indicar la cantidad en que deba emplearse cada una,
el modo de usarla, las precauciones que deben tomarse para
evitar los funestos efectos del encalado, cuando no lo dirige
una mano prudente, etc.
A la Geología agrícola, con efecto, solo se le puede exi-
gir en rigor la indicación de las sustancias que puedan em-
plearse como mejoramientos ó abonos minerales, según las
determinadas circunstancias que ofrecen las tierras: el modo
de conocerlas, y señalar el terreno en donde el agricultor
puede hallarlas.
Los yesones y escombros de los edificios, de que en gene-
ral se hace tan poco aprecio, son á la vez un mejoramiento
superior á la cal misma y á la marga, según Girardin, y un
abono excelente que obra estimulando la vida de las plantas.
Tan útiles propiedades residen, á no dudarlo, en la variada
composición de dichas sustancias, en las cuales figuran
el carbonato de cal y de magnesia, el sulfato de cal, el ni-
trato de la misma base, y el de magnesia y potasa: los clo-
ruros de cal, de magnesia, potasa y sosa, y por último, mu-
chas materias orgánicas y sales solubles, que entran en las
proporciones siguientes:
Nitrato de potasa y cloruro potásico. ... 10
Idem cálcico y magnésico 70
Sal común 15
Cloruro cálcico y magnésico 5
Total. . 100
GEOPONIA
415
La presencia de elementos tan varios como eficaces en su
acción sobre la vida de las plantas demuestra claramente
que los yesones pueden servir perfectamente de abonos mi-
nerales, con la ventaja de llevar consigo sustancias que la
naturaleza solo proporciona en rocas ó mejoramientos muy
distintos. De aquí el que sean útiles en extremo para todas
las tierras, y sobre todo para aquellas que escasean de caliza,
contribuyendo á aumentar considerablemente la mayor parte
de las cosechas. Conviene, sin embargo, para servirse de él,
que las tierras sean frescas y algo húmedas, pues de lo con-
trario la cal que contienen obra por su causticidad, como
dijimos en la especie anterior, y las sales solubles no pueden
disolverse. Reuniendo, pues, el suelo cierto grado de hume-
dad, puede asegurarse que este mejoramiento y abe no á
la vez, es de grande utilidad para toda clase de cultivo, y
muy particularmente para el de los prados naturales ó artifi-
ciales.
La presencia en los yesones de la cal, que no llegó á com-
binarse con el ácido carbónico, comunica á esta materia
propiedades análogas á las de la marga y de la cal viva.
Por último, el yeso que se halla en muchos escombros,
particularmente en los que propiamente se llaman yesones,
les comunica todas las propiedades estimulantes propias de
este mejoramiento. Su acción es además muy persistente y
duradera, circunstancia que, unida á su escaso costo y á las
útilísimas propiedades que se acaban de indicar, hacen que
sea uno de los recursos mas poderosos para la agricultura.
El falún, descrito ya como roca, es un mejoramiento, y si
se quiere, también un abono estimulante, por razón de la
parte animal que contiene. Pertenece de consiguiente, á la
clase de los calizos, preferible, según muchos agricultores, á
la cal y á la marga misma. En Francia se hace gran uso
de esta roca importantísima, empleándola en las tierras
arcillosas, que contribuye á esponjar haciéndolas mas lige-
ras, y en las arcilloso-calizas, 'si bien estas no necesitan en
general tanta cantidad como aquellas. En unas y otras suele
emplearse mezclándolo con una parte de abonos orgánicos.
En Inglaterra y Holanda se sirven de la roca llamada crag,
de naturaleza análoga, y superior, si cabe, por sus propieda-
des al falún, por la mayor proporción de fosfatos que contie-
ne: según Young, en muchos puntos del condado de Suffolk
produce mejores efectos que la marga misma.
La acción de estos mejoramientos y abonos sobre la tierra
está en razón directa de la cantidad de huesos, conchas,
zoófitos y demás restos orgánicos que contienen, y del mayor
estado de trituración. Los efectos del falún y del crag son
tan duraderos, que se observan en el suelo durante muchos
años.
A veces estas rocas se sobrecargan de arenas y pierden el
carácter de falún; en este caso, sin embargo, se aplican con
ventaja á las tierras arcillosas.
También se emplean como mejoramientos y abonos orgá-
nicos excelentes, los depósitos de conchas, erizos de mar,
zoófitos mas ó menos triturados, mezclados con arena, grava
y otros materiales térreos, y con algas y fucus en estado de
mayor ó menor descomposición, que existen en muchas
costas en las pequeñas bahías, en las ensenadas, y especial-
mente en las rias. La composición de estos materiales nece-
sariamente ha de variar según sea la naturaleza de la costa
y de los bajíos de donde proceden; pero en todos existe un
fondo de sustancias animales y de sal de mar, que les comu-
nican propiedades excelentes.
En las costas de Bretaña y en la baja Normandía distin-
guen estos mejoramientos, de que se sirven con gran ventaja,
con los nombres de maerl ó merl, treaz o trez , y tangue. El
primero se aplica á un depósito de concreciones ó de peque-
ñas madréporas calizas, mezcladas con conchas y otros restos,
que en razón al predominio del elemento calizo, la destinan
con buen éxito á las tierras arcilloso silíceas, tan comunes
en Bretaña. También llaman á este mejoramiento arena
vermicular, fondo de coral, etc.
El treaz ó trez es una arena basta de mar, mezclada con
gruesos restos de conchas y con mariscos enteros, y se em-
plea para dar soltura á las tierras de huerta, secundando
por la materia caliza y la parte orgánica que contiene, la
acción de los estiércoles.
La tangue, palabra que podemos traducir por tanga, se
llama también ceniza de mar, en razón á su estado mas
bien pulverulento que arenoso. Generalmente se encuentra,
según Caumont, en la desembocadura de aquellos rios cuyas
aguas proceden ó han corrido sobre terrenos pizarrosos ó
graníticos; y de aquí la naturaleza arcilloso-silícea que ofrece
la tanga, efecto de la descomposición que aquellas ocasio-
nan en dichas rocas. La naturaleza de este mejoramiento
está sujeta á una porción de circunstancias dependientes de
la localidad, de la agitación ó quietud de las aguas en cuyo
seno se forma etc., pero á pesar de todo, hay tres elementos,
á saber: la sílice pura, la arcilla y la caliza, que según Girar-
din, no faltan nunca. La proporción entre estas materias
puede variar, y de aquí el llamar á la tanga grasa cuando
predomina la arcilla, ligera y viva cuando es, por el contra-
rio, mas rica en arena. La tanga grasa se aplica de preferen-
cia á las tierras ligeras ó sueltas que se encuentran cerca de
las costas, las otras son mas útiles en los suelos fuertes y
apelmazados.
Unas y otras se emplean puras ó mezcladas con abonos
animales y vegetales, y con mantillo, en la proporción de
una cuarta parte de estos, y en cantidad de 12 á 15 carreta-
das por hectárea.
Nos ha parecido tanto mas oportuno dar estas noticias,
cuanto que en varios puntos de la extensa costa que rodea
á la Península pueden indudablemente encontrarse materias
análogas á las citadas que no deben desperdiciarse. En Ga-
licia, y particularmente en las cercanías de la Coruña y en
la ria de Betanzos, se sirven de lo que los habitantes llaman
arenas de mar , que, atendida la constitución geológica de la
comarca, deben ser muy análogas á la verdadera tanga, lo-
grando á beneficio de este mejoramiento excelentes cosechas
de lino y de toda especie de verduras y legumbres.
La concha de las ostras, almejas, erizos y demás mariscos
que tan frecuentemente se encuentran en las costas, pueden
prestar el mismo servicio que el falún y las otras sustancias
que acabamos de mencionar. Trituradas y esparcidas conve-
nientemente en los campos de tierra fuerte, fria y húmeda,
facilitan la extensión de las raíces, y además suministran por
su descomposición materias salinas y orgánicas muy conve-
nientes á las plantas.
Aquí termina lo que nos habíamos propuesto indicar res-
pecto de las sustancias que mas comunmente puede emplear
el agricultor como mejoramientos. Sustancias todas pertene-
cientes al reino mineral, y que en consecuencia son del do-
minio de la Geología, á cuya ciencia tiene aquel que recurrir
para llegar á conocerlas y para saber el terreno ó terrenos
en donde las puede hallar para satisfacer las necesidades de
sus campos. Aunque la acción de alguna de ellas es quími-
ca, sin embargo, la mayor parte obran mecánicamente con-
trarestando las malas cualidades que suele comunicar á las
tierras el predominio de alguno de sus elementos componen-
tes. Solo nos falta examinar una serie de cuerpos que, obrando
de una manera especial sobre las materias constitutivas de
las tierras ó sobre la vida de las plantas y sus tejidos, contri-
buyen de un modo muy directo á su existencia y desarrollo.
4 16
geología
SECCION SEGUNDA
ABONOS
jtas sustancias han merecido por su modo de obrar el
nombre de abonos; distinguiéndose, según su procedencia y
naturaleza, en orgánicos animales y vegetales, y en inorgáni-
cos ó minerales.
has análisis repetidas nos demuestran que las plantas
constan en último resultado de oxígeno, hidrógeno, carbono
o ázoe en diversas proporciones, elementos que contribuyen
a formar los principios inmediatos, tales como las gomas, el
azúcar, el almidón, la albúmina, la cera vegetal, las resinas,
etcétera, y las sustancias térreas, conocidas con el nombre
e cenizas compuestas de carbonatos, sulfatos, silicatos, fos-
latos, etc., de diversas bases. El agua y la atmósfera sumi-
nistran algunos de estos materiales: los otros proceden del
suelo, ya que al parecer está demostrado, como hemos dicho,
que las> plantas no pueden crear por sí materia mineral.
a3ua que las raíces toman del suelo y las partes verdes
f ¿ ambiente exterior, suministra casi todo el hidrógeno y
también parte del oxígeno que las plantas necesitan para
vivir y desarrollarse.
Ei aire les proporciona el ácido carbónico que descompo-
nen bajo la influencia de la luz las partes verdes, fijando el
carbono en su tejido y devolviendo á la atmósfera el oxíge-
no, al menos durante la acción de los rayos luminosos y
caloríferos del so\ sin embargo, esta no es la única fuente
el ácido carbónico; también lo reciben las plantas del
suelo, sea directamente ó bien por la descomposición del
mantillo, en virtud de la influencia que ejerce el oxígeno
de la atmósfera y otros agentes sobre la parte orgánica de la
merra¿A| Mili] f¡ | J¡
^ Mas dudosa es la procedencia del ázoe ; pero para nos-
otros, que no nos proponemos escribir un curso de fisiología
' eSetal y sí solo designar por estas consideraciones generales
a influencia que los abonos ejercen en la vegetación, nos
basta saber qué parte de este elemento lo suministra la
atmosfer a, procediendo lo restante de las sustancias nitroge-
nadas y amoniacales del suelo. Lo que conviene, sin embar-
go? es recordar la acción tan eficaz como directa que este
elemento ejerce sobre las plantas para apreciar la importan-
cia > necesidad de los abonos en las tierras empobrecidas ó
esquilmadas por el consumo continuo que de él hacen las
p antas. Este elemento contribuye á formar una porción de
principios nitrogenados como la albúmina, el gluten y otros
que se hallan en el tejido de las plantas, y el amoniaco que
también se encuentra en ellas, como lo han demostrado las
análisis practicadas por Calvert y Ferrand.
Después de estas consideraciones, veamos cuáles son las
sustancias que mas comunmente se emplean como abonos
> estimulantes de las plantas.
i.
Abonos orgánicos
Entre los que proceden del reino orgánico figuran, á mas
el mantillo que puede mirarse como una especie de abono
natural, todos los que proceden de la descomposición de
os animales y de las plantas.
Pero como en razón á la índole de la obra no debemos
tratar sino de aquellos que deban considerarse como parte
integrante de la constitución física del globo, pues son los
que iguran en el cuadro de la ciencia geológica, dejaremos
para tratados especiales de agricultura y de química agrícola
o o relativo á estiércoles, excrementos, orinas, etc, limi-
an onos al guano por ser la única sustancia que entra en
aquella categoría, ya que en cuanto al mantillo lo dimos á
conocer considerado como la parte orgánica de la tierra ve-
getal.
Con el nombre de guano ó huano se designa una sus-
tancia de color ceniciento ó gris claro, recien extraído ; de
una tinta roja oscura cuando es algo añejo; expuesto al aire
despide un olor amoniacal muy marcado. El sabor que da
es salado y picante, debido á la notable proporción de amo-
niaco que contiene; con frecuencia se ven en él unas con-
creciones blancas que se deshacen entre los dedos, compues-
tas de carbonato de amoniaco. Cuando se le calienta despide
olor amoniacal mas pronunciado, y toma un color oscuro.
Este abono, que tantos beneficios dispensa á la agricul-
tura desde que se ha generalizado su uso, consta de los
excrementos de aves mezclados con esqueletos y cuerpos
enteros de las mismas, y de sustancias térreas y arenosas en
mayor ó menor cantidad: forma depósitos considerables
en varias islas de la América meridional, y particularmente
en las de Chinche, cerca de Pisco, Iza, lio y Arica; en la de
Galápagos, en algunas de la Patagonia, en otras de la costa
de Labrador, y en las dependencias del Cabo de Buena
Esperanza, en las de Ichaboe, Angra pequeña, Málaga y
otras.
El guano forma criaderos en capas de 20 ó mas metros de
grosor, lo cual puede dar una idea de su antigüedad, si se
parte del supuesto, como quieren algunos, de que cubierta
en toda su extensión por las aves la superficie de dichas
islas, se necesitaría el trascurso de 300 años para formarse
un banco de un centímetro de espesor próximamente. En
vista de este dato el guano debe considerarse como un gran
depósito de coprolitos, ó sean excrementos fósiles de aves
antidiluvianas, ó cuando mas, de séres cuya existencia data
del principio del periodo cuaternario. En esta formación, sin
embargo, se nota un hecho parecido á las de la turba y arre-
cifes de coral, es decir, que funciona todavía en la época
histórica la acción á que debe su existencia.
La composición del guano es análoga á la de la palomina,
con la diferencia de contener mayor cantidad de ázoe, de
principios nitrogenados y de fosfatos térreos y sales alcalinas.
Hé aquí los elementos de que aquel se compone:
GUANOS DE AMÉRICA GUANOS DE ÁFRICA
Agua
Materiales orgánicos
quecontienen áci-
do oxálico, úlmi-
co, úrico, etc.. . .
Amoniaco en estado
de carbonato, ura-
to, etc
Sales alcalinas fijas,
cloruros, fosfatos
y sulfatos
Fosfatos de cal y de
magnesia
Oxalato de cal. . . .
Arena y materias
térreas
Totales. . . .
22,2
1 L3
3 1>7
8,i
22,5
2.6
1.6
100,0
26,0
36.5
8,0
7,5
20.5
L5
100,0
25. 0
jr
35.0
7,5
8.0
22,5
y
2.0
25, 0
n
39.5
9.5
7,2
17.5
»
*,3
28.0
37.0
9.5
6.5
*8,5
■f -
°,5
27,13
•42,59
100,0 100,0 100,0
7,08
22,39
0,81
100,0
La notable desproporción en la cantidad de sustancias
amoniacales, es lá causa de que el guano del Perú sea mucho
mucho mejor que el africano.
CLOPONIA
El guano es un abono de los que los labradores llaman
ardientes, porque su modo de obrar es muy enérgico, razón
por la cual su acción es pasajera; por consiguiente conviene
usarlo con prudencia, y renovarlo á menudo. Su influencia
se funda principalmente en la gran cantidad de ázoe, de
sales amoniacales, y de fosfatos y carbonatos que contiene.
El mejor medio para hacer que sea duradera su influencia
consiste en mezclarlo con yeso, pues este convierte las sales
amoniacales en compuestos menos volátiles, impidiendo de
este modo su evaporación. En Inglaterra lo mezclan con
cuatro veces su volumen de tierra buena ó de mantillo, y
también con ceniza común ó de carbón de piedra, y produce
admirables resultados.
Este abono conviene á todas las tierras; pero de un modo
especial á las húmedas, pues en las secas y en las privadas
de riego quema las plantas. En los prados y en las tierras de
regadío produce muy buenos efectos. En toda la ribera del
Júcar se sirven del guano para el cultivo del arroz, y obtienen
cosechas sorprendentes.
En cuanto á la cantidad en que deba emplearse es muy
variable; pero según resulta de los numerosos experimentos
y ensayos practicados en Inglaterra, en varios suelos y en
exposiciones diversas, la proporción media en tierras buenas,
debe ser la siguiente:
Para cereales; por hectárea. . . . 250 kilogramos.
Para prados naturales y artificiales.. 375 »
Para patatas, remolachas, nabos, etc. 375 »
2.0 — Abonos inorgánicos
Pasando á la designación de los abonos minerales ó sali-
nos, debemos tener presente que todos son sustancias mas ó
menos solubles en el agua y que obran sobre las plantas,
activando su desarrollo por una especie de excitación salu-
dable cuando se aplican en dosis ó cantidad conveniente.
Entre ellos los mas notables son el yeso, el fosfato de cal,
las cenizas de todas especies, la sal común, el nitrato de sosa,
el nitro, la sosa, la potasa y otros, como la cal, y cloruro,
el hollín de las chimeneas y varios sulfatos, etc., en que no
nos debemos ocupar, bien sea por haber ya hablado de algu-
no de ellos, bien por no ser los otros de la incumbencia de
este Tratado.
La aplicación del yeso como abono estimulante de la
vegetación se debe al Sr. Mayer, el cual dio á conocer á la
sociedad de Berna (Suiza) en 1765, el resultado délos expe-
rimentos hechos en Kupfersel en el cantón de Argovia. La
acción de este agente es tan eficaz para determinadas plantas,
que con razón debe mirarse al doctor Mayer como un bien-
hechor de la humanidad. El célebre Franklin se valió de un
medio muy ingenioso para introducirlo en los Estados-
Unidos, y fué el de trazar con yeso en un campo de mielga
cerca de Washington, é inmediato á una carretera muy fre-
cuentada, la siguiente inscripción: <tEste campo ha sido
enyesado.» Habiendo adquirido la vegetación un desarrollo
mucho mayor en los puntos ocupados por el yeso, que en el
resto de la heredad, no solo pudo notarse de un modo claro
y distinto la diferencia de lozanía en la planta, sino que ella
misma explicaba la causa á que era debida. Los resultados
de este experimento fueron coronados del éxito mas brillan-
te, y el uso del yeso se generalizó con tal rapidez, y adquirió
tal importancia, que escaseando esta sustancia en aquellas
regiones, llegaron á importarlo de París por ser superior, y
también de otros puntos.
Sin entrar á discutir acerca del modo de obrar de esta
sustancia, tanto por no ser del dominio de este Tratado, y
4i7
sí de uno de Química agrícola, cuanto por presentarse bas-
ante oscura su influencia, no satisfaciendo del todo las
eorías ó hipótesis inventadas por los ilustres Liebig, Bous
singault y Davy, veamos las condiciones que ha de reunir
una tierra para aplicarle este abono, y las plantas á cuyo
cultivo conviene ó puede ser útil.
El yeso se usa crudo ó cocido; en el último caso privado
del agua que contenía, se presenta en el estado pulverulento
mas á propósito para producir sus efectos. Sin embargo, sus
propiedades no varían por esto, y aun en general es preferi-
ble usarlo crudo por razón de economía.
Las dos condiciones mejores en las tierras para hacer
uso de esta sustancia son una temperatura algo elevada y
cierto grado de humedad; las lluvias abundantes le perjudi-
can tanto como la sequía.
Los terrenos en que conviene mas el enyesado son los
arcillosos, los calizos, los arenosos, y los del diluvio, parti-
cularmente cuando predomina el lehm : en los de aluvión ó
de acarreo modernos parece que no prueba tanto. De todos
modos, hay que tener presente que el yeso no produce sus
efectos en terrenos pobres, y que tampoco puede reemplazar
á los abonos orgánicos, como equivocadamente pretenden
algunos. Por el contrario, esta sustancia necesita la interven-
ción de estos, sin los cuales su acción es escasa ó nula;
principio en el que se funda la práctica que siguen muchos
agricultores, de mezclarla con estiércoles ó con mantillo.
En cuanto á las plantas á cuyo cultivo conviene sobrema-
nera el uso del yeso, las principales son la rrrielga, el pipiri-
gallo, el trébol, la algarroba, los guisantes, y también el
tabaco, las berzas, la colza, el cáñamo, el lino ó trigo moris-
co, etc. Su influencia es casi nula en los cereales; y aun creen
algunos que sucede lo propio en los prados naturales.
El fosfato cálcico es un abono que ejerce sobre los cerea-
les la misma influencia que el yeso para las leguminosas en
general. Esta sustancia en estado nativo es escasa en las
tierras; pero la energía de su acción es tal, y tantos los bene-
ficios que de su uso reporta la Agricultura, que en Inglaterra
se han establecido muchas fábricas con el solo objeto de
beneficiar la parte de fosfato que contienen los coprolitos ó
excrementos fósiles y ciertos nodulos que se encuentran en
el crag y en otras formaciones. En estado nativo, ó como
roca independiente, que es cuando con mas propiedad se
llama fosforita, podemos decir que España, y en especial
Extremadura, es casi la única región que la posee; en el
pueblo de Logrosan se halla esta materia en las condiciones
que indicamos al describir el terreno silúrico.
Pero á falta de la sustancia en este estado, el agricultor
puede encontrar tan excelente abono en las carnes, en las
raspaduras del cuerno, en la crin, y en especial en los hue-
sos de animales, que lo contienen en tanta mayor propor-
ción, cuanto mas viejos. También la paja de los cereales,
así como las habas, los guisantes, las judías, y otras legum-
bres lo contienen en cantidad notable. En esto se funda
precisamente el uso que se hace en muchos puntos de todas
estas sustancias como abonos de gran precio.
Este hecho curioso, y la especie de antagonismo que
ofrecen los cereales y las legumbres, ha servido de motivo
para una práctica, que en general se considera como muy
buena, y es la rotación de las cosechas. Esta consiste en
sembrar el mismo campo un año ó dos de cereales, y otro u
otros de legumbres; y se funda en que, como estas consu-
men el yeso, que de nada sirve á aquellas, y dejan por el
contrario, el fosfato, que es el agente importante para su
desarrollo, resulta que cada planta encuentra siempre en el
terreno los elementos que necesita.
El fosfato de cal, por si, es poco ó nada soluble; pero
55
Tomo IX
GEOLOGIA
418
además de que pequeña parte que se disuelve es suficien-
te para la vegetación, se observa que el ácido carbónico
que se forma en virtud de la acción del oxígeno de la atmós-
fera sobre el mantillo, favorece notablemente su solubilidad.
En general el fosfato nativo, así como las sustancias que
lo contienen, como por ejemplo, los huesos y las astas y
cuernos, conviene usarlos en polvo ó raspaduras no solo por
la comodidad de la operación, distribuyéndose con mas
igualdad en el campo, sino también porque de esta manera
su acción es mas directa y eficaz.
La ineficacia del fosfato de cal nativo, puede atribuirse,
según Boblique> á la gran cohesión de esta sustancia,
que hace la asimilación muy difícil cuando no se determina
por agentes naturales; procurar remediar este inconveniente
tratando los nodulos por ácidos minerales enérgicos; pero
este medio, p°r >'a costoso, es perjudicial en los terrenos
que no contienen bastantes bases para saturar el exceso de
ácido que ha debido emplearse para obtener la disolución
del fosfato cóÍcIk|q.I J
2.0 A la ausencia de la silice soluble. En efecto, la sílice
es tan indispensable á los cereales como el ácido fosfórico;
forma su esqueleto, y se atribuye con razón á su ausencia el
accidente al cual se da el nombre de encamarse. Si el suelo
no contiene una cantidad suficiente de sílice asimilable, la
caña no puede adquirir las cualidades necesarias para que
la recolección llegue á su término, y los fosfatos que pudie-
ran añadirse á una tierra colocada en estas condiciones
serian inútiles Estos datos me han guiado en el trabajo
sobre un medio propio para asegurar el empleo útil de los
nodulos.
Los nodulos se pulverizan y mezclan con el 50 por 100
de su peso de Sal marina; doy para este empleo la preferen-
cia á la destinada á la salazón de la merluza ó de los cueros,
cuyo precio en nuestros puertos es muy ínfimo. Esta mezcla
se lleva á los cilindros y á los hornos á una temperatura
inferior al rt)jo> en presencia de una corriente de vapor de
agua,
Si, como acontece algunas veces, los nodulos no contie-
nen una cantidad suficiente de sílice, es necesario aumentar
su proporción- por una adición anterior.
La reacción de la silice sobre el cloruro sódico en presen-
cia del vapor de agua es conocida; se forma silicato sódico
y ácido doi tídrico. En este caso particular, este último
lleva su acción sobre el fosfato cálcico, al cual quita dos
equivalentes de cal para dar nacimiento al cloruro cálcico y
al fosfato ácido de la misma base; sin embargo, todo el ácido
fosfórico no se combina con la cal; se forma algunas veces
una cantidad bastante considerable de fosfato sódico. Creo
que este ií '.tuo producto es debido, sobre todo, á la des-
composición ^el fosfato ferroso; este metal se encuentra en
estado de férrico, cristalizado en pajitas, como se ha
observado hace algún tiempo calcinando el sulfato
ferroso y el cloruro sódico.
La misma o; eracion da silicatos y fosfatos, que se encuen-
tran secos, exceso de ácido y que pueden ceder á las
plantas no salo la silice y el ácido fosfórico, sino también
una gran cantidad de álcali.
Lo de todo punto indispensable es que tanto el fosfato de
cal como la súice se pongan en condiciones de penetrar en
el tejido de plantas; y esto no puede conseguirse sino
por medio de aquellos cuerpos que reaccionando sobre
ellos, detergen su solubilidad; pues esta es circunstancia
sin la cual n ruede verificarse la absorción por las raicillas de
las plantas. 1 cuerpo que determina dicha solubilidad, es el
ácido carbv : co, verdadero disolvente de los fosfatos y sili-
catos, dejar á 1 el ácido silícico en el estado que llaman los
químicos naciente y soluble; ahora bien, no siendo bastante
para producir estos resultados el que procedente de la at-
mósfera se pone en contacto con la tierra, ó penetra en su
interior, se hace indispensable echar mano de sustancias
orgánicas, cuya descomposición suministra diferentes cuer-
pos, y principalmente el de que nos estamos ocupando.
Para que esta descomposición se verifique, es indispen-
sable el concurso del aire, de la humedad y del calor; de-
terminando el agua además, la disolución del ácido carbó-
nico, que á su vez determina la descomposición de los
silicatos y fosfatos, siendo esta una de las razones del gran
beneficio de las lluvias; pues aunque se forme en el estiércol
y demás abonos orgánicos dicho ácido, no existiendo agua
que lo disuelva, este pasa á la atmósfera sin determinar los
resultados que se apetecen.
En esta teoría, ó en estos principios deducidos severa-
mente de la experimentación química, se funda el ventajoso
uso de los abonos artificiales, por cuanto en ellos se contie-
nen todos los principios nutritivos de las plantas, en estado
soluble ó sea asimilable. Para esto se preparan atacando los
fosfatos naturales, ó de las materias animales, por el ácido
sulfúrico ; con lo cual quedan disueltos este, el fosfórico y
la cal; agregando, en forma de sales solubles, la potasa y la
magnesia, prescindiendo de la sosa y óxido de hierro, por
hallarse en el suelo en mayor cantidad que la exigida por
las plantas.
Dado este estado de cosas, estos abonos no necesitan
grandes cantidades de ácido carbónico; puesto que sus
principios nutritivos son solubles en el agua pura, y la pe-
queña cantidad de este ácido, que se forma por la combus-
tión y el que es arrastrado por el agua de lluvia, concurren
para disolver los elementos que en el suelo se encuentran
en estado insoluble, es decir, que actúan sobre los fosfatos
y silicatos del terreno.
El amoniaco, principio nutritivo de gran importancia en
la vida vegetal, se encuentra en estos abonos á veces en
estado de sulfato procedente de las fábricas del gas de-
alumbrado. Algunos fabricantes preparan el amoniaco desti-
lando la materia orgánica, carne ó sangre desecada, sustan-
cia muy rica en ázoe. En esta destilación la materia orgánica,
descompuesta á una temperatura poco elevada, da lugar al
carbonato amónico y á un residuo formado por las sales que
contiene, mezclado con una cierta cantidad de carbono, que
se halla en un gran estado de división, y por lo tanto fácil
de convertirse en ácido carbónico, que obra además sobre
los principios insolubles que contiene el suelo.
Se ve, pues, que los abonos minerales, cuando contienen
todos los principios nutritivos que necesitan asimilar las
plantas, reúnen condiciones favorables para la vegetación y
además la ventaja de no necesitar, para que se realicen las
funciones de la vida vegetal, tanta cantidad de agua como
los abonos orgánicos.
Dejando para obras especiales de agricultura y de quí-
mica, la ampliación de estos datos, veamos qué otras sus-
tancias pueden emplearse como abonos naturales.
Las cenizas, y mejor detritus de turba, producen excelen-
tes resultados como poderoso estimulante de la vegetación,
especialmente para el cultivo del trébol, de las plantas que
se emplean para prados artificiales, para el lino, lúpulo y
( otras muchas, en razón á la potasa, sosa, sulfato de potasa
que contienen, así como también pueden emplearse como
excelente mejoramiento de las tierras fuertes ó arcillosas,
por la parte de caliza y silice que contienen. Esta sustancia
j se emplea con muy buen éxito en el norte de Francia, In-
glaterra, Bélgica y Holanda; en cuyo último país utilizan la
que ha permanecido algún tiempo en el mar, ó en los pól-
GEOPONIA
419
ders, observándose que es más eficaz su acción por los clo-
ruros que contiene. En nuestro litoral seria de desear se
empleara este abono, que es abundante desde Torreblanca
y Oropesa hasta Almenara y el Puig en Valencia; y tam-
bién en las marismas del Guadalquivir, y en otros muchos
puntos, donde no escasea la turba. Mezclada esta sustancia
con la marga, la cal ó el estiércol, produce muy buenos
efectos; debiendo llevarse á los campos en tiempo de la
primavera.
Las mal llamadas cenizas de lignito, pues no son sino los
productos de su alteración determinada principalmente por
la descomposición de las piritas de hierro y cobre, que suele
contener en abundancia, se emplean también, con buen
éxito, por la caliza y arcilla, por la sílice y los óxidos y sul-
fatos de hierro que contienen, efecto de las reacciones quí-
micas que en su seno se verifican; por otra parte, dan mas
calor á las tierras por la coloración oscura que les comunican;
matando además los insectos y ahuyentando á los ratones,
por el olor fuerte que despiden y las propiedades cáusticas
que caracterizan este abono, que es excelente para prados
artificiales, y para el cultivo de la mielga, remolacha, cerea-
les, etc.
Aunque no de tanta eficacia como las que acabamos de
indicar, sin embargo, los despojos y el polvo de la ulla
también se emplean con ventaja en tierras yesosas y albari-
zas, en las cuales contribuye á moderar la reflexión de la
luz, aumentando de consiguiente su temperatura
Tocante á la sal común, su uso ó aplicación á la agricul-
tura ha sido objeto de muchas controversias; considerándola
unos como excelente para toda clase de plantas, y mirándola
otros como perjudicial.
En absoluto, no es verdad ninguno de estos extremos;
pues mientras hay plantas, las llamadas Halófilas, que no
pueden vivir sino en localidades donde este elemento abun-
da, la esterilidad que dicha sustancia comunica á las tierras
es tal, sobre todo cuando se halla en abundancia, que ya en
los libros sagrados se refiere, que como señal de reprobación,
solia cubrirse de sal la superficie de una ciudad ó fortaleza
rebelde, después de arrasarla.
Sin embargo, la acción benéfica del cloruro de sodio está
demostrada en la notable riqueza de los pólders de Holanda,
donde tanto abunda; la justifica también el ventajoso apro-
vechamiento de la tanga y arenas del mar, y el uso frecuente
que se hace en Alemania y demás países del Norte de la
salmuera, del arenque, sardina y otros pescados, así como el
residuo de las salinas y canteras de sal. Pero para que la apli-
cación de esta sea útil, conviene proceder con conocimiento
y prudencia, así en la cantidad en que debe usarse como en
las plantas que la necesitan. La primera condición que ha de
concurrir para ello es que haya un cierto grado de hume
dad, así en el suelo como en la atmósfera, sin lo cual dicha
sustancia ejerce una acción corrosiva y destructora. Lo
notable es que mientras una corta dosis de sal aplicada
sobre las hojas en tiempo seco las destruye y acaba por matar
la planta, disuelta en el agua, puede penetrar por las raíces
en gran cantidad sin producir efectos notables. De modo que,
como dice con mucha oportunidad Girardin, la sal en corta
cantidad y el agua, son los dos elementos que se necesitan
combinar para obtener forrajes excelentes. Sin embargo,
según consta de las observaciones de Becquerel, esta sus-
tancia es perjudicial á las plantas durante su germinación;
mientras por el contrario, su influencia es muy útil al tiempo
de nacer, circunstancia que deberá tenerse en cuenta para
escoger la época en que deba emplearse este abono.
En cuanto á los terrenos en que conviene usarlo, es
menester que sean arcillosos y calizos, es decir, en las tierras
húmedas, para que á beneficio de este agente, el ácido car-
bónico pase á carbonato de sosa, cuya acción sobre las plan-
tas es muy eficaz, como lo demuestra el uso de las cenizas y
lejías.
Cuando se desee emplear la sal en un terreno que esté
privado de caliza, que la contenga en escasa cantidad, deberá
mezclarse con materias que la poseen en razón de dos partes
de esta por una de aquella, compuesto que produce muy
buenos efectos. También conviene mezclarla en pequeñas
dósis con los estiércoles ó con el mantillo y restos vegetales.
Pero el mejor medio indudablemente de proporcionar á los
terrenos la sal es hacer que la coman antes los ganados ó
los animales de que se sirve el agricultor para las labores,
pues asi pasa por medio de las orinas y excrementos, pu-
diendo asegurar que bajo esta forma nunca llega á perjudi-
car á las plantas.
Las plantas de forraje y las cereales son las que mas ape-
tecen este abono. En cuanto á las sales amoniacales, impor-
tantes por la cantidad de ázoe que suministran á las plantas
en estado de carbonato, única sal que puede penetrar y ser-
vir al desarrollo de los tejidos vegetales, ora se eche directa-
mente mano de él, ora resulte de la reacción del ácido
carbónico de las tierras sobre las otras sales, poco ó nada
tenemos que decir, por no ser en rigor del dominio de la
Geología.
La importancia de estas sustancias estriba en la cantidad
de ázoe que suministran, aumentando por otra parte la fuerza
absorbente y asimilatriz de las plantas respecto del ázoe de la
atmósfera, y facilitando también la absorción que las raíces
ejercen sobre las bases minerales del suelo. Pero para que
estas sustancias produzcan el primero de estos efectos, se
necesitan dos condiciones á saber: i.a Que el suelo contenga
principios calizos. Y 2.a que no sea húmeda ni la tierra, ni
la estación, pues con el agua se aumenta la evaporación, y
desaparecen con facilidad los elementos amoniacales. Con-
viene además alternar el uso de estas materias con abonos
ricos en potasa, cal, magnesia, sílice y fosfato, con el objeto
de restituir al suelo dichos elementos que hacen desaparecer
las combinaciones y reacciones de aquellos.
Las mismas consideraciones que acabamos de exponer en
el párrafo anterior, nos harán ser muy breves en la descrip-
ción de estos abonos.
La acción de los nitratos, según ha demostrado Kuhl-
mann, es muy análoga á la de las sustancias amoniacales; y
si á esto se añade el que la mayor parte de la influencia de
los yesosos y escombros sobre la vegetación es debida á la
presencia de aquellas sales, esta consideración nos dispensa
de entrar en mayores detalles, pues seria una repetición inú-
til. La potasa ó el óxido del metal potasio, resultado de su
combinación con el oxígeno, es uno de los estimulantes mas
poderosos de la vegetación, y la necesidad que de ella tienen
las plantas, lo demuestra la proporción- en que se encuentra
en muchas de ellas; de la cual debe deducirse su existencia
en la mayor parte de las tierras vegetales, asi como la utili-
dad que puede reportar la Agricultura de su uso. En el suelo
efectivamente se halla en alguna abundancia, casi siempre
en estado de carbonato y bicarbonato, resultado de la des-
composición de los granitos, de muchos pórfidos, y de otras
rocas de base de feldespato común.
La influencia de este agente en la vegetación se confirma
sobre todo en la yerba que crece con vigor sobre los detritus
de granito en puntos húmedos, sin la intervención de ningún
otro abono. Su acción es tan poderosa que según cálculos de
Liebig, la mezcla de una milésima parte de arcilla, y el resto
de cuarzo, bastará para alimentar un bosque de pinos durante
un siglo; el mismo químico asegura que un metro cúbico de
420
GEOLOGIA
feldespato provee de potasa durante mas de trescientos años
á un bosque de encinas que ocupe 2,500 metrosde superficie.
Las tierras procedentes de la descomposición de las rocas
indicadas contienen la potasa en proporción notable, de
consiguiente el agricultor podrá echar mano de sus detritus
como abono; aunque generalmente es mejor valerse de las
cenizas ó de sus lejías, pues en ellas abunda también mucho
la mencionada base.
Por lo que respecta á la sosa ó sea al óxido del metal
sodio, aunque no tan común en las tierras como la anterior,
procede también de la descomposición de muchas rocas
feldespáticas de base de albita y oligoclasa, esto es, de la
mayor parte de las rocas volcánicas. Las aguas del mar la
contienen en gran cantidad, lo mismo que la cal común. Su
modo de obrar es análogo al de la potasa, si bien mas enér-
gico, por cuya circunstancia conviene usarlo con mucha
prudencia. En general puede decirse que la fertilidad délos
terrenos volcánicos depende en gran parte de la presencia
en ellos de esta materia, lo cual confirma la idea que emiti-
mos respecto de la importancia de las cenizas ó detritus
volcánicos considerados como abonos.
Por otra parte, casi toda la sosa que se emplea en agricul-
tura procede de las aguas del mar ó de la sal común, siendo
preferible bajo esta forma.
Aquí concluye la descripción de las sustancias minerales
que el agricultor puede emplear para mejorar ó abonar sus
campos: para completar todo lo relativo á Geología agrícola,
errenos en que se hallan de preferencia
falta indicar los
estas sustancias.
ARTICULO III
TERRENOS EN QUE SE HALLAN LOS MEJORAMIENTOS
Y ABONOS
Aunque en rigor, las indicaciones hechas al final de la
descripción de cada roca, al mencionar sus aplicaciones, y
al enumerar los materiales útiles de los terrenos, podrian
bastar á nuestro objeto, sin embargo, con el fin de reunir en
un solo artículo el catálogo de las sustancias que en cada
período geológico puede encontrar el agricultor para satisfa-
cer las necesidades de sus tierras, pasaremos revista á cada
uno de los terrenos, en párrafos separados, como se hará al
tratar de los criaderos generales en la Geología industrial.
1 . 0 — Terrenos modernos
En los terrenos modernos hallará el agricultor entre las
sustancias que puede emplear como mejoramientos, la cal
excelente de la toba caliza ó travertino; las arenas, gravas,
chinas calizas ó silíceas, en el curso de los rios, en su desem-
bocadura, en los alfaques y en todos los depósitos de acar-
reo; las arcillas y demás productos de la descomposición
reciente de las rocas cristalizadas y volcánicas que ocupan
la superficie, y sujetas de consiguiente á la acción de los
agentes exteriores.
Entre los abonos estimulantes, los terrenos, ó mejor las
formaciones recientes le suministran el guano, la turba, el
yeso y la sal que se encuentran á menudo en los azúfrales y
aun en los volcanes activos: la sosa y potasa, la sílice, la
alúmina y otros agentes muy activos, en los detritus de las
rocas graníticas y volcánicas. La tanga, el merl y los demás
materiales ricos en principios animales que se encuentran
en las rias y en las costas.
2/ — Terreno cuaternario
En el terreno cuaternario se hallan las mismas sustancias
que en los anteriores, y á mas el lehm ó cieno diluvial. Los
depósitos de los glaciares antiguos, y los canchales pueden
suministrar buenos mejoramientos por su procedencia, en
general, de rocas ricas en sustancias alcalinas. La descom-
posición de los basaltos, traquitas y otros productos volcáni-
cos contemporáneos de la época diluvial, proporcionan
muchos materiales como arcillas, arenas, gravas, cenizas vol-
cánicas, etc., etc., de que el agricultor se servirá con ventaja
para abonar y mejorar sus campos.
Respecto á las condiciones agrícolas de este terreno, cree-
mos haber dicho lo suficiente al trazar su descripción donde
se dijo que las regiones en que abundan el lehm ó cieno di-
luvial pueden reputarse como privilegiadas bajo el punto de
vista agrícola.
3. — Terrenos terciarios
Estos terrenos ofrecen en cada uno de sus tres pisos, sub-
apenino, falúnicoy nummulítico, gran número de sustancias
útiles á la agricultura. Las rocas, compuestas en gran parte
de restos de conchas, zoófitos, huesos y excrementos fósiles,
que tanto abundan en los tres tramos, y notablemente en el
superior y medio, bajo la denominación de falún, crag, etc., en
estado de mayor ó menor disgregación, sirven al propio tiem-
po de mejoramiento por la parte de arenas silíceas y de caliza
incoherente que contienen, y de abono por la parte animal,
por los fosfatos, etc., que tanto abundan en ellas. Todavía se
halla en la parte superior de estos terrenos algo de turba, y
además en él empieza á manifestarse y adquiere gran desar-
rollo en el piso inferior, otro combustible, el lignito, que, en
especial, cuando abunda en pirita, da por resultado de su
descomposición un abono de muy buena calidad. Las mar-
gas, las arcillas, las calizas y los productos volcánicos, tra-
quíticos y basálticos, el peperino, las tobas, etc, que con
tanta profusión se encuentran en estos terrenos, sirven de
excelentes mejoramientos. El yeso y la sal común ó de mon-
taña, que tanta importancia industrial dan á los terrenos ter-
ciarios, es sabido que se emplean como abonos sumamente
enérgicos y eficaces.
En cuanto á las condiciones agrícolas de estos terrenos,
dice con mucha oportunidad el Sr. Boubé que son los mas
importantes, y que tal vez la mitad de las producciones ó de
las subsistencias proceden de tierras vegetales en suelos ter-
ciarios. En confirmación de ello, estos terrenos representan
las regiones mas fértiles y habitadas : esto consiste en que,
en general, dichos terrenos son el resultado de grandes alu-
viones, que obrando sobre rocas ígneas y de sedimento, de
épocas muy diversas, han determinado la mezcla de sustan-
cias muy variadas, de naturaleza cuarzosa, feldespática, mi-
cácea, caliza, magnésica, tálcica, yesosa, fosfórica, ferrugino-
sa, etc., condición en que estriba la mayor fertilidad de un
terreno.
En algunos puntos, sin embargo, por circunstancias espe-
ciales esta mezcla no se ha verificado, resultando formaciones
areniscas, calizas, ó de cualquiera otra naturaleza, cuya homo-
geneidad se da á conocer por la aridez y malas cualidades
de dichas tierras.
' u xrp
[. — Terrenos secundarios
De los terrenos que en su conjunto representan la época
llamada secundaria, el superior, llamado cretáceo, suministra
á la agricultura como mejoramientos y abonos, la creta, que
según Boubé es la mejor de todas las margas; mucha marga
y calizas arcillosas que la pueden reemplazar; pizarras ne-
gras, arcillosas ó de base de marga, algo bituminosas, corres-
pondiente en parte á lo que los suizos llaman flisch, que en
GEOPONIA
421
muchos puntos, yen especial en las Provincias Vascongadas,
se destinan para margar las tierras con buen éxito ; algunos
yesos, y particularmente la caliza pura, que suministra una
cal grasa de superior calidad. Las calizas y arenas verdes son
muy abundantes y excelentes como mejoramiento, por la
parte de silicato de hierro que contienen. La descomposición
de las rocas eruptivas ofíticas, la Dolomía y el yeso que las
acompañan con frecuencia, son una de las riquezas agrícolas
de este terreno. Por último, el fosfato cálcico, aunque casi
siempre combinado con el de hierro, que se presenta en for-
ma de nodulos entre los estratos de la creta, á la manera de
pedernal, en muchos puntos sirve de abono excelente.
Las condiciones agrícolas del terreno cretáceo son tan
varias como los materiales de que consta. En general, en los
puntos en que predomina el piso weáldico, del gault ó de la
arenisca verde, se nota una rica vegetación; mientras que en
aquellos en que solo existe la creta, es árida y estéril, á no
hallarse cubierta de alguna buena capa de terreno diluvial ó
de acarreo.
En cuanto al terreno jurásico, no ofrece sino las sustan-
cias comunes indicadas ya en los anteriores, como la caliza
en grandes bancos, las arcillas muy abundantes y algún de-
pósito de combustible cuyas cenizas pueden utilizarse como
mejoramiento.
Las condiciones agrícolas de este terreno tampoco son las
mas á propósito para el cultivo, pues el predominio de grue-
sos bancos de calizas compactas y de arcillas, determinan
tierras mas ó menos impermeables, sobre subsuelos ó rocas
subyacentes demasiado duras y á veces también impermea-
bles. Estas condiciones, sin embargo, suelen dar excelentes
tierras para prados, como se observa en la Normandía. En
aquellos puntos en que el terreno está accidentado, como
sucede en el Jura y en los valles estrechos en donde se acu-
mulan ó depositan materiales de naturaleza diversa, la vege-
tación suele ser vigorosa.
El terreno del trias, que termina por abajo el período se-
cundario, compuesto de los tres órdenes de capas indicados
en su descripción, ofrece como sustancias dominantes y que
pueden emplearse como mejoramientos, la caliza del mus-
chelkalk, excelente cuando se presenta en descomposición
por el gran número de fósiles que contiene y por la buena
cal que suministra; las margas y arcillas del keuper, y las
arenas, resultado de la descomposición de las areniscas del
piso inferior; como abonos pueden servir la sal y el yeso.
En general, la vegetación de este terreno es pobre; y por
la abundancia de los depósitos de sal y de fuentes saladas y
del yeso, su vegetación participa del carácter de plantas
halófilas que en él predominan.
A
5 . 0 — Terrenos primarios
UE
El período primario se divide generalmente en cuatro
terrenos y son el pérmico, carbonífero, devónico y silúrico.
En el primero se encuentran pocas sustancias útiles á la agri-
cultura, si exceptuamos las arenas, las pizarras arcillosas
cuando se presentan descompuestas, y las calizas que tam-
bién suelen ser comunes. La vegetación es igualmente pobre
por cuanto en general los elementos se presentan aislados y
ocupando grandes extensiones de terrenos, razón por la cual
el único ó casi exclusivo cultivo á que se prestan es al de los
bosques de pinos ó encinas. Las numerosas dislocaciones
que ofrece este terreno, hacen, sin embargo, que con fre-
cuencia se presenten á la superficie sustancias con las que
pueden corregirse sus malas cualidades.
El terreno carbonífero suministra la ulla cuyas cenizas se
emplean como abono; las pizarras arcillosas y bituminosas
que también pueden destinarse al mejoramiento de muchas
tierras; la caliza, que bajo el nombre de carbonífera ó de
montaña ocupa la base, también puede destinarse al mismo
objeto. Además, en este terreno se encuentran una porción
de rocas eruptivas, particularmente pórfidos, cuyos detritus
pueden emplearse como mejoramiento.
Por último, los terrenos silúrico y devónico, compuestos
en su mayor parte de pizarras y de areniscas, conglomera-
dos, cuarcitas y calizas, suministran todos estos elementos y
el carácter de su vegetación varia con el de los materiales
que los componen. En ellos abundan extraordinariamente
las rocas eruptivas, entre las cuales figuran en primera linea
el granito y los pórfidos; su descomposición suministra
arenas y arcillas cargadas de principios alcalinos cuya in-
fluencia en la vegetación es bien notoria.
Las relaciones de estos últimos términos de la serie de los
terrenos de sedimento son tales, que difícilmente pueden
separarse, sobre todo considerados bajo el punto de vista de
sus aplicaciones á la agricultura.
6." — Terrenos graníticos y porfídicos
Los terrenos granítico y porfídico, en razón á la naturaleza
variada de sus elementos y á la facilidad con que se descom-
ponen, suministran una porción de productos á la agricultura
como mejoramientos y abonos excelentes. En el primer caso
se hallan las arenas, las gravas y las arcillas; y en el segundo
los carbonatos de sosa y de potasa, la sílice y la alumina,
elementos preciosos para el cultivo.
Las condiciones físicas de este terreno, la consistencia
de las rocas subyacentes, generalmente de la misma compo-
sición, comunican un carácter particular á las plantas que
en él se cultivan, que en general son de prados; también se
prestan para bosques.
7/' — Terrenos volcánicos
Los materiales que las formaciones traquítica, basáltica y
lávica suministran á la agricultura, y el carácter que comu-
nican á la vegetación, los hemos indicado al trazar la historia
de aquellos terrenos de sedimento de cuya constitución son
contemporáneos ó posteriores. Esto y los detalles que se
expusieron en la descripción de los terrenos volcánicos en
la Geognosia, nos dispensan de entrar en mayores detalles.
Aquí termina la historia de las indicaciones preciosas que
la Geología puede suministrar al agricultor respecto de las
materias de que puede echar mano y de los terrenos en
donde las puede hallar. Para completar todo lo relativo á la
Geología agrícola deberíamos tratar ahora de las nociones
de hidrografía indispensables para procurársele el mas pode-
roso auxiliar de la vegetación, esto es, el agua; pero como
esto lo consideramos como un ramo de industria, lo tratare-
mos en el capítulo siguiente.
422
GEOLOGIA
CAPITULO II
GEOLOGIA INDUSTRIAL
ASOCIACIONES Y CRIADEROS DE LOS
MINERALES
Descritas en detalle todas las sustancias minerales que por
su abundancia desempeñan un papel principal en la compo-
sición del globo bajo la denominación general de rocas, y
conocidos sus agrupamientos en formaciones y terrenos, vea-
mos cuáles son los inmediatos resultados prácticos de este
estudio.
El primer hecho curioso que debe apuntarse en esta ma-
teria es, que en virtud de la armonía de las leyes que rigen
la materia, así orgánica como inorgánica, los minerales, léjos
de estar esparcidos al acaso y sin orden alguno en el globo,
se agrupan en familias ó asociaciones tan naturales por la
afinidad ó especie de parentesco, si se permite decirlo así,
que los une, como las de los vegetales y animales. El cono-
cimiento de las relaciones de los minerales (i) es de grande
utilidad, asi práctica como especulativa, ya que por una parte
la presencia de una sustancia nos puede hacer sospechar la
de otra ó su incompatibilidad con la que forma el objeto de
nuestras indagaciones, mientras que bajo otro punto de vista,
es la mas plena confirmación de la armonía de las leyes que
rigen la materia. Esta armonía es tal, que no solo existen
relaciones de afinidad entre los elementos de las aguas mi-
nerales, y los criaderos metalíferos, y entre estos y los de las
emanaciones volcánicas y los terrenos cristalinos, y entre
todos los que forman la base de la organización de los ani-
males y plantas, sino que las hay también á no dudarlo, en-
tre los cuerpos mas esenciales á la composición del globo y
los de los otros planetas. Hecho ini-ortantísimo, que tiende
á probar la uniformidad de la materia en el Universo, y que
se funda en la suposición, hoy dia generalmente admitida,
de que los aerolitos ó piedras atmosféricas, son pequeños
planetas ó fragmentos de otros, que vagando en el espacio,
caen á la superficie de la tierra en el momento en que en-
tran en la esfera de atracción de este planeta. Las numerosas
análisis que se han hecho de estas piedras, demuestran lo
que acabamos de indicar; y para persuadirse de ello, como
para tener una idea de los diferentes géneros de relaciones
que quedan consignadas, copiamos en la columna siguiente
el cuadro que acompaña á la Memc-iia del Sr. Elie de Beau-
mont, sobre esta materia en el B ri fin de la Sociedad geo-
lógica de Francia , año de 1S47.
Diversas y muy importantes son t as consecuencias que se
desprenden del examen y comparación de este curioso cua-
dro; pero por el momento, solo debo llamar la atención hácia
el enlace que demuestra tener la Geología, esta hermana
menor de las otras ciencias, como 1j llama con oportunidad
el citado geólogo, con todas ellas, y muy particularmente,
también, hasta la conexión tan íntima que existe, como de-
mostraremos mas adelante, entre les filones de todas espe-
cies, las fuentes minerales y los productos volcánicos. Con
(1) Algunos refranes de nuestro riquísino idioma expresan admira-
blemente estas asociaciones y repulsiones ie los minerales, como por
ejemplo: f Donde hay yeso y cal no hay mineral,» refiriéndose induda-
blemente a la falta ó escasez de metales e nde dominan aquellos ele-
mentos geognósticos.
CUADRO
DE LA DISTRIBUCION' DE LOS CUERPOS SIMPLES DE LA NATURALEZA
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10 Aluminio I ,
n Zirconio
12 Torio. ....]. i..1
13 Cerio. J
14 Lantalo 1
15 Didimio. ¡
16 Urano...,.....1
i? Manganeso...
18 Hierro
19 Níquel
20 Cobalto
21 Zinc
22 Cadmio.......
23 Estaño
24 Plomo
25 Bismuto
26 Cobre
27 Mercurio
28 Plata
29 Paladio
3® Rodio
31 Rutenio.
32 Iridio
33 Platino
34 Osmio
35 Oro...
36 Hidrógeno...
37 Silicio
38 Carbono
39 Boro
40 Titano
41 Tántalo
42 Nobio
43 Pelopio
44 Tungsteno..
45 Molibdeno .
46 Vanadio
47 Cromo
48 Teluro
49 Antimonio.
50 Arsénico....
51 Fósforo
52 Azoe
53 Selenio.
54 Azufre
55 Oxigeno....
56 Yodo
57 ¡Bromo
58 Cloro
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21 16
GEOLOGIA INDUSTRIAL
423
efecto, pues si se examina detenidamente el cuadro se vrerá,
que salvas muy cortas excepciones, la lista de los cuerpos
simples ó elementales de cada una de las indicadas casillas,
es la repetición ó extracto de la de las demás, lo cual prueba
la singular armonía que preside á estos órdenes de fenóme-
nos, que aunque distintos en apariencia, son resultado de la
acción y reacción en diferente escala y rumbo, si se quiere,
de unos mismos agentes químicos.
También puede deducirse de la inspección del cuadro
anterior, este otro principio trascendental, á saber: que cual-
quiera que haya sido la naturaleza de la química primiti-
va terrestre, es indudable que muchos de los cuerpos sim-
ples, fueron secuestrados, por decirlo así, fijándose en las
rocas mas antiguas, sin que hayan vuelto á presentarse de
nuevo en acción. Esto, que por una parte demuestra el cam-
bio gradual que ha experimentado la marcha de los fenóme-
nos geológicos, por otra es la mayor, tal vez, de las maravi-
llas de la naturaleza; pues precisamente los elementos que
se fijaron en los primeros periodos, son los que mas directa-
mente hubieran impedido la aparición de la vida en la su-
perficie terrestre. La comparación de la primera y última
casilla viene á ser la mejor contraprueba de este hecho sin-
gular, pues en las dos figuran los mismos elementos.
Veamos ahora qué utilidad puede proporcionar el conoci-
miento de estas relaciones. Además de lo mucho que se
facilita por este medio el estudio de los minerales y el modo
como se han formado, en el terreno de la práctica puede
evitar el fraude y el engaño, tan comunes por desgracia hoy,
en las especulaciones de minas. Con efecto, el dia en que se
divulguen estas nociones tan elementales de la ciencia, y que
en su virtud se sepa que el oro, la plata, el plomo, el hierro,
el cobre y las otras sustancias útiles, van acompañadas de
tal ó cual otra materia, no será tan fácil engañar á ciertas
gentes, víctimas hoy de su propia ignorancia ; pues para ello
será menester que cada mineral se presente con su corres-
pondiente cortejo, cosa que no siempre es fácil y hacedera.
Verdad es que todo el engaño no estriba en esto, pero el te-
ner conocimiento de estas asociaciones, es ya una verdadera
garantía.
Las asociaciones de los minerales se refieren unas á la
afinidad que reúne á determinadas sustancias entre sí, y
otras á las que las enlazan con los terrenos ó formaciones en
que se encuentran. Estas dos especies de relaciones las ex-
presó perfectamente el señor Espiñeira (1) con los nombres
de compañeros y criaderos, refiriéndose al agrupamiento de
ciertos minerales en familias, y á la relación de estos con los
terrenos en que se hallan. Trataremos, pues, en dos artículos
separados de esta materia tan trascendental, intercalando
después del primero, una breve reseña de las teorías que se
han inventado para explicar la formación de los criaderos
metalíferos. Por desgracia, hasta el presente no se ha tratado
de dar una razón científica del segundo género de asocia-
ción, ó sea de los compañeros; de consiguiente en cuanto á
esto nos limitaremos á consignar las muchas y notables par-
ticularidades que ofrece.
‘ARTÍCULO PRIMEROr rp
CRIADEROS
Los criaderos son aquellos puntos del globo en donde se
formaron y existen hoy las sustancias minerales que el hom-
bre busca para satisfacer algunas de sus necesidades: diví-
dense en generales y particulares.
Los criaderos generales están representados por las rocas
(1) Véase el tomo 6.° de los Anales de Ciencias naturales publicado
en Madrid desde 1799 hasta 1804.
que entran en la composición de los diferentes terrenos : los
particulares son meros accidentes de aquellos, y los forman
las sustancias metálicas (exceptuando gran parte del hierro)
y las piedras preciosas que se emplean como objeto de
lujo.
Además de este carácter principal, los criaderos generales
se presentan por lo común en capas contemporáneas, y á
veces también en masas de gran importancia por su cantidad,
como se ve en los granitos, pórfidos, etc. Los particulares,
por el contrario, afectan formas y caractéres independientes
de la estratificación y revelan un origen posterior al del ter-
reno que los contiene.
Las sustancias minerales que entran en la composición de
los criaderos particulares, son en general, distintas de las de
los generales; y aun en el caso de ser comunes á entrambos,
siempre llevan caractéres especiales y un modo de ser que
los distingue perfectamente.
Por último, considerados bajo el punto de vista industrial,
los criaderos se distinguen unos de otros en la naturaleza de
los materiales que suministran: asi es, que los generales
proporcionan á la industria y á la agricultura, materiales de
construcción, piedras de cal, yesos, margas, arcillas de todas
clases, muchas piedras de adorno, como mármoles, pórfidos,
granitos, combustibles, gran parte de los minerales de hier-
ro, las arenas para el vidriado, las piedras de molino y de
afilar, las litográficas, la tierra vegetal con las sustancias que
bajo los nombres de abonos y mejoramientos contribuyen á
aumentar los productos de la agricultura.
Los criaderos particulares, por el contrario, suministran
todas las sustancias metálicas, exceptuando parte del hierro,
las piedras finas para la joyería, y en general todas aquellas
sustancias cuyo elevado precio sufraga los gastos de explo-
tación y trasporte, aunque sean algo considerables.
Las materias de los criaderos generales de un uso mas
común y de extracción fácil, para utilizarlas solo se necesita
comprobar su existencia y conocer la relación que existe en-
tre su composición ó estructura y los usos á que se las des-
tina.
En los criaderos particulares, lo que se llama Mena, com-
puesto metalífero acompañado de otras sustancias que reci-
ben el nombre de Ganga, aunque siempre susceptible de
explotación, se necesita que el mineral esté en determinadas
proporciones para que torme objeto de una especulación.
Muchas circunstancias pueden contribuir á que dada una
misma proporción de mineral, en unos puntos sea beneficio-
sa su explotación y en otros no; pero dejando para el tacto
y discreción de los ingenieros estas apreciaciones de locali-
dad, podemos establecer por regla general, sin darle un ca-
rácter absoluto, que en el supuesto de ser compactas las
rocas que contienen la Mena, el mineral debe hallarse en
las proporciones siguientes para que su explotación sea be-
neficiosa. El hierro debe rendir una tercera parte de la Me-
na, el plomo 1 el zinc */.„ el cobre la plata */|M0 y el
oro 7,0.000.
SECCION PRIMERA
CRIADEROS GENERALES
Los criaderos generales hemos dicho que los componen
las rocas, y como el estudio de estas se hizo ya en artículos
separados, y después en la descripción particular de los ter-
renos, no es conveniente entrar en repeticiones inútiles, y
solo con el objeto de armonizar esta parte con el resto de la
obra, se hará una indicación general por terrenos, de los ma-
teriales que cada uno puede suministrar.
Asunto es este de la mayor trascendencia, ya que por una
GEOLOGIA
4-4
parte la vegetación de cada comarca depende necesariamen-
te de la naturaleza de su tierra vegetal, y esta de la de las
rocas inmediatas : y que, por otra, como que los materiales
de construcción raras veces pueden soportar los gastos de
trasporte á largas distancias, resulta que en cada localidad
el hombre tiene zue echar mano para este objeto, de aque-
llas sustancias que se hallan mas próximas; de donde se in-
fiere que la constitución geológica es la que decide del ca-
rácter de la vegetación y del cultivo de cada país, así como
de la forma y accidentes de la arquitectura y de la mayor
parte de los ramos de industria de cada localidad; por lo
cual se ve que la Geología está llamada á decidir las cuestio-
nes mas delicadas de economía política.
j/p I | ! I ¡ | ! ||I| .jl
i- — Ter renos modernos v cuaternarios
Los terrenos m odernos y cuaternarios, es decir, los depó-
sitos que se verificaron después del terreno terciario, sumi-
nistran en genero! pocos materiales á la arquitectura: solo
en las regiones volcánicas y en las de masas errantes se echa
mano de las lavas, del lapilli y de la puzolana para las arga-
masas, y de las n vasas erráticas que se utilizan en la construc-
ción. El travertir. o ó la toba caliza, que también pertenece á
este terreno, se destina á igual objeto, lo mismo que la cali-
za de los arrecifes de coral.
Pero si el esta io incoherente de los materiales de dichos
depósitos se presza poco á estas aplicaciones, es por el con-
trario el mas favorable para la agricultura é industria: á la
primera le sumin istra la tierra vegetal, las tierras vírgenes, el
cieno diluvial ó le-hm, los aluviones y el diluvio propiamente
dicho, elementos indispensables para el crecimiento y desar-
rollo de las plantas. A la industria suministran estos terrenos
los aluviones ó depósitos de piedras preciosas y del oro,
platino, etc.; la tmrba como combustible, las masas conside-
rables de huesos nosiles que en unos puntos se explotan como
excelentes abones, y en otros, como materia primera de
muchas industrias;. También suministran estos terrenos ar-
cillas para la alfarería, arenas para el vidriado, y por último
el guano como excelente abono animal, si es que este pro-
ducto puede considerarse como verdadera roca.
2 . 0 — Terrenos tercia) tos
Los terrenos terciarios ofrecen en general tales condicio-
nes en su constitución y en la variedad de sus materiales,
que no debe extrañarse que las principales ciudades del
mundo se hayan establecido sobre sus depósitos. Con efecto,
este terreno constituye en general las regiones menos eleva-
das del globo: poco accidentadas sus capas por levantamien-
tos posteriores, se- presentan comunmente en su estado pri-
mitivo y normal : sus valles son anchos y uniformes, de donde
resulta que las vLls de comunicación por tierra y por agua
son mas fáciles y expeditas. Además por su posición, formas
y accidentes geo gnósticos estos terrenos gozan en general de
un clima mas suave que los otros, circunstancia que influye
en la vegetación, y hace que el hombre los escoja como cen-
tro y base de su rznorada. A todas estas condiciones hay que
agregar la variedz. j de materiales que estos terrenos suminis-
tran á la arquiteerrura, á la agricultura y á la industria.
Para la constrraccion sirven las calizas, tanto lacustres
como marinas, las areniscas de diferentes especies, como la
molasa, el machia o, y el asperón común, el sílex molar, y
todas las rocas volcánicas, traquitas, basaltos y las contem-
poráneas de este terreno.
A la agricultura ofrece el terreno terciario las mejores
condiciones de terrtilidad, fundada principalmente en la mez-
cla de sustancias miuy variadas, como calizas silíceas, rocas
feldespáticas, micáceas, talcosas, yesosas, etc. ; efecto de su
compleja composición. Tan cierto es que la variedad en la
composición de un terreno es la mejor condición para la
agricultura, que en aquellos puntos en que el terciario está
compuesto, por el contrario, de un solo elemento, se distin-
gue por su gran esterilidad, como de ello nos dan buen
ejemplo las colinas yesosas que se extienden desde Madrid
á Aranjuez.
El terreno terciario suministra, además, gran número de
abonos minerales de excelente calidad; así, por ejemplo, el
fosfato de los huesos y excrementos fósiles, el producto déla
descomposición de las rocas volcánicas, las margas, yesos,
arcillas, las cenizas de combustibles que contienen mucha
pirita y otras sustancias análogas, son muy abundantes en los
terciarios, y de ellas depende la fertilidad y la variedad de la
vegetación y del cultivo en este terreno.
Por último, á la industria suministran los terciarios mu-
chas materias de aplicación como el lignito, el hierro limo-
nita ó hidratado, algunas calizas bituminosas, las piritas, el
azufre, el ámbar ó succino, la sal común y otras que se pres-
tan á una explotación ventajosa. Las arcillas plásticas para
la alfarería, las arenas para el vidriado, la obsidiana y el
basalto que pueden servir para el mismo objeto: los alum-
bres, el ácido bórico, el cloruro amónico y otros productos
de los volcanes y sojionis ó bufadores, contemporáneos de
este terreno, entran en esta categoría.
3." — Terrenos secundarios
El grupo de los terrenos secundarios también suministra
un gran número de materias útiles á la construcción, á la
agricultura y á la industria. En general abundan mucho las
calizas, las cuales ofrecen la ventaja sobre las de los terrenos
terciarios, de ser mas compactas y algo metamórficas, cir-
cunstancia que si por un lado hace mas costosa su extrac-
ción y también su labrado, por otro da mayor solidez, dura-
ción y hermosura á las piedras. Este precioso elemento para
la construcción predomina sobre todo en los dos terrenos
superiores, jurásico y cretáceo, de los tres en que hemos
dividido el grupo; así como en el inferior ó en el trias, abun-
dan mas las areniscas de todas especies como materiales
destinados á este objeto. Entre las calizas del grupo secun-
dario, se encuentran la inmensa mayoría de los mármoles
empleados en objetos de lujo, en construcciones monumen-
tales y hasta en bellas artes, como sucede con el mármol
estatuario de Carrara, que pertenece al terreno jurásico in-
ferior.
En cuanto á la agricultura, no son ciertamente los terre-
nos del grupo secundario los que se prestan mas á su des-
arrollo, tanto por las condiciones geográficas que ofrecen,
cuanto por los escasos materiales que le proporcionan. La
uniformidad de composición de estos terrenos en grandes y
extensas superficies, la porosidad de muchas de sus rocas y
la estructura compacta que ofrecen otras, hacen que en ge-
neral el subsuelo sea en ellos de mala calidad; sin embargo,
en los puntos en que el terreno está accidentado por la dis-
locación de sus capas, puede verificarse la mezcla de mate-
riales, dando á beneficio de esta disposición, cierta fertilidad
á la tierra Si desgraciadamente el terreno se presenta en
estratos horizontales, su esterilidad y aridez son muy no-
tables.
Cuando las capas de calizas y areniscas alternan, como su-
cede muy á menudo, con bancos poderosos de margas y de
arcillas, las condiciones agrícolas del terreno mejoran; cir-
cunstancia que hay que tener muy en cuenta para poder
apreciar el valor relativo de las tierras que se trate de com-
prar ó vender.
GEOLOGIA INDUSTRIAL
425
A pesar de lo dicho, el grupo secundario suministra algu-
nos elementos de mejoramiento para las tierras, y entre ellos
deben mencionarse la creta, la cal grasa que se obtiene muy
excelente de las piedras calizas de los terrenos jurásico y cre-
táceo, las margas y arcillas que abundan también en ellos,
el yeso del trias, y otras varias.
Pero si el grupo secundario es pobre en condiciones agrí-
colas y en materiales para la agricultura, es por el contrario
un rico almacén de materias primeras para la industria. Así
es que el terreno triásico suministra la mayor parte de la sal
común, cuya importancia es bien notoria: en él se encuen-
tra igualmente una especie de combustible casi tan bueno
como la ulla misma; y ciertas pizarras bituminosas, de las
que se extrae un aceite mineral que se emplea en lámparas
construidas á propósito para el alumbrado, que resulta mu-
cho mas económico que el de gas y el de aceite común. El
yeso, las calizas arcillosas y las Dolomías compactas, propias
para la fabricación de excelentes cales hidráulicas, también
proceden del trias.
En el terreno jurásico se encuentran como materias útiles
á diferentes ramos de industria, muchos mármoles, y entre
ellos el estatuario de Carrara: excelentes piedras biográficas,
calizas hidráulicas y cementos romanos naturales. En el lias,
arcillas de batanero y también alguna plástica para la alfare-
ría: muchos ocres ó almagras, piedras de afilar y lignitos que
en varios puntos forman objeto de explotación. Aunque la
mayor parte de los metales que se encuentran en este grupo
pertenecen á los criaderos particulares que describiremos
mas adelante, sin embargo, hay algunos que se presentan en
capas ó bancos con todos los caractéres asignados en los
criaderos generales; tal es entre otros el hierro pisolitico ó
en perdigones que los alemanes llaman bonherz , que se en-
cuentra en la parte superior del terreno jurásico, y eloolítico
que en granos sueltos ó aglutinados por una sustancia arci-
llosa, forma capas de mucho espesor en el piso de Oxford,
en la grande y en la oolita inferior.
En el cretáceo se encuentran la caliza blanca y manchadi
za que se destina á la preparación de la creta para las de-
mostraciones gráficas en el encerado, para el moldeado y
también para la fabricación de cementos hidráulicos exce-
lentes, mezclándola con la arcilla. El pedernal en nodulos
que caracteriza los pisos superiores del terreno, se destina al
empedrado y á otros usos no menos importantes. La caliza
tuffeau ó clorítica que constituye la base déla creta superior,
se emplea en la construcción, y como abono mineral y me-
joramiento cuando contiene mucho silicato de hierro y arci
lia. Igual destino se da á las areniscas verdes y á los mate-
riales del gault, en los que predominan, además de la clorita,
las piritas de hierro que se descomponen con facilidad, y
suministran las tierras verdes y negras de suma utilidad para
determinadas plantas. Las calizas y mármoles del piso neo-
comio y del horizonte wealdio, son muy estimados, lo mismo
que las arcillas, las areniscas y las margas que entran á cons-
tituirles. Por último, el terreno cretáceo, particularmente el
inferior, suministra con frecuencia criaderos de lignito sus-
ceptibles de explotarse, como los de Aragón y también el
asfalto y otros betunes minerales, que se encuentran im-
pregnando las calizas y areniscas, y rinden pingües pro-
ductos. .
4.0 — Terrenos primarios
Por último, los terrenos llamados primarios ó paleozoicos,
de transición según otros, también ofrecen entre los criaderos
generales, una porción de sustancias y condiciones útiles á
la construcción, á la agricultura y á la industria, si bien en
escala menor que en los que preceden. Así es que aunque
los materiales de construcción no escasean, son por lo común
difíciles de extraer y costosos de labrar, por cuya circuns-
tancia y el nivel que alcanzan estos terrenos generalmente
muy accidentados, y lo escasa y pobre que es en ellos la
vegetación, hacen que estas regiones sean las menos po-
bladas.
Los terrenos pérmico y carbonífero, los primeros de éste
grupo, suministran á la construcción buenas areniscas ó
asperones, sobre todo en aquellos puntos en que abunda la
sílice; cuando domina el feldespato, son muy susceptibles de
descomposición, se desmoronan y valen muy poco. La caliza
carbonífera ó de montaña, como dicen los ingleses, es buena
piedra de construcción, empleándose á menudo como már-
mol muy estimado por su color negro intenso y por los dibu-
jos caprichosos que resultan del corte en diferentes sentidos
de las conchas ó zoófitos que contiene, cuyas tintas claras
por lo común, contrastan agradablemente con el fondo negro
de la masa.
Los terrenos devónico y silúrico de este gran grupo, pro-
porcionan algunas calizas aunque duras, y es costosa su extrac-
ción; areniscas y conglomerados silíceos que suelen ser
demasiado duros ó difíciles de beneficiar, siendo no obstante
de gran utilidad en las comarcas en las que predominan estos
terrenos.
Las pizarras que tanto abundan en ellos, sirven para
cubrir los edificios y para pavimentar. Muchas, sin embargo,
se descomponen con demasiada facilidad y ofrecen además
poca resistencia para destinarlas á este uso.
Pero entre los materiales intercalados en este terreno, el
que por su abundancia merece una mención especial es el
granito, la piedra de construcción por excelencia; si bien
atendido el costo de su extracción y la dificultad con que se
deja labrar, solo suele emplearse generalmente en la arqui-
tectura monumental y para embaldosar las aceras, y aun si se
quiere, para el empedrado del arroyo ó parte central de las
calles. Conviene, empero, tener presente que esta piedra se
descompone con facilidad en razón al feldespato que contiene
y al tamaño y grado de trabazón que une á sus tres elemen-
tos constitutivos, cuarzo, feldespato y mica, para saberla
escoger cuando se la quiere destinar á algunas de estas apli-
caciones.
También los pórfidos son mas comunes en estos terrenos
que en los anteriores, y sabido es el uso que puede hacerse
de esta clase de piedras. Lo mismo puede decirse de la sie-
nita, de las dioritas, serpentinas y demás rocas básicas.
En general, á la agricultura no es nada favorable ni la
disposición y accidentes de este grupo de terrenos, ni tam-
poco su composición. La mayor parte de sus rocas son
metamórficas, pizarrosas, compactas, llenas de hendiduras y
de cavidades, lo cual hace que las aguas filtren con facilidad;
si á esto se agrega la escasez de margas, de arcillas y aun de
calizas, sobre todo cuando se comparan con los terrenos
anteriores, se comprenderá sin gran esfuerzo, que la vegeta-
ción y el cultivo se resienten mucho de todas estas circuns-
tancias, siendo por lo común, pobre y poco variado.
Pero si la Agricultura saca poco provecho, digámoslo así,
de los terrenos paleozóicos ó primarios, por el contrario, la
Industria encuentra en ellos gran número de materias de
gran utilidad y objeto de ricas especulaciones. Así es que la
ulla, la antracita y el grafito entre los combustibles; la gran
variedad de mármoles y en especial de areniscas, brechas,
pudingas y pizarras entre las materias pétreas, alimentan una
porción de explotaciones y también el hierro carbonatado
que forma uno de los accidentes mas comunes del terreno
carbonífero. La gran riqueza, empero, de estos terrenos
consiste principalmente en los metales que forman parte de
Tomo IX
54
GEOLOGIA
426
os criaderos particulares en cuya descripción vamos á entrar.
La uniformidad de composición de los terrenos de la série
plutonica, y las indicaciones que hicimos al final de cada
una de las aplicaciones de sus principales sustancias, nos
excusan entrar por ahora en mayores detalles, pues seria una
repetición inútil.
1 ales son en resumen los materiales de todas clases que
los criaderos generales suministran en los diferentes terrenos
á la construcción, á la agricultura y á la industria. Veamos
ahora los que proporcionan los criaderos que llamamos con
Werner, particulares.
SECCION SEGUNDA
CRIADEROS PARTICULARES
M L p
Los criaderos de esta segunda sección se refieren general-
mente hablando á los metales; cuando estos se encuentran
mezclados, contenidos ó combinados con materias de otra
naturaleza en las proporciones indicadas mas arriba, de modo
que puedan prestarse á una útil explotación, reciben el nom-
bre de Mena.
Los metales raras veces se hallan libres ó sueltos, excepto
el oro y el platino; las materias por lo común pétreas que
los contienen, ó con los que están asociados, reciben el
nombre de ganga. Esta se dice distinta, cuando por la sim-
ple trituración y el lavado puede separarse del mineral; en el
caso contrario, forma parte de la mena misma. Los nombres
de Caja del criadero y terrenos metalíferos, se aplican á la
roca y terrenos que contienen la ganga y la mena (1).
Cuando por medio de las excavaciones se llega á la masa
del criadero, se dice que la mina está en frutos; llámase
cultivada y agotada cuando se ha extraído toda la masa del
mineral útil que contenia.
Los escombros de la ganga y de la caja que se forman
en las inmediaciones de la explotación, reciben el nombre
de Zafra.
Con el nombre de Baciscos se indican en Almadén los
cantos ó fragmentos de la ganga, que contienen algo de
mineral útil; si bien su escasa cantidad no permite una
explotación beneficiosa.
Se designa con el nombre de roca estéril, la que se en-
cuentra en las excavaciones, desprovista de minerales útiles.
Los criaderos metalíferos se distinguen en estratificados y
no estratificados ó posteriores á los terrenos que los contie-
nen. Los primeros puede decirse que forman parte de los
criaderos generales, aunque muchos deben considerarse
como mixtos, pues los metales al propio tiempo que estrati-
ficados son posteriores al terreno que los contiene; tal es.
por ejemplo, lo que sucede con la mayor parte de los cria-
deros de hierro, sobre todo con el hematites, cuya formación
es debida á fuentes minerales que han penetrado á través del
terreno que los encierra: en el mismo caso se encuentran los
criaderos de cobre del terreno pérmico de Alemania, en el
piso llamado Kupfer Schiefer en la Turingia, y en el de Boli-
via en las areniscas abigarradas. En uno y otro caso, el
mineral se encuentra en capas, pero es posterior al terreno
que lo contiene, por efecto de las operaciones químicas que
allí se verificaron, hallándose ya constituidos los materiales
de aquel.
La inmensa mayoría de los criaderos metalíferos son pos-
(1) La mayor parte de las voces empleadas en este Tratado para
expresar los accidentes que ofrecen los criaderos particulares, están
tomadas de la excelente obra del Sr. D. Joaquín Ezquerra, titulada
Laboreo de Minas, que deben consultar las personas que quieran poseer
mas conocimientos acerca de tan importantísimo ramo de industria.
teriores al terreno en que se encuentran, y se dividen en
regulares é irregulares. A los primeros corresponden los filo-
nes propiamente dichos ; á los segundos las masas metálicas
y los stocwerks.
Esta distinción es exacta y muy racional; pero la mejor
base para establecer una buena clasificación científica y
práctica á la vez, de modo que los conocimientos geológicos
sean de grande utilidad en el estudio de los criaderos, es la
que se funda en el grado de relaciones geognósticas que los
metales conservan con las rocas eruptivas, que son las que
evidentemente han influido de un modo directo en su for-
mación. Pero aunque el origen ígneo de estos criaderos esté
hoy dia puesto fuera de duda, después de la ingeniosa com-
paración que hizo el Sr. Elie de Beaumont de este fenó-
meno con el de los volcanes, y particularmente con lo que
sucede ó se observa en los azúfrales ó volcanes semi-apaga-
dos, como quiera que en esta manifestación del calor terrestre,
el agua, según parece, ha desempeñado un papel muy prin-
cipal, resulta que los criaderos metalíferos pertenecen á un
orden mixto de hechos en que el agua y el fuego tienen ó
han tenido su verdadera participación: dejando aparte aque-
llos que solo pueden explicarse admitiendo la intervención
de las corrientes eléctricas subterráneas, como la de los
nodulos ó bolsones de minerales que se encuentran aislados
en la masa ó entre los estratos de rocas, particularmente
cuando su composición es distinta de la de aquellos (2). En
la sierra de Gádor se nota este hecho con frecuencia.
En este concepto el origen de los criaderos metalíferos
debe considerarse bajo el punto de vista geognóstico y geo
gráfico. Enlazados con ciertas erupciones ígneas, no solo se
encuentran siguiendo las líneas ó ejes de aparición de las
rocas de esta naturaleza, sino que se hallan también relacio-
nados de un modo muy directo, con los fenómenos de
trastorno y dislocación que aquellas han determinado en la
superficie.
Estas dislocaciones se expresan por el levantamiento y
formación de los sistemas de montañas, por los replegamien-
tos, saltos, fallas y demás accidentes que se notan en las ca-
pas de los terrenos de sedimento, por efecto de una presión
lateral ó vertical.
De lo dicho se deduce el apoyo eficacísimo que el inge-
niero dedicado á la explotación de las minas puede hallar en
los conocimientos profundos de la Geología; puesto que en-
lazado el origen de los criaderos metalíferos con la aparición
de las rocas que accidentaron al país ó comarca, es claro que
existe entre estos dos órdenes de hechos una relación tal
que, conocido este último, tendrá resuelto en gran parte el
problema de la explotación y beneficio de aquellos que le
están encomendados. Pero las relaciones entre los criaderos
metalíferos y las rocas ígneas no son iguales en todos. Bajo
este punto de vista los podremos dividir en eruptivos, de con-
tacto y metamórficos que son irregulares, y filones propia-
mente dichos que corresponden á los criaderos regulares.
i.° — Criaderos eruptivos
Los criaderos de esta clase son aquellos en que los me-
tales nativos o combinados, forman parte integrante de una
roca ígnea, de cuyas condiciones de estructura, forma, etc.,
participan.
Estos criaderos pueden afectar dos disposiciones distintas,
presentándose en masas mas ó menos regulares con todos
los caractéres que demuestran sus centros de actividad ter-
(2) Para mayor ilustración léase la 1 .* parte del 5.0 tomo de la obra
titulada Electricidad y Magnetismo , del Sr. Becquerel.
GEOLOGIA INDUSTRIAL
4-7
restre, puesta de manifiesto en los levantamientos, ó en for-
ma de dikes de diferente naturaleza, penetrados de sustancia
metálica. La montaña de hierro magnético llamada punta de
la Calamita en la isla de Elba, es un buen ejemplo de la
primera; así como muchos cobres y el mineral de hierro
que se halla impregnando las rocas de anfíbol y serpenti-
na en la Toscana y en otras partes, representan la segunda
disposición.
En general, entre las sustancias de esta clase de criade-
ros, solo el hierro se presenta en condiciones de pureza y
cantidad que permite su explotación. Los otros, como el co-
bre nativo y piritoso, el estaño, etc., se presentan casi siem-
pre como simples accidentes de las gangas, y sus rendimien-
tos son tan escasos, que únicamente pueden formar objeto
de explotación en los casos en que por efecto de la estruc-
tura de la roca, su extracción sea muy fácil, ó cuando haya
habido una concentración del mineral en puntos determina-
dos que conviene conocer.
2.° — Criaderos de contacto
Así como los criaderos anteriores representan ellos mis-
mos la masa eruptiva y de levantamiento, los de contacto
son una consecuencia de dicho fenómeno, hallándose el mi-
neral en el punto de separación entre los minerales ígneos ó
eruptivos y las rocas y terrenos que atravesaron. Las relacio-
nes entre estos y aquellos son tan claras, que el depósito me-
talífero participa de la dirección y demás accidentes del ter-
reno de contacto y de las rocas eruptivas.
Los famosos criaderos de hierro del Hartz (Alemania); los
de cobre del Kupfer-Schiefer de la Turingia, los de la’ Tos-
cana y de la Italia septentrional, pertenecen á esta segunda
clase.
A ella pueden referirse igualmente la mayor parte de los
criaderos de Sierra Morena, y en especial el famoso de Al-
madén, en el que el cinabrio se encuentra formando tres ó
mas capas filones de arenisca penetrada de metal, dispuesta
en estratificación concordante con el plano de contacto de
una especie de arenisca llamada piedra frailesca , roca meta-
mórfica que determina una zona entre el terreno estratificado
que contiene los filones, y los pórfidos dioríticos, á cuya
aparición probablemente deben atribuirse todos estos acci-
dentes.
— Criaderos metamórficos
Estos criaderos son debidos á la penetración ó intercala-
ción de las sustancias metálicas en la masa de las rocas de
sedimento ó entre sus estratos, verificada al tiempo de con-
solidarse sus materiales ó en períodos posteriores. En el
primer caso se nota mucha regularidad en la composición y
modo de ser del criadero, encontrándose las capas en su
estado normal, alternando repetidas veces las metalíferas con
las pétreas, que representan, por decirlo así, la ganga. Por el
contrario, en el segundo ó en el de los criaderos metamorfi-
cos posteriores, que tanto se dan la mano con los que llama-
mos de origen mixto, se nota gran dislocación en los estratos
y tanta irregularidad, que el mineral aparece, desaparece y
hasta cambia de naturaleza sin sujetarse á regla alguna ni á
causa aparente. Aunque la presencia de rocas ígneas no sea
necesaria para darse razón del primero de estos casos, sin
embargo, cuando se las encuentra en las inmediaciones de
uno de estos criaderos, pueden servir de gran auxilio para la
designación de su naturaleza.
A esta clase de criaderos pertenece, entre otros, el de
hierro de la isla de Elba, famoso por reputarse como la ex-
plotación mas antigua que se conoce en el globo, y también
por la cantidad y la calidad del hierro que suministra; este
criadero, que he tenido ocasión de estudiar y admirar, forma
toda una montaña en la parte oriental de la isla, junto al
pueblo llamado Rio.
Los cinabrios de Serravezza, en Toscana, y tal vez los de
Almadén y la fosforita de Logrosan, pueden referirse igual-
mente á esta clase, que tantos puntos de contacto guarda
con los anteriores.
Los tres grupos de criaderos que acabamos de examinar,
y cuyos nombres de eruptivos, de contacto y metamórficos
revelan claramente la causa á que deben su existencia, han
sido también llamados por otros irregulares para distinguirlos
de los filones propiamente dichos, que son los regulares. En
ellos los metales se presentan en venas ó venillas, redes y
masas, en nódulos y en pequeñas porciones sueltas ó espar-
cidas en el terreno, cuyas rocas impregnan ó penetran de
una manera intima.
Bajo este punto de vista, si bien estos criaderos no ofre-
cen aquella regularidad que observamos en los filones, por
otro lado están íntimamente enlazados con el terreno que los
contiene. De modo que puede decirse que la Geología está
destinada á prestar un auxilio mas eficaz al reconocimiento,
estudio y beneficio de estos que á la inspección y explota-
ción de los regulares.
Pero el modo de presentarse y las relaciones con el terre-
no que los contiene, no son los únicos caractéres que pueden
distinguirlos; también el estado de los minerales que los
componen contribuye á ello. Por de pronto casi puede ase-
gurarse que, así como en los filones, la ganga es una roca
distinta del terreno que forma la caja; en los criaderos irre-
gulares, por el contrario, es de la misma naturaleza que aquel.
Además, la estructura que es cristalina y hasta mas ó menos
perfectamente cristalizada en los filones, es por el contrario
en los irregulares terrea, pétrea y hasta compacta; siendo esto
tan cierto, que con solo este carácter, según Brongniart,
puede un mineralogista algo experimentado apreciar la clase
de criadero de que procede el mineral que estudia.
Por otra parte, los irregulares están siempre en relación
con rocas eruptivas; y lo mas notable es, que casi todos ó la
inmensa mayoría de ellos, han sido producidos por rocas
porfídicas ó por verdaderos pórfidos feldespáticos y anfibó-
líeos, y en general por las rocas magnésicas que dimos á co-
nocer con el nombre de básicas ó medias. Esta circunstancia
y la de encontrarse estos criaderos en relación con los cen-
tros de metamorfismo y de trastorno y dislocación de los
terrenos, nos confirman en la idea emitida de que en ningún
caso necesita tanto el ingeniero de sólidos conocimientos
geológicos, como en el reconocimiento, estudio y explota-
ción de estos centros de producción mineral.
Y como quiera que las rocas que han determinado la
formación de los irregulares, sean eruptivos, de simple con-
tacto ó metamórficos, han aparecido en determinadas direc-
ciones constituyendo grupos alineados que dan á las regiones
un sello ó carácter particular, es claro que todo esto servirá
poderosamente para el esclarecimiento de tan importante
materia.
Estos criaderos, aunque de explotación mas difícil por su
misma irregularidad, son los mas ricos y variados en materias
útiles; hallándose en ellos el metal en razón directa del inte-
rés que su estudio inspira. Bastará para convencerse de esta
verdad, citar los criaderos de hierro de la isla de Elba, los
de Traversella, los de Suecia, los de cobre en diferentes
combinaciones de Chessy cerca de Lion, los de la cordillera
metalífera de Toscana y el sorprendente criadero de azogue
de Almadén.
GEOLOGIA
42S
A pesar de todo, y en medio ce las diferencias capitales
que se acaban de indicar entre los criaderos irregulares y los
filones, no dejan de ofrecer algunos puntos de contacto,
siendo los criaderos mixtos ó intermedios el eslabón que los
enlaza íntimamente; como si la naturaleza quisiera demos-
trarnos la unidad, ó por lo menos la analogía de la causa
que los formó á todos. Los criaderos intermedios ó mixtos
son los conocidos con el nombre de filones capas, los cuales
no ofrecen en el fondo mas carácter de verdaderos filones
que el de su forma; pues por lo demás afectan cierta irregu-
laridad en su dirección, no guardan entre ellos el paralelismo
caracteristico, el yacente y pendiente, y por último, se dis-
tinguen de unos y otros en que siguen la dirección de los
estratos, aunque no con gran regularidad, hallándose además
íntimamente enlazados con las rocas eruptivas, á cuyas
formas y accidentes suelen, por lo común, amoldarse.
Por otro lado, considerados er. su distribución geográfica,
los criaderos irregulares y los ñlones no dejan de ofrecer
cierta armonía, pues léjos de estar separados, suelen hallarse
reunidos en una misma región.
En general, los terrenos fosilíferos antiguos y los materia-
les representantes de la série azoica son los mas favorecidos
bajo este punto de vista, al menos en España, que es lo que
mas nos importa conocer y estudiar.
4 ° — Criaderos regalares ó filones
Todos los criaderos descritos hasta aquí pertenecen á la
sección de los irregulares; los filones, por el contrario, repre-
sentan los regulares por excelencia, y puede decirse que son
los que guardan menos relación con las rocas ígneas ó erup-
tivas, si bien no deja de enlazarse su formación con el estado
ígneo del interior del globo.
La mejor idea que puede formarse de los criaderos en
filones es la de considerarlos como cavidades, hendiduras ó
rendijas del terreno, rellenas en épocas distintas por una ó
varias sustancias metálicas, dispuestas en forma de fajas ó
zonas paralelas, alternando con oirás de naturaleza pétrea,
que es lo que se llama ganga, y cuyos accidentes se repiten.
Al gran Werner se debe el principio ,luminoso de que los
filones ó las fracturas producidas en una época dada siguen
una misma dirección media; siendo, por consiguiente, para-
lelos entre sí, y poseyendo, por otro lado, gangas y sustancias
metálicas especiales. Los de épocas diferentes siguen una
dirección distinta y á veces encontrada con los primeros,
notándose un enriquecimiento notable, por lo común, en el
punto en que se verifica el entrecruzamiento.
De lo dicho se deduce, que en un mismo distrito metalí-
fero pueden encontrarse varias seríes de fracturas correspon-
dientes á otras tantas épocas distintas, caracterizada cada
una por su dirección especial y per minerales y gangas dife-
rentes. En el famoso distrito de Cornwallia, en Inglaterra,
se han reconocido hasta siete especies de rumbo en las
fracturas ó filones.
Como bajo este punto de vista los filones están enlazados
de un modo tan directo con las causas que han determinado
dichos accidentes, de aquí una de las aplicaciones mas felices
de la Geología á la explotación de minas. Se comprende, con
efecto, que relacionadas las fracturas con las causas que han
determinado la orografía particular de la región que estudia-
mos, los caractéres que esta ofrezca nos darán una idea de
la dirección, del modo de ser de los filones, de sus ondula-
ciones, ramificaciones y demás particularidades, de cuyo
conocimiento pende muy á menudo la buena y acertada
dirección de una mina. El conocimiento exacto de los rasgos
geológicos del terreno puede ilustrarnos, también, en la
resolución del problema mas difícil de la explotación, cual
es el de, dado un filón interrumpido por la aparición de otro
ó de una roca eruptiva, saberle encontrar otra vez para con-
tinuar con fruto las operaciones.
Pero no pudiendo dar reglas y preceptos aplicables á todos
los casos sin apelar á cálculos y fórmulas ajenas á la índole
de la obra (1), nos limitaremos á recomendar al ingeniero
que tenga en cuenta todos los accidentes geológicos de la
región que está á su cargo, pues siendo distintos en cada
una, se hace indispensable que se estudie también cada dis-
trito en particular.
Veamos ahora lo que hay que saber de mas esencial res-
pecto á la composición de los filones, á su forma y estructura
particular, á la distribución del mineral en ellos, á su modo
de ser y relaciones, teniendo cuidado antes de marcar bien
el significado de las expresiones que emplea el arte para
designar todos estos accidentes.
Siendo el filón, como hemos dicho, una hendidura ó frac-
tura rellena, su posición puede ser vertical, aunque esto no
es lo común, y mas ó menos inclinada. En este caso el plano
recto ú onduloso que forma el límite superior del filón se
llama pendiente, mientras que el inferior recibe el nombre
de yacente
Las superficies de la caja del criadero que miran hácia el
interior y que representan las caras de la fractura antes de
rellenarse, se llaman astiales.
Entre las superficies de la caja y las del filón, se forma una
capa, comunmente de materias arcillosas, que es la que ha
recibido el nombre de salbanda.
Según las observaciones de varios geólogos, y en especial
del señor Fournet de Lion, la salbanda muchas veces es
resultado de la descomposición de las paredes de la caja del
filón, determinada por las aguas termales y minerales, ácuya
influencia se debe también, probablemente, la formación del
filón mismo.
El punto ó puntos por donde el filón aparece á la super-
ficie se llama extremidad superior ó emergente del filón, y
también cabeza ó cresta.
Una línea, tirada de un astial á otro, perpendicular á en-
trambos, mide el grueso ó la potencia del filón, que no siem-
pre es uniforme. En los puntos en que se estrecha en gene-
ral se empobrece y la materia, al parecer, se concentra; por
el contrario, en las dilataciones y en los cruzamientos aumen-
ta de un modo notable su riqueza.
La dirección de un criadero de esta naturaleza, es la del
punto del horizonte, hácia el cual tienen tendencia sus ele-
mentos; la inclinación la determina el ángulo que forma el
plano de dirección con el horizonte.
Los filones suelen bifurcarse ó dividirse, en cuyo caso se
distinguirá el tronco principal de sus ramificaciones, en que
aquel conserva aproximadamente la misma dirección, incli-
nación y potencia; mientras que estos ofrecen otros acciden-
tes, siendo á veces distinta hasta su composición.
Cuando muchos filones se entrecruzan, constituyen una
especie de red, en la que generalmente aumenta la riqueza
mineral; al conjunto de todos ellos se da el nombre de campo
de fracturas, ó de filones.
Por último, los filones suelen presentar á menudo dislo-
caciones, saltos y fallas que conviene conocer, debidos á la
intersección de un filón por otro, y al hundimiento ó levan-
tamiento del terreno en que está como encajonado; acci-
dentes producidos por una especie de resbalamiento ó sepa-
ración de materia, que determinó un cambio de nivel á veces
(0 No hay tampoco que echar en olvido, que en cada grande dis*
trito ó centro de producción mineral se notan ciertos hechos generales,
únicos que pueden guiar en ia indagación de su verdadera riqueza.
GEOLOGIA INDUSTRIAL
429
notable, y cuyo conocimiento es del mayor interés para
poder seguir con provecho la explotación.
Los filones que, tal como los hemos considerado, repre-
sentan una especie de tabla de diferentes dimensiones con-
tenida en el espacio hueco de una hendidura <5 fractura
terrestre, están compuestos de una parte pétrea, á veces
también metálica, que es lo que se llama ganga, general-
mente en forma de capas ó fajas que se repiten con mucha
simetría á derecha é izquierda del filón; y de mineral útil
objeto de la explotación, diseminado en varios ó pequeños
filones, en hojuelas, granos, nódulos cristalinos y cristales
esparcidos en la masa.
Las materias que mas generalmente constituyen las gangas,
son: la sílice bajo el aspecto de cuarzo ó de cristal de roca ó
en forma de jaspes y de ágatas, que con frecuencia ofrecen
geodas tapizadas de cristales de naturaleza y aspecto dife-
rente: sigue á esta la cal carbonatada siempre cristalina y á
menudo cristalizada, pura 6 mezclada con otras sustancias,
participando del carácter de la Dolomia, del espato calizo
ferruginoso ó manganesífero, y convirtiéndose á veces en
verdadero carbonato de hierro; con menos frecuencia el es-
pato flúor puro con todas las variedades de colores y de
bellas formas de cristalización, ó mezclado con el cuarzo ó
con el espato calizo; después la barita blanca sulfatada, la-
minar ó cristalizada en formas diversas. Las arcillas por lo
común impuras, á veces pizarrosas, también suelen hacer
este oficio, así como los óxidos de hierro. La sienita y la ma-
yor parte de los silicatos magnésicos que entran en la com-
posición de las rocas ígneas, en particular el talco, la serpen-
tina y el anfíbol, desempeñan á veces un papel muy impor-
tante en la composición de las gangas, y también los granates
en masa, como se ve en las minas de galena de Camprodon
(Cataluña) y en varios puntos de Asturias.
Raras veces es estéril el filón cuya ganga está formada de
alguna de estas sustancias. Suele serlo, por el contrario con
frecuencia, cuando la hendidura se halla ocupada por pudin-
gas, brechas y cantos sueltos déla roca que forma la caja.
En general, tanto el mineral útil como la ganga, se pre-
sentan en estado cristalino, de estructura fibrosa, afectando
á veces una cristalización confusa. Para encontrar en los
filones verdaderos cristales bien determinados, se necesita
buscarlos en las geodas ó cavidades en donde la materia ha
podido desarrollarse con toda libertad; pudiendo asegurar
que la inmensa mayoría de los hermosos grupos y cristales
sueltos de diferentes materias que constituyen el mejor
adorno de los gabinetes de Mineralogía, reconocen esta pro-
cedencia.
La forma y estructura es lo que distingue realmente á los
filones propiamente dichos, de los criaderos irregulares en
masa ó stocwerks. La forma ya hemos dicho que es la de
una tabla ó plancha de paredes laterales paralelas, que corta
la estratificación del terreno en que se encuentra; y en cuan-
to á la estructura también se ha indicado ya, que el modo
de presentarse la ganga ó matriz, en cuyo seno se halla el
mineral útil, es en fajas ó capas paralelas á las salbandas,
verificándose esto con tal regularidad, que si á partir de una
de ellas se encuentra una faja de espato calizo, después otra
de espato flúor, seguida de una de cuarzo, y de otra de sul-
fato de barita, etc , en el lado opuesto del filón se repiten
exactamente las mismas sustancias dispuestas de la misma
manera. De modo que un filón es un compuesto de capas
sucesivas idénticas dos á dos, y dispuestas simétricamente, á
partir del yacente y pendiente. Estos ofrecen á menudo on-
dulaciones ó S S, que como no siempre se corresponden,
suelen determinar ciertos huecos, en los que las capas cor-
respondientes de la ganga, no pudiendo separarse de la ley
de simetría que acabamos de indicar, dejan el sitio á otras
sustancias metálicas ó pétreas que constituyen los bolsones,
los nódulos ó riñones llenos de cristales y á veces de metales
nativos, como sucede, por ejemplo, con el mercurio de Al-
madén, siendo este accidente otro de los distintivos de los
filones.
La interposición entre les planos del filón y las caras de
la hendidura ó Asílales de una capa, que es la Salbanda , re-
sultado del metamorfismo de las superficies interiores de las
cajas, ó de la descomposición producida por filtraciones pos-
teriores en el mismo punto, viene á completar la composición
simétrica de los filones.
La simetría en la estructura y composición de estos cria-
deros regulares, resultado á todas luces del mecanismo á que
deben su origen, es sumamente útil para la explotación, pues
casi siempre va acompañada cada ganga de su mineral ó de
metales propios, que no desaparecen mientras la ganga sub-
siste. Esto supone que la causa ó causas á que deben su
existencia no sufrió después perturbación alguna, habiendo
funcionado con toda libertad y regularidad; en el caso con-
trario, y cuando la perturbación procede de la caída de frag-
mentos de la caja del filón ó de la superficie exterior, la
simetría se pierde ó altera, encontrándose en algunos puntos
una especie de mezcla confusa de las gangas y de los frag-
mentos que han interrumpido su continuidad.
En cuanto á los cristales del mineral ó de la ganga que
se encuentran esparcidos en la masa de esta, cualquiera que
sea su regularidad ó perfección, y particularmente en las
partes cariadas ó cavernosas, casi siempre se hallan implan-
tados perpendicularmente á las capas paralelas, con la extre-
midad libre hácia el interior ó centro del filón.
La distribución de las materias útiles en los filones, con-
siderada en su conjunto, no ofrece nada de regular; sin em-
bargo, respecto á la cantidad, y aun á la calidad del mineral,
puede decirse que aumenta en los ensanchamientos y en la
bifurcación de los filones.
Aun subsistiendo la potencia la misma, se notan cambios,
unas veces favorables, otras contrarios á la riqueza mine-
ral, en aquellos puntos en que la inclinación y la dirección
varían; lo mismo se nota respecto á la profundidad del filón,
pues unas veces aumenta y otras disminuye, á medida que
se profundiza. Murchison asegura, fundado en la experien-
cia, que las venas metalíferas que proceden del seno ó fondo
del globo, si llevan oro, suelen contenerle en mayor copia
en la extremidad superior que en el resto de su extensión.
Sin embargo, lo contrario suele ser mas común. Por lo de-
más, tanto la distribución como la potencia del mineral se
hallan sujetas á la influencia de la roca que forma la caja.
Por regla general, la riqueza de un filón es uniforme mien-
tras se conserva la roca la misma; variando, por el contrario,
cuando esta cambia de naturaleza ó aspecto. También influye
en todo esto la naturaleza de las rocas ó materiales que apa-
recieron después y alteraron su disposición primitiva; la
descomposición del filón y de la caja, resultado de los agen-
tes exteriores; la acción de las corrientes eléctricas y otras
muchas circunstancias, sobre cuya materia no pueden darse
reglas generales, ni lo permite tampoco la índole elemental
de la obra.
En cuanto al modo de presentarse y sus relaciones, estos
criaderos ofrecen varios accidentes, hijos de la naturaleza de
la caja, de la disposición de los estratos que atraviesan, de
los cambios y trastornos que han podido sufrir después de
formarse, y de mil otras causas. Lo que en general suce-
de es que los filones se presentan acompañados de otros y
de erupciones de rocas ígneas, cuyos accidentes suelen re-
velar algún trastorno ó dislocación.
GEOLOGIA
45°
Así es que unas veces los filones se presentan unidos,
otras ramificados y como esparcidos en la masa del terreno,
siguiendo, no obstante, la misma dirección cuando pertene-
cen á una época dada. En cuanto á su potencia es varia-
ble, pues se ensanchan ó se estrechan ; pero lo que no se
consigue, por regla general, es encontrar la extremidad infe-
rior de un filón. Podrá empobrecerse hasta el extremo de
no dar rendimientos útiles que sufraguen los gastos de ex-
plotación; pero no suele llegarse hasta el punto de agotarle
por completo. Sin embargo, algunos criaderos de cobre
ofrecen la singularidad de terminar inferiormente en forma
de cuña en los terrenos graníticos, según observaciones del
Sr. Maestre.
Este principio es trascendental, pues se ve que una vez
reconocida la existencia de un filón, pueden abrirse pozos ó
galerías en su busca, seguros de encontrarle.
MU otras particularidades ofrecen los criaderos, así los
regulares como los irregulares, dignas sin duda alguna de
llamar la atención del ingeniero de minas, y propias de tra-
tados especiales. Pero el entrar en mas detalles acerca de
esta materia en una obra de la índole de la presente seria
extralimitarse de su verdadero objeto.
Conocida, por lo que antecede, la parte verdaderamente
estática de todas las clases de criaderos metalíferos admiti-
dos hoy, veamos ahora si conseguimos dar una idea de su
dinámica, ó mejor, si se quiere, de las teorías que se han
inventado para explicar su formación.
A U 1 1 1 1 1 1 1 1 1 ÍRTIQüLO 1 \ I
TEORÍAS SOBRE LA FORMACION DE LOS CRIADEROS
METALÍFEROS
Dos son los agentes ó fuerzas á que puede referirse la
formación de los criaderos metalíferos, las mismas que ex-
plican la de todos los elementos que componen la costra
sólida del globo, á saber: el fuego obrando del centro á la
circunferencia ó del interior á la superficie del globo, que
es el que dio origen á las rocas cristalinas; y el agua que
obrando en sentido inverso ó de fuera adentro, y también
de abajo arriba, ha originado los productos compactos y
terrosos.
Werner y su escuela, refiriéndose á los terrenos metalífe-
ros regulares ó á los filones propiamente dichos, admitían
la formación de las hendiduras por la retracción de la masa
al desecarse la tierra que antes estuvo en disolución en el
fluido caótico primitivo, y también por los levantamientos y
hundimientos del terreno; explicando el relleno de estas
cavidades por la acción procedente de arriba del agua, la
cual disolvía por un lado las sustancias metálicas que se de-
positaban en sus paredes, y obrando después de un modo
mecánico contribuía también á rellenarlas. Suponiendo que
las aguas se hallaban menos agitadas en el fondo de las
hendiduras que en la superficie, explicaban por esta circuns-
tancia la mayor pureza y abundancia de metal, que realmen-
te ofrecen los filones en las partes bajas, asi como también
la diferencia de materiales y de estructura que afectan.
Aunque estas ideas de W erner dominaron por mucho
tiempo en el campo de la ciencia, se abandonaron en el
momento en que, gracias á los adelantos de la Geología y de
las ciencias auxiliares, y en especial de la química, se logró
demostrar la imposibilidad de darse razón con esta teoría de
los principales accidentes que caracterizan los criaderos me-
talíferos. Con efecto, si las sustancias metálicas han ocupado
en épocas anteriores la superficie terrestre (cosa que hoy no
se observa), ¿cómo se explica el que, si exceptuamos el hier-
ro, no haya un solo metal que se encuentre hoy esparcido
en cantidad notable en los estratos de los terrenos de sedi- l
mentó, y si solo en las hendiduras ó fracturas que represen-
tan los filones? Cuando en una región de mayor ó menor
extensión geográfica encontramos rocas diversas, constitu-
yendo terrenos de sedimento sin rastro alguno de sustancias
metálicas, si estas han estado disueltas en la superficie, ¿cómo
se combina esta falta de metales con su concentración en
los filones, aun suponiendo que las hendiduras que ocupan
preexistiesen á la formación de aquel, cosa bastante difícil
de comprender? Y si esta contradicción aparece clara en lo
tocante á los filones, lo es mucho mas cuando se quiere ha-
cer extensiva á la formación de los criaderos irregulares, sean
eruptivos, de contacto ó metamórficos.
Además, la estructura cristalina, tan frecuente en las sus-
tancias que se encuentran en los filones; la disposición simé-
trica de sus materiales en fajas ó capas paralelas; la frecuen-
cia con que los metales se presentan en las rocas cristalinas
ó de origen ígneo y en las metamórficas, como el hierro tita-
nado en el basalto, el oro y platino en ciertos pórfidos, los
cobres y hierros oxidulados en las serpentinas, etc., contribu-
ye á rechazar la teoría de Wremer, por adolecer de gra-
ves defectos, y no representar la verdad tal cual se compren-
de hoy.
Desechado por insuficiente uno de los elementos genera-
dores, el agua, obrando de un modo físico y mecánico de
arriba abajo, no hay mas recurso que apelar al otro, esto es,
al fuego, y mejor aun á la acción combinada de ambos, si
bien obrando el agua de un modo distinto de como la hacían
intervenir los de la escuela de Freyberg.
Insistiendo en la idea de que la verdadera clave de los
estudios geológicos es el conocimiento de las causas actua-
les, veamos si el período histórico nos ofrece algún fenóme-
no que por analogía pueda ilustrarnos en la materia. Este
fenómeno es el volcanismo en todas sus manifestaciones, y
particularmente en las erupciones, en los azúfrales ó somata-
ras, en los geiseres y en las fuentes termales.
Los materiales volcánicos pueden separarse en dos grupos
siguiendo !a doctrina de Elie de Beaumont: en el primero se
agrupan todos aquellos que se presentan á la manera de la
lava, es decir, en estado de fusión, penetrando á veces en la
masa de los terrenos; y en el segundólos que aparecen como
el azufre, esto es, arrastrados por emanaciones gaseosas, de-
positándose y tapizando las paredes de las hendiduras que
les dan paso al exterior.
Esta separación de los productos volcánicos, coincide de
un modo muy notable con la que hemos admitido de los
criaderos metalíferos en regulares ó filones propiamente di-
chos los unos; irregulares, de contacto, eruptivos ó meta-
mórficos los otros ; distinción que puede establecerse también
llamando á las primeros criaderos de incrustación, y á los
segundos de inyección.
Ya antes el Sr. Fournet había establecido la clasificación
de los filones, fundándose en que los unos son producto di-
recto de la acción del fuego por expansión ó sublimación,
en cuyo caso subsiste la sílice combinada, como se ve en los
pórfidos y traquitas; y los otros resultado de la del agua en
los que la sílice persiste libre, como se observa en los filones
metalíferos por excelencia y en las fuentes termales. El esta-
do libre de esta sustancia, y el ningún metamorfismo de las
capas de muchos filones, son, según este célebre geólogo,
las razones mas poderosas para combatir la teoría que quie-
re explicar la formación délos filones por la sola sublimación
ó fusión ígnea.
Este modo de considerar los criaderos metalíferos en sus
relaciones con los productos volcánicos, que tiende á referir
todos estos fenómenos á una causa común, esto es, el calor
central, se ve confirmada por los caracteres que ofrecen estos
GEOLOGIA INDUSTRIAL
43*
y por los puntos de contacto que tienen con los criaderos
metalíferos. Así es que mientras la lava afecta un aspecto
pétreo y una estructura celular ó compacta, ora rellene ca-
vidades interiores, ora se extienda en forma de corrientes al
exterior, las emanaciones que aparecen á la manera del azu-
fre se presentan con una estructura cristalina, y con frecuen-
cia en verdaderos cristales, tapizando las paredes de los
conductos ó hendiduras por donde aparecen al exterior. El
primero de estos estados corresponde exactamente á los
criaderos irregulares en forma de masa ó stocwerks y á los
filones-capas, representados por las corrientes de lava; así
como el segundo copia fielmente los rasgos mas caracterís-
ticos de los criaderos regulares ó filones.
Si por otro lado examinamos los caractéres de las fuentes
minero termales, y los comparamos con los de las emana-
ciones volcánicas á la manera del azufre, veremos que existe
entre estos dos órdenes de hechos un enlace tal, que nos in-
duce á creer que en último resultado no son sino manifesta-
ciones mas ó menos directas del volcanismo, ó en otros tér-
minos, del calor propio del globo.
Con efecto, los manantiales que ofrecen este carácter, no
solo depositan por incrustación los metales que procedentes
del interior ó arrancados de la superficie llevan en suspen-
sión ó disolución, sino que estos efectos se repiten en
pequeño en todos los azúfrales ó solfataras cuando el vapor
de agua que aparece por las hendiduras de las rocas llega á
condensarse primero, y á filtrar después al través de las pa-
redes del volcan. En esta segunda operación se carga el agua
de principios minerales, y cuando aparece de nuevo al ex-
terior simula perfectamente, aunque en pequeña escala, to-
dos los caractéres de una fuente minero-termal. Esto mismo,
pero en mayores proporciones, se nota en los geiseres, en los
que una masa de agua procedente del exterior ó formada
en el seno de la tierra, cargada de principios minerales, es
arrojada á una altura prodigiosa por la fuerza elástica de su
propio vapor, como explicamos al hablar de esta manifesta-
ción volcánica.
El Sr. Daubrée, en la importante Memoria sobre la rela-
ción que las fuentes termales de Plombiéres (departamento
de los Vosgos) tienen con los filones metalíferos, publicada
en 1857 en el Boletín de la Sociedad geológica de Francia , di-
ce terminantemente que los experimentos y estudios sintéti-
cos han confirmado de un modo satisfactorio la idea de que
la mayor parte de los criaderos metalíferos, y casi todos los
fenómenos del metamorfismo, son efecto de la acción de las
aguas minero termales. De donde deduce este ilustre geólo-
go, que tanto el yacimiento y posición de estas, como su re-
lación con las dislocaciones del terreno en que se encuen-
tran, la naturaleza de los depósitos que pueden formar en la
superficie ó en el fondo de la tierra, y por fin, las acciones y
reacciones químicas que determinan con frecuencia en las
rocas inmediatas, todo esto debe, con sobrado fundamento,
llamar la atención del observador.
La mayor parte de las fuentes termales que en otros pe-
riodos de la historia terrestre determinaron la formación de
criaderos metalíferos ya no existen; bien sea que se hayan
obstruido los conductos de salida por las propias incrusta-
ciones que depositaron; bien efecto de dislocaciones pos-
teriores en el suelo, que interrumpieron ó alteraron la cir-
culación interior de las aguas, ó resultado, en fin, del
enfriamiento mas avanzado de estas ó de las rocas que atra
vesaban. Sin embargo, todavía subsisten muchos de estos
manantiales, cuya relación con los criaderos metalíferos,
resultado de su propia acción, es evidente. El Sr. Daubrée
cita muchos ejemplos de la coexistencia de ambos fenóme-
nos, entre los cuales los mas notables son los siguientes: las
fuentes termales de Badén, Wildbad y Liebenzell, situadas
al X. de la Selva Negra, se encuentran en una región atra ve
sada por filones de hierro, cuya conexión ha tratado de de-
mostrar el Sr. Walchner en una Memoria llena de interés.
En la misma cordillera el manantial de Badenweiler, cuyas
aguas marcan la temperatura de 26o, aparece á pocos metros
de distancia de un filón de cuarzo y galena. En los alrede-
dores de Carlsbad y de Marienbad, en Bohemia, las fuentes
termales y las aguas gaseosas se hallan relacionadas muy
directamente con los filones de cuarzo, hierro oligisto y óxi-
do de manganeso, tan frecuentes en aquella comarca. En la
mesa central de Francia pueden citarse también varios ejem-
plos; así es que Grüner ha demostrado que en el departa-
mento del alto Loira las fallas por donde aparecen las fuen-
tes termales pertenecen al mismo grupo de dislocación que
los filones de cuarzo y de barita sulfatada. Los manantiales
de Sail-sous-Couzan salen de un filón plomizo y barítico.
Las aguas termales de Sylvanés (Aveiron) se encuentran en
relación inmediata con un ñlon de cobre gris. Una cosa
parecida se observa en Courmayeur y Servoz, en los Alpes
de la Saboya: según el eminente Coquand, todavía se des-
prenden hoy de los filones de antimonio de Pereta y Sel ve-
na (Toscana), mofetas ó emanaciones sulfurosas, que deposi-
tan de continuo el azufre y dan lugar á la formación de
cantidades considerables de yeso. En el famoso distrito de
la Tolfa (Estados romanos), las fuentes termales rompen en
el sistema mismo de dislocación, al lado de los filones de
galena, de hierro hidratado y de criaderos de alunita, rela-
cionados con rocas traquíticas.
En España también poseemos algunos ejemplos de esta
coincidencia, siendo notable, entre otros, el famoso criadero
de Riotinto, formado por las aguas minerales mismas.
Pero los casos mas curiosos son los de Plombiéres, objeto
principal de la Memoria de Daubrée, de la que proceder,
los datos que vamos apuntando. En las cercanías de este
pueblo, y en el punto llamado la Cote de la Gendarmerie,
las principales fuentes termales ó jabonosas aparecen en los
sitios mismos ocupados por filones de cuarzo y espato flúor.
El famoso manantial de Simón, el mas abundante de to-
dos, se encuentra en medio de una red de filones de espato
flúor.
En el paseo de las Señoras estos filones, relacionados
también con aquellas aguas minerales, son de hierro oligisto
cristalino, de Dolomía, y cal carbonatada cristalina; el cuar-
zo es bastante raro. Otro ejemplo notable de esta asociación
se observa en la llamada Chaude Fontaine, cerca del pueblo
de Dommartin, situado á 15 kilómetros de Plombiéres; las
aguas aparecen allí en las inmediaciones de pequeños filo-
nes de cuarzo y de hierro oligisto.
Todos estos fenómenos termales están intimamente enla-
zados, no solo entre sí los de Plombiéres y Chaude-Fontai-
ne, sino también con los filones de cuarzo del valle llamado
de Roches, y con los de cuarzo y hierro oligisto de la Poirie,
como lo demuestra, entre otras razones de mucho peso, la
similititud de dirección que ofrecen todos estos centros, los
cuales puede decirse ocupan la misma linea de fractura, es-
calonada en varios puntos en la extensión total de 24 kiló-
metros.
Las fuentes minerales de esta región clásica pertenecen,
según Daubrée, á dos períodos distintos: el primero posterior
al terreno triásico, durante el cual contribuyeron á formar el
cuarzo, el espato flúor y el hierro oligisto; el segundo,
indeterminado en cuanto á su principio, corresponde al
régimen que ofrecen hoy las aguas. Cualquiera que sea, sin
embargo, la época geológica á la que deba referirse la
segunda formación de estos manantiales, lo cierto es que
432
GEOLOGIA
entre aquella y esta ha experimentado la comarca movimien-
tos y dislocaciones notables en el suelo, que se dejaron sen-
tir en el interior de los filones mismos. Estos movimientos
terrestres quedan demostrados por el estado del cuarzo, del
granito y del espato flúor, que se presentan en los filones
citados en lorma de cantos redondeados, con señales de
haber rozado los unos contra los otros ¿-encontrándose unas
veces sueltos, otras aglutinados por la arcilla, por el propio
detritus de las rocas pulverizadas, y hasta por el espato flúor
mismo. De modo que puede asegurarse que las aguas de
dicha región cambiaron de condiciones, después de haber
adquirido aquella los rasgos que hoy ofrece su propio relieve,
por efecto de los indicados movimientos.
Estos manantiales, á pesar de reconocer dos períodos en
su formación, y de ser en cada uno de ellos distinta la tem-
peratura y composición, ofrecen, no obstante, en toda su du-
ración algunas analogías dignas de mencionarse. Estas con-
sisten: la primera, en que todavía contienen hoy fluoruros,
depositando, como en otros tiempos, el espato flúor; y la
segunda, en que llevan en disolución actualmente silicatos
alcalinos; y como, según el mismo Daubrée, estas aguas en
determinadas circunstancias precipitan el cuarzo cristalizado,
iesulta de ambos hechos demostrado el enlace íntimo que
une la formación de los filones de cuarzo y espato flúor, con
las aguas que todavía aparecen en sus inmediaciones.
También llama la atención Daubrée en su citada Memo-
ria hícia otros hechos no menos curiosos, y que prueban la
acción mineralizadora de las aguas termales. El granito, en
el que se encuentran los filones de cuarzo y espato flúor de
Plombieres, se encuentra unas veces incoherente y como
arenoso, otras impregnado de un modo íntimo por los ele-
mentos mismos de los filones. El cuarzo y el espato flúor
forman una red de venas y de numerosos riñones, como si
la materia del filón se hubiera extravasado en la roca próxi-
ma, preparada de antemano, por la descomposición, á reci-
birla ó á absorberla. El granito, con esta penetración del
elemento silíceo, adquirió en las inmediaciones del filón
una gran dureza, tomando el aspecto de algunas variedades
de arkosa silicatada.
Estas operaciones químicas producidas por las aguas mi-
nerales no se limitaron, según este geólogo, d la formación
ó al relleno de los filones en la región granítica, sino que se
extendieron hasta los terrenos de sedimento mismos, parti-
cipando de iguales alteraciones hasta la arenisca de los
Vosgos. Con efecto, los cantos ó chinas de que consta esta
se ven comunmente cementados por el jaspe rojo y por el
cuarzo hialino, á veces cristalizado; con menos frecuencia
hacen este oficio el espato flúor y la barita sulfatada. Y los
cantos mismos han experimentado una gran alteración, pre-
sentándose frágiles y de aspecto vitreo.
Estos hechos tan curiosos, y que prueban hasta la eviden-
cia la acción que en todos tiempos han desempeñado las
aguas minero-termales en la formación de los filones y en la
alteración que ofrecen muchas rocas, no son peculiares á la
región de Plombiéres, haciéndose extensivas á otros muchos
puntos en la cordillera misma de los Vosgos.
En cuanto á la penetración de la sílice en la masa de la
arenisca, ó en otros términos, á la silicicacion de esta roca, al-
gunos quieren explicarla por el reblandecimiento que supo-
nen debió aquella experimentar por la acción calorífera del
granito que la atravesó. Pero Daubrée se opone á esta idea,
diciendo que allí, como en otros muchos puntos, la silicica-
cion fué simple resultado de la vía química, enlazada de un
modo directo con la formación de los filones inmediatos.
Es decir, que las aguas que depositaban cuarzo y espato
flúor en las grietas ó hendiduras del granito, se elevaron,
según este geólogo, hasta las capas de arenisca abigarrada
que lo recubren, formando en su seno grandes depósitos
termales que originaron todas las modificaciones indicadas.
Después de sentar estos principios que tan directamente
confirman la idea emitida de la influencia que las aguas
minero termales ejercen en la formación de los filones, el
Sr. Daubrée se extiende en consideraciones importantes
acerca de la formación de varias zeolitas, de los ópalos, del
aragonito y espato calizo, de la cal fluatada y de otras sus-
tancias por la acción de las aguas, haciendo ver de paso los
puntos de contacto que ofrecen todos estos productos con
la formación de los basaltos, de las fonolitas y de otras rocas
consideradas hasta el dia como productos directos de la sola
acción del calor, ó en otros términos, de la vía seca. Se des-
prende, pues, de lo dicho que la idea de la intervención del
agua en todos estos fenómenos de la química terrestre va
ganando terreno de dia en dia.
En confirmación de esto mismo, el Sr. Ebray, en una
Memoria publicada en diciembre de 1859 en el Boletín de
la Sociedad geológica de Francia , trata de demostrar la coin-
cidencia de las fuentes minerales del departamento de la
Niévre con las fallas del mismo. El estudio de esta cues-
tión, abordada ya por varios geólogos, ofrece, en sentir de
Ebray, un doble interés especulativo y práctico; puesto que
si por un lado la coincidencia de estos dos fenómenos y su
enlace con los filones metalíferos nos induce á referirlos
todos á una misma causa, por otro en aquellos países en los
que la disposición de las capas no deja aparecer las aguas
al exterior, el conocimiento de esta coincidencia nos facili-
tará extraordinariamente el hallazgo de dichos manantiales,
practicando las indagaciones en los alrededores ó cercanías
de los mencionados accidentes geológicos. Ebray compara
las aguas minerales, cuando se encuentran en semejante
disposición, á las artesianas, con la diferencia de que en
aquellas las paredes de la falla hacen el oficio del tubo ó
conducto que practica el hombre con la sonda en estas.
Este geólogo estudia minuciosamente la composición del
terreno en los puntos en que se encuentran las dos fuentes
termales del departamento, que son la de Pougues y la de
Saint- Honoré; y luego hace ver por medio de cortes hábil-
mente trazados en los sitios mismos, la coincidencia de las
fallas ó saltos de terreno y las fuentes termales.
Hé aquí la disposición de las diferentes capas del terreno
jurásico en los alrededores de Pougues, uno de los puntos
en que se nota mejor este hecho:
1 Calizas arenosas con s
collyrites.
ilex y
Vértice de las montañas
de Mimon y de Givre.
2 Caliza blancaalgoamarillentacon
sílex y ammonites coronatus.
Canteras de Pougues y
de Trousanges.
3 Arcillas ferruginosas y bancos
calizos con ammonites macro-
cephalus.
Canteras de Coques.
4 Caliza gris, sub-oolítica con po-
cos fósiles.
Canteras de Coques y de
Mimon.
5 Margas blancas con foladomias.
Cuesta de Coques y de
Mimon.
6 Calizas margosas amarillentas
con venas azules, conteniendo
pigurus depressus, nucleolites
clunicularis, ammonites dis-
cus y arbustigerus (grande
oolita y oxford).
Canteras de Tremblay,
junto al castillo de la
Malle.
GEOLOGIA INDUSTRIAL
433
7 Arcillas y margas azules con’Zanja del ferro carril de
ammonites Parkinsoni. Pougues.
—
S Oolita ferruginosa con ammoni-
tes Blagdeni, Humphriesia
ñus.
Canteras de los alrededo-
res de Fourchambault.
9 Caliza dura con entrochus.
Canteras de Fourcham-
bault y de Martzy.
10 Arcilla azul, con vestigios de
hierro en la parte superior y
ammonitis insignis, variabilis,
belemnites irregularis, etcéte-
ra (lias).
Pié de la cuesta ó ladera
de Martzy.
11 Bancos calizos con gryphsea
cymbium.
Estos bancos no asoman
en las cercanías de
Pougues.
De modo que por lo visto, entre la formación de los cria-
deros metalíferos, la de las fuentes minero termales y los
fenómenos ígneos ó dependientes del calor propio del globo,
existe una tan íntima conexión, que se pueden referir los
tres órdenes de hechos á una misma causa. Y si esta compa-
ración limitada hasta ahora á los caractéres físicos de estas
manifestaciones terrestres, la hacemos extensiva al resultado
de las análisis de que han sido objeto los productos de su
acción, según expresa el cuadro de la página 422, nos con-
venceremos aun mas de la verdad de esta teoría.
Por fin, la convicción será completa cuando observemos
la posición y relaciones geognósticas de cada uno de estos
fenómenos, pues casi siempre se encuentran en terrenos dis-
locados, no léjos de rocas plutónicas procedentes del interior
de la tierra. Esto se nota en los criaderos metalíferos y en
las fuentes termales; y en cuanto á los productos volcánicos,
ellos mismos representan el elemento ígneo por excelencia.
La única diferencia que podría notarse entre unos fenó-
menos y otros, es la de que, así como las materias volcáni-
cas pertenecen á la época actual ó á períodos muy recientes,
los criaderos metalíferos y las fuentes minerales y termales
por el contrario, si bien pueden hallarse en toda la serie de
terrenos cristalinos y de sedimento, son mas comunes en los
antiguos, como si ellos representaran una, la mas insignifi-
cante, de las manifestaciones volcánicas, en los períodos mas
remotos de la historia terrestre.
De lo dicho se infiere, que los criaderos metalíferos, las
fuentes termales y gran parte del metamorfismo que ofrecen
ciertas rocas, son productos de una misma causa, á saber, el
calor central; sin que se crea por esto que el agua haya de-
jado de tener también su participación. Con efecto, pues, si
los criaderos irregulares pueden explicarse satisfactoriamente
por la sola expansión de la materia pétrea ó metálica, á la
manera de lava, operación en la que sin embargo, muchos
hacen intervenir el agua, la sublimación de los materiales á
la manera del azufre, que explica la formación de los filones
propiamente dichos, no es exclusivamente determinada por
la sola acción del calor, sino que casi siempre interviene en
ella el vapor de agua, cualquiera que sea su procedencia.
Para explicar el origen de los criaderos metalíferos y de
las aguas termales, hay que apelar también á la electricidad
que ha desempeñado á todas luces una acción muy directa,
y á esa fuerza de esencia desconocida, pero de resultados
bien notorios, llamada catalítica, en virtud de la cual se ve-
rifica la combinación de dos cuerpos por la interposición de
un tercero que, sin embargo, no toma parte en el compues-
to. La acción de estos dos últimos agentes es clara y eviden-
te en la formación de los criaderos llamados irregulares.
Estos principios, no obstante, son tan solo aplicables á
los criaderos irregulares y á aquellos que ofrecen una estruc-
tura cristalina tanto en el mineral como en la propia ganga.
Algunas veces estos se hallan representados por una especie
de brecha ó de conglomerado confuso en el que los frag-
mentos proceden de las paredes de la caja y el metal parece
hacer el oficio de cemento. En este caso hubo, al parecer,
una especie de sedimentación de materiales procedentes de
arriba. Cuando los metales se presentan en capas intercala-
das en los estratos fosilíferos, y muy particularmente cuando
alguno de los restos orgánicos aparece trasformado en la
sustancia metálica, en estos casos también los criaderos son
de sedimento, en el que descompuestos aquellos primero,
fueron arrastrados después al fondo del mar ó lago en que
se depositaron.
En cuanto á los criaderos de hierro oolítico y pisolítico,
son, á no dudarlo, resultado del arrastre por las aguas y su
penetración á través ó siguiendo la dirección délos estratos;
ó bien formando verdaderas capas de masas concrecionadas;
como se nota en los criaderos de hierro hematites del terre-
no cretáceo del este de la Península, en el Bonherz suizo y
en otros muchos. También en la formación de estos criade-
ros es evidente la acción combinada del calor central de las
aguas, pues estas, como indicamos al explicar la formación
del Bonherz, ofrecen todos los caractéres de los géiseres ac-
tuales. Si de lo dicho hasta aquí quisiera sacarse alguna
razón para dar á conocer el origen del granito y de todas sus
variedades, de los pórfidos, serpentinas, y de los muchos ac-
cidentes que ellos ofrecen, como la presencia de cristales en
la masa ó tapizando sus cavidades, de la formación de las
venas, bolsas, manchones, etc., podremos decir, que los ele-
mentos constitutivos de todas estas rocas se encontraban en
un principio, á beneficio de la alta temperatura del interior
del globo, formando una especie de magma ó de masa con-
fusa, probablemente como fundida, en cuyo seno se verifi-
caron las combinaciones químicas que dieron por resultado
los principios inmediatos de dichas rocas. Estos cristalizaren
confusamente, cuando la materia no tuvo lugar para desar-
rollarse convenientemente, ó llegaron á presentarse, por el
contrario, en verdaderos cristales en el caso opuesto; y cuan-
do alguno de estos elementos mineralógicos se halló en ex-
ceso, se concentró en puntos determinados de la roca, ora
siguiendo la dirección de corrientes eléctricas, como sucede
en las venas y diques de cuarzo, feldespato o mica, acci-
dentes tan comunes en el granito; ora alrededor de determi-
nados centros, constituyendo esas manchas de distintos
colores y formas, tan frecuentes en el granito de la sierra
Carpentana y otros muchos.
Resumiendo todo lo dicho relativo al origen y procedi-
miento de los criaderos, diremos, que los irregulares son
efecto de la inyección del mineral á través de otros terrenos
simultánea ó posteriormente á la aparición de las rocas íg-
neas que forman su propia ganga; y que los filones propia-
mente dichos, ó los criaderos regulares, en la inmensa ma-
yoría de los casos, son hendiduras del terreno abiertas
anteriormente por efecto de la acción dinámica del interior
del globo, rellenas después por incrustación de un modo muy
análogo, si no idéntico, al que se observa en las fuentes mi-
nerales, en el que han tenido intervención el calor central,
elevando la temperatura, y el agua sirviendo de vehículo á
las materias disueltas que tapizan las paredes de las hendi-
duras. Esto explica esta disposición simétrica en capas para-
lelas de ganga impregnada de sustancia metálica, caracterís-
tica de esta clase de criaderos.
Como consecuencia de esta teoría, que está en un todo
conforme con las ideas generalmente admitidas hoy en la
Tomo IX
55
434
GEOLOGIA
ciencia, se infiere que los criaderos metalíferos, lejos de estar
esparcidos al acaso, deben formar ú ocupar determinados
centros ó distritos, así como los minerales que los componen
se agrupan en asociaciones naturales cuyo conocimiento
debe ser, y es con efecto, de la mayor importancia.
En los diferentes países de Europa los criaderos metalí-
feros ocupan señaladas regiones, constituyendo distritos que
no solo están determinados por la presencia de los metales,
sino también por ciertos caractéres orográficos, efecto del
metamorfismo y dislocación de los estratos que determinó
la aparición de las masas plutónicas formando el eje mismo
de los levantamientos.
En Inglaterra existen cuatro grandes distritos, á saber: el
de Cornwallia, el de Cumberland, y los de los condados
de Derby y Devon. El primero, que es el que suministra
todo el estaño y gran parte del cobre que se consume en
Inglaterra y en el continente, se halla en relación con el
terreno granítico; los otros proporcionan gran parte de la
galena, del hierro y las calaminas ó zinc silicatado y carbo-
natado, y pertenecen á los terrenos primarios, esto es: los
de Cumberland y Derbyshire al terreno carbonífero, y el de
Devonshire á las arcillas pizarrosas y areniscas del terreno
silúrico.
En Francia existen cinco grandes regiones metalíferas, y
son: i.a la de la Bretaña; 2.a la de los Vosgos; 3.a la de la
meseta central, que comprende la Auvernia, el Limousin,
el Forez, el Vivarais y los Cevenas; 4.a la de los Pirineos,
y 5.a la de los Alpes. Estos distritos corresponden exacta-
mente á los cinco grandes centros de levantamiento, de
metamorfismo y dislocación, que constituyen é imprimen
un carácter especial á esta parte de Europa.
En Rusia las grandes y ricas explotaciones que tanta im-
portancia le dan, se hallan concentradas en los montes
Urales, en el Altai y en la Dauria, región montañosa del
Asia que separa el lago Baikal del Océano oriental.
En Alemania existen varios distritos metalíferos, y princi-
palmente el del Hartz, el de la Thuringia y del Erzgebirge,
famosos no solo por la antigüedad de sus explotaciones, y
por la gran perfección con que están dirigidas, sino que muy
particularmente el último, en cuyo centro está situada la
ciudad de Freiberg, por haber servido de campo á las ob-
servaciones del gran Werner, sobre las que fundó la mayor
parte de las reglas y principios que rigen hoy la explotación
de minas.
En Italia están también circunscritos los criaderos meta-
líferos á los distritos de Traversella y Coñi en el Piamonte,
y á la cordillera metalífera de la Toscana, asi en el conti-
nente como en la isla de Elba.
Por último, en España, además de los criaderos generales
de combustibles y de hierro oxidado y hematitico tan abun-
dante y excelente en varios puntos de las Provincias Vas-
congadas, en Asturias y en otras localidades, circunscribién-
donos á los criaderos particulares, existe una porción de
distritos sumamente importantes, mas numerosos que en el
resto de Europa; lo cual está también en relación con la
complicada constitución física, y consiguiente orografía de
la Península.
La mayor parte de estos criaderos pertenecen á los terre-
nos primarios, los cuales puede decirse que son en España
los metalíferos por excelencia. Entre los distritos españoles
de la Península se cuentan como mas famosos el de los
Estaños en Galicia y Asturias, y muy particularmente el de
las inmediaciones de Monterrey y Diana, Rivadeo y Con-
cejo de Salas, criaderos que tal vez deban reputarse como
los mas antiguos de esta parte de Europa, puesto que, según
el Sr. Ezquerra del Bayo, se encuentran en el granito y en
el gneis inmediato á esta roca. En Sierra Morena se halla
una porción de distritos, situados en terrenos primarios muy
antiguos, cuyos accidentes orográficos están enlazados con
la presencia de pórfidos anfibólicos, dioríticos , feldespáticos
y cuarcitas, que ofrecen de común el presentarse los meta-
les en filones de gran potencia, si bien escasos en número,
en forma de capas concordantes con las del terreno pizarroso,
ó en los puntos de contacto entre este y los pórfidos. Entre
ellos son notabilísimos los de mercurio de Almadén, perte-
necientes al terreno silúrico y al devónico en parte, en
relación con pórfidos dioríticos. Las famosas minas de Gua-
dalcanal, Cazalla, Riotinto y Linares, en las que se explotan
la plata, el cobre y el plomo, el antimonio de Santa Cruz de
Múdela, las calaminas de San Juan de Alcaraz, etc., forman
otro distrito, cuyos criaderos arman en terrenos primarios
algo mas modernos, accidentados por la aparición del gra-
nito; circunstancias que lo asemejan mucho á los famosos
del Hartz.
La sierra llamada de los Santos, en la que se explota la
galena, el cobre y algo de hierro, en terreno silúrico influido
por pórfidos anfibólicos, constituye otro distrito importante
en esta cordillera, en relación con el célebre criadero de car-
bón de Belmez y Espiel.
El de Gador, tan famoso por sus plomos, forma uno de
los mas notables de España.
Los numerosos criaderos de plomo argentífero de Sierra
Almagrera, que tantas riquezas han suministrado y están su-
ministrando en la actualidad, forman un distrito bien deter-
minado y característico, enclavado en los terrenos primarios
antiguos mas ó menos dislocados por la aparición de pórfi-
dos, de dioritas, y hasta de rocas volcánicas modernas, según
consta de las observaciones de los señores Pellico y Maes-
tre. Sierra Nevada constituye uno de los distritos mas ricos
é importantes, por la riqueza y variedad de metales de hierro
carbonatado, cobre sulfurado y plata, que arman en rocas
serpentínicas, según ha demostrado recientemente el último
de los mencionados ingenieros. En la Sierra Carpentana las
importantísimas explotaciones de plata nativa, oxidada, yo-
durada, sulfurada etc., de Hiende-la-encina, en la provincia
de Guadalajara, en terrenos igualmente antiguos, probable-
mente en el silúrico, es otro distrito, el mas notable tal vez
de España, y el único en que la plata se halla en distintas
combinaciones. Extremadura representa otra región metalí-
fera importantísima en la Península, como lo demuestran las
explotaciones de oro en las Navas de Ricomalillo, la de la
Dehesa del Borracho, y otras varias. También deben men-
cionarse los criaderos de hierro de Somorrostro, y otros en las
Provincias Vascas, y en el terreno carbonífero de Asturias.
Tales son los hechos mas notables y dignos de estudio
que ofrecen los criaderos generales y particulares; asunto de
la mayor trascendencia por sus aplicaciones inmediatas á la
industria, y en el que hemos tenido que limitarnos á las con-
sideraciones mas generales, dada la índole de la obra, de-
biendo referirse á tratados especiales todos los pormenores
que no hemos podido dar aquí. Si de los datos expuestos y
de la teoría de la formación de los criaderos queremos ob-
tener el resultado inmediato para la pesquisa ó indagación
de sustancias útiles, conviene recordar los fundamentos de
dicha teoría. Fundada esta en la acción mixta del fuego y
del agua, lo primero que ocurre, como consecuencia lógica,
es buscar los criaderos metalíferos en puntos donde el hidro-
termalismo terrestre se ha dejado sentir de un modo mas
eficaz; y como quiera que este, entre otros resultados im-
portantes, ha determinado los centros de erupción y levan-
tamiento, las grietas y otros accidentes, tales, por ejemplo,
como el metamorfismo de las rocas, de aquí la consecuencia
GEOLOGIA INDUSTRIAL
435
inmediata es, que en los terrenos montuosos y accidentados
y no en los llanos, es donde hay que esperar buen resultado
de las investigaciones mineras.
mente dichos; como si la naturaleza quisiera confirmar el
principio de que existe realmente un orden geognóstico en
la aparición de minerales, que si bien en el estado actual de
Por otra parte, parece haber enseñado la experiencia, que la ciencia hay que contentarse con indicarlo, es de esperar
entre los filones metalíferos, los llamados irregulares, que que observaciones y hechos posteriores lo pongan en to a
son los dispuestos en vetas, masas, etc., se hallan estrecha- su evidencia.
mente relacionados con las erupciones porfídicas, hasta el El feldespato se encuentra en toda la serie de rocas e
punto de haberlas llamado metalíferas por excelencia, sin origen ígneo, desde los granitos hasta las la\as modernas,
que esto signifique que todos los pórfidos deban llevar me- con la sola diferencia de variar algún tanto su composición,
tales, pues con frecuencia estos solo se encuentran en sus sus caracteres, y también su cantidad respectiva, que es
alrededores; en su consecuencia, será un signo favorable para mayor en los terrenos modernos que en loa antiguos,
el hallazgo de criaderos el dar con una masa mas ó menos El cuarzo es otra de las sustancias pétreas mas comunes
considerable de pórfidos. A pesar de esto, no se vaya á creer y esparcidas en la naturaleza, y aunque recorre casi toda la
que las demás rocas hidro termales, tales como las graníti-
cas, y aun las ígneas ó volcánicas, se hallen excluidas de
riqueza mineral, no siendo del todo estériles como han pre-
tendido algunos. En confirmación de esta verdad, Coquand
cita los filones de hierro de la isla de Giglia (Toscana), em-
potrados en el granito; lo mismo se observa en los hierros
escala geognóstica, no obstante, adquiere un gran desarrollo
y va en aumento gradual á medida que se hacen mas anti-
guos los terrenos, mientras que, por el contrario, disminuye
y llega á desaparecer por completo en los modernos. De
manera que la existencia, la proporción ó la falta de este
elemento, puede servirnos de norma para apreciar la edad á
de Gavorrano, en los de manganeso del pueblo de Pila, en que pertenecen las rocas en que se encuentra,
la isla de Elba; el filón de hierro arsenical de Monte-Cam- I A la mica le sucede lo propio. ^ espato uor, que co
pana se encuentra en una roca cuarzosa enlazada con ungrani- | munmente sirve de ganga á ciertos minera es, es p^.cu íar e
to que le sirve de salbanda. El filón de antimonio de Proc- los terrenos mas antiguos.
chio (Elba), está íntimamente enlazado con los granitos del A la piedra caliza le sucede lo contrario que a cuarzo, es
grupo occidental de la isla, y el mismo autor refiere también decir, que aunque se encuentra en casi tocios los terrenos,
á los de Toscana la aparición del de Pereta, de Poggio Fuo- su proporción va en aumento á me i a que estos son mas mo-
co y de Selvena. demos; de manera que hay una especie de repulsión mutua
De esto se deduce la importancia que debe ofrecer el co- entre estas dos rocas,
nocimiento de una clase de rocas en que con tanta frecuen- | Encuéntranse además ciertas y muy curiosas asociaciones
cia se encuentran materias útiles. entre algunos elementos geognosticos, como se observa entre
Conviene también tener presente, que cuando en un dis- el peridoto y la serpentina, hasta el punto e ser esta una
trito se encuentran varias rocas eruptivas, pertenecientes á especie de metamorfosis ó epigenia de aque , cu>as ormas
distintas épocas, la diferencia de la formación y riqueza de cristalinas toma en algunos casos, como en os ejemp ares e
los metales se determina por la edad de aquellas, lo cual Grangesberget, en Sueca, traídos por míen 1869; metamor-
podrá averiguarse por la inspección de los terrenos de sedi- fosis que ha demostrado el Sr. Mac Pherson fundado en
mentó alterados por la roca eruptiva. Esto no obstante, po- estudios micrográficos er 1 la interesantísima Memoria publi-
* • 1 1 «« TícA/1 11 ni SI fifi / / 1 C//?#'’/ n \ fl
drá suceder, que no existiendo sino una sola formación
porfídica, sean varios los minerales que en el distrito se
encuentren; como se observa en el Hartz, donde siendo las
cada en los Anales déla Sociedad Española de Historia Na-
tural en el año último. También es frecuente la asociación
del peridoto en el piróxeno y hierro magnético en el basalto;
encueiuren. cumu be uubci va cu ci uuuul i i i •» r j j i ir
rocas anfibólicas las metalíferas, se encuentran dos especies del piráxeno y de la anfigena, en el leuctofido; de las cabras
. 1 Un tt l/-»c imcnc pctric r*nn ln 1 in fími3 V Ifl S3l
de hierro; el uno en criadero de contacto, subordinado al
anfibol, y el otro en filones independientes de dicha roca.
En confirmación de lo que antes dijimos respecto á la
naturaleza relacionada con la edad de los filones y de las
rocas con las que se hallan relacionados, debemos citar la
Cornwallia, distrito minero de la Gran Bretaña, en donde
el estaño y el cobre arman, por decirlo así, en pórfidos cuar-
cíferos, el paso que los de antimonio y plomo constituyen
otra série de criaderos, relacionados con otras erupciones
también porfídicas, pero mas recientes. De todo lo cual se
deduce, confirmando la importancia de esta parte de la
Geología aplicada, que á cada época de erupción ó de otra cla-
se de manifestaciones del interior del globo, corresponde dife-
rente composición y riqueza, así en los metales como en las
gangas.
ARTICULO TERCERO
COMPAÑEROS Y ASOCIACIONES DE LOS MINERALES
Lo dicho explica por una parte la asociación de ciertas
especies minerales, y la repulsión de otras, y también las
relaciones de cada una de ellas con determinados terrenos;
principio de fecundos resultados, cuyas consecuencias se
con las arcillas y los yesos, de estos con la Dolomía y la sal
común, de la barita con la estronciana, azufre y á veces
aragonito. Otras veces, por el contrario, se nota una especie
de repulsión entre ciertos minerales y otros, como se observa
entre el cuarzo y la caliza, aunque estas últimas se hallan á
veces hasta tal punto penetradas por la sílice, que llegan á
ser reemplazadas por esta, si bien esto es efecto de operacio-
nes químicas posteriores: entre el piróxeno y el anfibol tam-
bién parece existir una especie de compensación, pues si bien
aquel suele presentarse en algunos terrenos muy antiguos,
es mas abundante en las rocas porfídico magnésicas y en
las volcánicas, al paso que el anfibol, apenas se encuentra
como accidente en las rocas ígneas modernas ó volcánicas,
formando parte esencial de cierto grupo de rocas graníticas,
de las cuales parece hallarse siempre excluido el piróxeno.
Pudiéramos multiplicar indefinidamente estos ejemplos; pero
los indicados bastan para formarse idea de un hecho que
tanto puede excitar la curiosidad del lector por la relación
que guardan con lo que en sentido metafórico pudiéramos
llamar Fisiología terrestre.
El hierro es entre los metales uno de los que puede decir-
se pertenece á todas las épocas geológicas, haciendo frecuen-
urinupiu Uc icv.unuub icouiidui/oj lu > do v»uu*3v.vuv r » • % c « * ■%
tocarán muy de cerca el dia en que la ciencia se halle mas temente el oficio de ganga o matriz, como el feldespato lo
3 hace respecto del piroxeno y de la anfigena en las rocas
adelantada en este ramo tan importante. * * , - ,. . - , , ,
Estas asociaciones y repulsiones se observan en las sustan- volcánicas. Lo que varia en los distintos periodos son os
cias pétreas y terrosas, lo mismo que en los metales propia- elementos con los que está combinado este metal, podiendo
GEOLOGIA
43<>
decir, en general, que los carbonatos pertenecen á épocas
mas antiguas que los óxidos.
El extaño y el wolfran ó tungsteno, que casi siempre son
compañeros, pertenecen casi exclusivamente á terrenos muy
antiguos, de lo cual poseemos una buena prueba en los
criaderos de Galicia, situados en los terrenos graníticos y
silúricos, acompañados de cuarzo, de anfíboly mica.
Entre los metales es notable la afinidad constante del
oro por las piritas de hierro é hidróxidos, resultado de su
propia descomposición, así como en estado nativo, en los
aluviones metalíferos, siempre va acompañado del platino,
del rodio, osmio, iridio, y de muchas piedras preciosas.
Es igualmente curiosa la afinidad de la plata sulfurada
con la galena, de los minerales de cobalto con los de nikel,
de los óxidos de hierro, de manganeso y de titano.
Per el contrario, otros metales, al presentarse solos ó
aislados, dan á entender una especie de repulsión caracterís-
tica; en este caso se encuentran el cinabrio, la calamina, el
platino y otros.
Discuriendo el Sr. Prado en la última Memoria sobre el
criadero de cinabrio de Almadén, al indicar el aislamiento y
la especie de repulsión que parece manifestar respecto de
los otros metales, dice que estas circunstancias son comunes
á todos aquellos que se presentan en capas ó en filones capas,
como suele decirse. Este yacimiento es el que afecta dicho
metal, y está comprendido en la regla, si bien es cierto que
aun en los casos raros de hallarse en filón, también ofrece
el mismo aislamiento.
Estas relaciones y repulsiones se observan hasta en los
filones mismos, cuya naturaleza y riqueza, por lo general,
cambian cuando los astiales ó las paredes de la caía que los
contienen vanan de naturaleza, ó á veces simplemente de
estructura. Esto, que prueba la relación intima que existe
entre el continente y el contenido, por la acción que los
gases y las aguas han ejercido sobre las rocas de la hendi-
dura al tiempo de formarse el filón, puede servir de gran
recurso para dirigir los trabajos; no habiendo un solo minero
experimentado que ignore este hecho tan capital. Cuando el
filón ensancha, enriquece órinde mas en igual masa de ganga,
sucediendo lo propio en los entrecruzamientos. Si empieza
pobre en roca dura, se observa que no aumenta la propor-
ción del metal hasta que pasa á otra blanda, y viceversa.
De lo dicho hasta aquí se infiere, que lo primero que
procede cuando se trata de explorar una región en busca de
minerales, es conocer bien su constitución geológica, fiján-
dole muy particularmente: i.° En los accidentes orográficos
y en las causas que los han producido; supuesto que los
criaderos metalíferos están siempre enlazados íntimamente
con terrenos dislocados y con las rocas ígneas que represen-
tan el eje de los levantamientos en las cuencas en que se
encuentran. \ 2. en la naturaleza de las rocas que entran á
orinar los terrenos de la región que se explora y en su estado
natural ó metamórfico, supuesta la relación íntima que se
nota entre ciertas sustancias como ganga y determinados
metales por un lado, y la coincidencia que existe entre los
criaderos irregulares y la causa del metamorfismo de las
rocas por otro.
Si en este exámen encontramos en la superficie la extre-
midad ó cabeza de algún dike ó muralla, algún canto rodado
de metal conocido como compañero de aquel ó aquellos que
nos proponemos encontrar, ó algún fragmento de roca como
la barita sulfatada, el espato flúor, el carbonato de hierro, el
espato calizo y otras sustancias que en terrenos análogos
hacen los oficios de ganga del mineral que se busca, tendre-
mos todos los datos necesarios para prometernos un buen
éxito en la exploración y explotación.
Ahora, en cuanto al punto donde deban practicarse los
pozos ó galerías de reconocimiento, recordando que según
su origen y relaciones geognósticas, los criaderos metalíferos
ó se encuentran en las rocas mismas de erupción ó en los
planos de contacto de esta y de los materiales de sedimento
ó impregnando las rocas metamórficas ó en hendiduras que
siempre están en relación con las dislocaciones de los terre-
nos, es claro que el exámen detenido de la región ó distrito
que se explora será el único dato seguro para marcar ó fijar
este punto.
Por lo que toca al modo de hacer estas exploraciones y á
las reglas á que hay que atenerse para la abertura de pozos,
galerías, etc., si bien es cierto que la mejor base para dirigir
bien estos trabajos es indudablemente el perfecto conoci-
miento de las condiciones geológicas del punto ó puntos
en donde se emprenden, sobre que no es posible dar asi de
un modo general reglas y preceptos, el entrar en detalles so-
bre la materia no es propio de esta obra y sí de tratados es-
peciales cuya lectura se puede recomendar á las personas
que deseen mayor ilustración en la materia (1).
Para completar esta parte de la Geología aplicada, vamos
á dar una sucinta descripción de las especies metálicas mas
importantes, exceptuando las de hierro y manganeso que,
como especies geognósticas, fueron ya descritas en lugar
oportuno.
Después del hierro el cobre es uno délos metales que por
sus variadas aplicaciones puede considerarse como uno de
los mas importantes.
COBRE nativo. — Esta variedad, ó mejor especie de
cobre, se distingue por un color rojo especial que lleva su
propio nombre; cristaliza en varias formas, pero especial-
mente en octaedros del sistema cúbico, es tenaz y maleable;
se disuelve en el ácido nítrico con efervescencia viva, co-
municando á la disolución un color verde.
Compañeros y criaderos del cobre na-
tivo.— Este metal casi siempre va acompañado de otras
especies, de ocres de diferentes colores, de galena, de bari-
ta, espato flúor, etc. A veces suele presentarse en masas
considerables de aspecto caprichoso, llamadas pepitas; de
que el Museo de Historia Natural posee una, procedente de
las famosas minas de Atacama (en el Perú), de peso 500 ki-
los, regalada por D. José Insausti, cónsul de España en
Cobija (México), ofreciendo la particularidad de hallarse
cubierta casi toda su superficie de bonitos cristales octaé-
dricos.
En la región que rodea hácia el sudoeste el lago Superior
(América del Norte) encuéntrase esta especie en inmensos
filones de cobre nativo argentífero, subordinados á pórfidos
de labrador, que atravesaron areniscas silúricas. El señor
Jackson dice haber visto una pepita de 1,360 kilos, hallada
en el rio Onontaga; y Rivot cita el caso de una masa des-
prendida de las minas de South-Cliff de mas de 30 metros
de altura, de 8 á 1 2 de ancho y en algunos puntos mas de
dos metros de grueso: á veces se encuentra el cobre nativo
diseminado en rocas eruptivas antiguas, como se ve en
Oberstein, en el Palatinado.
Ln Linares esta especie se halla asociada á la malaquita
y azurita y al cuarzo, y según Rojas Clemente abunda en el
cortijo de las Carrascas junto á Baza, y en Lubrin, Berchul
y Treveliz.
Pirita de COBRE. — La combinación del cobre con
el azufre recibe el nombre de pirita, casi siempre acompa-
(1) Vease Ezquerra, Laboreo de Minas- — Burat, Géologie appliquée
y Théorie des Gites metalliftrcs, dos tomos en 4. “—Combes, Explotaron
de Mines, etc.
GEOLOGIA INDUSTRIAL
*437
nada de cierta cantidad de la de hierro, que la hace mas
ágria y menos fusible. La sustancia en sí es fácil de distin-
guir por su color amarillo de bronce, de brillo metálico, á
veces de aspecto irisante, en general cristalizada en formas
procedentes de un prisma regular de seis caras; también se
presenta en masas laminosas y compactas; se deja rayar por
una punta de acero y pierde su brillo en la raya; es dúctil
cuando pura, dejándose cortar con facilidad; es soluble en el
ácido nítrico.
Esta pirita se encuentra muy abundante en forma de filo-
nes en terrenos primarios y también en algunos secundarios,
acompañados de carbonatos, de cobre nativo y de otras es-
pecies del mismo metal.
Las famosas minas de cobre de Cornwallia y del Hartz,
como las no menos célebres de Riotinto en España, perte-
necen á esta especie que es la que suminístrala mayor parte
de metal que se consume en el comercio.
En Riotinto, aunque se beneficia el cobre, sin embargo,
este metal se halla en piritas de hierro cobrizo que rinden
hasta 1/5 p%: desde Riotinto corre una zona con estos ca-
ractéres hasta Portugal, en la extensión de 14 leguas, en la
que se citan el Castillo de las Guardas, Tinto, la Peña del
Hierro (provincia de Huelva), etc. También son notables los
numerosos y abundantes criaderos de Sierra-Nevada.
Los cobres sulfurados descomponiéndose se convierten en
sulfatos ó vitriolos solubles que gozan de la propiedad de
precipitarse al contacto de una lámina de hierro, reempla-
zando completamente á este último. Esta operación se llama
cementación y el cobre que se obtiene es bastante puro y
de muy buena calidad.
Este es uno de los procedimientos que se emplean en
Riotinto, en donde también se emplea la fundición.
El cobre piritoso se encuentra unas veces en filones como
en Cornwallia, Sajonia, el Hartz y en otros puntos; otras en
masas irregulares como en Fahlun (Suecia), y también en
nodulos, riñones ó venas en medio de areniscas de distintos
períodos geológicos. En Chessy, cerca de Lion (Francia),
se le ve en la arenisca abigarrada; en Chegaga (provincia de
Constantina), existe junto con el carbonato azul y la galena,
diseminado en ur.a arenisca del terreno terciario medio. En
Campiglia (Toscana), se encuentra en la masa de un piró-
xeno fibroso que forma dikes eruptivos en el terreno jurásico
y hasta en el nummulítico. Los filones de esta especie de
cobre ofrecen en Toscana una circunstancia muy curiosa, á
saber; que siendo casi nula su potencia en su parte superior,
se dilatan rápidamente á medida que se profundiza, adqui-
riendo á veces la forma de una cuña de 1 5 y mas metros de
grosor.
En las famosas minas de Bailen la pirita asociada á la
galena argentífera, que tan pingües resultados da á sus pro-
pietarios, se presenta en grandes masas estalactiticas, cubierta
la superficie de pequeños cristales ofreciendo un aspecto
tubular y estructura cavernosa, como si se estuviera viendo
el agua, allí muy abundante, que ha formado dicho criadero.
En el gabinete de Historia Natural pueden verse dos
magníficos ejemplares, que antes figuraron en la exposición
celebrada en Madrid en 1873, regalados por losSres. D. Joa-
quín Isern y Amado Salazar, á instancias mias, por la im-
portancia que tienen, como demostración evidente del hidro-
termalismo en la formación de los filones.
La combinación del óxido de cobre con el ácido carbónico
constituye, según las proporciones de ambos elementos y
del agua que también entra en su composición, dos sustan-
cias de aspecto pétreo por lo común, de estructura concre-
cionada y también en cristales, aunque raras veces son per-
fectos, á saber; la malaquita de color verde muy hermoso,
distribuida en forma de fajas ó aguas, y la llamada azurita,
de un color azul muy subido y uniforme.
Compañeras casi inseparables una de otra, y entrambas de
otras especies de cobre, se presentan también en forma de
las nodulos ó masas, siempre de escaso tamaño, disemina-
das en las capas de los terrenos de sedimento en que se
encuentran.
La localidad mas antigua y famosa que se conoce de es-
tas dos especies de cobre, empleadas mas bien como piedras
de adorno que como sustancia mineral, es la de los montes
Urales en Rusia. También las poseemos nosotros en Linares,
en Hinojosa de Córdoba, en Benasque, Onis (Asturias) y en
otros puntos de la Península, y en las colonias, especialmente
en las ricas minas de la Isla de Cuba.
La producción del cobre en las distintas regiones de
Europa es la siguiente, según Coquand:
Quintales métricos
Inglaterra 250,000
España 50,000
Rusia. 38,000
Austria 25,000
Suecia y Noruega. . . . 18,000
Alemania del Norte. . . 15,000
Toscana. 4,000
Francia 1,000
Aunque la existencia del plomo nativo está puesta fuera
de duda, yo tuve el gusto, en 1869, de ver un hermoso
ejemplar cristalizado en el museo de Estocolmo. Entre sus
combinaciones la mas notable es la que se llama galena,
formada de azufre y plomo en proporciones determinadas,
y es la única de que debemos ocuparnos, pues los óxidos,
carbonatos, sulfatos y las demás variedades, ó son poco im-
portantes por su escasez, ó son el resultado de la descompo-
sición de aquella.
La galena ó sulfuro de plomo es una sustancia de aspecto
siempre metálico, brillante, de color blanco algo gris, de
estructura por lo común hojosa, granuda, laminar y crisiali-
zada en cubos ó en formas derivadas de este sistema. La
tendencia constante de este metal á tomar la forma indicada,
se pone de manifiesto cuando se rompe ó fractura, pues
siempre se separa en pedazos mas ó menos regularmente
cúbicos. La galena no solo es importante por suministrar la
mayor parte del plomo que bajo tantas formas se consume
en el comercio, sino también por ser compañera casi insepa-
rable de la plata ya pura, ya combinada con el azufre, cons-
tituyendo sulfuros. Cuando la proporción de este metal llega
á cinco milésimas, se puede considerar como rico.
En algunas minas del distrito de Freyberg suele llegar á
uno por ciento. En su composición suelen entrar también
los sulfuros de bismuto y antimonio, y en este caso la galena
recibe los epítetos de antimonifera, busmulífera y argentí-
fera. En general la que contiene plata suele ofrecer un color
gris algo blanco y como acerado: las láminas son pequeñas
y á veces la estructura es granuda, ofreciendo un conjunto
de caractéres que suelen variar según la localidad, y mas
fáciles de distinguir por una persona experimentada, que de
dar á conocer con descripciones por detalladas que sean.
Ya en su tiempo dijo el Sr. Rojas Clemente que cuanto
mas laminar y hojosa es la galena, tanto mas pobre es en
plata, si bien por otro lado estas variedades tienen la ven-
taja de fundir con mas facilidad.
Los compañeros mas comunes de la galena son el cuarzo,
el espato flúor, la barita y la caliza cristalizadas, la blenda,
el hierro espático, la pirita común, la cobriza y arsenical, la
plata roja y nativa y otras.
GEOLOGIA
438
El Sr. Rojas cita un hecho muy curioso en la relación de
su viaje á Granada, á saber: que en la Sierra de Baza, en
las minas de Turón y Gádor, y en muchos otros puntos de
aquella comarca, la galena va casi siempre asociada de fos-
fato de cal bajo la forma de apatita 6 de fosforita, en peque-
ñas masas informes.
La galena se presenta en filones y en masas, venas ó bol-
sas en el gneis, pizarras arcillosas, areniscas y demás rocas
de los terrenos primarios, en los secundarios y hasta en
otros mas modernos. Coquand dice que los filones de Massa
y Campiglia (Toscana) pertenecen al terreno mummulítico,
y que los de plomo y cobre de Chigaga se encuentran en
areniscas del terciario medio ó mioceno. La mayor parte de
los abundantísimos criaderos españoles pertenecen al silú-
rico, de\ único y carbonítero en relación con rocas porfídicas
y dioríticas. Sierra Almagrera, Linares, Castuera (Extrema-
dura) y tantas otras, atestiguan la liberalidad con que la
I ro\idencia dotó á la Península de esta sustancia preciosa.
En lalset y Linares arma la galena en el gneis, habién-
dose presentado en la exposición ya indicada de 1873, mag-
níficos ejemplares de estudio y muy especialmente uno de
la propiedad de D. Genaro Villanova, procedente del se-
gundo punto indicado, de tamaño extraordinario, viéndose
no solo el filón en todo su espesor de mas de o, so1", sino las
salbandas de gneis, todas impregnadas de galena; también
puede esto considerarse como curioso, ejemplo de la acción
de las aguas en la íormacion de los filones, pues hasta des-
:ompusieron profundamente toda la roca matriz.
Coquand estima la producción del plomo en Europa del
odo siguiente:
intales métricos:
Inglaterra
España
Alemania del Norte
Austria.. .
Rusia. . .
Francia. .
Cerdeña. .
Toscana. .
Suecia y Noruega.
L1 e^taño, otro de los metales mas importantes por sus
aplicaciones, solo se presenta en la naturaleza en estado de
óxido y de sulfuro; aquel, resultado de la combinación con
el oxígeno, y este con el azufre; pero atendida la escasez
con que se presenta el ultimo, puede decirse que la única
especie que nos interesa conocer es el oxidado, conocido
también con el nombre de casiterita, de ka sileros, voz "riega
que significa estaño.
El estaño oxidado es una sustancia de color pardo, negro
ó rojizo, algo parecido al granate, á veces amarillento ó
blanquecino. Cuando se presenta compacto, difícilmente se
diría que es metal, cuando cristaliza, sus caras son brillantes,
algo estriadas, y lo verifica en prismas de cuatro caras con
apuntamientos sobre las aristas; los cristales raras veces se
presentan aislados, y sí por lo común agrupados, penetrán-
dose mutuamente é imitando hemitropias. Es muy duro,
raya al vidrio, y se deja rayar por el topacio. Asociada pol-
lo general al wolfram y á la pirita arsenical, la casiterita,
cuyos compañeros pétreos son el cuarzo, la mica y el espato
flúor, la litomarga, el talco y otros, se encuentra en filones,
en masas y diseminada en granos en los terrenos graníticos
y en los del gneis, pizarras, areniscas y otras rocas de los
llamados primarios, y’ especialmente en el silúrico inferior
ó cámbrico según otros. Beudant cita la mina de San Felipe
(Méjico), como perteneciente al grupo secundario, y según
Coquand se ha encontrado recientemente en los granitos
modernos de la isla de Elba. Además el óxido de estaño se
encuentra en aluviones modernos parecidos á los del hierro
y del platino, oro y otros metales, con la particularidad de
ser el mas apreciado en el comercio por su gran pureza.
En diferentes puntos de Galicia y Asturias, especialmente
junto á Monterrey, en los alrededores de Viana, en la juris-
dicción de Montes (Pontevedra), no léjos de Rivadavia, y
en Castropol, según indicaciones del Sr. Schulz, en la des-
cripción geognóstica de Galicia y en la primera reseña so-
bre Asturias, se encuentra este metal en terrenos muy
antiguos. En la provincia de Zamora es muy abundante y
se halla hoy en explotación.
Las famosas minas de Cornwallia en Inglaterra, son las
que suministran la mayor parte del estaño que se consume
en Europa. La Alemania septentrional, Austria, Suecia y
Noruega también llevan su contingente, pero en escala mu-
cho menor.
Tampoco el zinc se encuentra en estado nativo, si bien es
abundante combinado con otros elementos, siendo la mas
importante de sus especies el sulfuro ó blenda , y el carbo-
nato y silicato, por otro nombre llamados calamina y zin-
conisa.
La blenda es un metal resultado del zinc con el azufre, de
color amarillo, negro ó pardo, con lustre poco metálico,
algo brillante, de estructura granuda, laminar, concrecionada
o cristalina, tendiendo á las formas regulares del sistema
cubico, presentándose en tetraedros mal determinados, y
algo confusos; en general es mas dura que el espato calizo;
el polvo de su raya es gris, infusible al soplete, y cuando se
la calienta sobre un carbón se descompone despidiendo un
olor á acido sulfuroso, quedando como residuo un polvito
blanco, que es el óxido de zinc.
Compañera casi inseparable del plomo y de la plata, raras
veces forma criaderos especiales.
Con el nombre unívoco de calamina se comprenden dos
especies minerales, la una el carbonato, resultado de la com-
binación del óxido de zinc con el ácido carbónico; la otra el
silicato ó sea el óxido de zinc unido al ácido silícico. La
circunstancia de ir estas dos especies casi siempre juntas, y
la de que el carbonato raras veces deja de contener algo de
silicato, han sido la causa de esta confusión. El Sr. Smithson
fue el que distinguió las dos especies, y posteriormente el
Sr. Beudant en honor de aquel químico llamó el carbonato
de zinc Smithsonita, dejando el nombre de calamina para
el silicato. De todos modos puede decirse que el carbonato
es el que suministra la mayor parte del zinc que se consume
en el comercio.
Los caractéres que le distinguen son el color blanco,
amarillo, \erdoso, azulado o amarillento pardusco, de as-
pecto análogo al de una sustancia pétrea; la estructura es
compacta, concrecionada o cristalina afectando formas de-
pendientes del romboédrico; se deja atacar por los ácidos
nítrico y sulfúrico con efervescencia, y da por la calcinación
un esmalte blanco con una iuz muy intensa.
El carbonato y silicato de zinc casi siempre van juntos y
suelen encontraise en minas de galena y cobre; aunque
también forman á veces criaderos propios ó exclusivos, sin
mezcla de ninguna otra especie metálica. La calamina, ora
pura, ora asociada de la galena, de la Dolomía, de diversos
ocres, de hierro pardo, de espato calizo ó de arcilla endure-
cida, se presenta en filones, en terrenos muy antiguos ó en
grandes masas en períodos mas recientes. El primer género
de criadero es mas frecuente, y á pesar de esto la mayor
parte de la calamina que se beneficia, procede de los depó
GEOLOGIA INDUSTRIAL
339
sitos en grandes masas ó stocwerks, por ser mucho mas pro- Y como quiera que el nativo por un lado, es conocido de
ductivos que aquellos. Entre los criaderos mas famosos de todo el mundo, y por otro nunca ó muy raras veces se en-
la calamina en grandes masas debemos citar los de Bélgica, cuentra en bastante cantidad para formar objeto de una
y particularmente el llamado de la Vieille y Nouvelle Mon- i explotación, bastará decir lo mas esencial acerca de la segun-
tagne (antigua y nueva montaña) situado cerca de Aquisgran,
perteneciente, como los demás de esta región, al terreno
antraxifero, cuyas rocas calizas impregnan, hallándose aso-
ciada con minerales de hierro muy abundantes, con arci-
llas y lignitos. En Inglaterra es célebre por la abundancia
de calamina la cordillera de Mendip HilUs, situada en su
parte central, corriendo del noroeste al sudeste desde el
canal de Bristol hasta Frome. Allí la calamina se encuentra
asociada á la galena en la caliza magnésica, probablemente
del terreno pérmico, en pequeños filones contemporáneos,
que corren en todas direcciones formando una red com-
plicada.
Los criaderos de la Silesia son, al parecer, mas ricos que
los restantes de Europa. En dicha región forman dos masas
enormes asociadas de la galena y déla Dolomía, empotradas
en capas pertenecientes, en gran parte, al terreno triásico.
La calamina de Figeac (departamento de Lot) se encuentra
en el lias.
En España se conocen varios criaderos importantes, siendo
el mas notable de todos el representado por una gran zona
interrumpida que atraviesa las Provincias Vascongadas,
Santander y parte de Asturias. En este distrito, en los térmi-
nos de Potes, Cabezón, Selix, Udias, y en el puerto y pueblo
de Comillas, es, según observaciones del Sr. Naranjo, muy
abundante y se presenta asociada con galena, blenda y otros
metales en el terreno liásúo, y en la Dolomia celular (vulgo
cayuela).
da especie.
El cinabrio, resultado de la combinación del mercurio
con el azufre, se distingue perfectamente por su color rojo
granate claro, mas intenso cuando es puro, y sobre todo en
los cristales que ofrecen cierta trasparencia; su peso especí-
fico es considerable; el polvo de su raya es de color escarlata
característico.
Las diferentes variedades de este mineral se encuentran
todas casi siempre reunidas, siendo sus compañeros 6 aso-
ciados mas frecuentes el cuarzo, la amatista, algunas veces
la barita, y alguna otra sustancia pétrea, con exclusión de
todo metal, especie de aversión que parece ser característica
del mercurio.
El cinabrio, según Coquand, es mineral de filones. El del
famoso criadero de Almadén forma tres filones, calificados
de contacto por Burat, representados por tres filones capas
paralelos, concordantes con la estratificación ondulada que
ofrecen las areniscas y pizarras silúricas, en las que se halla
enclavado el criadero, y también con el plano de contacto
de la roca ó piedra frailesca, que forma una zona interme-
dia entre el terreno estratificado que contiene el cinabrio y
los pórfidos anfibólicos, que tan directamente contribuyeron
á dislocar y alterar la composición de dichas rocas.
El cinabrio sublimado penetró en la masa de las rocas si-
guiendo el plano de las capas del terreno, intercalándose de
un modo tan especial en las areniscas, que no es difícil en-
contrar pedazos de esta dispuestos según los planos de estra-
Procedentes de este famoso distrito minero, posee el Gabi- tificacion, en los cuales una cara se presenta cubierta de
nete de Historia Natural una preciosa serie de estudio, rega- cinabrio puro y cristalino, mientras la otra apenas está teñida,
lada por el que fué ayudante del establecimiento, D. Augusto , ofreciendo el centro del ejemplar el tránsito mas evidente
Linares, y que figura hoy en la primera sala de Mineralogía; entre ambos planos.
cuyos ejemplares ofrecen tal estructura concrecionada, testá- El criadero de Almadén parece formar, sin embargo, una
cea, estalactítica, arriñonada, etc., que dudo pueda presen- excepción á la regla general, no solo por la cantidad fabulosa
tarse mejor ejemplo de la acción de las aguas minerales en
la formación de los filones. De tal manera se parece por su
aspecto aquella calamina á la caliza incrustante, que á pri-
mera vista cualquiera las confunde; solo el color lechoso,
que no es frecuente en las estalactitas y estalagmitas calizas,
y la densidad, pueden distinguirlas; dejando aparte por
supuesto los caractéres diferenciales que nos suministra la
Química. El proceso de este criadero, que pudiera llamarse
por la sustancia que origina calaminizacion, hubo de conti-
nuarse desde la época jurásica en que según el Sr. Naranjo
principió, hasta los comienzos de la época cuaternaria; su-
puesto que entre los objetos regalados por el señor Linares
figuran mandíbulas con sus dientes y otros huesos de mamí-
feros, pertenecientes á dicho período.
En Riopar, junto á San Juan de Alcaraz, que según todas
las probabilidades pertenece al terreno del trias, existen
grandes cantidades de este mineral.
de metal que contiene, sino también por la edad del terreno
á que pertenece, pues la mayor parte de los otros centros
productores de esta sustancia se encuentran en los terrenos
secundarios. Así, por ejemplo, en el antiguo ducado de
Deux-Pontes, en Durazno (Méjico) y en Cuenca de Nueva-
Granada, se halla el cinabrio en las areniscas rojas del trias;
en Idra, en la Carniola y en Taia (Africa) ocupa las capas
margoso bituminosas del jurásico; y en Djebel-Hasnimat (Ar-
gel) la caliza neocómica, en la base del cretáceo. En Muñón
Cimero, concejo de Pola de Lena (Asturias), se encuentra
el cinabrio impregnando las areniscas del período carbonífe-
ro, llegando á penetrar en el carbón mismo, y hasta en los
fósiles característicos de este terreno.
Hasta estos últimos tiempos todo el mercurio que se con-
sumía en el comercio para la amalgamación del oro y plata,
y para los demás usos, bien conocidos de todo el mundo,
procedía de Almadén, Austria y Baviera ; pero recientemente
En la provincia de Granada, en las sierras de Gádor y se han descubierto ricos criaderos en la California, que han
Baza, es riquísimo y abundante en la caliza silúrica. contribuido, junto con otras causas, á abatir considerablemen-
La calamina se explota como las demás especies de zinc te el precio de esta sustancia.
para procurarse este metal que se destina á fabricar el latón,
resultado de la aleación del cobre con el zinc, i ambien se
destina este después de oxidado, mezclándolo con aceite,
á formar el color blanco que reemplaza con ventaja á la
cerusa ó albayalde, pues no ofrece los inconvenientes de
este.
Entre las varias especies que se conocen de mercurio, las
En la Península, además del gran criadero de Almadén,
se encuentra el cinabrio en Chillón y Almadenejos, en As-
turias, y recientemente en Chovar, Artana y Eslida se han
denunciado y han empezado á explotarse unos criaderos de
escasa importancia en el ródeno, ó sea en la arenisca del trias,
que forma la sierra de Espadan (Castellón).
Aunque son muchas las especies de plata, las que mas
únicas cuya descripción importa á nuestro objeto, son el conviene conocer son la nativa, la sulfurada, la antimonial
nativo y él sulfurado ó cinabrio. sulfurada, y la clorurada.
440
GEOLOGIA
La plata nativa se presenta en forma de arborizaciones,
de cabellos, también en cristales dependientes del sistema
cúbico, en láminas y á veces en masas de alguna conside-
ración.
Su color propio y el brillo que le es peculiar la distinguen
perfectamente, excepto cuando se cubre de una capa negruz-
ca, resultado de su combinación con el azufre; entonces se
necesita atacarla con el filo ó con la punta de una navaja
para reconocerla.
Aunque algunas veces existe aislada, formando criaderos
especiales y masas amorfas del peso de un kilogramo y
mas, citándose dos pedazos de 1,000 kilogramos cada uno
procedentes de la mina de Konsberg, sin embargo, lo común
es que se encuentre en los criaderos de plata sulfurada, clo-
rurada y roja, como en las famosas minas de Guanajuato,
Zacatecas y Copiapó, en América. En estas localidades se
encuentra también en unos depósitos ferruginosos conocidos
con los nombres de Pacos y Colorados. En Hiende-la enci-
na también se la ve en las mismas condiciones, resultado
probablemente de la disposición de las citadas especies.
En Albio!
(Tarragona) es abundante, asociada de piritas
de hierro,
que
rinden hasta 30 onzas por quintal, según
el
Sr. Maestre.
Uno de
los
distiitos mineros déla Península, mas impor-
tan tes, baj
0 el
punto de vista de la plata nativa, es el c
e
Almena; de donde se extraen cantidades fabulosas de este
metal, casi siempre acompañado del hierro en diferentes
grados de oxidación. La plata nativa suele encontrarse en
cabellos y en especies de dendritas en el mineral mismo, y
también en láminas ó planchas de dimensiones á veces muy
notables; habiéndome teferido mi hermano D. José, inge-
niero de minas que estuvo en aquel distrito hasta el año
ultimo, haber aparecido hace poco un ejemplar que vendrá
á tener las dimensiones de una piel de cabrito, y como de
un centímetro de grosor; alhaja que conserva uno de los
afortunados propietarios de aquellas minas, donde este me-
tal se distribuye entre los accionistas á espuertas, según la
frase de mi hermano, habiéndose repartido en poco tiempo
ganancias fabulosas.
La plata sulfurada, especie la mas común y la que sumi-
nistra la mayor cantidad de este metal, es una sustancia de
color gris de plomo ó de acero, á veces completamente ne-
gro por la alteración de su superficie; de estructura laminar
ó ramosa, algunas veces en dendritas ó arborizaciones, y
también cristalizada en formas dependientes del cubo. En
este estado amorfo ofrece la singularidad de dejarse cortar
con el cuchillo.
Los compañeros habituales de esta especie son otras del
mismo metal; la galena, la pirita común, el hierro espático,
el ocre, el espato calizo, la barita, el espato flúor, el cuarzo
y otras sustancias que forman parte de su ganga. General-
mente se presenta en forma de filones en los terrenos anti-
guos, como por ejemplo en las pizarras cristalinas en Kons-
berg (Sajonia); en Kolivan (Siberia); en Condorasto y
Pomallada (América central) y en Allemont (Delfinado).
Los famosos criaderos deGuanajato, Catorce y Zacatecas,
se encuentran en pizarras arcillosas, pertenecientes tal vez al
terreno silúrico. Los pórfidos anfibólicos y las sienitas con-
tienen también criaderos tan célebres como los de Sthemnitz,
Kremnitz y Kapnig en Hungría; Nagyag en Transilvania;
Pachuca y Real del Monte (Méjico) y otros. Beudant refie-
re al terreno pérmico los riquísimos criaderos de Tehuilote-
pic y Tasco (Méjico) y los de Yaurichoca en el Perú.
En España se conocen varios criaderos, siendo los de
Hiende-la-encina los mas notables, los cuales arman en el
gneis, enlazándose su aparición, según Ezquerra, con los
pórfidos de Alpedroches y los granitos porfídicos de Somo-
sierra. En Sierra Nevada se halla esta especie en el cobre
piritoso y hierro espático. La Exploradora, que según Maes-
tre rinde hasta 28 onzas por quintal, se halla en pizarras
granatíferas (silúrico) y serpentinas, distantes media legua
de las del famoso barranco de San Juan. La misma se halla
en la propia dehesa de San Juan.
La plata llamada vulgarmente roja, es un compuesto de
este metal, de antimonio y azufre, que se distingue por su
aspecto no metálico, algo traslúcida; á veces cristaliza en
formas romboédricas, siendo su carácter mas esencial el co-
lor rojo claro que ofrece, algo parecido al del cinabrio. Se
conocen diferentes variedades de esta especie, llegando á
59 por ico la proporción de plata que rinde, cuando se
presenta pura.
Se encuentra generalmente como subordinada á los cria-
deros del sulfuro de plata, asociada con frecuencia al arséni-
co nativo, á la plata arsenical y nativa, y también al cuarzo,
como se nota en las famosas minas de Guadalcanal (Sevilla).
En Hiende-la-encina se presenta acompañada de las especies
anteriores y de los cloruros y es muy abundante.
La plata córnea resulta de la combinación de este metal
con el cloro, y se distingue por su aspecto terroso, de color
blanco ó gris amarillento sucio, de estructura y dureza aná-
loga á la de la cera, de modo que se corta en virutas con el
cuchillo. También á veces se presenta en pequeños cristales
cúbicos, diseminados en la roca ferruginosa algo descom-
puesta, que en el Perú y Chile se conoce con el nombre de
Pacos y Colorados.
Después de la nativa esta es la especie que rinde mas,
llegando la proporción de metal que contiene hasta 75 por
ciento. Asociada con la plata metálica, y ocupando general-
mente la extremidad superior de los filones, esta especie es
muy común en los criaderos de América, de donde procede
el famoso ejemplar, una de las mejores joyas, entre las mu-
chas que encierra el Gabinete de Historia Natural de Ma-
drid; pesa 10 arrobas y libras, pudiendo extraerse hasta siete
arrobas de plata, si su rendimiento es de 75 por 100. En
Hiende-la-encina también se encuentra esta especie asociada
á los bromuros, yoduros y demás compuestos de plata, que
constituyen la riqueza de tan famoso distrito. Se halla igual-
mente en la Bodera, Jarena y Argentera (Tarragona) el
cloruro, penetrando las pizarras y el gneis, pero sin formar
filón: en la primera dan hasta dos onzas por quintal; en las
otras hasta 26 onzas.
A propósito de estas combinaciones de la plata, el Sr. Maes-
tre, cuya larga práctica y vastos conocimientos le ponen á
gran altura en el arte de la explotación, hace observar, que
el hecho mas notable que ofrecen los criaderos de este metal
es el que, salvas pequeñas excepciones, siempre se encuen-
tran asociados mas bien al elemento calizo que al silíceo;
precisamente lo contrario de lo que sucede en los criaderos
de oro.
Coquand expresa del modo siguiente la producción de
plata en Europa:
Marcos (245 gramos)
Austria. . . ¡
340,000
España. . . .. .
160,000
Alemania septentrional. .
150,000
Rusia
90,000
Suecia y Noruega. . . .
40,000
Inglaterra
26,000
Francia
8,000
Cerdeña
1,000
Toscana
800
GEOLOGIA INDUSTRIAL
44I
ORO. — Este metal, por tantos conceptos precioso, y cuyo
valor se regulaba hasta hace poco por su rareza ó escasez,
se encuentra casi siempre en la naturaleza en estado nativo,
formando una especie de excepción á la regla general que
siguen los otros metales.
El oro se presenta en forma de hojitas ó láminas, ó en
arborizaciones y en granos, que reciben el nombre de pepi-
tas cuando alcanzan algún tamaño; raras veces en cristales
dependientes del sistema cúbico.
Generalmente el oro ofrece dos especies de criaderos; el
uno, que puede considerarse como primitivo, es en filones,
granos, hojuelas y cristales en rocas de cuarzo, que es casi
su única ganga, en los terrenos graníticos y en los primarios
mas antiguos, generalmente solo y sin asociarse á otro metal.
La dificultad que ofrece la extracción de esta ganga por su
extremada dureza y la dificultad de fundirla, hace que este
criadero no sea el mas productivo, teniendo muchas veces
que renunciar á su explotación. En España se hallan estos
criaderos en varios distritos de Asturias, según consta de las
observaciones del Sr. Paillette; en las Navas de Ricomalillo
(Extremadura), en el cuarzo silúrico, y principalmente en
la Clavería de Alcántara, en la dehesa del Castillo, en Ros-
morin Mal (Portugal), en Sierra Cabrera (Zamora) y en
Cullar de Baza en filón en las cuarcitas silúricas.
La otra especie de yacimiento del oro no es primitivo y
sí resultado de la descomposición de la roca que lo contiene
y del arrastre ó acarreo del metal á mayores ó menores dis-
tancias, encontrándose en forma de hojuelas, granos y pepi-
tas entre las arenas, gravas y demás materiales sueltos del
terreno del diluvio, en donde generalmente se le ve asociado
del platino y sus compañeros, osmio, iridio, rodio, y de mu-
chas piedras preciosás, como diamantes, rubíes, etc.
El trasporte del oro que determinó en períodos anteriores
estos criaderos, es tan positivo, que hoy mismo se verifica
en algunos rios, como en el Sil, en Galicia, y también, al de
cir de los poetas, en el Tajo y el Darro (Granada), en la pro-
vincia de Cáceres, cerca de Alcántara, en toda la linea de la
provincia y en otros puntos de la Península.
Las famosas minas de la Siberia, del Brasil (en Villarica,
Serra do Frió, Minas Geraes y Rio- Janeiro), de las provincias
de Antioquía, Chocó, Barbacoa en la Columbia, en Chile, y
las no menos célebres de California y Australia, de donde se
extraen anualmente muchos millones de marcos de este pre-
cioso metal, pertenecen á esta especie de yacimiento. El
mineral se obtiene por medio del lavado de las arenas que
constituyen un inmenso depósito en el terreno diluvial. En
medio de las hojuelas y granos han llegado á encontrarse,
sobre todo en Australia, pepitas de 50 y 60 kilógramos de
peso.
El oro se encuentra también asociado á muchas piritas de
hierro, dando á veces lugar á explotaciones importantes, co-
mo la de Macuñaga, en Saboya, inmediato á Monte Rosa.
El Sr. Narses Tarassonko-Ostreschkoff, en su reciente
obra intitulada: De VOr et de l Argén/, leur origine et
quantité extraite dans toutes l es contrees du monde eonnu , di-
vide la historia de la producción del oro y la plata en seis
períodos, desde el principio de la era cristiana hasta 1855;
siendo curiosa la progresión creciente que se nota á medida
que avanzamos hácia los tiempos modernos. La producción
media anual durante el primer período, es decir, desde la ve-
nida de Jesucristo hasta 1492» época del descubrimiento del
Nuevo-Mundo, fué de 15.829,628 francos; en el segundo
periodo, ó sea desde 1492 á 1810, que coincide con el
principio del desarrollo de las minas de Rusia, llegó á
I3a505,610 francos; durante el tercero, desde 1810 á 1S25,
alcanzó la enorme cifra de francos 252.5 10,098; en el cuarto,
que abraza desde 1825 á 1848, año del descubrimiento de
las minas de California, se elevó á 286.852,204 francos; en
el quinto, desde 1848 á 1851, en que se hallaron las minas
de Australia, fué de 601.015,764 francos; y, por último, en el
sexto, ó sea desde 1851 á 1855, llegó á la suma fabulosa de
1,592.63 í,65 i francos.
Uno de los objetos que excitaban mas la curiosidad en
la Exposición Universal celebrada en 1867 en París, era una
colosal pirámide cuadrangular, de unos dos metros por cada
cara en la base, y una altura proporcionada, y que represen-
taba la cantidad de oro extraída de la Australia, desde que
empezó á explotarse este metal, cuyo color y aspecto nativo
se había imitado tan perfectamente, que la ilusión era com-
pleta. Recuerdo también que junto á la pirámide habían
expuesto los ingleses una colección muy curiosa, en que á
primera vista podía apreciarse la densidad ó peso especifico
de la mayor parte de los metales ; pues reducidos estos á
cilindros de la misma base, su altura indicaba perfectamente
la densidad relativa.
El platino es un metal de color gris de plomo ó acero,
algo blanquecino, brillante, dúctil, maleable, que no se deja
atacar por los ácidos, y es infusible al soplete, á no servirse
de corrientes de oxígeno é hidrógeno. Estas cualidades son
de gran precio en una de sus mas importantes aplicaciones,
reducida á la fabricación de calderas, alambiques, retortas,
cápsulas y demás útiles de laboratorio y para fábricas de
ciertos productos químicos. Sin embargo, su excesiva den-
sidad, pues pesa 2 1 veces mas que el agua, lo hace incómo-
do para destinarlo á la fabricación de objetos de lujo y para
la acuñación de moneda, á pesar de haberse realizado en
Rusia.
Compañero inseparable del oro, del osmio, del iridio, del
rodio y de varias piedras finas, el platino se encuentra en los
aluviones antiguos, no citándose mas que un ejemplar, indi-
cado por el Sr. Boussingault, de platino en su criadero pri-
mitivo que, según dicho naturalista, es la sienita de la Co-
lumbia. Mr. Le-Play dice haberlo visto también en la
serpentina de los montes Urales. Vauquelin lo cita en Gua-
dalcanal, pero su existencia no se ha confirmado. Aunque
en corta cantidad, se ha hallado también en el oeste de As-
turias.
Este metal se descubrió por primera voz en las provincias
de Chocó y Barbacoa, en Columbia. Después se encontró
en Matto-Grosso, en el Brasil, y en la isla de Santo Domin-
go. En 1836 se reconoció la existencia de grandes criaderos
al oriente del Ural, y aun en la parte europea de esta cor-
dillera, los cuales constituyen el centro mas productivo que
se conoce hoy dia. De allí proceden las famosas pepitas de
cuatro, ocho y mas kilógramos, que pertenecen al príncipe
Demidoff, y que figuran en muchas colecciones públicas de
Mineralogía.
An TIMON 10. — Este metal se encuentra en la naturaleza
en estado nativo, en forma de óxido y de sulfuro, siendo
este último el que suministra la mayor parte del que se cono-
ce en el comercio.
El antimonio sulfurado es una sustancia de color gris de
plomo, algo parecida al acero, casi siempre con una tinta
azulada que le es característica; se deja rayar por la caliza y
funde al simple calor de la vela; cristaliza muy á menudo en
formas dependientes del prisma romboidal recto, y se pre-
senta generalmente en prismas muy alargados y agrupados
entre sí, ofreciendo el aspecto bacilar, á veces fibroso, y
otras granoso y compacto.
Esta especie se encuentra casi siempre en filones, y es co-
mún en los terrenos antiguos. En la mesa central de Francia,
y particularmente en los alrededores de Malbose ( departa-
56
Tomo IX
442
GEOLOGIA
mentó del Ardeche) se encuentra en estas circunstancias.
En las minas de Pereta y de Montauto, en Toscana, está
relacionado con el cuarzo, y habiendo atravesado sus filones
el machino del terreno nummulítico, puede considerarse
como uno de los criaderos mas modernos. En Djebel Taia
(Argel) se encuentra en la caliza jurásica y en el terciario in*
ferior. En I'aia, según Coquand, el antimonio sulfurado se
halla asociado al cinabrio.
En compañía de su propio óxido se encuentra en varios
puntos de Galicia, sobre todo en el concejo de Cervantes y
en Bolaño, en el gneis; en el concejo deTineo (Asturias) es
tan abundante esta especie, que algunas cercas están forma-
das con la estibina; en Sierra de Carbajo, cerca de Valencia
de Alcántara, asociado de la pirita común y el cuarzo; en
Santa Cruz de Múdela, en la Mancha, se encuentra con
ocre de antimonio, ocre de hierro y cuarzo; y además en
otros puntos de la Península.
El arsénico existe en la naturaleza en estado nativo, en el
de sulfuro y óxido, asociado al cobalto y al hierro; proce-
diendo la mayor parte del que se consume en el comercio
del tratamiento ó explotación del cobre gris, del estaño oxi-
dado, del plomo sulfurado y de otros; raras veces forma cria-
deros propios.
El nativo se distingue perfectamente por su brillo metálico,
sor el polvo gris de la raya ó raspadura, por el olor particu-
lar á ajos que despide cuando se le golpea con el martillo, y
en especial cuando se le ataca con el soplete, que lo hace
arder con una llama azul despidiendo vapores blancos.
Generalmente se presenta en masas de estructura laminar,
y también en capas concéntricas, á la manera de las hojas
Je una concha, por lo cual recibe el nombre de testáceo.
La combinación de este metal con el azufre da por resul-
tado, según sus proporciones, dos sustancias: la una rojiza,
de color de cochinilla, y á veces rojo anaranjado, y es el
- ejalgar; la otra afecta una tinta amarilla de limón, bastante
intensa y de aspecto brillante, en masas cristalinas algo
hojosas, con estrías longitudinales, y es el oropimente. Las
piritas arsenicales, tan abundantes en Sierra Guadarrama,
Sierra Nevada y otros puntos, contienen estas especies en
proporción variable; igualmente se hallan en los concejos
de Lena y Mieres (Asturias) asociadas al cinabrio.
El cobalto se encuentra en estado de óxido, de sulfuro,
de arseniuro, y asociado con una porción de metales, como
el bismuto, la plata, la pirita arsenical, el arsénico y otros.
Los compuestos que suministran la mayor parte de los
dxidos de cobalto, que son los que se emplean en la fabri-
cación de los esmaltes azules, son el sulfo-arseniuro, mineral
brillante de un gris rojizo, y el cobalto arsenical llamado
también esmaltina , sustancia de un color blanco de estaño ó
,:is de acero cuando la fractura es reciente, pero que se
ennegrece al contacto del aire. Funde con facilidad á la
ama de una vela, despidiendo un olor á ajos debido á la
parte de arsénico que contiene; cuando funde con el bórax
> comunica un color azul hermoso; es soluble en el ácido
-trico, tomando el líquido un color rojo característico.
Raras veces forma este metal criaderos propios; lo común
hallarse asociado con los indicados metales, y con el
;>pato calizo y flúor que suelen formar su ganga. En el pue-
de Plau, en el valle de Gistan, en Aragón, se encuentra
en estas condiciones en terrenos de caliza antiguos; ofre-
ciendo este metal una porción de variedades, entre otras,
ti y el negro: en el pueblo de Chovar, en la provincia
.::e Castellón, se explota en la actualidad en la arenisca del
:nas llamado rodeno; en la parte oriental de Asturias, las
vinas de Argayadas y Bocalacanal, producen de 400 á 500
quintales al año, que se exportan á Inglaterra.
AZUFRE. — El ilustre Coquand en la luminosa Memoria
sobre los azúfrales, las minas de alumbre y lagonis de la
Toscana, publicada en 1848 en el Boletín déla Sociedad veo-
lógica de Francia y hablando de los azúfrales de Pereta, de
Pozzuelo, y otros no menos importantes de la Italia meri,
dional, dice terminantemente que el hallazgo del yeso y de
la karstenita en las galerías de explotación es un signo pre-
cursor y casi infalible de la existencia del azufre. Esta aso-
ciación se explica perfectamente, según este geólogo, por el
procedimiento que la naturaleza ha empleado en la formación
de estas tres sustancias. Con efecto, pues si el hidrógeno
sulfurado es el único agente de la formación del yeso y del
azufre, debemos admitir que los depósitos de esta última
sustancia son el resultado de la descomposición de dicho gas
sin la intervención del oxígeno, en la que el hidrógeno fué
puesto en libertad fijándose el azufre, mientras que cuando
las sustancias fueron favorables á la oxigenación de este,
hubo producción de ácido sulfúrico y formación de sulfato
de cal hidratado ó anhidro, por efecto de la reacción sobre
rocas calizas. De consiguiente, la asociación de los sulfatos
con el yeso, se explica suponiendo que en los puntos ó con-
ductos atravesados por una corriente enérgica de gas sulfhí-
drico, una parte del azufre se precipitó por la acción de
la sustancia que separó el hidrógeno, mientras el resto pasó
al estado de ácido sulfúrico.
Aunque España no puede competir con Sicilia y otros
centros productores de azufre, sin embargo, posee algunos
criaderos muy importantes que si bien se indicaron como
localidades de esta roca, conviene recordar aquí por algunas
circunstancias especiales del yacimiento. La primera es la
de Conil, en la provincia de Cádiz; cuyas condiciones geo-
lógicas han sido perfectamente indicadas por mi amigo el
Sr. Mac-Pherson en su excelente Memoria sobre aquella
provincia; distínguese esta localidad por la magnificencia de
los cristales de azufre, como puede verse en el Museo de
Madrid, y también en el de Viena. El segundo criadero es
el de Libros en Teruel, notable por la particularidad única,
que yo sepa, en Europa de hallarse convertidos en azufre
los muchos restos orgánicos que allí existen, todos lacustres,
y entre los cuales figura un pequeño Planorbis, especie nue-
va, á la que por indicación de mi apreciable amigo el señor
Deshayes, puse el nombre de sulfúreas (1). Por último, la
localidad de Hellin, en la que si bien el azufre se presenta
por regla general amorfo, es digna de estudio; no solo por
la regularidad con que se suceden las 20 ó 22 capas de di-
cha sustancia, alternando con calizas y margas lacustres,
sensiblemente horizontales, sino muy especialmente por la
abundancia de la Dusodila y del sulfato de magnesia en
bancos también regulares, alternando con el azufre.
Con esto concluye la sucinta reseña de las sustancias me-
tálicas mas principales, cuyas aplicaciones ofrecen alguna
importancia, particularmente á la industria. La descripción
de las restantes es del dominio de un tratado especial de
Mineralogía.
En la historia que acabamos de trazar, se ve claramente
demostrado el objeto de la ciencia geológica, que mas bien
que describir en detalle las propiedades físicas, químicas y
organolépticas de las diferentes especies mineralógicas que
son de su dominio, trata de demostrar la posición ó yaci-
miento, y las relaciones que los unen á los materiales y ter-
renos en que se encuentran, sirviendo de base al conoci-
miento de las causas ó agentes que los han producido. De
manera que, por lo visto, los estudios geológicos deben
considerarse como el complemento de la ciencia mineralógica.
(1) Para mayores detalles consúltese mi «Memoria de Teruel* pu*
blicada en 1S63.
GEOLOGIA HIDROGRÁFICA
443
CAPITULO III
GEOLOGIA HIDROGRÁFICA
Conocida por lo expuesto hasta aquí, la relación íntima
que existe entre los criaderos metalíferos, y las aguas minero-
termales, parece natural dar ahora alguna nocion de todo
aquello que, relativo á las aguas, pueda ser objeto de alguna
utilidad para el hombre. — Según se indicó en la primera
parte de la obra, la Hidrografía así exterior, como subterrá-
nea, están sujetas á condiciones y régimen dependientes de
la estructura geológica de las diferentes comarcas, siendo
ambas hijas de una misma causa, que ya explicamos opor-
tunamente en la teoría de la lluvia. Lo que nos proponemos
aquí, es relacionar este agente con las circunstancias espe-
ciales de los terrenos por donde circula, con el fin de esta-
blecer reglas, que puedan Servir de base para el arte de
iluminar aguas.
Cuando se fija la atención en el caudal líquido que llevan
las grandes arterias terrestres, tales como el rio de la Plata,
Amazonas, el Nilo, ó el Ganges, difícilmente se comprende
que pueda la lluvia y la nieve suministrar tanta cantidad de
líquido. Mas si se tiene en cuenta los resultados obtenidos
por el eminente Halley y otros célebres físicos, que se han
dedicado á este género de estudios, entonces se ve clara-
mente la armonía que no puede menos de existir entre to-
dos estos fenómenos naturales. Con efecto, la cantidad me-
dia anual del agua que recibe la superficie del globo, puede
estimarse en 28 pulgadas, ó sean 0m, 75^* Respecto de la
evaporación, bastará saber que según el Dr. Halley se des-
prenden diariamente de la superficie del Océano, veinte
millones de piés cúbicos; calculando el mismo que si se
estima la evaporación anual media en 35 pulgadas, la can-
tidad de agua existente en un año en la atmósfera, ocuparía
94,450 millas cúbicas, cifra enorme y que da razón satisfac-
toria de toda la Hidrografía así exterior como subterránea,
sin tener que apelar, como en otros tiempos se ha hecho, á
la comunicación del agua del mar en los continentes, pues
caso de verificarse esto, es en una pequeña zona, ni tampoco
á la formación del agua en el interior del globo.
Han calculado algunos físicos que el mar pierde anual-
mente por término medio, un metro de espesor por la eva-
poración, lo cual, teniendo en cuenta la desproporción entre
continentes y mares, significa, que si toda esta cantidad de
agua se desprendiera á la vez, formaria una capa en las tierras
de 0,75 centímetros; lo cual daria 700,000 metros cúbicos
por kilómetro cuadrado. Si de esta cantidad de agua, que
anualmente reciben los continentes, se resta la que estos
pierden por evaporación, quedan 0,45 centímetros como
representando el elemento constante de la Hidrografía exte-
rior y subterránea.
Sin necesidad de repetir lo que ya expusimos en la Geo
grafía estática, y concretándonos á lo que mas directamente
nos interesa por el momento, debemos decir que las condi-
ciones para la formación de los manantiales, son: i.a Un
sistema absorbente que reúna las filtraciones ó veneros pro-
cedentes de lluvia: 2.a Un depósito de recepción que con-
serve ó almacene las filtraciones o veneros reunidos. \ 3 a L n
canal de emisión que dé salida con regularidad y lentitud, á
las aguas contenidas en el receptáculo subterráneo. También
pueden reducirse á tres las circunstancias que debe reunir
una corriente para llamarse manantial, á saber: i.a Que la
cantidad de agua sea sensible. 2.a Que el líquido circule
interiormente. Y 3.a Que ofrezca cierta duración, en cuyo
concepto no deben considerarse como tales los que aparecen
en tiempo de lluvias.
Los manantiales no todos ofrecen los mismos accidentes
y de aquí los diversas denominaciones que se les da. Se
llaman permanentes los que manan ó fluyen de un modo
continuo é igual; variables, los que no siempre suministran
la misma cantidad de agua; temporales, los que cesan en
alguna estación ó período del año; é interminentes, regulares
ó irregulares, los que guardan cierta periodicidad en su
aparición ó en la cantidad de agua que arrojan. Este último
accidente, el mas curioso de todos los que ofrecen los ma-
nantiales, y para cuya explicación se han inventado tantas
hipótesis y teorías, es resultado del principio de Hidrostáti-
ca, de que todas las partes de un líquido, ora ocupen un
solo ó muchos receptáculos, pero que comuniquen por uno
ó por varios puntos, guardan siempre el equilibrio. En este
axioma está fundada también la teoría del sifón, de la que
los manantiales intermitentes no son mas que una manifes-
tación natural.
Cuando las aguas en su curso subterráneo se impregnan
ó disuelven alguna sustancia, ó determinan ciertas combina-
ciones de las que resulta algún principio mineral que arras-
tran hasta su aparición al exterior, los manantiales reciben el
nombre de minerales, pudiendo ser las aguas salinas, ácidas
ó aciduladas, sulfurosas.
Por último, cuando las aguas llegan á cierta profundidad,
adquieren por efecto del calor central, una temperatura que
se mantiene superior á la del medio ambiente, en cuyo caso
reciben el nombre de termales; caldas se llaman en algunos
puntos á las aguas calientes; y burgas á dos fuentes termales
en Orense.
La acción que el aire ejerce sobre determinadas sustan-
cias ó su descomposición parcial por la intervención de di-
chos principios, puede igualmente determinar la elevada
temperatura que caracteriza estas fuentes. La presencia del
ázoe en ellas es uno de los argumentos mas fuertes en apoyo
de la explicación que se acaba de dar. Este elemento proce-
de del aire que contienen y arrastran las aguas en su marcha
subterránea, pues aunque se encuentra también en las rocas
combustibles y fosilíferas, para que procediera de estas era
menester que las fuentes termales solo existiesen en terrenos
de esta naturaleza, lo cual está muy lejos de suceder, siendo
precisamente los que menos manantiales contienen de esta
clase.
Lo que se observa con frecuencia en los volcanes en ge-
neral, y muy especialmente en los azúfrales, confirma y con-
tribuye á esclarecer esta idea, como dijimos ya al tratar de
la formación de los filones. Con efecto, en estos puntos se
4-14
GEOLOGIA
ve que si las emanaciones gaseosas, entre las cuales figura
en primera línea la del vapor del agua, encuentran á su paso
algún condensador, se convierten en verdaderas fuentes
termales; y como entre dichas emanaciones las hay ácidas
ó salinas, resulta que las aguas adquieren el doble carácter
mineral y termal. En confirmación de lo que se acaba de
decir, puedo citar la fuente que existe en la falda del azufral
de Vulcano (isla de Lipari), cuya temperatura, apreciada
por mí con el termómetro, marcaba 92o centígrados.
Las fuentes termales presentan, además, dos caractéres
fijos, cualquiera que sea el punto en que se las encuentra, y
son: i.° El presentarse á través de capas dislocadas y fractu-
radas, y con frecuencia siguiendo el hueco que han dejado
las fallas o saltos de terreno. Y 2.0 El ofrecer una constancia
en su temperatura y en la cantidad de líquido que arrojan,
que solo puede explicarse satisfactoriamente, admitiendo la
teoría indicada. La constancia de temperatura, y en la can-
tidad de agua, supone con efecto la acción elástica de los
gases subterráneos, y la de su calor siempre uniforme, que
solo pueden recibir las aguas del central de la tierra.
La presión que las aguas ejercen en su curso subterráneo
contra las paredes de los conductos, puede indudablemente
contribuir á este resultado, como indicamos ya al estudiar
las causas actuales.
Por ultimo, los géiseres y la teoría que admitimos para su
explicación, confirman cuanto acabamos de exponer. De aquí
el poderoso auxilio que la Geología puede prestar para los
dos problemas que referentes al elemento líquido puede
proponerse resolver el hombre, y son: i.° Encontrar los ma-
nantiales ya existentes, y 2.0 Iluminar aguas, ó en otros tér-
minos, buscarlas en las profundidades de la tierra y hacerlas
aparecer al exterior; lo primero, ofrece pocas dificultades,
pues siendo el agua un elemento tan indispensable á la vida,
es menos que probable que queden ignoradas y sin aprove-
char las que natural y espontáneamente salen al exterior; en
cuanto al arte de buscar aguas ocultas, puede reducirse á
proporcionarse aguas de salto, por otro nombre llamadas
artesianas, ó las que no lo dan, constituyendo manantiales
comunes, debidos á la actividad humana; consistiendo la
única diferencia entre unas y otras, que en estas, cuando se
aprovechad desnivel del terreno, para convertirlas en fuerza
motriz, las aguas proceden de corrientes superficiales ó poco
profundas, mientras que para proporcionarse las artesianas,
se hace preciso llegar con la sonda hasta aquel punto del
interior de la tierra en que se encuentra la capa impermea-
ble, que procedente de terrenos mas altos, buzan hacia la
comarca donde se ha perforado el terreno, siendo el salto
que dan las aguas proporcionado á la altura de donde origi-
nariamente proceden.
Todas las reglas y preceptos que en esta materia pueden
darse, hdllanse estrechamente relacionados con la estructura
geológica del suelo; de consiguiente, convendrá que en bre-
ves palabras recordemos los principios fundamentales de
Estratigrafía que pueden servirnos de norma. En este con-
cepto, uno de los mas fecundos principios, es el que esta-
blece que cuando en las dos laderas de un valle se presentan
las mismas capas, y en dirección é inclinación contraria,
podemos estar seguros de que pasan por el fondo del valle*
siquiera con frecuencia permanezcan ocultas por los materia-
les que con posterioridad lo hayan rellenado.
Otro de los principios que conviene recordar es que si en
un valle, una de sus laderas ofrece una pendiente suave y
la otra escarpada, las capas de la primera se dirigen hacia el
thalweg ó fondo del valle, por donde corren las aguas exte-
riores, mientras que las de la segunda, buscan un sentido
opuesto.
Toda llanura ofrece tres pendientes; una longitudinal y
dos laterales; aquella marca la dirección del valle y la de las
aguas, cuando las hay; las otras siguen la de los afluentes.
En general, la pendiente es tanto mas rápida, cuanto mas
nos acercamos al origen del valle.
Siguiendo la teoría adoptada para la explicación de las
corrientes subterráneas, superficiales ó profundas, con salida
al exterior ó sin ella, es claro que para que dichas corrientes
se verifiquen, se necesita cierta inclinación en los estratos
terrestres, y sobre todo, que las rocas se presenten en bancos,
alternando los permeables con los impermeables. Lo pri-
mero que debemos hacer, en consecuencia, es ver si en
realidad existen dichos bancos, ó si las rocas se presentan
en masa; y en el primer caso, si son ó no permeables.
Las rocas que en general se presentan en masa son los
granitos, los pórfidos, muchos basaltos, y la mayor parte de
las de origen plutónico. Cuando estos materiales se hallan
en estado de integridad, no hay que esperar fuentes en los
terrenos que ocupan, puesto que son impermeables, por
efecto de su estructura cristalina y maciza. Pero en el caso
de hallarse cubiertos por una capa, por delgada que sea, de
los detritus de su descomposición, ó de cualquiera otra sus-
tancia, los manantiales son numerosos, si bien nunca de gran
caudal.
Entre los elementos geognósticos que se presentan en ca-
pas o estratos, los hay que son permeables, y otros que no
lo son; su distinción y conocimiento es de la mayor impor-
tancia. I
Los terrenos permeables son de tres especies, á saber:
primera, los compuestos de rocas en masa, pero fracciona-
das; esto es, separadas en porciones de todas formas y ta-
maños, por efecto de las hendiduras, fracturas, saltos y
soplados que con tanta frecuencia se encuentran en ellas;
segunda, los estratificados en capas horizontales separados
en masas por efecto de fracturas perpendiculares ó muy
oblicuas, y tercera, las rocas disgregadas y los terrenos detrí-
ticos, diluviales ó de aluviones.
Las serpentinas, los basaltos, alguna vez la creta, los yesos,
y algunos gneis y pizarras micáceas, pertenecen á los permea-
bles del primer grupo; las areniscas, la creta compacta en
general, y otras, corresponden al segundo. Al tercero perte-
necen todas las rocas sueltas ó disgregadas, como las arenas,
la grava, la tierra vegetal, etc.
Entre las impermeables deben contarse todas las rocas en
masa, y aun las estratificadas, que ocupan gran extensión
de terreno sin estrías ni hendiduras, y de una estructura
muy unida y compacta, como le sucede al granito, á la pro-
togina, á los pórfidos, sienitas, gneis, cuarcitas y á la arcilla,
que puede considerarse como la impermeable por exce-
lencia.
Si después de estas generalidades, cuyo conocimiento es
de la mayor importancia, queremos descender al terreno de
la práctica, veremos la enseñanza tan cumplida y útil que
podemos sacar de la larga y asidua experiencia del célebre
abate Paramelle, resumida en su famosa obra titulada Arte
de encontrar ?nanatitiales.
En todo valle, cañada, garganta, desfiladero, puerto ó
replegamiento de terreno, dice este respetable escritor, existe
una corriente de agua aparente ú oculta que sigue constan-
temente su propio thalweg. Este ocupa el centro del valle
cuando es igual la pendiente ó inclinación de sus dos laderas;
cuando, por el contrario la pendiente de la una es mucho
mayor, el thalweg se encuentra mucho mas cerca de esta
que de aquella. Por último, cuando una de las laderas se
presenta en escarpe, el thalweg, y de consiguiente las aguas
correrán por junto á su propia base.
GEOLOGIA HIDROGRÁFICA
4-15
i
f
t»
i
Las corrientes subterráneas siguen siempre la línea de la
intersección de los estratos, ó como se diría en términos
geológicos, la línea sinclinal interior. Cuando en un valle de
laderas contiguas, el terreno que ocupa el fondo se compone
de materiales bastante sólidos y consistentes, de modo que
permita en las grandes lluvias la formación de una corriente
exterior, aunque esta sea transitoria ó temporal, la subterrá-
nea, que es permanente, sigue la misma dirección. Lo propio
es aplicable, cuando esto sucede, ó se observa en unallanu
ra, siempre que las pendientes laterales ofrezcan su inclina-
ción hácia el thalweg que sigue la corriente exterior.
El exámen del punto por donde aparece un manantial
después de fuertes aguaceros, puede ilustrarnos mucho en la
designación de la linea que marca la corriente de donde pro-
cede, pues por allí se escapa el exceso de la que no puede
recibir el conducto subterráneo.
La Geología práctica puede dar reglas para reconocer la
presencia de corrientes, como acabamos de ver, y al mismo
tiempo indicaciones acerca de la profundidad á que se en-
cuentran y la cantidad aproximada del líquido. Así es, que
en general las corrientes son mas superficiales ó inmediatas á
la superficie exterior en los puntos siguientes: i. °En el cen-
tro del primer repliegue ó hundimiento del suelo donde to-
ma origen la corriente por la afluencia de los primeros ve-
neros. 2.° En la parte central del circo por donde suelen
empezar las corrientes. 3.0 En la extremidad de la pendiente
del thalweg. Y 4.0 En el punto mas inmediato á la desembo-
cadura ó confluencia de la corriente subterránea, en alguna
corriente exterior, sobre todo si la pendiente es suave ó de
escasa inclinación.
Cuando el fondo de un valle ó cañada se presenta á nues-
tra vista inculto, ó cubierto de sauces, chopos ó álamos
blancos, de alisos, mimbres, juncos, y otras plantas amantes
de la humedad, debemos suponer que en general existe allí
una corriente subterránea y poco profunda.
Lo expuesto hasta aquí tiene á indicar el punto de elec-
ción cuando se va en busca de aguas, cosa no menos impor-
tante que la de cerciorarse de la existencia de la corriente.
En cuanto á la cantidad de agua que llevan las corrientes
subterráneas no es siempre igual, pues comunmente abundan
mas al pié de las faldas de los montes y en las laderas dé los
valles, por ser los puntos en donde se reúnen los avenamien-
tos interiores.
En las llanuras de pendiente suave, y muy particularmente
en las compuestas hasta cierta profundidad de chinas ó gui-
jos, de grava, de arena, en una palabra, de materiales detrí-
ticos mas ó menos sueltos, descansando sobre una sola capa
impermeable, todas las corrientes que por ella circulan son
iguales ó llevan próximamente la misma cantidad de agua.
Mas si la llanura está formada de estos mismos materiales,
alternando repetidas veces con capas impermeables, las
corrientes serán tanto mas copiosas, cuanto mas profundas,
circunstancia que podrá apreciarse fácilmente por medio de
una sonda, que conviene tener á mano para este género de
exploraciones.
Los manantiales no son exclusivos del thalweg de los
valles, de los desfiladeros y de las llanuras; también las
colinas y montañas gozan de este beneficio, > en unas )
otras los preceptos que se pueden dar como guía para en-
contrarlos son distintos. Recordemos para ello que las mon-
tañas terminan por un vértice o cima aguda, ó son redondea-
das en forma de cúpula, ó forman una cresta ó línea aguda
ú obtusa de mayor ó menor extensión, encargada de separar
las aguas de ambas vertientes; también terminan muchas
por una meseta ó muela , como llaman en Aragón.
Bajo este supuesto, cuando las montañas presentan el
vértice agudo ó en forma de cúpula, no es posible la exis-
tencia de manantiales en la cúspide misma; cuando mas, si
esta ofrece alguna cavidad ó hundimiento de fondo imper-
meable, podrá encontrarse algún depósito de agua llovediza.
Donde suelen existir manantiales es en los puertos ó gar-
gantas y en otros puntos inmediatos, dominados por la cima
y por un espacio de terreno permeable y de cierta inclinación
en sus capas. La naturaleza y espesor de estas determinarán
naturalmente la abundancia del manantial y hasta su exis-
tencia, pues se comprende que si las rocas que las forman
son impermeables, no puede este existir.
Cuando la montaña termina en meseta algo espaciosa, con
inclinación marcada hácia una de sus laderas, si son permea-
bles los estratos que la constituyen, y particularmente si
descansan sobre alguna capa impermeable, es casi segura la
existencia de algún manantial hácia el punto que marca la
pendiente. La meseta ha de ser de Bastante extensión para
la existencia del manantial, pues de lo contrario no bastaría la
filtración de las aguas que caen sobre ella, para alimentar
ninguna corriente.
Aquí viene á propósito indicar, aunque sea de paso, el
ingenioso medio de que se valen los habitantes de Mecina-
Bombaron, cerca de Granada, para surtirse de aguas en los
meses mas secos del año; con tanto mas motivo, cuanto que
es una útilísima aplicación de la Geología á la Agricultura y
á la Industria, que como dice muy bien el célebre Rojas
Clemente, en varios otros puntos no solo de Andalucía, sino
del resto de la Península, podría practicarse con igual objeto
y éxito.
En el pueblo indicado llaman Simas á unas depresiones
que se encuentran en el rellano de los montes compuestas
en su mayor parte de pizarras y del detritus de su propia
descomposición, á las cuales conducen durante la primavera,
desde los ventisqueros de Sierra Nevada por medio de ace-
quias, toda el agua que aquellas pueden recibir, la cual filtra
á través de la roca, y aparece en las laderas de la colina,
constituyendo varios manantiales que precisamente corren
durante los meses que mas la necesitan, por haberse agotado
ya la que procede directamente de los ventisqueros. Esta feliz
aplicación de los conocimientos geológicos, debida indudable-
mente á los vastos conocimientos de la raza árabe, y cuya
importancia es excusado encarecer, seria de desear encontrara
imitadores en aquellos puntos de la Península, cuyas condi-
ciones topográficas y geognósticas lo permitieran.
Las montañas cónicas y aisladas, cuyo diámetro en la base
no excede de 400 á 500 metros, cualquiera que sea su com-
posición y altura, no dan en general manantiales abundantes,
por la escasa cantidad de agua que reciben de los hidrome-
teoros. v
Las fuentes abundantes y copiosas solo pueden encontrarse
en la vertiente de las colinas ó montañas que forman cordi-
llera, ó en las dispuestas en series longitudinales, y cuya
extensión trasversal sea notable. El caudal de los manantiales
está en razón inversa de su numero.
Los manantiales son muy numerosos, superficiales, de
curso corto y no interrumpido, pero de caudal escaso, en los
terrenos cristalinos, y en los primarios compuestos de pizar-
ras y de otras rocas de estructura hojosa.
En los terrenos secundarios, si están compuestos de capas
ó lechos permeables, alternando con alguno impermeable, lo
cual se puede apreciar por medio de la sonda, ó en el corte
que ofrezca el terreno en algún barranco ó escarpe, los ma-
nantiales son casi seguros, si bien escasos en número y muy
caudalosos. El considerable espesor de sus estratos, y el
espacio que dejan entre si por la erosión y desaparición de
alguna de sus capas, determina la existencia de grandes cor-
GEOLOGIA
f|
V
446
rientes y depósitos que se hallan en el punto de separación
de dos formaciones distintas.
En los terrenos terciarios, como se repiten los mismos
accidentes, sucederá lo propio; si bien el mayor número de
los estratos y su gran variedad hace que el de los manantiales
sea mayor, aunque menos caudalosos, por razón de no alcan-
zar tanto espesor sus estratos.
La naturaleza esencialmente permeable de los materiales
del terreno cuaternario ó diluvial, y la falta, por lo común,
de estratificación regular, hace que solo ofrezca manantiales
cuando aquellos se presentan en capas descansando sobre
un suelo impermeable, ó en el caso de ofrecer algún banco
ó lecho de arcilla entre sus elementos constitutivos.
Si el terreno es de arenas ó grava, hasta cierta profundi-
dad en los pozos comunes, es inútil buscar aguas, pues no
las hay. En los terrenos volcánicos, por razón de la falta, en
general, de verdadera estratificación, y efecto también de la
especie de desorden que reina en sus materiales, no se en-
cuentran, sino por casualidad, pequeños y superficiales ve-
neros.
En cuanto á la calidad de las aguas, se observa que las
que atraviesan ó proceden de terrenos de areniscas, de cuar-
zos ó chinas, gravas, etc., son excelentes. Son potables cuando
abundan en ellos las arcillas: por el contrario, si los terrenos
son esencialmente calizos, ó dominan los mármoles, las
piedras muy conchíferas, la creta, las margas, etc., las aguas
se cargan de principios salinos y terrosos, y se hacen crudas,
frías al estómago, é indigestas; cuecen mal las legumbres y
las carnes y limpian mal la ropa.
Las aguas de los manantiales contienen, en general, mucho
aire y son excelentes, pues esta condición es una de las que
mas directamente determinan su bondad.
Para mayor ilustración acerca de materia tan importante,
véase el adjunto cuadro, copiado de la obra de Dumas.
Cuadro de clasificación de las aguas dulces
1. Las de manantiales que filtran á través de rocas gra-
níticas de cuarzo, ó de los restos pulverizados de estas rocas,
que pueden llamarse aguas graníticas ó cuarzosas, ocupan el
primer lugar por sus excelentes cualidades.
2. La de barranco ó arroyo, clarificada por el reposo.
3. La de lluvia.
4. La de manantial común.
5. La de grandes rios^ ^ •
6. La de lagos.
7. La de nieves ó hielos.
8. La de cisternas situadas en buenas condiciones.
9. La de pozos.
10. La de rios de escaso caudal.
11. La de cisternas establecidas en malas condiciones.
12. La de estanques.
Y 13. La de pantanos.
Cuando las aguas filtran á través de pequeñas y numero-
sas hendiduras ó rendijas, constituyen veneros de escasa
importancia; si, por el contrario, atraviesan gruesas capas de
arenas, de tierra o de piedras permeables, separadas por
anchos espacios ó bancos de otras impermeables, forman
grandes corrientes y depósitos subterráneos.
En cuanto á la cantidad de agua que puede suministrar
un manantial, aunque es muy difícil de apreciar por el con-
junto de circunstancias que en él concurren, sin embargo,
según Paramelle, en las mesetas cubiertas de una capa de
terreno detrítico de dos á ocho metros de espesor, descan-
sando sobre otra impermeable con la conveniente inclinación,
por cada superficie de cinco hectáreas, puede calcularse un
chorro de un centímetro de diámetro, que equivale á cuatro
litros de agua por minuto.
Vistas y apreciadas las causas que determinan la aparición
de los manantiales, esto es, la filtración y la existencia de
capas ó estratos permeables, alternando con otros que no lo
son, vamos á dar reglas y preceptos respecto de los terrenos
en que pueden hallarse. En primer lugar, si en un mismo
terreno las condiciones de permeabilidad é impermeabilidad
se repiten varias veces, otras tantas se encontrarán manan-
tiales,
Por lo que toca á los terrenos mas á propósito para en-
contrarlos, son los compuestos de caliza oolítica, de consi-
guiente, el jurásico; de caliza compacta sacaroidea, silícea,
conchífera, margosa y basta; en las calizas y margas de gri-
feas (lias); en las amonitíferas y de belemnites suelen ser
muy comunes y abundantes; el terreno de toba caliza, que
por otro nombre llamamos también travertino, no solo es
muy abundante en manantiales, sino que la singular propie-
dad de ser incrustantes sus aguas, puede indicarnos también
la existencia de fuentes ocultas; el horizonte de la Molasa;
el piso de las arenas y areniscas verdes, en el terreno cretáceo;
las calizas lacustres; el terreno del sílex molar y de las
margas verdes, cuando se encuentran en condiciones conve-
nientes, son muy á propósito para la existencia de manan-
tiales: el de aluvión y las terreras ofrecen, en general, cor-
rientes y depósitos numerosos y abundantes, si sus materiales
alternan repetidas veces con capas impermeables y algo
inclinadas.
Todo terreno arcilloso y de marga, cuando ocupa la su-
perficie y se presenta en masas considerables, es contrario á
la existencia de manantiales, mientras que es muy favorable
cuando está cubierto por alguna capa permeable.
La gran porosidad de la creta, y la existencia en ella de
tubos ó cavidades naturales, que absorben y hacen desapa-
recer con prontitud la mayor parte del agua que recibe su
superficie, no solo determina la aridez y esterilidad del ter-
reno, sino que le priva enteramente de la existencia de ma-
nantiales, á no ser que se llegue con la sonda á grandes
profundidades. De manera que los habitantes de mesas,
páramos ó llanuras cretáceas, pueden estar seguros, aunque
no sea halagüeña la noticia, de no encontrar, en general,
manantiales sino con la condición indicada.
De lo dicho se infiere que el ser favorables ó adversos los
terrenos á la existencia de manantiales, depende unas veces
de su composición ó naturaleza, y otras de la disposición
que afectan sus elementos constitutivos. Así es que, por
efecto de la estructura y de los accidentes particulares que
ofrecen las calizas celulares y cavernosas, las Dolomías, los
terrenos volcánicos, y en general los de elementos friables,
son contrarios á la existencia de fuentes: en el mismo caso
se encuentran, por razón de su propia estratigrafía, las coli-
nas hundidas, los derrumbios y los sitios en que han resba-
lado los terrenos, las laderas ó cuestas de capas verticales, ó
que ofrecen una inclinación de 45o, y también aquellos
puntos en que los estratos presentan sus extremidades ó
cabezas al descubierto.
Los resultados prácticos que el hombre puede prometerse
de los conocimientos geológicos en cuestión de tanta impor-
tancia, son verdaderamente incalculables, y conviene dejar
su aplicación al buen juicio y al grado de celo é interés qué
esta materia inspire á los que de ella se ocupan; en la inte-
ligencia de que las reglas que acabamos de dar, no son
absolutas; debiendo tener en cuenta antes de ¿levarlas al
terreno de la práctica, todas las condiciones locales, así
geológicas como meteorológicas del país ó región en que se
GEOLOGIA HIDROGRÁFICA
447
trate de utilizar estos datos. Antes de concluir será bueno, ¡
sin embargo, dar alguna idea acerca del modo de procurarse
fuentes artificiales ó naturales.
Conocida la teoría de las corrientes subterráneas, el modo
mas eficaz de proporcionarse una fuente consiste en imitar
fielmente á la naturaleza misma. Para ello, y siguiendo el
ingenioso procedimiento propuesto por el ilustre Babinet,
se escoge un terreno permeable, suelto, mas ó menos arenoso
ó detrítico, que ofrezca cierta inclinación ó pendiente, y
de una extensión á voluntad, pero que no baje, por ejemplo,
de dos hectáreas, pues si la superficie de filtración es redu- '
cida, el manantial no podrá verificarse ó rendirá poca agua*
Escogido así el terreno, se empieza por abrir en la parte
mas alta de la pendiente ó ladera una zanja trasversal, de
uno á dos metros de profundidad y de dos de anchura: des-
pués se iguala el fondo y se cubre de una capa impermeable,
que podrá ser de arcilla, de marga, de asfalto, <5 de algún
cemento ó argamasa; se repite esta operación, rellenando
con los escombros de cada zanja el hueco de la anterior,
hasta que se llega á la parte mas baja del terreno; allí se
construye una pared sólida de cal y canto, si es posible,
dejando en el centro un conducto por donde se dé salida al
agua. Hecho esto, se planta el terreno de árboles ó arbustos
de poca elevación, bastante espesos, de modo que se evite
en cuanto sea posible la evaporación; facilitando así que el
agua penetre en el terreno hasta llegar á la capa impermea-
ble, cuya dirección é inclinación seguirá aquella hasta apa-
recer en la parte mas baja por el punto que se le destina.
A primera vista se creerá que este es un medio mas bien
teórico que práctico, y podrá dudarse de sus resultados: se-
mejante duda solo puede fundarse en la ninguna atención
que se presta á la cantidad de agua que anualmente cae so-
bre una superficie dada de terreno, cantidad que excede en
mucho á la que los rios llevan al Océano, y también á la
que por filtración penetra á través de los estratos terres-
tres. Para convencerse de ello, y con el objeto de tener una
base sobre que fundar la realización de las fuentes artificia-
les, el agricultor debe servirse de un pluviómetro , por medio
del cual podrá saber la cantidad de agua que anualmente
recibe de la atmósfera el punto que ocupa. Bueno será tam
bien saber que el manantial cuyo chorro ofrezca una pulgada
de diámetro, suministra 20 metros cúbicos de agua al dia, ó
lo que es lo mismo 7,300 al año.
El pluviómetro es una especie de vasija con un tubo de
vidrio graduado que comunica con el interior, y que sirve
para determinar la cantidad de agua que cae en un tiempo
determinado y en una superficie dada; para averiguar el agua
que recibe una comarca, bastará multiplicar la superficie de
esta en pies cuadrados ó en la que tenga el pluviómetro, por
las pulgadas ó líneas de líquido que en este se hayan reco-
gido. ”
El Sr. Dumas, en su recientísima obra titulada la Ciencia
de las Fuentes^ dice: que en cualquier punto del globo en
que los terrenos ofrezcan ondulaciones bien marcadas y sa-
lientes, ó uno ó muchos valles bastante extensos y dispuestos
para recibir en gran cantidad las aguas procedentes de las la-
deras délas colinas ó montañas inmediatas, pueden construir-
se fuentes que él llama naturales , por cuanto el procedimien-
to de que el hombre se vale para ello, es igual al que emplea
en otros puntos la naturaleza. Para conseguir este feliz y
trascendental resultado, hé aquí las reglas que establece tan
distinguido hidrógrafo.
Levántense en el fondo de los valles ó en las ondulaciones
del suelo diques ó malecones trasversales de tierra ó sillería,
con el objeto de recibir en parte las aguas, y facilitar la filtra-
ción, dificultando su marcha en la superficie. Hecho esto,
ibranse en la parte inferior de los diques acequias ó azarbes
cubiertos, uno longitudinal siguiendo la pendiente, y otros
trasversales en comunicación con aquel; con esto las aguas
cuya filtración facilitan los malecones, penetran y circulan por
'os conductos subterráneos hasta la desembocadura del valle,
en donde debe formarse un depósito que las reciba y las dis-
tribuya después, según las necesidades de la comarca, diri-
giendo desde allí cañerías á los puntos mas bajos.
Esto en tésis general ó como principio teórico es excelen-
te, pero es susceptible de muchas modificaciones, y no
siempre corresponderán los resultados á los dispendios que
las obras ocasionen. Para esto se necesita un examen mi-
nucioso del terreno, pues de su composición, de la extensión
de la cuenca, y de sus accidentes orográficos dependerá la
posibilidad de su ejecución, las probabilidades del éxito y la
cantidad probable de agua que puede obtenerse; teniendo
que ajustar igualmente á estas condiciones el número y dis-
posición de los diques, las dimensiones y la profundidad á
que deban establecerse las acequias, etc., etc. Cuando la re-
gión ofrece poco desnivel, la acequia longitudinal seguirá
uniforme su pendiente; pero si aquel fuese muy pronuncia-
do, se establecerá en ella una serie de rompimientos ó saltos
para que disminuya la impetuosidad de la corriente.
A beneficio de este sistema ingenioso adoptado ya en al-
gunos puntos, y entre nosotros con especialidad en la villa
de Morella, no solo, según el Sr. Dumas, se pueden crear
fuentes naturales en aquellos puntos privados de este gran
elemento de vida, que muchas veces pierde el hombre por
ignorancia ó incuria, sino que retardando el curso de las
aguas, puede hasta cierto punto impedir las inundaciones, ó
atenuar al menos sus efectos, evitando que las aguas se acu-
mulen en un punto y momento dado, que es precisamente
lo que las determina.
Pozos artesianos ó ascendentes
Para terminar este capítulo, solo falta decir algo sobre los
pozos artesianos; asunto del mayor interés para un país emi-
nentemente agrícola como el nuestro, y que con tanta fre-
cuencia padece de sequía.
Los pozos artesianos, llamados así por ser clásica para
este ramo de industria la antigua región de Francia llamada
Artois, llevan también el nombre de fuentes ascendentes, y
: se abren con el fin de procurarse por medio de la sonda ó
barreno, aguas de saltos. Estas fuentes se distinguen de las
comunes por el modo de aparecer al exterior, y mas parti-
cularmente aun por el punto de su procedencia, pues así
como en las fuentes ordinarias proceden de filtraciones y
veneros locales, con frecuencia de escasa extensión, las arte-
sianas son hijas, por el contrario, de filtraciones profundas,
y de corrientes de largo curso, que arrancan de depósitos
subterráneos colocados á diferentes alturas.
En contraposición de los artesianos, hay otros pozos lla-
mados absorbentes ó inversos fundados en los mismos prin-
cipios, pero cuyo objeto es tragar, á la manera de los sumi-
deros, aquellos materiales líquidos que pueden ser nocivos
al hombre cuando se acumulan en la superficie de la tierra,
en las fábricas ó en otros puntos.
Aunque la explotación de los pozos artesianos como la de
las minas no ha recibido una dirección racional y científica
hasta estos últimos tiempos, esto es, hasta que la Geología
prestó su apoyo eficaz á todos estos ramos de industria, sin
embargo, unos y otras datan de épocas muy remotas; lo que
parece muy natural si se tiene en cuenta que con ellos ha
tratado el hombre de satisfacer, en todas épocas, sus mas
apremiantes necesidades. Así es que Olimpiodoro de Alejan-
dría ya describió en el siglo vi de nuestra era, algunos pozos
GEOLOGIA
448
ascendentes construidos en uno de los oasis del desierto para
beneficio de la Agricultura. También en Italia, y particular-
mente en Módena, los había ya hácia el siglo vm y ix; en
Francia el pozo artesiano artificial mas antiguo de que se
conserva noticia, es el de la cartuja de Sillers en el Artois,
abierto en 1 126. También en tiempo inmemorial los ha habi-
do en el desierto de Sahara. Este ramo importantísimo de la
industria, empero, no se cultivó con interés, ó no excitó la
atención del hombre hasta que los geólogos franceses, y en
especial los Sres. Arago, Elie de Beaumont, Mulot y otros
obtuvieron en 1841 el éxito tan brillante en el pozo de Gre-
nelle en París á la profundidad de 548"; el salto que da el
agua es de 31 , abasteciendo á la quinta parte de esta gran
ciudad, y á una porción de establecimientos importantes.
Posteriormente se abrió en la plaza de la calle de Spontini
en Passy otro pozo artesiano cuyas aguas sirven para todas
las necesidades del inmenso bosque de Bolonia. En la actua-
lidad se trabaja en la Chapelle (París) en un pozo de i J,4o
de diámetro, habiendo alcanzado la enorme profundidad
de 684a.
¿En qué se funda la teoría de los pozos artesianos? ¿Pue-
de la Geología prestar al hombre algún servicio en este
ramo de industria? Indudablemente que sí; vamos á demos-
trarlo.
En cuanto á la teoría es muy sencilla y fácil de comprender
después de los detalles que preceden sobre las fuentes co-
munes y naturales, pues se reduce á la filtración y circula-
ción á través de los estratos terrestres del agua que en forma
de meteoros acuosos se precipita desde Ja atmósfera. La
filtración continiía hasta que las aguas encuentran una capa
impermeable, en cuyo caso si su posición es enteramente
horizontal permanecen mas ó menos tranquilas formando
especies de lagos ó grandes receptáculos subterráneos; y si
por el contrario, las capas están inclinadas, aquellas siguen
necesariamente la pendiente, impelidas por su propio peso.
En el trayecto que recorren las aguas, puede suceder una
de dos cosas; o que las capas sean continuas, ó que ofrezcan
alguna interrupción; en el último caso aparecen las fuentes
naturales: en el primero no encontrando salida al exterior,
circulan interiormente hasta que el hombre les abre paso
por medio de excavaciones ó de la sonda, obteniendo en el
primer caso los manantiales artificiales comunes, y en el se-
gundo los llamados artesianos. Estos se distinguen de aque-
llos, no solo por los instrumentos de que se sirve el hombre
para obtenerlos, sino también por la profundidad á que se
encuentran las aguas. En último resultado, el pozo artesiano
puede decirse que es una rama de un tubo encorvado ó si-
fon ; la otra que completa este aparato tan sencillo de Física,
se halla representada por la dirección mas ó menos tortuosa
que siguen las aguas desde su receptáculo superior, hasta el
punto á donde llega la sonda. De manera que el agua se
eleva en estos pozos en virtud de la ley de hidrodinámica, ó
lo que es lo mismo, por la tendencia de todo líquido á equi-
librarse ó á establecer su propio nivel, cuando sus moléculas
comunican entre sí por conductos cerrados, como demuestra
prácticamente la figura 160.
En la parte superior de la región que representa el corte,
se supone existir, á diferentes alturas, lagos, ríos ó algún otro
depósito de agua, marcados por las letras F, G, H. La colo-
cación de estos receptáculos es tal, que el primero ocupa el
espacio que media entre los terrenos ígneos ó cristalinos y
los de sedimento antiguos; el segundo se encuentra en el
punto de contacto entre estos y los secundarios, y el ter-
cero entre estos y los terciarios ó de acarreo y aluvión mo-
dernos.
Ahora bien, partiendo de este supuesto, si el lago, rio ó
depósito descansa sobre materiales permeables, ó si su fondo
ofrece alguna cavidad ó grieta, las aguas penetrarán en el seno
de la tierra determinando en unos puntos grandes receptácu-
los, como se ve en K, I, ó bien corrientes subterráneas unidas
ó bifurcadas y lagos interiores, como se observa en M, N, O,
P y R.
Los mismos resultados puede determinar de un modo
directo la filtración de las aguas, las cuales por lo común,
establecen su circulación interior en los planos de contacto
de unos terrenos con otros.
Pero esta figura no tiene por objeto exclusivo manifestar
el régimen y la procedencia de las aguas subterráneas, sino
que también se propone demostrar los dos axiomas siguientes
que resumen, según Dumas, toda la teoría de las fuentes
ascendentes, á saber: i.° Las diversas alturas que el agua
alcanza en los pozos artesianos están en razón directa de la
presión que aquella experimenta en el seno de la tierra.
2.0 La presión que el agua sufre en el interior del globo,
depende de la altura del manantial ó del venero que lo deter-
mina, y no del punto del yacimiento ó de existencia de las
aguas subterráneas.
En virtud de estos principios, resulta que en el pozo A, que
aboca en el depósito R R, alimentado por la filtración ó re-
ceptáculo H, las aguas no saltarán, limitándose á llegar al
horizonte H X.
En el pozo B que alcanza el depósito P P, darán un
pequeño salto, por ser aquel punto mas bajo que el ni-
vel H X.
El pozo C que desciende hasta el receptáculo O O, proce-
dente de la filtración del punto G, suministrará aguas ascen-
dentes hasta el límite G. S. Otro tanto sucederá en el pozo D,
puesto que alcanza en su fondo el depósito N N, procedente
de la filtración G.
Por el pozo E aunque llega hasta el depósito M M, pro-
cedente del receptáculo I K, alimentado por el venero F, no
saldrán aguas ascendentes, pues estas, léjos de llegar al nivel
F T, no pasarán de la linea Y Y, en razón á no contarse la
presión de las aguas del depósito M M desde el principio
de la filtración F, sino del receptáculo I K, verdadera pro-
cedencia del depósito que el pozo alcanzó por medio de la
sonda.
Este último caso demuestra la posibilidad de que un de-
pósito ó corriente muy profunda, pueda ser alimentada por
un receptáculo colocado á muy poca altura sobre las aguas
interiores. En este caso, como que la columna de líquido se
halla interrumpida en el receptáculo I K, la presión solo
debe contarse desde este punto.
Las cosas se hallan por otro lado dispuestas de modo que el
depósito I K después de determinar la corriente ó depósito
M M, se descarta del sobrante por el conducto K L, dando
existencia al manantial L que aparece al exterior.
El salto que se obtiene en las fuentes artesianas depende,
según la teoría admitida, del punto de donde procede el
agua, ora sea que circule por filtración directa, ó que arran-
que de los grandes depósitos que existen en el interior de
las montañas, resultado á su vez de filtraciones y avenamien-
tos. Desde el punto de procedencia las aguas establecen una
corriente cuya dirección é inclinación la marca la de las
capas terrestres, con tendencia constante á establecer el ni-
vel; es decir, á subir hasta la misma altura del punto de par-
tida; en una palabra, las aguas en sus corrientes subterrá-
neas representan el tubo encorvado de un sifón. Ahora bien,
si en su trayecto, ó en la extremidad, por mejor decir, de
este sifón, encuentran una gran resistencia á su salida, resis-
tencia tal que no les sea posible vencer, las aguas sufren una
presión extraordinaria; de manera que en el momento en
GEOLOGIA HIDROGRÁFICA
449
que el hombre les procura una salida, por cualquier medio
que sea, tienden á equilibrarse, produciendo un salto que
estará en razón complexa de la altura de los depósitos de
reserva, de la estrechez y tortuosidades del tubo, de las hen-
diduras ó grietas que les permiten escapar á su través, de la
influencia del calor central, y de otras varias causas.
Además, se comprende que si por efecto de la inclinación
de las capas las aguas corren muy profundas, naturalmente
han de experimentar la influencia del calor central de la
tierra, calor que puede reducirlas á vapor en parte, y cuya
elasticidad contrarestará la presión que experimenta el li-
quido, contribuyendo ó ayudándole á salir al exterior, cuan-
do el hombre le abre comunicación. Tan cierto es esto, que
en la mayor parte de los pozos artesianos el acto de saltar ó
aparecer las aguas va acompañado de alguna explosión.
También se deduce de lo expuesto, que el agua ha de llevar
una temperatura proporcionada á la profundidad de que
procede, siendo este uno de los medios de que la ciencia se
:
pjj,. ifo Corte demostrativo de la teoría de las fuentes ascendentes naturales y de los pozos artesianos
ha valido, en estos últimos tiempos, para establecer la teoría
del calor central.
Algunos, como Azais, han exagerado la influencia de esta
causa ó agente hasta el punto de creerle único en el meti-
miento ascensional de las aguas. A las razones aducidas ya
anteriormente para combatir este error, que en la práctica
podría ser de fatales consecuencias, hay que añadir la pode-
rosa consideración de que si tal fuese la causa del movi-
miento subterráneo de las aguas, en cualquier punto de la
superficie terrestre pod ría encontrarse este elemento, y de
consiguiente, en todos podrían intentarse los pozos artesianos
con seguridad. ¿Se ve esto confirmado en la práctica? De
ningún modo. Así es que en los terrenos de rocas cristalinas
ó ígneas, cuya estructura compacta impide la filtración, no
hay corrientes que puedan alimentar los pozos artesianos,
teniendo que ir á buscarlos en los llamados de sedimento,
por la disposición en lechos o capas de sus materiales, > aun
son preferibles los que no han sufrido grandes dislocaciones
ó trastornos. Si las aguas existiesen en el interior del globo,
resultado de las reacciones químicas que allí se verifican,
de la comunicación directa de las aguas del mar, no habría
la distinción entre terrenos aptos y terrenos impropios al es-
tablecimiento de este ramo de industria; distinción que se
explica perfectamente partiendo de la teoría y del hec 10 rea
y verdadero de la filtración y circulación subterránea.
Desechada la teoría de Azais, y tomando por punto de
partida en la aplicación de este ramo de industria la filtra-
ción de las aguas, naturalmente ha de haber ciertas condi-
ciones que sean mas favorables que otras para la rea zacion
de estas empresas, y también puntos de elección para llevar-
las á cabo.
En cuanto á las condiciones que ha de reunir un terreno
para la existencia de aguas ascendentes ó artesianas, las
principales son: primera, que aquel esté compuesto de estratos
ó capas, ó en otros términos, que sea un terreno de sedimen-
to; segunda, que se hallen sus elementos en estado normal,
ó por lo menos que no hayan sido trastornados ó dislocados
hasta el punto de presentar interrupciones, fallas, saltos, etc.:
tercera, que los materiales sean alternativamente permeables
é impermeables, ocupando la superficie los que con mas
facilidad den paso al agua: cuarta, que los estratos ofrezcan
cierta inclinación no interrumpida, lo cual podrá conocerse
examinando las dos pendientes de una llanura ó las laderas
del valle donde se quiera poner en práctica la perforación;
quinta y última, cuando las capas se encuentran levantadas
en las montañas ó cordilleras que determinan los limites na-
turales de una cuenca, ofreciendo además sus cabezas o ex-
tremidades al descubierto y alternando las permeables con
las impermeables, es cuanto se puede desear para poner en
práctica esta industria. En este caso el agua procedente de
ambas laderas remansa en el fondo de la cuenca y sufre
todo el peso de la doble columna, esperando solo el momen-
to en que se abra un conducto para salir al exterior, con
un salto proporcionado á la altura de que procede. Podría
compararse la cuenca en este caso a una vasija en la que
flotara un cuerpo lenticular que ocupase casi todo su diáme-
tro, y que se le perforara de parte á parte, pues el agua sal-
dría hasta nivelarse con el líquido exterior.
57
Tomo IX
45°
GEOLOGIA
Los materiales del fondo del valle ó cuenca que atraviesa
la sonda en la figura 160, representan perfectamente, en el
ejemplo anterior, el cuerpo flotante.
Téngase, empero, entendido que no es de absoluta nece-
sidad que la cuenca esté cerrada para prometerse un buen
éxito en la empresa; lo esencial es que exista una columna
de líquido determinada por la inclinación de las capas, y un
obstáculo á su salida, para que de este modo la presión
pueda obrar sobre ellas, obligándolas á salir con mas ó menos
fuerza á la superficie por el conducto ó tubo que abre la
sonda. Así es que en un valle ó llanura inmediata á la costa,
siempre que los estratos bucen hácia el mar, y que la dis-
tancia que los separa de aquella sea algo considerable, pue-
den existir aguas artesianas, si concurren las demás condi-
ciones indicadas. Numerosos ejemplos podrían citarse en
confirmación de este principio, siendo el mas notable de
todos el de los pozos artesianos que hoy surten de excelentes
aguas á Venecia, abiertos dentro de la ciudad y á través de
las lagunas que comunican con el mar.
De lo dicho se infiere, que en tésis general en todos los
terrenos de sedimento normales, sin distinción alguna, pue
den hallarse aguas artesianas; sin que estas sean peculiares,
como creen algunos, de determinados terrenos ó formacio-
nes. Tampoco se necesita la existencia de muchos terrenos
en una región dada, para que pueda considerarse mas favo-
recida bajo este punto de vista.
La cantidad de agua que suministra un pozo artesiano
cuando está bien construido, es en general constante, y solo
varía en el caso de abrirse otros en puntos inmediatos, pues
entonces suelen equilibrarse las corrientes, disminuyéndolas
que alimentaban al primero. Las otras causas que alegan
algunos para suponer la disminución y aun el agotamiento
definitivo de estas fuentes ascendentes artificiales, como,
por ejemplo, el ensanche que deben adquirir con el tiempo
las hendiduras ó grietas de los conductos subterráneos, po-
drá concebirse fácilmente en teoría, pero la experiencia nos
demuestra lo contrario. Basta para ello fijar por un momento
la atención en la constancia é igualdad de volumen del lí-
quido que arrojan las grandes fuentes, para que queden des-
vanecidos todos estos temores, pues en último resultado,
salva la posición del manantial, y el modo cómo sale el agua,
estos pueden considerarse como pozos artesianos naturales.
Las aguas de estos pozos son puras y cristalinas, por lo
común, gracias á la filtración que experimentan al atravesar
los terrenos que recorren, como se nota en los pozos comu-
nes abiertos en terrenos arenosos y detríticos. Sin embargo,
bajo este punto de vista, no pueden establecerse principios
fijos, pues naturalmente las aguas al atravesar los estratos
terrestres, se han de cargar con facilidad de los elementos
solubles que les ofrecen las rocas. De manera que en último
resultado, la naturaleza del terreno que recorren decidirá de
sus propiedades. Así, por ejemplo, las aguas de Grenelleson
muy ferruginosas, como lo demuestra entre otras cosas el
color amarillento que comunican á los objetos de vidrio ó
cristal, que las gentes encargadas de custodiarle, someten á
su acción para vender después á los extranjeros deseosos de
conservar un recuerdo de esta, que bien puede reputarse por
maravilla. Los objetos que han experimentado la acción de
dichas aguas, por efecto, sin duda, de la temperatura de es- I
tas, sufren un cambio tan notable en el arreglo de sus molé-
culas, que se rompen espontáneamente y con la mayor fa-
cilidad.
En cuanto al punto en que debe practicarse la perforación ¡
no es indiferente, debiendo escoger, por regla general : pri-
mero, el lado hácia donde buzan ó se inclinan las capas; se-
gundo, el pié mismo de la montaña, cuando se opera en un
país quebrado, pues allí se tienen que atravesar menos capas
para llegar á la corriente; tercero, si se trata de un valle,
llanura ó cuenca, en la parte central, pues es el punto en
donde se reúnen los avenamientos y corrientes subterráneas.
En todos estos casos el grado de inclinación de las capas
nos puede dar á conocer la profundidad á que se encontrará
el agua; y cuando, á beneficio de un estudio minucioso del
terreno y de sus accidentes en la cuenca misma y en un ra-
dio mayor ó menor, según lo exigen las condiciones topo-
gráficas, se llegue á averiguar la altura de que proceden las
aguas, puede apreciarse aproximadamente el salto que han
de dar, dato precioso para la elección del punto en donde
haya de funcionar la sonda, y para los usos á que se desti-
nen las aguas. Todos estos, empero, son detalles que solo
pueden resolverse en vista de las condiciones particulares
de la región en donde se trate de poner en práctica esta
industria.
En cuanto á la operación de la sonda, se reduce á perforar
por medio de barrenos, trépanos ó taladros de diferentes
formas y hechuras, sostenidos por medio de cuerdas, obrando
por percusión (sistema chino), ó por barras de hierro ó de
madera, enlazadas en sus extremos por tuercas y perforando
por rotación. Los materiales los extrae la sonda misma ó se
sacan por otros medios, teniendo buen cuidado de examinar-
los y de ir formando al mismo tiempo un corte geológico de
las capas que se atraviesan, con el doble objeto de darse
cuenta de la composición de los estratos subterráneos, y de
\ cr si n^j necesidad de sostener las paredes del pozo por
medio de la entubacion ó con revestimiento de maderas, ó
si se puede prescindir de este gasto no despreciable. En ge-
neral, en los terrenos de aluvión ó de acarreo, y de los com-
puestos de arenas y arcillas, tan comunes en los terrenos
terciarios, y aun en los secundarios, la entubacion suele ser
indispensable; mientras que en los de calizas duras, en los
de areniscas y de otros materiales consistentes, esta opera-
ción puede considerarse como inútil.
Entrar en mayores detalles acerca del modo de conducir
la perforación, de las diferentes piezas de que se compone la
sonda, etc., es asunto mas bien propio de tratados especia-
les (i) que del presente, en el que solo nos proponemos de-
mostrar la utilidad de los conocimientos geológicos en sus
aplicaciones á todos estos ramos de industria.
Los pozos inversos , llamados así en contraposición á los
artesianos , son especies de sumideros naturales ó artificiales,
fundados en los mismos principios que aquellos, con la dife-
rencia de recibir ó absorber aguas ú otros líquidos en vez de
suministrarlas. En general un pozo inverso absorbe tanta can-
tidad de líquido cuanta es capaz de suministrar si llega á
adquirir el carácter de artesiano: de modo que cuando este,
con un metro de salto sobre el nivel del suelo, da ioo litros
de agua por minuto, bastará alargar un metro el tubo para
que absorba igual cantidad de líquido en el mismo tiempo,
sm llegar nunca á pasar de su propio nivel. Si suministrando
roo litros por minuto, se desea que absorba 500, se adapta
al tubo de ascensión una bomba que eleve dicha cantidad
en et mismo tiempo: se anota lo que baja la columna del
liquido, y en consecuencia se alarga el tubo en la misma pro-
porción. ^
. ^ ^as aouas artesianas no llegan á la superficie, la absor-
ción es mucho mas activa.
Por medio de los pozos absorbentes puede el hombre ha-
(0 Los que deseen adquirir mas datos sobre esta materia, pueden
consultar vanas obras, siendo entre todas la mas recomendable la del
T' Degousee, titulada Cuide du Sondear, París, 1S47, un tomo en 8 0
? atlas.
GEOLOGIA HIDROGRÁFICA
15'
cer desaparecer las aguas inmundas de las fábricas, y todas I
aquellas sustancias solubles ó capaces de ser arrastradas por
las aguas, y cuya presencia en el exterior es un foco perenne
de infección. También sirven para desecar los países bajos
y pantanosos; siendo, en rigor, un grande y poderoso recurso
higiénico, por cuyo medio pueden sanearse los terrenos y
poblaciones, restituyéndoles las condiciones á veces indis-
pensables para la vida.
Con el trascurso del tiempo, los pozos absorbentes pueden
inutilizarse por la cantidad y naturaleza de los materiales
que en ellos se vierten ; para evitar este inconveniente, con-
viene tomar alguna precaución. La primera consiste en que
el tubo esté cubierto en su extremidad superior por una tela
metálica, ó que empiece en forma de regadera ó cribo, para
evitar de este modo que penetren los materiales de algún
tamaño; la segunda se reduce á construir un receptáculo á
su alrededor, de cuyo fondo sobresalga el tubo para que se
vayan depositando los materiales que no debe absorber el
pozo, teniendo cuidado de limpiarlo á menudo para evitar
la demasiada acumulación de sustancias.
La importancia de este ramo de industria, que puede lla-
marse geológica, por fundarse casi exclusivamente en cono-
cimientos y principios de dicha ciencia, es incalculable. Los
pozos artesianos están destinados á cambiar las condiciones
físicas, y hasta la civilización de los pueblos, suministrando
el elemento mas indispensable á la agricultura é industria.
En unos puntos el agua es potable y satisface las necesida-
des mas apremiantes del hombre, como sucede en París,
Venecia y otras partes ; en otras lleva disueltas en su masa
cantidades prodigiosas de sal común que se explota por
diferentes medios, como se observa en un pozo abierto por
cuenta del gobierno de Baviera, cuyos rendimientos exceden
de tres millones de reales anuales; en Enghien, Vichi y
Hamburgo suministran igual sustancia. En la inmensa ma-
yoría de los casos el agua puede destinarse para la agricul-
tura, bajo cuyo punto de vista la influencia de un pozo
artesiano en el bienestar de los habitantes de una región, y
hasta en las condiciones climatológicas é higiénicas de esta
puede ser muy grande. El brillante éxito en el pozo artesiano
de Tamerna obtenido, oasis en el desierto de Sahara, entre
Biskra y Tuggurt, y otros muchos, es el principio de una
serie de conquistas de la ciencia, cuyo resultado inmediato
será trasformar en deliciosa vega aquel océano de arenas,
cuya esterilidad consiste en la falta de aguas.
En aquellos países en que estas depositan incrustaciones
en los tubos de las calderas de vapor, como sucede en la
Mancha, los pozos artesianos están llamados á dar apoyo á
esta gran palanca de la civilización moderna proporcionando
aguas mejores. Bien notorio es el feliz éxito que se acaba de
obtener en la estación del ferro-carril de Albacete, por medio
de un pozo dirigido por mi amigo Mr. Laurent, de la casa
de Degousée de París: con cuyo motivo este ilustre ingenie-
ro publicó en el Boletín de la Sociedad geológica de Francia ,
en abril de 1859, una Memoria importantísima acerca de la
constitución geológica del terreno sobre el que está trazado
el ferro-carril de Madrid á Alicante, ilustrada con una lámi-
na, en la que, además del relieve y composición de toda la
línea con algunos detalles muy curiosos referentes á los puntos
mas notables, figura también el corte de todas las formacio-
nes atravesadas con la sonda en el pozo de Albacete, cuya
agua ascendente procede de la profundidad de 84,40 metros.
El mismo ingeniero dió una noticia exacta y muy curiosa,
que apareció en el propio Boletín en mayo de 1857, acerca
de los seis pozos artesianos abiertos con un brillante éxito
en el desierto de Sahara oriental, en la provincia de Cons-
tantina, y cuyo destino es convertir el desierto en verjel
frondoso.
La fuerza que desarrolla el agua en el salto que da á su
salida, se emplea en varias partes en la industria como fuerza
motriz, suministrando al propio tiempo uno de sus elemen-
tos mas indispensables.
Hasta la temperatura que lleva muchas veces el agua puede
I utilizarse para otros fines, como sucede por ejemplo, con las
famosas aguas termales y minerales de Hamburgo, suminis-
tradas por pozos artesianos abiertos por Degousée en 1841,
42 y 43- .
En cuanto á la utilidad de los pozos inversos con el sa-
neamiento de las tierras pantanosas, y en las fábricas en
donde se acumulan materiales inmundos, ya queda indicada
mas arriba.
M A DE NI EVO LEÓN
BIv. ■ ; ^ l I B í -ID
DE BIBLIOTECAS
PALEONTOLOGIA
IDUCGI
ALERE FLAMMAMjf
L . WDITATK.
lLEONtolugia es la ciencia que trata de los restos o
vestigios de séres orgánicos que existen en los estra
terrestres, plantas y animales, en su mayor parte pertene-
* **o^ient< ís á especies extinguidas.
li estudio que tiene por objeto interpretar dichos restos,
onducido á la comparación de formas y estructuras de
lantas y animales existentes, lo cual ha sido un gran
delanto para la Anatomía comparada, sobre todo en cuanto
)lica á las partes duras ó consistentes de la estructura
al, como los corales, las conchas, las espinas y cortezas,
las escamas, los huesos y los dientes.
Al aplicar los resultados de estas comparaciones á la res
tauracion de las especies extinguidas, se ha beneficiado la
fisiología por el estudio de las relaciones de estructura,
pudiéndose obtener una idea de la alimentación y costum-
bres de dichas especies. De este modo se ha enriquecido
con la bien definida ley de la correlación de estructura.
El conocimiento del tipo ó plan de todos los sistemas de
órganos, como el esqueleto de los vertebrados y los dientes
de los mamíferos, se ha podido completar en razón á ser
constante dicho tipo en las especies extinguidas, habiéndose
con ello llenado el mas alto fin de la Zootomía por medio
de la Paleontología.
En cuanto á la Zoología, también ha podido adquirir
mucho mayor desarrollo por la determinación de la naturaleza
y afinidades de los animales extinguidos, siendo dado
profundizar mucho mas el verdadero sistema de clasificación
desde que la Paleontología abrió mas ancho campo al exa-
men del reino animal.
Pero ninguna ciencia afine se ha utilizado tanto de la
Paleontología como la que trata de la estructura de la costra
terrestre, con el tiempo, orden y modo de formarse sus par-
tes constituyentes, estratificadas y sin estratificar; con efecto,
la Geología, progresando rápidamente, parece haber dejado
á su antigua hermana, la Mineralogía, constituyéndose en
ciencia propia, merced á la feliz aplicación de los fósiles
para determinar las principales vicisitudes de la historia ter-
restre.
Por la Paleontología se demuestra que la ley de la distri-
bución geográfica de los animales, según se desprende de las
especies existentes, estuvo en vigor durante épocas muy ante-
riores á la historia humana, ó á todo indicio de la existencia
del hombre, y que por lo que se refiere al período conocido
de los fenómenos de la vida en este planeta, ha sido compa-
rativamente un resultado reciente de las fuerzas geológicas
que determinan la actual configuración y estructura de los
continentes. Por lo tanto podemos decir que la Paleontolo-
gía arroja nueva luz sobre uno de los mas interesantes
iencia geográfica, el que se refiere á las primi-
t \as formas de la superficie de la tierra, y á otras disposi-
c ones de esta y de los mares, que prevalecen hoy.
La Paleontología demuestra asimismo que el clima ha
cambiado en la misma latitud del calor al frió, y vice versa,
en un grado mucho mayor que ninguno de los que se recuer-
i de la historia humana, en cuyo concepto ofrece á la
eteorología un interesante, aunque oscuro problema,
respecto á las condiciones físicas de semejantes alternativas.
último, la Paleontología ha puesto de relieve impor-
tantes hechos en la mas elevada esfera de los conocimientos
á que puede aspirar la inteligencia humana, enseñándonos
que nuestro globo ha girado en su órbita durante un período
tan largo, que el hombre, en su empeño de conocerle, ha
debido hacer un esfuerzo solo comparable con el que hace
el que trata de concebir el espacio dividiendo el sistema
solar desde las mas altas nubes.
La Paleontología ha demostrado que desde la época,
inconcebiblemente remota, en que se verificó la sedimenta-
ción de las rocas cámbricas, vivificaron á la tierra la luz y el
calor terrestre primero y solar después, fertilizándola refres-
cantes lluvias; que el Océano se movía, no solo por ordena-
das y regulares oscilaciones, lo mismo que ahora, bajo la
influencia de la atracción lunar y solar, sino también á
impulsos de los vientos y las tempestades, que le revolvieron
y agitaron; y que en la atmósfera, además de estos movi-
mientos, influyeron saludablemente las nubes y los vapores,
que elevándose y condensándose, volvían á caer, circulando
de continuo. La Paleontología demuestra que con tales con-
diciones de vida, existió esta desde hace innumerables miles
de años ; pero sometida á la muerte desde el principio. El
mas primitivo testimonio del sér viviente, sea coral, molusco
ó crustáceo en la mas antigua roca fosilifera, es al mismo
tiempo una prueba de que murió: el don de la vida se ha
trasmitido de generación en generación, disfrutando de él
sucesivamente los innumerables miles de individuos que
constituyen las especies. La Paleontología nos enseña ade-
más, que no solo perece el individuo, sino también la espe-
cie; que así como la muerte se equilibra con la generación,
así la existencia ha sido concomitante de la fuerza creadora
que produjo una sucesión de especies; y por último, que en
esta sucesión ha habido «un verdadero progreso.» Así sabe-
mos que la fuerza creadora no abandonó la tierra durante
ninguno de los períodos del tiempo geológico que siguieron
á su primera manifestación, y que en ninguna clase de ani-
males se limitó la acción de esta á una época geológica.
Acaso sea el mas importante y significativo resultado de las
investigaciones paleontológicas el establecimiento del prin-
AMOKFOZOOS
45i
cipio por el cual se reconoce la antigua y ordenada repro-
ducción de las especies de séres animados.
El exámen que haremos de los restos orgánicos en la cos-
tra terrestre comienza con las formaciones inferiores ó sen-
cillas, limitándonos principalmente á los del reino animal.
El siguiente «Cuadro de terrenos indicará la posición
relativa y la edad de las formaciones geológicas citadas, y
sus fósiles animales mas característicos.
CUADRO DE TERRENOS Y ORDEN DE APARICION DE LA VIDA ANIMAL EN EL GLOBO
PERIODOS TERRENOS GRUPOS Y FORMACIONES RESTOS FÓSILES
4.0 Neozóico.. . Moderno y cuaternario.
7.a Madrepórica. . .
6.a Turbosa. . . .
|5.a Tobácea. . . .
4.a Glacial superior..
3.a Diluvial. . . .
2.a Glacial
i.a Oscilac. de los con
tinentes
i Plioceno.
3.0 Cenozóico. . Terciario. \ Mioceno.
( Eoceno. .
Fauna actual
Hombre fósil, animales extinguidos, id. emigrados,
id. domesticados.
Cretáceo.
2.
Mesozoico.. Secundario.
M
Hombre fósil ?
Restos de su industria.
Primates (monos) y restantes órdenes de mamíferos
monodelfos.
, Varios órdenes de aves y reptiles.
\ Peces. — Cicloideos y tenoideos.
¡ A’tytf/Ar.-Mosasauros, crocodilos, iguanodon,quelonios
. Mamíferos. — Marsupiales.
Jurásico Reptiles.— Ichthiosauros, plesiosauros, terodáctilos.
' Moluscos. — Cefalópodos dibranquios.
\ Mamíferos. — Microlestes.
I Aves (huellas de)
* \ Sauropt erigios.
) Labirintodontes. — Crustáceos isopodos.
\ Saurios. — Quelonios (huellas de)
. Archegosauro. — Actinodon, Protriton, Raniceps, etc.
) Crustáceos.— Ultimos trilobites.
) Reptiles.— Ganocéfalos.
Insectos.
. Peces.— Ganoidéos, placo-ganoidéos, placoideos.
Peces.— Placoidéos.
A rticulados. — Trilobites.
Moluscos. — Cefalópodos, tetrabránquios, gasterópo-
dos, terópodos, acéfalos, braquiópodos.
Equinodermos.
Anélidos.
Briozoos.
Zoófitos.
Los organismos, ó séres vivientes, son aquellos que poseen oxigeno, y sus principales tejidos son compuestos binarios
una estructura interna, celular ó celulo vascular, susceptible <5 ternarios, en tal caso rec.be el nombre de planta. Pero los
de recibir la materia fluida del exterior y alterar su naturaleza; dos reinos de la naturaleza que denominamos vegetal y am-
ista materia se llama nutritiva, y los actos por los cuales se mal, son grupos especiales de otro mucho mayor de seres
absorbe, circula y se asimila.se llaman funciones vitales, por- vivientes, y hay numerosos organismos, os mas muy drmt-
que mientras se desempeñan, dicese que el organismo vive, ñutos, que ofreciendo la forma de células, manifiestan los
Cuando este último puede moverse también, y recibe la caractéres orgánicos comunes sin los atributos que pan, cu-
materia nutritiva por una boca, retiene oxigeno, despren- larmente distinguen a las plantas y a los animales. Estos
diendo ácido carbónico al respirar, y tiene por principales reciben la denominación de acnta o protozoa, y comprenden
1/ Paleozoico.. Primario.
Triásico. .
’Pérmico. .
, Carbonífero.
Devónico. .
\
\Sil úrico.. .
tejidos, compuestos cuaternarios de carbono, hidrógeno,
oxígeno y nitrógeno, entonces se llama animal. Si el orga
nismo está sujeto á la tierra por medio de raíces, carece de
boca y estómago, retiene carbono al respirar, exhalando
los amorfozoos ó esponjas, los rizópodos ó foraminíferos, los
policistinos, los diatomáceos, los desmidios, los gregarinos y
los mas de los poligastrios de Ehrenberg, ó infusorios de los
antiguos autores.
DE
RITA Ó PROTOZOA
IMERO — HETEROMORFOS
r,-v7|-iAc Inglaterra caracterizan especialmente el terreno cretáceo; en
CLASE I — AMORFUZUUb el greensand superior ó arenisca verde se encuentran exten-
. r' -i ,in lucrar imnortante entre los sos lechos de esponjas cuarzosas, así como en algunas ior-
Las esponjas fos.es .ocupa» un ^ ,J carbonifera, En Alemania recibe el
restos or8an‘cos d"‘ ePstructura’, que por la extraordi- nombre de spongiknkalk un grupo de la oolita superior, por
naria'abundancia KíriSSl denos horizonte. En los numerosos fósiles de esta Case que contiene.
454
PALEONTOLOGIA
Las esponjas actuales se dividen en córneas, pétreas y
viscosas, ó céreas, cuarzosas y calizas, según la sustancia de
sus partes consistentes, las cuales afectan de ordinario la
figura de agujas muy finas, óespículas, de aspecto muy varia-
do. La sustancia orgánica blanda, llamada sarcoda, carece,
por decirlo así, de estructura, siendo difluente y no contráctil;
consiste en un agregado de corpúsculos mas ó menos radia-
dos, en algunos de los cuales se reconoce el vestigio de un
núcleo. Los mayores orificios de la superficie de una esponja,
se llaman ósculos; por ellos sale el agua que penetra por los
que reciben el nombre de poros, siempre muy numerosos y
diminutos.
Figura amori-ozoos, rjzópodos
1 Siphonia pirifomus, Goldf.; Arenisca verde de Blackdown
2 Gucttardia Thiolaii, D’Arch-j Creta de Biairitz
3 Ventriculites radiatus, Mant.; Creta de Sussex
4 Manon osculiferum, Phil. ; Creta de York
5 Fusulina cyHndrica, Fisch.; Carbonífero de Rusia
6 Flabellina rugosa, D’Orb. ; Creta de Europa
7 Liluola nautiloidea, Lam.; Creta de Europa
8 Kummulites nummularia, Brug-; Eoceno del antiguo continente
9 Orbitoides media, D’Arch.; Creta de Francia
io Ovulites margaritula, Lam.; Creta de Europa
Las esponjas calizas abundan en les terrenos jurásico y
cretáceo, alcanzando el máximum de su desarrollo en la creta;
hoy dia se han extinguido casi del todo, ó están representa-
das por otras familias que se distinguen por sus espículas
calizas. Las esponjas córneas parecen ahora mas abundantes
que en los antiguos mares; pero sus restos solo se reconocen
en aquellos casos en que están cargados de espículas cuar-
zosas.
D Orbigny enumera treinta y seis géneros y cuatrocientas
veintisiete especies de esponjas fósiles; pero esta es pro-
bablemente una pequeña porción de las que existen hoy
dia en los museos, porque ofrece gran dificultad determi-
nar los límites de las especies, quedando muchas sin des-
cribir.
Las paleospongias y acantospongias se encuentran en el
silúrico inferior; las estromatoporas, con sus masas concén-
tricas y laminares, alcanzan un gran tamaño en la caliza de
AVenlock, uno de los pisos del silúrico superior en Inglaterra;
las esteganodistas, las esparsispongias y varias especies de
esciñas, se encuentran en el devónico; y las botroconis,
manilóporas y tragos, en la caliza pérmica. Varios géneros
son comunes al triásico y jurásico, siquiera haya muchas
peculiares á este terreno. Las esponjas oxfórdicas corres-
ponden, sobre todo, á los géneros Eudca , hipalimvs , cribris-
pongia , esfeltspongia y (vpulispongia ; su esqueleto fibro-
so parece haber sido enteramente calizo, con frecuencia
muy sólido; su forma es mamelonada, ó afecta la de una
copa, y muchas ofrecen semejanza con un tamiz, á causa de
la distribución regular de los orificios que cubren la super-
ficie.
La arenisca verde de Faringdon, en el condado de Berk
(Inglaterra), es un horizonte rico en esponjas, particular-
mente de las que ofrecen la forma de copa; son calizas y
pertenecen á los géneros scifia y quenondopora; algunas son
mamelonadas, como las de los géneros cenemidias y vertici-
lóporas. El crag de Kent está lleno de esponjas, muy apa-
rentes en los cortes de las laderas asurcadas por las aguas;
en algunos lechos abundan de tal modo las espículas cuar-
zosas, que molestan y hasta hieren las manos de los opera-
rios. La arenisca verde de Blackdown (Inglaterra) es célebre
por el número y perfecta conservación de las especies del
género sifonia (fig. i, i), cuya forma es la de una pera,
mientras que las de Warminster presentan tres ó mas lóbulos.
Esta última localidad es la mas rica de Inglaterra por sus
especies en forma de copa muy ancha, y también por las
ramosas (polipotecia), todas las cuales son cuarzosas; las
espículas externas de estas esponjas son á veces tan grandes
que se han tomado equivocadamente por huesos. Las espe-
cies del greensand superior de Farnhan, particularmente las
del género sifonia, tienen fosfato de cal en su masa, razón
que las ha hecho utilizar como excelente abono para las
tierras.
Las esponjas de la creta pertenecen á varias familias dis-
tintas: las coanitas se parecen á las sifonias; pero son senta-
das y presentan al dividirse un tubo en espiral que gira al
rededor de la cavidad central; es la esponja mas común en
el cretáceo de Brighton; otras afectan ja forma de una copa
irregular, y son calizas; muchos pedernales del condado de
Wilt presentan un núcleo de esponja ramosa (S. clavellata).
La creta dispuesta en capas regulares, ó en forma de colum-
nas, contiene vestigios de la estructura de la esponja, y su
origen se relaciona, en cierto modo, con el crecimiento
periódico de grandes grupos de esponjas. Con frecuencia se
observa que solo la corteza ó superficie exterior de aquellas
se ha convertido en sílice, mientras que el centro ha desapa-
recido dejando una cavidad con desigualdades de aspecto
estalactitico. Las esponjas de forma de copa están siempre
mas ó menos envueltas en pedernal, sustancia que reviste el
tronco y rodea el interior, dejando descubierto el borde.
Las esponjas de la creta de York ofrecen un carácter dis-
tinto: algunas son prolongadas ó radiciformes; otras se ex-
tienden en sentido horizontal, pero contienen comparativa-
mente poca sílice; mientras que las que pertenecen al
género manon (fig. i, 4), presentan ósculos prominentes,
son superficialmente silíceas y resisten la inmersión, pudién-
dose limpiar con ácido clorohídrico. El grupo mayor de las
esponjas de la creta tiene por tipo la especie ventriculites
(fig- L 3)» ofrece la forma de una copa ó embudo muy del-
gado, ó se arrolla tomando la figura de una estrella (Guet-
tardia, fig. 1 , 2). Algunas se distinguen por su contorno
tortuoso, y otras son ramosas, como los braquiolites. Obtié-
nense á veces pedazos de los ejemplares envueltos en el
pedernal ó las piritas; á menudo se encuentra en las conchas
de los terrenos terciarios, como en la creta, la especie
llamada cliona; el fósil cretáceo exogyra, de los Estados-
Unidos, está con frecuencia minado por ella: los belemnites
é inoceramus están con frecuencia cubiertos por sus fibras
y células ramificadas. Cuando se pulimentan y examinan con
el microscopio algunos delgados pedazos de creta pétrea,
distínguense á veces diminutos cuerpos esféricos (spiniferi-
tes), cubiertos de espinas que forman radios. Por su seme-
janza con el organismo de las pequeñas especies de agua
dulce del género A anfhidium, se designaron largo tiempo
con este nombre; pero son seguramente cuerpos marinos, y
acaso los esporos de las esponjas.
Las formas genéricas de las esponjas son mas numerosas
RIZOPODOS
* 455
y variadas desde el terreno silúrico al cretáceo, donde el
aumento es rápido; pero las sifonias, esparsipongias y amor-
fospongias, que tienen un armazón pétreo y reticulado, sin
espículas, y que se agruparon todas juntas con el nombre de
petrospongias, desaparecieron en la época secundaria, no
teniendo representantes en los depósitos terciarios, ni menos
aun en los mares actuales.
CLASE II — RIZOPODOS
Los organismos de esta clase son en su mayor parte su-
mamente diminutos, o mejor dicho, microscópicos ; la estruc-
tura, muy sencilla y gelatinosa, está de ordinario protegida
por una concha. Los rizópodos mas sencillos, llamados
amibas, ofrecen una forma regular cuando se contraen ; pero
pueden extender parte de su sustancia en forma de raíces,
valiéndose de ellas para hacer avanzar el resto de la masa,
como se observa en los piés ó tentáculos de los pólipos!
Estos apéndices radiciformes son susceptibles de fijarse en
partículas extrañas y de conducirlas al sarcoda, donde la
parte soluble orgánica puede ser asimilada, mientras que la
insoluble es expelida. En el interior de los amibas se distin-
gue comunmente un corpúsculo sólido, hialino, ó núcleo,
acompañado á veces de una ó mas vesículas contráctiles.
Cuando las prolongaciones del sarcoda son numerosas y fili-
formes, al parecer constantes, é irradian además de todas las
partes del cuerpo, el rizópodo presenta los caractéres de los
actinofris; si los tentáculos se producen solo en una extremi-
dad del cuerpo, resulta el género panfagus; cuando el rizópo
do aparece encerrado en un saco membranoso, recibe el nom-
bre de difugio; y las especies cuyo saco presenta una abertura
en la superficie plana, por donde el animal saca los tentácu-
los, se denominan arcellas. En otros rizópodos se endurece el
saco, ó se convierte en una concha, ó dermato-esqueleto,
? consistente por lo común en un agregado de células que se
comunican por diminutas aberturas, derivándose de este
carácter el nombre de foraminíferos, con que se designa á
los rizópodos testáceos. Estas células crecen por gemmacion
sucesiva, partiendo de un segmento primordial, á veces en
línea recta; pero mas comunmente en forma de una curva
espiral, ofreciendo cada segmento así desarrollado, su propia
cubierta conchífera; sin embargo, como están orgánicamente
en relación, el conjunto parece formar una concha dividida
en celdillas. El segmento últimamente formado se distingue
de ordinario por los filamentos contráctiles, muy largos,
delgados é incoloros, á los cuales deben los animales de que
se trata el nombre de rizópodos. Pero en los foraminíferos,
el tabique exterior y el de la concha presentan diminutas
aberturas, por las cuales pueden pasar ó proyectarse los fila-
mentos del tejido blando orgánico. Los diversos segmentos
son esencialmente repeticiones uno de otro, y no hay prueba
alguna de que los mas interiores y primeros que se formaron
reciban su alimento de los exteriores y mas recientes. Un
foraminífero puede por lo tanto considerarse como una
serie de individuos unidos orgánicamente, ó bien como un
simple sér agregado, compuesto según la ley déla repetición
vegetativa.
Las diminutas conchas celulares de los foraminíferos entran
por mucho en la composición de todos los terrenos de sedi-
mento, abundando de tal manera en muchas rocas, tales
como la creta, por ejemplo, que justifica la frase de Buffon
de que <3¡el mismo polvo había vivido.» Las operaciones de
sonda practicadas por la Compañía del telégrafo atlántico, y
las realizadas entre Bockall y el Cabo Farewell, han demos-
trado, que el lecho de aquel gran océano, á una profundidad
de dos millas, ó acaso mas, se compone principalmente de
conchas calizas de la ,’obigerina y de algunos otros rizópodos,
junto con los dermato esqueletos silíceos de los policistinos.
La composición de la creta es muy análoga á lo que acaba
de indicarse, pues quitadas por locion las partes mas finas,
lo restante de la masase halla literalmente formado de con-
chas de foraminíferos. algunas perfectas y otras incompletas.
Las mas de estas conchas son microscópicas; pero algunos
de los mayores foraminíferos ya extinguidos, llamados num-
mulites, por su semejanza con una moneda, alcanzan hasta
dos pulgadas de diámetro.
Las divisiones genéricas adoptadas para estas conchas se
fundan en el crecimiento y en la manera de aumentarse nu-
méricamente las célu'as. Los primitivos grupos de rizópodos,
según D'Orbigny, son los siguientes:
1 Monostega.— Cuerpo de un solo segmento y concha
de una célula.
2 Sticostega. — Cuerpo formado por segmentos dis-
puestos en una sola línea; concha con series lineares de
células.
3 Helicosteg a.— Cuerpo compuesto de una serie espi-
ral de segmentos; concha formada por cierto número de
circunvoluciones.
4 Entomostega.— Cuerpo de segmentos alternados, en
forma espiral; células dispuestas alrededor de dos ejes alter-
nados constituyendo espira.
5 Enalostega. — Cuerpo compuesto de segmentos alter-
nados que no forman espiral; células dispuestas en dos ó tres
ejes que tampoco la constituyen.
6 Agatistega.— Cuerpo consistente en segmentos que
se arrollan alrededor de un eje; células dispuestas de un
modo semejante, ocupando cada una la mitad de toda la
circunferencia.
Mr. Schultze adoptó una clasificación algo distinta, divi-
diendo los politalamios en tres secciones, á saber:
1 Helicoidea: comprenden aquellas formas en que las
diversas células de la concha están dispuestas en series
arrolladas : corresponden á los cuatro últimos órdenes de
D’Orbigny.
2 Rabdoidea: las células están dispuestas en línea recta
(Sticostega de D’Orbigny).
3 Soroidea: células dispuestas de un modo irregular
(acervulina).
Lagenia es un género de los monostega, ó foraminíferos
de una sola célula con la concha en forma de frasco, y á
veces aflautada exteriormente. Las entosolemias, así como
las lagenias, tienen el cuello tubular invertido dentro de la
cavidad de la concha.
Entre los foraminíferos de muchas células no parecen
tener límite las modificaciones de forma: las nodosarias se
asemejan á una varilla cilindrica; las cristelarias comienzan
por una espiral, y después son rectas; pero las mas de las
especies son del todo espirales; en algunas, como los num-
mulites, las células ó celdas aparecen dispuestas en espiral,
pero arrolladas en el mismo plano, y en muchas gira la
espiral oblicuamente alrededor de un eje, comunicando á la
concha una forma trocoidéa.
Se han descrito ya mas de seiscientas cincuenta y siete
especies fósiles, pertenecientes á setenta y tres géneros:
comienzan en el periodo paleozoico, aumenta el número de
especies y variedades en los horizontes sucesivos, alcanzando
el máximo desarrollo en los mares actuales. Los mas de los
géneros fósiles, y aun algunas de las especies, pasan por
muchas formaciones; y á decir verdad, si se observa con
atención, se ve que las formas existentes son las de los mas
antiguos organismos que se conocieron. La dentalina com-
munis, el orbitolites complanatus, la rosalina itálica, todas
paleontoiocia
456
especies vivas, se encuentran, al parecer de algunos autores,
en la creta; la rotalina urabilicata corresponde al horizonte
cretáceo llamado gault; y la Webbina rugosa es común al
lias superior y á la creta, encontrándose en los mares actua-
les. Se ha observado, no obstante, que los rizópodos fósiles
que quedaron libres por la disgregación de las rocas, se mez-
clan con las conchas recientes en las costas, habiéndose
extraido algunos en tal condición de grandes profundi-
dades.
La forma mas primitiva y notable de los rizópodos, es la
fusulina (fig. i, 5), que constituye capas de muchas pulga-
das, y hasta de varios piés de espesor en la caliza carboní
fera de Rusia; los géneros dentalina y textularia, se encuen-
tran en la caliza pérmica; los denominados nodosaria,
cristelaria y rotalia, son propios del lias; la flabellina (fig. 1, 6),
es peculiar de la creta, lo mismo que el orbitoides (fig. 1,9),
que se halla además en los horizontes terciarios; el ovulites
(fig. 1, 10), existe en el terciario eoceno, y la frondiculina
en el mioceno; los géneros operculina, orbitolitesy alveolina
aparecen primero en el terciario, y viven aun; el género
lituola (fig. 1, 7), se halla en la creta, y algunas especies
cuyas células están llenas de una materia gredosa, han sido
agrupadas en un género denominado spirolina. Muchos de
los foraminíferos cretáceos contienen una sustancia pardusca
colorante, que persiste después de haber sido disuelta la
concha en un ácido débil, la cual se ha considerado como
un resto de la materia orgánica que en otro tiempo llenó
todas las células.
Las capas inferiores del eoceno, en la caliza que se emplea
en Paris como piedra de construcción, contienen foraminí-
feros en tan considerable número, que bien podemos decir
que la capital de Francia está casi del todo edificada con
esas diminutas conchas complejas.
Pero en el eoceno medio, ó numulítico por excelencia, es
donde los rizópodos alcanzan su mayor tamaño, figurando
en primera línea entre los organismos; su número suele ser
tan considerable, que no solo forman rocas calizas ó areno-
sas, sino estratos de gran potencia y hasta montañas enteras,
sobre todo los nummulites. Las calizas numulíticas se en-
cuentran en el sur de Europa, en el norte de Africa, en la
India, y asimismo en Jamaica. La forma mas común es el
nummulites propiamente dicho (fig. 1, 8), que se halla en
la piedra de construcción de la Gran Pirámide.
PÓLiCiSTi NOS. — Las margas terciarias de la isla Bai-
bada (Antillas), proporcionaron á Ehrenberg una extensa
serie de nuevos y extraordinarios organismos microscópicos,
compuestos de sílice, pero perforados como las conchas de
los rizópodos. En el fondo fangoso de los golfos Erebo y
Terror, y mas recientemente en el de la parte norte del
Atlántico, se han hallado las mismas formas y otras seme-
jantes; son del todo distintas de las que ofrecen las mas de
las especies del género áiatotnacca\ pero algunas de ellas se
parecen á los coscinodiscus y actinocyclus . Se han descrito ya
doscientas ochenta y dos formas, que se han agrupado en
cuarenta y cuatro géneros provisionales.
CLASE JPJJ-JLNFUSORIOS I
(POLYGASTRIA, ehrenberg)
Bajo estas denominaciones y grupos, se comprenden nu-
merosos séres de organización sencilla y de cubierta ó si se
quiere dermato-esqueleto pétreo, formando parte de faunas
antiguas y modernas. Las conchas silíceas de los infusorios,
aunque no divididas en células ni perforadas, ofrecen si se
observan con el microscopio marcados y curiosos caraciéres
de forma y dibujo, tan fáciles de distinguir como los de las
conchas de los moluscos. Las láminas de los incomparables
estudios y monografías de Ehrenberg, contienen numerosas
y exactas figuras de los delicados restos de infusorios de las
épocas pasadas y presentes, cuyos depósitos fueron cono-
cidos en las artes mucho tiempo antes que la ciencia reco-
nociera su naturaleza y procedencia orgánica. Examinadas
con el microscopio por Mr. Ehrenberg en 1836 varias por-
ciones de la piedra llamada trípoli, observó que se compo-
nían exclusivamente de conchas cuarzosas de infusorios, y
sobre todo de una especie ya extinguida que designó con el
nombre de gallionella distans.
En Bilin (Bohemia), existe un depósito de dicha piedra,
que tiene por lo menos catorce piés de grueso, y forma la
cima de una colina, en la cual, cada pulgada cúbica contiene
cuarenta y un mil millones delasllamadasunidadesorgánicas.
Dicha roca encierra asimismo conchas de los géneros naví-
cula, vacillaria, actynoclus, y otros organismos, todos cuar-
zosos; la parte inferior de dicho depósito consiste en conchas
compactas, y adheridas sin ningún cemento visible; en las
masas superiores, están aquellas pegadas, y llenas de una
materia amorfa y silícea, formada por las conchas disueltas.
En Egea (Bohemia), existe otro horizonte de dos millas de
largo, que tiene unos veintiocho piés de grueso, de los
cuales, los diez superiores se componen exclusivamente de
conchas cuarzosas de infusorios, incluso el hermoso campi-
lodiscus; los otros diez y ocho piés constan de conchas
mezcladas con una sustancia pulverulenta. Otros depósitos
han sido descubiertos en diversas partes del mundo, com-
prendiendo algunas especies de infusorios de agua dulce y
marinas.
No es difícil formarse idea de semejantes acumulaciones
orgánicas, examinando los depósitos de los pantanos y de
las aguas estancadas ó de corriente lenta. En las latitudes y
climas cálidos hormiguean los infusorios en tales aguas;
encontrándose también sus restos en cantidades prodigiosas
en los depósitos de sedimento. En la parte inferior de los
pantanos turbosos forman á veces bancos de muchos piés
de grueso, constituyendo además con la turba una marga
cuarzosa blanca y pura. En las orillas del lago inmediato á
Uranea, en Suecia, se deposita una cantidad de materia
pulverulenta, que por su extremada finura parece harina; los
habitantes mas pobres la han conocido hace mucho tiempo
con el nombre de bergmehl (alimento de montaña), y la uti-
lizan mezclándola con harina, como artículo alimenticio; se
compone en gran parte de conchas silíceas de infusorios, con
un poco de materia orgánica. Tocante al origen de los
restos fósiles de infusorios en el agua del mar, véase lo que
se dice en el United States Coast Survey de 1856:
«Los sondeos practicados en el Gulf-stream (corriente del
golfo) cerca de Key Siscayne, á una profundidad de 147 á 205
brazas, dieron con un cieno de color gris verdoso claro,
compuesto esencialmente de foraminíferos; las diatomaceas,
policistinos y geolites figuraban con una profusión solo com-
parable con la de los policistinos fósiles que constituyen
el horizonte de Barbada. Los foraminíferos componen la
mayor parte de dicho cieno, figurando sobre todo la tex-
tularia americana, marginula Bachei y otras formas, y par-
ticularmente muchas especies del género plicatilia de Ehren-
berg, que se suponía existir tan solo á poca profundidad.
Las conchas cuarzosas de las diatomaceas abundan en el
residuo de los foraminíferos calizos atacados por algún
ácido.»
Estas manifestaciones de la vida, con sus resultados mi-
nerales, se han reconocido desde los depósitos de sedimento
mas primitivos hasta la presente época; hallándose muy des-
HIDPOZOOS
457
«5
arrollados en las diversas formaciones del período terciario.
La ciudad de Richmond, Estados Unidos, está construida
sobre bancos cuarzosos de origen marino pertenecientes al
terciario, de unos veinte piés de grueso, compuestos en su
mayor parte de conchas de infusorios, entre las que se ven
las especies bien conocidas y microscópicas de los géneros
actinocyclus y coscinodiscus.
Las mas de las formaciones de infusorios, tales como las
dé Cassel, Planitz y Bilin, son admirables monumentos del
trabajo de los organismos microscópicos en los primeros
períodos de este planeta. El diminuto tamaño, la estructura
elemental, la tenacidad de la vida, y la maravillosa fuerza de
reproducción de los infusorios, les ha permitido sobrevivir
como especies á los cambios que han sido causa del exter-
minio de organismos mas elevados. El hecho de haber des-
cubierto Mr. Ehrenberg mas de veinte especies de infusorios
fósiles en la creta y margas cretáceas, idénticas á varias que
aun existen en el lecho del Báltico, es un dato muy instructivo
para la oscura historia de la introducción de especies de séres
animados en este planeta, y presta un gran interés á la clase
de infusorios á los ojos del geólogo y del filósofo. «Estos
organismos, escribe Ehrenberg, constituyen una cadena que,
aunque el eslabón individual sea microscópico, no es menos
poderoso en la masa, pues pone en relación los fenómenos
de la vida de las mas remotas edades de la tierra, demos-
trando que el origen de la naturaleza orgánica es mucho
mas antiguo en la historia de la tierra de lo que se había
sospechado hasta aquí. Los organismos microscópicos son
muy inferiores como fuerza individual á los leones y á los
elefantes; pero por sus influencias unidas tienen mucha mas
importancia que dichos animales.»
Si alguna vez es permitido al hombre penetrar el misterio
que rodea el origen de la fuerza orgánica en los extensos le-
chos de las aguas dulces y saladas, lo conseguirá mas bien
por el experimento y la observación en los átomos que ma-
nifiestan las mas sencillas condiciones de existencia.
ANIMALES INVERTEBRADOS
Los restos de animales invertebrados se encuentran en los
estratos de todas las edades, desde las rocas, en parte meta-
mórficas y cristalinas del sistema cámbrico, hasta los depó-
sitos formados por las aguas actuales; hállanse en todos los
países, desde la mas alta latitud que alcanzaron los viajeros
árticos, hasta las extremidades de los continentes orientales,
y á la mayor elevación á que llegó el hombre en los Andes
ó el Himalaya. Si algunas clases de los tunicados y acalefos
no parecen estar representadas en los depósitos estratifica-
dos, son aquellas que por estar compuestas de tejidos blan-
dos, al menos en ciertos períodos de su existencia, no pudie-
ron fosilizarse fácilmente. Sin embargo, los restos fósiles de
los hidrózoos, compuestos como, por ejemplo, los pólipos
que Ellis llamó coralinos, y especialmente del género cam-
panularia, demuestran que el tipo de los acalefos apareció
en el período á que pertenece la formación que los contiene.
Fuera de las excepciones citadas, todas las clases de animales
invertebrados están representadas por restos fósiles.
Consisten estos en corales y conchas, en erizos de mar, es-
cudos de cangrejos é insectos, é impresiones de superficies y
vestigios decavidades formadas por los invertebrados blandos,
retenidos por la matriz después de haber perecido los animales.
La condición en que aparecen estos fósiles depende de
varias circunstancias accidentales; notándose, por ejemplo,
que mientras unos apenas están alterados en su composición,
conservando hasta el color, en otros se ha infiltrado algún
jugo lapídeo, pudiendo haberse disuelto todas las partes del
sér primitivo, siendo reemplazadas por otra sustancia mine-
ral en la roca misma que la contenia.
Muchas de las especies recientes están fosilizadas en los
terciarios mas modernos, cuya historia se puede trazar muy
bien por la de los individuos vivos; pero el numero disminu-
ye gradualmente en los mas antiguos estratos, al paso que la
proporción de las formas extinguidas va siempre en aumento.
TIPO SEGUNDO — RADIADOS
El pólipo es un pequeño animal acuático de cuerpo blando,
generalmente de forma oval cilindrica ü oblonga, con una
abertura en una de sus extremidades, rodeada por una corona
de filamentos en forma de radios, que se designan con el
nombre de tentáculos. Esta abertura conduce á la cavidad
digestiva, que en los mas de los pólipos carece de intestino.
Muchos de estos séres tienen órganos de apoyo y mejor una
habitación, conocida con el nombre de polipero, de diversa
forma y sustancia, pero compuestos los mas de carbonato
de cal, perdiendo el sér por lo común el privilegio de moverse
á medida que se desarrolla el polipero, que suele fijar el
pólipo en un cuerpo extraño. La organización de los tejidos
blandos es de ordinario sencilla; sus funciones muy limitadas,
y los fenómenos vitales, exceptuando los de irritabilidad y
contractibilidad, indiscernibles. Sin embargo, la influencia
de las fuerzas combinadas de algunas especies no deja de
tener su importancia por lo que modifica ó aumenta la cor-
teza terrestre.
CLASE B-HIDROZOOsi H
CARAGTÉRES.— Cuando el polipero existe es flexible
y externo; las células de los pólipos presentan en su mayor
parte estructura regular.
FAMILIA 1-GRAPT0LITID0S
A esta clase pertenecen probablemente los restos orgáni-
cos llamados G rapio lites, que son exclusivos y característicos
Tomo IX
del terreno silúrico. Para el conocimiento de sus afinidades
seria necesario el exámen de las partes blandas ; pero debe
advertirse que la familia se ha extinguido por completo hace
muchos millones de años; sin embargo, teniendo en cuenta
las indicaciones acerca de la consistencia flexible del poli-
pero, y también que, según Barrande, existe un canal cilin-
drico en su eje, que hubo de contener el tejido adherente de
los pólipos, pueden agruparse los graptolites, siquiera sea
provisionalmente, en esta primera clase.
El eje del polipero algunas veces es recto (fig. 2, 3), y
otras espiral (fig. 2, 6); la forma mas común es la del Grap-
tolites priodon (fig. 2, 3), muy abundante en los horizontes
silúricos de Escocia, Gales, Bohemia y de otros puntos. El
graptolites doble, Diplograpsus (fig. 2, 5), y Didymograp-
sus (fig. 2, 4), son formas cámbricas. El rastritis (fig. 2, 6)
tenia solo los pólipos en un lado, y no tan agrupados: carac-
teriza la división E, según Barrande, del silúrico de Bohe-
mia, y también las rocas de Llandeilo en Bretaña. Los grap-
tolites abundan en rocas arcillosas, especialmente en Gales
y Curaberland, lo cual recuerda el fondo cenagoso donde las
virgularías y otras formas graptolíticas de penatúlidos se des-
arrollan formando como bosques. El graptolites primitivo
puede haber presentado una estructura mas generalizada de
pólipo de la que ahora se observa en las sertularias y plumas
de mar.
Son interesantes por su remota antigüedad las impresio-
nes que ofrecen las pizarras cámbricas de Wicklow, seme-
58
PALEONTOLOGIA
458
jantes á los ejemplares de la sertularia argéntea, atribuidas
al género oldamia. Una especie (fig. 2, 2) presenta un eje
con grupos de ramas en forma de radios, que divergen alter-
nativamente, con notable regularidad en ambos lados. La
flexibilidad primitiva del organismo compuesto se reconoce
Fig. 2. — II IOKOZOOS ; ANTOZOOS ; BRIOZOOS
1 Protovirgularia dichotoma, M ‘C. ; Silúrico de Dumfries
2 Oldhamia antiqua, Forbes; Cámbrico de Wicklow
3 Graptolites priodon, Brun; Silúrico de Bretaña
4 Didymograpsus Murchisoni, Beck ; Silúrico de Gales
5 Diplograpsus folium, His.; Silúrico de Bretaña
6 Rastritis peregrinus, Barr.; Silúrico de Bohemia
7 Ccenites juniperinus, Eichw.; Silúrico de Dudley
S Ptilodictya lanceolata, Lonsd ; Silúrico de Tortworth
9 Archimedipora Archimedea, Lesuer.; Carbonífero de Kentucky
10 Ptilopora pluma, M*C.; Carbonífero de Irlanda
11 f enestrella membranácea, Ph. ; Carbonífero de Bretaña
por el estado de compresión en que se encuentra la masa
algunas veces, y también por el mayor ó menor desarrollo
de las expansiones palmeadas. Los oldamias podrian ser
briozoos; pero si es exacta la interpretación de las partes que
nacen de las axilas, como las cápsulas ovíferas, el género cor-
responde á los hidrozoos.
> CLASE yÜjiJ^ANTO
En esta clase de pólipos, los tentáculos son huecos, y los
mas tienen los bordes pectíneos. El polipero es de ordinario
interno y forma los cuerpos mas propiamente llamados co-
rales y madréporas.
Hay muchas dudas respecto á los fósiles atribuidos á esta
clase de pólipos. Las denominaciones gorgonia y alción se
han aplicado á séres no bien estudiados, y que por lo regu-
lar demuestran corresponder al grupo de los briozoos y
esponjas. El fósil del silúrico inferior llamado piritonema
consiste en un fascículo de fibras cuarzosas, y se ha supuesto
que tenia relación con el zoófito cristalino Hyalonema. Los
depósitos miocenos del Piamonte contienen una especie del
género coralliura, un antipates y un isis (ó isina de Orb.),
que también se encuentra en Malta. En la arcilla de Londres
existe un coral (graphularia), atribuido á los penatúlidos, y
dos gorgónidos (Mopseay Websteria). Esta es la mas primiti-
va y auténtica prueba de la familia de los antozoos existen-
tes, caracterizados por un eje ramoso calizo, sólido ó flexible
cubierto de una sustancia carnosa sostenida por espículas
calizas, que sirve para alojar á los pólipos.
Los corales lamelíferos ó pétreos, en los que aparecen los
pólipos dentro de células dobladas sobre la superficie de un
eje calizo é inflexible, representan, después de los moluscos,
la mas considerable é importante clase de los invertebrados
fósiles. Alcanzaron un gran desarrollo en los primitivos
mares, y se propagaron y fueron tal vez individualmente mas
abundantes en el período silúrico que en ningún otro de los
que siguieron. Los arrecifes de coral están confinados ahora
álos mares cálidos, y no se encuentran en grandes extensio-
nes de la costa tropical. La oculina es el único coral grande
que actualmente se halla en el norte; pero en las épocas
paleozoicas se extendían los representantes de las modernas
astreas y cariofileas hasta las regiones mas lejanas que alcan-
zaron los viajeros árticos; en un período mucho mas reciente
formaron arrecifes de considerable espesor y extensión en
el horizonte del coral-rag. La caliza silúrica de Wenlock Edge
es en sí un arrecife de coral de treinta millas de largo; las
de Plymouth y la carbonífera ofrecen con frecuencia el aspec-
to de bancos de coral, que rodean ó limitan las mas antiguas
regiones del terreno silúrico y del devónico. La estructura
de los bancos de coral se puede estudiar en las elevadas
masas de caliza de Cheddar y en las riberas de Lough Eerne,
así como en las islas de coral de los mares del Sur, levantadas
por los terremotos del siglo último. En los campos próximos
á Steeple Ahston (Inglaterra), cada piedra que desentierra
el arado es un coral, ofreciendo las canteras y depósitos de
caliza suficientes materiales al paleontólogo para el estudio
de una clase, que casi no se encuentra ya en las actuales
costas de Europa. La historia de los corales fósiles británi-
cos, tal como la dan Milns Edwards y Haime en las Mono-
grafías de la Sociedad Paleontográfica, revela, juntamente
con la de las conchas fósiles de otros autores, el tránsito de
un estado muy distinto del que ahora subsiste en nuestra
parte del globo, y una aproximación gradual al presente
orden de cosas.
En los terrenos paleozóicos los corales corresponden
principalmente á dos órdenes extinguidos; los del periodo
secundario ofrecen mayor semejanza con los vivos de climas
mas cálidos que los nuestros; y los pocos géneros y especies
terciarias, se parecen á los de la Europa oriental y á los de
la Gran Bretaña.
Un grupo considerable de corales paleozóicos, el de los
ciatofílidos, ofrecen una disposición singular en las láminas
de las copas ó estrellas que repiten de 4 en 4, al paso que
las celulares de las modernas familias de antozoos se desar-
rollan en series múltiples de 6; si bien se observa una nota-
ble excepción en los holocistos (fig. 4, 8), corales de la are-
nisca verde inferior, parecidos á la astrea, que tienen las
estrellas cuádruples. Los corales paleozóicos son también
notables por la manera como aparecen divididos por tabiques
horizontales, según se observa en los nautilos. Este carácter
no se presenta solo en los ciatofílidos, sino también en los
milepóridos, favositidos y otras familias análogas. Délos 129
corales silúricos, 1 2 1 pertenecen á las divisiones lisas.
El terreno devónico contiene unos 150 corales conocidos;
la caliza carbonífera 76, y la pérmica solo 5 ó 6. Las formas
mas comunes de los corales sencillos turbinados están repre-
sentadas por los ciatófilos (fig. 3, 2 y 3), que presentan cuatro
ligeras fosas en su copa, y están sostenidos á menudo por
apéndices semejantes á raíces. En la especie zafrentis (figu-
ra 3, 5) no hay mas que una fosa profunda. El amplexus
(fig. 3, 1) es un fósil característico carbonífero, casi cilin-
drico, y a veces tan recto y regular en su crecimiento, que
en un principio se describió como una concha con celdillas.
Los tabiques radiados son muy ligeros, y las divisiones hori-
zontales sencillas, planas, y casi tan regulares como los
tabiques de los ortoceras. En los cistífilos silúricos (fig. 3, 4)
las láminas son imperceptibles; pero los tabiques están repre-
sentados por numerosas hojas vesiculares. Los corales de
este género no se encuentran siempre solitarios ó en grupos
sencillos; algunas especies de ciatófilos forman constante-
mente masas compuestas, con copas que adquieren la forma
BRIOZOOS
459
poligonal por compresión, como en el C. regium de la caliza
de Bristol. El género afine acervularia (fig. 3, 8) se parece á
las astreas, ofreciendo de una manera muy notable la multi-
plicación de sus coralites por gemmacion calicular. Las
especies del género litostrotion (fig. 3, 7), de la caliza carbo-
nífera, son también compactas y estrelladas, pero los nuevos
coralites se producen por gemmacion lateral. Unos corales
que presentan la misma estructura pero no compactos, han
recibido el nombre de litodendron (fig. 3, 6). El coral-cadena
Fig. 3. — CORALES PALEOZÓICOS (AtliOZOOS)
1 Amplexus Sowerbyi, Ph.; Carbonífero de Irlanda
2 Cyathophyllum turbinatum, Lin.; Silúrico de Wenlock
3 Cyathophyllum subturbinatum; Silúrico de Wenlock
4 Cystiphyllum siluriense, Lonsd.; Silúrico de Wenlock
5 Zaphrentis Phillipsi, Edw. ; Carbonífero de Somerset
6 Lithodendron irregulare, Ph. ; Carbonifero de Europa
7 Lithostrotion striatum, Flem.; Carbonífero de Europa
8 Acervularia luxurians, Eich.; U. Silúrico de Europa
9 Heliolites interstincta, Wahl. ; U. Silúrico de Europa
10 Syringopora ramulosa, Goldf. ; Carbonifero de Europa
11 Halysites catenulatus, L.; Silúrico de las regiones del Norte
12 Favosites Gothlandica, Lam.; Silúrico del Norte
halysites (fig. 3, 1 1) y el siringopora (fig. 3, 10), se asemejan
á primera vista al moderno asteroideo tubipórido; en los
halysites se observa que los tabiques radiados son del todo
rudimentarios; y en los siringoporas afectan los tabiques la
forma de embudos, constituyendo un eje central para cada
tubo. Los favositidos (fig. 3, 1 2) son los mas muy regulares,
tanto por la figura poligonal, como por los tabiques trasver-
sales; las células de los coralites adyacentes se comunican
por poros, á los lados ó en los ángulos de las paredes; los
tabiques son rudimentarios. Las especies del género coetetes
presentan siempre tubos delgados, que se prolongan mucho,
sin tener perforadas las paredes. Las michelinias se parecen
al fruto del nelumbo, tienen tabiques vesiculares y apéndices
semejantes á raíces en su cara basilar. El género heliolites
(fig. 3, 9), del que se encuentran muchas especies en la
caliza silúrica y devónica, tiene afinidad con el mas moderno
millépora; los tabiques son distintos y regulares; los espacios
que median entre las estrellas están llenos de tubos muy
finos y regulares. En el silúrico superior se encuentra un
género de fúngidos (palceocyclus).
Los corales británicos secundarios no son muy numerosos,
pues aunque abundan los ejemplares en el horizonte del
coral-rag, solo se encuentran en él catorce especies. Sin
embargo, cuéntanse en total sesenta y cinco especies en las
oolitas inglesas, y veintidós en la creta y arenisca verde.
Las mas de ellas son astraideas, ó afines á las fungias: en las
oolitas existen tres formas comunes; á saber: las montlival-
tias (fig. 4, 9); las estilinas (fig. 4> 10), y las tecosmilias
(fig. 4, 11). En el cretáceo inglés, se encuentran los holocis-
tis (fig. 4, 8), que es el coral mas reciente que ofrece disepi-
mentos cuádruples; los trocaciatos y parasmilios (fig. 4> 6)>
semejantes á las modernas ciatinas, y la pequeña fungia
coronula (fig. 4, 3), comprendida en los dos géneros micro-
bacia y stephanophillya, de dos órdenes diferentes, en las
«Monografías de la Sociedad paleontográfica.» En la creta
inferior de Francia y Alemania existen otros muchos corales,
particularmente ciclolites (fig. 4, 5), pachygyra (fig. 4, 7), y
diploctenium (fig. 4, 2). El aspidiscus (fig. 4, 4), fué encon-
trado en Argelia por el doctor Shaw.
El horizonte del eoceno inglés contiene veinticinco es-
pecies de corales, todas extinguidas, pertenecientes á quince
géneros, entre los cuales figura una astrea (litarla Webs-
teri); una balanophyllia análoga al coral vivo; una aendrophy-
llia, que es el representante mas antiguo del género; una
oculina, y ocho especies del género turbinolia (fig. 4, 1). Los
corales del plioceno inglés son en su mayor parte briozoos;
en el crag coralino se han encontrado solo cuatro verdaderos
corales, correspondientes á los géneros sphenotrochus, flabe-
llum, cryptangia y balanophyllia, que se consideran todos
como extinguidos, aunque el primero tiene mucha afinidad
con la especie existente esfenotroco de Macandrew.
El número total de corales fósiles enumerados por D’Or-
bigny en su Prodromo de Paleontología , asciende á 1,135 es'
pecies agrupadas en 2 1 6 géneros; mas á favor de los grandes
estudios que han hecho en este ramo de la ciencia Goldfus,
Michelin, Lonsdale y Milne Edwards, Hayme, etc., descú-
brense continuamente nuevas especies, que no pueden agru-
parse en los géneros constituidos.
CLASE III — BRIOZOOS ,
CARACTÉRES. — Tentáculos del pólipo huecos, con
bordes ciliados, canal alimenticio con estómago, intestino y
ano; el polipero, cuando existe, es externo, córneo ó calizo.
La metamorfósis que sufren los briozoos, se asemejan á
las de los pólipos inferiores; el embrión desarrollado dentro
del óvulo, consiste en un cuerpo oval, discoideo, ó muy de-
Fig. 4. — CORALES SECUNDARIOS Y TERCIARIOS (A)ltoZOOS)
1 Turbinolia sulcata, Lam.; Eoceno de Europa
2 Diploctenium lunatum, Brug.; Glesita de Francia
3 Microbacia coronula, Goldf. ; Arenisca verde de Europa
4 Aspidiscus cristatus, Lam. ; Cretáceo (?) de Argel
5 Cyclolites elliptica, Lam.; Cretáceo de Francia
6 Parasmilia centralis, Mant ; Cretáceo de Inglaterra
7 Pachygyra labyrinthica, Mich* ; Cretáceo de F rancia
8 Holocystis elegans, Lonsd.; Arenisca verde de la isla de Wight
9 Montlivaltia caryophvllata, Lam-; Grande Oolita de Francia
10 Stylina De la Bechei, M. dw. ; Coralrag de Wilts
11 Thecosmilia annularis, Flem.; Coralrag de Wilts
primido, con una superficie ciliada del todo ó en parte, por
la que puede el animal moverse un poco cuando queda
libre de la madre. Los briozoos son afines á los ascidios
compuestos, pero ninguno de los moluscoideos ascidios
PALEONTOLOGIA
abandona el óvulo como una gémula, nadando con el au- ¡ eschara, cffillepora, fascicularia, theonoa, hornera, idmonea
xUio de los pelos, ni tampoco deja el óvulo ningún briozoo j ilustra y tubulípora. 1
en forma de renacuajo, para nadar con el auxilio de las
inflexiones alternadas del apéndice caudal.
Tratándose de un trabajo que tenga por objeto la ense
r„ __ CLASE IV— EQUINODERMOS
ñanza progresiva, el lugar de un grupo transitorio se deter* I
mina por la conveniencia, ó por consideraciones respecto al CARACTÉRES. — Animales marinos, comunmente li-
modo de poder comparar mejor y seguir mas fácilmente la hres )7 con el tegumento perforado, en los mas, por tentá-
gradación. Teniendo en cuenta este principio, ora se consi- I cu*os erectiles y tubulares, endurecidos por un depósito
dere á los briozoos como radiados de organización mas su- reticulado de sales calizas, y en muchos individuos armados
perior, ó como los moluscos mas inferiores, debemos seña- ^e espinas ó púas.
larles el lugar que aquí ocupan. El paleontólogo práctico, se j Los radiados fósiles ofrecen una mina de inagotable ri-
ve ciertamente inducido á estudiar los briozoos fósiles jun- <lueza para el paleontólogo. De mas difícil estudio que las
lamente con los corales, aunque solo sea por la dificultad conchas, y no tan uniformemente representados en todos
que en muchos casos le ofrece determinar á qué clase de *os horizontes, los restos persistentes de los equinodermos y
pólipos pertenecen sus ejemplares. D’Orbigny, que fijó , corales, no tienen en cambio igual por su belleza de forma
mucho su atención en esta clase, daba mas importancia á la y estructura, así como por el valor de restos que ofrecen
forma, que al agrupamiento de las celdillas. Estas se marcan '
por poros ó cavidades, cuya variación sirve en muchos
casos para apreciar los mas pequeños grupos naturales; pero
los individuos de estos grupos, difieren mucho por la forma
general del polipero. El número de las especies extinguidas
debe ser muy grande, puesto que los briozoos de la creta,
únicos que han sido cuidadosamente examinados, ascienden
á 213; mientras que solo se conocen dos especies del triásico,
ninguna del liásico, y solo cinco de las oolitas superiores,
tan ricas en corales y esponjas. En el Curso elemental de Pa-
leonfología, dice D Orbigny que los briozoos fósiles ascienden
a 1,676, distribuidos en 85 géneros.
De los diez y nueve ó veinte géneros paleozoicos, ninguno
se extiende hasta el período secundario: pero de los diez y
ocho oolí ticos, los entalophoros y Defrancias, se aproximan
á los terciarios, mientras que los alectos, los idmoneos y las
escaras viven aun. Se ha supuesto que los oldamias (fig. 2, 2),
que son de los mas antiguos fósiles conocidos, eran briozoos,
como sucedió con los graptolites (fig. 2, 3). La forma pa-
leozoica mas común está representada por las fenestrellas
(figura 2, 11), que se asemejan al moderno coral-lazo: cuén-
tanse 35 especies, distribuidas desde el silúrico inferior al
pérmico; una de sus modificaciones se parece por su forma
á una pluma (ptilopora, fig. 2, 10), que se encuentra en la
caliza carbonífera; otra, mas notable aun, tiene un eje espiral
(archimedipora, fig. 2, 9), y se halla en la misma formación
en Kentucky. Uno de los géneros mas antiguos es el deno
minoría rvf! 1 T «4. /n \ « • *
5' CRINOIDEOS, BLASTOIDEOS, CISTOIDEOS
1 Sphseronites aurantium, Wahl.; Silúrico de Suecia
2 Pseudocrinus bifasciatus, Pearce; Silúrico de Dudley
3 Pentremites florealis, Say; Carbonífero del Ohio
4 Crotalocrinus rugosus, Mili. ; Silúrico de Dudley
5 Potenocrinus (articulación del tallo); Carbonífero de Yorkshire
6 Encnnus entrocha; Muschelkalk de Alemania
7 Apiocrinus Parkinsoni, Mili.; Arcilla de Cradford
S Pentacrinus basaltiformis, Mili.; Lias de Lyme Regis
9 Marsupites ornatus, Mili.; Creta de Sussex
ÓRDEN I— CRINOIDEOS
Caractéres.— Cuerpo con radios ramificados, sos-
minado otiíodictra Tí ” C' UC,'U‘ I tenld°' temP°raI ó permanentemente, sobre un tallo calizo:
. " ptilodictra (figura 2, 3), del cual se encuentran canal alimenticio con boca v ano disnuestos „„ iJ
siete espec.es en los estratos del sildrico inferior. La caliza briozoos y d,SpueSt0S en los
0 n°/, .f os cua es se extienden como una película sobre arrollo por el número y la variedad D’Orhíanv d
» srtüsr '¡sntz
dos de los denominados thamniscus v acanthocladia En l« ! ñ , •. C d , f Séner°s, excepto las comátulas y
oolitas se ven muchas pequeñas^ ^ especié ncrustadas a rl TTa w PareCe" haberS£ fijad°’ b¡en Por ,a base
buidas á las diastóporasj y formas amó s como los tere unit f £n loS aP¡rerinus> ó P°^ “P^dices
be, lanas y chrysaóras. En ,a ^ mnCh°S ^
escharas, apareciendo primeramente los lunuli.es v a , P"t£ '"f£n°.! deJ «^“ numerosos brazos,
escharas, apareciendo primeramente los lunulites y capula-
rias. Algunas delgadas capas de la creta inferior se compo-
nen casi enteramente de briozoos mezclados con foraminí-
feros. El crag coralino de Suffolk toma su nombre de la
gran abundancia de briozoos que contiene, entre los cuales
se consideran como los mas importantes los siguientes:
semejantes á raíces, que lo solidifican y sirven de apoyo. El
tronco es comparativamente corto en el apocrinus de Par-
kmson; en extremo prolongado en el pentacrinus de Hiemer;
redondo en casi todos los crinoidéos paleozoicos; cuando
tienen cinco lados, las superficies de las articulaciones son
simplemente radiadas. Estas articulaciones están perforadas
EQUINODERMOS
en su centro, y cuando se desprenden se las designa con el
nombre de estrellitas (fig. 5, 5). En los platicrinus el tallo es
comprimido, y las superficies articulares elípticas. En el gé-
nero pentacrinus, que comienza en el lias, el dibujo de las
articulaciones es mas complejo (fig. 5, 8); pero es muy sen-
cillo en los demás géneros modernos. El cuerpo de los cri-
noidéos se compone de láminas poligonales que forman un
cáliz <5 copa, cubierta por otras mas pequeñas; la boca es á
menudo proboscidiforme; cerca de ella está el orificio anal;
Fig 6 — GALERITIDOS, ASTERIDEOS, CRINOIDEOS
1 Pygaster semisulcatus, Ph-; Oolita de Cheltenham
2 Ananchytes ovatus, Lam.; Creta superior de Europa
3 Galerites albogalerus, Lam.; Creta de Kent
4 Scutella subrotunda, Mioceno de Malta
5 Lepidaster Grayi, Forbes; Silúrico de Dudlcy
6 Protaster Miltoni, Salter; Horizonte de Ludlow, Salop
7 Comatula (Glenotremites), (superficie superior del cuerpo)
8 Comatula (superficie inferior); Creta de Sussex
9 Eugeniacrinus quinquedactylus, Schl. ; Oxfordico de Wurtemberg
10 Bourgueticrinus ellipticus, Mili. ; Creta de Kent
los cinco brazos que coronan el cáliz son algunas veces casi
sencillos, pero provistos de digitaciones finas y articuladas;
en otros géneros se dividen repetidas veces; en dos formas
notables del silúrico, los antocrinus y crotalocrinus (fig. 5, 4),
estas divisiones son en extremo numerosas, y las piezas su-
cesivas se articulan entre sí lateralmente, formando expan-
siones análogas por su aspecto al coral fenestrella (fig. 2, 11).
Otros notables crinoidéos silúricos pertenecen á los géneros
gliptocrinus, eucaliptocrinus, geocrinus y cariocrinus (1); al-
gunos son comunes al silúrico y devónico, como los melo-
crinus, ciatocrinus y rodocrinus; los dos últimos y los pote-
riocrinus se extienden hasta el terreno carbonífero. Los
cupresocrinus y otros varios son peculiares al devónico; los
platicrinus abundan también en este y en el carbonífero;
muchos géneros, tales como los actinocrinus, Gilbertsocrinus
y Woodocrinus, son propios de la caliza carbonífera. El
famoso encrinus entrocha (fig. 5, 6) es característico del
triásico medio ó muschelkak; el Eugeniacrinus (fig. 6, 9)
abunda en las oolitas superiores de Alemania; los apiocrinus,
milericrinus y varias formas afines á las comátulas, como los
pterocrinus y sasocomos, son también particularmente jurá-
sicos. Los marsupites (fig. 5, 9) se encuentran solo en la
creta, como los Burgueticrinus (fig. 6, 10) y los cuerpos de
las comátulas, que cuando han perdido sus brazos se llaman
glenotremites.
ORDEN II— CISTOIDEOS
Este orden fué establecido por De Buch para un pequeño
grupo de equinodermos paleozoicos últimamente compren-
(1) Entre los crinoidéos silúricos españoles merece especial mención
el género Pradocrinus dedicado al distinguido geólogo Sr- Prado que
lo descubrió por primera vez- (X. de !a D-)
461
dido en los crinoidéos. Tienen el cuerpo globular, cubierto
de láminas polígonas adheridas, y sostenido comunmente
por un tallo articulado y sencillo; frente á su enlace está la
boca, que es muy pequeña; junto á ella se ve una pequeña
abertura, semejante á un poro generativo, y un poco mas allá
hay un orificio mas ancho, cubierto por una pirámide de
cinco ó seis pequeñas valvas. Las especies de algunos de los
géneros, como el denominado pseudocrinus (fig. 5, 2), tienen
dos ó cuatro brazos tentaculíferos, arqueados sobre el cuer-
po, que encajan en cavidades, á las cuales están como anqui-
losados. Otros géneros, como los sphasronites (fig. 5, 1),
presentan vagos vestigios de tentáculos, situados cerca de la
boca. En los pseudocrinus y otros varios géneros, se obser-
van dos ó tres pares de órganos laminados que se llaman
rombos pectineos, y están en los bordes antiguos de ciertas
láminas del cuerpo. Supónese que no penetran en el interior,
y no se ha conjeturado cuáles puedan ser sus funciones,
aunque Forbes indicó que acaso representarian las púas de
los equínidos, con cuyo grupo supone que los cistídeos tie-
nen la misma relación que los crinoidéos con las estrellas de
mar. Algunos sphseronites del horizonte silúrico de Bala pa-
recen haber quedado libres de sus tallos, adquiriendo la
facultad de moverse un poco: los dos géneros agelacrinus y
hemicestites, que hasta aquí se han visto sin tallos y fijos en
los cuerpos extraños, pertenecen principalmente á las capas
silúricas de América. De los géneros conocidos de cistoi-
deos, cuatro existen en el silúrico superior, y otros tantos en
el inferior.
ÓRDEN III — BLASTOIDEOS
Háse propuesto un órden separado para otro pequeño
grupo de fósiles paleozóicos, cuyo tipo es el pentremites
(fig. 5, 3). El cuerpo, globular ó elíptico, se compone de só-
lidas láminas poligonales, sostenidas por un pequeño tronco
unido, con superficies articuladas radiadas y brazos irregula-
res á los lados. El pequeño orificio bucal se halla en la ex-
tremidad, rodeado de otras cinco aberturas, cuatro de las
cuales son dobles como oviductos, y la quinta algo mas ancha
y anal. Cuéntanse cinco ambulacros petaloideos, de exten-
sión variable, que convergen hácia la boca y aparecen asur-
cados en su centro, ofreciendo estrías trasversales. Según
las observaciones del Dr. Fernando Roemer, estaban provis-
tos además de numerosos tentáculos muy delgados, que se
indican por las líneas de poros marginales. Encuéntrase una
especie en el silúrico superior, seis en el devónico y vein-
ticuatro en el carbonífero, que ha recibido el nombre de
caliza de pentremites en los Estados-Unidos, á causa de lo
mucho que abundan en ella estos fósiles.
Como las estrellas de mar, marchan con la boca hácia
abajo, el lado del cuerpo en que aquella se abre recibe el
nombre de superficie ventral, y el opuesto se denomina dor-
sal; los mismos términos son aplicables á las superficies ho-
mologas del disco radiado ó cuerpo globular sostenido por
el tallo de los equinodermos, crinoidéos, cistoideos y blas-
toideos.
Después de los organismos microscópicos y de los pólipos,
estos órdenes pedunculados, ya extinguidos, son los que mas
intervinieron para modificar la composición de la corteza
terrestre; y pudiera decirse que constituyen algunas de las
calizas de los períodos silúrico y carbonífero.
Los principales atributos característicos de los Crivoideos
paleozóicos consisten en que las articulaciones que se rela-
cionan con los segmentos del tallo irradian por simples es-
trías, divergiendo del eje central ; y en que la porción dorsal
del disco es igual á la ventral, ó mas grande.
PALEONTOLOGIA
462
Los tipos paleozóicos se suceden representados por formas
en que la porción ventral es generalmente de mayor tamaño
que la dorsal, que sirve solo como base para el apoyo de los
radios que se extienden; mientras que, salvo dos excepcio-
nes (apriocrinus y notocrinus), las articulaciones del tronco
se solidifican con bordes carenados y floriformes en las fa-
cetas de aquellas. El tipo crinoideo continuó estando rica-
mente representado hasta el lias, pero desde entonces se ha
ido perdiendo hasta quedar reducido al solitario pentacrinus
y otros pocos que ofrecen remota semejanza con las antiguas
formas.
Al trazar la progresión de las afinidades en esta clase,
podemos seguir, desde las comátulas existentes, dos direc-
ciones distintas; hácia delante, pasaremos por una sucesión
de formas magníficamente graduadas, á los equinos y holo-
túridos; y hácia atrás, á los marsupites y crinoideos de aspec-
to de pólipo; pero la serie se completa mejor con las especies
extinguidas. El esferonites, en el cual observó el profesor
Wyville Thomson brazos crinoideos, y el equinocistites, ofre-
cen la mas interesante evidencia del tránsito de los crinoi-
deos y cistoideos á los verdaderos erizos de mar.
ORDEN IV — ASTEROI DEOS
[lili ( I
CARACTÉRES. — Cuerpo libre, y radiado; tegumento
endurecido por piezas calizas y mas ó menos armado de
espinas; carencia de aparato dental.
ASTERIDEOS Y OFIURIDEOS.— Las asterias ó es-
trellas de mar fósiles, aunque menos comunes, están mas
extendidas que sus afines los erizos de mar fósiles, pues se
encuentran entre las mas primitivas formas orgánicas. Polaeas-
ter, protaster (fig. 6, 6) y lepidaster (fig. 6, 5) son asterias
silúricas que ofrecen muchas anomalías y apenas tienen se-
mejanza con ninguna de las familias existentes. La especie
actual ofiocoma, que se parece mucho al protaster, fué
sacada viva del Atlántico del Norte de una profundidad
de dos millas. Tropidaster, pleuraster, aspidura, ofiurella, y
amphiura son géneros oolíticos; los denominados ophioder
ma, luidia y astropecten, se extienden desde el lias á los
presentes mares ; stellaster y arthaster son propios del cretá-
ceo; y ophiura, ophiocoma, astrogonium, oreaster y gonio-
discus son ambos cretáceos y existen en la actualidad.
ORDEN V — EQUÍNIDOS
(ERIZOS DE MAR)
Caracteres. — Cuerpo libre, esferoideo ó en disco,
encerrado en un dermato-esqueleto compuesto de láminas
calizas unidas, y armadas de espinas; la boca, situada en la
parte inferior, presenta un sistema dentario complejo, co-
munmente dispuesto de modo que se asemeja á una linterna
ó farol.
Los equínidos aparecen primero en la caliza inferior de
Ludlow (silúrico superior) y alcanzan su máximo desarrollo
en el terreno cretáceo. Las principales láminas conchíferas
están dispuestas en series longitudinales, contándose cinco
perforadas, ó ambulacrales, que alternan con otras tantas
ínter ambulacrales. En todos los equínidos secundarios, y en
los mas modernos, cada serie comprende una doble fila de
láminas, que son pentagonales ; pero en el Palcediscus silúri-
co y en el echynocistites, las láminas inter-ambulacrales
tienen una forma menos definida y se agrupan irregularmen-
te de modo que ocho ó diez pueden extenderse trasversal-
mente entre los intervalos mas anchos de los ambulacros;
esta repetición de las partes se continúa en el perischodo-
mus y pakechinus (fig. 7, 1 ) de la caliza carbonífera, en que
se ven cinco ó seis series de láminas en las áreas inter-ambu-
lacrales. Del antiguo archíeocidaris no se han visto mas que
algunas de aquellas desprendidas ; y las inter-ambulacrales
(fig. 7, 2) á juzgar por su forma de seis lados, parecen haber
estado también dispuestas en mas de dos series. En el trias
superior abundan los equínidos normales del género existen-
te cidaris: algunas de las especies secundarias de estos tienen
los poros ambulacrales muy separados ( rhabdocidaris ), y en
otras son dobles las líneas de poros (diplocidaris ). El género
hemicidaris (fig. 7, 4), que se distingue por los anchos tu-
bérculos espinosos en la parte inferior del ambulacro, se
extiende desde el trias hasta la creta. El género diadema,
caracterizado por sus uniformes y sólidas espinas, aparece en
el lias y se extiende hasta la creta, donde se encuentra el
tipo moderno, con sus espinas anilladas y huecas. El equi-
nopsis, muy común en la creta y en los horizontes mas anti-
Fig. 7.— EQUINIDOS, ESP ATANG IDOS
1 Palaechinus sphnericus, Scouler; Carbonífero de Irlanda
2 Archxocidaris Urii, Flem; Idem de ídem
3 Cidaris glandifera, Goldf. (púa de) Jurásico del Monte Carmelo
4 Hemicidaris intermedia, Flem.; Coral común
5 Salenia petalifera, Desn.; Arenisca verde de Wüts
6 Disaster ringens, Ag. ; Oolita inferior de Dorset
7 l lemipneustes Greencvii, Forbes; Arenisca verde de Blackdown
8 Catopygus carinatus, Goldf. ; Arenisca de Wilts
guos terciarios, existe igualmente en el lias; el acrosalenia,
género característico del jurásico, difiere de la salenia por
sus tubérculos perforados; los acrocidaris, heliocidaris, y
otros varios sub géneros, son también propios de las oolitas;
los glopticus, representados en ellas principalmente, ofrecen
una especie en la creta de Ciply; las salenias (fig. 7, 5 ), no-
tables por su disco ornamental, son esencialmente cretáceas;
los géneros arbacia y temnopleurus aparecen primeramente
en el eoceno; las cassidulidas comienzan en las oolitas con
el pigaster (fig. 6, 1 ) y el holectypus, abundando en el terreno
cretáceo. Los galerites (fig. 6, 3), discoidea, pyrinay casidu-
lus son peculiares de la creta; los clipeastridos están repre-
sentados en las oolitas por numerosas especies de equino-
lampus y nucleolites (ó clipeos), alcanzando el último género
un gran tamaño. El sub género catopygus (fig. 7, S) es pro-
pio del terreno cretáceo. Los conoclypeus existen en la creta
y en los terrenos terciarios; los clypeaster florecieron mas
en el período mioceno, existiendo hoy muchas grandes espe-
cies en el sur de Europa, en la isla de Madera y en las Indias
Orientales. Numerosos géneros, notables por su forma apla-
nada, y vulgarmente conocidos con el nombre de erizos
tortas, son propios de los terrenos terciarios y mares actua-
les. El lenita y scuteilina son del eoceno, el scutella del mio-
ceno; los denominados mellita y echinarachnius son ambos
ANÉLIDOS
fósiles recientes. Los erizos de forma de corazón (spatangidm) ]
están solo remotamente representados en las oolitas por el
género disaster ( fig. 7, 6), y son numerosos en la creta, de
la cual son también peculiares los que se designan con los
nombres de micraster, epiaster, hemipneustes (fig. 7, 7), Ar-
chiacia, holaster yananchytes (fig. 6, 2). El género toxaster
es característico del neocómico inferior; hemiaster es cretá-
ceo y terciario; spatagus, brissus, amphidotus y schizaster !
son formas terciarias.
La cubierta de los equinodermos tiene la misma íntima
estructura en todos los órdenes y familias, y en todas las par-
tes del dermato-esqueleto, bien sea escudo, espina ó diente;
las mas pequeñas placas parecen pedacitos de cartón perfo-
rado, y las mayores y mas sólidas son una repetición de tales
láminas. En algunas estructuras membranosas se observan
las pequeñas espículas, encorvadas y en forma de áncora,
siempre compuestas de carbonato de cal; pero á causa de su
porosidad, los ejemplares fósiles están comunmente rellenos
de tierra, de piritas ó de sílice, no siendo entonces cómoda
la investigación microscópica. Pero sin perder su estructura
orgánica, los equinodermos fósiles ofrecen casi siempre una
marcada tendencia á la estructura regular, á los cruceros y
formas romboédricas del espato calizo, carácter por el cual
pueden reconocerse las mas pequeñas piezas dermato esque-
léticas de la estrella de mar ó de los crinoideos. Esta parti-
cularidad se observa mas principalmente en las grandes púas
de los cidaris, y también en el tallo y cáliz del apiocrino de
Parkinson.
ORDEN VI — HOLOTÚRIDOS
(COHOMBROS DE MAR)
Caractéres. — Cuerpo vermiforme; tegumento flexi-
ble con corpúsculos reticulados y calizos, ó cubierto de
pequeñas espículas en forma de áncora.
El orden de los holotúridos apenas ofrece ejemplares en
estado fósil, como no sea el género psolus, de cuyo escudo
imbricado encontró Mr. Richmond un fragmento en el de-
pósito cuaternario llamado del Norte, en Bute. El conde
Munster ha figurado las láminas microscópicas, aparente-
mente de una holoturia, procedente de la creta de West-
minster, y el áncora de un synapta, de una formación aun
mas antigua; á saber: la oolita superior de Baviera. Los mi-
crógrafos encontrarán sin duda muchas láminas análogas
desprendidas, así como espinas, cuando busquen policistinos
y otros rizópodos en los terrenos oolitico y cretáceo; pero es
dudoso que el orden date de una época mas remota.
TIPO TERCERO — ARTICULADOS
En la gran división de los animales invertebrados, que
llaman articulados, el cerebro afecta la forma de un anillo
que rodea el cuello; un doble gánglio existente sobre el tubo
digestivo suple los principales órganos de los sentidos ; del
gánglio inferior se extienden dos cordones á lo largo de la
superficie ventral del abdomen, que en las mas de las espe-
cies están unidos á ciertas distancias por dobles gánglios;
con estos se relacionan los nervios que hacen las veces de
los segmentos y sus apéndices. El cuerpo presenta una figu-
ra simétrica correspondiente. El esqueleto es externo ( der-
mato*esqueleto) y consiste en segmentos articulados, de una
forma mas ó menos anular ; las extremidades en las especies
que los poseen, son de condición análoga á la de las partes
duras, que ofrecen la figura de un estuche donde se encier-
ran los músculos; las maxilas, cuando existen, son laterales y
se mueven á derecha é izquierda.
La lombriz, la langosta, el escorpión y el escarabajo repre-
sentan hoy á los articulados, muy bien representados entre
las reliquias del mundo primitivo. Los delicados tegumentos,
endurecidos á menudo por la interposición de sustancias
térreas, son tan susceptibles de conservación como las con-
chas de los moluscos, y encuéntranse sus restos en todos los
depósitos acuáticos; pero su organización compleja, que en
el estado reciente se presta de una manera tan admirable á
las comparaciones genéricas y especificas, es perjudicial para
su completa conservación, hasta el punto que los ejemplares
fósiles se hallan con frecuencia tan fragmentados, que ape-
nas puede determinarse mas que la clase y la familia.
Las mas antiguas rocas fosilíferas presentan impresiones
que se han considerado como las huellas y viviendas de las
lombrices marinas; y con ellas se han hallado crustáceos de
la división inferior y de un grupo que se ha extinguido del
todo. En formaciones algo mas modernas aparecen los filo-
podos, los copépodos y otros órdenes existentes de los ento
mostráceos. En los terrenos carbonífero y pérmico, se han
visto solo algunas vagas formas, que muy dudosamente se
han atribuido á la división superior de los malacostráceos;
los secundarios contienen abundantes restos de isópodos, de
langostas y de cangrejos. Los braquiuros, escasos en las mas
recientes rocas secundarias, abundan en los mas antiguos
terrenos terciarios. Los insectos que respiran el aire libre
y los arágnidos existieron en el período paleozoico: el pro-
fundo silencio de los bosques carboníferos no dejaba de in
terrumpirse por el zumbido de los insectos ni estos eran
ciegos, como los que ahora habitan en las vastas cavernas de
Kentucky y de Carniola. Los articulados que se presentan
después, son los cirrípedos, cuyas familias inferiores apare-
cen en el lias; mientras que los balánidos se encuentran solo
en los terrenos terciarios.
El número de articulados fósiles que figuran en catálogo,
y se han descrito, constituyen solo una pequeña parte de los
que probablemente existieron. Bronn enumera 1,551 insectos
fósiles: 131 arágnidos, 894 crustáceos)’ 292 anélidos. Danvin
describe 69 cirrípedos fósiles, 1 2 de los cuales están repre-
sentados por especies vivas.
CLASE I — ANÉLIDOS
(LOMBRICES, NEREIDOS)
CARACTÉRES. — Cuerpo blando, simétrico, vermiforme
y anillado, con chupadores ó piés setíferos; sangre roja en la
mayoría de los casos.
Ciertas diminutas cavidades de anélidos, observadas en
las rocas pizarrosas de Bry Head y Wicklow, se designaron
con el nombre de histioderma; pero las señales particulares
que hay en la superficie de aquellas y de otras rocas cám-
bricas, como por ejemplo, la del arenícola didyma, de
Longmynds Shropshire, y del scolithus linearis, de la arenisca
silúrica de Postdam, que se consideran como las mas primi-
tivas indicaciones de la existencia de las lombrices marinas,
1 no dejan de ofrecer dudas respecto á su origen. Las llamadas
' nereites ofrecen notable semejanza con otras impresiones
igualmente antiguas, que se describieron como zoófitos bajo
el nombre de protovirgularia (fig. 3, 1). No ocurren tales
dudas respecto á los vestigios de lombrices que abundan en
las delgadas capas jurásicas medias, pues los cololites de la
I caliza biográfica son muy probablemente impresiones de
! dichos anélidos. En el silúrico superior y en el carbonífero,
se encuentran largos tubos calizos que han recibido el nom-
PALEONTOLOGIA
464
bre de serpulites; pero los que se ven en las rocas de cuarzo
de Sutherland, son relativamente de mayor tamaño. El gé-
nero microconchus, del período carbonífero, se considera
ahora como un anélido; en todas las mas recientes formacio-
nes abundan los anélidos tubícolas, particularmente de los
géneros serpula, spirorbis y vermilia; algunos de estos, aunque
enlazados, son tan regulares en su crecimiento, que se les
designó comunmente con el nombre de vermeti; pero ahora
figuran en el género vermicularia. Entre los fósiles problemá-
Fig. 8.— ENTOMOSTRÁCEOS PALEOZÓICOS
1 Leperditia Báltica, WahL; Silúrico de Gothland
2 Entomoconchus Scouleri, M‘C.; Carbonífero de Irlanda
3 Beyrichia complícala, Salter; Silúrico de Gales
4 Dithyrocaris Scouleri, M'C.; Carbonífero de Irlanda
3 Pterygotus anglicus, Ag.; Devónico de Sudlow
6 Bell mu rus bellulus, Konig.; Carbonífero de Coalbrookdale
7 Ilkvnus Davisii, Salter; Silúrico de Bala
8 Phacops caudatus, Brun.; Idem de Dudley
9 Calymene Blumenbachii, Br. ; Idem de idem
10 Trinucleus ornatus, Sternb.; Idem de Bretaña
11 Agnostus trinodus, Salter; Idem de idem
ticos del período paleozóico, encuéntranse dos que se supone
sean anélidos, como por ejemplo, el tentaculites (fig. 9, 7),
que era aparentemente libre, y casi siempre regular en su
crecimiento, y el conulites (fig. 9, 8), que cuando joven se
encuentra fijo, aislado ó en grupos, en las conchas y zoófi-
tos silúricos; la estructura de su cubierta es vesicular, y la
ca\ idad se asemeja á una serie de conos invertidos. Los
ditrupa, no fijos, aparecen en la creta superior y abundan en
la arcilla y el crag de Londres.
CLASE II — CIERÍPEDOS
CARACTéres. Cuerpo sub-articulado, en su mayor
parte simétrico, con antenas abortadas y ojos; tórax fijo á la
superficie externa del caparazón, con seis pares de extremi-
dades multiarticuladas y setíferas; metamorfosis resultante
de la adherencia permanente y parasítica de la hembra del
todo desarrollada en un cuerpo extraño.
Los cirripedos fósiles corresponden principalmente á la
división de los sentados, y ofrecen las formas ordinarias de
los balánidos existentes. Escasean en el eoceno terciario, pe-
ro son mas abundantes después. El balanus porcatus alcanza
un gran tamaño en los lechos del drift; cuando está despren-
dida su gran lámina basilar, constituye un fósil muy dudoso,
que ha sido origen de no pocas equivocaciones. En la divi-
sión media del crag, donde se han recogido tantos huesos
de cetáceos, se ha encontrado una coronula; y en los depó-
sitos mas antiguos se hallan restos de cirripedos peduncula-
dos, aun cuando por lo regular escasos y rotos. Algunas
especies de pollícipes encuéntranse adheridas á los troncos
que suelen existir en el drift, perforados los individuos por
bivalvas en el lias; otras en la arcilla de Oxford, fijas por
grupos en las conchas de los ammonites, que probablemente
flotaron en el mar después de morir (i). La creta ofrece
también muchos pollícipes y scalpellum, una especie del
género anómalo verruca, y el lorícula (fig. 9, 6), único extin-
guido de los cirripedos. Este notable fósil se encuentra fijo
en los ammonites, pero solo se deja ver uno de sus lados en
todos los ejemplares encontrados. Por su desarrollo irregular
y la imbricación de sus valvas, se asemeja mas á la verruca
que ningún otro cirrípedo. En los mares cretáceos alcanzaron
los lepadidos su máximo desarrollo, contándose entonces tres
géneros, y treinta y dos especies por lo menos; mientras
que en la actualidad, el archipiélago filipino, que es el mas
rico en estos séres, no contiene sino cinco especies.
CLASE III — CRUSTACEOS
CARACTÉRES. — Cuerpo y extremidades articuladas;
cabeza provista de antenas; órganos respiratorios branquia-
les; sexos distintos; metamorfosis en la mayoría de los
casos, aunque nunca en los individuos fijos.
SUB-CLASE I — ENTOMOSTRACEOS
CARACTÉRES. — Cuerpo formado de segmentos en
número de catorce, á veces mas, y también menos; dermato-
esqueleto córneo ó pétreo, imitando en algunas especies una
concha bivalva; ojos sentados.
En todos los terrenos se encuentran pequeños crustáceos,
entomostráceos bivalvos, que alcanzan el máximum de su
tamaño en las mas antiguas rocas; en las arcillas pizarrosas
del horizonte weáldico existen diminutos ostracodos, afines
de los modernos cypris (fig. 9, 5), mientras que los c’itéridos
marinos aparecen en cantidades ó numero considerable en
la creta. Entre los filópodos, las asterias cubren las capas del
horizonte weáldico y el del keuper con una infinidad de
conchas bivalvas, confundidas de ordinario con los cyclas y
posidonomyas; también abundan en las capas del devónico
medio. Los entomoconchus globulares (fig. 8, 2) se encuen-
tran en la caliza carbonífera; los leperditia (fig. 8, 1), en las
rocas silúricas del norte; las Beyrichia (fig. 8, 3), caracterís-
ticas del silúrico, se distinguen de las formas de los trilobites
jóvenes por la falta de simetría de sus valvas separadas.
Otros filópodos paleozóicos (ceratiocaris é hymenocaris), re-
lacionados con las recientes nebalia, que tienen una cola
mu) marcada, se encuentran en el silúrico superior é infe-
rior; el género leptocheles se tundo con las espinas de la
cola de estos crustáceos. El dithyrocaris (fig. 8, 4), que se
parece al moderno apus por el aplanamiento horizontal de
su caparazón, existe en la caliza carbonífera. El horizonte
carbonífero llamado coal measures (medida de carbón), con-
tiene también en sus nodulos de hierro arcilloso numerosos
ejemplares del bellinurus (fig. 8, 6), pequeño pecilópodo
que difiere del limulus actual por la movilidad de los seg-
mentos del cuerpo; los crustáceos paleozóicos mas extraor-
dinarios son los conocidos con los nombres de eurypterus,
himantopterus y pterygotus (fig. 8, 5), del silúrico superior, d¿
los cuales se contaban algunos que excedían mucho en ta-
maño á las mayores langostas de hoy dia. Se han considera-
do como una familia extinguida, afine de los limulus, ó como
los representantes de ciertos malacostráceos; pero los siguien-
tes caracteres demuestran su mayor analogía con los ostra-
codos. El caparazón es relativamente pequeño, los ojos
(1) Es opimon muy generalizada hoy entre los paleontólogos de
mas nota, que los restos llamados Aptychus , considerados antes como
cirripedos, no son sino como especies de opérculos de diversos ammo-
mtes.
MALACOSTRACEOS
465
compuestos en los bordes antero-laterales, los segmentos del
cuerpo, en número de once ó doce, carecen de apéndices, y
terminan por una cola aguda ó bilobada. El eurypterus tiene
ocho piés ; los otros tres pares de extremidades, que son las
antenas, los piés maxilas y las nadaderas, con sus paletas en
forma de aletas, que parten del lado inferior del céfalo tórax.
La superficie del cuerpo y las extremidades presentan á
menudo un dibujo imbricado particular, que fué causa de
que en otro tiempo considerara Agassiz á estos fósiles como
peces. Supónese que el pterygotus problematicus alcanzó
siete piés de largo, teniendo algunos de los otros una vara.
Unos crustáceos de tales dimensiones pudieron haber for-
mado en el lecho del mar impresiones semejantes á las lla-
madas «protichnites» que describiremos después, y que se
observan en el sandstone de América.
ORDEN DE LOS TRILOBITES
CARACTERES. — Segmentos del tronco trilobados; ojos
sentados y compuestos por lo regular; extremidades abor-
tadas.
La gran familia de los trilobites está enteramente confina-
da á la edad paleozoica; no se encuentra ninguno en los
horizontes superiores al terreno pérmico. Se han descrito
unas 400 especies, agrupadas en 50 géneros, contándose
entre ellas 46 silúricas, 22 devónicas y 4 carboníferas. Según
Bronn, 13 géneros son peculiares del silúrico inferior, 3 del
superior, 1 del devónico y 3 carboníferos.
El dermato esqueleto de los trilobites consta del escudo
cefálico, de un número variable de anillos ó segmentos del
tronco, y del pigidio ó cola compuesta de articulaciones mas
ó menos anquilosadas. En algunas especies se ha descubierto
un labro ó hipostomo; pero jamás vestigios de antenas ó ex-
tremidades, aunque no cabe duda que debieron hallarse
dotadas de la facultad locomotiva. Ciertas diferencias en la
longitud de las espinas cefálicas y 'caudales, como las que
ofrecen el asaphus caudatus y el as. longicaudatus, y las que
se notan en la protuberancia de los lóbulos de la cabeza,
fueron consideradas como señales de la diferencia de sexo.
Una de las mas antiguas y sencillas formas está representada
por el diminuto agnostus (fig. 8, n), que suele encontrarse
en escaso número y representado casi siempre por el escudo
cefálico. Según las observaciones de Mr. Barrande, el género
sao pasa por veinte fases de crecimiento: primeramente es
un sencillo disco, y presenta por último diez y siete segmen-
tos torácicos libres, con los adicionales desarrollados entre
el tórax y el abdomen, y dos articulaciones caudales. El tri-
núcleo adornado (fig. 8, 10) y el illcenus (fig. 8, 7), que tiene
la trilobacion menos marcada que en los mas de los géneros,
son característicos del horizonte silúrico inferior; otros dos,
de la caliza de Wenlokc, fueron celebrados largo tiempo; son
la calymene (fig. 8, 9) ó trilobites de Dudley, arrollado y
muy compacto, y el asaphus (ó phacops) caudatus (fig. 8, 8),
que con frecuencia tiene la parte cristalina de sus grandes
ojos bastante bien conservada y visible á la simple vista.
Cada ojo presenta por lo menos cuatrocientas facetas, y en
el gran asaphus tyrannus se calcula que hay al menos 6,000.
En una especie (asaphus kowalewskii), los ojos están soste-
nidos en pediculitos. El mayor trilobites es el asaphus gigas;
algunos de los fragmentos indican un animal de diez y ocho
pulgadas de largo.
SUB-CLASE 1 1 — MALACOSTRACEOS
Cuerpo dividido en tórax y abdomen, con siete segmentos
en cada uno.
Los isópodos están representados en la oolita superior
por el archceoniscus Brodipi, que aparecen en gran número
en los bancos de caliza de Purbeck, y en el teireno pérmico
por el prosoponiscus. El problemático pigocéfalus y el apus
dubius, ambos del carbonífero, corresponden, aunque dudo-
samente, ¿ los estomópodos, y exceptuando el gitocrangou
de Ritcher, son los mas antiguos decápodos de ojos pedun-
culados que se han conocido hasta aquí.
Los crustáceos macruros se encuentran constantemente
en las oolitas y en el terreno cretáceo. Una de las formas
mas notables, eryon (fig. 9, 3), se halla en el lias (con sus
muy afines tropifer y coleia), é igualmente en la arcilla de
Fig. 9.— CRUSTÁCEOS, ANÉLIDOS
1 Dromilites Lamarckii, Desra.; Arcilla de Londres, Sheppy
2 Notopocorystes Stokesii, Mant.; Marga de Folkestone
3 Eryon arctiformis, Schl. ; Oxfórdico de Solenhofen
4 Megachirus locusta, Gerroar.; Oxfórdico de Solenhofen
5 Cypridea tuberculata, Sby. ; Wealdico de Sussex
6 Loricula pulchella, G. B. Sby.; Creta de Sussex
7 Tentaculites ornatus, J. Sby.; Silúrico de Dudley
S Cornulites serpularius, Schl.; Silúrico de Dudley
Oxford. Las pequeñas langostas del género glyphea, que
existen en las oolitas, y el Meyeria en la arcilla de Speetow
y la arenisca verde, constituyen por lo regular el núcleo de
los nodulos de fosfato de cal. Las mayores especies de la
creta constituyen el género enoploclytia. La caliza oxfórdica
de Solenhofen, con sus hojas biográficas finamente lamina-
das, se abre como un libro, lleno de pequeños mariscos y
langostas, comprimidas y admirablemente conservadas. Una
de ellas, notable por sus delgados y largos brazos (megachi-
rus, fig. 9, 4), se encuentra también en la arcilla de Oxford,
en WUtshire. Uno de los mas ricos depósitos de crustáceos
fósiles es la isla de Sheepy, donde la arcilla de Londres ha
ofrecido innumerables ejemplares de la división mejor orga-
nizada, incluso nueve braquiuros, tres anomuros y cinco
especies de macruros. La isla de Hainan, en la costa de
China, contiene numerosos cangrejos fósiles del género rna-
cropthalma, que se venden en las droguerías de Shangai.
Otros se encuentran en el mioceno de Malta y la isla de
Perim, en el Mar Rojo. Ya no ofrece duda la existencia de
braquiuros secundarios: el pequeño etyus Martini (ó Reus-
sia), es de la marga azul; el platvpodia Oweni, de la creta
blanca de Sussex; el Reussia granosa, de la arenisca verde
superior de Cambridge; el stephanometopon, de la creta de
Maestricht ; el cáncer serobieulatus y el gliphithyreus formo-
sus, son del cretáceo de Meklemburgo.
El anomurus dramiopsis se encuentra en la creta de
Faxoe, donde se hallaron cuatro especies. La clytia Leachii,
del período cretáceo, fué perfectamente reconstruido por
Reuss. En la marga azul existen pequeños crustáceos que se
asemejan por su forma á los corystes vivos (fig. 9, 2); pero
se sabe que son anomuros, por su reducido tamaño, la posi-
ción dorsal de las patas posteriores, y las pequeñas placas
Tomo IX
59
PALEONTOLOGIA
466
intercaladas entre las últimas articulaciones de la cola, se-
gún se ve en el dromilites (fig. 9, 1 ), de la arcilla de Lón- |
dres.
CLASE IV — INSECTOS
Caracteres. — Cuerpo articulado, lo mismo que las
extremidades; cabeza provista de antenas articuladas; respi-
ración por tráqueas.
Los insectos fósiles hasta el presente encontrados no ofre-
cen formas ó tipos de particular interés. Los mas antigua-
mente conocidos se parecen á los curculiónidos y blatidos,
ó locustidos de la actualidad. En las calizas del liásico se ha
descubierto una gran variedad, gracias á la perseverancia de
Mr. Brodie: cuéntanse especies de los géneros berusos, ela-
ter, gyrinus, laccophilus y melolontha; géneros indetermina-
dos de las familias de carábidos, buprestidos, crisomélidos,
y telefóridos; insectos del género orhophlebia, análogos á
los panorpas; otros pertenecientes á los nepadíe, cimicidíe y
cicada; y el género asilus de los dípteros. En el período si-
guiente figura el depósito de insectos de la caliza pizarreña
de Stonesfield, donde se encuentran las cubiertas de las alas
del buprestis Bucklandii, de las especies de prionus y coccine-
11a, y el gran neuroptero hemerobioides. En la caliza de
Purbeck se han hallado además especies de cerylon, corim-
betes, cyphon, helophorus y limnius, así como ejemplares de
estafilínidos, cantarídidos, harpálidos, hidrofilidos, tenebrió-
nidos, libelúlidos, friganeos, blásidos, afis, cercopis, y otros
homópteros, y diez géneros de dípteros. En el plioceno mas
moderno se ha descubierto el reciente copris lunaris, y los
élitros de los donacia y harpalus. Las principales localidades
de insectos fósiles, son las calizas pizarrosas litográficas de
Solenhofen, los depósitos terciarios de Aix, en Provenza, y
(Eningen, cerca de Constanza, en el Rhin. Dícese que se
han encontrado en el Jura inferior restos de especies de
tineas y esfinges, y un lepidóptero diurno en la Molasa. Del
verdadero ámbar se han obtenido numerosos ejemplares de
insectos; todos ellos son desconocidos de los entomólogos,
y probablemente son especies extinguidas. Se ha indicado
por Mr. Wood que los insectos del liásico tienen un carácter
sub alpino, y podrían haber sido arrastrados por los torrentes
desde una región mas elevada; pero no se ha tratado hasta
el presente de probar si estos ú otros insectos fósiles se
asemejan á los de cualquier grupo zoológico particular de
hoy dia.
CLASE V— MIRIÁPODOS
De los miriápodos se han hallado veinte especies fósiles,
que comienzan en el sistema carbonífero; el género xilobius,
afine del julus, ha dejado restos en el interior de un árbol
fósil (sigilaría), en la formación carbonífera de Nueva Es-
cocia.
CLASE VI— ARÁGNIDOS
De los arágnidos figuran en catálogo ciento treinta y una
especies, entre las cuales se considera como la mas primitiva
é interesante el escorpión fósil (cyclopthalmus sénior), del
carbonífero de Bohemia. Las avispas fósiles se encuentran
en las calizas jurásicas de Solenhofen, y en las margas ter-
ciarias de Aix.
TIPO CUARTO — MOLUSCOS
Los restos de los testáceos, ó moluscos de concha, consti-
tuyen los mas comunes de todos los fósiles, ofreciendo la
serie mas completa de signos característicos para identificar
ios estratos. Por regla general, la duración de los tipos y de
las especies está en proporción inversa del rango que ocupan
en la serie; los fósiles de mas elevada organización ocupan
el término inferior, indicando con la mayor exactitud la edad
del depósito de donde proceden; pero si la evidencia que
, *r jJT
fig. 10. — WALDHEIMIA FLAVESCENS
ofrecen las conchas es menos precisa, se obtiene en cambio
mas fácil y constantemente, y consérvanse en mayores ex-
tensiones de terreno.
Los moluscos son animales invertebrados blandos, cuyo
sistema nervioso se compone de varios ganglios diseminados
en distintas partes del cuerpo, hallándose los mas volumino-
sos situados sobre el esófago; la forma de aquel no es simé-
trica en la mayoría de los casos. Unicamente en una clase,
la de los cefalópodos, parten los músculos de un esqueleto
cartilaginoso y rudimentario; en las demás están fijos en la
piel ó adheridos á la sustancia caliza en ella desarrollada. La
sangre no es roja, sino incolora por lo regular; el corazón
consiste en un órgano muscular que hace correr la sangre
por un sistema de arterias y venas, afectando estas últimas
mas ó menos la forma de sinuosidades; el aparato respirato-
rio, bien contenga branquias ó esté organizado como un pul-
món, se abre cerca del ano, encorvándose los intestinos
comunmente hácia delante para presentar esta disposición.
Tal es el grado de organismo de que han presentado restos
las rocas de Llandeilo en el sistema silúrico inferior; los fósi-
les consisten en conchas, que protegen á los mas de los mo-
luscos, y están endurecidas principalmente por el carbonato
de cal, constando muchas de una ó dos piezas llamadas
valvas.
CLASE I— BRAQUIÓPODOS
Los moluscos de esta clase llámanse así, porque las prin-
cipales partes movibles y prensiles (fig. 10, d,f) se asemejan
á los brazos de algunos pólipos; están dispuestos en espiral;
son ciliados, y pueden considerarse como análogos á los de
los briozoos. Las partes blandas están protegidas por una
concha compuesta de dos valvas (ib. D), una de ellas apli-
cada á la superficie y la otra ( V) á la ventral; esta última
tiene una especie de pico abierto ó perforado, por el cual
pasa, en la mayoría de los individuos, un pedúnculo (?i)
que sirve al animal para fijarse en algún cuerpo extraño.
Existen varios músculos (0, q) para abrir y cerrar la con-
cha; esta última afecta mas ó menos la forma de una antigua
lámpara romana en las especies del primer orden de la clase
(arthropomata), que se caracterizan además por tener las val-
vas articuladas entre sí.
Estas últimas conchas han sufrido mas que las de ningún
otro grupo por la acción del tiempo; de 1,300 especies co-
BRAQU1ÓP0D0S
467
nocidas, solo existen 75; y de 34 géneros, se han extinguido
21. El número de formas genéricas es mayor en el período
devónico, y mas reducido en las oolitas superiores, después
de lo cual aparece gradualmente una segunda serie de tipos
nuevos. El predominio de los braquiópodos fósiles contrasta
con la escasez de las recientes conchas, mas aun por la abun-
dancia de individuos que por el número de especies, pues las
conchas que existen habitan sobre todo en las profundidades
de las aguas, ó en rocas inaccesibles para el pescador, obte-
niéndose por lo tanto raras veces un gran número.
El género terebratula, reducido como está ahora á conchas
de una corta abertura interna, comprende unas cien especies
fósiles, de las cuales solo sobrevive una (T. vitrea), que se
encuentra en la provincia lusitana. Las Waldheimias ó tere-
bradlas de ancha abertura (fig. 10) están distribuidas exten-
samente en los mares de hoy dia, aunque solo se conocen
nueve especies vivas; los individuos de una ó mas de estas se
hallan en la costa de Spitzberg, en Labrador, en el Cabo de
Hornos; y mas abundantemente en la Nueva Gales del Sur
yen Nueva Zelanda: cuéntanse sesenta especies especies
fósiles, que datan del triásico. Las terébratelas, que tienen la
abertura en la línea media, comenzaron en el lias ; hállanse
en corto número en los períodos cretáceo y terciario, y son
las únicas que alcanzan su mayor desarrollo en los recientes
mares. Cinco especies del género argiope se hallan en la are-
nisca verde, en la creta y en los terciarios; el género afine
thecidium está representado por una en el carbonífero, y por
otra en el terreno triásico; es comparativamente común en
el período secundario, y se reduce otra vez á una sola especie
en el terciario mas moderno; esta especie sobrevive en mas
estrechos límites en el Mediterráneo. El sub-género terebra-
tulina está representado por veinte especies en los terrenos
secundario y terciario: la T. striata de la creta se asemeja
tanto al T. caput serpentis, que difícilmente se distingue de
ella. Al terreno cretáceo corresponden varios sub-géneros
extinguidos, entre los cuales figuran como mas notables los
conocidos con los nombres de trigonosemus (fig. 11, 1), y
lyra, que afectan la figura de un violin. Los stringocephalus
(fig. ir, 2) son propios del terreno devónico, y presentan
una ancha abertura interna, con apéndices muy prominentes
en la extremidad.
La concha de la terebratula, y algunas de sus afines (ar-
giope, thecidium, cyrtia y spiriferina) está provista de peque-
ños orificios dispuestos en tresbolillo, visibles á veces sin
auxilio de instrumento, como se observa en la especie 1 .
lima, aunque por regla general se necesita el microscopio;
en la T. carnea los orificios son mas pequeños.
Las conchas-lámparas, con picos agudos y valvas planas,
fueron separadas de las terebratulas, dándoselas el nombre
de rinchonelas: sus conchas, examinadas con la lente, no
ofrecen la estructura punteada, ni tienen armadura interior
para sostener los brazos, que en las especies recientes se le-
vantan en espiral, dirigiéndose hácia la cavidad de la valva
mas pequeña, como las espiras de la extinguida especie atr) -
pa (fig. 11, 7). De las tres especies de rinchonela existentes,
una se encuentra en los mares árticos, y las otras dos en
Nueva Zelanda; las fósiles exceden de doscientas cincuenta
diseminadas en todas las partes del mundo; las del período
paleozoico pueden ser distintas de las demás, puesto que se
sabe que las especies pérmicas están provistas de anchos
apéndices internos. Las especies del extinguido género atry-
pa, difieren solo de las rinchonelas por tener espiras calizas,
que se conservan en muchos casos, y pueden reconocerse
hasta cierto punto por la aplicación del ácido. El interior de la
valva presenta espacios ovarios y vasculares, exactamente lo
mismo que en las rinchonelas. En el terreno silúrico inferior
existe otro género, denominado porambonites, imperfecta-
mente conocido, pero cuyas valvas se marcan en la parte
exterior por puntos impresos, que no son perforaciones. El
género pentamerus se encuentra en todos los estratos inte-
riores de la caliza carbonífera, y es notable por sus grandes
hendiduras internas, que dividen la concha por el centro,
formando incisiones profundas en los moldes internos, tan
comunes en la arenisca de Caradoc (fig. ri, 8).
Los extinguidos espiriferidos constituyen una familia ca:
racterizada por las espiras calizas internas, que se extienden
desde el centro de la concha hácia el exterior (fig. 1 1, 3);
estas espiras son con frecuencia cuarzosas, y se pueden des-
prender de la matriz por la acción del ácido. En otros casos
está impregnada la concha de marga blanda, fácil de quitar
por medio del lavado; y entonces se ven las láminas calizas
de la espira franjeadas como de pelos, que servían antes de
apoyo á los cirros. En el género spirífera presenta la concha
una larga línea recta, y el área aplanada de la valva mas an-
cha tiene una abertura deltoidea. Las especies típicas son
del período paleozoico, y ofrecen mucha semejanza de es-
tructura con la de las rinchonelas. Las especies liásicas (spi-
riferina de Orb.) ofrecen conchas punteadas, y la abertura
Fig. II.— BRAQUIÓPODOS
1 Trigonosemus Palissyi, Woodw. ; Cretáceo de Ciply
2 Stringocephalus Burtini, Defr.; Devónico de Eifel
3 Spirifera striata; Carbonífero de Bretaña
4 Cyrtia trapezoidalis; Silúrico de Dudley
5 Athyris Roissyi, Ler. ; Carbonífero de Irlanda
6 Unciíes gryphus, Schl.; Devónico de Bélgica
7 Atrypa rtticularis; Silúrico de Malvern
8 Pentamerus Icevis ; Caradoc de Salop
está cerrada, al menos en el individuo adulto, por una del-
gada placa arqueada ó seudo-deltidio. En el sub género cyrtia
(fig. 11, 4) el área de la charnela es tan larga como ancha,
y el deltidio está perforado en el centro por un tubo; algunas
de las especies tienen la concha punteada. Las especies del
género athyris (Dalman), que no se distinguen siempre fá-
cilmente de las terebratulas, suelen tener una concha suave
y redondeada, adornada de láminas concéntricas ó de ex-
pansiones aliformes (fig. n, 5); el ápice está truncado, y el
ala de la charnela es lisa. Cuéntanse veinticinco especies,
la mayor parte procedentes del devónico y carbonífero. Las
especies del género Retzia se asemejan aun mas á las tere-
bratulas plegadas, pero tienen espiras laterales: se extienden
desde el terreno silúrico al triásico. El uncites gryphus (fi-
gura 11, 6) es un fósil especial devónico que tiene un ápice
prominente, perforado en la concha del individuo joven.
La familia de las ortidas se compone de conchas que pre-
sentan una hendidura central en cada valva; la ventral está
provista de dientecitos y la dorsal de apéndices para el apo
yo de los brazos, que parecen haber sido horizontalmente
espirales como en las especies del género atrypa. Entre los
468
PALEONTOLOGIA
apéndices bucales hay una proyección central para la inser-
ción de los principales músculos. El molde interno del orthis
(fig. 12, i) presenta en el lado ventral la simple adherencia
de los músculos adductores en el centro, y á cada lado los
músculos cardinales; estos últimos están rodeados por los
espacios ovarios punteados y de las impresiones de un ancho
seno paleal. El género orthis comprende cien especies que
se extienden hasta mas arriba del terreno pérmico, aunque
abundan sobre todo en las rocas silúricas; algunas de las del
silúrico inferior presentan un agujero redondeado en el seu-
do-deltidio, y reciben el nombre de orthisina. Otras especies
de las rocas superiores paleozoicas presentan el ápice retor-
cido ó deforme, lo cual se debe probablemente á la fijación
de la concha cuando joven. En las strophomena (fig. 12, 3)
obsérvase un pequeño agujero, del que no queda vestigio en
el individuo adulto, y la escotadura deltoidea está igualmen-
te cerrada, excepto en el espacio necesario para recibir los
apéndices divididos de la valva dorsal. Las conchas jóvenes
son plano convexas; pero cuando alcanzan cierto tamaño,
las valvas se arquean en un lado ú otro, mas ó menos brus-
camente.
El género Davidsonia (fig. 12, 2), peculiar de las calizas
devónicas, se asemeja á los orthis fijos á los corales, como
los thecidium, por la valva central; algunas veces adquieren
la figura del cuerpo en que han crecido, como las ostras y
las anomias. La impresión paleal es semejante á la de los
orthis, y la forma de los brazos espirales está indicada por
prominencias que casi llenan el interior de la concha en los
ejemplares de cierta edad. Se han reconocido algunos vesti-
gios de delgadas espiras calizas para el apoyo de los brazos
en las especies de este género, particularmente en la deno-
minada Koninckia, pequeña concha del triásico de San Ca-
siano, en la cual existen siempre canales ó cavidades en es-
piral en el interior de las valvas, cruzadas por impresiones
seno del paleal.
El fósil anómalo llamado calceola sandalina (fig. 12, 6) es
también peculiar de las calizas devónicas: por su figura se
asemeja á la cyrtia; pero no tiene charnela ni apéndices in-
ternos, como no sea una serie de pequeñas proyecciones á lo
largo de la línea de aquella; el interior presenta puntos yes-
trias; pero no se ven señales de músculos.
Los productidos son también fósiles paleozóicos, muy
abundantes en las calizas carboníferas; tienen las valvas cón-
cavo convexas; la línea de la charnela es recta; en el interior
se distinguen simples espacios vasculares, y evidentes impre-
siones de los músculos destinados á cerrar y abrir las valvas.
Cuéntanse sesenta especies de productus, que se encuentran
en las rocas paleozoicas superiores, hallándose esparcidas en
la América del Norte y en la del Sur, y desde el Spitzberg
al 1 ibet y 1 asmania. Algunas de ellas son sumamente varia-
bles por su forma; muchas están provistas de largas espinas
tubulares, y otras completamente revestidas de cortos fila-
mentos semejantes á pelos; el área de la charnela es muy
estrecha, excepto en el subgénero aulosteges, propio del
rechstein de Rusia. El productus proboscidea tiene su valva
convexa prolongada en forma de tubo, como dispuesta para
la continua circulación de las corrientes aéreas. El género
del pérmico strophalosia tiene sus valvas articuladas por
dientecitos, y cubiertas de largas y delgadas espinas huecas;
la concha se fija, cuando joven, por el ápice de la valva mas'
grande.
Los chonetes (fig. 12,5) difieren de los productus por
tener una serie de espinas á lo largo del borde de la char-
nela en la valva convexa. Cuéntanse veinticinco especies
en los terrenos silúrico y carbonífero, por lo general de re-
ducido tamaño, y con estrías muy finas.
En el órden denominado lysopomata, las valvas no son
articuladas: las cranias constituyen uno de los mas antiguos
tipos existentes, y se encuentran desde el silúrico inferior.
Parece que una de las mas modernas especies está despren-
dida, y otra tiene dientecitos en la charnela. La crania igna-
bergensis de la creta de Suecia tiene las valvas semejantes
por fuera, hallándose tan solo unidas en el individuo muy
joven. Las impresiones internas de la crania antiqua y de
otras especies fósiles son notablemente curiosas. Las valvas
inferiores de este género y del thecidium no son raras, y se
encuentran adheridas á las conchas de los erizos de mar en
la creta; pero las superiores escasean mucho.
Las discinidas figuran en corto número, aunque aparecen
en todos los períodos: algunas de las discinas paleozóicas (or-
biculoidea DOrb), no es fácil distinguirlas genéricamente de
las especies modernas por ningún carácter bien apreciado;
pero otras (trematis de Sharpe), presentan adornos de pun-
tos dispuestos en tresbolillo, y las impresiones ofrecen vesti-
gios de láminas internas divergentes, lo cual supone una
considerable diferencia en la organización del animal.
Fig. 12.— BRAQUIÓPODOS
1 Orthis hysterita, Devónico del Rhin
2 Davidsonia V erneuili, Bouch. ; Devónico de Eifel
3 Strophomena rhomboidalis, Wahl. ; Silúrico de Dudley
4 Producía semireticulata, Martin; Carbonífero de Derby
5 Chonetes striatella, Dalm. ; Silúrico de Ludlow
6 Calceola sandalina, Lam.; devónico de Eifel
7 Obolus Apollinis, Eichw.; Silúrico del norte de Europa
8 Siphonotreta unguiculata, Eichw.; Silúrico de Bretaña
Las Ungulas, que han dado su nombre á una de las mas
antiguas rocas fosiliferas, presentan otra forma constante en
todos los periodos; solo se conocen treinta y cuatro especies,
y ninguna de ellas muy común. La mas reciente Ungula
británica existe en el crag coralino (antiguo pUoceno) de
Sufíolk. La mas moderna especie existente se encuentra en
las filipinas; la L. Davisii, propia del norte de Gales, tiene
una cavidad pedicular en la valva ventral, por la que debió
dividirse en dos partes el músculo cardinal, como en el gé-
nero óbolus (fig. 12, 7); por fuera ofrece todo el aspecto de
una concha ordinaria viva. A juzgar por los fragmentos de
Ungula que se encuentran en el silúrico inferior de Shorpshi-
re, parecen pertenecer á especies distintas del L. Davisii. El
obolus Eichw (ungula, Pander) abunda tanto en las arenis-
cas del silúrico inferior de Suecia y Rusia, que ha dado su
nombre á la arenisca de obolus. En Inglaterra se encuentra
solo en el silúrico superior de Dudley: la concha es de textu-
ra córnea, y está con frecuencia manchada de azul, como la
Ungula, por la presencia del fosfato de hierro. Su figura es
por lo común oval, y difiere de la Ungula por el carácter de
las impresiones musculares internas.
ACEFALOS
CLASE II — ACÉFALOS Ó LAME-
LIBRANQUIOS
Se ha dado á esta clase el nombre con que se la distingue,
porque los órganos respiratorios (fig. 13, p) afectan la forma
de hojas ó láminas, contándose dos á cada lado, que penden
ó están adheridos á la superficie interna de los lóbulos del
manto ( a , b). La boca está provista de tentáculos ciliados
(ib. h) por lo general mas cortos que en los braquiópodos.
Las especies de algunos géneros están fijas por una valva
soldada por el biso ( byssus ), pero las mas son libres y tienen
469
movimiento; en estas últimas, el pié consiste en un cuerpo
muscular que se desarrolla en la superficie ventral de la ma-
sa visceral. Cuando el pié es bastante perfecto, y se ejercita
con frecuencia la fuerza muscular, el aparato respiratorio
presenta comunmente una complicación de distintos tubos
musculares ó sifones, uno para la entrada del agua ( ib. g,) y
otro para la salida (g). Una valva de la concha se aplica al
lado derecho del cuerpo, y la otra sobre el izquierdo, estando
ambas articuladas por una especie de dientecitos, que consti-
tuyen lo que se llama charnela, y por fibras elásticas ó liga-
mentos en la parte de la concha designada con el nombre
de ápice ó nates ( fig. 15 ). Las valvas están enlazadas también
es
I
±J
entre sí por uno ó dos músculos, llamados adductores, porque
contraen las valvas y cierran la concha; para ello oprimen
el ligamento, que por su elasticidad vuelve á abrir la concha
por la relajación del movimiento muscular. Cada valva es
un cono que presenta todos los grados de profundidad, des
de la concha plana de las placunas hasta la cavidad espiral
de las isocardias y disceras; el ápice ó nates (fig. 14) está
vuelto á un lado y se dirige hácia fuera. Coloqúese una con-
cha bivalva en la posición de la cytherea (fig. 14), y tendre-
mos que la dirección del ápice determina en A el borde
anterior, y en P el posterior; el superior ó dorsal, y el infe-
rior ó ventral, son como se marcan en el grabadora longitud
de la concha se toma desde A á P; su altura desde el borde
dorsal al ventral; su grueso se mide á través de las valvas
cerradas, en la parte mas prominente desde el lado derecho
al izquierdo. Precede comunmente al ápice una depresión
oval, que forma una cavidad en el contorno de la valva, que
se llama lúnula. El ligamento de la charnela está algunas
veces entre los nates, pero nunca es anterior á ellos. Si la
línea que parte del ápice divide á la concha en dos partes
desiguales, se llama esta inequilátera, según se nota en los
glycymeris y solemyas, en los que la mitad anterior es mas
larga; en el género pectunculus apenas está marcada esta
diferencia; en la mayor parte de los lamelibranquios, la mi-
tad anterior es mas corta, como puede observarse, por ejem-
plo, en las cythereas. La mayor parte de las conchas de los
lamelibranquios son equivalvas; es decir, que la valva de la
derecha y de la izquierda tienen el mismo tamaño y figura,
como se observa en las cythereas ( fig. 14). Presentan excep-
ciones las especies estacionarias, y á menudo fijas, que des-
cansan sobre uno de los dos lados, cuando la valva inferior
es mas cóncava y capaz que la superior; dicha valva es la de
izquierda en las ostras, en las pandoras y en las lionsias;
de la derecha es la mas pequeña y mas plana. En las cha-
mastrea y corbula, la de la izquierda es la mas reducida.
Placunas, pectineas, espóndilos y aviculidos, se apoyan en
la valva de la derecha; las anomias están fijas por fibras
musculares degeneradas, que pasan por un agujero ó esco-
tadura. Todas estas conchas se llaman inequivalvas.
Se dice que la concha bivalva es cerrada cuando las valvas
se adaptan exactamente, y abierta si una parte de los bordes
no se pone en contacto cuando la concha se cierra. En el
género gastrochoena, esta abertura permanente es anterior,
y sirve para el paso de los piés; en las mias es posterior, y
está destinada al paso del biso; en los géneros solen y glici-
meris se abre la concha por ambas extremidades.
Estas y otras particularidades son las que se observan en
la descripción de las conchas fósiles; y cuando se conserva
su capa interna ó anacarada, las impresiones revelan la
organización del antiguo animal con tanta exactitud, como
los restos de huesos fósiles indican cuál fué el vertebrado
extinguido.
borde superior 6 dorsal
ápice 6 nates
— V lúnula
borde injerior 6 ventral
Fig. 14.— CYTEREA CHIONE
Para que el paleontólogo pueda adquirir mas fácilmente
este conocimiento esencial en el estudio sucesivo de las
bivalvas fósiles, marcamos las principales impresiones en la
adjunta figura de la superficie interna de la valva izquierda
en la concha de una cytherea (fig. 15). Cuando los dos
músculos adductores existen, dejan las impresiones muscu-
lares anterior y posterior; y si solo existe uno, corresponde
al músculo posterior, pero la posición es mas céntrica (figu-
ra 16, 1). La ostra es un ejemplo familiar de esta especie de
bivalva; cuando la línea del manto se extiende como una
curva no interrumpida desde la impresión muscular anterior
á la posterior (fig. 19, 4), puede inferirse que el habitante de
la concha no tenia sifón, ó era muy pequeño, ó no retráctil;
si la línea se dirige hácia el centro antes de llegar al músculo
adductor posterior (fig. 15, 19, 8), indícase con esto la pre-
sencia de un sifón retráctil; si existe el pié, sus músculos
PALEONTOLOGIA
47°
retráctiles suelen dejar señales marcadas en el interior de las
valvas. En algunas de las conchas del grupo inclusa, que son
prolongadas, los sifones no pueden contenerse dentro de la
concha, y quedan por lo tanto fuera, como se observa en el
género psammobia (fig. 13, g, g) y en los pholas. El manto
es aquella porción de la piel del lamelibranquio, que después
de cubrir las visceras, las branquias y el pié, toma la forma
de láminas y lóbulos (fig. 13, ab), para rodear la concha
que produjo, y constituir en caso necesario tubos respira-
torios.
Mas de una tercera parte de las conchas fósiles conocidas
pertenecen á las bivalvas ordinarias de la clase de los acéfa-
los testáceos, y su número asciende á seis mil, ó mas, mien-
tras que las especies recientes exceden apenas de la mitad
de este número. Sin embargo, es un grupo que alcanza su
máximum en los mares actuales. Los géneros son siete veces
mas numerosos en el terciario plioceno que en los terrenos
antiguos; la cifra de las especies del silúrico apenas llega á
ciento, mientras que el cretáceo contiene quinientas, y el
mioceno ochocientas. De ciento cincuenta géneros, treinta
y cinco se han extinguido, además de muchos sub géneros.
Las familias de las ciprinidas, astartidas y anatínidas, ya
pasaron por el desarrollo máximo; las tringonidas, han
desaparecido casi, y las hipurítidas se extinguieron por com-
pleto.
Las bivalvas monomiárias y otras de manto abierto,
alcanzan un grado importante en un lejano periodo, y con
ellas las familias de las miacidas y anatínidas; mientras que
las conchas de sifón superiormente organizadas, como las
veneridas y tellínidas, desconocidas en las mas antiguas
rocas, son muy abundantes en la actualidad.
La familia de los ostreidas, que se distingue de las peines
y de las anomias por apoyarse en la valva izquierda, contiene
dos formas fósiles: de estas, la exogyra se asemeja á una
ostra, y es una concha fija, característica del terreno cretá-
ceo. El género gryphíea(fig. 17, 1) abunda en el jurásico, las
conchas de las varias especies conocidas no están fijas, y el
ápice de la valva mayor se encorva hácia dentro como en
espiral. Solo se encuentra una especie de ostra en la caliza
carbonífera; pero después aparecen abundantes, y con difi-
cultad se distinguen de algunas de las vivas.
Se han obtenido diversas modificaciones curiosas de las
anomias y placunas es estado fósil. Las limanomias (Bou-
chard) tienen como unas orejas, lo mismo que las limas, y
están fijas en conchas y corales del período devónico. Las
placunopsis, halladas en las oolitas, presentan una cavidad
trasversal del ligamento, que como el ápice de la valva
superior, está dentro del borde de la concha hasta cierto
punto.
Los pectinidos fósiles son muy numerosos: algunos de
ellos procedentes de la caliza carbonífera, no se pueden dis-
tinguir genéricamente de las especies actuales, conservando
algunas hasta fajas divergentes de color; pero la mayor parte
de las antiguas especies afectan la forma aviculoidéa (figu-
ra 16, 1), y el área de la charnela está acanalada por los car-
tílagos, como se observa en las arcas. Las mas bellas formas
aparecen en la creta y en la arenisca verde, asemejándose á
los modernos pecten (janira, Schum) por la desigualdad de
las valvas; pero que se caracterizan además por la presencia
de dientecitos, como en los espóndilos. Estos últimos cons-
tituyen el género neithea (fig. 17, 2); las plicátulas se encuen-
tran en el triásico, jurásico y cretáceo, juntamente con las
conchas que dudosamente se consideran como hinnites y
espóndilos. Los hinnites (sub-género segregado del pecten)
existen en el cretáceo y en el mioceno, y los espóndilos
en la arenisca verde y en la creta. Algunos de ellos, como el
plagiostoma espinosum, no están fijos; otros se asemejan al
moderno Sp. Gusonii, y se han llamado dianchora. La capa
interior donde está la charnela de estas conchas se conserva
muy rara vez. La lima proboscidea aparece primero en la
oolita inferior, continúa en la grande oolita y en la roca de
Kelloway; la lima duplicata y otras especies oolíticas, pre-
sentan dos series de dientecitos en la charnela, pero no como
los de la reciente especie limacea. Las grandes limas, lisas
ó estriadas, de las oolitas, han recibido el nombre de plagios-
tomas.
a Ligamento — b Apice ó uafes — / Lúnula — n Charnela — m Impresión
muscular anterior — u Impresión muscular posterior — p Impresión
paleal
Las ostras de perlas, mejor madreperlas (aviculidos) son
también fósiles muy abundantes; pero á causa de la frecuente
repetición de formas semejantes, es difícil determinar el
ge'nero con algún grado de certeza, solo por el exámen de
los caractéres exteriores. La mayor parte de las especies
silúricas pertenecen al género pterinea, Goldfuss, y presentan
anchas expansiones y estrías longitudinales. Las ambony-
chias, Hall, se asemejan á los inoceramus, y extiéndense
desde el terreno silúrico al carbonífero (fig. 16, 3). El gé-
nero silúrico cardiola ofrece cierta analogía con la almeja;
y las posidonomyas, que se encuentran en todas las rocas
paleozoicas, son muy delgadas, y presentan surcos con-
céntricos. Se han propuesto otros muchos géneros cuyos
caractéres son imperfectamente conocidos. Los monotis
(salinarius), una délas conchas comunes del triásico, carecen
de expansión anterior; las pteroperas (Lycett), formas oolíti-
cas, presentan una concha aliforme, con numerosos diente-
citos anteriores y anchas láminas en la parte posterior. El
género Gervilia (fig. 1 7, 4), extendido desde la caliza carbo-
nífera hasta la creta, está representado por conchas prolon-
gadas, con varias cavidades cartilaginosas; las Bakewelias,
del pérmico, tienen una impresión muscular anterior, como
las arcas; el reciente género perna, que comienza en el lias,
ó en la formación precedente, ofrece gran variedad de for-
mas; el pulvinites Adansonii (fig. 17, 3), parece haber sido
una perna con un agujero para el biso como en la anomia;
y el inoceramus (fig. 17, 5), característico del cretáceo y
jurásico, difiere principalmente de la perna por la forma,
siendo la valva mas grande algunas veces y arrollada á la
manera del nautilus. El género pinna, que parece pertenecer
á esta familia, aunque provisto de dos músculos adductores,
se halla en estado fósil en el terreno devónico y en los
siguientes. Algunas de las especies oolíticas, designadas con
el nombre de trichites, son inequivalvas é irregulares, y
alcanzan mas de una pulgada de grueso, asemejándose á
masas minerales de carbonato de cal fibroso.
Entre los mitilidos hay muchas especies silúricas que se
ACEFALOS
471
distinguen por la cicatriz redondeada que se ve en la parte
anterior, y otras por la línea recta de la charnela y sus valvas
plegadas. La mialina (fig. 16, 4) se encuentra en las rocas
paleozoicas superiores; en las recientes septíferas y dreisenas
el músculo anterior adductor está algunas veces sostenido
en una especie de reborde. Los mitilos propiamente dichos
y las modiolas abundan en el terreno jurásico, las dreisenas,
confinadas ahora á los rios de la región cáspia, ó solo natu-
ralizadas en la Europa oriental, tuvieron por representantes
á muchas especies, algunas de ellas de gran tamaño, en el
eoceno de Hampshire y en el mioceno de Viena.
Las arcas fósiles son mucho mas numerosas que las re-
cientes, perteneciendo las mas á la división de las cucullelas,
de las que solo sobrevive una especie en el Mar del Coral.
Las arcas paleozoicas tienen dientecitos anteriores como las
arcas, y posteriores como las cuculleas, difiriendo de ambas
por ser muy reducida el área de la charnela, hasta el punto
de formar una estrecha línea que corresponde con la mitad
posterior, solo en las conchas recientes. Las impresiones de
las conchas semejantes á las arcas en las rocas silúricas se
distinguen además por ofrecer un profundo surco detrás de
la impresión muscular anterior, constituyendo el género cte-
nodonta, de Salter, caracterizado por sus dientecitos, como
las núculas,y su ligamento externo muy prominente (fig. 165).
Algunas de las arcas oolíticas, que tienen los dientes poste-
riores muy largos y paralelos, constituyen un sub género de-
signado con el nombre de macrodon (fig. 17, 6); otras, que
presentan un área ligamentosa estriada, forman el género
isoarca de Munster (fig. 17, 7). Solo se conocen unas dos-
cientas especies fósiles de los géneros núcula y leda, dise-
minada en todos sus terrenos. Las especies paleozóicas son
de forma anómala, y cuando se conozcan mejor, se conside-
rarán seguramente como géneros distintos. La Yoldia es una
forma característica del terciario mas moderno de las altas
latitudes del Norte; y las solenellas existen fósiles en Pata-
gonia y la Nueva Zelanda. Se supone que el género proble-
mático solemya, ha existido en el período carbonífero. Los
pectunculus aparecen primero en el horizonte cretáceo,
siendo menos antiguo que los limopsis, los cuales se en-
cuentran en la oolita de Bath. Un individuo del último gé-
nero hallado en el eoceno de Bélgica tiene el arca ligamento-
sa enteramente detrás de la cavidad del cartílago, y ha sido
designado por Mr. de Orbigny con el nombre de nucunella.
Los trigonidos están representados en el terreno silúrico
inferior por la lirodesma (fig. 16, 6), concha que presenta
varios dientecitos en forma de radios y estrías trasversales;
y en los paleozóicos superiores por los axinus (fig. 16, 7), y
por otros varios géneros imperfectamente conocidos; el axi-
nus se encuentra en el pérmico de Durham y Harford, cerca
de Manchester. El triásico contiene verdaderas trigonias aso-
ciadas con el género mioforia (fig. 1 7, 8) que tiene los nates
vueltos hácia fuera, y dientecitos posteriores. El único re-
presentante de esta familia hallado hasta ahora en el terreno
terciario es el diminuto género werticordia, del crag. Aun-
que pasan de 1 00 las especies encontradas en los terrenos
secundarios, solo viven dos en las costas del sur de Aus-
tralia.
Los unionidos, de gran tamaño y diversas formas, se ha-
llan en el piso weáldico, no distinguiéndose genéricamente
de las especies recientes; pero los del carbonífero y de las
mas antiguas rocas son en extremo problemáticos, y hasta
podrían corresponder á géneros marinos.
Del género chama se encuentra una especie en la arenisca
verde superior y en la creta de Inglaterra, y otro en la arcilla
de Lóndres; en todos los demás puntos son menos abun-
dantes, contándose en junto treinta especies. Muy afines á
las chamas son las diceras, cuyas notables impresiones lla-
man sobremanera la atención (fig. 18, 1). Encuéntranse en
el coral rag de Francia y en otros puntos; aseméjanse á los
cuernos de un animal; la concha está fija por el ápice de
una de las valvas, como se observa en algunas de las recien -
tes especies de chamas. El músculo posterior adductor está
sostenido por una protuberancia, como en las paquidesmas
fig. 16 — bivalvas paleozoicas
1 Aviculopecten, sp.; Carbonífero de Bélgica
2 Posidonomya Becheri ; Carbonífero de Hesse
3 Ambonychia vetusta, Sby. ; Carbonífero de Bélgica
4 Myalína Goldfus-»i, Dk. ; Carbonífero de Wise
5 Ctenodonta cuneata, Hall-; Silúrico del Canadá
6 Lyrodesma plana, Conrad ; Silúrico del rio Hudson
7 Axinus obscurus, Sby.; Pérmico de Durham
S Conocardium armatum, Ph-; Carbonífero de Tournay
9 Pleurophorus costatus. T. B-; Pérmico de Durham
10 Grammysia cingulata, His.; Silúrico de Ludlow
1 1 Edmondia, sp. ; Carbonífero de Bélgica
megalodon, y modernas cardilias, debiéndose á ello que se
forme un surco espiral en cada valva correspondiente á dicha
impresión. Las conchas que siguen á las diceras en el hori-
zonte inferior cretáceo suelen tener la valva derecha mucho
mas pequeña que la izquierda, y en un caso (fig. 18, 2) se
asemeja al opérculo de una valva espiral. La única especie
británica de este grupo es la Requienia Lonsdalii, que se
encuentra en la arenisca ferruginosa de Bowood. En Fran-
cia, y también en Tejas, existe otra forma con la valva fija
sencilla y cónica como un hipurites; la cavidad ligamentosa
es recta, y el nates de la valva libre marginal.
Estas conchas son tan íntimamente afines á las hippuriti-
das, que la Requienia se ha comprendido á menudo en el
orden de los rudistas. Los representantes del grupo de los
hippurites están fijos como las ostras, y se encuentran con
frecuencia en gran número, llenando considerables espacios.
Sus valvas son de estructura distinta, y están articuladas por
dos dientes protuberantes en la parte superior y la inferior;
el ligamento es interno, pero exteriormente lleva un surco
ligamentoso bien marcado. Cuéntanse cerca de cien especies
características del terreno cretáceo, y muy particularmente
de la creta media llamada caliza hipuritica. En Inglaterra,
solo se encuentran las dos especies radiolites Mortoni y ca-
prinella triangularis; las demís son délas Indias Orientales,
del sur de Europa y de Argel. La forma que mas analogía
ofrece con el género chama, corresponde al reducido capro-
tina (fig. 18, 7), cuya valva superior tiene un nates marginal;
pero por lo demás, es como una miniatura del radiolites. La
caprina, de Orbigny, tiene la valva libre perforada por cana-
les ó surcos que se abren en el borde interno; en las capri-
nellas, la lámina exterior de las dos valvas presenta esta
estructura. Una de las valvas es algunas veces espiral (figu-
ra 18, 6), hallándose dividida interiormente por numerosos
PALEONTOLOGIA
472
, pues se encuen
AS SECUNDARIAS
de Francia
H' — BIVALVAS secundarias
Gryphiea arcuata, Lam. ; Liásico de Charmouth
Peden (Neithea) quinquecostatus, Sby.; Creta de Su:
l’ulvinites Adansoni, Defr.; (molde interior) -Creta
Rochela
Gervillia anceps, Dh. ; Arenisca verde de la isla de V
Inoceramus sulcatus, Park ; Gault de Folkestone
Cuculla-a (Macrcdon) Hirsónensis, D’Arch.; Grande
de Minchinhampton
Isoarca cordiformis, Schloth.; Cretáceo
de Nattheim
phoria decussata, Münt.j Triásico de S- Cassian
tabiques dispuestos con tanta regularidad, que se asemeja
por este concepto al nautilus. En el radiolites (fig. 18, 5), las
dos valvas son cónicas, y el nates de la que está libre, mar-
ginal en la concha muy joven, en la adulta llega á ser cen-
tral. La estructura de la charnela se modifica por la falta de
de la
Wight
’ *
disposición espiral en las valvas; pero es esencialmente la
misma que en las caprotinas y diceras; los dientes protube-
rantes de la valva superior sostienen láminas encorvadas
para la inserción de los músculos adductores. En los hippu-
rites la lámina muscular anterior se proyecta horizontalmen-
te, y la posterior en sentido vertical, como un tercer pié, con
el cual se le confundió á menudo.
Por su estructura y aspecto muchos consideraron á los
hippurites como cefalópodos, otros como braquiópodos, y
hasta como anélidos algunos; pero demostrada por Cuvier
su naturaleza de lamelibranquios, admitióse su agrupación
entre los camaceos y cardiádidos, propuesta por los señores
Quenstedt y Woodward.
Las cardidas ocupan hoy una extensa área de dispersión,
como la tuvieron también en otro
tran en todos los terrenos desde el silúrico. Los fósiles mas
comunes de la tribu de los cardium están guarnecidos de
estrías concéntricas á los lados, ofreciendo como unos radios
en la valva superior, adorno casi único entre las doscientas
especies recientes. Parece que las almejas del Caspio han
existido en la región de este nombre casi desde mediados
de la época terciaria ; el número de dientecitos queda redu-
cido á uno ó dos en cada valva, y á veces faltan en la con-
cha jóven. El lithocardium aviculare (fig. 19, 7) es una con-
cha característica de la cuenca de Paris y se asemeja á la
tridacna oriental, de la que se encuentra una especie en el
mioceno de Polonia. El género conocardium (fig, 16, 8),
de los terrenos silúrico superior y carbonífero, es notable
por la estructura prismático celular de su concha, y la trun-
cadura del lado posterior de las valvas, provistas en algunas
especies de delgados apéndices en forma de sifón.
Los Iucínidos, análogos á las almejas por ciertos detalles
de su estructura, abundan también en estado fósil, siendo
igualmente extensa su área de dispersión. Se reconocen co-
munmente, aunque solo sea como impresiones internas, por
su forma circular y el reborde oblicuo de su disco. Las im-
presiones de las lucinas presentan asimismo el estrecho
contorno peculiar del músculo anterior adductor, ya des-
prendido. Los géneros criptodon, diplodonta, kellia y pythi-
na se encuentran en el eoceno; las corbis con el sub género
sphaera comienzan en el triásico; otra modificación del
mismo está representada por el unicardium de Orbigny, de
las oolitas y la creta; por último, la Tancredia (Licett), con-
cha triangular y comprimida, con una charnela análoga á la
de los corbis, es frecuente en el liásico y en la oolita.
Los cicladidos de agua dulce están representados en la
formación weáldica y en el eoceno por muchas especies de
cyrena, las mas de ellas de reducido tamaño: la reciente
corbícula fluminalis, propia de los rios orientales, es un fósil
común del terciario plioceno en Inglaterra y Sicilia.
Los ciprínidos y astartidos son mas abundantes como con-
chasfósiles, que alcanzaron en otros tiempos un área de dis-
persión mas extensa que en la actualidad. En catálogo figu-
ran cerca de cien especies de ciprinas que comienzan en el
triásico, ofreciendo en las mas antiguas especies una charnela
algún tanto especial. Las isocardias son casi tan numerosas,
y tienen la misma distribución ; pero muchas de las conchas
fósiles que con aquellas ofrecen analogía son realmente
afines á las anatinidas. Atribúyese mayor antigüedad á los
cipricardias, género muy escaso ahora, y difícil de obtener á
causa de su habitat. Los pleurophorus paleozoicos (fig. 16, 9)
se distinguen por la impresión muscular anterior, y los me-
galodon (Sowerby) por el repliegue que sirve de apoyo al
músculo posterior; este género está representado en las
oolitas por los pachyrismas, y en los mares terciarios y mo-
dernos por las cardilias.
El género astarte, limitado ahora á una docena de espe-
cies en el norte del Atlántico y en los mares árticos, está
asimismo extensamente distribuido, contándose doscientas
especies en el Prodromo de Orbigny, las cuales comienzan
Fié. /<?.— bi
1 Diceras aritinum, Lam ;
2 Requienia ammonia; Neocómico de Francia
3 Monopleura trilobata, D’Orb. ; Neocómico de Orgon
4 Hippurites Toucasiana, D’Orb.; Creta de Francia
q Radiolites angeiodes, Lam. ; Creta de Gosau
6 Caprinella Boissyi, D’Orb.; Creta del Valle de Alcántara
7 Caprotina semistriata, D’Orb.; Creta de Mans
rY\T .riFXTFP A:
en el periodo liásico. Las crasatellas son comunes en el
terreno cretáceo y en el terciario de Europa. Afine al astarte
es el extinguido género opis (fig. 19, 3), del cual se conocen
cuarenta y dos especies en los terrenos secundarios; las
cardinias (fig. 19, 2) son características del liásico y de las
oolitas. En los terrenos secundario y terciario se encuentran
mas de cien especies del género cardita, inclusas las veneri-
cardias; de las cincuenta formas recientes, solo una es ártica,
y se encuentra en los depósitos glaciales de Inglaterra; el
TERÓPODOS
473
género afine myoconcha es característico de las mas anti-
guas rocas secundarias; el hipopodium corresponde al
liásico.
Los veneridos son esencialmente característicos del pe-
ríodo terciario y de los mares actuales; en las oolitas se
encuentran algunas especies de venus, hallándose las cythe-
reas mejor marcadas en la arenisca verde; los géneros arte-
mis, trígona, lucinopsis, venerupis y tapes, aparecen en el
terciario medio; el denominado petricola en el eoceno. La
única forma extinguida es la llamada Grateloupia (figu-
ra 19, 8), que difiere poco de la trígona.
Fig. 19.— bivalvas secundarias y terciarias
1 Pachyrisma septiferum, Bur.; Coralrag de Meuse
2 Cardinia hybrida, Sby. ; Liásico de Gloucester
3 Opis lunulatus, Mili.; Oolita de Bayeux
4 Tancredia securiforrais, Dkr- ; Liásico de Sajonia
5 Sowerbya crasa, D’Orb.; Oxfórdico de las Ardenas
6 Goniomya sciipta, Sby.; Roca de Kelloway
7 Lithocardiura aviculare, Lam.; Eoceno de París
8 Grateloupia irregularis, Bart.; Mioceno de Burdeos
9 Teredina personata, Lam-; Eoceno de Bognor
Las mactras y tellinas son también grupos comparativa-
mente modernos: las mas de las supuestas especies oolíticas
corresponden á los lucínidos, excepto la Sowerbya ( figu-
ra 1 9, 5 ), que se encuentra en las oolitas de Maltón y
Portland. Los géneros psammobia y mesodesma son de la
arenisca verde; los donax y syndosmya, del eoceno; las
gastranas (venerupis, Lam.) y lutrarias, del mioceno; la lu-
traria rugosa, que aun existe en la costa de Portugal, se
halla fósil en la costa levantada de Sussex.
Las mas antiguas formas de solénidos son las que tienen
la línea dorsal interna transversa (solecurtus), que se encuen-
tran en el neocómico, mientras que los verdaderos solen y
glicimeris aparecen por primera vez en el horizonte eoceno.
El género mya, reducido á las especies semejantes al M. are-
naria, se encuentra solo en el terciario mas moderno; el
género corbula se extiende desde las oolitas inferiores; las
neeras son de la arenisca verde superior, y las thetis ( po-
romya, Forbes), del neocómico.
En el jurásico, oolítico, cretáceo y terciario de todas las
partes del mundo se han obtenido unas cien especies del
género panopsea, muy semejante á las myas, y que con difi-
cultad se distinguen de las formas igualmente numeroba^ de
anatinidos que estuvieron asociadas á las pholadoirqas á
causa de la tenuidad de sus valvas finamente granuladas, el
género myacites hállase fósil en las rocas paleozoicas ) se-
cundarias; algunas de las especies oolíticas y cretáceas se
distinguen por los surcos en forma de \ (fig- 1 9> ^)* .
numerosas son aun las formas de las pholadomyas osi es
diseminadas desde el lias, pero reducidas á una so a, a
cecual, que vive en el mar de los Caribes. Las pan oras
aparecen primero en el terciario mas antiguo. Entre los gé-
neros extinguidos de esta familia, figuran las gramisas silú-
ricas (fig. 16, 10), con valvas plegadas transversalmente; la
Edmondia carbonífera (fig. 16, 11), que se distingue por
sus anchas láminas cartilaginosas oblicuas; la cardiomorpha
paleozoica, semejante por su figura á las isocardias, y el
keroinia oolítico, cuya figura se parece también á la de la
almeja. Las cercomyas son anatinas oolíticas, con la extre-
midad posterior de las valvas muy atenuada.
El género gastrochena aparece en las oolitas inferiores, y
con frecuencia se conservan impresiones de sus surcos des-
pués de la descomposición del coral donde se formaron. Las
clavagellas se encuentran en la arenisca verde superior, y
los aspergillum en el mioceno y plioceno; las saxicavas son
del terciario mas reciente y de las costas levantadas del
norte de Europa; la gran especie, comunmente llamada pa-
noptea de Noruega, es un fósil característico del plioceno
mas moderno de Bretaña.
Los foládidos aparecen primeramente en el terreno jurá-
sico. Se han descubierto formas semejantes á la reciente
martesia striata en la madera fósil del liásico y en la arcilla
de Speeton; la Jouannetia (Desm.) filé conocida en un prin-
cipio como fósil del mioceno, y los pholas son del terciario
mas antiguo. Las especies extinguidas de teredos se hallan
en la madera silicificada de la arenisca verde de Blackdown,
y en los frutos fósiles de palmera del Brabante y Sheppy. Los
troncos fósiles de la arcilla de Londres suelen estar perfora-
dos por estas conchas, y también por la extinguida especie
teredina (fig. 19, 9), que se asemeja á la martesia por el
escudo del ápice; cuando adulta, no solo cierra la abertura
anterior del pié, sino que une sus valvas, cimentándolas
como en los aspergilos. Se han obtenido ejemplares en los
que todo el interior de las valvas y el tubo habían adquirido
un excesivo espesor hácia el fin de la vida por las capas su-
cesivas de concha.
| CLASE III — CEFALIDOS
Sobre tres cuartas partes de los moluscos son cefálidos,
es decir, que tienen una cabeza bien marcada, comunmente
con ojos y tentáculos, ofreciendo la boca un órgano mastica-
torio especial y complejo para la digestión.
El manto, propiamente dicho, formado por un repliegue
de la piel, se forma de ordinario en la superficie dorsal, y se
relaciona en sus funciones con el órgano respiratorio y la
concha. Por la conservación de esta última sabemos que
este gran grupo de los moluscos data de los antiguos sedi-
mentos silúricos.
ORDEN I— TERÓPODOS
Los terópodos, se llaman así por ofrecer como órganos
locomotores dos expansiones membranosas en forma de
aletas, de lo cual deriva el nombre que llevan que significa
alas en los piés, como demuestra la siguiente figura (n.° 20, C).
Son pequeñas especies, marinas y flotantes, que pueden
haber dejado vestigios de su existencia en los depósitos del
mas profundo océano. En este orden aparece una gran diver-
sidad de formas; algunas especies de hyaliea (fig. 20) son casi
globulares; otras, como ciertas cloedoras, muy largas y del-
gadas. La concha se caracteriza siempre por la delicadeza y
trasparencia de su textura; y difiere menos de la forma ordi-
naria de la univalva espiral en el género spiriales y otros
fósiles afines. En las limacinas, las vueltas de espira se redu-
cen á una y media; en las hyalasas (fig. 20), la concha se
asemeja á una bivalva en la que las dos valvas se hubieran
60
Tomo IX
474
PALEONTOLOGÍA
unido á lo largo del ápice h , dejando una estrecha abertura
de frente y á los lados de la valva ventral g; es mas convexa,
y la dorsal f mas saliente, pasa de la abertura /, por donde
salen los lóbulos natatorios y la cabeza. En las cleodoras se
estrecha la concha prolongándose, y las dos mitades se unen
por los lados, de modo que solo dejan una abertura anterior.
Las conchas fósiles de los géneros hyalaea y cleodora, se
encuentran en el terciario mas moderno de Italia, juntamente
con las viginellas, afectando una forma afine á la Cuvieria
(fig. 22 ), pero la existencia de los teropodos en las rocas mas
C
Fig. 20. — HYAL/EA TRIDEXTATA
antiguas es sumamente vaga y dudosa. Los evomphalus
(fig- 25) 4)i que caracterizan estas rocas, tienen opérculos
multiespirales calizos, como los recientes ciclostremas (ad-
corbis); el género Maclurea, que se ha considerado como un
evomphalus, es probablemente muy distinto; tiene un grueso
opérculo espiral, con la estructura interna de las neritas:
encuéntrase en las mas antiguas rocas silúricas de Escocia y
de la América del Norte. En el eumphilus nigosus del car-
bonífero de Illinois las vueltas de espira giran al rededor de
un somero y ancho ombligo; el evuliomphalus es como un
evomphalus incompletamente arrollado; las Maclureas se
parecen á estos últimos con una espira deprimida; las con-
chas llamadas theca son delgadas y cónicas; las pherothecas
tienen una expansión aliforme, y las conularias (fig. 25, 10),
presentan su extremidad dividida. Si estas conchas son teró-
podos, pueden considerarse como los gigantes del orden.
ORDEN II— GASTERÓPODOS
ojos l; los piés se componen de la aleta B y el disco d ■ la
cola está formada por la hoja e y el opérculo/ con su super-
ficie de enlace; / es el cuello, m el buche, ti el estómago, 0
el intestino, p el hígado, q el riñon, ¿ el corazón, h la cavidad
branquial, i la branquia, y u v los principales ganglios del
sistema nervioso.
La concha del atlanta es notable por la belleza y simetría
de su forma , por la pureza del color y delicada textura, y
también porque en ella se reúnen dos condiciones referentes
al tejido; á saber, que una gran porción de la boca, ó parte
últimamente formada, se conserva en un estado de blandura
flexible, casi cartilaginosa, mientras que el resto de la concha
es vitreo, de donde fácil es comprender que solo esta parte
ha podido fosilizarse, circunstancia que debe recordarse al
estudiar estas conchas fósiles, que por su simetría se aseme-
jan á los nautilos, de los que solo se diferencian por carecer
de cavidades aéreas. Tales fósiles corresponden probable-
mente á los nucleobranquios, y en particular á la división
cuyo tipo es el atlanta. El género porcelia, característico del
período carbonífero, tiene una concha discoidea, con un
núcleo espiral que se proyecta, como en dicha especie típica,
desde el lado derecho. Otro género (bellerophon), se asemeja
á los recientes oxigyrus por suforma masglobulosa (fig. 25, 7).
La concha es algunas veces delgada, y la abertura se
prolonga en forma de trompa, mientras que otras especies
son globulares y sólidas; en el primer caso, puede haber
pertenecido la concha á grandes animales que vivieran en la
superficie del mar; y en el segundo, parece que tendrían
mas bien por objeto proteger al individuo al arrastrarse por
el fondo de las aguas, pues no se puede insistir en que todas
las especies fueran por necesidad flotantes á causa de su
organización. Las especies de bellerophon son numerosas
en todas las rocas paleozoicas; algunas de las mas pequeñas
parecen haber vivido agregadas. La bellerophina de Orbigny
es una diminuta concha que se encuentra en el gault (terreno
cretáceo medio).
La familia de los firólidos comprende los nucleobranquios
en que falta la concha, ó es muy pequeña comparativamente
con la masa del animal. En el terciario medio de Turin se
ha encontrado una sola especie del género carinaría, la mas
hermosa del grupo, que tiene una concha hialina semejante
por su forma á la del argonauta, y suspendida del cuerpo.
En los moluscos cefalidios gasterópodos, el disco muscular
o pie destinado á la locomoción, se desarrolla mas ó menos
en la superficie ventral del cuerpo.
ORDEN NORMAL
En la mayoría de los gasterópodos la concha es univalva-
espiral, cuyas variedades se observan en una inmensa serie
ORDEN ANORMAL
En los nucleobranquios, de los que puede considerarse
como tipo el atlanta oceánica, el pié se halla tan poco desar-
rollado como en los neumodermos y en otros terópodos.
Existen dos familias de moluscos nucleobranquios: los
firólidos, de cuerpo grande y desnudo, y los atlántidos, que
se pueden ocultar en su concha, cerrándola con un opérculo.
Las formas fósiles conocidas corresponden principalmente á
la última división. Así el animal como la concha son simé-
tricos, si no enteramente, casi del todo; el núcleo de la
segunda es pequeño y espiral.
Las partes blandas del atlanta se dividen en dos regiones,
indicadas en la fig. 2 3; la primera, ó principal parte carnosa
del cuerpo, está fuera de la concha, y la paleal ó visceral
dentro. La parte carnosa comprende el lóbulo cefálico A, el
pedículo B, y la cola ó lóbulos operculígeros t f. La cabeza
ó lóbulo cefálico consta de la boca a , los tentáculos b, y los
de fósiles. La forma mas sencilla de concha univalva es el
cono, que puede ser muy deprimido, como en el género um-
brella, ó sumamente alto y contraido, como en los dentalios,
o de mas comunes proporciones en las patelas. La extremidad
del cono es siempre oblicua y excéntrica, dirigida en estas
ultimas conchas hácia la cabeza; pero en otros gasterópodos
hacia la extremidad opuesta del cuerpo. La univalva espiral
se arrolla algunas veces en el mismo plano, según se observa
en los planorbis; pero mas comunmente en dirección oblicua
como en el tritón (fig. 24). El ápice de la concha * está
formado por el núcleo, ó parte que se desarrolló en el huevo;
ORDEN NORMAL
475
las vueltas de espira de la concha, w u>, se llaman espiras, I vientes, la desproporción es mayor aun: en los catálogos de
siendo w, ac la del cuerpo; las líneas ó cavidades formadas fósiles se enumeran unos trescientos caracoles de tierra, y como
por la unión de las vueltas de espira son las suturas, s s; las
espiras que hay mas arriba de la del cuerpo constituyen la de
la concha,/* i. a.
Como regla constante, la univalva espiral, vista en la
posición en que la llevaría el individuo, avanzando delante ¡
del observador, se retuerce desde la extremidad hácia abajo,
de izquierda á derecha, dirigiéndose la espira oblicuamente i
á la derecha; pero en algunos géneros, como por ejemplo
en las clausilias y las physas, la concha se retuerce en opuesta
dirección, en cuyo caso se llama inversa ó sinistrorsa. La
parte alrededor de la que da vueltas el cono espiral se llama
columnilla o , (fig. 24). La columna central es algunas veces
sencilla, y otras asurcada ó plegada ; en ciertas conchas es
sólida, y en varias hueca, como en los solarium y dolium,
en que se ve á la izquierda la estrecha abertura elíptica de
la columnilla, recibiendo el nombre de fosa umbilical. Así
en los solarium como en las Philipsia, el ápice de la concha
está invertido, y solo se puede ver mirando por la fosa um-
bilical.
La ancha abertura que constituye la base de la univalva
espiral está limitada por un reborde exterior (fig. 24, pe, ac),
y otro interior; este último presenta una suave superficie
convexa por la que se desliza el pié del gasterópodo para
alcanzar el suelo. En muchas univalvas, la abertura de la
concha es entera, y en otras está interrumpida; también
puede suceder que el perístoma se halle cortado por una
escotadura como el que separa el reborde exterior de la fosa
umbilical, ó hallarse perforado por uno ó mas agujeros, ó bien
que una parte de él forme un canal ó sifón; este último
(fig. 24, ac) se llama algunas veces canal anterior, y el agujero
que hay en la extremidad opuesta del perístoma, canal
posterior (pe). Estas modificaciones son importantes por la
constancia de su relación con ciertas condiciones de los
órganos respiratorios. Así por ejemplo, todos los pectini-
branquios gasterópodos en que el agua es conducida á la
concha por un tubo muscular ó sifón, tienen el borde de
la abertura escotada ó en forma de canal, ac, el posterior,/*,
es anal; algunas veces está representado por una hendidura,
como en las scissurellas, ó es un tubo, según se ve en los
typhis, ó ya en fin una perforación, como en las fissurellas,
ó una serie de agujeros, como en los haliotis.
La relación de estas modificaciones de la concha univalva,
dadas á conocer por la anatomía, nos permite juzgar en
general, por una concha fósil, de la esfera de existencia, del
medio respiratorio y hasta cierto punto del alimento y cos-
tumbres del animal extinguido. Los gasterópodos que pri-
mero aparecen en los terrenos paleozóicos tienen bocas
enteras; las especies de sifón no se encuentran mas abajo
del básico, y van aumentando en número desde los horizontes
terciarios hasta las playas actuales.
Las univalvas fósiles, ó sea los restos de conchas espirales
y semejantes á las patelas, no faltan sino en las muy antiguas
rocas fosilíferas. Desde el silúrico inferior, donde se encuen-
tran cerca de cien especies, correspondientes á unos diez
géneros, aumentan en número y variedad, lenta y regular-
mente, hasta los terciarios mas modernos, que han dado diez
veces mas géneros, y muchísimas mas especies. El número
total de univalvas fósiles marinas no llega á seis mil, mien-
tras que las recientes exceden de ocho mil, y aunque puede
esperarse que se descubrirán mas especies fósiles nuevas, es
evidente que en comparación con las condiciones pasadas,
el grupo de las univalvas solo alcanza en la actualidad el
máximum de su desarrollo.
Entre las especies de respiración aérea extinguidas y vi-
una mitad de pulmonados de agua dulce; pero la mayor
parte de estos son especies recientes, y el total figura en
pequeña proporción comparado con el número de los cara-
coles vivos, que exceden de cuatro mil. Que han existido
muchos mas en un principio es cosa indicada por el hecho
de que los caracoles de tierra fósiles de los antiguos tercia-
rios de Europa son del todo distintos de sus sucesores exis-
tentes, hallándose los mas representados en la actualidad en
las Indias orientales y el Brasil. Las formas genéricas pecu-
liares á las Islas oceánicas son mas numerosas que las de los
continentes, como si este orden hubiera sido importante en
algún tiempo;, pero las circunstancias favorables á su petrifi-
cación deben haber escaseado tanto, que no puede esperarse
la probabilidad de obtener mas datos para facilitar su estu-
dio.
Atendido el gran número de gasterópodos existentes, y
los muchos detalles que se obtuvieron en los últimos años
respecto á su textura y costumbres, podía esperarse que las
afinidades de las univalvas fósiles serian fácilmente recono-
cidas, pudiéndose interpretar bien sus indicaciones; pero no
sucede así. Las conchas univalvas no presentan señales inter-
nas tan fáciles de estudiar como las de las bivalvas, y que
ofrezcan los carácteres esenciales de las partes blandas; y en
cuanto á las formas exteriores, están á menudo tan disfraza-
das, que inducen fácilmente en error. Las conchas de cual-
quier familia pueden ser de forma de paleta, turriculadas,
discoideas, lisas ó con adornos. Lo que debe desearse sobre
todo es averiguar si han sido anacaradas ó porcelanosas; si
el ápice ó núcleo presenta particularidades; y si el opérculo,
caso de que fueran operculadas, era inulti espiral ó no.
Algunos autores de los que modernamente han escrito
sobre gasterópodos fósiles han creído reconocer representan-
tes de las mas comunes familias y géneros actuales entre los
de terrenos mas antiguos, si bien es cierto por otra parte que
lo que toman por melanias son conchas marinas; los supues
tos bucinum carecen de escotadura; los solarium son aperla-
dos; las neritas ofrecen, cuando adultas, la abertura irregular
de los pileopsis; las naticas carecen de opérculo espiral; y
1 las Maclurea ostentan conchas sinistrorsas.
Cuanto mas de cerca se examinan las univalvas paleozói-
cas, tanto mas parecen diferir de los tipos comunes recientes,
y si se quieren encontrar formas afines, deben buscarse en-
tre las mas escasas y pequeñas, y menos estudiadas conchas
modernas.
PALEONTOLOGIA
476
ESTROMBIDOS. — Los strombus, á pesar de sus conchas
marinas, se asemejan á los frágiles nucleobranquios en ciertos
conceptos: tienen la misma dentición lingual, é idénticas
costumbres carnívoras; y aunque viven en el fondo del mar,
mas bien saltan que se arrastran, hallándose provistos de un
pié estrecho y de un lóbulo operculifero profundamentedividi-
do. Como característicos de las zonas mas cálidas de los mares
actuales, solo se encuentran fósiles en los terrenos terciarios
mas modernos de los países del sur de Bretaña; pero existe un
grupo de pequeñas conchasque se refieren al reciente strombus
Fig. 24 TRITON
fissurellus en los mas antiguos terciarios de Londres, Paris y
América, que Agassiz designó con el nombre de rimella. El gé-
nero afine pterocera, peculiar de los mares del Sur, fué des-
crito como característico del terreno secundario de Europa,
siquiera las especies extinguidas parecen relacionarse mejor
con los aporrhais. Este género, confinado ahora á las playas
orientales de Europa, se encuentra en todos los terciarios, y
está representado en las rocas secundarias por muchas formas
notables. Algunas fueron separadas, designándolas con el
nombre de alaria, correspondiendo quizás á este grupo el
pterocera Bentleyi(fig. 26, 2): las rostellarias y terebellum
peculiares ahora del mar Rojo, son fósiles muy conocidos en
el eoceno de Europa, extendiéndose entonces su área de
dispersión hasta América; algunas de las antiguas rostellarias
tienen su reborde exterior por extremo ensanchado, como
se observa en la R. ampia (hippocrena) de la arcilla de
Londres. En las oolitas y en la creta se encuentran delgadas
conchas fusiformes (spinigera, fig. 26, 1) con espinas á los
lados, como algunas ranelas recientes.
MURÍCIDOS. — Esta gran familia de conchas univalvas
espirales, grupo el mas importante de las especies existentes
marinas, apenas tiene mayor antigüedad que la del terciario
eoceno. Las purpurinas de las oolitas (fig. 26, 3), y las co-
lumbellinas de la creta, son géneros extinguidos, algo seme-
jantes á las púrpuras y á las columbellas; pero desde que
los llamados conos de las oolitas resultaron ser tornatellas,
debe desconfiarse de estas otras pretendidas afinidades. La
enorme univalva de la creta que Sowerby consideró como
un doliuw, fué descrita después por Orbigny como un pte-
rocera. En los terciarios abundan las univalvas de sifón, y las
mas se relacionan seguramente con modernos géneros; el
único cambio marcado consiste en la comparativa abundan-
cia de algunas escasas formas existentes, y en la ausencia ó
escasez de muchas que son ahora mas numerosas. La distri-
bución geográfica de los géneros ha sufrido de consiguiente
un gran cambio desde que se cerró el período eoceno, cam-
bio mas notable en las zonas frias, y que es evidentemente
resultado de cambios climatológicos. Los mares del norte
habrán sido en todos tiempos inclementes, y los del trópico
siempre cálidos; pero la latitud de Inglaterra, siendo mas
susceptible de sufrir vicisitudes en el clima, debió ofrecer la
mayor variedad y las mas completas y rápidas alteraciones
de la vida orgánica. En la arcilla de Lóndres se encuentran
muchas especies de clavella, typhis, mitra, pseudoliva y an-
cillaria; y algunas formas extinguidas (leistoma y strepsidura)
relacionadas con los fusus.
El terciario medio, que no existe en Inglaterra, pero que
está muy desarrollado en la Europa central y en la del sur,
contiene muchos géneros pertenecientes á las latitudes mas
cálidas, y muchas especies que aun viven en el sur; en los
terciarios mas nuevos de Europa desaparecen estas formas,
siendo reemplazadas gradualmente por otras de carácter
opuesto, trophon, neptunia y trichotropis, que habitan ahora
en las costas árticas y boreales. El número total de los mu-
rícidos fósiles asciende á mil. Los terciarios mas antiguos de
Inglaterra contienen también especies de tritón, cassidaria,
cancelaria y pyrula, extrañas ahora á nuestros mares, y que
primeramente fueron comprendidas en esta familia.
CÓNIDOS. — Los conus y pleurotomas aparecen por pri-
mera vez en la creta, y son abundantes en el eoceno, acom-
pañándoles una forma intermedia (conorbis, fig. 27, 3) y otro
sub-género extinguido (Borsonia, fig. 27, 4), en el que la co-
lumnilla está plegada como en las mitras. El género terebra
es mas común en el mioceno.
VolÚTIDOS. — Las volutas aparecen también como cre-
táceos fósiles en Europa y en la India del Sur; abundan
mucho en la arcilla de Lóndres, y una se encuentra en el
crag. Las antiguas especies (fig. 27, 5) se distinguen, las mas,
por sus espinas agudas, como en las mitras, particularidad que
solo se observa en una especie muy rara, extraída de un lecho
de conchas muertas en el Cabo, á setecientos noventa y
dos piés de profundidad. La voluta del crag se asemeja á la
forma magallánica; la cymba olla, única voluta existente en
Europa, se halla fósil en el plioceno de Mallorca.
Cipreidos. — Constituyen un grupo de conchas sub-
tropicales, comunes en otros tiempos en la zona templada:
en la arcilla de Lóndres se encuentran muchas grandes
especies, las unas afines de la cyprovulas del sur, mientras
que el crag contiene solo representantes del subgénero
trivia, una de cuyas especies vive aun en las costas de Ingla-
terra
Por lo que hace al tamaño, no hay especies fósiles de
fusus, tritón, cassis, strombus ni de volutas que puedan
compararse con las de hoy dia; el strombus gigas, del que
se importan tantos ejemplares de la India oriental para
la fabricación de camafeos, puede pesar hasta unas cinco
libras.
HOLOSTÓMATA. — Las conchas de boca redonda tie-
nen mayor importancia entre los fósiles de un período mas
primitivo, que las del último grupo. Los naticidos y pirámi-
des tenálidos carnívoros representados en el período paleo-
zoico por naticopsis, loxonemas (fig. 26, 1), y macrocheilus
(fig. 26, 2); las mas de las especies del último género, que se
encuentran en las capas carboníferas del Ohio y del Illinois,
son mas ventrudas que las procedentes del devónico de Ale-
mania; las yantinas, que tanto difieren de otros géneros, pare-
cen corresponder á los scalites, raphistomas y holopeas del si-
lúrico, las conchas parecidas á los scalarias y solarium se
encuentran en el triásico y jurásico asociadas con las chem-
nitzias, de extraordinario tamaño, así como con especies de
ORDEN NORMAL
477
eulimas y nisos. Estas familias de conchas y los ceritidos son
fósiles mas abundantes; el número de las especies extingui-
das asciende á mil quinientas, mientras que las formas
existentes apenas llegan á novecientas. Los solarium, con su
opérculo piramidal, así como las brifontias, son comunes en
el terciario eoceno.
Fig. 2J. — UNIVALVAS PALEOZOICAS
1 Loxonema Lefeburei, Lev. ; Carbonífero de Tournay
2 Macrocheilus Schlotheimi, D'Arch; Devónico de Eifel
3 Scoliostoma expansilabrum, Sdgr. ; Devónico de Nassau
4 Evomphalus sculptus, Sby.; Caliza de Wenlock, May Hill
5 Murchisonia angulata, Ph.; Devónico de Eifel
6 Porcellia Puzosi, Lev. ; Carbonífero de Tournay
7 Bellerophon bi-carinatus, Lev. ; Carbonífero de Tournay
8 Tubina armata, Barr.; Silúrico de Bohemia
9 Maclurea Peachii, Salter; Silúrico de Sutherland
10 Conularia quadrisulcata, Sby.; Carbonífero de Lanark
Entre las naticas terciarias se cuentan muchas que tienen
una boca oblicua y ombligo; otras ofrecen prominencias en
la columnilla (Deshayesia, fig. 27, 6), etc. Las nerineas ju-
rásicas son notables por sus espirales, semejantes á las de un
tornillo, que dan vuelta en el interior, produciendo singulares
variedades de estructura (fig. 26, 4) por el estilo de la que se
observa en la concha telescopio (terebraba).
Las univalvas de agua dulce de los mas antiguos terciarios
difieren poco de sus recientes congéneres de los géneros
paludina, potámides, melania y melanopsis. Las turritelas
fósiles son de dudosa existencia antes del terciario; las es-
pecies del silúrico tienen el perístoma completo; otra forma
(proto, fig. 27, 7) es característica del mioceno. Los tro-
quidos fósiles son muy numerosos; pero hasta aquí se han
agregado á ellos seguramente muchos litorinidos. Acaso no
se conozca ningún verdadero turbo en un horizonte anterior
al cretáceo.
Los caliptraidos son comunes en las mas antiguas rocas,
que también contienen algunas especies de chiton y conchas
semejantes á los dentalios. La especie dentalium primarium
procede de una caliza devónica del Illinois, y el D. obsole-
tum es de las capas carboníferas de algún punto de la Amé-
rica del Norte. Un carácter común á las conchas espirales
paleozóicas consiste en su tendencia á tomar forma irregular
hácia la terminación de su crecimiento: en las serpularias,
las espiras están muy desunidas; en las scoliostomas (fig. 25,3)
y en las catantostomas, la abertura se ensancha; algunas
pequeñas conchas oolíticas tienen un perístoma mas grueso
(crossostoma, fig. 26, 5) como la reciente lietia, que comien-
za en el terciario mas antiguo. Un considerable numero de
las conchas fósiles troquiformes presentan una faja particu-
lar que termina comunmente en una profunda escotadura ó
cavidad cerca de la boca ; las mas de estas conchas, solidas
y anacaradas, pertenecen al género pleurotomaria, del que
no existe sino una sola especie; otras se asemejan por su
forma y aspecto á las turritelas, y se han designado con el
nombre de Murchisonia (fig. 25, 5). La pleurotomaria sphce-
rulata del terreno carbonífero de Missouri, tiene la abertura
entera; la concha carbonífera que llaman polytremaria pre-
senta una serie de agujeros en vez de una hendidura, y la
tubina silúrica (fig. 25, 8) tiene tres de espinas tubulares; el
cirrus, de la oolita inferior, es una concha sinistrorsa con
una línea de adornos semejantes; los trochotomas (fig. 26, 6)
están perforados cerca del borde de la abertura, que se pro-
longa hácia fuera según crece la concha. Las scissurellas, que
son siempre pequeñas y no perladas, aparecen primeramente
en el terciario mas moderno; loshaliotisson del mioceno de
Malta, los neritidos de las oolitas; además de las neritas
propiamente dichas, encuéntranse neritomas (fig. 26, 7), con
un reborde acanalado exterior; los pileolus, que son del todo
semejantes á las patelas en su parte superior (fig. 26, 8), y
los neritopsis, con su columnilla angular, se marcan distinta-
mente: los fissurelidos se encuentran ya en el periodo carbo-
nífero; pero escasean mucho al principio, y nunca llegan á
ser muy numerosos. La rimula oolitica es una pequeña con-
cha, que se supone afine á una especie existente muy rara
hoy dia. Los patélidos comunes de forma inequívoca se en-
cuentran en la oolita de Bath; pero son luego menos abundan-
tes, y casi desaparecen en les terciarios. Mr. dOrbigny los
consideraba como genéricamente distintos; pero les aplico el
nombre helcion, que es sinónimo de patela.
PULMONÍFEROS.— I a existencia de los caracoles de
respiración aérea en las rocas paleozoicas se demuestra por
una pequeña concha cristalina, con una abertura redonda no
dentada, descubierta por Dawson y Lyell en un árbol carbo-
nífero hueco, en Nueva Escocia. En el eoceno se han halla-
do mas de cuarenta especies del género pupa: la caliza de
Purbeck contiene una physa de aspecto moderno; y hállanse
otras especies de extraordinario tamaño, no solo en el ter-
ciario mas antiguo de Francia, sino también en la Inglaterra
Fig. 26. — UNIVALVAS SECUNDARIAS
1 Spinigera, sp. ; Arcilla de Oxford, Chippenham
2 Alaria Bentleyi, M. y L.; Grande Oolita de Collyweston
3 Purpurina Morrisii, Buv.; Grande Oolita de Minchinhampton
4 Nerinaía Bruntrutana, Thuim.; Coralrag de Polonia
5 Crossostoma Pratti. M- y L. ; Grande Oolita de Minchinhampton
6 Trochotoma conuloidcs, Desl.; Grande Oolita de Minchinhampton
7 Neritoma bisinnata, Buv. ; Oxfórdico de las Arderás
8 Pileolus plicatus, Sby, ; Grande Oolita de Ancliff
9 Cinulia incrassata, ]. Sby-; Arenisca verde de Blackdown
10 Acteonina cóncava, Desl.; Liásico de Noimandía
1 1 Bellerophina minuta, Sby.; Gault de Folkestone
central, donde no existe el género hoy dia. El eoceno de
agua dulce de la isla de Wight y el de París contienen mu-
chas especies de limneas y planorbis; uno glandina que com-
pite en tamaño con la Gl. truncata de la Carolina del Sur;
un ciclóstoma con opérculo semejante al del cyclotus jamai-
PALEONTOLOGIA
478
censis, y una especie prolongada de la sección de los mega-
logastomas, que vive ahora en las Indias orientales. En
Hordlese ha encontrado el pequeño helix labyrinticus, que
vive todavía en Tejas; y en el sur de Francia hay represen-
tantes de los géneros brasileños megaspira y anastoma. En-
cuéntrase en el mioceno otro género designado con el nombre
de berussina (fig. 27, 10) semejante al caracol lámpara, pero
que se supone era operculado. Los pulmoníferos del plioceno
inglés se han extinguido en parte, aunque pocos se hallan en
este caso, al menos en Inglaterra; casi todos viven todavía;
pero son mas ó menos abundantes respecto de la época del
mastodonte y del mammuth. Los caracoles de tierra extin-
guidos, de las islas de Madera y de Puerto Santo, están
asociados con restos de muchas especies recientes, muy nu-
merosos, y que han sido origen de cambios que perjudica-
ron á varias especies, favoreciendo el aumento de otras.
Mr. Darwin supone que los caracoles terrestres de Santa
Elena no se extinguieron del todo hasta fines del siglo pasado,
principalmente á causa de la destrucción de los bosques del
país.
TECTIBRANQUIOS. — Las familias que tienen por tipo
á las tornatellas, ringicullas y bullas, figuraron de un modo
mas importante en los periodos secundario y terciario; pero
rara vez se han comprendido sus afinidades. Las acteoninas,
que tienen el aspecto de un cono, aparecieron en las rocas
carboníferas, alcanzando un notable desarrollo en el horizon-
te básico (fig. 26, 10); sucediéronles las acteonellas, que
tienen la columnilla pegada, y se encuentran en el período
cretáceo, y también las vol varias (fig. 27, ir) que son eoce-
nas. Las pequeñas ringicullas de nuestros mares fueron
precedidas por grandes especies del mismo género en los
terciarios, y por la cinulias (fig. 26, 9), las globiconchas y
las tyloslomas en el terreno cretáceo; el género varigera ofre-
ce dos series de tubérculos ó varices en cada vuelta de espiral
de un modo parecido á las eulimas; por último, las ptero-
dontas son aliformes en la boca como los strombus.
CLASE IV— CEFALÓPODOS
Los cefalópodos son moluscos cefaloideos, con órganos
locomotores y prensiles que irradian de la cabeza (fig. 2S /, /i).
El animal puede considerarse dividido en dos partes, la ca-
beza ( ///, i) y manto ( >//, o); aquella, principalmente muscu-
lar, contiene los órganos de los sentidos, de la masticación
y deglución, dando nombre á la clase por servir de apoyo á
los prensiles y locomotores (a c). La división del manto,
llamada tronco ó abdomen, consiste en un saco mas ó menos
muscular, con una abertura transversal anterior, por la que
se projecta un sifón o tubo (f) que contiene los órganos res-
piratorios y digestivos. Las branquias son pinatifidas y están
ocultas. Los sexos son distintos. Todos los cefalópodos son
ovíparos.
ORDEN I — TETRABRANQUIOS
(CEFALOPODOS NAUTILOIDEOS)
C A R AGTÉRES.— Dos pares de branquias; tubo formado
por un repliegue muscular; manto delgado, ligeramente mus-
cular; brazos muy numerosos, huecos y con tentáculos re-
tráctiles; mandíbulas provistas de piezas calizas consistentes;
ojos pedunculados; cabeza retráctil, dentro de una concha
externa, separada en varias celdas por medio de tabiques
atravesados por un sifón, con las capas exteriores porcelano-
sas y las interiores anacaradas.
GENERO NAUTILUS, Linil
CARACTÉRES. — Concha discoidea, simétrica, con las
aberturas sencillas, lo mismo que las suturas y el sifón. Los
caractéres anatómicos del orden son también los del único
género existente.
El nautilus pompilius es el representante de numerosos
géneros y especies de estos cefalópodos, que abundan en los
períodos paleozoico y secundario, pero que parecen haber
sido reemplazados en el terciario y los períodos recientes
por los pectinibranquios gasterópodos.
Pig' 27 — UNIVALVAS terciarias
1 Nautilus (Aturia) zic-zac, Sby.; Eoceno de Inglaterra
2 Nautilus zic-zac, tabique visto de frente
3 Conorbls dormitor, Sol.; Eoceno de Inglaterra
4 Borsonia lineata, T. Edw.; Eoceno de Hants
5 Volutilithes luctator, Sol-; Eoceno de Inglaterra
6 Narica (Deshayesía) cochlearia, Brongn. ; Eoceno de Italia del Norte
7 Turritella (Proto) cathedralis, Brongn.; Mioceno de Burdeos
8 Nerita (Velates) perversa, Gm.; Eoceno de Francia
9 Ilelix (Lychnus) Matheroni, Req.; Eoceno de Francia
10 Ferussina tricarinata; M. Br. ; Mioceno de Hockleim
11 Volgaria bulloides, Lam.; Eoceno de Grignon
12 Vaginella depresa, Bast.; Mioceno de Burdeos
La organización del nautilo perlado (nautilus pompilius)
arroja mucha luz sobre la de los extinguidos ammonites,
orthoceratites, lituites, turrulites, etc., y ofrece por lo tanto
un especial interes, además del que resulta por las peculiares
modificaciones de su textura.
En la fig. 28, que representa el animal dentro la concha,
a c es la parte de una cavidad; b la última celda; a el mús-
culo de enlace; c el buche; /el sifón; h el pico; / los tentá-
culos y m el borde libre del manto recogido.
Del grupo inferior de los cefalópodos que tienen conchas
celurales semejantes á las del nautilo perlado, cuéntanse mil
cuatrocientas especies extinguidas pertenecientes áunos trein-
ta géneros, mientras que solo existen tres ó cuatro en los
modernos mares. Dichos fósiles se asemejan á los nautilos:
diferenciándose de las espínalas dibranquias por la estructura
de su concha, que se compone de dos capas, la exterior
porcelanosa y la interior aperlada, al paso que las espírulas
tienen una concha interna completamente anacarada. Ofrecen
también analogía con los nautilos por la capacidad relativa
de su última celda, que parece suficientemente grande para
contener á todo el animal. Resulta además de la posición
del sifón y de la forma de la abertura, que estas conchas
estaban recogidas sobre el dorso del animal, y no estaban
arrolladas como las espírulas. No se han hallado vestigios
de tinta fósil (sepia), ni garras córneas asociadas, ni la menor
indicación de un tejido muscular denso. Por su forma y
tamaño no debían tener facilidad para la rápida locomoción,
y para preservarse de sus enemigos solo la cubierta que les
479
TETRABKANQUIOS
ofrecía su sólida concha. Los ammonites discoideos llegaron
á alcanzar un diámetro de tres piés, y los orthocerotites de
concha recta excedieron á veces de seis piés de largo. Estos
últimos debian vivir comunmente en una posición casi
vertical, mientras que los géneros discoideos se arrastraran
por el lecho del mar como la concha de un caracol invertida.
Los ammonites parecen haber estado provistos de un opér-
culo compuesto de dos elementos, no fibrosos y confluentes,
sino calcificados y unidos por una sutura recta. Estos opér-
culos, que se han considerado equivocadamente como con-
chas bivalvas, tienen una estructrura porosa especial, y pre-
sentan á menudo dibujos en la superficie convexa exterior,
mientras que su cavidad ofrece tan solo líneas de creci-
miento (fig. 30, 7). Las formas especiales de aptychus ( 1 )
están asociadas en todas las localidades con especies parti-
culares de ammonites; y su tamaño se adapta exactamente
Fig. 28’— NAUTILUS POMPILIUS
á los objetos en que se encuentran. Estos singulares restos
calizos se hallan en todos los horizontes secundarios; pero
hasta aquí, no en tanto número ni con tales circunstancias
que se pueda suponer que pertenecieron á otros géneros
además del nautilo propiamente dicho. Conócensedos formas:
las correspondientes á la mandíbula superior (fig. 31, 8) se
han designado con el nombre de rhyancholites (pceteuthis
y rhynchoteuthis, D’Orb), mientras que las mandíbulas
inferiores contituyen el género conchorhynchus de Blainville
(fig. 31, 9). Los brazos de los extinguidos tetrabranquios
pudieron estar organizados como los del nautilus; pero fueron
probablemente menos numerosos en los géneros de concha
delgada, y en las primitivas formas que tenian una pequeña
abertura. La longitud de la cavidad destinada á recibir el
cuerpo está en razón inversa de su diámetro; y las espinas
prominentes que adornan el exterior están divididas por
dentro por láminas anacaradas que indican el mucho movi-
miento del animal en su concha. Cuando la concha exterior
del fósil se desvia de su sitio por descomposición, o por
la mano del hombre, los bordes de los tabiques internos ó
divisiones de las cavidades aéreas, quedan del todo descu-
biertos; estas líneas marginales se llaman suturas.
Las conchas de celdillas pueden dividirse en dos grupos
principales: las que tienen suturas sencillas, como las de los
nautilos, y las que las ofrecen lobuladas y foliáceas, como
los ammonites fósiles; en las primeras, el sifón es ventral ó
interno; en las segundas externo ó dorsal (fig. 28). Hay, sin
embargo, nautilos con suturas lobuladas (aturia, fig. 27, 1),
y algunos con sifón externo (criptóceros de Orbigny). Por
otra parte, las suturas de los ammonites son al principio
ligeramente lobuladas, y van siendo poco á poco mas com-
plejas, resultando de aquí que los ejemplares de una misma
especie se han llevado á los tres géneros goniatites, ceratites
y ammonites, según su edad.
Exceptuando los goniatites, los ammonitidos son peculia-
res del período secundario, en el cual principian y terminan,
al paso que los nautilidos, salvo los nautilos y aturias, están
confinados á las rocas paleozoicas: debe, sin embargo, adver-
tirse que los nautilidos paleozoicos ofrecen particularidades
que indican grandes diferencias cuando se comparan con
las modernas especies. Se ha propuesto asociar la mayor
parte con los orthoceras como una familia distinta; pero' esto
no parece aceptable. A la manera de lo que se ve en los
ammonitidos, sus conchas presentan casi todas las formas y
curvaturas concebibles; no estando del todo bien definidos
los géneros fundados en estos caractéres.
Nautilidos.— Algunos de los nautilos carboníferos
tienen el dorso cuadrado (fig. 29, 1), y la última celda mas
ó menos separada. El género silúrico trococeros es un nau-
tilo espiral, la climenia, fósil característico devónico, presenta
suturas angulares y un sifón interno. La concha terciaria
llamada nautilus zig zag (Aturia, fig. 27, 1, 2), tan extensa-
mente distribuida en Europa, América y la India, ofrece un
sifón casi marginal en el individuo joven, pero que gradual-
mente va siendo mas central; no tiene una relación particu-
cular con las climenias.
ORTOCÉRATIDOS.— La forma mas sencilla de los
orthoceras se asemeja á la de un nautilus desarrollado, y lo
mismo sucede con los lituites (fig. 29, 2), que tienen el
vértice espiral. Las especies de orthoceras en que la aber-
tura está contraida, constituyen el género gomphoceras,
Fischer (poterioceras, M’C), y si se halla encorvada, el on-
coceras, Hall. En el género ascoceras, de Barrande (fig. 29, 9)
(1) No todos los autores consideran á los aptychus como opérculos
de ammonites; muchos los clasifican entre los cirrópodos: sin embargo,
debemos declarar que aquella opinión es la que hoy prevalece.
(N. del 7.) •
480
PALEONTOLOGIA
la abertura está contraida, y las cavidades aéreas ocupan
solo la mitad dorsal de la concha. En las fragmoceras
(fig. 29, 7), la concha se encorva ligeramente del lado ven-
tral, y la abertura se contrae de un modo notable, siendo el
orificio para el tubo respiratorio casi distinto de la abertura
cefálica. En los cirtoceras la curvatura es dorsal.
Fig. 29
1 Xautiloccras Omalii, Kon.; Carbonífero de Bélgica
2 Lituites ( Breynius); Silúrico de Suecia
3 Sección de Clymenia, para ver el sifón interno; Devónico de
Petherwin
4 Sección de Camaroceras dúplex, Wahl.; Silúrico de Rusia
5 Sifón de Huronia Bigsbyi, Stokes; enseñando el contorno de
la concha y los tabiques
6 Sifón de Discosoms, Hall.; Silúrico del lago Hurón
7 Phragraoceras ventricosum, Sby.; Silúrico de Ludlow, en
Hereford
8 Gyroceras Eifeliense, d‘Arch.; Devónico de Prusia
9 Ascoceras Bohemicum, Barr- ; Silúrico de Praga
ro Goniatites Henslowi, Sby. ; Carbonífero de Asturias
En otros representantes de esta familia, el sifón llega á
tener un tamaño notable, y extraordinaria complexidad. En
las camaroceras (fig. 29, 4), es lateral y sencillo, siendo su
diámetro la mitad del de la concha. Las impresiones de
estos grandes sifones fueron designadas por Eichwald con
el nombre de hiolites; contienen con frecuencia pequeñas
conchas de orthoceras, de belerofon y otros géneros. En
algunas especies adquiere el sifón mas espesor interiormente,
por las repetidas capas de concha, ó se divide por una
sucesión de diafragmas en forma de tubo, que constituyen
el género endoceras de Hall. El mismo autor ha dado el
nombre de discosorus á un fósil que es evidentemente el
sifón de alguna concha muy delicada (fig. 29, 6). En aquellos
orthoceras que tienen el sifón parecido á los discoceras, dis-
minuye rápidamente hácia la última cavidad. Tal vez sea el
mas notable; fósil de este grupo el que se designa con el
nombre de huronia (fig. 29, 5), hallado en la caliza silúrica
superior de la isla de Drummond. Los sifones de seis piés
de largo por una y media pulgada de diámetro, se destacan
atrevidamente en los arrecifes; son cuarzosos, y no se des-
cubre en ellos vestigio alguno de la concha, excepto en uno
ó dos casos, en que los tabiques se marcan- ligeramente por
lineas de color. Algunas veces aparecen invadidos por el
coral, siendo tanta su consistencia, que pudieron permane-
cer en el lecho del mar hasta mucho tiempo después de
haberse deteriorado la concha. Las articulaciones del sifón
están dilatadas en la parte superior, y en el interior se dis-
tingue una estructura irregularmente radiada, producida al
parecer, por el replegamiento y calcificación de la membrana.
Esta estructura existe también, y es muy regular, en el sifón
del orthoceras trigonale devónico, en las conchas que Or-
bigriy agrupa con los giroceras (fig. 29, 8), y en los actinoce-
ras, un subgénero de las orthoceras, descubierto por el
Dr. Bigsby, y descrito por Stokes. El replegamiento de esta
estructura interior se verifica por segmentos correspondien-
tes á los tabiques que se encuentran en el interior del sifón,
dejando espacios ú orificios para el paso de los vasos san-
guíneos á la membrana de las cavidades aéreas. En el acti-
noceras gigante carbonífero estos orificios forman una cruz
en el lecho ventral del sifón. La vascularidad de la mem-
brana se distingue bastante bien en la impresión de los
tabiques, en las finas superficies de la roca de Ludlow, á
menudo confundidas con la espongiaria, á la que se ase-
mejan.
Hácia la terminación de su crecimiento, las cavidades
aéreas de los orthoceras adquieren á menudo mas profun-
didad, y el sifón disminuye de tamaño. Estas modificacio-
nes van acompañadas de una disminución, ó de la desapa-
rición de la estructura radiada interna en la última parte del
sifón.
En el orthoceras bisipleonatum (tetroceras de Salter), la
cavidad donde se aloja el cuerpo se prolonga en forma de
un lóbulo marginal que simula un segundo sifón. El género
bactrites, de Sandberger, se asemeja á un orthoceras con
suturas sencillamente lobuladas.
AMMONITIDOS. — En la división ó grupo de conchas
celulares, con suturas lobuladas y sifón marginal ó dorsal,
encontramos una serie semejante de formas, rectas, espirales
y discoideas; pero mas variadas y con mayor número de
adornos.
En los terrenos devónico, carbonífero y triásico, existe un
importante género, el de los goniatites (fig 29, 10), que se
asemeja constantemente á las jóvenes formas de los ammo-
nites, teniendo las suturas lobuladas, pero no foliáceas; rara
vez exceden de diez pulgadas de diámetro, y son por lo re-
gular mas pequeñas.
Los ceratites se distinguen por tener los lóbulos de las
suturas ondulosos, dentadas y sencillas las curvas dirigidas
hácia la abertura. Encuéntranse en el trías de Europa, del
Tibet y de la América del sur, apareciendo otra vez, aunque
escasamente, en el horizonte cretáceo de Francia y Siria (1),
circunstancia del todo anómala en la historia de la distri-
bución geológica de la vida. Muchos ammonites, si no todos,
se asemejan á los ceratites cuando jóvenes.
La sección del ammonites obtusus demuestra bien la
extensión de la última celda de la concha, y los efectos de la
influencia de la materia animal del cefalópodo en decadencia
sobre las partes susceptibles de fosilizarse después de la
muerte. La arcilla liásica ha penetrado hasta donde lo per-
mitían las partes blandas contraídas del ammonites, y el
molusco descompuesto fué parcialmente sustituido por cris-
tales de espato calizo puro y á veces trasparente. El espato,
que se ha infiltrado mas lentamente por los poros de la con-
cha hasta las cavidades aéreas, tiene un tinte pálido. También
se han observado en varios ejemplares casos del deterioro
y reparación de la concha. En el ammonites goliathus, de
la arcilla de Oxford, una parte de aquella se había roto en
vida del animal, durante el período en que constituía la
cavidad habitable, y fué recompuesta por nueva materia
anacarada, observándose la falta de estructura ligamentosa
de la concha que se formó primitivamente.
Las especies de ammonites exceden de quinientas, y su
dispersión es co extensiva con la de las rocas secundarias.
Encuéntranse en toda Europa, en el Cabo, en Kamtschatka,
(1) En el horizonte neocómico de Alcalá de Chisvert, encontré años
atras un ammonites con los lóbulos muy marcados de ceratites-
(N. del T. )
TETRA RRANQU IOS
481
mas ó n
¡alian ei
ni aun pueden considerarse como sub-genéricas. El grupo lla-
mado cassiani, que caracteriza el período triásico, es notable
por las suturas muy lobuladas y foliáceas, circunstancia mas
importante, porque se trata del mas antiguo grupo, y por el
hecho de estar asociado con ceratites, los últimos goniatites
que existieron y orthoceras. Abundan en la caliza alpina de
San Casiano, y Halstat, en Austria. Un segundo grupo, el
de los arietes, marca el periodo básico ; abundan menos en
las oolitas, y están representados en la arenisca verde por
los cristati. Los arietes pasan por muchas formas intermedias
hasta tomar la de los falciferi, como se observa en el A.
serpentinus; son también característicos del lias superior, y
están representados por algunas especies de disci en las
oolitas.
Las amalteas, cuyas especies típicas son el A. spinatus )
margaritatus, abundan en el lias medio y superior, y otra vez
en las oolitas (p. e. A. cordatus y excavatus); sucédenles los
rotomagenses en la creta, siendo gruesos ammonites con
una línea de tubérculos. J _ [
Los ammonites con dorso acanalado (colliciati) están
representados en el lias por el A. anguliferus, en las oolitas
inferiores por el A. Parkinsoni, en la oolita media por el A.
anceps, y en el terreno cretáceo por numerosas especies,
entre las cuales citaremos el A. serratus, lautus y falcatus,
notables por su elegante forma.
De las especies con dorso mas ó menos cuadrado, el ar-
matus y el capricornus se hallan en el lias, y el athleta )
perarmatus en el Oxford; pero las formas oolíticas que tienen
el dorso cuadrado, y provisto de dos series de espinas cuan-
do jovenes, como los Goweri, Duncani (fig- 3°> 2) y JasGn>
llegan á redondearse luego, y no están armadas en la edad
avanzada.
Los ammonites de dorso redondo abundan en el lias y en
las oolitas: el anulatus, de figura de culebra, el coronatus,
provisto de espinas, y fimbiiatus, con sus lranjas que le sir
Tomo IX
fig. J/. — SEPIA OFF1C1NALIS
cha del hamites es igualmente recta, pero se dobla sobre sí
misma después de cierto espacio, constituyendo como un
gancho sencillo ó complejo. El toxoceras se encorva como
61
ven de adorno, fueron considerados como tipos de pequeños
grupos. Otra división mas importante, la de los ligati, se dis-
tingue por sus espinas casi suaves, entre las que se ven á in-
tervalos ciertas contracciones: ejemplo de ello tenemos en el
A. tatricus y otras especies relacionadas con los heterófilos,
así como en muchos ammonites neo-cómicos y en el A. pla-
nulatus de la creta inferior.
Estas contracciones, que suelen ir acompañadas de un
ligamento prominente, indican sin duda períodos de descan-
so, en que el ammonites dejó de crecer durante algún tiem-
po; reconócense en especies que corresponden á otros grupos;
pero, por lo regular, todas las indicaciones desaparecen por
el sucesivo crecimiento. Se ha discutido sobre si los apéndi-
ces laterales del ammonites Duncani (fig. 30, 2) se forman y
desaparecen periódicamente, ó si son peculiares de los indi-
viduos adultos, marcando la terminación del crecimiento
exterior. La primera conclusión es la mas probable por ana-
logía, pues se observa este carácter en las conchas pequeñas
aparentemente jóvenes, y no en las adultas, de gran tamaño,
excepto, no obstante, las espinas del argonauta vivo.
Sowerby observó que los ammonites eran mas bonitos há-
cia la mitad de su crecimiento; y que los caractéres de adorno,
menos desarrollados en los individuos jóvenes, desaparecían
en los adultos.
En los ammonitidos se observan tantas variedades de
forma, como las que ofrecen los nautilidos paleozoicos. El
baculites (fig. 30, 4), con su concha recta, es característico
de la creta superior; el turrilite?, que afecta la figura espiral,
abunda en los horizontes medios del propio terreno. La con-
Fig. yo
1 Ceratites nodostts, Brug.; Muschelkalk de Baviera
2 Ammonites Duncani (spinosus, Sby.); Arcilla de Oxford
3 Turrilites Mantelli, Sharpe; Creta de Lewes
4 Baculites anceps, Lam-; Creta superior de Normandia
5 Hamites attenuatus, Sby.; Gault de Folkestone
6 Scaphites Joanii, Buzos; Neocómico de Francia
7 (Trigonellites ó Aptychus), Opérculo de Ammonites
8 (Rhyncholites hiruudo), mandíbula superior del Nautilus arietis,
Rein ; Muschelkalk
9 Mandíbula inferior del Conchorynchus avirostris
en el Tibet y en el sur de la India. Faltan en una extensa
área de los Estados Unidos; pero hállanse en el terreno
cretáceo de Nueva Jersey, en el Missouri, yen las islas de la
India oriental, así como también en Chile y Bogotá.
Las secciones en que se ha dividido por conveniencia
este grupo sumamente natural, están poco bien definidas, y
PALEONTOLOGIA
482
un arco; en el crioceras, las vueltas discoideas están separa-
das; y en el scaphites (incluso los ancyloceras) la concha,
compacta al principio como un ammonites, se ensancha
después como en el crioceras, estrechándose hasta el fin ; el
helicoceras se distingue por su elevada espira.
abundan
mas
ZA
ORDEN XI — DIBRANQU IOS
especies de este orden se caracterizan por tener un
par de branquias; el tubo es entero; el manto es muscular;
existe un saco para la sepia; los ojos son sentados; el pico
córneo; y la concha interna, excepto en las hembras del gé-
nero argonauta.
Los órganos cefálico prensiles, comparados con los del
nautilus, figuran en número mucho mas reducido; los exter-
nos, que se continúan desde el aparato bucal, no exceden
de ocho, según se ve en la figura 31 c , pero á ellos se agre-
gan, en los mas de los géneros, dos tentáculos internos mu-
cho mas largos, d. Los brazos, bastante mayores, y de mas
complicada estructura, están provistos en la superficie interna
de numerosos chupadores, y algunas veces se relacionan entre
sí por una poderosa membrana muscular. Los ojos, muy
grandes y complejos, no son ya pedunculados, sino que se
alojan en unas órbitas (fig. 31 e e); la boca está armada de
dos maxilas huesosas y cortantes, que se parecen por su fi
gura y sus movimientos verticales á las del nautilus. Las
branquias, en numero de dos, tienen cada una un ventrículo,
expresamente á propósito para la circulación branquial. El
sifón (fig. 3 2 y) es un tubo completamente muscular. Los
dibranquios tienen una glándula y un receptáculo membra-
noso para segregar y expeler el fluido que llaman comun-
mente tinta. Los órganos sexuales están en distintos indivi-
duos, como en el orden de los tetrabranquios. Todas las
especies son acuáticas y marinas.
El orden de los dibranquios se subdivide en dos tribus;
las especies de la una están provistas de ocho brazos ordina-
rios (fig. 31 o) y de ios dos tentáculos mas largos (d), por lo
cual han recibido el nombre de decápodos; la otra tribu
La pequeña spírula, caracterizada por su concha celular
interna, aunque menos compleja, representa el tipo de una
segunda familia; la sepia (fig. 31), conocida por su concha
interna caliza que remotamente representa la del belemnites,
es el tipo de una tercera familia de los decápodos, designada
con el nombre de sépidos. El calamar común (loligo), en el
que la concha interna queda reducida á una lámina córnea,
representa la cuarta y mas extensa familia de la presente
tribu, que llaman de los teutidos, y en la que un género, el
de los enoploteutis, tenia la carúncula de su acetábulo en
forma de garras córneas. En todos los decápodos el manto
está provisto de un par de aletas, y el sifón tiene por lo re-
gular una valva.
Rara vez en la tribu de los octópodos se desarrollan las
aletas del manto ; pero los ocho brazos ordinarios son mas
irgos y gruesos, y están unidos entre sí por una membrana
mas ancha que constituye un poderoso órgano para nadar
hácia atrás. Una familia de esta tribu, la de los testáceos,
está representada por el género argonauta (fig. 32), en el que
las hembras tienen los brazos del primer par dilatados en
su extremidad, en forma de una ancha y delgada membrana,
semejante al manto de los moluscos testáceos. Por medio de
estas membranas, el animal construye una concha simétrica,
sumamente ligera, flexible y elástica, aunque caliza, concha
sencilla ó que no se divide en compartimientos; la parte
desocupada comunica con lo restante, y el animal la utiliza
para depositar los huevos. Aun no se ha descubierto ningún
fósil auténtico homólogo de semejante concha.
De las dos grandes divisiones de moluscos cefalópodos,
la que está representada hoy dia por el nautilus perlado se
desarrolla con gran profusión y variedad en los períodos
paleozoico y secundario; mientras que los demás no se han
hallado en rocas mas antiguas que el lias; las cien especies,
poco mas ó menos, descubiertas hasta aquí en toda la serie
secundaria y en la terciaria, representan solo la mitad de las
que actualmente viven.
y
3
4
5
6
7
S
Beleranites Owen, Arcilla de Oxford, de Chippenham; /, frag-
mocono de estructura fibrosa; s, tabique con el sifón marginal
Acanthoteuthis antiquus, (Cunnington); Arcilla de Oxford
Conoteuthis Dupinii, D?Orb.; Gault, Folkestonc
Geoteuthis Bollensis, Schubler; Lias de Wurtemberg
Sepia Cuvieri, Dsh.; Eoceno de Bracklesham
Coccoteuthis latipinni.s, Ow-; Jurásico de Kimmeridge
Spirnlirostra Bellardii, D'Orb.; Mioceno de Turin
Beloptera belemnitoidea, Bl.; Eoceno de Bracklesham
Los sépidos están representados en la oolita media y su-
perior por el género coccoteuthis (fig. 33, 6), cuyo hueso
carece de aquellos, y se la dió el calificativo de octópodos fuerte y granulado está provisto de expansiones laterales mas
(fig- 32» L 2» 3» 4>*
I41 varias formas de las especies extinguidas de belemni-
tidos, constituyen una familia en la tribu de los decápodos.
anchas que en las recientes especies. En los mas antiguos
terciarios de Londres y París existieron al parecer muchas
especies de sepia; pero no suele conservarse por lo regular
DIBRANQU10S
4S3
sino la punta sólida de la concha (fig. 33, 5). En el mioceno
terciario de Malta no es raro encontrar uno ce estos restos;
y en Turin se ha descubierto una notable forma (spiruliros
de cavidad en forma de tubo (alvéolo) en el otro; tiene una
estructura radiada fibrosa, con láminas de crecimiento con-
céntricas, menos marcadas; pero aun en este carácter se ob-
tra, fig* 33, 7), en que el ápice ó punta presenta una cavidad servan tan notables modificaciones de forma, que cerca du
dividida, semejante á la concha del spírula. En el eoceno cien especies se han fundado solo sóbre él. Los belemmites
terciario existen otros dos géneros, beloptera 'fig. 33, 8) y de la creta superior han sido llamados belemnitellas (Orbi-
belemnosis, muy imperfectamente conocidos por escasos gny), porque tienen una hendidura en el lado ventral del
ejemplares rotos. borde alveolar del escudo; la superficie externa presenta
En las calizas arcillosas del lias, yen lasooiitas superiores también vestigios mas marcados de impiesiones vasculares,
de Solenhofen, se encuentran á menudo restos de calamares Se han descubierto ejemplares de belemnites en los que
(teutidos), que consisten generalmente en conchas rudimen- el escudo se había roto en vida del animal; pero como las
tañas; algunas son delgadas y presentan un pequeño apén- porciones fracturadas se mantenían unidas por los tegumen-
dice cónico (plesioteuthis): mientras que otras son anchas y tos organizados, soldáronse por la sobreposicion de nue\as
terminan en punta en las extremidades (beloteuthis). La capas de estructura fibrosa. En el Museo ri tánico se conser
forma mas común tiene la cavidad bastante ancha, con un van varios ejemplares que tuvieron la punta deteriorada,
ribete anacarado, y suele encontrarse también el saco de la siendo luego recompuesta. En todos los belemnites perfec-
sepia bastante bien conservado (geoteuthis. fig. 33» 4)* Agas- tos, el alvéolo está ocupado por un fragma-cono, con delicados
siz y Buckland dieron á estos el nombre de belemnosepia, tabiques anacarados, terminando en una pequeña Pu”ta g °'
suponiendo que pertenecían al mismo animal que el belern- 1 bular, perforada por un sifón \ entra , a ultima cau a no
nites. En el leptoteuthis, de Myr, la extremidad posterior suele conservarse, pareciendo haberse reducido a una espa-
de la concha rudimentaria aparece truncada; en el celoeno cíe de estuche córneo, que presenta a ^ces tos ajas pera
forma un delgado pico que sirve de apoyo á una ancha pía- das, semejantes á hojas de cuc 11 o en e acó c <nsu . e 10
ca oval. Una especie, el mastigophora brevipennis, parece ser suficientemente capaz para contener todas las visceras.
haber tenido los ocho brazos ordinarios en forma de apéndi
ces filamentosos.
En la arcilla de Oxford, cerca de Chipenham, se ven
ejemplos semejantes de las partes blandas conservadas de
una familia extinguida de dibranquios (belemnitidos), encon-
trándose no solamente el saco de la tinta, sino también el
manto muscular, las aletas terminales rómbicas, y la base
de los brazos, con sus diminutos ganchos y vestigios de
mandíbulas. En el lias de Watchett se han descubierto bra-
zos córneos, como los del calamar onichoteuthis, dispuestos
en dobles series, y algunas veces aparecen en gran número
entre los restos coprolíticos del ictiosauro. Los mas notables
ejemplares de esta especie se conservaban en las calizas
litográficas de Solenhofen, demostrando que los extinguidos
calamares tenian diez brazos casi iguales; los tentáculos,
contraidos, no se distinguían de lo demás; pero en cada uno
se contaban de veinte á treinta pares de formidables gan-
chos. Las pruebas que aun se necesitaban para reconocer la
naturaleza de este animal se obtuvieron con los fósiles dt
Chipenham, que probablemente son de idéntico género )
especie que los acanthoteuthis descritos por Munster. Uno
de estos extraordinarios fósiles, mas antiguo que la forma-
ción de la creta y las oolitas superiores, está representado
en la figura 33, 2, reducido á una sexta parte del tamaño
del original que existe en el Museo británico. Consénanse
nueve de los brazos, las láminas escleróticas de los ojos, la
base de las anchas aletas laterales, el pequeño saco de la
sepia y la concha cónica; esta concha, dividida en compar
timientos interiormente como en el belemnites (fig- 33» P )>
tiene una especie de estuche exterior de estructura iibrosa, de
un cuarto de pulgada de grueso en la extremidad, ofreciendo
además dos líneas convergentes en el lado dorsal, siendo la
superficie externa córnea. Estas conchas de celdillas aparecen
en gran número, y demuestran evidentemente la íntima afi-
nidad de ciertos cefalópodos con los verdaderos belemnites.
Hasta aquí no han sido observadas sino en la arcilla ho
josa de Oxford, y en las capas litográficas equivalentes de
Solenhofen.
Las especies de belemnites se encuentran en todos los
horizontes oolíticos y cretáceos, desde el lias mas inferior
Muy rara vez se ha encontrado el saco de la sepia, que es
mas pequeño, y parece estar en relación con el mayor des-
arrollo de la concha.
El conoteuthis (fig. 33» 3)» tiene un fragma-cono oblicuo,
con una concha muy delgada, y parece haber estado fijo á
un estilo.
Mr. Dana ha descrito, con el nombre de Helicarus Fu*
giensis, un fósil belemnitoidéo de la roca pizarrosa del cabo
de Hornos; tiene media pulgada de diámetro, y un escudo
grueso y fibroso, terminando el fragma cono en un núcleo
fusiforme espiral.
Hé aquí ahora y por vía de complemento una lista de los
géneros de moluscos extinguidos:
BRAQUIÓPODOS.— Trigoncsemus, lyra, magas, rhyn-
chora, zellania, stringocephalus, meganteris,spirifera, cyrtia,
snessia, athyris, merista, Retzia, uncites, camarophoria,
parambonites, pentamerus, atrypa, anoploteca, orthis, orthi-
sina. strophomena, Koninckia, Davidsonia, calceola, produc
tus, chonetes, aulosteges, strophalosia, trematis, siphonotreta,
obolus.
CONCHÍFEROS. — Gryphaea, exogyra, limanomia, caro
lia, placunopsis, neithea, eligmus, pteroperma, aucella, am
bonychia, cardiola, eurydesma, pterinea, monotis, posido
nomya, aviculopecten, Gervillia, streblopteria, pulvinites
inoceramus, trichites, myalina, orthonotus, modiolopsis
hoplomitaíus, macrodon, isoarca, Bakewellia, nuculina, unci
nella, cucullea, ctenodonta, myophoria, axinus, lyrodesma,di
ceras, monopleura, requienia, hippurites, radiolitis,caprinella
caprina, caprotina, lithocardium, conocardium, corbicella
sphara,1 unicardium, Tancredia, volupia, pleurophorus, myo
concha, anthracosia, megalodon, pachydomus, pachyrisma
cleobis, maeonia, opis, cardinia, hippopodium, megaloma
Grateloupia, Sowerbya, Quenstedtia, goniophora, Redoma
cercomya, myacites, goniomya, grammysia, ceromya, cardio
morpha, Edmondia, Ribeiria.
GASTERÓPODOS. — Bellerophon, porcellia, cyrtolites,
ecculiomphalus, rimella, hippocrema, alaria, spinigera, am-
berlya, leiostomus, strepsidura, purpurina, columbellina,
Borsonia, conorbis, euspira, naticopsis, globulus, Deshayesia,
loxonema, macrochilus, diastoma, neriníea, brachytrema, ce
horizontes oolíticos y cretáceos, desde el uas n 4, yicarya, scoliostoma, proto, holopella, catantostoma,
hasta la creta superior. La concha, en su ««perfecto estado ntella, N hypodelM: Deslongchamp-
ordinario consiste en un cilindro puntiagudo en uno eí0^phalus, Crossostcma, phancrotinus, serpularia, dls-
extremos (fig. 33, 1), y truncado o excavado por una espe 1
PALEONTOLOGIA
484
cohelix, platystoma, ophileta, pleurotomaria, Murchisonia,
polytremaria, cirrus, trochotoma, platyschisma, scalites, rha-
phistoma, holopea, Maclurea, neritoma, dendropupa, pileo-
lu?, helminthochiton, lichnus, velates, Ferussma, cylyndrites,
acteonina, acteonella, cinulia, globiconcha, varigcra, tylosto^
ma, pterodonta, volvaria, chilostoma, vaginella, theca, pte-
rotheca, conularia.
LÓ PODOS. Aturia, discites, nautiloceras, trigo*
noceras, temnochilus, lituites, trocholites, trochoceras, clyme-
nia, orthoceras, camaroceras, huronia, actinoceras, disco-
sorus, gonioceras, tetroceras, apioceras, gornphoceras,
phagmoceras, cyrtoceras, gyroceras, ascoceras, goniatites,
bactrites, ceratites, ammonites, crioceras, toxoceras, ancylo-
ceras, scaphites, helicoceras, turrulites, haraites, ptychoceras,
baculites, mastigophora, teuthopsis, celaeno, beloteuthis,
geoteuthis, belopeltis, plesioteuthis, leptoteuthis, belemnites,
acanthoteuthis, helicerus, conoteuthis, coccoteuthis, belose-
pia, spirulirostra, beloptera, belemnosis.
VERTEBRADOS
Existe una enorme masa de sedimentos originariamente
compuestos de cieno, arena o guijarros, fondos sucesivos de
un primiti\o mar, derivada de las rocas pre-existentes que no
lia sufrido ningún cambio por el calor, y en la cual no se ha
descubierto todavía ningún vestigio de la vida orgánica. Estos
lechos, que no son fosiliferos, ni cristalinos, pero que parti-
cipan de ambos, constituyen en todos los países donde han
sido examinados, las rocas fundamentales sobre que se apo-
yan y levantan los mas antiguos estratos silúricos.
I>ien suponga esto la existencia de abismos oceánicos á
donde nunca llegaron los restos de seres vivientes, ó ya
indique en realidad el periodo anterior al principio de la vida
en este planeta, esta es una cuestión de la mayor importancia
e inte.es que exige mas detenidas observaciones antes de
poder pronunciarse sobre este punto con alguna seguridad.
tienen dientecitos en forma de cepillo, de una forma sencilla
cónica encorvada: cuéntanse de doce á trece en cada hilera
vertical, y como hay unas doscientas cincuenta series en cada
mandíbula, resulta que cada pez puede tener de seis mil á
siete mil dientes. Sin embargo, los del rhinodon difieren de
muchos conodontes, no siendo tan extensos en su base; y
los de todos los ciclostomos conocidos, además de ser mu-
cho mas grandes, son mas gruesos y menos variados por su
forma que en los conodontes. Ciertas partes de los crustáceos
pequeños, como por ejemplo el pigidio ó cola de algún di-
minuto entomostráceo, se asemejan por su forma á los mas
sencillos conodontes; pero cuando vemos que estos cuerpos
se encuentran á miles, desprendidos, con bases enteras, y
que rara vez se ha descubierto en los lechos de conodontes
del silúrico inferior ninguna parte del caparazón ó concha
^ a hemos visto qne tudos los tipos de los animales inver- de un entomostráceo ü otro crustáceo, es por demás impro-
terrados tienen representantes en los depósitos estratificados bable que puedan haber pertenecido á un organismo prote-
» m m a a A -a *
que se designan con los nombres de cámbrico y silúrico in-
ferior. En las rocas de este último periodo, en Rusia, se
gido por una sustancia tan susceptible de conservación como
la suya. Mucho mas admisible es suponer que el cuerpo á
hallaron pequeños cuerpos cónicos á los que se dió el nom- que estaban fijos los pequeños ganchos era tan soluble y
)re de conodontes, huecos en la base, puntiagudos, mas ó perecedero como la pulpa blanda á que se adhirió el cono-
menos arqueados, y de bordes cortantes, que podrían muy
bien ser dientes linguales de gasterópodos, ganchos de cefa-
lópodos, ó dientes de peces cartilaginosos. A esta última
hipótesis se opone el diminuto tamaño de los conodontes,
que presentan ¡aminas concéntricas y cónicas de una sus-
tancia densa sin estructura, que contiene pequeños núcleos
ó celdillas.
En algunos ejemplares, la base se proyecta bruscamente,
separándose del cuerpo del gancho por una contracción,
forma desconocida en los dientes de los peces; pero que ofre-
cen ciertos dientes linguales de gasterópodos, como se obser-
va en los laterales de la sparela. En otros conodontes, la
base prolongada es denticular ó aserrada, como en los dien-
tes laterales del buccinum y del chrysodomus. No es proba-
ble, sin embargo, que pertenezcan á ningún molusco conchí-
fero dentado, pues las conchas de estos no se hallan en el
depósito donde los conodontes abundan mas.
Los mas pequeños ganchos tienen un color amarillento
transparente, y de aspecto córneo; los mayores, y acaso los
mas antiguos, ofrecen un tinte blanquizco y parecen mas
sólidos. Al analizarlos Pander, obtuvo carbonato de cal áci-
do carbónico emitido por la aplicación del ácido nítrico di-
luido, y ácido oxálico que dió un precipitado. Algunos quí-
micos ingleses creyeron que los conodontes contenían un
vestigio de fosfato de c J.
Al comparar los conodontes con dientes de peces, ofrecen
gran semejanza con los diminutos dientes cónicos encorvados
de las especies del género rhinodon de Smith; y mas remo-
tamente se parecen á los cónicos puntiagudos y córneos de
los mixinoides y lampreas; la carencia de toda otra parte
dura en el horizonte que contiene los conodontes conviene
con el carácter del esqueleto cartilaginoso. Los rhinodones
donte. Como quiera que sea, es muy de desear que se reco-
nozca si esos pequeños cuerpos ambiguos de las mas anti-
guas rocas fosilíferas son ó no restos de peces.
aXv^lase i — PECES^^
ORDEN X — PLA.GIOSTOMOS
#
(TIBURONES. RAYAS)
en
Caracteres. — Endo esqueleto cartilaginoso, ó
parte osificado, exo ó dermato-esqueleto placoideo, branquias
fijas, con cinco ó mas aberturas; arco escapular desprendido
de la cabeza; intestino con valva espiral.
34 CENTRISCUS HUMEROS US
El mas antiguo resto que se ha obtenido de un animal
vertebrado en la corteza terrestre consiste en una espina, de
la naturaleza de la dorsal del acanthias, y en un escudo co-
mo el del pez placoganoidéo ; una y otro se encontraron en
los mas recientes depósitos del período silúrico, en la for-
mación llamada roca superior de Ludlow. El descubrimiento
PLAGIOSTOMOS
4S5
1
1
de la primera se debe á Murchison, y su determinación á
Mr. Agassiz, quien la atribuye á un género de peces plagios-
tomos cartilaginosos que designa con el nombre de onchus.
El escudo fué descubierto por Mr. Banks en los lechos de
Kington, en Heriford, y parece corresponder al género pte-
raspis de Knorr.
Las espinas de los onchus halladas en los bancos superio-
res de Ludlow son comprimidas, ligeramente encorvadas,
de menos de dos pulgadas de largo, sin ninguna señal en su
base de la articulación característica de las espinas dorsales
de los ganoidéos, de la familia de los silúridos ó balístidos.
Los lados de las espinas están finamente acanalados, y pre-
sentan ligamentos de forma redondeada, atribuyéndose aquel
á dos especies, al onchus Murchisoni y al onchus semistria-
tus. Mr. Egerton figuró últimamente otra especie, procedente
*
pig-35'— homa- Hg. 36— PLEÜ*
CANTHUS. AR- RACANTHUSLE-
C UAT US (DcVÓ- VISSlMUS ( Car-tig.37. — PORCION DF. l’NA ESPINA
nico de Rusia. ) boníferodt Dud- del rdestes ( Carbonífero de In-
ley ) diana)
de lechos arcillosos de Ludlow, que se arquea mas y está
armada á lo largo del borde posterior; los ligamentos longi-
tudinales, muy finos y numerosos, se contraen á intervalos,
como en el género ctenacanthus, llegando d ser sub-tuber-
culados en la base. Dicho autor cree que corresponden á un
género distinto del de los peces semejantes á los tiburones,
y podemos inferir que coexistió una especie mayor y mas
poderosa, de cuyos ataques se podia preservar así el onchus.
En la misma antigua formación se encuentran con las
espinas dorsales del onchus porciones petriticadas de piel
tuberculosa y áspera, como la del tiburón, que se supone
propia de un género denominado sphagodus; también hay
cuerpos coprolíticos de fosfato y carbonato de cal, que con
tienen partes reconocibles de pequeños moluscos y crinoi-
deos, los cuales habitaron en el fondo del mar en compañía
del onchus. No se han descubierto en los lechos silúricos
vértebras ú otras partes del endo-esqueleto de un pez, á no
ser que se consideren como verdaderas mandíbulas dentadas
los fragmentos de una porción huesosa provista de diente-
citos, y á la cual se dio el nombre de plectrodus. Sin embar-
go, parecen mas bien fragmentos de patas de crustáceos, y
no ofrecen una evidencia tan satisfactoria como las espinas
de los onchus, y la piel de los sphagodus. Debe tenerse en
cuenta, no obstante, que los dientecillos son confluentes con
un reborde exterior del hueso, conforme al tipo pleurodon-
te ; y que los grandes dientes son acanalados longitudinal-
mente.
Si los plectrodontes son mandíbulas con dientes anquilo-
sados, pertenecen á un órden distinto del de los plagiosto-
mos; y si correspondiesen á cualquiera de los peces indica-
dos por las espinas dorsales y la piel del sphagodus, tendríamos
el ejemplo de una combinación de caractéres no conocida
en otras formaciones ni en pez alguno existente. Pueden
pertenecer al pteraspis, especie de placoganoidéo afine al
cephalaspis, cuyo escudo cefálico se encontró en los bancos
de Ludlow. En las formaciones que presentaron estos primi-
tivos restos de animales vertebrados no se encontraron jamás
dientes que se pudieran atribuir con certeza á un género de
plagiostomos, ni tampoco ninguna escama de un pez verda-
deramente ganoidéo. Siendo tan inmensa la extensión
vertical de los sedimentos que contienen cefalópodos, gaste-
rópodos, lamelibranquios, braquiópodos, crustáceos, ento-
mostráceos, crinoideos, pólipos y protozoos, podrá pregun-
tarse ahora cuales fueron las causas que impidieron la
conservación de las partes fosilizables de peces, dado que
esta clase de animales vertebrados existiese en un número
y variedad de formas solo comparable con la de los séres
que pueblan el océano actual. Los bonitos persiguen ahora
á los peces voladores en las regiones superiores de un
océano tan profundo como cualquiera de los mares silúri-
cos, cuyos depósitos dan una idea de la mayor profundi-
dad. Si los peces de costumbres análogas á las de las espe-
cies de hoy dia, sea cual fuere la diferencia de forma en
que se manifestaron, hubieran realmente existido, pudiéra-
mos razonablemente esperar el hallazgo de los restos de
algunas de las innumerables generaciones que se sucedieron
durante un período de tiempo, harto suficiente para la gra-
dual formación de lechos de sedimento de miles de piés de
espesor.
De todos modos, proseguiremos aquí el estudio de los
restos de peces plagiostomos que ofrecen las espinas fósiles.
En los mas de los peces cartilaginosos actuales de este órden
la espina recta que llevan frente á la aleta dorsal es suave,
según se observa en los espinácidos, que presentan delante
de cada una de ellas una espina. En los cestraciontidos,
dicha espina es huesosa, y está armada á lo largo de su bor-
de cóncavo de otras que se encorvan ; la aleta se comunica
con este borde, y sus movimientos se regulan por la eleva-
ción ó depresión de la espina durante la acción rotatoria
peculiar del cuerpo del tiburón.
Ciertos peces óseos están armados de un modo análogo,
pudiendo servir de ejemplo los gasterosteos, los silúridos,
los balistas, y algunas especies de fistuláridos. En esta última
familia el centriscus humerosus (fig. 34) presenta una espina
dorsal dentada por detrás, pero la base de aquella en los
peces óseos se modifica particularmente por la articula-
ción con otro hueso. En los plagiostomos, la base de la espi-
na es hueca; se adelgaza cuando el cuerpo de esta presenta
dibujos, y en la especie reciente está implantada en la
-carra,
He aquí ahora los géneros de peces plagiostomos que se
han fundado por las espinas fósiles descubiertas en la serie
devónica: onchus (representado por O. semistrialus y O.
heterogyrus ), dimeracanthus, haplacanthus, narcodes, nau-
las, byssacanthus, cosmacanthus, homacanthus (fig. 35), cte-
nacanthus, parexus, y odontacanthus.
El género homacanthus se funda en unas pequeñas espi-
nas comprimidas, con finos dientecitos encorvados en el
borde dorsal, y estrías longitudinales á los lados. Los ejem-
plares de homacanthus arcuatus (fig. 35 se hallaron en for-
maciones devónicas cerca de San Petersburgo.
El terreno carbonífero comprende las pizarras, la caliza de
montaña, la arenisca y las capas de carbón. En estas series
está representado aun el género onchus por el O. sulcatus,
O. rectus y O. subulatus; el género homacanthus por H. ma-
crodus y H. microdus, de la caliza carbonífera de Armagh.
Los ctenacanthus son comunes en los períodos devónico y
carbonífero. La espina del pleuracanthus (fig. 36) es denti-
486
PALEONTOLOGIA
nl1{y:n t m 0S 0r^esJ estructura que se observa en los oportunidad de haber examinado este fósil singular, que dio
lia ”de la* S exi5tentes’ aun(lue solo en especies de la fami- primeramente á conocer Mr. Leidy, quien le consideraba
oue ofrec ra^S' pertcnece a una forma extinguida, con la como una parte de mandíbula de tiburón, por lo cual pro-
bas- ñero P]a<T° mS *emeíanz* el escuatino de nuestros puso se le diese el nombre de edesies (devorador). Si nuestras
ravas esninn ^ euraCan™us diferia de todas las modernas apreciaciones son exactas, dicho fósil formó parte de un pez
cerca de él T ^ ^ ^ esf)^na en occipucio ó mas susceptible de ser devorado que de exterminar á los
f “p,na ?S1 encontradaen los Estados L nidos otros, y que necesitaría estar muy bien protegido paradefen-
V &• 37/ es notable por la anchura de ln<? t — *.:i t • 7 _ , ,
(dg 3/ ) es notable por la anchura de los dientes marginales,
y su intima semejanza con los dientes del cardiarias, siendo
os mrdes finamente denticulados. Al profesor Hitchcock,
del colegio de Amherst, en los Estados Unidos, debemos la
— j j i — —
derse de los tiburones contemporáneos. Las verdaderas
mandíbulas y dientes del edestes pueden ser descubiertas
algún dia, y darán luz acerca de sus costumbres y afinidades.
Los otros géneros de plagiostomos, basados sobre espinas
fósiles del terreno carbonífero, son los siguientes: oracanthus,
gyracantnus, neraacanthus, cosmacanthus, leptacanthus ,
cnt^30301 u?’ tU’st^c^‘us, asteropterychius, physonemus,
p nacanthus, platyacanthus, dipricanthus, erismacanthus,
oithacanthus, cladacanthus, lepracanthus.
Inmediatamente sobre las capas carboníferas existen series
,d<¡ ar£nas y billas de distintos colores, y encima
a. delgadas capas de pizarra margosa, que contiene
escasos restos de peces, los cuales abundan mas y ofrecen
mejor estudio en las capas superiores de caliza magnésica,
en cuya formacon, cerca del Belfast, se han hallado espinas
fósiles del genero gyropristis. Mas arriba están las areniscas
J l en Ias se han descubierto, en Westow, otras
foirñ! "’t S?mejantes- si no idénticas a las del gyracanthus
forntosus. l odas estas formaciones constituyen las mas su-
periores senes paleozdicas que se llaman pérmicas.
r - J'm COmprende 'ambien una variada serie de arenas
rojas y blancas, margas y conglomerados, que constituy
colectivamente el terreno asi llamado. Las espinas fósil,
que en él se encuentran corresponden á los géneros nema
cion mas alat-anthf ¿ hybodus- En eI lias> que es la forma-
hav anchas S“a ¿ T* ‘nfer‘0r dd gran terren0 oolitico.
> - • empinas dorsales del hibodus reticulatus, del H
ZtrLl tamb¡en “ H' p>’ramida"a- pero «te último
genero esta representado por dientes desprendidos en el ho-
rizonte osífero. En las formaciones del lias se observa que
os recono i°;Sf 5 X dd hÍb°d“S Cran en numeróle
La e'sZ cn ‘ 0Se,qf d géner°’ asípor,a estructura de
timasP,fi a a P°r a f0rma de los dientes' tenia las mas ín-
vos El MteHdeSC°n d cestracion entre los plagiostomos vi-
. El hibodus continúa representado por sucesivas v di
VefSaS formas específicas hasta el periodo cretáceo inclusive
siendo por lo tanto un género de peces cartilaginosos emi-
nentemente característico del período secundarioZSndo se
distribuido en todas las formaciones de aquel. El ejemplar
elegido como modelo de la espina dorsal del hibodus el el
ca (fig. X" SUbCar'natUS’ de la formac¡on weáldi-
Se han encontrado asociadas con los dientesdel extinguí-
I pt-vchodus de la creta, gTandes espinas fósiles
Iongitudtnalmente acanaladas. “ 1
en^'ü mavorZ!01!68 ,erciarias> ,as £spinas Asiles presentan
ticas de los nf S caractdres gen^cos de las caracterís-
ticas de los plagiostomos existentes, spinax, trygon y mylio-
cerca de'paris"3 'T* “ e" ,aS £apaa d*> -ceno,
de Agassiz. ’ * "P° dd ex,inguido 8éner° aulaeanthus,
Los dientes de los peces plagiostomos correspondientes
¡cari natos ( llr¿
á los grupos
numerosos
írabran
mes, rayas y cestraciontes, son muy
y hallándose solo fijos por un ligamento á la
de la boca, caen por la descomposición del pez
y se esparcen á causa de los movimientos que en
aquel imprimen las aguas, convirtiéndose después en sedi-
mento. ■
me
mu
lertc
-CESTRACIONTIDOS
BURON DE PUERTO JACKSON)
tero existente que ha dado mas luz sobre los dientes
que pasaron á formar parte de los depósitos oceánicos
durante los períodos paleozoico y mesozoico, es el llamado
cestracion, que solo se encuentra ahora en los mares de
stralia y de la China, donde está representado por dos ó
* especies, las cuales indican una forma que tiende á la
^ 39' CESTRACION DE I*H ILIPI ( Especie viva )
extinción. Abundó en otro tiempo con una gran variedau
de modificaciones genéricas y de familia, representadas por
algunas especies que alcanzaron mucho mayores dimensio-
nes que las mas grandes que se conocen hoy dia. La denti-
ción de estos peces es apropiada para triturar y masticar
crustáceos y otros animales de cubierta dura; son por lo ge-
neral tímidos, y sus espinas dorsales denticuladas les sirven
solo como armas defensivas. La figura 39 basta para fon
una idea de la estructura de las mandíbulas superior é im
rior del tiburón de Puerto Jackson; obsérvase en ellas i*
disposición oblicua de los grandes dientes, que cubren como
un embaldosado los bordes de la boca. Los dientes anterio-
res eran pequeños y agudos (fig. 40); detrás de los mas
aguzados, hay cinco series consecutivas de otros que aumen-
tan progresivamente de tamaño, pero á medida que esto su-
cede, disminuye su número en cada linea; las series de los
ma)ores dientes comprenden de seis á siete de estos órga-
nos en la mandíbula superior, y de siete á ocho en la infe-
¡
HIB0D0NT1D0S
487
II
• ]os que hay detrás de esta serie, aunque conservan su Regis. La figura superior representa la superficie trituradora,
' j: : 3 1 r nerum hn m?rp-
forma como instrumentos cortantes, disminuyen gradual-
mente de tamaño, mientras que al mismo tiempo se reduce
el número de los que componen cada fila. Por la oblicua
V w * •
que por sus finas estrías trasversales y color oscuro ha mere-
cido el nombre de sanguijuela fósil. Los mas antiguos pa-
leontólogos consideraron estos dientes como gusanos petri-
disposición, aparentemente espiral, de las líneas de dientes; ficados; pero su estructura, tal como lo permite ver el
r su arreglo simétrico en los opuestos lados de la mandí-
bula, y su graduada diversidad de forma, constituyen el mas
simétrico y gracioso aparato bucal que se pueda ver en toda
la clase de los peces.
Las modificaciones en la forma de los dientes antes des-
critos, por la cual los anteriores son propios para coger y
sujetar la presa, y los posteriores para triturar las sustancias
alimenticias, se repiten frecuentemente, aunque con alguna
alteración y bajo distintas condiciones, en los peces óseos;
indican en las actuales especies cartilaginosas una alimenta- _COChuoods contortus ,>.-acrodus nob.lis
cion mas inferior que la de los tiburones, asi como también J 4 (Carbonífero) {Lias)
una diferencia de costumbres. Los animales invertebrados,
testáceos y crustáceos, fueron probablemente el principal microscopio, es muy semejante á la de loa dientes e cea
alimento del cestracion, toda vez que los restos de aquellos tracion. Varias porciones de la mandi u a e acroc us,
aoarecen en gran número en las rocas secundarias, asociados descubiertas hasta aquí, demuestran que estos ient^ e~ta
con los dientes fósiles de dicha especie. ban dispuestos, como cu ^
contándose al menos siete en cada una. El acrodus lateralis
es un fósil del muschelkalk, el A. hirudo, del horizonte weál-
dico y el A. trans versus un fósil cretáceo. En ningún estrato
terciario se ha encontrado un solo diente correspondiente al
género.
El género ptychodus está fundado en dientes que son
por lo general de gran tamaño y de una forma mas ó menos
cuadrada (fig. 43); la corona es mas profunda que la raíz,
que es obtusa y truncada; la cúspide de la primera, granula-
da en el márgen, se eleva en el centro, en torma de eminen-
cia obtusa, que presenta protuberancias transversas paralelas,
algunas veces algo cortantes. Con los dientes de esta forma
se encuentran á veces otros de menor tamaño, con coronas
convexas mas redondeadas, que formaban sin duda las
extremidades del pavimento dentario que cubría, como en
los modernos tiburones y rayas, las anchas quijadas de los
ticodontes. Las grandes espinas dorsales que se hallaron
asociadas con los dientes ya descritos son acanaladas longi-
tudinalmente, y se parecen á las del cestracion de la familia
de los tiburones. Todos los ejemplares y especies correspon-
dientes á este género proceden del terreno cretáceo. Los
géneros de peces devónicos ctenodus, petalodus, chomatodus;
el petrodus del carbonífero, y el thectodus del Keuper, se
refieren provisionalmente á la familia de los cestracion.
.. Fig. 40. — MANDÍBULA St-TERIOR V DIENTES DEL TIBURON DE PUERTO
jackson ( Cestracion )
Estos dientes, desprendidos de las mandíbulas del pez
muerto, se dispersarían como ya hemos indicado en otro
lugar; y gracias á la presencia de tales órganos fósiles, se
obtuvo la primera evidencia de la familia de los cestracios
en los primitivos períodos de la historia de la tierra.
Si se compara la figura 41 con la 40, parece que los
diversos dientes de cada serie oblicua en el cestracion se
han unido formando una sola masa dentaria en elcochliodus,
siendo muy análogas las proporciones y la dirección de las
FAMILIA II— HIB0D0NT1D0S
En todas las rocas secundarias, desde el trias hasta la
creta inclusive, se encuentran dientes que corresponden al
género hibodus; los de los hibodontes son cónicos, pero mas
anchos y menos agudos que los de los tiburones propiamente
dichos; presentan estrías longitudinales y repliegues; uno
de los conos es mayor que los demás, por lo que se le llama
siendo muy análogas las proporciones y la ^ Centras que los otros son secundarios. En un
senes. Es hipotético que en esta especie hubiera pequ' , ? £ (dadodus)) estos ultimos se van ensanchando i me-
dientes anteriores prensiles ; pero s. se rewnoceq?< P1 « ¿ se desv¡an de, prindpal. Los dientes de este gene-
cas dentarias debieron estar admirablemente adaptadas p ^ pvw.lH „l hvbodus loneiconus, fueron
triturar las conchas de los moluscos y crustáceos. El cocm o
dus contortus (fig. 41) fué hallado en las formaciones car
boníferas cerca de Bristol y Armagh, siendo el género pecu
liar de aquel período geológico.
ÍHay otra forma de dientes que se asemeja mas a a e
cestracion, y es la que ha servido de base para formar e
género acrodus, con especies diseminadas desde el terreno
triásico hasta la creta superior de Mjiestricht. El ejemp - -- 0 compresas, son de los depósitos de
que aquí elegimos es el acrodus nobilis, del has de Lime li vi p i
ro, atribuidos por Eichwald al hybodus longiconus, fueron
descubiertos en la arenisca roja antigua, cerca de San I e-
tersburgo.
En el género orodus los conos son mas comprimidos,
cortantes y distintos del cuerpo del diente que en los hibo-
dus; existiendo también el principal y los secundarios. La
figura 44 representa un diente del orodus cinctus, proceden-
te de los lechos carboníferos que hay cerca de Bristol.
488
PALEONTOLOGIA
T
Vi
,t¡V
!f
una edad análoga, de las inmediaciones de Armagh ; los
géneros diplodus y glossodus, de las series carboníferas, y
el llamado sphenonchus, distribuido desde el lias hasta la
lormacion weáldica, se atribuyen ála familia de los hibodon-
tidos.
FAMILIA III— ESCUÁLIDOS
(TIBURONES)
Los bien marcados dientes de figura de sierra (fig. 45),
se asemejan de tal modo á los de la mandíbula inferior de
ciertos tiburones (notidanus, de Cuv), que Agassiz los atri-
buyó á este género; pero se encuentran no obstante en el
Fig. 44- — DIENTE DE ORODUS Fig. 45. — NO-
CI NC1' US (Carbonífero) TIDAMÜS
M UNSTER I
(Ooliía superior)
\
Fig- 47 • — GALEO*
ERDO ADUN-
us ( Mioceno )
período jurásico; otras especies, como por ejemplo el N. pee*
tinatus, son propias de la creta de Kent; y el N. serratissi-
mus, procede de la arcilla del eoceno.
El diente representado en la figura 46, sobre el cual fun-
dó Agassiz el género corax, indica, por su gran semejanza
con los del carcharías, su afinidad con los tiburones (escuá-
lidos}. La mayor parte de las especies de corax, incluso
el C. falcatus, son cretáceas, y algunas terciarias; pero todas
se han extinguido.
Hay otra forma de diente de tiburón, muy nudoso en un
borde, y finamente denticulado, que se parece mas bien al
de los galeus de Cuvier, que Agassiz considera como perte-
neciente al género galeocerdo. Las especies se encuentran
así en el terreno cretáceo como en el terciario; el galeocerdo
aduncus (fig. 47), procede del mioceno de Europa y América;
en las mismas series terciarias, se hallan los dientes del
hemipristis serra (fig. 48).
Los odontaspis presentan en estos órganos una forma mas
semejante á la que se observa en los tiburones azules (lamna)
de los actuales mares. Las especies de odontaspis se en-
centran en las capas cretáceas y terciarias; el O. Hopei (fi-
gura 49), es de la arcilla de Lóndres, é indica una especie
de tiburón tan destructora como formidable.
Los dientes de figura semejante á la que ofrecen los del
carcharías, pero sólidos y por lo general de gran tamaño, se
atribuyen al género carcharodon; uno de estos órganos,
procedente de las capas del mioceno, de Malta y que se
conserva en el museo de Lóndres, mide cinco pulgadas y
diez líneas, en su lado mas largo, y cuatro con ocho respec-
tivamente, en la anchura de la base; á su lado se ve otro
diente de un carcharías de hoy dia, que tiene dos pulgadas
tres lineas de largo, habiendo pertenecido á un individuo
de veinte pies de longitud. Si el diente del carcharodon
fósil guardaba la misma proporción con el cuerpo del pez,
esta especie debió alcanzar unos sesenta pies de longitud.
Los dientes del carcharodon se obtuvieron en el crag rojo
de Suffolk, y tenían mas de seis pulgadas de largo. El gra-
bado que se acompaña pone de manifiesto la estructura
microscópica de los dientes de los tiburones, con la capa
endurecida exterior, que constituye el cuerpo del órga-
no (fig. 50). Con estos dientes fósiles de tiburones se en-
cuentran, aunque esparcidos, así en las capas terciarias como
cretáceas, pedazos petrificados de vértebras, que indican por
su brevedad, en comparación con la anchura, y por las cisu-
ras de la superficie externa (fig. 51), que pertenecieron á un
tiburón muy afine al lamna de Cuvier.
FAMILIA IV— RÁYIDOS
(RAYAS)
Ista familia de peces cartilaginosos es la que primero se
indica en el período carbonífero, por la espina del pleura-
canthus (fig. 36); pero en el liásico se han descubierto tam-
bién restos inequívocos y bastante perfectos para reconocer
los caractéres genéricos, sirviendo de ejemplo los squaloraia
y arthropterus; en el oolúico se encuentran el spatobatis y
belemnobatis; y en los terrenos cretáceos y terciarios, se ha-
llan asimismo restos que principalmente consisten en por-
ciones de radios de aletas, espinas defensivas, tubérculos,
y con mas frecuencia dientes. Las modificaciones peculiares
del sistema dentario, que ofrecen las rayas águilas (milioba-
tidos), se demuestran evidentemente por fósiles de las for-
maciones terciarias, y no se han hallado en estratos mas
antiguos.
Los dientes de las rayas son en general mas numerosos y
mucho mas pequeños que los de los tiburones; no tienen
tanta movilidad, están mas apretados ó juntos, y en ciertos
casos aparecen lateralmente unidos entre sí por finas suturas;
de modo que forman una especie de pavimento de mosáico,
así en las mandíbulas superiores como en las inferiores. Los
miliobates, ó rayas águilas, que presentan este último carác-
ter, único en los vertebrados, tienen anchos y grandes dien-
tes macizos (fig. 52); los mas pequeños del rhina son apro-
piados para triturar; pero en las especies de raya de Cuvier,
el centro ó uno de los ángulos de la corona constituyen una
aguda punta. En todos los géneros de la tribu de las rayas,
cualquiera que sea la diversidad del tamaño y figura de los
dientes, hállanse dispuestos en varias series, sucediéndose
sin interrupción de atrás adelante.
i
F i¿> * 4S — H e m i - Fig: 4Q. —oüox-
I'RISTIS SEKRA TASI’IS HOPEI
( Mioceno )
( Eoceno )
Fig. J-/.— CUERPO DE LA VÉ.R1 E-
BRA DEL TIBURON LAMNA Ú
odontaspis; en la primera fi
gura se representa de frente, y
en la segunda de lado. (Arcilla
de Lóndres )
La modificación del tipo de los dientes de los plagiosto-
mos, destinados á triturar las sustancias alimenticias, es del
todo completa en los miliobatidos. La figura 53 representa
la armadura de la boca vista por detrás en el miliobates
águila, y en ella se observa perfectamente que ambas man-
HOLÓCEFÁLIDOS
díbulas están cubiertas por una especie de pavimento de
anchos dientes, de superficie plana. Al género miliobates,
tal como está reducido ahora, corresponden ciertos fósiles
de la arcilla de Londres (fig. 54).
En el zigobates (fig. 54), las series medias tienen dientes
menos anchos; y una mas estrecha se interpone entre los
dientes del medio y los laterales pequeños. En los mares del
Brasil existen rayas que presentan esta modificación; los
dientes fósiles de este género zygobates Woodwardi (fig. 54)
se encuentran en el crag terciario de Suffolk, y en el mio-
ceno molasa de Suiza.
Cuando los dientes forman anchas placas trasversales no
divididas, como en la figura 55, caracterizan el género teto-
bates, cuyos fósiles se hallan en los eocenos ingleses y en la
molasa de Suiza.
tis bisulcatus) de Sheppy, y P. acutidens de las arenas de
Bagshot. Los cyclobates, de la caliza terciaria de Lebanon,
se parecen á los modernos torpedos, especies formidables
y temibles, de las que el torpedo gigante ha dejado restos en
los ricos depósitos de ictiolites del monte Bolea.
Resulta de lo expuesto que poseemos restos de peces del
orden de los plagiostomos en los depósitos marinos de todas
las formaciones, desde las capas del silúrico superior hasta
el período actual; pero ninguno de los fósiles paleozoicos
corresponden á los géneros existentes. Solo varios plagiosto-
I mos 'mesozoicos, y particularmente los de la creta podrían
no hallarse en este caso; los mas de ellos pertenecen, ó son
afines á una familia de cestraciontidos casi extinguida en
la actualidad; la evidencia de las formas genéricas de pla-
giostomos característicos de la presente época no es común
sino en los períodos terciarios.
ORDEN II— HOLOGEFÁLXDOS
(PECES QUIMEROIDEOS)
CARAGTÉRES.— Mandíbulas huesosas, encajadas en
placas dentales; endo esqueleto cartilaginoso; exoó dermato-
esqueleto placoideo: las mas de las aletas provistas de una
i fuerte espina como primer radio; branquias laminadas, fijas
i por sus bordes; una sencilla abertura branquial.
A juzgar por la escasez de representantes que ahora tiene
1 este orden de peces cartilaginosos, parecería que los cestra-
ciones tienden á su extinción. Un género, la quimera, de
Linneo, se funda en una sola especie conocida en los mares
del Norte, llamada rey de los arenques (chimera monstruo-
sa); y un segundo género, calorincus de Gronovio, se halla
representado por dos especies propias de los mares de Austra-
lia y de la China. Las únicas partes de los peces quimeroi-
deos que pudieron fosilizarse son las mandíbulas y las espinas:
las sustancias huesosas están de tal modo combinadas en aque-
llas, que caracterizan el orden y nunca se encuentran sepa-
radas. En tales mandíbulas fósiles, y en las partes de ellas,
consisten principalmente los restos de los holocéfalos en el
primitivo periodo geológico. Estos peces singulares están dis-
tribuidos con distintas modificaciones genéricas y específicas,
desde el fondo de las series jurásicas hasta el periodo actual.
XTUE^
fig, jo. — CORTE DEL DIENTE DE UN TIBURON LAMNA
En el crag de Norfolk y Suffolk, y en los lechos marinos
pliocenos, se han descubierto fósiles que se asemejan mucho
á las placas óseas que protegen la piel de una especie de
raya que tiene el dorso espinoso (fig. 56), los cuales indican
la existencia en el plioceno de una especie afine de la raia
clavata.
Los ejemplares casi enteros, procedentes de las calizas
laográficas de Solenhofen (thaumas alifer) y de Cirin (spato-
batis bugesiatus), presentan una forma de cuerpo que, así
como el del moderno escuatino, establecen afinidad entre
Los dientes premaxilares, uno en cada hueso, son oblon-
gos, dos veces mas altos que anchos, y terminan por abajo
en un borde trasversal cortante; presentan por fuera colum-
nas verticales de una sustancia mas ó menos dura, que forma
un borde cortante cuando se gasta por el uso; en el interior
ofrecen láminas oblicuas que no se extienden hasta el borde;
las placas maxilares dentales, situadas una en cada hueso,
son triangulares, y presentan una ancha superficie en la
mandíbula inferior.
las rayas y los tiburones. Los squaloraias tienen una relación especies, E. Agassizii y E. crevirostris, proceden de
• • ✓ • • \ * 1 1 ó /'AAC c.n PititA noriA/lA norAAA ntlA CP» Pvfi n 4
semejante con el pez sierra (pristis), que tal como esta espe-
cializado ahora, aparece primero en las capas eocenas (pris-
iscmoDUS, Egerton
Cada maxilar superior tiene cuatro columnas dentales; la
mandíbula inferior sobresale menos y es mas profunda que
en el edophodus. De este género, la especie E. Johnsoni es
del lias de Dorsetshire ; la E. Egertoni de Kimmeridge, y
la E. Townshendi, magnífica especie, de Portland. Dos
los
lechos cretáceos, en cuyo período parece que se extinguió
el género.
GÉNERO QUIMERA
Tomo IX
62
49°
PALEONTOLOGIA
GÉNERO GANODUS
Columnas maxilares dentales oblicuas, que convergen
según avanzan, confundiéndose á veces en una masa de la
superficie huesosa. Este género está representado exclusiva-
mente por especies de la pizarra oolítica de Stonesfield, como
por ejemplo G. Bucklandi, G. Colei y G. OweniL
acantias y esturiones de la actualidad: resulta de una pro-
longación de la columna vertebral n en lóbulo superior dn ,
produciéndose una forma irregular en la aleta caudal, que
contrasta con la figura simétrica del mismo órgano que se
observa en los mas de los peces vivos. Ejemplo de ello tene-
mos en el Leptoletis spratiformis y en el semiophorus, en los
que la columna vertebral termina en el centro de la base de
GÉNERO EDAFODUS, EgCrton
Cada maxilar superior tiene tres columnas dentales; la
mandíbula inferior sobresale mas, pero es menos profunda
que en el ischiodus; la masa pre- maxilar dental consiste en
cinco series verticales, ligeramente araueadas. de niaras
ÉNERO ELASMODUS,
órden de los placoganoidéos se descubrieron por primera
vez hácia 1813 en las formaciones del período devónico de
Rusia, y se conservan en los museos de San Petersburgo y
Dorpat. La relación de estos ejemplares con la clase de peces
fué indicada en un principio por el profesor Asmuss, y poco
después les aplicó Eichwald los nombres genéricos de aste-
rolepis y bothriolepis, para expresar ciertas modificaciones
de la superficie externa de algunas partes de las placas
ganoidéas, que según se reconoció después, constituían el
escudo de la parte anterior de los peces extinguidos. En
setiembre de 1840, Miller sometió al exámen de la sección
geológica de la Sociedad británica de Glasgow los primeros
ejemplares descubiertos, que daban clara idea de uno de esos
antiguos peces rojos, á los cuales asignó Agassiz el nombre
genérico de Pterichthys. Aunque algunos meses antes se
superior tiene tres columnas dentales; el
ta un diente escalprifo;
;ado y corvo,
Fig. $2 MANDIBULAS Y DIENTES DE UN RAYA-ÁGUILA
( Myliobat es A quila )
tema, escribía aquel célebre autor, uno de los mas extraor-
dinarios,
y que mas hubieran complacido á Lamark, es el
del Pterichthys, ó pez alado, intiolito que se dió á conocer
redondeado en el borde cortante; es de estructura laminar,
y las placas están sobrepuestas. Solo representa este género
la especie E. Hunteri, de la arcilla de Lóndres.
ÓRDEN III
GANOIDEOS
Caracteres. — Endo-esqueleto huesoso en algunas
especies, cartilaginoso en otras, y en varias con ambos carac-
téres; el exo-esqueleto se compone de huesos esmaltados; las
aletas suelen estar provistas de una fuerte espina como primer
radio.
ini-T¡
vETOBATES SUBARCUATUS
oceno de Broeklesham )
JÓ.— RAYA CLAVATA
( Esbinas der/nales)
SUB-ORDEN I— P
Caracteres. — Endo-esqueleto cartilaginoso; la ca-
beza y una parte del tronco están protegidas por anchas
placas ganoidéas, con frecuencia reticuladas y suturalmente
unidas. Los placoganoidéos son heterocercos, palabra que
significa una forma ó disposición de la cola, como se repre-
senta en la figura 57, observada en los tiburones, en los
á los geólogos hace unos tres años; pero que se había indi-
cado ya siete antes, ó sea en 1833.»
GÉNERO PTERICHTHYS
La cabeza y la mitad anterior del tronco están protegidas
por placas ganoidéas de hueso duro, cubiertas de esmalte;
COCCOSTEUS
49*
las del tronco constituyen un escudo compuesto de una
placa dorsal (fig. 58), y una pectoral (fig. 59), que se articu-
lan entre sí á los lados; el resto del tronco está revestido de
pequeñas escamas ganoidéas, que le comunican cierta flexi-
bilidad. El pez tenia una pequeña aleta dorsal (fig. 58, d), y
otra heterocerca terminal; pero rara vez se encuentran estas
enteras en los ejemplares fósiles. Las espinas pectorales c se
componen de materia ganoidéa, como el escudo; la armadura
de la cabeza 2, 10, parece haber estado articulada con el
cuchillo de guarnicionero. Por todo lo demás se asemeja el
género al Pterichthys.
Mr. Page obtuvo recientemente ejemplares del Cephalas-
pis en la base del terreno devónico de Lanarkshire, en los
que se reconocen aletas pectorales, una dorsal y una cápsula
del ojo. El Cephalaspis Murchisoni se encuentra en el terre-
no silúrico y también en el devónico.
GÉNERO PTERASPIS
Fig. 57.— COLA HETEROCERCAL {LtpidosteUS OSSilis)
El escudo del Pteraspis truncatus se encontró en un es-
trato silúrico, debajo del horizonte osífero de Ludlow, sien-
do la mas primitiva indicación de un animal vertebrado. El
Pteraspis Lloydii se encuentra en la arenisca roja antigua
de Bretaña. El Archeoteutis, de Roemer, se fundó sobre el
escudo de un Pteraspis devónico.
GENERO COCCOSTEUS
Si se añadiese al contorno del dibujo que se acompaña, y
que representa un pez de este género (fig. 60), una aleta
heterocerca, podria formarse una idea exacta del fósil de la
arenisca roja antigua, que en su reconstrucción progresiva
ha sugerido tan diversas nociones sobre su naturaleza y afi-
nidades.
escudo del tronco n, 13. Uno de los pocos peces ganoidéos
existentes, el Lepidosteus, es notable por el grado de movi-
lidad de la cabeza. Las placas dermales que constituyen la
armadura de esta parte, corresponden en cierto modo con
la posición de los huesos craneanos en los peces óseos; pero
no lo bastante para que se les apliquen los nombres corres-
pondientes. Están indicadas por números en el grabado 58:
2, es la placa que se designa con el nombre de rostral, á la
cual siguen en la línea media otras cuatro placas que son:
4, la promedia; 6, la media; 8, la post-media;y 10, la nucal;
3, es la marginal; 7, la post-marginal; 5, la prelateral, y 9, la
post-lateral. El escudo dorsal de la coraza del tronco se
compone de dos placas medias y otras dos á cada lado:
12, es la dorsomedia; 14, la post-dorso media; n, la dorso-
lateral, y 13, la post-dorso-lateraL El escudo ventral (fig. 59)
consiste en una placa media y dos laterales: 15, es probable,
mente una parte del escudo cefálico ó de la mandíbula; 19, es
la ventro-lateral ; 21, la post-ventro-lateral; la pequeña placa
suplementaria, 17, suele confluir con la 19; 16, es la ventro-
media, cuyos bordes quedan cubiertos por las placas late-
rales.
Las espinas pectorales (fig. 58 c) constan de dos segmen-
tos, protegidos ambos por placas ganoidéas finamente tuber-
culadas, como las de la cabeza y el tronco. Por su forma
parece que habrán servido al pez para avanzar por el fondo
arenoso si escaseaba el agua. Las aletas, fijas á la parte fle-
xible del cuerpo, indican cierto vigor para nadar, aunque no
con gran rapidez; hay una pequeña dorsal y un par de ven-
trales, habiendo sido observadas estas ultimas primero por
Mr. Egerton. Las mandíbulas son pequeñas y tienen diente-
cilios confluentes.
DLa especie tipo es el Pterichthys Milleri, otras han sido
basadas en las proporciones del escudo, de los pectorales y
de la cola. Todas proceden de la antigua arenisca roja, y la
gran mayoría se encontró en el terreno devónico de Caith-
ness y otras localidades de Escocia.
GÉNERO CEPHALASPIS
Fig. 58.—. SUPERFICIE DORSAL del pterichthys ( Devónico )
según Pander
En este género se observa que los ángulos posteriores de
la armadura de la cabeza se proyectan hácia atrás en forma
puntiaguda, comunicando á dicha parte el aspecto de un
La armadura de la cabeza y el escudo están fuertemente
unidos, y no hay vestigios de apéndices articulados, como
las aletas pectorales, que caracterizan al Pterichthys. La
49 2
PALEONTOLOGIA
I
parte desnuda del tronco indica una osificación de las espi-
nas neural y hemal, así como de sus apéndices; los radios
de las aletas dorsal y anal; y por la analogía del Cephalaspis,
la cola terminaba probablemente en una aleta lobulada de
un modo irregular. La mandíbula inferior se compone de
dos ramas, ligeramente unidas en la sínfisis, y dispuestas de
tal modo, que indican que el pez estaba provisto de mandí-
bulas movibles, como las de la langosta; en cada una de
ellas se contaban de diez á doce dientes á cada lado, anqui-
losados al hueso.
En la figura 6o se representa el escudo céfalo-torácico del
Coccosteus, viéndose en él la superficie interna y las suturas
de las mas de las placas cefálicas, así como la superficie ex-
terior de las de la armadura del escudo. 9, placa rostral; 7,
promedia; 5, media; 8, prelateral; 6, lateral; 16 y 24, hueso
sub orbital; y 15, pre-ventro medio; detrás del ventro medio
y ácada lado están (22) el pre-ventro lateral y (20) el post-ven-
tro-Iateral. Los mismos números indican las citadas placas en
la figura 59, que se representa de lado, con mas la dorso-media
y la post dorso media (12 y 14)
El espacio que media entre las espinas neural y hemal ah
del endo-esqueleto fósil, indica la posición del notocordo
blando (c) que ha sido disuelto; el cuerpo cilindrico gelati-
noso, llamado corda- dorsalis, preexiste á la formación délos
cuerpos óseos de las vértebras en todos los animales verte-
brados; y el desarrollo de aquellos no parece haber pasado
de la fase embrional en ninguna especie paleozóica.
Solo hay dos géneros de peces existentes, en los que se
manifiesta en el individuo adulto semejante estructura, aso-
ciada á elementos osificados periferales de las vértebras:
ejemplo de ello tenemos en los protópteros de ciertos rios
de Africa, y en las lepidosirenas de algunos de la América
del sur. A estar fosilizados estos peces, ofrecerían el aspecto
de la columna vertebral representada en la figura 60: la aná-
loga persistencia de un carácter embriónico vertebral en
todos los peces paleozóicos, y la mayor parte de los meso-
zoicos, carácter transitorio en casi todas las especies existen-
tes, indica bien á las claras un principio de progresión.
La superficie externa ganoidéa de las placas del escudo
del Coccosteus está cubierta de pequeños tubérculos hemis-
féricos; semejanza de adorno con el caparazón de algunas
tortugas que indujo á creer, cuando primeramente se encon-
traron las placas de aquel pez, que pertenecían al género
trionix de los quelonios, de las capas devónicas.
Por extrañas que parezcan las formas y estructura de los
peces placoganoidéos, no faltan ahora especies que arrojan
mucha mas luz sobre su naturaleza que ninguno de los que-
lonios ó crustáceos existentes. En la reducida y singular
familia de los ostracionidos se ven peces cuyo cuerpo está
encerrado en una coraza mas ó menos cuadrangular, com-
puesta de placas ganoidéas articuladas, que suele presentar
tubérculos en la superficie externa, y cuyos ángulos se pro-
longan en forma de espinas en algunas especies, como suce-
de en la armadura de la cabeza del Cephalaspis.
En otra familia de peces existentes, que se llaman silúri-
dos, hay especies en las que los anchos huesos craneanos,
unidos con osificaciones dermales, constituyen una especie
de almete ó casco para la cabeza, mientras que otros dos
huesos se combinan para formar la parte que Cuvier llamó
escudo. En el género Doras, la línea lateral está armada de
placas ganoidéas óseas; y en los Calistis, estas placas visce-
rales se desarrollan de modo que encajonan todo el cuerpo.
Sin embargo, lo mas frecuente es que la parte muscular pos-
terior del tronco esté indefensa, como en el Coccosteus; las
placas ganoidéas de los escudos de la cabeza y del dorso
están cubiertas de series de tubérculos confluentes, que
rradian del centro á la circunferencia, mientras que la super-
ficie interior es lisa, según se observa en el Coccosteus (figu-
ra 60). El punto de semejanza que principalmente debe
notarse, sin embargo, es el contraste que ofrece la poderosa
armadura de la cabeza y del dorso con la desnudez de las
partes posteriores del animal, carácter particularmente mar-
15
59' escudo ventral del pterichtiiyus {Devónico)
según I’ander
cado en el Coccosteus, y aparente también, aunque no tanto,
en algunos otros géneros, tales como en los Pterichthys y
asterolépidos. Desde el hocico hasta la extremidad posterior
de la placa dorsal, el Coccosteus está como metido en una
fuerte armadura, cuyas placas se conservan tan perfectamente
en las antiguas formaciones como las del Pimelodus del
Ganges en los escaparates del Museo de Elgin; pero desde
la extremidad de la placa que está inmediatamente sobre la
aleta dorsal, hasta la cola, es decir, mas de la mitad de todo
el largo del pez, parece haber estado desnuda, sin la protec-
ción de una sola escama; de tal modo que en los mejores
ejemplares se conserva solo el esqueleto interno y los radios
de las aletas. El Pterichthys tenia, además de la fuerte arma-
dura de la cabeza y del cuerpo, otra posterior de escamas
comparativamente endebles, como si bastara esta cubierta
para proteger las partes menos vitales. En el asterolepis se
observa una disposición semejante, solo que faltaba la coraza
de placas; este pez tenia una ligera armadura de escamas; y
la desproporción entre la de la cabeza y la del cuerpo, por
lo que hace á su resistencia, era todavía mayor que en el
Pterichthys. Las placas occipitales son en algunos de los
mayores individuos de tres cuartos de pulgada de grueso,
mientras que las escamas no suelen exceder de una línea.
El porqué de esta desproporción entre las diversas partes
de la armadura en el mismo pez, como se observa en el Pte-
richthys y el Asterolepis, ó la razón de que una parte del
animal esté poderosamente armada mientras que la otra se
halla completamente desnuda, como vemos en el Coceos,
DIPTERIDOS
493
Fig. ÓO- — ESCUDO CÉFALO-TORÁCICO DEL COCCOSTEUS DECJPIENS
( Devónico)
madura, acostumbrara á ocultarse en el cieno, como el silu-
rus glanus ó el pimelodus güilo, para coger mas fácilmente
su presa, y también con el objeto de presentar á sus enemi-
gos, en caso de acometida, la parte mejor armada.
FAMILIA I— DIPTERIDOS
Esta familia comprende algunos peces heterocercos, con
dos aletas dorsales y una anal grande, que por su posición
contribuye á dar mas fuerza á la cola. La cabeza es ancha
y está bien defendida por huesos ganoidéos; los dientes son
cónicos; las escamas perforadas por diminutos agujeros; y el
cordon dorsal es persistente.
En el género Dipterus (fig. 61), las dos dorsales d i, d 2
son opuestas á la anal a , y el espacio se extiende á las ven-
trales vy hallándose la última un poco delante de la primera
dorsal. El Dipterus macrolepidotus se caracteriza por el gran
tamaño de sus escamas. Encuéntranse sus restos en la anti-
gua arenisca roja de muchas localidades de Escocia é Ingla-
terra.
teus, son cosas que el geólogo no puede determinar. Las
rocas le presentan solo el hecho de la desproporción, sin
darle mas explicaciones; pero la historia natural de los peces
existentes, que nos da á conocer una armadura semejante,
tal como la de los pimelodus, puede arrojar alguna luz para
descifrar el enigma. Al hablar Hamilton de los peces del
Ganges, describe el habitat de varias especies indias de pi-
melodus, pero no sus instintos característicos. Sábese, sin
embargo, que algunas especies de siluros, tal como el silurus
glanus, no persiguen á su presa, que consiste en pececillos,
sino que se ocultan entre el cieno para apoderarse de sus
víctimas cuando las tienen á su alcance. El pimelodus güilo,
especie que tiene la cabeza muy bien armada, y el cuerpo
desnudo, acostumbra, según dice Mr. Duff, á introducirse
en los agujeros de los bancos cenagosos, desde los cuales
saca la cabeza para coger al paso los pequeños séres de que
se alimenta. En el mundo animal se observan muchas de
estas compensaciones; y así vemos que los séres que tienen
la mitad del cuerpo bien armada, poseen un admirable ins-
tinto para proteger la otra. No seria, pues, improbable que
el Coccosteus, pez muy pesado, solo provisto de media ar-
FAMILIA DE LOS ESTURIONIDOS
Los esturiones constituyen un grupo excepcional de peces
en la actualidad, comprendiendo uno de los pocos géneros
existentes (sturio) que están provistos de escamas ganoidéas,
siquiera del tamaño y figura de placas unidas por sutura en
la cabeza, y dispuestas en series á lo largo del tronco. El
tipo placo-ganoidéo del exo-esqueleto se combina con un
antiguo carácter de la columna vertebral, que consiste en
que el notocordo es persistente, faltando por lo tanto los
cuerpos vertebrales. En otros géneros de la familia, el exo-
esqueleto se agranda demasiado, de modo que encajona la
parte caudal del tronco (scaphyrhynchus), o bien falta casi,
como sucede en la spatularia, de la América del Norte. La
base esquelética de la cabeza y de las aletas es, sin embargo,
suficientemente dura para conservarse en estado fósil; así
es que los peces afines del género aberrante antes citado,
fueron conocidos como habitantes de los mares liasicos de
las costas británicas (Lyme Regis, Whitby). El descubridor
de este género, M. Agassiz, fué quien le aplicó el nombre de
Condrosteus. Egerton ha descrito y figurado muy bien dos
especies.
Por la disposición de las placas craneanas, de los maxilares
y de los arcos de las mandíbulas; por la persistencia del
cordon dorsal y la aparente composición del neuro- apófisis
de dos piezas; y por la confluencia en fin, del escapular con
el coracoides, los condrosteos se asemejan á los esturiones;
pero por la estructura del hioides y las regiones operculares,
por la mejor osificación del endo- esqueleto, y la figura y
número de ciertas escamas de la cola, los condrosteos
revelan mas afinidad con los lepidoganoidéos. Por la ausencia
de una placa armada de espinas frente á cada aleta central,
por la posición mas avanzada de la dorsal, y su mayor altura,
se parece á la spatularia. El esturión liásico parece haber
disfrutado de una existencia mas tranquila que la délos que
hoy existen; los moluscos y otros animales asociados prue-
ban el carácter marino de las aguas que habitaba. Las del-
gadas capas laminares de pizarra y caliza en que se encuen-
tran los restos de este pez indican la tranquilidad del mar
en que vivió ; su piel suave, cuyo color se armonizaba sin
duda con el del fondo cenagoso, le permitiria ocultarse y
pasar desapercibido de los feroces saurios con los cuales
coexistía; de modo que el condrosteo no necesitaba arma-
dura defensiva ni gran rapidez en la locomoción para liber-
tarse de sus enemigos.
Los restos de un verdadero esturión (accipenser) no han
sido hallados hasta aquí en formaciones mas antiguas que la
del eoceno de Sheppey.
SUB-ÓRDEN II
paleontología
4<)4
En el género afine Diplopterus, las dorsales están mas se-
paradas, y los dientes, en menor número, son mayores. Se
han reconocido cuatro especies en la arenisca roja antigua
de Gamrie, Orkney y Lethenbar, hallándose dos en el ter-
reno carbonífero.
Fig. 6/. — DIP'I'ERUS MACROLEP1DOTUS (ÜCVÓ)lÍco)
En el género Osteolepis, la primera dorsal está cerca del
lomo; los dientes son agudos; y ninguna de las especies
excede de un pié de largo: todas proceden del devónico.
JVyfj HAMIIMJt-ACANTARlDOS— — Li
Las especies de esta familia se caracterizan por tener muy
pequeñas las escamas, y por ser heterocercos y notocordales.
Frente á cada aleta existe una fuerte espina; la cabeza es
gande; las órbitas están bastante próximas; la boca, muy
ancha, se forma principalmente por los maxilares, abrién-
dose oblicuamente hácia arriba; de manera que estos peces
ofrecen en cierto modo el aspecto de los uranóscopos; se
hallan además provistos de muchos radios branquióstegos.
Los principales géneros proceden de la arenisca roja anti-
gua, y figuran en el orden siguiente: Cheiracanthus, carac-
terizados por tener una sola dorsal situada frente á la anal;
Acanthodes, que tienen la dorsal detrás de la anal; y Diplo-
canthus (fig, 62) provistos de dos dorsales.
Fig. Ó3.— niPLOCAXTHUS Sl'RIATUS
El Diplocanthus striatus se encuentra en el devónico de
Cromarty. En la fig. 62, y restantes, p es la aleta pectoral,
d la dorsal, v la ventral, a la anal y c la caudal. Obsérvase
que en esta especie es muy prolongado el lóbulo superior
de la caudal. En los acantódidos se nota que las espinas de
las aletas están ligeramente fijas en la piel, como sucede en
los recientes §pinax, sin presentar, como los siluroideos y
otros veces óseos modernos, una estructura articulada.
Los Cheirolepis, caracterizados también por sus diminu-
tas escamas, tienen la aleta dorsal detrás de la anal; pero
en ninguna de ellas hay espina; la boca es ancha; los dientes
pequeños y uniseriales. Algunas especies de la presente fa-
milia, tales como el Acantodes Bronii y el Acantodes sulca-
tus, existieron en los mares del período carbonífero.
FAMILIA III — CELACANTIDOS
Las especies de esta familia se caracterizan por el ahueca-
miento de los rayos ó espinas, de cuyo carácter derivan el
nombre. La aleta caudal ofrece una estructura particular
continuándose la columna vertebral mas allá de su parte
media, y presentando una especie de apéndice delgado entre
los dos lóbulos normales. Los celacantos abundan sobre
todo en los terrenos devónico y carbonífero ; algunos se en-
cuentran en las capas jurásicas y hasta cretáceas; pero todos
se extinguieron antes de la época terciaria.
En las formaciones cretáceas de Kent y Sussex se han
descubierto buenos ejemplares de peces homocercos con
escamas ganoidéas redondeadas, que presentan dibujos exte-
riormente y está perforadas por tubos de mucus, muy pro-
minentes, según se indica en la figura 63.
Mr. Agassiz los atribuyó al género llamado Macropoma,
y á la familia de los celacántidos. En el Museo británico se
conservan restos del interior del canal alimenticio, en los
que se ven impresiones de una ancha valva espiral. Una
especie, el Macropoma Egertoni, es de la arcilla de Speeton,
y la otra M. Mantelli, se encuentra en la creta.
Los celacántidos están representados en las capas carbo-
níferas por el C. lepturus, en las pérmicas por el C. granu-
losus, y en las triásicas por el C. minor.
El Glyptolepis tenia una cola heterocerca, con escamas
redondeadas, lisas exteriormente, y presentando comparti-
mientos radiados en el interior. El G. microlepidotus, del
que representamos algunas escamas agrandadas en la figu-
ra 65, se encuentra en el devónico de Escocia y Rusia.
Los Phyllolepis solo se conocen hasta ahora por sus gran-
des escamas lisas, ó surcadas concéntricamente, algunas de
las cuales tienen seis pulgadas de diámetro. El Ph. concen-
tricus existe en el devónico de Clashbinnie; el Asteolepsis
es de la arenisca roca media de Elgin ; el Bothriolepis se
descubrió en el superior de Escocia y Rusia ; y el Glypto-
pomus, con sus huesos craneanos, en la misma formación
en Dura Den.
FAMILIA IV — HOLOPTIQUIDOS
El género típico de esta familia fué primeramente recono-
cido y caracterizado por las escamas fósiles, dándoseles el
nombre de Holoptychius (Agassiz), así como también por
los dientes, que se llamaron rhizodus. Comprenden especies
que han dejado sus restos en el devónico y en las capas
carboníferas; afines á los celacántidos, teniendo como ellos
huesos y espinas en parte osificadas, cuyo interior conserva
el primitivo estado, ofreciéndose hueco en los fósiles. La
cabeza estaba protegida por grandes placas tuberculadas y
ganoidéas; los dientes son de dos clases; pequeños y seriales
y grandes caninos, hallándose estos últimos situados á in-
tervalos; en unos y otros se reconoce la estructura laberín-
tica en su base, que está anquilosada al hueso de la man-
díbula.
El término genérico rhizodus, se conserva páralos holop-
tiquidos de las capas carboníferas que tienen dientes seria-
les mas robustos y obtusos, mientras que los caninos son
mas largos y agudos. Las especies de verdaderos Plolopty-
chius, tales como el H. giganteus (Ag.) y el H. nobilissimus,
se encuentran en el devónico. En el Museo británico se
conserva un ejemplar de la última especie, que tiene dos
piés y seis pulgadas de largo, y que fué descubierto en la
antigua arenisca roja de Glashbinnie, cerca de Perth. Es
principalmente notable por el tamaño y dibujo de las esca-
mas ganoidéas (fig. 64).
Unos grandes dientes fósiles, con la mas compleja y den-
drítica disposición de los tejidos, caracterizan á un género
designado con el nombre de Dendrodus , que probable-
mente pertenece á la familia de los holoptiquidos. La com-
HOLOPT1QUIDOS
plexidad es producida por numerosas hendiduras que irra-
dian de una masa céntrica, la cual llena mas ó menos la
cavidad de la pulpa de los dientes, al parecer simplemente
cónicos, de este género. La figura 66 dará idea de uno de
estos dientes fósiles de tamaño natural; ¿7, es la sección
trasversa; y la figura 67 representa una parte de la misma
sección ( a), aumentada en veinte diámetros. De este modo
se distingue la cavidad central de la pulpa, relativamente
pequeña, y de forma irregularmente lobulada, una parte de
Fig.64,— ESCAMA Fig. . GLYPTO- Fig. 66. — DIENTE DEL DEN
DEL HOLOPTY- MICROLEPIDOTUS DRODUS BIPORCATUS
chius NORiLissi- ( Devónico )
MUS ( Devónico )
495
golpe seco y bien dirigido con el martillo, se reconocerá la
causa de su densidad superior en un ejemplar mas ó menos
perfecto de los restos fosilizados de algún animal, comun-
mente de un pez.
I ero los peces placoganoidéos, lepidoganoidéos, hetero-
cercos y notocordales, de la época devónica, existieron en
tan inmensa cantidad en ciertas localidades favorecidas, que
toda la masa de los depósitos de sedimento se alteró por
los restos en descomposición de las generaciones sucesivas
de dichos peces. Las rocas devónicas de Ciathness son un
ejemplo de ello: deben sus especiales cualidades de tena-
cidad, densidad y dureza, á los peces muertos que pu-
lulaban en el primitivo cieno; una gran parte del condado
de dicho nombre formaba en otro tiempo el fondo de lo que
realmente pudiera llamarse una pischia mirabilis . Y sin em-
bargo, hay personas que conociendo las maravillosas estruc-
turas de los extinguidos peces devónicos, la naturaleza alte-
rada del sedimento que les rodeó, por efecto de la descom-
posición y disolución de las partes blandas de los antiguos
peces, rechazan deliberadamente las conclusiones deducidas
de la sana razón; Estos irracionalistas tratan de hacer creer
que Dios presentó así todos estos fenómenos; que los huesos
fósiles, las escamas y los dientes no fueron nunca recientes;
que no se desarrollaron verdaderamente, sino que se crearon
la cual se indica con la letra p; está inmediatamente rodeada
por secciones trasversas de canales cilindricos vasculares de
diferentes tamaños, y mas allá se ven otros, que son los me-
dulares y figuran en mayor número, pudiendo considerarse
como agregaciones de la cavidad central antes citada. Estas
últimas se unen entre sí en la sección trasversa por un
tejido de pequeños canales vasculares, correspondientes á
la textura ósea en que se ha convertido la pulpa. Desde la
circunferencia del tejido central irradian á intervalos grietas
rectas que van á terminar en la periferia del diente, y que se
dividen una ó dos veces en su transcurso ; las ramas que
forman divergen ligeramente. Toda la periferia de la sección
trasversa del cuerpo central retículo-vascular del diente
presenta un contorno dentado; y de cada división parten
ramas cortas, por lo general en ángulo recto con el tronco ó
que se inclinan hácia la periferia; las ramificaciones que así
se forman terminan en dilataciones irregulares, de forma en
cierto modo angular que simulan hojitas; á cada lado de
los radios medulares se cuentan de quince á veinticinco ó
treinta y seis de estas pequeñas ramas laterales.
Tales son algunas de las formas y estructuras de los peces
que habitaban los mares cuyos sedimentos se han endureci-
do en las antiguas areniscas rojas de la Gran Bretaña, de
Rusia y otras partes del mundo; y en este procedimiento
de consolidación han tenido su parte los esqueletos de los
peces sepultados en el cieno primitivo. Así como un molde
de yeso adquiere mayor densidad y consistencia por medio
de la ebullición en aceite, así los principios grasosos y amo-
niacales de los peces descompuestos comunicaron ála arena
que les rodeaba mas dureza y compacidad que la que tiene
el sedimento á donde no han llegado los principios animales.
Por efecto de los trastornos que sufrió el sedimento devóni-
co, varias partes de él, rotas y expuestas á la acción de los
torrentes, quedaron reducidas á detritus, siendo arrastradas
por las aguas, excepto ciertos nódulos, por lo general
de forma elíptica aplanada, y mas duros que la arenisca que
los circuía. Ellos son los que forman el lecho de muchas
corrientes de las montañas en la arenisca roja de los distri-
tos de Escocia. Si se parte uno de estos nódulos de un
fósiles, como los hemos visto; que los séres que simulan no
existieron jamás; y que la superior dureza de la masa fué
igualmente debida á la primitiva creación, y no á una causa
AMILIA V— PALEONICIDOS
Los placoganoidéos tan ricamente representados en la
época devónica, desaparecen en la carbonífera, aumentando
en número los lepidoganoidéos. En la presente familia se
combinan con escamas romboidales, una cola heterocerca,
y mandíbulas armadas de numerosos y pequeños dientes
muy compactos. El género típico es el llamado Palteoniscus
PALEONTOLOGIA
Oig. 6S), cuyas especies están distribuidas en las capas car-
boníferas y pérmicas: caracterízanse por sus aletas de regular
tamaño, siendo la dorsal D única, y opuesta al intervalo que
existe entre la anal A y la ventral V: cada una de las aletas
presenta una espina como primer radio; y la parte anterior
de la cabeza es obtusa. Los Palseoniscus de las formaciones
carboníferas de Burdie House, cerca de Edimburgo, tienen
Peces homocercos rombo-ganoidéos, con una corta aleta
dorsal, y algunos dientes mucho mayores que los demás.
la superí
en el P.
de otras
nental y amen
P. fultus de
5MSCUS (Pérmico ) MMAM
rna de as escamas estriada, como se observa
íus y el P. striatus; pero los Palteoniscus
ides británicas, y de las formaciones conti-
ía, tienen las escamas lisas, según se ve en
América del Norte y el P. minutus de las
eras de Munster Appel. El Palreoniscus Freies-
es la especie mas común del género, y la primera que
noció; conócense otras cuarenta, que proceden prin-
períodos carbonífero y pérmico: el Palaeo-
de Egerton, hallado en Rowington (con-
dado de vVarwich), parece ser el último representante del
género.1 11 _ " ' _
Los Arablypterus, cuya distribución geográfica es como la
de los Palieoniscus, difieren de ellos por tener la cola mas
corta y mas grandes las aletas, que carecen de espinas ante
riores. En la figura 69, a indica la superficie exterior de las
partes de dos series de escamas ganoidéas romboidales; y b la
interior, que marca la abertura formada en una extremidad
para encajar en la escama siguiente. La especie en que mas
marcada aparece tal estructura es el Amblypterus striatus,
de las formaciones carboníferas de Newhaven. Otras especies
han dejado sus restos en el período triásico.
Los Elonictis, del carbonífero de Wettin, que tienen los
huesos de las mandíbulas estriados longitudinalmente, pre-
sentan otros caractéres de los dos géneros citados.
Los Plectrolepis, del carbonífero de Escocia, se distin-
s carboní
eni
pers
thys, de Agassiz. La cabeza hállase protegida por fuertes
placas genoidéas de hermoso pulimento; y las escamas son
de ordinario granuladas exteriormente. El género típico,
Saurichthys, tiene los dientes encajados en una cavidad
alveolar, como en el Ictiosauro, hallándose la corona divi-
dida por una ligera contracción desde la base. Todas las
especies conocidas de Saurichthys son triásicas: el S. longi-
dens es procedente del horizonte osífero de Bristol.
FAMILIA VII— CATÚRIDOS
GENERO CATURUS
ste género se observa que las mandíbulas están ar-
s de grandes dientes cónicos y compactos; las escamas
licadas; las aletas de regular tamaño; todas las especies
omocercas y notocordales (fig. 70). La dorsal d es
ta á la ventral v. Una especie de Caturus (C. Buch-
es del lias; pero las mas, como el C. furcatus, proceden
.¡CtJJ -
Fig. jo. caturus kurcatus ( Oolila) de Solenhofen
de las calizas biográficas de Solenhofen. La especie mas
recientemente conocida, C. sirailis, es de la creta de Kent.
Los géneros Pachicormus, Saurostomus, Souropsis, Thris-
sonotus y Eugnathus son liásicos, todos de la presente fami-
lia. Algunos paleontólogos consideran que está representada
en la actualidad por el género norte americano Lepidosteus;
pero en este pez el cordon dorsal hállase convertido en
cuerpos vertebrales óseos, unidos por articulaciones, y la
cola es heterocerca.
Fig. 69. escamas DEL amblypterus STR.ATUS (Carbonífero )
guen por sus gruesas escamas, con cuatro ó cinco espinas en
su borde posterior; y también por tener la dorsal mas avan-
zada que en ningún otro género de paleonicidos.
FAMILIA VI— SAURICTIDOS
En el terreno carbonífero de Carluke, cerca de Glasgow,
y en otras localidades, han dejado sus restos magníficas es-
pecies deganoidéos de escamas romboidales, y con grandes
dientes, que rivalizan en algunos conceptos con las°de los
grandes saurios, siendo este último carácter la causa de que
se les confundiera con ellos: constituyen el género Megalich-
FAMILIA VIII— PICNODANTIDAS
El nombre de este grupo de peces ganoidéos se refiere á
la forma redondeada de la mayor parte de los dientes, sobre
todo de aquellos que están fijos al paladar; los anteriores,
muy reducidos en numero, son pequeños y sub- prensiles*
pero todos indican que estos peces pueden alimentarse de
animales testáceos y crustáceos. En los modernos sparoi*
déos, cuya dentición es análoga, los dos premaxilares están
opuestos á los dos premandibulares; pero en los extinguidos
I icnodontes, el vomer, como en los Anarquides, opone su
pavimento de dientes al de los dos premandibulares muy
aproximados entre sí, sea á los elementos dentarios de la
mandíbula inferior.
Los Picnodontes eran en su mayor parte peces de cuerpo
alto, y simétricamente comprimido lateralmente: algunas de
las primitivas formas tenían el carácter heterocerco; pero los
que componen la mayoría de la familia eran homocercos.
El tipo de los picnodontidos se manifestó primero en el
terreno carbonífero por el género Platysomus, y por la espe-
cie P. parvulus, que se encontró en dicho horizonte en
Leeds; siquiera el género esté principalmente representado
LEPIOLÉPI dos
497
por especies pérmicas, de las cuales constituye un buen
ejemplo el Platysomus gibosus (fig. 71).
En el lias se encuentran muchos magníficos peces fósiles
de este grupo, que Mr. Bronn consideró como del género
Tetragonolepis. Mr. Egerton ha demostrado que la dentición
es la de los Picnodontes, ofreciendo íntima semejanza con
la del Microdon; pero con el aparato masticatorio mas
pequeño en proporción al tamaño del pez.
GÉNERO PYCNODUS
El género tipo de la familia se caracteriza por el gran
tamaño de los dientes, de corona plana y redondeados, que
cubren las anchas quijadas, formando como un pavimento
de tres á cinco series; en la parte anterior de aquellas hay
dos ó mas incisivos cortantes, así en la parte superior como
en la inferior.
son peces de cuerpo prolongado, hallándose sus represen-
tantes distribuidos desde el lias hasta las formaciones supe-
riores de Purbeck (Philodophorus ornatus) y la creta (Se-
mionotus Bergeri).
FAMILIA X-LEP1DÓTID0S
Los lepidótidos son peces homocercos romboganoidéos,
con dientes obtusos y vértebras bien osificadas.
El género tipo de esta familia, el Lepidotus, es notable
por la densidad y pulimento de sus grandes escamas romboi-
dales é imbricadas; tiene una corta aleta dorsal opuesta á la
anal. Las especies están distribuidas desde el lias hasta
la creta; y una de ellas, el Lepidotus Maximiliani, se
encuentra en el período terciario, en la caliza basta de París.
Los Nothosomus y Ophiopsis tienen la aleta dorsal muy
larga; en los Notagogus y Propterus está casi dividida en dos.
a
/>V. 71. — platysomus gibosus ( Zccshtñn ) de MansfieM
Las especies de Pycnodus abundan en las formaciones
jurásicas superiores al lias: el P. rhombus (fig. 72) procede
de la caliza jurásica tan rica en restos animales, que exhala
un olor fétido, al menos los ejemplares procedentes de Tor-
re Orlando, cerca de Nápoles. La especie P. cretaceus es
de la creta superior de Kent, y el P. toliapicus ha dejado
sus restos en la arcilla eocena de Sheppey. Algunos dientes
hallados en el mioceno aleman fueron atribuidos á este gé-
nero; pero en este período, si no en el primitivo terciario, se
extinguieron los picnodus.
FAMILIA IX— DAPÉDIDOS
Peces notocordales rombo ganoidéos, con los dientes ante-
riores cónicos ó bifurcados, y los posteriores obtusos; la
columna vertebral y las escamas de los lados se continúan
en el lóbulo superior de una aleta anal casi simétrica.
Habiéndose eliminado el Tetragonolepis de Bronn, los
peces lepidoidéos agrupados por Agassiz en dicho género
constituyen en la presente familia el que Egerton designa
con el nombre de yEchmodus. Las especies de este género
difieren de los Dapedius por tener los pequeños dientes
anteriores cónicos y puntiagudos, en vez de ser bifurcados;
y aunque este carácter se halla sujeto á variaciones conside-
rándole en general á los dapedioides, parece ser suficiente-
mente constante para justificar la separación hecha por
Egerton.
El género típico Dapedius está representado por un pez
de cuerpo comprimido y alto, con una sola dorsal, y que
tiene comunmente los dientes anteriores nudosos: todas las
especies son del horizonte liásico. Los Ambliurus, de forma
semejante, y también liásicos, presentan una aleta anal muy
estrecha; la boca, bastante ancha, está armada de pequeños
dientes puntiagudos. Los Semionotus y los Philodophorus
Tomo IX
FAMILIA XI— LEPTOLÉPIDOS
Los ganoidéos de esta familia son homocercos, con peque-
ñas escamas redondeadas. En el género tipo Leptolepis
(fig. 73) son sumamente delgadas; pero aun se descubre en
ellas una capa de sustancia ganoidéa, que ha contribuido á
su conservación ; los dientes son pequeños, en forma de ce-
pillo, contándose dos mayores en la parte anterior; las vér-
tebras están osificadas. Las especies del Leptolepis están
distribuidas desde el lias hasta las calizas jurásicas de Eich-
stadt; abundan mucho en los depósitos biográficos de Solen-
hofen y Pappenheim.
No se tiene conocimiento de que el tipo lepidoganoideo
sea anterior al período devónico, en el cual, no obstante,
ofrecía ya dos formas de escamas; en los dípteros eran rom-
boideas yen los holoptiquios redondeadas. Entre los lepido-
ganoideos del carbonífero, los géneros Palseoniscus, Pygop-
terus, Acrolepis, Eurynotus, y otros varios, tienen las escamas
romboidales; los Coelacanthus, Isodus, Phillolepys, Hoplopy-
gus, y algunos mas, presentan escamas redondeadas.
De los géneros citados, los Acrolepis, Pygopterus, Palseo-
niscus y Ccelacanthus continúan representados en el terreno
pérmico, donde se encuentran también especies de los géne-
ros ganoidéos Dryperus y Globulodus, si es que los dientes
en que este último está basado no pertenecen al Platyso-
mus, género picnodontido, que es á la vez pérmico y carbo-
nífero.
Las formaciones de los períodos mesozoico ó secundario
ofrecen restos del completo desarrollo del orden ganoideo:
en el terreno triásico se halla representado aun por especies
heterocercas y notocordales pertenecientes á varios de los
63
PALEONTOLOGIA
G AR AGT éres. — Endo-esqueleto osificado;
uno ó mas de los primeros rádios desunidos, ó es
flexibles; las ventrales mas avanzadas que las pect
SUB-ÓRDEN I— TENOIDEOS
Exo-esqueleto como las escamas tenoideas (fig. 75).
Este sub-órden comprende las familias existentes repre-
sentadas por la percaberma y el chmtodonte : bastará citar
como ejemplo dos géneros, ambos extinguidos. El un (Semio-
phorus), pertenece á la familia de los quetodontes; el otro
(Smerdis) á los percoidéos.
rias de ictiolitos de Monte Bolea; pero algunas, como por
ejemplo, el smerdis minutus (fig. 76), son de los depósitos
del eoceno de Francia. En todas las especies se observa que
el primer hueso sub orbitario, ó lagrimal está fuertemente
dentado, como también el preopérculo ; pero este no tiene
AD
fig. 73.— LEPTOLEPIS
Solenhofen
El género Semiophorus (fig. 74) está exclusivamente
representado por especies peculiares de los depósitos tercia-
rios de Monte Bolea : se caracterizan por la extremada altura
ó prolongación de la parte anterior de la aleta dorsal, y por
la correspondiente de las delgadas y puntiagudas ventrales :
la aleta anal es mucho mas corta. Atendida la naturaleza
soluble de las escamas, y al esqueleto bien osificado, los fósi-
fig. 75 — escama de la perca (1 reciente )
espina en el ángulo; el opérculo termina posteriormente por
una prominencia redondeada; cuéntanse dos dorsales, y las
escamas son pequeñas.
SUB-ÓRDEN II — CICLOIDEOS
Este sub-órden comprende los peces teleósticos que tie-
nen desunidas las espinas de la parte anterior de la dorsal y
las escamas lisas, flexibles, circulares ó elípticas. No está
representado mas allá del período cretáceo; donde como en
el terciario eoceno las especies son de las extinguidas. Hoy
ORDEN IV— ACANTO PTE RIGIO
géneros del período pérmico, como los Coelacanthus , les de este pez, como los mas de los otros terciarios, se
los Amblypterus y Palaeoniscus. El placodus, supuesto evidencian mas bien por la columna vertebral y el cráneo
género picnodontido del muschelkalk, ha resultado ser un
saurio.
De los treinta y tres géneros de peces del lias, solo cuatro
estaban representados en períodos anteriores ; mientras que
los demás se extienden á las capas superiores oolíticas.
Los mas de estos son ganoideos con escamas romboidales;
los Leptolepis las tienen redondeadas, forma que aparece
mas común en los géneros mesozoicos posteriores al lias, tal
como rhrissops, Megalurus, Oligopleurus, etc.
Los ganoideos heterocercos están casi del todo reemplaza-
dos en las series oolíticas por los géneros homocercos, que
aparecen por primera vez en la escala de la vida; pero
osificación del endo-esqueleto no es aun completa. En
terreno cretáceo son numerosos los teleósticos, ó bien
osificados; y aquí también se ven por vez primera peces
las escamas flexibles tenoideas, varios de cuyos géner
continúan representados por especies vivas.
En el terreno terciario disminuye rápidamente el orden
ganoideo, siendo reemplazado por peces de esqueleto inter-
no mejor osificado, y con escamas mas delgadas y flexibles.
Las bránquias están sostenidas por arcos óseos, y protegidas
por rádios branquióstegos y un opérculo. El bulbo aórtico
no tiene sino dos valvas, y los nervios ópticos son decusa-
dos. Muller propuso para este grupo, comprendiendo la
ayoria de los peces existentes y aquellos que aparecieron
.arante el período terciario, el nomhre de teleosteos, que
casi corresponde á los peces óseos de Cuvier. La diferencia
de forma de la escama no parece haber tenido mas impor-
tancia, para la distinción, en los peces que las presentan
flexibles ó córneas, que en aquellos provistos de escamas
duras y con esmalte; el borde dentado, no obstante, déla
escama blanda, puede servir, como el tipo cicloideo, para
caracterizar pequeños grupos.
que por la piel.
GÉNERO SMERDIS
Las especies que constituyen este género son de reducido
tamaño, y se encuentran principalmente en las capas tercia-
malacopterigios
499
dia está ricamente representado dicho sub-órden por las fa-
milias de los esfirenoideos, escomberoideos y jifioideos.
Hay dos especies de peces espada existentes, el Xiphias y
los Hirtiophorus; en los primeros, la prolongación de los
premaxilares confluentes afecta la forma de espada plana, y
en los otros redondeada.
En la arcilla del eoceno de Sheppey y de Bracklesham, se
hallaron los restos fósiles de uno de esos apéndices óseos en
forma de espada; pero mucho mas largo y delgado que el de
Fig. •JÓ. — SMERDIS MINÜTÜS
los Histiophorus existentes, que Agassiz lo atribuye á un gé-
nero extinguido de la familia de los Jifioideos, llamado
Ccelorynchus, ó pico hueco. El mejor ejemplar conocido
hasta aquí era el que formaba parte de la colección del se-
ñor Le Hon, en Bruselas, así por su extraordinairo tamaño
como por su buen estado de conservación.
Orden v— anacantinos
CARACTÉRES.— Endo-esqueleto osificado; exo esque-
leto que parece cicloideo en algunos, tenoideo en otros;
aletas sostenidas por radios flexibles ó articulados; las ven-
trales, cuando existen, están mas bajas que las pectorales.
FAMILIA-GÁDIDOS
La familia típica de este órden es la que comprende el
bacalao, la merluza, y otras varias especies de los gadus de
Linneo.
El Merlinus cristatus, y el Rhinocephalus planiceps, de la
arcilla de Londres, son las formas mas antiguamente cono-
cidas de la familia; el bacalao propiamente dicho (morrhua)
no parece haber existido antes del período actual.
AA
FAMILIA— PLEURONÉCTIDOS
(PECES PLANOS)
í
En esta familia se pierden las formas simétricas, estando
situados ambos ojos en un lado de la cabeza. En los depó-
sitos terciarios se han encontrado especies de géneros aun
existentes de esta familia tan modificada. El pequeño roda-
ballo (Rhombus minimus) se encuentra en los depósitos ter-
ciarios de Monte Bolea; y otra especie de sollo, igualmente
extinguida (Solea antiqua), fué descubierta en las margas
terciarias de Ulm.
ÓRDEN VI— MALACOPTERIGIOS
CARACTERES. — Esqueleto cartilaginoso; exo- esqueleto
y escamas del tipo cicloideo; aletas sostenidas por radios,
todos los cuales el primero de la dorsal y pectoral de algu-
nas especies, son blandos ó están unidos. Los malacopteri-
gios son abdominales ó apodos, y tienen branquias libre-
mente operculadas.
La carpa, el arenque, el salmón y la anguila representan
principalmente este orden; pero las especies de todos estos
géneros que han dejado sus restos en el terreno terciario
(ninguno es mas antiguo), difieren de las existentes.
Los ganoideos de dichas formaciones se hallan reducidos
á los géneros Lepidosteus y Accipenser; pero pueden haber
estado representados por los palatinos con dientes, desde la
arcilla de Sheppey, á los cuales se ha dado el nombre de
Pisodus y Phyllodus.
«Por lo que hace á los peces del período terciario, dice
Agassiz, se asemejan de tal modo a las formas existen íes,
que es con frecuencia difícil, considerado el enorme núme-
ro de especies vivas (mas de ocho mil), y el estado imperfecto
de la conservación délos fósiles, determinar exactamente sus
relaciones específicas. En general podía decirse que no se ha
encontrado todavía una sola especie del todo idéntica con
cualquiera pez marino de la actualidad, como no sea el Ma-
llotus villosus, que se halla en los nodulos de arcilla de una
época geológica desconocida en Groenlandia.
Ninguna clase de animales tiene tanta importancia como
la de los peces en su aplicación al gran tema promovido por
los partidarios de la evolución y de las creaciones sucesivas,
pues su testimonio está exento de las objeciones que pueden
hacerse sobre la naturaleza defectuosa de las pruebas nega-
tivas que aducen aquellos en la conocida historia genética de
los animales de respiración aérea. Verdad es que muchos
séres que viven en tierra no son nunca llevados al mar; pero
puede esperarse que algunos depósitos marinos presenten
espacios propios para determinar el carácter general de los
animales que abundaron en los mares, precipitando tales de-
pósitos.
Según el estado actual de nuestros conocimientos, no po-
demos asignar á ninguno de los pasados períodos de la his-
toria de la tierra un carácter derivado de un completo y
diverso desarrollo de toda clase de los peces que el que se
ha manifestado hasta aquí, ni es posible dar por sentado
tampoco que dicha clase ha degenerado en cuanto al núme-
ro, la fuerza, la importancia ó las modificaciones del tipo.
Del exámen retrospectivo de la historia genética de los peces,
surge mas bien la idea de un cambio que de un progreso, al
que ha estado sujeta la clase en el trascurso de los tiempos
geológicos. Ciertos grupos, que ahora han disminuido, fue-
ron primitivamente muy numerosos, como sucede con el ór-
den de los ganoideos en el período mesozóico, y las formas
de los plagiostomos en la misma época y la paleozoica.
En cuanto á la variedad de formas de los peces, ante el
echo de que la tierra no ofrece ninguna indisputable evi-
dencia de los tenoideos ó cicloideos anterior á la época cre-
tácea, mientras que conserva todavía representantes vivos de
los ganoideos y placoideos, parece que el presente período
es el del máximo desarrollo de los peces, por lo que hace al
número de formas ordinarias ó modificaciones de la clase.
Representa, sin embargo, mas bien los resultados de un
cambio que depende de la progresiva apropiación de un tipo
mas especial, y los escomberoideos parecen figurar ahora en
primer término de la modificación de los peces en las series
vertebradas. Pero como la persistencia de los caracteres ge-
nerales de los vertebrados, en las mas primitivas formas de
peces implica mas íntima afinidad con los séres de la clase
de respiración aérea y sangre fría, puede suponerse un mas
elevado carácter de organización en los placoideos y ganoi-
deos paleozoicos, que en los tenoideos y cicloideos forman
la gran mayoría de la clase en la actualidad. El anatómico
5oo
PALEONTOLOGIA
que se proponga disecar un tiburón, un políptero ó un lepi-
dosteo, se fijará particularmente en la estructura del cerebro,
del corazón y de los órganos generativos; pero el paleontó-
logo indicará el cordon dorsal persistente y la cola hetero-
cerca en los peces paleozoicos y muchos mesozoicos para
demostrar una paralización en el desarrollo, ó una persis-
tencia de los caractéres embrionicos en aquellos peces pri-
mitivos.
Otra conclusión podría deducirse de los cambios de forma
de los peces en diferentes épocas de la historia de la tierra;
y es que algunas especies, tal como el nutritivo bacalao, el
sabroso arenque, el delicado salmón y el suculento sollo,
predominaron en gran manera durante el período que pre-
cedió inmediatamente y acompañó al advenimiento del
hombre, ocupando el lugar de otras especies que, á juzgar
por los cartilaginosos tiburones y los huesosos lepidosteos,
eran mucho menos apropiadas para proporcionar á la huma-
nidad un sabroso y sano alimento.
M II II I ICNOLOGlA //[ I
Al empezar la historia genética de la clase de los reptiles,
debemos averiguar, como hicimos con los peces, en qué
período de la historia de la tierra aparecieron, y bajo qué
formas; en que época alcanzaron su mayor desarrollo, dis-
curriendo respecto al tamaño, grado de estructura, número
y diversidad de sus representantes, relaciones que las espe-
cies actuales de las clases conservan con las precedentes.
Hace veinticinco años que los mas antiguos restos de reptiles
conocidos eran los del llamado monitor de Turingia, del
terreno pérmico de Alemania; pero desde entonces se ha
descubierto el Apateon ó Archegosauro en un depósito car-
bonífero de Bañera; y en las areniscas carboníferas de la
America del Norte se han reconocido huellas que atestiguan
el hecho, si no el principio de la existencia de los reptiles
en aquel período de la historia de la tierra; pero debe te-
nerse presente que las evidencias que dejan los animales
de su primitiva existencia sobre la tierra, no se reducen á
restos fosilizados.
Hay diversas circunstancias, bajo las cuales pueden con-
servarse después de perecer el cuerpo, las impresiones de
este en una parte de la superficie de la tierra bastante blanda
para admitirlas. Cuando una concha se sumerge en la arena
ó en el cieno, que en el trascurso del tiempo se endurece
como la piedra, y cuando esta concha es removida por cual-
quier agente, puede llegar á ocupar su sitio una sustancia
cristalina ú otra mineral cualquiera, conservándose así la
evidencia por una impresión, para la cual ha servido de mol-
de la cavidad formada por la concha. Si esta se ha hundido
con el animal dentro, la materia plástica puede penetrar en la
cavidad que aquel habita hasta donde lo permitan las partes
blandas contraídas; y como estas se disuelven lentamente,
su lugar puede ser ocupado después por depósitos de la ma-
teria que se había mantenido en disolución ó suspensión en
el agua, y tal depósito, comunmente cristalino, es susceptible
de recibir y conservar algún color de las partes blandas, á
las cuales ha sustituido.
He este modo se han conservado huellas de animales de
cuerpo blando, tales como las actinias y las medusas, y hasta
los excrementos de otros séres de organización superior. Los
restos fósiles, según los han llamado, de plantas blandas,
son de ordinario impresiones formadas naturalmente en la
matriz después que el sér pereció del todo.
Aun allí donde el cuerpo se ha separado de su sitio desde
luego ó poco después de efectuar la presión, puede conser-
varse su huella. Una película superficial de arcilla, bastante
tenaz para resistir el escape de una burbuja de gas, puede
retener, cuando petrificada, la marca circular de la vejiguilla
que reventó. La luz y el calor del relámpago deja huellas de
su paso por el tubo vitrificado que pudo formar con las par-
tículas arenosas fundidas á su paso á través de la tierra; el
granizo, las gotas de lluvia, y aun el viento que las impulsó
por la arena, se han reconocido en impresiones de las cavi-
dades que primitivamente formaron en el blando terreno de
la playa; y hé aquí cómo han llegado hasta nosotros, desde
épocas cuya fecha se pierde en la noche de los tiempos, las
evidencias de estas y otras acciones meteóricas, escritas así
en la piedra imperecedera. La forma de todo animal, que se
arrastra, que anda, que corre, salta ó se desliza, podía pro-
ducir una depresión, una huella, dejando por lo tanto una
señal de su existencia, y hasta cierto punto de su naturaleza.
Fig. 77.— proicnites ( Cámbrico ) i|fl ^ .
La interpretación de tales evidencias de la primitiva vida
puso en juego la sagacidad de los naturalistas desde que el
Dr. Duncan infirió por primera vez en 1828 la existencia de
las tortugas en el período de ciertas areniscas de Dunfries-
shies, por las impresiones allí observadas y la especie de
moldes que después formaron. Este estudio de interpretación
se ha perfeccionado aun mas por el exámen de semejantes
señales de huellas extraordinarias (fig. 78), dejadas proba-
blemente por grandes reptiles batracios, y que fueron reco-
nocidas por primera vez en 1834 en Hildberghausen (Sajo-
rna) en areniscas de la misma edad que las de Escocia.
El gran número y variedad de tales impresiones, debidos,
ya á las fuerzas físicas ó meteóricas, á los cuerpos orgánicos
muertos, sus partes ó productos, ó bien á la acción transito-
ria de los séres vivos, han contribuido por fin á que se esta-
blezca una notable sección en las investigaciones paleontoló-
gicas, á la cual se ha dado el nombre de Ictiología.
En esta clase de evidencias, llamadas proicnites ( fig. (77),
las que se observaron en las areniscas de Postdam, del
período silúrico mas antiguo en el Canadá, son las que da-
tan de mas remota época; pero las huellas de aves sobrepujan
á todas las demás por su número, por lo bien marcadas y
por la variedad que ofrecen.
Podría preguntarse: ¿cómo se conservan semejantes hue-
IGNOLOGIA
5°I
I
<
- 1
lias? A lo cual contestaremos que el procedimiento mas
común se puede observar diariamente en las playas ó riberas
donde la marea sube mucho y en las que el fondo del mar
es á propósito para recibir y retener las impresiones hechas
en aguas bajas.
El Dr. Gould, de Boston, fué quien primero llamó la
atención de los naturalistas sobre este curioso procedimiento,
que observó en las playas de la bahía de Fundy, donde la
marea, según dicen, alcanza en algunos sitios hasta setenta
piés de altura. Las partículas depositadas por la masa líquida
proceden de la destrucción de rocas que antes existieron, y
consisten en porciones cuarzosas y micáceas, cementadas
por pasta caliza, que contiene sales de sosa, particularmente
clorhidratos, coloreada diversamente por óxidos de hierro.
La mayor ó menor perfección de la superficie para recibir
y retener las impresiones depende mucho del elemento mi-
cáceo. Inmenso es el número de aves que recorren el vasto
espacio de aquella superficie plástico-rojiza, que ha quedado
en seco por la retirada de las aguas en la bahía de Fundy.
Durante el período que trascurre entre una marea y la
siguiente, la parte mas alta del depósito formado queda
expuesta suficiente tiempo para recibir y retener muchas
impresiones; en las horas en que mas fuerte es el calor del
sol, al que queda expuesta en los meses de verano aquella
superficie recorrida por las aves, hasta la capa últimamente
depositada se cuece, por decirlo así, se seca y endurece; y
antes de que las aguas, enturbiadas ya con los mismos ma-
teriales de un segundo estrato, tengan fuerza para romper el
precedente, las impresiones practicadas en aquel han recibido
el depósito. De esta manera se toma una forma del molde
préviamente hecho, y el sedimento sobrepuesto por las su-
cesivas mareas tiende mas y mas á fijarle. Después tras-
curren las edades, y las influencias de la petrificación conso-
lidan las capas de arena, convirtiéndolas en una roca
pizarreña, que agrietándose ó abriéndose luego, deja al des-
cubierto los antiguos moldes.
Otras circunstancias concurren para que se fijen las im-
presiones en una playa arenosa, á saber: cuando un gran
espacio llano queda en seco por la retirada de las aguas,
como sucede en el brazo de los pequeños rios que penetran
en la bahía de Morecambe, en la costa de Lancashire: estos
rios bañan las arenas, depositando en las huellas practicadas
antes el barro fino que las pesadas lluvias arrastraron de
pronto desde las colinas inmediatas; fórmase después una
capa arcillosa delgada sobre la arena, y en ella se graban
muy pronto las huellas de las muchas aves que recorren la
superficie, susceptible de endurecerse lo bastante, para rete-
nerlas cuando la marea vuelve á depositar una nueva capa
de la fina arena que las aguas llevan en suspensión.
Las impresiones mejor marcadas en la nueva arenisca roja
de Stourton, en la costa de Cheshire, son las que se encuen-
tran donde el terreno está dividido por una delgada capa
de piedra arcillosa, que una vez al descubierto, se agrieta y
fracciona. Esta capa había recibido, sin embargo, las impre-
siones cuando era plástica, y el depósito superior de arenisca
las conserva en relieve sobre la superficie inferior. Las con-
diciones que producen la interposición de una delgada capa
de piedra arcillosa entre otras mas gruesas de arenisca, lo
cual se ha visto con frecuencia en la bahía de Morecambe,
explican la formación y conservación de los mejores icnites
del labirintodonte y otros reptiles en la nueva arenisca roja
de Stourton.
Aun es de notar una tercera condición por la cual pueden
conservarse las impresiones en una playa arenosa. Cuando
sopla viento seco, levántanse nubes de fina arena sobre la
superficie expuesta en las aguas bajas, las cuales, extendién-
dose ligeramente sobre las pequeñas desigualdades, llenan
todas las impresiones que pudieron formarse cuando aquella
quedó en seco por la retirada de las ondas. Al volver la
marea, humedécese la arena fina que llena las impresiones,
agregándose á ella otra, húmeda también; y de este modo
se fija una impresión en los moldes, que adquirirá mas con-
sistencia á cada nueva deposición de la marea.
Así se observa diariamente, en las actuales circunstancias,
el procedimiento que tiende á conservar las huellas y otras
impresiones practicadas en las playas, y que se efectuó en las
pasadas edades para retener de una manera análoga las que
entonces dejaron los animales. El mérito de haber observado
primeramente tan curioso hecho corresponde á Juan Cun-
ningham, arquitecto de Liverpool; y desde que se difundió
esta luz sobre las impresiones, reconociéronse muchas bajo
modificaciones diversas, figurando entre ellas las de las gotas
de lluvia, impelidas oblicuamente por el viento, y las del
granizo. El Dr. Dean escribía en 1845 lo siguiente, al hablar
de las observaciones que hizo sobre el hecho cerca de Green-
field: «Yo he visto las impresiones de las gotas de agua,
tan marcadas como en el momento de caer sobre la tierra.
Cuando un banco es de sedimento, ó en otros términos,
debido á la precipitación de las partículas que lleva el agua,
en la que estuvieron antes suspendidas, tendremos una
prueba de la existencia de aquel elemento con todas sus
propiedades de condensación por el frió, expansión y evapo-
ración por el calor.» Nada tiene pues de extraño que las
impresiones de las gotas de lluvia se reconocieran en las mas
antiguas rocas de sedimento. Las condiciones se coordinan
así en los fenómenos orgánicos como en los meteóricos; da-
da una de ellas, se pueden deducir las demás.
Las rocas mas antiguas en que se han observado impre-
siones de lluvia son las del período cámbrico en Longmynd
(Gales). Muchas de las capas micáceas de la misma forma-
ción están cubiertas de surcos ó señales de corrientes, descu-
briéndose también rastros de anélidos y una huella de trilo-
bites (Palseopige), especie la mas antigua de América.
En las areniscas de Postdam de la misma época geológica,
es donde se vieron impresiones, consideradas como de un
gran crustáceo entomostráceo.
Daremos á conocer ahora el siguiente ejemplo, aplicable
á una sola especie, para que se pueda formar idea del pro-
cedimiento icnológico.
PR0TIGN1TES SEPTEM-NOTATUS (fig- ’}’] )
Se ha dado este nombre á una serie de impresiones bien
marcadas, que se continúan en sucesión regular en un espa-
cio de cuatro piés, y que se distinguen asimismo, aunque no
tan claramente, en una extensión de dos.
En el primer espacio hay treinta grupos sucesivos de
huellas á cada lado de un surco central ; su número no es el
mismo en cada grupo; donde aparecen mejor marcadas,
como en la figura 77, se ven tres impresiones a , a\ a ”, for-
mando en los grupos sucesivos los números 3, 2, 2.
Las principales huellas están pareadas, y dispuestas con
distintos grados de oblicuidad en cada uno de los tres gru-
pos, hácia la línea media; la huella mas interior de los pares
segundo y tercero B, C, que son las mejor marcadas, suelen
ser una mitad mas grandes que la exterior b ¿ .
Las dos huellas del mismo par están un poco mas sepa-
radas en los tres siguientes, como en a\ a'\ b, b\ c , ¿r’, parti-
cularmente en el segundo y tercer grupos de cada serie; las
que constituyen el par a' a ” se aproximan de nuevo á las
otras series, y los pares b b y c d divergen en la misma di-
rección y grado.
502
PALEONTOLOGIA
Observase en estas impresiones que mientras la mas inte-
rior de cada par, a , b, c, son de igual tamaño, la mas exterior,
a b , ¿ i L, aumenta progresivamente en dimensión, desde
el mas aproximado al mas divergente de los tres pares; la
del primero, a , es angosta en proporción á su anchura, la
del segundo, b , tan ancha como larga, y la mas exterior
c’ c del tercer par, tiene la forma oblonga, pero es mas an-
cha que en el primer par. En algunos sitios donde están
mu) marcadas las impresiones se ve un hueco ó concavidad
muy pequeña a”’, 2 L.
Nótase una ligera variación en la forma y profundidad de
las impresiones; pero no tanta que no se reconozca su pro-
porción, es decir, que la mas interior de cada uno de los tres
pares A B C se identifica con la correspondiente del lado
opuesto.
7&* — UC ELLAS DEL LABIRINTODONTE
Las impresiones elegidas para la figura 77 demuestran
claramente que el animal, marchando con poca fijeza, marcó
á cada acción de sus miembros locomotores, que indicaban
el paso sencillo del bípedo y el doble del cuadrúpedo, cator
ce huellas, siete á la derecha y otras tantas á la izquierda,
como representa el proticnites 7-notatus; y ocho respectiva-
mente en el proticnites 8-notatus. Todas las impresiones
aparecen dispuestas en tres grupos, hallándose estos marca-
dos en series sucesivas, de una manera tan semejante y re-
gular, que no admite duda que fueron impresos por repetidas
aplicaciones de los mismos miembros, capaces de moverse
á suficiente distancia para salvar las impresiones anteriores
y practicar otras nuevas con el mismo intervalo.
Pero ¿cuál era la estructura ó disposición de los miembros
que tales huellas dejaron.'' Para contestar á esta pregunta se
pueden inventar varias hipótesis: en primer lugar, y como
en el caso de impresiones de cuadrúpedos, pudo practicarse
cada una por su propio miembro, lo cual supondría la exis-
tencia de siete y ocho pares para las dos especies respectivas.
También es posible que ciertos pares fueran bifurcados, como
se ve en varios insectos y crustáceos, y alguno ó algunos
trifurcados en sus extremidades; de modo que cada grupo
de impresiones se practico por un solo miembro así subdi-
vidido, en cuyo caso tendríamos la evidencia de un animal
notable de piernas muy anchas y cortas. Es igualmente pro-
bable que tres pares de miembros fueran bifurcados, y que
las huellas suplementarias se imprimieran por otros mas pe-
queños y agregados, como podrían resultar del paso de un
crustáceo. Por último, es admisible la suposición de que un
solo miembro, ancho, semejante á una aleta y dividido en
siete ú ocho puntas obtusas, imprimiera las series de los tres
grupos por medio de sucesivas aplicaciones en la arena.
Esta última hipótesis parece la menos probable, en primer
lugar porque se aleja de las analogías conocidas; y en segundo
porque las variedades observadas en los grupos de huellas
apenas convendrían con las impresiones que dejara un miem-
bro subdividido.
Por lo que hace á la hipótesis de que cada impresión se
practicara por un miembro independiente, es muy difícil el
concebir cómo siete y ocho pares pudieron reunirse en tan
corto espacio á los lados de un animal. En su consecuencia,
lo mas admisible es que los séres que dejaron dichas huellas
en las mas antiguas playas conocidas pertenecieron á un
género de crustáceos, ya provistos de tres pares de miembros
para la locomoción, con otros divididos que convinieran con
el número de impresiones de cada grupo, ó bien bifurcados
sencillamente, debiéndose atribuir las impresiones suple-
mentarias á un cuarto ó quinto par de extremidades mas
pequeñas.
El gTan entomostráceo, designado con el nombre de Li-
mulus, que tiene el par de pequeños miembros anteriores
cerca de la linea media, y los cuatro siguientes laterales
bifurcados en la extremidad libre, con el último par provisto
de cuatro apéndices lameliformes, siendo la cola larga y
delgada, es el animal que da mejor idea para interpretar las
impresiones observadas en las arenisca de Postdam.
La imaginación se pierde cuando trata de medir la exten-
sión del tiempo que pasó desde el período en que ¡vivieron
los séres que recorrían las arenosas playas del mas antiguo
mar silúrico; pero podemos asegurar que, exceptuando ciertas
formas microscópicas vitales, todas las especies de la actua-
lidad recibieron el sér en un período geológicamente muy
moderno, si se le compara con dicha época.
Las diferencias que se notan al hacer la comparación de
tipos animales con los hoy existentes es cada vez mayor
cuanto mas nos remontamos á las épocas pasadas; el arche-
gosauro y el ictiosauro, en la clase de los reptiles, son una
prueba de ello; y en la de los peces, el pterictis y coccosteus.
Si el tipo de los vertebrados ha sufrido tan inconcebibles
modificaciones durante los terrenos secundario y devónico,
¿cuáles no habrán sido las del tipo de los articulados durante
una época probablemente mas lejana de la secundaria que
esta de la actual? Es muy posible que ninguna forma de
animal viviente ofrezca semejanza con la que indican las
huellas de la arenisca de Postdam, para que pueda adquirirse
un conocimiento exacto de la estructura y locomoción del
sér que dejó sus huellas en aquel terreno.
Desde que se dieron á conocer los icnites silúricos de la
América del norte, hánse observado otras impresiones seme-
jantes en las rocas de Escocia, de igual antigüedad, impre-
siones á las que se ha dado el nombre de proticnites esco-
ceses.
ANFIBIGNITES
GÉNERO QUEIR0TER1 O
En la fig. 78 se representa en pequeño una parte de la
nueva arenisca roja, con seis huellas en relieve. Otras im-
presiones semejantes han sido observadas en el triásico de
arwickshire y Cheshire, y mas particularmente en una
o
REPTILES
5°3
t
cantera de arenisca cuarzosa blanquizca de Storton Hill, á
pocas millas de Liverpool. Las huellas se marcan por las
impresiones, apareciendo también en relieve; en el primer
caso se ven en la superficie superior, y en el segundo en la
inferior. Las impresiones del pié posterior son generalmente
de ocho pulgadas de largo por cinco de ancho. Las huellas
se siguen por pares, cada uno en la misma línea, y á inter-
valos de catorce pulgadas.
En la cantera de Storton Hill se han descubierto huellas
de una forma correspondiente, pero mas pequeñas, impresas
en ligeras capas de arcilla, separadas por otras de arenisca;
los moldes sólidos de cada impresión presentan la forma en
relieve, ofreciendo un modelo de los piés, de los dedos y las
garras de los animales que pisaron aquella arcilla.
Otras huellas análogas se observaron por primera vez en
Sajonia, en el pueblo de Hesburgo, cerca de Hillburghausen,
en diversas canteras de arenisca cuarzosa gris, que alterna
con capas de arenisca roja, del mismo período geológico
que las de Inglaterra, recorridas también por el mismo ex-
traño animal. El geólogo aleman que primero describió estas
impresiones, en 1 834, propuso que se diera el nombre de
Cheirotherium ( cheir , mano, y therion , animal) al descono-
cido sér que marcó tales huellas, por la semejanza que ofre-
cen, así los piés anteriores como los posteriores, con la mano
del hombre. El Dr. Kaup conjeturó que el animal podría
ser una gran especie de Oposum; pero en el Didelphys se
observa que el dedo grueso está en el lado interno del pié
posterior. Los cráneos fósiles, las mandíbulas, los dientes y
algunos otros huesos hallados en las areniscas donde se ob-
servaron las impresiones, y que podrian corresponder con
ellas por el tamaño, pertenecen á los reptiles labirinto-
dontes.
Las huellas del Queiroterio se asemejan á las de una sala-
mandra en que el dedo corto externo del pié posterior, se
proyecta casi en ángulo recto con la línea del que ocupa el
del centro; pero no son idénticas con los de ningún batracio,
ni otro reptil conocido. La proximidad de la impresión de-
recha é izquierda á la linea media indica un cuerpo estrecho,
ó una mayor altura que la de los batracios. Sin embargo,
en nuestro empeño de resolver el difícil problema de la na-
turaleza del animal que imprimió sus huellas en la nueva
arenisca roja, no se debe echar en olvido el hecho de que
tenemos también en los labirintcdontes reptiles batracoideos
que difieren notablemente de todos los batracios conocidos
y de los demás reptiles, por la estructura de sus dientes.
Las huellas y los fósiles son peculiares de la nueva arenisca
roja; la diferencia de tamaño de las impresiones atribuidas
á diversas especies de queiroterios corresponde al distinto
grandor de conocidas especies de labirintodontes; y por este
hecho es mas admisible la hipótesis de que las huellas lla-
madas cheiroteria pertenecen á los reptiles de aquel nombre.
GÉNERO OTOZUM
Las huellas que se encuentran en las areniscas rojas, cor-
respondientes quizás al período liásico, en Connecticut, y des-
critas por el profesor Hitchcook con aquel nombre, igualaban
en tamaño á las mayores del Cheiroterium (Ch. Hercules);
pero el pié posterior no tenia sino cuatro dedos, mientras
que en el anterior se contaban cinco, como si el prime-
ro, mas ancho que el segundo, hubiera borrado en parte
la huella de este último al fijarse en el mismo sitio. En
los pocos casos en que se ve distintamente la huella del pié
anterior, los dedos aparecen vueltos hácia fuera, como si el
cuarto y quinto estuvieran unidos por su base. Solo un dedo
del pié posterior ha dejado la señal de una garra; los demás
terminan por una especie de ventosas, como en los batracios,
á cuya familia atribuye el Dr. Hitchcook las impresiones,
aunque suponiendo la posibilidad de que sean de natura-
leza marsupial.
GÉNERO BATRACHOPUS ( BatracIlOpUS primiZÍ'US, Ring)
En 1844, el Dr. King, de Grinsburgo, en Pensil vania,
descubrió en la arenisca del terreno carbonífero que hay
cerca de dicha ciudad varias huellas fósiles, que consideró
como pertenecientes á un reptil. Hasta entonces no se ha-
bían reconocido en ninguna serie tan inferior impresiones
de reptiles; hallándose, según el Dr. King, cerca de ocho-
cientos piés debajo del estrato mas superior de aquel ter-
reno.
En el Sillimari s y ournal, correspondiente á julio de 1846,
Mr. Lyell habla de su visita á Grinsburgo, donde examinó
dichas impresiones, confirmando la descripción que de ellas
hizo el doctor King. Considerólas además como afines á las
del Labirintodon; y escribió con este motivo: «Consisten,
según ya se ha dicho, en huellas de un gran reptil cuadrú-
pedo, marcadas en la arenisca, en medio de las series carbo-
níferas, hecho que ofrece la mayor novedad é interés, puesto
que por vez primera encontramos en Pensilvania una prueba
de la existencia de cuadrúpedos de respiración aérea en los
bosques donde florecieron el caulopteris, la sigilaría, el lepi-
dodendron y otras plantas. )»
Las huellas se observaron primero en relieve, en una
superficie de arenisca que descansaba sobre otras muy del-
gadas de arcilla fina, en la que se veian también las grietas
debidas al resecamiento; estas grietas habían cortado la im-
presión en el sitio donde la atravesaban, pues el barro debió
estar blando cuando el animal le pisó, dejando en él la
impresión.
En la misma cantera se contaron nada menos que vein-
titrés impresiones, las mas de ellas dispuestas de modo que
indicaban que se marcaron sucesivamente por el mismo ani-
mal; en todas partes se veia una doble serie, y en cada una
las huellas pareadas, reconociendo que se practicaron con
el pié anterior y el posterior; este último, una tercera parte
mas ancho, tenia cinco dedos, mientras que en el otro no
debió llevar sino cuatro; pero provisto el mas interior, según
las marcas, de una especie de rudimento.
GÉNERO SAUROPUS
En una formación de pizarra roja, en Pottsville, á setenta
y ocho millas de Filadelfia, Mr. Isaac Lea descubrió huellas
semejantes, que son mucho mas antiguas que las de que aca-
bamos de hablar, puesto que media un espesor de mil
setecientos piés entre las impresiones de Greensfield y las de
Pottsville.
En 1851, el profesor Rogers anunció su descubrimiento
en la misma formación, entre los terrenos devónico y carbo-
nífero, de tres especies de animales de cuatro piés, que en
su concepto eran mas bien saurios que batracios, puesto que
cada pié estaba provisto de cinco dedos; una de las especies,
la mayor de las tres, había dejado huellas de unas dos pul-
gadas de diámetro, reconociéndose que el pié anterior y el
posterior ofrecían casi las mismas dimensiones. Entre las
huellas se veian varias grietas, como las que pudiera ocasio-
nar el calor del sol en el barro; y también como señales de
gotas de lluvia, todo lo cual confirmaba la conclusión dedu-
cida de las impresiones, y es que los cuadrúpedos que las
504
paleontología
dejaron pertenecieron á una clase de animales de respi-
ración aérea, y no á los que viven y respiran en el elemento
líquido.
CLASE II — REPTILES
ORDEN I— GANOCÉFALOS
El nombre de este orden se refiere á las placas huesosas,
exteriormente lisas, ó ganoideas, con que estaba protegida
toda la cabeza, yen las cuales se comprenden la post-orbital
y supra temporal, que cubren las fosas temporales. No existen
'LAMMAM
TAT1S
SID
Fig. 79.— ARCHEGOSAURUS ( Carbonífero )
los cóndilos occipitales; los dientes presentan repliegues de
cemento que convergen hácia la parte media; el notocorda
es persistente; los arcos vertebrales y los elementos periféricos
están osificados; las pleurapófisis son cortas y rectas; existen
miembros pectorales y pélvicos, que son natatorios y muy
pequeños; las escamas, de reducido tamaño y estrechas,
son sub ganoideas; reconócense vestigios de arcos bran-
quiales.
Los animales extinguidos que presentan esta combinación
de caractéres se indicaron primero por ciertos fósiles descu-
biertos en la pizarra arcillosa esferosiderítica, que forma el
piso superior del terreno carbonífero de Baviera;yen las
concreciones esferoidales del carbonífero de Saarsbruck,
cerca de Tréveris. En un principio se atribuyeron á la clase
de los peces (pygopterus lucius, de Agassiz); pero un ejem-
plar hallado en Munster-Appel ofrecía caractéres que, reco-
nocidos por el doctor Gergens, resultaron ser los de un
reptil salamandroideo. Posteriormente se describieron otros
ejemplares descubiertos que fueron figurados por Goldfus y
von Meyer. El primero de estos autores propuso el nombre
de Archegosaurus, ó lagarto primitivo, para expresar la natu-
raleza de saurio, que en su concepto tenia esta muy antigua
forma de reptil. El estudio mas detenido que se ha hecho
después indujo á creer que el animal tenia mas afinidad con
los batracios perenibranquios; y nuevas evidencias, á la par
que confirmando las conclusiones que colocan al Archego-
sauro entre los peces y los reptiles, han demostrado que se
aciona con las antiguas formas ganoideas de la clase
de animales de respiración branquial, mejor que con los mas
modernos peces teleosteos de escamas blandas, con los que
tienen gran analogía el proteo y la sirena.
El no estar osificada la base de los cuerpos vertebrales
del tronco (fig. 79) coincide con la ausencia de los cóndilos
occipitales osificados, que caracterizan el cráneo en los
batracios de mas perfecto desarrollo. La parte anterior del
notocorda se ha extendido hasta la región base esfenoidea,
y su cápsula se ha adherido por medio de un ligamento con
las anchas osificaciones planas de las expansiones de la misma
cápsula, formando la placa base-occipital ó base esfenoidea.
En la figura 79 se representan los principales modificaciones
de las vértebras, como se indican en el cuello, en el tórax, el
abdomen, el sacro y la cola. Las vértebras del tronco, en el
individuo bien desarrollado, presentan el siguiente grado de
osificación:
_as neurapófisis se unen en la extremidad para formar el
co del cual parte una vértebra comprimida; los lados de la
se del arco neural presentan una superficie convexo arti-
ar para la articulación de la costilla; en la cápsula del
íotocorda hay tres placas huesosas, que pueden denominarse
partes corticales del centro, en el mismo sentido en que se
aplica este término al elemento llamado «cuerpo del atlas»
en el hombre y los mamíferos. Sin embargo, se ha convenido
en llamar á estas partes corticales hipopófisis, pudiéndose
dar el mismo nombre á las placas sub-notocordales del
Archegosauro, que coexisten con verdaderas hemapófisis en
la cola. Las costillas son cortas, casi rectas, y aplanadas en
las extremidades; los arcos hemales están al principio abier-
tos en su base y se van cerrando luego por extenderse la
osificación interiormente.
El tamaño del canal para proteger los vasos sanguíneos
caudales indica una gran fuerza muscular, así como las es-
pinas que se forman en los arcos neural y hemal revelan una
previsora combinación para las adherencias ó inserciones
musculares, y el desarrollo del órgano caudal natatorio.
El cráneo del Archegosauro parece haber retenido inte-
riormente mucha parte de su primitivo cartílago, habiéndose
activado sobre todo la osificación en la superficie, desde
donde, como sucede en las osificaciones craneanas dermo-
neurales en los peces esturiones y en las formas salaman-
droideas, parten aquellas de centros mas numerosos que los
del verdadero sistema vertebral en el cráneo de los reDtiles
saurios. El cráneo, muy aplanado ó deprimido, es triangu-
lar, con líneas redondeadas, y la frente mas ó menos protu-
berante, según la especie y la edad del individuo. El supra-
occipital está representado, como en los peces salamandroi-
deos, por un par de huesos aplanados; el par externo que
torma los ángulos prominentes de la región occipital repre-
senta los par-occipitales. La superficie periférica mas baja
RÉPTILES
del cartílago base-esfenoidal está osificada y presenta un
borde cóncavo hácia el notocorda, á cuya cápsula parece
haberse enlazado; los aliesfenoides eran sin duda cartilagi-
nosos, y el protocráneo no parece alterado, como en la re-
gión ex occipital. Las osificaciones periféricas que represen-
tan el parietal forman dos huesos planos y oblongos con el
agujero parietal en la sutura media; entre los super y par-
occipitales están los dos huesos que corresponden á los
mastoideos, enlazando exteriormente el timpánico y otra
placa huesosa (supra-escamoso). Los huesos frontales están
divididos por una sutura media como en los parietales, se
prolongan y sobresalen mucho de las órbitas; el hueso que
ocupa la posición del post frontal en los quelonios está osi-
ficado por dos partes, una de ellas se articula con el mas-
toideo, y la otra, post-orbital, con el supra-escamoso; el
post-frontal se extiende mas allá de la órbita para encontrar
el pre-frontal; los pre frontales terminan en punta entre el
nasal y el lagrimal; los nasales, divididos también por la
sutura media, se prolongan mas ó menos según la especie y
la edad del individuo.
Hasta aquí, la osificación de la superficie del cráneo del
Archegosauro está conforme con la de los peces ganoideos
salamandroideos antes citados; el hueso lagrimal correspon-
de evidentemente al grande y ancho sub-orbitai de los peces;
su mayor tamaño y extensión en el Archegosauro indica una
prueba de afinidad.
La mandíbula superior se compone de los huesos pre-
maxilares, maxilares y palatinos; los primeros se dividen por
una sutura media, como en el lepidosteo y el crocodrilo, y
son cortos ; la anchura excede á la longitud en el A. latiros-
tris, así como en el A. Decheni; pero en el antiguo animal
se observa proporción. El maxilar se extiende desde el pre-
maxilar hasta mas allá de la órbita; el palatino consiste en
un hueso largo y estrecho, que parece ensancharse algo en
ambas extremidades; sostiene una línea de dientes, dos de
los cuales, situados en la parte anterior, son de gran tamaño.
Entre la órbita y el maxilar se extiende el hueso que cor-
responde al pómulo del crocodilo y á los sub orbitales de
los peces.
Los ángulos posteriores del cráneo están formados por el
timpánico; en los individuos jóvenes no se extiende aquel
hácia atrás mas allá del par-occipital; pero con la edad se va
prolongando, y parece terminar interiormente en el terigoi-
deo. Las dos ramas de la mandíbula estaban ligeramente
unidas; el elemento angular presenta una convexidad que
corresponde al punto de osificación; el dentario forma la
superficie articular.
De la comparación con los peces resulta que la mandí-
bula inferior del Archegosauro difiere por la gran longitud
ó extensión de la pieza anuular, pero se asemeja al tipo de
aquellos por la sencillez de su composición. Esta pieza an-
gular, sin embargo, es mas larga en los ganoideos, Amia,
Polypterus y Lepidosteus, que en otros peces; en el Lepido-
sirena, sus proporciones son casi las del Archegosauro; tam-
bién las ofrece semejantes la mandíbula del Axolote y del
Proteo.
Los dientes del Archegosauro afectan la forma sencilla
cónica y puntiaguda; encajan en el pre maxilar, el maxilar,
el mandibular y el vómer, y están dispuestos en una sola
serie en cada uno. En los cortos maxilares se cuentan de
ocho á doce, algo mas grandes que los del maxilar, que
siguen después en líneas no interrumpidas, contándose unos
treinta; pero los huecos que median son tales, que podrían
recibir otros tantos en la misma extensión del borde alveolar.
Los dientes vomerianos están dispuestos en una sola serie
paralela con la maxilar, y bastante próxima. Los dientes
Tomo IX
5°5
mandibulares se corren hácia atrás, y van disminuyendo de
tamaño, siendo mayores los de la parte anterior. Cada diente
encaja por una simple base en una especie de alvéolo en
forma de copa, que presenta un ligero borde levantado, con
el cual se anquilosa la circunferencia del órgano. Los dientes
se aflojan por falta de absorción y caen para ser reemplazados
por otros, que se desarrollan en la parte anterior de la base
del primitivo diente. Se componen de osteodentina, dentina
y cemento; la primera sustancia ocupa el centro, y la última
cubre la superficie de dichos órganos, pero se introduce en
su sustancia por muchos repliegues concéntricos indicados
por una fina estría longitudinal. El corte del diente indica la
misma estructura en este punto que la del Lepidosteus
oxyurus.
En la mayor parte de los peces ganoideos de los períodos
carbonífero y devónico se observa el mismo principio de
estructura dentaria, llegando después al magnífico grado de
complicación que se observa en los dendrodontes del devó-
nico.
No cabe duda que en el Archegosauro completamente
desarrollado serian proporcionados los pulmones para la
respiración que necesitaba el animal; pero los vestigios del
sistema respiratorio embrional en el individuo adulto indican
que aquel sér vivía en el agua, por lo menos tanto como los
reptiles perenibranquios actuales, en los que, á pesar del
grado de desarrollo de sus pulmones, las funciones respira-
torias parecen efectuarse principalmente por branquias.
Los otros caracteres de afinidad con los peces, que presen-
ta el Archegosauro, por su notocorda persistente, su base-
occipital cartilaginoso, sus osificaciones dérmicas en la cabeza,
y las pequeñas escamas del cuerpo, le alejan mas del tipo
de los reptiles saurios, presentándole evidentemente como
una forma de tránsito entre los batracios y los ganoideos.
La cara inferior del cuerpo, entre la cabeza y el tronco,
está protegida por tres anchas placas huesosas, una de ellas
media y simétrica, con los extremos redondeados; la super-
ficie ó cara exterior presenta varios surcos, excepto en la
parte marginal cubierta por las piezas laterales y el arco
escapular. Las placas del cuello, fijas en la mitad anterior
de los lados de la media, afectan la figura de los élitros de
un escarabajo, y convergen hácia fuera.
Von Meyer compara estos escudos dérmicos con los ele-
mentos episternos de la coraza ó peto de los quelonios, y
cree encontrar la verdadera homología en las anchas placas
media y lateral del cuello ó en las escamas del Megalichtys
y del Sudis gigas.
Las afinidades con los perenibranquios del Archegosauro
se demuestran claramente por el escapular y el arco hioideo.
El húmero corto y grueso, y hueco al principio, está abierto
en ambas extremidades; de los dos huesos del antebrazo, el
cúbito es un poco mas largo y ancho que el radio, y los dos
presentan la mas sencilla forma primitiva. El espacio que
hay entre el antebrazo y el metacarpo indica claramente la
masa cartilaginosa que representa el segmento carpal en el
Archegosauro. No hay mas que cuatro dedos; el segundo es
el mayor y comprende al menos cuatro falanges, que así
como las del metacarpo, son largas y delgadas.
El Íleon se ensancha, lo mismo que la escápula, en su
extremidad articular; los huesos mas cortos de cada lado
completan la pelvis; el mas ancho es el pubis; el fémur es
truncado en ambas extremidades; la tibia y el peroné son
huesos separados, una mitad mas largos que el fémur; los
huesos de los pies están separados de los de la pierna por
una masa fibro-cartilaginosa.
El argumento que aduce Mr. Von-Meyer para demostrar
las afinidades del Archegosauro con los saurios, fundán-
64
PALEONTOLOGIA
506
dose en la brevedad de los miembros anteriores del Mis-
triosauro, rebatido ya por la diferencia de estructura, pierde
además su valor por el hecho de que las extremidades pos-
teriores, así como las de los perenibranquios, no son igual-
mente sencillas en su estructura, sino también tan cortas
como las anteriores. El concienzudo observador y acreditado
artista ha contribuido en mucho para darnos á conocer las
partes fosilizables del Archegosauro; mas no parece haber
profundizado la cuestión bajo su verdadero punto de vista.
El animal no ofrece la conformidad de estructura que supo-
ne el autor con ningún reptil conocido, y menos con un
crocodilo; mas analogía se encuentra comparando el Arche-
gosauro con los vertebrados de los períodos devónico y car-
bonífero, según acaba de demostrar Gaudry en la Memoria
sobre el Protriton petrolei y el Actinodon Frossardi. El
estado de osificación imperfecta de la columna vertebral es
el mismo de todos los peces de la época de aquel sér y de
las anteriores; el exo-esqueleto, las escamas ganoideas del
tronco, y las placas lisas de la cabeza, anchas y unidas por
suturas, ofrecen caractéres que no se observan en ningún
animal de respiración aérea de nuestros dias. Por otra parte,
los dientes labirínticos, y los miembros, que aparecen en el
estado embrionario de los de un proteo, indican, para todo
aquel que se atenga á los hechos en que deba basarse la
ciencia del origen de las especies, el ejemplo mas evidente
de una forma transitoria, en la hipótesis derivativa, de un
sér de respiración aérea á otro que la tiene acuática. De
todos modos, cualquiera que sea el grado en que se combi-
nen las condiciones, este punto encierra un problema para
cuya resolución es indispensable un estudio mas profundo y
el conocimiento de muchos hechos ignorados aun. Los que
se estudiaron desde que Lamarck trató de explicar los cam-
bios que pueden producir en la estructura animal las influen-
cias exteriores, y la manera en que una forma es susceptible
de cambiarse en otra, abren sin duda ancho campo al explo-
rador de las leyes de la naturaleza animada; y ha de procu-
rarse que no pase desapercibido ningún hecho sin conside-
rar detenidamente sus relaciones con el importante punto
que nos ocupa, para lo cual deberá el naturalista concentrar
toda su fuerza de atención.
GÉNERO RANICEPS
Hácia el centro de la gran cuenca carbonífera del Ohio,
en los Estados-Unidos, existe una masa de esta formación,
de ocho piés de espesor, en la que se ha encontrado el crá-
neo, parte de la columna vertebral, el arco escapular, y los
miembros anteriores de un reptil, considerado por el doctor
Wyman como perteneciente á la sub clase de los batracios,
y al que dio el nombre de Raniceps. Otros dos fósiles afines,
que se suponen ser también de los batracios, se descubrie-
ron después en la misma formación y localidad.
GÉNERO DENDRERPETON
Se ha fundado este género en algunos pequeños huesos
hallados en el tronco hueco de una sigilaría de dos piés
de diámetro, completamente convertida en carbón en un
campo de Nueva Escocia. Este género también de los ba-
tracios, ofrece íntimas afinidades por la estructura de los
dientes, las placas craneanas, y la proporción de ciertos hue-
sos, con el género Archegosauro. El descubrimiento de varias
escamas carenadas con huesos del Dendrerpenton es otro
dato en apoyo de la probabilidad de que pertenezca al órden
de los ganocéfalos. Una segunda especie de reptil (Hylono-
mus), un centípedo, y varías conchas de los Dendropupa,
recompensaron al Dr. Dauson de sus últimas exploraciones
en los antiguos árboles de los depósitos carboníferos de
Nueva Escocia. Así pues, vemos que los moluscos, los arti-
culados y vertebrados, concurren con la rica vegetación ter-
restre á demostrar la influencia favorable de la atmósfera
para la conservación de las pruebas de la vida pasada en la
división mas antigua de los períodos geológicos de la histo-
ria terrestre.
ÓRDEN IX— LABIRINTODONTIDOS
Cabeza protegida, como en los ganocéfalos, por una es-
pecie de casco compuesto de placas óseas, lisas y sumamen-
te duras, inclusos los huesos suplementarios post-orbital y
supra-temporal; existen dos cóndilos occipitales; el vómer
está dividido; los cuerpos vertebrales, así como los arcos,
están osificados y son bicóncavos; las pleurapófisis del tron-
co son largas y se arquean; los dientes son complejos por
ondulación.
Los reptiles que ofrecen los citados caractéres fueron di-
vididos en varios géneros, según las modificaciones de la
forma y proporción del cráneo, y la disposion relativa y el
tamaño de las cavidades orbital, nasal y temporal.
GÉNERO BAFETES
Bapheies planiceps. — Esta especie está fundada sobre par-
te de un cráneo fósil procedente del terreno carbonífero de
Nueva Escocia, que mide siete pulgadas al través de las ór-
bitas. Pertenece al presente órden por el número, tamaño y
disposición de los dientes; por las proporciones y manera de
unirse los premaxilares, maxilares, nasales, pre frontales y
frontales; y por el carácter que resulta del cráneo, notable-
mente ancho y deprimido, presentando sus huesos una su-
perficie análoga á la de los labirintodóntidos. La forma de la
extremidad del hocico ó de la mandíbula superior, en el
ejemplar de Nueva Escocia, conviene mas bien con la que
presehta el Capitosauro y Metopias de von Meyer y Bur-
meister; pues las órbitas habían sido evidentemente mayores
y de distinta forma que en los reptiles así llamados.
Conducidos al período carbonífero por el órden de los la-
birintodontes, que alcanzaron un completo desarrollo en el
triásico, daremos á conocer seguidamente los mas notables
restos y caractéres típicos de este extinguido grupo de rep-
tiles.
En el período triásico de los condados de Warwick y
Cheshire, las playas ó riberas del antiguo mar, formadas en-
tonces por un depósito arenoso, fueron recorridas por repti-
les que tenian los caractéres huesosos esenciales de los mo-
dernos batracios; pero combinados con otros de los croco-
dilos, lagartos y peces ganoideos, formando el total de ellos
un conjunto que podía rivalizar por el tamaño, según lo
indican los fósiles y las huellas, con el de los mayores cro-
codilos de la actualidad. La forma del Labirintodon, á juzgar
por la gran anchura y aplanamiento del cráneo, y las pro-
porciones de ciertos huesos, debió guardar un término medio
entre la de la rana y la de la salamandra terrestre.
Los batracios de piel lisa no tienen tipo fijo en la forma
externa, como los órdenes mas superiores de reptiles hoy
existentes; pero algunos, como las anchas y aplanadas ranas
y sapos, se asemejan en cierto modo á los quelonios, parti-
cularmente á las tortugas llamadas Trionyx; otros batracios,
las Cecilias, se parecen á los ofidios; un tercer grupo, como
el de las Salamandras, representa á los lacértidos; y entre los
reptiles perenibranquios hay especies (Sirena) que combinan
0
LABIRINTODONTIDOS
con branquias externas la mutilada condición de los peces
apodos.
Asi, pues, se notará que, aun en el caso de haberse obte-
nido un esqueleto entero del Labirintodon, no hay ninguna
forma característica general exterior en el orden existente de
batracios, por la que hubiera podido determinarse su afini-
dad con este grupo. Los caractéres comunes en virtud de los
cuales se asocian naturalmente en un solo grupo los batra,
Fig*
So. — CRANEO CON LA. MANDÍBULA SUPERIOR Y LOS
DIENTES DEL MENOPOME
cios, tan diversificados entre sí por los demás, no son tan
solo los que resultan de los fenómenos del desarrollo y de
los órganos que pueden destruirse fácilmente, sino también
los que presentan las modificaciones del esqueleto, y en par-
ticular del cráneo. Este último está unido al atlas por medio
de dos tubérculos (fig. 8o, ¿, ¿^desarrollados exclusivamen-
te desde los ex-occipitales ; el paladar huesoso se compone
de dos huesos anchos y planos (VJ llamados vomerianos, que
de ordinario sostienen los dientes. Solo en los batracios de
la actualidad se ven ejemplos de dos ó mas series de dichos
órganos en el mismo hueso, como se observa especialmente
en la mandíbula inferior de las especies de Cecilia y Sirena.
Los notables fósiles que aquí representamos fueron exa-
minados en 1840, comenzándose su estudio por varias por-
ciones de un diente hallado en la nueva arenisca roja de
Warwickshire. Los caractéres exteriores de este diente cor-
responden con los que representa la figura 81, cuyo modelo
fué descubierto anteriormente por el profesor Jaeger en la
formación alemana del keuper, en Wurtemberg, habiendo
servido de base para fundar el género Mastodonsaurus.
El exámen microscópico del diente del Mastodonsauro, y
de aquellos procedentes de la nueva arenisca roja de War-
wickshire, demostró que los de ambas localidades tenían
una estructura muy complicada y notable (fig. 82), cuyo
carácter principal, ó sea la convergencia de los numerosos
repliegues de la capa externa de cemento hácia la cavidad
central, indicaba una ligera semejanza con el diente del
Ictiosauro; mientras que los de varias especies de ganoideos
y los del Archegosauro, presentaban mas analogía con la
estructura labiríntica.
Dedúcese, pues, que así como los extinguidos animales de
que se trata manifestaron en la intima estructura de sus
dientes una afinidad con los peces, podría esperarse que si
pertenecieran á la clase de los reptiles, el resto de su estruc-
tura indicaría los caractéres del orden mas inferior, cual es
el de los batracios, cuyos representantes pasan, aunque no
en cuanto al carácter dentario, por tantas otras notables
degradaciones de estructura, constituyendo el tránsito á los
peces.
En la misma formación de Wurtemberg, de donde proce-
dían los dientes laberínticos del llamado Mastodonsauro,
encontráronse después cráneos mas ó menos completos del
mismo animal, en los que se reconocía el desarrollo de un
cóndilo separado en cada hueso ex-occipital, y un vómer
dividido, con una línea de dientes en cada mitad. Los otros
fósiles procedentes de la nueva arenisca roja de Warwick-
shire confirmaron mas aun la naturaleza batracoidea del gé-
nero con la evidencia de las cinco especies siguientes: Laby-
rinthodon de Jaeger, L leptognathus, L. pachygnathus, L.
ventricosus y L. scutulatus. Las agregaciones de estas especies
al grupo de reptiles han sido desde entonces tan numerosas,
que el nombre de género se elevó sucesivamente al de fami-
lia y al de orden.
El Labirintodon (Mastodonsaurus) de Jaeger es la mayor
especie conocida, pues mide el cráneo mas de tres piés de
largo y cerca de dos de ancho. Sus extremidades pudieron
muy bien dejar huellas del tamaño de las que se ven en las
areniscas de Cheshire, descritas y figuradas por Egerton,
como las del Cheiroterio Hércules. En el terreno devónico
de Warwickshire se encontró una mandíbula inferior, uno
de cuyos dientes se representa de tamaño natural en la figu-
ra 81.
El Labirintodon leptognathus es conocido por varios-
fragmentos de las mandíbulas superior é inferior, dos vérte-
bras y un esternón, restos que se hallaron en la nueva are-
nisca roja de Coton End, cerca de Warwick. Las vértebras
tienen profundas cavidades articulares en ambas caras del
cuerpo; el arco neural está anquilosado con el centro, y de
cada lado de su base parte un apéndice trasversal y grueso
que se extiende oblicuamente hácia arriba.
-6»;
Fig. 8l. — DIENTE CANINO DEL LABIRINTODON JACAERI
El hueso esternal consiste en un cuerpo que gradualmente
se hace mas grueso hácia la parte anterior, donde se cruzan
varias piezas en ángulo recto con el esternón, presentando
cada cual una cavidad para la articulación de las clavículas.
PALEONTOLOGIA
Las modificaciones de las mandíbulas, y mas particular-
mente las del paladar huesoso, son de carácter batracoideo:
por la disposición de los mayores dientes en las extreraida.
des anteriores de las mandíbulas, se nota semejanza con el
Piesiosauroj y por una parte de la «estructura dentaria, la
forma del episterno, y las vértebras bicóncavas, con el Ictio-
sauro. Por la anquilosis de la base de los dientes con pro-
fupdos alvéolos, el Labirintodon se parece á la esfirena, y
á otros varios peces; y de la ausencia de un vestigio de
excavación en el lado mas interior de la base de los dientes
cjue íuncionan, ó en otros términos de los alvéolos de reser-
va para los dientes que deben sucederse, podemos deducir
que dichos órganos se reproducían, como en los batracios
F*g- $2— CORTE TRASVERSAL DE UN DIENTE DEL LABIRINTODON
inferiores y muchos peces, en la blanda membrana mucosa
que cubría el borde alveolar; y que después llegaron á fijarse
en el hueso por anquilosis, según se observa en los lófios.
Labyrinthodon paíhygnathus. — Los restos de esta especie,
hallados hasta aquí, consisten en porciones de las dos man-
díbulas, un hueso anterior frontal, un húmero fracturado,
un Íleon, la cabeza del fémur y dos falanges ungueales. Una
porción de la rama de la mandíbula inferior, de unas nueve
y media pulgadas de largo, que presenta los caractéres
comunes de la del L. leptognathus, demuestra también que
el tabique exterior del aparato alveolar no es mas alto que
el interior. Los pequeños dientes seriales, en número de
unos cuarenta, disminuyen gradualmente de tamaño á me-
dida que se acercan á las dos extremidades de la serie; los
alvéolos están bastante próximos, y algunos vacíos; aparen-
temente habia en cada sínfisis tres grandes caninos, siendo
de pulgada y media la longitud del mayor. La base de los
dientes está anquilosada en el fondo del alvéolo, como en
los peces escomberoideos y sauroideos; pero el Labirintodon
presenta además otro carácter mas íctico, que consiste en la
continuación de una linea de pequeños dientes, anterior á
los dos ó tres mayores.
Los restos del cráneo del L. pachygnathus demuestran
que el animal tenia fosas nasales sub-terminales que iban
á terminar en una cavidad profunda, separada de la boca
por un ancho paladar, hallándose los orificios internos situa-
dos detrás de las fosas exteriores. En los batracios de respi
ración aérea se observa que el conducto nasal es corto y
vertical, y que los orificios internos atraviesan la parte ante-
rior del paladar, lo cual conviene para la respiración y de-
glución, pudiendo inferirse, por lo tanto, que en el Labirin
todon debió existir el aparato para respirar por inspiración,
y que en el esqueleto se hallaron ligamentos costales bien
desarrollados.
De los pocos huesos de las extremidades que se han exa-
minado, uno de ellos presenta todos los caractéres de la
parte correspondiente del húmero de un sapo ó de una rana,
ó sea la extremidad articular convexa, algún tanto extendida
trasversalraente, la depresión longitudinal exterior, y la bien
desarrollada línea dorsal Por su estructura, así como por su
forma general, este hueso conviene con el tipo batracio, di-
firiendo del que ofrece el crocodilo : los dos dedos de los piés,
ó las falanges terminales, se asemejan á los de aquellos rep-
tiles por no presentar vestigios de uña, y en vista de su ta-
maño se puede inferir que corresponden á las extremidades
posteriores del L. pachygnatus.
En el íleon derecho, de unas seis pulgadas de largo, nó-
tase una cierta combinación de los caractéres del crocodilo
y del batracio; la cavidad acetabular está limitada en su
parte superior por una prominencia aguda, como en la rana,
y no es marginada en su interior, según se observa en el cro-
codilo.
Como el fragmento del Íleon se descubrió en la misma
masa en que se hallaron los dos pedazos del cráneo y la
parte de las mandíbulas inferiores, es probable que todos los
restos hayan pertenecido al mismo animal; y en tal caso,
como las porciones de la cabeza corresponden por su tamaño
á un crocodilo de seis ó siete piés de largo, y la cavidad
acetabular con las de un individuo de esta misma especie
de veinticinco piés de longitud, resulta que las extremida-
des posteriores del labirintodon debieron ser de un tamaño
desproporcionado si se compara con el de los saurios exis-
tentes, pero de una magnitud aproximada á la de algunos
de los actuales batracios anuros. Que existió un reptil de
tamaño idéntico al de las especies cuyos restos acabamos de
descubrir, es cosa que no admite duda en vista de las sin-
gulares impresiones designadas con el nombre de Cheiro-
therium.
Labyrinthodon ( rhombopholis) scutulatus. — Los restos á
que se aplicó esta denominación forman un grupo irregu-
larmente dispuesto de huesos envueltos en arenisca, que
pertenecen evidentemente al mismo esqueleto; redúcense á
cuatro vértebras, porciones de ligamentos, un húmero, un
fémur, dos tibias, la extremidad de un hueso plano y varias
escamas óseas pequeñas, de forma romboidal (fig. 83, 3).
Descubriéronse en 1840 en la nueva arenisca roja de Lea-
mington
Fíg- S3 ROM BOPHOLIS SCUTULATUS {Triásico)
Las vértebras (fig. 83, 1, 2) presentan superficies bicón-
cavo-articulares, como en otros Labirintodon, observándose
en dos de ellas superficies que se inclinan en sentido pa-
ralelo, como las vértebras dorsales de la rana; las neura-
pófisis están anquilosadas en el cuerpo vertebral, y el húme-
ro es regularmente convexo. Una parte de un hueso mas
corto y plano, se arquea formando ángulo sub agudo con la
extremidad inferior, asemejándose al radio anquilosado de
los batracios.
Las paredes del fémur son delgadas y compactas, y con-
tienen una ancha cavidad medular; las tibias presentan la
notable depresión que caracteriza á los huesos correspon-
ICTI0PTERIG10S
5°9
<
O
dientes de los batracios, así como también la impresión lon-
gitudinal que se extiende por el centro de la superficie
plana. Los atributos del Labirintodon descrito parecen tener
solo un valor sub genérico, que se indica por la denominación
de rombofolis. Otras diferencias correspondientes en las for-
mas y proporciones del cráneo, y en la posición relativa de
las órbitas, en los ejemplares descubiertos despúes en las
areniscas triásicas de Alemania, fueron interpretadas de un
modo análogo.
El Labirintodon (Mastodonsaurus) de Jaeger es la mayor
de las especies: el cráneo descubierto en el Keuper inferior
de Wurtemberg es triangular; los dos cóndilos se proyectan
desde el centro de la base; los lados son rectos y convergen
hácia el vértice obtuso; las órbitas, ovales y mas estrechas an-
teriormente, están situadas casi en la mitad de la línea entre
la parte anterior y la posterior del cráneo; las fosas nasales
son muy pequeñas, y se hallan tan separadas entre sí como
las órbitas.
Labyrinthodon ( Trematosaurus ) Braunii , Von Meyer. — Es-
te género se fundó sobre un cráneo descubierto en el sand-
stein de Bernburgo. Mide un pié de largo, y relativamente á
la anchura de la base, es mas prolongado y estrecho que el
del labirintodon de Jaeger, formando los lados un ángulo
mas agudo ; las órbitas, de forma elíptica, están situadas en
el centro del cráneo, y mas separadas que en la especie
anterior; las fosas nasales se hallan relativamente mas pró-
ximas. Hay un par de orificios premaxilo-palatinos, como en
la rana, y detrás se ven las aberturas internas de las fosas
nasales.
Labyrinthodon ( Metopias ) diagnosticusy II. von M. — En
esta especie es mas ancho el cráneo en proporción á su largo,
y los lados convexos, convergentes hácia el hocico. Las ór-
bitas, bastante pequeñas, presentan una forma elíptica, si-
tuadas en el tercio anterior del cráneo, hallándose dos veces
tan separadas como las fosas nasales. Los restos de esta es-
pecie proceden de los bancos superiores de la arenisca de
Wurtemberg.
El Labirintodon (Capitosaurus) arenaceus de Munster,
se distingue por tener el hocico mas ancho y casi truncado;
las órbitas, de forma elíptica, están situadas casi enteramente
en el tercio posterior del cráneo.
Eichwald aplicó el nombre de Zygosaurus á un reptil la-
birintodóntido de las pizarras cobrizas pérmicas de Orem-
burgo que ofrece el cráneo parabólico de las especies de
L. de Jaeger y L. diagnóstico; las órbitas son anchas y es-
tán divididas por un intervalo menor que su propio diá-
metro; las fosas temporales, relativamente anchas, se limitan
por fuertes arcos cigomáticos: la dentición es de labirin-
todon
El labirintodon de Buckland procede de una arenisca que
hay cerca de Kenilworth, que el profesor Ramsay le considera
como pérmico.
Odoniosaurt/s Voltzii— El género y la especie de este nom-
bre fueron establecidos por Von Meyer en vista de una por-
ción de mandíbula inferior que contenia cincuenta dientes,
fijos en profundos alvéolos; pero la estructura era aparente-
mente labirintoidea. La especie procede de la arenisca de
Soultzles-Bains.
Jestorriiias de Perrin. — Con este nombre indicó Von
Meyer ciertos huesos craneados aplanados, en cierto modo
semejantes á los del labirintodon, pero con una superficie
muy lisa como la de los ganoideos: estos restos proceden del
muschelkalk de Luneville.
En todas las formas sucesivas de Labirintodon, represen-
tadas por cráneos completos, exceptuando quizás el Zygo-
saurus, se ven las placas óseas suplementarias que cubren
las fosas temporales como en el Archegosauro; los cóndilos
occipitales, bien marcados, forman un par; y el vómer, que
está dividido, tiene de ordinario dientes. La superficie del
cráneo presenta asimismo canales (¿mucosos?) ó surcos dis-
puestos simétricamente.
Se ha dicho que la relación de estos notables reptiles con
el órden de los saurios ofrecía la mayor y mas verdadera
afinidad, sobre todo por el carácter de la extensión y osifi-
cación del cráneo, así como de los huesos que le componen;
mas parece que no se ha examinado bien la verdadera natu-
raleza de algunos de ellos. Se han querido buscar analogías
de estructura en grupos superiores, siendo así que debió ha-
cerse lo contrario; y si pasamos de los labirintodon á los
archegosauros, deduciremos otras conclusiones.
En primer lugar observaremos la conformidad del tipo de
las placas dérmicas, semi dermales ó neuro-dérmicas, en el
bien osificado cráneo de los polípteros, lepidosteos, esturio-
nes y otros peces ganoideos, al hacer la comparación con los
huesos correspondientes de los archegosauros y labirintodon.
La persistencia del notocorda en el archegosauro conviene
con la que se observa en el esturión; la ausencia del cóndilo
occipital, ó de los cóndilos, constituye un carácter análogo
en el archegosauro y el lepidosirena; la presencia de los
dientes laberínticos en aquel y en el lepidosteo, establece
cierta afinidad; todos cuyos caractéres, con algún otro que
pudiéramos citar, indican un gran grupo natural que demuestra
los grados de desarrollo que aúnan y relacionan entre si á los
peces y los reptiles dentro de los límites de la misma divi-
sión. Los salamandroideos, ganoideos, lepidosteus y polipte-
rus, son los mas ictioideos del grupo; los verdaderos labirin-
todon, los mas sauroideos. El lepidosirena y el archegosauro
son gradaciones intermedias, una de las cuales ofrece mas
bien los caractéres de pez y la otra los de reptil. El archego-
sauro indica la marcha del desarrollo desde los peces ga-
noideos al tipo labirintodóntido y el lepidosirena al de los
peranibranquios, demostrando ambos lo artificiales que son
las supuestas distinciones de clase entre los peces y los rep-
tiles. No hay nada en la conocida estructura del llamado
archegosauro ó mastodonsauro que indique verdaderamente
que pertenecen á los saurios ó crocodilos en la clase de los
reptiles: las osificaciones exteriores del cráneo, y la estruc-
tura laberíntica de los dientes, son ejemplos de la modifica-
ción salamandroidea del tipo de los peces ganoideos. Los
ganocéfalos y labirintodon caracterizan el período de tránsito
entre las épocas paleozóica y mesozoica.
ÓRDEN III— ICTIOPTERIGIOS
Los huesos de la cabeza comprenden todavía los post-
orbitales y supra temporales suplementarios; hay un orificio
parietal; pero entre los huesos craneanos y otros inmediatos
se ven pequeños temporales; solo existe un cóndilo occipital
convexo, y el vómer no tiene dientes; el centro vertebral
está osificado y bicóncavo, hallándose unido por sindesmo-
sis, y no por sutuia, á su arco neural. Las pleurapófisis del
tronco son largas y se arquean, presentando las anteriores
extremidades bifurcadas. Los dientes tienen en su base
repliegues de cemento que convergen entre sí, y encajan en
una cavidad alveolar común. Los pre maxilares son mucho
mayores que los maxilares; la órbita muy ancha; hay un
círculo de placas escleróticas; las fosas nasales se hallan
cerca de las órbitas; los miembros son natatorios, con mas
de cinco dedos multi articulados; existe un episterno y
clavículas, pero falta el sacro.
Con los caractéres que indican, como los precedentes
órdenes, una afinidad con los ganoideos superiores, los
PALEONTOLOGIA
5 10
reptiles de que vamos á tratar, exclusivamente marinos,
representan mas bien el tipo íctico por las proporciones de
los huesos pre-maxilar y maxilar; por la brevedad y gran
número de las vértebras bicóncavas; la longitud de las
pleurapófisis de las vértebras cerca de la cabeza; el gran
tamaño proporcional del ojo con su cubierta esclerótica; y
últimamente por la estructura de las aletas pectorales y ven-
trales.
En otro tiempo se creyó poder reunir las especies de este
orden con las del siguiente, formando un grupo al que se
dió el nombre de enaliosauria, ó lagartos de mar: todos
ellos estaban conformados para vivir en el liquido elemento,
pero respiraban el aire como los cetáceos; eran no obstante
animales de sangre fria, ó de muy baja temperatura, como
los crocodilos y otros reptiles. La prueba de que los enalio-
saurios respiraban aire atmosférico inmediatamente, y no
agua por medio de branquias, como los peces, la tenemos
en el hecho de no existir el arco huesoso del aparato bran-
quial, en el mecanismo del espacioso pecho ó cavidad
torácico abdominal, y en la estructura de los conductos
aéreos situados entre las fosas nasales y la boca, caractéres
todos que se han reconocido en los esqueletos fósiles. Con
estos atributos, los lagartos de mar presentaban dos pares
de miembros en forma de aletas, propios para nadar. Distin-
guíanse estos animales de los batracios y quelonios por tener
la cavidad torácico-abdominal rodeada de ligamentos mo-
vibles.
Los enaliosaurios, reunidos principalmente por sus órganos
locomotores, pueden subdividirse en dos órdenes según las
modificaciones de aquellos: el uno se caracteriza por tener
cinco dedos en la aleta, y el otro por presentar mas del
número típico. La división pentadáctila podría representar
dos grupos, distinguiéndose el primero por estar el arco ileo-
púbico fijo al sacro, y el segundo por hallarse libremente
suspendido, ó fijo de otro modo. Los polidáctilos presentan
un tipo general de estructura mas conforme con la que
manifiestan dos fases del desarrollo, los archegosauros y
labirintodon.
GÉNERO ICHTHYOSAURUS
Este nombre, derivado de las palabras griegas ichthys ,
pez, y sauros , lagarto, se aplicó para indicar la íntima afini-
dad del ictiosauro con la clase de los peces. Es notable sobre
todo por la brevedad del cuello y la igual anchura de la
parte superior de la cabeza con la de la frente y del pecho,
carácter que induce al observador del esqueleto fósil á creer
que el antiguo animal debió tener semejanza con las ballenas
y los peces.
A la semejanza que ofrece la forma del Ictiosauro con la
de los vertebrados mas acuáticos de la creación existente,
se agrega el carácter especial que consiste en tener aquella
especie un número inusitado de vértebras muy cortas, obser-
vándose una modificación análoga en las superficies que
forman las articulaciones vertebrales que son huecas, lo
cual induce á creer que estuvieron primitivamente unidas
por un anillo elástico ó cápsula llena de fiúido. Esta estruc-
tura, que predomina en la clase de los peces, en los labirin-
todon y en los actuales batracios perenibranquios, no existe
en ningún individuo del grupo de las ballenas entre los
mamíferos.
Con las anteriores modificaciones de la cabeza, del tronco
y de los miembros, corresponde la estructura de la cola. Los
huesos de esta parte son mas numerosos que en el Plesio-
sauro, y de consiguiente es mas larga; pero no presenta nin-
guna de esas modificaciones que caracterizan el sustentáculo
huesoso de la aleta de la cola en los peces. Las vértebras
caudales del Ictiosauro disminuyen gradualmente de tamaño
hácia la extremidad de la cola, donde ofrecen una forma
comprimida, ó son aplanadas lateralmente, de modo que, en
vez de ser corta y ancha como en ios peces, se prolonga del
mismo modo que en los crocodilos.
La mucha frecuencia con que se observa una fractura en
la cola, hácia la cuarta parte de su longitud desde la extre-
midad aun en los esqueletos fósiles mas enteros y bien con-
servados, es debida á esa proporción de la punta de dicha
parte, que tuvo una aleta caudal cutánea y perecedera. La
única evidencia que presentaría el esqueleto fósil de una
ballena de la poderosa aleta horizontal de la cola, carac-
terística del animal viviente, seria la forma comprimida ú
horizontalmente aplanada de los huesos que la sostenían ;
deduciéndose del hecho de estar aplanados los huesos cor-
respondientes del Ictiosauro en la dirección vertical, que
poseía una aleta tegumentaria de la cola, extendida en dicho
sentido. En la estructura del principal órgano natatorio del
Ictiosauro reconocemos pues, como en la de otras partes,
una combinación del carácter de los mamíferos con el de
los saurios y el de los peces. En la gran longitud y gradual
disminución de la cola vemos un atributo de los saurios; en
la naturaleza tegumentaria de la aleta, no sostenida por radios
huesosos, se observa la afinidad con la parte correspondiente
de las ballenas; y por la posición vertical se asemeja mucho
á la aleta de la cola de los peces.
La horizontalidad de esta parte en los individuos del gru-
po de las ballenas se relaciona sobre todo con su condición
de animales de sangre caliente, que necesitan ponerse pronto
en contacto con el aire atmosférico; sin los medios de des-
alojar una masa de agua en dirección vertical, la cabeza de
la ballena no podria alcanzar con suficiente rapidez la super-
ficie líquida; pero como el Ictiosauro no era animal de san-
gre caliente, ni necesitaba por lo tanto sacar la cabeza tan
á menudo ó con tanta rapidez, quedó en él compensada la
taita de horizontalidad de la aleta de la cola, por la adición
de dos extremidades posteriores que no existen en la balle-
na. La aleta vertical era un órgano poderoso para la rápida
elevación del cuerpo en el agua, cuando el animal perseguía
una presa ó trataba de escapar de un enemigo.
La forma del cráneo del Ictiosauro se asemeja á la del
cetáceo común llamado Delphinus tursio: la diferencia esen-
cial en el reptil marino consiste en el reducido tamaño de
la cavidad craniana, y en la gran profundidad y anchura de
los arcos cigomáticos, á los cuales se debe la aparente ex-
pansión del cráneo. El Ictiosauro difiere además por el
grandor de los premaxilares y la pequeñez de los maxilares,
así como por el enorme tamaño de las órbitas y las grandes
y numerosas placas escleróticas, estructura que comunica á
su cabeza el mas extraño aspecto.
Las verdaderas afinidades del Ictiosauro deben sin em-
bargo dilucidarse por medio de una mas detenida compara-
ción de la estructura del cráneo; y pocas colecciones ofrecen
ahora tan ricos materiales para proseguir este estudio como
la sección paleontológica del Museo Británico.
Las principales aberturas que presentan las paredes hue-
sosas del cráneo en el Ictiosauro son las siguientes: en la
región posterior el grande agujero, los orificios occipito-
parietales y los conductos auditivos; en la superficie supe-
rior, los agujeros parietales y las fosas temporales; en las
caras laterales las órbitas y ventanas de la nariz; y en la su-
perficie inferior los orificios palato-nasal, terigo-esfenoideo y
terigo-malar. Los conductos auditivos están limitados por el
timpánico, que entra por mucho en la formación del meato
auditivo en gran número de lagartos, siendo semejante el de
los crocodilos y el del Ictiosauro.
SAUROPTERIGIOS
La órbita es notable por su gran dimensión y por estar
situada muy posteriormente; el primer carácter ofrece ana-
logía con el correspondiente de los lagartos, y el segundo
tiene su semejanza con los crocodilos; está formada por los
pre y post-frontales encima, por el lagrimal en frente, por el
post-orbital detrás, y por el largo y delgado malar debajo.
La abertura de la nariz es prolongada y triangular, y está
limitada por los huesos lagrimal, nasal, maxilar y pre-maxi-
lar, siendo proporcionalmente mas grande que en el Ple-
siosauro.
Las aberturas terigo palatinas son muy largas y estrechas,
mas anchas posteriormente, donde están limitadas, como en
los lagartos, por las concavidades anteriores del base-esfe-
noideo, estrechándose gradualmente hasta un punto próximo
á las fosas nasales palatinas, mas pequeñas que en la mayor
parte de los lagartos. Las fosas temporales están limitadas en
la parte superior por el parietal interiormente, y por el mas-
toideo y post-frontal exteriormente; son de forma oval, y por
su tamaño relativo se asemejan mas bien á las de los croco-
dilos que á las del tipo lacertido.
Por la estructura huesosa que en el Ictiosauro está en
relación con las aletas anteriores se infiere que el animal
tenia la costumbre de salir á la playa y arrastrarse sobre la
arena, pues no se reconoce tal carácter en ningún delfín ó
ballena ú otro animal semejante, carácter cuya ausencia es
principalmente la causa de que dichos séres marinos de
respiración aérea se muevan con tanta dificultad cuando
quedan en seco. En el Ictiosauro consiste dicha estructura
en un fuerte arco huesoso, invertido, que se cruza por debajo
del pecho desde la articulación de una espaldilla á la otra;
siendo lo mas notable en la conformación de este arco
escapular su gran semejanza por el número, forma y dispo-
sición de los huesos con la misma parte del singular mamí-
fero acuático de Australia llamado Ornitorinco. Cuando el
Ictiosauro salía á la playa, fuese para dormir ó bien para
solazarse, permanecería echado o se arrastraría, tocando con
el vientre la tierra.
El carácter mas exrraordinario de la cabeza consiste en la
enorme magnitud del ojo; deduciéndose de la cantidad de
luz que atravesaba la pupila, que el animal tenia sumamente
desarrollado el sentido de la vista, hasta en la oscuridad. En
los cráneos fósiles no es raro ver frente á la órbita misma
una serie circular de placas huesosas muy ténues y petrifica-
das, dispuestas al rededor de una abertura central, donde
estaba situada la pupila. Este curioso aparato serviria para
proteger el órgano de la visión cuando el Ictiosauro salía á
la superficie del mar, ó bien al sumergirse á grandes profun-
Ddidades, donde podría lastimarle de otro modo la presión
del denso elemento. «El enorme ojo del Ictiosauro, escribió
Buckland, es un instrumento óptico de prodigiosa fuerza,
que permitía á este animal divisar su presa á gran distancia
en medio de la oscuridad de la noche y délas profundidades
del mar.»
En el Ictiosauro común se cuentan diez y siete placas
escleróticas, qae forman la parte anterior déla pupila: en un
ejemplar bien conservado, existente en el Museo Británico,
la abertura de aquella, tal como está limitada por dichas
láminas, forma un óvalo completo, de pulgada y media de
diámetro, siendo el largo de las placas de ocho á diez líneas,
y de cuatro pulgadas el diámetro de la órbita. La posición
del círculo esclerótico en aquella cavidad demostraba cómo
se habían hundido por la presión del cieno.
Tratándose de la restauración de especies extinguidas,
para ninguna se encuentran tan abundantes y completos
materiales como para el Ictiosauro; ellos demuestran que
su aspecto externo era el de un enorme pez abdominal,
con una larga cola provista de una aleta, pero sin escamas,
cubierto solo por una piel suave, análoga á la de las ba-
llenas.
La boca era ancha; las mandíbulas largas, provistas de
numerosos dientes agudos, indicio de un animal carnívoro
y voraz; pero las especies diferian entre sí por la modifica-
ción de dichos caractéres.
Se han descubierto masas de huesos triturados y de esca-
mas de peces extinguidos que vivieron en los mismos mares
y en la propia época que el Ictiosauro, restos que se halla-
ban debajo de los ejemplares fósiles; también se han en-
contrado otras mas pequeñas y duras, que contenían huesos
de peces con la impresión de la estructura de la superficie
interna del intestinto de aquel voraz lagarto de mar.
Al buscar la evidencia de la fuerza creadora desde las
mas primitivas formaciones de la costra terrestre hasta las
mas modernas, hállanse primeramente restos del Ictiosauro
en el lias inferior, y mas ó menos abundantemente en todos
los estratos marinos, incluso las formaciones de la creta.
Aparecen sobre todo numerosos en el lias y en las oolitas,
habiéndose descubierto las mayores y mas características
especies en dichas formaciones. Conócense hoy dia mas de
treinta especies, muchas de las cuales han sido ya des-
critas.
Cuando son conocidas las formas anteriores de un género
extinguido de cualquiera clase, se deben comparar los
caractéres de aquel con los de sus predecesores en la misma
mas bien que con los de sus sucesores, á fin de estudiar
mejor las verdaderas afinidades.
Así, por ejemplo, obtiénese mas exacta idea del Ictiosauro
512
PALEONTOLOGIA
comparándole con los labirintodontes triásicos, y del Ple-
siosauro poniéndole en parangón con los sauropterigios pa-
sados. Acostúmbrase á decir que estos dos tipos se asemejan
mas ó menos á los lagartos ó á los crocodilos en tales ó
cuales caracteres: mas exacto seria demostrar que los lagar-
tos, que representan la forma predominante de los saurios
en la actualidad, han retenido mas del tipo osteológico de
los reptiles triásicos y oolíticos; y que los crocodilos se han
alejado de ellos, ofreciendo una estructura mas modificada.
ÓRDEN IV— SAUROPTERIGIOS
En los representantes de este órden faltan los huesos
postorbital y supra-temporal; entre ciertos huesos craneanos
se ven varias aberturas; existe el agujero parietal y las fosas
nasales; los dientes son sencillos, y encajan en distintos
alveolos de los huesos pre maxilar y pre mandibular; rara
\ ez los hay en el palatino ó en el terigoideo. Los miembros
son natatorios, y no tienen mas de cinco dedos; hay un
episterno y claviculas ; el sacro tiene una ó dos vértebras
para el enlace del arco pélvico, y algunas veces son nume-
rosas las cervicales; las pleurapófisis del tronco son largas y
arqueadas. p Y i á
co mTlíiií i \ \wn /
GÉNERO NOTOSAURUS, Munster
T
la figura 85 se representan los principales caractéres,
locidos hasta aquí, de la especie que puede considerarse
10 típica del género: comparando este diagrama con el
del Archegosauro (figura 79) reconócese el progreso en la
organización de los reptiles acuáticos.
El cráneo no está ya protegido por un escudo de placas
huesosas, las aberturas que hay detrás de las órbitas páralos
músculos temporales son anchas y muy abiertas, hallándose
protegidas exteriormente por dos largas y delgadas proion
gaciones huesosas; la superior está formada por el mastoi-
deo (fig. 85, 8) y el post-frontal (12), y la inferior por el
pómulo (26) y el escamoso (27), correspondiendo el último
á los arcos cigomáticos de los mamíferos. El escamoso ter-
mina por su extremidad posterior en el pedúnculo timpáni-
co (28). Los números 29, 30 y 32 señalan el suprangular, el
angular y el elemento dentario.
En el lado del cráneo (22) se ve el pre maxilar (22), el
maxilar (21), el nasal (15) y la cavidad que hay debajo de
este, que representa las fosas; 10 es el prefrontal; en medio
de él y del 2 1 está el lagrimal: y 1 1 es el frontal sobre la
órbita. Los dientes pre maxilares y los correspondientes
pre-mandibulares son muy largos, fuertes y agudos; en cada
maxilar hay dos semejantes, siendo los otros mas pequeños,
pero igualmente agudos; en toda la corona existe una capa
de dentina dura, con otra muy delgada de esmalte, como la
que se ve en la parte superior del cráneo. No hay dientes
en el extenso paladar huesoso, en el cual no se ven mas
aberturas que las fosas nasales internas.
Según los caractéres propuestos para distinguir las vérte-
bras cervicales de las dorsales resulta que el Notosauro tiene
veinte de las primeras, contándose diez y nueve de las
segundas en el ejemplar que aquí se representa. No se reco-
noce que ninguna de las costillas cervicales se ensanche en
su extremidad, como en el Plesiosauro; las del dorso //, son
mas largas que en aquel. Existen dos vértebras sacras, que
se reconocen por sus pleurapófisis largas, rectas, arqueadas
en la extremidad y convergentes, la primera de las cuales
cubre un poco la otra; el Íleon (fig. 85, 62 pl) se fijaba sin
duda por medio de ligamentos; la caudal mas anterior y las
sucesivas sostienen arcos hemales, y en ultimo término se
ve el neural. También existen las costillas abdominales, cuya
pieza media (fig. 85, hs) es simétrica; las de los lados (p) no
eran tan numerosas como en el Plesiosauro. La escápu-
la (85, 51) consiste en un hueso corto y fuerte; la clavícula
está unida á ella por una sutura muy sólida y oblicua; el
coracoides (fig. 85, 52) está separado por una especie de
nudo de la parte escapular, donde se contrae, extendiéndose
luego en forma de una placa sub triangular y ancha, cuyo
borde se articula con el del coracoides opuesto; un ancho
espacio sin osificar separa al coracoides del episterno.
El arco pélvico ofrece íntima semejanza con el del Ple-
siosauro (fig. 89); el isquion (fig. 85, 63) se ensancha en
forma de placa triangular; el pubis (64) es un hueso plano
sub-circular con una prominencia cerca de la extremidad
articular.
Los huesos de los miembros, mejor desarrollados que en el
Plesiosauro, se asemejan también mas á los correspondien-
tes de las tortugas de mar (chelonios). Las tuberosidades
para la inserción muscular cerca de la cabeza del húmero
están mejor marcadas; el fémur (85, 65) es relativamente
mas largo y se ensancha menos; los huesos del antebrazo,
como los de la pierna (85, 66 y 67) se prolongan mas que
en el Plesiosauro; las superficies articulares presentan en los
orificios bordes levantados, que indican la naturaleza fibro-
cartilaginosa de las articulaciones.
Se ve un espacio ligamentoso ó sin osificar en la parte
dorsal del carpo y del tarso (85, 68), y solo se reconoce la
evidencia de cuatro dedos en las extremidades anteriores y
posteriores.
Una especie de Notosauro, el N- Schimperi, es de la
división inferior del trias, que se distingue con el nombre
de arenisca abigarrata de Soulz les Bains; el Nothosau-
rus aduncidens, que se distingue por tener un ancho colmi-
llo curvo, en forma de canino, en cada pre maxilar, se encuen-
tra en Crailsheim; los otros represententantes del género,
N. giganteus, N. venustus, N. Munsteri, N. Andriani, N. an-
gustifrons y N. mirabilis, son del muschelkalk de Bayreuth
y Luneville.
GENERO PISTOSAURUS, Von Meyer
Pistosaurus longavus.— En este género se observa que la
cara facial del cráneo se contrae bruscamente frente á las
órbitas, de modo que visto por encima, se asemeja á un
largo cuello de botella; las órbitas están tituadas en la mitad
posterior, y las fosas nasales á los lados. Se encuentra en el
muschelkalk de Bayreuth.
GENERO CONCHIOSAURUS, Votl MeytT
Conchiosaurus clavatus.—L ,a cara facial del cráneo se pro-
longa menos que en el Pistosauro, y las fosas nasales son
terminales; cuéntanse doce dientes á cada lado, con una
corona piriforme, y dispuestos á intervalos. Existe en la
misma formación que el anterior.
GÉNERO SIMOSAURUS,
T3 A
Simosaurus Gaillardoti.— Los huesos en que se ha funda-
do este género son principalmente craneanos, y se encuen-
tran en el muschelkalk doloroitico de Ludwigsberg, así como
en Luneville. El cráneo presenta las grandes fosas temporales,
las nasales divididas, y la general depresión que se observa
en el Notosauro y el Pistosauro; pero la cara facial es mucho
mas corta; el hocico no se prolonga ni termina ensanchán-
dose, y forma por el contrario una extremidad obtusa. Las
SAUROPTERIGIOS
5 1 3 *
osas nasales, por lo tanto, aunque distantes de las órbitas
por la mitad del diámetro de estas últimas, están sin embargo
mas cerca de la extremidad anterior del cráneo que en el
género de los sauropterigios. Las fosas nasales se hallan
relativamente mas próximas.
El perfil del cráneo se eleva desde la región inter-nasal á
á la Ínter -orbitaria mucho mas que en el Notosauro, y
la profundidad del cráneo detrás de la órbita es mayor en
proporción á su longitud. Los post frontales se proyectan
mas marcadamente hácia atrás; los malares se conexionan
con los post- frontales, pero terminan libre y obtusamente
un poco mas allá de la parte posterior prolongada del ma-
xilar.
Mas completa y extensa en la osificación del paladar en
este género: los terigoideos se ensanchan mucho y están
unidos por una sutura media; los dientes, comparados con
los del Notosauro, figuran en reducido número, siendo gran-
des é iguales excepto uno ó dos que hay en las extremidades
Fig. 8j. — NOTOSAURO ( triásico )
Os
déla línea: la corona es cónica y presenta varios surcos
longitudinales; algunos dientes son obtusos y otros agudos;
pero todos mas cortos y gruesos que en el Notosauro y el
Pistosauro. Las vértebras ofrecen superficies articulares pla-
nas, ó ligeramente cóncavas; y el arco neural se articula
por sutura. Por esos caractéres y las proporciones generales
se reconoce la semejanza con el Notosauro y el Plesiosauro.
Indica alguna diferencia, respecto á la disposición de las
vértebras en la misma columna, el hecho de que á pesar de
haberse encontrado ejemplares de la cola y de diversas
partes del dorso, no se ha descubierto ninguna vértebra
cervical que ofrezca la probabilidad de pertenecer á este
género.
El coracoides recordó á Cuvier el del Ictiosauro; pero el
ensanchamiento de su parte media ofrecía distinta forma.
El púbis, como el del Plesiosauro, se asemeja en cierto
modo al de un quelonio; los pocos huesos de los miembros
que se han encontrado hasta aquí se parecen mas aun, lo
mismo que los del Pistosaurus, á los correspondientes de
los quelonios marinos.
GENERO PLACODUS
La estructura craniana de este género de reptil es muy
semejante á la del Simosauro; pero sus proporciones son
distintas ; es tan ancho como largo, hallándose la mayor
anchura en la parte posterior , desde donde convergen los
lados á un hocico obtuso; toda la figura, vista por arriba,
representa un triángulo de ángulos rectos y redondeados.
Las fosas temporales son las mas anchas, y los arcos cigo
máticos los mas fuertes en toda la clase de los reptiles; la
mandíbula inferior ofrece un gran desarrollo del coronoides
(fig. 86, c 29), que revela notable fuerza muscular, al paos
que los alvéolos indican la forma extraordinaria y el tamaño
de los dientes, los cuales similan como un empedrado, de-
biendo ser á propósito para triturar las conchas de los inter-
tebrados marinos.
Los dientes de la mandíbula superior constituyen una
serie maxilar, y una interna ó palatina; los maxilares están
sostenidos en una línea marginal de alvéolos por los huesos
premaxilares (86, 22) y maxilares (86, 21), los dientes ma-
xilo pre maxilares figuran en número de cinco á cada lado
(a, b), dos en el pre-maxilar ( a , b) y tres en el maxilar
(c, d, e). Los pre maxilares son iguales por debajo, mas pe-
queños que los otros, y con las coronas sub-hemisféricas.
Las series palatinas se reducen á dos dientes á cada lado;
el primero (f) tiene la corona elíptica, y el segundo (g)
afecta la forma oval.
En el Placodus gigas y en el P. Andriani existen tres
dientes palatinos á cada lado, todos de gran tamaño; hállanse
bastante próximos, y forman series algo arqueadas; los dien-
tes maxilares, mucho mas pequeños, presentan una corona
redondeada, contándose cuatro de igual dimensión; los pre-
maxilares, en número de tres á cada lado, están mas separados
de los maxilares que en la especie Placodus rostratus, y con
las coronas mas prolongadas y cónicas que en el P. laticeps;
en este se observa que el último diente excede por su tama-
ño al de todas las demás especies, y relativamente á la di-
mensión del cráneo, es el mayor que se ha visto en el reino
animal.
Todos estos dientes están fijos por una base corta y sen-
cilla en alvéolos bien marcados, hallándose sujetos á la
misma ley que en los demás reptiles, por lo cual caen para
ser reemplazados por otros. Algunos han creído se debían se-
parar genéricamente los placodus que tienen dos dientes en
cada serie palatina, de aquellos que están provistos de tres;
pero el Placodus rostratus ofrece un carácter transitorio por
el tamaño relativamente pequeño de los dos primeros dien-
tes palatinos, y no se ha creído bastante justificada la sepa-
ración.
Cuando se examina la modificación de forma en los dien-
tes del género Placodus, no se puede menos de reconocer
que eran muy apropiados para triturar las sustancias mas
duras; y el hecho de haberse descubierto los fósiles asociados
con conchas de moluscos, en tan inmenso número que sir-
vieron para dar denominaciones especiales á los estratos
que contienen Placodus, indica cuál era el principal ali-
mento de aquellos animales.
No cabe duda que los mas numerosos ejemplos de esta
forma de dientes se encuentran en la clase de los peces;
pero también se observan en la de los reptiles de nuestros
I dias; ciertos lagartos de Australia presentan esta particulari-
dad tan marcadamente, que se inventó el nombre genérico
de Ciclodos expresamente para ellos. Entre los reptiles ex-
tinguidos se cuenta también una especie de lagarto de los
depósitos terciarios de Limagne. en Francia, que tiene dien-
Tomo IX
5 *4
PALEONTOLOGIA
tes redondeados obtusos, el último de los cuales, en la man-
díbula inferior, es mucho mayor que los demás.
El Notosauro, Simosauro y el Pistosauro presentan las
mismas evidencias de afinidades lacertídeas que los placo-
dos por la división de las fosas nasales, por el sistema denta-
rio y la circunscripción de las órbitas y fosas temporales;
también se observa cierta semejanza de familia por el aspec-
to de aquellas aberturas y la extremada depresión del cráneo.
Aunque el hocico varía mucho por su largo en este género,
FLAMMAMil
/
fftg. Só
Rhynchosaurus articeps, Ow.; Triásico de Shoropshire
Chelone longiceps, Ow.; Eoceno de Sheppey
Placodus laticeps, Ow.; Triásico de Bayreuth
m | j , * ~ ■
igualmente obtuso, y el borde alveolar de las mandíbulas
presenta la misma ligera convexidad que se observa en los
placodos. La particular confluencia de los elementos de los
arcos cigomáticos, que forma la ancha pared huesosa detrás
de la órbita, es mas pronunciada en el Simosauro.
Es singular que hasta aquí no se hayan descubierto aso-
ciadas con los dientes de los placodos vértebras ú otros
huesos del tronco que indicasen pertenecer á las mismas
especies. Los pocos restos de los placodos consisten en par-
tes del cráneo; pero es posible que algunas de las vértebras
tan singularmente modificadas, no descritas aun, resulten
ser de aquellas especies.
La estructura particular de los dientes del Placodus,
propios para triturar los animales mas duros; su íntima analo-
gía con la que presenta la de ciertos peces existentes hoy dia,
que se nutren de conchas y de moluscos; y la notable abun-
dancia de estos fósiles en los estratos mas ricos en restos
de placodos, contribuyen á confirmar la creencia de que las
especies de este género eran reptiles que frecuentaban las
playas, pudiéndose suponer que nadaban muy bien. Sin em-
bargo, como hasta aquí no se ha podido encontrar sino la
cabeza y los dientes para la reconstrucción de dicha forma
mesozoica de reptil moluscívoro, deberemos aplazar
tras deducciones.
mas completos, reconoció el carácter de vértebras, y aunque
admitiendo la idea de que procediesen de reptiles, no los
consideró como huesos de los miembros. En su consecuen-
cia descartó el nombre de Munster, sustituyéndole con el
que le damos aquí, el cual indica las proporciones peculiares
como vértebras. Aunque las extremidades articulares son en
su mayor parte simétricas, no se nota el mismo carácter en
el cuerpo principal del hueso; es muy comprimido, por lo
general mas ancho y plano por debajo que por encima, y á
veces mas achatado en un lado que en otro, formando así
un corte cruzado verticalmente oval é irregular. En la super-
ficie inferior, hácia las extremidades de las vértebras suele
haber un surco central; otros semejantes, no tan regulares,
se proyectan á los lados. El centro está excavado por un
canal que se asemeja al medular; las paredes de esta cavidad
son gruesas, siendo su espesor como una sexta parte del
diámetro del hueso; los arcos neurales sostienen cada uno
una especie de espina rudimentaria; hácia la mitad del cuer-
po se abre un ancho canal vascular; no hay vestigio alguno
de hemapófisis; y por esta circunstancia, así como por la
ausencia del canal neural, reconócese que las singulares vér-
tebras pertenecen á la cola; la diferencia de forma y tamaño,
en las pocas que se han encontrado, revela asimismo que
había mas de dos en la cola del extraordinario animal á que
pertenecieron. Es posible que uno ú otro de los notables
géneros simosaurus y placodus tuvieran en la cola, ó en
parte de ella, la singular estructura que las vértebras tanis-
trofeas indican: las primeras cuatro del tronco ó del cuello
de la fistularia tabacaria, son las que mas se las asemejan
por sus proporciones; pero ninguna de las de aquella especie
tiene la concavidad articular y las cigapófisis en ambas ex-
idades.
GÉNERO SPHENOSAURUS
Sphenosaurus de Sternbergi. — Las vértebras fósiles en que
se funda este género encontráronse en una arenisca, proba-
blemente de Bohemia ó Alemania: de las veintitrés que
se encontraron, casi en su posición natural, y con la superfi-
cie inferior descubierta, cinco corresponden á la cola y las
otras al tronco; de estas últimas, dos son sacras, dos lumbares
y las demás dorsales ó torácicas. El arco neural parece
haber estado unido por sutura al centro; y la extremidad
articular de este es vertical á su vez.
GÉNERO PLESIOSAURUS
El descubrimiento de este género es uno de los mas
importantes con que la Geología ha enriquecido á la anato-
mía comparada. Cuvier consideró que la estructura del
GÉNERO TANYSTROPHjEUS
Tanystrophaus conspicuus. — Ciertos huesos largos, delga-
dos y huecos (fig. 87 A), procedentes del muschelkalk de
Alemania, fueron atribuidos por el conde Munster á laclase
de los reptiles, y designados con el nombre de Macroscelo-
saurus, por creer que eran de los miembros; pero H. Von
FiS- J7-~ a, b, Tanystrophaeus {Triásico); c, Ichthyosauras
Plesiosauro era la mas singular, y sus caractéres los mas
anómalos que se habían descubierto entre las ruinas del
mundo primitivo; y al describirle expresóse en estos términos:
«Tiene cabeza de lagarto, dientes de crocodilo, un cuello
enormemente largo que se asemeja al cuerpo de la serpiente,
tronco y cola de las proporciones que ofrecen las de un
cuadrúpedo ordinario, y aletas como lasde la ballena(fig.S8 ).»
Meyer, que tu\o ocasión de examinar después ejemplares «Tal es, escribe Buckland, la extraña combinación deforma
SAUROPTERIGIOS
5T5
y estructura que se observa en el Plesiosauro, género cuyos
restos, después de haber permanecido enterrados durante
miles de años entre los de millones de séres extinguidos
de la antigua tierra, han salido por fin á luz gracias á las
investigaciones del geólogo, siendo sometidos á nuestro
exámen en casi tan perfecto estado como los huesos de las
especies existentes en la actualidad .»
Los primeros restos de este animal se descubrieron en el
lias de Lime Regis hácia el año 1822, y se los designó con
el nombre de Plesiosaurus, denominación derivada de las
palabras griegas plesios , cerca, y saurus , lagarto, porque les
autores vieron que era mas semejante á este animal que el
Ictiosauro, procedente de la misma formación.
Desde la época citada se han hallado los esqueletos enteros
de varios individuos de distintas especies, los cuales confir-
maron la sagaz y bien entendida restauración de los primeros
descubridores.
Columna vertebral. — Los cuerpos de las vértebras tienen
las superficies articulares planas ó ligeramente cóncavas,
ofreciendo de ordinario dos orificios en su parte inferior: las
vértebras cervicales consisten en un cuerpo, el arco medular
y las pleurapófisis ; las últimas faltan en la primera vértebra,
tienen hipapófisis. Los liga-
mentos cervicales son cortos y se ensanchan en su extremidad
libre , articulándose con una profunda cavidad que presenta
un surco longitudinal.
El cuerpo del atlas se articula con una gran hipapófisis
por debajo, con la neurapófisis por encima, con el cuerpo
del eje por detrás y con parte del cóndilo occipital de frente;
todas las articulaciones, excepto la última, desaparecen por
anquílosis en el Plesiosaurus pachyomus, y probablemente
sucede lo mismo en las demás especies por efecto de la edad
La segunda hipapófisis llega á ser confluente en el inter-
espacio inferior entre los cuerpos del atlas y el axis.
La región dorsal comienza por las vértebras en que la
superficie costal empieza á estar sostenida sobre una diapó-
fisis; esta aumenta progresivamente de largo en la segunda y
tercera dorsal, continuándose como una prolongación trans-
versa hasta cerca de la extremidad del tronco. En la vértebra
caudal, la superficie costal baja gradualmente desde la
merapófisis sobre el lado del centro, y nunca está dividida
por el surco longitudinal que en los mas de los plesiosauros
designa la superficie. Los sacos neutrales no suelen estar
anquilosados con el cuerpo; las prolongaciones espinosas
que se hallan en contacto á lo largo del tronco y en la base
del cuello, debieron haber limitado los movimientos laterales
del animal ; las pleurapófisis se prolongan y estrechan en las
cervicales posteriores, convirtiéndose en delgados ligamentos
en la región dorsal, donde se encorvan de modo que envuel-
ven los dos tercios superiores de la cavidad abdominal torá-
cica. En la región abdominal están subdivididas las hemapó-
fisis, y con la pieza media forman una especie de peto, que
ocupa el espacio que hay entre los coracoides y el púbis.
En la cola las hemapófisis son cortas y rectas; y aquella
es mucho mas breve en el Plesiosauro que en el Ictiosauro.
El cráneo es muy deprimido, y viene á tener tres veces
mas longitud que anchura; pero las proporciones varían en
las distintas especies; la parte craniana que hay detrás de las
órbitas es cuadrada; se contrae lateralmente hasta cerca de la
maxila pre maxilar, y se ensancha luego un poco antes de
redondearse.
Las órbitas están en la mitad del cráneo ó cerca de ella;
y en ningún ejemplar se ha observado hasta ahora el menor
vestigio de láminas escleróticas. Las fosas temporales consis-
ten en grandes aberturas cuadradas; las nasales, situadas poco
mas allá de las órbitas, apenas son mayores que los orificios
parietales.
La mandíbula inferior presenta un elemento dentario
angular en ambas ramas; los alvéolos son cavidades bien
marcadas, que presentan un surco ó cavidad á lo largo de
su borde interno en las dos mandíbulas.
Cuando los dientes sucesivos comienzan á proyectarse,
presentan como dos series; todos son agudos, largos, y del-
gados, con finas estrías longitudinales en el esmalte; los
anteriores son los mas largos.
El escapular es un fuerte hueso tri-radiado, corto, y algo
PALEONTOLOGIA
516
aplanado; la gruesa extremidad articular, que forma el radio
mas corto, está igualmente dividida por la superficie articular
para el coracoides.
Este último es notable por su excesiva expansión hácia el
eje del tronco, extendiéndose desde las costillas abdominales
para recibir el episterno; se une anteriormente con las claví-
culas, así como con aquel, y lateralmente se articula con el
escapular, constituyendo así la cavidad glenoidea para el
húmero.
El episterno tiene la misma forma general que las piezas
medias de las costillas abdominales; las prolongaciones de
los lados son mas anchas y planas. El húmero consiste en un
hueso largo, de mediano grosor, con una extremidad convexa,
que se ensancha gradualmente hácia la otra. El carpo se
compone de una doble serie de discos planos y redondeados:
los huesos metacárpicos, en número de cinco, son largos y
delgados; se ensanchan ligeramente en ambas extremidades,
y á veces se arquean un poco. Las falanges de los cinco
dedos afectan una forma semejante, pero disminuyen gra-
dualmente de tamaño; la expansión de las dos extremidades,
que son truncadas, contribuye á que los lados sean cóncavos;
el primer dedo tiene generalmente tres falanges; el segundo
de cinco á siete; el tercero ocho ó nueve; el cuarto ocho, y
el quinto cinco ó seis; todos son aplanados, pero evidente
mente estaban comprendidos en una membrana, como en la
tortuga: los terminales carecen de uñas.
El arco pélvico se compone de un fuerte hueso, recto y
corto, de un púbis ancho y cuadrado, y de un isquio trian-
gular; las expansiones de los dos últimos huesos igualan
casi á la del coracoides. La aleta no suele ser de igual an-
chura que la pectoral; pero en el P. macrocephalus es mas
larga; los huesos corresponden íntimamente por su número,
disposición y forma con los del miembro anterior. El fémur
tiene el margen posterior menos cóncavo, pareciendo por lo
recto al peroné que es reniforme. Los huesos tarsianos son
también mas pequeños del lado de la tibia. De los reptiles
existentes, los lagartos, y entre ellos los monitores del anti-
guo continente (varanus), son los que mas se asemejan al
Plesiosauro por la estructura del cráneo a causa de sus aber-
turas. La división de las fosas nasales, los orificios de la re-
gión occipital, y los parietales, la extensión cigomática de
las aberturas del post frontal, del palato maxilar y del terigo-
esfenoidéo, son todos caractéres lacertideos.
Los orificios antorbitales entre los huesos nasal, pre-fron-
tal y maxilar son las únicas fosas internas en los plesiosauros;
el arco cigomático termina en la parte anterior del timpánico
y le fija, resultando osificada una parte del paladar mucho
mayor que en los lagartos: las articulaciones palato-maxilar
y terigo esfenoidéa quedan muy reducidas. Los dientes están
fijos en alvéolos bien marcados. Para expresar la analogía
de la conformación craniana se acostumbra á decir enfáti-
camente que el Plesiosauro tenia cabeza de lagarto; pero las
afinidades con el crocodilo no se limitan á los dientes, sino
que se extienden á la estructura del cráneo mismo.
En el modo de articularse las costillas se manifiesta de
nuevo la afinidad lacertídea; los otros caractéres vertebrales
son un ejemplo de la diferencia común entre el Plesiosauro
y los reptiles existentes. La figura de las articulaciones prin-
cipales; el número de vértebras entre la cabeza y la cola,
particularmente las del cuello; la ligera indicación de las
\értebras sacras, y la no confluencia de las hemapófisis cau-
dales entre sí, son todos caractéres del Plesiosauro. En el ta-
maño y número de las costillas abdominales y del esternón
podrá verse tal vez un primer paso en la serie del desarrollo
de las hemapófisis del tronco, que alcanza su máximum en
el peto de los quelonios.
La articulación de la clavícula con la escápula es común
á los quelonios y á los plesiosauros; la expansión del cora-
coides, extremada en los segundos, es mayor en los primeros
que en los crocodilos, y mas considerable todavía en algu-
nos lacértidos. La forma y proporciones del púbis y del is-
quion, comparados con el Íleon, en el arco pélvico de los
plesiosauros, ofrece la mayor semejanza con la pélvis de
los quelonios marinos; ningún otro reptil existente pre-
senta ahora tanta analogía, aunque sea remota, con la estruc-
tura de las extremidades del Plesiosauro. Entre las figuras
que se han dado de este por diversos autores, la que le re-
presenta como una serpiente ensartada en el tronco de una
tortuga es la mas notable; pero el número de vértebras en
el Plesiosauro no constituye una verdadera indicación de
afinidad con el orden de los ofidios.
fiig. 89. — PLIOSAURO
El cráneo de reptil que se encuentra en las formaciones
inferiores al lias, y que mas se asemeja al Plesiosauro, es el
del I’istosauro: en este género, las fosas nasales están situa-
das de un modo análogo, aunque algo mas avanzadas de las
órbitas; el premaxilar y las fosas temporales son también
algo mas largas y estrechas; los post-frontales y mastoideos
se combinan mas marcadamente con los pómulos y escamo-
sos para formar el arco cigomático, mas profundo en el Pis-
tosauro; los orificios parietales son mas grandes, y no hay
vestigio de cresta media parietal. En el paladar, además de
las fosas internas, que son pequeños agujeros situados entre
los palatinos, pre maxilares y maxilares, hay un orificio me-
dio premaxilo-palatino.
En el Pistosauro se cuentan diez y ocho dientes á cada
lado de la mandíbula superior, incluso los cinco pre maxila-
res; mientras que en el Plesiosauro se ven de treinta á cua-
renta; en el primero son relativamente anchos, presentando
un corte mas transversal; y los anteriores son proporcional-
mente mas grandes que los posteriores, carácter menos mar-
cado en el Plesiosauro. La desproporción es mas considera-
ble aun en el Notosauro, algunas de cuyas especies están
provistas de un par de colmillos curvos, que recuerdan la
peculiar armadura del dicnodon.
Así el Notosauro como el Pistosauro, tenían muchas vér-
tebras en el cuello, y el tránsito de estas á las series dorsales
se efectuaba, como en el Plesiosauro, por la elevación de la
superficie costillar desde el cuerpo á la nerapófisis.
Una comparación de los restos del Plesiosauro ha demos-
trado que las distinciones específicas van acompañadas de
bien marcadas diferencias en la estructura y proporciones
de las vértebras correspondientes; pero no se reconocen las
mas pequeñas en cuanto al numero de las cervicales, dorsa-
les y caudales. Cuando cualquiera región de la columna
vertebral presenta un desusado desarrollo en un género, esta
región es mas susceptible de sufrir cambios dentro de ciertos
límites que en otro género en que las proporciones sean mas
normales. Los caracteres específicos resultan de las propor-
ciones de las vértebras centrales, del tamaño relativo de las
costillas cervicales, de la posición, figura y prominencia de
las supetficies post-articulares; de la longitud relativa del
DICINODONTES
5J7
cuello respecto al mayor ó menor tamaño de la cabeza; y de
la estructura y dimensión proporcional de las extremidades
anteriores y posteriores. Son conocidas y se han descrito
mas de veinte especies de plesiosauro, cuyos restos se en-
cuentran en el terreno jurásico, en el horizonte weáldico y
hasta en el cretáceo superior, distribuyéndose desde el lias
hasta la creta inclusive.
GÉNERO PLIOSAURUS
de esta forma modificada de sauropterigio son peculiares de
os horizontes oxfórdico y kimerídgico del jurásico; en los
condados de Inglaterra donde han sido depositadas dichas
arcillas, no dejan de ser comunes las vértebras y los dientes.
Los restos de las especies afines Pliosaurus Worinskii y
Spondilosaurus de Ficher fueron descubiertos en las forma-
ciones equivalentes de Rusia.
M. Von Meyer considera el número de las vértebras cer-
vicales y la longitud del cuello como caractéres de primera
importancia en la clasificación de los reptiles, y fundándose
en ello creó su orden llamado Macrotrachelen, en el que
comprende al Simosauro, al Istosauro y Notosauro con el
Plesiosauro. No cabe duda que el número de vértebras en
el mismo esqueleto tiene cierta relación con los grupos ordí-
nicos; los ofidios ofrecen en estas un carácter común; pero
no es el esencial, porque la forma de serpiente, dependiendo
de multiplicadas vértebras, caracteriza asimismo á ciertos
batrácios (Csecilia), y aun á varios peces (Muraena). Ciertas
regiones de la columna vertebral son el centro de grandes
variaciones en el mismo grupo de los reptiles : hay lagartos
de cola larga y de cola corta; pero no separan los que están
provistos de numerosas vértebras caudales, como los macru-
ros, de aquellos que cuentan pocas ó mas.
Hay fundadas razones, sin embargo, para sospechar que
algunos de los saurios del muschelkalk, tan íntimamente
afines al Notosauro como el Pliosauro lo es del Plesiosauro,
han presentado modificaciones análogas en el número y
proporciones de las vértebras cervicales. Apenas es posible
contemplar el ancho y corto cráneo del Simosauro, con sus
grandes dientes, sin inferir que semejante cabeza debió estar
sostenida por un cuello mas breve y poderoso que el que
llevaba la prolongada y estrecha cabeza del Notosauro ó de
Pistosauro. Lo mismo podríamos decir respecto del Placo-
dus y del Simosauro.
Ni las proporciones, ni la armadura del cráneo del Placo-
dus, ni tampoco ninguno de los caractéres craneanos y den-
tales, permiten suponer que la cabeza no estuviese sostenida
por un cuello comparativamente corto y fuerte: y la compo-
sición del cráneo, sus proporciones, cavidades, y otros atri-
butos anatómicos, indican claramente la íntima semejanza
del Placodus con el Simosauro
Los caractéres genéricos del Pliosauro residen en los dien-
tes y en las vértebras cervicales : comparados los primeros
con los del Plesiosauro, resultan ser mas gruesos en propor-
ción á su longitud, y estar limitados por prominencias late-
rales mas convexas; las estrías longitudinales que ofrece el
esmalte están muy bien marcadas. Las vértebras del cuello
son tan comprimidas que se asemejan á las del Ictiosauro
(fig. 87 C); pero las superficies articulares son planas (figu-
ra 89). En cuanto á lo demás, exceptuando las mas macizas
proporciones de las mandíbulas y de los huesos de las extre
midades, el armazón huesoso del Pliosauro tiene estrecha
analogía con el del Plesiosauro; y como las vértebras del
tronco presentan las proporciones observadas en las de
aquel, dan confusa idea del género de reptil á que verdade-
ramente pertenecieron, cuando se encuentran separadas.
Algunos individuos de la especie Pliosaurus brachydeirus
parecen haber alcanzado cuarenta piés de longitud: un diente
del Pliosaurus grandis, procedente de la arcilla de Oxford,
tenia dos pulgadas y siete lineas de diámetro en la base, as
dos extremidades del órgano están rotas, pero su longitud
pudo exceder de ocho pulgadas, que es la dimensión e
diente del mas corpulento cachalote ó ballena. Los resto.
GÉNERO POLIPT1CODON
Está representado por especies cuya dimensión iguala á
la del Pliosauro. Los dientes tienen una fuerte corona cónica
con un corte sub-circular transverso, y las estrías longitudi-
nales del esmalte se agrupan al rededor de la corona, de cuyo
carácter deriva el género su nombre, que significa diente de
muchas estrías. Difieren dichos Organos de los del Mosasauro
ó Pliosauro por la carencia de la faceta plana y lisa de la
corona, cuya superficie esta dividida en dichos géneros por
dos estrías longitudinales. Los dientes encajan en alvéolos
bien marcados, como en el Plesiosauro. Las vértebras halla-
das en el mismo horizonte, que corresponden por su tamaño
con los dientes, ofrecen el tipo plesiosauroideo. Los huesos
de una ancha aleta, ó miembro natatorio, descubiertos en la
creta de Kent, pudieron pertenecer al Polipticodon.
Los restos de este género no han sido hallados hasta aquí
sino en las formaciones cretáceas; en la arenisca verde supe-
rior de Kent, en Cambridge, en el neocómico de Kurts, en
Rusia, y en la creta de Kent, en Sussex.
El tipo sauropterigio alcanzo el máximum de su dimen-
sión bajo las dos últimas formas genéricas, al terminar la
gran época mesozóica, cuando todo el orden se habia extin-
guido ya.
ORDEN V— ANOMODONTIDOS
En los representantes de este orden faltan los dientes, ó
se reducen á un solo par en los maxilares, que tienen la
forma ó proporción de colmillos; obsérvase un orificio parie-
tal y dos fosas nasales externas; el pedúnculo timpánico está
fijo: las vértebras son bicóncavas; el cuerpo de las costillas es
largo y encorvado; los anteriores se bifurcan en una de sus
extremidades; el sacro tiene mas de dos vértebras; los miem-
bros son ambulatorios.
FAMILIA— DIC1N0D0NTES
El carácter principal consiste en la presencia de un largo
colmillo en cada hueso maxilar;los premaxilares se articulan,
formando con la mandíbula inferior una boca en forma de
pico.
Los restos de esta muy singular familia de reptiles no se
han encontrado hasta aquí sino en el sur de Africa, donde
aparecen petrificados en una piedra dura, probablemente del
período triásico. En las modificaciones del cráneo se recono-
cen caractéres del crocodilo, de la tortuga y del lagarto,
combinados con la presencia de un par de enormes colmillos
agudos que crecen hácia abajo, cada cual en un lado de la
mandíbula superior, como los de la morsa llamada trichecus.
En estos singulares animales no se desarrollaba otra clase
de dientes; la mandíbula inferior parece haber estado armada,
como en la tortuga, de una faja córnea.
A juzgar por el ahuecamiento de las superficies articulares
de las vértebras, estos reptiles deben haber sido buenos na-
dadores, y probablemente acostumbraban á vivir en el agua;
pero la estructura de los conductos óseos de las fosas nasales
demuestran que debian salir á la superficie para respirar el
PALEONTOLOGIA
5l8
aire atmosférico. La pélvis consiste en un sacro compuesto
de cinco vértebras confluentes, con huesos iliacos muy
anchos, siendo gruesos y fuertes el isquion y el pubis: los de
las extremidades se asemejan á los de los quelonios marinos,
siquiera sean mas anchos.
Algunas plantas extinguidas, afines de los lepidodendron,
así como otros fósiles, inducen á creer que las areniscas que
contienen los reptiles dicinodontes eran de la misma edad
geológica que aquellas donde se hallaron los restos de los
rincosauros y labirintodon en Europa.
El género dicinodon, nombre derivado de dos palabras
griegas que significan dos colmillos ó dientes caninos, se
fundó sobre cuatro especies de perfil redondeado, y con los
maxilares no tan asurcados como en el género siguiente.
00.*— 'CRÁNEO Y COLMILLOS DEL DICYNODON LACERTICErS
Duywdon Licerlicips. — Está representada por un cráneo
de seis pulgadas de largo, existente en el Museo Británico,
y del cual reproducimos la copia en la figura 90, en la cual
se indican con la letra c los caninos.
Dicynodon lestudiccps . — En esta especie, el cráneo, y par-
ticularmente la cara facial, son mas cortos que en el anterior.
Dicynodon strigtccps. — El carácter principal de esta especie
consiste sobre todo en la brevedad de las mandíbulas y en
ser extremadamente obtuso el hocico; las fosas nasales están
situadas casi debajo de las órbitas.
Dicynodon tigriceps. — La longitud del cráneo en esta espe-
cie es de unas veinte pulgadas, y su anchura mayor entre los
arcos cigomáticos de unas diez y ocho. Difiere del D. lacer-
ticeps no solo por el tamaño, sino por la mayor capacidad
relativa de las fosas temporales, y el menor diámetro de las
órbitas. Estas cavidades ocupan en el D. lacerticeps el tercio
medio del cráneo; pero en el D. tigriceps están del todo en
la mitad anterior. El perfil de aquel en la primera de dichas
especies comienza a inclinarse desde una línea paralela con
la parte posterior de las órbitas; pero en el D. tigriceps se
arquea desde mas allá de aquellas.
GENERO TJCOGNATUS
Otras tres especies, que presentan un notable contorno
angular del cráneo, con huesos mandibulares muy salientes
y asurcados, fueron separadas sub genéricamente, dándose
les el nombre con que aquí las designamos. Sus restos carac-
terizan las mismas formaciones que las del dicinodon.
Pl\ i hognathus dedivis. — En el cráneo de esta especie, que
presenta en conjunto la horizontalidad del plano superior,
la ancha superficie del occipucio se encuentra con él for-
mando un ángulo agudo, elevándose desde el cóndilo hácia
atrás, estructura no observada antes en ningún reptil, y se-
mejante á la que ofrece el occipucio con relación al vértice
en muchos mamíferos.
El plano fronto parietal (91, 3 b.) está limitado por una
línea protuberante anterior (3, b, r4, i5), de la que parte la
cara facial del cráneo (3 a , 15, 22), bajando en dirección
casi paralela con la del occipucio, cuya línea (3 r, 7, 8), es
prominente en el centro. A causa de la expansión exterior
de la placa masto timpánica (3 ¿r S, 28), el plano occipital llega
á ser la parte mas ancha del cráneo, que se contrae inme-
diatamente hácia delante en dirección á los alvéolos de los
colmillos caninos (3 b, 21).
Las fosas nasales (3 a , n) están mas cerca de las órbitas
(o) que del hocico; y son proporcional mente mas pequeñas
que en los dicinodontes típicos. Las órbitas están situadas
de modo y es tal su conformación, que indican que el reptil
tenia la facultad de dirigir la vista en todos sentidos. Las
aberturas superiores de las fosas temporales son mas anchas
que largas. El paladar no tiene mas que un gran orificio oval
en su parte posterior, limitado exteriormente y hácia atrás
por las prominencias de los palato-terigoideos. En una órbi-
ta se conservaban algunas placas escleróticas (3 ¿7, s).
El cóndilo occipital (3 c) está formado por los base occi-
pitales (1) y ex-occipitales (2) de iguales proporciones; los
últimos se unen, como en los crocodilos, con los paro-occi-
pitales (4); los parietales constituyen un hueso, perforado por
un pequeño orificio cerca de la sutura coronal; los frontales
(3 b, 1 1 ) son mas anchos que largos, y contribuyen algún
tanto á formar el borde su per- orbital; la sutura media está
bien marcada y se continúa hácia delante entre los nasales
(15); la prominencia super orbital (3 a , h) está desarrollada
por un gran pre-frontal sub-triangular (14); el lagrimal (13)
forma la parte anterior de la órbita, extendiéndose casi me-
dia pulgada sobre la cara; los lados del pre-maxilar (22) se
arquean bruscamente para reunirse con los maxilares (21).
Las ramas de la mandíbula inferior aumentan de altura des-
de el ángulo á la sínfisis, donde son confluentes.
Los elementos de la mitad posterior del ramus, corres-
pondientes al articular, angular y sub-angular de los lagartos,
parecen formar una pieza (3 a , 30); la parte que corresponde
al angular constituye el límite posterior de una cavidad oblon-
ga que hay en el centro del lado del ramus, y cuya extremidad
anterior está formada por una bifurcación del elemento den-
tario (32). La sínfisis de las mandíbulas (3 a , 32) es particu
lamiente maciza, ancha, alta y gruesa, y anteriormente con-
vexa en todos sentidos; se arquea hácia arriba, terminando
en un borde cortante, ancho y convexo. El desarrollo de la
extremidad anterior de la mandíbula inferior resulta de la
truncadura oblicua del pre maxilar; la boca se abre oblicua-
mente hácia arriba, como en algunos peces, comunicando
un singular aspecto al cráneo de los ticognatos.
La modificación de la parte posterior de la cabeza del
ticognato, y particularmente la gran expansión debida solo
al desarrollo de las prominencias que aumentan la superficie
de enlace de los músculos, indican la fuerza que debería te-
ner dicha parte, así como también el armazón en que esta-
ban sólidamente fijos los dos enormes colmillos; la fuerza de
resistencia de las cavidades donde encajaba la base de aque-
llos se aumentaba con las prominencias desarrolladas en la
parte exterior de su pared huesosa.
Unicamente los crocodilos presentan ahora tan extensa
osificación del occipucio, y en los quelonios la mandíbula
cortante sin dientes; pero en unos y otros, la fosa nasal ex-
terior es sencilla; y en los lagartos se repiten las aberturas
divididas para respirar el aire: solo en los mamíferos encon-
tramos un desarrollo de colmillos caninos como el de los
dicinodontes.
Ptyehognathvs laiirostris. — Esta segunda especie está in-
dicada por un cráneo que en su cara facial es mas ancho y
corto, y cuyas órbitas afectan una forma mas circular. La
parte inclinada del cráneo ofrece el mismo contorno recto,
y es del mismo largo (cuatro pulgadas) que en el P. declivis;
CRlPTODONTES
pero su anchura en la base de los alvéolos de los caninos
mide tres pulgadas y dos líneas; las prominencias comienzan
á proyectarse cerca de las órbitas.
FAMILIA CRlPTODONTES
Las mandíbulas superior é inferior carecen de dientes, ó
los tienen muy pequeños.
GÉNERO OUDENODON
Oudetiodofi Bainii. — Los fósiles en que se ha fundado esta
especie proceden de una caliza azulada, arcilloso-ferruginosa
del sur de Africa, y forman parte de una colección remitida
al Museo Británico por Mr. Bain, que ha dado su nombre
al género. En la especie dedicada al que la descubrió, la
parte posterior del cráneo se ensanchaba mucho por la ex-
pansión de los masto timpánicos lameliformes y sinuosos,
inclinándose desde la parte superior del cóndilo occipital,
continuándose el super-occipital en el parietal (fig. 91, 4 r)
por una cavidad prolongada.
Las fosas temporales (7) son mas largas que anchas, por
cuyo carácter se asemeja mas el Oudenodon al Dicinodon
que el Ticognato. El cigoma (26) consiste en una especie de
barra comprimida, larga y delgada; la barra post-frontal (12)
separa las fosas temporales de la órbita. El espacio inter-
orbital es mas estrecho que el ínter- temporal; de modo que
el borde mas bajo de las órbitas sobresale mas que el supe-
rior, ofreciendo las dos un aspecto muy oblicuo (o ). El per-
fil de la cara desciende por una curva regular desde la parte
superior á la anterior, que es casi vertical, continuándose los
pre-maxilares (22) cerca del nivel del borde alvéolar del
maxilar mas marcadamente que en el Ticognato. Las fosas
nasales (n) son relativamente mas anchas que en la especie
anterior; ambos pre maxilares y maxilares mas protuberantes;
el nasal (15), el pre-frontal (14) y el lagrimal (13) completan
el límite inferior anterior. Debajo del centro de la órbita se
ve una prominencia redondeada y vertical, que se proyecta
del maxilar. Varios fragmentos de Oudenodon han demos;
trado que la parte prominente del maxilar es muy sólida, y
que no presenta ni siquiera vestigio de un diente que corres-
ponda al colmillo del Dicinodonte. El resto del borde alvéo-
lar, formado principalmente por el pre maxilar, carece de
dientes y es cortante, como en aquellos reptiles; y presen-
tando la mandíbula inferior la misma estructura, tenemos en
el presente notable reptil un saurio desdentado.
La composición del cráneo del Oudenodon es esencial-
mente la misma que la del Dicinodon, ofreciendo iguales
afinidades, con tanta semejanza á la de los quelonios como
puede indicarlo la falta total de dientes, pero la doble fosa
nasal demuestra la analogía con los saurios.
En la Revista de la Sociedad Geológica se describen otras
dos especies; Oudenodon prognathus y O. Greyii, proceden-
tes de las areniscas de la base del Rhenosterburgo, en el sur
de Africa.
ÍNERO R1NCOSAURÓ * I I—
DljlVJ 1 J_
RJiinchosaurus articeps . — Los fósiles en que se ha funda-
do el género y la especie proceden de la nueva arenisca roja
(trias) de Shropshire; encuéntranse en las canteras de Grin-
sill, cerca de Shrewsbury; allí fueron halladas algunas vér-
tebras, porciones de la mandíbula inferior, un cráneo casi
entero, fragmentos de la pélvis y dos fémures, restos que es-
taban envueltos en la arenisca mas baja; en la mas fina se
descubrieron vértebras, costillas y algunos huesos de los ar-
5*9
eos escapular y pélvico. Los huesos presentan una textura
muy compacta; la superficie expuesta es lisa, ó finamente
estriada, y de un ligero color azul. Las areniscas que contie-
nen estos huesos suelen presentar huellas en que se distin-
guen bastante marcadas las uñas, reconociéndose el tamaño
del dedo mas interior del pié, y una impresión que corres-
ponde á la parte posterior del mismo, la cual recuerda las
producidas por el dedo posterior de algunas aves, que solo
tocan el suelo con la extremidad. Las huellas miden desde
la punta del quinto dedo á la del mas interior, ó rudimen-
tario, una pulgada y media; y son las únicas que han sido
descubiertas hasta aquí en las areniscas de Grinsill.
Fig. <?T.
1 y 2 Galesaurus planiceps, Ow. ; Triásico de Rhenosterburgo, Sur Africa
3 Ptychognathus declivis, Ow.; Triásico de Rhenosterburgo, Sur
Africa 4— Oudenodon Bainii, Triásico de Fort Beaufort, Sur Africa.
Como los huesos fósiles han sido hallados siempre casi en
la misma capa que aquella en que aparecen las huellas cita-
das antes, pertenecen probablemente al mismo animal. En
las vértebras son cóncavas las dos superficies articulares del
cuerpo, y mas profundas que en las vértebras bicóncavas de
los crocodilos extinguidos; el arco neural está anquilosado
con el cuerpo, sin la menor señal de sutura, como sucede
en los mas de los lagartos; de él parten, de cada ángulo de
su base, anchas cigapófisis, con una superficie articular plana.
Las vértebras de los rincosauros, exceptuando su estructura
bicóncava, se asemejan á las de los recientes lagartos: en la
modificación que después se nota, presentan uno de los ca-
ractéres vertebrales de los dinosauros. En la superficie supe-
rior convexa de las cigapófisis posteriores se destaca una ancha
prominencia obtusa, arqueándose á lo largo del arco neural
hasta el anterior; y la parte mas elevada de dicha prominencia
angular forma con la del lado opuesto una especie de plata-
forma. Este es un carácter que no se observa en los lagartos
existentes.
El cráneo (fig. S6 A) ofrece la forma de una pirámide de
520
PALEONTOLOGIA
cuatro lados, comprimida lateralmente, con la cara superior
arqueada hácia el ápice, que está formado por la terminación
de los premaxilares a a. La estrechez del cráneo, las anchas
fosas temporales, limitadas posteriormente por los huesos
parietales y mastoideos; el largo pedúnculo timpánico (r ) que
baja verticalmente; las grandes órbitas completas (g)t y la
brevedad de la mandíbula superior, muy comprimida, son
otros tantos caractéres lacertideos. La compresión lateral y
la profundidad del cráneo, con la gran anchura de los huesos
de las mandíbulas superiores é inferiores, demuestran que
no pertenece á un batracio; mientras que la brevedad del
hocico y su forma aplanada le diferencian del de los croco-
dilos. Ningún quelonio tiene el pedúnculo timpánico tan
largo, tan estrecho, ó tan ligeramente suspendido de los
ángulos posterior y lateral del cráneo.
Este último, sin embargo, difiere por su aspecto general
del de los lacertideos existentes, asemejándose al de un ave
ó de una tortuga, analogía á que contribuye la carencia de
dientes. La estructura sólida de las extremidades de los
premaxilares indica una semejanza en las funciones de los
colmillos del Dicinodon; los premaxilares (a) son dobles,
como en los crocodilos y quelonios; pero los mas de los
caractéres esenciales del cráneo son los de lagarto. Las
ramas de la mandíbula inferior se distinguen sobre todo por
su gran altura; pero no se reconoce el menor vestigio de un
diente en el borde alveolar del elemento dentario (a ). El
suprangular f el angular c , y el articular d, indican una man-
díbula semejante á la de los lagartos.
Las indicaciones de este último son mucho mas vagas en
el Rincosauro que en ninguno de los lacertideos existentes;
la dentición de la mandíbula superior es mas débil aun que
en el camaleón; y en la inferior, en la que son mas fuertes
en dicho animal, no se descubre el menor vestigio. La seme-
janza de la boca con el pico comprimido de ciertas aves se
desprende del arqueamiento hácia abajo de los premaxilares
corvos y prolongados.
Pocos géneros hay de reptiles extinguidos en los que sea
mas de desear que en el Rincosauro el medio de determinar
las precisas modificaciones de las extremidades locomotivas:
las anteriores eran cortas, pero parecían adaptadas para que
el animal pudiera moverse en el agua lo mismo que en tier-
ra; y el húmero tenia como la mitad del largo de la cabeza.
La perfecta conservación del cráneo nos ha permitido reco-
nocer ligeras modificaciones de estructura que tienden á los
quelonios y aves, no observadas antes.
En las areniscas que contienen el Leutopleuron, cerca de
Elgin, se ha descubierto un cráneo de Rincosauro que pre-
senta una vaga dentición maxilar, habiéndose deducido la
probabilidad de que corresponda al periodo triásico.
II FAMILIA— ClNQDONTE^j | |
Un par de dientes en cada mandíbula, que se asemejan á
los otros por su forma, posición y tamaño relativo; los cani-
nos parecen de mamíferos carniceros, y separan á los incisi-
vos de los molares.
GÉNERO GALESAURUS
Este género está fundado sobre el cráneo fósil de un rep-
til (fig. 91, 1 y 2) procedente de la arenisca de Rhenoster-
burgo, en el sur de Africa; cráneo cuya dentición ofrece
notable semejanza con la de los mamíferos carniceros. Esto
ha obligado á los autores á crear una familia para compren-
der á los cinodontes en el grupo de los reptiles caracteriza-
dos por su anómalo alejamiento del tipo dentario, que se
reconoce en el gran órden de los saurios de Cuvier.
El cráneo del Galesaurus planiceps es deprimido y plano,
como ya lo indica su nombre específico; la superficie occi-
pital se inclina de abajo arriba, y está completamente osifi-
cado, presentando poderosas inserciones para los músculos,
hallándose limitado lateralmente por protuberancias que
convergen y separan á la occipital de las fosas temporales; la
cresta parietal se bifurca, rodeando un orificio parietal de
forma elíptica; el timpánico (28) consiste en una placa hue-
sosa ancha, plana y convexa hácia fuera.
El arco cigomático se continúa desde el timpánico al lími-
te post-orbital (26); es ancho, y por su curvatura comunica
gran extensión á las fosas donde se alojaban los músculos
temporales. Las órbitas son de forma sub-triangular; el post
y el pre-frontal se unen por encima de la órbita; la fosa na-
sal (ti) es sencilla, terminal y vertical, hallándose limitada
lateralmente por premaxilares cortos.
La mas interesante particularidad del cráneo consiste en
la presencia de unos caninos bastante grandes á cada lado
de las mandíbulas superior é inferior, que ofrecen entre sí la
misma posición en el cráneo que los de un mamífero carni-
cero. En ningún otro saurio se ven los incisivos separados
de los molares por un solo canino, y en ninguno tampoco
se ven tan bien marcadas las tres clases de dientes.
Los premaxilares contienen cada uno cuatro dientes de
igual tamaño, con coronas sencillas mucho mas cortas que
los caninos, y que avanzan un poco hácia delante, pasando
frente á los incisivos mas bajos cuando la boca está cerrada;
los ocho incisivos inferiores son mas estrechos que los supe-
riores, pero la corona viene á tener la misma longitud; unos
y otros se hallan en contacto ordenadamente como en los
mamíferos; los caninos (ct c) presentan entre sí la misma
posición relativa que se observa en los mamíferos; doce
dientes cónicos, compactos y comprimidos, suceden á los
caninos en ambas mandíbulas, ocupando el lugar de las se-
ries molares; son casi de igual tamaño, pero mucho mas
pequeños que los caninos; los de la mandíbula superior
exceden exteriormente de los molares inferiores cuando la
boca está cerrada ; es mas que posible que podrían perforar
y cortar como los de los carniceros.
Reconócese en el cráneo descrito la naturaleza del reptil
por la existencia del cóndilo occipital único, asociado con el
hueso frontal complexo; y las afinidades con el crocodilo se
deducen de su fosa terminal sencilla. El carácter mas gene-
ralizado de saurio se indica por las series de pequeños orifi-
cios vasculares cerca del borde de las mandíbulas, así como
por los agujeros parietales.
El predominio de los caninos, la aparente falta de los que
debían sustituirles, y la ausencia de los vestigios que hubie-
ran resultado á estar los caninos sujetos á la ley ordinaria de
la dentición de los saurios, indican una relación con los di-
cinodontes; la estructura de la región occipital, y la expan-
sión de los arcos timpánico y cigomático, se conforman
también con el tipo de tan singulares reptiles africanos. La
anchura y aplanamiento del cráneo, y las proporciones de
las órbitas y fosas temporales, recuerdan también la del si-
mosauro entre los saurios especiales de los depósitos triási-
cos de Alemania.
GÉNERO CYNOCHAMPSA
Cynochampsa lamanus. — Este género y su especie están
indicados por la extremidad superior é inferior de las man-
díbulas, halladas en la misma formación y localidad donde
se descubrieron las del Galesauro. La parte examinada basta
para reconocer que el hocico seria mas ó menos estrecho en
su extremidad, que presentaría un corte trasversal cilíndri-
TEROSAUROS
521
co, como en el Teleosauro: una serie de dientes pequeños,
y semejantes por su tamaño á los incisivos, está separada de
los demás por un par de caninos en la mandíbula superior
y en la inferior, tan notables por su dimensión como los del
Galesauro: pero en vez de seguir á estos caninos pequeños
dientes molares, hay un espacio vacío que se extiende hasta
la parte conservada ; espacio igual, por lo menos, á dos veces
la anchura de la corona del canino superior.
Las posiciones relativas de los incisivos y caninos eran
casi las mismas que en los galecinos. La fosa nasal es senci-
lla, de forma ovalada, limitando su abertura por abajo los
premaxilares y en la parte superior los nasales. La extremi-
dad de la mandíbula superior se ensancha ligeramente, lo
mismo que en el Teleosauro.
ORDEN VI— TEROSAUROS
Miembros pectorales adaptados para el vuelo, por la
prolongación del antebrazo y del quinto dedo; vértebras
procelianas; las del cuello muy anchas, y las de la pélvis
pequeñas; los mas de los huesos son neumáticos; cabeza
ancha; mandíbulas largas y armadas de dientes.
Las especies de este orden de reptiles fueron peculiares
del período mesozoico y se han extinguido ya. Aunque
algunos representantes del orden se asemejaban á las aves
por su forma ó por carecer de dientes, aquellos de que
tratamos ahora, ofrecen mas íntima analogía con los séres
revestidos de pluma, por su textura y el carácter neumático
de los mas de los huesos, asi como por el desarrollo de los
miembros pectorales, apropiados para el vuelo (fig. 92),
Esto es debido á una prolongación de los huesos anti-
braquiales, y mas especialmente á la longitud de los huesos
metacarpianos y falángicos del quinto dedo, cuya última
falange termina en punta (fig. 92); los otros dedos eran del
tamaño ordinario y remataban en garras; el número de las
falanges es progresivo desde el primero al cuarto dedo, que
ofrece el mismo carácter del de los reptiles. El húmero
presenta caractéres intermedios entre los de aquella clase
y los del crocodilo. Todo el sistema óseo se modifica con
relación á las alas; los huesos son ligeros, huecos, y los mas
de ellos provistos de células aéreas, con delgados tabiques
exteriores; el escapular y el coracoides son largos y estrechos,
pero fuertes; el esternón ofrece el aspecto de una quilla que
se continúa hácia adelante, mas allá de las cavidades para
el coracoides ; el cuerpo del hueso se ensancha en forma de
disco semicircular, ligeramente convexo. Las vértebras del
cuello son pocas comparadas con las de las aves; pero grandes
y fuertes, para sostener una cabeza voluminosa, provista de
largas mandíbulas armadas de agudos dientes, aunque bas-
tante ligera por las aberturas que ofrece. Las vértebras del
dorso, bastante pequeñas, son mas numerosas que en las de
las aves, contándose en algunas especies diez y siete, inclusas
una ó dos lumbares; las del sacro, pequeñas también, figuran
en número de tres á siete; pero la pélvis es débil; los miem-
bros posteriores indican un sér incapaz de sostenerse dere-
cho, ni de andar como un ave. Los terosauros pueden haber
sido tan buenos nadadores como voladores : las alas consisten
membranas recogidas; la piel del cuerpo es aparentemente
uave, no habiéndose encontrado ningún vestigio de esca-
mas, pelos ó plumas en la formación litográfica mas rica en
restos tilodáctilos, en la cual se conservan sin embargo los
mas delicados tendones y láminas escleróticas del ojo; El
atlas consiste en un cuerpo discoideo y dos delgadas neura
pófisis; el centro del eje es diez veces mas largo que el del
atlas con el cual se une últimamente. En cada vértebra hay
grandes orificios neumáticos; el arco neural ó medular es
Tomo IX
confluente con el cuerpo; las costillas anteriores tienen una
extremidad bifurcada: la dentición es tecodontida.
Una especie de terodáctilo, procedente de la caliza lito-
gráfica de Baviera, y que no tiene aparentemente sino dos
falanges en el dedo del ala, representa una familia (diarthri),
y el género ornitopro en el sistema de Yon Meyer. El nú-
mero normal de falanges en este dedo característico del
terosauro es de cuatro: el hueso metacárpico varía de longi-
tud en diversas especies; en el P. longirostris tiene mas de
dos terceras partes del largo de la primera falange, mientras
sidc
Di
Fig. 92 — ESQUELETO FÓSIL DEL PTERODACTYLÜS CRASSIKOSTRIS
que en el P. Gemmingi no alcanza á una quinta parte de la
longitud de la falange que sostiene. Otros restos se indican
por nombres específicos, tales como macronyx (largas uñas),
micronyx (pequeñas uñas), crassipes (piés gruesos), longipes
(piés largos), longirostris, brevirostris, crassirostris, scolapi-
ceps y simus, que se refieren á las diversas formas de la
cabeza; y medius, grandis, vulturinus y giganteus, que cor-
responden al tamaño del cuerpo, etc. Los caractéres adop-
tados aquí para los géneros de terosauros están tomados del
sistema dentario.
GÉNERO DIMORPHODON
Dimorphodon macronyx.— En esta especie, procedente del
lias inferior de Dorsetshire, los dientes son de dos clases;
algunos de la parte anterior de las mandíbulas son largos,
anchos y puntiagudos, su base es completamente elíptica;
detrás de ellos existe una serie de otros comprimidos, cortos,
muy pequeños y en forma de lanceta. En un ejemplar des-
cubierto en Lime Regis, el cráneo tiene ocho pulgadas de
largo, y la expansión de las alas es de unos cuatro piés: no
se han encontrado pruebas de que esta especie tuviera cola
larga. .
género ramphorinchus, Voti Meyer
En este género se observa que la parte anterior de las
mandíbulas carece de dientes; puede haber estado revestida
de un pico córneo; pero detrás se ven cuatro ó cinco dien-
tes grandes y largos, seguidos de otros pequeños: la cola es
larga, rígida y delgada.
Las especies Ramphorinchus longicaudus, R. Gemmingi
y R. Munsteri pertenecen á este género: todas proceden de
las calizas litográficas de Baviera pertenecientes al jurásico
medio.
66
522
GÉNERO PTERODACTYLUS, CltVUr
PALEONTOLOGIA
Las mandíbulas están provistas de dientes hasta sus ex-
tremidades; todos ellos son largos, delgados y puntiagudos:
la cola es muy corta.
Cuéntanse otras especies, entre las que citaremos las
siguientes: Pt. longirostris, Oleen. — Diez pulgadas de largo;
procedente de la caliza litográfica de Pappenheim. Pt. eras-
sirostris, Goldf. — Mide un pié de largo, y se encuentra en la
misma localidad (fig. 92). Pt. Kochii, Wagner. — Tiene ocho
pulgadas de longitud y es de las calizas litográficas de
Kehlhem. Pt. medius, Munster. — Diez pulgadas de largo;
de la misma formación en Menlenhard. Pt. grandis, Cu-
vier. — Catorce pulgadas de largo: de las calizas litográficas
de Solenhofen. Otros dos pequeños terodáctilos, probable-
mente no desarrollados aun, que se caracterizaban por su
cráneo voluminoso, mandíbulas cortas y esternón sin osificar,
fueron comprendidos como especies con el nombre de
Pt. brevirostris y Pt. Meyeri : en este último se ve el circo
de las placas escleróticas.
Los restos de un terodáctilo procedente de la caliza de
Stonesfield (Inglaterra), designado comunmente con el nom-
bre de Pcerodactylus Bucklandi, indican una especie que
viene á tener el tamaño de un cormoran; pero una porción
correspondiente á la mitad de una mandíbula hallada en la
misma localidad, y que mide cerca de seis pulgadas de
largo, supone una especie mucho mas grande: la corona de
uno de los dientes tiene una pulgada y dos líneas de largo,
por cuatro líneas de anchura en la base.
Los restos de terodáctilos encontrados en el horizonte
weáldico indican especies cuyo cuerpo podía tener unas diez
y seis pulgadas : las especies Pt. Fittoni, Pt. Sedgwickii y
Pt. simus, procedentes de la arenisca verde superior, cerca
de Cambridge, que tienen las vértebras del cuello de dos
pulgadas de longitud, y el húmero de tres, estaban provistas
probablemente de un ala de diez y ocho á veinte piés. Las
especies Pt. Cuvieri y Pt. compressirostris, de la creta de
Kent, alcanzaban dimensiones muy poco inferiores á las de
los terodáctilos de la arenisca verde.
Por lo que hace á la distribución de este notable orden
de reptiles voladores en la época geológica, el mas antiguo
terodáctilo conocido es el Dimorphodon macronyx, del lias
inferior; pero se han descubierto otros huesos en el de Wur-
temberg. El que sigue en edad es el Dimorphodon Banthen-
sis, del posidonomyen-schiefer de Baviera; después figura
el Pt. Bucklandi, de la oolita de Stonesfield; y, por último,
cuéntanse las numerosas especies de terodáctilos, primera-
mente descritas, y procedentes de la pizarra litográfica del
terreno oolítico medio de Alemania y Cirin (Ródano). Los
terodáctilos de la formación weáldica no son todavía cono-
cidos sino por algunos huesos y fragmentos óseos. Las mas
grandes especies descubiertas son las de la arenisca superior
de Cambridge. Los terodáctilos de la creta de Kent, muy
notables también por su gran tamaño, constituyen las últi-
mas formas de reptiles voladores conocidas en la historia
terrestre.
ÓRDEN vIl^TECODONTIDOs"^
Caractéres. — Cuerpos vertebrales bicóncavos; cos-
tillas del tronco largas y arqueadas, teniendo las anteriores
bifurcada una de sus extremidades; sacro de tres vértebras;
miembros ambulatorios; fémur con un tercer trocánter; dien-
tes que tienen la corona mas ó menos comprimida, aguda,
con bordes cortantes y finamente aserrados; encajan en
alvéolos bien distintos.
GÉNERO THECODONTOSAURUS
Thecodontosaurus antiquus . — En 1836 fueron descritos
por Riley y Stutchbury varios restos de reptiles descubiertos
en el conglomerado dolomítico de Redland, cerca de Bris-
tol : atribuyéronse los principales al período pérmico; pero
algunos buenos observadores opinan que solo datan del
triásico.
Los dientes de estos reptiles fósiles encajan en alvéolos
bien marcados, y están dispuestos en series compactas que
disminuyen de tamaño hácia la parte posterior de la mandí-
bula; en cada lado de la inferior se cuentan veintiuno de
dichos órganos; son cónicos, algo delgados, comprimidos y
agudos con un borde finamente dentado; la superficie exter-
na es mas convexa que la interior; el ápice se encorva lige-
ramente; la base de la corona se contrae un poco para for-
mar el colmillo, que es cilindrico.
GÉNERO PALvEOSAURUS
En la misma formación que contenia los restos del Te-
codontosauro se hallaron otros dos dientes, que diferian de
los anteriores, y también entre sí; la corona de uno de ellos
medía nueve líneas de largo por cinco de ancho. Este diente
es comprimido, agudo, con bordes cortantes; pero su ancho,
comparado con el largo, excede tanto en dimensión á la que
ofrece el mismo órgano del Tecodontosauro, que sobre él
se ha fundado el género Paleosauro, distinguiéndole con el
nombre específico de platiodon, del segundo diente, que se
atribuye al mismo género con el calificativo de Palceosaurus
cylindrodon. La porción del diente de este último, que se ha
conservado, indica que la corona es muy comprimida; tiene
cinco líneas de largo, y dos de anchura en la base.
Las vértebras asociadas con los dos dientes antes descritos
son bicóncavas, y las cavidades articulares mas marcadas
que en el Teleosauro ; pero distínguense sobre todo por la
profundidad del canal espinal en el centro de cada vértebra,
siendo además mas ancho en medio que en las dos extremi-
dades, estructura análoga á la que ofrecen las vértebras dor-
sales del Rincosauro.
Además de distinguirse de los lagartos existentes por la
dentición tecodontea y las vértebras bicóncavas, los saurios
del conglomerado dolomítico, difieren asimismo por tener
algunas de sus costillas articuladas por una cabeza y un tu-
bérculo á dos superficies de las vértebras, como en la parte
anterior del pecho de los crocodilos y los dinosauros. Algu-
nos fragmentos de huesos indican vagamente que el arco
pectoral se desviaba del tipo del crocodilo, asemejándose
mas al lacertídeo, por la presencia de una clavícula y la for-
ma complicada del coracoides. El húmero parece haber
tenido poco mas de la mitad del largo del fémur, y reconó-
cese que se ensanchaba en ambas extremidades como en el
Rincosauro. El fémur es sobre todo notable por presentar
un tercer trocánter; los cóndilos son aplanados y el exte-
rior mas grande, viéndose entre ellos una cavidad ó depre-
sión.
La tibia, el peroné y el metatarso indican, asi como el
fémur, la facultad de estos saurios para andar por tierra.
Las falanges ungueales, comprimidas, encorvadas hácia
abajo y puntiagudas, ofrecen á cada lado un canal sinuoso.
Del conocimiento que tenemos ahora de la osteología del
Tecodontosauro y del Paleosauro se pueden deducir las si-
guientes conclusiones: por su dentición del tipo tecodontino,
sus vértebras bicóncavas, sus costillas unidas, y el tamaño
proporcional de los huesos de las extremidades, tienen ana-
logía con ciertos crocodilos; pero con dichos caractéres se
TECODÓNTIDOS
523
combina un fémur de Dinosauro, dientes de forma lacertí-
dea, asi como la estructura del pectoral, y probablemente
del arco pelviano. Seria interesante averiguar si las vértebras
caudales se caracterizan, como en el Protorosauro de Purin-
gia, por un doble aparato espinoso.
genero belodon, Van Meyer
El reptil procedente de la arenisca blanca superior de
Wurtemberg, descrito por Plieninger, presenta en sus ca-
racterés esenciales tanta afinidad con los saurios tecodónti-
dos del conglomerado de Bristol, que hace mas probable
que pertenezca como ellos al mismo período mesozoico.
En el Belodon hay tres vértebras modificadas de tal modo,
que constituyen un enlace apropiado para los huesos ilia-
cos; el fémur ostenta el tercer trocánter, que indica la
misma afinidad con el Dinosauro que los teocodontes in-
gleses.
GENERO CLADIODON, Owetl
Cladiodon Lloydii. — En la Memoria sobre las areniscas
rojas triásicas de Warvvick, publicada por Murchison y
Strickland en 1840, se figuró un diente fósil, sumamente raro
en aquellas formaciones inglesas.
Habiendo tenido luego ocasión de estudiar este fósil, jun-
tamente con fragmentos de otros dientes, al parecer de la
misma especie y de dicha formación, el autor reconoció la
afinidad del reptil que los poseia con los teocodóntidos del
conglomerado de Bristol, y quiso indicar lo que parecia ser
una modificación genérica de la forma dentaria, aplicando
el nombre de Cladiodon. Otros dientes recibidos después,
que caracterizan este género, se distingnen por tener dos
bordes mas ó menos cortantes y forma comprimida; los
lados son algún tanto convexos, y la corona se arquea li-
geramente hácia la cavidad de la boca; algunas veces afec-
tan la forma de lanceta, por la convergencia de los bordes
hácia la punta, ó por ser uno de aquellos cóncavos y el se-
gundo convexo; casos hay en que la punta es obtusa á causa
del uso. La capa de esmalte, muy ténue y lisa, permite ver,
con auxilio del microscopio, una ligera estría longitudinal,
que forma arrugas; en la base del diente se distingue una
cavidad. Estos dientes indican un saurio como de diez piés
de longitud.
El autor no ha podido reconocer ninguna marcada dife-
rencia genérica, ni aun específica, entre los dientes del Oa-
diodon de la arenisca de Warwich y los del Belodon de la
misma formación de Wurtemberg. Ambos son casi afines á
los teocodontes del conglomerado de Bristol.
Los dos géneros siguientes se han considerado como cor-
respondientes al orden de que tratamos.
genero bathygnatus, Leidy
Bathygnatus borealis.— Afine al Cladiodon, por la figura
de los dientes, es el saurio procedente de la nueva arenisca
roja de la isla del Príncipe Eduardo, en la América del N01*
te, habiendo deducido el Dr. Leidy los caractéres genéricos
y específicos de una porción de la mandíbula interior que
contenia siete dientes; pero debian haberse perdido otros,
porque había varios alveolos vacíos. La altura del hueso
dentario es de cinco pulgadas, particularidad que sugirió el
nombre genérico bat/ius , profundo, y gnatos, mandíbula.
El fósil fué descubierto á la profundidad de veintiún piés,
en una arenisca roja que se supone ser de la misma edad
que la de Connecticut, tan notable por las diversas y singu-
ares huellas atribuidas, unas á reptiles y otras á grandes
aves.
GÉNERO PROTOROSAURUS, Votl Mtycr
Protorosaurus de Spener. — El primer saurio fósil que se
recuerda es el que indica la circunstancia por su nombre
genérico, honrando al autor con el especifico. La pizarra
cobriza de los horizontes pérmicos de Eisenach, en Turingia,
presenta en fósiles ó impresiones, el cráneo, la columna
vertebral y los huesos de los piés anteriores del reptil en
cuestión, restos que fueron descritos y figurados por Spener,
médico de Berlín, en 1710. El ejemplar original existe aho-
ra en el Museo del Colegio Real de cirujanos de Londres,
donde forma parte de la colección de fósiles, habiéndose
obtenido en una mina de cobre, cerca de Eisenach, á la
profundidad de cien piés.
En 1718 fué descrito por Link un segundo ejemplar, que
conservaba las dos extremidades anteriores, una posterior,
y parte del tronco. Cuvier presentó una copia de otros dos
ejemplares en su obra sobre los huesos fósiles.
Reconócese la clara inteligencia de Spener y su talento
profundo en las conclusiones que dedujo de la buena con-
servación de sus fósiles, y del hecho de estar asociados con
ellos otros restos de peces, y hasta de delicadas hojas de
plantas, perfectamente conservadas también. Estas conclu-
siones bastaron para rebatir los argumentos de los que soste-
nían que dichos fósiles simulaban solo restos de organismos
que nunca existieron, alegando que eran debidos á la fuerza
plástica. La única duda de Spener era la de si el reptil había
sido un crocodilo ó un lagarto; pero inclinábase á esta se-
gunda suposición por las proporciones de la cabeza y el
tronco.
La cabeza iguala por su longitud á una tercera parte de
la del cuello y tronco, asemejándose por su forma á un cono
prolongado y obtusamente agudo; tiene fuertes mandíbulas
rectas, provistas de dientes muy agudos, cónicos, derechos
é iguales, contándose unos diez y ocho en cada lado de la
mandíbula superior, y diez y seis respectivamente en la in-
ferior, todos ellos encajados en sus respectivos alvéolos. A
un pequeño y breve atlas suceden seis vértebras cervicales,
notables por su tamaño y solidez; la cuarta tiene casi una
tercera parte del largo de la mandíbula inferior; la sexta y
séptimas son mas cortas, y la octava sostiene una costilla del
mismo grueso de las del tronco. En el ejemplar de Spener
se ve entre la séptima cervical y las vértebras sacras, otras
quince ó diez y seis que tienen como la mitad del largo de
las del cuello ; consérvanse asimismo veintiuna caudales;
pero los ejemplares de Link, después adquiridos, indican
que el número excedía de cuarenta. Asi las extremidades an-
teriores como las posteriores son pentadáctilas ; las primeras
mas cortas que las últimas, ofreciendo entre sí las propor-
ciones de las de los lagartos monitores; pero los huesos son
proporcional mente mas gruesos y fuertes. Cuéntanse ocho
carpianos y seis tarsianos; los dedos de las extremidades
anteriores presentan cuatro huesos, y los de las posteriores
cinco.
De los reptiles existentes, el gran monitor (varanus hydro-
saurus) es el que ofrece mas semejanza con el Protorosauro,
que evidentemente tenia la misma facilidad para moverse
en el agua y en tierra; pero este antiguo lagarto estaba pro-
visto de un armazón mas poderoso y complejo. El cuello es
mas largo y fuerte: las vértebras rivalizan por sus proporcio-
nes con las de los terodáctilos; la cabeza es relativamente
mas grande, y los dientes mas sólidos. El sacro, mayor tam-
bién, conviene con los fuertes miembros posteriores, recono-
PALEONTOLOGIA
ciéndose mas vigor en los músculos, sobre todo en los de la
cola; pudiendo deducirse de la largura y fuerza de esta parte,
y de las proporciones de las extremidades posteriores, que
el Protorosauro tenia costumbres acuáticas; que el vigor del
cuello y de la cabeza, y los agudos dientes le permitían de-
fenderse de los activos peces que formaron parte del depó-
sito de Tunngia.
En Elgin (Escocia) se han descubierto restos de reptiles
saurios característicos del período triásico, en una fina are-
nisca blanca, cementada por carbonato de cal, que existe
entre los terrenos devónicos y del Purbeck. Los restos de
un gran reptil, allí encontrados, cubiertos de escamas dér-
micas, fueron atribuidos primeramente por Agassiz á un
genero de peces que designó con el nombre de stagonolepis;
pero reconocióse después que las escamas eran de croco-
dilo, demostrándose la afinidad del reptil con los tecodontes.
En la misma arenisca, en la cantera de Cumminstone,
cerca de Elgin, se ha descubierto una serie continuada de
treinta y cuatro huellas, que parecen apareadas, formando
os lineas paralelas; las impresiones posteriores tienen una
pulgada de diámetro.
/ís ORDEN VIII — DINOSAURIDOS
Caracteres. -Vértebras cervicales y dorsales ante
riores, provistas de apófisis, que se articulan con costillas
bifurcadas; vértebras dorsales con apófisis medular plana-
existen mas de dos vértebras sacras; el cuerpo se apoya en
cuatro fuertes extremidades unguiculadas.
I.as bien osificadas vértebras, y los grandes huesos de las
extremidades de los reptiles teocodontes del conglomerado
de Bnstol juntamente con la estructura de las vértebras
sacras del género afine Bdodon, indican el principio, en el
periodo triásico, de un orden de reptiles que adquirier
completo desarrollo y caracléres típicos en el j'urásico.
en el Megalosauro. El ejemplar en que mejor se reconocen
las particularidades dentarias de este reptil gigantesco, con-
siste en una parte de la mandíbula inferior provista de algu-
nos dientes, hallada en la caliza oolítica de Stonesfield. El
primer carácter que llama la atención en este fósil es la des-
igualdad de altura de las paredes alveolares exterior é inte-
rior, carácter que se observa asimismo en las mandíbulas de
casi todos los lagartos existentes; pero en estos se ve que la
cavidad oblicua en que está anquilosada la base de los dien-
tes desarrollados es mucho mas profunda, y relativamente
mas ancha.
V
GÉNERO SCELIDOSAUR US
Los restos mas antiguos de un verdadero Dinosauro son
os en que se funda el presente género; y consisten en una
gran parte del esqueleto de un reptil herbívoro terrestre,
descubiertos por M. Harrison, de Charmonth, en el piso
superior del lias inferior, en dicha localidad. El cráneo pre-
senta cortas y anchas fosas temporales, y órbitas limitadas
superiormente por los huesos post- frontal, super- orbital y
pre- frontal; ambas mandíbulas están cruzadas por una pro-
tuberancia longitudinal; los dientes superiores pasan por
fuera de los inferiores cuando la boca está cerrada; son
bastante iguales y encajan en grandes alvéolos. El íémur es
argo con una cavidad medular ancha; la tibia y el peroné se
articulan con los cóndilos del fémur; las extremidades poste-
riores llevan cuatro dedos provistos de unas garras obtusas,
anchas y deprimidas; el número de huesos en cada dedo del
pie es de cuatro; el quinto dedo aparece reducido á un ru-
dimento del metatarso.
GÉNERO MEGALOSAURUS
TS fn
Los verdaderos caracteres de este reptil quedaron esta-
blecidos por e) descubrimiento del sacro, que se compone
de cinco vértebras, en las que alternan el arco medular y el
cuerpo; las superficies articulares de las vértebras libres son
casi planas; el arco neural es plano, sirviendo de apoyo en
las dorsales anteiicres á largas y fuertes espinas.
La forma comprimida y cortante de los dientes que carac-
ri70n o lrtr. M 1 i
terizan á los actuales lagartos varanos, se manifestiba va H, Ir T 93 rq,resema «na porción de otra mandíbul;
manifestaba ya del Megalosauro, procedente asimismo de la oolita de Sto
93 ‘ PORCION DE LA MANDÍBULA DEL MEGALOSAURO
BUCKLANDt
En el Megalosauro se observa que el gran desarrollo rela-
tivo de la pared alvéolar interior, comparado con el de igual
parte de la mandíbula de los saurios existentes, profundiza
mas el surco dentario, cubriendo una gran porción de la
ase de los dientes, además de ocultar casi completamente
os gérmenes de los sucesivos; los alvéolos, bastante marca-
, J *e f?rman P°r divisiones huesosas que unen el tabique
alveolar interno con el exterior; estas divisiones se elevan en
forma de placas óseas verticales triangulares, que se corren
orinando S, S, á lo largo del lado interior de los alvéolos.
La figura 93 representa una porción de otra mandíbula
i
DINOSAURIDOS
•\ ¿ *S
nesfield. La letra c señala el gérmen de un nuevo diente que
sucederá al antiguo a, que está roto y junto al cual se ha
formado casi otro b. En estos dientes se ve la forma de la
corona, que es muy comprimida, ligeramente encorvada,
de bordes afilados y puntiaguda; la mitad inferior es mas
gruesa hácia el borde anterior; la corona está cubierta de un
esmalte liso, que forma los dientes marginales. La base de
los dientes se halla revestida de un cemento suave, de color
pálido, que constituye una delgada capa, algo mas gruesa
hácia la extremidad ; el cuerpo principal del diente se com-
[Fig. 94 — HYL.-EOSAURO
pone de dentina, de esa materia dura que constituye la
misma parte del órgano en los actuales crocodilos y en los
mas de los mamíferos. En los dientes marginales, examina-
dos atentamente, se ve que las puntas se dirigen hácia el
ápice, disposición muy apropiada para dividir los tejidos del
tegumento del saurio.
En el Museo Británico y en el de Oxford se conservan
colecciones de dientes de megalosauros de distintas edades;
y aunque difieren por su tamaño, ofrecen todos su forma ca-
racterística. En un ejemplar, la punta de la corona y los
bordes cortantes habian quedado reducidos á una superficie
lisa y obtusa; pero esto se observaba solo en la parte poste-
rior de la serie dentaria, donde los órganos podían ser mas
pequeños y menos agudos, ó mas susceptibles de gastarse en
el imperfecto acto de la masticación.
Por la proporción de los dientes sucesivos que se forman
en la cavidad de la sustancia de la mandíbula, el Megalosau-
ro ofrece mas semejanza con la clase de los mamíferos que
ninguno de los recientes y extinguidos crocodilos, ó reptiles
lacertídeos. Pero la evidencia de la no interrumpida y fre-
cuente sucesión de los dientes en el Megalosauro es inequí-
voca; y esta parte déla economía dentaria del gran reptil car-
nívoro se puede considerar como estrictamente análoga á la
que rige el mismo sistema en los individuos existentes de la
clase. Las diversas formas de los dientes en los distintos pe
ríodos de crecimiento no dejaron de llamar la atención del
sabio descubridor del gran saurio, que al hacer su descrip-
ción decía entre otras cosas :
«En la estructura de estos dientes vemos una combinación
de detalles mecánicos análogos á los que ofrece la construc-
ción del cuchillo, del sable y de la sierra: cuando primera-
mente asoman sobre la encía, el ápice de cada uno presenta
un doble borde cortante de esmalte aserrado; en tal caso,
su posición y funciones son casi verticales, siendo su forma
semejante á la de la punta de un sable de dos filos que cor-
tara igualmente por ambos lados. Según avanza el diente,
encórvase hácia atrás, como una podadera, y el borde del
esmalte aserrado se continúa hácia abajo hasta la base del
lado interior y cortante del diente, sucediendo lo mismo
en el exterior; mientras que la porción convexa adquiere
mas grosor y llega á ser obtusa, como en el dorso de un cu-
chillo, al que se da mas espesor á fin de producir mayor
fuerza. Si los dientes se hubieran continuado á lo largo de
la porción convexa de la encía, no habrian tenido bastante
fuerza cortante; pero cesaban precisamente en el punto mas
allá del cual no podían ya producir efecto. En un diente así
formado, cada movimiento de la mandíbula combinaba el
efecto del cuchillo y de la sierra; mientras que el ápice al
practicar la primera incisión actúa como los dos bordes de
la punta de un sable.»
Las capas mas primitivamente conocidas en que se descu-
brieron restos de Megalosauro son las oolitas inferiores de
Selsby Hill y Chipping Norton, en Gloucestershire; en la
pizarra de Stonesfield, en Oxford, se encuentran también
otros restos tan abundantes como característicos; en la
oolita de Conbrash y de Bath se han hallado igualmente
dientes del género. Así estos últimos como los huesos, son
comunes en el horizonte weáldico y en la caliza de Purbeck.
Varios de estos fósiles indican un reptil al menos de treinta
piés de largo.
GÉNERO HVL.EOSAURUS
Hasta aquí no se han encontrado sino en el weáldico res-
tos del Dinosauro que se designó con este nombre. Los res-
tos mas instructivos fueron los encontrados por los canteros
de Wealden, en Túgate, y descritos por Mantellen i832:en
una masa de piedra que medía cuatro y medio piés de laigo
por dos de ancho (fig. 94), halláronse varias partes del es-
queleto, casi en su posición natura', á saber: 10 vértebras
anteriores, la primera con una porción de la base del cráneo;
varias costillas 4, 4; algunas espinas óseas muy grandes,
5, 6, 6, que presentaban una sólida cresta defensiva á lo
largo del dorso; dos coracoides, 7, 7; una escápula, 8, 8; va-
rias vértebras desprendidas, y fragmentes de huesos, En
1841 demostró el autor que el sacro era de Dinosauro y
contenia cinco vértebras. Los dientes son comparativamente
pequeños y compactos, con la corona muy comprimida y
ligeramente encorvada; los bordes de la mitad apicial son
rectos y convergen hácia el ápice obtuso, y no dentado, co-
mo en el Scelidosaurus, indicando un sér que observaba el
régimen vegetal mas bien que el animal. La piel estaba pro-
tegida por placas óseas sub circulares: el Hileosauro podía
tener de veinte á veinticinco piés.
■ GÉNERO IGUANODON
En la formación weáldica y en el horizonte neocómico se
han hallado restos de los grandes reptiles herbívoros de este
género, consistentes en varios huesos de cuatro piés de largo,
Fig- 95' — SURCOS MARGINALES DEL Fig. 96. — DIENTE DESGAS-
DIENTE DEL IGUANODON TADO DEL IGUANODON
en uno de los cuales se veia el tercer trocánter interior; el
sacro comprendia cinco ó seis vértebras; los huesos de las
extremidades anteriores eran anchos, planos y obtusos; y no
se veian sino tres dedos bien desarrollados en las posterio-
res. En Wealden se han reconocido grandes impresiones
tridáctilas, que se conjetura sean del Iguanodon.
PALEONTOLOGIA
526
Vértebras convexas en la parte anterior del cuello, y
cóncavas en el resto del tronco; arcos neurales ensanchados;
costillas doblemente articuladas, de muy complicada estruc-
tura en la región sacra ; arco pectoral del tipo lacertídeo; y
grandes huesos en las extremidades posteriores, propias para
la progresión terrestre, son los caractéres del Iguanodon, que
se distingue además por sus dientes, semejantes en la forma
á los de la iguana, aunque no tanto como á los del Scelido-
saurus; su estructura difiere, no obstante, de la que se
observa en todos los demás reptiles conocidos, é indica la
primitiva existencia en el orden de los dinosauros, de un
representante gigantesco del reducido grupo de lagartos
actuales que subsisten con el régimen vegetal.
La importante diierencia que los dientes presentan en la
forma de la superficie masticadora fué indicada por Cuvier,
de cuya descripción hizo un resúmen el Dr. Mantell en su
Geología de Sussex , publicada en 1827. La combinación qi
otrecian los caractéres de las diferencias dentarias con 1
de las vértebras y de las costillas, los cuales prueban que
Iguanodon no ha pertenecido al mismo grudo de saurios en
que se comprende la iguana y otros modernos lagartos,
hacia mas de desear que se averiguara por los medios de
investigación conocidos las relaciones que existían en este
punto entre el Iguanodon y la iguana. Esto es lo que hizo
el autor en su descripción general de los dientes de los rep-
tiles, de la que tomamos los siguientes detalles.
Los dientes del Iguanodon (fig. 95), aunque muy seme-
jantes á los de la iguana, no constituyen una exacta imágen
de ellos, sino que difieren en el mayor grueso relativo de la
corona, en su mas complicada superficie externa, y sobre
todo en la modificación de la estructura interior, por la que
el Iguanodon se aleja igualmente de los demás reptiles
conocidos.
Como en la iguana, la base del diente es prolongada y
contraída; la corona se ensancha, y presenta como unos
bordes nudosos; cuando se forma primeramente es aguda y
comprimida, y una superficie, la externa en la mandíbula
superior y la interna en la inferior, está cruzada por una estría
longitudinal, cubriéndola una capa de esmalte; pero fuera de
este carácter, el diente del Iguanodon indica otros peculiares
al género. Dicha estría se marca mas en los dientes de la
mandíbula superior, llevando á cada lado una ó dos estrías
mas, separadas entre sí y de los bordes aserrados de la
corona, por anchos surcos longitudinales. Los dientes de los
bordes, que á primera vista parecen simples nudos, como en
la iguana, preséntanse bajo la forma de líneas nudosas trans-
versales cuando se examinan con la lente (fig. 98). La base
de la corona se contrae luego, se redondea y arquéase ligera-
mente.
Los restos del Iguanodon no se encuentran solo en el
horizonte weáldico de las diversas localidades de Inglaterra
) Alemania, sino que se hallan también en la arenisca verde
superior cerca de Cambridge y en las inmediaciones de
Maidstone.
En las series cretáceas desaparecen todos los vestigios de
reptiles dinosauros.
de su naturaleza, de los cuales no se habría podido formar
idea por las pocas formas existentes. Se han reconocido nada
menos que tres modificaciones bien marcadas en las articu-
laciones de las vértebras en el hueso dorsal de los grandes
crocodilos.
En una familia se observa que las dos superficies articulares
del cuerpo vertebral son cóncavas, como se indica en la
figura 97, i, para cuya forma se adoptó el nombre de anfi-
celia; en otra familia la superficie anterior (2, a) es convexa,
) la posterior, bt cóncava, modificación que se expresa por
1
2
3
4
5
6
fk- 97
Teleosaurus brevirostris, Ow-; Lias superior de Whitby
Streptospondylus Cuvieri, V. M.j Oolita superior de Honfleur
Crocodilos toliapicus, Cuv.; Eoceno de Sheppy
Dolicbosaurus longícollis, Ow ; Caliza de Sussex
Pal.tophis toliapicus, Ow.; Eoceno de Sheppy
Laophis Crotailodes, O.; Terciario de Salónica
ORDEN IX— CROCODÍLIDOS
Caracteres. — Dientes dispuestos en una sola serie,
que encajan en alvéolos distintos; fosas nasales externas
el término opisthocaelia; y en una tercera familia, la superfi-
cie anterior (3, a) es cóncava y la posterior convexa, lo cual
se indica por la denominación proaelia. Todos los crocodilos
terciarios existentes son procelianos: la cigapófisis, 2, marca
la parte anterior de las vértebras por el aspecto interior de la
superficie articular.
SUB-ÓRDEN I — ANFICELIOS
Desde el lias inferior han existido crocodilos semejantes,
por su forma general, á la especie de largas mandíbulas del
Gánges llamado gavial ó garrial.
Sus dientes eran análogamente largos, delgados y agudos
propios para retener la presa; y su esqueleto ofrecía ú
modificación conveniente para la vida acuática del animal,
siendo la superficie de las vértebras ligeramente cóncava, y
los miembros posteriores relativamente mas grandes y fuer-
tes. Por la naturaleza de los depósitos que contienen los
restos de estos crocodilos así modificados, se reconoce que
eran marinos. Los fósiles procedentes del lias de Whitby,
descritos y figurados en las Transacciones filosóficas, constitu-
yen el Upo de estas especies, que han sido agrupadas
con diversos nombres genéricos, tales como teleosauro,
steneosauro, dacosauro, macrospondilo, pelagosauro, suco-
sauro, etc., y están distribuidas desde el lias hasta la creta
inclusive.
sencillas y terminales; vértebras anteriores del tronco con El sucosanrn rl*
diapófisis y costillas bifurcadas; dos vértebras sacras, soste- comnrimida A* 1 * ^ SC caractenza Por ,a corona
niendo cada una su arco neural; este filtimo suele estar artt «nTIT?* ^ J? djentes X sus bordes cortantes; otra
culado por sutura; piel protegida por placas óseas 1 tln' °omofo,ls. de la formación de Purbeck, se dis-
Los reptiles extinguidos de este órden han dejado restos I «tmctoa ~
HOLOPTJQUIDOS
527
SUB-ORDEN II — OPISTOCELIOS
El reducido grupo de crocodilos designado con este nom
bre es artificial, y está basado en la estructura de las vérte-
bras anteriores del tronco, que difiere algún tanto de la que
ofrecen ios modernos crocodilos, según observó Cuvier en
un ejemplar procedente de las capas de Honfieur y del
Havre. Dicho autor ha descrito también algunas vértebras
halladas en la grande oolita de Chipping Norton, y otras de
gran tamaño de las formaciones de Wealden en Sussex y
la isla de Wight. Pertenecen probablemente á la parte ante-
rior de la misma columna vertebral en que se fundó el géne-
ro Cetiosauro. Las pequeñas vértebras que descubrió Cuvier
fueron atribuidas por Yon Meyer aun género llamado Strep-
tospondylus.
En una especie de Wealden, las vértebras dorsales miden
solo cuatro pulgadas de largo, y las caudales un poco menos:
caracterizan la especie denominada cetiosaurus brevis.
Las vértebras caudales que tienen cinco y medio pulgadas
de longitud, procedentes de la oolita inferior de Chipping
Norton y de la grande oolita de Eustone, representan la
especie llamada cetiosaurus medius.
Las vértebras caudales de la formación de Portland, en
Oxford, que miden siete pulgadas de largo, se atribuyen al
Cetiosaurus longus, que debe haber sido el crocodilo mas
gigantesco y semejante á la ballena.
Dentición de los crocodilos. — Los dientes de los crocodilos
así actuales, como extinguidos, se componen de un cuerpo
de dentina compacta, que forma una corona cubierta de
una capa de esmalte, hallándose la raíz revestida de otra de
cemento. Esta raíz se ensancha ligeramente, ó se conserva
igual hasta su base (fig. 99, a) que está profundamente
excavada por una cavidad cónica, la cual se extiende dentro
de la corona y suele hallarse perforada en su lado interior.
El gérmen del diente c (figs. 98 y 99) se desarrolla
desde la membrana que cubre el ángulo situado entre la
base y la pared interior del alvéolo; la matriz del órgano que
crece ejerce su presión sobre el tabique interno, y forma para
sí mismo una profunda cavidad; al mismo tiempo ataca el
lado de la base del diente contenido; y afianzándose cada
vez mas, á medida que crece, penetra en la ancha cavidad
carnosa del órgano primeramente formado, por medio de
una perforación circular ó semicircular: el tamaño de esta
en el diente, y la depresión de la mandíbula indican que
esto es debido en gran parte á la matriz blanda, la cual debe
haber producido su efecto excitando la acción absorbente,
sin que intervenga fuerza mecánica. Vencida la resistencia
del tabique de la cavidad carnosa, el diente que crece y su
matriz se retiran de la depresión provisional alveolar, pene
trando en la sustancia de la pulpa contenida en la cavidad
del diente completamente formado.
A medida que el nuevo diente va creciendo, retírase la
pulpa del antiguo; este ultimo es atacado después; y minada
la corona por la absorción de la superficie interior de su
base, puede romperse por un ligero esfuerzo exterior cuando
la punta del nuevo diente aparece. Tan pronto como este
ltimo (fig. 99 b) ha penetrado en el interior del antiguo
fig. 99 a), comienza á desarrollarse otro gérmen c , en la
misma posición relativa que el anterior; y así se continúa
sucesivamente la expulsión y sucesión de dichos órganos
durante toda la vida de estos reptiles carnívoros de sangre
fria.
Desde el periodo de la emisión del huevo, los dientes del
crocodilo se suceden unos á otros en dirección vertical,
siguiéndose de aquí que el número de ellos es el mismo
cuando el animal sale á luz que cuando llega á su completo
desarrollo; y á causa de la rapidez con que se suceden, la
cavidad de la base del diente completamente formado no se
consolida nunca.
En las mas de las extinguidas especies de crocodilos, los
dientes se caracterizan por ser mas numerosas las protube-
rancias longitudinales de la corona que en las modernas
especies: pero en uno de los crocodilos de vértebras bicónca-
vas (gonipholis crassidens), de la formación de Wealden y
de la caliza de Purbeck, los dientes tienen coronas tan re-
dondas y gruesas, en proporción á la longitud, como en los
recientes crocodilos.
Las mas antiguas especies de la oolita y del lias, llamadas
Steneosaurus y Teleosaurus, tienen mandíbulas semejantes
á las de los modernos gaviales; pero á veces mas largas y
atenuadas, y provistas de dientes mas numerosos é iguales,
propios para coger los peces.
fig, qS.— sección de mandíbula Fig. 99 — dientes
CON DIENTES DEL ALIGGATOR DEL gavial
En todos los teleosauros los dientes son mas delgados y
puntiagudos, y menos comprimidos que en el gavial; encór-
vanse ligeramente, y la corona está cruzada por muchas
estrías bien distintas, dos de las cuales son mas grandes que
las demás: el colmillo es cilindrico. Los dientes de los ste-
neosaurus, ó crocodilos extinguidos, con largas y delgadas
mandíbulas, difieren de los del Teleosauro por ser algo mas
gruesos en proporción á su longitud, y mas grandes relativa-
mente á las mandíbulas.
Las mandíbulas fósiles de los crocodilos extinguidos de-
muestran que rigió la misma ley que ahora, para la sustitu-
ción de los dientes, en las antiguas épocas, cuando dichos
reptiles, superiormente organizados, existian en mayor nú-
mero, ofreciendo las mas variadas modificaciones genéricas
y específicas.
SUB-ÓRDEN III— PROCELIANOS
Todos los crocodilos existentes son procelianos: los carac-
téres distintivos mas marcados, por los cuales se agrupan los
correspondientes géneros, se derivan de las modificaciones
del sistema dentario.
En los caimanes (género Aligátor), los dientes varían en
l8-lS 22-22
número desde — — hasta á ; el cuarto de la mandíbula
18-18 22-22
inferior ó canino es recibido en una cavidad de la superficie
PALEONTOLOGÍA
5*8
palatina, donde queda oculto cuando la boca está cerrada;
en los individuos de mucha edad, la mandíbula inferior está
perforada por estos grandes caninos inferiores, y las fosas
quedan convertidas en orificios.
En los verdaderos crocodilos (género Crocodilus), el pri-
mer diente de la mandíbula inferior perfora una parte del
hueso intermaxilar cuando la boca está cerrada; el cuarto es
recibido en una cavidad practicada en un lado del borde
alveolar de la mandíbula superior, y es visible exteriormente
aunque la boca esté cerrada.
En los dos precedentes géneros se observa que los bordes
alveolares de las mandíbulas presentan un contorno ondula-
do, y que los dientes son de tamaño desigual.
Los gaviales (género Gavialis) tienen los dientes casi del
mismo tamaño, y semejantes por sus formas en ambas man-
díbulas; el primero y el cuarto de la inferior pasan á una
cavidad que hay en el borde de la superior, cuando la boca
está cerrada. El número de dientes es siempre mayor en los
gaviales que en los crocodilos: los primeros cinco pares su
periores están sostenidos por los huesos premaxilares; el
primero, segundo y cuarto de la mandíbula inferior son los
mas largos. El octavo ó noveno posteriores afectan la forma
casi cónica; los demás son comprimidos y presentan un
borde cortante á derecha é izquierda, ofreciendo además
algunas estrías longitudinales en la base de la corona.
Los restos de algunas especies de este orden se encuentran
en la arenisca verde de la América del Norte (Crocodilus
basifissus y C. basitruncatus). En Europa se hallan los fósi-
les en el terreno terciario: los procedentes de la arcilla plás-
tica de Meudon se han atribuido al C. isorhynchus, C. ccelo-
rynchus y C. Becquereli; los de la caliza basta de Argenton
y Castelnaudary al C. Rallinat y C. Dodunii. En la arcilla de
Sheppy se descubrió un cráneo entero y varias partes del
esqueleto de C. toliapicus y del C. Chamsoides. Es notable
que las formas de los crocodilos procelianos, limitadas ahora
geográficamente, el gavial al Asia y el caiman á América, y los
crocodilos propiamente dichos á las latitudes cálidas de Asia,
Africa y América, hayan estado asociadas, y representadas
por especies que vivieron, casi durante el mismo período
geológico, en rios que corrían sobre el espacio que ahora
constituye la costa sur de Inglaterra.
ÓRDEN X— LACERTj^gaJJjJ^'
(LAGARTOS. MONITORES, IGUANAS)
CARACTÉRES.— Vértebras procelianas y costillas sen-
cillas; no hay mas que dos vértebras sacras, dos fosas nasa-
les externas y un orificio parietal.
Con el presente orden se agrupan provisionalmente, por
la íntima analogía que ofrecen en la dentición y el tamaño
en general con los modernos lagartos, los siguientes géneros
) especies, fundados en fósiles que consisten sobre todo en
mandíbulas y dientes de la formación de Purbeck. Parece
que no se ha encontrado aun ninguna vértebra perfecta que
ofrezca la estructura proceliana, y que se relacione con estos
fósiles de modo que indique la asociación orgánica. Si se
hiciera tal descubrimiento, los vedaderos lacertídeos datarían
del período oolítico superior.
En la especie Nuthetes destructor, los dientes están fijos
por anquilosis parciales á las depresiones que hay en el lado
interior de un tabique alveolar; comprimidas y puntiagudas,
se encorvan un poco, ofreciendo bordes finamente aserrados-
la parte mas gruesa no está hácia el centro, sino mas cerca
del borde anterior, como en el gran varano (Var. crocodilinus)
y en el Megalosauro; los dientes se parecen, en miniatura, á
los del gran reptil carnívoro. A los que preguntan si estos fó-
siles de Purbeck no podrían ser de un feto de Megalosauro ó
de un individuo muy joven, se les podría contestar que la
mandíbula inferior del Nuthetes difiere de la de aquel por
no tener el tabique alveolar interno mas saliente que en el
moderno Varano, no viéndose tampoco rudimentos de las
divisiones alveolares. Los dientes mas grandes miden dos
líneas de diámetro en la base de la corona; la longitud del
mayor fragmento de mandíbula era de pulgada y media.
Los fósiles presentan huellas de un lagarto carnívoro ó
insectívoro del tamaño del gran monitor de India. El nombre
específico se refiere á la estructura de los dientes propios
para perforar, cortar y destrozar la presa.
Una especie de lagarto mas pequeño de la misma forma-
ción (saurilius obtusus), está representada principalmente
por una porción de la mandíbula inferior que contiene trece
dientes, medianamente largos, cónicos y obtusos, y no tan
curvos como en el Nuthetes; en la parte exterior del hueso
dentario, no mucho mas abajo del borde alveolar, hay seis
orificios en una serie longitudinal, tan grandes como los del
Iguanodon, y que indican, como en otros reptiles saurios,
la cubierta escamosa de las mandíbulas. Los dientes están
fijos, según el tipo Pleurodonte. Suponiendo que el fósil
provenga de un individuo adulto, el tamaño del animal debe
haber sido casi el del lagarto europeo, lacerta agilis ; y pro-
bablemente era insectívoro. El nombre específico obtuso se
refiere á la terminación del hocico, indicada por la forma
de la parte anterior de la mandíbula, y también por los ápices
romos de los dientes cónicos.
En la formación de Purbeck que contiene las porciones
de la mandíbula superior é inferior con sus dientes, y que
ha servido de base para crear el género Macelodon, se en-
contraron asimismo ejemplares de pequeñas escamas y un
arco neural que corresponde por su tamaño al de los dientes.
I no de los fósiles consiste en el maxilar superior derecho
provisto de ocho dientes casi enteros, y en el que se ve el
sitio donde debían fijarse doce ó catorce, por anquilosis
parcial, en el fondo de una cavidad alveolar. La figura 100
representa el elemento dentario de la mandíbula inferior,
con trece dientes y depresiones alveolares para veinte. La
corona, ancha y comprimida, tiene los bordes agudos y sub-
carenados en la mitad apicial, encorvándose ligeramente; en
los dientes mas antiguos aparece reducida por el desgaste;
el esmalte presenta finas estrías longitudinales.
En una parte del hueso maxilar superior del Macelodon
Brodici, la placa palatina alveolar mas baja remata interior-
mente en un borde liso, que habia formado el límite de una
extensa abertura, como en los mas de los lagartos; esta
estructura, el desarrollo desigual y la implantación de los
dientes, indican las afinidades lacertídeas del Macelodon.
Los restos de pequeños reptiles semejantes á lagartos, con
dientes mas ó menos propios para perforar, cortar ó triturar
la cubierta córnea de los articulados, son tales como debían
esperarse en las capas margosas de las series de Purbeck,
que han presentado tan numerosos restos de la vida de los*
insectos, con los cuales están asociados los restos de mamí-
feros insectívoros. Un gran saurio de Purbeck, provisto de
dientes apropiados para atravesar las escamas de los peces
ganoideos, fué atribuido á un género llamado Echinodon:
aseméjase al Macelodon por la forma general de los dientes,
pero tiene la implantación teocodonte; la corona presenta,
sin embargo, esa hoja ó tipo de escama, de que son modifi-
caciones los dientes del Paleosauro, del Cardiodon, del
Heliosauro, del Scelidosauro, y hasta del Iguanodon.
Los dientes del Equinodonte difieren de los del Scelido-
sauro por los dientes marginales de la mitad apicial de la
OFIDIOS
529
<
corona, que aumentan progresivamente de tamaño desde el
ápice á la base de aquella parte angular del diente. Diferén-
cianse de los del Macelodon por los bordes dilatados de la
mitad básica, y por ser mas profundos los dientes de la mitad
apicial de la corona. La diferencia que se nota entre el Equi-
nodonte y el Iguanodon, por lo que hace á la estructura de
los dientes, consiste esencialmente en que los del primero
son apropiados para el régimen animal, al paso que los del
segundo indican una alimentación vegetal. El aparatodentario
del Equinodonte parece tan bien adaptado para perforar la
cubierta escamosa del pez y retener la presa, que todo indu-
ce á creer que las especies fueron ictiófagas, y de costumbres
acuáticas, como el amblirinco de la isla de los Galápagos.
Fig. IOO — MANDÍBULA Y
DIENTES DE MACELODON
( Capas de Purbeek)
Fig. /O/. — MANDÍBULA Y DIENTES DEL
ECHINODONTE. — dt tamañonatural;
b y dientes agrandados
En la formación weáldica de Sussex fué donde primero
se encontraron pequeñas vértebras del verdadero tipo lacer-
tídeo; son las mas abundantes, y halláronse asociadas en el
horizonte cretáceo con otras partes características de las
especies. Sobre tales restos fundáronse el Raphiosaurus su-
bulidens, el Coniosaurus crassidens y el Dolichosaurus lon-
gicollis. Esta última especie es notable por la longitud y
delgadez del tronco y del cuello, que indica una tendencia
á la forma de ofidio.
Pero la mas notable y extremada modificación del tipo
lacertídeo en el período cretáceo es la manifestada por las
grandes especies, de las cuales se descubrió un cráneo de
cinco pies de largo en la creta superior del Monte San Pedro,
cerca de Maestricht, en 1780. Las vértebras son cóncavas
en la parte anterior y convexas en la posterior, contándose
34 entre la cabeza y la base de la cola : parece faltar el sacro;
las vértebras caudales tienen largas espinas neurales, y los
arcos se unen con el cuerpo, formando la base de una pode-
rosa cola natatoria. Los dientes están anquilosados á ciertas
prominencias á lo largo del borde alveolar de la mandíbula
según el tipo acrodonte ; y en cada terigoideo hay una línea
de otros mas pequeños. Para este género de gigantesco
lagarto marino se propuso el nombre de Mosasauro. Además
del M. Hofmanni, de Maestricht, conócese el M. Maximi-
liani, de las capas cretáceas de la América del Norte, y otra
especie mas pequeña, el M. gracilis, de la creta de Sussex.
El leiodon anceps, de la creta de Norfolk, era un lacertídeo
marino muy afine.
Muchos pequeños lacertídeos terrestres han dejado sus
restos en las formaciones terciarias de Europa.
Tomo IX
ORDEN XI— OFIDIOS
(SERPIENTES)
Caracteres. — Vértebras muy numerosas y procelia-
nas; costillas huecas; no existe el sacro ni hay miembros
visibles.
El orden de los ofidios, conforme está caracterizado en el
sistema de Cuvier, debe dividirse en dos secciones, según la
naturaleza del alimento y la consiguiente modificación de las
mandíbulas. Algunas especies que se nutren de gusanos,
insectos y otros pequeños invertebrados, tienen el pedúnculo
timpánico de la mandíbula inferior inmediata é inamovible-
mente articulado con las paredes del cráneo; las ramas late-
rales de la mandíbula inferior están fijas en las sínfisis, y
opuestas por el acostumbrado movimiento vertical á un
completo arco maxilar superior; estos ofidios pertenecen á los
géneros amphisbsena y angus, de Linneo, hallándose repre-
sentada la segunda por la serpiente común. El resto de los
ofidios, incluso las serpientes ordinarias y los constrictor, que
constituyen los tipos, figurando en mayor proporción en el
orden, se alimentan de animales vivos, á menudo de mucha
mayor dimensión que la suya; y el aparato maxilar está con-
venientemente modificado para permitir la distensión de las
partes blandas que rodean la boca, así como la traslación de
la presa á la cavidad digestiva. Todos los ofidios fósiles de
terminados hasta aquí corresponden al último grupo típico.
Los restos mas antiguos de reptiles ofidios proceden del
eoceno de la arcilla de Sheppy, y consisten en vértebras que
indican una serpiente de doce piés de largo, el palseophis
toliapicus (fig. 97, 5). En las capas del eoceno de Brackle-
sham se hallaron otras vértebras' mayores, mas numerosas
y mejor conservadas, sobre las cuales se fundaron las espe-
cies palseophis typhaeus y P. porcatus; los restos indican un
boa constrictor de unos veinte piés de largo. Las vértebras
fósiles presentan muy bien marcado el corte anterior a y el
posterior b; la diapófisis d difiere de la del boa constrictor
por ser mas prominente; la hipapófisis h es corta; sí es la
cigapófisis anterior, y z' la posterior; el borde posterior de la
neurapófisis « es notable por lo angular; z es el cigosfene.
Las vértebras de ofidios más pequeños, procedentes del mas
102 CIIELONE Y TRIONIX
.aparazon
B, Peto
moderno eoceno de Hordwell, dan origen á las especies
denominadas paleryx rhombifer y P. depresus. Varias vérte-
bras fósiles de una formación terciaria que hay cerca de
Salónica han sido atribuidas á una serpiente, sin duda vene-
nosa, con el nombre de laofis. Se han descubierto en los
depósitos del mioceno de Sansans, en el sur de Francia, unos
67
53°
PALEONTOLOGIA
colmillos que parecen ser de víbora, y vértebras de un colu-
ber, que tendría tres veces el tamaño de una de las especies
existentes en Europa. Tres fósiles de ofidios, hallados en la
pizarra de Oeningen, sirvieron de base para las especies
coluber arenatus, C. Kargii y C. Owenii.
En estalagmitas superficiales se han hallado algunos huesos
de serpientes, que acaso sean del período de la historia hu-
mana. I ero lo que mas interés ofrece para nosotros es el
hecho de la existencia de ofidios reptiles de las familias
venenosas en los primitivos períodos terciarios antes de que
ninguna de las especies existentes de mamíferos apareciese
en la tierra. Los fósiles del eoceno y del mioceno demuestran,
sin embargo, los mismos movimientos de reptacion que en la
actualidad, y las vértebras indican esa misma estructura de
la columna vertebral que suplía en las serpientes la falta de
manos, piés y aletas.
/ r?r/flRDEN A1tIm|
Caractéres. Costillas del tronco anchas, planas,
unidas por sutura, formando con sus vértebras el esternón y
placas dérmicas; cubierta torácico-abdominal en forma de
caja, en la que pueden ocultarse los miembros, la cola, y
comunmente la cabeza; no existen dientes; fosa nasal externa
sencilla.
Las mas comunes evidencias de quelonios extinguidos
consisten en los restos fósiles que presentan los caractéres
^ son Por reSu^ar fragmentos ó porciones
divididas; pero como ofrecen modificaciones características
de las principales divisiones del órden, debemos hacer algu-
nas observaciones para facilitar el estudio.
En las familias marinas llamadas chelone y trionix consis-
ten los restos en un peto (fig. 102, B) y un caparazón (A); las
especies de agua dulce (emys), y las tortugas de tierra
(testudo), tienen además paredes laterales. El caparazón se
compone de una serie de piezas simétricas ch á pyt y de otras
dos irregulares á cada lado; las simétricas, llamadas placas
neurales, son huesos dérmicos; las marcadas desde s 1 á s 8
están unidas con las extremidades de otras tantas vértebras
dorsales, y las otras quedan libres; la primera ch, se llama
nucal, y la última pyt pigal. Las placas contiguas laterales,
plii.pl 8, son dérmicas, unidas con las ocho costillas sub-
yacentes, por lo que se llaman placas costales; las exteriores
son las placas marginales m 1 á m 12, que constituyen
osificaciones dérmicas, varias en número y no existen en los
trionix.
El peto (fig. 102, B) se compone del esternón s y de cuatro
pares de costillas extérnales, hallándose unidos con algunas
ó con todas los huesos dermales de diversas formas. Estas
placas compuestas figuran en determinado número en los
quelonios existentes, y han recibido nombres especiales. La
pieza media única s es la entosternal; las mas anteriores e s
son las episternales; las siguientes h s las hiosternales;
p í indica las hiposternales, y .r s las jifisternales.
Cada uno de los indicados elementos del espaldar y del
peto muestran caractéres que dan á conocer la naturaleza y
afinidades del quelonio. En las tortugas marinas están menos
completos el peto y el espaldar; las extremidades de las
costillas penetran en cavidades de algunas de las placas
marginales, como los dientes en los alvéolos (fig. 102, A); y
en el peto se ven cavidades análogas, que en las especies de
agua dulce se llenan por la osificación; las placas costales se
unen por suturasá las marginales. Excepto en los trionicidos.
todos los elementos exteriores del peto y del espaldar están
impresos por las capas córneas que cubrían los elementos
huesosos, pudiéndose así reconocer su forma y dimensiones
después que aquellos dejaron de existir. Las impresiones
marginales de las cinco piezas medias están indicadas en el
espaldar (fig. 102, A), en v i á v 5; las líneas que salen de
los ángulos laterales marcan los límites de las placas costales.
En el peto fósil (fig. 103), la línea que hay entre h u y p e
indica las placas humerales y pectorales, y la que se ve
entre p e y a ¿/las pectorales y abdominales, y la que existe
entre fe y a n las femural y anal, etc.
Las tortugas que no pueden introducir la cabeza dentro
de la concha, la tienen grande y bien osificada, como en la
figura 86, B, donde el post frontal & el mastoideo m y el
escamoso k , forman una bóveda sobre el verdadero cráneo.
Los huesos de los miembros están modificados según el
centro de vida y la locomoción; pero son siempre sólidos.
Ya hemos hecho referencia en otro lugar á las impresiones
observadas en las areniscas del período triásico en Dum-
frieshire, indicando que serian probablemente huellas de
quelonios. La mas primitiva prueba de la existencia de estos
séres, hallada por W. Jardine en Corncockle Muir, consiste
en el cráneo del Chelone planiceps, de la arenisca de Port-
land, y en el caparazón y el peto de los extinguidos y singu-
larmente modificados géneros Tretosternon y Pleurosternon
(% 103X procedente de Purbeck. En el jurásico superior,
ó pizarras biográficas de Cirin, se han hallado restos dé
Emídidos, atribuidos á los géneros Hydropelta y Achelomia.
io3‘ PETO DEL PLEUR0STERX0N EMARGINATUM
Las verdaderas tortugas marinas, Chelone Camperi, C.
Bensteri y C. pulchriceps, han dejado sus restos en los hori-
zontes cretáceos; el emidido Protemis procede de la arenisca
verde, cerca de Maidstone; los depósitos terciarios del eoceno
de Bretaña contienen muchos restos de tortugas marinas y
de agua dulce Muchas especies han dejado sus restos en la
arcilla de Londres, en la desembocadura del Támesis, y son
mas numerosas que las que ahora se conocen en todo el
mundo. L na de ellas, C. gigas, alcanzó extraordinarias di-
mensiones, pues el cráneo que existe en el Museo Británico,
mide mas de un pié de ancho. El Chelone longiceps se ase-
531
\
<
t
meja al Trionyx por la figura y disposición del hocico, y al
Emys por la extensa osificación del caparazón y del peto, si
bien conservaba los caractéres esenciales de la tortuga. El
género Trionyx (tortuga blanda) está representado por mu-
chas y magníficas especies en el eoceno superior de Hord-
well; la rugosidad de la supeificie exterior del caparazón y
del peto, en este género, permite que se reconozcan fácilmente
los fragmentos fósiles. Los Emys de agua dulce y los Plate-
mis están representados por muchas especies en los depósitos
del eoceno en Sheppy y Hordwell. En el pliocenodeOeningen
se descubrieron restos de una especie de Chelydra, forma
confinada actualmente en América; y otros de tortugas de
tierra (Testudo) indican diversas especies extinguidas en las
formaciones del mioceno y plioceno de la Europa continen-
tal. En los mismos horizontes, en Sewalik Hills, se halló el
caparazón de una tortuga (Colossochelys atlas) de veinte
piés de longitud. En la misma localidad se reconoció la
interesante evidencia de una especie de Emys (E. tectum),
que continuó existiendo desde el período del Sivaterio (pro-
bablemente mioceno) hasta nuestros dias.
ORDEN XIII— BATRACIOS
SAPOS, RANAS, ETC.
CARACTÉRES. — Vértebras bicóncavas (Sirena), proce-
lianas (Rana), ú opistocelianas (Pipa); pleurapófisis cortas )
rectas; dos cóndilos occipitales y dos huesos vomerianos;
carencia de escamas ó placas; primera edad con branquias.
Solo en el terreno terciario y post terciario se han descu-
bierto especies extinguidas, correspondientes á los géneros ó
familias de este orden que aun existen. Los reptiles con
caractéres de anfibios ó batracios, de los períodos carbonífe-
ro ó triásico, presentaban otros que les daban cierto valor
diferencial, ofreciendo mas bien el tipo común de los verte-
brados de sangre fria, que una íntima afinidad con los repti
les desnudos mas especialmente modificados, á que se dio el
nombre de batracios en los catálogos zoológicos de las espe
cies existentes. Mientras prevaleció el tipo ganoidéo de pe-
ces, los batracios eran ganoideos; los de piel blanda corres
ponden al período en que los mas de los peces tienen las
escamas flexibles y solubles, cicloidéas ó tenoidéas.
De los batracios anuros se han descubierto sapos de espe-
cies extinguidas (palophynos Gessneri y P. dissimilis) en las
capas de Oeningen; y mas abundantemente ranas en los
depósitos del mioceno y plioceno de Francia y Alemania.
Los batracolites procedentes del Siebengebirge, cerca de
Bonna, ofrecen diversos períodos de transformación de la
rana diluvial; en las pizarras terciarias de Bombay se hallaron
restos del pequeño fósil rana pusilla.
En la familia de las salamandras, el fósil mas notable es el
que, por el tamaño de la cabeza y de las vertebras se atribu-
yó, al descubrirse en Oeningen, en 1726, á la especie huma-
na, dándosele el nombre de homo diluvii testis. Cuvier demos-
tró sus afinidades con la salamandra acuática (menopoma)
de los Estados-Unidos; y mas recientemente se descubrió en
el Japón una salamandra viva que iguala por su tamaño a
dicho íósil. JL i- -
Del estudio que acabamos de hacer resulta que la clase
de los reptiles, al contrario de la de los peces, está en el
período de decadencia; y que la época en que aquellos exis-
tieron con la mayor diversidad de formas, y en el mas alto
grado de estructura, es la mesozóica. El progreso de los
vertebrados de respiración aérea, graduándose por sucesivos
tránsitos, se ha paralizado, como si no hubiera estado con-
forme con las exigencias y condiciones de vida del presente
estado del planeta. Los reptiles han sido reemplazados por
tipos superiores de respiración aérea, que no pueden deri-
varse directamente de la clase de los peces. En los extingui-
dos reptiles se reconoce una estructura de vertebrados mas
generalizada, por las afinidades con los peces ganoidéos, que
vemos en los ganocéfalos, labirintodontes é ictiopterigios,
por las que ofrecen los terosauros con las aves, y por la
analogía de los dinosauros con los mamíferos. Manifiéstase
también por la combinación de los caractéres del croco*
difo, del quelonio y del lacertideo en los criptodontes y dici-
nodontes. Hasta los quelonios del periodo de Purbeck evi-
dencian el mismo principio por el número mas típico de
las costillas abdominales que entran en la composición del
peto.
La ausencia de los restos de labirintodon en el terreno
pérmico y del ictiosauro en el de Wealden, es casi compati-
ble con la convicción de que ambas clases de reptiles exis-
tieron en otro punto durante los períodos anteriores. Una
diferencia de costumbres, correspondiente á la de estructura,
explica porqué los plesiosauros pudieron dejar sus restos en
profundas capas weáldicas; mientras que los mas vigorosos
nadadores se aventuraban en mas espaciosos mares. De los
batracios propiamente dichos, los que conservan la cola
parecen haber llegado hasta el máximum durante el período
terciario superior, entrando después en su decadencia; mien-
tras que las especies sin cola son mas numerosas y variadas
hoy dia. Los ofidios se asemejan á los anuros, que comien-
zan en el mas primitivo terciario y ofrecen el máximum de
su desarrollo en nuestros dias. Los lagartos procelianos, y en
particular los pleurodontes, que empiezan en la creta, han
ido aumentando asimismo en número y variedad de formas
hasta la actualidad. El grupo acrodonte estaba representado
por el Mosasauro, con un máximum de tamaño, y notables
modificaciones para la vida marina, durante el período cre-
táceo. Los grandes grupos de ictiopterigios y sauropterigios,
terosauros y dinosauros, se perdieron antes de que comen-
zara la época terciaria; los crocodilos procelianos, que llega-
ron á su apogeo en las formaciones terciarias mas baja y
media, están en completa decadencia; acaso pudiera decirse
lo mismo de los quelonios respecto al tamaño de los indivi-
duos y al número de especies de ciertos géneros, como por
ejemplo, chelone trionyx y chelydra.
CLASE III— AVES
Los primitivos vestigios fósiles de la clase consisten en las
huellas observadas en alguna antigua playa, que del triásico
ó liásico se conservaron por uno ú otro de los medios expli
cados en la sección de Icnologia. Los huesos fósiles de a\es
no se hallaron sino en horizontes mucho mas recientes que
las areniscas con impresiones, y escasean notablemente mas
que los restos de mamíferos, reptiles y peces, en cualquiera
formación, excepto la mas moderna en ciertas limitadas loca-
lidades, como por ejemplo en Nueva Zelanda.
Lyell ha observado muy oportunamente, «que la facultad
de volar de que están dotadas las mas de las aves, pudo
preservarlas de morir por alguna de las numerosas casuali-
dades á que se hallan expuestos los cuadrúpedos durante las
inundaciones.» El mismo autor arguye también, «que en el
caso de ahogarse, ó de morir cuando nadan, rara vez suce-
derá que lleguen á sumergirse lo suficiente para conservarse
en los depósitos de sedimento.» "N erdad es que el esqueleto
de un ave flotante podra no hundirse donde el animal dejo
de existir, siendo, al contrario, arrastrado por la corriente;
pero si no es devorado, los huesos subsistirán cuando las
partes blandas se hayan descompuesto; y la compacidad del
PALEONTOLOGIA
tejido huesoso, así como los hechos que nos han dado á
conocer los ornitolites de la arenisca verde de Cambridge,
de la arcilla de Londres en Sheppy, y del eoceno de Mont-
martre, demuestran que pueden conservarse en estado fósil,
El largo tiempo que puede flotar el esqueleto de un ave lo
expone seguramente mas á ser devorado; y hé aquí porqué
escasean tanto los restos fósiles en los terrenos de sedi-
mento.
Cierto es también que la mayor parte de los restos de
aves extinguidas, hallados hasta aquí, son de aquellas que
estaban privadas de la facultad de volar, siendo su organiza-
ción propia para vivir en tierra.
La existencia de aves en el período triásico, ó en la época
de la formación de las areniscas, que son seguramente inter-
medias entre el lias y el carbonífero, está indicada por
•numerosas huellas impresas en dichas areniscas, que se
extienden á través de una gran parte del valle de Connecticut
y en Massachusetts, en la América del Norte.
Las huellas de aves son especiales, y mas fáciles de
distinguir que las de la mayor parte de los animales. Las
aves pisan Unicamente con los dedos; estos se articulan con
un hueso sencillo metatársico, formando ángulos rectos;
y divergen mas uno de otro, que en el resto de los animales.
Solo tres dedos se dirigen hácia delante; el cuarto, cuando
existe, está situado hácia atrás, es mas corto, y suele elevarse
en el metatarso sobre los otros, teniendo menos parte en el
sostenimiento del cuerpo. No hay dos dedos en el mismo
. pié de cualquier ave que tengan igual número de articula-
ciones : cuando el de atrás existe, es el mas interior de los
cuatro y tiene dos falanges; el siguiente tres; el tercero ó
céntrico cuatro y el mas exterior cinco. Si falta el dedo
posterior, como sucede en las mas de las aves que no vuelan,
los otros tienen tres, cuatro y cinco falanges respectivamente.
Cuando el número de dedos se reduce á dos, como sucede
en el avestruz, las falanges figuran en número de cuatro ó
cinco.
La misma progresión numérica caracteriza las dos falanges
en la mayor parte de los lagartos desde el dedo mas interior
al cuarto; pero existe en ellos un quinto con una falange
menos que en dicho cuarto dedo; el quinto es el que falta
en todas las aves. En algunas gallináceas (pavo bicalcaratus)
presenta el metatarso unos espolones; pero estos apéndices
particulares no son homólogos del dedo.
El Dr. Deane, de Greenfield (Estados Unidos) reconoció
en 1835 impresiones semejantes á las huellas de aves en
algunas areniscas del rio Connecticut; y habiéndolas repro
ducido en moldes, remitiólas al profesor Suliiman, manifes-
tándole su opinión. El Dr. Hitchcock, director, del colegio de
Amherst, sometió luego estas impresiones á la comparación
científica, emitiendo su parecer de que fueron producidas
por los piés de aves existentes: designólas con el nombre de
orniticnitis.
El hecho era por demás curioso, y las evidencias debían
ser irrecusables, pues hasta se había reconocido que las
huellas fueron impresas por piés que tenían veinte pulgadas
de largo. El Dr. Hitchcock no desistió de su idea de que
habia existido, durante el período de las areniscas rojas del
valle de Connecticut, un ave, á la que llamaba ornithichnites
giganteus, que debió haber sido por lo menos cuatro veces
mas grande que el avestruz. Las impresiones se sucedían á
intervalos regulares; pero eran de dos clases, aunque difi-
riendo solo en lo que puede distinguirse el pié derecho del
izquierdo. Cada huella presentaba la señal de tres dedos,
que divergían al extenderse hacia delante; y la distancia
entre los laterales y el del centro era de doce pulgadas. El
dedo mas interior indicaba distintamente dos divisiones de
las falanges; el medio tres, y el exterior cuatro; y como en
las aves existentes, no suelen dejar las falanges ungueales
sino una sencilla impresión, infirióse juiciosamente que los
dedos de aquel gran pié se habían caracterizado por el mismo
número progresivo de falanges, desde el dedo mas interno
al externo. Algunas de las impresiones de aquellos enormes
pasos se conservaban tan bien, que se reconocía el carácter
estriado del tegumento en la cara inferior del pié, estructura
muy semejante á la que se observa en el avestruz. Examinada
la distancia entre las huellas, reconocióse que era de tres ó
cuatro piés.
Estas impresiones, aunque las mayores observadas en las
areniscas de Connecticut, son también las mas numerosas.
El enorme brontozoum, como le llama el Dr. Hitchcock,
debió haber sido el gigante del valle; y lo mas curioso es
que en diversas localidades se observan las mismas impre-
siones en líneas paralelas.
La arenisca roja, donde se reconocieron dichas huellas,
ocupa un área de mas de ciento cincuenta millas de largo,
y de cinco á diez de anchura. Se han observado las impre-
siones en mas de veinte puntos distintos, distribuidas en
una extensión de cerca de ochenta millas de N. á S., y
repítense en una sucesión de capas que en algunos sitios
tienen un espesor de mas de mil piés, habiendo sido nece-
sarios por lo tanto miles de años para su formación.
En el conglomerado y la arcilla plástica de la base del
terreno eoceno de Meudon, cerca de París, se descubrió la
pierna, con la tibia y fémur, de un ave á que se dió el nom-
bre de Gastornis Parisiensis, la cual indica un género ahora
extinguido. Aquellos restos pertenecieron á una especie tan
grande como un avestruz, pero mas robusta. En la arcilla
del eoceno de Sheppy se han hallado restos fósiles de aves,
que indican un pequeño buitre (Lithornis vulturinus), y
otros de un ave que será probablemente de la familia de los
Halcyornis. En la misma formación, en Highgate, se han
recogido restos de especies de la familia de las garzas.
Los huesos fósiles de aves hallados en las canteras de
Montmartre se han atribuido por Cuvier á once especies
distintas.
El mas antiguo ejemplar del grupo de los Protornis es el
Protornis Glarisiensis, fundado en un esqueleto casi entero
que se descubrió en la caliza pizarreña de Glaris, correspon-
diente á la mas antigua división de las series terciarias del
eoceno. El esqueleto viene á ser del tamaño de una alondra,
y en cierto modo semejante al de esta ave.
Las comparaciones de los ornitolitos terciarios eocenos
demuestran que las modificaciones de la clase de las aves
estaban representadas en aquel período del modo siguiente:
las rapaces, ó aves de rapiña, por especies del tamaño de
nuestros buzardos y mas pequeños halcones, y acaso también
por el mochuelo; las incisoras, por especies aparentemente
afines de la alondra; las anisodáctilas, por especies tan
grandes como el cuco; las rasoras, por especies de pequeñas
codornices; las cursoras, por especies tan grandes como
el avestruz, aunque de piernas mas gruesas; y las nadadoras,
por especies afines al cormorán, aunque una de ellas de
mayores proporciones.
Los restos de aves aparecen mas abundantes y variados
según nos acercamos á la época actual, particularmente en
el terciario mioceno, tan ricamente desarrollado en Francia,
aunque falta en Inglaterra. Una de las formas de pico mas
singularmente modificadas es la que se observa en el fla-
menco: el cráneo fósil de una especie de este género Phce-
nicopterus fué hallado en los depósitos del mioceno de agua
dulce de la meseta de Gergovia, cerca de Clermont-Ferrand;
en los mismos depósitos, en Chaptusal, se encontró el me-
MAMÍFEROS
533
fff. i
•DINORNIS
En los depósitos del ni
huevos fósiles de aves, é
margas calizas de Monte B(
tatarso entero de una especie de águila (Aquila); y en la
molasa conchífera marina de Armagne se descubrió el hú
mero de una ave tan grande como el albatros, afine á esta
especie. En los depósitos del mioceno lacustre de Can-
tal se encontraron los restos de un buitre, probablemente
del Catarto. Por último, en el horizonte mioceno se han
reconocido vestigios de todos los órdenes de aves, excepto
de las grandes cursoras.
ELEPHAN ÍOPUS
D
en Auvernia se hallaron
impresiones de plumas en las
En los depósitos del plioce
no de ü.ssex se descubrió el metatarso fósil de un cisne, tan
grande como la especie salvaje de hoy dia; y en la arcilla de
Lawford fué recogido un húmero fósil como el del ánade.
Sin embargo, los mas de los ornitolitos del período moderno
ó reciente se descubrieron en cavernas huesosas; y pertene-
cen á las aves que se asemejan á la paloma salvaje, al halcón,
á la alondra, al tordo y al ánade.
Los mas extraordinarios fósiles de la clase fueron obteni-
dos en los depósitos superficiales, en las turberas y cuevas
de Nueva Zelanda. Esta isla, notable por la falta de especies
aborígenes de mamíferos terrestres, distínguese por la pre-
sencia de una pequeña ave con alas rudimentarias y plumaje
muy suelto, que corresponde á un género particular llamado
Apterix: las piernas son muy robustas, con piés tridáctilos y
uno muy pequeño posterior. En la Nueva Zelanda existieron
en otro tiempo, y se conocen bajo diversas formas específi-
cas, unas aves semejantes al Apterix por la forma del es-
ternón, la estructura huesosa de la pelvis y los miembros.
Fueron atribuidas por Mr. Owen á los géneros Dinornis y
Palapterya. Las especies gigantescas son interesantes porque
indican aves de la misma formación donde aparecen las im-
presiones tridáctilas tan grandes como las de las areniscas
de Connecticut, llamadas Ornithichnites gigas. En el Dinor-
nis giganteus (figura 104), la tibia mide mas de una vara de
largo; en el esqueleto de otra especie, el metatarso es del
mismo grueso, pero solo tiene la mitad de dicha longitud
el armazón de la pierna es el mas macizo que se conoce en
la clase de las aves; y los huesos de los dedos del pié igua-
lan casi á los del elefante, por lo cual se ha dado á esta es-
pecie el nombre de Dinornis elephantopus. Conócense
otras con los nombres de Dinornis ingens, D. struthioides,
D. rheides y D. droraioides, etc. Con dichos restos se han
encontrado huesos de un ave del tamaño de un cisne ; pero
de un género extinguido (Aptornis). Dos especies de Apterix,
que apenas difieren de las existentes, eran contemporáneas
del Dinornis gigante. Se ha sabido que el D. elephantopus
lo utilizaban los naturales del país como alimento, probable-
mente en época no muy remota.
En Madagascar se han visto porciones de metatarso que
indican un ave tan grande como el Dinornis giganteus, lla-
mada Epiornis, pero genéricamente distinta; los huesos es-
taban en bancos aluviales, y con ellos se hallaron huevos
que median de trece á catorce pulgadas de largo. Se calcula
que el contenido de uno iguala al de seis huevos de avestruz,
ó sea ciento cuarenta y ocho de gallina.
En la inmediata isla Mauricio, el Dido (Didus ineptus)
fué exterminado por el hombre en el espacio de dos siglos,
y en las islas de Borbon y Rodríguez sucedió lo mismo con
el Solitario (Perophaps). Ambas aves tenían las alas dema-
siado cortas para volar.
CLASE IV — MAMÍFEROS
(VERTEBRADOS VIVIPAROS, DE SANGRE CA-
LIENTE Y RESPIRACION AÉREA)
Toda parte calcificada de un animal, bien sea concha,
coral, corteza, diente ó hueso, puede conservar su forma
debajo de tierra durante los cambios que en ella ocurran
gradualmente, cuando cada partícula original haya sido re-
movida y reemplazada por alguna otra sustancia mineral
préviamente disuelta en el agua que impregna el lecho
donde está el fósil. Cuando un hueso ú otra parte cualquiera
se altera de este modo, dicese que está petrificado; y no solo
se conservan todos sus caractéres exteriores, sino que hasta
se puede reconocer la mas delicada estructura, en la mayoría
de casos, con el auxilio del microscopio.
Se han descubierto huesos fósiles y dientes en todos los
grados de alteración, desde su estado reciente al de petrifi-
cación completa. Los huesos recientes consisten en una base
gelatinosa endurecida por sales térreas, principalmente por
el fosfato de cal. Los peces tienen la menor proporción de
dicha materia en los huesos, y las aves la mayor.
Proporciones de la materia dura y blanda en los huesos de los
animales vertebrados
Blanda
Dura.
Blanda.
Dura. .
PECES
Salmón
60*62
39*3»
ioo‘co
REPTILES
Rana
35*5°
64*50
ioo‘oo
Carpa
40*40
59*60
100*00
Serpiente
3l‘°4
69*96
100*00
34*3°
65*70
100*00
Lagarto
46*67
53*33
100*00
534
PALEONTOLOGIA
Blanda. .
Dura. .
MAMIFEROS
Cerdo marino Vaca
35 ‘9° 31*00
64*10 69*00
León
27*70
72*30
Hombre
3I<03
68*97
100*00 100*00 100*00 100*00
Blanca. .
Dura. .
AVES
Ánade
32*91
67*09
100*00
Pavo
3°*49
69*51
100*00
Halcón
26*72
73*28
100*00
En el adjunto cuadro damos á conocer la naturaleza quí-
mica de las partículas endurecidas y de la base blanda del
hueso, indicando una especie de cada una de las cuatro cía
ses de vertebrados.
Composición química de los huesos
MATERIAS
Fosfato de cal, con ves-
tigios de fluato de la
Halcón Hombre
Tortuga Bacalao
misma base
64*39
5963
7*33
52*66
57*29
4*90
2*40
Carbonato de cal.. . .
7 ‘03
0*94
I2‘53
Fosfato de magnesia.
Sulfato, carbonato y
0*82
nwwrvj
clorato de sosa. . . .
0*92
0*69
0*90
31*75
i*34
1*10
Glutina y condrina.. .
27*73
o*99
29*70
32*31
Parte volátil
\ 1
i*33
2*00
V |i
\J
100*00
100*00
100*00
100*00
El cambio mas común que primeramente sufren los hue
sos consiste en la pérdida mayor ó menor de la parte blanda
y soluble. El efecto de un prolongado enterramiento se re-
conoce al punto, aplicando el ejemplar á la lengua, cuando
es tan grande la afinidad de la tierra constituyente con el
fluido de los poros, después de perder la gelatina, que el
objeto se adhiere á la lengua como un pedazo de arcilla
seca. Los huesos y dientes que se hallan en tal estado
absorben rápidamente una solución de gelatina, recobrando
de este modo su primitiva tenacidad. Los fósiles petrifica-
dos no necesitan este tratamiento, porque son de ordinario
mas duros y consistentes que el mismo hueso primitivo.
La interpretación de tales restos fósiles exige que se com-
paren con las partes correspondientes de los animales vivos,
ó de especies extinguidas, previamente determinadas. Si se
trata de animales vertebrados, la comparación se limita á
sistemas óseos y dentarios. La interpretación de los verte-
brados fósiles, supone un conocimiento de las diversas mo-
dificaciones del esqueleto y de los dientes de los vertebrados
de nuestros dias; y cuanto mas extenso y preciso sea este
conocimiento, mejor éxito obtendrán los esfuerzos del ob-
servador, y mas exactas serán sus deducciones.
La determinación de los restos de cuadrúpedos ofrece,
según observa Cuvier, mas dificultades aun que la de otros
fósiles orgánicos. Las conchas se suelen encontrar enteras,
y con todos los caractéres por los cuales se pueden comparar
con sus análogas en los museos, ó con las figuras de las
obras ilustradas de los naturalistas. Los peces presentan con
frecuencia su esqueleto ó su cubierta escamosa mas ó menos
enteros, pudiéndose reconocer así la forma general del cuer-
po, y á menudo los caractéres genéricos y específicos que se
derivan de tales partes endurecidas, internas ó externas;
pero rara vez se encuentra el esqueleto entero de un cua-
drúpedo fósil; y cuando esto sucede, no da indicios, ó son
casi nulos, respecto á su pelaje, á su piel, á su color. Lo que
generalmente se obtiene en el horizonte donde se descubren
restos petrificados de un mamífero se reduce á porciones
del esqueleto, con huesos dislocados y revueltos, huesos
desprendidos y dientes, ó solo sus fragmentos.
Antes de la época de Cuvier se habia adelantado poco en
la interpretación de tales restos; pero el admirable éxito que
alcanzó la aplicación de la gran ciencia de la Anatomía
comparada á ese vasto campo de estudio tan descuidado
hasta entonces, fué atribuido por Cuvier á los principios de
la organización de los cuerpos animales, á lo cual llamó
Correlación de formas y estructuras , y Subordinación de los
órganos , principios que su inteligente biógrafo, Mr. Flourens,
juntamente con los filósofos contemporáneos, consideraron
como el mas poderoso instrumento para la restauración de
los animales extinguidos.
Una falange terminal, modificada de cierto modo, puede
indicar, como lo demostró Cuvier, las modificaciones de
todos los huesos del miembro anterior, que se relacionan
con la ausencia de una rotación de la pierna anterior, así
como también las de la mandíbula y el cráneo que se refie-
ren á la masticación del alimento por anchos molares com-
plejos.
Pero hay ciertas estructuras asociadas de las cuales no es
conocida la ley fisiológica. «Dudo mucho, escribía Cuvier,
que me hubiera sido dado adivinar, si no me lo hubiese
enseñado la experiencia y la observación, que los rumiantes
de pezuña debían todos tener los piés hendidos, y ser los
únicos animales con cuernos en el hueso frontal. Sin embar-
go, puesto que estas relaciones son constantes, preciso es
que tengan una causa eficiente, mas como no se conoce,
debemos suplir la falta de teoría por los medios de observa-
ción. Haciéndolo así, de la manera mas conveniente, llega-
rán á establecerse leyes empíricas casi tan seguras en su
aplicación como las racionales. Que existen secretos motivos
para todas estas relaciones, es un hecho de que puede con-
vencernos la observación, independientemente de la filosofía
general. Con efecto, cuando se forma un cuadro de estas
relaciones, obsérvase, no solo una constancia específica, si
podemos expresarnos así, entre tal forma de un órgano, y
tal otra de otro distinto, sino también una constancia de
clase y una gradación correspondiente en el desarrollo de
estos dos órganos, que demuestran, casi tan bien como un
razonamiento efectivo, su influencia natural.
»Así, por ejemplo, el sistema de los ungulados no ru-
miantes es generalmente mas perfecto que el de los bisur-
cados, tanto mas cuanto que los primeros tienen casi siem-
pre ambos incisivos y caninos así en la mandíbula superior
como en la inferior; la estructura de sus piés, según vemos,
es en general mas compleja, por cuanto están provistos de
mas dedos, ó de pezuñas que envuelven menos completa-
mente las falanges, teniendo mayor número de huesos dis-
tintos en el metacarpo y metatarso, ó un peroné mejor
desarrollado, ó ya en fin, una concomitancia de todas estas
modificaciones. No es posible determinar la causa de estas
relaciones; pero la prueba de que no es esto debido á la
casualidad, la tenemos en el hecho de que cuando un animal
bisurcado presenta en su dentición una tendencia, una afi-
nidad con los ungulados no rumiantes, ofrece asimismo otra
semejante en la conformación de los piés. Así, por ejemplo,
vemos que los camellos, que tienen caninos y dos ó cuatro
incisivos en la mandíbula superior, están provistos de un
535
MAMIFEROS
hueso adicional en el tarso, lo cual resulta de no ser el
escafoides confluente con el cuboides, y los pequeños cascos
tienen reducidas falanges. El almizclero, armado de largos
caninos superiores, tiene el peroné coextensivo con la tibia,
mientras que otros rumiantes presentan solo un rudimento
de aquel articulado con la extiemidad inferior de esta.
Existe, pues, una armonía constante entre dos órganos apa-
rentemente del todo extraños entre sí, y las gradaciones
de sus formas se corresponden sin interrupción, aun en los
casos de que no podemos darnos cuenta de semejantes rela-
ciones. Pero aprovechándonos en esto del método de obser-
vación, como de auxiliar suplementario, cuando la teoría
nos abandona, llegamos á obtener asombrosos detalles. La
mas pequeña superficie articular de un hueso, la mas redu-
cida parte, ofrece un carácter determinado que se relaciona
con la clase, el orden, el género y la especie á que pertene-
ció; de modo que, cuando aquel posea tan solo la bien con-
servada extremidad de un hueso, conseguirá por medio de
su aplicación, y un poco de tacto, discernir las analogías, y
por una comparación suficiente, determinar todos los deta-
lles con tanta seguridad como si tuviera el animal entero »
Verdad es que en muchos casos, por falta de una atenta
comparación y del suficiente tacto, el resultado no recom-
pensa los esfuerzos del paleontólogo, sirviendo estos errores,
en que incurrió hasta el mismo Cuvier, de argumento para
combatir los profanos á la ciencia, los principios de los dis-
cípulos del aquel sabio, que se guiaban por ellos para com-
pletar el glorioso edificio cuyos cimientos habia sentado el
maestro.
Hemos copiado aquí estos párrafos de la gran obra de
Cuvier con objeto de neutralizar los reiterados asertos de
aquellos que aparentemente ignoran la manera clara y ex-
plícita con que dicho autor define los límites en que la ley
de la correlación de las estructuras animales puede aplicarse
con éxito.
En el cuadro de terrenos (pág. 453) se ve que los primiti-
vos restos de un animal vertebrado corresponden á la clase
de los de sangre fria y respiración acuática en el período
silúrico superior. Después sigue la de invertebrado, también
de sangre fria, pero de respiración aérea, que pertenece al
grado de los batracios, en el período carbonífero. Los ani-
males de sangre caliente están primero indicados, como las
aves, por huellas en una arenisca, probablemente triásica,
no mas antigua; lo mismo que los mamíferos, por dientes
fósiles de las capas óseas del sistema triásico superior de
Wurtemberg. Los restos de mamíferos se han hallado igual-
mente en un depósito lignitoso de la Carolina del Norte,
que no puede ser mas reciente que la formación liásica.
1A
GÉNERO MICROLESTES
Los dientes de mamífero hallados en el trias aleman é in-
glés indican un cuadrúpedo insectívoro muy pequeño, al
que aplicó su nombre genérico el profesor Plieninger de
Stuttgart. Los ejemplares alemanes se descubrieron en 1847
en Diegerloch, á unas dos millas de Stuttgart, en una for-
mación cuyas relaciones geológicas se determinan entre el
lias y la arenisca del Keuper. Los dientes del microlestes
procedentes de un conglomerado que ocupa una grieta de
la caliza carbonosa, cerca de Frome, figuran en número de
cuatro, siendo dos molares de la mandíbula superior; el uno
tiene la corona mas estrecha, y el cuarto es mas pequeño y
puntiagudo; las coronas de los molares son verticalmente
cortas en proporción á su anchura; la superficie inferior pre-
senta una depresión profunda, rodeada de pequeñas puntas.
La corona del mayor de los molares superiores no excede de
una línea en su mayor diámetro. Entre los mamíferos exis-
tentes, algunos de los pequeños molares del myrmecobius
insectívoro de Australia ofrecen la mas íntima analogía con
aquellos dientes fósiles; pero aun la ofrecen mayor los pe-
queños molares tuberculosos del extinguido mamífero del
terreno jurásico, llamado Plagiaulax (fig. no, m 1 y 2).
GÉNERO DROMATHERIUM
Este género está fundado en la porción de una mandíbu-
la inferior, que apenas tiene una pulgada de largo, la cual
presenta siete molares tricuspidados, como los del spalaco-
terium, precedidos aparentemente de tres premolares delga-
dos, delante de los cuales hay un canino y tres incisivos
cónicos ; estos últimos están separados por cortos intervalos,
como en el fascoloterio. El ejemplar procede del horizonte
carbonífero de Chatham, en la Carolina del Norte, y es pro-
bablemente de la edad triásica.
género amphitherium ( Thylacotherium , Val)
Se ha fundado este género en algunos restos de la man-
díbula inferior, una de cuyas ramas presenta la dentición
entera, consistente en tres incisivos pequeños y cónicos,
fig. ¡OS MANDÍBULA DEL THYLACOTHERIUM PREVOSTII
un canino algo grande, seis premolares con una puntita en
uno ó ambos lados de la base, y seis molares de cinco cús-
pides. Estos últimos, los mas de los premolares, están fijos
por dos raíces. El cóndilo de la mandíbula es convexo, y
un poco mas alto que la superficie de los dientes; la corona
ancha y elevada. También tiene este género la mayor afini-
dad con el marsupial Mirmecobio de nuestros dias. Los res-
tos del Amphytherium son de las calizas ooliticas inferiores
de Stonesfield.
GÉNERO AMPHI LESTES
Este género está basado en una parte de la mandíbula
inferior de la caliza oolítica de Stonesfield, en la cual se
ven tres molares de forma comprimida, con una punta cén-
trica, otra bien marcada en la parte anterior y posterior de
la base ; el cíngulo, peculiar de los dientes de los mamíferos,
atraviesa la línea prominente interior de la corona, donde
se desarrollan tres pequeñas puntas, dos de las cuales cons-
tituyen las extremidades anterior y posterior de la corona.
Esta forma de diente desconocida en los mamíferos actuales,
es á propósito para triturar los élitros de los coleópteros, que
se encuentran también fósiles en la misma capa oolítica.
El Amphilestes Broderipii era algo mayor que el Amphithe-
rium Prevostii.
GÉNERO PHASCOLOTHERIUM
Aunque la evidencia que ofrece la estructura angular de
la mandíbula inferior del Amphiterium parece indicar alguna
afinidad con ciertos insectívoros, las variedades á que se ha-
lla sujeto este carácter en los diversos géneros de marsupiales
existentes nos impiden pronunciarnos afirmativamente sobre
este punto, hasta que se reconozcan otras indicaciones mas
PALEí NT0L0G1A
53<>
precisas en los restos fósiles de nuevos géneros y especies.
En el Phascolotherium se manifiestan mas marcadamente
los caractéres marsupiales en la forma general de la mandí
bula ; mientras que la afinidad con el género Didelfis, en
cuanto al número de molares y premolares, no puede ser mas
completa. La figura de las coronas de estos dientes difiere de
la que se observa en los Didelphys, correspondiendo tan
íntimamente con las del Amphilestes Broderipii, que se re-
conoce la mayor afinidad del Phascoloterium con el insectí-
voro oolítico; y por lo tanto, cualesquiera que sea laeviden-
Fig. 106. — MANDIBULA DEL PHASC01
cia de marsupialidad que ofrezca este, puede considerarse
como un justificante para que el Amphilestes y el Amphi-
therium sean incluidos en el grupo marsupial.
La semejanza que ofrece la mandíbula inferior y las dien-
tes del Amphitherium y del Phascolotherium, con los géne-
ros marsupiales confinados ahora en Australia y Tasmania,
nos induce á reflexionar sobre la interesante relación que
existiría entre otros restos orgánicos de la oolita de Oxford
y ciertas formas existentes en el continente austral y el mar
que le rodea. En este último, por ejemplo, nada el Cestracion,
ó tiburón de Puerto Jackson, que ha dado la llave para in-
terpretar la naturaleza de ciertos fósiles de nuestras oolitas,
reconocidos ahora como dientes de grandes formas congéne-
res de los peces cartilaginosos. Mr. Broderip observa que no
deja de ser curioso notar que una especie moderna de Tri-
gonia fué descubierta muy recientemente en la costa de
Australia, en esa tierra clásica de los marsupiales, habiéndose
encontrado el ejemplar confundido con numerosas conchas
fósiles del género. No solo existen Trigonias, sino también
Terebrátulas, y estas últimas muy abundantes, en los mares
de Australia, donde sirven de alimento al Cestracion, como
servirían seguramente las especies análogas para nutrir á los
Plagiostomos de sólidos dientes, llamados Acrodos, Psammo-
dos, etc. Las plantas cicadeas y las araucarias, así como las
que se encontraron fósiles en las capas oolíticas, florecieron
en el continente austral, donde abundan ahora los cuadrú-
pedos marsupiales; y con esto parece completarse el cuadro
de la antigua condición de la superficie de la tierra, que
ha sido sustituida en nuestro hemisferio por otros estratos
y un tipo superior de organización en los mamíferos.
'
T
GÉNERO STEREOGNATUS
Este mamífero, perteneciente á la caliza de Stonesfiel, pre-
senta un tipo de dientes que difiere de todos los hallados en
el período secundario, y parece haber sido un pequeño cua-
drúpedo omnívoro. Es conocido por una parte de la mandí-
bula inferior, provista de tres molares; la corona del diente
(fig. 107 B), de forma cuadrada, tiene tres milímetros de
ancho por tres y medio de altura, y presenta seis puntas
iguales, apareadas entre sí.
El lado exterior de la corona ofrece dos puntas principa-
les ó conos y uno accesorio en la base, mas pequeño; son
muy comprimidos, y están situados oblicuamente de modo
que el posterior (o* figura 107) se halla en parte cubierto
por el anterior o; los dos del centro h i tienen la base mas
ancha por delante; los dos conos interiores//’ tienen la
superficie interna convexa.
El tipo difiere de todos los demás observados en mamí-
feros recientes ó extinguidos; el que mas semejanza ofrece
con él es el molar medio inferior (fig. 1 12 m, 2) de un pe-
queño herbívoro de la arcilla de Londres, conocido con el
nombre de Pliolophus vulpiceps.
De la implantación de los dientes por dos ó mas raíces se
infiere que el fragmento que sirve de base al género es la
mandíbula de un mamífero, pues ya se sabe que los mas de
estos animales tienen dichos órganos fijos de este modo, sin
contar que semejante implantación compleja en el hueso no
ha sido observada sino en esta clase.
El interés que excita el fósil de que tratamos no es
debido exclusivamente á su antigüedad, sino también á sus
relaciones como una prueba en Paleontología del actual
valor de un solo diente para la determinación de otras partes
del organismo del animal. A juzgar por la semejanza que’
ofrecen los molares inferiores del Stereognatus con los del
Pliolophus, que aunque no íntima, lo es mas que la que
tienen con los dientes de ningún otro animal conocido,
parece probable que aquel era animal de pezuñas, y de
consiguiente herbívoro, ó que cuando menos observaba
principalmente el régimen vegetal. Cuvier dijo, que «la
primera cosa que debe hacerse en el estudio de un animal
fósil es reconocer la forma de sus dientes molares, porque
así se determina si es carnívoro ó herbívoro; y en este último
caso es dado asegurarse hasta cierto punto del orden de
herbívoros á que pertenece.» En el punto de que tratamos,
la forma del diente molar de una mandíbula se reconoce
claramente, pero no se determina por ella que el fósil proceda
de un herbívoro; solo podemos inferir que es mas probable
perteneciera á un animal de dicho grupo que á un insectí-
voro.
Fig. 107.— DIENTE Y PARTE DE LA MANDÍBULA INFERIOR
DEL STEREOGNATUS
Admitiendo que fuese herbívoro, no debía ser animal de
pezuña, pues no lo prueba hada en la forma y estructura
del diente; pero estas últimas eran compatibles con el tipo
de mamíferos herbívoros sin pezuña. El reducido tamaño del
Stereognatus hace mas probable que fuese una forma dimi-
nutiva de ungulado; pero en vista de las muchas diversida-
des de forma del molar en los recientes y extinguidos cua-
drúpedos insectívoros unguiculados, no es imposible que el
Stereognatus haya pertenecido á dicho orden, toda vez que
no se conoce ninguna ley fisiológica que á ello se oponga.
La forma de las puntas y su disposición simétrica en el
Stereognatus, comparada con las conocidas modificaciones
de los molares en ciertas pequeñas formas extinguidas de
cuadrúpedos de pezuña, es lo único que podría alegarse
para opinar que pertenecía probablemente á la sección de
los Ungulados; pero nada se sabe tocante á la estructura de
la familia de cuadrúpedos á que perteneció el Stereognatus.
El tipo particular del diente puede haberse combinado con
modificaciones del esqueleto tan distintas de las conocidas,
í
MAMÍFEROS
537
que hayan constituido una familia de marsupiales particular
con un tipo de esqueleto tan diferente, como lo eran los
que estudió Cuvier por inducción en el felino Carnicero y
en el rumiante Herbívoro, estudio que le permitió enunciar
la magnífica ley de la correlación de formas y estructuras.
Ciertas coincidencias de forma y estructura en los cuerpos
animales se determinan por la observación ; el ejercicio de
una facultad superior permite descubrir las causas de estas
coincidencias, que llegan á ser correlaciones; ó en otros
términos, no solo se sabe su existencia, sino el cómo se
relacionan entre sí. En el caso de las correlaciones propia
mente dichas, el aplicarlas á la reconstrucción de una es-
pecie extinguida es mas fácil y seguro, que en el caso de
coincidencias que se consideran como constantes solo por-
que se han observado muchos ejemplos. La aplicación de
estas últimas está limitado al número total de observa-
ciones.
El conocimiento de esta limitación indujo al enunciador
de la ley de correlaciones á llamar expresamente la atención
de los paleontólogos sobre la extensión en que aquella po-
dría aplicarse, como por ejemplo, para determinar la clase,
mas no el orden, ó bien este último, pero no la familia, el
género, etc. Cuvier emite no obstante la opinión de que
ciertas coincidencias deben reconocer una causa suficiente,
y que una vez descubierta esta última, llegarán á ser corre-
laciones, elevándose á la categoría de una ley superior. Los
que se dedican al estudio de la Anatomía comparada debe-
cuanto al número, posición y tamaño ofrece cierta analogía
con la que se observa en el Chrysochlora aurea; pero la
dentición corresponde mejor á la del extinguido Amphithe-
rium. El principal interés que tiene el descubrimiento del
Spalacotherium consiste en el hecho de probar la existencia
de los mamíferos entre el primitivo período oolítico y el mas
antiguo terciario.
Fig. JOS. — MANDIBULA DEL SPALACO- Fig. /<*?.— MANDIBULA DEL
THERIUM TRICDSPIDENS TRIGONODON MORDAX
rán fijarse mucho en este punto, y los resultados que obten-
gan contribuirán sin duda á que se aprecie todo el valor de
la ley para la interpretación de los restos fósiles, tal como
la definió el ilustre fundador de la Paleontología.
GÉNERO SPALACOTHERIUM
El horizonte que cubre inmediatamente las mas antiguas
oolitas en que se descubrieron restos de mamíferos, forma
parte del terreno jurásico mas moderno de Purbeck, cono-
cido con el nombre de capa margosa ; y han sido descritos
con el nombre de Spalacotherium tricuspidens. El ejemplar
elegido aquí (fig. 108) para dará conocer la especie consiste
en una porción de la mandíbula inferior; la mitad posterior
contiene cuatro dientes, y en vez de presentar la estructura
compuesta que esta parte de la mandíbula ofrece en la tribu
de los lagartos, no está dividida; las coronas son largas y es-
trechas, y la parte interior se proyecta en una punta delante
y detrás en la parte exterior. Cada uno de los dientes está
fijo, por una base que se divide en dos raíces, en una cavi-
dad bien marcada de la sustancia de la mandíbula. La coro-
na multicuspidada, la raíz dividida, su implantación compleja,
y la estructura general, concurren pues á demostrar que el
fósil era de mamífero. Otros ejemplares permitieron ver que
el Spalacotherium tenia diez molares en cada rama de la
mandíbula inferior, precedida de un pequeño canino é inci-
sivos. Los molares anteriores son de forma comprimida;
aumentan en altura y gruesos hasta el sexto, y desde el
séptimo disminuyen de tamaño, reconociéndose siempre la
condición general de los molares de los pequeños mamíferos
insectívoros. La modificación particular de las puntas, en
Tomo IX
Fig. fio.— MANDIBULA DEL PLAGIAULAX BECCLESII
Así la caliza oolitica de Oxford como las capas conchífe-
ras margosas de Purbeck presentan pruebas evidentes de la
vida de los insectos, mas abundantemente en estas últimas.
La asociación de los delicados invertebrados con restos de
plantas afines de las 2 amias y de las Cycas, indica la misma
íntima dependencia entre la clase de los insectos y el reino
vegetal, del que nos permite ver tan magníficos ejemplos
nuestra facultad de observar los fenómenos de la vida en la
actual superficie de la tierra. Entre los enemigos de la clase
délos insectos, destinados á evitar su excesiva multiplicación,
y organizados para perseguir á sus innumerables represen-
tantes en el aire, en el agua, en la tierra y debajo de ella, los
murciélagos, los lagartos y las víboras desempeñan simultá-
neamente su misión en las mas cálidas latitudes, ó en las
mismas localidades; y por lo tanto no debe extrañarse que
los mamíferos y los lagartos cooperasen de consuno en los
mismos parajes á limitar el demasiado aumento délos insec-
tos durante el período de la formación de las capas inferiores
de Purbeck.
GÉNERO TRIGONODON
Trigonodon mordax. — Se ha propuesto este nombre para
un pequeño mamífero zoófago, cuya distinción genérica se
reconoce en la forma de las coronas de los molares de la
mandíbula inferior (fig. 109) que consiste en tres conos
casi iguales en la misma serie longitudinal, siendo el del
centro muy poco mayor que los demás. El cóndilo convexo,
que está debajo del nivel de los alvéolos, es pedunculado;
la depresión que marca la inserción del músculo temporal
se extiende casi hasta el borde inferior de la mandíbula.
Fig. ///.— MANDÍDULA DEL PLAGIAULAX MI ÑOR
Distinguense vagos vestigios de tres incisivos rotos, y la
punta de un aparente canino; luego se ven restos de dos
raíces de un pequeño premolar, y después la corona de un
segundo premolar, que presenta un cono; á continuación
hay un gran premolar; la corona de este diente ofrece tam-
bién un cono, y el órgano está un poco mas levantado que
los otros, sin duda á causa de haber sido desalojado por los
68
PALEONTOLOGIA
538
otros molares, que figuran en número detres presentandolaes-
tructura característica indicada antes. Los tres conos pare-
cen corresponder á los tres medios ó principales de los
molares del Amphilestes y del Phascolotherium.
La mandíbula inferior de esta especie, con relación al
cóndilo del borde inferior, se asemeja mas á la del Phasco
lotherium que á la del Amphiterium; pero difiere de ambas
por no tener la misma curva gradual desde el cóndilo á la
sínfisis, como la primera de dichas especies. Por los caracté-
res principales podemos deducir que el Triconodon era un
género del orden de los marsupiales. El ejemplar fué descu-
bierto por Mr. Beccles en la misma formación de Purbeck
en que se halló el Spalacotherium.
GÉNERO PLAGIAULAX
El mas notable hallazgo debido á Mr. Beccles, en la mis-
ma formación, consiste en las mandíbulas de un mamífero
que han servido de base para este género, del cual determi-
nó dos especies el Dr. Falconer.
Plagia ulax Bccclesii.— Dos ejemplares dieron á conocer
la forma y proporciones de toda la mandíbula de esta espe-
cie (fig. 1 10). El diente mas anterior (%), muy grande, afecta
la forma de canino; pero está implantado por una gruesa
raíz en la parte anterior de la mandíbula; los tres dientes
anteriores presentan coronas cortantes y comprimidas, au-
mentando de tamaño desde el primero (2) hasta el terce-
ro (4); siguen después los alvéolos de dos dientes mucho
mas pequeños, que según se ha visto en otros ejemplares,
tienen coronas tuberculadas semejantes á las de los Micro-
lestes. El gran diente anterior del Plagiaulax es apropiado
para atravesar, retener y matar la presa; y los siguientes, co-
mo los de los carniceros, se adaptan para cortar y dividir
sustancias blandas. La mandíbula conviene con el carácter
dentario; es corta en proporción á su altura, y de consi-
guiente sólida, hallándose provista de un ancho coronoides
(b) y de un gran músculo temporal. El cóndilo (c) es pedun-
culado, como en algunos marsupiales.
El ángulo mandibular no presenta proyección debajo del
cóndilo, sino que se arquea ligeramente hácia dentro, como
se observa en el tipo marsupial.
Plagiaulax mitior. — En esta especie se conserva el primer
premolar (fig. 1 1 x, /, 1); los demás (/, 2, 3 y 4) presentan la
misma forma y proporciones que en el P. Becclesii; el pri-
mer molar 1 m, 1) tiene una ancha depresión en la superficie
masticadora, rodeada de tubérculos, de los cuales hay tres
en el borde exterior; los marginales del segundo molar son
mas pequeños y numerosos.
Por la forma general y proporciones del gran premolar
(py 4) y de los molares sucesivos, el Plagiaulax se parece
mas al Thy. acoleo, marsupial extinguido mucho mayor, pro-
cedente de las capas terciarias de Australia; pero los dientes
del Plagiaulax son mas profundamente acanalados. El pre-
molar comprimido del kanguro rata tiene también estrías;
pero afecta distinta forma; la posición del cóndilo, la delga-
dez del coronoides, así como otros caractéres de la mandíbula
inferior indican el régimen vegetal. En el Thylacoleo, el
canino inferior, que se proyecta de la parte anterior de la
mandíbula, se une con la sínfisis; el diente correspondiente
del Plagiauiax se asemeja mas á él por su figura y situación
que al incisivo inferior del Hypsiprymnus. De este último
género difiere el Plagiaulax por la oblicuidad de los surcos
de sus premolares, y por tener solo dos verdaderos molares
en vez de cuatro en cada rama de la mandíbula, así como
por el ángulo saliente que forman las superficies del molar
y premolar, y por estar muy bajo el cóndilo.
Dedúcese fisiológicamente de los indicados caractéres de
la mandíbula inferior y diente del Plagiaulax, que este era
un marsupial carnívoro, al que probablemente servirian de
alimento los pequeños mamíferos insectívoros contempo-
ráneos.
En el Museo de Cambridge hay un ejemplar de vértebras
cervicales anquilosadas de un animal cetáceo del tamaño
del Delfín, pero que ofrece diferencias específicas de todas las
especies fósiles recientemente conocidas. Asegúrase que fué
hallado en la arcilla parda, cerca de Ely; pero por su estado
de petrificación, por su color y gravedad específica difiere
tanto de los verdaderos huesos de aquella formación, ase-
mejándose de tal modo á los fósiles de la arcilla de Kim-
meridge, que solo induce á creer que fué arrastrado fuera de
aquella formación.
En las capas de la creta no se ha encontrado todavía res-
to alguno de la clase de los mamíferos.
F¿g\ 1/2. — CRÁNEO DEL PLIOLOPIIUS VULPICEPS
Los ejemplares de mamíferos procedentes del terreno ter-
ciario mas antiguo son el Coryphodon y el Palaeocyon, que
representan respectivamente las modificaciones de los ungu-
lados (herbívoros) y de los unguiculados (carnívoros), en
una de las secciones de la clase (Gyrencephala): sus restos
se hallaron en la arcilla plástica y en la equivalente forma-
ción de Inglaterra y Francia.
GÉNERO CORYPHODON
Un fragmento de mandíbula, provisto solo de un diente,
hallado en la costa de Essex, ha servido de base para esta-
blecer el género ; pero este fósil ha sido uno de los que ofre-
cieron mas dudas al paleontólogo su fundador.
Un diente canino fósil, extraído de la arcilla plástica, du-
rante los trabajos que se practicaban para abrir un pozo en
Camberwell, cerca de Londres, y que se hallaba á ciento
sesenta piés de profundidad, corresponde por su dimensión
(cerca de tres pulgadas de largo) á un gran cuadrúpedo.
Atendido el grosor y la brevedad de su corona cónica, no
debió ser de un mamífero carnívoro, sino de pezuña, aseme-
jándose mucho aquella por la forma á la del canino de algu-
nos corpulentos mamíferos tapiroidéos ya extinguidos, que
Cuvier atribuyó á su género Lophiodon. Después se ha de-
mostrado que dicho diente fósil pertenece al Coryphodon.
El último molar mas bajo del Lophiodon tiene tres lóbu-
los; el molar correspondiente al Coryphodon se asemeja al
del Tapir por la ausencia del tercero de aquellos, presen-
tando dos divisiones en forma de surcos transversales ó
eminencias; la del frente es la mayor, y tiene su borde casi
entero; desde la extremidad exterior de cada división se
continúa una prominencia oblicuamente; la anterior se extien-
de hasta el ángulo antero-interno de la base de la corona, y
la posterior termina en el centro del espacio que hay entre
MAMÍFEROS
539
las dos principales divisiones del centro de aquella; la pro-
• • •
minencia posterior presenta tres puntas, carácter que ha ser-
vido para adoptar el nombre genérico de Coryphodon
Algunos lofiodontoides fósiles de la arcilla plástica de
Meudon, en Francia, pertenecen al género Coryphodon. Cu-
vier asegura que se encontró un esqueleto entero, que indi-
caba un animal tan grande como un toro; pero un molar
inferior hallado en Harwich, y uno superior descubierto en
Soissons, revelan que su tamaño seria al menos doble que
el del Tapir americano.
relativas de las partes de la rama ascendente. Por la figura
de la mandíbula, el pliolophus se parece al tapir, entre los
mamíferos existentes, y al paleoterio entre los extinguidos.
Así como en las mas de las especies de los cuadrúpedos del
eoceno descubiertos hasta aquí, el pliolophus ofrece el tipo
dentario que se indica á continuación :
Fíg. 113 DIENTES CAEDJZOS Y PERMANENTES DE LA MANDÍBULA
SUPERIOR DEL HYRAX
El profesor Herbert ha descrito hace poco varios dientes
y huesos hallados en los mas antiguos depósitos del eoceno
en Francia, restos que atribuye á unas pequeñas especies del
género Loriphodon ; el último molar es idéntico por su forma
al diente de la arcilla plástica de Essex, que sirvió de base
primeramente para fundar el género.
GÉNERO PLIOLOPHUS
El ejemplar mas completo de un mamífero fósil de la
arcilla de Londres es el Pliolophus vulpiceps: aunque her-
bívoro de pezuña, está provisto de un aparato dentario que
no nos ofrece ninguna especie existente de mamífero.
Los caractéres del cráneo (fig. 1 1 2) determinan que la
especie era de pezuña, indicando afinidades con los periso-
dáctilos, ó sea el orden de ungulados que tienen muchos
dedos. La extensión y bien definidos límites de las fosas tem-
porales por las prominencias occipital (3), parietal (7) y post-
frontal, y su libre comunicación con las órbitas, suministran
casi un carácter de animal carnívoro á esta parte del cráneo;
pero á la manera de lo que se observa en el cerdo, la mayor
expansión cerebral está en el centro y hacia la parte anterior
de las fosas, con una contracción hácia el occipucio. Los
arcos cigomáticos no se ensanchan exteriormente tanto co-
mo en ios carniceros. En esta parte de la estructura cranea-
na, el Pliolophus se parece al Paleoterio mas que á los ma-
míferos existentes; pero los huesos post-frontales son mas
largos y se inclinan mas hácia atrás. La órbita no está tan
baja como en el paleoterio, el tapir y el rinoceronte, ni tan
alta como en el hyrax ó el sus. El contorno recto y superior
del cráneo (7 á 15) se asemeja al de los équidos, y difiere
del contorno convexo de la misma parte en el anoploterio y
paleoterio. El tamaño del orificio antorbital (a) no indica un
desusado desarrollo del hocico ó del labio superior. En la
conformación de la abertura nasal por cuatro huesos (dos
nasales, 15, y dos premaxilares, 22), el pliolofo se asemeja
al caballo, al hirax y al anaploterio, difiriendo del rinoceron-
te, del tapir y del paleoterio, cuyos maxilares, así como los
nasales y premaxilares, entran en la formación de la fosa na-
sal huesosa externa.
El carácter de ungulado y herbívoro que ofrece el pliolo-
phus se indica mas marcadamente por las modificaciones
de la mandíbula inferior, y sobre todo por las dimensiones
.3-3
1 33 ’
i-i
1-1 »
4-4
4-4’
m
33
3 3
= 44
Estos símbolos significan que hay tres incisivos, un canino,
cuatro premolares y tres molares á cada lado de las mandí-
bulas superior é inferior, formando un total de 44 dientes.
Los incisivos son los dientes implantados en los huesos
premaxilares (fig. 112, 22) y en la extremidad opuesta de
la mandíbula; el canino es el diente que hay en el maxilar
(21), mas cerca de la sutura con el 22 y suele ser largo y
puntiagudo; los premolares son los dientes que hay en la
parte anterior de la serie masticadora (fig. 113, /, 1, 2, 3, 4),
así como los molares se hallan en la posterior. En todos los
mamíferos no marsupiales que tienen dos series de dientes,
los que se mudan y los permanentes, el total no excede del
número indicado; pero solo en uno ó dos géneros, sus y
gimnura, aparecen completos. Así, por ejemplo, en el hyrax
faltan los caninos, y no hay sino un incisivo en cada pre-
maxilar, aunque de gran tamaño. En los elefantes, el incisivo
se convierte en colmillo; en el tapir falta el primer premolar;
entre las especies existentes se notan otras modificaciones,
debidas sobre todo á la falta de número; pero en los mas
primitivos mamíferos placentales, el tipo dentario, tal como
se formula en el pliolophus, era la regla, y se ha manifestado
del modo siguiente:
GÉNEROS
FORMACIONES
Paleocyon Arenas de Bracheux (terciario ó
algo mas antiguo).
Coryphodon Arcilla plástica (terciario inferior).
Pachynolophus Caliza basta media.
Lophioterium Margas lacustres de Alais (Gard).
Pliolophus Arcilla de Londres.
Hyracotherium Idem de idem.
Paleotherium Idem de París.
Anaplotherium Idem de idem.
Anchiterium Lignitos de la Debruge.
Dichobune Binstead.
Xiphodon Lignitos de la Debruge.
Dichodon Hordwell.
Microtherium Margas calizas lacustres de Puy de
Dome.
Amphitragulus Margas lacustres de Velay.
Amphymerix Lignitos de Dubrege.
Dorcatherium Mioceno de Eppelsheim.
Chalicotherium Idem de idem
Aphelotherium Margas calizas de Barthelemy.
Anthracotherium.. . . Idem miocenas de Moissac.
Hyopotamus Binstead y Hordwell.
Anchilophus Caliza basta de Batignolles.
Bothriodon Mioceno de Moissac.
Paleocherus Caliza lacustre de Cournon.
Cheropotamus Yeso de París.
Cheromorus Caliza lacustre de Sansan.
Proebotherium Eoceno del N. América.
Hippohyus Mioceno de Sewalik Hills.
Hippotherium Idem de Eppelsheim.
Hipparion Margas fluviátiles de Cucuron.
540
PALEONTOLOGIA
fig. JIÓ. — VERDADE-
RO MOLAR DE LA
MANDIBULA INFE.
RIOR DEL STEREOG.
NATUS OOLITICÜS
g. JJjf. — VERDADEROS rtg • //J VERDA-
MOLARES DE LA MAN- MOLARES DE LA
DI Bl'LA SUPERIOR DEL M ANDI BULA 1 NFE-
PLIOLOI'H l'S RIOR DEL PLIO-
L0P1IUS
Hetorchys Mioceno de Sewalik Hills.
Entelodon Lignitos del Soissonais.
Hycnodon Eoceno superior de Gard.
Pterodon Lignitos de Debruge.
Arctocyon Eoceno inferior de Vere.
Galethylax Yeso de París.
Amphicyon Mioceno de Sansan.
Cherotherium Idem del Bourbonnais.
Khagatherium Eoceno de Mauremont (Suiza).
Los incisivos del Pliolophus son pequeños (fig. 1 1 2, /); los
caninos^, de regular longitud, están separados por un
hueso de los incisivos exteriores, y por otro intervalo mas pro
longado de los primeros premolares p, 1. Los dientes masti-
cadores aumentan de tamaño hasta el último molar, m, 3, de
la mandíbula inferior, que tiene tres lóbulos.
in uniAii'W
■m /
ulos.
FLAMMAM
ITATIS
En el último premolar de la mandíbula superior (figu-
ra 114, p, 4) los dos conos anteriores se asemejan á los de
los verdaderos molares, pero la corona es triangular.
El primer molar ( m, 1 ) presenta cuatro gruesos conos,
dos internos y dos externos; el segundo (///, *2) es semejante,
pero algo mayor que el primero; el tercer molar es mas es-
trecho por detrás que el ///, 2.
El último premolar inferior (fig. r 15, /, 4), la división y exteriores i) é interiores |WJ,- ía división anterior por la
11 J -.1 1 . L . . 1 — > ^ 1 , J . . a y-v M ^ ..i. *
desarrollo del lóbulo anterior produce dos conos, uno exter
no ( a ) y otro interno^; el lóbulo posterior (c) presenta el
rudimento de un segundo cono interno ( d ).
El primer molar inferior (fig. 1 15, m, 1) tiene dos lóbulos
anteriores y otros dos posteriores, con un surco oblicuo. El
segundo molar (///, 2) indica un aumento de tamaño; pero
su mas interesante modificación es el desarrollo de un tubér-
culo (<r) entre los dos lóbulos anteriores, formando tres conos
en la misma línea trasversa, y repitiendo asi el carácter del
molar del Stereognathus (fig. 116, <). La dentición mas se-
mejante á la que acabamos de indicar era la del extinguido
Hyracotherium, otro fósil de la arcilla de Londres.
ra mas sencilla, con la corona comprimida y formando dos
conos. En resúmen, una estructura cuyo tipo nos ofrece
solo el primero de los tres premolares en el género Tapir.
Pasaron algunos años antes que Cuvier pudiese obtener
clara evidencia de la estructura de los molares superiores
de este nuevo mamífero fósil. Los dientes desprendidos que
se obtuvieron en las formaciones de Issel fueron atribuidos,
en vista de la diferencia que ofrecían con el tipo de los mo-
lares superiores del tapir, al género Rinoceronte, hecho que
indica las afinidades del Lophiondon en la serie de los
Perisodáctilos. Además de la forma, los molares superiores
de aquel difieren, como los inferiores, comparados con los
del tapir, por la mayor sencillez de los dos últimos premola-
res; estos dientes tienen en el Lophiodon un cono sencillo
en el lado interno, al paso que en el tapir presentan dos.
Por las modificaciones de estos dientes, el Lophiodon indica
el tránsito al tipo del Rinoceronte, constituyendo el Paleo-
terio el grado siguiente.
GÉNERO PAL JE0THER1UM
Este extinguido género de cuadrúpedos fué restaurado
por Cuvier, merced á una serie de admirables inducciones,
confirmadas últimamente por el descubrimiento de un es-
queleto casi entero. Los fósiles se han encontrado casi todos
en la formación del eoceno superior de Montmartre y otros
puntos de Francia. Aunquelos molares del Paleoterio (fig. 1 1 7)
se asemejan por la forma á los del Rinoceronte, todo el apa-
rato dentario conviene con el del Pliolophus por el número
y la disposición general de los dientes. El cráneo presenta
indicaciones de que el animal tenia un hocico corto y flexi-
ble; en cada pié se contaban tres dedos, terminados por una
pezuña, siendo mayor el del centro; el fémur presentaba un
tercer trocánter, contándose veintiuna vértebras dorso-lumba-
res. \ arias especies de paleoterio indican un tamaño que
varia desde el del carnero al del caballo. La figura 1 1 7 re-
presenta la superficie masticadora de un molar superior de
esta especie; la corona está dividida en su parte anterior
(Á ¿i d) y posterior (f a , c ) por una hendidura fe), que se
continúa desde cerca del centro de la superficie interior de
la corona. Cada una se subdivide parcialmente en lóbulos
expansión terminal (i) déla hendidura f^yla posterior
por la (g). Los lóbulos c y d están bordeados en su base por
un surco.
La formula dentaria del Paleoterio se puede expresar del
modo siguiente:
Los caninos son mas largos que los otros dientes, y hay
por lo tanto huecos en la serie para que encajen las coronas
de los primeros cuando la boca está cerrada.
GÉNERO LOPHIODON
En el año 1800 anunció Cuvier por primera vez, el descu-
brimiento de los restos íósiles de un cuadrúpedo afine al
tapir y de análogas dimensiones, procedente de los depósitos
lacustres de la Montaña Negra, cerca de Issel, en el Langue-
doc. El incisivo externo de la mandíbula inferior era mas
corto, para dejar sitio al correspondiente de la mandíbula
superior, que era mas largo, como se observa en el tapir;
los caninos ofrecian el mismo desarrollo proporcional; pero
los tres premolares de la mandíbula inferior eran de estructu-
, .. . i . C ''vX’TTj s
l.a formula dentaria de este género es la misma que
. ' — — o — — — *— V.H el
Paleoterio y el Dichodon (fig. 1 19); ni el canino ni nin&vx.»
otro diente se elevan sobre la superficie general; la de los
molares se parece algo al tipo que vemos en el rumiante;
en la mandíbula superior está dividida la corona en dos
partes; la anterior está separada de la posterior por un espa-
cio; otro semejante forma una depresión encorvada encada
división; y á la entrada de dicho espacio hay un gran tu-
bérculo.
MAMÍFEROS
541
El Anoploterio (fig. 118) tenia formas mas graciosas que
el Paleoterio; sus extremidades terminaban en dos dedos, y la
última falange estaba envuelta en una pezuña. La especie
restaurada (fig 118) venia á ser del tamaño del corzo, con
una cola larga y fuerte; sus costumbres eran probablemente
acuáticas. Algunas especies de Anoploteroideos, mas peque-
ñas y delicadas, procedentes del eoceno superior, hánse
atribuido á géneros distintos por los modernos paleontólogos.
Fig. 117.— MOLAR SUTERIOR DEL PAL/EOTHERIl’.V MAGNUM
Las investigaciones que hizo Cuvier para restaurar el Paleo-
terio y Anoploterio son seguramente las mas instructivas
para el estudio de la ciencia.
GÉNERO D1CHODON
Las capas del eoceno superior de Hampshire contienen
restos de una forma extinguida de cuadrúpedo artiodáctilo
de pezuña, muy interesante por ser de tránsito entre los
Anoploteroidéos y los verdaderos 1 undantes. Como en el
Anoploterio, las series dentarias son continuas ó sin interrup-
ción, carácter que solo se manifiesta en el hombre entre los
mamíferos existentes; las coronas de los dientes del Dicho-
don son todas casi de la misma altura que en la especie
humana; á cada lado de las mandíbulas superior é inferior
del Dichodon (fig. 119) hay tres incisivos (/, 1, 2, 3), un
canino (c), premolares (/, 1, 2, 3, 4) y tres verdaderos mo
lares (w, 1, 2, 3), componiendo entre todos un total de
cuarenta y cuatro dientes, que constituyen el tipo dentario
del Diphiodon, que presentan tantos géneros de mamíferos
al aparecer por vez primera en el horizonte eoceno. Se for-
muló del modo siguiente:
i-ii, c—
33
I-I
4 4 33
> P— » m
4 4
33
44.
extiende á través de toda la anchura del diente, cruzándose
en ángulos rectos el marcado con las letras (g i).
La extinguida especie que presenta los citados caractéres,
y en la cual se fundó el género, tenia casi el tamaño de un
corzo, habiéndose designado con el nombre de Dichodon
cuspidatus, por referencia al número de agudas puntas de los
molares no desgastados. El aparato dentario indica que el ali-
mento de la especie debia ser particular, y acaso no exclusiva-
mente vegetal.
En la misma formación del eoceno superior de Hampshire
se han encontrado buenos ejemplares de algunos individuos
mas pequeños de la extinguida familia de los Anoplote-
roideos.
GÉNERO XIPHODON
Cuvier indicó este género y propuso el nombre, para un
pequeño y delicado anoploterio de formas prolongadas, lla-
mándole primeramente Anoplolherium mediun; pero des-
pués cambió esta denominación por la de Anoplotherium
gracile.
La distinción indicada por Cuvier se acepta hoy dia por
los paleontólogos como genérica. Mr. Gervais agregó otra
especie con el nombre de Xiphodon Geylensis. La fórmula
dentaria de la especie típica es la siguiente:
D
3J_
3 3
i-i
c »
i-i
44- . » 44
44 3-3
Los dientes están dispuestos en series continuas en am-
bas mandíbulas: los caninos y los tres primeros premolares
tienen las coronas mas anchas transversalmente, siendo mas
cortantes que en el tipo anoploterio, de cuyo carácter se ha
derivado el nombre de xiphodon, ó diente espada. Los piés
son didáctilos, con metacarpos y metatarsos distintos; la cola
corta; los verdaderos molares inferiores presentan dos pares
de lóbulos con la convexidad vuelta hácia fuera. El género
era afine al Dichodon.
GÉNERO DICHOBUNE
Este género, propuesto por Cuvier en la segunda edición
de su obra sobre los huesos fósiles para el Anoplotherium
Desde el primer incisivo al tercer premolar, los dientes
tienen una corona mas ó menos cortante; en el primer pre-
molar ( p 1), en el segundo (p 2,) y en el tercero (p 3), la
corona se extiende mucho de delante atrás, presentando tres
puntas que se desarrollan mas progresivamente; el cuarto
premolar (p 4) tiene la corona mas corta, y en los molares
superiores propiamente dichos (ni, 1, 2, 3) se ven dos pares
de puntas muy agudas; las coronas de los molares inferiores
(ni, 1, 2, 3) son tan complejas como las de los otros; pero
las puntas básales (a,b,e, e) se desarrollan desde el lado inte-
rior de la corona y no desde el exterior. En la parte superior
de la figura 119 se indica el lado exterior de los verdaderos
molares, del último premolar, del canino y de los incisivos. Al
hacer lacomparacion con el molar del Anaploterio se observa
que los lóbulos exteriores (a, b ) que presenta el del Dichodon
(fig. 120) son mas gruesos y agudos; los interiores (c d) ofre-
cen igual desarrollo que los exteriores. El espacio (m) se
//<?.— AXOPLOTER1UM COMVUNE
minus, es muy afine al Xiphodon. La fórmula dentaria es la
misma, solo que existe un ligero intervalo entre el canino y
el primer premolar en ambas mandíbulas; los tres primeros
premolares son muy comprimidos y cortantes, pero menos
prolongados que en el Xiphodon. Además de los dos dedos
normalmente desarrollados en cada pié, puede haber algu-
nas veces uno ó dos suplementarios.
542
PALEONTOLOGIA
APARATO DENTARIO D
Una especie de este género (Dichobune ovina), fué fun-
dada por Mr. Owen sobre una mandíbula inferior casi ente-
ra, con las series dentarias permanentes. Es del eoceno su-
perior de Hampshire.
GÉNERO MICROTHERIUM
En el Museo Británico existen cráneos enteros del Mi-
crotherium, procedentes de las margas lacustres calizas de
Puy-de-Dome: obsérvase en ellos que la división p(
de los verdaderos molares superiores presenta una tercera
punta. El Microtherium no era de mayor tamaño que el de
los delicados cervatillos de la India; pero diferia de los ver-
daderos rumiantes de la actualidad, ofreciendo el tipo mas
general del mamífero por las series completas de incisivos.
La afinidad de los microterios con los cervatillos es no
obstante muy íntima : si se trasladase la fuerza formativa de
los pequeños incisivos superiores á los caninos contiguos,
quedaría efectuado el tránsito. El estómago del rumiante se
simplifica en el tragulus por la supresión del tercer saco; el
DICH
DON
CUS
IDA
TU
estómago de los pequeños anoploterios, aunque conservan!
cierto grado de complexidad, podía haber sido mas sencillo.
Las gradaciones de la dentición que presentan las citadas
extinguidas especies, confirman el carácter artificial del or-
den de los rumiantes de los modernos sistemas, y el natural
del mas considerable grupo que se ha propuesto designar
con el nombre de artiodáctilos.
GÉNERO IIV/ENODON
Con los delicados y bonitos herbívoros de los períodos
eoceno superior é inferior coexistían cuadr ú pedos carnívoros,
que á juzgar por el carácter de sus afilados y agudos caninos,
eran mas fieros y temibles que nuestros modernos tigres y
lobos. De estos extinguidos carniceros, una especie del no-
table género hyasnodon, de tamaño semejante al del leopar-
do, ha dejado sus restos en el eoceno superior de Horwell.
1.a figura 1 2 1 representa la dentición de la mandíbula infe-
rior de otra especie del mismo género hallada en las capas
miocenas de Alais y Debruge, en Francia. Los caninos (///,
L 2, 3 ) en vez de figurar en número de uno en cada rama
de la mandíbula, como en los felinos modernos, ascendían
á tres, adaptados igualmente, por su forma cortante, para
funcionar como navajas sobre los dientes de la mandíbula
superior, en el acto de cortar la carne. Después de los pe-
queños incisivos había un par de grandes caninos prensiles
(c) seguidos de cuatro premolares comprimidos y puntiagu-
dos á cada lado (/, i, 2, 3, 4): el tipo dentario es el mismo
de la fórmula ya indicada.
GÉNERO AMPHICYON
Con el predecesor de los digitígrados carnívoros se encon-
traba asociado un representante de la familia de los plantí-
grados: era una gran especie extinguida, cuyos molares tu-
berculosos se asemejaban á los del oso; pero conservando el
Fig- 120. MOLAR SUPERIOR
DEL DICHODON
tipo perfecto de la dentición difiodontida. La figura 122
representa los dientes de un lado de la mandíbula superior *
del Araphicyon giganteus. El primero y segundo molar
(1 ni y 2) ofrecen cada cual dos tubérculos en la parte exte-
rior, y uno en la interior; el último molar tuberculoso (m 3)
s muy pequeño. Los restos fósiles de este género se encon-
_.aron principalmente en los depósitos del mioceno en San-
sans, en el sur de Francia.
Cuvier fué quien primero obtuvo pruebas de la abundan-
cia de mamíferos del continente eoceno, en los restos fosili-
zados de los depósitos que rellenan la enorme excavación de
la creta de París; pero las formas que el gran anatómico res-
tauró eran todas nuevas y extrañas, específica, y las mas
genéricamente distintas de las de todos los cuadrúpedos cono-
cidos que ahora existen. Por estas restauraciones llegó á
conocer primero aquel célebre naturalista el Anoploterio
acuático de pezuñas, así como sus graciosos congéneres los
Dichobunes y el Xiphodon, juntamente con los grandes pa-
leotherium que podrían compararse á un Rinoceronte sin
cuernos, el Lophiodon tapiroideo, el Chseropotamus, y otros
muchos géneros y especies de mamíferos.
El Oposum de Montmartre (Didelphis Gypsorum) fué’
casi la única excepción que ofreció la distribución genérica
entre estas formas eocenas y las modernas; descubrimiento'
MAMÍFEROS
543
*
4
tanto mas notable, cuanto que todas las especies existentes
conocidas de este género marsupial están confinadas ahora
en América. Parece que un oposum estuvo asociado con el
Hyracotherium en la formación eocena de Suffolk, donde
también se descubrió un animal con colmillos semejantes á
los caninos del Chseropotamus, y varios restos de un mono
(Eopithecus). Por lo que hace al Didelphis Gypsorum, sus
relaciones genéricas se deducen de caractéres de la mandí-
bula inferior y de los dientes; pero estos se hallaban asocia-
Ftg. 122. — MANDIBULA SUPERIOR DEL HY/ENODON
dos con otras partes del esqueleto en la misma piedra.
Cuando Cuvier manifestó su convencimiento de que el fósil
era de la naturaleza del Oposum, á juzgar por las partes
examinadas primeramente, sus contemporáneos científicos
no le dieron crédito, pero no tardó en demostrarles la exac-
titud de su aserto. En la piedra que contenia la mandíbula
y los dientes quedó al descubierto el contorno de la parte
posterior de la pelvis, hallándose la anterior enterrada en
ella; pero valiéndose Cuvier hábilmente de sus medios de
exploración, sacó á luz dicha parte, con dos huesos marsu-
piales (fig. 123 a a) en su posición natural. De este modo
demostró que en los depósitos de agua dulce había perma-
necido enterrado, endureciéndose con el trascurso de los
siglos en la caliza de construcción de París, un animal cuyo
género es ahora propio de América. No deja de ser curioso
tampoco observar que el Peccari, el animal existente mas
afine al antiguo Chseropotamus, es asimismo, como el Opo-
sum, peculiar de América; y que dos especies de tapir, las
mas análogas entre las existentes, al Lophiodon y al Paleo-
therium, existen en el sur de aquel país.
Los depósitos marinos de la época miocena presentan los
restos de géneros extinguidos de delfines (Ziphius y Dioplo-
don), y de ballenas (Balaenodon). Varios dientes petrificados
de cetáceo, y huesos del oido llamados Cetatolitos (fig. 124),
fueron arrastrados desde el primitivo yacimiento ai crag rojo
de Suffolk. Estos fósiles pertenecen á especies distintas de
todos los cetáceos conocidos hoy dia, y que probablemente
como algunos cuadrúpedos contemporáneos, presentaban
caractéres cuyo desarrollo es embrionario y transitorio en los
mamíferos afines de la actualidad. Los dientes de estos ce-
táceos fueron descritos en 1840, y los huesos de los oidos
en 1S43. El inmenso número de estos fósiles, que tienen
gran cantidad de fosfato de cal, inclinó el ánimo del profe-
sor Henslow á llamar la atención de los químicos agriculto-
res sobre el crag rojo, asegurándoles que era un depósito de
riquísimo abono. En efecto, desde aquella época ha produ-
cido una gran cantidad que importaba miles delibras anual-
mente. El crag rojo se encuentra en masas desde Walton-
on-Naze, en Essex, hasta Aldbro, en Suffolk, y se extiende
desde la costa en un espacio de cinco á quince millas tierra
adentro; el espesor de la formación es de diez pies por lo
general; pero en algunos sitios llega á cuarenta.
Los conocimientos que tenemos de la progresión de la
vida de los mamíferos durante el período mioceno se deri-
van principalmente de los fósiles continentales. Estos nos
enseñan que una ó dos de las formas genéricas mas comunes
en el terreno terciario mas antiguo vagaban aun por la tier-
ra; pero que el resto de los mamíferos del eoceno habían
sido reemplazados por nuevas formas, algunas de las cuales
presentan caractéres intermedios entre las de los géneros del
eoceno y del plioceno. El Dinoterio y el Mastodonte, por
ejemplo, acortan la distancia que media entre el Lophiodon
y el Elefante; el Antracotherium y el Hippoligus, la que hay
entre el Chreropotamus y el Hippopotamus; el Acerothe-
rium era el eslabón que unia al Paleotherium con el Rino-
ceronte; y el Hippotherium constituía el tránsito del Palo-
plotherium al Caballo.
Una de las mas extraordinarias formas extinguidas del
orden de los cetáceos fué restaurada á favor de unos restos
fósiles descubiertos en las formaciones del período mioceno
en Europa y la América del Norte. Los dientes de esta ba-
llena carnívora, para la cual parece ahora generalmente
aceptado el nombre de Zeuglodon, fueron primeramente
descritos y figurados por el paleontólogo Scilla en su obra
titulada De Cofporibus Marinis , y desde entonces han sido
objeto de diversas interpretaciones. Los restos se hallaron
en el terreno mioceno de Malta, y se conservan ahora en el
Museo de Cambridge.
Mr. Harían describió y figuró asimismo los restos de una
especie gigantesca del mismo género, descubiertos en las
formaciones miocenas de Arkansas, en el Mississippí, á los
cuales consideró como procedentes de un reptil, dándole el
nombre de Basilosaurus. Varios dientes de una especie mas
pequeña, hallados por Mr. Grateloup en las capas del mio-
ceno de la Gironda y Herault, fueron atribuidos por dicho
autor á un reptil que llamó Squalodon. En 1839 llevó á
Londres Mr. Harían los restos del Basilosaurus; y sometidos
á la inspección de Mr. Owen, clasificáronse como de mamí-
fero cetáceo. Después se obtuvo el esqueleto entero en los
big. 1 2g. — PELVIS Y HUESOS MARSL'PIA- fig. 124. — CETATOl ITO Ó
LFS DEL DIDELPHIS GIPSORUM HUESO FÓSIL DEL OIDO
DEL RAI .-EN ODON GIB-
EOS US.
I M '■¿I, K
\ J I \ V 1
depósitos del mioceno de Alabama, reconociéndose enton-
ces que el cuerpo tendría al menos setenta piés de largo. El
cráneo es largo y estrecho; las mandíbulas están armadas de
dientes de dos clases, muy espaciados; los anteriores tienen
coronas cónicas, muy comprimidas, ligeramente encorvadas;
y están fijos por una raíz sencilla; los posteriores son mas
grandes, con la corona mas extendida longitudinalmente
(figura 125) y la punta mas obtusa; esta corona se contrae
PALEONTOLOGIA
54 l
lateralmente en el centro de su base, de modo que comuni-
ca á su sección transversa la forma de un reloj de arena (figu-
ra 126); mientras que los surcos longitudinales opuestos se
profundizan mas á medida que la corona se aproxima al al-
véolo, donde se encuentran y dividen la raíz en dos partes.
El nombre de Zeuglodon se refiere precisamente á esta es-
tructura particular. La manera de sucederse los dientes en
este género está mas conforme con lo que se observa gene-
ralmente en los mamíferos, que con lo que se nota en los
J2J. — DIENTES PERMANENTES Y CAEDIZOS DEL ZEUGLODON
cetáceos carnívoros existentes. En la figura dada por el doc-
tor Carus, representando una parte de la mandíbula del Zeu-
glodon cetoides, se ve el molar a que va á ser desalojado y
sustituido por otro en sentido vertical, manera de sucederse
que afecta á ciertos dientes de los cetáceos herbívoros. Por
sus caractéres sistemáticos, el Zeuglodon podia servir de
tipo á una familia distinta ó grupo que seria el tránsito de
los cetáceos á los sirenios.
De esta última familia ú <5rden, representada hoy dia por
los Dugongs y los Manatís, contábanse muchos representan-
tes. y mas extensamente distribuidos, durante el período
mioceno, teniendo los mas la mayor afinidad con la especie
africana existente que llaman Manatus Senagalensis, aunque
ofreciendo asociados los caractéres del Dugong (Halicore).
En la mandíbula superior veíanse, por ejemplo, dos incisivos,
y cuatro ó cinco pequeños á lo largo de cada rama de la
inferior; los molares superiores, con tres raíces, estaban
revestidos de un grueso esmalte, parecidos á los del Manatí
y hasta cierto punto á los del Hipopótamo según creía
Cuvier; los inferiores presentaban dos raíces. Todos los
huesos tienen la estructura sólida de los sirenios. Con los
restos de este notable mamífero anfibio, descubierto en
las capas miocenas de Eppelsheim, Koup fundó el género
Halitherium. Otros han sido hallados en el Piamonte y en
varios puntos de Francia, particularmente en la caliza basta,
ó mejor en el Fahlun de la Gironda, donde había Lofiodon-
tes fósiles, hasta el' plioceno cerca de Montpeller, en cuyo
período parece que se extinguió el Haliterio.
género macrotheriüm
El orden de los desdentados, que tan numerosos y varia-
dos representantes tiene en la América del Sur, no cuenta
con ninguno existente en Europa. Un individuo de este
orden era por consiguiente, la mas inesperada forma de
mamífero que podían ofrecer los restos fósiles de los depósi-
tos terciarios de Europa después de un marsupial. Cuvier,
por quien primero se dió á conocer la existencia de este
animal extinguido, comienza su descripción del mutilado
hueso que había encontrado, y en que fundó el género, con
las siguientes palabras: «Nada prueba mejor la importancia
de las leyes de la osteología comparada, como las conse-
cuencias que legítimamente se deducen de la inspección de
un sencillo fragmento. »
La sola falange ungueal mutilada en que fundó Cuvier
sus deducciones respecto á la especie en cuestión, fué
descubierta, asociada con restos de mastodonte, rinoceronte,
dinoterio y tapir, en una formación cerca de Eppelsheim,
que según se ha visto después, pertenece á la división
miocena del terreno terciario. Esta falange ofrece dos
caractéres distintivos del orden de los desdentados: i.°
La superficie posterior para la articulación con la ante-
penúltima falange consiste en una doble polea, hueca
lateralmente, con una cresta saliente, constituyendo la
sólida articulación peculiar de ciertos desdentados. — 2.0 El
arco cóncavo formado por dicha polea se encorva mas
hácia atrás en su parte superior, lo cual impediría que
la garra se contrajese hácia arriba como en los gatos, siendo
la flexión hácia abajo; y de consiguiente debe haber perte-
necido la falange á un cuadrúpedo desdentado. A dichos
caractéres se agregan otros dos que, según Cuvier, determinan
el género: las especies de mirmecófagos tienen en la parte
superior de la extremidad aguda de la falange de la garra
una cavidad ó canal que indica tendencia á la bifurcación;
esta es completa en la especie de Manís, extendiéndose la
hendidura hasta el centro del hueso de la garra, y así sucede
en el fósil. El hueso fósil de que tratamos no tiene homólogo
en la naturaleza existente sino en los del pangolin (manís);
y según todas las leyes de co existencia, no se puede menos
de reconocer las mas marcadas relaciones del animal á que
perteneció con este género de cuadrúpedos. Pero ¿cuál era
su tamaño? La falange no era de las mayores del pié, pues
no tenia esos ligeros bordes levantados que vemos en los
grandes huesos de las garras del pangolin; y Cuvier sacó su
deducción por las proporciones del pangolin de cola corta,
atribuyendo á la especie veinticuatro piés de largo; pero
otros huesos del esqueleto, hallados posteriormente en
Francia, indican mas moderadas dimensiones; el descubri-
miento rectifica asimismo la absoluta aplicación de la ley
correlativa para determinar el género, así como el órden.
Los fósiles adicionales, y sobre todo algunos dientes, han
demostrado que el macrotheriüm pertenecía á un género
particular, ahora extinguido, intermedio entre los pangolines
y los oricteropos. Estas relaciones son mas interesantes, si
se tiene en cuenta la posición geográfica de ambos géneros
desdentados en espacios de terreno que están ahora muy
contiguos al continente donde se hallan los restos del género
extinguido. La formación es un depósito lacustre del período
mioceno, y la localidad Sansans cerca de Auch (departamento
de Gers, Altos Pirineos).
Fig. 126. — CORTE TRASVERSAL DE UN DIENTE DEL ZEUGLODON
Allí se encontraron partes de dos molares de una pulgada
y ocho líneas en su mayor diámetro transverso: por su figura
se asemejan á los del oricteropo; pero no son tan regulares.
El húmero difiere del de los hormigueros y armadillos por
su mayor longitud en proporción á la anchura, ofreciendo
analogía con el de los megaterioides por el aplanamiento de
MAMIFEROS
545
la extremidad. El radio es mas corto que el húmero, como
en el pangolin y el oricteropo; el fémur es relativamente mas
largo y delgado que el de los desdentados fósiles; no existe
el tercer trocánter, y el grande y el pequeño no presentan
tanto desarrollo como en el pangolin. La tibia es mucho mas
corta que el fémur, y por la expansión de su extremidad, y
su longitud proporcionada á la de este, se asemeja á la de
los megaterioides mas que á la del pangolin ú oricteropo. No
estaba anquilosada á la tibia como 'en los armadillos, glipto-
don y megaterio, sino que se conservaba distinta como en el
milodon.
En el mioceno del sur de Francia, análogo al que conte-
nia el macroterio, se han hallado restos fósiles de dos clases
de cuadrumanos que se asemejan á una gran especie de
hilobates.
#
GÉNERO PLIOP1THECUS
El mas pequeño de estos monos extinguidos (Pliopithecus
antiquus) está basado en la mandíbula inferior y en el apa-
rato dentario. Los dientes ocupan un espacio de pulgada y
media; los dos incisivos son mas estrechos, y el último molar
Fí\'. 127— CRÁNEO DEL DINOTHERIUM GIGANTEUM
mas grande que el del siamang: como en esta especie, el
primer premolar es de una punta, y el lóbulo posterior del
segundo sobresale mas que en el chimpanzé y el gorila; por
el desarrollo del tercer lóbulo del último molar inferior se
asemeja el Pliopiteco á los semnopitecos y á los innus.
GÉNERO DRYOP1THECUS
En el mono mas grande de la formación miocena (Dryo-
pithecus Fontani) el canino es relativamente mayor que en
el hylobates, y los incisivos, á juzgar por sus alvéolos, relati-
vamente mas estrechos que en el chimpanzé y en el hombre.
El lóbulo interior del primer premolar es mas rudimentario
que en el chimpanzé, y se aleja ’proporcionalmente del tipo
humano; el lóbulo posterior áe\ segundo premolar ofrece
mas desarrollo, y por lo tanto se parece mas al segundo del
siamang y menos al del hombre. El canino tiene una posi-
ción mas vertical que en el troglodytes ó el pythecus; pero
también presentan este carácter algunos de los pequeños
monos de la América del Sur. A juzgar por la porción del
húmero asociado con la mandíbula del Driopiteco, el brazo
parece haber sido proporcionalmente mas largo y delgado
que en el chimpanzé y el gorila, asemejándose por lo tanto
mucho menos al del hombre.
GÉNERO MESOP1THECUS
En las formaciones terciarias de Grecia se han hallado
restos de un cuadrumano, que el profesor Wagner considera
Tomo IX
como un tránsito entre el Hylobates y Semnopithecus: el
tercer lóbulo del último molar está, sin embargo, tan bien
desarrollado como en el género anterior.
GÉNERO SEMNOPITHECUS
A este género pertenecen las mandíbulas petrificadas y
dientes que se descubrieron en el mas antiguo plioceno, ó
mioceno de las colinas de Hiraalaya, restos encontrados en
1836 por Durand y Baker.
En los depósitos pliocenos de Montpeller se hallan restos
de un mono, atribuidos por Cristol al Cercopiteo; y en el
plioceno de Essex se ha reconocido 'parte de la mandíbula
fósil y los dientes de un Macaco.
GÉNERO DINOTHERIUM
Kaup aplicó este nombre, en vista de la forma singular de
una parte de mandíbula inferior, al enorme mamífero bilofo-
dontido que primeramente dió á conocer Cuvier con la de-
nominación de Tapir gigantesco. La longitud del cráneo es
de tres piés ocho pulgadas, y los dientes, sin contar los dos
grandes colmillos de la mandíbula inferior, figuran en núme-
ro de cinco á cada lado de ambas mandíbulas. Un estudio
de los cambios de la dentición en los fósiles de individuos
jóvenes demuestra que los dos primeros dientes correspon-
den al tercero y cuarto premolares. Por la forma general del
cráneo y el aspecto de las fosas nasales, el Dinoterio [se
asemeja al Manatí; pero se han hallado asociados con los
dientes varios huesos de las extremidades, que indican que
el Dinoterio era un cuadrúpedo de pezuña, probablemente
de costumbres acuáticas. Acaso fuese una especie de tránsito
entre los grandes lofiodones y los enormes proboscideos. Los
restos de este género se descubrieron en los depósitos del
mioceno de Alemania, Francia, Suiza y el golfo de Cam-
baya.
GÉNERO MASTODON
El mas primitivo resto de este género de mamífero ele-
fantoideo se reconoció en el terciario mioceno, y constituye
una especie en que la parte anterior de la mandíbula inferior
presentaba dos profundos alvéolos ocupados por colmillos.
Esta especie de Mastodonte, descubierta en el mioceno de
Eppelsheim, fué 'designada por Kaup con el nombre de
longirostris; pero después reconoció que era la misma llama-
da anteriormente Mastodon arvensis. Ambas pertenecen á la
sección en que el primero y segundo verdaderos molares
presentan cuatro prominencias transversas, y para las cuales
propuso el Dr. Falconer el nombre de Tetralophodon. En
los depósitos terciarios mas modernos de la América del
Norte se han recogido restos de otra especie de Mastodonte
(M. Ohioticus), en que las prominencias de los dientes se
asemejan mas á las del Dinoterio; la mandíbula inferior está
provista de dos colmillos en los individuos jóvenes de ambos
sexos; la hembra los pierde pronto, pero el macho conserva
uno.
En los depósitos del plioceno de Asti, en el Piamonte, se
descubrió un esqueleto casi entero de Mastodonte (M. turi-
censis): la longitud total desde la cola hasta la extremidad
de los colmillos, es de diez y siete piés. Los dientes tienen
la misma estrecha forma y estructura mamelonada que ofrece
el M. arvensis; pero en el carácter numérico de las divisio-
nes transversas de la corona se asemeja esta especie mas al
M. Ohioticus.
69
PALEONTOLOGIA
X
546
Los Mastodontes eran elefantes cuyos dientes masticadores
tenían la estructura menos compleja, y adaptados para tritu-
rar sustancias vegetales mas duras: la superficie de los mola-
res (fig. 129) estaba dividida en surcos transversos, presen-
tando además pequeños conos mas ó menos semejantes á los
pezones de una vaca, de cuyo carácter se deriva el nombre
genérico. Otra modificación mas importante parecía caracte-
rizar al extinguido género en cuanto á la estructura de los
molares; la principal sustancia de la corona del diente (figu-
ra 129 (f) está cubierta por una espesa capa de esmalte den-
so (e); y otra mas delgada de cemento se corre sobre la
corona del diente; pero esta sustancia no llena los huecos de
las divisiones de aquella como sucede en el elefante (fig. 133).
Tal es al menos el carácter de los molares de las dos especies
de Mastodontes que Cuvier denominó Mastodon giganteus
y Mastodon angustidens.
MASTODON TCRICENSIS
TICUS — C, M. LONGIROSTRIS
Tinci
En los Proboscídeos en que el aparato dentario se aproxi-
ma mas al típico se cuentan treinta y cuatro dientes; á saben
en la mandíbula superior dos incisivos temporales, seguidos
de otros tantos permanentes, desarrollados como colmillos:
seis molares temporales (tres á cada lado, ¿2, 3, 4, fig. 130)
dos premolares (uno á cada lado, / 3, fig. 130) y seis verda-
deros molares (tres á cada lado, m 1, 2, 3, figs. 130 y 13 1).
En la mandíbula inferior se cuentan dos incisivos (no se
sabe si precedidos de temporales), molares y premolares
como en la mandíbula superior.
El animal elefantoideo Mastodon longirostris, de Kaup, y
el Mastodon angustidens, de Cuvier, que presentaban este
que la corona del último ha cortado la encía, quedando al
fin reducida la dentición á tres molares á cada lado de las
mandíbulas; comunmente desaparecen también los colmillos
inferiores, como en el antiguo Mastodon turicensis, de los
depósitos terciarios del Po, descrito y figurado por Sismonda.
El género estaba representado por especies distribuidas
longirostris
Los restos fósiles de Proboscídeos se han hallai
pálmente en los depósitos terciarios del Asia tropi
nociéndose en ellos, por el número y profundidad
hendiduras de la corona de los molares, los caracté
tránsito entre los dientes tuberculados del elefant
molares mamelón ados de los Mastodontes típicos.
dentario de la familia de los proboscídeos, habitaban
tro tiempo en la extensión que ahora ocupan Inglaterra,
__ancia, Italia y Alemania. Los primeros estudios de la
dentición se debieron á Cuvier, que dió á una especie el
nombre de Mastodonte de dientes estrechos, (Mastodon
angustidens) denominación que empleó en vista de la menor
anchura de la corona de dichos órganos, comparados con la
especie de la América del Norte, descrita anteriormente con
el nombre de M. giganteus y M. Ohioticus.
En los cuadrúpedos proboscídeos se ve que los molares,
aumentando gradualmente de tamaño y los mas en comple-
xidad, se siguen uno á otro de delante atrás con mayores
intervalos que en los otros cuadrúpedos, no apareciendo
nunca la serie simultánea; en todos los períodos funcionan
solo tres á la vez en un lado de cada mandíbula; todos los
molares, excepto el penúltimo, se pierden hácia la época en
Fig. 129.— MOLAR SUPERIOR DEL MASTODON AVF.RNENSIS
MAMIFEROS
547
desde los depósitos miocenos hasta los del plioceno superior;
sus representantes eran cosmopolitas en las latitudes tropi-
cales y templadas. El tránsito que se observa desde el tipo
dentario mastodonte al elefantino, es muy gradual.
GÉNERO ELEFANTE
La última forma de verdadero elefante que existió en las
latitudes templadas era la que Blumenbach llamó primige-
nius, que es el Mammuth de los coleccionistas de Siberia
que se dedicaban á buscar colmillos. Sus restos se encuentran
principal, si no exclusivamente, en los depósitos post-plioce-
nos, y hasta se descubrieron en los turbales que hay cerca
de Holyhead. Sus dientes posteriores son mas anchos, y tie-
nen mas numerosas láminas transversales y prominencias
que en los otros elefantes. En las especies existentes de la
India, los molares son relativamente mas estrechos, las lámi-
nas no tan numerosas, y su borde esmaltado presenta una
franja. En el elefante africano, las láminas ó placas figuran
aun en menor número, son relativamente mas grandes, y se
extienden de tal modo por el centro, que afectan la forma
de rombo. El Elephas priscus, de las capas del plioceno de
Europa, tiene molares muy parecidos á los de la especie
africana de hoy dia. Los colmillos del elefante, como los del
mastodonte, son de verdadero marfil, que presenta, cuando
se da un corte transverso, numerosas estrías que proceden,
\JfK*kA
Ftg. I¿2. — APARATO DENTARIO DEL ANTIGUO MASTODON LONGIROSTRIS Fig. /£?. — MOLAR INFERIOR DEL ELEFANTE ASIÁTICO
I /
en un arco de círculo, del centro á la circunferencia, en
opuestas direcciones, formando dibujos curvilíneos. El carác-
ter es importante para la determinación de fragmentos de
colmillos fósiles.
Los del extinguido Elephas primigenius presentan una
curvatura mas pronunciada y extensa que los del Elephas
indicus; se han encontrado algunos que describen un círcu-
lo, pero siendo la curva oblicua, dejan la cabeza al descu-
bierto y apuntan hácia fuera ó hácia abajo. Los numerosos
colmillos fósiles de Mammuth descubiertos hasta aquí, pue-
den dividirse en dos clases por lo que hace á su tamaño : los
mayores miden de ordinario nueve piés y medio de longitud,
y los menores cinco y medio; pero hay motivos para creer
que estos últimos pertenecen á las hembras, que deben haber
diferido del actual elefante de la India, asemejándose mas
al de Africa por el desarrollo de dichos órganos. De los
colmillos atribuidos á la hembra de Mammuth, uno que se
encontró en los mas nuevos depósitos terciarios de Essex
medía nueve piés diez pulgadas en la curva exterior, y dos
piés cinco pulgadas de circunferencia en la parte mas grue-
sa; otro, procedente de la Bahía de Eschscholtz, tenia nue
e piés dos pulgadas de largo, y pesaba ciento sesenta libras;
y por último, el que se halló en Dungeness medía once piés
de longitud. En muchos ejemplares se observó que el marfil
estaba tan poco alterado, que se pudo utilizar para el co-
mercio ; los colmillos de Mammuth, mejor conservados aun
en la formación glacial de Siberia, se explotan en gran nú
mero para beneficiarlos.
En un ejemplar del extinguido elefante indio, conservado
en el Museo Británico, los colmillos miden diez piés y seis
pulgadas de longitud, y á causa de la poca curvatura se
proyectan ocho piés frente á la cabeza; su aparente despro-
porción con la dimensión del cráneo es verdaderamente
extraordinaria, y representa el máximum del desarrollo den-
tario.
El Mammuth se conoce mejor que la mayor parte de los
otros animales que se extinguieron, gracias al descubrimiento
de un ejemplar entero que se conservaba en una gran masa
de hielo en la embocadura del rio Lena en Siberia. La piel
estaba revestida de una especie de pelusa rojiza y de largos
pelos negros. En este ejemplar, que se conserva en San Pe-
tersburgo, el esqueleto mide desde la parte anterior del
cráneo á la extremidad de la mutilada cola, diez y seis piés
y cuatro pulgadas ; la altura hasta el centro de la espina
dorsal es de nueve piés cuatro pulgadas; y los colmillos
tienen nueve y seis respectivamente de largo. Algunas par-
tes de la piel de la cabeza, la pupila, y el fuerte ligamento
de la nuca, así como los dientes y las pezuñas, permanecen
fijos en el esqueleto. Estos gigantescos elefantes, adaptados
para resistir un riguroso clima, se alimentaban de ramas y
follaje de los pinos del Norte, de los abedules, etc.; y es
probable que durante el corto verano del país emigraran á
una localidad mas fria, como su contemporáneo el búfalo
almizclero, que aun habita en los 70* de latitud norte, reti-
rándose durante el invierno á países mas templados. El Mam-
muth fué precedido en Europa por otras especies de elefan-
tes, tales como el Elephas priscus y el Elephas meridionalis,
que durante el periodo plioceno no parecen haber traspasa-
do las latitudes templadas.
El Mammuth parece haber tenido una distribución geo-
Fíg. IJ $. MOLAR SUPERIOR DEL ELEFANTE ASIÁTICO
PALEONTOLOGIA
54S
gráfica mas extensa que la de ningún otro elefante extingui-
do. Sus restos se han haliado en las islas Británicas, en la
Europa continental, el Mediterráneo, Siberia, y una gran
parte de la América del Norte, donde coexistió no solo con
el gigantesco Mastodon ohioticus, sino también con una se
gunda especie de verdadero elefante (elephas texianus), cu-
yos dientes eran mas apropiados para el régimen vegetal.
Las especies de hoy dia están confinadas al Asia y Africa.
GÉNERO RHINOCEROS
El rinoceronte, como el elefante, se hallaba representado
durante el período plioceno, en las latitudes templadas y
estaban
amus
Una
de
;orhinus ) se encuentra asociada
en los depósitos pliocenos d
co
fig- /£>.— MOLAR SUPERIOR DEL RINOCERONTE
dulce; y otro (R. tichorhinus) se halla con el Mammuth
en la arcilla glacial y el drift. El descubrimiento del esque-
cuernos; pero les precedió en los
períodos plioceno y mioceno una especie que no los tenia,
aunque ofreciendo todos los demás caractéres.
Basta examinar las figuras 117 y 135 para reconocer las
edificaciones que presentan los molares superiores del Ri-
éronte cuando se comparan con los de su antetipo el
’aleoterio. Son las siguientes:
as concavidades (ff) del lado exterior de la corona, en
:ra 1 1 7 son casi planas, y de una de ellas se proyecta
na ligera convexidad en algunas especies de rinoceronte;
el espacio ( t) está mas ensanchado en su terminación f7Jen
el rinoceronte, y en ciertas especies se bifurca. El espacio
posterior (g) suele ser mas profundo y mas extenso. Los
lóbulos ordinarios ( a , b, r, d) son muy semejantes; y un
surco ( r) circuye la parte anterior y la posterior de la base
de la corona. En los catálogos paleontológicos no figuran
menos de veinte especies de rinocerontes extinguidos.
EQUIDOS. — En los materiales del período mioceno fué
donde primero se hallaron restos de cuadrúpedos con los
miembros y dentición del caballo. Estos depósitos, situados
en Eppelsheim (Alemania), en el departamento de Vaucluse
(Francia), y en las islas de Sewalik, en la India, contenían
molares superiores diferentes de los del moderno Equido,
principalmente por la mayor separación de las colinas de
esmalte (fig. 136 m)\ dando á conocer también la curiosa
estructura que presentaban los pequeños dedos y los cascos
del caballo tridáctilo llamado Hipparion (fig. 137 11 y iv)
Como los pequeños dedos corresponden al externo é interno
del pié del Paleoterio, el Hipparion, en la hipótesis deriva-
f 1 tro Un — 1 +
leto de esta última especie, hecho y citado por Pallas en tiva de las esnecies oudo sér nnVVr 7°tesls ' der,va'
IZdrZdf tM S\pímtrÍ°’Ml' Permi.ti<5 re.conocer <Jue este •<* Paleoterios del eoceno superior y el moderno cCLlo"^
frió, hallándose 'cubierto'pór^na espesa carpelo y na'tntXbárconf'0 d'd^™5 Eq“'d°S’ ^ ‘‘enen '* C°'Um'
como e, Mammuth. l.os dos rinocerontes fósiles Ldoí I “£??? “^=^^1
MAMIFEROS
549
plioceno. En las calizas pedregosas de Oreston se halló la
especie Equus pliscidens, así llamada porque las estrías del
esmalte de los dientes están mas recogidas que en el caba-
llo moderno; otra semejante fué descubierta, asociada con
el Mastodonte y los Cetatolites, en un depósito plioceno de
Newberne (en la Carolina del Norte). En las formaciones
del Sur de América, correspondientes al mismo período,
dejó sus restos la especie de caballo Equus curvidens, pro-
vista de dientes mas arqueados que de costumbre, restos
que aparecieron asociados con los del Megaterio. El Equus
fossilis del crag y del drift de Inglaterra parece tener dientes
cuyo diámetro trasverso es menor que en nuestra moderna
variedad de tamaño análogo. En el plioceno y mas recientes
depósitos de Europa y de la América del Norte se encontra-
Big. /$$■ — Mandíbula superior del caballo
i
Big. jgg. — Mandíbula inferior del caballo
Big. 140. — Molar del hipopótamo
■Mandíbula inferior del HIPOPÓTAMUS major
ron también dientes fósiles del tamaño délos de la cabra > un
asno. Es curioso que no existiera ningún representante vivo
de los Equidos en el Nuevo continente cuando le descubrió
Colon.
Big. 137. — Huesos del pié
del H I PPARION
ig. 136. — Molar superior del Fig. 142 . — Ultimo molar inferior
HIPARION del HOG
representante vivo
Me descubrió
GÉNERO HIPPOPOTHAMUS
El descubrimiento de los restos de un mamífero anfibio,
confinado ahora á los rios de Africa, en los depósitos lacus-
tres y fluviátiles de Europa, da origen á ciertas considera-
ciones sobre la naturaleza del terreno, que uniendo á Ingla-
terra con el continente, estaba cruzado por lagos > rios,
siendo la temperatura algo mas cálida que hoy dia, á juzgar
por algunas conchas del sur de Europa que se encuentran
en las formaciones de agua dulce de Grays y Essex, donde
se hallaron los restos del gran Hippopothamus major. La
parte de la mandíbula inferior (ñg. 144) se descubrió de ajo
de la arcilla glacial en la costa de Norfolk.
El primer premolar tiene una corona cónica y compri-
mida, y una raíz sencilla, elevándose algo mas que el segun-
do; este último (141, P 2) está un poco separado del terce-
ro (3) y el cuarto, que son mayores, presentan una o dos
estrías longitudinales en la superficie exterior. Los \erdade
ros molares (/;/, 1, 2, 3) están divididos en dos lóbulos (figu-
ra 140) por un canal trasverso, y «da uno de ellos se sub-
divide á su vez por una hendidura en dos medios conos;
el lado convexo de cada uno de estos últimos es dentado.
La corona del último molar de la mandíbula inferior se
acorta por un quinto cono, y sus dimensiones son mas pe-
queñas.
El Hipopótamo se encuentra primeramente en el hori-
zonte plioceno: los restos del H. major no se han hallado
hasta aquí sino en Europa; son comunes á lo largo de la
costa del Mediterráneo, y no se han visto en la parte norte
de la zona templada. En Asia estaba representado este pa-
quidermo, acaso en período mas primitivo, por el género
Hexaprotodon, que es esencialmente un Hipopótamo, con
seis incisivos, en vez de cuatro, en cada mandíbula.
SUiDlDOS. — Los extinguidos Chceropothamus, Anthra-
coterium, Hyopothamus é Hippopus, representaban la fór-
mula dentaria típica, la cual se ha conservado en el repre-
sentante actual de la misma sección de los Artiodáctilos no
rumiantes, que es el cerdo. El primer molar verdadero,
cuando la dentición permanente es completa, presenta los
efectos de su primitivo desarrollo en un grado mas pronun-
ciado que en los mas de los otros mamíferos; en el jabalí
tiene sus tubérculos desgastados; primitivamente presenta
cuatro conos primarios, con unas pequeñas subdivisiones
formadas por las estrías del esmalte. La mayor extensión del
último molar se produce principalmente por el desarrollo
de la prominencia posterior, y los cuatro conos primarios no
se distinguen en el cuerpo anterior del diente. Las coronas
de los molares inferiores son muy semejantes á las de los
superiores, pero algo mas estrechas; los tubérculos interiores
y exteriores son muy pequeños, ó no existen. La figura 142
representa la superficie de los últimos.
55°
PALEONTOLOGIA
Las especies extinguidas del género Sus fueron descu-
biertas en las capas miocenas de Eppelsheim; de estas últi-
mas procede el Sus palaschaerus, y de Simorre el S. simor-
rensis; en las capas del plioceno se halla el S. arvenensis;
y en depósitos mas recientes el S. scrofa fossilis.
ÓRDEN DE LOS RUMIANTES
De todas las formas de animales que subsisten en la ac-
tualidad, y que son mas afines á los actuales herbívoros
europeos, coexistieron en Europa con los géneros ahora
exóticos Elephas, Rhinoceros, Hippopothamus, etc., nu-
merosas especies, las mas de las cuales se han extinguido ya.
Los cuadrúpedos llamados rumiantes constituyen en el actual
período un grupo circunscrito de mamíferos, que Cuvier
consideró como el órden mas natural y mejor definido de
la clase. Caracterizóle por tener incisivos solo en la mandí-
bula inferior, los cuales son reemplazados en la superior por
una encía callosa. Entre los incisivos y molares hay un dias-
tema ó dos caninos; los molares, casi siempre en número
de seis en ambas mandíbulas, presentan en su corona dos
dobles colinas con la convexidad vuelta hacia fuera en la
serie superior, y hácia dentro en la inferior. Las cuatro ex-
tremidades terminan por dos dedos y dos pezuñas, aplana-
das lateralmente de tal modo que parecen una sola.
La definición exacta del órden de los Rumiantes, tal co-
mo existe ahora, comprende ciertas particularidades de la
tribu de los camellos, y su verdadera significación se com-
prenderá mejor si se recuerdan los caractéres del Anoploterio.
Los molares superiores verdaderos tienen dos dobles colinas
convexas hácia dentro; los inferiores presentan en cierto
periodo dibujos concéntricos en el esmalte, con la convexi-
dad vuelta hácia fuera, como en los rumiantes. Las pezuñas,
en número de dos en cada pié, debieron parecerse por su
figura á las de los individuos de la tribu de los camellos. El
escafoides y el cuboides del tarso eran distintos también
como en los camélidos ; y el metacarpo y el metatarso se di-
vidían lo mismo que en el almizclero acuático (Moschus
aquaticus). La dentición del extinguido Dichodon se ase-
mejaba mas aun á la de los rumiantes. La principal diferencia
entre estos y otros herbívoros extinguidos que tienen mola-
res crecientes dobles, consiste en el complemento de las se-
ries superiores de dientes con bien desarrollados incisivos.
Los camélidos carecen de cuerno, lo mismo que los Anoplo-
teroideos y Dichodóntidos; exceptuando la girafa, todos los
rumiantes nacen sin ellos.
Así pues, el Anoploterio se asemejaba por varios carac-
téres de importancia al embrión del rumiante; pero conser-
vando en su vida las analogías con un tipo mas generalizado
de mamífero. La forma mas especial de animal de pezuña,
con estómago de rumiante, aparece en un periodo mas re-
ciente de las series terciarias.
La modificación de los molares superiores de los cuadrú-
pedos rumiantes de la actualidad consiste en que los lóbulos
de la corona son mas bajos y menos puntiagudos, y sus
cúspides no desgastadas, cortantes al principio, como hojas
de cuchillo corvas, se desgastan por la masticación, presen-
tando láminas crecientes de dentina.
FAMILIA CÉRVIDOS*^
Cuvier fué quien primero dió á conocer los dientes que
ofrecían el carácter de molares de rumiante, y porciones de
mogotes asociados con restos de Mastodonte en los depósi-
tos de agua dulce (probablemente mioceno) de Montabusard.
Estos primitivos rumiantes fósiles tenían un tamaño seme-
jante al del corzo; pero presentaban caractéres en que se
reconocía que se diferenciaban casi genéricamente de la
mayor parte de los ciervos conocidos. Algún tiempo después
se descubrió en el horizonte faioceno, cerca de Eppelsheim,
el cráneo entero de un pequeño rumiante (Dorcatherium),
cuyos dientes se parecían á los descritos y figurados por
Cuvier; pero como las series estaban incompletas, roconocíase
que el animal tenia siete muelas en cada lado de la mandí-
bula inferior, y largos caninos en la superior. Por otra parte,
la cabeza estaba provista, como los machos de la especie de
la India, llamada Muntjac, de mogotes pedunculados, y
de caninos. En la formación miocena de Ingré y de Eppels-
heim se encontraron mogotes fósiles semejantes, sencillamente
bifurcados cerca de su extremidad. Es probable que los
atribuidos á la especie Cervus anocerus perteneciesen al
Dorcaterio. Sin embargo, con esa notable forma del período
mioceno se hallaron asociadas otras especies de cérvidos.
Kaup describe algunos mogotes mutilados, atribuyéndolos á
la especie que llama C. dicranocerus; y en el crag rojo de
Suffolk se recogieron restos semejantes, que parecen conte-
ner una mezcla de capas rotas de los períodos coceno,
mioceno, plioceno y post-plioceno.
Los rumiantes cervinos se han dividido en sub géneros
según la forma de los mogotes. Del grupo de los que los
tienen extendidos y aplanados en la extremidad, y cuyo tipo
es el corzo llamado Dama, no se han hallado ejemplares
fósiles en la Gran Bretaña. Cuvier ha descrito y figurado
mogotes de gran dimensión, procedentes de la grava que hay
debajo de las arenas del valle del Somma, cerca de Abbeville,
que por la empalmadura terminal considera como pertene-
cientes á una gran especie de corzo, designada desde
entonces con el nombre de Cervus Somonensis. Hácia la
misma época se representó por una especie gigantesca un
grupo llamado Megaceros, que se caracteriza por tener una
forma de mogotes desconocida entre las especies existentes.
El Megacerus Hibernicus, que se presenta como tipo, es no
solo notable por su gran tamaño, sino por la relativa magni-
tud y graciosa forma de sus astas; es la especie comunmente
llamada Alce Irlandés; pero es un verdadero ciervo interme-
dio entre el corzo y el reno; y aunque muy abundante en
Irlanda, no es propio de este país, donde se le encuentra
en la marga conchífera que hay debajo de extensas turberas.
En Inglaterra han sido hallados sus restos en las capas
lacustres, en el crag rojo y en las cavernas huesosas.
El reno (Cervus Tarandus) tiene proporcionalmente
mayores mogotes que ninguna de las especies actuales; el
asta se aplana y ensancha bruscamente en la extremidad,
reconociéndose por este carácter y por los demás detalles de
la estructura, la afinidad de la especie con el extinguido
Megacéro.
El reno está confinado ahora á las latitudes del norte mas
extremas de Europa; pero hállase distribuido en América
desde el círculo ártico á la latitud de Terranova, donde
existe todavía la gran variedad conocida con el nombre de
Caribou. Parece que César vió en Alemania renos de seme-
jante dimensión, que estaban distribuidos en la Europa
continental, y los cuales han dejado vestigios de su existencia
en muchos puntos de Inglaterra. El Cervus marcialis de Ger-
vais parece haber sido una forma intermedia entre el reno
( íarandus) y el alce (Alces). No existe ningún representante
de esta curiosa especie de ciervo.
En las formaciones del período correspondiente en Fran-
cia, llamadas por Gervais aluviones volcánicos, se han des-
cubierto mogotes de otras dos especies extinguidas de
ciervo.
En la América del Norte se hallan asimismo partes fósiles
RUMIANTAS
551
de un gran ciervo que Mr. Harían denominó Cervus ame-
ricanus fossilis, y el cual se asemeja mucho al Wapiti (Cer-
vus canadensis); dichos restos se encontraron en los depó-
sitos del post-plioceno, en las orillas del Ohio. En la Améri-
ca del Sur descubrió el Dr. Lund mogotes fósiles de dos
especies, que estaban en las cavernas huesosas del Brasil,
asociados con otros de un antílope (Antílope machinensis),
de cuyo género no existe ahora ningún representante en la
América del Sur.
En el post-plioceno y en las cavernas se ha indicado una
especie provista de mogotes, cuyo tipo es el mismo de los del
ciervo rojo (C elaphus); esta especie rivalizaba con el Me-
gaceros en cuanto al tamaño, y se designó con el nombre de
Strongyloceros spelseus. Con sus restos se encuentran otros
143.— MEGACEROS HIBEKNICUS
Fig. rjp —Caracteres paleontológicos de un felino
carnívoro
ciervo rojo cuyas astas podían competir por su mag-
nificencia con todas las observadas en el período histórico.
A juzgar por los restos fósiles del pequeño corzo Capraeo-
lus, parece que continuó existiendo desde los periodos post-
plioceno y pre histórico hasta el presente.
A
FAMILIA CAMELOPARD ALIÑOS
En los antiguos depósitos del plioceno, en el sur de Fran-
cia y en Grecia, se han hallado restos de un gran rumiante
parecido á la girafa por las proporciones de la mandíbula
inferior, y las modificaciones secundarias de los dientes
posteriores. Tenia miembros tan largos como los de la
girafa ; mas parece que carecía de cuernos, ofreciendo algu-
nos caractéres afines con familias mas normales de rumian-
tes. Mr. Gaudry propone para esta forma, tal como aparece
en los restos fósiles descubiertos en Pikermi, el género
Heladotherium, en el que agrupa también el Camelopardalis
Biturigum de Duvernoy. Los fósiles, procedentes del mas
antiguo plioceno de las colinas de Sewalik, atribuidos por
Cauntley y Falconer al Camelopardalis sivalensis y al C. afi-
nis, pueden pertenecer también al tipo del Heladoterio.
De estos descubrimientos se deduce que los rumiantes,
parecidos á la girafa, tenían en otro tiempo una distribución
geográfica mucho mas extensa que hoy dia; é indican al
propio tiempo que el continente de Africa ha sufrido menos
cambios desde el período mioceno que Asia ó Europa.
FAMILIA ANTILÓPIDOS
Los mas gigantescos y extraordinarios rumiantes de cuer-
nos huecos, ya extinguidos, son los llamados Sivatherium,
de las islas de Siwalik, y Bramaterium, de la isla de Perim,
correspondientes ambos á los depósitos del primitivo período
plioceno. La cabeza es muy grande, ancha y corta, y estaba
provista de dos pares de cuernos, sosteniéndola un poderoso
cuello. Las proporciones del cráneo y las vértebras cervicales
eran el reverso de lo que se ve en la girafa, de la cual dife-
rian estos enormes antílopes paquidermoideos por otros
caractéres. En el Sivaterio, el par posterior de cuernos se
ramificaba, como en el Antílope furcífer. En el Bramate-
rium eran mayores los del primer par. El pequeño Antílope
quadricornis de la India es ahora el único representante de
los grandes rumiantes de cuatro cuernos del primitivo perío-
do plioceno en aquel continente.
Algunos pequeños antílopes, A. martiniana y A. clavata,
han dejado sus restos en el mioceno de Sansans y en la mo-
lasa de Suabia ; el A. deperdita es del primitivo plioceno de
Vaucluse, y el A. dichotoma del mas moderno de Gers. La
gamuza, A. rupicapra, es ahora el único representante de los
552
PALEONTOLOGIA
antílopes en Europa. En las cavernas del Brasil se han
hallado restos de un antílope, designado por Mr. Lund con
el nombre genérico de Leprotherium. No se conoce ahora
ningún antílope existente en la América del Sur.
FAMILIA BÚYIDOS
Los rumiantes mas principalmente conocidos son el cervi-
no Dorcaterio, del mioceno de Eppelsheim, y la especie de
antílope de Sansans; el corpulento Sivatherium de cuatro
cuernos, y el Bramatherium pueden proceder de los depósi-
tos de la India, de análoga antigüedad. Hasta aquí no se han
encontrado sino en las capas del plioceno y del post-plioceno
los molares fósiles del tipo rumiante con caractéres bovinos.
En estos períodos existía en Bretaña una gran especie de
Bisonte (Bison priscus) y otra mayor de buey (Bos antiquus),
de las capas del plioceno lacustre; también se conocía otro
mas pequeño, aunque asimismo muy corpulento, que era
el Bos primigenius, el cual ha dejado sus restos en las margas
del post-plioceno de Inglaterra y Escocia. Con esta ultima
especie estaba asociada otra mucho mas pequeña y de cuer-
nos cortos, llamada B. longifrons, que continuó existiendo
hasta el período histórico, y fue probablemente el tronco de
las especies domesticadas de las razas celtas antes de la
invasión romana.
Un enorme búfalo ha dejado sus restos en las capas del
antiguo plioceno de Sewalik; los de otra especie, no tan
grande (Bubalus antiquus) se encuentran en el moderno
plioceno de Argelia. Un búfalo que no difiere del Buey
almizclado de nuestros dias (Bubalus muschatus), confinado
ahora en las latitudes de la América del Norte, habitaba en
Europa y Asia, con los elefantes y rinocerontes: sus restos
han sido hallados en la arcilla glacial, en Inglaterra.
Y^JHJ^RDEN CARNICEROS
Los cuadrúpedos que se alimentan de la carne de los otros
coexistieron bajo diversas formas genéricas y específicas con
los numerosos y variados Herbívoros de los mas modernos
períodos terciarios. Ya hemos hecho una breve descripción
de algunas de las singulares formas, cuyos géneros se han
extinguido, que vivieron en las épocas del eoceno y mio-
ceno.
GÉNERO GALECINUS
. Mr- Roderik Murchison descubrió en 1829, en las calizas
pizarreñas del plioceno de Oeningen, el esqueleto fósil de un
carnicero del tamaño de un zorro. Examinado atentamente,
observó que el primer premolar era mas pequeño, y el tercero
y cuarto mayores que en aquel animal; y que todos los dien-
tes son mas compactos y ocupan menos espacio que en el
género Canis; los huesos de los pies son mas robustos; y
otros varios caractéres indican un género intermedio entre el
Canis y Viverra. El único ejemplar se conserva en el Museo
Británico.
GÉNERO FELIS
Como esta forma de perfecto carnicero fué la que eligió
Cuvier principalmente para explicar su principio de la corre-
lación de las estructuras animales, trataremos aquí en parti-
cular de dicho punto. El fundador de la Paleontología enun-
ció del modo siguiente la ley que, según creyó, debía guiar
con buen éxito sus trabajos en la reconstrucción de las espe-
cies extinguidas.
«Todo sér organizado forma un conjunto, un solo sistema
circunscrito, cuyas partes se corresponden mutuamente, con-
tribuyendo á la misma acción definitiva por una reacción
recíproca. Ninguna de estas partes puede cambiar sin que lo
hagan también las demás; y de consiguiente, cada parte,
tomada separadamente, indica y da todas las demás.»
Cuvier no formuló esta ley por un método á priori; llegó
á ella inductivamente, y después que muchas disecciones le
revelaron los hechos siguientes: que la mandíbula del carni-
cero es fuerte en virtud de ciertas proporciones; que tiene un
cóndilo articulado de forma especial, con una placa huesosa
de dimensiones adecuadas para la fijación de los músculos,
pudiendo inferir una mordedura mortífera; y que estos mús-
culos son de tal magnitud, que requieren una gran superficie,
con fuerza correspondiente y curvatura del arco cigomático.
Cuvier había reconocido estos hechos, y estudiado su corre-
lación en cierto número de carniceros típicos; y creyó justi-
ficado su aserto de que «la forma del diente da la del cóndilo
y de las garras, así como la ecuación de una curva desen-
vuelve todas sus propiedades, y del mismo modo que, al tomar
cada propiedad por sí misma, como base de una ecuación
particular, se descubre la ordinaria con todas sus propieda-
des, así la garra, el cóndilo, el fémur y todos los demás
huesos en particular, dan los dientes y recíprocamente. Co-
menzando por cualquiera de estos, quien conozca las leyes
de la economía orgánica, podrá reconstruir el animal entero.
El principio es tan evidente, que hasta el lector que no sea
anatómico lo comprende sin dificultad.
En las mandíbulas del león hay grandes dientes agudos
(carniceros ó caninos) que perforan, laceran y retienen la
presa; hay también dientes comprimidos y cortantes, que
funcionan entre sí como hojas de tijeras por el movimiento
de la mandíbula inferior sobre la superior; la primera, corta
y fuerte, se articula con el cráneo por un cóndilo, que enca-
ja en una cavidad correspondiente; el coronoides, que da la
superficie de enlace para el temporal, es ancho y alto; las
fosas temporales, anchas también y profundas.
El arco cigomático, ensanchado á través del músculo, se
arquea fuertemente hácia fuera para agrandar el espacio por
donde pasa; y como da origen al maseter, el arco se encorva
también hácia arriba á fin de formar el mas sólido punto de
resistencia cuando funciona aquel músculo. Si examinamos
después el armazón del miembro anterior, que corresponde
á la estructura del cráneo, vemos que la extremidad tiene
cinco dedos, el mas interno de los cuales se compone de
dos falanges, y los otros de tres. Todos estos dedos pueden
moverse libremente hasta cierto punto, y aproximarse lo
bastante para asir la presa; pero su principal carácter consis-
te en la modificación de la falange terminal, que es ancha,
comprimida, triangular y mas ó menos arqueada, constitu-
yendo las extremidades una poderosa garra prensil, articula-
da con los dos huesos de la pierna. El húmero es notable
también por su solidez ; la extremidad del hueso del brazo
presenta marcadas prominencias para la fijación de los mús-
culos; la escápula es muy ancha, y el coracoides ofrece un
notable desarrollo, que corresponde con el volúraen de los
músculos que funcionan en el hueso del brazo. Entre un
músculo de este y otro de la cabeza hay un pequeño hueso
clavicular, que da mayor fuerza á la acción recíproca de am-
bos músculos.
Tales son los principales caractéres de la estructura inter-
na de un carnicero, que Cuvier considero como correlativos
en la organización de estos animales.
Comparémoslos ahora con los de las partes análogas en
un buey. Los dientes que corresponden á los grandes cani-
nos en el león no existen; cuando mas se reconocen los
ROEDORES
homólogos de los caninos inferiores, mas pequeños y altera-
dos en la forma, de modo que constituyen los dientes exte-
riores de una serie arqueada de incisivos que terminan en la
mandíbula inferior; los posteriores, en vez de ser cortantes,
tienen anchas coronas planas con prominencias duras que
oponiéndose entre sí, producen el efecto de una piedra de
molino; la mandíbula inferior, larga y delgada, se articula
con el cráneo por un cóndilo plano; el coronoides es muy
delgado, y las fosas que marcan la dimensión del músculo
temporal, correspondientemente pequeñas; el arco cigomá-
tico, corto y endeble, no se ensancha mucho; es casi recto
ó se arquea ligeramente hácia abajo; los terigoideos son
grandes.
El buey masca la yerba con gran facilidad, y no hace daño
a los otros animales con sus dientes; los cuernos constituyen
sus únicas armas defensivas.
Los piés anteriores no tienen sino dos dedos principales,
con otros dos rudimentarios detrás, y cada uno de estos tie-
ne su extremidad envuelta en una pezuña ó casco córneo.
La estructura del miembro anterior corresponde siempre á
Fig. 145. — Aparato dentario del Oso
la de los anchos dientes, y á las modificaciones de la mandí-
bula y del cráneo. La observación demostró á Cuvier que
estas diversas modificaciones eran también correlativas, lo
mismo que en los carniceros.
Por la aplicación del principio correlativo á los restos fósi-
les de mamíferos del plioceno y mas recientes depósitos, se
han podido distinguir los herbívoros de los carniceros; y de
estos últimos se han reconstruido especies extinguidas de
felinos, ursinos y otras familias del orden.
En Inglaterra yen la Europa continental existió un felino
muy destructor, que tenia los caninos superiores prolonga-
dos, cortantes, puntiagudos y en forma de sable, por lo cual
se propuso el nombre de Machairodus para este sub género.
Estaba representado por especies tan grandes como el león
(M. cultridens y M. latidens), y por otras del tamaño del
leopardo (M. pulmidens y M. megatereon). Esta forma de
felino aparece primero en el mioceno de Auvernia y de
Eppelsheim; después en el plioceno del Amo; y finalmente
en la caverna huesosa de Devonshire. En los depósitos de
las Pampas, en el Brasil, se han hallado especies de ma-
chairodus, así como en los terciarios de Sewalik en la India.
Los primeros ejemplares del gran león cuaternario ( Felis
spelaea) fueron descubiertos en cavernas, tales como las de
Banwell, Semorset y Bélgica. La prominencia del ápice de
los huesos nasales prueba que esta especie ha sido un león
y no un tigre. Dejó sus restos en muchos depósitos diluvia-
les de la Gran Bretaña.
En Alemania se descubrieron, con semejantes circunstan-
cias, abundantes restos del gigantesco oso (Ursus spelaeus),
y mucho mas numerosos en Inglaterra, los de la gran hiena
( Hyaena spelaea), que era probablemente manchada, como
Tomo IX
553
la feroz crocuta del Cabo. Lobos, zorros, tejones, nutrias,
comadrejas, y otros animales análogos, han dejado sus restos
en los depósitos del plioceno superior y en las cavernas hue-
sosas. La mayoría de estos carniceros, así como las liebres,
conejos, y otros semejantes, no se distinguen de las especies
actuales. Los mas pequeños mamíferos unguiculados, lo
mismo que los rumiantes pliocenos de reducido tamaño, pa-
recen haber sobrevivido á esos cambios durante los cuales
perecieron las mayores especies. Es probable que el caballo
y el asno desciendan de las que existieron en el antiguo plio-
ceno. No se conoce ningún carácter determinado por el que
el jabalí actual se pueda distinguir específicamente del Sus
fossilis, que era contemporáneo del Mammuth.
ORDEN ROEDORES
Este orden comprende una extensa serie de pequeños
mamíferos en los que se asocia un par de grandes incisivos
encorvados en cada mandíbula con otras particularidades
de estructura. Estos dientes, separados por una ancha barra
de una corta serie de molares, caracterizan á todos los indi-
viduos del orden; la única familia excepcional, la de los
Lepóridos, comprende las liebres y los conejos, que tienen
un segundo pequeño incisivo detrás de los grandes en la
mandíbula superior. Algunas partes del esqueleto, y mas
particularmente la dentición, son muy características: la
forma de la superficie articular de la mandíbula inferior, los
molares, cruzados por placas de esmalte mas ó menos tras-
versas, y los incisivos, largos y corvos, que figuran en número
de dos en cada mandíbula, constituyen otros tantos caracté-
res para determinar las relaciones ordinarias del fósil. Sin
embargo, los incisivos no bastarían por sí solos siempre como
guia segura, pues la modificación de estos dientes se repite
en el wombat y en el aye aye.
El reducido tamaño de la gran mayoría de las especies de
este orden es causa de que pasen desapercibidos los restos
fósiles en las canteras y otros depósitos de piedra, donde el
paleontólogo suele encontrar mas á menudo los fósiles carac-
terísticos de la formación. De aquí resulta que no se han
obtenido aun restos inequívocos de un representante del
órden en un estrato mas antiguo que el de los depósitos
terciarios del eoceno. En las canteras de Montmartre, cerca
de París, Cuvier encontró restos de especies afines de los
Myoxus y Sciurus. Las margas lacustres del período mioceno
han presentado evidencias por lo menos de once géneros del
órden, diferentes de todos los conocidos ahora; y en los
depósitos de Eppelsheim, de la misma época, se descubrieron
restos de animales afines de la marmota y del castor. En las
formaciones terciarias mas recientes, y en las cavernas de
Inglaterra, se han hallado restos fósiles que no difieren del
castor, de la liebre y del conejo de nuestros dias; y también
los del género Lagomis. En el plioceno y en las últimas for-
maciones de la Europa continental se encontraron análogos
restos fósiles, incluso representantes del género Hystrix, ó
puerco espin fósil. En los depósitos de América se recogie-
ron también restos de especies extinguidas pertenecientes á
los géneros Lagostomus, Echimys, Ctenomys y otros confi-
nados ahora en la América del Sur. En la del Norte se des-
cubrieron recientemente fósiles del género Castor, pertene-
cientes á un individuo comparativamente gigantesco.
El gran castor Trogonterio parece haberse extinguido en
Inglaterra y en el continente europeo asiático antes del
período histórico; mientras que la especie mas pequeña del
plioceno continuó existiendo hasta ser ahuyentada por el
hombre. Aun sobrevive en alguno de los ríos continentales.
Del pequeño Lagomis de nuestras cavernas no queda ningún
70
554
PALEONTOLOGIA
ejemplar en Europa: acaso se hayan extinguido las especies:
su género se halla confinado ahora en el Asia del Sur y la
Central.
DISTRIBUCION GEOGRÁFICA DE LOS MAMÍFE-
ROS CUATERNARIOS
Del estudio de los mamíferos fósiles de los últimos hori-
zontes terciarios resulta una curiosa generalización, como por
ejemplo, la íntima correspondencia entre la fauna de los
pasados y presentes períodos en la extensión europeo -asiática
de tierra firme. En ella continúan existiendo especies de casi
todos los géneros que están representados por mamíferos
fósiles del plioceno y post-plioceno del mismo continente
natural, y de la contigua isla de la Gran Bretaña.
El oso tiene sus guaridas en Europa y en Asia; el castor
del Ródano y del Danubio representa al gran Trogonterio;
el lagomis y el tigre existen en ambas vertientes del Himala
ya; la hiena habita en la Siria y el Indostan; el camello bac-
triano representa el tipo del enorme Mericoterio del drift de
Siberia; el elefante y el rinoceronte están representados to-
davía en Asia, si bien confinados ahora en el sur del Hima-
laya. Los verdaderos macacos son peculiares del Asia, y
aunque muy abundantes en la parte del sur del continente y
en el Archipiélago Indico, también existen en el Japón: un
subgénero afine (Innus) está naturalizado hoy dia en el peñón
de Gibraltar. Una especie fósil de macaco estuvo asociada
con el elefante y el rinoceronte, en Inglaterra, durante el
período de las mas modernas capas del plioceno lacustre.
Las formas mas extraordinarias de mamíferos extinguidos,
llamadas Elasmoterio y Sivaterio, tienen sus análogos mas
afines en los paquidermos y rumiantes que habitan en el
mismo continente de que son propios dichos fósiles. Cuvier
coloca el Elasmotero entre el caballo y el rinoceronte. Los
antílopes de cuatro cuernos, hoy existentes, son peculiares
de la India, así como sus gigantescos análogos, ya extingui-
dos, el Sivatero y el Bramaterio. Puede considerarse como
parte de la misma concordancia general en la distribución
geográfica, que el género Hipopótamo, extinguido en Europa
y Asia, continúe representado en Africa, al paso que no se
le encuentra en ninguno de los mas remotos continentes de
la tierra. Africa tiene también su hiena, su elefante y rinoce
ronte y sus grandes felinos carniceros. El descubrimiento de
restos de la Hytena crocuta, ahora propia de Africa, y del
Elephas africanus, en cavernas huesosas de Sicilia; y la pro-
fundidad del mar, que se estrecha desde aquella isla hasta
Africa, indica el curso de sumersión de una parte de la tierra
que unió en otro tiempo al Africa con Europa. El Helado-
terio de Grecia, y otras extinguidas especies de Camelopar-
dalis de Europa y Asia, género que ya no está representado
sino en Africa, justifican que se considere á las tres divisio-
nes continentales del Antiguo Mundo como una gran pro-
vincia ó circunscripción natural, por lo que hace á la distri-
bución geográfica de los recientes géneros de mamíferos del
plioceno y post-plioceno. El único gran desdentado, el Pan-
golin gigantesco de Cuvier, hallado hasta aquí en los depó-
sitos terciarios de Europa, manifiesta afinidades con el género
Manís, que es exclusivamente asiático y africano.
Extendiendo la comparación entre las series de mamífe-
ros que hoy existen y las extinguidas al continente de la
América del Sur, se observará primero, que á excepción de
algunas especies carnívoras y cervinas, no se ha encontrado
todavía en el sur de América ningún representante del cita-
do género de mamíferos del antiguo continente. Bufón había
anunciado mucho tiempo antes una generalización semejante
respecto á las especies y géneros vivos de mamíferos, la cual
se observa igualmente en los fósiles. Ni en las cavernas, ni
en los mas recientes depósitos terciarios de la América del
Sur, se encuentra un solo resto de elefante, de rinoceronte,
de hipopótamo, de bisonte, de hiena ó de lagomis; mientras
que los mas de los mamíferos fósiles de estas formaciones
son tan diferentes de las formas europeo-asiáticas, como
afines á los géneros de mamíferos peculiares hoy dia de la
América del Sur.
Los géneros Equus, Tapirus y Mastodon, constituyen las
principales, si no las únicas excepciones. La representación
del primero, durante los períodos plioceno y post-plioceno,
por distintas especies en Asia y en la América del Sur, es
análoga á la distribución geográfica de las especies de Tapi-
rus en la actualidad.
Solo en la América del Sur habitan ahora especies de ar-
madillo, de agutis, de ctenomis y de mono platirrino; pero
Fig. 146 — Corte del molar superior del megaterio
hasta aquí no se han descubierto en Europa, Asia ó Africa,
restos fósiles de un cuadrúpedo relacionado con cualquiera
de dichos géneros. Los tipos del Bradipus y Dasypus esta-
ban, sin embargo, ricamente representados por gigantescas y
diversas formas específicas, en la América del Sur, duran-
te los períodos geológicos que precedieron inmediatamen-
te al nuestro. El esqueleto de uno de estos animales mi-
de once piés desde la parte anterior del cráneo hasta la
extremidad de la cola; hallábase enterrado en los depósitos
fluviátiles que existen á siete leguas de Buenos- Aires, y fué
extraído en 1841 desde una profundidad de doce piés. Este
esqueleto ha servido de asunto á una obra titulada: Descrip-
ción del esqueleto del extingudo Perezoso gigantesco ( Mylodo?i
robustus ), en la que se encuentran datos suficientes para
considerar á este individuo como representante de la misma
familia natural de que forma parte el pequeño Perezoso ar-
borícola de nuestros dias.
Una especie mayor (Megatherium Cuv) coexistió con el
Milodon en la América del Sur : su esqueleto entero se con-
serva en los Museos de Madrid, de París y Lóndres, siendo
aquí el primero que se conoció en Europa y el que nombró
Cuvier; mide diez y ocho piés de largo; y su dentición es
análoga á la del Bradypus, solo que los molares se prolon-
gan mas y afectan una estructura mas compleja. Los elefan-
tes que observan un régimen análogo al del megaterio, te-
nían los dientes posteriores sostenidos por otros muy nume-
rosos y pequeños; lo mismo sucedía en aquel animal, gracias
al constante crecimiento y á la renovación de los mismos
dientes.
DISTRIBUCION GEOGRÁFICA DE LOS MAMIFEROS
;55
Los pequeños cuadrúpedos de la América del Sur, llama-
dos Armadillos, estaban representados en la época pliocena
en aquel continente, por especies que podian rivalizar con
los Megateroidéos por su tamaño. El esqueleto, casi entero,
con su armadura ósea, de una de las especies mas pequeñas
de aquellos extinguidos Armadillos, mide desde el hocico á
la extremidad de la cola, siguiéndola curva del dorso, nueve
piés, y la armadura del tronco tiene cinco de longitud por
siete de anchura. Esta gran especie extinguida difiere de los
modernos armadillos por no tener articulaciones en su escu-
do para contraer ó enroscar el cuerpo en bola; también se
diferencian por la forma aflautada de los dientes, de cuyo
carácter se deriva su nombre genérico de Glyptodon. Las
especies llamadas G. reticulatus, G. tuberculatus y G. orna-
tus, etc., toman sus nombres de diversas modificaciones del
dibujo que presenta la superficie de la armadura. El cráneo
estaba protegido por un casco huesoso ; y la cola tenia tam-
bién sus partes óseas.
Los géneros Toxodon, Macrauchenia y Protopithecus,
pertenecen á mamíferos extinguidos de la América del Sur,
con los cuales solo podian competir las especies peculiares
ahora de aquel continente.
En Australia se han hallado igualmente vestigios de una
correspondencia análoga entre la fauna de los mamíferos
extinguidos y existentes, hecho mas interesante á causa de
la peculiar organización de los mas de los cuadrúpedos na-
turales de aquella región del globo. Es cosa generalmente
admitida entre los zoólogos que los marsupiales constituyen
un gran grupo natural : los representantes en este de muchos
de los órdenes de la mas considerable división de los mamí-
feros de los otros continentes, han sido reconocidos también
en los géneros y especies de la actualidad. Los Dasiuros,
por ejemplo, hacen las veces de carniceros; los Perameles,
de Insectívoros; los Falangistas, de Cuadrumanos; el Wom-
bat sustituye á los Roedores, y los Kanguros, en un grado
mas remoto, á los Rumiantes. La primera colección de fósi-
les de mamíferos, procedentes de las cavernas huesosas
de Australia, dieron á conocer la primitiva existencia en
aquel continente de mas grandes especies del grupo marsu-
pial; algunas, tales como los Tilacinos y Dasiurinos, se han
extinguido ya en Australia; pero existe una especie de cada
uno de estos sub géneros en la adyacente isla de Tasmania.
Un solo diente de la misma colección de fósiles dió la pri-
mera indicación de la remota existencia de un tipo marsu-
pial, que representaba á los paquidermos de mayores conti-
nentes, y que parece haber desaparecido ya de la superficie
de Australia. De este gran cuadrúpedo, descrito con el nom-
bre de Diprotodon en 1838, se adquirieron después restos
que bastaron para reconocer el carácter didelfo, y las mas
íntimas afinidades con el Kanguro Macropus. Ultimamente
adquirió el Museo Británico un cráneo entero del Diproto
don australis, en el cual se fundó el género; mide tres piés
de largo; y aunque presenta la misma fórmula dentaria de
su homólogo existente, indica notables modificaciones de
los miembros, consistiendo la principal en ser las piernas
posteriores mucho mas cortas y fuertes, comparadas con las
del Kanguro, y prolongadas las primeras, pero mas robustas.
La fórmula dentaria del Diprotodon era la siguiente:
3-3
i-i
i-i
m
i-i
4-4
4-4
=28
El cráneo del Diprotodon australis fué descubierto en un
depósito lacustre, probablemente del plioceno superior, en
las llanuras de Darling Downs en Australia.
En la misma formación se han hallado restos de un géne-
ro de herbívoros mas pequeños (Nototherium) en el que se
combinan las afinidades esenciales con el Macropus y algu-
nos de los caractéres del Koala. El género Phascolomys
estaba representado en el período plioceno de Australia por
un Wombat (Ph. gigas), del tamaño de un tapir.
Los carniceros marsupiales del plioceno presentaban las
relaciones comunes de dimensión y fuerza con los herbívo-
ros, cuyo excesivo aumento debían limitar.
De cuanto acabamos de exponer resulta confirmado el
hecho de que así en los mamíferos extinguidos como en los
existentes, ciertas formas especiales correspondían á locali-
pigm jjj. — Mandíbula inferior y dientes del megaterio
dades dadas; y que estas formas se restringieron á determi-
nados países en un primitivo período geológico, lo mismo
que sucede ahora. Ese período, sin embargo, era el terciario
mas reciente.
Al hacer la comparación retrospectiva de los mamíferos
extinguidos y existentes con los del horizonte eoceno y jurá-
sico, por lo que hace á su distribución local, obtenemos in-
dicaciones de notables cambios en la posición relativa del
mar y de la tierra durante aquellas épocas, en el grado de
incongruencia entre las formas genéricas de los mamíferos
que entonces vivieron en Europa, y cualesquiera de los que
actualmente viven en el gran continente natural de que
ahora forma parte Europa. Diríase que cuanto mas penetra-
mos en los lejanos periodos para recobrar los mamíferos
extinguidos, mas camino debemos recorrer á fin de hallar
los análogos existentes. Los de los Palioterios y Lofiodon,
que son los tapires, no se encuentran hasta Sumatra ó la
América del Sur; y hemos de viajar hasta los antípodas para
buscar los Mirmecobios, los análogos existentes mas afines
de los Anfiterios del terreno oolítico.
Respecto al problema de la extinción de las especies, poco
podría decirse; y nada se ha demostrado definitivamente en
lo que se refiere á la misteriosa causa á que debieron el sér.
En cuanto á la de su extinción en épocas anteriores al hom-
bre, es mas lógico atribuirla á esos cambios graduales que
afectaron á las condiciones mas favorables para la existencia
de los séres; pero aun esto no es aplicable sino á los anima-
les terrestres, porque apenas se concibe que los habitantes
de las aguas se resintieran de tales cambios.
En los animales que viven en la tierra concurren condi-
ciones que no les permiten resistir á ciertas influencias, lo
cual podría explicar porqué tantas de las mayores especies
PALEONTOLOGIA
556
de grupos particulares se han extinguido completamente,
mientras que las mas pequeñas, de la misma antigüedad,
consiguieron sobrevivir. Proporcionada al tamaño es la difi-
cultad de la lucha, que como organismo viviente debe sos-
tener el individuo de la especie contra las influencias que
de continuo tienden á destruir la vitalidad, subyugando la
materia á las fuerzas ordinarias físicas y químicas. Cualquier
cambio, por consiguiente, militará contra la existencia en un
grado relativo al tamaño de la especie. Si la estación seca se
prolonga, el gran mamífero padecerá por la sed antes que el
pequeño; si una alteración del clima afecta á la cantidad
del alimento vegetal, el corpulento herbívoro será el primero
que sienta las consecuencias; y si se presentan nuevos ene-
migos, el animal grande les servirá mas pronto de presa,
porque los pequeños se ocultan y pueden escapar. Así, pues,
el hecho de existir ahora especies de reducido tamaño en
países donde vivieron primitivamente otras mayores de las
mismas familias naturales, no es consecuencia de una dege-
neración, ó disminución gradual en las dimensiones, si-
no el resultado de circunstancias que se explican por el
hecho de que los mas pequeños animales pudieron acomo-
darse á los cambios que hicieron sucumbir á los mas cor-
pulentos.
Que las especies, ó formas reconocidas por sus caractéres
distintivos y la facultad de propagarlos, han dejado de exis-
tir, desapareciendo sucesivamente, es un hecho que no
admite discusión; tampoco se ha probado que fueran exter-
minados por cataclismos excepcionales de la superficie de la
tierra; que su limitación se deba á la sucesión de los tiem-
pos, en algunos casos, ó los grandes cambios que se acumulan
lentamente en el largo transcurso de las generaciones, es muy
posible; pero todas las causas de extinción observadas hasta
aquí parecen residir en las lentas y continuas alteraciones
geológicas, ó ya en la repentina aparición, por decirlo así,
de la especie humana en un limitado espacio de tierra no
habitado antes. Es probable, por lo tanto, que la extinción
de las especies, antes de la presencia del hombre, fuese de-
bida á causas ordinarias, en el sentido de la correspondencia
con las leyes del continuo cambio de las condiciones geográ-
ficas y climatéricas en la superficie de la tierra. Las especies
y los individuos menos adaptados para resistir tales influen-
cias é incapaces de organizar su modificación, hubieron de
perecer; en esta hipótesis, la extinción implica la falta de
facultades en los séres sometidos á los cambios.
Pero admitiendo la extinción como una ley natural que se
ha ejercido desde el principio de la vida bajo formas espe-
cificas de plantas y animales, podría esperarse encontrar al-
guna evidencia de ella en nuestros tiempos, ó dentro del
período histórico. Se han citado diversos casos de la extin-
ción de especies, segura ó probablemente debida á la inter-
vención directa del hombre. El loro, conocido con el nombre
de Néstor productus de la isla Felipe, en Nueva Zelanda, es
tal vez el último ejemplo de este caso; pero semejante causa
no ilustra el problema de la extinción en períodos anteriores
á la presencia del hombre, ni explica tampoco la causa de
haber desaparecido las razas de invertebrados acuáticos y
vertebrados.
En el siglo pasado, los académicos de San Petersburgo, y
muy acreditados naturalistas describieron y figuraron las
partes huesosas de un animal anfibio que Cuvier clasificó
con sus cetáceos herbívoros, dándole el nombre de Stellerus
en obsequio á su descubridor. Este animal habitaba en las
desembocaduras de los grandes rios que allí afluyen, y pare-
ce que ya se ha extinguido; pero nada indica que el hecho
se deba á la persecución por el hombre. En este caso no es
dado atribuir la causa de la extinción mas que á los cambios
físicos geográficos, que afectaron al fin funestamente las
condiciones de existencia del Estelerio. Semejantes altera-
ciones contribuyeron igualmente en un período primitivo á
la desaparición del elefante de Siberia y del rinoceronte de
las mismas regiones y latitudes; y una futura generación de
zoólogos tendrá que consignar la total extinción del búfalo
ártico (Ovibos moschatus). Los restos de esta especie y del
Estelerio demuestran que eran contemporáneos del Elephas
primigenius y del Rhinocerus tichorhinus.
Sin embargo, recientes descubrimientos indican que en el
caso de estos y de otros extinguidos cuadrúpedos, completó
la obra de exterminio, comenzada por anteriores causas mas
generales, una ruda y primitiva raza de hombres.
En las capas de arena y grava que contienen restos del
Mammuth y de otros extinguidos animales del cuaternario
en el valle del Soma, cerca de Abbeville y Amiens, se han
descubierto armas de piedra en diversos períodos desde el
año 1838 hasta la actualidad (Boucher de Perthes . Antigüe-
dades célticas y ante diluviales ).
Estas evidencias de la especie humana fueron extraídas
de dichos depósitos por Mr. Prestwich en 1859, y posterior-
mente en el mismo año, por Mr. Flower, Mr. Gaudry y
Mr. Pouchet. Los restos se hallaban en la grava de Saint
Acheul.
Las formaciones se sucedían desde la superficie del modo
siguiente:
Pies. Pulgadas.
a Superficie del suelo tr 8
b Arcilla parda en cuatro capas de
diversos matices 12 i
c Arena cuarzosa blanca y greda
de color pálido, y masas de
grava. 4 10
d Grava basta sub angular, con res-
tos de mamíferos y objetos de
piedra dispersos, principalmen-
te en la parte inferior. ... 5 o
22 8
Ln el deposito d , en St. Acheul, se hallaron restos del
elephas primigenius, rhinocerus tichorhinus, equus fossilis,
bos primigenius y cervus somonensis; en Abbeville, del
cervus tarandus priscus, del felis speltea, de la hy?ena y del
ursus spelaeus; y en St. Roch del elephas antiquus y del
hippopothamus major.
En muchas cavernas se han descubierto armas de piedra
mezcladas indistintamente con huesos de la extinguida es-
pecie del oso y del rinoceronte; una de ellas en particular
estaba debajo de un mogote de corzo rojizo, y un fémur del
oso de las cavernas, incrustados en la estalagmita superficial
de la caverna de huesos de Brixham, en Devonshire, explo-
rada cuidadosamente en el transcurso de 1858 á 1859 por
una comisión de la Sociedad zoológica de Londres.
Examinadas atentamente las armas é instrumentos des-
cubiertos en las cavernas, reconocióse que eran obra del
hombre.
Por lo que hace á los caractéres geológicos de los depósi-
tos, véase lo que dice uno de los mas prácticos investigado-
res: «Aunque se relacionan intimamente con la actual
configuración de la superficie, son siempre mas ó menos
independientes de ella, y si bien se hallan á menudo cerca
de las presentes líneas de desagüe, nunca se pudieron formar,
como conjunto, bajo su acción. Mr. Lyell infiere del fenó-
meno de los depósitos que contienen armas de piedra y
SAUR0PTER1G10S
557
restos de mamíferos, que «considerables oscilaciones en la
superficie de la tierra en aquella parte de Francia son esen-
cialmente la causa del hecho;» pero Mr. Prestwich dice:
«Aunque indican á menudo considerable edad, manifiestan
asimismo grados de crecimiento, que si bien variables, apa-
recen en el conjunto haber sido comparativamente rápidos.»
En cuanto á la sucesiva aparición de nuevas especies en
el transcurso de la época geológica, debe evitarse ante todo
el común error de confundir la proposición de especies que
son el resultado de una causa secundaria que actúa de con-
tinuo, y el procedimiento de la causa creadora. Que las es-
pecies del mineralogista y del botánico sean debidos, la
primera á una fuerza natural, y la otra á una sobrenatural;
la primera á la operación de una segunda causa, y la otra á
la intervención directa de una causa primitiva, no es cosa
probable. La naturaleza de las fuerzas que se ejercieron para
producir las células de un liquen no se comprenderá tan
claramente como las que dispusieron los átomos del cristal.
En cuanto á las especies de organismos superiores, su origen
es todavía asunto de discusión.
Buffon consideró las variedades como alteraciones parti-
culares de las especies, que demostraban la variabilidad de
estas últimas, opinando que las mas de las llamadas especies
en el sistema de Linneo no eran sino otras tantas evidencias
de los grados progresivos de cambios ocurridos en sucesivas
generaciones, principalmente por degradación de un tipo
primordial. Aplicando este principio á los cuadrúpedos cuya
historia había escrito en su gran obra, creyóse capaz de re-
ducirlos, á excepción de algunas formas insólitas, á un muy
reducido número de primitivos tipos, de los cuales enume-
raba quince.
Mr. Darwin cree que los «animales descienden cuando
mas de cuatro ó cinco progenitores, y las plantas de igual
número.» «La analogía, añade, me llevaría aun mas léjos, es
decir, á opinar que todos los animales y las plantas descien-
Fig. 148'— CRANEO y COLMILLOS DEL 1 YLACOLEO CARNIFEX
den de una sola forma primordial que recibió primero el so-
plo de la vida.»
Varios son los argumentos que se han opuesto á ciertas
hipótesis acerca del origen de las especies. Mr. Owen dice
que las generalizaciones, basadas en la rigurosa observación
de los hechos, por las cuales se ha convencido de la existen-
cia de una fuerza creadora secundaria que se ejerce de con-
tinuo, dando origen á la sucesión de las especies, son las
siguientes. La repetición vegetativa; la unidad de plan, tal
como se demuestra en los tipos de organización de los arti-
culados y vertebrados; las variedades congenitales; los fenó-
menos de la partenogénesis; las analogías délos grados tran-
sitorios embrionarios, en un animal superior, con las formas
de los inferiores ; y por último, el hecho paleontológico de
la sucesiva llegada de nuevas especies desde el período de
los mas antiguos depósitos en que se hallaron restos orgáni-
cos, especies que limitadas con el tiempo, nunca reaparecen
después de su extinción. Pueden citarse también como prue-
ba los muchos casos en que las especies paleozóicas conser-
varon sus estructuras, que son embrionarias y transitorias en
las mas modernas del mismo orden ó clase, y el progresivo
alejamiento de un tipo general á uno especial, observado en
las series de especies desde su primitiva introducción hasta
los tiempos actuales.
CONCLUSION
El número de formas extinguidas que conocemos puede
ser muy pequeño, comparado con el de las que se pueden
descubrir en lo futuro; pero de la suma de las primeras po-
demos deducir legítimamente que ha habido una sucesión
de especies que demuestran en su conjunto la progresiva
perfección del sistema nervioso, y el concomitante predomi-
nio del espíritu sobre la materia.
Si desde las épocas pasadas nos trasladamos con el pensa-
miento al porvenir, podríamos suponer, atendido el curso de
los fenómenos vitales en este planeta, y bajo el punto de
vista paleontológico, que todo indica un período en que la
tierra puede llegar á ser morada de una raza superior por su
inteligencia; pero aquí entramos en el laberinto de las con-
jeturas, donde en vez de avanzar, nos perdemos en sus mul-
tiplicadas sendas.
En el exámen que se ha hecho de las diversas formas
vitales ya extinguidas, en cuanto á su génesis, sucesión, po-
sición geológica y distribución geográfica, vemos que la
adaptación de cada estructura á las exigencias, costumbres
y bienestar de las especies, pone en relieve la superior sabi-
duría de la Fuerza Creadora.
Si en todos los notables cambios de forma y proporción
que hemos observado pudiéramos discernir siquiera los re-
sultados de pequeñas modificaciones de algunos elementos
esenciales, nos admirada la unidad de esa Causa, así como
la sabiduría y poder que pudo producir tanta variedad, y á
la vez tan perfectas adaptaciones con medios tan sencillos.
Todas esas partes, miembros, pezuñas, garras, alas y aletas,
organizadas tan diversamente para obedecer á las necesida-
des de los séres en los elementos que habitan, ¿en qué difieren
de los instrumentos mecánicos construidos por el hombre,
á fuerza de cálculo, estudio y paciencia, sino en su mayor
sencillez, en su perfección y en la unidad de los elementos
que se han modificado para constituir esos diversos órganos
locomotores?
En toda la naturaleza orgánica se observa, no solo que los
medios coadyuvan al fin, sino que este se realiza por los mas
adecuados; y por lo tanto, debemos considerar á la Gran
Causa de todo, no á la manera de ciertos filósofos antiguos,
como un espíritu uniforme y tranquilo, sino como una activa
y anticipada inteligencia.
Aplicando las leyes de la anatomía comparada á las reli-
quias de las extinguidas razas de animales contenidas en los
diversos estratos de la costra terrestre, y que corresponden
á otras tantas épocas de la historia de la tierra, damos un
gran paso adelantándonos á todas las anteriores filosofías; y
PALEONTOLOGIA
55S
podemos demostrar que la misma benéfica Inteligencia que
revela su poder en nuestros tiempos, le manifestó igualmen-
te en épocas muy anteriores á las que se recuerdan de nues-
tra existencia.
Pero con estas investigaciones reconocemos además una
verdad de no menor importancia, y es que los fenómenos
del mundo no se suceden con la mecánica semejanza que se
atribuye en los círculos de la filosofía epicúrea, porque po-
demos demostrar que en las diversas épocas geológicas ocur-
rieron cambios correspondientes en la estructura orgánica; y
que en todos estos casos, los órganos, mejorando los tipos
fundamentales, eran siempre los mas propios para las funcio-
nes del ser. Las mas elevadas generalizaciones en la ciencia
de los cuerpos orgánicos, asi como las leyes de Newton
para la materia universal, nos convencen pues de la exis-
tencia de una gran Primera Causa, que no es ciertamente
mecánica.
\ a que la obra de Owen sobre la que hemos calcado, por
decirlo así, la Paleontología que precede, limítase, no obs-
tante la indisputable competencia de su autor, lumbrera de
la ciencia inglesa, á trazar el cuadro del desarrollo orgánico
del reino animal desde que apareció en el globo hasta nues-
tros dias, lícito me ha de ser completar este tratado con la
indicación de las 1* aúnas y Floras que como características
de los diferentes terrenos de sedimento se han ido sucedien-
do sin interrupción. Quizás se me eche en cara el no haber
redactado un libro original de Paleontología como digno co-
ronamiento de la Creación; causas empero, superiores á mis
deseos y tal vez á los de la casa editorial han impedido llevar
á cabo este que era mi desiderátum, tanto mas fácil de ha-
berlo realizado, cuanto que la mayor parte de la obra está
ya escrita.
Adoptando el método lógico del orden de aparición de
los seres empezaremos por la época i.a ó
Vy xjl [IraLEOZOICA^^^^
La aparición de la vida señala el principio de este perío-
do, cuyo nombre significa tiempo de los animales antiguos, de
palay os y zoos. Confusos aun, y vagamente estratificados en su
origen, los bancos que se formaban en el seno de los mares no
tardaron en marcarse con claridad, diferenciándose tan solo
por su composición y accidentes estratigráficos, de los terre-
nos de sedimento mas recientes. Las inyecciones ígneas, las
rupturas, los replegamientos y ondulaciones con los contor-
neamientos de las capas, figuran en este período en gran
número; fuertes frotaciones comunican á muchas masas la
estructura pizarreña y hojosa; y los sedimentos químicos vie-
nen á intercalarse ¡i menudo en medio de los de origen me-
cánico, que predominan, sin embargo, sobre todo en la base
del sistema. Las tierras firmes aumentan de extensión al re-
dedor de la mayor parte de los puntos salientes, apareciendo
nuevas islas en considerable número; Europa asemejábase á
la sazón á un vasto archipiélago: algo mas resistente ya la
corteza terrestre, da no obstante paso á numerosas erupcio-
nes de rocas ígneas ó hidrotermales, entre las que dominan
los granitos y los pórfidos; comienzan á dibujarse cadenas
de colinas y verdaderas montañas. De esta época datan mu-
chos accidentes orográficos en la península Escandinava, Fin-
landia, Polonia, Rusia, la Alemania central, Escocia, el país
de Gales, Bretaña, el Limosin y el centro de España, tierras
todas por lo general aisladas é independientes unas de otras.
Entonces fue cuando aparecieron, del todo ó en parte los
Alpes escandinavos, el Hundsruck, el Taurus, el Herzgebir-
ge, etc. Este período comprende cierto número de terrenos
-lue importa estudiar separadamente.
Terreno Laurentino. — Así llamado porque
ocupa vastas superficies en el Canadá, á orillas del rio San
Lorenzo: consta de gneis, calizas y pizarras, mas ó menos
penetradas de rocas eruptivas y de filones.
Por su enorme espesor, que excede de 10,000 metros, se-
gún los geólogos norte-americanos, debe considerarse como
un terreno bien distinto. Los bancos calizos que encierra, de
bastante importancia, proceden indudablemente de las fuen-
tes minerales, las primeras sin duda que existieron, sobre
todo admitido que los gneis son rocas metamórficas hidro-
termales, de sedimentación mecánica.
Si el Eozoon canadense, que caracteriza el terreno lauren-
tino, es real y efectivamente un fósil de naturaleza animal,
los foraminlferos ó rizópodos son los primeros séres cuya
existencia se haya demostrado oficialmente, siquiera su vida
suponga otros organismos anteriores que le sirvieran de ali-
mento. Forzoso es, sin embargo, declarar que muchas auto-
ridades científicas niegan, fundados en razones muy valede-
ras, la naturaleza orgánica á esta aurora de la vida que es lo
que significa la pomposa palabra Eozon con que se la designa.
Edad relativa délos fósiles. — Sobre este punto debo obser-
var que la época de la aparición de los séres no se dará
jamás sino provisionalmente y con una precisión relativa.
No cabe duda que alguna parte de los datos contenidos en
este capítulo no estará del todo conforme con la ciencia
cuando el lector lea estas líneas, pues á cada instante se
hace algún inesperado descubrimiento que aleja hácia el
pasado el origen de tal ó cual familia. Así, por ejemplo, la
especie humana, que databa de la época actual para Cuvier
y los de su escuela, se remonta, según Boucher de Perthes,
á la época cuaternaria; para Mr. Desnoyers comenzó á fines
del período terciario; y para Mr. Bourgeois á mediados del
mismo. Con frecuencia se reproduce idéntico hecho: muchos
tipos habrán envejecido en los dos reinos orgánicos, pero
sin duda en una proporción relativa; de modo que las
relaciones generales no se habrán modificado de una manera
sensible.
Los vegetales, que se alimentan directamente de la mate-
ria inorgánica, han precedido sin duda alguna á los animales
en el globo; pero como no conocemos ninguna planta de la
época Laurentina, solo con gran reserva nos atreveríamos á
considerar como de aquella remota época el Equisetum
hallado en un cantoerrático de gneis de la Valtelina.
Sin embargo, esta especie es la mas antigua planta terrestre
conocida, y pertenece á una de las familias mas superiores
de las criptógamas.
Si juzgamos por lo que vemos en los arrecifes de formación
reciente, es de presumir que vegetales mas imperfectos, tales
como musgos, liqúenes, setas, algas de agua dulce y salada,
que la fosilización no conservó, poblaban entonces las tierras
y los mares.
He dicho que hoy es por lo menos dudosa la naturaleza
animal del Eozoon; con efecto, los señores King y Rownay,
por ejemplo, ven en este fósil, que pretenden haber ha-
llado en una roca liásica de la isla de Skye, el resultado
de perforaciones y grietas debidas á una causa puramente
mecánica.
Ter ren O Silúrico. — La sedimentación continuaba
por entonces con mucha actividad en las cuencas de los
mares, donde se depositaron conglomerados, areniscas y
pizarras mezcladas con poderosos bancos de caliza; pero
\erificabase la sedimentación en escala muy diversa, pues
mientras el silúrico apenas cuenta 600 metros de espesor en
Suecia, alcanza 8,000 en Inglaterra, debiendo agregar á ellos
una buena parte de los 8,ooo atribuidos en el mismo país al
terreno llamado cámbrico. En Inglaterra, en Bohemia y en
PALEOZOICA
559
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otros puntos algunas rocas eruptivas llegaron á intercalarse
entre las capas de sedimento produciendo notables trastor-
nos; al paso que en la península escandinava y en otros
puntos de Europa los sedimentos se suceden con notable
uniformidad y sin accidentes notables.
Los mares silúricos ocupaban grandes superficies en Rusia
y en los Estados Unidos; en la Europa central y occidental,
por el contrario, forman cuencas de mediana extensión,
pareciendo comunicarse difícilmente entre sí, á juzgar por la
diversidad de su fauna. Estas cuencas estaban situadas
principalmente en la península escandinava, en Bohemia,
en el país de Gales, en Bretaña y en el centro de España; su
diseminación denota que las tierras firmes se habían exten-
dido mas.
A partir del nivel caracterizado por el Eozoon canadense,
las capas de sedimento se suceden en un espesor de varios
miles de metros, sin que se hayan encontrado aun fósiles;
pero esta penuria denota la escasez y de ningún modo la
ausencia de los animales marinos. No se debe olvidar que el
metamorfismo, los frotamientos y los replegamientos del
suelo, la naturaleza del centro mineral, y otras muchas causas,
hacen desaparecer ó desfigurar del todo los fósiles, que
tienen tantas menos probabilidades de conservación, cuanto
mas antigua es la época que estudiamos. Es preciso observar
igualmente que muchos animales marinos no poseen ninguna
parte sólida ni dejan por lo tanto vestigios; y nada nos
asegura, por otra parte, que las capas reputadas como estériles
lo sean realmente, puesto que la experiencia de cada dia
ofrece la prueba de lo contrario.
Primeros SÉRES VIVIENTES.— Por fin aparecen
los primeros vestigios de animales marinos : son cavidades
cilindricas análogas á las de los anélidos arenícolas, y vagas
huellas que parecen pertenecer á poliperos, anélidos y á un
tribolites, creyéndose distinguir también los vestigios de
plantas marinas. Bien pronto aparecen mas claras estas
marcas ó señales, y no se tarda en hallar fósiles completos.
Los mas antiguos son foraminíferos, poliperos, equínidos,
moluscos, briozoos, braquiópodos y terópodos; casi al mismo
tiempo aparecen los trilobites, que pululaban en el mar
silúrico, donde alcanzan su mayor desarrollo numérico. Sin
embargo, los mares se pueblan rápidamente: los poliperos
zoantos tabulados y rugosos, casi desconocidos en las épocas
siguientes; numerosos crinoideos, del todo característicos,
algunos precursores de la importante clase de ios equínidos;
los graptolitos; innumerables moluscos braqúiopodos, perte-
necientes á géneros de los que aun existen algunos; moluscos
acéfalos y gasterópodos menos abundantes; cefalópodos
muy numerosos, todos de la categoría de los tentaculiferos
de tabiques lisos, cuyos géneros están representados algunas
veces por centenares de especies; trilobites sumamente
variados y algunos crustáceos inferiores; sérpulas y otros
anélidos; y, por último, peces ganoideos, constituyen el
cuadro de la fauna silúrica, que cuenta mas de 10,000 espe-
cies. En las capas superiores es donde aparecen los animales
vertebrados; en Inglaterra, en Bohemia, y sobre todo en
Rusia, se han hallado los primeros vestigios de peces, que
recuerdan los del terreno devónico, y cuyas osamentas y
restos diseminados constituyen en ciertas localidades inglesas
una capa de gran extensión superficial.
Carácter DE la FAUNA SILURICA. En resu-
men, la época silúrica bajo el punto de vista orgánico puede
decirse que representa el reino de los poliperos zoantos ru-
gosos y tabulados, de los crinoideos cistideos, de los grapto-
litos, de los moluscos braquiópodos, de los cefalópodos nau-
tífidos y de los trilobites. Los braquiópodos forman poco
mas ó menos los 3/10 de los moluscos paleozóicos, y sola-
mente los 1 1 200 de los moluscos actuales: en 1850 Bronn
registraba ya 589 pertenecientes á este primer período orgá-
nico, y hoy se conocen mas de 1,5o0' En l°s moluscos cefa-
lópodos halló Mr. Barrande 1,622 especies, de las cuales
correspondían 373 á los Cirtoceras y 851 á los Ortóceras.
Los trilobites figuran en número de mas de i,7co especies:
una notable familia de poliperos, la de los graptolitos, princi-
pia y concluye en los mares silúricos.
Flora silúrica. — Difíciles de conservar por la fo-
silización, las algas marinas no son conocidas sino por vesti-
gios bastante vagos: hasta ahora no se han señalado las plan-
tas terrestres de una manera segura mas que en las capas
superiores: son tipos afines de las, licopodiáceas, y sin duda
existían anteriormente. En efecto, sin hablar del Equisetum
Sismondae, cuyo verdadero yacimiento es desconocido aun,
se pueden atribuir á vegetales terrestres las vetas carbonosas
y las masas de antracita que existen en el terreno silúrico,
y el grafito del horizonte laurentino del Canadá.
FAUNA SILÚRICA. — Hecha esta indicación general,
describamos rápidamente los principales tipos de la fauna
silúrica.
AMORFOZOOS. — No necesitamos detenernos en la se-
rie de los amorfozoos, pues apenas se halla representada por
algunas esponjas, cuyos principales grupos se han indica-
do ya.
RADIADOS. — Los radiados silúricos pertenecen a la
clase de los poliperos y á la de los equinodernos.
Los poliperos silúricos forman casi exclusivamente parte
de las familias de los zoantos tabulados y rugosos y de los
graptolitos, cuyos representantes pueden verse en las figuras
del texto pág. 458.
EQUINODERMOS. — La clase de los equinodermos esta
representada por los ordenes de los crinoideos, esteleridos y
tal vez por los equínidos.
CRINOIDEOS. — Los crinoideos se han comparado á
menudo con las estrellas de mar invertidas. Consisten, efecti-
vamente, en un cuerpo ensanchado en cúpula, que contiene
los principales órganos, representando la región central de
las asterias. Este cuerpo ó cáliz formado exteriormente por
un gran número de piezas articuladas entre sí, esta rodeado
de brazos, articulados también, y que algunas veces se ra-
mifican á lo infinito. El cáliz está cerrado interiormente yen
la parte superior por una bóveda que cubre las visceras,
compuesta de piezas que terminan sobre el nivel de la in-
serción de los brazos. La boca se abre en la parte superior
y en el centro de dicha bóveda, y el ano, que se distingue
siempre, está á un lado. Hayr crinoideos libres, pero los mas
se hallan fijos en el suelo por un tallo flexible, rectilíneo,
compuesto de un gran mímero de discos agrupados entre sí.
Su forma es casi siempre circular ó pentagonal, y las estrías
de sus caras en contacto proporcionan buenos caractéres
para distinguir los géneros y las especies. Por lo general se
ensancha el tallo en su base, fijándose en el suelo por medio
de una dilatación que simula una raíz con cuyo nombre se
distingue.
Los crinoideos silúricos pertenecen principalmente a la
familia de los cistidos, que se reconocen por su cáliz ovoideo
sin tallo, ó con uno muy fuerte y corto. Los brazos son ru-
dimentarios, y faltan en varios géneros. Caracterizados por
el desarrollo normal de sus brazos y de su tallo, los verda-
deros crinoideos se hallan representados igualmente en el
terreno silúrico por formas globulosas y recogidas, pertene-
cientes á la familia de los ciatocrínidos.
ESTELÉ R IDOS. — Los esteléridos comienzan en las ca-
pas superiores del terreno, y pertenecen á la familia de los
astéridos, que es la mas elevada. Cubiertos exteriormente de
í
560
PALEONTOLOGÍA
placas muy duras, con frecuencia espinosas, su cuerpo suele
afectar la forma de una estrella de cinco radios. Las principa-
les visceras están en el centro; los radios ó brazos son an-
chos, aplanados, con una cavidad inferior en la que se alojan
varias prolongaciones del aparato digestivo. La posición de
los esteléridos es inversa de la de los crinoideos, hallándose
todos los órganos debajo. Los astéridos silúricos constituyen
varios géneros, algunos de los cuales tienen representantes
en los mares de hoy dia.
EQUÍNIDOS. Los equínidos, llamados también erizos
de mar, son los mas complejos del grupo. De forma esférica
ó globulosa, tienen el cuerpo protegido por un dermato esque-
leto compuesto de placas imbricadas, en cuya superficie
existen muchos tuoerculos mas o menos salientes, que sirven
de apoyo á unas púas ó varillas movibles. Cuando el dermato-
esqueleto del erizo hallase desprovisto de sus púas aparece
dividido en diez segmentos por lineas que se cruzan en dos
polos opuestos, como los meridianos trazados en una esfera.
Uno de estos puntos, situado debajo, marca el sitio de la
boca, guarnecida á menudo de poderosas maxilas; el punto
opuesto señala el del ano. En los erizos de mar irregulares la
boca puede encontrarse á veces en el borde interior del
dermato esqueleto, ocupando el ano todas las posiciones en-
tre la boca y la extremidad de la concha. Cada uno de los
diez segmentos se compone comunmente de dos series
de placas análogas entre sí en el mismo segmento; pero dife-
rentes si se consideran en dos contiguos. Las unas, en efecto
presentan varios agujeros que sirven para la respiración y la
locomoción, al paso que las otras están perfectamente ente-
ras. Llámase áreas ambulacrales á los segmentos constitui-
dos por las placas perforadas, é interambulacrales á los que
las tienen enteras. Resultan, pues, cinco de cada especie
alternando entre sí. La parte anterior del erizo está ocupada
por un área ambulacral, y la posterior por una interarabula-
cral. La forma y tamaño relativo de las áreas, la situación de
la boca y del ano, la forma y dimensiones de las púas y de
los tubérculos que le sirven de apoyo, etc., dan los caracté-
res mas importantes para su clasificación.
Los equínidos, que comienzan tal vez en los bancos mas
inferiores pertenecientes al antiguo terreno cámbrico, no han
dejado en el terreno silúrico propiamente dicho sino formas
dudosas ó poco auténticas.
MOLUSCOS. — La serie de los moluscos está representa-
da en la época silúrica por las dos sub secciones de los brio-
zoos y moluscos propiamente dichos.
BaiOZOOS. Son unos diminutos séres, á veces micros-
cópicos, encerrados en celdillas pétreas agregadas en colo-
nias análogas á la de los poliperos; pero á esto se reduce
toda la semejanza, pues los briozoos oírecen los principales
caractéres de la serie á que pertenecen, y no participan nun-
ca de una vida común. La forma de las celdillas y de las
colonias sirve para distinguir las especies fósiles: las primeras
pertenecen á dos tipos principales, ó bien nacen unas junto
á otras no terminando jamás en tubos, en cuyo caso parecen
sus colonias láminas simplemente perforadas ; ó bien se enla-
zan oblicuamente, uniéndose entre sí por la base ó por el
centro, y prolongándose en tubos que forman prominencia:
en este caso se asemejan á menudo las colonias á los polipe-
ros branquiados. Los briozoos silúricos pertenecen los mas á
este último tipo.
MOLUSCOS ORDINARIOS. — Están representados por
todas sus clases.
Br AQUIÓPODOS. — La de los braquiópodos es muy
numerosa durante este periodo paleozoico, en el que ofrece
una gran diversidad de tipos. No creo necesario penetrar en
el dominio de la zoología para describir el animal vivo; pero
debo indicar cuáles son las partes conservadas por la fosili-
zación ; y para no volver á tratar varias veces del mismo
asunto, daré aquí los caractéres de las principales familias
paleozoicas.
LINGULIDOS. — Carecen de apófisis branquiales y de
charnela; valvas casi semejantes, ahuecadas en su extremidad
para el paso del pedúnculo que fija el animal; dermato-
esqueleto córneo. — Géneros, Ungula, obolus.
ORBICULIDOS. — No existen las apófisis branquiales
ni la charnela; gran valva imperforada, y la pequeña con un
agujero redondeado para el paso del pedúnculo; dermato-
esqueleto córneo ó subtestáceo. — Géneros, orbiculoideos,
trematis, siphonotreta, acrotreta.
C RÁNIDOS. — Ausencia de apófisis branquiales y de
charnela; concha testácea, perforada, fija á otros moluscos,
á equinodermos ó á diversos objetos por su propia sustancia.
— Género, crania.
Calckolidos. — Carencia de apófisis branquiales;
charnela rectilínea, finamente dentada, gran valva cónica,
muy gruesa, con área grande; la pequeña plana y operculi-
forme: dermato-esqueleto fibroso.— Género, calceola.
PRODÚGTIDOS . — No hay apófisis branquiales ni
pedúnculo para fijarse el animal;, concha perforada, con
grandes aberturas prolongadas en tubos. — Géneros, produc-
tus, chonetes
ORTÍSIDOS. — Faltan las apófisis branquiales, y no hay
aberturas tubuladas; la gran valva está perforada para el paso
del pedúnculo muscular. — Géneros, orthis, orthissia, stro-
phomoena, leptoena.
RlNCONÉLIDOS. — Apófisis branquiales poco desarro-
lladas y consistentes en dos láminas bastante cortas que
sostienen brazos arrollados en espiral; animal fijo por un
pedúnculo que pasa por un agujero de la gran valva.
Concha fibrosa, siempre sin perforar.— Géneros, rhyncho-
nella, atrypa, camarophoria, pentamerus, parambonites.
Spiriféridos. — Apófisis branquiales muy desarrolla-
das, dispuestas en espiral cónica; rara vez está el animal fijo
por un pedúnculo; dermato-esqueleto fibroso, á veces perfo-
rado.—Géneros, spirifer, cyrtia, spirigera, spirigerina, retzia,
uncites.
TerebratÚLIDOS. — Apófisis branquiales muy des-
arrolladas y mas ó menos complicadas, jamás espirales;
animal fijo por un pedúnculo que sale de un orificio de la
gran valva; deltidium compuesto de dos piezas, finamente
perforado.— Géneros, terebrátula, strigocephalus.
Todos los géneros indicados, excepto los calceola, pro-
ductus, camarophoria, uncites, strigocephalus, y acaso las
tcrcbrátulas, figuraban en la época silúrica, á la cual parecen
pertenecer exclusivamente los obolus, acrotreta, siphonotreta
y parambonites.
Pleuroconcos. — Bajo el punto de vista de la
Paleontología, los acéfalos se dividen en pleuroconcos y
ortoconcos: los primeros, cuyo tipo está representado por la
ostra común, tienen las dos valvas desiguales; fija algunas
veces al suelo por su propia sustancia, la inferior es casi
siempre la mas grande y mas gruesa; la concha se inclina
hacia uno de sus lados y de aquí la denominación de pleu-
roconcos. Las familias y géneros de moluscos acéfalos son
demasiado numerosos para describir sus caractéres en esta
obra sin salir de los límites que nos hemos impuesto, y de
consiguiente nos limitaremos á indicar los mas importantes,
cuando sea necesario. Los pleuroconcos silúricos pertenecen
en su mayor parte á los géneros avicula, ambonychia,
posidonomya, pterinea y algunos otros algo dudosos que por
lo tanto es inútil mencionar.
ORTOCONCOS. Estos acéfalos llámanse así porque su
PALEOZOICA
561
estación es vertical ó poco menos, permaneciendo con la
boca hácia abajo. La concha es equivalva, y casi siempre
tiene dos músculos. Bajo el punto de vista paleontológico se
dividen en integropaleales y sinupaleales.
INTEGROPALEALES.— Estos carecen de sifones, ó
únicamente los tienen rudimentarios, de donde resulta que
la impresión del manto en el interior de las valvas se conserva
paralela al borde de la concha; y no está escotada por ningún
seno. Termina por arriba y por abajo en las dos impresiones
musculares. Los sinupaleales tienen, por el contrario, los
sifones muy desarrollados, de modo que la impresión paleal
está escotada en la parte superior de la concha por un seno
mas ó menos profundo.
Los ortoconcos silúricos pertenecen á la categoría de los
integropaleales; los mas se asemejan á los géneros gromysia,
cardiola, orthonota, modiolopsis, paltearca, afine de las
arcas, ctenodonta, muy parecida á las nuculas, megalodus,
isocardia, cypricantia, y algunos otros dudosos.
Gasterópodos, heterópodos y terópo-
DOS. — La clase de los moluscos gasterópodos, cuenta
numerosos representantes en la época silúrica; lo mismo
sucede, relativamente, con la de los heteropodos y la de los
terópodos, que bajo el punto de vista paleontológico pueden
reunirse sin inconveniente. Distinguense sobre todo porque
el pié que es carnoso y sirve para rastrear en los gasterópo-
dos, adquiere en los heterópodos la forma de una hoja
comprimida que sirve para nadar, hallándose sustituida en
los terópodos por aletas situadas á cada lado del cuello.
Los gasterópodos casi siempre llevan concha, única parte
del animal conservada por la fosilización.
El número de familias y géneros de los moluscos gaste-
rópodos es tan considerable, que no es fácil caracterizar los
principales grupos como se ha hecho con los braquiópodos,
y en su consecuencia no describiré sino los mas importantes
cuando sea necesario. Los géneros silúricos pertenecen ge-
neralmente á los tipos de gran ombligo y boca escotada por
un seno medio; los principales son los siguientes: loxonema,
turbo, cirrus, platiostoma, straparolus, evomphalus, scalites,
pleurotomaria, murchisonia, bellerophon, helicostoma, cyr-
tolites, helcion, capulus; y entre los terópodos, los géneros
vaginella y conularia.
Boca encogida. | gom poce rXtidos.
nos central..
El siguiente cuadro resume los caracteres de las familias y de los principales géneros paleozoicos , cuya clasificación es por
otra parte mas bien artificial que natural.
í Sifón central. Gomphoceras
J f Interno. . . . Campulites.
| Id. marginal j Externo.. . . Oncoceras.
_ , t ( Sifón simple. Orthoceras.
Concha recta. . j I(j en rosar;0 Actinoceras
Id. arqueada Aploceras.
La última en
, \ forma de
Sueltas separa- cayado. . Hortulus.
das j La última no
en cayado. Nautiloceras.
ÍLa última en
forma de
cayado. . . Limites.
La última no
en cayado. Nautilus.
Concha en espiral Trochoceras.
De paredes
simples. . . Cameroceras.
Id- recta- sifon anch0- • • < formando
conos en-
chufados. . Endoceras.
[ Id. estrecho Melia.
Id. arqueada Gyrtoceras.
Id. arrollada so- ( Vueltas separadas. . . ..... Cyroceras.
bre el mismo \ XA í Sifón interno Trocholites.
plano | Id cont)£ua£- • \ id. externo. . Cryptoceras.
, , . . ... í Sifón interno. . . . . . ( Climenidos Clymenia.
Tabiques angulosos de lóbulos sencillos., j externo -j Goniatidos Goniatites.
Id. con lóbulos rameados t Ammonitidos-Ammonites.
Tabiques sim-
ples Nautili-
dús.
Boca no encogi-
da ó regular.
A DE NUE
Si se exceptúan las Nautiloceras, Aploceras, Cryptoceras
y Clymenias, todos los géneros del cuadro están represen-
tados en la época silúrica; de los silúricos, los Trochoceras,
Cyrtoceras, Orthoceras, Nautilus, Gyroceras y Goniatites,
son los únicos que pasan al terreno devónico, según Mr. Bar-
rande.
Cefalópodos.— La clase de los cefalópodos, la mas
elevada de la serie, tiene numerosos representantes en la
época silúrica. Uno de sus órdenes, el de los tentaculíferos,
alcanza casi al principio su máximum de desarrollo numéri-
co, pudiéndose comparar en este concepto con la clase de
los braquiópodos, á cuyo destino parece asociada durante
TV
el trascurso de los tiempos geológicos. Representados en
todas las épocas antiguas por tipos tan numerosos como ca-
racterísticos, los cefalópodos tentaculíferos son en cierto
modo los fósiles predilectos de los geólogos. Importa pues
darlos á conocer algo detalladamente; y para evitar repeti-
ciones inútiles, daré aquí los caractéres de los principales
géneros paleozoicos y de todas las familias.
Tentaculíferos. — La concha de los cefalópodos
tentaculíferos, como la de los gasterópodos, consiste en un
cono arrollado de diversos modos, dividiéndose en un gran
número de celdas, por tabiques atravesados por un tubo lar-
go algo cónico, llamado sifon. Este último termina en la
71
PALEONTOLOGIA
562
celda primera de donde arranca el cono generador, al paso
que las otras celdas no comunican entre si ni con el exterior.
Llena el siton un ligamento tendinoso que sirve para fijar
el animal, que no ocupa nunca sino la última celda 6 sea
la que se abre por fuera á manera de boca, cuyos contornos
son mas ó menos escotados y se prolongan en lacinias. Tal es,
en pocas palabras, la estructura de la concha de los cefaló-
podos tentaculíteros. Las familias y los géneros se caracteri-
zan principalmente por el punto en que se halla el sifón que
puede perforar los tabiques en su centro, en su borde interno
ó externo, ó cerca de él; por la forma de la boca y, en fin,
por el aspecto exterior de los tabiques que separan las
celdas. Simplemente arqueados en su centro, estos tabiques
se pliegan algunas veces en sus bordes de una manera tan
complicada, que la huella que dejan en la superficie del
molde interior se asemeja á menudo á un follaje recortado
y dividido á lo infinito. Dícese entonces que los tabiques son
festoneados y se distinguen los lóbulos, ángulos ó salientes del
tabique del lado de la punta del cono generador, y las sillas
ó prominencias del tabique del lado de la boca. Los prime-
ros son siempre angulosos, los segundos redondeados según
puede verse en alguno de los Ammonites que figuran en la
robra.
Articulados. — La división de los articulados es tal
vez la que ha dado al terreno silúrico los fósiles mas nota-
bles y característicos. No citaré aquí la clase de los anélidos,
representada ya en los bancos cámbricos, ni tampoco diver-
sos crustáceos, pertenecientes en general á los tipos inferio-
res; pero debo hacer alguna indicación acerca de la curiosa
é importante familia de los trilobites.
Trilobites. Son crustáceos afines de los braquió*
podos, conocidos hasta en su estado embrionario por las
perseverantes exploraciones del señor don Joaquín Barrande,
á quien se debe además la característica de los diferentes
grupos de estos séres según que pertenecen á este ó al otro
de los tres horizontes que él llama Fauna i.a, 2.a y 3.a silú-
rica. Pero como gran parte de estos datos los encontrará el
lector en la descripción del terreno silúrico en el tratado de
Geología, excusamos la repetición.
Vertebrados. — El tipo vertebrado solo está repre-
sentado por la clase de los peces, que se halla en los bancos
superiores; pero atendiendo á que estos peces pertenecen á
los mismos grupos que los del devónico, donde se multipli-
can mucho, aplazaremos la descripción para cuando se trate
de este terreno.
Flora silúrica. — También creo oportuno dejar
para después el estudio de los vegetales paleozoicos, pues el
conocimiento que tenemos de la flora silúrica dista mucho
de ser perfecto. Solo se sabe que las plantas terrestres per-
tenecen al grupo de los acotiledones acrógenos, que ha
dejado tan numerosos representantes en el terreno carbo-
nífero.
Distribución de los fósiles silúricos. —
Es muy interesante estudiar la distribución de los fósiles en
el sentido vertical y horizontal, pues los resultados ofrecen
á veces mas claridad en este que en los otros terrenos, y de
consiguiente nos ilustran con cierta exactitud acerca de la
duración, el agrupamiento y la distribución geográfica de
los animales marinos en otro tiempo. Véase lo que he en-
contrado de mas positivo sobre este punto.
Faunas particulares.— En todos los países
silúricos constituyen los fósiles asociaciones distintas ó fau-
nas particulares, que se suceden en número variable, según
los parajes, en el trascurso de dicha época. Hay seis en
Bohemia, siete en Suecia, y catorce en los Estados-Unidos,
donde el terreno está mas desarrollado que en el antiguo con-
tinente. En estas tres regiones, así como en Inglaterra, el
órden de sustitución de las faunas, y hasta de las especies
de que se componen, es generalmente análogo; y todas pue-
den comprenderse en tres grupos mas extensos, designados
por Mr. Barrande con los nombres de fauna primera, fauna
segunda y fauna tercera, según su antigüedad. Mr. Angelin
no admite que en Suecia haya especies comunes entre las
siete faunas consecutivas; en Bohemia son raros y excepcio-
nales los tránsitos de fósiles de una fauna á otra, constitu-
yendo por el contrario la regla en Inglaterra y en los Esta-
dos Unidos, con la diferencia de que en este último país
apenas se encuentran especies comunes á mas de dos ó
tres de los catorce pisos de Mr. J. Hall, mientras que en
Inglaterra hay fósiles que se propagan en casi todo el espe-
sor del terreno.
Las intercalaciones de rocas eruptivas entre los bancos
fosilíferos señalan con frecuencia la separación de las faunas
en Bohemia y en Inglaterra, que no existe en Suecia, donde
los estratos presentan una notable uniformidad de compo-
sición mineralógica, y sin embargo, las faunas son mas dis-
tintas que en ninguna otra parte. Este nuevo ejemplo de-
muestra que las especies se suceden en virtud de leyes
orgánicas desconocidas, y que la naturaleza de la localidad,
así como los trastornos que pueden producir los fenómenos
eruptivos, no influye con frecuencia de modo alguno en su
extinción y sustituciones.
COLONIAS. — He dicho que los mismos fósiles apare-
cieron simultáneamente en todas las regiones silúricas, de
modo que el órden zoológico es el mismo en Suecia, donde
el terreno tiene 600 metros de espesor, que en Inglaterra,
donde cuenta mas de 8,000. Bohemia, sin embargo, parece
ofrecer una excepción : en muchos puntos ha reconocido el
eminente Barrande la presencia prematura, en la segunda
fauna, de colonias de fósiles pertenecientes á la tercera en
todo el resto de la cuenca. Como este geólogo observó
que 32 de las 57 especies comunes á Inglaterra y á Bohe-
mia no aparecen en este último país sino á un nivel superior
al que ocupan en el primero y en otros, dedujo que las
colonias proceden de regiones extrañas, desde las cuales se
han propagado poco á poco hasta Bohemia. Mas tarde se
ha usado mucho, y hasta abusado un poco de esta doctrina
de las colonias para explicar numerosos hechos anómalos ó
mal conocidos.
Distribución geográfica de los fósiles
SILÚRICOS. — En cuanto se refiere á la distribución geo-
gráfica de los animales silúricos, obsérvase una variación y
á veces una singularidad por lo menos tan notable como la
de nuestros dias.
Como la temperatura era casi uniforme en el globo, po-
demos deducir, según queda ya indicado, que las cuencas
de los mares se comunicaban difícilmente entre sí. Hace al-
gunos años que de varios miles de fósiles se conocían solo 57
especies comunes á Bohemia é Inglaterra; de 625 trilobites,
Suecia y Bohemia poseían solo seis de la misma especie, es
decir la centésima parte; y por el contrario tenían en común
la vigésima de los braquiópodos indicados en los dos países.
La fauna silúrica de América se asemeja mas á la de Bohe-
mia que esta á la de Suecia, y los trilobites aparecían mucho
mas estrechamente circunscritos que los crustáceos de nues-
tra época. Sin embargo, las familias, los géneros, y hasta las
especies, estaban en general mas extensamente diseminadas
en el globo, lo cual se explica por la uniformidad de tempe-
ratura. Los mismos géneros se encuentran en Europa, en
lo» Estados L nidos, en el Cabo de Buena Esperanza, y has-
ta en el estrecho de Barrow y la isla de Melville, á los 76o
de latitud norte: varias especies, tales como el Graptolites
PALEOZÓICA
4
*
Murchisonii, el Calymene macrophthalma, el C. Tristani y
el C. Blumenbachii, son comunes á localidades separadas
por todo el diámetro terrestre. Sin embargo, á partir de la
época silúrica nótanse ya centros de dispersión tan distintos
y numerosos como en nuestros dias; debiendo insistir sobre
la importancia de este hecho con harta frecuencia olvidado
6 desconocido.
Resultados generales.— El estudio de la dis-
tribución de los fósiles silúricos conduce además á otros re-
sultados útiles, que el exámen de los terrenos mas recientes
no ha hecho mas que confirmar.
Obsérvase por de pronto la gran riqueza zoológica de los
mares, casi desde el momento de la primera manifestación
de la vida en el globo. Si fueran conocidos todos los fósiles
silúricos, y si no hubiesen desaparecido clases enteras sin
dejar el menor vestigio, la fauna de los moluscos, de los
crustáceos, y tal vez de los anélidos, no cedería á la de
ninguna otra época. Mr. Barrande ha demostrado que en
algunos conceptos es mas rica que la fauna terciaria.
Reconócese después la gran variedad de los géneros de
ciertas familias (braquiópodos, trilobites), y la prodigiosa
abundancia de las especies de varios géneros (ortoceras,
cirtoceras), que acaso no haya tenido jamás igual.
Háse visto igualmente que la duración de los tipos gené-
ricos puede variar dentro de los mayores límites : mientras
que las Ungulas, las cránias y los nautilos se han propagado
sin ninguna interrupción hasta nuestros dias, la existencia
de los graptolites ha sido tan efímera, que no pasaron del
silúrico.
Obsérvase también, contrariamente á una opinión acredi-
tada todavía, que si los dos reinos comenzaron en general
por los modelos mas imperfectos, y que si el organismo ha
seguido de continuo una marcha ascendente, no comienzan
siempre las clases y las familias por sus representantes mas
inferiores. Los crinoideos, en efecto, ocupan un rango supe-
rior en la división de los radiados, y esta familia principia
por sus tipos mas perfectos; los cefalópodos son los molus-
cos mas perfeccionados; y los primeros peces, todos hetero-
cercos, y varios de los cuales recuerdan en la época siguien-
te á los reptiles por varios de sus caractéres, aventajan casi
por todos conceptos á los que pueblan nuestros mares. Es
tos hechos, incontestables de todo punto, puesto que se fun-
dan en infinidad de hechos perfectamente observados, se
avienen mal con la doctrina de la transformación de las es-
pecies y de su continuo perfeccionamiento.
Se ha reconocido que muchas familias bien caracterizadas
y en particular las de los cefalópodos y los trilobites, apare-
cen bruscamente sin anunciarse por los tipos precursores ;
nuevo hecho que cuadra mal con la teoría de la transforma-
ción de las especies.
Por último, se ha observado que en esas épocas remotas
se caracterizaban los tipos genéricos y específicos tan dis-
tintamente como los de la actualidad, y que existían asimis-
mo razas y variedades comparables con las que vemos hoy.
FAUNA DEVÓNICA. — Poliperos. — Menos numerosos
que en la época silúrica, los poliperos están representados
por las mismas familias, es decir que casi todos forman
parte de los zoantos tabulados y rugosos.
Crinoideos, esteléridos, equínidos.— Los
crinoideos apenas disminuyen, aunque el grupo importante
de los cistidos no traspasa casi los límites del terreno prece-
dente. En cambio vemos que los ciatocrínidos se conservan
numerosos, y que aparecen nuevas familias, en particular
las de los haplocrínidos, la cual se compone de especies
pediculadas, cuyo cáliz, sobrepuesto de brazos muy cortos ó
rudimentarios, consiste solo en un corto número de piezas,
hallándose la bóveda reducida á cinco placas triangulares
que forman pirámide. Los esteléridos y los equínidos apenas
están representados.
BRIOZOOS. — Los moluscos briozoos atraviesan un ver-
dadero período de decadencia: casi todos los géneros silú-
ricos se extinguen y aparecen muy pocos nuevos. El número
de sus especies, que era de 480, se reduce á 86.
BRAQUIÓPODOS. — Siempre en extremo multiplicados,
los braquiópodos comienzan no obstante á declinar; bien es
verdad que si pierden varios géneros, se aumentan por otra
parte con verdaderas Terabrátulas, Productus, Uncites, Es-
trigocéfalos y Calceolas, siendo estos tres últimos géneros
absolutamente especiales. Los Spirifer están representados
principalmente por formas de grandes alas, en un todo ca-
racterísticas de la época.
ACÉFALOS. — Los acéfalos se mantienen casi al mismo
nivel: si el número de sus especies ha disminuido un poco,
en cambio se enriquece la clase con géneros nuevos, tales
como los denominados Lucina, Microdon, Conocardium,
Cardinia, Nucula, Arca, Mitilus y Pecten, algunos de los
cuales son aun algo dudosos. En el terreno devónico es don-
de aparecen los primeros acéfalos de agua dulce, siendo tan
afines de nuestras anodontas, que varios geólogos no los
separan de ellas.
Gasterópodos y terÓpodos.— Aunque mas
marcado el retroceso en los gasterópodos, solo es momentá-
neo; estos animales se multiplican extraordinariamente en la
época secundaria, y mas aun en la terciaria y en la actual.
Si pierden la mitad de sus especies en el terreno devónico,
enriquécense en cambio con varios géneros tales como los
Platyceras, Porcellia, Chiton, Dentalium, etc. Los terópodos
están representados principalmente por el género Conularia.
NAUTÍLIDOS. — Igualmente reducidos á una mitad en
cuanto al número de especies, los cefalópodos nautílidos en-
tran en un período de decadencia del cual no salen ya. Solo
siete géneros silúricos persisten en el terreno devónico, don-
de aparecen las Cryptoceras y las Clymenias; pero conviene
añadir que si ha comenzado la agonía de los nautílidos, apa-
rece al mismo tiempo otro grupo que debe prosperar en lo
sucesivo: me refiero á los tentaculíferos de tabiques lobula-
dos y angulosos, representados ya en el terreno devónico por
numerosas especies de Goniatites y Clymenias.
ARTICULADOS. — En la división de los articulados ci-
taremos tan solo algunos raros anélidos tubícolas: asociados
al destino de los braquiópodos y de los nautílidos, los trilo-
bites declinan mas rápidamente aun: solo se indican quince
géneros, uno de ellos especial, y unas quinientas especies. Los
crustáceos ordinarios están representados por cipidrinas, ci-
tereas y el gigantesco Pterygotus anglicus, que no medía
menos de cinco ó seis piés ingleses de longitud. Las cipridi-
nas y las citereas, por el contrario, son séres casi microscó-
picos: su cuerpo está encerrado en un caparazón bivalvo,
compuesto de dos piezas semejantes reunidas por una char-
nela dorsal. No se han señalado aun de una manera auténtica
en este terreno los aragnidos ni los insectos.
PECES. — Los vertebrados ganan en importancia rápida-
mente, y casi desde su aparición, los peces constituyen ya
una fauna muy notable. Bajo el punto de vista paleontoló-
gico, y siguiendo el ejemplo de M. Agassiz, se puede dividir
sin inconveniente alguno la clase de los peces en tres gru-
pos, caracterizados sobre todo por las partes conservadas en
estado fósil, y en particular por los tegumentos. De muy poca
importancia al parecer, estos caractéres corresponden á gran-
des diferencias en el organismo. Las tres sub clases admiti-
das por M. Agassiz son las de los placoideos, ganoideos y
teleosteos.
j
PALEONTOLOGIA
5<>4
PLACOIDEOS. — Estos peces, cuyos tipos vivos están re-
presentados por los tiburones y rayas, tienen la piel tan pron-
to desnuda como cubierta de pequeñas espinas compactas, ó
en otros términos granulada; otras veces está provista de
placas huesosas irregularmente diseminadas, y que presentan
en su parte superior puntas ó ganchos. Su esqueleto es car-
tilaginoso, y la cola de ordinario heterocerca, lo cual quiere
decir que la aleta caudal, en vez de terminar la columna
vertebral, está retirada por debajo. Las partes conservadas
por la fosilización son en particular los dientes, las placas
huesosas y los radios endurecidos de las aletas, llamados
ictiodorulites.
GANOIDEOS.— Están representados aun en la naturale-
za viva por el bichir del Nilo y por un reducido número de
otras especies; estos peces se distinguen por sus escamas
huesosas, revestidas de una capa de esmalte, dispuestas en
series regulares, é imbricadas entre sí por sus bordes. Algu-
nas veces se halla cubierta una parte del cuerpo de placas
sencillamente huesosas, que se apoyan unas en otras forman-
do una verdadera coraza. El esqueleto es huesoso <5 cartila-
ginoso; en la mayor parte de los géneros paleozoicos, un sen-
cillo cordon dorsal reemplaza á la columna vertebral, y la
cola es heterocerca. Los ganoideos fósiles se dividen en tres
órdenes principales, á saber: i.° los acorazados, cuyo cuerpo
está en parte revestido de un escudo de placas huesosas;
2.0 los rombiceros, que tienen las escamas estrechamente
unidas entre si por sus bordes, y en forma de rectángulo ó
paralelógramo, y 3.0 los melíferos, cuyas escamas son libres
y redondeadas en el borde posterior.
Teleosteos, — Estos peces son los mas comunes en
nuestros dias: distínguense por sus escamas córneas sin es-
malte, regularmente imbricadas y redondeadas en su borde
posterior. Son huesosos y homocercos, es decir, que la aleta
caudal termina el cuerpo en la extremidad de la columna
vertebral.
Se han dividido los peces teleosteos en dos órdenes, aun-
que muy artificiales, según que el borde posterior de la es-
cama sea entero ó dentado: son los cicloideos y los tenoi-
deos.
Los peces devónicos eran todos placoideos ó ganoideos;
los prinieros son conocidos sobre todo por los innumerables
ictiodorulites que han dejado en muchos niveles. Los ganoi-
deos pertenecen á tres órdenes y entre ellos el de los acora-
zados es el que ha ofrecido principalmente los tipos mas
notables. Los Pterichthys, cuya cola era la única parte esca-
mosa, tenían los miembros pectorales muy desarrollados y
mas bien parecían patas que aletas. Los Cephalaspis, mas
extraordinarios aun, distinguíanse por su cabeza redondeada
en la parte anterior y de enormes dimensiones, prolongada
lateralmente en dos puntas semejantes á las de las mejillas
de ciertos trilobites. Los rombiceros y los ciclíferos se apro-
ximan mas á la forma ordinaria de los peces actuales. Estos
dos órdenes están representados en la época devónica por
numerosos géneros, muy ricos en especies.
Véanse las figuras que completan la descripción del terre-
no devónico en la Geología y las correspondientes en la Pa-
leontología.
Aun no se han señalado de una manera auténtica en el
terreno devónico los vertebrados de respiración aérea.
Desde que M. Huxley demostró que la arenisca roja de
la célebre localidad de Elgin en Inglaterra pertenece al ter-
reno del trias, los mas antiguos reptiles conocidos son los
del terreno carbonífero. Con mucho mas motivo no contie-
nen los bancos devónicos ningún vestigio de vertebrados de
sangre caliente.
CARACTERES DE LA FAUNA DEVÓNICA . — Po-
demos decir en resúmen, que la época devónica representa
el reinado de las climenias y de los goniatites, y que se ca-
racteriza sobre todo por las calceolas, los estrigonocefalos,
los spirifer de grandes alas, las climenias y los peces ganoi-
deos acorazados.
FLORA devónica. — La flora de este período ofrece
ya cierto interés: abstracción hecha de las algas marinas y de
las criptógamas inferiores, que solo dejaron vagos vestigios,
conocíanse ya en 1850 unas sesenta plantas terrestres, perte-
necientes sobre todo á las familias de las equisetáceas, de
los heléchos, de las licopodiáceas, y á la grande división de
las gimnospermas. Hoy dia asciende este número á ciento
ochenta: los Calamites, las Estigmarias, las Sigilarías, los
Psilophiton, los Lepidodendron, las Nogeratias, los Protota-
xites, y otros géneros precursores de la magnifica flora car-
bonífera, están representados en el terreno devónico por
especies particulares: la descripción de las familias se hará
al tratar del terreno de la Ulla.
Todos de gran tamaño, y con frecuencia de colosales di-
mensiones, estos vegetales cubrían sin duda una parte de las
tierras firmes y pululaban en los pantanos y turberas de la
época, donde vivía ya una concha de agua dulce. Sumamen-
te notable por el número y vigor de los individuos, esta flora
era sin embargo muy monótona, consistiendo tan solo en
cada localidad en ocho ó diez especies sin flores, que se
repetían indefinidamente. Los depósitos de antracita, que
adquieren notoria importancia, denotan la riqueza de la ve-
getación, haciendo stíspechar la existencia de lagos ó panta-
nos muy extensos.
Fauna devónica en general. — La fauna de-
vónica no es sino la continuación de la silúrica, pero con
marcada tendencia al perfeccionamiento. Algunas especies
pasan de uno á otro terreno; muchos géneros silúricos están
representados en la época devónica por formas nuevas; va-
rias se extinguen; y las que aparecen presentan á menudo
mayor complicación en la estructura. Esta fauna, que cuenta
ya 5,160 especies, constituye un conjunto indivisible, compa-
rable con una de las tres grandes faunas silúricas, y sin em-
bargo mas rica tal vez que ninguna de estas últimas; de modo
que bajo el punto de vista paleontológico apenas equivale el
terreno devónico á la tercera parte del silúrico. Así pues, las
subdivisiones son menos generales y naturales, variando mas
en número é importancia según la localidad, porque se fun-
dan mas bien en la petrografía que en la paleontología. Por
este primer ejemplo vemos hasta qué punto es artificial la
división del periodo geológico en épocas distintas, y cuánto
se puede variar la extensión de estas. Nada se opondría, en
efecto, á que se reuniera el terreno devónico ai silúrico, del
cual formaría la fauna cuarta. Por motivos de conveniencia,
y porque no es cómodo dejar en una sola agrupación un
conjunto de bancos demasiado considerable, mas bien que
por consideraciones basadas en la naturaleza de las cosas, se
ha procedido á separar los estratos devónicos en un terreno
aparte. Nada impediría tampoco dividir el sistema silúrico
en tres terrenos, cada uno de los cuales vendría á tener poco
mas ó menos la importancia paleontológica del devónico.
Cuando se conozcan mejor las capas fosiiiferas mas antiguas,
será probablemente necesario introducir modificaciones im-
portantes en las subdivisiones del periodo paleozoico.
Distribución geográfica de los fósiles
DEVÓNICOS. Tal vez se distingan menos fácilmente en
esta época que en la silúrica los centros de dispersión. El
área ocupada en el globo por la mayor parte de las especies,
era siempre muy extensa. M. Verneuil indica cuarenta espe-
cies comunes á Europa y á los Estados Unidos; casi todos
los fósiles devónicos de España y del Cáucaso se encuentran
i
*
PALEOZÓICA
565
en el resto de Europa; de ocho especies de la China se
cuentan siete europeas. Los fósiles devónicos recogidos en
el hemisferio austral en Bolivia, en las islas Falkland y en el
cabo de Buena Esperanza, difieren específicamente de las
del hemisferio boreal ; pero pertenecen todas á géneros de
Europa; cinco especies son comunes al Cabo y á las islas
Falkland. Estos hechos indican la continuación de una tem-
peratura elevada y uniforme en los mares del globo.
Fauna carbonífera.— For a miníferos.—
En el terreno carbonífero marino adquieren importancia los
foraminíferos, hallándose representados sobre todo por las
fusulinas, que llenan ciertos bancos de Rusia hasta el punto
de habérseles comparado con la caliza de miliolites de los al-
rededores de Paris.
POLIPEROS. — En la división de los zoofitos, los poli-
peros declinan todavía un poco. Los zoantos rugosos cons-
tituyen por última vez una fauna numerosa; los tabulados
disminuyen por el contrario, y los tubulosos comienzan á
multiplicarse. Esta última familia se caracteriza por la ausen-
cia de tabiques verticales, reemplazados por simples estrías;
tampoco existe la columnilla y la pared es entera.
CRINOIDEOS. — Estos séres alcanzan su primer máxi-
mum, porque tienen otro en el terreno jurásico. Sin em-
bargo, los cistidos han desaparecido para no volver á pre-
sentarse, reemplazándolos los blastoideos, y sobre todo los
ciatocrínidos. Designados aun con el nombre de pentremíti-
dos, los primeros se reconocen por su cáliz globuloso, soste-
nido por un tallo delgado, y provisto de cinco áreas seudo-
ambulacrales, á causa de su analogía con los ambulacros de
ios erizos de mar. Cada una de estas áreas está surcada á lo
largo, estriada al través y perforada en su cima: los brazos
no existen. Esta familia, que se asemeja á la de los equino-
dermos superiores, se extingue en el terreno carbonífero,
donde llega á su apogeo. Los ciatocrínidos pertenecen sobre
todo á la familia de los actiocrínidos de largos, brazos y mu-
chos géneros son peculiares de la época.
ESTELÉRINOS, EQUÍNIDOS. — No podemos citar
los esteléridos sino de memoria. Los equínidos están repre-
sentados por la familia de los aroeocidaris, que parece re-
montar al terreno silúrico superior, el cual alcanza su máxi-
mum en la época carbonífera, sin traspasar el límite de los
tiempos paleozoicos. Estos erizos de mar se distinguen de
todos los de los períodos siguientes por tenerlas áreas inter-
ambulacrales compuestas por lo menos de tres series de
placas, todas exagonales.
B RIOZOOS. — Los moluscos briozoos progresan, refirién-
dose generalmente á los tipos de las épocas anteriores.
BraqUIÓPODOS. — Los braquiópodos cuya decaden-
cia continúa rápidamente, constituyen por última vez un
conjunto importante aun. Solo se enriquecen con el género
camarophoria, perdiendo los orthis, los strophomena y los
pentamerus. Los spirifer, los chonetes y los productus alcan-
zan su máximum; estos últimos están generalmente repre-
sentados por especies de muy gran tamaño.
ACÉFALOS Y GASTERÓPODOS. — Los acéfalos de-
clinan aun; pero los gasterópodos se rehacen un poco. Si la
existencia de los pleuroconcos sinupaleales es todavía dudo-
sa en las épocas anteriores, no puede ya ponerse en duda
en el terreno carbonífero, donde representa á esta familia el
género Allorisraa, afine de las foladomias. Entre los gaste-
rópodos, los géneros Bellerofon, Murchisonia, Straparolus,
Pleurotomaria, Evomphalus, y Polytremaria son sumamente
ricos en especies, y los mas llegan á su máximum.
NAUTÍLIDOS. — Continúa la decadencia de los cefaló-
podos nautílidos: en esta familia, tan numerosa en los tiem-
pos silúricos, solo figuran 271 especies en la fauna carboní-
fera. Casi todos los géneros paleozoicos que aun quedaban
desaparecen para siempre, y únicamente las ortoceras, las
cirtoceras y los nautilos llegan al terreno pérmico. Los nau-
tilos alcanzan aquí su máximum, como los goniatites.
ARTICULADOS. — En la división de los articulados, los
anélidos figuran pobremente. Reducidos á dos ó tres géneros,
los trilobites no están representados mas que por 15 especies.
Los crustáceos propiamente dichos, en cambio, aumentan
de número apareciendo varias familias nuevas, particular-
mente la de los jifosuros. Inscribo con duda las clases de los
aragnidos, miriápodos é insectos de la fauna carbonífera, por
temor de introducir tipos ulleros no hallándose siempre sufi-
cientemente distinguidas las dos faunas.
Peces. — Muy numerosos y característicos, los peces
recuerdan los de las épocas anteriores. Los placoideos alcan-
zan aquí su máximum para los tiempos paleozoicos, y están
representados por la familia de los plagióstomos, que se dis-
tinguen por su maxila superior movible y suspendida. Los
ganoideos se mantienen poco mas ó menos al mismo nivel;
únicamente los tipos acorazados y singulares de la época
anterior desaparecen casi del todo. Los cicliferos son muy
numerosos; pero los rombiferos predominan en la fauna,
comunicándola su carácter particular, y se aproximan yaála
forma de los peces actuales. Muchos géneros, tales como los
denominados Amblypterus, Eurynolus, Acrolepis y Paleonis-
cus, son muy característicos y dan innumerables especies.
Es de advertir que los Paleoniscus carboníferos tienen por
lo general las escamas lisas, distinguiéndose asi de sus con-
géneres pérmicos que las tienen rugosas ó estriadas.
Reptiles. — Aquí aparecen los reptiles, pues aunque
los autores no hayan distinguido siempre los que correspon-
den propiamente al terreno carbonífero marino y los que
pertenecen á los bancos ulleros de agua dulce, se puede re-
clamar no obstante para la fauna carbonífera el Sauropus
prim;evus de los Estados-Unidos, y el Eosaurus acadíans de
Nueva Escocia. Este último, conocido solo por sus vértebras,
pertenece al orden de los enaliosauros, reptiles marinos que
figuran en la época mosozóica, y cuya descripción apla-
zamos.
CARACTÉRES DE LA FAUNA CARBONÍFERA.
— Se puede resumir la época carbonífera diciendo que re-
presenta el reino de los crinoideos fijos, de los peces pla-
coideos, caracterizada particularmente por las fusulinas y los
pentremítidos; por la abundancia de los Chonetes y de los
grandes Productus; por los Bellerophon, los Straparolus,
los Cirrus, los Evomphalus y otros gasterópodos de espira
aplanada; y últimamente por los innumerables peces del gé-
nero Paleoniscus. En 1872 contaba esta fauna 4901 especies,
según Mr. Barran de.
FLORA CARBONÍFERA. — Un poco mas rica que la
devónica, la flora terrestre carbonífera se compone solo de
equisetáceas, de heléchos, licopodiáceas y gimnospermas;
solo cuenta siete especies comunes con la flora ullera.
Distribución geográfica de los fósiles
CARBONÍFEROS.— La flora y la fauna carboníferas indi-
can una gran uniformidad de clima y una temperatura tro-
pical, así cerca de los polos como en el Ecuador, donde el
calor no era excesivo. Encuéntranse, en efecto, los mismos
géneros, y á veces iguales especies en el Spitzberg y en Ca
boul. Los Chonetes variolatus, Productus striatus, P. Cora,
P. Semiarticulatus, Spirifer striatus, etc., han sido señalados
en todas las latitudes. De 22 especies carboníferas tomadas
de un cuadro que formó Bronn en 1856, 15 son comunes á
los Estados Unidos y á Europa, que posee asimismo 8 espe-
cies de Tejas, 8 de Bolivia, 7 de Van-Diemen, 5 de Caboul,
1 1 del. norte del Ural y 3 de la isla de los Osos y del -Spitz-
PALEONTOLOGIA
566
berg. Según Mr. Austen, encuéntranse en Inglaterra la mitad
de las 46 especies carboníferas descubiertas por él en Cache-
mira; y Mr. Davidson dice que de 26 braquiópodos del
Pendjab, 13 existen en Europa, 2 en la América del Norte
y 3 en la del Sur, siendo solo 8 propias de la India. La mi-
tad de las 18 especies de Timor estudiadas por Mr. Beyrich
pertenecen también á Europa. Sin embargo, las faunas esta-
ban circunscritas como en la época anterior, sino tanto como
en la silúrica, y sospéchase que haya algunas anomalías.
Mr. de Konnink ha reconocido, con efecto, en los fósiles car-
boníferos del Pendjab algunas formas que anuncian épocas
mas recientes; y señálase en Australia una verdadera mezcla
de fósiles carboníferos y jurásicos.
Fau^A U llera. — En el terreno ullero propiamente
dicho apenas se han encontrado mas que animales y plantas
terrestres como era natural. Entre los moluscos figuran algu-
nos acéfalos de agua dulce, afines de los Unió y de los Cyclas,
y algunos gasterópodos de los géneros Pupa, Spirorbis y
Zonites, siendo este ultimo afine de los Helix. Algunas limu-
las, euripteros y crustáceos anfípodos reemplazan á los trilo-
bites de las épocas anteriores. Los articulados de respiración
aérea hacen su primera aparición, bien reconocida: son
ortópteros afines de los escarabajos y de las langostas; neu-
rópteros, coleópteros, miriápodos y arágnidos, semejantes á
los escorpiones. Los peces pertenecen al órden delosganoi-
déos rombíteros, y están representados casi exclusivamente
por los Amblípteros y los Paleoniscos de escamas lisas, que
parecen acomodarse igualmente con las aguas dulces y las
marinas. La fauna délos reptiles adquiere importancia: señá-
lanse en la ullera batracios semejantes á las salamandras y
á ranas (Raniceps, Parabatrachius, etc.), algunos de los
cuales medían mas de dos metros de largo. Los labirinto-
dontes, que establecen el tránsito entre los batracios y los
reptiles, producen tipos cuya forma exterior recuerda las
salamandras o las serpientes (Ophioderpeton). Otros géneros,
con los cuales se ha constituido el grupo de los ganocéfalos,
presentan ciertos caractéres que no vemos sino en los peces
ganoideos. I ales son los Actinodontes, los Archegosauros y
los Protriton, que enlazan á los batracios con los lagartos,
pero cuya aparición, según algunos geólogos, se refiere mas
bien al terreno pérmico. Por último, los Dendrerpeton, los
Hylonomus, los Hylerpeton, etc., ofrecen los primeros tipos
terrestres de la familia de los lacértidos. Vemos que los rep-
tiles ulleros progresan en el sentido de la perfección orgánica;
pero si los batracios se han presentado antes que los reptiles
propiamente dichos, comienzan por los labirintodontes, que
son muy superiores á los batracios ordinarios. Aquí vuelve á
interrumpirse la pretendida ley del perfeccionamiento conti-
nuo.
Flora ullera. — Es la mas rica de todas las que
han precedido á la flora terciaria; pero acaso consista esto
en que es la mejor que se ha estudiado, y en que los terrenos
de agua dulce ocupaban entonces una extensión infinitamente
mayor que en ninguna otra época. Esta flora, como las ante-
riores, parece no contener mas que acotiledones acrógenos
y gimnospermos; pero importa describirla algo detallada-
mente, debiendo manifestar que á las sábias investigacio-
nes de los Sres. Brongniart, Goeppert, Schimper, Corda, y
Grand Eury, se debe sobre todo que conozcamos bastante
bien esta interesante flora, cuyas principales familias son las
equisetáceas, heléchos, licopodiáceas, calamodendreas, sigi-
larías, cicádeas, cordaites, coniferas y anularías. Las tres pri-
meras, y sin duda la última, pertenecen á la división de los
acotiledones acrógenos; las otras son dicotiledones gimnos-
permos.
Equisetáceas. — Se distinguen fácilmente por su
tallo recto y rígido, ahuecado en su centro, y de consiguiente
muy fistuloso, estriado á lo largo y dividido en cierto número
de entre nudos, en cuya base hay una vaina denticulada de
consistencia foliácea. Las ramas, cuando existen, nacen por
verticilos al nivel de los nudos por fuera de la vaina foliácea,
que llega así á ser axilar con relación á la rama, y no podría
asimilarse á un verticilo de hojas soldadas. Las estrías ó
canales que surcan exteriormente el tallo alternan de un
entre nudo á otro; el tallo mismo puede considerarse como
formado por dos cilindros huecos íntimamente sobrepuestos,
uno exterior ó cortical, y el otro interior ó leñoso. Análogo
á la corteza, el primero consiste en varias capas de tejido
celular, que contiene hacecillos fibrosos en determinados
sitios: su epidermis está incrustada de sílice amorfa. El segun-
do, que representa el cuerpo leñoso sin tener su consistencia,
encierra hacecillos fibro vasculares. Uno y otro están perfo-
rados por cavidades que simulan largos tubos, dispuestas en
círculos regulares; las del cilindro cortical corresponden á los
surcos que separan los lados salientes en el exterior; gene-
ralmente mas pequeñas, las del cilindro leñoso están situadas
en el intervalo de las primeras, y por lo tanto, frente á los la-
dos. Se han podido reconocer los mas de estos detalles de es-
tructura en las equisetáceas fósiles, que estaban arraigadas'del
mismo modo que las vivientes; es decir, que de un tronco
rastrero y articulado, que se introducía oblicuamente en la
tierra, dando nacimiento á numerosas raíces, partían tallos
aéreos aislados ó fasciculados, sencillos ó ramosos, según las
especies, terminados á veces en punta, donde los entre nudos
eran mucho mas cortos. Sabido es que el fruto de las equi-
setáceas consiste en un cono terminal compuesto de vertici-
los de escamas, semejantes á clavos de gran cabeza, y que
llevan los esporangios.
Se ha encontrado en las ulleras de Inglaterra y de Silesia
un verdadero equisetum de reducido tamaño; la familia
estaba, sin embargo, representada por el género calamites
en la época paleozoica. Los calamites, cuyas especies, gene-
ralmente de gran dimensión, medían con frecuencia un
decímetro de diámetro ó mas, ofrecen muchas analogías con
los equisetos vivos, difiriendo, no obstante, por la ausencia
completa de vaina foliácea y de apéndices exteriores, á los
cuales reemplazan verticilos de pequeños tubérculos, que se
consideraron, con razón, como ramas abortadas. A la altura
de las articulaciones ha observado Mr. Grand Eury un ves-
tigio de diafragmas, que dividían en celdillas sobrepuestas
la gran cavidad central, reconociendo asimismo la existencia
de una epidermis interior lisa en el contorno de dicha cavidad.
Los tallos, sencillos ó ramosos según las especies, nacían de
rizomas articulados, terminando en punta en su base. La
fructificación de los calamites no es bien conocida.
HELECHOS.— La familia de los heléchos estaba rica-
mente representada en el terreno ullero, y en general durante
todo el período paleozoico. Sus tipos mas numerosos é
interesantes pertenecen al grupo de los heléchos arborescen-
tes. Las mas de las especies fósiles se conocen por las hojas
y los tallos; debiendo advertir, sin embargo, que como solo
por excepción se encuentran las unas adheridas á los otros,
ha habido, en la aplicación de los nombres genéricos, algu-
nos errores cuyo número disminuye de dia en dia, pero que
no pudieron evitarse en un principio, habiéndose establecido
muchos géneros solo por el tallo ó por las hojas. De estos
últimos no tengo nada que decir, siendo su estructura idén-
tica con la de las hojas de los heléchos vivos: por la dispo-
sición de sus nerviaciones es por la que se han establecido
principalmente las diferencias genéricas. Rara vez se han
encontrado los soros en un estado satisfactorio: así como en
los heléchos vivos, la mayor parte de los tallos de las espe-
cies fósiles presentan exteriormente cicatrices que señalan
el punto de inserción de las hojas. Estas cicatrices son ovales,
ó se estrechan en ángulo hácia la parte superior, ó bien
afectan la forma de tresbolillo; su gran eje es de ordinario
vertical; están dispuestas en espirales regulares; y en su
centro se distinguen las protuberancias de los hacecillos
fibro vasculares que desde el tallo pasan á la hoja.
Los heléchos del terreno ullero se refieren á dos tipos
principales, que representan dos tribus, de las cuales podrían
considerarse como característicos los géneros odontopteris,
por una parte, y los caulopteris y psaronius por otra.
< Análogos á los angiopteris, y en general á los heléchos
vivos de la tribu de las maratieas, los odontopteris no son
conocidos mas que por sus hojas gigantescas de 5 á 6 metros
de largo, que nacían probablemente de troncos muy grandes
y carnosos. Los peciolos eran enormes; y aplanados por la
presión de las capas minerales, ofrecen el aspecto de láminas
delgadas, estriadas, de 30 á 40 centímetros de anchura:
algunas veces se han tomado por hojas de Nceggerathia.
Los caulopteris y los demás géneros de la misma tribu
recuerdan en un todo los heléchos arborescentes actuales,
por su aspecto y el carácter del tallo, cubierto exteriormente
de las cicatrices descritas antes. Este tallo tenia una estruc-
tura bastante análoga á la de los heléchos actuales, estructura
que será bueno recordar aquí brevemente. En el centro
existe una médula voluminosa, rodeada de un circulo de ha-
cecillos vasculares dispuestos en medias lunas, cuya conca-
vidad mira hácia fuera; estas medias lunas están revestidas
de una capa fibrosa, negra y muy dura, que les forma una
especie de estuche. La zona de las medias lunas constituye
al rededor de la médula central un cilindro que presenta
muchas desgarraduras é intersticios, pues los hacecillos
vasculares son sinuosos, no hallándose ;unidos entre sí en
toda su longitud. Completamente fuera, y apoyándose casi
* en los extremos de las medias lunas, una capa fibrosa, muy
dura, negra y continua, envuelve el tallo como una corteza,
en cuya superficie han dejado su huella los peciolos de las
hojas. Por la ausencia del estuche negro fibroso de las fajas
vasculares, es por lo que se distinguen en particular los
caulopteris de los heléchos vivientes. Su tallo aumenta de
volumen en su base por una multitud de raíces adventicias
incrustadas entre sí, que forman una red inextricable, de
manera que mas bien parecia un cono que un cilindro.
Los psaronius carecían igualmente del estuche leñoso de
las fajas vasculares: la estructura de su tallo les comunica
por otra parte alguna analogía con las licopodiáceas, con las
cuales se reunió al principio. En el centro se observa una
zona vascular bastante pequeña, rodeada de una vaina
fibrosa, y mas exteriormente de una corteza celular muy
gruesa, por la cual bajan raíces adventicias, paralelas, com-
primidas, muy delgadas y numerosas. El todo está circuns-
crito por una zona exterior, siempre convertida en carbón,
que debía corresponder á la superficie del tallo; pero no se
han observado cicatrices de los peciolos. Algunas veces las
raíces perforan la corteza, trepando por su superficie, siendo
mas gruesas que las encerradas en el interior. Mr. Grand
* Eury ha reconocido que se extendían horizontalmente, for-
mando un círculo de varios metros de radio al rededor del
pié del tallo. Ha visto ejemplares que presentaban varios de
estos círculos separados por capas minerales, lo cual prueba
que la base de los tallos estuvo varias veces sepultada debajo
de arenales. Debo llamar la atención del lector sobre estos
hechos interesantes, porque en ellos se ve una prueba de la
rapidez con que crecían los sedimentos ulleros, adquiriendo
varios decímetros de espesor á consecuencia de un solo
desbordamiento de las aguas, y por decirlo así, instantanea-
>1CA 567
mente. Mr. Grand Eury opina que los caulopteris son los
tallos, y los psaronius las bases de un mismo helécho.
LICOPODIÁCEAS. — La familia de las licopodiáceas
estaba representada principalmente en esta época por gigan-
tescos lepidodendron, árboles cuyo tronco medía de 20 á 30
metros de altura, y á menudo uno y medio de circunferencia,
contrastando notablemente con las licopodiáceas actuales,
que parecen grandes musgos rastreros. Frecuentemente bi-
furcado por simple división, el tallo presenta por fuera cica-
trices de peciolos provistas de dos ángulos salientes laterales,
marcados con un punto en su centro y dispuestos con regu-
laridad en tresbolillo.
Bastante parecido por la estructura al de los psilotum de
la flora actual, el tronco de los lepidodendron tenia en su
centro una especie de médula, al rededor de la cual forma,
ban un círculo continuo varios hacecillos leñosos. Numerosas
raíces adventicias trepaban en la profundidad de la zona
cortical. Las hojas se parecían un poco á las de las coniferas;
los órganos de la fructificación estaban recogidos en espigas
cónicas designadas con el nombre de lepidostrobus.
C ALAMODENDRON. — La familia de los calamoden-
dron no tiene su análoga en la naturaleza \i\a. el tronco
era recto, alto, liso por fuera, pero algunas veces estriado
cuando faltaba la corteza, proviniendo las estrías del reborde
de las láminas leñoso-verticales, que irradiaban del centro á
la periferia. Las mismas laminas sobresalían igualmente en
el interior, por el lado de la médula, que resultaba también
estriada en su ^contorno. Muy voluminosa, y tal vez poco
consistente, esta médula era sustituida muy pronto por la
materia mineral, que formaba un cilindro estriado, de tal
modo semejante á las calamitas, que varias especies de este
último género se fundaron á consecuencia de un error. Los
tallos con que se había formado el género calamophyllites
tienen verticilos espaciados de hojas largas y estrechas,
erguidas, aplicadas á menudo contra el eje; á su caída, estas
hojas dejaban cicatrices elípticas prolongadas tras\ersalmen-
te y provistas de un punto en su centro. Las ramas, cuyas re-
laciones con el tallo no se reconocieron hasta hace poco,
fueron colocadas en la familia de los asterofilites, que com-
prendía aun los géneros sphenophyllum y anularía, de los
cuales hablaremos muyT pronto. Estaban \crticilados en el
tallo, en la axila de las hojas, y tenían otras de estas mucho
mas pequeñas, igualmente dispuestas en verticilos; fuertes
raíces adventicias descendían en gran número de la base del
tallo, terminando este por una gruesa raíz ramificada. Mal
conocidos aun, los órganos de la reproducción parecen con-
sistir en espigas ó piñas análogos á los de los taxus y de las
araucarias. Sospéchase que los frutos fósiles llamados sima-
riopsis provienen de los calamodendron. Si las afinidades de
estos vegetales son aun difíciles de establecer, la estructura
de la raíz, y hasta del tallo, denota que se relacionan con
los dicotiledones gimnospermos, y que son afines á las cica-
deas. _ ....
SIGILARIAS. — Las sigiladas, tipo de una familia parti-
cular, tienen tallos sencillos, rectos, cilindricos, y comun-
mente acanalados á lo largo; presentan cicatrices de peciolos
ovales, mas largas que anchas, marcadas en su centro con
un punto abarcado por dos medias lunas. Las hojas eran
estrechas y lineares, como las de las coniferas, pero con
frecuencia bastante largas. La estructura de los tallos recuer-
da la de las cicadeas. Las sigilarías tenían enormes raíces
ramosas que se extendían bastante en el sentido horizontal,
ofreciendo cicatrices diseminadas sin órden, las cuales cor-
responden á los puntos de inserción de otras tantas raicillas
simples ó bifurcadas. Estas raíces son conocidas desde hace
mucho tiempo con el nombre de stigmarias; Bronn las atri-
4
568
PALEONTOLOGIA
afinidades con la de las cicadeas, y formaba probablemente
parte, como esta última, de la división de los dicotiledones
gimnospermos.
Cicadeas. — Las verdaderas cicadeas existían ya en la
época ullera. Sabemos que estos vegetales, cuyo aspecto
recuerda las palmeras y los heléchos arborescentes, tienen
un tallo recto, cilindrico, coronado por una copa de grandes
hojas pinnadas; en este tallo, varias capas leñosas, poco con-
sistentes, aunque muy gruesas, separadas por zonas celulares,
rodean una médula bastante voluminosa; y las raíces son
ramificadas como las de los otros gimnospermos. Las espe-
cies fósiles paleozoicas pertenecen sobre todo al género
Noeggerathia, que guarda un término medio entre las Cycas
y las Zamias de nuestra época. Las Nceggerathia tenían,
como las primeras, frutos aislados sobre un pedúnculo exten-
dido, y cual las segundas, hojas desprovistas de nerviacion
media saliente. Se les deben atribuir probablemente los frutos
fósiles llamados Rhabdocarpus.
CORDAITES. — De todas las familias antiguas laboriosa-
mente reconstituidas por la Paleontología, la de los cordaites
es tal vez la mas interesante; y sin duda alguna la que ha
hecho incurrir á los botánicos en mas errores, causándoles
mayores sorpresas. Las hojas, á veces de un metro de largo,
estrechas, ensiformes, semejantes á las de la dragonera; ó
bien cortas y ovoideas como las de ciertas coniferas de las
tierras australes, tenían nerviaciones finas y paralelas, hallán-
dose dispuestas en grupo en la extremidad de las ramas.
Cuando estas últimas quedaban comprimidas debajo de los
sedimentos, extendíanse de manera que , simulaban la hoja
en forma de abanico de ciertas- palmeras. Tal es el origen del
antiguo género Flabellaria, atribuido á la familia de las pal-
meras. Estas hojas eran sentadas, caducas, y dejaban en los
tallos cicatrices oblongo-lineares, prolongadas transversal-
mente, señaladas con una serie de puntos vasculares; las
ramas, en extremo numerosas, estaban muy divididas ; los
tallos tenían una gran médula central, acanalada á lo largo
en su contorno por el reborde de los hacecillos de la madera,
que semejante á la de las coniferas, rodeaba la médula en un
círculo continuo. Esta médula estriada, desprovista de su
cubierta leñosa, es la que ha servido de base para fundarlos
géneros Artisia y Sternbergia. Una corteza muy gruesa, y que
producía mucha ulla, formada por capas concéntricas alter-
nativamente fibrosas y celulares, protegía al tallo por fuera;
era análoga al tejido suberoso, que como este último, carecía
de radios medulares. Los cordaites eran grandes árboles cuya
altura excedia de 30 metros, con las gruesas raíces ramifica-
das de los. dicotiledones. Mal conocida aun, su florescencia
consistía en espigas dísticas, con pequeños cuerpos carnosos,
que se supone serian óvulos, y en botones que se ha creído
estarían formados por las anteras. Como quiera que sea, las
afinidades de la familia han sido claramente determinadas
por Mr. Grand Eury, quien la considera como muy afine á
las coniferas, asemejándola particularmente á las Gincáo y
klastaxineas.
CONÍferas. — Las verdaderas coniferas existen no
obstante en la época paleozóica, y llegan á ser numerosas en
el terreno pérmico, sirviendo para caracterizarle. Nada mas
tengo que decir de esta familia, tan ricamente representada
en la naturaleza viva.
ANULARIAS.— Aunque pertenezca sin duda á la divi-
sión de los acotiledones acrógenos, describo en el último
término la familia de las anularías, demasiado poco conocida
para que sea posible señalarle un lugar en la serie vegetal.
buye mucha importancia en la formación de la ulla. Varios Los restos que ha dejado consisten en fragmentos de tallos
autores opinan que los frutos fósiles llamados Trigonocarpus provistos de sus hojas, y en algunas florescencias; eran plan-
pertenecen á la familia de las sigilarías, que tiene grandes tas acuáticas, herbáceas, flotantes ú sumergidas á la manera
de las Miriofilas, cuyo aspecto tenían. Siempre muy delga-
dos, los tallos presentaron de trecho en trecho verticilos de
hojas ovales oblongas, con nervios ramificados en el género
Sphenopyllum, mientras que estas hojas estaban soldadas en
su base, ofreciendo mas desarrollo de un lado que de otro en
el género Anularía, en el que los verticilos aparecían mas
compactos. Ya hemos visto que los Asterofilites, con los
cuales se había formado un género de esta familia, no son
otra cosa sino ramas de Calamodendron. Las fructificaciones
consisten en espigas compuestas de verticilos próximos á las
brácteas, en el intervalo de las cuales se observan cuerpos
redondeados, considerados como esporangios, con razón ó
sin ella. De las florescencias aisladas se formaron en otro
tiempo los géneros Wolkmania y Bruckmania. Todo cuanto
podemos decir ahora de las anularías es que pertenecen
probablemente á la división de los vegetales acrógenos.
ANGIOSPERMAS, — ¿Han existido en la época paleo-
zóica las plantas cotiledóneas angiospermas? A priori, el
hecho parece poco probable; y aun á los ojos de varios geó-
logos, contrario á las sanas tradiciones, puesto que se admite
generalmente que los angiospermos monocotiledones no
comenzaron hasta el período mesozoico, y que los dicotile-
dones han aparecido por vez primera hácia fines de la época
cretácea. Sin embargo, esta no es razón para negar la exis-
tencia en este horizonte á los vegetales de estas dos catego-
rías, que habrían aparecido prematuramente: importa solo
que su existencia quede bien probada. Así pues, si estamos
dispuestos á aceptar de buen grado á los recien venidos, no
debemos admitirles sin buenas razones; no atreviéndome
á mencionar sino con gran reserva ciertos vestigios de plan-
tas angiospermas hallados en las ulleras de Inglaterra, parti-
cularmente el Antolites de Newcastle, que se ha comparado
á una florescencia de bromeliácea, y el Pothocites Grantonii
de Edimburgo qua se parece mucho á una espiga de aroidea.
ESTADISTICA Y DISTRIBUCION GEOGRÁFICA
DE LAS PLANTAS ULLERAS.— Según Mr. Goepper,
en 1859 se contaban 814 platas ulleras. Su distribución en
el sentido vertical parece bastante uniforme, lo cual difi-
culta establecer en el terreno divisiones fundadas sobre la
paleontología; Mr. Lesquereux ha creído, sin embargo, poder
agrupar en cinco horizontes, ó asociaciones particulares, las
350 especies conocidas en los Estados Unidos en 1S60.
Raro es que se encuentren mas de 20 ó 30 reunidas en una
misma localidad. Cada región tenia su flora especial; pero
muchas especies estaban sumamente diseminadas en el globo.
De los 140 heléchos señalados en Inglaterra, 50 vuelven á
encontrarse en otros puntos de Europa y en los Estados
Unidos; de los 16 del Alabama, 9 son europeos. Bronn indi
ca 33 especies, de las cuales 31 son comunes á la Europa
occidental y á la América del norte, existiendo 7 en Rusia, y
habiéndose recogido una en la isla de los Osos y otra en
Australia. Varios géneros parecen propios de la India y de
Nueva Holanda; pero las formas europeas predominan en
la Nueva Gales del Sur. En estos lejanos países se han indi-
cado también algunas anomalías, como por ejemplo una
mezcla de plantas marcadamente ulleras, y ciertas especies
que recuerdan los tipos de las mas recientes épocas. Si se
confirma este hecho, debe sorprendernos poco, porque se
reproduce con harta frecuencia desde que se miran las cosas
mas de cerca. Como quiera que sea, la flora ullera procede
absolutamente como la fauna carbonífera marina, ofrecién-
donos las mismas particularidades en la distribución de sus
especies, y hasta pudiera decirse iguales anomalías.
4
í
PALEOZOICA 569
Clima del globo en la época ullera.—
Durante esta época las tierras firmes habian ganado mas en
extensión, sobre todo en Europa. A favor de una tempera-
tura elevada y uniforme, la humedad era muy considerable;
torrentes de lluvia agrietaban el terreno, arrastrando á los
mares y á las cuencas lacustres las enormes masas rodadas,
los guijarros y las arenas que se encuentran en )a base de
todos los depósitos ulleros. No comieñzo á trazar aquí el
bosquejo de un cuadro de capricho, pues los datos que se
poseen permiten prejuzgar el clima según la naturaleza de
los sedimentos. En las cuencas muy limitadas de la meseta
central de Francia, por ejemplo, los espesos conglomera-
dos que constituyen el terreno ullero casi del todo provie
nen del contorno inmediato de estas cuencas, y no fue-
ron arrastrados por las aguas torrenciales. Obsérvase, por
otra parte, que las rocas ulleras se componen de ele-
mentos tanto mas voluminosos y desiguales, cuanto mas
próximas están á las montañas de la época, donde la acción
de los torrentes era sin duda alguna mas enérgica que en
los países llanos. La igualdad de la temperatura en el globo
está demostrada por el hecho de conocerse depósitos de ulla
formada de los mismos vegetales, desde el Spitzberg hasta
las islas de la Sonda, la tierra de Van-Diemen y la Nueva
Zelanda. El calor no era, pues, excesivo en las regiones
ecuatoriales; y si el reino vegetal presenta los mismos tipos
que en la inmediación de los polos, es porque reinaba
una gran uniformidad en toda la tierra. La naturaleza
misma de estas plantas, cuyas análogas no viven hoy si-
no en los bosques mas sombríos y húmedos de los trópicos,
denota una atmósfera pesada y nebulosa, que sin duda en-
cerraba todavía una gran proporción de ácido carbónico
procedente del fondo primitivo, puesto que ha suministrado
todo el carbón que hay en las ulleras, y que los desprendi-
mientos subterráneos de gas carbónico no parecen haber
adquirido cierta actividad sino á partir de la época actual.
\ a he dicho, con efecto, que las rocas eruptivas antiguas no
ofrecen protuberancias, y que sus cavidades no encierran
cenizas y escorias que revelen la intervención de los gases y
vapores.
CUADRO de la época ullera. — Inundadas
de continuo por torrentes de lluvia, cortadas por grandes
barrancos, cubiertas de lagos y de inmensos estanques, las
tierras firmes estaban invadidas por la mas vigorosa vegeta-
ción, favorecida, bajo un cielo siempre nebuloso, por el
calor, la humedad, y también sin duda alguna por la abun-
dancia de ácido carbónico en la atmósfera. En las depresio-
nes y pantanos, las estigmarias se enlazaban entre sí, for-
mando una turba espesa, sobre la cual se elevaban los
troncos enormes de las sigilarías, de los cordaites y de los
lepidodendron ; grandes colas de caballo, del tamaño de
los árboles y heléchos herbáceos, se mezclaban con esta
vegetación singular; en los parajes mas secos, otr«$ plantas
de esbelto tallo, cicadeas semejantes á las palmeras, y árboles
resinosos completaban el cuadro. Repetíanse sin cesar las
mismas formas: las plantas de flores de color no existían aun.
Nada alteraba la monotonía de aquella superabundante
vegetación, en que los individuos se oprimían desordenada-
mente en medio de los troncos derribados y de los árboles
muertos. Pululaban en las aguas peces de escamas orillantes;
agitábanse en los aires los insectos; y hediondos reptiles de
extravagantes formas dejaban sus huellas en el fa* *0 de los
pantanos; pero esta naturaleza no era ya muda cono en las
épocas anteriores: con el murmullo de las plantas, agitadas
por los vientos, mezclábase el zumbido de los insectos, y sin
duda alguna los mugidos de enormes batracios y de los
problemáticos labirintodon.
Tomo IX
FAUNA PÉRMICA. — Apenas cuenta 300 especies esta
fauna: todos los grupos se hallan en gran decadencia, y
sufren enormes reducciones, al menos en Europa y en los
Estados Unidos. Los poliperos, los crinoideos y los equini-
dos no componen ya mas que un reducido número de géne-
ros; casi todos los braquiópodos paleozoicos desaparecen,
subsistiendo ó presentándose algunos por última vez, tal
como los Atrypa, Camarophoria, Orthisina, Chonetes y
Productus, tan ricos en especies en otro tiempo. En lo suce-
sivo no saldrá ya este orden de su decadencia, y le eclipsarán
siempre los moluscos propiamente dichos, gasterópodos y
acéfalos. Los cefalópodos quedan reducidos á los géneros
nautilus, orthoceras y cyrthoceras; los crustáceos no figuran
ya sino de memoria, representados por el último trilobites, por
algunas lúnulas y varias cipridinas. Los peces placoideos
sufren también una gran disminución; siquiera los ganoideos
se conserven mas, distinguiéndose sobre todo los Palceonis-
cus por la variedad de sus especies v la abundancia de
individuos. Los reptiles se mantienen lo mismo: en esta clase
están representados los labirintodontes, y sobre todo los
lacertiformes, por un gran número de géneros especiales;
existen además tipos que no han sido clasificados aun de
una manera satisfactoria, varios de los cuales parecen rela-
cionarse con familias mas elevadas, habiéndose encontrado
en Inglaterra y en los Estados Unidos huellas que parecen
pertenecer á los quelonios. En resúmen, la fauna pérmica se
caracteriza por ciertos braquiópodos (Terébratula elongata,
Spirifer alatus, Productus horridus, P. Cancrini, etc.); por
ciertos acéfalos, de los géneros Mytilus, Schizodus, Monotis;
por los Palaeoniscus de escamas estriadas y punteadas; y por
reptiles pertenecientes á los. géneros Zygosaurus, Palteosau-
rus, Thecondotosaurus, Protorosaurus, etc.
FLORA pérmica. — Mas variada que la fauna pro-
porcionalmente, la flora pérmica se compone de los mismos
tipos que la ullera, solo que las especies difieren. Mr. Goep-
pert señaló en 1857 para Alemania y Rusia 182, de las
cuales estaban 169 contenidas en la arenisca roja que forma
la base del piso. Dos coniferas muy diseminadas en los bancos
pérmicos, laWalchia Schlotheimii y la W. hypnoides, carac-
terizan el terreno en todos los niveles donde faltan los otros
fósiles.
AFINIDADES É IMPORTANCIA DE LA FAUNA
PÉRMICA. — En cuanto á la fauna pérmica, considerada
en general, forma un conjunto indivisible, comparable con
una de las silúricas; de modo que las subdivisiones del
terreno varían según los lugares, correspondiendo solo á
cambios de la naturaleza mineralógica de los bancos. La
analogía es muy grande con la fauna carbonífera, á pesar de
las discordancias en la estratificación. En los países donde
no ocurren estas, como por ejemplo en los Estados Unidos,
los fósiles carboníferos parecen mezclarse con los pérmicos
en un gran espesor de capas, puesto que, según Mr. New-
berry, las especies carboníferas solo han desaparecido del
todo en el banco pérmico número 10 del corte de MM. Meck
y Hayden. Mr. Shallow dice, que de 75 especies pérmicas
se encuentran 16, ó sea la quinta parte, en los estratos car-
boníferos subyacentes. Por. lo que yo sé, no se han señalado
en Europa sino tres ó cuatro gasterópodos del terreno
pérmico.
DISTRIBUCION GEOGRÁFICA DE LOS FOSILES
PÉRMICOS. — La distribución geográfica de los fósiles
recuerda la de las épocas precedentes y denota las mismas
condiciones climatéricas. Los braquiópodos se distinguen,
como de costumbre, por ser los mas cosmopolitas: de
las 17 especies inglesas, 15 se encuentran también en Alema-
nia, y 7 en el nordeste de Rusia, cerca de los confines de
72
57o
PALEONTOLOGIA
Siberia. Según Mr. King, de 277 especies que constituían
en 1850 la fauna pérmica, Inglaterra posee 143, Rusia 73 y
Alemania 61; 13 son comunes á Inglaterra y Rusia, y 39 á
Inglaterra y Alemania. Mr. Sauroth fijó mas tarde en 50 el
número de fósiles pérmicos que existen á la vez en ambos
países. En el Spitzberg se han señalado por lo menos ocho
especies europeas, entre las cuales figuran los productus y
spirifer, designados antes como tipos, la Terebrátula Schlot-
heimii, etc. wmm
Estos hechos demuestran una gran uniiormidad de tem-
peratura, y el conjunto de la fauna indica un clima siempre
tropical. Es preciso, pues, acoger con reserva los asertos
contrarios de ciertos geólogos, que creen haber hallado
pruebas de la acción de los glaciares en la época pérmica, y
hasta en la devónica, atribuyendo al enfriamiento del globo
la pobreza de la fauna del terreno pérmico.
ÉPOCA MESOZOICA Ó SECUNDARIA
Mas conocida con el nombre de época secundaria, ha
recibido estas denominaciones porque ocupa un rango inter-
medio en la serie de las épocas geológicas. Solo se distingue
del periodo precedente por la aparición de un conjunto dis
tinto de animales y de plantas, y por la renovación de los
aparatos orgánicos, si podemos decirlo así; pero esta reno
vacion no se ha efectuado bruscamente y de una sola vez,
sino que por el contrario, algunos tipos paíeozóicos persisten
durante largo tiempo, y solo poco á poco y por reducidos
grupos, aparecen las nuevas formas.
CONFIGURACION DE LAS TIERRAS Y DE LOS
MARES. — Los movimientos del suelo continúan á diversos
intervalos; y hácia la mitad del período, en el momento en
que mejor se caracteriza, los mares cubren principalmente
el centro y el oeste de Europa. El NO. de Francia estaba
ocupado por una cuenca cuyas orillas tocaban en los Vosgos
y la meseta central, corriéndose de sur á norte en medio de
Inglaterra, reunida entonces al continente; y se prolongaban
acaso á gran distancia por el Océano Atlántico. Otra cuenca,
comunicando con la primera por el estrecho de Poitiers, se
extendía al sureste de la Bretaña y de la Vendée, y de la
isla de la mesa central ; enlazábase por el lado del este con
la cuenca mediterránea, cuya orilla rodeaba la Isla Central;
y formábase de este modo un gran estrecho que desembo-
caba en la cuenca anglo parisiense, entre la punta del Morvan
y el promontorio meridional de los Vosgos. El mar penetraba
entre estos y la Selva Negra, constituyendo un golfo en el
emplazamiento de la Alsacia y del país de Badén. Exten-
díase después á una gran distancia por Alemania, del lado
del Este, y reuníase tal vez en el norte con el mar de la
cuenca anglo-parisiense, por Hanover y Brunswick. En el
Nuevo continente, las aguas marinas se habían retirado casi
del emplazamiento de los Estados Unidos, donde los depó-
sitos secundarios ocupan solo espacios muy limitados. Esta
disposición de las tierras y de- los mares se conserva sin
grandes variaciones, así en Europa como en América, hasta
el promedio del terreno terciario.
FAUNA del trias. — La fauna del trias indica un
tránsito entre la época paleozoica y la mesozoica ; conserva
todavía cierto número de tipos antiguos; pero todos, ó casi
todos, se extinguen en este terreno, donde aparecen, en
número infinitamente mas considerable, los primeros tipos
del período secundario, pareciendo que la vida se reanima
después de una brusca decadencia. No se puede pues vaci-
lar en unir el trias con los terrenos mesozóicos.
ESPONGIARIOS. — Por primera vez se presentan los
espongiarios en abundancia; pero apenas se encuentran sino
en el trias alpino, que contiene una docena de géneros; los
mas de ellos son nuevos y recuerdan los tipos secunda-
rios.
ZOÓFITOS. — La misma observación podemos hacer
respecto á los poliperos, que se multiplican bastante en el
trias alpino: pertenecen á la familia de los zoantos aporos,
caracterizados por su cubierta laminar y foliácea de tabiques
enteros, sin divisiones, ó por lo menos incompletas. El redu-
cido número de los géneros de crinoideos se compensa en
cierto modo con la extraordinaria abundancia de los indivi-
duos del Encrinus liliiformis, cuyos artículos llenan bancos
muy espesos y de gran extencion en la caliza del Muschel-
kalk. Los encrinidos se reconocen por su tallo largo, blando,
dilatado debajo del cáliz, que es bastante corto y sostiene
brazos formados por una doble serie de piezas alternas. Los
esteléridos están representados principalmente por el género
Aspidura; y los equínidos por los géneros Cidaris y Hemici-
daris, cuyas especies se multiplicarán mucho en el terreno
jurásico.
Briozoos. — Los moluscos briozoos escasean mucho
en el trias.
BRAQÜIÓPODOS. — Los braquiópodos se rehacen un
poco: encuéntraseles principalmente en el trias alpino, donde
ofrecen, en proporción casi igual, una curiosa mezcla de
géneros paleozoicos (Cyrtia, Spirifer, Spirigera) con otros
pertenecientes á todas las épocas (Lingula, Terebrátula,
Rhynchonella). Hay, sin embargo, progreso en las formas
de las faunas recientes, extinguiéndose en el trias todos los
géneros paleozoicos, con excepción de los Spirifer.
ACEFALOS Y Gasterópodos.— Los acéfalos pro-
gresan mas aun, así como los gasterópodos ; en lo sucesivo
predominan estas dos clases sobre todas las demás en la
división de los moluscos. Los tipos recuerdan los del período
secundario, aunque varios géneros paleozoicos, tales como
los Macrocheilus, Loxonema, Murchisonia, Porcelia, Evorn-
phalus, etc., continúan sobreviviendo. Los acéfalos se enri-
quecen con los géneros Ostrea, Perna, Gervilia, Lima, Tri-
gonia, Opis, etc., cuyas especies abundan en los terrenos
secundarios.
CEFALÓPODOS. — Los nautílidos recuerdan mas bien
los tipos antiguos, y su decadencia queda ya consumada,
puesto que estos moluscos, tan numerosos en otro tiempo,
solo están representados, á partir del trias, por los nautilos
de espira cubierta. Los amonítidos, por el contrario, adquie-
ren importancia. Los Ceratites y los verdaderos Ammonites
aparecen en Europa; estos últimos son propios del trias al-
pino, donde se encuentran con los últimos Orthoceras,
gasterópodos y braquiópodos paleozoicos. En la India no
sucedió lo mismo: Mr. Waagen encontró en una capa caliza
de poco espesor verdaderos Ammonites de lóbulos ya com-
plicados, así como tres Productus y dos Athyris carboníferos
y un Productus pérmico. Como de tránsito entre los gonia-
tites y los ammonites, los ceratites que caracterizan el trias
tienen los lóbulos dentados, pero no recortados todavía.
Véase el terreno triásico en la Geología.
Articulados. — En la división de los articulados
progresan los crustáceos, haciendo aquí su aparición el órden
de los decápodos que es el mas elevado de la clase represen-
tado por géneros pertenecientes á la tamilia de los macruros,
algunos de los cuales, particularmente los Pemphix, caracte-
rizan el terreno del trias. En el órden de los Filópodos, los
Esteria, que tienen un caparazón bivalvo como los cipris,
producen numerosas especies, alcanzando aquí su máximum,
Algunas larvas de efémeras y otros neurópteros han dejado
varios vestigios en el trias de los Estados Unidos.
Peces. — La fauna ictiológica no ha progresado: cas:
MESOZOICA
<
*
571
del todo propios del trias normal, los peces pertenecen, co-
mo anteriormente á las sub clases de los placoideos y de los
ganoideos: entre estos últimos no se señalan apenas mas que
rom bíferos.
Reptiles y batracios. — Los reptiles son igual-
mente particulares del trias normal: por primera vez forman
un conjunto importante produciendo numerosos tipos, pre-
cusores de la rica fauna jurásica.
LABIRINTODONTES. — Alcanzan aquí su máximum:
bastante pequeños en la época carbonífera, adquieren en el
trias enormes dimensiones, puesto que se han encontrado
cráneos que median hasta 1*30 de largo. Estos singulares
animales parecen de tránsito entre los reptiles y los batracios;
y han tomado su nombre de los dientes, en los que la mate-
ria huesosa presenta, en su sección trasversal, las circun-
voluciones mas complicadas (véase la fig. 82, pág. 508 déla
Paleontología); estos órganos eran cónicos y bastante fuertes,
hallándose fijos en alvéolos, carácter que aproxima los labi-
rintodontes a los reptiles, de los cuales tenían igualmente las
escamas. Su cabeza estaba protegida por placas huesosas,
pareciéndose mucho en algunos géneros á la de los crocodi-
los. Tenían no obstante al mismo tiempo dos cóndilos occi-
pitales como los batracios; parecían carecer de costillas, de
huesos lagrimales y de occipitales superiores; los temporales
se asemejaban á los de los batracios, y como estos últimos,
estaban provistos con frecuencia de dientes fijos en el vómer y
en los palatinos. Los labirintodontes eran sin duda batracios
gigantescos, cuyos análogos no subsisten ya en la naturaleza
viviente. No es posible, sin embargo, pronunciarse sin ape-
lación, pues los órganos respiratorios y circulatorios, siempre
tan esenciales, no se han conservado nunca en los individuos
fósiles.
LACERTIDOS. — Bastante numerosos estos séres están
representados por tipos tan variados como singulares, por
ejemplo los Dicynodon de la India y del Cabo de Buena
Esperanza, que llevaban en la mandíbula superior dos largos
colmillos situados como los de las morsas; la inferior estaba
solo provista de un pico córneo, análogo al de las tortugas.
Estos animales participaban á la vez de los caractéres del
lagarto, del crocodilo y del quelonio. Los Galeosauros del
Africa austral tenían incisivos, caninos y molares distintos,
como los de los mamíferos. El Rhynchosaurus, con su crá-
neo de lagarto, reunía varios caractéres de las tortugas y de
las aves. Los reptiles nadadores, ó enaliosaurios, que dan á
la fauna secundaria su principal carácter, son todavía poco
numerosos, perteneciendo á la familia de los simosaurios.
Por ultimo, los reptiles voladores ó Pterodactylus, cuyo
destino parece enlazado con el de los enaliosaurios, han de-
jado algunos vestigios en el trias de los Estados Unidos.
HUELLAS. — En América principalmente se han descu-
bierto muchas huellas, atribuidas á reptiles, habiéndose po-
dido «distinguir 55 especies distintas de estas señales de pasos
en las areniscas del Conecticut. Algunas tienen hasta 40 cen-
tímetros de largo, y varias son tridáctilas, presentando una
disposición de las falanges análoga á la de las aves ; pero
como- ios Iguanodon tienen el pié conformado del mismo
modo - no se sabe si estas huellas pertenecen á reptiles ó á
aves. Esta última clase parece representada sin embargo por
otras huellas de tres dedos, observadas en las areniscas de
Massachussets y de Conecticut, conocidas con el nombre
de Ornitichinites. M. Hitchkook ha distinguido sobre 30
especies de huellas diferentes, una de las cuales indica un
animaL de mas de cuatro metros de altura, que daba pasos
de mas de dos metros. En época reciente, Mr. Deane dió
á coraocer otras impresiones, algunas de las cuales eran
clararzaente palmeadas ; por otra parte los coprolitos recogi-
dos por Mr. Hitchkook cerca de las huellas tridáctilas, pa-
recen indicar que unas y otras fueron trazadas por aves,
siendo imposible, por lo tanto, dejar de comprender á esta
•clase importante en el número de las que aparecen en la
época del trias.
MAMÍFEROS DIDELFOS Ó MARSUPIALES.—
A esta clase debemos agregar la de los mamíferos; con
efecto, si el Microlestes antiguo de la brecha de Dagerloch
(Wurtemberg) pertenece, según es probable, al bone-bed, y
de consiguiente á la foimacion jurásica, será cierto que el
Dromatherium silvestre, descubierto por Mr. Emons en la
arenisca roja de la Carolina del Norte, es un animal del trias.
Es un pequeño marsupial afine de los mirmecobios de Aus-
tralia. Varias huellas reconocidas en la arenisca abigarrada
de los Vosgos parecen corresponder igualmente á un ma-
mífero.
Caractéres de la fauna del trias.— En
resúmen, el terreno del trias se caracteriza por los innume-
rables restos del Encrinus liliiformis; por el género Myopho-
ria, casi especial, por los Ceratites (C. nodosus, etc.), los
crustáceos decápodos de los géneros Pemphix, Polinurus, las
esterias, los labirintodontes, un gran número de géneros par-
ticulares de reptiles y la i.a aparición de los mamíferos.
Flora DEL trias. — La flora del trias no brilla por
su riqueza, puesto que apenas comprende un centenar de
especies: se compone de las mismas familias que las ante-
riores: los heléchos se encuentran casi en todas partes, pero
las equisetáceas y las coniferas predominan en la base, y las
cicadeas llegan á ser muy numerosas en la parte superior
del terreno. Hé aquí porqué los mas de los autores admiten
en el trias dos floras distintas; una inferior, circunscrita á
la arenisca abigarrada; y la otra superior, en las margas ó el
Keuper. La primera se relaciona con las floras paleozoicas,
la segunda con las secundarias; muchas especies de esta úl-
tima se asemejan de tal modo á plantas jurásicas, que hay
tal vez identidad. Si el hecho llega á confirmarse, el límite
entre los terrenos paleozoicos y los de la época secundaria
debería estar en medio del trias, á juzgar tan solo por su
flora; de todos modos, los bancos inferiores arenáceos se
reconocen fácilmente por las Voltzia y sobre todo por el
Calamites arenaceus, muy abundantes: por el contrario, los
Zamites y los Pterophyllum han permitido con frecuencia
atribuir á las margas irisadas las capas en que se encontraban
otros fósiles.
ESTADÍSTICA DE la FAUNA.— La fauna es por lo
menos tan pobre como la flora, si se considera solo el trias
normal, que cuenta unas 200 especies; pero llega á ser de
pronto notablemente rica en el trias alpino, donde se han
hallado 750 especies solo en las capas de San Casiano. El
número total de los fósiles del trias contados por Bronn
en 1850 asciende á 1140; en 1872 le hacia subir Mr. Bar-
rande á 1,300. Resulta pues una fauna comparable, en cuan-
to al número, á una de las de los terrenos precedentes. La
naturaleza del centro mineralógico parece haber influido
mucho sobre la distribución de los fósiles en el sentido ver-
tical. Así se observa que mientras la arenisca abigarrada, que
se depositó, sobre todo al principio, en un mar agitado, como
lo demuestran los guijarros que contiene, apenas encierra
mas que restos vegetales; por el contrario la fauna marina del
trias normal está concentrada en la caliza conchífera, forma-
da por via de precipitación química en un mar mas tranqui-
lo. Los vegetales reaparecen en las margas irisadas, que no
encierran mas fósiles animales que una língula y esterias,
sumamente raras en todas partes. Esta pobreza es evidente-
mente resultado de las condiciones desfavorables del medio
ambiente y del suelo; la vida no era con efecto fácil, ni aun
PALEONTOLOGIA
572
para los animales marinos, en aguas inyectadas continua-
mente de yeso, magnesia, cobre y otras sustancias nocivas;
al paso que las plantas se mantenían á favor de las corrientes
de agua.
Bajo el punto de vista paleontológico, la fauna del trias
normal y la del llamado alpino son casi del todo distintas,
pues solo contiene un reducido número de especies comu-
nes. Hay de consiguiente en el trias dos faunas cuya impor-
tancia equivale poco mas ó menos á dos terceras partes
de la del terreno silúrico y al doble de la del pérmico. Las
faunas contrastan singularmente con las dos floras por el
concepto de la sucesión de los tipos. Como es natural, las
plantas de la arenisca abigarrada recuerdan las formas paleo-
zoicas, y las de las margas irisadas las mesozoicas; pero por
una extraña anomalía, el trias alpino, es decir el mas reciente,
es el que contiene casi en absoluto los animales de los tipos
antiguos (Spirifer, Murchisonia, Porcellia, Ortoceras, Nau-
tilos de espira separada, etc.), encontrándose revueltos con
los Ammonites, las Farianelas, las Limas y otros géneros de
los terrenos secundarios.
DISTRIBUCION GEOGRÁFICA DE LOS FÓSILES.
— Obsérvanse en este concepto las mismas irregularidades
en el trias, considerado en sentido horizontal, que las ya
notadas en otros terrenos ; Europa contiene el trias alpino y
el normal, este último incompleto con frecuencia, y reducido
á dos ó á una sola de sus divisiones. En los Estados Unidos,
donde este terreno ocupa una vasta superficie, no se han ob-
servado vestigios auténticos de animales marinos; razón por
la cual pregunta D’Archiac dónde estaban los océanos de
aquella parte de la tierra durante la época del trias. En Si-
beria se han hallado bajo el 75a cuatro Ceratites que re
cuerdan los del Tirol; las 35 especies recogidas en el Hi-
malaya son en su mayor parte Spirifer, Goniatites y Ammo-
nites de la fauna alpina; otro tanto sucede con los fósiles
del Tibet. La India central ha dado peces y labirintodontes,
y la isla de Timor un Ammonites y un género nuevo (Acto-
moderma) afine á los Inoceramus. En la Nueva Zelanda se
encuentran Spirifer, Spiriger, Avículas, Monotis y otros
fósiles análogos ó específicamente idénticos con los de los
Alpes de Salzburgo. El Africa austral apenas ha producido
mas que los singulares reptiles citados antes. Por último, en
California se señala una rica asociación de fósiles alpinos
entre los cuales se encuentran cuatro especies europeas.
Resulta, pues, que ha sido un error calificar de anómalo al
trias de los Alpes de Austria, toda vez que este tipo parece
mucho mas diseminado en el globo. Bueno es añadir que
el trias es tal vez peor conocido que otros terrenos mas ricos
en fósiles, menos variados en su composición mineralógica y
de composición mejor definida. Muchas localidades deben
ser objeto de un nuevo exámen, lo cual quizás haga cambiar
muchas de las opiniones hoy en boga.
FAUNA JURÁSICA. — La extensión vertical del terre-
no no excede de 1600 á 2000 metros en los parajes donde
mas completo se halla, pero la fauna jurásica es muy rica.
En 1850, Bronn registraba ya cerca de 4000 especies; y
en 1872 indica Mr. Barrande 4730. La vida orgánica sale
pues rápidamente de la momentánea decadencia en que
pareció caer al pasar del período primario al secundario, por
lo menos en Europa.
ForaminÍferos Y ESPONGIARIOS. — Abundan
los foraminiferos y los espongiarios.
POLÍPEROS. — Reducidos casi á la familia de los Zoan-
tos aporos, los poliperos llegan á un primer máximum, del
cual no pasarán apenas sino en la época actual. Por primera
vez constituyen á diversos niveles verdaderos arrecifes, de
ordinario muy desarrollados en los pisos de la grande Oolita
y del coral rag. Muy inferiores en extensión á los arrecifes
de nuestros mares tropicales, los del piso coralino les aven-
tajaban sin embargo en superficie, puesto que se han halla-
do en casi todas las latitudes.
CR INOI DEOS. — Los crinoideos llegan rápidamente á
su segundo y último máximum; pero en adelante no harán
mas que decaer. A ciertos niveles, y en varios países, forman
verdaderos campos sub marinos, y sus tallos articulados
constituyen casi por sí solos, bancos de notable espesor y
gran extensión en el Jura de Borgoña y del Franco Conda-
do. Los principales géneros son los Pentacrinus, Apiocrinus,
Millericrinus, Eugeniacrinus/Isocrinus, etc., casi todos espe-
ciales y de la familia de los picnocrinidos. Tenían en gene-
ral un tallo largo y recto sosteniendo un cáliz compuesto de
piezas muy gruesas; de modo que la cavidad visceral que-
daba considerablemente reducida; los brazos eran libres, y
á veces muy ramosos. Aparece una nueva familia, la de los
Comatulidos, que son crinoideos libres, y de consiguiente
sin tallo, semejantes á los astéridos, sobre todo por sus bra-
zos sueltos, articulados y ramificados como los de los Euria-
les, pero difieren esencialmente por su estación, que es in-
versa, hallándose siempre la boca hácia arriba. Cuando jó-
venes tienen además un tallo rudimentario, carácter que les
comunica mas analogía con los verdaderos crinoideos. Va-
rios géneros de comatulidos existen aun en nuestros mares.
ASTÉRIDOS.— Los astéridos se aumentan con la familia
de los ofiuridos, que establecen igualmente el tránsito á los
crinoideos. Estos últimos se han propagado hasta nuestra
época, distinguiéndose por sus brazos cilindricos, delgados,
que no se ahuecan interiormente ni tienen relaciones con el
aparato digestivo.
EQUÍNIDOS.— Este orden adquiere súbitamente extre-
mada importancia, y sus representantes, que pululan en la
inmediación de los arrecifes coralinos de la época, constitu-
yen por primera vez una numerosa fauna. Los erizos de mar
jurásicos pertenecen, por otra parte, á las tres familias délos
cidáridos, clipeastridos y espatangidos, cuyas especies se
han multiplicado mucho en nuestros mares. Los primeros
tienen una cubierta esférica mas ó menos elevada ó depri-
mida, pero siempre regular; el ano ocupa la extremidad
superior, y la boca está debajo, en la del eje central, hallán-
dose siempre provista de cinco máxilas: es la familia predo-
minante en la época jurásica. Los clipeastridos, mucho mas
raros, se caracterizan por la forma oblonga de su cubierta,
y por la abertura anal, situada hácia el lado posterior; la
boca se conserva en el centro, pero se abre á veces oblicua-
mente, jamás hácia adelante; no siempre tiene maxilas. Me-
nos numerosos aun en el terreno jurásico, los espatangidos
tienen la concha oval, el ano posterior, la boca sin maxilas,
casi siempre abierta oblicuamente hácia adelante, situada
entre el centro y el borde anterior.
BRIOZOOS. — Los moluscos briozoos tocan casi á su
máximum: forman en general parte del órden de los tubu-
líporos, que se reconocen, como queda dicho, por sus célu-
las prolongadas en tubos y reunidas oblicuamente de modo
que forman colonias semejantes mas bien á un polipero
ramoso, que á una lámina extendida.
BRAQUIÓPODOS. — Los braquiópodos, que tendrán aun
dias relativamente prósperos, sin salir por esto de su deca-
dencia, pierden sus últimos géneros paleozoicos Spirifer y
Leptcena, y apenas se enriquecen mas que con los Terebra-
tella y los Thecidíea. Los primeros se distinguen de las ver-
daderas Terebrátulas por su área, y los segundos, que pueden
servir de tipo á una nueva tribu, tienen un aparato branquial
complicado, una gruesa concha, fija al suelo por el ápice que
no está nunca perforado. Muy numerosos en especies, los
MESOZOICA
géneros Terebrátula y Rhynchonella no están léjos de su
máximum; las Crania, las Lingulas y las Orbiculas están bas-
tante bien representadas.
ACÉFALOS Y GASTERÓPODOS. — Los acéfalos y
gasterópodos se multiplican de tal manera, que no podrían
indicarse todos los géneros sin traspasar los límites de una
obra de esta índole, debiendo limitarnos á citar los mas
numerosos en especies y característicos. En los acéfalos
pleuroconcos son las Ostrea (con los sub géneros Exogyra y
Gryphaena), Anomia, Plicatula, Hinnites, Pecten, Lima,
Inoceramus, Gervilia, Perna, Trichites, Avicula y Diceras;
en los ortoconcos integropaleales, las Pinna, Mytilus, Nucu-
la, Arca, Trigonia, Cardinia, Myoconcha, Cardita, Opis,
Astarte, Lucina, Corbis, Hetangia, Cardium y Cyprina; y
en los ortoconcos sinupaleales: Venus, Isodonta, Tellina,
Ceromya, Thracia, Anatina, Mactra, Corbula, Pholadomia,
Panopjea, Folas, Teredo y Gastrochoena. Los gasterópodos
están representados principalmente por los Capulus, Patella,
Cerithium, Purpura, Pterocera, Pleurotomaria, Trochus,
Turbo, Delphinula, Solarium, Phasienella, Natica, Neri-
naea, Chemnitzia, Scalaria y Turritella. Fácil es observar
que los géneros paleozoicos han desaparecido casi comple-
tamente.
CEFALÓPODOS. — Los cefalópodos tentaculíferos ad-
quieren gran importancia en la época jurásica, perteneciendo
casi todos á la familia de los amonitidos, pues la de los nau-
tilidos no está representada después, sino por el único géne-
ro nautilus, cuyas especies se conservan hastante numerosas,
contándose aun cuatro representantes en nuestros mares
tropicales. Aunque muy abundantes en todos los niveles,
los amonitidos jurásicos distan mucho de ofrecer la variedad
de tipos de la época cretácea, aplazando para entonces su
descripción. Me limitaré á decir que sus principales géneros
son los Toxoceras, los Ancyloceras y los Ammonites, pre-
dominando estos últimos, que alcanzan quizás su máximum.
Los Ammonites jurásicos pertenecen sobre todo á las formas
de dorso carenado de los grupos de los arietinos, falciferosy
amal feos; á las de dorso surcado del grupo de los denta-
dos; á las de dorso aplanado del grupo de los armados-
y, por último, á las de dorso redondeado de los grupos Ca-
pricornios, heterófilos, planos, coronados, macrocéfalos y
fimbriados. Véanse los grabados referentes á estos cefalópo-
dos en la Geología y Paleontología.
ACETA BUL1FEROS. — Estos no solo son los moluscos
mas superiores, sino que su organización es en muchos
conceptos mas compleja que la de los articulados supe-
riores, y aun de ciertos vertebrados. Se les llama tam-
bién dibránquios, porque no tienen mas que dos bránquias,
mientras que los tentaculíferos están provistos de cuatro-
Siempre libre, el animal no tiene casi nunca concha ex
terior, pero posee de ordinario un huesecillo interno, mas
ó menos prolongado y plano, provisto algunas veces de ex-
pansiones laterales en forma de aletas: el cuerpo termina
por una cabeza con dos grandes ojos, coronada de ocho ó
diez brazos que tienen ventosas ó ganchos córneos. En el
centro de la cavidad circunscrita por la base de los brazos
se abre una boca armada de un robusto pico, con dos man
díbulas encorvadas. Los acetabulíferos se dividen en dos
sub órdenes: i.° los octópodos, que tienen ocho brazos igua-
les, todos afilados, careciendo de huesecillo interno; 2.0 los
decápodos, que tienen los mas un huesecillo, pero cuyos
brazos, en número de diez, son desiguales; ocho de estos
afectan una torma afilada, y están provistos de ganchos ó de
ventosas en toda su superficie interna; y los otros dos, que
les aventajan en longitud, no llevan ventosas mas que en su
extremidad, siempre dilatada en espátula. Todos los aceta-
573
bulíferos de la época secundaria pertenecen al sub orden de
los decápodos.
BELEMNITES. — Sus géneros son numerosos en el
terreno jurásico, donde el sub orden alcanza su primer má-
ximum; pero todos quedan eclipsados en cierto modo ante
el género Belemnites, tan rico en especies en el terreno ju-
rásico, y en el cretáceo, del cual no traspasa los límites.
Pocos fósiles han dado márgen á tantas exageraciones y fá-
bulas como estos, considerados sucesivamente como capri-
chos de la naturaleza, ó piedras producidas por el rayo,
estalactitas, dardos, ámbar endurecido, dientes de cachalote
ó de crocodilo, espinas de peces, tallos de erizos, brazos de
estrellas de mar, pólipos, tubos de anélidos, y otras muchas
cosas mas que no puedo citar aquí: los campesinos rusos les
daban el nombre d e garras del diablo. Todos estos errores
eran tanto mas disculpables en una época en que los fósiles
mejor conservados se consideraban por los sábios mismos
como petrificaciones tortuitas, cuanto que durante largo
tiempo no se conoció sino una exigua parte del hueso délos
Belemnites. Blainville fué quien determinó su verdadera na-
turaleza y A. de Orbigny descubrió el animal entero. Mas
tarde se hallaron en Inglaterra huellas del cuerpo casi com-
pleto de belemnites, que habían conservado su bolsa de tin-
ta y las huellas de los brazos.
Eran los Belemnites animales temibles algunas veces y
cuyo tamaño excedia de dos metros en las grandes especies:
el cuerpo, prolongado y cónico, estaba provisto de dos ale-
tas como el de los calamares; el huesecillo interno consistía
en un rostro cilindrico ó aplanado, que termina generalmente
en punta, presentando en el otro extremo una cavidad cóni-
ca, donde se encerraba el cono alveolar. Esta cavidad se
prolonga por la región dorsal del individuo en forma de la-
mina córnea muy ancha y aplanada, con estrías concéntricas
de crecimiento. Raro es encontrar en estado fósil sino el ros-
tro, mas ó menos entero, provisto de una parte de su cavi-
dad. El cono alveolar hállase casi siempre incompleto; el •
rostro, de naturaleza córnea, se compone de capas concén-
tricas encajadas unas en otras como otros tantos conos, for-
madas por fibras triangulares, que irradian del centro como
los radios medulares del tronco de los árboles dicotiledones,
siendo mas gruesas hácia la punta del rostro, que se presenta
tan pronto agudo como redondeado y romo. El rostro mismo
afecta con frecuencia la forma de un cilindro atenuado en
cono; pero algunas veces se adelgaza ó aplana en su centro,
y mas raramente es poliédrico, particularmente en la juven-
tud; de ordinario presenta surcos cuyo número ofrece un
buen carácter para la distinción de las especies. Bastante
análogo á una concha de nautilido, el cono alveolar hállase
dividido por tabiques cóncavos, que separan á varias celdas
atravesadas por un sifón ventral, que se estrecha al contacto
de los tabiques (Véanse pags. 345 y 482 de la Paleontología
y Geología).
ITOrbigny dividió los Belemnites en cinco familias, de
las cuales las cuatro primeras están representadas en el terre-
no jurásico, siéndole casi peculiares la segunda y la cuarta;
estas familias son: i.a los acuarii, de rostro cónico, por lo
regular asurcado cerca de la punta; 2.a, los canaliculati, de
rostro prolongado, cónico ó lanceolado, con un gran surco
ventral longitudinal; 3.a, los hastati, de rostro prolongado á
menudo lanceolado, con surcos laterales; 4.a, los clavad, de
rostro largo, á veces lanceolado y provisto de surcos latera-
les; y 5.a. los dilatati, de rostro mas ó menos ensanchado y
comprimido, con surco anterior y otros laterales. En el terre-
no jurásico alcanzan los Belemnites su máximo desarrollo.
Vemos, pues, que la división de les moluscos ha comenza-
do á la vez por su clase mas imperfecta (braquiópodos) y
574
PALEONTOLOGIA
por la mas elevada (cefalópodos). Esta última tiende al per-
feccionamiento desde su origen, habiendo comenzado por los
tentaculíferos. De las dos familias que constituyen este último
orden, la mas imperfecta, la de los nautílidos, apareció la
primera; la de los amonitidos presentó desde luego los tipos
de tabiques agudos (goniatites), después los de tabiques
dentados (ceratites), y por último los que los tienen ramifi-
cados (ammonites).
Articulados. — En la división de los articulados, las
serpulas aumentan en número, y aparecen los verdaderos cir-
npedos. Los crustáceos alcanzan una riqueza que solo aven-
tajan los actuales, sobre todo en el órden de los decápodos,
representados por unos cuarenta géneros especiales, en el
piso coralino. Los isópodos se multiplican: á los insectos ya
existentes se agregan los dípteros, los himenópteros, los
hemípteros y los lepidópteros.
Vertebrados. — Los vertebrados no van en zaga á
las otras divisiones: si los peces ganoideos heterocercos han
desaparecido casi del todo, los homocercos, que parecen da-
tar del trias, pululan en todos los mares, llegando el órden
de los ganoideos á su máximum absoluto, tanto por el nú-
mero de géneros, como por el de las especies. Los placoideos
están igualmente muy bien representados, los teleosteos apa-
recen, pero manifestándose al principio en corto número.
Reptiles. — De todas las clases del reino animal, esta
es incontestablemente la que comunica á la fauna jurásica
un sello particular, pudiendo decirse con razón que la época
de este nombre es el reinado de los reptiles.
Los labirintodontes se extinguen en los bancos inferiores,
donde solo cuentan ya un género; pero los lacertiformes, por
el contrario, se enriquecen con varios tipos especiales. Los
crocodílidos que comienzan á manifestarse, cuentan al menos
doce géneros.
Los quelonidos aparecen igualmente por primera vez y no
tardan en multiplicarse; pero los órdenes de enalicsaurios y
terodáctilos son los que comunican principalmente á la fauna
jurásica su carácter mas notable.
EN ALIOSAURIOS. — Los primeros eran formidables
animales que ejercían un verdadero dominio en el mar. Sus
vértebras bicóncavas se asemejan á las de los peces; por el
esqueleto del tronco se relacionan con los lagartos; sus
dientes, fuertes y cónicos, como los del crocodilo, estaban
fijos en una ranura de la maxila, que hacia las veces de
alvéolos; tenían cuatro miembros anchos y aplanados como
remos; poco distintos por la forma de los del metacarpo, los
huesos de los dedos constituían un gran número de series,
de modo que sus aletas estaban organizadas poco mas ó
menos como las de los cetáceos. Sus principales géneros
jurásicos son los Ictiosauros y los Plesiosauros.
ICHTHYOSAURUS. — De formas pesadas y recogidas,
estos reptiles recuerdan á la vez los grandes peces y los
cetáceos de regular tamaño. Tenían la cabeza larga y puntia-
guda, provista de dos ojos enormes, cuya esclerótica estaba
protegida por un círculo de placas huesosas; los dientes eran
sólidos, pudiendo elevarse su número á 180, que se reem-
plazaban como los del crocodilo. Los Ichthyosaurus figuran
en gran número en el terreno jurásico, sobre todoen los niveles
inferiores. En algunas especies excedía la longitud de io, y
hasta de 12 metros.
PLESIOSAURUS. — Los Plesiosauros, mas gigantescos
aun, alcanzan igualmente su máximum en el terreno jurásico;
pero mas bien en los pisos superiores. Eran animales aun
mas extraordinarios que los Ichthyosaurus, aunque también
con sus formas recogidas, siendo mas poderosas las aletas:
el cuello, muy largo y delgado, se asemejaba al del cisne; la
cabeza, en extremo pequeña, estaba provista de maxilas
infinitamente menos formidables que las del Ictiosauro. Sin
embargo, el notable desarrollo de los remos indicaba un
animal ágil, temible para sus víctimas. Las vértebras de los
plesiosauros son menos cóncavas que las de los otros géne-
ros de la familia.
Pterodagtylus.— Los Pterodactylus, ó lagartos
voladores, tenían un pico de ave provisto de dientes, con
cuerpo de reptil; impropios para la marchad la natación, las
extremidades anteriores terminaban en un dedo de longitud
desmesurada, que servia de apoyo á una membrana análoga
á la de los murciélagos; algunos individuos alcanzaron nota-
ble talla. Estos son seguramente los dragones de la fábula:
la imaginación mas calenturienta no pudo crear ciertamente
en sus mayores desvarios una colección de monstruos mas
extraños que los que vivieron en la época jurásica. Los Pte-
rodactylus que llegan aquí á su máximum, no se extinguen
sino en el terreno cretáceo.
DlNOSAUROS. — Debemos por fin mencionar un último
órden, el de los dinosauros, que no llega sin embargo á su
máximum hasta el terreno cretáceo, ó mas bien en las capas
de agua dulce que existen, en el Oeste de Europa, en la base
de aquel. Si los Enaliosauros y los Pterodáctilos causan
asombro por su extraña y extraordinaria forma, los dinosau-
ros no producen menos admiración en el naturalista que se
muestra curioso por los detalles de la estructura íntima. Muy
superiores á los otros reptiles por el concepto de la perfección
orgánica, los dinosauros recuerdan por varios estilos los
vertebrados de sangre caliente, pues aunque sus dientes se
parecen á los del Iguana, y son de ordinario comprimidos
y denticulados, y la estructura del dorso es análoga á la de
los escincos, presentan un sacro compuesto de cinco vérte-
bras, como el de los mamíferos; sus largos huesos llevan un
canal medular, y están provistos de fuertes apófisis, caractéres
que no existen en reptil alguno. Las piernas se apoyaban casi
verticalmente en el suelo, y no en sentido oblicuo; por últi-
mo, en los Iguanodon, los dientes estaban desgastados por
la masticación manifestando ciertos indicios que la forma del
cóndilo maxilar permitía movimientos horizontales de tritu-
ración. Vemos que los dinosauros guardan hasta cierto punto
un término medio entre los reptiles y los mamíferos, intere-
sando su estudio en el mas alto grado al zoólogo, quien
sentirá sin embargo no poder estudiar el aparato circulatorio.
Eran los mas gigantescos de todos los vertebrados de sangre
fría, pues á juzgar por los restos que han dejado, los Mega-
losauros alcanzaban hasta 12 metros de longitud, los Igua-
nodon 20, y los Pelosauros cerca de 25: eran en gene-
ral carniceros; únicamente los Iguanodon parecían herbí-
voros.
La clase de los reptiles no ha obedecido, pues, á la ley
del perfeccionamiento orgánico continuo: comenzó por tipos
del órden de los lagartos, y por algunos otros de familia
todavía dudosa, pero seguramente de mediana superioridad;
y después produjo sus modelos mas perfeccionados (croco-
dilos, tortugas, dinosauros), para declinar bien pronto, pro-
duciendo en último término las serpientes.
Aves. — Las aves han dejado en las calizas de Solenho-
fen (Ba viera) sus primeras huellas bien auténticas, á saber,
el Archaeopteryx lithographica. Tan singular como los repti-
les contemporáneos, de los cuales ostentaba ciertos caracté-
res, el Archieopteryx estaba provisto de una cola prolongada,
compuesta de un gran numero de vértebras que continuaban
el eje dorsal, llevando en cada una de ellas dos plumas late-
rales.
MAMIFEROS. — En varios niveles hánse descubierto
osamentas de mamíferos, todas de reducida talla, pertene-
cientes á la subclase de los marsupiales. Sus especies comien-
MESOZOICA
575
zan á multiplicarse: el infra-lias ha dado 2, la oolita de
Stonesfield 4, y las capas del Purbeck, al menos 14. Esta
fauna se parece de tal modo á la de Australia, que ciertos
autores han pensado que aquel continente estaría aislado de
todas las demás tierras á partir de la época mesozoica, y que
conservó su población primitiva de mamíferos, sin ninguna
mezcla de las formas mas perfeccionadas que se han desar-
rollado en las demás partes del mundo. Sin embargo, esta
hipótesis refutada por una multitud de hechos, y particular-
mente por la composición de la flora actual del país, no se
justifica mejor que las concepciones análogas de que se hace
tanto uso hoy dia cuando se escribe sobre Geografía zoológica
ó botánica.
Al revés de lo que se observa dentro de cada una de las
clases de reptiles, peces y moluscos, en los vertebrados en
general se ve distintamente un buen ejemplo del perfeccio-
namiento orgánico continuo, puesto que sus clases apare-
cieron en el orden siguiente: peces, batracios y labirintodon
tes, reptiles, aves, marsupiales y mamíferos ordinarios: estos
últimos no se manifiestan hasta la época terciaria.
FLORA jurásica.— Generalmente mal conservadas
y representadas por ejemplares insuficientes, las plantas fó-
siles que llegaron hasta nosotros no pueden darnos sino una
idea por demás incompleta de la flora jurásica; pudiendo
aplicarse esto con mas ó menos fundamento á todas las for-
maciones marinas que apenas contienen mas que los vege-
tales terrestres que crecen cerca de las orillas y son arrastra-
dos por las corrientes. Hay que limitarse, pues, á decir que
la flora jurásica comprende unas 300 especies, pertenecientes
las mas á las familias de los heléchos, coniferas y cicadeas,
las cuales llegan á su apogeo y están representadas princi-
palmente por el género Zamites. Las coniferas corresponden
sobre todo á las tribus de las araucarias y cupresineas, ofre-
ciendo no obstante algunos tipos arcaicos, en particular los
Brachyphyllum, que parecen corresponder á los Walchia de
la época pérmica, sin análogas en las floras siguientes. La
existencia de los insectos himenópteros y lepidópteros im-
plica casi forzosamente la de las flores, y por lo tanto la de
los vegetales angiospermos. Señálanse, efectivamente, acá y
allá algunas palmeras; y en una localidad inglesa un fruto
que parece pertenecer á un pandanus.
Caractéres de la fauna JURÁSICA — Tal
es, en breves palabras, el cuadro de la rica época jurásica,
caracterizada esencialmente por los arrecifes de coral, ó ato-
lones, por las praderas de crinoideos, las Panopeas, los
Diceras, las Trigonias, las Nerineas, los Ammonites y Be-
lemnites, los crustáceos decápodos, los peces ganoideos ho-
mocercos, los reptiles colosales y extraordinarios, los mamí-
feros didelfos, y las cicadeas.
El terreno se ha dividido en diez ó doce pisos, cada uno
de los cuales contiene su fauna propia. Entre todos estos
pisos obsérvase el paso de fósiles en mayor ó menor núme-
ro, según la situación geográfica y el nivel del terreno; no-
tándose que este hecho es mas frecuente en los horizontes
superiores que en los inferiores. Según D’Archiac (1866)
en Inglaterra 134 especies son comunes á dos pisos conse-
cutivos, 37 á tres, 9 á cuatro, pero ninguna los atraviesa
todos : el número de los fósiles que existen simultáneamente
en dos pisos en contacto varía de uno á cincuenta y ocho.
Según estos datos, el terreno jurásico de Inglaterra, y otro
tanto puede decirse del de las regiones inmediatas en el
continente, se parece al terreno silúrico de los Estados-L ni-
dos, donde las faunas son todavía mas numerosas; pero hay
mas irregularidad en el terreno jurásico, donde tienen un
valor muy desigual.
DISTRIBUCION GEOGRÁFICA DE LOS FÓSILES.
— He dicho que el terreno jurásico varia mucho según la
situación geográfica, siendo tal la variación que en la misma
cuenca se observa que el número, la naturaleza mineralógica
y la riqueza en fósiles de los pisos difiere dentro de los mas
extensos límites. Como ejemplo citaré los pisos 'superiores
tomados en Lorena, después en Normandia ó en Inglaterra
y en la cuenca anglo-parisiense. A mayores distancias es na-
tural encontrar anomalías mas sensibles aun. Reducido á su
parte media, y en un espesor que no excede de 15 á 20 me-
tros, el terreno jurásico de Rusia y de Siberia presenta nue-
vas asociaciones de fósiles, y contiene muchas especies parti-
culares. Según queda ya dicho, los fósiles del Himalaya y del
extremo Oriente están agrupados de distinto modo que los
de Europa; según Mr. Tate, nótase en todos estos países,
como en Australia, en el Sur de Africa y en Chile, una mez-
cla de especies pertenecientes, en Europa, á pisos distintos;
de modo que los tipos europeos sirven de poco. Sin embar-
go, en la época jurásica están mas diseminadas en el globo
las mismas formas; y se han encontrado en la península de
Alaska, en la isla de Exmouth y en la tierra del Príncipe
Patrick, á los 76o y medio de latitud norte, ammonites, be-
leranites, pectenes é ictiosauros, con frecuencia idénticos á
los de Europa. De veinte especies determinables, recogidas
por Mr. Grandidier en Madagascar, ocho por lo menos son
europeas, y no hay ningún género nuevo. Asi pues la tempe-
ratura continuaba manteniéndose elevada y uniforme en toda
la tierra; y esto lo demuestra aun la existencia en el norte
de Europa de arrecifes de corales comparables con los del
golfo de México ó del mar del Sur.
Fauna CRETÁCEA. — Aun mas rica que la jurásica,
la fauna del terreno cretáceo cuenta mas de 5,500 -especies,
predominando los tipos secundarios; siquiera al terminar se
mezclan con los terciarios
Foraminiferos y espongiarios. — En la di-
visión de los amorfozoos, los foraminiferos, que adquieren
cada vez mas importancia, producen un gran número de
géneros y especies. Lo mismo sucede con los espongiarios,
cuyos representantes pertenecen casi exclusivamente á la
familia de los petrospongidos, los cuales se distinguen por
la sustancia pétrea y no córnea de su masa. Sus restos fósiles
son tan abundantes que bastan para caracterizar ciertos ni-
veles.
POLÍ PEROS Y ZOÓFITOS. — En la división de los ra-
diados, los poliperos, siempre muy numerosos, no forman ya
arrecifes, ó por lo menos arrecifes de alguna extensión; hácia
el fin del período abandonan los mares septentrionales, lo
cual denota sin duda un descenso de la temperatura. Perte-
necen casi todos á la familia de los zoantos aporos. La de-
cadencia de los crinoideos es infinitamente mucho mas
acentuada; este órden, que tuvo dos épocas prósperas, solo
figurará después en un lugar secundario. Los esteléridos se
conservan mas; los equínidos progresan, y alcanzan mas
importancia las familias de los clipeástridos y de los espa-
tangidos.
BRIOZOOS. — Los moluscos briozoos se multiplican
asombrosamente, sobre todo en los pisos superiores: una
tercera parte de los tipos corresponden al grupo de los celu-
lineos, y las otras dos á los tubulíporos.
BRAQUIÓPODOS. — Los braquiópodos se conservan
bastante numerosos, aunque mas en especies que en tipos
genéricos. Enriquécense, no obstante, con varios géneros
especiales, entre los que citaremos elterebratulina, represen-
tado aun por una especie cretácea en nuestros mares pro-
fundos, distinguiéndose de las terebrátulas por la ausencia
del deltidium y otros caractéres de menor importancia.
Acéfalos y gasterópodos; rudistas.— Los
576 paleontología
moluscos acétalos y gasterópodos continúan en progresión
creciente, limitándome á citar los géneros mas ricos en espe-
cies, siquiera se haga una excepción en favor de la singular
familia de los rudistas, tan característica del terreno cretáceo,
en cuyos límites se halla completamente encerrada.
Son estos unos moluscos muy extraordinarios, que han
puesto á prueba la paciencia y sagacidad de los naturalistas,
por lo menos tanto como los belemnites. Háseles clasifica-
do, con efecto, tan pronto entre los cefalópodos como entre
los ascidios ó los braquiópodos; pero las investigaciones de
Mr. Bayle han probado por fin, que estos singulares anima-
les son moluscos pleuroconcos, afines á las chamas y diceras.
Su concha, comunmente muy maciza é irregular se parece á
un gran cuerno prolongado, ó bien á una sección de cono
puesta sobre una gran base, ó ya en fin á una chama enorme
cuya valva superior se arrollara en espiral. La cubierta está
llena de cavidades y células, de ordinario separadas por
diafragmas paralelos, simulando los tabiques de la concha de
los cefalópodos; presenta además con frecuencia perforacio-
nes tubulares que no dejan de tener analogía con las de
ciertos braquiópodos. El animal no habitaba sino una por-
ción muy reducida de la valva inferior, hallándose el resto
ocupado por las cavidades ó senos; la valva inferior es cónica
ó de formas extrañas, mientras que la superior en la cual se
distinguían sobre todo los tubos y conductos, tan pronto es
plana y operculiforme (hippurites), como contorneada á
semejanza de la de los diceras (caprinas). La cavidad habi-
tada por el animal ofrece á menudo interiormente pilares
verticales ó aristas mas ó menos prominentes. Distínguense
los vestigios de los músculos abductores de las valvas, muy
próximos entre sí; pero no se ha descubierto ninguna huella
del ligamento antagonista destinado á abrir la concha. Este
ligamento no existia, hecho único en la clase de los acéfalos;
de manera que solo por una especie de dilatación muscular
podía el animal levantar su opérculo. Debajo de la pequeña
valva se ven unos dientes cardinales muy fuertes y largos,
en número de tres en los hippurites, uno grande y dos pe-
queños, que servían para regularizar el movimiento de aque-
lla, deslizándose en ranuras correspondientes de la gran valva.
Los principales géneros de rudistas son los hippurites, los
espherulites, los radiolites, las caprinas, las caprotinas, etc.
Sus especies vivían por lo regular en colonias aglomeradas,
formando bancos muy extensos, en que los individuos de
*
todas las edades estaban á veces soldados entre sí por la
sustancia misma de la concha. Los rudistas constituyen
además en el terreno cretáceo cierto número de asociacio-
nes ó niveles sumamente característicos y bien conocidos de
los geólogos. Sus especies abundaban particularmente en la
cuenca del sudoeste de Francia; hácia el norte apenas han
pasado el 45o, nuevo indicio de un descenso probable de
temperatura.
Entre los acéfalos pleuroconcos, los géneros mas caracterís-
ticos son: Ostrea (inclusos los sub géneros Exogyra y Gry-
phaea), Piicatula, Spondylus, Pecten (comprendido el sub-
género Janira), Hinnites, Lima, Inoceramus, Gervilia, Perna,
Avicula, Chama; entre los ortoconcos integropaleales citare-
mos los Pinna, Mytilus, Nucula, Pectunculus, Trigonia, Arca,
Cardita, Astarte, Opis, Crassatella, Lucina, Corbis, Isocardia,
Cardium y Cyprina; entre los sinupaleales figuran las Venus,
Petricola, Saxicava, Arcopagia, Tellina, Thracea, Anatina,
Corbula, Mactra, Pholodomya, Panopea, Solecurtus, Pholas,
Teredo, Gastrochoena, etc. Entre los gasterópodos indicaré
los Bulla, Dentalium, Patella, Emarginula, Cerithium, Buc-
cinum, Pleurotoma, Pyrula, Fusus, Tritón, Mitra, Voluta,
Conus, Pterocera, Cypraea, Pleurotomaria, Solarium, Turbo,
Trochus, Natica, Avellana, Nerinea, Chemnitzia, Eulima,
Scalaria, Turritella y Rissoa; con este último conjunto suce-
de en cierto modo lo que con la fauna del trias, que contiene
en proporciones casi iguales una mezcla de tipos paleozoicos
y secundarios, predominando estos últimos. Aquí hay una
mezcla de tipos secundarios y terciarios con predominio de
estos, por lo menos al finalizar la época. Mas de la mitad de
los géneros de gasterópodos enumerados antes se manifiestan
en el terreno cretáceo, así como otros muchos menos impor-
tantes que no se citan, y que pululan todos en los mares de
hoy dia. Las nerineas y algunos géneros de la época secun-
daria desaparecen para siempre.
AMMONITIDOS. — Los cefalópodos ammonitidos llegan
aquí á su máximum, ofreciendo una profusión de tipos que
no tiene igual sino en la época silúrica, en la familia de los
nautilidos. La estructura de los tipos está trazada sobre el
mismo plan; de modo que los Ammonites cretáceos corres-
ponden á los nautilidos silúricos, término por término y gé-
nero por género, según puede reconocerse desde luego com-
parando el cuadro que sigue con el de la pág. 561, siquiera
haya mas variedad en la época cretácea.
4
C/3
O
P
>— (
h
>— <
O
2
2
<
lóbulos simplemente dentados.. . . . .
Concha recta. .
j Concha recta. ....
( Idem arrollada, vueltas contiguas.
Baculina.
Ceratites.
Baculites.
Ptychoccras.
Toxoceras.
Hamites.
Uóbulos ramificados.
Id. recta y luego doblada sobre sí misma. .
Id. arqueada. . . . . . . .
Id. encorvada en ambas extremidades.
/ vueltas senaradas í la última en forma de cayado.— Ancy loceras.
, Concha arrollada so-\ " ' '( la última no en forma de cayado. — Crioceras?
bre el mismo plano. i vueltas cont¡ _ ( ¡a última en forma de cayado.-Scaphites.
\ (la ultima no en forma de cayado. — Ammonites.
Concha arrollada en ív'ueltas seParadas- • -I • • • • • Helicoceras.
espiral j vueltas contiguas. . . i ,a !ma en ^on*?a de cayado. Eteroceras.
( la ultima no en forma de cayado. — Tumlites
las formas de carena saliente de la sección de los cristati;
por las de carena tuberculosa de la sección de los pulchelli;
por las que carecen de carena, pero de dorso cortante, de
la sección de los clypeiformi; por las de dorso asurcado del
grupo de los dentati; por las de dorso aplanado del grupo
flexuosi, compressi y angulicostati; y últimamente por las de
dorso redondeado de los grupos de los heterophylli, ligati y
fimbriati.
Los ammonites se extinguen en el terreno cretáceo, á
El género Crioceras va marcado con un ? porque los ejem-
plares que se le atribuyen podrían ser Ancyloceras incom-
pletos. Los Ceratites, que parecen faltar en el terreno jurásico
se encuentran aquí; pero ofrecen en la forma de sus tabiques
particularidades que los asemejan á los Ammonites, lo cual
prueba que estos dos géneros, así como la mayor parte de los
de tentaculiferos, son muy artificiales. Del mismo modo que
en la época jurásica, el género Ammonites predomina sobre
todos los demás, hallándose representado en particular por
• i
MESOZOICA
4
%
i
577
partir del cual quedan reducidos los cefalópodos tentaculí-
feros al género nautilo. Vemos que los destinos de las dos
familias que constituyen este sub orden son diametralmente j
opuestos: los nautílidos ofrecen al principio una riqueza inu-
sitada de formas y de especies, declinando rápidamente para
quedar reducidos á un género único; los ammonitidos (in-
clusos todos los tipos de tabiques sinuosos) por el contrario,
comienzan tímidamente por un género (goniatites); después
viene el segundo (Clymenia); esta familia atraviesa así cuatro
terrenos; luego sigue una marcha rápida y ascendente y
desaparece en el momento mismo que acaba de alcanzar su
máximum de desarrollo numérico y de variedad de formas.
Aceta bulÍferos. — Los cefalópodos acetabulíferos
están en completo período de decadencia y pierden su género
mas importante, el de los Belemnites, cuyas especies están
repartidas en el terreno jurásico y en el cretáceo.
Articulados. — Los articulados figuran asaz modes-
tamente, conservándose siempre poco numerosos los anéli
dos, mientras que los crustáceos decaen relativamente á la
época anterior: sin embargo, los insectos se enriquecen con
algunas familias nuevas.
Vertebrados. — Aunque el orden délos ganoideos se
halle en plena decadencia, los peces figuran bastante bien
en el terreno cretáceo, donde predominan los géneros de
escamas córneas ó teleosteos.
Siempre numerosos, los reptiles comienzan sin embargo á
declinar: los enaliosauros se extinguen, juntamente con los
Pterodactylus y los dinosauros. Estos últimos alcanzan no
obstante su máximum y están representados por tipos gigan
téseos (megalosauro, ileosauro, pelerosauro, iguanodon). To-
das las formas tan características de la época secundaria
desaparecen así poco á poco y el vacío se llena imperfecta-
mente por la aparición de los crocodilos propiamente dichos
y de algunos grandes saurios, uno de los cuales, el Mosasau-
ro, era de gigantesca talla.
Aves Y mamíferos. — En cuanto á las aves, solo se
han hallado osamentas de zancudas, y mas recientemente
los Ictiornis indicados por Mr. Marsh en las capas cretáceas
superiores de Kansas: son unas extrañas aves que debían
parecerse á los vertebrados inferiores por sus vértebras bi-
cóncavas, y por los dientes cónicos de que está armado su
pico. Los mamíferos no han dejado vestigios, lo cual no
quiere decir que la filiación de sus especies se halle entera-
mente interrumpida.
CARACTÉRES de la fauna cretácea.— En
resúmen, la época cretácea da fin con una multitud de tipos
secundarios (inoceramus, Gervilias, nerineas, ammonitidos,
belemnites, dinosauros, terodáctilos, enaliosauros, etc.), cuya
pérdida se compensa imperfectamente con la aparición de
algunos moluscos de tipo terciario y por la multiplicación de
los peces teleosteos; se caracteriza en particular por los rep-
tiles dinosauros, los ammonitidos rectos, en hélice ó de
espiras no contiguas, y los rudistas.
Flora CRETÁCEA. — El número conocido de vegeta-
les cretáceos apenas excede de 200 á 300 especies: son prin-
cipalmente heléchos, coniferas, y después plantas cotiledó-
neas, atribuidas algunas veces con reserva á las familias de
las nayadeas, de las palmeras, ermiláceas, amentáceas, mirí-
ceas, aceríneas, araliáceas, tiliáceas, magnoliáceas, etc.; pero
cuyo mayor número no se ha podido determinar con preci-
sión suficiente.
Divisiones de la FAUNA CRETÁCEA.— Abs-
tracción hecha de las capas de agua salobre por las cuales
comienza el terreno, y que solo son accidentes locales, el
cretáceo de Europa se ha dividido, según los puntos de vista,
en cuatro ú ocho grandes pisos, subdivididos á su vez en
Tomo IX
bancos ó masas que contienen faunas bastante distintas; pero
estas divisiones no se aplican siempre á los países lejanos;
tal vez no se encuentre en ninguna parte del mundo el terre-
no perfectamente completo, y provisto de todos los horizon-
tes fosilíferos reconocidos en las cuencas de la Europa
occidental, donde no existen, sin embargo, nunca en totalidad
en un mismo punto.
Greta del océano atlántico.— Los depósitos
que se forman hoy en el fondo de muchos mares, de tal
manera se parecen á la creta, á juzgar por su aspecto y com-
posición, según demuestra diariamente la sonda, que bien
pudiera considerarse casi como tal.
Los foraminíferos de que está formada esa roca, parecen
específicamente idénticos á los del terreno cretáceo, así como
la Terebratulina caput serpentis de este que vive aun. Si es
así en realidad, pudiera decirse con mas ó menos fundamento,
que la época cretácea continuó en el fondo de ciertos mares,
mientras que había terminado en otras regiones, donde fué
reemplazada por los materiales de épocas subsiguientes. Re-
sulta de aquí que en determinadas circunstancias pueden
encontrarse fósiles cretáceos asociados con los terciarios ó
cuaternarios, así como se hallan algunas especies cretáceas
en el fondo de mares cuyas orillas están pobladas de molus-
cos de la época actual. Aunque los ejemplos déla contempo-
raneidad de las faunas de diversas edades geológicas no
comiencen á manifestarse sino desde el principio del período
cretáceo, no es seguro que en todo tiempo hayan ocurrido
hechos análogos; y hasta lo contrario parece en gran manera
probable. Esta es una razón mas para comprobar los datos
de la Paleontología, y para no apresurarse á interpretar los
hechos que parecen anómalos ó excepcionales á primera vista.
En el pueblo de Quatretonda (Valencia) existe la mezcla de
fósiles cretáceos y terciarios, habiendo dado conocimiento
del hecho en la reunión extraordinaria de la Sociedad Geo-
lógica de Francia celebrada en Paris en 1867.
Clima del globo en la época cretácea.—
Hasta aquí la distribución de los animales y plantas en la
superficie del globo, y la naturaleza de los géneros y familias
que constituían las faunas y las floras, indican en todas las
épocas precedentes una temperatura uniforme y elevada, no
excesiva en el Ecuador y al menos tropical hasta el 76o de
latitud norte; en una palabra, reinaba en todo el globo el
clima de la zona tórrida actual. Durante esta larga serie de
siglos, no parece que el calor haya sufrido las menores fluc-
tuaciones; cuando mas, se ha tratado de indicar, según el
aspecto de los sedimentos, los periodos de sequía y humedad
relativos. Pero hácia la mitad de la época cretácea, las cosas
toman otro aspecto, comenzando á observar los primeros
indicios de un enfriamiento en el norte de los continentes,
como parece justificar la ausencia de arrecifes y escasez de
corales en los mares de Europa; la falta ó rareza de rudistas
al norte del 45o de latitud; y por último, la aparición, en los
mismos parajes, de las familias vegetales de las amentáceas,
aceríneas y otras varias, que solo penetran excepcionalmente
en las regiones tropicales.
ÉPOCA CENOZÓICA Ó TERCIARIA
FAUNA terciaria. — Esta fauna ofrece grandísimo
interés: completamente despojada de las formas arcaicas
peculiares de las épocas anteriores, aseméjase de tal modo
á la actual, que se ha podido decir con razón que vivimos
en la época terciaria. En 1850 contaba ya mas de 5,000
especies. Mr. Barrande fijaba su número en 16,970 en 1872;
pero bueno es observar que los séres que la representan se
conocen infinitamente mejor que los de las épocas anterio-
73 .
PALEONTOLOGIA
578
res, y que contiene un gran número de tipos que no han
sido conservados en los terrenos mas antiguos, donde po-
drían quizás existir. Comprende tal número de animales de
sangre fria, que debo limitarme á varias indicaciones genera
les en lo que concierne á las divisiones inferiores del reino
animal. Los espongiarios declinan, pero los foraminíferos se
multiplican asombrosamente; los poliperos se conservan
bastante numerosos, como los equinodermos. Los crinoideos
y los braquiópodos caminan á su decadencia, al paso que
los moluscos acéfalos y gasterópodos prosiguen su marcha
ascendente. Para dar una idea de su importancia, diré que
Mr. Deshayes figuró en catálogo 1,041 acéfalos pertenecien-
tes solo á la cuenca de París, donde el terreno no es com
pleto, y que Mr. Barrande indicaba 3,600, en 1872. Los
gasterópodos se enriquecen con un gran número de géneros
terrestres pulmonados, clase que cuenta unas 6,800 especies.
Algunos nautilos son los únicos representantes del órden,
tan rico en otro tiempo, de los cefalópodos tentaculíferos;
los acetabulíferos adquieren varios géneros. Nada interesante
se observa tampoco en lo que concierne á los animales arti-
culados. Toda la importancia de la fauna terciaria está efec
tivamente concentrada en los moluscos y sobre todo en los
vertebrados. Entre estos últimos, los peces escamosos se
multiplican mucho, mientras los ganoideos no tienen ya mas
que unos pocos representantes. La fauna de los reptiles se
aproxima á la de los tiempos actuales: obsérvanse verdade-
ros batracios, ranas y salamandras, tortugas, crocodilos,
lagartos y serpientes, que aparecen los últimos, aunque son
los mas imperfectos de la clase. Las aves han dejado restos
bastante numerosos, pero mal estudiados hasta estos tiempos;
de modo que será prudente aplazar su estadística. Los ma-
míferos, por el contrario, han sido objeto de continuas
investigaciones; su importancia llega á ser preponderante,
pudiendo asegurar que ellos son los que comunican á la
fauna terciaria su principal carácter, pues figuran en ella
todos los órdenes. En primer lugar los paquidermos, perte-
necientes á géneros extinguidos; después aparecen algunos
carniceros, quirópteros y roedores; siguen los proboscidios,
los anfibios, los rumiantes, los insectívoros, los cuadrumanos
y quizás también los bimanos, es decir, el hombre. Como
los restos de mamíferos abundan en todas partes, por su
distribución vertical es por la que se han establecido princi
pálmente las subdivisiones del terreno terciario, y hasta del
período neozóico. Sin embargo, á partir del piso plioceno,
es decir, antes del fin de la época, varios órdenes declinan
rápidamente, después de una momentánea prosperidad, de-
biendo contar entre ellos á los paquidermos, los proboscidios
y hasta los carnívoros, y si estos últimos están representados
ahora por mas numerosas especies, descubrimos á menudo
la extinción de algún tipo.
FLORA terciaria. — Esta flora, muy interesante,
se ha despojado también de todos los tipos arcaicos, y se
compone principalmente de las plantas actuales, como hele
chos, bambúes, palmeras, bananos, pandaneas, liliáceas,
higueras, laureles, proteáceas, magnolias, terebintáceas, legu
miñosas, nogales, sauces; en una palabra, plantas semejantes
á las de los países cálidos ó templados.
Divisiones de la fauna terciaria. — El
terreno terciario se ha dividido, según los diferentes geólogos,
en tres ó cinco pisos; la clasificación mas generalmente
aceptada es la primera, esto es, en eoceno, mioceno, plio-
ceno, por ser la mas cómoda, aunque no es natural, pues el
piso eoceno tiene con frecuencia mas importancia que los
otros dos reunidos. Mas fáciles de estudiar, y de consiguiente
mejor conocidas que las de los terrenos anteriores, las fau-
nas terciarias ofrecen también mayor variedad. Los horizon-
tes fosilíferos llegan á ser innumerables y de excesiva rique-
za; pero como se les ve cambiar asombrosamente de un país
á otro, es en extremo difícil establecer el número y el para-
lelismo. Cada cuenca debe describirse separadamente, y no
se puede comparar con otra, á veces muy próxima, sino de
una manera general. Para dar una idea de la suma variedad
que reinaba en aquella época, diré que la parte inferior del
terreno terciario está representada por una veintena de ho
rizontes perfectamente distintos, poseyendo todos algún
carácter mineralógico y no pocos fósiles peculiares, siendo
tan pronto los materiales que los contienen marinos, como
de agua dulce. En los Pirineos, en el Mediodía de Europa,
y hasta en la China, consiste por el contrario, este horizonte,
por regla general, en enormes masas de caliza compacta en
un todo marina, de aspecto jurásico, donde pululan los fora-
miníferos á que debe su nombre, caliza de numulites, y en
que se hallan los fósiles diversamente asociados. Por otra
parte, en todas las cuencas se observan tránsitos de fó-
siles entre los diversos pisos ú horizontes, siendo tan nume-
rosos, cuanto mas elevado es el nivel en el terreno. Por eso
la época terciaria se distingue mejor de la cretácea que de
las siguientes: un gran número de especies miocenas pasan
al piso plioceno, y viven en los mares actuales, como por
ejemplo en el Mediterráneo, lo cual dificulta sobremanera
establecer los límites entre los sedimentos terciarios y los
de nuestra época.
Orden de sucesión de los mamíferos
terciarios. — He dicho que los principales horizontes
del terreno terciario están suficientemente caracterizados por
los mamíferos, cuyos géneros y especies varían mucho según
el nivel. No dejará de ofrecer interés, en consecuencia, echar
una rápida ojeada al órden con que se suceden. Las capas
inferiores del piso eoceno, en Europa, ven aparecer los pri-
meros monodelfos: son unos paquidermos del género Cory-
phodon, otros pertenecen á los Arctocyon y á otros carnice-
ros del Palaeonictis, afine á las ginetas. Un poco mas arriba,
la caliza basta ofrece paquidermos (Lophiodon, Palceothe-
rium, Dichobune, Anchilopus, etc.); murciélagos (Vesperti-
lio), un mono (Macacus), un anfibio (Halitherium), y varios
didelfos (Didelphis). Mas superiormente aun, los yesos de
Montmartre encierran la rica colección de los géneros res
taurados por el gran Cuvíer. Los paquidermos predominan
(Palceotherium, Anoplotherium, Xyphodon, Adapis, Chtero-
potamus, Paloplotherium, Anchitherium, etc.); aparecen
también nuevos géneros de carniceros (Canis, Hyrenodon,
Tylodon, Amphicyon, etc.); de roedores (tales como Ardi
lias, Adelomys, Theridomys, etc.); quirópteros (Murciélagos)
y marsupiales (Didelphis); el terreno terciario medio ó mió
ceno ve aparecer nuevos paquidermos (Rinoceronte, Cerdo,
Tapir, Caballo, Hipopótamo, Listriodon, etc.); rumiantes
(Ciervo, Antílope, Almizclero, Oveja, Buey, Camello, Gira
fa, Bramatherio, Sivatherio, Dremotherio, Helladotherio,
etcétera); proboscidios (Dinotherio, Mastodonte, Elefante);
carniceros (Gato, Hiena, Nutria, Comadreja, Gineta, Machai-
rodus, Hysenarctos, Acanthodon, etc.); nuevos roedores
(Rata, Castor, Liebre, Puerco-espin, Archomys, Cricetodon);
insectívoros (Musaraña, Topo, Erizo, Mígale, Galerix, Echi
nogale, etc.): otros murciélagos; algunos monos (Pliopite-
eos, etc ); lamantinos y cetáceos (Delfín, Cachalote, etc.).
En el horizonte terciario superior ó plioceno, aparecen
los semnopitecos y otros monos del género Pythecus; mu
chos murciélagos, liebres, castores y puercos-espines; las
marmotas y otros roedores, los osos, las focas y otros carní-
voros; los rinocerontes y tapires; diferentes antílopes y ele-
fantes; nuevos mastodontes; delfines, cachalotes, ballenas y
otros cetáceos.
r
CENOZOICA
Las faunas de la misma época se asemejan por lo general
bastante en Europa, y hasta en puntos mas lejanos del glo-
bo. La asociación de algunos mamíferos basta para deter-
minar un horizonte geológico, pero la regla sufre algunas
excepciones; así vemos, por ejemplo, reproducirse ciertas
particularidades, ya indicadas en la época silúrica, que sin
duda han existido en todos tiempos. Los mamíferos, por
ejemplo, que se manifiestan en Europa desde el principio
del peí iodo terciario, apenas se indican en las otras partes
del mundo desde las capas medias ó miocenas;de modo que
faltan generalmente las tres faunas eocenas. Pero por una
especie de compensación, ciertos géneros, como los caballos,
hipopótamos, camellos, bueyes, ovejas y elefantes, se mani-
fiestan en los bancos miocenos de la India, y no aparecen
en todos los demás puntos sino en los estratos pliocenos. En
la América del Norte no sobrevive el rinoceronte á la forma-
ción terciaria; mientras que el mastodonte, que se extingue
en Europa, continúa propagándose durante el período si
guíente. En cuanto á la fauna marina, se manifiesta, como es
natural, mas estable y fija que la terrestre, no pareciendo de
ningún modo afectada por las circunstancias climatéricas y
otras que algunas veces han modificado profundamente la
primera.
CUADROS DE LA ÉPOCA TERCIARIA.-- Si ahora
tratamos de trazar un bosquejo de la época terciaria, según
todo lo que nos enseñan la Geología y la Paleontología, de-
bemos figurarnos continentes bastante extensos, con monta-
ñas ya altas, pero siempre muy diseminadas. En Europa se
asemejaban sin duda las grandes tierras á las regiones planas
ú onduladas del interior de Africa; estaban sembradas de
lagos y pantanos y alimentaban una rica vegetación. Inmen-
sas manadas de herbívoros recorrían aquellas sabanas medio
sumergidas en las aguas, tan numerosas y variadas como los
grupos de elefantes, de zebras y de antílopes del Africa aus
tral. Los rinocerontes, los tapires, diversos jabalíes, antílopes
y Anchiterium, semejantes á los caballos, pacían en las mis-
mas regiones que los Palceotherium, los Anthracotherium, los
Helladotherium, los Sivatherium y los mastodontes, no me-
nos singulares todos ellos por sus formas que por sus nom-
bres. Entre estos animales predominaba el gigantesco Dino
terio, el mas corpulento de los séres terrestres. Numerosos
carniceros venían á modificar la excesiva exuberancia de
aquella población; aves corredoras semejantes al avestruz,
atravesaban las áridas llanuras; grandes lagartos y serpientes
de diversas especies se deslizaban entre los árboles de los
bosques, poblados de diversos géneros de monos, y en cu-
yas profundidades había fijado ya tal vez el hombre su resi-
dencia. Insectos y aves de toda especie cruzaban los aires;
llenos de crocodilos los lagos y pantanos, alimentaban peces
semejantes á los de nuestros rios, y en las orillas de los ma-
res se arrastraban las focas y los manatis; por último, los
océanos, poblados de delfines, de ballenas y de cachalotes,
servían á la vez de albergue á enormes tiburones. En una
palabra, todo anunciaba ya el orden de cosas actual.
Clima de Europa en la época terciaria.
— El conjunto orgánico indica, una temperatura bastante
alta aun y húmeda, análoga, aunque no idéntica, á la tropi-
cal de hoy.
Posteriormente comienzan á marcarse los climas, y no tar-
dan en confirmarse por nuevas pruebas, los primeros indicios
de una disminución de calor, observados en la época cretá-
cea. En el reino vegetal, así como en la fauna marina, es
donde principalmente se reconocen todas estas circunstan-
cias, pues sí los animales terrestres pertenecen, en su mayor
parte, á géneros de los países cálidos, no podemos afirmar
de la misma, manera que no haya habido especies de rinoce-
579
rontes, de girafas y de elefantes conformados para soportar
temperaturas rigurosas como así se observa en la época di-
luvial. Mas sedentarios, los animales marinos, y sobre todo
los vegetales, proporcionan datos de mayor precisión. En la
época cretácea, según Mr. Heer, la flora de Europa indica
todavía una temperatura tropical, hasta el sur de Laponia.
En la eocena, el clima de los alrededores de París era el de
las regiones cálidas, asemejándose la flora á la de la Florida
ó del mediodía de la China; pero el calor se mantenía no
obstante hasta la inmediación de los polos. Hácia fines de
la época pliocena había disminuido este hasta el punto de
que el clima de la Europa central se asemejaba mas bien
al de las islas del Mediterráneo. Los vegetales de los países
cálidos fueron sustituidos poco á poco por otros mas apro-
piados á las nuevas condiciones de existencia. Las conchas
marinas del plioceno y del crag de Inglaterra son en su ma-
yor parte idénticas á las que viven aun en el fondo del Me-
diterráneo y de los mares británicos. La Paleontología nos
ofrece, pues, un resultado de gran importancia para la histo-
ria del globo; y es que á partir de la mitad del período cre-
táceo, los climas comienzan á pronunciarse en el hemisferio
boreal; que la temperatura desciende poco á poco y unifor-
memente en Europa; y que hácia el fin de la época terciaria
apenas traspasa los medios actuales.
ÉPOCA NEOZÓICA Ó CUATERNARIA
Fauna cuaternaria. — Esta fauna es sobre todo
notable por los mamíferos: los géneros son idénticos, y con
írecuencia las especies también, á las actuales. Un gran nú-
mero de animales terrestres existen desde el principio del
período, durante el cual han aparecido otros tipos nuevos.
Hay, pues, un tránsito insensible desde la fauna cuaternaria
á la actual; así es que ambas épocas están mas bien separa-
das por la cesación de los ienómenos físicos y climatéricos
del período glacial y diluvial, y por el comienzo del estado
presente de cosas, que por una diferencia en la fauna y flo-
ra. Esto es tanto mas evidente, cuanto que si los animales
contemporáneos remontan á menudo á la época cuaternaria,
y aun á la terciaria, varias especies cuaternarias no se han
extinguido hasta los tiempos modernos.
Mamíferos de Europa. — Los mamíferos cuater-
narios de Europa eran osos, leones, hienas, rinocerontes,
elefantes, ciervos y bueyes, casi todos de gigantesca talla;
había además insectívoros, roedores, carniceros, rumiantes,
caballos, jabalíes, etc., los mas de los cuales subsisten aun. El
oso de las cavernas era tan grande como un cahallo; el ele-
fante lanoso excedía en mucho de sus congéneres actuales,
llevando enormes colmillos algo encorvados; el ciervo de las
turberas, con sus cuernos palmeados, tenia por lo menos la
talla de nuestros bueyes, y ciertas especies de estos últimos
alcanzaban dimensiones extraordinarias. Semejante mezcla
de animales de los países fríos y templados con otros que
estamos acostumbrados á considerar como habitantes de
regiones cálidas, no tiene nada de particular desde que sa-
bemos que el mammúth y el rinoceronte de narices tabica-
das estaban revestidos de una espesa capa de lana y de
crines, según lo indican los restos hallados en el norte de
Siberia.
EL HOMBRE CUATERNARIO. — Si aun puede du-
darse de que el hombre apareciera en la época terciaria, es
evidente su existencia en el período cuaternario. No solo se
han recogido en el diluvium y en las cavernas de todas las
épocas sílex cortados, huesos moldeados, croquis de anima-
les, y una infinidad de vestigios de la tosca industria de las
primeras edades, sino que se han descubierto verdaderos
;8o
PALEONTOLOGIA
restos fósiles del hombre, el cual hubo de presenciar los fenó-
menos tan asombrosos que señalaron la época cuaternaria,
como las inundaciones diluviales, de las que pudo escapar
gracias á su destreza; fué testigo de la prodigiosa extensión
de los glaciares; y contribuyó sin duda á la desaparición de
gran número de especies animales.
Subdivisiones de la época cuaternaria.
— Se ha tratado de establecer una especie de cronología de
la época cuaternaria por medio de los animales característi-
cos de cada período, habiéndose obtenido resultados, que
aunque provisionales, ofrecen ya no escaso interés. Con
efecto, Lartet establece en Europa cuatro épocas. principales,
caracterizadas del modo siguiente: la primera por el oso de
las cavernas; la segunda por el mammuth y el rinoceronte
de narices tabicadas; la tercera por el reno; y la cuarta por
los aurochs. Estas edades ó épocas se indican por la presen-
cia, pero de ningún modo por la duración de los tipos, de
los cuales viven algunos aun, habiéndose extinguido los
demás en diversos momentos. La división hoy mas en boga
es la siguiente: i.° periodo del Oso y Mammuth, 2.0 del
Reno y otros animales emigrados y 3/ de animales domes-
ticados.
Animales de la América del Norte.—
Pero lo que sucedía en Europa no podía servir de regla para
los otros países. En la América del Norte apenas existen los
grandes carniceros de las cavernas, y el género hiena parece
faltar completamente. Los rinocerontes habían desaparecido
desde fines de la época terciaria; dos especies de elefantes,
una de las cuales podría ser idéntica al Mammuth, caballos
de grandes dimensiones, y otros varios tipos del antiguo
continente, habitaban entonces en el nuevo, donde se han
extinguido á fines del período. El mastodonte, que no pasa
tal vez en Europa del período mioceno, es por el contrario
uno de los animales mas propagados en América durante la
época cuaternaria, y sus restos están á menudo mezclados
con los de elefantes y de caballos. El reno, el alce y el buey
almizclero, existian simultáneamente en los dos continentes;
pero el nuevo no ha producido aun vestigios de los aurochs,
ni tampoco del gran ciervo de las turberas, al que sustituía
una especie mas gigantesca aun.
Por último, enormes animales desdentados, de los géne-
ros Megaterio, Megalonix, Mylodon, Glyptodon, etc., com-
pletaban la característica de la fauna cuaternaria de la Amé-
rica del Norte. Fácil es deducir de todo esto, que las causas
que determinan la extinción de las especies son tan miste-
riosas como las de su aparición. No podemos, con efecto,
comprender, porqué los rinocerontes, los caballos y los
elefantes han dejado de formar parte de la fauna del Nuevo
Mundo, puesto que el caballo, importado en los tiempos
modernos, se multiplicó de una manera asombrosa, y que
todos los animales del antiguo continente hallarían en el nue-
vo algún punto que reuniera las condiciones para prosperar.
animales de la América meridional. —
El diluvium de las pampas de la América del Sur y las ca-
vernas del Brasil contienen una fauna sumamente notable,
caracterizada sobre todo por los desdentados. Encuéntranse
carniceros, roedores, mastodontes, caballos, llamas, monos
de la tribu de los cebinos, y en fin, tatús enormes y otros
desdentados gigantescos, pertenecientes al menos á unos
quince géneros distintos. Este conjunto orgánico es del todo
análogo á la población actual de la misma parte del mundo,
patria exclusiva de los cebinos, de las llamas, de los tatús y
de la mayor parte de los desdentados. Desde la época cua-
ternaria comienzan pues á señalarse los actuales centros de
dispersión, lo cual hará mas evidente el rápido exámen de la
fauna de algunos otros países.
ANIMALES DE AUSTRALIA, DE LA NUEVA
Zelanda Y de Madagasgar.— La Nueva Holan-
da y las tierras inmediatas, que no encierran hoy dia mas
que mamíferos marsupiales y ornitodelfos, estaban pobladas
exclusivamente de didelfos; pero sus especies alcanzaban las
enormes dimensiones acostumbradas en los animales de la
época cuaternaria. Entre los carniceros, el Thylacoleo carni-
fex llegaba á tener la talla del león ; había dos masurpiales
roedores del tamaño del tapir, y herbívoros con las dimen-
siones del buey y del hipopótamo. El cráneo del Diproto-
donte medía un metro de largo. Compuesta solo, hoy dia, de
aves corredoras con alas rudimentarias, la fauna de los ani-
males de sangre caliente de la Nueva Zelanda no contenia
tampoco, en la época cuaternaria, mas que aves análogas de
muy gran tamaño. Ha producido los Palceopteryx, los Apte-
rornis, Notornis, y diez especies de Dinornis, una de las cua
les, llamada Moa por los indígenas, subsiste tal vez aun en
el interior del país. Madagascar se caracteriza igualmente por
sus aves corredoras : encuéntranse allí Dinormis y el gigan-
tesco Epyornis, que medía al menos cuatro metros de altu-
ra, y cuyos huevos tenían una cáscara de 8 milímetros de
espesor, por 32 á 34 centímetros de largo y una capacidad
de cerca de 9 litros.
Para poner fin á esta rápida reseña paleontológica, séame
permitido indicar la división que al menos por lo que á Eu-
ropa se refiere, podría admitirse de los tiempos terciarios y
cuaternarios con referencia á los principales tipos de mamí-
feros.
Tiempos cuaternarios.
Id. terciarios,.
histórico. .
legendario .
prehistórico,
neoceno. . .
plioceno. . ,
mioceno . .
meso-mioceno
epi eoceno. .
eoceno. . . .
hipo eoceno.
Hípico
Uro rengífero
Urso-elefantino
Elefantino
Masto elefantino
Dinotérido
Antrocotérido
Paleotérido.
Lofiontido
Corifodontido
La aparición y presencia del hombre mas ó menos pro-
blemática en el terreno terciario, completamente fuera de
duda durante el período cuaternario, con la fauna y flora
actuales, completan el cuadro del desarrollo de la vida desde
que allá por los tiempos laurentinos y cámbricos, si en rigor
deben ó pueden considerarse como independientes del silú-
rico, verificó su misteriosa aparición en el globo.
Teniendo por necesidad que adaptarse á las condiciones
de existencia que este globo ha ofrecido en sus distintos
períodos, sin prejuzgar en manera alguna las causas natura-
rales ó sobrenaturales que en su aparición pudieron interve-
nir, claro es que la distinta naturaleza y distribución de
los séres orgánicos en los mares y en las tierras constituye
el dato mas precioso para caracterizar las distintas épocas de
la Historia de nuestro planeta; razón por la cual no puede
darse un paso seguro en su estudio, sin acudir á los inago
tables y preciosos veneros de riqueza científica que la Pa-
leontología suministra.
FIN DEL TOMO NOVENO Y ULTIMO
INDICE
581
ÍNDICE
DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN EL TOMO NOVENO
IMIIIsTiE iR-A-UL, O G-TJ±
binarios, ternarios
Introducción. — Consideraciones generales sobre la
Mineralogía
Mineralogía
Caractéres mineralógicos.
Caractéres geométricos. .
Cristalización por el calor ó via seca
Cristalización por la via húmeda. .
Generalidades de los cristales.
Leyes cristalográficas.
Sistemas y tipos cristalinos
Ley de simetría.
Formas irregulares.
Estructura.
Fractura.
Caractéres mecánicos.
Cohesión y afinidad.
Caractéres ópticos. .
Caractéres electro- magnéticos.
Caractéres organolépticos.
Caractéres químicos.
Composición de los ijiinerales y nomenclatura qu
mica. ....
Nomenclatura de los cuerpos
cuaternarios.
Nomenclatura mineralógica.
Fórmulas químicas.
Fórmulas mineralógicas. .
Medios ó procedimientos y aparatos que se usan en
los ensayos mineralógicos, o sea en la análisis cua
litativa de los cuerpos.
Efectos y fenómenos mas importantes que se notan
en los minerales por la acción de la temperatura,
ó sea por los llamados medios pirognósticos. .
Aparatos y útiles necesarios tanto para la via húmeda
ó acción de los líquidos, como para la via seca ó
acción del calor
Reactivos mas generalmente usados en la via húmeda
Reactivos para la via seca
cualitativa ó ensayo de los minerales. . ^
Determinación de los principios ó cuerpos electro-
0 m
negativos.
Prinqpios ó cuerpos electro positivos.
Caractéres geológicos. . • *
Clasificación de terrenos.
MINERALOGÍA TAXONÓMICA
Clasificación de los minerales .
Grupos ó divisiones principales que se forman en las
clasificaciones botánicas y zoológicas.
Clasificaciones y grupos mineralógicos.
Dificultades que resultan para la formación cíe la
especies á causa de las mezclas de los cuerpos.
Especies mixtas, denominadas también mestizos mi
nerales. • • •
Clasificaciones mineralógicas mas importantes.
Métodos derivados
Método que se adopta en esta obra para agrupar y
describir los minerales
1
3
7
9
9
10
10
1 1
1 1
12
15
a 7
18
18
20
23
29
31
32
o
00
3*1
36
37
37
37
4i
4i
41
42
42
48
50
51
53
54
56
58
60
MINERALOGÍA DESCRIPTIVA
Sub reino primero. — Atmosférico. — Clase primera. —
Gases. — Sección primera. — Gases simples. — Oxí-
geno.— Nitrógeno
Hidrógeno
Sección segunda. — Gases compuestos. — Aire atmos
férico. — Agua en vapor
Hidrógeno carbonado. — Acido carbónico.
Acido sulfuroso. — Acido hidrosulfúrico. — Acido hi
droclórico
Sub reino segundo —Mineral. — Clase segunda — Tier
ras y piedras. — Sub clase primera. — Tierras y pie
dras no silíceas. .
Género. — Carbonato. .. ..
Natrón
Urao. .....
Gay-Lussita. ....
Carbonato de cal. .
Caliza. .....
Aragonito. ....
Dolomía. ....
Witherita
Estroncianíta.
Género. — Sulfato
Acido sulfúrico.
Thenardita
Exantalosa
Glauberita. ....
Epsomita ó sal de Calatayud. .
Alunogena. ....
Alumbre común.
Mascagnina
Alunita
Websterita.
Yeso
Anhidrita.
Baritina ó espato pesado.
Celestina.
Género. — Fosfato. .
Fosforita.
Wavelita.
Klaprotina ó lazuli
Turquesa.
Género. — Arseniato.
Farmacolita. .
Género — Nitrato.
Nitro
Nitratina ó nitrato cúbico.
Género. — Cloruro.
Sal común ó sal gema. .
Sal amoniaco.
Género. — Fluoruro.
Fluorina ó espato flúor. .
Género. — Borato
Acido bór\co.
Boracita.
Bórax
Grupo de las piedras finas ó gemas.
1 1 a
63
64
64
65
66
67
67
67
68
68
68
68
7i
71
72
72
72
72
73
73
73
74
74
74
75
75
76
76
77
77
78
78
79
79
79
80
So
80
1
1
81
81
81
S2
83
83
S4
s4
84
84
85
i
5^2
Diamante.
Corindón ó zafiro
Cimofana. .
Rubí. .
Esmeralda. .
Fenaquita. .
Euclasa.
Topacio.
Jacinto 6 circón
Granates. .
Idocrasa.
Peridoto.
Turmalina.
Axinita ó
Cordie
Sub-clase s
Familia.
ÍNDICE
Melilita.
Familia. — Antibélicas. .
Anfíboles.
Tremolita <5 anfibol blanco.
Actinota ó anfibol verde.
Hornblenda <5 anfibol negro.
Piroxenos.
Piroxeno diópsido. .
Dialaga. . ;
Hedembergita.
Piroxeno aujito ó de los volcanes.
Hiperstena. .
besto y amianto.
as. . .
. . . .
t'1 ni rYsF«L
steatita 6 jabón de sastre.
Serpentina ú ofita. .
Magnesita <5 espuma de mar.
Fam lia.—1 Talcoideas.
Clorita. .
Pennina.
Pirofilita.
Terrosas.
Arcillas propiamente dichas.
Arcilla esméctica. .
a plástica ó común.
.idrio de volcanes.
elita.
na .
mica anacarada.
_ ía.
Sarcolita.
Hauyna.
Lazulita ó
Eudialita.
Prehnita.
Datolita ó Humboldtita.
Familia. — Coceolitas.
Analcima ó ceolita dura.
Chabasia.
Levina. .
Hidrófita ó Ginclini
Mesotipa.
Thomsonita. .
Laumonita. .
Harmotoma. .
Disclasita.
Estilbita.
Heulandita. •
Apofilita.
Familia. — Prismáticas. .
Andalucita. .
Estaurotida ó pi
Distena ó chorlo azul.
Zoisita. .
Epidota.
Wernerita.
Couzeranita. .
Meionita.
n ó tierra de porcelana.
: verdes,
conia.
aldogea ó tierra de Verona.
ones generales é importantes de los sil
_j y cristal,
iado
r
Loza, ladrillos, tejas.
Clase tercera. — Metales. .
Género. — Paladio: paladio nativo. .
Id. Iridio: iridio nativo..
Id. Platino: platino nativo. t.
Id. Rodio. ...
Id. Oro: oro nativo.
Género. — Plata: plata nativa. .
Argirosa ó plata vidriosa.
Argiritrosa ó plata roja oscura
Miargirita. . . ‘ S
Proustita
Plata estriada de España.
Querargira ó plata córnea .
Bromargira. .
Yodargira. .
Género. — Mercurio: mercurio ó azogue nativo
Mercurio argental. .
Cinabrio ó bermellón.
Mercurio córneo ó calomelanos.
Género. — Plomo: plomo nativo.
Galena
Claustalita ó filquerodita..
Bulangerita ó plumbostita.
Burnonita ó endeliona. .
catos
n
x'3
IJ3
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114
114
114
114
Ir5
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1 *5
116
1 16
117
1 17
117
1 *7
1 17
117
118
118
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119
1 *9
119
120
120
120
120
121
121
121
121
121
121
122
122
122
122
l2S
124
124
124
ÍNDICE
583
Género. —
Género. —
Género. —
Género. —
Género. —
Género. —
MA
DE
Cerusa ó plomo blanco. .
Anglesita.
Querasina <5 fosgenita. .
Piromorfita ó plomo verde ó pardo.
Crocoisa ó plomo rojo. .
Miraetesa ó mimeüta.
Voquelinita ó plomo cromatado verde
Mel inosa ó Wulfenita. .
Van adita. ....
Estaño
Casiterita. ....
Estannina ó pirita de estaño. .
Bismuto: bismuto nativo.
Bismutina
Cobre: cobre nativo.
Ziguelina ó cobre rojo. .
Melaconisa ó cobre oxidado negro
Piritas
Calcopirita ó pirita cobriza.
Filipsita, cobre abigarrado ó cobre piritos
hepático. .
Calcosina ó cobre vitreo
Cobres grises.
Panabasa ó tetraedrita.
Tenantita.
Malaquita.
Azurita. .
Atacamita.
Olivenita.
Aferesa.
Cianosa.
Cobalto..
Esmaltina ó cobalto.
Cobaltina ó cobalto gris
liante.
Eritrina ó cobalto rojo
bailo. .
Manganeso. .
Pirolusita 6 manganesa
vidrieros. .
Hausmanita. .
Braunita.
Acerdesa.
Dialogita.
Rodonita.
Helvina.
Triplita. .
Hierro. .
Aerolitos.
Hierro meteórico. .
Imán ó hierro magnético
Hierro oligisto.
Hierro oligisto metaloideo.
Hierro oligisto concrecionado..
Hierro oligisto terroso. .
Limonita ó hematites parda. .
Piritas. .
Pirita amarilla.
Pirita blanca ó lívida.
Pirita magnética ó pirita parda.
Pirita arsenical ó Mispiquel. .
Siderosa ó hierro espático.
Vivianita
Dufrenita ó hierro fosfatado verde.
Heterosita
Farmacosiderita.
y cobalto br
flores
egra y jabón c
e c
1
n6
*33
133
134
i34
i34
*35
*35
*35
*35
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[3'
136
*37
*37
*37
*33
*39
*39
*39
*39
140
140
140
141
141
141
142
142
142
*43
*43
*43
*44
*44
144
*45
*45
*45
146
146
146
147
*47
«47
145
148
148
*49
*49
«49
149
*49
Tantalita.
Wolfran.
Melanterita, caparrosa ó vitriolo verde.
Género. — Zinc. ....
Blenda ó falsa galena. .
Calamina.
Zinconisa.
Esmisonita. .
Zincita. ....
Género. — Niquel
Niquelina ó kutter niquel.
Antimoniquel 6 niquel blanco 6 gri
Breithoptita. .
Disomosa.
Género. — Molibdeno.
Molibdeno oxidado.
Molibdenita. .
Género.— Tungsteno. .
Género. — Urano. .
Pecurana.
Uranita. .
Calcolita ó Forberita.
Johannita.
Género. — Titano. .
Rutilo ó chorlo rojo.
Anatasa ó chorlo azul.
Brooquita ó arcansita.
Esfena ó titanita. .
Género. — Teluro: teluro nativo.
Silvanita.
Elasmosa.
Mulerina.
Género. — Antimonio: antimonio nativo.
Estibina.
Zinckenita.
Wolfsbergita .
Berthierita.
Kermes. .
Exitela. .
Senarmontita..
Romeina.
Género. — Arsénico: arsénico nativo. .
Arsénico blanco ó arsenita.
Rejalgar ó arsénico rojo.
Oropimente ó arsénico amarillo.
Clase cuarta. — Combustibles. .
Azufres. — Azufre nativo.
Azufre seleniado. .
Resinas..
Succino..
Retinita ó retinasfalto.
Copal fósiL . á
Ozokerita.
Scheerita.
Hartita. .
Betunes.
«A-
Nafta. .
Petróleo ó aceite de piedra.
Asfalto, pez mineral, betún de Judea
pisasfalto y bálsamo de momias.
Carbones. — Grafito.
Antracita. Ulla brillante
Ulla. .
Lignito. .
Turba. .
Apéndice á los combustibles.— Sales orgánicas.
*51
*54
*54
156
*56
*57
*57
*57
*58
158
*53
*59
*59
*59
*59
160
160
160
160
161
161
161
161
161
162
162
162
163
163
163
164
164
164
*ó5
*65
166
166
166
167
167
*67
168
168
168
169
169
169
171
*7*
*7*
172
1 72
172
172
*72
«73
*73
*73
*73
*74
*74
*75
*77
178
179
Jtm.
584
Melita. .
Conistonita.
INDICE
i79
H9
Oxalita ó Humboldtita.
Guano. .
geología
181
187
INTRODUCCION.
* • • «
GEOLOGIA ESPECULATIVA
Primera parte. — Geografía
Capítulo I.— Geografía estática.— Artículo I. — Geo
graíía astronómica.
Artículo II. — Geografía física
Orografía.
Hidrografía. r.. . m — m TTI 107
Capítulo TT ^97
Articulo
atmós
II. —
III. — ICUI
Volcanism,. .
IV. — Terremotos
V. — Oscilad
VI. — Causas de
Primer género.— Pórfidos feldespáticos.
Ortofido.
Albitofido.
Labradofido. .
-88 Oligófido.
19° Segundo género. — Pórfidos magnésicos. .
Serpentina.
Eufotida.
Anfi bolita,
iiroxenita. .
Segunda clase. — Rocas ígnea
neas modernas ó volcánica
de los continentes .
. — volcanismo. .
Artículo II. — Caus s exte ñas
raósfera.
II- — Acción del agu . líquu
III — Acción de ag a sólic
Artículo III. Causas fisiológicas ú orgánicas.
Parte segunda. — Geognosia. . ..
Artículo I.— Rocas - Generalidades.
Principales especies componentes de las
Feldespatos, j
A. Feldespatos potásicos
B. Feldespatos sódicos. .
C. Feldespatos litínicos. .
D. Feldespatos cálcico
Cuarzo. . .
Cuarzo hialino.
Cuarzo litoideo.
Opalo. .
Jaspe. .
Mica.
Talco .
Peridoto.
Diálaga. ......
Piroxeno. ....
Anfíboi. .
• • •
Artículo II. — Caractéres de las rocas
Composición. .»
Cohesión.
Estructura. ....
Hilo ó contralecho
Artículo III. — Clasificación de rocas.
Artículo IV.— Descripción de rocas. — Primera
— Hidrotermales. ....
Primer órden. — Rocas antiguas, cristalinas ó
ticas
Primer género. — Granito tipo..
Segundo género — Granitos a
Pegmatita.
Hialomicta
Petrosilex
Cuarzo eruptivo.
I ercer genero. Granitos degenerados. — Sienita
Protogina.
Segundo orden — Rocas porfídicas ó medias. .
ómez.
género.— Basáltico.
- Orden tínico
Primer género. — Traquítico.
Traquita.
Obsidian
Piedra
Fonoli
Según
Basalto
Peperino.
Puzolana.
Leucitofi
uyn
'ercer género.— Lávico,
ava. .
Azufre. .
Tercera clase. - Rocas neptúnicas.
Primer órden.— Neptúnicas normales.
Primer género. — De sedimento químico.
Caliza
— cemento. — Cemento romano. .
. * * J •
o oxidado.
—ierro peroxidado. .
Hierro hidroxidado.
1 T ierro carbonatado.
anganeso peroxidado.
Segundo género — Roca
Arcillas. .
Arcillas simples.
Kaolín. .
Arcilla esméctica.
Arcilla plástica.
Arcilla refractaria.
Arcillas compuesta
Greda. ,
Légamo.
Ocre. .
Arenas y areniscas.
Arenas. *.
257 Areniscas./' .
Arenisca
Arenisca fe
Arenisca ve
Molasa. .
Gonfolita
Machino.
Arkosa.
Samita. .
Arenisca carbonífera.
259
259
260
260
261
261
— Marga
de sedimento mecánico
-I
180
180
261
262
262
263
264
264
264
265
266
267
267
267
267
268
269
269
270
270
271
271
271
272
272
272
272
272
272
272
273
276
278
280
280
280
281
281
282
282
282
28 2
283
« <
INDICE
585
as.
de sedimento
quími
co. —
C
K
A
Itacolumita. .
Magnesita.
Segundo orden. — Neptúnicas metamórfic
Primer género. — Cristalofílicas
Gneis. .
Grupo de las pizarras.
Pizarra micácea.
Pizarra talcosa.
Pizarra clorítica.
Pizarra anfibólica. .
Pizarra arcillosa.
Segundo género.— Rocas
Caliza.
Dolomia.
Yeso, anhidrita.
Alunita. .
Sal común.
1 ercer género. — Rocas de sedimento mecánico. —
Cuarcita. .
Jaspe. .
Porcelan ita. .
Margolita y arcillófidos.
Metamorfismo.
Tercera clase. — Rocas de origen orgánico.
Primer orden. — Rocas de procedencia anima
Segundo orden. — Rocas de origen vegetal.
Primer género.— Resinas.— Succino.
Segundo género.— Betunes.— Asfalto.
Betún elástico. — Nafta y petróleo. .
Tercer género.— Carbones.
Turba .
Lignito. . «1
Dusodila.
Ulla. .
Antracita.
Diamante.
Parte tercera. — Geonomía.
Capítulo I. — Primera serie.— Descripción de
nos. — Primera clase. — Plutónico-ígnea.
Primer grupo. —Terreno plutónico ó agalísico
Primera formación.— Granítica.
Segunda formación.— Porfídica.
Segundo grupo. — Terreno piroideo ó volcánico
Primera formación. — Traquítica.
Segunda formación. — Basáltica.
Tercera formación. — Lávica. .
Segunda serie. — Neptúnica. — Terrenos de sedim
Capítulo I. — Estratigrafía.
Capítulo II. — Paleontología. — Artículo I. —
lidades. . . ¿ ,
Artículo II. — Fosilización.
Capítulo II. — Descripción de terrenos. .
Primer período. — Azoico.
Segundo período. — Paleozoico ó primario
Primero. — Terreno silúrico. .
Segundo. — Terreno devónico. .
Tercero. — Terreno carbonífero.
Cuarto. — Terreno pérmico.
-Ge
terre
ento
ñera
287
288
288
288
288
289
289
289
290
290
290
290
291
292
292
292
294
294
294
295
295
297
297
297
297
298
298
298
298
299
299
300
302
302
303
3°5
306
3°6
307
3°S
309
309
310
3ro
315
316
324
324
325
325
334
336
339
Tercer período. — Terrenos mesozóicosó secundarios
Terreno triásico. .
Terreno jurásico. .
Piso primero. — Liásico..
Piso segundo. — Bathónico.
Piso tercero. — Oxfórdico.
Piso cuarto. — Portlándico.
Terreno cretáceo. .
Grupo inferior.
Grupo superior. .
Tercer período. — Cenozóico,
Primer piso. — Eoceno ó nummulítico.
Terciario medio, mioceno ó de la molasa.
Terciario superior, plioceno ó subapenino
Período neozóico. — Terreno cuaternario.
Oscilaciones de las costas.
Formación glacial ó errática
Formación diluvial.
Formación tobácea.
Formación turbosa.
Formación madrepórica.
Capítulo III. — Mapas geológicos y agronómicos
Parte cuarta. — Geogenia , geogonia ó teoría de la iier
. ra. — Capítulo único
Concordancia entre el Génesis y las ciencias
GEOLOGÍA APLICADA Ó GEOTECNIA
Capítulo I.— Geología agrícola ó Geoponía. .
Artículo I. — Origen, naturaleza y propiedades de
las tierras
Modo de obrar del suelo en la vegetación.
Clasificación de las tierras. .
Artículo II. — Mejoramientos y abonos. .
Sección primera. — Mejoramientos..
i.° Saneamiento de las tierras. .
s.° Riegos
3.0 Labores agrícolas
4.0 Sustancias que se emplean como mejoramientos
Sección segunda. — Abonos
i.° Abonos orgánicos
2° Abonos inorgánicos
Artículo III. — Terrenos en que se hallan los mejo
ramientos y abonos. .
Capítulo II.— Geología industrial— Asociaciones
criaderos de los minerales. .
Artículo I. — Criaderos
Sección primera. — Criaderos generales. .
Sección segunda.— Criaderos particulares.
1.® Criaderos eruptivos.
2.0 Criaderos de contacto. .
3.0 Criaderos metamórficos.. ....
4.0 Criaderos regulares ó filones ....
Artículo II. — Teoría sobre la formación de los cria-
deros metalíferos
Artículo III. — Compañeros y asociaciones de los
minerales
Capítulo III. — Geología hidrográfica. .
Pozos artesianos ó ascendentes.
PALEOITTOL O GIA
INTRODUCCION
. . . 452
Acrita ó protozoa
• • • 453
Tipo primero. — Heteromorfos.
• 453
Clase I. — Amorfozoos. .
• 453
Clase II. — Rizópodos. .
III. — Infusorios. .
Animales invertebrados. .
Tipo segundo. — Radiados.
Tomo IX
74
340
341
344
345
347
348
350
351
35'
353
355
356
358
361
362
364
364
365
37i
37i
37i
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376
384
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387
399
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407
407
409
409
410
416
416
417
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422
423
423
426
426
427
427
435
443
447
455
456
457
457
T
INDICE
586
Clase I. — Hidrozoos. .
Familia I. — Graptolitidos.
Clase II. — Antozoos. .
III. — Briozoos. .
IV — Equinodermos.
Orden I.— Crinoideos. .
II. — Cistoideos. .
III. — Blastoideos.
IV. — Asteroideos.
V. — Equínidos. .
VI. — Holotüridos.
Tipo tercero.— Articulados. .
Clase I. — Anélidos.
II. — Cirríped'
III. — Crustác
Sub -clase I. — Ent
Orden de los Trilob:
Sub-clase II.— Mal
Clase IV. — Ins
V. — Miriápod'
VI. — Arc
Tipo cuarto. — Molu
Clase I. — Braquió
II. — Acéfalos
III. — Cefálidos. .
Orden I. — Terópodos. .
)odos
Sub- orden I. — Tenoideos.
Género Smerdis. .
Sub orden II. — Cicloideos.
Orden V. — Anacantinos.
Familia Gádidos. .
Pleuronectidos. .
Orden VI. — Malacopterigios.
Icnología.
Proticnites. .
Anfibicnites. .
Queiroterio.
tozum. .
chopus. .
ormal.
rmal.
,v. — Cefalópodos.
I. — Tetabranquios
idos
Clase I. — Peces.
Orden I. — Plagiosto
Familia I. — Cestració:
II. — Hibodóntid
III. — Escuálid'
IV. — Ráy ’
Orden II. — Holocefáli
Género Quimera.
Ischiodus. .
Ganodus. .
Edaphodus.
Elasmodus.
*
Orden III. — Ganoideos.
Sub-órden I.— Placo-ganoideos,
Género Pterichtys.
Cephalaspis.
Pteraspis. .
Coccosteus.
Familia de los Esturiónidos
Sub-órden II. — Lepidoganoideos.
Familia I. — Diptéridos..
II. — Acantodidos.
III. — Celacantidos.
IV. — Holoptíquidos.
V. — Paleonicidos.
VI. — Saurictidos.
VII. — Catúridos.
VII I. — Picnodontidos.
IX. — Dapédidos.
X. — Lepidotidos.
X I . — Leptolépidos.
Orden IV. — Acantopterigios.
Plesiosaurus.
Pliosaurus. $ .
Polipticodon. .
Orden V.— Anomodontidos.
Familia Dicinodontes. .
Género Ticognatus.
Criptodontes. .
énero Ounenodon.
Rincosaurus.
Familia Cinodontes.
Género Galeosaurus.
Cynochampsa. .
Orden VI. — Terosaurus.
Género Dimorphodon. .
Ramphorinchus.
odactylus. .
Orden VII. — Tecodontidos.
Género Tecodontosaurus.
Paleosaurus.
Belodon. .
Cladiodon.
Bathygnatus.
Protorosaurus. .
Orden VIII. — Dinosauridos
Género Scelidosaurus. .
Megalosaurus. .
Hyloeosaurus.
Iguanodon.
Orden IX. — Crocodílidos.
Sub-órden I. — Anficelios.
II. — Opistocelios
III. — Procelianos
Orden X. — Lacértidos. .
XI. — Ofidios. .
XII. — Quelonios.
XIII. — Batrácios.
498
498
488
499
499
499
499
500
501
502
502
503
503
503
5°4
504
506
506
506
506
509
5IQ
512
512
512
512
512
513
5H
514
5*4
5i7
5i7
5i7
517
518
5X9
519
5*9
520
520
520
521
521
21
522
522
, 522
523
523
523
523
524
524
524
525
525
526
526
527
527
528
529
53°
531
INDICE
587
III.— Aves..
531
Género Dryopithecus. .
545
IV. — Mamíferos. .
• • ,
53 3
Mesopithecus. .
545
0 Microlestes.
535
Semnopithecus..
545
Dromatherium. .
535
Dinotherium. .
545
Amphiterium. .
535
Mastodon.
545
Amphilestes.
535
Elefante. . . , .
547
Phascolotherium.
535
Rhinoceros.
548
Stereognathus. .
536
Género Hippopotamus..
• . • •
549
Spalacotherium.
537
Orden de los Rumiantes.
* fe
55°
Trigonodon.
,v
537
Familia Cérvidos. .
55°
Plagiaulax.
538
Camelopardalinos. .
55i
Coryphodon.
K *
538
Antilópidos.
551
Pliolophus.
539
Bóvidos. .
552
Lophiodon.
? *
540
Orden Carniceros.
552
Palaeotherium. .
• •
f
540
Género Galecinus.
552
Anoplotherium..
. # • . *
54°
Felis.
552
Dichodon.
(fe
4 é • *
*
54i
Orden Roedores. .
553
Xiphodon.
54i
Distribución geográfica de los Mamíferos cuaterna-
Dichobune.
54i
rios. . *
1* •
554
Microtherium. .
542
Conclusión. . . . ‘ .
557
Hyaenodon.
542
Época paleozóica. .
558
Amphicyon.
542
mesozóica Ó secundaria.
570
Macrotherium. .
544
cenozoica ó terciaria. .
577
Pliopitechus.
545
neozóica ó cuaternaria.
fe
•-
579
FIN DEL INDICE DEL TOMO NOVENO
PAUTA PARA LA COLOCACION DE LAS LAMINAS
TOMO PRIMERO
nca. — Griegos. .
Habitantes de las cercanías de Roma.
Raza blanca. — Egipcios.
Raza blanca. — Arabes. .
Raza amarilla. — Chinos. .
Raza amarilla. — Esquimales..
Raza roja.— Indios de la América del Norte.
Raza roja. — Araucanos de la frontera de Chile
Cholos ó mestizos.
Raza cobriza. — Abisinios.
Raza negra. — Negros. .
Páginas
CXXXV1II
CXL
CXLII
CXLII
CXL1V
CXLIV
CXLVI
CXLVI
CXLVI1I
CXLVI II
CL
Raza negra. — Cafres.
Grupo de monos americanos.
León de Berbería.
Grupo de pumas.
El tigre real. .
El buansó. .
El lobo vulgar.
El otocion de grandes orejas.
Grupo de hienas devorando su presa.
Hiena parda. . . # .
El oso blanco
Páginas
TOMO SEGUNDO
Grupo de soricíd'
Grupo de roedores.
La ardilla rey.
La marmota bobac.
Grupo de macropódidos.
El caballo de Clydesdale
El camello dromedario. .
Grupo de ciervos. .
10
36
44
55
2 12
292
310
356
El cariaco de Virginia. .
Grupo de girafas. .
El estrepsicero cudü. .
El toro de cuernos cortos.
El rinoceronte de la India.
Grupo de hipopótamos..
Grupo de focídeos.
¿ €
*
366
382
410
522
572
598
620
*
i.
OiUTA
Grupo de de cacatúas. .
El gran cacatúa blanco. .
Grupo de alcedínidos. .
Grupo de falcónidos. .
Grupo de amadínidos.
Grupo de paradísidos.
miác
Leguminosas.
Azalea índica.
Orquidáceas.
m
i ,
.
TOMO SEXT
. i E • fÜ :
<* ,
te
, Argas, Arginito,
, Sintorais, Morfo,
Ü'
ebratula, Ma
i, Colombela
48
etc.
TO
20
PAUTA
TOMO TERCERO
Páginas 1
26 Grupo de águilas. .
30 Grupo de vultúridos. .
138 Grupo de currucas.
270 Grupo de motacilidos. .
TOMO CUARTO
6 | Grupo de hirundínidos..
36 I G rupo de cisnes. .
TOMO QUINTO
zool
Grupo de toi
Grupo de croc<
El varano
El estelio espinoso
Iguanas.
ótalo hórrido.
«■
■ ÍL1L-" 1 3c
o Crisofono, Braquino, i
I embex, Pepsis, Clorio
Pa
V¡
rana temporaria,
ipo de salmónidos. .
El escafiorinco catafracto.
El escilio perro. .
El miliobates águila.
T “ñera ártica.
'tu
4
. . » '
•o Uranio, Grafolitos, Larentias, etc.
ñero Estratiomo, Tábanos, Hematopo, etc.
ñero Acridio, Mantis, Grillotalpa, etc,
ñero Belostoma, Afroforo, Bulimo, etc.
ail I : /vJL 4 J
IMO
énero Turbo, Helix, etc.
Acalefos.
TAVO
K 1 _
Orquídeas. — Odontoglossum.
Iridáceas
Eucholirium.
Hippeastrum.
Lilium
Páginas
3íÓ
398
482
5^
224
250
290
306
580
598
606
610
620
TOMO NOVENO
>ro, plata* etc
[ierro, cobalto, etc
Estudio micrográfico de la serpentina. .
* Corte del
nL*
124
3*4
Mapa geológico de España. . Wñ m Sy 372
Corte ideal de la costra sólida del globo. . . 376
Clasificación general de terrenos (cuadro impreso). 304
SEÑORES ENCüADERNADS^^'
* »
Como los tomos VI y VII contienen un número de pliegos bastante corto con relación al de
los tomos restantes de la obra, convendrá que los encuadernen en un solo volumen, con lo cual
vendrán á tener todos las mismas dimensiones.