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Full text of "Historia natural"

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LA  CREACION 


I 


HISTORIA  NATURAL 


DIVISION  DE  LA  OBRA: 

ZOOLOGÍA  Ó REINO  ANIMAL 


TRADUCIDA  Y ARREGLADA  DE  LA  ÚLTIMA  EDICION  ALEMANA  DE  I.A  OBRA  DEL  CÉLBBRE 

DR.  A.  E.  BREHM 


ROPOLOGIA,  BOTANICA,  MINERALOGIA,  GEOLOGIA  Y PALEONTOLOGIA 

escritas  por  eruditos  autores  españoles 

presencia  de  los  mas  completos  y recientes  datos  de  estas  diferentes  ramas  de  la  ciencia 


TOMO  IX 


MINERALOGIA,  GEOLOGIA  Y PALEONTOLOGIA 


MA  DE  NUEVO  LEON 


DE  BIBLIQI 


CELONA 


AS 


MONTANER  Y SIMON,  EDITORES 


CALLE  DE  ARAGON,  NÚMS.  309-311 

1883 


e>S3qi, 

\j.<\  j 


13 


é 


* • 


V. 


INTRODUCCION 


CONSIDERACIONES  GENERALES  SOBRE  LA  MINERALOGIA 


Considerada  la  Mineralogía  como  la  ciencia  que  tiene  por 
objeto  el  estudio  de  los  séres  inorgánicos  que  constituyen  la 
corteza  de  nuestro  planeta,  remóntase  su  conocimiento  al 
origen  de  las  sociedades  humanas.  El  libro  sagrado  de  los 
indios,  las  escrituras  chinas,  los  monumentos  egipcios  y los 
libros  de  Moisés  manifiestan  sin  el  menor  género  de  duda, 
que  para  indagar  el  origen  de  esta  rama  de  las  ciencias 
naturales,  es  preciso  buscarle  en  los  tiempos  mas  remotos  (i). 

El  primer  catálogo  mineralógico  que  se  conoce  se  debe  á 
Moisés,  el  cual  dice  en  los  libros  sagrados  que  el  pectoral 
del  pontífice  Aaron  estaba  adornado  de  doce  piedras  precio- 
sas colocadas  en  cuatro  series  ó filas,  cuyos  nombres  hebreos 
y vulgares  según  Epifanio,  Braunio,  Wedelius  y otros,  son 
los  siguientes: 


NOMBRES  HEBREOS 

Odem.  . . . 

Phitdch.  . . 

Bareketh.  . . 


NOMBRES  VULGARES 

Cornalina 
Topacio. 
Esmeralda. 


Nophech Rubí. 


Zafiro. 

Diamante  (2). 
Jacinto. 


Saphir 

Jahalom 

Leschem 

Schebo Agata. 

Achlaraah. Amatista. 

Tarschisch Crisolita. 

Schoham Sardónice. 

Jaspeh.  . Jaspe. 


Según  el  Exodo,  el  manto  ó túnica  de  Aaron  estaba  ador- 
nado de  dos  ónices  montadas  en  oro,  en  las  cuales  se  halla- 
ba grabado  el  nombre  de  las  doce  tribus,  lo  cual  prueba  de 
un  modo  evidente  que  desde  épocas  muy  antiguas  se  cono- 
cían no  solo  el  oro  y varias  piedras  finas,  sino  el  arte  de 
grabar  y tallar  estas  mismas  piedras.  En  los  textos  hebreos 
se  indica  que  el  oro  (zahab)  era  muy  abundante  en  los  tiem- 
pos antiguos:  Dios  dijo  á Moisés:  «Recibirás  oro,  plata  y 
bronce.»  Job  habla  del  oro  de  Ofir;  nadie  ignora  la  historia 
del  becerro  de  oro  destruido  por  Moisés;  Eliezer  regaló  á 
Rebeca  pendientes  y anillos  de  este  metal;  los  israelitas  á su 
salida  de  Egipto  se  llevaron  gran  número  de  vasos  de  oro  y 
de  plata,  y cuando  estuvieron  en  el  desierto  ofrecieron  á 
Dios  sus  brazaletes,  collares,  pendientes  y vasos;  finalmente, 
todo  el  mundo  sabe  que  la  célebre  arca  de  la  alianza  tenia 
una  corona  de  oro;  que  el  candelero  de  los  siete  brazos  era 
también  de  oro,  así  como  la  mesa  de  los  panes  se  hallaba 
guarnecida  por  este  mismo  metal. 


(1)  La  mayor  parte  de  los  datos  históricos  que  se  citan  en  esta  intro- 
ducción están  tomados  del  diccionario  de  Mineralogía  y Geología  publi- 
cado por  Mr.  Landrin  en  el  año  1852. 

(2)  Algunos  escritores  no  incluyen  en  este  catálogo  el  diamante. 

Tomo  IX 


Los  pueblos  antiguos  solamente  tuvieron  idea  del  oro,  de 
la  plata  y del  cobre,  únicos  metales  que  conocieron  en  el 
estado  nativo.  Los  egipcios  fueron  los  primeros  que  hicieron 
uso  de  la  plata,  cuyo  cuerpo  se  cree  que  fué  descubierto  por 
Erictonio  hijo  de  Vulcano;  la  copa  de  Joseph  y muchos  de 
los  vasos  que  el  pueblo  judío  sacó  de  Egipto  eran  de  plata; 
el  tabernáculo  constaba  de  varias  columnas  sostenidas  por 
bases  de  plata  ó bronce  y coronadas  de  chapiteles  de  oro  ó 
de  plata.  El  bronce,  según  la  opinión  de  varios  escritores,  se 
extraía  de  un  mineral  afine  con  la  oricacilta  de  los  griegos, 
especie  mineralógica  formada  por  un  doble  carbonato  de 
cobre  y de  zinc:  el  bronce  ha  sido  conocido  mucho  antes 
que  el  hierro;  sin  embargo,  según  el  Génesis,  Tubal-Cain 
forjaba  estos  dos  cuerpos;  Job  cita  el  oro,  la  plata,  hierro  y 
bronce  como  los  cuatro  metales  mas  estimados  en  su  época; 
el  bronce  fué  desde  luego  muy  apreciado  y usado  por  los 
israelitas,  supuesto  que  solo  en  la  construcción  del  templo 
se  emplearon  cerca  de  tres  mil  kilogramos  de  esta  sustancia; 
los  griegos  en  el  memorable  sitio  de  Troya,  1200  años  antes 
de  la  era  cristiana,  estaban  cubiertos  de  cobre,  tenían  armas, 
casas,  utensilios  de  bronce,  siendo  todos  sus  objetos  de  este 
cuerpo  ó de  cobre. 

El  catálogo  de  los  minerales  en  la  época  de  Job,  ó sea 
2,300  años  después  de  Adan,  estaba  reducido  á la  plata, 
oro,  cobre,  bronce,  betún,  azufre,  perlas  y algunas  piedras 
finas.  Job  conocía  ya  la  bigornia  y el  martillo,  instrumentos 
tan  necesarios  en  la  forja  de  los  metales. 

El  pueblo  egipcio,  500  años  antes  de  Moisés,  forjaba  el 
hierro,  dándose  idea  del  mercurio  en  la  época  de  este  célebre 
legislador.  Minos  enseñó  á los  griegos  el  arte  de  forjar  el 
hierro,  cuyo  metal  fué  muy  estimado  por  espacio  de  tres  siglos; 
Aquiles  ofreció  una  bola  de  este  metal,  como  premio  de  la 
lucha  en  los  juegos  que  se  celebraron  en  honor  de  su  amigo 
Patroclo. 

Desde  el  tiempo  que  media  entre  Moisés  y Salomón,  las 
artes  metalúrgicas  adquirieron  gran  desarrollo;  así  es  que  no 
solamente  se  forjaba  el  oro  mediante  el  martillo,  con  el  objeto 
de  construir  escudos,  rodelas,  vasos,  etc , sino  que  se  doraban 
las  estatuas  de  los  querubines,  se  hacían  incrustaciones  en  el 
marfil,  se  fabricaban  cadenas,  etc.  Los  arquitectos  de  esta 
época  echaron  mano  de  grandes  canteras  para  la  construc- 
ción del  templo  de  Dios;  los  muros  eran  de  piedras  de  Loan, 
cuya  talla  se  conocía  23  siglos  antes;  dichas  piedras,  según 
la  opinión  de  varios  escritores,  no  eran  otras  sino  las  céle- 
bres o?¡  iquites  de  los  griegos  ó mármol  de  los  antiguos.  En 
esta  misma  época  se  inventaron  la  sierra  y el  compás. 

Poco  antes  de  la  destrucción  de  Troya,  comenzó  la  medi- 
cina empírica  á hacer  uso  de  ciertas  sustancias,  tales  como 
algunas  arcillas,  para  la  curación  de  varias  enfermedades; 
pero  fuera  debido  á la  avaricia  ó mala  fe,  se  amasaban  con 
estas  materias  bolos  que  se  vendían  con  nombres  distintos 

1 


INTRODUCCION 


■* 


que  lardaban  casi  siempre  la  localidad  de  donde  proce- 
dian.  Muy  pronto  estos  bolos  fueron  objeto  de  monopolio, 
y no  se  vendia  ninguno  sin  que  el  sacerdote,  el  rey  ó prín- 
cipe 'es  hubiera  puesto  un  sello  particular;  de  aquí,  sin  duda, 
que  a las  arcillas  ó á los  bolos  citados  se  les  designara  con 
el  nombre  de  tierras  secretas  ó sigilosas. 

Desde  la  época  de  Salomón  hasta  la  de  Homero,  los  cono- 
ciimemos  mineralógicos  permanecieron  casi  estacionarios. 
Los  laidos  fundaron  la  ciudad  de  Cádiz,  haciendo  de  ella 
un  verdadero  centro  de  comercio  de  plata,  oro,  cinabrio, 
plomo,  hierro  y cobre;  aquellos  atrevidos  navegantes  pasaron 
el  estrecho  de  Gibraltar  el  año  2700  de  la  formación  del 
muñe , llegando  á descubrir  de  este  modo  las  islas  Casi- 
teritas que  estaban  situadas  al  oeste  de  Galicia,  y en  cuyas 
islas  ¿lindaba  extraordinariamente  el  óxido  de  estaño  ó casi- 
Unta,  especie  mineralógica  de  donde  los  fenicios  extrajeron 
granues  cantidades  de  estaño,  hasta  el  punto  que  los  griegos 
en  el  sitio  de  Troya  cambiaban  este  metal  por  el  renombra- 
do vina  de  Lemnos. 

E.  célebre  Homero  al  describir  el  escudo  de  Aquiles 
(canio  18  de  la  Ilíada)  indica  el  estado  de  la  metalurgia  y 
les  progresos  que  habia  hecho  en  su  época:  «El  oro,  la  plata, 
ei  cobre  y estaño  estaban  hábilmente  soldados  y combinados, 
sieae  de  admirar  que  el  artífice,  mediante  el  fuego  y la 
soldadura,  habia  conseguido  que  los  metales  variaran  de 
color  según  los  objetos  que  representaban.»  El  mismo 
Homero  describe  en  la  Odisea  el  canastillo  de  plata  borda- 
do de  uro  qué  Casandra,  hija  de  Príamo,  regaló  á la  bella 
Elena. 

De  ')  anteriormente  expuesto  se  deduce,  que  si  se  excep- 
túan ks  piedras  finas  designadas  en  los  libros  de  Moisés, 
minease  habla  de  sustancias  mineralógicas  en  los  versos  de 
los  poetas,  por  cuya  razón  puede  muy  bien  dividirse  la  Mine- 
rálogo en  dos  ramas,  que  son : la  sagrada  y la  poética;  la 
primera,  comprende  muy  pocas  especies;  la  segunda,  si  bien 
trata  de  mayor  número  de  individuos,  es  mas  vaga  á causa 
de  las  exageraciones  del  lenguaje  y de  la  forma  de  su  estilo. 
A las  dos  divisiones  indicadas,  debemos  agregar  otras  dos, 
tales  s:n:  la  empírica , iniciada  por  los  griegos  y seguida  por 
Teofcisto,  Dioscórides,  Galeno  y Avicena;  y la  Mineralogía 
asinr.  mica , ideada  por  los  caldeos.  Este  pueblo,  según  apa- 
rece ea  sus  escritos,  conocia  cerca  de  trescientos  setenta  y 
cinco  minerales,  cuyo  número,  teniendo  presente  las  repeti- 
ciones. limita  el  árabe  Abolais  á trescientos  quince.  En  la 
biblioteca  del  Escorial  se  conserva  un  documento  debido  á 
Tehcdch  Mosca,  médico  de  Alfonso  el  Sabio,  que  consiste 
en  un  lapidario  compuesto  de  trescientas  sesenta  piedras  (1), 
distribuidas  entre  los  doce  signos  del  zodíaco,  según  la  influen- 
cia que  creían  ejercía  cada  constelación  sobre  las  treinta  pie- 
dras q:e  se  hallaban  colocadas  en  cada  una  de  ellas.  A este 
lapidado,  que  resume  realmente  los  conocimientos  minera- 
lógica del  pueblo  caldeo,  es  preciso  agregar  el  escrito  del 
rabino  Mohamet  Abenguich  que,  tomando  como  punto  de 
partida  el  referido  catálogo  caldeo,  describe  la  forma  exterior 
de  los  minerales,  sus  colores  propios  y la  alteración  que 
experimenta  este  carácter  mediante  la  acción  del  agua.  Estas 
descripciones,  meramente  parciales,  así  como  las  llevadas  á 
cabo  por  Abolais,  son  por  lo  general  tan  vagas,  que  si  no  se 
nombran  las  piedras  á que  se  refieren,  es  imposible  recono- 
cerlas Así  es  que  si  se  exceptúan  algunos  metales  como  el 
oto,  plata,  cobre,  hierro  y plomo;  ciertas  piedras  finas,  como 
son  la  esmeralda,  topacio,  cornalina,  turquesa,  diamante, 

10  di  catálogo  contiene  375  incluyendo  las  dobles  ó repetidas.  El 
mazu  -ito  original  está  en  caldeo,  y corresponde  á una  fecha  bastante 
así  como  la  traducción  de  Abolais;  el  traducido  al  castellano 
•d-a  año  1250,  ó sea  en  la  época  de  Alfonso  el  Sabio. 


rubí,  tres  variedades  de  zircon  y cristal  de  roca;  algunas  rocas 
que  empleaban  en  la  ornamentación  ó que  usaban  para  cier- 
tas industrias,  como,  por  ejemplo,  los  mármoles,  jaspes,  ser- 
pentina, sal  gemma,  alumbre,  espuma  de  mar,  hierro  mag- 
nético, betún,  azufre,  talco  y algunas  otras  menos  comunes, 
todos  los  demás  minerales  citados  en  estos  catálogos  no  pue- 
den reconocerse,  á causa  de  las  malas  descripciones  que  de 
ellos  se  dan. 

En  vez  de  dedicarse  varios  filósofos  de  la  antigüedad  al 
descubrimiento  de  nuevas  especies  mineralógicas,  se  entre- 
garon por  completo  á inquirir  el  origen  y formación  de  los 
metales,  y con  especialidad  del  oro,  cuya  naturaleza  y pro- 
piedades físicas  le  hacian  el  mas  á propósito  para  que  en 
aquella  época  fuera  considerado  como  un  cuerpo  enteramente 
distinto  de  los  demás.  Entre  los  sacerdotes  egipcios  exis- 
tia la  creencia  de  que  el  oro  era  el  único  metal  puro  ó per- 
fecto, y fundándose  en  esta  suposición  quisieron  convertir 
todos  los  demás  en  oro,  bien  combinando  unos  con  otros,  ó 
ya  depurándolos  en  virtud  de  operaciones  convenientes.  Por 
este  tiempo  se  dio  á conocer  el  mercurio,  cuyo  metal  trata- 
ron desde  luego  de  trasformarle  en  oro  valiéndose  para  ello 
de  diversos  procedimientos,  y dando  origen  de  este  modo  á 
la  célebre  filosofía  hermética , la  cual  tomó  este  nombre  de 
Herrnes,  uno  de  sus  fundadores.  Demócrito  de  Abdera, 
500  años  antes  de  la  era  cristiana,  importó  esta  escuela  á la 
Grecia  en  donde  se  la  llamó  Jumeia  (Xumeia  en  griego), 
á cuya  palabra  los  árabes  antepusieron  su  artículo  al , resul- 
tando de  esta  manera  la  palabra  alquimia , nombre  que  con- 
serva en  la  actualidad. 

Desde  este  momento,  la  Mineralogía  entra  en  una  era 
completamente  nueva,  sucediéndose  á las  vagas  é inciertas 
investigaciones  históricas,  estudios  profundos  y observaciones 
detenidas  y exactas.  La  escuela  hermética  se  propuso  desde 
luego  dos  objetos  esenciales:  i.°  la  adquisición  de  las  rique- 
zas; 2.0  la  curación  de  las  enfermedades  ó conservación  de 
la  salud.  La  generalidad  de  los  partidarios  de  esta  escuela  se 
dedicaron  al  estudio  de  la  medicina,  pudiendo,  por  lo  tanto, 
considerarse  á la  Mineralogía  desde  esta  época  como  una 
rama  de  aquella. 

Otros  filósofos  antiguos  se  ocuparon  también  en  el  estudio 
de  los  minerales;  pero  la  mayor  parte  de  sus  escritos  no  han 
llegado-  hasta  nosotros;  así,  por  ejemplo,  se  desconocen  los 
tratados  de  Hismenias,  Horus,  Nicanor,  Heráclito,  Doroteo 
de  Caldea,  Diógenes,  Sotaco,  Sátiro,  etc.,  etc.; dando á cono- 
cer los  dos  últimos,  el  primero  la  hematites,  y el  segundo  el 
ámbar  amarillo.  El  célebre  Herodoto,  400  años  después  de 
Homero,  cita  únicamente  tres  minerales  que  no  estaban 
descritos  en  los  tratados  de  sus  antecesores;  dichos  minera- 
les son:  el  mármol  de  Porus  (que  no  debe  confundirse  con 
el  de  Paros),  con  el  cual  se  edificó  el  templo  de  Delfos;  el 
basalto,  denominado  por  Herodoto  piedra  de  Etiopía,  que, 
según  opinión  de  Tolomeo,  procedía  de  una  montaña  de  la 
Arabia,  llamada  Basanita;  y el  Tofus  (que  quizás  sea  el  Toph 
de  que  habla  Comestor),  mineral  esponjoso,  frágil,  áspero, 
de  donde  acaso  se  derive  la  palabra  toba  de  algunos  autores 
modernos.  Herodoto  es  el  primero  que  cita  las  esmeraldas 
gigantescas,  cuya  descripción  hacen  también  leoirasto,  Pli- 
nio  y otros.  El  historiador  griego  dice  que  el  templo  de  Hér- 
cules que  existia  en  la  ciudad  de  liro,  tenia  una  columna  de 
esmeralda  que  despedia  un  brillo  extraordinario;  en  los  libros 
de  Ester  se  consigna  que  el  pavimento  del  palacio  de  Asuero 
lo  formaban  mármoles  blancos  y esmeraldas,  las  que  en  rea- 
lidad no  serian  otra  cosa,  sino  jaspes  ó mármoles  verdes;  en 
los  registros  de  Egipto  se  decía  que  uno  de  sus  reyes  habia 
recibido  como  regalo  una  esmeralda  de  cuatro  codos  de  alto 
por  tres  de  ancho;  por  último,  se  indicaba,  además,  que  en 


INTRODUCCION 


3 


el  templo  dedicado  á Júpiter  existían  cuatro  esmeraldas 
de  40  codos  de  largo:  Apion  refiere  que  en  el  laberinto  de 
Egipto  había  un  Serapis  formado  por  una  sola  esmeralda  de 
mas  de  nueve  codos  de  altura.  Pero  debe  suponerse  desde 
luego  que  estas  piedras,  mas  bien  que  esmeraldas,  no  serian 
sino  vidrios  teñidos  ó bien  peridotos,  espatos  fusibles,  ó aca- 
so berilos  análogos  á los  que  se  hallan  en  la  Calzada  de 
Pontevedra  y San  Miguel  de  Pesqueiras  en  Galicia,  aunque 
en  realidad  el  tamaño  de  estos  berilos  «no  llega  al  de  las 
esmeraldas  citadas. 

Aristóteles,  384  años  de  Jesucristo,  habló  ligeramente  de 
las  sustancias  mineralógicas;  no  obstante,  puede  asegurarse 
que  fué  el  primero  que  estableció  cierto  orden  en  su  estudio, 
basándose  esencialmente  su  clasificación  en  la  tenacidad  que 
ofrecían  los  cuerpos  conocidos  en  su  época. 

Teofrasto,  discípulo  de  Aristóteles,  para  clasificar  los  mi 
nerales  se  valió  de  la  utilidad  y valor  relativo  de  cada  uno 
de  ellos.  Describe  los  mármoles,  alabastros,  yeso,  fluorina, 
pirita  de  hierro,  piedra  de  toque,  los  ocres,  el  succino,  rejal- 
gar,  oropimente  y algunos  otros  menos  importantes,  cuyos 
minerales  agrupó  teniendo  presente  la  tenacidad,  el  color  y 
la  acción  que  sobre  ellos  ejercía  la  temperatura.  Teofrasto 
tuvo  la  singular  idea  de  dividir  los  minerales  en  «machos  y 
hembras;»  colocó  en  la  primera  sección  todos  aquellos  que 
ofrecían  un  brillo  bastante  intenso,  y en  la  segunda,  á los  de 
aspecto  lapídeo.  Las  sustancias  metálicas,  según  este  autor, 
han  sido  formadas  por  la  acción  de  las  aguas,  mientras  que 
las  piedras  deben  su  origen  á la  tierra. 

Dioscórides,  setenta  y cinco  años  antes  de  nuestra  era, 
estudió  los  minerales  bajo  el  punto  de  vista  de  sus  relacio- 
nes con  la  medicina;  pero,  en  realidad,  no  estableció  una 
verdadera  clasificación  ni  adoptó  órden  alguno  en  las  des- 
cripciones, no  obstante  haberlos  dividido  en  marinos  y ter- 
restres, tomando  por  consecuencia  el  carácter  de  localidad 
con  preferencia  á los  demás.  La  obra  escrita  por  Dioscórides 
no  da  una  idea  exacta  de  los  conocimientos  mineralógicos 
de  su  tiempo,  supuesto  que  en  las  setenta  y tantas  piedras 
que  describe,  no  se  encuentran  citadas  muchas  de  las  que 
anteriormente  se  conocían,  siendo,  por  lo  tanto,  su  lista 
incompleta  de  la  misma  manera  que  las  descripciones  (1). 

Plinio,  muy  poco  tiempo  después  que  Dioscórides,  escri- 
bió una  historia  natural,  en  la  que  mas  que  al  pensador  y 
analítico,  se  ve  al  hombre  incansable  en  el  trabajo.  Puede 
considerarse  esta  obra,  como  el  resúmen  de  los  conocimien- 
tos mineralógicos  de  aquella  época.  Escribió  treinta  y siete 
libros  sobre  historia  natural,  de  los  cuales  cuatro  tratan  de 
los  metales,  de  las  piedras  particularmente  dichas,  de  los 
mármoles  y de  las  piedras  preciosas;  el  azufre,  alumbre,  creta 
y otras  sustancias  se  hallan  estudiadas  en  los  capítulos  refe- 
rentes á la  medicina.  La  obra  de  Plinio,  como  tan  oportuna- 
mente dice  M.  I.andrin,  no  viene  á ser  mas  que  una  verda- 
dera enciclopedia  llena  de  anécdotas  y curiosidades,  que  si 
bien  son  muy  buenas  para  evitar  la  aridez  en  este  género  de 
estudios,  ofrecen  el  gravísimo  inconveniente  de  que  condu- 
cen fácilmente  á frecuentes  dudas  y errores.  Plinio  cita  en 
sus  obras  un  cuerpo  que  se  encontraba  en  los  filones  y are 
ñas  auríferas,  que  se  presentaba  en  forma  de  cálculos,  siendo 
su  color  negro  con  manchas  blancas,  y con  un  peso  idéntico 
al  del  oro  (2). 

{1)  Andrés  Laguna,  á mediados  del  siglo  diez  y seis,  trató  de  com- 
pletar las  descripciones  de  Dioscórides,  pero  no  llegó  á obtener  grandes 
resultados.  Francisco  Suares  de  Ribera  continuó  el  trabajo  de  Laguna, 
cuya  obra  tradujo  al  castellano;  en  esta  traducción,  impresa  por  primera 
vez  en  Valencia  el  año  1631,  y en  Madrid  en  1735,  ^ comenun  las 
observaciones  de  Laguna  con  gran  criterio  é ilustración. 

(2)  Todos  estos  caracteres  hacen  suponer  que  el  mineral  citado  por 
Plinio  sea  el  platino. 


Suceden  á Plinio  durante  mas  de  nueve  siglos,  mineralo- 
gistas griegos  y árabes,  cuya  avaricia  les  condujo  á conside- 
rar á todos  los  minerales  nada  mas  que  como  un  medio  para 
convertir  en  oro  aquellos  metales  mas  comunes.  Avicena,  en 
el  siglo  xi,  dividió  los  minerales  en  cuatro  grandes  grupos; 
á saber:  i.°  azufres  ó minerales  sulfurosos;  2/  piedras;  3.0  sa- 
les; 4.0  metales.  Estas  divisiones,  fundadas  esencialmente  en 
la  composición  química,  se  hallan  aceptadas  por  la  mayoría 
de  los  clasificadores  posteriores.  Algunos  contemporáneos 
de  Avicena  (Abon-Ali-Hussein  de  Córdoba)  adoptan  tam- 
bién en  sus  clasificaciones  procedimientos  idénticos  á los  em- 
pleados por  el  célebre  árabe.  Por  esta  misma  época,  creyendo 
ver  los  alquimistas  cierta  analogía  entre  los  metales  mas  co- 
munes y los  siete  planetas  que  se  conocían  en  este  tiempo, 
idearon  designar  al  oro  con  el  nombre  de  Sol,  llamando  Luna 
á la  plata,  Vénus  al  cobre,  Marte  al  hierro,  Mercurio  al  azo- 
gue, Saturno  al  plomo  y J úpiter  al  estaño.  Después  de  Avi- 
cena sucede  un  largo  interregno,  hasta  que  Agrícola,  médico 
aleman,  á mediados  del  siglo  xvi,  dió  gran  impulso  á los  es- 
tudios mineralógicos,  así  como  también  á los  metalúrgicos. 
Sin  embargo,  el  siglo  xn  es  notable,  supuesto  que  en  él  se 
verificaron  las  explotaciones  del  carbón  de  piedra  en  Ingla- 
terra y Bélgica;  en  este  mismo  siglo  floreció  Alberto  el  Gran- 
de, que  siguió  en  un  todo  la  clasificación  propuesta  por  Avi- 
cena, siendo  el  primero  que  dió  á conocer  la  composición 
del  cinabrio;  el  siglo  xm  se  señala  por  el  uso  de  la  copelación 
que  ya  habia  indicado  Geber  en  el  ix;  en  el  siglo  xiv  se  ex- 
plotan en  grande  las  minas  de  diversos  minerales,  enclavadas 
en  Noruega,  Suecia,  Silesia  y varios  puntos  de  Alemania;  y 
en  el  xv,  se  describe  con  toda  exactitud  el  antimonio,  metal 
que  Dioscórides  habia  considerado  como  una  simple  varie- 
dad del  plomo. 

Agrícola,  como  se  ha  indicado,  inició  una  nueva  marcha 
en  los  estudios  mineralógicos,  sirviéndole  de  punto  de  par- 
tida las  doctrinas  emitidas  por  Teofrasto.  Divide  Agrícola 
los  minerales  en  cuatro  clases;  i.a  tierras;  2.a  sustancias  b ju- 
gos concretos,  que  comprende  los  betunes,  succino  y otros 
cuerpos  combustibles;  3.a piedras , subdivididas  en  piedras  co- 
munes, como  la  caliza,  yeso,  etc.,  en  piedras  preciosas,  en 
mármoles  y en  rocas;  4.a  metales.  A Agrícola  se  debe  el  des- 
cubrimiento del  bismuto,  la  invención  de  nuevos  métodos  y 
el  perfeccionamiento  de  los  ya  conocidos  en  la  explotación 
de  las  minas.  Paracelso,  contemporáneo  de  Agrícola,  entre- 
gado por  completo  á los  trabajos  herméticos,  descubre  algu- 
nos cuerpos  y entre  ellos  el  zinc,  mientras  que  Bernardo  de 
Palissy  añade  con  sus  investigaciones  un  nuevo  interés  á la 
Mineralogía.  Hácia  esta  época  se  da  un  gran  paso  en  esta 
ciencia,  llegándose  á entrever  por  primera  vez  la  importan- 
cia de  los  caractéres  geológicos.  Se  hace  sentir  la  utilidad 
de  una  buena  clasificación  fundada  en  principios  fijos  y 
esenciales,  se  desarrolla  la  afición  á formar  colecciones  de  las 
sustancias  inorgánicas,  y finalmente  se  comienza  á publicar 
tratados  de  Mineralogía. 

Andrés  Cesalpino,  á últimos  del  siglo  xvi,  resume  los  co- 
nocimientos de  su  tiempo  dividiendo  los  minerales  en  tres 
grupos  importantes:  i.°  tierras,  en  cuyo  primer  grupo  inclu- 
ye las  sales,  alumbres  y betunes;  2.a  piedras , en  donde  apa- 
recen colocados  la  caliza,  yeso,  mármoles,  cuarzo,  jaspes,  et- 
cétera, y 3.0 metales , que  compréndelas  verdaderas  sustancias 
metálicas  de  aquella  época.  Conrado  Gesnero  sigue  la  clasi- 
ficación propuesta  por  Cesalpino  (3). 

A fines  del  siglo  xvii  se  entrevé  por  primera  vez  la  impor- 
tancia que  ofrece  en  el  estudio  de  los  minerales  la  forma 
cristalina;  así  Hottinguer  publica,  en  1685,  su  tratado  deCris- 

(3»  Merecen  citarse  el  mineralogista  Ludovico  Dolce,  Aldrooaudo, 
Fabricio,  Lázaro  Ereken,  y,  por  último,  el  padre  Kircher. 


4 


INTRODUCCION 


talografía,  cuya  obra  fué  nuevamente  impresa  por  Schenzer; 
Bourguet  y Capeller  dan  á luz,  el  primero  sus  Cartas  filosó- 
ficas acerca  de  los  cristales,  y el  segundo  su  Prodrotnus 
crystalograp/i ice.  Las  ideas  emitidas  y consignadas  en  las 
obras  de  los  autores  citados,  que  en  realidad  no  tenían  otro 
objeto  mas  que  una  simple  y mera  curiosidad,  sirvieron,  no 
obstante,  de  fundamento  á los  métodos  cristalográficos  idea- 
dos por  Linneo,  Romé  de  lisie,  Bergman,  Haüy  y otros  que 
tan  grandes  adelantamientos  han  determinado  en  la  ciencia 
de  los  minerales. 

Poco  tiempo  antes  de  la  fecha  citada  mas  arriba,  <5  sea 
en  1671,  el  alquimista  Becker  investigó  los  efectos  que  produ- 
cía el  fuego  sobre  las  sustancias  mineralógicas,  así  como  el 
físico  inglés  Boile  examinó  los  fenómenos  eléctricos  que 
observó  en  algunas  de  estas;  el  sueco  Bromel  publicó  en  el 
año  1730  una  clasificación  fundada  principalmente  en  los 
caractéres  pirognósticos:  este  mineralogista  divide  los  cuer- 
pos inorgánicos  en  tres  clases;  1/  apiros  ó que  resisten  la 
acción  del  fuego;  2/  calizos  ó calían  ables ; y 3.a  fundentes  ó 
vitrifica  bles.  Swab,  ocho  después  que  Bromel,  sometió  los 
minerales  á la  acción  del  soplete,  instrumento  tan  precioso 
posteriormente  en  mano  de  eminentes  mineralogistas  y quí- 
micos. Aparecen  en  el  siglo  xvm  partidarios  de  las  clasifica- 
ciones y nomenclaturas  basadas  en  la  composición  y propie- 
dades químicas,  mientras  que  otros,  por  el  contrario,  aceptan 
divisiones  basadas  en  los  caractéres  exteriores ; finalmente, 
hay  algunos  que,  comprendiendo  la  utilidad  de  conciliar  es- 
tos dos  sistemas  exclusivos,  adoptan  uno  intermedio,  toman- 
do por  consiguiente  de  unos  y de  otros.  Entre  estos  debemos 
mencionar  á Valerio  el  sueco  que,  á mediados  del  siglo  indi- 
cado, se  valió  de  la  composición  química  para  establecer  los 
grandes  grupos  del  reino  mineral,  sirviéndose  de  los  caracté- 
res exteriores  para  la  formación  de  las  divisiones  inferiores. 
Los  nombres  que  da  á los  cuerpos  son  mas  claros  y exactos 
que  los  usados  por  los  mineralogistas  anteriores,  siendo  tam- 
bién la  descripción  que  hace  de  las  especies  la  mejor  de  to- 
das cuantas  se  habían  publicado.  En  el  año  de  1758,  Cron- 
stedt,  compatriota  de  Valerio,  y que  realmente  puede  consi- 
derarse como  inventor  del  soplete,  publicó  una  clasificación, 
en  la  que  los  géneros  y especies  que  cita  están  constituidos 
con  arreglo  á la  composición  química,  sin  olvidar  ni  mucho 
menos,  los  caractéres  exteriores  y todas  aquellas  particula- 
ridades fáciles  de  ser  reconocidas  por  procedimientos  sen- 
cillos. 

El  descubrimiento  de  nuevos  minerales,  la  publicación  de 
diversas  clasificaciones  fundadas  en  diferentes  particularida- 
des, y en  especial  las  lecciones  dadas  primeramente  por 
Bernardo  de  Palissy,  y mas  tarde  por  Valmont  de  Bomare, 
dieron  un  nuevo  impulso  á la  Mineralogía,  contribuyendo  de 
esta  manera  á que  el  padre  de  esta  ciencia,  el  inmortal 
Werner,  la  sacase  del  caos  y confusión  en  que  se  encontraba. 
Desde  esta  época,  hasta  nuestros  dias,  el  estudio  de  la  parte 
inorgánica  ha  progresado  con  una  rapidez  asombrosa;  la  es- 
pecificación se  ha  basado  en  caractéres  fijos  y permanentes, 
siendo  el  célebre  Werner,  profesor  de  Freyberg  (año  179°)» 
el  primero  que  inició  esta  marcha,  pues  si  bien  es  verdad 
que  las  divisiones  que  estableció  no  son  tan  exactas  y metó- 
dicas como  las  formadas  por  los  mineralogistas  que  le  suce- 
dieron, puede,  sin  embargo,  considerarse  su  clasificación 
como  la  base  esencial  y fundamental  sobre  la  que  han  levan- 


tado su  edificio  Mohs,  Haüy,  Beudant,  Brongniart,  Dufre- 
noy,  Leymerie,  Delafosse,  y tantos  otros  que  se  han  dedica- 
do al  estudio  de  los  minerales. 

El  método  de  Werner,  llamado  empírico,  se  propagó  ins- 
tantáneamente por  toda  Alemania  mediante  las  publicacio- 
nes de  sus  discípulos  Karsten,  Klaproth,  Reus,  Bronchant, 
etcétera,  etc,  los  cuales  aceptaron  la  nomenclatura  y princi- 
pios de  su  maestro. 

F.  Mohs,  mineralogista  también  aleman  y sucesor  de  Wer- 
ner en  la  cátedra  de  Mineralogía  de  Freyberg,  fundo  su  cla- 
sificación mineralógica,  basándola  principalmente  en  los  ca- 
ractéres físicos  de  peso  especifico,  forma  regular , dureza,  sabor 
y olor,  siendo,  por  lo  tanto,  un  verdadero  sistema  histórico- 
natural. 

Poco  tiempo  antes  de  Werner,  Rome  de  l'Isle,  teniendo 
presente  las  ideas  emitidas  por  Hottinguer,  Bourguet,  Ca- 
peller y otros  mineralogistas,  se  dedicó  esencialmente  á los 
estudios  cristalográficos;  examinó  gran  número  de  cristales, 
procurando  indagar  en  los  mas  complicados  por  sus  formas, 
otras  mas  elementales  y sencillas  de  las  que  se  habían  origi- 
nado, siendo  el  primero  que  demostró  que  los  cuerpos 
constituidos  por  los  mismos  elementos  y en  iguales  propor- 
ciones ofrecen,  siempre  que  se  hallen  colocados  en  condi- 
ciones idénticas,  la  misma  forma  cristalina. 

A principios  de  este  siglo,  el  abate  francés  Haüy,  discípu- 
lo de  Daubenton,  hizo  una  nueva  aplicación  de  las  formas 
cristalinas  para  la  determinación  de  las  especies  mineralógi- 
cas; estudió  los  poliedros  que  resultaban  mediante  la  acción 
del  choque  ó de  la  exfoliación,  y dando  un  gran  valor  á los 
caractéres  geométricos  y haciendo  un  exámen  detenido  y 
profundo  de  estos  caractéres,  llegó  á fundar  las  bellas  leyes 
de  cristalización,  y estos  otros  dos  principios  indicados  ya 
por  Romé  de  lisie:  i.°  minerales  de  la  misma  composición 
química  cristalizan  en  el  mismo  sistema  y los  valores  de  los 
ángulos  de  su  forma  primitiva  son  iguales;  2.0  los  minerales 
de  diversa  composición  química  cristalizan  en  distinto  siste- 
ma, y en  el  caso  de  que  cristalicen  en  el  mismo,  sus  formas 
primitivas  presentan  ángulos  diferentes  (1). 

Desde  la  época  de  Haüy,  ó sea  desde  1822  en  que  esta- 
bleció su  segunda  clasificación,  la  ciencia  de  los  minerales 
ha  cambiado  extraordinariamente  y tomado  otro  giro,  debido 
á los  adelantamientos  y progresos  llevados  á cabo  en  la  Quí- 
mica. Se  han  publicado  desde  este  momento  nuevas  clasifi- 
caciones histórico-naturales  ó físicas  unas,  químicas  otras,  y 
mixtas  algunas,  ó sean  fundadas  en  unas  y otras  propiedades. 
Desde  la  fecha  citada  hasta  la  época  actual,  han  aparecido 
las  clasificaciones  de  Berzelius,  Beudant,  del  referido  Mohs, 
Haidinguer,Hausmann,  Dufrenoy,  Dana,  Leymerie,  Delafos- 
se y tantos  otros  mineralogistas  que  han  elevado  á grande 
altura  la  ciencia  mineralógica,  si  bien  nunca  esta  podrá  ob- 
tener en  sus  clasificaciones  los  felices  resultados  llevados  á 
cabo  en  la  Zoología  y la  Botánica,  porque  la  individualidad 
concedida  á los  cuerpos  inorgánicos  no  será  mas  que  un  ca- 
rácter completamente  artificial  é ideado  solo  para  formar,  á 
imitación  de  los  botánicos  y zoólogos,  la  especie  minera- 
lógica. 

(1)  Véase  su  clasificación.  ■ L 

Al  hablar  de  la  importancia  relativa  de  los  caractéres  y de  la  cristali- 
zación, se  verá  que  estos  dos  principios  pierden  algún  tanto  su  generali- 
dad á causa  del  dimorfismo  y polimorfismo. 


MINERALOGÍA 


Todos  los  séres  que  forman  el  mundo  sensible,  las  relacio- 
nes que  entre  ellos  existen,  asi  como  los  diversos  fenómenos 
materiales  en  que  intervienen,  son  el  objeto  esencial  y filosó- 
fico de  las  ciencias  denominadas  naturales. 

El  tudio  de  empresa  tan  amplia  como  difícil  fué  inicia- 
do, c no  dejamos  consignado,  desde  las  épocas  mas  remotas 
por  el  pueblo  indio,  egipcio  y hebreo,  habiendo  seguido  el 
camino  trazado  por  estos,  los  griegos,  latinos  y árabes.  Estas 
naciones  se  dedicaron,  es  cierto,  al  estudio  de  los  cuerpos, 
pero  sin  adelantar  gran  cosa  en  su  examen,  efepto  de  sus 
inciertas,  groseras  y erróneas  observaciones;  esta  jnisma  mar- 
cha se  prosiguió  con  idéntico  éxito  por  varios  pqeblos  de  la 
antigüedad,  los  cuales  en  muy  pocos  casos,  y con  rarísimas 
excepciones,  se  entregaban  á un  detenido  y paciente  análisis 
de  los  hechos,  al  verdadero  método  de  experimentación,  que 
aunque  ya  fué  empleado  por  el  maestro  de  Alejandro,  no 
llegó  á constituir  la  verdadera  y sólida  base  de  importantes 
y variados  descubrimientos  hasta  la  época  de  Arquímedes  y 
escuela  de  Alejandría.  Desde  la  toma  de  esta  por  los  árabes, 
y la  destrucción  de  su  biblioteca,  quedan  los  estudios  de  las 
ciencias  naturales  completamente  paralizados,  entrando  en 
un  período  de  triste  abandono  y decaimiento.  Sin  embargo, 
Avicena  en  el  siglo  xi  dió  cierto  impulso  á los  estudios  mi- 
neralógicos ; siendo  notables,  como  queda  consignado  en  la 
introducción,  los  siglos  xii,  xm  y xiv  por  la  expjotacion  de 
las  minas  del  carbón  de  piedra,  por  el  uso  de  la  copelación 
y por  la  explotación  también  en  grande  de  diversas  sustan- 
cias mineralógicas,  cuyo  yacimiento  corresponde  á Suecia, 
Noruega  y otros  puntos  del  norte  de  Europa. 

Con  el  renacimiento  de  las  letras  en  el  siglo  xyi,  se  inau- 
gura una  nueva  era  en  las  ciencias  naturales.  La$  atrevidas 
y grandiosas  investigaciones  de  Galileo,  confirmabas  brillan- 
temente por  un  verdadero  éxito,  trazaron  un  nueyo  camino 
á los  sabios  posteriores  en  el  que  habían  de  recolectar  frutos 
excelentes,  recompensa  de  sus  nobles  afanes  y de  sus  rele- 
vantes y pacientes  trabajos.  Los  defectos  y errores  notables 
de  los  antiguos  sistemas,  las  vanas  y orgul losas  aspiraciones 
de  la  escuela  de  Aristóteles,  fueron  eclipsadas  y lógica  y ra- 
zonadamente destruidas  por  Luis  Vives  y Bacon,  perdiendo, 
por  consecuencia,  el  perjudicial  influjo  que  habían  tenido 
hasta  entonces ; las  tareas  científicas  progresaron  de  un  mo- 
do asombroso,  y fundadas  esencialmente  en  las  únicas  y só- 
lidas fuentes  de  los  estudios  naturales,  esto  es,  en  la  obser- 
vación y experimentación,  llegaron  á adquirir  un  gran  des- 
arrollo. siendo  este  cada  dia  mayor,  cuanto  mas  descansa  en 
,s  dos  bases  indicadas. 

Vana  tarea  seria  tratar  de  estudiar  y analizar  con  toda 
claridad  y exactitud  las  múltiples  y variadas  materias  que 
hoy  cultivan  las  llamadas  ciencias  naturales,  sin  echar  mano 
de  un  verdadero  método  racional;  método  preciso  é indis- 
pensable para  poderlas  definir  y separar,  y sin  el  que  los  in- 
dividuos no  podrían  aplicar  su  especial  inteligencia  y dotes 
propias  y peculiares  al  cultivo  de  ciertas  ramas,  adecuadas  á 
su  aptitud  y particular  predilección. 


,a 


Sintiendo  el  hombre  cada  dia  mas  el  poderoso  y constan- 
te influjo  que  ejercen  los  agentes  de  la  naturaleza,  á los  que 
designa  con  los  nombres  de  electricidad,  magnetismo , luz  y 
calórico , y que  quizás,  como  suponen  muchos,  no  sean  otra 
cosa  mas  que  manifestaciones  de  uno  solo;  observando  y 
reconociendo  al  propio  tiempo  que  estos  agentes,  en  unión 
con  las  llamadas  fuerzas  moleculares  ó de  la  materia,  son  la 
causa  principal  de  todas  las  modificaciones  y cambios  que 
experimentan  los  séres,  ha  dividido  este  gran  cuadro  de  es- 
tudio en  dos  ramas  principales:  Física  y Química.  La  primera 
estudia  los  fenómenos  que  ofrecen  los  séres  naturales  en 
cuanto  afectan  á su  modo  de  estar,  y el  de  los  agentes  ó 
fuerzas  productoras  de  estos  indicados  fenómenos.  La  Quí- 
mica examina  los  cuerpos  en  todo  lo  que  se  refiere  á su  mo- 
do de  ser;  estudia,  por  lo  tanto,  los  cuerpos  penetrando  en 
su  naturaleza  íntima,  se  hace  cargo  de  los  cuerpos  simples  ó 
elementos  y de  sus  combinaciones,  indicando  de  paso  las 
leyes,  accidentes  y cambios  que  experimentan  al  ponerse  en 
contacto  unos  de  otros.  Como  se  desprende  de  estas  defini- 
ciones, se  ve  los  grandes  lazos  que  existen  entre  una  y otra 
ciencia,  no  siendo  en  último  término  mas  que  continuación 
una  de  otra,  supuesto  que  la  única  diferencia  que  puede  es- 
tablecerse es,  que  la  Física,  como  se  ha  dicho,  examina  los 
cuerpos  en  cuanto  á su  modo  de  estar,  y la  Química  en  lo 
que  respecta  á su  manera  de  ser. 

Si  analizamos  la  superficie  terrestre,  llaman  inmediatamen- 
te nuestra  atención  no  solo  los  objetos  que  la  constituyen, 
sino  los  individuos  que  la  pueblan.  Investigar  y analizar  la 
estructura  de  estos  objetos  é individuos,  su  forma,  origen  y 
desarrollo,  clasificarlos  y describirlos,  así  como  estudiar  las 
múltiples  conexiones  y relaciones  que  entre  ellos  existen, 
son  otros  tantos  fines  encomendados  á las  Ciencias  naturales 
particularmente  dichas  ó Historia  natural. 

Ligada  íntimamente  á tan  difícil  como  provechoso  ramo 
del  saber,  la  Geología  estudia  la  composición  de  la  tierra, 
examina  las  sustancias  ó materiales  que  constituyen  su  ar- 
mazón ó esqueleto,  y analiza  las  diferentes  hipótesis,  las 
diversas  teorías  referentes  á su  origen,  como  también  las 
causas,  períodos  por  que  ha  atravesado  y consecuencias  que 
pueden  deducirse  de  sus  notables  vicisitudes  y cambios. 
Considerando,  por  último,  la  tierra  como  un  verdadero  cuer- 
po planetario,  observando  que  forma  una  parte,  aunque 
pequeña,  en  la  armonía  de  un  asombroso  y admirable  siste- 
ma, debemos,  como  es  natural,  investigar  las  leyes  que  rigen 
este  conjunto,  estudiar  las  magnitudes,  movimientos,  distan- 
cias, relaciones  de  los  astros,  consideraciones  todas  del  do- 
minio de  la  Astronomía,  ciencia  que  si  bien  puede  incluirse 
entre  las  naturales,  corresponde  mas  bien  á las  llamadas 
exactas,  no  siendo  en  realidad  mas  que  una  aplicación  de  la 
Mecánica. 

Nadie  ignora  la  íntima  relación  y los  muchos  puntos  de 
contacto  que  existen  entre  todas  estas  ramas  particulares  del 
saber;  y que  hay  casos  frecuentísimos  en  que  es  preciso  el 
auxilio  mutuo  de  unos  y de  otros.  Todo  el  mundo  sabe  que 


6 


MINERALOGÍA 


una  temperatura  mas  ó menos  elevada,  la  latitud  y altura, 
la  mayor  <5  menor  humedad,  el  terreno,  etc.,  etc.,  influyen 
principalmente  en  la  existencia  de  las  plantas  y de  los  ani- 
males en  diversas  localidades,  determinando  así  las  floras  y 
faunas  de  cada  país.  ¿Quién  ignora  que  sin  el  auxilio  de  la 
tísica  y Química  no  podría  darse  un  paso  en  el  estudio  de 
la  Zoología,  Botánica  y Mineralogía?  ¿Cómo  explicarían  los 
zoólogos  y botánicos  las  funciones  de  nutrición  y reproduc- 
ción de  los  vegetales  y animales,  así  como  el  mineralogista 
y el  geologo  el  origen,  metamorfósis  y todas  las  diversas 
particularidades  de  los  minerales  ó las  rocas  sin  el  concurso 
de  la  Física  y Química?  ¿Quién  desconoce,  finalmente,  que 
estas  dos  ciencias  no  son  en  realidad  mas  que  continuación 
una  de  otra  y que  tienen  entre  sí  un  íntimo  enlace?  Bastaría 
para  patentizar  este  aserto  analizar  los  bellísimos  experimen- 
tos de  los  análisis  espectrales,  los  cuales  han  contribuido  y 
dado  origen  á recientes  y notables  investigaciones  sobre  la 
constitución  de  los  astros  y al  descubrimiento  también  re- 
ciente de  varios  cuerpos  elementales.  No  terminaríamos  nun- 
ca, si  tratáramos  de  manifestar  todos  los  testimonios  relevan- 
tes y mas  ó menos  notables  que  prueban  desde  luego  el 
enlace  y solidaridad  que  existe  entre  las  diversas  ramas  na- 
turales; y no  podría  suceder  de  otra  manera,  supuesto  que 
todos  estos  conocimientos  no  son  mas  que  un  reflejo,  siquie- 
ra pálido  y pequeño,  de  ese  concierto  magnífico,  de  esa  sor- 
prendente unidad  que  denominamos  Universo. 

Los  cuerpos  que  estudia  la  Historia  natural  se  dividen  en 
dos  grandes  grupos:  i.°  inorgánico , que  comprende  ios  gases, 
los  minerales  particularmente  dichos,  los  astros,  etc.,  carac- 
terizados porque  sus  moléculas  constitutivas  se  encuentran 
subordinadas  únicamente  á las  fuerzas  de  la  materia,  bien 
sean  físicas  ó químicas;  2.0  orgánico , que  á su  vez  compren- 
de los  séres  llamados  plantas  y animales,  cuyas  moléculas,  si 
bien  se  hallan  subordinadas  también  á las  fuerzas  físicas  y 
químicas,  están  además  en  un  estado  completo  de  movili- 
dad, son  susceptibles  de  contraerse  en  contacto  de  ciertos 
estimulantes,  propiedad  esencial  y característica  de  estos 
séres,  la  que  se  conoce  por  sus  efectos  aparentes,  aunque  se 
ignore  su  primitiva  causa,  y cuya  propiedad  se  designa  con 
el  nombre  de  fuerza  vital.  Además  los  vegetales  y las  plantas 
constan  de  los  llamados  órganos , esto  es,  de  partes  ó instru- 
mentos á proposito  para  ejecutar  actos  ó funciones;  se  dice 
también  que  están  dotados  de  vida  y que  su  crecimiento  se 
verifica  de  dentro  afuera.  Los  séres  inorgánicos,  por  el  con- 
trario, carecen  de  órganos  y por  consiguiente  de  vida,  veri- 
ficándose su  crecimiento  de  fuera  adentro. 

Se  concibe  que  estas  diferencias  tan  notables  son  mas  que 
suficientes  para  separar  y distinguir  los  dos  grupos  enuncia- 
dos; pero  á fin  de  hacer  resaltar  y poner  mas  de  manifiesto 
estas  diferencias,  indicaremos  además  el  diverso  origen, 
crecimiento,  forma,  estructura,  composición  química  y exis- 
tencia de  los  séres  correspondientes  á estos  dos  grupos. 

ORIGEN. — El  de  los  minerales  no  es  debido  mas  que  á 
la  cohesión  ó afinidad,  o sea  á las  fuerzas  físicas  y químicas: 
mediante  aquellas  se  forman  los  cuerpos  simples  denomina- 
dos oro,  plata,  hierro,  oxígeno,  hidrógeno,  carbono,  nitróge- 
no, etc.,  etc.;  las  químicas  originan  los  diversos  compuestos 
binarios,  ternarios,  cuaternarios,  etc.  Los  séres  orgánicos,  por 
el  contrario,  jamás  proceden  de  la  acción  de  las  fuerzas  físi- 
cas ó químicas,  debiendo  su  origen  únicamente  á la  repro- 
ducción de  otros  séres  de  la  misma  especie. 

Crecimiento. — Es  indefinido  en  los  séres  minerales 
ó inorgánicos,  y debido  á la  sobreposicion  de  partículas  ó 
moléculas  que  van  aumentando  gradual  y sucesivamente  su 
volúmen,  pudiendo  ofrecer  en  un  mismo  cuerpo  las  mas  pe- 


queñas proporciones,  como  adquirir  las  mas  grandes  y exa- 
geradas. El  crecimiento  de  los  orgánicos  se  considera  como 
definido,  y se  verifica  en  todos  sentidos  ó direcciones.  La 
nutrición  y desarrollo,  pues,  de  un  animal  ó vegetal  se  veri- 
fica mediante  el  acumulo  de  diferentes  sustancias  ó jugos,  los 
cuales  van  depositando  en  las  distintas  partes  del  cuerpo  los 
materiales  asimilables  que  á cada  una  de  ellas  le  son  necesa- 
rios y convenientes,  contribuyendo  de  este  modo  á que  los 
individuos  vegetales  ó animales  aumenten  sucesivamente  de 
volúmen,  hasta  llegar  á adquirir  el  propio  de  la  especie  á 
que  cada  uno  de  aquellos  corresponde. 

Forma.  — Los  séres  inorgánicos  la  ofrecen  sumamente 
variable,  hallándose  individuos  de  una  misma  especie  que 
presentan  unos  forma  regular  y otros  completamente  irregu- 
lar. Los  minerales  que  afectan  formas  regulares  se  hallan 
terminados  por  superficies  planas,  pudiendo  perderlas  sin 
llegar  á descomponerse  en  sus  elementos  primarios.  Los  sé- 
res  vegetales  y animales  ofrecen  formas  mas  ó menos  redon- 
deadas y terminadas  por  superficies  curvas;  esta  forma  es 
siempre  la  misma,  pues  de  perderla,  estos  séres  dejarían  de 
existir  y se  descompondrían  en  sus  elementos  primitivos. 

ESTRUCTURA. — Los  séres  inorgánicos  la  tienen  ho- 
mogénea : se  hallan  constituidos  de  partes  semejantes  é idén- 
ticas unas  á otras  y al  todo  que  forman,  no  existiendo  mas 
diferencia  que  la  de  mayor  ó menor  tamaño  que  puedan 
presentar.  Los  vegetales  y animales  están  dotados  de  una 
estructura  completamente  heterogénea  y distinta:  se  encuen- 
tran compuestos,  por  consiguiente,  de  partes  ú órganos  dife- 
rentes, verifica  cada  uno  de  éstos  actos  ó funciones  diversas, 
siendo  algunos  de  ellos  tan  esenciales  y necesarios  que  de  su 
falta  ó desaparición  resultaría  la  muerte  del  individuo. 

COMPOSICION  QUIMICA. — Por  lo  general,  es  senci- 
lla en  los  séres  inorgánicos,  supuesto  que  pueden  estar  for- 
mados por  un  solo  elemento  (oxígeno,  oro,  cobre,  plata,  etc.), 
ya  sea  de  dos  (ácido  sulfúrico,  agua,  aire,  etc.),  de  tres  (caliza, 
yeso,  fosforita,  etc.),  rara  vez  de  cuatro  (alumbre,  topa- 
cio, etc.),  y muy  pocos  de  cinco  ó mas;  estos  cuerpos  resul- 
tan siempre  de  combinaciones  fijas  y determinadas  de  los 
sesenta  y tantos  elementos  químicos  conocidos  en  la  actuali- 
dad. La  molécula  orgánica  vegetal  ó animal,  si  bien  es  cierto 
que  puede  estar  formada  por  dos  ó tres  elementos,  se  halla 
casi  siempre  constituida  por  cuatro,  cinco  y aun  mas  cuerpos; 
pero  así  como  los  minerales  resultan,  como  se  ha  dicho,  de 
las  combinaciones  binarias,  ternarias  ó cuaternarias,  que  pué- 
den  verificarse  entre  los  sesenta  y tantos  elementos  citados, 
los  vegetales  y animales  se  hallan  formados  de  un  corto  nú- 
mero de  estos,  siendo  los  mas  importantes  y comunes  de 
unos  y otros  séres  el  oxígeno,  hidrógeno,  carbono,  nitrógeno 
y azufre. 

Existencia  Ó DURACION.— Es  indeterminada  la 
de  los  inorgánicos;  así  que,  si  no  son  descompuestos  parcial 
ó totalmente  en  sus  elementos,  mediante  las  fuerzas  físicas  ó 
químicas,  duran  ilimitadamente,  como  lo  prueban  los  monu- 
mentos construidos  por  los  pueblos  indios,  egipcios,  cel- 
tas, etc.,  la  conservación  de  las  monedas,  medallas,  etc,  y la 
existencia  indefinida  de  las  montañas,  rocas,  etc.  Los  vegeta- 
les y animales  pueden  tener  un  período  de  existencia  mayor 
ó menor  según  la  especie  á que  correspondan,  pero  siempre 
será  aquel  definido  ó determinado,  necesitando  al  propio 
tiempo  para  poder  llegar  al  término  imprescindible  de  su 
existencia  ó de  su  vida  del  influjo  de  las  causas  exteriores,  de 
la  coexistencia  de  líquidos  y sólidos,  y además  de  la  asimila- 
ción de  ciertas  materias  que  son  necesarias  para  su  conser- 
vación y desarrollo. 

La  Zoología  es  la  rama  de  la  Historia  natural  que  tiene  por 
objeto  el  estudio  de  los  séres  orgánicos  denominados  animales. 


MINERALOGÍA 


7 


La  Botánica  ó Fitología  trata  de  los  séres  orgánicos  llama- 
dos plantas  ó vegetales. 

La  Mineralogía  se  ocupa  de  los  cuerpos  inorgánicos  natu- 
rales denominados  minerales;  entendiendo  por  mineral,  todo 
sér  inorgánico  natural  sólido,  líquido  ó gaseoso  que  se  halle 
en  el  interior  ó en  la  superficie  terrestre. 

La  Geología,  como  se  ha  dicho,  examina  la  constitución 
del  globo  terráqueo,  estudia  las  sustancias  que  forman  su 
armazón  y analiza  las  diversas  teorías  relativas  á su  origen, 
asi  como  también  las  causas,  períodos  y consecuencias  de 
sus  modificaciones  mas  esenciales.  Recibe  el  nombre  de 
Geognosia,  la  parte  de  la  Geología  que  estudia  las  llamadas 
rocas,  y el  órden  ó posición  que  guardan  estas  en  la  corteza 
terrestre.  Finalmente,  se  encuentran  en  los  diferentes  terre- 
nos varias  huellas,  restos  ó despojos  de  animales  ó vegetales 
que  poblaron  en  otras  épocas  distintas  de  la  nuestra  el  pla- 
neta que  nosotros  habitamos,  ó bien  se  hallan  también  en 
estos  mismos  terrenos  plantas  y animales  enteros  que  han 
perdido  en  todo  ó en  parte  su  organización,  y que  revelan 
mas  ó menos  analogía  con  los  tipos  que  existen  en  la  actua- 
lidad. Estas  huellas  de  animales  y vegetales  mas  ó menos 
completos,  denominados  fósiles , y que  manifiestan  las  modi- 
ficaciones que  han  ido  verificándose  en  los  séres  orgánicos, 
deben  figurar  del  mismo  modo  que  los  séres  anteriores  en 
la  historia  de  la  tierra,  correspondiendo  su  estudio  á la  parte 
de  la  Geología  conocida  con  el  nombre  de  Paleontología, 
rama  importantísima  de  la  Historia  natural  y basada  esencial- 
mente en  la  Zoología  y Botánica,  cuyas  dos  ciencias  le  prestan 
un  poderoso  auxilio. 

Concretándonos  al  estudio  exclusivo  de  la  Mineralogía, 
la  dividiremos  con  el  objeto  de  facilitar  su  estudio  y com- 
prensión en  varias  ramas,  tales  como:  la  Mineralogía  carac- 
terística, la  taxonómica,  la  descriptiva  y la  tecnológica. 

La  Mineralogía  característica  estudia  el  tipo  mineralógico 
en  general,  así  como  las  diversas  particularidades,  notas  ó 
señales  que  presentan  los  minerales  y que  sirven  para  dis- 
tinguir unos  de  otros.  i i 

La  Taxonomía  mineralógica  tiene  por  objeto  ordenar  ó 
clasificar  los  tipos  mineralógicos,  reuniéndolos  ó agrupándo- 
los según  sus  semejanzas  y afinidades,  facilitando  de  este 
modo  el  mejor  y mas  exacto  conocimiento  de  ellos. 

La  Mineralogía  descriptiva  traza  la  historia  délos  minera- 
les, dando  á conocer  las  particularidades  que  presenta  cada 
uno  de  ellos,  sus  analogías  y modo  de  resolverlas,  así  como 
su  posición  en  la  corteza  terrestre. 

La  Mineralogía  tecnológica  se  ocupa  de  las  aplicaciones, 
usos  ó beneficios  que  los  minerales  prestan  al  hombre,  estu- 
diando también,  aunque  someramente,  todo  lo  relativo  á la 
explotación  de  las  minas,  y obtención  de  muchos  cuerpos. 

Todo  el  mundo  sabe  y comprende  el  interés  é importancia 
que  ofrecen  los  estudios  mineralógicos.  La  farmacia  y la 
medicina,  la  química,  la  agricultura,  la  arquitectura,  la  meta- 
lurgia, en  una  palabra,  todas  las  artes,  todas  las  industrias  y 
manifestaciones  de  la  vida  intelectual  y social  se  enlazan  y 
tienen  necesidad  de  recurrir  á los  conocimientos  mineraló- 
gicos en  mayor  ó menor  grado,  habiendo  algunos  que  no 
pueden  dar  un  paso  ni  hacer  grandes  progresos  si  no  están 
basados  en  el  estudio  de  la  Mineralogía.  Esta  ciencia  sumi- 
nistra datos  y materiales  preciosos  al  físico,  al  químico,  al 
agricultor,  al  geólogo,  al  diamantista,  etc.,  etc.;  y si  bien  es 
verdad,  como  dejamos  consignado,  que  los  sabios  y filósofos 
antiguos  no  tuvieron  un  verdadero  conocimiento  de  ella, 
como  lo  prueban  las  descripciones  de  las  piedras  finas  hechas 
por  1 eofrasto,  Dioscórides  y Plinio;  si  bien  es  cierto  también 
que  las  dadas  por  otros  mineralogistas  posteriores  eran 


inexactas  é imperfectas,  y que  los  sistemas  empleados  son 
demasiado  infundados;  hoy,  en  virtud  del  estudio  profundo 
y detenido  de  las  formas  regulares  que  los  minerales  presen- 
tan y del  exámen  de  la  composición  química,  la  Mineralogía 
ha  adquirido  importancia  como  ciencia,  llegando  á constituir 
una  rama  de  la  Historia  natural  tan  importante  como  la 
Botánica  y la  Zoología. 

CARACTERES  MINERALÓGICOS 

Los  minerales,  como  verdaderos  cuerpos  inorgánicos,  no 
pueden  ofrecer  otra  clase  de  propiedades  sino  las  físicas  y 
químicas.  Estas  propiedades  se  denominan  caracteres , si  se 
las  considera  como  medios,  señales,  marcas  ó atributos  que 
sirven  para  diferenciarlos. 

La  división  y discusión  de  estos  caractéres  ha  variado 
extraordinariamente  según  las  fases  y épocas  por  que  ha 
pasado  la  Mineralogía. 

En  la  introducción  se  ha  consignado  detenidamente  lo 
hecho  en  este  punto  por  Aristóteles,  Teofrasto,  Dioscórides, 
Plinio,  Avicena,  etc.,  etc.;  concretarémonos,  pues,  en  este 
momento  á citar  solo  las  divisiones  de  caractéres  hechas  por 
Werner,  Haüy  y Beudant,  que  son  las  mas  conocidas,  así 
como  las  que  generalmente  están  admitidas  en  las  obras  de 
Mineralogía. 

El  célebre  mineralogista  Werner  divide  los  caractéres  mi- 
neralógicos en  cuatro  grupos,  que  son:  exteriores,  físicos,  quí- 
micos y empíricos,  definiéndolos  y expresándolos  con  suma 
claridad  y exactitud,  circunstancias  que  no  se  observan  en 
ninguno  de  sus  antecesores. 

Werner  denomina  caractéres  exteriores,  á todas  aquellas 
particularidades  que  pueden  examinarse  en  las  sustancias 
mineralógicas  mediante  la  inspección  de  nuestros  sentidos, 
y que  para  tener  un  exacto  conocimiento  de  ellos,  no  es 
preciso  echar  mano  de  los  medios  ó aparatos  que  proporcio- 
na la  física.  Como  ejemplos  notables  de  caractéres  físicos 
pueden  citarse  el  color,  lustre,  trasparencia,  opacidad,  dureza, 
tenacidad,  forma  regular  ó irregular,  etc.,  etc. 

Caractéres  físicos  denomina  Werner,  á aquellos  que  para 
conocerlos  hay  que  valerse  siempre  de  ciertos  aparatos  ó 
instrumentos  físicos,  sin  que  por  estos  medios  de  exámen 
sufran  ninguna  alteración,  ni  tampoco  haya  que  emplear 
para  su  estudio  ninguna  operación  que  tienda  á alterar  su 
naturaleza.  En  este  grupo  incluye  el  célebre  mineralogista 
aleman  el  peso  específico,  la  doble  refracción,  polarización, 
fosforescencia,  electricidad,  magnetismo,  dilatación,  etc. 

Caractéres  químicos,  son  los  que  se  refieren  á la  naturaleza 
ó composición  química  de  las  sustancias  mineralógicas,  á las 
acciones  moleculares  y á los  diferentes  cambios  ó modifica- 
ciones que  experimentan  al  ponerse  en  contacto  unas  de 
otras.  Para  examinar  y estudiar  estas  propiedades  con  todo 
rigor  y exactitud,  no  son,  ni  mucho  menos,  suficientes  los 
procedimientos  anteriores,  siendo  necesario,  por  el  contrario, 
someter  los  cuerpos  á ciertas  operaciones  por  medio  de  las 
cuales  se  consigue  no  solo  averiguar  los  elementos  que  los 
constituyen,  sino  varios  fenómenos  ó particularidades  que 
nos  guian  casi  siempre  ai  reconocimiento  de  los  diversos 
minerales  que  son  objeto  de  nuestro  exámen. 

Finalmente,  Werner,  como  se  ha  consignado,  acepta  los 
llamados  caractéres  empíricos.  Estos  en  realidad  no  se  hallan 
fundados  en  propiedad  alguna  particular  de  los  cuerpos, 
observándose  únicamente  en  ciertas  y determinadas  condi- 
ciones, las  cuales  en  algunos  casos,  aunque  muy  raros,  cons- 
tituyen una  marca  ó señal  á propósito  para  diferenciar  algu- 
nas especies.  Asi,  por  ejemplo,  en  los  minerales  pertenecien- 
tes al  género  cobre  se  nota  que,  cuando  se  hallan  en  con- 


8 


MINERALOGÍA 


tacto  del  aire  por  algún  tiempo,  ofrecen  muy  pronto  una 
coloración  verde,  debida  á que  el  ácido  carbónico  existente 
en  la  atmósfera  se  une  con  el  óxido  de  cobre,  formando  un 
carbonato  de  este  metal,  caracterizado  entre  otras  propieda- 
des por  su  color  verdoso.  Esta  particularidad,  bastante  fre- 
cuente en  los  minerales  citados,  no  puede,  sin  embargo, 
considerarse  como  importante  y esencial,  supuesto  que  es 
susceptible  de  cambiar  ó de  faltar  por  completo,  según  las 
circunstancias  de  exposición  ó localidad. 

Como  caractéres  empíricos  deben  considerarse  también, 
según  Werner,  todas  las  particularidades  referentes  á la  posi- 
ción de  los  minerales  en  la  corteza  terrestre,  ó bien  á la  unión 
ó asociación  de  unos  con  otros.  Así,  por  ejemplo,  el  estaño, 
los  granates,  berilos  y otros  varios  se  encuentran  constante- 
mente en  los  llamados  terrenos  ígneos  ó cristalinos;  el  yeso 
anhidro,  los  mármoles,  jaspes,  cinabrio,  etc.,  en  el  silúrico; 
el  azufre,  ácido  bórico,  oropimente,  rejalgar  y algunos  otros 
por  lo  general  se  encuentran  en  los  denominados  volcánicos; 
finalmente,  el  cristal  de  roca,  espato  de  Islandia,  el  hierro  y 
casi  todas  sus  especies,  el  manganeso  y sus  compuestos  se 
presentan  indistintamente  en  los  terrenos  de  sedimento  ó 
cristalinos.  Respecto  á las  asociaciones  que  ofrecen  los  mi- 
nerales entre  sí,  se  sabe  que  el  azufre  casi  siempre  va  acom- 
pañado del  yeso;  el  oro  del  teluro  y rocas  cuarzosas  ó meta- 
mórficas;  la  sal  gemma  de  margas  arcillosas,  yeso  y betunes; 
la  galena  de  la  blenda,  y tantos  otros  que  pudieran  citarse, 
y que  manifiestan  de  un  modo  evidente  la  tendencia  que 
tienen  las  sustancias  mineralógicas  de  presentarse  formando 
diversas  asociaciones. 

Tal  es,  en  resumen,  la  división  de  caractéres  establecida 
por  Werner.  Sobre  ella  descansa,  como  se  ha  consignado  en 
la  introducción,  1a  primera  clasificación  mineralógica  algún 
tanto  razonada  y científica  que,  aunque  superior  á todas  las 
anteriores,  no  deja  por  esto  de  presentar  grandes  defectos, 
hijos  la  mayor  parte  de  la  importancia  que  concedió  á los 
caractéres  exteriores  sobre  los  demás.  No  obstante,  aquel 
célebre  mineralogista  sentó  el  principio  de  dividir  los  géne- 
ros en  diferentes  especies  basadas  en  la  naturaleza  ó compo- 
sición química  de  los  cuerpos. 

Poco  tiempo  antes  que  Werner,  Romé  de  l’Isle  se  había 
dedicado  á investigaciones  extensas  respecto  á las  formas 
regulares  que  presentaban  algunas  sustancias;  estudió  dete- 
nidamente varios  cristales,  procurando  averiguar  en  los  mas 
complicados  de  estos  por  sus  formas  otras  mas  sencillas  de 
donde  supuso  que  procedian.  Romé  de  lisie  puede  desde 
luego  afirmarse  que  fué  el  primero  que  conoció  el  interés  é 
importancia  que  tenia  el  estudio  de  las  formas  regulares  de 
los  minerales. 

A principios  del  siglo  actual  el  abate  Haüy,  discípulo  de 
Daubenton,  haciendo  un  estudio  profundo  y detenido  de  las 
formas  cristalinas,  dividió  los  caractéres  mineralógicos  en 
tres  grupos  que  son:  i.°  geométricos;  2°  físicos;  3.0  químicos. 

Los  primeros  están  basados  en  el  exámen  de  las  formas 
poliédricas  ó regulares  que  ofrecen  las  sustancias  mineraló- 
gicas, relacionadas  con  las  que  se  estudian  en  la  Geometría. 
El  célebre  mineralogista  francés  dió  grande  importancia  á 
estos  caractéres,  y haciendo  un  análisis  profundo  y detallado 
de  ellos,  estableció  sus  bellas  leyes  y teorías  de  la  cristaliza- 
ción, así  como  los  dos  siguientes  principios  que  supuso  eran 
absolutos  para  todas  las  especies.  Primero:  minerales  de 
idéntica  composición  química,  cristalizan  en  el  mismo  siste- 
ma cristalino  y el  valor  del  ángulo  diedro  de  su  forma  primi- 
tiva es  el  mismo.  Segundo:  si  los  minerales  se  diferencian 
en  composición,  difieren  también  en  su  sistema  cristalino,  y 
el  ángulo  diedro  de  la  forma  primitiva  es  distinto.  Al  tratar 
de  las  formas  regulares  de  los  minerales  y de  la  importancia 


relativa  de  los  caractéres,  se  verá  que,  á pesar  de  la  genera- 
lidad de  estos  dos  principios,  hay  necesidad,  no  obstante,  de 
admitir  algunas  excepciones  bastante  notables. 

En  la  segunda  sección,  se  hallan  incluidos  no  solo  los 
caractéres  exteriores  establecidos  por  Werner,  sino  también 
los  físicos  del  mismo  autor,  supuesto  que  tanto  unos  como 
otros  no  son  en  último  término  mas  que  particularidades 
físicas  que  pueden  examinarse  ya  sea  directamente  por  nues- 
tros sentidos,  ya  sea  echando  mano  de  instrumentos  ó apa- 
ratos adecuados  al  objeto. 

La  última  división  de  caractéres  de  Haüy,  ó sean  los  de- 
nominados químicos,  son  en  un  todo  iguales  á los  de  Werner, 
estando  fundados  esencialmente  en  el  estudio  de  la  compo- 
sición ó naturaleza  del  mineral. 

Desde  la  época  de  Haüy,  hasta  el  presente,  la  ciencia 
mineralógica  ha  variado  y tomado  una  marcha  distinta, 
debida  sin  duda  á los  progresos  y adelantamientos  llevados 
á cabo  por  la  Química.  Se  han  publicado  diferentes  clasifi- 
caciones fundadas  la  mayoría  de  ellas  en  la  importancia 
que  tienen  los  caractéres  químicos  sobre  todos  los  otros. 
En  este  concepto,  y como  verdaderamente  químicas,  deben 
mencionarse  las  de  Berzelius  y Beudant,  los  cuales  han 
probado  hasta  la  evidencia  lo  insuficiente  de  las  formas 
regulares  para  llegar  á formar  especies  mineralógicas. 

Beudant,  que  publicó  su  clasificación  mineralógica  dos 
años  después  que  Haüy,  es  partidario  de  esta  escuela:  fundó 
su  clasificación,  análoga  á la  de  Berzelius,  basándola  en  las 
propiedades  químicas,  pero  admitiendo,  sin  embargo,  como 
auxiliares  las  físicas  y además  un  nuevo  grupo  de  caractéres 
que  llamó  geológicos , referentes  á la  situación  que  tienen  los 
minerales  en  la  corteza  terrestre,  á su  unión  ó asociación, 
así  como  también  á las  causas  que  les  han  dado  origen. 

En  el  cuadro  siguiente  se  indican  los  caractéres  estableci- 
dos por  Beudant,  y las  divisiones  admitidas  en  cada  u o de 
estos  grupos  con  el  objeto  de  facilitar  su  estudio  y compren- 
sión. 


NUMERO  1 


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O 
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Geométricos. 


Mecánicos. 


Físicos.  < 


Forma (regular. 

(irregular. 

Estructura..  (regular. 

(irregular. 

^ absoluto. 

Peso relativo. 

\ específico, 
estado. 

^ 1 dureza. 

Cohesión  ó \ tenacidad, 
disposición  < maleabilidad, 
molecular..  I ductilidad. 

¡ flexibilidad, 
elasticidad, 
trasparencia. 

, refracción. 

1 policroismo. 

(Opticos ( asterismo. 

I lustre, 
color. 

fosforescencia. 

[Electro  magnéticos J electricidad. 

f magnetismo. 


V 


Or- 
gano- 
lépti- 
cos. .. 


Aprecios  por  el  olfato 


Id.  por  el  gusto. 


Id. 


Id. 


olor, 
sabor. 

¡untuosidad, 
frialdad. 

apegamiento  a la 
lengua. 

por  el  oido.  sonoridad. 


MINERALOGÍA 


NÚMERO  1 


íO 

O 

O 

•— I 

o 

o 

< 

ar 

cu 

z 

•— I 
2 


(Por  la  via  húmeda. 


Por  la  via  seca.  . 


co 

U 

ar 

H 

O 

c 

ed 

< 

ü 


Geológicos, 


acción  del  agua, 
id.  de  los  ácidos, 
id.  de  los  álcalis, 
id.  de  otros  líqui- 
dos, 
'reducción, 
oxidación, 
pérdida  de  color 
y trasparencia, 
aumento  de  vo- 
lumen, 
combustión, 
volatilización. 

, fusión. 

posición  de  los 
minerales, 
asociaciones, 
origen. 


9 

trico;  por  último,  se  llama  cristalogenia,  la  parte  de  la  Mine- 
ralogía que  se  hace  cargo  de  los  fenómenos  que  ocurren  en 
la  formación  de  los  cristales. 

Existen  diversas  causas  naturales  que  contribuyen  desde 
luego  y de  un  modo  directo  á que  las  partículas  de  los  cuer- 
pos se  reúnan  para  afectar  formas  regulares  ó constituir  cris- 
tales, así  como  también  el  hombre  tiene  medios  bastante 
poderosos  para  llegar  á obtener  en  los  laboratorios  crista- 
les bien  determinados  y perfectos,  denominándose,  por  lo 
tanto,  estos  naturales  ó artificiales  según  que  hayan  sido  for- 
mados por  la  naturaleza  ó el  arte. 

Para  obtener  la  cristalización  de  una  sustancia  se  necesi- 
tan dos  circunstancias  esenciales:  i.a  disgregación  molecular; 
2.a  sustracción  del  disolvente.  La  primera  circunstancia,  que  es 
la  mas  importante,  porque  no  encontrándose  las  partículas 
libres  y en  movimiento  no  puede  haber  cristalización,  se  ob- 
tiene por  la  fusión  ó disolución  por  medio  del  calor  ó por  la 
disolución  en  los  líquidos. 


CARACTERES  GEOMETRICOS 

Se  da  el  nombre  de  caractéres  geométricos  ó cristalográfi- 
cos á todos  aquellos  que  se  refieren  á las  formas  regulares 
que  presentan  los  minerales,  relacionadas  con  las  que  se  es- 
tudian en  Geometría.  Este  carácter  es  el  mas  importante  de 
todos  los  físicos  que  quedan  enumerados  en  el  cuadro  an- 
terior. 

En  Mineralogía  se  llama  forma , á la  manera  cómo  termina 
la  superficie  del  mineral;  y como  esta  terminación  puede  ser 
regular  unas  veces  y otras  irregular,  claro  está  que  las  formas 
de  las  sustancias  mineralógicas  se  dividirán  en  regulares  é 
irregulares , comprendiéndose  ó incluyéndose  en  estas  últi- 
mas no  solo  las  verdaderamente  irregulares,  sino  las  desig- 
nadas con  los  nombres  de  imitativas,  pseudomórficas,  hetero- 
géneas, etc.,  porque  todas  ellas  no  pueden  referirse  en  modo 
alguno  á las  primeras.  No  obstante  lo  dicho,  la  regularidad 
de  formas  en  Mineralogía  no  supone  en  modo  alguno  la 
exactitud  con  que  la  Geometría  hace  conocer  los  poliedros, 
siendo  suficiente  en  muchos  casos  que  un  mineral  presente 
una  forma  semejante  ó análoga  áun  cubo,  áun  dodecaedro, 
á un  tetraedro,  etc.,  para  que  se  indique  que  cristaliza  ó 
afecta  las  formas  indicadas. 

Las  formas  regulares  de  los  minerales  se  designan  con  el 
nombre  de  cristales,  entendiendo,  en  consecuencia,  por¿*w- 
tal,  todo  mineral  que  afecte  una  forma  simétrica  y regular, 
y cuyas  caras  puedan  estar  representadas  por  figuras  geomé- 
tricas. 

La  palabra  cristal  se  deriva  del  griego  cristalos , que  signi- 
fica frió,  helado  ó congelado,  porque  los  antiguos  creyeron 
que  el  cristal  de  roca  no  era  mas  que  agua  helada  ó conge- 
lada; y de  aquí  la  idea  que  tenia  Plinio  del  cristal  de  roca, 
que  decía  que  en  modo  alguno  podía  resistir  la  acción  del 
fuego. 

Estos  cristales  ó poliedros  son  en  cierto  modo  las  formas 
propias  de  los  séres  inorgánicos  minerales,  cuyas  formas 
tienen  tendencia  á adquirir  constantemente,  á no  ser  que  el 
agrupamiento  de  sus  moléculas  se  halle  interrumpido  por 
causas  exteriores,  en  cuyo  caso,  en  vez  de  reunirse  aquellas 
de  una  manera  regular,  lo  verifican  irregularmente  dando 
origen  á formas  accidentales  ó masas  amorfas. 

La  rama  de  la  Mineralogía  que  tiene  por  objeto  el  estudio 
de  los  cuerpos  inorgánicos,  considerados  como  poliedros  ó 
formas  geométricas,  se  designa  con  el  nombre  de  cristalo- 
grafía, de  cristalos , cristal,  y grafein , describir:  así  como  se 
llama  cristalización  el  acto  en  virtud  del  cual  las  moléculas 
de  los  cuerpos,  ya  sean  estos  disueltos  por  el  calor  ó por  los 
líquidos,  se  reúnen  entre  si  para  constituir  un  todo  geomé- 


CRISTAL1ZACION POR  EL  CALOR  O VIA  SECA 

Por  medio  del  calor  á temperaturas  mas  ó menos  elevadas, 
según  sean  los  minerales,  se  funden  muchos  de  estos,  es 
decir,  se  destruye  su  cohesión  molecular.  Este  medio  se  apli- 
ca comunmente  á las  sustancias  metálicas,  vgr.  al  bismuto, 
antimonio,  etc.,  cuyos  metales  cristalizan  respectivamente  en 
el  llamado  sistema  regular  ó sistema  cúbico  y en  el  romboe- 
dro. Para  cristalizar  los  metales  indicados  por  la  acción  del 
calor,  basta  en  la  mayoría  de  los  casos  tomar  un  crisol  de 
barro  ó de  grafito,  é introduciendo  en  él  el  metal  que  se 
desea  cristalizar  se  le  coloca  al  fuego  y se  producen  tempe- 
raturas mas  ó menos  altas  según  los  cuerpos,  obteniendo  de 
esta  manera  su  fusión  ó disolución:  efectuada  esta,  se  retira 
el  crisol  del  fuego  y se  le  pone  en  un  baño  de  arena  á fin  de 
que  el  enfriamiento  se  verifique  de  un  modo  lento  y gradual. 
Este  procedimiento  no  solo  es  aplicable  á los  metales,  sino 
que  puede  hacerse  extensivo  á algunos  metaloides,  tales 
como,  por  ejemplo,  el  azufre.  Si  se  quiere  cristalizar  este  mi- 
neral por  medio  del  calor,  no  hay  mas  que  colocar  un  frag- 
mento de  él  en  un  crisol,  y elevando  la  temperatura  á 170o 
próximamente  se  fundirá,  esto  es,  pasará  del  estado  sólido 
al  líquido;  si  después  se  enfria  convenientemente,  y se  rompe 
el  crisol,  se  notarán  agujas  prismáticas  correspondientes  á un 
prisma  romboidal  oblicuo,  cuyas  formas  son  diferentes  de  las 
que  presenta  el  azufre  natural,  supuesto  que  cristaliza  en 
octaedros  prolongados  que  pertenecen  á un  prisma  romboi- 
dal recto. 

Hay  otros  cuerpos  que  no  se  funden  sino  con  el  interme- 
dio de  varias  sustancias,  denominadas  futidentes,  siendo 
entre  otras  las  mas  principales  el  borato  sódico,  fosfato  sódi- 
co amónico,  carbonato  potásico,  cianuro  potásico  y ácido 
bórico,  cuyas  sustancias  son  á la  vía  seca  ó acción  del  calor 
lo  que  los  diferentes  líquidos  á la  vía  húmeda,  y en  este  caso, 
la  distinta  temperatura  empleada  ó la  evaporación  del  vehí- 
culo usado,  determinan  las  cristalizaciones.  Este  procedi- 
miento se  considera  como  uno  de  los  medios  mas  enérgicos 
de  cristalización,  habiendo  llegado  á obtener  algunos  físicos 
y mineralogistas,  mediante  él,  cristalizar  la  esmeralda,  topa- 
cio, zafiro,  etc.,  que  si  bien  es  cierto  los  cristales  obtenidos 
son  de  pequeño  volúmen,  no  por  esto  dejan  de  presentar 
todos  los  caractéres  de  las  piedras  finas  indicadas. 

Existen  además  algunas  sustancias  mineralógicas,  como 
verbi  gracia  el  arsénico,  ácido  arsenioso  y arsénico  y otras 
que,  colocadas  en  vasijas  cerradas  y elevando  la  temperatu- 
ra, tienen  la  propiedad  de  volatilizarse,  es  decir,  pasar  del 
estado  sólido  al  gaseoso,  fenómeno  que  se  designa  con  el 


Tomo  IX 


2 


10 


nombre  de  suilimdon : si  estas  sustancias  volatilizadas  se 
enfrian  de  una  mirara  gradual  y sucesiva,  se  convienen  en 
solidas  y se  deposaa  en  forma  de  cristales  en  la  pan*  supe- 
rior de  la  vasija  ó aparato  en  donde  se  haya  hecho  la  evapo- 
ración. La  sutlhiadon,  ya  sea  directa  ó indirecta,  no  se 
obtiene  con  facilita.  en  los  laboratorios  químicos  y minera- 
lógicos, pero  la  caiualeza  parece  que  se  ha  valido  frecuen- 
temente de  este  medio  en  muchos  de  los  cristales  riUe  se 

encuentran  en  los  Sones  metálicos,  aguas  termales  ó calien- 
tes  y en  los  volcans. 

CRISTALIZACION  POR  LA  VIA  HUMEDA 

El  2.  procedimknto,  y el  que  por  lo  común  se  usa  en  los 
laboratorios  para  oz-rener  cristales,  es  la  vía  húmeda  ó sea  la 
disolución  de  los  miaerales  en  los  líquidos.  Basta  para  esto 
disolver  un  cuerpo  í¡a  el  agua  ú otro  líquido,  y dejar  que  la 
evaporación  esportea  unas  veces,  y otras  mediante  una 
temperatura  mas  :■  menos  elevada,  sustraiga  el  disolvente 
empleado;  de  este  modo,  se  consiguen  cristalizaciones. 
Conviene,  sin  encargo,  tener  presente  que  la  evapora- 
ción del  líquido  se  ha  de  verificar  con  lentitud,  porque  si 
aquella  fuera  rápida  podría  arrastrar  consigo  partículas  de 
la  materia  disuelta.  Es  necesario  también,  en  muchos  casos, 
.trar  las  disolución^  para  hacer  desaparecer  las  sustancias 
extrañas,  porque  ét  no  hacerlo  así  se  obtendrían  cristaliza- 
ciones imperfectas.  A la  primera  molécula  que  se  deposita 
en  el  fondo  de  la  rasga  se  la  denomina  núcleo,  alrededor  del 
que  se  van  agregan^  las  demás  para  llegar  á formar  así  un 
todo  regular  <5  geoza-jirico.  A fin  de  acelerar  la  cristalización 
suele  á veces  introducirse  en  la  vasija  un  pequeño  cristal  de 
la  misma  sustancia  gae  sirve  de  núcleo. 

Las  causas  que  retribuyen  esencialmente  en  la  cristali- 
zación por  medio  át  ios  líquidos,  modificando  y hasta  cam- 
biando en  muchos  usos  la  forma  cristalina  del  mineral  ó 
bien  dando  origen  simplemente  á meros  principios  de  cris- 
talización, son  entre  otras  mas  importantes  las  siguientes- 
i.a  naturaleza  del  dklvente;  2.a  la  presencia  de  otras  mate- 
rias disueltas;  y la  cantidad  mayor  ó menor  del  líquido- 
4.a  la  naturaleza  ó fi rana  de  la  vasija;  y 5.a  la  distinta  colo- 
cación que  tengan  las  primeras  moléculas  cristalinas. 

En  la  inmensa  mayoría  de  cristalizaciones  obtenidas 
por  la  vía  húmeda,  é disolvente  que  se  emplea  es  el  agua 
que  arrastrada  en  muchos  casos  por  las  primeras  moléculas 
cristalinas,  llamadas  también  embriones , forma  parte  de  los 
cristales,  designándose  por  esta  causa  agua  de  cristalización- 
asi  como  se  denominm  aguas  madres,  á la  parte  que  queda 
de  ella,  y en  la  qu»  no  pueden  obtenerse  nuevas  formas 

Además  de  las  condiciones  esenciales  que  se  han  mani- 
festado y que  contafanyen  directamente  á la  cristalización, 
esto  es,  «disgregación  molecular  y sustracción  del  disolven- 
te,» son  necesarias  también  otras  secundarias  y de  las  cuales 
no  puede  prescindáis,  porque  influyen  también  como  las 
primeras  en  la  cristalización  de  los  minerales.  Estas  causas 
son:  i.a  «el  reposo;*  -1  «el  tiempo  que  debe  durar  la  crista- 

izacion;»  y 3.--  «el  spacio  que  ofrezca  la  vasija  donde  se 
haga  la  operación.» 

1 ales  son,  en  resumen,  los  procedimientos  que  se  cono- 
cen para  conseguir  k cristalización  de  muchas  sustancias  en 
nuestros  laboratorios.  La  naturaleza  debe  haberse  valido  y se 
vale  de  medios  idémicos  y de  otros  ignorados;  pero  de*  los 
que  nosotros  disponemos  son  muy  débiles  relativamente  á 
los  que  pone  en  juegi  aquella,  por  cuanto  sus  grandes  pre- 
siones, temperaturas  muy  elevadas,  corrientes  eléctricas  etc 
no  pueden  ser  compaadas  con  las  nuestras.  De  aquí  sin 


MINERALOGÍA 


duda  la  grande  variedad  y número  que  presentan  los  crista- 
les naturales,  y que  en  el  primer  momento  hacen  dudar  de  la 
importancia  é interés  de  su  estudio,  así  como  de  la  facilidad 
de  hallar  las  leyes  que  han  presidido  á su  formación;  pero 
examinando  estas  formas  con  detenimiento,  se  observará 
inmediatamente  que  pueden  reducirse  á un  número  muy 
limitado,  cuyas  variaciones  y modificaciones  se  hallan  sujetas 
á principios  fijos  y permanentes.  Todo  lo  cual  viene  á mani- 
festar el  grande  interés  que  ofrecen  los  caractéres  geométri- 
cos, porque  si  bien  las  sustancias  amorfas  ó sin  forma  propia 
son  las  mas  numerosas,  la  llamada  «especie  mineralógica,» 
no  queda  bien  definida  sino  cuando  el  mineral  presenta  la 
misma  composición  é idéntica  forma  cristalina. 

GENERALIDADES  DE  LOS  CRISTALES 

Los  elementos  de  que  constan  los  cristales  son:  «caras  ó 
planos,  aristas  ó ángulos  diedros  y esquinas  ó ángulos  sóli- 
dos.» Se  llaman  «caras»  (figura  1)  las  superficies  ó planos 


Figura  1.— Caras 

que  terminan  el  cristal,  y por  lo  general  á cada  cara  P cor- 
responde otra  P'  que  es  paralela  con  la  primera.  Las  caras 
de  los  cristales  se  cortan  constituyendo  siempre  ángulos  sa- 
lientes y jamás  entrantes.  Se  designan  con  el  nombre  de 
«aristas»  las  líneas  B B,  intersección  de  dos  planos  ó caras; 
estas  líneas,  como  se  ha  indicado,  se  llaman  también  «ángu- 
los diedros;»  así  como  los  ángulos  sólidos  están  formados 
por  la  reunión  de  tres  ó mas  planos  B B.  En  todos  los  cris- 
tales hay  un  punto  tal,  que  toda  recta  que  pasa  por  él  y va 
á terminar  en  los  planos  se  halla  dividida  en  dos  partes 
iguales;  este  punto  se  denomina  «centro»  del  cristal. 

Ejes  cristalinos. — Las  lineas  rectas  ideales  que 
pasan  por  el  centro  del  cristal  y alrededor  de  las  cuales  se 
hallan  simétricamente  colocados  los  demás  elementos,  se 
denominan  «ejes  cristalinos.»  Pueden  obtenerse  ya  sea 
uniendo  los  centros  de  las  caras  opuestas,  ya  los  puntos  me- 
dios de  los  ángulos  diedros  ó los  vértices  de  los  ángulos 
sólidos  opuestos.  Se  llama  eje  principal  aquel  que  determina 
una  simetría  mas  perfecta  que  los  demás,  los  cuales  reciben 
á su  vez  el  nombre  de  «secundarios.» 

De  lo  anteriormente  dicho  se  deduce,  que  las  condiciones 
indispensables  que  han  de  tener  los  minerales  para  que  pue- 
dan considerarse  como  cristales  todos.son:  i.aque  las  caras 
sean  planas  y nunca  curvas;  2.a  que  los  elementos  estén  su- 
jetos, bien  sea  en  conjunto,  bien  en  parte,  á una  línea  cen- 
tral; 3.a  que  las  caras  sean  paralelas  dos  á dos;  y 4.a  que  los 
ángulos  han  de  ser  salientes  y jamás  entrantes. 

Estas  condiciones,  sin  embargo,  parece  que  faltan  algu- 
nas v eces,  induciendo  en  este  caso  á errores  mas  ó menos 
graves,  pero  se  sale  de  ellos  en  el  momento  que  se  someten 
los  cristales  á un  exámen  detenido  y exacto.  El  diamante, 
por  ejemplo,  ofrece  caras  curvilíneas  en  vez  de  planas,  parti- 
cularidad que  hace  que  este  mineral  presente  cierta  convexi- 
dad, la  cual  desaparece  tan  luego  como  se  estudian  con  al- 
gún detenimiento  sus  caras;  con  efecto,  examinadas  aislada-^ 


MINERALOGÍA 


II 


mente  las  caras  del  diamante,  se  ve  que  son  perfectamente 
planas. 

La  anomalía  citada  puede  proceder  en  ciertos  ejemplares 
de  la  elevadísima  temperatura  que  hayan  sufrido  al  tiempo 
de  cristalizar,  presentando  en  este  caso  sus  caras  convexas. 
Existen  otras  sustancias  mineralógicas  que  á primera  vista 
ofrecen  ángulos  entrantes  en  vez  de  salientes,  siendo  el  caso 
mas  notable  que  puede  citarse  el  que  presenta  la  variedad 
de  casiterita,  denominada  «pico  de  estaño;»pero  esta  ano- 
malía desaparece  del  mismo  modo  que  la  anterior,  tan  luego 
como  se  examinan  con  algún  detenimiento  los  cristales  de 
la  variedad  indicada;  efectivamente,  se  ha  visto  que  sus  án- 
gulos entrantes  no  son  sencillos,  sino  compuestos,  hallándose 
formados  de  dos  cristales  que  mutuamente  se  penetran  en 
una  posición  determinada;  este  ángulo  entrante,  que  no 
pertenece  á ninguno  de  los  dos  cristales,  se  encuentra  situa- 
do en  la  intersección  de  las  dos  caras  que  se  cortan  ó pene- 
tran, observándose,  además,  que  aislado  cada  uno  de  los 
cristales  que  contribuyen  á formar  el  ángulo  entrante,  sigue 
las  leyes  generales  de  la  cristalización,  esto  es,  que  consta  de 
ángulos  salientes  y nunca  entrantes. 

DIVISION  DE  LAS  FORMAS  REGULA  RES.  — Como 
se  acaba  de  manifestar,  las  formas  regulares  de  los  minera- 
les presentan  verdadera  simetría,  determinada  por  la  igual- 
dad de  paralelismo  de  sus  planos  y aristas,  así  como  por  la 
identidad  que  ofrecen  sus  vértices  y por  la  existencia  de  un 
punto  céntrico. 

Pero  como  estos  poliedros  son  muy  numerosos,  ha  sido 
necesario,  para  llegar  ¿comprenderlos,  establecer  algunas 
divisiones  que  desde  luego  facilitan  su  estudio.  Se  denomi- 
nan «formas  simples»  las  que  se  encuentran  determinadas 
por  planos  semejantes  entre  sí,  y en  las  cuales  todos  los  ele- 
mentos de  que  constan  son  precisos  para  formar  un  poliedro 
único;  «compuestas»  aquellas  que  están  constituidas  por  la 
combinación  de  elementos  de  las  formas  simples.  Las  for- 
mas simples  mas  comunes  que  presenta  la  naturaleza  son  el 
octaedro,  cubo,  romboedro,  prismas,  siendo  los  mas  comu- 
nes de  estos  últimos  el  prisma  de  base  exagonal,  rectangu- 
lar, romboidal  y de  base  cuadrada.  Las  «facetas»  ó caras 
pequeñas  que  se  observan  en  las  formas  compuestas,  se 
deben  á las  modificaciones  conocidas  con  los  nombres  de 
«truncadura,  biselamiento  y apuntamiento.»  Se  dice  que  en 
un  mineral  se  ha  efectuado  una  truncadura,  siempre  que  un 
ángulosólido  ó diedro  ha  sido  reemplazado  por  un  plano;  bise- 
lamiento, cuando  la  modificación  que  sustituye  á un  ángulo 
sólido  ó á una  arista  está  formada  de  dos  caras  semejantes 
que  se  cortan,  dando  origen  á un  ángulo  mayor  que  aquel  á 
quien  han  reemplazado;  finalmente,  el  apuntamiento  resul- 
ta de  la  sustitución  de  un  vértice  ó sea  un  ángulo  sólido  por 
varios  planos. 

LEYES  CRISTALOGRAFICAS 

Si  percutimos  con  un  martillo  un  ejemplar  de  sal  común, 
de  galena,  etc.,  los  fragmentos  que  resultan  serán  cubos;  si 
se  hace  la  misma  operación  con  el  espato  de  Islandia  se  di- 
vidirá en  fragmentos  que  ofrecerán  la  forma  romboédrica. 
Este  resultado  se  obtiene  casi  siempre  en  los  indicados 
cuerpos  y otros  varios  mediante  la  «exfoliación,»  ó sea  le- 
vantando capas  por  medio  de  un  cuchillo  ú otro  instrumen- 
to cortante.  Cada  una  de  las  láminas  que  se  separan  están 
formadas  por  la  reunión  de  sólidos  que  presentan  mayor 
grado  de  cohesión  en  la  dirección  de  la  lámina  que  en  otra 
cualquiera;  la  dirección  de  estas  láminas  es  siempre  constan- 
te en  la  misma  especie  mineralógica,  hasta  el  punto  que  el 
sólido  regular  que  se  obtiene  por  el  levantamiento  de  las 


capas  presenta  ángulos  iguales  en  un  mismo  mineral,  reci- 
biendo aquel  el  nombre  de  «sólido  de  crucero,»  así  como 
«planos  de  juntura»  las  superficies  que  el  crucero,  ó sea  la 
exfoliación,  pone  de  manifiesto. 

La  exfoliación,  del  mismo  modo  que  los  cristales,  tiene 
también  sus  leyes  generales,  siendo  entre  otras  las  mas  prin- 
cipales las  siguientes:  i.a  en  un  mismo  mineral  las  exfolia- 
ciones ó cruceros  se  encuentran  dispuestos  semejantemente, 
y forman  ángulos  constantes  entre  sí  y con  las  mismas  caras 
del  cristal;  2.a  si  existen  tres  exfoliaciones  ó cruceros,  forman 
por  su  reunión  un  sólido  que  ofrece  idénticos  ángulos  para 
una  misma  especie;  3.a  cuando  los  minerales  presentan  mas 
de  tres  cruceros,  se  dividen  estos  en  principales  y secunda- 
rios; 4."  en  un  mismo  mineral  el  grado  de  limpieza  que  ofre- 
cen los  cruceros,  está  en  relación  con  la  naturaleza  de  las 
caras. 

A pesar  de  que  la  exfoliación  es  carácter  muy  frecuente 
en  los  minerales,  hay  algunos  en  los  que  cuesta  mucha  difi- 
cultad poder  estudiar  esta  particularidad;  en  otros  única- 
mente se  hace  constar  la  exfoliación  por  el  exámen  de  ciertas 
líneas  que  están  trazadas  en  las  caras  del  cristal,  existiendo 
algunos  en  que  el  crucero  se  aprecia  únicamente  por  medio 
de  ciertos  reflejos  ó puntos  brillantes  que  se  perciben  me- 
diante la  acción  de  la  luz. 

Admitida  la  teoría  de  la  exfoliación,  aun  para  aquellos 
minerales  que  no  poseen  la  particularidad  de  dividirse  en 
láminas,  se  puede  muy  bien  suponer  desde  luego  un  núcleo 
interior  ó central,  al  rededor  del  cual  están  dispuestas  las  ca- 
ras del  cristal  de  un  modo  simétrico.  A este  núcleo  central, 
con  frecuencia  hipotético,  puesto  que  no  llega  á obtenerse 
en  varios  casos,  y distinto,  aunque  pocas  veces,  del  sólido  de 
crucero,  denominó  Haüy  forma  «primitiva  ó fundamental  de 
los  minerales,»  mientras  que  dió  el  nombre  de  «formas  se- 
cundarias» á los  cristales  que  se  derivan  de  la  forma  primi- 
tiva, bien  sea  mediante  las  láminas  de  crucero,  ó por  las 
modificaciones  debidas  á la  truncadura,  bisilamiento  y apun- 
tamiento. 

SISTEMAS  Y TIPOS  CRISTALINOS 

Los  cristales  ofrecen  por  lo  común  facetas  ó planos  pe- 
queños en  sus  aristas  ó ángulos  sólidos  que  ocultan  ó enmas- 
caran la  forma  dominante  ó poliedro  completo;  estas  caras 
pequeñas  que  se  introducen  en  los  cristales  originan  un  pro- 
digioso número  de  variedades  de  formas,  cuyo  estudio,  si  no 
se  sometiera  á ciertas  reglas,  seria  punto  menos  que  imposi- 
ble; pero  si  se  observa  un  cubo  que  se  presenta  truncado  en 
sus  ángulos  sólidos,  aunque  las  superficies  de  truncadura 
sean  muy  extensas,  se  podrá  apreciar,  no  obstante,  la  verda- 
dera forma  cúbica,  y se  dirá  que  el  mineral  cristaliza  en  cu 
bos,  como  cuando  el  poliedro  se  presenta  completo.  Si  la 
truncaduras  indicadas  llegan  á adquirir  su  máximo  desarro 
lio,  resultará  un  octaedro,  cuya  forma  se  deriva  como  es  con 
siguiente  del  cubo;  otro  tanto  se  nota  si  aparecen  truncadu 
ras  en  todas  las  aristas  del  cubo,  cuyas  truncaduras,  si  s< 
hallan  muy  extendidas  hasta  el  punto  de  hacer  desaparece 
las  primitivas,  originan  el  dedocaedro  romboidal;  por  último 
si  la  forma  cúbica  indicada  ofreciera  biselamientos  en  toda 
sus  aristas,  resultaría  un  exatetraedro  ó sea  el  cubo  piramida 
do  de  algunos  cristalógrafos.  Todas  estas  modificaciones  s< 
hallan  sometidas  á ciertas  leyes,  de  tal  modo  que  pueden  re 
ferirse  las  formas  unas  á otras,  y reuniendo  todas  aquella 
que  sean  compatibles,  se  formará  un  grupo  genérico  que  re 
cibe  el  nombre  de  «sistema  cristalino,»  así  como  se  llamar: 
«tipo»  la  forma  elegida  entre  todas  las  demás  que  sirve  com< 
de  unidad  cristalina  ú origen  de  las  que  constituyen  el  gru 


MINERALOGÍA 


I 2 


po.  Se  define,  pues,  el  «sistema  cristalino))  diciendo  que  es 
el  conjunto  de  formas  que  ofrecen  ejes  semejantes  y que 
pueden  derivarse  todas  de  una  misma  forma  que  se  toma 
por  tipo  ó como  punto  de  partida. 

Cuando  una  forma  cualquiera  sea  incompatible  con  las 
que  se  han  estudiado,  se  constituirá  con  ella  un  nuevo  gru- 
po, se  agregarán  todas  las  que  en  virtud  de  las  leyes  crista- 
lográficas se  refieran  á ella,  y tomando  una  como  tipo  se 
formará  un  nuevo  sistema;  y procediendo  de  una  manera 


idéntica  en  todas  las  formas  que  se  estudien,  podrán  clasifi- 
carse perfectamente. 

La  mayoría  de  los  cristalógrafos  han  reducido  todas  las 
formas  regulares  á seis  sistemas  cristalinos;  sin  embargo, 
Weis  y Mohs  no  admiten  mas  que  cuatro  y Nauman  siete. 
La  forma  tipo  puede  ser  cualquiera  de  las  que  el  sistema 
presente,  pero  casi  siempre  se  elige  la  mas  general  y senci- 
lla; Haüy  prefirió  la  forma  octaédrica;  los  cristalógrafos  pos- 
teriores se  han  valido  de  los  prismas,  porque  son  mas  co- 


LEY  DE  SIMETRÍA 


Prisma  recto  rectangular  Fig.  5. — Prisma  oblicuo  romboidal 

4.°jomboédrico  (fig.  5);  5.0  prisma  oblicuo  romboidal  (fig.  6); 
6.°  prisma  oblicuo  no  simétrico  (fig.  7).» 

El  método  empleado  en  las  obras  de  cristalografía  para 
estudiar  cada  uno  de  estos  sistemas  consiste  en  precisar  bien 
la  forma  tipo,  y por  medio  de  truncaduras,  biselamientos  y 
apuntamientos  sometidos  á las  leyes  generales  de  simetría, 
observar  las  formas  secundarias  ó derivadas  que  se  originan. 
Pero  estas  cuestiones,  como  otras  muchas  mas  ó menos  im- 
portantes, son  ajenas  á una  obra  de  esta  índole,  limitándo- 
nos á indicar  los  tratados  de  cristalografía  de  Haüy,  Dufrenoy 
y Delafosse  para  aquellos  de  nuestros  lectores  que  deseen 
adquirir  conocimientos  mas  extensos  sobre  este  punto. 


munmente  la  forma  dominante,  siendo  al  propio  tiempo  la 
derivación  que  de  ellos  se  obtiene  mas  fácil  y sencilla. 

Los  ejes  de  los  cristales  pueden  ser  respecto  á su  inclina- 
ción rectos  y oblicuos,  y en  cuanto  á su  magnitud  iguales  ó 
desiguales ; los  ejes  rectangulares  comprenden  tres  sistemas; 
y los  oblicuos  otros  tres. 

En  el  primer  caso,  es  decir,  cuando 
los  tres  ejes  son  ¡guales  determinan  el 


Fig.  6. — Romboédrico  Fig.  7.— Prisma  oblicuo  no  simétrico 

les  y el  tercero  desigual,  el  prisma  recto  de  base  cuadrada; 
si  son  desiguales,  el  prisma  recto  de  base  rectangular. 

En  el  segundo  caso,  ó cuando  los  ejes  son  oblicuos,  si  es- 
tos son  iguales  determinan  el  romboedro;  si  hay  dos  iguales 
y uno  desigual,  el  prisma  oblicuo  simétrico;  y si  los  tres  son 
desiguales,  el  prisma  oblicuo  asimétrico. 

Haüy,  como  se  ha  indicado,  tomando  por  tipo  de  sus  sis- 
temas la  forma  octaédrica,  admitió  seis  grupos;  á saber: 
«i.°  sistema  octaédrico;  2.0  romboédrico;  3.0  octaédrico  de 
base  cuadrada;  4/  octaédrico  de  base  rectangular;  5.0  el  pris- 
ma oblicuo  de  base  oblicua  simétrica;  6.°  el  prisma  oblicuo 
de  base  oblicua  no  simétrica. 

Eeudant  acepta  también  seis  sistemas  que  son  los  siguien- 
tes: «i.°  tedraédrico;  2.0  romboédrico;  3. ' prisma  recto  de 
base  cuadrada;  4.0  prismático  rectangular  de  base  rectangu- 
lar; 5.0  prismático  oblicuo  de  base  rectangular;  6.°  prismático 
oblicuo  de  base  paralelógramo  oblicuángulo. 

Por  último,  Dufrenoy,  cuya  clasificación  adoptaremos  en 
esta  obra,  tomando  por  base  los  prismas,  admite  también  seis 
sistemas,  que  son:  «i.°  cúbico  (fig.  2);  2.0  prisma  recto  de 
base  cuadrada  (fig.  3);  3 • prisma  recto  rectangular  (fig.  4); 


Una  observación  detenida  sobre  los  cristales  ha  justificado 
que  las  modificaciones  que  estos  ofrecen  no  se  ven  indistin- 
tamente en  esta  ó en  la  otra  parte  del  cristal,  sino  que  se 
hallan  sometidas  á una  ley  descubierta  y llamada  por  Haüy 
Ley  de  simetría.  Si  se  examina,  por  ejemplo,  una  arista  ó un 
ángulo  sólido  truncado  de  un  cubo,  sin  necesidad  de  obser- 
var las  demás  aristas  ó ángulos  sólidos  puede  afirmarse  que 
unas  y otras  tienen  la  misma  truncadura;  otro  tanto  puede 
decirse  de  los  ocho  ángulos  sólidos  que  presenta  el  prisma 
recto  de  base  cuadrada,  puesto  que  todos  son  semejantes; 
por  el  contrario,  si  se  examinan  los  ángulos  sólidos  de  un 
prisma  oblicuo  asimétrico,  se  verá  que  las  modificaciones 
debidas  á las  truncaduras,  biselamientos  ó apuntamientos, 
son  distintas  unas  de  otras.  Generalizando  Haüy  las  obser- 
vaciones que  hizo  sobre  muchas  sustancias  cristalizadas,  de- 
dujo los  dos  principios  siguientes:  «i.°  partes  de  la  misma 
especie  se  modifican  á la  vez  y de  la  misma  manera;  2. “par- 
tes de  diversa  especie  se  modifican  aislada  ó distintamente.» 
Se  denominan  caras  de  la  misma  especie  las  que  siendo 
iguales  se  hallan  en  la  misma  posición  relativa;  aristas  de  la 
misma  especie,  cuando  se  encuentran  en  la  intersección  de 
planos  iguales  y que  forman  entre  sí  ángulos  diedros  idénti- 
cos; ángulo  sólido  de  la  misma  especie,  cuando  los  ángulos 
planos  que  los  constituyen  son  iguales. 

Hemiedria. — A pesar  de  las  dos  leyes  generales  ex- 
puestas, se  observan  en  los  cristales  algunas  excepciones 
notables,  siendo  entre  otras  las  mas  esenciales  las  que  pre- 
sentan la  pirita  de  hierro  y la  boracita  (fig.  8);  estos  dos  mi- 
nerales cristalizan  en  cubos  y no  ofrecen  en  ciertos  casos  mas 


MINERALOGÍA 


13 


que  la  mitad  de  las  modificaciones  que  según  la  ley  general 
debieran  tener;  así  es  que  de  sus  ocho  ángulos  sólidos,  cuatro 
suelen  presentarse  truncados  y los  otros  cuatro  no  su- 
fren modificación  alguna.  Haiiy  ya  estudió  estas  anoma- 
lías, y analizadas  hoy  con  mas  detención,  se  ha  dado  á los 
cristales  que  las  presentan  el  nombre  de  «hemiedros,»  que 
quiere  significar  medios  cristales , así  como  se  llaman 


Fig.  8. — Boracita 


«holoedros»  á los  cristales  completos,  es  decir,  aquellos  que 
presentan  modificaciones  idénticas  en  las  partes  de  la  misma 
especie. 

RELACION  ENTRE  LA  COMPOSICION  QUIMICA 
Y la  FORMA.— En  virtud  de  gran  número  de  observacio- 
nes que  se  han  verificado  en  los  minerales,  se  han  deducido 
los  dos  siguientes  principios  fundamentales,  y que  el  célebre 
mineralogista  Haüylos  consideró  como  absolutos:  «i.°  mine- 
rales de  igual  composición  química  corresponden  al  mismo 
sistema  cristalino,  y el  valor  del  ángulo  diedro  de  la  forma 
primitiva  es  el  mismo;  2.0  minerales  que  se  diferencian  en  su 
composición  química  difieren  también  en  el  sistema  cristalino 
y varía  el  ángulo  de  su  forma  primitiva.) 

Estos  dos  principios  han  sido  modificados  algún  tanto  á 
causa  de  los  descubrimientos  de  Mitscherlichs  y otros  quí- 
micos y mineralogistas  modernos,  que  han  visto  que  al  pri- 
mer principio  pueden  oponerse  ó servir  de  excepción  los 
cuerpos  «dimorfos  y polimorfos,»  y al  segundo  los  «isomor- 
fos.» 

Dimorfismo. — Existen  algunos  cuerpos,  tales  como  la 
cal  carbonatada  de  Haüy  ó carbonato  de  cal  de  los  quími- 
cos, que  unas  veces  se  presenta  cristalizada  en  romboedros 
del  sistema  romboédrico,  y otras  en  prismas  exagonales  que 
corresponden  al  prisma  rectangular  recto,  formas  enteramente 
incompatibles  y que  han  sido  causa  de  que  en  la  especie 
carbonato  de  cal  se  admitan  dos  subespecies,  el  espato  de 
Islandia,  cristalizado  en  romboedros,  y el  aragonito,  en  pris- 
mas exagonales.  Haiiy,  consecuente  con  sus  principios,  su- 
puso que  la  variabilidad  de  forma  en  esta  especie  era  debida 
á que  en  el  aragonito  existia  una  pequeña  cantidad  de  car- 
bonato de  estronciana ; pero  observaciones  posteriores  han 
probado  hasta  la  evidencia  que  hay  aragonitos  en  los  que  no 
se  ha  encontrado  el  mas  ligero  indicio  del  referido  óxido 
metálico,  y,  sin  embargo,  cristalizan  en  prismas  rectangulares. 
Como  sustancias  dimorfas  pueden  citarse  también  el  azufre, 
cobre  y pirita  de  hierro,  y aun  el  hierro  digisto,  según  algu- 
nos mineralogistas,  y otras  especies  menos  comunes.  Se  con- 
cibe muy  bien  que  el  fenómeno  del  dimorfismo,  siendo  una 
excepción  al  primer  principio  establecido,  disminuiría  nota- 
blemente el  valor  de  este,  si  el  número  de  cuerpos  dimorfos 
fuera  considerable,  pero  por  fortuna,  de  setecientas  y tantas 
especies  que  se  conocen  cristalizadas,  solo  quince  ó veinte 
son  dimorfas.  Algunos  cristalógrafos  usan  la  palabra  «isome- 
ría » en  vez  de  dimorfismo,  pero  en  modo  alguno  deben  ad- 
mitirse como  sinónimas,  porque  la  isomería  es  mas  general, 
y abraza  no  solo  la  distinta  forma  cristalina,  sino  las  diferen- 
tes particularidades  físicas  que  tienen  los  minerales  de  igual 
composición  química;  así,  por  ejemplo,  el  grafito  y diamante 


se  reputan  como  cuerpos  isoméricos  y no  como  dimorfos, 
supuesto  que  en  realidad  el  primero  no  cristaliza  por  lo  co- 
mún, mientras  que  el  diamante  se  presenta  en  octaedros.  Se 
cree  por  la  mayor  parte  de  los  mineralogistas  que  el  dimor- 
fismo reconoce  por  causa  las  diversas  circunstancias  bajo  las 
cuales  se  ha  efectuado  la  cristalización  de  una  misma  sustan- 
cia: así,  el  cobre  fundido  cristaliza  en  prismas  rectangulares 
rectos,  y el  precipitado  de  una  disolución  salina  sobre  una 
lámina  de  hierro  presenta  la  forma  cúbica;  el  azufre  disuelto 
en  el  sulfido  de  carbono  cristaliza  por  evaporación  en  octae- 
dros derivados  de  un  prisma  romboidal  recto,  y el  fundido 
cristaliza  por  enfriamiento  en  agujas  prismáticas  derivadas 
de  un  prisma  oblicuo  simétrico. 

Polimorfismo. — Los  minerales  que  teniendo  igual 
composición  química  ofrecen  tres  ó mas  formas  incompati- 
bles, se  denominan  «polimorfos:»  raros  son  los  ejemplos 
que  la  naturaleza  presenta  de  cuerpos  polimorfos,  pudiendo 
citarse  como  uno  de  los  mas  notables  el  rutilo  ó ácido  titá- 
nico. 

Isom  ORFISMO. — Fenómeno  que  consiste  en  que  mine- 
rales de  diversa  composición  química  presentan,  no  obstan- 
te, formas  regulares  iguales.  Así,  la  pirita  de  hierro,  ó sea  el 
sulfuro  de  este  metal,  la  sal  común  ó cloruro  de  sodio,  la 
fluorina  ó fluoruro  de  calcio,  ofrecen  formas  cúbicas  que  en 
nada  difieren  unas  de  otras,  estando  considerados  como 
cuerpos  isomorfos.  Pero  Mitscherlichs  usa  la  palabra  isomor- 
fismo  para  indicar  los  minerales  que,  ofreciendo  la  misma 
composición  atómica,  tienen  la  particularidad  de  reempla- 
zarse en  las  combinaciones  sin  cambiar  las  cantidades  atómi- 
cas ni  su  forma  cristalina.  La  cal,  la  magnesia,  el  óxido  de 
hierro  y el  de  manganeso  se  combinan  con  el  ácido  carbónico 
para  constituir  carbonatos  de  las  referidas  bases,  las  que 
pueden  sustituirse  unas  á otras  sin  alterar  la  fórmula  atómica 
mas  que  en  el  metal  que  se  une  al  oxígeno  para  formar  la 
base,  ni  tampoco  cambia  la  forma  romboédrica  que  cualquiera 
de  ellos  afecta;  pero  á pesar  de  que  todos  estos  carbonatos 
cristalizan  en  romboedros,  se  diferencian,  no  obstante,  en  el 
valor  del  ángulo  diedro  que  cada  uno  ofrece,  por  cuya  razón 
algunos  mineralogistas  los  designan  con  el  nombre  de  «ple- 
siomorfos,»  esto  es,  vecinos  ó análogos,  y dejan  la  palabra 
isomorfos  para  los  minerales  que,  como  la  pirita  de  hierro, 
sal  común,  fluorina,  diamante,  etc,  cristalizan  en  el  primer 
sistema  ó sea  en  el  cúbico. 

CONSTANCIA  EN  EL  VALOR  DE  LOS  ÁNGU- 
LOS.  Romé  de  Lisie,  después  de  haber  medido  los  ángu- 
los diedros  de  distintos  ejemplares  de  un  mismo  mineral, 
dedujo  que  el  valor  de  estos  ángulos  es  constante  en  una 
misma  especie  mineralógica:  el  ángulo  diedro  del  carbonato 
de  cal  romboédrico  ofrece  siempre  que  es  puro  105o  5’;  el 
carbonato  de  cal  y magnesia  106o  15’;  el  cristal  de  roca, 
cuando  se  presenta  en  prismas  exagonales  apuntados  por 
pirámides  exagonales,  ofrece  siempre  un  ángulo  de  141o  41’ en 
las  inclinaciones  de  cada  cara  de  la  pirámide  con  la  corres- 
pondiente del  prisma;  este  resultado  obtenido  en  los  cristales 
citados  y otros  muchos,  da  un  grande  interés  á la  medición 
de  los  ángulos  diedros  de  los  cristales,  puesto  que  pueden 
diferenciarse  muy  bien  dos  especies  que  afectan  la  misma 
forma;  además  á cada  cristal  que  se  mide,  responden  multi- 
tud de  otros  esparcidos  en  la  corteza  terrestre  que  son  una 
copia  fiel  y exacta  del  observado  primeramente. 

VARIACIONES  DE  LOS  ÁNGULOS  PRODUCIDAS 
POR  LA  ACCION  DE  LA  TEMPERATURA.  — Mon- 
sieur  Mitscherlichs  ha  sido  el  primero  que  notó  que  el  valor 
del  ángulo  diedro  de  los  cristales  es  variable  según  la  tem- 
peratura en  que  se  hace  la  observación,  pudiendo  cambiar  de 
10  á 12  minutos  de  o á ico'  de  temperatura,  y hasta  15  ó 


MINERALOGÍA 


20  miamos,  si  la  temperatura  es  ¡<fc,tica  á ,a  del  aceite 
cuando  Inerve  Estas  modificación»,  que  son  una  nueva 

XC  ^C’  5 a.  a*  ^es  §enera  es  do  cristalización,  reconocen 
por  causa  sin  duda  la  diversa  dilatabilidad  en  el  sentido  de 
los  distintos  ejes  cristalinos,  puesto  que  en  los  cristales  del 
sistema  cubico,  cuyos  ejes  son  iguale,,  no  se  observa  dife- 
rencia ce  ningún  género  A pesar  de  lo  indicado,  como  las 
d, tenencias  entre  o y ,oo  de  temperatura  son  tan  pequeñas, 
puccen  considerarse  como  insensibles  para  las  temperaturas 
atraosiencas  en  que  se  verifica  la  ob^-vacion 

clA"'ACI0NES  PR0DUCIDAS  POR  LA  MISMA 
COMPOSICION. -La  constancia  de  los  ángulos  diedros 
so.o  se  nota  en  los  cristales  químicamente  puros,  pues  si  su 
composicon  se  encuentra  alterada  varia  el  ángulo  diedro,  á 
no  que  la  materia  extraña  proceca  de  una  mezcla  mecá- 
nica. Asi  el  romboedro  del  carbonato  de  cal,  cuando  esta 
sustancia  es  pura,  está  representado  por  105"  5’;  pero  si 
exis-e  además  una  pequeña  cantidad  de  óxido  de  magnesio 
o c„  exico  e manganeso,  el  ángulo  varía,  aumentando  en 
el  primer  caso  y disminuyendo  en  el  segundo 
MEDICION  DE  LOS  ÁNGULOS  DIEDROS.-Como 
■ se  ha  macado,  la  medición  de  los  ángulos  diedros  de  los 

cristales  es  de  gran  importancia  para  el  reconocimiento  de 
tas  especies  mineralógicas.  Asi  lo  han  comprendido  Romé  de 
Lisie.  Carangeot,  Haüy,  Babinet,  Wollaston,  Dufrenoy, etc, cu- 
yos mineralogistas  han  llegado  por  este  medio  á distinguir  y 
aun  tornar  especies  mineralógicas.  El  ángulo  diedro  tiene  por 
mecida  el  ángulo  plano  correspondiente,  esto  es,  el  consti- 
tuido por  -os  perpendiculares  á la  arista  en  un  mismo  punto 
: caaa  una  e e las  en  su  respectivo  plano.  Los  instrumentos 
inventados  para  medir  el  referido  ángulo  diedro  se  denomi- 
nan í goniómetros,»  divtdiéndose  en  de  «aplicación  y refle- 
xiono según  que  el  valor  del  ángulo  se  mida  por  la  simple 
sobrepusieron  del  aparato  á las  caras  del  cristal,  ó bien  estén 
basados  en  las  leyes  de  la  reflexión  de  la  luz 
goniómetro  DE  APLICACION, — ¿1  que  se  emplea 
generalmente  es  el  inventado  por  Carangeot  y reformado  y 
usado  mas  esencialmente  por  el  célebre  mineralogista  Haüy: 
consiste  este  instrumento  en  dos  láminas  metálicas,  de  las 
cuales  una  hace  de  diámetro  en  un  semicírculo  graduado 
que  esta  unido  a la  indicada  barra  por  uno  de  sus  extremos, 
quedando  libre  por  el  otro  á fin  de  poder  doblar  el  semicír- 
culo mediante  una  charnela  que  se  halla  colocada  en  el  90°: 
la  otra  lamina  metálica,  que  gira  fácilmente  alrededor  del 
centro,  ofrece  una  hendidura  con  el  objeto  de  darla  longitud 
conveniente  á la  parte  de  la  lámina  que  se  ha  de  sobreponer 
a una  de  las  caras  del  mineral,  objeto  del  exámen.  Si  se  desea 
medir  un  ángulo  diedro  por  medio  de  este  instrumento, 
basta  disponer  sus  laminas  como  si  fueran  las  ramas  de  unas 
tijeras  sobre  las  caras  del  cristal  cuyo  ángulo  se  quiera  me- 
dir procurando  que  la  intersección  se  fije  bien  en  un  sitio 
de  la  ansta  y que  las  laminas  se  aPliquen  exactamente  á las 
caras,  para  determinar  de  este  modo  rectas  perpendiculares 
a aquella.  Asi  dispuesto  el  aparato,  no  hay  mas  que  observar 
los  grados  que  señala  en  el  semicírculo  graduado  el  ángulo 
opuesto  por  e vértice  al  que  se  mide  en  el  cristal,  y el  nú- 

mero  de  aquellos  indicará  el  valor  del  ánaulo  diedro 
Este  goniómetro  es  desde  luego  el  mas  senclllo  ' eI 
mas  pronto  nos  conduce  á medir  el  ángulo,  siempre  que  no 
se  desee  on.ener  resultados  rigorosos  y exactos:  ofrece,  no 
obstante,  vanos  inconvenientes  y dificultades,  siendo  entre 
otras,  la  de  que  habiendo  necesidad  de  verificar  las  opera- 
ciones al  tanteo,  no  hay  una  verdadera  seguridad  de  la 
sobrepostoon  exacta  de  las  láminas,  ni  que  tampoco  estas  se 

hallen  colocadas  en  un  plano  perpendicular  á la  arista;  por 
otra  parte,  las  divisiones  del  semicírculo  no  llegan  mas  que 


á décimas  de  grado,  y como  estas  dificultades  son  todavía 
mayores  si  la  observación  se  efectúa  en  cristales  pequeños, 
es  necesario  valerse,  á fin  de  resolver  todas  estas  dificultades, 
de  los  llamados  goniómetros  de  reflexión.  Los  mas  conocidos 
y usados  de  estos  son  los  de  Wollaston,  Babinet,  Mohs, 
Adelman,  etc.,  cuya  descripción  así  como  el  modo  de  mane- 
jarlos son  ajenos  á una  obra  de  esta  índole. 

anomalías  en  la  simetría  de  ciertos 
CRISTALES. — No  es  muy  común  hallar  en  la  naturaleza 
cristales  que  se  presenten  con  la  regularidad  absoluta  que  se 
ha  supuesto  en  las  diversas  circunstancias  indicadas,  puesto 
que,  por  lo  común,  los  cristales  se  hallan  agrupados,  disposi- 
ción que  la  mayor  parte  de  las  veces  parece  que  no  se  en- 
cuentra sujeta  á ninguna  de  las  leyes  establecidas,  enmasca- 
rándose de  tal  modo  los  elementos  del  cristal  que,  para 
estudiar  este  con  toda  exactitud,  es  necesario  aislarle  ya  sea 
mental  ó materialmente;  en  los  cristales  aislados  se  observa 
con  frecuencia  que  algunas  de  sus  caras  se  ensanchan  ó 
alargan  á beneficio  de  las  mas  próximas,  hasta  el  punto  de 
que  estas  últimas  quedan  reducidas  á dimensiones  muy  pe- 
queñas ó llegan  á desaparecer  del  todo;  otras  veces  los  cris- 
tales simples  se  reúnen  con  simetría  dando  origen  á cristales 
dobles,  triples,  etc.  En  el  primer  caso,  es  decir,  cuando  los 
cristales  simples  presentan  ciertas  modificaciones  en  sus 
caras,  resulta  la  anomalía  llamada  obliteracio?i;  zn  el  segundo, 
ó sea  cuando  los  cristales  simples  se  agrupan,  constituye  la 
macla. 

OBLITERACIONES. — Se  observa  muchas  veces  que 
los  minerales  cristalizados  en  el  sistema  cúbico  ó romboé- 
drico ofrecen  alteraciones  mas  ó menos  notables  en  sus  caras; 
asi,  por  ejemplo,  ciertos  cubos  de  sal  común  ó de  espato 
flúor  se  ensanchan  en  un  sentido  dado  y forman  de  esta 
manera  verdaderos  paralelepípedos;  los  apuntamientos  de  los 
prismas  del  cuarzo  ofrecen  en  ciertos  ejemplares  tal  desigual- 
dad en  las  caras  de  la  pirámide  que  desaparecen  dos,  y á 
veces  hasta  tres  y "cinco,  no  quedando  mas  que  una  sola 
como  base  inclinada  del  prisma.  Dichas  alteraciones,  y otras 
muchas  que  pudieran  citarse,  se  refieren  fácilmente  al  siste- 
ma cristalino  á que  corresponden  sin  mas  que  observarlas  y 
estudiarlas  con  algún  detenimiento;  pero  existen,  por  el  con- 
trario, otras  que  cuesta  gran  trabajo  resolverlas  y 'colocarlas 
en  su  verdadero  sistema,  siendo  necesario  entonces  un  análi- 
sis mucho  mas  concienzudo  y detenido  que  en  el  caso 
anterior. 

Se  conocen  algunas  formas  prismáticas  en  las  cuales  se 
observa  un  alargamiento  extraordinario  unido  á un  diámetro 
muy  corto,  constituyendo  así  las  formas  denominadas  bacila- 
res, fibrosas,  aciculares;  tal  es  lo  que  se  nota  en  ciertas  varie- 
dades de  aragonito,  espato  pesado,  actinota  ó anfibol  verde, 
etcétera;  en  otros  casos,  por  el  contrario,  los  prismas  experi- 
mentan modificaciones  distintas  de  la  anterior,  esto  es,  se 
convierten  en  tablas,  laminillas  y otras  formas  aplastadas; 
por  último,  las  formas  llamadas  redondeadas,  esferoidales, 
ovoideas,  cilindroideas,  etc.,  la  curvatura  que  se  nota  en  las 
caras  del  diamante  y de  ciertas  variedades  de  yeso,  así  como 
las  estrías  longitudinales  que  existen  en  los  cristales  de  topa- 
cio, son  obliteraciones  que  tienen  el  mismo  ó análogo  origen 
que  las  antes  citadas. 

MACLAS.— Consisten  en  la  penetración  ó inversión  de 
dos  ó mas  cristales,  ofreciendo  casi  siempre  como  particula- 
ridad esencial  ángulos  entrantes  formados  por  los  cristales 
que  se  penetran  ó se  invierten.  Algunos  autores  dividen  las 
maclas  en  hemitropias  y maclas  cruciformes  ó circulares. 

Las  hemitropias  se  reputan  como  agrupamiento  de  dos 
cristales,  estando  invertido  uno  de  ellos  y girando  alrededor 
del  eje  de  revolución  que  pasa  por  el  centro  de  la  cara  co- 


MINERALOGÍA 


mun,  describiendo  de  este  modo  unas  veces  un  arco  de  cír- 
culo de  1 8o  grados,  y otras  de  6o  á 90  grados;  en  el  primer 
caso,  resulta  la  verdadera  hemitropia,  y en  el  segundo,  la 
trasposición.  Como  ejemplo  notable  de  hemitropia  puede 
citarse  la  variedad  de  yeso  denominada  en  flecha;  esta  hemi- 
tropia procede  de  un  prisma  oblicuo  simétrico,  cuyas  dos 
mitades,  verificada  la  sección  en  dirección  de  la  diagonal 
mas  extensa  y colocadas  en  sentido  inverso,  determinan  una 
falta  de  materia  que  hace  que  el  mineral  ofrézcala  forma  de 
una  flecha.  Existen  además  verdaderas  hemitropias  en  el 
óxido  de  estaño  ó casiterita,  feldespato  ortosa,  anfibol  negro 
y otras  especies. 

Las  maclas  cruciformes  se  forman  mediante  el  cruzamiento 

0 

de  dos  ó mas  cristales  que  tienen  por  centro  un  mismo  pun- 
to; el  ejemplo  mas  notable  de  estas  maclas  lo  ofrece  el  mine- 
ral llamado  estaurotida,  conocido  también  por  este  carácter 
con  el  nombre  de  piedra  de  cruz.  Las  circulares  resultan  del 
cruzamiento  de  mas  de  dos  cristales  prismáticos,  cuyos  ejes 
se  hallan  confundidos  ó están  en  la  misma  dirección,  dismi- 
nuyéndose en  algunos  casos  de  tal  modo  los  ejes  principales 
de  los  prismas,  que  llegan  á desaparecer  por  completo  y se 
convierten  en  formas  lenticulares  y mas  ó menos  cortantes. 

FORMAS  IRREGULARES 

Todas  las  formas  no  poliédricas  ó geométricas  que  ofrecen 
los  minerales,  se  denominan  irregulares:  en  estas  configura- 
ciones, sin  embargo,  se  observan  algunos  principios  de  cris- 
talización alterada  por  ciertas  causas  accidentales,  no  habien- 
do podido  completarse  aquella  de  un  modo  regular  por 
haber  faltado  alguna  de  las  circunstancias  de  espacio,  tiempo 
y reposo  que  la  cristalización  necesita  siempre  para  que 
llegue  á efectuarse  con  toda  regularidad. 

Mr.  Beudant,  fundado  en  las  causas  productoras  de  las 
formas  irregulares,  las  divide  del  modo  siguiente:  i.°  formas 
irregulares  debidas  al  agrupamiento  irregular  de  los  cristales; 
2.0  al  movimiento  de  las  aguas  cargadas  ó que  llevan  en  diso- 
lución diferentes  sustancias;  3/  á la  resistencia  de  los  me- 
dios; 4.0  á la  aglutinación;  5.  á la  incrustación;  6.°  al  mol- 
deado; 7.  á la  epigenia;  8.a  á la  petrificación,  y 9.0  á la 
retracción. 

Delafosse,  por  el  contrario,  teniendo  en  cuenta  no  solo  las 
causas  productoras,  sino  la  forma  ó configuración  exterior, 
divide  las  formas  irregulares  de  la  manera  siguiente:  i.°  cris- 
tales simples  alterados;  2."  agrupamientos  irregulares  de 
cristales;  3/  concreciones;  4.0  pseudomorfósis  ó formas  hete- 
rogéneas; 5.0  formas  pseudo-cristalinas.  Dada  la  altura  y los 
conocimientos  actuales,  aceptaremos  para  describir  las  for- 
mas irregulares  la  división  propuesta  por  Delafosse. 

CHISTALES  SIMPLES  ALTERADOS.— Casi  todos 
ellos  se  hallan  descritos  en  las  obliteraciones;  así  es  que  los 
cubos  alargados  para  constituir  paralelepípedos;  los  octaedros 
que  ofrecen  formas  mas  ó menos  análogas  á las  de  una  cuña; 
los  prismas  exagonales,  cuyas  caras  áxicas  crecen  unas  á 
beneficio  de  otras,  hasta  el  punto  que  algunas  llegan  á des- 
aparecer convirtiéndose  así  el  prisma  exagonal  en  triangular; 
las  formas  cilindroideas,  ovoideas,  etc.,  se  han  indicado  ya 
en  las  obliteraciones,  por  cuya  razón  prescindimos  de  repe- 
tirlas. 

agrupamiento  irregular  de  cristales. 

— Entre  las  configuraciones  mas  importantes  que  resultan 
de  esta  causa,  deben  mencionarse  todas  aquellas  que  se  pa- 
recen á cuerpos  comunes  y conocidos,  por  lo  cual  se  las  de- 
signa con  el  nombre  de  imitativas.  Las  configuraciones  re- 
niformes, globulosas,  maraelonadas,  redondeadas,  etc.,  cuya 
definición  se  comprende  sin  mas  que  su  simple  enunciación, 


*5 

son  las  mas  frecuentes  entre  estas  formas  originadas  por  el 
agrupamiento  irregular. 

Las  dendritas  ó arborizaciones  son  formas  también  debidas 
al  agrupamiento  irregular;  consisten  en  configuraciones  aná- 
logas á las  ramificaciones  de  los  árboles  y originadas  por  la 
unión  de  pequeños  cristales  sobrepuestos.  Las  dendritas  son 
bastante  comunes,  ofreciendo  ejemplos  notables  de  ellas  la 
plata,  el  cobre,  ciertas  ágatas,  algunas  calizas,  sobre  todo  los 
mármoles  de  Florencia.  Las  formas  coraloideas  resultan  de 
la  reunión  de  pequeños  cristales  ó agujas  que  se  hallan  im- 
plantadas unas  en  otras,  constituyendo  ramas  cilindricas  mas 
ó menos  rectas  que  se  anastomosan  á la  manera  que  las  ra- 
mas del  coral.  Estas  formas  son  frecuentes  en  ciertas  cuevas 
y en  las  galerías  de  algunas  minas,  siendo  uno  de  los  ejem- 
plos mas  notables  la  variedad  de  aragonito,  conocida  con  el 
nombre  de  coraloidéa. 

CONCRECIONES. — Todas  las  configuraciones  de  una 
masa  terminada  por  superficies  redondeadas,  y constituida 
de  capas  sobrepuestas  alrededor  de  un  centro  ó de  un  eje, 
se  llaman  concreciones.  Son  debidas  generalmente  al  movi- 
miento de  las  aguas  que  llevan  en  disolución  ó suspendidas 
dilerentes  materias;  unas  veces  ofrecen  indicios  de  cristali- 
zación, y otras  no  tienen  ninguna  traza  de  esta.  Las  concre- 
ciones mas  importantes  son : las  estalactitas  y estalagmitas, 
las  pisolitas  y oolitas,  los  riñones  y los  cantos  rodados  y er- 
ráticos. 

Las  estalactitas  (de  stalaeso  que  significa  yo  caigo  gota  á 
gota)  se  encuentran,  por  lo  común,  en  las  grutas  ó cuevas: 
presentan  la  mayor  parte  de  las  veces  formas  cilindricas  ó 
cónicas,  siendo  huecas  en  unos  casos,  y en  otros  completa- 
mente llenas.  Las  estalactitas  mas  frecuentes  son  las  forma- 
das por  el  carbonato  de  cal,  las  cuales  se  originan  del  modo 
siguiente:  las  aguas  que  llevan  en  disolución  el  bicarbonato 
de  cal  (Ca  O,  2 C 0a)  se  filtran  por  las  paredes  del  techo  de 
las  cuevas  o grutas  ó por  las  hendiduras  de  algunas  rocas; 
una  gota  de  estas  aguas  se  evapora  y arrastra  consigo  parte  del 
ácido  carbónico,  pasando  de  esta  manera  el  bicarbonato  de 
cal  á carbonato  de  la  misma  base  (Ca  O,  C O2)  y convir- 
tiéndose de  soluble  en  insoluble,  se  deposita  en  la  parte  su- 
perior un  pequeño  anillo  ó núcleo,  que  va  aumentando  por 
la  adición  gradual  y sucesiva  de  una  nueva  cantidad  de  ma- 
teria, resultado  de  nuevas  evaporaciones;  de  este  modo  con- 
tinúa creciendo  en  espesor  y mas  particularmente  en  longi- 
tud llegando  á constituir  un  tubo  de  paredes  delgadas,  cuyo 
interior,  de  un  diámetro  generalmente  pequeño,  se  rellena 
muy  pronto  en  la  mayor  parte  de  los  ejemplares,  aumentan- 
do entonces  la  estalactita  por  la  parte  exterior.  Si  el  carbo- 
nato de  cal  se  encuentra  completamente  disuelto  resultan 
estalactitas  de  aspecto  cristalino,  al  paso  que  pueden  tenerlo 
cristalino  por  unas  partes  y lapídeo  por  otras,  cuando  existen 
moléculas  disueltas  y moléculas  en  suspensión.  Las  aguas 
que  llevan  en  disolución  el  bicarbonato  de  cal  al  caer  de  la 
bóveda  ó paredes  de  la  gruta,  pierden  en  ciertos  casos  casi 
toda  la  materia  disuelta,  pero  en  otros,  y es  lo  mas  frecuente, 
conservan  la  suficiente  cantidad  de  esta  para  producir,  cuando 
llegan  ai  suelo  de  las  referidas  grutas,  un  nuevo  depósito  en 
virtud  de  la  evaporación,  resultando  otra  concreción  cónica 
que  recibe  el  nombre  de  estalagmita;  alguas  veces  se  reúnen 
por  sus  vértices  las  estalactitas  y estalagmitas  formando  ver- 
daderas columnas  que  parece  que  están  sosteniendo  la  bó- 
\ eda  de  las  grutas,  y que  dan  á estas  un  aspecto  caprichoso 
y pintoresco  que  ha  llamado  y llama  extraordinariamente  la 
atención  de  los  que  las  visitan.  Son  célebres,  bajo  este  punto 
de  vista,  la  decantada  y lamosa  gruta  de  Antiparos  en  el  ar- 
chipiélago griego;  la  cascada  de  1 erni  en  los  antiguos  Esta- 
dos Pontificios,  la  célebre  gruta  de  Bellamar  en  la  isla  de 


l6  MINERALOGÍA 

Cuba,  la  del  monasterio  de  Piedra  en  Alhama  de  Aragón 
(España)  y otras  muchas  notables  por  sus  estalactitas  y esta- 
lagmitas que  tienen  la  particularidad  de  refractar  y reflejar 
la  luz  en  diferentes  sentidos. 

Puede  asegurarse  que  el  carbonato  de  cal  es  la  especie 
mineralógica  que  ofrece  con  mas  frecuencia  estalactitas;  pero 
también  las  presentan  el  yeso,  la  calcedonia,  la  limonita  ú 

óxido  de  hierro  hidratado,  la  magnesia,  malaquita,  sal  co- 
mún, etc. 

PiSOLlTAS  Y OOLITAS.  — Son  concreciones  mas  ó 
menos  redondeadas  ó globulosas  y de  magnitud  variable.  La 
formación  de  unas  y otras  se  efectúa  de  un  modo  análogo  al 
indicado  en  las  estalactitas;  el  bicarbonato  de  cal,  disuelto 
en  las  aguas,  al  convertirse  de  soluble  en  insoluble,  por  la 
pérdida  de  un  equivalente  de  ácido  carbónico,  deposita  la 
primera  parte  que  de  él  queda  libre  al  rededor  de  un  grano 
de  arena,  de  un  cuerpo  orgánico  ó de  otra  materia  en  aque- 
llos puntos  en  que  las  aguas  se  encuentran  agitadas  ó en 
movimiento;  de  este  modo  se  forma  primero  un  anillo  ó 
capa  que  aumentando  sucesivamente  ó sobreponiéndose 
unas  á otras,  constituyen  las  pisolitas  ó las  oolitas.  Las  pri- 
meras ofrecen,  por  lo  general,  una  estructura  de  capas  con- 
céntricas, cuyo  núcleo  puede  ser  un  grano  de  arena  ó un 
anillo  de  la  misma  materia  que  constituye  la  pisolita.  Las 
oolitas  presentan  estructura  compacta  ó térrea,  siendo  sus 
glóbulos  ó granos  del  tamaño  de  los  huevos  de  los  peces  co- 
munes, mientras  que  los  de  las  pisolitas  varían  desde  la 
magnitud  de  un  grano  de  mijo  al  de  un  guisante. 

La  mayor  parte  de  las  pisolitas  y oolitas  son  debidas  al 
carbonato  de  cal,  al  óxido  de  hierro  hidratado  y al  carbonato 
de  la  misma  base.  Existen  además  otras  concreciones,  lla- 
madas grajea  ó confites  de  Tívoli,  que  no  son  mas  que  piso- 
litas  sueltas  ó aisladas  y de  color  blanco;  se  hallan  en  deter- 
minados puntos,  tales  como  en  Tívoli  cerca  de  Roma,  en 
las  aguas  acídulas  de  Vichy  (Alier),  en  las  de  Carlsbad  (Bo- 


hemia), etc. 

CONCRECIONES  RENIFORMES  Ó RIÑONES.— 
Afectan,  de  la  misma  manera  que  las  pisolitas  y oolitas,  for- 
mas redondeadas,  pero  se  diferencian  de  estas,  así  como  de 
todas  las  demás  concreciones,  en  que  se  hallan  diseminadas 
y como  empotradas  o engastadas  en  rocas,  cuya  estructura 
y algunas  veces  la  composición  química  es  diferente.  Por  lo 
común,  los  riñones  se  presentan  en  masas  ovoideas,  esferoi- 
dales y hasta  cilindricas,  siendo  en  muchos  casos  estas  ma- 
sas mas  ó menos  aplastadas  ó deprimidas.  Algunos  minera- 
logistas, y entre  ellos  Delafosse,  dividen  los  riñones  en  dos 
grupos  que  son:  i.  rvñones  cuya  formación  se  ha  efectuado 
al  mismo  tiempo  que  la  solidificación  de  la  roca  en  que  se 
encuentran  empotrados,  pero  que  se  han  depositado  antes 
que  aquella  se  solidificara  por  completo;  y 2.0  aquellos  otros 
que  se  han  originado  posteriormente  á la  solidificación  de 
la  roca  en  que  se  encuentran:  en  el  primer  caso,  si  la  crista- 
lización de  la  masa  se  ha  verificado  por  completo,  los  riño- 
nes presentan  una  estructura  erizada  de  puntas  cristalinas; 
si,  por  el  contrario,  la  cristalización  de  la  masa  es  incomple- 
ta, los  riñones  ofrecen  en  su  parte  interna  una  estructura 
radiada  divergente;  tal  es  lo  que  se  nota  en  algunos  ejem- 
plares de  la  pirita  amarilla  de  hierro.  Los  riñones  reciben  el 
nombre  particular  de  geodas,  cuando  siendo  de  sílice  ó de 
otra  sustancia  cualquiera,  presentan  una  cavidad  en  su  cen- 
tro tapizada  á veces  de  cristales  de  la  misma  sustancia  ó de 
otra  diferente.  Los  rift*ones  <fe  ágata  que  se  hallan  en  ciertas 
rocas  denominadas  atrt  igdaloidéas,  ofrecen  uno  de  los  ejem- 
plos mas  notables  de  geodas;  constan  de  una  estructura  de  ca- 
pas concéntricas  y en  su  interior  existe  una  cavidad  tapizada 
de  puntas  de  cuarzo  hialino  ó de  amatista:  hay  otras  geodas 


que  contienen  en  su  interior  cristales  diferentes;  tal  es  lo  que 
se  observa  en  riñones  de  ágatas  que  se  hallan  tapizados  de 
cristales  de  carbonato  de  cal;  por  último,  existen  algunos  ri- 
ñones formados  por  la  limonita  ú óxido  férrico  hidratado, 
los  cuales  encierran  en  su  interior  un  núcleo  móvil  que  sue- 
na cuando  se  agita  el  riñon;  estos  reciben  el  nombre  parti- 
cular de  ehtes  ó piedra  de  águila.  Las  concreciones  renifor- 
mes que  pertenecen  al  segundo  grupo  se  hallan  constituidas 
la  mayor  parte  por  las  ágatas,  las  cuales  generalmente  se  en- 
cuentran diseminadas  en  ciertas  rocas  ígneas,  huecas  casi 
siempre  y en  cuyas  cavidades  mediante  una  serie  de  filtra- 
ciones se  deposita  la  sílice  en  capas  que  se  van  sobrepo- 
niendo desde  el  exterior  al  interior,  formando  así  una  masa 
de  capas  concéntricas.  Casi  todas  estas  concreciones  se  ha- 
llon  también  tapizadas  de  cristales  de  roca,  de  carbonato  de 
cal,  etc.,  pudiendo  ser  consideradas  por  consiguiente  como 
otras  tantas  geodas. 

CANTOS  rodados. — Son  masas  de  formas  angulosas 
en  su  origen,  y posteriormente  mas  ó menos  esferoidales  por 
haber  perdido  sus  cortes  ó esquinas  en  virtud  del  rozamiento 
que  sufren  al  ser  trasportados  á mayores  ó menores  distan- 
cias, teniendo  en  cuenta  su  magnitud,  se  denominan  cantos 
rodados,  guijos,  chinas,  gravas,  etc.  Se  infiere  que  todos  es- 
tos fragmentos  se  hallan  en  los  terrenos  llamados  de  acarreo, 
supuesto  que,  arrastrados  por  las  aguas  procedentes  de  las 
montañas  y desprendidos  de  estas,  son  trasportados  á mayo- 
res ó menores  distancias,  convirtiéndose  en  masas  redon- 
deadas. 

FORMAS  heterogéneas. — Hay  muchos  minera- 
les que  afectan  formas  tomadas  ó prestadas  de  otros  cuerpos 
conocidos,  pudiendo  ser  estos  unas  veces  orgánicos  y otras 
inorgánicos.  Estas  formas  que  fueron  denominadas  por  Haüy 
pseudo-mórficas,  que  quiere  significar  falsas  formas,  y que 
hoy  llaman  los  mineralogistas  heterogéneas,  son  debidas, 
según  la  opinión  de  Beudant  y Delafosse,  á las  causas  si- 
guientes: 1.  á la  infiltración  de  materias  extrañas  y blandas' 
2.a  á la  incrustación;  3.0  al  moldeado;  4.0  á la  epigenia  mi- 
neral ó inorgánica;  y 5.0  á la  epigenia  orgánica. 

INFILTRACION  DE  MATERIAS  ELANDAS  Ó 
FORMAS  DEBIDAS  Á LA  AGLUTINACION.— Cuan- 
do las  aguas  que  contienen  disuelto  el  bicarbonato  calcico 
se  filtran  ó atraviesan  por  terrenos  ó sitios  esencialmente 
movedizos,  depositan  la  indicada  sustancia,  la  cual  al  tiempo 
de  solidificarse,  por  pasar  de  soluble  á insoluble,  bien  sea  en 
forma  de  estalactitas  ó estalagmitas,  ó bien  en  masas  reni- 
formes y aun  de  cristales,  aglutina  las  sustancias  ó las  arenas 
que  constituyen  los  terrenos,  afectando  estas  la  misma  forma 
de  la  materia  á quien  se  unen.  Uno  de  los  ejemplos  mas  im- 
portantes de  dichas  formas  heterogéneas  es  el  que  se  observa 
en  la  arenisca  de  hontainebleau  (Francia);  en  este  puntólas 
aguas  que  contenían  en  disolución  el  bicarbonato  cálcico,  se 
filtraron  á través  de  las  arenas,  y convirtiéndose  esta  sustan- 
cia de  soluble  en  insoluble,  mediante  la  evaporación  de  un 
equi\  alente  de  ácido  carbónico,  se  solidificó  y aglutinó  las 
arenas  que  tomaron  la  forma  de  romboedros  agudos  ó mas 

bien  romboedros  inversos,  cuyo  ángulo  diedro  está  represen- 
tado por  78o  50'. 

INCRUSTACION.  — Al  solidificarse  el  bicarbonato  de 
cal,  los  óxidos  de  hierro  ú otros  diversos  cuerpos  que  se  en- 
cuentran disueltos  en  las  aguas,  se  depositan  en  unos  casos 
sobre  restos  de  plantas  ó de  animales  y aun  de  individuos 
completos  de  estos  séres,  y en  otros  sobre  minerales  ó sus- 
tancias inorgánicas  que  hallan  las  aguas  en  su  trayecto,  y á 
cuyas  partes  cubren  de  una  costra  de  mas  ó menos  espesor, 
ofreciendo  la  materia  que  se  deposita  un  aspecto  cristalino 
ó lapídeo,  según  que  la  solidificación  se  efectúe  gradual  y 


MINERALOGÍA 


sucesivamente,  <5  por  el  contrarío,  de  una  manera  rápida.  Se 
hallan  en  varias  aguas  restos  de  conchas  ó conchas  enteras, 
erizos  de  mar,  algunas  plantas  pertenecientes  á las  monoco- 
tiledóneas  ó acotiledóneas  y ramas  de  las  dicotiledóneas 
incrustadas  ó cubiertas  de  una  costra:  dichas  incrustaciones, 
que  reciben  el  nombre  de  naturales , se  están  formando 
constantemente  en  todas  aquellas  aguas  mas  ó menos  acídu- 
las ó que  llevan  diversas  materias  en  disolución;  pero  pue- 
den muy  bien  obtenerse  artificialmente  otras  análogas  y aun 
mas  vistosas;  así,  por  ejemplo,  los  naturales  de  Saint- Allyre 
y Saint- Nectaire  (Auvernia)  colocan  vegetales,  frutos,  nidos 
de  aves,  canastillos,  etc.,  de  barro,  mimbre  y de  otras  sus- 
tancias, en  aguas  cargadas  de  carbonato  de  cal;  á poco  tiem- 
po los  referidos  objetos  se  cubren  de  una  costra  caliza  que 
ofrece  un  aspecto  cristalino  y bastante  vistoso,  por  lo  que 
suelen  venderlos  á precios  bastante  elevados  á los  viajeros  y 
curiosos.  Otro  tanto  se  hace  en  las  aguas  de  San  Felipe  de 
1 oscana,  habiendo  sacado  de  ellas  un  gran  partido  el  doctor 
yigny  y algunos  otros,  fabricando  moldes  huecos  sumamente 
delicados  y caprichosos,  á los  cuales  hacen  llegar  las  aguas 
para  obtener  de  esta  manera  verdaderas  incrustaciones,  las  que 
separadas  con  mucho  cuidado  reproducen  en  relieve  todos  los 
detalles  y contornos  mas  insignificantes  del  molde.  En  nuestro 
país  existen  incrustaciones  en  distintos  puntos,  siendo  entre 
otros  notables  los  de  San  Miguel  del  Fay  (Barcelona)  y Ante- 
quera. 

Moldeado.— En  ciertas  ocasiones  las  formas  acciden- 
tales ó irregulares  son  resultado  de  cavidades  preexistentes 
de  varios  cuerpos  que  hacen  las  veces  de  un  molde;  en  unos 
casos,  puede  servir  de  molde  un  mineral,  en  el  que  destru- 
yéndose sus  cristales  resulta  una  cavidad,  la  cual  se  rellena 
mas  ó menos  completamente  por  otra  sustancia  inorgánica, 
en  otros,  el  molde  podrá  ser  orgánico  si  después  de  penetrar 
la  sustancia  mineral  en  el  interior  de  una  concha  ó de  ciertos 
zoófitos,  se  destruye  ó desaparece  el  animal  y no  queda  de  él 
mas  que  la  forma  que  se  reproduce  con  todos  sus  detalles  en 
la  materia  inorgánica; este  molde  se  llama  interno  por  algunos, 
al  paso  que  se  denominará  externo  siempre  que  toda  ó parte 
de  la  superficie  de  un  animal  ó de  un  vegetal  deje  impresa  su 
huella  en  algunas  rocas  neptúnicas;  esta  clase  de  moldes  se 
designa  también  con  el  nombre  de  «impresiones.» 

Epigenia  inorgánica  ó epigenia  parti- 
cularmente DICHA. — No  consiste  mas  que  en  la 
sustitución  molecular  de  una  sustancia  inorgánica  por  otra 
también  inorgánica,  tomando  la  que  sustituye  la  forma  de 
aquella  á quien  reemplaza.  Los  ejemplos  mas  notables  que 
pueden  citarse  de  epigenia,  dada  la  índole  particular  de  este 
libro,  son  los  siguientes:  la  pirita  de  hierro,  ó sea  el  sulfuro 
de  este  metal,  se  convierte  en  ciertas  ocasiones  en  limonita 
ü óxido  de  hierro  hidratado;  el  fosfato  de  plomo  ó piromór- 
fita  en  galena  ó sea  sulfuro  de  plomo;  la  anhidrita  ó sulfato 
de  cal  anhidro  en  yeso  ó sulfato  de  cal  hidratado.  La  susti- 
tución de  estos  cuerpos  principia  desde  luego  por  la  capa  ó 
lámina  mas  externa,  de  esta  pasa  á la  segunda,  de  esta  á la 
tercera,  y así  sucesivamente  hasta  llegar  á la  parte  mas  inter- 
na del  cuerpo  que  es  reemplazado,  siendo,  no  obstante,  en 
algunos  casos  incompleta  la  sustitución,  puesto  que  existen 
algunos  ejemplares,  tales  como  en  los  de  pirita  amarilla,  en 
los  cuales  la  sustitución  por  el  óxido  férrico  hidratado  solo 
se  efectúa  en  la  superficie,  permaneciendo  el  resto  intacto. 
Esta  especie  de  isomorfismo,  como  tan  oportunamente  indi- 
ca Leymerie,  no  deja  de  producir  dudas  y confusiones  cuan- 
do se  trata  de  determinar  una  especie  mineralógica  cualquie- 
ra; pero  cuyas  dudas  se  resuelven  casi  siempre,  teniendo  en 
cuenta  que  el  mineral  que  sustituye  ofrece  una  estructura 
mas  granuda  que  aquel  á quien  ha  reemplazado;  por  otra 
Tomo  IX 


parte,  ó no  existen  los  planos  de  crucero,  ó de  haberlos  se 
confunden  con  los  del  mineral  sustituido. 

EPIGENIAS  orgánicas  ó verdaderas  pe- 
trificaciones.— Las  petrificaciones  se  consideran  co- 
mo epigenias  del  reino  orgánico,  verdaderos  fósiles,  cuyo 
estudio  pertenece  mas  bien  á la  geología  que  á la  mineralo- 
gía. Consisten,  á semejanza  de  las  epigenias  inorgánicas,  en 
la  sustitución  molecular  de  la  materia  orgánica  por  la  inor- 
gánica, afectando  esta  la  forma  y aspecto  de  aquella. 

Una  de  las  petrificaciones  mas  notables  que  pueden  citar- 
se es  la  que  ofrecen  las  llamadas  «maderas  fósiles  ó petrifi- 
cadas,» ó sean  las  que  habiendo  estado  introducidas  largo 
tiempo  en  el  interior  de  la  tierra,  se  han  convertido  en  sílice, 
ó mas  bien  en  moléculas  silíceas ; la  parte  orgánica  ha  ido 
destruyéndose  por  una  acción  lenta  y progresiva,  capa  por 
capa,  ó mejor  dicho  molécula  por  molécula,  siendo  sustitui- 
da cada  una  de  estas  por  otra  de  sílice  que  ocupa  la  misma 
posición  que  aquella  á quien  reemplaza;  en  virtud  de  esta 
disposición  la  verdadera  piedra  que  resulta  ofrece,  no  solo 
idéntica  forma  que  la  madera  ó vegetal,  sino  que  presenta 
todos  los  detalles  de  su  organización  interna,  hasta  tal  pun- 
to, que  en  muchos  casos  puede  indicarse  á qué  clase  de 
plantas  corresponde  la  madera  sustituida.  Hay  también  va- 
rios animales  convertidos  en  todo  ó en  parte  en  óxido  férri- 
co, pirita  de  hierro,  calcedonia,  azufre,  etc.;  tal  es  lo  que  se 
observa  con  los  géneros  turbo,  trochus,  ammonites  y lionsia. 
Las  sustancias  mineralógicas  que  comunmente  sustituyen  á 
los  animales  y plantas  son:  la  caliza,  la  sílice  anhidra,  la  hi- 
dratada ó sea  el  ópalo,  los  óxidos  férricos  hidratados  y anhi- 
dros, el  sulfuro  de  hierro,  el  azufre,  sulfato  de  cal  hidratado 
ó yeso,  sulfuro  de  plomo  ó galena,  etc. 

For  m as  pseudo-crista linas  ó falsos  cris- 
ta les.  — Hay  varios  minerales  que  parecen  verdaderos 
cristales  bien  por  su  aspecto  cristalino,  ó porque  tienen  apa- 
rentemente formas  prismáticas  ó piramidales,  pero  que  en 
realidad  no  lo  son,  debiendo  su  configuración  engañosa  á 
diferentes  causas  físicas  ó mecánicas.  Se  comprenden  en  es- 
ta clase  de  formas  las  llamadas  «capilares  ó filamentosas» 
que  se  producen  mecánicamente  en  las  materias  fundidas, 
como  se  ve  en  ciertas  variedades  de  obsidiana  ó vidrio  de 
volcanes  que  se  presentan  ó se  estiran  en  hilos  por  medio 
de  una  acción  mecánica;  otro  tanto  se  observa  en  el  cobre, 
en  la  plata  y otros  metales  que  no  han  llegado  á fundirse 
por  completo.  Las  formas  prismáticas  ó piramidales  resultan, 
bien  sea  de  la  retracción  regular  que  sufren  varias  sustancias 
volcánicas  al  enfriarse  con  lentitud,  ó por  la  misma  retrac- 
ción que  experimentan  las  margas,  arcillas  y otras  materias 
pastosas.  A veces  estas  formas  se  parecen  á las  que  ofrece  un 
panal  de  cera,  recibiendo  el  nombre  de  Ludus  Helmontti 
cuando  sus  huecos  están  llenos. 

ESTRUCTURA  y 

La  forma  interior  de  los  minerales,  ó el  aspecto  y coloca- 
ción que  presentan  las  moléculas  interiores  y que  se  ponen 
de  manifiesto  mediante  la  fractura,  se  designa  con  el  nom- 
bre de  «estructura.»  Se  divide  en  «regular  é irregular,»  se- 
gún que  las  moléculas  del  mineral  estén  reunidas  constitu- 
yendo poliedros  ó,  por  el  contrario,  masas  amorfas.  Tanto 
una  como  otra  se  ponen  al  descubierto  por  medio  del  cho- 
que ó de  la  fractura,  siendo  preciso  como  es  natural  exami- 
nar la  fractura  reciente,  porque  la  que  se  halla  expuesta  á la 
influencia  de  los  agentes  exteriores,  experimenta  cambios  ó 
modificaciones  que  pueden  inducir  á error. 

Estructura  REGULAR.  — En  las  generalidades 
de  los  cristales  se  ha  consignado  todo  lo  mas  importante 

3 


i8 


MINERALOGÍA 


cerca  de  esta  estructura  propia  de  las  formas  reblares  <5  de 
los  minerales  verdaderamente  cristalizados.  Se  pone  de  ma 
mfiesto,  como  queda  dicho  en  la  cristalografía,  no  solo  por 
el  choque  sino  por  la  exfoliación,  determinándose  por  medio 
de  esta  los  «cruceros»  y la  forma  «primitiva»  ó n,icleo  de 
los  minerales.  Se  observa,  por  lo  común,  que  los  minerales 
que  presentan  exteriormente  formas  regulares,  producen 
también  estas  mismas  mediante  la  percusión;  asi  si  se  percu 
ten  la  « sal  común, » y el  « espato  flúor, » cada  uno  de  sus  frae- 
mentos  ofrece  la  forma  cibica;  sin  embargo,  algunas  especies, 
tales  como  el  «cristal  de  roca,»  presentan  cuando  se  las  frac- 
tura formas  irregulares,  debidas  sin  duda  á que  <„  superficie 
es  tan  unida  y compacta,  que  no  se  puede  sino  por  inducción 
suponer  que  se  hallan  compuestas  de  moléculas  redares 

mWaRHÜCJTA  IRREGÜLAR-  S‘fve  en  Mineralo- 
gia  para  dividir  las  especies  en  variedades  constantes  en  la 

mayor  parte  de  los  casos.  Esta  estructura  ofrece  un  aran  nú 

mero  de  modificaciones  que  originan  otros  tantos  nombres 

tales  como  «dentritica,  escamosa,  sacaroidea,  pizarrosa  lami’ 

nar,  fibrosa,  granuda,  compacta,  terrosa,  celular  porosa  ca- 
reada,  orgánica,  etc.»  * * * 

Llámase  dentrítica  la  que  está  constituida  por  peoueños 
cristales  que,  interponiéndose  en  la  masa  del  mismo  mineral 
dan  origen  a ramificaciones  cruzadas  en  diversos  sentidos’ 
formando  de  este  modo  subvariedades  de  esta  misma  estruc- 
tura que  se  designan  con  los  nombres  de  «palmeada  » como 
se  observa  en  ciertos  ejemplares  de  galena  y de  mica  ó de 
«reticulada,»  como  se  ve  en  la  esmaltina  ó arseniu’ro  de 

mineralpí  r de"om'"a  'a esb'uct<ira  «escamosa,»  cuando  los 
minerales  constan  de  hojuelas  parecidas  á escamas  v fácil- 
mente separables,  como  ofrece  un  buen  ejemplo  el  hierro 
oligisto ; «sacaroidea»  si  las  laminillas  son  brillantes  v aná 
logas  a los  puntos  cristalinos  del  azúcar  de  pilon  ’ 


como  se 


Se  observa  en  muchos  casos  que  las  estructuras  indicadas 
no  se  hallan  completamente  aisladas  ni  bien  definidas,  sino 
que  pueden  estar  combinadas  unas  con  otras,  y para  deno- 
minarlas es  preciso  emplear  nombres  compuestos;  por  esta 
razón,  se  dice  estructura,  «fibroso-porosa,  fibroso  careada, 
fibroso-laminar,  etc.)) 

FRACTURA 

Se  confunde  generalmente  la  fractura  con  la  estructura, 
puesto  que  aquella  no  tiene  otro  objeto  mas  que  poner  al 
descubierto  la  segunda,  oscurecida  ó enmascarada  en  las 
capas  exteriores.  Las  modificaciones  ó accidentes  de  la  frac- 
tura se  refieren,  por  lo  común,  al  lustre  que  presenta  la  nue- 
va superficie  que  se  pone  de  manifiesto  mediante  el  choque 
ó la  percusión;  así  suele  decirse,  «fractura  vitrea,  cérea,  re- 
sinosa, especular,  etc.,»  según  que  se  parezca  su  lustre  á las 
sustancias  con  quienes  se  compara;  otras  veces  los  acciden- 
tes de  fractura  se  refieren  á la  estructura,  y por  esta  razón 
se  la  califica  de  «sacaroidea,  laminar,  térrea,  etc.»  No  obs- 
tante, la  palabra  fractura  se  emplea  en  ciertos  casos  para  de- 
signar accidentes  ó modificaciones  de  la  estructura  compac- 
ta; así  se  denomina  esta  «concoidea  ó conchoidea,»  cuando 
los  fragmentos  ofrecen  impresiones  cóncavas  y convexas  aná- 
logas á las  valvas  de  las  conchas,  como  se  observa  en  la 
obsidiana  y en  el  pedernal;  «astillosa,»  cuando  los  minera- 
les de  estructura  compacta  ofrecen  por  medio  del  choque 
fragmentos  angulares  y largos,  análogos  á las  astillas  de 
la  madera  ó de  la  leña  y á las  esquirlas  de  los  huesos;  «pla- 
na,» si  las  superficies  puestas  de  manifiesto  están  muy 
unidas  entre  sí,  como  se  nota  en  la  llamada  piedra  lito- 
gráfica. 

CARACTÉRES  MECÁNICOS 


Se  comprenden  en  este  grupo  todas  aquellas  particulari- 
dades que  se  refieren  al  peso  de  los  minerales,  así  como  á 


en  el  mármol  de  Carrara;  «pizarrosa,»  cuando  constan 
los  minerales  de  planos  ó láminas  extensas  y fácilmente  se- 
parables, ejemplo,  la  mica,  las  pizarras;  «laminar  ó espáti 

SÍa’LS^al'anh!"aS  S0"  COrt?S’  gmeSf  y 56  entre'azan  entre  uauc»  que  ac  icnc.eu  cti  ^ uc  tu,  uiiuciaics,  a*  como  a 

si,  como  se  observa  en  ciertas  variedades  de  nií»o  u 1 . , , , , 

etcétera;  « fibrosa, » la  formada  por  la  reunión  de  rtt  f'  ’ may°r  ° TT  m°'eCUlar'  E'  P6S0  «abs°lut0- 

ó mpníK  1 » . , Qe  costales  mas  relativo  y especifico,  el  estado  en  que  se  presenta  la  sustan- 

recibiendo  los  nomhrpc  Ha  ° sentl^°  su  longitud,  cia,  la  dureza,  tenacidad,  ductilidad,  flexibilidad,  maleabili- 

cuando  los  cristale  * r°sa  particularmente  dicha,»  dad  y elasticidad»  son  las  propiedades  mas  esenciales  in- 

ZZ1  n lim  e mi0"  ?U“te  finos.  J * atenuación  cluldas  en  esta  sección  de  caractéres. 

«bacilar  » si  nrpsí’ntnn'rliu5’  a'  • yeS°’  am.'ant0>  malaquita;  PESO. — En  todo  cuerpo  puede  estudiarse  el  peso  «abso- 

longitud*  actinotn  r ° lametro  Umc*°  a una  grande  luto,  el  relativo  y el  específico.»  Se  entiende  por  peso  abso- 

longitud,  actinota,  turmalina;  y «acicular»  • j , , , » ,,  , • , 

rlp  mnnnr  ^ , . )}  cuando  siendo  luto  de  un  cuerpo  la  suma  de  moléculas  materiales  que  le 

ae  menor  diámetro  que  en  el  caso  anterior  ofr^c»,  i„  <■  • , /.  , . . . * . 

dp  amdoc  ™ Q i , 0Irecen  la  forma  constituyen,  ó bien  la  presión  que  el  cuerpo  ejerce  sobre  los 

de  agujas,  como  se  ve  en  algunos  ejemplares  dp  K M K *.  ..  ...  . 

«irrí imidn  % «i  ™ J , üe  aragomto;  obstáculos  que  se  oponen  a que  caiga  o se  dirija  hacia  el 

o 8 mas  A men0S  ó fi-  centro  de  la  tierra.  La  presión  indicada  es  la  resultante  de 

na  v otras  muchas”  t/m  J'  y0'T!e  / Ca  ^ranu<^as  de  gale-  las  acciones  de  la  gravedad  sobre  cada  una  de  las  moléculas 

na  y otras  muchas;  «compacta, » la  formada  por  tal  acumu 

ación  de  pequeñas  moléculas  tan  intimamente  unidas  une 
noes  facü  distinguir  en  ellas  el  menor  indicio  del  enlace 
que  tienen  entre  si,  ejemplo,  los  jaspes  y mármoles-  «térro 
sa.»  cuando  las  moléculas  del  mineral  ofrecen  Una’  anega- 
ción tan  débil  que  basta  para  que  se  separen  el  mas  Deoueño 
esfuerzo,  tal  es  lo  que  se  observa  en  la  creta,  yeso  terroso 
kaolín  y otras  sustancias;  «celular,  porosa  ó careada  » sé 
denominan  así  las  estructuras  de  la  piedra  pómez  v 'otras 
sustancias  volcánicas  ó no,  que  ofrecen  celdas,  poros  ó ca 
vidades  en  mayor  ó menor  número  y de  distintas  formas 
originadas  por  la  salida  ó desprendimiento  de  gases  á través 
de  la  materia  fundida,  y cuyas  cavidades  se  han  solidificado 
por  medio  del  enfriamiento;  «orgánica,»  cuando  las  formas 
irregulares,  que  se  han  designado  con  el  nombre  de  netrifi 
caciones  o fósiles,  tienen  impreso  en  su  interior  el  tefido  de 
la  materia  orgánica  á quien  el  mineral  ha  sustituido. 


del  cuerpo;  de  donde  se  infiere  que  esta  presión  será  tanto 
mayor,  cuanto  mas  materia  tenga  aquel;  así  que  se  define  ó 
se  llama  también  peso  absoluto  al  valor  de  la  resultante  de 
todas  las  fuerzas  que  actúan  sobre  el  cuerpo. 

La  presión  mayor  ó menor  que  ejerce  un  cuerpo  sobre 
nuestra  mano,  sirve  en  ciertas  ocasiones  para  diferenciar 
algunas  sustancias  mas  ó menos  semejantes:  tal  es,  por 
ejemplo,  lo  que  sucede  con  la  pirita  cobriza  y el  oro,  que 
por  su  color  amarillo  bastante  análogo  en  uno  y otro  mine- 
ral y por  su  aspecto  exterior  suelen  confundirse;  pero  basta 
para  distinguirlos  tomar  fragmentos  de  los  indicados  cuer- 
pos, que  tengan  igual  ó próximamente  el  mismo  volumen, 
porque  la  presión  que  ejerce  en  la  mano  el  fragmento  de  oro 
será  mucho  mas  considerable  que  la  de  la  pirita  cobriza; 
otro  tanto  se  observada  con  dos  láminas  una  de  platino  y 
otra  de  plata,  puesto  que  la  primera  producida  una  presión 
por  lo  menos  doble  de  la  de  la  plata. 


MINERALOGÍA 


PESO  relativo. — La  relación  que  existe  entre  el  , 
indicado  peso  absoluto  con  otro  determinado  que  se  toma 
por  unidad,  se  denomina  «peso  relativo.»  Se  concibe  perfec- 
tamente que  esta  unidad  puede  ser  el  adarme  ó la  onza,  por 
ejemplo,  del  sistema  antiguo  de  pesas,  ó bien  el  gramo  del 
sistema  moderno;  asi  cuando  se  manifiesta  que  un  volumen 
cualquiera  de  un  cuerpo  pesa  8o  gramos,  indicamos  su  peso 
relativo  determinado  por  la  unidad  «gramo;»  si  se  tomara 
otra  unidad  de  peso  distinta,  como  por  ejemplo,  el  adarme, 
claro  está  que  obtendríamos  otro  peso  relativo  diferente,  pe- 
ro el  peso  absoluto  no  variará  en  modo  alguno. 

Peso  específico  ó densidad  específica  (i). 
— La  relación  que  hay  entre  el  peso  relativo  de  dos  cuerpos 
en  volúmenes  iguales,  se  designa  con  el  nombre  de  «peso 
específico.»  Para  obtenerle  con  todo  rigor  y exactitud  en  las 
diversas  sustancias  mineralógicas,  es  necesario  referirlas  to- 
das á una  unidad  fija  y determinada;  los  físicos  han  conve- 
nido admitir  como  unidad  de  comparación,  para  apreciar  el 
peso  específico  de  los  líquidos  y sólidos,  el  «agua  destilada» 
á la  temperatura  de  40  y á la  presión  atmosférica  de 
0a, 7 60;  y para  los  gases  y vapores  el  «aire  atmosférico»  á la 
temperatura  de  o°,  y á la  misma  presión  de  (T,76o  (2);  sien- 
do, por  lo  tanto,  los  pesos  específicos  de  todas  las  sustancias 
mayores  ó menores  que  los  de  estas  dos  unidades.  Así, 
que  cuando  en  la  parte  descriptiva,  se  dice  que  el  espato  de 
Islandia  tiene  por  peso  específico,  2,7,  la  plata  10,5,  el  mer- 
curio 13,5,  etc.,  se  quiere  manifestar  que  un  volumen  de  los 
tres  minerales  citados  igual  á otro  de  agua  destilada,  pesa 
2’7>  IO>5  y 1 2 3»5  veces  mas  que  el  de  esta.  Se  comprende 
que  en  vez  del  agua  ó del  aire,  se  podría  tomar  como  unidad 
de  comparación  otra  sustancia  cualquiera,  pero  se  eligen  y 
se  da  la  preferencia  á aquellas,  porque  se  pueden  obtener 
en  todas  partes  y con  muy  poco  coste,  así  como  por  la  faci- 
lidad de  procurarse  volúmenes  iguales  á los  de  las  sustan- 
cias cuyo  peso  específico  se  desea  determinar. 

Los  físicos  emplean  para  apreciar  el  peso  específico  de  los 
sólidos  tres  procedimientos  principales,  á saber:  «la  balanza 
llamada  hidrostática,  el  gravímetro  de  Nicholson  y el  frasco 
de  volumen  constante.»  Estos  métodos  están  fundados  en  el 
principio  de  Arquímedes,  ó sea  en  que  todo  sólido  introdu- 
cido en  un  fluido  desaloja  una  parte  de  este  igual  á su  volu- 
men,  y pierde  de  su  peso  una  cantidad  igual  al  peso  del 
fluido  que  desaloja. 

Balanza  hidrostática. — Para  apreciar  el  peso 
específico  por  este  aparato  se  procede  del  modo  siguiente: 
se  pesa  el  cuerpo  en  una  balanza  de  precisión,  empleando 
para  ello  el  método  de  Bordá,  ó sea  el  conocido  con  el 
nombre  de  las  dobles  pesadas;  determinado  de  este  modo 
el  peso  en  el  aire  ó peso  absoluto,  se  introduce  el  cuerpo 
en  una  vasija  que  contenga  agua  destilada,  y para  ello  se  le 
suspende  por  medio  de  un  hilo  muy  fino  de  un  pequeño 
gancho  que  lleva  en  su  parte  inferior  el  platillo  de  la  balanza 
opuesto  á aquel  donde  se  han  colocado  las  pesas  necesarias 
para  averiguar  la  densidad  absoluta;  en  virtud  detesta  inmer- 
sión el  equilibrio  de  la  balanza  se  destruirá,  porque  el  cuerpo 
pierde  de  su  peso  tanto  como  pesa  el  volumen  del  fluido 
desalojado;  se  ve  las  pesas  que  es  preciso  agregar  en  el  pla- 


( 1)  En  realidad  no  es  lo  mismo  peso  que  densidad,  porque  si  se  su- 
pone por  un  momento  que  no  haya  la  fuerza  de  gravedad,  no  existirá  ni 
peso  absoluto,  ni  relativo,  ni  especifico,  pero  la  densidad  no  desaparece 
y continuara  subsistiendo  sin  alteración  de  ningún  género,  por  cuanto 
ni  el  volumen  ni  la  masa  que  son  los  datos  precisos  para  determinar 
aquella  no  la  experimentan.  (Véase  algún  tratado  de  Física.) 

(2)  Estas  operaciones  no  se  practican,  por  lo  general,  alas  tempera- 
turas y presión  indicadas,  siendo  necesario  tener  en  cuenta  las  correc- 
ciones que  hay  que  hacer  en  unas  y otras. 


i9 

, tillo  donde  se  halla  el  cuerpo,  ó bien  las  que  hay  que  quitar 
del  otro,  las  cuales  representan  el  peso  del  volumen  de  agua 
igual  al  del  cuerpo,  quedando  reducida  la  cuestión  á dividir 
el  peso  absoluto  del  cuerpo  por  el  del  agua;  el  cociente  que 
resulte  será  el  peso  específico  que  se  busca. 

Frasco  de  volumen  constante —El  método 
que  comunmente  se  usa  hoy  en  Mineralogía  para  la  determi- 
nación de  los  pesos  específicos  de  los  sólidos,  es  el  llamado 
«frasco  de  volumen  constante:  (fig.  9)»  que  consiste  en  un 
frasco  de  vidrio  con  un  tapón  esmerilado  que  ajusta  exac- 
tamente hasta  un  punto  dado  CD,  que  recibe  el  nombre 
de  «punto  ó línea  de  nivel;»  el  indicado  tapón  está  atrave- 
sado en  toda  su  longitud  por  un  tubo  capilar  ¿ a;  si  llenamos 
el  frasco  de  agua  y se  introduce  el  tapón,  saldrá  el  líquido 
excedente  por  el  tubo  capilar,  siendo  por  consecuencia  cons- 
tante el  volumen  del  líquido,  de  cuya  particularidad  toma 
nombre  el  aparato.  Para  operar  con  este  instrumento,  se 
pesa  primero  en  una  balanza  el  cuerpo  reducido  á polvo; 
una  vez  obtenido  el  peso  absoluto,  se  pone  en  el  mismo 
platillo  donde  se  encuentra  el  cuerpo  el  frasco  de  volúmen 
constante  lleno  de  agua;  el  equilibrio  en  este  caso  se  des- 
truirá, y para  volverle  á restablecer  será  preciso  agregar 
nuevas  pesas:  verificado  esto,  se  sumerge  el  cuerpo  en  el 
frasco  y entonces  se  alterará  nuevamente  el  equilibrio,  y para 
obtenerle  habrá  necesidad  de  separar  pesas,  las  cuales  nos 
indicarán  el  peso  del  volúmen  de  líquido  desalojado;  se 
practica  la  misma  división  que  en  el  método  anterior,  y el 
cociente  será  el  peso  específico  del  cuerpo. 

Existen  algunos  cuerpos  como,  por  ejemplo,  la  sal  común, 
nitro,  etc.,  que  son  solubles  en  el  agua,  necesitándose  en 
este  caso  sustituir  el  líquido  en  cuestión  por  otro  que  no  lo 
sea,  pudiendo  echar  mano  del  alcohol,  mercurio,  etc.,  siendo 
preciso  al  propio  tiempo  tener  en  cuenta  el  peso  específico 
de  este  líquido  en  relación  con  el  del  agua  destilada;  es  decir, 
que  la  operación  estaría  reducida  á dividir  el  peso  absoluto 
del  cuerpo  por  el  del  líquido  empleado;  y multiplicar  después 
el  cociente  por  la  densidad  del  mismo  líquido. 

Gravímetro  de  Nicholson.  — Nicholson  ha 
ideado  un  aparato  que  lleva  su  nombre  por  medio  del  cual 
se  averigua  el  peso  específico  de  los  sólidos : redúcece  este 
instrumento  (fig.  10)  á un  cilindro  hueco  de  hoja  de  lata,  la- 
tón, plata,  vidrio,  etc.,  terminado  en  dos  conos;  de  los  cuales 
el  superior  tiene  una  varilla  delgada  que  lleva  una  cápsula  ó 
platillo  b , en  donde  se  colocan  las  pesas  y el  cuerpo  cuya 
densidad  relativa  se  desea  averiguar;  en  el  punto  ó de  esta 
varilla  hay  una  señal  llamada  «línea  de  enrase,»  porque  hasta 
ella  debe  introducirse  el  instrumento  en  el  agua  en  todas  las 
operaciones  que  se  practiquen:  el  cono  inferior  tiene  un  gan- 
cho del  cual  se  suspende  una  cubeta  r,  lastrada,  para  que  el 
centro  de  gravedad  del  aparato  se  halle  mas  bajo  que  el  de 
presión  del  líquido,  circunstancia  precisa  é indispensable 
para  que  haya  equilibrio. 

Para  operar  con  el  gravímetro  de  Nicholson,  se  le  sumerge 
desde  luego  en  una  vasija  que  contenga  agua  destilada  y se 
ponen  pesas  en  el  platillo  hasta  que  la  línea  de  enrase  coin- 
cida con  la  superficie  de  nivel  del  líquido;  se  quitan  estas 
pesas  y se  coloca  un  fragmento  del  cuerpo  cuyo  peso  espe- 
cífico se  quiere  determinar,  teniendo  cuidado  que  aquel  sea 
bastante  pequeño  para  que  no  enrase  el  aparato  ó quede  mas 
bajo  que  la  superficie  de  nivel  del  liquido;  para  que  vuelva 
á enrasar,  será  preciso  añadir  nuevas  pesas,  y la  diferencia 
entre  estas  y las  primeras  indicará  el  peso  absoluto  del  cuer- 
po; averiguado  este  se  pone  el  cuerpo  en  la  cubeta,  y enton- 
ces el  equilibrio  se  alterará  (en  virtud  del  principio  de  Arqui- 
medes)  y para  restablecerle  será  necesario  colocar  nuevas 
pesas  en  el  platillo  superior,  las  que  indican  la  pérdida  que 


20 


MINERALOGIA 


experimenta  el  cuerpo  por  su  introducción  en  el  agua,  ó lo 
que  es  lo  mismo,  el  peso  de  un  volumen  de  líquido  igual  al 
del  cuerpo;  en  este  caso  queda  reducida  la  cuestión  á dividir 
el  peso  absoluto  del  cuerpo  por  el  del  agua,  y el  cociente  que 
se  obtenga  será  el  peso  específico. 

Peso  específico  de  los  líquidos.— Se  em- 
plean también  diversos  aparatos,  siendo  los  mas  principales 
los  conocidos  con  los  nombres  de  «areómetros»;  uno  de  los 
mas  usados  es  el  debido  á Farenheit;  se  compone,  á seme- 
janza del  gravímetro  de  Nicholson,  de  un  cilindro  hueco  de 


Fig.  Q. — Frasco  de  Fig.  10.— Gravíme-  Fig.  u.— Pinzas 

volumen  constante  tro  de  Nicholson  de  turmalina 


vidrio,  que  en  su  parte  inferior  tiene  una  capacidad  llena  de 
mercurio,  para  que  de  esta  manera  flote  siempre  vertical- 
mente, y en  la  superior  lleva  una  varilla  terminada  por  un 
platillo. 

Para  operar  con  este  instrumento,  no  hay  mas  que  ha 
cerle  flotar  en  agua  destilada,  sumergiéndole  hasta  que  la 
línea  de  enrase  de  la  varilla  coincide  con  la  superficie  de 
nivel  del  líquido,  cuyo  resultado  se  consigue  poniendo  pesas 
en  el  platillo  ó cápsula;  en  este  caso,  se  desalojará  un  volu- 
men de  líquido,  cuyo  peso  será  el  del  instrumento  mas  las 
pesas  que  se  han  puesto  en  el  platillo.  Hecho  esto,  se  hace 
flotar  el  aparato  y se  le  introduce  hasta  la  misma  línea  de 
enrase  en  el  líquido  cuyo  peso  específico  se  desea  averiguar, 
para  lo  que  será  preciso  emplear  pesos  distintos  que  en  el 
caso  anterior,  y esta  operación  nos  indicará  el  peso  de  un 
volumen  del  líquido  en  cuestión  igual  al  del  agua;  así  se 
consigue  tener  volúmenes  iguales  y pesos  diferentes,  y la  ope- 
ración queda  reducida,  como  tantas  veces  se  ha  dicho,  á 
dividir  el  peso  del  líquido  por  el  del  agua. 

Se  conocen  además  los  «areómetros  de  volumen  variable,» 
de  los  cuales  son  una  modificación  los  aparatos  destinados 
á averiguar  el  grado  de  pureza,  de  mezcla  ó de  concentración 
de  los  líquidos,  por  cuya  razón  se  denominan  «pesa-sales, 
pesa-licores,  pesa-ácidos,  pesa-leches  ó lactómetros,»  cuya 
descripción  y modo  de  usarlos,  así  como  los  procedimientos 
empleados  para  la  determinación  del  peso  específico  de  los 
gases,  corresponde  mas  bien  á un  tratado  de  física  que  á uno 
de  mineralogía. 

Valor  de  este  carácter.—  El  peso  específico, 
como  se  ha  indicado,  es  propiedad  de  gran  importancia, 
para  la  distinción  de  las  especies,  supuesto  que  está  relacio- 
nado con  la  naturaleza  y estructura  del  mineral.  Sin  embargo, 
varía  notablemente  en  los  individuos  de  la  misma  especie; 


y de  las  observaciones  y experimentos  practicados  se  ha 
venido  á deducir,  que  los  ejemplares  cristalizados  pesan  mas 
que  los  compactos,  estos  mas  que  los  hojosos,  fibrosos  y 
terrosos;  que  el  peso  específico  es  diferente  si  se  hace  la 
operación  en  diversas  partes  de  un  cristal,  sea  la  exterior  ó 
la  interior,  ó los  ángulos  sólidos  y aristas;  así,  por  ejemplo, 
el  cuarzo  incoloro  ofrece  en  cristales  pequeños  un  peso  es- 
pecífico representado  por  2,6541;  en  cristales  grandes,  2,6532; 
en  masas  trasparentes,  2,6531;  fibroso,  de  fibras  parale- 
las, 2,6365;  fibroso  con  fibras  divergentes,  2,6359;  granudo 
ó mas  ó menos  compacto,  2,6361;  pero  si  todas  las  varieda- 
des citadas  se  reducen  á polvo  ofrecerán  el  mismo  peso  es- 
pecífico, representado  por  2,72.  A pesar  de  esto,  el  peso 
específico  pierde  algún  tanto  su  importancia  como  carácter 
mineralógico,  supuesto  que  es  preciso  tomar  muchas  precau- 
ciones para  llegar  á su  apreciación,  así  como  tener  en  cuenta 
las  correcciones  de  temperatura  y presión  que  hay  que  hacer 
en  los  diferentes  experimentos;  además,  existen  especies  mi- 
neralógicas de  pesos  específicos  tan  idénticos,  que  si  se  qui- 
siera establecerlas  mediante  este  solo  carácter,  se  cometerian 
grandes  errores  reuniendo  en  una  misma  minerales  muy  dis- 
tintos; así,  por  ejemplo,  el  diamante  tiene  un  peso  específico 
representado  por  3,55,  y el  topacio  incoloro  3,54  ó 3,55, 
cuya  densidad  nos  llevaría  á incluirlos  en  la  misma  especie, 
siendo  así  que  sus  demás  propiedades  físicas  y químicas  son 
muy  diferentes. 

Pero  si  el  peso  específico  no  sirve  aislado  para  distinguir 
las  especies  mineralógicas,  unido  á otras  particularidades, 
tales  como  la  dureza,  lustre  y aun  propiedades  eléctricas,  es 
un  gran  auxiliar  para  el  joyero  que  desee  reconocer  muchas 
piedras  finas  entre  sí  y diferenciarlas  al  propio  tiempo  de 
las  falsas. 

COHESION  Y AFINIDAD 


Se  consideran  como  dos  fuerzas  que  tienden  á unir  res- 
pectivamente partículas  de  igual  ó de  diversa  naturaleza, 
siendo  una  y otra  consecuencia  de  la  fuerza  denominada 
«atracción,»  así  como  esta  á su  vez  no  viene  á ser  mas  que 
un  caso  particular  de  la  «gravitación  universal.»  El  estado 
en  que  se  presentan  los  minerales,  la  dureza,  tenacidad, 
elasticidad,  flexibilidad,  maleabilidad  y ductilidad  son  las 
propiedades  que  dependen  esencialmente  de  la  cohesión  y 
afinidad. 

ESTADOS  DE  los  minerales.  — Las  diferentes 

sustancias  inorgánicas  que  son  objeto  de  la  Mineralogía  pue- 
den afectar  los  estados  «gaseoso,  líquido  ó sólido;»  se  pre- 
sentan constantemente  gaseosos  á la  temperatura  y presión 
ordinaria,  el  ácido  carbónico,  el  hidrógeno  sulfurado  ó gas 
de  los  comunes,  el  ácido  sulfuroso  ó gas  de  las  pajuelas  y 
algún  otro  menos  frecuente  é importante  que  los  citados;  en 
estado  líquido  tenemos  el  agua,  ácido  sulfúrico  ó aceite  de 
vitriolo,  azogue,  nafta  y petróleo;  y en  el  sólido  el  oro,  pla- 
tino, plata,  yeso,  diamante  y en  general  casi  todos  los  mine- 
rales. 

DUREZA. — Por  lo  común,  se  designan  con  este  nombre 
particularidades  muy  distintas  de  los  cuerpos;  así,  por  ejem- 
plo, se  indica  que  estos  son  duros,  bien  sea  porque  no  se 
rompen  fácilmente  por  medio  del  choque,  ó porque  no  ceden 
por  medio  de  la  compresión  ó no  se  dejan  rayar  por  la  uña, 
navaja  ú otro  instrumento  cortante.  Pero  si  se  examinan  con 
algún  detenimiento  estas  diversas  especies  de  resistencia,  se 
verá  que  no  existe  entre  ellas  una  relación  directa;  así  se 
nota,  que  un  mineral  que  resiste  la  acción  del  choque  se 
deja  penetrar  ó rayar,  por  el  contrario,  por  medio  de  la  na- 


MINERALOGÍA 


21 


vaja  ó una  punta  de  acero;  el  diamante,  científicamente 
considerado,  es  el  cuerpo  mas  duro  de  todos  los  que  se 
conocen,  pero  se  deja  romper  fácilmente  por  medio  del 
martillo.  Y sin  embargo,  el  diamante  se  deriva  de  la  voz 
griega  «adamas,»  que  quiere  decir  indomable,  porque  supo- 
nían los  antiguos  que  colocado  este  cuerpo  sobre  un  yunque 
resistia  los  golpes  del  martillo,  lo  cual  prueba  que  nunca  lo 
sujetaron  á este  procedimiento,  pues  de  hacerlo  hubieran 
visto  que  dicha  piedra  es  muy  frágil. 

En  Mineralogía  se  entiende  por  «dureza,»  la  resistencia 
que  oponen  los  cuerpos  á ser  penetrados  por  un  instrumento 
cortante,  ó á ser  rayados  ó desgastados  por  otros. 

El  grado  de  dureza  es  diferente,  aun  para  los  minerales 
de  la  misma  composición  química,  ó que  pertenecen  á igual 
especie  mineralógica,  influyendo  también  de  un  modo  mas  ó 
menos  directo  los  planos  de  crucero  y el  agua,  ya  esté  en 
estado  de  mezcla  ó de  combinación.  Así,  se  observa,  que  el 
diamante  y grafito  que  ofrecen  la  misma  composición  química 
(carbono  puro)  tienen,  no  obstante,  dureza  muy  diferente, 
puesto  que  el  primero  es  el  cuerpo  mas  duro  de  todos,  y el 
segundo  se  deja  rayar  por  la  uña;  esta  distinta  dureza  reco- 
noce por  causa  la  diversa  agregación  molecular;  de  la  misma 
manera,  y á consecuencia  del  crucero,  el  yeso  cristalizado  es 
mas  blando  que  el  compacto:  así  como  la  sílice  anhidra  es 
mas  dura  que  la  hidratada.  El  modo  cómo  se  efectúa  el 
ensayo  puede  suministrar  diferentes  grados  de  dureza,  debi- 
dos no  á condiciones  especiales  del  mineral,  sino  á circuns- 
tancias hijas  del  ensayo;  así  por  ejemplo,  la  velocidad  con 
que  se  practique  la  operación,  una  presión  mayor  ó menor 
y la  forma  del  filo  cortante  son  otras  tantas  causas  que  pue- 
den originar  distintas  durezas  en  un  mismo  mineral;  respecto 
á la  última  circunstancia,  todo  el  mundo  sabe  que  los  vidrie- 
ros se  valen  siempre  para  cortar  el  cristal,  no  del  diamante 
tallado,  sino  del  natural,  porque,  según  suponen  algunos  mi- 
neralogistas, las  caras  abombadas  de  este  no  solo  son  mas  á 
propósito  para  practicar  la  operación  indicada,  sino  que  el 
cristal  adquiere  propiedades  especiales  para  que  se  divida 
fácilmente  sin  mas  que  una  simple  presión. 

Werner  y muchos  de  sus  discípulos  estudiaron  la  dureza 
con  bastante  confusión  y vaguedad;  no  obstante,  aquel  céle- 
bre mineralogista,  atendiendo  á este  carácter,  dividid  las 
sustancias  mineralógicas  en  cuatro  grupos  que  son:  i.°  sus- 
tancias muy  blandas,  todas"aquellas  que  se  dejan  rayar  con 
facilidad  por  medio  de  la  uña,  ejemplo:  el  talco,  la  esteatita 
ó jabón  de  sastre,  yeso,  mica,  etc.;  2.0  blandas,  las  que  se 
dejan  rayar  fácilmente  por  la  navaja  ú otro  instrumento  cor- 
tante y resisten,  por  el  contrario,  la  acción  de  la  uña,  tales 
como  la  baritina  ó espato  pesado,  el  aragonito,  fluorina  y 
otras  varias;  3.’  duras,  todas  las  que  se  rayan  con  mucha 
dificultad  por  la  lima  ó una  punta  de  acero  y no  producen 
chispas  con  el  eslabón,  ejemplo:  la  fosforita,  hierro  magné- 
tico, etc.;  y 4.0  muy  duras,  las  que  no  se  dejan  penetrar  ni 
por  la  lima,  navaja  ó punta  de  acero,  como  se  observa  en  la 
esmeralda,  rubí,  topacio,  diamante  y otras  varias  piedras 
finas. 

Los  cuatro  grupos  indicados  comprenden  sustancias  que 
presentan  á su  vez  una  dureza  muy  diferente,  no  pudiendo 
determinar  y apreciar  con  exactitud  sino  el  de  aquellas  que 
ocupan  realmente  los  grados  extremos  de  cada  uno  de  los 
cuatro  tipos.  Teniendo  en  cuenta  este  inconveniente,  el 
aleman  F.  Mohs,  poco  tiempo  después  de  Werner,  estable- 
ció una  serie  formada  de  diez  tipos  mineralógicos  fáciles  de 
obtener  en  todas  partes,  y los  dispuso  ordenadamente  empe- 
zando por  el  de  menor  dureza  que  tiene  el  número  1,  hasta 
el  mas  duro  que  ocupa  el  10,  tal  como  se  ve  en  la  siguiente 
tabla: 


NÚMEROS 

Talco  laminar. 

Yeso  cristalizado. 

Caliza  romboédrica. 

Espato  flúor  octaédrico. 

Fosforita  compacta. 

Feldespato  ortosa. 

Cuarzo  cristalizado  trasparente. 

Topacio  del  Brasil. 

Corindón  trasparente. 

Diamante. 

Los  cuatro  últimos  tipos  de  la  escala  se  distinguen  desde 
luego  porque  rayan  al  vidrio  y no  se  dejan  rayar  por  una 
punta  de  acero;  los  seis  primeros  no  rayan  al  vidrio  y se 
dejan  rayar  mas  ó menos  fácilmente  por  una  punta  de  acero. 

Sirviéndonos  de  la  escala  anterior  podremos  determinar 
la  dureza  relativa  de  un  cuerpo  cualquiera,  sin  mas  que  irle 
comparando  con  los  diez  tipos  que  forman  la  escala,  hasta 
hallar  uno  que  ofrezca  una  dureza  idéntica  á la  del  mineral 
propuesto,  ó bien  que  este  tenga  una  dureza  comprendida 
entre  dos  tipos,  en  cuyo  caso  se  indica  diciendo:  que  el  mi- 
neral en  cuestión  está  dotado  de  una  dureza  intermedia  entre 
tal  y tal  número.  Así,  por  ejemplo,  si  deseáramos  apreciar  la 
dureza  de  la  piedra  fina  llamada  jacinto,  comenzaremos  el 
ensayo  por  el  mineral  mas  duro  de  la  escala  que  es  el  dia- 
mante, y continuando  con  los  que  le  siguen  veríamos  que  el 
jacinto  se  deja  rayar  por  el  topacio  y que,  por  el  contrario, 
raya  al  cuarzo,  dándole  por  lo  tanto  al  jacinto  una  dureza 
comprendida  entre  estos  dos  cuerpos ; es  decir,  entre  7 y S: 
otro  tanto  sucedería  si  quisiéramos  averiguar  la  dureza  del 
mineral  denominado  baritina  ó espato  pesado,  al  que,  pro- 
cediendo de  idéntica  manera  que  en  el  ejemplo  anterior,  le 
asignaríamos  una  dureza  intermedia  entre  la  caliza  y el  espato 
flúor,  ó lo  que  es  lo  mismo  entre  3 y 4.  Igual  exámen  puede 
verificarse  con  todas  las  sustancias  mineralógicas  que  existen, 
siendo,  por  consecuencia,  sumamente  sencillo  darlas  un  lugar 
en  la  escala  relativa  de  Mohs. 

Al  ensayar  la  dureza  de  los  minerales  es  preciso  tener 
siempre  en  cuenta  las  circunstancias  siguientes:  i.°que  ni  el 
mineral  que  se  examina  raye  á aquel  de  la  escala  con  quien 
su  dureza  sea  mas  afine,  ni  este  raye  tampoco  al  mineral 
objeto  del  ensayo;  en  este  caso  se  dice  que  tienen  los  dos 
igual  dureza,  como  se  observa  en  el  yeso  y sal  común;  2.0  que 
el  cuerpo  que  se  ensaya  se  deja  rayar  por  uno  determinado 
de  la  escala  y al  revés;  para  apreciar  entonces  cuál  de  los  dos 
es  el  mas  blando,  es  necesario  limpiar  perfectamente  el  polvo 
que  queda  en  la  superficie  del  cuerpo  frotante  y el  frotado,  y 
examinar  después  en  cuál  de  ellos  se  ha  efectuado  la  raya 
ó incisión,  pues  el  que  la  presente  será  de  hecho  el  mas 
blando.  I j 1 j 

Existen  algunos  cuerpos,  como  por  ejemplo,  los  pederna- 
les, ágatas,  topacio,  etc.,  que  tienen  la  particularidad  de  dar 
chispas  con  el  eslabón,  siendo  considerada  por  algunos  esta 
propiedad  como  un  nuevo  grado  de  dureza  de  los  minerales; 
pero,  en  realidad,  para  que  se  produzca  este  fenómeno  se 
necesita  que  el  mineral  reúna  dos  circunstancias  esenciales 
que  son:  i.a  tenacidad  y 2.a  dureza;  por  esta  razón,  los  pe- 
dernales que  reúnen  dichas  dos  condiciones  producen  chis- 
pas con  el  eslabón,  pero  no  así  el  diamante  porque  es  un 
cuerpo  muy  frágil;  de  donde  se  deduce  que  la  particularidad 
indicada  sirve  mas  bien  para  averiguar  los  grados  de  tenaci- 
dad que  de  dureza. 

Este  carácter,  aunque  se  emplea  desde  hace  mucho  tiem- 
po para  reconocer  y diferenciar  las  especies  minerales,  no 
presenta  en  modo  alguno  el  interés  que  algunos  le  han  con- 


22 


MINERALOGÍA 


cedido  y le  dan  aun.  Se  sabe  hoy  en  efecto,  que  la  dureza  es 
propiedad  que  varía  extraordinariamente  en  los  individuos 
que  se  hallan  comprendidos  en  una  misma  especie*  así  los 
ejemplares  cristalizados  son  desde  luego  mas  duros' qué  los 
que  se  presentan  compactos,  laminares,  fibrosos  y terrosos; 
en  os  mismos  cristales  se  observa,  que  es  diferente  la  dureza 
de  as  aristas  de  la  de  los  ángulos  sólidos,  circunstancias  todas 
debidas  sin  genero  de  duda,  á la  distinta  agregación  mole- 
cu  ar  La  dureza,  sin  embargo,  se  usa  generalmente  con  buen 
resultado  para  reconocer  las  pastas  ó piedras  artificiales  que 
por  su  aspecto,  color,  lustre,  etc.,  se  parecen  mas  ó menos 
a las  piedras  preciosas,  porque  estas  últimas  no  se  rayan 
por  e crista  de  roca,  mientras  que  las  primeras  se  dejan 

penetrar  fácilmente  por  este  mineral  y por  una  punta  de 
acero.  jXJjTTTI  jp 

1 RAYA;rAI  e,Studiar  y ensa5'ar  la  dureza  de  los  minera- 
les, se  ha  de  producir  siempre  una  incisión  ó poivo  segUn 

que  se  le  corte  ó se  le  raye;  cuando  resulta  una  incisión, 
esta  ofrecerá  un  lustre  y color  particular  que  sirve  casi  siem- 
pre para  distinguir  sustancias  afines;  si,  por  el  contrario,  se 
raya  se  producirá  un  polvo  que,  del  mismo  modo  que  en  el 
caso  anterior,  nos  pondrá  en  camino  para  poder  separar 
ciertas  sustancias  que  tengan  entre  si  mayores  ó menores 
ana  ogias;  asi,  por  ejemplo,  la  plata  antimonial  ó plata  roja 
oscura,  se  distingue  de  la  plata  arsenical  ó plata  roja  clara, 
porque  el  polvo  que  produce  aquella  es  de  un  color  rojo 
mas  oscuro  que  el  de  esta;  la  crocoisa  ó plomo  rojo  se  separa 
del  rejalgar  ó arsénico  rojo,  en  que  si  bien  uno  y otro  pro- 
ducen un  polvo  de  color  anaranjado,  el  del  primero  es  mas 
intenso  y con  brillo  diamantino;  finalmente,  la-  limonita  ú 

óxido  de  hierro  hidratado  se  distingue  del  jabón  de  vidrieros 

o manganesa,  en  que  el  polvo  que  suministra  aquella  tiene 
un  color  amarillo,  y el  de  esta  es  siempre  negro. 

Tenacidad.— Consiste  esta  propiedad  en  la  resisten- 
cia  que  oponen  las  moléculas  de  los  cuerpos  á separarse, 
sg  erarse  o romperse  en  fragmentos  por  medio  del  choque 
a percusión,  recibiendo  el  nombre  de  fragilidad  el  carác- 
er  diametralmente  opuesto.  Por  lo  común,  la  tenacidad  es 
una  propiedad  opuesta  á la  dureza,  observándose  que  los 

-?r  Mr°,S  S°"  baS‘an,te  frág¡leS’  mientras  1*  a°n  tena- 
“ fundos;  Sin  embargo,  el  pedernal,  las  ágatas,  to- 
pacios y las  llamadas  rocas  anfibólicas  ofrecen  reunidos  estos 
dos  caractéres.  Diferentes  causas  influyen  mas  ó menos 
esencialmente  en  el  carácter  de  la  tenacidad,  siendo  desde 
luego  las  mas  importantes  el  volumen  del  cuerpo,  su  género 
de  elasticidad,  la  naturaleza  ó composición  química  y con 
especialidad  su  estructura.  Se  comprende  desde  luego  que 
los  minerales  ofrecerán  mayor  resistencia  á romperse  seirun 
sea  su  volumen  y elasticidad.  Respecto  á la  influencia  que 
jerce  la  tercera  causa,  ó sea  la  composición  química  se  ha 
ohservado  que  los  minerales  que  se  disuelven  con  facilidad 

"ir  S°n  dE  vf0  men°S  ten3CeS  que  los  insolubles, 

dros  ,lTPCrrP0S  atad°S  S°n  mas  frágiles  <1“  i»  “hi- 
dras, tal  es  lo  que  se  nota  entre  el  sulfato  de  cal  hidratado 

ó yeso  y el  sulfato  de  cal  anhidro  ó karstenita,  así  como 

también  entre  la  calcedonia  <5  silice  anhidra  y d ópalo  ó 

sílice  hidratada.  Respecto  á las  diferencias  que  presentan 

los  minerales  en  su  tenacidad  á causa  de  la  diversa  estruc 

tura  que  ofrecen,  se  sabe  que  aquellos  que  la  tienen  com- 

pacta  son  menos  tenaces  que  los  laminares,  siendo  estos  á 

su  vez  mas  frágiles  que  los  fibrosos,  especialmente  si  constan 

de  fibras  entrecruzadas  ó enlazadas;  por  último,  los  cuernos 

Mtán'rdotS1 d^d  1 'a  aCC‘°n  dd  Ch°qUe  S0”  a1uellos  qua 
están  dotados  de  una  estructura  porosa  ó careada,  como  de 

ello  ofrecen  ejemplo  la  piedra  pómez  y otras  sustancias  vol- 
canicas. 


Para  apreciar  la  mayor  ó menor  tenacidad  de  los  metales 
dúctiles  como  el  oro,  plata,  hierro,  cobre,  etc.,  se  les  reduce 
á hilos  ó alambres  delgados,  y fijándolos  por  uno  de  sus  ex- 
tremos se  colocan  pesos  en  el  otro  hasta  conseguir  su  rup- 
tura; el  que  resiste  mayores  pesos  es  el  mas  tenaz;  por  esta 
razón  se  dice  que  el  hierro  figura  á la  cabeza  de  los  metales 
respecto  á esta  propiedad. 

El  carácter  de  la  tenacidad  tampoco  tiene  grande  interés 
en  los  estudios  mineralógicos,  porque  no  es  fácil  llegar  á 
graduar  la  fuerza  del  choque  empleado;  se  usa,  no  obstante, 
como  propiedad  auxiliar  para  diferenciar  un  reducido  nú- 
mero de  sustancias. 

ELASTICIDAD. — Se  define  en  física  la  elasticidad  di- 
ciendo: que  es  la  propiedad  por  medio  de  la  cual  las  partí- 
culas de  los  cuerpos  reobran  con  mas  ó menos  intensidad 
á fin  de  adquirir  su  volúmen  ó forma  primitiva,  alterada, 
unas  veces  mediante  la  presión,  y otras  por  medio  de  la  fle- 
xión ó tensión.  En  Mineralogía  se  echa  mano  de  este  ca- 
rácter para  diferenciar  los  minerales  incluidos  en  el  grupo  de 
las  «micas»  de  los  que  pertenecen  á la  especie  llamada 
talco,  supuesto  que  las  láminas  de  la  primera  son  verdade- 
ramente elásticas,  y las  del  segundo  flexibles.  La  elasticidad 
está  relacionada  íntimamente  con  la  forma  regular  de  las 
sustancias  mineralógicas,  pudiendo  ser  en  ciertos  casos  un 
medio  bastante  bueno  para  el  reconocimiento  de  varias  es- 
pecies, siempre  que  estas  se  presenten  en  formas  cristalinas 
y sean  susceptibles  de  dividirse  en  láminas  delgadas  y lo  su- 
ficientemente resistentes  para  poder  examinar  en  ellas  las 
vibraciones  con  toda  precisión.  Para  llegar  á comprender  la 
elasticidad  de  los  minerales,  conviene  dar  algunas  ideas  ge- 
nerales de  las  vibraciones  ú ondulaciones  sonoras  que  se 
producen  en  las  varillas  ó cuerdas  que  se  obtienen  de  di- 
versas sustancias. 

Las  vibraciones  se  producen  de  igual  manera  en  todas  las 
sustancias,  es  decir,  mediante  dilataciones  y contracciones, 
cuya  extensión,  por  una  fuerza  igual,  está  en  relación  con  la 
mayor  ó menor  elasticidad  de  la  sustancia.  En  las  cuerdas  y 
varillas  se  nota,  á causa  de  su  manera  de  vibrar,  que  se  pro- 
ducen los  llamados  «nodos»  ó líneas  «nodales,»  [esto  es, 
puntos  ó secciones  de  los  indicados  cuerpos  que  permanecen 
inmóviles  o que  representan  el  sitio  donde  existe  el  mínimo 
de  movimiento,  mientras  que  las  demás  partes  se  agitan  con 
mas  ó menos  intensidad.  Así,  por  ejemplo,  si  se  toman  lá- 
minas metálicas  elásticas,  se  las  fija  por  su  parte  media  y se 
las  cubre  de  arena  muy  fina  para  observar  los  «nodos,»  se 
verá,  tan  luego  como  se  pase  un  arco  de  violin  sobre  sus 
márgenes,  que  la  arena  se  mueve  y se  fija  en  seguida  en  la 
dirección  de  las  diagonales,  si  el  arco  se  pasa  por  el  medio 
de  uno  de  sus  lados,  y en  dirección  perpendicular  á estos 
cuando  el  arco  roza  cerca  de  un  ángulo.  Chladni  ha  obser- 
vado, después  de  varios  experimentos,  que  si  se  tallan  sus- 
tancias metálicas  en  placas  circulares  y de  un  espesor  igual, 
se  producen  como  líneas  nodales  diámetros  que  dividen  la 
circunferencia  en  cuatro,  seis,  ocho,  etc.,  partes  iguales,  ó 
bien  círculos  concéntricos  en  mayor  ó en  menor  número; 
pero  que  si,  por  el  contrario,  se  tallan  cuerpos  que  presenten 
estructuras  diferentes  en  una  ú otra  dirección,  las  líneas  no- 
dales que  se  producen  son  en  menor  número  y tienen  al 
propio  tiempo  una  posición  determinada,  cuya  última  parti- 
cularidad jamás  ocurre  en  los  cuerpos  homogéneos. 

El  célebre  físico  Savart  ha  hecho  experiencias  notables 
sobre  el  cristal  de  roca,  caliza  y demás  cristales,  cuyas  molé- 
culas se  hallan  agrupadas  simétricamente  con  relación  á sus 
ejes.  Las  observaciones  llevadas  á cabo  por  el  físico  citado 
así  como  la  generalización  y consecuencias  que  de  ellas  ha 
deducido,  no  son  propias  de  una  obra  de  esta  índole,  cor- 


MINERALOGÍA 


23 


respondiendo  mas  bien  á un  tratado  particular  de  mineralo- 
gía. Además,  rara  vez  los  minerales  se  prestan  á reducirse  á 
láminas  delgadas  y resistentes  á propósito  para  observar  en 
ellas  la  serie  de  vibraciones  y líneas  nodales  indicadas,  por 
lo  cual  el  carácter  de  la  elasticidad  no  ofrece  en  la  práctica 
un  grande  interés  para  el  reconocimiento  de  las  especies. 

FLEXIBILIDAD. — Particularidad  que  ofrecen  algunas 
sustancias  mineralógicas  de  doblarse  ó encorvarse  sin  rom- 
perse y sin  que  vuelvan  á recobrar  su  forma  ó volumen  pri- 
mitivo. Los  cuerpos  esencialmente  dúctiles,  las  variedades 
correspondientes  á las  piedras  cuya  estructura  sea  fibrosa  ó 
acicular,  ó que  se  presenten  en  láminas  muy  delgadas,  son 
flexibles  en  alto  grado.  Así,  por  ejemplo,  la  flexibilidad  que 
ofrecen  las  fibras  del  mineral  denominado  amianto  es  tan 
considerable,  que  permite  que  se  conviertan  ó se  fabriquen 
tejidos  con  ellas;  otro  tanto  se  observa  en  las  Láminas  de 
mica  y de  talco,  siendo,  no  obstante,  las  del  primero  de  es- 
tos dos  cuerpos  elásticas  mas  bien  que  flexibles;  también 
ofrece  esta  propiedad  el  mármol  sacaroidéo  y,  en  general, 
todas  las  sustancias  que  sean  susceptibles  de  reducirse  á hi- 
los ó láminas  muy  delgadas.  Así,  por  ejemplo,  Mr.  Baudin, 
valiéndose  de  la  temperatura  producida  por  la  mezcla  de  dos 
volúmenes  de  hidrógeno  y uno  de  oxígeno,  ha  conseguido 
reducir  el  cuarzo  á hilos  tan  delgados  y flexibles  como  los 
del  mismo  amianto.  Se  conocen,  por  último,  algunas  rocas, 
tales  como  el  mármol  granudo  ó sacaroidéo  citado  que,  á 
consecuencia  de  su  estructura  particular,  adquieren  este  ca- 
rácter cuando  se  les  talla  en  láminas  delgadas;  las  areniscas 
llamadas  del  Brasil  son  bastante  flexibles  á causa  de  la  in- 
terposición de  láminas  de  mica. 

Como  se  comprende,  el  carácter  de  la  flexibilidad  tiene 
muy  poco  interés  en  el  estudio  de  los  minerales,  y solo  se 
aplica  con  alguna  ventaja  en  la  distinción  de  la  mica,  talco 
y algunos  metales  entre  sí. 

DUCTILIDAD.  — Particularidad  que  presentan  algunos 
minerales  de  dejarse  extender  en  hilos  mediante  el  aparato 
conocido  con  el  nombre  de  «hilera;»  el  platino,  plata,  hier- 
ro, cobre,  oro,  zinc,  etc.,  se  prolongan  en  hilos  sumamente 
delgados  cuando  se  les  hace  pasar  por  orificios  de  pequeño 
diámetro.  Según  la  opinión  de  Tillet,  la  ductilidad  se  halla 
relacionada  con  la  estructura,  la  disposición  y la  forma  de 
las  partículas  constitutivas  de  los  cuerpos.  Esta  propiedad 
puede  decirse  que  es  exclusiva  de  ciertos  metales,  sirviendo 
en  determinados  casos  para  distinguir  unos  de  otros;  así, 
por  ejemplo,  un  boton  de  plata  y otro  de  plomo  jamás  pue- 
den confundirse,  puesto  que  el  primero  de  dichos  metales  es 
eminentemente  dúctil,  y el  segundo  «agrio,»  esto  es,  carece 
de  ductilidad. 

Maleabilidad.  — Propiedad  que  ofrecen  algunas 
sustancias  metálicas  de  dejarse  extender  en  láminas  mas  ó 
menos  delgadas  por  medio  del  laminador  ó el  martillo;  los 
cuerpos  esencialmente  maleables  son  los  siguientes : 


Por  el  martillo.  Por  el  laminador. 


Plomo. 

Oro. 

Estaño. 

1 JíLtw 

Oro. 

Cobre. 

Zinc. 

Estaño. 

Plata. 

Plomo. 

Cobre. 

Zinc. 

Platino. 

Platino. 

Hierro. 

Hierro. 

CARACTERES  OPTICOS. 

Se  incluyen  en  esta  sección  de  caractéres,  como  se  ha  in- 
dicado en  el  cuadro,  la  «trasparencia,  refracción  simple  y 
doble,  policroismo,  asterismo,  lustre  ó brillo,  color  y fosfo- 
rescencia.» 

TRASPARENCIA. — Se  dice  que  las  sustancias  mine- 
ralógicas son  trasparentes  ó «diáfanas»  cuando  dejan  atra- 
vesar los  rayos  luminosos  al  través  de  toda  su  masa,  y se  ven 
con  claridad  y con  todos  sus  detalles  los  objetos  ó cuerpos 
que  se  colocan  detrás  de  ellas;  los  minerales  trasparentes 
reciben  el  nombre  de  «límpidos»  siá  la  diafanidad  va  unida 
la  falta  completa  de  color,  como  ocurre  en  el  cristal  de  roca 
y espato  de  Islandia;  por  regla  general,  la  limpieza  y la  tras- 
parencia indican  una  gran  pureza  en  el  mineral,  así  como  un 
estado  cristalino  perfecto.  Se  llaman  minerales  «traslucien- 
tes, » aquellos  otros  que  ofrecen  una  trasparencia  incompleta 
y como  nebulosa,  no  siendo  fácil  distinguir  con  claridad  los 
objetos  al  través  de  su  masa;  como  ejemplo  de  cuerpos  tras- 
lucientes pueden  citarse  las  calcedonias,  ágatas  y algunos 
mármoles  cuando  se  les  reduce  á láminas  delgadas.  «Semi- 
traslucientes  ó traslucientes»  simplemente  en  los  bordes,  si 
solo  dejan  pasar  la  luz  en  sus  esquinas  ó cortes,  como  se  ob- 
serva en  los  pedernales  y obsidiana.  Por  último,  se  denomi- 
nan minerales  «opacos,»  cuando  no  dejan  paso  á la  luz  al 
través  de  ninguno  de  los  puntos  de  su  masa;  v.  gr.,  los  me- 
tales, jaspes  y en  general  casi  todos  los  minerales. 

Existen  algunos  cuerpos  que  son  completamente  opacos 
cuando  se  hallan  colocados  en  circunstancias  normales,  pero 
que  se  convierten  en  traslúcidos  y aun  trasparentes  si  se  les 
sumerge  en  el  agua  por  mas  ó menos  tiempo;  tal  es  lo  que 
se  nota  en  la  variedad  de  ópalo  conocida  con  el  nombre  de 
«ópalo  hidrófano,»  la  cual  cuando  está  expuesta  á la  acción 
del  aire  es  opaca,  pero  se  hace  traslúcida  ó trasparente  si  se 
ia  introduce  en  el  agua;  esta  particularidad  es  debida  á que 
contiene  en  su  interior  burbujas  de  aire  que  son  reemplaza- 
das por  su  inmersión  en  el  agua  por  burbujas  de  este  líquido. 

Varias  son  las  causas  que  influyen  de  un  modo  mas  ó 
menos  directo  en  la  trasparencia  ú opacidad  de  los  minera- 
les. Existen  algunos  de  estos  que  pueden  considerarse  en 
absoluto  como  completamente  opacos,  tal  es  lo  que  se  ob- 
serva en  los  metales,  en  el  grafito,  ulla  y antracita,  cuyos 
cuerpos  no  dejan  paso  á los  rayos  luminosos  aun  cuando  se 
les  reduzca  á láminas  muy  delgadas;  pero  hay  otros  que 
siendo  opacos  cuando  ofrecen  algún  espesor,  se  convierten 
en  traslucientes  reducidos  á láminas  delgadas.  Según  la  opi- 
nión de  Necker  de  Saussure,  la  opacidad,  puede  decirse 
incompleta  de  estos  minerales,  depende  de  la  diferente  agre- 
gación que  adquieren  sus  moléculas,  mientras  que  la  com- 
pleta está  relacionada  con  la  composición  de  los  cuerpos.  La 
opacidad,  por  lo  tanto,  puede  ser  resultado  del  espesor  que 
tengan  los  cuerpos,  supuesto  que  muchos  de  estos  que  son 
trasparentes  ó traslucientes  cuando  se  presentan  en  láminas 
delgadas,  se  hacen  opacos  si  ofrecen  bastante  espesor.  Puede 
asimismo  depender  la  opacidad  de  la  estructura  mas  ó me- 
nos irregular  y confusa  que  tengan  las  moléculas  de  los  indi- 
viduos que  se  examinen:  así,  por  ejemplo,  los  que  están  do- 
tados de  estructuras  laminares,  fibrosas,  granudas,  etc.,  son 
opacos  mirados  en  masa,  pero  pueden  ser  traslucientes  ó 
trasparentes  si  se  observan  sus  moléculas  aisladas.  Final- 
mente, las  materias  colorantes,  ya  estén  mezcladas  ó combi- 
nadas, influyen  en  la  mayor  ó menor  opacidad;  así  el  cuarzo 
cristalizado  es  completamente  trasparente,  constituyendo  en 
este  caso  la  variedad  indicada  con  el  nombre  de  «cristal  de 
roca, » pero  el  mismo  cuarzo  se  presenta  trasluciente  y opaco 
respectivamente  en  las  variedades  «amatista  y jacinto  de 


24 


MINERALOGIA 


Compostela,  » de  las  cuales  la  primera  está  teñida  por  el 
óxido  de  manganeso  y la  segunda  por  el  óxido  férrico  an- 
hidro. 

REFRACCION. — Consiste  este  carácter  en  la  separa- 
ción ó desvío  que  sufren  los  rayos  luminosos  cuando  atra- 
viesan las  sustancias  trasparentes;  pero,  no  obstante,  para 
que  este  fenómeno  se  verifique  en  las  sustancias  indicadas, 
es  necesario  que  los  rayos  lumínicos  caigan  de  un  modo 
oblicuo,  porque  los  que  penetran  perpendicularmente  no  ex- 
perimentan separación  alguna. 

REFRACCION  SIMPLE. — Cuando  se  mira  un  objeto 
cualquiera,  ya  sea  al  través  de  una  sustancia  trasparente  que 
no  cristaliza,  tales  como  el  cristal,  vidrio,  agua  11  otro  líqui- 
do, ya  se  presente  cristalizada  en  alguna  de  las  formas  que 
corresponden  al  sistema  cúbico,  el  objeto  indicado  se  verá 
sencillo  y en  el  sitio  que  verdaderamente  tenga,  si  los  rayos 
lumínicos  atraviesan  en  dirección  perpendicular  á la  sustan- 
cia mineralógica;  pero  se  le  observará,  aunque  también  sen- 
cillo, como  desviado  de  su  posición  cuando  los  rayos  siguen 
una  dirección  oblicua:  este  último  fenómeno  recibe  en  la 
ciencia  el  nombre  de  «refracción  sencilla  » Si  el  referido  ob- 
jeto se  mira  al  través  de  un  mineral  que  cristalice  en  cual- 
quiera de  los  sistemas  «romboédrico,  prismático  de  base 
cuadrada,  prismático  rectangular  recto,  prismático  oblicuo 
simétrico  ó prismático  oblicuo  insimétrico,»  se  le  verá  du- 
plicado, á causa  de  que  el  rayo  lumínico  al  penetrar  en  la 
masa  del  mineral  se  divide  en  dos,  experimentando  uno  y 
otro  una  separación  mayor  ó menor:  este  segundo  fenómeno 
constituye  la  llamada  «doble  refracción.» 

La  observación  y la  experiencia  manifiestan  que  cuando 
los  rayos  lumínicos  pasan  de  un  medio  ó de  un  cuerpo  me- 
nos á otro  mas  denso,  se  refractan  aproximándose  á la  per- 
pendicular tirada  en  el  punto  de  inmersión;  y que,  por  el 
contrario,  se  separan  ó se  alejan  de  esta  perpendicular,  cuan- 
do pasan  de  uno  mas  á otro  menos  denso.  Atendiendo  á 
esta  particularidad  se  dividen  los  cuerpos  ó los  minerales  en 
dos  grupos  que  son:  «cuerpos  mas  refringentes  y cuerpos 
menos  refringentes;»  en  el  primero  de  estos  grupos  se  hallan 
comprendidas  todas  las  sustancias  al  través  de  las  cuales  la 
luz  se  aproxima  á la  perpendicular;  y en  el  segundo  aquellas 
otras  en  que  la  luz  se  desvia  de  la  indicada  perpendicular. 

Las  leyes  de  la  refracción  simple  pueden  reducirse  esen- 
cialmente á estas  dos:  i.*  el  rayo  incidente  y el  refractado 
se  hallan  colocados  en  un  mismo  plano,  perpendicular  á la 
superficie  refringente;  2.a,  la  relación  entre  el  seno  del  ángu- 
lo de  incidencia  y el  de  refracción,  cuya  relación  se  denomi- 
na «índice  de  refracción,»  es  constante  para  el  mismo  cuer- 
po, pero  varía  en  sustancias  diversas.  Esta  segunda  ley  pue- 
de proporcionar  al  mineralogista  medios  bastante  buenos 
para  llegar  á reconocer  los  minerales;  no  hay  mas  que  averi- 
guar en  cada  uno  de  ellos  la  relación  que  haya  entre  el  seno 
del  ángulo  de  incidencia  y de  refracción,  determinando  de 
este  modo  el  índice  de  refracción  que  le  corresponde.  Des- 
graciadamente este  medio  solo  tiene  aplicación  en  los  cuer- 
pos químicamente  puros,  porque  en  aquellos  que  no  lo  son, 
por  contener  materias  mezcladas  ó aun  combinadas,  pero 
que  realmente  no  forman  parte  esencial  de  la  especie  mine- 
ralógica, el  rayo  emergente  sufrirá  una  desviación  originada 
por  la  diversa  densidad  que  presenten  las  distintas  sustan- 
cias que  atraviesa. 

REFRACCION  doble.— Ofrecen  la  doble  refracción 
el  espato  de  Islandia  y todas  las  sustancias  mineralógicas 
que  corresponden  por  sus  formas  cristalinas  á cualquiera  de 
los  sistemas,  excepto  el  cúbico.  Este  fenómeno  consiste, 
como  queda  dicho,  en  que  la  luz  al  atravesar  ciertos  cuerpos 
se  divide  en  dos  rayos  refractados,  siguiendo  uno  de  ellos  las 


leyes  de  la  refracción  sencilla,  y obedeciendo  el  otro  á leyes 
especiales,  puesto  que  rara  vez  se  halla  en  el  plano  de  inci- 
dencia, así  como  tampoco  el  seno  del  ángulo  de  incidencia 
está  en  relación  con  el  de  refracción;  de  aquí  nace  el  nombre 
de  «rayo  ordinario»  que  se  da  al  primero,  y de  extraordina- 
rio al  segundo,  así  como  de  «imágen  ordinaria  y extraordi 
naria»  á las  producidas  por  cada  uno  de  estos,  siendo  la  pri- 
mera generalmente  mas  clara  que  la  segunda. 

Hay,  no  obstante,  una  dirección  en  que  el  rayo  lumínico 
no  se  divide,  tal  es  lo  que  sucede  cuando  atraviesa  en  direc- 
ción paralela  «al  eje,»  ó sea  á la  línea  que  une  los  ángulos 
triedros  obtusos  del  citado  espato  de  Islandia;  en  todas  las 
demás  posiciones  ó direcciones  se  presentan  constantemente 
las  imágenes  ordinaria  y extraordinaria.  Existen,  por  último, 
cuerpos  en  que  los  rayos  lumínicos  atraviesan  en  dos  posi- 
ciones ó direcciones  distintas  sin  que  experimenten  la  do- 
ble refracción,  por  lo  que  se  dice  que  estos  cuerpos  pre- 
sentan «dos  ejes,»  no  habiendo  hasta  ahora  ninguna  sustan- 
cia que  tenga  tres. 

Medios  que  se  emplean  para  Observar 
la  DOBLE  REFRACCION.— Se  conocen  tanto  en  física 
como  en  mineralogía  diferentes  procedimientos  para  estu- 
diar este  fenómeno  tan  importante:  uno  de  los  mas  sencillos 
está  reducido,  como  se  ha  dicho,  á mirar  al  través  de  dos 
caras  opuestas  de  un  ejemplar  de  «espato  de  Islandia,»  de 
aragonito,  topacio,  etc.,  una  raya  hecha  en  un  papel  ú otro 
cuerpo  cualquiera,  y dando  al  mismo  tiempo  al  cristal  dis- 
tintas posiciones,  se  verán  desde  luego  dos  rayas  ó dos  imá- 
genes diferentes  que  corresponden  la  una  al  rayo  ordinario  y 
la  otra  al  extraordinario.  Pero  este  medio  de  observación, 
así  como  otros  varios  menos  usados,  tienen  varios  inconve- 
nientes en  la  práctica,  por  cuya  razón  se  prefiere  otro  mas 
sencillo  y que  produce  resultados  mas  precisos  y exactos: 
consiste  este  segundo  procedimiento  en  poner  la  sustancia 
mineralógica,  cuya  refracción  simple  ó doble  se  quiere  exa- 
minar, entre  dos  láminas  de  turmalina  que  han  sido  talladas 
paralelamente  en  el  sentido  de  su  eje  de  cristalización,  colo- 
cándolas al  propio  tiempo  de  modo  que  ambas  se  crucen  ó 
formen  un  ángulo  recto. 

Para  observar  con  todo  detenimiento  losfenómenos  déla  do- 
ble refracción  por  medio  de  las  láminas  indicadas,  se  emplea 
en  física  y mineralogía  el  aparato  conocido  con  el  nombre  de 
«pinzas  de  turmalina;»  compuesto  de  las  citadas  láminas,  las 
cuales  van  engastadas  cada  una  en  discos  metálicos;  dichos 
discos,  que  se  encuentran  taladrados  en  su  parte  media,  están 
armados  en  dos  hilos  ó anillos  de  alambre  que  se  arrolla  so- 
bre sí  mismo  para  constituir  de  esta  manera  un  verdadero 
resorte,  quedando,  mediante  esta  disposición,  aplicada  una 
lámina  á la  otra,  como  se  observa  en  la  figura  ri. 

Poniendo  el  mineral,  que  á su  vez  se  engasta  también  en 
un  disco  de  corcho,  entre  las  dos  láminas  de  turmalina,  y 
haciendo  que  giren  la  una  sobre  la  otra  hasta  conseguir  que 
sus  ejes  sean  perpendiculares  ó bien  se  crucen  en  ángulo  rec- 
to se  observarán  fenómenos  muy  diferentes,  los  cuales  estarán 
en  relación  con  la  diversa  forma  que  tenga  el  mineral.  Así, 
por  ejemplo,  si  el  cuerpo  que  se  estudia  no  se  presenta  cris- 
talizado ú ofrece  una  forma  que  corresponde  al  sistema  cú- 
bico, los  puntos  en  que  se  cruzan  las  láminas  de  turmalina,  y 
cuyos  puntos  naturalmente  son  oscuros,  no  dan  paso  á la  luz; 
pero  estos  se  iluminarán  ó aparecerán  claros,  si  el  mineral 
cristaliza  en  alguno  de  los  otros  cinco  sistemas  enunciados. 

Para  poder  tener  una  idea  clara  y precisa  de  este  fenóme- 
no, es  preciso  saber  que  la  luz  adquiere  una  propiedad  es- 
pecial cuando  se  refleja  bajo  un  ángulo  determinado  en  la 
superficie  pulimentada  y brillante  de  ciertos  cuerpos.  Esta 
particularidad  conocida  con  el  nombre  de  «polarización,»  se 


MINERALOGIA 


explica  en  física  del  modo  siguiente:  si  se  hace  llegar  un 
rayo  lumínico  á la  superficie  de  una  lámina  de  cristal  ó de 
vidrio  que  se  haya  ennegrecido  de  antemano  por  su  cara  in- 
ferior, y cuyo  rayo  lumínico  'caiga  sobre  la  referida  placa 
formando  un  ángulo  de  35o, 25,  este  rayo  en  primer  lu- 
gar se  reflejará  constituyendo  el  ángulo  de  reflexión  igual 
al  de  incidencia,  y en  segundo  sufrirá  una  modificación,  esto 
es,  se  polariza  y parece  como  que  rehúsa  reflejarse  en  otra 
lámina,  siempre  que  el  plano  en  donde  se  ha  de  efectuar  la 
segunda  reflexión  sea  perpendicular  á aquel  en  donde  estén 
el  rayo  reflejado  y el  incidente,  verificándose,  sin  embargo, 
la  segunda  reflexión  en  todas  las  demás  direcciones  ó posi- 
ciones de  la  lámina.  El  rayo  polarizado  es  siempre  constante 
para  una  misma  especie  mineralógica,  pero  varia  como  es 
consiguiente  en  distintos  cuerpos.  Si  la  luz  pasa  á través  de 
minerales  bi-refringentes,  los  dos  rayos  en  que  se  divide  el 
denominado  incidente  tienen  la  particularidad  de  polarizarse 
en  sentido  inverso,  esto  es,  uno  de  ellos  parece  como  que 
rehúsa  atravesar  por  un  punto  dado  del  mineral  bi-refringen- 
te,  al  paso  que  el  otro  atravesará  con  facilidad,  y al  revés, 
cuando  el  primero  atraviese  rehusará  hacerlo  el  segundo. 

Dadas  estas  ideas  generales  de  polarización  que  hemos 
creído  indispensables  para  la  mejor  inteligencia  de  este  fe- 
nómeno, veamos  lo  que  sucede  á los  rayos  lumínicos  cuan- 
do atraviesan  las  láminas  de  turmalina.  Si  una  de  estas  se 
talla  en  el  sentido  paralelo  á su  eje  de  cristalización,  no  deja 
atravesar  mas  que  el  rayo  que  se  halla  polarizado  en  sentido 
inverso;  si  sobre  esta  lámina  se  adapta  otra  paralela  con  ella, 
el  rayo  polarizado  penetrará  por  la  segunda,  pero  no  la  atra- 
vesará si  se  la  coloca  perpendicularmente  á la  primera,  y, 
por  consecuencia,  el  punto  en  que  se  cruzan  las  láminas  que- 
dará oscuro.  Si  ahora  colocamos  un  mineral  cualquiera  entre 
las  láminas  de  turmalina,  y hacemos  girar  una  sobre  otra  hasta 
que  sus  ejes  sean  perpendiculares,  observaremos  desde  lue- 
go fenómenos  muy  diferentes  según  sea  la  cristalización  del 
cuerpo.  Si  este  no  se  presenta  cristalizado  ó lo  hace  en  el 
sistema  cúbico,  los  sitios  en  que  las  láminas  se  cruzan  apa- 
recerán oscuros;  por  el  contrario,  se  iluminarán  si  el  mineral 
cristaliza  en  cualquiera  de  los  otros  cinco  sistemas,  porque 
en  este  caso  el  rayo  lumínico  que  se  modifica  en  la  primera 
lámina  se  divide  en  dos  que  se  polarizan  en  sentido  inverso, 
penetrando  al  menos  uno  de  ellos  por  la  segunda  lámina 
de  turmalina,  ó sea  por  aquella  que  se  aplica  al  sentido  de 
la  vista. 

Se  concibe  desde  luego  que  este  dato  es  de  gran  interés 
al  mineralogista,  supuesto  que  valiéndose  de  él  nunca  con- 
fundirá un  granate  con  un  jacinto,  porque  el  primero  crista- 
liza en  formas  derivadas  del  sistema  cúbico  y el  segundo  en 
cristales  que  corresponden  al  prisma  recto  de  la  base  cua- 
drada; lo  mismo  sucederia  con  los  cristales  del  referido  gra- 
nate y los  rubíes  llamados  orientales,  puesto  que  estos  últi- 
mos se  presentan  cristalizados  en  formas  pertenecientes  al 
sistema  romboédrico.  Desgraciadamente  no  siempre  puede 
afirmarse  de  una  manera  absoluta  que  una  sustancia  mine- 
ralógica corresponde  al  sistema  cúbico  ó á cualquiera  de  los 
otros  cinco  sistemas  porque  dejen  ó no  paso  á la  luz  cuando 
se  les  pone  entre  las  láminas  de  turmalina : el  vidrio,  que  no 
cristaliza,  presenta  las  imágenes  duplicadas  y deja  paso  á la 
luz  colocado  entre  las  láminas  de  turmalina,  cuando  se  le 
hace  cambiar  de  densidad  por  medio  de  la  presión  ó el  tem- 
ple; la  sal  común,  diamante,  espato  flúor,  boracita  y otros 
cuerpos  que  cristalizan  en  formas  derivadas  del  sistema  cú- 
bico ofrecen  también  la  misma  particularidad  en  varios  ejem- 
plares, es  decir,  que  al  través  de  sus  caras  se  nota  la  refrac- 
ción. Según  Biot,  esta  anomalía  no  se  halla  en  los  cristales 
homogéneos,  sino  únicamente  en  aquellos  que  constan  de 
Tomo  IX 


una  estructura  compuesta  de  diversas  láminas,  las  cuales  in- 
fluyen sobre  la  luz  de  un  modo  distinto  que  cuando  las  mo- 
léculas tienen  una  posición  normal;  sin  embargo,  esta  opinión 
que  puede  muy  bien  admitirse  bajo  el  punto  de  vista  teóri- 
co, no  tiene  aplicación  en  la  práctica,  supuesto  que  el  mine- 
ralogista al  encontrarse  con  una  sustancia  que  presenta  la 
doble  refracción,  dudará  si  corresponde  al  sistema  cúbico  ó 
á cualquiera  de  los  otros  cinco  sistemas. 

Con  objeto  de  vencer  estos  inconvenientes  y salvar  todas 
las  dificultades  que  pueden  resultar  en  la  práctica,  los  mine- 
ralogistas actuales  se  atienen  siempre  para  saber  si  un  cuer- 
po cristaliza  en  el  sistema  cúbico  ó en  alguno  de  los  otros, 
á las  denominadas  «líneas  neutras  ó ejes  ópticos,»  llamados 
también  por  algunos,  aunque  con  impropiedad,  «ejes  de  do- 
ble refracción.»  Los  minerales  de  doble  refracción  no  pre- 
sentan este  fenómeno  en  todas  sus  direcciones,  habiendo 
una  ó dos  de  estas  en  que  solo  se  observa  la  simple  refrac- 
ción; estas  posiciones,  como  se  ha  indicado,  reciben  el  nom- 
bre de  «ejes  ópticos  ó líneas  neutras.»  Los  minerales  que 
cristalizan  en  el  «sistema  romboédrico  ó en  el  prismático  de 
base  cuadrada,»  esto  es,  aquellos  cristales  que  constan  de  un 
eje  principal  al  cual  se  hallan  subordinadas  todas  las  demás 
partes,  y ofrecen  al  propio  tiempo  caras  simétricas  que  dis- 
tan igualmente  de  este  eje,  no  ofrecen  mas  que  un  eje  ópti- 
co que  se  confunde  con  el  eje  del  cristal ; los  cristales  cor- 
respondientes al  «sistema  prismático  romboidal  recto,  pris- 
mático oblicuo  simétrico  y prismático  oblicuo  insimétrico» 
tienen  dos  ejes  ó dos  lineas  neutras,  cuyos  ejes,  aunque  obli- 
cuos, están  dispuestos  de  tal  manera  que  una  línea  media 
que  dividiera  en  dos  partes  iguales  el  ángulo  que  resulta  for- 
mado por  estos  ejes,  se  confundirá  con  uno  de  los  ejes  cris- 
talinos del  prisma. 

Resúmen  de  las  leyes  de  doble  refrac- 
ción.— Pueden  reducirse  á las  cuatro  siguientes: 

i.3  Los  cuerpos  que  no  cristalizan  ó que  lo  hacen  en  el 
sistema  cúbico  no  presentan  mas  que  la  refracción  simple; 
se  conocen,  no  obstante,  algunos  cristalizados  en  este  siste- 
ma que  unas  veces  ofrecen  la  refracción  sencilla  y otras  la 
doble,  cuya  anomalía  no  solo  se  nota  en  los  individuos,  sino 
también  en  las  mismas  partes  de  estos. 

2. a  Los  cuerpos  que  cristalizan  en  formas  derivadas  de 
los  otros  cinco  sistemas  están  dotados  de  la  doble  refracción. 

3. a  Los  que  cristalizan  en  el  sistema  romboédrico  y pris- 
mático de  base  cuadrada  presentan  un  eje  de  doble  refrac- 
ción que  se  confunde  con  el  eje  del  cristal;  sin  embargo,  la 
apofilita  tiene  algunas  veces  en  un  mismo  individuo  uno  ó 
dos  ejes. 

4*a  Los  cristales  que  pertenecen  al  sistema  prismático  rom- 
boidal ó rectangular  recto,  prismático  romboidal  oblicuo  si- 
métrico y prismático  oblicuo  insimétrico  ofrecen  dos  ejes 
ópticos  ó dos  líneas  neutras. 

Importancia  de  estas  leyes  en  la  prác- 
tica.— Los  minerales  dotados  de  un  eje  óptico  ó de  una 
línea  neutra  presentan,  por  lo  común,  colocados  entre  las 
láminas  de  turmalina,  una  serie  de  anillos  circulares,  colo- 
reados y atravesados  por  dos  fajas  ó una  cruz  negra,  cuyas 
fajas  haciendo  de  diámetro  tienen  la  particularidad  de  en- 
sancharse en  los  extremos  á la  manera  de  unos  pinceles; 
sin  embargo,  en  el  cuarzo  que  cristaliza  en  prismas  exagona- 
les derivados  del  sistema  romboédrico,  apenas  se  observan 
las  bandas,  siendo  ligeramente  azuladas  en  una  lámina  del- 
gada y desapareciendo  casi  en  totalidad  en  otra  que  tenga 
algún  espesor;  la  especie  mineralógica  denominada  «apofi- 
lita» del  Tirol  presenta  alternativamente  anillos  blancos  y 
negros,  por  cuyo  carácter  la  llaman  también  «leucolicita  ó 
leucomelanita.»  Los  minerales  dotados  de  dos  ejes  presen- 


4 


2Ó 


MINERALOGIA 


tan  también  colocados  entre  las  láminas  de  turmalina,  ani- 
llos coloreados,  pero  elípticos  en  vez  de  circulares,  estando 
atravesados  solamente  por  una  linea  negra  que  se  ensancha 
en  uno  > otro  extremo  en  forma  de  pincel;  no  obstante,  la 
ca  iza  prismática  ó aragonito  y algunas  otras  sustancias,  que 
correspon  en  por  su  cristalización  al  prisma  romboidal  rec- 
to, prismático  oblicuo  simétrico  ó insimétrico,  pueden  ofre- 
cer am  os  circulares  sin  mas  que  tallar  sus  láminas  en  direc- 
ción perpendicular  á uno  de  los  ejes  de  doble  refracción. 

APLICACION  DE  ESTOS  HECHOS.  — Como  queda 
consignado,  se  saca  un  gran  partido  de  este  carácter  para 
i erenciar  varias  especies  que  suelen  confundirse  por  su  as- 
pecto exterior;  así,  por  ejemplo,  los  granates  y rubíes  orien- 
ta es  se  distinguen  entre  sí  porque  la  primera  de  estas  dos 
especies  puesta  entre  las  láminas  de  turmalina  no  da  indi- 
cios de  doble  refracción,  mientras  que  se  manifiesta  esta 
circunstancia  en  la  segunda;  por  «te  mismo  procedimiento 
se  separan  los  cristales  prismáticos  de  la  caliza  de  los  del 
aragonito,  puesto  que  los  primeros,  no  teniendo  mas  que  un 
eje  óptico,  presentarán  colocado»  entre  las  láminas  de  tur- 
malina una  serie  de  anillos  circulares  atravesados  por  dos 
bandas,  mientras  que  los  segundos  ofrecerán  anillos  elípticos 
con  una  sola  banda;  Biot,  atendiendo  al  carácter  déla  doble 
refracción,  ha  dividido  la  especie  mica  en  dos  grupos,  uno 
constituido  con  la  que  ofrece  un  eje  óptico,  y otro  con  la 
que  tiene  dos.  Como  ejemplos  comunes  de  minerales  que 
presentan  un  eje  óptico  pueden  citarse  el  cristal  de  roca,  es- 
pato de  Islán dia,  turmalina,  esmeralda,  esparraguina  ó sea 
la  fosforita  cristalizada,  el  zafiro,  jacinto  y algunos  otros  me- 
nos importantes;  en  los  de  dos  ejes  se  cuentan  la  baritina, 
celestina,  yeso,  topacio,  adularía,  albita,  azufre,  peridoto  y 
otros  muchos.  y¡(g 

Este  carácter,  cuya  importancia  no  puede  menos  de  reco- 
nocerse en  el  estudio  de  los  minerales,  ofrece,  sin  embargo, 
el  inconveniente  del  mismo  modo  que  la  forma,  de  ser  apli- 
cable únicamente  á los  minerales  cristalizados  y que  reúnan 
ademas  la  circunstancia  de  ser  diáfanos  ó trasparentes,  y 
susceptibles  de  reducirse  á láminas  delgadas  para  que  pue- 
an  colocarse  entre  las  láminas  de  turmalina.  Se  concibe, 
por  lo  tanto,  que  con  estas  condiciones,  el  exámen  de  la  do- 
lé refracción,  relacionado  con  la  forma  regular,  así  como 
esta  con  la  composición  química,  será  de  un  gran  recurso 
paia  el  mineralogista  que  quiera  distinguir  especies  mas  ó 
menos  afines  ó semejantes. 

LOISMO  Y POLICROIsmo. — Se  designa  con  el 
nombre  de  dicroismo,  la  propiedad  que  tienen  algunos  mi- 
nerales trasparentes  de  presentar  dos  colores  distintos  cuando 
se  les  pone  entre  el  sentido  de  la  vista  y la  luz,  y según  la 
dirección  en  que  los  rayos  luminosos  atraviesan  al  mineral. 
Este  fenómeno,  propio,  como  se  ha  dicho,  de  ciertas  sus- 
tancias, depende  de  la  disposición  que  afectan  las  partículas 
colorantes  del  cuerpo  y de  un  efecto  de  polarización  de  la 
uz,  e cual  está  relacionado  con  la  forma  cristalina;  así,  por 
ejemplo,  los  minerales  del  sistema  cúbico,  en  los  cuales  la 
uz  no  se  polariza,  no  ofrecen  mas  que  un  solo  color,  por  lo 
que  se  denominan  unicroitas;  en  los  que  cristalizan  en  el 
sistema  romboédrico  ó prismático  de  base  cuadrada  se  notan 
dos  colores  diferentes,  apareciendo  uno  de  ellos  cuando  los 
rayos  luminosos  atraviesan  paralelamente  el  eje  del  cristal, 
en  cuyo  caso  no  hay  luz  polarizada,  y el  otro  cuando  atra- 
viesan en  dirección  perpendicular  ú otra  cualquiera  el  mismo 
eje,  resultando  entonces  una  mezcla  de  luz  ordinaria  y de 
luz  polarizada.  Se  observo  este  fenómeno  por  primera  vez 
en  el  mineral  llamado  cordierita  (silicato  de  alúmina  y de 
magnesia);  si  se  mira  este  especie  en  dirección  del  eje  ofre- 
ce una  tinta  azul  violada,  siendo  de  un  gris  amarillento  ó de 


un  pardo  verdoso  en  sentido  perpendicular.  Algunas  varie- 
dades de  turmalina  aparecen  negras  y opacas  cuando  se  las 
observa  paralelamente  al  eje  de  cristalización,  ofreciendo, 
por  el  contrario,  un  color  rojo,  verde  ó pardo  si  se  miran 
los  prismas  de  esta  especie  en  dirección  trasversal.  Los  mine- 
rales citados  y otros  varios  se  conocen  con  el  nombre  de  di- 
croitas;  por  último,  se  llaman  policroitas  aquellos  que  pre- 
sentan tres  colores  diversos,  correspondiendo  estos  cuerpos 
por  su  cristalización  al  sistema  romboidal  recto,  prismático 
romboidal  oblicuo  simétrico  y prismático  oblicuo  insimé- 
trico. 

Existen  algunos  minerales  que  tienen  también  la  particu- 
laridad de  presentar  dos  colores  distintos  según  que  se  les 
mire  por  reflexión  ó por  refracción;  así,  por  ejemplo,  algunos 
individuos  de  espato  flúor  ( Ca  F1 ),  son  dicroitas  ofreciendo 
por  refracción  un  color  verde  y azul  violado  por  reflexión. 
Esta  especie  de  dicroismo  no  debe  confundirse  con  la  citada 
anteriormente,  porque  su  origen  es  otro  muy  distinto  del 
que  se  observa  en  minerales  del  sistema  romboédrico  ó pris- 
mático de  base  cuadrada. 

Asterismo. — Particularidad  que  tienen  algunas  espe- 
cies minerales  de  ofrecer  una  estrella  mas  ó menos  clara  y 
compuesta  de  varios  radios,  cuando  se  les  somete  á la  acción 
de  una  luz  intensa.  Se  observa  este  fenómeno,  no  solo  por 
reflexión,  como  se  había  creído,  sino  por  refracción  en  cier- 
tos cuerpos  de  estructura  estriada  ó fibrosa,  estando  el  nú- 
mero de  radios  en  relación  con  el  de  estrías  ó de  fibras  que 
se  cruzan:  pero  es  necesario  que  los  cristales  se  tallen  en  ca- 
bujón y en  dirección  normal  á su  eje.  El  zafiro,  que  ofrece 
tres  series  de  estrías  paralelas  á las  diagonales  de  la  base  del 
pirsma  exagonal,  da  una  estrella  de  seis  rayos,  cuyo  carácter 
se  nota  también  en  la  variedad  que  procede  de  la  China  aun 
después  de  haber  sido  tallada  y pulimentada  en  la  superficie, 
la  cual  es  la  misma  que  la  interior  ( i ).  Este  fenómeno  se 
produce  en  el  zafiro  á causa  de  su  estructura,  puesto  que  si 
se  da  una  sección  perpendicular  al  eje  del  prisma  exagonal, 
se  verán  series  de  estrías  que  por  su  cruzamiento  forman  án- 
gulos equiláteros:  esta  particularidad  se  nota  también  en  un 
cristal  de  esmeralda:  la  vesubiana  ó idocrasa  presenta  estrías 
rectangulares,  produciendo  por  consecuencia,  una  estrella 
de  cuatro  radios;  en  un  prisma  de  baritina  ó espato  pesado 
hay  dos  series  de  estrías  que  se  cruzan  en  dirección  oblicua, 
resultando  una  estrella  de  cuatro  radios  cruzados  bajo  ángulos 
determinados.  Las  sustancias  que,  por  lo  común,  presentan 
el  asterismo  además  de  las  citadas  son : ciertas  variedades  de 
granates,  el  yeso,  el  carbonato  de  cal  fibroso,  cuarzo  fibroso 
y cuarzo  llamado  ojo  de  gato,  aunque  en  realidad  los  fenó- 
menos que  se  observan  en  estos  cuerpos  se  hallan  mas  bien 
relacionados  con  el  color  que  con  el  asterismo. 

Por  último,  si  se  mira  una  luz  al  través  de  ciertas  especies 
trasparentes,  se  observa  un  círculo  luminoso  que  pasando 
por  la  llama  sirve  de  punto  de  mira:  este  fenómeno,  desig- 
nado con  el  nombre  de  círculo  parhélico,  se  produce  siem- 
pre que  las  estrías  sean  paralelas  al  eje,  cuyas  estrías  están 
determinadas  por  las  aristas  de  los  prismas  ó caras  que  for- 
man el  cristal;  los  círculos  parhélicos  no  solo  se  notan  en 
minerales  cristalizados,  sino  en  aquellos  otros  que  ofrecen 
una  estructura  fibrosa  irregular.  Si  las  fibras  son  regulares, 
paralelas  y se  tallan  las  placas  del  mineral  en  sentido  per- 
pendicular á la  dirección  de  estas  fibras,  se  observa  en  este 
caso,  no  círculos  parhélicos,  sino  una  corona  alrededor  de  la 
luz  que  sirve  de  punto  de  mira. 

Brillo  Ó lustre. — Efecto  ó impresión  que  causan 

(i)  No  todas  las  variedades  de  zafiro  presentan  el  asterismo;  este  fe- 
nómeno puede  decirse  que  únicamente  se  observa  en  los  ejemplares  de 
un  azul  oscuro  ó de  un  blanco  nebuloso. 


MINERALOGIA 


I 


27 


en  el  órgano  de  la  vista  los  rayos  de  luz  reflejados  en  la  su- 
perficie de  los  cuerpos.  Al  examinar  esta  propiedad  hay  ne- 
cesidad de  distinguir  dos  efectos  completamente  diferentes, 
los  cuales  pueden  verse  aislados  <5  unidos:  estos  dos  efectos 
son:  primero,  el  que  resulta  de  la  reflexión  directa  de  los  ra- 
yos lumínicos,  la  cual  depende  del  grado  de  pulimento  y de 
la  diversa  estructura  del  cuerpo;  el  segundo  es  debido  á la 
acción  que  el  mismo  mineral  ejerce  sobre  los  rayos  que  pe- 
netran en  la  primera  capa;  el  segundo  efecto  puede  desde 
luego  aislarse  del  primero  sin  mas  que  poner  el  cuerpo  de 
manera  que  la  luz  reflejada  con  toda  regularidad  no  llegue  á 
herir  directamente  al  ojo.  Así,  por  ejemplo,  en  el  diamante 
y en  ciertos  cristales  ó ejemplares  fibrosos  de  plomo  blanco 
se  observa  que  por  un  lado  ofrecen  los  fenómenos  de  la  re- 
flexión directa  y por  el  otro  un  lustre  particular  que  no  es 
fácil  definir;  este  brillo  se  denomina  diamantino  ó acerado. 

Para  estudiar  el  brillo  ó lustre  con  toda  exactitud,  es  ne- 
cesario hacerlo  en  la  superficie  fresca  ó reciente  que  se  ob- 
tiene por  medio  de  la  fractura,  porque  la  que  está  expuesta 
por  mas  ó menos  tiempo  á la  acción  del  aire  experimenta 
alteraciones  notables  que  motivan  dudas  y aun  errores. 

Las  sustancias  mineralógicas  ofrecen  diversas  especies  de 
brillo  ó lustre  que  se  aprecian,  á semejanza  del  color,  sabor 
y otros  caractéres,  por  comparación  con  objetos  ó cuerpos 
conocidos  y comunes ; los  mas  frecuentes  son  los  siguientes: 
vitreo,  metálico,  sedoso,  nacarado,  resinoso,  craso,  metaloi- 
deo  ó semimetálico,  lapídeo,  terroso  y diamantino;  presen- 
tan lustre  vitreo  el  cristal  de  roca,  espato  de  Islandia,  topa- 
cio, esmeralda,  granate  y casi  todas  las  piedras  denominadas 
preciosas,  cuyo  lustre  es  idéntico  al  del  cristal  comun;*metá- 
lico,  se  observa  en  la  plata,  platino,  pirita  cobriza,  pirita  de 
hierro  y en  general  en  los  metales  nativos  y en  muchas  de 
sus  combinaciones,  las  cuales  tienen  un  aspecto  idéntico  al 
de  los  metales  comunes;  sedoso,  le  ofrecen  todas  aquellas 
sustancias  que  constan  de  una  estructura  fibrosa  unida  á un 
lustre  nacarado,  como  se  ve  en  ciertas  variedades  de  yeso, 
caliza,  amianto,  malaquita,  azurita  y otras  especies;  nacara- 
do, parece  ser  resultado  de  la  estructura  pizarrosa,  puesto 
que  se  observa  especialmente  en  los  minerales  que  son  sus- 
ceptibles de  una  división  mecánica;  se  ve,  por  lo  común,  en 
las  bases  de  los  prismas,  en  las  caras  que  sustituyen  los  án- 
gulos sólidos  de  los  romboedros  aun  cuando  los  minerales 
no  se  exfolien  en  el  sentido  indicado;  tal  es  lo  que  se  nota 
en  el  carbonato  de  cal  y de  magnesia  ó sea  la  dolomía,  en 
el  zafiro,  estilbita,  apofilita,  zeolita,  etc.;  el  brillo  resinoso  es 
propio  del  ópalo,  granate  colofonita,  succino,  y de  los  mine- 
rales conocidos  con  el  nombre  de  resinas  fósiles;  el  lustre 
craso  puede  ser  ú oleoso  ó céreo;  en  el  primer  caso,  parece 
como  si  un  mineral  vitreo  hubiera  sido  frotado  ó untado  con 
una  sustancia  aceitosa;  ejemplo,  el  cuarzo  craso  y la  eleolita; 
en  el  segundo,  ó cuando  presentan  lustre  céreo,  el  mineral 
tiene  una  estructura  mas  compacta  y aspecto  de  cera,  como 
se  ve  en  la  calcedonia  ó sílice  anhidra  no  cristalizada;  el 
brillo  metaloidéo  es  propio  de  ciertos  minerales  incluidos  en 
la  clase  de  las  piedras,  pero  que,  no  obstante,  presentan  un 
aspecto  algún  tanto  metálico;  tal  es  lo  que  sucede  con  el 
mineral  llamado  mica,  que  recibe  este  nombre  porque  ofrece 
un  brillo  parecido  al  de  las  sustancias  metálicas;  el  lustre 
lapídeo  se  encuentra  en  las  piedras  comunes,  como  de  ello 
ofrecen  buen  ejemplo  los  mármoles,  los  jaspes,  las  varieda- 
des compactas  de  yeso,  baritina,  feldespato  y en  general  to- 
das las  sustancias  mas  ó menos  compactas  que  se  hallan 
comprendidas  en  la  clase  de  las  piedras;  brillo  terroso,  pala- 
bra que  se  emplea  algunas  veces  para  designar  un  aspecto 
mas  ó menos  empañado  ó mate;  finalmente,  como  se  ha  di- 
cho, existe  el  brillo  diamantino  propio  del  diamante,  de 


ciertas  variedades  de  corindón,  de  carbonato  de  plomo  y de 
algunos  otros  cuerpos. 

El  carácter  del  lustre,  que  desde  luego  tiene  bastante  inte- 
res para  diferenciar  varios  metales,  algunos  óxidos  y sulfuros 
metálicos,  ofrece  poca  utilidad  en  el  estudio  de  las  piedras 
particularmente  dichas,  puesto  que  es  variable  en  individuos 
pertenecientes  á una  misma  especie:  sirve  en  muy  raros  ca- 
sos para  distinguir  algunos  cuerpos  que  á primera  vista  se 
contunden,  como,  por  ejemplo,  el  diamante  y ciertas  varie- 
dades de  zafiro. 

COLORES. — Fenómeno  óptico  resultado  de  la  modifi- 
cación que  experimentan  los  rayos  lumínicos  en  la  superficie 
de  los  minerales;  en  realidad,  el  carácter  del  color  se  concibe 
y se  comprende  mejor  que  se  define.  En  los  minerales  que 
tienen  color,  es  preciso  distinguir  el  que  es  propio  ó inhe- 
rente de  ellos,  de  aquel  otro  que  procede  de  la  unión  de  este 
con  el  de  alguna  materia  que  se  halle  mezclada  ó combinada, 
cuya  materia  contribuye  á modificar  el  color  peculiar  del 
mineral  ó á comunicarle  otro  que  no  tenga  relación  con  él; 
por  ejemplo,  el  cuarzo  cristalizado,  cuando  es  completamente 
puro  se  presenta  incoloro,  teniendo,  por  el  contrario,  un  co- 
lor morado,  amarillo,  rojo  intenso,  etc.,  según  contenga  res- 
pectivamente óxido  de  manganeso,  óxido  férrico  hidratado 
ú óxido  férrico  anhidro ; otro  tanto  se  observa  en  la  sal  co- 
mún, sustancia  que  es  incolora  cuando  pura,  pero  que  puede 
ofrecer  un  color  rojo,  amarillo,  azul,  etc.,  según  las  diversas 
materias  que  tenga  mezcladas;  de  aquí  la  necesidad  de  divi- 
dir los  colores  de  los  minerales  en  dos  grupos  que  son:  i.° 
colores  propios,  2/  colores  accidentales,  á los  que  hay  que 
agregar  otro  grupo  conocido  con  el  nombre  de  colores  mo- 
vibles. 

Llámanse  colores  propios  los  que  son  inherentes  ó depen- 
den exclusivamente  de  la  naturaleza  y composición  química 
de  los  cuerpos;  accidentales  los  que  son  resultado  de  mate- 
rias extrañas  á su  verdadera  composición,  los  cuales  pueden 
estar  en  estado  de  mezcla  ó de  combinación.  Ofrecen,  por 
lo  común,  colores  propios  los  cuerpos  metálicos,  sus  óxidos 
y sulfuros;  así,  por  ejemplo,  el  cobre  tiene  un  color  rojo 
particular,  la  plata  le  ofrece  blanco,  el  oro  amarillo,  el  óxido 
de  cobre  ó ziguelina,  rojo  de  cochinilla,  el  cinabrio  ó sulfuro 
de  mercurio,  rojo;  la  pirita  cobriza  ó sulfuro  de  cobre  y 
hierro,  amarillo  de  yema  de  huevo;  la  pirita  de  hierro  ó sul- 
iuro  de  este  metal,  amarillo  de  bronce.  Los  minerales  sim- 
ples ó de  composición  química  poco  complicada  presentan 
también  colores  propios : v.  gr.  el  grafito,  antracita  y ulla  son 
de  un  color  gris  negruzco  ó negro,  así  como  el  azufre  es  de 
un  amarillo  de  limón.  En  general,  puede  decirse  que  todos 
los  cuerpos  cuando  se  hallan  en  su  estado  normal  ofrecen  un 
color  propio  y peculiar,  siendo  en  este  caso  incoloros  todos 
los  minerales  incluidos  en  la  clase  tierras  y piedras  de  Wer- 
ner.  Los  colores  propios  son  constantes  en  aquellos  minera- 
les que  los  poseen,  variando  solamente  en  su  intensidad 
según  que  el  cuerpo  se  halle  en  masas  de  algún  espesor,  en 
láminas  delgadas  ó en  estado  pulverulento;  teniendo  presente 
la  circunstancia  indicada,  se  vale  el  mineralogista  en  muchos 
casos  de  este  carácter  para  distinguir  especies  mas  ó menos 
afines,  que  cuando  se  presentan  en  masas  es  fácil  confundir- 
las, pero  que  se  separan  tan  luego  como  se  las  raya  ó se  las 
reduce  á polvo ; de  este  modo  se  distinguen  ciertas  varieda- 
des de  hierro  oligisto  y de  limonita  que  presentan  color  gris 
negruzco;  el  polvo  de  las  primeras  es  rojizo,  mientras  que  el 
de  las  segundas  es  siempre  amarillento;  de  la  misma  manera 
se  diferencian  el  grafito  y la  molibdenita,  puesto  que  esta 
produce  sobre  la  porcelana  una  raya  ó traza  verdosa,  mien- 
tras que  aquel  la  da  de  color  gris;  por  último,  se  distinguen 
por  este  medio  algunas  variedades  de  galena  y de  blenda; 


28 


MINERALOGIA 


pues  si  se  rayan  unas  y otras  por  una  navaja  ó punta  de 
acero,  las  correspondientes  á la  blenda  presentarán  un  polvo 
de  color  mas  claro  que  la  masa  del  mineral,  carácter  que  no 
se  verá  en  la  galena. 

Colores  accidentales. — Se  comprende  desde 
luego  que  esta  especie  de  colores  no  tendrán  en  manera 
alguna  la  importancia  que  los  propios,  porque  dependiendo 
de  la  mezcla  o combinación  con  otras  materias,  y siendo 
varias  las  que  pueden  estar  unidas  al  mineral,  claro  está  que 
los  colores  debidos  á estas  circunstancias  han  de  ser  suscep- 
tibles de  grandes  cambios  y modificaciones.  Aquellos  que 
resultan  de  la  mezcla  ó interposición  de  ciertas  sustancias, 
generalmente  se  deben  á que  la  especie  mineralógica  en  el 
momento  de  cristalizar  arrastró  moléculas  de  otro  cuerpo 
que  la  da  color  si  aquella  carecía  de  él,  ó bien  hace  cambiar 
el  primitivo  de  intensidad,  ó se  forma  otro  nuevo  en  virtud 
de  la  combinación  de  los  dos  colores;  esto  es,  del  que  es 
propio  del  mineral  en  unión  con  el  de  la  materia  colorante 
que  se  interpone.  Las  moléculas  arrastradas  ó mezcladas 
pueden  estar  diseminadas  de  tal  manera  por  la  masa  del 
cuerpo  que  le  comuniquen  completamente  el  color  propio 
de  ellas,  ó,  por  el  contrario,  encontrarse  en  tan  corta  canti- 
dad, que  únicamente  aparezca  como  simples  puntos  mas  ó 
menos  brillantes.  Tanto  en  uno  como  en  otro  caso  se  consi- 
gue averiguar  fácilmente  algunas  veces  si  el  color  del  cuerpo 
es  accidental  ó propio;  no  hay  mas  que  tratarle  por  el  agua 
ú otro  líquido,  y si  el  cuerpo  es  soluble  é insoluble  la  materia 
que  le  comunica  el  color,  se  precipitará  esta  al  tiempo  de 
verificarse  la  disolución;  en  otras  ocasiones  basta  calentar  el 
cuerpo  para  que  desaparezcan  ó se  volatilicen  las  sustancias 
colorantes;  pero  si  estas  se  hallan  muy  repartidas  y se  encuen- 
tran en  grande  cantidad  y el  cuerpo  es  insoluble  en  el  agua 
ú otros  líquidos,  no  es  fácil  averiguar  si  los  colores  son  pro- 
pios ó accidentales,  siendo  preciso  recurrir  en  último  térmi- 
no á las  reacciones  químicas.  Los  colores  accidentales  que 
resultan  de  verdaderas  combinaciones  químicas  son  también 
bastante  1 recuentes,  pero  no  tan  fáciles  de  estudiar  como  los 
citados  anteriormente,  habiendo  necesidad  en  todos  los  casos 
para  reconocerlos  de  valerse  de  las  operaciones  químicas; 
se  ven  estos  colores  en  la  esmeralda,  cuarzo  amatista,  berilo, 
rubíes  y otras  piedras  finas. 

Algunos  mineralogistas  dividen  los  colores  accidentales  en 
dos  categorías:  «i.a  colores  accidentales  característicos; 
2.a  colores  puramente  accidentales;»  los  primeros  se  encuen- 
tran por  lo  general  en  las  piedras;  no  son  realmente  propios 
de  la  especie,  dependiendo  mas  bien  de  una  circunstancia 
molecular,  y mas  comunmente  de  un  cuerpo  metálico  ó 
combustible  que  se  mezcla  con  las  moléculas  del  mineral, 
cuyo  cuerpo,  sin  ser  en  realidad  esencial  en  la  composición 
atómica  de  la  especie,  entra  en  proporciones  fijas  y deter- 
minadas; en  este  caso,  el  color  del  mineral  es  constante,  en 
tanto  que  el  principio  ó cuerpo  metálico  no  sea  sustituido 
por  otro  isomorfo  con  él  y susceptible  de  comunicar  una 
coloración  distinta.  Los  colores,  que  hemos  llamado  carac- 
terísticos, son  de  hecho  mas  importantes  que  los  meramente 
accidentales;  sirven  en  muchos  casos  para  distinguir  ciertas 
subespecies  de  minerales;  así,  por  ejemplo,  esta  particulari- 
dad es  suficiente  para  establecer  un  carácter  diferencial  entre 
los  granates  rojo,  negro  y verde,  así  como  en  los  anfiboles 
negro,  verde  y aujito. 

Los  colores  simplemente  accidentales  resultan  también  de 
la  interposición  de  un  cuerpo  metálico;  pero  este  principio, 
por  lo  común,  se  encuentra  en  el  mineral  en  tan  pequeña 
cantidad  que  no  se  toma  en  cuenta  en  la  fórmula  química; 
dichos  colores  son  variables  en  individuos  de  la  misma  espe- 
cie, desapareciendo  casi  en  totalidad  si  el  mineral  se  reduce 


á polvo.  Como  hemos  indicado,  ofrecen  ejemplo  de  estos 
colores  casi  todas  las  piedras  finas. 

Se  admiten  además  los  colores  designados  con  el  nombre 
de  «movibles;»  estos  unas  veces  dependen  de  la  diversa 
colocación  molecular;  otras  de  alteraciones  mas  ó menos 
profundas,  ya  sea  en  la  superficie  ó en  el  interior  de  los 
cuerpos,  y algunas  de  una  modificación  química.  Los  mas 
notables  de  los  colores  movibles  son:  los  conocidos  con  el 
nombre  de  «irisantes,»  ó sea  la  «irisación»  que  se  observa  en 
muchos  minerales.  Nadie  ignora  que  la  luz  blanca  al  atrave- 
sar por  láminas  muy  delgadas  de  muchos  cuerpos  experi- 
menta una  verdadera  descomposición,  originando  de  esta 
manera  bandas  ó zonas  de  diferente  color;  á esta  particula- 
ridad se  refieren  en  general  la  mayor  parte  de  los  colores 
irisantes  que  se  notan,  como  se  ha  dicho,  en  la  superficie  ó 
interior  de  muchas  especies  minerales.  En  varios  ejemplares 
la  lámina  en  la  que  la  luz  se  descompone,  está  reducida  á 
una  ligera  película  de  una  materia  extraña,  que  cubre  la  su- 
perficie del  mineral,  siendo  resultado  la  mayor  parte  de  las 
veces  de  una  alteración  física  ó química,  operada  en  la  su- 
perficie del  cuerpo.  Si  la  irisación  es  resultado  de  la  causa 
indicada,  el  fenómeno  desaparece  tan  luego  como  se  lava  ó 
rompe  el  mineral;  esto  es  lo  que  se  observa  en  ciertos  ejem- 
plares de  hierro  oligisto,  hematites  parda,  carbón  de  piedra 
y otros;  los  fenómenos  de  irisación  son  mas  permanentes 
cuando  dependen  esencialmente  de  la  estructura  de  los  cuer- 
pos. En  muchos  minerales  las  irisaciones  se  notan  no  en  la 
superficie,  sino  en  el  interior,  siendo  debidas  en  este  caso  á 
hendiduras  ó mas  bien  á resquebrajamientos,  como  se  ve 
en  el  yeso,  caliza,  cuarzo,  etc. 

La  irisación  en  varios  minerales  consiste  en  una  serie  de 
anillos  coloreados,  denominados  «anillos»  de  Newton,  cuya 
disposición  y aspecto  pueden  cambiarse  en  el  yeso,  como 
cuerpo  esencialmente  exfoliable,  sin  mas  que  comprimir  las 
láminas  de  que  está  constituido.  El  cobre  abigarrado  ó cobre 
piritoso  (Cu  S.  -f-Fe  S.)  presenta  también  colores  irisantes, 
los  cuales,  según  la  opinión  de  la  mayor  parte  de  los  físicos 
y mineralogistas,  son  debidos  á una  verdadera  descomposi- 
ción. Por  último,  ciertos  ejemplares  de  ópalo  presentan  co- 
lores especiales,  que  á causa  de  su  variedad  y riqueza  hacen 
que  esta  piedra  sea  tan  estimada  en  la  joyería.  Algunos  mi- 
neralogistas, y entre  ellos  Haiiy,  suponen  que  las  irisaciones 
del  ópalo  resultan  de  ciertas  hendiduras  accidentales  que 
existen  en  la  piedra;  pero  para  aceptar  esta  opinión,  seria 
preciso  que  las  citadas  hendiduras  se  encontraran  repartidas 
en  toda  la  masa  del  mineral,  puesto  que  cada  uno  de  los 
pequeños  fragmentos  en  que  puede  dividirse  el  ópalo  por 
medio  de  la  fractura  ofrecen  colores  sumamente  variados. 
Alguna  variedad  de  dicho  cuerpo  presenta  reflejos  mas  ó 
menos  vivos  y de  un  color  amarillo  de  oro  ó de  un  blanco 
lechoso,  siendo  denominada  en  este  caso  «ópalo  girasol.» 

Hay  además  ciertos  cuerpos  que  parece  que  tienen  en  su 
interior  una  raya,  mancha  ó faja,  la  cual  cambia  de  sitio  y 
flota  según  se  mueve  el  cuerpo;  tal  es  lo  que  se  nota  en  el 
ópalo  girasol  citado  anteriormente,  en  el  mineral  llamado 
piedra  de  Luna,  en  la  cimofana  y en  la  variedad  de  cuarzo 
denominada  ojo  de  gato;  este  fenómeno  constituye  el  «cam- 
bio de  colores  ó cambiante.» 

Es  preciso  distinguir  tanto  en  los  colores  propios  como 
en  los  accidentales  las  particularidades  siguientes:  «i.a  la 
especie;  2/  la  intensidad;  3.a  el  dibujo.»  La  especie  se  de- 
signa con  los  nombres  de  blanco,  negro,  añil,  violado,  azul, 
verde,  amarillo,  rojo  y anaranjado,  ó bien  agregando  otra 
palabra  de  comparación,  como  rojo  de  cochinilla,  amarillo 
de  paja,  blanco  de  plata,  verde  de  montaña,  azul  celeste,  etc. 
La  intensidad  se  manifiesta,  expresando  si  son  los  colores 


MINERALOGIA 


29 


bajos,  subidos,  claros,  etc.  El  dibujo,  que  mas  bien  se  refiere 
á los  colores  accidentales  que  á los  propios,  se  expresa  por 
medio  de  palabras  ó epítetos  que  den  una  idea  mas  ó menos 
exacta  de  él;  así,  por  ejemplo,  si  los  minerales  ofrecen  rayas, 
venas,  manchas,  zonas,  listas,  bandas,  etc.,  se  dice  que  son 
rayados,  venosos,  zonados,  listados,  manchados,  anubarra- 
dos, etc.  Muchas  de  estas  disposiciones  diferentemente 
coloreadas  han  sido  originadas  por  depósitos  graduales  y 
sucesivos;  tal  es  lo  que  se  observa  en  las  variedades  de  ágata 
denominadas  «ónices,  zonares  y listadas;»  la  disposición  rui- 
niforme  que  presentan  los  «mármoles  ruiniformes  de  Floren- 
cia,» es  debida  á la  acción  de  gases  ácidos  procedentes  del 
interior  del  globo. 

Los  colores  propios  son  los  únicos  que  ofrecen  algún  inte- 
rés en  el  estudio  de  los  minerales;  sirven  para  diferenciar 
varios  metales,  sus  óxidos  y sulfuros,  puesto  que,  por  lo  ge- 
neral, se  hallan  dotados  de  esta  clase  de  colores;  pero  aun 
estos  mismos  suelen  ser  tan  idénticos  en  muchos  de  ellos, 
que  llevados  solo  de  esta  propiedad  se  involucrarían  en  una 
misma  especie  minerales  que  distan  extraordinariamente 
respecto  de  los  demás  caractéres. 

Fosforescencia.  — Particularidad  que  tienen  algu- 
nas sustancias  mineralógicas  de  producir  (ya  sea  por  el  frote, 
percusión,  compresión,  elevación  de  temperatura  ó exposi- 
ción á los  rayos  solares)  en  la  oscuridad  una  luz  ó ráfagas 
mas  ó menos  luminosas.  Se  conocen  varios  minerales  que 
basta  rozarlos  ligeramente  con  las  barbas  de  una  pluma  para 
que  produzcan  esta  clase  de  fenómeno,  v.  gr.  la  blenda  la- 
minar; el  cuarzo,  pedernales  y ciertos  mármoles  no  son  fos- 
forescentes sino  por  la  percusión  ó choque,  ó bien  frotando 
dos  ejemplares  uno  con  otro;  la  variedad  de  espato  flúor, 
llamada  «clorofana,»  produce  ráfagas  luminosas  en  la  oscu- 
ridad á la  temperatura  del  verano,  ó sea  á unos  30  ó 35 '; 
mientras  que  las  demás  variedades  del  indicado  espato  flúor 
solo  son  fosforescentes  á temperaturas  bastante  elevadas. 
Por  lo  general,  los  minerales  fosforescentes  no  producen  rá- 
fagas luminosas  sino  por  un  calor  intenso;  en  este  caso  se 
encuentra  la  «variedad  compacta  de  fosforita,»  que  se  halla 
en  Logrosan,  Montanchez  y otros  pueblos  de  la  provincia  de 
Cáceres. 

Las  ráfagas  luminosas  que  se  observan  en  la  clorofana 
son  de  color  blanco  azulado,  al  paso  que  las  de  la  fos- 
forita ofrecen  colores  amarillo-verdosos;  el  diamante  puli- 
mentado tiene  la  particularidad  de  producir  ráfagas  luminosas 
en  la  oscuridad  cuando  se  encuentra  sometido  por  algún 
tiempo  á la  acción  de  los  rayos  solares.  Se  observa,  además, 
que  las  variedades  minerales  que  fosforescen  con  facilidad 
ofrecen,  por  lo  general,  ráfagas  verdosas,  mientras  que  pre- 
sentan tintas  mas  variadas  aquellas  que  desarrollan  el  fenó- 
meno á temperaturas  bastante  elevadas.  Conviene  tener  pre- 
sente que  la  fosforescencia  que  se  desarrolla  por  la  acción 
del  calor,  es  independiente  de  aquella  que  resulta  de  las 
acciones  puramente  mecánicas,  supuesto  que  hay  minerales 
que  pierden  la  propiedad  fosforescente  cuando  se  les  ha  su- 
jetado á temperaturas  muy  elevadas,  y la  desarrollan,  no 
obstante,  por  medio  de  la  frotación  ó la  percusión. 

Varias  son  las  causas  que  contribuyen  á que  ciertas  sus- 
tancias desarrollen  ei  fenómeno  de  la  fosforescencia,  influ- 
yendo desde  luego  y de  una  manera  notable  el  estado  de  la 
superficie;  asi,  se  observa,  que  hay  varios  cristales  que  no 
producen  fosforescencia  en  su  estado  natural,  mientras  que 
la  desarrollan  cuando  se  despulimentan  sus  caras;  por  el 
contrario,  los  diamantes  naturales  expuestos  á la  acción  de 
los  rayos  solares  no  son  fosforescentes,  pero  presentan  este 
lenómeno  tan  luego  como  han  sido  tallados  y pulimentados. 
Si  se  tienen  en  cuenta  estas  circunstancias  y la  manera  cómo 


se  desarrolla  la  fosforescencia,  debiera  este  carácter  ser  in- 
cluido entre  los  fenómenos  eléctricos. 

De  lo  dicho  puede  deducirse  que  la  fosforescencia  es  pro- 
piedad poco  importante,  supuesto  que  variedades  correspon- 
dientes á una  misma  especie  mineral  producen  unas  ráfagas 
luminosas  y otras  no;  así,  por  ejemplo,  las  variedades  com- 
pactas de  la  fosforita  de  Extremadura  fosforescen  echadas  en 
las  ascuas  y producen  ráfagas  amarillento  verdosas,  al  paso 
que  las  cristalizadas  que  se  encuentran  en  Jumilla  (Murcia) 
carecen  de  esta  propiedad. 

CARACTÉRES  ELECTRO-MAGNÉTICOS 

Todas  las  especies  minerales  son  susceptibles  de  desarro- 
llar la  electricidad,  ya  sea  por  frotamiento,  presión,  percu- 
sión, contacto,  elevación  de  temperatura  y acciones  químicas; 
pero,  se  designa  especialmente  con  el  nombre  de  minerales 
eléctricos,  á todos  aquellos  que  adquieren  este  carácter  sin 
necesidad  de  que  se  encuentren  aislados.  Se  conocen  cuer- 
pos que  conservan  por  mas  ó menos  tiempo  las  virtudes 
eléctricas,  mientras  que  hay  otros  que  no  las  adquieren  sino 
cuando  se  les  ha  aislado;  de  aquí  la  división  de  «cuerpos  no 
conductores  ó idio-eléctricos»  y de  «conductores  ó aneléc- 
tricos;» en  el  primer  grupo  figuran  el  azufre,  succino  ó ám- 
bar amarillo,  y en  general  las  resinas  y betunes;  en  el  segun- 
do se  cuentan  las  sustancias  metálicas. 

La  mayor  ó menor  trasparencia,  la  forma  cristalina,  el  pu- 
limento y el  lustre  influyen  esencialmente  en  la  especie  de 
electricidad  que  manifiesta  la  sustancia  mineralógica;  así  se 
nota- que  los  cuerpos  diáfanos  ó trasparentes  y brillantes 
adquieren  la  electricidad  vitrea  ó positiva,  al  paso  que  des- 
arrollan la  negativa  ó resinosa  si  se  les  trasforma  ó convierte 
en  opacos  y mates.  Sucede  además  que  dos  cristales  perte- 
necientes á una  misma  especie,  ó que  presentan  la  misma 
naturaleza  y composición  química,  pueden  desarrollar  el  uno 
la  electricidad  vitrea  ó positiva  y el  otro  la  resinosa  ó nega- 
tiva; esta  circunstancia  se  observa  en  el  mineral  llamado 
«disthena»  (de^A,  dos,  sthenos , fuerza),  cuya  especie  des- 
arrolla en  una  de  sus  caras  la  electricidad  positiva,  y en  la 
opuesta  la  negativa. 

Los  minerales  idio-eléctricos  ó no  conductores,  unos  ad- 
quieren las  virtudes  eléctricas  con  suma  facilidad  y la  con- 
servan por  bastante  tiempo,  mientras  que  hay  otros  que 
tardan  en  desarrollarla  y la  pierden  muy  pronto;  en  el  pri- 
mer caso  se  encuentran  el  espato  de  Islandia  y el  topacio,  los 
cuales  desarrollan  la  electricidad  por  una  simple  presión  ó 
aumento  de  temperatura,  adquiriendo,  sin  embargo,  el  pri- 
mero la  electricidad  vitrea  y el  segundo  la  negativa;  en  el 
segundo  caso  se  hallan  el  diamante  y cuarzo,  cuyas  especies 
desarrollan  la  electricidad  positiva  por  medio  del  frote,  pero 
la  pierden  á poco  de  haberla  adquirido. 

La  turmalina,  el  citado  topacio  y cuarzo,  la  baritina,  cala- 
mina, axinita,  rutilo  y otras  varias  especies  adquieren  propie- 
dades eléctricas  por  la  acción  del  calor,  presentando  al  pro- 
pio tiempo  dos  polos  diferentes ; en  uno  de  los  extremos  del 
cristal  aparece  la  electricidad  positiva  y en  el  otro  la  negati- 
va, cuya  diferencia  guarda  relación  con  la  forma  cristalina, 
por  cuanto  la  extremidad  positiva  ofrece  caras  de  distinta 
naturaleza  que  la  negativa. 

POLARIZACION  ELÉCTRICA  DE  LA  TURMA- 
LINA, TOPACIO,  AXINITA,  ETC.— Esta  clase  de  po- 
larización fué  estudiada  por  Haüy  en  la  turmalina,  cuyo  mi- 
neralogista dedujo  algunas  consecuencias  erróneas  de  las 
observaciones  que  hizo  sobre  este  mineral;  mas  tarde  fué 
estudiado  este  fenómeno  por  Mr.  Becquerell,  el  cual,  en  vir- 
tud de  las  observaciones  y experimentos  hechos  en  el  mine- 


3° 

MINERALOGIA 

ral  citado  y en  algunos  otros,  ha  deducido  los  principios  si- 
guientes : 1 1 

S ?Ue  la,eleCtrÍCidad  P°lar  se  desarrolla  á temperaturas 
exentes,  relacionadas  con  las  distintas  especies  mineraló- 
gicas  y siendo  casi  constantes  en  cada  una  de  ellas. 

Que  la  energía  ó intensidad  eléctrica  es  mayor,  cuanto 
mas  elevada  es  la  temperatura. 

3 Que  desaparece  todo  indicio  de  electricidad  en  el  mo- 
mento  en  que  la  temperatura  permanece  estacionaria. 

4*  Que  si  la  temperatura  empieza  á disminuir,  vuelve  á 
aparecer  la  electricidad  polar,  pero  en  sentido  inverso,  esto 
es  que  el  polo  positivo  se  trasforma  en  negativo  y al  revés. 

Los  fenómenos  eléctricos  que  resultan  de  la  acción  del 
calor  son  desde  luego  mas  constantes  que  los  producidos  por 
la  presión,  frote,  percusión,  contacto,  etc. 


Experimentos 


de 


pncW  ^7!  í r-  RlESS  y de  Gustavo 
KOSE.  — Las  observaciones  llevadas  á cabo  por  Becquerell 

han  manifestado  las  particularidades  eléctricas  con  relación 
. caob  p,ero  nada  indican  respecto  de  la  posición  de  los 
ejes  y de  los  polos  eléctricos.  Los  autores  citados  han  estu- 
diado esta  cuestión  bajo  los  dos  puntos  siguientes:  «i  • po- 
sición de  los  polos  y de  los  ejes  eléctricos;  2.'  naturaleza  de 
la  electricidad  desarrollada  en  los  polos.j» 

En  los  minerales  que  Haüy  estudió  bajo  el  punto  de  vista 
de  la  electricidad  polar,  los  ejes  piro-eléctricos  coinciden  ó 
se  confunden  con  los  ejes  de  cristalización.  Pero,  según 
Riess  y Rose,  existen  otras  sustancias,  tales  como  la  turma- 
lina, topacio  calamina,  baritina,  cuarzo,  rutilo,  axinita,  bora- 
cita,  etc.,  en  las  cuales  pueden  dividirse  los  polos  en  tres 
secciones:  <¡  i.1  sustancias  ó cristales  de  polos  terminales; 

machos  ejes  eléctricos;  3.»  de  polos  centrales.»  Los 
cristales  de  polos  terminales  se  presentan  en  prismas  ó fibras 
mas  o menos  gruesas,  libres  ó unidas,  en  cuyos  extremos  se 
hallan  o se  desarrollan  los  polos  eléctricos;  en  este  caso  no 
no  hay  mas  que  un  eje  eléctrico  que  se  confunde  con  el  eje 
fu  mT  cristalización;  tal  es  lo  que  se  observa  en  la 
¿I™  ’ C T/na  y escolecita-  La  axinita  presenta  dos 

Sfm  1 1C0S  d,fenn,teS  de  l0S  ejeS  de  cdstalizacion;  el  pri- 
nrrlwa  T8®  ****&>  lateral  del  lado  derecho  del 
fn  e XPe  agado  6 Prlsma  oblicuo  insimétrico,  y termina 

ZÍ^V  T CerCa  dd  ángU'°  •«*»  culminante;  el 

posición  semejante  en  el  sitio  opuesto 

del  cristal  r S°S  °S  6JeS  n,°  Se  cruzan  en  la  parte  media 
hf  arfi  Se  ,"0ta  en  05  ejes  cristalinos.  Existen  en  la 

los  ángulos  P°  °S  e dctr'c0s’  ocbo  que  corresponden  á 
ció  e"  el  centr°  de  Ias  caras.  El  topa- 

cen  nolnsPr  hr‘ f*  (s!llCat?  de  aldrmna  >’  cal  hidratado)  ofre- 
c a ^n  im  " a S;  ‘a  Pf,mera  de  estas  especies,  que  crista- 
n prisma  romboidal  recto,  por  medio  del  calor 

cTdtntm  ^-V05  PUnt°S  d£  SU  6je  PrÍndpal  una  clectri 
c dad  contraria  a la  que  se  desarrolla  en  las  diferentes  aristas 

obtusas  del  prisma,  mientras  que  en  las  agudt  Tse  lioU 

s'lZaenfZ0  h eleCtrÍddadi  el  "dsmo  fenómeno  se  ob- 
topacicf  P ehemta’  cuya  cristalización  es  idéntica  á la  del 

Según  lo  indicado  en  el  cuarto  principio  de  Becouerell 

fc  tóTr  la  temPeratura  disminuye  vuelve  á apareced 
a electricidad  polar  en  sentido  inverso,  pero  no  se  averigua 

h,.  T lef  de  la  electricidad  que  se  produce;  Riess  y Rose 
an  demostrado  que  esta  es  constantemente  la  misma  en  un 
mismo  polo  de  una  sustancia  determinada;  asi,  por  ejem- 

P°’-ri"  P°°  ° Un  extremo  del  mineral  que  adquiere  la  elec- 
tricidad  vitrea  o positiva  por  la  acción  del  calor,  tomará  la 

e0a  iva  por  enfriamiento,  estando  por  lo  tanto  relacionada 

?dad  COnelgénero  de  temperatura,  puesto  que 
do  esta  aumenta  el  polo  será  positivo,  y cuando  dismi- 


nuye se  convertirá  en  negativo;  por  esta  razón  se  le  denomi- 
na «polo  análogo,»  mientras  que  se  llama  «antílogo»  aquel 
otro  que  es  negativo  si  la  temperatura  aumenta,  y positivo 
cuando  esta  disminuye. 

PROCEDIMIENTOS  Ó APARATOS  QUE  SE  EM- 
PLEAN EN  MINERALOGÍA  PARA  OBSERVAR  LA 
ELECTRICIDAD. — Para  averiguar  si  un  mineral  está  do- 
tado de  la  electricidad  positiva  ó negativa  se  emplean  los 
aparatos  designados  con  el  nombre  de  electróscopos  y elec- 
trómetros, cuya  descripción  y manejo  corresponde  mas  bien 
á una  obra  de  física  que  de  mineralogía.  El  electróscopo 
generalmente  empleado  por  los  mineralogistas  es  el  de  es- 
pato de  Islandia:  consiste  este  aparato  en  una  barra  ó aguja 
metálica  que  lleva  en  uno  de  sus  extremos  un  prisma  bien 
terminado  y homogéneo  de  espato  de  Islandia;  en  su  parte 
media  se  halla  provista  de  una  lámina  metálica  ó de  otra 
sustancia  resistente  que  se  coloca  ó se  apoya  sobre  un  eje 
al  rededor  del  cual  gira,  sirviéndole  al  propio  de  apoyo  ó 
sustentáculo.  Para  operar  con  este  aparato,  basta  comprimir 
entre  los  dedos  el  cristal  de  espato  de  Islandia,  el  cual, 
como  se  ha  dicho,  desarrollará  la  electricidad  vitrea  ó posi- 
tiva; inmediatamente  después  se  acerca  el  cuerpo  cuyo  gé- 
nero de  electricidad  se  quiere  determinar,  sometiéndole,  sin 
embargo,  antes  á la  presión,  elevación  de  temperatura,  fro- 
tamiento, etc.,  para  desarrollar  en  él  virtudes  eléctricas;  en 
este  caso  si  el  cuerpo  en  cuestión  está  dotado  de  electrici- 
dad negativa  atraerá  al  espato  de  Islandia,  mientras  que  le 
rechazará  si  su  electricidad  -es  positiva. 

La  electricidad  es  carácter  de  escasa  importancia,  puesto 
que  solo  en  determinados  casos  y auxiliada  de  otros  carac- 
téres  sirve  para  reconocimiento  de  algunas  especies. 

MAGNETISMO. — Se  da  este  nombre  á la  particularidad 
que  tienen  algunas  sustancias  de  ejercer  una  acción  directa 
sobre  la  aguja  magnética  ó vice-versa.  El  magnetismo  se 
observa  en  muy  pocas  especies,  pudiendo  decirse  que  es 
una  propiedad  exclusiva  del  hierro,  de  varios  de  sus  com- 
puestos y de  alguna  que  otra  sustancia  metálica.  Los  verda- 
deros metales  magnéticos  son,  por  el  orden  en  que  van 
expuestos,  los  siguientes:  hierro,  níquel,  cobalto,  cerio,  man- 
ganeso, cromo,  molibdeno  y lantano. 

Las  sustancias  que  realmente  ejercen  acción  sobre  la  agu- 
ja magnética  son  las  siguientes: 


Sustancias  metálicas 


Hierro  nativo  y aerolitos 
Imán  natural. 

Negrina  (Titanato  de  hierro). 
Leberquisa  (Sulfuro  de  hierro). 
Hierro  digisto:  (algunas  varie- 
dades). 

Minerales  de  platino  (ídem). 
Sílico-aluminatos  de  hierro  (id.). 


Sustancias  pétreas 

Aujito. 

Hornblenda. 
Granates  (algunos). 
Hiperstena. 

Micas  (algunas). 


A esta  lista  pueden  agregarse  ciertas  rocas  que  ofrecen 
el  magnetismo  en  mayor  ó menor  grado;  tales  son , entre 
otras,  el  basalto,  dolerita,  traquita,  algunas  serpentinas,  pór- 
fidos negros,  etc. 

Los  minerales  magnéticos  obran  sobre  la  aguja  magnéti- 
ca de  dos  maneras  diferentes:  en  una,  ejercen  simplemente 
atracción  sobre  uno  y otro  polo  ó extremo  de  la  aguja:  en  la 
otra,  la  atraen  por  uno  de  sus  extremos  y la  repelen  por  el 
otro;  este  último  fenómeno,  que  se  conoce  con  el  nombre 
de  «magnetismo  polar  ó activo,»  le  presentan  el  «hierro 
magnético  ó imán  natural,»  la  «pirita  magnética,»  que  como 
hemos  dicho  es  sulfuro  de  hierro,  aunque  con  distinta  com- 


MINERALOGIA 


31 


posición  molecular  que  la  pirita  amarilla,  los  aerolitos  y la 
«nigrina.» 

Por  medio  de  la  aguja  magnética  puede  sospecharse  si  un 
mineral  contiene  níquel,  cromo,  cobalto  ó cerio,  puesto  que, 
como  se  ha  dicho,  estos  cuerpos  ejercen  también  una  acción 
mas  ó menos  directa  sobre  dicho  aparato;  el  manganeso  es 
susceptible  de  desarrollar  propiedades  magnéticas  á la  tem- 
peratura de  25  <5  20  grados  bajo  cero;  finalmente,  algunas 
especies  de  hierro  que  no  son  magnéticas  en  su  estado  ordi- 
nario, adquieren  esta  particularidad  por  la  acción  del  calor; 
v.  gr.,  la  «pirita  amarilla»  (sulfuro  de  hierro)  y la  «limonita 
ó hematites  parda»  (óxido  de  hierro  hidratado). 

CARACTERES  ORGANOLEPTICOS 

Se  incluyen  en  este  grupo  los  caractéres  ó particularida- 
des que  se  aprecian  por  medio  del  sentido  del  «olfato,»  del 
«gusto,  tacto  y oido.» 

OLOR. — Impresión  que  producen  en  el  sentido  del  olfa- 
to las  partículas  que  se  desprenden  de  ciertas  sustancias  mi- 
neralógicas, y que  son  trasmitidas  á este  órgano  por  medio 
del  aire.  Los  olores,  á semejaza  de  los  colores,  pueden  ser 
de  dos  clases;  «propios  y accidentales:»  los  primeros  depen- 
den exclusivamente  de  la  naturaleza  del  mineral;  los  segun- 
dos son  debidos  á las  materias  ó sustancias  que  se  encuen- 
tran mezcladas  ó interpuestas  en  la  masa  del  mismo 
mineral. 

Unos  y otros  se  desarrollan  mediante  el  «frote  ó la  per- 
cusión, la  elevación  de  temperatura  y la  combustión;»  se 
conocen,  sin  embargo,  algunos  que  ofrecen  un  olor  propio 
sin  necesidad  de  recurrir  á estos  procedimientos;  tal  es  lo 
que  se  observa  en  la  nafta,  petróleo,  ácido  sulfuroso,  hidró- 
geno sulfurado  ó gas  de  los  huevos  podridos  y ácido  hidro- 
clórico.  Desarrollan  olor  propio  por  medio  del  frotamiento 
el  succino  ó ámbar  amarillo,  azufre,  cobre  y estaño;  el  cuar- 
zo, pedernal  y otras  varias  sustancias  silíceas  presentan  un 
olor  propio  especial  mediante  la  percusión;  lo  mismo  se 
nota  en  la  pirita  de  hierro  que  produce  por  la  acción  del 
eslabón  un  olor  característico;  los  sulfuros,  arseniuros  y 
seleniuros  ofrecen  también  olores  propios  por  la  combustión 
ó elevación  de  temperatura  y en  contacto  del  oxígeno  del 
aire;  así,  por  ejemplo,  los  primeros  producen  un  olor  sulfu- 
roso ó de  pajuela,  si  se  les  quema  en  contacto  del  aire;  los 
arseniuros,  el  mismo  arsénico  y en  general  los  cuerpos  en 
que  entre  este  cuerpo,  desarrollan  por  la  combustión,  un  olor 
particular  que  recuerda  el  olor  de  los  ajos;  los  seleniuros  y 
demás  compuestos  de  selenio  ofrecen  también  por  medio  de 
la  combustión  un  olor  de  rábano  ó de  berza  podrida;  el 
succino  ó ámbar  amarillo  arde  exhalando  un  olor  aromático 
agradable,  asi  como  la  mayor  parte  de  los  betunes  y aun 
algunos  carbones  desprenden  olor  bituminoso  ó empireumá- 
tico. 

Los  olores  accidentales,  como  se  ha  dicho,  dependen  de 
las  diversas  sustancias  extrañas  que  los  minerales  contienen 
entre  sus  poros;  estos  olores,  lo  mismo  que  los  propios,  pue- 
den desprenderse  inmediatamente  ó bien  por  la  elevación 
de  la  temperatura,  percusión,  etc.;  tal  es  lo  que  sucede  en 
ciertos  ejemplares  que  contienen  cloro,  petróleo  ó ma- 
terias bituminosas.  Las  variedades  de  caliza,  denominadas 
mármoles  negros,  desarrollan  por  la  frotación  ó percusión  un 
ligero  olor  bituminoso,  mientras  que  le  producen  de  hidró- 
geno sulfurado  ó de  huevos  podridos,  las  llamadas  «calizas 
fétidas  ó hepáticas;»  las  primeras  contienen  en  su  interior 
materias  bituminosas  y las  segundas  ácido  hidrosulfúrico; 
algunas  maderas  halladas  en  las  célebres  minas  de  sal  común 
de  Wieliczka  (Polonia)  exhalan  un  olor  muy  pronunciado  de 


trufas,  cuyo  olor  le  pierden  á poco  tiempo  de  haber  sido 
extraídas;  otros  minerales  desprenden,  cuando  se  les  quema, 
un  olor  amoniacal  debido  á ciertas  materias  orgánicas  que 
contienen  en  su  interior.  Por  último,  existen  algunas  sustan- 
cias mas  ó menos  terrosas  que,  mediante  la  insuflación  ó 
echándolas  el  aliento,  producen  un  olor  particular  y análogo 
al  de  la  tierra  mojada;  en  este  caso  se  encuentran  las  arci- 
llas, las  margas  arcillosas,  ocres  y otras  diversas  especies. 

Los  olores,  salvas  ligeras  excepciones,  no  pueden  servir 
para  el  reconocimiento  de  las  sustancias  mineralógicas;  por 
otra  parte,  este  carácter  se  halla  relacionado  mas  bien  con 
las  propiedades  químicas  que  con  las  físicas,  correspondien- 
do, por  lo  tanto,  su  estudio  á las  primeras  mejor  que  á las 
segundas. 

SABOR.  — Este  carácter  en  realidad  es  químico  mas  bien 
que  físico : consiste  en  la  sensación  que  en  el  sentido  del 
gusto  producen  algunas  sustancias  solubles  en  el  agua  y por 
consiguiente  en  la  saliva;  de  aquí  que,  según  los  cuerpos 
estén  ó no  dotados  de  esta  particularidad,  se  llamarán  «sá- 
pidos ó insípidos.»  Los  primeros  se  distinguen  comparando 
su  sabor  con  el  de  sustancias  conocidas  y comunes;  así,  se 
dice  sabor  agrio,  al  que  presenta  el  ácido  sulfúrico  ó aceite 
de  vitriolo ; picante,  al  de  la  sal  de  amoniaco  ó cloruro  amó- 
nico; sabor  salado  y fresco,  al  de  la  sal  común  ó cloruro  de 
sodio;  amargo,  al  de  la  sal  de  Calatayud  ó epsomita;  sabor 
de  tinta,  al  del  alumbre  del  comercio;  metálico  ó esencial- 
mente estíptico,  al  que  ofrecen  el  sulfato  de  cobre  y de  hier- 
ro, conocidos  respectivamente  con  los  nombres  de  vitriolo 
azul  y de  vitriolo  verde;  fresco  y algo  picante,  al  del  nitro; 
dulce,  al  del  borato  de  sosa. 

El  carácter  del  sabor,  á semejanza  de  los  olores,  salvo  en 
las  especies  mineralógicas  citadas  y alguna  otra,  no  tiene  im- 
portancia para  distinguir  y reconocer  los  minerales. 

Untuosidad  y crasitud.— Propiedad  que  pre- 
sentan algunas  especies  minerales  de  producir  en  el  sentido 
del  tacto  una  sensación  análoga  á la  que  causa  un  cuerpo 
jabonoso  ó craso  cuando  se  le  frota  ó comprime  entre  las 
manos.  Esta  particularidad  puede  depender  unas  veces  de 
la  naturaleza  ó composición  química  de  la  sustancia  minera- 
lógica, y otras  de  la  estructura  que  esta  presenta.  Los  cuer- 
pos constituidos  ó que  tienen  por  base  la  magnesia  ú óxido 
de  magnesio  son,  por  lo  común,  untuosos  al  tacto;  como,  por 
ejemplo,  el  «talco,  esteatita,  pagodita,  serpentina  y magne- 
sita;» aquellos  otros  cuya  estructura  es  escamosa  ó terro- 
sa presentan  también  este  carácter  en  mayor  ó menor  gra- 
do, v.  gr.,  el  «grafito  ó lápiz  plomo,  la  molibdenita  ó sulfuro 
de  molibdeno,  la  creta  ó caliza  terrosa,  el  kaolín  ó tierra  de 
porcelana»  y algunos  otros  menos  importantes.  Son,  por  el 
contrario,  ásperos  aquellos  ejemplares  ó variedades  que  tie- 
nen estructuras  laminar,  granuda  ó porosa;  tal  es  lo  que  se 
nota  en  los  «granitos,  piedra  pómez,  traquitas.»  Los  mine- 
rales fibrosos,  de  fibras  cortas,  vitreas  y poco  agregadas,  pro- 
ducen también  una  sensación  de  aspereza  en  el  sentido  del 
tacto;  esta  impresión  es  debida  á que  las  fibras  por  la  presión 
de  los  dedos  se  rompen  con  facilidad  en  agujas  pequeñas, 
las  cuales  reduciéndose  á un  polvo  áspero  y penetrando  en 
el  interior  de  la  piel  producen  la  sensación  indicada.  Entre 
los  minerales  suaves  y ásperos  pueden  colocarse  aquellos 
otros  que  ofrecen  una  impresión  de  sequedad  cuando  se  les 
toca;  esta  particularidad  se  atribuye  á la  absorción  de  la  hu- 
medad que  existe  constantemente  en  la  mano  á consecuen- 
cia de  la  traspiración  insensible. 

Frialdad. — Sensación  de  frió  que  producen  algunas 
sustancias  en  el  sentido  del  tacto.  Puede  decirse  que  casi 
todos  los  minerales  son  fríos  al  tacto;  sin  embargo,  los  cuer- 
pos combustibles,  ó mejor  dicho,  los  minerales  de  origen 


32 


MINERALOGIA 


orgánico,  como  el  lignito,  succino  y otros  ofrecen  el  fenóme- 
no opuesto.  La  mayor  ó menor  frialdad  que  producen  los 
cuerpos  depende  esencialmente  de  la  densidad  relativa,  de 
su  buena  conductibilidad  calorífica,  de  la  dureza  y del  esta- 
do de  la  superficie.  Por  medio  de  este  carácter  se  distinguen 
el  cuarzo  cristalizado  ó en  masas  cristalinas  del  vidrio,  pues- 
to que  la  primera  de  estas  sustancias  produce  sobre  la  mano 
ó la  mejilla  una  sensación  de  frió  mayor  que  la  del  segundo; 
se  diferencian  también  por  este  carácter  las  piedras  ó pro- 
ductos artificiales  que  imitan  mas  ó menos  bien  á ciertos 
minerales;  así,  por  ejemplo,  se  distinguen  desde  luego  todos 
los  objetos  de  mármol  ó de  jaspe  de  aquellos  otros  que  sean 
de  estuco,  porque  la  sensación  de  frió  que  causan  los  prime- 
ros es  siempre  mayor  que  la  del  segundo.  Existen  algunos 
cuerpos  que  en  vez  de  producir  frialdad,  ofrecen,  por  el  con- 
trario, una  impresión  de  calor  mas  ó menos  intensa,  la  cual 
reconoce  por  causa  las  diversas  combinaciones  ó reacciones 
químicas  que  se  operan  en  los  indicados  cuerpos,  siendo,  por 
consecuencia,  un  efecto  químico,  y por  lo  tanto  pertenecien- 
te á los  caracteres  de  este  nombre. 

Se  comprende  fácilmente  que  el  carácter  de  la  frialdad  no 
puede  usarse  sino  en  cuerpos  que  se  diferencien  mucho 
entre  sí  bajo  esta  propiedad,  porque  es  muy  difícil  apreciar 
los  diferentes  grados  que  existen  entre  unas  y otras. 

IMPRESION  DE  PESO  Ó PESANTEZ  — La  sensa- 
ción de  peso  ó la  mayor  ó menor  presión  que  los  minerales 
ejercen  en  la  mano  se  considera  también  como  un  carácter 
organoléptico.  Por  este  medio  se  separan  la  mayor  parte  de 
los  minerales  pétreos  de  los  metálicos,  porque  en  general  los 
primeros  nunca  producen  una  presión  tan  considerable  como 
los  segundos.  Wemer.  teniendo  en  cuenta  esta  circunstancia, 
dividió  los  minerales  en  cinco  grupos,  como  se  ve  en  el 
cuadro  siguiente: 


Nombres. 


Muy  ligeros.  . 
Ligeros.  . . 

Poco  pesados. 
Pesados.  . . 
Muy  pesados. 


Peso  especifico. 
Inferior  á i.  . 
de  i á 2.  . . 

de  2 á 4.  . . 

de  4 á 67  ./  J 
de  6 á 22. 


Ejemplos. 


* • • 


l Nafta,  petróleo,  piedra 
' | pómez. 

¡Succino,  carbón  de 
piedra. 

j Caliza,  fosforita,  ara- 
* ( gonito. 

\ Baritina,  jacinto,  piri- 
' í ta  de  hierro. 
[Platino,  oro,  cina- 
' ( brio. 


Por  regla  general,  los  minerales  de  origen  orgánico  son 
muy  ligeros  ó ligeros;  las  piedras  poco  pesadas;  y los  metales 
y sus  compuestos  muy  pesados. 

Apegamiento  á la  lengua. — Hay  algunas  sus- 
tancias mineralógicas  que  presentan  la  particularidad  de 
adherirse  ó pegarse  á la  lengua  ó á los  labios,  hasta  el  punto 
de  dejar  en  estos  órganos  cuando  se  separan  de  ellos  parte 
de  su  masa.  Dicha  propiedad  depende  de  la  acción  pura- 
mente capilar  que  algunos  cuerpos  porosos  y térreos  ejercen 
sobre  la  humedad  que  existe  en  la  lengua  ó en  los  labios.  Pue- 
de decirse  que  el  apegamiento  á la  lengua  es  propio  de  todas 
las  sustancias  «arcillosas,»  de  los  «ocres»  ó minerales  de 
hierro  que  contengan  arcillas,  de  la  «magnesita»  y de  algu- 
nos otros  menos  comunes. 

SONORIDAD. — En  realidad  este  carácter  carece  en 
absoluto  de  importancia  en  el  estudio  de  las  especies  mine- 
rales, teniendo  aplicación  únicamente  en  las  rocas,  y sobre 
todo  en  la  denominada  «fonolita,»  palabra  tomada  de  otras 
dos  griegas  (fonos , sonido,  Utos,  piedra),  esto  es,  piedra  so- 
nora, por  el  sonido  particular  que  produce  por  medio  del 
martillo. 


CARACTERES  QUIMICOS 

Se  comprenden  en  esta  sección  de  caracteres  todas  aque- 
llas propiedades  que  se  relacionan  con  la  naturaleza  ó com- 
posición química  de  los  cuerpos,  así  como  las  diversas 
reacciones  ó acciones  moleculares  que  se  verifican  al  ponerse 
en  contacto  unos  de  otros.  Para  apreciar  estas  circunstancias 
no  son  á propósito  los  medios  ó procedimientos  que  se  han 
indicado  anteriormente,  sino  que  es  necesario,  por  el  con- 
trario, sujetar  los  minerales  á ciertas  operaciones  mediante 
las  que  se  lleguen  á determinar  los  elementos  que  los  cons- 
tituyen, así  como  las  proporciones  ó partes  de  cada  uno  de 
estos  elementos. 

Es  cierto  que  en  varios  casos  no  es  preciso  echar  mano 
de  los  caractéres  químicos  para  llegar  á establecer  y distin- 
guir las  especies  minerales,  siendo  suficiente  un  análisis  ó 
estudio  detenido  de  la  forma  regular,  estructura,  refracción, 
peso  específico,  dureza,  etc.;  pero  para  determinar  y consti- 
tuir especies  mineralógicas  por  estos  caractéres  físicos,  es 
necesario  é indispensable  tener  una  gran  costumbre  y una 
larga  práctica  de  clasificar,  así  como  estar  dotado  de  cuali- 
dades especiales  para  el  estudio  de  los  minerales.  El  célebre 
mineralogista  Mohs,  como  veremos,  fundó  la  clasificación  y 
las  especies  minerales  en  particularidades  tomadas  de  los 
caractéres  físicos;  el  mineralogista  español  Sr.  D.  Donato 
García  que  falleció  en  1854,  y que  desempeñó  la  cátedra  de 
Mineralogía  del  Museo  de  Historia  natural  de  Madrid  por 
mas  de  25  años,  reconoció  y distinguió  multitud  de  especies, 
sin  mas  que  los  caractéres  físicos  de  dureza,  peso,  forma,  y 
empleando  á lo  sumo,  y en  raras  ocasiones,  como  único 
reactivo  el  ácido  nítrico.  Pero  también  en  verdad  y verdad 
innegable,  que  no  todos  los  que  se  dedican  al  estudio  délos 
minerales  se  hallan  dotados  de  las  condiciones  especiales 
que  reunia  este  notable  mineralogista,  como  tampoco  cuen- 
tan con  la  larga  práctica  que  tenia  para  la  distinción  de  las 
especies;  y sin  embargo,  á pesar  de  estas  dotes  particulares, 
el  Sr.  García  dejó  de  clasificar  muchos  ejemplares  y confun- 
dió no  pocos  en  una  misma  especie,  siendo  así  que  corres- 
pondían á otras  muy  diferentes. 

Teniendo  presentes  los  caractéres  químicos  se  han  sepa- 
rado, para  constituir  especies  diferentes,  minerales  que  ofre- 
cen entre  sí  grandes  afinidades  en  sus  cualidades  físicas. 
Nadie  ignora,  por  ejemplo,  los  grandes  puntos  de  contacto 
que  presentan  los  granates  melanito  y almandino  en  su 
cristalización,  color,  dureza,  peso  específico,  etc.,  hasta  el 
punto  que  guiados  los  mineralogistas  por  estos  caractéres 
los  incluirían  en  una  misma  especie,  siendo  así  que  todos, 
teniendo  en  cuenta  su  distinta  composición,  los  colocan  en 
dos  grupos  diferentes,  supuesto  que  el  primero  de  los  gra- 
nates citados  es  un  silicato  de  hierro  y de  cal,  y el  segundo 
un  silicato  de  alúmina  y de  hierro. 

A su  vez,  y teniendo  presente  la  composición  química,  se 
han  agrupado  en  una  misma  especie  minerales  que  se  dife- 
rencian mucho  en  sus  caractéres  físicos;  así,  por  ejemplo,  el 
espato  de  Islandia,  los  mármoles  de  Carrara  y comunes,  la 
caliza  de  construcción,  la  piedra  litográfica,  las  cales  hidráu- 
licas, la  creta,  el  agárico  mineral  ó harina  fósil  y otras  varie- 
dades se  hallan  reunidas  por  todos  los  mineralogistas  en  la 
especie  «carbonato  de  cal»  de  los  químicos  ó cal  carbonatada 
de  Hatiy;  otro  tanto  ha  sucedido  con  el  cuarzo  cristalizado, 
ágatas,  pedernales,  jaspes,  ópalo  y cuarzo  néctico,  cuyas  va- 
riedades corresponden  á la  especie  «sílice  ó ácido  silícico.» 
Esta  preferencia  concedida  á la  composición  química  para 
constituir  las  especies  minerales,  ha  sido  reconocida  por  Ber- 
zelius,  Beudant,  Dufrenoy,  Delafosse,  y aun  por  los  mismos 
Haüy  y Wemer. 


MINERALOGIA 


No  queremos  nosotros  manifestar  con  lo  dicho  anterior- 
mente, que  los  caractéres  físicos  deban  desecharse  por  com- 
pleto en  la  formación,  y mas  particularmente  en  el  recono- 
cimiento y diferenciación  de  las  especies  minerales;  tampoco 
queremos  indicar  que  el  mineralogista  necesite  siempre  va- 
lerse de  operaciones  químicas  minuciosas  y detenidas  que 
le  lleven  á determinar  la  análisis  cuantitativa  de  los  cuerpos, 
supuesto  que  procediendo  de  este  modo  convirtiríamos  la 
mineralogía  en  una  rama  muy  secundaria  de  la  química. 
Como  naturalistas  solo  estudiaremos  los  elementos  químicos 
que  entran  en  la  formación  de  los  minerales,  esto  es,  solo 
llegaremos  á la  determinación  de  la  análisis  cualitativa, 
empleando  para  ello  medios  fáciles,  sencillos  y que  estén 
al  alcance  de  las  personas  poco  versadas  en  la  ciencia  quí- 
mica. 

COMPOSICION  DE  LOS  MINERALES  Y NOMEN- 
CLATURA QUIMICA 

Los  cuerpos  existentes  en  la  naturaleza  se  dividen  en  dos 
grandes  grupos:  á saber,  i.°  simples;  2.a  compuestos.  Se  de- 
nominan cuerpos  simples  todos  aquellos  que  constan  de  una 
sola  clase  de  materia  y que,  por  consecuencia,  no  se  pueden 
descomponer:  ejemplos,  el  oro,  plata,  mercurio,  oxígeno, 
hidrógeno,  nitrógeno,  etc.;  compuestos,  aquellos  otros  que 
están  constituidos  de  dos  ó mas  clases  de  moléculas  diferen- 
tes, dividiéndose,  por  lo  tanto,  en  binarios,  ternarios,  cua- 
ternarios, etc.;  se  designa  con  el  nombre  de  binarios,  á los 
formados  por  dos  cuerpos  simples,  v gr.  el  agua  que  consta 
de  oxígeno  é hidrógeno;  el  bermellón,  de  mercurio  y azufre; 
el  ácido  sulfúrico,  de  oxígeno  y azufre,  etc.;  ternarios,  á los 
compuestos  de  tres  elementos,  como  son  ejemplos  entre  otros 
muchos,  la  piedra  caliza  ó caliza  de  construcción,  que  se 
halla  constituida  por  el  oxígeno,  el  carbono  y el  calcio;  la 
fosforita,  que  está  formada  por  el  oxígeno,  fósforo  y calcio; 
la  plata  roja  oscura,  compuesta  de  plata,  azufre  y antimo- 
nio, etc.;  cuaternarios,  á los  que  constan  de  cuatro  cuerpos 
simples,  v.  gr.  el  alumbre  del  comercio,  que  se  compone  de 
oxígeno,  azufre,  aluminio  y potasio;  la  esmeralda,  que  á su 
vez  se  halla  constituida  por  el  oxígeno,  silicio,  aluminio  y 
glucinio. 

NOMBRES  QUE  RECIBEN  LOS  CUERPOS  SIM- 
PLES.— La  regla  general  que  se  sigue  en  química  para  de- 
nominar los  cuerpos  simples,  se  reduce  á que  el  nombre  con 
que  se  designa  cualquiera  de  estos  no  indique  en  modo  algu- 
no ninguna  de  sus  propiedades  mas  ó menos  importantes, 
supuesto  que  muy  bien  puede  existir  ó descubrirse  otro  cuerpo 
nuevo  que  esté  dotado  de  análogas  propiedades  que  el  pri- 
mero; así,  por  ejemplo,  debiera  desecharse  el  nombre  de 
oxígeno,  que  quiere  significar  yo  formo  ácidos,  porque  hay 
otros  cuerpos  simples,  tales  como  el  cloro,  bromo,  azufre, 
etcétera,  que  engendran  también  ácidos  cuando  se  unen  con 
algún  otro  elemento;  el  nombre  de  ázoe,  que  indica  que  no 
sirve  para  la  vida,  no  se  admite  hoy  en  la  ciencia,  porque 
existen  otros  muchos  que  tampoco  son  á propósito  para  la 
vida,  tales  son,  por  ejemplo,  el  cloro,  ácido  sulfuroso,  hidró- 
geno sulfurado,  etc  Asi  los  nombres  de  hierro,  plata,  potasio, 
cobre,  sodio,  mercurio,  etc,  cuyos  nombres  se  toman  de  pa- 
labras latinas,  están  bien  dados,  puesto  que  obedecen  á la 
regla  indicada. 

Los  elementos  ó cuerpos  simples  se  han  dividido  por  los 
químicos  en  dos  grandes  grupos:  i.°  metaloides;  2.0  meta 
les  (1).  Los  metaloides  se  caracterizan  porque  en  general 

( 1 ) Las  divisiones  de  los  cuerpos  simples  y las  de  los  compuestos  que 
se  admiten  en  esta  obra,  no  son  mas  que  convencionales  y arbitrarias, 
como  todas  las  demás  que  se  admiten  en  la  química. 

Tomo  IX 


33 

carecen  de  brillo  metálico,  son  electro-positivos  respecto  de 
los  metales  que  son  negativos,  y,  sobre  todo,  porque  combi- 
nados con  el  oxígeno  forman  cuerpos  ácidos;  los  metales 
ofrecen  si  se  quiere  las  cualidades  contrarias;  presentan  casi 
siempre  lustre  metálico,  son  electro  positivos,  estando  carac- 
terizados esencialmente  por  formar  óxidos  básicos  cuando 
se  unen  con  el  oxigeno.  Se  llaman  cuerpos  ácidos  aquellos 
que  tienen  la  propiedad  de  enrojecer  las  tinturas  azules  ve- 
getales y de  unirse  con  los  óxidos  básicos  para  constituir 
sales;  se  denominan  bases  ú óxidos  básicos,  á los  compues- 
tos que  ofrecen  la  particularidad  de  restablecer  el  color  azul 
de  las  tinturas  vegetales  que  hayan  sido  enrojecidas  por  los 
ácidos,  y la  de  combinarse  con  estos  para  formar  también 
sales. 

Teniendo  presente  que  los  caractéres  de  brillo,  densidad 
y electricidad  asignados  á los  cuerpos  metaloides  y metálicos 
pueden  presentarse  reciprocamente  en  unos  y otros,  los  quí- 
micos han  convenido  en  dividir  mejor  los  cuerpos  en  otros 
dos  grupos  diferentes  que  son:  electro  positivos  y electro- 
negativos: se  llaman  electro  positivos,  aquellos  que  puestos 
en  contacto  de  la  pila  eléctrica  van  al  polo  negativo,  y elec- 
tro-negativos los  que  se  dirigen  al  polo  positivo.  Así,  el 
oxigeno  siempre  va  al  polo  positivo,  y en  este  concepto  se 
dice  que  es  el  elemento  mas  electro-negativo,  mientras  que 
el  potasio  libre  ó en  combinación  con  otro  cuerpo,  tan  luego 
como  aquella  se  descompone,  se  dirige  al  polo  negativo,  por 
lo  cual  se  indica  que  es  el  mas  electro-positivo  de  todos  los 
cuerpos.  De  lo  dicho  anteriormente  se  deduce,  que  habrá 
elementos  que  en  unos  casos  serán  positivos  y en  otros  ne- 
gativos; por  ejemplo,  el  cloro  será  positivo  si  se  combina  con 
el  oxígeno,  y negativo  cuando  se  une  al  hierro,  cobre  y de- 
más metales;  de  manera  que  en  toda  combinación  existirá 
un  elemento  ó un  grupo  de  elementos  que  serán  electro- 
positivos, y otro  ú otros  que  á su  vez  serán  negativos:  v.  gr. 
en  el  ácido  sulfúrico,  cuerpo  binario  compuesto  de  azufre  y 
oxígeno,  el  primero  es  positivo  y el  segundo  negativo;  en  la 
potasa  ú óxido  de  potasio,  que  está  formado  de  potasio  y 
oxígeno,  el  primero  es  positivo  y el  segundo  negativo;  pero 
en  el  sulfato  de  potasa,  cuerpo  ternario  que  resulta  de  la 
unión  del  ácido  sulfúrico  con  el  óxido  de  potasio,  el  ácido 
es  electro-negativo  y el  óxido  es  positivo. 

A continuación  ponemos  la  lista  de  los  cuerpos  simples 
que  se  conocen  y admiten  hoy  por  los  químicos,  colocados 
por  el  orden  de  su  electricidad  negativa  y con  los  signos  que 
se  representan  en  química. 

Nombres  y signes  de  los  cuerpos  simples 


Oxígeno. 
Fluor.. 

Cloro. 

Bromo. 

Iodo. . 

* Azufre 
Selenio. 
Fósforo 
Nitrógeno. 

* Carbono.. 
Boro..  . 
Silicio.  . 

* Arsénico 
Cromo.  . 
Vanadio. 
Molibdeno. 
Tungsteno. 

* Antimonio. 
Teluro. 
Pelopio 


• V 


0. 

Fl. 

Cl. 

Br. 

1. 

S. 

Se. 

Ph. 

N. 

C. 

Bo. 

Si. 

As. 

Cr. 

V. 

Mo. 

Vv. 

Sb. 

Te. 

Pp. 


Ilmeni 

* Plata.. 

* Mercurio 
Urano.  . 

* Cobre. 
Thalio.  . 

* Bismuto. 
Estaño.  . 

* Ploma 
Cadmio.. 
Zinc.  . 
Níquel.  . 
Cobalto.. 

* Hierro. 
Manganeso 
Cerio.  . 
Lantano. 
Didimio. 
Erbio. 
Terbio.  . 


34 

Thorinio. 
Zirconio. 
Niobio.  . 
Tántalo. . 
Titano.  . 

* Oro.  . 
Indio.  . 
Hidrógeno. 
Osmio.  . 
Rutenio. 

* Iridio. 
Platino. 
Rodio. 
Paladio. 


MINERALOGIA 


Th. 

Zr. 

Nb. 

Ta. 

Ti. 

Au. 

In. 

H. 

Os. 

Ru. 

Ir. 

Pt 

R. 

Pd. 


Itrio..  . 

Glucinio, 

Galio. 

Aluminio. 

Magnesio. 

Caldo. 

Estroncio. 

Bario. 
Litio..  ; 
Sodio. 
Pota  .o  ' 
Cesio. 
Rubigo. 


Y. 

G. 

Ga. 

Al. 

Mg. 

Ca. 

Sr. 

Ba. 

Li. 

Na. 

K. 

Cs. 

Rb. 


tran^íd11^0'  ^US-  V3n  sena^a<*os  un  asterisco  se  encuen- 
l*  a °3 * S,  0 naílvos>  algunos  mineralogistas  cuentan  tam- 
k ° ° elemcntos  ais,ados  al  Wdrógcno,  nitrógeno,  cloro 
xigeno,  ^er°  íemenc*°  nosoír<>$  presente  que  solo  en 
muy  raras  ocasiones  se  encuentran  aislados,  no  los  compren- 
demos en  este  grupo. 

ÍndUÍd06  “ d ^“P0  * los  llamados  meta- 
loides  son  los  siguientes: 


Oxígeno. 

Fluor. 

Cloro. 

Bromo. 

Iodo. 

Azufre. 

Selenio. 

Teluro. 


Carbono. 

Boro. 

Silicio. 

Fósforo. 

Nitrógeno. 

Arsénico. 

Hidrógeno. 


PimfuOmaOsSfác,fS,TeSP0n?enÍl0S  metales'  los  cua’es. 

para  su  mas  fácil  estudio,  pueden  dividirse,  según  Regnault 
y otros  químicos,  en  los  grupos  siguientes:  & 

I',  ?íeta!es  alcaiin°s:  potasio,  sodio  y litio. 

i ° á ca,ci0>  bario  y estroncio. 

. 3*  . Metales  Arreos:  aluminio,  magnesio  glucinio  galio 
circonio,  ceno  y lantano.  ’ glucinio,  gano, 

4-°  Metales  propiamente  dichos:  hierro  manganeso  cro- 
mo, zinc,  cobalto,  níquel,  estaño  titano  ! • ? í*  ’ 

plomo,  cobre,  molibdenó,  tungsteno T °' 

platino,  iridio,  osmio,  rodio  y paladm  0)™'°’  ? 

Finalmente  los  mineralogistas  dividen  los  elementos  ó 
cuerpos  simples  en  dos  grupos  aue  sJ  V e'e"?en‘os  0 

que  .corresponden  en  general  á los  memloidTd  ’ etaro 

que  á SU  vez  — s ondet  á 

tan  el  oxígeno,  azufre,  arsénico,  fósforo  X T * CUe"' 
bono  (a);  los  cuerpos  mineralizables  I ’ ,T  *"7  T 
El  oxiSen°>  cuerpo  mineralizador  ,,0r  ‘°d°,S  °S  d¡:maS- 
parte  por  lo  menos  de  cuatrocientas  L J,  .f0™a 

el  azufre  de  unas  ochenta;  el  arsénico  nn  m.meralo8lcasl 
une  al  azufre  para  mineralizar  á otros  ¿ulrno^1  S‘emPre  “ 
en  unas  veinte;  los  demás,  como  el  CLP„  ’ Se  encuentra 

se  hallan  en  un  número  muy  reducido  de’especies.0^  °n°’ 

nomenclatura  de  los  cuerpos  RIMAR  ios 
ternarios  y cuaternos  ’ 

^combinarse  los  cuerpos  simples  Uno^con  otros,  pueden 

importames.5105  ^ “ ° * dla”  maS  1“  ><»  metales  mas  comunes  é 

(2)  Algunos  mineralogistas  consideran  • 
ralizadores  al  hidrógeno,  silicio  y nitrógeno  nJf”  C°m°  “jT®  mÍne’ 
pen  al  segundo  grupo.  7 **  ’ 1 cro  en  realidad  pertene 


formar,  como  se  ha  dicho,  compuestos  binarios,  ternarios  y 
cuaternarios:  compuestos  binarios  (ácidos,  óxidos  básicos  ó 
bases  y óxidos  neutros);  ternarios,  que  resultan  de  la  combi- 
nación de  dos  binarios,  de  los  cuales  es  común  el  elemento 
mas  electro-negativo  (sales);  y cuaternarios,  los  formados  por 
la  unión  de  dos  ternarios,  siendo  comunes  los  dos  elemen- 
tos mas  electro  negativos  (sales  dobles). 

Nombres  que  reciben  los  cuerpos  bina- 
rios.— Estos  compuestos  pueden  contener  oxígeno  (bina- 
rios oxidados)  y pueden  carecer  de  él  (binarios  no  oxidados). 
Los  binarios  oxidados  son,  como  también  se  ha  indicado  al 
principio,  ó ácidos  ú óxidos  (3). 

Los  compuestos  oxidados  ácidos  se  designan  anteponien- 
do la  palabra  ácido  (que  representa  el  nombre  genérico  y 
que  se  refiere  al  oxígeno  que  contienen)  al  cuerpo  electro- 
positivo que  se  combina  con  el  oxígeno,  y terminando  aquel 
en  ico  ó en  oso  según  sea  su  mayor  ó menor  oxidación.  Si 
existen  mas  de  dos  compuestos  ácidos  de  un  mismo  radical, 
se  anteponen  á este  las  palabras  hipo,  que  quiere  decir  debajo 
ó inferior,  y se  le  termina  también  en  ico  ó en  oso,  según  sea 
el  grado  de  oxidación.  Un  mismo  cuerpo  puede  constituir  al 
combinarse  con  el  oxígeno  hasta  cinco  compuestos  de  pro- 
piedades ácidas;  en  este  caso,  al  ácido  mas  oxigenado  se  le 
antepone  la  palabra  hiper  ó per , que  quiere  significar,  encima 
ó superior.  Por  medio  de  ejemplos  vendremos  en  conoci- 
miento de  lo  dicho  anteriormente;  el  cloro,  cuerpo  simple, 
se  une  con  el  oxigeno  constituyendo  cinco  compuestos  áci- 
dos, los  cuales  reciben  los  nombres  siguientes : 


(3)  Todos  los  principios  y fundamentos  de  la  nomenclatura  química 

que  aceptamos,  están  basados  en  la  teoría  dualística  ideada  por  Lavoi- 
sier,  Guitón  de  Morveau,  Fourcroi  y seguida  después  por  otros  notables 
químicos;  esta  teoría  consiste  en  suponer  que  dos  cuerpos  simples  de 
diferente  electricidad,  se  reúnen  entre  sí  para  constituir  los  cuerpos 
binarios;  que  los  compuestos  binarios  se  combinan  á su  vez  y forman  los 
cuerpos  ternarios;  y los  ternarios  unidos  también  entre  sí  constituyen  los 
cuerpos  cuaternarios;  así,  por  ejemplo,  el  oxígeno  y azufre,  cuerpos 
simples,  se  combinan  y forman  el  compuesto  binario  llamado  ácido  sul- 
fúrico; el  mismo  oxígeno  unido  con  el  potasio  constituye  el  cuerpo  bina- 
rio denominado  óxido  de  potasio  ó potasa;  si  á su  vez  se  combinan  estos 
dos  cuerpos  binarios,  es  decir,  el  ácido  sulfúrico  y el  óxido  de  potasio, 
forman  el  cuerpo  ternario  designado  con  el  nombre  de  sulfato  de  potasa, 
en  el  que  si  se  analiza  su  fórmula  (KO,  SO3),  se  verá  que  el  oxígeno  es 
común  al  óxido  y al  ácido;  finalmente  el  cuerpo  cuaternario,  llamado 
alumbre  del  comercio,  resulta  de  la  unión  de  dos  ternarios  que  son:  sul- 
fato de  potasa  y sulfato  de  alúmina,  en  los  cuales  examinada  la  fórmula 

KO,  $03  + Al  2 O3,  3 SO3),  se  observa  que  son  comunes  los  dos  ele- 
mentos mas  electro-negativos,  ó sean  el  oxígeno  y azufre. 

Según  esta  nomenclatura,  todo  cuerpo  compuesto,  sea  binario,  terna- 
rio ó cuaternario,  recibe  dos  nombres,  uno  genérico  y otro  especifico:  el 
primero  se  toma  del  elemento  ó principio  electro-negativo,  y el  segundo 
del  electro-positivo;  así,  por  ejemplo,  en  el  cuerpo  llamado  óxido  de 
plata,  la  palabra  óxido,  (que  indica  que  hay  oxígeno),  representa  el 
nombre  genérico,  asi  como  plata  designa  el  especifico,  puesto  que  el 
metal  es  el  elemento  electro-positivo,  mientras  que  el  oxigeno  es  el  ne- 
gativo; otro  tanto  sucede  con  el  cuerpo  denominado  sulfuro  de  mercurio, 
la  palabra  sulfuro,  tomada  de  sulfur  (voz  latina  que  significa  azufre), 
representa  el  nombre  genérico,  y la  de  mercurio  manifiesta  el  nombre 
especifico. 

Las  ventajas  que  ofrece  esta  nomenclatura,  llamada  binaria  ó dualísti- 
ca, sóbrela  vulgar,  son  las  dos  siguientes:  1.*  que  el  nombre  que  se  da  á 
un  compuesto  binario,  ternario  ó cuaternario,  etc.,  indica  desde  luego 
los  elementos  que  entran  en  la  constitución  de  estos  cuerpos;  2.a  que  por 
el  mismo  nombre  se  viene  en  conocimiento  de  las  proporciones  ó partes 
que  entran  de  los  indicados  elementos,  hstas  dos  ventajas  no  las  presen- 
tan en  modo  alguno  los  nombres  vulgares;  así,  por  ejemplo,  si  nosotros 
designamos  á un  compuesto  binario  con  el  nombre  de  agua,  claro  está 
que  no  sabemos  cuáles  son  los  cuerpos  que  le  forman,  ni  tampoco  las 
proporciones  que  hay  de  cada  uno  de  ellos;  pero  si  en  vez  de  agua  le  lla- 
mamos (siguiendo  las  reglas  indicadas)  protoxido  de  hidrógeno,  sabre- 
mos que  no  solo  consta  de  hidrogeno  y de  oxígeno,  sino  que  también 
hay  un  equivalente  del  primero  combinado  con  otro  del  se<nmdo. 


MINERALOGÍA 


35 


Acido  perclórico C1  O7 

Acido  dórico C1  O5 

Acido  hipoclórico C1  O4 

Acido  cloroso.  C1  O3 

Acido  hipocloroso Cl  O 

El  azufre  ( sulfur  de  los  latinos)  forma  combinándose  con 
el  oxígeno  los  cuerpos  siguientes: 

Acido  sulfúrico SO3 

Acido  hiposulfúrico S205 

Acido  sulfuroso SOa 

Acido  hiposulfuroso SO 


Existen  además  cuerpos  simples  ó elementos  que,  al 
unirse  con  el  oxígeno,  dan  lugar  á mayor  número  de  cuerpos 
ácidos  que  los  indicados:  tal  es,  por  ejemplo,  el  mismo  azu- 
fre que  forma  hasta  siete  ácidos;  para  este  caso  especial,  así 
como  para  otros  análogos,  se  dan  reglas  en  química,  las  cua- 
les no  creemos  conveniente  indicar,  porque  son  ajenas  de 
una  obra  de  esta  clase. 

Los  nombres  ó nomenclatura  de  los  cuerpos  binarios  lla- 
mados básicos  ú óxidos  básicos  y óxidos  neutros  ha  cambia- 
do mucho  desde  el  tiempo  de  Lavoisier  y Guitón  de  Mor- 
veau  hasta  la  época  actual;  pero  de  todas  las  reformas  y 
modificaciones  que  se  han  introducido  aceptamos  desde 
luego  la  de  Regnault,  porque  tiene  la  ventaja,  sobre  todas 
las  demás,  de  indicar  con  el  nombre  la  composición  del  óxi- 
do. Este  célebre  químico  antepone  á la  palabra  óxido,  las 
preposiciones  sub,  proto,  sesqui,  bi,  tri,  etc.,  según  que  el 
compuesto  oxidado  conste  respectivamente  de  dos  partes  ó 
equivalentes  del  cuerpo  electro  positivo  y una  de  oxígeno, 
de  uno  con  uno,  de  dos  del  cuerpo  electro  positivo  y tres  de 
oxígeno,  de  uno  con  dos,  etc.  Así,  por  ejemplo,  se  conocen 
entre  otros  óxidos  los  siguientes: 

Sub-óxido  de  plomo  - un  equivalente  de  oxígeno  y dos  de 
plomo  = Pb2  O. 

Protóxido  de  potasio  = un  equivalente  de  oxígeno  y uno 
de  potasio  = KO. 

Sesquióxido  de  aluminio  = tres  equivalentes  de  oxígeno  y 
dos  de  aluminio  = Al3  O3. 

Bióxido  de  manganeso  = dos  equivalentes  de  oxígeno  y 
uno  de  manganeso  = Mn  O3. 

Berzelius  y otros  químicos  han  adoptado  en  los  óxidos  la 
misma  nomenclatura  que  en  los  ácidos,  terminando,  por  con- 
secuencia, al  cuerpo  electro  positivo  ó radical  que  se  une  al 
oxígeno  en  ico  ó en  oso,  según  su  mayor  ó menor  grado  de 
oxidación;  así,  por  ejemplo,  dicen  óxido  crómico  y óxido 
cromoso:  óxido  férrico  y óxido  ferroso.  Los  óxidos  salinos  ó 
que  resultan  de  la  unión  de  dos  óxidos  del  mismo  radical, 
en  que  uno  de  ellos  hace  las  veces  de  ácido  y otro  de  base, 
los  terminaban  respectivamente  en  ico  y en  oso;  v.  gr.  óxido 
ferroso-férrico  (piedra  imán  ó hierro  magnético).  El  indicado 
Berzelius  llamaba  respectivamente  sobreóxidos  y subóxidos 
d aquellos  óxidos  que  tienen  un  exceso  de  oxígeno  ó les  fal- 
ta cierta  cantidad  de  este  elemento  para  llegar  á ser  verda- 
deros óxidos  básicos  ó bases;  así,  por  ejemplo,  al  sobreóxido 
de  manganeso  (manganesa  ó jabón  de  vidrieros)  que  tiene 
por  fórmula  Mn  0a,  le  sobra  un  equivalente  de  oxígeno  para 
convertirse  en  óxido  básico  ó base;  al  subóxido  de  plomo, 
compuesto  de  dos  equivalentes  de  plomo  y uno  de  oxígeno, 
le  falta  cierta  cantidad  de  este  último  para  ser  óxido  básico. 

Nomenclatura  de  los  cuerpos  binarios 
NO  OXIDADOS. — Estos  compuestos  pueden  ser,  del  mis- 
mo modo  que  los  formados  por  el  oxigeno,  básicos,  neutros 
y ácidos.  Los  básicos  y neutros  se  designan  poniendo  pri- 
mero el  nombre  del  cuerpo  mas  electro-negativo,  cuyo  nom- 


bre se  termina  en  uro,  y después  el  del  radical  ó electro-po- 
sitivo que  con  él  se  combina;  v.  gr.  la  combinación  del  cloro 
con  el  cobre,  se  denomina  cloruro  de  cobre;  la  del  azufre  con 
el  hierro,  sulfuro  de  hierro;  la  del  yodo  con  el  potasio,  yo- 
duro de  potasio,  y así  sucesivamente.  En  estos  compuestos 
puede  ocurrir,  á la  manera  que  en  los  óxidos,  que  el  cuerpo 
electro -positivo  esté  unido  con  el  electro  negativo  en  varias 
proporciones;  en  este  caso  se  anteponen  también  al  electro- 
negativo las  palabras  sub,  proto,  sesqui,  bi,  etc.;  así,  por  ejem- 
plo, subcloruro  de  cobre  representa  la  combinación  de  dos 
equivalentes  de  cobre  y uno  de  cloro;  protosulfuro  de  hier- 
ro, la  unión  de  uno  de  hierro  y otro  de  azufre;  sesquicloruro 
de  mercurio,  dos  equivalentes  de  mercurio  y tres  de  cloro; 
bicloruro  de  oro,  uno  de  oro  y dos  de  cloro,  etc. 

Se  expresan  en  química  las  fórmulas  generales  de  los  óxi- 
dos, cloruros,  bromuros,  sulfuros,  arseniuros,  carburos,  etc., 
representando  por  M al  radical  ó cuerpo  electro  positivo  y por 
R al  negativo;  así,  se  tendrá: 

M3  R. — Subóxido  ó subcloruro,  subbromuro,  etc. 

M R. — Protóxido,  protocloruro,  protobromuro,  etc. 

M*  R3. — Sesquióxido,  sesquicloruro,  sesquibromuro,  etc. 

M R2. — Bióxido,  bicloruro,  bibromuro,  etc. 

Los  cuerpos  binarios  no  oxidados  ácidos  se  designan  cam- 
biando la  terminación  uro  que  se  da  al  electro-negativo  en 
ido,  y terminando  al  propio  tiempo  el  radical  ó electro-posi- 
tivo en  ico  ó en  oso,  según  la  mayor  ó menor  proporción 
que  exista  del  cuerpo  electro  negativo;  así,  por  ejemplo,  el 
arsénico  al  combinarse  con  el  azufre  constituye  dos  sulfuros 
ácidos  que  son,  el  rejalgar  y el  oropimente,  llamándose  al  pri- 
mero súlfido  arsenioso,  y al  segundo  súlfido  arsénico;  el  hi- 
drógeno combinado  con  el  cloro  forma  un  solo  compuesto 
ácido  que  por  lo  mismo  se  denomina  clórido  hídrico;  unido 
el  mismo  hidrógeno  con  el  azufre  constituye  el  compuesto 
ácido  designado  con  el  nombre  de  súlfido  hídrico  (gas  de  las 
letrinas  ó gas  de  los  huevos  podridos). 

Los  cuerpos  « ternarios  » ó sean  las  «sales,»  hemos  mani- 
festado que  están  constituidos  por  dos  compuestos  binarios, 
el  uno  que  hace  las  veces  de  ácido  ó de  cuerpo  electro-ne- 
gativo, y el  otro  de  óxido  básico  ó cuerpo  electro  positivo. 
Pueden  dividirse  las  sales  en  tres  categorías  que  son:  «sales 
neutras,  ácidas  y básicas;»  se  llaman  sales  neutras  aquellas 
en  que  se  encuentran  equilibrados  los  dos  principios  anta- 
gonistas, ó sean  el  ácido  y la  base;  ácidas,  si  predomina  el 
ácido  sobre  la  base;  y básicas  cuando  resaltan  las  propieda- 
des del  óxido  sobre  las  del  ácido.  El  nombre  genérico  de  to- 
das estas  sales  se  forma  suprimiendo  la  palabra  ácido,  y el 
radical  del  mismo  que  termine  en  «ico»  ó en  «oso»  se  le 
cambia  en  «ato»  ó en  «ito»  y se  agrega  inmediatamente  el 
nombre  del  óxido  que  esté  combinado  con  el  ácido.  Algunos 
ejemplos  nos  aclararán  lo  dicho.  Los  ácidos  del  azufre,  al 
combinarse  con  la  «potasa,»  forman  diferentes  sales,  cuyos 
nombres  son  los  siguientes : 

Acido  sulfúrico  y potasa  = sulfato  de  potasa. 

Acido  hiposulfúrico  y potasa  = hiposulfato  de  potasa. 

Acido  sulfuroso  y potasa  = sulfito  de  potasa. 

Acido  hiposulfuroso  y potasa  = hiposulfito  de  potasa. 

Los  ácidos  del  cloro  al  unirse  con  el  protóxido  de  plomo 
formarán  las  sales  siguientes: 

Acido  perclórico  y protóxido  de  plomo  = perclorato  de 
plomo. 

Acido  dórico  y protóxido  de  plomo  = clorato  de  plomo. 

Acido  hipoclórico  y protóxido  de  plomo  = hipoclorato  de 
plomo. 

Acido  cloroso  y la  misma  base  = clorito  de  protóxido  de 
plomo. 

Acido  hipocloroso  é igual  base  = hipoclorito  de  plomo. 


MINERALOGÍA 


36 


En  las  sales  puede  suceder,  del  mismo  modo  que  en  los 
óxidos  y en  los  cuerpos  binarios  no  oxidados,  que  el  ácido 
y la  base  se  encuentren  unidos  en  varias  proporciones;  en 
este  caso  se  expresan  anteponiendo  al  nombre  del  ácido  ó 
de  la  base  las  preposiciones  «sub,  proto,  sesqui,  bi,  etc.,  v.  gr. 
subsulfato  de  óxido»  de  plomo,  protonitrato  de  potasa,  «ses- 
quisulfato  de  óxido  de  hierro,  biclorato  de  mercurio,  acetato 
bipotásico,  acetato  triplúmbico,  etc.,  etc.» 

Si  dos  sales  ó dos  cuerpos  ternarios  se  combinan  entre  sí 
constituyen  los  compuestos  que  hemos  denominado  «sales 
dobles,»  en  las  cuales  el  ácido  es  común  á los  dos  óxidos  ó 
bases  que  forman  la  sal;  en  este  caso  se  emplea  también  la 
regla  general  dada  para  designar  las  sales,  esto  es,  se  indica 
primero  el  nombre  del  ácido  terminándole  en  ato  ó en  ito  y 
después  se  agregan  las  dos  bases;  v.  gr.  la  esmeralda  consti- 
tuida por  el  silicato  de  alumina  y el  silicato  de  glucina  forma 
el  doble  silicato  de  alumina  y de  glucina;  el  alumbre  del  co- 
mercio, compuesto  del  sulfato  de  potasa  mas  el  sulfato  de 
alumina  se  denomina,  según  las  reglas  químicas,  sulfato  de 
alumina  y potasa. 

Los  cuerpos  binarios  no  oxidados  que  anteriormente  he- 
mos citado,  son  resultado  de  la  unión  de  un  cuerpo  meta- 
loide con  otro  también  metaloide,  ó de  la  unión  de  uno  de 
estos  con  un  metal.  Pero  á su  vez  los  cuerpos  metálicos  pue- 
den combinarse  dos  ó mas  entre  sí,  formando  compuestos 
especiales  que  se  designan  con  el  nombre  de  aleaciones;  así 
se  dice  aleación  de  oro  y de  cobre,  de  plata  y hierro,  etc.: 
algunas  de  ellas  reciben  denominaciones  particulares,  tales 
como  latón,  ó sea  la  unión  del  cobre  y zinc;  hoja  de  lata,  la 
del  hierro  y el  estaño;  bronce,  la  del  cobre  y estaño,  etc.: 
otras  se  designan  teniendo  en  cuenta  sus  usos  ó aplicacio- 
nes, como  aleación  monetaria,  aleación  ó metal  de  campa- 
nas, aleación  de  imprenta;  y otras,  por  último,  según  su  in- 
ventor, como  la  aleación  de  Arcet.  Cuando  el  azogue  ó mer- 
curio entra  á formar  parte  de  una  aleación,  recibe  esta  el 
nombre  particular  de  amalgama:  v.  gr.  amalgama  de  oro, 
amalgama  de  estaño,  de  plata,  de  cobre,  etc.  Para  mayores 
detalles  respecto  de  nomenclatura  y de  las  nuevas  teorías  es- 
tablecidas en  química,  pueden  consultarse  entre  otras  obras 
españolas,  la  Química  de  Luanco,  y las  nuevas  teorías  de  la 
Química  de  Soler. 

NOMENCLATURA  MINERALÓGICA 


grises,  feldespatos,  mesotipa,  ceolitas,  etc,  cuyos  nombres 
químicos  largos  y confusos  seria  imposible  retenerlos  fácil- 
mente. Por  esta  razón,  de  quinientas  á seiscientas  especies 
que  se  conocen  con  toda  exactitud,  no  hay  mas  que  unas 
doscientas  á las  que  puedan  aplicarse  los  nombres  químicos, 
y aun  los  mineralogistas  que  han  aceptado  estos  últimos,  se 
han  visto  precisados  á usar  á la  vez  los  nombres  esencial- 
mente mineralógicos. 

Los  nombres  vulgares  ó empíricos  introducidos  en  la  cien- 
cia por  Werner,  y corregidos  y aumentados  por  Haüy,  Beu- 
dant,  Brongniart,  etc.,  ofrecen  la  ventaja  de  que  se  retienen 
y pronuncian  mas  pronto  y con  mas  facilidad  que  los  quími- 
cos. Pueden  dividirse  en  dos  clases  que  son:  unívocos  ó sen- 
cillos y compuestos.  Como  ejemplo  de  nombres  unívocos 
pueden  citarse  los  de  aragonito,  caliza,  fosforita,  fluorina,  ce- 
lestina, turmalina,  ortosa,  cuarzo,  mica,  serpentina,  etc.,  y 
como  de  compuestos,  los  de  espato  calizo  ó de  Islandia, 
espato  flúor,  espato  pesado  ó espato  barítico,  cristal  de  roca, 
granate  grosulario,  granate  almandino,  etc.,  etc.  Los  nombres 
vulgares,  ya  sean  sencillos  ó compuestos,  se  toman  en  unos 
casos  de  la  localidad,  país  ó criadero  en  donde  se  halle  la 
sustancia  mineralógica;  por  ejemplo,  casiterita,  labradorita, 
aragonito,  epsomita,  andalucita,  anglesita,  andesina,  ataca- 
mita,  etc.,  especies  que  no  tan  solo  se  encuentran  respecti- 
vamente en  las  antiguas  islas  Casitericas  (Galicia),  isla  de 
Labrador  (Estados  Unidos),  Molina  de  Aragón  (Guadalaja- 
ra),  Epson  (Inglaterra),  Andalucía  (España),  Isla  de  Angle- 
sea,  Andes  y Atacama  (Perú),  sino  que  corresponden  tam- 
bién á otras  localidades  diferentes.  Otras  veces  los  nombres 
vulgares  están  fundados  en  alguna  propiedad  particular  de 
la  especie  mineralógica;  así,  por  ejemplo,  se  dice  azurita,  á 
una  especie  de  carbonato  de  cobre  que  presenta  color  azul; 
albita,  á una  especie  de  feldespato  cuyas  variedades  ofrecen, 
por  lo  general,  un  color  blanco;  selenita,  variedad  de  yeso, 
llamada  así  por  Dioscorides,  porque  tiene  un  brillo  análogo 
al  de  la  luna;  mica,  voz  tomada  del  verbo  latino  micarc , que 
significa  brillar;  granate  melanito,  subespecie  de  granate  que 
presenta  color  negro  ó rojo  muy  oscuro;  plata  roja  clara, 
llamada  así  por  su  coloración,  cuyo  carácter  sirve  para  no 
confundirla  con  la  plata  roja  oscura;  panabasa,  voz  tomada 
de  otras  dos  griegas,  que  quieren  decir  muchas  bases,  etc. 
Por  último,  los  nombres  vulgares  ó empíricos  están  tomados 
y dedicados  á los  mineralogistas  que  los  han  descubierto  y 


Los  nombres  químicos  que  se  dan  á los  cuerpos  y que  son 
resultado  de  las  reglas  generales  establecidas  en  el  capitulo 
anterior,  serán  los  que  se  empleen  en  las  diversas  especies 
mineralógicas  que  se  describen  en  esta  obra.  No  obstante, 
en  muchas  de  ellas  invertiremos  los  nombres,  ó sea  el  nom- 
bre genérico  y el  específico,  pero  siguiendo  para  ello,  no  las 
doctrinas  de  Haüy,  ni  tampoco  las  de  Berzelius,  Beudant  y 
Delafosse,  sino  las  adoptadas  por  Brongniart  y Dufrenoy, 
esto  es,  que  en  las  tierras  y piedras  diremos,  por  ejemplo, 
carbonato  de  cal,  sulfato  de  sosa,  nitrato  de  potasa,  etc.;  en 
las  sustancias  metálicas  invertiremos  los  nombres,  tomando 
el  genérico  del  cuerpo  electro  positivo,  y el  específico  del 
negativo,  v.  gr.  plata  sulfurada,  plomo  clorurado,  hierro  car- 
bonatado, cuyas  denominaciones  corresponden  respectiva- 
mente á las  químicas  sulfuro  de  plata,  cloruro  de  plomo  y 
carbonato  de  óxido  de  hierro.  Los  nombres  químicos,  gene- 
ralmente claros,  sencillos  y fáciles  de  entender,  una  vez  com- 
prendidas las  bases  de  la  nomenclatura,  ofrecen,  sin  embar- 
go, grandes  dificultades  é inconvenientes  para  designar  por 
medio  de  ellos  varias  especies  minerales,  y en  particular 
aquellas  que  constan  de  una  composición  bastante  compli- 
cada; en  este  caso  se  encuentran  la  mica,  turmalina,  cobres 


dado  á conocer,  ó bien  se  han  dedicado  á personas  mas  ó 
menos  célebres  y amantes  de  la  ciencia;  v.  gr.  Wernerita, 
Haüyna,  Voquelinita,  Berzelita,  Beudantita,  Dolomía,  Kars- 
tenita,  Klaprotina,  Glauberita,  etc.,  especies  que  se  han  de- 
dicado á Werner,  Haiiy,  Vauquelin,  Beudant,  Dolomieu, 
Karsten,  Klaprot  y Glaubero.  Por  último,  se  usan  también 
nombres  vulgares,  tales  como  jacinto,  esmeralda,  granates, 
piedra  caliza,  piedra  de  yeso,  amatista,  diamante,  etc. 

Teniendo  en  cuenta  lo  dicho  anteriormente  respecto  á la 
nomenclatura  química,  los  inconvenientes  que  ofrece  en  mu- 
chos casos  y la  ventaja  de  la  mineralógica  para  designar 
muchas  de  las  especies,  procuraremos  en  lo  posible  armoni- 
zar una  y otra  nomenclatura,  es  decir,  que  seguiremos  siem- 
pre que  sea  factible  los  nombres  químicos,  fundando  el 
nombre  genérico  unas  veces  en  el  principio  electro-negativo, 
y otras  en  el  positivo,  según  que  los  minerales  pertenezcan  á 
la  clase  de  las  tierras  y piedras  ó de  los  metales.  A los  nom- 
bres químicos  agregaremos,  ó mejor  dicho,  antepondremos, 
siempre  que  existan,  los  vulgares,  sean  estos  sencillos  ó com- 
puestos; así,  por  ejemplo,  al  describir  la  fosforita,  pondremos 
primero  este  nombre  vulgar  y después  el  dado  por  los  quí- 
micos, ó sea  el  fosfato  de  cal:  lo  mismo  se  hará  en  todas  las 
demás  especies  que  se  estudien  en  esta  obra. 


MINERALOGIA 


37 


FORMULAS  QUÍMICAS 


)N 


Los  elementos  ó cuerpos  simples  se  representan  en  quími- 
ca por  las  iniciales  de  los  nombres  que  llevan;  si  dos  ó mas 
de  ellos  comienzan  por  la  misma  letra,  se  formula  únicamente 
con  la  inicial  el  mas  conocido  é importante,  representando 
los  otros  por  esta  misma  inicial  seguida  de  la  segunda  ó ter- 
cera letra;  v.  gr.  el  carbono,  cloro,  calcio,  cobre,  cromo,  co- 
balto, cerio,  cadmio  y cesio,  cuya  inicial  es  igual  se  formulan 
respectivamente  del  modo  siguiente:  C;  Cl;  Ca;  Cu;  Cr;  Co; 
Ce;  Cd;  Cs;  el  azufre,  selenio,  silicio  y sodio  se  formulan  res- 
pectivamente S;  Se;  Si  y Na;  correspondiendo  el  signo  del 
último  á la  palabra  griega  Natrón. 

Si  los  cuerpos  son  binarios  se  formulan  reuniendo  los  sig- 
nos de  los  elementos  que  los  constituyen,  poniendo  primero 
el  del  cuerpo  electro  positivo  y á continuación  el  del  negati- 
vo; así,  el  ácido  sulfúrico  se  formulará,  SO 3;  el  cloruro  de 
plata,  Ag  Cl;  el  sulfuro  de  cobre,  Cu  S.  etc.;  un  número  ó 
una  cifra  cualquiera  puesta  delante  de  una  ó de  varias  letras 
viene  á representar  una  coeficiente  algebraico  <5  lo  que  cs  lo 
mismo,  que  multiplica  á todas  las  letras  y signos  que  se  ha- 
llan después  de  él  hasta  el  signo  mas,  <5  bien  á toda  la  fór- 
mula , si  esta  no  contiene  mas  que  un  término;  por  el  con- 
trario, si  el  número  ó la  cifra  está  colocada  á la  derecha  y 
un  poco  mas  abajo  de  la  letra  ó símbolo  que  representa  al 
cuerpo,  manifiesta  el  número  de  proporciones  ó equivalentes 
que  entran  de  este  mismo  cuerpo;  asi,  por  ejemplo,  la  fór- 
mula NOs,  indica  que  hay  un  equivalente  de  nitrógeno  y 
cinco  de  oxígeno;  la  fórmula  PbO1 2  indica  á su  vez  que  hay 
una  proporción  ó equivalente  de  plomo  y dos  de  oxigeno; 
pero  las  fórmulas  3 NO5  2 KO,  nos  indicarán  que  hay  tres 
equivalentes  de  ácido  nítrico  y dos  de  óxido  de  potasio,  ha- 
biendo en  el  ácido  3 equivalentes  de  nitrógeno  y 15  de  oxí- 
geno, puesto  que  el  coeficiente  3,  como  se  ha  dicho,  está 
multiplicando  á todas  las  letras  y signos  que  le  siguen;  asi 
como  en  el  óxido  habrá  dos  equivalentes  de  potasio  y dos 
de  oxigeno. 

Como  los  compuestos  en  que  entra  oxígeno  son  muy  nu- 
merosos, han  creído  conveniente  los  químicos  suprimir  su 
fórmula  ó símbolo,  sustituyéndole,  sin  embargo,  por  un  pun- 
to puesto  encima  del  elemento  ó cuerpo  electro  positivo  con 
quien  se  combina:  así  la  fórmula  del  ácido  dórico  que  se 
representa  por  CIO5,  se  reemplazará  por  Cl  y cinco  puntos 
colocados  sobre  estas  dos  letras;  la  del  ácido  sulfúrico  que 
es  SO3,  será  sustituida  por  S y tres  puntos  encima  de  esta 
letra ; la  del  bióxido  de  manganeso  que  es  MnO2,  por  Mn 
y dos  puntos  puestos  sobre  esta  fórmula,  y así  sucesiva- 
mente. 

El  azufre,  que  forma  también  parte  de  unas  ochenta  y 
tantas  especies,  se  reemplaza  también  en  las  fórmulas  quími- 
cas por  medio  de  una  coma  colocada  encima  del  símbolo 
que  representa  el  cuerpo  electro-positivo  con  quien  se  une: 
asi  el  sulfuro  de  cobre  que  se  formula  CuS,  se  reemplazará 
por  Cu  y una  coma  puesta  en  la  parte  superior  de  este  sím- 
bolo; el  bisulfuro  de  hierro  ó sea  FeS2,  se  sustituye  por  Fe 
y dos  comas  puestas  encima  de  esta  fórmula;  el  sulfuro  de 
cobre  y de  hierro,  cuya  fórmula  es  CuS  + FeS,  se  representa 
por  Cu  con  una  coma  encima,  mas  Fe  y otra  coma  puesta 
en  la  parte  superior  de  este  símbolo. 

Si  el  elemento  ó cuerpo  electro-positivo  entra  por  átomo 
doble  en  sus  combinaciones,  se  acostumbra  á dividir  su  sím- 
bolo por  medio  de  una  línea  ó raya  trasversal ; v.  gr.  el  ses- 
quióxido  de  cromo,  que  tiene  por  fórmula  Cr203,  se  indica- 
rá por  Cr  y una  raya  trasversal  que  divida  este  símbolo  en 
dos  partes  iguales ; la  alumina  que  se  representa  por  ALO3, 
será  Al  con  la  raya  que  divida  estas  dos  letras  del  mismo 


modo  que  en  el  caso  anterior,  y así  sucesivamente  con  los 
compuestos  que  presentan  las  mismas  condiciones  que  los 
dos  que  se  han  citado. 

Los  cuerpos  ternarios  formados  por  el  oxígeno  se  repre- 
sentan colocando  primero  el  cuerpo  electro-positivo  ó sea  la 
base,  y después  el  negativo  ó el  ácido,  separados  por  medio 
de  una  coma:  por  ejemplo,  el  nitrato  potásico,  compuesto 
de  óxido  de  potasio  y ácido  nítrico,  se  formulará  K0,N05; 
el  carbonato  de  cal,  cuerpo  ternario  formado  de  óxido  de 
calcio  y de  ácido  carbónico,  se  representará  por  medio  de 
la  fórmula  CaO,C05 ; el  clorato  de  sosa,  compuesto  de  óxido 
de  sodio  y ácido  dórico,  se  formulará  Na0,ClO,  etc.  (1). 

Para  formular  los  cuerpos  ternarios  que  no  estén  com- 
puestos de  oxígeno,  se  sigue  la  misma  regla  anterior;  v.  gr. 
el  doble  sulfuro  de  hierro  y arsénico,  se  representa  por 
FeS,AsS;  el  doble  sulfuro  de  plata  y antimonio  se  formula 
Ags,Sb2S3;  el  sulfuro  de  cobre  y de  hierro  por  CuS, FeS,  et- 
cétera. 

FÓRMULAS  MINERALÓGICAS 

Algunos  químicos  y mineralogistas  han  creado  otras  fór- 
mulas para  simbolizar  los  cuerpos  compuestos,  cuyas  fórmu- 
las, denominadas  mineralógicas,  si  bien  mas  abreviadas  y 
sencillas  que  las  químicas,  tienen  entre  otros  inconvenientes, 
el  que  no  determinan  en  la  mayor  parte  de  los  casos,  el  nú- 
mero de  átomos  ó de  equivalentes  que  entran  en  la  consti- 
tución de  los  cuerpos.  Así,  por  ejemplo,  el  óxido  de  potasio, 
cuya  fórmula  química  se  simboliza  por  KO,  se  representa 
mineralógicamente  por  K;  el  ácido  carbónico  que  se  indica 
por  CO2  se  formula  en  mineralogía  por  C2,  asi  como  el 
carbonato  de  cal,  que  según  las  reglas  químicas  seria  CaO, 
CO2,  en  mineralogía  se  formula  Ca,C2.  En  todas  estas  fór- 
mulas se  observa  que  los  equivalentes  del  oxígeno  están  sus- 
tituidos por  números. 

Para  convertir  las  fórmulas  químicas  en  mineralógicas  no 
hay  mas  que  multiplicar  el  número  de  puntos  que  existan 
sobre  la  letra  ó letras,  si  el  cuerpo  es  oxigenado,  por  los  coe- 
ficientes y exponentes  que  existan  en  la  primera  de  estas  fór- 
mulas. 

Si  en  la  descripción  de  las  especies  mineralógicas  se  usa- 
ran indiferentemente  unas  y otras  fórmulas,  resultarían,  como 
es  natural,  grandes  confusiones  é inconvenientes,  difíciles  de 
superar  en  la  generalidad  de  los  casos.  Por  esta  razón,  nos- 
otros no  emplearemos  sino  las  fórmulas  químicas,  las  cuales, 
como  se  ha  dicho,  tienen  la  ventaja  de  que  indican,  no  solo  el 
número  de  elementos  que  entran  en  la  composición  de  los 
cuerpos,  sino  las  proporciones  ó equivalentes  de  cada  uno  de 
esto»' 

MEDIOS  Ó PROCEDIMIENTOS  Y APARATOS  QUE 
SE  USAN  EN  LOS  ENSAYOS  MINERALÓGICOS 
Ó SEA  EN  LA  ANALISIS  CUALITATIVA  DE 
LOS  CUERPOS. 

Los  procedimientos  ó caminos  que  se  usan  en  Mineralogía 
para  llegar  á determinar  los  elementos  constitutivos  de  los 
cuerpos  pueden  resumirse  en  los  cinco  siguientes:  i.°  acción 
del  agua,  2.0  de  los  ácidos,  3.0  de  los  álcalis,  4.0  de  otros  lí- 
quidos que  no  sean  ni  ácidos  ni  álcalis,  5.°del  calor;  los  cuatro 
primeros  medios  constituyen  la  denominada  vía  húmeda;  y 
el  quinto  la  vía  seca. 

ACCION  del  AGUA. — Por  medio  de  este  procedimien- 

(1)  En  muchas  obras  de  Química  y de  Mineralogía,  los  exponentes 

de  los  cuerpos  se  colocan  á la  derecha  y en  la  parte  superior  de  la  letra 

que  afectan,  v.  gr.,  NaO.ClG»;  KO.NO5;  CaO.CO*,  etc. 


3» 


MINERALOGÍA 


to,  relacionado  como  desde  luego  se  concibe  con  el  carácter 
del  sabor,  sabemos  si  los  minerales  son  solubles  ó insolubles, 
suministrando,  por  lo  general,  los  primeros  sabores  ó colores 
diversos  que  sirven  para  reconocerlos  fácilmente;  así,  por 
ejemplo,  la  sal  común  proporciona  una  disolución  incolora 
y de  un  sabor  salado  agradable  y especial,  que  no  se  con- 
funde con  ningún  otro;  la  sal  amoniaco  ó cloruro  amónico, 
da  una  disolución  incolora  y sabor  picante;  el  nitro  ó nitrato 
potásico,  suministra  una  disolución  también  incolora  y de 
sabor  fresco,  agradable  al  principio,  que  concluye  por  ser 
amargo  y algo  picante;  la  epsomita  ó sal  de  Calatayud,  ó sea 
el  sulfato  de  magnesia,  al  disolverse  en  el  agua,  produce  una 
disolución  incolora  y de  un  sabor  amargo  intenso:  el  alum- 
bre ó sulfato  de  alumina  y potasa  da  un  sabor  astringente 
parecido  al  de  la  tinta;  la  exantalosa  ó sulfato  de  sosa  hidra- 
tado, ofrece  un  sabor  salado  y amargo;  el  natrón  ó carbonato 
de  sosa  presenta  un  sabor  urinoso  ó alcalino  bastante  pro- 
nunciado; la  caparrosa  azul  ó sulfato  de  cobre,  produce  al 
disolverse  en  el  agua  una  coloración  azul  y un  sabor  metálico 
intenso,  así  como  la  llamada  caparrosa  verde  ó sulfato  de 
hierro  suministra  una  disolución  mas  ó menos  verdosa  y sabor 
también  estíptico  ó metálico,  aunque  no  tan  fuerte  como  el  de 
la  caparrosa  azul.  Si  se  exceptúan  las  especies  citadas  y algunas 
otras  menos  importantes, todas  las  demás  pueden  considerarse 
como  insolubles  en  el  agua  á la  temperatura  y presión  ordi- 
narias. 

DELICUESCENCIA,  Fenómeno  debido  á la  acción 
que  ejerce  el  agua  sobre  ciertas  sustancias  minerales:  consis- 
te, pues,  en  la  propiedad  que  ofrecen  ciertos  cuerpos  de  ab- 
sorber cierta  cantidad  de  humedad  ó de  a<jua  de  la  que 
existe  en  la  atmósfera,  disolviéndose  en  ella.  La  sal  común  ó 
cloruro  de  sodio  es  un  mineral  bastante  delicuescente  notán- 
dose que  las  aristas  y los  ángulos  sólidos  de  sus  cristales  se 
redondean,  cuando  se  exponen  á la  acción  del  aire  húmedo* 
son  mucho  mas  notables  bajo  este  punto  de  vista  el  cloruro 
de  calcio  y de  magnesio,  los  cuales  son  tan  delicuescentes 
que  no  se  pueden  conservar  intactos  ni  aun  en  los  sitios  mas 
secos.  En  algunos  minerales  esta  acción  es  sumamente  débil, 
estando  reducida  á absorber  el  agua  y á pasar  á un  estado 
de  hidratacion  mas  ó menos  considerable,  pero  sin  que  en 
modo  alguno  pierdan  su  forma  ni  cambien  de  estado. 

Eflorescencia.— Carácter  inverso  de  la  delicues- 
cencia, puesto  que  consiste  en  la  propiedad  que  tienen  algu- 
nas sustancias  mineralógicas  de  reducirse  ó convertirse  en 
parte  ó en  todo  á polvo,  después  de  haber  perdido  el  agua 
de  cristalización  ó de  combinación  que  contienen.  El  natrón 
ó carbonato  de  sosa,  la  sal  de  Calatayud  ó sulfato  de  magne- 
sia, la  glauberita  ó sulfato  de  sosa,  son  ejemplos  notables  de 
minerales  eflorescentes.  Hay,  sin  embargo,  algunos  cuerpos, 
que  si  bien  se  convierten  en  polvo,  no  pierden  por  esto  toda 
su  agua  de  cristalización;  y aun  existen  también  otros,  tales 
como  la  laumonita  (silicato  de  alumina  y cal),  que  se  exflo- 
rece con  facilidad  en  contacto  del  aire  y se  reduce  á polvo 
sin  perder  nada  de  su  agua  de  cristalización.  Este  fenómeno 
es  debido,  según  Durocher  y Malagutti,  á que  la  laumonita 
al  poco  tiempo  de  haber  sido  extraída  de  la  tierra,  pierde 
parte  del  agua  higroscópica  que  contiene,  particularidad  que 
no  se  produce  en  contacto  de  un  aire  húmedo:  en  otros  mi- 
nerales, que  se  reducen  á polvo  sin  perder  el  agua  de  cristali- 
zación, puede  depender  el  efecto  de  que  han  cristalizado 
en  formas  que  en  realidad  no  sean  las  inherentes  á la  es- 
pecie. 

ACCION  DE  LOS  ACIDOS. — Los  ácidos  enérgicos, 
v.  gr.,  ácido  sulfúrico,  nítrico  é hidroclórico,  atacan  y disuel- 
ven muchas  sustancias  sobre  las  que  el  agua  no  ofrece  acción 
ninguna,  proporcionando  al  propio  tiempo  caractéres  y par- 


ticularidades á propósito  para  diferenciar  varias  especies.  Los 
ácidos  que  comunmente  se  emplean  son  el  nítrico  é hidrocló- 
rico, porque  además  de  ser  muy  enérgicos,  aunque  no  tanto 
como  el  sulfúrico,  tienen  la  ventaja  sobre  este  de  que  dan 
lugar  á cuerpos  solubles,  en  los  cuales  es  fácil  estudiar  las 
reacciones  que  se  verifiquen  al  ponerlos  en  contacto  de  otros 
reactivos. 

Mediante  la  acción  de  los  ácidos  averiguamos  una  de  estas 
tres  circunstancias:  i.a  si  un  cuerpo  es  ó no  soluble  en  ellos; 
2.a  si  la  disolución  se  efectúa  con  ó sin  efervescencia;  3.a  si 
la  disolución  del  cuerpo  es  completa,  ó deja  por  el  contrario 
un  residuo  mas  ó menos  abundante.  En  los  minerales  que  se 
disuelven  con  efervescencia,  es  preciso  analizar  la  naturaleza, 
color  é intensidad  de  aquella;  así,  por  ejemplo,  los  metales 
en  el  estado  nativo,  las  combinaciones  metálicas  que  carecen 
de  oxigeno  ó las  oxidadas  que  ofrecen  el  menor  grado  de 
oxidación,  producen,  cuando  se  les  somete  á la  acción  del 
ácido  nítrico,  una  efervescencia  bastante  rápida  y desprendi- 
miento de  vapores  rojos  ó rutilantes;  estos  vapores  se  forman 
por  la  descomposición  que  experimenta  parte  del  ácido  nítri- 
co, que  descompuesto  cede  oxígeno  al  metal  para  constituir 
de  este  modo  un  óxido  básico  ó base,  que  forma  un  nitrato 
combinándose  con  la  parte  de  ácido  nítrico  no  descom- 
puesto. 

Es  necesario  además  examinar  si  la  efervescencia  que  se 
produce  carece  de  color  y de  olor,  porque  estas  particulari- 
dades caracterizan  muy  bien  á todos  los  carbonatos  ó sean 
todas  aquellas  sustancias  formadas  de  ácido  carbónico  y de 
una  ó mas  bases:  así,  por  ejemplo,  la  creta,  mármoles,  espato 
de  Islandia,  caliza  sacaroidea,  etc.,  producen,  tratados  por  el 
ácido  nítrico,  á temperatura  ordinaria,  una  efervescencia 
rápida  y desprendimiento  de  ácido  carbónico,  cuyo  gas  no 
tiene  ni  olor  ni  color:  la  dolomía  ó carbonato  de  cal  y mag- 
nesia, produce,  por  el  contrario,  á la  temperatura  ordinaria 
una  efervescencia  lenta  y desprendimiento  poco  abundante 
de  ácido  carbónico;  atendiendo  á este  carácter  se  ha  llamado 
también  á la  dolomía,  caliza  lenta.  En  varios  carbonatos  no 
se  observa  la  efervescencia  si  no  se  les  sujeta  á temperaturas 
mas  ó menos  elevadas:  en  este  caso  se  encuentra  el  carbo- 
nato de  hierro,  de  cobre,  de  manganeso  y algunos  otros. 
Hay  además  minerales  que  se  disuelven  por  completo  en  los 
ácidos  sin  producir  efervescencia,  y con  ó sin  depósito  gela- 
tinoso; en  el  primer  caso,  se  hallan  los  minerales  denomina- 
dos ceolitas  (trisilicato  de  alumina  y de  cal)  y otros  varios 
silicatos  que  á poco  tiempo  de  disolverse  en  los  ácidos  pro- 
ducen una  nube  blanquecina  y después  un  depósito  gelati- 
noso: en  el  segundo,  se  encuentran  la  fosforita  ó fosfato  de 
cal,  la  piromorfita  ó fosfato  de  plomo  y otros  varios.  Por 
último,  hay  varios  minerales  que  no  se  disuelven  por  com- 
pleto y que  dejan  un  residuo  mas  ó menos  abundante;  tal 
es  lo  que  se  observa  en  las  llamadas  calizas  hidráulicas. 

En  aquellos  minerales  en  que  el  ácido  nítrico  ó hidrocló- 
rico no  ejercen  ninguna  acción,  ó esta  es  muy  débil,  se  em- 
plea el  ácido  sulfúrico,  cuyo  ácido  sirve  para  reconocer  los 
cloruros,  fluoruros  y nitratos:  los  cloruros  se  caracterizan, 
porque  tratados  por  el  ácido  sulfúrico,  desprenden  ácido  hi- 
droclórico que  se  determina  por  su  olor  especial ; los  fluoru- 
ros por  el  desprendimiento  del  ácido  hidrofluórico,  cuyo  gas 
tiene  la  propiedad  de  corroer  el  vidrio;  y los  nitratos  por- 
que producen  vapores  rojos  ó rutilantes,  si  se  mezclan  con 
limaduras  de  cobre  y se  les  somete  á la  acción  del  ácido  sul- 
fúrico. 

ACCION  DE  LOS  ÁLCALIS. — Aunque  no  tan  general 
é importante  como  la  de  los  ácidos,  la  acción  de  los  álcalis 
puede  ser  útil  en  varios  casos  para  llegar  á reconocer  algunos 
minerales;  así;  por  ejemplo,  las  sales  solubles  de  cobre  trata- 


MINERALOGIA 


39 


das  por  el  amoníaco,  toman  un  color  azul  celeste  caracterís- 
tico: el  mismo  amoníaco  disuelve  el  cloruro  argéntico,  ca- 
rácter muy  esencial  y á propósito  para  diferenciar  este  cuer- 
po del  cloruro  de  mercurio;  la  cal  ú óxido  de  calcio  se 
emplea  para  averiguar  la  presencia  del  amoníaco,  sobre  todo 
en  el  mineral  denominado  cloruro  amónico  ó sal  amoníaco; 
la  potasa,  que  disuelve  la  sílice,  es  uno  de  los  reactivos 
mas  importantes  de  las  sales  solubles  de  platino,  puesto 
que  da  lugar  á un  precipitado  amarillo  de  canario  caracte- 
rístico. 

ACCION  DE  OTROS  LÍQUIDOS.  — Se  emplean  ade- 
más de  los  ácidos  y álcalis  otros  líquidos  que  sirven  para 
acusar  la  presencia  de  varios  cuerpos;  así,  por  ejemplo,  el 
nitrato  de  plata,  indica  el  ácido  hidroclórico  ó los  cloruros 
solubles  por  el  precipitado  blanco  coaguloso  que  produce 
con  todos  estos  cuerpos;  los  metales  dan  un  precipitado  ne- 
gro ó de  otro  color  cuando  se  les  trata  por  el  sulfhidrato 
amónico;  las  sales  férricas  producen  un  precipitado  azul  de 
Prusia  por  medio  del  cianuro  ferroso  potásico,  mientras  que 
las  ferrosas  dan  este  mismo  precipitado  por  el  cianuro  férri- 
co potásico:  el  alcohol  sirve  para  reconocer  ciertos  minera- 
les; así,  por  ejemplo,  el  ácido  bórico  ó boratos  solubles  co- 
munican á la  llama  de  este  líquido  un  color  verde  caracte- 
rístico; las  sales  solubles  de  estronciana  se  distinguen  por  el 
color  rojo  púrpura  que  dan  á la  llama  del  alcohol,  así  como 
las  de  barita  arden  con  una  llama  amarillenta  rojiza. 

ACCION  DEL  CALOR  Ó VIA  SECA.  — La  acción 
que  la  temperatura  ejerce  en  las  diferentes  especies  minera- 
lógicas y los  distintos  fenómenos  que  este  efecto  puede  pro- 
ducir, según  sea  la  diversa  naturaleza  de  la  sustancia,  son 
unos  de  los  grandes  medios  y recursos  de  que  se  vale  el  mi- 
neralogista para  conseguir  la  determinación  de  casi  todas  las 
especies. 

Por  medio  del  calor  se  consigue  una  de  estas  dos  circuns- 
tancias: i.a  calcinar  los  cuerpos  para  de  este  modo  descubrir 
las  sustancias  volátiles  que  encierren ; 2.a  fundirlos  para  de- 
terminar y averiguar  los  fenómenos  de  la  misma  fusión.  Si 
el  mineral  que  se  analiza  ó se  ensaya  contiene  materias  volá- 
tiles, se  le  debe  pesar  antes  del  ensayo,  y después  calentarle 
en  un  tubo  de  cristal  abierto  por  una  de  sus  extremidades  y 
cerrado  por  la  otra.  Si  conviniese  que  el  cuerpo  no  esté  en 
contacto  del  aire,  se  cierra  el  extremo  superior,  pero  se  le 
dejará  abierto  si  se  quisiera  observar  los  efectos  y modifica- 
ciones que  puede  experimentar  el  cuerpo  en  contacto  del 
oxígeno  del  aire.  Al  ensayar  las  sustancias  mineralógicas  por 
medio  de  la  calcinación,  es  preciso  tener  presente  algunas 
circunstancias  y precauciones,  tales  como  la  de  calentar  el 
tubo  de  una  manera  gradual  y sucesiva,  porque  este  se  rom- 
pería fácilmente  si  desde  luego  se  le  somete  á una  tempera- 
tura elevada.  El  grado  de  calor  necesario  para  la  volatiliza 
cion  de  ciertas  sustancias,  está  en  relación  con  la  naturaleza 
del  mineral  objeto  del  ensayo;  así,  por  ejemplo,  el  azufre  se 
volatiliza  mas  pronto  cuando  se  halla  aislado  que  cuando 
está  en  forma  de  sulfuro  ó sea  en  combinación  con  algún 
metal.  Varias  son  las  sustancias  volátiles  que  se  encuentran 
formando  parte  de  muchos  minerales,  siendo,  sin  embargo, 
las  mas  frecuentes  las  siguientes : oxigeno,  azufre,  arsénico, 
selenio,  cloro,  mercurio  y agua,  la  cual  puede  estar  mezcla- 
da ó en  combinación. 

FUSION. — Este  procedimiento  es  el  que  generalmente 
se  emplea  para  averiguar  los  efectos  que  la  temperatura  pro- 
duce en  las  diversas  sustancias  mineralógicas.  Hay  varios 
cuerpos  que  tienen  la  particularidad  de  fundirse  por  comple- 
to sin  mas  que  exponerlos  á la  llama  de  una  bujía  de  cera, 
de  esperma  ó á la  de  la  lámpara  de  alcohol;  en  este  caso  se 
encuentran  la  estibina  ó sesquisulfuro  de  antimonio:  la  plata 


córnea  ó cloruro  argéntico  y algunas  otras  especies  menos 
importantes  y comunes.  Pero  para  fundir  la  generalidad 
de  los  minerales,  es  preciso  valerse  de  temperaturas  distintas 
que  las  que  se  obtienen  por  medio  de  la  combustión  de  la 
cera,  aceite,  esperma,  etc.,  en  circunstancias  ordinarias:  es- 
tas temperaturas  mas  elevadas  se  consiguen  por  el  aparato  ó 
instrumento  designado  con  el  nombre  de  soplete. 

Se  cree  que  Swad,  consejero  de  minas  de  Suecia,  fué  el 
primero  que  en  173^  uso  este  instrumento  en  los  ensayos 
mineralógicos;  después  otros  eminentes  mineralogistas,  tales 
como  Cronstedt,  Bergman,  Berzelius,  Plattner,  etc.,  han 
llegado  á obtener  grandes  resultados,  y han  hecho  del  sople- 
te un  instrumento  de  verdadero  análisis  cualitativo. 

En  un  principio  solo  usaban  el  soplete  los  plateros  ó los 
que  trabajaban  en  metales,  los  cuales  se  valían  y aun  se  valen 
de  este  aparato  para  soldar  ó unir  ciertos 
cuerpos : el  soplete  antiguo  estaba  reducido 
á un  tubo  largo  de  forma  cónica,  hueco  y 
encorvado  en  su  extremo  inferior  en  donde 
terminaba  por  un  pequeño  orificio;  el  supe- 
rior ofrecía  una  abertura  mayor  destinada  á 
la  insuflación  y el  inferior  se  aplicaba  á la 
llama  de  una  bujía  ó de  una  lámpara  de  al- 
cohol ó de  aceite.  Este  soplete  ha  sufrido 
algunas  modificaciones  mas  ó menos  impor- 
tantes, las  cuales  no  indicamos  por  no  ser 
pertinentes  en  este  momento,  limitándonos, 
por  lo  tanto,  á describir  el  aparato  que  hoy 
se  emplea  en  los  ensayos  mineralógicos;  con- 
siste este  en  dos  tubos  metálicos  de  diversa 
longitud  y unidos  entre  sí  formando  ángulo 
recto  (fig.  1 2);  en  la  unión  de  los  dos  tubos 
hay  un  depósito  ó una  cavidad  O,  que  sirve 
para  recoger  la  humedad  que  se  produce  por 
la  insuflación  prolongada,  cuya  agua,  si  sa- 
liera al  exterior,  dificultaría  el  resultado  de 
la  fusión;  el  tubo  de  mayor  longitud  se  halla 
terminado  por  una  boquilla  de  marfil  ó de 
otra  sustancia,  A,  cavidad  destinada  á la  in- 
suflacion,  ó mejor  dicho,  á aplicarlos  labios 
en  el  acto  de  la  espiración;  al  tubo  mas  peque-  ' 2 °P  cle 

ño  se  adapta  ó se  une  una  punta  ó pieza  B,  de  platino,  cuyo 
metal  reúne  entre  otras  ventajas,  las  de  que  no  se  funde  á 
las  temperaturas  producidas  por  el  soplete  ordinario,  ni  la  de 
oxidarse  en  contacto  del  oxígeno  del  aire.  Para  ensayar  las 
diferentes  sustancias,  es  conveniente  tener  dos  ó mas  puntas 
de  platino  de  dilerente  diámetro,  porque  de  esta  manera  se 
conseguirán  distintas  temperaturas,  siendo  estas  tanto  mas 
intensas,  cuanto  el  diámetro  de  la  punta  sea  menor. 

Combustible  ó llama  que  se  usa  en  los 
ENSAYOS  DEL  SOPLETE. — Se  emplea  generalmente  la 
producida  por  el  gas  del  alumbrado,  sebo,  cera,  esperm 
alcohol  y aceite,  siendo  la  que  resulta  de  la  combustión  < 
este  último  cuerpo  la  de  mayor  poder  calorífico;  en  much_ 
casos,  no  obstante,  se  prefiere  la  temperatura  producida  por 
el  alcohol  ó espíritu  de  vino,  porque  tiene  la  ventaja  (sobre 
todas  las  demás),  de  arder  con  una  llama  mas  clara,  mas 
limpia  y la  de  no  depositar  humos  ó sustancias  carbonosas 
sobre  la  superficie  del  cuerpo  que  se  ensaya. 

Para  comprender  los  efectos  que  produce  la  acción  del 
soplete  sobre  los  minerales,  conviene  examinar  las  propie- 
cades  caloríficas  que  ofrecen  las  distintas  partes  de  la  llama 
de  una  bujía,  de  la  lámpara  de  alcohol,  de  aceite,  etc  En  la 
llama  pueden  estudiarse  cuatro  partes  diversas  que  son:  1.» 
la  parte  inferior  ó base  que  es  azulada,  color  debido  al  óxido 
de  carbono  que  resulta  de  la  combustión;  2.a la  parte  media 


43 


MINERALOGIA 


de  la  misma  llama,  ó sea  el  espacio  cónico  y algún  tanto  os- 
curo que  se  encuentra  en  el  centro;  esta  parte  está  formada 
por  los  vapores  que  salen  de  la  mecha,  ó mejor  dicho,  del 
cuerpo  combustible,  y cuyos  vapores  no  se  han  puesto  en 
contacto  del  oxígeno  del  aire ; 3.a  la  parte  mas  brillante  de 
la  llama  y que  rodea  el  espacio  de  la  media;  4.a  la  capa 
luminosa  que  rodea  á la  anterior,  la  cual  ofrece  su  mayor 
espesor  en  el  vértice  de  la  llama,  punto  en  el  cual  existe  ma- 
yor poder  calorífico  á causa  de  la  completa  combustión  de 
las  sustancias  gaseosas. 

Fuego  de  oxidación  y de  reducción. 

Si  se  dirige  la  corriente  de  aire  producida  por  el  soplete  á la 
parte  inferior  de  la  llama  de  una  bujía  de  esperma,  cera, 
sebo,  ó bien  de  la  lámpara  de  alcohol  ó de  aceite,  se  obtiene 
el  fuego  denominado  de  reducción ; si  por  el  contrario,  la 
corriente  de  aire  se  lleva  hacia  la  parte  mas  alta  de  la  llama, 
pero  fuera  del  sitio  ocupado  por  la  mecha,  se  consigue  ti 
fuego  que  se  designa  con  el  nombre  de  oxidación.  Por  ulti- 
mo? si  no  se  quiere  oxidar  ni  reducir  el  mineral  al  estado 
metálico,  y sí  únicamente  obtener  una  temperatura  mas  ó 
menos  intensa,  se  condúcela  corriente  de  aire  hacia  la  parte 
media  de  la  llama,  pero  siempre  en  el  exterior;  este  resul- 
tado se  puede  conseguir  también  en  muchos  casos,  sin  mas 
que  aproximar  la  sustancia  mineralógica  al  dardo  luminoso 
del  cuerpo  combustible. 

Sustentáculos  ó apoyos  (propiamente 
SOPORTES  DE  ALGUNOS)}  QUE  SE  USAN  EN 
LOS  ENSAYOS  MINERALOGICOS.  Estos,  apoyos  han 
de  ser  siempre  de  tal  naturaleza,  que  no  se  han  de  combinar, 
ni  mucho  menos  han  de  modificar  o alterar  el  mineral  obje- 
to del  análisis  pirognóstico.  Uno  de  los  sustentáculos  mas 
usados  es  un  trozo  cilindrico  de  carbón  de  pino  bien  com- 
pacto ó que  no  presente  hendiduras,  y en  el  que  en  uno  de 
sus  extremos  se  practica  una  cavidad,  destinada  á colocar  el 
mineral  que  se  desea  ensayar.  Se  emplean  además  las  pinzas 
llamadas  de  platino , que  no  consisten  en  otra  cosa  mas  que 
en  unas  pinzas  ordinarias  y terminadas  en  su  punta  por  el 
metal  indicado;  este  apoyo  presenta  varios  inconvenientes, 
siendo  entre  otros  uno  de  los  mas  principales,  el  de  que  no 
sirve  en  modo  alguno  para  los  cuerpos  reducidos  á polvo,  ó 
para  aquellos  otros  que  tienen  la  particularidad  de  decrepi- 
tar, esto  es,  de  saltar  en  partículas  ó fragmentos  pequeños 
cuándo  se  les  somete  á la  acción  de  una  temperatura  eleva- 
da. Hoy  dia  se  han  reemplazado  dichos  sustentáculos  y otros 
varios  por  uno  sumamente  sencillo  y puesto  en  práctica  por 
Gahn;  consiste  este  apoyo  en  un  hilo  ó alambre  de  platino 
de  dos  á tres  y media  pulgadas  próximamente  de  longitud;  el 
citado  hilo  se  encorva  en  una  de  sus  extremidades  á fin  de 
constituir  una  especie  de  cavidad  ó de  ojo,  destinado  á co- 
locar el  mineral  que  se  quiere  analizar.  Cuando  se  trata  de 
operar  mediante  este  apoyo,  se  humedece  antes  ligeramente 
su  cavidad  ú ojo,  y se  le  introduce  en  uno  de  los  fundentes 
ó reactivos  (que  luego  después  indicaremos);  esta  operación 
prévia  tiene  por  objeto  el  que  se  fije  ó adhiera  á la  cavidad 
una  corta  porción  de  reactivo,  que,  fundido  por  medio  de  la 
lámpara,  se  trasforma  en  una  perla  ó glóbulo  trasparente  é 
incoloro  que  queda  fijo  en  la  curvatura  practicada  en  el 
alambre;  después  se  humedece  también  el  mineral  (objeto 
del  ensayo),  préviamente  reducido  á polvo,  á fin  de  que  se 
adhiera  al  fundente,  y se  le  sujeta  á la  acción  del  fuego.  Es- 
te procedimiento  presenta  entre  otras  ventajas,  las  siguien- 
tes: i.a  que  por  medio  de  él  se  puede  examinar  perfectamen- 
te el  aspecto  que  ofrece  la  superficie  del  cuerpo;  2.a  que  no 
se  producen  irisaciones  metálicas  como  sucede  cuando  se 
emplea  el  trozo  de  carbón;  3.a  que  por  este  medio  se  consi- 
gue la  reducción  de  los  óxidos  metálicos. 


Finalmente,  se  han  agregado  y se  usan  en  ciertos  casos 
las  llamadas  cápsulas  de  porcelana,  las  cuales  se  emplean 
con  el  objeto  de  extender  todo  lo  posible  el  borato  de  sosa, 
consiguiendo  al  propio  tiempo  que  los  colores  de  los  mine- 
rales, sobre  todo  los  de  los  óxidos  metálicos,  aparezcan  mas 
vivos  y característicos. 

FUNDENTES  Ó REACTIVOS. — Existen  muchas  es- 
pecies minerales  que  se  funden  inmediatamente  sin  mas  que 
someterlas  á la  acción  del  soplete,  pero  son  muchas  las  que 
por  sí  solas  no  se  funden,  siendo  necesario,  para  conseguir 
este  resultado,  mezclarlas  con  otros  cuerpos  que  se  designan 
con  el  nombre  de  fundentes  ó reactivos.  Los  mas  esenciales 
y los  que,  por  lo  común,  se  usan  en  los  ensayos  mineralógi- 
cos son  los  siguientes:  el  bórax  ó borato  de  sosa,  la  sal  de 
fósforo  ó fosfato  sódico  amónico,  el  carbonato  de  sosa  y el 
nitro  ó nitrato  potásico.  El  bórax  tiene  la  propiedad  de  fun- 
dirse al  fuego  moderado  del  soplete,  produciendo  un  vidrio 
incoloro  que  presenta  la  particularidad  de  ofrecer  diversas 
coloraciones  en  contacto  de  ciertas  sustancias  metálicas;  es- 
tos diferentes  colores  son  de  un  gran  recurso  para  que  el 
mineralogista  pueda  distinguir  desde  luego  varios  metales; 
así,  por  ejemplo,  mezclados  los  minerales  de  hierro  con  el 
bórax  y expuestos  á la  llama  de  reducción,  producen  un  vi- 
drio de  color  verde  botella,  y pardo  amarillento  á la  de  oxi- 
dación; los  de  cobalto  dan  un  color  azul  intenso  al  fuego  de 
oxidación,  así  como  los  de  manganeso  comunican  al  vidrio 
del  bórax  un  color  violado  característico  si  se  emplea  el  fue- 
go de  oxidación,  siendo  incoloro  al  de  reducción;  los  de  co- 
bre por  medio  del  fuego  de  reducción  tiñen  al  bórax  de  un 
color  gris  rojizo,  siendo  éste  verde  al  de  oxidación.  En  resu- 
men, el  bórax  sirve  para  facilitar  la  fusión  de  muchos  cuer- 
pos; disuelve  los  ácidos  y los  óxidos  básicos  y da  origen,  por 
lo  general,  á sales  solubles  y trasparentes;  finalmente,  pro- 
duce un  vidrio  completamente  incoloro  y trasparente  que,  ca- 
lentado á la  llama  superior  del  soplete,  se  convierte  en  opaco, 
y se  colora  de  diverso  modo,  según  la  sustancia  con  que  se 
mezcle. 

El  fosfato  sódico  amónico  por  medio  de  la  temperatura 
desprende  amoníaco,  y se  trasforma  en  fosfato  de  sosa  áci- 
do; en  este  caso,  se  apodera  de  ciertas  bases  metálicas  de- 
jando en  libertad  el  cuerpo  ácido  que  se  halla  combinado 
con  ellas;  este  reactivo  se  usa  con  frecuencia  en  los  silicatos 
con  los  cuales  produce  un  vidrio  trasparente  al  principio, 
pero  que  después  se  enturbia  por  un  depósito  gelatinoso, 
que  no  es  otra  cosa  sino  la  sílice  libre;  se  usa  el  fosfato  só- 
dico amónico  para  aislar  las  bases  metálicas,  en  las  cua- 
les pone  de  manifiesto  el  color  particular  de  cada  una  de 

ellas.  

YA  carbonato  sódico  se  emplea  también  como  reductor  de 

los  óxidos  metálicos;  pero  mediante  él  solo  se  funden  la  síli- 
ce y algunos  otros  cuerpos. 

El  nitrato  potásico  se  emplea  en  ciertos  casos  en  susti- 
tución del  carbonato  de  sosa;  sirve  exclusivamente  como 
cuerpo  oxidante. 

Se  usan  ademas  de  estos  fundentes  otros  reactis’os  que 
facilitan  en  casos  particulares  reacciones  mas  claras  y carac- 
terísticas que  las  que  proporcionan  los  fundentes  indicados; 
así,  por  ejemplo,  el  nitrato  cobáltico  se  emplea  para  averi- 
guar si  una  sustancia  mineralógica  contiene  magnesia  ó alu- 
mina; humedecida  una  pequeña  cantidad  de  la  primera  con 
una  gota  de  nitrato  cobáltico  y expuesta  á la  acción  del  so- 
plete, comunica  á la  llama  de  este  un  color  de  rosa  claro, 
mientras  que  la  segunda  la  colora  de  un  azul  claro  carac- 
terístico. Se  emplean  también  en  algunas'ocasiones  las  lima- 
duras de  cobre,  óxido  cúprico,  espato  flúor  pulverizado  y 
algunos  otros. 


MINERALOGIA 


41 


EFECTOS  Y FENÓMENOS  MAS  IMPORTANTES 
QUE  SE  NOTAN  EN  LOS  MINERALES  POR  LA 
ACCION  DE  LA  TEMPERATURA,  Ó SEA  POR 
LOS  LLAMADOS  MEDIOS  PIROGNÓSTICOS. 


Pueden  reducirse  á los  siguientes:  i.°  reducción;  2.0  oxi- 
dación; 3.0  combustión;  4.0  volatilización;  5.0  fusión;  6.°  au- 
mento de  volumen;  7.0  pérdida  de  color  y trasparencia. 

REDUCCION. — Tiene  por  objeto,  como  se  ha  dicho, 
reducir  los  minerales  al  estado  metálico:  para  obtener  este 
resultado,  debe  dirigirse  la  punta  del  soplete  á la  parte  mas 
baja  é inferior  de  la  llama,  haciendo  que  el  dardo  de  esta 
cubra  por  completo  la  superficie  del  cuerpo  que  se  ensaya, 
porque  de  no  verificarlo  así,  se  efectuaría  una  oxidación. 
Este  procedimiento  se  usa  generalmente  en  los  óxidos,  sul- 
furos,  cloruros,  seleniuros  y bromuros  metálicos,  cuyos  mi- 
nerales pierden  respectivamente,  por  la  acción  del  calor,  el 
oxígeno,  azufre,  cloro,  selenio  y bromo;  la  reducción  de  los 
cuerpos  citados  se  consigue  muchas  veces  sin  mas  que  la 
temperatura  elevada  que  se  obtiene  por  el  soplete;  pero  en 
otras,  es  preciso  auxiliar  la  acción  de  este  con  la  de  ciertos 
fundentes  ó reactivos. 

OXIDACION. — Consiste  este  fenómeno  en  que  al  mis- 
mo tiempo  que  se  opera  la  fusión  del  cuerpo,  se  une  este  al 
oxígeno  del  aire  para  producir  un  óxido  metálico  Para  obte- 
ner este  efecto,  basta  también,  como  se  ha  manifestado,  di- 
rigir la  corriente  de  aire  del  soplete,  á la  parte  mas  alta  de  la 
llama,  pero  teniendo  la  precaución  de  que  el  dardo  de  esta 
no  cubra  totalmente  al  cuerpo  que  se  analiza.  Para  los  efec- 
tos de  la  oxidación  debe  emplearse  la  punta  de  platino  que 
tenga  mayor  diámetro,  así  como  para  los  de  reducción  se 
echa  mano  de  las  de  diámetro  mas  pequeño.  La  oxidación 
puede  verificarse  en  muchos  casos  sin  mas  que  exponer  el 
mineral  á la  acción  del  oxígeno  del  aire,  pero  en  otros,  es 
preciso  mezclar  los  cuerpos  con  fundentes  que  cedan  con 
facilidad  cierta  cantidad  de  oxígeno. 

COMBUSTION. — Existen  varias  especies  minerales  que 
sometidas  á la  acción  del  calor  se  queman  por  completo, 
mientras  que  hay  otras  en  las  cuales  su  combustión  es  par- 
cial; el  ámbar  amarillo  ó succino  puede  servir  de  ejemplo  de 
las  primeras  sustancias,  porque  arde  sin  dejar  residuo,  mien- 
tras que  el  carbón  de  piedra  ó ulla  y algunos  mas  dejan  un 
residuo  mas  ó menos  considerable.  Conviene  tanto  en  uno, 
como  en  otro  caso,  examinar  el  color  de  la  llama  y los  vapo- 
res que  se  producen  por  la  combustión,  porque  estas  parti- 
cularidades sirven  muchas  veces  para  diferenciar  especies 
mas  ó menos  frecuentes. 

VOLATILIZACION. — Se  denomina  volatilización,  ó me- 
jor dicho  volatilizarse  un  mineral,  cuando  se  sublima  ó se 
convierte  en  vapores  por  la  acción  del  calor.  La  volatiliza- 
ción puede  ser,  del  mismo  modo  que  la  combustión,  total  ó 
parcial,  invisible  ó en  forma  de  humo  ó de  vapores,  cuyo 
color  y olor  serán  diferentes  según  las  diferentes  sustan- 
cias que  se  analizan;  así,  por  ejemplo,  siempre  que  calentado 
un  mineral  cualquiera  produzca  una  llama  azulada  y un  olor 
de  pajuela,  puede  asegurarse  desde  luego  que  en  el  mineral 
en  cuestión  entra  como  elemento  esencial  el  azufre;  si,  por 
el  contrario,  arde  con  desprendimiento  de  vapores  blancos  y 
de  olor  aliáceo  ó de  ajos,  será  un  compuesto  de  arsénico;  si 
los  humos  que  se  originan  son  también  blancos,  pero  inodo- 
ros, entrará  el  antimonio  como  elemento  constituyente. 

F USION. — Particularidad  que  presentan  muchas  sustan- 
cias mineralógicas,  cuando  se  las  expone  á la  acción  del  ca- 
lor, de  pasar  del  estado  sólido  al  líquido,  tomando  después 
por  enfriamiento  el  primero  de  estos  estados.  En  este  efecto, 
así  como  en  los  anteriores,  es  preciso  observar  diferentes 


circunstancias  á cual  mas  importantes,  siendo  entre  otras  las 
mas  principales  de  conocer  las  siguientes:  i.a  resultado  de 
la  fusión;  2.a  aspecto  que  presenta  la  superficie  del  mineral 
después  de  fundido;  y 3.a  color  que  adquiere  el  cuerpo  me- 
diante la  fusión.  Teniendo  presentes  estas  condiciones  se 
indica : que  el  resultado  total  de  la  fusión  puede  ser  de  tres 
maneras:  r.a  vidrio;  2.a  esmalte;  y 3.a  escoria;  se  designa 
con  el  nombre  de  vidrio,  siempre  que  el  mineral,  por  medio 
de  la  acción  del  fuego,  se  trasforma  en  un  glóbulo  traspa- 
rente y análogo  al  cristal;  se  llama  esmalte,  cuando  se  ob- 
tiene también  un  glóbulo  ó masa  de  aspecto  vitreo,  pero 
completamente  opaca;  finalmente,  se  denomina  escoria, 
cuando  el  producto  de  la  fusión  presenta  una  superficie  ás- 
pera, porosa  y de  un  aspecto  mas  ó menos  parecido  al  que 
ofrece  la  piedra  pómez  y otras  varias  sustancias  volcánicas. 

AUMENTO  DE  volumen.  — Se  ve  este  efecto,  por 
lo  común,  en  los  compuestos  hidratados  ó que  llevan  mas  ó 
menos  cantidad  de  agua;  estos  minerales  no  solo  tienen  la 
particularidad  de  aumentar  de  volumen,  sino  que  además 
suelen  ocasionar  una  efervescencia  mas  ó menos  rápida.  Hay 
también  sustancias  anhidras  que  ofrecen  esta  propiedad;  tal 
es  lo  que  se  observa,  por  ejemplo,  en  la  obsidiana  ó vidrio 
de  volcanes,  mineral  que  por  la  acción  del  soplete  se  funde 
al  principio  en  una  escoria  ó vidrio  ampolloso  aumentando 
considerablemente  de  voliímen,  y después  en  un  esmalte 
verdoso  ó mas  ó menos  blanco. 

PÉRDIDA  DE  COLOR  Y DE  TRASPARENCIA. 
— Hay  varias  especies  minerales  que  expuestas  á la  acción 
del  calor  pierden  por  completo  su  color,  si  le  tienen ; otras 
no  tan  solo  se  decoloran,  sino  que  además  se  trasforman  de 
trasparentes  en  opacas;  como  ejemplo  de  las  primeras  pue- 
den citarse  los  óxidos  de  hierro  y algunas  piedras  preciosas; 
en  el  segundo  caso  se  halla  el  espato  de  Islandia,  variedad 
de  caliza  que  siendo  esencialmente  diáfana,  se  convierte  en 
opaca  por  la  acción  del  calor ; la  esmeralda  no  solo  pierde 
su  trasparencia,  sino  el  color  mas  ó menos  verde  ó amari- 
llento verdoso  que  presenta  en  la  mayor  parte  de  los  ejem- 
plares. 

APARATOS  Y ÚTILES  NECESARIOS  TANTO  PARA 
LA  VIA  HÚMEDA  Ó ACCION  DE  LOS  LÍQUIDOS, 
COMO  PARA  LA  VIA  SECA  Ó ACCION  DEL 
CALOR. 

Además  del  soplete,  sustentáculos  ó apoyos,  bujía  de  cera 
ó de  esperma,  lámpara  de  aceite  ó de  alcohol,  son  necesa- 
rios, entre  otros  útiles  ó aparatos,  los  siguientes:  un  yunque 
y martillo  de  acero;  un  pequeño  mortero  de  ágata,  una  aguja 
magnética,  un  electroscopo  de  Haiiy;  una  buena  lente  y un 
microscopio,  pinzas  de  acero  para  coger  y poder  manejar 
con  facilidad  los  fragmentos  de  los  cuerpos  que  se  han  de 
ensayar ; varios  tubos  de  vidrio  refractario  de  doce  á quince 
centímetros  de  largo  y uno  de  ancho,  siendo  unos  abiertos 
por  ambos  lados  y con  dos  ramas  verticales  y una  horizon- 
tal, y otros  abiertos  por  uno  de  sus  extremos  y cerrados  por 
el  otro;  cápsulas  de  vidrio  y de  porcelana;  vidrios  de  reloj; 
copas  de  vidrio  ó de  cristal;  pequeñas  láminas  de  cobre,  de 
zinc  y de  hierro;  cucharilla  de  platino;  espátula  de  hierro  y 
otros  utensilios  menos  importantes. 

REACTIVOS  MAS  GENERALMENTE  EMPLEADOS 
EN  LA  VIA  HÚMEDA 

Acido  nítrico. 

— hidroclórico. 

— sulfúrico. 


Tomo  ÍX 


42 


mineralogía 


Acido  cloro-nítrico  o agua  regia. 

— oxálico. 

Potasa  cáustica. 

Amoníaco. 

Agua  de  cal. 

— de  barita. 

Sulfato  ferroso. 

Sulfhidrato  amónico. 

Cianuro  ferroso  potásico. 

Cianuro  férrico-potásico. 
Sulfo-cianuro  po; 

Silicato  potásico. 

Oxalato  amónico. 

— potási 
Nitrato  bárico 

— cobáltico, 

Cloruro  cálcico. 

— amónii 

— bárico. 

— platínico, 
mato  potásico, 
tato  plúmbico. 

onato  potásico. 

— amónico. 

Agua  destilada. 
hoL 


ura  de  agal 
lucion  de  sal  común, 
apel  de  tornasol. 

— de  cúrcuma 


IVOS  PARA 

Borato  de  sosa  fundido, 
rbonato  de  sosa, 
sfato  sódico  amónico 
Cianuro  potásico. 

Nitrato  de  potasa. 

Oxido  de  cobre. 

Bisilicato  de  potasa. 

Limaduras  de  cobre. 

— de  zim 
Fluorina  pulverizada. 

ANÁLISIS  CUALITATIVA  Ó ENSAYO  DE  LOS 

MINERALES 


Explicados  con  el  detenimiento  posible  los  diferentes  me 
dios  y procedimientos  que  se  emplean  tanto  en  la  acción  de 
los  líquidos  o vía  húmeda,  como  en  la  acción  del  calor  ó vía 
seca,  quedan  por  indicar,  aunque  no  sea  mas  que  ligeramen- 
te, los  diversos  caminos  y medios  que  se  siguen  en  minera- 
ogia  para  averiguar  los  principios  ó cuerpos  electro-negativos 
y positivos  mas  importantes  y comunes,  que  entraben  la 
constitución  de  las  sustancias  mineralógicas  conocidas. 

Los  ensayos  necesarios  para  reconocer  los  principios  indi- 
cados, ya  se  hallen  estos  en  libertad,  ya  estén  combinados 
formando  cuerpos  binarios,  ternarios  ó cuaternarios  nueden 
reducirse  á los  siguientes:  * v 

1. *  A calentar  el  cuerpo  aislado  en  un  tubo  cerrado  ñor 
los  dos  extremos  o abierto  por  el  superior,  y estudiar  las  sus- 
tancias o materias  volátiles  que  resulten  de  su  combustión 

2. °  A calentar  en  el  mismo  tubo  abierto  ó cerrado 
cuerpo  mezclado  con  polvos  de  carbón,  ó bien  tratarle 


un 


uno  de  los  ácidos 


por 


enérgicos  que  se  han  enumerado,  cuyo 


ácido  se  emplea  aislado  en  ciertos  casos,  y en  otros  auxiliado 
de  limaduras  de  cobre  ó de  manganeso  del  comercio  ó sea  el 
bióxido  de  manganeso  de  los  químicos. 

3.0  A fundir  el  mineral  con  el  carbonato  de  sosa  para 
obtener  de  este  modo  una  sal  de  naturaleza  alcalina  y solu- 
ble, determinando  en  este  caso  su  ácido  por  diferentes  pro- 
cedimientos. 

4.0  A fundir  el  mineral  por  medio  del  fosfato  sódico- 
amónico. 

DETERMINACION  DE  LOS  PRINCIPIOS  Ó 
CUERPOS  ELECTRO-NEGATIVOS 

HIDRATOS, — Calentados  en  un  tubo  cerrado  despren- 
mas  ó menos  cantidad  de  agua,  la  cual  se  condensa  en 
rma  de  gotas  en  la  parte  superior  y fria  del  tubo.  Puede 
erminarse  si  esta  agua  es  ácida  ó alcalina  sin  mas  que 
tratarla  por  el  papel  de  tornasol  ó de  cúrcuma;  si  tiene  pro- 
piedades acidas  enrojecerá  el  papel  de  tornasol,  mientras  que 
si  es  básica  ó alcalina  tendrá  la  cualidad  de  enrojecer  al  de 
cúrcuma. 

Azufre  y SULFUROS.—  Calentados  sobre  el  carbón 
tienen  la  propiedad  de  exhalar  ácido  sulfuroso  ó gas  de  las 
pajuelas,  llamado  así  por  el  olor  característico  de  que  está 
dotado;  los  sulfuros  de  mercurio  y de  arsénico  ofrecen  la 
particularidad  de  volatilizarse  por  la  acción  del  calor  sin  des- 
componerse en  sus  factores.  Fundidos  todos  los  sulfuros  me- 
diante la  sosa,  dan  origen  á una  materia  cáustica,  la  que, 
colocada  en  contacto  de  agua  ligeramente  acidulada,  exhala 
olor  de  huevos  podridos  á causa  del  ácido  hidrosulfúrico  que 
se  forma.  Cm  • ■ -' 

SULFATOS.  — Calentados  en  el  tubo  cerrado  suelen 
desprender  vapores  de  ácido  sulfuroso:  mezclados  con  el 
carbón  y la  sosa  y expuestos  á la  acción  del  soplete,  tienen 
>ropiedad  de  fundirse,  y si  se  trata  la  sustancia  fundida 
r agua  acidulada  se  desprende  también  el  olor  de  huevos 
podridos  ó de  hidrógeno  sulfurado. 

SELENIO  Y SELENIUROS.— Calentados  en  un  tubo 
cerrado  desprenden  el  selenio,  el  cual  se  condensa  en  la 
parte  superior  en  forma  de  un  polvo  rojo;  si,  por  el  contra- 
rio, se  hace  el  experimento  en  el  tubo  abierto  y se  colocan 
sobre  el  carbón,  originan  la  formación  de  vapores  de  ácido 
selenioso,  caracterizado  por  el  olor  de  rábano  ó de  berza  po- 
drida que  exhalan. 

TELURO  Y TELURUROS.— Calentado  el  teluro  en 
el  tubo  cerrado  produce  un  sublimado  de  color  gris;  en  el 
tubo  abierto  da  origen  á vapores  de  color  blanco,  los  cuales 
se  adhieren  á las  paredes  del  tubo,  se  funden  en  estas  y for- 
man gotas  mas  ó menos  trasparentes  si  se  las  somete  á la 
acción  del  calor,  no  dejando  residuo  alguno  después  de  la 
operación:  los  telururos  presentan  los  mismos  caracteres, 
diferenciándose,  no  obstante,  en  que  dejan  siempre  un  resi- 
duo mas  ó menos  abundante,  según  las  especies. 

Arsénico  Ó ARSENIUROS.  — Se  reconoce  desde 
luego  el  arsénico  por  los  caractéres  siguientes:  presenta 
brillo  metálico  y color  gris  de  acero  en  la  fractura  reciente; 
calentado  sobre  el  carbón  exhala  humos  blancos  de  olor 
aliáceo,  carácter  que  se  obtiene  también  en  el  tubo  abierto, 
depositando  al  propio  tiempo  en  las  paredes  del  tubo  cris- 
tales blancos  de  ácido  arsenioso,  los  que  desaparecen  al  fin 
de  la  operación;  tratado  el  arsénico  en  el  tubo  cerrado  se 
volatiliza  por  completo,  y se  deposita  después  en  forma  de 
cristales  de  aspecto  metálico.  Los  arseniuros  ofrecen  también 
lustre  metálico;  colocados  en  el  tubo  abierto  desprenden 
olor  aliáceo  y dejan  un  residuo  mas  ó menos  abundante  al 
final  de  la  operación. 


MINERALOGÍA 


43 


ACIDO  ARSENIOSO,  ARSENITOS  Y ARSENIA- 
TOS. — Colocado  el  primero  de  estos  compuestos  sobre  el 
carbón  se  volatiliza  por  completo  con  desprendimiento  de 
vapores  arsenicales;  en  el  tubo  cerrado  se  volatiliza  también, 
pero  se  deposita  después  por  enfriamiento  en  forma  de 
cristales  aciculares  ó bacilares;  los  arsenitos  producen  sobre 
el  carbón  los  mismos  fenómenos  que  el  ácido  arsenioso, 
pero  en  el  tubo  cerrado  tienen  la  particularidad  de  subli- 
marse dejando  un  residuo;  los  arseniatos  no  se  subliman  en 
el  tubo  cerrado,  y colocados  sobre  el  carbón  determinan  la 
formación  de  ácido  arsenioso  y olor  aliáceo. 

ANTIMONIO  Y ANTIMONIUROS.— Calentados  estos 
cuerpos  en  el  tubo  abierto  por  los  dos  extremos,  tienen  la 
propiedad  de  desprender  vapores  blancos  é inodoros,  que  se 
condensan  y se  adhieren  á las  paredes  del  tubo;  estos  vapo- 
res pueden  cambiar  de  sitio  y hasta  desaparecer  por  com- 
pleto, sin  mas  que  calentarlos  á medida  que  se  vayan  fijando 
en  diferentes  puntos. 

Nitratos. — Cuerpos  solubles  en  el  agua;  tienen  la 
propiedad  de  deflagrar  echados  sobre  las  ascuas,  activando 
la  combustión;  si  los  nitratos  se  mezclan  con  limaduras  de 
cobre  ó de  hierro,  y se  trata  la  mezcla  por  medio  del  ácido 
sulfúrico,  se  desprenden  vapores  rojos  ó rutilantes. 

FOSFATOS. — Si  se  funden  con  el  ácido  bórico  producen 
un  glóbulo  de  aspecto  vitreo,  que  tiene  la  particularidad, 
cuando  se  le  funde  de  nuevo,  de  atacar  á un  alambre  del- 
gado de  hierro.  Los  fosfatos  son  solubles  en  los  ácidos,  y si 
se  trata  la  disolución  ácida  por  el  molibdato  amónico,  se 
produce  un  precipitado  amarillo;  si  álos  fosfatos  se  les  trata 
por  el  nitrato  de  mercurio,  ó por  los  de  plomo  y zinc,  se  for- 
mará un  precipitado  blanco.  Por  lo  general,  los  fosfatos  que 
existen  en  la  naturaleza  se  hallan  unidos  con  los  arseniatos, 
los  que  enmascaran  casi  siempre  las  reacciones  indicadas; 
para  diferenciar  desde  luego  las  dos  sales,  basta  tratarlas  por 
el  nitrato  de  plomo,  recoger  el  precipitado  y calentarle  sobre 
el  carbón  al  fuego  de  reducción ; en  este  caso,  el  arseniato 
da  origen  por  su  descomposición  á los  vapores  aliáceos  ó de 
olor  de  ajos,  y á un  boton  metálico  de  plomo,  mientras  que 
el  fosfato  produce  una  perla  que  es  susceptible  de  crista- 
lizar. 

Si  se  reduce  el  mineral  á polvo  y se  le  trata  después  por 
el  ácido  nítrico  pueden  reconocerse  los  cuerpos  siguientes: 

Carbón  ATOS.  — Se  distinguen  desde  luego  por  la 
efervescencia  mas  ó menos  intensa  que  resulta,  despren- 
diéndose al  propio  tiempo  un  gas  incoloro  é inodoro,  ó sea 
el  ácido  carbónico;  algunos  de  ellos  producen  la  efervescen- 
cia á la  temperatura  ordinaria;  pero  para  obtenerla  en  otros, 
es  preciso  calentarlos  algún  tanto. 

BORATOS.— Mediante  una  temperatura  elevada  se  di- 
suelven en  el  ácido  nítrico  y dejan  un  residuo  de  aspecto 
jabonoso ; si  el  residuo  se  trata  por  el  alcohol  y se  quema 
este,  arde  con  una  llama  de  color  verde  característica  debida 
á los  boratos.  Tratado  desde  luego  el  ácido  bórico  por  el  al- 
cohol ofrece  este  mismo  carácter. 

SILICATOS  (algunos). — Tratados  por  el  ácido  silícico 
tienen  la  propiedad  de  depositar  la  sílice  bajo  la  forma  de 
una  nube  gelatinosa;  sin  embargo,  la  generalidad  de  estos 
compuestos  se  distinguen,  porque  tratados  por  la  sosa  pro- 
ducen una  sustancia  ó materia  soluble,  en  la  que  se  preci- 
pita la  sílice  mediante  evaporación,  si  se  la  somete  á la  ac- 
ción del  ácido  hidroclórico. 

Si  se  trata  el  mineral,  á temperaturas  mas  ó menos  eleva- 
das, por  el  ácido  sulfúrico,  se  reconocen  entre  otros  com- 
puestos los  siguientes: 

CLORUROS. — Si  se  mezclan  con  el  bióxido  de  manga- 
neso y se  atacan  con  el  ácido  sulfúrico  desprenden  cloro, 


que  se  distingue  por  su  olor  y color  especial;  por  el  contra- 
rio, dan  hidroclórico  si  se  les  somete  á la  acción  del  ácido 
sulfúrico.  Si  se  tratan  los  cloruros  por  el  fosfato  sódico  amó- 
nico, que  se  haya  antes  fundido  con  el  óxido  cúprico,  pro- 
ducen alrededor  de  la  perla  fundida  una  aureola  azul-purpú- 
rea, debida  á la  volatilización  del  cloruro  cúprico  que  se 
forma. 

BROMUROS. — Mezclados  con  el  bióxido  de  manganeso 
y tratados  por  el  ácido  sulfúrico,  desprenden  vapores  rojizos 
de  olor  muy  desagradable 

IODUROS. — Producen,  si  se  les  mezcla  con  el  peróxido 
de  manganeso  y se  les  somete  á la  acción  del  ácido  sulfúrico, 
vapores  de  un  hermoso  color  violado. 

FLUORUROS. — Por  medio  del  ácido  sulfúrico  y á tem- 
peratura elevada,  desprenden  un  gas  ácido  incoloro  que 
tiene  la  particularidad  de  corroer  el  vidrio,  dando  por  resul- 
tado inmediato  la  opacidad  ó deslustre  de  esta  sustancia. 

PRINCIPIOS  Ó CUERPOS  ELECTROPOSITIVOS 

POTASA. — La  generalidad  de  las  sales  que  forma  esta 
base  al  unirse  con  los  ácidos  son  solubles  en  el  agua;  si  se 
trata  la  disolución  por  el  cloruro  platínico  se  obtiene  un  pre- 
cipitado amarillo  de  canario,  que  no  es  otra  cosa  sino  el  clo- 
ruro doble  de  platino  y de  potasio;  por  medio  del  ácido 
tártrico  se  forma  un  polvo  ó precipitado  blanco  y cristalino, 
que  no  es  mas  que  el  bitartrato  potásico;  finalmente  el  ácido 
nitro-pícrico  precipita  en  amarillo  á las  sales  de  potasa.  Si  se 
calientan  sobre  el  carbón  los  minerales  de  potasa,  depositan 
sobre  este  apoyo  un  residuo  fijo  é insoluble;  expuestos  á la 
llama  exterior  del  soplete  la  comunican  un  color  morado, 
siempre  que  no  lleven  los  minerales  ni  sosa  ni  litina. 

SOSA. — Los  caractéresde  las  sales  de  sosa  puede  decirse 
que  son  casi  todos  negativos  comparados  con  los  de  potasa; 
así  que  averiguado  que  una  sal  contiene  esencialmente  una 
base  alcalina,  se  dirá  que  es  de  sosa  siempre  que  no  produzca 
ninguno  de  los  caractéres  indicados  por  los  reactivos  de  po- 
tasa; los  reactivos  mas  importantes  de  las  sales  de  sosa  son 
el  bi  antimoniato  de  potasa  y el  peryodato  de  potasa,  que 
producen  un  precipitado  blanco.  Calentados  los  compuestos 
ó minerales  de  sosa  sobre  el  carbón  dan  lugar  á un  residuo, 
por  lo  general,  fusible  al  soplete,  comunicando  á la  llama 
de  este  un  color  amarillento. 

LiTlNA. — Una  disolución  bastante  concentrada  de  estas 
sales  tiene  la  propiedad  de  precipitar  por  el  carbonato  só- 
dico. Si  se  calientan  las  sales  de  litina  á la  llama  del  soplete, 
comunican  á esta  un  color  rojo  intenso. 

AMONIACO. — Los  compuestos  en  que  entra  el  amo- 
niaco son  todos  solubles  en  el  agua,  dando  sus  disoluciones 
un  precipitado  amarillo  por  medio  del  cloruro  platínico,  ó 
sea  formación  del  cloruro  platínico  amónico.  Diluyendo 
algún  tanto  los  minerales  de  amoniaco  con  un  poco  de  po- 
tasa, de  sosa  ó de  cal,  ó bien  calentados  con  estas  mismas 
bases,  desprenden  amoniaco,  fácil  de  reconocer  por  su  olor 
picante  y urinoso. 

Bario,  estroncio  y CALCIO.— Todos  los  hidra- 
tos y sul furos  de  estos  cuerpos  tienen  la  propiedad  de  ser 
solubles  en  el  agua;  pero  son  insolubles  en  la  misma  agua 
los  sulfatos,  fosfatos  y carbonatos  de  sus  bases;  de  donde  se 
deduce  que  los  indicados  sulfatos,  fosfatos  y carbonatos  so- 
lubles formados  por  otras  bases  precipitarán  las  sales  neutras 
de  bario,  estroncio  y calcio. 

Barita. — Las  sales  solubles  de  este  óxido,  como  son 
el  cloruro  y nitrato  bárico,  producen  por  medio  del  ácido 
sulfúrico  un  precipitado  (sulfato  de  barita),  cuyo  precipitado 
es  insoluble  en  todos  los  ácidos  y bases:  por  medio  del  ero- 


44 


MINERALOGÍA 


mato  potásico  se  forma  un  cromato  de  barita  de  color  ama- 
rillo y soluble  en  los  ácidos.  Calentados  los  minerales  de 
barita  con  el  hilo  de  platino  á la  llama  del  soplete,  comunican 
á esta  un  color  amarillo  rojizo. 

ESTRONCIANA. — Si  se  tratan  las  sales  solubles  de  es- 
tronciana  por  medio  del  ácido  sulfúrico  ó un  sulfato  soluble, 
producen  los  mismos  caracteres  que  las  de  bario,  diferen- 
ciándose, no  obstante,  en  que  las  de  este  último  cuerpo  tie- 
nen la  propiedad  de  precipitar  por  el  ácido  hidroclórico, 
circunstancia  que  no  se  observa  en  las  de  estroncio.  Puestos 
los  minerales  de  este  cuerpo  en  el  hilo  de  platino,  y someti- 
dos á la  llama  intensa  del  soplete,  la  dan  un  color  rojo  púr- 
pura característico.  Los  carbonatos  de  plomo  (cerusa  ó alba- 
yalde  natural),  el  de  barita  (espato  pesado  aéreo  ó witherita) 
y el  de  estronciana  (estroncianita),  se  confunden  fácilmente 
por  sus  caractéres  exteriores,  pero  se  diferencian  fácilmente 
teniendo  en  cuenta  las  circunstancias  siguientes : la  disolución 
nítrica  de  estos  tres  carbonatos  produce  un  precipitado  blanco 
cuando  se  tratan  por  el  ácido  sulfúrico  <5  por  un  sulfato  so- 
luble; el  obtenido  del  plomo  se  ennegrece  en  contacto  del 
hidrógeno  sulfurado;  el  de  barita  no  adquiere  este  carácter 
por  el  tratamiento  con  este  último  reactivo,  y se  forma  siem- 
pre el  precipitado  blanco  por  medio  del  ácido  sulfúrico,  aun 
cuando  la  disolución  se  la  diluya  mucho  en  el  agua;  el  pre- 
cipitado de  la  estronciana  tampoco  se  ennegrece  en  contacto 
del  hidrógeno  sulfurado,  y para  que  se  forme  precipitado 
blanco  por  medio  del  ácido  sulfúrico  es  preciso  que  la  diso- 
lución esté  algo  concentrada.  Pueden  también  distinguirse 
estos  tres  carbonatos  atendiendo  á la  diversa  presión  que 
ejercerán  sobre  la  mano,  siendo  mayor  la  del  carbonato  de 
plomo  que  la  del  de  barita,  y la  de  esta  mayor  que  la  de  es- 
tronciana, supuesto  que  el  peso  específico  del  primero  es 
de  6,4,  el  del  segundo  4.3  y el  del  tercero  3,8. 

GAL. — Las  sales  solubles  de  esta  base  ó sus  disoluciones 
nítricas  precipitan  en  blanco  mediante  el  ácido  oxálico  ó el 
oxalato  amónico,  cuyo  precipitado  es  insoluble  en  los  ácidos 
débiles,  tales  como  el  acético  y el  láctico,  y soluble  en  los 
enérgicos  como  el  sulfúrico  é hidroclórico.  Los  compuestos 
ó minerales  de  calcio  tienen  la  propiedad  de  comunicar  á la 
llama  del  soplete  un  color  rojo  anaranjado  mas  ó menos  in- 
tenso. Ciertas  variedades  de  caliza  compacta  ó sea  de  carbo- 
nato de  cal  se  suelen  confundir  por  su  aspecto  con  las  mis- 
mas variedades  de  la  cerusa,  witherita  y estroncianita,  pero 
se  distinguen  desde  luego  por  el  menor  peso  específico  que 
tienen  las  pertenecientes  á la  caliza,  puesto  que  se  halla  re- 
presentada por  2,7. 

Alumina.— Las  sales  solubles  de  esta  base  dan  un  pre- 
cipitado blanco  por  medio  del  amoniaco,  insoluble  ó muy 
poco  soluble  en  un  exceso  de  reactivo.  Expuesta  al  soplete 
la  alumina  ó sesquióxido  de  alumina  libre,  ó bien  mezclado 
con  nitrato  cobáltico,  produce  un  hermoso  color  azul. 

Magnesia. — Se  distingue  esta  base  y sus  sales  en  que 
tratadas  por  el  fosfato  de  sosa  y amoniaco  originan  un  pre- 
cipitado blanco,  que  no  es  otra  cosa  sino  el  fosfato  sódico- 
amónico;  este  precipitado  es  insoluble  en  el  agua  amoniacal 
ó en  un  exceso  del  reactivo  indicado  anteriormente.  Hume- 
decidos préviamente  los  minerales  de  magnesia  con  el  nitrato 
de  cobalto  y sometidos  á la  acción  del  soplete,  comunican  á 
la  llama  de  este  un  color  de  rosa  claro. 

OXIDO  de  zinc. — Las  sales  solubles  de  zinc  dan  un 
precipitado  blanco  (óxido  de  zinc)  cuando  se  las  trata  por 
los  álcalis,  especialmente  el  amoniaco,  cuyo  precipitado  tiene 
la  propiedad  de  disolverse  en  un  exceso  de  reactivo.  Calen- 
tados sobre  el  carbón  los  minerales  de  zinc  y mezclados  con 
el  carbonato  de  sosa,  depositan  una  materia  amarillenta,  que 
toma  color  blanco  por  enfriamiento,  y que  adquiere  un  color 


verde  claro  si  se  calienta  de  nuevo  con  el  nitrato  de  co- 
balto. 

OXIDOS  DE  HIERRO.  — Las  sales  formadas  por  el 
óxido  ferroso  producen  un  precipitado  azul  de  Prusia  por 
medio  del  cianuro  férrico-potásico;  las  constituidas  por  el 
óxido  férrico  dan  este  mismo  precipitado  por  el  cianuro  fer- 
roso-potásico;  tratadas  las  ferrosas  por  la  tintura  de  agallas 
no  producen  precipitado  negro  azulado,  sino  después  de  es- 
tar expuestas  por  algún  tiempo  á la  acción  del  aire; las  férri- 
cas producen  inmediatamente  este  precipitado.  Expuestos 
los  minerales  de  hierro,  mezclados  con  el  bórax,  al  fuego  de 
reducción,  dan  un  vidrio  de  color  verde  de  botella,  mientras 
que  le  producen  pardo  amarillento,  si  se  someten  al  fuego 
de  oxidación.  Por  lo  general  los  compuestos  ó las  sales  fer- 
rosas proporcionan  el  glóbulo  ó vidrio  verde,  y las  férricas 
suministran  el  amarillo. 

OXIDO  DE  manganeso. — Las  disoluciones  de  las 
sales  formadas  por  esta  base  son  ó bien  incoloras  ó de  un 
color  rosa  claro;  tratadas  por  el  sulfuro  amónico  dan  un  pre- 
cipitado de  color  rojo  de  carne,  ó sea  el  sulfuro  de  manga- 
neso, soluble  en  el  ácido  acético.  Mezclados  los  óxidos  de 
manganeso  con  el  borato  sódico,  producen  un  vidrio  de  co- 
lor morado  mediante  el  fuego  de  oxidación,  é incoloro  al  de 
reducción. 

OXIDO  DE  CROMO.  CROMATOS.  — Sometidos  los 
cromatos  á la  acción  del  nitrato  de  plomo  producen  un  preci- 
pitado amarillo,  siendo  este  rojo  por  medio  de  los  nitratos  de 
plata  ó de  mercurio.  Tratado  el  óxido  de  cromo  por  el  fuego 
de  reducción,  con  intermedio  de  la  sosa,  da  origen  á una 
materia  fundida  de  color  verde  claro,  que  se  trasforma  en 
amarillo  mediante  el  fuego  de  reducción. 

Bismuto. — Los  cuerpos  formados  por  este  metal  se 
disuelven  con  facilidad  en  el  ácido  nítrico;  si  á la  disolución 
obtenida  se  agrega  una  pequeña  cantidad  de  agua,  se  pro- 
duce un  precipitado  blanco,  que  no  es  otra  cosa  sinoelsub- 
nitrato  de  bismuto.  Calentados  los  minerales  de  bismuto 
sobre  el  carbón  y mezclados  con  el  carbonato  de  sosa,  pro- 
ducen un  glóbulo  metálico  y una  costra  amarillenta  mediante 
el  fuego  de  reducción;  este  carácter  es  muy  bueno  para  dis- 
tinguir el  bismuto  del  antimonio  ó del  teluro. 

Níquel.  — Las  disoluciones  que  se  obtienen  de  los 
compuestos  en  que  entra  este  metal,  son,  por  lo  común,  de 
color  verde  y producen  por  medio  del  amoniaco  un  precipi- 
tado también  verdoso,  que  no  es  mas  que  un  hidrato  de  óxi- 
do de  níquel;  este  precipitado  ofrece  la  particularidad  de  ser 
soluble  en  un  exceso  de  amoniaco.  Calentados  al  fuego  de 
oxidación  los  minerales  de  níquel,  producen  una  coloración 
amarilla  de  un  ligero  tinte  violado;  si  a la  perla  ó glóbulo  que 
resulta  por  el  tratamiento  con  el  soplete,  se  agrega  una  pe- 
queña cantidad  de  nitrato  de  potasa,  y de  nuevo  se  calienta 
el  todo,  se  obtiene  un  color  rojo  de  púrpura. 

Estaño. — Los  compuestos  de  este  metal  son  insolubles 
en  los  ácidos,  pero  se  convierten  en  solubles  en  el  ácido 
hidroclórico  si  se  les  funde  préviamente  con  el  doble  carbo- 
nato de  potasa  y sosa;  si  á la  disolución  clorhídrica  se  la  trata 
por  el  cloruro  áurico  resulta  un  precipitado  de  color  rojo 
púrpura,  denominado  púrpura  de  Casio.  Calentados  los  mi- 
nerales de  estaño  sobre  el  carbón  y mezclados  con  el  cianu- 
ro potásico  y el  carbonato  de  sosa,  producen  un  boton  me- 
tálico blanco,  duro  y maleable. 

COBALTO. — Las  sales  muy  diluidas  de  este  metal  ofre- 
cen un  color  rosáceo,  mientras  que  las  concentradas  presen- 
tan un  color  azul  intenso.  Calentados  al  soplete  los  minera- 
les de  cobalto  tienen  la  particularidad  de  comunicar  al  vidrio 
del  bórax  un  color  azul  intenso. 

Cobre. — Los  compuestos  solubles  de  este  cuerpo  pro- 


MINERALOGÍA 


45 


ducen  por  medio  del  amoniaco  un  precipitado  verde  al  prin- 
cipio, que  se  disuelve  en  un  exceso  de  reactivo,  tomando  la 
disolución  un  color  azul  celeste  característico;  las  sales  solu- 
bles de  cobre  dan,  tratadas  por  el  ferrocianuro  potásico,  un 
precipitado  de  color  rojo  castaña  ó de  cobre.  Calentados  al 
soplete  los  minerales  de  este  metal,  presentan  la  propiedad 
de  comunicar  al  vidrio  del  bórax  un  color  verde,  si  se  em- 
plea el  fuego  de  oxidación,  mientras  que  el  color  es  gris  ro- 
jizo si  se  hace  uso  del  de  reducción. 

PLOMO. — Disueltos  los  minerales  de  este  metal  dan  un 
precipitado  blanco  por  la  acción  del  ácido  sulfúrico,  cuyo 
precipitado,  como  se  ha  indicado  al  hablar  del  bario  y del 
estroncio,  se  ennegrece  mediante  el  hidrógeno  sulfurado;  si 
en  una  disolución  nítrica  de  plomo  se  introduce  una  lámina 
de  zinc,  se  precipita  sobre  esta  el  plomo  bajo  la  forma  de 
laminillas  de  color  gris  oscuro.  Fundidos  los  compuestos  de 
este  metal  sobre  el  carbón  con  el  intermedio  del  carbonato 
sódico,  y empleando  el  fuego  de  reducción,  se  obtiene  un 
boton  metálico  blando  y maleable. 

Plata. — Disueltos  los  minerales  de  plata  en  el  ácido 
nítrico  y tratada  la  disolución  por  el  ácido  hidroclórico, 
cloruro  de  sodio  ú otro  cloruro  soluble,  se  produce  un  pre- 
cipitado blanco  análogo  á la  leche  cortada.  Si  se  expone 
este  precipitado  á la  acción  de  la  luz  solar,  toma  al  principio 
un  color  gris  violáceo,  pasando  después  al  negro;  si  el  preci- 
pitado referido  se  trata  por  el  amoniaco,  se  disuelve  por 
completo,  quedando  la  disolución  incolora.  Mezclados  los 
minerales  de  plata  con  carbonato  de  sosa  y puestos  sobre  el 
carbón,  tienen  la  propiedad  de  fundirse  á la  llama  de  reduc- 
ción, produciendo  un  boton  de  plata  blanco,  dúctil  y ma- 
leable. 

MERCURIO. — Se  distingue  desde  luego  el  mercurio 
libre  de  todos  los  demás  metales,  porque  es  el  único  que  se 
presenta  líquido  á la  temperatura  y presión  ordinaria,  siendo 
su  lustre  metálico  y su  color  blanco  parecido  al  del  esta- 
ño. Calentados  los  compuestos  en  que  entra  el  mercurio  y 
mezclados  con  el  carbonato  sódico,  dan  glóbulos  metálicos 
de  mercurio. 

ORO. — El  oro  nativo  se  caracteriza  desde  luego  por  su 
color  amarillo  especial,  siendo  al  propio  tiempo  uno  de  los 
metales  mas  dúctiles,  maleables  y blandos  que  se  conocen. 
Los  minerales  de  oro  se  disuelven  en  el  agua  régia,  siendo 
completa  la  obtenida  del  oro  puro,  mientras  que  queda  un 
residuo  blanco  de  cloruro  de  plata  en  el  oro  argéntico,  cuyo 
residuo,  como  se  ha  dicho,  se  disuelve  por  medio  del  amo- 
niaco; si  la  disolución  régia  del  oro  se  la  trata  por  el  cloruro 
de  estaño,  se  forma  un  precipitado  rojo  púrpura,  que  no  es 
otra  cosa  sino  la  púrpura  de  Casio;  si  la  misma  disolución  se 
la  somete  á la  acción  del  sulfato  ferroso,  se  obtiene  un  pre- 
cipitado pardo  rojizo,  que  cuando  se  le  frota  presenta  el 
lustre  y el  color  del  oro. 

PLATINO. — Metal  de  color  gris  de  acero,  duro,  dúctil  y 
maleable  al  propio  tiempo  que  infusible  al  soplete  ordinario; 
insoluble  en  los  ácidos  nítrico,  hidroclórico  y sulfúrico,  pero 
sí  lo  es  en  el  agua  régia  ó sea  en  el  ácido  cloro-nítrico;  si 
esta  disolución  se  la  trata  por  el  cloruro  potásico  ó potasa 
cáustica,  da  un  precipitado  amarillo  de  canario. 

Pal  ADIO. — Metal  que  del  mismo  modo  que  el  platino 
es  dúctil,  maleable  é infusible,  siendo  su  color  el  gris  de 
acero  ó el  blanco  de  plata;  soluble  en  el  ácido  nítrico,  pero 
mas  fácilmente  en  el  agua  régia  cuya  disolución  no  produce 
precipitado  amarillo  por  el  cloruro  potásico,  potasa  ó carbo- 
nato potásico. 

IRIDIO. — En  realidad  este  cuerpo  solo  se  halla  aleado 
con  el  platino  y el  osmio,  constituyendo  en  el  primer  caso  la 
especie  mineralógica  denominada,  aunque  impropiamente, 


iridio  nativo,  y en  el  segundo  la  llamada  iridosmina.  El  iridio 
cuando  está  aleado  con  el  platino  es  insoluble  en  todos  los 
ácidos,  menos  en  el  agua  régia,  cuyas  disoluciones  ofrecen 
colores  amarillos,  rojos,  verdes,  azules,  etc.,  parecidos  á los 
del  arco  iris,  de  donde  precisamente  toma  el  nombre  de 
iridio. 


CARACTERES  GEOLÓGICOS 

Al  hablar  de  los  caractéres  hemos  indicado  que,  además 
de  los  físicos  y químicos,  admiten  algunos  mineralogistas,  y 
entre  ellos  Beudant,  los  llamados  geológicos , que  si  bien  es 
verdad  no  son  propios  é inherentes  á los  cuerpos  mismos, 
sirven  de  gran  recurso  al  mineralogista  para  llegar  á distin- 
guir varias  especies.  Por  medio  de  estos  caractéres  se  llega  á 
saber  la  posición  y yacimiento  que  los  minerales  tienen  en 
la  corteza  terrestre,  sus  diversas  asociaciones  ó compañías 
así  como  las  causas  mas  ó menos  probables  de  su  origen.  El 
estudio  de  estas  propiedades  origina  una  rama  importantísi- 
ma de  la  Mineralogía,  que  llamaremos,  siguiendo  la  opinión 
de  varios  autores,  Geognosia,  y mejor  Mineralogía  geognós- 
tica,  ciencia  que  es  preciso  no  confundir  con  la  Geología. 
En  efecto,  la  Geología  analiza  la  corteza  terrestre  en  su  con- 
junto, en  su  estructura;  estudia  la  posición  respectiva  de  las 
grandes  masas  que  constituyen  nuestro  globo,  así  como 
también  las  causas  mas  ó menos  probables  de  su  origen.  Por 
el  contrario,  la  Mineralogía  geognóstica  es  mas  limitada, 
mas  concreta,  porque  solo  estudia  el  sitio  en  que  se  hallan 
los  minerales,  su  diversa  posición  y asociaciones.  La  Geolo- 
gía estudia  los  terrenos  y las  distintas  capas  que  los  consti- 
tuyen, indicando  muy  someramente  las  especies  minerales 
que  se  encuentran  en  cada  uno  de  ellos.  La  Mineralogía 
geognóstica  examina  estas  especies,  limitándose  únicamente 
á estudiar  la  época  á que  pertenecen  y su  primera  aparición 
en  la  corteza  terrestre.  En  resúmen,  la  Geología  tiene  por 
objeto  el  estudio  de  los  terrenos,  de  las  capas  y de  las  rocas, 
mientras  que  la  Mineralogía  geognóstica  prescinde  de  exami- 
nar los  minerales  cuando  se  hallan  reunidos  en  masas  para 
formar  los  terrenos,  capas,  etc  , y se  hace  únicamente  cargo 
de  cada  una  de  las  especies  aisladas  ó independientes  que  se 
hallan  en  estos;  la  primera  analiza  el  lecho,  la  segunda  los 
séres  que  en  él  se  encuentran. 

Deslindados  de  este  modo  los  límites  déla  llamada  Mine- 
ralogía geognóstica,  veamos  cuáles  son  las  condiciones  mas 
importantes  que  origina  el  estudio  de  las  sustancias  minera- 
lógicas examinadas  bajo  el  punto  de  vista  geognóstico.  Estas 
consideraciones,  como  se  ha  dicho  en  el  cuadro  analítico  de 
caractéres,  pueden  reducirse  á las  tres  siguientes:  i.a  posición 
de  los  minerales  en  la  corteza  terrestre;  2.*  asociaciones  y 
compañías;  3.a  causas  de  su  formación. 

Por  medio  de  la  primera  consideración  se  sabe  hoy,  que 
ciertas  especies  minerales  se  hallan  única  y exclusivamente 
en  los  terrenos  que  los  geólogos  denominan  hidrotermales  ó 
cristalinos;  que  otras  se  encuentran  solo  en  los  llamados 
neptúnicos  ó de  sedimento,  ya  sean  antiguos  ó modernos; 
algunas  en  los  designados  con  el  nombre  de  volcánicos;  y 
finalmente,  que  existen  varias  que  pertenecen  indiferente- 
mente á unos  y otros  terrenos;  asi,  por  ejemplo,  la  generali- 
dad de  las  piedras  finas,  como  los  topacios,  granates,  esme- 
raldas, berilos,  zircones  y jacintos  se  hallan  casi  siempre  ó 
tienen  por  gangas  rocas  graníticas,  correspondiendo,  por  lo 
tanto,  su  yacimiento  á los  terrenos  de  cristalización;  en  estos 
mismos  terrenos,  se  encuentra  el  feldespato  ortosa  formando 
una  parte  esencial  de  los  granitos  comunes,  de  la  pegmatita, 
protogina,  gneis,  leptinita,  etc.,  pudiendo  considerarse  áesta 
especie  mineralógica  y al  cuarzo  como  los  dos  cuerpos  de 


mineralogía 


46 

mayor  importancia  en  la  constitución  de  !*  corteza  terrestre. 
Los  jaspes,  mármoles  estatuarios  y coates,  el  cinabrio, 
serpentina,  calaminas  y otros  muchos  se  -.aiJan  de  preferen- 
cia en  los  terrenos  primarios  ó paleozoicos,  ios  cuales  corres- 
ponden a la  sene  neptúnica.  El  carbón  fe  piedra  y |a  antra. 

cita  pertenecen  a los  terrenos  carbonífero,.  £1  cuarzo  crista- 
lizado o cristal  de  roca,  de  espato  de  Isiandia,  la  mayor 
parte  de  los  compuestos  de  hierro  y otros  muchos  minerales 

se  hallan  indistintamente  en  los  terrenos  ianeos  ó de  sedi- 
mentó. 

La  asociación  y las  compañías  de  las  especies  minerales 
entre  si,  suele  en  ciertos  casos  suministrar  datos  preciosos 

!i  ?g‘!!a.Para  ’legar  á reC0n0Cfc-  fuellas.  Así,  por 

ejemplo,  el  oro  casi  siempre  va  asociado  a!  teluro;  el  platino 
esta  frecuentemente  aíeado  con  ei  iridio Ja  galena  se  halla 
unida  á la  blenda  que  tienen  por  ganga  !a  baritina  ó el  espa- 
o 1 aor,  a p ata  rara  vez  se  presenta  ptira,  puesto  que,  por 
lo  común,  contiene  algo  de  antimonio,  de  arsénico  y de  oro 

y en  a gunos  casos  llasta  mercurio;  el  azufre,  por  lo  general, 
se  encuentra  asociado  con  el  yeso;  la  sal  común  con  el  mis- 
mo yeso  y las  arcillas;  el  aragonito  con  ciertas  especies  de 
hierro;  y otros  muchos  ejemplos  que  podrían  enumerarse,  y 
que  nos  indican  de  un  modo  irrecusable  la  tendencia  y 
elección  que  tienen  á unirse  las  especies  entre  sí.  A su  vez 
las  sustancias  mineralógicas  se  unen  ó tienen  también  ten- 
dencia a asociarse  con  rocas  de  diversa  naturaleza;  así,  por 
ejemplo,  los  granates,  como  se  ha  indicado,  tienen  por  gan- 
ga rocas  graníticas  d pizarrosas;  los  topacios  se  encuentran 
de  preferencia  en  las  pegmatitas  <5  en  pizarras  cloríticas;  los 
zircones  en  los  granitos,  especialmente  en  !a  sienita;  el  azu- 
fre casi  siempre  va  unido  á rocas  arcillosas  d margosas;  los 
pedernales  están  unidos  á la  creta;  el  dlivino  á los  basaltos; 
el  asbesto,  amianto  y dialaga  van  asociados  i las  rocas  ser- 
pentimcas;  el  acido  bórico  á ios  compuestos  de  arsénico,  etc. 

El  examen  del  origen  o de  las  causas  mas  d menos  proba- 
bles que  han  intervenido  en  la  formación  de  los  cuerpos,  no 
.ene  un  grande  interés  para  el  mineralogista,  porque  en 
realidad  no  proporciona  medios  de  ningún  género  para  de- 
minar  y diferenciar  las  especies.  Es  verdad  que  estudian- 
do el  origen,  se  sabe  si  las  sustancias  mineraldgicas  se  han 
ormado  mediante  la  fusión,  la  disolución  en  los  líquidos  ó 
por  puro  sedimento  mecánico;  pero  como  estas  considera- 
ciones y algunas  otras  que  tienen  relación  con  ellas,  se  refie- 
ren mas  bien  a las  rocas  d sea  los  minerales  en  masa  que  á 
las  especies  aisladas,  prescindiremos  de  entrar  en  grandes 
deta  es  acerca  de  esta  cuestión  tan  interesante,  puesto  que 

ñerafogia°  C°rreSP°nde  maS  bien  á ,a  Geol°g¡a  que  á la  Mi- 

Para  hacernos  cargo  por  completo  de  los  caractéres  geo- 
ogicos  conviene  que  digamos  cuatro  palabras  respecto  de 
0 que. deb®  entenderse  por  minerales  geogndsticos  esencia* 

™ ’ i"6™  65  dlsemmados-  conglomerados,  filones,  venas, 

rocas,  formaciones  y terrenos,  terminando  con  una  clasifica- 
cion  aunque  sucinta,  de  estos  Ultimos,  pero  de  absoluta  ne- 
cesidad para  llegar  a comprender  por  medio  de  ella  una  de 
las  partes  mas  esenciales  de  la  Mineralogía  descriptiva,  cual 
es:  el  yacimiento  o criadero  que  ofrecen  las  especies  minera- 
les  en  la  corteza  terrestre.  1 

Minerales  geognósticos  esenciales  — 

Se  designa  con  este  nombre  á todas  las  especies  minerales 
ya  se  presenten  cristalizadas  d amorfas,  que  entran  en  lafor- 

“at'°n. de  ’aS  r°Cas  ¡“Poetes,  comunes  y de  mayores 
aplicaciones  en  la  industria,  artes,  etc.;  de  esta  definición  se 

deduce  la  importancia  que  tienen  ciertos  elementos  minera- 
lógicos y la  poca  de  otros,  por  cuanto  estos  Ultimos  consti- 
tu>en  una  pequeñísima  porción  de  la  corteza  terrestre 


Según  Cordier,  la  corteza  terrestre  está  formada  en  ioo 
partes  de  los  cuerpos  siguientes: 


Feldespato.  . . . • 

Cuarzo 

Mica 

Talco 

Carbones  de  cal  y de  cal  y magnesia. 
Peridoto,  dialaga,  piroxeno,  anfibol. . 

Arcillas 

Y los  demás  minerales 


48 

35 

8 

5 

1 

1 

1 

1 


100 


De  donde  también  se  deduce  que  la  sílice  es  el  mineral 
mas  esencial  de  todos,  porque  si  se  exceptúan  los  carbonatos 
de  cal  y de  magnesia  y los  demás  minerales  como  son  los 
compuestos  de  hierro  y otros  menos  importantes,  en  todos 
los  demás  entra  la  sílice  como  elemento  constituyente.  Los 
minerales  de  sílice  mas  principales  y que  forman  parte  de 
rocas  cristalinas  metamórficas,  etc.,  son  los  siguientes:  feldes- 
pato ortosa,  feldespato  albita  y feldespato  labradorita:  el  cuar- 
zo, la  mica,  talco,  serpentina,  anfibol,  piroxeno,  dialaga  y algún 
otro:  unidas  entre  sí  estas  especies  constituyen  rocas  importan- 
tes; tales  son  entre  otras  el  granito  ó piedra  berroqueña,  for- 
mada de  cuarzo,  feldespato  ortosa  y mica;  la  sienita,  constitui- 
da casi  siempre  por  el  mismo  feldespato,  cuarzo  y anfibol;  la 
protogina  también  por  la  ortosa,  cuarzo  y talco;  el  gneis  forma- 
do por  el  feldespato  ortosa  y la  mica;  las  pizarras  por  el  cuarzo 
y la  mica;  la  anfibolita  por  el  anfibol  negro  y el  feldespato 
labradorita;  la  diorita,  constituida  por  el  feldespato  ortosa 
y el  anfibol  negro;  la  cuarcita,  formada  esencialmente  de 
cuarzo,  así  como  el  petrosilex  consta  casi  exclusivamente  de 
feldespato  ortosa.  Hay  también  minerales  en  que  'no  entra 
la  sílice  y que  constituyen  también  rocas  por  sí  solos,  v.  gr., 
los  mármoles,  calizas  compactas,  oolitas  y pisolitas,  cuyas 
rocas  están  formadas  de  carbonato  de  cal;  el  yeso,  el  hierro 
magnético,  hierro  oligisto  y otras  especies  de  este  metal  se 
encuentran  también  en  grandes  masas  en  la  corteza  terrestre. 

MINERALES  DISEMINADOS.— Cuerpos  cristaliza- 
dos ó mas  ó menos  concrecionados,  que  no  constituyen  un 
elemento  ó parte  esencial  de  las  rocas  en  que  se  encuentran, 
siendo  considerados,  por  lo  tanto,  como  simples  accidentes 
de  estas;  así,  por  ejemplo,  el  topacio  se  halla  diseminado  en 
las  rocas  pegmatíticas,  el  zircon  en  la  sienita,  los  granates  en 
las  graníticas  ó pizarrosas,  el  oro  en  las  cuarzosas,  la  turma 
lina  en  las  referidas  rocas  graníticas  ó en  las  metamórficas, 
la  pirita  de  hierro  en  las  pizarras  arcillosas,  etc. 

Minerales  conglomerados.— Son  masas  de 
diferente  magnitud  que  se  hallan,  por  lo  general,  en  los  ter- 
renos neptúnicos  ó de  sedimento,  alterando  algún  tanto  su 
estratificación  ó sea  la  posición  de  sus  capas.  Estas  masas, 
cuyo  origen  guarda  á veces  relación  con  el  de  los  filones,  no 
son  mas  que  productos  de  la  acción  de  las  aguas  que  se  pre- 
sentan unas  veces  irregulares  y otras  mas  ó menos  redondea- 
dos afectando  la  forma  de  riñones,  geodas,  etc.  Los  riñones, 
como  se  dijo  al  hablar  de  las  formas  accidentales,  se  diferen- 
cian de  todas  las  demás  concreciones  en  que  se  hallan  dise- 
minados y como  engastados  en  rocas  de  estructura  y aun 
composición  diversa;  estos  riñones  pueden  ser  unos  contem- 
poráneos de  la  formación  de  la  roca  en  que  se  encuentran, 
y otros  posteriores  á la  misma.  Reciben  el  nombre  de  geo- 
das, como  también  se  ha  indicado,  si  presentan  una  cavidad 
en  su  centro  tapizada  de  cristales  de  la  misma  sustancia  ó 
de  otra  diferente.  La  mayor  parte  de  los  riñones  ó formas 
concrecionadas  son  de  ágata,  y corresponden  á la  segunda 
acción,  ó sean  aquellos  que  se  han  formado  después  de  la 


MINERALOGÍA 


47 


solidificación  de  la  roca  en  que  se  hallan  engastados.  Esta 
clase  de  conglomerados  se  encuentran,  por  lo  general,  dise- 
minados en  las  rocas  ígneas  ó cristalinas. 

FILONES. — Masas  minerales  deprimidas  ó aplastadas, 
cuya  naturaleza,  por  lo  común,  es  muy  distinta  del  terreno 
en  que  se  encuentran  enclavadas.  Se  diferencian  los  filones 
de  las  capas  que  constituyen  los  terrenos  de  sedimento  en 
que  las  superficies  de  estas  últimas  son  constantemente 
paralelas  entre  sí,  mientras  que  las  de  los  filones,  si  las  su- 
ponemos prolongadas,  se  cortarán  á distancias  mas  ó menos 
considerables. 

Venas. — Si  las  cavidades  ó hendiduras  que  existen  en 
las  rocas  son  pequeñas  ú ofrecen  poco  diámetro,  y se  relle- 
nan de  sustancias  minerales  idénticas  á las  rocas  que  las 
presentan  ó de  materias  distintas,  se  constituyen  las  llamadas 
venas;  como  ejemplo  de  las  primeras,  esto  es,  de  venas  forma- 
das de  la  misma  naturaleza  que  la  de  las  rocas,  puede  citarse 
los  mármoles  venosos ; y de  las  segundas  el  oro  que  se  encuen- 
tra diseminado  en  varios  puntos  en  rocas  cuarzosas  y en 
pizarras  metamórficas;  tal  es  entre  otras  la  roca  cuarzosa  de 
color  rojizo  y de  estructura  hojosa  que  se  halla  en  el  Brasil, 
y á la  que  los  naturales  de  esta  nación  denominan  iaco- 
tinga. 

ROCAS. — Se  designa  con  el  nombre  de  roca,  toda  sus- 
tancia mineralógica  simple  ó compuesta,  cristalizada,  com- 
pacta ó incoherente,  sólida  ó líquida  que  se  presenta  en 
grandes  masas,  y que  puede  considerarse  como  formando 
una  parte  integral  de  la  corteza  terrestre.  Atendiendo  á su 
composición  se  han  dividido  las  rocas  en  dos  grandes  grupos, 
que  son:  i.°  simples,  2.0  compuestas;  se  llaman  simples 
cuando  solo  están  constituidas  de  un  elemento  mineralógi- 
co, v.  gr.,  los  mármoles,  jaspes,  cuarcita,  yeso,  etc:  com- 
puestas, las  que  constan  de  dos  ó mas  elementos  mineraló- 
gicos, como  la  piedra  berroqueña,  formada  de  ortosa,  cuarzo 
y mica;  la  sienita,  que  se  halla  compuesta  del  mismo  cuarzo 
ortosa  y anfíbol,  etc.  Las  rocas  simples  no  se  dividen ; las 
compuestas  pueden  presentar  sus  elementos  manifiestos  ü 
ocultos,  por  lo  que  se  subdividen  en  dos  secciones  que  son: 
Ja  ?ie  rogé  ñas  y adelogenas , á las  que  se  agrega  otra  sección 
que  es  la  de  las  rocas  mixtas ; se  llama  fanerogenas  á las 
que  tienen  sus  elementos  aparentes  á la  simple  vista;  tales  lo 
que  se  observa  en  el  granito  común,  protogina,  sienita,  etc.; 
adelogenas,  cuando  los  elementos  no  se  ven  y no  se  pueden 
reconocer  sino  con  el  auxilio  de  una  buena  lente  ó por  me- 
dio del  análisis  mecánico  ó químico,  v.  gr.,  los  basaltos,  anfi- 
bolita  y otras  varias;  mixtas,  á las  que  participan  de  los  ca- 
ractéres  de  las  dos  anteriores,  esto  es,  que  ofrecen  una  parte 
adelogena,  sobre  la  que  se  destacan  cristales  fáciles  de  apre- 
ciar y mediante  los  que  se  viene  en  conocimiento  de  la  natu- 
raleza y composición  de  la  roca  según  se  observa  en  los  pór- 
fidos. Estos  cristales  diseminados  sirven  también  para  llegar 
á determinar  las  rocas  adelogenas. 

Según  la  opinión  de  la  mayoría  de  los  geólogos,  las  rocas 
ó masas  minerales  deben  su  origen  á cuatro  causas  ó accio- 
nes principales;  tales  son:  i.a  causas  hidrotermales;  2.a  íg- 
neas; 3.a  acción  del  agua;  4.a  acción  orgánica  vegetal  ó 
animal.  Las  rocas  hidrotermales  é ígneas  (formadas  las  pri- 
meras por  la  acción  del  fuego  y del  agua,  y las  segundas 
solo  por  el  primero  de  estos  agentes),  presentan  una  estruc- 
tura granuda,  cristalina,  vitrea,  porosa  y térrea:  no  están  dis- 
puestas ó no  constan  de  capas  sobrepuestas  ó estratificadas, 
estando  caracterizadas  además,  porque  generalmente  carecen 
de  restos  fósiles  animales  ó vegetales;  las  rocas  que  hemos 
denominado  cristalinas  ó graníticas  en  todas  sus  manifesta- 
ciones y las  porfídicas  que  comprenden  los  pórfidos,  serpen- 
tinas y anfibolita,  son  los  tipos  mas  notables  de  rocas  hidro- 


termales; así  como  están  incluidas  en  las  ígneas  las  traquitas, 
obsidiana,  piedra  pómez  ó pumita  y basaltos. 

Las  rocas  que  deben  su  origen  á la  acción  de  las  aguas  se 
las  designa  con  el  nombre  de  neptúnicas  ó de  sedimento;  se 
distinguen  de  las  anteriores  por  caractéres  si  se  quiere  diame- 
tralmente opuestos;  se  presentan,  por  consiguiente,  en  capas 
o estratos  sobrepuestos  y contienen  casi  siempre  restos  or- 
gánicos vegetales  ó animales.  Las  rocas  neptúnicas  se  dividen 
por  los  geólogos  actuales  en  dos  grupos:  i.°  rocas  de  sedi- 
mento normales;  2.0  metamórficas:  las  primeras,  se  caracteri- 
zan por  ofrecer  los  dos  caractéres  generales  que  se  han 
enunciado,  siendo  los  ejemplos  mas  notables  de  ellas  la  caliza 
y la  mayor  parte  de  sus  variedades,  el  sulfato  de  cal  hidra- 
tado ó sea  el  yeso,  los  compuestos  de  hierro,  mejor  dicho, 
los  óxidos  de  este  metal,  las  arenas  y las  areniscas;  las  lla- 
madas metamórficas  presentan  modificaciones  y alteracio- 
nes mas  ó menos  profundas  y considerables,  ya  sea  en  toda 
su  masa  ó solo  en  una  parte  de  ella,  ofreciendo  además  una 
estructura  particular,  puesto  que  se  parece  á la  de  las  rocas 
cristalinas  por  el  estado  de  agregación  de  sus  elementos,  y á 
la  de  las  neptúnicas  por  la  disposición  laminar  ú hojosa  de 
sus  componentes;  el  gneis,  las  pizarras  particularmente  di- 
chas, las  pizarras  talcosas,  micáceas,  cloríticas,  etc. , la  caliza 
sacaroidea  ó mármoles  de  Carrara,  las  dolomías,  el  sulfato  de 
cal  anhidro  ó karstenita  y la  sal  común,  son  los  principales 
tipos  de  esta  clase  de  rocas  ó sean  de  las  metamórficas. 

FORMACION. — Reunión  de  materiales  que  tienen  ó 
reconocen  por  origen  la  misma  causa,  sea  la  que  quiera  la 
época  en  que  aquella  haya  actuado;  por  esta  razón  se  acos- 
tumbra á decir  en  Geología  formación  ígnea  ó plutónica 
á todos  los  materiales  producidos  por  la  acción  del  fuego, 
cuyos  materiales  se  concibe  desde  luego  que  han  podido  ser 
originados  en  épocas  distintas;  formación  neptúnica,  á los 
materiales  que  deben  su  origen  á la  acción  de  las  aguas;  orgá- 
nica, á aquellos  otros  formados  por  la  acción  de  la  vida  vege- 
tal ó animal,  etc. 

EPOCA  GEOLÓGICA  ó TERRENO.  — Conjunto  de 
materiales  diversos  que  han  sido  producidos  durante  un  pe- 
riodo geológico  mas  ó menos  largo,  ó bien,  como  quieren 
algunos,  el  conjunto  de  formaciones  minerales  y fósiles 
animales  y vegetales  originados  en  un  mismo  período  geoló- 
gico.™ 

No  siendo  pertinente  á la  ciencia  mineralógica  el  estudio 
de  las  rocas,  formaciones  y terrenos,  no  entraremos  nos- 
otros en  consideraciones  sobre  una  materia  tan  esencial, 
cuyo  estudio  pertenece  de  hecho  á la  Geología;  pero  no 
obstante,  indicaremos,  aunque  muy  brevemente,  la  clasifi- 
cación de  terrenos,  admitida  por  la  inmensa  mayoría  de  los 
geólogos  actuales,  y por  medio  de  la  cual  llegaremos  á 
comprender  con  facilidad  el  yacimiento  ó criadero  de  las 
distintas  especies  minerales  que  se  han  de  describir  en  esta 
obra. 

La  tierra,  ó el  planeta  que  habitamos,  ha  ofrecido  en  su 
historia  física  dos  épocas  ó períodos  completamente  diferen- 
tes uno  de  otro:  el  primero  se  caracteriza  desde  luego  por  la 
ausencia  de  la  vida  animal  y vegetal;  el  segundo  por  la  apa- 
rición de  estos  séres  orgánicos.  Teniendo  en  cuenta  esta  cir- 
cunstancia, pueden  admitirse  dos  series  distintas:  i.a  azoica 
ó ígnea,  cuya  serie  comprende  todos  los  materiales  formados 
con  anterioridad  á la  aparición  de  la  vida  vegetal  y animal, 
y habiendo  sido  producidos  por  causas  hidrotermales  ó íg- 
neas; 2.a  fosilífera  ó de  sedimento,  que  comprende  á su  vez 
todos  los  materiales  que  se  han  formado  posteriormente,  y 
cuyos  materiales  han  sido  producidos  por  causas  diferentes, 
siendo,  no  obstante,  las  mas  notables  la  sedimentación  y la 
acción  orgánica  vegetal  y animal. 


4S 


MINERALOGÍA 


La  primera  serie,  ó sea  la  az<5ica  ó ígnea,  se  halla  formada 
por  los  terrenos  denominados  ígneos  ó cristalinos  y la  segun- 
da por  los  de  sedimento  ó neptúnicos.  Los  ígneos,  que  se 
pueden  subdividir  en  graníticos,  porfídicos  y basálticos,  pre- 
sentan, entre  otros  caractéres,  los  dos  siguientes:  i.°,  no  con- 
tener restos  fósiles;  2.0,  los  minerales  ó rocas  que  los  consti- 
tuyen no  están  dispuestos  en  capas  sobrepuestas  unas  á otras; 
los  terrenos  ígneos  se  hallan  ocupando  las  mayores  profundi- 
dades de  la  corteza  terrestre,  atravesando,  sin  embargo,  toda 
la  serie  de  los  terrenos  neptúnicos,  hasta  llegar  y elevarse  á 
mayores  ó menores  alturas  de  la  superficie  terrestre. 

Los  neptúnicos  ó de  sedimento  se  distinguen  de  los  ante- 
riores, porque  en  general  ofrecen  restos  fósiles  y por  presen- 
tarse en  capas  ó estratos.  Para  dividir  la  serie  neptúnica  en 
diversos  grupos  ó terrenos,  se  atiende  al  carácter  mineraló- 
gico, estratigráfico  y paleontológico:  el  primero  consiste  en 
estudiar  los  minerales  y rocas  que  forman  parte  de  un  ter- 
reno; el  estratigráfico  en  examinar  la  disposición  que  tie- 
nen las  capas  ó estratos  de  un  terreno  dado;  el  estudio  de 
este  carácter  corresponde  á la  rama  importante  de  la  Geolo- 
gía, que  se  conoce  con  el  nombre  de  estratigrafía;  por  medio 
del  carácter  estratigráfico  se  ha  llegado  á establecer  el  prin- 
cipio fundamental  siguiente:  que  cuando  dos  series  de  estra- 
tos ó de  capas  se  encuentran  sobrepuestas,  las  mas  inferiores 
son  las  mas  antiguas,  á no  ser  que  haya  habido  algún  tras- 
torno ó dislocación  producido  por  causas  interiores.  Por 


medio  del  carácter  paleontológico  se  llega  al  conocimiento 
de  los  fósiles  animales  y vegetales  que  se  hallan  depositados 
en  los  distintos  terrenos;  este  carácter  es  de  sumo  interés 
para  el  geólogo,  habiéndose  establecido  mediante  su  estudio 
los  dos  principios  fundamentales  siguientes:  r.°  que  en  cada 
terreno  ó período  geológico  de  sedimento  existe  una  crea- 
ción de  especies  de  animales  y de  plantas  distintas:  2.0  que 
las  especies  son  tanto  mas  modernas,  cuanta  mas  analogía 
y afinidad  presentan  con  los  séres  que  viven  actualmente. 
Fundados  en  estos  caractéres  y sobre  todo  en  los  dos  últimos, 
se  han  dividido  los  terrenos  neptúnicos,  á contar  desde  el 
exterior  al  interior  del  modo  siguiente:  r.°  terreno  moderno 
y cuaternario;  2.0  terciario;  3. 0 secundario;  4.0  primario  y 
5.0  azoico;  cuyos  terrenos  se  designan  también  respectiva- 
mente con  los  nombres  de  neozóico,  cenozoico,  mesozóico, 
paleozoico  y azoico. 

CLASIFICACION  DE  TERRENOS 

; i.°  Moderno  ó cuaternario. 

\ 2.0  Terciario. 

Serie  fosilífera  ó de  sedimento.'  3.0  Secundario. 

I 4.°  Primario. 


Serie  azoica  ó ígnea. 


5.v  Azoico. 

Í Basáltico. 
Porfídico. 
Granítico. 


1 


MINERALOGÍA  TAXONÓMICA 


CLASIFICACION  DE  LOS  MINERALES 


Hemos  estudiado  del  modo  mas  general  que  nos  ha  sido 
posible  las  propiedades  físicas,  químicas  y geológicas  que 
ofrecen  ios  minerales,  ó bien  sea  la  parte  de  la  ciencia  á que 
hemos  llamado  característica.  El  estudio  de  dichos  caractéres 
es  de  sumo  interés  al  mineralogista,  puesto  que  por  medio 
de  él  se  distinguen  los  séres  inorgánicos  entre  sí,  se  separan 
ó se  reúnen  según  las  analogías,  afinidades  ó diferencias,  for- 
mando de  esta  manera  grupos  ó divisiones  y subdivisiones, 
cuya  reunión  constituye  lo  que  se  denomina  clasificación.  La 
parte  de  la  Mineralogía  que  tiene  por  objeto  clasificar  las 
sustancias  mineralógicas,  esto  es,  agruparlas  según  sus  mayo- 
res analogías  ó semejanzas,  se  designa  con  el  nombre  de 
Taxonomía , palabra  formada  de  otras  dos  griegas,  que  quie- 
ren decir  arreglo  de  las  leyes  ó conocimiento  de  los  princi- 
pios que  se  han  creado  para  formar  verdaderas  clasificacio- 
nes. Estas  reglas  y principios  fueron  ignorados  de  los  mine- 
ralogistas, zoólogos  y botánicos  antiguos,  y de  aquí  nace  la 
vaguedad  y confusión  que  se  notan  en  sus  descripciones  y 
clasificaciones,  hasta  el  punto  de  unir  en  un  mismo  grupo 
séres  cuyos  caractéres  son  muy  distintos.  Antes  de  entrar  en 
detalles  de  las  clasificaciones  mineralógicas,  estimamos  opor- 
tuno dar  una  idea  general  del  origen  y progresos  de  las  cla- 
sificaciones establecidas  en  la  parte  orgánica,  sobre  todo  en 
la  Botánica,  supuesto  que  los  zoólogos  y mineralogistas  no 
han  hecho  mas  que  tomar  como  base  de  sus  clasificacio- 
nes los  principios  y reglas  taxonómicas  ideadas  por  los  botá- 
nicos. 

Esparcidos  los  séres  en  la  naturaleza  sin  órden  ni  con- 


cierto aparente,  y no  siéndole  fácil  al  hombre  observar  á 
primera  vista  la  unión  y enlace  que  entre  ellos  existen,  tuvo 
necesariamente  que  valerse  de  ciertos  medios  y procedimien- 
tos para  llegar  á conseguir  objeto  tan  esencial.  Hé  aquí  el 
origen  de  las  clasificaciones  o sea  de  los  sistemas  y métodos, 
sin  los  que  la  Historia  natural  jamás  habría  llegado  á alcan- 
zar los  rápidos  y asombrosos  progresos  que  ha  hecho  desde 
el  momento  en  que  se  fundaron  verdaderas  clasificaciones. 
Sin  ellas,  era  imposible  que  el  hombre  pudiera  formarse  un 
juicio  claro  y exacto  de  los  séres  orgánicos  é inorgánicos,  ni 
tampoco  le  seria  fácil  conservar  en  su  memoria  el  conoci- 
miento de  un  individuo  dado  sin  confundirle  con  otro  ú 
otros  que  sean  mas  ó menos  análogos  ó afines.  A causa, 
pues,  de  estas  dificultades,  y quizás  mas  bien  de  la  necesi- 
dad del  orden  que  el  hombre  siente  en  sí,  puede  decirse  que 
las  clasificaciones  son  de  hecho  uno  de  los  ejercicios  mas 
frecuentes  de  su  inteligencia,  uno  de  esos  actos  que  pudieran 
calificarse  de  instintivos;  el  hombre  clasifica  y es  sistemático 
por  naturaleza,  aun  en  los  asuntos  y cosas  que  tienen  rela- 
ción con  la  vida  social.  Por  otra  parte,  la  necesidad  de  los 
sistemas  y métodos  en  Historia  natural  nació  principalmente 
también  del  conocimiento  de  multitud  de  especies,  cuyo 
agrupamiento,  como  se  comprende,  hubiera  sido  imposible 
sin  la  creación  de  las  clasificaciones. 

No  basta,  como  se  ha  manifestado,  estudiar  los  animales, 
vegetales  y minerales  como  séres  aislados  é independientes 
unos  de  otros;  es  necesario  también  compararlos,  reunirlos 
en  grupos  subordinados  y constantes  para  que  de  este  modo 


MINERALOGÍA 


49 


podamos  examinar  fácilmente  sus  mayores  ó menores  afini- 
dades y diferencias.  Siendo  indefinido  el  número  de  séres 
naturales  que  se  conocen,  ofreciendo  muchos  de  ellos  carac- 
teres diversos,  se  concibe  que  seria  imposible  conocerlos,  si 
el  naturalista  no  hubiera  encontrado  medios  suficientes  para 
ordenarlos  y agruparlos  de  manera  que  su  estudio  sea  fácil 
y pueda  cualquiera,  sin  recurrir  á grandes  esfuerzos  de  trabajo 
y de  inteligencia,  llegar  á distinguir  unos  de  otros.  Estos 
medios  son,  como  se  ha  consignado,  el  uso  de  clasificacio- 
nes razonadas  y metódicas,  las  que  nos  guian  sin  grandes 
dificultades  al  conocimiento  de  los  séres. 

Clasificación  y divisiones.— La  formación  de 
grupos  subordinados  y enlazados  entre  sí,  al  modo  como  se 
encuentran  los  capítulos,  párrafos  y artículos  en  un  catálogo 
razonado  y científico,  se  designa  con  el  nombre  de  clasifica- 
ción. Pueden  dividirse  las  clasificaciones  en  dos  categorías: 
i.a  empíricas;  2.a  racionales.  Para  establecer  las  primeras  no 
se  toma  en  cuenta  para  nada  ninguna  de  las  propiedades  ó 
cualidades  inherentes  de  los  séres,  estando  fundadas,  por  lo 
tanto,  en  una  idea  puramente  abstracta  y arbitraria;  así,  por 
ejemplo,  las  clasificaciones  por  órden  alfabético,  las  funda- 
das en  las  localidades,  en  los  autores  que  han  dado  á cono- 
cer las  especies,  etc.,  se  hallan  en  este  caso;  estas  clasifica- 
ciones, especialmente  las  basadas  en  el  orden  alfabético,  son 
muy  útiles  en  la  formación  de  catálogos,  ó en  aquellas  obras 
que  no  tengan  otro  objeto  que  manifestar  algunas  cualida- 
des de  los  séres,  pero  no  sirven  en  manera  alguna  para  tener 
una  idea  clara  y exacta  de  estos,  por  cuanto  no  señalan  nin- 
guna de  las  particularidades  que  les  son  propias.  Las  clasi- 
ficaciones racionales  se  fundan  en  la  estructura  y propieda- 
des inherentes  de  los  séres  que  se  estudian;  estas  se  subdivi- 
den á su  vez  en  sistemas  particularmente  dichos  ó clasificaciones 
artificiales  y en  métodos  ó clasificaciones  naturales;  para  hacer 
las  divisiones  ó subdivisiones  en  las  primeras,  es  suficiente 
un  carácter  ó un  corto  número  de  ellos  fáciles  de  estudiar; 
en  las  segundas,  es  necesario  valerse  del  conjunto  ó reunión 
de  todos  los  caractéres,  agrupándose  los  séres  conforme  á 
sus  analogías  y afinidades  naturales.  Se  comprende,  pues, 
que  los  sistemas  serán  numerosos  y variados,  supuesto  que 
diversos  son  los  caractéres  de  que  puede  valerse  el  natura- 
lista para  llegar  á establecerlos.  Se  cita,  como  prototipo  de 
clasificaciones  artificiales,  el  sistema  sexual  de  Linneo,  fun 
dado,  como  todo  el  mundo  sabe,  en  las  variadas  modifica- 
ciones que  ofrecen  los  órganos  sexuales  de  las  plantas,  ó 
sean  los  estambres  y pistilos.  Un  sistema  ó clasificación  ar- 
tificial en  Mineralogía  seria  aquella  por  medio  de  la  que 
reuniéramos  las  especies  teniendo  en  cuenta  su  dureza,  di- 
vidiéndolas en  blandas,  poco  duras,  duras  y muy  duras;  ó 
bien  teniendo  presente  el  peso  específico,  siendo  á su  vez 
divididas  las  especies  en  flotantes,  ligeras,  poco  pesadas,  pe- 
sadas y muy  pesadas;  ya  fundados  en  su  diversa  coloración, 
agrupándolas  bajo  el  punto  de  vista  de  este  carácter  en  in- 
coloras y coloreadas;  estas  últimas  en  azules,  rojas,  verdes, 
amarillas;  después  las  verdes,  por  ejemplo,  se  subdividirian 
en  verde  de  botella,  verde  de  montaña,  verde  manzana,  ver- 
de de  puerro,  etc.  Los  sistemas  ó clasificaciones  artificiales 
solo  tienen  por  objeto  el  proporcionar  al  naturalista  un  me- 
dio breve  y sencillo  de  hallar  el  sér  que  se  busca  y de  darle 
un  nombre  diferente  de  los  demás.  Por  medio  de  los  méto- 
dos ó clasificaciones  naturales,  no  solo  se  propone  el  clasifi- 
cador encontrar  el  nombre  de  los  séres,  sino  además  las 
analogías  y afinidades  que  estos  presentan  entre  sí;  los  méto- 
dos se  fundan,  como  se  ha  manifestado,  en  la  reunión  ó es- 
tudio de  todas  las  propiedades  de  los  séres,  por  lo  que  en 
realidad  no  puede  haber  mas  que  uno,  siendo  de  hecho  mas 
difíciles  de  formar  y de  comprender  que  los  sistemas,  pero 
Tomo  IX 


tienen  á su  vez  tantas  ventajas  sobre  estos  que  en  la  actuali- 
dad los  botánicos  y zoólogos  solo  se  valen  de  las  clasifica- 
ciones naturales  para  el  agolpamiento  de  las  especies.  Los 
mismos  mineralogistas  tienen  también  tendencia  á constituir 
grupos  mas  ó menos  naturales  y análogos  á los  formados  en 
Botánica  y Zoología;  pero  como  veremos  inmediatamente, 
los  ensayos  que  se  han  hecho  en  la  ciencia  mineralógica  no 
han  dado  los  felices  resultados  que  en  las  otras  dos  ramas 
de  la  Historia  natural. 

El  resultado  obtenido  por  las  clasificaciones  artificiales 
fundadas  en  el  reino  orgánico,  no  podia  satisfacer  en  modo 
alguno  á los  zoólogos,  y sobre  todo  á los  botánicos,  funda- 
dores, como  hemos  dicho,  de  los  principios  taxonómicos, 
puesto  que  pocas  ventajas  y utilidades  veian  en  conocer  un 
sér  y darle  un  nombre  particular  que  sirviera  para  distin- 
guirle de  los  demás.  Deseosos  los  botánicos  de  apreciar  he- 
chos mas  importantes,  considerando  la  insuficiencia  de  los 
sistemas  que  nada  indican  respecto  de  las  afinidades  ó seme- 
janzas que  presentan  los  vegetales  entre  sí,  y convencidos 
por  otra  parte  que  por  el  sendero  de  las  clasificaciones  arti- 
ficiales nunca  llegarían  á obtener  un  conocimiento  claro  y 
exacto  de  las  plantas,  relaciones  que  existen  entre  ellas,  su 
organización,  funciones,  etc.,  se  valieron  y recurrieron  á los 
métodos,  que  si  bien  son  mas  minuciosos,  complicados  y di- 
fíciles que  los  sistemas,  tienen  la  ventaja  sobre  estos  de  que 
producen  resultados  mejores  y mas  felices  para  la  ciencia. 

Luego  que  Linneo  fundó  su  sistema  sexual,  se  creyó  por 
los  naturalistas  de  su  época  que  este  procedimiento  suplía 
perfectamente  al  método  natural  y que  era  suficiente  para  el 
agrupamiento  de  las  especies;  esta  creencia  general  retardó 
la  aparición  de  una  clasificación  natural,  á pesar  de  las  ¡deas 
emitidas  por  el  mismo  Linneo  y algunos  de  sus  discípulos. 
No  obstante,  Adanson  publicó  en  1763  sus  familias  natura- 
les basándolas  en  la  comparación  general  de  los  órganos  de 
las  plantas,  estudiados  bajo  diversos  puntos  de  vista.  Este 
primer  trabajo  de  una  clasificación  natural  no  alcanzó  gran- 
de resultado,  debido  quizás  á que  Adanson  dió  la  misma 
importancia  á todos  los  órganos  y á todas  las  consideracio- 
nes á que  estos  se  prestan,  resultando  como  era  natural  de 
este  modo  de  proceder,  que  los  vegetales  se  hallaban  reuni- 
dos conforme  al  número  de  sus  semejanzas  ó afinidades,  y 
no  según  el  grado  de  importancia  de  ellas. 

Quince  años  antes  que  Adanson  diese  á luz  sus  familias 
naturales,  el  célebre  cuanto  modesto  Heister  entrevio  el  fun- 
damento de  la  clasificación  natural  ó método,  tal  es:  «la  su* 
bordinacion  de  caractéres;»  pero  la  gloria  de  las  bases  esen- 
ciales del  método  corresponde  de  hecho  á la  familia  de  Jus- 
sieu.  El  primero  de  ellos,  ó sea  Bernardo  de  Jussieu,  teniendo 
en  cuenta  las  observaciones  de  varios  botánicos  anteriores, 
las  hechas  por  los  de  su  época,  reuniendo  las  suyas  y fun- 
dándose en  principios  y bases  mas  filosóficas,  estableció  las 
verdaderas  bases  de  la  clasificación  natural,  las  que  poste- 
riormente han  sido  modificadas  y ampliadas  por  su  Sobrino 
Lorenzo,  por  Lamarck,  Decandolle,  Roberto  Brown  y otros 
varios  botánicos. 

No  es  aquí  donde  debe  hacerse  la  historia  del  método,  su 
origen,  progreso  y perfeccionamiento  á que  ha  llegado;  estas 
consideraciones  y otras  varias  corresponden  de  hecho  al  ramo 
de  la  Botánica.  Nosotros  nos  limitaremos  á consignar  única- 
mente los  principios  esenciales  en  que  se  han  fundado  los  de 
Jussieu  y otros  botánicos  para  el  planteamiento  del  método, 
cuyo  exámen  nos  servirá  de  mucho  en  el  estudio  de  las  cla- 
sificaciones mineralógicas.  Estos  principios  se  reducen  á los 
tres  siguientes: 

i.°  Aprecio  del  valor  relativo  de  los  órganos. 

2.0  Conocimiento  de  las  causas  que  hacen  cambiar,  alte- 

7 


5o 


mineralogía 


rar  ó modificar  de  un  modo  mas  ó menos  profundo  la  na- 
turaleza de  estos  mismos  órganos. 

3.  Importancia  que  debe  concederse  á cada  ur.r.  de  los 
puntos  de  vista  bajo  los  que  puede  considerarse  nn  Ar 
gano.  ' Uí* 

i.°  Principio.— aprecio  relativo  le  los 

ORGANOS.  La  llamada  subordinación  de  caracteres  que 
se  funda  en  este  principio,  es  de  absoluta  necesidad  para 
tener  una  idea  exacta  de  la  importancia  que  entre  si  ofrecen 
los  órganos;  para  llegar  á obtener  este  resultado,  i0s  carac 
téres  que  estos  presentan  han  de  ser  pesados  y Montados. 
Nadie  ignora,  que  en  las  plantas  no  gozan  todas  ®as  parteg 
ü órganos  de  la  misma  importancia,  siendo  desde  lu^0  ünos 
mas  esenciales  y principales  que  otros;  pero  en  estes  rnismos 
los  hay  de  tal  índole  y naturaleza  que  no  es  fácil  i pr¡ori 
indicar  cuáles  sean  los  mas  interesantes,  teniendo  precisión 
en  este  caso  de  analizar  las  funciones  que  desemperno  Las 
plantas  ofrecen  dos  clases  de  funciones;  las  unas  encaj-gadas 
de  la  nutrición  ó conservación  del  individuo,  y las  otras  de 
propagar  la  especie.  No  es  fácil  á primera  vista  determinar 
cuál  de  estos  dos  sistemas  es  el  mas  importante,  po;r,ue  en 
realidad  no  nay  una  verdadera  primacía  y superioridad  en 
ninguno  de  ellos.  Aceptada  su  igualdad,  Decando  e dice 
que  una  clasificación  que  tenga  por  fundamento  ttencial 
cualquiera  de  estos  sistemas,  será  desde  luego  tan  -,uena  v 
natural  como  si  se  eligiera  el  otro.  Sin  embargo,  el  hijo  de 
este  eminente  botánico  ha  concedido  la  preferencia  al  siste- 
ma nutritivo  sobre  el  reproductor,  porque  según  C las  fun- 
ciones reproductoras  solamente  propagan  la  especie  y las 
nutritivas  conservan  el  individuo  y,  por  consecuencia  tai^ 
bien  la  especie,  no  pudiendo  existir  esta  sin  aquel,  mientras 
que  el  individuo  puede  vivir  sin  reproducirse,  pero  desde 
luego  moriría  si  no  se  nutriera.  Verdad  innegable,  es  cierto 
pero  no  lo  es  menos  que  la  superioridad  que  el  hijo  de  De- 
candolle  concede  al  sistema  nutritivo,  no  es  tan  exacta 
el  fondo  como  aparece  á primera  vista,  porque  si  los  indivi^ 
dúos  no  se  reprodujeran,  vivirían  mas  ó menos  tiempo  se- 
gún las  especies,  pero  dejarían  de  existir  en  un  tiempo  limi 

Esta  circunstancia  unida  á la  de  que  los  órganos  ó partes 
reproductoras  se  observan  y se  conocen  mejor,  y á nue  ios 
nutrithos  presentan  ligeras  diferencias,  difíciles  de  apreciar 
en  la  mayor  parte  de  los  casos,  han  contribuido  d f¡ue 
dé  casi  siempre  la  preferencia  á los  reproductores  parn  -i 
fundamento  de  los  métodos. 

Las  plantas,  del  mismo  modo  que  los  animales,  constan 
de  partes  sólidas  y líquidas,  y siendo  estas  últimas  sein-erra 
das  por  las  primeras,  no  se  necesita  un  grande  esfuerzo  de 
imaginación  para  comprender  la  primacía  que  debe  dars 1 al 
órgano  productor.  A su  vez,  la  importancia  de  los  órnanos 
puede  fijarse  teniendo  presente  varias  circunstancias,  i saber- 
sus  usos,  su  generalidad,  la  mayor  ó menor  dependencia  con 
la  estructura  de  ciertos  grupos  naturales,  y su  variabijidad 
siendo  los  esenciales  mas  constantes  que  los  secundarios’ 
Fundados  en  estos  principios,  y en  los  otros  que  hemos  in- 
dicado, cuyo  estudio  no  corresponde  á este  tratado,  el  hiio 
de  Decandolle  y otros  botánicos  han  dispuesto  la  imp0r 
cia  de  los  órganos  del  modo  siguiente: 

i.°  Tejido  celular.  ^ 

2.0  Vasos,  estomas,  cotiledones,  raicilla,  plúmula  ó 
ras.  esP°’ 

3.  Raíz,  hojas  ó frondes,  thallus,  estambres  y nicHw  x 
esporangios.  y 1 ,stllos  6 

4- °  Corola  y cáliz. 

5- °  Torus,  nectarios,  brácteas  é involucro, 


GRUPOS  Ó DIVISIONES  PRINCIPALES  QUE  SE 

FORMAN  EN  LAS  CLASIFICACIONES  BOTÁNI- 
CAS Y ZOOLÓGICAS. 

Estas  divisiones  pueden  reducirse  á las  siguientes:  indivi- 
duo, variedad,  raza  ó casta,  especie,  género,  tribu,  familia, 
orden  y clase. 

Llámase  individuo , á todo  sér  orgánico  completo,  dotado 
de  existencia  propia,  de  forma  y de  partes  constantes  que 
no  se  pueden  dividir  sin  que  deje  de  existir  el  sér,  ó de  per- 
der parte  de  sus  cualidades;  así  por  ejemplo,  en  un  monte 
de  encinas,  en  un  rebaño  de  gacelas  ó en  una  reunión  de 
hombres,  cada  pié  de  encina,  cada  gacela  ó cada  hombre  es 
un  individuo  aislado  é independiente  de  los  demás,  aunque 
dotados  de  caractéres  semejantes. 

Especie. — Reunión  de  individuos  que  se  parecen  entre 
sí  mas  que  á otros,  y cuyos  caractéres  de  parecido  ó seme- 
janza se  perpetúan  mediante  la  reproducción  ¿algunos  délos 
individuos  que  corresponden  á la  misma  especie,  suelen 
ofrecer  cambios  ó modificaciones  que  no  son  esenciales  y 
permanentes,  sino  por  el  contrario  ligeras  y mas  ó menos 
fugaces,  pudiendo  volver  al  tipo  primitivo  en  el  momento 
que  se  encuentran  en  las  condiciones  normales  y generales 
de  todos  los  demás  de  la  especie;  estos  individuos  constitu- 
yen las  variedades ; así  como  rasas  y castas , si  las  cualidades 
que  ofrecen  los  individuos  de  una  misma  especie  son  mas 
trascendentales,  mas  permanentes  y se  propagan  de  unos  á 
otros  por  medio  de  la  reproducción. 

Género. — Reunión  de  especies  que  presentan  grandes 
analogías,  tanto  en  sus  caractéres  internos  como  en  los  exter- 
nos; si  los  géneros  abrazan  muchas  especies,  se  suelen  sub- 
dividir en  otros  grupos  inferiores,  llamados  sub-géneros  ó sec- 
ciones. 

FAMILIA.— Reunión  ó colección  de  géneros  que  pre- 
sentan caractéres  comunes;  así  como  el  orden  resulta  de  la 
agrupación  de  familias  afines;  en  Botánica,  suele  llamarse 
indistintamente  familia  ú orden  á la  reunión  de  géneros  se- 
mejantes, subdividiendo  estos  grupos  en  otros  inferiores  y 
bien  caracterizados  que  se  designan  con  el  nombre  de  tribus. 
No  obstante,  casi  siempre  se  forman  los  órdenes  reuniendo 
los  géneros  comunes,  pero  teniendo  presente  un  solo  carác- 
ter; y las  familias  ú órdenes  naturales,  si  los  géneros  se  agru- 
pan según  los  caractéres  que  ofrecen  en  toda  su  organización. 

CLASES.  — Reunión  de  órdenes  ó de  familias  afines  que 
se  agrupan  mediante  un  carácter  general  y esencial  á todas 
ellas.  Estos  diversos  grupos  de  asociación,  que  se  hallan  en 
todos  los  métodos  ó clasificaciones  naturales,  forman  una 
verdadera  escala  descendente  ó ascendente  según  se  la  con- 
sidere; tal  es  lo  que  puede  verse  á continuación: 

Clases. 

Familias. 

Ordenes. 

Tribus. 

Géneros. 

Subgéneros. 

Especies. 

Castas  ó razas. 

Variedades. 

Individuos. 

Debe  tenerse  presente  que  en  las  clasificaciones  zoológi- 
cas los  órdenes  son  superiores  á las  familias,  y que  existe 
además  otro  grupo  superior  á las  clases,  que  recibe  el  nom- 
bre de  tipo.  En  este  caso,  puede  representarse  la  anterior  es- 
cala del  modo  siguiente: 


MINERALOGÍA 


51 


Tipos. 

Clases. 

Ordenes. 

Familias. 

Tribus. 

Géneros. 

Subgéneros. 

Especies. 

Castas  ó razas. 

Variedades. 

Individuos. 

CLASIFICACIONES  Y GRUPOS  MINERALÓGICOS 

Las  clasificaciones  del  reino  inorgánico  ofrecen  obstácu- 
los y dificultades  difíciles  de  vencer,  no  habiéndose  obtenido 
hasta  la  época  actual  grupos  <5  divisiones  que  puedan  asimi- 
larse por  completo  á los  establecidos  en  los  orgánicos.  La 
individualidad  que  se  atribuye  á los  minerales  no  viene  á ser, 
por  lo  menos  en  muchos  casos,  mas  que  una  cualidad  mera- 
mente artificial  ó imaginada  solo  para  formar  la  especie  mi- 
neralógica á imitación  de  la  zoológica  y botánica.  Los  ensa- 
yos hechos  por  los  mineralogistas  para  crear  el  método  no 
han  dado  los  resultados  que  en  las  otras  dos  ramas  de  la 
Historia  natural;  todas  las  clasificaciones  que  se  conocen  en 
el  reino  inorgánico  son  imperfectas;  y por  desgracia  conti- 
nuarán siéndolo  por  mucho  tiempo,  puesto  que  por  las  cla- 
sificaciones en  serie  lineal,  que  son  las  únicas  que  existen  en 
Mineralogía,  no  es  posible  apreciar  las  relaciones  y afinida- 
des que  existen  entre  los  minerales. 

Sin  embargo,  muchos  mineralogistas,  tales  como  Haüy, 
Beudant,  Dana,  Leymerie,  Delafosse  y otros  no  menos  nota- 
bles, han  llegado  á formar,  después  de  muchos  esfuerzos  y 
venciendo  grandes  dificultades,  divisiones  ó grupos  minera- 
lógicos, los  que  si  bien,  como  se  ha  indicado,  no  son  tan 
exactos  como  los  botánicos  y zoológicos,  pueden  admitirse 
como  naturales,  sobre  todo  desde  que  la  unidad  de  medida 
de  toda  clasificación,  ó sea  la  especie,  se  ha  fundado  en  la 
composición  quimica  y en  la  forma  regular,  así  como  el  gé- 
nero se  constituye  teniendo  en  cuenta  la  misma  composición, 
forma  regular  é isomorfismo. 

En  las  primeras  épocas  de  la  Historia  natural,  puede  de- 
cirse que  las  clasificaciones  mineralógicas  eran  puramente 
empíricas  ó prácticas,  porque  todas  ellas  estaban  basadas  en 
las  utilidades  ó beneficios  que  daban  los  minerales,  ó bien 
en  las  localidades  y criaderos  en  que  se  encontraban.  Como 
tales  se  consideran  la  de  Teofrasto,  que  clasificó  los  cuerpos 
inorgánicos  teniendo  en  cuenta  su  utilidad  y valor  relativo; 
la  de  Dioscorides,  que  los  dividió  en  marinos  y terrestres;  la 
de  Plinio,  cuyo  célebre  naturalista  estableció  una  clasifica- 
ción análoga  á la  de  Teofrasto.  Otro  tanto  puede  manifestar- 
se respecto  de  las  clasificaciones  establecidas  por  los  minera- 
logistas griegos  y árabes,  los  cuales  fundaron  sus  divisiones, 
no  en  los  atributos  ó caractéres  que  presentan  los  cuerpos 
inorgánicos,  sino  en  particularidades  ó circunstancias  que  no 
son  inherentes  á ellos.  Sin  embargo,  en  el  siglo  xi,  el  célebre 
árabe  Avicena,  dividió  las  sustancias  mineralógicas  conoci- 
das en  su  época  en  cuatro  clases;  á saber: 

i.*  piedras:  2.*  azufres:  3.a  sales:  4.a  metales.  Esta  clasifi- 
cación, llamada  por  algunos  empírica,  ofrece  de  notable  el 
que  está  basada  en  la  naturaleza  química  de  los  cuerpos.  En 
el  siglo  xvi,  Agrícola,  como  se  ha  dicho  en  la  introducción, 
para  dividir  los  minerales  en  grupos,  se  valió  de  los  princi- 
pios establecidos  por  Teofrasto,  esto  es,  del  valor  y utilidad 
relativa  que  tienen  aquellos.  Mas  tarde,  Paracelso,  Bromel, 
Walerio,  Cronstedt  y otros  muchos,  adoptaron  para  el  fun- 


damento de  sus  clasificaciones,  unos  las  propiedades  exterio- 
res, otros  las  físicas,  y algunos  las  químicas,  dando  de  este 
modo  un  gran  impulso  á la  ciencia  mineralógica,  al  que  con- 
tribuyeron de  un  modo  eficaz  las  observaciones  pirognósticas 
llevadas  á cabo  por  Becher  en  1664,  el  estudio  de  los  fenó- 
menos eléctricos  hecho  por  Boyle  y las  lecciones  publicadas 
primero  por  Bernardo  de  Palissy  y posteriormente  por  Val- 
mont  de  Bomare. 

NOCION  DE  LA  ESPECIE  É INDIVIDUO  MI- 
NERALÓGICO.— Desde  mediados  del  siglo  xvii  hasta  la 
época  actual,  la  ciencia  mineralógica  ha  progresado  extraor- 
dinariamente, habiéndose  basado  el  grupo  fijo  y esencial, 
llamado  especie,  en  caractéres  fijos  y permanentes.  El  primer 
mineralogista  que  entrevió  la  importancia  que  tenia  este 
grupo  en  las  clasificaciones  mineralógicas  fué  el  inmortal 
Werner;  pues  si  bien  es  cierto  que  las  divisiones  que  esta- 
bleció no  son  tan  exactas  como  las  que  se  han  formado  des- 
pués, puede  considerarse,  no  obstante,  su  sistema  como  el 
mas  razonado  y metódico  de  todos  los  publicados  hasta  su 
época.  A este  eminente  sabio  se  debe  el  que  la  Mineralogía 
saliera  del  estado  de  incertidumbre  y confusión  en  que  esta- 
ba hasta  últimos  del  siglo  pasado,  por  lo  que  algunos  le 
consideran  como  el  Linneo  de  la  Mineralogía;  y aunque 
tanto  él  como  sus  discípulos  dan  gran  preferencia  al  estudio 
de  las  propiedades  exteriores  para  el  agrupamiento  de  las 
especies  minerales,  no  por  esto  echaron  en  olvido  ni  mucho 
menos  la  composición  quimica.  Así  que  Werner,  al  tratar 
de  las  cualidades  exteriores,  se  expresa  de  esta  manera : « Las 
sustancias  mineralógicas  que  difieren  en  naturaleza  química 
deben  constituir  especies  distintas ; y por  el  contrario,  corres- 
ponden á la  misma  las  que  presentan  idéntica  composición.» 
A partir  de  este  momento  la  especie  mineralógica  adquirió 
en  las  clasificaciones  inorgánicas  idéntica  importancia  que  la 
vegetal  y animal. 

En  los  vegetales  y animales,  como  se  sabe,  la  especie  está 
basada  en  un  tipo  fijo  de  organización,  que  se  repite  exacta- 
mente en  un  número  mas  ó menos  determinado  de  séres 
particulares,  que  por  lo  mismo  se  consideran  como  indivi- 
duos semejantes.  En  el  reinado  inorgánico  puede  admitirse 
también  que  la  especie  tiene  por  fundamento  un  tipo  tan  fi- 
jo y determinado  como  el  de  las  especies  botánicas  y zooló- 
gicas; este  tipo  es  igual  en  las  moléculas  de  muchos  minera- 
les, y se  repite  sin  modificación  ni  alteración  importante 
siempre  que  átomos  de  la  misma  naturaleza  se  encuentren  y 
reaccionen  unos  sobre  otros  en  iguales  circunstancias.  El 
individuo  mineralógico  no  es  otra  cosa  sino  la  molécula  físi- 
ca, ó sea  grupo  atómico  de  tipo  determinado,  que  representa 
el  elemento  de  las  masas  minerales;  pero  así  como  existen 
tipos  moleculares  diferentes,  puede  también  haber  individuos 
distintos,  sean  estos  simples,  ó constituidos  de  una  sola  es- 
pecie de  moléculas,  ó compuestos,  formados  de  dos  ó mas 
grupos  de  moléculas  diversas.  La  molécula  física,  sin  embar 
go,  jamás  está  aislada,  sino  que  se  halla  reunida  á otras 
ra  constituir  por  su  agregación  masas  minerales  dotadas 
un  volúmen  dado.  Algunos  mineralogistas  definen  al  indivi 
dúo  diciendo:  que  es  la  última  división  mecánica  que  se 
puede  obtener  de  un  mineral. 

Reglas  y fundamentos  que  se  han  adop^ 

TADO  EN  MINERALOGÍA  PARA  LA  FORMACION 
DE  LAS  ESPECIES. — El  célebre  mineralogista  Mohs  de- 
fine la  especie  del  modo  siguiente:  «Conjunto  de  minerales 
que  presentan  la  misma  forma  regular,  idéntica  densidad 
relativa  é igual  dureza.»  Atendiendo  á estas  particularidades 
llegó  á formar  especies  fijas,  bien  determinadas  y análogas  á 
las  que  después  han  constituido  otros  mineralogistas  'ecléc- 
ticos. 


52 


MINERALOGIA 


A los  principios  sentados  por  Werner  y Mohs,  se  suceden 
las  doctrinas  emitidas  por  Daubenton  y Haüy  que  supusieron, 
sobre  todo  el  último  de  estos  mineralogistas,  que  los  carac- 
teres geométricos  ó formas  regulares  de  los  minerales,  auxi- 
liados de  la  composición  química,  eran  suficientes  para  llegar 
á constituir  y fijar  con  toda  exactitud  y precisión  el  grupo 
esencial  denominado  especie.  En  virtud  de  esta  creencia, 
Haüy  define  la  especie  de  la  manera  siguiente:  «Conjunto 
de  sustancias  mineralógicas,  cuyas  moléculas  integrantes  son 
idénticas  en  su  forma,  y que  están  constituidas  de  los  mis- 
mos elementos  químicos  y en  iguales  proporciones.»  Por  lo 
que  se  desprende  de  esta  definición  se  comprende  que  Haüy 
y sus  partidarios,  para  determinar  las  especies,  se  fundan 
esencialmente  y toman  como  carácter  primordial  la  forma 
cristalina.  Si  todos  los  cuerpos  inorgánicos  que  se  estudian 
en  Mineralogía  presentaran  formas  regulares  y bien  determi- 
nadas, desde  luego  podría  aceptarse  este  carácter  como  el 
mas  á propósito  y conveniente  para  llegar  á constituir  la 
especie  mineral , pero  ni  todos  los  cuerpos  cristalizan,  ó por 
lo  menos  no  se  conocen  hasta  ahora  sus  formas  regulares,  y 
ni  aun  en  los  que  cristalizan  puede  apreciarse  siempre  con 
toda  exactitud  su  forma  cristalina.  Es  verdad  que  Haüy,  Du- 
frenoy,  Delafosse,  etc.,  al  hablar  de  las  especies  describen 
con  gran  precisión  la  forma  que  corresponde  á cada  una  de 
ellas,  concediendo  á este  carácter  un  grande  interés;  pero 
no  es  menos  cierto  también  que  los  ejemplares  que  estos 
mineralogistas  citan  en  sus  obras,  son  en  su  inmensa  mayoría 
los  cristales  bien  terminados  que  se  encuentran  formando 
parte  de  las  colecciones  de  los  museos  de  París,  Berlín,  Lon- 
dres, Viena,  etc.,  cristales  que  han  servido  de  tipo  para  sus 
descripciones ; pero  estas  condiciones  no  las  ofrecen,  por  lo 
general,  el  inmenso  número  de  los  que  se  hallan  esparcidos 
en  la  corteza  terrestre,  puesto  que  ó no  cristalizan,  ó sus 
cristales  presentan  modificaciones  ó alteraciones  que  contri- 
buyen á alterar  su  verdadera  forma  regular. 

Esta  falta  de  constancia  ó de  permanencia  se  nota  tam- 
bién en  los  demás  caractéres  físicos,  tales  como  la  estructura, 
dureza,  refracción,  color,  lustre,  electricidad,  magnetismo, 
etcétera,  de  cuya  importancia  relativa,  no  para  la  formación 
de  las  especies,  sino  para  diferenciarlas  entre  si,  nos  haremos 
cargo  inmediatamente  por  más  que  se  haya  hecho  ya  al  tra- 
tar de  cada  una  de  estas  propiedades. 

Los  partidarios  de  los  caractéres  químicos,  entre  los  cua- 
les se  encuentran  principalmente  Berzelius,  Beudant  y Haus- 
mann,  creen  que  los  caractéres  físicos  no  sirven  en  modo 
alguno  para  constituir  la  especie,  y suponen,  por  el  contra- 
rio, que  la  composición  ó las  cualidades  químicas  son  las 
únicas  que  deben  tomarse  como  base  fundamental  para  for- 
mar la  especie  mineral.  Con  efecto,  la  invariabilidad  y cons- 
tancia que  se  nota  en  los  caractéres  químicos  parece  que  les 
da  este  interés  y esta  preferencia,  supuesto  que  todos  los 
demás,  sin  excepción  alguna,  pueden  variar  en  razón  de 
las  circunstancias  en  que  se  haya  encontrado  ó se  halle  el 
mineral. 

Basta,  según  la  opinión  de  los  mineralogistas  citados,  enu- 
merar algunos  ejemplos  de  especies  comunes,  para  probar 
que  esta  creencia  no  está  basada  en  meras  hipótesis  ó he- 
chos falsos,  sino  que  descansa  en  principios  fijos  y sólidos, 
los  cuales  no  pueden  menos  de  ser  apreciados  aun  por  los 
mas  acérrimos  partidarios  de  las  propiedades  físicas. 

Al  hablar  nosotros  de  los  caractéres  químicos  y de  su  im- 
portancia, hemos  manifestado  por  medio  de  ejemplos  (que 
volveremos  á recordar  aquí)  el  interés  que  ofrecen  en  la 
constitución  de  la  especie  mineral.  En  el  carbonato  de  cal 
de  los  químicos  (cal  carbonatada  de  Haüy)  se  nota  que  el 
carácter  físico  mas  esencial,  cual  es  la  forma  regular,  puede 


ser  diferente  en  unos  ó en  otros  individuos,  puesto  que  unas 
veces  cristaliza  en  formas  derivadas  del  sistema  romboédri- 
co, y otras  en  prismas  que  corresponden  al  sistema  prismá- 
tico rectangular  recto;  formas  verdaderamente  incompati- 
bles, y que  han  sido  causa  de  que  en  el  carbonato  de  cal  se 
formen  dos  subespecies,  á saber:  la  caliza  romboédrica  y el 
aragonito.  Haüy,  consecuente  con  sus  doctrinas,  creyó  que 
el  cambio  de  forma  en  esta  sustancia  era  debido  á una  pe- 
queña cantidad  de  carbonato  de  estronciana  que  se  encon- 
tró en  los  aragonitos  que  se  analizaron  en  su  época,  pero 
observaciones  posteriores  han  demostrado  hasta  la  evidencia, 
que  hay  ejemplares  de  aragonito  que  son  completamente 
puros,  y que  cristalizan,  no  obstante,  en  formas  derivadas 
del  prisma  rectangular  recto. 

En  la  subespecie  caliza  citada  anteriormente  se  encuen- 
tran variedades  que  difieren  extraordinariamente  respecto  al 
carácter  de  la  estructura;  así,  por  ejemplo,  en  nada  se  pare- 
cen los  mármoles  sacaroidéos,  los  comunes  y las  calizas 
compactas  á las  variedades  fibrosas,  terrosas,  concreciona- 
das, etc.,  siendo  tal  su  diferencia  que,  guiados  únicamente 
por  esta  propiedad  física,  se  hubieran  visto  obligados  los  mi- 
neralogistas á constituir  con  cada  una  de  estas  variedades 
otras  tantas  especies  distintas.  Si  á su  vez  se  determina  el 
peso  especifico  de  las  calizas  cristalizadas,  de  las  compactas, 
terrosas,  etc,,  (siempre  que  no  se  las  reduzca  á polvo)  se  verá 
que  es  mayor  en  las  primeras  que  en  las  segundas,  siendo  el 
de  estas  superior  al  de  las  últimas.  Su  dureza  es  también 
variable,  supuesto  que  las  terrosas  son  tan  blandas  que  se 
dejan  rayar  por  la  uña,  mientras  que  las  cristalizadas  no  lo 
son  sino  por  la  fluorina  ó la  navaja.  Por  último,  no  hay  una 
verdadera  analogía  entre  las  diversas  variedades  de  caliza 
respecto  al  carácter  del  color,  por  cuanto  en  nada  se  pare- 
cen los  mármoles  sacaroidéos  de  un  blanco  puro,  á las  cali- 
zas bituminosas  y mármoles  denominados  negros  á causa 
del  color  que  presentan. 

¿Seria  posible  por  las  cualidades  físicas  reunir  todas  estas 
subespecies  y variedades  de  forma,  estructura,  dureza  y aun 
peso  específico  en  una  sola  especie  mineral?  Desde  luego 
puede  afirmarse  que  no.  Pero  si,  por  el  contrario,  se  analizan 
sus  cualidades  químicas,  se  nota  desde  luego  que  lo  mismo 
la  caliza  que  cristaliza  en  el  sistema  romboédrico,  que  aque- 
lla otra  que  lo  efectúa  en  el  sistema  rectangular  recto,  lo 
mismo  las  fibrosas  que  las  compactas  y terrosas,  las  duras 
que  las  blandas,  las  incoloras  como  las  que  ofrecen  colores 
diversos,  se  hallan  constituidas  de  iguales  elementos  y en 
idénticas  proporciones,  puesto  que  todas  ellas  están  forma- 
das de  44  partes  de  ácido  carbónico  y 56  de  óxido  de  cal- 
cio. A esta  igualdad  de  composición  se  debe  que  todas  las 
variedades  indicadas  anteriormente  presenten  caractéres  quí- 
micos iguales;  así,  por  ejemplo,  se  observa  que  desprenden 
ácido  carbónico  y se  trasforman  en  óxido  de  calcio  ó cal 
viva,  cuando  se  las  somete  á la  acción  del  soplete;  que  tanto 
unas  como  otras  son  insolubles  en  el  agua,  á no  ser  que  ten- 
gan un  exceso  de  ácido  carbónico  y pasen  al  estado  de 
bicarbonato;  su  disolución  en  el  ácido  hidroclórico  ó nítrico 
se  efectúa  en  todas  ellas  con  desprendimiento  de  un  gas  in- 
coloro é inodoro  (ácido  carbónico);  finalmente,  si  la  disolu- 
ción nítrica  se  trata  por  el  oxalato  amónico,  se  obtiene  un 
precipitado  blanco  de  oxalato  de  cal,  cuyo  precipitado  es 
insoluble  en  los  ácidos  débiles,  como  el  láctico  y acético, 
siendo,  por  el  contrario,  soluble  en  el  sulfúrico  ó hidroclóri- 
co. Ninguno  de  estos  caractéres  químicos  faltan  en  los  dife- 
rentes ejemplares  de  caliza,  mientras  que  pueden  variar  ex- 
traordinariamente todas  las  propiedades  físicas. 

Otro  ejemplo,  no  menos  notable  que  el  anterior,  ofrece  la 
sílice  ó ácido  silícico  de  los  químicos.  En  esta  especie,  que 


MINERALOGÍA 


53 


tan  abundante  se  encuentra  en  la  naturaleza  y que  bajo  el 
punto  de  vista  mineralógico  tiene  la  misma  ó mayor  impor- 
tancia que  la  caliza,  se  forman  por  muchos  mineralogistas  los 
grupos  siguientes:  i.°  cuarzo  cristalizado;  2.0  cuarzo  com- 
pacto ó cuarcita;  3.0  ágatas;  4.0  pedernales;  5.0  jaspes;  6.° 
ópalo  ó cuarzo  resinito,  cuyas  divisiones,  ó mejor  dicho  los 
minerales  incluidos  en  ellas,  ofrecen  los  caractéres  físicos  de 
forma,  estructura,  dureza,  color,  peso  específico,  etc.,  tan 
diferentes  unos  de  otros,  que  valiéndose  solamente  de  ellos 
habria  por  necesidad  que  establecer  con  estas  divisiones 
otras  tantas  especies  minerales;  y,  sin  embargo,  todos  los 
mineralogistas  no  forman  mas  que  una  sola,  habiéndose  fun- 
dado para  ello  en  que  la  composición  química  y todas  las 
particularidades  que  dependen  de  esta,  ó sean  los  fenóme- 
nos por  la  acción  del  fuego  y de  los  líquidos,  son  entera- 
mente análogos  en  los  seis  grupos  citados. 

Estos  ejemplos  y otros  muchos  que  citan  los  partidarios 
exclusivos  de  los  caractéres  químicos,  manifiestan  hasta  la 
evidencia  la  necesidad  de  basar  en  ellos  el  grupo  esencial 
denominado  especie.  Sin  embargo,  asi  como  Haüy  y los  de 
su  escuela  no  desechan  las  propiedades  químicas  para  esta- 
blecer la  especie,  así  tampoco  la  escuela  química,  no  extre- 
mada, no  echa  en  olvido  el  carácter  geométrico,  definiendo, 
por  consecuencia,  la  especie  del  modo  siguiente:  «Reunión 
de  individuos  que  constan  de  los  mismos  elementos  y en 
iguales  proporciones,  y que  presentan  la  misma  forma  en  su 
molécula  primitiva.»  Comparando  esta  definición  con  la  de 
Haüy  se  ve  que  son  idénticas,  no  habiendo  mas  diferencia 
que  la  de  importancia  ó supremacía  concedida  al  carácter 
geométrico  ó químico;  para  Haüy  figura  en  primer  término 
la  forma  regular,  y en  segundo  la  composición  química;  en 
la  escuela  química  estos  términos  están  invertidos. 

Finalmente,  para  terminar  todo  lo  referente  al  grupo  esen- 
cial la  especie , indicaremos  la  opinión  que  profesa  Delafosse 
respecto  de  esta  cuestión  tan  trascendental.  El  célebre  mine- 
ralogista francés  supone  que  los  átomos  elementales  ó pri- 
marios de  las  sustancias  minerales  se  hallan  combinados  en- 
tre sí,  formando  de  esta  manera  la  primera  molécula,  que 
denomina  molécula  química,  la  cual  ofrece  un  tipo  y una 
íorma  perfectamente  definidos;  que  estas  moléculas  químicas 
se  unen  por  lo  común  entre  sí  en  número  determinado,  cons- 
tituyendo así  una  segunda  molécula  compuesta,  que  designa 
con  el  nombre  de  molécula  física.  De  estas  consideraciones 
generales  deduce  Delafosse  que  las  especies  minerales  pue- 
den establecerse  tomando  como  fundamentos  esenciales  dos 
principios  diferentes,  y,  por  consiguiente,  que  puede  haber 
dos  especies  diversas:  la  primera  puramente  química,  basada 
únicamente  en  la  igualdad  de  composición;  la  segunda  fisico- 
química, que  designa  con  el  nombre  de  especie  mineralógica 
propiamente  dicha;  esta  especie  se  halla  constituida  por  la 
identidad  de  la  molécula  química,  ó lo  que  es  lo  mismo,  por 
la  igualdad  de  naturaleza  química  é idéntica  constitución 
física.  Según  el  modo  de  ver  del  mineralogista  Delafosse,  la 
definición  mas  exacta  y precisa  es  la  que  hemos  consignado 
primeramente,  ó sea  la  admitida  por  Haüy  y su  escuela. 

Como  queda  dicho,  el  célebre  mineralogista  Mohs  es  par- 
tidario exclusivo  de  los  caractéres  físicos  é histórico-naturales 
para  la  formación  y descripción  de  las  especies;  este  clasifi- 
cador no  concede  importancia  á los  caractéres  químicos, 
puesto  que  según  él  estas  cualidades  no  deben  considerarse 
como  naturales  á causa  de  que  solo  se  manifiestan  en  el  mo- 
mento de  ser  destruidos  los  minerales  y aun  después  de  la 
destrucción.  Esta  manera  de  ver  es  en  realidad  mas  ingeniosa 
que  verdadera,  sin  que  por  esto  neguemos  nosotros  que  Mohs 
llegó  á formar,  valiéndose  únicamente  de  la  forma  regular, 
de  la  densidad  y de  la  dureza,  especies  bien  determinadas  é 


idénticas  á las  que  después  se  han  constituido  por  medio  de 
la  composición  y de  la  forma.  Pero  si  tenemos  en  cuenta  las 
ideas  de  Delafosse  y otros  mineralogistas  modernos,  veremos 
que  Mohs  relegando  al  olvido  la  composición  química,  ha 
caído  en  la  exageración  opuesta  á los  partidarios  exclusivos 
de  los  caractéres  químicos  para  la  formación  de  la  especie. 

El  tipo  molecular,  que  según  Delafosse,  es  el  verdadero 
principio  fundamental  de  la  especie,  es  tan  físico  como  quí- 
mico, cuyo  tipo  podría  apreciarse  con  toda  exactitud  y sin 
descomponerle,  á la  manera  que  se  verifica  con  los  tipos  or- 
gánicos, si  nuestros  sentidos  estuvieran  dotados  de  condicio- 
nes especiales  para  ello,  ó bien  dispusiéramos  de  aparatos  á 
propósito  para  llegar  á estudiar  la  molécula  ó tipo  molecu- 
lar; pero  como  desgraciadamente  carecemos  de  estos  medios 
de  observación,  claro  está  que  ha  sido  preciso  sustituirlos 
por  medio  de  la  análisis  química.  Por  esta  razón  Mohs  asi- 
milaba la  Mineralogía  á la  Zoología,  y decía  que  así  como  el 
zoólogo  llega  á la  determinación  de  las  especies  sin  des- 
truirlas ni  en  todo  ni  en  parte,  y apreciando  solo  los  carac- 
téres que  les  son  inherentes,  el  mineralogista  puede  seguir  el 
mismo  camino;  pero  esta  asimilación,  como  muy  oportuna- 
mente estima  Delafosse,  no  es  posible  ni  exacta,  puesto  que 
muy  bien  puede  el  mineralogista  separar  una  pequeñísima 
parte  del  mineral  que  desea  analizar,  sin  que  por  esto  se 
destruya  ni  cambie  de  propiedades  histórico-naturales  y quí- 
micas, ó mejor  dicho,  sin  que  sufra  alteración  sensible  el  tipo 
molecular. 

DIFICULTADES  QUE  RESULTAN  PARA  LA  FOR- 
MACION I)E  LAS  ESPECIES  Á CAUSA  DE  LAS 
MEZCLAS  DE  LOS  CUERPOS 

Las  mezclas,  sean  las  que  quieran,  ocasionan  constante- 
mente grandes  dificultades  para  la  aplicación  de  la  regla  ge- 
neral establecida  en  las  especies.  Estas  pocas  veces  son  puras, 
esto  es,  compuestas  en  toda  su  masa  de  la  misma  clase  de 
moléculas,  sino  que  suelen  tener  además  partículas  diferen- 
tes, dando  por  resultado  una  mezcla  de  partes  distintas,  y 
por  consecuencia  de  especies  diversas,  supuesto  que  en  la 
heterogeneidad  de  las  moléculas  es  en  donde  se  fundan  real- 
mente las  especies.  Si  la  mezcla  de  las  moléculas  se  ha  veri- 
ficado de  un  modo  puramente  accidental,  se  encuentran  en 
la  masa  total  del  mineral  dos  especies  de  moléculas  diferen- 
tes: unas  cristalizadas  y completamente  idénticas  y unidas 
entre  sí;  otras,  que  en  nada  se  semejan  á las  anteriores,  se 
hallan  solamente  interpuestas  en  los  intersticios  ó mallas  que 
ofrecen  las  primeras;  las  moléculas  cristalinas  que  constitu- 
yen por  su  unión  un  cuerpo  cristalino,  son  casi  siempre  mas 
abundantes  y forman  la  verdadera  especie  con  la  cual  se  re- 
laciona la  mezcla,  figurando  esta  como  una  simple  variedad 
cuyo  nombre,  diferente  del  de  la  verdadera  especie,  indicará 
la  sustancia  accidental;  así,  por  ejemplo,  los  cristales  rom- 
boédricos agudos  de  la  llamada  arenisca  de  Fontainebleau, 
no  fueron  en  su  origen  sino  carbonato  de  cal  disuelto  en  las 
aguas,  cuyo  carbonato,  al  pasar  de  soluble  á insoluble  por  la 
evaporación  del  ácido  carbónico,  se  solidificó  y aglutinó  las 
arenas  de  los  terrenos  movedizos  de  la  localidad  citada:  este 
mineral,  pues,  debe  constituir  una  variedad,  á lo  sumo  una 
sub  especie  de  caliza  que  algunos  denominan  cal  carbonata- 
da cuarcífera;  en  el  mismo  caso,  se  hallan  las  variedades  de 
caliza  designadas  con  el  nombre  de  hidráulicas,  llamadas 
así,  porque  si  bien  la  parte  esencial  y predominante  es  el 
carbonato  de  cal,  contienen  además  en  el  estado  de  mezcla 
cierta  cantidad  de  arcilla.  Por  regla  general,  se  establecerán 
las  especies  con  aquellas  moléculas  que,  ya  sea  por  su  can- 
tidad, ya  por  otras  circunstancias,  impriman  un  carácter 


54 


MINERALOGIA 


esencial  <5  predominante  en  la  sustancia  mineralógica,  y 
as  varíe  a es  con  aquellas  otras  que  se  encuentren  en 
corto  numero,  o que  no  comuniquen  caractéres  importantes 
a cuerpo  que  se  analiza.  Existen,  sin  embargo,  mezclas  di- 
ferentes de  las  anteriores,  supuesto  que  sus  moléculas  forman 
una  parte  esencial  del  todo  cristalino  ó de  la  forma  regular 
que  presenta  el  cuerpo;  así,  por  ejemplo,  el  carbonato  de  cal, 
que  cristaliza  en  romboedros  de  105o  5',  se  halla  con  frecuen- 
cia mezclado  con  el  carbonato  de  magnesia,  con  el  carbona- 
to e manganeso,  de  hierro,  etc.,  cuyas  moléculas  cristalinas 
forman  parte  esencial  del  carbonato  de  cal  romboédrico:  en 
este  caso  particular,  se  resuelve  la  cuestión  como  en  el  ante- 
rior siempre  que  el  carbonato  de  cal  predomine  sobre  los 
demas;  y asi  se  dirá:  caliza  magnesífera,  manganesífera,  ferrífe- 
ra, etc.  Puede  todavía  ocurrir  otro  caso,  cual  es:  que  las  mez- 
clas de  los  cuerpos  isomorfos  se  verifiquen  en  toda  clase  de 
proporciones  y en  relaciones  sencillas  así  como  en  relaciones 
las  mas  complicadas:  v.  gr.,  el  carbonato  de  cal  puede  cris- 
talizar en  unión  con  el  carbonato  de  magnesia  en  toda  clase 
de  proporcionéis  iguales.  Si  se  designan  por  B,  las  moléculas 
e car  onato  de  cal,  por  C,  las  del  carbonato  de  magnesia, 

y por  f l *•  los  ndmeros  “teros  que  indican  las  proporcio- 
nes relativas  de  las  dos  clases  de  moléculas,  se  podrá  expre- 
sar la  sene  completa  de  todas  las  mezclas  factibles  entre  los 
dos  carbonates  citados,  y suponiendo  siempre  r,  mayor  que  s, 
del  modo  siguiente:  ^ 

B....  rB.  + sC B + C....  sB  + rC....C 

Examinando  esta  serie  de  términos  mezclados  se  verá  que 
oscilan  podemos  decir  así,  en  sus  extremos  B yC,  ofrecien- 
do dos  limites  que  representan  especies  químicamente  puras 
o especies  simples;  así  como  los  términos  medios  olas  varie- 
dades de  mezcla  ofrecen  también  un  límite  común,  <5  sea  un 
termino  medio  de  composición  sencilla,  tal  es,  el  término 

, + ? C““d0  r sea  much°  que  s,  esto  es,  cuando  el 
termino  de  la  sene  que  representa  la  mezcla  se  aproxime  á 

B o C,  podrá  aplicarse  fácilmente  la  regla  general  estable- 
cida.  TlTpC 

ESPECIES  MIXTAS,  DENOMINADAS  TAMBIEN 
MESTIZOS  MINERALES 

En  los  cuerpos  llamados  isomorfos,  puede  ocurrir  que  las 
dos  clases  de  moléculas  B y C cristalicen  en  partes  exacta- 
mente iguales,  originando  de  esta  manera  el  término  medio 
B + C.  Puede  suceder  también  que  ciertas  moléculas  tengan 
tendencia  a reemplazarse  mutuamente,  como  se  observa  en 
el  caso  particular  de  dos  sales,  cuyas  disoluciones  se  hayan 
verificado  en  proporciones  iguales  y que  tengan  el  mismo 
grado  de  solubilidad;  en  este  ejemplo  especial,  las  moléculas 
de  las  dos  sales  constituirán  al  cristalizar,  mediante  la  eva- 
potación  del  líquido  en  que  estén  disueltas,  u"  mixto, 
o sea  una  mezcla  simple  y uniforme  y con  todos  los  caracté- 
res  de  un  compuesto  definido:  la  dolomia  ó caliza  lenta  ofrece 
uno  de  los  mas  bellos  ejemplos  de  estas  mezclas  nabales 
en  proporciones  idénticas;  otro  tanto  se  observa  en  el  doble 
carbonato  de  magnesia  y de  hierro,  al  que  Breithaupt  llama 
pistomesita.  Los  mineralogistas  resuelven  la  cuestión  en  estos 
casos  particulares  diciendo:  que  existen  individuos  mixtos  ó 
que  pertenecen  al  grupo  de  las  especies  denominadas  mesti- 
zas; de  donde  se  deduce  inmediatamente  que  en  el  reino 
inorgánico  hay  necesidad  de  admitir  dos  especies  diferentes- 
a saber,  especies  simples  ó sean  aquellas  que  están  constitui- 
das de  moléculas  exactamente  iguales,  y especies  mixtas  ó 
las  que  representan  los  híbridos  ó mestizos  del  reino  inorgá- 


nico, á semejanza  de  los  que  se  admiten  en  el  orgánico;  las 
primeras,  teniendo  en  cuenta  su  composición,  pudieran  deno- 
minarse monoméricas,  esto  es,  compuestas  de  una  sola  clase 
de  moléculas,  y las  segundas  poliméricas  ó formadas  de 
moléculas  diferentes,  siendo  el  carácter  esencial  de  unas  y 
de  otras  su  composición  fija  y bien  determinada. 

Además  de  estas  dificultades,  suelen  ocurrir  en  la  práctica 
otras  mayores  debidas  á las  mezclas  íntimas,  pero  en  canti- 
dades variables,  de  cuerpos  isomorfos  que  casi  siempre  exis- 
ten reunidos  en  un  mismo  individuo;  tal  es  lo  que  se  observa 
especialmente  en  los  granates,  piróxenos  y anfiboles;así,  por 
ejemplo,  en  los  granates,  minerales  compuestos  de  ácido 
silícico  y de  dos  bases  de  las  cuales  una  es  un  protóxido  y 
otra  un  sesquióxido,  se  observa  que  los  hay  que  constan  de 
cal  y de  alumina,  otros  de  cal  y de  sesquióxido  de  hierro, 
algunos  de  protóxido  de  hierro  y alumina  etc.,  estando  todas 
estas  especies  tan  íntimamente  unidas  y mezcladas  entre  sí 
en  la  mayor  parte  de  los  casos,  que  es  muy  difícil  saber  á 
cuál  de  ellas  debe  referirse  un  individuo  dado.  Teniendo  en 
cuenta  estos  inconvenientes,  los  mineralogistas  modernos 
han  formado  una  sola  especie  con  el  grupo  ó género  granate 
de  los  antiguos,  constituyendo,  sin  embargo,  sub  especies  ó 
variedades  principales  que  las  distinguen  entre  sí  por  sus  di- 
versas coloraciones  ó por  algún  otro  carácter  físico.  El  mismo 
procedimiento  han  seguido  en  el  grupo  de  los  anfiboles  y 
piróxenos,  creando  en  el  primero  la  especie  anfibol  particu- 
larmente dicha,  y subdividiéndola  después  en  las  sub-espe- 
cies  anfibol  blanco,  verde  y negro;  y en  el  segundo  han  for- 
mado también  la  especie  piróxeno  con  las  sub-especies  piró- 
xeno  diópsido,  dialaga,  hedebergita,  aujita  ó aujito  é hipers- 
tena. 

Variedades  mineralógicas.— En  el  reino  in- 
orgánico, del  mismo  modo  que  en  el  orgánico,  se  establecen 
divisiones  inferiores  á la  especie,  cuales  son  las  variedades. 
La  variedad  mineralógica  es  mas  susceptible  de  modificacio- 
nes y ofrece  desde  luego  mas  interés  que  la  botánica  y la 
zoológica;  por  regla  general,  esta  división  se  funda  esencial- 
mente en  el  carácter  de  la  estructura  regular  y mas  especial- 
mente en  la  irregular:  así,  por  ejemplo,  en  la  caliza  ó carbo- 
nato de  cal  romboédrico,  se  forman  las  variedades  laminares, 
sacaroidéas,  fi brosas,  concrecionadas,  compactas,  terrosas,  etc. ; 
lo  mismo  se  hace  con  el  yeso  ó sulfato  de  cal  hidratado,  que 
se  divide  en  variedades  hojosas,  fibrosas,  sacaroidéas,  com- 
pactas, terrosas,  etc.  Estas  divisiones  suelen  establecerse 
también  tomando  como  base  los  caractéres  de  color,  refrac- 
ción, dureza,  tenacidad,  etc.,  etc. 

Género  mineralógico. — La  reunión  ó colección 
de  especies  afines  ó semejantes  constituye  el  grupo  minera- 
lógico designado  con  el  nombre  de  género.  Para  la  formación 
de  géneros,  se  han  seguido,  como  en  las  especies,  dos  cami- 
nos distintos,  ideado  uno  por  Haüy  y otro  por  Beudant  ó 
su  escuela.  El  primero  de  estos  mineralogistas  dice  que  el 
género  debe  estar  constituido  por  especies  mas  ó menos 
afines  y que  al  propio  tiempo  tengan  de  común  el  mismo 
principio  ó cuerpo  electro-positivo,  el  cual  representa  el  gé- 
nero, así  como  la  especie  resulta  del  principio  ó cuerpo 
electro-negativo  que  se  combina  con  el  positivo;  asi,  por 
ejemplo,  Haüy  forma  el  género  llamado  cal  ú óxido  de  calcio; 
este  género  comprende  entre  otras  especies  las  siguientes:  cal 
carbonatada,  ó sea  la  unión  de  la  cal  con  el  ácido  carbónico; 
cal  sulfatada,  compuesta  del  mismo  óxido  de  calcio  y el  ácido 
sulfúrico;  cal  fosfatada,  especie  que,  como  indica  su  nombre, 
se  halla  constituida  por  el  referido  óxido  y el  ácido  fosfórico; 
en  estos  ejemplos  se  ve  que  el  nombre  genérico  está  tomado 
de  la  base  ó cuerpo  electro-positivo,  y los  específicos  de  los 
electro-negativos  ácido  carbónico,  sulfúrico  y fosfórico.  Este 


MINERALOGIA 


55 


mismo  procedimiento  sigue  el  mineralogista  francés  para 
constituir  todos  los  géneros  mineralógicos:  asi  dice  género 
plata,  que  comprende  las  especies  plata  sulfurada,  plata 
clorurada,  plata  bromurada,  plata  yodurada,  etc;  otro  tanto 
sucede  con  el  plomo  en  cuyo  género  formó  Haüy  las  especies 
plomo  sulfurado,  plomo  carbonatado,  plomo  sulfatado,  plo- 
mo fosfatado,  etc.,  cuyas  especies  se  componen  respecti- 
vamente de  plomo  y azufre,  de  óxido  de  plomo  y ácido  sul- 
fúrico, de  óxido  de  plomo  y ácido  carbónico,  del  referido 
óxido  y de  ácido  fosfórico. 

Berzelius,  Beudant  y los  partidarios  de  la  escuela  química 
han  adoptado  en  la  formación  del  género  un  camino  diame- 
tralmente opuesto  al  de  Haüy,  es  decir,  que  constituyen  el 
género  reuniendo  las  especies  semejantes  cuyo  principio  ó 
cuerpo  electro-negativo  es  común  á todas  ellas;  así,  por  ejem- 
plo, forman  el  género  sulfuro  con  todas  las  especies  com- 
puestas del  cuerpo  simple  llamado  azufre,  resultando  así  el 
sulfuro  de  plata,  sulfuro  de  mercurio,  sulfuro  de  cobre,  sul- 
furo de  hierro,  de  plomo,  etc.;  el  género  carbonato , con  las 
especies  carbonato  de  cal,  de  barita,  de  estronciana,  de  hier- 
ro, de  zinc,  etc.;  el  género  nitrato , con  sus  especies  nitrato 
de  potasa,  de  sosa,  de  cal,  etc,  y siguiendo  este  mismo  pro- 
cedimiento con  todas  las  demás  especies,  constituyen  los 
diversos  géneros  que  se  encuentran  en  las  clasificaciones  de 
los  autores  citados. 

La  mayor  parte  de  los  mineralogistas  modernos  dan  tam- 
bién la  preferencia  para  la  formación  del  género  al  principio 
mineralizador  ó cuerpo  electro-negativo;  esta  importancia  no 
solo  está  confirmada  por  la  teoría  del  isomorfismo,  sino  por- 
que en  general  las  especies  agrupadas  por  el  cuerpo  electro- 
negativo, ofrecen  mayor  número  de  semejanzas  y analogías, 
que  las  reunidas  mediante  el  principio  electro- positivo.  Sin 
embargo,  Brongniart,  Kobel  y algún  otro  adoptan  un  siste- 
ma mixto;  así  que  en  unos  casos  reúnen  las  especies  en  gé- 
neros, teniendo  presente  el  [principio  electro-positivo,  y en 
otros  el  cuerpo  ó principio  electro-negativo; asi,  por  ejemplo, 
en  las  tierras  y piedras  particularmente  dichas  constituyen  el 
género  siguiendo  el  camino  de  Beudant,  es  decir,  que  admi- 
ten los  géneros  carbonato,  sulfato,  nitrato,  fosfato,  etc.;  por 
el  contrario,  en  los  metales  particularmente  dichos  aceptan 
el  procedimiento  de  Haüy,  esto  es,  forman  los  géneros  te- 
niendo presente  el  principio  electro  positivo ; v.  gr.,  el  cobre, 
mercurio,  plata,  etc.,  constituyen  otros  tantos  géneros  forma- 
dos por  todas  las  especies  del  metal  respectivo;  v.  gr.,  cobre 
sulfurado,  cobre  oxidado,  cobre  clorurado,  cobre  carbonata- 
do, etc.,  etc. 

Delafosse,  separándose  algún  tanto  de  la  marcha  seguida 
por  los  mineralogistas  citados,  dice  que  pueden  existir  tres 
géneros  diferentes,  á saber : género  químico,  género  físico  ó 
cristalográfico,  y género  físico-químico  ó mineralógico. 

I-as  especies  minerales,  según  este  autor,  ofrecen  dos  ca- 
ractéres  fundamentales,  que  son : uno  químico  y otro  geomé- 
trico; de  donde  se  deduce  la  posibilidad  de  establecer  dos  y 
aun  si  se  quiere  tres  géneros  distintos,  según  que  las  especies 
que  se  agrupan  presenten  analogías  en  su  composición  quí- 
mica, en  su  forma  cristalina,  ó en  estos  dos  caractéres.  A su 
vez,  estos  tres  géneros  pueden  estar  unidos,  aunque  subor- 
dinados unos  á otros,  distinguiéndose  con  los  nombres  res- 
pectivos de  órden,  de  tribu  y de  género  propiamente  dicho, 
cuyos  grupos  representan  otras  tantas  gradaciones  mediante 
las  cuales  se  desciende  de  la  clase  ó división  primordial  hasta 
la  especie,  como  sucede  en  la  Zoología  y Botánica.  Así,  por 
ejemplo,  el  género  químico  se  formará  con  la  reunión  de 
especies  que  tienen  un  principio  electro-negativo  común; 

género  sulfato,  género  carbonato,  etc.;  cuyas  especies 
constarán  respectivamente  todas  ellas  de  ácido  sulfúrico  ó de 


ácido  carbónico;  el  género  físico  ó cristalográfico  se  formará 
á su  vez  con  las  especies  que  cristalizan  en  el  mismo  sistema, 
v*  gr-j  género  de  minerales  cúbicos,  romboédricos,  ortoróm- 
bicos,  clinorómbicos,  etc.;  el  género  químico -físico  estará 
constituido  por  la  reunión  de  especies  que  no  solo  tengan  de 
común  el  principio  electro-negativo,  sino  también  la  misma 
forma  cristalina,  ó lo  que  es  igual,  los  géneros  constituidos 
por  la  reunión  de  especies  isomorfas.  Según  el  mismo  Dela- 
fosse, el  género  químico  y cristalográfico  pueden  existir  reuni- 
dos, estando,  no  obstante,  subordinado  el  último  al  primero: 
Brelasdort,  G.  Rose  y otros  creen,  por  el  contrario,  que  el 
carácter  químico  debe  subordinarse  al  carácter  cristalográfico; 
pero  nosotros,  siguiendo  en  un  todo  á Delafosse,  concedere- 
mos mas  importancia  al  primero  de  estos  caractéres,  puesto 
que,  como  hemos  dicho  en  repetidas  ocasiones,  es  mas  cons 
tante  que  el  segundo;  así,  por  ejemplo,  diremos  género  car- 
bonato, que  subdividiremos  en  especies  cúbicas,  romboédri- 
cas, ortorómbicas,  etc.,  y no  género  romboédrico,  que  seria 
preciso  dividir  en  carbonatos,  sulfatos,  nitratos,  fosfatos,  etc. 

Familia  mineralógica.— Queriendo  el  célebre 
mineralogista  francés  Beudant,  asimilar  en  lo  posible  las  di- 
visiones y nomenclatura  mineralógica  con  los  grupos  y len- 
guaje botánico  y zoológico,  creó  la  familia  mineralógica;  para 
ello  tuvo  en  cuenta  la  naturaleza  química  de  los  cuerpos,  y 
tomó  como  fundamento  de  cada  una  de  las  familias  un  ele- 
mento químico  ó cuerpo  simple,  pero  sin  fijarse  en  que  este 
sea  positivo  ó negativo  y sí  solamente  en  que  forme  parte  ó 
entre  en  la  constitución  de  todas  las  especies  que  se  reúnen 
en  el  indicado  grupo,  ó sea  en  la  familia.  Asi,  por  ejemplo, 
el  azufre,  cuerpo  simple,  además  de  presentarse  aislado  en 
la  naturaleza,  se  encuentra  unido  con  el  oxígeno,  formando 
el  ácido  sulfuroso;  combinado  con  el  hidrógeno  forma  el  hi- 
drógeno sulfurado,  así  como  con  los  metales  constituye  la  mul- 
titud de  sulfuros  metálicos  que  se  conocen;  á su  vez  el  ácido 
sulfúrico,  compuesto  de  azufre  y de  oxígeno,  se  une  con  las 
bases  para  formar  los  cuerpos  denominados  sulfatos;  ahora 
bien,  todos  estos  compuestos  citados  constituyen  la  familia 
llamada  sulfúridos  de  Beudant , puesto  que  en  todos  ellos  se 
encuentra  el  azufre;  á su  vez  el  carbono,  cuerpo  simple,  y 
que  también  se  halla  puro  en  la  naturaleza,  se  une  con 
el  oxígeno  y forma  el  óxido  y ácido  carbónico;  combinado 
con  el  hidrógeno,  los  hidrógenos  protocarbonado  y bicarbo- 
nado;  el  ácido  carbónico  con  los  óxidos  básicos  ó metálicos 
forma  el  gran  número  de  carbonatos  que  existen  en  la  corteza 
terrestre;  todos  estos  compuestos  en  los  cuales  entra  el  car- 
bono, forman,  según  Beudant,  la  familia  que  se  designa  con 
el  nombre  de  carbónidos;  y procediendo  de  una  manera  aná- 
loga con  todos  los  demás  cuerpos  mineralizadores,  llegó  á 
constituir  las  diversas  familias  mineralógicas  (i). 

Estos  grupos  en  realidad  son  tan  arbitrarios  como  la  ma- 
yor parte  de  los  géneros  constituidos  por  Haüy  que,  como 
sabemos,  reunió  las  especies  teniendo  en  cuenta  el  principio 
electro  positivo  común  en  todas  ellas;  así,  este  célebre  mine- 
ralogista agrupa  en  el  género  hierro  las  especies  hierro 
nativo,  hierro  oxidado,  hierro  sulfurado,  hierro  carbonatado, 
hierro  fosfatado,  etc.,  grupo  sumamente  artificial,  supuesto 
que  comprende  minerales  que  no  presentan  analogías  entre 
sí,  siendo  unos  cuerpos  elementales,  otros  ¡binarios,  varios 
ternarios  y algunos  cuaternarios  ó de  composición  variable;  en 
el  mismo  caso  se  hallan  la  mayor  parte  de  las  familias  ins- 
tituidas por  Beudant;  asi,  por  ejemplo,  la  familia  carbónidos 
comprende  el  carbono  puro,  ó sean  el  diamante  y grafito,  el 
ácido  carbónico,  la  nafta,  petróleo,  hidrógenos  carbonados  y 
el  gran  género  de  los  carbonatos,  cuyos  minerales  no  solo  di- 


(i)  Véase  su  clasificación. 


MINERALOGIA 


56 


fieren  en  sus  propiedades  físicas,  sino  también  en  que  son 
unos  simples,  otros  binarios  y otros  ternarios;  lo  mismo 
puede  decirse  de  la  familia  sulfúridos,  puesto  que  abraza  el 
azufre  nativo,  el  hidrógeno  sulfurado,  los  diversos  sulfuros 
sencillos  ó compuestos  y los  sulfatos,  cuerpos  muy  heterogé- 
nos  unos  de  otros. 

Por  último,  Beudant  y otros  varios  mineralogistas  han 
asociado  las  familias  ó géneros  que  presentan  grandes  ana- 
logías en  sus  propiedades  físicas  y mas  particularmente  quí- 
micas, y han  formado  de  esta  manera  los  órdenes  y las 
clases.  Pero  como  estas  afinidades  nunca  son  tan  grandes 
como  las  que  ofrecen  las  familias  ó géneros  botánicos  y 
zoológicos,  claro  está  que  no  será  fácil  ni  mucho  menos  for- 
mar en  Mineralogía  grupos  ó divisiones  primordiales  que 
puedan  á su  vez  subdividirse  en  otras  inferiores  á la  maner; 
que  se  ha  hecho  en  los  otros  ramos  de  la  Historia 


CLASIFICACIONES  MINERALOGICAS  MAS 
IMPORTANTES 


No  corresponde  á un  tratado  de  esta  índole  hacer  un  es- 
tudio ó trazar  una  historia,  ni  aun  abreviada,  de  las  nume- 
rosas clasificaciones  que  se  han  ido  conociendo  sucesiva- 
ftoéUt  e en  la  ciencia  mineralógica,  la  mayor  parte  de  las  que 
se  han  relegado  al  olvido  y no  han  sobrevivido  á los  autores 
que  las  habían  propuesto  (1).  Sin  embargo,  dada  la  altura 
en  que  hoy  se  encuentra  la  Mineralogía  y las  diversas  fases 
por  que  ha  atravesado  desde  últimos  del  siglo  xvm  hasta  la 
época  actual,  no  podemos  prescindir  del  exámen  de  aquellos 
sistemas  mas  notables  y que  han  formado  época  en  la 
ciencia. 

Todos  los  sistemas  mineralógicos  conocidos  están  basados 
ó en  propiedades  físicas,  ó en  propiedades  químicas,  ó en 
cualidades  fisicoquímicas;  de  aquí  se  infiere  que  pueden 
admitirse  tres  grupos  de  sistemas  distintos,  á saber:  i.°  sis- 
temas físicos  ó histórico-naturales,  2.0  sistemas  químicos; 
y 3.0  sistemas  físico-químicos.  Pueden  dividirse  también  en 
sistemas  ó clasificaciones  directas  y en  sistemas  ó clasifica- 
ciones derivadas,  no  siendo  estas  últimas  mas  que  métodos 
que  están  fundados  en  las  clasificaciones  directas. 

SISTEMAS  DIRECTOS  Ó PRIMORDIALES.— Pue- 
den reducirse  á los  tres  siguientes:  i.°  sistema  de  Werner,  cla- 
sificación físico-química;  2°  de  Berzelius,  clasificación  esen- 
cialmente química;  3.0  de  Mohs  ó histórico-natural. 

SISTEMA  DE  Werner. — Este  célebre  aleman,  que 
como  se  ha  dicho  sacó  á la  ciencia  del  caos  y confusión  que 
tenia  hasta  su  época,  publicó  el  año  1792  su  sistema  mine- 
ralógico, habiendo  aparecido  el  último  en  Freyberg  y Viena 
el  año  1817.  Comprende  este  sistema  cuatro  clases,  dividi- 
das cada  una  de  ellas  en  géneros,  y estos  á su  vez  en  especies. 
Los  nombres  de  las  clases  son  los  siguientes: 

i.°  Tierras  y piedras. 

2.0  Sales. 

3. ’  Combustibles. 

4. "  Metales. 

TATDCPr1! 

Estas  clases,  como  se  ha  manifestado,  están  fundadas  en 
caractéres  físicos  y químicos;  cada  una  de  estas  divisiones 
comprende  diversos  géneros  representados  por  un  álcali, 
una  tierra  alcalina,  una  sal,  un  combustible  ó un  metal;  por 
último,  los  géneros  se  hallan  formados  por  especies  afines. 
Estas  están  basadas  en  las  propiedades  químicas  ó sea  en  la 
composición,  recibiendo  cada  una  de  ellas  un  nombre  vul- 


gar, sea  unívoco  ó compuesto.  Si  bien  es  cierto  que  los 
grupos  establecidos  por  Werner  no  son  tan  afines  y naturales 
como  los  que  después  se  han  formado  por  otros  mineralo- 
gistas, no  puede  negarse  que  su  sistema  es  el  mas  metódico 
y científico  de  todos  los  que  se  habían  publicado  antes 
de  1817.  En  el  cuadro  siguiente  se  puede  ver  el  mecanismo 
de  la  clasificación  de  Werner. 


CLASIFICACION  DE  WERNER 


CLASES 


>idos,  insolu- 
bles en  el  agua  i , 
é irreductibles  ^^rras, 
á metal  por  la(  >'Pledras' 
acción  del  calor 


GÉNEROS 

Diamante..  . . 
Zircon 

Silicio 


Sápidos,  solubles , 
en  el  agua  é in- 
combustibles. ■ 


2.a  Sales.  J 


Arcilloso. . . . 

Magnésico. . . 

Calizo 

Barítico 

Estroncianico 

Sulfato 


Insípidos,  insolu-\ 
bles  en  el  agua  i 
é inflamables  áf^.a  Com-1 
temperaturas  / bustibles. 
mas  ó menos  ele-  \ 
vadas  en  con- 
tacto del  aire.  ' 


Nitrato...  . . . 

Muriato 

Carbonato. . . 


ESPECIES 

PRINCIPALES 

Diamante 

Zircon 

Granates,  rubí, 
chorlo,  cuar- 
* zo,  ceolitas 

¡Feldespato,  mi- 
cas 

Talco,  esteatita 
Creta,  fluorina 
Witherita 
Celestina 
l Vitriolo,  alum- 
j bre 
Nitro 
Sal  común 
Alcali  mineral 


Azufre Azufre 

Betunes Ulla,  succino 

Grafito Grafito 


( 


Insolubles  en  el  \ 
agua  y reducti-  J 
bles  á metal  por  \4.aMetales 
la  acción  del  i 
calor. 


Platino.  . 
Oro.  . . . 
Plata...  . 
Mercurio. 
Plomo.  . 
Cobre. . . 
Hierro.  . 
Estaño.  . 
Bismuto. 
\ Zinc,  etc. 


Platino 

Oro 

Plata  nativa 
Cinabrio 
Galena 
Cobre  gris 
Pirita 
Casiterita 
Bismuto  nativo 
Blenda 


(i)  Véase  la  Introducción. 


En  general,  puede  decirse  que  á pesar  del  carácter  quí- 
mico que  ofrece  esta  clasificación,  no  debe  negarse  que 
Werner  se  valió  muchas  veces  de  los  caractéres  exteriores, 
por  lo  que  cometió  graves  errores  debidos  en  su  inmensa 
mayoría  á la  preferencia  que  concede  á estos  caractéres 
sobre  todos  los  demás. 

Clasificación  de  Berzelius.— Este  célebre 
químico  ha  establecido  dos  clasificaciones,  pudiendo  ser 
consideradas  tanto  una  como  otra,  como  verdaderos  tipos 
de  donde  se  derivan  todos  los  demás  sistemas,  que  toman 
como  base  esencial  los  caractéres  químicos  para  la  constitu- 
ción de  grupos.  En  la  primera  de  estas  clasificaciones,  en 
que  las  especies  se  hallan  agrupadas  según  el  principio 
electro  positivo,  se  encuentran  los  minerales  formando  dos 
grupos  ó clases  diferentes,  á saber:  i.°  minerales  constitui- 
dos según  el  principio  de  la  composición  inorgánica;  2/  mi- 
nerales ó sustancias  inorgánicas  formadas  según  el  principio 
de  la  composición  orgánica,  ó que  no  son  mas  que  restos  de 
plantas  ó de  animales.  Cada  uno  de  estos  grupos  se  subdi- 
vide en  órdenes,  familias  ó géneros,  como  se  nota  en  la  si- 
guiente tabla : 


MINERALOGÍA 


57 


CLASIFICACION  DE  BERZELIUS 


CLASES 


V 

W 

< 

K 

W 

% 


Formados  según  los 
principios  de  la  com- 
posición inorgánica. 


\ 


Formados  según  los  I 
principios  de  la  com  ! 
posición  orgánica,  no 
siendo  mas  que  restos 
de  vegetales  y ani 
males. 


i.*  Minerales  inorgánicos. 


2.a  Minerales  de  composi- 
ción orgánica. 


ÓRDENES  FAMILIAS 

í Oxigeno, — azufre,— cloro 

i.°  Metaloides Nitrógeno,— carbono 

I Boro, — hidrógeno 

( Arsénico, — cromo,  — molibde- 
2.0  Metales  electro-negativos. } no,— antimonio 

I Titano, — silicio 
Iridio, — platino 
Oro, — mercurio 
Plata, — bismuto 
Estaño, — plomo 

3/  Metales  electro  positivos.  ,)  Cobre,  níquel 

* Cobalto, — zinc 

Hierro, — manganeso,-  aluminio 
Calcio, — estroncio 
Bario, — litio 
Sodio, — potasio 

GÉNEROS  ESPECIES 

Sustancias  orgánicas  poco  alteradas Turba,— lignito 

Resinas  fósiles Succino 

Betunes  líquidos Nafta,— petróleo 

Betunes  sólidos Asfalto 

Carbones  fósiles Ulla, — antracita 

Sales  fósiles Melita 


Berzelius,  en  su  segunda  clasificación  (1828  á 1847),  fun- 
dada  como  la  anterior  en  los  caractéres  químicos,  reúne  las 
especies  atendiendo,  no  al  principio  electro  positivo,  sino  al 
negativo.  Divide  tambian  los  cuerpos  inorgánicos  en  dos 
grandes  grupos,  á saber:  i.°  minerales  ó sustancias  inorgáni- 
cas: 2.0  minerales  de  origen  orgánico.  El  primer  grupo  ó 
clase  le  subdivide  en  dos  secciones  que  son:  i.a  cuerpos  no 
oxidados;  2.a  cuerpos  oxidados.  A su  vez,  la  primera  sección 
la  subdivide  en  los  ocho  géneros  siguientes : 

i.°  cuerpos  nativos  ó no  combinados;  2.a  sulfuros;  3.°  ar- 
seniuros;4.°  antimoniuros;5.°  telururos;  6.°  osmiuros;  7«°au- 
ruros;  8.°  hidrarguros. 

La  segunda  sección,  ó sea  la  de  los  cuerpos  oxidados, 
comprende  dos  secciones:  i.a  la  de  los  óxidos  metálicos  ú 
óxidos  esencialmente  básicos;  2.a  la  de  los  óxidos  metálicos 
que  en  ciertos  casos  hacen  las  veces  de  ácidos,  y los  ácidos 
propiamente  dichos;  en  esta  última  sección,  se  hallan  inclui- 
dos los  cuerpos  siguientes:  agua  é hidratos;  alumina  y alu 
minatos;  sílice  y silicatos;  óxido  de  titano  y titanatos;  óxido 
tantálico  y tantalatos;  óxido  túngstico  y tungstatos;  óxido 
molibdico  y molibdatos;  óxido  crómico  y cromatos;  ácido 
bórico  y boratos;  ácido  carbónico  y carbonatos;  sulfúrico  y 
sulfatos;  nítrico  y nitratos;  fosfórico  y fosfatos;  arsénico  y ar* 
seniatos. 

Esta  clasificación  ofrece  varios  inconvenientes  y no  me- 
nores defectos,  siendo  entre  otros  los  mas  esenciales  los  si- 
guientes: i.°  que  en  un  mismo  grupo  se  hallan  confundidos 
cuerpos  gaseosos  y sólidos;  2.0  las  sales  particularmente  di- 
chas se  encuentran  mezcladas  con  las  piedras,  así  como 
estas  con  los  metales;  3/  que  en  esta  clasificación  desapa- 
recen por  completo  los  verdaderos  principios  mineralógicos, 
puesto  que  en  ella  no  domina  mas  que  un  fundamento,  cual 
es,  el  carácter  químico.  Por  fortuna,  son  muy  poco  los  mine- 
ralogistas que  han  seguido  la  marcha  de  Berzelius,  hasta  el 
punto  que  si  se  exceptúan  Beudant,  Hausmann,  Brocke  y 
Miller,  los  demás  siguen  un  procedimiento  ecléctico  á seme- 
janza de  lo  que  hizo  Werner. 

Tomo  IX 


SISTEMA  de  MOHS. — El  célebre  mineralogista  Mohs, 
sucesor  de  Werner  en  la  cátedra  de  Freyberg,  fundó  su  cla- 
sificación en  la  forma  regular,  densidad,  dureza,  sabor  y olor 
de  las  sustancias  inorgánicas,  siendo,  por  lo  tanto,  el  proto- 
tipo de  las  clasificaciones  histórico-naturales.  Mohs  agrupa  y 
divide  los  cuerpos  inorgánicos  en  tres  clases;  cada  una  de 
estas  comprende  varios  órdenes,  así  como  estos  abrazan  di- 
versas especies,  tal  como  se  ve  en  la  tabla  siguiente: 


Sápidos  en  es- 
tado sólido;  ino- 
doros ó sin  olor' 
bituminoso  y de  | 
peso  específico  in 
ferior  á 1,8. 


Insípidos  é ino- 
doros y de  peso 
específico  supe- 
rior á i,S. 


ESPECIES 

CLASES  ÓRDENES  PRINCIPALES 

¡Gases Acido  sulfuroso 

A6ua Agffl 

Acidos Acido  bórico 

Sales. .....  Sal  de  Calatayud 

Haloideo. . . . Yeso 

Barita Baritina 

Cloruro Querarjira 

Malaquita.  . . Malaquita 
Espato.  . . Ortosa 

- • clase-  MiCiL Mica 

\ Gemina Esmeralda 

|MetaL Plata,  cobre,  etc. 

Blenda Blenda 

Pirita Pirita  cobriza 

Galena Galena 

Azufre Azufre 

Con  olor  bitu-> 
minosocuandose 
presentan  ó se 
trasforman  en  lí-| 
quidos;  inodoros 
en  el  estado  sóli- 1 
do,  y de  peso  es 
pecífico  inferior 
á 1,8. 

Las  clases  de  este  sistema  están  fundadas,  como  se  nota 
en  el  cuadro,  en  la  densidad,  sabor  y olor;  los  órdenes  se 

8 


3.“  clase  |5eSínaS 
f Carbones. 


Asfalto,  Succino 
Ulla,  Antracita 


5« 

MINERALOGÍA 

forman  atendiendo  á la  misma  densidad,  dureza  v a^uno- 
otros  caractéres  puramente  físicos  ó exteriores:  Á Jmbre 
de  cada  uno  de  los  órdenes  está  tomado  de  la  ésnecie  nue 
sirve  de  tipo,  ó bien  de  una  cualidad  particiúr;  así  Dor 
ejemplo,  el  orden  gemma  tiene  por  fundamento  ¿amante- 
el  denominado  pirita,  comprende  la  pirita  de  ¿ro  v otras 
especies  afines;  el  orden  barita  está  basado  en  la  baritina  ó 
espato  pesado,  y comprende  no  solo  piedras  particularmente 
dichas,  sino  sustancias  metálicas  afines  con  la  baritina  en 
los  caractéres  de  densidad  relativa,  brillo,  dureza,  etc  Por 
lo  demás,  la  primera  clase  del  método  de  Mofes  equivale  á 
la  de  las  sales  de  erner,  sin  otra  diferencia  entre  ellas  que 
en  la  primera  de  estos  autores  se  estudian  el  agua.  los  -ases  v 
los  ácidos.  La  tercera  clase  es  idéntica  á la  de  ioscombusti 


bles  del  mismo  Werner,  pero  se  distingue,  no  ruante 
que  el  grafito  y azufre  se  incluyen  por  Mohs  en  su  s «runda 

nnr  última  oefo  cguuua 


clase;  por  último,  esta  segunda  clase  corresponde  á la  uri- 
mera  y cuarta  de  Werner,  ó sean  á las  denominadas  Dor  este 
autor  tierras  y piedras  y metales.  F 


El  mayor  defecto  que  ofrece  la  clasificación  de  Mohs 
consiste  en  que  se  encuentran  agrupadas  en  una  sola  clase 
casi  todas  las  especies  minerales;  en  efecto,  examinando  el 
cuadro,  se  ve  que  la  primera  y tercera  clases  no  contienen 
arriba  de  unas  veinte  especies,  correspondiendo  ¡as  demás  á 
la  segunda,  en  la  que  se  hallan  comprendidas  todas  las  sus 
tancias  pétreas  y metálicas.  A pesar  de  los  defectos  señala- 
dos, y de  algunos  otros  menos  notables,  Mohs  ha  demostrado 
que  el  mineralogista  puede,  sin  necesidad  de  recurrir  á las 
propiedades  químicas,  reunir  los  cuerpos  inorgánicos  en  trru 
pos  afines  y bien  determinados;  así,  las  especies  formadas 
por  el  mineralogista  aleman  son  muy  análogas  ¿ las  nue 

después  se  han  constituido  teniendo  presente  la  comnosi 
cion  química  y la  forma  regular.  1 * 

Algunos  mineralogistas  alemanes,  y entre  otros  Breithaunt 
y Haidinguer,  siguen  en  un  todo  el  camino  trazado  ñor  Mohs- 
asi,  por  ejemplo,  Haidinguer  divide  el  reino  mineral  en  tres 
clases,  a saber:  i.a  minerales  acrogenidos;  2.a  geoaenidos  v 
3.a  fitogemdos;  cada  una  de  estas  clases  se  divide&en  órde* 
nes;  los  órdenes,  en  géneros  y estos  en  especies.  Los  géneros 
ofrecen  un  carácter  compuesto  fundado  en  los  tres  caracté- 
res físicos  esenciales,  cuales  son:  la  forma  regular  la  densi- 
dad y la  dureza;  el  primero  se  halla  determinado  dé  un  modo 
general  por  la  sola  indicación  del  sistema  cristalino-  v los 
otros  caractéres  mediante  dos  nombres  limitados  entre  los 
que  está  comprendido  el  verdadero  valor.  La  especie  <e 
funda  en  los  caractéres  referidos  de  forma,  densidad  v dure- 
za, pero  señalados  en  este  caso  de  una  manera  exacta  v 
precisa.  y 


r^VTX MÉTODOS  DERIVADOS  T' 

Todos  estos  métodos,  como  se  ha  dicho,  tienen 
damento  los  sistemas  directos  de  Werner,  Berzelius 


por  fun- 


xt  t . - i — -'.mis  v Mohs 

No  es  aquí  tampoco  donde  debemos  trazar  una  historia  deta 

Hada  de  todas  las  clasificaciones  derivadas,  puesto  que  no 

escribimos  una  obra  didáctica,  correspondiendo,  por  lo  tanto 

su  estudio  á los  tratados  puramente  científicos  Nosotro¡ 

solo  analizaremos  aquellos  métodos  que  han  causado  una 

verdadera  revolución  en  la  Mineralogía  y que  han  contribuido 

act!,abd0H  P ° y Perfecci0namiení0  que  alcanza  en  la 
actualidad.  Por  este  concepto,  estimamos  oportuno  dar  una 

idea  general  de  las  clasificaciones  de  Haiiy,  Bcudant  I ev- 
merie  y Delafosse.  ’ * 

SISTEMA  DE  HAUY.  Puede  considerarse  como  un 
método  derivado  del  de  Werner,  siendo  en  realidad  un  sis- 
tema químico  que  tiene  por  fundamento  las  bases  ó principio 


electro  positivo.  Haüy  ha  publicado  dos  clasificaciones;  una 
que  imperó  desde  el  año  iSoi  hasta  1S22,  y la  otra,  en  este 
último  año;  la  primera  es  muy  análoga  á la  de  Werner,  puesto 
que  el  mineralogista  francés  acepta  las  cuatro  clases  siguien- 
tes: i.a  sustancias  acidíferas;  2.a  sustancias  terreas;  3.a  sus- 
tancias combustibles  no  metálicas  y 4.a  sustancias  metálicas. 
Desde  el  año  1801  hasta  el  22,  en  que  dio  á luz  su  segunda 
clasificación,  la  Química  había  hecho  grandes  progresos  de- 
bidos á las  observaciones  de  Berzelius,  Gay-Lussac,  Thenard, 
Davy,  etc.,  de  cuyos  adelantamientos  se  valió  Haüy  para  in- 
troducir en  su  primera  clasificación  modificaciones  bastante 
importantes;  su  último  sistema  descansa  esencialmente,  como 
se  ha  indicado,  en  el  carácter  químico,  pero  sin  desechar,  ni 
mucho  menos,  el  estudio  de  la  forma  y la  estructura  regular, 
cuyas  propiedades  le  sirvieron  para  la  constitución  de  las 
especies.  En  el  cuadro  siguiente  puede  verse  la  clasificación 
de  este  célebre  mineralogista : 

CLASIFICACION  DE  HAUY 

MINERALES  CLASES 

Que  presentan  los 
caractéres  químicos  de 
los  ácidos,  libres  en  la 
naturaleza  y compues- 
tos de  oxígeno  ó hi- 
drógeno unidos  á un 
cuerpo  metaloide. 

Que  no  presentan 
brillo  metálico,  y que  | 
solo  se  reducen  á me- 
tal por  la  acción  de  la 1 

pila-  / f 

Que  por  lo  general  j 
tienen  brillo  metálico,  f 
y reductibles  á metal  i 
por  la  acción  del  calor.  J 

De  base  no  metálica,  \ 
que  arden  y pierden?  bles  no  me 

de  peso  por  la  com-  \ tálicos. 
bustion.  J 


i.* 


Acidos 

bres. 


li- 


2.a  Metales  he-  ( Apéndice,  sílice  y 
terópsidos  ( silicatos. 


3. a  Metales  au- 

tópsidos. 

4.  - Combusti-  ^ Apéndice , sustan- 
I cias  fitógenas  (1). 


La  primera  clase  ó sea  la  de  ácidos  libres  no  comprendía 
mas  que  dos  especies,  á saber:  el  ácido  bórico  y el  sulfúrico, 
habiéndose  después  agregado  por  los  mineralogistas  los  áci- 
dos sulfuroso,  carbónico,  hidroclórico  é hidrosulfúrico.  En 
la  segunda  y tercera,  así  como  en  el  apéndice  sílice  y silica- 
tos, se  constituyen  los  géneros  reuniendo  las  especies  que 
tienen  el  mismo  principio  electro-positivo;  así,  por  ejemplo, 
Haüy  forma  su  género  cal  con  todas  las  especies  que  están 
compuestas  de  esta  base,  la  cual  puede  estar  combinada  con 
diversos  principios  electro-negativos;  así,  por  ejemplo,  exis- 
ten la  cal  carbonatada,  cal  sulfatada  y cal  fluatada;  otro  tanto 
hizo  con  la  barita  ú óxido  de  bario,  género  compuesto  de 
las  especies  designadas  con  los  nombres  de  barita  carbona- 
tada, barita  sulfatada,  barita  nitratada,  etc.  Igual  procedi- 
miento sigue  en  los  metales,  en  los  que  forma  el  género 
atendiendo  al  metal  ó al  óxido  metálico  y la  especie  al  cuerpo 
electro  negativo  simple  ó compuesto  que  respectivamente  se 
combinan  con  el  primero  ó con  el  segundo:  v.  gr.,  género 
hierro,  que  comprende  las  especies  hierro  sulfurado,  hierro 
oxidado,  hierro  carbonatado,  etc.;  género  plomo,  formado  de 
las  especies  plomo  sulfurado,  plomo  carbonatado,  plomo 
sulfatado,  y así  sucesivamente  con  todos  los  demás  cuerpos 
electro-positivos. 


(1)  Además  agrega  otro  apéndice  en  el  cual  coloca  por  orden  alfa- 

bético los  minerales  que  no  pudo  incluir  en  los  grupos  anteriores. 


MINERALOGIA 


.A. 


En  la  cuarta  clase,  ó sea  la  de  los  combustibles  no  metá- 
licos, la  divide  dicho  naturalista  solamente  en  especies,  sien- 
do las  mas  comunes  y principales,  el  azufre,  succino,  dia- 
mante, carbón  de  piedra  y antracita. 

A pesar  de  la  claridad  y precisión  que  reina,  por  lo  gene- 
ral, en  la  segunda  clasificación  de  Haüy,  no  deja,  sin  embargo, 
de  ofrecer  defectos  é inconvenientes  en  la  práctica.  Es  ver- 
dad que  es  fácil  agrupar  las  sustancias  mineralógicas  en  gran- 
des secciones;  pero  la  división  en  géneros  y especies  de  es- 
tas secciones  está  á cada  paso  erizada  de  dificultades,  hasta 
el  punto  que  cualquiera  que  sea  el  camino  que  se  elija  se 
tropieza  á cada  momento,  sobre  todo  en  los  silicatos,  con 
grandes  anomalías  y excepciones  que  no  es  posible  vencer 
en  la  práctica.  Por  otra  parte,  su  primera  clase  tiene  el  de- 
fecto de  ser  muy  limitada,  puesto  que  no  abraza  mas  que 
dos  especies  y una  de  ellas  (ácido  sulfúrico),  sin  ningún  inte- 
rés mineralógico.  Los  nombres  de  heterópsidos  y autópsidos, 
deben  desecharse  por  completo,  supuesto  que  varios  de  los 
minerales  incluidos  por  Haüy  en  la  última  de  estas  secciones 
ofrecen  aspecto  lapídeo  mas  bien  que  metálico:  tal  es  lo  que 
se  observa  en  la  variedad  compacta  de  carbonato  de  plomo 
que  teniendo  en  cuenta  su  lustre  y aspecto  debía  figurar,  no 
en  los  autópsidos,  que  es  donde  la  coloca  Haüy,  sino  en 
los  heterópsidos;  en  el  mismo  caso  se  halla  el  carbonato  de 
hierro  ó siderosa,  cuya  especie  ofrece  todos  los  caractéres 
de  una  sustancia  lapídea. 

Finalmente,  como  se  dijo  al  hablar  de  las  clasificaciones 
en  general,  los  géneros  establecidos  por  Haüy  se  hallan  cons- 
tituidos por  especies  poco  afines  entre  sí,  á causa  de  que 
tomó  por  fundamento  de  aquellos  el  principio  electro-posi- 
tivo. 

CLASIFICACION  DE  BEUDANT 

( 1826  á 1830).  Este  sistema,  fundado  según  los  princi- 
pios establecidos  por  Berzelius,  puede  considerarse,  del 
mismo  modo  que  el  de  este  autor,  como  verdaderamente 
químico. 

Comprende  tres  clases  que  se  subdividen  en  familias, 
equivalentes  en  su  mayor  parte  á los  géneros  formados  por 
Haüy,  familias  basadas  en  el  cuerpo  ó principio  minerali- 
zador. 

Hé  aquí  la  clasificación: 


MINERALES 

De  principio  elec-1 
tro-negativo  gaseo- 
so á la  presión  y 
temperatura  medial 
de  la  atmósfera,  ó 
que  puede  consti-' 
tuir  combinación  I 
nes  gaseosas  unién 
dose  con  oxígeno, 
hidrógeno  ó flúor. 


clases 


)I  ‘ 


i.a 

Gazoli- 
tos. 


FAMILIAS 

Silicidos,  — bori- 
, dos, — carbónidos, 
I — sulfuridos, — se- 
lénidos , — teluri- 
I dos,  — cloridos,  — 
bromidos,  — yodi- 
dos,— fluoridos. 


De  principio  elec- 
tro-negativo no  ga 
seoso,nique  form. 
combinaciones  ga 
seosas  cuando  si 
une  con  oxígeno, 
hidrógeno  ó flúor. 


Sus  disolu- 
ciones en  los! 
líquidos  son 
l incoloras. 

Sus  disolu-' 
ciones  en  los 
líquidosofre- 1 
cen  diversas 
coloraciones 
según  las  fa- 
milias. 


Antimonidos , — 
2.a  ^ bismutidos,--plum- 
Leuco-  bidos, — argiridos, 
litos.  j — hidrargiridos, et- 
cétera. 

\ 

¡Mangánidos, — s¡- 
deridos,— auridos, 
— platinidos,-cu- 
pridos, — mangáni- 
dos, — cobaltidos, 
etcétera. 


59 

Beudant,  como  hemos  tenido  ocasión  de  indicar  repetidas 
veces,  reúne  las  especies  teniendo  presente  el  principio  elec- 
tro-negativo común  á todas  ellas;  así,  por  ejemplo,  forma  los 
géneros  carbonato,  sulfato,  fosfato,  sulfuro,  cloruro,  etc.,  con 
aquellas  especies  que  tienen  respectivamente  común  el  ácido 
carbónico,  sulfúrico,  fosfórico,  ó bien  el  azufre  ó cloro.  Esta 
preferencia  dada  al  cuerpo  mineralizador  ó principio  electro- 
negativo, ofrece  la  ventaja  de  que  si  no  en  todos,  en  muchos 
de  los  casos,  las  especies  reunidas  en  un  género  tienen  ma- 
yores afinidades  que  las  agrupadas  por  medio  del  cuerpo 
electro  positivo.  Si,  por  ejemplo,  estudiásemos  las  especies 
minerales  comprendidas  en  el  género  cal,  instituido  por 
Haüy,  y que  abraza  las  especies  cal  carbonatada,  cal  fosfata- 
da, cal  sulfatada,  cal  fluatada,  etc.,  veríamos  que,  si  se  hace 
abstracción  del  óxido  de  calcio  que  forma  parte  de  todas 
ellas,  difieren  por  completo  en  los  caractéres  de  forma  regular, 
estructura,  dureza  y peso  específico;  por  el  contrario,  si  exa- 
minamos las  especies  carbonato  de  cal,  carbonato  de  óxido 
de  hierro,  de  óxido  de  zinc,  de  óxido  de  manganeso,  etc., 
especies  que  corresponden  al  género  carbonato  de  Beudant, 
observaremos  que  todas  ellas  ofrecen  la  misma  forma  cris- 
talina, idénticas  estructuras,  dureza  análoga  y aun  densidad 
algún  tanto  afine;  otro  tanto  puede  decirse  de  las  especies 
incluidas  en  los  géneros  sulfato,  sulfuro,  cloruro,  etc.,  del 
mismo  autor.  No  obstante,  en  los  géneros  citados  y en  otros 
muchos  se  hallan  comprendidas  á su  vez  especies  que  difie- 
ren entre  sí,  no  solo  respecto  al  peso  específico,  dureza,  es- 
tructura, sino  en  su  forma  regular,  por  lo  que  los  grupos  de 
Beudant  no  deben  admitirse  como  realmente  naturales. 

El  sistema  de  este  mineralogista  adolece  también  de  al- 
gunos defectos,  pudiendo  enumerarse  como  mas  importantes 
los  siguientes:  1 .°  que  estando  reputado  el  oxígeno  como  el 
elemento  mineralizador  por  excelencia,  no  ha  formado  con 
él  un  grupo  de  familia  como  lo  verifica  con  los  demás  cuer- 
pos que  hacen  las  veces  de  electro  negativos;  2.0  que  la  clase 
de  los  gazolitos,  además  de  comprender  casi  todas  las  espe- 
cies mineralógicas  conocidas,  tiene  el  inconveniente  de  abra- 
zar en  una  misma  familia  cuerpos  muy  heterogéneos;  tal  es 
lo  que,  por  ejemplo,  sucede  en  los  carbónidos,  cuyo  grupo 
está  constituido  por  sustancias  gaseosas,  líquidas  y sólidas, 
ó por  cuerpos  que  no  tienen  entre  si  grande  semejanza; 
v.  gr.,  el  ácido  carbónico,  la  nafta  ó petróleo,  el  diamante  y la 
caliza:  3.0  que  en  las  clases  segunda  y cuarta,  ó sea  en  la  de 
los  leucolitos  y croicolitos,  no  figuran  todos  los  minerales 
metálicos,  supuesto  que  los  cloruros,  arseniuros,  sulfuros  de 
base  electro  positiva,  ó mejor  dicho  metálica,  se  hallan  com- 
prendidos en  la  clase  de  los  gazolitos. 

M.  Leymerie,  catedrático  de  la  Facultad  de  Ciencias  de 
la  Universidad  de  Tolosa  (Francia),  ha  publicado  en  el  año 
de  1860  un  sistema  que  designa  con  el  nombre  de  Método 
ecléctico  ó tyemeriano.  Este  notable  mineralogista  ha  tomado 
la  clasificación  de  Werner  como  base  fundamental  de  su  sis 
tema,  pero  teniendo  al  propio  tiempo  presente  los  adelanta 
mientos  efectuados  en  la  ciencia  desde  principios  de  est 
siglo  hasta  la  época  en  que  dió  á luz  su  clasificación.  Ley 
merie  acepta,  en  primer  término,  lo  que  él  designa  con  e 
nombre  de  tipo  mineralógico,  esto  es,  el  mineral  en  su  ver 
dadero  estado  perfecto,  y,  por  lo  tanto,  constituido  de  uní 
sustancia  pura  y de  la  forma  primitiva  que  le  corresponde 
La  especie  mineral,  según  este  autor,  resulta  del  tipo  mine 
ralógico  y de  las  variedades  que  tienen  la  misma  composi 
cion  química  y formas  ó estruqturas  idénticas  á las  del  tipo 
ó bien  que  presenten  la  misma  densidad  relativa  é igual  du 
reza. 

Partiendo,  pues,  de  estas  consideraciones,  y tomando  er 
cuenta  todos  los  caractéres  mineralógicos,  dando,  sin  em 


6o 


MINERALOGIA 


bargo,  en  unos  casos  mas  importancia  á los  químicos  que  á 
los  físicos  y viceversa,  divide  los  minerales,  á semejanza  de 
Berzelius,  en  dos  grandes  grupos,  á saber:  i.°  inorgánicos  ó 
minerales  propiamente  dichos;  2.0  minerales  orgánicos.  El 
primer  grupo  lo  subdivide  en  cuatro  clases  que  son:  1.*  gases; 
2.a  balidos;  3.a  piedras ; 4.a  metales.  En  cada  una  de  estas 
clases  establece  varios  órdenes,  así  como  estos  los  subdivide 
en  familias  ó géneros,  fundándose  unas  veces  en  el  carácter 
químico  y otras  en  las  propiedades  físicas ; los  minerales  or- 
gánicos los  subdivide  desde  luego  en  familias. 

- No  consignamos  aquí  el  cuadro  de  clasificación  de  Ley- 
merie,  porque  este  método,  algún  tanto  reformado,  es  el  que 
adoptamos  para  agrupar  y describir  las  especies  minerales;  y 
en  su  virtud,  podrán  estudiarse  los  grupos  esenciales  en  el 
cuadro  sinóptico  que  formaremos  para  dar  á conocer  nuestra 
clasificación. 

Vemos,  pues,  que  Leymerie  se  separa  bastante  de  los  mi- 
neralogistas anteriores,  supuesto  que  para  la  formación  de 
las  clases,  y mas  especialmente  para  instituir  los  órdenes  y 
familias,  acepta  una  marcha  ecléctica:  crea  desde  luego  la 
clase  llamada  gases  que  no  se  encuentra  en  ninguno  de  sus 
antecesores,  si  bien  es  cierto  que  Delafosse  antes  que  él  ya 
había  establecido  el  grupo  que  denominó  subreino  gaseoso 
ó atmosférico;  la  clase  que  Leymerie  designa  con  el  nombre 
de  halidos,  y que  es  idéntica  á la  de  las  sales  de  Werner, 
creemos  que  no  debe  aceptarse,  porque  de  hacerlo  así  habría 
necesidad  de  admitir  dos  especies  de  sales  diferentes,  unas 
solubles  en  el  agua  á la  temperatura  ordinaria  y otras  insolu- 
bles. Estimamos  también  que  la  clase  piedras  del  mineralo- 
gista tolosano,  es  demasiado  extensa,  supuesto  que  compren- 
de mas  de  la  mitad  de  las  especies  conocidas;  creemos,  no 
obstante,  natural  la  división  en  familias  ó géneros  que  esta- 
blece en  los  dos  órdenes  de  esta  clase.  Los  metales  de  este 
autor  equivalen  á los  mismos  de  Werner;  finalmente,  el  grupo 
orgánico  corresponde  casi  en  totalidad  á los  combustibles  de 
origen  orgánico  de  otros  mineralogistas.  Leymerie  separa  el 
diamante  de  los  combustibles,  y lo  coloca  al  lado  de  las  pie- 
dras finas,  formando  con  todas  estas  una  familia  que  deno- 
mina gemas , grupo  que  también  admitiremos  nosotros,  por- 
que creemos  que  dadas  las  particularidades  que  ofrece  el 
diamante,  debe  figurar  desde  luego  al  lado  de  la  esmeralda, 
zafiro,  etc.,  y no  unido  con  el  grafito  y el  carbón  de  pie- 
dra ( 1 ). 

CLASIFICACION  DE  DELAFOSSE 

Este  mineralogista  publicó  en  1860,  un  método  que  puede 
considerarse  como  esencialmente  químico-físico.  Empieza 
por  dividir  todos  los  cuerpos  inorgánicos  en  dos  grandes 
grupos  que  llama  sub-reinos;  en  el  primero,  se  hallan  inclui- 
das todas  las  sustancias  gaseosas;  en  el  segundo,  se  compren- 
den las  sustancias  terrestres  ó minerales  propiamente  dichos, 
que  á su  vez  los  subdivide  en  tres  clases;  á saber,  i.°  com- 
bustibles no  metálicos  ó sean  los  combustibles  de  Haüy; 
2.0  combustibles  metálicos  ó metales;  y 3.0  no  combustibles 
ó piedras.  Cada  una  de  estas  clases  se  halla  dividida  en  ór- 
denes fundados  en  el  principio  raineralizador;  subdivididos 
á la  vez  en  tribus,  tomando  por  base  de  cada  una  el  sistema 
cristalino.  En  el  cuadro  siguiente  puede  verse  la  clasificación 
propuesta  por  Delafosse. 


( 1 ) Para  ser  consecuente  Leymerie  debiera  incluir  en  el  grupo  de  las 
piedras  finas  6 gemas  al  ópalo  noble  y girasol,  a la  turquesa  y algún 
otro;  pero  sin  duda  ha  tenido  presente  que  los  minerales  citados  care- 
cen del  lustre  esencialmente  vitreo  y aun  de  la  dureza  de  las  verdaderas 
piedras  finas;  sin  embargo,  no  comprendemos  porqué  no  forma  parte  de 
las  gemas  el  cuarzo  morado  ó cuarzo  amatista. 


c 

o 

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CJ 

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o 

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W 


CLASIFICACION  DE  DELAFOSSE 

SUB-REINOS  CLASES 

i.°  Atmosférico  que  com- 
prende todas  las  sustancias  1 
inorgánicas  que  se  presentan 
gaseosas  á la  temperatura  y [ Gases, 
presión  media  de  la  atmós- 
fera. 

11.a  Combustibles  no 
metálicos. 

2.a  Combustibles  me- 
se presentan,  por  10  general,  tái;cos  ¿ metales. 

en  estado  sólido,  rara  vez  lí-1  ^.a  No  combustibles 
fluido.  f ó piedras. 


En  la  primera  clase,  ó sea  la  de  los  gases,  comprende  el 
ácido  carbónico,  ácido  sulfúrico,  hidrógeno  sulfurado,  hidró- 
geno carbonado,  agua  en  vapor,  oxígeno,  hidrógeno  y algu- 
nos otros,  cuyos  gases,  mineralógicamente  considerados, 
apenas  tienen  importancia  alguna.  En  la  segunda  ó combus- 
tibles, estudia  el  diamante  y demás  sustancias  carbonosas 
(grafito,  antracita,  carbón  de  piedra,  etc.,  el  azufre,  las  resi- 
nas, succino,  asfalto  y retinita,  etc.  En  la  tercera,  ó sea  en 
la  de  los  metales,  los  metales  nativos,  los  metales  minerali- 
zados ó combinados  con  el  azufre,  selenio,  teluro,  etc.,  for- 
mando los  sulfuros,  seleniuros,  telururos,  etc.  En  la  cuarta 
clase,  comprende  los  óxidos  terrosos,  las  combinaciones 
aloideas  ó sean  los  cloruros,  bromuros,  fluoruros,  etc.,  los 
compuestos  ternarios,  cuaternarios,  etc.,  que  se  hallan  cons- 
tituidos por  la  unión  de  una,  dos  ó mas  bases  con  los  á- 
cidos  carbónico,  fosfórico,  sulfúrico,  silícico,  etc.,  esto  es, 
todas  las  sustancias  verdaderamente  lapídeas  ó pétreas. 
Cada  una  de  las  divisiones  indicadas,  que,  por  lo  general, 
equivalen  á otros  tantos  órdenes,  se  subdivide  en  tribus  que, 
como  se  ha  dicho,  están  basadas  en  el  sistema  cristalino; 
por  ejemplo,  en  el  orden  que  denomina  carbonatos,  estable- 
ce las  tribus  siguientes:  i.a  romboédricos,  formada  de  las 
especies  caliza,  siderosa,  dolomía,  calamina,  etc.;  2.a  róm- 
bicos, compuesta  del  aragonito,  estroncianita,  witherita,  etc.; 
3.a  clinorómbicos,  constituida  por  las  especies  natrón,  urao, 
malaquita,  azurita,  etc.;  4.a  cuadráticos,  que  comprende  es- 
pecies sin  importancia  mineralógica;  5.'  adelomortos,  forma- 
da con  la  misorina  ó carbonato  de  cobre  anhidro,  con  el 
carbonato  de  plata,  de  bismuto,  etc.  En  el  orden  de  los  óxi- 
dos metálicos  establece  las  siguientes  tribus:  1/  cúbicos, 
que  comprende  la  ziguelina  ó cobre  rojo,  el  hierro  magnéti- 
co, el  hierro  imantado  titanífero,  etc.;  2.a  romboédricos,  en 
la  que  están  incluidos  el  hierro  oligisto,  la  martita,  el  óxido 
crómico  y alguna  otra;  3.a  rómbicos,  formada  con  las  es- 
pecies limonita,  pirolusita,  manganita,  etc.,  4.a  cuadráticos, 
constituida  con  las  especies  anatasa,  rutilo,  casiterita,  Haus- 
manita,  etc.;  3.*  clinorómbicos,  y 6.s  adelomorfos,  que  com- 
prenden especies  de  poco  interés. 

La  índole  de  esta  obra  no  permite  en  modo  alguno  dar 
mas  amplitud  á la  clasificación  de  Delafosse,  la  cual  puede 
considerarse  como  una  de  las  mas  metódicas  y razonadas  en- 
tre las  publicadas  hasta  la  época  actual.  La  especie,  ó sea  la 
unidad  de  medida  de  todos  los  sistemas,  debe  fundarse,  según 
este  mineralogista,  en  la  igualdad  de  composición,  en  el  iso- 
morfismo  y en  el  sistema  cristalino  idéntico  de  las  sustancias 
que  se  reúnen  para  constituirla. 

MÉTODO  QUE  SE  ADOPTA  EN  ESTA  OBRA  PARA 
AGRUPAR  Y DESCRIBIR  LOS  MINERALES 

Hecha  la  breve  reseña  que  precede  de  los  sistemas  mas 


MINERALOGIA 


importantes  que  se  han  establecido  en  Mineralogía;  analiza- 
dos con  el  posible  detenimiento  aquellos  que  en  opinión  de 
los  hombres  mas  eminentes  pueden  ser  considerados  como 
verdaderos  tipos  de  clasificación  y de  los  que,  según  hemos 
indicado,  se  derivan  todos  los  demás,  natural  y lógico  seria  que 
estudiáramos  las  especies  minerales  conforme  á cualquiera 
de  uno  de  estos  sistemas,  ya  fuera  partiendo  de  los  sistemas 
directos  de  Werner,  Berzelius  y Mohs,  ya  de  algunos  de  los 
derivados  de  estos.  Pero  como  al  hacer  el  exámen  y crítica 
de  cada  uno  de  ellos,  hemos  indicado  los  defectos  mas  ó 
menos  considerables  que  presentan,  y como,  por  otra  parte, 
hemos  visto  que,  si  bien  es  verdad  que  en  las  clasificaciones 
de  Werner,  Berzelius,  Haüy,  Mohs,  Beudant,  Leyraerie,  etc., 
existen  divisiones  primordiales  y secundarias  que  abrazan 
grupos  afines  ó análogos,  no  es  menos  cierto  tampoco,  que 
hay  otras  formadas  de  minerales  muy  diversos  entre  sí,  no 
podemos  menos  de  deducir  que  en  el  reino  mineral  no  es 
factible  establecer  grupos  ó divisiones  naturales  que  sean 
análogas  á las  que  se  han  formado  en  el  reino  orgánico.  Sin 
embargo,  la  mayoría  de  los  mineralogistas,  y aun  el  vulgo, 
admiten  como  esencialmente  naturales  los  tres  siguientes 
grupos:  combustibles,  piedras  y metales  particularmente  di- 
chos: casi  todos  están  también  conformes  en  basar  la  espe- 
cie, grupo  fundamental  de  las  clasificaciones,  en  la  compo- 
sición química  y en  la  forma  regular;  y puede  asegurarse  que 
solo  difieren  en  el  modo  de  formar  los  géneros;  tribus,  fa- 
milias, órdenes  y clases.  Así,  por  ejemplo,  Berzelius,  Beu- 
dant y algunos  otros  se  valen,  como  se  ha  dicho,  del  princi- 
pio mineralizador  ó cuerpo  electro-negativo;  por  el  contrario, 
Haüy  y los  mineralogistas  de  su  escuela  fundan  el  género  en 
el  principio  mineralizado  ó cuerpo  electro  positivo;  por  últi- 
mo, hay  otros  autores,  tales  como  Brongniart  y Dufrenoy, 
que  siguen  un  procedimiento  mixto,  esto  es,  que  en  las  tierras 
y piedras  echan  mano  para  formar  el  género  del  cuerpo  elec- 
tro-negativo, así  como  del  positivo  en  los  metales.  Este  mismo 
procedimiento  seguiremos  nosotros,  por  mas  que  no  se  nos 
oculte  que  acaso  fuera  mas  natural  y científico  reunir  las  espe- 
cies atendiendo  á la  composición,  isomorfismo  y sistema  cris- 
talino;perocomo  este  camino  requiere  grandes  conocimientos 
no  solo  de  geometría  sino  de  química,  no  le  adoptaremos  sino 
en  aquellos  casos  de  fácil  aplicación  y que  nos  conduzcan  al 
mismo  tiempo  á agrupar  especies  afines  en  todas  ó en  mu- 
chas de  sus  propiedades.  Este  procedimiento  seguido  cons- 
tantemente por  Delafosse  ofrece  el  inconveniente,  al  menos 
en  nuestra  opinión,  de  que  existen  reunidas  especies  que  si 
bien  son  afines  por  el  isomorfismo  y sistema  cristalino,  se 
diferencian  extraordinariamente  en  los  demás  caractéres, 
rompiendo  así  las  analogías  de  los  séres  inorgánicos;  por 
ejemplo,  el  autor  citado  coloca  en  la  tribu  romboédrica, 
correspondiente  al  órden  de  ios  óxidos  terrosos,  la  sílice 
anhidra  ó cuarzo  cristalizado,  la  alumina  ó zafiro  y el  agua 
sólida,  cuyas  especies,  si  se  exceptúan  el  isomorfismo  y forma 
regular,  no  ofrecen  analogías  en  los  demás  caractéres. 

Fundados  en  todas  las  anteriores  consideraciones,  y toman- 
do como  base  importante  los  principios  emitidos  por  Wer- 
ner, Berzelius,  Mohs,  Haüy,  Leymerie  y Delafosse,  consig- 
namos á continuación  el  sistema  mineralógico  adoptado  para 
agrupar  y describir  las  especies  minerales.  Este  sistema,  á la 
manera  del  de  Leymerie,  es  esencialmente  ecléctico,  puesto 
que  no  nos  proponemos  sino  facilitar  del  mejor  modo  posi- 
ble, el  conocimiento  de  las  sustancias  mas  importantes  y de 
uso  mas  frecuente. 

El  reino  mineral  puede  dividirse  desde  luego  en  dos  gran- 
des grupos  ó sub-reinos:  i.°  atmósferico  ó gaseoso,  en  el  que 
se  estudian  todos  los  cuerpos  inorgánicos  que  se  presentan 
gaseosos  á la  presión  y temperatura  ordinaria,  y que  no  ofre- 


cen los  verdaderos  atributos  mineralógicos,  á saber:  la  forma 
regular,  la  densidad  relativa  (i)  y h dureza;  2.0  sub  reino 
mineral,  en  donde  se  incluyen  todas  las  sustancias  inorgáni- 
cas terrestres  sólidas,  muy  pocas  líquidas,  y que  presentan 
los  atributos  esenciales  indicados.  Las  especies  que  forman 
parte  del  primer  sub-reino  no  tienen  interés  mineralógico  de 
ningún  género,  correspondiendo  su  estudio  á la  Química  de 
preferencia  á la  Mineralogía;  por  cuya  razón  solo  haremos 
de  ellas  una  ligera  descripción. 

El  sub-reino  mineral  ó minerales  propiamente  dichos,  lo 
subdividiremos  en  tres  clases  que  son:  i.»  tierras  y piedras; 
2.a  metales;  3.a  combustibles  (2). 

Las  tierras  y piedras  reúnen  minerales  sólidos  que  ofrecen 
aspecto  vitreo,  lapídeo  ó terroso,  incoloros  en  su  estado  de 
pureza,  de  peso  específico  representado,  por  lo  general, 
por  2,  3 ó 4 veces  mas  que  el  agua  destilada,  é irreductibles 
á metal  por  la  acción  del  calor.  Esta  clase  la  subdividimos 
en  dos  grupos  ó sub  clases  y un  apéndice  que  denominamos 
gemas  ó piedras  finas,  á saber:  i.a  tierras  y piedras  no  silí- 
ceas, 2.a  tierras  y piedras  silíceas;  las  primeras  están  forma 
das  por  la  combinación  del  ácido  carbónico,  sulfúrico,  fosfó- 
rico, nítrico,  bórico,  etc.,  ó bien  por  la  unión  del  cloro  y del 
flúor  con  un  metal  alcalino  ó alcalino  terreo  constituyendo 
los  cloruros  y fluoruros;  las  tierras  y piedras  silíceas  están 
formadas  por  el  ácido  silícico,  ó por  este  mismo  ácido  com- 
binado con  una  ó mas  bases  dando  origen  á los  cuerpos 
llamados  silicatos;  finalmente,  el  apéndice  designado  con  el 
nombre  de  gemas  ó piedras  finas  comprende  minerales  muy 
heterogéneos,  supuesto  que  en  él  no  solo  se  incluyen  el  dia- 
mante (carbono  puro),  el  zafiro  (sesquióxido  de  aluminio)  y 
el  rubí  (aluminato  de  magnesia),  sino  la  esmeralda,  topacio, 
jacinto,  granates,  turmalina,  cimofana,  etc.,  minerales  des- 
membrados del  gran  grupo  silicatos,  puesto  que  todos  ellos 
constan  de  ácido  silícico  en  combinación  con  una  ó mas 
bases  según  las  especies. 

Es  cierto  que  estos  cuerpos  difieren  extraordinariamente 
en  su  composición  química  y aun  en  su  forma;  pero  no  lo  es 
menos  también,  que  ofrecen  grandes  analogías  en  su  aspecto, 
brillo,  dureza  y otras  particularidades,  hasta  el  punto  de  po- 
der constituir  con  ellos  un  grupo  bastante  natural. 

La  clase  de  los  metales  comprende  á su  vez  cuerpos  sóli- 
dos, menos  el  mercurio  ó azogue,  por  lo  general  de  lustre 
metálico  ó que  pueden  adquirirle  por  medio  del  frote,  puli- 
mento ú otros  procedimientos,  de  colores  propios,  de  peso 
específico,  por  lo  común  superior  á cuatro  veces  el  agua 
destilada,  y reductibles  casi  siempre  á metal  por  la  acción 
del  fuego.  Se  halla  constituida  esta  clase  por  los  metales  na- 
tivos ó por  sus  aleaciones  y amalgamas;  por  cuerpos  binarios 
que  resultan  de  la  combinación  de  un  metal  cualquiera  con 
alguno  de  los  elementos  metaloides  ó principios  simples 
mineralizadores;  y por  compuestos  ternarios  ó cuaternarios 
constituidos  por  los  ácidos  sulfúrico,  carbónico,  fosfórico,  etc., 
combinados  con  óxidos  metálicos,  ó también  por  la  unión 
de  un  cuerpo  simple  metaloide  con  varios  metales. 

La  clase  combustibles  reúne  minerales  sólidos,  algunos  lí- 
quidos como  la  nafta  y petróleo,  que  tienen  la  propiedad  de 
arder  en  contacto  del  aire  á temperaturas  mas  ó menos  ele- 
vadas, que  pierden  de  peso  por  la  combustión , siendo  la 
mayor  parte  ligeros,  pues  si  se  exceptúa  el  azufre  y algún 
otro,  los  demás  tienen  una  densidad  análoga  ó inferior  á la 
del  agua  destilada. 

En  el  cuadro  siguiente,  puede  estudiarse  la  clasificación 
que  aceptamos  para  agrupar  los  cuerpos  inorgánicos. 

( I } Entiéndase  con  relación  al  agua  destilada. 

(2)  Estas  clases  son  idénticas,  salvas  ligeras  excepciones,  á las  crea- 
das por  Werner,  Haüy,  Leyraerie  y Delafosse. 


Ó2 


MINERALOGÍA 


£ 

W 

W 

Q 

>-* 

> 

Q 

W 

x 


SUB  REINOS. 

i-°  Atmosférico.  — Comprende 
todos  los  minerales  gaseosos  á la 
presión  y temperatura  ordinaria,  y 
que  no  ofrecen  los  atributos  esen- 
ciales de  forma,  densida 


CLASIFICACION  ADOPTADA 


CLASES. 


Sólidos  de  aspecto  vi- 
I treo,  lapídeo  o terroso  é 

1 


SUBCLASES. 


ESPECIES  PRIN- 
CIPALES. 


I.* 


Gases / Acido  carbónico, 

{ — ácido  sulfuroso. 


i.! 


2. 

los  cuerp 


rreductibles  á metal  (si 
2 tienen)  por  la  acción 
el  calor. 

— 


Tierras  y pie-  í Caliza,  yeso,  fluo 
2.a  Tierra.1 1 dras  no  silíceas.  ( ri 


eos  terrestres, 


sólidos,  rara  vez  líquidos  y que 
sentan  los  atributos  esenc 

forma,  densidad  y dureza. 

■ 


excepto  el 
cuno,  por  lo  común 
Ilustre  metálico  y reducti 
bles  á metal  por  la  acción 
leí  calor. 

Sólidos,  excepto  la  naf- 
ta y petróleo,  ligeros,  infla- 
mables y que  pierden  de  l bustibles. 
peso  por  la  combustión,  i 


Apéndice  — Ge- 
mas  

2.a  Tierras  y pie- 
dras silíceas 


¡el 

i- } 3.a  Metales 


riña,  fosforita,  etc. 

Diamante,  esme- 
ralda, zafiro,  etc. 

Ortosa,  serpenti- 
na, mica,  etc. 


II 

4a  Com- 


f Oro,  plata,  cobre, 
I pirita  de  hierro,  etc. 


Azufre,  succino, 
carbón  de  piedra  etc. 


V 


clase  de  los  gases  comprende  dos  grupos:  i~  gases  sim- 
ales ó cuerpos  elementales;  2.0  gases  compuestos,  ó mezclas 
de  ellos;  en  el  primero  de  estos  grupos  estudiaremos  el  oxí- 
geno, hidrógeno  y nitrógeno;  en  el  segundo  el  aire,  el  agua 
en  vapor,  el  hidrógeno  carbonado  ó gas  de  los  pantanos,  el 
ácido  carbónico,  el  sulfuroso,  el  hidrosulfúrico  y el  hidrocló- 
rico,  así  como  también  el  amoniaco. 

En  la  sub-clase  de  las  tierras  y piedras  no  silíceas,  que  la 
subdividimos  inmediatamente  en  géneros,  formamos  estos 
atendiendo  al  principio  electro-negativo  común  en  varias  es- 
pecies, constituyendo  á su  vez  estas  con  la  base  ó cu 
electro-positivo;  de  modo  que  con  todas  aquellas  especies 
que  tienen  por  principio  electro-negativo  común  el  ácido 
carbónico,  sulfúrico,  fosfórico,  nítrico,  bórico,  cloro  ó flúor, 
constituimos  los  géneros  que  á continuación  se  expresan : 


ELDESPÁTICAS. 

COCEOLITAS. . 

CEOLITAS.  . 
PRISMÁTICAS. 


GÉNEROS 


CARBONATO 


SULFATO- 

FOSFATO.. 
NITRATO- 
BORATO.  . 
CLORURO. 


F 


FLUORURO. 


ESPECIES  PRINCIPALES 

Carbonato  de  cal,  de  barita,  de 
estronciana,  de  cal  y magnesia,  de 

sosa,  etc.  

Sulfato  de  cal,  de  barita,  de  es- 
tronciana, de  sosa,  de  magnesia, 
de  alumina  y potasa,  etc. 
f Fosfato  de  cal,  de  alumina  y co- 
I bre,  de  alumina  y magnesia,  etc. 
Nitrato  de  potasa,  de  sosa,  etc. 

Borato  de  magnesia,  de  sosa,  etc. 
i Cloruro  de  sodio,  cloruro  amó- 
1 nico. 

Fluoruro  de  calcio,  de  aluminio. 


En  el  apéndice  de  las  gemas  ó piedras  finas  es  muy  difícil 
establecer  grupos  genéricos,  por  cuya  razón  estudiaremos  las 
especies  independientes  unas  de  otras. 

En  la  sub  clase  tierras  y piedras  silíceas,  aceptamos  la 
división  en  familias  propuesta  por  Leymerie,  pues  de  esta 
manera  creemos  que  se  pueden  vencer  mejor  las  grandes 
dificultades  que  ofrece  el  estudio  de  la  sílice  y silicatos  (i). 

(i)  Leymerie  estudia  en  su  clase  piedras,  y en  el  orden  que  denomi- 
na piedras  particularmente  dichas,  la  familia  de  las  gemas  ó piedras 
Anas. 


f 


D 


GÉNEROS  ESPECIES  PRINCIPALES 

Paladio  nativo. 

Iridio  nativo,  iridio  osmiado. 

Platino  nativo. 

Oro  nativo. 

I Plata  nativa,  plata  sulfurada,  plata  an- 
timonio-sulfurada, plata  arsenio  sulfura- 
da, plata  clorurada,  etc. 

( Mercurio  nativo , mercurio  sulfura- 
ndo, etc. 

| Plomo  nativo,  plomo  sulfurado,  plomo 
carbonatado,  plomo  cromatado,  plomo 
1 sulfatado,  etc 


PALADIO 
IRIDIO.  . 
PLATINO. 
ORO. 

PLATA. 


MERCURIO. 


PLOMO. 


Las  familias  mas  principales,  y en  las  que  se  encuentran 
agrupadas  muchas  de  las  especies  que  tienen  grande  aplica- 
ción en  la  industria,  agricultura,  construcciones,  son  las 
siguientes: 

FAMILIAS  ESPECIES  PRINCIPALES 

f Ortosa,  albita,  labradorita,  oli- 
( goclasa,  etc. 

Anfigena,  Haüyna,  lazulita,  ne- 
felina, etc. 

Analcima,  chavasia,  mesotipa, 
harmotoma,  estilbita,  etc. 
Andalucita,  estaurotida,  distena. 
Anfibol  blanco,  id.  verde,  id. 
negro,  piroxeno,  etc. 

| Micas,  clorita,  Sismondina,  etc 
j Talco,  esteatita,  serpentina, 
( magnesita,  etc 

Arcillas  y sus  variedades. 

En  la  tercera  clase,  ó sea  en  la  de  los  metales,  es  muy  di- 
fícil constituir  familias  ó tribus,  por  lo  que  solo  admitimos 
el  grupo  «genérico,»  como  intermedio  entre  la  clase  'y  la 
especie  Para  la  formación  de  este  grupo,  adoptamos  un  ca- 
mino diametralmente  opuesto  al  seguido  en  las  tierras  y 
piedras,  valiéndonos,  por  consiguiente,  del  cuerpo  electro- 
positivo; así,  por  ejemplo,  diremos  género  hierro , género  plo- 
mo, gcfiero  manganeso , etc.,  constituidos  por  los  metales  na- 
tivos ó sus  óxidos  combinados,  con  un  elemento  metaloide 
ó con  un  oxácido,  como  se  ve  á continuación: 


MINERALOGÍA 


ESTAÑO.  . 
BISMUTO.  . 

COBRE.  . . 


COBALTO.  . 
MANGANESO. 

HIERRO.  . 

ZINC.  . . 

NIQUEL.  . 

URANO..  . 
MOLIBDENO. 

TITANO.  . 


. I Estaño  oxidado,  estaño  sulfatado. 

. I Bismuto  nativo,  bismuto  sulfurado. 
Cobre  nativo,  cobre  oxidado,  cobre 
y hierro  sulfurado,  cobre  sulfurado,  co- 
bre carbonatado,  cobre  sulfatado,  cobre 
clorurado,  etc. 

\ Cobalto  arsenical,  cobalto  arsenio-sul- 
‘ I furado,  cobalto  arseniatado,  etc. 

(Manganeso  oxidado,  manganeso  sulfu- 
rado, manganeso  silicatado,  etc. 

Hierro  nativo,  hierro  oxidado,  hierro 
sulfurado,  hierro  arsenio-sul  furado,  hier- 
* ro  carbonatado,  hierro  fosfatado,  hierro 
sulfurado,  etc. 

(Zinc  sulfurado,  zinc  carbonatado,  zinc 
silicatado,  etc. 

\ Níquel  arsenical,  níquel  antimonio- 
/ sulfurado,  etc. 

. I Urano  oxidado,  urano  fosfatado. 

. | Molibdeno  sulfurado. 

(Titano  oxidado,  titano  silíceo-calcá- 
reo. 


63 


ANTIMONIO.  . 
TELURO.  . . 

ARSÉNIO.  . . 


( Antimonio  nativo,  antimonio  sulfura- 
ido,  etc. 

{Teluro  nativo,  teluro  plumbo-aurífero, 
antimonio  oxi  sulfurado,  etc. 

\ Arsénico  nativo,  arsénico  oxidado,  ar-  * 
I sénico  sulfurado. 


En  la  cuarta  clase  ó sea  en  los  combustibles  formaremos 
cuatro  secciones  ó familias  y un  apéndice,  á saber: 


SECCIONES 


AZUFRES.  . 
RESINAS.  . 
BETUNES.  . 
CARBONES. 


ESPECIES  PRINCIPALES 

. | Azufre  nativo,  azufre  selenífero. 

(Succino  ó ámbar  amarillo,  retinita,  co- 
pal fósil. 

. | Nafta,  petróleo,  asfalto. 

) Grafito,  antracita,  carbón  de  piedra, 
| lignito,  turba. 


APÉNDICE  k LOS 

combustibles.  . | Guano,  melita,  oxalita,  conistonita. 


MINERALOGÍA  DESCRIPTIVA 


SUB-REI1T O PRIME RO-ATMOSFE RICO 

CLASE  PRIMERA  —GASES 


Se  hallan  incluidos  en  esta  clase  todos  los  cuerpos  que  se 
presentan  gaseosos  á la  presión  y temperatura  ordinaria  de 
la  atmósfera,  y que  carecen  de  las  propiedades  esenciales  de 
los  minerales.  Esta  clase  la  subdividimos  en  dos  secciones 
que  son:  i.a  gases  simples;  2.a  gases  compuestos. 

SECCION  PRIMERA-GASES  SIMPLES 

Comprende  los  cuerpos  elementales,  oxígeno , nitrógeno  é 
hidrógeno. 

OXÍGENO— Fórmula  química  O 

El  descubrimiento  de  este  cuerpo  se  atribuye  al  inglés 
Priestley,  que  le  dió  á conocer  en  1774.  Poco  tiempo  des- 
pués Schéele  y Lavoissier,  sin  tener  idea  de  las  observacio- 
nes del  químico  inglés,  obtuvieron  este  cuerpo  empleando 
cada  uno  operaciones  distintas. 

Caractéres.  — El  oxígeno  es  un  gas  permanente  á 
la  temperatura  y presión  ordinaria,  habiéndose  liquidado  re- 
cientemente por  Pictet  á la  temperatura  de  1 40o  bajo  cero  y 
á la  presión  de  1 20  atmósferas ; incoloro,  insípido  y sin  olor 
de  ningún  género,  de  peso  específico  representado  por  1,01, 
siendo  su  poder  refringente  con  relación  al  aire  de  0,9.  Es 
el  mas  electro-negativo  de  todos  los  cuerpos,  así  como  tam- 
bién el  mas  comburente;  es  decir,  que  es  el  elemento  que 
activa  mas  la  combustión  de  todos  los  otros;  el  oxígeno  es 
también  el  elemento  esencial  para  la  función  de  la  respira- 
ción de  los  animales;  un  animal  perece  al  cabo  de  cortos 


momentos  cuando  se  le  sumerge  en  una  atmósfera  ó en  un 
aire  privado  de  oxígeno. 

Yacimiento.  — El  oxígeno  es  el  cuerpo  que  mas 
abunda  en  la  naturaleza,  pero  jamás  se  halla  aislado  á causa 
de  la  afinidad  que  tiene  con  los  otros  elementos,  y sobre 
todo,  con  los  metales;  mezclado  con  el  nitrógeno  en  la  pro- 
porción de  V,  de  oxígeno  y 4/8  de  nitrógeno,  forma  el  aire 
atmosférico;  unido  con  el  hidrógeno,  en  la  proporción 
de  11,13  de  hidrógeno  y 88,87  de  oxígeno,  constituye  el 
agua.  El  oxígeno  forma  también  parte,  por  lo  menos,  de  cua- 
trocientas y tantas  especies  mineralógicas,  y entra  en  la 
composición  de  todos  los  tejidos  animales  y vegetales. 

NITRÓGENO  — Fórmula  química  N 

CARACTÉRES. — El  nitrógeno (1),  que  quiere  significar, 
yo  engendro  nitro,  es  un  gas  permanente  á la  temperatura  y 
presión  ordinaria;  pero  se  ha  liquidado  por  Cailletet  á la 
temperatura  de  29o  bajo  cero  y á una  presión  de  200  atmós- 
feras; incoloro,  sin  olor  ni  sabor;  su  densidad  comparada 
con  la  del  aire  es  de  0,9713,  y su  poder  refringente  el  de  0,02. 
Una  luz  introducida  en  este  gas  se  apaga  instantáneamente, 
por  lo  que  el  nitrógeno  no  sirve  para  la  combustión  ni  tam- 
poco para  la  respiración  animal;  no  obstante,  el  nitrógeno 
no  ejerce  acción  deletérea  sobre  los  órganos  respiratorios, 


(1)  Se  le  llama  también  «ázoe»  que  quiere  decir  que  no  sirve  para 
la  vida,  nombre  que  no  debe  aceptarse  por  mas  que  esté  en  uso.  Véase 
«Nomenclatura  química.» 


MINERALOGÍA 


64 

supuesto  que,  como  hemos  dicho,  en  el  aire  atmosférico 
figura  en  la  proporción  aproximada  de  79,10. 

YACIMIENTO.  — Este  gas  abunda  bastante  en  la  natu- 
raleza; así  es  que  además  de  formar  los  */»  atmósfera, 
■entra  también  en  la  composición  de  las  sustancias  orgánicas 
vegetales  y animales;  existe  en  un  reducido  número  de  mi- 
nerales, pudiendo  citarse  entre  otros  las  «sales  orgánicas»  y 
los  «nitratos.»  El -gas  nitrógeno  en  estado  de  pureza  es  su- 
mamente raro;  se  desprende  algunas  veces  de  los  cráteres 
de  los  .volcanes  cuando  están  en  erupción,  y también  de  las 
grietas  ó hendiduras  que  forman  en  la  tierra  á causa  de  los 
terremotos. 

HIDRÓGENO— Fórmula  química  H 

GARACTÉRES.  — Este  gas  fué  descubierto  á últimos 
del  siglo  xvii,  pero  sus  cualidades  esenciales  se  ignoraron 
hasta  el  año  1766  en  que  Cavendish  las  dió  á conocer.  El 
hidrógeno  es  un  gas  permanente  á la  temperatura  y presión 
ordinaria;  pero  Pictct  ha  conseguido  liquidarlo  y aun  solidi- 
ficarlo, mediante  una  temperatura  de  140°  bajo  cero  y una 
presión  de  650  atmósferas;  incoloro,  inodoro  é insípido;  su 
densidad  relativa  es  de  0,0688,  siendo  por  lo  tanto,  el  cuer- 
po mas  ligero  de  todos  los  que  se  conocen.  Este  cuerpo  es 
el  mas  electro  positivo  de  los  metaloides;  no  sirve  para  la 
combustión  ni  la  respiración ; es  un  gas  esencialmente  com- 
bustible, pero  produce  al  arder  en  contacto  del  aire  una 
llama  poco  brillante,  desarrollando,  sin  embargo,  una  tem- 
peratura superior  á la  de  todos  los  cuerpos  combustibles, 
sobre  todo  si  arde  en  una  atmósfera  de  oxígeno. 

YACIMIENTO. — El  hidrógeno  se  encuentra  rara  vez  en 
estado  libre;  unido  al  oxígeno,  constituye,  como  se  ha  indi- 
cado, el  agua,  de  donde  toma  el  nombre  de  hidrógeno,  que 
significa  «yo  engendro  agua»;  combinado  con  el  oxigeno, 
nitrógeno  y carbono  forma  las  sustancias  animales  y vegeta- 
les. Se  desprende  en  ciertas  ocasiones  de  los  volcanes  y du- 
rante los  terremotos,  yendo  acompañado,  por  lo  común,  del 
hidrógeno  protocarbonado. 

USOS.— Se  emplea  á causa  de  su  ligereza,  para  llenar  los 
globos  aerostáticos,  siendo  casi  siempre  preferido  al  aire  ca- 
liente ó al  gas  del  alumbrado;  se  usa  este  gas  en  química 
para  alimentar  el  soplete  denominado  de  Newman.  Este 
aparato  se  reduce  á un  recipiente  metálico  de  gran  resisten- 
cia, en  cuyo  interior  se  pone  una  mezcla  de  dos  volúmenes 
de  hidrógeno  y uno  de  oxígeno  bajo  una  gran  presión:  este 
recipiente  tiene  un  soplete  terminado,  como  es  consiguiente, 
en  una  punta  de  platino  en  la  que  se  inflama  la  mezcla.  Con 
el  objeto  de  que  la  llama  no  se  propague  al  interior  del  apa- 
rato, que  de  verificarse  ocasionaría  una  terrible  explosión, 
colócanse  entre  el  recipiente  y el  soplete  unas  120,  130  ó 
mas  láminas  metálicas,  que  tienen  por  objeto  enfriar  los  ga- 
ses y,  por  consiguiente,  evitar  la  comunicación,  por  lo  cual 
siempre  están  los  gases  separados  y se  les  mezcla  en  el  tubo 
del  soplete.  Si  el  dardo  inflamado  producido  por  la  mezcla 
de  gas  hidrógeno  y oxígeno  se  dirige  sobre  un  cono  de  creta 
ó de  cal,  esta  materia  se  encandece  y produce  una  luz  muy 
intensa  que  ha  recibido  el  nombre  de  «luz  Drumond,»  tan 
usada  en  la  iluminación  de  los  faros  y en  algunos  experi- 
mentos de  óptica. 

SECCION  SEGUNDA-GASES  COMPUESTOS 

Se  incluyen  en  esta  sección  el  aire  atmosférico,  agua  en 
vapor,  hidrógeno  carbonado,  ácido  carbónico,  sulfuroso, 
hidro-sulfúrico,  hidro-clórico  y el  amoníaco. 


AIRE  ATMOSFÉRICO 

Cuerpo  gaseoso  formado  por  la  mezcla  de  79  partes  pró- 
ximamente de  nitrógeno  y cerca  de  21  de  oxígeno,  cuyas 
proporciones  vienen  á ser  las  mismas  en  todos  los  puntos  de 
la  tierra.  El  aire  es  un  gas  permanente  á la  temperatura  ordi- 
naria, habiéndose  liquidado  hace  muy  poco  tiempo  por  me- 
dios idénticos  á los  empleados  en  los  gases  anteriormente 
descritos;  incoloro  en  pequeñas  masas,  inodoro,  insípido;  su 
densidad  relativa  es  la  unidad,  sirviendo,  por  consiguiente, 
de  término  de  comparación  para  determinar  el  peso  espe- 
cífico de  todos  los  gases  y vapores.  En  el  aire  existen  tam- 
bién pequeñísimas  cantidades  de  ácido  carbónico  y de 
agua  en  vapor,  estando  representada  la  cantidad  del  primero 
de  estos  cuerpos  por  menos  de  un  medio  por  ciento,  y la  del 
segundo  de  0,055  a °j007>  cantidad  que  disminuye  con 
la  altura,  supuesto  que  Gay-Lussac  no  encontró  mas  que 
0,001  de  vapor  de  agua  á 7,000  metros  sobre  la  altura  de 
París. 

El  aire  sirve  esencialmente  para  la  respiración  y la  com- 
bustión; trasparente,  invisible  y sin  color,  como  hemos  indi- 
cado, cuando  se  examina  en  pequeñas  masas,  ofrece,  á causa 
de  la  reflexión  que  experimenta  la  luz  á través  de  sus  capas, 
el  color  azul  que  todo  el  mundo  conoce. 

Todas  las  demás  particularidades  que  se  estudian  en  el  aire 
atmosférico  corresponden  esencialmente  á la  Geología,  Físi- 
ca y Química,  y en  manera  alguna  á una  obra  de  Mineralo- 
gía. 

AGUA  EN  VAPOR—  Fórmula  química  HO 

CARACTERES. — El  agua  en  estado  de  vapor  puede 
considerarse,  siguiendo  á Delafosse,  como  una  subespecie 
que  forma  parte  del  aire  atmosférico. 

El  agua,  como  todo  el  mundo  sabe,  se  halla  en  la  natura- 
leza en  tres  estados:  gaseoso,  líquido  y sólido. 

AGUA  EN  VAPOR. — En  este  estado,  se  halla  mezclada 
con  el  aire,  especialmente  en  las  capas  inferiores;  en  los  dias 
claros  y serenos,  es  decir,  cuando  la  atmósfera  está  comple- 
tamente límpida,  se  encuentra  como  disuelta,  siendo  en  este 
caso  invisible  y constituyendo  el  vapor  de  agua  particular- 
mente dicho,  cuya  presencia  se  reconoce  únicamente  en 
virtud  de  ciertos  fenómenos  meteorológicos  é higrométricos. 
Otras  veces,  sobre  todo  cuando  está  en  gran  cantidad,  se 
condensa  en  glóbulos  que  flotan  en  la  atmósfera  formando 
las  nubes  y las  nieblas.  El  agua  en  vapor  sale  también  de  los 
volcanes  denominados  azúfrales,  constituyendo  las  fumaro- 
lias , y de  algunos  terrenos  de  sedimento  compuestos  esen- 
cialmente de  materias  calizas,  dando  origen  á los  denomina- 
dos sofionis , cuyos  vapores  están  mezclados  con  diferentes 
sustancias  salinas  ó ácidas;  tal  es  lo  que  sucede  en  los  céle- 
bres lagonis  de  Toscana,  en  donde  existen  grandes  cantida- 
des de  ácido  bórico,  así  como  los  vapores  de  agua  del  Vesubio 
y del  azufral  de  Puzzolo,  que  salen  cargados  respectivamente 
de  ácido  hidroclórico  ó de  ácido  sulfuroso  ó hidrógeno  sul- 
furado. 

AGUA  LÍQUIDA.— Constituye  los  mares,  rios,  lagos, 
fuentes,  etc.  La  composición  y propiedades  de  estas  aguas 
varía  extraordinariamente,  encontrándose,  por  lo  general,  en 
ellas,  cloruros,  carbonatos,  sulfatos,  etc.,  en  combinación 
con  los  metales  ó con  óxidos  básicos.  Pueden  dividirse  las 
aguas  en  potables,  crudas,  termales  frías,  minerales,  mari- 
nas, etc.  Las  potables,  llamadas  también  dulces,  ofrecen  los 
caractéres  siguientes:  son  insípidas,  cuya  falta  de  sabor  se 
debe  sin  duda  á la  costumbre  que  tenemos  de  beber  las  de 
una  localidad  dada,  supuesto  que  inmediatamente  aprecia- 


Acido  carbónico 


65 


mos  el  sabor  particular  de  aquellas  otras  que  se  encuentran 
en  sitios  diferentes ; cuecen  bien  las  legumbres,  disuelven  el 
jabón,  conservan  su  trasparencia  después  de  hervidas  y dejan 
muy  poco  residuo  al  evaporarse.  Las  denominadas  crudas 
carecen  de  las  propiedades  indicadas,  y,  por  consecuencia, 
no  se  emplean  en  la  economía  doméstica.  Las  aguas  frias  son 
las  que  ofrecen  una  temperatura  igual  ó inferior  á la  media 
de  la  atmósfera,  así  como  las  termales  presentan  temperatu- 
ras mas  elevadas.  Las  minerales  son  las  que  por  su  tempera- 
tura mas  ó menos  elevada  (aguas  termales)  ó por  diferentes 
sustancias  en  disolución,  ejercen  una  acción  mas  ó menos 
directa  en  nuestro  organismo.  Estas  aguas  se  subdividen  en 
los  grupos  siguientes:  gaseosas,  que  contienen  ácido  carbó- 
nico, que  se  desprende  en  cantidades  mas  ó menos  conside- 
rables, pudiendo  ser  frias  ó termales  según  su  temperatura; 
salinas,  aguas  frias  ó termales  que  llevan  en  disolución 
diversas  sales  alcalinas,  á las  que  deben  sus  virtudes  medi- 
cinales; ferruginosas,  aguas  casi  siempre  frias  que  llevan 
en  disolución  compuestos  de  hiero;  sulfhídricas  ó hepáticas, 
las  que  contienen  disuelto  el  hidrógeno  sulfurado  ó gas  de 
los  huevos  podridos,  etc. 

Agua  sólida. — El  agua  líquida  se  convierte  en  sólida 
á la  temperatura  de  o°  formando  así  el  hielo,  la  nieve  y la 
escarcha.  El  hielo  se  presenta  cristalizado  en  agujas,  que  en- 
trelazadas entre  sí  constituyen  masas  trasparentes  y conti- 
nuas, siendo  muy  difícil  á veces  referir  estas  agujas  á una 
forma  cristalina  dada.  El  hielo,  como  nadie  ignora,  á pesar 
de  su  estado  sólido  es  mas  ligero  que  el  agua,  ligereza  debida 
á que  cuando  la  temperatura  disminuye  desde  4.0  hasta  cero 
ó menos,  el  agua  aumenta  de  volumen  á causa  de  que  sus 
moléculas  están  mas  separadas  que  cuando  está  en  estado 
líquido.  Cada  copo  de  nieve  se  halla  formado  por  el  agrupa- 
miento  de  multitud  de  cristalitos,  prismas  exagonales  pro- 
longados que  constituyen  por  su  reunión  una  especie  de  es- 
trella: la  escarcha  está  formada  también  por  laminillas  exa- 
gonales perfectamente  regulares  y que  se  derivan,  así  como 
los  cristales  de  la  nieve,  del  sistema  romboédrico. 

USOS. — Nadie  ignora  el  grande  interés  é importancia  que 
tiene  el  agua.  Este  cuerpo  es  de  absoluta  necesidad  para  la 
vida  de  las  plantas  y de  los  animales,  así  que  todos  los  líqui- 
dos que  se  encuentran  en  dichos  seres  están  constituidos 
esencialmente  por  el  agua;  destilada  tiene  grandes  aplica- 
ciones en  la  Química,  Medicina  é Industria;  en  estado  só- 
lido sirve  y es  objeto  de  grandes  industrias;  por  último,  este 
cuerpo  es  el  gran  motor  de  fuerza  que  sustituye  con  ventaja 
á todas  las  fuerzas  del  hombre  y de  los  animales. 

HIDRÓGENO  CARBONADO — Fórmula  química  C3  H* 

C aractéres. — Este  cuerpo,  llamado  también  gas  de 
los  pantanos  ó de  las  ulleras,  es  un  gas  incoloro,  insípido  é 
inodoro,  estando  representado  su  peso  específico  por  0,55. 
Arde  en  contacto  del  aire  con  una  llama  azulada  y produce, 
cuando  se  quema,  agua  y ácido  carbónico;  no  sirve  para  la 
combustión  ni  respiración;  si  se  mezcla  en  ciertas  proporcio- 
nes con  el  oxígeno  ó con  el  mismo  aire,  detona  tan  luego 
como  se  aproxima  un  cuerpo  en  ignición;  estas  mezclas  ex- 
plosivas que  por  desgracia  se  verifican  muy  á menudo,  cau- 
san la  muerte  de  muchos  de  los  trabajadores  encargados  de 
beneficiar  ciertas  ulleras  ó minas  de  carbón  de  piedra. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Carbono 75 

Hidrógeno 25 

100 


YACIMIENTO. — El  hidrógeno  protocarbonado  se  des- 
prende en  cantidad  considerable  de  los  pantanos  ó aguas 
cenagosas;  basta  remover  el  cieno  con  un  palo  ú.otro  objeto 
cualquiera  para  que  inmediatamente  salgan  burbujas  de  este 
cuerpo,  que  puede  recogerse,  sin  mas  que  colocar  una  cam- 
pana ó un  frasco  boca  abajo;  sale  también  este  cuerpo  de 
los  volcanes,  de  los  terrenos  ulléros,  del  interior  de  la  fierra 
y mezclado  con  sustancias  cenagosas,  que  suelen  estar  im- 
pregnadas de  sal  común;  estos  manantiales  se  designan  con 
el  nombre  de  volcanes  cenagosos  ó viacalubas . En  algunos 
sitios,  no  siempre  relacionados  con  volcanes;  se  desprenden  * 
enormes  cantidades  de  hidrógeno  protocarbonado,  que  ya 
sea  por  su  combustión  espontánea,  ya  por  la  aproximación 
de  un  cuerpo  ígneo,  constituyen  las  llamadas  fuentes  ardien- 
tes ó manantiales  de  fuego.  Podemos  citar  como  mas  nota- 
bles los  que  existen  en  las  orillas  del  mar  Negro  y del  Cás- 
pio,  los  de  Java,  China,  Bengala,  Indostan  y otros  sitios  del 
Asia,  en  cuyos  puntos  basta  muchas  veces  practicar  un  ori- 
ficio de  algunos  metros  de  profundidad  para  que  salgan  al 
exterior  grandes  surtidores  de  gas  inflamable;  existen  ade- 
más en  la  América,  siendo  entre  otros  los  mas  notables  los 
de  Fredonia  (New-York,),  y los  de  Turbaco  (Colombiá) 
designados  volcancitos  por  los  naturales  del  país;  los  hay  en 
número  considerable  en  Italia,  especialmente  en  toda  la 
longitud  septentrional  de  los  montes  Apeninos;  por  último, 
son  notables  los  que  existen  cerca  de  Agrigento  y de  Ca- 
tania  (Sicilia). 

USOS. — En  los  países  en  que  el  hidrógeno  carbonado  se 
desprende  en  gran  cantidad,  le  inflaman  con  el  objeto  de 
calcinar  ladrillos,  cal  y otras  materias. 

ACIDO  CARBÓNICO — Fórmula  química  CO2 

CARACTÉRES. — Este  cuerpo,  denominado  también 
aire  fijo,  ácido  aéreo,  gas  ó ácido  mefítico,  presenta  los  ca- 
ractéres  siguientes:  gaseoso  á la  temperatura  y presión  ordi- 
naria, sin  olor,  ni  color,  ligeramente  ácido  y agradable,  sien- 
do su  densidad  relativa  de  1,52.  Enrojece  muy  poco  las 
tinturas  azules  de  los  vegetales;  no  sirve  para  la  combustión 
ni  respiración;  se  disuelve  en  el  agua  y da  un  precipitado 
blanco  con  el  agua  de  cal  ó de  barita. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Carbono 27,68 

Oxigeno 72,32 

10,00 

Yacimiento. — Se  halla  el  ácido  carbónico  en  la  at- 
mósfera en  la  proporción  próximamente  de  4 por  i,ooo;  se 
desprende  en  grandes  cantidades  de  los  terrenos  volcánicos 
ó carboníferos,  acumulándose  en  la  parte  inferior  de  las 
cuevas  ó grutas  próximas;  tal  es  lo  que  sucede  en  la  célebre 
gruta  de  Añano  en  Nápoles,  conocida  generalmente  con  el 
nombre  de  gruta  del  Perro , porque  estos  animales  ó aque- 
llos otros  que  tengan  su  altura  ó menos,  perecen  en  el  mo- 
mento que  penetran  en  la  cueva  citada,  mientras  que  el 
hombre  y demás  mamíferos  de  mayor  talla  que  el  perro, 
pueden  permanecer  en  ella  sin  correr  peligro  de  ningún  gé- 
nero; son  notables  también  la  gruta  de  Tifón  (Asia  menor), 
la  de  Bolsena  (Estados  antiguos  romanos),  y la  de  Aubenas 
en  el  departamiento  de  l’Ardeche  (Francia).  En  las  cerca- 
nías de  Gerona  (España)  hay  unos  pozos  de  los  que  se  des- 
prende el  ácido  carbónico.  Existe,  además,  este  gas  disuelto 
en  muchas  aguas,  siendo  sus  proporciones  mayores  ó meno- 
res según  la  profundidad  de  que  proceden  aquellas;  estas 


9 


Tomo  IX 


66 


GASES  COMPUESTOS 


aguas  se  llaman  acídulas  ó carbónicas,  tales  son:  las  célebres 
de  Vichy  (Francia),  las  del  Seítz  y Spa  (Alemania),  etc.  En 
España  son  notables  las  de  Puerto  Llano  y Fuensanta  (Ciu- 
dad Real),  Solar  de  Cabras  (Cuenca),  Alanje  (Badajoz). 
Se  desprende,  como  se  ha  indicado,  de  los  terrenos  volcáni- 
cos, especialmente  en  los  apagados  y en  los  azúfrales,  siendo 
el  mas  notable  bajo  este  punto  de  vista  el  de  Java,  que  se 
halla  en  el  valle  del  veneno  ó de  la  muerte , llamado  así, 
porque  está  rodeado  de  nna  gruesa  capa  de  ácido  carbónico 
que  produce  la  asfisia  á todo  animal  que  se  aproxima  ó pe- 
netra en  ella.  Finalmente,  se  consideran  como  manantiales 
constantes  de  ácido  carbónico  la  combustión  ordinaria,  las 
putrefacciones  y fermentaciones  orgánicas,  la  respiración 
animal,  y la  vegetal  durante  la  noche. 

USOS. — Se  emplea  el  ácido  carbónico  para  la  fabricación 
de  las  bebidas  gaseosas;  se  administra  en  Medicina,  sobre 
todo  las  aguas  carbónicas  ó acílulas,  para  el  alivio  y curación 
de  las  enfermedades  crónicas  de  las  vías  digestivas.  La  im- 
portancia é interés  que  tiene  este  cuerpo  en  Mineralogía  es 
debida  á que  en  unión  con  ciertas  bases  constituyelos  diver 
sos  carbonatos  que  existen,  formando  parte  de  la  corteza 
terrestre. 

ACIDO  SULFUROSO  — Fórmula  química  SO'1 2 

CARACTERES. — Este  es  un  cuerpo  gaseoso  ála  tem- 
peratura y presión  ordinaria,  incoloro  y de  un  olor  especial 
que  todo  el  mundo  conoce,  porque  es  el  que  produce  un  pa- 
juela de  azufre  cuando  se  quema;  su  densidad  con  relación  á 

la  del  aire  es  2,2.  ks^ 

Enrojece  muy  poco  las  tinturas  azules  vegetales  que  luego 

decolora;  es  muy  soluble  en  el  agua,  supuesto  que  un  volu- 
men de  este  líquido  disuelve  50  de  gas  sulfuroso;  no  sirve 
para  la  combustión  ni  respiración;  excita  la  tos  y produce 
sofocaciones;  sin  embargo,  sus  efectos  no  son  perjudiciales 
cuando  se  respira  en  pequeña  cantidad.  Este  gas,  como  el 
ácido  carbónico,  puede  obtenerse  líquido  á la  presión  ordi- 
naria ( 1 ) y á la  temperatura  de  20o  bajo  cero. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Azufre.  / 5p97ll 

. 49.13 


Oxígeno.  . 


100,00 


YACIMIENTO.— El  ácido  sulfuroso  gaseoso  se  despren- 
de en  grandes  cantidades  de  las  erupciones  volcánicas,  y de 
las  hendiduras  ó grietas  de  los  llamados  azúfrales;  los  volca- 
nes de  Islandia,  de  Tenerife  y del  Etna  producen  emanacio- 
nes considerables  de  este  gas,  mientras  que  son  muy  escasas 
en  el  Vesubio. 

USOS.— El  ácido  sulfuroso  artificial,  esto  es,  el  que  resulta 
de  quemar  el  azufre  en  contacto  del  oxígeno  del  aire;  sirve 
para  el  blanqueo  de  la  seda,  lana,  plumas,  sombreros  de  pa- 
ja y otros  objetos  fabricados  con  materias  orgánicas:  se  em- 
plea para  quitar  las  manchas  rojas  que  producen  ciertas  fru- 
tas sobre  los  manteles  y demás  ropa  blanca;  se  usa  en  Medi- 
cina para  la  curación  de  las  enfermedades  de  la  piel,  y con 
especialidad  la  sarna.  Se  administra  también  en  fumigacio- 
nes, mediante  aparatos  á propósito  y dispuestos  de  tal  manera 
que  el  cuerpo  del  paciente  experimenta  la  acción  del  ácido 
sulfuroso,  sin  que  sus  órganos  respiratorios  perciban  sus 

(1)  El  ácido  carbónico  puede  obtenerse  liquido  á la  temperatura 

de  (,°  bajo  una  presión  de  36  atmósferas;  á 10o  bajo  cero  basta  una  pre- 
sión de  27  atmósferas,  y á 2S0  bajo  cero  es  suficiente  una  presión  de  18 
atmósferas. 


emanaciones.  Para  blanquear  las  telas  de  lana  ) seda,  se 
acostumbra  á suspenderlas  en  el  interior  de  una  habitación 
ó cámara  cerrada  donde  se  inflama  el  azufre  puesto  en  una 
vasija  cualquiera.  El  ácido  sulíurosoque  se  desprende  por  la 
combustión  del  azufre,  se  fija  sobre  las  telas  húmedas  y des- 
truye su  materia  colorante.  Para  blanquear  las  materias  do 
hilo  ó de  algodón  se  suele  emplear  con  preferencia  el  gas  cloro, 
que  no  puede  destinarse  para  las  de  lana  y seda  á causa  de  que 
las  altera.  Se  usa  también  el  ácido  sulfuroso  para  azufrar  los 
vinos,  operación  que  tiene  por  objeto  el  que  estos  líquidos 
no  se  agrien.  Se  recomienda  también  para  apagar  el  fuego  de 
las  chimeneas. 

ÁCIDO  HIDROSULFÚRICO— Fórmula  química  LIS 

CARACTERES. — Este  cuerpo,  que  se  designa  con  los 
nombres  de  gas  de  las  letrinas,  gas  de  los  huevos  comunes 
y gas  hepático,  se  presenta  gaseoso,  incoloro,  y de  un  olor 
fuerte  y fétido,  ó sea  el  mismo  del  de  los  huevos  podridos; 
su  densidad  con  relación  á la  del  aire  es  1,19.  Se  puede  li- 
quidar á la  temperatura  ordinaria  bajo  una  presión  de  16  at- 
mósferas, convirtiéndose  en  este  caso  en  un  líquido  movible 
cuya  densidad  es  de  0,9,  con  relación  al  agua.  No  sirve  para 
la  combustión  ni  respiración,  siendo  uno  de  los  gases  mas 
venenosos  que  existen;  basta  que  haya  ’/joo  de  este  cuerpo 
en  el  aire  para  producir  la  muerte  á un  perro.  Enrojece  muy 
poco  las  tinturas  azules  de  los  vegetales,  y se  disuelve  en  el 
agua,  á la  que  comunica  su  olor.  Este  gas  es  combustible  y 
arde  en  contacto  del  aire  con  llama  azulada,  produciendo 
por  la  combustión  agua  y ácido  sulfuroso. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Hidrógeno 5,81 

Azufre 94^9 


10,000 


YACIMIENTO. — Se  desprende  de  las  erupciones  volcá- 
nicas y de  las  grietas  ó hendiduras  que  se  producen  en  los 
terremotos;  se  forma  en  los  azúfrales  donde  da  origen,  por 
su  descomposición,  á enormes  cantidades  de  azufre.  Se  en- 
cuentra disuelto  en  las  aguas  denominadas  impropiamente 
sulfurosas,  puesto  que  su  verdadero  nombre  es  el  de  sulfhí- 
dricas ó hepáticas.  En  España  existen  aguas  de  este  género 
en  la  Puda,  próximo  á Esparraguera  (Cataluña),  Ontaneda 
(Santander),  Molar  (Madrid),  Grávalos  (Logroño)  y en  otros 
muchos  puntos.  Se  desprende  también  este  gas  en  gran  can- 
tidad de  las  letrinas,  y de  las  sustancias  ó materias  orgánicas 
que  contienen  azufre. 

Usos. — El  ácido  hidrosulfúrico  se  emplea  en  Química 
para  precipitar  de  sus  disoluciones  salinas,  bajo  la  forma  de 
sulfuros,  gran  número  de  metales,  puesto  que  los  sulfuros 
que  se  obtienen  ofrecen  colores  especiales  y característicos 
que  sirven  para  determinar  los  metales.  Se  usa  en  Medicina 
para  la  curación  de  las  enfermedades  de  la  piel;  en  algunos 
puntos  se  emplea  para  matar  los  ratones,  topos  y otros  ani- 
males perjudiciales  á la  agricultura. 

ACIDO  HIDROCLORICO— Fórmula  química  HC1 

C ARAGTÉRES. — Este  cuerpo,  conocido  en  el  comercio 
con  el  nombre  de  ácido  muriático , se  presenta  gaseoso,  inco- 
loro, tiene  un  olor  pronunciado  y picante,  y sabor  muy  agrio; 
produce  humos  blancos  en  contacto  del  aire,  y su  peso  espe- 
cífico está  representado  por  1,2.  Enrojece  fuertemente  las 
tinturas  azules  de  los  vegetales,  no  sirve  para  la  combustión 


NATRON 


ni  respiración,  siendo  uno  de  los  gases  mas  solubles  en  el 
agua>  puesto  que  un  volumen  de  este  líquido  á o°,  disuelve 
500  volúmenes  de  ácido  hidroclórico. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Hidrógeno.  . . . 2,74 

Cloro 97)26 

100,00 

YACIMIENTO. — El  ácido  hidroclórico  se  desprende, 


67 

por  lo  general,  de  los  volcanes  en  actividad,  sobre  todo  del 
\ esubio,  ejerciendo  una  acción  directa  sobre  los  minerales 
ó rocas  cercanas.  El  barón  de  Humboidt  observó  este  gas 
en  las  aguas  termales  de  Chucandiro,  San  Sebastian  y otros 
sitios  de  México. 

USOS.  — La  disolución  del  ácido  hidroclórico  en  el  agua 
es  uno  de  los  reactivos  mas  usados  en  los  laboratorios  quí- 
micos; se  emplea  en  la  tintorería  para  hacer  cambiar  los  co- 
lores, ó para  la  desaparición  de  algunos.  Se  usa  también  en 
Química  para  obtener  el  cloro  y los  cloruros,  cuerpos  suma- 
mente útiles  para  el  blanqueo  de  las  telas. 


STTB-IRIEIISrO  SEG-TJ3Sr330-~lVrT1sr~F!T=?.  A T. 


CLASE  SEGUNDA— tierras  y piedras 


SUB-CLASE  PRIMERA  — TIERRAS  Y PIEDRAS 

NO  SILÍCEAS 

CaractéRES. — Minerales  sólidos,  de  aspecto  vitreo, 
lapídeo  ó térreo;  de  peso  específico,  por  lo  común,  compren- 
dido entre  2 y 4 enteros  con  relación  al  agua:  é irreductibles 
á metal  por  la  acción  del  calor. 

género— CARBONATO 

Comprende  minerales  compuestos  de  ácido  carbónico  y 
de  una  ó mas  bases  metálicas;  solubles  en  los  ácidos  nítrico 
ó hidroclórico,  desprendiendo  un  gas  incoloro  é inodoro, 
cuyo  gas  no  es  otro  que  el  ácido  carbónico;  el  desprendi- 
miento indicado  se  efectúa  con  efervescencia  mas  ó menos 
rápida  según  las  especies.  El  género  carbonato,  para  su  mas 
fácil  estudio,  puede  dividirse  en  dos  grupos,  á saber:  carbo- 
nates solubles  en  el  agua  á la  temperatura  y presión  ordinaria 
de  la  atmósfera,  y dotados  de  un  sabor  alcalino,  ó mas  ó 
menos  acre;  y carbonates  insolubles  en  el  agua,  en  las  condi- 
ciones referidas  y que  carecen  de  sabor. 

Primer  grupo. — Carbonates  solubles.  — Comprende  las 
especies  denominadas  Natrón,  Urao  y Gay-Lussita. 

NATRON — CARBONATO  DE  SOSA  HIDRATADO  — 
Fórmula  química  NaO,  Coa  + 10  HO 

Caracteres. — Cristalizada  en  prismas  de  ochocaras 
que  derivan  de  un  prisma  romboidal  oblicuo;  su  color  es 
blanco,  traslúcido,  siendo  su  densidad  relativa  1,4.  Los  cris- 
tales del  natrón  son  muy  eflorescentes  en  contacto  del  aire, 
solubles  en  el  agua,  pero  mas  en  caliente  que  en  frió,  y co- 
municando á este  líquido  un  sabor  alcalino.  A causa  de  su 
eflorescencia  tan  notable  no  se  encuentra  en  la  naturaleza 
sino  en  forma  de  costras  terrosas  mas  ó menos  alteradas,  y 
que  se  convierten  con  el  tiempo  en  la  Fermonatrita  ó sea  un 
carbonato  de  sosa  con  un  solo  equivalente  de  agua.  Por  la 
acción  del  calor  se  funde  en  su  agua  de  cristalización  y se 
convierte  después  en  una  materia  trasparente,  que  se  altera 
en  contacto  del  aire. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Sosa 21,7 

Acido  carbónico.  . . . ic,í 
Agua. 63 

100,000 


YACIMIENTO;— Se  encuentra  en  las  llanuras  y en  los 
lagos  denominados  «Natrón»  en  el  Egipto,  donde  se  forma 
por  la  reacción  que  resulta  entre  el  carbonato  de  cal  y el 
cloruro  de  sodio;  las  aguas  de  estos  lagos  se  evaporan  me- 
diante los  dias  de  calor  y producen  grandes  cantidades  de 
natrón  en  forma  de  eflorescencias,  las  que  no  son  otra  cosa 
que  el  nitro  de  que  se  habla  en  la  Biblia  y que  describe  He- 
rodoto;  se  halla  también  el  natrón  en  agujas  ó eflorescen- 
cias cristalinas  en  las  llanuras  de  Hungría  y costas  del  mar 
Negro,  abundando  mas  en  las  estaciones  calurosas,  en  cuya 
época  se  cubre  la  tierra  de  costras  blancas  análogas  á la  nie- 
ve; se  encuentra  también  constituyendo  costras  en  la  super- 
ficie de  las  lavas  del  Vesubio  y del  Etna;  las  aguas  de  Spa, 
Seltz,  Vichy  y las  análogas  á estas  que  existen  en  nuestro 
país,  deben  muchas  de  sus  propiedades  á que  tienen  en  di- 
solución el  natrón  ó carbonato  de  sosa. 

Usos.  — Este  cuerpo  se  emplea  esencialmente  en  las  ar- 
tes para  la  fabricación  del  jabón  y del  vidrio.  Se  ha  extraido 
el  natrón,  por  espacio  de  mucho  tiempo,  evaporando  las 
lejías  obtenidas  de  ciertos  vegetales  que  viven  cercanos  á los 
mares,  puesto  que  en  estas  especies  abundan  mas  las  sa- 
les de  sosa,  mientras  que  contienen  de  preferencia  sales  de 
potasa  aquellas  otras  que  crecen  en  el  interior  de  los  conti- 
nentes. Todo  el  mundo  sabe  que  nuestras  provincias  de  Le- 
vante eran  las  que  proporcionaban  casi  todo  el  natrón  que 
se,  gastaba  en  Luropa  para  la  fabricación  del  jabón  y de  otras 
materias.  El  natrón  ó carbonato  de  sosa  procedía  y procede 
de  las  plantas  llamadas  «barrilleras,»  especies  correspondien- 
tes en  su  mayor  parte  al  género  «Salsola»  déla  familia  Que- 
nopodiáaas  ó Salsoláceas.  Dichos  vegetales  después  de  secos 
se  incineran  al  aire  libre  en  cavidades  construidas  á propósi- 
to, luego  que  se  han  quemado  por  completo,  cuya  operación 
dura  varios  dias,  resultan,  en  vez  de  cenizas,  masas  mas  ó 
menos  compactas  y duras,  en  cuyo  estado  pasaban  al  comer- 
cio con  el  nombre  de  sosas  de  Alicante , Cartagena , Mála- 
ga, etc  Pero  el  consumo  de  estas  sosas  ha  desaparecido  des- 
de la  célebre  revolución  francesa  de  1793.  y bajo  el  primer 
imperio,  en  cuya  época  y vendiéndose  la  barrilla  á precios 
sumamente  elevados,  se  idearon  por  los  químicos  franceses 
diversos  procedimientos  para  obtener  el  carbonato  de  sosa 
artificial,  siendo  el  mas  importante  de  todos  el  empleado 
por  Leblanc;  este  medio  está  reducido  á convertir  el  cloruro 
de  sodio  ó sal  común  en  sulfato  de  sosa  mediante  el  trata- 
miento por  el  ácido  sulfúrico,  y en  descomponer  después  el 


68 


TIERRAS  Y PIEDRAS 


referido  sulfato  de  sosa  con  una  mezcla  de  carbonato  de  cal 
y carbón  por  medio  de  la  acción  del  calor;  de  esta  descom- 
posición resulta  carbonato  de  sosa  y oxisulfuro  de  calcio, 
siendo  este  último  insoluble  en  el  agua,  y por  lo  tanto  fácil 
de  separar  del  carbonato  de  sosa. 

URAO  — SESQU ICARBONATO  DE  SOSA  HIDRATADO  — 

Fórmula  química  2NaO,  3C01 2  + 4H0 

Caracteres.— Este  mineral,  llamado  también  Trojia , 
cristaliza  en  prismas  obtusos  terminados  en  bisel,  cuyos 
cristales  se  derivan  del  prisma  romboidal  oblicuo;  su  aspec- 
to es  vitreo,  incoloro  y de  peso  específico  representado  por 
2,1.  Soluble  en  el  agua  á la  que  comunica  su  sabor,  y fusi- 
ble al  soplete  colorando  la  llama  de  amarillo.  Las  demás 
propiedades  físicas  y químicas  son  muy  parecidas  á las  de 


VARIEDADES.  — Se  halla  la  Gay-Lussita,  según  Bous- 
singault,  en  Lagunilla  (Colombia)  en  forma  de  cristales  im- 
perfectos y diseminados  en  una  especie  de  arcilla;  los  natu- 
rales del  país,  teniendo  en  cuenta  la  forma  de  los  cristales, 
los  comparan  á cabezas  de  clavo. 

Yacimiento. — Como  se  acaba  de  indicar  se  encuen- 
tra la  Gay-Lussita  en  Lagunilla  en  una  capa  de  arcilla  que 
está  cubriendo  al  urao. 

Segundo  grupo. — CarboJiatos  disolubles.  — Se  hallan  in- 
cluidas en  este  grupo  las  especies  carbonato  de  cal,  ó sea 
la  caliza  y aragonito,  el  carbonato  de  cal  y magnesia  o dolo- 
mía, el  carbonato  de  barita  ó witherita,  y el  de  estronciana 
ó estroncianita. 

CARBONATO  DE  CAL— Fórmula  química  Ca0,C02 


especie  anterior,  diferenciándose,  sin  embargo,  en  que  el  urao 
no  se  esflorece  como  el  natrón. 

1 H V IVJH 

COMPOSICION  EN  PESO 


sa 

Acido  carbónico. 
Agua.  .... 


100,00 


VARIEDADES. — Se  encuentra,  por  lo  común,  en  ma- 
sas compactas  formadas  de  granos  cristalinos,  y dotadas  de 
una  consistencia  suficiente  para  que  en  algunos  sitios  las  des- 
tinen á piedras  de  construcción. 

Yacimiento.  — Se  encuentra  el  urao  en  los  lagos  de 
natrón  de  Hungría,  en  el  Bajo-Egipto,  en  Nueva  Granada 
(Colombia),  y en  las  Indias  orientales. 

USOS.  — Se  emplea  del  mismo  modo  que  el  natrón,  para 
la  fabricación  del  vidrio,  del  jabón  y otras  materias.  En 
Nueva-Granada  se  usa  como  mordiente  de  un  extracto  de 
tabaco  para  constituir  un  bequico , que  los  naturales  del 
designan  con  el  nombre  moo  ó chimo. 


GAY-LUSSITA — Fórmula  química  Na1 

CO2  + 5HO 


+ CaO, 


(Puede,  por  lo  tanto,  considerarse  como  un  doble  carbo 
nato  de  sosa  y de  cal  hidratado). 

Caracteres.  — La  Gay-Lussita,  llamada  también  Na- 
trocalcita,  ofrece  por  forma  primitiva  un  prisma  romboidal 
oblicuo  del  quinto  sistema  cristalino ; es  un  mineral  blanco, 
de  aspecto  vitreo  cuando  es  completamente  puro,  pero  que 
se  vuelve  opaco  si  se  halla  expuesto  por  algún  tiempo  á la 
acción  del  aire;  raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  siendo 
su  peso  específico  de  1,95.  Este  mineral  es  poco  soluble  en 
el  agua,  á la  que  comunica  un  sabor  alcalino;  dicho  líquido, 
como  se  comprende  desde  luego,  disuelve  el  carbonato  de 
sosa  y en  modo  alguno  el  de  cal.  Por  la  acción  del  soplete 
tiene  la  particularidad  de  decrepitar;  pierde  primero  el  agua, 
y después  se  funde  en  una  perla  opaca  que  ofrece  un  sabor 
alcalino  bastante  fuerte;  da  agua  por  la  calcinación  en  un 
tubo  de  ensayo  y comunica  á la  llama  del  soplete  un  color 
amarillo-rojizo. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Carbonato  de  sosa.  . . 

Idem  de  cal 

Agua 


35>86 

33>So 

30,34 


eniendo  presente  su  dimorfismo,  se  subdivide  en  dos 
sub-especies,  á saber:  caliza  ó carbonato  de  cal  romboédrico 
y aragonito  ó carbonato  de  cal  prismático. 

i.a  sub especie. — CALIZA 

CARACTERES. — Este  mineral,  llamado  también  espato 
de  Islandia,  espato  calizo,  piedra  caliza,  etc.,  es  uno  de  los 
mas  útiles  y mas  abundantes  en  la  naturaleza,  por  lo  cual 
exige  una  descripción  mas  extensa  que  la  mayoría  de  las 
especies  que  hemos  de  estudiar. 

Los  mineralogistas  modernos  dividen  la  caliza  o carbonato 
de  cal  romboédrico  en  cinco  secciones,  que  son:  1.  caliza 
cristalizada;  2.a  caliza  fibrosa;  3.a  sacaroidea;  4.a compacta;  y 
5.a  terrosa.  Las  propiedades  comunes  y generales  de  todas 
ellas  pueden  reducirse  á las  siguientes:  son  incoloras,  ó bien 
pueden  presentar  un  color  blanco  lechoso  ó amarillento 
cuando  están  en  el  estado  de  pureza;  rayan  al  yeso  (excepto 
las  terrosas),  y se  rayan  por  el  espato  flúor;  si  se  reducen  á 
polvo  tienen  un  peso  específico  representado  por  2,7.  Me- 
diante la  acción  del  calor  desprenden  ácido  carbónico  y se 
trasforman  en  óxido  de  calcio  ó cal  viva:  son  insolubles  en 
el  agua  á menos  que  no  tengan  un  exceso  de  ácido  carbónico; 
solubles  en  el  ácido  nítrico  produciendo  una  efervescencia 
mas  ó menos  rápida  según  las  variedades;  y si  se  somete  la 
disolución  nítrica  que  resulta  á la  acción  del  oxalato  amóni- 
co, se  obtiene  un  precipitado  blanco,  que  es  insoluble  en  los 
ácidos  láctico  y acético,  y soluble  en  el  sulfúrico,  hidroclórico 
y otros  ácidos  enérgicos. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Acido  carbónico 

Oxido  de  calcio 56 

100 


Primer  grupo. — Calizas  cristalizadas. — La  forma  primiti- 
va de  estas  calizas,  ó el  sólido  que  se  obtiene  por  exfoliación, 
es  un  romboedro  cuyo  ángulo  diedro  es  de  105o  5’;  ofrece, 
sin  embargo,  la  caliza  multitud  de  formas  derivadas  todas 
ellas  del  sistema  romboédrico,  siendo  desde  luego  las  mas 
frecuentes  las  romboédricas,  las  prismáticas  de  base  exagonal 
y los  escalenoedros.  Las  primeras,  ó sean  las  romboédricas, 
varían  considerablemente,  hasta  el  punto  que  los  cristalógra- 
fos  describen  veinticinco  romboedros  diversos  (1).  Estos 
cristales  son,  por  lo  común,  trasparentes,  dando  origen  por 
la  exfoliación,  fácil  de  verificar  en  una  dirección  paralela  á 


100,00 


(1)  Pueden  consultarse  las  obras  de  Mineralogía  de  Dufrcnoy,  Déla- 

fosse,  Haüy,  y el  conde  de  Bournon. 


CALIZA 


6o 


sus  caras,  al  romboedro  de  105  o,  5';  ofrecen  lustre  vitreo, 
doble  refracción  con  un  solo  eje  óptico,  y son  susceptibles 
de  adquirir  la  electricidad  positiva  por  medio  de  la  presión; 
la  variedad  completamente  incolora,  diáfana  y que  presenta 
en  alto  grado  los  dos  últimos  caractéres,  se  designa  con  el 
nombre  de  Espato  de  Islandia,  que  está  considerado  como 
el  prototipo  de  pureza  de  la  especie  carbonato  de  cal.  Son 
también  mas  ó menos  comunes  la  caliza  primitiva;  la  caliza 
cquieje,  que  ofrece  un  romboedro  mas  obtuso  que  el  espato 
de  Islandia;  la  caliza  inversa , que  no  consiste  en  otra  cosa 
mas  que  en  un  romboedro  agudo,  en  el  que  los  ángulos  pla- 
nos y los  diedros  parece  que  han  experimentado  una  inver- 
sión respecto  á los  ángulos  correspondientes  del  romboedro 
primitivo;  la  caliza  cuboide , cuyo  romboedro  es  el  menos 
agudo  de  todos  los  que  presenta  la  caliza,  supuesto  que  su 
ángulo  diedro  es  de  88°  18’;  esta  forma  se  parece  mucho  á 
un  cubo,  por  lo  cual  se  le  denomina  espato  cúbico. 

Las  formas  prismáticas  de  base  exagonal  pueden  reducirse 
á dos  clases,  á saber:  una  resultado  de  la  exfoliación  de  las 
aristas,  y otra  que  corresponde  á las  caras,  obteniéndose 
siempre  el  romboedro  primitivo.  Las  formas  escalenoédricas 
son  también  algo  frecuentes  en  la  naturaleza,  y de  todas 
ellas  es  la  mas  notable  la  caliza  metastática  de  Haüy,  ó dien- 
tes de  puerco  de  los  antiguos  mineralogistas.  Los  romboedros, 
prismas  y escalenoedros  citados,  producen  una  multitud  de 
formas  á causa  de  la  alteración  que  sufren  en  sus  dimensio- 
nes, ó bien  al  agrupamiento  de  los  cristales;  estas  formas 
denominadas  laminares,  esferoidales,  lenticulares,  cilindroi- 
deas,  etc.,  se  hallan  descritas  en  las  configuraciones  irregu- 
lares ó accidentales. 

Segundo  grupo. — Calizas  fibrosas. — Ofrecen  una  estruc- 
tura compuesta  generalmente  de  fibras  delgadas,  pero  con  el 
espesor  bastante  para  que  puedan  referirse  á verdaderas 
formas  prismáticas  que  están  unidas  entre  sí  en  dirección 
longitudinal.  El  color  que  presentan  estas  calizas  es  casi 
siempre  el  amarillo  ó un  blanco  lechoso;  á las  variedades 
que  constan  de  zonas  ó bandas  de  colores  diversos,  se  las 
designa  con  el  nombre  de  alabastro  calizo,  siendo  el  mas 
estimado,  el  alabastro  oriental  ó de  Egipto,  el  cual  ofrece 
un  color  amarillo  de  miel;  las  calizas  de  esta  sección  que 
presentan  lustre  sedoso  ó nacarado  y estructura  esencial- 
mente fibrosa,  se  las  denomina  espato  calizo.  Finalmente, 
á las  calizas  fibrosas  corresponden  las  estalactitas,  estalag- 
mitas, incrustaciones,  concreciones,  tobas,  etc.,  cuyas  varie- 
dades se  han  descrito  en  las  formas  irregulares  ó acciden- 
tales. 

Tercer  grupo. — Calizas  sacaroideas. — Los  minerales  in- 
cluidos en  este  grupo  presentan  una  estructura  de  granos 
finos,  brillantes  y parecidos  á los  que  ofrece  el  azúcar  de  pi- 
lón, de  donde  toman  el  nombre  de  sacaroideas.  Por  lo  co- 
mún tienen  un  color  blanco  puro,  siendo  algún  tanto  traslu- 
ciente en  los  cortes.  A esta  sección  corresponden  los  llama- 
dos mármoles  estatuarios,  de  los  que  el  mas  característico 
es  el  mármol  blanco  de  Carrara,  el  de  Paros,  el  azul  turquí 
y el  designado  con  el  nombre  de  mármol  cipolino. 

Cuarto  grupo. — Calizas  compactas. — Son  las  mas  comu- 
nes de  todas  las  calizas.  Presentan  estructura  mas  ó menos 
unida,  siendo  sus  colores  bastante  variados,  supuesto  que  las 
hay  rojas,  negras,  amarillas,  agrisadas,  etc.  A esta  sección 
pertenecen  las  denominadas  bituminosas  y los  mármoles  ne- 
gros, cuya  coloración  es  debida  á materias  carbonosas;  las 
fétidas,  que  frotadas  ó raspadas  producen  un  olor  de  huevos 
podridos;  las  calizas  comunes,  compuestas  también  de  un 
grano  mas  ó menos  fino  y apretado,  de  color  gris  ó blanco 
amarillento,  subvariedad  que  se  conoce  en  Madrid  con  el 
nombre  de  caliza  de  Colmenar;  la  piedra  litográfica,  de  es- 


tructura igual  ú homogénea,  carece  de  hendiduras,  es  inalte- 
rable al  aire  y á propósito  para  embeber  cierta  cantidad  de 
agua  y materias  grasas;  las  oolitas  y pisolitas  calizas,  cuyos 
caractéres  y modo  de  formarse  se  han  indicado  al  hablar  de 
las  configuraciones  accidentales.  Por  último  corresponden  á 
las  calizas  compactas  los  llamados  mármoles  (excepto  los  de 
Carrara,  cipolino,  etc.);  por  lo  común,  se  designa  con  el 
nombre  de  mármoles  toda  sustancia  inorgánica  que  es  sus- 
ceptible de  adquirir  por  medio  del  pulimento  un  aspecto 
agradable  y mas  ó menos  brillante;  así,  por  ejemplo,  los  jas- 
pes, serpentinas,  granitos,  pórfidos,  etc.,  se  llaman  mármoles 
por  el  vulgo ; pero  en  Mineralogía  se  da  el  nombre  de  már- 
moles á todas  las  variedades  de  caliza  compacta  mas  ó me- 
nos coloreadas  y que  sean  susceptibles  de  pulimento.  Los 
mármoles  son  tan  sumamente  variados  y numerosos  que  no 
ha  sido  posible  constituir  grupos  en  donde  se  incluyan  to- 
dos; sin  embargo,  algunos  mineralogistas,  á fin  de  facilitar 
su  estudio,  los  han  dividido  en  tres  secciones,  á saber:  i.a 
mármoles  simples;  2.a  mármoles  brechas;  y 3.a  mármoles 
compuestos. 

Se  denominan  mármoles  simples  todos  aquellos  que  están 
constituidos  esencialmente  por  el  carbonato  de  cal,  y teñi- 
dos á lo  mas  por  materias  colorantes,  tales  como  los  óxidos 
de  hierro,  betún,  antracita,  etc.:  el  mármol  amarillo  antiguo 
y el  amarillo  de  Siam,  el  rojo  antiguo,  los  mármoles  negros 
y otros  muchos  se  hallan  incluidos  en  esta  sección. 

Mármoles  brechas  no  son  mas  que  fragmentos  angulosos 
de  carbonato  de  cal  que  están  unidos  entre  sí  mediante  un 
cemento  calcáreo;  los  geólogos  los  dividen  en  brocatelas,  si 
los  fragmentos  son  pequeños,  y en  brechas  particularmente 
dichas,  cuando  los  fragmentos,  por  el  contrario,  son  grandes. 
Son  notables  las  brocatelas  que  se  encuentran  en  Tortosa 
(Tarragona)  por  su  color  araarillo-isabela. 

Se  denominan  mármoles  compuestos , si  están  formados  de 
carbonato  de  cal  y de  otras  sustancias  que  se  hallan  inter- 
puestas dando  lugar  á zonas,  bandas,  rayas,  dibujos,  ve- 
nas, etc.;  tales  son,  entre  otros,  el  cipolino  ó mármol  penté- 
lico,  que  está  constituido  por  la  caliza  sacaroidea  blanca  en 
unión  con  una  pizarra  talcosa  verde,  por  lo  que  presenta  zo- 
nas blancas  y verdes. 

Existe  además  otra  clase  de  mármoles  llamados  conchífe- 
ros, porque  contienen  restos  de  conchas,  siendo  desde  luego 
los  mas  notables  los  denominados  lumaquelas , que  se  en- 
cuentran en  diversos  puntos;  algunos  ofrecen  reflejos  ó irisa- 
ciones amarillas,  rojas  ó de  cuello  de  pichón,  por  lo  que  son 
muy  apreciados;  debiendo  citarse  en  este  concepto  las  luma- 
quelas procedentes  de  Corintia  y de  Astracán.  Por  último, 
no  debemos  olvidar  los  mármoles  de  Florencia  ó mármoles 
ruiniformes;  están  compuestos  de  una  caliza  arcillosa  que 
presenta  color  gris  amarillento  marcado  de  líneas  pardas  ú 
oscuras,  las  cuales  son  resultado  de  infiltraciones  ferrugino- 
sas que  han  penetrado  por  hendiduras  planas,  cruzadas  en 
todas  direcciones,  y producidas  por  la  retracción  que  ha  ex- 
perimentado la  materia  calizo-arcillosa;  las  indicadas  infiltra- 
ciones forman  dibujos,  ángulos  que,  observados  á cierta  dis- 
tancia, imitan  muy  bien  ruinas  de  casas,  palacios,  etc. 

Como  un  intermedio  entre  las  calizas  compactas  y terro- 
sas, se  estudian  por  algunos  mineralogistas  las  denominadas 
calizas  hidráulicas.  Estas  variedades  presentan  una  fractura 
lisa  y mate,  no  manchan  los  dedos  ni  se  disgregan  con  la 
facilidad  que  las  terrosas;  producen  olor  arcilloso  por  la  in- 
suflación, carácter  muy  bueno  para  distinguirlas  de  las  demás 
calizas;  no  aumentan  de  volúmen  por  medio  de  la  calcina- 
ción, y después  de  calcinadas  se  disuelven  algún  tanto  en  el 
agua,  solidificándose  al  poco  tiempo  dentro  de  ella  y adqui- 
riendo mayor  consistencia;  en  virtud  de  este  carácter  se  les 


TIERRAS  \ 

ha  llamado  calizas  hidráulicas.  Para  averiguar  la  mayor  <5 
menor  hidraulicidad  de  estas  calizas,  y cuya  hidraulicidad 
está  en  relación  con  la  cantidad  de  arcilla  que  contengan,  se 
las  somete  á la  acción  del  ácido  hidroclórico  <5  muriático, 
que  disuelve  el  carbonato  de  cal  y óxido  de  hierro  que  exis- 
te, pero  que  no  ataca  la  arcilla,  la  cual  se  precipita  en  el 
fondo  de  la  vasija  donde  se  haga  el  ensayo.  Atendiendo  á 
esta  circunstancia  se  han  dividido  las  calizas  hidráulicas  en 
tres  grupos,  á saber:  i.°  eminentemente  hidráulicas,  si  con- 
tienen de  70  á 80  de  carbonato  de  cal  y 30  á 20  de  arcilla; 
2.0  medianamente  hidráulicas,  cuando  están  compuestas 
de  88  de  caliza  y 12  de  arcilla;  3.0  hidráulicas,  si  contie- 
nen 84  de  la  primera  sustancia  y 1 6 de  la  segunda.  Si  la  ar- 
cilla es  mayor  que  la  de  las  cantidades  citadas  , no  hay  ne- 
cesidad de  mezclar  la  cal  con  arena  para  la  fabricación  del 
llamado  mortero  ó argamasa,  cuerpo  que,  como  todo  el 
mundo  sabe,  se  destina  para  cerrar  los  espacios  mas  ó me- 
nos grandes  que  dejan  los  materiales  de  construcción  al 
colocar  unos  sobre  otros,  así  como  también  sirve  para  trabar 
y unir  estos  mismos  materiales  entre  sí.  Las  calizas  que  se 
encuentran  en  este  caso  forman  desde  luego  pasta  con  el 
agua  al  cabo  de  cierto  número  de  horas,  cuya  propiedad  es 
análoga  á la  que  ofrece  el  yeso,  por  cuya  razón  se  designa 
también  á estas  calizas  con  el  nombre  de  yeso-cimento;  con- 
tienen además  de  arcilla  una  cantidad  bastante  considerable 
de  óxido  de  hierro. 

Quinto  grupo. — Calizas  terrosas. — Se  diferencian  de  las 
de  los  grupos  anteriores  por  su  blandura,  supuesto  que  se 
dejan  rayar  por  la  uña,  por  ser  bastante  frágiles  y por  su 
apegamiento  á la  lengna.  Pueden  dividirse  en  tres  varieda- 
des esenciales  que  son:  la  creta,  las  margas  y el  agárico  mi- 
neral ó harina  fósil  de  algunos.  La  primera  de  estas  varieda- 
des presenta,  por  lo  general,  los  caractéres  indicados  para  el 
grupo,  es  decir,  que  es  blanca,  y muy  deleznable  hasta  el 
punto  que  se  disgrega  por  la  mas  ligera  presión  convirtién- 
dose en  polvo;  si  este  se  trata  por  el  agua  deja,  según  los 
ejemplares,  un  depósito  mayor  ó menor  de  sílice;  triturada 
y desleida  en  el  agua  forma  una  pasta  que  no  es  otra  cosa 
sino  el  clarión  ó blanco  de  España  de  los  franceses.  Las  lla- 
madas margas,  mas  bien  que  verdaderas  calizas,  deben  con- 
siderarse como  mezclas  en  proporciones  variables  de  carbo- 
nato de  cal,  arcilla  y sílice,  pudiendo  dividirse  por  lo  tanto 
en  margas  calizas,  margas  arcillosas,  y margas  silíceas  ó are- 
náceas; el  color  dominante  de  unas  y de  otras  es  el  agrisado, 
distinguiéndose  de  las  cretas  en  que  son  mas  duras  que 
estas,  y en  que  no  forman  pasta  con  el  agua  sino  cuando  se 
las  convierte  en  polvo  muy  fino  (1).  El  agárico  mineral  ó 
harina  fósil  presenta  color  blanco  y aspecto  parecido  al  del 
almidón,  constando  al  propio  tiempo  de  un  grano  suma- 
mente fino,  suave  al  tacto  y muy  deleznable. 

Yacimiento  de  las  calizas. — La  caliza  es  uno 
de  los  minerales  mas  abundantes  y mas  esparcidos  en  la 
corteza  terrestre;  se  halla  en  todas  las  épocas  y en  todas  las 
formaciones;  pero  en  grandes  masas  pertenece  esencialmente 
á los  terrenos  neptúnicos  ó de  sedimento,  en  donde  se  en- 
cuentra casi  siempre  alternando  con  capas  de  arcilla  y de 
arena.  En  los  terrenos  metamórficos  ó paleozoicos  se  pre- 
sentan, por  lo  común,  las  calizas  sacaroideas  y laminares. 
Los  mármoles  de  Carrara,  los  de  Paros,  los  de  los  Alpes  y 
otros  análogos  á estos  corresponden  mas  particularmente  á 
los  terrenos  secundarios.  Las  calizas  compactas  de  grano 
fino,  los  mármoles  comunes  y los  conchíferos  pertenecen  á 
los  terrenos  de  sedimento  primitivos  ó paleozóicos,  existien- 
do en  los  carboníferos  los  mármoles  negros  ó de  un  gris 


(1)  Véanse  Arcillas. 


P1EDKAS 

azulado.  En  la  base  de  los  terrenos  jurásicos  (terrenos  de 
sedimento  secundarios),  se  encuentran  calizas  margosas  ó 
calizas  del  lias,  asi  como  en  la  parte  media  y superior  de  es- 
tos mismos  terrenos  se  hallan  las  oolitas  constituyendo  el 
piso  denominado  de  la  grande  oohta,  las  piedras  biográficas 
y las  calizas  hidráulicas,  terminando  el  terreno  jurásico  por 
el  piso  cretáceo  donde  están  la  creta  blanca,  veiele,  gris, 
amarilla,  etc.;  finalmente,  las  calizas  bastas,  las  silíceas  y los 
llamados  faluns  ó sean  calizas  arenosas  con  gran  numero 
de  restos  fósiles  de  conchas,  corresponden  á los  terrenos 
terciarios.  Aquellas  otras  calizas  que  no  forman  grandes  ma- 
sas, sino  que  se  presentan  en  pequeños  ejemplares,  se  hallan 
en  diferentes  puntos;  así  por  ejemplo,  el  espato  de  Islandia 
y las  demás  calizas  cristalizadas  existen  tapizando  las  geodas 
de  ciertas  calizas,  ó bien  en  los  amigdaloides  que  foiman 
parte  de  la  indicada  Islandia  o de  otras  localidades,  y tam- 
bién en  filones  metalíferos  y asociadas  á la  galena  y á la 
blenda.  Las  estalactitas,  las  estalagmitas  y los  alabastros  ca- 
lizos se  encuentran  en  las  grutas  o cavernas  que  hemos  des- 
crito en  el  tratado  de  formas  accidentales. 

La  nación  de  Europa  mas  rica  en  mármoles  es  sin  disputa 
la  Italia;  sin  embargo,  en  España  existe  tal  variedad  de 
mármoles  que  en  realidad  no  tiene  por  qué  envidiar  á la  na- 
ción citada;  tenemos  mármoles  de  un  blanco  puro  en  Cór- 
doba, grises  en  Toledo,  mármoles  isabela  en  Tortosa,  blan- 
cos y verdes  en  Granada,  negros  en  Murviedro  y otros 
muchos  puntos  que  pudieran  enumerarse,  supuesto  que  no 
hay  provincia  en  España  en  que  no  exista  alguna  de  las  va- 
riedades de  mármoles.  En  el  museo  de  Historia  natural  de 
Madrid  figura  una  colección  numerosa  de  mármoles  proce- 
dentes de  varias  provincias,  tales  como  las  de  Granada,  1 ar- 
ragona,  Córdoba,  Málaga,  Valencia,  León,  1 oledo,  Ciudad 
Real,  Sevilla,  Murcia,  Cuenca,  etc.,  etc. 

Usos  DE  LAS  CALIZAS. — Numerosas  y variadas  son 
las  aplicaciones  de  estos  minerales  en  la  ciencia,  industria, 
artes,  construcción,  etc.  Las  variedades  cristalizadas,  á causa 
de  la  multitud  de  formas  que  presentan,  sirven  de  adorno  y 
estudio  en  las  colecciones  mineralógicas;  el  espato  de  Islan- 
dia,  como  sabemos,  lo  usan  en  Física  para  la  construcción 
de  los  electróscopos,  y en  la  misma  Física  y Mineralogía 
para  estudiar  los  fenómenos  de  la  refracción  y polarización 
de  la  luz.  Los  mármoles  de  Carrara,  el  azul  turquí,  el  cipo- 
lino,  y todos  los  demás  mármoles  y calizas  esencialmente 
compactas  y coloreadas,  son  muy  apreciados  como  materia- 
les de  ornamentación  en  arquitectura  y para  la  construcción 
de  estatuas;  los  alabastros  y lumaquelas  se  destinan  para 
objetos  de  lujo  y de  adorno;  las  fibrosas  sirven  en  Inglaterra 
para  construir  joyas  y collares  formados  de  perlas  esféricas; 
la  caliza  compacta  y mas  ó menos  porosa  es  la  base  de  la 
litografía.  Las  calizas  compactas  pertenecientes  á los  terrenos 
jurásicos  y terciarios  suministran  las  mejores  piedras  de  si- 
llería, siendo  desde  luego  las  mas  estimadas  bajo  este  punto 
de  vista,  no  solo  por  su  abundancia,  sino  por  su  fácil  talla  y 
porque  resisten  muy  bien  la  influencia  de  los  agentes  atmos- 
féricos. Es  notable  entre  nosotros  la  célebre  caliza  de  Col- 
menar (Madrid)  tan  empleada  en  la  corte,  como  lo  prueba 
el  palacio  real  y otros  edificios  notables.  La  piedra  general 
de  construcción  en  Paris  es  una  caliza  bastante  conchífera 
correspondiente  al  terreno  terciario;  el  famoso  travertino  de 
los  alrededores  de  Roma  con  el  que  se  han  edificado  mu- 
chos monumentos  de  Italia,  no  es  mas  que  una  toba  caliza 
de  agua  dulce  que  pertenece  á la  época  terciaria. 

Todas  las  calizas  compactas  se  usan  inmediatamente  en  la 
fabricación,  luego  que  han  sido  extraidas;  las  demás  varie- 
dades que  se  destinan  también  para  este  objeto,  y que  son 
mas  ó menos  porosas,  necesitan  estar  expuestas  al  aire  por 


DOLOMIA 


espacio  de  meses  y aun  de  años  para  que  pierdan  el  agua 
llamada  de  cantera.  Por  lo  común,  estas  variedades  son  muy 
blandas  cuando  se  extraen  del  terreno  donde  se  encuentran, 
pero  tienen  la  propiedad  de  endurecerse  en  contacto  del 
aire.  Las  cretas  se  usan  para  obtener  el  clarión  <5  blanco  de 
España  que  se  emplea  en  los  encerados  ó en  el  dibujo;  se 
usa  también  en  la  pintura  al  temple  y para  limpiar  el  cristal 
y ciertas  sustancias  metálicas.  Finalmente,  las  calizas  margo- 
sas sirven  de  abono  en  la  agricultura,  á causa  de  que  sus 
fragmentos  tienen  la  propiedad  de  disgregarse  y de  reducirse 
á polvo  después  de  algún  tiempo,  cuyo  polvo  contribuye,  en 
contacto  del  agua,  á mejorar  ciertas  tierras.  Las  tierras  lla- 
madas calizas  ofrecen  cualidades  particulares;  teniendo  en 
cuenta  sus  caractéres  físicos,  las  colocan  los  agricultores  en- 
tre las  tierras  ligeras  ó arenosas  y las  fuertes,  siendo,  por  lo 
tanto,  muy  á propósito  para  dar  consistencia  á las  primeras 


7i 

masas  en  los  terrenos  metalíferos,  ó en  los  de  sedimento; 
asociado  al  yeso  y á arcillas  ferruginosas.  Se  encuentra  ade- 
más en  rocas  basálticas,  serpentínicas,  y en  aguas  termales, 
bajo  cuya  influencia  se  cree  que  ha  tomado  la  forma  prismá- 
tica. En  España  existen  ejemplares  cristalizados  de  aragonito 
en  Molina  de  Aragón  (Guadalajara),  Minglanilla  (Cuenca), 
Calatayud  (Zaragoza),  Burgos,  Pirineos  y otros  puntos.  Los 
mejores  ejemplares  de  aragonito  coralóideo  proceden  de  la 
Estiria  y de  Baigorri  en  los  Pirineos. 

USOS.— Esta  sustancia  carece  en  realidad  de  aplicacio- 
nes; se  emplea,  sin  embargo,  en  algunos  casos  para  la  obten- 
ción del  ácido  carbónico. 

DOLOMIA — CARHONATO  DE  CAL  Y MAGNESIA 
Fórmula  química  CaO,C02  -i-  MgO,C03 


y para  dividir  algún  tanto  á las  segundas. 

2.a  sub-especie  del  carbonato  de  cal.  — ARAGONITO 

CARACTÉRES. — Este  mineral,  llamado  también  car- 
bonato de  cal  duro  ó prismático  y piedra  de  Santa  Casilda, 
ofrece  uno  de  los  ejemplos  mas  notables  y el  mas  antigua- 
mente conocido  de  dimorfismo,  supuesto  que  estando  com- 
puesto de  los  mismos  elementos  y en  las  mismas  proporcio- 
nes que  la  caliza  (56  de  cal  y 44  de  ácido  carbónico)  crista- 
liza, sin  embargo,  en  prismas  rectangulares  rectos  que  derivan 
del  prisma  romboidal  recto.  El  aragonito  jamás  se  halla  en 
grandes  masas;  se  presenta  generalmente  cristalizado  en 
prismas  exagonales,  su  fractura  es  desigual  y concoidea,  lus- 
tre vitreo,  incoloro  ó bien  rojizo,  agrisado  ó mas  ó menos 
teñido  de  verde  ó azul ; posee  la  doble  refracción  con  dos 
ejes  ópticos,  siendo  su  dureza  mayor  que  la  de  la  caliza  y 
menor  que  la  de  la  fluorina,  y su  densidad  relativa  de  2,9. 
A la  llama  de  una  bujía  ó á la  temperatura  del  rojo  oscuro, 
sobre  todo  si  se  echa  mano  de  una  aguja  de  aragonito,  se 
disgrega  en  partículas  que  se  esparcen  en  el  aire,  mientras 
que  un  cristal  de  caliza  expuesto  á la  misma  temperatura  no 
ofrece  este  carácter;  si  se  observan  las  partículas  del  primer 
mineral,  se  notará  que  no  tan  solo  han  cambiado  de  densi- 
dad y aun  de  estructura,  sino  de  forma,  habiéndose  trasfor- 
mado en  una  caliza  espática.  El  aragonito  se  disuelve  en  el 
ácido  nítrico  con  efervescencia,  aunque  esta  no  es  tan  inten- 
sa como  en  la  caliza,  y sí  se  trata  la  disolución  por  el  oxalato 
amónico,  se  obtiene  el  precipitado  blanco  de  oxalato  de  cal. 

Variedades. — Se  presenta  rara  vez  en  cristales  rom- 
boidales, siendo  sus  formas  mas  frecuentes,  como  se  ha  di- 
cho, cristales  exagonales  que  resultan  de  prismas  rectangu- 
lares profundamente  truncados.  Los  cristales  de  este  mineral 
casi  siempre  están  unidos  de  dos  en  dos,  de  tres  en  tres  ó 
mas  y en  ocasiones  cruzados,  constituyendo  verdaderas  ma- 
clas. Existen  además  el  aragonito  bacilar  ó cilindróideo, 
constituido  por  cristales  prismáticos  alargados  y comunmente 
terminados  en  pirámides;  el  aragonito  acicular  ó fibroso, 
compuesto  de  agujas  ó fibras  aisladas  ó reunidas  entre  sí;  y 
el  aragonito  carolóideo  ó Jlosferri , especie  de  concreción  ci- 
lindróidea  formada  de  pequeñas  agujas  cristalinas  ó de  fibras 
que  se  reúnen  unas  á otras  y se  hallan  colocadas  oblicua- 
mente alrededor  de  un  eje  común,  constituyendo  de  esta 
manera  ramas  mas  ó menos  redondeadas,  que  se  anastomo- 
san  y ramifican  á semejanza  de  las  del  coral;  los  mineralo- 
gistas antiguos  le  llamaron  Jlosferri , porque  supusieron  que 
era  una  especie  de  vegetación  que  tenia  por  ganga  un  mine- 
ral de  hierro;  se  conoce  por  último  el  aragonito  concrecio- 
nado ó compacto. 

YACIMIENTO. — Este  mineral  se  halla  en  pequeñas 


Caracteres.  — Esta  especie,  denominada  Dolomía 
por  haber  sido  dedicada  al  célebre  mineralogista  Dolomieu, 
y caliza  lenta  por  la  poca  efervescencia  que  produce  por  la 
acción  de  los  ácidos,  ofrece  los  caractéres  siguientes:  crista- 
liza en  el  sistema  romboédrico,  siendo  su  forma  primitiva  un 
romboedro  de  106o  15';  cuando  se  presenta  cristalina  tiene 
un  lustre  nacarado,  de  donde  toma  también  el  nombre  de 
espato  perlado;  es  incolora,  ó bien  ofrece  un  color  gris  de 
perla,  amarillo  ó rojizo;  raya  á la  caliza  y se  deja  rayar  aun- 
que difícilmente  por  el  espato  flúor,  estando  representado  su 
peso  específico  por  2,8  á 2,9.  Por  la  acción  del  fuego  des- 
prende ácido  carbónico  sin  que  llegue  á perder  su  forma; 
tratada  por  el  ácido  nítrico  ó clorhídrico  á la  temperatura 
ordinaria,  produce  poca  efervescencia,  por  cuyo  carácter  se 
la  llama  caliza  lenta;  pero  si  se  auxilia  la  acción  del  ácido 
por  medio  del  calor,  se  disuelve  con  efervescencia  bastante 
rápida;  si  se  trata  una  disolución  concentrada  de  Dolomía 
por  el  ácido  sulfúrico,  se  obtiene  un  precipitado  blanco  de 
sulfato  de  cal. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Cal 

30,43 

Magnesia 

2I>74 

Acido  carbónico  . . . 

47,83 

100,00 

Variedades. — Cristalizada  en  romboedros  sencillos 
ó modificados,  los  que  son  susceptibles  de  exfoliarse  dando 
por  resultado  un  romboedro  de  106o  15',  término  medio  en- 
tre el  valor  del  ángulo  diedro  del  carbonato  de  cal  que  es 
de  105°  5'  y el  del  carbonato  de  magnesia  ó Giobertita  que 
es  de  107  25 . Generalmente  estos  romboedreos  forman 
% erdaderas  incrustaciones  en  la  superficie  de  varias  sustan- 
cias mineralógicas;  en  otros  casos,  se  encuentran  aislados  en 
las  mismas  Dolomías  metamórficas  ó en  rocas  talcosas.  Ade- 
más de  las  variedades  cristalizadas  se  conocen  las  sacaroideas, 
las  compactas,  concrecionadas,  celulosas  y terrosas.  Las  pri- 
meras se  parecen  á los  mármoles  de  Carrara,  constituyendo 
la  subvariedad  granular,  cuando  se  componen  de  un  grano 
fino  y bastante  unido;  son  blancas,  grises  ó amarillentas  y se 
hacen  algún  tanto  flexibles  si  se  las  reduce  á láminas  delga- 
das, flexibilidad  debida  á su  tejido  mas  ó menos  flojo;  estas 
variedades,  que  reciben  el  nombre  de  mármoles  flexibles  ó 
elásticos,  se  encuentran  en  los  Estados-Unidos  y en  Ingla- 
terra; la  Dolomía  compacta  consta  de  una  pasta  fina  y ofrece 
un  color  blanco  ó amarillo;  se  la  llama  también  piedra  de 
Levante  y se  la  destina  para  afilar  las  navajas  de  afeitar;  la 
concrecionada  se  presenta  en  estalactitas  ó en  masas  mame- 
lonadas  ó globosas;  la  granuda  ó celulosa  ofrece  un  color 


72 


TIERRAS  Y PIEDRAS 


pardo  ó amarillento ; y la  terrosa  tiene  el  mismo  aspecto  que 
la  creta. 

YACIMIENTO. — Las  Dolomías  cristalizadas  se  encuen- 
tran en  los  filones  ó depósitos  metalíferos;  tal  es  lo  que  se 
observa  en  las  minas  de  cobre  de  Cornouailles  y Cumberland, 
y en  las  de  plata  de  Guanajuato  en  México;  las  variedades 
sacaroideas  existen  en  los  terrenos  metamórficos,  sirviendo 
muchas  veces  de  ganga  á turmalinas,  rejalgar,  corindón,  etc.; 
son  notables  las  Dolomías  del  Campo  longo  en  San  Gotardo; 
las  compactas  y granudas  constituyen  capas  de  mayor  ó me- 
nor espesor  y extensión  en  los  terrenos  de  sedimento  prima- 
rios y secundarios.  En  España  hay  Dolomias  en  diversos 
puntos  de  las  provincias  de  Almería,  Málaga,  Ciudad  Real, 
Asturias,  Burgos,  Santander,  y en  general  en  todos  aquellos 
sitios  en  que  existen  calaminas  ó compuestos  de  zinc. 

USOS. — Se  emplea  como  piedra  de  construcción ; algunas 
de  sus  variedades  mezcladas  con  arena  ó silicatos  producen 
calizas  hidráulicas,  siendo  notables  entre  otras  las  de  San 
Sebastian  y Valdemorillo  que  se  han  usado  y se  usan  con 
grande  éxito  como  calizas  hidráulicas. 

WITHERITA — carbonato  de  barita— Fórmula  química 

Ba0,C01 2 

Caractéres.  — Esta  especie  designada  también  con 
los  nombres  de  barolita,  espato  pesado  aéreo  y piedra  mata- 
ratones,  ofrece  por  forma  primitiva  un  prisma  romboidal  recto 
no  exfoliable;  es  incolora  y su  lustre  es  vitreo  ó lapídeo;  raya 
á la  caliza  y se  deja  rayar  por  el  espato  flúor,  siendo  su  peso 
específico  de  4,3,  esto  es,  mayor  que  el  de  todas  las  especies 
que  se  han  descrito;  esta  densidad  justifica  los  nombres  de 
espato  pesado  aéreo,  y de  barolita  ó piedra  pesada.  Sometida 
la  Witherita  á la  acción  del  soplete,  decrepita,  colora  la  llama 
de  un  verde  amarillento  y se  funde  en  un  glóbulo  trasparen- 
te, que  se  convierte  en  opaco  por  enfriamiento;  se  disuelve 
con  efervescencia  en  los  ácidos,  habiendo  desprendimiento 
de  ácido  carbónico,  por  cuyo  carácter  se  la  denomina  espato 
pesado  aéreo;  si  se  trata  la  disolución  nítrica,  muy  diluida 
en  agua,  produce  con  el  ácido  sulfúrico  un  precipitado  blanco 
é insoluble  en  todos  los  ácidos. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Barita.  77,67 

Acido  carbónico. . . . 22,33 


ros  pequeños,  por  lo  que  se  les  llama  también  «piedra 
mata-ratones. » 

ESTRONCIANITA — carbonato  de  estronciana — 
Fórmula  química  STO,  CO2 

Caractéres. — Esta  especie,  que  es  isomorfa  con  el 
aragonito  y Witherita,  es  muy  escasa  en  la  naturaleza.  Pocas 
veces  cristaliza,  y se  presenta,  por  lo  común,  en  masas  fibro- 
sas ó aciculares  que  se  derivan  del  prisma  romboidal  recto; 
su  color  es  blanco,  verdoso  ó amarillo,  lustre  vitreo  y refrac- 
ción con  dos  ejes;  raya  á la  caliza  y se  raya  por  el  espato 
flúor,  siendo  su  peso  específico  de  3,6  á 3,8.  Por  la  acción 
del  soplete  pierde  el  ácido  carbónico  y se  convierte  en  óxido 
de  estroncio,  notándose  al  propio  tiempo  una  luz  purpúrea, 
si  el  ensayo  se  efectúa  sobre  el  carbón  y en  la  oscuridad;  se 
disuelve  con  efervescencia  en  el  ácido  nítrico,  y la  disolu- 
ción, cuando  no  está  muy  dilatada  en  agua,  produce  con  el 
ácido  sulfúrico  un  precipitado  blanco. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Estronciana.  . . . 

Acido  carbónico.  . 

. , . 

Oxido  de  manganeso. 

Agua 


67o 

3o- 

2)3 

0,1 

0,1 


100,0 


VARIEDADES. — La  forma  cristalina  mas  frecuentemen- 
te es  un  «prisma  exagonal»  truncado  en  las  aristas  de  la  base, 
cuyos  prismas  pueden  estar  aislados  ó agrupados,  á seme- 
janza de  los  del  aragonito.  Existen  además  las  variedades 
«aciculares  y fibrosas»  compuestas  de  agujas  muy  finas  en- 
trelazadas, brillantes,  frágiles  y de  un  color  amarillo- verdoso. 

Yacimiento. — Se  encuentra  en  el  Cabo  de  Estroncio 
(Escocia)  de  donde  toma  el  nombre  de  «estroncianita,»  en 
cuyo  punto  está  en  un  filón  de  galena  que  atraviesa  capas  de 
gneis,  y asociada  á la  baritina  y á la  caliza  espática.  Se  en- 
cuentra también  en  Salzburgo,  en  Braünsdorf  (Sajonia),  y 
según  Humboldt,  en  Popayan  (Perú). 

USOS. — Se  la  destina  para  la  extracción  del  óxido  de  es- 
troncio y de  sus  sales,  empleándose  también  en  la  pirotecnia 
por  el  color  rojo  purpúreo  que  produce  al  arder. 


100,00 

VARIEDADES. — Cristalizada  en  prismas  exagonales, 
con  diversas  torneaduras  en  las  aristas  de  la  base  y con 
apuntamientos  que  producen  dodecaedros  triangulares;  estas 
formas  suelen  presentar  estrías  trasversales  muy  profundas 
y análogas  á las  del  cristal  de  roca;  los  cristales  de  Witherita 
ofrecen  maclas  parecidas  á las  del  aragonito.  La  variedad 
concrecionada,  afecta  la  forma  de  riñones  ó de  esferas  de  un 
diámetro  de  cuatro  pulgadas,  siendo  su  estructura  acicular  ó 
fibroso  radiada. 

YACIMIENTO. — Se  encuentra  en  vetas  escasas  en  las 
minas  de  plomo  de  Inglaterra,  donde  fué  descubierta  por  el 
doctor  Withering  á quien  la  dedicó  Werner,  y de  aquí  el 
nombre  de  Witherita.  Existe  además  en  filones  de  hierro  y 
auríferos  de  Siberia  y de  la  Estiria,  en  Salzburgo,  Silesia  y 
otros  sitios  del  extranjero.  En  España  la  tenemos,  según  el 
señor  Naranjo,  en  Garlitos  y Abenijar. 

USOS. — Se  emplea  esta  sustancia  en  Química  para  la  ob- 
tención de  la  barita  y sus  sales,  y en  algunos  puntos  de  In- 
glaterra la  destinan  para  destruir  los  ratones  y otros  mamífe- 


GÉNERO—SULFATO 

Comprende  minerales  que,  cuando  se  les  pone  á la  acción 
del  soplete,  mezclados  con  el  carbón  y carbonato  de  sosa, 
tienen  la  propiedad  de  fundirse,  desprendiendo  la  materia 
fundida  un  olor  de  huevos  podridos,  si  se  la  trata  por  agua 
ligeramente  acidulada.  Puede  dividirse  este  género,  del 
mismo  modo  que  el  carbonato,  en  dos  secciones,  á sa- 
ber: 1.  «sulfatos  solubles»  en  el  agua  á la  temperatura  y 
presión  ordinaria,  y en  menos  de  400  veces  su  volúmen; 
2.0  «sulfatos  insolubles  (1).» 

ACIDO  SULFÚRICO— Fórmula  química  SO* 

CARACTÉRES. — Este  cuerpo,  que  se  designa  vulgar- 
mente con  el  nombre  de  «aceite  de  vitriolo,»  es  un  líquido 
incoloro,  inodoro,  de  consistencia  oleaginosa  ó aceitosa, 
sabor  agrio  intenso,  de  una  densidad  relativa  representada 

(1)  Antes  de  entrar  en  el  estudio  de  estos  compuestos,  creemos  con- 
teniente describir  el  acido  sulfúrico,  que  es  el  principio  electro-nega- 

tivo de  todos  los  sulfatos. 


GLAUBERITA 


por  1,83.  Enrojece  fuertemente  la  tintura  de  tornasol,  enne- 
grece y destruye  las  materias  vegetales;  hierve  á 325o  y se 
solidifica  ¿35  bajo  cero;  tiene  grande  afinidad  para  con  el 
agua,  y sus  disoluciones  en  este  líquido  producen  un  preci- 
pitado blanco  por  medio  del  nitrato  ó cloruro  bárico,  cuyo 
precipitado  es  insoluble  en  todos  los  ácidos. 

YACIMIENTO.  $e  encuentra  el  ácido  sulfúrico  di- 
suelto en  algunas  aguas  procedentes  de  terrenos  volcánicos, 
tales  son  entre  otras  las  aguas  del  llamado  rio  vinagre^  que 
nace  del  volcan  de  Puraze  y en  el  páramo  de  Ruiz  (Nueva 
Granada):  se  halla  también  en  el  lago  Idien  (Java)  y en  al- 
gunas grutas  o cavernas  volcánicas  de  Toscana. 

USOS.  El  ácido  sulfúrico  que  existe  en  la  naturaleza  no 
tiene  aplicaciones  de  ningún  género;  no  así  el  obtenido  arti- 
ficialmente mediante  la  combustión  en  cámaras  de  plomo 
de  ocho  partes  de  azufre  y una  de  nitro  ó nitrato  de  potasa; 
este  cuerpo  puede  decirse  que  sirve  para  obtener  todos  los 
demás  ácidos  conocidos;  se  emplea  para  preparar  la  sosa  ar- 
tificial, los  alumbres,  las  bujías  esteáricas  y otra  multitud  de 
productos,  llegando  algunos  á medir  el  estado  y desarrollo 
de  la  industria  de  las  diversas  naciones  por  el  mayor  ó menor 
consumo  que  hagan  de  ácido  sulfúrico. 


73 

EXANTALOSA — sulfato  df.  sosa  hidratado  — 
Fórmula  química  NaO,  S03+  10  HO 

CARACTÉRES. — La  exanf alosa , llamada  así  por  ser  un 
mineral  muy  efiorescente,  se  la  designa  también  con  los 
nombres  de  sal  admirable  y sal  de  Glaubero.  Se  presenta 
cristalizada  en  un  prisma  romboidal  oblicuo  derivado  del 
quinto  sistema;  es  blanca,  trasparente  y de  un  brillo  vitreo 
si  es  pura;  pero  en  contacto  del  aire  pierde  estas  propieda- 
des y se  convierten  en  eflorescencias.  Su  peso  específico  es 
de  1,4,  sabor  amargo  y algún  tanto  salado.  Mediante  la  ac- 
ción del  fuego  se  funde  con  bastante  facilidad ; da  agua  por 
la  elevación  de  temperatura,  y tratada  la  disolución  acuosa 
por  el  cloruro  ó nitrato  bárico,  se  produce  un  precipitado 
blanco  (sulfato  de  barita). 

COMPOSICION  EN  PESO 

Sosa  • • . . . . . 35,00 

Acido  sulfúrico.  . . . 44,80 

Agua.  ......  20,20 

100,00 


PRIMERA.  SECCION— SULFATOS  SOLUBLES 

Se  incluyen  en  esta  sección  minerales  inodoros,  de  sabor 
amargo  ó cáustico  pero  nunca  esencialmente  metálico.  Sus 
disoluciones  dan  por  medio  del  nitrato  ó cloruro  bárico  un 
precipitado  blanco  é insoluble  en  los  ácidos.  Las  especies 
principales  que  se  comprenden  en  esta  sección  son  las  si- 
guientes: I henardita,  exantalosa,  glauberita,  epsomita,  alu- 
nogena,  alumbre  del  comercio,  alumbre  de  pluma  y mas- 
cagnina. 

THENARDITA— sulfato  de  sosa  anhidro— Fórmula 

química  NaO,  SO3 

Caractéres.— Esta  sustancia,  descubierta  por  don 
Rafael  de  Rodas  en  Espartinas,  cerca  de  Aranjuez  (Madrid), 
analizada  y dedicada  por  Casaseca  al  célebre  químico 
Thenard,  ofrece  los  caractéres  siguientes:  cristaliza  en  un 
octaedro  romboidal  mas  ó menos  prolongado,  que  deriva  de 
prisma  romboidal  recto;  estos  cristales  presentan  cierta  tras- 
parencia cuando  son  recientes,  pero  á poco  se  eflorescen  y 
se  vuelven  opacos  en  su  superficie  exterior;  su  peso  espe- 
cifico es  de  2,7.  Mineral  poco  soluble  que  no  da  agua  por 
la  elevación  de  temperatura;  efiorescente  cubriéndose  los 
cristales  al  cabo  de  algún  tiempo  de  un  polvo  blanquizco, 
que  separado  por  medio  de  un  cepillo,  se  observan  los  cris- 
tales completamente  trasparentes 


COMPOSICION  EN  PESO 
Sosa.  . . 

Acido  sulfúrico.  . . 


44 

56 


n 


100 


Yacimiento.  Existe  en  masas  ó costras  cristalinas 
:n  Espartinas  cerca  de  Aranjuez  (Madrid),  cuyas  costras 
llaman  los  naturales  de!  país  mineral  am, pacto. ; se  halla  tam- 
bien,  aunque  en  pequeñas  cantidades,  en  las  aguas  de  los 
mares  y en  algunas  fuentes  ó manantiales  salados.  Su  yaci- 
miento en  realidad  puede  decirse  que  es  el  mismo  que  el  de 
la  exantalosa  cloruro  de  sodio  y otros  minerales  alcalinos. 

USOS,  -.e  emp.ea  como  purgante,  para  la  obtención  del 
carbonato  de  sosa  y para  fabricar  el  vidrio. 

Tomo  IX 


VARIEDADES. — Se  presenta  en  pequeñas  masas  terro- 
sas ó eflorescentes  y de  color  blanco  mas  ó menos  agrisado. 

Yacimiento. — Se  encuentra  en  eflorescencias  en  las 
lavas  del  \ esubio  y del  Etna  y en  las  rocas  traquíticas  mas 
o menos  alteradas  del  azufral  de  Pozzuolo.  Los  verdaderos 
depósitos  de  este  mineral  existen  realmente  en  España,  en 
donde  se  presenta  en  capas  regulares  intercaladas  entre  otras 
de  yeso,  arcilla  y margas  del  terreno  terciario.  Existe  la  exan- 
talosa en  Cerezo  y Alcanadre  (Burgos),  Cabezón  de  la  Sal 
(Santander),  Calatayud  (Zaragoza),  Aranjuez,  Cienpozuelos, 
Colmenar  de  Oreja  y Chinchón  (Madrid). 

Hay  fábricas  destinadas  á la  elaboración  en  grande  de  esta 
sal  en  Cienpozuelos,  Chinchón,  Calatayud,  Chamberí,  Villar- 
rubia  de  Santiago  y otros  puntos,  que  dan  mas  de  40,000 
quintales  métricos  de  producto. 

Us°s.— Se  emplea  este  cuerpo  para  la  preparación  de  la 
sosa  artificial,  fabricación  del  vidrio  y del  cristal;  en  Medi- 
cina se  usa  como  purgante. 

GLAUBERITA — sulfato  de  sosa  y de  cal — Fórmula 
química,  NaO,  S03+CaO,  SO3 

CARACTÉRES. — Este  mineral  que  ha  sido  dedicado  á 
Glauber  y que  se  denomina  también  Polyalita  de  Vic,  ofrece 
por  forma  primitiva  un  prisma  romboideal  oblicuo  del  quinto 
sistema,  siendo  los  cristales  recientes  mas  ó menos  diáfanos 
pero  se  vuelven  opacos  á poco  tiempo  de  estar  en  contacto 
del  aire;  su  color  es  el  blanco  amarillento,  lustre  céreo,  raya 
al  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  siendo  su  peso  específico  de  2,7. 
Decrepita  por  la  acción  del  fuego,  y se  funde  en  esmalte 
blanco;  es  muy  soluble  en  el  agua,  perdiendo  su  trasparencia 
y cubriéndose  de  una  ligera  capa  blanquecina  de  sulfato  de 
cal,  tan  luego  como  se  la  introduce  en  el  citado  líquido. 


CA 


COMPOSICION  EN  PESO 


Sulfato  de  sosa. 
Idem  de  cal.  . 


5i 

49 


100 


YACIMIENTO. — Por  lo  general  está  unida  á la  sal  co- 
mún, siendo  el  criadero  mas  abundante  el  de  Villarrubia  de 
los  Ojos  (Toledo),  en  cuyo  punto,  de  la  misma  manera  que 


74 


SULFATOS 


en  ic  (Francia),  en  Berchtesgaden  (Baviera),  y cerca  de 
quique  (Perú),  se  hallan  cristales  amarillos  ó rojizos,  y di- 
seminados en  una  arcilla  ferruginosa  ó en  el  yeso,  sal  común 
ó sulfato  de  sosa  ; también  se  han  encontrado  cristales  tras- 
parentes e incoloros  en  las  minas  de  Cienpozuelos  y Chin- 
chón. 

Usos.  Son  idénticos  á los  consignados  en  las  especies 
anteriores. 

EPSOMI  FA  O SAL  DE  CALATAYUD  — sulfato  de 

magnesia  hidratado— Forra,  quím.  MgO,  S03+  7HO 

CARACTÉRES, — Este  mineral  que  recibe  además  los 
nombres  de  Sal  de  la  Higuera , de  Vacia- Madrid,  Sal  amar- 
ga, Sal  de  Epsom , Sal  de  Inglaterra , Sal  de  Sedlitz , etc., 
ofrece  por  forma  primitiva  un  prisma  recto  romboidal  cor- 
respondiente al  tercer  sistema ; es  incoloro,  trasparente,  de 
lustre  vitreo  y sedoso,  muy  frágil,  color  blanco,  siendo  su  peso 
específico  de  1,7;  se  efloresce  expuesto  al  aire  y tiene  un 
sabor  amargo  intenso.  Se  funde  á temperatura  poco  elevada, 
y produce  agua  por  la  calcinación : se  disuelve  en  la  mitad 
de  su  peso  de  agua  caliente  y en  dos  del  mismo  peso  en  agua 
fria,  á la  que  comunica  su  sabor  especial ; es  insoluble  en  los 
ácidos,  y si  se  somete  la  disolución  acuosa  á la  acción  del 
nitrato  bárico,  da  lugar  á un  precipitado  blanco  (sulfato  de 
barita).  Expuesta  una  disolución  concentrada  de  Epsomita 
á la  temperatura  ordinaria,  produce  cristales  que  afectan  la 
forma  de  prismas  rectos  romboidales. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Magnesia.  ’ . . . . 

Acido  sulfúrico 34,07 

Agua. 47,20 

Cal 2,10 


99,57 

VARIEDADES.  Se  presenta,  por  lo  común,  en  masas 
fibrosas,  bacilares  ó aciculares,  traslúcidas  y aun  trasparentes 
y de  lustre  vítreo-sedoso,  parecido  al  de  las  variedades  fibro- 
sas de  yeso,  existen  también  eflorescencias  de  esta  sustancia 
en  las  galerías  de  ciertas  minas. 

Yacimiento.  Se  halla  la  Epsomita  6 sal  de  Cala- 
tayud  en  los  terrenos  terciarios,  acompañada  de  la  sal  co- 
mún y del  yeso,  y en  ciertas  pizarras  magnesianas  que  llevan 
piritas  de  hierro  mas  ó menos  alteradas.  Se  encuentra  este 
mineral  en  España,  en  forma  de  agujas  de  aspecto  sedoso 
en  Calatayud  (Zaragoza),  Vacia-Madrid  (Madrid),  Hellin 
(Albacete),  1 embleque  (Toledo),  y otros  puntos.  Se  halla 
también  disuelto  en  aguas  de  estas  mismas  localidades,  así 
como  en  las  de  Epsom  (Inglaterra),  Sedlitz  y Egra  (Bohe- 
mia); por  último,  existe  la  Epsomita  en  estalactitas  ó concre- 
ciones mamelonadas,  teñidas  de  color  sonrosado  por  el  sul- 
fato de  cobalto  en  ciertos  puntos  de  Hungría;  y en  eflores- 
cencias salinas  en  la  superficie  de  ciertas  pizarras  de  la  Suiza 
y de  Saboya. 

USOS.— Se  emplea  la  Epsomita  ó «sal  de  la  Higuera,» 
como  purgante,  haciéndose  de  ella  un  gran  consumo,  supues- 
to que  no  hay  mas  que  recordar  el  uso  que  tienen  las  renom- 
bradas aguas  de  Sedlitz.  Sirve  además  este  cuerpo  para  la 
extracción  de  la  magnesia  y sus  sales. 

La  especie  mineralógica  denominada  Astracanila , que  se 
presenta  en  cristales  prismáticos,  blancos  y completamente 
opacos  en  los  lagos  salados  y amargos  en  la  desembocadura 
del  rio  Volga,  está  constituida  por  el  sulfato  de  magnesia  y 
de  sosa,  cuya  sal  contiene  en  100  partes.  21  de  agua. 


ALUNOGENA — sulfato  de  alumin 
Fórmula  química  Al  a,033S03  + 9HO 


CARACTERES. — Este  mineral  no  se  halla  cristalizado 
en  la  naturaleza,  presentándose,  por  lo  general,  en  pequeñas 
masas,  ó bien  en  fibras,  escamas  ó borlas  en  la  superficie 
exterior  de  ciertas  rocas;  su  color  suele  ser  el  blanco  verdoso 
ó amarillento  á causa  de  que  casi  siempre  está  mezclado  con 
el  sulfato  ferroso,  por  lo  que  constituye  también  el  «alumbre 
de  pluma»  en  parte.  Sabor  astringente  intenso,  y muy  solu- 
ble en  el  agua  de  cal. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Alumina 

Acido  sulfúrico.  . . . 

Agua 

Alumbre  potásico.  . . 
Sulfato  ferroso.  . . . 


16,76 

39,94 

36,44 

4,58 

L94 


99,66 

VARIEDADES. — Existe  la  alunogena fibrosa , compues- 
ta de  pequeñas  masas  apezonadas,  de  estructura  fibroso-radia- 
da,  ó sea  formada  por  agujas  que  divergen  del  centro  á la 
circunferencia;  la  variedad  escamosa,  formada  también  de 
pequeñas  masas,  constituidas  por  laminillas  algún  tanto  na- 
caradas y sobrepuestas  unas  á otras  de  un  modo  confuso. 

YACIMIENTO. — Se  encuentra  en  los  volcanes  llamados 
azúfrales,  resultando  muchas  veces  de  la  descomposición  ó 
alteración  que  experimentan  ciertas  traquitas  en  contacto 
del  hidrógeno  sulfurado  ó del  ácido  sulfuroso.  Se  forma  tam- 
bién la  alunogena  en  los  lignitos  ó pizarras  arcillosas  que  lle- 
van piritas  de  hierro. 

USOS, — Mezclado  este  mineral  con  el  sulfato  de  potasa, 
sulfato  de  amoniaco,  de  sosa,  de  hierro,  etc.,  se  emplea  para 
beneficiar  las  diferentes  clases  de  alumbre 

ALUMBRE  COMUN  Ó ALUMBRE  DEL  COMERCIO 
Sulfato  de  alumina  y de  potasa  hidratado 
Fórmula  química  K0,S03  + A1203,  3S03  + 24H0 

CARACTÉRES. — El  alumbre  común  se  disuelve  en 
18.4  partes  de  agua  fria  y en  0,75  de  agua  hirviendo.  Crista- 
liza por  enfriamiento  en  octaedros,  derivados  del  sistema 
cúbico,  los  cuales  pueden  estar  aislados  ó reunidos  forman- 
do especies  de  columnas  erizadas  de  puntas  cristalinas;  se 
obtiene  también  cristalizado  en  cubos,  valiéndose  de  una 
disolución  común  de  alumbre,  saturada  á 50o,  y poniendo 
en  ella  carbonato  de  potasa;  en  este  caso  se  precipita  un  sub- 
sulfato de  alumina,  que  se  disuelve  tan  luego  como  se  mue- 
ve el  líquido.  Enfriado  este,  el  alumbre  adquiere  otra  vez  su 
verdadera  composición  (sulfato  de  alumina  y potasa  con  24 
equivalentes  de  agua),  pero  cristaliza  en  cubos  mas  ó menos 
modificados  por  las  caras  del  octaedro.  Esta  variedad  se  co- 
noce con  el  nombre  de  alumbre  cúbico , que  es  desde  luego 
mas  estimado  en  el  comercio  que  el  octaédrico,  porque  este 
último  suele  contener  algo  de  sulfato  de  hierro,  sustancia 
muy  perjudicial  en  los  tintes,  á causa  de  que  altera  los  ma- 
tices de  los  colores.  El  alumbre,  pues,  cuando  es  puro  no 
tiene  color  de  ningún  género,  pero  comunmente  se  presenta 
algo  rosáceo,  debido  á una  pequeña  cantidad  de  óxido  fér- 
rico; raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  siendo  su  peso  es- 
pecifico de  1,7 ; ofrece  al  principio  un  sabor  azucarado,  y des- 
pués muy  astringente  que  recuerda  el  de  la  tinta.  Expuesto 
á la  acción  del  calor,  pierde  su  agua  de  cristalización,  aumen- 
ta de  volúmen  y se  convierte  por  enfriamiento  en  una  masa 


ALUNITA 


vitrea,  llamada  alumbre  de  roca.  Soluble,  como  se  ha  indica- 
do, en  la  mitad  próximamente  de  su  peso  de  agua  caliente, 
á la  cual  presta  el  sabor  de  tinta,  obteniéndose  por  enfria- 
miento los  cristales  octaédricos,  que  tienen  la  particularidad 
de  eflorecerse  en  contacto  del  aire. 

Variedades. — En  realidad  el  alumbre  no  existe  cris- 
talizado en  la  naturaleza;  este  mineral  se  encuentra  en  eflo- 
rescencia ó filamentos  en  las  hendiduras  de  algunas  pizarras 
arcillosas  ó aluminosas,  en  los  azúfrales  y en  los  cráteres  de 
ciertos  volcanes  en  actividad,  tales  como  los  del  Vesubio, 
Estromboli,  etc. 

YACIMIENTO. — A pesar  de  lo  indicado  anteriormente, 
esta  especie  mineralógica  se  encuentra  muy  escasa  en  la  na- 
turaleza, pudiendo  decirse  que  solo  existe  en  Pozzuolo  (Ná- 
poles),  Milo  (Archipiélago  griego),  en  los  volcanes  citados 
de  Estromboli  y en  el  de  Vulcano,  en  algunos  desiertos  de 
Egipto  y en  el  Maryland  (Estados  Unidos). 

USOS. — Sirve  el  alumbre  en  la  tintorería  como  mordiente 
para  fijar  y avivar  los  colores:  se  emplea  en  el  curtido  de  las 
pieles  y para  clarificar  varios  líquidos;  entraen  la  fabricación 


75 

0,060  metros  hasta  0,100  metros;  la  segunda,  compuesta  de 
fibras  mas  cortas  y muy  encorvadas  por  uno  de  sus  extremos, 
siendo  el  color  blanco  y á veces  azul;  la  tercera  zona  está 
constituida,  según  el  Sr.  Naranjo,  por  el  verdadero  alumbre 
de  pluma,  de  color  amarillo  y de  estructura  fibrosa  y con- 
crecionada. 

MASCAGNINA — sulfato  de  amoniaco  hidratado 
Fórmula  química  (NH3,HO)  S03-L2H0 

Caracteres. — Se  presenta  este  mineral  sólido,  blan- 
co, siendo  muy  amargo  y picante  á la  vez.  Puede  cristalizar 
en  prismas  exagonales  apuntados  por  pirámides  de  seis  caras, 
cristalización  análoga  á la  de  algunas  variedades  de  la  Wi- 
therita:  es  soluble  en  el  agua,  y si  se  trata  la  disolución  por 
la  potasa,  sosa  ó cal  cáustica,  se  desprende  el  olor  de  amo- 
niaco. La  mascagnina,  expuesta  en  contacto  del  aire,  á la 
temperatura  ordinaria,  es  inalterable,  pero  se  efloresce  á la 
acción  del  aire  caliente. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Amoniaco. . . 
Acido  sulfúrico. 
Agua.  . . . 


de  bujías;  se  usa  para  preparar  el  acetato  de  alumina,  que 
tan  útil  es  en  las  fábricas  de  telas  blancas;  se  le  destina  para 
preservar  las  maderas,  el  papel  y otros  objetos  de  la  acción 
destructora  de  los  insectos.  Por  último,  el  alumbre  deshidra- 
tado ó alumbre  calcinado  se  emplea  en  Medicina  como 
cáustico  y astringente,  sirviendo  esencialmente  para  destruir 
las  partes  fungosas  y las  excrecencias  carnosas. 

Existen  además  otros  varios  alumbres  formados  de  bases 
isomorfas  con  la  potasa  ó alumina,  cuyas  bases  sustituyen- 
do á estas  dan  lugar  á las  especies  siguientes: 

Alumbre  de  sosa  NaO,So3  + Al2o3,3So,3  + 24HO. 

Alumbre  de  amoniaco  (NH,3HO)  So3  + Al2o3,3So3  + 24HO. 

En  donde  se  ve  que  la  potasa  ha  sido  reemplazada  por  la 
sosa  ó por  el  amoniaco. 

Si  la  alumina  es  sustituida  por  los  sesquióxidos  isomorfos 
con  ella,  resultarán  los  siguientes  alumbres: 

Alumbre  ferro-potásico  K0,S03  + Fe203,3S03  + 24HO. 

Alumbre  ferro-sódico  - NaO,S03  + Fe203,3S03  + 24HO. 

Alumbre  ferro -amoniaco  (NH3HO)  SO3  + Fe203,S03  4- 
24HO. 

Si,  por  el  contrario,  la  alumina  ó sesquióxido  de  alumino 
es  reemplazada  por  los  sesquióxidos  de  cromo  ó de  manga- 
neso, se  formarán  los  alumbres  de  cromo  ó de  manganeso, 
cuyas  especies  ofrecen  caractéres  físicos  de  forma,  estructura, 
dureza,  etc.,  y aun  cualidades  químicas  muy  análogas  al 
tipo  de  los  alumbres,  ó sea  al  llamado  común  ó del  comer- 
cio. 

El  alumbre  de  sosa  se  halla  en  costras  fibrosas  en  los  azú- 
frales en  las  cercanías  de  Nápoles,  en  la  isla  de  Milo  ( Ar- 
chipiélago griego)  y en  la  provincia  de  San  Juan  (América 
del  Sur). 

El  amoniacal,  que  se  distingue  por  el  olor  de  amoniaco 
que  desprende  cuando  se  le  mezcla  con  la  cal,  se  encuentra 
en  pequeñas  masas,  de  aspecto  vitreo  y brillante,  en  los  lig- 
nitos de  Tschermig  ( Bohemia),  y en  el  cráter  del  Etna. 

El  alumbre  de  hierro  ó alumbre  de  pluma  se  presenta  en 
fibras  capilares,  dotadas  de  un  color  blanco-amarillento  y de 
un  sabor  metálico  muy  pronunciado,  ofreciendo  todos  los 
demás  caractéres  de  los  otros  alumbres,  de  los  cuales  se  di- 
ferencia, sin  embargo,  por  las  reacciones  características  de 
los  minerales  de  hierro.  El  inspector  de  minas  Sr.  Naranjo, 
dice  que  la  alunita  fibrosa  ó el  ejemplar  de  gran  tamaño,  pro- 
cedente de  Mazarron,  que  fué  regalado  á la  Escuela  de  mi- 
nas por  el  Sr.  D.  Lino  Peñuelas,  ofrece  tres  zonas  diferentes: 

la  primera,  que  tiene  todos  los  caractéres  del  alumbre,  consta  YACIMIENTO. — Existe  la  alunita  en  terrenos  traquiti- 

de  fibras  blancas,  sedosas,  curvilíneas,  y cuya  longitud  es  de  eos  de  la  Hungría,  Estiria,  Mont-Dore  (Francia),  en  la  Tolfa 


22,6 

53,i 

24,3 

100,0 


Yacimiento. — Se  halla  la  mascagnina  disuelta  en 
ciertos  lagonis  de  la  Toscana,  ó bien,  existe  en  las  lavas  re 
cientes  de  ciertos  volcanes,  tales  como  los  del  Etna  y del 
Vesubio,  y también  en  el  azufral  de  Pozzuolo. 

SEGUNDA  SECCION— SULFATOS  INSOLUBLES 

Se  comprenden  en  esta  sección  todas  aquellas  especies 
que  son  insolubles  en  el  agua  á la  temperatura  y presión  or 
diñaría,  y en  menos  de  cuatrocientas  veces  su  peso,  siendo 
al  propio  tiempo  inatacables  por  los  ácidos.  Expuestas  al 
fuego  de  reducción,  desprenden  olor  hepático  ó de  huevos 
podridos.  Se  incluyen  en  este  grupo  las  siguientes  especies: 
alunita,  websterita,  yeso,  anhidrita,  baritina  y celestina. 

ALUNITA — sulfato  de  potasa  y sud-sulfatode  alumina 
Fórmula  química  K0,S03,  3 ALONSO3, -f- 6 HO 

Caractéres. — Este  mineral,  llamado  también  piedra 
de  alumbre  ó piedra  aluminosa  de  Tolfa , se  presenta,  por  lo 
común,  en  masas  compactas,  blancas  ó sonrosadas,  y rara 
vez  en  masas  fibrosas,  de  dureza  variable  y de  un  peso  espe- 
cífico representado  por  2,6.  En  algunos  ejemplares  compac- 
tos suelen  observarse  pequeños  cristales,  cuya  forma  domi- 
nante es  un  romboedro  agudo.  Varios  mineralogistas  creen 
que  la  alumina  en  vez  de  ser  una  especie  bien  definida,  no 
es  otra  cosa  que  una  roca  feldespática  alterada,  que  contie- 
ne en  sus  hendiduras  cristales  pequeños  de  este  mineral. 

COMPOSICION  EN  PESO 

ÍS£ : : : : : X 

Acido  sulfúrico. . . . 38,5 

Agua 13 

100,0 


SULFATOS 1NSOLUBLES 


76 

(Estados  romanos).  En  España  existe  en  Mazarron(i)  (Mur- 
cia), Alcañiz  (Teruel)  y otros  puntos. 

USOS. — La  alunita  se  emplea  para  la  obtención  del  alum- 
bre común,  siende  desde  luego  la  mas  importante  y estimada 
para  este  objeto  la  alunita  de  la  Tolfa,  de  la  cual  se  extrae 
el  célebre  alumbre  de  Roma , que  es  mucho  mejor  que  el 
obtenido  de  otras  variedades,  porque  no  contiene  óxido  de 
hierro  en  estado  soluble.  Hoy,  sin  embargo,  se  obtiene  alum- 
bre artificial  idéntico  al  de  Roma:  basta  para  ello  echar  en 
una  disolución  de  alumbre  común  una  corta  cantidad  de 
carbonato  potásico,  cuya  sustancia  precipita  parte  del  sub- 
sulfato de  alumina:  agitando  después  el  líquido  resultante,  y 
exponiéndolo  á la  acción  del  aire,  se  disuelve  de  nuevo  el 
sub-sulfato  de  alumina,  y se  precipita,  por  el  contrario,  el 
óxido  férrico  que  contenga  el  alumbre  común  empleado:  si 
se  evapora  inmediatamente  el  líquido,  resulta  un  depósito 
de  alumbre  cristalizado  en  cubos.  Los  minerales  que  se  usan 
entre  nosotros  para  la  fabricación  del  alumbre,  proceden  de 
las  localidades  españolas  indicadas. 

WEBSTERITA— sub-sulfato  de  alumina 
Fórmula  química  3A1203,S03+9H0 

C ARÁCTÉRES.  — Esta  sustancia,  designada  también 
con  los  nombres  de  aluminita  y halita , se  presenta  terrosa, 
de  un  color  blanco  mate,  suave  al  tacto  á la  manera  que  la 
creta,  se  adhiere  á la  lengua,  estando  representado  su  peso 
específico  por  1,7.  Se  funde  con  dificultad  al  soplete,  y se 
disuelve  sin  efervescencia  en  el  ácido  nítrico. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Alumina M 30 

Acido  sulfúrico 21 

xTjfñC  * '47 

IQQ^ 

YACIMIENTO. — Se  encuentra  esta  especie  en  la  parte 
inferior  de  los  terrenos  terciarios,  hallándose,  por  lo  común, 
en  venas  ó riñones  en  las  arcillas  plásticas  y acompañada 
casi  siempre  del  lignito  y yeso.  Existe  en  Halle  (Sajonia),  de 
donde  toma  el  nombre  de  Hallita:fué  descubierta  por  Webs- 
ter en  New-Haven  (Inglaterra),  por  lo  que  se  denomina 

Websterita;  se  halla  también  en  Bernon  y en  Auteuil  (Fran- 
cia). 

\ ESO  sulfato  de  cal  hidratado — Fórmula  química 

Ca0,S03+2H0 

Garactéres.— -Esta  especie,  que  es  una  de  las  mas 
comunes  y mas  importantes  del  género  sulfato,  se  la  llama 
también  espejuelo  por  su  mayor  ó menor  trasparencia,  y se- 
lenita, porque  una  de  sus  variedades  presenta  un  lustre  na- 
carado análogo  al  de  la  luna.  Se  caracteriza  muy  bien  el  yeso 
teniendo  en  cuenta  las  propiedades  esenciales  siguientes:  su 
forma  es  un  prisma  rectangular  oblicuo,  que  deriva  del  quinto 
sistema;  color,  por  lo  común,  blanco,  habiendo  también 
ejemplares  rojizos,  amarillentos  ó mas  ó menos  agrisados 
cuyas  coloraciones  se  deben  casi  siempre  al  óxido  de  hierro 
o arcillas  ferruginosas;  constituye  el  segundo  tipo  de  la 
escala  relativa  de  Mohs,  siendo  tan  blando  que  se  deia 
rayar  con  mucha  facilidad  por  la  uña;  su  peso  específico  es 
de  2,2  a 2,3-  Mediante  la  acción  del  fuego  pierde  las  tintas 

(1 ) La  variedad  de  alunita  fibrosa  ó alumbre  de  pluma,  descrita  an- 
tenormente,  corresponde  a esta  localidad,  en  donde  se  halla  unida  á la 


que  tenga,  se  blanquea  y se  convierte  en  la  sustancia  deno- 
minada yeso  vivo,  y si  se  hace  el  experimento  con  un  ejem- 
plar de  la  variedad  cristalizada,  decrepita  y se  reduce  por 
último  á polvo  en  contacto  del  aire.  Colocado  en  un  tubo 
de  ensayo,  da  agua  por  la  acción  del  calor,  y si  se  emplea  el 
soplete,  se  convierte,  aunque  difícilmente,  en  un  esmalte 
blanco  que  se  reduce  á polvo  en  contacto  del  aire.  El  yeso 
es  soluble  en  una  gran  cantidad  de  ácido  hidroclórico, 
produciendo  la  disolución  un  precipitado  blanco  por  medio 
del  nitrato  de  barita;  se  disuelve  también  en  gran  cantidad 
de  agua  y constituye  las  llamadas  aguas  yesosas  ó seleni- 
tosas. 


^)\  • • 

Acido  sulfúrico.. 

Agua.  . . . . 


COMPOSICION  EN  PESO 


* 


46,49 

32,64 

20,87 

100,00 


VARIEDADES. — Se  presenta  el  yeso  en  tablas  rectan- 
gulares ó romboidales  oblicuas,  biseladas  en  sus  bordes,  á 
cuya  variedad  Haüy  denominó  trapeziana;  estos  cristales  se 
exfolian  con  facilidad  y dan  origen  á láminas  trasparentes, 
incoloras  ó de  un  blanco  lechoso,  pero  pierden  con  frecuen- 
cia la  diafanidad  y se  vuelven  traslucientes,  conservando  esta 
cualidad  aun  los  ejemplares  de  algún  espesor;  dichas  lámi- 
nas se  conocen  con  el  nombre  de  espejuelo.  La  variedad 
lenticular  que  resulta  del  redondeamiento  de  los  ángulos 
sólidos  ó aristas  de  los  ejemplares  tabulares;  en  algunos  ca- 
sos los  cristales  lenticulares  ofrecen  gran  magnitud,  se  unen 
por  sus  bordes  y dejan  un  espacio  en  la  parte  superior,  for- 
mando de  este  modo  la  sub-variedad  hemitropiada,  designa- 
da por  Haüy  con  el  nombre  de  «yeso  en  lanza  ó yeso  en  fle- 
cha.» La  variedad  laminar,  que  presenta  un  lustre  nacarado 
análogo  al  de  la  luna  y de  aquí  «selenita»  como  se  ha  indi- 
cado. El  yeso  fibroso,  compuesto  de  fibras  rectas  ó contor- 
neadas y de  lustre  sedoso  ó nacarado.  La  variedad  sacaroi- 
dea ó laminar,  de  estructura  de  grano  muy  fino,  parecido  al 
del  mármol  de  Carrara;  esta  variedad  se  conoce  en  las  artes 
con  el  nombre  de  alabastro  yesoso,  de  donde  nace  la  frase 
vulgar  de  blanco  como  el  alabastro;  se  distingue  del  alabas- 
tro calizo  ú oriental  por  su  blandura,  traslucidez  y porque 
no  produce  efervescencia  con  los  ácidos.  La  variedad  com- 
pacta ó yeso  basto,  es  la  que  se  destina  generalmente  á la 
construcción;  es  mas  bien  granudo-laminar  que  compacta, 
de  un  color  blanco  sucio,  amarilla  ó agrisada  y de  fractura 
astillosa.  La  variedad  niviforme  ó yeso  niviforme,  consta  de 
granos  agregados  entre  sí  á la  manera  que  los  cristalitos  de  la 
nieve;  estos  granos  son  de  un  blanco  puro,  lustre  nacarado 
y cuando  se  oprimen  entre  los  dedos  producen  un  crujido 
particular. 

Yacimiento. — El  sulfato  de  cal  hidratado  ó yeso  se 
encuentra  en  toda  la  serie  sedimentaria  ó neptúnica,  ó sea 
desde  los  terrenos  paleozoicos  ó primarios  hasta  los  tercia- 
rios; en  estos  terrenos  se  presenta  ya  en  grandes  capas  de 
origen  neptúnico,  ya  en  depósitos  metamórficos  y relaciona- 
dos con  la  serpentina,  pórfidos,  azufre,  sal  común  y rocas 
dolomíticas.  El  yeso  se  halla  en  los  terrenos  terciarios  en  ca- 
pas que  alternan  con  las  de  otros  minerales;  así,  por  ejemplo, 
en  el  célebre  depósito  que  existe  en  Montmartre,  cerca  de 
Paris,  y que  pertenece  al  piso  inferior  del  citado  terreno,  se 
encuentran  todas  las  variedades  de  yeso  desde  la  cristalizada 
hasta  la  niviforme,  acompañadas  de  margas  mas  ó menos 
yesosas,  donde  se  han  hallado  multitud  de  restos  fósiles, 
pertenecientes  á la  clase  de  los  mamíferos,  y de  los  cuales  se 


BARITINA 


77 


valió  Cuvier  para  fundar  la  ciencia  paleontológica.  Esta 
especie  la  tenemos  muy  abundante  en  diversas  provincias  de 
España;  así,  que  existen  yesos  en  el  terreno  terciario  de  Ma- 
drid, la  Mancha,  Cataluña,  Valladolid  y en  casi  todas  las 
provincias;  hay  yesos  en  el  terreno  triásico  de  Albacete  y de 
Tarragona;  así  como  se  encuentra  metamórfico  en  Sierra- 
Nevada,  Marbella,  Badajoz  y otros  puntos;  por  último,  Na- 
ranjo ha  encontrado  yesos  subordinados  á rocas  ígneas  y 
basálticas,  en  las  aguas  sulfurosas  de  Gayangos,  y Vilanova 
le  cita  como  metamórfico  en  el  terciario  de  Picasent  (Valen- 
cia). 

USOS.  — Las  variedades  trasparentes  ó traslúcidas,  como 
el  espejuelo  y la  selenita,  las  destinaban  antes  y aun  se  las 
emplea  en  la  actualidad  para  la  construcción  de  vidrieras  de 
los  templos;  la  variedad  que  los  antiguos  designaban  con  el 
nombre  de  jengita¡  es  decir,  cuerpo  brillante,  no  era  otra  co- 
sa sino  un  yeso  traslúcido  análogo  al  alabastro,  cuya  varie- 
dad sirvió  para  fabricar  el  templo  de  la  Fortuna  teta,  edifi- 
cio que  carecía  de  ventanas  y solo  estaba  iluminado  por  la 
suave  luz  que  pasaba  á través  de  sus  muros.  Las  variedades 
fibrosas  se  tallan  para  la  construcción  de  collares  y pendien- 
tes, que  aunque  de  buena  vista,  ofrecen  la  particularidad  de 
ser  muy  frágiles;  para  evitar  su  destrucción  por  el  roce,  se 
les  cubre  con  una  capa  de  cristal.  El  yeso  sacaroideo  ó ala- 
bastro yesoso,  se  usa  en  la  escultura  con  preferencia  á los 
mármoles  y jaspes,  porque  no  cuesta  tanto  su  talla.  Mezcla- 
do con  gelatina  ó cola  fuerte  y materias  colorantes  sirve  pa- 
ra la  obtención  de  los  estucos  y escayolas  que  se  emplean 
en  la  decoración  para  imitar  los  mármoles  y jaspes.  El  yeso 
que  se  usa  en  las  construcciones  y en  el  modelado  se  obtie- 
ne calcinando  las  variedades  compactas,  las  terrosas  y aun 
las  mezclas  con  otros  minerales;  el  fuego  que  se  emplee  en 
esta  operación  ha  de  ser  lento  y regular,  porque  si  fuese  de- 
masiado activo,  se  calcinaría  el  yeso  que  ocupa  la  parte  in- 
ferior del  horno  ó cobertizo  destinado  al  efecto.  Luego  que 
termina  la  calcinación,  lo  que  se  conoce  por  el  aspecto  que 
presente  la  materia,  se  separan  los  fragmentos  que  están  de- 
masiado cocidos  y aquellos  otros  cuya  calcinación  ha  sido 
incompleta,  el  resto  se  reduce  á polvo  por  medio  de  la  per- 
cusión, y pasando  este  polvo  por  un  tamiz,  se  obtiene  el  yeso 
á propósito  para  la  construcción.  Para  saber  si  está  bien  cal- 
cinado, no  hay  mas  que  observar  si  es  untuoso  al  tacto,  si 
se  adhiere  á la  mano  y desprende  gran  cantidad  de  calor  tan 
luego  como  se  le  amasa  con  agua;  estas  particularidades  de- 
penden de  la  atracción  y solidificación  de  dos  equivalentes 
de  agua  que  el  yeso  calcinado  necesita  para  pasar  otra  vez 
al  estado  de  hidrato,  adquiriendo  en  este  caso  una  dureza 
que  no  presenta  en  su  estado  anterior.  Se  usa  además  este 
mineral  para  el  modelado  de  estatuas,  vaciado  de  bustos  y 
medallas,  blanqueo  de  las  habitaciones;  para  la  pintura  al 
temple  de  ventanas  y puertas  cuando  se  le  mezcla  con  agua 
de  cola  y añil.  Por  último,  se  emplea  el  yeso  en  agricultura, 
como  abono  de  ciertas  tierras,  á causa  de  que  este  cuerpo  se 
disgrega  fácilmente  por  la  acción  del  agua  y medios  mecáni- 
cos; se  utiliza  en  terrenos  no  calizos  y sitios  húmedos,  y en 
proporciones  que  no  pasen  de  0,05  por  100  de  ensayado, 
siendo  en  este  caso  muy  á propósito  para  el  desarrollo  de  la 
alfalfa  y otras  plantas  leguminosas  que  sirven  de  pasto  á 
ciertos  mamíferos. 

ANHIDRITA — sulfato  de  cal  anhidro  Ca,S03 

CaractÉRES.  — La  anhidrita,  denominada  también 
Karstenita  por  haber  sido  dedicada  á Karsten,  se  presenta 
rara  vez  cristalizada  en  un  prisma  rectangular  recto,  siendo 
lo  mas  frecuente  encontrarla  en  masas  laminares  incoloras, 


ó bien  de  color  rosdeeo,  violado  ó azulado,  lustre  cristalino, 
siendo  su  dureza  superior  á la  de  la  caliza  é inferior  á la  del 
espato  flúor,  y su  peso  específico  de  2,8  á 3.  Por  medio  de 
la  acción  del  fuego  no  se  blanquea  ni  da  agua  como  sucede 
en  la  especie  anterior;  se  funde,  aunque  con  mucha  dificul- 
tad, en  un  esmalte  blanco;  la  anhidrita  es  muy  poco  soluble 
en  el  agua. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Cal 58,8 

Acido  sulfúrico 41,2 


100,0 

VARIEDADES. — Como  se  ha  dicho,  son  muy  raras  las 
variedades  cristalizadas  en  prismas  rectangulares  rectos;  se 
halla,  por  lo  común,  en  masas  laminares  que  se  exfolian  en 
tres  direcciones  distintas,  dando  por  resultado  la  forma  re- 
gular indicada.  La  variedad  fibrosa,  formada  de  fibras  rectas 
y de  color  rojo  de  ladrillo  ó de  carne;  la  sacaroidea,  de  es- 
tructura laminar  ó de  grano  fino,  de  color  azul  celeste  y aná 
loga  á los  mármoles  estatuarios,  por  lo  que  se  llama  mármol 
azul  de  Wurtemberg;  si  los  ejemplares  de  la  variedad  saca- 
roidea llevan  una  corta  cantidad  de  sílice,  dan  la  subvarie- 
dad que  se  designa  con  el  nombre  de  vulpinita  ó bardigliona> 
mientras  que  se  la  denomina  muriacita  si  contienen  sal  co- 
mún. 

YACIMIENTO.  — La  Karstenita  se  halla  en  masas  irre- 
gulares en  los  terrenos  de  sedimento  que  contienen  sal  co- 
mún, yeso  ú otros  sulfatos;  así  que,  por  lo  general,  existe  en 
pisos  posteriores  á los  del  yeso,  siendo  resultado  algunas  de 
sus  variedades  del  mismo  yeso  que  ha  perdido  sus  dos  equi- 
valentes de  agua,  habiéndose  convertido  en  sulfato  de  cal 
anhidro.  Existe  la  Karstenita  en  el  Tirol,  en  ciertas  localida- 
des de  los  Alpes,  Wurtemberg,  Vulpino  (Toscana),  y en 
Nueva  Escocia  en  unión  con  margas  irisadas.  En  España  se 
encuentra  en  las  Herrerías  (Vizcaya),  y según  Baranda,  en  la 
isla  de  Luzon  (Filipinas). 

USOS. — En  algunos  sitios,  como  Wurtemberg  y Milán, 
emplean  la  anhidrita  como  piedra  de  construcción  y para 
sustituir  á los  mármoles.  Se  conoce  una  variedad  de  estos 
llamada  mármol  de  Bérgamo  ó bardiglio , que  se  emplea  para 
mesas,  jambas  de  chimenea,  etc. 

BARITINA  O ESPATO  PESADO— sulfato  de 
barita — Fórmula  química  BaO.SO3 

CARACTÉRES. — Esta  especie  mineralógica,  designada 
también  con  los  nombres  de  fósforo  de  Bolonia,  piedra  pesa- 
da, etc.,  ofrece  los  caractéres  esenciales  siguientes : su  forma 
primitiva  es  un  prisma  recto  romboidal,  que  puede  exfoliarse 
con  facilidad  en  dirección  paralela  á las  bases  y caras  del 
prisma;  color  blanco  agrisado,  mezclado,  por  lo  general,  de 
tintas  rojas,  amarillas  ó parduscas,  y brillo  vitreo  ó lapídeo; 
esta  sustancia  raya  á la  caliza  y se  raya  por  el  espato  flúor, 
y su  peso  específico  de  4,5  á 4,7,  siendo,  por  lo  tanto,  el 
mineral  mas  pesado  de  todos  los  lapídeos.  Por  medio  del 
soplete  se  funde  con  muchísima  dificultad  en  esmalte  blan- 
co; si  se  la  mezcla  con  la  sosa  produce  sulfuro  de  bario,  y al 
fundirse  en  la  pinza  comunica  á la  llama  del  soplete  un  co- 
lor amarillento  rojizo;  insoluble  en  el  agua  y en  los  ácidos  é 
inatacable  por  los  carbonatos  alcalinos. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Barita 65,7 

Acido  sulfúrico 34,3 

100,0 


SULFATOS  INSOLUBLES 


7$ 

Variedades.  — La  baritina  puede  decirse  que  es  la 
especie  que  presenta  mayor  número  de  variedades  cristali- 
nas, exceptuando,  no  obstante,  á la  caliza;  asi  que  el  célebre 
Haüy  describe  hasta  veinticuatro  formas  diferentes.  Los  cris- 
tales de  barita  ofrecen,  por  lo  general,  la  forma  de  tablas 
rectangulares  modificadas  casi  siempre  en  sus  aristas,  ó bien 
octaedros  alargados  ó prismas  rectos  de  base  romboidal,  ó 
tablas  romboidales  muy  sencillas,  que  representan  la  forma 
primitiva  de  dicho  mineral.  Todos  estos  cristales  tienen  lus- 
tre vitreo,  incoloros  ó algún  tanto  teñidos  de  azul  rojo  á 
causa  del  óxido  férrico.  Además  de  las  variedades  cristaliza- 
das se  conocen  las  siguientes:  i.a  baritina  de  cresta,  vulgar- 
mente llamada  cresta  de  gallo;  2.a  la  laminar  ú hojosa;  3.a 
fibroso- bacilar;  4.a  fibroso-rachada;  5.a  compacta;  6.a  saca- 
roidea, y 7.a  concrecionada.  La  baritina  de  cresta  está  for- 
mada por  tablas  romboidales  delgadas  y reunidas,  por  lo 
general,  en  la  dirección  paralela  al  plano  que  pasa  por  las 
grandes  diagonales,  imitando  por  su  agrupamiento,  aunque 
de  una  manera  remota,  la  cresta  de  un  gallo.  La  variedad 
laminar  ú hojosa  consta  de  láminas  grandes  ó pequeñas, 
opacas  y de  un  blanco  mate.  La  fibroso-bacilar  está  com- 
puesta de  fibras  gruesas,  rectas  ó reunidas  en  hacecillos) 
siendo  de  color  blanco  y de  brillo  sedoso  ó nacarado.  La 
fibroso  radiada,  llamada  también  fósforo  de  Bolonia,  á causa 
de  que  pulverizada  y echada  en  las  ascuas  fosforece  en  la 
oscuridad,  está  formada  de  fibras  delgadas  que  divergen  del 
centro  á la  circunferencia;  esta  variedad  se  presenta  globu- 
loso-radiada  ó en  forma  de  riñones.  La  compacta  es  de  co- 
lor gris  claro,  semi  trasluciente,  ó bien  negruzca  y bituminí- 
fera,  hallándose,  por  lo  común,  mezclada  con  el  yeso  y espato 
flúor.  La  sacaroidea,  compuesta  de  granos  muy  finos  y de 
color  blanco  agrisado.  Por  último,  la  variedad  concreciona- 
da ofrece  una  subvariedad  que  ha  recibido  el  nombre  de 
piedra  de  tripas , porque  su  aspecto  es  algo  análogo  al  de  los 
intestinos. 

YACIMIENTO.— La  baritina  es  un  mineral  de  los  filo- 
nes metálicos;  abunda  con  especialidad  en  las  minas  de  plo- 
mo, plata,  mercurio  y aun  cobre.  Se  encuentra  en  casi  todos 
los  distritos  mineros  de  Sajonia,  Bohemia,  Saboya,  Hungría, 
Inglaterra,  Francia  y otras  diversas  naciones.  En  España 
la  tenemos  en  Almadén  (Ciudad  Real)  acompañando  al 
cinabrio;  en  Hiende-la-Encina  (Guadalajara)  en  unión  con 
las  diferentes  especies  de  plata;  se  encuentra  además  en 
las  provincias  de  Teruel,  Vizcaya,  Cataluña,  Madrid,  Alme- 
ría, etc.,  y en  las  sierras  de  Guadarrama,  Gador,  Sierra  More- 
na, etc. 

USOS.  Se  emplea  en  los  laboratorios  químicos  para  la 
obtención  de  la  barita  y las  sales  de  este  óxido;  entra  á for- 
mar parte  de  la  composición  de  algunos  vidrios;  se  usa  como 
tundente  en  ciertas  fábricas  de  fundición  de  cobre;  en  algu- 
nos puntos  la  destinan  para  adulterar  el  albayalde,  sustancia 
con  la  que  tiene  grande  analogía.  Finalmente,  algunos  agri- 
cultores ingleses  dicen  que,  después  de  calcinada,  es  prefe- 
rible al  yeso,  para  excitar  la  vegetación  de  las  plantas  que 
forman  prados  artificiales. 

CELESTINA— sulfato  de  estronciana— Fórmula 
química  STO,SCrí 

r IJ  fv  JyVyl/ 

Caracteres.— Esta  especie  tiene  grandes  analogías 
con  la  precedente  con  la  cual  es  isomorfa.  Cristaliza  también 
en  las  mismas  formas  y presenta  iguales  variedades  de  textu- 
ra ) aspecto,  hasta  tal  punto  que,  estudiada  la  baritina,  puede 
decirse  que  se  ha  estudiado  la  celestina.  Sin  embargo,  se 
distinguen,  entre  otros  caractéres,  por  los  siguientes:  las  tablas 
romboidales  de  la  celestina  ofrecen  biseles  mas  obtusos  que  1 


los  de  la  barinita;  el  color,  si  bien  blanco,  suele  ser  también 
azul  celeste,  de  donde  toma  el  nombre  de  celestina;  el  peso 
específico  es  inferior  al  de  la  especie  anterior,  puesto  que 
está  representado  por  3,8  á 3,9;  por  medio  del  soplete  crepita 
en  el  primer  momento,  y después  se  convierte  en  esmalte 
blanco;  por  último,  tratada  por  la  sosa,  produce  un  sulfuro 
de  estroncio;  colora  á la  llama  del  soplete  de  un  rojo  púrpu- 
ra, cuando  se  ha  conservado  fundida  por  algún  tiempo  al  fuego 
de  oxidación,  y se  la  humedece  previamente  con  ácido  hidro- 
clórico. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Estronciana 56,5 

Acido  sulfúrico 43,5 

gA  ’"sr 

VARIEDADES. — Como  se  ha  dicho,  existe  la  variedad 
cristalizada  en  prismas  rectos  romboidales  análogos  á los  de 
baritina,  de  los  que  se  separan  por  sus  biseles  obtusos;  esta 
variedad  suele  ser  incolora,  trasparente,  de  brillo  vitreo  y 
acompañada  del  azufre.  La  fibrosa,  constituida  por  fibras  que 
se  agrupan  entre  sí  en  dirección  paralela,  de  color  azul  claro, 
ó bien  perla  mezclado  de  azul.  La  calcarífera,  compacta  ó 
terrosa,  se  presenta  en  masas  tuberculosas,  de  fractura  esca- 
mosa ó granular,  y cuyo  color  varía  entre  el  blanco  agrisado 
y el  blanco  amarillento;  algunos  riñones  pertenecientes  á 
esta  variedad  han  sufrido  una  especie  de  retracción,  por  lo 
que  se  presentan  en  su  interior  divididos,  á semejanza  de  la 
forma  irregular  denominada  ludus.  La  baritífera  ó barito- 
celestina,  que  está  compuesta  de  masas  radiadas  ó fibrosas,  ó 
bien  en  pequeñas  capas  de  los  terrenos  secundarios  ó meta- 
mórficos. 

YACIMIENTO. — La  celestina,  cuyas  propiedades  mine- 
ralógicas son  tan  idénticas  á las  de  la  baritina,  difiere  mucho 
de  esta  respecto  de  los  caractéres  geológicos.  Su  formación 
es  mas  reciente,  hallándose  muy  rara  vez  en  los  filones  me- 
talíferos; tal  es  lo  que  se  observa  en  Fassa  (Tirol);  la  celesti- 
na no  constituye  venas  en  los  terrenos  graníticos,  así  es  que 
se  encuentra  acompañando  á rocas  basálticas,  y,  mas  espe- 
cialmente, en  los  terrenos  de  sedimento,  apareciendo  desde 
luego  en  estos  en  aquellos  sitios  en  que  desaparece  la  bariti- 
na; pero,  á partir  de  este  punto,  existe  la  celestina  hasta  en 
los  pisos  mas  superiores  de  los  citados  terrenos.  Hay  varie- 
dades de  celestina  cristalizada  en  la  anhidrita  ó vulpinita;  se 
conoce  en  forma  de  riñones  en  ciertas  arenas  de  Bristol 
(Inglaterra)  y en  Escocia:  existen  ejemplares  cristalizados  en 
las  minas  de  azufre  de  Noto  y Mazzara  en  Sicilia,  así  como 
en  la  Católica,  próximo  á Agrigento.  En  España  se  cita  en 
Conil  (Cádiz)  y Hellin  (Albacete). 

USOS. — Se  emplea  en  los  laboratorios  químicos  para  la 
obtención  de  la  estronciana  y sus  sales. 

GÉNERO— FOSFATO 

Se  incluyen  en  este  género  las  especies  formadas  por  la 
unión  del  ácido  fosfórico  con  una  ó mas  bases  metálicas,  y 
que  ofrecen  los  caractéres  siguientes:  minerales  infusibles  ó 
que  se  funden  con  mucha  dificultad  por  medio  del  soplete; 
son  duros,  excepto  la  wavelita,  y se  disuelven  en  el  ácido  ní- 
trico sin  efervescencia,  cuando  se  los  reduce  á polvo.  Fundi- 
dos con  el  carbonato  de  sosa  producen  una  sal  soluble  en  el 
agua  que  precipita  en  blanco  por  el  nitrato  de  plomo,  y en 
amarillo,  por  el  nitrato  argéntico.  Comprende  este  género  las 
siguientes  especies:  i.a  fosforita;  2.a  Wavelita;  3.a  Klaproti- 
na;  4.a  turquesa. 


KLAPROTINA 


79 


FOSFORI  TA — fosfato  de  cal  y fluo-cloruro  de  cal- 
cio.—Fórmula  química  ¿CaO,  PhO5  + Ca  (C1F1) 

CARACTÉRES. — La  fosforita,  que  también  se  la  cono 
ce  con  los  nombres  de  esparraguina  y apatito,  es  isomorfa 
con  el  fosfato  de  plomo  ó piromoríita  y con  la  mimetesa  ó 
arseniato  de  plomo  (i).  Presenta  por  forma  primitiva  un 
prisma  exagonal  sencillo  ó modificado  que  deriva  del  siste- 
ma romboédrico,  exfoliable  con  mucha  dificultad,  siendo  las 
formas  mas  comunes  prismas  exagonales,  dodecaedros  ó los 
mismos  prismas  exagonales  apuntados  por  pirámides  también 
exagonales;  el  color  de  estos  ejemplares  es  el  verde  claro, 
verde  amarillo,  violado,  rojizo  ó blanco  azulado  y de  lustre 
vitreo  análogo  al  de  las  piedras  finas,  por  lo  que  se  llama 
apatito,  de  la  palabra  griega  ( apataio , yo  engaño);  raya  al  es- 
pato flúor  y se  raya  por  la  ortosa,  ocupando  por  esta  razón  el 
número  5 de  la  escala  de  Mohs;  su  peso  especifico  está  re- 
presentado por  3,2;  algunas  de  sus  variedades  echadas  en  las 
ascuas  fosforecen  en  la  oscuridad  (por  lo  que  se  le -ha  deno- 
minado fosforita),  produciendo  ráfagas  luminosas  de  un  color 
amarillo-verdoso.  Se  funde  con  gran  dificultad  al  soplete,  y 
se  reduce  á cal  ú óxido  de  calcio;  se  disuelve  sin  efervescen- 
cia en  el  ácido  nítrico,  y la  disolución  que  resulta,  da  un 
precipitado  blanco,  si  se  la  trata  por  el  oxalato  amónico. 

composición  de  la  de  Logrosan,  según  el  análisis  hecho 
por  los  señores  Peñuelasy  Naranjo 


nuestra  Península,  siendo  desde  luego  los  criaderos  mas  im- 
portantes los  de  Logrosan,  en  la  provincia  de  Cáceres,  y los 
descubiertos  hace  pocos  años  en  las  cercanías  de  esta  misma 
capital  y otros  pueblos  próximos.  Se  halla  la  fosforita  de  Lo- 
grosan en  un  terreno  esencialmente  metamórfico,  en  contac- 
to del  granito  y de  pizarras  del  terreno  silúrico;  en  esta  es- 
pecialidad existen  todas  las  variedades  citadas  de  fosforita,  y 
con  especialidad  las  compactas  y terrosas;  el  mismo  yaci- 
miento tienen  las  fosforitas  de  la  capital  en  donde  existen 
hoy  minas  tan  ricas  ó mas  que  las  célebres  de  Logrosan.  Se 
presenta  también  la  fosforita  en  rocas  volcánicas  notables  en 
Jumilla  (Murcia)  y cabo  de  Gata  (Almería).  Naranjo  la  cita 
en  Losaco  (Zamora),  en  donde  se  presenta  en  un  terreno 
metamórfico.  También  existe  en  Belmez. 

USOS. — Se  emplean  en  joyería  las  variedades  cristaliza- 
das y de  colores  rojo,  violado  ó azulado;  la  compacta  suelen 
destinarla  para  piedra  de  edificar  en  aquellos  sitios  en  que 
se  presenta  muy  abundante.  Pero  la  aplicación  mas  impor- 
tante de  la  fosforita  es  como  abono  de  terrenos,  sobre  todo 
en  aquellos  en  que  se  han  de  desarrollar  el  trigo  y otros  ce- 
reales. Así,  los  labradores  actuales,  y mas  particularmente  los 
de  Inglaterra,  usan  la  fosforita  reducida  á polvo  con  el  ob- 
jeto de  fertilizar  ciertas  tierras;  pero  en  la  mayor  parte  de  los 
casos  se  necesita  convertirla  en  un  fosfato  ácido  de  cal, 
puesto  que  la  fosforita  natural  es  insoluble  en  el  agua,  pero 
se  disuelve  con  facilidad  en  un  líquido  ácido. 


Acido  fosfórico.  . . 

Id.  hidrofluórico.. 
Acido  hidro-clórico. 
Oxido  de  calcio. . . 

Oxido  férrico.  . . 
Sílice  y arcilla.  . . 
Pérdida 


40,12 

2,27 

0,06 

53,05 

0,61 

3,ro 

o,79 

100,00 


Variedades.  - La  cristalizada  en  prismas  de  seis  ó de 
doce  caras  con  apuntamientos  bi-piramidales  y con  diversas 
modificaciones  en  las  aristas  y ángulos;  algunos  ejemplares 
correspondientes  á esta  variedad  son  incoloros  y trasparentes; 
pero,  por  lo  general,  ofrecen  un  color  verde  amarillento 
de  espárrago,  por  lo  que  fué  denominada  por  Haüy,  es- 
parraguina. La  compacta  o terrosa,  ó sea  la  fosforita  propia- 
mente dicha,  se  presenta  blanca  o amarillenta  con  manchas 
rojas;  esta  variedad  es  la  que  fosforece  en  realidad  echada 
sobre  las  ascuas,  habiendo  algunos  ejemplares  que  producen 
chispas  con  el  eslabón  á causa  de  cierta  cantidad  de  sílice 
que  contienen,  por  lo  que  Haüy  los  llamó  cales  fosfatadas 
cuarcíferas.  La  mamelonada,  estalactítica  ó reniforme,  afecta 
la  forma  de  concreciones  de  color  pardo  y de  fractura  fibro- 
sa muy  fina,  análoga  á la  de  algunas  variedades  de  baritina. 

YACIMIENTO. — La  fosforita  se  encuentra  como  ele- 
mento accidental  en  las  rocas  graníticas,  gneis,  pizarras, 
etcétera,  y también  en  pequeños  filones  en  los  granitos  co- 
munes, en  la  pegmatita  y acompañada,  por  lo  común,  de  la 
casiterita  ú óxido  de  estaño  en  las  cercanías  de  Limoges 
(b  rancia),  en  Cornouailles,  en  Bohemia,  Sajonia  y otros  pun- 
tos. Se  halla  en  riñones  ó bolsadas  en  el  Tirol,  Suiza,  en 
contrándose  también  en  rocas  volcánicas  en  el  departamento 
del  Herault,  Beaulieu,  Bocas  del  Ródano  y otras  localidades 
de  Francia.  En  el  Canadá  se  ha  descubierto  hace  unos  vein- 
ticinco años  un  criadero  de  fosforita  en  una  caliza  del  terre- 
no silúrico.  Pero  en  donde  mas  abunda  este  mineral  es  en 


WAVELITA — fosfato  hidratado  de  alumina — Fórmula 
química  (APO3)4,  (PhO5)4  -s-  18HO  | APO3,  (HO)3 

CARACTERES.  — La  Wavelita,  llamada  asi  por  haber 
sido  dedicada  al  doctor  Wavell,  que  fué  el  primero  que  la 
descubrió,  cristaliza  en  prismas  romboidales  rectos  pertene- 
cientes al  tercer  sistema  cristalino,  presentándose  en  realidad 
en  agujas  muy  finas  que  constituyen  formas  apezonadas, 
globosas  ó estalactíticas ; su  color  es  el  blanco  verdoso  ó 
amarillento  mas  ó menos  pardusco;  brillo  vitreo,  raya  con 
dificultad  á la  caliza  y tiene  un  peso  específico  representado 
por  2,3  á 2,5.  Por  la  acción  del  soplete  se  entumece,  pero 
no  se  funde,  y adquiere  un  color  blanco  de  nieve;  reducida 
á polvo  se  disuelve  sin  efervescencia,  mediante  el  calor,  en 
los  ácidos  nítrico  y sulfúrico. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Alúmina. 38,0 

Acido  fosfórico.  . . ..  . . 35,3 

Agua 26,7 

- 100,0 

VARIEDADES. — La  variscita  y la  peganita  de  Breit- 
haupt  pueden  considerarse,  la  primera  como  una  variedad 
amorfa  de  la  Wavelita,  y la  segunda  como  esta  misma  espe- 
cie que  se  presenta  en  costras  cristalinas  formadas  por  pe- 
queñas agujas  prismáticas  de  color  verde;  por  último,  la 
I*  ischerita  de  Hermann  se  diferencia  únicamente  de  la  Wa- 
velita en  que  contiene  agua  en  menor  cantidad. 

YACIMIENTO. — Se  encuentra  en  las  hendiduras  ó ca- 
vidades de  las  pizarras  arcillosas  en  Devonshire  y Cornouai- 
lles (Inglaterra),  Sajonia,  Hungría,  Groenlandia,  Estados- 
Unidos,  Brasil,  México,  etc. 

KLAPROTINA  ó lazulita  de  los  alemanes 


CARACTÉRES.  — Esta  sustancia,  denominada  también 
feldespato  azul  y azurita,  presenta  por  forma  primitiva  un 


( 1 ) Véase  el  género  Plomo. 


« 


SULFATOS  INSOLUBLES 


8o 

prisma  recto  romboidal  correspondiente  al  tercer  sistema;  su 
color  es  azul  celeste,  lustre  vitreo  y algo  trasluciente  en  los 
bordes;  raya  á la  fosforita,  siendo  su  dureza  muy  idéntica  á 
la  del  feldespato  ortosa,  y el  peso  específico  de  3,05.  Infusi- 
ble al  soplete  por  sí  sola  é insoluble  en  los  ácidos;  da  agua 
y pierde  la  coloración  cuando  se  la  calcina. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Alúmina 

Acido  fosfórico.  . . . 

Magnesia. 

Cal  y óxido  de  hierro.  . 

Sílice, 

Agua. 


34,5° 


Varieda 

dad  llamada  childrenl 


3 conoce  actualmente  la  varie- 
mineral  que  se  halla  en  pequeños 
cristales  amarillos  ó pardo-amarillentos  de  lustre  vitreo  ó 
resinoso,  cuyos  cristales  son  octaedros  de  base  rombal 
Yacimiento. — Se  halla  la  klaprotina  en  las  pizarras 
osas  en  Werfen  (Salzburgo),  en  el  Valais  (Suiza),  en 
-Geraes  (Brasil),  en  Voreau  (Estiria)  y en  algunos  otros 
del  extranjero.  La  childrenita  se  encuentra  acompa- 
la  de  la  fosforita,  siderosa  y pirita  de  hierro  en  Devon- 
shire  y Cornouailles  (Inglaterra). 

r-r 

TURQUESA  — FOSFATO  DE  ALUMINA  HIDRATADO  CON  ÓXI- 
DO DE  COBRE  QUE  SIRVE  DE  MATERIA  COLORANTE. — 

CARACTÉRES. — Esta  sustancia,  conocida  también  con 
los  nombres  de  calaíta,  agafita  y jonita,  es  muy  parecida  á 
las  dos  especies  anteriores,  no  solo  por  su  color  azul  y otros 
caractéres  exteriores,  sino  por  su  composición  química.  La 
turquesa,  sin  embargo,  no  se  conoce  cristalizada;  ofrece, 
como  se  ha  dicho,  un  color  azul  mas  ó menos  intenso  ó ver- 
de, siendo  algo  traslúcida  en  los  bordes:  raya  al  vidrio  y se 
deja  rayar  por  el  cuarzo;  su  peso  específico  es  de  2,8.  Infu- 
sible á la  acción  del  soplete  é inatacable  por  los  ácidos. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Alumina. 

Acido  fosfórico 

Agua 

Oxido  de  cobre 

Idem  de  hierro  y manganeso. . 
Fosfato  de  cal . I ^ 


Uí 


Esta  composición  varía  bastante  en  las  variedades  que  se 
conocen  de  turquesas,  hasta  el  punto  que  no  puede  darse  de 
ellas  una  fórmula  bien  definida;  los  mejores  análisis  han 
demostrado,  no  obstante,  que  domina  en  todas  ellas  el  fos- 
fato de  alumina,  existiendo  al  propio  tiempo  un  18  á 19 
por  100  de  agua;  pero  el  fosfato  de  cal  y el  óxido  de  cobre 
entran  en  cantidades  variables  según  los  ejemplares  que  se 
analicen. 

VARIEDADES.— Se  distinguen  en  el  comercio  dos  cía 
ses  de  turquesas,  á saber : turquesa  de  roca  antigua  ó calaíta, 
llamada  también  turquesa  oriental,  y la  odontolita  ó turque- 
sa occidental  ó de  roca  moderna:  la  primera  se  encuentra 
en  pequeños  riñones  en  arcillas  ferruginosas,  siendo  sus  ca- 
ractéres los  generales  de  la  especie;  la  segunda,  procede  de 


dientes  fósiles  de  mastodontes  y otros  mamíferos,  teñidos  de 
un  azul  verdoso  por  el  fosfato  de  hierro;  es  mas  blanda  que 
la  calaíta  y se  electriza  sin  estar  aislada;  se  funde  por  medio 
del  fuego  y se  disuelve  con  efervescencia  en  el  ácido  nítrico; 
consta  de  fosfato  y carbonato  de  cal  hidratado  y de  fosfato 
ferroso. 

YACIMIENTO. — La  calaíta  se  halla  en  calizas  arcillosas 
ó ferruginosas  en  Korasan  (Persia),  en  bilesia  y Sajonia;  la 
odontolita  en  Gascuña  (Francia),  Rusia,  Siberia  y Sajonia. 

APLICACIONES.— Se  emplean  una  y otra  variedad 
como  piedras  de  adorno,  siendo  la  primera  muy  estimada 
en  la  joyería;  se  talla  en  cabujón  y se  monta  frecuentemente 
rodeada  de  rubíes  ó brillantes  pequeños,  se  vende  á precios 
bastante  elevados  que  varían  según  la  naturaleza  y belleza  de 
sus  tintes.  La  odontolita  reemplaza  á la  calaíta  aunque  en 
realidad  nunca  es  tan  apreciada;  se  distinguen  desde  luego 
en  que  expuesta  la  odontolita  á la  luz  de  una  bujía  ofrece  un 
color  azul  agrisado,  mientras  que  la  calaíta  conserva  su  color 
azul  característico  (1). 

GÉNERO — ARSENIATO 

Comprende  minerales  sólidos  que  desprenden  olor  de  ajos 
cuando  se  les  calienta  mezclados  con  carbón.  Mediante  la 
fusión  con  el  carbonato  sódico  producen  una  sal  soluble  en 
el  agua,  cuya  disolución,  separado  el  ácido  carbónico,  da  un 
precipitado  rojo  pardusco  por  el  nitrato  argéntico  y blanco 
por  el  nitrato  de  plomo.  En  este  género  solo  se  estudia  una 
especie,  porque  los  demás  compuestos  de  ácido  arsénico  y 
de  una  ó mas  bases  corresponden  á la  clase  de  los  metales. 

FARM  ACOLITA— arseniato  de  cal  hidratado — Fór- 
mula química  2CaO,  As05+6H0 

CARACTÉRES. — Esta  especie,  que  resulta  siempre  de 
la  descomposición  de  otros  minerales  de  arsénico,  se  presenta 
por  lo  general,  en  agujas  ó pequeñas  masas  apezonadas  de 
estructura  fibrosa;  los  cristales  ó agujas  derivan  de  un  prisma 
romboidal  oblicuo  simétrico;  su  color  es  blanco  y algunas 
veces  ligeramente  rosáceo,  debido  á la  mezcla  con  el  arseniato 
de  cobalto;  lustre  vitreo  y algo  sedoso ; raya  al  yeso  y se  raya 
por  la  caliza,  siendo  su  peso  específico  de  2,7.  Colocada  esta 
sustancia  sobre  el  carbón,  y expuesta  á la  acción  del  soplete, 
desprende  el  olor  de  ajos,  se  funde  en  esmalte  blanco  y se 
disuelve  sin  efervescencia  en  el  ácido  nítrico.  El  análisis  ha 
demostrado  que  es  un  arseniato  de  cal  con  23  ó 24  partes 
de  agua;  de  esta  composición  ha  tomado  el  nombre  de  far- 
macolita,  que  significa  piedra  venenosa. 


: II 


COMPOSICION  EN  PES 


do  de  calcio. 


•„:on 


Acido  arsénico.  . . . 50,54 

Agua 24,46 

100,00 

V ARIEDADES. — Se  encuentra  únicamente,  como  se  ha 
indicado,  en  agujas  ó formas  apezonadas  de  estructura 
fibrosa. 

YACIMIENTO. — Hállase  en  las  minas  arsenicales,  sobre 
todo  en  las  de  cobalto  en  Wittchen  (Suabia),  en  el  Hesse, 
Harz  y en  los  Vosgos. 

La  Haidingerita  no  es  mas  que  un  arseniato  de  cal  con 


( 1 ) La.  turquesa  considerada  como  piedra  fina  debe  figurar  al  lado 
de  los  rubíes,  topacios,  esmeraldas,  etc. 


SAL  COMUN 


menos  agua  que  la  especie  anterior;  esta  sustancia,  muy  rara 
en  la  naturaleza,  se  encuentra  en  Bohemia  y en  el  Hesse. 

GÉNERO  — NITRATO 

Comprende  este  género  minerales  anhidros  que  tienen  la 
propiedad  de  deflagrar  ó de  activar  la  combustión;  mezcla- 
dos con  limaduras  de  cobre  y tratados  por  el  ácido  sulfúrico, 
desprenden  vapores  rojos  ó rutilantes.  Corresponden  á este 
género  dos  especies,  á saber:  nitro  ó salitre  y nitratina  ó nitro 
cúbico. 


tiéndolas  á diversas  disoluciones  y cristalizaciones.  Hoy  dia 
se  consigue  tener  nitro  artificial  sin  mas  que  convertir  el  ni- 
trato sodico  <5  cúbico  en  nitrato  potásico:  para  ello  basta  tra- 
tar el  primero  por  el  cloruro  potásico,  formándose  así  nitrato 
potásico  y sal  común.  En  España  existen  hoy  varias  fábricas 
de  nitro,  tales  son  entre  otras  las  de  Alcázar  de  San  Juan, 
Tembleque,  Alcaraz  y Lorca. 

NITRATINA  Ó NITRATO  CÚBICO -Fórmula 
química  NaO,No5 


NITRO  Ó SALITRE  — nitrato  de  potasa  — KO,NOs 

CARACTÉRES. — El  nitrato  se  presenta  comunmente 
en  eflorescencias  de  color  blanco,  ó en  agujas  cristalinas  que 
derivan  del  tercer  sistema  ó sea  de  un  prisma  romboidal 
recto;  se  cristaliza  en  los  laboratorios  en  prismas  exagonales 
ó especies  de  tablas  rectangulares  biseladas  en  sus  bordes, 
cuyas  formas  son  muy  parecidas  á algunas  del  aragonito;  el 
lustre  de  estos  cristales  es  el  vitreo,  dureza  inferior  á la  del 
carbonato  de  cal  y peso  específico  de  1,9.  Si  se  echa  sobre 
las  ascuas  tiene  la  propiedad  de  deflagrar  y activar  la  com- 
bustión; su  sabor  salado,  fresco  y algo  picante;  soluble  en 
tres  veces  su  peso  de  agua  fria  y en  la  mitad  de  agua  calien- 
te. Si  se  disuelve  una  corta  cantidad  de  nitro  en  el  agua 
produce,  cuando  se  la  trata  por  el  cloruro  platínico,  un  pre- 
cipitado amarillo  de  canario. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Potasa.  . . 

Acido  nítrico. 


.....  46,56 

53.44 

100,00 

VARIEDADES. — Se  halla  en  la  naturaleza  en  eflores- 
cencias constituidas  por  lo  general  de  fibras  muy  delgadas, 
ó bien  en  fibras  finas  traslúcidos  ó trasparentes  y de  color 
blanco. 

YACIMIENTO.- Se  encuentra  el  nitro,  en  las  formas 
indicadas,  en  rocas  calizas  de  algunas  grutas  de  la  Pulla  (Ita- 
lia), y Kentucky  (Estados  Unidos);  en  una  caliza  de  Miser- 
ghin,  entre  Orán  y Tremecen  (Africa)  y en  la  creta  de  Rouen 
(Francia);  en  las  llanuras  del  Egipto,  Persia,  India,  cercanías 
de  Pekin,  y en  las  playas  del  mar  Caspio.  Se  halla,  además, 
en  los  muros  y paredes  viejas,  sitios  oscuros  y húmedos,  en 
los  que  existan  materias  orgánicas  en  descomposición.  Se 
presenta  también  en  algunos  puntos  unido  al  nitrato  de  cal 
formando  lo  que  se  llama  salitre  propiamente  dicho.  En  Es- 
paña existe  el  nitro  en  varios  pueblos  del  reino  de  Aragón, 
Tembleque  (Toledo),  Alcázar  de  San  Juan  y Hembrilla 
(Ciudad  Real);  se  halla,  además,  en  Murcia,  Málaga,  Grana- 
da, Cataluña  y Asturias;  en  Calatayud  (Zaragoza)  está  aso- 
ciado á la  epsomita. 

USOS. — El  nitro  es  una  de  las  sustancias  de  mayor  inte- 
rés, bajo  el  punto  de  vista  químico  é industrial;  se  emplea 
desde  luego  como  fundente  de  muchos  cuerpos,  y entra  en 
la  composición  de  varios  vidrios  y medicamentos:  en  peque- 
ñas dosis  se  usa  en  Medicina  como  diurético  y refrigerante; 
se  destina  en  Química  para  la  preparación  de  los  ácidos  ní- 
trico y sulfúrico;  siendo  su  aplicación  mas  importante  en 
unión  del  azufre  y carbón,  para  fabricar  la  pólvora;  puede 
servir  también  para  el  abono  de  algunas  tierras. 

Se  obtiene  el  nitro  mediante  la  lexivacion  de  las  tierras 
salitrosas,  las  cuales  se  evaporan  hasta  que  constituyen  cris- 
tales prismáticos  de  nitro  puro;  después  se  las  purifica  some- 
Tomo  IX 


CARACTÉRES. — Este  mineral,  cuyas  propiedades  son 
muy  análogas  á las  de  la  especie  anterior,  cristaliza  por  en- 
friamiento en  un  romboedro  obtuso  que  se  deriva  del  cuarto 
sistema;  su  color  es  el  blanco  agrisado,  lustre  vitreo,  algo 
delicuescente,  y de  sabor  salado  y amargo;  la  dureza  es  idén- 
tica á la  del  nitro,  y su  peso  específico  de  2,1.  Echada  sobre 
las  ascuas  se  funde,  y disuelta  en  el  agua  no  da  precipitado 
amarillo  por  el  cloruro  platínico. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Oxido  de  sodio. 
Acido  nítrico. 


36,6 

63.4 

100,0 


VARIEDADES.— Se  presenta  por  lo  común  en  masas 
granudas  y algunas  veces  en  cristales  romboédricos,  pudien- 
do  obtenerse  artificialmente  estos  romboedros. 

YACIMIENTO. — Se  halla  en  Bolivia  ó alto  Perú,  en 
donde  constituye  una  capa  de  un  metro  de  espesor,  que  se 
extiende  en  un  espacio  de  mas  de  cuarenta  leguas  de  longi- 
tud: en  este  punto  se  presenta  en  granos  cristalinos,  de  lus- 
tre vitreo  y diseminados  en  una  especie  de  arcilla.  El  nitro 
cúbico  de  esta  localidad  no  es  completamente  puro,  puesto 
que  en  100  partes  contiene  28  de  sal  común  y 3 de  sulfato 
sódico. 

Usos.— Sirve  para  la  obtención  del  ácido  nítrico:  se  ha 
tratado  también  de  utilizarle  para  fabricar  la  pólvora,  pero 
se  ha  desechado  á causa  de  sus  propiedades  delicuescentes. 

GÉNERO—  CLORURO 

Si  se  tratan  las  especies  mineralógicas  comprendidas  en 
este  grupo  por  el  ácido  sulfúrico,  desprenden  vapores  de 
ácido  clorhídrico.  Son  todas  solubles  en  el  agua,  y tratada  á 
su  vez  esta  disolución  por  el  nitrato  argéntico,  da  un  preci- 
pitado blanco  (cloruro  argéntico)  insoluble  en  los  ácidos  y 
soluble  en  el  amoniaco.  Las  especies  incluidas  en  este  género 
pueden  reducirse  á las  dos  siguientes:  primera,  sal  común* 
segunda,  sal  amoniaco. 

SAL  COMUN  O SAL  GEMA — cloruro  de  sodio  — 
Fórmula  química  NaCl 

CARACTÉRES.— Esta  sustancia,  que  recibe  además  los 
nombres  de  sal  común , sal  de  cocina , etc.,  se  distingue  por 
las  propiedades  siguientes:  su  forma  primitiva  es  el  cubo 
correspondiente  al  sistema  cúbico,  y rara  vez  en  un  rombo- 
dodecaédrico,  pero  puede  cristalizar  en  octaedros  ó cubos 
octaedros  por  medios  artificiales,  y si  la  evaporación  del  agua 
se  efectúa  de  un  modo  rápido,  resultan  especies  de  pirámides 
huecas;  las  formas  cúbicas  y las  masas  laminares  se  exfolian 
con  facilidad  en  dirección  paralela  á las  caras  produciendo 
verdaderos  cubos.  La  sal  común  rara  vez  es  completamente 
diáfana;  incolora,  rojiza  ó de  color  de  carne,  agrisada  ó teñida 


11 


82 


SULFATOS  INSOLUOLES 


en  ciertos  ejemplares  de  azul,  y aun  de  verde  por  materias 
bituminosas,  óxidos  de  hierro  ó animales  infusorios;  raya  al 
yeso,  aunque  con  dificultad,  y se  raya  por  la  caliza,  siendo 
su  peso  específico  de  2,2.  Se  le  considera  como  uno  de  los 
cuerpos  esencialmente  diatermanos , es  decir,  que  deja  pasar 
el  calor  radiante,  ó lo  que  es  lo  mismo,  que  es  el  cuerpo  mas 
trasparente  para  el  calor.  Echada  esta  sustancia  en  las  ascuas 
tiene  la  particularidad  de  decrepitar,  esto  es,  de  saltar  y re- 
ducirse á fragmentos  mas  pequeños,  apagando  ó disminu- 
yendo al  propio  tiempo  la  combustión;  dicho  carácter  se 
observa  mas  bien  en  los  ejemplares  de  sal  común  proceden- 
tes de  la  evaporación  de  las  aguas  saladas,  cuyos  ejemplares 
contienen  una  cantidad  de  agua  mas  ó menos  considerable. 
Por  medio  de  una  temperatura  elevada  se  volatiliza  sin  dejar 
ningún  residuo ; es  casi  tan  soluble  en  el  agua  fria  como  en 
la  caliente,  por  lo  que  no  es  susceptible  de  cristalizar  por 
medio  del  enfriamiento,  propiedad  notable,  puesto  que  per- 
mite separar  este  cuerpo  de  las  demás  sales  con  quienes  está 
unido,  y sobre  todo  del  nitro  ó del  nitrato  de  potasa,  cuya 
solubilidad  crece  en  relación  con  la  temperatura.  Tratada  la 
disolución  acuosa  por  el  nitrato  argéntico,  se  obtiene  un 
precipitado  blanco  coaguloso,  análogo  á la  leche  cortada, 
cuyo  precipitado  es  insoluble  en  los  ácidos  y soluble  en  el 
amoniaco.  Si  se  trata  la  misma  solución  acuosa  por  el  ácido 
sulfúrico,  se  produce  sulfato  de  cal  y ácido  hidroclórico. 

El  carácter  distintivo  por  excelencia  de  la  sal  común,  es 
su  gran  solubilidad  y su  sabor  salado,  agradable  y suigencris. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Sodio.  I . / r.  39,35 

Cloro 60,65 

100,00 

VARIEDADES. — Cristalizada  en  cubos  perfectos,  los 
cuales  por  medio  de  la  exfoliación  ó choque  dan  cubos  mas 
pequeños;  estos  cristales  de  sal  común  ofrecen  el  carácter 
de  la  delicuescencia  en  alto  grado,  así  que  sus  aristas  y án- 
gulos sólidos  en  contacto  del  aire  se  redondean,  llegando  á 
disolverse  por  completo  en  el  agua  si  los  fragmentos  son  pe- 
queños y se  hallan  expuestos  por  algún  tiempo  á la  acción 
de  una  atmósfera  cargada  de  humedad;  existen  también, 
aunque  rara  vez,  ejemplares  cristalizados  en  dodecaedros  rom- 
boidales. La  variedad  infundibuliforme  compuesta  de  pirá- 
mides cuadrangulares,  huecas,  cuyas  caras  interiores  y exte- 
riores ofrecen  estrías  profundas  en  la  dirección  paralela  á la 
base.  La  laminar  que  se  presenta  en  masas  de  estructura 
hojosa  ó laminar.  La  lamelosa,  formada  de  hojas  ó láminas 
mas  pequeñas  qne  las  de  la  variedad  anterior.  La  granuda, 
constituida  de  masas  de  estructura  de  grano  fino  ó grueso. 
La  fibrosa,  que  se  presenta  en  masas  compuestas  de  fibras 
paralelas  ó divergentes  y rectas,  ó mas  ó menos  curvilíneas. 

YACIMIENTO. — La  sal  común  se  encuentra  en  abun- 
dancia esparcida  en  la  naturaleza  y en  relación  con  su  utili- 
dad en  la  economia  doméstica  é industrial.  Se  presenta  cons- 
tantemente en  dos  diversos  estados,  á saber:  ó en  estado 
sólido,  en  cuyo  caso  recibe  el  nombre  particular  de  sal  gema 
ó sal  piedra,  ó bien  disuelta  en  las  aguas  del  mar,  de  algunos 
lagos  y de  varios  manantiales  y fuentes,  la  cual  recibe  á su 
vez  el  nombre  de  sal  marina  ó sal  mara.  Se  encuentra  la  sal 
común  sólida  en  España  en  toda  clase  de  terrenos  de  sedi- 
mento desde  el  triásico  hasta  el  terciario  inclusive.  Así,  por 
ejemplo,  la  tenemos  en  el  terreno  triásico,  y en  forma  de  es- 
tratos ó capas  que  alternan  con  otras  de  yeso,  arcillas,  mar- 
gas ó dolomías,  en  Minglanilla,  Monovar,  Villena  y Valtierra; 
existe  formando  grandes  masas  en  el  piso  numulítico  inferior 
del  terreno  terciario  en  Cardona  (Barcelona),  y en  el  Alto 


Aragón.  Se  encuentra  también  en  terrenos  volcánicos,  tales 
como  los  de  Pozas  (Burgos).  Por  último,  existen  criaderos  de 
sal  común  en  Onda,  Sarrion,  Pancorvo,  Pinoso,  etc.  En  Vi- 
llaviciosa,  Infiesto  y Sariego  (Asturias),  en  Cabezón  (San- 
tander), Cienpozuelos  (Madrid),  San  Pedro  de  Pinatar 
(Murcia)  y otros  varios  puntos  se  halla  disuelta  en  las  aguas 
ó en  ciertos  lagos  salados. 

Asimismo,  existe  sal  común  en  el  extranjero,  desde  el  piso 
silúrico  superior  hasta  los  terrenos  terciarios,  siendo  desde 
luego  el  criadero  mas  abundante  el  célebre  de  Wielizka  (Po- 
lonia), que  está  enclavado  en  los  pisos  inferiores  del  terreno 
terciario,  cuyo  criadero  viene  explotándose  desde  el  año  1251; 
la  sal  común  de  esta  localidad  se  halla  acompañada  de  lig- 
nito, teniendo  la  propiedad  algunos  ejemplares  de  desprender 
hidrógeno  carbonado  por  medio  de  la  acción  del  fuego;  son 
notables  los  depósitos  de  sal  común  de  Vic  (Francia),  Setu- 
bal  (Portugal),  Nonvich  (Inglaterra),  Baviera  y Wurtemberg 
(Alemania),  Salzburgo  y Tirol  y otros  muchos  que  pudieran 
enumerarse.  La  mayor  parte  de  los  criaderos  que  se  conocen 
de  esta  sustancia  corresponden  al  terreno  triásico,  por  lo  que 
algunos  geólogos  le  designan  con  el  nombre  de  terreno  sa- 
lífero. 

Las  dos  terceras  partes  de  sal  común  que  se  consumen  en 
la  economía  doméstica,  industria,  etc.,  proceden  de  las  aguas 
del  mar.  Para  extraer  la  sal  marina  de  estas  aguas,  y aun  de 
los  lagos  salados,  se  siguen  dos  procedimientos  distintos:  el 
primero  consiste  en  exponer  las  aguas  á temperaturas  muy 
bajas,  por  cuyo  medio  se  congelan  constituyendo  una  capa 
sólida  que  apenas  contiene  sal  común,  mientras  que  la  parte 
líquida  lleva  la  totalidad  de  este  cuerpo;  este  procedimiento 
solo  se  usa  en  los  países  fríos,  tales  como  en  las  costas  del 
mar  Blanco. 

El  segundo  procedimiento,  que  es  el  que  se  emplea  en  las 
regiones  cálidas  y templadas,  consiste  en  la  evaporación  es- 
pontánea de  las  aguas  del  mar  en  estanques  ó charcas  poco 
profundas  y de  gran  superficie.  Son  notables  en  España  las 
salinas  de  San  Fernando  (Cádiz),  Alfaques  (Tarragona),  Ibiza 
y Formentera  (Islas  Baleares)  y Torrevieja  (Alicante),  siendo 
la  producción  de  esta  última  tan  considerable  que  puede 
elevarse  á la  cantidad  que  se  quiera. 

USOS. — Numerosas  é importantes  son  las  aplicaciones  de 
este  cuerpo;  se  emplea  desde  la  mas  remota  antigüedad  para 
sazonar  y condimentar  los  alimentos,  siendo,  por  lo  tanto, 
objeto  de  un  gran  comercio  y consumo  en  todos  los  países  del 
globo.  Todo  el  mundo  sabe  lo  favorable  que  es  la  sal  común 
para  ciertos  animales,  sobre  todo  para  los  rumiantes  que  la 
buscan  con  avidez,  pudiendo  considerarse  como  una  sustan- 
cia necesaria  á la  vida  de  estos  seres.  Se  usa  la  sal  común  en 
Química  para  la  extracción  de  la  sosa  artificial  y del  sulfato 
de  sosa;  para  la  obtención  del  ácido  hidroclórico,  del  cloro 
y de  los  cloruros  decolorantes  y para  beneficiar  los  minerales 
de  plata.  Sirve  además  para  el  abono  de  ciertas  tierras,  por 
cuya  razón  en  algunos  sitios  de  la  costa  cantábrica  acostum- 
bran á echar  en  las  tierras  algas  y despojos  ó desperdicios 
de  salazón  de  pescados;  sin  embargo,  debe  tenerse  en  cuenta 
que  en  una  tierra  que  contenga  mas  de  0,02  de  sal  común, 
no  se  dan  bien  las  plantas  barrilleras.  Se  emplea  la  sal  común 
para  la  conservación  de  las  carnes,  pescados,  para  disminuir 
la  combustibilidad  de  las  maderas  de  construcción  sumer- 
giéndolas préviamente  en  aguas  saladas.  Por  último,  se  usa 
en  Medicina  ya  sea  al  interior  ó al  exterior  como  refrigeran- 
te, desinfectante  y revulsiva. 

SAL  AMONLACO — cloruro  amónico —Fórmula  química 

NH3C1 

CARACTÉRES. — Esta  especie,  denominada  también  sal 


FLUORINA 


miac,  sal  de  Tartaria  y sal  volátil,  se  presenta  rara  vez  cris- 
talizada en  trapezoedros  del  sistema  cúbico;  por  lo  general, 
se  halla  en  costras  pequeñas  de  estructura  fibrosa  y de  color 
gris;  raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  siendo  su  peso  es- 
pecífico de  1,5.  Proyectada  en  las  ascuas  desprende  vapores 
densos  y se  volatiliza  por  completo:  soluble  en  seis  veces  su 
peso  de  agua  fria  á la  que  comunica  un  sabor  picante;  tra- 
tada la  disolución  acuosa  por  el  nitrato  argéntico,  se  forma 
un  precipitado  blanco,  que  no  es  mas  que  el  cloruro  de  plata, 
insoluble,  como  se  ha  dicho,  en  los  ácidos  y soluble  en  el 
amoniaco.  Se  reconoce  la  sal  amoniaco  porque  desprende 
olor  amoniacal  cuando  se  la  mezcla  con  cal  <5  potasa  cáustica. 


COMPOSICION 

Amoniaco.  . • . . . 

Acido  hidroclórico.  . . 


3í,So 

38,20 


100,00 


VARIEDADES.  — Se  presenta  pocas  veces  cristalizada 
en  octaedros  ó trapezoedros  mas  ó menos  sencillos  ó modi- 
ficados; por  lo  común,  se  encuentra  en  masas  fibrosas  y en 
concreciones  mas  ó menos  estalactíticas,  ó formando  costras 
de  variable  espesor  y compuestas  de  granos  ó de  fibras  di- 
vergentes y entremezcladas. 

YACIMIENTO. — Existe  la  sal  amoniaco  en  ciertos  ter- 
renos ulleros  de  Saint-Etienne  (Francia),  en  los  volcanes  del 
Etna,  Vulcano  y Vesubio,  y en  los  azúfrales  de  Pozzuolo  y 
del  Asia  central;  en  los  volcanes  antiguos  de  este  último 
punto  se  halla  la  sal  amoniaco  constituyendo  grandes  depó- 
sitos que  son  explotados  en  ciertas  épocas  del  año  por  las 
caravanas,  por  cuya  razón  se  la  designa  con  el  nombre  de 
sal  de  Tartaria  ó de  las  caravanas.  La  mayor  parte  de  sal 
amoniaco  que  se  consume  en  el  comercio  se  obtiene  artifi- 
cialmente, ya  sea  por  medios  directos,  ya  aprovechando  los 
restos  de  diferentes  operaciones  de  productos  químicos. 

Usos. — Se  emplea  en  Química  para  la  preparación  del 
amoniaco;  para  la  limpieza  de  los  metales,  sobre  todo  del 
cobre  y en  el  estañado  de  este  mismo  metal  y de  otros  va- 
rios. Se  utiliza  además  en  tintorería,  y en  Medicina  se  ad- 
ministra como  refrigerante  y estimulante. 

GÉNERO — FLUORURO 

Reducidos  á polvo  los  minerales  incluidos  en  este  género 
y tratados  par  medio  del  ácido  sulfúrico,  desprenden,  ele- 
vando la  temperatura,  ácido  hidrofluórico,  que  se  reconoce 

I or  la  particularidad  que  tiene  de  corroer  el  vidrio.  La  única 
especie  de  este  género  es  la  fluorina. 


JU 


FLUORINA  O ESPATO  FLU 
Fórmula  química  CaFl 


CAR  AGTÉRES. — La  forma  mas  general  del  espato  flúor 
es  el  cubo  perfecto  ó mas  ó menos  modificado  en  sus  aristas 
y ángulos  sólidos;  se  presenta  también  en  cristales  octaédri- 
cos, dodecaédricos  y aun  en  exatetraedros,  siendo  su  forma 
primitiva  el  octaedro  regular  del  primer  sistema.  La  fluorina 
ofrece  lustre  vitreo,  trasparente  y notable  por  la  viveza  y 
diversidad  de  colores,  puesto  que  hay  ejemplares  incoloros, 
verdes,  amarillentos,  violados  y rojizos:  raya  á la  caliza  y se 
raya  por  la  fosforita,  ocupando  el  cuarto  lugar  en  la  escala 
relativa  de  Mohs,  estando  representado  su  peso  específico 
por  3,1  á 3,2.  Algunas  de  sus  variedades  fosforecen  por  la 
elevación  de  la  temperatura,  produciendo  ráfagas  luminosas 
blanco-azules  ó verdosas;  por  cuyo  carácter  se  las  denomina 


83 

clorofanas.  Decrepita  por  la  acción  del  calor;  funde  al  soplete 
en  una  perla  opaca  y casi  siempre  blanca;  soluble  en  caliente 
en  el  ácido  sulfúrico  con  desprendimiento  del  ácido  hidro- 
fluórico y formación  de  sulfato  de  cal. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Oxido  de  calcio.  . . . 
Acido  hidrofluórico. 


72,14 

27,86 


100,00 


Variedades. — La  fluorina  se  presenta  cristalizada  en 
cubos  perfectos  ó modificados  en  sus  aristas  y ángulos;  son 
raras  las  formas  secundarias,  pudiendo  reducirse  al  octaedro 
y al  exatetraedro;  todos  estos  cristales  pueden  ser  incoloros, 
ó bien  amarillos,  verdes,  morados  y rojizos;  algunos  ejempla- 
res son  dicroitas,  es  decir,  que  mirados  por  refracción  ofrecen 
un  color  verde,  y azul  violado  por  reflexión.  La  variedad 
concrecionada  se  halla  compuesta  de  capas  blancas  que  al- 
ternan con  otras  moradas,  formando  ángulos  entrantes  y sa- 
lientes á la  manera  de  los  que  se  observan  en  el  cuarzo  ama- 
tista compacto  ó concrecionado.  La  fluorina  compacta,  de 
fractura  mate  con  tintas  blancas,  moradas  y azules.  La  gra- 
nular ó terrosa  se  presenta  en  masas  de  poca  consistencia. 
La  laminar  constituida  por  grandes  ó pequeñas  láminas. 

YACIMIENTO. — El  espato  flúor  se  encuentra  en  casi 
todos  los  terrenos  de  sedimento,  constituyendo  la  ganga  de 
varias  sustancias  metálicas,  especialmente  de  la  galena  y ca- 
siterita; existe  también  diseminado,  ya  sea  en  cristales  aisla- 
dos, ya  en  geodas  ó venas  pequeñas,  en  los  terrenos  ígneos 
y aun  en  los  de  sedimento  secundarios  y terciarios.  Esta 
especie  mineralógica  es  muy  frecuente  en  los  filones  metalí- 
feros de  Cornouailles,  Derbyshire  y Cumberland  (Ingla- 
terra), en  Sajonia  y Bohemia,  Vosgos  (Francia)  y otros 
puntos.  Casi  todos  los  hermosos  cristales  que  figuran  en  los 
museos  mineralógicos  proceden  de  Sajonia,  Inglaterra  y 
Estados-Unidos.  En  España  tenemos  espato  flúor  en  la 
sierra  de  Gador,  donde  sirve  de  ganga  á los  criaderos  de  ga- 
lena, denominándole  los  naturales  del  país  sal  de  lobo; 
existe,  además,  acompañando  al  cobre,  malaquita  y pirita 
cobriza,  en  Colmenar  Viejo  (Madrid),  á los  de  cinabrio  en 
Almadenejos  (Ciudad-Real),  y á otros  criaderos  metalíferos 
en  Virgen  de  Gracia  (Córdoba),  Papiol  (Barcelona),  Vizcaya 
y Aragón. 

Usos.  Las  variedades  de  espato  flúor  que  ofrecen  co- 
lores amarillos,  morados,  verdes,  etc.,  se  tallan  como  piedras 
finas  falsas,  recibiendo  los  nombres  de  topacios,  amatis- 
tas, esmeraldas,  etc : los  ejemplares  que  presentan  colores 
vivos  y zonas  ó capas  dispuestas  en  SS  se  emplean  para 
hacer  placas,  vasos,  columnas  y otros  objetos  de  adorno  muy 
estimados  y de  un  precio  bastante  elevado.  Se  ha  supuesto 
por  algunos  que  los  antiguos  vasos  murrhinos,  tan  célebres 
y apreciados  en  la  época  de  Pompeyo,  estaban  fabricados 
con  espato  flúor,  igual  al  que  emplean  en  la  actualidad  los 
ingleses  para  la  construcción  de  copas,  vasos,  etc.;  estos 
vasos  se  destinan  en  Química  para  ciertas  operaciones;  con 
espato  flúor  se  prepara  el  ácido  hidrofluórico,  sustancia  que 
sirve  para  el  grabado  del  cristal;  por  último,  la  fluorina  se 
destina  como  fundente  de  los  minerales  de  cobre  y de  otros 
metales,  por  lo  que  se  le  llama  también  espato  fusible. 

Para  el  grabado  en  el  vidrio  es  preciso  cubrir  el  objeto 
con  una  ligera  capa  de  cera,  después  se  dibuja  por  medio 
del  buril  lo  que  se  quiere  grabar,  y luego  se  vierte,  sobre  el 
dibujo,  una  disolución  mas  ó menos  concentrada  de  ácido 
hidrofluórico.  Se  graba  también  sobre  el  vidrio  y se  trazan 
las  divisiones  en  los  tubos  de  los  termómetros,  campanas 


: Ir 

► 


^4  SU LF ATOS  INSOLUBLES 

graduadas,  etc.,  no  solo  por  el  ácido  hidrofluórico  líquido, 
sino  por  medio  de  los  vapores  de  este  mismo  ácido,  resul- 
tando así  las  divisiones  mas  visibles  á causa  de  su  opacidad, 
lo  que  no  sucede  con  las  obtenidas  por  el  ácido  líquido, 
puesto  que  son  trasparentes,  siendo  necesario  que  las  divi- 
siones sean  muy  profundas  para  hacerlas  perceptibles. 


GÉNERO— BORATO 

Los  minerales  incluidos  en  este  grupo  se  disuelven,  me- 
diante una  temperatura  elevada,  en  el  ácido  nítrico;  tratada 
la  disolución  por  el  alcohol  y quemándole,  arde  con  llama 
de  un  color  verde  característico;  disuelto  desde  luego  el 
ácido  bórico  en  el  alcohol,  ofrece  este  mismo  carácter.  Las 
especies  principales  de  este  género  son  dos:  la  boracita  y el 
bórax,  cuyo  cuerpo  ó principio  mineralizador  es  el  ácido 

/N/fíll  MALERÉ  FLAMMAN 

ACIDO  BORICO— Fórmula  química  BoO*+2HO 

CARACTÉRES.— Esta  sustancia,  que  se  designa  tam- 
bién con  los  nombres  de  sassolina  y sal  sedativa  de  Hom- 
bert,  se  encuentra  por  lo  común  en  forma  de  laminillas  ó 
escamas  blancas,  de  lustre  nacarado,  suaves  al  tacto,  quebra- 
dizas y muy  blandas,  puesto  que  se  dejan  rayar  por  la  uña 
con  mas  facilidad  aun  que  el  yeso  cristalizado,  siendo  su 
peso  específico  de  1,5.  El  ácido  bórico  es  poco  soluble  en  el 
agua;  100  partes  de  este  líquido  á 10o  disuelven  2 de  ácido 
bórico  cristalizado,  y 8 si  la  temperatura  es  de  100o;  la  diso- 
lución ofrece  un  ligero  sabor  ácido  y enrojece  muy  poco  la 
tintura  de  tornasol.  El  ácido  bórico  se  disuelve  muy  bien  en 
el  alcohol,  al  que  comunica,  como  se  ha  indicado,  la  pro- 
piedad de  arder  con  una  llama  de  color  verde.  A favor  de 
una  temperatura  elevada  experimenta  primero  la  fusión 
acuosa,  perdiendo  el  agua  de  cristalización,  fundiendo  des- 
pués en  un  vidrio  incoloro  y trasparente  que  se  altera 
contacto  del  aire  por  atraer  el  vapor  acuoso. 


nar  la  extremidad  de  estas,  á fin  de  que  uniéndose  á un  pe- 
queño residuo  de  cal  que  contienen  las  velas,  se  forme  una 
perla  blanca,  evitando  así  la  necesidad  de  despabilarlas. 

BORACITA— borato  de  magnesia— Fórmula  química 

MgO,  BO3 


CARACTERES. — La  forma  primitiva  de  esta  sustancia 
es  el  cubo  hemiédrico,  esto  es,  un  cubo  en  el  que  las  modi- 
ficaciones solo  se  observan  en  la  mitad  de  sus  ángulos  sóli- 
dos, mientras  que  la  otra  mitad  no  experimenta  ninguna 
alteración.  La  boracita  es  un  mineral  vitreo,  incoloro  y tras- 
parente cuando  puro;algunos  ejemplares  ofrecen  color  blanco- 
verdoso  ó blanco-agrisado  y trasluciente,  convirtiéndose  en 
opacos  á causa  de  la  alteración  que  sufren  al  contacto  del 
aire;  raya  al  vidrio  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  siendo  su 
peso  especifico  de  29.  Los  cristales  de  boracita  adquieren 
por  la  elevación  de  la  temperatura  la  electricidad  polar, 
desarrollando  ocho  polos  eléctricos  correspondientes  á los 
ocho  ángulos  sólidos  del  cubo,  siendo  cuatro  de  ellos  posi- 
tivos y cuatro  negativos.  Se  funde  al  soplete,  aumentando 
de  volumen,  en  un  glóbulo  vitreo  que,  por  enfriamiento,  se 
cubre  de  puntas  cristalinas;  soluble  en  el  ácido  nítrico,  y si 
se  trata  esta  disolución  por  el  alcohol,  le  comunica  la  pro- 
piedad de  arder  con  llama  verde. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Acido  bórico 
Agua.  . . 


COMPOSICION  EN  PES 


100,00 


VARIEDADES. — Las  formas  mas  comunes  del  ácido 
bórico  son,  como  queda  dicho,  las  laminares  ó escamosas, 
las  cuales  están  casi  siempre  mezcladas  con  una  corta  canti- 
dad de  sulfato  de  cal,  óxido  ferroso  y de  manganeso,  y tam- 
bién cou  algo  de  sal  amoniaco. 

YACIMIENTO. — Se  encuentra  la  sassolina  disuelta  en 
ciertas  aguas,  y en  pequeñas  hojuelas  en  las  orillas  de  algu- 
nos lagos  de  Toscana  llamados  lagonis,  los  cuales  se  forman 
por  las  fumarolas  ó surtidores  de  agua  en  vapor  que  se  des- 
prenden de  los  terrenos  próximos  al  ácido  bórico;  sale  acom- 
pañado del  agua  en  vapor,  hidrógeno  carbonado  y ácido 
hidroclórico.  Se  halla  en  grandes  cantidades,  y de  una  her- 
mosura sin  igual,  en  el  interior  del  cráter  de  Vulcano  (islas 
Lipari),  de  donde  trajo  soberbios  ejemplares,  que  pueden 
verse  en  el  gabinete  de  Historia  Natural  de  Madrid,  el  pro- 
fesor Vilanova. 

USOS. — Sirve  para  la  obtención  del  bórax  y para  el  aná- 
lisis de  las  piedras  finas;  entra  en  la  composición  de  varias 
materias,  tales  como  los  esmaltes,  vidrios,  strass,  etc.  Sirve 
además  en  la  tintorería  en  sustitución  del  crémor  de  tártaro; 
se  usa  en  algunas  fábricas  de  bujías  esteáricas  para  impreg- 


Magnesia. 

bórico. 


3o»2 

69,8 


100,0 


IMIENTO. — Existe  la  boracita  diseminada  y acom- 
pañada de  cristales  de  cuarzo  en  un  yeso  sacaroideo  en 
ineburgo,  Brunswick  y Segesberg  (Holstein). 

USOS. — Sirve  para  la  fabricación  del  bórax. 

BORAX— borato  de  sosa  hidratado — Fórmula  química 

NaO,  B0OH-10HO' 

CARACTÉRES. — Esta  sustancia,  llamada  también  Tin- 
kal  y Atinkar,  se  halla,  por  lo  común,  disuelta  en  las  aguas, 
existiendo  únicamente  en  eflorescencias  en  algunos  sitios 
del  Asia  meridional  y central.  El  bórax  artificial  cristaliza  en 
prismas  romboidales  análogos  á los  que  ofrece  el  piroxeno 
su  color  es  el  blanco  azulado,  sabor  dulzaino  ó jabonoso,  du- 
reza superior  á la  del  yeso  é inferiora  la  de  la  caliza,  estando 
representado  su  peso  específico  por  1,5  á 1,8.  Se  funde  al 
soplete,  con  aumento  de  volumen,  en  una  masa  porosa,  que 
se  convierte  poco  después  en  un  glóbulo  incoloro  y de 
aspecto  vitreo;  se  disuelve  en  doce  veces  su  peso  de  agua 
fria,  y en  seis  partes  de  agua  caliente. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Oxido  sódico.  . 
cido  bórico.  . 


* 9 • * 

16,25 

Vl.'i. 

36,58 

H-  ^ 

47,i7 

— é ir 

TOO, 00 

YACIMIENTO. — Existe  el  bórax  disuelto  en  varios  lagos 
de  Persia,  India,  China  y Ceilan;  hállase  también  en  las 
márgenes  de  estos  mismos  lagos  en  pequeñas  masas  cris- 
talinas, formadas  por  evaporación  de  las  aguas.  Existe  tam- 
bién una  mina  abundante  de  esta  sal  enYiquintipa  (Potosí), 
á cuya  sal  los  naturales  denominan  «quemazón.» 


diamante 


La  mayor  parte  del  bórax  que  se  usaba  en  otro  tiempo  en 
las  artes  procedía  de  las  Indias,  Perú,  China  y Ceilan,  donde 
se  obtenía  por  medio  de  la  evaporación  del  agua  de  los  refe* 
íidos  lagos  salados;  este  bórax  se  conocía  en  Europa  con  el 
nombre  de  bórax  en  bruto,  y se  le  sujetaba  á una  purificación 
llamada  refinación  del  bórax.  En  la  actualidad,  casi  todo  el 
bórax  que  se  emplea  en  varias  naciones  de  Europa,  se  obtie- 
ne por  la  combinación  del  ácido  bórico  ó sassolina  de  Tos- 
cana  con  la  sosa  artificial. 

Usos.  El  bórax  artificial  se  emplea  en  Mineralogía  y 
Química  como  fundente;  forma  parte  de  los  vidrios  strass  y 
de  varias  piedras  preciosas  falsas,  cuya  fabricación  en  la 
actualidad  ha  llegado  á un  punto  tal,  que  ofrece  serias  difi- 
cultades el  distinguirlas  de  las  verdaderas  piedras  finas;  los 
joyeros  y plateros  usan  el  bórax  para  soldar  los  metales;  por 
último,  se  destina  esta  sustancia  para  fijar  los  colores  en  la 
porcelana  y para  el  vidriado  y barniz  de  las  pastas  cerámicas. 

GRUPO  Ó SECCION  DE  LAS  PIEDRAS  FINAS 

Ó GEMAS 

Las  especies  mineralógicas  incluidas  en  este  grupo  ofrecen 
los  siguientes  caractéres:  lustre  vitreo  muy  intenso,  colores 
accidentales  vivos  y agradables,  dureza,  por  lo  común,  supe- 
rior á la  del  cuarzo;  son  infusibles  al  soplete,  menos  la  mayor 
parte  de  los  granates,  axinita  é idocrasa.  Podemos  dividir  la 
sección  de  las  piedras  finas  en  dos  sub-grupos,  á saber:  i.° 
piedras  finas  silíceas;  2.0  piedras  finas  no  silíceas. 

\ arios  químicos  y físicos,  teniendo  presenta  el  gran  precio 
de  casi  todas  las  piedras  preciosas,  han  tratado  de  obtenerlas 
artificialmente;  se  han  valido  para  ello,  como  se  ha  dicho  al 
hablar  de  la  cristalización,  de  fundentes,  de  grandes  presio- 
nes y de  fuertes  corrientes  eléctricas,  habiendo  llegado  algu- 
nos, y especialmente  Ebelmen,  á obtener  resultados  muy 
satisfactorios  bajo  el  punto  de  vista  científico,  pero  que  care- 
cen de  interés  comercial,  porque  los  cristales  de  esmeralda, 
rubíes,  zafiros,  etc.,  presentan  un  volúinen  tan  reducido  que 
no  pueden  utilizarse  en  joyería. 

Talla  de  las  piedras  finas. — Las  formas  ó 
tallas  que  los  lapidarios  dan  á las  piedras,  pueden  reducirse 
en  la  actualidad  á las  tres  siguientes:  1.*  talla  en  brillante;  2.* 
talla  en  rosa  y 3.  talla  en  cabujón.  La  talla  en  brillante,  que 
se  usa  por  lo  general  en  las  piedras  destinadas  á ser  monta- 
das al  aire,  se  compone  en  su  parte  superior  ó cara,  de  una 
taola  ancha  rodeada  de  numerosas  facetas  que  constituyen 
el  borde  ó encaje  de  la  piedra;  la  parte  inferior,  que  se  de- 
nomina culata  ó espalda,  está  formada  de  largas  facetas  que 
convergen  en  su  extremidad,  la  cual  puede  ser  un  punto  ó 
una  línea  recta.  La  talla  denominada  en  grados,  no  viene 
á ser  sino  una  ligera  modificación  del  brillante;  la  forma  gene- 
ral es  la  misma,  y solo  se  distinguen  en  que  en  la  talla  en 
grados,  el  borde  está  constituido  por  una  ó dos  series  de 
caras  estrechas  y prolongadas  que  forman  una  especie  de 
cuadro;  la  tabla  en  este  caso  es  cuadrada,  exagonal  ú octogo- 
nal; la  culata  ó parte  inferior  se  compone  á su  vez  de  un 
cierto  número  de  series  de  facetas  idénticas  á las  de  arriba 
y dispuestas  en  grados  decrecientes.  La  talla  en  rosa  se  usa 
en  las  piedras  de  poco  espesor  ó abombadas  únicamente  por 
uno  de  sus  lados;  presenta  en  la  cara  superior  una  especie 
de  cupula  compuesta  de  varias  facetas,  siendo  la  parte  inferior 
ó culata  plana,  que  la  oculta  la  montura.  La  talla  en  cabujón 
se  reduce  á dar  á las  piedras  una  forma  redondeada  y mas 
comunmente  o\  oidea,  estando  en  algunos  casos  limitada  su 
circunferencia  por  un  borde  estrecho;  el  cabujón  se  usa  casi 
siempre  en  las  piedras  finas  que  no  son  muy  trasparentes, 
de  poco  brillo  y que  ofrecen  reflejos  ó irisaciones. 


85 


Primer  subgrupo — Piedras  finas  no  silíceas 


Comprende  las  tres  piedras  finas  mas  estimadas,  á saber: 
el  diamante,  el  corindón  y el  rubí. 

DIAMANTE — carbono  puro — Fórmula  química  C 

CARACTÉRES.  El  diamante  es  la  única  piedra  fina 
que  esta  formada  de  una  sola  sustancia,  siendo  esta,  como 
se  ha  dicho,  el  carbono.  Su  forma  primitiva  es  el  octaedro 
regular  cuyas  caras  y aristas  son  por  lo  común  abombadas  ó 
curvilíneas;  esta  especie  mineralógica  se  presenta  incolora, 
cuando  pura,  pero  suele  ofrecer  color  amarillo,  azulado! 
rosáceo  y algunas  veces  negro;  el  brillo  del  diamante  natural 
es  céreo  y con  una  tinta  acerada  muy  marcada;  pero  cuando 
se  le  talla  o se  le  exfolia  adquiere  un  brillo  muy  vivo  y ca- 
racterístico, que  se  denomina  «diamantino.»  Refracta  ex- 
traordinariamente la  luz,  estando  dotado  de  la  refracción 
simple;  su  índice  de  refracción  es  2,44;  trasparente  y lím- 
pido en  el  mas  alto  grado  si  es  puro  y está  tallado  y pulimen- 
tado; traslúcido  en  estado  natural  y muy  rara  vez  opaco.  Es 
el  cuerpo  mas  duro  de  todos  los  que  se  conocen,  constitu- 
yendo el  número  10  en  la  escala  de  Mohs:  de  aquí  el  nom- 
bre de  «adamas»  que  le  dieron  los  antiguos  mineralogistas, 
puesto  que  no  solo  le  reputaban  como  el  mas  duro,  sino 
como  el  mas  tenaz,  creyendo  que  resistia  de  un  modo  ab- 
soluto la  acción  del  calor  y de  los  agentes  mecánicos;  hoy 
se  sabe  que  el  diamante  es  un  mineral  bastante  frágil.  Su 
peso  específico  varía  entre  3,53  á 3,55;  desarrolla  la  electri- 
cidad positiva  por  medio  del  frote  y la  conserva  por  muy 
poco  tiempo;  fosforece  de  un  modo  intenso  en  la  oscuridad, 
si  se  le  expone  de  antemano  á la  acción  de  los  rayos  solares; 
infusible  al  soplete  y se  despulimenta  con  facilidad  por  el 
fuego  de  oxidación ; reducido  á polvo  y mezclado  con  nitro 
se  funde  y detona,  si  se  le  somete  á la  acción  del  calor;  arde 
por  completo  en  contacto  del  oxígeno  puro  y se  trasforma  en 
ácido  carbónico;  insoluble  en  los  ácidos  y demás  reactivos. 

Variedades. — El  diamante  se  presenta  cristalizado 
en  octaedros  sencillos,  cuyos  cristales  ofrecen  generalmente 
en  todas  sus  caras  pirámides  triedras,  que  por  la  tendencia 
que  tienen  á encorvarse  dan  al  cristal  un  aspecto  abombado; 
se  observan  también  en  estas  formas  cristalinas  estrías  bas- 
tante manifiestas  que  indican  la  exfoliación  ó crucero  de  los 
cristales;  el  diamante  cristaliza  además  en  dodecaedros 
romboidales,  exatetraedros,  y rara  vez  en  cubos;  los  octae- 
dios  modificados  de  la  manera  que  se  ha  indicado,  se  reúnen 
acunas  \eces  para  constituir  hemitropias.  Existen  la  variedad 
granuliforme,  constituida  por  pequeños  riñones  angulosos,  y 
la  esferoidal,  que  presenta  caras  esecialmente  curvilíneas. 

L1  diamante,  como  se  ha  consignado,  tiene  la  particulari- 
dad de  refractar  la  luz  en  alto  grado,  por  cuyo  carácter 
dedujo  el  célebre  Newton  que  este  cuerpo  debía  estar  cons- 
tituido por  una  sustancia  muy  combustible,  cuyo  aserto  fue 
comprobado  por  experimentos  llevados  á cabo  en  1694  por 
los  célebres  académicos  de  Florencia;  con  efecto,  estos  sabios 
notaron  que  el  diamante  no  sufría  alteración  de  ningún  gé- 
nero por  la  acción  de  temperaturas  muy  elevadas  siempre 
que  no  estuviera  en  contacto  del  oxigeno  del  aire,  pero  que 
desaparecía  por  completo,  en  el  caso  contrario.  Estas  obser- 
vaciones han  sido  posteriormente  confirmadas  por  los  quí- 
micos de  últimos  del  siglo  y los  del  actual;  siendo  Lavoissier 
y lennant  los  primeros  que  designaron  la  naturaleza  del 
diamante,  así  como  Guyton  de  Morveau,  Davy  y Dumas 
han  probado  hasta  la  evidencia  que  es  carbono  puro,  puesto 
que  expuesto  á una  temperatura  elevada  y en  contacto  con 


S6 


SÜLFATOS  insolubles 


el  oxígeno  arde  con  llama  azulada  y se  convierte  en  ácido 
carbónico. 

El  diamante,  como  tan  oportunamente  dice  Leymerie, 
presenta  uno  de  los  ejemplos  mas  notables  de  isomería  que 
se  conocen.  El  estudio  de  este  fenómeno  revela  de  una  mane- 
ra evidente  la  diferencia  que  existe  y debe  de  existir  siempre 
entre  la  Mineralogía  y la  Química,  entre  el  estudio  de  los 
cuerpos  bajo  el  punto  de  vista  mineralógico  y químico.  Así 
que,  como  consigna  el  mismo  autor,  si  se  compara  el  dia- 
mante con  una  de  las  especies  de  carbones  y aun  el  mismo 
grafito,  cuya  composición  química  es  igual  á la  del  diamante, 
se  notarán  desde  luego  caractéres  geométricos,  físicos  y geo- 
lógicos tan  distintos,  que  nunca  será  posible  reunirlos  en  un 
mismo  grupo.  El  poder  calorífico  del  diamante,  según  Re- 
gnault,  es  de  0,14687,  mientras  que  la  antracita,  el  cok  y el 
grafito  dan  un  calórico  específico,  por  lo  menos,  de  0,2;  el 
grafito  suele  presentarse  en  escamas  constituidas  de  láminas 
pequeñas  de  forma  exagonal  que  derivan  del  sistema  rom- 
boédrico, formas  completamente  distintas  é incompatibles 
con  las  del  diamante ; todos  los  carbones  fósiles  conocidos 
existen  enclavados  en  terrenos  muy  diferentes  de  los  del 
diamante,  en  los  cuales  ni  se  han  hallado,  ni  se  encontrarán 
probablemente  indicios  de  esta  sustancia.  En  virtud,  pues, 
de  estas  consideraciones  y de  otras  muchas  que  pudieran 
aducirse,  el  diamante  se  considera  como  un  carbono  puro 
que  la  naturaleza  ha  cristalizado  en  condiciones  especiales  y 
desconocidas  de  los  físicos  y químicos.  A pesar  de  esto, 
hace  algunos  años  se  ha  tratado  de  obtener  diamantes  artifi- 
ciales, pero  los  resultados  conseguidos  hasta  hoy  no  pueden 
considerarse  como  satisfactorios.  No  obstante,  Mr.  Despretz, 
colocando  un  cilindro  de  carbón  é hilos  de  platino  en  el 
vacío,  y haciendo  pasar  sobre  ellos  una  corriente  de  induc- 
ción, sostenida  por  espacio  de  treinta  dias,  ha  visto  deposi- 
tarse en  los  hilos  de  platino  una  capa  delgada  y negra,  que 
observada  con  una  fuerte  lente,  vió  que  estaba  formada  de 
octaedros,  siendo  varios  de  estos  incoloros  y dotados  de  un 
lustre  intenso. 

Yacimiento — Se  encuentra  el  diamante  en  cristales 
aislados  y diseminados  en  los  terrenos  de  aluvión  antiguos  á 
los  que  Brongniart  denomina  phisiacos , precisamente  porque 
contienen  varias  piedras  finas  así  como  también  platino  y 
oro.  Los  primeros  diamantes  que  se  conocieron  procedían 
de  las  arenas  silíceas  y ferruginosas  del  terreno  diluvial  de 
Golconda,  Visapur  (India)  é Isla  de  Borneo.  Según  refiere 
la  tradición,  el  descubrimiento  de  esta  piedra  preciosa  en 
Golconda  fué  debida  á la  casualidad;  un  pastor  que  conducía 
ganado  por  uno  de  los  sitios  mas  solitarios,  vió  en  el  suelo 
una  piedra  muy  brillante,  la  cogió  y la  vendió  por  un  precio 
insignificante  á una  persona  que  ignoraba,  lo  mismo  que  él, 
la  importancia  de  la  piedra;  pasó  esta  por  varias  manos  hasta 
que  llegó  á un  mercader,  que,  habiéndola  adquirido  por  una 
exigua  cantidad,  elevó  su  mérito  dándola  un  gran  precio. 
Este  descubrimiento  excitó  la  general  curiosidad  en  los 
habitantes  de  Golconda,  los  cuales  trataron  de  buscar  piedras 
tan  estimadas.  Desde  entonces  la  explotación  se  hizo  en  gran 
escala,  llegando  ocasiones  en  que  había  mas  de  30,000 
obreros  dedicados  á buscar  y recolectar  diamantes. 

El  reino  de  Nizan  (India),  Pannah,  población  situada  al 
norte  de  Golconda,  Orizza  al  este,  y otros  pueblos  al  sur  del 
antiguo  reino  de  Golconda,  se  consideraron  y aun  se  miran 
hoy  como  los  principales  criaderos  de  diamantes;  de  estos 
sitios  y de  la  isla  de  Borneo  proceden  los  de  mayor  tamaño 
que  se  conocen. 

La  explotación  de  las  arenas  diamantíferas  en  la  India  se 
verifica  mediante  un  procedimiento  sumamente  sencillo: 
consiste  en  lavar  las  tierras  con  agua,  para  que  de  este  modo 


se  separen  las  arenas,  arcillas  y otras  materias  ligeras  de  las 
partes  gruesas,  entre  las  cuales  se  hallan  los  diamantes; 
después,  con  el  objeto  de  que  este  residuo  se  seque,  lo 
colocan  en  un  sitio  bien  aireado  y expuesto  á los  rayos 
solares;  en  este  caso,  se  distinguen  los  diamantes  de  las  otras 
sustancias  por  el  brillo  intenso  que  despiden  y por  sus  co- 
lores. 

La  mayor  parte  de  los  diamantes  que  corren  hoy  en  el 
comercio  vienen  de  Minas-Geraes  y San  Pablo,  provincias 
del  Brasil,  donde  existen  terrenos  diamantíferos  análogos  á 
los  de  la  India,  y explotados  también  por  procedimientos 
idénticos.  La  tierra  diamantífera  se  denomina  en  el  país 
cascalbo,  que  contiene  no  solo  este  mineral  precioso,  sino 
oro,  platino,  topacio,  turmalina,  zircon,  hierro  magnético, 
hierro  oligisto,  hierro  titanado,  fragmentos  de  diorita,  de 
pizarra  micácea  y de  una  arenisca  particular,  llamada  itaco- 
lumita,  roca  que,  según  Humboldt,  pertenece  al  terreno 
silúrico.  A pesar  de  que  los  terrenos  diamantíferos  del  Brasil 
fueron  descubiertos  á principios  del  siglo  pasado,  puede 
decirse  que  el  criadero  mas  importante  no  ha  sido  conocido 
hasta  el  año  de  1839,  desde  cuya  fecha  se  explotan  en  la 
tierra  llamada  Grammagoa,  en  la  que  el  diamante  se  encuen- 
tra en  el  seno  de  las  rocas  itacolumitas , samitas  y areniscas 
propiamente  dichas. 

Por  último,  el  año  1831  descubriéronse  diamantes  en  la 
parte  occidental  de  los  montes  Urales  (Europa);  los  ejem- 
plares de  dicho  punto  se  encuentran  en  las  arenas  auríferas 
que  se  hallan  sobre  sienitas  y dioritas  porfiroideas,  ó sobre 
dolomías  y caliza.  El  número  de  diamantes  que  se  han  en- 
contrado en  los  montes  Leales  desde  la  fecha  citada  hasta 
hoy,  no  llega  á cincuenta,  por  lo  que  puede  deducirse  que 
si  bien  este  criadero  es  importante,  bajo  el  punto  de  vista 
geológico,  no  tiene  interés  en  concepto  lucrativo  ó co- 
mercial. 

TALLA  DE  LOS  DIAMANTES. — Esta  piedra  preciosa, 
á causa  de  su  dureza,  superior  á la  de  todos  los  cuerpos,  ha 
estado  mucho  tiempo  sin  labrarse;  así  que, : los  antiguos 
apreciaban  únicamente  aquellos  diamantes  que  tenían  bas- 
tante volumen,  y que  estaban  dotados  de  un  lustre  y traspa- 
rencia notables.  La  talla  del  diamante  puede  considerarse 
como  moderna,  supuesto  que  data  del  año  de  1476.  En  este 
año,  Luis  Berquen  ideó  labrar  los  diamantes  con  el  polvo 
que  obtuvo  de  frotar  dos  ejemplares  uno  contra  otro.  El 
primer  diamante  que  se  talló  por  este  procedimiento  fué 
comprado  por  Cárlos  el  Temerario,  duque  de  Borgoña;  en 
esta  Operación,  el  lapidario  se  vale  con  frecuencia  de  la 
propiedad  que  tiene  el  diamante  de  exfoliarse;  algunos  ejem- 
plares resisten  la  talla,  siendo  destinados  para  cortar  el  vidrio 
ó para  reducirlos  á polvo;  se  presentan,  por  lo  común,  ma* 
ciados  ó compuestos  de  cristales  unidos  unos  con  otros. 
Hoy,  como  todo  el  mundo  sabe,  se  talla  esta  piedra  preciosa 
de  varios  modos,  siendo  la  mas  principal  la  talla  en  brillante, 
en  rosa  y en  tabla.  El  brillante  que,  como  hemos  consigna- 
do, se  monta  al  aire,  consta  de  facetas  ó de  jaqueles  en  las 
dos  caras  que  forman  dos  pirámides  unidas  por  sus  bases,  la 
superior  truncada  en  el  ápice,  y la  inferior  menos  alta.  El 
diamante  rosa  está  labrado  en  la  cara  superior  y se  monta 
cerrado  por  el  envés  ó cara  inferior.  El  diamante  en  tabla  se 
talla  en  superficies  planas,  y se  monta  también  cerrado  por 
el  envés  á semejanza  del  diamante  rosa. 

El  diamante  es  la  piedra  fina  mas  estimada  y de  mayor 
valor,  variando  este  según  el  peso  y talla  de  la  piedra.  El 
valor  de  los  diamantes  naturales  depende  esencialmente  de 
su  peso,  que  se  valúa  por  quilates,  cuyo  nombre  se  deriva  de 
karat,  palabra  con  que  se  designa  en  la  India  á una  especie 
de  haba,  de  la  que  se  sirven  para  pesar  los  diamantes  y per- 


CORINDON 


87 


las.  El  quilate  de  los  diamantes  naturales,  cuando  se  com- 
pran por  lotes,  vale  generalmente  de  180  á 190  reales,  <5  sea 
sesenta  y cinco  veces  el  valor  del  oro;  los  ejemplares  que 
pesan  mas  de  un  quilate  se  aprecian,  6 estiman,  elevando  al 
cuadrado  el  número  de  quilates,  y el  producto  se  multiplica 
por  180  ó 190:  así,  por  ejemplo,  un  diamante  de  6 quilates 
valdrá  6 x 6 x 190  = 6,840  reales;  si  el  diamante  está  tallado 
en  brillante  se  deduce  su  valor  del  precio  del  quilate,  que  en 
este  caso  vale  de  800  á 1,000  reales,  multiplicado  por  el 
cuadrado  del  número  de  quilates  que  pese:  v.  gr.,  un  brillante 
de  6 quilates  valdrá  6 x 6 x 1,000  = 36,000  reales.  Sin  em- 
bargo, el  valor  comercial  de  los  diamantes  varia  según  el 
tamaño,  su  grado  de  perfección,  su  mayor  ó menor  abundan- 
cia, así  como  también  del  capricho  ó de  la  moda. 

Los  diamantes  de  mas  de  100  quilates  son  muy  raros,  y 
su  valor  es  extraordinario:  se  les  denomina  principes  ó pa- 
rangones: príncipes,  porque  solo  están  al  alcance  de  los  reyes 
ó de  los  grandes  potentados;  y parangones,  palabra  tomada 
de  otras  dos  griegas,  que  quieren  significar  modelo,  esto  es, 
piedra  perfecta.  Todos  ellos,  menos  la  estrella  del  Sur , pro- 
ceden de  la  India.  Entre  los  mas  notables  pueden  citarse  los 
siguientes:  i.°  el  del  rajah  de  Mattan  (Borneo),  que  pesa 
367  quilates,  <5  sea  mas  de  75  gramos;  vale  mas  de  46  mi- 
llones; 2.0  el  del  gran  Mogol,  que  pesaba,  después  de  talla- 
do, 279  quilates,  equivaliendo  su  tamaño  á la  mitad  de  un 
huevo  de  gallina ; este  diamante  está  tasado  en  mas  de  40 
millones  de  reales;  3.a  el  diamante  denominado  en  la  India 
koh-i-noor  ó montaña  de  luz,  que  pertenecía  al  shah  Sood- 
jah,  rey  de  Cabul,  y del  que  se  apoderó  el  célebre  Runjeet- 
Sing,  rey  de  Lahore;  Hira-Sing,  sucesor  de  este  rey,  lo  tras- 
mitió á la  Compañía  de  las  Indias,  que  á su  vez  lo  regaló  á 
la  reina  de  Inglaterra.  La  Montaña  de  luz  pesaba  en  1851 
186  quilates,  pero  como  su  talla  era  bastante  imperfecta,  se 
le  ha  labrado  de  nuevo  y ha  quedado  reducido  á 122  quila- 
tes; 4.°  el  del  emperador  de  Rusia,  de  195  quilates,  fué 
comprado  por  Catalina  II  á un  americano,  mediante  la  suma 
de  7.600,000  reales,  una  renta  vitalicia  de  10,000  francos  y 
títulos  de  nobleza;  5. 5 el  del  emperador  de  Austria,  que  per- 
teneció antes  al  gran  duque  de  Toscana,  pesa  139  quilates, 
y está  valuado  en  9.788,000  reales;  6/  el  de  la  corona  de 
Francia,  conocido  con  el  nombre  de  Pitt  ó de  Regente , por- 
que fué  comprado  durante  la  minoría  de  Luis  XV  por  el 
regente  duque  de  Orleans  á un  inglés  llamado  Pitt;  este  dia- 
mante se  dice  fué  comprado  por  2.500,000  francos,  pero  se 
cree  por  algunos  que  costaba  mucho  mas.  Está  tallado  en 
brillante,  habiéndose  tardado  dos  años  en  labrarle;  antes  de 
la  talla  pesaba  410  quilates,  y está  tasado  en  19  millones, 
siendo  el  mas  notable  de  todos  por  su  limpieza  y perfección; 
7.0  la  Nueva  montaña  ó estrella  del  Sur , que  es  el  único  dia- 
mante de  los  llamados  príncipes,  que  procede  del  Brasil;  fué 
encontrado  en  la  mina  de  Bogagen  (Minas-Geraes);  pesaba 
antes  de  la  talla  254  quilates,  pero  ahora  no  tiene  mas 
que  125. 

Usos  DEL  DIAMANTE.  — Esta  piedra  se  emplea 
como  el  primer  objeto  de  lujo,  no  solo  por  su  escasez,  sino 
por  su  brillo  intenso,  y por  los  vivos  y diversos  colores  que 
ofrece  bajo  la  influencia  de  los  rayos  lumínicos;  el  polvo  sirve 
para  su  propio  pulimento  y para  el  de  otras  piedras  finas;  á 
causa  de  su  extremada  dureza  le  emplean  los  relojeros  como 
sustentáculos  ó apoyo  de  varias  de  las  piezas  que  constitu- 
yen los  relojes.  Los  vidrieros  le  usan  para  cortar  el  vidrio  y 
cristal,  valiéndose  comunmente  de  diamantes  naturales  que 
presenten  caras  curvas  ó abombadas;  se  supone  por  algunos 
que  esta  forma  es  precisa,  no  solo  para  cortar  el  cristal,  sino 
también  para  que  pueda  separarse  mejor  sin  mas  que  una 
débil  presión  verificada  con  la  mano. 


CORINDON  Ó ZAFIRO — sesquióxido  DE  ALUMINA  — 

Fórmula  química  Al203 

CARACTÉRES. — El  Corindón , palabra  derivada  de  la 
india  Korund,  nombre  del  «espato  adamantino,»  ofrece  los 
siguientes  caracteres:  su  forma  primitiva  es  un  romboedro 
agudo  de  86°  6 , casi  idéntico  al  del  hierro  oligisto,  con  cuya 
sustancia  es  isomorfa;  el  brillo  es  vitreo,  trasparente  ó tras- 
luciente, incoloro  en  estado  de  pureza,  pero  generalmente 
afecta  diversos  colores  debidos  á mezclas  accidentales : estos 
colores,  como  veremos,  suelen  ser  el  rojo,  azul,  morado,  ver- 
de, amarillo,  siendo  los  ejemplares  opacos  de  un  gris  oscuro 
ó de  un  pardo  negruzco ; la  dureza  del  corindón  está  repre- 
sentada en  la  escala  de  Mohs  por  el  número  9,  siendo,  por 
lo  tanto,  el  cuerpo  mas  duro  de  todos  después  del  diamante; 
el  peso  específico  es  variable,  puesto  que  el  rubí  oriental 
pesa  4,2  mientras  que  el  zafiro  y topacio  oriental  pesan  3,19, 
y el  espato  adamantino  3,6;  infusible  al  soplete,  pero  si  se  le 
somete  á una  fuerte  temperatura,  después  de  haber  sido  re- 
ducido á polvo  y humedecido  con  nitrato  cobáltico,  produce 
una  llama  azul  intensa;  insoluble  en  los  ácidos  y demás 
reactivos. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Los  diferentes  análisis  que  se  han  practicado  de  ciertas 
variedades  de  corindón  han  dado  los  siguientes  resultados: 


V £ . 1 t . . „ , , , Esmeril  del  Asia 

Zafiro  de  la  India,  Rubí  de  la  India,  menor, 

por  Klaproth.  por  Smith.  por  Smith. 

Alúmina.  . . 
Oxido  férrico. 
Sílice.  . . . 
Agua.  . . . 

9S>5 

L5 

» 

» 

97>32  60,10 

I>°9  33,20 

i»2i  1,60 

» 5,10 

100,0 

99j62  100,00 

VARIEDADES. — En  el  corindón  ó zafiro  pueden  esta- 
blecerse tres  divisiones  principales,  que  pertenecen  á las  tres 
especies  que  el  célebre  mineralogista  Werner  admitía;  á sa- 
ber: i.a  la  telesia  ó zafiro  propiamente  dicho;  2.a  la  harmo- 
fana  ó espato  adamantino ; y 3.a  el  esmeril  ó corindón  gra- 
nular. 

La  «telesia  ó zafiro,»  comprende  las  piedras  finas  mas 
estimadas  en  la  joyería  después  del  diamante:  cristaliza  en 
un  dodecaedro  bipiramidal,  cuyas  caras  son  triángulos  isós- 
celes; su  fractura  es  vitrea  é irregular,  trasparente  é incolo- 
ra, cuando  pura,  ó de  coloraciones  diferentes  debidas  á ma- 
terias tintóreas;  estas  coloraciones  originan  diversas  sub- 
variedades, cuyos  nombres  seguidos  del  epíteto  ó calificativo 
de  «oriental» son  los  siguientes:  i,°  «telesia,»  si  el  ejemplar 
es  completamente  incoloro;  2.0  «zafiro,»  cuando  es  azul;  3.0 
«rubí,»  si  es  rojo;  4/  «topacio,»  si  tiene  color  amarillo; 
5*°  «esmeralda,»  cuando  es  verde;  6.°  «amatista,»  si  es  vio- 
lado; las  sub- variedades  de  color  azul  oscuro  ó aquellas 
otras  de  aspecto  opalino  son  las  que  presentan  el  fenómeno 
del  asterismo. 

La  «harmofana  ó espato  adamantino,»  cristaliza  por  lo 
general  en  prismas  exagonales,  de  caras  rugosas  y casi  siem- 
pre poco  regulares;  se  presenta  también  «hojosa»  y algunas 
veces  «compacta,»  siendo  el  color  de  todos  los  ejemplares 
el  gris  amarillento  ó verdoso:  la  harmofana  es  opaca  ó á lo 
sumo  ligeramente  traslúcida,  y contiene,  además  del  ses- 
quióxido de  alumino,  sílice,  óxido  férrico  y agua. 

El  «esmeril  ó corindón  granujiento,»  que  es  casi  siempre 
impuro,  supuesto  que  además  de  los  cuerpos  citados  en  la 


$s 


SULFATOS  INSOLUBLES 


composición  de  la  harmofana  lleva  también  magnesia,  ofrece 
un  color  gris  azulado  ó negruzco  y una  dureza  superior  por 
lo  menos  á la  del  cuarzo. 

Yacimiento. — Las  variedades  de  telesia,  tales  como 
el  rubí,  esmeralda,  amatista,  etc.  orientales,  se  hallan,  como 
los  diamantes,  en  terrenos  de  aluvión  antiguos,  siendo  el 
criadero  mas  principal  el  de  Pegií  (Ceilan);  la  harmofana 
existe  generalmente  en  rocas  graníticas,  tales  como  los  mis- 
mos granitos  comunes,  pegmatitas  y sienitas  ó en  las  llama- 
das metamórficas,  como  los  gneis,  pizarras  micáceas,  dolo- 
mías y calizas  sacaroideas;  las  localidades  en  donde  mas 
abunda  la  harmafona  son  la  China,  India,  Pegií,  Montes 
Urales.  Suecia,  Francia  y Piamonte.  El  esmeril  se  halla  en 
las  rocas  cristalinas,  en  las  pizarras  micáceas,  calizas  y dolo- 
mías de  ciertas  localidades  de  Sajonia,  Samos  y Nicaria 
{ Archipiélago  griego),  Esmirna  y Gumugh,  próximo á Efeso. 
En  España  se  encuentra  el  esmeril  en  San  Ildefonso  ó la 
Granja  (Segovia),  Puebla  de  Alcocer  (Badajoz),  y Piedra 
Buena  (Ciudad  Real). 

USOS. — Las  variedades  llamadas  zafiros,  esmeraldas,  ru- 
bíes, amatistas  y topacios  orientales  se  emplean  en  la  joye- 
ría. como  piedras  finas  de  un  gran  valor,  llegando  algunas 
veces  á tener  un  precio  idéntico  ó superior  al  de  los  dia- 
mantes: así,  por  ejemplo,  un  brillante  perfecto  de  cuatro  qui- 
lates viene  á valer  unos  18  á 20,000  reales,  mientras  que  un 
rabí  perfecto  del  mismo  peso  suele  costar  de  24  á 26,000 
reales.  La  talla  de  todas  las  variedades  indicadas  es  la  que 
hemos  denominado  «talla  en  grados,»  que  como  se  sabe  no 
es  mas  que  una  ligera  modificación  del  brillante.  El  esmeril 
y '.a  harmofana  sirven  para  labrar  y pulimentar  los  metales, 
el  cristal  y varias  piedras  duras;  las  variedades  de  telesia  do- 
tadas de  un  color  azul  oscuro  ú opalino  sirven  para  estudiar 
el  fenómeno  del  asterismo. 

CIMOFANA— aluminato  de  glucina — Fórmula  química 

GRO3,  ARO2 

CARACTÉRES. — La  cimofana  (de  las  palabras  griegas 
cuT.d,  flotante,  fainos , yo  brillo),  se  la  llama  también  «cri- 
soberilo y crisolita  oriental . » Esta  especie  mineralógica  ofre- 
ce por  forma  primitiva  un  prisma  romboidal  recto,  derivado 
del  tercer  sistema  cristalino:  este  prisma  no  es  exfoliable, 
tiene  fractura  y lustre  vitreo,  color  verde  amarillento  ó verde 
de  esmeralda,  debido  al  óxido  de  cromo;  raya  al  topacio  y 
se  deja  atacar  por  el  zafiro,  siendo,  por  consecuencia,  una 
de  las  piedras  preciosas  mas  duras  que  se  conocen.  Su  peso 
específico  está  representado  por  3,7;  insoluble  en  los  ácidos 
é infusible  al  soplete:  reducida  á polvo  y humedecida  con  el 
nitrato  de  cobalto,  toma  un  color  azul  por  la  acción  del 
catan^l 

COMPOSICION  EN  PESO 


Alumina. 80,28 

Glucina 19,72 


100,00 

VARIEDADES. — Puede  decirse  que  solo  existe  la  cimo- 
fana cristalizada  en  prismas  exagonales,  ora  aislados  ó bien 
reunidos,  constituyendo  verdaderas  maclas.  Algunos  mine- 
ralogistas, teniendo  presente  el  color,  forman  dos  variedades 
de  cimofana,  á saber:  1 A cimofana  de  un  amarillo  verdoso  ó 
sea  verde  de  espárrago,  cuya  variedad  denominan  crisolita 
oriental;  2.a  Alejandrita,  de  un  color  verde  de  esmeralda  ó 
verde  de  prado. 

Yacimiento. — La  cimofana  se  encuentra  en  cristales 
diseminados  y aislados  en  rocas  graníticas,  en  el  gneis,  en 


las  pizarras  micáceas,  ó en  los  detritos  de  estas  mismas  ro- 
cas que  se  hallan  en  los  terrenos  de  aluvión.  La  crisolita 
oriental,  ó sea  aquella  que  ofrece  un  color  amarillo  verdoso, 
existe  en  las  arenas  de  Ceilan  y Borneo,  en  cuyas  localidades 
va  acompañada  de  la  espinela  y turmalina,  así  como  en  las 
arenas  del  Brasil  está  asociada  al  diamante  y topacio.  Se  en- 
cuentra también  diseminada,  y en  unión  con  berilos,  grana- 
tes y turmalinas,  en  una  roca  pegmática  de  Saratoga  (New- 
York).  La  variedad  llamada  Alejandrita  se  halla  en  una  pi- 
zarra micácea,  y asociada  al  berilo  y penakita,  en  los  criade- 
ros de  esmeralda  de  ciertas  localidades  de  Siberia. 

USOS. — Si  bien  es  cierto  que  la  cimofana  es  muy  dura, 
se  aprecia  poco  en  la  joyería  por  su  débil  trasparencia  y co- 
lor, á pesar  de  lo  cual  los  ejemplares  opalizantes  llegan  á ad- 
quirir un  precio  bastante  elevado  en  el  comercio;  estas  va- 
riedades se  tallan  en  cabujón,  por  cuanto  esta  forma  favorece 
los  cambios  de  luz. 

RUBI — aluminato  de  magnesia— Fórmula  química 

MgO,  ARO3 

CARACTÉRES. — El  rubí  por  excelencia  ó propiamente 
dicho,  que  también  se  designa  con  los  nombres  de  espinela, 
ceilanita,  canaita,  pleonasta,  etc.,  ofrece  las  propiedades  si- 
guientes: su  forma  primitiva  es  el  cubo,  presentándose,  por 
lo  general,  cristalizado  en  pequeños  cristales  octaédricos  ó 
dodecaédricos;  su  lustre  es  vitreo  bastante  intenso  y dotado 
de  una  trasparencia  que  va  pasando  por  todos  los  grados 
hasta  convertirse  en  opaco;  rara  vez  incoloro,  ofreciendo,  por 
lo  común,  el  color  rojo,  morado,  verde,  rosáceo,  azul  y aun 
negro;  dureza  superior  á la  del  topacio,  siendo  rayado  única- 
mente por  el  diamante,  zafiro  y cimofana.  Infusible  al  sople- 
te; solo  experimenta,  mediante  la  acción  del  fuego,  cambio 
de  colores;  así,  por  ejemplo,  el  rubí  rojo  adquiere  al  princi- 
pio un  tinte  verdoso,  después  se  decolora  y pasa  inmediata- 
mente al  color  rojo  primitivo;  insoluble  en  los  ácidos  y de 
más  reactivos.  Ebelmen  ha  obtenido  pequeños  rubíes,  fun- 
diendo por  medio  del  ácido  bórico  la  alumina  y magnesia. 

COMPOSICION  EN  PESO  DE  LAS  VARIEDADES  PRINCIPALES 

DE  RUBÍES 


Pleonasta  del 


Rubí  espinela  de  Ceilan 

Akerita 

Ural 

Alumina..  . . 

67,01 

68,94 

65,27 

Magnesia.^^^P 
Oxido  crómico. 

(\  'y  r 

^ r » *» 

17.58 

» 

1,10 

25»72 

» 

Idem  ferroso.  . 

0,71 

3>49 

13,97 

Sílice.,  w . . 

2,02 

2,50 

97,<>S 

100,40 

99, 32 

VARIEDADES  DE  FORMA.— El  rubí  octaédrico,  for- 
ma la  mas  común  de  todas,  unas  veces  es  perfecto,  otras 
cuneiforme  y en  algunos  casos  parece  un  segmento  del  mis- 
mo octaedro  que  se  hubiese  cortado  por  un  plano  paralelo  á 
dos  de  sus  caras  opuestas;  hay  también  rubíes  octaédricos 
emarginados  que  ofrecen  una  trasposición;  el  rubí  dodecaé- 
drico,  siendo  su  forma  el  dodecaedro  romboidal,  que  presen- 
ta esencialmente  la  variedad  llamada  pleonasta;  existe  tam- 
bién la  espinela  ó rubí  uniternario,  que  no  es  mas  que  el 
mismo  dodecaedro  romboidal  con  ligeras  truncaduras  en  sus 
ángulos  sólidos;  esta  forma  corresponde  también  á la  pleo- 
nasta. 

Variedades  fundadas  en  el  color  y 
COMPOSICION  CUALITATIVA.  — Se  forman  por  la 


ESMERALDA 


mayor  parte  de  los  mineralogistas  las  siguientes:  i.a  rubí  es- 
pinela; 2.a  rubí  balaje;  3.a  la  cloro-espinela;  4.a  candita, 
pleonasta  o ceilanita.  El  rubí  espinela  ofrece  un  color  rojo 
carmín,  no  contiene  esencialmente  mas  que  aluminato  de 
magnesia;  es  una  de  las  piedras  preciosas  de  mayor  lustre 
vitreo,  siendo  muy  estimada  en  la  joyería.  El  rubí  balaje 
tiene  los  mismos  caracteres  de  composición,  dureza,  etc.,  que 
la  espinela,  de  la  cual  se  distingue  por  su  color  rojo  morado. 
La  cloro-espinela  ó espinela  verde  cristaliza  en  octaedros  de 
color  verde  de  yerba.  La  candita,  pleonasta  ó ceilanita  es  una 
variedad  de  rubí  que  contiene  gran  cantidad  de  óxido  ferroso, 
por  lo  que,  y teniendo  en  cuenta  su  color  negro  y su  crista- 
lización, Haüy  la  separó  del  rubí  para  constituir  una  especie 
particular,  que  designó  con  el  nombre  de  pleonasta;  esta  va- 
riedad puede  subdividirse  en  dos  subvariedades,  á saber: 
ceilanita  y candita;  la  primera  compuesta  de  aluminato  de 
magnesia  y de  ferrato  ferroso,  ofrece  un  color  verde  oscuro, 
recibiendo  el  nombre  de  ceilanita,  porque  se  la  encontró  por 
primera  vez  en  Ceilan;  la  candita  es  negra,  vitrea  y procede 
también  de  la  citada  isla,  donde  se  halla  cerca  de  Candy, 
cuyo  nombre  toma. 

Yacimiento. — Las  variedades  rojas  y verdes  se  ha- 
llan en  rocas  graníticas,  en  el  gneis  y en  rocas  anfibólicas; 
los  cristales  octaédricos  y dodecaédricos  en  arenas  resultado 
de  la  disgregación  de  las  rocas  graníticas.  El  rubí  espinela  y 
el  balaje  proceden  de  la  India,  Ceilan,  Estados-Unidos,  Bir- 
man  y Pegó.  La  cloro-espinela  se  encuentra  en  Finlandia 
(Rusia)  y en  New-Jersey  (Estados-Unidos).  La  ceilanita  y 
candita  se  hallan,  como  se  ha  dicho,  en  Ceilan  y Candy, 
existiendo  también  en  New-Jersey,  en  New- York,  Bohemia, 
Tirol,  cerca  de  Montpellier  (Francia)  y en  los  terrenos  vol- 
cánicos de  la  Somma  (Nápoles). 

USOS. — Como  piedra  fina  es  de  gran  valor,  supuesto  que 
las  variedades  rojas  tienen  un  precio  idéntico  al  de  los  ru- 
bíes orientales  y los  diamantes. 

Algunos  mineralogistas  estudian  á continuación  del  rubí, 
las  especies  designadas  con  los  nombres  de  gahnita  y de 
hercynita:  la  primera  es  un  aluminato  de  zinc,  mezclado  con 
una  corta  cantidad  de  aluminato  de  magnesia  y aluminato 
de  hierro:  cristaliza,  del  mismo  modo  que  la  espinela,  en 
octaedros  sencillos  ó hemitropiados,  ofreciendo  una  verda- 
dera trasposición;  su  color  es  verde  bajo  de  puerro  ó verde 
azulado,  el  brillo  vitreo  y algún  tanto  craso,  y su  dureza 
idéntica  á la  del  rubí;  infusible  al  soplete,  mezclada  con  la 
sosa  después  de  haber  sido  reducida  á polvo,  deposita  sobre 
el  carbón  el  óxido  blanco  de  zinc:  insoluble  en  los  ácidos  y 
demás  reactivos.  La  hercynita  está  compuesta  esencialmente 
de  aluminato  ferroso  y una  pequeñísima  cantidad  de  mag- 
nesia: cristaliza  en  octaedros  idénticos  á los  de  la  espinela: 
color  negro;  reducida  á polvo  ofrece  un  verde  oscuro;  la 
dureza  es  inferior  á la  de  la  gahnita,  supuesto  que  es  de  7,5; 
infusible  al  soplete,  y reducida  á polvo  presenta  un  color  ro- 
jo de  ladrillo  por  la  calcinación. 


89 

ESMERALDA — silicato  de  alumina  y glucina — Fór- 
mula química  GPCM  (SiO2)  4 f 2 Al203(Si02).3 

CARACTÉRES.  — La  esmeralda,  denominada  también 
berilo  y agua  marina , está  dotada  de  las  siguientes  propie- 
dades: cristaliza  en  prismas  exagonales,  correspondientes  al 
sistema  romboédrico,  exfoliables  en  sentido  perpendicular  al 
eje;  son  muy  frágiles  recien  extraídos  de  la  mina,  porque 
conservan  algo  del  agua  de  cantera,  pero  adquieren  consis- 
tencia después;  su  fractura  es  concoidea  y el  lustre  vitreo 
bastante  intenso;  algunas  veces  la  esmeralda  es  incolora, 
pero,  por  lo  general,  es  verde,  habiendo  ejemplares  de  un 
verde  mar,  azulados  ó amarillo  verdosos;  trasparente,  traslú- 
cida y aun  opaca;  dureza  superior  á la  del  cuarzo  é inferior 
á la  del  topacio,  estando  representado  su  peso  específico 
por  2,7.  Infusible  al  soplete,  perdiendo  el  color  y traspa- 
rencia si  es  que  la  tiene;  por  la  acción  del  bórax  se  funde 
en  un  vidrio  trasparente,  incoloro,  ó ligeramente  verdoso  si 
se  hace  el  ensayo  con  la  esmeralda  del  Perú ; insoluble  en 
los  ácidos. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Análisis  de  la  esmeralda  de  Muso 


Por  Vauquelin 

Klaproth 

Lewy 

Sílice 

. . 64,40 

68,50 

67,85 

Alumina.  . . . 

14,00 

1 5»75 

3 7,95 

Glucina.  . . . 

. . 13,00 

12,50 

12,40 

Oxido  de  cromo. 

• • 3>5° 

°j3° 

indicios. 

Oxido  de  hierro. 

. 1 j> 

1,00 

Cal  y magnesia.  . 

. . 2,56 

0,25 

0,90 

Oxido  de  sodio.  . 

. . » 

J> 

0,70 

Agua  marina  de  Siberia 

Yauquelin 


Sílice 

Alumina.  . . . 

Glucina . . . . 

Oxido  de  hierro.  . 
Oxido  de  calcio.  . 


68 

‘5 

14 

1 


Klaproth 

6,45 

!5U5 

16.50 

60.50 

T» 


ve 


Segundo  sub-grupo. — Piedras  finas  ó gemas  silíceas 

Las  especies  mineralógicas  incluidas  en  este  grupo  ofre- 
cen de  común  las  propiedades  siguientes:  lustre  vitreo  in- 
tenso; colores  accidentales  vivos  y agradables;  dureza  casi 
siempre  superior  á la  del  cuarzo;  infusibles  al  soplete,  excep- 
to la  mayor  parte  de  los  granates,  la  idocrasa  y la  axinita. 
Las  especies  principales  que  se  hallan  comprendidas  en  este 
grupo  son:  la  esmeralda,  fenaquita,  euclasa,  topacio,  jacinto 
ó circón,  granates,  idocrasa,  peridoto,  turmalina,  axinita  y 
cordierita. 


Berilo  de  Limoges 
Análisis  de  Graelin 

Sílice.  . . ; . . 

Alumina 

Glucina S 

Oxido  de  hierro.  . 

Cal.  ..... 


VARIEDADES. — La  esmeralda  presenta  dos  variedades 
principales,  á saber:  esmeralda  propiamente  dicha  y berilo.  La 
primera  cristaliza  en  prismas  exagonales  regulares,  con  trun- 
caduras  algunas  veces  en  los  ángulos;  el  color  de  la  esme- 
ralda es  el  verde  puro  y agradable  que  todo  el  mundo  cono- 
ce, debido  al  óxido  de  cromo.  El  berilo  cristaliza  también 
en  prismas  exagonales,  ofreciendo  casi  siempre  las  caras 
estrías  longitudinales  ó sean  paralelas  con  las  aristas  latera- 
les; esta  variedad  puede  ser  incolora,  verde  claro,  amarilla  y 
azul;  los  ejemplares  que  presentan  un  tinte  verde  claro  ó li- 
geramente azulado,  se  llaman  aguas  marinas. 

Yacimiento. — Las  esmeraldas  se  hallan,  por  lo  co- 
mún, en  cristales  diseminados  ó enclavados  en  rocas  graní- 
ticas ó pizarrosas,  y especialmente  en  pegmatitas  y pizarras 
micáceas  y arcillosas;  en  algunos  puntos  existen  unidas  á 


Tomo  IX 


12 


SULFATOS  INSOLUBLES 


90 

pizarras  y calizas  de  los  terrenos  cretáceos.  La  mayor  parte 
de  esmeraldas  usadas  por  los  antiguos  procedían  del  alto 
Egipto;  los  ejemplares  de  este  punto  ofrecen  un  verde  bas- 
tante intenso,  pero  son  poco  trasparentes,  siendo  una  de  las 
mas  notables  la  que  adorna  la  tiara  de  los  papas,  esmeralda 
que  se  supone  procede  de  la  citada  localidad,  porque  se  co- 
nocía en  Roma  en  la  época  del  papa  Julio  II,  cuyo  pontifi- 
cado fué  anterior  al  descubrimiento  y conquista  del  Perú. 
Esta  esmeralda  consiste  en  un  cilindro  de  27  milímetros  de 
altura  por  34  de  diámetro.  Los  hermosos  ejemplares  que 
circulan  hoy  en  el  comercio  proceden  de  Muzo,  próximo  á 
Santa  Fe  de  Bogotá  (Colombia  ó Nueva-Granada),  por  lo 
que  mas  bien  que  esmeraldas  del  Perú,  deben  llamarse  esme- 
raldas de  Colombia.  Según  M.  Lewy,  las  variedades  que  se 
hallan  en  Muzo  constituyen  filones  horizontales  en  medio 
de  una  caliza  bituminosa  fosilífera,  estando  acompañadas  de 
pirita  de  hierro,  de  cristal  de  roca,  de  espato  calizo  y de  un 
mineral  sumamente  raro,  el  carboriato  de  Lantano.  Se  en- 
cuentran también  esmeraldas  de  grandes  dimensiones  en 
Siberia,  y otras  mas  pequeñas  en  Salzburgo  (Alemania)  y en 
las  montañas  de  Morne  (Inglaterra).  Las  marinas  mas  esti- 
madas son  las  de  Minas-Geraes  (Brasil)  y de  Siberia,  en 
donde  tienen  por  ganga  rocas  graníticas.  Los  buenos  berilos 
proceden  de  las  Indias  orientales.  Existen  berilos  comunes 
y de  tamaño  mas  ó menos  considerable  en  Finlandia  (Rusia), 
Brodbo  (Suecia),  Irlanda,  Sajonia,  Nantes  (Francia),  Esta- 
dos-Unidos, etc.  En  España  hay  berilos  cristalizados,  de  un 
verde-amarillo,  opacos  y de  gran  tamaño,  en  la  calzada  de 
Pontevedra  y San  Juan  de  Pesqueiras  (Galicia). 

USOS.  — La  esmeralda  propiamente  dicha,  de  tintas  ho- 
mogéneas y sin  lo  que  llaman  jardinillo  los  lapidarios,  es  una 
de  las  piedras  finas  mas  estimadas,  pagándose  las  pequeñas 
de  140  á 300  reales  el  quilate,  y las  grandes  de  600  á 1,000 
reales.  Se  tallan  en  grados  y montadas  al  aire,  acostumbran- 
do los  joyeros  á rodearlas  de  un  cerquillo  de  diamantes. 
Esta  piedra  fina  se  conoce  desde  la  mas  remota  antigüedad, 
siendo  una  de  las  que  adornaban  el  pectoral  de  Aaron.  Los 
romanos  la  llamaban  smaragdus , y la  confundían  con  otros 
minerales  de  color  verde  mas  ó menos  análogo  al  de  la  es- 
meralda. Según  refiere  Plinio,  el  célebre  Nerón  se  entretenia 
en  mirar  los  juegos  del  circo  romano  á través  de  una  esme- 
ralda, que  le  servia  de  lente.  Las  aguas  marinas  y berilos 
tienen  mucho  menos  valor;  por  lo  común  se  pagan  ai  pre- 
cio de  los  topacios. 

FENAQUITA — silicato  de  g lucí  na — Fórmula 
química  G1203,  SiO2 

CARACTÉRES. — La  fenaquita,  de  la  palabra  griega 
fenax,  engañador,  porque  sus  cristales  fueron  confundidos 
con  los  del  cuarzo  exagonal,  tiene  las  particularidades  si- 
guientes: su  forma  primitiva  es  un  romboedro  de  116*  40; 
incolora,  roja  de  vino  ó rosácea,  trasparente,  de  lustre  vitreo 
y fractura  concoidea ; raya  al  cuarzo  y se  deja  atacar  por  el 
topacio;  muy  frágil,  estando  representado  su  peso  específico 
por  2,97.  Infusible  por  sí  sola  al  soplete,  pero  produce,  por 
medio  del  bórax,  un  vidrio  incoloro  y trasparente;  insoluble 
en  los  ácidos  y demás  reactivos. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Sílice 55,14 

Glucina 44,47 

Cal 0,39 


100,00 


VARIEDADES. — Se  presenta  cristalizada  en  romboe- 
dros modificados  por  medio  de  truncaduras  en  todas  las 
aristas  y aun  en  los  ángulos  laterales;  también  existen  crista- 
les exagonales  apuntados  como  los  cristales  de  cuarzo. 

YACIMIENTO. — Existe  la  fenaquita  en  cristales  hiali- 
nos, acompañada  de  la  cimofana  y berilo,  en  una  pizarra 
micácea  de  Takowaja  (Montes  Urales);  diseminada  en  un 
cuarzo  ferruginoso  en  Framont  (Vosgos),  y en  algún  otro 
punto. 

USOS. — En  realidad  no  tiene  aplicaciones  de  ningún  gé- 
nero: ofrece,  sin  embargo,  grande  interés  bajo  el  punto  de 
vista  mineralógico,  por  sus  formas  idénticas  á veces  con  las 
del  cuarzo. 

EUCLASA— SILICATO  DE  alumina  y silicato  de  glucina 
Fórmula  química  G120,  (Si02)2+2Al203,  SiO2 

CARACTÉRES. — La  euclusa,  palabra  derivada  de  otras 
dos  griegas,  eu,  bien,  clao,  yo  rompo,  porque  tiene  la  parti- 
cularidad de  exfoliarse  ó de  romperse  con  suma  facilidad, 
está  dotada  de  las  siguientes  propiedades:  forma  primitiva 
un  prisma  romboidal  oblicuo  simétrico;  color  verde  de  agua 
análogo  al  del  agua  marina  ó azul  mas  ó menos  intenso,  su 
lustre  es  vitreo  y la  fractura  trasversal,  concoidea;  raya  al 
cuarzo  y aun  al  topacio,  pero  á causa  de  su  gran  fragilidad 
no  puede  usarse  como  piedra  fina;  se  electriza  por  la  simple 
presión,  conservando  este  carácter  por  espacio  de  24  horas; 
peso  específico  de  3,1.  Se  funde  únicamente  en  los  bordes 
con  gran  dificultad;  insoluble  en  los  ácidos 

COMPOSICION  EN  PESO 


Análisis  segun  Berzelius 


Sílice.  . . • . . 

43,22 

Alumina.  . . ~ . . 

3°,  56 

Glucina 

21,78 

Oxido  ferroso..  . . 

2,22 

Oxido  de  estaño..  . 

0,70 

98,48 

VARIEDADES. — No  se  conoce  hasta  ahora  mas  que 
en  cristales  prismáticos  oblicuos,  de  diez  ó mas  caras  con 
apuntamientos  en  las  cuatro  mas  dominantes. 

YACIMIENTO. — La  euclasa  ha  sido  mencionada  por 
primera  vez  por  el  célebre  botánico  Dornbay,  siendo  los 
ejemplares  que  reconoció,  procedentes  de  Rio-Janeiro;  se 
ha  encontrado  en  la  itacol umita  de  Minas-Geraes  (Brasil),  y 
hace  pocos  años  en  Connecticut  (América  del  Norte),  donde 
está  asociada  al  topacio,  fluorina  y mica  argentina;  se  halla 
además  en  la  parte  meridional  de  los  montes  U rales,  yendo 
acompañada  del  corindón,  topacio  y distena. 

USOS. — A causa  de  su  gran  fragilidad  no  puede  emplear- 
se en  la  joyería. 

TOPACIO  — fluosilicato  de  alumina— Fórmula 
química  3AFO3,  SiO2  + Al20-\  F1*03 

Los  lapidarios,  por  lo  general,  dan  el  nombre  de  topacio 
á toda  piedra  fina  dotada  de  color  amarillo.  En  Mineralogía 
se  reúnen  bajo  esta  denominación  gemas  y aun  también  sus- 
tancias de  aspecto  litoideo  que  ofrecen  ciertos  caractéres 
esenciales,  aunque  sus  colores  sean  diferentes.  El  topacio 
puede  dividirse  en  tres  subespecies  ó secciones,  á saber:  j.“ 
topacio  propiamente  dicho;  2.*  picnita;  y 3.“  pirofisalita. 


TOPACIO 


91 


TOPACIO  PROPIAMENTE  DICHO 

CARACTÉRES. — La  forma  primitiva  es  un  prisma 
romboidal  recto  perteneciente  al  tercer  sistema,  exfoliable 
en  dirección  paralela  á la  base;  su  fractura,  concoidea, 
lustre  vitreo;  el  topacio  á veces  es  incoloro  y de  una  limpieza 
perfecta  (topacio  gota  de  agua  del  Brasil),  pero  comunmente 
se  presenta  amarillo,  anaranjado,  rosáceo,  azul,  verdoso,  etc.; 
los  topacios  coloreados  son  tricroitas,  esto  es,  presentan,  cuan- 
do se  miran  en  la  dirección  de  sus  tres  ejes  rectangulares,  tres 
clases  de  colores,  como  se  nota  en  los  topacios  del  Brasil 
que  ofrecen  tintas  verdosas,  blancas  y moradas.  Esta  sustan- 
cia raya  al  cuarzo  y se  deja  rayar  por  el  zafiro,  ocupando  el 
número  8 en  la  escala  relativa  de  Mohs;  su  peso  específico 
es  de  3,5 ; se  electriza  negativamente  por  el  frote  y el  calor, 
conservando  las  variedades  hialinas  la  propiedad  eléctrica  lo 
menos  veinticuatro  horas.  Infusible  al  soplete,  pero  se  cubre 
de  ampollas  muy  finas,  adquiriendo  por  la  acción  del  fuego 
un  color  rojo  ó rojo  violado,  dando  origen  á la  variedad 
denominada  «topacio  quemado;»  es  insoluble  en  los  ácidos. 

COMPOSICION  EN  PESO 


liza  en  prismas  acanalados,  anchos  y muy  frágiles  en  la  di- 
rección trasversal,  derivados  del  tercer  sistema. 

pirofisalita 

CARACTÉRES. — La  pirofisalita,  que  no  es  mas  que  el 
topacio  prismatoideo  de  Haüy,  ó el  topacio  común  de  los 
alemanes,  se  presenta  en  cristales  abultados  y también  mas 
ó menos  amorfa,  opaca,  trasluciente,  incolora  ó dotada  de 
un  color  verde  claro.  Los  demás  caractéres  físicos,  excepto 
los  eléctricos,  son  idénticos  á los  del  topacio;  si  se  somete 
una  lámina  muy  delgada  de  esta  sub-especie  á la  acción  del 
soplete,  se  cubre  de  burbujas  muy  finas  que  llegan  á rom- 
perse ó abrirse  por  completo,  de  donde  toma  el  nombre  de 
pirofisalita. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice.  . . 
Alumina.  . 
Fluor.  . . 

• • • • 57,74 

• • • • 14^26 

106,36 

Análisis  del  topacio  del  Brasil  (Ber/elius) 


Sílice 

34,oi 

Alumina..  . . 

58,38 

Fluor 

7,79 

100,18 

VARIEDADES. — 1.a  Topacio  del  Brasil,  cristalizado  en 
prismas  prolongados  apuntados  por  pirámides  y con  estrías 
longitudinales,  siendo  sus  colores  dominantes  el  amarillo- 
rojizo,  y algunas  veces  rosáceo  ó morado;  los  ejemplares  de 
este  último  color  son  bastante  estimados  en  joyería,  pero 
como  son  muy  raros  los  naturales,  se  obtienen  artificial- 
mente (topacio  quemado),  sometiendo  los  de  color  sonrosado 
á una  temperatura  moderada;  los  ejemplares  naturalmente 
rojos  reciben  el  nombre  de  «rubíes  del  Brasil.» — 2.a  Varie- 
dad, topacio  de  Sajonia.  Cristaliza  en  prismas  cortos,  trun- 
cados en  los  ángulos  agudos;  color  amarillo  poco  intenso, 
habiendo  ejemplares  trasparentes. — 3.a  Variedad,  topacio  de 
Siberia.  Se  presenta  en  cristales  análogos  á los  del  anterior, 
aunque  algunos  ofrecen  un  volúmen  considerable ; su  color 
es  un  blanco  azulado,  azul  verdoso,  y también  incoloros  y 
trasparentes. 


topacio  picnita 


D 


La  picnita  se  presenta  cristalizada  en  prismas  acanalados 
y sobrepuestos  unos  á otros;  su  estructura  es  bacilar,  color 
gris  amarillento,  dureza  inferior  á la  del  topacio,  siendo  su 
peso  específico  idéntico  al  de  esta  subespecie,  pero  superior 
al  del  berilo,  en  donde  el  célebre  Werner  estudiaba  la  pic- 
nita. Infusible  al  soplete,  pero  se  cubre  mas  pronto  de  bur- 
bujas que  el  topac ' 


VARIEDADES. — En  cristales  ó masas  fibrosas  bacilares. 

YACIMIENTO. — Los  topacios  del  Brasil  se  hallan  im- 
plantados en  las  rocas  graníticas  y pizarrosas  de  Minas-Geraes, 
y en  los  filones  que  atraviesan  las  rocas  indicadas;  existen 
además  en  cantos  rodados  acompañando  á los  diamantes,  en 
los  aluviones  auríferos  de  Serra  do  Frió  y Minas-Novas 
(Brasil);  en  estas  localidades  se  encuentran  á menudo  ejem- 
plares de  un  blanco  algo  verdoso  <5  incoloros  y completa- 
mente trasparentes,  á los  que  llaman  los  portugueses  gota 
de  agua.  Los  topacios  de  Siberia  están  unidos  al  cristal  de 
roca,  berilo,  fluorina  y fenaquita;  se  hallan  en  el  monte  Ifmen, 
en  los  E rales,  en  Escocia,  Irlanda  y Australia.  Los  topacios 
de  Sajonia  se  encuentran  en  rocas  feldespáticas,  y especial- 
mente en  la  pegmatita,  constituyendo  en  unión  de  esta  una 
roca,  que  los  alemanes  llaman  topazfels  (roca  topaciana),  en 
la  que  no  solo  hay  cristales  de  topacio  sino  también  la  tur- 
malina negra.  En  Connecticut  (Estados-Unidos)  existen 
topacios  incoloros  y del  tamaño  de  siete  á ocho  pulgadas 
de  diámetro;  los  ejemplares  de  topacio  que  tienen  un  amarillo 
de  paja  proceden  del  Asia  menor,  siendo  este  el  verdadero 
topacio  de  los  joyeros. 

USOS.  Se  emplea  como  piedra  fina  de  poco  valor  entre 
los  lapidarios,  teniendo,  no  obstante,  un  precio  algo  elevado 
los  del  Brasil,  el  amarillo  de  paja,  el  quemado  y el  llamado 
gota  de  agua,  que  se  suele  confundir  por  su  brillo  intenso 
con  los  verdaderos  diamantes. 

Según  los  joyeros,  el  topacio  ocupa  el  décimo  lugar  entre 
las  piedras  finas  ó de  adorno,  supuesto  que  está  colocado 
después  de  la  amatista,  como  puede  verse  en  la  siguiente 
tabla: 

O 

Piedras  finas  o de  adorno  empleadas  en  la  joyería 


Sílice. . . 
Alumina.. 
Fluor. . . 


39, °4 
5L23 
iS,4S 

108,75 


Variedades.— La  picnita,  como  se  ha  dicho,  crista- 


Diamante. 
Rubí. 

Esmeralda. 
Zafiro. 
Opalo. 
Turquesa. 
Granates. 

8. *  Peridoto. 

9. *  Amatista. 
10  Topacio. 


1 1 Agua  marina. 

12  Jacinto. 

13  Cornerina. 

14  Venturina. 

15  Onice. 

16  Agata. 

1 7 Cristal  de  roca. 

18  Lapislázuli. 

Y A 1 K M m 


SULFATOS  INSOLUBLES 


92 

JACINTO  Ó CIRCON — silicato  de  zircona — Fórmula 

química  Zi203,  SiO2 

CARACTÉRES.  Esta  especie,  llamada  además  ceila- 
nita,  jargon,  eudialita,  etc.,  tiene  por  forma  fundamental  un 
prisma  ú octaedro  de  base  cuadrada,  que  deriva  del  segundo 
sistema  cristalino;  la  fractura  es  concoidea,  ondulante  y bri- 
llante, lustre  vitreo  poco  intenso  y algún  tanto  craso  ó dia- 
mantino; su  color  es  ó amarillo  verdoso,  pardo,  agrisado  y 
aun  incoloro  (circón);  rojo  vinoso  ó pardo  rojizo  (jacinto); 
dureza  superior  á la  del  cuarzo  é inferior  á la  del  topacio, 
estando  representado  su  peso  específico  por  4,5  ó 4,6,  ma- 
yor que  el  de  todas  las  piedras  preciosas.  Infusible  al  soplete; 
las  variedades  de  color  rojo  por  la  acción  del  calor  adquieren 
un  tinte  amarillento  ó se  ponen  incoloras;  las  de  color  mo- 
reno se  vuelven  blancas;  insoluble  en  los  ácidos  y demás 
reactivos. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Jacinto  d‘Expailly  Circón  de  Noruega 
(Berzelius)  (Klaprolli)  ° 


Sílice. . 
Zircona. 


33,4*$ 

66,52 


33 

66 


100,00 


99 


Variedades. — Las  dos  variedades  de  este  mineral 
pueden  considerarse  como  dos  verdaderas  sub-especies  que 
representan  las  dos  especies  que  Werner  formó*  con  esta 
sustancia,  á saber:  el  jacinto  y el  circón.  El  jacinto  cristaliza 
en  dodecaedros  romboidales  simétricos  ó en  prismas  de  base 
cuadrada  apuntados;  color  rojo  vinoso  ó pardo  anaranjado, 
cuya  coloración  desaparece  sin  mas  que  exponer  un  frag- 
mento á la  simple  llama  de  una  bujía;  el  brillo  que  ofrece 
el  jacinto  es  bastante  intenso,  y su  trasparencia  es  casi  com- 
pleta. El  circón  cristaliza  en  prismas  de  base  cuadrada 
apuntado  por  pirámides  cuadrangulares  formadas  por  trián- 
gulos isósceles;  incoloro,  en  cuyo  caso  es  trasparente,  ó bien, 
como  se  ha  dicho,  amarillo  verdoso,  gris  y de  color  de 
canela;  brillo  craso  y algo  diamantino,  por  lo  que  cuando  se 
tallan  algunos  ejemplares  de  circón,  sobre  todo  los  que  pro- 
ceden de  Ceilan,  se  confunden  con  los  diamantes. 

Yacimiento.— Los  jacintos  y circones  se  hallan  di- 
seminados en  rocas  graníticas  ó volcánicas,  siendo  la  sienita 
una  de  las  rocas  donde  mas  abundan,  por  cuya  razón  en 
Noruega  la  llaman  sienita  circonífera;  existen  también  en 
las  arenas  procedentes  de  la  descomposición  de  rocas  graní- 
ticas. Los  circones  proceden  de  los  montes  Urales  Tirol 
Vosgos  y Mosela  (Francia),  Ceilan,  Bretaña  y Nueva  Jersey 
(Estados-Unidos);  los  jacintos  de  Ceilan,  Noruega,  Bohemia 
y Provenza  (Francia).  Según  el  señor  Naranjo,  los  jacintos 

se  encuentran  en  las  arenas  auríferas  de  la  provincia  de  León 
(España). 

USOS.  Se  emplea  como  piedra  fina  de  poco  valor:  el 
nombre  de  jacinto  se  ha  hecho  extensivo  á piedras  diferen- 
tes, que  presentan  un  rojo  anaranjado  mezclado  de  matices 
pardos.  La  generalidad  de  los  jacintos  que  circulan  en  el 

comercio  pertenecen  á la  variedad  del  granate  grosulario  ó 
piedra  de  canela. 

GRANATES 

Con  el  nombre  de  granates  ( de  granalum,  granada)  se 
comprende  gran  número  de  minerales  que  cristalizan  en 
dodecaedros  romboidales  o trapezoedros  pertenecientes  al 
sistema  cúbico.  El  célebre  mineralogista  Haüy  los  reunió  en 


una  sola  especie;  pero  Beudant  considera  á los  granates  como 
un  grupo  genérico,  compuesto  de  varias  especies  isomorfas, 
tales  como  el  granate  grosulario,  almandino,  melanito  y es- 
pesartino.  No  obstante,  estos  minerales  isomorfos  puede 
decirse  que  jamás  existen  separados  en  la  naturaleza,  hallán- 
dose constantemente  mezclados  entre  sí,  y variándolas  mez- 
clas hasta  el  punto  de  convertirse  unas  especies  en  otras. 
Por  esta  razón,  y teniendo  además  presente  la  analogía  de 
propiedades  físicas  y aun  químicas,  los  mineralogistas  mo- 
dernos no  constituyen  con  los  granates  mas  que  una  especie, 
que  subdividen  en  varias  ó sub-especies. 

Caracteres  generales  de  la  especie 
GRANATE. — Tienen  por  forma  primitiva  un  dodecaedro 
romboidal:  fractura  vitrea  y concoidea,  dureza,  por  lo  común, 
superior  á la  del  cuarzo  é inferior  á la  del  topacio,  siendo  su 
peso  especifico  de  3,5  á 4,5.  Se  funden  al  soplete  (excepto 
el  ouwarovito)  en  un  glóbulo  vitreo  mas  ó menos  coloreado, 
que  algunas  veces  ofrece  un  aspecto  metaloideo,  siendo 
también  en  ciertos  casos  mas  ó menos  magnético;  este  último 
carácter  indica  desde  luego  la  presencia  del  óxido  de  hierro. 
Tratados  por  un  fundente  proporcionan  las  reacciones  del 
hierro,  del  manganeso  ó del  cromo;  las  variedades  compuestas 
de  óxido  de  calcio  se  disuelven  en  el  ácido  hidroclórico, 
mientras  que  son  insolubles  todas  las  demás.  Rara  vez  se 
presentan  los  granates  incoloros;  sus  matices  mas  comunes 
son  el  rojo,  moreno,  negro,  amarillo  y verde;  siendo,  sin 
embargo,  mas  frecuente  el  rojo,  por  lo  que,  y teniendo  en 
cuenta  la  forma  mas  ó menos  redondeada  de  sus  cristales 
parecidos  á los  granos  de  la  granada,  han  recibido  el  nombre 
de  granates.  La  fórmula  general  de  todos  ellos  es  la  si- 
guiente: 


B 03,  Si02+(60)3,  SiO 


Los  granates,  como  hemos  indicado,  se  dividen  en  va- 
rias sub-especies,  siendo  las  mas  esenciales  las  siguientes: 
i.a  granate  grosulario:  2.a  almandino;  3.*  melanito’;  4.a  es- 
pesartino;  5.*  ouwarovito. 

GRANATE  GROSULARIO — silicato  de  alumina  y 
silicato  de  cal — Fórmula  química 
Al202,Si02  + (Ca0)3,Si02 

Caracteres. — Sus  formas  mas  frecuentes  son  el  do- 
decaedro romboidal  ó trapezoedro,  se  presenta  incoloro, 
verde  de  grosella,  de  donde  toma  el  nombre  de  grosulario,  y 
rojo  de  jacinto  ó de  miel,  constituyendo  la  variedad  deno- 
minada esonita  ó granate  de  Filipinas.  Se  funde  al  soplete 
en  un  esmalte  gris  con  un  ligero  tinte  verdoso,  cuyo  esmalte 
suele  ser  magnético ; reducido  á polvo,  se  disuelve  en  el 
ácido  hidroclórico,  y si  se  trata  la  disolución  por  el  oxalato 
amónico,  se  obtiene  un  precipitado  blanco  de  oxalato 
de  cal. 

LOCALIDADES.— Hállase  el  granate  grosulario  en  Si- 
beria  y Hungría;  la  variedad  llamada  esonita  existe  en  los 
Grisones,  en  las  islas  Filipinas,  Ceilan  y Pargas  (Finlandia). 
En  España  hay  granates  grosularios  en  el  Barranco  de  Belen 
(Cataluña),  y Orbaiceta  (Navarra). 

GRANATE  ALMANDINO— silicato  de  alumina  y si- 
licato de  óxido  ferroso— A1203, SiO2  + (Fe0)3,Si03 

CARACTERES. — Cristaliza  como  todos  los  demás  gra- 
nates en  dodecaedros  romboidales  ó trapezoedros;  color 
rojo,  rojo-morado,  moreno  oscuro  y negro.  Se  funde  al  so- 
plete en  un  glóbulo  magnético;  insoluble  en  los  ácidos;  tra- 


IDOCRASA 


93 


tado  por  un  fundente,  y sometido  después  á la  acción  del 
cianuro  férrico  potásico,  da  la  coloración  azul  de  Prusia. 

VARIEDADES. — Si  ofrece  un  color  rojo  violado  se 
le  llama  granate  sirio  ó granate  oriental;  si  es  rojo  de  fuego 
muy  vivo,  granate  piropo  ó carbunclo  de  los  antiguos,  cuya 
variedad  contiene  cierta  cantidad  de  magnesia,  por  lo  que 
algunos  mineralogistas  le  denominan  granate  magnésico;  si 
presenta  un  color  rojo  oscuro  ó vinoso,  granate  de  Bohemia 
ó común;  por  último,  si  tiene  color  rojo  y mirado  al  trasluz 
ofrece  un  matiz  morado,  se  llama  por  los  lapidarios  granate 
vermlleta . 

LOCALIDADES. — Los  granates  orientales  ó nobles  pro- 
ceden del  Pegú  ó de  Siam,  Ceilan,  Groenlandia,  Transilvania 
y Tirol;  el  granate  piropo  ó magnésico  procede  de  Bohemia 
y de  Sajonia;  el  vermelleta  viene  del  Piamonte.  Las  varieda- 
des comunes  son  muy  abundantes  en  España,  pudiendo  ci- 
tarse entre  otras  localidades,  Sierra  Alhamilla  y cabo  de 
Gata  (Almena),  toda  la  cordillera  de  Sierra  Nevada  y varios 
sitios  del  Pirineo  correspondiente  á la  provincia  de  Gerona. 

GRANATE  MELANITO  — silicato  de  óxido  férrico 
y silicato  de  cal — Fórmula  química 
Fe203,  Si02  + (Ca0)3  SiO2 

CARACTÉRES. — El  color  dominante  de  este  granate 
es  el  negro  con  un  ligero  tinte  amarillento;  su  dureza  es  in- 
ferior á la  del  cuarzo  y superior  á la  del  feldespato.  Se  funde 
al  soplete  en  un  glóbulo  ó escoria  negra  muy  magnética;  so- 
luble en  parte  en  el  ácido  hidroclórico,  dando  la  disolu- 
ción el  precipitado  azul  de  Prusia  por  medio  del  cianuro 
ferroso  potásico. 

VARIEDADES. — En  esta  subespecie  se  incluyen  la  in- 
mensa mayoría  de  los  granates  denominados  comunes,  los 
cuales  carecen  de  traslucencia  y de  viveza  de  colores : cor- 
responden á este  grupo,  según  la  opinión  de  algunos  mine- 
ralogistas, las  variedades  siguientes:  i.‘  granate  aplomo,  de 
color  moreno  verdoso,  y sobre  cuyos  cristales  dodecaédricos 
se  notan  en  ciertos  casos  caras  del  cubo  y alguna  vez  del  oc- 
taedro. Haiiy  creía  que  la  forma  primitiva  del  granate  aplomo 
era  el  cubo,  y constituía  con  esta  variedad  una  especie  dis- 
tinta de  granate;  2.a  variedad,  granate  verdoso  ó alocroi- 
ta;  3.a  granate  moreno  ó poliadelfita;  4.a  granate  negro  ó 
melanita  propiamente  dicha;  5.a  el  mismo  granate  verme- 
lleta;)'  6.a  la  colofonita,  granate  de  lustre  resinoso  y de  color 

LOCALIDADES.— El  granate  aplomo  se  halla  en  Lena 
(Siberia),  en  Sajonia  é Inglaterra;  el  alocroita  en  Noruega;  la 
poliadelfita  en  los  Estados-Unidos;  los  granates  negros  en 
Frascati,  Albano  y cercanías  de  Roma,  Laponia,  y en  las 
rocas  cristalinas  próximas  al  Vesubio,  etc  En  España  existe 
en  diversas  localidades. 


GRANATE  OUWARO VITO— silicato  de  sesquióxido 
de  cromo  y silicato  de  cal — Fórmula  química 
Cr203,  SiO2  T(CaO)3,  SiO2 

CARACTÉRES.—  Cristaliza  en  dodecaedos  romboidales; 
color  verde  de  esmeralda  que  recuerda  la  dioptasa;  trasparen- 
te, brillo  resinoso,  y dureza  superior  á la  del  cuarzo  é inferior 
á la  del  topacio.  Este  granate  es  el  único  que  no  se  funde 
al  soplete;  por  medio  del  bórax  acusa  la  presencia  del  óxido 
de  cromo. 

Localidades. — Se  encuentra  en  Bissersk  (Montes 
Urales). 

Yacimiento  general  de  los  granates. 
— Constituyen,  aunque  en  muy  raros  casos,  capas  ó lechos 
en  estado  compacto  ó granudo  en  los  terrenos  de  cristaliza- 
ción; pero,  por  lo  general,  se  hallan  diseminados  en  rocas 
graníticas,  volcánicas  y metamórficas,  siendo  algunas  veces 
tan  abundantes  que  parece  que  forman  un  elemento  esencial 
de  las  citadas  rocas.  Forman  parte  de  los  granitos  comunes, 
de  los  gneis,  pizarras  talcosas  y micáceas,  serpentinas  y aun 
de  calizas  metamórficas.  En  España,  como  hemos  indicado, 
se  encuentran  los  granates  melanitos,  las  variedades  comu- 
nes del  almandino  y el  espesartino  en  sierra  Alhamilla  y cabo 
de  Gata  (Almería),  cordillera  de  Sierra  Nevada  (Granada) 
y en  el  Pirineo  de  Cataluña;  así  como  el  granate  grosulario 
en  Orbaiceta  (Navarra)  y Barranco  de  Belen  (Cataluña). 

USOS. — Se  emplean  como  piedras  finas  las  variedades 
de  colores  vivos,  trasparentes  ó traslúcidas;  los  joyeros  apre- 
cian bastante  el  granate  oriental  ó noble,  el  piropo,  el  de 
Bohemia  y el  llamado  jacinto.  Su  valor  en  el  comercio  con 
relación  á las  otras  piedras  preciosas  no  deja  de  ser  conside- 
rable, supuesto  que  ocupan  el  séptimo  lugar.  Se  tallan  fre- 
cuentemente en  cabujón;  para  disminuir  su  color  demasiado 
intenso,  se  les  ahueca  por  la  parte  interior  y se  les  pone  una 
hoja  metálica  de  plata. 

IDOCRASA— silicato  de  alumina,  de  cal  y de  hierro 
— Fórmula  química  A1203,  SiO2  T (CaO,  FeO,  MgO)  SiO2 

CARACTÉRES.  — Esta  sustancia,  designada  también 
con  los  nombres  de  Vesubiana  ó crisolita  de  Ñapóles , crista- 
liza en  prisma  recto  de  base  cuadrada,  perteneciente  al  se- 
gundo sistema  cristalino;  su  fractura  es  vitrea;  color  pardo 
rojizo,  en  cuyo  caso  se  llama  Vesubiana,  verde  amarillento, 
denominada  frugardi/a,  ó azul  celeste,  ciprina ; raya  al  feld- 
espato y se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  siendo  su  peso  espe- 
cífico de  3,2.  Se  funde  al  soplete  en  un  vidrio  ampolloso, 
amarillo  y traslúcido;  pero  si  se  mezcla  con  el  bórax,  produ- 

COMPOSICION  EN  PESO 


GRANATE  ESPESARTINO  — silicato  de  alumina  y 
silicato  de  óxido  de  manganeso — Fórmula  química 
A1203,  Si02-L  (MnO)3,  SiO2 


D 


Caracté 


cristalizado  en  dodecae- 


dros romboidales  con  las  caras  estriadas;  su  color  es  rojo 
morado  ó rojo  oscuro;  dureza  superior  á la  del  cuarzo.  Se 
funde  al  soplete  en  esmalte,  que  en  ciertos  casos  es  magné- 
sico; produce,  tratado  con  el  bórax,  la  reacción  del  manga- 
neso. 

LOCALIDADES. — Se  encuentra  esencialmente  en  Ba- 
viera,  Brodbo  (Suecia)  y Connecticut  (Estados  Unidos). 


Vesubiana. 


Sílice 

• • 37*75 

Alumina 

■ • 17,23 

Oxido  de  hierro 

■ • 4,43 

CaL  A <? 

• * 37,35 

Magnesia 

3,79 

>TTLk3 

ioo,55 

Composición  que  se  traduce  por  un  silicato  de  alumina  y 
de  cal  con  pequeñas  cantidades  de  óxido  de  hierro  y de  mag- 
nesio. En  algunos  ejemplares  la  potasa  reemplaza  á la  mag- 
nesia. 

VARIEDADES.  — Cristalizada  en  <íprismas»  de  <i  base 


94 


SULFATOS  INSOLUBLES 


cuadrada»,  con  truncaduras  en  las  aristas  verticales;  se  co- 
nocen también  variedades  «granudas,  compactas  y baci- 
lares». 

YACIMIENTO. — Se  halla  la  idocrasa  en  pizarras  talco- 
sas,  dolomías  y lavas  del  Vesubio.  La  variedad  que  hemos 
designado  con  el  nombre  de  «Vesubiana»  se  encuentra  en 
la  Somma,  acompañada  de  granates,  rubí  espinela,  circón  y 
otras  especies;  la  idocrasa  llamada  de  Siberia,  caracterizada 
por  su  color  verde  oscuro,  existe  en  una  serpentina  alterada 
cerca  de  la  desembocadura  del  rio  Wiloui  (Siberia);  la  «fru- 
gardita»  en  Frugard  (Finlandia);  la  «ciprina»  en  Tellemar- 
ken  (Noruega);  por  último,  hay  también  idocrasas  de  un  color 
moreno-agrisado  en  Suecia,  moradas  ó manganesíferas,  en  el 
Piamonte,  verde-amarillentas  en  este  mismo  punto,  también 
verdes  y amarinasen  el  Tjrol.  En  España,  según  Naranjo,  se 
encuentran  idocrasas  en  los  gneis  de  Buitrago  y Escorial 
(Madrid). 

USOS. — Las  variedades  de  idocrasas,  que  son  algún  tanto 
trasparentes  y de  colores  intensos,  se  tallan  en  Ñapóles  como 
piedras  finas,  las  cuales  reciben  el  nombre  de  «gemas  del 
Vesubio.» 

PERIDOTO — SILICATO  DE  MAGNESIA  Y PROTÓXIDO  DE 

hierro — Fórmula  química  (MgO  FeO)3  SiO2 

Caracteres.  — El  peridoto  se  le  llama  también  cri- 
solita de  los  volcanes  y divino;  según  el  mineralogista  Haüy, 
la  forma  primitiva  de  los  cristales  de  Oriente,  es  el  prisma 
rectangular  recto  del  tercer  sistema;  pero  los  procedentes  del 
Vesubio  tienen  por  forma  un  prisma  romboidal  oblicuo,  su 
fractura  es  vitrea  y brillante : color  verde-amarillento,  verde 
claro  ó de  aceituna;  raya  el  feldespato  y se  deja  rayar  aun- 
que con  dificultad  por  el  cuarzo,  siendo  su  peso  específico 
rie  3,3  á 3,5.  Infusible  al  soplete,  solo  ofrece  un  principio 
de  fusión  cuando  contiene  grande  cantidad  de  óxido  de 
hierro;  soluble  en  el  ácido  hidroclórico,  especialmente  la  va- 
riedad llamada  olivino;  tratado  por  el  ácido  nítrico  pierde  su 
color. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Peridoto  del  Vesubio 

Peridoto  oriental 

(Walmstedt) 

(Estromeyer) 

Sílice 40,08“ 

39,73 

Magnesia 44,2! 

50,13 

Protóxido  de  hierro  . 15,26 

9,i9 

99,56 


99,05 


VARIEDADES.  La  llamada  «crisolita,»  que  cristaliza 
en  prismas  romboidales  oblicuos,  ó prismas  octógonos  mo- 
dificados, trasparentes  y verdes  ó verde  amarillentos.  El  «oli- 
\ino»  de  estructura  granular,  siendo  su  color  el  verde  ó verde 
amarillo  de  aceituna;  existen  algunos  ejemplares  rojizos  de- 
bido á la  descomposición  que  han  experimentado  en  contacto 
de  la  atmósfera. 

Yacimiento.  — Los  cristales  de  Oriente  presentan 
aristas  redondeadas,  por  lo  que  se  supone  que  pertenecen  á 
terrenos  de  acarreo;  las  otras  variedades  se  hallan  disemina- 
das en  rocas  basálticas  ó constituyendo  parte  de  masas  me- 
teoricas.  El  olivino  es  mas  común  que  la  crisolita  y existe  en 
pequeñas  masas  granulares  ó en  riñones  de  algún  terreno 
diseminados  en  los  basaltos  ú otras  rocas  volcánicas.  En  Es- 
pana  se  encuentra  el  olivino  en  varios  puntos  de  las  provin- 
cias de  Gerona,  Lérida  y Huesca,  siendo  notable  sobre  todo 
el  criadero  de  Ciudad-Real,  donde  existe  el  olivino  disemi- 
nado en  una  roca  basáltica. 

USOS.  Los  ejemplares  de  crisolita  trasparentes  y de  al- 


guna magnitud  se  emplean  en  la  joyería  como  piedra  fina; 
pero  es  poco  estimada  á causa  de  su  escasa  dureza. 

TURMALINA — sílico-borato  de  alumina  y otras  bases 
variables  que  pueden  ser  la  «cal,  óxido  de  hierro,  de 
manganeso,  potasa,  sosa  y fitina.» 

CARACTERES. — Esta  especie  mineralógica  se  la  cono- 
ce también  con  los  nombres  de  «chorlo  negro,  indicolita  y 
rubelita.»  Cristaliza  en  prismas  de  seis  á nueve  caras,  corres- 
pondientes al  sistema  romboédrico;  fractura  concoidea,  ofre- 
ciendo casi  siempre  un  corte  triangular:  su  color  puede  ser 
el  negro,  rojo,  verde,  azul,  moreno  y rara  vez  incolora  y lím- 
pida; raya  al  cuarzo  y se  deja  rayar  por  el  topacio,  siendo  su 
peso  específico  de  3,3.  La  turmalina,  como  se  dijo  al  hablar 
de  los  caracteres  en  general,  adquiere  mediante  el  calor  la 
electricidad  polar.  Ciertas  variedades  de  esta  especie  se  fun- 
den con  mas  ó menos  dificultad,  según  su  composición,  en 
una  escoria  negruzca  ó agrisada,  ó bien  en  esmalte  blanco  ó 
coloreado  y mas  ó menos  ampolloso;  otras  son  completamente 
infusibles  ó fusibles  á lo  mas  en  los  bordes,  habiendo  nece- 
sidad de  verificar  el  ensayo  sobre  agujas  muy  finas  ó láminas 
delgadas;  en  este  caso  se  encuentran  las  turmalinas  que  con- 
tienen fitina;  aquellas  otras  en  cuya  composición  entra  la 
magnesia,  se  funden  fácilmente  aumentando  al  propio  tiem- 
po de  volumen.  Si  sobre  el  hilo  de  platino  se  funden  las 
turmalinas  con  partes  iguales  de  espato  flúor  y de  bi  sulfato 
potásico,  se  reconocerá  la  presencia  del  ácido  bórico  por  la 
propiedad  que  tiene  de  dar  un  color  verde  á la  llama  del  so- 
plete. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Rubelita  de  Rosena  Chorlo  negro  de  Baviera 


Sílice.  . • 

lAleido  bórico.  . . . 

Alumina 

Oxido  de  hierro.  . . 
Oxido  de  manganeso 

Cal 

Magnesia 

Potasa  y sosa.  . . . 

Litma.  . . . . . 


43U2 

5.74 

36,43 

» 

6,32 

1,20 

» 

2,41 

2,04 


35.43 
4,02 

34,75 

17.44 
1,89 

» 

4,68 

2,23 

» 


Esta  composición  tan  complicada  é incierta  contribuye  á 
que  no  pueda  darse  una  fórmula  atómica  clara  y sencilla;  no 
obstante,  en  esta  composición  existen  dos  grupos  esencia- 
les: i.°  sílico-borato-aluminoso,  2.0  sílico-borato  de  base 
simple,  que  pueden  representarse  por  las  fórmulas  si- 
guientes : 

ABO3  (SiO3,  B203)+60  (SiO2,  B303)4-60  (Si03B203) 

En  esta  fórmula,  60,  representa  los  protóxidos  de  hierro, 
de  manganeso,  de  magnesio,  potasio,  sodio,  etc. 

Variedades. — Haüy  describe  diez  y nueve  varieda- 
des diferentes,  siendo  todas  ellas  cristales  prolongados  apun- 
tados; la  mayoría  de  estos  cristales  son  trasparentes  en  el 
sentido  de  su  espesor,  y opacos  en  el  de  su  longitud ; se  co- 
nocen además  las  variedades  cilindroideas  que,  agrupándose 
con  frecuencia,  dan  origen  á masas  bacilares  ó á reunión  de 
cristales  entrecruzados;  la  variedad  acicular,  compuesta  de 
agujas  mas  ó menos  finas,  dispuestas  en  hacecillos  ó radia- 
das. Teniendo  en  cuenta  el  color  se  pueden  formar  las  varie- 
dades siguientes:  i.a  Turmalina  incolora  ó blanca,  variedad 
bastante  rara  y que  se  encuentra  en  la  dolomia  de  San  Go- 
tardo  y en  un  granito  de  la  isla  de  Elba;  2.a  Turmalina  ó 


CORDIERITA 


95 


chorlo  negro:  esta  variedad  es  la  mas  común  de  todas  y se 
contunde  con  cristales  del  anfibol  negro  y del  piroxeno  auji- 
to,  pero  se  distinguen  desde  luego  por  las  virtudes  eléctricas 
de  la  turmalina;  las  variedades  negras  contienen  grande  can- 
tidad de  óxido  de  hierro;  3.a  Turmalina  amarilla,  de  un  ama- 
rillo pardusco  ó amarillo  de  topacio;  4.a  Turmalina  verde, 
que  pueden  ser  de  un  verde  amarillo,  como  las  de  Ceilan, 
verde  de  yerba  las  de  San  Gotardo,  verde  claro  las  del  Bra- 
sil, denominadas  por  los  lapidarios  «esmeraldas  del  Brasil»; 
5.a  I urmalina  azul  ó indicolita;  se  presenta  en  prismas  cilin- 
droideos,  en  agujas  radiadas  ó dispuestas  en  hacecillos, 
siendo  su  color  dominante  el  azul  índigo;  6.a  Turmalina  roja 
ó rubelita,  llamada  también  siberita  y apira,  cuyo  nombre  es 
debido  á su  poca  ó ninguna  fusibilidad;  se  halla  esta  varie- 
dad en  cristales  cilindroideos  ó en  masas  aciculares.  Por 
último,  algunos  mineralogistas,  teniendo  presente  los  dife- 
rentes álcalis  que  entran  en  la  composición  de  las  turmali- 
nas, han  constituido  tres  grupos  principales,  á saber:  potasí- 
feras,  sodíferas  y litiníferas.  Las  variedades  incoloras,  negras 
y amarillas  carecen  de  litina,  mientras  que  contienen  esta 
base  las  azules,  rojas  y verde- intenso. 

YACIMIENTO. — Se  encuentran  las  turmalinas  engasta- 
das en  rocas  micáceas,  talcosas,  en  filones  de  cuarzo  y feld- 
espato, y asociadas  á ciertos  granitos  y dolomía  de  San 
Gotardo.  Los  cristales  de  Ceilan  y del  Brasil  se  hallan  en 
terrenos  de  aluvión,  resultado  de  la  descomposición  de  di- 
versas rocas  metamórficas.  Existen  también  turmalinas  blan- 
cas en  San  Gotardo  é isla  de  Elba;  las  amarillas  en  los  Esta- 
dos-Unidos y Ceilan;  las  verdes  en  Brasil,  Estados  Unidos, 
Ceilan  y otros  puntos;  las  azules  en  Suecia  y Estados-Unidos; 
y las  rojas  en  Siberia,  Moravia  y Montes  Urales.  En  España  se 
hallan  turmalinas  en  diferentes  sitios  de  la  cordillera  de  Gua- 
darrama, tales  como  La  Cabrera,  Venturada,  Cabanillas  de 
la  Sierra,  etc.;  en  Coll  de  Alforja  (Tarragona),  Valencia  de 
Alcántara  (Cáceres)  y en  la  Sierra  de  Buitrago,  donde  se 
han  encontrado  cristales  incoloros  de  gran  tamaño. 

USOS. — Las  turmalinas  azules  y verdes,  denominadas 
zafiros  y esmeraldas  del  Brasil,  se  emplean  en  la  joyería  como 
piedras  finas,  aunque  nunca  llegan  á adquirir  precios  eleva- 
dos; la  rubelita  ó variedades  rojas  de  Siberia  y del  Brasil  se 
tallan  también  y se  confunden  con  el  rubí  oriental,  distin- 
guiéndose, no  obstante,  por  el  mayor  peso  específico  de  este 
último;  las  negras  ó de  colores  oscuros  se  destinan  para  el 
estudio  de  la  polarización  eléctrica  y para  observar  el  fenó- 
meno de  la  doble  refracción. 

AXINItI  O PIEDRA  DE  HACHA — sílico-borato  de 

ALUMINA  Y BASES  VARIABLES  DE  OXIDOS  DE  HIERRO, 

DE  MANGANESO,  CALCIO,  ETC. 

Caracteres. — La  axinita  ó piedra  de  hacha,  llamada 
además  chorlo  violado,  ofrece  por  forma  primitiva  un  pris- 
ma romboidal  oblicuo  no  simétrico  perteneciente  al  sexto 
sistema;  su  fractura  es  vitrea,  color  violado  ó verde,  siendo 
trasparentes  los  ejemplares  que  presentan  el  primero  de  estos 
colores,  y opacos  los  del  segundo;  su  dureza  es  idéntica  á la 
del  cuarzo  é inferior  á la  del  topacio,  estando  representado 
su  peso  específico  por  3,3;  por  la  acción  del  calor  desarrolla 
la  electricidad  polar,  cuyos  dos  ejes  eléctricos  no  se  cruzan 
en  el  centro  del  cristal,  ni  coinciden  tampoco  con  los  ejes 
cristalográficos.  Se  funde  al  soplete  en  un  vidrio  ampolloso 
y de  color  verde  oscuro;  mediante  un  fundente  produce  los 
reactivos  del  hierro  y del  manganeso;  calentada  y mezclada 
en  partes  iguales  con  el  espato  flúor  y el  bisulfato  de  potasa, 
comunica  un  color  verde  á la  llama  del  soplete;  insoluble 
en  los  ácidos,  pero  si  se  funde  y se  la  reduce  á polvo,  forma 
una  gelatina  cuando  se  la  trata  por  el  ácido  hidroclórico. 


COMPOSICION  EN  PESO 


ónice 44>57 

Alumina. 16,37 

Acido  bórico 4,30 

Oxido  férrico <^67 

Oxido  mangánico  . . 2,91 

Cal. 20,19 

Magnesia ^73 


Composición  sumamente  complicada  y variable,  que  da 
por  resultado  la  siguiente  fórmula  general: 

mbO,  Si02TnbO,  B203  hpb203,  SiO2 

VARIEDADES. — Se  presenta  en  cristales  estriados  y con 
bordes  cortantes,  de  cuyo  carácter  se  valió  Haüy  para  dar  á 
la  especie  el  nombre  de  axinita  ( axine , hacha);  esta  especie 
mineralógica,  junto  con  la  distena,  albita  y sulfato  de  cobre, 
representan  los  mejores  tipos  de  cristales  del  sexto  sistema.  „ 
YACIMIENTO. — Se  encuentra  en  los  terrenos  de  cris- 
talización, y se  halla  implantada  en  filones  de  cuarzo  ó rocas 
anfibólicas;  existe  cubriendo  los  filones  de  estaño  de  Cor- 
nouailles  (Inglaterra),  en  el  departamento  del  Isére  (Fran- 
cia), San  Gotardo,  Vosgos,  Pirineos,  Delfinado,  Thum  (Sajo- 
rna) y otros  diversos  puntos. 

USOS. — La  axinita  es  susceptible  de  adquirir  por  el  pu- 
limento un  brillo  bastante  vivo  é idéntico  al  de  muchas 
piedras  finas;  algunos  de  sus  cristales  ofrecen  una  trasparen- 
cia casi  completa;  cuando  se  tallan  resultan  piedras  bri- 
llantes que  se  parecen  á los  granates,  circones  y rubíes;  sin 
embargo,  los  joyeros  no  la  usan  á causa  de  su  color  poco 
agradable. 

CORDIERITA  (mineral  dedicado  á Cordier) — silicato 
DE  alumina,  de  magnesia  y de  hierro — Fórmula  quí- 
mica: 3 ALO3,  Si02-l-(Mg0,Fe0)3(Si02)2 

CARACTÉRES. — Esta  sustancia,  llamada  también  zafiro 
de  agua,  dicroita,  peliora  y lazulita  de  España,  ofrece  los 
siguientes  caractéres:  su  forma  primitiva  es  un  prisma  exa- 
gonal regular  perteneciente  al  tercer  sistema;  fractura  vitrea 
y concoidea,  lustre  vitreo,  trasparente  y alguna  vez  incoloro, 
pero,  por  lo  común,  de  color  azul,  morado,  amarillo,  more- 
no, etc.;  las  variedades  trasparentes  de  la  isla  de  Ceilan,  de- 
nominadas zafiros  de  agua,  y la  iolita  ó lazulita  de  España, 
presentan,  según  la  dirección  en  que  se  observan,  dos  colo- 
res distintos;  azul  violado,  si  se  las  mira  en  dirección  del 
eje  cristalino;  amarillento,  si  en  dirección  trasversal.  Cordier 
cita  estas  variedades  como  uno  de  los  ejemplos  mas  nota- 
bles, no  solo  de  dicroismo,  sino  de  policroismo;  con  efecto, 
si  se  examinan  los  cristales  indicados  en  la  dirección  de  sus 
tres  ejes  rectangulares,  se  verán  tres  colores  diversos,  á saber: 
azul-morado,  gris-azulado  y gris  mas  ó menos  amarillento. 

La  dureza  de  la  cordierita  es  idéntica  á la  del  cuarzo  é infe- 
rior á la  del  topacio,  siendo  su  peso  especifico  de  2,5.  Por 
medio  del  soplete  se  funde,  con  gran  dificultad  en  los  bor- 
des, en  un  vidrio  ó esmalte  de  color  gris  ligeramente  ver- 
doso; insoluble  ó poco  soluble  en  los  ácidos. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice. 48,35 

Alumina. 31,71 

Magnesia 10,16 

Oxido  de  hierro 8,32 

Oxido  de  manganeso.  . . 0,33 

98,87 


CUARZOS 


96 

VARIEDADES.  — La  cordierita  exagonal,  6 sean  pris- 
mas de  seis  caras  mas  ó menos  modificados  mediante  torn- 
eaduras en  las  aristas.  La  variedad  en  masas  de  aspecto  vi- 
treo, llamadas  peliom  por  Werner. 

YACIMIENTO.— Las  variedades  de  cordierita,  de  un 
azul  oscuro,  se  hallan  unidas  á la  leberquisa,  y diseminadas 
en  varias  pizarras,  en  Bodemmais  (Baviera);  el  zafiro  de  agua 
y los  ejemplares  de  colores  claros  se  encuentran  en  Ceilan, 
Finlandia,  Groenlandia,  Francia,  etc.  La  llamada  lazulita  ó 
iolita  de  España,  existe  diseminada  en  las  traquitas  del  cabo 
de  Gata  (Almería)  y en  una  diorita  metamórfica,  abundante 
en  mica  y granates,  en  Granatillo,  próximo  á Nijar. 

USOS. — Las  cordieritas  de  colores  azules,  con  especiali- 
dad las  de  Ceilan,  que  son  esencialmente  dicroitas,  se  em- 
plean en  la  joyería  con  el  nombre  de  zafiros  de  agua. 


SUB-CLASE  SEGUNDA— TIERRAS  Y PIEDRAS 

SILÍCEAS 


CARACTERES. — Comprende  esta  sub  clase  minerales 
constituidos  por  la  sílice  libre  ó combinada  con  una  ó varias 
bases  alcalinas  ó alcalino-térreas : su  aspecto  es  lapídeo,  vi- 
treo ó terroso.  La  dureza,  por  lo  general,  inferior  á la  de  las 
piedras  finas,  hallándose  comprendidas  bajo  este  punto  de 
vista  entre  el  numero  1,  representado  por  el  talco,  y el  7 
ocupado  por  el  cuarzo.  Su  peso  específico,  por  lo  común,  es 
de  2 á 4.  Todas  las  especies  mineralógicas  incluidas  en  este 
grupo  son  irreductibles  á metal  por  la  acción  del  calor.  Pue- 
den dividirse  las  tierras  y piedras  en  las  siguientes  familias: 
i.a  cuarzosas;  2.a  feldespáticas;  3.acoceolitas;4.aceolitas;  5.a 
prismáticas;  6.a  anfibólicas;  7.a  micas;  8.a  talcosas,  y 9.a  ter- 
rosas. 

Los  minerales  de  este  grupo  por  su  dureza,  aspecto  y lus- 
tre, que  es  con  frecuencia  vitreo,  tienen  grande  analogía  con 
las  piedras  finas  que  acabamos  de  describir.  En  realidad  esta 
familia  no  comprende  mas  que  una  sola  especie,  el  cuarzo. 

CUARZO  — sílice  ó ácido  silícico — Fórmula 

química  SiO2 

El  cuarzo  es  uno  de  los  minerales  mas  abundantes  y co- 
munes; tiene  mas  importancia  bajo  el  punto  de  vista  mine- 
ralógico que  la  misma  caliza,  siendo  también  susceptible  de 
tantas  ó mayor  número  de  aplicaciones  que  esta.  El  cuarzo 
comprende  variedades  tan  numerosas  y distintas  que  ha  sido 
necesario  subdividirle  en  diversas  secciones  ó sub-especies. 
El  célebre  mineralogista  Haüy  formó  dos  sub  especies,  á sa- 
ber: sílice  anhidra  y sílice  hidratada;  otros  mineralogistas 
han  establecido  las  divisiones  siguientes:  i.a  cuarzo  cristali- 
zado; 2.a  cuarzo  compacto  ó cuarcita;  3.a  cuarzo  ágata  ó cal- 
cedonia; 4.a  cuarzo  silex  ó pedernal;  5.a  cuarzo  jaspe,  y 6.a 
cuarzo  resinita  ú ópalo.  Nosotros,  siguiendo  las  ideas  de  De- 
laffosse,  dividiremos  el  cuarzo  en  los  cuatro  grupos  siguien- 
tes: i.°  cuarzo  cristalizado;  2.0  ágata;  3.0  jaspe;  4.0  ópalo  ó 
cuarzo  resinita.  Prescindimos,  por  lo  tanto,  de  la  cuarcita, 
cuyo  estudio  corresponde  á la  Geología,  y reunimos  el  pe- 
dernal á las  ágatas. 

Las  propiedades  generales  de  estos  cuatro  grupos  son: 
rayar  el  vidrio  y feldespato  (menos  el  ópalo)  y dejarse  rayar 
por  el  topacio;  su  densidad  relativa  está  representada  por 
2,1  á 2,8;  infusibles  al  soplete  é insolubles  en  los  ácidos  hi- 
droclórico,  sulfúrico  y nítrico. 


primer  grupo — Cuarzo  cristalizado 
SILICE  ANHIDRA — Fórmula  química  SiO3 

CARACTÉRES. — Su  forma  primitiva  es  un  romboedro 
de  94o  15',  correspondiente  al  cuarto  sistema,  siendo,  sin  em- 
bargo, las  formas  mas  comunes  prismas  exagonales  apuntados 
por  pirámides  exaedras,  y dodecaedros  bipiramidales:  fractura 
vitrea  y concoidea,  siendo  en  algunos  casos  ondulada  y es- 
triada; lustre  vitreo  y con  un  ligero  matiz  grasiento  en  algu- 
nos ejemplares:  su  dureza  es  típica,  supuesto  que  ocupa  el 
número  7 de  la  escala  relativa  de  Mohs;  raya  al  vidrio  y 
cristal  y se  raya  por  el  topacio  y casi  todas  las  piedras  pre- 
ciosas; adquiere  la  electricidad  positiva  por  medio  del  frote, 
carácter  que  conserva  por  muy  poco  tiempo ; si  en  la  oscu- 
ridad se  percuten  entre  sí  dos  fragmentos  de  cuarzo,  desar- 
rollan ráfagas  luminosas,  dando  al  propio  tiempo  un  olor 
bituminoso  mas  ó menos  pronunciado;  la  densidad  relativa 
del  cuarzo  es  2,65.  Infusible  por  sí  solo  á la  llama  del  sople- 
te ordinario;  pero,  según  M.  Gaudin,  se  funde,  y aun  se 
volatiliza,  al  dardo  producido  en  la  llama  de  alcohol  por  una 
corriente  de  oxígeno  puro ; en  este  caso  se  funde  en  un  líqui- 
do viscoso,  que  puede  estirarse,  á semejanza  del  vidrio,  en 
hilos  muy  finos  y resistentes;  el  cuarzo  fundido  se  volatiliza 
á una  temperatura  poco  mas  elevada  que  la  de  su  punto  de 
fusión ; si  se  calienta  el  cuarzo  con  una  corta  cantidad  de 
carbonato  sódico,  se  funde  en  un  vidrio  claro,  que  es  mas 
ó menos  soluble  en  los  ácidos  nítrico  é hidroclórico ; en  con- 
diciones normales  es  inatacable  por  todos  los  ácidos,  excep- 
to por  el  hidrofluórico,  que  como  se  ha  indicado,  tiene  la 
propiedad  de  corroer  el  vidrio  y cristal. 


M POSICION  EN  PESO 


Silicio. 


5L96 

48,04 


100,00 


VARIEDADES.  — Los  romboedros  ó formas  primitivas 
son  sumamente  raros;  se  citan,  sin  embargo,  en  Minas-Ge- 
raes  (Brasil)  y en  una  isla  del  lago  Onega  (Rusia):  son,  por 
el  contrario,  muy  comunes  las  variedades  cristalizadas  en 
prismas  exagonales,  terminados  por  uno  y otro  extremo  en 
una  pirámide  exaedra,  ofreciendo  las  caras  del  prisma  estrías 
trasversas,  carácter  muy  bueno  para  distinguir  el  cuarzo 
cristalizado  de  algunas  especies  con  quienes  se  confunde  á 
primera  vista.  En  muchos  ejemplares  desaparece  la  parte 
prismática,  y en  este  caso  se  reúnen  las  pirámides  de  los  ex- 
tremos constituyendo  la  variedad  dodecaedros  triangulares, 
resultado  de  la  unión  de  las  citadas  pirámides  exagonales. 
Además  de  estas  dos  variedades  existen  otras  muchas,  cuya 
descripción  la  creemos  ajena  de  una  obra  de  esta  índole. 
Pueden  formarse  también  variedades,  teniendo  en  cuenta  la 
estructura  y formas  accidentales;  así,  por  ejemplo,  se  cono- 
cen entre  otras  las  siguientes:  en  cantos  rodados,  llamada 
entre  nosotros  de  diamantes  de  San  Isidro;  la  esferoidal, 
que  se  presenta  en  bolas  cuya  superficie  está  erizada  de  pun- 
tas cristalinas,  el  cuarzo  estalactítico,  el  incrustante,  el  geó- 
dico,  seudomórfico,  laminar,  granudo  y la  variedad  reducida 
á pequeños  fragmentos,  constituyendo  las  llamadas  arenas. 

Además  de  las  variedades  indicadas,  existen  otras  muchas 
fundadas  en  la  coloración,  siendo  las  mas  importantes  y co- 
munes las  siguientes:  i.a  cuarzo  completamente  incoloro, 
trasparente  y límpido,  cristal  de  roca , 2.a  morado  mas  ó me- 
nos uniforme,  color  debido  al  óxido  de  manganeso,  cuarzo 
amatista  ó simplemente  amatista;  3.a  sonrosado  con  un  li- 


SÍLICE 

gero  matiz  lechoso  y teñido  por  el  óxido  de  titano  ó de  man- 
ganeso, rubí ' de  Bohemia;  4.a  amarillo  y traslúcido,  debiendo 
su  color  al  óxido  férrico  hidratado,  falso  topacio  ó topacio  de 
Bohemia,  del  Brasil  ó de  Hinojosa;  5.a  rojo  y opaco,  teñido 
por  el  óxido  férrico,  jacinto  de  Compostela;  6.a  negro  ó mas 
ó menos  pardo,  debido  á sustancias  carbonosas,  cuarzo  ahu- 
mado o negro.  Por  ultimo,  se  constituyen  también  variedades 
atendiendo  á los  diversos  minerales  que  se  encuentran  en 
su  interior,  tales  como  la  actinota,  epidota,  rutilo,  asbesto, 
amianto,  etc.,  comunicando  este  ultimo  cuerpo  al  cuarzo  la 
propiedad  cambiante  si  se  le  talla  en  cabujón;  esta  variedad 
se  la  designa  con  el  nombre  de  ojo  de  gato.  Se  llama  Venlu- 
rina  natural , si  la  materia  contenida  en  el  cuarzo  es  la  mi- 
ca. La  \ enturbia  ofrece  un  color  rojizo,  opaco  y con  puntos 
brillantes.  Se  denomina  cuarzo  aeroidro  á ciertos  ejemplares 
que  contienen  en  su  interior  burbujas  de  aire  ó de  un  líqui- 
do tormado  de  agua  y de  una  sustancia  aceitosa. 

YACIMIENTO.  El  cuarzo  existe  en  la  naturaleza  de 
dos  modos  diferentes;  á saber:  i.°  cristalizado  ó de  estruc- 
tura cristalina  en  las  rocas  ígneas  ó neptúnicas,  abundando, 
no  obstante,  mucho  mas  en  las  primeras  que  en  las  segun- 
das; estos  cristales  y granos  conservan  sus  formas  y posicio- 
nes primitivas;  2.-  en  fragmentos,  arenas,  cantos  erráticos, 
guijarros,  chinas,  etc.;  estas  formas  y otras  varias  se  hallan 
casi  siempre  fuera  de  su  primer  criadero,  puesto  que  sien- 
do con  frecuencia  de  origen  ígneo  se  encuentran  en  los  ter- 
renos de  sedimento  y especialmente  en  los  de  trasporte  ó 
aluvión. 

El  cuarzo  cristalizado  ó de  estructura  cristalina  entra  en 
la  composición  de  muchas  rocas  hidrotermales  é ígneas;  for- 
ma parte  esencial  del  granito  ó piedra  berroqueña,  de  la 
sienita,  pegmatita,  protogina,  de  ciertos  pórfidos,  siendo  raro 
en  las  traquitas  y basaltos;  puede  considerarse  también  co- 
mo elemento  esencial,  en  los  gneis,  caliza  sacaroidea,  etc. 
El  cuarzo  compacto  ó de  estructura  cristalina  constituye 
rocas  por  sí  solo,  como  la  «cuarcita  y las  areniscas;»  algunas 
\ cees  forma  filones  de  gran  potencia,  que,  mediante  la  dila- 
tación que  han  experimentado  en  ciertos  puntos,  han  origi- 
nado cavidades  tapizadas  posteriormente  por  cristales  nota- 
bles por  su  tamaño  y trasparencia.  Por  último,  existe  el 
cuarzo  cristalizado,  ó de  estructura  cristalina,  en  ciertos 
filones  metálicos,  asociado,  por  lo  común,  con  la  fluorina, 
caliza,  baritina,  blenda,  galena,  pirita  de  hierro  y otros  mine- 
rales. 

El  cuarzo  en  su  segundo  modo  de  manifestarse,  corres- 
ponde esencialmente  á los  terrenos  de  sedimento,  en  los 
cuales  se  presenta  en  forma  de  pudingas,  guijarros,  chinas, 
grava,  etc.;  ó bien  constituye  las  arenas  y las  areniscas;  estas 
dos  últimas  forman  depósitos  considerables  en  casi  toda 
la  serie  neptúnica,  ó sea  desde  los  terrenos  primarios  has- 
ta los  terrenos  de  acarreo  ó de  aluvión  modernos:  buena 
prueba  de  ello  son  las  arenas  de  las  playas  de  los  mares,  las 
estepas  de  la  parte  septentrional  de  Europa  y Asia,  los  are- 
nales de  los  desiertos  de  la  Arabia,  cercanías  de  Madrid 
etcétera. 

Los  magníficos  ejemplares  de  cristal  de  roca  que  sirven 
de  estudio  y de  adorno  en  las  colecciones  mineralógicas, 
proceden  del  Delfinado,  San  Gotardo,  Madagascar,  Estados 
Unidos  y Brasil;  la  variedad  que  hemos  llamado  «rubí  de 
Bohemia,»  se  encuentra  en  Rabenstein  (Baviera)  Cork  (Ir- 
landa), en  varios  puntos  de  los  Alpes,  cercanías  de  Alencon 
(1* ranaa),  etc.;  las  mejores  «amatistas»  proceden  del  Brasil, 
Cedan,  biberia,  Auvernia  (Francia),  Oberstein  (Palatinado) 
y otros  puntos;  el  «cuarzo  amarillo  ó falso  topacio»  existe 
principalmente  en  Bohemia  y Brasil;  el  ahumado  y negro 
se  hallan  en  Alencon,  Alpes,  Siberia,  Delfinado,  etc.  La  va- 
Tomo  IX 


riedad  «ojo  de  gato»  procede  de  las  costas  del  Malabar;  el 
«cuarzo  antibélico  ó cuarzo  prasio,»  que  es  de  un  color 

verde  oscuro  y de  lustre  craso,  se  halla  en  Sajonia  y Bohe- 
mia. 

En  España  se  encuentran  hermosos  ejemplares  de  «cris- 
tal de  roca»  en  los  Pirineos,  Sierra  de  Guadarrama,  Mallor- 
ca y Asturias,  el  «cuarzo  amarillo»  se  explota  en  Hinojosa 
del  Duero,  Villasbuenas,  Vitigudino  (Salamanca),  variedad 
que  se  conoce  en  el  comercio  con  el  nombre  de  topacio  de 
Salamanca;  la  «amatista»  en  Monseny  (Cataluña),  Cabo  de 
Gata  (Almería),  Mallorca,  Hinojosa  de  Córdoba,’  Oropesa 
( Toledo),  y en  diversas  localidades  de  Galicia  y Aragón ; el 
jacinto  de  Compostela  en  Villatoya  (Albacete),  Ana  (Valen- 
cia),  Caldas  de  Priorio  (Asturias)  y otros  puntos:  la  venturi- 
na  en  Horcajuela  y en  las  cercanías  de  San  Fernando  (Cor- 
dillera de  Guadarrama). 

USOS.— Las  aplicaciones  del  cuarzo  cristalizado  han  sido 
y son  numerosas,  empleándose  muchas  de  las  variedades  en 
la  joyería  y ornamentación.  Antiguamente  se  usaba  el  cristal 
de  roca  para  la  construcción  de  arañas  ó lámparas,  cajas  de 
bolsillo,  grandes  copas  y vasos,  en  los  cuales  se  grababan  ó 
esculpían  diversas  figuras.  La  mayor  parte  de  estos  objetos 
procedían  de  fábricas  que  existían  en  diversos  pueblos  de  los 
Alpes;  hoy  han  desaparecido  casi  todas,  á causa  de  que  el 
cristal  de  roca  ha  sido  sustituido  por  el  cristal  común  ó arti- 
ficial, sustancia  que,  además  de  ser  mas  trasparente  y lim- 
pia, ofrece  la  ventaja  de  poderse  trabajar  con  mas  facilidad, 
sin  que  por  esto  deje  de  estar  dotada  de  una  dureza  análoga 
á la  del  cristal  de  roca.  Hoy  se  usa  el  cristal  de  roca  para  la 
fabricación  de  lentes  comunes  y «micrómetros  de  doble 
imagen.»  Los  cuarzos  «amatista,  topacio  de  Compostela,  ojo 
de  gato,»  etc.,  se  emplean  como  piedras  finas,  siendo  las  de 
menos  valor  entre  las  que  circulan  en  el  comercio.  La  roca 
denominada  «arenisca  ó asperón,»  compuesta  de  granos  de 
cuarzo  cristalizado  sobrepuestos  unos  á otros,  ó unidos  por 
un  cimento  silíceo  calizo  ó arcilloso,  se  destina  en  la  cons- 
trucción para  formar  enlosados  ó pavimentos,  usándose  ade- 
más como  piedras  de  molino,  piedra  de  afilar  y de  filtrar. 

Por  último,  el  cuarzo  ó la  sílice  está  considerada  como 
uno  de  los  elementos  mineralógicos  mas  esenciales  que  for- 
man parte  de  la  tierra  vegetal,  y que  mas  influencia  ejercen 
en  el  desarrollo  de  ciertas  plantas.  La  sílice  es  muy  conve- 
niente y hasta  necesaria  para  las  gramíneas,  tales  como  el 
trigo,  la  cebada,  el  centeno  y otros  muchos  vegetales,  cuyo 
tallo  debe  la  consistencia  que  ofrece  á dicha  sustancia. 
Cuando  el  cuarzo  existe  en  grandes  cantidades  ó predomina 
en  las  tierras,  llámanse  estas  «arenosas  ó silíceas,»  que, 
como  se  ha  dicho  en  otro  lugar,  son  poco  higroscópicas, 
ligeras,  permeables  y de  malas  condiciones  en  los  países  cá- 
lidos que  carezcan  de.  riegos  naturales  ó artificiales,  siendo 
también  casi  estériles  en  los  sitios  expuestos  a temperaturas 
excesivas.  Las  arenas  se  emplean  en  agricultura  para  mejorar 
las  tierras  fuertes  ó arcillosas  por  cuanto  les  comunican  la 
soltura  y permeabilidad  necesarias. 

Segundo  grupo—  Agata 
SÍLICE  ANHIDRA — Fórmula  química  SiO2 

En  este  grupo  incluimos  no  solo  el  «ágata»  propiamente 
dicha  ó «calcedonia,»  sino  también  el  «cuarzo  sílex  ó pe- 
dernal.» Comprende  minerales  amorfos  y de  aspecto  litoideo, 
formados,  por  lo  común,  mediante  depósitos  de  sílice  en  es- 
tado gelatinoso:  son  traslucidas  o semi-traslucientes;  fractura 
concoidea  o pizarrosa,  nunca  vitrea  ni  resinosa:  la  dureza 
casi  siempre  inferior  á la  del  cuarzo  cristalizado,  dando,  no 

*3 


CUARZOS 


98 


obstante,  chispas  con  el  eslabón.  Se  blanquean  y no  dan 
agua  por  la  elevación  de  temperatura,  siendo  infusibles  al 
soplete  é inatacables  por  los  ácidos  ordinarios. 

Se  dividen,  como  se  ha  dicho,  en  dos  secciones,  á saber: 

1. a  ágatas  finas  ó calcedonias,  caracterizadas  por  el  lustre 
céreo  y por  la  fractura  también  cérea  y astillosa,  trasparencia 
nebulosa,  estando  dotadas  de  colores  diversos  mas  ó menos 
intensos;  2.a  ágatas  bastas  ó pedernales  caracterizados  á su 
vez  por  la  fractura  concoidea  ó lisa,  nunca  astillosa;  traslú- 
cidas y de  colores  menos  intensos. 

ÁGATAS  Ó CALCEDONIAS 

CARACTÉRES. — No  se  hallan  cristalizadas,  ofreciendo, 
por  lo  común,  formas  arriñonadas,  concrecionadas,  estalac- 
títicas  ó estalagmíticas;  algunas  veces  se  presentan  en  formas 
seudo-cristalinas  ó seudo-mórficas  por  incrustación  y mol- 
deado de  cristales  de  espato  flúor,  caliza  y datolita.  La  frac- 
tura es  astillosa,  el  lustre  céreo,  siendo  semi-trasparentes  ó 
traslúcidas  en  toda  su  masa;  dureza  superior  á la  del  cuarzo. 
Los  caractéres  químicos  son  idénticos  á los  del  grupo  ante- 
rior. 

VARIEDADES. — Pueden  formarse,  teniendo  en  cuenta 
la  forma  y estructura,  diversas  variedades,  siendo  las  mas 
principales  las  siguientes:  i.a  la  estalactítica,  cilindroidea  6 
mamelonar;  2.a  la  arriñonada;  3.a  la  gutular;  4.a  la  denomi- 
nada enhídrica  que  contiene  en  su  interior  una  cantidad 
mas  ó menos  considerable  de  agua. 

Las  ágatas,  teniendo  presente  el  color,  pueden  dividirse 
en  dos  secciones:  i.a  unicoloras;  2.a  versicoloras.  Las  prime- 
ras comprenden  las  siguientes  variedades:  i.a  Calcedonia 
propiamente  dicha,  ó por  excelencia,  cuando  ofrece  color 
gris  azulado  y una  trasparencia  nebulosa;  esta  variedad  se 
presenta  casi  siempre  mamelonar,  gutular  ó estalactítica. 

2. a  Sardónice,  si  tienen  color  amarillo  ó rojo  anaranjado. 

3. a  Cornerina  ó cornalina,  cuando  presentan  un  color  rojo  in 
tenso.  4.a  Crisoprasa,  de  un  verde  manzana,  color  debido  al 
óxido  de  níquel,  presentando  al  propio  tiempo  un  lustre  que 
recuerda  el  del  oro.  5.a  Zafirina,  si  ofrecen  un  color  azul  ce- 
leste y cristalizan  en  cubos  (forma  epigénica  tomada  del 
espato  flúor).  6.a  Plasma,  si  presentan  un  verde  de  yerba. 
7.a  Heliotropio,  cuando  tienen  color  verde  oscuro.  8.a  Ca- 
chalonga,  de  un  blanco  mate  y opacas,  ofreciendo  al  propio 
tiempo  el  carácter  de  apegamiento  á la  lengua. 

Las  ágatas  versicoloras  mas  notables  y comunes  son  las  si- 
guientes : 1 .a  Onice,  compuesta  de  fajas  alternadas  blancas  y 
negras  ó ligeramente  azuladas.  2.a  Jaspe  sanguíneo  (en  reali- 
dad es  el  heliotropio  citado  anteriormente).  Corresponden 
también  á esta  sección  las  ágatas  musgosas  ó arborizadas, 
llamadas  piedras  de  Moka,  así  como  aquellas  otras  varieda- 
des que  ofrecen  partes  trasparentes  y opacas,  y de  aspecto 
parecido  al  de  los  jaspes,  por  lo  que  se  llaman  ágatas  jaspes. 

Yacimiento. — Las  ágatas  se  encuentran  en  los  terre- 
nos primarios,  secundarios  y aun  terciarios,  presentándose 
con  preferencia  en  los  primeros  en  forma  de  nódulos  ó ri- 
ñones huecos  y cubiertos  ó tapizados  de  cristales  de  cuarzo. 
Las  calcedonias  azuladas  existen  en  elOberstein  (Palatinado) 
é islas  de  Feroe;  la  cornalina,  sardónice  y zafirina  proceden 
del  Japón;  la  crisoprasa  de  Silesia;  el  heliotropio  y plasma 
de  Siberianas  ónices  y ágatas  listadas  se  hallan  en  diversos 
puntos  del  Asia,  América  y aun  Europa. 

En  España  se  hallan  calcedonias  en  el  terreno  terciario 
de  Vallecas  (Madrid),  Monjuich  (Barcelona),  Hiende-la-En- 
cina  (Guadalajara),  Cabo  de  Gata  (Almería),  Segovia  y otros 
sitios. 

USOS. — Las  variedades  denominadas  sardónice,  corne- 


rina, jaspe  sanguíneo  ó heliotropio,  ónices,  etc.,  se  han 
usado,  y se  destinan  en  la  actualidad,  para  joyas,  sortijas, 
camafeos,  grabados  de  sellos,  cajas  de  tabaco,  copas,  puños 
de  bastón,  etc.  La  mayor  parte  de  estos  objetos  proceden  de 
Idar  y Oberstein  (Palatinado),  donde  existen  fábricas  desti- 
nadas á la  construcción  de  estos  artículos. 

ÁGATAS  BASTAS  Ó PEDERNALES 

CARACTÉRES. — El  pedernal,  piedra  de  chispa  y pie- 
dra de  moler,  no  cristaliza;  se  presenta,  por  lo  común,  en 
masas  tuberculosas,  irregulares,  de  fractura  irregular  ó con- 
coidea, de  colores  oscuros,  agrisados  ó melados,  trasluciente 
en  los  bordes  y de  lustre  algo  céreo.  El  pedernal  es  infusible 
é insoluble  en  los  ácidos. 

VARIEDADES. — Las  principales  variedades  son:  r..n  el 
pedernal  propiamente  dicho  ó piromaco  (de  piros,  fuego; 
maji,  combate);  se  halla  en  riñones  ó masas  esferoidales  de 
color  negro,  gris  ó melado;  por  medio  de  la  percusión  se  divi- 
de en  fragmentos  que  producen  chispas  con  el  eslabón.  2.a  El 
sílex  ó pedernal  córneo,  opaco,  de  fractura  casi  lisa  y de  as- 
pecto análogo  al  del  cuerno,  siendo  su  estructura  mas  basta 
que  la  del  pedernal,  menos  frágil  que  este  y de  color  gris, 
moreno  ó verdoso.  3.a  La  moleña  ó piedra  de  molino,  se 
presenta  en  masas  de  estructura  celular  ó careada,  fractura 
lisa  y de  color  blanco  lechoso,  amarillento  ó mas  ó menos 
rojizo  azulado  y sin  brillo.  4.a  El  sílex  nectico,  en  nódulos 
de  color  blanco  ó agrisado,  de  fractura  terrosa  y muy  ligero, 
hasta  el  punto  de  flotar  por  algunos  momentos  cuando  se  le 
echa  en  el  agua,  sumergiéndose  á poco  tiempo  á causa  de  la 
imbibición.  5.a  Sílex  terroso  ó pulverulento,  se  presenta  unas 
veces  en  polvo  de  color  blanquecino  ó agrisado  y áspero  al 
tacto  en  el  interior  de  ciertas  geodas  de  sílice  y de  otros 
minerales,  constituyendo  grandes  depósitos  ó capas  estratifi- 
cadas en  los  terrenos  de  sedimento.  Dichas  capas  están  for- 
madas de  partículas  de  sílice  impalpable,  y cada  una  de  ellas 
no  es  mas  que  la  reunión  de  caparazones  de  animales  infu- 
sorios que  segregan  la  sílice,  habiéndose  encontrado  en  el 
sílex  pulverulento  ó trípoli  de  Billin  (Bohemia)  mas  de  23  mi- 
llones de  individuos  en  una  línea  cúbica.  6.a  El  sílex  jiloideo 
ó madera  petrificada,  variedad  que  ofrece  una  estructura 
fibrosa  parecida  á la  de  las  plantas;  esta  variedad  presenta 
un  lustre  análogo  al  del  ópalo  ó cuarzo  resinita,  por  cuya 
razón  algunos  mineralogistas  la  estudian  en  esta  última 
sección. 

YACIMIENTO. — El  pedernal  existe  en  nódulos  ó riño- 
nes en  los  terrenos  terciarios  y secundarios,  correspondiendo 
la  moleña  á los  primeros,  asi  como  el  cuarzo  nectico  suele 
encontrarse  en  ciertas  margas  de  agua  dulce  en  París,  y el 
pulverulento  en  terrenos  neptúnicos. 

En  España  se  halla  el  pedernal  en  V allecas  y Yicálvaro 
(Madrid),  Málaga,  Granada,  Cáceres,  etc. : y la  piedra  moleña 
en  Cabañas  (provincia  de  Toledo),  acompañando  á la  mag- 
nesita que  oportunamente  daremos  á conocer. 

USOS. — Se  emplea  el  pedernal  para  el  empedrado  de  las 
calles  y caminos,  construcción  de  cercas,  tapias  y piedras  de 
chispas;  reducido  á polvo  entra  en  la  fabricación  de  varias 
pastas  de  alfarería  y loza  común.  Los  pueblos  antiguos  (tiem- 
pos prehistóricos)  se  servían  muy  á menudo  de  esta  piedra 
para  la  construcción  de  varios  objetos  y armas  de  guerra, 
como  lo  prueban  los  cuchillos,  hachas,  dardos,  flechas,  ma- 
zas, etc.,  que  se  han  encontrado  y se  hallan  á cada  paso  en 
los  terrenos  cuaternarios  y en  otros  yacimientos. 

JASPES 

Algunos  mineralogistas  creen  que  el  jaspe  no  es  mas  que 


ÓRTOSA 


99 


una  especie  de  ágata  ó pedernal  metamórfico,  ó bien  el 
mismo  pedernal  teñido  por  materias  carbonosas,  óxidos  me- 
tálicos ú otras  sustancias  minerales. 

CaractéRES. — Se  presentan  los  jaspes  en  masas 
amorfas,  de  fractura  compacta,  de  colores  vivos  y variados, 
tales  como  el  rojo  y amarillo  debidos  al  óxido  férrico  anhidro 
y al  hidratado;  verde,  cuya  coloración  la  producen  la  clorita, 
la  dialaga,  la  epidota  ú otros  minerales  que  ofrecen  este  color, 
y negro,  comunicado  por  una  sustancia  carbonosa.  Uno  de 
los  caractéres  mas  importantes  de  los  jaspes  es  su  opacidad 
completa,  aun  reducidos  á láminas  muy  delgadas. 

Variedades  de  color. — Las  principales  varieda- 
des que  se  conocen  son:  i.a  jaspe  sanguíneo,  de  color  rojo 
mas  ó menos  intenso;  2.*  jaspe  de  Egisto,  pardo-rojizo,  con 
zonas  irregulares  y arborizaciones;  3.a  jaspe  amarillo,  con 
vetas  blancas,  rojas  ó pardas;  4.a  piedra  de  Lidia  ó de  toque, 
color  negro  debido  á materias  carbonosas:  algunos  'conside- 


crito  además  en  las  ágatas;  10.a  geiseritao  cuarzo  termógeno, 
incrustaciones  terrosas  ó pulverulentas  que  se  forman  en  las 
cercanías  de  los  geiseres. 

La  randinita,  glossecolita  y micaelita  no  son  mas  que 
simples  variedades  de  ópalo,  compuestas,  del  mismo  modo 
que  éste,  de  ácido  silícico  y agua. 

Yacimiento — Las  variedades  llamadas  ópalo  noble, 
girasol,  de  México,  etc,  se  hallan  esencialmente  en  terrenos 
volcánicos  y metamórficos:  las  demás  variedades  abundan 
también  en  formaciones  volcánicas. 

USOS. — El  ópalo  noble  y girasol  que  proceden  de  Hun- 
gría ó de  las  islas  Canarias,  y el  ópalo  de  fuego  de  Zimapan 
(México),  se  emplean  como  piedras  finas  de  gran  valor,  sien- 
do en  la  actualidad  muy  estimadas  y de  moda;  las  variedades 
comunes  se  destinaban  antes  y aun  hoy  para  la  construcción 
de  tapias,  cercas,  etc. 


ran  esta  variedad  como  una  pizarra  silícea.  Las  demás  que 
se  establecen  en  el  jaspe,  no  son  mas  que  rocas  silíceas  de 
sedimento,  las  cuales,  por  el  metamorfismo,  han  adquirido 
dureza  y consistencia. 

Yacimiento.  — Hállanse  los  jaspes  en  los  terrenos 
primarios  ó paleozoicos,  en  muchas  formaciones  neptúnicas 
y especialmente  en  las  metamórficas  y volcánicas.  Existen 
canteras  de  estas  piedras  en  Siberia,  Italia,  Suiza,  etc.  En 
España  se  encuentran  jaspes  en  las  cercanías  de  Córdoba, 
Monjuich,  Canillas,  Aceituno  (Málaga),  Cabo  de  Gata  (Al- 
mería); la  piedra  de  Lidia  en  Vallecas  (Madrid),  Valdefuen- 
tes  y 1 orre  de  Santa  María  (Cáceres)  y Alcudia  (Mancha). 

USOS. — Se  emplean  los  jaspes  para  tableros  de  mesa, 
pedestales,  mosaicos  y demás  objetos  de  arquitectura  y es- 
cultura. 

ÓPALO  Ó CUARZO  RESINITA-sílice  hidratada— 
Fórmula  química  S¡03+  HO 

Caracteres. — El  ópalo  no  cristaliza;  se  presenta  en 
masas  irregulares  arriñonadas  ó estalac tilicas  de  lustre  resi- 
noso, fractura  concoidea  mas  bien  que  astillosa,  siendo  su 
dureza  inferior  á la  del  cuarzo  y feldespato;  su  peso  especí- 
fico es  de  2,1  á 2,2.  Contiene  siempre  de  un  5 á un  15  por 
100  de  agua,  la  cual  no  solo  influye  en  su  inferior  dureza, 
sino  en  su  menor  tenacidad  y peso  específico.  Puesto  un  frag- 
mento de  ópalo  en  el  tubo  de  ensayo  da  agua  por  la  eleva- 
ción de  temperatura;  algunos  ejemplares  tienen  la  particula- 
ridad de  desmoronarse  al  contacto'del  aire. 

Variedades. — Las  principales  variedades  de  este  mi- 
neral pueden  reducirse  á las  siguientes:  i.a  Ópalo  noble,  de 
pasta  muy  fina,  brillo  lechoso,  traslúcido  y con  reflejos  iri- 
santes muy  intensos;  2.a  ópalo  de  fuego  ó de  México,  pre- 
senta una  coloración  unilorme  de  un  rojo  de  jacinto  y refle- 
jos amarillos;  3.a  ópalo  girasol,  de  lustre  lechoso,  tintas  azu- 
ladas ó amarillas  de  oro  é irisación  mas  viva  que  en  el  noble; 
4. 1 semi-opalo,  opaco,  lustre  resinoso,  grano  grueso  y sin 
irisaciones;  5.a  ópalo  hidrófano,  subvariedad  de  la  anterior, 
blanco  ó amarillo,  poroso,  opaco  en  contacto  del  aire,  con- 
virtiéndose en  traslúcido  si  se  le  sumerge  en  el  agua  por 
algún  tiempo;  6.a  cuarzo  resinita  ú ópalo  común,  opaco, 
brillo  resinoso  muy  pronunciado  y de  color  negruzco  ó rojo 
oscuro;  7.a  hialita  y fiorita,  pequeñas  concreciones  ó per- 
las vitreas  incoloras,  hialinas  y de  lustre  idéntico  al  de  la 
goma  arábiga  blanca;  8.a  ópalo  melinita,  formas  arriñona- 
das ó tuberculosas,  de  estructura  compacta,  opacas  y de  colo- 
res bastante  oscuros;  9.a  ópalo  leñoso,  de  estructura  fibrosa, 
análoga  á la  de  la  madera,  no  siendo  en  realidad  mas  que 
un  ópalo  seudomórfico  ó epigénico;  esta  variedad  se  ha  des- 


FAMILIA—FELDESPÁTICAS 

Caractéres. — La  generalidad  de  las  especies  com- 
prendidas en  esta  familia,  se  distinguen  por  los  siguientes 
atributos:  son  silicatos  dobles  de  alumina  y de  una  ó mas 
bases  alcalinas  ó alcalino- térreas;  cristalizan  en  formas  deri- 
vadas del  quinto  ó sexto  sistema  cristalino  de  Dufrenoy; 
rayan  al  vidrio  y fosforita  y se  dejan  rayar  por  el  cuarzo:  su 
peso  específico  oscila  entre  2,5  y 3;  se  funden  con  mas  ó 
menos  dificultad  al  soplete,  ya  sean  solas,  ya  mezcladas  con 
algún  reactivo;  su  fusibilidad  aumenta  en  razón  directa  del 
número  de  las  bases.  Puede  dividirse  esta  familia  en  dos 
secciones  principales,  á saber:  1.'  feldespatos  por  excelencia 
ó propiamente  dichos:  2.*  minerales  feldespáticos. 

SECCION  PRIMERA-FELDESPATOS  PROPIA- 
MENTE DICHOS 

caracteres  GENERALES.— Minerales  compues- 
tos de  un  silicato  de  alumina  en  unión  con  otro  silicato  que 
puede  ser  de  base  de  potasa,  sosa  ó cal:  la  forma  primitiva 
es  un  prisma  oblicuo  exfoliable  en  dos  direcciones,  una  fácil 
de  efectuar  en  sentido  paralelo  á la  base  del  prisma,  otra 
menos  señalada,  formando  con  la  primera  un  ángulo  obtuso. 

Siguiéndolas  ideas  de  Leyraerie  y otros  mineralogistas 
actuales,  dividiremos  la  sección  de  los  feldespatos  en  dos 
grupos  diferentes:  i.°  feldespatos  órticos  (orzós,  recto);  2/'  fel- 
despatos clínicos  ( clitio , yo  inclino),  según  que  el  ángulo 
formado  por  las  exfoliaciones  sea  recto  ú oblicuo.  A la  pri- 
mera división  corresponden  las  especies  denominadas  ortosa 
y riacolita,  y á la  segunda  la  albita,  oligoclasa,  andesina, 
labradorita  y saussurita. 

FELDESPATOS  ÓRTICOS 

ORTOSA — SILICATO  DE  ALUMINA  Y SILICATO  DE  POTASA 
— Fórmula  química  ALO3,  3SÍO  + KO,  SiO2 


Caractéres. — El  feldespato  ortosa,  conocido  tam- 
bién con  los  nombres  de  adularía,  petuncé,  feldespato  fusi- 
ble, etc.,  ofrece  por  forma  primitiva  un  prisma  romboidal 
oblicuo,  correspondiente  al  quinto  sistema;  lustre  vitreo  ó 
lapídeo,  trasparente,  traslúcido  y opaco;  incoloro  ó de  un 
color  blanco-agrisado,  rojo  de  carne  ó de  ladrillo,  verde 
oscuro  y verde  claro;  ocupa  el  número  6 en  la  escala  relativa 
de  Mohs,  rayando  por  consiguiente  á la  fosforita  y dejándose 
rayar  por  el  cuarzo;  su  peso  específico  es  de  2,5  á 2,8.  Por 
medio  del  soplete  se  funde  en  los  bordes,  aunque  con  difi- 
cultad, en  un  esmalte  blanco;  mezclado  con  el  bórax  se  fun- 
de en  un  vidrio  trasparente,  y con  la  sal  de  fósforo  produce 


loo 


FELDESPATOS 


la  sílice  gelatinosa,  insoluble  en  los  ácidos  y demás  reacti- 
vos. Expuesto  por  mas  órnenos  tiempo  á la  acción  lenta 
del  agua  y ácido  carbónico  se  descompone,  dando  origen  á 
una  sustancia  arcillosa  que  es  el  célebre  Kaolín  ó sea  un 
silicato  de  alumina  hidratado. 

COMPOSICION  DE  LA  VARIEDAD  LLAMADA  ADULARIA 


Sílice 65,69 

Alumina 17,97 

Potasa. . . 13,99 

Sosa..  A . l.l  1,01 


100,00 

Esta  composición  indica  que  el  feldespato  ortosa  está 
constituido  esencialmente  por  un  silicato  de  alumina  y de 
potasa;  pero  parte  de  esta  última  base  puede  ser  constituida 
por  la  sosa,  cuya  proporción  llega  en  algunos  ejemplares 
hasta  el  7 por  100,  y también  por  pequeñas  cantidades  de 
óxido  de  calcio. 

Variedades  de  forma  y de  estructura. 
— i.a  Cristalizado  en  prismas  romboidales,  por  lo  común 
modificados  en  sus  aristas  y ángulos  sólidos,  formando  cris- 
tales maclados  y hemitropiados.  2.a  Globular,  en  pequeños 
esferoides  ó en  masas  esféricas  considerables,  supuesto  que 
algunas  llegan  á tener  de  6 á 8 centímetros  de  diáme- 
tro. 3.a  Laminar,  de  grandes  ó pequeñas  láminas  traslúcidas 
ú opacas  y de  color  amarillo  ó blanquizco.  4.a  Granuda  ó sa- 
caroidea, variedad  que  además  de  su  estructura  caracterís- 
tica, suele  ser  en  algunos  casos  mas  ó menos  pizarrosa. 
5.a  Compacta  ó petrosilex:  tiene  fractura  astillosa  ó cérea,  y 
de  aspecto  muy  análogo  al  de  las  ágatas,  jaspes  ó peder- 
nales, de  cuyos  minerales  se  distingue,  porque  tiene  la  pro- 
piedad de  fundirse  en  un  esmalte  blanco;  por  esta  razón  se 
le  ha  denominado  feldespato  ú horstein  fusible.  En  realidad 
esta  variedad  no  solo  debe  referirse  al  ortosa,  sino  que 
también  puede  estudiarse  al  lado  de  la  albita  y la  oligo- 
clasa.  6.a  1 errosa,  ó kaolín,  se  presenta  en  masas  blancas, 
deleznables,  mas  ó menos  ásperas  al  tacto. 

Variedades  de  color. — Además  de  las  varieda- 
des citadas,  existen  otras,  basadas  principalmente  en  la  di- 
versa coloración  y brillo;  á saber:  i.a  Adularía,  trasparente, 
incolora  y de  lustre  vitreo.  2.a  Feldespato  anacarado  ó piedra 
de  Luna,  de  aspecto  lechoso,  lustre  nacarado  y cambio  de 
colores.  3.a  Piedra  de  Sol  ó feldespato  aventurinado,  de  co- 
lor mas  o menos  amarillo  y con  reflejos  dorados,  debidos  á 
las  minas  de  mica.  4.a  Ortosa  ó feldespato  opalizante,  de  un 
color  gris  oscuro  y con  reflejos  irisantes  análogos  á los  de 
ciertos  ejemplares  de  labradorita.  5.a  Ortosa  común,  com- 
prende todos  los  ejemplares  opacos,  traslúcidos  y de  colores 
bajos  ó poco  intensos,  siendo  los  mas  frecuentes  el  blanco, 
verde  oscuro  y rojo  de  carne  ó de  ladrillo.  6.a  Piedra  de  las 
amazonas,  laminar  y de  color  verde  claro.  7.a  Feldespato  ú 
ortosa  vitreo,  variedad  que  se  encuentra  formando  parte  de 
las  rocas  traquíticas  y volcánicas;  ofrece  un  lustre  vitreo  es- 
pecial, algo  áspero  al  tacto,  frágil  y por  lo  común,  incoloro. 

Yacimiento. — Puede  asegurarse  que  el  feldespato 
ortosa  y el  cuarzo  forman  la  mayor  parte  de  la  corteza  de 
nuestro  globo,  siendo  una  y otra  especie  mineralógica,  como 
se  ha  dicho,  los  dos  elementos  mas  importantes  de  las  rocas 
cristalinas  antiguas  y modernas.  El  ortosa  constituye  por  sí 
solo  capas  de  estructura  granuda  ó compacta  y de  mas  ó 
menos  espesor  en  medio  de  los  gneis;  la  roca  leptinita  y aun 
la  pegmatita  puede  decirse  que  están  formadas  por  este  feld- 
espato; unido  con  el  cuarzo  y la  mica  constituye  los  gra- 


nitos comunes  ó granitos  tipos;  con  el  cuarzo  y el  anfibol,  la 
roca  denominada  sienita;  con  el  mismo  cuarzo  y el  talco,  la 
protogina;  unida  á la  mica  forma  los  gneis;  entra  también 
como  elemento  esencial  de  otras  varias  rocas,  cuya  descrip- 
ción puede  verse  en  la  parte  geológica.  La  variedad  que 
hemos  denominado  petrosilex  constituye  la  base  de  los  pór- 
fidos, los  cuales  contienen  en  su  masa  cristales  diseminados 
de  ortosa,  particularidad  que  se  observa  además  en  ciertos 
granitos,  sienitas,  etc. 

En  España  se  encuentra  el  feldespato  ortosa  en  cristales 
aislados  ó en  unión  con  otros  minerales  constituyendo  rocas, 
en  los  Pirineos  de  Gerona,  Huesca  y Navarra,  en  toda  la 
cordillera  del  Guadarrama  y diversas  localidades  de  las  pro- 
vincias de  Cáceres,  Córdoba,  Badajoz,  Teruel,  Valencia, 
Galicia,  etc.  Según  opinión  del  inspector  de  minas,  Naranjo, 
la  roca  pegmatítica  que  atraviesa  el  gneis  del  canal  de  Ca- 
barrús  (Sierra  de  Guadarrama),  da  origen  por  su  descomposi- 
ción, á grandes  cantidades  de  kaolín  ó tierra  de  porcelana, 
que  sirvió  en  otro  tiempo  para  la  fabricación  de  loza  de  la 
Moncloa  (Madrid).  En  el  pueblo  de  Yaldemorillo  (Madrid), 
existe  también  una  pegmatita  descompuesta,  que  se  emplea 
no  solo  para  la  fabricación  de  la  porcelana,  sino  para  la  de 
ladrillos  refractarios.  El  kaolín  que  se  usa  en  la  fábrica  de 
Sargadelos  (Galicia)  procede  del  pueblo  cercano  de  Burela; 
el  de  la  notable  fábrica  de  Pikman  en  Sevilla,  de  Sierra 
Morena  (1). 

USOS. — Esta  piedra  se  emplea  en  joyería  cuando  afecta 
cierta  coloración;  siendo  bastante  apreciada  la  llamada  de 
Luna,  el  feldespato  aventurinado  y el  de  las  Amazonas;  la 
primera,  que  procede  de  Ceilan,  se  talla  en  cabujón  ó en 
forma  de  perla  y se  la  rodea  algunas  veces  de  un  cerquillo 
de  pequeños  diamantes;  las  variedades  verde  oscuro  y las 
opalinas  se  destinan  para  la  construcción  de  objetos  de  ador- 
no, tales  como  cajas,  copas,  zócalos,  pedestales,  etc.  Las  la- 
minares, sacaroideas,  compactas  y terrosas,  suministran  por 
la  descomposición  el  kaolín  ó tierra  de  porcelana  y diferen- 
tes bases  alcalinas  (esencialmente  la  potasa)  que  son  suma- 
mente útiles  en  la  tierra  para  el  crecimiento  y desarrollo  de 
muchos  vegetales. 

RIACOIJTA — silicato  de  alumina,  potasa,  sosa  y aun 

magnesia,  cuya  fórmula,  ó mejor  dicho,  su  composición 

química,  no  está  bien  definida. 

CARACTÉRES. — La  riacolita  es  una  especie  muy  afine 
al  feldespato  ortosa,  del  cual  se  diferencia,  sin  embargo,  por 
las  particularidades  siguientes:  su  estructura  es  vitrea  y res- 
quebrajada, el  color  gris  claro  y composición  cuantitativa  y 
aun  cualitativa  diferente,  supuesto  que  en  la  riacolita  existe 
con  frecuencia  la  sosa  y magnesia,  siendo  estas  bases,  sobre 
todo  la  segunda,  muy  raras  en  el  ortosa. 

COMPOSICION  DE  LA  RIACOLITA  SEGUN  M.  ROSE 


Sílice 

50,31 

Alumina 

29,44 

bosa..  • ... 

10,56 

Potasa,  g . \ 1 , ^ 

5,92 

Oxido  de  hierro. . . . 

0,28 

Cal.  . 

1,07 

Magnesia 

0,23 

97,81 

1 1 ) El  criadero  mas  notable  quizás  del  mundo,  es  el  que  forma  una 
montaña  entera  y de  no  escasa  altura,  en  la  provincia  de  Toledo,  á 
corta  distancia  de  Menas  albas,  cuya  descripción  se  puede  ver  en  el 
tratado  de  Geología. 


OLTGOCLASA 


IOI 


Yacimiento. — La  riacolita  no  se  halla  en  las  rocas 
cristalinas  y sí  en  las  volcánicas,  tales  como  las  traquitas. 

A esta  especie  corresponden  diversos  productos  volcá- 
nicos, como  por  ejemplo,  la  obsidiana  y piedra  pómez,  mi- 
nerales cuya  descripción  lata  corresponde  á la  Geología. 

OBSIDIANA 

Caracteres. — La  obsidiana,  llamada  también  vidrio 
de  volcanes  y espejo  de  los  Incas,  se  presenta  en  masas  vi- 
treas de  fractura  concoidea,  brillo  intenso,  trasluciente  en  los 
bordes,  y de  color  negro,  verde  oscuro  y pardo  rojizo,  siendo 
su  peso  específico  de  2,2  á 2,5;  ofrece  casi  siempre  el  aspec- 
to de  un  vidrio  traslúcido  ó semi-trasparente  y en  algunos 
ejemplares  el  de  un  esmalte.  Se  funde  al  soplete  en  un  vidrio 
ampolloso  y de  color  verde  ó blanquizco. 

Variedades. — Obsidiana  hialina,  de  estructura testá- 
cea  y con  lustre  mas  ó menos  perlado;  algunas  veces  se  halla 
en  nodulos  ó granos  pequeños  y cristalinos  constituyendo  la 
sub-variedad  llamada  ojo  de  perdiz.  2.a  Obsidiana  irisante, 
ofrece  irisaciones  verdosas  ó rojizas,  debidas  á series  lineales 
de  pequeñas  burbujas,  dispuestas  en  la  dirección  de  la  cor- 
riente de  la  lava  que  fundida  y enfriada  ha  originado  la  ob- 
sidiana; esta  serie  de  líneas  contribuye  á dar  al  mineral  un 
aspecto  fibroso.  3.a  Obsidiana  capilar,  se  presenta  compuesta 
de  filamentos  ó hilos  sumamente  finos.  4.*  Obsidiana  porfi- 
roidea,  variedad  que  contiene  cristales  de  feldespato  vitreo. 
Las  variedades  citadas  se  han  consolidado  en  la  parte  media 
de  la  masa  o corriente  de  lava  que  las  constituye,  adquirien- 
do muchas  veces  una  estructura  celular,  pasando  de  este 
modo  á la  piedra  pómez;  en  las  colecciones  mineralógicas  y 
geognósticas,  se  ven  ejemplares  que  por  una  parte  ofrecen 
todos  los  caracteres  de  la  obsidiana,  y de  piedra  pómez  por 
la  otra. 

Yacimiento. — Se  halla  la  obsidiana  en  los  volcanes 
antiguos  y modernos  formando  grandes  masas  ó corrientes: 
tal  es  lo  que  se  observa  en  los  de  México,  Perú,  Tenerife, 
islas  de  Lipari  y en  las  cercanías  de  Tokay  ( Hungría).  En 
España  se  encuentra  en  el  Cabo  de  Gata  y,  según  Naranjo, 
en  el  terreno  cretáceo  de  los  Ocinos  en  el  valle  de  Valdivieso 
(Burgos). 

Usos.— Antes  de  la  conquista  del  Perú  y México  por  los 
españoles,  los  naturales  del  país  destinaban  la  obsidiana 
para  la  fabricación  de  espejos,  cuchillos,  flechas,  hachas,  etc. 

PIEDRA  POMEZ 

CARACTÉRES. — La  piedra  pómez  ó pumita  se  presenta 
en  masas  esponjosas,  ligeras,  de  color  blanco  agrisado,  gris- 
nacarado  y gris  sucio,  lustre  sedoso,  áspero  al  tacto;  raya  al 
vidrio  y su  peso  específico  está  representado  por  0,9;  pero  si  se 
la  reduce  á polvo  aumenta  su  densidad  hasta  2,2.  Las  células 
ó poros  que  se  hallan  en  la  masa  de  este  mineral  son,  por  lo 
común,  largas  y estrechas,  paralelas  unas  á otras  en  muchos 
casos,  y algunas  veces  mas  ó menos  redondeadas;  la  estruc- 
tura particular  resulta  de  la  prolongación,  en  la  dirección  de 
la  corriente,  de  las  burbujas  primitivas  originadas  por  el  des 
prendimiento  de  sustancias  gaseosas.  La  piedra  pómez  se 
funde  al  soplete  en  esmalte  blanco. 

VARIEDADES.  Se  forman  por  algunos  mineralogistas 
las  variedades  celular,  cavernosa  y fibrosa. 

Yacimiento. — Se  encuentra,  en  unión  con  la  obsi- 
diana, en  los  volcanes  antiguos  y modernos,  tales  como  los 
de  las  islas  de  Lipari,  Tenerife,  Hungría  y otras  localidades. 
En  España  existe  en  el  cabo  de  Gata. 

Usos.  Para  el  pulimento  de  las  maderas  y varias  sus- 


tancias metálicas;  entra  en  la  preparación  de  morteros  hi- 
dráulicos y de  porcelanas;  reducida  á polvo  y mezclada  con 
la  pasta  de  jabón,  sirve  para  suavizar  el  cutis  de  la  cara  y de 
las  manos.  En  Lipari  y Hungría,  teniendo  en  cuenta  su  gran- 
de resistencia  y ligereza,  la  emplean  como  piedra  de  construc- 
ción. 


FELDESPATOS  CLINICOS 

ALBITA — SILICATO  DE  ALUMINA  V DE  SOSA 

química  A1203,  3SÍO2  + Na0,Si02 


— Fórmula 


CARACTÉRES. — Esta  especie,  quetambien  se  denomina 
periclina,  chorlo  blanco,  etc.,  ofrece  por  forma  primitiva  un 
prisma  romboidal  oblicuo  no  simétrico,  siendo,  por  lo  tanto, 
y en  unión  con  la  axinita  y vitriolo  azul,  uno  de  los  tipos 
cristalinos  mas  característicos  del  sexto  sistema.  El  color 
dominante  de  la  albita  es  el  blanco  de  leche  ó blanco  agri- 
sado, trasluciente,  lustre  lapídeo,  rara  vez  vitreo;  raya  al  vidrio 
y se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  siendo  su  peso  específico  de 
2,6  á 2,7.  Se  funde,  aunque  con  dificultad,  en  un  esmalte 
blanco,  comunicando  á la  llama  del  soplete  un  color  amarillo; 
insoluble  en  los  ácidos  y demás  reactivos. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Albita  del  Delfinado 


Sílice..  . . 
Alumina..  . 
Sosa.  . . . 
Cal.  . . . 
Oxido  ferroso. 


67,99 

19,61 

11,12 

0,66 

)> 


Albita  de  San  Gotardo 

69,9o 
1 9»  43 
u,47 


0,20 


99,38 


101,00 


Variedades. — Las  variedades  de  esta  especie,  por 
lo  que  se  refiere  á su  forma  y estructura,  son  próximamente 
las  mismas  que  las  de  la  ortosa;  así  es  que  se  conocen  las  va- 
riedades cristalizadas  en  prismas  oblicuos  no  simétricos,  mo- 
dificados y,  por  lo  común,  hemitropiados,  las  laminares,  gra- 
nudas, compactas  y terrosas. 

Yacimiento. — La  albita  es  menos  abundante  que  el 
ortosa,  perteneciendo  como  este  á los  terrenos  de  cristaliza- 
ción, pero  siendo  mas  frecuente  en  las  rocas  modernas  que 
en  las  antiguas.  La  albita  se  une  con  el  anfibol  blanco  para 
formar  las  dioritas,  eufótidas  y otras  rocas  anfibólicas;  se 
halla  como  elemento  accidental,  ya  sea  en  pequeños  cristales, 
ya  en  venas  ó mas  ó menos  compacta,  en  los  granitos  comu- 
nes, sienitas,  etc.  Existen  cristales  mezclados  de  esta  especie 
enclavados  en  las  cavidades  de  ciertas  dioritas  y protoginas 
de  los  Alpes  franceses  y en  los  Pirineos;  en  San  Gotardo 
hay  hermosos  cristales  de  albita,  acompañados  del  cuarzo 
hialino  y de  la  clorita  en  las  cavidades  de  varias  pizarras 
micáceas;  se  hallan  también  cristales  hemitropiados  en  los 
granitos  de  Suecia  y de  Noruega.  En  España  la  albita  for- 
ma la  base  de  los  pórfidos  dioríticos  y traquíticos  de  Al- 
madén (Ciudad  Real),  hallándose  además  en  la  parte  de 
Sierra  Morena  que  corresponde  á la  provincia  de  Badajoz. 

USOS. — Las  variedades  compactas,  granudas  y terrosas, 
suministran,  por  su  descomposición,  productos  idénticos  á 
los  de  la  ortosa. 

OLIGOCLASA  — silicato  de  alumina,  de  sosa  y de 
cal,  pero  con  menos  cantidad  de  sílice  que  en  la  especie 
anterior 

Fórmula  química  A120>  (Si03)3-f  (NaO,CaO),  SiO2 
Caracteres. — Este  mineral,  que  Dufrenoy  describe 


102 


FELDESPATOS 


como  especie  distinta  de  la  albita,  pero  que  en  realidad  puede 
ser  considerada  como  una  simple  variedad  de  esta  última, 
presenta  las  particularidades  siguientes:  cristaliza  en  un  pris- 
ma romboidal  oblicuo  no  simétrico,  perteneciente  al  sexto 
sistema;  color  gris  claro  ó verde  rojizo,  traslúcida  y con  bri- 
llo vitreo  en  los  planos  de  exfoliación,  y craso  en  la  fractura 
desigual;  raya  á la  fosforita  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo, 
siendo  su  peso  especifico  de  2,64  á 2,66.  Se  rompe  ó fractura 
con  mucha  dificultad,  de  donde  toma  el  nombre  de  oligo- 
clasa  ( ohgos , poco,  clio,  yo  rompo).  Se  funde  al  soplete  en 
un  esmalte  blanco;  insoluble  en  los  ácidos. 

t*-  ^ A i r 

COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice. 

Alumi 

SnpLERE  FLAKMAM 

[al.  . !|1  . . VPDJ'  s-9° 

Magnesia. 


..,.11  i cs&fe*'")  1 

proporciones  de  sosa,  cal,  potasa  y hierro,  son  varia- 
diferentes  ejemplares,  hasta  el  punto  de  que  en  al- 
hasta  un  8 por  ciento  de  cal,  lo  que  prueba  el 
— nsito  de  unas  especies  á otras. 

VARIEDADES.— La  oligoclasa  se  halla  esencialmente 
en  masas  laminares  y estriadas,  idénticas  á las  de  la  albita 

I /.  \ T 

Yacimiento. — Este  mineral  no  forma  rocas  especia- 
les, siendo  sus  asociaciones  idénticas  á las  de  la  albita,  por 
lo  que,  y teniendo  en  cuenta  que  la  composición  química  es 
la  misma,  no  deben  constituir  mas  que  una  especie. 

ANDESITA  — SILICATO  DE  ALUMINA,  SOSA  Y CAL 


Caracteres,  — Esta  especie  mineralógica,  que  G. 
Rose,  Bischof  y Deville  la  consideran  como  una  variedad  de 
la  albita,  está  dotada  de  los  mismos  caracteres  físicos  y quí- 
micos que  la  oligoclasa  y la  albita,  de  las  que  se  distingue, 
no  obstante,  por  su  mayor  peso  específico  que  es  de  2,7,  y 
por  contener  menos  cantidad  de  sílice. 

YACIMIENTO. — El  célebre  barón  de  Humboldt  fué  el 
primero  que  manifestó  que,  así  como  la  mayor  parte  de  las 
rocas  traquíticas  de  Europa  tienen  por  base  la  riacolita,  las 
de  los  Andes  están  formadas  por  un  feldespato  de  base  de 
sosa,  ó la  andesita.  Constituye,  pues,  este  mineral  la  parte 
importante  de  las  traquitas  y de  los  pórfidos  anfibólicos  de 
los  Andes,  en  donde  se  halla  asociada  con  la  piedra  pómez, 
obsidiana  y perlita. 

La  especie  saccarita  de  algunos  no  es  mas  que  una  oligo- 
clasa compacta  y traslúcida  que  existe  en  Frankenstein  (Si- 
lesia). 


dotadas  de  irisaciones  con  reflejos  intensos  azules,  verdes, 
rojos  ó amarillos;  su  lustre  es  anacarado,  traslúcida;  raya  á la 
ortosa  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  estando  representado  su 
peso  específico  por  2,7.  Se  funde  al  soplete  con  mucha  difi- 
cultad aunque  no  tanta  como  la  oligoclasa;  reducida  á polvo 
se  disuelve  en  el  ácido  hidroclórico  concentrado,  cuya  diso- 
lución produce  un  precipitado  blanco  por  medio  del  oxalato 
amónico.  La  labradorita,  por  consiguiente,  es  el  único  feld- 
espato soluble  en  los  ácidos. 

COMPOSICION  SEGUN  KLAPROTH 


Labradorita  de  Ingrie  Id.  de  San  Pablo 

Si|ice 55.  55.75 

Alumina 24,  26,50 

Cal 10,25  11,00 

Sosa. 3,50  4,00 

Oxido  ferroso.  ...  5,25  1,25 


98,00  98,50 


VARIEDADES. — 1.a  Labradorita  cristalizada  en  prismas 
oblicuos,  exfoliables  en  sentido  paralelo  á la  base,  y en  di- 
rección á una  de  sus  caras  laterales,  ofreciendo  al  propio 
tiempo  en  esta  última  colores  cambiantes  ó irisaciones,  por 
lo  que  se  la  denomina  feldespato  ó labradorita  noble.  2.a  La- 
minar: mas  frecuente  que  la  anterior;  tiene  color  gris  de  hu- 
mo ó gris  ceniciento  y ofrece  los  mismos  caractéres  de  color 
que  el  feldespato  noble.  3/  Labradorita  vitrea,  análoga  al 
ortosa  del  mismo  nombre.  4.a  Labradorita  común,  en  masas 
blancas  ó verdosas,  traslucientes  ú opacas. 

YACIMIENTO. — Puede  decirse  que  la  labradorita  es  la 
base  de  las  rocas  volcánicas,  especialmente  de  los  basaltos; 
unida  á la  hiperstena  ó al  piróxeno  constituye  las  rocas  hi- 
perita  y los  pórfidos  negros  ó melafidos. 

El  feldespato  noble  ó cambiante  se  encuentra  en  la  isla 
de  San  Pablo,  en  las  costas  de  Labrador  (Estados  Unidos); 
en  Ingria  cerca  de  San  Petersburgo,  y en  Finlandia.  La  la- 
bradorita se  halla  formando  parte  de  las  lavas  del  Etna.  En 
España  se  encuentra  en  el  pórfido  ofítico  de  Chillón  y otros 
sitios  al  N.  O.  de  Almadén  (Ciudad  Real). 

USOS. — Pulimentadas  las  variedades  opalizantes,  se  em- 
plean en  joyería  como  piedras  de  algún  valor. 

La  especie  Yosgita  de  algunos  autores  no  es  mas  que  una 
labradorita  que  ha  experimentado  un  principio  de  descom- 
posición y tomado  una  corta  cantidad  de  agua;  su  color  es 
blanco  con  tintas  verdes  ó azuladas;  constituye  la  base  de 
los  pórfidos  de  los  Vosgos. 

SAUSSURITA  (DEDICADA  ASAUSSURE) 
silicato  DE  alumina  y de  cal — Fórmula  química 
AP03  3SÍO2  4 CaO,  SiO 


LABRADORITA  O FELDESPATO  LABRADOR— si- 
licato de  alumina,  de  cal  y de  sosa— Fórmula  química 
ABO3  (SiO)3  4-  (CaO,  NaO)  SiO2 

CARACTERES.— Esta  sustancia,  llamada  también  feld- 
espato opalino  y vosgita,  se  presenta  rara  vez  cristalizada  en 
prismas  romboidales  oblicuos  del  sexto  sistema;  estos  crista- 
les ofrecen  casi  siempre  hemitropias  bien  manifiestas  ó sur- 
cos paralelos;  por  lo  común  se  encuentra  la  labradorita  en 
masas  laminares  de  color  gris  de  humo  ó gris  ceniciento  y 


Caractéres.  — Esta  especie,  llamada  también  feld- 
espato tenaz  y jade,  se  presenta  en  pequeñas  masas  de  estruc- 
tura granuda,  algunas  veces  laminar,  de  un  aspecto  cristali- 
no; color  blanco  lechoso,  amarillo  ó agrisado  y con  un  ligero 
tinte  violado;  lustre  craso,  siendo  trasluciente  en  los  bordes; 
raya  al  feldespato  y se  deja  rayar,  aunque  con  dificultad,  por 
el  cuarzo;  es  muy  tenaz,  por  lo  que  recibe  el  nombre  de  feld- 
espato tenaz;  su  peso  específico  es  de  3,3.  Los  demás  carac- 
téres físicos  y químicos  son  idénticos  á los  de  la  labradorita, 
por  lo  que  algunos  mineralogistas  suponen  que  es  esta  mis- 
ma especie,  que  ha  experimentado  un  ligero  principio  de 
descomposición. 


AN  FICEN  A 


I03 


COMPOSICION  EN  PESO 

Sílice 49> 

Alúmina 24, 

Cíü 10,50 

Oxido  ferroso 6,50 

Magnesia 3^5 

Sosa* 5»5° 

Potasa » 


99,25 

VARIEDADES. — Están  reducidas  á las  granudas  ó la- 
minares. 

Yacimiento.  — Por  lo  común,  esta  especie  mineraló- 
gica se  halla  unida  á la  diálaga  en  la  roca  llamada  eufótida. 

SECCION  SEGUNDA-MINERALES  FELDESPÁ- 

T1C0S 

Comprende  esta  sección  minerales  de  composición  quí- 
mica y caractéres  análogos  á los  feldespatos  descritos  ante- 
riormente, pero  carecen  en  realidad  de  importancia  geog- 
nóstica.  Las  especies  mas  importantes  incluidas  en  esta 
sección  son : la  anortita  y la  petalita. 

ANORTITA — silicato  de  alúmina  y cal — Fórmula 
química  3APO3  3— SiO-f CaO,  SiO2 

CARACTEERS. — La  anortita  (de  <7,  no,  orzas , recto) 
ofrece  por  forma  primitiva  un  prisma  romboidal  oblicuo  del 
sexto  sistema;  color  blanco,  lustre  vitreo  ó nacarado;  raya  al 
feldespato  ortosa  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  siendo  su 
peso  específico  de  2,7.  Se  funde,  aunque  con  dificultad,  en 
esmalte  blanco,  y se  disuelve,  de  la  misma  manera  que  la 
labradorita,  en  el  ácido  hidroclórico. 

k 

COMPOSICION  I)E  LA  DE  LA  SOMMA  (G.  Rose) 

Sílice. 1 . 44,49 

Alúmina 34, 46 

Oxido  férrico 0,74 

Cal ! 5,68 

Magnesia 5,26 

Potasa 

Sosa 

1J  h.T  Í100J3 

ACIMIENTO. — Se  halla  la  anortita  en  cristales  cu- 
briendo las  cavidades  de  la  dolomia  de  la  Somma  y unida 
al  piróxcno  verde,  idocrasa  y mica. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Sílice 66,40 

Alúmina 25,30 

Litina st85 

Sosa » 

CaL 

Oxido  de  hierro 1,43 

Oxido  de  manganeso.  ...  » 


100,00 


PETALITA — silicato  de  alúmina  y de  litina  — Fór- 


muía  química  APO^ 


TOT 


CARACTÉRES. — Esta  especie,  denominada  también 
trifana  y espodumena,  se  halla,  por  lo  común,  en  masas  la- 
minares, traslucidas,  blancas  y de  brillo  vitreo;  raya  al  vidrio 
y se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  estando  representado  su  peso 
específico  por  2,4.  Se  funde  con  mucha  dificultad  al  soplete 
y comunica  á la  llama  un  color  rojo  púrpura;  insoluble  en 
los  ácidos  y demás  reactivos. 


VARIEDADES,  be  pueden  establecer  las  dos  siguien- 
tes: i.a  petalita  propiamente  dicha,  que  ofrece  lustre  vitreo, 
color  blanco  lechoso  ó rosáceo,  peso  específico  de  2,4  y fu- 
sible al  soplete  en  un  vidrio  semitrasparente:  2.a  trifana 
(fris,  tres,  fános , manifiesto),  ofrece  tres  exfoliaciones  bien 
marcadas;  su  dureza  es  superior  á la  de  la  variedad  anterior, 
el  peso  específico  está  representado  por  3,  y se  funde  al  so- 
plete, colorando  la  llama  de  rojo  en  un  vidrio  incoloro;  in- 
soluble en  los  ácidos.  Algunos  mineralogistas  consideran  á 
la  variedad  trifana  como  especie  distinta  de  la  petalita. 

Yacimiento. — La  variedad  denominada  petalita  se 
encuentra  en  venas  en  la  roca  pegmatítica  de  las  minas  de 
hierro  de  Utoe  (buecia);  existe  además  en  una  caliza  saca- 
roidea en  Boston  (Estados-Unidos).  La  variedad  ó especie 
trifana  fué  descubierta,  en  unión  con  la  petalita,  por  Andradc 
en  la  indicada  mina  de  Utoe  y la  llamó  espodumena,  porque 
calentada  en  un  crisol  se  desmorona  en  partículas  que  pre- 
sentan un  color  de  ceniza;  se  encuentra  también  la  trifana 
en  el  Tirol,  Dublin  (Irlanda),  Groenlandia  y en  Chester, 
Nonvich  y Massachussets  (Estados-Unidos). 

Corresponde  también  á la  petalita  un  mineral  que  Breit- 
haupt  denomina  Castor,  porque  siempre  va  asociado  á otra 
sustancia  denominada  Polux,  la  cual  no  es  mas  que  una  va- 
riedad de  la  riacolita  correspondiente  al  feldespato  ortosa. 

FAMILIA— COCEOLITAS 

I-as  especies  mineralógicas  incluidas  en  esta  familia  tienen 
analogías,  por  una  parte,  con  los  feldespatos,  y por  otra,  con 
las  ceolitas;  se  asemejan  á los  primeros  en  su  dureza  y com- 
posición química,  supuesto  que  están  formados  por  un  sili- 
cato de  alumina  y otro  silicato  de  base  alcalina;  se  parecen 
á las  ceolitas  en  sus  propiedades  exteriores,  en  que  dan  un 
precipitado  gelatinoso  por  medio  de  los  ácidos  y en  su  yaci- 
miento. No  obstante,  la  mayoría  de  los  minerales  correspon- 
dientes á las  coceolitas  son  anhidros,  mientras  que  contienen 
mas  o menos  cantidad  de  agua  las  especies  incluidas  en  las 
ceolitas.  Las  especies  de  coceolitas  se  hallan  cristalizadas  en 
los  tres  ó cuatro  primeros  sistemas,  son  incoloras  ó blancas; 
casi  todas  rayan  al  vidrio,  siendo  su  peso  específico  de  2,3 
á 2,6.  Los  minerales  comprendidos  en  esta  familia  son  los 
siguientes:  i.°  anfigena;  2.0  nefelina;  3.0  sarcolita;  4.0  soda- 
lita;  5.0  Haüyna;  6.°  lazulita;  7.0  eudialita;  8.°  prehnita- 
9.0  datolita. 


ANFIGENA— silicato  de  alumina  y de  potasa — Fórmula 
química  (APO)3  Si02+2K0,  SiO: 


CARACTÉRES. — La  anfigena,  denominada  además  leu- 
colita  ó leucita  y granate  blanco,  cristaliza  en  trapezoedros 
derivados  del  sistema  cúbico:  su  fractura  es  vitrea  y concoi- 
dea, semi-trasparente  ó traslúcida,  color  blanco  ó blanco 
agrisado,  por  lo  que,  y teniendo  en  cuenta  su  forma  trape- 
zoédrica  análoga  á la  de  algunos  granates,  se  la  llama  granate 
blanco  ó leucita  (leucos,  blanco;  tilos ^ piedra);  la  anfigena 


io4 


MINERALES  FELDESPÁTICOS 


ra)a  difícilmente  al  vidrio  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo, 
siendo  su  peso  específico  de  2,4.  Infusible  al  soplete,  pero 
si  se  la  mezcla  con  el  bórax  se  funde  en  un  vidrio  trasparen- 
te; reducida  á polvo  se  disuelve  por  digestión  en  el  ácido 
hidroclórico. 

COMPOSICION  DE  LA  ANFIGEXA  DE  ALBANO 

Sílice 
Alumina 
Potasa. 

Sos 


Variedades.—  Se  halla  siempre  la  anfigena  cristal! 
zada  en  trapezoedros  ásperos  en  la  superficie,  y algunas  ve- 
ces huecos  en  el  interior.  Estos  cristales  experimentan,  por 
lo  común,  una  alteración  análoga  á la  del  feldespato  ortosa, 
y se  convierten  en  una  especie  de  kaolín  (cristales  de  Roca- 
Monfina)  junto  á Sessa. 

YACIMIENTO.— Corresponde  esencialmente  á los  ter- 
renos volcánicos,  donde  se  halla  en  cristales  ó granos  dise- 
minados en  las  antiguas  lavas  de  Pompeya  y la  Somma,  cerca 
de  Ñapóles,  en  los  volcanes  apagados  de  Albano,  Frascati  y 
c uapendente  (Estados  Romanos).  Constituye  la  anfigena 
base  del  pórfido  designado  con  el  nombre  de  leucitofido. 


La  eleolita  existe  engastada  en  una  sienita  circonífera  de 
ciertas  localidades  de  Noruega. 

SARCO  LITA— silicato  de  alumina  y de  cal — Fórmula 
química  Al203,3Si02  + Ca0,Si02 

CARACTÉRES.— La  sarcoliia  ( sarcos , carne;  Utos,  pie- 
dra), cristaliza  en  prismas  de  base  cuadrada,  pertenecientes 
al  segundo  sistema;  su  fractura  es  vitrea  y el  lustre  algo  na 
carado;  color  rojo  de  carne,  de  donde  se  deriva  el  nombre 
de  la  especie,  ofreciendo  en  algunos  casos  un  color  rojo, 
análogo  al  de  la  analcima ; raya  á la  fosforita  y se  raya  por 
el  cuarzo,  siendo  su  peso  específico  de  2,56.  Se  funde  al  so- 
plete, y forma  jalea  por  medio  del  ácido  hidroclórico. 


FEL 


NA— SILICATO  DE 


Carac. 

ó Bcudantita 


alumina  v de  sosa — Fórmula 

[uímica  2APO3,  Si02+(Na0)a  SiO2 

I I / - \ . * 

ÉRES.  La  nefelina , llamada  además  so/umita 
cristaliza  en  un  prisma  exagonal  correspon- 
diente al  sistema  romboédrico;  fractura  vitrea  y concoidea; 
color  blanco  ó agrisado,  trasparente  ó traslúcida  y de  brillo 
vitreo;  raya  la  fosforita  y se  deja  rayar  por  el  feldespato,  es- 
tando representado  su  peso  específico  por  2,5.  Se  funde  al 
soplete,  con  aumento  de  volumen,  en  un  glóbulo  vitreo:  si  se 
la  reduce  á polvo,  se  disuelve  en  los  ácidos;  cuando  se  in- 
troduce un  fragmento  en  el  ácido  nítrico  pierde  su  traspa- 
rencia y se  convierte  en  opaca  y anubarrada,  cuyo  carácter 
tuvo  en  cuenta  Haiiy  para  llamar  á esta  especie  nefelina  ( né - 
fele , nube).  T 

COMPOSICION  DE  LA  DE  LA  SOMMA  EN  PESO 


u mi 


Sílice. 

Alumina.  . . 

Oxido  férrico. . 
Sosa.  . , 
Potasa  TI" 
Calm/. 

gua.  . 


44,04 
34,o6 
o,44 
15>9I 
4,52 
2,0  r 


101,19 


Se  presenta  la  nefelina  en  prismas  exa- 
gonales sencillos,  ó modificados  algunas  veces  en  las  aristas 
laterales ) en  las  básicas;  existe  además  en  masas  amorfas, 
de  color  verdoso  ó azul  yen  algunos  casos  rojizo,  lustre  craso 
y resinoso,  constituyendo  la  variedad  denominada  eleolita 
(eleos,  aceite).  La  eleolita  se  funde  con  mas  facilidad  que  la 
nefelina  propiamente  dicha,  por  lo  que,  y teniendo  presente 
el  diverso  yacimiento  de  una  y otra,  algunos  autores  forman 
dos  especies  distintas. 

YACIMIENTO.  Se  halla  la  nefelina,  en  unión  con  los 
piroxenos,  meionita  y sodalita,  en  las  rocas  de  la  Somma 
(Nápoles)  y en  las  lavas  anfigénicas  en  Capo  di  Bove  (Roma). 


COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice. 

Alúmina 

M/  . 

Sosa 


42,11 
24,5° 

32,43 
2,93 

101,97 

\ 

Yacimiento. — La  sarcolita  se  halla  del  mismo  modo 
que  la  nefelina,  en  las  cavidades  de  las  rocas  de  la  Somma. 

SODALITA— SILICATO  de  alumina  y de  sosa  mezclada 
con  cloruro  de  sodio — Fórmula  química  2AP03,Si0a 
+ (Na0)2Si02 

|T  El# 

CARACTÉRES. — La  forma  primitiva  de  la  sodalita  es 
el  dodecaedro  romboidal ; de  fractura  vitrea,  incolora,  verde 
de  yerba  ó azul  intenso,  perdiendo  estos  colores  por  medio 
del  calor;  raya  á la  fosforita  y se  deja  rayar  por  el  feldespato, 
siendo  su  peso  específico  de  2,29.  Se  funde  difícilmente  al 
soplete  en  un  vidrio  incoloro;  soluble  en  el  ácido  nítrico  con 
formación  de  jalea. 

COMPOSICION  DE  LA  SODALITA  DEL  VESUBIO 

Sílice 38, 1 2 

Alúmina 31,68 

Sosa 24,37 

Cloro 6,69 


100,86 


RI  ID 


VARIEDADES. — Puede  dividirse  en  tres  variedades,  á 
saber:  i.a  sodalita  del  Vesubio,  cristalizada  en  dodecaedros 
romboidales,  ó en  pequeñas  masas  trasparentes,  incoloras  ó 
verde  de  espárrago.  2.a  Sodalita  de  Groenlandia,  de  un  verde 
agrisado,  lustre  vitreo  y algo  craso,  traslúcida  y de  fractura 
astillosa.  3.a  Cancrinita  azul,  se  presenta  en  venas  de  un  azul 
intenso,  cuyas  venas  son  susceptibles  de  dar  por  la  exfolia- 
ción un  dodecaedro  romboidal. 

Yacimiento. — La  sodalita  del  Vesubio  se  encuentra 
en  las  cavidades  de  las  rocas  micáceas  ó dolomíticas  de  la 
Somma;  la  de  Groenlandia  existe  en  una  pizarra  micácea,  y 
la  cancrinita  se  halla  en  unión  con  la  eleolita  en  una  roca 
cristalina  de  Miask  (Montes  Urales);  la  hay  también  en 
Brevig  (Noruega)  y Maine  (Estados  Unidos). 

HAUYNA — SILICATO  DE  ALÚMINA  Y DE  SOSA,  MEZCLADO 

CON  UN  SULFATO  DE  CAL  Ó SOSA  Y SULFURO  DE  HIERRO 

Fórmula  química  A1203  SiO2  + NaO,  SiO2 

CARACTÉRES. — Esta  especie  mineralógica,  dedicada 
al  célebre  mineralogista  Haiiy,  rara  vez  cristaliza  en  dode- 


PREHNITA 


caedros  romboidales  del  primer  sistema;  por  lo  común,  se 
presenta  en  pequeños  granos  cristalinos  de  color  azul  ó azul 
\ erdoso,  alguna  vez  incolora  y de  lustre  vitreo;  raya  al  vidrio 
y se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  estando  representado  su  peso 
específico  por  2,5.  Se  decolora  y funde  en  el  soplete  en  un 
. vidrio  ampolloso;  pierde  también  su  color  y se  disuelve  en 
los  ácidos  formando  jalea. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice 37,00 

Acido  sulfdrico 11,56 

Alumina 27,50 

Sosa 12,24 

Cal 8,14 

Oxido  de  hierro 1,15 

Oxido  de  manganeso.  ...  0,50 

Agua i,5o 


105 

Variedades. — Las  únicas  que  se  conocen  son  la 
cristalizada  y en  masas  compactas. 

Yacimiento. — La  lazulita  se  halla  diseminada  en  las 
rocas  cristalinas  de  Baikal  (Siberia).  Los  antiguos  conocían 
esta  especie  y la  denominaron  zafiro;  los  mejores  ejemplares 
proceden  de  la  lartaria,  Tibet  y la  China;  se  encuentran 
además  en  la  cordillera  de  Ovalle  (Chile). 

Usos.  Se  emplea  para  la  construcción  de  objetos  de 
adorno  de  mucho  precio,  tales  como  tabaqueras,  puños  de 
bastón,  copas,  placas,  etc.;  los  ejemplares  de  un  azul  intenso 
se  consideran  en  la  joyería  como  piedras  finas.  Suministra  á 
los  pintores  el  azul  de  Ultramar  <5  azul  real,  tan  estimado  por 
su  fijeza  y hermosura.  Para  obtener  este  producto,  basta  re- 
ducir la  lazulita  á un  polvo  sumamente  fino,  después  de  ha- 
berla calcinado ; se  mezcla  el  polvo  con  una  pasta  formada 
de  resina,  cera  y aceite  de  linaza;  se  lava  la  mezcla  que  dese- 
cada produce  el  azul  de  Ultramar;  la  libra  de  este  color  se 
vende  por  lo  menos  á dos  mil  reales. 


100,59 

Teniendo  en  cuenta  la  composición  indicada,  pudiera 
formularse  la  Haüyna  del  modo  siguiente:  Al203,Si02  + 
NaO,SiOa  + Ca0,S03. 

VARIEDADES.  Existen,  como  se  ha  dicho,  la  crista- 
lizada en  dodecaedros  romboidales  y en  granos  cristalinos, 
cuya  coloración  azulada  se  debe  sin  duda  á la  corta  cantidad 
de  sulfuro  metálico  que  encierran. 

Yacimiento. — Se  encuentra  en  las  rocas  volcánicas, 
tales  como  los  basaltos,  lavas,  traquitas,  etc.,  de  Marino  cer- 
ca de  Roma,  en  los  montes  Laciales,  en  la  Somma  (Nápo- 

l°s)  ) en  fonolitas  de  Cantal  y basaltos  de  Mont  Dore 
(Francia). 

Algunos  mineralogistas  consideran  como  especie  distinta 
de  la  Haüyna  á la  espinelana  ó nosina,  pero  en  realidad  no 

es  mas  que  una  variedad,  ó mas  bien  una  mezcla  de  Haüyna 
y sodalita. 

LAZULI 1 A Ó LAPISLÁZULI  — silicato  de  alúmina, 
de  sosa  de  cal,  mezclado  con  sulfato  de  sosa  y un  sul- 
furo metálico  que  la  da  color— Fórmula  química  (A1*03P 
SiOs  + (Na0,Ca0)3Si02 

CARACTÉRES. — La  lazulita  ó lapislázuli,  llamada  tam- 
bién ceolita  azul  y Ultramar,  cristaliza  en  dodecaedros  rom- 
boidales derivados  del  sistema  cúbico;  por  lo  general,  se  pre- 
senta en  masas  compactas,  de  color  azul  intenso  salpicado 
de  puntos  amarillos,  debidos  al  sulfuro  de  hierro,  ó blancos 
á causa  del  carbonato  de  cal;  raya  á la  fosforita  y se  deja 
rayar  por  el  feldespato,  siendo  su  peso  específico  de  2,4.  Por 
medio  del  soplete  se  decolora  y funde,  aunque  con  dificul- 
tad, en  un  esmalte  blanco;  se  disuelve  en  los  ácidos  forman- 
do jalea. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Lazulita  de  Oriente  (Gmelin)  Id.  de  Chile  (Schultz) 


EUDIALITA— silicato  de  circona  y de  varios  óxidos 

CARACTÉRES. — La  eudialita  se  presenta  en  pequeñas 
masas  laminares  de  color  morado,  ofreciendo  algunas  veces 
cristales  que  derivan  de  un  romboedro  agudo;  raya  á la  fos 
forita  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  estando  representado  su 
peso  específico  por  2,9.  Se  funde  al  soplete  en  un  vidrio  ver- 
doso, y se  disuelve  con  facilidad  en  los  ácidos  formando 
jalea. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice 49,92 

Zircona 16, 88 

Oxido  ferroso 6,97 

Id.  de  manganeso 1,15 

Sosa. 12,28 

Cal ir,  11 

Potasa 0,65 

Cloro..  . . I 1,19 


100,15 

Según  esta  composición  puede  representarse  su  fórmula 
del  modo  siguiente:  Zr203,  SiOa-j-(FeO,  MnO,  CaO,  NaO 
KO)  Sí02tC1. 

YACIMIENTO. — Se  encuentra  la  eudialita  asociada  con 
la  sodalita  en  un  feldespato  compacto,  que  existe  en  Kan- 
gerdluarsuk  (Groenlandia). 

Se  ha  descubierto  hace  poco  tiempo  en  Brevig  (Norue- 
ga), un  mineral  cuyas  propiedades  físicas  y químicas  son 
idénticas  á las  de  la  eudialita;  no  obstante,  algunos  autores 
lo  han  separado  de  esta  para  constituir  la  especie  denomina- 
da eucolita. 


Sílice.  . . . 
Acido  sulfúrico. 
Alumina.  . . 
Óxido  férrico. 
Sosa.  . . . 
Cal.  . . . 
Azufre.  . . 
Potasa.  . . 


16 

indicios 


45./0 
4,3  2 
25,34 

1,30 

io,55 

7,48 

3,96 

U35 


Tomo  IX 


90 


100,00 


PREHNITA — silicato  de  alumina  y de  cal  con  cierta 
cantidad  de  agua  — Fórmula  química  AL203,  SiO* 
-[-Cao,  Si02-fH0 

CARACTÉRES.  — Cristaliza  en  un  prisma  romboidal 
recto  del  tercer  sistema;  su  fractura  es  vitrea  ó astillosa, 
traslúcida  y de  color  verde  amarillento;  raya  á la  fosforita  y 
se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  estando  representado  su  peso  es- 
pecifico por  2,92.  Funde  al  soplete  aumentando  de  volúraen, 
y se  disuelve  en  los  ácidos  con  depósito  gelatinoso. 

*4 


io6 


CEOL1TAS 


COMPOSICION  EN  PESO 

Sílice 44) 10 

Alumina.  ...  ...  24,26 

Cal 26,43 

Óxido  de  hierro 0,74 

Agua. 4,18 


99.7i 

VARIEDADES.  — Cristalizada  en  prismas  romboidales, 
incoloros  algunas  veces,  pero  con  mas  frecuencia  verde-oli- 
váceos, verde-amarillentos  y verde  de  puerro.  La  prehnita 
lameliforme  se  presenta  en  láminas  pequeñas  romboidales  y 
de  color  amarillo  ó blanco  sucio.  La  fibrosa,  constituida  por 
fibras  rectas,  divergentes  y entrelazadas  formando  bolas  que, 
reunidas,  constituyen  masas  apezonadas.  La  compacta  y la 
seudomórfica  que  reemplaza  á la  analcima  y laumonita. 

YACIMIENTO.  — La  prehnita  se  encuentra  en  venas  ó 
incrustaciones  en  rocas  graníticas  ó pizarreñas  y también  en 
forma  de  riñones  en  rocas  amigdaloideas,  como  en  Ober- 
stein  (Palatinado),  Delfinado,  Tirol,  Escocia,  Africa,  etc. 

DATOLITA  Ó HUMBOLDTITA — sílico  borato  de  cal 
— Fórmula  química  3CaO,  SiOa-j-Cao,Bo2+HO 

CARACTÉRES.  — La  datolita  ofrece  por  forma  primi- 
tiva un  prisma  romboidal  oblicuo  simétrico,  perteneciente  al 
uinjto  sistema;  fractura  vitrea,  lustre  entre  craso  y vitreo, 
lor  blanco  con  un  ligero  tinte  verde  ó amarillento;  raya  al 
:o  flúor  y se  deja  rayar  por  la  ortosa,  siendo  su  peso  es- 
icífico  de  2,9  á 3.  La  datolita  da  agua  si  se  la  calienta  en 
un  tubo  de  ensayo;  por  medio  del  soplete  se  funde  con  faci- 
lidad, aumentando  de  volumen,  en  un  vidrio  trasparente, 
colorando  al  propio  tiempo  la  llama  de  verde;  se  disuelve 
en  los  ácidos,  cuando  se  reduce  á polvo,  produciendo  un 
depósito  gelatinoso;  la  disolución  obtenida  comunica  á 
llama  del  alcohol  un  color  verde  característico. 


Se  funden  produciendo  efervescencia,  y se  disuelven  en  los 
ácidos  con  depósito  gelatinoso ; hállanse,  por  lo  común,  en 
rocas  volcánicas  antiguas  y en  geodas  ó rocas  amigdaloideas. 

La  familia  de  las  ceolitas  se  divide  en  cuatro  grupos  prin- 
cipales: i.°  el  de  las  ceolitas  cúbicas;  2.0  el  de  las  romboé- 
dricas; 3.0  el  de  las  prismáticas;  y 4/  el  de  las  hojosas  ó 
laminares. 

primer  grupo — Ceolitas  aíbicas 

Las  especies  de  este  grupo  están  caracterizadas  por  crista- 
lizar en  formas  derivadas  del  sistema  cúbico.  Comprende  la 
analcima,  itnerita,  glotalita  y taujasita. 

ANALCIMA  Ó CEOLITA  DURA— silicato  de  alumina 
y de  sosa  hidratado — Fórmula  química  2ABO3,  (SiO2) 
+ (Na0)2Si0  + H0 

%rJl\ 

CARACTERES.  — La  analcima  tiene  por  forma  primi- 
tiva un  trapezoedro;  fractura  vitrea  en  los  cristales  traspa- 
rentes y mate  en  los  opacos;  color  blanco  nacarado  ó con 
un  ligero  tinte  rojizo,  lustre  vitreo;  raya  á la  fosforita  y se 
deja  rayar,  aunque  con  dificultad,  por  el  feldespato  ortosa, 
siendo  su  peso  específico  de  2,1;  se  electriza  débilmente  por 
medio  de  la  frotación,  de  donde  toma  el  nombre  de  analci- 
ma ( analxis , débil,  impotente).  Se  funde  al  soplete,  sin  ebu- 
llición, en  un  vidrio  incoloro  y trasparente;  da  agua  por  la 
elevación,  de  temperatura;  se  disuelve  en  el  ácido  hidrocló- 
rico  con  depósito  de  jalea. 


Sílice. 

Cal.Z 
Acido  bórico.  . 
Agua 


100,02 


Variedades. — Las  variedades  mas  notables  de  esta 
especie  son  las  siguientes:  i.a  la  datolita  pura  ó cristalizada, 
se  presenta  en  incrustaciones  ó granos  cristalinos  agregados; 
2.a  la  Humboldtita;  y 3.a  la  datolita  seudomórfica  ó conver- 
tida en  sílice. 

Yacimiento. — La  variedad  cristalizada  se  encuentra 
en  una  mina  de  hierro  de  Arendal  (Noruega),  en  Toggiana 
(ducado  de  Módena),  en  el  condado  de  Perth  (Escocia)  y en 
varios  puntos  de  la  América  del  Norte.  La  Humboldtita  se 
halla  en  el  Tirol  y la  satolita  seudo-mórfica  en  Hay-Tor(De- 
vonshire). 

CEOLITAS  — (DE  SEIN,  HERVIR, 

LITOS,  PIEDRA) 

Todas  las  especies  de  esta  familia,  menos  la  apojiltia  y 
disclasita , son  silicatos  de  alumina  y otra  base  alcalina  ó 
alcalino-térrea.  Cristalizan,  ó se  presentan  en  masas  acicula- 
res trasparentes;  son  incoloras  ó dotadas  de  un  color  rojo  de 
carne:  rayan  á la  fosforita  y se  dejan  rayar  por  el  feldespato, 
estando  comprendido  su  peso  específico  entre  2 y 4 enteros. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice. 
Alumina 
Sosa. . 
Agua. 


55.03 

22,96 

1 3.9  7 
8,04 


100,00 


VARIEDADES.  — Cristalizada  en  trapezoedros,  en  cu- 
bos piramidales  ó cubo- octaedros;  la  laminar,  fibrosa  y glo- 
bular, variedades  análogas  á las  que  presenta  la  mesotipa. 

YACIMIENTO. — Se  encuentra  la  analcima  diseminada 
en  los  basaltos  y doleritas  de  las  islas  Cíclopes,  en  los  basal- 
tos de  la  Somma,  en  rocas  amigdaloideas  de  ciertas  locali- 
dades de  Escocia,  Tirol  y Bohemia,  y en  filones  metalíferos 
en  Arendal  (Suecia). 

La  especie  denominada  Itnerita  por  Gmelin,  ha  estado 
considerada  como  una  simple  variedad  de  sodalita;  pero  se- 
gún los  análisis  del  indicado  autor,  la  itnerita  contiene  un 
10  por  100  de  agua;  se  presenta  en  masas  cristalinas  de  color 
gris-azulado  y lustre  craso,  dando  por  exfoliación  un  dode- 
caedro romboidal;  raya  á la  fosforita  y su  peso  específico  es 
de  2,4;  si  se  la  calienta  en  el  tubo  de  ensayo  desprende  agua 
en  bastante  cantidad;  se  funde  en  un  glóbulo  opaco  y forma 
jalea  con  los  ácidos. 

La  especie  llamada  Glotatita  por  Thomson,  por  haber  sido 
descubierta  en  Glotta  (Escocia),  cristaliza  en  cubo-octaedros; 
su  lustre  es  vitreo,  incolora,  raya  al  yeso  y se  deja  rayar  por 
el  espato  flúor,  siendo  su  peso  específico  de  2,18.  Se  funde 
al  soplete  en  un  esmalte  blanco. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Sílice 

Alumina 

Óxido  férrico 

Cal.  ....... 

Agua 


37.02 

16,31 

0,50 

23.93 

21,25 


99,01 


MES0T1PA 


107 


La  Taujasita,  dedicada  a Taujas  de  Saint-Fond,  está  cons- 
tituida por  un  silicato  de  alumina,  de  sosa  y de  cal,  conte- 
niendo un  25  por  ico  de  agua.  Cristaliza  en  octaedros  pe- 
queños regulares,  de  color  blanco  ó pardusco,  lustre  vitreo  <5 
diamantino,  siendo  su  dureza  y demás  caracteres  muy  afines 
á los  de  la  analcima. 

segundo  grupo — Ceolitas  romboédricas 

Se  incluyen  en  este  grupo  las  especies  siguientes:  i.a  cha- 
basia;  2.a  levina;  3.a  hidrófita. 

CHABASIA — silicato  de  alumina  y de  cal  hidratado 
— Fórmula  química  Al203,SiO  + (CaO,NaO)  (SiO2)2  + 6HO 

CARACTÉRES. — La  chabasia,  llamada  también  ceolita 
cúbica  ó cuboidéa,  ofrece  por  forma  primitiva  un  romboedro 
análogo  al  del  cuarzo ; fractura  desigual,  brillo  vitreo,  color 
blanco  lechoso  ó blanco  agrisado;  raya  á la  fluorina  y se 
deja  rayar  por  el  feldespato,  estando  representado  su  peso 
específico  por  2, 1.  Se  funde  al  soplete,  con  ebullición,  en 
un  vidrio  mas  ó menos  traslúcido  y esponjoso;  da  grande 
cantidad  de  agua  por  la  acción  del  calor;  forma  jalea  en  los 
ácidos,  precipitando  la  disolución  en  blanco  por  el  oxalato 
amónico. 

COMPOSICION  EN  PESO 
Chabasia  de  Feroe  (Arfwdson) 

Sílice 48,38 

Alumina 19,28 

Cal 8,70 

Potasa.  ......  2,50 

Agua. 21,14 

Sosa )> 


100,00 


VARIEDADES. — La  chabasia  ofrece  dos  variedades 
principales:  i.a  La  cristalizada  en  romboedros  muy  pareci- 
dos á un  cubo,  de  donde  toma  el  nombre  de  ceolita  cuboi- 
dea;  estos  romboedros  ofrecen,  por  lo  común,  estrías  para- 
lelas á las  aristas  culminantes  y dispuestas  como  las  barbas 
de  una  pluma  á uno  y otro  lado  de  la  diagonal  oblicua.  2.a  La 
variedad  en  maclas,  formadas  por  la  reunión  de  dos  cristales 
que  se  penetran  constituyendo  un  ángulo  de  60o. 

Yacimiento. — La  chabasia  se  halla  en  los  basaltos, 
doleritas  y geodas  amigdaloideas  en  el  Tirol,  Bohemia,  islas 
Hébridas,  Palatinado  y Nueva  Escocia;  los  ejemplares  de 
un  color  rojo  oscuro  proceden  de  Fund  (América  del  Norte). 

La  facolita  de  Breithaupt  y la  Haidenita  de  Cleaveland, 
no  son  mas  que  simples  variedades  de  la  chabasia. 


LEVINA  — silicato  de  alumina,  de  cal  y de  sosa  hi- 


ado  — Fó 
i02)2+H0 


LCTÉRES. 

haber  sido  dedicada  á 


ABO3  SiO-f(NaO  CaO) 


especie  denominada  Levina  por 
Levy,  cristaliza  en  pequeñas  tablas 
exagonales  que  derivan  de  un  romboedro;  el  color  de  estos 
cristales  es  el  blanco  lechoso  con  tintas  rojizas  ó amarillen- 
tas; su  dureza  es  mayor  que  la  del  espato  flúor  é inferior  á 
la  de  la  fosforita,  siendo  su  peso  específico  de  2,2.  Los  carac- 
teres químicos  son  idénticos  á los  de  la  chabasia. 


COMPOSICION  EN  PESO  DE  LA  DE  FEROE  (BERZELIUs) 


Sílice 

47,5° 

Alumina 

21,40 

Cal 

7,9° 

Sosa 

4,80 

Potasa 

Agua 

18,19 

99,79 


VARIEDADES.  — Cristalizada  en  tablas  exagonales, 
constituyendo  incrustaciones  en  varias  rocas  amigdaloideas. 

YACIMIENTO.  — Se  encuentra  en  los  mismos  terrenos 
que  la  especie  anterior,  siendo  las  localidades  mas  impor- 
tantes, las  islas  Feroe,  Islandia  y Glenarm  (Irlanda). 

HIDROLITA  Ó GMELINITA  — silicato  de  alumina, 
cal  y sosa  hidratado — Fórmula  química  Al203,Si02 -i- 
(CaO,  NaO,)  (Si02)a+6H0 

CARACTÉRES. — Esta  especie  mineralógica  la  conside- 
ran algunos  como  una  variedad  de  la  chabasia;  cristaliza  en 
dodecaedros  bipiramidales  derivados  del  sistema  romboé- 
drico; color  blanco  rosáceo  ó rojizo,  por  lo  que  Vauquelin  la 
denominó  sarcolila;  lustre  lechoso  ú opalino  y alguna  vez 
vitreo  y trasparente;  raya  al  espato  flúor  y se  deja  rayar  por 
la  fosforita,  siendo  su  peso  específico  de  2,5.  Se  funde  al 
soplete  con  ebullición,  dando  un  vidrio  incoloro  y traspa- 
rente; soluble  en  los  ácidos. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Sílice 46)40 

Alumina 21,08 

Cal 3,67 

Sosa 7,3° 

Potasa 1,60 

Agua 20,40 

100,45 

Yacimiento. — Los  cristales  de  hidrófita  se  encuen- 
tran en  ciertas  geodas  que  existen  en  Montecchio  (Vicenti- 
no)  y en  Antrin  (Irlanda). 

tercer  grupo  — Ceolitas  prismáticas 

Las  principales  especies  que  corresponden  á este  grupo 
son : la  mesotipa,  Thomsonita,  laumonita,  harmotoma  y dis- 
clasita. 

MESO  TIPA  {mesóSy  medio;  tipos,  forma,  porque  la  forma 
primitiva  puede  considerarse  como  intermedia  entre  la  de 
la  estilbita  y analcima)  — silicato  de  alumina  y de  sosa 
hidratado  — Fórmula  química  A1203  Si02  + b0  Si02  + 
Hb;  bO,  representa  las  bases  de  protóxido 

CARACTÉRES.  — La  mesotipa,  también  designada  con 
los  nombres  de  ceolita  propiamente  dicha,  ceolita  radiada  y 
natrolita,  se  distingue  por  las  propiedades  siguientes:  su  for- 
ma primitiva  es  un  prisma  romboidal  recto  del  tercer  siste- 
ma; fractura  vitrea,  color  blanco,  teñido  en  algunos  casos  de 
rojo  ó amarillo;  raya  á la  fosforita  y se  deja  rayar  por  el  feld- 
espato ortosa,  siendo  su  peso  específico  de  2,2.  Se  funde 
con  ebullición  en  un  esmalte  esponjoso;  da  agua  en  el  tubo 
de  ensayo  por  la  acción  del  calor;  se  disuelve  en  los  ácidos 
formando  jalea. 


io8 


CEO  LITAS 


COMPOSICION  EN  PESO 

Mesotipa  de  la  Auvemia  Idem  de  Laurwig 
(ludís)  (Gmelin) 


Sílice.  . . . 

• 48,17 

48,68 

Alumina.  . . 

• 26,51 

26,37 

Sosa.  1 . * 

. 16,12 

16,00 

Agua.  . . . 

• 9,i7 

9,55 

Óxido  férrico. . 

» 

» 

Óxido  ferroso. 

» 

Idem  de  Brevig 
(Bergemann) 

46,54 

18,94 

14,04 

9,37 

7,48 

2,40 


99,97 


100,60 


97,87 


VARIEDADES. — Pueden  establecerse  en  esta  especie 
las  variedades  siguientes:  i.a  Mesotipa  propiamente  dicha, 
ó natrolita;  se  presenta  cristalizada  en  agujas  prismáticas,  fi- 
brosa ó en  formas  globulosas  ó apezonadas,  compuestas  de 
capas  concéntricas  que  son  alternativamente  blancas  y ama- 
rillas. 2.a  La  mesolita  ofrece  idénticas  formas  que  la  varie- 
dad anterior;  diferenciándose,  sin  embargo,  en  que  contiene 
cierta  cantidad  de  cal  y mas  agua  que  la  mesotipa.  3.a  Es- 
colecita;  se  halla  en  masas  aciculares  ó fibroso-radiadas  y de 
nacarado;  se  distingue  de  las  dos  primeras  en  que 
r la  acción  de  la  temperatura  adquiere  la  electricidad  po- 
. La  generalidad  de  los  mineralogistas  constituyen  con 
tres  variedades,  que  en  último  término  no  son  mas  que 
species,  tres  minerales  diferentes. 

.CIMIENTO.  — Existen  las  diversas  variedades  de 
pa  en  las  rocas  volcánicas  del  Tirol,  Groenlandia,  Is- 
Noruega,  Escocia,  Finlandia,  etc.  En  España  se  en- 
a la  mesotipa  asociada  á la  analcima,  estÜbita  y cha- 
¡a  en  los  basaltos  del  terreno  volcánico  de  Vera  (Almería). 

~\L  ILL1L  i IH  7 

THOMSONITA  (dedicada  á Thomson)— silicato  de  alu- 
mina y de  cal  hidratado — Fórmula  química  2APO3 
Si02P(Ca0,  NaO)2  SiO+HO 

CARACTÉRES. — La  Thomsonita  cristaliza  en  un  pris- 
ma romboidal  recto  del  tercer  sistema,  estando  estos  crista- 
les, por  lo  general,  deprimidos,  alargados  y reunidos  entre 
sí ; color  blanco  lechoso,  traslúcido  ó trasparente,  de  brillo 
vitreo  y de  fractura  desigual;  raya  al  espato  flúor  y se  deja 
rayar  por  el  ortosa,  siendo  su  peso  específico  de  2,4.  Por  me- 
dio del  soplete  se  blanquea,  pero  no  se  funde;  soluble  en  los 
ácidos  con  formación  de  gelatina. 


lechoso  ó blanco-amarillento  y lustre  ligeramente  nacarado; 
raya  al  yeso  y se  deja  rayar  por  el  espato  flúor,  siendo  su 
peso  específico  de  2,3  á 2,4.  Se  funde  al  soplete  en  un  vidrio 
ampolloso;  disuélvese  en  los  ácidos,  y da  un  precipitado 
blanco  por  el  oxalato  amónico. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Sílice 5 1,98 

Alumina 21,12 

Cal 11,71 

Agua 15,05 

99,86 

YACIMIENTO. — La  laumonita  se  encuentra  en  los  mis- 
mos terrenos  y localidades  que  la  especie  anterior,  especial- 
mente en  el  Tirol,  Kilpatrick  (Escocia),  Monte  Blanco  y 
Filisburgo  (Estados-Unidos). 

HARMOTOMA  — silicato  de  alumina  y de  barita  ó 
de  cal  hidratado — Fórmula  química  A1203,  Si02  + bO 
(SiO2)2  + 6HO,  en  cuya  fórmula,  bO,  representa  los  óxi- 
dos de  bario  ó de  calcio. 

CARACTÉRES. — La  harmotoma,  denominada  además 
jacinto  blanco  cruciforme^  ofrece  por  forma  primitiva  un  pris- 
ma romboidal  recto  del  tercer  sistema;  por  lo  general  se 
presenta  en  cristales  maclados,  que  constituyen  una  verda- 
dera cruz  de  ramas  muy  cortas ; fractura  vitrea  y desigual, 
brillo  vitreo  y color  blanco  lechoso  ó blanco  amarillento; 
raya  al  espato  flúor  y se  deja  rayar  por  la  fosforita,  estando 
representado  su  peso  específico  por  2,4,  en  la  variedad  típi- 
ca. La  harmotoma  se  funde  con  dificultad  en  un  vidrio  blan- 
co y trasparente;  soluble  en  el  ácido  hidroclórico  sin  formar 
jalea. 

COMPOSICION  DE  LA  DE  ANDREASBERG 

Sílice 48,68 

Alumina 16,83 

Barita 20,08 

Agua 14,68 


100,27 


DE  LA  DEL  VESUBIO 


ANNERODE 


UNI 


Sílice.  . 
Alumina 

IDADSl  - 

Oxido  de  hierro. 
Agua. 


• • • 

vJ 


53,07 
21, 31 

°,3 
6,6 

» 

0,56 

17,09 


Yacimiento.  — Esta  especie  mineralógica  se  halla 
esencialmente  en  rocas  volcánicas  en  Kilpatrick  y Lochwin- 
noch  (Escocia);  se  ha  encontrado  en  Hanestein  (Bohemia), 
islas  Cíclopes  (Sicilia),  islas  Feroe,  etc 

LAUMONITA.  — silicato  de  alumina  y de  cal  hidra- 
tado—Fórmula  química  Al  O3  Si02  + Ca0  (Si02)3  + 
5H0 

CARACTERES.  La  laumonita  cristaliza  en  un  prisma 
romboidal  oblicuo  dei  quinto  sistema;  su  color  es  el  blanco 


99,09 

r 

VARIEDADES. — Puede  dividirse  la  harmotoma  en 
dos  variedades  principales  ó,  mejor  dicho,  en  dos  sub-espe- 
cies,  que  algunos  autores  consideran  como  minerales  distin- 
tos, á saber:  la  andreolita  ó harmotoma  barítica,  y la  cristia- 
nita  ó harmotoma  cálcica.  La  primera  se  presenta,  por  lo 
general,  en  cristales  maclados,  semi  trasparentes  ú opacos, 
de  un  blanco  lechoso  y de  una  densidad  relativa  representa- 
da por  2,4 ; sus  disoluciones  precipitan  en  blanco  por  el 
ácido  sulfúrico  ó un  sulfato  soluble.  La  cristianita  se  halla 
también  en  pequeños  cristales  comunmente  reunidos,  cons- 


HEULANDITA 


tituyendo  verdaderas  maclas:  su  peso  específico  es  de  2,1; 
forma  jalea  con  los  ácidos,  mientras  que  en  la  harmotoma 
barítica  se  precipita  la  sílice  en  estado  pulverulento. 

Yacimiento.  — Se  encuentra  la  primera  de  las  varie- 
dades citadas  en  rocas  volcánicas  y geodas  de  Noruega  y 
Escocia,  así  como  también  en  el  Palatinado  y en  Hesse;  la 
cristianita  en  idénticas  rocas  de  Islandia,  Capo  di  Bove  en 
las  cercanías  de  Roma;  se  halla  también  en  el  Vesubio,  Si- 
lesia, Oberstein  (Palatinado),  etc. 

DISCLASITA  Ó CEOLITA  TENAZ — silicato  de  cal 
hidratado — Fórmula  química  3CaO,  SiO+CaO  (SiO2)2 
7HO 

CARACTERES.  — La  disclasita  se  presenta  en  masas 
incompletamente  fibrosas  constituidas  por  la  reunión  de  mu- 
chos cristales  pequeños,  que  afectan  la  forma  de  prismas 
romboidales  rectos;  color  blanco  amarillento  ó blanco  azula- 
do, traslúcidas  y aun  trasparentes ; esta  especie  raya  al  espa- 
to flúor  y se  deja  rayar  por  la  fosforita,  siendo  su  peso  espe- 
cífico de  3,3.  Por  medio  de  la  acción  del  soplete  se  blanquea, 
pierde  el  lustre  y se  funde  difícilmente  en  los  bordes;  solu- 
ble, con  formación  de  jalea,  en  el  ácido  hidroclórico. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice 57, 60 

Cal 26,83 

Agua 14,71 

Sosa 0,44 

Potasa 0,23 

Oxido  férrico 0,32 

Idem  de  manganeso.  . 0,22 

Alumina » 


100,44 

Algunos  ejemplares  contienen  hasta  5,12  de  potasa  y 
1,22  de  sosa. 

Variedades.— Varios  mineralogistas  establecen  en 
esta  especie  tres  variedades  esenciales,  á saber:  1/  la  dicla- 
sita  propiamente  dicha,  cuyos  caractéres  son  los  indicados 
para  la  especie;  2.*  la  Okenita,  de  un  blanco  de  nieve  y de 
estructura  fina  y homogénea;  3.*  la  damburita,  que  contiene 
menos  cantidad  de  agua  que  las  dos  variedades  anteriores, 
pero  en  cuya  composición  entra  la  potasa  hasta  en  un  5 por 
ciento,  cristalizando  en  prismas  romboidales  oblicuos. 

Y ACIMIENTO. — La  disclasita  se  halla  en  las  rocas  vol- 
cánicas de  las  islas  Feroe;  la  Okenita  en  una  roca  antibélica 
de  la  isla  de  Disco  (Groenlandia)  y la  damburita  en  rocas 
feldespáticas  de  Dambury  (Estados-Unidos). 

cuarto  grupo — Ceolitas  hojosas 

Inclúyense  en  este  grupo  las  especies  siguientes:  1.*  es» 
tilbita;  2.a  Heulandita;  3.a  Brewsterita,  y 4.a  apofilita. 

ESTILBITA  Ó CEOLITA  NACARADA — silicato  de 

alumina,  de  sosa  v de  cal  hidratado — Fórmula  quí- 
mica A1203,  (SiO2)2  + (CaO,  NaO)  (SiOa)2  + 6HO. 

Caractéres. — La  estilbita,  ó esfero-estilbita  de  al- 
gunos autores,  ofrece  por  forma  primitiva  un  prisma  romboi- 
dal recto  del  tercer  sistema,  que  se  exfolia  con  facilidad  en 
una  dirección ; lustre  anacarado  en  los  planos  de  crucero,  y 
vitreo  en  la  fractura  reciente;  color  blanco  lechoso  ó gris 


109 

amarillento;  raya  al  espato  de  Islandia  y se  deja  rayar  por 
el  espato  flúor,  estando  representado  su  peso  específico  por 
2,16.  Se  funde  al  soplete  en  un  esmalte  blanco,  y pierde  por 
la  calcinación  un  15  por  100;  se  disuelve  en  los  ácidos  y da 
un  precipitado  blanco  tratado  por  el  oxalato  amónico. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice 56,08 

Alumina 17,22 

Cal 6,95 

Sosa 2,17 

Agua 18,35 


100,77 

En  algunos  ejemplares  existe  una  corta  cantidad  de  po- 
tasa. 

VARIEDADES. — 1.a  La  cristalizada  en  prismas  romboi- 
dales; 2.a  la  flabeliforme  ó en  forma  de  abanico;  3.*  la  estil- 
bita radiada,  compuesta  de  fibras  aciculares  que  divergen 
del  centro  á la  circunferencia;  4.a  la  laminar,  formada  de 
pequeñas  láminas;  5.a  la  apezonada  ó globosa,  variedad  de- 
nominada por  Beudant  esfero  estilbita. 

YACIMIENTO. — Se  hallan  las  diversas  variedades  de 
estilbita  en  los  terrenos  graníticos  ó volcánicos,  asociada, 
por  lo  común,  á la  mesotipa  y espato  de  Islandia;  encuén- 
trase en  los  filones  metalíferos  de  Arendal  y Konsberg  (No- 
ruega), en  las  lavas  de  los  volcanes  apagados  de  la  Auvernia, 
Tenerife,  Etna  y Vesubio.  En  España  existe  en  la  formación 
basáltica  de  Almagro  (Ciudad  Real)  y Vera  (Almería). 

HEULANDITA — silicato  de  alumina  y de  cal  hidra- 
tado— Fórmula  química  Al  O3  (SiO2)2 + CaO  (Si02)2  + 5H0 

CARACTÉRES. — La  Heulandita  cristaliza  en  prismas 
romboidales  oblicuos  del  quinto  sistema;  color  blanco  de 
nieve  ó blanco  rojizo;  lustre  anacarado  en  los  planos  de  cru- 
cero, traslúcida  ó trasparente ; raya  al  espato  flúor  y se  deja 
rayar  por  el  feldespato,  siendo  su  peso  específico  de  2,1, 
á 2,2.  Se  funde  al  soplete,  con  ebullición  y ráfagas  lumino- 
sas, en  un  glóbulo  incoloro  y opaco:  se  disuelve  en  los  ácidos 
sin  formar  jalea. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice 59,15 

Alumina.  .....  ^ 17,92 


YACIMIENTO. — La  Heulandita  se  halla,  aunque  mas 
escasa  que  la  estilbita,  en  los  filones  metalíferos  de  Noruega, 
en  las  rocas  amigdalóideas  de  Escocia,  Tirol,  Islandia,  islas 
Feroe,  etc. 

La  «epistilbita,»  especie  mineralógica  formada  por  Rose 
con  una  variedad  de  la  estilbita,  tiene  grande  analogía,  no 
solo  con  esta  especie,  sino  con  la  Heulandita,  de  las  cuales 
puede  decirse  que  solo  se  distingue  en  la  proporción  de  los 
elementos  y en  algún  carácter  físico,  tal  como  la  forma  y 
dureza.  La  Brewsterita,  ó tercera  especie  del  grupo,  es  aná- 
loga también  á la  Heulandita,  de  la  que  se  diferencia  por  el 
color  gris  amarillento  ó blanco  agrisado,  y sobre  todo  por  la 
proporción  de  los  elementos. 


I IO 


PRISMÁTICAS 

APOFILITA — SILICATO  DE  cal  y potasa  hidratado  — 
Fórmula  química  3(CaO,KO).  SiCP+sHO 


( -ARACTÉRES. — La  apofilita,  llamada  también  ictiotal- 
ma  y albina,  cristaliza  en  octaedros  ó prismas  rectos  de  base 
cuadrada  del  segundo  sistema  que  se  exfolian  con  facilidad 
en  dirección  paralela  á la  base,  de  donde  toma  la  especie  el 
nombre  de  «apofilita»  que  le  dió  Haüy  (de  apofilein , exfo- 
liarse); cuando  se  exfolia  presenta  un  brillo  nacarado;  es 
trasparente  ó traslúcida,  incolora,  blanco-agrisada,  gris-ver- 
dosa y aun  rojiza;  raya  al  espato  flúor  y se  deja  rayar  por  la 
fosforita,  estando  representado  su  peso  específico  por  2,3. 
Si  se  coloca  una  lámina  de  apofilita  en  las  pinzas  de  turma- 
lina, ofrece,  como  se  ha  indicado  al  hablar  de  la  doble  re- 
fracción, anillos  alternativamente  blancos  y negros,  por  cuyo 
carácter  se  la  denomina  también  «leucolita.»  Aumenta  de  | 
volumen  por  medio  del  soplete,  y se  funde  en  un  vidrio  in- 
coloro y esponjoso;  si  se  la  reduce  á polvo,  y se  la  trata  por 
el  ácido  hidroclórico,  se  divide  en  grupos  gelatinosos. 


COMPOSICION 


descubrió  por  primera  vez  en  la  provincia  de  Almería  (An- 
dalucía); se  la  designa  también  con  los  nombres  de  feldes- 
pato apiro  y macla  hialina.  Cristaliza  en  un  prisma  romboi- 
dal recto  correspondiente  al  tercer  sistema;  fractura  des- 
igual, traslúcida  en  los  bordes,  color  rojo  de  carne,  pardo- 
agrisado  blanco  y verde  aceitunado;  las  variedades  hialinas 
rayan  al  cuarzo  y se  dejan  rayar  por  el  topacio;  siendo  la 
denominada  macla  mas  blanda  que  el  ortosa;  su  peso  espe- 
cífico es  de  3,1.  Si  se  examina  la  andalucita  del  Brasil  en  la 
dirección  de  sus  tres  ejes,  ofrece  tres  colores  diferentes,  ver- 
de aceituna,  rojo  de  jacinto  y verde  amarillento.  Infusible  al 
soplete  é insoluble  en  los  ácidos. 


EN  PESO 

i ’ Ají  1 1 

26,4 

5,6 

• » 

JL  1 \ ■ 

IfS 

u 


DES. — Cristalizada  en  «prismas»  de  «base 
cuadrada»  y de  caras  casi  iguales  en  longitud,  por  lo  que 
parecen  verdaderos  cubos  caracterizados  por  el  brillo  esen- 
cialmente nacarado  que  presentan,  de  donde  toma  también 
la  apofilita  el  nombre  de  «ictiotalma,»  palabra  derivada  de 
otras  dos  griegas,  que  quieren  decir,  «ojo  de  pescado.»  La 
variedad  mas  común  de  apofilita  es  la  «prismática»  biselada 
en  las  aristas  verticales. 

Yacimiento. — Se  halla  esta  especie  en  las  rocas  an- 
fibólicas  de  Suecia,  Finlandia,  Tirol,  Hungría,  etc. 

FAMILIA— PRISMATICAS 

Las  especies  mineralógicas  comprendidas  en  esta  familia 
ofrecen  las  propiedades  generales  siguientes:  son  silicatos  de 
alumina  unidos,  por  lo  común,  á otro  silicato  de  base  de 
protóxido:  cristalizan  en  prismas  derivados  del  tercero,  cuar- 
to y aun  quinto  sistema;  por  lo  general  son  coloreadas;  rayan 
al  vidrio  y tienen  una  densidad  relativa  comprendida  entre 
y 4,  siendo  la  mayoría  de  ellas  inatacable  por  los  ácidos. 
Algunos  autores  dividen  esta  famiila  en  tres  grupos,  á 
saber: 

1.  ápiras;  2.0  epidotas;  3.0  Wernerianas  ó cuadráticas. 
primer  grupo — Apiras 


Se  comprenden  en  este  grupo  las  especies  andalucita,  dis- 
tena y estaurotida,  cuyos  caractéres  generales  son  los  siguien- 
tes: cristalizan  en  un  prisma  romboidal  recto  en  la  andaluci- 
ta y estaurotida,  y oblicuo  en  la  distena;  infusibles  al  soplete 
y compuestas  de  un  silicato  de  alumina,  cuya  base  está  sus- 
tituida en  parte  en  la  distena  por  el  sesquióxido  de  hierro. 

ANDALUCITA— silicato  de  alumina— Fórmula  quími- 
ca (APO3)  (SiOp 

Caractéres. — La  andalucita  se  llama  así,  porque  se 


COMPOSICION  EN  PESO 

Andalucita  del  Brasil  (Damour) 

Sílice. 37,03 

Alumina 6 1,45 

Óxido  férrico 1,17 


99,65 


>ADES. — Comprende  dos  variedades  esenciales, 
mineralogistas  consideran  como  especies  distin- 
Andalucita  propiamente  dicha,  que  cristaliza 
en  prismas  sencillos  y,  por  lo  común,  prolongados,  de  color 
rojo  violado  ó gris  nacarado  y cubiertos  de  láminas  de  mica 
ó de  distena.  2.a  Macla  ó Jamesonita,  que  cristaliza  en  pris- 
mas romboidales  adheridos  á rocas  pizarrosas  ó arcillosas,  ó 
bien  se  presenta  en  cristales  maclados  formando  una  cruz; 
una  de  las  ramas  tiene  color  blanco-agrisado  y la  otra  negro, 
colores  debidos  á la  penetración  de  dos  sustancias  distintas. 
Puede  admitirse  otra  tercera  variedad,  la  bacilar,  constituida 
de  prismas  que,  en  general,  están  radiados  y ofrecen  un  co- 
lor rosáceo. 

YACIMIENTO; — La  variedad  andalucita  se  halla  en 
cristales  diseminados  ó engastados  en  rocas  graníticas  y 
gneísicas  del  Tirol,  Baviera,  Sajonia,  Nantes  (Francia)  y 
otras  localidades  extranjeras. 

Naranjo  la  encontró  en  la  cordillera  de  Guadarrama  en 
la  mina  del  Chorro,  cerca  de  Somosierra,  y Schulz  en  el 
gneis  de  Noya  y otros  pueblos  de  Galicia;  existe  además  en 
ciertos  puntos  de  los  montes  de  Toledo  y de  la  Serranía  de 
Ronda  (Málaga).  La  variedad  denominada  macla  existe 
bastante  abundante  en  el  valle  de  Pragneres  (Pirineos  fran- 
ceses), en  Bagneres  de  Bigorre  (Francia),  en  la  sierra  de 
Marao  (Portugal),  en  la  Argelia,  Estados  Unidos,  etc.  En 
España  existe  en  Losaco  (Zamora),  Logrosan  (Cáceres)  y 
en  ios  Pirineos  de  Asturias  y Galicia. 

ESTAUROTIDA  Ó PIEDRA  DE  CRUZ— silicato  de 
alumina  y oxido  férrico — Fórmula  química 
(Al-02,  FeaN3)Si03 

Caractéres. — La  estaurotida,  piedra  de  cruz  ó 
chorlo  cruciforme,  rara  vez  se  presenta  cristalizada  en  pris- 
mas romboidales  rectos  del  tercer  sistema;  por  lo  general  se 
encuentra  en  cristales  cruzados  en  ángulo  recto;  fractura 
desigual  y concoidea,  lustre  vitreo  y resinoso,  color  gris  ó 
pardo  rojizo;  raya  con  mucha  dificultad  al  cuarzo  y se  deja 
rayar  por  el  topacio,  estando  representado  su  peso  específico 
por  3,4.  Si  se  calienta  la  estaurotida  hasta  el  calor  rojo  con- 
serva su  color  primitivo;  por  medio  del  soplete  se  reduce, 
sin  fundirse,  en  una  escoria  negra. 


EPIDOTA 


III 


COMPOSICION  DE  LA  ESTAUROT1  DA  DE  SAN  GOTARDO 

(jacobson) 


ZOISITA  silicato  de  alumina  y de  cal — Fórmula  quí- 
mica 2A1203,  Si02+(Ca0)2Si03 


Sílice 29,72 

Alumina. 54,72 

Óxido  férrico 15,69 

Oxido  mangánico.  ...  » 

Magnesia 1,85 


101,98 

VARIEDADES. — Se  conocen  dos  variedades  importan 
tes,  la  i.a  es  la  granatita,  de  un  pardo  rojizo,  traslúcida,  de 
fractura  algún  tanto  resinosa  y de  aspecto  análogo  á ciertas 
variedades  de  granates,  y la  2.a  la  estaurotida  común,  de  un 
pardo  agrisado,  opaca  y con  tendencia  á presentarse  siempre 
en  cristales  cruzados. 

Yacimiento. — Se  halla  en  las  pizarras  talcosas  y mi- 
cáceas y en  los  gneis  de  San  Gotardo,  Estados  Unidos,  de- 
partamento de  Finisterre  (Francia),  etc.  En  España  existe 
en  el  Cardoso  y Escorial  (Cordillera  de  Guadarrama),  en 
Canales  de  la  Sierra  (Burgos),  y en  toda  la  zona  de  la  pro- 
vincia de  Asturias  limítrofe  con  la  de  Lugo,  en  cuyos  sitios 
aparece  diseminada  en  pizarras  silúricas. 

DIS 1 ENA  Ó CHORLO  AZUL — silicato  de  alumina — 
Fórmula  química  (Al303)3(Si03)a 


CARACTÉRES.— Esta  especie  mineralógica  dedicada 
al  barón  Zois  cristaliza,  según  la  mayoría  de  los  autores,  en 
prismas  romboidales  oblicuos;  fractura  vitrea,  color  blanco 
agrisado  o pardusco,  y en  algún  caso  verde  ó sonrosado;  raya 
al  feldespato  ortosa  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  siendo  su 
peso  específico  de  3,35;  al  soplete  aumenta  de  volúmen  y se 
funde  en  los  bordes  en  un  vidrio  amarillo  y trasparente* 
mediante  una  fuerte  calcinación  desprende  cierta  cantidad 
de  agua. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Sílice 

Alumina 

/ 

Oxido  férrico 

Cal 

Agua 


Yacimiento.  La  zoisita  se  halla  en  masas  bacilares 
ó en  prismas  alargados  y acanalados  en  rocas  cristalinas  del 
Tirol,  Salzburgo,  Carintia,  Massachussets,  etc. 

La  especie  tulita  de  algunos  autores  no  es  mas  que  la  mis- 
ma zoisita  que  contiene  pequeñas  cantidades  de  bióxido  de 


4o,95 

30,34 

5,5i 

21,56 

1,69 


100,05 


Caractéres.  — Esta  especie  mineralógica,  que  tam- 
bién se  la  designa  con  el  nombre  de  cianita  ó chorlo  azul, 
ofrece  por  forma  primitiva  un  prisma  romboideal  oblicuo, 
perteneciente  al  sexto  sistema;  su  fractura  y lustre  vitreo; 
color,  por  lo  general  azul,  algunas  veces  incolora,  amarilla- 
rojiza,  verde  y aun  negra:  raya  á la  fosforita  y se  deja  rayar 
por  el  ortosa,  estando  representado  su  peso  específico  por  3,6. 
Desarrolla  mediante  la  frotación,  unas  veces  la  electricidad 
positiva  y otras  la  negativa,  de  donde  toma  el  nombre  de 
distena  ( dus , dos;  sfcnos,  fuerza):  infusible  al  soplete  é inso- 
luble en  los  ácidos. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Silice; 37.5 

Alumina 62,5 

100,0 


manganeso,  ácido  vanádico  y óxido  de  sodio;  su  color  es 
sonrosado  y se  halla  en  Noruega. 

EPIDOTA— silicato  de  alumina  y de  cal,  estando  parte 
de  la  alumina  sustituida  por  sesquióxido  de  hierro — ALO* 
Si02+Ca0,Si03 

Caractéres. — Esta  sustancia,  llamada  también  tali- 
ta,  pistachita,  chorlo  verde  del  Delfinado,  etc.,  se  distingue 
por  las  propiedades  siguientes:  cristaliza  en  un  prisma  exa- 
gonal oblicuo  del  quinto  sistema,  generalmente  alargado  y 
con  estrías  paralelas  á las  aristas  horizontales  de  las  bases; 
fractura  vitrea,  lustre  vitreo  y craso;  color  verde-pistacho, 
morado,  gris  y pardo-rojizo;  raya  al  ortosa  y se  deja  rayar  por 
el  cuarzo,  siendo  su  peso  específico  de  3,3  á 3,4.  Se  entumece 
y funde,  aunque  con  dificultad,  en  una  escoria  negra;  es  muy 
poco  soluble  en  los  ácidos,  pero  después  de  calcinada  forma 
jalea  en  el  ácido  hidroclórico. 


VARIEDADES. — Se  presenta  la  distena  cristalizada  en 
prismas  no  simétricos  y prolongados,  y en  formas  bacilares, 
hojosas  y laminares. 

Yacimiento. — Corresponde  á los  terrenos  cristalinos 
y se  halla  diseminada  en  las  rocas  talcosas  de  San  Gotardo, 
en  una  leptinita  de  Sajonia,  en  la  caliza  sacaroidea  y dolo- 
mía de  Gondo  (Simplón);  se  encuentra  también  en  Carintia 
asociada  á los  granates  rojos  y cocolita,  en  las  pizarras  de 
varios  puntos  de  la  Bretaña  (Francia),  Nueva-York  (Esta- 
dos-L  nidos),  etc.  En  España  existe  en  el  terreno  silúrico 
de  1 orrelaguna  (Madrid),  en  una  pizarra  micácea  de  la 
de  la  Loba  y en  la  de  Ganadoyra  (Galicia). 

segundo  grupo. — Epidotas 


l sierra 

rt< 


En  este  grupo  se  comprenden  minerales  afines  á los  api- 
ros, porque  se  funden  con  mucha  dificultad;  son  poco  ataca- 
bles por  los  ácidos  y su  peso  superior  á 3.  En  realidad  no 
corresponden  á este  grupo  mas  que  dos  especies:  1.*  la  zoi- 
sita, y 2.a  la  epidota. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Sílice..  1 
Alumina  . . . 

Oxido  de  calcio. 

Oxido  férrico.  . 


100,0 

Variedades  de  formas  y de  estr 
ras  ACCIDENTALES.  — Se  conocen  las  variedades  si- 
guientes: i.a  epidota  acicular;  2.a  bacilar;  3.a  granular,  y 
4.a  arenácea. 

Variedades  de  mezclas  y de  colores:  i.a  epidota  ferrífera  y 
pistachita;  esta  variedad  tiene  un  9 por  100  de  hierro  y color 
verde  pistacho;  en  algunos  casos  verde  de  yerba,  constitu- 
yéndose entonces  la  subvariedad  talita;  2.a  epidota  mangane- 
sífera ó piamontita,  de  color  rojo  ó morado  debido  al  óxido 
de  manganeso;  3.a  epidota  cerífera  llamada  también  alianita 
por  Thomson,  ortita  y pirortita  por  Berzelius,  bragracionita 
por  Kokcharow,  etc.;  se  presenta  de  color  negruzco,  distin- 


I 12 


PRISMÁTICAS 


guiéndose  además  por  su  composición  química;  está  consti- 
tuida  de  sílice,  alumina,  óxido  de  calcio  y de  hierro  como 
las  variedades  anteriores,  pero  lleva  además  (15  á 20  por  100) 
de  óxido  de  cerio  y varios  metales,  á saber:  el  didimo,  lan- 
tano  é istrio;  4.*  bucklandita,  se  presenta  en  cristales  peque- 
ños de  un  pardo  rojizo  ó verde  negruzco;  5.a  tautolita  y wi- 
thamita,  consideradas  por  algunos  como  subvariedades  de  la 
bucklandita. 

YACIMIENTO.  Las  diversas  variedades  de  epidotas 
corresponden  en  general  á los  terrenos  cristalinos,  y se  ha- 
llan en  rocas  graníticas,  talcosas  ó metamórficas.  Los  mejo- 
res ejemplares  de  esta  especie  proceden  de  los  montes  Ura- 
les, Tirol,  Arendal  (Noruega),  cercanías  de  Bareges  (Piri 
neos),  Piamonte,  Grisones,  etc. 


CER  GRUPO— 


Sílice.  . 
Alumina. 


COUZERANITA— silicato  de  alumina  y de  cal— 
Fórmula  química  2 A1203,  SiO2 + (CaO)3  SiO2 

CARACTERES. — La  couzeranita,  así  denominada  por 
haber  sido  descubierta  en  Couzeran  (Pirineos),  tiene  por 
forma  primitiva  un  prisma  recto  de  base  cuadrada;  frac- 
tura laminar  en  la  dirección  de  la  pequeña  diagonal,  y con- 
coidea en  los  demás  sentidos:  color  gris  negruzco,  gris  claro 
ó negro;  lustre  vitreo  y ligeramente  resinoso;  raya  al  vidrio  y 
se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  siendo  su  peso  específico  de  2,69. 
Se  funde  al  soplete  en  un  esmalte  blanco;  insoluble  en  los 
ácidos. 


COMPOSICION  EN  PESO 


En  los  minerales  incluidos  en  este  grupo  entra  con., 
mente  el  óxido  de  calcio  y tienen  por  ganga  las  calizas, 
colores,  por  lo  general,  son  claros,  dureza  análoga  á la  de  los 
feldespatos  y peso  específico  inferior  á 3 enteros.  Su  forma 
primitiva  es  un  prisma  de  base  cuadrada;  se  funden  con  mas 
nos  facilidad  en  vidrio  y son  solubles  en  los  ácidos.  Se 
renden  en  este  grupo  las  especies  siguientes:  i.a  wer- 
ri  a;  2.a  couzeranita;  3.a  meionita,  y 4.a  melilita. 

WERNERITA  —SILICATO  DE  ALUMINA  Y DE  CAL 

Fórmula  química  2APO3,  SiO2  -f  (CaO)3  SiO3 


esia. 


AGTÉRES. — i 


52,37 
24,02 
11,85 
1,40 
5,52 
3,96 

eniendo  en  cuenta  la  composición  anterior  pudiera  re- 
presentarse su  fórmula  del  modo  siguiente:  2 Al2 O3,  Si024- 
(CAO,  NAO,  KO,  MgO)3  SiO2. 

YACIMIENTO. — La  couzeranita fué  hallada  por  primera 
r Charpentier  en  Couzeran  (Pirineos),  habiéndose 
:ontrado  posteriormente  en  Pouzac  cerca  de  Bagneres  de 


Esta  especie  mineralógica,  formada 
reunión  de  la  wernerita  de  Andrada  y por  la  escapo- 
lita  ó parantina  de  Monteiro,  cristaliza  en  un  prisma  de  base 
cuadrada;  sus  colores  variados,  puesto  que  ciertos  ejemplares 
son  amarillos,  otros  verdes,  algunos  rojo  de  ladrillo  y varios 
otros  agrisados  y con  tintas  blancas;  raya  á la  fosforita  y se 
deja  rayar  por  el  ortosa,  estando  representado  su  peso  espe- 
cífico por  2,7.  Se  funde  al  soplete,  aunque  con  dificultad,  en 

un  esmalte  blanco;  se  deja  a acar,  pero  no  se  disuelve  por 
completo  en  los  ácidos.  arr wt  iím 


COMPOSICION  EN  PESO 
Wernerita  propiamente  dicha 

Sílice 48,15 

Alumina 25,38 

Oxido  férrico. I)4g 
Oxido  de  calcio 16,63 


Oxido  de  sodio. 


4,9i 


US 


94,78 

VARIEDADES-Comprende  dos  variedades  esenciales; 
'■  \\  ementa  propiamente  d.cha  ó arktizita,  cristalizada  ó en 
masas  de  color  verde  aceituna  y de  lustre  algo  craso-  2 = es 
capolita  ó parantina,  se  presenta  en  cristales  alareadós'com 
puestos  de  un  tejido  laminar  y fácilmente  exfoliables  en  di 
reccion  paralela  á las  caras  del  prisma  primitivo-  estos  cris 
tales  experimentan  cierta  alteración,  llegando'en  alguno- 
casos  hasta  eflorescerse  y convertirse  en  láminas  análogas  ' 
las  del  talco  o de  la  mica,  de  donde  toma  el  nombre  de  na 
rantina  (de  farameio,  yo  eflorezco).  Esta  variedad  tiene  co 
lor  amarillo,  verde  ó rojo  de  ladrillo. 

Yacimiento— La  variedad  Wernerita  se  encuentra  en 
los  filones  metalíferos  de  Arendal  (Noruega)  y en  el  norte 
de  Suecia,  la  escapolita  existe  en  Pargas  (Finlandia)  y en 
Massachussets.  ' 1 


La  especie  llamada  dipiroy  no  es  mas  que  una  couzeranita 
que  se  presenta  en  pequeños  cristales;  es  un  mineral  vitreo 
trasparente  ó traslúcido;  se  funde  y se  blanquea  por  medio 
del  soplete,  y fosforesce  al  propio  tiempo,  por  lo  que  Haüy 
le  dió  el  nombre  de  dipiro.  Se  halla  esta  sustancia  en  Mau- 
leon  (Bajos  Pirineos),  Pouzac  (Altos  Pirineos)  y en  algunas 
otras  localidades. 

MEIONITA— silicato  de  alumina  y de  cal— Fórmula 
química  2 Al203,  SiO2  + (CaO)3  (SiO2) 

CARACTÉRES.— Cristaliza  en  prismas  rectos  de  base 
cuadrada  sumamente  pequeños,  de  donde  toma  el  nombre 
de  meionita , (meion,  menor);  su  color  es  por  lo  general 
blanco,  siendo  en  este  caso  trasparente,  ó blanco  lechoso  y 
traslúcida;  lustre  vitreo  y la  fractura  desigual  y brillante; 
raya  á la  fosforita  y se  deja  rayar  por  el  ortosa,  siendo  su  peso 
específico  de  2,6  á 2,7.  Se  funde  por  medio  del  soplete  en  un 
vidrio  blanco  y esponjoso;  se  disuelve  formando  jalea  en  el 
lórico. 

COMPOSICION  EN  PESO 
Damour 

Sílice.  . 

Alumina. 

Cal 
Sosa. 

Potasa.  . 

Magnesia. 

Pérdida. 

Residuo. 


98,66  99,0 

meionita  no  se  ha  encontrado 


- n 

=as  á 


Yacimiento.— La 

hasta  ahora  mas  que  en  pequeños  cristales  diseminados  en 
las  rocas  de  la  Somma,  que  contienen  además  feldespato 
vitreo,  mica  verde,  aujita,  anfibol  negro  y granate  melanito. 


ACTINOTA 


M ELI  LITA — silicato  de  alumina,  cal,  magnesia  y 

HIERRO 

Car ACTÉRES. — La  melilita,  llamada  también  Hum- 
boldtita,  cristaliza  en  pequeños  paralelepípedos  rectangulares 
ú octaedros  que  derivan  del  segundo  sistema;  el  color  de 
estos  cristales  es  el  amarillo  de  miel  de  donde  toma  el  nom- 
bre que  lleva  (meli,  miel,  titos , piedra);  raya  al  vidrio  y se 
deja  rayar  por  el  cuarzo,  siendo  su  peso  específico  de  2,95;  se 
funde  al  soplete,  y se  disuelve  en  los  ácidos  formando  jalea. 

COMPOSICION  EN  PESO 


99.2 


98,0 


.Yacimiento. — Existe  la  melilita  ó Humboldtita  en  las 
lavas  del  Vesubio  y en  rocas  basálticas  de  Capo  di  Bove 
cerca  de  Roma. 

FAMILIA— ANFIBOLICAS 

I-as  especies  de  esta  familia  ofrecen  los  caractéres  siguien- 
tes: son  silicatos  de  cal,  magnesia  ü óxido  de  hierro:  crista- 
lizan en  formas  que  corresponden  al  quinto  sistema,  y se 
presentan,  por  lo  general,  hojosas  y de  estructura  fibrosa  ó 
fibroso-radiada;  su  dureza  es  igual  é inferior  á la  de  la  fosfo- 
rita y el  peso  específico  próximamente  de  3 enteros.  La  ma- 
yoría de  estas  especies  corresponden  á los  terrenos  ígneos  ó 
volcánicos.  Se  puede  dividir  esta  familia  en  dos  secciones 
principales:  i.a  sección  de  los  anfiboles;  2.a  de  los  piróxenos; 
y un  apéndice  constituido  por  el  asbesto,  amianto  y corcho 
de  montaña. 

PRIMERA  SECCION— A NFÍBOLES 

(De  anf ¡botos,  dudoso,  porque  los  minerales  comprendidos  en  esta  sec- 
ción se  confunden  con  otros  cuerpos,  especialmente  con  los  chorlos) 


“3 

librosas,  de  fibras  gruesas  y reunidas  entre  sí,  ó,  por  el  con- 
trario, muy  finas  y radiadas ; color  blanco,  blanco  agrisado  ó 
algo  verdoso,  brillo  nacarado;  raya  al  espato  flúor  y se  deja 
rayar  por  la  fosforita,  estando  representado  su  peso  específi- 
co por  2,9.  Se  funde  con  facilidad  al  soplete  en  un  vidrio 
blanco  y ampolloso. 

COMPOSICION  DE  LA  TREMOLITA  DE  SAN  GOTARDO  (DAMOUR) 


De  la  Melilita  (Damour) 

De  la  Humboldtita  (Damour) 

Sílice 

38,3 

40,6 

Cal 

32,o 

3r>8 

Magnesia 

6,7 

5,7 

Potasa 

L5 

°,3 

Sosa 

2,1 

4,4 

Oxido  férrico.  . . . 

10,0 

4,-1 

Alumina 

8,6 

10,8 

Sílice.  ... 

58,07 

Cal 

12,99 

Magnesia.  ....... 

24,46 

Oxido  ferroso  . . . 

1,82 

Alúmina. 

» 

97,34 

En  algunos  ejemplares  existe  la  alúmina  desde  un  4 á 
un  14  por  100. 

VARIEDADES. — Se  conocen  las  variedades  siguientes: 
Primera:  cristalizada  en  prismas  romboidales  oblicuos  bise- 
lados, o en  masas  fibroso-radiadas;  2.a  la  nefrita,  jade  orien- 
tal ó placa  sonora,  cuya  variedad  se  presenta  compacta,  de 
color  gris  ó verdoso  agrisado,  lustre  craso  y con  traslucencia 
parecida  á la  de  la  cera ; la  nefrita  es  también  muy  tenaz  y 
sonora,  raya  al  vidrio  y se  funde  en  un  esmalte  blanco. 

Yacimiento. — Los  ejemplares  cristalizados  se  hallan 
diseminados  en  la  dolomía  del  valle  de  Tremola  (San  Go- 
tardo),  de  donde  se  origina  el  nombre  de  tremolita ; las  va- 
riedades fibrosas  se  encuentran  en  las  calizas,  dolomías  y 
pizarras  talcosas  del  Campo  Longo  (San  Gotardo),  Pirineos, 
Sajonia.  Bohemia,  Escocia  y América.  En  España  está  dise- 
minada en  las  dolomías  de  la  Sierra  de  Granada;  Naranjo  la 
encontró  en  Sierra  Blanca,  término  de  Marbella.  Se  ignora 
el  verdadero  yacimiento  del  jade  ó piedra  nefrítica. 

Usos. — Se  talla  el  jade  como  objeto  de  adorno:  los  chi- 
nos lo  emplean  como  una  especie  de  amuleto,  y le  denomi- 
nan tu;  los  antiguos  suponían  que  tenia  la  propiedad  de  cu- 
rar algunas  enfermedades,  especialmente  el  cólico  de  riñones 
ó nefrítico.  En  la  América  del  Sur  le  usaban  los  salvajes  para 
la  fabricación  de  hachas  y otras  armas. 

2.a  subespecie.  — ACTINOTA  Ó ANFIBOL  VERDE  — 

SILICATO  DE  CAL,  MAGNESIA  V ÓXIDO  FERROSO 


Bajo  el  nombre  común  de  anfiboles  se  reúnen  tres  sub-es- 
pecies,  que  algunos  autores  elevan  á la  categoría  de  especies, 
á saber:  i.a  la  tremolita  o anfibol  blanco;  2.a  la  actinota  ó 
anfibol  verde,  y 3.a  la  hornblenda  ó anfibol  negro.  Estas  tres 
sustancias  ofrecen  las  propiedades  generales  siguientes:  son 
silicatos  de  cal,  magnesia  ó protóxido  de  hierro:  cristalizan 
en  un  prisma  romboidal  oblicuo  que  deriva  del  quinto  siste- 
ma : colores  mas  frecuentes  el  blanco,  gris,  verde  y negro:  se 
rayan  por  el  ortosa  y por  una  punta  de  acero,  estando  com- 
prendido su  peso  específico  entre  2,9  y 3,5:  por  medio  del 
soplete  se  funden  en  un  glóbulo  de  color  verde,  agrisado  ó 
negro:  insolubles  ó muy  poco  solubles  en  los  ácidos. 

i.a  subespecie. — TREMOLITA  Ó ANFIBOL  BLANCO  w, 
silicato  de  cal  v de  magnesia — Fórmula  química  CaO, 
Si03  + (Mgo)3  SiOa 


Caractéres.  — La  actinota  ó actinolita  (de  axtis, 
radio  ó radiado,  titos,  piedra),  se  presenta  en  cristales  baci- 
lares muy  alargados,  ó bien  fibroso-radiada  y acicular;  lustre 
vitreo;  color,  por  lo  general,  verde,  habiendo  ejemplares  de 
un  verde  oscuro  ó negruzco’;  raya  con  mucha  dificultad  al 
vidrio,  y su  peso  específico  es  de  3.  Se  funde  al  soplete  en 
un  esmalte  verde. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice. 

55,5o 

Magnesia 

22,56 

Cal 

13,46 

Oxido  ferroso 

6,25 

97,77 


Caracteres. — La  tremolita  ó anfibol  blanco,  deno- 
minada también  gramatita,  se  presenta  en  cristales  alargados 
intactos  ó redondeados  mediante  las  obliteraciones  que  ex- 
perimentan; por  lo  común  este  mineral  se  halla  en  masas 
Tomo  IX 


VARIEDADES. — Rara  vez  cristalizada  en  prismas  bien 
terminados;  las  variedades  mas  comunes  son  las  masas  baci- 
lares ó aciculares  y fibroso-radiadas. 

Yacimiento. — Los  ejemplares  cristalizados  se  halla’ 
en  los  talcos  del  Tirol;  las  fibrosas,  radiadas  y aciculares  i 
diferentes  puntos  de  los  Alpes,  asociadas  casi  siempre  á 


!=; 


PIROXENOS 


II4 

serpentinas  y dioritas.  La  actinota  entra  en  la  constitución 
de  algunos  pórfidos  verdes,  de  las  dioritas  y ofitos.  En  Es- 
paña, según  el  señor  Naranjo,  existe  esta  especie  en  tierra 
de  Gador  (Almería). 

3.a  subespecie.  HORNBLENDA  Ó ANFIBOL  NEGRO 

SILICATO  DE  CAL,  MAGNESIA,  ÓXIDO  FERROSO  Y ALUMINA 
en  cantidad  variable — T-órmula  química  CaO,  SiO2  + 
(MgO,  FeO)3  (SiO2)2 

CARACTERES. — El  anfíbol  negro  cristaliza  en  un  pris- 
ma de  seis  caras  correspondiente  al  quinto  sistema;  pero, 
por  lo  común,  se  presenta  en  masas  hojosas  exfoliables  y 
brillantes  en  los  planos  de  crucero;  color  negro  intenso,  ver- 
de oscuro  ó negruzco;  raya  á la  fosforita  y se  deja  rayar  por 
el  feldespato  ortosa,  siendo  su  peso  específico  de  3, 1 á 3,4. 
Se  funde  al  soplete  y las  variedades  que  contienen  bastante 
cantidad  de  óxido  ferroso  se  disuelven  en  parte  en  el  ácido 


hidroclórico. 


VARIEDADES— Pueden  establecerse  las  siguientes: 
‘ ! arfaslta>  estructura  granuda,  color  verde  oscuro  ó 
verde  claro  y diseminada  en  una  roca  caliza  sacaroidea  de 
Pargas  (Finlandia)  de  donde  toma  el  nombre  que  lleva;  z» 
hornblenda  o anfíbol  negro  común,  de  un  verde  oscuro, 

■ • , , cía  de  un  negro  intenso: 

existe  esta  variedad  en  las  rocas  cristalinas  ó volcánicas  en 
formas  aciculares,  hojosas  ó mas  ó menos  globoso-radiadas; 
algunas  veces  constituye  masas  considerables,  dando  origen 
a la  roca  denominada  anf, bolita.  Admiten  además  algunos 
mineralogistas  as  variedades  laminares,  y las  compactas  ó 
piedra  cornea  las  cuales  en  realidad  no  son  mas  que  sub- 
vanedades  del  anfíbol  común;  la  primera  se  presenta  en  ma- 
sas de  color  negro,  siendo  exfoliables  en  dos  sentidos;  la 

segunda  ofrece  también  color  negro,  resistente  á la  acción 
del  martillo  y muy  sonora. 

Yacimiento— El  anfíbol  negro  entra  como  elemento 
esencial  de  vanas  rocas  graníticas  y volcánicas;  forma  por  sí 
solo,  como  se  ha  dicho,  la  llamada  «anfibolita:»  unida  al 
cuarzo  y fe  despato  ortosa,  constituye  la  «siente:»  asociada 
a la  albita  torma  la  base  de  las  rocas  dioríticas.  La  variedad 
pargas, ta  existe  en  Pargas  (Finlandia);  el  anfibol  común  se 
encuentra  en  las  traquitas,  basaltos  y lavas  de  Tenerife, 
Etna,  Vesubio  etc.  En  España  se  halla  en  la  cuesta  de  las 
Granatillas  y Cabo  de  Gata  (Almería),  en  los  Pirineos  de 
Gerona,  Lérida,  Huesca  y Navarra,  y en  diferentes  localida- 
des de  las  Sierras  de  Guadarrama,  Sierra  Morena  y Neva 


ofrecen  casi  siempre  aspecto  vitreo,  lustre  menos  intenso,  y 
menos  fusibles.  Las  variedades  mas  importantes  son:  1.'  Pi- 
roxeno  diopsido;  2.a  Dialaga;  3.a  Hedembergita;  4.a  Piro- 
xeno  aujito;  y 5.1  Hiperstena. 

PIROXENO  DIOPSIDO —silicato  de  cal  y de  mag- 
nesia.— Fórmula  química  CaO, SiO2  + (MgO)s  SiO2 

CARACTERES. — El  «piroxeno  diopsido,»  llamado  tam- 
bién «musita,  malacolita  y cocolita  blanca,»  cristaliza  en 
un  prisma  de  seis  caras  correspondiente  al  quinto  sistema, 
constantemente  modificado  en  sus  ángulos  sólidos  y ofre- 
ciendo al  propio  tiempo  estrías  longitudinales.  Los  cristales 
de  esta  especie  son  unas  veces  incoloros  y trasparentes, 
otras  blanco  agrisados,  gris-verdosos  y aun  negros;  presentan 
la  doble  refracción  muy  intensa,  y las  variedades  de  color 
son  dicroitas  en  alto  grado;  rayan  á la  fosforita  y se  dejan 
rayar  por  el  ortosa,  estando  representado  su  peso  específico 
por  3,3.  Se  funden  con  gran 
coloro. 


dificultad  en  un  esmalte  in- 


COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice.  . . . 

Cal 

Magnesia.  . . 

Oxido  ferroso.  . 
Id.  manganeso.. 


57-5° 

16,50 

18,25 


98525 


SEGUNDA  SECCION— PIROXENOS 

(de pur,  fuego;  y xenos,  huésped) 


VARIEDADES.— Se  cuentan  las  principales  variedades 
siguientes:  i.a  «Malacolita,»  en  masas  laminares  ó en  grue- 
sos cristales  blancos  y comprimidos  de  delante  atrás.  2.a  «Mu- 
sita,» en  prismas  bacilares  de  color  gris  verdoso;  3.a  «Coco- 
lita,»  de  estructura  granuda  y de  color  verde  claro. 

YACIMIENTO. — Pertenecen  los  piroxenos  á los  terrenos 
ígneos  antiguos,  encontrándose  en  las  formaciones  plutonicas 
y en  rocas  metamórficas.  La  macolita  se  halla  en  Suecia, 
Finlandia  y Estados-Unidos;  la  musita  en  Mussa  (Piamonte) 
y la  cocolita  en  los  mismos  puntos  que  la  malacolita.  En  Es- 
paña existe  el  piroxeno  en  los  Pirineos  de  Gerona,  Lérida, 
Huesca  y Navarra. 

DI  ALAGA— silicato  de  cal,  de  magnesia  y hierro— 
Fórmula  química  MgO,  Si02+  (CaO,FeO)3  SiO2 

CARACTÉRES. — La  dialaga  se  presenta  en  pequeñas 
masas  laminares  de  color  pardo,  verdoso,  amarillo,  agrisado 
y negruzco;  raya  á la  fluorina,  aunque  con  dificultad,  y se 
deja  rayar  por  la  fosforita  y una  punta  de  acero,  estando  re- 
presentado su  peso  específico  por  3,2.  Por  medio  del  soplete 
se  funde  en  los  bordes  en  una  escoria  negTa. 


Sílice.  .... 
Magnesia.  . . . 

Oxido  ferroso. 

Cal 

Ox.  de  manganeso. 
Alumina. 

Agua.  . 


ION 


Los  «piroxenos»  comprenden  minerales  isomorfos,  consti- 
tuí os  por  un  silicato  de  cal  ó de  magnesia,  siendo  esta  úl- 
urna  base  sustituida  en  todo  ó en  parte  por  el  protóxido  de 
erro  o el  de  manganeso.  Se  distinguen  las  especies  de  este 
pupo,  de  las  del  anterior,  por  los  siguientes  caracteres: 


M 


VARIEDADES. — Comprende  esta  especíelas  siguientes 
variedades:  i.a  Broncita,  de  brillo  metálico  parecido  al  del 
bronce  y de  color  pardo  ó amarillo  verdoso;  se  compone  de 
un  doble  silicato  de  magnesia  y de  óxido  de  hierro.  2.a  La 
dialaga  cambiante  (silicato  de  magnesia,  cal  y óxido  de  hier- 
ro), tiene  un  color  verde  de  aceituna,  verde  negruzco  y ver- 


ASBESTO  Y AMIANTO 

agrisado;  se  funde  al  soplete,  mientras  que  la  variedad 
anterior  puede  considerarse  como  infusible. 

Yacimiento.  — Esta  especie  mineralógica  constituye 
la  base  de  las  rocas  denominadas  «eufotidas,»  de  la  «diorita 
orbicular  ó verde  de  Córcega,  de  la  «eglogita»  y de  las  ro- 
cas «ofiticas.»  La  broncita  se  halla  en  Carniola  y Estiria;  la 
dialaga  cambiante  ó schüleerpath  en  Córcega,  isla  de  Elba  y 
Monte  Rosa.  En  España  tenemos  una  y otra  variedad  en 
las  rocas  dioríticas  y ofiticas  de  Sierra  Bermeja. 

3-'  sub-especic.  — HEDEMBERGITA  — silicato  de  cal, 
magnesia  y óxido  ferroso — Fórmula  química  2CaO, 
SiOa+(MgO,  FeO)2  SiO2 

LaractÉres. — Se  presenta  en  cristales  análogosálos 
del  piróxeno  diopsido,  ó bien  laminar  y de  colores  muy  va- 
riados; hay  ejemplares  verdes,  blancos,  grises,  negruzcos  y 
aun  negros;  su  dureza,  por  lo  común,  es  superior  á la  del 
espato  flúor,  y el  peso  específico  de  3,1.  La  Hedembergita 
se  funde  al  soplete  en  un  esmalte  negro,  y contiene  mayor 
cantidad  de  hierro  que  la  dialaga. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Sílice 

Cal*  . 

Magnesia. 

Oxido  ferroso 

Idem  de  manganeso.  . . 

Alumina. . . . 


52,36 

22,19 

4,99 

*7,38 

0,09 


115 

VARIEDADES. — Se  conocen  dos  variedades  principa- 
les: i.3  Cristalizada  en  prismas  comunmente  hemitropiados. 
2.a  En  masas  laminares  de  color  negro  ó pardo  oscuro.  Al- 
gunos autores  admiten  además  la  Lerzolita  ó piróxeno  gra- 
nudo, de  un  verde  oscuro  ó negruzco,  la  hudsonita  y polilita, 
variedades  abundantes  de  alúmina. 

YACIMIENTO. — El  piróxeno  aujito  forma  parte  de  va- 
rias rocas  volcánicas,  siendo  el  mineral  que  comunica  el  co- 
lor negro  que  presentan  casi  todas  ellas;  se  halla  implantado 
y mas  frecuentemente  diseminado  en  las  doleritas,  pórfidos  y 
basaltos. 

5 .*•  sub-esfcáe. — HIPERSTENA  — silicato  de  cal,  mag- 
nesia y óxido  de  hierro,  predominando  casi  siempre  el 
primero  de  estos  óxidos. 

Fórmula  química  2MgO,  SiO2  + (Fe0,Ca0)3Si02 


CARACTÉRES. — Se  presenta  la  hiperstena  en  masas 
laminares  negras  ó parduscas  y con  reflejos  cobrizos  ó bron- 
ceados: raya  á la  fosforita  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  es- 
tando representado  su  peso  específico  por  3,4.  Se  funde  al 
soplete  en  esmalte  negro,  que  ejerce  acción  sobre  la  aguja 
magnética. 

COMPOSICION  EN  PESO 
Hiperstena  de  San  Pablo 

Sílice 


97,01 


Variedades,  i.3  fassaita,  se  presenta  cristalizada  y 
de  color  amarillo  verdoso.  2.3  Sahalita,  en  masas  laminares 
de  un  gris  verdoso.  3.a  Berzolita  ó piróxeno  en  roca,  de  un 
aceitunado.  4-'1  Jefersonita,  cristalizada  ó en  masas 
hojosas,  distinguiéndose  de  todas  las  variedades  anteriores, 
porque  contiene  un  10  á un  15  por  100  de  óxido  de  manga- 
neso. Algunos  autores  incluyen  en  la  especie  Hedembergita 
la  variedad  cololita  y las  sub-especies  piróxeno  aujito  é hi- 
perstena. 

Yacimiento. — La  Hedembergita  forma  parte  de  cier- 
tas rocas  volcánicas  y de  los  pórfidos  negros  ó melafidos. 

4 a sub-tspecic.  — PIROXENO  AUJITO  Ó PIROXENO 
LE  LOS  VOLCANES  silicato  de  cal,  magnesia  y 

PROTÓXIDO  DE  HIERRO,  HABIENDO  TAMBIEN  CIERTA  CAN- 
TIDAD de  alúmina.  — Fórmula  química  2CaO  SiO2  4- 
(MgO,  FeO,  CaO)2  SiO* 

Caracteres.  Esta  especie  mineralógica  cristaliza 
en  prismas  cxagonales  u octogonales  terminados  por  un  bi- 
sel oblicuo  (quinto  sistema);  de  color  negro,  verde  oscuro, 
verde  de  aceituna,  y opaca  aun  en  láminas  delgadas;  raya  ai 
espado  flúor  y se  deja  rayar  por  la  fosforita,  siendo  su  peso 

csjecífico  de  3,3-  Se  tunde  al  soplete  en  esmalte  necro  v 
brillante.  8 y 

COMPOSICION  EN  PESO 


Cal 

Magnesia 

Oxido  ferroso.  . . 

Idem  de  manganeso. 

Alumina 

Agua 


46,11 

5,38 

25,87 

12,70 

5.29 

4,07 

0,48 


99,90 


D ErmBI 


Sílice 

Cal.  . . . 

Oxido  férrico 
Magnesia.  . 

Alúmina.  . 

Olido  de  manganeso. 


Idem  de  la  Somma 

5®, 

50,27 

13,20 

*2,30 

14,66 

20,66 

10,00 

*0,45 

3-34 

3,67 

2,00 

0,00 

95>2o 

97,25 

Yacimiento. — Constituyela  hiperstena,  en  unión  con 
la  labradorita,  la  roca  llamada  hiperita  ó selagita  que  se  en- 
cuentra en  la  isla  de  San  Pablo  y en  las  costas  del  Labrador; 
se  halla  también  en  la  roca  hiperstenita  en  el  Canadá  (Esta- 
dos Unidos),  en  Noruega,  Sajonia,  etc. 

APÉNDICE  Á LOS  ANFlBOLES  Y PIRÓXENOS 

ASBESTO  Y AMIANTO 

Sustancias  mineralógicas  que  derivan  de  los  piróxenos  y 
anfiboles  descritos,  especialmente  de  la  tremolita  ó anfíbol 
blanco,  por  lo  cual  no  solo  ofrecen  caractéres  físicos  análo- 
gos á los  de  estas  especies,  sino  idéntica  composición  quí- 
mica. 

El  asbesto  se  presenta  de  color  gris  ó gris  verdoso  y blan- 
co amarillento,  flexible,  tenaz  ó mas  ó menos  resistente,  y de 
estructura  fibrosa  ó acicular,  siendo  en  este  caso  un  verda- 
dero tránsito  al  amianto. 

Este  consta  de  fibras  muy  finas  y separadas,  de  lustre 
sedoso  intenso  y de  un  blanco  puro  en  muchos  ejemplares, 
siendo  su  densidad  relativa  inferior  á la  del  agua  destilada. 
En  realidad  no  hay  una  diferencia  notable  entre  estas  dos 
sustancias,  distinguiéndose  únicamente  en  que  las  fibras  del 
asbesto  están  mas  unidas  y ofrecen  mayor  aspereza  que  las 
del  amianto.  Si  las  fibras  se  entrecruzan  en  diversos  senti- 
dos, dando  origen  á una  especie  de  fieltro  ó tejido,  resulta 
la  sustancia  denominada  cuero,  corcho,  papel  ó cartón  de 
montaña.  Los  tres  minerales  indicados  son  incombustibles  á 
las  temperaturas  ordinarias,  pero  se  funden  por  medio  del 


MICAS 


i j 6 


soplete  y se  convierten  en  un  vidrio  que  presenta  colores 
diferentes  según  las  variedades  que  se  sujetan  al  ensayo. 

YACIMIENTO. — Se  encuentran  generalmente  el  asbesto 
y amianto  en  las  rocas  graníticas,  magnésicas,  serpentín icas, 
pizarras  talcosas  y cloríticas.  Son  bastante  abundantes  en  los 
Alpes  y Pirineos,  y los  mejores  ejemplares  proceden  de  Ta- 
rento,  Córcega,  Piamonte,  San  Gotardo,  Tirol  y el  Brasil. 
El  asbesto  y amianto  se  hallan  en  España  en  las  rocas  ofiticas 
y dioríticas  de  Sierra  Bermeja  (Málaga),  Sierra  de  Guadar- 
rama, Galicia  y otros  puntos. 

USOS. — Estas  sustancias  eran  conocidas  de  los  mineralo- 
gistas antiguos,  que  las  designaron  con  los  nombres  de 
«amianto»,  que  quiere  decir  sustancia  pura,  y el  de  «asbes- 
to», esto  es,  inextinguible.  Se  servían  de  ellas  para  la  cons- 
trucción de  sudarios  con  los  que  se  envolvían  los  cadáveres, 
para  que  de  este  modo  no  se  confundieran  sus  cenizas  con 
las  de  la  pira  en  que  los  quemaban;  fabricaban,  además, 
mantelerías  de  gran  lujo,  las  cuales  después  de  manchadas 
con  grasa  las  echaban  al  fuego  con  el  objeto  de  limpiarlas. 
Hoy  dia  se  destinan  para  la  construcción  de  vestidos  para 
los  operarios  délos  incendios;  pero  desgraciadamente  se  ha 
visto  que  estas  prendas  ofrecen  varios  inconvenientes,  por  lo 
que  no  se  han  generalizado.  Eos  antiguos  tenían  varias  pre- 
ocupaciones respecto  de  estos  minerales;  el  célebre  Plinio 
consideraba  al  amianto  como  un  producto  vegetal  ( liman 
purum),  y creía  que  si  se  rodeaba  con  hilos  de  amianto  un 
árbol  cualquiera,  podía  muy  bien  derribarse  á hachazos  sin 
que  se  percibiera  el  menor  ruido. 

lili  pA  (rkiL  iK — \ 

Los  minerales  incluidos  en  esta  familia  presentan  los  ca- 
racteres siguientes:  cristalizan  en  prismas  exagonales  ó rom- 
boidales rectos,  siendo  su  estructura  esencialmente  hojosa  ó 
laminar;  su  lustre  es  metaloideo  algo  untuoso  al  tacto;  dureza 
casi  siempre  superior  á la  del  yeso  é inferior  á la  de  la  cali- 
za, y la  densidad  relativa  variable.  Todas  las  especies  de 
este  grupo  están  constituidas  por  un  silicato  de  alumina 
combinado  con  otro  silicato  alcalino-férrico  ó de  cal  ó mag- 
nesia, entrando  en  algunas  cierta  cantidad  de  agua  y de  áci- 
do fluórico.  Los  minerales  mas  importantes  comprendidos 
en  esta  familia  son  los  siguientes:  i.°  mica;  2.0  otrelita; 
3.0  Sismondina;  4.0  margarita,  y 5.°  leucofana. 

MICA  Ó VIDRIO  DE  VOLCANES — silicato  doble  de 

ALUMINA  Y BASES  VARIABLES 

Caracteres.  — La  mica,  llamada  también,  como  se 
ha  indicado,  vidrio  de  volcanes,  plata  y oro  de  gato,  rara 
vez  se  presenta  cristalizada  en  prismas  rebajados  de  seis  ca- 
ras, pertenecientes  al  tercer  sistema;  por  lo  general  se  halla 
en  hojas  ó láminas  elásticas  y eminentemente  exfoliables,  de 
lustre  metaloideo  brillante,  de  donde  toma  el  nombre  de 
mica  (del  verbo  latino  muaré , brillar).  Los  colores  de  esta 
sustancia  son  muy  variados;  negro,  blanco,  amarillo,  verde, 
rojizo,  etc.,  siendo,  sin  embargo,  los  mas  comunes  el  negro, 
blanco  de  plata  y agrisado;  la  mica  raya  al  yeso  y se  deja 
rayar  por  la  caliza,  es  suave  al  tacto  y su  peso  específico  está 
representado  por  2,7.  La  mayor  parte  de  las  variedades  de 
mica  se  funden  al  soplete,  pero  producen,  no  obstante,  fenó- 
menos muy  distintos;  v.  gr.  los  individuos  en  cuya  composi- 
ción entra  el  ácido  fluórico  pierden  totalmente  su  brillo  me- 
taloideo, y se  convierten  en  opacos  por  la  acción  del  fuego; 
los  que  no  contienen  el  referido  ácido,  pierden  su  trasparen- 
cia y adquieren  un  lustre  dorado,  plateado  ó semimetálico, 
í.a  generalidad  de  las  micas  se  funden  en  esmalte  blanco, 


gris  ó verde,  ejerciendo  acción  sobre  la  aguja  magnética  el 
que  resulta  de  las  variedades  negras;  finalmente,  si  se  las 
trata  por  el  borato  sódico  ofrecen  también  caractéres  dife- 
rentes: unas  se  disuelven  ó se  funden  sin  efervescencia,  mien- 
tras que  otras  la  producen  con  bastante  intensidad. 

Todos  estos  caractéres  y otros  varios  manifiestan  que  la 
composición  de  las  diversas  variedades  de  esta  especie  es 
muy  distinta.  Teniendo  en  cuenta  los  análisis  que  se  han 
hecho  por  diferentes  autores,  resulta  que  la  mica  puede  di- 
vidirse en  tres  secciones  principales,  á saber:  i.a  micas  potá- 
sicas; 2.a  micas  magnésicas;  3.*  micas  litínicas. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Mica  plateada  de  Zinnwald  Id.  verde  del  Vesubio  Lep.a  de  Rosena 
(Vauquelin)  (Kjerutt)  (Regnauld) 


Sílice.  . . 

Alumina. 

Oxido  férrico. 
Potasa. 

Sosa.  . 

Magnesia 
Litina. 

Fluor. . 

Prot.  de  manganeso 


46.4 

18.5 

20.0 

11.0 

M 

» 

i 3^ 

» 

2,4 

98,3 


44,63 

19,04 

4,92 

6,97 

2,05 

20,89 

» 

» 

» 

98,5° 


52,40 

26,80 

» 

9»r4 

» 

» 

4,85 

4,18 

1,66 

99, °3 


El  célebre  Biot,  estudiando  detenidamente  las  micas,  ob- 
servó que  no  se  distinguen  solo  por  su  diferente  composición, 
sino  por  los  caractéres  ópticos,  dividiéndolas  en  consecuen- 
cia en  dos  grupos,  que  llamó:  i.°  micas  de  un  eje  de  doble 
refracción;  2.0  micas  de  dos  ejes  de  doble  refracción.  Las 
primeras  ofrecen  formas  derivadas  del  sistema  romboédrico; 
las  segundas  cristalizan  en  formas  pertenecientes  al  sistema 
romboidal  recto  ó sistema  romboidal  oblicuo.  Las  de  un 
eje  de  doble  refracción  se  subdividen,  según  el  citado  autor, 
en  micas  de  eje  atractivo  y en  micas  de  eje  repulsivo;  estas 
últimas,  que  son  las  mas  frecuentes,  ofrecen  colores  negros, 
verdes,  rojos,  etc.,  y pertenecen  á la  sección  de  las  denomi- 
nadas magnésicas,  mientras  que  corresponden  á las  potásicas 
y litínicas  aquellas  otras  que  presentan  dos  ejes  de  doble 
refracción. 

Variedades  de  forma  y estructura. — 
i.a  Cristaliza  en  prismas  romboidales  oblicuos  ó láminas 
exagonales.  2.a  Hemisférica,  constituida  de  láminas  ó de 
hojas  cóncavas  por  una  de  sus  caras  y convexas  por  la  otra. 
3.a  Palmeada,  compuesta  de  láminas,  que  presentan  nerva- 
ciones  análogas  á las  de  las  hojas  de  las  plantas.  4.a  Lepido- 
lita,  formada  de  escamas  ó pequeñas  láminas  unidas  entre 
sí,  de  lustre  nacarado  ó de  perla  y color  rojo  morado  ó rosa 
claro  que  pasa  al  blanco  ó agrisado,  y en  ciertos  ejemplares 
al  amarillo  verdoso.  Algunos  autores  admiten  también  varie- 
dades basadas  en  la  coloración;  v.  gr.  mica  negra,  argentina, 
bronceada,  verde,  amarilla,  etc. 

Yacimiento. — Si  se  exceptúan  los  feldespatos  y el 
cuarzo,  puede  decirse  que  la  mica  es  el  mineral  mas  abun- 
dante en  la  corteza  terrestre.  Forma  parte  de  los  granitos 
comunes,  de  la  sienita,  del  gneis,  y de  muchas  pizarras;  se 
encuentra  en  grande  cantidad  en  los  terrenos  neptúnicos, 
especialmente  en  los  de  acarreo,  procedente  de  la  descom- 
posición de  las  rocas  ígneas  y metamórficas. 

USOS. — Los  ejemplares  laminares  y de  tamaño  algo  con- 
siderable, como  los  que  se  encuentran  en  Siberia,  se  emplean 
para  vidrieras  en  las  ventanas  de  las  casas  y buques;  la  va- 
riedad denominada  ¡epidolita  se  destina  para  polvos  de  sal- 


TALCO 


* J7 


vadera;  pero  la  aplicación  mas  importante  de  este  mineral  es 
como  abono  ó mejoramiento  de  ciertas  tierras  á las  que  ce- 
den, mediante  su  descomposición,  la  sílice  y los  álcalis  po- 
tasa, sosa,  magnesia,  etc. 

OTRELITA — silicato  de  alumina,  de  hierro  v aun 
de  manganeso  — Fórmula  química  2APO3,  Si02+(FeO, 
MnO)3  (Si02)2  + 2H0 

CARACTÉRES. — La  otrelita  se  presenta  en  pequeñas 
placas  ó discos  exagonales,  pertenecientes  al  cuarto  sistema, 
de  fractura  desigual,  color  negro  ó negro  verdoso  y lustre 
metaloide;  raya  á la  fosforita  y se  deja  rayar  por  el  feldespato 
ortosa,  siendo  su  peso  específico  de  4,4.  Se  funde  difícil- 
mente en  los  bordes  en  un  glóbulo  negro  que  ejerce  acción 
sobre  la  aguja  magnética;  reducida  á polvo  se  disuelve  en  el 
ácido  sulfúrico  mediante  la  elevación  de  temperatura. 


espato  flúor,  siendo  su  peso  específico  3.  Se  funde  y se  exfo- 
lia por  medio  del  soplete. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice 

37,oo 

Alumina 

40,50 

Cal 

8,96 

Sosa 

1,24 

Oxido  ferroso..  . . 

4,5° 

Agua • 

1,00 

93, 20 


YACIMIENTO. — Se  halla  la  margarita  en  una  pizarra 
clorítica  del  Tirol;  la  variedad  que  algunos  llaman  tiacrita  ó 
talco  granudo,  existe  en  San  Gotardo  y otros  puntos  de  los 
Alpes,  y también  en  las  cercanías  de  Bareges  (Pirineos). 


COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice 43,34 

Alumina 24,63 

Oxido  ferroso 16,72 

— de  manganeso.  . . . 8,18 

Agua 5,66 


98,53 

YACIMIENTO.  — Esta  especie,  rara  y de  escaso  interés 
geognóstico,  se  encontró  por  primera  vez  en  las  pizarras  de 
Ottrez  (Luxemburgo),  habiendo  sido  descubierta  posterior- 
mente por  Descloiseaux  en  el  valle  de  Ossau (Bajos  Pirineos). 

SISMONDINA — silicato  de  hierro  é hidrato  de  alu- 
mina—Fórmula  química  (FeO)3  (Si0a)2+Al®03,  HO. 

CARACTERES — La  Sismondina  (dedicada  al  profesor 
Sismonda  de  Turin)  se  presenta  en  masas  laminares  exfolia- 
bles  en  tres  direcciones  que  conducen  al  prisma  romboidal 
oblicuo;  su  color  es  verde  negruzco  ó agrisado,  lustre  resino- 
so y traslúcida  ó semitrasparente;  raya  á la  fosforita  y se  deja 
rayar  por  el  ortosa,  siendo  su  peso  específico  de  3,05;  infu- 
sible al  soplete,  pero  adquiere  cierto  pulimento;  reducida  á 
polvo  se  disuelve  en  el  ácido  nítrico  é hidroclórico. 


LEL^COFAN  A— silicato  de  cal  y de  glucina  unido  á 
un  fluoruro  de  sodio — Fórmula  química  2(Ca0)2Si02 
-PGP03,  (Si02)2-fNaFl. 

CARACTÉRES. — La  leucofana  (de  ¡éticos,  blanco,  y fai- 
no, yo  brillo)  se  presenta  en  láminas  delgadas  y trasparentes; 
color  verde  amarillento  ó amarillo  claro  cuando  está  en  ma- 
sas, siendo  incolora  en  láminas  delgadas;  raya  á la  caliza  y 
se  deja  rayar  por  la  fosforita,  siendo  su  peso  específico  2,9. 
Este  mineral  es  fusible  por  sí  solo  en  un  glóbulo  trasparente 
y con  una  ligera  tinta  morada. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice. 

. . . . 47,82 

Glucina 

... 

. . . . 11,51 

Cal.  . 

. . . 25,00 

Oxido  de  manganeso.  . 1,01 

Potasio 

. . . . 0,26 

Sodio. 

. . . . 7,50 

Fluor. 

. . . . 6,17 

99, 27 

Yacimiento. — Existe  esta  especie  en  la  sienita  circo- 
nífera  de  Lamoe  (Noruega),  en  donde  está  asociada  á la 
albita,  eleolita  é itrotantalita. 


COMPOSICION  EN  PESO 


MA 


Sílice.  . 
Alumina. 
Oxido  ferroso. . 
Agua.  . 
Titano.  . 


Yacimiento  —Se  encuentra  la  Sismondina  en  una 
pizarra  clorítica  de  San  Marcial  (Piamonte). 

MARGARITA  Ó MICA  NACARADA  — silicato  de 

ALUMINA  Y SILICATO  DE  CAL  Y ÓXIDO  FF.RROSO,  MAS  AGUA 

— Fórmula  química  (Al203)2+Si02+(Ca0,  FeO)2  SiO2 

CARACTÉRES. — La  margarita,  así  denominada  por  su 
lustre  nacarado,  cristaliza  en  prismas  exagonales  del  sistema 
romboédrico,  que  se  exfolia  con  facilidad  en  dirección  para- 
lela á la  base;  color  gris  de  perla  ó blanco  de  plata  y lustre 
nacarado  especial;  raya  á la  caliza  y se  deja  rayar  por  el 


FAMILIA— TALCOSAS 

Las  especies  mineralógicas  incluidas  en  esta  familia  pre- 
sentan los  siguientes  caractéres:  untuosas  al  tacto,  tan  blan 
das,  que  algunas  se  dejan  rayar  por  la  uña;  infusibles  al  so- 
e,  dando  agua  por  la  elevación  de  la  temperatura;  están 
nstituidas  por  un  silicato  de  magnesia  hidratado.  Los  mi- 
nerales mas  importantes  son:  i.°  talco;  2.0  esteatita;  3.0  serpen- 
tina; 4.''  magnesita. 

TALCO — silicato  de  magnesia  hidratado — Fórmula 
química  (Mg0)\(Si02)3+H0 

CARACTERES. — El  talco  se  presenta  laminar,  escamo- 
so y fibroso,  pero  jamás  cristalizado,  aun  cuando  las  láminas 
se  dividan  en  algunos  casos  en  rombos  de  120o;  el  color  de 
este  mineral  es  el  blanco  sucio,  gris  verdoso,  y amarillento; 
lustre  craso  y nacarado,  suave  y grasiento  al  tacto,  flexible, 
pero  nunca  elástico,  por  cuyo  carácter  se  separa  de  la  mica 
que  es  elástica.  El  talco  es  el  mineral  mas  blando  de  todos 
los  que  se  conocen,  constituyendo  por  esta  razón  el  primer 


1 18 

tipo  de  la  escala  relativa  de  Mohs,  estando  representado  su 
peso  específico  por  2,6.  Se  funde  con  muchísima  dificultad 
en  los  bordes,  y desprende  agua  en  el  tubo  de  ensayo  me- 
diante la  acción  del  calor:  insoluble  en  ios  ácidos. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice 

62,8 

Magnesia 

32,4 

Oxido  ferroso.  . . . 

1,6 

Agua.  . 

2,3 

99, 1 

las 


siguientes: 

y 


Variedades. — Pueden  establecerse 
i.a  Talco  laminar  ú hojoso,  de  color  blanco  ó verde  claro 
divisible  en  laminillas  muy  flexibles.  2.a  Talco  laminar  ó es- 
camoso, compuesto  de  escamas  pequeñas,  flexibles,  blancas, 
amarillas  ó sonrosadas.  3.*  Talco  fibroso,  formado  de  fibras 
largas  y ligeramente  unidas.  4.a  Talco  terroso,  en  masas  tér- 
reas  de  un  gris  blanquizco.  5.*  Piedra  ó talco  ollar,  variedad 
que  se  halla  algunas  veces  en  masas  considerables  de  color 
gris  verdoso,  pero  reducida  á polvo  le  presenta  blanco. 

YACIMIENTO. — El  talco  forma  en  unión  con  el  cuarzo 
y la  ortosa,  la  roca  denominada  protogina;  entra  también  en 
la  constitución  de  varias  rocas  metamórficas.  Las  variedades 
laminares  y fibrosas  proceden  del  Tirol,  Alpes,  San  Gotar- 
do,  etc.  La  piedra  ollar  es  muy  abundante  en  el  lago  de  Como, 
Sajonia,  Córcega,  Egipto  y China.  En  España  existe  el  talco 
en  los  Pirineos,  Sierra  de  Guadalajara,  Peña  Prieta  (Santan- 
der), en  toda  la  cordillera  de  Sierra  Nevada,  en  varios  sitios 
de  la  provincia  de  Cáceres. 

Usos. — La  piedra  ollar,  que  es  muy  abundante  en  Suiza, 
Tirol,  Egipto,  China,  etc.,  se  emplea  para  la  fabricación  de 
ollas,  tazas,  cafeteras  y otros  utensilios  de  cocina;  los  egip- 
cios llaman  al  talco  ollar  piedra  de  Baram. 

ESTEATITA  Ó JABON  DE  SASTRE  — silicato  de 

MAGNESIA  CON  MAS  CANTIDAD  DE  AGUA  QUE  LA  ESPECIE 

anterior — Fórmula  química  (Mg0)*(Si02)3+  HO 

\/  / 1 / 

Caracteres. — Este  mineral  ofrece  estructura  com- 
pacta ó escamosa,  color  blanco  puro  ó blanco  agrisado,  muy 
suave  y grasiento  al  tacto,  tan  blando  como  el  talco,  se  deja 
cortar  con  el  cuchillo  como  si  fuera  una  sustancia  jabonosa, 
y se  raya  con  mucha  facilidad  por  la  uña;  su  peso  específico 
está  representado  por  2,6  á 2,8. 

Algunos  autores  dividen  la  esteatita  en  dos  sub  especies: 
i.a  esteatita  anhidra;  2.a  esteatita  hidratada.  La  primera  no 
tiene  importancia  de  ningún  género  bajo  el  punto  de  vista 
geognóstico;  la  segunda  ofrece  color  blanco  de  leche,  lustre 
nacarado,  estructura  pizarrosa  y compuesta  de  hojas  con- 
torneadas y gráficas,  pudiendo  separarse  en  otras  mas  peque- 
ñas. Esta  sub-especie  ofrece  la  particularidad  de  exfoliarse 
por  medio  del  soplete,  y se  trasforma  en  una  sustancia  blanca 
que  pierde  su  crasitud,  fundiéndose  al  propio  tiempo  en  los 
bordes;  colocada  en  un  tubo  de  ensayo  desprende  agua  por 
la  acción  del  calor.  -w- 


talcosas 

VARIEDADES. — 1.a  Esteatita  seudo-mórfica,  que  reem- 
plaza al  cristal  de  roca,  feldespato  ortosa,  granates,  idocrasa 
y anfibol;  color  blanco  mas  ó menos  agrisado  ó con  matices 
verdosos,  rojizos,  amarillentos  y sonrosados.  2.a  Escamosa  ó 
creta  de  Brianzon,  variedad  que  se  emplea  generalmente 
como  cuerpo  gráfico.  3-*  Pagodita,  de  pasta  fina,  muy  blanda 
y de  color  blanco  agrisado,  pardo,  amarillo  ó rojizo.  Algunos 
autores  forman  con  esta  variedad  una  especie  distinta  de  la 
esteatita.  La  verdadera  pagodita  consta  de  silicato  de  alumi- 
na, mas  silicato  de  potasa  y cierta  cantidad  de  agua. 

Yacimiento.  — Se  halla  asociada,  por  lo  general, álas 
pizarras  micáceas  y talcosas,  abundando  en  los  Alpes  suizos, 
Saboya,  Tirol,  Baviera,  China,  Brianzon  (Francia),  Sajo- 
nia, etc.  En  España  existe  en  el  término  de  Hellin  (Alba- 
cete). 

USOS.— Se  emplea  la  esteatita  como  cuerpo  gráfico  para 
facilitar  la  entrada  del  calzado  y los  guantes,  y disminuir  el 
rozamiento  de  las  máquinas;  entra  en  la  confección  de  varios 
cosméticos,  especialmente  la  de  Brianzon:  con  la  variedad 
pagodita  construyen  los  chinos  multitud  de  figuras  y otros 
objetos  raros  y caprichosos;  por  último,  algunos  pueblos  sal- 
vajes la  usan  como  una  especie  de  alimento,  de  donde  toman 
el  nombre  de  geófagos. 


COMPOSICION  EN  PESO 


EO 


Sílice 

. 62,25 

Magnesia 

• 27,25 

Oxido  ferroso..  . . 

i 

Agua 

. . 6,00 

96*5° 


SERPENTINA  Ú OFIT A — silicato  de  magnesia  hidra- 
tado, con  mas  cantidad  de  agua  que  las  especies  ante- 
riores— Fór.  quím.  (2MgO,  SiO3  fHO)  f 2 MgÓ,  HO 

CARACTERES. — La  serpentina  ú ofita,  llamada  también 
piolita  y gabro  por  los  italianos,  se  presenta  en  masas  mas 
ó menos  considerables,  de  estructura  compacta  ó astillosa; 
color,  muy  variable,  verde  oscuro,  verde  claro,  gris  verdoso 
y hasta  negro  con  manchas  ó puntos  rojizos;  lustre  craso, 
suave  al  tacto,  pero  sin  ofrecer  la  impresión  jabonosa  que  el 
talco  y la  esteatita;  raya  al  yeso  y se  deja  rayar  por  la  caliza, 
siendo  no  obstante,  muy  tenaz;  su  peso  específico  está  re- 
presentado por  2,4.  Por  medio  de  la  acción  del  fuego  des- 
prende el  agua  que  contiene  y adquiere  cierta  dureza;  se 
funde  al  soplete,  aunque  con  dificultad,  en  los  bordes,  y se 
disuelve  en  los  ácidos  sin  producir  efervescencia. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Sílice 42,67 

Magnesia 37,16 

Oxido  ferroso 2 

Agua 13 

94,83 

1 • _ A.  y | ^ ✓'v  yiy 

Variedades. — 1.a  Serpentina  noble,  de  color  verde 
claro  uniforme  y bastante  intenso,  cuya  coloración  se  atri- 
buye á una  pequeña  cantidad  de  óxido  de  cromo;  la  fractura 
de  esta  variedad  es  terrosa,  siendo  al  propio  tiempo  traslu- 
ciente en  los  cortes.  2.a  Serpentina  común,  de  un  verde 
oscuro  con  manchas  ó venas  que  imitan  algún  tanto  el  color 
de  la  piel  de  ciertas  serpientes.  Varios  mineralogistas  estu- 
dian la  piedra  ollar  en  esta  especie. 

Yacimiento. — La  serpentina  se  halla  generalmente 
en  grandes  masas  formando  montañas  de  forma  cónica  ó 
redondeada;  se  encuentra  además  en  filones  que  han  atrave- 
sado capas  de  diferentes  terrenos  neptúnicos.  La  variedad 
noble  procede  esencialmente  del  Egipto  y de  Córcega.  En 
España  existe  también  la  noble  y la  común  en  las  sierras 
Blanca,  Bermeja  y Mijar  (Málaga),  en  el  barranco  de  San 
Juan,  término  de  Huejar,  en  Sierra  Nevada,  cuyos  ejempla- 
res se  denominan  por  algunos  mármoles  verdes  de  Granada; 


PENNINA 


1 T9 


existe  también  en  el  Cabo  Ortegal  (Galicia),  en  donde  la 
llaman  duelo  ó piedra  de  murcio  (i). 

USOS. — Se  emplean  las  variedades  de  serpentina  noble 
y común  para  tableros  de  mesa,  retablos,  columnas,  corni- 
sas, etc.;  las  columnas  del  altar  mayor  y laterales  délas  Sale- 
sas  de  Madrid  y las  de  la  catedral  de  Granada  proceden  de 
la  serpentina  de  Sierra  Nevada;  en  la  célebre  catedral  de 
Florencia  se  ha  empleado  la  serpentina  con  profusión. 

MAGNESITA  Ó ESPUMA  DE  MAR — silicato  de  mag- 
nesia hidratado. — Fórmula  química  MgO,  Sio(i) 2  + 2HO 

Caractéres. — Esta  sustancia,  conocida  también  con 
los  nombres  de  piedra  ó tierra  de  pipas,  piedra  loca,  etc.,  se 
encuentra  en  masas  de  estructura  compacta,  concrecionada, 
terrea  y aun  porosa;  color  blanco,  blanco  agrisado,  gris  ó 
sonrosado  y el  lustre  mate,  suave  al  tacto  alguna  de  sus  va- 
riedades; raya  al  yeso  y se  deja  rayar  por  la  caliza;  algo  tenaz 
y .se  adhiere  á la  lengua  con  bastante  intensidad;  su  peso 
específico  esta  representado  por  2,6;  al  soplete  funde,  aunque 
con  dificultad,  en  los  bordes;  absorbe  agua  con  rapidez  y se 
disuelve  en  el  ácido  sulfúrico,  desprendiendo  algunos  ejem- 
plares ácido  carbónico,  por  lo  que  Haíiy  consideraba  á esta 
especie  como  un  carbonato  de  magnesia  silicífero;  si  se  eva- 
pora la  disolución  sulfúrica,  se  obtienen  cristales  de  sulfato 
de  magnesia. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice 

53>3o 

Magnesia 

23,80 

Alúmina 

1,20 

Agua 

20,00 

98,80 


Comparando  esta  composición  con  las  indicadas  en  las 
especies  talco,  esteatita  y serpentina,  se  ve  que  todas  ellas 
constan  de  iguales  elementos  y que  solo  se  diferencian  en  la 
distinta  proporción,  sobre  todo  en  la  mayor  ó menor  cantidad 
de  agua. 

Yacimiento. — La  magnesia  corresponde  á los  terre- 
nos de  sedimento  secundarios  ó terciarios.  Uno  de  los  cria- 
deros mas  importantes  de  esta  sustancia  se  halla  en  la  Ana- 
tolia  y Crimea.  En  España  la  tenemos  en  los  términos  de 
Vicálbaro  y Yallecas  (Madrid),  Cabañas  de  la  Sagra  y Caba- 
ñas de  Yepes  (Toledo),  relacionada  con  el  pedernal  y mo- 
leña. 

USOS. — Se  destina  la  magnesita  para  la  construcción  de 
hornillos  y pipas  de  fumar,  siendo  desde  luego  las  mejores 
y mas  apreciadas  las  que  se  fabrican  con  la  magnesita  ó espu- 
ma de  mar  que  procede  de  Asia. 

FAMILIA— TALCOIDEAS 

Los  minerales  incluidos  en  esta  familia  son  blandos,  sua- 
ves y mas  ó menos  untuosos  al  tacto,  de  estructura  escamosa, 
laminar  ó compacta;  se  presentan  algunas  veces  cristalizados 
en  prismas  exagonales,  siendo  su  composición  química  algún 


(i)  El  distinguido  geólogo  Macpherson.de  Cádiz,  ha  publicado  hace 

poco  en  los  Anales  de  la  sección  española  de  Historia  Natural,  una  in- 
teresantísima Memoria  sobre  la  serpentina  de  Ronda,  el  criadero  mas 
importante  quizás  entre  los  conocidos,  no  solo  por  su  extensión  que 

iguala  á Montblanc,  sino  por  los  singulares  tránsitos  que  ofrece  del  pe- 
ridoto,  verdadera  matriz,  á la  serpentina:  bonitos  cromos  sacados  de 
preparaciones  microscópicas  ilustran  este  interesantísimo  estudio. 


tanto  análoga  á la  de  las  micas;  por  lo  general  se  disuelven 
en  los  ácidos  y son  también  mas  ó menos  fusibles.  Los  mine- 
rales de  este  grupo  son  muy  afines  al  talco,  esteatita  y demás 
sustancias  comprendidas  en  la  familia  de  las  talcosas,  hasta 
el  punto  que  muchos  de  ellos  han  estado  y aun  están  con- 
fundidos en  las  especies  del  primer  grupo.  Entre  los  cuerpos 
mas  importantes  pertenecientes  á las  talcoideas,  pueden 
citarse  la  clorita,  pennina,  pirofilita,  Cronstedtita,  pinita, 
falunita  y pagodita. 

CLORITA  — SILICATO  DE  ALUMINA  COMBINADO  CON  UN  SI- 
LICATO DE  MAGNESIA  Y DE  ÓXIDO  FERROSO  HIDRATADO  — 

Fórmula  química  Al2  O3,  Si02  + (Mg0,Fe0)  Si02-f  4HO 

CARACTÉRES.  — Puede  dividirse  la  clorita  en  dos  sub- 
especies, á saber:  ripidolita  y clorita  escamosa:  la  primera  se 
presenta  comunmente  en  tablas  delgadas  ó láminas  exagona- 
les regulares  y biseladas  en  las  aristas  básicas,  pertenecientes 
al  tercer  sistema;  su  color  es  el  verde  de  puerro  ó verde  ama- 
rillo claro;  lustre  vítreo-anacarado;  raya  al  talco  y se  deja 
rayar  por  la  caliza;  siendo  su  peso  especifico  de  2,67  á 2,78. 
Se  exfolia  mediante  la  acción  del  calor,  y por  medio  del  so- 
plete. Se  funde,  aunque  con  dificultad,  en  un  esmalte  gris;  se 
disuelve  lentamente  en  el  ácido  hidroclórico  hirviendo. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Análisis  de  Berthier 

Sílice.  .......  26,80 

Alúmina 16,60 

Magnesia 14,30 

Oxido  ferroso 23,50 

Potasa. 2,70 

Agua.  . 11,40 

r 9^,30 


VARIEDADES.  — Cristalizada  en  láminas  que  Haüy  to- 
mó por  ejemplares  de  talco  cristalizado;  estas  láminas  están 
sobrepuestas  unas  á otras  y dispuestas  de  tal  modo  que  imi- 
tan la  colocación  de  las  varillas  de  un  abanico,  de  donde  to- 
ma el  nombre  de  ripidolita  ( ripidioji , abanico  pequeño). 

La  segunda  subespecie,  ó sea  la  clorita  escamosa  ó clorita 
propiamente  dicha,  se  presenta  en  escamas  que  constituyen 
por  su  reunión  masas  de  aspecto  terroso ; ofrece  la  clorita  un 
color  verde  oscuro  y está  casi  siempre  asociada  al  cuarzo 
hialino  ó cristal  de  roca,  introduciéndose  algunas  veces  en 
su  interior.  Los  caractéres  químicos  y la  composición  son 
idénticos  á los  de  la  ripidolita. 

YACIMIENTO. — La  clorita  sustituye  á la  mica  ó al  tal- 
co en  ciertas  rocas  que  ofrecen  una  estructura  esencialmente 
laminar,  tales  como  las  pizarras  micáceas  y talcosas,  por  lo 
que  en  geología  se  las  denomina  pizarras  cloríticas;  la  clorita 
suele  presentarse  algunas  veces  de  estructura  y grano  fino  y 
de  aspecto  terroso,  constituyendo  las  llamadas  tierras  verdes 
de  algunos  mineralogistas. 

PENNINA — SILICATO  DE  ALUMINA  UNIDO  Á UN  SILICATO 
de  magnesia  Y de  hierro  hidratado — Fórmula  quími- 
ca A1203  Si024(Mg0,Fe0)  SiOM-qHO 

Caracteres. — Esta  especie  mineralógica  llamada 
hidrotalo  por  Necker,  tiene  por  forma  primitiva  un  romboe- 
dro agudo  de  63°  15',  perteneciente  al  cuarto  sistema;  color 
verde  negruzco  en  las  caras  del  romboedro,  y verde  de  esme- 
ralda en  las  de  crucero,  siendo  dicroitas  las  láminas  y los 


120 


ARCILLAS 


cristales;  si  se  observa  este  mineral  en  dirección  paralela  al 
eje  principal  ofrece  una  coloración  verde  intensa,  y rojo  de 
jacinto  ó pardo  en  sentido  perpendicular  á este  mismo  eje: 
raya  al  yeso  y se  deja  rayar  por  el  espato  flúor,  estando 
representado  su  peso  específico  por  2,65.  Por  la  acción  del 
fuego  y de  los  ácidos  presenta  los  mismos  fenómenos  que  la 
clorita. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Sílice.  . . 

AlúminaflT' 

Oxido  ferroso. 

Magnesia. 

Agua.  . 


FAMILIA— TERROSAS 


Yacimiento.  — Se  halla  la  pennina  en  el  valle  de 
matt  (Monte  Rosa)  y en  el  de  Ala  (Piamonte);  la  vari< 
denominada  por  algunos  mineralogistas  koemmererita  se  en- 
cuentra en  los  montes  Urales  y en  los  Estados  Unidos. 

FILITA — SILICATO  HIDRATADO  DE  ALUMINA  Y MAGNE- 

•Fórmula  química  APO3,  SiO2  + Mg02,Si02  + HO 

CARACTERES. — La  pirofilita  (de  pur , fuego,  fulon, 
hoja,  por  la  particularidad  que  tiene  de  exfoliarse  á la  llama 
de  una  bujía),  se  presenta  generalmente  en  forma  de  rosetas 
constituidas  por  fibras  radiadas  y alargadas,  de  color  verde 
agrisado  ó blanco  y amarillento,  y lustre  nacarado,  por  cu- 
yos dos  últimos  caractéres  ha  estado  confundida  con  el  talco 
blanco  del  Tirol  La  pirofilita  es  un  mineral  suave  al  tacto, 
blando  como  el  talco  y de  un  peso  específico  representado 
por  2,7.  Si  una  lámina  delgada  de  este  cuerpo  se  somete  á 
la  llama  de  una  bujía,  se  exfolia,  hincha  y trasforma  en  un  ha- 
cecillo compuesto  de  filamentos  delgados  y de  lustre  sedoso; 
mediante  el  soplete  fosforece  produciendo  una  luz  bh 
adhiriéndose  los  filamentos  por  sus  extremos. 

>v  íTI  / 77/^rr™®^ 

COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice,  . 

Alúmina 29,46 

Magnesia 4,00 

Oxido  ferroso i,So 

Agua 5,62 

Plata indicios 


e en 


C D 100  67 

CIMIENTO. — Esta  especie  se  cita  únicamente 
Berezoff  (Siberia),  Westana  (Suecia),  Spa  (Bélgica)  y en  la 
Carolina  del  Sur. 

Las  especies  Cronstedtita,  pinita,  falunita  y pagodita  son 
sustancias  que  ofrecen  caractéres  muy  análogos  á los  de  las 
anteriores,  por  cuya  razón  no  trazamos  su  descripción;  la 
primera  es  un  silicato  de  óxido  férrico  combinado  con  un 
silicato  ferroso;  la  pinita  es  un  silicato  de  alumina  unido  á 
otro  silicato  de  potasa  y de  hierro  y algo  de  agua;  la  falunita 
es  un  silicato  de  alumina  combinado  con  un  silicato  de  po- 
tasa, magnesia,  óxido  de  hierro  y 10  á 12  por  100  de  agua; 
por  último,  la  pagodita  se  halla  formada  de  un  silicato  de 
alumina,  mas  silicato  de  potasa  y 5 por  100  de  agua,  siendo 
notable  que  presentando  esta  última  especie  una  composi- 
ción química  tan  distinta  de  la  esteatita,  ofrezca,  sin  embar- 
go, caractéres  tan  semejantes  á los  de  este  mineral. 


Los  minerales  comprendidos  en  esta  familia  tienen  de 
común  los  caractéres  siguientes:  son  blandos  y por  medio  de 
la  insuflación  exhalan  olor  arcilloso  característico;  se  funden 
con  dificultad  al  soplete  y se  disuelven  algunos  en  los  áci- 
dos. En  realidad,  estos  minerales  carecen  de  importancia 
bajo  el  punto  de  vista  mineralógico,  pero  tienen  gran  interés 
en  la  geología  é industria.  Varios  mineralogistas,  y entre 
ellos  Leymerie,  dividen  esta  familia  en  tres  secciones: 
i.a  tierras  arcillosas;  2.a  tierras  de  pipas  (descrita  ya  con  la 
mominacion  de  magnesia);  3.a  tierras  verdes. 

PRIMERA  SECCION-TIERRAS  ARCILLOSAS  Ó 
ARCILLAS  PROPIAMENTE  DICHAS 

tos  de  alúmina  hidratados,  mezclados  comunmente 
- n carbonato  de  cal  y óxido  férrico  hidratado) 

ARAGTÉRES  GENERALES.  — Los  minerales  de 
esta  sección  tienen  estructura  mas  ó menos  terrosa;  su  color 
es  el  blanco  ó el  agrisado  cuando  están  puros;  muy  blandos, 
suaves  al  tacto,  se  adhieren  á la  lengua  y despiden  por  me- 
dio de  la  insuflación  un  olor  especial,  análogo  al  de  la  tierra 
mojada.  Adquieren  dureza  por  la  acción  del  fuego,  forman 
pasta  impermeable  con  el  agua,  y se  disuelven  en  el  ácido 
sulfúrico.  Su  composición  química  es  variable,  siendo  sus 
principios  mas  importantes  la  sílice,  alumina  y agua.  Se  di- 
viden las  arcillas  en  tres  grupos:  i.°  arcillas  esmécticas; 
2.0  plásticas;  3.0  mixtas,  á los  cuales  pueden  agregarse  las 
arcillas  refractarias  y el  kaolin. 

primer  grupo— Arcilla  esmhtica 

CARACTÉRES.— Esta  sustancia,  que  se  designa  además 
con  los  nombres  de  arcilla  de  batanero  y tierra  de  Segovia, 
se  presenta  térrea,  homogénea,  blanda,  de  color  claro,  suave 
al  tacto  y algún  tanto  crasa;  se  adhiere  á la  lengua,  y por 
medio  de  la  insuflación  desprende  olor  de  tierra  mojada; 
su  peso  específico  es  de  2,5.  Se  funde  al  soplete  en  esmalte 
rris  verdoso,  y se  disuelve  en  los  ácidos.  Contiene  casi  do- 
ble cantidad  de  agua  que  las  demás  arcillas. 

COMPOSICION  EN  PESO 

% 

Análisis  efectuado  por  Bergmann 

Sílice.  . 

Alúmina. 


Oxido  de  hierro 
Magnesia.  . . 


ioi,5° 


Yacimiento. — Se  encuentra  esencialmente  la  arcilla 
esmectica  en  los  terrenos  de  sedimento  secundarios  y tercia- 
rios, donde  alterna  con  capas  de  caliza  y otros  minerales. 
En  muchos  puntos  están  situadas  debajo  de  las  arenas  y 
areniscas,  impidiendo  de  esta  manera  la  filtración  de  las 
aguas  subterráneas.  En  España  tenemos  arcilla  esmécticaen 
Almería,  Granada,  Alcoy,  Manresa,  Almuradiel  (Ciudad 
Real ),  Carlitos  (Badajoz),  Segovia  y otros  puntos. 

Usos.  I eniendo  en  cuenta  la  propiedad  que  ofrece 
esta  arcilla  de  absorber  los  aceites  ó sustancias  grasas,  se 
emplea  para  quitar  las  manchas  de  la  ropa  y desengrasar  las 
telas. 


BALDOGEA 


I 2 X 


SEGUNDO  grupo  Arcilla  plástica,  arcilla  común  ó de  alfareros 

CARACTERES. — Esta  arcilla  tiene  estructura  térrea;  de 
color  blanco  amarillento  cuando  es  pura,  pero  comunmente 
ofrece  diferentes  coloraciones  debidas  á los  óxidos  de  hier- 
ro, de  manganeso,  etc.  Se  adhiere  con  bastante  intensidad  á 
la  lengua,  siendo  suave  al  tacto.  Se  funde  con  mucha  difi- 
cultad al  soplete  y forma  pasta  con  el  agua,  siendo  suscepti- 
ble de  adquirir  toda  clase  de  formas,  de  cuyo  carácter  toma 
el  nombre  de  arcilla  plástica  (plasto,  yo  formo). 


petana)  y Sierra  Morena,  y no  léjos  de  Menas  albas,  como 
queda  dicho. 

USOS.  Se  emplea  esta  sustancia  en  la  fabricación  de 
porcelana,  siendo  los  centros  mas  célebres  el  de  Limoges  y 
Se\res  (h rancia),  Meisen  (Sajonia)  y Liverpool  (Inglaterra). 

En  España  son  notables  la  fábrica  de  Pickman  en  Sevilla, 
Sargadelos  (Galicia),  Lusturia  (Bilbao),  Segovia,  etc.  La  tier- 
ra de  porcelana  de  Cabarrus  se  empleó  en  las  antiguas  fábri- 
cas de  la  Moncloa  y Retiro  de  Madrid. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice 

5L84 

Alumina 

26,10 

Oxido  de  hierro. . . . 

Ay  91 

Cal 

2,25 

Magnesia 

0,23 

Agua 

14,58 

99,91 

YACIMIENTO. — Se  hallan  las  arcillas  plásticas  en  todos 
los  terrenos  neptnnicos,  unas  veces  aisladas  y otras  alternan- 
do con  capas  de  caliza,  areniscas,  etc.;  abundan  esencial- 
mente en  los  terciarios  y secundarios.  En  España  abunda 
en  diferentes  localidades  de  las  provincias  de  Segovia,  Za- 
mora, Murcia,  Málaga,  Valencia,  Cáceres,  etc. 

USOS. — Se  emplea  en  la  construcción  de  tejas,  ladrillos, 
'asijas  de  alfarería,  alcarrazas,  mejoramiento  de  tierras  lige- 
ras, etc. 

TERCER  GRUPO— Arcillas  mixtas 

Están  formadas  por  la  mezcla  de  las  dos  arcillas  descritas 
anteriormente.  Comprenden  diferentes  variedades,  siendo 
las  mas  esenciales  las  siguientes!  i.a  greda;  2.a  margas; 
3-  légamos,  4-a  ocres.  La  greda  es  una  arcilla  mezclada  con 
arena,  óxido  de  hierro  y cal,  de  tacto  áspero,  permeable, 
adquiriendo  bastante  consistencia  por  medio  del  agua.  Las 
margas  no  son  mas  que  mezclas  de  carbonato  de  cal  y de 
arcilla,  cuya  descripción  se  hizo  al  hablar  de  la  sub  especie 
caliza.  El  légamo  está  formado  de  una  mezcla  de  arcilla,  ca- 
liza, arena  y materias  ferruginosas,  con  grande  cantidad  de 
agua.  Los  ocres  son  arcillas  mezcladas  con  óxidos  de  hierro, 
cuyo  estudio  y descripción  debe  hacerse  al  hablar  de  este 
metal. 


SILICATO  DE 


HE 


KAOLIN  Ó TIERRA  DE  PORCELANA- 

ALUMINA  HIDRATADO 

CARACTÉRES.  — El  kaolín,  que  como 
1l  casi  siempre  de  la  descomposición  de  las  rocas  pegmati- 
ta,  protogina,  y granitos  comunes,  presenta  los  caractéres 
siguientes:  color  blanco  sonrosado  ó amarillo;  blando  y que- 
bradizo, áspero  mas  bien  que  suave  al  tacto,  se  adhiere  algo 
á la  lengua  y los  labios,  se  deslie  en  el  agua  sin  formar 
parte  con  ella,  infusible  al  soplete,  y soluble  en  parte 
ácidos. 

.y^-^MlENTO. — El  kaolín  se  halla  en  los  terrenos  o 
mticos  y volcánicos,  relacionado,  como  se  ha  dicho,  con  la 
pegmatita,  protogina  y granitos.  El  célebre  kaolín  ó tierra  de 
porcelana  de  la  China  procede  de  la  montaña  de  Kaeo;  el 
rjtie  se  emplea  en  las  fábricas  de  Sevres  y Limoges  (Francia) 
se  explota  en  las  cercanías  del  mismo  Limoges.  En  España 
e tenemos  en  Galapagar  y Valdemorillo  (Madrid),  Burda 
( aheia),  Busturia  (Bilbao),  canal  de  Cabarrus  (Sierra  Car- 
Tomo  IX 


TERCERA  SECCION— TIERRAS  VERDES 

Los  minerales  de  este  grupo  tienen  analogías  con  los  de 
la  familia  talcoideas,  ofreciendo  todos  ellos  un  color  verde 
mas  ó menos  intenso;  se  funden  al  soplete  y se  disuelven  en 
los  ácidos;  se  componen  esencialmente  de  un  silicato  de 
hierro  hidratado,  alumina,  magnesia  y óxido  de  sodio.  Com- 
prende dos  especies  que  son:  Glauconia  y Baldogea  ó tierra 
de  Verona. 

GLAUCONIA — silicato  de  hierro  hidratado  con  un  6/„ 
de  alumina  y pequeñas  cantidades  de  potasa,  cal,  sosa  ó 
magnesia 

CARACTÉRES.  — La  glauconia  (de  glaucos,  verde  mar) 
se  presenta  generalmente  de  un  color  azulado  verdoso  con 
puntos  ó manchas  negras,  ó verdes  si  ofrece  una  coloración 
amarilla  ó blanquizca;  su  estructura  es  granuda,  arenácea  ó 
mas  ó menos  basta  y quebradiza,  estando  casi  siempre  mez- 
clada con  granos  de  sílice.  Algunos  mineralogistas  conside- 
ran á la  glauconia  como  una  clorita  mezclada  con  ciertas 
rocas,  que  toman  el  nombre  de  cloríticas:  tales  son  entre 
otras  la  arenisca  clorítica,  ó arenisca  verde,  la  creta  clorítica 
y la  caliza  clorítica,  rocas  que  se  encuentran  en  muchos  ho- 
rizontes del  terreno  cretáceo. 

BALDOGEA  Ó TIERRA  DE  VERONA — silicato  de 

HIERRO  HIDRATADO  CON  ALUMINA,  POTASA,  SOSA  Y MAG- 
NESIA 

Caractéres.  — La  tierra  de  Verona,  denominada 
también  talco  gráfico,  es  una  sustancia  terrosa,  blanda  y un- 
tuosa al  tacto : su  color  es  verde  claro  y verde  oscuro  por 
medio  de  la  porfirizacion ; fractura  térrea,  adquiriendo  cierto 
brillo  por  medio  de  la  raya;  su  peso  específico  está  repre- 
sentado por  2,9;  se  funde  al  soplete  en  un  vidrio  algo  am- 
polloso;  se  disuelve  con  dificultad  en  el  ácido  hidroclórico 
hirviendo. 


'i 


COMPOSICION  EN  PESO 


Smce.  ^ S-1 

f 1 ^ 

5 T»  25 

Alumina 

7,25 

Oxido  ferroso 

20,72 

Potasa. 

6,21 

Sosa 

2,00 

Magnesia. 

6,r6 

Agua.  ; 

6,50 

100,09 


YACIMIENTO. — La  tierra  de  Verona  se  halla  en  las 
cavidades  de  los  pórfidos  melafidos  de  Monte-Baldo  (Ve- 
rona), de  donde  ha  tomado  el  nombre  de  Baldogea:  se  en- 
cuentra también  en  New-Jersey  (Estados  Unidos),  Chipre  y 
en  algunos  puntos  de  Alemania. 

USOS. — Se  emplea  en  la  pintura. 

IÓ 


arcillas 


122 


APLICACIONES  GENERALES  É IMPORTAN- 
TES DE  LOS  SILICATOS 

VIDRIO  Y CRISTAL 

El  nombre  de  vidrio,  en  su  acepción  mas  lata,  se  da  á 
toda  materia  dura,  frágil,  trasparente  ó semi  trasparente,  do- 
tada de  una  fractura  especial,  que  recibe  el  nombre  de  \ 1- 
trea.  No  obstante,  se  denomina  mas  especialmente  vidrio  a 
los  silicatos  dobles  que  producen,  mediante  la  fusión,  una 
materia  diáfana,  amorfa,  inalterable  y susceptible  de  adquirir 
en  caliente  y por  la  insuflación  toda  clase  de  formas. 

Los  vidrios,  por  lo  general,  están  constituidos  de  silicatos 
dobles  de  potasa,  sosa  ó cal.  En  algunos  casos,  como  v.  gr., 
en  los  vidrios  de  botella,  los  silicatos  de  base  alcalina  son 
sustituidos  en  parte  por  silicatos  de  base  metálica  fusible.  Si 
el  óxido  de  calcio  es  reemplazado  por  el  óxido  de  plomo, 

resulta  la  sustancia  llamada  cristal. 

Los  vidrios  incoloros  de  que  generalmente  se  componen 
las  vidrieras,  vasos,  copas  comunes,  etc.,  están  formados  de 
silicatos  de  potasa,  sosa  ó cal.  Los  magníficos  vidrios  de  base 
de  potasa  y de  cal  proceden  de  Bohemia.  La  sílice  que  em- 
plean en  esta  localidad  para  fabricar  el  vidrio,  es  el  cuarzo 
hialino  que  se  halla  en  cantos  rodados  en  los  campos  y en 
las  vertientes  ó cañadas. 

La  potasa  y la  cal  proceden  de  carbonatos  puros  ó casi 
puros,  los  cuales,  sin  embargo,  contienen  una  corta  cantidad 
de  óxido  ferroso  que  comunica  al  vidrio  una  tinta  verdosa 
bastante  intensa.  Para  destruir  esta  coloración  se  agrega  á la 
mezcla  un  poco  de  bióxido  de  manganeso  ó manganesa  del 
comercio;  en  este  caso,  y en  virtud  de  reacciones  químicas, 
cuya  explicación  no  es  de  este  lugar  (i),  el  oxido  ferroso, 
que  da  una  tinta  verdosa  intensa,  se  trasforma  en  sesqui- 
óxido,  resultando  una  tinta  amarilla  muy  débil.  Pero  conviene 
tener  presente  que  debe  agregarse  el  bióxido  de  manganeso 
en  las  proporciones  exactamente  precisas,  porque  si  se  pone 
este  óxido  en  exceso,  el  vidrio  adquiere  un  matiz  violado. 
Atendiendo  á este  uso,  es  por  lo  que  el  sesquióxido  de  man- 
ganeso ha  recibido  el  nombre  de  «jabón  de  vidrieros.?» 

Para  fabricar  el  vidrio  de  botellas  se  usan  sustancias  de 
poco  precio,  siendo  preferidas  las  arenas  cargadas  de  arcillas 
ferruginosas  ó de  ocre,  supuesto  que  el  óxido  de  hierro  que 
llevan  en  el  estado  de  mezcla  proporciona  una  mas  fácil  fu- 
sión del  vidrio.  Este  vidrio  ofrece,  por  lo  común,  color  verde 
debido  al  óxido  ferroso ; en  algunos  casos  presenta  una  tinta 
pardo-amarillenta  producida  por  los  sesquióxidos  de  manga- 
neso y de  hierro. 

El  uso  de  este  cuerpo  para  vidrieras  no  data  mas  que 
desde  el  siglo  tercero  de  nuestra  era.  A fines  del  siglo  vi  se 
usaron  por  primera  vez  en  Francia,  en  las  catedrales  de 
Tours  y Brionde,  y en  627  en  la  iglesia  de  Santa  Sofía  en 
Constantinopla.  El  poeta  Fortunato,  que  vivió  á principios 
del  siglo  viii,  celebró  los  vidrios  de  la  Catedral  de  París.  En 
este  mismo  siglo  los  ingleses  buscaron  vidrieras  en  Francia 
para  adornar  las  catedrales  de  Cantorbery  y York.  En  el 
siglo  xii  se  adornó  la  iglesia  de  San  Dionisio  de  París  con 
magníficos  vidrios  y engastados  ó sujetos  por  el  plomo.  En 
el  xiv,  la  generalidad  de  las  casas  particulares  carecían  de 
vidrieras,  y solo  recibían  la  luz  exterior  mediante  aberturas 
ó ventanas,  donde  colocaban  lienzos,  papel  ú otras  sustan- 
cias mas  ó menos  trasparentes  ó traslúcidas. 

VIDRIADO 

Dáse  el  nombre  de  «vidriado»  á todos  los  objetos  cons- 


(1)  Véase  algún  tratado  de  Química  general  é industrial. 


truidos  con  sustancias  arcillosas  y que  adquieren  por  medio 
de  la  cocción  cierto  grado  de  consistencia.  El  arte  de  cons- 
truir el  vidriado  se  ha  denominado  «arte  cerámica,»  y las 
pastas  terrosas  que  se  destinan  á su  elaboración,  «pastas  ce- 
rámicas.» La  cerámica,  ó arte  de  fabricar  vasijas  de  barro, 
se  conoce  desde  la  mas  remota  antigüedad.  Hace  mas  de 
dos  mil  doscientos  años,  el  célebre  Platón  decia  que  la 
construcción  de  estas  vasijas  debía  haber  sido  una  de  las 
primeras  industrias  humanas;  en  efecto,  existen  materias  ) 
objetos  cerámicos  mas  antiguos  que  las  monedas  y otros 
productos  metálicos.  Estos  últimos,  con  el  trascurso  del 
tiempo,  se  oxidan,  se  funden  o destruyen,  mientras  que  los 
cerámicos  resisten  la  acción  de  los  agentes  atmosféricos  ) 
aun  la  misma  del  hombre. 

Los  objetos  cerámicos  construidos  por  los  pueblos  anti- 
guos eran  muy  groseros.  Se  limitaban  á amasar  las  arcillas 
con  las  manos  y después  las  cocían  y desecaban,  primero  al 
sol  y después  valiéndose  de  carbones  encendidos;  tales  eran 
los  vasos  que  proceden  de  períodos  antehistóricos,  y hasta 
los  mismos  etruscos,  que  no  servían  en  modo  alguno  para  la 
conservación  de  las  sustancias  ni  preparación  de  los  alimen- 
tos ó viandas.  A principios  del  siglo  xv,  se  emplearon  barni- 
ces con  el  objeto  de  hacer  las  vasijas  impermeables;  esta  in- 
dustria adquirió  un  gran  desarrollo  en  143o»  desde  cuya  épo- 
ca datan  el  célebre  vidriado  ó platos  blancos  comunes  de 
Faenza.  Posteriormente  olvidáronse  los  procedimientos  em- 
pleados en  la  referida  época,  habiendo  sido  resucitados  mas 
tarde  en  Italia,  y después  en  Francia  por  Bernardo  de 
Palissy.  Este  célebre,  cuanto  modesto  y paciente  sabio,  ob- 
tuvo en  1530»  y *d  cabo  de  ensayos  tan  difíciles  como  costo- 
sos, materias  cerámicas  que  tenían  todas  las  buenas  cualida- 
des de  las  que  se  empleaban  en  Italia. 

PORCELANA 

La  porcelana,  llamada  asi  porque  presenta  una  superficie 
lisa  y pulimentada,  análoga  á la  que  ofrecen  ciertas  especies 
de  conchas  del  género  Vénus  (denominado  en  latín porcclla\ 
es  una  loza  fina,  de  pasta  granosa,  que  no  se  deja  rayar  por 
el  acero,  traslúcida  y susceptible  de  adquirir  una  cubierta  ó 
barniz  brillante  y duro.  Se  distinguen  dos  clases:  i.a  porce- 
lana dura;  2.a  porcelana  blanda. 

La  porcelana  dura  tiene  por  base  el  kaolín,  que  se  sustitu- 
ye algunas  veces  por  el  feldespato  mas  o menos  puro,  o por 
una  mezcla  de  creta,  arena  y feldespato.  Para  fabricar  esta 
clase  de  porcelana  se  reducen  las  materias  indicadas  á una 
pasta  homogénea  que  se  bate,  y se  la  deja  en  maceracion 
por  cierto  tiempo;  después  se  forman  las  vasijas  ó piezas  á 
torno  ó por  medio  de  moldes  á proposito;  los  adornos  se 
les  moldea  por  separado  y se  unen  á las  vasijas  mediante 
una  pasta  desleída  en  agua,  que  recibe  el  nombre  de  bardo- 
tina.  Concluidas  y desecadas  las  piezas,  se  las  expone  á la 
primera  cocción  para  obtener  el  bizcocho.  Por  lo  común,  se 
cubre  este  en  seguida  con  barniz,  del  cual  forma  la  base  el 
feldespato.  Hecho  esto,  se  las  sujeta  por  espacio  de  30  á 39 
horas  á una  segunda  y última  cocción.  El  menor  descuido 
en  estas  operaciones  puede  originar  defectos  ó accidentes 
mas  ó menos  considerables.  Estas  precauciones  nos  explican 
el  precio  elevado  y la  estimación  que  tienen  las  magníficas 
y bellas  porcelanas  que  todo  el  mundo  conoce. 

Las  porcelanas  suelen  llevar  colores  unidos  ó combinados 
con  la  materia  que  las  constituye,  dibujos,  adornos,  pinturas 
variadas  y caprichosas,  etc.  Se  aplican  los  colores  ya  sea  so- 
bre la  misma  pasta,  ya  sobre  la  cubierta,  fundiendo  estas 
y las  materias  tintóreas  á igual  temperatura,  ó bien  some- 
tiendo los  fundentes  y óxidos  metálicos  á un  calor  mas  mo- 
derado. 


I 


LOZA 


I23 


La  porcelana  blanda  difiere  de  la  anterior,  en  que  su  pasta 
contiene  mas  cantidad  de  feldespato,  siendo  por  consecuen- 
cia mas  fusible,  y que  en  el  esmalte  entra  óxido  de  plomo. 
La  porcelana  de  Inglaterra  contiene  fosfato  de  cal  y de  ba- 
rita. La  antigua  de  Sevres  se  componia  esencialmente  de 
una  marga  caliza,  teniendo  como  fundente  una  sustancia 
constituida  por  una  mezcla  de  arena,  sosa  y nitro;  se  conoce 
desde  luego  por  lo  grueso  de  su  cubierta  y por  un  tinte  algo 
amarillento.  Esta  porcelana  ofrece  el  inconveniente  de  que 
no  puede  someterse  á la  acción  del  fuego  y de  que  se  araña 
con  suma  facilidad. 

Las  porcelanas  que  proceden  de  China  son  duras,  y se  las 
reconoce  inmediatamente  por  su  tinte  azulado  y por  la  na- 
turaleza de  sus  adornos  y dibujos;  las  del  Japón  suelen  estar 
cubiertas  de  un  esmalte  negro  brillante. 

La  fabricación  de  la  porcelana  dura  existe  en  Oriente 
desde  la  antigüedad,  supuesto  que  los  chinos  y japoneses, 
2000  años  por  lo  menos,  antes  de  la  era  cristiana,  se  dedi- 
caban á esta  industria.  En  Europa  no  fué  conocida  hasta 
principios  del  siglo  diez  y ocho,  fabricándose  en  Sajonia, 
donde  únicamente  sabian  los  procedimientos  y las  materias 
necesarias  y adecuadas;  pero  muy  pronto  las  naciones  trata- 
ron de  imitar  al  pueblo  sajón,  tomando  origen  en  1727  la 
fabricación  de  la  porcelana  blanda.  Construida  primero  en 
Vincennes,  se  establecieron  inmediatamente  fábricas  en  Se- 
vres, descubriendo  en  1774  materias  idénticas  á las  que  em- 
pleaban los  chinos ; estas  sustancias  proceden  de  Saint- 
Yrieix  en  las  cercanías  de  Limoges,  no  siendo  mas  que  el 
kaolín  que  procede  de  la  descomposición  de  ciertas  rocas 
graníticas  y especialmente  de  las  llamadas  pegmatitas.  Son 
notables  además  las  fábricas  de  porcelana  de  Liverpool,  de 
donde  proceden  las  magníficas  y bellas  piezas  conocidas  con 
el  nombre  de  Minton  ( fabricante),  la  de  Gien,  departamento 
del  Loira  (Francia),  y la  de  Meisen  (Sajonia). 

LOZA — VIDRIADO  COMUN,  LADRILLOS,  TEJAS 

En  realidad,  todas  las  vasijas  de  barro  ó de  porcelana 
contienen  como  elemento  esencial  la  arcilla,  esto  es,  silicato 
de  alumina  hidratado,  encontrándose  además  en  las  prime- 
ras materias  cierta  cantidad  de  cal,  magnesia,  potasio,  óxi- 
dos de  hierro,  etc.  En  algunos  casos  se  agrega  á las  sustan- 
cias indicadas,  una  corta  proporción  de  fosfato  de  cal,  sobre 
todo  en  la  porcelana  blanca. 

En  todas  las  vasijas  construidas  con  arcilla  existen  dos 
partes  distintas:  i.a  la  pasta:  2.a  el  esmalte,  vidriado  ó barniz. 
La  pasta  debe  estar  constituida  por  arcillas  que  sean  suscep- 
tibles de  adquirir  plasticidad,  es  decir,  que  formen  con  el 
agua  pasta  mas  ó menos  blanda,  y por  consecuencia,  que 
pueda  extenderse  en  todos  sentidos.  Luego  que  á esta  pasta 
se  le  ha  dado  la  forma  que  se  quiere,  se  deseca  primero  al 
aire  libre  y después  á una  temperatura  mas  ó menos  elevada; 
mediante  la  acción  de  esta,  la  arcilla  se  contrae  y adquiere 
cierta  dureza,  pero  no  forma  pasta  con  el  agua  ni  tampoco 
se  contrae  por  la  acción  del  calor.  Las  arcillas  que  se  desti- 
nan para  la  fabricación  de  las  diversas  vasijas,  son  las  llama- 
das plásticas,  figulinas,  kaolinas  y aun  margas. 

Todas  las  vasijas  construidas  con  las  citadas  arcillas,  menos 
la  porcelana  obtenida  con  el  kaolín,  necesitan  para  ser  im- 
permeables á los  líquidos,  cubrirlas  de  un  barniz  vidriado  ó 
esmalte.  Se  comprende  desde  luego  que  los  barnices  tendrán 
que  ser  distintos  según  sean  también  diferentes  las  vasijas  á 
que  se  han  de  aplicar;  es  preciso  además  que  se  fundan  con 
mas  facilidad  que  la  pasta  de  la  vasija,  y que  vitrifiquen  á 
una  temperatura,  á la  cual  la  pasta  no  se  reblandezca;  los 
barnices  son  unas  veces  trasparentes,  otras  opacos  y al  pro- 


pio tiempo  muy  variados,  pudiendo  citar  entre  otros  el  sili- 
cato de  sosa  y de  plomo  y la  sal  marina  en  corta  cantidad. 

Loza. — Las  arcillas  que  se  emplean  para  la  fabricación 
de  loza  no  son  tan  puras  como  las  de  la  porcelana.  Si  no 
contienen  óxidos  de  hierro  ó de  manganeso,  la  pasta  es 
blanca  después  de  cocida;  pero  comunmente  llevan  cantida- 
des mas  ó menos  considerables  de  los  citados  óxidos,  adqui- 
riendo, en  consecuencia,  por  la  cocción,  un  color  pardo  ó 
mas  ó menos  rojizo.  La  loza  de  pasta  blanca  recibe  un  vi- 
driado incoloro  y trasparente,  mientras  que  se  da  opaco  á la 
coloreada.  El  barniz  se  somete  á dos  fuegos  distintos;  el  pri- 
mero á temperatura  bastante  fuerte,  aunque  nunca  tan  eleva- 
da como  la  que  experimenta  la  porcelana  dura.  La  pasta, 
después  de  esta  primera  cocción,  aparece  algún  tanto  porosa; 
en  este  caso  recibe  un  baño,  por  inmersión,  el  cual  se  funde 
con  facilidad,  y se  someten  las  vasijas  á un  segundo  fuego, 
por  lo  general  menos  intenso  que  el  primero.  El  vidriado  ó 
barniz  que  se  da  á la  loza  fina  es  un  vidrio  de  base  alcalina 
y óxido  de  plomo,  aumentando  la  cantidad  de  este  último 
siempre  que  se  quiere  obtener  un  barniz  fácilmente  fusible 
y disminuir  al  propio  tiempo  el  combustible.  Sin  embargo, 
estos  barnices  ofrecen  el  inconveniente  de  que  se  rayan  con 
facilidad  por  medio  del  cuchillo  ú otro  instrumento  cortante, 
y de  que  son  bastante  blandos;  por  otra  parte  se  alteran 
mediante  los  ácidos  d otros  cuerpos,  especialmente  en  los 
sitios  rayados,  teniendo  al  propio  tiempo  la  propiedad  de 
ennegrecerse  al  contacto  de  las  sustancias  orgánicas  que 
desprenden  hidrógeno  sulfurado.  La  loza,  por  fina  y buena 
que  sea,  resiste  menos  la  acción  del  calor  que  la  porcelana. 
El  vidriado  se  resquebraja  mas  pronto,  especialmente  si  se 
someten  las  vasijas  á cambios  bruscos  de  temperatura.  Una 
de  las  lozas  mas  estimadas  es  la  que  procede  de  diferentes 
fábricas  establecidas  en  Inglaterra. 

Vidriado  COMUN. — Los  tiestos  ó macetas  de  flores 
y otras  vasijas  análogas  se  construyen  generalmente  con  ar- 
cillas ferruginosas,  mezcladas  con  cantidades  mas  ó menos 
considerables  de  sílice.  Estas  arcillas  se  usan  desde  luego 
tal  como  se  extraen  del  terreno,  teniendo  cuidado,  no  obs- 
tante, de  eliminar  las  chinas,  cantos  ó fragmentos  que  no 
sean  susceptibles  de  triturarse  fácilmente;  inmediatamente 
se  las  amasa  y bate  perfectamente,  y después  se  las  intro- 
duce en  fosos  á propósito,  con  el  objeto  de  que  adquieran 
mayor  plasticidad.  La  forma  de  estas  vasijas  se  obtiene  por 
medio  de  los  llamados  tornos  de  alfarero;  se  las  pone  al  aire 
á fin  de  que  se  sequen,  y luego  se  someten  á una  tempe- 
ratura poco  elevada,  sin  cubrirlas  con  barniz  alguno. 

El  vidriado,  ó las  vasijas  que  sirven  para  cocer  los  ali- 
mentos, se  fabrica  con  arcillas  también  muy  impuras,  á las 
cuales  se  añade  cierta  proporción  de  margas  calizas  y de 
arena;  estos  utensilios  reciben  un  barniz,  compuesto  casi 
siempre  de  una  mezcla  de  6 á 7 partes  de  óxido  de  plomo 
(litargirio)  y 4 ó 5 de  arcilla.  Se  aplica  este  baño  álas  vasijas, 
después  de  haberlas  secado  al  aire;  pero  este  baño  se  efec- 
túa, no  por  inmersión,  sino  por  medio  del  riego  ó rociando 
los  objetos.  En  algunos  países  cálidos,  tales  como  España, 
Portugal,  América  meridional,  etc.,  construyen  vasijas  de 
barro  muy  porosas  y ligeras,  valiéndose  para  ello  de  arcilla 
mezclada  con  grande  cantidad  de  arena,  ó bien  de  la  misma 
arcilla  cocida,  á las  cuales  suelen  agregar  una  corta  propor- 
ción de  sal  común.  Los  celebrados  búcaros  de  la  América  y 
del  Alentejo  (Portugal),  las  jarras  de  Murcia  y Alicante,  y las 
famosas  alcarrazas  de  Andújar  (Jaén),  son  vasos,  que,  como 
todo' el  mundo  sabe,  conservan  el  agua  muy  fresca  durante 
el  verano. 

Ladrillos  comunes  y tejas.— Los  ladrillos 
ordinarios  se  fabrican  con  arcillas  impuras  que  se  someten 


METALES 


124 

á temperaturas  diversas,  según  sea  la  composición  de  estas 
sustancias  y los  países;  así,  por  ejemplo,  en  algunos  pueblos 
meridionales  de  nuestra  península  se  limitan  á secar  los  la- 
drillos y las  tejas  al  sol,  pero  tienen  el  inconveniente  de  ser 
muy  quebradizos  y de  que  no  pueden  destinarse  á las  cons- 
trucciones que  requieran  solidez.  Por  lo  común,  se  cuecen  y 
en  algunos  casos  se  aumenta  la  temperatura  lo  suficiente  para 
que  las  piezas  sufran  un  principio  de  tusionen  su  parte  exte- 
rior. Los  ladrillos  y tejas  que  se  han  sometido  á la  cocción 
suelen  ofrecer  un  color  rojo,  llamado  rojo  d¿  lodullo,  debido  a 
los  óxidos  de  hierro  que  acompañan  las  sustancias  arcillosas. 


La  arcilla  que  se  emplea  para  la  formación  de  ladrillos  ó 
de  tejas,  luego  que  se  ha  extraido  del  terreno,  se  la  deja 
abandonada  por  cierto  tiempo  en  fosos  á proposito,  y des- 
pués se  amasa  pisándola  con  los  pies;  las  piezas  se  constru- 
yen á mano  por  medio  de  cajas  rectangulares  ó de  formas 
adecuadas  según  aquellas;  también  se  forman  por  medio  de 
máquinas,  que  las  fabrican  en  gran  número.  Se  exponen 
inmediatamente  al  aire  con  el  objeto  de  secarlas,  y luego  se 
cuecen  en  hornos  con  un  combustible  de  poco  precio,  tal 
como  la  retama,  ramas  de  encina,  de  roble,  etc.,  y á veces 
con  estiércol  y paja. 


TERCERA- 


¡RES. — Comprende  esta  clase  sustancias  sóli- 
das, excepto  el  mercurio  ó azogue,  de  aspecto  ó lustre  me- 
tálico ó que  pueden  adquirirle  por  medio  de  la  frotación, 
pulimento,  etc.,  siendo  su  peso  especifico,  por  lo  general, 
superior  á 4 enteros.  La  mayor  parte  de  las  especies  forma- 
das de  dos  ó mas  elementos  se  reducen,  mediante  el  calor, 
al  estado  metálico.  Están  constituidas  por  los  metales  pro- 
piamente dichos,  ya  se  hallen  nativos,  ya  aleados  entre  sí,  ó 
por  combinaciones  binarias  que  resultan  de  la  unión  de  un 
metal  con  un  elemento  metaloide,  y,  finalmente,  por  combi- 
naciones ternarias,  cuaternarias,  etc.,  formadas  por  un  oxá-  , . T 

cido  (ácido  sulfúrico,  nítrico,  carbónico,  etc.)  y un  óxido  IRIDIO  NATIVO-cuerpo  SIMPLE-Formula  química  Ir 


ha  sido  confirmada  por  G.  Rose,  por  lo  que  se  cree  que  el 
paladio  es  un  nuevo  ejemplo  de  dimorfismo. 

USOS.— Se  emplea  el  paladio,  aleado  con  el  oro,  para 
fabricar  escalas  de  precisión  en  los  instrumentos  astronómi- 
cos. Este  metal  forma  la  parte  graduada  del  célebre  círculo 
mural  del  observatorio  de  Greenwich  y la  de  uno  de  los 
grandes  círculos  del  observatorio  de  París.  Aleado  con  la 
plata  le  usan  los  dentistas  para  orificar. 

GÉNERO— IRIDIO 


metálico,  ó por  la  unión  de  un  metaloide  con  diferentes  me- 
tales. En  esta  clase,  como  dejamos  consignado  en  los  prin- 
cipios taxonómicos,  es  muy  difícil  la  formación  de  familias  o 
tribus,  por  lo  que  solo  aceptamos  el  grupo  genérico,  como 
intermedio  entre  la  clase  y las  especies.  Los  géneros  son 
tantos  como  metales  se  conocen  en  la  actualidad. 


Caracteres. — Este  metal,  descubierto  en  1803  por 
Smithson-Fennant,  nunca  se  encuentra  puro,  sino  aleado 
con  el  osmio  ó con  el  platino;  en  el  primer  caso  constituye 
la  iridosmina;  en  el  segundo,  el  iridio  platinífero,  compuesto 
de  77  partes  de  iridio  y 19  de  platino;  este  mineral  cristaliza 
en  cubos  ó cubo-octaedros,  pero  comunmente  se  presenta 
en  granos  redondos,  de  un  blanco  de  plata  y de  lustre  metá- 
lico; raya  al  feldespato  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  siendo 
su  peso  específico  superior  al  del  mismo  platino,  supuesto 
que  llega  á ser  de  22  á 23,5  mas  pesado  que  el  agua;  infu- 
sible al  soplete,  y en  su  estado  natural,  ó sea  aleado  con  el 
platino,  se  disuelve  en  el  agua  regia,  ofreciendo  la  disolución 
colores  amarillos,  verdes,  azules,  rojos,  etc.;  en  una  palabra, 
las  coloraciones  del  arco  iris,  de  donde  toma  el  nombre  de 
iridio. 

YACIMIENTO. — Este  metal  se  halla  en  los  mismos 
terrenos  que  el  platino;  se  encuentra  en  Nischne-Fagilisk 
(Montes  Urales)  y en  el  país  de  Ava  (India  oriental). 

GÉ  N E R O— PLATINO. 

PLATINO  NATIVO— cuerpo  simple— Fórmula 

química  Pt 

Metal  descubierto  en  Nueva  Granada  en  1735  por  elcéle- 


GÉNERO— PALADIO 

PALADIO  NATIVO — cuerpo  simple— Fórmula 

química  Pd 

CARACTÉRES. — Este  metal,  descubierto  por  Wollaston 
en  1803,  tiene  color  gris  de  acero  claro  ó blanco  de  plata, 
lustre  metálico  é inalterable  á la  acción  del  aire;  raya  al 
espato  flúor  y se  deja  rayar  por  la  fosforita;  es  dúctil  y malea- 
ble, adquiriendo  por  el  pulimento  un  brillo  bastante  intenso; 
su  peso  específico  está  representado  por  11,8  á 12.  El  pala- 
dio  es  infusible  al  soplete,  pero  lo  efectúa  si  se  le  mezcla  con 
azufre:  se  disuelve  con  lentitud  en  el  ácido  nítrico,  presen- 
tando la  disolución  un  color  rojo  oscuro,  cuya  disolución 
produce  un  precipitado  verde  de  aceituna  si  se  la  trata  por 
el  ferro-cianuro  potásico. 

YACIMIENTO. — El  paladio  fué  encontrado  por  Wollas- 
ton en  las  arenas  platiníferas  del  Choco  (Colombia);  poco 

tiempo  después  le  halló  Breithaupt  en  las  mismas  arenas  en  . 

Siberia  (Montes  Urales);  la  mayor  parte  del  paladio  que  se  bre  español  Antonio  de  Ulloa;  los  ingleses  y el  mismo  Ulloa, 
consume  en  la  actualidad  procede  de  las  arenas  platiníferas  le  introdujeron  en  Europa  el  año  de  1741. 
del  Brasil,  en  cuyo  punto  existe  este  metal  en  pajitas  ó granos  | CARACTÉRES. — El  platino  ó platina,  diminutivo  de  la 
formados  de  fibras  divergentes:  según  la  opinión  de  Haidin-  palabra  española  plata,  es  un  metal  de  color  gris  de  acero  ó 
ger  se  hallan  entre  estos  granos,  pequeños  cristales  octaédri-  de  hierro,  de  lustre  metálico  intenso  por  medio  del  pulimento; 
eos  que  derivan  del  sistema  cúbico;  no  obstante,  Zincken  mas  duro  que  el  cobre  y menos  que  el  hierro,  dúctil  y ma- 
dice  haber  encontrado  en  Filkerode  (Harz),  paladio  en  for-  leable  en  alto  grado,  pero  poco  dilatable;  muy  tenaz,  per- 
ma  de  pequeñas  tablas  exagonales,  brillantes  y fácilmente  diendo  algún  tanto  esta  particularidad  cuando  va  unido  á 
exfoliables  en  sentido  paralelo  á sus  bases;  esta  observación  una  corta  cantidad  de  hierro;  su  peso  específico  en  estado 


ORO 


125 


nativo  viene  á ser  de  17  á 19;  y cuando  está  puro  y forja- 
do  21,5;  inalterable  al  soplete  ordinario  y á las  temperaturas 
mas  elevadas  que  pueden  producirse  en  los  hornos  de  fun- 
dición; pero  se  funde  al  soplete  de  gas  oxígeno  é hidrógeno; 
inalterable  también  al  aire  é insoluble  en  los  ácidos,  excepto 
en  el  agua  regia  (ácido  cloro-nítrico),  cuya  disolución  pro- 
duce un  precipitado  amarillo  de  canario  por  medio  del  car- 
bonato potásico. 

VARIEDADES. — La  manera  mas  general  de  presentarse 
el  platino  es  en  granos  llamados  pepitas;  cuando  ofrecen 
cierto  tamaño  estos  granos  son  redondeados,  de  superficie 
rugosa  y cavernosa,  en  cuyas  cavidades  se  notan  algunas 
veces  indicios  de  pequeños  cubos  ó de  octaedros  regulares,  j 
Existen  además  las  variedades  escamosa  y arenácea.  Algunos 
mineralogistas,  teniendo  en  cuenta  los  metales  que  van  uni- 
dos al  platino,  aceptan  las  cuatro  variedades  siguientes: 
i.a  Platino  ferrífero,  de  color  gris  oscuro  y de  una  densidad 
representada  próximamente  por  1 7 enteros ; contiene  en  al- 
gunos ejemplares  hasta  un  12  ó un  13  por  ciento  de  hierro, 
y en  otros  nada  mas  que  un  5.2  a Platino  polixeno  de  Haus- 
mann,  llamado  así  porque  está  aleado  con  varios  metales 
raros,  tales  como  el  rodio,  paladio,  osmio,  iridio  y rutenio; 
esta  variedad  se  halla  con  frecuencia  en  Colombia  y en  los 
Montes  Urales.  3.a  Platino  aurífero,  consta  de  platino  casi 
puro,  supuesto  que  la  cantidad  de  oro  es  muy  pequeña. 
4a  Platino  iridifero,  variedad  descrita  en  el  metal  iridio. 

YACIMIENTO. — Se  halla  el  platino  en  granos  ó pepitas 
en  los  terrenos  de  aluvión  antiguos,  ó sea  en  los  mismos  que 
el  oro,  diamante  y otras  piedras  preciosas.  Sin  embargo, 
Boussingault  dice  haberle  visto  en  un  filón  aurífero  de  Co- 
lombia, y Leplay  á su  vez  lo  encontró  en  granos  ó pepitas 
en  una  roca  serpentínica  de  los  Montes  Urales.  Existe  este 
metal,  como  se  ha  indicado,  en  Chocó  (Colombia  ó Nueva 
Granada),  Minas-Geraes  y Matto-Groso  (Brasil),  Haití  (Santo 
Domingo),  isla  de  Borneo  y en  la  provincia  de  Ava  (Imperio 
de  Birman).  En  1825,  se  descubrió  en  la  vertiente  oriental 
de  los  Montes  Urales  y poco  después  en  la  occidental.  En 
España,  según  Maestre,  se  encuentra  en  la  parte  occidental 
de  la  provincia  de  Asturias,  diseminado,  y unido  á la  pirita 
de  hierro,  en  una  pizarra  silúrica. 

Extracción  del  platino. — Si  las  arenas  plati- 
níferas contienen  oro,  se  separa  primero  este  metal  por  amal- 
gamación; después  se  introduce  el  mineral  restante,  deno- 
minado «mena  de  platino»  (compuesta  de  este  metal,  de 
iridio,  rodio,  osmio,  paladio  y rutenio),  en  matraces  de  vidrio 
y se  le  trata  por  el  ácido  nítrico,  con  el  objeto  de  separar  el 
paladio,  si  es  que  existe ; el  residuo  se  somete  á la  acción  del 
agua  regia  que  lleve  un  exceso  de  ácido  hidroclórico;  pero 
debe  agregarse  un  poco  de  agua  con  el  objeto  de  que  se  di- 
suelva la  menor  cantidad  posible  de  iridio ; se  renueva  el 
agua  régia  hasta  obtener  la  total  disolución  del  platino.  Esta 
disolución  se  trata  por  el  cloruro  amónico  que  da  un  preci- 
pitado amarillo  (cloruro  doble  de  platino  y amoniaco);  cal- 
cinando este  precipitado  hasta  el  rojo,  se  obtiene  una  masa 
gris  y esponjosa  del  metal,  denominada  esponja  ó musgo  de 
platino. 

USOS. — El  platino  es  uno  de  los  metales  mas  preciosos 
é importantes  por  razón  de  su  infusibilidad,  así  como  por  ser 
insoluble  en  los  ácidos  é inalterable  á la  acción  del  aire.  Se 
destina  para  la  construcción  de  retortas,  crisoles,  alambiques, 
cápsulas,  pinzas,  cucharillas,  puntas  de  soplete  y para-rayos. 
En  Rusia  lo  emplearon  al  principio  de  su  descubrimiento  en 
la  fabricación  de  moneda,  de  un  valor  intermedio  entre  la 
plata  y el  oro;  aleado  con  el  cobre  sirve  para  la  construcción 
de  espejos  telescópicos;  por  último,  se  le  destina  para  dar 
brillo  y color  argentino  á la  porcelana. 


GÉNERO— RODIO 

RODIO— cuerpo  simple — Fórmula  química  Ro 

CARACTÉRES. — Este  metal  no  existe  puro  en  la  natu- 
raleza, hallándose  aleado,  aunque  en  corta  cantidad,  con  el 
oro  y con  los  minerales  de  platino.  Cuando  se  obtiene  el  rodio 
puro,  presenta  un  color  gris  parecido  al  del  platino,  siendo 
mas  difícil  de  soldar  y de  fundir  que  este  cuerpo;  su  densi- 
dad relativa  está  representada  por  10,6.  El  rodio  no  se  oxida 
en  contacto  del  aire  á la  temperatura  ordinaria,  pero  si  está 
muy  dividido,  se  une  fácilmente  con  el  oxígeno  mediante  el 
calor  rojo;  cuando  puro  es  insoluble  en  todos  los  ácidos,  in- 
cluso en  el  agua  régia,  pero  se  disuelve  en  este  último  líqui- 
do, si  se  halla  aleado  con  el  platino  ú otras  sustancias  metá- 
licas ; la  potasa  y el  nitrato  potásico,  á la  acción  del  calor 
rojo,  le  convierten  en  sesquióxido;  el  bisulfato  potásico  le 
ataca  á igual  temperatura,  dando  origen  á un  doble  sulfato 
de  sesquióxido  de  rodio  y de  óxido  potásico;  las  disoluciones 
salinas  de  este  metal  ofrecen  un  color  sonrosado,  de  donde 
toma  el  nombre  de  rodio  (de  rodon , rosa)  que  le  dió  Wollas- 
ton  en  1804. 

YACIMIENTO.  — El  rodio  existe  aleado  con  el  oro  en 
las  arenas  platiníferas  de  Chocó  y Barbacoal  (Colombia). 
Las  minas  de  platino  de  las  citadas  localidades  contienen 
un  3 por  ciento  de  este  metal.  D.  Andrés  del  Rio  dice  que 
existe  también  en  ciertos  sitios  de  México,  presentando 
los  ejemplares  de  34  á 43  por  ciento  de  rodio,  y una  densi- 
dad relativa  de  16  enteros,  mientras  que  el  metal,  cuando  está 
puro,  no  llega  á pesar  mas  que  10,6. 

GÉNERO— ORO 

ORO  NATIVO— cuerpo  simple — Fórmula  química  Au 

El  oro  se  conoce  desde  la  mas  remota  antigüedad ; se  cree 
que  el  nombre  que  lleva  procede  de  la  palabra  egipcia  O rus, 
con  la  que  los  naturales  de  esta  nación  designaban  al  dios 
Apolo. 

CARACTÉRES. — El  oro  ofrece  un  color  amarillo  parti- 
cular, lustre  metálico  poco  intenso,  especialmente  en  los  bor- 
des; la  fractura  es  ganchuda  y como  desgarrada ; raya  al  yeso 
y se  raya  por  la  caliza,  siendo  por  consecuencia  uno  de  los 
metales  mas  blandos;  dúctil  y maleable  en  alto  grado.  Su 
peso  específico,  cuando  está  puro,  es  de  19,37,  y la  del  oro 
nativo  varia  entre  17  y 19,4,  diferencia  debida  en  unos  casos 
á una  distinta  colocación  molecular,  y en  otros  á la  mayor  ó 
menor  cantidad  de  plata  que  contiene,  influyendo  algunas 
veces  la  presencia  de  este  metal,  hasta  el  extremo  de  presen- 
tar el  oro  un  color  mas  claro  y formar  la  variedad  llamada 
electrum  por  Plinio  ú oro  argental  de  algunos  mineralogistas 
actuales.  Este  cuerpo  se  funde  á la  temperatura  de  1,200o 
del  termómetro  de  aire,  fundiéndose  con  facilidad  al  soplete 
ordinario,  produciendo  un  glóbulo  metálico;  no  se  oxida  en 
contacto  del  aire;  insoluble  en  todos  los  ácidos,  excepto  en 
el  agua  régia ; tratada  esta  disolución  por  el  nitrato  ferroso, 
se  obtiene  un  precipitado  pardo  rojizo,  ó sea  el  oro  reducido 
que,  frotado,  adquiere  el  lustre  y color  propio  de  este  metal; 
si  la  disolución  régia  se  la  trata  por  el  cloruro  de  estaño,  da 
un  precipitado  rojo  púrpura  (Púrpura  de  Casio). 

VARIEDADES.  — Este  metal  casi  siempre  está  aleado 
con  la  plata,  teluro,  rodio,  paladio,  cobre  ó mercurio,  lla- 
mándose en  este  último  caso  oro  amalgamado  ó argental.  Se 
presenta  cristalizado  en  cubos,  octaedros  y rara  vez  en  dode- 
caedros, siendo  estas  formas  unas  veces  sencillas  y otras  mas 
ó menos  modificadas:  existen  también  cubo-octaedros,  tra- 


126 


METALES 


pezoedros  y exatetraedros.  Pero  si  bien  es  cierto  que  el  oro 
se  halla  en  cristales  regulares,  se  presenta  mas  comunmente 
en  láminas,  dendrítico,  escamoso  ó en  pajillas,  granos,  pepi- 
tas y arenas.  Se  citan  algunas  pepitas  notables,  tales  como 
la  presentada  en  la  exposición  de  Londres  de  1855,  de  42 
kilogramos;  se  indica  otra  procedente  de  California  (América 
del  Norte),  de  cerca  de  60  kilogramos.  La  pepita  de  oro  que 
existia  en  el  Museo  de  Madrid  pesaba  unas  16  libras. 

YACIMIENTO.— Se  halla  este  metal  en  la  naturaleza  de 
tres  maneras  diferentes:  r.a  Constituyendo  filones  propia- 
mente dichos  en  rocas  graníticas,  porfídicas  y serpentínicas. 
2.a  En  venas  diseminadas  en  varias  rocas  cuarzosas,  como 
se  observa  en  Minas-Geraes  (Brasil),  donde  se  encuentra  el 
oro  en  una  especie  de  roca  cuarzosa  de  color  rojizo,  que  los 
naturales  del  país  denominan  iacoiinga.  3.a  En  arenas,  lámi- 
nas ó pajillas,  granos,  pepitas,  etc.,  en  los  terrenos  de  aluvión 
antiguos  y en  algunos  rios. 

Las  localidades  del  mundo  donde  mas  abunda  este  metal 
son  las  siguientes : En  América,  California,  México,  Brasil, 
Colombia,  Chile  y Perú.  En  Asia,  en  los  Montes  Urales, 
imperio  de  Birman,  Cadena  del  Altai  y Japón;  en  Africa,  en 
Abisinia,  gran  desierto  de  Sahara,  Nigricia,  Senegal,  Guinea, 
Congo  y en  las  costas  meridionales  y orientales  frente  á Ma- 
dagascar,  en  donde  existe  el  oro  en  Sofala,  punto  donde  su- 
ponen algunos  que  existia  el  célebre  país  de  Ojir , donde  las 
embarcaciones  de  Salomón  buscaban  el  oro.  En  Oceanía, 
en  la  Australia;  y en  Filipinas  en  la  provincia  de  Camarines. 
En  Europa  hay  minas  de  oro  en  el  Tirol,  Hungría,  Sajonia 
y Transilvania. 

Las  localidades  mas  importantes  de  España  son : el  terreno 
diluvial  de  la  Vega  de  Granada,  donde  se  encuentra  el  oro 
en  pajillas  ó arenas  procedentes  de  la  disgregación  de  la  mi- 
cacita de  Sierra  Nevada;  se  presenta  de  la  misma  manera  en 
las  montañas  de  León  y en  el  rio  Sil  desde  Ponferrada  hasta 
el  Miño;  se  halla  también  en  Guadarrama,  término  de  San 
Ildefonso  (Segovia),  Membrio  (Cáceres),  en  la  cuarcita  de  la 
cordillera  divisoria  de  Asturias  y Galicia,  Culera  (Gerona)  y 
en  los  terrenos  que  recorre  el  Tajo  en  la  provincia  de  Cáce- 
res hasta  su  entrada  en  Portugal. 

Se  cree  que  el  producto  anual  de  oro  que  produce  la 
América  es  de  unos  18,000  kilogramos.  Las  Amérícas  y la 
Oceanía  proporcionan  diez  veces  mas  oro  y nueve  veces 
mas  plata  que  Europa;  pero  el  prestigio  de  estos  dos  cuer- 
pos va  desapareciendo  á medida  que  se  desarrolla  en  Europa 
la  industria  minera  de  otros  metales;  así  que  comparando 
el  producto  y beneficios  que  presta  el  hierro  relativamente 
al  oro,  se  observa  una  diferencia  notabilísima  en  favor  del 
primero. 

EXTRACCION  DE  ORO. — Consiste  esencialmente  en 
el  método  de  amalgamación,  es  decir,  en  disolverle  por 
medio  del  mercurio,  después  de  haber  sometido  los  minera- 
les de  oro  á ciertas  operaciones  mecánicas;  de  este  modo,  se 
obtiene  una  amalgama  líquida  que,  filtrada,  resulta  una 
amalgama  sólida,  de  la  que  se  separa  el  mercurio  del  oro 
por  destilación;  si  el  oro  que  resulta  no  es  puro,  sino  mez- 
clado con  otros  metales,  se  separan  estos  por  medio  del 
ácido  nítrico,  que  disuelve  todos  ios  cuerpos  extraños  y 
no  ataca  al  oro.  Cuando  los  minerales  forman  una  mezcla  de 
oro  y plata  se  les  somete  á la  copelación,  y se  separan  estos 
dos  metales  por  el  indicado  ácido  nítrico  que  disuelve  la 
plata  y deja  al  oro  en  estado  libre.  En  los  placeres,  ó sea  en 
los  criaderos  del  terreno  cuaternario  ó de  aluvión  antiguo, 
se  hace  la  separación  por  medio  del  lavado  de  las  arenas  y 
gravas  que  lo  contienen. 

Usos. — Aleado  con  una  corta  cantidad  de  cobre  adquiere 
dureza  y tenacidad,  y forma  la  materia  mas  importante  y 


fundamental  de  la  joyería;  unido  al  referido  metal  sirve  para 
la  fabricación  de  la  moneda.  Según  lo  dispuesto  en  el  de- 
creto del  mes  de  octubre  de  1868,  las  monedas  de  oro  de 
100,  50,  20,  10,  5...  pesetas  deben  tener  una  ley  de  900  mi- 
lésimas de  oro  por  100  de  cobre;  las  de  plata  de  5 pesetas 
igual  ley  que  las  de  oro,  y las  de  2,  1,  0,50,  0,20...  pesetas, 
835  de  plata  y 145  de  cobre.  Se  destina  también  esta  alea- 
ción para  joyas  y otros  objetos  de  lujo;  unido  el  oro  al  cobre 
y la  plata  forma  lo  que  los  joyeros  denominan  oro  verde; 
reducido  á láminas  muy  delgadas  se  usa  en  el  dorado  de  las 
maderas;  amalgamado  se  emplea  para  el  dorado  á fuego; 
tienen  también  aplicación  en  la  medicina  algunas  sales  de 
este  metal,  como,  por  ejemplo,  el  cianuro  áurico  potásico, 
que  se  emplea  en  el  tratamiento  de  ciertas  enfermedades 
sifilíticas;  finalmente,  la  púrpura  de  Casio  (estannato  de  oro 
y estaño)  se  usa  en  las  artes  para  pintar  la  porcelana  y el 
cristal  de  color  de  púrpura,  rosa  ó morado. 

GÉNERO— PLATA 

Los  minerales  comprendidos  en  este  género  ofrecen  los 
siguientes  caractéres;  tienen  una  dureza  comprendida  entre 
2 y 3;  su  peso  específico  es  superior  á 5:  se  funden  con  faci- 
lidad reduciéndose  al  estado  metálico;  la  mayor  parte  son 
solubles  en  el  ácido  hidroclórico,  produciendo  un  precipitado 
blanco,  análogo  á la  leche  cortada,  insoluble  en  los  ácidos, 
pero  soluble  en  el  amoniaco.  Las  especies  mas  principales 
de  este  género  son:  i.a  plata  nativa;  2.a  argirosa;  3.a  argiri- 
trosa;  4.a  miargirita;  5.a  plata  estriada  de  España;  6.a  prous- 
tita;  7.a  querargira;  8.a  broraargira;  9.a  yodargira. 

PLATA  NATIVA— cuerpo  simple — Fórmula  química  Ag 

CARACTÉRES. — La  plata  que  se  emplea  en  la  acuña- 
ción de  la  moneda  y para  fabricar  los  diversos  objetos  de 
lujo,  no  se  halla  jamás  pura,  supuesto  que  siempre  contiene 
cierta  cantidad  de  cobre;  reducida  á su  mayor  pureza  pre- 
senta un  color  blanco  particular,  brillo  metálico  intenso  que 
no  se  altera  en  contacto  del  aire  á menos  que  no  haya  en 
este  vapores  de  hidrógeno  sulfurado,  en  cuyo  caso  toma  un 
color  negro.  Este  mineral  es  bastante  tenaz,  maleable,  dúctil 
en  alto  grado,  aunque  no  tanto  como  el  oro;  es  mas  duro 
que  este  y menos  que  el  cobre,  siendo  su  peso  específico  10,5. 
Se  funde  al  rojo  blanco  y produce  vapores  sensibles  á la 
temperatura  del  fuego  de  forja;  soluble  en  el  ácido  nítrico, 
cuya  disolución,  como  se  ha  dicho,  precipita  en  blanco 
como  de  leche  cortada  por  medio  del  ácido  hidroclórico  ó 
un  cloruro  soluble;  si  este  precipitado  se  expone  á la  acción 
de  los  rayos  solares,  adquiere  al  principio  un  color  morado  y 
después  negro;  este  mismo  precipitado  se  disuelve  en  el 
amoniaco,  quedando  la  disolución  completamente  incolora. 

VARIEDADES. — Se  encuentra  la  plata  cristalizada  en 
cubos,  octaedros  y dodecaedros  del  primer  sistema;  se  ob- 
tienen también  estos  cristales  cúbicos  ú octaédricos  por  me- 
dio de  la  fusión.  Puede  presentarse  además  en  formas  den- 
drítica,  capilar,  ramulosa,  reticulada  y filiforme.  Se  han  en- 
contrado ejemplares  de  plata  nativa  en  masas  de  un  volúmen 
y de  un  peso  sumamente  considerable;  así,  por  ejemplo,  en 
las  célebres  minas  del  Potosí  se  han  hallado  pepitas  de  plata 
de  100,  60  ó 40  kilógramos  de  peso; 'en  1534  se  descubrió 
en  la  mina  de  Konsberg  un  ejemplar  que  pesaba  siete  quin- 
tales y medio,  así  como,  según  las  relaciones  de  algunos 
historiadores,  en  la  mina  de  Schneeberg,  se  descubrió  en  el 
siglo  xv  un  ejemplar  que  tenia  de  peso  mas  de  100  quinta 
les,  pero  en  realidad  mas  bien  que  de  plata  nativa  era  una 
mezcla  de  este  cuerpo  y de  sulfuro  del  mismo  metal. 


1 


* 


? 


PLATA 


127 


YACIMIENTO. — Además  de  hallarse  la  plata  nativa  en 
masas  mas  ó menos  considerables  en  los  filones  ó en  los 
terrenos  que  proceden  de  la  destrucción  de  estos  filones,  se 
encuentra  también  diseminada  en  las  arcillas  ferruginosas 
que  llenan  las  cavidades  de  filones  argentíferos  de  Huelgoat 
(Bretaña),  donde  se  designa  á estas  arcillas  con  el  nombre 
de  turras  rojas , ó bien  en  filones  de  Guanajuato  y Zacatecas 
(México)  y Copiapó  (Chile),  en  cuyos  puntos  llaman  á las 
citadas  tierras  colorados  y pacos.  En  España  se  ha  encontrado 
plata  nativa  en  las  minas  de  Hiende-la- Encina  (Guadalajara), 
Guadalcanal  (Sevilla)  y Farena  (Gerona).  Las  gangas  de  la 
plata  suelen  ser  las  siguientes:  las  calizas,  hierros  espáticos, 
baritina  y cuarzo,  siendo  las  minas  mas  principales  en  Euro- 
pa las  de  Kongsberg  (Noruega),  Schneeberg,  Mariemberg  y 
Freiberg  (Sajonia),  las  de  Harz,  Hungría  y España.  Pero  la 
cantidad  de  plata  producida  por  todas  estas  minas  y algunas 
otras  menos  importantes,  no  llega  ni  con  mucho  á la  décima 
parte  de  la  que  proporcionan  las  de  América.  Los  filones 
mas  ricos  existen  en  Guanajuato,  Zacatecas,  Botopilas,  Som- 
brerete y Real  del  Monte.  El  filón  de  Guanajuato,  cono- 
cido con  el  nombre  de  Veta  madre , es  el  mas  rico  del  mun- 
do; ofrece  en  algunos  puntos  una  potencia  de  sesenta  metros 
en  una  longitud  próximamente  de  tres  leguas;  la  célebre 
mina  Valenciana,  que  corresponde  á este  filón,  produce 
anualmente  mas  de  30  millones  de  reales.  Después  de  las 
minas  de  Guanajuato  siguen  en  importancia  las  de  Zaca- 
tecas, de  las  cuales  la  llamada  Veta  grande , presenta  un  filón 
de  22  metros  de  espesor.  Ha  república  del  Perú  cuenta  en- 
tre sus  célebres  minas  de  plata  la  de  Pasco  ó Lauricocha, 
Micuipampa  y Huantalaya.  La  república  de  Bolivia  ó Alto 
Perú  posee  la  famosa  y antigua  mina  del  Potosí,  que  tanta 
cantidad  de  plata  suministró  á los  conquistadores  de  este 
país.  Ln  Chile  existen,  entre  otras  minas  importantes,  las  de 
Coquimbo  y Arqueros  en  la  provincia  de  Copiapó. 

Las  colonias  españolas  produjeron  desde  su  conquista 
hasta  principios  del  siglo  actual  unos  ciento  veintiocho  mi- 
llones de  kilogramos  de  plata.  La  cantidad  que  se  extrae 
anualmente  de  este  metal  en  las  diferentes  partes  del  mundo 
asciende  á unos  800,000  kilogramos,  de  los  cuales  América 
suministra  las  nueve  décimas  partes. 

Usos. — Aleada  la  plata  con  el  cobre  se  emplea  en  la 
acuñación  de  la  moneda,  en  joyas  y vajillas  de  plata;  sirve 
para  la  construcción  de  crisoles,  cápsulas,  para  platear  el  la- 
tón y la  madera.  La  sustancia  conocida  con  el  nombre  de 
plaqué , está  formada  de  láminas  de  cobre  cubiertas  de  hojas 
de  plata.  En  Química  se  emplea  para  la  preparación  de  la 
piedra  infernal,  ó sea  el  nitrato  de  plata;  finalmente,  en  la 
fotografía  se  usan  las  sales  de  este  metal  por  la  particulari- 
dad que  tienen  de  adquirir  un  color  negro  en  contacto  de 
la  luz. 

ARGIROSA  Ó PLATA  VIDRIOSA  — plata  sulfurada 

DE  HAUY  — SULFURO  DE  PLATA  DE  LOS  QUÍMICOS  — Fór- 
mula química  AgS 

Caracteres. — La  argirosa,  llamada  también  plata 
negra,  tiene  por  forma  primitiva  el  cubo;  color  gris  negruzco 
ó gris  de  plomo;  fractura  reciente  brillante,  pero  en  contacto 
del  aire  se  empaña  pronto  y toma  color  negro;  raya  al  yeso 
y se  deja  atacar  por  la  caliza,  estando  representado  su  peso 
específico  por  6,9  á 7,4.  Se  funde  al  soplete  con  desprendi- 
miento de  vapores  sulfurosos,  y se  reduce  á un  boton  blanco 
de  plata;  se  disuelve  en  el  ácido  nítrico,  é introduciendo  en 
la  disolución  una  lámina  de  cobre  se  platea;  esta  misma  di- 
solución produce  con  el  ácido  hidroclórico  un  precipitado 
blanco,  que  es  soluble  en  el  amoniaco. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Plata. 87,04 

Azufre 12,96 


100,00 

Variedades.  Se  establecen  por  algunos  mineralo- 
gistas las  siguientes;  i.a  cristalizada  en  cubos,  octaedros  ó 
cubo-octaedros;  2.a  dendrítica,  formada  de  cristales  peque- 
ños y unidos  entre  sí  ó por  cristales  de  plata  nativa;  3.a  ma- 
melonada,  se  presenta  concrecionada  ó en  capas  en  la  super- 
ficie de  las  sustancias  que  hay  en  los  filones;  4.a  amorfa,  de 
fractura  concoidea  y vitrea;  5.a  terrosa  en  masas  de  color 
negro,  quebradizas  y pulverulentas;  esta  variedad  se  llama 
negrillo  por  los  peruanos  y mexicanos. 

YACIMIENTO. — La  plata  argirosa  existe  en  los  mismos 
terrenos  qne  todas  las  demás  especies  de  plata,  por  cuya  ra- 
zón los  indicaremos  al  terminar  la  descripción  de  los  mine- 
rales de  este  género. 

Usos. — Se  emplea  para  la  obtención  de  la  plata,  siendo 
la  especie  que  contiene  mas  cantidad  de  este  metal. 

ARGIRITROSA  Ó PLATA  ROJA  OSCURA  — plata 

ANTIMONIO  SULFURADA  DE  HAUV — SU  LFO-AN  TIMON  JURO 

de  plata — Fórmula  química  3AgS+Sb2S3 

CARACTÉRES. — Esta  sustancia,  denominada  también 
pirargirita  por  algunos  mineralogistas,  ofrece  por  forma  pri- 
mitiva un  romboedro  perteneciente  al  cuarto  sistema,  siendo, 
sin  embargo,  la  forma  dominante  el  prisma  exagonal  ó el  es- 
calenoedro;  color  rojo  de  jacinto  ó carmesí  en  los  cristales 
trasparentes,  y gris  de  plomo-azulado  ó negruzco  en  los  opa- 
cos; raya  el  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  siendo  el  polvo  que 
resulta  de  la  raya  de  color  rojo  de  cochinilla;  su  peso  especí- 
fico está  representado  por  5,75  á 5,85.  Se  funde  con  facilidad 
al  soplete,  desprendiendo  vapores  sulfurosos  y humos  blan- 
cos inodoros,  reduciéndose  á un  boton  blanco  de  plata;  se 
disuelve  en  el  ácido  nítrico,  depositando  al  propio  tiempo  un 
precipitado  blanco  de  óxido  de  antimonio. 

COMPOSICION  DE  LA  ARGIRITROSA  DE  MÉXICO  (Wohler) 


Plata 

60,2 

Antimonio.  .... 
Azufre 

21,8 

18 

100,0 

VARIEDADES — Pocas  veces  se  encuentra  cristalizada 
en  romboedros,  siendo  las  formas  mas  frecuentes  los  prismas 
exagonales  y el  escalenoedro.  Se  presenta  además  en  masas 
compactas  ó mas  bien  se  puede  constituir  la  variedad  ma- 
melonada. 

USOS. — Sirve  para  la  extracción  de  la  plata.  Contiene  en 
100  partes  de  59  á 60  de  este  metal. 

MIARGIRITA — plata  antimonio  sulfurada  — sulfo- 

antimoniuro  de  plata — Fórmula  química  AgS,  Sb2  S3 

Esta  especie  químicamente  considerada  no  se  diferencia 
de  la  anterior  mas  que  en  la  diversa  proporción  de  los  ele- 
mentos. Contiene  menos  plata  que  la  argiritrosa,  por  lo  que 
se  la  ha  denominado  miargirita  ( de  meion , menos;  arguros , 
plata). 

CARACTERES. — La  forma  primitiva  de  esta  sustancia 
es  un  prisma  romboidal  oblicuo,  perteneciente  al  quinto  sis- 
tema; color  gris  negruzco  en  la  superficie,  pero  mediante  la 


128 


METALES 


raya  le  ofrece  de  un  rojo  oscuro;  es  mas  dura  que  el  yeso  y 
menos  que  la  caliza,  estando  representado  su  peso  específico 
por  5,35.  Sus  caracteres  químicos  son  iguales  á los  de  la  ar- 
giritrosa. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Plata. 36, A° 

Antimonio. 39,14 

Azufre 21,95 

Cobre 1,06 

Hierro.  . . . 0,62 



99»1 7 


Yacimiento.— La  miargirita  solo  se  ha  e 
hasta  el  presente  en  New-Hoffnunq  próximo  á 
(Sajonia);  pero  según  Delafosse  y otros  mineralogistas  del 
hallarse  en  algunos  de  los 
oscura. 


tos  donde  existe  la  plata  roja 


PROUSTITA  (MINERAL  DEDICADO  A PROUST)— 

PLATA  ARSEN IO-SU LFURADA — SULFO-ARSENIURO  DE  PLATA 

— Fórmula  química  3 AgS  + Al3  S3 


CARACTERES. — La  proustita,  designada  también  con 
el  nombre  de  plata  roja  clara,  cristaliza  en  prismas  exagona- 
les que  derivan  del  sistema  romboédrico;  color  gris  de  acero 
en  los  cristales  opacos  y rojo  de  jacinto  ó de  cochinilla  cla- 
ro en  los  trasparentes,  por  cuyo  carácter  se  la  denomina  pla- 
ta roja  clara;  raya  al  yeso  y se  deja  rayar  por  la  caliza,  siendo 
su  peso  específico  de  5,5.  Se  funde  al  soplete  con  despren- 
dimiento de  vapores  sulfurosos  y humos  blancos  de  olor 
aliáceo,  reduciéndose  á boton  metálico  de  plata;  soluble  en 
el  ácido  nítrico,  cuya  disolución  tratada  por  el  ácido  hidro- 
clórico  y amoniaco  da  lugar  á los  mismos  fenómenos  que  las 
especies  anteriores. 


PLATA  ESTRIADA  DE  ESPAÑA— plata  antimonio 
plumbífera — Fórmula  química  2AgS,  Sb3  S3  + 3PbS,SbS3 

CARACTÉRES. — La  forma  primitiva  ó dominante  de 
esta  especie  es  un  prisma  romboidal  recto,  perteneciente  al 
tercer  sistema;  ofrece  crucero  perfecto,  presentando  siempre 
los  planos  de  crucero  estrías  longitudinales  bastante  profun- 
das; color  gris  de  acero  ó gris  de  plomo,  lustre  metálico  in- 
tenso, raya  al  yeso  y se  deja  rayar  por  la  caliza,  siendo  su 
peso  específico  de  6,01.  Se  funde  al  soplete  con  desprendi- 
miento de  vapores  sulfurosos  y antimoniales,  y si  se  practica 
el  ensayo  sobre  el  carbón,  se  deposita  sobre  este  apoyo  óxi- 
do de  antimonio  y plomo,  dando  por  último  el  boton  metá- 
lico de 

ON  EN  PESO  SEGUN  EL  SR.  ESCOSURA 


22,45 

3I»9° 

26,83 

17,60 


Plata.  . . 
Plomo. . . 
Antimonio. 
Azufre. . . 


Arsénico 
Azufre.  . . 

Antimonio.. 


u 


98,78 

YACIMIENTO. — Existe  en  las  minas  de  plata  de  Hien- 
de-la-Encina  (Guadalajara)  y en  Sajonia. 

Usos. — Idénticos  á los  de  las  especies  anteriores. 

QUERARGIRA  Ó PLATA  CORNEA  — plata  cloru- 
rada— cloruro  de  plata — Fórmula  química  Ag  C1 

CARACTERES. — Su  forma  dominante  es  el  cubo;  color 
gris  perla,  gris  amarillento  ó verdoso  que,  en  contacto  de  la 
luz,  pasa  al  morado;  la  fractura  reciente  ofrece  cierto  brillo 
diamantino;  su  dureza  es  menor  que  la  del  yeso;  maleable  y 
blanda  hasta  el  punto  de  dejarse  cortar  como  la  cera  ó el 
cuerno,  siendo  su  peso  específico  de  5,6.  Se  funde  á la  llama 
una  bujía,  desprendiendo  vapores  de  cloro;  por  la  acción 
del  soplete,  y colocada  la  plata  córnea  sobre  el  carbón,  se 
reduce  á un  boton  metálico,  insoluble  en  el  ácido  nítrico  y 
atacable  por  el  amoniaco.  Si  se  frota  la  querargira  sobre  una 
lámina  de  zinc  algo  humedecida,  se  deposita  sobre  ella  una 
capa  delgada  metálica. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Plata. 


75,25 


Análisis  de  Proust 

Sulfuro  de  arsénico 
Sulfuro  de  plata. 

Oxido  de  hierro. 


100,00 


. 

7% 

74,35 

H 

Vo65  1 1 

L k.,,#  JL 

100,00 


VARIEDADES.— Se  conocen:  la  cristalizada  en  prismas 
exagonales  apuntados  y en  romboedros;  la  fibrosa,  radiada  y 
reniforme,  cuyas  variedades  de  color  amarillo-naranjado  cor- 
responden á la  subespecie  janthocon  de  algunos  autores. 

La  proustita  es  isomorfa  con  la  argiritrosa,  con  la  cual  ha 
estado  confundida  mucho  tiempo.  El  célebre  Werner  mani- 
festó que  debían  constituir  dos  especies  diferentes,  supuesto 
que  el  color  del  polvo  producido  por  la  raya  era  muy  distin- 
to en  uno  y otro  mineral.  Posteriormente  Proust,  haciendo 
el  análisis  de  estas  sustancias,  vió  que  ofrecían  diversa  com- 
posición química,  como  puede  notarse  estudiando  el  análisis 
de  las  dos. 

USOS. — Para  la  obtención  de  la  plata. 


VARIEDADES. — La  querargira  rara  vez  se  halla  crista- 
lizada en  cubos  ó cubo-octaedros.  Por  lo  común,  se  encuen- 
tra en  pequeñas  ó grandes  masas,  siendo  notable  el  ejemplar 
de  esta  sustancia  que  existe  en  el  museo  de  Historia  Natural 
de  Madrid,  cuyo  peso  es  próximamente  de  90  kilogramos. 

USOS. — Análogos  á los  de  las  especies  anteriores,  siendo 
muy  apreciado  este  mineral  porque,  si  se  exceptúa  la  argiro- 
sa,  es  el  que  contiene  mas  cantidad  de  plata. 

BROMARGIRA— plata  bromurada — bromuro  de  pi 

Fórmula  química  Ag  Br 

La  bromargira  fue  descubierta  por  Berthier  en  un  mineral 
procedente  de  San  Onofre  (México):  Domeyko  la  encontró 
también  en  los  pacos  de  Colorado  y Chanareillo,  próximo  á 
Copiapó  (Chile).  En  uno  y otro  punto  está  acompañada  la 
bromargira  del  cloruro  y del  cloro-bromuro  de  plata. 

CARACTÉRES. — Esta  especie  mineralógica  ofrece  pro- 


PLATA 


piedades  físicas  y aun  químicas  análogas  á las  de  la  querar- 
gira.  Se  distinguen,  no  obstante,  en  que  el  color  de  esta  últi- 
ma es  amarillo,  mientras  que  el  de  la  bromargira  es  verde, 
por  lo  que  en  Zacatecas  la  llaman  plata  verde.  Se  funde  con 
facilidad  al  soplete  y es  poco  soluble  en  los  ácidos,  pero  se 
disuelve  en  el  amoniaco  concentrado.  Si  se  funde  con  el  fos- 
fato sódico  cúprico,  comunica  á la  llama  del  soplete  un  co- 
lor azul  verdoso. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Plata.  . 
Bromo.  . 


57,45 

42,55 


100,00 

USOS. — Para  la  extracción  de  la  plata. 

YODARGIRA — plata  yodurada — yoduro  de  plata 
Fórmula  química  Agí 

Caractéres.  — La  yodargira  que,  atendiendo  á su 
composición,  parece  que  debia  ser  isomorfa  con  la  querargi- 
ra  y bromargira,  cristaliza,  según  Domeyko  y Descloizeaux, 
en  pequeños  prismas  exagonales,  sencillos  unas  veces  y otras 
con  truncaduras  en  las  aristas  básicas;  por  lo  común,  la  yo- 
d argira  se  presenta  en  láminas  delgadas,  exfoliables  en  una 
sola  dirección;  estas  láminas  son  flexibles  y blandas  hasta  el 
extremo  de  dejarse  rayar  por  la  uña,  traslúcidas,  de  color 
amarillo  de  limón  y lustre  resinoso,  caractéres  mas  que  sufi- 
cientes para  distinguirla  de  la  bromargira  y querargira  con  las 
1 ua!e>  está  asociada.  Colocada  sobre  el  carbón  se  funde  con 
lacilidad  y colora  de  rojo  la  llama  del  soplete:  por  medio  del 
tuc^o  de  reducción,  produce  un  boton  de  plata;  se  disuelve 
en  caliente  en  el  ácido  sulfúrico  con  desprendimiento  de 
vapores  violados. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Plata. 

Iodo. 


45,97 

54,03 


100,00 


Usos.  Idénticos  á los  demás  minerales  del  género. 
Yacimiento  de  las  diferentes  especies 
DE  PLATA.— La  generalidad  de  ellas  están  siempre  aso- 
ciadas en  los  diferentes  terrenos  de  sedimento,  avanzando 
en  algunos  casos  hasta  los  graníticos.  La  argirosa,  que  es  la 
especie  mas  importante  del  género,  se  presenta  en  filones 
que  atraviesan  los  gneis,  pizarras  micáceas,  pizarras  arcillo- 
sas, la  anfi bolita  y aun  los  granitos,  pórfidos  y traquitas,  yen- 
do acompañada  generalmente  de  la  plata  nativa,  plata  rosa, 
proustita  y demás  especies  de  este  género,  así  como  de  ga- 
lenas argentíteras,  compuestas  de  arsénico  y otros  minerales 
que  forman  esencialmente  la  ganga  de  los  filones  metalíferos, 
tales  como  el  cuarzo,  baritina,  caliza,  hierros  espáticos,  etc. 

Lomo  hemos  consignado,  los  criaderos  mas  importantes 
de  todas  las  especies  de  plata  corresponden  á México,  Boli- 
na, 1 eru,  Chile,  Brasil,  Noruega,  Sajonia  y Siberia.  En 
España  tenemos  la  argirosa,  ó mejor  dicho,  la  plata  agria  ó 
Fsaturosa (sulfato-antimoniuro  de  plata)  en  Hiende-la-enci- 
na (Guadalajara);  la  plata  antimonial  en  Sierra  Nevada, 
hierra  Morena  y Guadalcanal;  la  querargira  en  las  mismas 
mmas  e iende-la-encina,  y las  galenas  argentíferas  en 
a ajoz,  a aga,  Granada,  Almería  y otras  provincias. 

EXTRACCION  ó METALURGIA  DE  LA  PLATA. 
-Las  especies  minerales  que  suministran  este  metal  son  las 
siguientes:  la  argirosa,  querargira,  plata  roja  oscura  y plata 
Tomo  IX 


129 

roja  clara,  la  bromargira  y yodargira.  Además  existen  varias 
galenas  y minerales  cobrizos  que  suelen  contener  plata  di- 
seminada ó formando  parte  de  su  composición : estas  gale- 
nas y sustancias  cobrizas  son  los  minerales  de  donde  se  ex- 
trae comunmente  la  plata  en  Europa. 

Las  galenas  argentíferas  se  tratan  desde  luego  como  si 
fueran  minerales  de  plomo,  en  cuyo  metal  queda  la  plata, 
que  se  separa  inmediatamente  por  medio  de  la  copelación. 
Este  procedimiento  está  basado  en  la  propiedad  que  tiene 
el  plomo  de  oxidarse  cuando  se  eleva  la  temperatura  en  con- 
tacto del  aire,  mientras  que  la  plata  es  inalterable.  Para  auxi- 
liar la  oxidación  del  plomo,  es  preciso  ir  separando  el  óxido 
de  este  metal  á medida  que  se  va  formando,  para  lo  cual  se 
necesita  una  temperatura  muy  elevada  con  el  objeto  de  que 
se  funda  el  referido  óxido.  En  el  momento  en  que  no  se  oxide 
el  plomo,  puede  decirse  que  está  terminada  la  operación,  y 
que,  por  consecuencia,  ha  concluido  la  copelación;  este  mo- 
mento se  reconoce,  porque  queda  en  la  superficie  del  baño 
una  película  brillante  de  óxido  de  plomo  que  ofrece  diversas 
coloraciones  análogas  á las  burbujas  del  jabón;  dicha  pelí- 
cula termina  por  romperse  y deja  al  descubierto  la  superficie 
del  metal;  esta  serie  rápida  de  cambios  ó de  fenómenos  se 
llama  relámpago.  Luego  que  ha  concluido  este  fenómeno,  el 
operario  echa  sobre  la  copela  del  horno,  primero  agua  ca- 
liente, después  agua  á la  temperatura  ordinaria,  y separa  en 
seguida  la  torta  de  plata  solidificada.  La  plata  así  obtenida, 
llamada  «plata  de  copela,»  no  es  pura,  supuesto  que  lleva 
7,8  de  plomo. 

El  procedimiento  generalmente  empleado  para  extraer  la 
plata  se  reduce  al  método  de  «amalgamación,»  que  según 
se  ha  indicado,  no  solo  se  aplica  para  la  obtención  de  la 
plata,  sino  para  el  oro  y otros  metales  preciosos.  Muchos 
minerales  terrosos  y ferruginosos  suelen  llevar  gran  cantidad 
de  plata  ó de  oro  diseminados  en  partículas  infinitamente 
pequeñas;  para  extraer  los  metales  indicados  de  estas  mate- 
rias, se  pulverizan  y mezclan  con  mercurio,  que  mediante  la 
temperatura,  constituye  una  amalgama  de  oro  ó de  plata;  se 
lava  en  seguida  la  masa  que  resulta  con  objeto  de  que 
sean  arrastradas  las  partes  terrosas,  y no  quede  en  la  indica- 
da masa  mas  que  la  amalgama  que  es  mucho  mas  densa. 
Después  se  somete  esta  á la  destilación,  en  virtud  de  la  cual 
el  mercurio  se  volatiliza,  y quedan  libres  la  plata  ó el  oro. 
Si  la  plata  se  encuentra  en  estado  de  sulfuro,  se  mezcla  el 
mineral  con  sal  común,  con  el  objeto  de  que  se  trasforme 
en  cloruro;  se  agrega  un  principio  activo,  denominado  ma- 
gistral, compuesto  de  sulfato  de  cobre,  y se  tuesta  la  mezcla 
en  un  horno  de  reverbero,  ó bien  se  la  deja  expuesta  al  aire 
por  espacio  de  algunos  meses,  después  de  haberla  trillado 
para  hacerla  mas  homogénea.  (Este  método  fué  inventado  y 
establecido  en  México  en  1557  por  el  español  Bartolomé  de 
Medina.)  Luego  que  han  pasado  unos  quince  dias,  la  pri- 
mera porción  de  azogue  se  combina  con  cierta  cantidad  de 
plata  y constituye  una  amalgama  pastosa;  se  añade  después 
mercurio,  y cuando  se  ha  unido  á la  masa  que  queda,  se 
aumenta  una  tercera  y última  cantidad  de  este  metal.  Luego 
que  se  da  por  terminada  la  operación,  se  deslien  las  sustan- 
cias en  el  agua  con  el  objeto  de  separar  la  amalgama,  se 
filtra  esta  por  telas  y se  somete  á la  destilación  la  parte  só- 
lida que  queda.  En  este  procedimiento,  llamado  «america- 
no,» se  ahorra  combustible,  pero  se  pierde  1,3  de  mercurio, 
por  una  parte  de  plata  que  se  obtenga.  Una  de  las  causas 
que  mas  influyen  en  la  actual  depreciación  de  la  plata,  es  la 
enorme  cantidad  de  este  metal  que  arrojan  al  mercado  las 
minas  americanas.  Baste  decir  que  desde  1S49  á 1S74,  se 
han  obtenido  de  las  mencionadas  minas  cantidades  de  plata 
por  valor  de  r,i  19.000,000  de  pesetas. 


>7 


130 


METALES 


GÉNERO— MERCURIO 


Los  minerales  mas  importantes  pertenecientes  á este  género 
son:  el  mercurio  nativo,  mercurio  argental,  cinabrio  y mercu- 
rio córneo. 

MERCURIO  Ó AZOGUE  NATIVO-cuerpo  simple— 

Fórmula  química  Hg 

CARACTERES. — El  mercurio  es  el  único  metal  que  se 
presenta  líquido  á la  temperatura  y presión  ordinaria;  se 
solidifica  á 40o  bajo  cero  del  termómetro  centígrado,  crista- 
lizando en  este  caso  en  octaedros  regulares,  adquiriendo  un 
aspecto  análogo  al  de  la  plata  y siendo  susceptible  de  forjarse 
y laminarse  como  otros  cuerpos  metálicos.  En  su  estado 
natural,  ofrece  un  color  blanco  de  plata,  lustre  metálico 
intenso,  siendo  su  peso  específico  de  13,5.  A la  temperatura 
de  360a  se  volatiliza  produciendo  vapores  deletéreos,  que 
originan  temblores  convulsivos  á quienes  los  respiran;  se 
evapora  también,  como  todos  los  líquidos,  á la  temperatura 
ordinaria,  si  bien  en  cantidad  muy  pequeña;  se  disuelve  en 
el  ácido  nítrico  con  desprendimiento  de  vapores  rojos. 

El  mercurio  que  procede  directamente  de  los  talleres 
metalúrgicos  es  una  sustancia  casi  pura;  pero  el  que  existe 
en  los  laboratorios  químicos  contiene  constantemente  ciertos 
cuerpos  extraños,  especialmente  óxido  de  mercurio.  Con 
efecto,  el  azogue  absorbe  con  el  tiempo  cierta  cantidad  de 
oxígeno  del  aire,  y se  convierte  en  óxido:  este  óxido  se 
esparce  por  toda  la  masa  cuando  se  agita  el  metal,  pero 
aparece  bajo  la  forma  de  una  película  de  color  agrisado,  si 
el  líquido  está  en  reposo.  El  mercurio,  cuando  es  puro,  no 
moja  al  cristal,  y sus  glóbulos  ruedan  sobre  una  superficie 
lisa  con  suma  facilidad  sin  dejar  lo  que  se  llama  cola;  pero 
si  contiene  cuerpos  extraños  u óxido  mercúrico,  moja  y se 
adhiere  al  cristal  y á otras  sustancias;  haciéndole  rodear 
sobre  un  cuerpo  pulimentado  no  forma  glóbulos  esféricos, 
sino  lágrimas  mas  ó menos  alargadas. 

YACIMIENTO. — Se  encuentra  el  mercurio  nativo  en 
las  minas  de  cinabrio,  debido  á la  descomposición  que  ex- 
perimenta este  mineral;  por  lo  común  se  halla  amalgamado 
con  el  oro  y la  plata,  ó bien  combinado  con  el  azufre  y cloro, 
constituyendo  respectivamente  las  especies  llamadas  cinabrio 
y mercurio  córnea  Las  minas  mas  notables  de  España,  en 
donde  existe  el  mercurio  nativo  aunque  en  pequeñas  canti- 
dades, son  las  de  Almadén  y Almadenejos  (Ciudad  Real). 
Existe  también  en  las  célebres  minas  de  cinabrio  de  Idria 
(Austria),  Ripa  (Toscana),  Montañas  Cevennes,  Montpellier 
y Limoges  (Francia),  Lisboa  (Portugal),  etc. 

Extracción  del  mercurio.— Casi  todo  el 
metal  que  circula  en  el  comercio  procede  de  las  minas  de 
cinabrio.  Para  obtener  el  mercurio  de  este  cuerpo,  basta 
mezclarlo  con  limaduras  de  hierro  ó con  cal,  y sujetar  luego 
la  mezcla  á la  destilación;  en  este  caso  el  mercurio  se  volati- 
liza y se  recoge  en  vasijas  convenientes.  El  mercurio  obteni- 
do de  esta  manera  no  es  completamente  puro,  siendo  nece- 
sario para  tenerle  en  este  estado  someterle  á una  serie  de 
operaciones  cuya  explicación  es  ajena  de  una  obra  de  Mine- 
ralogía. 

USOS. — El  mercurio  es  uno  de  los  metales  mas  impor- 
tantes bajo  el  punto  de  vista  de  sus  aplicaciones  á la  ciencia, 
artes  é industria.  Sirve,  como  todo  el  mundo  sabe,  para  la 
construcción  de  barómetros  y termómetros;  para  obtener  los 
gases  solubles  en  el  agua,  como  el  ácido  hidrociórico,  amo- 
niaco, ácido  sulfuroso  y otros;  se  le  destina  para  la  prepara- 
ción de  las  sales  mercuriales,  que  se  emplean  en  medicina 
como  anti-sifiliticas;  sirve  también  para  beneficiar  ciertos 


minerales  de  oro  y plata,  y para  aislar  los  metales  alcalinos 
potasio,  sodio,  etc.;  por  último,  se  destina  para  la  fabricación 
del  bermellón,  y amalgamado  con  el  estaño  constituye  el 
azogado  de  los  espejos. 

MERCURIO  ARGENTAL— amalgama  de  plata 
natural — Fórmula  química  Ag  Hg 

CARACTÉRES.— La  forma  dominante  de  esta  sustancia 
es  el  cubo  ó dodecaedro  romboidal:  su  color  es  el  blanco  de 
plata,  lustre  metálico;  raya  á la  caliza  y se  raya  por  el  espato 
flúor,  siendo  su  peso  específico  análogo  al  del  mercurio  na- 
tivo. Se  descompone  por  la  acción  del  calor  y produce  por 
destilación  vapores  de  mercurio,  que  se  condensan  en  la 
parte  superior  y fria  del  tubo  donde  se  hace  el  ensayo;  al 
soplete,  y colocado  sobre  el  carbón,  se  reduce  á un  boton 
de  plata;  soluble  con  facilidad  en  el  ácido  nítrico,  y por  me- 
dio del  frote  platea  una  lámina  de  cobre. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Mercurio 
Plata.  . 


64 

36 


100 


VARIEDADES. — Se  presenta  además  de  cristalizado, 
en  masas  amorfas,  ó en  láminas  de  poco  espesor,  en  la  su- 
perficie de  las  rocas  ó minerales  que  sirven  de  ganga  á los 
sulfuros  de  plata  y mercurio. 

YACIMIENTO. — Existe  el  mercurio  argental  en  las  mi- 
nas de  mercurio  de  Morsfeld  y Moschel-Landsber  (Baviera 
del  Rhin)  y en  Izlana  (Hungría).  Según  la  opinión  del  señor 
Naranjo  y de  otros  mineralogistas  españoles,  esta  especie 
no  se  encuentra  en  Almadén  ni  en  Almadenejos. 

La  arquerita,  ó sea  la  verdadera  plata  amalgamada,  ha 
estado  unida  por  mucho  tiempo  con  la  plata  nativa,  consti- 
tuyendo en  la  actualidad  una  variedad  de  la  amalgama  de 
plata.  La  arquerita,  sin  embargo,  tiene  por  forma  fundamen- 
tal un  octaedro.  Contiene  en  100  partes,  86,49  de  P^ata 
y 13,51  de  mercurio.  Procede  de  la  mina  de  Arqueros  en  la 
provincia  de  Coquimbo  (Chile). 

USOS. — Se  destinan  también  el  mercurio  argental  como 
la  arquerita  para  obtener  la  plata. 

CINABRIO  Ó BERMELLON— mercurio  sulfurado  ó 
sulfuro  de  mercurio — Fórmula  química  HgS 

Caracteres. — La  forma  dominante  del  cinabrio  es 
un  romboedro  agudo  de  71o  48',  perteneciente  al  cuarto 
sistema:  su  fractura  es  desigual  é irregularmente  concóidea; 
color  rojo  de  bermellón,  rojo  pardusco  ó pardo  de  hígado; 
cuando  se  reducen  los  cristales  á polvo  presentan  un  rojo 
escarlata  bastante  pronunciado:  lustre  metálico  diamantino 
en  los  ejemplares  cristalizados ; el  cinabrio  es  tierno  y sus- 
ceptible de  pulimento,  adquiriendo  en  este  caso  un  brillo 
metálico  mate;  raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  siendo 
su  peso  específico  de  8,2,  densidad  muy  notable,  puesto  que 
los  minerales  dotados  de  cierta  trasparencia  son  por  lo  co- 
mún menos  pesados.  Los  cristales  de  cinabrio  son  trasparen- 
tes ó por  lo  menos  traslúcidos  á semejanza  de  la  blenda,  por 
lo  que  algunos  le  han  llamado  blenda  roja;  adquiere  por  el 
frote,  cuando  está  aislado,  la  electricidad  negativa.  Según  la 
opinión  de  M.  Descloizeaux,  esta  especie  mineralógica  se 
halla  dotada  de  un  eje  de  doble  refracción  positivo,  propie- 
dad análoga  á la  del  cuarzo  cristalizado,  y como  este,  pre- 


PLOMO  NATIVO 


,3I 


senta,  cuando  se  colocan  láminas  muy  delgadas  entre  las  de 
turmalina,  fenómenos  ópticos  especiales. 

El  cinabrio  se  volatiliza  por  la  acción  del  fuego  sin  dejar 
residuo;  mezclado  con  el  borato  sódico,  y calentado  en  un 
tubo  de  ensayo,  produce  mercurio  metálico  que  se  condensa 
en  la  parte  superior  y fria  del  tubo,  en  forma  de  pequeños 
glóbulos;  se  disuelve  por  completo  en  el  agua  régia,  siendo 
inatacable  por  los  ácidos  nítrico  é hidroclórico. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Mercurio. 
Azufre.  . 


8-1,50 

^4,75 

99,25 


VARIEDADES. — Pueden  establecerse  entre  otras  mas 
ó menos  comunes  las  siguientes:  i.a  Cristalizada  en  prismas 
exagonales  regulares  ó en  romboedros  truncados.  2.a  Cinabrio 
granudo,  variedad  compuesta  de  un  grano  fino,  que  con- 
tiene muchas  veces  pequeñas  láminas  cristalinas  que  se 
cruzan  en  diversas  direcciones;  los  ejemplares  de  esta  varie- 
dad se  distinguen  por  su  mucho  peso  y por  el  color  rojo 
oscuro  que  suelen  presentar.  3.a  Cinabrio  compacto,  en  rea- 
lidad no  es  mas  que  una  subvariedad  del  anterior;  la  colora 
cion  es  también  rojo-oscura  con  tendencia  á adquirir  tintas 
parduscas  ó negras.  4.a  Cinabrio  terroso  ó bermellón,  de  un 
color  rojo  vivo  ó rojo  claro  cuando  está  puro.  5.a  Cinabrio 
hepático  ó bituminífero,  variedad  impura,  de  color  pardo 
rojizo  ó negruzco,  que  desprende  olor  bituminoso  por  la 
elevación  de  temperatura.  6.a  Cinabrio  fibroso,  variedad  su- 
mamente rara  en  la  naturaleza. 

YACIMIENTO. — El  criadero  mas  importante,  mas  anti- 
guo y productivo  del  mundo  es  el  de  Almadén  (Ciudad 
Real),  constituido  por  varios  filones  de  contacto  que  pre- 
sentan una  potencia  de  mas  de  diez  metros,  llegando  en 
algunos  sitios  hasta  diez  y seis;  los  filones  indicados,  que 
han  ido  reuniéndose  desde  la  superficie,  constituyen  hoy 
dos  esenciales,  á saber:  el  de  San  Francisco  y el  de  San 
Diego.  Este  criadero  corresponde  al  terreno  silúrico,  forma- 
do en  esta  localidad  de  pizarras  y areniscas  cuarzosas,  dislo- 
cadas por  rocas  feldespáticas  y anfibólicas.  La  ganga  del 
cinabrio  en  Almadén  suele  ser  el  cuarzo,  la  baritina  y pocas 
veces  el  espato  flúor;  las  sustancias  metálicas  que  van  aso- 
ciadas á este  mineral  son  cobre  y pirita  de  hierro  en  muy 
corta  cantidad.  Son  además  notables  las  minas  de  Mieres, 
Alien  y Lena  (Asturias),  las  cuales  están  enclavadas  en  el 
terreno  carbonífero;  en  Usagre  (Badajoz)  se  halla  asociado 
el  cinabrio  á la  galena,  caliza  y masas  de  lava,  cuyo  yaci- 
miento es  análogo  en  Collado  (Teruel).  Existe  además  cina- 
brio en  terreno  triásico  de  Aezcoa  (Navarra),  constituyendo 
parte  accidental  de  filones  de  cobre;  idéntico  yacimiento 
tiene  el  cinabrio  de  Espadan  (Castellón). 

En  el  extranjero  se  cuentan  las  célebres  minas  de  cina- 
brio de  Idria  (Austria)  y Dos  Puentes  (Baviera  renana),  es- 
tando enclavadas  una  y otra  en  el  terreno  triásico.  El  cria- 
dero mas  importante  del  extranjero  descubierto  hace  pocos 
años,  y que  compite  algún  tanto  con  el  de  Almadén,  se 
encuentra  en  California  (América).  El  cinabrio  de  esta  lo- 
calidad pertenece  á los  terrenos  primarios,  y va  acompañado 
de  caliza,  de  hierro  espático  y de  algunas  otras  sustancias. 
Hay  también  minas  de  este  cuerpo  en  Coquimbo  (Chile), 
entre  Azoque  y Cuenca  (Colombia),  San  Onofre  y San  Juan 
de  la  Chica  (México),  en  los  Montes  Urales  y en  la  provin- 
cia de  Yun-Nan  (China). 

Notabilísima  ha  sido  y es  la  producción  del  mercurio  del 
distrito  minero  de  Almadén,  que  comprende  el  término  de 


esta  población  y los  de  Almadenejos,  Gargantiel  y Chillón,  en 
donde  ha  habido  explotación,  por  lo  menos,  desde  la  domi- 
nación de  los  romanos  en  España.  Según  el  Sr.  Naranjo,  de 
cuya  obra  tomamos  estos  datos,  el  producto  de  azogue  de 
Almadén  y Almadenejos  en  los  trescientos  cincuenta  años 
trascurridos  desde  15 12  hasta  1861,  se  ha  elevado  á la  suma 
de  2,412.958,778  quintales.  A pesar  de  este  enorme  produc- 
to la  riqueza  y estabilidad  de  las  minas  de  Almadén  son  hoy 
mejores  y mas  crecientes. 

USOS  DEL  CINABRIO. — Se  emplea  para  la  obtención 
del  mercurio;  para  la  pintura  y fabricación  de  lápices  rojos. 

MERCURIO  CORNEO  Ó CALOMELANOS— mercu- 
rio clorurado — cloruro  de  mercurio— Fórmula  quí- 
mica Hg2  C1 

Caracteres. — La  forma  primitiva  de  este  mineral 
es  un  prisma  de  base  cuadrada  perteneciente  al  segundo  sis- 
tema; su  estructura  es  compacta,  y la  fractura  concoidea; 
color  gris  amarillento  ó gris  perla,  lustre  mas  ó menos  dia- 
mantino, y fosforesce  por  medio  de  la  percusión;  mas  duró 
que  el  yeso  y menos  que  la  caliza,  estando  representado  su 
peso  específico  por  6,4.  Por  medio  de  una  temperatura  ele- 
vada se  volatiliza  sin  dejar  residuo;  insoluble  en  el  ácido  ní- 
trico, y soluble  en  el  cloro  que  le  convierte  en  bicloruro;  se 
descompone  por  la  acción  de  la  luz,  adquiriendo  un  color 
mas  oscuro. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Mercurio. 
Cloro.  . 


85,11 

14,89 

100,00 


VARIEDADES. — Se  presenta  en  prismas  de  base  cua- 
drada, apuntados  por  una  pirámide;  se  halla  además  en  pe- 
queñas costras  de  color  gris  perla. 

YACIMIENTO. — Se  encuentra  en  los  principales  cria- 
deros de  cinabrio,  especialmente  en  Almadenejos,  Idria  y 
Horzowitz  (Bohemia).  Naranjo  le  halló  en  la  mina  llamada 
Entredicho  de  Almadenejos,  en  una  arenisca  de  grano  fino 
y de  color  agrisado. 

GÉNERO  — PLOMO 

Las  especies  de  este  género  las  divide  Leymerie  en  tres 
secciones  principales,  á saber:  i.a  metalofanas;  2.a  litofa- 
nas;  3.a  versicoloras. 

PRIMERA  SECCION— METALOFANAS 

Los  minerales  de  este  grupo  ofrecen  brillo  metálico  mas  ó 
menos  intenso,  color  gris  de  plomo  ó de  acero,  dureza  supe- 
rior á la  del  yeso  é inferior  á la  de  la  caliza,  y peso  específico 
comprendido  entre  6 y 7,  menos  el  plomo  que,  como  vere- 
mos, tiene  una  densidad  relativa  representada  por  11,4;  se 
funden  al  soplete  desprendiendo  vapores  sulfurosos  ó de 
ácido  selenioso  (excepto  el  plomo);  y producen  sobre  el  car- 
bón una  aureola  amarilla;  todas  las  especies  son  solubles  en 
el  ácido  nítrico.  Los  minerales  mas  importantes  de  esta  sec- 
ción son  los  siguientes:  i.°  plomo  nativo;  2.0  galena;  3.0  plo- 
mo seleniado;  4.0  Bulangarita,  y 5.0  Burnonita. 

PLOMO  NATIVO— cuerpo  simple — Pb 

El  plomo  es  también  uno  de  los  metales  que  se  conocen 
desde  época  muy  antigua.  Se  ha  creído  hasta  hace  poco 


*32 


METALO  FA  ÑAS 


tiempo  que  este  cuerpo  no  se  encontraba  nativo,  sino  com- 
binado con  el  azufre,  ácido  carbónico,  ácido  fosfórico,  etc. 
Hoy  se  ha  probado  hasta  la  evidencia  que  se  halla  aislado 
en  Veracruz  (México)  y en  algunas  otras  localidades. 

Caracteres.— El  plomo,  tal  como  se  encuentra  en 
el  comercio,  presenta  un  color  gris  azulado,  lustre  metálico 
intenso  en  la  fractura  reciente,  pero  que  se  empaña  en  con- 
tacto del  aire;  blando,  flexible,  eminentemente  maleable  y 
poco  tenaz;  se  deja  cortar  por  la  navaja,  y desarrolla  por 
frotación  un  olor  desagradable,  estando  representado  su 
peso  específico  por  11,4.  Se  funde  á la  temperatura  de  335  j 
cristalizando  por  enfriamiento  en  pequeños  octaedros  im- 
plantados unos  en  otros;  al  calor  rojo  produce  vapores  sen- 
sibles; se  disuelve  en  el  ácido  nítrico  con  desprendimiento 
de  vapores  rojos,  é introduciendo  en  la  disolución  una  lá- 
mina de  zinc,  se  cubre  esta  de  partículas  de  plomo. 

Yacimiento. — Se  halla  el  plomo  diseminado  en  rocas 
volcánicas  ó cuarzosas,  y en  algunos  casos  en  una  caliza  gra- 
nuda atravesada  por  rocas  basálticas.  Este  yacimiento  tiene 
el  plomo  de  Cumberland,  el  de  Irlanda,  el  de  Veracruz 
(México)  y el  recientemente  descubierto  en  el  Canadá.  El 
malogrado  ingeniero  de  minas  Sr.  Maestre  lo  encontró  en  el 
rio  Oj alora  (Ciudad-Real),  después  de  grandes  lluvias,  y pro- 
cedente, según  opinión  del  mismo  Maestre,  de  los  terrenos 
volcánicos  próximos;  también  lo  halló  en  Pratdip  (larra- 
gona). 

USOS. — Se  emplea  el  plomo  en  la  fabricación  de  balas  y 
perdigones;  reducido  á láminas  mas  ó menos  gruesas  sirve 
para  cubrir  los  edificios,  azoteas,  etc.  Se  destina  además  para 
construir  tubos  de  conducción  de  aguas:  aleado  con  el  esta- 
ño constituye  la  «soldadura  de  plomeros»;  por  ultimo,  se 
construyen  con  el  plomo  las  cámaras  destinadas  á obtener  el 
ácido  sulfúrico;  en  unión  con  el  antimonio  forma  parte  de 
los  caracteres  de  imprenta,  etc.,  etc. 

GALENA — plomo  sulfurado  — sulfuro  de  plomo  — 
Fórmula  química  PbS 

CARACTERES.— La  galena,  denominada  también  «al- 
cohol de  alfareros»,  ofrece  por  forma  primitiva  un  cubo;  por 
lo  general,  se  presenta  hojosa,  laminar  y granuda;  color  gris 
de  plomo,  lustre  metálico  intenso;  quebradiza,  raya  al  yeso 
y se  raya  por  la  caliza,  siendo  su  peso  específico  de  7,2.  Se 
funde  con  facilidad  al  soplete  desprendiendo  vapores  sulfu 
rosos,  y se  reduce  sobre  el  carbón  á un  glóbulo  de  plomo, 
blanco,  blando  y maleable;  soluble  en  el  ácido  nítrico,  é in- 
troduciendo en  la  disolución  una  lámina  de  zinc,  se  deposi- 
tan sobre  ella  partículas  de  plomo. 

La  galena  rara  vez  existe  pura,  sino  mezclada  con  los 
sulfuros  de  cobre,  de  plata  y de  antimonio,  que  le  comuni- 
can, especialmente  el  último,  una  estructura  fibrosa  que  sus 
tituye  á la  hojosa  tan  característica  de  esta  especie. 

Variedades  de  formas  regulares. — Se 
cuentan  entre  otras  las  siguientes:  i.a  Galena  cúbica.  2.a  En 
octaedros  sencillos  ó modificados.  3.a  Cubo-dodecaédrica. 
4.a  Dodecaédrica. 

VARIEDADES  DE  FORMAS  Y ESTRUCTURAS 
ACCIDENTALES. — i.a  Galena  seudo-mórfica  ó epigénica, 
procedente  de  la  alteración  de  la  piromorfita  ó de  la  cerusa; 
esta  variedad  ofrece  la  forma  prismática  propia  de  los  mine- 
rales á quienes  sustituye.  2.a  Galena  incrustante,  cubriendo 
cristales  de  espato  flúor  ó de  caliza;  por  lo  general,  estos 
cristales  desaparecen  y dejan  un  molde  vacío  ó esqueleto 
mas  ó menos  sólido.  3.a  Galena  hojosa  ó laminar;  esta  varie- 
dad que  es  la  mas  común,  produce  cubos  por  medio  de  la 
exfoliación.  4.a  Escamosa,  compuesta  de  láminas  mas  peque- 


ñas ó de  escamas  brillantes  que  se  cruzan  en  diversas  direc- 
ciones. 5.a  Granuda,  formada  de  un  grano  fino  y muy  unido, 
presentando  al  propio  tiempo  un  color  gris  de  acero  con  una 
igera  tinta  azulada.  6.a  Compacta,  de  estructura  lisa  ó casi 
isa,  cuyos  granos  únicamente  son  visibles  mediante  una 
ente.  7.a  Especular,  de  superficie  brillante  y pulimentada. 
8.a  Palmeada  ó estriada,  que  ofrece  una  superficie  cubierta 
de  estrías  anchas  y divergentes. 

Variedades  de  mezclas.— i. a Galena  argentí- 
fera; esta  variedad  ofrece  todos  los  caractéres  exteriores  de 
la  galena,  pero  se  presenta  casi  siempre  en  pequeñas  láminas 
ó en  granos  acerados.  La  cantidad  de  plata  de  dichas  gale- 
nas es  muy  pequeña,  ofreciendo  las  mas  ricas  un  0,01,  0,03, 
pocas  veces  un  0,05  y mas  raro  un  1 por  100.  Las  galenas 
argentíferas  se  explotan  como  minas  de  plata.  2.a  Galena 
cuprífera,  compuesta  de  un  doble  sulfuro  de  cobre  y de  plo- 
mo; existen  además  galenas  seleníferas,  antimoníferas,  ferrí- 
feras, platiníferas  y sobresulfuradas,  ó sean  las  que  contienen 
un  exceso  de  azufre. 

Yacimiento.  — La  galena  es  la  única  especie  de  plo- 
mo que  se  encuentra  en  la  naturaleza  formando  grandes  de- 
pósitos; la  mayor  parte  de  los  filones  de  plomo  se  hallan 
enclavados  en  rocas  pizarrosas  de  los  terrenos  primarios.  En 
el  extranjero  son  notables  los  criaderos  de  Cornouailles, 
Devonshire,  Durhan  y Derbyshire  (Inglaterra),  Huelgoat  y 
Poullaouen  (Francia),  Bleiberg  en  Carintia  (Austria),  las  mi- 
nas de  Bleiberg  y de  Gemund  (Prusia)  y otras  no  menos 
importantes. 

España  posee  minas  de  galena,  y aun  de  las  demás  espe- 
cies del  género,  en  todas  sus  provincias,  excepto  tal  vez  en 
la  de  Valladolid.  Las  mas  productoras  son:  Almería,  Mur- 
cia, Jaén,  Málaga,  Córdoba,  Granada,  Badajoz,  Ciudad  Real 
y Tarragona,  siendo  los  criaderos  mas  notables  los  de  Lina- 
res (Jaén)  y los  de  Sierra  de  Gador  y Sierra  Almagrera  (Al- 
mería). Los  primeros  forman  verdaderos  filones  que  están 
enclavados  en  el  terreno  silúrico;  los  segundos  pertenecen  al 
terciario. 

La  producción  de  plomo  en  España  es  superior  á la  de 
toda  la  Europa.  En  1860,  por  ejemplo,  se  obtuvo  la  fabulosa 
suma  de  3.168,189  quintales  métricos  de  mineral  de  plomo. 

USOS  DE  LA  GALENA.— Su  aplicación  mas  impor- 
tante es  para  obtener  el  plomo;  reducida  á polvo  la  emplean 
los  alfareros  para  barnizar  las  vasijas  de  barro,  de  donde 
toma  el  nombre  de  «alcohol  de  alfareros». 

CLAUSTALITA  Ó FILQUERODITA  — plomo  selenia- 

D0 — seleniuro  de  plomo  —Fórmula  química  Pb  Se 

Esta  especie  es  sumamente  rara,  no  habiéndose  encontra- 
do mas  que  en  Clausthal  (Harz). 

CARACTERES.  — Esta  especie  mineralógica  presenta 
caractéres  muy  afines  á los  de  la  galena,  pero  se  distinguen 
en  el  olor  de  berza  podrida  que  por  la  acción  del  calor  des- 


prende el  plomo  seleniado. 


COMPOSICION  EN  PESO 


¡lenio. 
Plomo. 


100 


Yacimiento. — Como  hemos  indicado,  solo  se  ha  en- 
contrado amorfa  en  las  minas  de  Clausthal  y Tilkerode 
(Harz). 


ANGLESITA 


*33 


BULANGERITA  (DEDICADA  A BOULANGER)  Ó 
PLUMBOSTIBA — plomo  antimonio  sulfurado  ó sul- 
fo-antimoniuro  de  plomo  — Fórmula  química  ¿PbS-f 
Sb2  S3 

CARACTERES. — No  se  ha  presentado  hasta  ahora  en 
formas  bien  determinadas;  color  gris  azulado  claro,  estructu- 
ra fibroso-laminar  ó testáceo-curva;  muy  blanda,  puesto  que 
se  deja  rayar  por  la  caliza,  siendo  su  peso  específico  de  5,96 
á 6.  Se  funde  con  facilidad  al  soplete  con  desprendimiento 
de  vapores  sulfurosos  y humos  blancos  antimoniales,  y ha- 
ciendo el  experimento  sobre  el  carbón,  se  cubre  este  de  un 
círculo  amarillo,  debido  al  óxido  de  plomo;  se  disuelve  en 
el  ácido  nítrico  con  depósito  de  antimonito  de  plomo. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Plomo 55,57 

Antimonio 24,60 

Azufre.  18,86 


99>°3 

Yacimiento.  — Esta  especie  mineralógica  fué  descu- 
bierta por  primera  vez  en  el  departamento  de  Gard,  donde 
está  asociada  al  cuarzo,  pirita  de  hierro  y estibina;  posterior- 
mente se  ha  encontrado  en  Siberia  y Toscana.  En  España 
la  tenemos  en  Losacio  (Zamora). 


soplete,  y algunas  son  solubles  en  el  ácido  nítrico.  Las  espe- 
cies mas  importantes  de  este  grupo  son  las  siguientes:  i.a ce- 
rusa; 2.a  Anglesita;  3.a  querasina. 

CERUSA  Ó PLOMO  BLANCO— plomo  carbonatado — 
carbonato  de  plomo — Fórmula  química  PbO,  Co2 

CARACTÉRES. — La  cerusa,  llamada  también  albayalde 
natural,  ofrece  por  forma  primitiva  ó dominante  un  prisma 
romboidal  ó rectangular,  perteneciente  al  tercer  sistema; 
por  lo  común  presenta  color  blanco,  algunas  veces  blanco 
amarillento,  gris,  pardo  y en  algunos  casos  negro,  cuyo  úl- 
timo color  se  debe  á los  sulfuros  de  plomo  ó de  plata;  el 
brillo  es  vitreo  y diamantino,  trasparente  ó trasluciente, 
siendo  la  fractura  vitrea ; esta  especie  es  frágil,  menos  dura 
que  el  espato  flúor  y mas  que  la  caliza,  estando  represen- 
tado su  peso  específico  por  6,6.  Colocada  sobre  el  carbón,  y 
expuesta  á la  acción  del  soplete,  decrepita,  cambia  de  colo- 
ración y se  reduce  á un  boton  metálico  de  plomo  caracteri- 
zado por  su  blandura  y maleabilidad;  se  disuelve  en  el  ácido 
nítrico  con  desprendimiento  de  ácido  carbónico,  é introdu- 
ciendo en  la  disolución  una  lámina  de  zinc  se  cubre  de  par- 
tecillas  de  plomo  metálico 

COMPOSICION  EN  PESO 

Oxido  de  plomo.  . . 83,5 

Acido  carbónico.  . . 16,5 


BLRNONITA  O ENDELIONA — plomo  -ANTIMONIO  SUL- 
FURADO CUPRÍFERO  — SULFO-ANTI  MONI  URO  DE  PLOMO  CU- 
PRÍFERO—Fórmula  química  (Sb2S3,-f  4PbS)  (Sba) 

Caractéres.  — Esta  especie  mineralógica,  que  se  ha 
dedicado  al  conde  de  Bournon,  tiene  por  forma  primitiva  un 
prisma  rectangular  recto,  correspondiente  al  tercer  sistema; 
color  gris  de  acero,  fractura  concoidea  y desigual,  lustre 
craso,  y algo  diamantino ; raya  á la  caliza  y se  raya  por  el 
espato  flúor;  frágil,  estando  representado  su  peso  específico 
por  5,7  á 5,9.  Se  funde  al  soplete  desprendiendo  vapores 
sulfurosos  y antimoniales;  produce  un  boton  negro  de  lustre 
metaloide;  se  disuelve  en  caliente  en  el  ácido  nítrico. 

COMPOSICION  EN  PESO 
Plomo 39,0 

Cobr  13,5 

Antimonib.  . . . .'  . 28,5 

Azufre 16,0 

ACIMIENTO. — Se  encuentra  generalmente  en  masas 
cristalinas  ó en  cristales  bien  determinados  en  los  filones  de 
plomo  y de  cobre  de  Cornouailles,  Harz,  Braunsdorf  (Sajo- 
nía),  Piamonte,  Auvernia  y México.  En  España  se  encuentra 
en  Monte-rubio  (Burgos),  Garlitos  (Badajoz)  y en  la  Gargan- 

Dtiftpi¡$  Butagi&  y | , ^ y y ^ I ^ T™ 

SECCION  SEGUNDA— LITOFANAS  INCOLORAS 


100,0 


VARIEDADES. — Cristalizada  en  prismas  exagonales 
apuntados,  que  se  unen  muchas  veces  constituyendo  verda- 
deras hemitropias  análogas  á las  del  aragonito  y carbonato 
de  barita;  en  algunos  casos  se  hallan  unidos  formando  una 
cruz  oblicua  ó una  estrella  de  seis  radios;  además  de  estos 
cristales  se  encuentran  también  en  la  naturaleza  formas  do- 
decaédricas  idénticas  á las  de  la  Witerita.  Se  presenta  tam- 
bién la  cerusa  en  masas  compactas  ó reniformes,  cuya  va- 
riedad, si  se  exceptúa  el  peso,  tiene  todos  los  caractéres 
exteriores  de  un  mineral  lapídeo;  por  último,  existe  esta  es- 
pecie en  masas  bacilares  y aciculares,  de  color  blanco  y de 
brillo  vitreo  y diamantino  muy  marcado. 

Yacimiento. — Se  halla,  por  lo  común,  asociada  con 
la  galena  en  las  minas  de  plomo.  En  el  extranjero  existen 
cristales  bien  determinados  de  este  mineral  en  Bretaña,  los 
Vosgos  y Uanguedoc  (Francia),  Escocia,  Cornouailles,  Si- 
beria, Sajonia,  Estados-Unidos,  etc.  En  España  se  encuentra 
diseminada  en  los  mismos  puntos  que  la  galena,  siendo  uno 
de  los  criaderos  mas  principales  el  de  la  Sierra  de  Cartagena 
ó Sancti-Spiritus,  en  donde  hay  cristales  perfectamente  de- 
terminados. 

Usos.— Sirve  para  la  obtención  del  plomo;  se  emplea 
en  la  pintura,  para  dar  el  color  blanco  á los  cuadros,  siendo 
el  mejor  y mas  permanente;  amasada  con  una  corta  canti- 
dad de  aceite  de  linaza,  sirve  para  preparar  el  betún  de  vi- 
drieros ó sea  el  albayalde. 

ANGLESITA— plomo  sulfatado — sulfato  de  plomo— 
Fórmula  química  PbO,  SO3 


Las  sustancias  incluidas  en  esta  sección  tienen  por  cuerpo 
mineralizador  el  ácido  carbónico,  el  sulfúrico  ó el  cloro;  son 
incoloras  en  estado  de  pureza,  ofreciendo  al  propio  tiempo 
un  brillo  vitreo  y diamantino;  la  generalidad  de  ellas  tienen 
muy  poca  dureza;  son  frágiles  y presentan  un  peso  especí- 
fico poco  superior  á 6 enteros.  Se  funden  por  la  acción  del 


Caracteres. — La  anglesita,  así  llamada  porBeudant 
por  haber  sido  descubierta  en  la  isla  de  Anglesea,  tiene  por 
forma  dominante  un  octaedro  que  deriva  del  tercer  sistema; 
su  color  es  blanco,  lustre  vitreo  intenso  y algo  diamantino; 
raya  el  yeso  y se  raya  por  la  caliza.  Fusible  al  soplete,  y se 
reduce  á metal  cuando  se  la  mezcla  con  la  sosa  y se  hace  el 
ensayo  sobre  el  carbón. 


*34 


LITOFANAS  VERSICOLORAS 


COMPOSICION  EN  PESO 


Oxido  de  plomo. 
Acido  sulfúrico. . 


73,7 

26,3 


100,0 


Variedades. — Se  presenta  cristalizada  en  octaedros 
ó en  masas  compactas  y concrecionadas. 

YACIMIENTO. — La  anglesita  se  ha  encontrado  hasta 
ahora  en  las  minas  de  plomo  y cobre  de  la  isla  !de  Anglesea, 
en  Escocia,  ducado  de  Badén,  Siberia,  Harz,  Pensilvania  y 
otros  puntos.  En  España  la  tenemos  en  las  minas  de  Sierra 
Almagrera  y en  las  de  Linares. 

USOS. — Se  emplea,  como  todas  las  demás  especies  des- 
critas del  género,  para  la  obtención  del  plomo. 

QUERASINA  Ó FOSGENITA — plomo-cloro-carbon/ 

TADO — CARBONATO  DE  PLOMO  MAS  CLORURO  DE  PLOS 

Fórmula  química  PbO,  CCPLPbCl 


representado  su  peso  específico  por  6,9  á 7.  Por  medio  del 
soplete  produce  una  perla  de  color  gris  que,  por  enfriamiento, 
cristaliza  en  un  boton  poliédrico  ó sea  de  muchas  caras;  de 
aquí  el  nombre  de  piromorfita  (de  puros,  fuego,  mor/os, 
forma):  soluble  sin  efervescencia  en  el  ácido  nítrico,  é intro- 
duciendo en  la  disolución  la  lámina  de  zinc  se  precipita  el 
plomo. 


COMPOSICION  DE  LA  DE  CORNOUAILLES 

Fosfato  de  plomo 89,1 10 

Cloruro  de  plomo 10,074 

rosfato  de  cal 0,682 

Fluoruro  de  calcio 0,130 

99,996 


CARACTÉRES. — La  forma  primitiva  de  esta  especie  es 
un  prisma  recto  de  base  cuadrada,  fácilmente  exfoliable  en 
dirección  paralela  á las  caras;  color  blanco-amarillento  ó 
amarillo  naranjado,  lustre  diamantino,  por  lo  menos  en  la 
fractura  reciente;  dureza  idéntica  á la  de  la  caliza,  y su  peso 
específico  está  representado  por  6,2.  Decrepita  por  la  acción 
del  soplete,  y se  funde  en  un  glóbulo  opaco  y de  color  ama- 
rillo-agrisado que  por  enfriamiento  adquiere  lustre  vitreo  y 
color  blanco. 


COMPOSICION 

oruro  de  plomo.  . 
arbonato  de  plomo. 

NTO.— Se  encontró  este  mineral  en  Matlock, 
byshire  (Inglaterra):  después  ha  sido  descu- 

berland,  Massachussets  y Estados  TT  * 1 

/ ' ■ 


100 


Yací 
próximo  á 
bierto  en  Ci 


SECCION  TERCERA— LITOFAN A 
SICOLORAS 


Se  hallan  incluidas  en  este  grupo  todas  las  especies  que 
tienen  por  principio  mineralizador  los  ácidos  fosfórico,  cró- 
mico, molíbdico  y arsénico:  presentan  colores  propios,  siendo 
los  mas  comunes  y dominantes  el  verde,  rojo,  amarillo  y 
pardo;  lustre  vitreo  ó lapídeo;  son  desde  luego  mas  duras  y 
pesadas  que  las  lit ufanas  incoloras;  se  funden  al  soplete  y se 
disuelven  en  los  ácidos  con  mayor  dificultad.  Las  especies 
mas  comunes  y esenciales  de  esta  sección,  son  las  siguientes: 
i.a  piromorfita;  2.a  crocoisa;  3.a  mimetesa;  4.a  voquelinita; 
5.a  melinosa;  6.a  vanadita. 

PIROMORFITA  Ó PLOMO  VERDEÓ  PARDO— plomo 
fosfatado — posfato  de  plomo—  Realmente  está  forma- 
do por  tres  equivalentes  de  fosfato  de  plomo  y uno  de 
cloruro  del  mismo  metal,  pudiendo  representarse  su  fór- 
mula del  modo  siguiente:  PbClr3(Pb03)  (PhO3) 

CARACTÉRES. — La  piromorfita  tiene  por  forma  primi- 
tiva ó dominante  un  prisma  exagonal,  perteneciente  al  cuarto 
sistema;  sus  colores  constantes  son  el  verde  de  yerba,  ó el 
pardo  de  clavo,  dando,  cualquiera  que  sea  la  coloración,  un 
polvo  agrisado  por  medio  de  la  raya;  lustre  craso  ó diaman- 
tino; raya  á la  caliza  y se  raya  por  el  espato  flúor,  estando 


ES. — Se  presenta  en  cristales  bacilares  y 
iculares  de  color  verde  de  yerba;  en  cristales  de  forma 
exagonal,  cuyo  color  es  el  mismo  verde  de  yerba  ó pardo  de 
:lavo:  en  masas  concrecionadas  testáceas,  y,  por  lo  común,  de 


estructura 


icta  en  el  interior.  Existen  además  varieda- 


1 rmHTy  r.  \ A V 

des  de  un  rojo-anaranjado,  cuyo  color  es  debido  á una  corta 

cantidad  de  ácido  crómico;  la  globuliforme  y la  botrioidal 
que  es  parda  ó de  un  verde  mas  ó menos  oscuro;  en  este 
último  caso  parece  una  especie  de  musgo. 

YACIMIENTO. — La  piromorfita  se  halla  en  los  mismos 
terrenos  que  la  galena  y la  cerusa.  En  el  extranjero  se  en- 
cuentra en  Huelgoat  y Pont-Gibaud  (Francia),  Freiberg 
(Sajonia),  Harz,  Bohemia,  Cornouailles  (Inglaterra)  y otras 
diversas  localidades  de  Europa.  En  España  debe  existir  en 
Losacio  (Zamora)  y otros  criaderos  análogos. 

USOS. — Para  la  obtención  del  plomo. 

CROCOISA  Ó PLOMO  ROJO— plomo  crom atado — cro- 
mato de  plomo — Fórmula  química  PbO,  CrO- 


CARACTÉRES. — La  crocoisa  se  presenta  siempre  cris- 
talizada bien  sea  en  láminas,  ó en  cristales  que  ofrecen  la 
forma  de  prismas  romboidales  oblicuos  pertenecientes  al 
quinto  sistema;  color  amarillo-naranjado  ó rojo  de  jacinto, 
pero  reducida  á polvo  ofrece  el  primero  de  estos  colores; 

istre  diamantino,  traslúcida  ó diáfana,  estando  dotada  de 
un  gran  poder  refringente;  menos  dura  que  la  caliza  y mas 
que  el  yeso,  siendo  su  peso  específico  de  6 enteros.  Por  me- 
dio de  la  acción  del  soplete,  y colocada  sobre  el  carbón,  se 
cubre  este  de  óxido  de  plomo;  mediante  la  llama  de  oxida- 
ción colora  de  verde  al  borato  de  sosa  y sal  de  fósforo;  se 
disuelve  sin  efervescencia  en  el  ácido  nítrico. 


)A 


COMPOSICION  EN  PESO 


Acido  crómico. . 
Oxido  de  plomo. 


Vauquelin 

36,4° 

63,96 

100,36 


100,0 


VARIEDADES. — En  realidad  no  se  conocen  mas  que 
la  cristalizada  en  octaedros  simétricos  de  triángulos  escalenos 
ó en  prismas  exagonales,  y en  láminas  ó venas. 

YACIMIENTO. — La  crocoisa  es  un  mineral  bastante 
raro  hasta  ahora.  Se  encuentra  en  un  gneis  talcoso  de  Bere- 
zoff  (Siberia)  y en  cuarcitas  micáceas  por  lo  común  auríferas; 
se  ha  hallado  también  en  Minas-Geraes  (Brasil),  Zimapan 
(México),  en  Hungría  y Moldavia.  Existe  esencialmente  en 
la  provincia  de  Camarines  (islas  Filipinas),  donde  le  descu- 
brió el  ingeniero  español  Baranda;  de  esta  localidad,  y rega- 


I 


VANADITA 


r35 


lados  por  el  mismo,  proceden  los  magníficos  ejemplares  que 
existen  en  el  Museo  de  Historia  natural  de  Madrid  y los  de 
la  Escuela  de  minas, 

USOS. — Idénticos  á los  de  las  especies  anteriores. 

MIMETESA  O MIMETITA — plomo  arseniatado — 
arseniato  de  plomo — Fórmula  química 
3(PbO)3  AsO5  + PbCl 

Caracteres. — Esta  especie  ha  recibido  el  nombre 
de  mimetesa  (de  mimitas , que  quiere  decir  imitador),  porque 
es  isomorfa  con  la  piromorfita  y ofrece  al  propio  tiempo  el 
mismo  aspecto  que  esta.  La  mimetesa  es  una  sustancia 
vitrea,  amarilla  ó amarillento-verdosa;  su  dureza  es  idéntica 
á la  del  espato  flúor  y el  peso  específico  de  7,2.  Los  demás 
caractéres  físicos  son  muy  análogos  á los  de  la  piromorfita; 
se  distinguen,  no  obstante,  muy  bien  por  medio  de  las  pro- 
piedades químicas;  así,  por  ejemplo,  la  mimetesa  produce 
vapores  arsenicales  cuando  se  la  calienta  sobre  el  carbón, 
reduciéndose  al  propio  tiempo  á un  boton  metálico  de  plo- 
mo; fundida  con  la  sosa,  produce  una  sal  soluble  que  preci- 
pita en  rojo  por  el  nitrato  argéntico. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Arseniato  de  plomo. 
Fosfato  de  plomo.. 
Cloruro  de  plomo.. 


84,55 

4,5° 

9,05 

9S,io 


YACIMIENTO. — Se  encuentra  esta  especie  en  las  minas 
de  galena  de  Cornouailles,  Siberia,  Sajonia,  Bohemia,  duca- 
do de  Badén  y otras  localidades  europeas.  En  España  la 
tenemos  en  Asturias,  Galicia,  Sierra  de  Cartagena  y Sierra 
Blanca,  cerca  de  Marbella  (Málaga). 

VOQUELINITA  Ó PLOMO  CROMATADO  VERDE— 

CROMATADO  CUPRÍFERO — CROMATO  DE  PLOMO  CUPRÍFERO 

— Fórmula  química  (PbO)2  Cr203  + CuO,  Cr203 

Caractéres. — La  forma  primitiva  es  un  prisma  rom- 
boidal oblicuo  del  quinto  sistema;  color  verde  negruzco,  y 
reducida  á polvo,  de  un  verde  claro;  raya  á la  caliza  y se 
raya  por  el  espato  flúor,  siendo  su  peso  específico  de  6,8  á 
7,2.  Por  medio  del  soplete  se  funde  en  un  glóbulo  metálico 
color  gris  oscuro,  alrededor  del  cual  se  observan  peque- 
ños granos  de  plomo  reducido;  soluble  en  el  ácido  nítrico, 
dejando  un  residuo  de  color  amarillo. 


MA 


COMPOSICION  E 

Oxido  de  plomo.  . 
Oxido  cúprico . 
Acido  crómico.  . 


100,00 


YACIMIENTO. — Existe  la  voquelinita  en  cristales  con- 
fusos, asociada  al  plomo  rojo,  en  Berezoff  ( Siberia),  en  Con- 
gonhas  do  Campo  (Brasil),  en  Pont-Gibaud  (Francia)  y en 
la  América  del  Norte. 

MELINOSA  Ó WULFENITA— plomo  mo libd atado  — 
molibdato  de  plomo— Fórmula  química  PbO,  MO? 

Caractéres. — La  melinosa,  llamada  también  plomo 
amarillo , ofrece  por  forma  primitiva  un  prisma  romboidal 


oblicuo  del  quinto  sistema;  el  color  de  esta  especie  es  ama- 
rillo ó amarillo-naranjado,  lustre  vítreo-resinoso;  raya  al  yeso 
y se  raya  por  la  caliza,  siendo  su  peso  específico  de  6,9.  Se 
funde  sobre  el  carbón  en  un  glóbulo  de  plomo;  soluble  en 
el  ácido  nítrico,  dejando  un  residuo  blanco  algo  soluble 
también,  que  toma  color  azul,  introduciendo  una  lámina  de 
zinc. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Oxido  de  plomo.  . . 61,5 
Acido  molibdico.  . . 38,5 


100,0 


Yacimiento. — La  melinosa  es  una  de  las  especies 
mas  raras  del  género  Plomo,  encontrándose  siempre  en  las 
minas  plumbíferas,  especialmente  en  las  de  Carintia,  Hun- 
gría, Moldavia,  Zacatecas  y Zimapan  (México)  y en  Pensil- 
vania.  En  España,  según  Naranjo,  la  halló  en  la  Sierra  de 
Mijas,  Prolongo,  catedrático  de  Historia  natural  de  Málaga. 

VANADITA— plomo  vanadiatado  — vanadiato  de 
plomo— Fórmula  química  (PbO)3  VO3 

CARACTÉRES. — La  vanadita  rara  vez  se  presenta  cris- 
talizada en  tablas  exagonales  derivadas  acaso  del  tercer  sis- 
tema; color  pardo  de  clavo,  morado,  rosa  ó rojo  de  choco- 
late, pero  reducida  á polvo  tiene  color  blanco  amarillento; 
raya  á la  caliza  y se  raya  por  el  espato  flúor,  siendo  su  peso 
específico  de  6,6  á 6,9.  Por  medio  del  soplete  produce  una 
escoria  negra  análoga  al  grafito,  y con  la  sal  de  fósforo  da  un 
vidrio  diáfano,  y de  color  verde  de  esmeralda,  cuyo  carácter 
indica  la  presencia  del  vanadio. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Oxido  de  plomo. 
Acido  vanádico. 
Oxido  de  zinc.. 
Oxido  de  hierro. 


66,33 

23,44 

9,5 1 
0,16 


99,44 


YACIMIENTO. — La  vanadita  fue  encontrada  por  pri- 
mera vez  en  un  filón  metalífero  en  Zimapan  (México);  se  ha 
visto  posteriormente  en  Dun fríes  (Escocia),  Irlanda  y en 
Berezoff  (Siberia). 

EXTRACCION  Ó METALURGIA  DEL  PLOMO.— 

Las  dos  únicas  especies  de  plomo,  que  en  realidad  se  desti- 
la á la  obtención  del  metal,  son  la  galena  y el  carbonato 
plomo  ó cerusa. 

El  tratamiento  metalúrgico  de  la  cerusa  es  sumamente 
sencillo:  se  reduce  á fundir  el  mineral  mezclado  con  carbón 
en  hornos  especiales,  denominados  hornos  de  manga;  el  plo- 
mo en  este  caso  se  reduce  con  facilidad  al  estado  metálico. 

Los  minerales  de  galena  ó de  algunas  otras  especies  se 
sujetan  préviamente  á ciertas  operaciones  mecánicas.  Luego 
que  se  extraen  de  la  mina,  se  separan  los  fragmentos  puros 
ó poco  menos  con  objeto  de  fundirlos  inmediatamente;  se 
muelen  los  demás  por  medio  de  cilindros  y se  les  criba  des 
pues  con  bastante  esmero.  De  esta  manera  se  obtiene  un 
polvo  con  todas  las  condiciones  necesarias  para  ser  fundido; 
este  polvo,  denominado  por  algunos  schlich , puede  contener, 
según  la  clase  del  mineral,  además  de  plomo,  azufre,  arsénico 
ú otras  sustancias.  Para  privar  al  plomo  de  estos  cuerpos  se 
funde  mezclado  con  el  hierro,  sobre  todo  si  las  gangas  son 
muy  silíceas;  cuando  no  existen  estas,  ó sean  en  corta  canti- 


LITOFANAS  VERSICOLORAS 


•56 


dad,  se  prefiere  el  método  llamado  por  reacción , que  consiste 
en  tostar  la  galena,  ó mejor  dicho,  el  schlich  en  un  horno  de 
reverbero  hasta  que  se  forme  óxido  y sulfato  de  plomo;  luego 
que  se  ha  conseguido  este  resultado,  se  remueven  perfecta- 
mente los  materiales  para  que  se  mezclen  bien,  y activando 
inmediatamente  la  temperatura,  después  de  haber  cerrado 
todas  las  puertas  del  horno;  en  este  caso  se  produce  una 
reacción  entre  el  sulfato  y el  óxido  por  una  parte,  y por  la 
otra  con  el  sulfato  no  descompuesto,  cuya  reacción  produce 
desprendimiento  de  ácido  sulfúrico  y separación  de  cierta 
cantidad  de  plomo  metálico. 

GÉNERO— ESTAÑO 

Este  género  solo  consta  de  dos  especies  naturales,  que 
son:  la  casiterita  y la  cstannina.  Antes  de  proceder  á la  des- 
cripción de  estas  sustancias,  estimamos  oportuno  decir  cua- 
tro palabras  acerca  del. estaño. 

ESTAÑO— cuerpo  simple — Fórmula  química  Sn 

CARACTERES. — El  estaño  del  comercio  es  un  metal 
blanco,  análogo  á la  plata  en  su  aspecto  y lustre.  Tiene  un 
sabor  y un  olor  especial  perceptible,  sobre  todo  cuando  se 
le  ha  frotado  por  algún  tiempo  entre  los  dedos;  es  uno  de 
los  metales  mas  maleables,  reduciéndose  por  el  martillo  á 
láminas  muy  delgadas;  muy  blando  hasta  el  punto  de  ofre- 
cer una  dureza  idéntica  á la  del  yeso,  siendo  su  peso  especí- 
fico de  7,3.  Cuando  se  dobla  una  varilla  de  estaño  produce 
un  crujido  especial,  denominado  grito  del  estaño , debido  á 
la  estructura  cristalina  que  el  metal  ofrece  en  su  interior, 
cuyas  moléculas  cristalinas  se  rompen  mediante  la  flexión. 
El  estaño  se  funde  á la  temperatura  de  228o,  y á la  del  rojo 
blanco  produce  vapores  sensibles;  fundido  y enfriado  crista- 
liza en  octaedros  de  base  cuadrada;  se  disuelve  en  el  ácido 
hidroclórico  concentrado  con  desprendimiento  de  hidrógeno; 
el  ácido  nítrico  le  ataca  con  facilidad  y le  convierte  en  ácido 
estannico;  tratado  por  este  mismo  ácido  concentrado  se  pro- 
duce desprendimiento  de  bióxido  nítrico,  cuyo  desprendi- 
miento no  se  efectúa  en  un  ácido  muy  diluido. 

CASITERITA — estaño  oxidado — bióxido  de  estaño 
Fórmula  química  SnO2 

Caracteres. — La  casiterita  (de  cositeros , estaño)  tie- 
ne por  forma  primitiva  un  prisma  de  base  cuadrada,  corres- 
pondiente al  segundo  sistema;  incolora  y trasparente  en 
algunos  casos,  pero  generalmente  se  presenta  de  color  pardo 
negruzco,  pardo  amarillento,  pardo  rojizo  y aun  negro;  algu- 
nos ejemplares  son  de  un  gris  claro,  rojo  de  vino  ó de  ja- 
cinto; lustre  bastante  pronunciado,  pero  lapídeo  ó diamanti- 
no mas  que  metálico;  raya  al  feldespato  ortosa  y se  raja  por 
el  cuarzo,  produce  chispas  con  el  eslabón,  siendo  su  peso 
específico  de  6,8  á 7.  Infusible  por  si  sola  al  soplete,  pero 
puesta  sobre  el  carbón  y mezclada  con  la  sosa,  produce  un 
boton  metálico  de  estaño  por  el  fuego  de  reducción;  conver- 
tida en  polvo  se  disuelve  con  muchísima  dificultad  en  el 
ácido  hidroclórico,  cuya  disolución  da  con  el  cloruro  de  oro 
un  precipitado  de  color  rojo  púrpura  (púrpura  de  Casio). 

COMPOSICION  DE  LA  CASITERITA  DE  CORNOUA1LLES 

(Klaproth) 

Bióxido  de  estaño.  . . . . 98,60 

Oxido  férrico 00,36 


VARIEDADES. — I.a  En  cristales  brillantes  y de  formas 
muy  variadas  derivadas  de  la  primitiva,  siendo,  no  obstante, 
las  mas  frecuentes  las  dodecaédricas,  prismas  de  cuatro, 
ocho  y hasta  diez  y seis  caras. 

2. a  Casiterita  hemitropiada  ó pico  de  estaño,  forma  de- 
bida al  cruzamiento  de  dos  cristales,  cuyo  plano  de  unión 
es  oblicuo  al  eje  de  los  cristales,  presentando  un  ángulo 
entrante  muy  profundo,  carácter  que,  unido  al  peso  rela- 
tivo que  ofrece  la  casiterita,  es  suficiente  para  separarla  de 
ciertos  ejemplares  de  rutilo  ú óxido  de  titano  que  ofrece 
también  cristales  hemitropiados. 

3. a  Casiterita  concrecionada -fibrosa,  llamada  también 
estaño  leñoso;  esta  variedad  se  halla  en  masas  pequeñas  glo- 
bosas ó mamelonadas,  de  un  color  pardo  castaña  ó rojo  de 
caoba,  dotadas  de  estructura  fibroso-radiada  y formadas  de 
capas  concéntricas  análogas  á las  que  presenta  el  tronco  de 
los  vegetales  dicotiledóneos. 

4a  Casiterita  granular  ó amorfa,  se  halla  en  masas  com- 
pactas redondeadas,  en  cantos  rodados  pequeños  ó en  gra- 
nos mas  ó menos  finos  y diseminados  en  las  arenas  de  los 
terrenos  de  aluvión. 

YACIMIENTO.— Se  encuentra  la  casiterita  en  masas 
constituidas  de  venas  paralelas  ó entrecruzadas  entre  sí  y en 
filones  que  atraviesan  los  granitos  mas  antiguos,  llegando 
hasta  las  pizarras  de  los  terrenos  primarios  ó paleozóicos. 
Los  criaderos  mas  notables  de  este  mineral  existen  en  Cor- 
nouailles  (Inglaterra)  y en  Erzgebirge,  cadena  de  montañas 
que  separa  la  Sajonia  de  Bohemia.  Se  hallan  también  minas 
de  casiterita  en  Zacatecas  y Guanajato  (México).  En  España 
hay  minas  de  esta  sustancia  en  Monte-Rey  (Orense),  Carba- 
jales  de  Alba  (Zamora)  y en  varios  puntos  de  las  provincias 
de  Salamanca,  Pontevedra  y Asturias.  Se  cree  que  los  feni- 
cios extrajeron  grandes  cantidades  de  estaño  de  las  islas 
Casiteridas,  que  estaban  situadas  al  oeste  de  Galicia. 

USOS. — Sirve  la  casiterita  para  la  obtención  del  estaño, 
cuyo  metal  se  destina  para  la  construcción  de  varios  utensi- 
lios de  cocina  y mas  especialmente  para  estañar  las  vasijas 
de  cobre;  reducido  á láminas  delgadas  se  emplea  para  envol- 
ver ciertas  sustancias  y preservarlas  de  la  acción  del  aire  y 
de  la  humedad,  así  como  también  para  el  azogado  de  los 
espejos;  se  usa  además  para  la  fabricación  de  vasos,  platos, 
cubiertos,  etc.,  aleado  con  una  corta  cantidad  de  plomo  para 
que  de  esta  manera  sea  menos  quebradizo;  asociado  con  el 
cobre  forma  el  bronce;  con  el  plomo  la  soldadura  de  plome- 
ros; y con  el  hierro  la  hoja  de  lata. 

ESTANNINA  Ó PIRITA  DE  ESTAÑO— estaño  sulfu- 
rado— sulfuro  de  estaño — Fórmula  química  Sn.  S 

¿\xj  Aüiur 

CARACTERES.  — La  estannina  es  una  sustancia  que  se 
halla  en  masas  laminares  ó granudas  de  aspecto  metaloide, 
de  color  gris  de  acero  ó gris  amarillento  con  tendencia  al 
amarillo  bronceado  ó gris  verdoso;  el  polvo  que  resulta  de 
la  raya  es  negro;  mas  duro  que  la  fluorina  y menos  que  la 
fosforita,  siendo  su  peso  específico  de  4,5;  la  estannina  se 
caracteriza  además  por  ser  frágil  y por  su  fractura  desigual 
é incompletamente  concoidea.  Se  funde  al  soplete,  cubrien- 
do al  carbón  de  un  polvo  blanco  (óxido  de  estaño);  se  di- 
suelve en  el  ácido  nítrico  con  desprendimiento  de  vapores 
rojos  y depósito  de  un  polvo  blanco;  soluble  en  el  ácido  hi- 
droclórico; la  última  disolución  da  un  precipitado  de  color 
rojo  púrpura  por  medio  del  cloruro  de  oro;  en  la  disolución 
nítrica  se  precipita  el  cobre,  que  contiene  la  estannina,  me- 
diante una  lámina  de  hierro. 


98,96 


COBRE  NATIVO 


137 


COMPOSICION  DE  LA  ESTAN  NINA  DE  HUEL-ROCK  SEGUN 

Klaproth 


BISMUTINA  — EISMUTO  SULFURADO  — SULFURO  DE  BIS- 
MUTO— Fórmula  química  BiS 


Azufre 30,5 

Estaño 26,5 

Cobre 30,0 

Hierro 1 2,0 

Zinc 


100,0 

YACIMIENTO.  — Esta  sustancia  es  muy  rara  en  la  na- 
turaleza; se  ha  encontrado  en  las  minas  de  estaño  de  Cor- 
nouailles  (Inglaterra)  y Pinnwald  (Bohemia). 

Metalurgia  del  ESTAÑO.  — Para  obtener  este 
metal  de  la  casiterita,  basta  quebrantarla  y lavarla,  después 
se  la  tuesta  con  el  objeto  de  oxidar  los  sulfuros  y arseniuros 
que  existen  en  estado  de  mezcla;  estos  últimos  se  separan  de 
nuevo  por  medio  de  una  segunda  pulverización  y lavado. 
Purificado  de  este  modo  el  mineral,  se  trata  por  carbón  en 
un  crisol,  y mediante  el  calor  se  reduce  al  estado  líquido, 
que  se  recoge  en  vasijas  adecuadas. 

GÉNERO  — BISMUTO 

Comprende  este  género  diversas  especies,  siendo  las  mas 
principales  el  bismuto  nativo  y la  bismutina. 

BISMUTO  NATIVO  — cuerpo  simple  — Fórmula 

química  Bi 

CARACTÉRES. — El  bismuto,  cuando  es  puro,  es  un 
metal  de  color  blanco  agrisado  ó blanco  de  estaño,  pero 
ofreciendo  constantemente  una  tinta  rojiza;  su  lustre  es  me- 
tálico; raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  estando  represen- 
tado su  peso  específico  por  9,8  á 9,9.  Ofrece  fractura  cris- 
talina compuesta  de  láminas  anchas  y bastante  brillantes; 
maleable  y cristaliza  por  fusión  y enfriamiento,  según  unos,  en 
romboedros,  y según  otros,  en  cubos  que  se  reúnen  entre  sí 
constituyendo  una  especie  de  tolva  piramidal  ó formas  mas 
ó menos  raras  y caprichosas.  Estos  cristales  ofrecen  diversas 
coloraciones,  notables  por  sus  hermosos  matices  análogos  á 
los  de  las  burbujas  del  jabón,  siendo  debidos  á películas 
muy  delgadas  de  óxido  de  bismuto,  que  se  forman  en  la 
superficie  de  este  metal,  cuando  está  expuesto  por  algún 
tiempo  á la  acción  de  la  atmósfera.  El  bismuto  se  disuelve 
con  efervescencia  en  el  ácido  nítrico,  y si  se  trata  esta  diso- 
lución por  agua  destilada,  se  obtiene  un  precipitado  blanco 
(subnitrato  de  bismuto).  Este  metal  es  fusible  á la  tempera- 
tura de  264o;  cuando  pasa  por  enfriamiento  del  estado  liquido 
al  sólido,  tiene  la  particularidad  de  aumentar  de  volumen, 
ofreciendo  por  consecuencia  mayor  densidad  en  estado  líqui- 
do, cuyo  fenómeno  es  idéntico  al  del  agua  cuando  pasa  de 
líquida  á sólida. 

Variedades. — El  bismuto,  que  por  lo  común  está 
asociado  al  arsénico,  se  presenta  únicamente  en  masas  lami- 
nares que  ofrecen  con  frecuencia  indicios  de  romboedros 
cuboides,  ó sea  un  romboedro  de  87  o, 4'.  Esta  forma  se  ha 
creído  por  muchos  mineralogistas  que  era  un  verdadero 
cubo,  hasta  que  G.  Rose  ha  determinado  la  verdadera  cris- 
talización en  romboedros  idénticos  á los  del  antimonio. 

YACIMIENTO.  — Existe  el  bismuto  diseminado  en  la 
baritina  y el  cuarzo,  ó asociado  á algunos  minerales  de  plata, 
cobalto  y plomo.  Los  principales  criaderos  de  este  metal  se 
encuentran  en  Sajonia,  Bohemia  y Suecia. 

USOS. — Se  emplea  el  bismuto  aleado  con  el  estaño  y plo- 
mo para  la  construcción  de  las  válvulas  de  seguridad. 

Tomo  IX 


CARACTÉRES.  — La  bismutina  cristaliza  en  prismas 
prolongados  ó en  agujas  alargadas  y con  profundas  estrías 
longitudinales  derivadas  del  prisma  rectangular  recto;  su  co- 
lor es  el  gris  de  plomo  ó gris  de  acero  claro  con  irisaciones; 
lustre  metálico  intenso;  es  un  mineral  muy  blando,  supuesto 
que  raya  con  mucha  dificultad  al  yeso,  estando  representado 
su  peso  específico  por  6,5.  Se  funde  á la  simple  llama  de 
una  bujía;  colocada  sobre  el  carbón  y expuesta  á la  llama 
del  soplete,  deposita  un  óxido  metálico  que,  por  enfria- 
miento, adquiere  una  tinta  pardusca;  si  se  agrega  sosa,  se 
produce  el  boton  metálico  de  bismuto ; se  disuelve  sin  efer- 
vescencia en  el  ácido  nítrico;  tratada  la  disolución  por  agua 
destilada,  se  obtiene  un  precipitado  blanco  (subnitrato  de 
bismuto). 

Y ACIMIENTO. — La  bismutina  es  un  mineral  muy  escaso 
en  la  naturaleza;  se  encuentra  en  los  mismos  sitios  que  el 
bismuto,  estando  la  variedad  laminar  asociada  al  cerio  en 
Noruega  y Suecia,  y á la  pirita  cobriza  en  Chile.  Existe  tam- 
bién esta  especie  en  algunas  minas  de  Cumberland  y Cor- 
nouailles  (Inglaterra). 

EXTRACCION  Ó METALURGIA  DEL  BISMUTO. 

— La  única  especie  que  se  explota  es  el  bismuto  nativo, 
siendo  el  procedimiento  de  extracción  sumamente  sencillo: 
consiste  en  calentar  el  mineral  en  vasijas  cerradas;  en  este 
caso  el  bismuto  se  funde,  separándose  de  la  ganga,  y se  con- 
densa por  enfriamiento  en  la  parte  inferior  de  la  vasija. 

GENERO  — COBRE 

Este  metal  se  encuentra  libre  en  la  naturaleza  ó combina- 
do con  el  oxígeno,  azufre,  cloro,  ácido  carbónico,  sulfúrico, 
silícico,  etc.,  formando  multitud  de  compuestos  que  tienen 
las  propiedades  generales  siguientes : color  rojo,  verde  ó azul 
mas  ó menos  intenso;  lustre  metálico  ó aspecto  litoideo;  du- 
reza comprendida  entre  2 y 5.  Todos  ellos  son  solubles  en 
el  ácido  nítrico  dando  una  disolución  verde  ó azulada,  que 
adquiere  por  el  tratamiento  con  el  amoniaco  un  color  azul 
celeste;  si  en  la  anterior  disolución  se  introduce  una  lámina 
de  hierro,  se  precipita  sobre  ella  el  cobre  en  estado  metálico; 
sometidos  á la  acción  del  bórax,  producen  un  vidrio  de  color 
verde  al  fuego  de  oxidación. 

Siguiendo  á Leymerie,  dividiremos  las  especies  de  este 
género  en  los  grupos  siguientes:  i.°  cobre  nativo  y óxidos  de 
cobre;  2.0  piritas  cobrizas;  3.0  compuestos  haloideos,  ó sean 
carbonatos,  sulfatos,  arseniatos,  fosfatos  y cloruros;  4.0  sili- 
catos. 

PRIMER  GRUPO  Ó SECCION -COBRE  Y SUS 

r ^—'-OXIDOS--' x ^ 

COBRE  NATIVO— cuerpo  simple— Fórmula  química  Cu 

CARACTÉRES. — Este  metal,  conocido  desde  la  mas 
remota  antigüedad,  ofrece  los  siguientes  caractéres:  se  pre- 
senta con  frecuencia  cristalizado  en  octaedros  ó dodecaedros, 
derivados  del  sistema  cúbico;  su  color  es  rojo  característico; 
si  se  reduce  á una  lámina  muy  delgada  adquiere  cierta  tras- 
parencia, y mirado  en  este  caso  por  refracción,  ofrece  un 
color  verde  intenso;  lustre  metálico  en  la  fractura  reciente; 
raya  á la  plata  y al  oro  y se  raya  por  el  hierro,  pudiendo 
representarse  su  dureza  por  el  número  3 de  la  escala  relativa 
de  Mohs ; el  cobre  es  uno  de  los  metales  mas  dúctiles,  ma- 
leables y tenaces;  desarrolla  por  frotación  un  olor  particular, 
y su  peso  específico  es  de  8,7.  Se  funde  á la  temperatura  del 

iS 


COBRE  V SUS  ÓXIDOS 


*38 

rojo,  produciendo  al  calor  blanco  vapores  muy  sensibles  que 
arden  en  contacto  del  aire  con  una  llama  verde;  expuesto  á 
una  atmósfera  húmeda  se  altera,  especialmente  si  hay  ácido 
carbónico,  y se  cubre  de  una  capa  verde  que  algunos  impro- 
piamente denominan  cardenillo:  se  disuelve  fácilmente  en 
el  ácido  nítrico  con  desprendimiento  de  vapores  rojos 
(bióxido  nítrico),  dando  una  disolución  verdosa  que,  como 
hemos  dicho,  toma  un  color  azul  celeste  por  medio  del 
amoniaco,  así  como  si  se  introduce  en  la  indicada  disolu- 
ción una  lámina  de  hierro  se  cubre  de  una  ligera  capa  de 
cobre. 

VARIEDADES. — Se  presenta  el  cobre  en  la  naturaleza 
de  diversas  maneras:  i.a  cristalizado  en  octaedros  y dode- 
caedros sencillos  ó modificados  en  sus  aristas  y ángulos  só- 
lidos; 2.a  cobre  dendrítico,  resultado  del  cruzamiento  de  pe- 
queños cristales;  3.a  filiforme,  y 4.a  cobre  de  cementación: 
existe  además  amorfo,  en  granos  diseminados  y en  masas 
considerables. 

Y ACIMIENTO. — La  generalidad  de  las  minas  conocidas 
de  cobre  están  enclavadas  en  el  terreno  primario  ó paleo- 
zoico. Las  mas  notables  del  extranjero  son  las  de  Ekatare- 
nibourg  (Montes  Urales),  las  de  Cornouailles  (Inglaterra)  y 
las  del  Lago  Superior  (Estados-Unidos);  de  estas  tres  locali- 
dades, especialmente  de  la  última,  proceden  los  hermosos 
ejemplares  cristalizados  que  existen  en  algunas  colecciones 
mineralógicas.  Se  encuentra  además  el  cobre  nativo  en  No- 
ruega, Suecia,  Chile  y Eolivia,  de  cuyo  último  punto  procede 
el  magnífico  ejemplar  que  existe  en  el  museo  de  Historia 
Natural  de  Madrid;  masa  considerable  de  100  kilogramos 
con  algunos  cristales  dodecaédricos.  En  España  tenemos  el 
cobre  nativo  cristalizado  en  octaedros  en  las  célebres  minas 
de  Riotinto  (Huelva),  sobre  todo  en  la  mina  llamada  Thar- 
sis.  En  Linares  (Jaén),  en  Santiago  de  Cuba  (isla  de  Cuba), 
se  halla  en  granos,  á veces  de  gran  magnitud,  y en  mas  pe- 
queña cantidad  en  Sierra  Nevada  y en  el  distrito  de  Lepan- 
to  (islas  i’ilipinas);  por  último,  según  el  Sr.  Santos,  existe  en 
las  minas  del  Jaroso  (Sierra  Almagrera),  bajo  la  forma  de 
placas. 

USOS. — Las  aplicaciones  del  cobre  han  sido  numerosas 
y variadas  desde  la  mas  remota  antigüedad  hasta  el  presente; 
se  usa  en  el  estado  nativo,  como  todo  el  mundo  sabe,  para 
la  acuñación  de  la  moneda  (1);  sirve  para  dar  dureza  á la 
plata  y oro,  cuyos  metales  aislados  son  muy  blandos;  aleado 
con  el  zinc  forma  el  latón,  aleación  conocida  también  con 
los  nombres  de  similor,  plaqué  amarillo,  oropel,  tombac,  etc., 
cuyas  sustancias  son  susceptibles  de  infinidad  de  aplicacio- 
nes; unido  con  el  estaño  forma  el  bronce  y la  estañadura  de 
cobre;  por  último,  se  utiliza  el  cobre  para  la  fabricación  de 
utensilios  de  cocina,  tales  como  calderas,  cacerolas,  cazos,  etc.; 
sirve  además  para  la  fabricación  de  planchas  de  grabado, 
galvanoplastia,  etc. 

Los  usos  del  bronce  son  muchos  y variados;  se  emplea  en 
la  acuñación  de  la  moneda,  medallas,  estatuas,  cañones,  pén- 
dulos y objetos  de  adorno.  Su  sonoridad  se  utiliza  para  la 
fabricación  de  campanas,  tantanes  chinos,  etc  Si  la  cantidad 
de  estaño  es  muy  pequeña,  resulta  una  aleación  de  color 
amarillo  muy  agradable  que  se  emplea  para  imitar  ciertos 
objetos  de  bisutería.  El  bronce  que  se  destina  para  la  cons- 
trucción de  estatuas  no  consta  solamente  de  cobre  y estaño, 
sino  también  de  cierta  cantidad  de  zinc  y de  plomo;  así,  por 
ejemplo,  la  antigua  estatua  de  Napoleón  I estaba  formada 
de  una  aleación  en  que  había  84,8  de  cobre,  5,8  de  estaño, 
2 de  zinc  y 3,7  de  plomo.  La  presencia  de  este  último  metal 
facilita  el  trabajo  del  buril.  Las  medallas  de  bronce  contie- 


( 1 ) Véase  el  oro  y la  plata. 


nen  de  90  á 95  de  cobre  y 5 á 10  de  estaño;  las  monedas  95 
de  cobre,  4 de  estaño  y 1 de  zinc.  El  bronce  de  cañones  se 
compone  de  90,09  de  cobre  y 9,91  de  estaño. 

El  latón  común  ú ordinario  se  compone  de  dos  partes  de 
cobre  y una  de  zinc,  ó sea  de  66  del  primero  y 33  del  se- 
gundo; el  similor  ú oro  de  Manheim  contiene  82  de  cobre,  8 
de  estaño  y 10  de  zinc;  el  tombac  que  se  emplea  en  los  ob- 
jetos de  lujo  que  se  doran  está  compuesto  de  86  ó 90  de  co- 
bre y de  14  ó 10  de  zinc;  el  denominado  oropel  ofrece  pró- 
ximamente la  misma  composición  (2). 

ZIGUELINA  Ó COBRE  ROJO — cobre  oxidado-óxido 
ó oxídulo  de  cobre — Fórmula  química  Cu2  O 

CARACTÉRES. — La  ziguelina  (de  la  palabra  alemana 
ziguelerz,  quiere  decir  mina  de  color  de  ladrillo)  ofrece  por 
forma  primitiva  un  octaedro  ó un  cubo;  el  color  de  esta  sus- 
tancia es  el  rojo  de  cochinilla  en  los  cristales  trasparentes, 
pero  en  los  opacos  ó cuando  se  presenta  en  masas  tiene  un 
color  de  hierro,  dando  todos  los  ejemplares  por  la  raya  un 
rojo  intenso;  la  ziguelina  es  mas  dura  que  la  caliza  y menos 
que  el  espato  flúor,  estando  representado  su  peso  específico 
por  6 enteros.  Se  funde  al  fuego  de  oxidación  en  un  glóbulo 
negro,  y al  de  reducción  en  un  glóbulo  de  cobre;  comunica 
á la  llama  del  soplete  un  color  verde;  produce  con  el  bórax 
y mediante  el  fuego  de  reducción,  un  vidrio  incoloro  que 
adquiere  muy  pronto  el  color  rojo  de  cobre  ó de  ladrillo, 
mientras  que  al  fuego  de  oxidación  da  un  vidrio  de  un  ver- 
de de  esmeralda;  soluble  con  efervescencia  en  el  ácido  nítri- 
co, cuya  disolución  toma  un  color  azul  si  se  la  trata  por  el 
amoniaco. 

f tt  v^yj  ■ 

COMPOSICION  EN  PESO 

Cobre.  ...  . 88,78 

Oxígeno 11,22 

100,00 

VARIEDADES  DE  FORMA.  — 1.a  La  ziguelina  cúbi- 
ca, variedad  bastante  rara.  2.a  Octaédrica.  3.a  Cubo  octaé- 
drica. 4.a  Dodecaédrica  y alguna  otra. 

Variedades  de  formas  y estructuras 
ACCIDENTALES. — 1.*  Capilar,  constituida  de  agujas  su- 
mamente finas  de  un  rojo  vivo  ó de  cochinilla  y de  lustre 
sedoso.  2.a  Laminar,  compuesta  de  un  tejido  ó estructura 
hojosa  mas  ó menos  manifiesta.  3.a  Compacta,  se  presenta 
en  masas  de  aspecto  ó apariencia  vitrea  y en  algunos  casos 
resinosa;  esta  variedad,  llamada  también  cobre  rojo  vitreo  ó 
piciforme,  se  halla  en  masas  de  alguna  magnitud,  y ofrece 
algunas  veces  geodas  tapizadas  por  cristales  de  la  misma  zi- 
guelina. 4.a  Terrosa,  de  estructura  terrea  y de  un  color  y 

(2)  Raros  son  los  metales  que  se  usan  aislados,  siendo  de^de  luego 
entre  otros  el  hierro,  cobre,  platino,  plomo,  zinc,  aluminio  y mei curio. 
Pero  la  mayor  parte  de  ellos  son  tan  blandos  que  no  pueden  emplearse 
solos;  tal  es  lo  que  se  observa  con  el  oro  y la  plata,  metales  que  necesi- 
tan asociarse  á una  pequeña  cantidad  de  cobre,  suficiente,  sin  embargo, 
que  contribuye  en  primer  término  á disminuir  el  valor  excesivo  de  estos 
cuerpos,  y en  segundo  á comunicarles  cierto  grado  de  dureza.  En  gene- 
ral las  aleaciones  se  oxidan  con  menos  facilidad  que  los  metales  que  las 
constituyen;  así,  por  ejemplo,  el  bronce  se  oxida  mucho  menos  que  el 
cobre  y el  estaño;  en  el  mismo  caso  se  encuentra  el  latón  respecto  de 
los  dos  metales  que  le  forman.  La  mayor  ó menor  oxidación  de  las  alea- 
ciones se  halla  relacionada  también  con  la  electricidad  idéntica  ó dife- 
rente de  los  metales  que  las  constituyen;  si  están  dotados  de  electricida- 
des diferentes  se  oxidan  mas  pronto,  como  se  observa  con  la  aleación 
de  Reaumur,  compuesta  de  antimonio  y de  hierro,  cuyos  metales  oí  recen 
diversas  electricidades;  otro  tanto  se  nota  entre  el  zinc  y el  antimonio  y 
en  otros  varios  cuerpos. 


FILIPS1TA 


139 


aspecto  análogo  al  de  las  tejas,  ó ladrillo  reducido  á polvo: 
esta  variedad  comunmente  está  mezclada  con  óxidos  de  hier- 
ro y arcillas  ferruginosas. 

Yacimiento. — El  cobre  rojo  ó ziguelina  se  encuentra 
casi  siempre  en  las  minas  de  cobre  nativo,  de  piritas  ó de 
carbonatos  de  este  metal.  Se  presenta  en  venas  ó en  filones 
en  las  rocas  graníticas,  pizarras  cristalinas  y en  los  terrenos 
primarios.  Los  mejores  criaderos  de  esta  sustancia  son  los 
de  Cornouailles,  en  donde  ofrece  magníficos  cristales  cúbi- 
cos, octaédricos,  etc.,  los  de  Chessy  y Saint-Bel  próximo  á 
Lion  (Francia),  los  de  Siberia,  Perú,  Chile  y Australia.  En 
España  le  tenemos  en  Linares  (Jaén),  Zaragoza,  Córdoba  y 
Tarragona;  existe  también  en  Cuba  y en  las  islas  Filipinas. 

USOS.  — Este  mineral  es  uno  de  los  mas  estimados  para 
la  extracción  del  cobre,  porque  en  100  partes  contiene  pró- 
ximamente 89  de  metal. 

MELACONISA  Ó COBRE  OXIDADO  NEGRO -óxi- 
do de  cobre  — Fórmula  química  Cu  O 

Caractéres. — La  melaconisa  (de  tríelas,  negro,  y co. 
vis,  polvo),  es  un  mineral  escaso  y sin  forma  determinada; 
en  realidad  no  es  mas  que  el  óxido  cuproso  que  en  contacto 
de  la  atmósfera  se  trasforma  en  deutóxido,  mezclándose  al 
propio  tiempo  con  óxidos  de  hierro  y de  manganeso.  La 
melaconisa  ofrece  úna  estructura  granuda  ó terrosa,  tizna  ó 
mancha  los  dedos,  su  color  es  pardo  oscuro  ó casi  negro.  Se 
funde  al  soplete  en  una  escoria  negra,  y se  disuelve  en  el 
ácido  sin  producir  efervescencia. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Cobre So 


Oxígeno. 


20 


100 


YACIMIENTO.  — Se  encuentra  la  melaconisa  en  Chessy 
(Francia),  Rudolstadt  (Silesia),  y en  algunas  otras  localida- 
des. 

SEGUNDA  SECCION— PIRITAS 

Los  minerales  comprendidos  en  esta  sección,  producen 
tratados  por  el  soplete  un  olor  sulfuroso,  aliáceo  ó de  berza 
podrida,  y desprenden  vapores  blancos  de  antimonio;  ofre- 
cen diversos  colores,  siendo  los  mas  comunes  el  amarillo, 
pardo  rojizo  ó azulado  y gris;  lustre  metálico  mas  ó menos 
aparente;  dureza  superior  á la  de  la  caliza,  y peso  específico 
comprendido  entre  4 y 5.  Son  fusibles,  y se  disuelven  en 
todo  ó en  parte  en  el  ácido  nítrico,  dando  por  el  amoniaco 
y otros  reactivos  los  caractéres  que  hemos  indicado  al  ha- 
blar del  cobre.  Las  especies  principales  de  este  grupo  son 
las  siguientes:  i.a  Calcopirita;  2.a  Filipsita;  3.a  Calcosina; 
4.a  Panabasa;  5.a  Tenantita,  constituyendo  estas  dos  últi- 
mas una  sección  particular,  á la  que  se  denomina  cobres 
grises. 


B 


LCOPIRITA  Ó PIRITA  COBRIZA-cobre  y hierro 

SULFURADO— SULFURO  DE  COBRE  Y DE  HIERRO  — Fórmula 

química  CuS+FeS 


CARACTERES. — La  calcopirita  (de  jaleos , cobre,  pu- 
ros, fuego),  tiene  por  forma  primitiva  un  tetraedro  ó esfenoe- 
dro  que  derivan  del  segundo  sistema  cristalino;  color  amari- 
llo de  oro,  ó de  latón  ó de  yema  de  huevo  y con  una  ligera 
tinta  verdosa;  reducida  á polvo,  tiene  color  negro;  lustre  me- 


tálico intenso;  muy  agria,  aunque  no  tanto  como  la  pirita  de 
hierro;  su  dureza  es  idéntica  á la  del  espato  flúor  é inferior  á 
la  de  la  fosforita,  siendo  su  peso  específico  de  4,1  á 4,3.  Se 
funde  al  soplete,  con  desprendimiento  de  vapores  sulfurosos, 
en  un  glóbulo  negro,  agrio  y magnético;  si  se  trata  este  gló- 
bulo por  la  sosa,  se  obtiene  un  boton  de  cobre;  soluble  en  el 
ácido  nítrico,  tomando  la  disolución  un  color  azul  por  me- 
dio del  amoniaco,  precipitándose  al  propio  tiempo  óxido  de 
hierro. 

COMPOSICION  IiN  PESO 


Análisis  de  H.  Rose 

Id.  de  Berihier 

Idem  de 

Hartwall 

Azufre 

Cobre 

Hierro 

Sílice 

35.87 

34,4° 
30.4  7 
0,27 

30,80 

34.00 

32.00 

2,00 

36,33 

32,20 

30,03 

2,2  3 

101,01 

98,80 

100,79 

Variedades  de 

FORMA.- 

— i.a  Cristaliza  en  esfe 

- — — — — — - — • v_.;i  V- 

noedros  sencillos  ó modificados,  originándose  en  este  último 
caso  un  octaedro  de  base  cuadrada  muy  parecido  al  octae- 
dro regular  derivado  del  cubo;  2.a  prismas  de  base  cuadrada 
con  truncaduras  en  las  aristas  y ángulos  sólidos. 

Vapiedades  de  fórmas  y estructuras 
ACCIDENTALES. — i.a  Dendrítica,  con  matices  de  diver- 
sos colores.  2.a  Masas  tuberculosas  ó mamelonadas,  de  as- 
pecto bronceado  en  la  superficie,  ofreciendo  una  fractura 
mas  empañada  que  las  restantes  variedades.  3.a  Masas  com- 
pactas ó amorfas,  de  colores  irisantes  y superficiales,  debidos 
á un  principio  de  alteración. 

Yacimiento. — La  calcopirita,  que  es  una  de  las  espe- 
cies menos  ricas  en  cobre,  se  encuentra  muy  abundante  en 
las  pizarras  cristalinas,  gneis,  pizarras  talcosas  y en  las  arci- 
llosas, ó bien  en  venas  ó formas  arriñonadas  en  ciertos  terre- 
nos de  sedimento  atravesados  por  rocas  eruptivas,  especial- 
mente serpentínicas.  Los  criaderos  mas  importantes  existen 
en  Cornouailles  (Inglaterra),  Falún  (Suecia),  Roraas  (No- 
ruega), Kaafiord  y Orijerfvi  (Finlandia),  Freiberg  (Sajonia), 
Monte-Catini  (Toscana),  Chessy,  Saint-Bel  y otras  localida- 
des de  Francia.  En  España  se  encuentra  en  Riotinto  (Huel- 
va),  Córdoba,  Murcia,  Zaragoza  y otras  provincias. 

USOS. — Para  la  extracción  del  cobre. 

FILIPSITA,  COBRE  ABIGARRADO  Ó COBRE  PIRI- 
TOSO HEPÁTICO  — COBRE  Y HIERRO  SULFURADO — 
sulfuro  de  cobre  y de  hierro — Fórmula  química 
CuS-fFeS 

La  composición  elemental  de  esta  especie,  es  igual  á la  de 
la  anterior,  siendo  la  cantidad  de  hierro  menor  en  la  filipsita 
que  en  la  calcopirita. 

CARACTÉRES.  — La  filipsita,  confundida  por  algún 
tiempo  con  la  calcopirita  en  unos  casos  y en  otros  con  la 
calcosina,  ofrece  los  siguientes  caractéres:  forma  primitiva,  el 
cubo  ó cubo  octaedro,  perteneciente  al  sistema  cúbico;  color 
pardo  rojizo  ó sea  un  término  medio  entre  el  rojo  de  cobre 
y el  pardo  del  tombac  y con  tintas  verdosas,  moradas  y azu- 
ladas en  la  fractura  reciente;  el  lustre  es  metaloideo;  frágil, 
blando  ó de  una  dureza  idéntica  á la  de  la  caliza,  y de  un 
peso  específico  representado  por  5.  Fácilmente  se  concibe 
que  los  caractéres  químicos  de  esta  especie  han  de  ser  idén- 
ticos á los  de  la  pirita  cobriza,  de  la  que  se  distingue  por  el 
lustre  metaloideo  y por  su  coloración  abigarrada. 


140 


PIRITAS 


COMPOSICION  EN  PESO 
Análisis  de  Filips  Idem  de  Plattner 


Cobre 

61,07 

56,76 

Hierro 

14,00 

14,84 

Azufre 

23>75 

28,24 

98,82 

98,84 

VARIEDADES. — Rara  vez  se  presenta  en  cristales  aisla- 
dos ó agrupados  constituyendo  hemitropias;  por  lo  general 
se  halla  amorfa,  ó en  forma  de  riñones  diseminados  en  capas 
de  poco  espesor  é incrustante  en  la  superficie  de  determina- 
das rocas  ó de  los  mismos  minerales  de  cobre.  Se  encuentra 
asociada  á la  especie  anterior  en  las  minas  de  cobre  de  Cor- 
nouailles,  de  donde  proceden  los  ejemplares  cristalizados, 
en  las  de  Toscana,  Siberia,  Bannato  (Hungría),  Chile,  Cuba, 
etcétera. 

USOS. — Para  la  obtención  del  cobre,  siendo  desde  luego 
mas  apreciada  que  la  pirita,  por  cuanto  contiene  un  6o  por 
ciento  de  cobre. 

CALCOSINA  Ó COBRE  VITREO— cobre  sulfurado 
— sulfuro  de  cobre— Fórmula  química  CuS 

CARACTERES.  — La  calcosina,  denominada  también 
cobre  brillante , ofrece  por  forma  primitiva  un  prisma  exago- 
nal derivado  del  cuarto  sistema  cristalino;  color  gris  de  hier- 
ro mas  ó menos  oscuro,  ó gris  de  plomo  negruzco  y con 
irisaciones  verdes  y azuladas;  lustre  metaloideo,  muy  blanda, 
especialmente  las  variedades  que  contienen  plata,  raya  al 
yeso  y se  raya  por  la  caliza,  adquiriendo  por  la  raya  un  bri- 
llo mas  intenso;  su  peso  específico  es  de  5,7.  Cuando  es  pu- 
ra se  funde  á la  llama  de  una  bujía  y se  disuelve  fácilmente 
en  el  ácido  nítrico,  dando  por  el  amoniaco  el  color  azul  ce- 
leste. Pocas  veces  esta  sustancia  se  halla  en  estado  de  pure- 
za, estando,  por  el  contrario,  casi  siempre  mezclada  con 
sulfuros  de  plata  y de  hierro. 

COMPOSICION  DE  LA  DE  S IBERIA  (Kl.APROTH) 

Cobre.  ///pWÍ8>50 
Hierro.  . . . 2,25 

Azufre.  . . j 18,50 

99,25 

VARIEDADES. — i.a  Cristalizada  en  prismas  exagonales 
sencillos  o modificados  en  los  ángulos  sólidos  ó en  las  aristas 
básicas.  2.a  Masas  laminares  y compactas,  de  aspecto  vitreo 
y que  adquieren  un  color  negruzco  cuando  están  expuestas 
por  algún  tiempo  á la  acción  de  la  atmósfera.  Existe  además 
una  variedad  de  color  gris  de  acero  y muy  blanda,  cuya  va- 
riedad suele  contener  hasta  un  52  por  100  de  plata,  por  lo 
que,  y atendiendo  á otras  particularidades,  M.  Rose  ha  for- 
mado con  ella  la  especie  llamada  estromey crina. 

Yacimiento.  La  calcosina  es  un  mineral  que  se  en- 
cuentra generalmente  como  elemento  accidental  en  los  dife 
rentes  criaderos  de  cobre  de  Cornouailles,  Montes  Urales, 
Hungría,  etc. 

Usos. — Es  una  de  las  especies  mas  apreciadas  para  la 
obtención  del  cobre,  supuesto  que  además  de  contener  un 
78  por  100  de  este  metal,  se  presenta  algunas  veces  en  ma- 
sas ó filones  de  bastante  espesor. 

COBRES  GRISES 

Se  da  la  denominación  de  cobres  grises  á todas  las  sustan- 
cias formadas  por  un  sulfuro  de  cobre  combinado  con  otro 


sulfuro  de  arsénico  ó de  antimonio.  Estos  minerales  se  carac- 
terizan porque  comunmente  ofrecen  un  color  gris  de  hierro  ó 
de  acero  y por  desprender,  mediante  el  calor,  vapores  blancos 
arsenicales  ó antimoniales,  ó los  dos  á la  vez.  Cristalizan  en 
formas  pertenecientes  al  sistema  cúbico,  presentando  formas 
tetraédricas  las  sustancias  compuestas  de  antimonio,  y cúbi- 
cas ú octaédricas  las  constituidas  por  el  arsénico;  las  prime- 
ras corresponden  á la  especie  denominada  panabasa  ó cobres 
grises  propiamente  dichos,  y las  segundas  á la  tenantita. 

PANABASA  Ó TETRAEDRITA 

La  panabasa  (de  pan , todo,  basis,  base,  que  quiere  decir 
muchas  bases),  puede  considerarse  como  un  sulfo-antimo- 
niuro  de  cobre,  en  el  que  casi  siempre  hay  zinc,  plata,  hierro 
y arsénico  que  sustituye  en  parte  al  antimonio.  Su  fórmula 
esencial  se  expresa  del  modo  siguiente:  (Sba  S3  + 8Cu2S) 
+ (Sb*S3  + 2ZnS). 

CARAGTÉRES.  — Las  formas  dominantes  de  esta  espe- 
cie son  el  tetraedro,  el  dodecaedro  trapezoidal  y el  tetraedro 
piramidado,  y rara  vez  los  dodecaedros  romboidales ; fractura 
granuda  ó compacta;  color  gris  de  plomo  ó de  acero  claro, 
hasta  el  gris  oscuro  ó negro  de  hierro,  siendo  el  polvo  que 
resulta  de  la  raya  negruzco,  y con  tinta  rojiza  en  los  ejem- 
plares que  contienen  bastante  cantidad  de  sulfuro  de  zinc; 
la  dureza  varía  entre  tres  y cuatro,  variando  también  el  peso 
específico,  supuesto  que  hay  ejemplares  de  4,3  y otros 
de  5,2.  Se  funde  al  soplete  produciendo  una  escoria  negra  y 
magnética,  desprendiendo  vapores  antimoniales  bastante 
abundantes,  á veces  acompañados  de  los  arsenicales;  si  se 
trata  la  indicada  escoria  por  la  sosa,  se  obtiene  un  boton 
metálico  de  cobre;  se  disuelve  en  el  ácido  nítrico  con  depó- 
sito de  un  precipitado  blanco  (ácido  antimonioso);  esta  di- 
solución da  un  precipitado  azul  de  Prusia  por  el  ferro-cianu- 
ro potásico,  acusando  también  con  frecuencia  la  plata  y el 
zinc  mediante  los  reactivos  especiales  de  estos  dos  cuerpos. 

COMPOSICION  EN  PESO 
Análisis  de  Berzelius 

Azufre 25,30 

Antimonio 25 

Arsénico 1,50 

Cobre 34,30 

Hierro, 

Zinc 6,30 

Plata 0,70 

1 AD  AI  JT* 

Variedades.  — i.a  Cristalizada  en  tetraedros  sencillos 
ó truncados  en  los  ángulos  sólidos  y en  las  aristas,  dando 
origen  á cubo-octaedros,  dodecaedros  trapezoidales,  etc. 
2.a  Masas  amorfas,  de  fractura  compacta  ó finamente  granu- 
da. Algunos  autores,  teniendo  en  cuenta  la  composición  ele- 
mental y el  color,  aceptan  las  siguientes  variedades:  i.a  Pa- 
nabasa antimonífera,  de  color  oscuro,  no  contiene  plata,  ó 
si  la  lleva  es  en  muy  corta  cantidad ; esta  variedad,  que  es  la 
mas  común,  esparce  humos  blancos  antimoniales  muy  abun- 
dantes y se  funde  en  un  glóbulo  gris,  y,  por  lo  general,  mag- 
nético. 2.a  Panabasa  argentífera,  contiene  bastante  cantidad 
de  plata  que  sustituye  al  cobre ; esta  variedad  suele  llamarse 
por  los  mineros  «plata gris.»  3.a  Panabasa  hidrargirífera,  que 
contiene  mercurio  en  cantidad  variable,  ó sea  de  1 á un  16 
por  100. 


AZARITA 


141 


YACIMIENTO.  — La  panabasa  se  encuentra  como  la 
tenantita,  en  los  terrenos  primarios  ó paleozoicos,  acompa- 
ñada casi  siempre  de  los  cobres  piritosos  y de  los  sulfuros 
de  plomo,  de  plata  y de  zinc.  Los  criaderos  de  Europa  mas 
importantes  existen  en  Cornouailles,  Hungría,  Transilvania, 
Sajonia,  Nassau,  ducado  de  Badén,  Gardeta,  Chalanches  y 
Baigorri  (Francia).  En  España  tenemos  la  panabasa  en  Cas- 
tuera  (Badajoz),  Capileira,  Huejar  y Lanteira  (Granada), 
Nijar  y Sorbas  (Almería),  Orihuela  (Murcia),  Torres  (Te- 
ruel), Calcena  (Zaragoza)  y otras  localidades. 

USOS.  — Para  la  extracción  del  cobre. 

TENANTITA— cobre  gris  arsenífero,  sulfo-arseniu- 
ro  de  cobre — Fórmula  química  (As2S3  + SCu2S)  + (As3 
S3  + bFeS) 


tiva  un  prisma  romboidal  oblicuo  perteneciente  al  quinto 
sistema;  color,  por  lo  común,  verde  de  esmeralda  ó verde  de 
prado,  siendo  el  polvo  de  un  verde  mas  claro:  lustre  vitreo 
en  los  ejemplares  cristalizados,  sedoso  y algo  diamantino  en 
los  de  estructura  fibrosa  ó acicular;  su  dureza  es  menor  que 
la  del  espato  flúor  y mayor  que  la  del  yeso  y de  la  caliza, 
estando  representado  su  paso  específico  por  3,6  á 4.  Pro- 
duce agua  y se  ennegrece  si  se  la  calienta  en  un  tubo  de 
ensayo  ó en  un  matraz.  Mediante  el  fuego  de  oxidación  se 
1 convierte  en  un  glóbulo  negro  que  se  funde,  mezclado  con 
el  bórax,  en  un  vidrio  de  color  verde  de  esmeralda;  por  el 
fuego  de  reducción  da  un  boton  metálico  de  cobre;  soluble, 

I con  efervescencia,  en  el  ácido  nítrico,  adquiriendo  esta  diso- 
lución el  color  azul  característico  por  medio  del  amoniaco. 


CARACTÉRES. — La  tenantita,  como  hemos  dicho,  cris- 
taliza en  cubos  ó dodecaedros  romboidales;  su  fractura  es 
granuda  y desigual;  color  gris  oscuro,  y en  algunos  ejempla- 
res casi  negro;  el  polvo  es  de  un  gris  rojizo  oscuro;  lustre 
menos  intenso  que  el  de  la  panabasa,  siendo  su  dureza  igual 
á la  de  la  caliza  y el  peso  específico  de  4,5 ; al  soplete  decre- 
pita, produce  vapores  arsenicales  abundantes,  y se  funde 
en  una  escoria  negra  y magnética;  se  disuelve  en  el  ácido  ní- 
trico. 


COMPOSICION  EN  PESO 


I 


Acido  carbónico. 
Oxido  de  cobre. 
Agua.  . . . 


20,25 

70,10 

8,43 


COMPOSICION  DE  LA 

Azufre. . 
Arsénico. 
Cobre. . 
Hierro.. 

Zinc.  . 
Plata.  . 


TENANTITA,  SEGUN  FILIPS 

3°>25 
12,46 

47,70 

9,75 
indicios 
idem 


100,16 


VARIEDADES. — i.a  Cristalizada  en  dodecaedros  rom- 
boidales sencillos  ó modificados.  2.a  Masas  amorfas.  La  va- 
riedad que  hemos  llamado  «panabasa  argentífera»  corres- 
ponde mas  bien  á esta  especie  que  á la  anterior;  fué  descu- 
bierta por  Vauquelin  en  las  minas  de  Guadalcanal  (Sevilla), 
siendo  su  color  mas  claro  que  el  de  las  variedades  amorfas 
y cristalizadas. 

Yacimiento. — Idéntico  al  de  la  panabasa,  hallándose 
bien  cristalizada  en  Cornouailles,  Tirol,  Noruega,  etc.  En 
España  existe  en  las  mismas  localidades  que  la  especie  an- 
terior. 

USOS. — Para  obtener  el  cobre. 

TERCER  GRUPO  Ó SECCION-ESPECIES 
HALOIDEAS 


Incltíyense  en  este  grupo  todos  los  compuestos  de  cobre 
que  tienen  por  principio  electro-negativo  el  cloro,  los  ácidos 
carbónico,  sulfúrico,  fosfórico,  arsénico,  excepto  el  ácido 
silícico.  Por  lo  común  presentan  color  verde  y muy  rara  vez 
azul.  Se  funden  al  soplete  y se  disuelven  en  el  ácido  nítrico 
y alguna  de  las  especies  en  el  agua;  su  dureza  es  de  2,5  á 
,5,  y el  Pes0  específico  de  3 á 4.  Las  principales  sustancias 
^ iec¡entes  á este  grupo  son  las  siguientes:  i.a  malaquita; 
2.  azurita;  3.a  atacamita;  4.a  olivenita;  5.a  aferesa,  y 6.a  da- 
ñosa. 

MALAQUITA  cobre  v.erde  ó verde  de  montaña,  co- 
bre carbonatado,  CARBONATO  DE  COBRE  H1DRATÍFERO  — 
Fórmula  química  (CuO)2  CO2  + HO 

CARACTERES. — La  malaquita  ofrece  por  forma  primi- 


99,08 

VARIEDADES. — 1.a  Cristalizada  en  prismas  romboida- 
les oblicuos,  formas  muy  raras  en  la  naturaleza,  siendo  las 
comunes  las  que  resultan  de  unaepigenia  de  la  azurita  ó de 
la  ziguelina.  2.a  Acicular  ó fibrosa,  consta  de  agujas  termina- 
das en  puntas  de  varias  facetas,  ó bien  fibras  divergentes, 
constituyendo  una  especie  de  estrellas,  borlas  ó penachos 
sedosos.  3.a  Masas  concrecionadas  mamelonadas,  compues- 
tas de  capas  concéntricas,  ligeramente  estriadas  y de  diversa 
coloración;  algunas  veces  presentan  venas  ó dendritas  ne- 
gruzcas que  producen  un  efecto  agradable  sobre  el  fondo 
verde.  4.a  Malaquita  compacta  ó verde  de  montaña,  que  no 
viene  á ser  mas  que  la  misma  fibrosa  de  estructura  muy  fina. 
5.a  Terrosa,  rara  vez  es  pura,  estando  mezclada  casi  siempre 
con  materias  térreas;  se  la  conoce  también  con  los  nombres 
de  verde  ó ceniza  de  montaña. 

Yacimiento. — La  malaquita  se  encuentra  subordi- 
nada á los  filones  metalíferos,  especialmente  á los  de  cobre; 
las  variedades  terrosas  y concrecionadas  existen  mezcladas 
con  arenas  y arcillas  pertenecientes  al  terreno  secundario. 
Se  halla  en  grandes  masas  en  Siberia  (Montes  Urales),  de 
donde  proceden  los  magníficos  ejemplares  que  se  destinan 
para  la  fabricación  de  objetos  de  adorno;  existen  variedades 
fibrosas  y concrecionadas  en  Bohemia,  Sajonia,  Chessy  y 
Lyon  (I* rancia).  En  España  la  tenemos  en  Torres  y Co- 
llado de  la  l’lata  (Ieruel),  Orihuela  (Murcia),  y Linares 

UbüS. — Las  concrecionadas  procedentes  de  las  minas 
de  Nischne- 1 agilsk  y de  Goumeschefski  (Siberia)  se  tallan 
para  la  construcción  de  objetos  de  adorno,  tales  como  ta- 
bleros de  mesa,  chimeneas,  vasos,  zócalos,  adornos  de  cofre- 
cillos, cajas,  etc.,  que  llegan  á ser  muy  estimadas  y de  gran 
precio  á causa  de  la  belleza  y escasez  de  estas  variedades. 

AZARITA — COBRE  CARBONATADO  AZUL,  CARBONATO  DE 
cobre — Fórmula  química  (CuO)*,  2C07,  + HO 

CARACTÉRES. — La  forma  primitiva  de  la  azurita  es 
un  prisma  romboidal  oblicuo  del  quinto  sistema;  color  azul 
intenso  ó azul  de  índigo:  lustre  vitreo  pronunciado;  raya  á 
la  caliza  y se  deja  rayar  por  la  fluorina,  estando  represen- 
tado su  peso  específico  por  3,8  á 4.  Por  medio  del  fuego  y 
de  los  líquidos  produce  los  mismos  fenómenos  que  la  mala- 
quita. 


142 


ESPECIES  A 1.01  DEAS 


COMPOSICION  EN  PESO 


Acido  carbónico. 
Oxido  de  cobre. 
Agua 


20,25 

70,10 

8,43 

98,78 


Variedades. — Se  conocen  las  siguientes:  i.a  Cristali- 
zada en  prismas  romboidales  oblicuos,  por  lo  general  cortos; 
ó bien,  prismas  tabulares,  cuyas  caras  primitivas  están  poco 
aparentes  y ofrecen  al  propio  tiempo  estrías  mas  ó menos 
profundas;  las  formas  ó caras  secundarias  son  notables  por 
su  brillo  intenso.  2.*  Acicular  ó fibroso-radiada,  se  presenta 
en  formas  mamelonadas  ó globulosas  compuestas  de  crista- 
les muy  finos  que  convergen  en  un  punto  común.  3.a  Com- 
pacta ó concrecionada,  llamada  piedra  de  Armenia,  cuya  va- 
riedad está  mezclada  con  arcillas.  4.*  Azul  de  montaña  ó 
cenizas  azules,  si  está  unida  á sustancias  téneas. 

YACIMIENTO. — Esta  especie  mineralógica  se  halla 
también  subordinada  á los  filones  metalíferos  que  contienen 
minerales  de  cobre.  Los  criaderos  mas  notables  se  encuen- 
tran en  Sajonia,  Siberia,  Hungría,  Bannato,  Montes  Urales 
y en  Chessy,  departamento  de  Lyon  (Francia).  En  España 
existe  la  azurita  en  Teruel,  término  de  Onis  (Asturias)  y otras 
localidades. 

USOS. — Se  destina,  como  la  especie  anterior,  para  la 
fabricación  de  objetos  de  adorno,  como  materia  colorante,  y 
para  la  extracción  del  cobre. 

La  misorina,  así  denominada,  porque  se  descubrió  por 
primera  vez  en  Mysore  (Indostan),  se  presenta  en  masas 
amorfas  de  estructura  laminar;  color  pardo  oscuro  mezclado 
con  bandas  verdes  debidas  á la  malaquita;  raya  al  espato 
flúor  y se  raya  por  la  fosforita,  siendo  su  peso  específico 
de  2,6.  Se  funde  al  soplete,  y mezclada  con  la  sosa  produce 
un  boton  de  cobre;  soluble  con  efervescencia  en  el  ácido 
nítrico,  depositándose  al  propio  tiempo  óxido  de  hi 
da  agua  por  la  elevación  de  temp' 

COMPOSICION 

Acido  carbónico. 

Oxido  de  cobre. 

Idem  férrico.  . 

Sílice.  . 

99,05 


COMPOSICION  EN  PF.SO 

Cloro 16,1 2 

Cobre 14-56 

Oxido  de  cobre.  . . . 56,23 

Agua 1 1,99 

Mezclas 1,10 


100,00 


Beudant  supone  que  la  misorina  es  la  malaquita  que  ha 
perdido  el  agua  por  la  acción  del  calor. 


ATACAMITA  — cobre  clorurado  de  hauy  — cloruro 
de  cobre  hidratado  — Fórmula  química  CuCl  + 3CuO 


+ 3 


HO 


CARACTÉRES. — La  atacamitase  presenta  casi  siempre 
en  cristales  capilares  que  derivan  del  prisma  romboidal  recto; 
su  color  es  el  verde  de  esmeralda,  de  prado  ó verde  de  acei- 
tuna, lustre  vitreo  pronunciado,  trasluciente  ú opaca  y que- 
bradiza ; raya  á la  caliza  y se  raya  por  el  espato  flúor,  siendo 
su  peso  específico  de  4 á 4,3.  Da  agua  por  medio  de  la  cal- 
cinación; comunica  á la  llama  del  soplete  un  color  verde 
azulado;  se  funde  con  facilidad  sobre  el  carbón  reduciéndose 
á un  boton  de  cobre;  se  disuelve  en  el  ácido  nítrico  sin  pro- 
ducir efervescencia. 


VARIEDADES.  — Se  presenta  la  atacamita  en  masas 
aciculares  rectas  ó radiadas,  concrecionada  y en  arenas. 

Yacimiento. — Esta  especie  mineralógica  Tué  intro- 
ducida en  Europa  en  estado  pulverulento  con  el  nombre  de 
arena  verde  del  Perú.  Procede  de  los  yacimientos  de  Tara- 
paca  y Cobija,  situados  en  el  desierto  de  Atacama  en  Boli- 
via  ó Alto  Perú,  en  Copiapó,  Santa  Rosa,  Huasco  y Sole- 
dad (Chile).  En  Europa  existe  en  Sajonia,  y en  las  lavas  del 
Vesubio  y de)  Etna.  En  España  la  tenemos  en  las  minas  del 
filón  Jaroso  (Sierra  Almagrera). 

Usos. — En  los  países  en  que  es  muy  abundante,  tales 
como  Tarapaca,  Cobija  y Tocopilla  (Bolivia),  sirve  para  la 
extracción  del  cobre. 

OLIVENITA — cobre  arseniatado  prismático  ó cobre 
arseniatado  en  octaedros  agudos  de  hauy  — ARSK- 
N 1 ato  de  cobre  — Fórmula  química  (CuO)4  AsO5 

CARACTÉRES. — Esta  especie  mineralógica,  que  es 
isomorfa  con  la  aferesa  ó fosfato  de  cobre,  cristaliza  en  pris- 
mas rectos  romboidales  pertenecientes  al  tercer  sistema; 
color  verde  oscuro,  verde  de  aceituna  ó de  pistacho,  siendo 
el  polvo  que  resulta  de  la  raya  de  un  verde  claro  de  aceitu- 
na; raya  á la  caliza  y se  raya  por  el  espato  flúor,  estando  re- 
presentado su  peso  específico  por  4,6.  Se  funde  sobre  el 
carbón  en  un  boton  metálico  de  cobre;  soluble  sin  eferves- 
cencía  en  el  ácido  nítrico. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Oxido  de  cobre. 
Acido  arsénico. 
Agua.  . . . 


56.5 

39.5 
4,0 


100,0 


ARIED  ADES. — Se  presenta  en  prismas  cuneiformes  ó 
en  masas  pequeñas  aciculares. 

Yacimiento.  — Se  encuentra  en  las  minas  de  cobre 
de  Cornouailles  (Inglaterra),  Chessy,  departamento  de  Lyon 
(Francia),  Zinwald  (Bohemia)  y Nischne-Fagilsk  (Siberia). 

Corresponden  además  á esta  especie,  ó se  consideran 
como  arseniatos  de  cobre  no  definidos  la  eriuita,  aferesa, 
eucroita,  conicalcita  y liroconita. 

AFERESA — cobre  fosfatado  octaédrico— fosfato  de 
cobre  hidratado — Fórmula  química  3( 

PhOs  + CuO  HO 


CARACTÉRES. — La  aferesa  es  una  de  las  especies  mas 
raras  del  género;  cristaliza  en  prismas  rectos  romboidales 
derivados  del  tercer  sistema;  color  verde  oscuro,  trasluciente 
y de  un  brillo  craso  ó vitreo;  su  dureza  es  idéntica  á la  del 
espato  flúor,  y el  peso  específico  de  3,6  á 3,S.  Se  disuelve 
sin  efervescencia  en  el  ácido  nítrico,  y tratada  la  disolución 
por  el  molibdato  amónico,  da  un  precipitado  amarillo. 


ESMALTINA 


COMPOSICION  EN  PESO 

Oxido  de  cobre 66 

Acido  fosfórico 30 

Agua 

ico 

YACIMIENTO.  La  ateresa  fue  descubierta  en  una 
pizarra  micácea  de  Libethen  (Hungría),  por  cuya  razón  va- 
rios mineralogistas  alemanes  la  denominan  libetina;  existe 
también  en  Cornouailles  y Montes  Urales. 

La  hipoleina,  la  ehlita  y la  trombolita  no  son  mas  que 
fosfatos  de  cobre  hidratados  idénticos  á la  aferesa. 

CIANOS  A CAPARROSA  Ó VITRIOLO  AZUL — COBRE  SULFA- 
TADO HIDRATADO — SULFATO  DE  CuBRE  HIDRATADO— Fór- 
mula química  CuO,SOH-HO 

Caracteres.  La  forma  primitiva  de  esta  especie  es 
un  prisma  oblicuo  no  simétrico  correspondiente  al  sexto  sis- 
tema cristalino;  por  lo  común,  se  presenta  en  costras  crista- 
linas ó masas  fibrosas  de  color  azul  celeste;  lustre  vitreo  y 
trasluciente;  raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  estando  re- 
presentado su  peso  específico  por  2,1,  densidad  sumamente 
pequeña  si  se  tiene  presente  que  corresponde  á las  sustancias 
metálicas.  Atendiendo  á esta  particularidad,  así  como  á que 
es  un  mineral  soluble  en  el  agua  á temperatura  y presión 
ordinaria,  \Y  erner,  Leymerie  y otros  autores  incluyen  esta 
especie  en  la  clase  que  denominan  sales.  La  cianosa,  como 
se  acaba  de  indicar,  se  disuelve  en  cuatro  veces  su  peso  de 
agua  fria,  á la  que  comunica  un  sabor  metálico  ó estíptico 
muy  pronunciado;  esta  disolución  acuosa  da,  por  evapora- 
ción, prismas  oblicuos  no  simétricos;  en  contacto  del  aire 
st  etloresce  perdiendo  sus  cinco  equivalentes  de  agua  v se 
vuelve  opaca.  5 J 

COMPOSICION  EN  PESO 

Oxido  de  cobre 2 2 

Acido  sulfúrico ^2 

Agua 36 

100 

Yacimiento.  La  cianosa  procede  de  la  descompo- 
sición de  los  sulfuros  de  cobre;  se  halla  siempre  en  las  minas 
de  estos  metales;  se  encuentra  en  Hungría,  Sajonia,  Francia 
é Inglaterra.  En  España  la  tenemos  en  Riotínto  (Huelva). 

USOS,  be  emplea  para  la  obtención  del  cobre  y para 
fabricar  tintas  y diferentes  colores,  usándose  como  astrin- 
gente en  Medicina. 

Metalurgia  del  cobre. — El  tratamiento  de  los 
óxidos  y de  los  carbonatos  y,  en  general,  de  todos  los  com- 
puestos de  cobre  en  que  no  entre  el  azufre  es  muy  sencillo: 
consiste  en  fundir  estos  minerales  en  hornos  de  reverbero, 
mezclándolos  con  carbón  y con  escorias  mas  ó menos  silí- 
ceas; de  esta  manera  se  obtiene  un  cobre  impuro,  denomi- 
nado cobre  negro , el  cual,  sometido  á la  refinación,  se  con- 
vierte en  metal  de  buenas  condiciones. 

Los  compuestos  sulfurados  requieren  un  tratamiento  mu- 
cho mas  complicado,  siendo  esta  la  causa  del  alto  precio 
que  tiene  el  cobre  en  el  comercio.  El  procedimiento  se  re- 
duce esencialmente  á someter  los  cuerpos  cobrizos  á una 
serie  de  torrefacciones  preliminares,  que  tienen  por  objeto 
convertir  la  mayor  parte  de  los  sulfuros  en  óxidos  metálicos: 
se  funden  inmediatamente  en  hornos  de  reverbero,  agregan- 
do escorias  silíceas,  siempre  que  el  compuesto  no  tenga 
por  ganga  un  silicato,  o la  cantidad  de  estos  sea  muy  pcque- 


x43 

ña.  El  oxígeno  tiene  mas  afinidad  con  el  azufre  que  el  hierro, 
y al  revés,  este  último  metal  se  une  mas  fácilmente  al  oxíge- 
no que  el  cobre,  sobre  todo,  en  presencia  de  la  sílice.  El 
oxido  de  cobre  que  resulta  de  la  torrefacción  pasa  á sulfuro, 
por  apoderarse  del  azufre  el  sulfuro  de  hierro  que  queda 
después  de  la  tostacion  del  mineral;  de  esta  manera  se  forma 
una  escoria  que  encierra  casi  toda  la  pirita  de  cobre  y un 
doble  sulfuro  de  cobre  y hierro,  cuya  escoria  ó masa  recibe 
el  nombre  de  mata  cobriza.  Sometida  esta  á nuevas  torrefac- 
ciones, fundida  después  con  escorias  silíceas,  y aun  con 
minerales  de  cobre  oxidados,  resulta  una  nueva  escoria 
compuesta  de  mucha  parte  del  hierro  de  la  primera,  y una 
segunda  mata  cobriza  mas  rica  en  metal  cobrizo  que  la  pri- 
mera; se  repiten  las  torrefacciones  por  4 ó 5 veces,  y se  ob- 
tiene cobre  negro,  esto  es,  metal  impuro,  supuesto  que  con- 
tiene todavía  un  poco  de  hierro  y azufre;  se  refina  este  cobre 
negro  y resulta  de  esta  manera  el  cobre  roseta,  el  cual,  para 
convertirse  en  metal  rojo  y maleable,  necesita  un  segundo 
refinamiento. 

GÉNERO— COBALTO 

Los  minerales  de  este  género  presentan  una  dureza  inter- 
media entre  la  fosforita  y el  ortosa ; su  peso  específico  varía 
desde  2 hasta  7 : tiñen  al  bórax  de  un  color  azul  intenso  por 
la  acción  del  calor,  y sus  disoluciones  en  el  ácido  nítrico 
ofrecen  un  color  sonrosado.  Las  especies  principales  de  este 
género  son:  i.a  cobalto;  2.a  esmaltina;  3.a  cobaltina;  y 
4.a  eritrina. 

COBALTO— cuerpo  simple 

CARACTÉRES. — Este  metal  no  se  conoce  aislado  en 
la  naturaleza;  cuando  se  le  obtiene  puro  en  los  laboratorios 
presenta  un  color  gris  de  acero,  lustre  metálico  poco  intenso, 
quebradizo';  su  peso  específico  es  de  8,5.  Tiene  analogías 
con  el  níquel  y el  hierro,  ejerce  acción  sobre  la  aguja  mag- 
nética, pero  según  la  opinión  de  muchos  autores,  solo  ofrece 
esta  particularidad  cuando  lleva  una  pequeña  porción  de  los 
metales  citados.  Se  funde  con  mucha  dificultad  y no  se  vo- 
latiliza sino  á temperatura  muy  elevada;  se  disuelve  sin  efer- 
vescencia en  el  ácido  nítrico,  y comunica  al  vidrio  del  bórax 
un  color  azul  intenso. 

El  cobalto  nativo  no  tiene  aplicaciones  de  ningún  género; 
en  las  artes  y en  la  industria  empléase  tan  solo  el  óxido  de 
este  metal,  que  se  obtiene  tostando  los  sulfuros  ó arseniuros 
con  el  objeto  de  que  desaparezca  el  azufre  y el  arsénico  que 
estos  contienen;  en  virtud  de  esta  operación,  el  cobalto  se 
trasforma  en  óxido  que,  fundido  con  sílice  y potasa,  produce 
un  vidrio  azul,  llamado  esmalte,  el  cual  reducido  á polvo 
constituye  el  azul  de  cobalto.  Este  preparado  se  usa  en 
gran  cantidad  para  la  fabricación  de  colores  que  se  aplican 
sobre  la  porcelana  y para  dar  color  á las  piedras  artificiales. 
Sirve  además  el  óxido  de  cobalto  para  dar  color  azul  al  al- 
midón, para  quitar  al  papel  la  tinta  amarilla  que  presenta 
algunas  veces  y,  por  último,  para  obtener  el  azul  Thenard, 
que  no  es  mas  que  el  aluminato  de  cobalto,  mezclado  con 
una  corta  cantidad  de  fosfato  de  la  misma  base.  Esta  sus- 
tancia sirve  para  la  pintura  al  óleo,  y para  la  preparación  de 
la  llamada  tinta  simpática. 

Esmaltina  ó cobalio  blanco — cobalto  ar- 

senical  arseniuro  de  cobalto — Fórmula  química 

Co  As* 

CARACTÉRES. — Las  formas  mas  comunes  de  este  mi- 
neral son  el  cubo  y el  octaedro  regular;  fractura  granuda, 


M4 


ESPECIES  ALOIDEAS 


color  blanco  de  estaño  6 gris  de  acero  claro  y lustre  metá- 
lico en  la  fractura  reciente,  pero  se  ennegrece  y se  empaña 
en  contacto  del  aire;  raya  á la  fosforita  y se  raya  por  el  or- 
tosa;  quebradizo,  y su  peso  específico  es  de  6,3  á 6,6.  La 
esmaltina  se  funde  á la  llama  de  una  bujía  con  desprendi- 
miento de  humos  blancos  arsenicales;  tiñe,  como  hemos  in- 
dicado, al  vidrio  de  bórax  de  un  azul  intenso;  expuesta  al 
fuego  de  reducción  se  convierte  en  un  boton  metálico  agrio 
y de  color  agrisado;  se  disuelve,  sin  efervescencia,  en  el 
ácido  nítrico  concentrado  con  depósito  de  ácido  arsenioso. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Cobalto.  . 

Arsénico. . 

Hierro.  . 

Cobre. . . 

Azufre. 


VARIEDADES. — i.a  Cristalizada  en  cubos  ú octaedros 
sencillos  ó modificados.  2.a  Dendrítica,  llamada  mas  común 
mente  esmaltina  tricoté;  esta  variedad  resulta  de  la  unión  de 
cristalitos  ramificados,  como  los  de  la  plata  dendrítica  ó fili 
forme;  por  lo  común  los  cristales  que  están  reunidos  en  di- 
rección paralela,  se  hallan  atravesados  por  otros  que  cruzan 
á los  primeros  formando  ángulos  rectos;  dichos  cristales  tie- 
nen por  ganga  una  masa  cuarzosa  ó caliza.  3.a  Esmaltina 
fibroso-radiada.  4 a Amorfa,  se  presenta  en  masas  mámelo- 
nadas,  brillantes,  granudas  en  el  exterior  y compactas  en  el 
interior. 

YACIMIENTO.  — Se  halla  la  esmaltina  en  filones  meta- 
líferos, especialmente  en  los  de  sulfuro  de  plata  y cobre; 
abunda  en  los  terrenos  cristalinos,  estando  acompañada  casi 
siempre  del  óxido  negro  de  cobalto,  bismuto  nativo,  arsénico 
nativo,  galena,  argirosa  y otras  especies  metálicas.  Los  cria- 
deros mas  importantes  se  encuentran  en  Sajonia,  Harz,  Bo 
hernia,  Hungría,  Noruega,  Vosgos  (Francia),  etc.  En  España 
la  tenemos  en  Espluga  de  Francolí  (Tarragona),  Darnius 
(Gerona),  Gistain  (Huesca)  y Cangas  de  Onís  (Asturias). 

USOS. — Se  emplea  para  la  fabricación  de  los  esmaltes  ó 
vidrios  azules,  destinados,  como  se  ha  dicho,  á dar  color 
azul  á la  loza,  cristal,  papeles  pintados;  sirve  también  para 
obtener  el  hermoso  azul  de  Thenard. 

COBALTINA  Ó COBALTO  GRIS  Y COBALTO  BRI- 
LLANTE—cobalto  ARSENIO-SULFURADO  — SULFO-ARSE- 
niuro  de  cobalto— Fórmula  química  Co  As2  + Co  S2 

CARACTÉRES. — La  forma  primitiva  de  la  cobaltina 


En  algunos  casos,  parte  del  cobalto  se  halla  sustituido  por 
el  hierro. 

VARIEDADES.  — La  cobaltina  se  presenta  en  cristales 
cúbicos  octaédricos,  dodecaedros  pentagonales  y cubo  oc- 
taedros. 

YACIMIENTO. — Se  halla  en  filones,  conglomerados  ó en 
bolsadas  en  los  terrenos  primarios,  acompañada  casi  siempre 
de  la  pirita  de  hierro,  pirita  cobriza,  hierro  magnético,  cuar- 
zo, caliza  y algunas  otras  sustancias.  Se  encuentra  en  Silesia, 
Suecia,  Vosgos  (Francia),  Estados  Unidos,  etc. 

USOS. — Idénticos  á los  de  la  especie  anterior. 

ERITRINA  Ó COBALTO  ROJO  Y FLORES  DE  CO- 
BALTO—cobalto  ARSENIATADO  HIDRATADO — ARSENIA- 

to*  de  cobalto  hidratado  — Fórmula  química  CoO, 
AsO5  + HO 

CARACTÉRES.  — La  eritrina  tiene  por  forma  primitiva 
un  prisma  rectangular  oblicuo,  perteneciente  al  quinto  siste- 
ma; por  lo  común,  se  presenta  en  agujas,  láminas  pequeñas 
ó masas  terrosas  de  color  rojo  morado,  carmesí  y sonrosado 
análogo  al  de  la  flor  del  melocotón;  lustre  diamantino;  su 
dureza  es  superior  á la  del  yeso  é inferior  á la  de  la  caliza; 
calentada  en  el  tubo  de  ensayo  produce  agua  en  gran  canti- 
dad; por  medio  del  soplete  se  funde,  aunque  con  dificultad, 
y desprende  vapores  blancos  arsenicales;  soluble  en  el  ácido 
nítrico,  ofreciendo  la  disolución  un  color  rosado. 

COMPOSICION  EN  PESO 


I 


VARI 


Acido  arsénico. 
Oxido  de  calcio. 
Agua .... 


3^,43 

37,55 

24,02 

100,00 


i.a  Cristalizada  en  prismas  cuyas  ca- 
ras ofrecen  estrías  bastante  profundas;  2.a  acicular,  se  pre- 
senta en  forma  de  rosetas  constituidas  por  agujas  ó cristalitos 
divergentes;  3.a  rodoisa  (elevada  á especie  por  Beudant), 
terrosa  ó pulverulenta  y de  color  rosado  oscuro  ó rosa  claro. 

YACIMIENTO.  — Existe  la  eritrina  en  los  mismos  terre 
nos  y localidades  que  la  cobaltina.  Los  mejores  ejemplares 
proceden  de  Scheneeberg  (Sajonia),  Saalfeld  (Turingia),  Wi- 
techen  (ducado  de  Badén)  y Allemont  (Delfinado). 

USOS.  — Se  emplea  para  obtener  el  arsénico,  el  cobalto  y 
para  la  fabricación  de  esmaltes. 

GENERO— MANGANESO 


es  el  dodecaedro  pentagonal  derivado  del  primer  sistema 
cristalino,  siendo  sus  formas  comunes  las  mismas  que  las 
de  la  pirita  de  hierro;  color  blanco  de  plata  ó agrisado  con 
tintas  rojizas  y lustre  metálico  intenso,  de  donde  toma  el 
nombre  de  cobalto  brillante:  este  mineral  es  agrio,  raya  á la 
fosforita  y se  raya  por  el  ortosa,  dando  un  polvo  negro-agri- 
sado; desarrolla  olor  aliáceo  por  medio  del  eslabón  y su  peso 
específico  es  de  6,3.  Sus  propiedades  químicas  son  muy  aná- 
logas á las  de  la  esmaltina,  de  la  que  se  distingue  porque  tra- 
tada la  disolución  nítrica  de  la  cobaltina  por  el  nitrato  de 
barita,  se  produce  un  precipitado  abundante,  mientras  que 
la  de  la  esmaltina  se  da  en  corta  cantidad. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Cobalto 35,47 

Azufre 19,35 

Arsénico 45,  iS 

100,00 


Este  metal  no  existe  nativo  en  la  naturaleza;  se  halla  com- 
binado con  el  oxígeno,  azufre,  ácido  carbónico,  fosfórico  y 
silícico,  constituyendo  diversas  especies,  siendo  las  mas  im- 
portantes las  siguientes:  pirolusita,  Hausmanita,  Braunita, 
acerdesa,  dialogita,  rodonita  y helvina. 

MANGANESO  — cuerpo  simple — Fórmula  química  Mn 

CARACTÉRES. — La  pirolusita  ó peróxido  de  manga- 
neso se  conoce  desde  tiempos  remotos,  pero  en  1774  fué 
cuando  manifestó  el  célebre  químico  Scheele  que  era  un 
óxido  cuyo  metal  aisló  Gahn  pocos  años  después.  El  man- 
ganeso que  se  obtiene  en  los  laboratorios  es  un  metal  de 
color  gris  claro;  de  poco  brillo  metálico,  algo  dúctil,  se  deja 
rayar  por  la  lima,  pero  se  rompe  por  la  acción  del  martillo, 
siendo  su  densidad  relativa  de  S enteros.  El  manganeso  es 
casi  tan  infusible  como  el  hierro,  siendo  como  este  muy  al- 


ÓXIDOS 


terable  en  contacto  del  aire;  descompone  el  agua  lentamente 
á la  temperatura  ordinaria,  desprendiéndose  el  gas  hidróge- 
no, pero  á ioo°  descompone  rápidamente  el  citado  líquido. 

Las  especies  indicadas  de  este  género  y algunas  otras  las 
agrupa  Leymerie  en  tres  secciones,  á saber:  óxidos,  piritas  y 
litofanas;  estas  tres  secciones  ofrecen  un  carácter  común, 
cual  es,  que  si  los  minerales  incluidos  en  ellas  se  calientan, 
mezclados  con  la  sosa,  producen  un  glóbulo  ó una  escoria 
verde;  con  el  bórax,  mediante  el  fuego  de  oxidación,  un  vi- 
drio de  color  violado. 

PRIMERA  SECCION-OXIDOS 

Caracterizados  por  sus  colores  grises  ó negruzcos,  dando 
un  polvo  negro  ó pardo  oscuro;  su  densidad  relativa  está 
comprendida  entre  4 y 5,  y producen  por  medio  del  fuego 
los  caracteres  indicados  anteriormente. 

PIROLUSITA  Ó MANGANESA  NEGRA  Y JABON  DE 

VIDRIEROS  — MANGANESO  PEROXIDADO  — BIÓXIDO  DE 

manganeso — Fórmula  química  MnO2 


M5 

localidades  europeas.  En  España  la  tenemos  en  Belorado 
(Burgos),  Crivillen  ( Teruel),  y en  diversos  sitios  de  las  pro- 
vincias de  Sevilla,  Huelva,  Almería  y Asturias. 

USOS.  Sirve  esta  sustancia  para  blanquear  los  vidrios, 
sobre  todo,  aquellos  que  ofrecen  una  tinta  verdosa  debida  al 
protóxido  de  hierro;  se  emplea  para  dar  al  cristal  ó al  vi- 
drio un  color  violado;  se  utiliza  en  Química  para  la  extrac- 
ción del  oxígeno  y cloro. 

HAUSMANITA  (dedicada  á Hausmann)— óxido  manga- 
neso-mangánico.  pertenece  al  óxido  rojo  de  los  quí- 
micos— Fórmula  química  MnO,  Mn20 

CARACTÉRES. — La  Hausmanita  cristaliza  ó tiene  por 
forma  primitiva  un  octaedro  agudo  derivado  del  segundo 
sistema;  color  pardo  negruzco,  dando  un  polvo  rojo  oscuro; 
lustre  metaloideo;  raya  á la  caliza  y aun  al  espato  flúor  y se 
raya  por  la  fosforita,  estando  representado  su  peso  específico 
por  4,8.  Infusible  é inalterable  por  la  acción  del  soplete,  ad- 
quiriendo, no  obstante,  una  tinta  rojiza  por  el  fuego  de  re- 
ducción. 


CARACTÉRES. — La  pirolusita  (del  griego  pur,  fuego, 
y iusis,  descomposición,  es  decir,  que  se  altera  por  la  acción 
del  calor),  ofrece  por  forma  primitiva  un  prisma  romboidal 
recto  derivado  del  tercer  sistema;  color  gris  de  hierro  ó ne- 
gruzco con  una  ligera  tinta  azulada  en  los  ejemplares  cons- 
tituidos de  fibras  muy  finas;  pero  reducidas  á polvo  todas  las 
variedades  adquieren  color  negro;  la  pirolusita  es  un  mine- 
ral blando,  supuesto  que  se  raya  por  la  caliza,  siendo  su  peso 
específico  de  4,8.  Por  medio  del  soplete  toma  un  color  roji- 
zo, pero  no  se  funde;  mezclada  con  el  vidrio  de  bórax  tiñe  á 
éste  de  un  color  morado  característico,  desprendiéndose  al 
propio  tiempo  cierta  cantidad  de  oxígeno;  se  disuelve  en  el 
ácido  hidroclórico,  desprendiendo  gran  cantidad  de  cloro. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Protóxido  de  manganeso.. 
Oxígeno  en  exceso..  . . 

Agua. 

Barita. 

Sílice.  .... 


85,617 

1 L599 
1,566 

0,665 
55  3 
100,000 


Variedades.  Según  algunos  autores,  la  pirolusita 
puede  dividirse  en  dos  variedades  esenciales,  ó mejor,  en 
dos  subespecies  que  son:  i.a  polianita; 2.a  pirolusita.  La  pri- 
mera comprende  los  ejemplares  bien  cristalizados,  algún 
tanto  duros  y constituidos  únicamente  por  el  bióxido  de 
manganeso:  á la  segunda  corresponden  los  minerales  blan- 
dos, efecto  de  su  gran  fragilidad  y del  estado  de  disgrega- 
ción molecular;  sus  formas  son  epigénicas  y rara  vez  se  en- 
cuentran en  estado  de  pureza. 

La  polianita  se  presenta  en  prismas  cortos,  estriados  en  el 
sentido  de  su  longitud  y de  un  gris  metálico  claro;  la  pirolu- 

Dsita  ofrece  las  siguientes  variedades:  1*  acicular  ó fibroso- 
i-  laca,  se  halla  en  masas  formadas  de  agujas  muy  finas, 
ra  la  as  c>  reilr)idas  en  hacecillos;  2.a  concrecionada,  ó sea 
en  masas  estalactiticas,  dendríticas  ó mamelonadas;  3.a  re- 
niforme, en  masas  compactas  ó terrosas,  negras,  pesadas  y 
que  tiznan  los  dedos. 

Yacimiento.  Se  halla  esta  especie  en  las  pizarras 
silúricas  y en  los  terrenos  jurásico  y triásico;  la  polianita  se 
na  encontrado  en  Sajonia,  Westfalia  y Bohemia,  así  como 
as  variedades  de  pirolusita  común  se  encuentran  en  muchas 
Tomo  IX 


COMPOSICION  EN  PESO 

Sesquióxido  de  manganeso. 
Protóxido  de  idem.  . . 


38.8 

61.8 


100,6 


En  esta  composición  hay  72,4  de  manganeso  y 27,6  de 
oxígeno. 

VARIEDADES. — I.3  Cristalizada  en  octaedros,  por  lo 
general  modificados  en  el  vértice,  siendo  al  propio  tiempo 
exfoliables  en  sentido  paralelo  á las  caras.  2.a  Fibrosa,  com- 
puesta de  fibras  divergentes  unas  veces,  y otras  fibrosas  en 
un  sentido  y laminares  en  el  otro.  Se  conocen  también  las 
variedades  compacta  y terrosa. 

Yacimiento. — Se  encuentra  acompañando  á la  Brau- 
nita  en  algunas  minas  de  Harz  y de  Turingia. 

BRAUNITA  (dedicada  á Braun)  — MANGANESO  SESQUIOXI- 
dado  — sesquióxido  de  manganeso  — Fórmula  quími- 
ca Mn203 

CARACTÉRES.  — La  forma  dominante  de  la  Braunita 
es  un  octaedro  de  base  cuadrada,  correspondiente  al  segun- 
do sistema;  por  lo  general  se  presenta  en  masas  cristalinas 
de  un  pardo  negruzco,  siendo  su  polvo  completamente  ne- 
gro, lustre  metaloideo,  bastante  frágil;  raya,  sin  embargo,  al 
ortosa  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo,  estando  representado 
su  peso  específico  por  4,8.  Infusible  al  soplete,  no  da  agua 
por  la  elevación  de  la  temperatura;  y se  disuelve,  con  des- 
prendimiento de  cloro,  en  el  ácido  clorhídrico. 


COMPOSICION  EN  PESO,  SEGUN  TURNER 


Oxígeno 

9.85 

Oxido  de  manganeso.  . 

86,94 

Barita 

2,26 

Agua 

o,95 

Sílice.  Jí  .•  ...  . - . 

indicios 

100,00 

Variedades. — i.a  Cristalizada  en  octaedros  de  base 
cuadrada  mas  ó menos  modificados.  2.a  En  masas  cristalinas. 
Algunos  ejemplares  contienen  cierta  cantidad  de  ácido  silí- 
cico, constituyendo  un  silicato  de  óxido  de  manganeso  lla- 
mado Marcelina. 


*9 


146 


LITOFANAS 


Yacimiento.  — Existe  esta  especie  en  San  Marcelo 
(Piamonte),  Harz  (luringia)  y en  algunas  otras  localidades 
europeas. 

ACERDESA  — manganeso  SESQUIOXIDADO  HIDRATADO  — 
sesquióxido  de  manganeso  hidratado — Fórmula  quí- 
mica Mn203  + HO 

C AR  ACTÉRES. — La  acerdesa  (de  la  palabra  griega  ácer- 
dos}  no  aprovechable),  corresponde  al  manganeso  oxidado 
argentífero  de  Haüy  ó á la  manganita  de  otros  autores:  cris- 
taliza en  un  prisma  romboidal  recto,  perteneciente  al  tercer 
sistema  cristalino;  color  pardo  negruzco  ó gris  de  hierro, 
siendo  negro  el  polvo  que  resulta  de  la  raya,  lustre  metaloi- 
deo;  mas  dura  que  la  caliza  y menos  que  el  espato  flúor,  es- 
tando representado  su  peso  específico  por  4,3.  Calentar 
el  tubo  de  ensayo  da  bastante  cantidad  de  agua,  carái 
muy  bueno  para  separarla  de  la  Rraunita,  con  la  cual  suele 
confundirse:  infusible  al  soplete,  adquiriendo  color  pardo 


)jizo  por  el  fuego  de  reducción. 

SQ/ 


COMPOSICIO 


Manganeso. 

axígeno. 
gua.  . . 


Variedades.  i.  Cristalizada  en  prismas  octógonos 
romboidales.  2.*  En  masas  bacilares  fibrosas  ó radiadas. 
3.a  Concrecionada  y terrosa.  4.a  Pisolíticay  oolítica.  5.a  Den- 
drítica.  Q ' X 

Y acimiento.— Se  encuentra  en  los  terrenos  de  crista- 
lización ó en  los  de  sedimento  antiguo;  casi  siempre  asociada 
con  hierros  espáticos,  con  la  hematites  y otros  compuestos 
de  hierro.  En  España  existe  en  los  mismos  puntos  que  la 
pirolusita,  encontrándose  también,  según  el  Sr.  Naranjo,  en 

MU 


Losacio  (Zamora). 

SEGUNDA  SECCION-PIRITAS 


\ 


Se  comprenden  en  este  grupo  tres  especies  minen 
que  son:  la  alabandina,  Hauerita  (dedicada  á Haiier)  y Ka- 
ncha, descubierta  por  Kane;lasdos  primeras  son  sulfurosde 
manganeso,  y la  tercera  arseniuro  del  mismo  metal;  pero 
tanto  esta  como  las  dos  anteriores  son  sumamente  raras  y de 
ninguna  importancia  industrial,  por  cuyas  razones  no  las  des- 
cribimos. 

IFANAS 


cribimos. 

ui 


TERCERA 


IDA 


pardo  ó amarillento  debido  á una  grande  cantidad  de  hier 
ro;  lustre  vítreo-nacarado,  trasluciente;  raya  á la  caliza  y aun 
á veces  al  espato  flúor,  y se  raya  por  la  fosforita,  siendo  el 
polvo  que  resulta  de  color  de  rosa;  peso  especifico  de  3,6. 
Infusible  al  soplete,  adquiriendo  por  la  elevación  de  tempe- 
ratura color  pardo  como  todos  los  óxidos  de  manganeso;  á la 
temperatura  ordinaria  se  disuelve,  con  efervescencia  lenta,  en 
el  ácido  nítrico,  siendo  mucho  mas  intensa  por  la  acción  del 
calor. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Acido  carbónico.  . . 38,60 

Oxido  de  manganeso.  . 56,00 

Cal 5,40 


100,00 

EDADES.  — Además  de  cristalizada  en  romboe- 
encuentra  en  masas  laminares  y concrecionada. 
CIMIENTO. — La  dialogita  se  halla  en  ciertos  filones 
metalíferos  de  Hungría,  Sajonia,  Transilvania,  Vielle  (Altos 
Pirineos)  y otros  puntos. 

La  mangano-calcita  de  Breithaupt  está  compuesta  de  un 
carbonato  de  óxido  de  manganeso,  que  contiene  un  30  por 
iento  de  cal,  estando  además  mezclado  en  ciertos  casos  con 
la  magnesia  y óxido  de  hierro ; se  halla  en  masas  bacilares  ó 
gujas  radiadas,  de  lustre  vitreo  y de  color  rojo  de  carne  en 
chemnitz  (Hungría). 

mimr 

RODONITA  — MANGANESO  silicatado;  silicato  de 
manganeso —Fórmula  química  (MnO)3(Si02)2 

CARACTÉRES. — La  rodonita  (de  radon  rosa),  tiene 
por  forma  primitiva  un  prisma  romboidal  oblicuo  que  deriva 
del  quinto  sistema;  se  presenta  en  masas  cristalinas,  granudas 
ó compactas  mezcladas  casi  siempre  con  el  carbonato  de  cal; 
color  rosa  oscuro  ó mas  ó menos  morado,  fractura  astillosa, 
trasluciente  en  los  cortes  y de  lustre  nacarado;  raya  á la  fos- 
forita y se  raya  por  el  ortosa,  teniendo  un  peso  específico 
de  3>5  á.  3,7.  Tratada  al  soplete  adquiere  color  pardo;  al 
fuego  de  reducción  se  funde  en  un  esmalte  rosado,  y al  de 
oxidación  en  un  glóbulo  negro. 

COMPOSICION  EN  PESÓ  SEGUN  BERZELIUS 


Oxido  de  manganeso 
Sílice, 

Oxido  de  calcio. 
Magnesia. 


Las  especies  mineralógicas  de  este  grupo  están  compues- 
tas de  ácido  carbónico,  fosfórico  ó silícico  en  unión  con  el 
óxido  de  manganeso;  ofrecen  aspecto  vitreo  ó lapídeo,  colo 
res  diversos,  dureza  bastante  considerable,  peso  específico 
comprendido  entre  4 y 5,  y solubles  en  los  ácidos.  Los  mi- 
nerales mas  importantes  del  grupo  son:  i.°  la  dialogita: 
2.0  rodonita;  3.0  helvina;  4.0  triplita. 

DIA LOGI  I A — MANGANESO  CARBONATADO  — CARBONATO 
de  MANGANESO  — Fórmula  química  MnO,  CO2 

CARACTÉRES. — La  dialogita  ó rodocrolita  ofrece  por 
forma  primitiva  un  romboedro  de  107o  20',  perteneciente  al 
sistema  romboédrico;  color  de  rosa,  y en  algunos  ejemplares 


Yacimiento.  — La  rodonita  se  encuentra  en  los  filo- 
nes manganesíferos  de  los  terrenos  primarios.  Los  criaderos 
mas  notables  existen  en  San  Marcelo  (Piamonte),  Lang- 
banshytta  (Suecia),  Przibram  (Bohemia),  Francklin  (Nueva 
Jersey),  Transilvania,  etc. 

La  Bustainita  (descubierta  por  Bustamante  en  el  Real  de 
Minas  de  Fetela,  México),  y la  Pajsbergita,  encontrada  en 
Pajsberg  (Suecia),  son  silicatos  de  manganeso  y de  cal;  la 
marcelina,  indicada  ya  en  la  especie  braunita,  la  consideran 
varios  autores  como  una  mezcla  del  silicato  de  óxido  de 
manganeso  con  el  sesquióxido  del  mismo  metal;  por  ültimo, 
la  Breislakita  no  es  mas  que  un  silicato  de  manganeso  ferrí- 
fero que  existe  en  las  lavas  de  Capo-di-Bove,  próximo  á 
Roma  y en  las  cercanías  de  Pozzuolo. 


/ 


HIERRO 

HELVINA  — MANGANESO  Y GLUCINA  SÍLICO  SULFATADOS — 

SU LFO-SI LICATO  DE  MANGANESO  Y DE  GLUCINA 


*47 


CAKAGTÉRES.  — La  helvina  se  presenta  en  cristales 
pequeños  octaédricos  ó tetraédricos  pertenecientes  al  sistema 
cúbico;  estos  cristales  tienen  un  color  amarillo  de  cera  ó de 
miel  con  tendencia  al  amarillo  pardusco;  brillo  algo  resinoso; 
mas  dura  que  el  feldespato  ortosa  y menos  que  el  cuarzo, 
estando  representado  su  peso  específico  por  3,3.  Se  funde  al 
soplete  y tratada  por  medio  de  la  sosa  produce  los  caracte- 
res de  todos  los  minerales  de  manganeso;  se  disuelve  con 
desprendimiento  de  hidrógeno  sulfurado  en  los  ácidos,  dan- 
do al  propio  tiempo  un  precipitado  gelatinoso. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Sílice 

33, *3 

Glucina.  . . f . . 

11,46 

Protóxido  de  manganeso 

49, 12 

Protóxido  de  hierro.  . 

4,90 

Azufre 

5»7 1 

io4,52 

LDE 


De  la  anterior  composición  deducen  algunos  mineralo- 
gistas que  la  helvina  está  formada  de  un  proto-sulfuro  de 
manganeso  unido  á un  silicato  de  glucina  y de  mangane- 
so, pudiendo  representarse  su  fórmula  del  modo  siguiente: 
MnS,  + GPO3,  3SÍO2  + MnO,  SiO2. 

Yacimiento. — Esta  especie  mineralógica  es  bastante 
rara;  fué  descubierta  primeramente  por  Mohs  en  una  pizarra 
talcosa  de  Schwarzemberg  (Sajonia);  en  esta  localidad  existe 
en  cristales  pequeños  diseminados  ó empotrados  en  la  citada 
roca  y acompañada  de  granates,  blenda  y clorita;  se  halla 
también  en  la  sienita  circonífera  de  Noruega  y en  la  hema- 
tites parda  de  Breitembrunn  (Sajonia). 

TRIPLI  1 A — MANGANESO  FOSFATADO  FERRIFERO — FOS- 
FATO de  manganeso  ferrífero  — Fórmula  química 
(MnO,  Feo)-»  PhO3 


Caracteres. — Se  presenta  en  masas  incompleta- 
mente laminares;  fractura  concoidea ; color  negro,  opaca  ó á 
lo  mas  traslúcida  en  los  cortes;  la  triplita  es  mineral  agrio, 
mas  duro  que  la  fosforita  y menos  que  el  ortosa,  teniendo 
un  peso  específico  de  3,4.  Se  funde  al  soplete  en  un  glóbulo 
negro  magnético;  se  disuelve  con  lentitud  en  los  ácidos,  y la 
disolución  acusa  la  presencia  del  manganeso  y del  hierro 
los  reactivos  de  estos  metales. 

I JJTj  INI  U E 

COMPOSICION  SEGUN  BERZEL1US 


Protóxido  de  manganeso 
Idem  de  hierro.  . . . 
Acido  fosfórico.  . . . 
cal 


GÉNERO— HIERRO 


100,48 


Yacimiento.  La  triplita  se  halla  en  los  terrenos  gra- 
níticos de  Limoges  (Francia),  y de  Bodennais  (Baviera).° 

La  hureaulita,  la  heterozita,  trifilina,  perouskina,  tetrafilina 
y aluolita  no  son  mas  que  fosfatos  de  manganeso  ferríferos; 
estas  especies  son  sumamente  raras  en  la  naturaleza  y no 
ofrecen  tampoco  interés  industrial. 


Se  comprenden  en  este  género  gran  número  de  especies 
difíciles  de  agrupar,  aun  cuando  todas  presenten  caractéres 
químicos  análogos.  Sin  embargo,  con  el  fin  de  facilitar  su 
estudio,  las  agrupamos  desde  luego  en  cuatro  secciones ; á 
saber:  i.a  Hierro  nativo,  aerolitos  y hierros  meteóricos: 
2.1  Oxidos;  comprende  las  especies  cuyo  principio  minera- 
lizador  es  el  oxígeno:  3.a  Piritas;  minerales  que  tienen  por 
principio  mineralizador  el  azufre  ó el  arsénico:  4.1  Haloideas 
ó sales:  comprende  los  compuestos  formados  por  el  óxido 
de  hierro  combinado  con  el  ácido  carbónico,  fosfórico,  sul- 
fúrico, túngstico,  etc.,  ó sean  los  carbonatos,  fosfatos,  sulfa- 
tos,  tungstatos,  etc.,  de  hierro. 

PRIMERA  SECCION 

HIERRO — cuerpo  simple — Fórmula  química  Fe 


Caracteres. — El  hierro  rara  vez  se  presenta  aislado 
en  la  naturaleza;  se  encuentra  en  granos  microscópicos  en  el 
Canadá,  Irlanda,  Estados  Unidos  y en  algunos  otros  puntos, 
existiendo  también  en  láminas  que  recuerdan  la  forma  del 
octaedro  regular  en  las  cavidades  de  los  hierros  meteóricos 
ó niquelíferos. 

El  hierro  puro  del  comercio  es  de  un  color  gris  azulado; 
fractura  granuda  y en  algunos  casos  laminar;  maleable  y 
dúctil  siendo  el  mas  tenaz  de  todos  los  metales;  un  hilo  de 
dos  milímetros  de  diámetro  no  se  rompe  sino  bajo  el  peso 
de  250  kilogramos;  brillo  metálico  intenso  por  el  pulimento; 
raya  al  espato  flúor  y se  raya  por  la  fosforita;  el  peso  especí- 
fico del  hierro  forjado  varía  entre  7,7  y 7,9.  Este  metal,  el 
níquel  y el  cobalto  son  los  únicos  que  están  dotados  de  pro- 
piedades magnéticas  notables  á la  temperatura  y presión  or- 
dinaria: si  el  hierro  se  halla  unido  á pequeña  cantidad  de 
carbono,  esto  es,  si  está  acerado,  puede  adquirir  natural- 
mente el  magnetismo  polar,  cuya  propiedad  conserva  por 
mas  ó menos  tiempo.  El  hierro  es  infusible  tratado  con  el 
soplete  ordinario;  para  conseguir  su  fusión  se  necesita  la 
temperatura  mas  elevada  que  se  puede  producir  en  los  hor- 
nos metalúrgicos.  No  obstante,  este  metal  tiene  la  particula- 
ridad de  reblandecerse  por  un  fuego  moderado,  carácter  no- 
table y del  que  tanto  partido  se  saca  en  las  fraguas  y hornos 
de  fundición.  El  hierro  se  disuelve  en  el  ácido  nítrico,  to- 
mando la  disolución  un  color  negro  por  la  tintura  de  agallas; 
no  sufre  alteración  de  ningún  género  en  contacto  del  aire  ó 
del  oxigeno  secos,  á la  temperatura  ordinaria;  pero  se  altera 
muy  pronto  en  contacto  del  aire  húmedo,  formándose  ó cu- 
briéndose de  óxido  férrico  hidratado,  ó sea  de  orín,  hollín  ó 
herrumbre. 

Y ACIMIENTO.  — Como  queda  dicho,  raras  veces  y en 
pequeñísimas  cantidades  se  encuentra  el  hierro  puro  en  la 
naturaleza;  pero  existe  diseminado  en  diferentes  cuerpos 
electro  negativos  en  abundancia,  la  cual  está  en  relación 
con  las  numerosas  aplicaciones  de  que  es  susceptible  este 
cuerpo. 

USOS. — Creemos  innecesario  manifestar  en  este  momento 
las  importantes  y múltiples  aplicaciones  que  tiene  el  hierro; 
puede  desde  luego  asegurarse  sin  temor  de  exageración,  que 
este  cuerpo  es  el  mas  útil  y precioso  de  todos  los  metales 
para  el  hombre,  y aun  de  todos  los  cuerpos  conocidos,  y 
que  á él  se  deben  en  gran  parte  los  adelantamientos  y pro- 
gresos del  siglo  actual,  que  con  justa  razón  pudiera  denomi- 
narse «siglo  del  hierro.»  Se  ha  calculado  por  algunos  que  el 
producto  total  del  hierro  que  se  fabrica  anualmente  en  Euro- 
pa asciende  á unos  700  millones  de  pesetas,  mucho  mayor 


OXIDOS  DE  HIERRO 


I48 

que  el  obtenido  en  las  célebres  minas  de  oro  y plata  de  la 
América. 

AEROLITOS  . 

V 

Los  aerolitos,  llamados  también  piedras  meteóricas,  me- 
teoritos, bólidos,  piedras  de  rayo,  piedras  de  la  luna,  etc., 
ofrecen  una  composición  muy  variada:  entran,  sin  embargo, 
como  elementos  esenciales  el  hierro,  níquel,  cromo,  cobre, 
sílice,  potasa,  magnesia,  alumina  y algunos  otros  óxidos  me- 
tálicos. 

CARACTERES. — Los  aerolitos  son  masas  redondeadas 
que  carecen  por  completo  de  ángulos  ó aristas  salientes;  por 
lo  común  se  presentan  cubiertas  de  un  barniz  ó costra  ne- 
gra, brillante  y de  aspecto  vitreo;  su  estructura  es  granuda; 
son  mas  ó menos  duras  y tenaces,  según  que  constan  de 
granos  finos  ó gruesos;  fractura  agrisada,  constituida  de  gra- 
nos oscuros  y venas  negras,  procedentes  de  las  sustancias 
que  constituyen  la  costra  exterior. 

Desechada  la  teoría  de  los  que  creian  que  los  aerolitos 
eran  fragmentos  arrojados  por  los  volcanes  de  la  luna,  se  su- 
pone por  los  geólogos  actuales  que  deben  su  origen  á la 
fragmentación  de  uno  ó de  diversos  planetas  (como  se  nota 
en  los  asteroides  de  Júpiter  y Marte)  que,  entrando  en  la 
esfera  de  atracción  de  la  tierra,  llegan  á la  atmósfera  deter- 
minando por  su  gran  velocidad  el  globo  de  fuego  y la  deto- 
nación que  dura  algunos  segundos;  al  caer  producen  surcos 
de  tal  longitud  en  la  corteza  terrestre,  que  en  algunos  casos 
y en  relación  con  el  tamaño  del  aerolito,  han  llegado  hasta 
un  kilómetro  de  extensión  La  caída  de  estas  piedras  es  pura- 
mente accidental,  ocurriendo  con  preferencia  en  los  meses  de 
agosto  y noviembre. 

Los  aerolitos  se  consideran  por  muchos  geólogos  como 
pequeñas  masas  materiales  ó especies  de  planetas  microscó- 
picos que  se  agitan  en  el  espacio  en  considerable  número,  y 
que  se  precipitan  en  el  planeta  Tierra  cuando  entran  en  su 
esfera  de  atracción.  Proceden,  según  la  opinión  de  varios 
geólogos,  de  fragmentos  de  la  nebulosa  primitiva  que  se  han 
solificado  aisladamente,  y,  según  otros,  de  porciones  separa- 
das del  sol  en  el  momento  de  formarse  sus  anillos.  Pero  lo 
que  está  probado  hasta  la  evidencia,  es  que  en  cierta  época 
han  constituido  parte  del  sol  ó de  los  diversos  planetas, 
única  circunstancia  que  nos  obliga  á considerarlos  como 
cuerpos  extraños  á la  tierra.  Por  lo  demás,  teniendo  pre- 
sente que  los  veintidós  cuerpos  simples  que  se  han  descu- 
bierto en  los  aerolitos,  mediante  los  análisis  que  se  han 
efectuado  por  diversos  químicos,  no  son  en  modo  alguno 
diferentes  de  los  que  se  han  hallado  en  nuestro  planeta, 
puede  deducirse  inmediatamente  que  el  origen  de  este  es 
idéntico  al  del  sol  y demás  astros. 

En  los  gabinetes  de  Historia  natural  de  España  existen 
varios  aerolitos,  notables  los  unos  por  su  composición  y los 
otros  por  su  peso.  El  museo  de  Madrid  cuenta  hoy  dia  con 
bastantes  ejemplares,  procedentes  de  diversas  provincias  de 
la  Península,  siendo  desde  luego  el  mas  digno  de  mención 
el  que  cayó  en  Murciad  año  de  1858,  cuyo  peso  es  de  105  ki- 
logramos; el  reciente  de  1S70,  analizado  y descrito  por  el 
señor  Solano,  ayudante  profesor  del  referido  museo.  La  uni- 
versidad de  Oviedo  posee  un  aerolito  bastante  notable  que 
cayó  en  Cangas  de  Onís,  y que  ha  sido  estudiado  y ana- 
lizado por  el  señor  Luanco,  catedrático  de  química  de  Bar- 
celona. 

HIERRO  METEÓRICO 

Caracteres.  — Realmente  son  los  mismos  aerolitos 


ó piedras  meteóricas,  que  se  presentan  en  masas  general- 
mente esponjosas  ó celulares,  y en  cuyas  cavidades  ó inters- 
ticios existen  sustancias  cristalinas  ó materias  vitreas  de  co- 
lor amarillo,  análogas  al  mineral  que  hemos  descrito  con  el 
nombre  de  peridoto.  Los  hierros  meteóricos  se  componen 
esencialmente  de  hierro  y de  níquel,  variando  la  cantidad  de 
este  último  desde  1 hasta  24;  ofrecen  también  indicios  de 
cobalto,  cromo  y manganeso.  Las  masas  meteóricas  mas  no- 
tables que  se  conocen  son  las  siguientes:  i.a  el  hierro  de 
Pallas,  encontrada  por  este  naturalista  en  la  cima  de  una 
montaña  próxima  á Krasnojarsk  (Siberia),  y cuyo  peso  pri- 
mitivo era  de  750  kilogramos;  2.a  la  masa  de  hierro  de  150 
á 200  kilogramos  que  cayó  en  1847  en  Braunau  (Bohemia); 
3.a  la  masa  de  hierro  niquelífera  descubierta  por  Brard  en 
Caille,  departamento  del  Var  (Francia);  esta  masa  existe  en 
el  museo  de  París,  y pesa  590  kilogramos;  4.a  la  del  Brasil, 
encontrada  en  Bahía,  de  7,000  kilogramos;  5.a  la  hallada  en 
Durango  (México),  cuyo  peso  es  de  20,000  kilogramos; 

6. a  la  descubierta  en  Otumba  (Perú),  de  15,000  kilogramos; 

7. a  la  encontrada  en  la  Luisiana,  de  1,500  y otras  varias,  á 
las  cuales  puede  agregarse  la  que  hemos  citado  de  Murcia. 

SEGUNDA  SECCION-OXIDOS  DE  HIERRO 

Se  comprenden  en  este  grupo  las  siguientes  especies: 
i.a  imán  natural  ó hierro  magnético;  2.a  hierro  oligisto; 
3.a  limonita. 

IMAN  Ó HIERRO  MAGNÉTICO— hierro  oxidado  de 

HAÜY—OXIDULO  Ó SUBÓXIDO  DE  HIERRO— ÓXIDO  FERROSO 

férrico— Fórmula  química  FoO,  Fe2  O3 

Caracteres. — El  hierro  magnético  ofrece  por  forma 
primitiva  un  octaedro  regular,  perteneciente  al  primer  siste- 
ma cristalino,  siendo  sus  formas  dominantes  el  mismo  octae- 
dro y el  dodecaedro  romboidal;  color  negro  de  hierro  ó gris 
oscuro  cuando  se  presenta  en  masas  ó cristalizado,  pero  re- 
ducido á polvo  es  negro  de  carbón;  lustre  metálico,  que- 
bradizo; raya  á la  fosforita  y aun  al  feldespato  ortosa,  y se 
raya  por  el  cuarzo,  estando  representado  su  peso  especifico 
por  4,8  á 5;  este  mineral  ejerce  acción  muy  notable  sobre  la 
aguja  magnética,  y las  variedades  compactas  litoideas,  ter- 
rosas y á veces  también  las  cristalizadas,  están  dotadas  del 
magnetismo  polar,  de  donde  toman  el  nombre  de  imanes  na- 
turales ó piedra  imán.  Sometido  á la  calcinación  pierde  por 
completo  ó se  debilita  su  virtud  magnética;  infusible  por  sí 
solo  al  soplete;  pero  si  se  mezcla  al  bórax  y se  trata  al  fuego 
de  oxidación,  se  funde  en  un  glóbulo  rojo  oscuro  que,  por 
enfriamiento,  adquiere  un  color  amarillo  claro,  mientras  que 
al  fuego  de  reducción  toma  una  tinta  verde  de  botella;  se  di- 
suelve en  caliente  en  el  ácido  hidroclórico  y en  modo  alguno 
en  el  nítrico. 

f 

COMPOSICION  EN  PESO 


Análisis  de  Berzelius  Idem  de  Karstem 


Oxido  fe'rrico.  . . 

69 

69*95 

Oxido  ferroso.  . . 

31 

29,53 

100 

99,48 

Variedades.  — i.a  Cristalizada  en  octaedros  ó dode- 
caedros. 2.a  Masas  granudas.  3.a  Idem  laminares  ó escamo- 
sas. 4.a  Compacta,  masas  amorfas,  de  fractura  concoidea  ó 
desigual  y de  aspecto  litoideo.  5.a  Terrosa  ó arenácea,  de 
aspecto  litoideo  ú ocráceo,  estando  casi  siempre  mezclada 


HIERRO 


I49 


con  el  hierro  digisto  ó limonita.  Esta  variedad  posee  el  mag- 
netismo polar  en  alto'  grado,  ó por  lo  menos  con  mas  fre- 
cuencia que  las  demás.  Existen  también  otras  variedades 
fundadas  en  la  mezcla  con  otros  minerales,  tales  son,  el  hier- 
ro titanífero,  magnesífero  y manganesífero. 

Yacimiento.  — Corresponde  esencialmente  á los  ter- 
renos de  origen  ígneo  y á los  metamórficos;  los  ejemplares 
cristalizados  están  por  lo  general  diseminados  en  rocas  talco- 
sas  de  Suecia  y de  Córcega;  las  variedades  granudas,  com- 
pactas, arenáceas,  etc.,  constituyen  en  algunos  puntos  ver- 
daderas masas  eruptivas  de  gran  potencia  y se  encuentran 
en  los  gneis,  pizarras  talcosas  y rocas  anfibólicas,  cloríticas 
ó serpentín icas,  formando  verdaderas  montañas,  como  se 
observa  en  Taberg  (Suecia),  y en  algunos  sitios  de  los  Mon- 
tes Urales.  El  imán  ó hierro  magnético  de  la  isla  de  Elba 
se  halla  intercalado  en  los  gneis  y pizarras  micáceas,  á las 
cuales  comunica  propiedades  magnéticas.  Los  mejores  ejem- 
plares cristalizados  proceden  de  Suecia,  Montes  Urales,  Ti- 
rol  y mas  especialmente  de  Traverselle  (Piamonte).  En  Espa- 
ña existe  esta  especie  en  la  cordillera  de  Guadarrama  cerca 
del  Escorial,  en  las  montañas  de  Asturias,  Marbella  (Mála- 
ga), en  la  pizarra  cloritica  de  Sierra  Bermeja  (Málaga),  Vall- 
carcara  y Figaró  (Cataluña). 

USOS.  — Para  la  extracción  del  hierro,  siendo  el  mineral 
mas  apreciado,  no  solo  porque  contiene  mas  hierro  que  los 
demás  compuestos  de  este  metal  (72  por  100),  sino  también 
porque  es  el  mejor  para  la  fabricación  del  acero. 

HIERRO  OLIGISTO— hierro  peroxidado—  óxido  fér- 
rico anhidro — Fórmula  química  Fe2  O3 

El  hierro  oligisto  (de  oligos , poco)  rara  vez  existe  puro, 
estando  por  lo  general  mezclado  con  el  hierro  magnético. 
Puede  dividirse  en  tres  sub-especies  ó grupos  principales,  á 
saber:  r.°  hierro  oligisto  metaloideo;  2.°  hierro  oligisto  com- 
pacto; 3.0  hierro  oligisto  terroso.  Las  propiedadees  comunes 
á estos  grupos  son;  dar  por  medio  de  la  pulverización  un 
polvo  rojo  pardusco  que  no  ejerce  acción  sobre  la  aguja 
imantada  sino  después  que  se  ha  calcinado;  teñir  al  bórax 
de  amarillo  verdoso  mediante  la  acción  del  soplete,  y produ- 
cir en  el  ácido  clorhídrico  una  disolución  amarillo-naranjada 
que  da  por  el  ferrocianuro  potásico  el  precipitado  azul  de 
Prusia. 

i a Sub-esperie.  — HIERRO  OLIGISTO  METALOIDEO 

Caracteres. — La  forma  primitiva  de  este  hierro  es 
un  romboedro  idéntico  al  del  corindón  con  el  cual  es  iso- 
morfo,  presentándose  del  mismo  modo  que  este  en  romboe- 
dros, dodecaedros  bipiramidales  y prismas  de  base  exagonal, 
formas  derivadas  del  cuarto  sistema  ó sea  el  romboédrico.  Se 
presenta  también  cristalizado  en  octaedros  que,  según  algu- 
nos mineralogistas,  derivan  del  sistema  cúbico,  siendo,  por 
lo  tanto,  el  hierro  oligisto  metaloideo  un  nuevo  ejemplo  de 
dimorfismo.  Este  mineral  octaédrico,  llamado  Martita,  por 
haber  sido  descubierto  por  Martius  en  la  provincia  de  Mi- 
nas Geraes  (Brasil),  ha  sido  elevado  á la  categoría  de  espe- 
cie por  algunos  autores;  pero  un  exámen  detenido  del  oc- 
taedro de  la  Martita  ha  hecho  ver  que  no  es  mas  que  una 
forma  epigénica  tomada  del  hierro  magnético.  El  color  que 
ofrecen  los  ejemplares  de  esta  sub  especie,  es  el  gris  de  ace- 
ro, habiendo  algunos  dotados  de  irisación  y brillo  metaloi- 
deo; raya  á la  fosforita  y se  raya  por  el  cuarzo  y aun  el 
ortosa,  teniendo  un  peso  específico  representado  por  5,5; 
los  ejemplares  cristalizados  y algunos  amorfos  ejercen  débil 
acción  sobre  la  aguja  magnética.  El  hierro  oligisto  metaloi- 


deo es  infusible  al  soplete,  produciendo  con  el  ácido  clor- 
hídrico y el  bórax  los  fenómenos  consignados  anterior- 
mente. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Oxígeno.  . • 30,63 

Hierro 69,34 

100,00 

VARIEDADES. — Se  conocen  entre  otras  mas  ó menos 
comunes  las  siguientes:  i.a  Cristalizada  en  romboedros, 
prismas  exagonales  y dobles  pirámides  exagonales,  formas 
derivadas  del  sistema  romboédrico.  2.a  Especular,  formada 
de  láminas  ó de  verdaderos  cristales  planos  y trasparentes, 
que  reflejan  la  luz  con  cambiantes  de  colores.  3.a  Micácea, 
se  presenta  en  masas  constituidas  de  escamas,  laminillas  que 
se  separan  por  la  mas  ligera  presión  con  los  dedos.  4.a  Com- 
pacta, masas  amorfas  que  están  á veces  asociadas  con  el 
cuarzo,  constituyendo  una  roca  particular,  denominada  ita- 
berita. 

2.a  Sub  especie  ó división  — HIERRO  OLIGISTO  CON- 
CRECIONADO 

CARACTERES.  — Esta  sub-especie,  denominada  tam- 
bién hematites  roja  (de  e/na  tíñalos , sangre),  se  presenta  en 
masas  compactas,  estalactiticas  ó renimorfes,  de  estructura 
fibroso-radiada,  siendo  su  aspecto  litoideo  y el  color  pardo 
rojizo  mas  ó menos  intenso;  raya  á la  fosforita  y se  raya  por 
el  feldespato,  teniendo  un  peso  específico  representado  por 
5,3.  Sus  caractéres  químicos  son  idénticos  á los  de  la  sub- 
especie anterior. 

1.a  Sub-especie  b división — HIERRO  OLIGISTO  TER- 
ROSO 

CARACTERES. — Se  encuentra  en  masas  terrosas  que 
ofrecen  una  fractura  térrea,  muy  blandas  y deleznables.  El 
hierro  oligisto  terroso  se  halla  constantemente  mezclado  con 
sustancias  arcillosas,  pasando  de  esta  manera  á constituir 
ciertas  variedades  de  ocre. 

Yacimiento.  — El  hierro  oligisto  ó peróxido  de  hierro 
es  el  mineral  mas  abundante  del  género;  se  presenta  en  filo- 
nes de  gran  potencia,  en  masas  considerables  en  los  terrenos 
graníticos  y en  los  primarios  ó paleozóicos.  En  la  isla  de 
Elba  se  encuentran  todas  las  variedades  de  esta  especie, 
siendo  desde  luego  la  localidad  en  que  existen  cristales  mas 
notables,  no  solo  por  su  limpieza,  sino  por  sus  irisaciones. 
Las  masas  de  menor  espesor,  se  hallan  en  Suecia,  Noruega, 
Laponia  y Brasil.  En  España  tenemos  la  variedad  especular 
en  Tumilla  (Murcia)  y las  concrecionadas  compactas,  etc.,  en 
Linares  (Jaén),  en  Sierra  Morena  y sus  derivaciones,  Cor- 
dillera Cantábrica,  Sierra  de  Guadarrama,  Aragón,  Cataluña, 
Provincias  Vascongadas,  Asturias,  Badajoz,  Sevilla  y en  otras 

varias. 

USOS. — El  óxido  férrico  es  una  de  las  especies  que  pro- 
porcionan mas  cantidad  de  hierro;  los  ejemplares  concrecio- 
nados por  su  dureza,  se  emplean  para  pulimentar  y bruñir 
los  metales;  las  variedades  terrosas  se  usan  en  la  pintura  y 
fabricación  de  lápices  rojos. 

LIMONITA  Ó HEMATITES  PARDA— hierro  pero- 

XIDADO  HIDRATADO — ÓXIDO  FÉRRICO  HIDRATADO— Fór- 
mula química  FeO3  + HO 

CARACTERES.  — La  forma  cristalina  de  la  limonita  se 


OXIDO  DE  HIERRO 


i*?o 


desconoce  en  la  actualidad;  es  cierto  que  Haüy  y algunos 
otros  mineralogistas  citan  ejemplares  de  limonita  cristaliza- 
dos en  cubos,  octaedros,  dodecaedros  ó prismas  exagonales; 
pero  estas  formas  no  son  propias  de  la  especie,  sino  resulta- 
do de  una  epigenia  ó sustitución  de  hierro  magnético,  pirita 
y carbonato  del  mismo  metaL  La  limonita  ofrece  color  par- 
do amarillento  ó mas  ó menos  negruzco,  siendo  su  polvo 
amarillo  de  orin;  su  aspecto  es  litoideo;  cuando  pura  raya 
al  espato  flúor,  pero  su  dureza  es  menor  si  está  mezclada 
con  otras  sustancias;  el  peso  específico  es  de  3,3.  Desprende 
agua  y adquiere  color  rojo  por  la  calcinación ; se  funde  al 
soplete  y se  convierte  en  una  escoria  negra  y magnética;  se 
disuelve  en  el  ácido  hidroclórico. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Oxido  férrico 85,3 

Agua..  . II  . . rrtf4$ 


100,0 

VARIEDADES. — i.a  Cristalizada  en  prismas  apuntados, 
estriados  en  el  sentido  longitudinal:  esta  variedad,  que  en 
rigor  es  la  especie  getita  de  algunos  autores,  ofrece  un  matiz 
pardo  rojizo  y lustre  semi  metálico  ó diamantino,  siendo 
también  mas  dura  que  las  otras  variedades,  supuesto  que  es 
la  única  que  raya  al  espato  flúor.  2.a  Concrecionada  ó hema- 
tites parda,  se  presenta  en  masas  compactas  formadas  de 
capas  concéntricas  ó fibroso-radiadas  ó bien  en  estalactitas, 
mamelonada,  reniforme  ó esferoidal:  estas  variedades  tienen 
analogías  con  la  hematites  roja,  pero  se  distinguen  desde 
luego  en  el  color  amarillo  que  ofrece  el  polvo  de  la  hemati- 
tes parda.  3.a  Etites  ó piedra  de  Aguila,  en  masas  ó riñones 
testáceos,  de  un  pardo  amarillento,  compuestos  de  capas 
concéntricas,  huecos  y conteniendo  casi  siempre  en  su  inte- 
rior un  núcleo  movible;  los  antiguos  creían  que  estas  piedras 
se  hallan  en  el  nido  de  las  águilas,  y de  aquí  el  nombre  de 
etites.  4 a Compacta,  ofrece  una  estructura  plana  ó caverno- 
sa, fractura  unida  y color  pardo  oscuro  con  tendencia  al 
negro.  5.a  Pisolítica  y oolítica.  6.a  Terrosa  ú ocrácea,  la  cual 
está  constituida  por  óxido  férrico  hidratado  mezclado  con 
arcillas,  dando  origen  á los  minerales  denominados  ocres, 
los  cuales  pueden  ser  rojos,  amarillos,  pardos,  etc. 

Yacimiento. — La  limonita  pertenece  á toda  la  serie 
neptúnica,  abundando  sobre  todo  en  los  terrenos  jurásicos. 
Se  presenta  en  grandes  masas  en  diversos  sitios  de  Francia, 
hallándose  hierros  oolíticos  en  el  piso  inferior  del  terreno 
cretáceo  de  la  mina  de  Saint-  Dizier,  departamento  del  Alto 
Mame;  es  muy  común  en  el  terreno  jurásico  de  Ardeche, 
Gard  y Aveyron.  Abunda  también  esta  especie  en  Inglater- 
ra, Alemania,  Suecia,  Rusia,  etc.  En  España  podemos  ase- 
gurar que  existe  en  casi  todas  las  provincias,  siendo  notables 
los  criaderos  del  monte  Triano  y Somorrostro  (Vizcaya)  (1), 
los  de  Gracia,  Gabá  y Malgrat  (Barcelona),  los  de  Durro, 
Faul  y Montanisell  (Lérida),  los  del  valle  de  Rivas  y el 

(1)  El  célebre  naturalista  Plinio,  el  año  80  de  la  era  cristiana,  pu- 

blicó su  Historia  natural,  en  la  que  cita  diferentes  minas  de  hierro  de 
la  Europa,  y en. el  párrafo  XLIII  del  libro  XXIV,  dice:  «De  todos  los 
Ametales,  el  mineral  mas  abundante  es  el  hierro.  Sobre  la  costa  de  Can- 
Mabria  que  baña  el  Océano,  hay  una  montana  escarpada  y elevada  que 
aes  toda  ella  de  esta  materia. a 

Este  texto,  según  el  Sr.  Vicuña,  solo  puede  referirse  al  monte  Triano 
en  Vizcaya,  puesto  que  no  hay  en  toda  la  costa  otro  criadero  de  hierro 
tan  abundante,  por  mas  que  algunos  hayan  supuesto  que  Plinio  se  refe- 
ria al  monte  Cabarga  (Santander),  el  cual  contiene  poco  mineral,  no 
como  Triano  que  está  completamente  cuajado. — Vicuña.  «Progresos  in- 
dustriales,» pág.  244. 


criadero  de  Bagur  (Gerona),  los  de  la  Sierra  de  Cartagena, 
los  de  Monda,  Ojen  y Benalmadena  (Málaga),  los  de  Molina 
de  Aragón  y Ojos  Negros  (Guadalajara)  y otros  muchos  que 
seria  prolijo  enumerar.  Los  hierros  enclavados  en  las  provin- 
cias de  Cataluña  corresponden  á los  terrenos  primarios  ó 
paleozoicos,  y los  de  los  demás  puntos  á la  época  secunda- 
ria. 

USOS. — Todas  las  variedades  de  esta  especie  se  emplean 
para  la  extracción  del  hierro,  utilizándose  también  las  ter- 
rosas en  la  pintura. 

PIRITAS 

Figuran  en  este  grupo  diversos  compuestos  de  hierro  que 
tienen  por  principio  mineralizador  el  azufre  ó el  azufre  y el 
arsénico.  Las  propiedades  importantes  y comunes  de  las 
piritas  son  las  siguientes:  producir  por  medio  de  la  percu- 
sión ó calcinación  un  olor  sulfuroso  ó aliáceo;  presentar 
brillo  metálico  mas  ó menos  intenso;  tener  una  dureza  ma- 
yor que  la  de  la  fosforita,  y adquirir  propiedades  magnéticas 
por  la  acción  del  calor.  Las  piritas  mas  notables  son  las 
siguientes:  i.3  pirita  amarilla;  2.a  pirita  blanca  ó lívida; 
3.a  pirita  magnética;  4.a  pirita  arsenical. 

PIRITA  AMARILLA  Ó PIRITA  POR  EXCELENCIA 

— HIERRO  SULFURADO,  BISULFURO  DE  HIERRO  — Fórmula 

química  Fe  S1 2 

Caracteres.— La  pirita  amarilla,  designada  también 
con  los  nombres  de  pirita  marcial,  y marcasita,  ofrece  las 
siguientes  propiedades:  su  forma  primitiva  es  el  dodecaedro 
pentagonal,  presentándose  casi  siempre  cristalizada  en  cubos 
perfectos  ó en  el  mismo  dodecaedro  pentagonal:  color  ama- 
rillo de  oro  ó de  latón,  pero  cuando  se  la  reduce  á polvo 
ofrece  un  color  verde  negruzco;  brillo  metálico  intenso  que 
jamás  se  empaña  en  contacto  del  aire;  raya  al  feldespato 
ortosa  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo;  muy  agria,  siendo  su 
fractura  concóidea  ó desigual  y,  por  lo  común,  poco  brillan- 
te; da  chispas  con  el  eslabón  y su  peso  específico  es  de  4,7 
á 5.  Calentada  en  un  matraz  se  convierte  en  hierro  y des- 
prende ácido  sulfuroso;  mediante  el  fuego  de  reducción  se 
trasforma  en  una  materia  ó boton  negruzco  que  ejerce  acción 
sobre  la  aguja  magnética;  se  disuelve,  con  depósito  de  azufre, 
en  el  ácido  nítrico  concentrado. 

COMPOSICION  SEGUN  BERZELIUS 
Hierro 46,08 


Azufre .... 

• [ 53.92 

100,00 

Variedades.— La  pirita  amarilla  es  acaso  el  mineral 
que  presenta  cristales  mas  perfectos  y variados,  siendo  sus 
formas  mas  frecuentes  los  cubos,  dodecaedros  pentagonales 
y aun  los  octaedros;  existen  también  trapezoedros,  cubo- 
octaedros,  cubo  dodecaedros  é icosaedros.  Algunas  veces 
los  cubos  están  modificados  en  sus  ángulos  sólidos  y aristas, 
siendo  la  forma  mas  notable,  que  resulta  de  estas  modifica- 
ciones, la  denominada  cubo  estriado  ó triglita  de  Haüy;  esta 
variedad  ofrece  en  sus  caras  estrías,  que  están  dispuestas  en 
tres  direcciones  perpendiculares.  Además  de  las  variedades 
cristalizadas,  se  conocen  entre  otras  mas  ó menos  importan- 
tes, las  siguientes:  i.a  Concrecionada,  dispuesta  en  estalacti- 
tas, formas  cilindróideas  ó globosas,  ó bien  en  masas  raame- 
lonadas  cubiertas  exteriormente  de  facetas  cristalinas,  siendo 


HIERRO 


fibrosas  por  dentro.  2.a  Fibroso-radiada,  que  en  realidad 
corresponde  á la  variedad  anterior.  3.a  Dendritica,  ó sea  en 
formas  análogas  á la  plata  del  mismo  nombre.  5.a  Compacta. 
6 L Seudo-mórfica  ó epigénica,  cuyos  cristales  cúbicos  ó 
dodecaédricos  se  convierten  en  parte  ó por  completo  en 
limonita  ó mas  bien  en  goetita.  Por  último,  existen  piritas  de 
hierro  auríferas,  argentíferas,  arseníferas  y cupríferas. 

Yacimiento. — Esta  especie  mineralógica  se  encuen- 
tra en  toda  clase  de  terrenos,  pero  nunca  forma  masas  con- 
siderables; se  halla  diseminada  en  ciertos  filones  ó en  rocas 
cristalinas  ó de  sedimento.  Según  Naranjo,  hay  pirita  de 
hierro  en  la  mina  de  Y aldeazoques,  Almadenejos,  en  donde 
existe  empotrada  en  una  pizarra  carbonosa;  se  halla  además 
en  las  minas  de  Almadén  (Ciudad  Real),  en  el  cobre  gris  de 
Huejar-Sierra,  en  varios  sitios  de  la  Cordillera  de  Guadarra- 
ma y en  otros  muchos  puntos. 

Usos.  Antiguamente  y aun  hoy  dia  se  destina  como  pie- 
dra de  chispa  y para  la  fabricación  de  botones  y otros  objetos 
de  escaso  valor;  los  peruanos,  antes  de  la  conquista  por  los 
españoles,  la  utilizaban  para  espejos,  y de  aquí  el  nombre  de 
espejos  de  los  Incas. 

PIRITA  BLANCA  Ó LÍVIDA — (Ofrece  la  misma  com- 
posición y fórmula  que  la  pirita  amarilla,  por  cuya  razón 
debe  considerarse  como  una  subespecie  de  ésta.) 

Caractéres. — La  pirita  blanca,  llamada  también 
esperquisa  ó pirita  prismática,  tiene  por  forma  primitiva  un 
prisma  recto  romboidal,  perteneciente  al  tercer  sistema;  por 
lo  general  se  presenta  en  masas  aciculares  y lanceoladas,  de 
color  blanco  amarillento  ó verde  lívido  y lustre  metálico, 
aunque  nunca  tan  intenso  como  el  de  la  pirita  marcial;  su 
dureza  es  superior  á la  del  ortosa  é inferior  á la  del  cuarzo; 
frágil  y de  fractura  desigual  ó granuda,  teniendo  un  peso 
especifico  representado  por  4,6  á 4,8.  Por  medio  del  soplete 
y de  los  líquidos  produce  ide'nticos  fenómenos  que  la  especie 
anterior;  se  distinguen,  no  obstante,  en  que  expuesta  la  es- 
perquisa por  algún  tiempo  á la  acción  del  aire  húmedo,  se 
descompone  con  facilidad  y se  convierte  en  sulfato  de  hierro 
ó vitriolo  verde. 

COMPOSICION  SEGUN  BERZELIUS 

Hierr° 45.07 

Manganeso 0,70 

Azufre 53,35 


’5* 


99, 12 


Algunos  mineralogistas  creen  que  la  pequeña  cantidad  de 
óxido  terroso,  que  existe  casi  siempre  mezclado  con  la  esper- 
quisa. influye  para  que  se  descomponga  y se  convierta  en 
vitriolo. 

Variedades. — i.a  Cristalizada  en  prismas  romboida- 
les,  generalmente  modificados;  estos  cristales  suelen  reunirse 
entre  sí  ofreciendo  una  superficie  dentellada  y que  imita 
mas  ó menos  la  cresta  de  los  gallos,  de  donde  toma  el  nom- 
bre de  pirita  cresta  de  gallo;  existen  también  en  octaedros 
romboidales  sencillos  ó truncados  en  los  ángulos  sólidos.  2.a 
Reniforme,  masas  de  estructura  radiada  y con  la  superficie 
erizada  de  puntas  cristalinas  que  ofrecen  la  forma  de  un 
semioctaedro.  3.a  Compacta.  4-a  Epigénica,  se  presenta  en 
laminas  de  forma  exagonal  que  proceden,  según  unos,  de  la 
pirita,  y según  Mohs,  de  la  plata  sulfurada,  denominada 
psaturosa.  5.a  Seudo-mórfica,  que  sustituye  á cuerpos  orgáni- 
cos, tales  como  conchas  ó tallos  de  plantas  dicotiledóneas  ó 
monocotiledóneas. 

Yacimiento. — Se  halla  la  esperquisa  en  los  mismos 


terrenos  que  la  pirita  marcial,  encontrándose  por  lo  común 
en  los  filones  metalíferos  que  atraviesan  los  terrenos  prima- 
rios; diseminada  abunda  en  los  terrenos  neptúnicos  desde  el 
carbonífero  hasta  los  modernos;  hállase  con  frecuencia  en 
las  ampelitas  ó pizarras  bituminosas,  en  las  cuales,  por  su 
descomposición,  origina  el  sulfato  de  alumina;  por  último, 
existe  en  las  ullas,  lignitos  y turbas. 

US0S'TS.e  ?mpiea  esencialmente  para  obtener  el  sulfato 
de  hierro  o vitriolo  verde  o caparrosa  verde.  Para  conseguirlo 
basta  calcinar  las  piritas  en  retortas  á propósito;  parte  del 
azufre  se  desprende,  quedando  en  la  retorta  un  sulfuro  de 
hierro  magnético,  el  cual,  absorbiendo  con  rapidez  el  oxígeno 
del  aire  húmedo,  se  trasforma  en  sulfato.  En  algunos  puntos 
para  obtener  esta  sustancia  se  valen  de  las  pizarras  piritosas 
ó que  contienen  cristales  de  pirita,  siendo  el  procedimiento 
que  emplean  sumamente  sencillo;  consiste  en  exponer  las 
pizarras  á la  acción  de  un  aire  húmedo,  en  cuyo  caso  se 
disgregan  y reducen  á polvo  al  poco  tiempo;  el  sulfuro  de 
hierro  se  convierte  en  sulfato,  y la  pizarra  mas  ó menos  ata- 
cada produce  sulfato  de  alumina,  que  se  disuelve  en  el  agua 
en  unión  con  la  caparrosa  verde.  Se  evapora  después  esta 
disolución  en  calderas  de  plomo,  y cuando  tiene  el  grado  de 
concentración  adecuada,  se  dirige  á recipientes,  donde  se  la 
deja  reposar  algún  tiempo  y luego  se  la  recoge  en  aparatos 
particulares,  llamados  cristalizadores.  Se  suspenden  cuerdas 
en  medio  de  la  disolución,  para  que  sobre  ellas  se  depositen 
los  cristales  de  caparrosa  verde.  Luego  que  las  aguas  madres 
no  proporcionan  mas  cristales  de  esta  sustancia,  se  agrega 
sulfato  de  potasa  con  el  objeto  de  que  combinándose  con 
el  sulfato  de  alumina,  procedente  de  la  alteración  de  las  pi- 
zarras, se  formen  cristales  de  alumbre  común  ó sea  de  sulfato 
de  alumina  y de  potasa. 

PIRITA  MAGNETICA  Ó PIRITA  PARDA  — hierro 

PROru  SULFURADO  COMBINADO  CÓN  EL  HIERRO  BISULFU- 

RADO— PROTOSULFURÓ  DE  HIERRO  MAS  BISULFURO  DEL 

mismo  metal — Fórmula  química  FeS,  FeS 

Caracteres.  — Esta  especie,  denominada  también 
leberquisa  y pirrotina,  tiene  por  forma  fundamental  un  pris- 
ma exágono,  perteneciente  al  cuarto  sistema  cristalino;  color 
bronceado  algo  rojizo,  siendo  el  lustre  metalóideo  mas  bien 
que  metálico;  la  dureza  es  inferior  á la  de  las  demás  piritas 
ferruginosas;  raya  al  espato  flúor  y se  raya  por  la  fosforita; 
se  rompe  con  facilidad,  y ofrece  una  fractura  desigual  en  los 
ejemplares  amorfos  y algún  tanto  laminar  en  los  cristalizados; 
su  peso  específico  es  de  4,5;  ejerce  una  débil  acción  sobre 
la  aguja  magnética.  Calentada  en  el  tubo  cerrado  no  sufre 
alteración  de  ningún  género;  en  el  tubo  abierto,  desprende 
ácido  sulfuroso;  al  soplete,  y colocada  sobre  el  carbón,  se 
funde  á la  llama  reductiva  en  un  glóbulo  negro  muy  magné- 
tico; se  disuelve  en  el  ácido  hidroclórico  con  desprendimi 
de  hidrógeno  sulfurado  y depósito  de  azufre. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Idem  de  la  de  Bodennais 
(H.  Rose) 

60,  K 2 
38,78 


Análisis  de  la  de  Treseburg 
(Stromeyer) 

Hierro.  . . . kw59, 85 
Azufre.  ....  40,15 

100,00 

VARIEDADES. — Rara  vez  se  presenta  la  pirrotina  cris- 
talizada en  prismas  exagonales;  por  lo  común  se  halla  en 
masas  laminares;  algunas  veces  forma  parte  de  ciertos  aero- 
litos. 


99>3° 


aloideos 


r5* 

YACIMIENTO. — Se  halla  en  los  terrenos  de  cristaliza- 
ción en  masas  pequeñas,  ó diseminada  en  los  aerolitos  y 
piedras  meteóricas;  se  encuentra  en  Bodennais  (Baviera), 
acompañada  del  ortosa  y cordierita,  en  Geyer  (Sajonia),  aso- 
ciada á la  fluorina,  en  Treseburg  (Harz),  Noruega,  Suecia, 
Cornouailles  (Inglaterra),  Tirol,  etc.  En  España  la  tenemos 
en  el  Escorial  (Madrid)  acompañada  del  hierro  magnético, 
pirita  marcial  y granates,  en  Huelva  y otras  localidades. 

USOS. — Carece  de  aplicaciones. 

PIRITA  ARSENICAL  Ó MISPIQUEL-hierro-arsenio 

SULFURADO  — SULFO-ARSEN1URO  DE  HIERRO  — Fórmula 

química  Fe  As  + Fe  S2 

Car  ACTÉRES.— La  pirita  arsenical  ó mispiquel,  deno- 
minada también  pirita  blanca,  ofrece  por  forma  primitiva  un 
prisma  romboidal  recto,  correspondiente  al  tercer  sistema; 
color  blanco  de  estaño  ó de  plata  con  tendencia  al  gris  de 
acero  ó mas  ó menos  amarillo,  siendo  el  polvo  negro;  lustre 
metálico  empañado;  raya  á la  fosforita  y se  deja  rayar  por  el 
ortosa;  agria,  produce  chispas  con  el  eslabón  exhalando  olor 
de  ajos,  y su  peso  específico  es  de  5,8  á 6,2.  Calentada  en 
un  matraz  da  un  sublimado  rojo  (sulfuro  de  arsénico).  Se 
funde  al  soplete,  con  desprendimiento  de  vapores  sulfurosos 
y arsenicales,  en  un  boton  de  color  negro  y magnético;  se 
disuelve  en  el  ácido  hidroclóí ico  con  depósito  de  ácido  arse- 
nioso y azufre. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Análisis  tle  Chevreul 


Hierro.  . 
Arsénico. . 
Azufre.  . 


34,94 

43»42 

20,13 


Idem  de  Stromeycr 

jjgtí 

36>°4 

42,88 

21,08 


98,49 


100,00 


fórico,  etc.,  combinados  con  el  óxido  de  hierro  ó bien  con 
este  y otros  óxidos  básicos.  Los  colores  dominantes  de  estas 
sustancias  son:  pardo,  azul,  verde,  rojizo  y rara  vez  amarillo; 
el  lustre  es  vitreo  ó lapídeo;  bastante  blandos  y peso  especí- 
fico comprendido  entre  3 y 4;  desarrollan  virtudes  eléctricas 
por  la  acción  del  calor;  se  funden  al  soplete  y se  disuelven 
en  los  ácidos.  Las  especies  principales  de  este  grupo  son 
las  siguientes:  i.a  Siderosa;  2.a  Vivianita;  3.a  Dufrenita;  4.a 
Heterosita;  5.a  Farmacosiderita:  6.a  Tantalita;  7 ."  Wolfran; 
8.*  Melanteria. 

SIDEROSA  Ó HIERRO  ESPATICO  — hierro  carro 

NATADO  — CARBONATO  DE  HIERRO  — Fórmula  química 

Fe0,C02 

CARACTERES. — La  siderosa  ó hierro  espático,  llamada 
también  mena  de  hierro  dulce,  tiene  por  forma  primitiva  un 
romboedro  obtuso  de  107o,  fácilmente  exfoliable  en  tres 
sentidos  diferentes;  este  romboedro  corresponde  al  cuarto 
sistema  cristalino,  siendo  muy  parecido  al  que  ofrece  la 
caliza,  como  lo  son  también  las  formas  secundarias  de  uno 
y otro  mineral;  el  color  de  la  siderosa  es  el  gris  amarillento, 
pardo  rojizo  ó pardo  negruzco,  siendo  debido  este  último 
color  á la  alteración  que  experimenta  el  mineral  en  contacto 
del  aire,  convirtiéndose  en  óxido  férrico  hidratado;  su  lustre 
es  lapídeo;  raya  á la  caliza  y se  raya  por  el  espato  flúor, 
teniendo  un  peso  específico  representado  por  3,8  á 3,9.  Por 
medio  del  soplete  se  ennegrece,  se  reduce  á polvo  que  se 
aglutina  y desarrolla  propiedades  magnéticas;  se  disuelve  en 
el  ácido  nítrico  con  efervescencia  lenta  á la  temperatura 
ordinaria,  pero  si  se  aumenta  esta,  la  efervescencia  se  verifi- 
ca con  mucha  rapidez;  la  disolución  nítrica  da  el  precipitado 
azul  por  el  cianuro  férrico  potásico. 


COMPOSICION  EN  PESO 


VARIEDADES. — 1.a  Cristalizada  en  prismas  romboida- 
les sencillos  ó modificados  mediante  truncaduras  en  los 
ángulos  laterales.  2.a  Compacta  ó en  masas  amorfas.  3.a  Baci- 
lar, en  fibras  gruesas  y reunidas  entre  sí.  q.-’  Acicular  ó ca- 
pilar, compuesta  de  agujas  muy  finas  ó de  filamentos  rígidos. 
Existen  además  las  variedades  debidas  á mezclas,  como  el 
mispiquel  argentífero,  y cobaltífero,  siendo  la  cantidad  de 
plata  en  la  primera  de  estas  variedades  de  0,01  por  100,  y 
de  cobalto  en  la  segunda,  de  6 á 9;  se  admite  también  por 
algunos  autores  la  variedad  descrita  y llamada  por  Breithaupt, 
qlaukodot,  en  la  cual  el  cobalto  llega  hasta  un  24  ó 30  por  100. 

YACIMIENTO. — La  pirita  arsenical  se  encuentra  unas 
veces  diseminada  en  rocas  graníticas,  pizarrosas  ó serpentí- 
nicas  ó en  los  filones  que  atraviesan  á estas  rocas;  otras,  y 
es  lo  mas  frecuente,  en  los  de  cobre,  cobalto  y estaño  en  las 
minas  de  Cornouailles,  Sajonia  y Bohemia,  por  lo  común, 
acompañada  de  la  esperquisa.  En  España  la  tenemos  en 
Bustarvieló  y Miraflores  de  la  Sierra  (Madrid),  cuyos  ejem- 
plares suelen  pertenecer  al  mispiquel  argentífero. 

USOS. — Se  emplea  esta  especie  para  la  obtención  del 
arsénico  y del  ácido  arsenioso;  los  ejemplares  argentíferos 
para  extraer  la  plata,  así  como  los  cobaltíferos  para  preparar 
el  esmalte  ó azul  de  cobalto. 

CUARTA  SECCION  — H ALOIDEOS  Ó SALES  DE 

HIERRO 

Se  comprenden  en  este  grupo  minerales  de  aspecto  esen- 
cialmente litoideo  y formados  por  los  ácidos  carbónico,  fos- 


Oxido ferroso.  . 
Acido  carbónico. 


62,66 

37.34 


100,00 


VARIEDADES. — 1.a  Cristalizada  en  romboedros  de 
caras  planas,  si  el  mineral  es  completamente  puro;  estos 
cristales  suelen  presentar  un  brillo  bastante  vivo,  pero  jamás 
perlado  ó nacarado  como  en  los  romboedros  de  dolomia  ó 
espato  perlado  de  Werner.  2.a  Lenticular,  compuesta  de  rom- 
boedros redondeados,  solos  ó agrupados  entre  sí.  3.a  Laminar. 

4. a  Reniforme  ó esferosiderita,  se  presenta  en  riñones  mas  ó 
menos  gruesos  empotrados  en  arcillas  pizarrosas,  ó bien  en  las 
areniscas  del  terreno  carbonífero  y en  las  cavidades  de  ciertas 
rocas  volcánicas;  esta  variedad  ofrece  estructura  fibrosa. 

5. a  Compacta  y terrosa,  de  color  gris,  pardo  ó negro  y de  un 
aspecto  análogo  al  de  las  piedras,  por  lo  que  se  llama  tam- 
bién litoidea.  Las  variedades  debidas  á mezclas  son:  la  side- 
rosa manganesífera  y la  calcífera  ó dolomífera.  Por  último, 
se  conoce  la  variedad  denominada  junquerita,  que  se  pre- 
senta en  cristales  pequeños  de  caras  convexas  y de  color 
gris  amarillento;  esta  variedad  se  halla  asociada  con  el  cristal 
de  roca. 

YACIMIENTO.  — Los  hierros  espáticos  cristalizados  se 
hallan  en  los  terrenos  secundarios  y terciarios;  las  variedades 
compactas  y terrosas  corresponden  esencialmente  á los  car- 
boníferos, en  los  cuales  existen  diseminadas  en  las  arcillas  ó 
areniscas.  Este  mineral  es  muy  abundante  en  las  ulleras  de 
Gales,  Dudley  y Glasgow  (Inglaterra),  pudiendo  asegurar 
que  son  las  que  proporcionan  casi  todo  el  hierro  de  este  país. 
Existe  también,  aunque  no  tan  abundante,  en  Saint  Etienne, 


HIERRO 


*53 


Aubin,  Aveyron  y en  algunos  otros  puntos  de  Francia.  Se 
explotan  minas  de  hierro  espático  en  Alemania,  Silesia,  Pala- 
tinado  y otras  naciones  europeas.  En  España  le  tenemos  en 
capas  y en  masas  en  Somorrostro  (Vizcaya),  Ezcaray  (Logro 
ño),  Asturias,  Badajoz,  Cataluña,  Jaén,  Córdoba,  Sierra 
Nevada,  y en  general  en  todas  las  localidades  en  donde  hay 
óxidos  de  hierro. 

USOS.  Para  la  obtención  del  hierro,  siendo  los  centros 
mas  notables  de  producción  la  Escocia  é Inglaterra. 


Yacimiento. — Existe  la  dufrenita  asociada  con  otros 
fosfatos,  especialmente  los  de  magnesia,  con  la  limonita  y 
algunos  compuestos  de  hierro.  Se  ha  encontrado  en  Anglar, 
departamento  del  Alto  \ iena  y cercanías  de  Limoges,  en 
Nueva  Jersey  (Instados  U nidos),  en  Rabenstein  (Baviera),  etc. 

HETEROSIIA — hierro  fosfatado  manganesífero — 
fosfato  de  hierro  \ de  manganeso — Fórmula  (mími- 
ca (FeO,  MnO)  PhO5  + HO 


VIVIANITA  — HIERRO  FOSFATADO  HIDRATADO— FOSFATO 
DE  HIERRO  HIDRATADO— FeO,  Ph05  + H0 

CARACTÉRES.— La  vivianita  ó hierro  fosfatado  azul 
tiene  por  forma  primitiva  un  prisma  romboidal  oblicuo,  per- 
teneciente al  quinto  sistema;  color  azul  de  índigo,  pardo  y á 
veces  verde  negruzco;  lustre  vitreo  intenso  y en  algunos  ca- 
sos metaloideo  o perlado,  trasparente  ó traslúcida;  muy  blan- 
da, supuesto  que  su  dureza  es  igual  á la  del  yeso,  teniendo 
un  peso  específico  de  2,6.  Se  funde  al  soplete  en  una  escoria 
negra  magnética;  da  gran  cantidad  de  agua  por  la  calcina- 
ción, y se  disuelve  en  el  ácido  nítrico,  desprendiendo,  por  lo 
común,  vapores  rojos. 


Caracteres.  — La  heterosita,  incluida  por  algunos 
mineralogistas  en  la  triplita  ó manganeso  fosfatado  ferrífero, 
se  presenta  en  masas  laminares  de  color  gris  azulado  ó ver- 
doso que  se  convierte  en  morado  por  la  acción  del  aire;  su 
lustre  es  craso  y algún  tanto  parecido  al  de  la  fosforita;  raya 
á la  caliza  y fluorina  y se  raya  por  el  feldespato  ortosa,  siendo 
su  peso  específico  de  3,5,  y menor  en  los  ejemplares  de  co- 
lor violado  ó que  han  experimentado  la  acción  del  aire,  su- 
puesto que  es  de  3,3.  La  heterosita  se  funde  al  soplete  en  un 
esmalte  pardusco;  se  disuelve  en  el  ácido  nítrico,  acusando, 
mediante  los  reactivos  adecuados,  la  presencia  del  hierro  y 
del  manganeso. 

COMPOSICION  EN  PESO 


COMPOSICION  EN  PESO 

Oxido  ferroso 43,03 

Acido  fosfórico 28,29 

Agua 28,68 


100,00 

VARIEDADES.  — i.a  Cristalizada  en  prismas  oblicuos 
truncados  en  las  aristas  básicas  y laterales.  2.a  Masas  lami- 
nares. 3.a  Acicular  radiada  y terrosa. 

Yacimiento.— Las  variedades  cristalizadas  se  hallan 
en  algunos  filones  metalíferos,  y las  demás  en  idénticos  ter- 
renos que  la  siderosa  y hierros  oxidados.  Se  encuentran  las 
nbrosas  en  Nueva-Jersey  (Estados  Emidos)  y las  cristalizadas 
en  Cornouailles  (Inglaterra),  Bodennais  (Baviera),  Transil- 
vania,  Crimea,  etc.  Las  variedades  terrosas  se  hallan  en  los 
terrenos  de  sedimento  modernos,  especialmente  en  aquellos 
puntos  en  que  hay  restos  de  animales  ó plantas,  siendo  este 
mineral  el  que  se  encuentra  formando  parte  de  la  turquesa 
llamada  odontolita  ó de  nueva  roca. 

USOS. — Las  variedades  terrosas  se  emplean  en  la  pintura 
al  óleo  ó al  temple. 

DUFRENITA  Ó HIERRO  FOSFATADO  VERDE 

fosfato  de  hierro  — Fórmula  química  Fe;Os  PhO3 

-F  HO 

Caracteres. — La  dufrenita  se  presenta  en  riñones 
de  fractura  fibroso-radiada,  cuyas  fibras  son  prismas  rectos 
romboidales,  pertenecientes  al  tercer  sistema  cristalino;  color 
^erde  de  aceituna,  lustre  sedoso  y nacarado,  trasluciente; 
raya  á la  caliza  y se  raya  por  la  fosforita,  siendo  su  peso  es- 
pecífico de  3,5.  Se  funde  al  soplete  con  mas  facilidad  que  la 
especie  anterior ; dando  lugar  á los  mismos  fenómenos  que 


Oxido  ferroso 35 

Oxido  de  manganeso 18 

Acido  fosfórico 42 

Agua 5 


100 


COMPOSICION  EN  PESO 


Oxido  férrico.  . 
Acido  fosfórico. 
Agua.  . . . 


63 

28 

9 


100 


YACIMIENTO. — Esta  especie  solo  se  ha  encontrado 
hasta  ahora  asociada  á la  trifilina  y hurolita  en  la  pegmatita 
de  Vilate  y Hureaux,  cercanías  de  Limoges  (Francia). 

FARMACOSIDERITA — hierro  arseniatado — arsenia- 
to  de  hierro,  cuya  fórmula  química,  según  Berzelius,  se 
representa  del  modo  siguiente: 

(FeO)3AsOs  + (F20s)3(AS05)2 

CARACTÉRES. — Esta  especie  mineralógica  tiene  por 
forma  dominante  el  cubo  modificado  únicamente  en  cuatro 
de  los  ángulos  sólidos,  por  lo  que  puede  considerarse  como 
un  ejemplo  de  hemiedria  idéntica  á la  de  la  boracita  ó bora- 
to de  magnesia.  La  farmacosiderita  ofrece  un  color  verde 
pardusco  ó verde  de  aceituna,  lustre  diamantino  muy  vivo, 
siendo  trasparente  ó trasluciente;  raya  al  yeso  y se  raya  por 
la  caliza;  eléctrica  por  la  elevación  de  temperatura  y peso  es- 
pecífico de  2,9  á 3.  Da  agua  y se  convierte  en  roja  si  se  ca- 
lienta en  un  matraz,  y á temperatura  elevada  desprende  ácido 
arsenioso.  Al  soplete,  y colocada  sobre  el  carbón,  exhala  va- 
pores aliáceos  y se  funde  en  una  materia  gris  magnéth 

R 


COMPOSICION  EN  PEiO 
Análisis  de  Berzelius 


A 


Oxido  férrico 

39, 20 

Oxido  de  cobre.  . . . 

0,65 

Acido  arsénico.  . . . 

37,82 

Idem  fosfórico.  . . . 

2,53 

18,61 

98,81 

Tomo  IX 


YACIMIENTO. — Esta  especie  es  muy  escasa  en  la  na- 
turaleza y se  halla  en  los  filones  metalíferos  de  estaño,  co- 


20 


’54 


ALOIDEOS 


balto  ú óxidos  de  hierro,  en  las  minas  de  Cornouailles  ( In- 
glaterra), Graul  (Sajonia),  Saint  Leonard,  cerca  de  Limoges, 
(Francia). 

La  escorodita  ó neotesa  no  es  mas  que  el  arseniato  de 
hierro  prismático;  se  presenta  de  color  azul  análogo  al  de  la 
melanteria,  lustre  vitreo;  raya  á la  caliza  y se  deja  rayar  por 
ri  espato  flúor,  estando  representado  su  peso  especiñco  por 
5.2.  La  escorodita  da  agua  por  medio  de  la  calcinación;  se 
Rinde  al  soplete  en  un  glóbulo  gris  negruzco;  colocada  sobre 
el  carbón,  desprende  vapores  arsen icales  y se  reduce  á una 
escoria  negra  magnética. 

COMPOSICION  EN 


Oxido  férrico. 
Acido  arsénico.. 
Agua.  . 


ASr 


Al 

IIMIJ 


WOLFRAN— HIERRO  Y MANGANESO  TUNGST  ATADO— TUNGS- 
TATO  DE  HIERRO  Y DE  MANGANESO 

Fórmula  química  (FeO,  MnO)  WO3 

CARACTÉRES. — El  wolfran  ofrece  por  forma  primitiva 
un  prisma  romboidal  oblicuo  perteneciente  al  quinto  siste- 
ma; color  pardo  oscuro,  pardo  claro  ó negro  de  hierro;  lustre 
intenso  metálico  ó semi  metálico;  raya  á la  fluorina  y se  raya 
por  el  ortosa  y una  punta  de  acero;  su  peso  específico  es  muy 
notable  representado  por  7,5.  Se  funde  al  soplete  en  un 
glóbulo  negro  magnético  que  se  cubre  de  pequeños  cristales 
prismáticos;  se  disuelve,  mediante  el  calor,  en  el  ácido  hidro- 
clórico  y deposita  un  polvo  amarillo  que  es  el  ácido  túngs- 
co. 

) 


COMPOSICION  EN  PESO 


VALERE 


„ . ...„J  J 1 „ VfcO 

Yacimiento. — Se  talla  en  los 
rarmacpsiderita,  encontrándose  en  Sajonia,  Limoges,  Cor- 
aouailles  y en  San  Antonio  Pereira  (Brasil);  los  ejemplares 
ée  este  último  punto  reciben  el  nombre  particular  de  neo- 
tesa. 


Vi  ¡1 


fv“  7T 

i ANTALITA — hierro  tantalado — tantalato  de  hier- 
ro manganesífero — Fórmula  química  (Fe0,Mn0)Fa1 203 


LATO  DE  H 


TUR 


CARACTÉRES. — Los  cristales  de  esta  especie  son  su- 
mamente raros;  consisten  en  prismas  prolongados  que  se 
¿erivan  de  un  prisma  romboidal  oblicuo;  color  negro  de 
hierro  ó pardo  negruzco,  polvo  moreno  y de  lustre  metaloi- 
ieo;  raya  al  feldespato  ortosa  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo, 
teniendo  una  densidad  relativa  bastante  considerable,  lle- 
gando en  algunos  ejemplares  hasta  8.  Infusible  por  si  sola  al 
soplete,  pero  mezclada  con  la  sosa  da  una  especie  de  escoria 
verde. 

\ /m. 

COMPúSICiOi 


Oxido  ferroso.  . . 

Idem  de  manganeso. 
Acido  túngstico. 
Magnesi 


Vahieda 
en  prismas 


Oxido  ferroso. 

Idem  de  manganeso. . 
Idem  de  estaño 
Acido  tantálico. 


19.19 
4,48 

76.20 
0,80 

100,67 


ES.— Además  de  las  variedades  cristalizadas 
achatados,  existen  la  laminar,  la  bacilar  que  pasa 
con  frecuencia  á fibrosa,  y la  seudomórfica,  cristalizada  en 
formas  tomadas  de  la  Scheelita  (1). 

YACIMIENTO. — El  wolfran  pertenece  á los  terrenos  de 
cristalización,  asociado  á la  casiterita,  Scheelita,  berilos  y to- 
pacios. Se  encuentra  en  Cornouailles  (Inglaterra),  Alemberg 
(Sajonia),  Zinnwald  (Bohemia),  cercanías  de  Limoges  (Fran- 
cia) y otros  sitios  de  Europa.  En  España  existe  en  diferentes 
puntos  de  Orense,  Pontevedra,  Zamora,  Salamanca,  Asturias, 
Cáceres,  Badajoz,  Madrid,  etc. 

USOS. — Para  la  obtención  del  ácido  túngstico:  el  wolfran 
de  Zinnwald  (Bohemia)  contiene  el  metal  llamado  indio. 

MELANTERIA,  CAPARROSA  Ó VITRIOLO  VERDE 

— HIERRO  SULFATADO  HIDRATADO  — SULFATO  DE  HIERRO 

hidratado — Fórmula  química  FeO,  SO3  + HO 


100,30 


i 


En  varios  ejemplares  parte  del  ácido  tantálico  se  halla  re- 
emplazado por  el  ácido  túngstico  ó estannico,  y en  otros  por 
ia  circona. 

YACIMIENTO. — Latantalita  existe  diseminada  en  los 
granitos  y pegmatitas  de  Fimbo  (Suecia),  Kimito  (Finlan- 
dia), Chanteloube  próximo  á Limoges  (Francia)  y Estados 
Unidos.  En  España,  según  Naranjo,  se  encuentra  en  San  Il- 
defonso (Segovia),  habiéndola  hallado  el  malogrado  Pellico 
en  las  cercanías  de  Trujillo  (Cáceres). 

Se  ha  confundido  con  la  tantalita  llamada  de  Suecia,  un 
mineral  que  existe  en  Baviera  y en  algunos  puntos  de  Amé- 
rica; con  efecto,  tienen  grande  analogía  en  sus  caractéres  ex- 
reriores,  pero  se  diferencian  desde  luego  en  la  composición 
química  y en  la  forma,  supuesto  que  en  la  tantalita  de  Pa- 
riera se  encuentra  el  metal  denominado  niobio,  siendo  sus 
cristales  prismas  romboidales  rectos.  Esta  nueva  especie  se 
designa  con  los  nombres  de  columbita,  niobita  y baierina. 


CARACTERES. — La  melanteria  ó caparrosa  verde  tiene 
por  forma  primitiva  un  prisma  oblicuo  derivado  del  quinto 
sistema  cristalino,  que  expuesto  á la  acción  del  aire  pierde 
su  trasparencia  y se  cubre  de  un  sulfato  básico  de  color  ama- 
rillo: cuando  esta  especie  es  pura  ofrece  color  verde  y brillo 
vitreo;  raya  al  talco  y se  raya  por  la  caliza,  teniendo  una 
densidad  relativa  muy  pequeña,  representada  por  1,8  á 1,9; 
se  disuelve  en  dos  veces  su  peso  de  agua  fria,  y da  por  eva- 
poración la  forma  prismática  indicada  anteriormente;  la  di- 
solución acuosa  ofrece  un  sabor  de  tinta  que  se  ennegrece 
por  la  tintura  de  agallas. 

El  célebre  Werner  y Leymerie,  teniendo  en  cuenta  la  so- 


( 1 ) La  Scheelita,  llamada  asi  por  haber  sido  dedicada  al  célebre 
químico  Scheele,  es  un  tungstato  de  cal;  se  presenta  de  aspecto  vitreo, 
blanca  ó amarillenta,  de  lustre  bastante  intenso  y algún  tanto  craso,  que 
se  comunica  al  tacto.  Cristaliza  esta  especie  en  octaedros  de  base  cua- 
drada, pertenecientes  al  segundo  sistema;  su  dureza  es  superior  á la  de 
la  fosforita,  siendo  su  peso  específico  considerable,  puesto  que  es  de  6, 2. 
Se  funde,  aunque  con  dificultad,  en  un  vidrio  trasparente ; se  disuelve 
lentamente  en  el  ácido  nítrico,  produciendo  al  propio  tiempo  un  preci- 

pitado amarillo  (ácido  túngstico);  la  disolución  nítrica  da  un  precipitado 
blanco  por  el  oxalato  amónico.  Esta  sustancia  consta  en  100  partes  de 
80  de  ácido  túngstico  y 20  de  cal.  Se  encuentra  esencialmente  en  los  fi- 
lones metalíferos,  sobre  todo  en  los  de  estaño  de  Cornouailles ; existe 

también  en  Sajonia,  Baviera,  Suecia,  Piamonte,  etc. 


MELANTERIA 


r55 


lubilidad  de  esta  sustancia  en  el  agua  á la  temperatura  ordi- 
naria, asi  como  su  poca  densidad  relativa,  la  colocan,  en 
unión  con  el  vitriolo  azul,  el  vitriolo  blanco,  alumbres,  etc., 
en  la  clase  que  denominan  sales. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Oxido  ferroso 26 

Acido  sulfúrico 29 

Agua 45 


100 

YACIMIENTO.  — Se  encuentra  la  melanteria  en  capas 
delgadas  ó en  forma  de  filamentos  de  un  blanco  amarillento, 
en  la  superficie  de  las  rocas  pizarrosas  que  contienen  pirita 
blanca  ó esperquisa,  no  siendo  mas  que  un  producto  debido 
á la  descomposición  que  experimenta  este  mineral. 

USOS. — Sirve  para  la  fabricación  de  las  tintas;  entra  en 
la  composición  de  los  tintes  negros  y grises,  para  obtener  el 
azul  de  Prusia  y el  ácido  sulfúrico;  se  usa  en  medicina  como 
astringente. 

Metalurgia  del  hierro. — Las  únicas  especies 
que  se  explotan  para  la  obtención  son : el  óxido  férrico  hi- 
dratado ó limonita,  el  óxido  férrico  anhidro  ó hierro  digisto 
y la  siderosa  ó carbonato  de  hierro.  Los  sulfuros  de  este  me- 
tal, aunque  abundan  bastante  en  la  naturaleza,  no  se  em- 
plean para  la  extracción  de  este  cuerpo,  por  ser  caro  y malo. 
Se  obtiene  el  hierro  de  estos  minerales  en  tres  estados 
distintos,  á saber:  i.a  el  de  fundición  ó hierro  crudo;  2.a  el 
de  hierro  maleable,  y 3.a  el  de  acero. 

Para  trasformar  las  especies  mineralógicas  en  cualesquiera 
de  estos  tres  estados,  se  necesita  someterlas  á ciertas  opera- 
ciones preliminares,  como  la  trituración,  lavado  y torrefac- 
ción, cuyo  objeto  es  dividir  y separar  la  mayor  cantidad  po- 
sible de  materias  terreas  que  contengan  los  minerales,  y 
eliminar  el  agua  y el  ácido  carbónico.  En  virtud,  pues,  de 
este  procedimiento,  los  óxidos  férricos  hidratados  y los  car- 
bonatos  se  convierten  en  óxidos  puros:  conseguido  esto,  se 
lleva  el  mineral  á los  hornos  de  fundición,  llamados  altos 
hornos,  en  los  cuales  se  coloca  la  masa  mineral  en  capas 
mezcladas  con  carbón  vegetal  ó cok  y por  lo  común  con  un 
fundente  arcilloso  ó calizo;  sujétase  la  mezcla  á la  acción 
del  fuego  que  se  sostiene  y aumenta  mediante  unas  grandes 
máquinas  denominadas  soplantes.  En  este  caso,  se  obtienen 
dos  reacciones  ú operaciones  diferentes:  i.a  reducción  del 
óxido  de  hierro  á sustancia  metálica  (hierro  de  fundición), 
por  el  carbono  de  la  mezcla,  ó mas  bien  por  la  corriente  de 
óxido  de  carbono  formado;  este  cuerpo  á temperaturas  ele- 
vadas se  convierte  en  ácido  carbónico  á expensas  del  oxí- 
geno del  mineral.  Por  medio  de  la  segunda  operación  se  se- 
paran las  materias  ferrosas  que  se  liquidan  en  forma  de 
escorias  llamadas  de  fundición,  á las  cuales  se  las  da  salida 
por  un  orificio  que  hay  en  la  parte  superior  del  crisol  en  que 
se  ha  colocado  la  mezcla.  Cuando  el  crisol  está  lleno  del 
líquido  metálico  fundido,  se  procede  á verificar  lo  que  se 
denomina  sangría  ó colada  del  baño  metálico.  Con  este  ob- 
jeto se  hacen  con  arena  en  el  suelo  del  taller  de  fundición, 
una  serie  de  canales  que  no  son  mas  que  ramificaciones  de 
un  conducto  longitudinal,  que  toma  origen,  ó está  en  comu- 
nicación con  la  parte  inferior  del  crisol;  este  orificio,  llamado 
abertura  de  colada,  se  halla  cerrado  con  un  tapón  de  arcilla, 
mientras  se  verifica  la  fusión  del  mineral;  luego  que  esta  se 
ha  efectuado,  se  quita  el  referido  tapón  y el  caldo  corre  y 
llena  todas  las  canales.  En  el  momento  que  comienza  á soli- 
dificarse se  echa  arena  por  encima,  con  el  fin  de  que  el 


liquido  sufra  un  enfriamiento  lento  y gradual.  Mientras  corre 
el  líquido,  se  detienen  los  soplantes,  y no  se  les  pone  en  ac- 
ción hasta  que  el  crisol  quede  completamente  vacío  y se 
haya  cerrado  el  orificio  de  colada.  De  este  modo  se  obtiene 
tundición,  sin  salir  del  horno,  en  forma  de  cilindros  de  sec- 
ción semicircular.  .La  mayor  parte  de  esta  fundición  se  la 
refunde  de  nuevo,  y después  se  deja  el  líquido  en  contacto 
del  aire  por  bastante  tiempo,  á fin  de  que  sufra  la  acción 
oxidante.  El  líquido  en  este  caso  está  compuesto  del  hierro 
unido  á una  corta  cantidad  de  óxido  no  reducido,  de  oxíge- 
no y de  silicio;  en  virtud  de  la  acción  prolongada  del  aire, 
el  carbono  se  desprende  en  forma  de  ácido  carbónico;  el  si- 
licio, trasformado  en  ácido  silícico,  se  une  al  óxido  ferroso 
que  se  forma  en  la  superficie  del  líquido  ó con  el  procedente 
de  la  primitiva  mezcla,  y constituye  silicatos  fusibles  en  for- 
ma de  escorias  que  salen,  como  las  primeras,  por  la  abertura 
superior  del  crisol;  la  fundición  en  este  caso  se  convierte 
poco  á poco  en  hierro  propiamente  dicho. 

Da  otra  parte  de  la  masa,  que  no  se  somete  á la  operación 
anterior,  después  de  sufrir  nueva  fusión  en  hornos  de  rever- 
bero, se  recoge  en  moldes  de  formas  diversas;  este  hierro, 
que  recibe  el  nombre  de  moldeado,  se  emplea  inmediata- 
mente en  la  economía  doméstica,  en  la  industria,  etc.  Sirve 
desde  luego  para  la  tormacion  de  balcones,  rejas,  balaustres, 
planchas  de  chimeneas,  cúpulas,  puentes,  rails,  etc,  etc. 

MÉTODO  CATALAN.  — Los  minerales  muy  ricos  en 
hierro  y que  son  al  propio  tiempo  de  fácil  fusión,  tales  como 
los  hierros  espáticos  y ciertas  variedades  d£  hematites  que 
tanto  abundan  en  las  provincias  catalanas,  se  convierten  in- 
mediatamente en  hierro.  El  procedimiento  empleado  es  muy 
sencillo:  se  coloca  el  mineral  mezclado  con  carbón  de  leña 
en  un  crisol,  en  el  cual  se  trasforma,  mediante  la  acción  de 
un  calor  intenso  sostenido,  en  hierro  esponjoso  que  reúnen 
por  medio  de  un  hurgón  para  obtener  una  masa  mezclada 
con  cierta  parte  de  escoria;  esta  masa  se  purifica  inmediata- 
mente por  medio  de  la  acción  continuada  del  martinete. 
Dicho  método,  que  realmente  no  proporciona  mas  que  hier- 
ros de  mediana  calidad,  tiene  la  ventaja  sobre  el  délos  altos 
hornos  de  que  economiza  mucho  tiempo  y combustible.  Se 
sigue  no  solo  en  Cataluña  sino  en  parte  de  los  Pirineos  fran- 
ceses y en  Córcega. 

El  hierro  que  se  obtiene  de  los  altos  hornos  contiene 
siempre  ciertas  impurezas,  por  lo  que  si  bien  es  cierto  que 
se  le  destina  inmediatamente  para  la  construcción  de  los  ob- 
jetos indicados,  no  sirve  para  otros  que  tienen  uso  en  las 
artes  y en  la  industria.  Por  esta  razón  la  mayor  parte  del 
hierro  es  preciso  convertirlo  en  hierro  dulce  ó afinarlo:  para 
ello  se  le  lleva  á un  horno  especial,  denominado  de  pudlar , 
donde  se  liquida  de  nuevo,  y se  hace  que  la  llama  de  un  ho- 
gar pase  próxima  al  caldo,  el  cual  se  agita.  Al  cabo  de  cier- 
tas horas,  se  van  formando  bolas  que  se  aplastan  con  marti- 
llos ó por  otros  medios,  á fin  de  separar  las  materias  extrañas 
) las  gotas  de  la  misma  fundición,  pudiendo  desde  luego 
extenderse  en  barras  por  medio  de  cilindros  laminadores. 

OBTENCION  DEL  acero. — Se  obtiene  generalmente 
del  hierro  forjado,  sometiéndole  á temperaturas  muy  eleva- 
das por  espacio  de  bastante  tiempo;  para  ello  se  forman  ca- 
jas con  ladrillos  herméticamente  cerradas,  donde  se  pone  el 
hierro  en  capas  alternadas,  mezclado  con  carbón  reducido  á 
polvo.  El  acero  que  se  produce  mediante  este  procedimiento 
se  llama  au.ro  de  cementación.  Esta  sustancia  no  es  mas  que 
una  combinación  de  hierro  y carbono,  en  la  que  la  cantidad 
de  este  no  excede  de  '/10o;  se  distingue  de  la  fundición  de 
hierro,  porque  es  mas  puro  que  esta,  por  la  propiedad  que 
tiene  de  dejarse  forjar  y limar,  asi  como  la  de  adquirir  cierta 
dureza  y elasticidad  por  medio  del  temple.  Si  el  acero  de 


ALOIDEOS 


^6 

cementación  se  reduce  á pequeños  fragmentos,  se  ponen  es- 
tos en  crisoles  muy  refractarios,  y se  les  sujeta  á temperatura 
mu)  elevada,  se  funden  siendo  susceptibles  de  reducirse  á 
hilos  por  medio  de  la  hilera;  de  este  manera  se  obtiene  el 
acero  fundido,  susceptible  de  adquirir  el  hermoso  pulimento 
que  todo  el  mundo  conoce. 

GÉNERO  — ZINC 

Las  especies  de  este  género,  si  se  exceptúa  el  metal  ó 
cuerpo  simple  y la  blenda  ó sulfuro  de  zinc,  ofrecen  los  si- 
guientes caracteres  comunes:  se  presentan  incoloras  ó de 
colores  blancos,  blanco  amarillento  y rojizas;  su  lustre  es  la- 
pídeo y el  peso  específico  inferior  á 5.  Las  especies  impor- 
tantes de  este  género  son:  i.a  zinc;  2.a  blenda;  3 a calamina; 
4 a esmisonita;  5.a  zinconisa;  6.a  zincita. 


ZINC— CUERPO  SIMPLE 


¡ÁMl 


CARACTERES. — Este  metal  no  se  halla  puro  en  la  na- 
turaleza, y sí  tan  solo  combinado  con  el  ácido  carbónico, 
azufre,  ácido  silícico  ú oxigeno.  El  zinc  del  comercio  es  un 
metal  blanco  algo  azulado,  ofreciendo  su  fractura  reciente 
láminas  anchas  de  aspecto  cristalino  y brillantes;  quebradizo 
á temperatura  ordinaria,  pero  se  convierte  en  maleable  á 
poco  mas  de  ioo#,  cuya  propiedad  pierde  á 200o,  trasformán- 
dose en  quebradizo  hasta  tal  extremo  que  se  puede  moler 
con  suma  facilidad  en  un  mortero  de  ágata;  no  se  raya  por 
una  punta  de  alfiler,  y su  densidad  relativa  es  de  6,8  á 7. 
hunde á 500  próximamente,  evaporándose  á mayores  tem- 
peraturas; el  vapor  de  zinc  en  contacto  del  aire  se  quema  y 
arde  con  llama  blanca  brillante,  convirtiéndose  en  óxido 
blanco  de  zinc.  Se  disuelve  este  metal  en  el  ácido  hidrocló- 
rico  y en  el  sulfúrico  diluido,  con  desprendimiento  de  gas 
hidrógeno. 

Usos.  Reducido  á láminas  sirve  para  cubrir  edificios, 
fabricación  de  pilas  para  baños,  y para  construcción  de  dife- 
rentes vasijas;  estos  utensilios  no  sirven  para  la  preparación 
y conservación  de  los  alimentos,  porque  el  zinc  se  oxida  con 
facilidad  en  contacto  del  aire  o de  los  ácidos,  por  débiles 
que  sean,  y produce  sales  venenosas.  Mezclado  ó aleado  con 
el  cobre  sirve  para  la  fabricación  del  latón. 

El  latón  común  se  compone  de  dos  partes  de  cobre  y una 
de  zinc,  ó sea  de  66  del  primero  y 33  del  segundo.  Se  obtie- 
ne esta  sustancia  fundiendo  los  dos  metales  indicados  en  las 
proporciones  mencionadas.  El  procedimiento  que  emplean 
en  Lieja  es  sumamente  sencillo:  consiste  en  fundir  primero 
el  cobre  en  los  hornos  llamados  de  viento;  para  ello  colo- 
can este  metal  en  crisoles  de  barro  refractario,  los  cuales 
pueden  contener  hasta  30  ó 50  kilogramos  de  cobre  líquido. 
Luego  que  se  ha  tundido  el  metal,  para  lo  que  se  necesita 
la  temperatura  del  rojo  blanco,  se  agrega  el  zinc,  teniendo 
cuidado  de  poner  un  2 ó un  3/l00  mas  de  la  cantidad  que  se 
desea  por  la  volatilización  de  este.  Obtenida  la  mezcla  ó 
aleación,  se  recoge  el  liquido  en  moldes  colocados  vertical- 
mente,  en  los  cuales  se  forman  placas  ó planchas  que  suelen 
pesar  de  30  á 40  kilogramos.  Los  crisoles  pueden  servir  di- 
ferentes veces,  llegando  á utilizarse  en  algunos  casos  hasta 
trescientas. 

BLENDA  Ó FALSA  GALENA — -zinc  sulfurado— sul- 
furo de  zinc— Fórmula  química  Zn.S 

CARACTERES,  La  blenda  (de  la  palabra  alemana 
hiende,  que  significa  falso,  porque  ciertos  ejemplares  de  este 
mineral  se  parecen  á la  galena)  tiene  por  forma  primitiva  un 


tetraedro  regular,  en  el  que  se  observan  seis  exfoliaciones 
diferentes  y brillantes;  el  color  de  este  mineral  es  muy  va- 
riable; cuando  completamente  puro  es  amarillo  de  limón; 
pero  si  se  encuentra  mezclado  con  otras  sustancias,  pueden 
ser  el  pardo  rojizo,  rojo,  negro  y aun  verdoso;  la  fractura 
reciente  es  especular  y de  un  lustre  resinoso  característico; 
ciertas  variedades,  y sobre  todo  las  de  color  amarillo  de  li- 
món, desarrollan  fosforescencia  en  la  oscuridad  por  simple 
frotamiento  con  las  barbas  de  una  pluma;  raya  á la  caliza 
y se  deja  rayar  por  el  espato  flúor,  estando  representado  su 
peso  específico  por  3,9  á 4,2.  La  blenda  tiene  la  particulari- 
dad de  decrepitar  por  la  acción  del  soplete,  pero  por  sí  sola 
es  infusible  ó lo  efectúa  con  muchísima  dificultad  en  los 
bordes  delgados;  á temperatura  elevada,  y puesta  sobre  el 
carbón,  desprende  vapores  sulfurosos,  depositando  el  óxido 
blanco  de  zinc;  se  disuelve  en  los  ácidos  nítrico  y sulfúrico 
concentrados,  y si  se  trata  la  disolución  por  el  amoniaco  ó 
por  el  ferrocianuro  potásico,  toma  un  color  blanco  por  el 
primero  y rojo  naranjado  por  el  segundo;  el  precipitado 
blanco  que  se  obtiene  pur  el  amoniaco  se  redisuelve  en  un 
exceso  de  reactivo. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Análisis  de  Arfwedson 


Azufre.  . 
Zinc.  . . 
Hierro.  . 
Cadmio. . 


33.66 

66,34 


Idem  de  Barthier 

33>° 

6l,5 

4,0 


100,00 


98,5 


Algunos  ejemplares  suelen  contener  un  1 por  100  de  cad- 
mio. 

Variedades  de  formas  regulares.— Pri- 
mera: cristalizada  en  tetraedros  sencillos  ó modificados  en 
las  aristas  y ángulos  sólidos:  en  el  primer  caso  resulta  una 
pirámide  triangular,  y en  el  segundo  el  dodecaedro  romboi- 
dal; existen  además  octaedros,  cubo-octaedros  y la  llamada 
blenda  triforme,  que  no  es  mas  que  una  combinación  de  las 
caras  del  cubo,  del  dodecaedro  y del  octaedro  regular;  por 
último,  hay  cristales  hemitropiados  de  esta  sustancia. 

Variedades  de  estructura  y formas  ac- 
cidentales.— i.a  Blenda  laminar,  fácilmente  exfoliable, 
dando,  mediante  la  división  mecánica,  el  indicado  tetraedro; 
esta  variedad  es  especular  ó brillante  y con  láminas  cruzadas 
en  diversas  direcciones.  2.a  Laminar,  compuesta  de  láminas 
pequeñas  é inclinadas  en  diversos  sentidos;  por  lo  común 
está  mezclada  con  las  piritas  de  hierro  y cobre  y con  la  gale- 
na. 3.a  Radiada,  en  masas  de  estructura  fibrosa  y radiada, 
de  color  pardo  oscuro  y con  lustre  algo  perlado.  4.a  Concre- 
cionada, llamada  también  blenda  testácea,  blenda  estriada  y 
compacta;  se  presenta  en  masas  mamelonadas  ó globosas, 
de  estructura  hojoso- testácea;  su  color  es  pardo  rojizo  y el 
lustre  varía  desde  el  mate  al  resinoso  brillante.  Como  varie- 
dades de  mezclas,  pueden  citarse  las  blendas  ferruginosas  y 
las  cadmiferas ; las  primeras,  designadas  también  con  el  nom- 
bre de  martitas  por  Boussingault  por  haberlas  hallado  en 
Marmato  (Colombia),  contienen  hasta  un  10  y un  15  por  100 
de  hierro;  las  segundas  no  llevan  mas  que  un  1,5  de  cadmio. 
Por  último,  algunos  autores,  atendiendo  á la  coloración,  han 
dividido  la  blenda  en  tres  variedades  esenciales,  á saber: 
i.4  Blenda  negra,  de  color  negro,  negro  agrisado  ó rojizo, 
opaca  ó á lo  menos  traslúcida  en  los  cortes ; se  presenta  cris- 
talizada ó laminar  y mezclada  con  hierro,  manganeso  y algu- 
nos otros  metales.  2.a  Blenda  amarilla:  esta  variedad  es  pura 


ESMISONITA 


ó poco  menos,  trasparente,  muy  laminar  y fosforescente  en 
alto  grado:  el  color  es  amarillo  de  limón,  amarillo  de  azufre 
6 de  miel  ó rojo  de  succino  : se  presenta  en  magníficos  cris- 
tales tetraédricos  y dodecaédricos.  3.a  Blenda  parda:  esta 
variedad  es  mas  común  que  las  dos  anteriores,  traslúcida, 
poco  trasparente  y poco  exfoliable;  su  color  es  el  pardo  ama- 
rillento, pardo  rojizo  ó rojo  oscuro  del  granate. 

Yacimiento.  — La  blenda  es  un  mineral  bastante 
abundante;  se  encuentra  en  toda  clase  de  terrenos,  ó sea 
desde  los  cristalinos  mas  antiguos  hasta  los  terrenos  secun- 
darios inclusive;  pero,  á pesar  de  su  abundancia,  jamás  llega 
á constituir  masas  ó filones  considerables.  Se  halla  casi  siem- 
pre asociada  á la  galena,  pirita  cobriza  y de  hierro,  hierros 
espáticos,  cobres  grises  y distintos  minerales  de  manganeso.  | 
Los  criaderos  mas  notables  del  extranjero  existen  en  Sajonia, 

1 ransilvania,  Harz,  Inglaterra,  Bélgica,  Francia,  Siberia,  Bo- 
hemia, etc.  Son  notables  en  España  los  criaderos  del  Pico 
de  Europa  y Comillas  (Santander),  San  Juan  de  Alcaraz  y 
Santa  Cruz  de  Múdela  (Ciudad  Real);  se  halla  además  en 
varios  sitios  de  las  provincias  de  Granada,  Almería,  Málaga, 
Guipúzcoa  y Asturias. 

USOS.  — Para  la  obtención  del  zinc,  aunque  realmente  se 
prefieren  las  otras  especies  del  género.  En  España  tenemos 
fábricas  de  zinc  en  San  Juan  de  Alcaraz  (Ciudad  Real)  y 
Arnau  (Asturias). 

CALAMINA — zinc  carbonatado,  carbonato  de  zinc — 
Fórmula  química  ZnO,  CO2 


J57 

impuras,  por  la  mezcla  con  la  esmisonita,  carbonatos  de 
hierro,  de  manganeso  y de  cadmio.  La  variedad  llamada  cu- 
prífera ú oricalcita,  contiene  una  corta  cantidad  de  carbona- 
to de  cobre. 

YACIMIENTO. — Se  encuentra  la  calamita  en  filones  en 
los  terrenos  primarios  ó paleozoicos,  ó en  depósitos  irregu- 
lares en  los  terrenos  de  sedimento  moderno.  Los  puntos  de 
Europa  donde  abunda  la  calamina  son  Inglaterra,  Bélgica, 
Silesia,  Sajonia,  Harz,  etc.  En  España  la  tenemos  en  las 
mismas  localidades  que  la  blenda. 

USOS. — Para  la  extracción  del  zinc. 

ZINCONISA — ZINC  HIDRO  CARBONATADO— CARBONATO  DE 

zinc  hidratado  — Fórmula  química  ZnO,  Co2  + HO 

Caracteres. — La  zinconisa  (de  cónis,  polvo)  se  pre- 
senta constantemente  en  masas  tvstáceasó  terrosas  compues- 
tas las  primeras  de  capas  onduladas;  color  blanco  puro  ó de 
un  amarillo  claro;  muy  blanda,  hasta  el  punto  de  dejarse 
rayar  por  la  uña;  su  peso  específico  3,6.  La  zinconisa  tiene 
la  particularidad  de  adherirse  á la  lengua;  puesta  en  contacto 
del  agua  la  absorbe  en  gran  cantidad,  que  pierde  mediante 
la  calcinación.  Los  caracteres  químicos  de  esta  sustancia  son 
idénticos  á los  de  la  especie  anterior.  Se  considera  por  varios 
mineralogistas  como  una  alteración  del  carbonato  anhidro, 
al  cual  va  asociado,  revistiendo  su  superficie  de  una  costra 
blanca  y terrosa. 


Hace  muy  pocos  años,  los  mineralogistas  denominaban 
calamina  al  silicato  de  zinc,  y esmisonita  al  carbonato;  pero 
en  la  actualidad,  Delafosse,  Leymerie,  Brooker,  Miller,  Fi- 
lips  y otros  autores,  teniendo  presente  que  en  la  mezcla  lla- 
mada calaminar,  abunda  mas  el  carbonato  que  el  silicato,  han 
cambiado  los  nombres  y llaman,  como  hemos  indicado,  ca- 
lamina al  primero  y esmisonita  al  segundo. 

Caracteres. — La  forma  primitiva  de  la  calamina  es 
un  romboedro  de  107"  40',  análogo  al  de  la  caliza,  dolomía 
y siderosa;  íácilmente  exfoliable  en  dirección  paralela  á las 
caras,  dando  por  resultado  romboedros  de  137o  7',  ó de 
66’  30';  cuando  es  pura  se  presenta  incolora  y de  brillo  vi- 
treo, pero  generalmente  ofrece  color  blanco  amarillento  ó 
pardo,  y lustre  ó aspecto  lapídeo;  raya  al  espato  flúor  y se 
raya  por  el  feldespato  ortosa,  siendo  su  peso  específico  de 
4.4-  Se  funde  al  soplete  en  esmalte  blanco;  colocada  sobre 
el  carbón,  y sometida  al  fuego  de  reducción,  se  cubre  de 
humos  blancos,  observándose  al  propio  tiempo  una  llama 
intensa  de  color  blanco  azulado;  se  disuelve  con  efervesen- 
cia  en  el  ácido  nítrico,  cuya  disolución  produce  por  medio 
del  amoniaco  un  precipitado  blanco  de  óxido  de  zinc,  que 
es  soluble  en  un  exceso  de  reactivo. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Oxido  de  zinc 64,5 

Acido  carbónico «c.e 


100,0 

Variedades.  — i.a  Cristalizada  en  romboedros  obtu- 
sos ó agudos,  incoloros,  y trasparentes.  2.a  Prismática  y pseu- 
domorfica,  siendo  esta  última  forma  debida  á escalenoedros 
de  caliza.  3.a  Concrecionada,  se  presenta  en  masas  mamelo- 
nadas  traslúcidas,  de  aspecto  cristalino  y de  un  lustre  pareci- 
do al  de  la  calcedonia,  siendo  sus  colores  el  amarillo  verdo- 
so, amarillo  de  miel,  el  pardo  ó el  blanco.  4.a  Compacta,  en 
masas  opacas  amarillas  ó parduscas,  de  aspecto  terroso  y de 
estructura  careada.  Todas  las  variedades  citadas  son  muy 


COMPOSICION  EN  PESO 

Oxido  de  zinc 71,40 

Acido  carbónico.  . . . 13,50 

Agua 15,10 

100,00 

YACIMIENTO.— Idéntico  al  de  la  calamina,  siendo  uno 
de  los  criaderos  mas  notables  que  se  conocen  el  que  existe 
en  el  pueblo  de  Comillas  (Santander). 

USOS. — Para  la  obtención  del  zinc. 

ESMISONITA  (dedicada  á Smithson) — zinc  oxidado  m- 
licífero— silicato  de  óxido  de  zinc  hidratado — Fór- 
mula química  Zn0,Si02  + HO 

Caracteres. — La  esmisonita,  llamada  hasta  hace 
poco  tiempo  calamina,  tiene  por  forma  primitiva  ó funda- 
mental un  prisma  recto  ó una  pirámide  recta  de  base  rom- 
boidal ó rectangular,  derivada  del  tercer  sistema  cristalino; 
se  presenta  comunmente  litoidea,  blanca,  blanca-agrisada, 
amarilla  y á veces  coloreada  de  azul  por  el  carbonato  de  co- 
bre, ó de  pardo  rojizo  por  el  óxido  férrico;  raya  al  espato 
flúor  y se  raya  por  el  ortosa,  estando  representado  su  peso 
específico  por  3,5;  á temperatura  poco  elevada  desarrollan 
sus  cristales  la  electricidad  polar.  Da  agua  por  medio  de  la 
calcinación,  y se  blanquea  sin  fundirse  mediante  la  acción 
del  soplete;  se  disuelve  en  el  ácido  nítrico  sin  producir  efer- 
vescencia depositando  al  propio  tiempo  una  nube  gelatinosa; 
separado  el  residuo  gelatinoso  y tratada  la  disolución  por  el 
amoniaco,  se  precipita  el  óxido  blanco  de  zinc,  que  se  di- 
suelve en  un  óxido  de  reactivo. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Oxido  de  zinc 67,06 

Acido  silícico 25,49 

Agua 7,45 


1 00,00 


ALOIDEOS 


I58 


! 


H • 

f L 

1 r l 


VARIEDADES. — i.a  Cristalizada  en  prismas  exagona- 
les ó tablas  rectangulares,  modificadas  en  sus  ángulos.  2.a 
Acicular,  constituida  por  agujas  muy  finas  que  comunican 
un  aspecto  erizado  al  mineral  ó roca  en  que  se  halla.  3.a 
Concrecionada,  se  presenta  de  color  gris  amarillento  y com- 
puesta en  algunos  casos  de  pequeños  cristales  fibroso-radia- 
dos,  cuya  particularidad  no  se  observa  en  la  variedad  con- 
crecionada de  la  calamina  ó carbonato  de  zinc.  4.a  Compacta, 
de  color  amarillo  con  zonas  ó fajas  mas  claras;  se  distinguen 
las  variedades  de  esmisonita  de  ciertas  especies  de  silicatos, 
con  las  cuales  se  confunden  á primera  vista,  por  el  precipi- 
tado blanco  de  óxido  de  zinc  que  produce  la  disolución  ní- 
trica cuando  se  la  trata  por  el  amoniaco. 

Yacimiento. — Esta  especie  mineralógica  ofrece  dos 
yacimientos  diferentes:  i.a  en  filones  en  los  terrenos  prima- 
rios ó paleozoicos,  2.a  en  masas  mas  ó menos  irregulares  de 
sedimentos  modernos,  constituyendo  verdaderos  depósitos 
mas  ó menos  considerables  en  unión  con  la  calamina,  siendo, 
no  obstante,  esta  última  especie  la  parte  mas  importante  de 
los  depósitos  calaminares.  Se  halla  la  esmisonita  en  Bélgica, 
Inglaterra,  Silesia,  Francia,  Siberia,  Escocia,  etc.  En  España 
existe  en  las  mismas  localidades  que  la  especie  anterior. 

Usos. — Para  la  obtención  del  zinc. 

ZINCITA — ZINC  OXIDADO  ROJO— OXIDO  DE  ZINC  MANGANE- 
SÍFERO— Fórmula  química  ZnO 

C ARACTÉRES. — Ea  zincita,  denominada  también  espar- 
talita  y brucita,  tiene  por  forma  primitiva,  según  Mohs,  un 
prisma  romboidal  recto  de  120o;  pero  Filips  y otros  minera- 
logistas creen  que  esta  especie  cristaliza  en  romboedros  aná- 
logos á los  que  ofrecen  el  óxido  férrico  anhidro,  y el  óxido 
crómico;  su  color  es  el  rojo  pardusco,  rojo  de  jacinto,  ó ana- 
ranjado; lustre  vitreo  bastante  intenso,  trasluciente  en  los 
cortes;  raya  á la  fluorina  y se  raya  por  la  fosforita,  siendo  su 
peso  específico  de  5,4.  Infusible  al  soplete  por  sí  sola,  pero 
mezclada  con  el  bórax  produce  un  vidrio  amarillo  y traspa- 
rente; se  disuelve  sin  efervescencia  en  el  ácido  nítrico. 


COMPOSICION  SEGUN  BRUCE 

Oxido  de  zinq/v •/.  / ./  J Ib  .11 
Oxido  rojo  de  manganeso.  . . 


88 

12 


100 


Los  análisis  posteriores  hechos  por  Berzelius  y otros  quí- 
micos. han  dado  menos  cantidad  de  óxido  de  manganeso  de 
la  que  aparece  en  la  composición  anterior,  por  lo  que  hoy  se 
considera  la  zincita  como  un  óxido  de  zinc  coloreado  acci- 
dentalmente por  una  corta  proporción  de  óxido  de  manga- 
neso. 

YACIMIENTO. —Se  presenta  en  láminas  pequeñas  in- 
terpuestas entre  los  cristales  ó granos  de  la  Franklinita  (ferro- 
manganita  de  zinc  y de  hierro)  en  Franklin,  Sparta  y Sterling 
en  Nueva  Jersey  (Estados  Unidos). 

Metalurgia  del  zinc. — El  procedimiento  que  se 
sigue  para  obtener  este  metal  de  las  calaminas  y blendas, 
consiste  esencialmente  en  lo  siguiente:  se  reducen  primero 
las  sustancias  indicadas  á polvo  y después  se  someten  á la 
torrefacción  en  hornos  á propósito;  luego  se  mezcla  el  mine- 
ral que  resulta  (óxido  de  zinc  puro  ó una  mezcla  de  este 
óxido  y de  sulfato)  con  carbón  y se  introduce  en  crisoles  de 
barro,  que  se  someten  á un  fuerte  calor  blanco.  Los  crisoles 
están  provistos  de  tubos  ó alargaderas  que  descienden,  atra- 
vesando el  suelo  del  horno,  á un  recipiente  de  palastro  colo- 
cado en  la  parte  inferior,  y que  contiene  cierta  cantidad  de 


agua  para  recibir  el  metal  fundido.  En  este  tratamiento,  el 
zinc  está  sometido  á la  destilación  denominada  per  deseen - 
sum  (1);  el  vapor  que  se  forma  desciende  por  las  alargade- 
ras, saliendo  al  través  del  tapón  de  corcho  que  llevan  en  la 
abertura  superior,  que  está  en  comunicación  con  los  crisoles; 
de  este  modo  cae  el  metal  gota  á gota  en  el  recipiente  de 
palastro  donde  se  solidifica. 

GÉNERO— NÍQUEL 


El  níquel  no  se  presenta  libre  en  la  naturaleza,  y sí  solo 
combinado  con  el  azufre  y arsénico.  Fué  descubierto  por 
Cronstedt  en  1751,  desde  cuya  época  se  considera  como  un 
metal  especial.  Este  cuerpo  ofrece,  cuando  está  aislado,  un 
color  blanco  ligeramente  agrisado,  lustre  metálico,  dúctil, 
maleable  y tenaz;  tan  magnético  como  el  hierro,  perdiendo 
esta  propiedad  cuando  se  somete  á la  temperatura  de  400o; 
su  densidad  relativa  está  representada  por  8,3.  Se  altera  muy 
poco  en  contacto  del  aire  húmedo,  pero  si  se  le  calienta  se 
convierte  en  óxido;  se  disuelve  en  los  ácidos  hidroclorico  y 
sulfúrico  diluidos,  asi  como  también  en  el  nítrico;  las  disolu- 
ciones, que  son  de  un  color  verde  mas  ó menos  intenso, 
dan  un  precipitado  verde  claro  por  medio  de  la  potasa. 

USOS.— Se  emplea  el  níquel  para  preparar  una  aleación 
susceptible  de  un  hermoso  pulimento  y que  puede  adquirir 
el  lustre  de  la  plata;  esta  aleación,  llamada  plata  alemana, 
argentan  ó maíllechort,  se  compone  de  40  partes  de  níquel, 
60  de  zinc  y 100  de  cobre.  Se  emplea  para  la  fabricación  de 
cubiertos  y objetos  de  adorno,  sobre  todo  para  los  coches,  ar- 
neses,  etc.;  los  cubiertos  de  plata  alemana  tienen  el  inconve- 
niente de  que  se  oxidan  con  facilidad,  especialmente  en 
presencia  de  líquidos  ácidos,  y producen  de  este  modo  com- 
puestos venenosos. 

Las  especies  incluidas  en  el  género  níquel  presentan  los 
siguientes  caractéres:  color  blanco,  gris  ó rojizo;  rayan  al 
espato  flúor  y se  dejan  rayar  por  el  feldespato  ortosa;  soluble 
en  los  ácidos,  ofreciendo  las  disoluciones  un  color  verde  ca- 
racterístico, que  dan  por  el  amoniaco  un  precipitado  verde 
(hidrato  de  níquel);  producen,  cuando  se  les  somete  al  fuego 
de  oxidación,  una  coloración  amarilla  con  una  ligera  tinta 
morada;  si  á la  perla  que  resulta  se  añade  una  pequeña  canti- 
dad de  nitrato  potásico  y se  calienta  nuevamente,  se  produ- 
ce un  color  rojo  púrpura.  Las  especies  mas  importantes  de 
este  género  son:  la  niquelita,  antimoniquel,  Brehitoptita  y 
disomosa. 

NIQUELINA  Ó KUFER  NÍQUEL— níquel  arsenical 
— arseniuro  de  NIQUEL — Fórmula  química  NiAs 

CARACTERES. — La  forma  primitiva  de  la  niquelina  es 
el  prisma  exagonal  regular  derivado  del  cuarto  sistema;  forma 
muy  rara  en  la  naturaleza,  siendo  la  manera  mas  general  de 
presentarse  esta  sustancia  la  de  masas  amorfas  ó en  estado 
de  diseminación;  su  color  es  el  amarillo  rojizo  parecido  al  del 
cobre,  de  donde  toma  el  nombre  de  kufer  níquel  que  le  dan 
los  mineralogistas  alemanes;  lustre  metálico  quebradizo,  de 
fractura  desigual  y concoidea;  raya  á la  fosforita  y se  deja 
rayar  por  el  ortosa,  presentando  una  raya  ó polvo  de  color 
pardo  negruzco;  el  peso  especifico  es  de  7,5;  desprende  olor 
aliáceo  por  la  percusión.  Al  soplete  exhala  vapores  arsemea- 
les  ó se  funde  en  un  glóbulo  metálico  blanco  y quebradizo; 
comunica  al  vidrio  del  bórax  un  color  amarillento  rojizo 
que,  por  enfriamiento,  se  convierte  en  incoloro;  se  disuelve 


i 


( 1)  Procedimiento  seguido  en  Inglaterra;  en  Bélgica  y Silesia  se  em- 
plea el  llamado  ter  aseen  sum. 


MOLIBDENO 


J59 


en  el  ácido  nítrico  con  separación  del  ácido  arsénico,  ofre 
ciendo  la  disolución  un  color  verde  de  manzana. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Arsénico 48, So 

Antimonio.  . ...  8,00 

Níquel 39,94 

Cobalto o,i  6 

Azufre 2,oo 

Hierro  y manganeso.  . . indicios. 


98,90 

Variedades.  i.a  Cristalizada  en  prismas  exagonales, 
los  cuales  se  reúnen  entre  sí  constituyendo  masas  esferoida- 
les ó dendritas;  2.a  amorfa,  en  masas  pequeñas  y de  estruc- 
tura compacta. 

Yacimiento.  Se  encuentra,  por  lo  general,  en  ter- 
renos raetamórficos,  asociada  casi  siempre  del  cobalto  y de 
los  arseniuros  de  plata,  cobre  y plomo.  Se  halla  en  las  minas 
Allemont,  departamento  de  Isere  (Francia),  y en  las  cerca- 
nías de  Bareges  (Pirineos);  existe,  además,  en  Cornouailles 
(Inglaterra),  I'resberg  (Sajonia),  Harz,  etc.  En  España  tene- 
mos la  niquelina  en  Casarabonela  y Carratraca  (Málaga), 

Lopera  (Jaén),  Cabo  Ortegal  (Coruña)  y en  algunos  otros 
puntos. 

USOS. — Para  la  obtención  del  níquel. 
ANTIMONIQUEL  Ó NÍQUEL  BLANCO  Ó GRIS 

NIQUEL  ANTIMONIO  SULFURADO — SULF0-ANTIM0N1UR0  DE 

NIQUEL— Fórmula  química  NiSb2  + NiS2 

Caracteres.— La  forma  primitiva  es  el  cubo;  color 
blanco  de  color  plata  con  una  ligera  tinta  agrisada,  análogo 
al  del  mispiquel  ó pirita  de  hierro  arsenical:  lustre  metálico 
bastante  intenso;  raya  á la  fosforita  y se  raya  por  el  ortosa 
teniendo  un  peso  específico  representado  por  6,45.  Se  fundé 
al  soplete  desprendiendo  vapores  sulfurosos  y antimoniales; 
en  algunos  casos  produce  humos  blancos  aliáceos,  porque 
hay  ciertos  ejemplares  que  contienen  un  10  ú 1 1 por  roo  de 
arsénico. 


COMPOSICION  EN  PESO 


cuarto  sistema;  color  rojo  de  cobre  claro  ó azul  morado;  lus- 
tre metálico,  sobre  todo  en  las  bases  de  los  prismas;  dureza 
idéntica  á la  de  la  fosforita,  y peso  específico  de  7,5.  Colocada 
sobre  el  carbón  y elevando  la  temperatura,  produce  vapores 
blancos  antimoniales;  por  medio  del  soplete  se  reduce,  aun- 
que con  dificultad,  á un  boton  metálico. 

COMPOSICION  EN  PE>0 

Nl>el 3M3 

Antimonio.  .'....  68,57 

100,00 

VARIEDADES. — Cristalizada  en  tablas  exagonales,  ó en 
masas  incompletamente  laminares. 

YACIMIENTO.— Se  halla  esta  especie  mineralógica  en 
Andreasberg  (Harz),  asociada  con  la  galena  y la  esmaltina; 
los  ejemplares  de  esta  localidad  suelen  contener  una  corta 
cantidad  de  hierro  que  reemplaza  á otra  igual  de  zinc;  los  de 
los  Pirineos,  y especialmente  los  del  Pico  du  Midi  d?Ossan, 
pueden  servir  como  ejemplo  de  tránsito  entre  la  niquelina  y 
la  Breithoptita,  supuesto  que  Berthier  ha  encontrado  en  los 
citados  ejemplares  tanta  cantidad  de  antimonio  como  de  arsé- 
nico. 

DISOMOSA  Ó NIQUEL  BLANCO — níquel  ARSENIO- 
sulfurado-sulfo-arseniuro  de  níquel  — Fórmula  quí- 
mica NiAs+NiS 

CARACTERES.  — La  disomosa  ó níquel  brillante,  es 
isomorfa  con  la  cobaltina:  cristaliza  en  dodecaedros  pentago- 
nales pertenecientes  al  primer  sistema  cristalino;  color  gris 
de  acero,  ó mas  bien  blanco  de  estaño,  que  pasa  al  gris  ne- 
gruzco en  contacto  del  aire;  la  disomosa  es  mineral  quebra- 
dizo, de  una  dureza  superior  á la  de  la  fosforita  é inferior  á 
la  del  ortosa,  y su  peso  específico  de  6,2.  Mediante  la  calci- 
nación desprende  vapores  de  olor  aliáceo;  si  se  verifica  el 
ensayo  en  el  tubo  cerrado,  queda  un  sublimado  amarillo 
(oropimente)  en  la  parte  superior  de  éste;  soluble  en  el  ácido 
nítrico,  depositando  al  propio  tiempo  azufre  y ácido  arsenio- 
so; la  disolución,  que  es  de  color  verde,  se  vuelve  morada 
por  medio  del  amoniaco,  pero  produce  un  precipitado  verde 
claro  por  la  potasa. 


Azufre.  . 
Antimonio. 
Níquel.  . 


*5,76 

55»i ' 
27,70 


98,57 

Variedades. — 1.a  Cristalizada  en  cubos  ó 
taedros;  2.  en  masas  pequeñas  laminares  ó compactas.  Se 
parece  el  antimoniquel  á la  pirita  arsenical,  pero  se  distin- 
guen por  los  vapores  blancos  antimoniales  que  produce  la 
primera  de  estas  especies  por  la  acción  del  calor. 

Yacimiento.— Se  encontró  por  primera  vez  en  una 
mina  de  Harzgerode  (Harz)  y en  Freusbach  (Nassau). 

BREI 1 HOP 1 1 TA — níquel  antimonial — a> 


COMPOSICION  EN  PESO 


0,90 


100,58 


níquel— Fórmula  química  NiSb 


antimonio  de  co 


VARIEDADES. — La  disomosa  ofrece  las  mismas  varié 
dades  que  la  cobaltina  y antimoniquel. 

[IENTO.-t- Existe  esta  especie  mineralógica  en 
lsingland  (Suecia),  asociada  con  algunos  compuestos  de 
se  halla  también  en  Prakendorf  (Hungría),  Fanne 


y Harzgerode  (Harz),  Estiria  y otros  puntos. 


Caracteres.  La  Breithoptita,  así  llamada  por  haber 
sido  dedicada  al  célebre  mineralogista  Breithaupt,  presenta 
el  ejemplo  de  una  verdadera  sustitución,  en  la  cual  el  anti- 
monio ha^  reemplazado  por  completo  al  arsénico.  Cristaliza 
en  pequeñas  tablas  de  forma  exagonal,  pertenecientes  al 


GÉNERO  — MOLIBDENO 
MOLIBDENO— cuerpo  simple— Fórmula  química  Mo 

Este  metal,  descubierto  por  Scheele  el  año  1778,  no  se 
encuentra  puro  en  la  naturaleza,  obteniéndose  de  alguno  de 


I 6o 


AL01DE0S 


sus  óxidos  calentado  en  un  tubo  de  porcelana,  y haciendo 
pasar  una  corriente  de  hidrógeno;  el  molibdeno  en  este  caso 
queda  reducido  á un  polvo  gris,  que  desarrolla  lustre  metá- 
lico por  medio  del  bruñidor. 

G ARAGTÉRES. — El  molibdeno,  obtenido  de  alguno  de 
sus  óxidos,  mediante  una  alta  temperatura,  ofrece  un  color 
blanco  de  plata  mate,  siendo  su  peso  especifico  de  8,6.  Se 
oxida  fácilmente  y si  se  expone  al  aire,  el  que  se  ha  obtenido 
por  medio  de  la  corriente  de  gas  hidrógeno,  se  con\  ierte  con 
el  tiempo  en  un  óxido  de  color  pardo;  se  deja  atacar  con 
gran  intensidad  por  el  ácido  nítrico,  trasformándose  en  ácido 
molíbdico;  insoluble  en  los  ácidos  sulfúrico  é hidroclórico 

diluidos.  TTl 

Las  especies  de  este  género,  en  realidad  no  son  mas  que 

dos:  i.a  molibdeno  oxidado;  2.a  molibdenita. 


r 


VT 


Fórmula  química  MoO5 


CARACTERES. — Mineral  que  se  presenta  en  cutículas 
pulverulentas  de  color  amarillo,  y cubriendo  casi  siempre  á 
la  molibdenita  cuando  ha  sido  alterada.  Se  funde  al  soplete 
con  desprendimiento  de  humos  blancos;  se  reduce  en  parte, 
colocado  sobre  el  carbón,  y á temperatura  elevada;  pro- 


duce un  vidrio  verde  cuando  se  mezcla  con  la  sal  de  fós- 


COMPOS1CION  EN  PESO 


Molibdeno . 
Oxido.  . . 


TOO 


YACIMIENTO. — El  molibdeno  oxidado  se  encuentra 
acompañando  á la  molibdenita  en  Altemberg  (Sajonia), 
Linnaes  (Suecia),  Nummedalen  (Noruega),  y en  el  valle  de 
Pfalz  (Tirol). 

MOLIBDENITA— molibdeno  bisulfurado—  bisulfuro 
de  molibdeno  — Fórmula  química  MoS3 

CARACTÉRES.  — La  molibdenita  ofrece  por  forma  fun- 
damental un  prisma  exágono  regular,  cuyas  dimensiones  no 
están  todavía  bien  determinadas;  se  observan  en  algunos 
puntos  tablas  exagonales  truncadas  en  las  aristas  básicas, 
presentando  una  disposición  anular,  que  tan  fiecuente  es  en 
las  sustancias  que  cristalizan  en  el  cuarto  sistema.  Este  mi- 
neral tiene  color  gris  azulado  o gris  de  plomo,  lustie  meta- 
loideo,  raya  únicamente  al  talco  y se  deja  rayar  por  el  yeso 
y la  uña;  untuoso  al  tacto,  y su  trazo  ó mancha  sobre  el  papel 
es  de  color  gris,  y verde  agrisado  sobre  la  porcelana,  teniendo 
un  peso  específico  representado  por  4*6.  Por  medio  del  so- 
plete desprende  vapores  de  ácido  sulfuroso,  pero  no  se  funde 
dejando  una  materia  blanquizca,  que  no  es  otra  cosa  que  el 
ácido  molíbdico;  se  disuelve  con  dificultad  en  el  ácido  nítrico, 
dando  lugar  á un  precipitado  blanco. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Análisis  de  Brucholz  Idem  de  Brandes 

Azufre.  . . 

Molibdeno.  . 


C( 


Idem  de 


VJ 

de  Leybert 


40 

60 


40,4 

59>6 


39.68 

59,42 


100 


100,0 


99,10 


VARIEDADES.—  Se  presenta  siempre  cristalizada,  ya 
sea  en  prismas  cortos,  sencillos  ó modificados  en  las  aristas 


básicas,  ya  en  escamas  o láminas  pequeñas  de  forma  exago- 
nal. Existe  también  en  formas  de  riñones  que  se  encuentran 
diseminados  en  ciertas  rocas. 

Se  confunde  la  molibdenita  con  el  grafito  ó plombagina, 
pero  se  distinguen  teniendo  en  cuenta  que  la  mancha  ó raja 
que  deja  el  grafito  sobre  la  porcelana  es  de  color  gris  oscuro, 
mientras  que  la  de  la  molibdenita  olrece  un  color  gris  \er- 
doso. 

YACIMIENTO. — Se  halla  esta  especie  diseminada  en 
los  granitos  antiguos,  sea  en  venas  delgadas  ó en  masas 
laminares  ó escamosas.  Las  localidades  donde  se  encuentra 
en  el  extranjero  son  las  siguientes:  Altemberg  (Sajonia), 
Zinnwald  (Bohemia),  Limoges,  departamento  d<ú  Ródano 
y de  los  Pirineos  (Francia),  Saboya,  Piamonte,  lirol,  Cor- 
nouailles  y Cumberland  (Inglaterra),  etc.  En  España  la  te- 
nemos en  Villacastin  (Segovia),  y en  varios  sitios  de  la  pro- 
vincia de  Asturias  y las  de  Galicia. 

USOS. — Para  preparar  el  ácido  molíbdico  y el  molibdeno. 

Hace  pocos  años  se  ha  descubierto  un  nuevo  sulfuro  de 
molibdeno,  cuya  fórmula  está  representada  por  Mo  S^;  Hai 
dinguer  la  ha  denominado  pateraita. 

GÉNERO — TUNGSTENO 

TUNGSTENO— cuerpo  simple— Fórmula  química  W 

Scheele  descubrió  el  ácido  túngstico,  y los  hermanos 
Elhujart  aislaron  el  metal. 

CARACTÉRES. — Este  cuerpo,  cuyo  nombre  deriva  de 
una  palabra  alemana  que  quiere  decir  pesado,  ofrece  una 
densidad  relativa  bastante  considerable,  17,5;  es  un  metal 
muy  duro  y quebradizo,  de  color  gris  de  hierro  y susceptible 
de  adquirir  lustre  metálico  por  medio  de  la  lima.  A la  tem- 
peratura ordinaria  no  se  oxida  expuesto  al  aire,  pero  lo  efec- 
túa al  calor  rojo,  trasformándose  en  ácido  túngstico;  puesto 
en  contacto  del  agua  se  convierte  también  en  ácido  túngstico; 
el  ácido  nítrico  le  ataca  con  energía,  así  como  el  sulfúrico 
mediante  la  acción  del  calor. 

El  ácido  túngstico,  como  se  ha  dicho,  se  halla  combinado 
con  la  cal,  el  óxido  de  hierro  y el  de  plomo  formando  res- 
pectivamente la  Scheelita  (tungstato  de  cal),  el  A\olfran 
(tungstato  de  hierro)  y la  Scheelina  (tungstato  de  plomo). 

GÉNERO— URANO 

Se  comprenden  en  este  género,  las  especies  urano  metá- 
lico, urano  oxidulado  ó pecurana,  la  uranita,  la  calcolita,  y 
jahonnita. 

URANO  METÁLICO -cuerpo  simple— 
Fórmula  química  U 

El  óxido  de  urano  fué  descubierto  el  año  de  1789  por 
Klaproth,  y en  1842  Peligot  obtuvo  el  urano  aislado. 

CARACTERES. — Este  metal,  cuando  aislado,  ofrece  un 
color  blanco  de  plata,  se  inflama  en  contacto  del  aire  á la 
temperatura  de  200o,  y arde  con  llama  brillante  trasformán- 
dose en  óxido  de  urano,  caracterizado  por  su  color  verde 
bastante  intenso;  al  calor  ordinario  no  sufre  alteración  alguna 
en  el  aire,  ni  descompone  tampoco  el  agua  fria.  Se  disuelve 
en  los  ácidos  diluidos,  desprendiendo  al  propio  tiempo  cierta 
cantidad  de  hidrógeno;  las  disoluciones  de  este  metal  pre- 
sentan coloración  verdosa.  Unido  este  cuerpo  con  el  oxígeno 
constituye  la  pecurana  y la  uranita;  combinado  su  óxido  con 
el  ácido  fosfórico  ó sulfúrico,  resultan  respectivamente  las 
especies  calcolita  y johannita.  Estos  minerales,  cuyos  carac- 
téres  físicos  son  muy  distintos,  obtienen  la  propiedad  de 


TITANO 


1 6 1 


producir  mezclados  con  bórax  un  vidrio  amarillo  al  fuego 
de  oxidación  que  se  convierte  en  verde  por  el  de  reducción; 
se  disuelven  en  el  ácido  nítrico;  y tratada  esta  disolución  por 
el  cianuro  ferroso-potásico,  da  un  precipitado  pardo-rojizo. 

f » 

PECURANA — URANO  OXIDULADO  — ÓXIDO  DE  URANO  mas 
sesquióxido  del  mismo  metal— Fórmula  química  UO, 
U*03 

CARACTÉRES. — La  pecurana,  llamada  también  urano 
píceo,  es  una  sustancia  de  textura  mas  ó menos  compacta, 
fractura  desigual,  color  negro  de  pez,  ó negro  pardusco  y 
lustre  craso  ó resinoso ; raya  á la  fosforita  y se  raya  por  el 
ortosa,  siendo  el  polvo  que  resulta  de  un  color  verde  de 
aceituna;  el  peso  específico  está  representado  por  6 á 6,5. 
Infusible  al  soplete,  comunicando  á la  llama  un  color  verde; 
mezclada  con  el  bórax,  produce  un  vidrio  amarillo  al  fuego 
de  oxidación,  y verde  al  de  reducción. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Oxígeno 15,2 

Urano 84,8 


100,0 


Yacimiento. — Se  halla  la  uranita  en  los  terrenos  cris- 
talinos, encontrándose  casi  siempre  en  los  filones  y venas 
que  atraviesan  los  granitos  comunes  y pegmatitas.  Existe 
como  la  especie  anterior,  en  Bohemia,  Sajonia,  Cornouailles 
(Inglaterra),  Baltimore  (Estados  Unidos),  Autun,  departa- 
mento de  Saone  y Loira,  y cercanías  de  Limoges  (Francia). 
En  España  en  las  minas  de  cobre  de  Torrelodones. 

CALCOLITA  O hORBERIIA  — fosfato  hidratado  de 
URANO  Y DE  cal— Fórmula  química-  (CuO)4  Pho5  + 
(U203)-,-fPh05+i  6 HO 

CARACTERES. — I.a  calcolita  tiene  por  forma  funda- 
mental un  prisma  recto  de  base  cuadrada  que  deriva  del  se- 
gundo sistema  cristalino;  presenta  un  color  verde  de  esme- 
ralda, verde  manzana  ó de  yerba;  su  fractura  es  escamosa; 
raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  estando  representado  su 
peso  específico  por  3,33.  Da  agua  por  la  calcinación:  se  fun- 
de al  soplete  en  un  glóbulo  negruzco,  comunicando  á la  llama 
un  color  verde  azulado;  tratada  por  la  sosa  produce  un  gló- 
bulo metálico  de  cobre;  se  disuelve  en  el  ácido  nítrico,  ofre- 
ciendo la  disolución  un  color  verde  amarillento. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Yacimiento.— Se  encuentra  en  los  terrenos  graníticos 
ó en  los  filones  antiguos  metalíferos;  existe  en  las  minas  de 
plata  de  Sajonia,  Bohemia  y Kongsberg  (Noruega),  en  las 
de  estaño  de  Cornouailles  (Inglaterra),  y en  algunos  puntos 
de  América.  En  España  la  tenemos,  según  el  Sr.  Naranjo, 
en  las  minas  de  cobre  de  Galapagar  y Torrelodones  (Ma- 
drid), aunque  en  cantidades  muy  pequeñas. 

La  uraconisa  ó urano-goma,  no  es  mas  que  un  óxido  de 
urano  hidratado,  cuya  cantidad  de  agua  no  es  todavía  bien 
conocida;  se  presenta  pulverulenta,  de  color  amarillo,  pro- 
duce agua  por  la  calcinación,  y se  disuelve  en  los  ácidos, 
ofreciendo  los  caractéres  de  los  compuestos  de  urano.  Se 
encuentra  constantemente  acompañando  á la  especie  ante- 
rior. 

URANITA— urano  peroxidado  de  Hauy— SESQUIOXIDO 
de  URANO  DE  los  químicos,  pero  según  Philips,  la  uranita 
está  compuesta  de  un  fosfato  hidratado  de  urano  y de  cal 
— Fórmula  química  (CaO)aPhos  + (U303)<Ph08  + 16HO 

. Caractéres. — La  forma  fundamental  de  esta  espe- 
cie, según  la  opinión  de  M.  Descloizeaux,  es  un  prisma  recto 
romboidal  del  tercer  sistema;  se  presenta  comunmente  lami- 
nar, de  color  amarillo  de  limón  ó de  canario  con  reflejos 
verdosos,  fractura  escamosa;  raya  ai  talco  y se  raya  por  la 
caliza,  estando  representado  su  peso  específico  por  3,12.  Da 
agua  por  la  calcinación,  convirtiéndose  en  amarilla  y opaca; 
colocada  sobre  el  carbón  y elevando  la  temperatura,  aumenta 
de  volumen  y concluye  por  fundirse  en  un  glóbulo  negro;  se 

disuelve  en  el  ácido  nítrico,  ofreciendo  la  disolución  un  co- 
lor amarillo. 


Análisis  de  la  calcolita  de  Cornouailles  (verificado  por  Pisani) 


Acido  fosfórico 14,4 

Oxido  de  urano.  .....  61,5 

Oxido  de  cobré. 8,6 

Agua. 15,5 


100,0 

YACIMIENTO. — Corresponde  á los  terrenos  de  crista- 
lización, donde  se  halla  en  los  filones  metalíferos  que  atra- 
viesan rocas  graníticas  y micáceas,  sobre  todo  en  los  de  plata, 
estaño  y cobre.  Se  encuentra  en  Bohemia,  Suecia,  Baviera, 
Inglaterra,  Siberia,  etc.  En  España  en  las  mismas  localidades 
que  la  uranita. 

JOHANNITA— urano  sub-sulfatado — su b sulfato  de 

URANO 

Caractéres. — Esta  especie,  que  es  sumamente  rara, 
fue  descubierta  por  John,  en  la  mina  de  Joachimsthal  (Ba 
viera);  ofrece  estructura  granudo-terrosa,  fractura  desigual  y 
de  aspecto  resinoso,  color  pardo  amarillento;  raya  al  yeso  y 
se  raya  por  la  caliza,  siendo  su  peso  específico  de  3,19.  Da 
agua  por  la  calcinación  y se  disuelve  en  los  ácidos,  cuya  di- 
solución precipita  en  pardo  rojizo  por  el  cianuro  ferroso- 
potásico.  § j 

El  sulfato  de  urano  hidratado  presenta  color  verde  de 
yerba,  cristaliza  en  prismas  obtusos  correspondientes  al  quin- 
to sistema,  se  disuelve  en  el  agua  á la  que  comunica  un  sa- 
bor amargo  mas  bien  que  astringente.  Se  halla,  como  la  es- 
pecie anterior,  en  Joachimsthal  (Bohemia). 


COMPOSICION  EN 
Uranita  de  Autun  ( 


Acido  fosfórico.. 
Oxido  de  urano. 
Oxido  de  calcio 
Agua 


‘14 

59 

5,S 

21,2 


Tomo  IX 


100,0 


ÉNERO— TITANO 

o simple — Fórmula  química  Ti 


Caracteres. — Este  metal  no  existe  en  estado  nativo 
en  la  naturaleza,  y sí  solo  combinado  con  el  oxígeno,  cons- 
tituyendo el  ácido  titánico,  ó en  forma  de  titanatos  de  hierro 
ó de  otros  compuestos.  El  titano  obtenido  en  los  laborato- 
rios químicos  se  presenta  en  forma  de  un  polvo  gris,  pareci- 
do al  del  hierro  cuando  se  le  reduce  por  el  hidrógeno;  si  se 


21 


IÓ2 


ALO  I DEOS 


calienta  en  contacto  del  aire,  arde  con  un  brillo  bastante 
intenso;  si  se  mezcla  con  óxido  de  cobre  á la  acción  del  ca- 
lor, se  enciende  con  tal  intensidad,  que  salta  fuera  de  la  va- 
sija en  que  se  hace  el  experimento.  Descompone  el  agua  á 
la  temperatura  ordinaria,  convirtiéndose  en  ácido  titánico. 
Este  cuerpo  fué  descubierto  en  1781  por  W.  Gregor,  habien- 
do sido  estudiado  después  por  Klaproth,  que  le  dio  el  nom- 
bre que  lleva. 

Los  compuestos  de  titano  ofrecen  colores  diversos  y un 
lustre  vitreo  ó lapídeo  mas  bien  que  metálico;  rayan  al  vidrio 
y se  rayan  por  el  cuarzo,  estando  representado  su  peso  espe- 
cifico por  4 enteros  próximamente.  Se  funden  con  gran  difi- 
cultad por  medio  del  soplete;  mezclados  con  el  fosfato  sódico 
producen  un  vidrio  morado  al  fuego  de  reducción;  insolubles 
en  los  ácidos. 

Las  especies  mas  comunes  é importantes  de  este  género 
son  las  siguientes:  1*  rutilo;  2.a  anatasa;  3.a  brooquita;  4.a 
esfena.  Las  tres  primeras  ofrecen  la  misma  composición  quí- 
mica (óxido  ó ácido  titánico),  cristalizando  el  rutilo  en  un 
prisma  de  base  cuadrada  perteneciente  al  segundo  sistema; 
la  anatasa  en  octaedros  agudos  del  mencionado  sistema;  y la 
brooquita  en  tablas  romboidales  (tercer  sistema),  siendo, 
por  consecuencia,  uno  de  los  mejores  ejemplos  de  polimor- 
fismo. 

RUTILO  Ó CHORLO  ROJO— titano  oxidado — acido 

titánico  de  los  químicos — Fórmula  química  TiO3 

CARACTÉRES. — El  rutilo  tiene  por  forma  primitiva, 
como  queda  dicho,  un  prisma  de  base  cuadrada  susceptible 
de  presentar  muchas  modificaciones  en  las  aristas  áxicas; 
color  pardo  rojizo,  pardo  amarillento  ó rojo  de  chocolate  con 
tendencia  al  rojo  aurora;  lustre  metálico  algo  diamantino 
en  los  ejemplares  cristalizados,  siendo  craso  y resinoso  en 
masas  amorfas;  raya  al  feldespato  ortosa  y se  raya  por  el 
cuarzo,  estando  representado  su  peso  específico  por  4,2; 
algunos  de  los  cristales  adquieren  electricidad  polar  mediante 
la  acción  del  calor.  El  rutilo  por  sí  solo  es  infusible  al  so- 
plete; reducido  á polvo  se  disuelve  en  caliente  en  el  ácido 
sulfúrico. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Análisis  del  rutilo  de  Saint-Vrieix  efectuado  por  H.  Rose 

Acido  titánico 98,70 

Oxido  férrico.  ....  1,30 

100,00 

Variedades. — i.a  Cristalizada  en  prismas  de  doce  y 
aun  de  diez  y seis  caras  terminadas  por  apuntamiento  cuá- 
druple. 2.a  Hemitropiada  ó en  maclas,  variedad  que  por 
causa  de  su  aspecto  particular  la  denominó  Haüy  genicula- 
da. 3.a  Cilindróidea,  se  presenta  en  prismas  alargados  y con 
estrías  longitudinales;  esta  variedad  se  halla  comunmente  en 
cristales  de  cuarzo.  4.a  Acicular,  en  filamentos  capilares  ó en 
agujas  finas  y alargadas,  que  se  encuentran  casi  siempre  en 
el  interior  del  cuarzo  hialino.  5.a  Laminar,  en  láminas  de 
algún  tamaño  ó en  granos  pequeños  de  estructura  laminar. 
6.a  Reticulada,  variedad  formada  de  agujas  sobrepuestas  y 
entrecruzadas  formando  verdaderas  mallas  ó redes.  7.a  Fer- 
rífera, presenta  color  negro  y contiene  un  n/100  de  óxido 
de  hierro  ó titanato  de  hierro.  8.a  Cromífera,  de  un  gris  ne- 
gruzco análogo  al  del  hierro. 

YACIMIENTO. — Se  halla  el  rutilo  en  los  terrenos  cris- 
talinos diseminado,  por  lo  general,  en  el  granito  común,  en 
la  pegmatita,  gneis  y en  el  interior  del  cuarzo  hialino,  de 


cristales  incoloros  del  feldespato  adularía,  de  los  de  albita, 
clorita,  hierro  oligisto  y de  la  esfena.  La  presencia  de  las 
agujas  de  rutilo  en  el  interior  del  cuarzo  ó del  hierro  oligisto, 
indican  desde  luego  que  estas  tres  sustancias  se  han  formado 
y solidificado  en  idénticas  condiciones.  Se  encuentran  ejem- 
plares laminares  de  esta  especie  en  Noruega,  New-Jersey 
(Estados-Unidos),  en  los  montes  Cárpatos  (Austria)  y San 
Gotardo;  las  magníficas  variedades  aciculares  proceden  de 
Madagascar,  Brasil  y Ceilan.  El  rutilo  cristalizado  en  prismas 
existe  en  varias  localidades  del  Brasil  y Estados-Unidos,  en 
Saint-Yrieix  y Gourdon  (Francia),  Suiza,  Hungría  y otras 
naciones  de  Europa. 

En  España  tenemos  hermosos  ejemplares  cristalizados  en 
Horcajo,  Horcajuelo,  Buitrago  y Acebeda  (Madrid). 

ANATASA  Ó CHORLO  AZUL  DE  ALGUNOS  MINE- 

RALOGISTAS — titano  oxidado — acido  titánico — 

Fórmula  química  TiO2 

CARACTÉRES. — La  anatasa  ú octadreita  tiene  por 
forma  dominante  un  octaedro  generalmente  pequeño  y ter- 
minado por  pirámides  ó por  ciertas  caras  de  la  forma  primi- 
tiva, ofreciendo  en  este  último  caso  el  aspecto  de  tablas  de 
base  cuadrada;  color  pardo  ahumado,  azul  de  índigo  ó gris 
de  acero,  lustre  semimetálico  ó diamantino  bastante  inten- 
so, trasluciente,  frágil;  raya  á la  fosforita  y se  raya  por  el 
feldespato  ortosa,  siendo  su  peso  específico  de  3,9  á 4. 
Enfusible  por  sí  sola  al  soplete;  mezclada  con  el  bórax  se 
funde  en  un  vidrio  mas  ó menos  incoloro,  que  se  convierte 
en  amarillo  y después  en  azul  morado  mediante  el  fuego  de 
reducción;  insoluble  en  los  ácidos. 

YACIMIENTO.— Se  encuentra  esta  especie  en  idénticos 
terrenos  y asociada  á las  mismas  sustancias  que  el  rutilo. 
Existe  en  Suiza,  Baviera,  San  Gotardo,  Montes  Urales,  Piri- 
neos y Yosgos,  en  Cornouailles,  Brasil  y otros  puntos.  En 
España  en  algunos  sitios  de  la  cordillera  de  Guadarrama. 

BROOQUITA  Ó ARCANSITA — titano  oxidado- 
ácido  titánico — Fórmula  química  TiO2 

CARACTERES. — La  brooquita,  llamada  también  arcan- 
sita  ó jurinita,  cristaliza  en  tablas  romboidales  ó en  dodecae- 
dros triangulares  isósceles  que  derivan  del  tercer  sistema 
cristalino.  Los  ejemplares  de  esta  especie  que  proceden  de 
los  Alpes  ó de  Inglaterra  tienen  lustre  intenso  algo  diaman- 
tino, color  pardo  rojizo,  ofreciendo  un  polvo  gris  amarillento; 
la  arcansita  ó brooquita  de  los  Estados  Unidos  es  de  color 
gris  de  acero  con  brillo  análogo  al  del  hierro  magnético;  la 
de  los  Montes  Urales  presenta  un  color  rojo  de  jacinto,  lus- 
tre intenso,  siendo  al  propio  tiempo  trasparente,  distinguién- 
dose también  porque  sus  cristales  ofrecen  un  aspecto  bas- 
tante análogo  al  de  los  topacios.  La  dureza  de  unos  y otros 
ejemplares  es  idéntica  á la  del  espato  flúor,  teniendo  un 
peso  específico  de  5,5  á 6.  La  brooquita  es  infusible  al  so- 
plete é insoluble  en  los  ácidos;  mezclada  con  el  fosfato  sódico 
se  funde  en  una  perla,  que  adquiere  por  la  llama  de  reduc- 


cion  un  color  azul. 

COMPOSICION  EN  PESO 

i fv 

Brooquita  de  los  Montes  Urales 

Idem  de  los 
Estados-Unidos 

Acido  titánico 99,36 

Oxido  férrico 1,36 

Alumina 0,73 

94,09 

4,5° 

Pérdida  1,41 

no,45 

100,00 

SILVANITA 


i63 


VARIEDADES. — i.a  Cristalizada  en  tablas  exagonales 
de  color  pardo,  ó en  dodecaedros  isósceles  negruzcos. 

2. a  Lameliforme,  la  cual  no  es  mas  que  la  variedad  anterior 
que  se  presenta  en  algunos  casos  en  láminas  muy  delgadas. 

3. a  Acicular  ó reticulada,  compuesta  de  agujas  sumamente 
finas  que  se  cruzan  con  irregularidad  formando  ángulos 
de  6o\ 

Yacimiento. — Corresponde  á los  mismos  terrenos 
que  las  dos  especies  anteriores.  Existe  en  San  Gotardo,  Mont- 
Blanc,  Tremadoc  y Snowdon  (Inglaterra),  Arkansas  (Estados- 
Unidos),  Miask  (Montes  Urales),  San  Cristóbal,  departa- 
mento de  Isere  (Francia),  etc.  En  España  se  encuentra  en 
diversas  minas  de  las  cercanías  de  Somosierra  (cordillera  de 
Guadarrama). 

ESFENA  Ó TITAN ITA  DE  LOS  ALEMANES— titano 
silíceo  calizo  — sii.jco  titán  ato  de  cal — Fórmula  quí- 
mica 2CaO,  SiO3  + CaO  (TiO3)3  (1). 

CARACTÉRES. — La  esfena  (de  sfent  cuña)  ha  recibido 
este  nombre  por  los  bordes  cortantes  que  presentan  la  gene- 
ralidad de  sus  cristales.  La  forma  primitiva  de  esta  especie, 
según  G.  Rose,  es  un  prisma  romboidal  oblicuo  (quinto  sis- 
tema); color  amarillo  verdoso,  verde  claro,  verde  de  aceitu- 
na, rojo  de  carne  ó pardo  rojizo;  lustre  vivo  y diamantino, 
trasparente,  trasluciente  ú opaca;  raya  á la  fosforita  y se  raya 
por  el  feldespato  ortosa,  siendo  su  peso  específico  de  3,4  á 
3,6.  Se  funde  al  soplete  únicamente  en  los  bordes,  dando 
por  resultado  un  vidrio  oscuro:  mezclada  con  el  fosfato  de 
sosa  produce,  mediante  el  fuego  de  reducción,  un  vidrio 
morado  si  se  añade  estaño;  se  disuelve  en  los  ácidos  hidro- 
clórico  y sulfúrico. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Análisis  de  la  esfena  del  Tirol  por  G.  Rose 

Sílice. 32,29 

Acido  titánico 41,58 

Cal . . 26,61 

Oxido  ferroso 0,96 

101,44 


Idem  de  la  tilanita 
por  Rosal  Ls 

3í,20 

40,92 

22,25 

5i°6 

99,43 


A 


Variedades.  — i.a  Esfena,  propiamente  dicha,  de 
color  verde  ó amarillento:  Saussure  la  confundió  con  el  anfí- 
bol  verde  ó actinota;  2.a  titanita,  que  ofrece  un  color  pardo; 
3.a  greenovita,  de  un  rojo  de  carne  ó rosa  claro.  Teniendo 
en  cuenta  la  forma  particular  de  los  cristales,  se  han  estable- 
cido por  algunos  autores  las  variedades  siguientes:  i.a  espin- 
tera;  2.a  pictita;  3.a  semelina;  4.a  ligurita,  y 5.a  espinelina. 

Yacimiento. — Se  halla  la  esfena  en  las  rocas  graníti- 
cas, pizarras  micáceas  y volcánicas.  I^a  variedad  denominada 
esfena  se  encuentra  en  los  Alpes  de  San  Gotardo;  la  titanita 
en  Passau  (Baviera)  y Arendal  (Suecia);  y la  greenovita  en 
San  Marcelo  (Piamonte).  Existen  también  ejemplares  de 

Desta  especie  en  Jersey  y Kingsbridge  (Estados  Unidos)  y 
departamento  del  Ariége  (Francia).  Suele  ser  frecuente  en 
las  traquitas,  basaltos  y fonolitas  que  se  encuentran  en  cier- 
tos volcanes  apagados. 

GÉNERO— TELURO 

El  teluro  se  presenta  nativo  y aleado  con  diversas  sustan- 


cias metálicas,  tales  como  el  oro,  plata,  antimonio  y bismuto, 
formando  las  siguientes  especies:  1.*  teluro  nativo;  2.a  silva- 
nita  ó sea  el  teluro-auro-argentífero,  3.a  elasmosa,  teluro- 
plumbo-aurífero;  y 4.a  mulerina,  teluro-plumbo-argento-aurí- 
fero  mas  teluro  antimonífero. 

TELURO  NATIVO-cüerpo  simple  - 
Fórmula  química  Te 

Este  metal  fué  descubierto  en  1782  por  Muller  en  Fatze- 
bay  (Transilvania).  Kirwan  le  denominó  silvano,  y Klaproth, 
que  le  encontró  en  Nagyag,  le  llamó  teluro  (de  tellus,  tierra). 

CARACTÉRES. — Este  mineral,  que  los  químicos  colo- 
can y estudian  al  lado  del  azufre  y arsénico,  ofrece  grandes 
analogías  con  el  antimonio  respecto  á sus  propiedades  físicas; 
presenta  color  gris  de  plomo  ó gris  de  acero,  lustre  metálico 
muy  vivo;  raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  quebradizo  y 
de  peso  específico  representado  por  6,2.  Se  funde  al  calor 
rojo,  y mediante  un  enfriamiento  lento  y gradual,  adquiere 
estructura  cristalina  compuesta  de  láminas  anchas  y brillan- 
tes, que  se  descubren  por  la  fractura;  su  forma  primitiva  es 
un  romboedro  agudo  de  86°  57'  análogo  al  del  antimonio  y 
arsénico.  Se  funde  con  facilidad  al  soplete  y arde  con  llama 
intensa  de  color  azul  verdoso,  desprendiendo  al  propio  tiem- 
po un  olor  especial;  se  disuelve  sin  residuo  en  el  ácido  nítrico; 
la  disolución  da  por  la  potasa  un  precipitado  blanco,  que  es 
soluble  en  un  exceso  de  reactivo. 

Según  los  análisis  practicados  por  Klaproth,  el  teluro  na- 
tivo consta  de  92,55  de  este  metal,  7,20  de  hierro  y 0,25 
de  oro. 

YACIMIENTO. — Este  cuerpo  hasta  ahora  se  ha  encon- 
trado en  pequeñas  masas  granudas  en  las  rocas  arcillosas  ó 
cuarzosas  de  los  filones  de  oro  de  Transilvania. 

Las  especies  de  este  género  se  caracterizan  por  su  lustre 
vivo  y color  gris  claro  ó gris  de  acero,  por  su  dureza  com- 
prendida entre  1 y 3,5  y por  disolverse  parcial  ó totalmente 
en  el  ácido  hidroclórico.  La  mayor  parte  de  las  especies 
producen,  mediante  la  acción  del  fuego,  un  residuo  argentí- 
fero ó aurífero. 

SILVANITA— teluro  auro-argentífero — Fórmula  quí- 
mica (Au,  Ag)  Te2 

CARACTÉRES. — La  forma  fundamental  de  esta  especie 
es  un  prisma  recto  romboidal;  se  presenta  comumente  en 
prismas  aciculares  de  muy  poca  longitud,  que  se  exfolian  en 
dirección  paralela  á las  dos  secciones  diagonales;  estos  pris- 
mas suelen  cruzarse  entre  sí  formando  ángulos  de  60  y hasta 
i2o°,  y repitiéndose  estos  cruzamientos,  llegan  á constituir 
una  serie  de  hileras  ó filas  análogas  á las  líneas  de  la  escritura 
persa,  de  donde  se  deriva  el  nombre  de  oro  gráfico  que  se 
da  á este  mineral.  Presenta  fractura  desigual,  lustre  metálico 
y color  gris  de  acero;  tan  blando  que  se  deja  rayar  por  el 
yeso;  su  peso  específico,  según  Muller,  es  de  5,7,  pero  Petz 
dice  que  es  de  8,28.  Se  funde  sobre  el  carbón,  comunicando 
á la  llama  del  soplete  un  color  azul  verdoso,  en  un  glóbulo 
metálico  de  un  amarillo  claro;  se  disuelve  en  el  ácido  nítrico 
dejando  un  residuo  de  oro. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Análisis  de  Klaproth 

Teluro. . 

Oro. . . 

Plata.  . 


• • 


( I ) Dufrenoy  y otros  mineralogistas  incluyen  esta  especie  en  el  grupo 
de  los  silicatos. 


60 

30 

10 


100 


164 


MET  ALOFANOS 


Análisis  de  Petz 


i. 


Teluro 

59.97 

58,81 



26,97 

26,47 

Plata 

*L47 

*i,3* 

Plomo 

0,25 

2,75 

Antimonio. . . . 

o,5  8 

0,66 

Cobre 

0,76 

» 

* 

100,00 

100,00 

YACIMIENTO— Este  mineral  existe  encristales  peque 
ños  que  por  su  reunión  constituyen  verdaderas  dendritas  ó 
incrustaciones,  que  se  encuentran,  por  lo  general,  en  la  su- 
perficie de  ciertos  minerales  cuarzosos;  se  halla  además 
ñas,  diseminadas  en  el  mismo  cuarzo, 
el  criadero  aurífero  de 

ü IT.icr. 


aguj 
pó 

silvama 


-TELURO  PLUMBO*. 

mica  (Pb,  Au)  (Te,S) 


ITERES. — La  forma  primitiva  de  esta  especie 
_ en  un  prisma  recto  de  base  cuadrada,  perteneciente 
indo  sistema  cristalino;  fractura  desigual  y laminar, 
de  plomo  oscuro  y lustre  metálico  muy  brillante; 
talco  y se  raya  por  el  yeso,  estando  representado  su 
deífico  por  6,S  á 7,2.  Se  funde  al  soplete  sobre  el 
:olora  la  llama  de  azul  y cubre  el  citado  apoyo  de 
plomo;  se  reduce  á un  glóbulo  gris  y maleable, 
or  último  un  boton  metálico  de  oro.  Mediante  la 
calcinación  en  el  tubo  abierto  desprende  vapores  sulfurosos 
y un  sublimado  blanco  (ácido  ú óxido  telúrico);  se  disuelve 
en  el  ácido  nítrico  con  depósito  de  un  residuo  blanco  de 
sulfato  de  plomo,  que  tratado  por  el  soplete  da  un  glóbulo 
de  oro;  si  en  la  men 
una  lámina  de  zinc, 
metálico. 


laminares  ó en  láminas  rectangulares  sencillas  ó modificadas; 
color  blanco  de  plata  con  tendencia  al  amarillo  de  latón  ó 
gris  de  estaño,  lustre  metálico  que  por  medio  de  la  raya,  se 
hace  mas  brillante;  su  dureza  es  idéntica  á la  del  yeso,  estan- 
do representado  su  peso  específico  por  7,9  á 8,3.  Por  la 
acción  del  soplete,  se  reduce  á un  glóbulo  metálico  blanco 
y poco  dúctil;  se  disuelve  en  el  ácido  nítrico,  depositando 
cierta  cantidad  de  oro;  si  en  esta  disolución  se  introduce  la 
lámina  de  zinc,  se  cubre  de  partículas  de  plomo. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Análisis  de  la  mulerina  blanca  ( Petz) 

Teluro 55>39 

Oro 24,89 

ta 14.68 

Plomo 2,54 

Antimonio 2,50 


íada  disolución  nítrica  se  introduce 
esta  de  laminillas  de 


100,00 


mulerina  amarilla  (ICIaproth) 

44.75 

26.75 

19,5° 
8,5° 
0,5° 


100, co 


VARIEDADES. — i.a  Cristalizada  en  prismas  tubulares 
de  ocho  caras.  2.a  Laminar,  se  presenta  en  masas  pequeñas 
formadas  de  laminillas  brillantes,  planas  ó curvilíneas. 

Yacimiento. — Se  encuentra,  del  mismo  modo  que  la 
especie  anterior,  en  las  minas  de  Nagyag  y de  Offembaya 
(Transilvania). 

MULERINA — TELURO  PLUMBO-AURO  ARGENTIFERO  MAS 
teluro  antimoniff.ro— Fórmula  química 
(Ag  Pb  Au)  (Te,  Sb)2 

CARACTERES. — La  mulerina  tiene  por  forma  domi- 
nante un  prisma  romboidal  recto  derivado  del  tercer  sistema 
cristalino;  se  presenta  comunmente  en  pequeños  cristales 


VARIEDADES.  — i.a  Cristalizada  en  prismas  rectos 
romboidales.  2.a  Laminar,  compuesta  de  pequeñas  láminas, 
de  un  blanco-amarillento.  3.a  Acicular,  formada  de  prismas 
delgados,  reunidos  ó diseminados  en  la  caliza  espática  ó el 
cuarzo.  4.a  Granuda  ó fibroso-compacta. 

Yacimiento. — La  mulerina  se  encuentra  en  los  filo- 
nes auríferos  de  Nagyag  (Transilvania),  donde  está  asociada 
con  la  elasmosa,  así  como  al  cuarzo,  caliza,  rodonita,  galena, 
blenda,  oro  y arcilla. 

USOS. — Sirve  para  la  obtención  del  oro,  supuesto  que 
100  partes  contiene,  por  lo  menos,  de  20  á 30  de  este 

GÉNERO— ANTIMONIO 

Este  metal  existe  nativo  ó aislado  en  la  naturaleza,  y com- 
binado con  el  oxígeno  y azufre,  entrando,  no  obstante,  en 

íes  el  hierro,  cobre  y plomo  (1).  Los 
minerales  mas  importantes  de  este  género  son  los  siguientes: 
i.a  Antimonio  nativo;  2.a  Estibina;  3.a  Kermes;  4.a  Exitela; 
5.a  Zinkenita;  6.a  Wolfsbergita;  7.a  Berthierita;  8.a  Romeina, 
y 9.a  Sonarmonita.  Mr.  Leymerie  forma  con  estas  especies 
dos  grupos  esenciales,  á saber:  i.°  Minerales  metalofanos,  ó 
sea  de  brillo  metálico;  2°  Litofanos  ó de  aspecto  litoideo. 

PRIMER  GRUPO-METALOFANOS 

Comprende  el  antimonio  nativo,  la  estibina,  la  zinckenita, 
wolfsbergita,  y berthierita. 


ANTIMONIO  NATIVO— cuerpo  simple  — 

química  Sb 

El  antimonio  se  conoce  desde  el  siglo  xi  de  la  era  cristia- 
na, designando  con  este  nombre  á la  estibina.  Basilio  Valentín 


(1)  La  romeina  es  un  antimonio  de  cal  que  contiene  un  4 por  ciento 
de  hierro  y de  manganeso. 


ZINCKENITA 


^5 


en  el  xvii  hizo  mención  del  antimonio  metálico;  Swab,  á 
mediados  del  último  siglo  citado,  le  descubrió  en  la  mina  de 
Sala  (Suecia). 

Caracteres. — El  antimonio  nativo  se  presenta  en 
masas  laminares  de  color  blanco  de  plata  ó de  estaño  con 
una  ligera  tinta  agrisada,  lustre  metálico  intenso,  agrio  y 
fácil  de  reducir  á polvo:  raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza, 
estando  representado  su  peso  específico  por  6,5;  el  del  co- 
mercio tiene  una  densidad  relativa  de  6,8  próximamente; 
desarrolla  por  frotación  un  olor  particular.  Se  funde  al  so- 
plete con  desprendimiento  de  vapores  blancos  é inodoros 
(óxido  de  antimonio).  Cristaliza  fácilmente  por  medio  de  la 
fusión  en  romboedros  de  S7°35';  se  disuelve  con  facilidad  en 
el  ácido  nítrico  diluido,  dando  un  precipitado  blanco  inso- 
luble; reducido  á polvo  fino  se  disuelve  en  el  ácido  hidrocló- 
rico  concentrado  é hirviendo  con  desprendimiento  de  hidró- 
geno. 

Y ACIMIENTO.  — Se  encuentra  el  antimonio  en  los  filo- 
nes metálicos  que  atraviesan  el  gneis  y ciertas  pizarras,  en 
especial  las  que  contienen  minerales  de  arsénico;  general- 
mente está  asociado  al  arsénico  nativo,  estibina,  galena  y 
plata  antimonial.  Existe,  como  se  ha  indicado,  en  Sala  (Sue- 
cia); se  halla  también  en  Allemont  (Delñnado),  Andreasberg 
( Harz),  Przibran  (Bohemia),  Villarica  (Brasil),  Connecticut 
(Estados  Unidos),  Pozuelos  (México),  etc. 

Usos. — El  antimonio  combinado  con  el  plomo  forma  la 
aleación  destinada  á fabricar  los  caractéres  de  imprenta; 
unido  con  el  estaño  constituye  una  aleación  blanca,  dura  y 
sonora,  que  se  emplea  en  la  preparación  de  las  planchas  para 
el  grabado  de  música;  unido  con  el  hierro  forma  la  aleación 
de  Reaumur;  sirve  para  preparar  varios  medicamentos,  tales 
como  el  tártaro  emético,  el  quermes  oficinal,  el  azufre  dora- 
do de  antimonio,  etc. 

ESTIBINA — antimonio  sulfurado—  sesquisulfuro  de 
antimonio  — Fórmula  química  Sb2  S3 

Caracteres. — La  estibina  (de  la  palabra  latina  stibium, 
antimonio)  tiene  por  forma  primitiva  un  prisma  romboidal 
recto  perteneciente  al  tercer  sistema;  color  gris  de  plomo  ó 
gris  de  acero  intenso  en  la  fractura  reciente,  pero  adquiere 
en  contacto  del  aire  una  tinta  azulada;  brillo  metálico  muy 
pronunciado  por  la  fractura;  esta  especie  es  frágil,  tiene  una 
dureza  igual  ó algo  superior  á la  del  yeso,  y produce  sobre 
el  papel  ó la  porcelana  una  mancha  negra;  su  peso  específico 
es  de  4,6.  Se  funde  fácilmente  á la  llama  de  una  bujía,  y se 
volatiliza  al  soplete  por  completo,  con  desprendimiento  de 
ácido  sulfuroso  y vapores  blancos  antimoniales;  se  disuelve 
en  el  ácido  hidroclórico  con  formación  de  hidrógeno  sulfu- 
rado; soluble  además  en  el  ácido  nítrico,  depositando  un 
precipitado  blanco. 

COMPOSICION  EN*  PESO 
Análisis  de  Proust  Idem  de  Brandes 


de  color  gris  oscuro;  estos  filamentos  se  entrecruzan  comun- 
mente formando  una  especie  de  fieltro,  dando  origen  á la 
sub-variedad  denominada  antimonio  de  pluma.  5.a  Compacta, 
de  un  grano  muy  unido,  de  color  gris  de  plomo  y muy  aná- 
logo á los  ejemplares  compactos  de  la  manganesa  ó pirolusita, 
de  los  que  se  distingue  por  su  fácil  fusión. 

Yacimiento. — La  estibina  constituye  filones  de  poca 
extensión  en  los  terrenos  graníticos  y cristalofílicos;  rara  vez 
se  presenta  en  venas  ó en  masas  en  los  terrenos  secundarios, 
siendo  las  localidades  extranjeras  mas  notables  las  siguientes: 
departamento  de  Isere,  Cantal,  Puy-de-Dome,  Alto  Loire  y 
Lozere  (Francia);  Clausthal  y Wolfsberg  (Harz);  Braunsdorf 
(Sajonia);  existe  también  en  varias  localidades  de  Hungría, 
Toscana,  Inglaterra,  México,  etc.  En  España  se  encuentra 
estibina  en  Tineo  (Asturias),  Santa  Cruz  de  Múdela  (Ciudad 
Real),  Losado  (Zamora),  Valencia  de  Alcántara  (¿áceres) 
y en  otros  varios  puntos. 

USOS. — La  estibina,  sin  ser  muy  abundante,  puede  de- 
cirse que  es  el  único  mineral  que  se  emplea  para  obtener  el 
antimonio. 

Metalurgia  del  antimonio.— El  procedimien- 
to para  obtener  este  metal  es  sumamente  sencillo:  se  prin- 
cipia por  aislar  la  estibina  ó sulfuro  de  antimonio  mediante 
una  simple  fusión  que  se  verifica  en  grandes  crisoles  dispues- 
tos en  dos  filas  en  el  interior  de  hornos  á propósito:  una  vez 
separada  la  estibina  se  sujeta  á la  torrefacción  en  hornos  de 
reverbero,  en  los  cuales  se  convierte  en  un  oxi-sulfuro  de 
antimonio;  se  pulveriza  esta  sustancia  y se  mezcla  con  10 , J00  de 
carbón  impregnado  de  una  disolución  de  carbonato  sódico; 
se  calcina  la  mezcla  en  crisoles  con  el  objeto  de  que  el  óxido 
de  antimonio  se  reduzca  el  estado  metálico;  una  parte  del 
sulturo  se  descompone  á su  vez  por  el  carbonato  sódico,  y 
produce  también  cierta  cantidad  de  antimonio.  En  el  fondo 
de  los  crisoles  se  forma  un  boton  de  este  metal,  denominado 
régulo  de  antimonio , que  aparece  cubierto  en  su  superficie  de 
una  escoria  formada  de  óxido  y de  sulfuro  de  antimonio,  que 
suele  aprovecharse  para  obtener  la  sustancia  llamada  quer- 
mes. 

ZINCKENITA — antimonio  y plomo  sulfurado — sul- 
furo de  antimonio  y DE  plomo — Fórmula  química  Sb2 
S3  + PbS 

Caractéres.  — Esta  especie  mineralógica,  llamada 
zinckenita  por  haber  sido  dedicada  á Zincken,  se  encuentra 
siempre  cristalizada  en  prismas  exagonales  bipiramidales, 
correspondientes  al  tercer  sistema;  color  gris  de  acero  con 
tendencia  al  gris  de  plomo;  lustre  metálico,  opaca;  raya  al 
yeso  y se  raya  por  la  fluorina,  estando  representado  su  peso 
específico  por  5,3.  Decrepita  por  medio  del  soplete,  se  funde 
desprendiendo  vapores  blancos  de  antimonio  y deposita  so- 
bre el  carbón  un  óxido  de  plomo  de  color  amarillo;  se  di- 
suelve en  el  ácido  nítrico  con  un  precipitado  amarillo  (ácido 
antimonioso),  é introduciendo  en  la  disolución  una  lámina 
de  zinc,  se  cubre  de  partículas  de  plomo. 


Antimonio.. 
Azufre. 


ARI 


73,5° 


20,50 

100, 

0 

0 

ARIEDADES. — i.a 

dos.  2.-'  Cilindroidea  en  prismas  gruesos,  cuya  fractura  lon- 
gitudinal presenta  una  cara  de  exfoliación  de  pulimento 
bastante  intenso;  estos  prismas  se  reúnen  en  ciertos  casos  y 
forman  verdaderos  hacecillos.  3.a  Acicular,  compuesta  de 
agujas  mas  ó menos  delgadas  y radiado-divergentes.  4.a  Ca- 
pilar, constituida  de  filamentos  muy  finos,  de  lustre  sedoso  y 


COMPOSICION  EN  PESO 


Azufre 

. . 22,58 

Antimonio.  . . . 

• • 44,39 

Plomo 

. . 31,84 

Cobre 

. . 0,42 

99)23 

Yacimiento. — Esta  especie,  sumamente  rara,  fué  des- 
cubierta por  el  mencionado  M.  Zincken  en  Holberg  (Harz), 
donde  está  asociada  al  cristal  de  roca  y estibina. 


r 66 


LITÓFANOS 


La  plagionita  ó antimonio  sulfurado  plumbífero  es  una  YACIMIENTO. — La  olfsbergita  se  halla  mezclada  con 

especie  bastante  análoga  á la  anterior:  cristaliza,  sin  embar-  cuarzo,  el  cual  á su  vez  está  por  lo  general  cubierto  de  la  pi- 
go,  en  un  prisma  oblicuo  con  las  aristas  truncadas;  color  rita  cobriza  y asociado  á la  plumosita  ó antimonio  sulfurado 
gris  de  plomo  oscuro,  lustre  metálico  intenso  en  las  bases  capilar  (i),  á la  estibina  y Zinckenita,  en  A\olffberg  (Harz). 
del  prisma;  raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  siendo  su 
peso  específico  de  5,4.  Sus  caracteres  químicos  son  idénti- 
cos á los  de  la  zinckenita. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Antimnnin  37>94 

Plomo. 

Azufre. 


BERTHIERITA— antimonio  v hierro  sulfurado  — 

SULFURO  DE  ANTIMONIO  MAS  SULFURO  DE  HIERRO  — Fór- 
mula química  Sb2S3  FeS 


Yacimiento. 

por  Zincken  en  Wolfsberg  (Harz),  acompañada 
na  y zinckenita. 

La  jamesonita  consta,  como  las  dos  especies  anteriores,  de 
un  sulfuro  de  antimonio  plumbífero:  cristaliza  en  un  prisma 
recto  romboidal,  perteneciente  al  tercer  sistema;  color  gris 
de  acero  ó gris  de  plomo  oscuro,  lustre  metálico,  fractura 
concoidea  y textura  fibrosa  bacilar,  granuda,  reticular  ó com- 
; raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  teniendo  un  peso 
:o  de  5,5  á 6,2.  Sus  propiedades  químicas  son  igua- 
los  especies  anteriores. 


COMPOSICION 

e la  de  Extremadura,  por  Schaffgostch 


CARACTÉRES. — La  Berthierita,  llamada  así  porque 
Haidinger  la  dedicó  á Berthier,  recibe  también  el  nombre 
de  Haindingerita,  dado  por  Beudant  y Berthier.  Esta  espe- 
[ cié  ofrece  color  negro  de  hierro  ó gris  de  acero  oscuro  que 
se  altera  en  la  superficie;  brillo  metálico,  aunque  nunca  tan 
intenso  como  el  de  la  estibina,  con  la  que  tiene  bastante 
nalogía;  raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  estando  repre- 
sentado su  peso  específico  por  4,28.  Se  funde  con  suma  fa- 
cilidad, desprendiendo  vapores  sulfurosos  y antimoniales,  y 
deja  como  residuo  un  glóbulo  negro  magnético;  se  disuelve 
en  el  ácido  nítrico  con  precipitado  blanco,  cuya  disolución 
produce  á su  vez  precipitado  azul  por  el  ferrocianuro  potási- 
co. Se  cree  por  algunos  mineralogistas  que  esta  especie  cris- 
taliza en  formas  derivadas  del  prisma  romboidal  recto;  en 
realidad,  no  se  conocen  mas  que  las  variedades  en  masas 
compactas  ó bacilares,  constituidas  estas  últimas  de  fibras 
confusas  y con  indicios  de  exfoliación  en  distintas  direc- 
ciones. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Antimonio. 
Hierro.  . . 

Azufre.  . . 
Zintxüj  I . 


52>° 

16,0 

3°,  3 
°>3 


en  masas 
es  (Inglaterra), 
Catta-Franca 
cántara  (Cá- 


YAGIMIENTO  — S« 
cristalinas,  bacilares  ó fibi 
Bottino  (Toscana),  Ai 
(Brasil).  En  España  existe 
ceres). 

WOLFSBERGITA — antimonio  sulfurado  cuprífero — 
sulfuro  de  antimonio  cuprífero  — Fórmula  química 
Sb2S3-fCuS 

CARACTERES.  — Esta  especie  cristaliza  en  un  prisma 
recto  de  135o  12',  con  profundas  truncaduras  en  las  aristas 
laterales;  fractura  concoidea  desigual  ó incompleta;  color  gris 
de  plomo  oscuro  ó negruzco  y lustre  metálico ; raya  á la  ca- 
liza y se  raya  por  el  espato  flúor,  dando  un  polvo  negro  y 
mate;  su  peso  específico  es  de  4,47.  Decrepita  por  medio  del 
soplete  y se  funde  fácilmente,  cubriendo  al  carbón  de  un  de- 
pósito blanco  antimonial,  convirtiéndose,  por  último,  en  un 
glóbulo  metálico  que,  tratado  por  la  sosa,  produce  un  boton 
de  cobre. 


98,6 


ACIMIENTO. — Esta  sustancia  constituye  filones  en 
los  terrenos  paleozoicos,  asociada  con  el  cuarzo,  pirita  de 
hierro  y espato  caliza.  Se  encuentra  en  Chazelles  cerca  de 
Clermont  (Auvernia). 


SEGUNDO  GRUPO-LITÓFANOS 

Las  especies  mas  importantes  de  este  grupo  son:  i.a 
mes;  2.a  Exitela;  3.a  Romeina;  y 4.a  Senarmontita. 


Ker- 


KERMES— antimonio  rojo  — antimonio  oxidado  sulfu- 
rado— oxisulfuro  de  antimonio — Fórmula  química 
Sbv03+  2Sb2S3 


T1 


(JAR ACTÉRES. — El  kermes  ó antimonio  rojo  se  pre- 
senta en  agujas  radiadas  que  derivan  del  prisma  rectangular 


COMPOSICION  EN  PESO 


Antimonio. 
Cobre.  . 
Hierro.  . 
Plomo.  . 
Azufre.  . 


46,81 

24,48 

L39 

0,56 

26,34 


99.58 


(1)  El  antimonio  capilar  de  Haiiy,  ó federen  de  Wemer,  se  presenta 
en  cristales  capilares,  de  lustre  metaloide-sedoso  y de  color  gris  de  acero 
oscuro  ó gris  de  plomo  negruzco,  ofreciendo  comunmente  colores  irisa- 
dos. En  realidad  esta  variedad  descrita  en  la  estibina  con  el  nombre  de 
antimonio  capilar,  se  distingue,  porque  la  plumosita  tratada  al  soplete 
cubre  el  carbón  de  un  depósito  blanco  de  antimonio  acompañado  del 
óxido  amarillo  de  plomo.  Por  otra  parte,  la  composición  de  la  plumosita 
es  distinta  de  la  estibina,  supuesto  que  aquella  consta  de  los  elementos 
siguientes: 

Antimonio 31,04 

* Plomo 46,87 

Azufre 19, 72 

Hierro 1,30 

Zinc o,oS 


99,oi 


ROMEINA 


oblicuo,  o sea  del  quinto  sistema  cristalino;  color  rojo  de 
cereza,  lustre  metálico  diamantino  ó metaloideo  y algo  tras- 
lúcido; raya  al  talco  y se  raya  por  la  caliza,  estando  repre- 
sentado su  peso  específico  por  4,6.  Se  funde  fácilmente  al 
soplete  desprendiendo  vapores  blancos  antimoniales;  soluble 
en  el  ácido  hidroclórico  con  formación  de  hidrógeno  sulfu- 
rado. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Antimonio 75,66 

Oxígeno 4,27 

Azufre 20,49 


100,42 


De  esta  composición  se  ha  deducido  que  el  kermes  consta 
de  un  átomo  de  óxido  de  antimonio  y dos  de  sulfuro  del 
mismo  metal. 

Yacimiento. — Se  encuentra  en  los  filones  metálicos, 
especialmente  en  los  arseníferos  y antimoniferos;  los  mejores 
ejemplares  cristalizados  ó en  forma  de  agujas  existen  en 
Braünsdorf,  próximoáFreyberg(Sajonia),  Horhausen  (Nasau), 
Michelsberg  y Przibran  (Bohemia)  y Pernek  (Hungría);  se 
halla  también  en  Pereta  (Toscana)  y departamento  del  Isere 
(Francia).  En  Andreasberg  (Harz)se  encuentra  una  variedad 
denominada  yesca  mineral,  compuesta  de  fibras  capilares  y 
entrelazadas,  formando  una  especie  de  fieltro. 

EXIIELA — ANTIMONIO  BLANCO  — ANTIMONIO  OXIDADO — 
sesquioxido  DE  antimonio  — Fórmula  química  Sb3Ss 

Caractéres. — La  exitela,  llamada  también  valenti- 
nita  por  Haidinger,  tiene  por  forma  primitiva  un  prisma  recto 
rectangular;  corresponde  al  tercer  sistema  cristalino;  color 
blanco  agrisado  o amarillento,  brillo  nacarado  ó diamantino, 
trasluciente  y agria;  raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza,  te- 
niendo un  peso  específico  representado  por  5,6.  Se  funde  á 
la  llama  de  una  bujía,  volatilizándose  por  completo  mediante 
la  acción  del  soplete;  se  disuelve  en  el  ácido  hidroclórico, 
dando  la  disolución  un  precipitado  blanco  si  se  la  trata  por  el 
agua. 


COMPOSICION  EN  PESO 

Sesquioxido  de  antimonio..  . 
Oxido  de  hierro.  . . . 


lice. 


86 

3 

8 


97 


f Variedades,  i.  Cristalizada  en  tablas  rectangulares 
tabulares.  2.  Aciculair,  compuesta  de  pequeños  prismas 
romboidales  sumamente  finos.  3.a  Compacta  ó amorfa,  se 
presenta  en  masas  de  estructura  granuda  ó bacilar.  4.a  Ter- 
rosa, se  halla  cubriendo  á la  estibina  ó sesquisulfuro  de  an- 
timonio. 

Yacimiento.  — La  exitela  se  encuentra  en  los  filones 
de  plata  arsenical,  asociada  á la  mencionada  estibina,  ker- 
mes  y galena.  El  principal  criadero  de  este  mineral  existe  en 
Sensa  (Argelia);  en  Europa  se  halla  en  Przibran  (Bohemia), 
Wolfsberg  (Harz),  Pernek  (Hungría),  departamento  del  Isere 
(Francia)  y en  algunos  otros  países.  En  España  la  tenemos 
en  Losacio  (Zamora). 

La  estibiconisa,  ocre  de  antimonio  ó Cervantita,  no  es  otra 
sino  el  ácido  antiraónico  de  los  químicos:  ofrece  estructura 
terrosa,  fractura  desigual,  tan  blanda  que  se  raya  por  la  cali- 
za, siendo  su  color  el  amarillo  rojizo  ó amarillo  isabela  con 
puntos  blancos  debidos  á la  caliza  que  tiene  interpuesta,  su 


peso  específico  es  de  3,7  á 4,09.  Se  funde  al  soplete  y colocada 
sobre  el  carbón,  produce  un  régulo  quebradizo  rodeado  de 
una  aureola  ó depósito  blanco  (óxido  de  antimoni  o). 

COMPOSICION  EN  PESO 


Antimonio..  . . 
Oxígeno.  . . . 
Carbonato  cálcico. 
Oxido  de  hierro. . 
Residuo  insoluble. 


67.50 
16,85 

II»45 

01.50 

02,70 

100,00 


YACIMIENTO.  La  estibiconisa  se  halla  en  masas  ter- 
rosas cubriendo  la  superficie  del  sesquisulfuro  de  antimonio 
en  Hungría,  Bohemia,  Francia  y otras  naciones  de  Europa. 
En  España  se  encontró  en  alguna  abundancia  (año  de  1844) 
en  el  terreno  metamorfico  de  Losacio  (Zamora),  cuyos  ejem- 
plares, según  el  ingeniero  Escosura,  están  formados  del  áci- 
do antiraónico  hidratado,  con  mezcla  de  antimonio,  plata, 
plomo  y sesquioxido  de  hierro. 

SENARMONTITA— antimonio  oxidado— sesquióxido 
de  hierro  —Fórmula  química  Sb9  S3 

Caractéres. — La  senarmontita  es  un  mineral  dimor- 
fo, supuesto  que  cristaliza  en  octaedros  regulares  (i.°  siste- 
ma) y en  tablas  ó agujas  prismáticas  romboidales  que  derivan 
del  tercer  sistema;  Iractura  concoidea,  color  blanco-agrisado, 
lustre  diamantino-nacarado,  semitrasparente  ó traslúcida, 
agria,  raya  al  yeso  y se  raya  por  el  espato  flúor,  siendo  su 
peso  especifico  de  5,5.  Se  volatiliza  por  completo  mediante 
la  acción  del  soplete,  insoluble  en  el  ácido  nítrico  y soluble 
en  el  hidroclórico. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Oxígeno.  . 
Antimonio. 


i5,7 

84,3 


100,0 

YACIMIENTO.  Los  cristales  tabulares  de  senarmonti- 
ta, análogos  á los  de  la  estilbita  y baritina,  fueron  encontra- 
dos en  Bohemia,  Hungría,  Sajonia  y Delfinado;  pero  existe 
esta  especie  abundante  en  la  mina  de  Sensa,  provincia  de 
Constantina  (Argelia),  donde  se  presenta  en  masas  granudas 
ó compactas,  con  oquedades  tapizadas  por  cristales  octaé- 
dricos de  la  misma  sustancia  observados  y descritos  por  Sé- 
narmont.  En  España  existe  en  Cervantes  (Galicia)  y Losa- 
cio (Zamora).  1 1 

USOS.— Esta  especie  mineralógica,  del  mismo  modo  que 
!a  exitela,  kermes  y estibiconisa,  se  emplea  para  la  obtención 
del  antimonio. 

ROMEINA 

Compuesta,  según  Damour,  de  óxido  de  calcio  combina- 
do con  el  óxido  antiraónico,  pero  Dufrenoy  y Breithaupt 
suponen  que  es  un  antimonito  de  cal,  cuya  fórmula  es  la  si- 
guiente: CaO,  Sb203 

Caractéres.  La  romeina  (dedicada  al  célebre  mi- 
neralogista Romé  de  lisie)  cristaliza  en  octaedros  de  base 
cuadrada,  pertenecientes  al  segundo  sistema;  su  color  es  el 
amarillo  de  miel  ó rojo  de  jacinto;  raya  al  vidrio  y se  deja 
rayar  por  el  cuarzo,  estando  representado  su  peso  específico 


1 68 


LITÓFANOS 


4 


por  4,7.  Mezclada  con  la  sosa  y colocada  sobre  el  carbón  se 
funde  en  glóbulos  metálicos  de  antimonio,  desprendiendo  al 
propio  tiempo  humos  blancos  inodoros. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Cal..  . . 
Antimonio. 
Oxígeno.  . 


19,29 

64,65 

16,06 

100,00 


YACIMIENTO. — Este  mineral  fué  descubierto  por  M. 

Bertrand  de  Lom  en  una  mina  de  manganeso  situada  en 
San  Marcelo  (Piamonte),  donde  se  halla  asociada  al  feldes- 

ortosa,  piamontita,  greenovita,  cuarzo  y manganeso.  desprendimiento  de  vapores  arsenicales. 

_ "tyíÍI  6AÜ¿4L£^ÍE^fcA>MMAMl 
V^ílill  flr  VERITATlN 

Este  cuerpo  existe  libre  ó nativo  en  la  nati 
binado  con  el  oxígeno  y azufre,  constituyendo  las  siguient 
pecies:  i.a  arsénico  nativo;  2.a  arsénico  blanco;  3.a  reí 
gar;  4.a  oropimente. 


ARSENICO  NATIVO  — cuerpo  simple  — Fórmula  quí- 
mica As 

C X\  Wot 

CARACTÉRES.  — Este  cuerpo,  cuyas  propiedades  quí- 
micas son  afines  á las  del  fósforo  y nitrógeno,  ofrece  cuali- 
dades físicas  análogas  á las  de  los  metales  últimamente  des- 
critos, por  lo  que  los  mineralogistas  le  estudian  al  lado  del 
antimonio  como  cuerpos  esencialmente  mineralizadores  ó 
electro- negativos.  Tiene  color  gris  de  acero  ó gris  de  hierro 
y lustre  metálico  en  la  fractura  reciente,  pero  se  empaña  en 
contacto  del  aire,  adquiriendo  color  negro  y convirtiéndose 
en  mate,  á consecuencia  de  formarse  un  subóxido  de  arsé- 
nico en  la  superficie;  raya  á la  caliza  y se  deja  rayar  por  la 
fluorina,  estando  representado  su  peso  específico  por  5,8;  el 
arsénico  es  un  mineral  agrio  y tenaz;  inodoro,  pero  desarro- 
lla un  olor  de  ajos  por  la  acción  del  choque.  En  el  tubo 
cerrado  se  volatiliza  por  completo  sin  fundirse;  se  volatiliza 
también  por  medio  del  soplete  con  desprendimiento  de  hu- 
mos blancos,  espesos  y de  olor  aliáceo  (vapores  arsenicales). 
Este  cuerpo,  como  se  ha  dicho,  se  volatiliza  por  elevación 
de  temperatura,  siendo  su  vapor  incoloro,  que  se  deposita 
por  enfriamiento,  en  forma  de  cristales  romboédricos. 

Variedades. — Además  del  romboedro  agudo  (S50  2') 
que  se  obtiene  por  volatilización  y enfriamiento,  se  presenta 
el  arsénico  cristalizado  en  la  naturaleza  en  prismas  alarga 
dos,  no  bien  definidos,  constituyendo  las  formas  bacilares  y 
aciculares.  Se  encuentra  también  el  arsénico  concrecionado 
en  masas  granudas  ó testáceo,  formado  de  capas  concéntri- 
cas, en  cuyo  centro  se  encuentran  á veces  nodulos  de  plata 
nativa  y de  plata  roja. 

YACIMIENTO.  — El  arsénico  acompaña,  por  lo  común, 
á la  galena,  argirosa  y algunos  otros  sulfuros,  especialmente 
al  de  cobalto.  El  arsénico  abunda  en  las  minas  de  Harz,  Sa- 
jorna y Suabia;  Allemont  y Saint  Marie-aux-Mines  (Francia). 
En  España  se  encuentra  en  ciertas  capas  de  carbón  de  pie- 
dra de  las  minas  de  Asturias,  asociado  al  cinabrio  ó sulfuro 
de  mercurio  de  Mieres  (Asturias)  y á la  argiritrosa  de  Gua- 
dalcanal  (Huelva). 

USOS. — Las  aplicaciones  del  arsénico  son  muy  limita- 
das; aleado  en  ciertas  proporciones  con  el  platino,  cobre  y 
estaño  se  destina  para  la  construcción  de  algunos  instrumen- 
tos astronómicos;  sirve  para  limpiar  el  vidrio  y preparación 


de  varios  medicamentos,  tales  como  el  óxido  blanco  de  ar- 
sénico, que  es  una  de  las  sustancias  mas  venenosas  que  se 
conocen. 

ARSENICO  BLANCO  Ó ARSENITA— arsénico  oxida- 
do — ácido  arsenioso  — Fórmula  química  As  O3 

CARACTÉRES. — La  forma  fundamental  de  esta  sustan- 
cia es  el  octaedro  regular  perteneciente  al  primer  sistema;  en 
la  naturaleza  se  presenta  pulverulento  ó en  masas  bacilares 
y aciculares  sobre  la  superficie  de  los  demás  minerales  de 
arsénico;  color  blanco,  lustre  vitreo  ó craso-diamantino  en 
los  cristales  trasparentes;  su  dureza  idéntica  á la  de  la  caliza 
y el  peso  específico  de  3,7;  el  olor  es  acre  y nauseabundo. 
Colocado  sobre  el  carbón  se  volatiliza  por  completo,  con 


COMPOSICION  EN  PESO 


semco. 
Oxígeno.. 


75>Sl 

24,19 

100,00 


VARIEDADES.  — i.a  Octaedros  artificiales  que  derivan 
del  sistema  cúbico;  2.a  formas  prismáticas,  ó mas  bien  ma- 
sas fibrosas  y aciculares,  correspondientes  al  tercer  sistema, 
siendo  por  lo  tanto  otro  de  los  cuerpos  dimorfos  ; 3.a  concre- 
cionada ó pulverulenta. 

Yacimiento. — Se  encuentra  el  arsénico  blanco  en 
todos  los  sitios  en  que  hay  cobalto  y hierros  arsenicales; 
existe  en  Bohemia,  Harz,  Transilvania,  Alsacia,  etc.  Se  ha 
citado  también  en  los  azúfrales  y en  los  cráteres  antiguos  de 
Vulcano  y de  la  Guadalupe. 

USOS.  — Se  emplea  para  matar  ratones  y fabricación  del 
rejalgar  y oropimente.  Esta  sustancia  es  la  que  el  vulgo  co- 
noce con  el  nombre  de  arsénico;  los  labradores  y la  gente 
del  campo  se  valen  de  ella  para  destruir  los  animales  perju- 
diciales á la  agricultura.  Pero  el  color  blanco  que  ofrece 
este  mineral  parecido  al  de  harina  y al  polvo  de  azúcar,  ha 
sido  y es  causa  frecuentemente  de  numerosas  desgracias;  se 
distingue,  no  obstante,  de  las  materias  indicadas  y de  algu- 
nas otras  con  las  que  á primera  vista  podría  confundirse, 
porque  echado  sobre  las  ascuas  desprende  humos  blancos  y 
un  olor  de  ajos  muy  pronunciado. 

REJALGAR  Ó ARSENICO  ROJO  — arsénico  proto- 

sulfurado— protosulfuro  de  arsénico  — Fórmula  quí- 
mica As  S 

\il  ñ I l i jImII 

CARACTÉRES.  — La  forma  primitiva  del  rejalgar  es  un 
prisma  romboidal  oblicuo,  perteneciente  al  quinto  sistema 
cristalino;  su  color  es  el  rojo  de  cochinilla  ó de  aurora,  y ama- 
rillo-naranjado cuando  se  le  reduce  á polvo;  lustre  craso, 
adquiriendo  por  el  pulimento  un  aspecto  semimetálico,  tras- 
parente en  los  cristales  no  alterados,  pero  opaco  en  los 
expuestos  por  algún  tiempo  á la  acción  de  los  rayos  solares. 
Mineral  muy  frágil,  raya  al  talco  y se  raya  por  la  caliza,  sien- 
do su  peso  específico  de  3,5;  desarrolla  por  frote  la  electri- 
cidad negativa.  Al  soplete,  y haciendo  el  ensayo  sobre  el 
carbón,  se  volatiliza  por  completo,  desprendiendo  humos 
espesos  (ácido  sulfuroso  y ácido  arsenioso).  Se  funde  y vo- 
latiliza en  tubo  cerrado,  depositándose  en  su  parte  superior 
pequeños  cristales  de  color  rojo;  en  el  tubo  abierto  arde 
exhalando  el  olor  característico  de  los  compuestos  de  arsé- 
nico. 


AZUFRE  NATIVO 


l6o 


COMPOSICION  EN  PESO 

Arsénico 

Azufre.  ..... 


TOO 

Variedades.  — 1.a  Cristalizada  en  prismas  romboida- 
les oblicuos;  2.a  en  prismas  deformados  y agrupados  parale- 
lamente en  dirección  longitudinal;  3.a  compacta,  formada  de 
pequeñas  masas  amorfas  de  grano  muy  fino.  El  rejalgar  pue- 
de confundirse  con  la  plata  roja,  cinabrio  y cobre  rojo,  pero 
se  distingue  de  estas  especies  por  su  menor  peso  específico 
y dureza,  así  como  por  el  olor  de  ajos  que  exhala  por  la  ac- 
ción del  calor. 

Yacimiento.  Se  encuentra  el  rejalgar  en  los  filones 
de  oro,  de  teluro  y de  otros  minerales  de  Transilvania,  Hun- 
gría, Bohemia,  Harz,  Sajonia,  Tirol,  Vosgos,  Perú,  México, 
etcétera.  Se  presenta  también  en  las  rocas  volcánicas  del 
^ esubio,  Etna,  Pozzuolo,  azufral  de  Guadalupe,  volcan  de 
Bungo  (Japón)  y en  el  monte  Kianfiou  (China).  En  España 
está  asociado  al  cinabrio  de  Lena  (Asturias)  y en  todas  las 
localidades  donde  hay  cobaltos  y hierros  arsenicales. 

USOS.— El  rejalgar,  denominado  sandaraca  por  Teofrasto 
y Plinio,  se  emplea  en  China  y Japón  para  fabricar  ídolos, 
pagodas  y objetos  de  adorno  raros  y caprichosos;  los  turcos 
lo  usan  para  preparar  el  rusma,  pomada  depilatoria  mezcla 
de  rejalgar  y de  carbonato  calizo;  en  los  teatros  y pirotecnia 
sirve  para  producir  el  fuego  llamado  indio  y luces  rojas  de 
Bengala:  en  algunos  puntos  de  Rusia,  tales  como  en  Siberia, 
se  emplea  contra  las  fiebres  intermitentes. 

OROPIMENTE  Ó ARSENICO  AMARILLO-arsénico 

SESQUISULFURADO  — SESQUISULFURO  DE  ARSÉNICO— Fór- 
mula química  AssS3 

Caracteres. — La  forma  primitiva  del  oropimente  es 
un  prisma  romboidal  recto,  correspondiente  al  tercer  sistema 
cristalino;  por  lo  común,  se  presenta  en  masas  laminares  aná- 
logas á las  de  la  mica;  su  color  es  el  amarillo  de  limón  bas- 
tante vivo,  aun  reducido  á polvo,  lustre  nacarado,  metaloi- 
deo  en  las  caras  de  exfoliación  manifiestas,  y craso  <5  resinoso 
en  las  demás,  semitrasparente  ó solo  traslúcido  en  los  bor- 


des; raya  el  talco  y se  raya  por  el  yeso,  estando  representado 
su  peso  específico  por  3,4.  Las  propiedades  químicas  del 
oropimente  son  idénticas  á las  del  rejalgar;  al  contacto  del 
aire,  y calentado  sobre  el  carbón,  arde  con  llama  de  color 
amarillo  y desprendimiento  de  humos  blancos  aliáceos;  en  el 
tubo  cerrado  produce,  por  la  acción  del  calor,  un  depósito 
cristalino  amarillo,  carácter  que  le  distingue  del  rejalgar, 
puesto  que  éste,  como  se  ha  dicho,  da  un  depósito  rojo. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Arsénico 62 

Azufre. 


100 

Variedades. — Los  cristales  de  arsénico  amarillo  son 
muy  raros  y de  formas  confusas,  debido  á su  poca  dureza  y 
á la  tendencia  que  tienen  á perder  sus  aristas  y ángulos  só- 
lidos; la  generalidad  de  los  cristales  de  esta  sustancia  son 
prismas  de  seis  caras  con  apuntamientos  análogos  á los  del 
topacio,  procediendo  casi  todos  de  Tajovva  (Hungría).  Las 
variedades  de  formas  y estructuras  irregulares  pueden  reducir- 
se á las  siguientes:  i.a  laminar,  en  masas  pequeñas  compues- 
tas de  láminas  nacaradas,  fácilmente  separables  unas  de  otras; 
2.a  granuda;  3.a  testácea  ú oolitica;  4.a  compacta,  y 5.a  ter- 
rosa. 

Yacimiento. — El  oropimente  se  encuentra  general- 
mente en  los  mismos  terrenos  y localidades  que  la  especie 
anterior.  Existe,  como  hemos  indicado,  en  Tajovva  (Hun- 
gría), de  donde  proceden  la  mayor  parte  de  los  ejemplares 
cristalizados  que  existen  en  las  colecciones  mineralógicas;  se 
halla  también  este  mineral  en  Valaquia,  Turquía  asiática, 

1 irolj  Suiza,  Harz,  Vesubio,  Zimapan  (México)  y en  ciertos 
sitios  de  los  imperios  de  China  y del  Japón. 

USOS.— Se  emplea  esta  sustancia,  del  mismo  modo  que  el 
rejalgar,  en  la  pintura  y fábricas  de  telas  y papel  pintado:  los 
libreros  la  destinan  para  dar  color  amarillo  á las  hojas  y can- 
tos de  los  libros;  sirve  también  para  teñir  de  este  color  á las 
maderas  blancas,  dándolas  de  esta  manera  un  aspecto  pare- 
cido á las  que  proceden  del  boj ; por  último,  los  turcos  la 
emplean  para  formar  el  rusma  ó pomada  depilatoria. 


CLASE  CUARTA— combustibles 


; 


S 


Comprende  esta  clase  minerales  sólidos  (menos  la  nafta 
petróleo)  esencialmente  inflamables,  sin  brillo  metálico 
metaloideo,  y no  presentan  ni  la  gran  densidad  relativa,  ni 
as  demás  particularidades  que  distinguen  á las  piedras  pro 
píamente  dichas  y á los  metales  (1):  las  sustancias  incluidas 
en  esta  clase  arden  con  mas  ó menos  facilidad  por  medio 
del  calor  y en  contacto  del  oxígeno  del  aire,  perdiendo  de 
peso  las  unas,  mientras  que  las  otras,  por  el  contrario,  ad- 
quieren mayor  densidad  relativa. 

M Delafosse  divide  la  clase  de  los  combustibles  en  dos 


V 

ni  li 


secciones:  i.“  combustibles  carbonosos;  2.a  combustibles 
sulfurosos.  Nosotros,  siguiendo  en  parte  las  ideas  de  Ley- 
merie,  establecemos  los  siguientes  grupos:  i.°  Azufres. 
2.  Resinas.  3.  Betunes.  4.  Carbones,  y un  apéndice  que 
denominaremos  sales  orgánicas. 

( 0 En  realidad  los  combustibles  de  ciertos  mineralogistas  debieran 
formar  un  grupo  independiente  de  los  demás  minerales,  cuyo  grupo  po- 
dría denominarse  seudo-mineral. 

Tomo  IX 


PRIMER  GRUPO-AZUFRES 


Este  grupo  no  comprende  mas  que  dos  especies,  que  son: 
i.a  azufre  nativo,  2.a  azufre  seleniado,  ó mejor  dicho,  í 
de  selenio. 


AZUERE  NATIVO — cuerpo  simple — Fórmula 

química  S 


Caracteres. — El  azufre  perteneced  los  cuerpos  sim- 
ples metaloideos  de  los  químicos,  siendo  el  mas  electro-nega- 
tivo después  del  oxígeno,  flúor,  cloro,  bromo  y yodo;  forma 
en  unión  con  el  selenio  y teluro  la  familia  denominada 
Sulfúridos , y,  como  dijimos  al  hablar  de  los  caractéres  quí- 
micos, es  un  elemento  esencialmente  mineralizador,  forman- 
do parte  de  ochenta  y tantas  especies  minerales. 

La  forma  primitiva  del  azufre  es  un  octaedro  agudo  que 
deriva  del  tercer  sistema  cristalino:  se  obtienen  cristales 


22 


l’JO 


AZI’ FRES 


prismáticos  ó agujas  prismáticas  de  este  cuerpo  por  medio 
de  la  fusión  y enfriamiento,  correspondientes  al  quinto  siste- 
ma ó al  prisma  romboidal  oblicuo  simétrico,  siendo,  por  lo 
tanto,  el  azufre  uno  de  los  mejores  ejemplos  de  minerales 
dimorfos.  Presenta  fractura  concoidea,  brillante  y algún  tanto 
diamantina,  trasparente  en  ciertos  cristales,  en  cuyo  caso 
ofrece  la  doble  refracción  bien  manifiesta;  color  dominante 
amarillo  de  limón,  presentándose  algunos  ejemplares  rojizos 
ó morenos;  raya  al  yeso  y se  deja  rayar  por  la  caliza;  bastante 
frágil,  produciendo  un  ligero  chasquido  cuando  se  le  oprime 
entre  los  dedos;  su  peso  específico  es  de  2,1  en  el  azufre 
natural,  y un  poco  menor  en  el  fundido;  desarrolla  por  frota- 
ción la  electricidad  negativa  6 resinosa  y un  olor  especial.  Se 
funde  á poco  mas  de  iii°  convirtiéndose  en  un  liquido 
trasparente  y de  un  color  amarillo  claro;  si  se  aumenta  la 
temperatura,  este  color  se  va  volviendo  mas  oscuro,  y al  pro- 
pio tiempo  el  líquido  pierde  su  fluidez;  á 160o  se  trasforma 
en  un  liquido  espeso  de  color  pardo;  á 200o  es  tan  viscoso 
que  puede  volcarse  la  vasija  donde  está  contenido  sin  ver- 
terse; por  último,  á mayor  temperatura  adquiere  la  fluidez 
primitiva,  y á 400"  entra  en  ebullición.  Puesto  un  pedazo  de 
azufre  en  el  tubo  de  ensayo  y elevando  la  temperatura,  se 
volatiliza  y condensa  en  la  parte  superior  y fria  del  tubo  en 
forma  de  agujas  prismáticas  derivadas  del  quinto  sistema;  si 
se  quema  al  contacto  del  aire,  arde  con  llama  azulada  y des- 
prendimiento de  ácido  sulfuroso;  se  disuelve  en  el  sulfuro  de 
carbono  y esencia  de  trementina,  cristalizando,  por  evapo- 
ración, en  octaedros  agudos  pertenecientes  al  tercer  sis- 
tema. 

El  azufre,  como  queda  dicho,  es  uno  de  los  cuerpos  mas 
abundantes  en  la  naturaleza,  hallándose  nativo  y constitu- 
yendo sulfuros  y sulfatos.  Para  probar  la  gran  cantidad  que 
existe  de  este  cuerpo  en  la  naturaleza,  cita  Payen  dos  ejem- 
plos, á saber:  el  sulfato  de  cal  y las  piritas.  Pero  además  de 
estas  combinaciones,  el  azufre  entra  á formar  parte  de  los 
séres  organizados;  se  encuentra  en  la  caseina,  fibrina,  albú- 
mina, etc.  Ln  individuo,  cuya  carne  muscular  se  deseque, 
por  cada  n kil.  contendrá  100  gramos  de  azufre. 

Variedades  de  forma  regular.— Octaedros 
sencillos,  mas  ó menos  modificados  en  sus  aristas  y ángulos 
solidos.  Los  hermosos  y notables  ejemplares  de  azufre  octaé- 
drico que  figuran  en  el  museo  de  Historia  Natural  de  Madrid, 
proceden  de  Conil  (Cádiz);  encuéntranse  también  estos  mis- 
mos cristales  en  Libros  ( 1 eruel).  En  el  extranjero  son  nota- 
bles los  octaedros  que  existen  en  Católica  (Sicilia)  y Cali- 
fornia. 

Variedades  de  color. — Las  mas  comunes  é im- 
portantes son  las  siguientes.  1.*  Variedad  de  un  amarillo  puro, 
amarillo  de  limón  ó de  aceite  (cristales  de  Conil);  amarillo 
de  miel  ó amarillo  rojizo  (cristales  de  Sicilia);  amarillo  ver- 
doso (cristales  de  Casena,  Italia).  Finalmente,  existen  ejem- 
plares rojizos,  agrisados  ó blanquizcos.  Según  la  opinión  de 
varios  mineralogistas,  estas  dos  últimas  coloraciones  del  azu- 
fre, y la  opacidad  que  presentan  los  ejemplares,  son  debidas 
á una  sustancia  arcillosa  ó bituminosa  que  se  halla  mezclada 
ó interpuesta.  Respecto  al  color  rojizo  que  presentan  común 
mente  los  individuos  que  proceden  de  Sicilia,  y aun  los  de 
los  terrenos  volcánicos,  se  atribuye  por  muchos  autores  á 
una  corta  cantidad  de  arsénico  rojo  ó de  óxido  de  hierro; 
no  obstante,  M.  Stromeyer  cree  que  el  color  rojo  naran- 
jado que  presenta  el  azufre  sublimado  que  se  encuentra  en 
Vulcano,  reconoce  por  causa  la  mezcla  del  azufre  con  el  se- 
lenio. 

Variedades  de  estructura  y aspecto.— 

i.a  Azufre  vitreo,  de  fractura  y lustre  vitreo,  siendo  en  algu- 
nos casos  mas  ó menos  resinoso,  trasparente  ó traslúcido  y 


fractura  concoidea;  el  azufre  vitreo  se  considera  como  la  va- 
riedad típica  de  la  especie.  2.a  Estalactitico  ó estalagmítico, 
variedad  que  presenta  un  amarillo  de  limón  ó agrisado. 
3.a  Fibroso  ó acicular,  se  halla  en  masas  estratificadas  for- 
madas de  agujas  cristalinas  en  Guadalupe;  existe  también 
esta  variedad  concrecionada,  de  un  amarillo  blanquizco  y de 
estructura  fibrosa  ó casi  compacta;  estos  ejemplares  se  hallan 
en  San  Felipe  de  Toscana  y en  la  gruta  de  San  Fidel,  pró- 
ximo á Siena.  4.a  Compacta,  formada  de  masas  amorfas  de 
color  blanco  ó gris-amarillento,  estando  asociadas  al  azu- 
fre cristalizado  de  los  terrenos  de  sedimento.  5.a  Dendrítico, 
constituido  por  octaedros  sumamente  pequeños  y reunidos 
entre  sí  formando  hacecillos  fibrosos  y con  estrías  trasversa- 
les; se  te  llama  también  azufre  estriado  de  los  volcanes. 
6.a  Pulverulento  ó flor  de  azufre,  en  masas  terrosas,  com- 
puestas de  moléculas  poco  unidas  entre  si,  ó bien  en  capas 
amarillentas  ó en  polvo  blanquizco  cubriendo  la  superficie 
de  ciertas  lavas.  7.*  Azufre  seudo-mórfico  ó epigénico,  que 
suele  reemplazar  á las  semillas  de  las  especies  de  Chara 
(plantas  acotiledóneas),  ó bien  á las  especies  del  género 
Planorbis,  ó caracoles  de  agua;  tal  es  lo  que  se  observa  en 
el  Plano r/tis  sulfureus,  de  Libros  (Teruel),  cuya  especie  está 
convertida  por  completo  en  azufre,  ejemplo  sumamente  raro 
y curioso,  y caso  único  en  su  género,  según  Vilanova,  Direc- 
tor de  esta  obra. 

YACIMIENTO.  — El  azufre  se  encuentra  en  casi  toda 
clase  de  terrenos,  ya  sea  en  cristales  empotrados  en  ciertos 
minerales,  ya  en  bolsadas,  nodulos,  y en  algunos  casos  en 
pequeñas  partículas  que  sirven  como  de  cemento  á la  roca, 
ó bien  pulverulento  cubriendo  la  superficie  de  aquellas.  Esta 
sustancia  no  es  muy  frecuente  en  los  terrenos  cristalinos  ó 
paleozóicos,  pudiendo  decirse  que  solo  ofrece  este  yacimiento 
en  ciertas  localidades  de  la  América;  asi,  por  ejemplo,  Hum- 
boldt  y otros  geólogos  han  encontrado  azufre  en  una  cuarcita 
en  Ticsan  (Andes  de  Quito),  en  un  pórfido  del  volcan  de 
Antisana,  y en  el  azufral  próximo  á la  población  de  Ibarra; 
existe  además  diseminado  en  una  caliza  metamórfica  en 
Serra-do-Frio  y en  la  roca  itacolumita  del  Brasil. 

En  Sicilia  está  en  capas,  acompañado  de  margas,  yeso, 
sal  común  y celestina;  los  criaderos  de  Conil  (Cádiz),  Libros 
y Iiellin,  se  encuentran  enclavados  en  el  terreno  terciario, 
dispuestos  en  el  último  punto  en  capas  numerosas  (hasta  22) 
alternando  con  calizas  y margas  lacustres,  dusodila  y algunos 
techos  de  sulfatos  de  magnesia.  Existen  también  en  Bena- 
maurel  (Granada)  y Benahadux  (Almería).  Además  se  en- 
cuentra el  azufre  en  los  terrenos  volcánicos,  como  el  Vesu- 
bio y Etna;  volcanes  de  Tenerife  y Lanzarote,  Guadalupe, 
Santo  Domingo,  Java  é islas  de  Sandwich;  Vulcano  (islas  de 
Lipari),  los  de  lslandia,  en  los  distritos  de  Husevick  y Kry- 
sevik,  siendo  el  mas  importante  de  todos,  el  célebre  azufral 
de  Pozzuolo  (Nápoles). 

EXTRACCION  DEL  AZUFRE.— El  azufre  nativo  se 
encuentra  mezclado  con  sustancias  terrosas;  se  sujeta  desde 
luego  á una  primera  purificación,  que  se  consigue  fundién- 
dolo en  calderas  á propósito;  las  sustancias  terrosas  quedan 
en  el  fondo  de  estas,  y el  azufre  líquido  se  extrae  con  cazos 
y se  vacia  en  vasos  de  palastro,  en  los  cuates  se  obtiene  el 
mineral  sólido  en  virtud  del  enfriamiento.  En  este  estado  se 
vende  con  el  nombre  de  azufre  en  bruto.  Los  residuos  terro- 
sos de  las  calderas,  en  unión  con  los  minerales  pobres  de 
azufre,  se  someten  á una  destilación,  la  cual  se  verifica  en 
los  mismos  sitios  donde  se  extrae  el  azufre.  Se  ponen  las 
sustancias  azufradas  en  tarros  ó vasijas  de  barro  refractario, 
los  cuales  tienen  en  su  parte  superior  una  abertura,  que  está 
tapada  mientras  dura  la  destilación;  esta  cavidad  está  desti- 
nada á introducir  y sacar  los  residuos  terrosos;  cada  uno  de 


SUCCINO 


los  tarros  tiene  además  un  tubo  de  la  misma  sustancia,  algo 
inclinado,  que  conduce  el  azufre  líquido  á otras  vasijas  igua- 
les á las  primeras,  que  sirven  de  recipiente;  los  tarros  últimos 
llevan  en  su  parte  inferior  un  orificio  que  se  destapa  de 
cuando  en  cuando,  con  el  objeto  de  dar  salida  al  mineral  li- 
quido que  se  recibe  en  cubas  llenas  de  agua.  El  azufre  obte- 
nido por  este  procedimiento,  es  bastante  impuro,  pues  contie- 
ne un  io  o 15  por  100  de  sustancias  terrosas.  Esta  clase  de 
mineral,  recibe  también  en  el  comercio  el  nombre  de  azufre 
en  bruto.  Para  purificarle  por  completo,  se  introduce  en 
hornos  especiales  de  fundición,  en  los  cuales  se  obtiene  á la 
vez  el  azutre  en  cilindros,  cañón  ó canutillo  y las  llamadas 
flores  de  azufre. 

Mr.  I homas,  con  el  objeto  de  extraer  todo  el  azufre  de  la 
materia  mineral,  acaba  de  inventar  un  procedimiento  suma- 
mente sencillo:  consiste  esencialmente  en  valerse  de  un  gran 
cilindro  de  fundición  colocado  horizontalmente,  pero  algo 
inclinado  en  uno  de  sus  lados : este  cilindro  puede  cer- 
rarse por  sus  dos  extremos  é introducir  en  él  los  minerales 
terrosos.  Luego  que  el  cilindro  está  lleno,  se  hace  llegar  va- 
por de  agua  sometido  previamente  á una  temperatura  supe- 
rior á la  de  100o,  y bajo  la  presión  de  cuatro  atmósferas;  de 
esta  manera  se  produce  un  calor  de  1 30o,  mediante  el  cual 
se  funde  el  azufre;  se  separa  después  de  la  ganga  terrosa,  y 
corre  hacia  la  parte  baja  del  cilindro.  La  operación  dura 
próximamente  una  hora,  obteniéndose  todo  el  azufre  en  un 
estado  de  pureza  mayor  que  el  de  los  demás  procedimientos. 

Usos.  El  azufre  se  presta  á numerosas  é importantes 
aplicaciones  á la  industria,  agricultura,  medicina,  etc.  Mez- 
clado con  el  nitro  y carbón,  constituye  las  diversas  clases  de 
pólvora;  sirve  para  la  fabricación  del  ácido  sulfuroso  y sulfú- 
rico, unido  con  el  hidrógeno  forma  el  ácido  hidro-sulfúrico 
ó súlfido-hídrico,  cuerpo  que  tiene  gran  interés  en  la  Quími- 
ca. Se  emplea  en  la  imbricación  de  moldes  de  medallas,  para 
tomar  impresiones,  fabricación  de  pajuelas  y azufrado  de 
mechas;  contiene  la  putrefacción  ó fermentación  de  varios 
líquidos,  por  lo  cual  se  usa  para  la  conservación  de  ciertas 
materias  orgánicas  que  se  destruyen  fácilmente.  En  Agricul- 
tura, se  emplea  para  azufrar  la  vid  con  el  objeto  de  destruir 
el  oidium.  Sirve  además  para  quemar  ó volcanizar  el  cau- 
chouc,  comunicándole  las  cualidades  tan  apreciadas  en  la 
industria:  se  usa  el  azufre  en  Medicina  para  la  curación  de 
las  enfermedades  de  la  piel,  empleándose  en  forma  de  un- 
güentos, pomadas,  etc.,  mezclado  con  sustancias  grasas,  tales 
como  manteca,  cera,  etc.,  etc.,  se  administra  interiormente 
contra  las  enfermedades  del  pulmón  y de  las  visceras  del 
abdomen. 

AZUFRE  SELENIADO— sulfuro  df.  selenio — Fórmula 

I Im  #1  /\  I | Sej^i  I I I | .V1 

Esta  sustancia  de  un  color  amarillento  naranjado,  se  en. 
cuentra  en  forma  de  costras  mezcladas  con  el  cloruro  amó-  ' 
nico  en  el  cráter  de  Vulcano  (islas  de  Lípari).  Mr.  Stromeyer 
supone  que  es  un  sulfuro  de  selenio  mezclado  con  una  corta 
cantidad  de  sulfuro  de  arsénico.  Delafosse  y otros  mineralo- 
gistas, sin  afirmarlo  por  completo,  creen  que  no  es  mas  que 
una  mezcla  de  azufre  y de  selenio  en  proporciones  indefini- 
das. Según  la  opinión  de  Mitscherlich,  los  cristales  que  se 
han  observado  de  esta  sustancia  corresponden  al  prisma 
romboidal  oblicuo.  El  mineralogista  Dana  dice  que  se  ha 
encontrado  el  sulfuro  de  selenio  en  el  volcan  de  Kilauea  (is- 
las Sandwich);  del  Rio  asegura  haber  hallado  selenio  nativo 
en  Culebras  (México);  por  último,  este  cuerpo  simple  existe 
en  pequeñas  cantidades  en  el  azufre  que  se  extrae  de  la  tor- 
refacción de  las  piritas  de  Fhalun  (Suecia),  donde  fué  des- 
cubierto por  Berzelius  el  año  de  1817. 


171 

SEGUNDO  GRUPO— RESINAS 

Las  sustancias  minerales  comprendidas  en  este  grupo  es- 
tán compuestas  de  oxígeno,  hidrógeno,  y carbono  en  propor- 
ciones indeterminadas  ó variables;  su  color  es  amarillo,  pardo, 
rojizo,  traslucientes,  y de  lustre  resinoso  bastante  pronuncia- 
do; los  cuerpos  de  esta  sección  son  frágiles,  blandos  y de  un 
peso  específico  poco  mayor  que  el  del  agua  destilada,  te- 
niendo la  propiedad  de  desarrollar  por  medio  de  la  frotación, 
la  electricidad  negativa.  Arden  ó se  inflaman  con  facilidad,  des- 
prendiendo gran  cantidad  de  humos  y olor  resinoso.  Las  es- 
pecies, ó mejor  dicho,  las  sustancias  mas  principales  de  este 
grupo  son  las  siguientes:  i.a  Succino;  2.a  Retinita;  3.a  Co- 
pal-fósil. 

SUCCINO’ — AMBAR  AMARILLO — ELECTRON  DE  HERODOTO 
Y TEOFRaSTO  — KARA1ÍEÓ  KARUBA  DE  LOS  PERSAS— COM- 
POSICION VARIABLE 

CaractéRES.  — El  succino  ó ámbar  amarillo  se  pre- 
senta generalmente  reniforme,  de  color  amarillo  naranjado, 
amarillo  de  miel,  amarillo  rosado,  blanquizco,  verde  de  acei- 
tuna, pardo  y negruzco;  semitrasparente  ó traslúcido,  habien- 
do también  ejemplares  opacos;  su  fractura  es  concoidea  y el 
brillo  resinoso;  raya  al  yeso  y se  raya  por  la  caliza;  frágil,  su 
peso  específico  de  1,8;  se  electriza  fácilmente  por  medio  de 
la  frotación,  desarrollando  la  electricidad  negativa;  esta  pro- 
piedad la  conocían  los  antiguos  mineralogistas,  que  denomi- 
naron á esta  sustancia  eledrttm , y de  aquí  el  nombre  de  elec- 
tricidad, porque  el  succino  fué  la  primera  sustancia  en  que 
notaron  esta  particularidad.  Arde  con  llama  amarillenta  á tem- 
peratura poco  elevada,  exhalando  olor  resinoso  agradable  y 
depositando  á poco  tiempo  una  materia  ó residuo  carbonoso. 
El  succino  produce,  por  destilación,  diversos  compuestos, 
siendo  los  mas  principales  el  ácido  succínico,  un  aceite  volá- 
til, dos  clases  de  resinas,  que  son  solubles  en  el  alcohol  y 
éter,  y una  sustancia  insoluble. 

COMPOSICION  EN  PESO 


Análisis  de  Drapier 


Carbono 

So,  5 9 

Hidrógeno.  . . . 

7>3 1 

Oxígeno 

Cenizas 

• 

6,73 

3,2  7 

Pérdida.  . 

2,10 

100,00 

Yacimiento. — Se  encuentra  casi  siempre  esta  sustan- 
cia en  las  arenas,  arcillas  y lignitos  de  los  terrenos  terciarios; 
abunda  en  las  costas  del  mar  Báltico  desde  Dantzick  hasta 
Memel;  en  estos  puntos  existen  ejemplares  de  tamaño  varia- 
ble, llegando  algunos,  como  el  del  Museo  de  Berlín,  á medir 
14  pulgadas  de  largo  y á pesar  13  libras;  se  encuentra  tam- 
bién en  Pietralia  (Sicilia),  así  como  en  Viüers-en-Prayer, 
Saint- Pollet,  Auteuil  y otras  localidades  francesas.  En  España 
se  halla  el  succino  en  algunos  sitios  de  las  provincias  de 
Asturias  y Santander,  Mora  de  Rubielos  y Utrillas  (Teruel), 
habiéndolo  encontrado  el  Sr.  Yilanova  en  los  lignitos  de 
Espadilla  (Castellón). 

Se  cree  que  el  succino  no  es  otra  cosa  que  una  resina, 
que  en  su  origen  debía  hallarse  disuelta  en  un  aceite  esen- 
cial, pues  no  de  otra  manera  puede  explicarse  la  presencia 
en  su  interior  de  restos  de  insectos  y aun  de  estos  animales 
enteros,  y otros  pertenecientes  á diversos  órdenes,  así  como 


RESINAS 


172 

también  la  de  hojas  y pétalos  de  plantas  coniferas.  Mr.  Dufre- 
noy  cita  un  ejemplar  de  succino  que  existe  en  el  Museo  de 
Upsal,  que  contiene  en  su  interior  una  corola  completa  per- 
teneciente á una  planta  desconocida. 

USOS. — Esta  sustancia  se  emplea  en  las  artes  para  fabri- 
car objetos  de  adorno,  como  collares,  pendientes,  etc.,  siendo 
en  la  actualidad  poco  apreciada  como  piedra  fina;  sirve  para 
la  fabricación  de  boquillas  de  fumar,  obtención  de  barnices, 
extracción  del  ácido  succínico,  etc. 

RETINITA  Ó RETINAS  FALTO— composición 

VARIABLE 

Caracteres.— I>a  retinita  se  halla  en  riñones  de  co- 
lor gris  amarillento,  pardo  claro  ó rojizo  y de  fractura 
sa;  muy  frágil  y blanda,  teniendo  un  peso  específico  repi 
sentado  por  1,05  á 1,5.  Arde  con  suma  facilidad 
diendo  olor  aromático  análogo  al  del  succino;  produce 
también,  por  destilación,  dos  resinas  solubles  en  alcohol 


depositando  al  propio  tiempo  una  materia  bitumi- 


COMPOS 

Carbono, 
hidrógeno 
Oxígeno. 


W 


MIENTO. — La  retinita  se  presenta  en  ríñones  ó 
tos  redondeados  en  los  lignitos  de  los  terrenos  ter- 
ciarios; se  encuentra  en  Maryland  (Estados-Unidos),  cerca- 
nías de  Halle  (Sajonia)  y en  Moravia. 

\r#  \|M  h0*' 

COPAL  FOSIL—  COPALITA  Ó RESINA  de  highgate— 

COMPOSICIÓN  VARIABLE 

CARACTÉRES. — La  copalita  ó copal  fósi 
en  masas  irregulares  de  color  amarillo  ó rojizo,  lustre  resi- 
noso, muy  blanda,  frágil  y de  un  aspecto  análogo  al  de  la 
resina  copal;  su  peso  específico  es  de  1,16.  Arde  á tempera- 
tura poco  elevada,  exhalando  olor  resinoso  agradable;  se 
disuelve,  aunque  en  pequeña  cantidad,  en  el  alcohol. 


Y 


se  presenta 


OZOKERITA — Formula  química  H.  C 

CARACTERES.  — La  ozokerita  es  un  mineral  parecido 
á la  cera  por  la  consistencia  y traslucidez;  color  verde  puer- 
ro ó verde  pardusco  por  reflexión  y pardo  amarillento  por 
refracción.  Esta  sustancia,  si  bien  se  presenta  amorfa,  ofrece 
en  ciertos  ejemplares  indicios  de  estructura  fibrosa,  por  cuyo 
carácter  suponen  algunos  mineralogistas  que  puede  cristali- 
zar en  algunos  de  los  sistemas ; está  dotada  de  un  olor  agra- 
dable y de  un  peso  específico  representado  por  0,96.  A 80o 
se  funde  en  un  líquido  de  aspecto  oleaginoso;  á mayor 
temperatura  se  inflama  sin  dejar  residuo  alguno;  se  disuelve 
fácilmente  en  aceite  de  trementina,  siendo  muy  poco  soluble 
en  el  éter  y alcohol. 

y ' , 

COMPOSICION  EN  PESO 

idrógeno 14,3 

rbono 85,7 


100,0 


YACIMIENTO.  — La  ozokerita  fué  descubierta  por  Me- 
ye*  en  Slanik  (Moldavia)  en  una  arenisca  que  contiene  sal 
común  y lignito;  se  encuentra  también  en  las  cercanías  de 
Viena  y en  la  mina  de  carbón  de  Arpeth,  próximo  á New- 
castle  (Inglaterra). 

. USOS. — Los  habitantes  de  Slanik  y de  algunos  otros 
puntos  la  emplean  para  el  alumbrado. 

SCHEERITA— Fórmula  química  H2C 

CARACTÉRES. — Se  presenta  en  escamas  pequeñas  ó 
en  laminillas  delgadas,  blancas,  traslúcidas  y con  lustre  na- 
carado; untuosas  al  tacto,  frágiles,  presentando  en  algunos 
casos  indicios  de  formas  cristalinas  que  pueden  referirse  al 
-isma  romboidal  oblicuo  simétrico;  su  peso  específico  es 
isi  idéntico  al  del  agua  destilada.  Se  funde  á 44o  de  tem- 
peratura, y se  disuelve  en  el  alcohol,  cristalizando,  por  eva- 
poración, en  agujas  entrecruzadas  y de  color  blanco  ó agri- 
sado. 


COMPOSICION  EN  PESÓ 


COMPOSICION  EN  PESO 


UN 


Oxigeno.  . 
Hidrógeno.. 
Carbono.  . 


Hidrógeno. 
Carbono.  . 


25 

75 


100 


Yacimiento. — Se  halla  el  copal  fósil  en  grandes  ma- 
sas irregulares  y acompañado  de  arcillas  en  los  terrenos  ter- 
ciarios de  Highgate,  próximo  á Londres. 

Leymerie  coloca  entre  las  resinas  propiamente  dichas  y 
los  betunes,  ciertas  sustancias  que  designa  con  el  nombre 
genérico  de  estearinas,  porque  están  dotadas  de  una  suavi- 
dad y aspecto  parecido  á las  materias  grasas  ó á la  cera.  Los 
minerales  de  esta  sección  están  compuestos  de  hidrógeno  y 
carbono;  ofrecen  un  lustre  craso  ó céreo,  y peso  específico 
igual  ó algo  inferior  al  del  agua  destilada;  blandos,  fácilmen- 
te fusibles,  solubles  en  el  alcohol  y con  tendencia  á cristali- 
zar. Las  especies  principales  de  esta  familia  son:  i.a  ozoke- 
rita; 2.a  escheerita;  3.a  hartita. 


Yacimiento.  — Esta  sustancia  fué  descubierta  por 
:heerer  en  un  lignito  de  Uznach,  próximo  á Saint  Gal  1 

F|  1 I I T \ I Í^Ü  ^ 

HARTITA — Fórmula  química  H5C6 

Caracteres. — Mineral  de  color  blanco  parecido  ála 
cera  y compuesto  de  pequeñas  escamas  ó laminillas  exago- 
nales, que  derivan  del  prisma  romboidal  oblicuo  simétrico. 
La  hartita  tiene  gran  analogía  con  la  especie  anterior  ó sea  la 
escheerita;  pero  se  distinguen  en  que  la  primera  se  funde  á 
74o,  mientras  que  la  segunda  lo  efectúa  á 45  o;  además  la  can- 
tidad de  carbono  es  mayor  en  la  hartita  que  en  la  escheerita. 


COMPOSICION  EN  PESÓ 


Hidrógeno. 
Carbono.  . 


12,2 

87,8 

100,0 


ASFALTO 


*73 


YACIMIENTO. — La  hartita  se  encuentra  en  las  hendi- 
duras de  los  lignitos  de  Oberhart,  próximo  á Gloggnitz 
(Austria)  y en  Rosenthal  (Estiria). 

TERCER  GRUPO-BETUNES 

Los  minerales  incluidos  en  este  grupo  están  constituidos 
esencialmente  por  carbono  é hidrógeno;  arden  ó se  inflaman 
á temperaturas  poco  elevadas  produciendo  humos  densos  y 
un  olor  fuerte  y característico.  La  generalidad  de  estos  cuer- 
pos tienen  un  peso  específico  inferior  al  del  agua  destilada; 
se  presentan  sólidos  unos,  otros  líquidos;  estos  son  incoloros 
ó de  color  amarillento  pardusco;  aquellos  negros  ó de  un 
pardo  oscuro  y completamente  opacos.  Hay  también  betu- 
nes viscosos  que  pueden  considerarse  como  un  tránsito  entre 
los  sólidos  y líquidos.  Se  comprenden  en  este  grupo  tres  sus- 
tancias importantes,  á saber:  i.a  nafta;  2.a  asfalto;  3.a  betún 
elástico  ó elaterita. 

NAFTA 

Esta  sustancia  puede  dividirse  en  dos  sub-especies:  i.a  nafta 
propiamente  dicha;  2.a  petróleo. 

I a sub-especie.  — NAFTA  Ó BETUN  LÍQUIDO  DE 
ALGUNOS  MINERALOGISTAS — hidrógeno  carro- 
ñado— carburo  de  hidrógeno — Fórmula  química  H5C3 

CARACTERES. — La  nafta  es  una  sustancia  bituminosa, 
líquida  á la  temperatura  ordinaria,  trasparente,  de  aspecto 
oleaginoso  y de  color  blanco  amarillento,  ó de  un  amarillo 
claro  cuando  está  pura;  su  peso  específico  está  representado 
Por  °i75l  exhala  un  olor  débil  agradable  á temperatura  ordi- 
naria. Se  infiama  con  mucha  facilidad,  y también  su  vapor 
en  contacto  ó por  la  simple  aproximación  de  un  cuerpo 
enrojecido;  se  disuelve  en  el  alcohol,  y á su  vez  la  nafta 
disuelve  las  resinas  y asfalto. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Hidrógeno ‘1 . J2 

Carbono 88 


100 


bargo,  mucho  menos  fluido  que  la  nafta;  color  pardo  amari- 
llento ó rojo  negruzco;  su  peso  específico  está  representado 
por  0,89.  Mediante  la  destilación,  y mezclado  con  agua, 
produce  un  residuo  pardo,  blando  y viscoso;  se  inflama  fácil- 
mente con  desprendimiento  de  humos  abundantes  y de  olor 
pronunciado. 

La  composición  química  de  la  nafta  es  idéntica  á la  del 
petróleo,  variando,  no  obstante,  la  proporción  de  los  elemen- 
tos, puesto  que  en  la  nafta  hay  mas  cantidad  de  hidrógeno 
que  en  el  petróleo,  mientras  este  contiene  mas  carbono  que 
aquella.  Algunos  autores  suponen  que  esta  sustancia  no  es 
mas  que  la  misma  nafta  que  lleva  en  disolución  cierta  canti 
dad  de  asfalto. 

Yacimiento  Y ORÍGEN.— El  petróleo,  del  mismo 
modo  que  la  nafta,  se  halla  en  varias  localidades,  sobre  todo 
en  aquellas  que  están  próximas  á los  llamados  volcanes  cena- 
gosos y fuentes  ardientes  ó manantiales  de  fuego.  Los  prin- 
cipales depósitos  del  extranjero  existen  en  Bakou,  costas  del 
mar  Caspio,  en  cuyo  punto  es  sumamente  abundante;  se 
encuentran  también  grandes  cantidades  de  petróleo  en  el 
Imperio  de  Birman,  Estados-Unidos,  donde  forma  inmensos 
lagos  subterráneos,  India,  Persia,  Cáucaso,  China,  Japón, 
Islas  de  Zante  y de  Cabo  Verde,  Gavian  (Languedoc),  etc. 
En  España,  según  el  Sr.  Maestre,  se  halla  en  algunos  sitios 
de  Cataluña  impregnando  á varias  calizas  terrosas  ó sea  á la 
creta.  El  ingeniero  español  Sr.  Cia  dice  que  existe  el  petró- 
leo sobrenadando  en  las  aguas  termales  de  Guanabacoa  y 
Madruga  (Isla  de  Cuba),  donde  le  denominan,  lo  mismo  que 
al  asfalto,  chapapote. 

La  nafta,  el  petróleo  y aun  el  asfalto,  deben  su  origen,  se- 
gún la  opinión  de  la  generalidad  de  los  mineralogistas,  á 
las  modificaciones  mas  ó menos  profundas  que  han  experi- 
mentado las  sustancias  vegetales  que,  trasformadas  en  ulla 
ó lignito,  producen  por  destilación  materias  bituminosas. 

USOS. — Se  emplea,  como  todo  el  mundo  sabe,  para  el 
alumbrado;  sirve  para  la  fabricación  de  barnices  y de  ciertos 
preparados  farmacéuticos;  se  ha  usado  como  vermífugo,  y el 
aceite,  llamado  de  Gavian,  ha  tenido  en  otros  tiempos  una 
gran  celebridad  bajo  este  punto  de  vista. 

ASFALTO,  PEZ  MINERAL,  BETUN  DE  JUDEA  Ó 
PISALFALTO  Y BALSAMO  DE  MOMIAS— compo- 
sición VARIABLE 


Yacimiento. — Generalmente  se  encuentra  en  los 
mismos  terrenos  que  el  carbón  de  piedra,  lignitos  y demás 
rocas  minerales  combustibles  (1).  Las  localidades  extranjeras 
en  que  abunda  mas  la  nafta  son:  Persia,  costas  del  mar  Cas 
pió,  Estados-Unidos,  China,  Japón,  Islas  de  Cabo  Verde, 
Imperio  de  Birman,  Parma,  Toscana,  Módena,  Pirineos 
franceses,  etc.  En  España  existe  este  cuerpo  en  varios  sitios 
de  la  provincia  de  bantander,  Escala  (Gerona)  y Sierra  de 
Baza  (Granada). 

Usos.  Para  el  alumbrado  y preparación  de  barnices; se 
emplea  la  nafta  en  química  para  preservar  del  contacto  del 
aire  á los  metales  muy  oxidables,  tales  como  el  potasio  y so 


COMPOSICION  VARIABLE 
CARACTERES.  Se  presenta  líquido,  siendo,  sin  em- 


11  ^ A EvSria,KI’  en!re  Catania  y Caltagirone,  existe  y he  visto  el  lago 
llamado  Naftia  por  la  gran  cantidad  de  esta  sustancia  que  contiene, 
fenómeno  curioso  relacionado  con  el  terreno  volcánico  y tal  ve,  con 
algún  deposito  oculto  de  combustible.  ( N.  de  la  D ) 


Caracteres. — Sustancia  bituminosa  sólida,  compac- 
ta, frágil,  de  fractura  brillante  y concoidea;  su  color  es  el 
negro  de  pez  y el  peso  específico  de  1,05  á 1,16.  Se  funde  á 
poco  mas  de  100o,  y arde  fácilmente  con  llama  brillante  y 
desprendimiento  de  humos  espesos  y olor  fuerte  de  betún; 
mediante  la  destilación  produce  un  aceite  bituminoso  y deja 
un  residuo  carbonoso,  que  representa  la  tercera  parte  del 
peso  del  mineral;  el  asfalto  es  poco  soluble  en  el  alcohol, 
disolviéndose,  por  el  contrario,  con  suma  facilidad  en  la 
nafta. 

Variedades. — i.a  Asfalto  por  excelencia  ó betún  de 
J udea,  se  presenta  sólido,  de  un  negro  intenso  y análogo  á 
la  ulla  compacta,  de  la  cual  se  separa  por  la  fractura  bri- 
llante y concoidea,  por  su  olor  de  betún  y por  su  gran  fragi- 
lidad; esta  variedad,  que  se  conoce  desde  época  muy  anti- 
gua, procede,  según  indica  su  nombre,  del  lago  Asfaltites  ó 
mar  Muerto.  2.a  Asfalto  viscoso  ó pisasfalto,  variedad  muy 
blanda  ó glutinosa  y parecida  á la  pez  común;  se  endurece 
por  el  frió  y se  ablanda  por  la  acción  del  calor. 

Yacimiento. — Se  encuentra  el  asfalto  en  pequeñas 
cantidades  en  el  lago  Asfaltites  ó mar  Muerto  (Judea)  y en 
la  Isla  de  Cuba  y de  Santo  Domingo;  el  depósito  mas  im- 


m 


portante  del  mundo  se  encuentra  en  la  Isla  de  la  Trinidad, 
en  el  llano  que  domina  el  lago  de  Pez,  que  tiene  una  legua 
de  circunferencia,  y desprende  un  olor  tan  intenso  que  se 
nota  á tres  leguas  de  distancia.  En  España  se  halla  asfalto 
en  Torrelapaja  (Zaragoza),  Mina-Diana  y Maestre  (Alava), 
Vasconcillos  (Burgos),  Cidones  (Soria),  Sanlúcar  de  Barra- 
meda  (Cádiz),  Manilva  próximo  á Gibraltar,  Tijola  y Baya- 
que  (Almería)  y Montorio  en  la  mencionada  provincia  de 
Burgos. 

USOS. — Los  antiguos  egipcios  le  empleaban  para  embal- 
samar los  cadáveres;  los  muros  de  la  célebre  ciudad  de 
Babilonia  eran  de  ladrillos  unidos  por  un  cimento  de  asfalto; 
sirve  este  cuerpo  para  la  preparación  de  barnices,  lacres  y 
colores,  así  como  para  disminuir  el  rozamiento  en  las  má- 
quinas, mezclándole  con  cierta  cantidad  de  sebo  ó materias 
grasas;  mezclado  también  con  arena  se  emplea  actualmente 
para  los  pisos  y aceras;  por  último,  en  algunos  puntos  se 
destina  para  obtener  el  gas  del  alumbrado. 

/AJ/huArto  grupo^carbones 

Las  sustancias  mineralógicas  comprendidas  en  este  grupo 
están  constituidas  por  el  carbono  puro,  ó por  este  cuerpo 
unido  al  hidrógeno,  oxígeno  y aun  nitrógeno  en  proporcio- 
nes indefinidas,  no  pudiendo,  por  lo  tanto,  representarse 
ninguna  de  sus  especies  por  una  verdadera  fórmula  química. 
La  generalidad  de  los  carbones  presentan  colores  negros  ó 
pardo-oscuros  y un  peso  específico  comprendido  entre  i y 2 
enteros.  Arden  ó se  inflaman  casi  todos  ellos  á temperaturas 
mas  ó menos  elevadas  con  desprendimiento,  en  varias  de  las 
especies,  de  sustancias  volátiles,  dejando  por  residuo  cierta 
cantidad  de  cenizas.  Las  especies  de  este  grupo  deben  su 
origen  á las  diversas  modificaciones  ó trasformaciones  que 
han  sufrido  las  plantas  de  las  diferentes  épocas  á que  cor- 
responden cada  una  de  las  especies,  siendo  los  cambios  de 
las  plantas  tanto  mas  considerables,  cuanto  mas  antiguas 
son,  ó lo  que  es  lo  mismo,  según  que  pertenezcan  á los  ter- 
renos primarios,  secundarios,  terciarios  ó modernos,  hunda- 
dos  en  estas  consideraciones,  dividiremos  el  grupo  carbones 
en  las  siguientes  especies:  i.a  Grafito  (1);  2.a  Antracita;  3.a 
Ulla  ó carbón  de  piedra;  4.a  Lignito;  y 5.a  Turba. 

GRAFITO  — PLOMBAGINA  Ó LÁPIZ  PLOMO  — CARBONO — 

Fórmula  química  C 

El  grafito  se  considera  por  muchos  mineralogistas  como 
un  carbono  puro,  pero  con  diferente  agregación  molecular 
que  en  el  diamante;  sin  embargo,  todas  las  variedades  ó 
ejemplares.de  esta  sustancia  contienen,  por  lo  menos,  un  4 
por  ciento  de  materias  extrañas,  siendo  las  mas  principales 
y frecuentes  el  hierro,  sílice,  arcillas,  cal,  alumina  y compues- 
tos bituminosos. 

Cahactéres.- El  grafito  (de  grafo,  yo  escribo)  se 
presenta  muy  rara  vez  cristalizado  en  prismas  exagonales  que 
derivan,  según  algunos  autores,  del  cuarto  sistema  cristalino 
de  Dufrenoy  ó sea  del  romboédrico;  por  lo  general  se  en- 
cuentra escamoso  y en  algunos  casos  compacto,  de  color 
gris  negruzco  ó gris  de  hierro  oscuro,  lustre  semi-metálico  ó 
metaloideo  mas  bien  que  metálico,  suave  al  tacto;  tizna  ó man- 
cha los  dedos  y deja  sobre  la  porcelana  ó papel  una  impresión 
ó huella  de  color  agrisado  y de  brillo  metaloideo,  á diferencia 
de  la  molibdenita  que  produce  una  mancha  brillante  de  co- 

(1)  El  diamante,  ó sea  el  carbono  puro  cristalizado,  le  hemos  estu- 
diado conforme  á las  ¡deas  de  Werner  y Leymerie  en  el  grupo  de  las 
piedras  finas.  I laüy,  Delafosse  y otros  eminentes  mineralogistas  le  colo- 
can en  la  clase  combustibles. 


CARBONES 

lor  gris- verdoso;  el  grafito  es  un  mineral  muy  blando,  pues 
se  deja  rayar  por  casi  todos  los  cuerpos  menos  por  el  talco 
y algún  otro,  siendo  negro  el  polvo  que  resulta  de  la  raya; 
su  peso  específico  está  representado  por  1,8  ¿ 2,4.  Este 
cuerpo  arde  con  muchísima  dificultad  sin  producir  ninguna 
sustancia  volátil;  infusible  al  soplete  e inatacable  por  los 

ácidos. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Análisis  del  de  Ceilan 


Id.  del  Id.  del 
de  Inglaterra  de.Himalaya 


Carbono.  . . • 

94,0 

53»4 

7 r,6 

Hierro/  . tL-  • 

7,9 

5,° 

Cal  y alumina. . . 

6,0 

36,0 

8,4 

» 

y> 

15»0 

Agua.  \ K *Á\ 

» 

2,7 

» 

100,0  100,0  100,0 

VARIEDADES.  — i.a  Cristalina,  constituida  de  láminas 
pequeñas  que  ofrecen  una  forma  exagonal,  derivada  del 
cuarto  sistema.  2.a  Pizarrosa,  formada  de  hojas  ó láminas 
encorvadas  de  alguna  magnitud  y difícilmente  separables. 
3.a  Escamosa,  compuesta  de  láminas  mas  pequeñas  que  las 
de  la  variedad  anterior,  brillantes  y de  un  blanco  de  estaño 
4 a Terrosa  ó compacta,  se  presenta  en  masas  de  color  gris 
ó de  un  negro  mate  y compuesta  de  un  grano  fino  que  ad- 
quiere cierto  brillo  por  medio  del  frote.  5.a  Incrustante,  en 
el  de  Siberia  ó capas  delgadas  cubriendo  la  superficie  de  al- 
gunas rocas  cuarzosas. 

Yacimiento. — Se  encuentra  el  grafito  en  los  terrenos 
primarios  ó paleozoicos  subordinado,  por  lo  común,  á las 
arcillas,  gneis  y pizarras  micáceas;  en  algunas  localidades  se 
presenta  en  rocas  serpentínicas,  porfídicas  y calizas  sacaroi- 
deas. El  criadero  mas  importante,  por  la  abundancia  y buena 
cualidad  del  grafito,  es  el  de  Siberia,  descubierto  hace  pocos 
años  por  el  francés  Alibert  de  Montauban:  los  célebres  depó- 
sitos de  Cumberland  (Inglaterra),  puede  decirse  que  están 
agotados;  existe  además  esta  sustancia  en  Saboya,  Pinheiro 
(Portugal),  Noruega,  New-York  y Baltimore  (Estados  Uni- 
dos), Morlaix  (Francia),  Pargas  (Finlandia),  Ceilan,  Baviera, 
Piamonte,  etc.  En  España  le  tenemos  en  Benahavis,  Marbe- 
11a  y Pujerra  (Málaga),  y en  diferentes  puntos  de  las  provin- 
cias de  Jaén,  Granada,  Toledo  y Asturias. 

USOS.— Se  emplea  la  plombagina  ó grafito  para  la  fabri- 
cación de  lapiceros,  construcción  de  hornillos  refractarios, 
crisoles,  etc.;  mezclado  con  materias  grasas  sirve  para  dismi- 
nuir el  rozamiento  de  las  máquinas.  Como  todo  el  mundo 
sabe,  los  mejores  lapiceros  venian  de  Cumberland,  pero  hoy 
son  mas  estimados  los  célebres  de  Faber,  fabricados  con  el 
grafito  encontrado  en  Siberia.  Esta  sustancia  se  destina  tam- 
bién para  evitar  la  oxidación  del  hierro,  así  como  para  pavo- 
nar las  armas  de  fuego  y cubrir  los  moldes  usados  en  galva- 
noplastia, puesto  que  el  grafito  es  buen  conductor  de  la 
electricidad,  é impide  al  propio  tiempo  la  unión  ó adheren- 
cia de  las  láminas  metálicas. 

ANTRACITA.  ULLA  BRILLANTE -composición 

VARIABLE 

CARACTERES. — Sustancia  carbonosa,  de  color  negro 
agrisado,  opaco,  brillante  y de  lustre  semimetálico  o meta- 
loideo, ofreciendo  algunos  ejemplares  irisaciones  o reflejos 
mas  ó menos  intensos;  raya  al  yeso  y se  deja  rayar  por  la 
caliza,  estando  dotada  de  un  peso  específico  representado 


t 


} 


1 

1 / 


CARBONES 


175 


poi  1,4  á 1,9.  A temperaturas  elevadas  arde  con  mucha  di- 
ficultad, produce  poca  llama,  no  desprende  olor  ni  humos, 
y tiene  la  propiedad  de  decrepitar,  por  cuya  razón  no  se 
acostumbra  á emplearla  como  cuerpo  combustible  en  gran 
escala. 


COMPOSICION  EN  PESO 


Carbono.  . . 

Cenizas. . . . 

Sustancias  volátiles.  . 

...  8 

Hidrógeno..  . . 

100 

Variedades.— Se  conocen  diferentes  variedades  de 
antracita,  siendo  entre  otras  las  mas  importantes  las  siguien- 
tes: i.a  Poliédrica,  compuesta  de  láminas  que  afectan  formas 
prismáticas  casi  regulares,  siendo  debidas  á la  retracción  que 
han  sufrido  por  la  acción  del  calor.  2.a  Pizarrosa,  forma- 
da también  de  láminas,  divisibles  en  otras  mas  pequeñas 
3.  Compacta,  ofrece,  por  lo  común,  la  forma  de  riñones  mas 
ó menos  voluminosos.  Algunos  mineralogistas  admiten  la 
variedad  denominada  vidriosa,  de  aspecto  homogéneo  y frac- 
tura compacta  con  bordes  agudos;  en  realidad  es  la  variedad 
poliédrica. 

Yacimiento.  La  antracita  corresponde  esencial- 
mente á los  terrenos  carbonífero,  devónico  y silúrico;  se  en- 
cuentra muchas  veces  encima  de  la  ulla  ó carbón  de  piedra, 
por  lo  que  algunos  geólogos  creen  que  la  antracita  no  es 
mas  que  una  ulla  metamórfica  ó mas  ó menos  modificada 
Las  localidades  extranjeras  en  donde  mas  abunda  esta  sus- 
tancia combustible  son:  Pensilvania,  Virginia  y Connecticut 
(Estados  L nidos),  debiendo  estos  países  en  gran  parte  su 
prosperidad  á las  enormes  cantidades  de  ullas  metamórficas 
que  en  ellos  existen;  se  encuentra  también  este  mineral  en 
el  país  de  Gales  (Inglaterra),  Alpes  del  Delfinado  y Taren- 
tesa.  En  España  le  tenemos  en  \ illaviciosa,  Yiñon  y Colunia 
(Asturias).  5 

usos.— Se  emplea  esta  sustancia  como  combustible,  te- 
niendo el  inconveniente  de  decrepitar,  por  cuya  razón  tanto 
en  Europa  como  en  América  no  se  ha  destinado  para  el  men- 
cionado uso,  sino  hasta  hace  pocos  años.  Se  utiliza  hoy  en 
las  fundiciones  y en  todas  las  operaciones  en  que  se  necesi- 
tan temperaturas  muy  elevadas;  la  antracita  arde  mejor 
cuando  está  en  grandes  masas  que  en  pequeñas,  y cuanta 
mayor  sea  la  corriente  de  aire.  En  el  país  de  Gales  y en  al- 
gún otro  punto  se  sirven  de  la  antracita  para  calentar  los 
hornos  de  reverbero.  La  llama  que  produce  este  mineral  no 
es  debida  a la  combustión  de  las  sustancias  volátiles  que 
Pueda  desprender  por  la  acción  del  calor,  supuesto  que  aque- 
llas son  en  muy  corta  cantidad,  sino  á la  combustión  del  óxi- 
do de  carbono  que  se  forma  mediante  la  corriente  de  aire 
que  atraviesa  una  gran  capa  de  antracita. 

ULLA— CARBON  DE  PIEDRA  Ó HORNAGUERA— COMPOSICION 

VARIABLE 

Car ACTÉ res.  — Este  mineral,  tan  abundante  como 
útil  y nct  esaiio,  es  un  combustible  de  color  negro  intenso, 
brillante,  opaco  y no  cristalino;  su  estructura  es  pizarrosa' 
muy  frágil  y blando,  siendo  negro  y sin  brillo  el  polvo  que 
resulta  de  la  raya;  su  peso  específico  es  de  1,1.  El  carbón  de 
piedra  es  una  sustancia  poco  higrométrica;  no  obstante,  dis- 
minuye algún  tanto  de  densidad  cuando  se  somete  á la  tem- 
peratura de  100o;  introducido  en  agua  absorbe  cierta  canti- 
dad de  este  líquido,  dilatándose  al  propio  tiempo  de  una 
manera  sensible.  Arde  con  llama  amarillenta  y desprendi- 


miento de  humo  y de  olor  bituminoso;  el  residuo  que  queda 
después  de  la  combustión,  y que  se  designa  con  el  nombre 
de  coky  ofrece  un  lustre  semimetálico  ó metaloideo,  siendo 
duro  y sonoro  por  la  acción  del  choque.  La  ulla  produce  por 
medio  de  la  destilación  diversos  gases,  como  el  hidrógeno 
protocarbonado  y bicarbonado,  que  constituye,  como  sabe- 
mos, el  gas  del  alumbrado;  el  ácido  carbónico,  amoniaco, 
óxido  de  carbono,  ázoe,  etc.,  desprende  también  agua  y di- 
ferentes betunes  líquidos. 

El  elemento  esencial  de  la  ulla  es  el  carbono,  al  cual  van 
unidos  el  hidrógeno,  oxígeno  y nitrógeno,  sustancias  voláti- 
les y materias  férreas  en  proporciones  distintas,  según  las 
variedades.  Rara  vez  se  presenta  puro  este  mineral,  encon- 
trándose generalmente  asociado  á caliza,  arcillas,  carbonato 
de  hierro  y sulfuros  de  este  mismo  mineral. 


COMPOSICION  DE  LAS  DIFERENTES  VARIEDADES  DE  ULLA 


Ulla  antracitosa 

Crasa  de 

Crasa  de 

Seca  de 

llama  corta 

llama  larga 

llama  larga 

Carbón. . . 95 

86 

82 

75 

Hidrógeno.  2 
Oxígeno  y 

5 

6 

6 

nitrógeno.  3 

7 

1 2 

18 

100 

98 

IOO 

99 

Variedades. — Algunos  mineralogistas  establecen  las 
siguientes:  i.a  Ulla  seudocristalina,  se  presenta  en  fragmen- 
tos prismáticos  que  proceden,  como  los  que  se  han  indicado 
en  la  antracita,  de  la  retracción  que  ha  sufrido  este  combus- 
tible en  el  interior  de  la  corteza  terrestre.  2.a  Pizarrosa,  va- 
riedad que  puede  dividirse  en  láminas  ú hojas  mas  ó menos 
gruesas,  que  presentan  una  textura  algo  parecida  á las  pi- 
zarras. 3.a  Laminar,  variedad  que  á su  vez  se  divide  en  lámi- 
nas en  una  sola  dirección,  mientras  que  en  todas  las  demás 
ofrece  fractura  desigual.  4.a  Compacta,  tiene  fractura  con- 
coidea, resinosa  y casi  mate.  Pertenece  á esta  variedad  el 
carmel  coal  de  los  ingleses  ó carbón  candela,  así  denomina- 
do, porque  arde  de  una  manera  continua,  con  llama  clara, 
amarilla  y brillante.  5.a  Piciforme,  de  brillo  análogo  al  de  la 
pez  ó resina.  6.a  Ulla  irisante,  esta  variedad  ofrece,  á conse- 
cuencia de  un  principio  de  descomposición  en  su  superficie 
exterior,  colores  muy  variados,  tales  como  el  rojo,  amarillo, 
verde,  etc.  7.a  Ulla  ligniforme,  presenta  una  estructura  pa- 
recida á la  de  los  lignitos. 

Se  han  hecho  además  otras  clasificaciones,  basadas  unas 
en  los  caractéres  químicos,  otras  en  las  localidades,  etc.  Una 
de  las  mejores  está  fundada  en  los  caractéres  pirognósticos: 
atendiendo,  pues,  á la  combustión,  se  dividen  en  tres  seccio- 
nes principales,  á saber:  1 a ullas  secas;  2.a  ullas  crasas;  3.a 

ullas  mixtas  ó intermedias. 

» 

ULLAS  segas. — Ofrecen  analogía  con  la  antracita;  su 
color  es  el  gris  de  acero,  y fractura  concoidea  mas  bien  que 
pizarrosa.  Se  inflaman  ó arden  con  dificultad,  no  aumentan 
de  volumen,  y sus  fragmentos  se  aglutinan  débilmente;  des- 
prenden mucho  humo  y producen  gran  cantidad  de  cok.  Es- 
tas ullas  son  las  que  se  destinan  generalmente  á las  máqui- 
nas de  vapor. 

ULLAS  grasas.  — Presentan  color  negro  y estructura 
esencialmente  pizarrosa.  Arden  con  facilidad  produciendo 
una  llama  intensa,  aumentan  de  volumen  y sus  fragmentos 
se  aglutinan  dando  gran  cantidad  de  cok,  que  en  algunas 
variedades  llega  hasta  un  60  por  ioo.  Se  emplean  en  la  forja 
y en  los  hornos  de  reverbero. 

U LL  AS  mixtas. — Presentan  color  negro,  aunque  nun- 
ca tan  intenso  y homogéneo  como  el  de  las  crasas,  siendo 


CARBONES 


I7Ü 


al  propio  tiempo  mas  ligeras  que  estas.  Arden  con  llama  lar- 
ga, y sus  fragmentos  no  se  aglutinan.  Producen,  por  destila- 
ción, gran  cantidad  de  gases,  pero  el  cok  que  resulta  es  muy 
poco  coherente.  Se  usan  para  la  obtención  del  gas  del  alum- 
brado. 

Los  ingleses  dividen  el  carbón  de  piedra  en  los  cuatro 
grupos  siguientes: 

1. °  Calkinh-coal , ó carbón  que  se  aglutina.  Se  inflama  ó 
arde  con  larga  llama,  siendo  esta  variedad  la  que  se  destina 
casi  siempre  á las  máquinas  de  vapor,  así  como  para  la  ob- 
tención del  cok. 

2. "  Therry  coal  ó soft  coal.  Carbón  blando  ó flojo.  Esta 
ulla  es  frágil  y se  aplasta  fácilmente.  Arde  con  llama  mas  ó 
menos  intensa  y produce  gran  cantidad  de  calor. 

3.0  Splint coal  ó s tale  ley- coal.  Carbón  pizarroso  ó astillo- 
so. Ofrece  un  color  negro  mate  y estructura  hojosa.  Necesita 
para  arder  ó inflamarse  temperaturas  bastante  elevadas,  sien- 
do una  de  las  variedades  que  se  destinan  para  la  fundición  y 
trabajo  del  hierro. 

4. 3 Cannelcoal  ó carbón  candela.  No  es  mas  que  la  va- 
riedad compacta  que  hemos  descrito  anteriormente;  tiene 
color  negro  intenso,  fractura  concoidea,  y no  tizna  ó mancha 
los  dedos;  duro,  no  compacto  y susceptible  de  adquirir  pu- 
limento, por  lo  que  en  algunos  pueblos  de  Inglaterra  se  em- 
plea para  la  fabricación  de  vasos  y algunos  objetos  de  ador- 
no. El  carbón  candela  contiene  bastante  hidrógeno,  y se  usa 
de  preferencia  á los  demás  en  la  economía  doméstica,  porque 
produce  si  se  quiere  mas  llama  que  las  otras  variedades;  se 
emplea  además  para  obtener  el  gas  del  alumbrado. 

Los  dos  primeros  grupos  mencionados,  ó sean  el  carbón 
que  se  aglutina  y el  blando  ó flojo,  se  designan  también  con 
el  nombre  de  cubical-coal  (carbón  cúbico),  á causa  de  que 
sus  fragmentos  vienen  á tener  una  forma  parecida  al  cubo. 

Por  último,  Mr.  Karsten,  teniendo  en  cuenta  la  naturaleza 
del  cok  que  producen  las  diferentes  clases  de  ullas,  las  ha 
dividido  en  tres  grupos:  r.°  ullas  que  dan  un  cok  coagulado; 
2/  ullas  que  producen  cok  fusible  y tumescente;  3.0  ullas 
que  dan  por  resultado  un  cok  pulverulento.  Los  dos  prime- 
ros grupos  corresponden  á las  que  hemos  denominado  cra- 
sas y mixtas,  y el  tercero  á las  secas. 

Yacimiento.  — Corresponden  las  ullas  á los  terrenos 
llamados  primarios  ó paleozoicos,  encontrándose  esencial- 
mente en  el  piso  superior  del  designado  con  el  nombre  de 
carbonífero , que  corresponde  al  grupo  de  los  terrenos  men- 
cionados. El  carbón  de  piedra  forma  capas  de  mas  ó menos 
espesor,  comunmente  sinuosas  ó plegadas,  y alternando  con 
otras  de  arenisca,  pizarras  y arcillas,  en  las  cuales  se  obser- 
van impresiones  de  hojas  de  heléchos  y otras  plantas  criptó- 
gamas,  encontrándose  también  con  bastante  frecuencia  va- 
riedades litoideas  ó terrosas  del  carbonato  de  hierro.  La  ulla 
hasta  ahora  no  se  ha  hallado  ni  en  los  terrenos  de  cristaliza- 
ción ni  en  los  mas  modernos  de  la  serie  neptúnica.  Según  la 
opinión  de  eminentes  geólogos,  el  carbón  de  piedra  consti- 
tuye una  época  en  la  corteza  terrestre,  la  cual  ha  dado  ori- 
gen á multitud  de  fenómenos  sumamente  importantes,  que 
terminaron  con  la  aparición  de  las  areniscas  abigarradas  y 
las  calizas,  cuyo  origen  y formación  son  muy  distintos  de  los 
de  la  ulla. 

ulla  puede  asegurarse  que  existe  en  todas  las  regiones 
y latitudes,  abundando,  sin  embargo,  mas  en  la  zona  tem- 
plada boreal  que  en  la  austral.  Los  criaderos  mas  importan- 
tes de  Europa  se  encuentran  en  las  siguientes  naciones:  i.a 
Inglaterra,  donde  existen  minas  de  este  mineral,  acompaña- 
do del  carbonato  de  hierro,  en  el  país  de  Gales,  Dudley, 
Birmingham,  Glascow  y Edimburgo:  2.a  Bélgica,  en  cuya 
nación  son  notables  los  criaderos  de  Lieja,  Namur,  Charle- 


roi  y Mons;  3.a  Francia,  siendo  importantes  las  ulleras  de 
Anzin,  Vicoigne,  Aniche,  Saint-Etienne,  Aveyron  y algunos 
otros;  4.a  Prusia;  5.a  Bohemia.  En  América  son  muy  nota- 
bles los  criaderos  de  ullas  antracitóideas  de  Pensilvania, 
Virginia,  Connecticut,  Massachussets,  ¿Alto  Canadá,  Nueva 
Escocia  y algunos  otros;  en  Asia  existen  minas  muy  abun- 
dantes en  la  llamada  India  inglesa;  habiéndose  descubierto 
recientemente  grandes  criaderos  de  este  mineral  en  diferen- 
tes localidades  de  Australia.  En  nuestras  islas  Filipinas,  se- 
gún la  Memoria  geológico  mineral  que  acaba  de  publicar  el 
ingeniero  de  minas  Sr.  Centeno  y García,  existen  minas  bas- 
tante buenas  de  ullas  en  Uling,  Alpacó  y Compostela,  cuyos 
pueblos  corresponden  á la  isla  de  Cebú;  recientemente  dice 
el  Sr.  Centeno  que  se  ha  descubierto  un  nuevo  criadero  en 
la  provincia  de  Albay,  situada  en  el  extremo  sur  de  la  isla 
de  Luzon,  así  como  también  algunos  otros  en  la  isla  de  Se- 
merara,  al  sur  de  M indoro,  los  de  la  isla  Negros  y los  nuevos 
del  distrito  de  Surigao  en  la  parte  nordeste  de  la  isla  de 
Mindanao. 

En  la  Península  existe  carbón  de  piedra  en  muchos  puntos, 
siendo  desde  luego  los  criaderos  mas  importantes  los  de 
Langreo,  Quirós,  Ferroñés,  Arnao,  Mieres,  Riosa,  Santofir- 
rae,  etc.,  (Asturias).  En  la  provincia  de  Córdoba  se  encuen- 
tran el  célebre  depósito  de  Espiel  y Belmez,  que  recorre 
de  E.  á O.  una  longitud  de  diez  leguas  próximamente,  te- 
niendo en  algunos  sitios  hasta  media  legua  de  latitud.  Exis- 
ten también  criaderos  bastante  notables  en  las  provincias  de 
Palencia  y León,  situados  en  la  vertiente  meridional  de  la 
cordillera  Cantábrica.  En  los  Pirineos  de  Cataluña  se  encuen- 
tra el  célebre  criadero  de  San  Juan  de  las  Abadesas  (Gero- 
na); por  último,  se  hallan  minas  de  carbón  de  piedra  en 
Henarejos  (Cuenca),  Reinosa  (Santander),  Villanueva  del 
Rio  (Sevilla)  y en  algunos  puntos  de  las  provincias  de  Bur- 
gos, Badajoz  y Cáceres. 

Como  hemos  dicho,  el  elemento  esencial  de  las  sustancias 
carbonosas  es  el  carbono,  al  cual  se  unen  cantidades  varia- 
bles, pero  siempre  en  pequeña  proporción,  de  oxígeno  y de 
hidrógeno,  conteniendo  además  las  ullas  una  corta  cantidad 
de  ázoe.  Las  diversas  cualidades  del  carbón  de  piedra  así 
como  las  de  los  otros  combustibles  dependen  de  la  propor- 
ción de  los  dos  primeros  gases,  es  decir,  de  hidrógeno  y 
oxígeno,  observándose  que,  cuanto  mas  antigua  es  la  sus- 
tancia carbonosa,  ó lo  que  es  lo  mismo,  cuanto  mayor  sea 
la  descomposición  que  hayan  experimentado  las  plantas, 
disminuye  la  cantidad  de  hidrógeno  y oxígeno  y aumenta, 
por  el  contrario,  la  de  carbono.  Así  por  ejemplo,  la  propor- 
ción de  oxígeno  decrece  á partir  de  la  madera  ó carbón  ve- 
getal, siendo  mayor  en  esta  que  en  la  turba,  menos  en  el 
lignito  que  en  esta  y así  sucesivamente  hasta  llegar  á la  an- 
tracita en  que  puede  considerarse  como  nula.  Respecto  del 
hidrógeno,  puede  decirse  que  se  halla  próximamente  en 
cantidades  iguales  en  todas  las  sustancias  mencionadas.  De 
aquí  se  deduce,  que  un  combustible  será  tanto  mas  moderno, 
cuanto  mayor  cantidad  de  gases  contenga  y,  por  el  contrario, 
tanto  mas  antiguo,  cuanto  mas  rico  sea  en  carbono,  notán- 
dose también  que  estos  últimos  están  dotados  de  mayor 
poder  calorífero  que  los  primeros,  supuesto  que  esta  propie- 
dad está  relacionada  con  la  proporción  de  carbono,  mientras 
que  la  mayor  inflamabilidad  depende  de  la  mayor  ó menor 
cantidad  de  sustancias  gaseosas. 

Los  diferentes  y variados  análisis  que  se  han  efectuado  en 
las  distintas  clases  de  carbón  de  piedra,  han  dado  por  resul- 
tado las  conclusiones  siguientes: 

i.a  Que  la  cualidad  que  tienen  las  ullas  de  aglutinarse 
constituyendo  una  sola  masa  para  producir  cok  ampolloso, 
depende  de  la  cantidad  relativa  de  hidrógeno  y de  oxígeno. 


LIGNITO 


2.a  Que  si  el  hidrógeno  predomina  sobre  el  oxígeno,  las  ullas 
son  mas  inflamables  ó fusibles,  se  aglutinan  con  mas  facilidad 
y producen  un  cok  mas  ampolloso.  3.a  Que  si  la  cantidad  de 
hidrógeno  es  bastante  considerable,  las  ullas  producen  muy 
poco  cok  por  la  destilación,  á causa  de  que  casi  todo  el  car- 
bono se  combina  para  formar  hidrógenos  carbonados.  4.a  Que 
las  ullas  en  que  predomina  el  oxigeno  sobre  el  hidrógeno,  no 
se  reblandecen  y dan  por  resultado  un  cok  pulverulento.  5.a  Un 
color  negro  intenso,  lustre  vivo  y una  dureza  considerable 
relativa  soncaractéresque  indican  grande  cantidad  de  carbono 
y predominio  del  oxígeno  sobre  el  hidrógeno.  6.a  Un  lustre 
resinoso  indica  menor  proporción  de  carbono,  así  como  la 
cantidad  de  este  será  mas  considerable  si  ofrecen  lustre  vi- 
treo. 7.a  Un  lustre  intenso,  poca  consistencia  y dureza  son  se- 
ñales de  mucha  cantidad  de  carbono,  y al  propio  tiempo 
predominio  del  hidrógeno  sobre  el  oxígeno.  8.a  Un  color  ne- 
gro mate,  mucha  tenacidad  y algo  de  dureza,  indican  menor 
cantidad  de  carbono  que  en  el  caso  anterior,  pero  el  oxígeno 
adquiere  una  gran  preponderancia  sobre  el  hidrógeno.  9.a  Un 
color  pardo  negruzco  señala  grande  proporción  de  hidrógeno. 

USOS.  — Importantísimas  son  las  aplicaciones  de  este  pre- 
cioso combustible,  tan  abundante  como  útil  y necesario  hoy 
para  el  hombre.  La  ulla,  como  todo  el  mundo  sabe,  puede 
sustituir  con  gran  ventaja  á la  leña  en  casi  todos  los  usos 
á que  esta  se  destina,  supuesto  que,  como  hemos  dicho,  el 
poder  calorífico  del  carbón  de  piedra  es  superior  al  carbón 
de  leña.  Las  ullas  denominadas  mixtas  se  emplean  con  prefe- 
rencia para  la  obtención  de  los  hidrógenos  bi  y protocar- 
bonado,  ó sea  el  gas  del  alumbrado;  las  llamadas  secas,  como 
combustible,  siendo  las  que  se  usan  generalmente  en  las 
máquinas  de  vapor;  las  ullas  crasas  que  arden  con  llama 
larga,  se  emplean  especialmente  en  los  trabajos  de  forja  y 
para  los  hornos  de  reverbero  que  necesitan  temperaturas 
muy  elevadas,  destinándoselas  también  para  la  extracción  de 
los  hidrógenos  bi  y protocarbonado.  Además  de  estas  apli- 
caciones importantísimas,  sabemos  que  la  ulla  produce  por 
destilación,  no  solo  el  cok,  sustancia  de  tanto  consumo  en 
nuestros  hogares  y aun  en  la  metalurgia,  sino  también  la 
brea,  ácido  fénico,  aceites  empireumáticos,  los  cuales  están 
compuestos  de  diversos  principios  inmediatos,  siendo  uno 
de  los  esenciales  el  designado  con  el  nombre  de  naftalina. 

LIGMTO — MADERA  FÓSIL — MADERA  BITUMINOSA  Y CARBON 
PARDO  — COMPOSICION  VARIABLE 

Caracteres. — El  lignito  es  una  sustancia  combusti- 
ble de  color  negro  ó pardo  oscuro;  su  fractura  puede  ser 
compacta,  térrea,  pizarreña  ó fibrosa,  siendo  su  peso  especí- 
fico de  1,2,  y en  algunos  ejemplares  inferior  al  del  agua  des- 
tilada. Se  inflama  y arde  fácilmente  con  llama  prolongada  y 
desprendimiento  de  humos  y de  olor  bituminoso,  picante  y, 
por  lo  general,  desagradable;  al  arder  sus  fragmentos  no  se 
aglutinan  ni  aumentan  tampoco  de  volumen , careciendo 
además  de  la  sonoridad  del  cok  ó residuo  que  dejan  las  ullas 
cuando  se  las  destila.  Por  destilación,  produce  gran  canti- 
dad de  gases,  agua  acidulada,  aceites  empireumáticos  y otros 
diferentes  productos  análogos  á los  de  las  ullas. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Lignito  común  Azabache  Madera  fósil 

Carbono.  ...  i .^¡,40  49,30  44,10 

Cenizas.. i,7„  3,9o  ,,40 

Sustancias  volátiles.  . . 37,9o  46,8o  54,50 


■77 


101,00  100,00 


100,00 


VARIEDADES.  — i.a  Lignito  pisciforme . Esta  variedad 
de  lignito  se  parece  bastante  á ciertas  especies  de  ulla,  sien- 
Tomo  IX 


do  difícil  en  muchos  casos  poder  separar  unos  de  otros  ejem- 
plares; tiene  color  negro  ó pardo  oscuro,  estructura  compacta 
y mas  homogénea  que  la  de  la  ulla;  su  peso  específico  está 
representado  próximamente  por  1,2,  teniendo  la  particulari- 
dad de  exfoliarse  en  contacto  prolongado  del  aire;  los  ligni- 
tos de  esta  variedad  ofrecen  con  frecuencia  el  tejido  leñoso 
que  indica  su  origen,  ó bien  se  ponen  al  descubierto  me- 
diante la  combustión;  sometidos  á la  acción  del  fuego  no  se 
funden,  si  bien  algunos  se  reblandecen  lo  bastante  para  que 
sus  fragmentos  se  unan  ó se  suelden  entre  sí;  por  frotación 
desarrollan  olor  desagradable,  y tienen  menos  agua  que  la 
variedad  denominada  madera  Jósil. 

2. a  Lignito  compacto  ó azabache , sustancia  de  un  negro  in- 
tenso y brillante,  fractura  concoidea,  dura  y susceptible  de 
adquirir  un  buen  pulimento;  en  varios  ejemplares  se  presenta 
el  tejido  leñoso  bastante  visible,  hasta  el  punto  de  poder 
apreciar  las  capas  concéntricas  que  corresponden  á las  de  la 
madera.  Los  azabaches  arden  con  llama  bastante  viva  y de- 
jan poca  cantidad  de  cenizas. 

3. a  Lignito  común  ó madera  fósil,  ofrece  un  color  pardo 
oscuro  ó pardo  claro,  siendo  su  estructura  esencialmente  fi- 
brosa é idéntica  á la  que  presentan  los  vegetales;  por  lo  co- 
mún es  mate,  de  fractura  desigual,  tiene  analogía  con  la  tur- 
ba y contiene  gran  cantidad  de  agua  higrométrica. 

4*‘l  Lignito  bituminoso , presenta  también  una  estructura 
fibrosa,  pero  en  los  demás  caractéres  exteriores  se  parece 
mas  á las  sustancias  bituminosas  que  a los  carbones;  su  co- 
lor es  el  pardo  oscuro  ó pardo  claro. 

5.  Lignito  terroso , se  halla  en  masas  terrosas  mates,  que- 
bradizas, de  color  negro  ó pardo  de  clavo.  Varios  de’ estos 
lignitos  suelen  contener  piritas  de  hierro;  expuestos  á la  ac- 
ción del  aire  se  eflorescen,  se  inflaman  y dan  origen  á sulfa- 
tos  de  hierro  y de  alumina,  los  cuales  pueden  obtenerse  por 
lexivacion.  A esta  variedad  corresponde  la  tierra  de  sombra 
ó de  Colonia,  sustancia  terrosa  compuesta  de  grano  fino  y 
suave  al  tacto,  arde  ó se  inflama  con  facilidad,  exhalando  un 
olor  desagradable;  ciertos  ejemplares  suelen  contener  restos 
de  plantas. 

Algunos  mineralogistas  incluyen  en  el  lignito  á la  sustan- 
cia denominada  Dusodila  por  Cordier,  ó sea  lignito  hojoso  y 
marga  papirácea  de  otros  autores;  este  mineral  ofrece  estruc- 
tura hojosa  compuesta  de  láminas  delgadas  y flexibles,  color 
gris  amarillento  ó gris  verdoso;  arde  con  facilidad  y exhala ' 
un  olor  fétido  que  recuerda  el  del  asafétida;  esta  variedad 
que  se  ha  encontrado  en  Mellili  (Sicilia)  y en  algunos  otros 
sitios,  tales  como  en  Saint-Amand  (Auvernia)  y en  las  cer- 
canías de  Narbona,  recibe  el  nombre  que  lleva  por  su  olor 
desagradable  f dusodis,  fetidez).  La  dusodila,  según  la  opinión 
de  eminentes  mineralogistas,  no  es  mas  que  un  combustible 
pizarroso  formado  de  restos  de  plantas  resinosas,  unidas  á 
infinidad  de  caparazones  ó dermo-esqueletos  silíceos  de  ani- 
males infusorios. 

Y acimiento.  — Los  lignitos  pertenecen  á los  terrenos 
secundarios  y terciarios,  presentándose  desde  luego  en  el 
piso  del  lias;  pero  en  realidad  solo  se  hallan  constituyendo 
grandes  masas  susceptibles  de  ser  explotadas  en  el  segundo 
de  los  terrenos  mencionados;  en  algunos  puntos  los  lignitos 
están  relacionados  con  ciertas  rocas  volcánicas.  Los  criade- 
ros mas  importantes  de  este  combustible  se  encuentran  en 
Suiza,  Tirol,  Hungría,  Génova,  Irlanda,  etc.  Son  notables 
los  depósitos  de  lignito  que  existen  en  varios  puntos;  en 
Soissonnais,  por  ejemplo,  se  halla  en  las  pizarras  y arenas  del 
terreno  terciario  inferior;  en  el  Mediodía  de  la  Francia  se 
encuentran  lignitos  en  el  terreno  mioceno;  los  departamen- 
tos franceses  en  que  se  explotan  lignitos  son:  Bocas  del  Ró- 
dano, Bajo  Rhin,  Vosgos,  Aisne,  Gard  y Herault. 

23 


CARBONES 


I78 

En  España  abunda  extraordinariamente  el  lignito,  tenien- 
do desde  luego  mayor  importancia  que  la  ulla,  supuesto  que 
se  presenta  en  grandes  masas  en  casi  todas  las  provincias  de 
la  Península.  Son  notables  bajo  este  punto  de  vista  las  si- 
guientes localidades:  U trillas,  Riodeva,  Torrelapaja  y Me- 
quinenza  (Aragón),  Alcoy  (Alicante),  Benifasar,  Molinell  y 
Espadilla  (Castellón),  siendo  notable  el  ultimo  punto,  por- 
que los  lignitos  contienen  ejemplares  de  succino;  Mora  de 
Rubielos  (Teruel),  criadero  importante  por  los  vegetales  fó- 
siles que  existen  en  una  capa  de  marga,  relacionada  con  el 
lignito,  y que  contiene  multitud  de  fósiles  pertenecientes  á 
los  géneros  planorbis , cyclas  y otros  gasterópodos;  San  Mateo 
de  Bages  y Fals,  partido  de  Manresa,  y Moyá,  Santa  Colo- 
ma de  Saserra,  del  de  Vich,  correspondientes  á la  provincia 
de  Barcelona,  así  como  también  en  Igualada,  Isona,  Calaf, 
Almatret  y Granja  de  Escarpe  (Lérida).  Se  encuentra  tam- 
bién este  combustible  en  los  terrenos  cretáceos  de  Pobla  de 
Lillet,  San  Julián  de  Serdañola,  Malañeu,  Figols  y otros 
pueblos  del  partido  de  Berga  (Barcelona),  Seo  de  Urgel  y 
Puigcerdá  (Gerona),  Santa  Coloma  de  Queralt  (Tarragona), 
Juarros  y Valdivielso (Burgos),  Reinosa  y otros  puntos  déla 
provincia  de  Santander,  Villaviciosa  (Asturias),  Casarejos 
(Lorca),  en  varios  sitios  de  Extremadura  baja  y Sierra  Mo- 
rena, Rey  y Ugijar  (Granada),  Arboleas  y Vera  (Almería), 
Segura  (Albacete),  Minglanilla  (Cuenca),  Prejano(  Logroño), 
Hernani  (Guipúzcoa),  etc.,  etc.  La  Dusodila  abunda  sobre- 
manera en  el  criadero  de  azufre  de  Hellin. 

USOS. — Se  emplean,  del  mismo  modo  que  lasullas,  como 
combustible;  sin  embargo,  no  suelen  utilizarse  para  obtener 
altas  temperaturas  á causa  de  las  muchas  sustancias  volátiles 
que  desprenden,  siendo,  por  el  contrario,  muy  á propósito 
para  producir  un  fuego  de  fuerza  media;  la  variedad,  que 
hemos  denominado  piriforme,  tiene  usos  idénticos  á los  de 
la  ulla;  el  azabache  ó lignito  compacto  se  usa  para  la  fabri- 
cación de  objetos  de  adorno,  como  collares,  pendientes,  bo- 
tones, sortijas,  etc.,  destinadas  á piedras  de  luto;  los  lignitos 
que  contienen  piritas  se  benefician  para  la  obtención  de  los 
sulfatos  de  hierro  y de  alumina;  por  último,  la  variedad  ter- 
rosa ó tierra  de  Colonia  se  utiliza  en  la  pintura  y preparación 
de  colores. 

TURBA— composición  variable 

CARACTERES. — La  turba  es  el  combustible  mas  mo- 
derno, y el  que  presenta  mas  analogías  con  las  plantas  que 
viven  en  la  actualidad.  Esta  sustancia  tiene  color  pardo  ó 
negruzco,  estructura  compacta,  pizarrosa,  térrea,  esponjosa  ó 
porosa,  muy  ligera,  presentando  muchas  veces  restos  de  ve- 
getales como  raíces,  hojas,  etc.,  no  siendo,  en  último  término, 
mas  que  una  aglomeración  de  estos  restos  mas  ó menos  pro- 
fundamente alterados.  Arde  ó se  inflama  fácilmente  con  llama 
ó sin  ella,  produce  un  humo  parecido  al  de  la  yerba  seca, 
exhalando  al  propio  tiempo  un  olor  picante  y desagradable. 
Por  destilación  da,  entre  otras  sustancias,  el  ácido  piroleñoso 
y deja  por  residuo  una  materia  carbonosa,  negra  y mate  pa- 
recida al  cok,  cuya  materia  tiene  aplicación  como  combus- 
tible, tanto  en  la  economía  doméstica  como  en  la  industria. 

La  composición  de  la  turba  es  variable,  como  lo  prueban 
los  análisis  siguientes: 


LOCALIDADES 


Demera  ry 

Chateau 

Laudon 

Clermont 

Reims 

Carbono..  . 

23j5° 

26,00 

30,10 

34,9° 

Cenizas.  . . 

Materias  vo- 

i7,3° 

15,00 

17,40 

6,80 

látiles. . . 

59.2o 

59.00 

52,50 

5S.50 

• 

100,00 

100,00 

100,00 

100,20 

VARIEDADES. — i.a  Compacta,  de  color  pardo,  aspecto 
homogéneo  y fractura  térrea  con  lustre  resinoso;  2.a  fibrosa, 
parecida  al  fieltro  y constituida  de  fibras  y otros  restos  de 
vegetales.  Algunos  mineralogistas  admiten  como  variedades 
principales  las  siguientes:  i.a  turbas  compactas,  terrosas  ó le- 
gamosas, que  no  viene  á ser  mas  que  una  especie  de  manti- 
llo solidificado  mediante  la  presión,  el  entretejido  de  los  res- 
tos de  plantas  y la  mezcla  de  sustancias  terrosas;  2.a  turbas 
bastas,  fibrosas  ó musgosas,  variedades  en  que  abundan  ex- 
traordinariamente los  restos  de  vegetales.  Además,  se  desig- 
na con  el  nombre  de  turbas  de  pantanos  aquellas  que  no 
contienen  mas  que  despojos  de  plantas  terrestres,  mientras 
que  se  llaman  turbas  marinas,  las  que  solo  llevan  restos  de 
vegetales  marinos,  especialmente  fucus,  estando  formados  en 
varios  casos  de  estas  plantas  sin  que  contengan  ninguna  otra 
sustancia.  Las  plantas  que  originan  la  turba,  luego  que  pier- 
den por  completo  su  organización  á causa  de  la  permanencia 
mas  ó menos  larga  en  los  sitios  pantanosos,  se  trasforman  en 
gran  parte  en  materias  especiales  que  reciben  el  nombre  de 
ulmina  y ácido  úlmico,  que  constituye  uno  de  los  elementos 
importantes  de  la  turba. 

Yacimiento. — Se  encuentra  la  turba  muy  abundante 
en  el  terreno  cuaternario  y moderno;  se  halla  en  todos  los 
países  pantanosos  en  que  existen  ó han  existido  aguas  de 
escasa  corriente;  en  este  caso  se  presentan  inmediatamente 
debajo  del  subsuelo  ó tierra  vegetal  cubierta  por  una  capa  de 
arena  ó de  limo.  La  turba  constituye  grandes  depósitos  ó ca- 
pas separadas  por  diversos  materiales  de  acarreo,  siendo 
muy  frecuentes  en  todas  las  partes  bajas  de  nuestro  conti- 
nente; tal  es  lo  que  se  observa  en  Holanda,  Hannover, 
Westfalia,  Dinamarca,  Suecia,  Irlanda,  Baviera,  etc.  Se  en- 
cuentra también,  aunque  formando  pequeños  depósitos,  en 
algunos  altos  valles  y gargantas  de  ciertas  montañas.  Las 
masas  de  este  combustible  ofrecen,  por  lo  general,  bastante 
espesor,  estando  la  generalidad  debajo  de  las  aguas,  y muy 
pocas  en  los  sitios  secos.  Cuando  las  turberas  no  se  obser- 
van á primera  vista,  porque  están  ocultas  por  una  vegetación 
mas  ó menos  exuberante,  se  reconocen  desde  luego  por  la 
elasticidad  que  presenta  el  terreno  que  parece  que  tiembla 
debajo  de  los  pies,  por  su  blandura  y porque  es  muy  difícil 
andar  sobre  él  sin  sumergirse. 

Muchas  especies  de  plantas  contribuyen  á la  formación 
de  las  turberas,  siendo  desde  luego  las  mas  principales  varias 
de  las  que  pertenecen  á las  secciones  de  las  algas,  musgos, 
ciperáceas  y betuláceas.  Por  lo  común,  se  hallan  en  las  tur- 
bas sustancias  de  naturaleza  muy  distinta;  así,  por  ejemplo, 
suelen  contener  fosfato  de  hierro  y piritas,  aunque  Alejandro 
Brongniart  cree  que  las  turbas  llamadas  piritosas  no  son 
sino  variedades  de  lignito.  Llevan  también  las  turbas  gran 
cantidad  de  restos  de  conchas  de  agua  dulce,  cuyos  anima- 
les se  han  descompuesto  á la  vez  que  las  plantas,  debiéndose 
á ellos  el  olor  fétido  que  exhalan  aquellas  por  la  combustión; 
finalmente,  suelen  contener  despojos  de  mamíferos  que  per- 
tenecen á séres  que  viven  en  la  actualidad,  troncos  ó frag- 
mentos de  árboles  y diversos  objetos,  armas,  cerámica,  etc. 

Además  de  las  localidades  indicadas,  hay  turberas  en  las 
mesetas  muy  elevadas  de  los  Vosgos  y de  los  Alpes,  en  la 
desembocadura  de  los  rios  Somma,  Mosa,  Rhin,  etc  En 
Francia  se  encuentran  turberas  en  todo  el  valle  del  Somma, 
desde  San  Quintin  hasta  Abbeville.  En  España  tenemos  tur- 
ba en  bastante  abundancia  en  el  litoral  de  Almenara,  Mur- 
viedro  y otros  sitios  de  la  costa  de  Valencia,  cercanías  de 
Gijon,  Bilayo  y en  varias  localidades  de  la  Sierra  de  Bode- 
naya  y Llano  de  Muron  (Asturias);  existe  también  en  los  Al- 
faques del  Ebro,  en  diversos  puntos  de  Galicia,  Santander, 
Madrid,  Toledo,  Guadalajara,  etc. 


CONISTONITA 


ORÍGEN  DE  LA  TURBA. — Se  ignora  en  realidad  la 
verdadera  causa  que  contribuye  esencialmente  á la  formación 
de  este  combustible,  así  como  tampoco  se  ha  podido  expli- 
car hasta  ahora,  porqué  existe  en  ciertas  marismas  y en  otras 
no,  siendo  así  que  en  unas  y otras  hay  plantas  sometidas,  en 
apariencia  al  menos,  á las  mismas  condiciones.  Es  un  hecho, 
síd  embargo,  que  en  los  países  intertropicales  no  hay  indicios 
de  turba,  lo  que  prueba  que  una  temperatura  muy  elevada 
no  es  á propósito  para  la  formación  de  este  combustible. 
Para  que  se  produzcan  las  turberas  se  necesita  desde  luego 
una  humedad  constante,  aguas  de  poco  fondo,  que  éstas  se 
renueven  con  cierta  lentitud  y que  no  se  agoten  durante  el 
verano,  influyendo  también  la  naturaleza  de  las  plantas  que 
viven  en  estas  aguas. 

USOS. — Se  emplea  esta  sustancia  en  tres  estados  distin- 
tos: i.°  en  su  estado  natural;  2.0  en  estado  compacto  ó sea 
en  masas  que  han  experimentado  una  disminución  de  volu- 
men bastante  considerable,  á causa  de  haberlas  sometido  á 
una  fuerte  presión;  3.0  en  estado  de  carbón.  Se  utiliza  la  tur- 
ba como  combustible,  especialmente  en  aquellos  países  que 
carecen  de  árboles;  las  cenizas  que  resultan  de  su  combustión 
se  emplean  en  agricultura  para  abonar  las  tierras  silíceas  y 
calizas,  habiéndose  observado  que  sirven  esencialmente  como 
fertilizante  de  ciertos  terrenos. 

4 

Resumiendo  todo  lo  relativo  á las  sustancias  combustibles, 
diremos  que  los  llamados  carbones  se  presentan  siempre  en 
grandes  masas  (excepto  el  grafito)  de  sumo  interés  para  la 
economía  doméstica,  metalúrgica  y demás  ramas  de  la  in- 
dustria. Su  estudio  corresponde  esencialmente  á la  Geología 
y á la  Química,  mas  bien  que  á la  Mineralogía,  puesto  que, 
como  tan  oportunamente  manifiesta  Delafosse,  solo  una  cos- 
tumbre antigua  y cierta  tolerancia  hacen  que  se  describan 
como  especies  mineralógicas.  Estos  cuerpos  realmente  care- 
cen de  los  verdaderos  atributos  ó caractéres  esenciales  de  la 


179 


especie,  como  una  composición  definida  y forma  ó estructura 
cristalina.  I odos  tienen  origen  orgánico,  procediendo  como 
varias  \eces  se  ha  indicado,  de  plantas  que  han  experimen- 
tado modificaciones  tanto  mas  profundas,  cuanto  mas  anti- 
guas son.  Así,  si  se  comparan  sus  cualidades  químicas  con 
las  de  la  madera,  se  verá  que  puede  establecerse  una  serie 
gradual  y sucesiva  desde  ésta  á la  turba,  de  la  turba  al  ligni- 
to, del  lignito  á la  ulla  y de  ésta  á la  antracita.  Con  efecto, 
si  se  estudian  los  lignitos  y las  turbas  que  corresponden  al 
terreno  cuaternario  y aun  á los  terciarios,  se  verá  que  pre- 
sentan una  verdadera  estructura  orgánica,  siendo  tan  com- 
pleta en  algunos  casos,  que  no  queda  duda  de  ningún  género 
respecto  á su  origen;  pero  si,  por  el  contrario,  se  estudian 
las  antracitas  y aun  las  ullas,  se  notará  en  general  que  no 
son  mas  que  masas  negras,  brillantes,  de  estrucRir*  compacta 
ó pizarrosa,  y que  producen  un  polvo  negro  ó mas  ó menos 
pardusco:  por  otra  parte,  estos  dos  últimos  combustibles  son 
muy  escasos  en  los  terrenos  secundarios,  encontrándose  con 
preferencia  en  los  primarios  ó paleozoicos,  y sobre  todo  en 
el  que  hemos  denominado  carbonífero.  Esta  diversidad  de 
caractéres  físicos  y de  yacimiento,  pudiera  hacer  sospechar 
que  los  lignitos  y las  turbas  distan  mucho  de  la  ulla  y de  la 
antracita;  pero  el  origen  vegetal  de  unas  y otras  queda  fuera 
de  duda  tan  luego  como  se  examina  con  detenimiento  la  ulla 
y aun  la  misma  antracita;  con  efecto,  ciertos  ejemplares  del 
primero  de  estos  combustibles  ofrecen,  observados  con  el 
microscopio,  restos  de  organización  vegetal,  así  como  tam- 
bién se  encuentran  frecuentemente  en  las  capas  de  areniscas 
y pizarras  que  acompañan  á las  ullas,  y en  las  hojas  de  las 
mismas  pizarras  que  están  mezcladas  con  el  carbón  de  pie- 
dra, impresiones  de  plantas  tan  manifiestas  y completas,  que 
los  botánicos  actuales  han  podido  clasificarlas  con  facilidad 
suma,  colocándolas,  por  lo  tanto,  en  su  grupo  correspon- 
diente, y estableciendo  de  esta  manera  la  relación  que  hay 
entre  la  flora  actual  y las  primitivas. 


APÉNDICE  Á LOS  COMBUSTIBLES 


SALES  ORGÁNICAS 


Las  sustancias  comprendidas  en  este  apéndice  están  for 

ladas  de  un  ácido  vegetal  combinado  con  un  óxido 

base  metálica.  Las  especies  mas  importantes  de  este  grut_  _ 
on  las  siguientes:  i.a  melita;  2.a  conistonita,  y 3.a  oxalita,  á 

s cuales  puede  agregarse  el  guano,  sustancia  de  origen 
animal. 

MELITA  MELITATO  Ó MELATO  DE  ALUMINA  HIDRATADO 
— Fórmula  química  M203,  OO3 

Caractéres.  La  melita  (de  mcllis , miel)  ofrece  las 
propiedades  siguientes:  cristaliza  en  forma  de  octaedros  que 
derivan  del  segundo  sistema  cristalino;  color  amarillo  de  miel 
ó amarillo  pardusco,  lustre  casi  resinoso  y fractura  concoi- 
dea, trasluciente,  raya  al  yeso  y se  deja  rayar  por  la  caliza, 
estando  representado  su  peso  específico  por  1,5.  Por  me- 
dio de  la  llama  de  una  bujía  se  blanquea;  expuesta  á un 
fuego  prolongado  tiene  la  particularidad  de  reducirse  á pol- 
vo, sin  desprender  humos  ni  olor  alguno;  soluble  en  el  ácido 


nítrico,  y si  se  trata  esta  disolución  por  el  amoniaco,  se  pre- 
cipita la  alumina. 


COMPOSICION 
Acido  melítico.  . 
Alumina.  1 . j \ 
Agua . . . . . 


100,0 


YACIMIENTO. — La  melita  hasta  ahora  solo  se 
contrado  en  una  arcilla  negra  de  Moravia,  y en  un  lignito  en 
Billin  (Bohemia)  y Arfern  (Turingia).  En  las  localidades  ci- 
tadas existen  octaedros  sencillos  ó modificados,  ofreciendo 
torneaduras  en  los  ángulos,  pasando  de  esta  manera  á un 
dodecaedro  romboidal  simétrico;  estos  cristales  se  hallan 
unas  veces  aislados  y otras,  por  el  contrario,  agrupados  y de 
algún  tamaño. 

CONISTONITA — oxalato  df.  cal  hidratado 

Caractéres. — La  conistonita,  así  llamada  por  haber- 
se hallado  en  Coniston  (Cumberland,  Inglaterra),  cristaliza 


i8o 


COMBUSTIBLES 


prisma  romboidal  recto  de  67o  perteneciente  al  tercer 
sibteraa  cristalino;  color  blanco,  lustre  vitreo,  muy  frágil  y 
bando,  siendo  su  peso  específico  de  1,8.  Mediante  la  acción 
jíI  fuego  desprende  cierta  cantidad  de  agua  y se  convierte, 
cunando  oxígeno,  en  carbonato  de  cal;  en  este  caso  se  di- 
suelve con  efervescencia  en  el  ácido  nítrico,  dando  la  diso- 
lución un  precipitado  blanco  por  ácido  oxálico  ú oxalato 
Enónico. 

COMPOSICION  EN  PESO 

Acido  oxálico.  . . 

Oxido  de  calcio.  . 

Agua. 

Magnesia  y s 


GUANO — COMPOSICION  y fórmula  indeterminada 

CARAGTÉRES. — Sustancia  sólida,  constituyendo  masas 
considerables  de  color  amarillo  y de  un  olor  fuerte  amonia- 
cal. Se  ennegrece  por  la  acción  del  calor  ó del  fuego  con 
desprendimiento  de  olor  amoniacal;  se  disuelve  mediante  la 
elevación  de  temperatura  en  el  ácido  nítrico ; si  se  evapora 
esta  disolución,  el  residuo  que  resulta,  desecado  con  pre- 
caución, adquiere  un  color  rojo,  propiedad  ó carácter  que 
indica  desde  luego  la  presencia  de  un  ácido  especial,  el 
úrico. 

El  guano,  según  los  análisis  practicados  por  diferentes 
eos,  consta  de  los  cuerpos  y proporciones  siguientes: 


99,049 

PDF  Fl  AMM  L 

YACIMIENTO. — La  conistonita  existe  como  se  ha  di- 
cio  en  las  cercanías  de  Coniston  en  Cumberland  (Inglaterra). 


dato  de  amoniaco. 
Oxalato  de  cal.  . . 


Urato  de  amoniaco. 
Fosfato  amónico.  . 


)re 


OXALITA  Ó.  .HUMBOLDTITA — oxalato  de  hierro 
hidratado — Fórmula  química  Fe?03,C203 

ACTÉRES. — La  oxalita  ó Humboldtita  (dedicada  al 
Laron  de  Humboldt)  se  presenta  en  masas  pequeñas 
de  color  amarillo  de  ocre  ó amarillo  de  paja;  algu- 
~s  se  halla  en  cristales  capilares;  muy  blanda,  tenien- 
peso  específico  representado 
on  del  soplete  ó de  una  tempe 
olor  análogo  al  de  leña  qu 
tiempo  en  un  residuo  magnéti 


\ 


1,4.  Mediante 
vada,  despren- 
irmándose  al 
hierro). 


Idem  manganésico-amónico. 
de  potasa.  . . . 

de  sosa 

o amónico.  . . . 

Fosfato  de  cal 

Arcilla  y arena 

Materias  orgánicas  solubles. 
Idem  insolubles. 


TACIMl 


10,00 

7.00 

9.00 

6.00 
2,60 

5,5° 

3,9o 

4,5° 

4,70 

12.00 
20,50 


100,00 


Oxido  fe 


COMPOSICION  EN  PESO 

ílico 


Aguí 


42, 
41,40 
15,90 


YACIMIENTO.  — Esta  sustancia  fue  descubierta  por- 
Mariano  Rivero  que  la  dió  el  nombre  de  Humboldtita, 
oenominacion  que  no  ha  sido  aceptada,  porque  con  este 
sombre  se  designaba  ya  al  silico-borato  de  cal;  se  halla  ade- 
nás  esta  sustancia  en  diversas  localidades,  especialmente  en 
(Bohemia), 


— 1 1 ^ 1 riENTO. — El  guano  es  un  produc- 

to orgánico  que  se  halla  en  masas  considerables  procedentes 
¡lomeracion  de  excrementos,  restos  de  huesos,  etc,  de 
diversas  aves  acuáticas.  Se  encuentra  esta  sustancia,  en  las 
las  Chinchas,  Uo,  Iza,  etc  (Perú),  en  capas  de  15  á 20  me- 
de  espesor;  existen  también  algunos  criaderos  en  las 
•stas  de  Chile,  Africa  y otros  puntos. 

USOS.— El  guano  es  uno  de  los  abonos  mas  apreciados 
los  agricultores  americanos  y europeos;  sus  cualidades 
fertilizantes  son  debidas  esencialmente  á las  sustancias  amo- 
niacales que  contiene,  supuesto  que,  como  puede  observarse 
en  la  composición,  consta  de  cloruros,  oxalatos,  uratos  y fos- 
fatos de  amoniaco. 

En  España  se  hace  un  gran  consumo  de  esta  sustancia, 
sobre  todo  de  la  importada  del  Perú,  sacando  el  gobierno  de 
esta  república  hispano-americana  pingües  beneficios  de  la  ex- 
plotación del  guano  de  las  islas  Chinchas,  que,  como  es  sa- 
lo. 


UNIVERSIDAD  AUTON 


FIN  DE  LA  MINERALOGÍA 


GEOLOGIA 


INTRODUCCION 


La  Geología  es  la  ciencia  de  la  tierra,  como  su  misma 
etimología  lo  da  á entender,  siquiera  con  alguna  restricción, 
pues  las  raíces  ge,  tierra,  y legos,  discurso,  parece  que  quieren 
dar  á entender  que  ha  de  tratarse  de  la  tierra  bajo  todos  sus 
variados  aspectos;  mientras  que  en  rigor,  la  misión  de  dicha 
ciencia  se  reduce  á estudiar  y conocer  el  estado  actual  de  la 
superficie,  los  agentes  que  sobre  la  costra  sólida  actúan  para 
que  este  dato  pueda  servirnos  de  norma  segura,  cuando  tra- 
temos de  averiguar  los  diferentes  cambios  que  el  globo  ha 
experimentado  en  su  composición  mineral  y orgánica,  y en 
la  estructura  de  esa  misma  costra,  y demás  accidentes  pasa- 
dos y actuales,  objeto  principal  de  la  ciencia. 

Para  probar  que  el  globo  no  ha  estado  siempre  tal  cual  le 
vemos  hoy,  han  de  aducirse  en  el  curso  de  la  obra  tantas  y 
tan  poderosas  razones,  que  llevaremos  el  convencimiento 
hasta  el  ánimo  de  las  personas  menos  dispuestas  á ello;  pues 
bien,  la  ciencia  geológica  tiene  por  fin  principal  averiguar 
todos  los  cambios  que  ha  experimentado  nuestro  planeta, 
desde  su  origen  hasta  la  época  actual;  y por  esto  se  la  llama 
también  Historia  de  la  tierra,  que  no  otra  cosa  es  el  conoci- 
miento de  todas  las  vicisitudes  por  que  pasan  los  séres. 

Estudiaremos,  pues,  la  tierra,  tal  como  debe  haber  sido  en 
el  primer  período  de  su  existencia,  cuando  en  sentir  de  los 
hombres  mas  competentes,  ofrecía  el  aspecto  de  un  globo  de 
fuego  y luz  parecido  ó análogo  al  que  hoy  presenta  el  centro 
solar;  veremos  después  de  qué  manera  y por  qué  admirables 
procedimientos  se  ha  ido  formando,  por  enfriamiento  y oxi- 
dación, lo  que  llamamos  costra  sólida,  análogamente,  en  mi 
concepto,  á la  que  se  está  hoy  formando  al  rededor  del  sol, 
siendo  las  manchas  que  tanto  preocupan  á los  astrónomos, 
una  manifestación  clara  y evidente;  formada  ya  la  corteza, 
trataremos  de  estudiar  y conocer  los  singulares  efectos  de  la 
reacción  del  interior  ígneo  de  nuestro  globo  contra  el  exte- 

Í or  mas  ó menos  consolidado,  que  es  lo  que  en  términos 
científicos  se  llama  Volcanismo,  en  virtud  del  cual  aparecen 
hoy  y surgieron  en  otros  tiempos  del  interior  de  la  tierra, 
gran  número  de  materiales  que  constituyen  el  eje  de  las 
principales  cordilleras,  que  sometidos  mas  tarde  á la  acción 
de  otros  agentes,  dieron  y aun  hoy  siguen  dando  despojos 
con  los  que  se  forman  en  el  seno  de  las  aguas  depósitos  muy 
importantes  que  por  su  disposición  y estructura  contrastan 
con  aquellos  mismos  de  que  proceden. 

Como  la  misteriosa  aparición  de  la  vida  en  nuestro  pla- 
neta coincidió  precisamente  con  la  instalación  de  las  aguas 
á la  superficie,  y el  comienzo  de  lo  que  llamaremos  terrenos 
de  sedimento  ó estratificados,  también  daremos  una  idea  de 
este  notable  acontecimiento;  siquiera  otra  ciencia  hermana 
de  la  Geología,  esto  es,  la  Paleontología,  se  encargue  de  una 
manera  mas  concreta  de  todo  lo  referente  al  origen,  desar- 
rollo y estado  actual  de  los  séres  orgánicos,  vegetales  y ani- 
males. Sin  embargo,  no  puede  prescindirse  en  un  tratado  de 


Geología,  de  reseñar  el  diferente  aspecto  que  en  las  diversas 
épocas  han  ofrecido  las  Faunas  y Floras  que  poblaban  la 
superficie  terrestre,  por  cuanto  estos  cambios  se  relacionan 
estrechamente  con  los  que  experimentaba  á la  par  la  mate- 
ria mineral,  cuya  composición,  estructura  y manera  de  pre- 
sentarse, son  también  rcomo]es  natural,  del  dominio  de  tan 
importante  ciencia. 

Dada  ya  una  idea  de  los  puntos  capitales  que  abraza  la 
( xeología,  según  el  orden  de  su  natural  desenvolvimiento,  al 
proceder  al  desarrollo  de  cada  uno  de  ellos,  con  el  fin  de  al- 
canzar su  cabal  inteligencia,  tropezamos  con  una  dificultad 
gravísima  en  cuanto  á su  exposición;  que  consiste  en  que  no 
habiendo  presenciado  el  hombre,  por  mucha  que  sea  la  an- 
tigüedad que  se  le  conceda,  con  arreglo  á los  últimos  descu- 
brimientos, sino  las  últimas  operaciones  terrestres,  difícil- 
mente podremos  formarnos  idea  de  lo  anterior,  faltos  de  una 
pauta  ó norma  que  nos  sirva  de  guia.  Afortunadamente,  la 
consideración  de  que  siendo  la  materia  terrestre  siempre  la 
misma,  é idénticas  las  causas  á que  se  halla  sometida,  ha  ser- 
vido de  base  para  el  método  expositivo  de  la  ciencia  que 
desde  hace  cuarenta  años  se  ha  adoptado  por  los  hombres 
mas  competentes,  los  cuales  han  creído  que  siendo  el  estado 
actual  de  la  tierra  el  fiel  trasunto  de  lo  que  ha  sido  en  otros 
tiempos,  había  que  empezar  su  estudio  por  lo  que  pasa  hoy 
á nuestra  vista,  y es  ¡objeto  de  sérias  disquisiciones;  dedu- 
ciendo de  este  exámen  lo  que  ha  debido  ser  el  globo  en  otras 
épocas,  sometido  á la  influencia  de  causas  idénticas  ó análo- 
gas. De  aquí  el  tener  que  principiar  el  tratado  de  la  Geología 
por  una  primera  parte,  que  se  reduce  al  estudio  de  la  tierra 
tal  cual  hoy  la  vemos;  y el  de  las  causas  ó agentes  que  sobre 
la  superficie  ó su  interior  actúan.  Adquirido  ya  este  conoci- 
miento, surge  inmediatamente  la  necesidad  de  averiguar  pri- 
mero la  composición  mineral  por  ser  la  mas  sencilla,  y la  or- 
gánica después:  y como  quiera  que  estos  minerales,  léjos  de 
hallarse  esparcidos  al  acaso,  obedecen  á determinados  prin- 
cipios ó leyes  en  sus  diferentes  combinaciones,  para  la  cons- 
titución de  la  costra  sólida,  resultan,  lógicamente  discurrien- 
do, otros  dos  capítulos  ó partes  muy  importantes  de  la  cien- 
cia; que  serán  la  2.a  y 3.a  \JvJ 

Por  último,  del  conocimiento  del  estado  actual  de  la  su- 
perficie y de  los  agentes  que  la  modifican  sin  cesar,  de  la 
composición  mineral  y orgánica  de  la  parte  de  costra  sólida 
que  está  á nuestro  alcance  y de  las  leyes  que  han  presidido 
su  admirable  colocación,  fácilmente  podemos  elevarnos  has- 
ta el  concepto  del  origen  de  nuestro  planeta  y de  las  diferen- 
tes vicisitudes  y cambios  que  ha  experimentado  durante  su 
larga  y peregrina  historia. 

Cuatro  son,  pues,  las  partes  en  que  debe  dividirse  este  tra- 
tado, en  virtud  de  las  consideraciones  que  preceden,  y son: 
i.a  Geografía,  que  dividiremos  en  estática  y dinámica. 
Geognosia,  ó estudio  de  la  composición  del  globo. 


a 


I$2 


INTRODUCCION 


\m 


• i 

r 


.*  u 


3.a  Geonomía,  investigación  de  las  leyes  que  han  regido 
los  diferentes  cambios  que  dichos  materiales  han  experimen- 
tado. 

Y 4.a  Geogenia  ó geogonía,  origen  de  la  tierra. 

Fijando  por  un  momento  la  atención  en  la  índole  especial 
de  cada  una  de  estas  cuatro  partes,  fácilmente  se  echa  de 
ver  que  las  dos  primeras  revisten  el  carácter  analítico;  al  paso 
que  las  dos  últimas  son,  por  decirlo  así,  sintéticas;  es  decir, 
aquellas  partiendo  de  la  unidad  llamada  tierra,  la  dividen  y 
subdividen  hasta  llegar  á su  último  elemento  constitutivo, 
ora  pertenezca  á la  superficie,  ó al  interior  de  la  costra  sóli- 
da, bien  sea  como  accidentes  geográficos  y causas  que  los 
determinan,  ó como  elementos  integrales  de  su  composición 


rl 


material.  Por  el  contrario,  las  dos  últimas,  partiendo  de  lo 
que  podremos  llamar  unidad  elemental  terrestre,  roca  y fósil, 
tienden  en  reunirlas  en  grupos  cada  vez  mayores,  llegando  á 
otras  unidades  de  orden  superior  llamadas  formaciones  y ter- 
renos, cuyas  diferentes  combinaciones  y relación  armónica 
nos  conducen,  como  por  la  mano,  á considerar  la  totalidad 
del  globo,  estudiando  el  diferente  aspecto  que  este  ofrecía 
en  cada  una  de  las  épocas  de  su  interesante  historia.  Funda- 
dos en  estos  datos  y consideraciones,  exponemos  en  el  ad- 
junto cuadro  los  variados  aspectos  bajo  los  cuales  puede  hoy 
estudiarse  la  ciencia  geológica  para  que  pueda  formarse  de 
ella  una  idea  clara  y metódica,  dados  los  admirables  progre- 
sos por  la  ciencia  realizados  en  lo  que  va  de  siglo. 


i Puntos  de  vista  i 

aatópticoni  mi  rj  Geografíjj 

analítica. . •/ 


Geología.. 


criptorístíco.. 
i troponómico. 

xriptológico.. 


sintética. 


. . j Geognosia 
. ,|  Geonomía 


• ') 


Geogenia 


física. 


astronómica Cosmografía. 

( Orografía. 

( Hidrografía. 

/ . I internas 

, \ flslcas externas. 

causas  actuales.  . . ( animales. 

íK Vf\\  ' °rgaD1CaS'  ' ■ ' < vegetales. 

ico m posición  del  í mineral rocas. 

j globo (orgánica fósiles. 

f distribución  de  los  en  el  tiempo terrenos. 


materiales  terres- 


Figura  en  el  cuadro  anterior  la  importantísima  considera- 
ción de  los  puntos  de  vista  admitidos  por  el  insigne  físico 
Ampere,  en  su  clasificación  general  de  las  ciencias,  por  la 
claridad  suma  que  imprime  á toda  exposición  científica,  ora 
se  haga  uso  en  la  cátedra  ó en  el  libro;  cualidad  excelente 
del  método  por  aquel  propuesto,  sea  cualquiera  el  concepto 
que  acerca  de  esta  clasificación  se  forme  por  los  críticos,  á 
la  cual  debo  lo  poco  que  sé  de  Geología  y de  otros  ramos 
análogos  que  he  cultivado.  Tan  persuadido  estoy  de  la  bon- 
dad del  sistema,  que  no  solo  lo  he  adoptado  en  la  cátedra  y 
en  los  diferentes  libros  que  sobre  Geología  he  escrito,  sino 
que  me  sirve  de  norma  en  la  redacción  de  la  Paleontología  y 
Antropología  que  en  estos  momentos  estoy  escribiendo. 

Llama  Ampere  autóptico,  palabra  derivada  de  autos,  el  ob- 
jeto mismo,  y optogai,  yo  veo,  aquella  parte  de  la  ciencia  que 
trata  de  la  tierra  considerada  en  su  totalidad,  y en  los  acci- 
dentes de  su  superficie;  y la  designa  así,  por  ser  el  asunto  de 
que  trata  el  primero  que  salta  á la  vista,  como  sucede  en  la 
inspección  de  cualquier  objeto,  en  el  cual,  la  forma,  el  volú- 
men,  los  variados  accidentes  de  la  superficie  es  lo  primero  que 
nos  es  dado  observar;  de  consiguiente,  por  aquí  es  por  donde 
debemos  empezar  si  queremos  proceder  de  lo  simple  á lo 
compuesto  y de  lo  conocido  á lo  desconocido,  no  solo  en  el 
estudio  de  cualquier  objeto,  sino  también  en  la  exposición 
de  la  ciencia  que  á él  pueda  referirse.  Ahora  bien,  haciendo 
aplicación  de  estas  ideas  á la  Geología,  corresponde  al  punto 
de  vista  autóptico  lo  que  llamamos  Geografía,  que  luego  di- 
vidimos en  estática,  dinámica,  astronómica,  orográfica  é hi- 
drográfica, según  sean  los  diferentes  conceptos  en  que  estu- 
diamos la  totalidad  ó la  superficie  del  globo. 

Criptorístíco,  de  criptos , oculto,  y oristico , de  orizo,  yo  exa- 
mino, es  el  segundo  punto  de  vista  de  Ampere,  cuyo  objeto, 
deducido  de  su  propia  etimología,  consiste  en  estudiar  lo 
oculto,  es  decir,  aquello  cuyo  conocimiento  exige  algo  mas 
que  la  simple  inspección  de  los  accidentes  de  la  superficie 
del  globo.  Por  eso  corresponde  este  punto  de  vista  á la  Mi- 


tres  ■ en  el  espacio formaciones. 

origen  del  globo  y su  historia.  Ar- 
t génesis  del  planeta. ' monía  entre  la  Geología  y el  Gé- 
^ ( nesis  bíblico. 


neralogía  y Paleontología,  es  decir,  á los  dos  ramos  del  saber 
que  tratan  de  los  séres  inorgánicos  y orgánicos,  y de  ahí  el 
nombre  de  Geognosia,  derivado  de  g/iosco,  is,  conocer,  con 
que  se  designa  esta  segunda  parte  de  la  ciencia,  ya  que,  se- 
gún el  común  asentimiento  de  los  geólogos,  aplícase  dicha 
palabra  al  conocimiento  de  la  composición  mineral  y orgáni- 
ca de  la  tierra. 

Califica  Ampere  de  troponómico  al  tercer  punto  de  vista, 
porque  conocida  ya  (refiriéndonos  á la  Geología)  la  composi- 
ción mineral  y orgánica  de  la  tierra,  surge  naturalmente  en 
el  ánimo  el  deseo  de  averiguar  si  dichos  materiales  compo- 
nentes del  globo  están  distribuidos  al  acaso,  ó si  obedecen 
á determinados  principios;  lo  cual  ya  implícitamente  supone 
que  el  globo  no  ha  ofrecido  siempre  el  mismo  estado  que 
hoy  presenta,  sino  que  ha  experimentado  diferentes  variacio- 
nes, que  son  las  que  nos  proponemos  estudiar  en  esta  tercera 
parte  del  libro,  que  llamamos  Geotroponomía : de  ge,  tierra; 
tropos , cambio,  y nomos , ley,  resumiendo  en  dos  palabras  to- 
dos los  cambios  que  ha  experimentado  el  globo  en  el  tiempo 
terrenos,  en  el  espacio  formaciones.  A fin  de  facilitar  el  len- 
guaje, puede  llamarse  Geonomía  esta  parte  de  la  ciencia. 

Por  último,  punto  de  vista  criptológico  llama  Ampere  al 
cuarto  de  su  clasificación,  porque  se  trata,  no  ya  de  exami- 
nar lo  oculto  como  en  la  Geognosia,  sino  de  discurrir  sobre 
los  datos  ya  adquiridos,  acerca  del  origen  de  la  tierra,  y de 
las  vicisitudes  por  que  ha  pasado  desde  tan  remotísima  fe- 
cha hasta  nuestros  dias,  lo  cual  constituye  su  verdadera  his- 
toria. 

Dedúcese  de  la  simple  exposición  que  acaba  de  hacerse, 
cuán  natural  á la  par  que  lógico  y sencillo  aparece,  según 
este  modo,  el  desenvolvimiento  de  una  ciencia  tan  compli- 
cada y extensa  como  la  Geología;  en  el  cual,  no  dándose  un 
paso  en  el  estudio  sin  hallarse  en  posesión  de  los  datos  an- 
teriores, no  solo  se  camina  sobre  seguro,  sino  que  llega  á 
adquirirse  una  claridad  tal,  que  sin  grande  esfuerzo  la  Geo- 
logía, así  presentada,  pueden  comprenderla  hasta  las  perso- 


INTRODUCCION 


lS3 


ñas  menos  versadas  en  esta  clase  de  estudios;  atreviéndome 
á decir  que  puede  compararse  el  método  aquí  propuesto  á 
una  vasta  pirámide  que,  descansando  en  amplísima  base, 
cual  es  el  minucioso  exámen  de  todo  cuanto  pasa  hoy  á 
nuestra  vista,  va  elevándose  gradual  é insensiblemente  y 
concretándose  también  mas  y mas  el  asunto,  completando 
con  las  nociones  que  se  adquieren  en  cada  una  de  las  partes 
de  la  ciencia,  lo  de  las  precedentes  que  antes  sirvieran  de 
base,  hasta  que  de  la  Geografía  física  pasando  á la  Geogno- 
sia,  y de  esta  á la  Geonomía,  se  llega  á la  cima  ó cúspide, 
donde,  como  coronamiento  digno  del  edificio  científico, 
colocamos  la  Geogenia,  ó sea  lo  mas  oculto  sobre  lo  que 
puede  discurrirse,  refiriéndonos  á la  tierra. 

1 odo  lo  que  precede,  refiérese  como  es  natural  á la  cien- 
cia considerada  bajo  el  punto  de  vista  especulativo  ó pura- 
mente teórico,  en  cuyo  concepto  la  Geología,  vistas  sus  re- 
laciones con  los  demás  ramos  del  saber,  y dada  su  índole 
especial,  puede  decirse  que  ocupa  el  lugar  mas  culminante 
entre  las  ciencias  cosmológicas,  sin  desconocer  por  esto  que 
la  Astronomía,  como  ciencia  del  Universo,  considere  á nues- 
tro planeta  como  comprendido  dentro  de  su  dominio.  Pero 
dada  la  tendencia  de  los  tiempos  que  corren,  hay  que  consi- 
derar á la  Geología  como  ciencia  de  grandísima  significación, 
bajo  el  punto  de  vista  de  sus  aplicaciones,  lo  cual  aumenta 
extraordinariamente  su  importancia,  mereciendo  excitar  el 
gusto  de  su  estudio  y perfecto  conocimiento,  así  del  agri- 
cultor como  del  industrial,  del  médico  como  del  juriscon- 
sulto, y del  militar  é historiador;  á todos  los  cuales  puede 
suministrar  la  ciencia  preciosos  é interesantes  datos  para 
reconocer  y mejorar  la  tierra  ó suelo  vegetal;  descubrir  y 
explotar  sustancias  útiles;  conocer  y utilizar  en  pro  de  la 
humanidad  sana  o enferma  todas  aquellas  sustancias  terres- 
tres que  pueden  influir  en  la  salud  de  los  pueblos,  y el  hi- 
drotermatismo  como  poderoso  recurso  terapéutico;  para 
apreciar  detenidamente  el  carácter  moral  de  las  naciones, 
estrechamente  relacionado  con  la  naturaleza  y accidentes  de 
los  terrenos;  para  dirigir  oportunamente  el  arte  de  la  estra- 
tegia, y para  establecer,  por  último,  sobre  sólidas  bases  el 
comienzo  de  la  historia  humana. 

Hasta  puede  servir  la  historia  de  nuestro  planeta  para  con- 
firmar con  razones  científicas  la  fe,  que,  como  buenos  cre- 
yentes, tenemos  (los  que  tal  fortuna  alcanzamos)  en  la  verdad 
de  la  revelación  Mosáica,  así  en  lo  referente  á las  armonías 
que  en  nuestro  concepto  existen  y trataremos  oportunamente 
de  probar  entre  el  Génesis  y la  ciencia,  como  en  lo  tocante 
al  origen  y remota  antigüedad  de  nuestra  especie. 

, Por  donde  se  ve  la  trascendencia  suma  de  la  ciencia  geo- 
lógica, considerada  bajo  sus  dos  aspectos,  especulativo  y de 
aplicación,  y cuán  punible  es  la  indiferencia  con  que  entre 
nosotros  se  mira  esta  clase  de  conocimientos  que,  proporcio- 
nando solaz  á la  par  que  utilidad,  recrean  el  ánimo  y pro- 
porcionan abundantes  veneros  de  riqueza.  Hay  que  persua- 
dirse, y á la  consecución  de  este  objeto  hemos  de  contribuir 
con  todas  nuestras  fuerzas,  siquiera  exiguas,  que  si  el  país 
quiere  conquistar  de  nuevo  el  lugar  preeminente  entre  todas 
las  naciones  de  Europa,  que  en  otros  tiempos  alcanzara  por 
la  fuerza  de  las  armas  y la  habilidad  de  sus  grandes  diplomá- 
ticos y capitanes,  forzoso  es  que  se  dedique  la  juventud  al 
cultivo  de  las  ciencias  en  general,  y especialmente  al  de  las 
Naturales,  y entre  estas  á la  Química,  á la  Física  y á la  Geo- 
logía, cuya  posesión,  menos  costosa  que  la  de  la  política  y 
la  guerra,  ha  de  proporcionarle  el  bienestar,  hijo  de  las  me- 
joras materiales  y morales  que  el  cultivo  de  estos  ramos  del 
saber  proporciona. 

Consideraremos,  pues,  á la  Geología  bajo  sus  dos  aspec- 
tos, teórico  y práctico;  dando,  como  es  consiguiente,  mayor 


importancia  al  primero,  por  la  índole  propia  de  la  obra,  aun- 
que procurando  amenizar  esta  parte  especulativa  de  la  cien- 
cia, con  la  indicación,  ora  de  sucesos  mas  ó menos  extraor- 
dinarios, pero  relacionados  con  lo  que  pudiéramos  llamar 
vida  de  la  tierra,  aunque  en  sentido  metafórico,  ora  respecto 
de  la  utilidad  que  puede  obtenerse  de  la  piedra,  del  metal, 
del  tosil  o del  terreno,  á medida  que  los  vayamos  descri- 
biendo; con  el  plausible  propósito  de  realizar,  como  decía  el 
poeta,  lo  útil  con  lo  agradable,  quitando  algo  del  tono  de  se- 
veridad que  tiene  la  ciencia  y que  contribuye  á que  muchos 
abandonen  su  estudio,  por  considerarle  insuperable  y fasti- 
dioso. 

Antes,  sin  embargo,  de  entrar  en  materia,  será  conveniente 
que  en  breves  frases  manifestemos  el  íntimo  enlace  y estre- 
chas relaciones  que  unen  á la  Geología  con  los  principales 
ramos  del  saber,  con  el  doble  objeto  de  hacer  resaltar  mas 
la  importancia  de  aquella  y probar  la  necesidad  de  ciertos 
estudios  prévios  para  poder  emprender  con  provecho  su 
cultivo. 

La  primera  ciencia  con  la  que  la  Geología  conserva  estre- 
chas relaciones  que  pudieran  llamarse  de  parentesco,  es  la 
Astronomía,  á la  que  la  Geología  pide  datos  acerca  de  la 
procedencia,  origen,  forma  y accidentes  del  globo  que  habi- 
tamos en  su  calidad  de  cuerpo  planetario.  Los  movimientos 
de  rotación  y traslación  que  aquella  determina  con  exactitud 
matemática,  la  influencia  que  sobre  su  superficie  y fondo 
ejerce  el  satélite  Luna,  y el  centro  solar,  con  la  determina- 
ción de  las  estaciones,  mareas,  etc.,  y la  influencia  que  todo 
esto  ejerce  en  el  curso  regular  de  las  estaciones  que  tan  di- 
rectamente influye  en  la  distribución  de  los  séres  orgánicos 
en  el  globo,  en  las  diversas  manifestaciones  volcánicas,  etc., 
todo  esto  lo  debe  la  Geología  á la  Astronomía;  siquiera  para 
alcanzar  la  significación  de  este  enlace  no  se  necesiten,  según 
el  giro  que  nosotros  daremos  á la  cuestión,  profundos  y de- 
tenidos conocimientos  astronómicos.  Pero  la  Geología  paga 
á la  Astronomía  estos  servicios,  devolviéndole  á cambio  el 
conocimiento  de  la  composición  y estructura  del  globo,  de 
cuyos  antecedentes  deduce  el  astrónomo,  eficazmente  auxi- 
liado del  admirable  análisis  espectral,  la  uniformidad  de 
composición  de  todos  los  cuerpos  planetarios. 

A la  Química  debe  hoy  la  Geología,  quizás,  la  base  mas 
sólida  de  sus  ulteriores  progresos,  determinando  con  admi- 
rable precisión  la  naturaleza  de  los  minerales  y rocas  que 
constituyen  la  tierra,  y las  singulares  metamorfosis  que  mu- 
chos de  sus  materiales  han  experimentado  con  el  trascurso 
de  los  siglos;  é ilustrando  con  la  experimentación  en  el  la- 
boratorio de  una  manera  concluyente,  cuanto  al  génesis  de 
los  materiales  terrestres,  y de  nuestro  propio  globo,  y á las 
evoluciones  que  secularmente  ha  experimentado,  se  refiere. 
Hasta  tal  punto  es  esto  verdad,  que  bien  puede  asegurarse  que 
sin  el  eficaz  auxilio  del  análisis  y de  la  inspección  microscó- 
pica, seria  harto  difícil  dar  un  paso  seguro  en  el  terreno  geo- 
lógico, sobre  todo  en  lo  que  se  refiere  á la  determinación  y 
clasificación  de  las  rocas.  Pero  á su  vez,  la  Geología  sumi- 
nistra á la  Química  datos  de  mayor  importancia  acerca  de 
los  cuerpos  naturales  que  estudia  así  en  la  corteza  del  globo, 
como  muy  particularmente  en  las  aguas  minerales;  pudiendo 
decir  que  la  mayor  parte  de  los  elementos  que,  sea  como 
tales  ó en  sus  variadas  y múltiples  combinaciones,  aquella 
examina,  proceden  á veces  en  cantidades  considerables,  del 
interior  del  globo. 

Las  relaciones  de  la  Geología  con  la  Física  y la  Meteoro- 
logía son  tan  estrechas  y variadas,  que  casi  seria  excusado 
enumerarlas;  bastando  decir,  por  ejemplo,  que  aquella,  con- 
siderada bajo  el  punto  de  vista  de  la  armonía  que  existe 
entre  los  reinos  orgánicos  y las  condiciones  biológicas  á que 


INTRODUCCION 


184 

debieron  adaptarse,  constituye  una  verdadera  Meteorología 
retrospectiva  interesantísima,  que  puede  servir  de  verdadero 
complemento  al  estudio  de  la  actual,  ilustrando  de  una 
manera  muy  eficaz  la  historia  de  todas  las  vicisitudes  por 
que  ha  pasado  el  globo.  Por  otra  parte,  son  por  demás  nota- 
bles los  auxilios  que  la  Física  presta  á la  Geología,  con  sus 
teorías  del  calor,  de  la  electricidad,  de  la  luz,  sobre  todo 
desde  que  reinan  en  el  dominio  de  la  ciencia  las  doctrinas 
hoy  corrientes  de  la  unidad  y correlación  de  las  fuerzas  y 
de  la  trasformacion  de  unas  en  otras,  principios  fecundísi- 
mos en  resultados,  y de  los  que  la  Geología  se  sirve  como 
esclarecimiento  de  sus  mas  importantes  problemas,  así  como 
la  reciente  aplicación  del  microscopio  á la  determinación 
característica  y ordenación  metódica  de  los  materiales  ter- 
restres que  oportunamente  daremos  á conocer. 

De  los  servicios  recíprocamente  prestados  por  la  Geolo- 
gía, la  Botánica  y la  Zoología,  fácilmente  puede  deducirse 
el  estrecho  enlace  que  une  á estos  diferentes  ramos  del  sa- 
ber; con  efecto,  proponiéndose  aquella  dar  una  idea  lo  mas 
completa  posible  del  origen  y ulteriores  desenvolvimientos 
de  los  reinos  orgánicos,  bien  puede  asegurarse  que  en  este 
concepto  es  el  mas  sólido  fundamento  de  las  otras  dos,  las 
cuales,  si  pretenden  explicar  cumplidamente  el  reino  vegetal 
y animal,  necesitan  indispensablemente  empezar  por  la  Pa- 
leontología; pues  solo  de  esta  manera  podrán  comprender 
en  su  totalidad  los  reinos  orgánicos.  Pero  por  esta  misma 
razón,  y dado  que  el  organismo  así  vegetal  como  animal  ha 
sido  creado  bajo  un  plan,  siempre  el  mismo,  para  poder 
cultivar  con  provecho  la  Geología,  es  de  todo  punto  necesa- 
rio que  preceda  á su  estudio  un  conocimiento  cabal  de  la 
Botánica  y la  Zoología,  y muy  especialmente  de  la  Anato- 
mía comparada. 

Con  la  Mineralogía  la  enlazan  vínculos  tales,  que  casi 
puede  decirse,  se  confunde  con  la  Geología  en  un  mismo 
concepto,  siendo  aquella  el  estudio  analítico,  y esta  el  sinté- 
tico del  reino  mineral.  De  la  costra  sólida  del  globo  tratan 
ambas;  con  la  sola  diferencia  de  que  la  Mineralogía  da  á 
conocer,  por  decirlo  así,  las  letras ; y la  Geología  las  sílabas 
y palabras  con  que  la  naturaleza  ha  escrito  la  historia  de 
nuestro  globo;  de  donde  resulta  que  sin  buenos  conocimien- 
tos del  alfabeto  mineralógico,  será  difícil,  por  no  decir  impo- 
sible, que  podamos  leer  y formar  idea  cabal  de  la  combina- 
ción de  signos,  mas  complicados  aun  que  los  jeroglíficos 
egipcios,  que  permanecen  grabados  en  los  estratos  terres- 
tres, como  expresión  fiel  de  los  notables  acontecimientos 
que  caracterizan  tan  peregrina  historia.  A su  vez  la  Geología, 
dando  á conocer  con  exactitud  el  yacimiento  de  los  diferen- 
tes minerales,  las  mezclas  o combinaciones,  y la  asociación 
con  otros,  constituyendo  las  diferentes  rocas  que  estudia  el 
geólogo,  hasta  tal  punto  dilata  los  horizontes  del  mineralo- 
gista, y completa  el  concepto  que  debe  formarse  del  reino 
mineral,  que  sin  dichos  conocimientos  queda  reducida  su 
misión  á la  de  un  empírico  conocedor  de  mayor  ó menor 
numero  de  especies  minerales.  Es  menester  de  consiguiente 
persuadirse,  que  sin  el  poderoso  auxilio  de  la  Geología,  el 
naturalista  dedicado  al  reino  mineral  no  puede  elevarse  á 
una  síntesis  filosófica  del  mismo,  ni  comprender  la  significa- 
ción que  estos  elementos  alcanzan  en  la  composición  del 
globo,  dejando  aparte  que  limitándose  al  estudio  individual 
de  las  especies,  no  sera  fácil  se  dé  razón  de  su  origen  mas  ó 
menos  misterioso,  ni  de  las  asociaciones  y relaciones  que 
las  unen  entre  sí;  estudio  que  á lo  ameno,  reúne  la  circuns- 
tancia de  ser  muy  importante  en  sus  aplicaciones,  excitando 
vivamente  la  atención  del  diligente  escrutador  de  las  cosas 
naturales. 

Otra  consideración  estrecha  mas,  si  se  quiere,  las  relacio- 


nes entre  la  Mineralogía  y la  Geología,  cual  es  la  de  valerse 
ambas,  ó por  mejor  decir,  el  que  las  cultiva,  del  mismo  mé- 
todo y de  idénticos  procedimientos  para  llegar  á poseerlas: 
método  que  consiste  en  la  observación  minuciosa  en  la  na- 
turaleza misma  de  los  minerales,  rocas,  fósiles,  terrenos,  etc., 
á cuyo  propósito  deben  citarse  las  admirables  frases  con  que 
el  célebre  Valerio  terminaba  sus  lecciones  y su  obra  de  Mi- 
neralogía: /A,  filii,  decía,  emite  calaos;  montes  acccdite;  val- 
les, solí  tu  diñes,  litora  maris , terree  profundos  simes  inquirite; 
mineral íum  or diñes,  proprieta  tes  nascendi  modos  nótate:  Ha 
e/iim  ad  corporum  proprietatumque  cognitionem  pervenietis ; 
alias  non.  Que^ vertido  algo  libremente  al  castellano  quiere 
decir:  «Hijos  mios,  calzad  el  coturno  mineralógico;  subid 
á los  montes;  investigad  ó explorad  los  valles,  los  desiertos, 
el  litoral  del  mar,  y los  senos  profundos  de  la  tierra;  anotad 
los  grupos  minerales,  sus  propiedades  y diverso  origen;  pues 
solo  de  este  modo,  y no  de  otro,  alcanzareis  el  conocimien- 
to de  los  cuerpos  y de  todo  lo  que  á ellos  se  refiere.»  La 
experimentación  completa  en  el  laboratorio  y gabinete  de  los 
conocimientos  que  nos  ha  suministrado  la  observación  di- 
recta, reproduciendo  en  pequeña  escala  las  grandes  opera- 
ciones de  la  naturaleza,  llegando  de  este  modo  al  cabal  co- 
nocimiento del  origen  de  las  sustancias  terrestres,  y de  todo 
aquello  que  mas  directamente  pueda  interesarnos;  á cuyo 
fin  concurren  de  una  manera  sobre  toda  ponderación  admi- 
rable, el  microscopio  y la  análisis  química,  hasta  el  punto 
de  servir  estos  dos  poderosos  medios  de  investigación,  de 
base  sólida  y filosófica  de  las  modernas  clasificaciones  de 
minerales  y rocas. 

Para  que  el  conocimiento  de  las  relaciones  de  la  Geología 
con  las  demás  ciencias  naturales  sea  completo,  pudiendo  en 
su  virtud  comprender  la  altísima  significación  de  este  mo- 
derno ramo  del  saber,  conviene  hacer  notar  que  los  dos 
problemas  mas  importantes  que  hoy  preocupan  á los  sabios, 
esto  es,  el  del  origen  y desarrollo  de  la  vida,  y el  de  la  fijeza 
ó variabilidad  sin  límites  del  tipo  específico,  solo  pueden 
encontrar  plausible  solución,  si  de  ello  son  susceptibles,  re- 
curriendo al  inagotable  tesoro  de  la  ciencia  geológica  consi- 
derada en  su  mas  lata  acepción,  como  historia  completa  del 
reino  mineral  y orgánico  terrestre. 

La  no  menos  trascendental  cuestión  del  origen,  antigüe- 
dad y vicisitudes  por  que  ha  pasado  nuestra  especie,  tampo- 
co puede  tratarse  ni  llegar  á verdadero  esclarecimiento  sino 
basándola  en  buenos  y sólidos  estudios  geológicos;  y es  que 
principiando  la  historia  humana  donde  la  terrestre  concluye, 
confúndense  ambas  en  el  mismo  punto,  conservándose  los 
mas  antiguos  vestigios  del  hombre  en  estado  fósil  entre  los 
últimos  materiales  depositados  en  el  globo;  de  donde  natu- 
ralmente se  deduce  que  las  primeras  páginas  de  nuestra 
historia,  no  hay  que  buscarlas  en  los  archivos,  ni  en  las 
inscripciones  jeroglíficas  y cuneiformes  del  Egipto,  ó de  la 
Asiria;  sino  mas  bien  en  la  formación  diluvial  del  terreno 
cuaternario,  ó quizás  en  las  de  sedimento  plioceno  ó mioce- 
no, donde  además  de  los  restos  fósiles  de  nuestra  especie, 
consérvanse  los  claros  vestigios  de  su  incipiente  civilización, 
asociado  todo  á plantas  y animales  también  fósiles,  y cuya 
presencia  claramente  indica  las  condiciones  biológicas  que 
ofrecía  el  globo  á la  sazón.  De  todo  lo  cual  se  desprende  el 
íntimo  enlace  que  tiene  la  Geología  con  la  Historia,  de  la 
que  con  razón  puede  decirse,  es  aquella  su  mas  sólido  ci- 
miento; habiendo  nacido  de  esta  feliz  aplicación  de  la 
Geología,  un  nuevo  ramo  del  saber,  que  ocupa  hoy  á muy 
privilegiadas  inteligencias,  y que  por  referirse  al  estudio  y 
esclarecimiento  de  los  tiempos  anteriores  á lo  que  propia- 
mente se  ha  llamado  historia,  ha  recibido  el  nombre  de  Pre- 
historia. 


INTRODUCCION 


Lo  dicho  basta,  en  mi  humilde  opinión,  para  comprender 
que  la  Geología  constituye  una  rama  científica  que,  siquiera 
haya  tardado  mucho  á entrar  en  el  concierto  de  las  demás 
ciencias  y á conquistar  el  puesto  que  entre  ellas  le  corres- 
ponde, es  uno  de  esos  ramos  que  por  su  propia  índole  inte- 
resa ó debe  interesar  á toda  clase  de  gentes,  cualquiera  que 
sea  su  misión  en  la  sociedad;  debiendo  poseer  su  conoci- 
miento, siquiera  dentro  de  límites  muy  variados,  tanto  el 
que  se  dedica  á puras  especulaciones  científicas,  cuanto 
aquel  que  quiere  apoyarse  en  ella  para  una  de  sus  múltiples 
aplicaciones;  debiendo  en  rigor  formar  parte  de  la  general 

cultura  de  todo  pueblo  que  aspire  al  honroso  título  de  civi- 
lizado. 

Después  de  estas  consideraciones  generales,  creo  ya  llega- 
do el  momento  de  entrar  en  materia;  no  sin  trazar  antes  en 
breves  palabras  la  sucinta  reseña  de  la  Historia  de  nuestro 
planeta,  para  que  de  este  modo  se  comprenda  de  una  sola 
ojeada  y como  complemento  de  lo  que  precede,  la  trascen- 
dencia suma  de  lo  que  nos  proponemos  desarrollar  en  la 
presente  obra. 

La  Tierra  y demás  cuerpos  planetarios,  según  las  doctri- 
nas hoy  mas  en  boga,  han  pasado  sucesivamente  por  los 
estados  de  extraordinaria  difusión  de  la  materia  universal, 
aglomeración  en  forma  de  nebulosas  ó inmensas  vías  lác- 
teas, condensación  alrededor  de  determinados  puntos  del 
espacio,  que  sirvieron  como  de  núcleo,  separación  de  seg- 
mentos de  la  atmósfera  de  estos  primeros  centros,  y forma- 
ción de  otros  cuerpos  estelares  de  diferente  orden.  De 
manera  que  la  materia  ha  pasado  por  los  estados  siguientes: 
í.°  de  gran  difusión;  2/  nebulosa;  3.0  centros  ó soles;  4.0 
planetas;  5.0  satélites;  quizás  los  aerolitos  y los  cometas 
deban  constituir  en  este  proceso  universal  de  la  materia  dos 
nuevas  categorías  que  completan  la  serie.  El  estudio  actual 
de  la  Astronomía  llevado  á un  punto  maravilloso  de  alcance 
y exactitud,  merced  á los  poderosos  medios  de  observación 
de  que  hoy  dispone,  y á los  progresos  por  la  ciencia  del 
cálculo  realizados,  confirma  del  modo  mas  satisfactorio  esta 
historia  genética  universal,  admirablemente  expuesta  á últi- 
mos del  pasado  siglo  por  el  eminente  Laplace,  en  cuyos  de- 
talles y pormenores  no  nos  es  dado  entrar,  por  no  permitirlo 
la  índole  de  la  obra. 

Dejando,  pues,  por  sentada  y admitida  la  teoría  de  tan 
insigne  astrónomo,  en  lo  que  se  refiere  al  órden  con  que  han 
ido  formándose  los  cuerpos  todos  del  Universo,  y concretán- 
donos á nuestro  objeto  principal,  que  es  la  Tierra,  importa 
consignar  la  creencia  hoy  general  de  un  estado  ígneo  origi- 
nario, del  que  en  el  cuerpo  del  libro  se  darán  repetidas  prue- 
bas, como  consecuencia  legítima  de  la  elevadísima  tempe- 
ratura, determinada  por  la  enorme  presión  que  debieron 
ejercer  los  materiales  que  la  constituyen,  al  acumularse  al- 
rededor de  su  núcleo  como  parece  que  hoy  se  está  realizando 
en  Saturno,  cuya  distancia  entre  el  anillo  y el  núcleo  central, 
\a  estrechándose  de  esa  manera  lenta  y secular  como  por  lo 
común  se  realizan  las  grandes  operaciones  de  la  naturaleza. 

Contribuirían  sin  duda  también  á determinar  este  estado 
originario  del  globo,  las  incalculables  corrientes  eléctricas 
que  en  su  seno  debieron  desarrollarse,  y el  sinnúmero  de 
combinaciones  y reacciones  químicas,  que  en  tan  vastísimo 
laboratorio  químico,  y en  presencia  unos  de  otros,  todos  los 
elementos  conocidos  y los  que  tal  vez  no  han  llegado  aun  á 
poderse  distinguir,  se  verificaban.  Puesto  ya  el  globo  en  este 
estado  y sometido  á las  leyes  generales  de  la  materia,  giran- 
do sobre  si  mismo  y alrededor  del  sol,  describiendo  su  pro- 
pia órbita,  por  una  parte  se  enfrió  y por  otra  fué  adquiriendo 
de  un  modo  lento  y paulatino  la  forma  de  esferoide  achatado 
en  los  polos,  y abultado  en  el  Ecuador,  que  ofrece  hoy;  for- 
Tomo  IX 


185 

ma  que  según  lo  que  acaba  de  indicarse,  no  debió  ser  la  pri- 
mitiva; en  la  última  parte  de  la  obra  se  confirmará  mas  esta 
opinión  que  aquí  no  hacemos  mas  que  apuntar,  y se  procu- 
rará también  referir  los  ingeniosos  aparatos  inventados  para 
demostrarlo. 

El  enfriamiento  y la  oxidación  en  escala  proporcionada  á 
las  bajas  temperaturas  de  los  espacios  celestes  por  donde 
circula  la  tierra,  y las  condiciones  especiales  en  que  á la  sazón 
se  encontraba  la  superficie,  determinaron  el  principio  de  una 
operación  que  todavía  continúa,  á saber:  la  formación  de  una 
costra  sólida  que,  oponiéndose  á la  salida  y expansión  de  los 
materiales  encerrados  en  su  masa,  motivaron  lo  que  según 
la  feliz  frase  de  Humboldt  se  llama  volcanismo,  uno  de  cu- 
yos resultados  mas  importantes  fué  y es  la  aparición  de  ma- 
teriales del  interior,  constituyendo  el  eje  de  las  principales 
cordilleras;  y las  conmociones,  rápidas  y pasajeras  unas  ve- 
ces, lentas  y seculares  otras,  originando  los  terremotos  y os- 
cilaciones de  los  continentes,  expresión  fiel  de  una  de  las 
mayores  actividades  de  nuestro  planeta. 

Empezó,  pues,  á formarse  la  costra  sólida,  que  sirve  de 
asiento  á la  vida  vegetal,  animal  y humana,  que  hermosea 
hoy  como  en  otros  tiempos  la  superficie,  siquiera  por  las  cir- 
cunstancias especiales  en  que  se  encontraba  el  globo,  bien 
puede  asegurarse  no  haber  sido  la  vida  coetánea  de  su  ori- 
gen; pues  además  faltaba  á la  sazón  un  elemento  de  todo 
punto  indispensable  para  el  desarrollo  de  aquella;  es  decir, 
el  agua,  que  por  efecto  de  la  temperatura  reinante  no  se  con- 
cibe pudiera  ocupar  la  superficie,  cual  la  vemos  en  la  actua- 
lidad, sino  mas  bien  las  altas  regiones  atmosféricas.  Sin  em- 
bargo, el  análisis  é inspección  micrográfica  de  los  materiales 
de  la  primera  consolidación  y enfriamiento,  parecen  demos- 
trar de  una  manera  bastante  concluyente,  que  este  agente 
hubo  de  intervenir  en  su  formación,  siquiera  sea  bastante 
difícil  de  comprender  el  estado  en  que  se  hallaba  y podía 
actuar.  Al  describir  el  origen  de  ciertas  rocas,  entraremos  en 
mayores  detalles  acerca  de  este  punto,  que  mas  tarde,  ó sea 
en  la  Geogenia,  ampliaremos  oportunamente. 

Es  bastante  probable  que  el  agua,  al  precipitarse  desde 
las  regiones  atmosféricas  en  que  se  encontraba  sobre  la  su- 
perficie aun  candente,  contribuyera  á poner  en  función  las 
acciones  y reacciones  químicas  que  en  ella  se  verificaban, 
contribuyendo  también  al  enfriamiento  terrestre,  y al  consi- 
guiente engrasamiento  de  la  costra  sólida;  participando  aque- 
lla á su  vez  del  carácter  mineral  y termal  que  le  comunicaba 
la  zona  de  reacción  química  terrestre,  lo  cual  había  de  de- 
terminar mas  tarde  la  formación  de  los  primeros  filones  me- 
talíferos, según  en  lugar  oportuno  demostraremos. 

Trascurridos  quizás  algunos  miles  ó millones  de  siglos, 
cuando  ya  la  superficie  ofrecía  variados  accidentes,  de  ele- 
vación unos,  de  depresión  otros,  por  efecto  de  la  salida  de 
materiales  del  interior  y de  las  conmociones  ocasionadas  por 
el  plutonismo,  y descendido  bastante  la  temperatura  terres- 
tre, pudieron  ya  las  aguas  permanecer  en  la  superficie,  ocu- 
pando como  era  natural  las  grandes  depresiones  que  desde 
aquel  momento  representan  los  mares,  á la  sazón  inmensa- 
mente mayores,  alterada  la  uniformidad  de  la  superficie 
líquida  por  un  sinnúmero  de  islas  é islotes,  que  debian  for- 
mar numerosos  archipiélagos. 

Con  el  establecimiento  de  las  aguas  á la  superficie,  coin- 
ciden una  multitud  de  acontecimientos  importantísimos,  que 
completan  la  historia  de  tan  remotas  edades.  La  misteriosa 
aparición  de  la  vida,  la  inmediata  formación  de  la  lluvia  por 
el  procedimiento  que  mas  adelante  explicaremos,  la  circula- 
ción del  agua  líquida  á la  superficie,  la  descomposición  y 
acarreo  de  los  materiales  emergidos;  y por  último,  el  depósito 
químico  ó mecánico  de  sus  detritus  en  el  fondo  de  los  mares, 


24 


i86 


INTRODUCCION 


en  forma  de  bancos  ó capas,  tales  son  los  hechos  que  coin- 
ciden y puede  decirse  que  arrancan  del  establecimiento  del 
agua  á la  superficie  del  globo. 

La  sedimentación  en  el  fondo  del  mar,  aumentando  el 
espesor  de  la  costra  sólida  de  arriba  abajo,  aunque  antagonista 
en  su  proceso,  puede  decirse  que  completa  la  acción  del  volca- 
nismo que  procediendo  de  abajo  arriba,  arroja  materiales  en 
cantidad  fabulosa  al  exterior,  contribuyendo  á su  vez  á la 
consolidación  de  la  costra  del  globo.  Y como  quiera  que 
ocupando  los  mares  tan  vastas  superficies,  forzosamente  ha- 
bía de  atravesar  la  materia  ígnea  los  depósitos  llamados  de 
sedimento,  de  aquí  el  que  los  bancos  ó capas  antes  en  el 
fondo  del  mar  horizontalmente  dispuestos,  sufrieran  disloca- 
ciones mas  ó menos  profundas,  que  se  traducen  por  el 
levantamiento  é inclinación  que  ofrecen,  que  á veces  llega 
hasta  la  vertical,  y por  los  cambios  notables  en  la  composi- 
ción, estructura  y aspecto  de  sus  materias  componentes; 
fenómenos  á los  que  llamaremos  en  lugar  oportuno  Meta- 
morfismo, al  cual,  según  veremos,  léjos  de  ser  extraña,  con- 
tribuye el  agua  de  una  manera  muy  eficaz.  Todos  estos  tras- 
tornos que  lenta  ó bruscamente  ocurrian  á la  superficie, 
efecto  natural  de  la  actividad  interna  y externa  del  globo, 
habían  de  determinar,  como  era  consiguiente,  cambios  mas 
ó menos  profundos  en  las  condiciones  biológicas  del  globo; 
cuyos  efectos  directa  é inmediatamente  dejaban  sentirse  en 
los  séres  orgánicos,  que  iban  renovándose  á tenor  de  las 
nuevas  condiciones,  pereciendo  unos  y apareciendo  otros 
en  su  lugar  para  no  verse  ya  mas  la  superficie  privada  de  lo 
que  tanto  contribuia  á hermosearla.  Ahora  bien,  estos  repre- 
santes de  la  vida,  envueltos  entre  los  materiales  terrestres 
de  sedimento,  han  subsistido,  ora  ellos  mismos,  ó sus  hue- 
llas y despojos,  formando  parte  de  dichos  terrenos  estratifica- 
dos, pero  no  ya  tal  como  vivían,  sino  mas  bien  trasformados 
en  materia  mineral,  siquiera  conservando  toda  su  facies 
orgánica,  convirtiéndose  en  verdaderas  medallas  de  la  crea- 
ción, que  con  el  nombre  de  fósiles,  explican  clara  y de  un 
modo  admirable  la  historia  de  nuestro  planeta. 

A los  organismos  esencialmente  marinos, 


la  vida  primera  del  globo,  se  suceden  los  terrestres;  y cuando 
en  épocas  posteriores  se  formaron  lagos  ó grandes  depósitos 
de  agua  dulce  en  los  continentes,  completóse  el  cuadro 
orgánico  con  las  plantas  y animales  lacustres,  y los  de  aguas 
salobres  en  las  embocaduras  de  los  grandes  rios  y en  los  al- 
majares y pantanos.  Continúan  entre  tanto,  por  una  parte  la 
sedimentación  en  el  seno  de  las  aguas  marinas  y lacustres,  y 
por  otra  todas  las  manifestaciones  volcánicas,  cuya  salida  de 
materias  al  exterior,  suele  poner  fin  á la  sedimentación  donde 
antes  tranquilamente  se  efectuaba,  marcando  de  esta  manera 
el  límite  no  siempre  fácil  de  precisar  de  un  espacio  mas  ó me- 
nos considerable  de  tiempo,  que  se  ha  convenido  en  llamar 
época  de  la  historia  terrestre,  por  los  cambios  profundos  que 
todas  estas  operaciones  imprimían  á la  materia,  así  mineral 
como  orgánica. 

De  este  modo  sucediéronse  todas  las  operaciones  terres- 
; en  perpetua  lucha  los  elementos  internos  encerrados 
en  los  abismos  por  la  costra  sólida,  y al  exterior  la  atmósfera, 
el  agua,  primero  en  vapor,  mas  tarde  en  estado  liquido,  y en 
tiempos  relativamente  modernos  en  forma  de  hielo  y nieve, 
hasta  que  llegando,  por  decirlo  así,  á la  plenitud  de  los 
tiempos,  aparece  el  hombre  como  digno  coronamiento  de  la 
creación,  en  medio  de  circunstancias  adaptables  á su  orga- 
nismo, y rodeado  de  una  fauna  y flora,  que  salvas  muy  cortas 
excepciones,  es  la  misma  que  aun  hoy  hermosea  la  superficie 
del  globo. 

Tal  es  la  somera  reseña  de  las  vicisitudes  por  que  ha  pa- 
sado la  tierra,  desde  su  origen  hasta  nuestros  dias;  siendo  la 
consecuencia  lógica  de  lo  expuesto  que  léjos  de  haber  per- 
manecido siempre  en  el  mismo  estado,  trabajada  por  pode- 
rosísimos agentes,  ha  sufrido  en  su  larga  y peregrina  historia 
una  serie  inmensa  de  cambios  y modificaciones,  que  han 
determinado  lo  actual,  por  donde  debe  empezarse  su  estudio, 
si  se  quiere  formar  cabal  concepto  de  lo  que  antes  fué,  fun- 
dándonos para  establecer  esta  conclusión  en  la  identidad 
asi  de  la  materia  que  desde  su  origen  la  compone,  como 
de  los  agentes  que  incesantemente  determinan  su  pro- 
teismo. 


UNIVERSIDAD 


aIIto:  l 


DIRECCIÓN  GENE 


GEOLOGIA  ESPECULATIVA 


PRIMERA  PARTE  — geografía 


La  palabra  Geografía,  derivada  de  las  dos  raíces  griegas, 
tierra,  y grafos,  descripción,  si  se  toma  en  su  mas  lato 
sentido,  significa  casi  lo  mismo  que  la  Geología;  pero  obli- 
gados á marcar  límites  entre  los  diferentes  ramos  del  saber 
referentes  á nuestro  planeta,  pues  de  lo  contrario  resultaría 
el  caos  científico,  diremos  que  es  de  su  exclusivo  dominio  el 
estudio  de  la  forma  y peso  especifico  de  la  tierra,  datos  rela- 
cionados ó deducidos  de  su  totalidad,  y los  variados  acci- 
dentes que  la  parte  exterior  de  la  costra  sólida  ofrece  con  los 
séres  orgánicos  que  la  pueblan. 

Para  comprender  la  ciencia  tal  como  hasta  el  presente  se 
ha  considerado  en  lo  que  pudiera  llamarse  su  periodo  analí- 
tico ó de  simple  observación,  basta  con  lo  dicho;  pero  si  se 
quiere  completar  su  concepto  y darle  el  sello  filosófico  y sin- 
tético que  se  merece,  se  hace  de  todo  punto  indispensable 
explicar  los  accidentes  que  la  caracterizan,  relacionando  los 
hechos  con  las  causas  que  los  determinan  y no  mirar  tan 
solo  su  estado  actual,  sino  remontarse  á lo  que  en  otros 
tiempos  fué.  Este  método,  sobre  ser  mucho  mas  científico 
que  el  seguido  hasta  aquí,  tiene  la  inmensa  ventaja  de  fijar 
mejor  en  la  mente  la  verdadera  nocion  de  los  múltiples  fenó- 
menos geográficos  estrictamente  relacionados  con  los  agentes 
que  los  determinan,  conocimiento  exigido  hoy  por  la  inelu- 
dible ley  del  progreso. 

Por  otra  parte,  no  limitando  el  conocimiento  á lo  actual, 
sino  examinando  también  los  acontecimientos  anteriores,  se 
relaciona  el  principio  con  el  fin,  trazando  de  paso  é insensi- 
blemente la  historia  terrestre  y dando  por  fin  á este  estudio 
un  atractivo  de  que  antes  carecía. 

Fundados  en  estas  consideraciones,  dividimos  la  Geogra- 
fía en  dos  grandes  capítulos,  á saber:  i.°  Geografía  estática 
y 2.0  Geografía  dinámica:  alguna  aclaración  merecen  estos 
dos  adjetivos,  que  aplicados  á esta  ciencia  creo  ser  el  primero 
en  usar.  —Aplico  la  denominación  de  estática  á la  Geografía 
analítica  que  solo,  estudia  los  hechos,  y llamo  dinámica  á la 
que  trata  de  las  causas  ó agentes  que  los  determinaron  y que 
siguen  actuando  á la  superficie  y en  el  interior  del  globo. 

La  estática  puede  decirse  que  representa  la  única  Geogra- 
fía que  hasta  el  presente  se  ha  estudiado  y se  conoce,  cons- 
tituyendo un  largo  y enojoso  catálogo  de  nombres,  que  pri- 
vados de  su  natural  y mutuo  enlace  por  no  relacionarlos  con 
sus  verdaderos  agentes  productores,  fatigan  la  memoria  sin 
hacer  entrar  en  función  los  demás  elementos  constitutivos 
del  entendimiento,  lo  cual  retrae  á muchos  de  su  cultivo. 

Conviene,  pues,  completar  la  nocion  del  hecho  con  el  co- 
nocimiento de  la  causa  que  natural  y legítimamente  lo  de- 
termina, y de  aquí  la  necesidad  de  la  Geografía  dinámica 
como  su  mas  genuino  complemento.  Formando  grupos  ó 
asociaciones,  por  analogías,  de  los  accidentes  geográficos,  y 
relacionándolos  con  sus  propias  causas,  fácil  cosa  ha  de  ser 
alcanzar  la  significación  que  tiene  la  serie  de  acontecimientos 
terrestres  que  precedió  y determinó  el  estado  actual,  como 
parte  orgánica  de  la  historia  de  nuestro  globo. 


He  creído  deber  insistir  en  la  conveniencia  y hasta  si  se 
quiere  necesidad  de  esta  división  de  la  Geografía  en  estática 
y dinámica,  i.°  para  facilitar  la  inteligencia  del  asunto,  y ex- 
citar en  la  juventud  el  interés  que  siempre  despierta  el  co- 
nocimiento de  nuestra  propia  habitación,  no  limitándonos  á 
considerarla  como  hoy  es,  sino  como  ha  sido,  y como  será; 
y 2.°  para  que  se  comprenda  el  íntimo  enlace  que  existe  en- 
tre la  Geología  y la  Geografía;  comparable  hasta  cierto  punto 
con  el  que  une  á la  madre  cariñosa  con  la  hija  agradecida: 
lo  cual  fácilmente  se  alcanza  fijando  un  poco  la  atención  en 
que  mientras  la  Geografía  tal  como  se  ha  considerado  hasta 
ahora  trata  de  hechos  sueltos  ó mutuamente  relacionados, 
la  Geología  los  esclarece  dando  natural  y sencilla  explica- 
ción, no  solo  de  los  hechos,  sino  del  porqué,  refiriéndolos  á 
causas  que  forman  parte  de  su  complicada  historia,  y sin 
cuyo  proceso  no  habría  en  el  globo  ese  proteismo  que  cons- 
tantemente agita  la  superficie  y el  interior,  ni  tendrían  aque- 
llos la  importancia  que  realmente  debe  concedérseles. 

De  esta  manera  considerada,  la  Geografía  forma  parte  del 
organismo  geológico;  de  donde  fácil  es  deducir  la  absoluta 
necesidad  que  tenemos,  si  se  quiere  cultivar  con  verdadero 
provecho,  de  los  conocimientos  de  aquella;  ya  que  de  la 
composición  mineral,  de  la  estructura  y demás  circunstan- 
cias de  los  terrenos  dependen  la  mayor  parte,  por  no  decir 
todos,  los  accidentes  de  la  superficie  del  globo.  Y como  con- 
firmación cabal  de  este  mismo  enlace,  debe  declararse  muy 
alto  que  sin  buenos  Mapas  geográficos  no  es  posible  dar  un 
paso  seguro  en  las  exploraciones  geológicas. 

Ahora,  respecto  á las  denominaciones  estática  y dinámica 
con  que  designo  los  dos  aspectos  bajo  los  cuales  puede  con- 
siderarse la  ciencia : el  primero  corresponde  á lo  que  hasta 
ahora  se  ha  llamado  Geografía  propiamente  dicha;  y creo  no 
ser  del  todo  inexacta  la  palabra,  por  cuanto  se  refiere  á todo 
aquello  que  vemos  hoy  constituido  en  la  superficie  del  globo. 
En  cuanto  á la  palabra  dinámica  aplicada  ála  segunda  parte 
de  la  Geografía,  se  refiere  á los  cambios  incesantes  que  ex- 
perimenta dicha  superficie,  bajo  la  incesante  acción  de  nu- 
merosas y variadas  causas.  Por  último,  el  tratar  antes  de  la 
estática  que  de  la  dinámica,  se  funda  en  la  necesidad  de  pro- 
ceder de  lo  conocido  á lo  desconocido,  elevándose  de  los 
efectos  al  examen  é investigación  de  las  causas  que  los  pro- 
ducen; sirviendo  el  conocimiento  de  aquellos,  y de  estas, 
no  solo  de  complemento  científico  de  la  Geografía,  sino 
también  de  natural  introducción  al  estudio  de  la  Geología, 
cuyos  admirables  progresos  en  los  cincuenta  últimos  años 
realizados,  débense  muy  principalmente  al  método  que  se 
llama  de  las  causas  actuales,  cuyos  mas  pertinaces  y entu- 
siastas propagadores  han  sido  el  eminente  Lyell  en  Ingla- 
terra y Prevost  en  Francia,  método  que  consiste  en  el  estu- 
dio de  lo  que  hoy  pasa  á nuestra  vista  en  el  globo,  ó en  otros 
términos,  de  la  Geografía  estática  y dinámica,  para  deducir 
después  los  diferentes  estados  por  que  ha  pasado  nuestro 
planeta,  objeto  principal  de  la  Geología. 


GEOLOGÍA 


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CAPITULO  PRIMERO 


GEOGRAFÍA  ESTÁTICA 


Según  se  desprende  de  io  que  acabamos  de  indicar,  da- 
mos el  nombre  de  Geografía  estática  á la  parte  de  la  ciencia 
que  estudia  el  estado  actual  del  globo,  así  en  lo  que  se  re- 
fiere á la  forma  y densidad,  al  lugar  y rango  que  ocupa  en 
nuestro  sistema,  considerado  como  cuerpo  planetario,  á las 
divisiones  que  generalmente  se  admiten  en  la  superficie,  y 
demás  particularidades  que  son  de  la  incumbencia  especial 
del  astrónomo,  siquiera  el  geólogo  no  pueda  prescindir  en 
absoluto  de  su  conocimiento,  como  á todos  los  accidentes 
que  ofrece  la  superficie;  de  donde  la  necesidad  de  una  sub- 
división de  la  Geografía  estática  en  astronómica  y física.  Se 
dirá  tal  vez,  que  la  astronomía  debiéramos  también  incluirla 
en  la  dinámica,  por  cuanto  la  forma  de  que  aquella  trata,  no 
habiendo  sido  siempre  igual  á la  que  hoy  ofrece  el  globo, 
debiéramos  estudiarla  en  todas  las  modificaciones  que  suce- 
sivamente ha  experimentado,  desde  la  esférica  que  hubo  de 
presentar  en  su  origen,  hasta  la  que  ofrece  hoy:  pero  como 
bajo  este  punto  de  vista,  fuera  de  lo  actual,  todo  es  hipoté- 
tico, ora  se  refiera  á la  morfología  terrestre,  ó bien  á su  den- 
sidad, preferimos  dar  en  breves  palabras  una  idea  exacta  de 
ambas  cosas,  con  tanto  mas  motivo,  cuanto  que  sin  negar  la 
importancia  de  estos  estudios,  no  tienen  para  el  geólogo 
sino  un  interés  muy  secundario. 


La 


I A^TiL 

GEOGRAFÍA  ASTRONÓMICA 


Geografía  astronómica  es  aquella  parte  de  la  ciencia 
que  trata  de  la  tierra  considerada  como  cuerpo  planetario; 
estudio  importantísimo  á la  par  que  vasto,  pero  que  atendida 
la  índole  de  la  obra,  lo  concretaremos  á dar  una  idea  de  la 
forma,  densidad,  dimensiones  y divisiones  principales  admi- 
tidas en  el  globa  7H4. 

Forma  de  la  tierra.  — La  tierra  es  un  planeta  de  forma 
esferoidal,  achatado  en  los  polos,  abultado  en  el  ecuador, 


que  gira  sobre  su  eje  en  24  horas  y al  rededor  del  Sol 
en  365  dias,  5 horas,  48'  51"  6'". 

Sin  entrar  en  explicaciones  acerca  de  los  medios  de  que 
hoy  se  vale  la  ciencia  para  apreciar  el  aplastamiento  de  la 
tierra,  bien  sea  por  la  medición  de  los  arcos  terrestres,  ó por 
el  péndulo,  podemos  decir  que  la  diferencia  entre  el  radio 
polar  y el  ecuatorial,  tomando  la  media  de  las  diferentes 
operaciones  pranticadas,  es  de  31,318  metros,  2;  es  decir, 
para  su  mejor  inteligencia,  que  en  una  esfera  de  6 decíme- 
tros de  diámetro,  equivaldría  el  aplastamiento  á 1 milímetro; 
ó en  un  globo  de  t,ooo  metros  de  diámetro  ecuatorial,  el  eje 
polar  seria  de  99S'1’  33  centímetros. 

La  forma  de  la  tierra,  es  el  mejor  comprobante  de  su  ori- 
gen fluido  ó pastoso  por  lo  menos,  pues  para  que  las  fuerzas 
centrífuga  y centrípeta  diesen  como  resultado  de  su  acción 
el  esferoide  achatado,  era  condición  precisa  que  sus  molécu- 
las pudieran  moverse  libremente.  Ahora  bien,  este  estado 
solo  podia  determinarlo  el  agua,  disolviendo  á una  elevada 
temperatura,  fundiendo  los  materiales  terrestres;  y como 
quiera  que  la  desproporción  entre  la  parte  sólida  y la  líquida 
del  globo  imposibilita  la  idea  de  una  disolución  primitiva, 
hay  que  apelar  al  elemento  ígneo  para  darse  razón  cumplida 
de  este  hecho  notable.  Debemos,  no  obstante,  declarar  que 
la  tendencia  de  la  Geología  moderna  es  á dar  participación 
en  este  estado  originario  de  la  Tierra  no  solo  al  fuego,  sino 
también  al  agua,  obrando  de  consuno  con  la  presión  y el 
fluido  magnético. 

Uno  de  los  resultados  mas  importantes  de  la  medición  de 
los  arcos  de  meridiano,  es  demostrar  la  irregularidad  de  la 
superficie  terrestre;  pues  dado  el  aplastamiento  de  los  polos, 
si  la  tierra  fuera  un  sólido  regular  de  revolución,  todos  los 
grados  de  longitud  serian  iguales  en  la  misma  latitud;  y como 
quiera  que  esto  no  sucede,  y como  por  otra  parte  ni  los  ar- 
cos que  marcan  los  grados  de  los  paralelos  son  iguales,  ni 
estos  son  círculos  perfectos,  la  consecuencia  natural  es  la 
que  va  indicada,  esto  es,  que  la  superficie  terrestre  es  irre- 
gular y ondulada.  Para  apreciar  las  diferentes  dimensiones  de 
la  tierra,  véanse  los  siguientes  datos  tomados  del  Anuario  del 
Observatorio  de  Madrid,  y con  los  cuales  puede  también 
reconstruirse  la  forma  del  globo,  y comprenderse  mejor  las 
condiciones  que  preceden. 


R. 
r. . 
D. 
A. 

c~ 

C 

c. 

G 

g 

<y 

£> 


• (1799) 

Walbeck  (1819) 

Schmidt  (1829) 

Bessel  (1S41) 

Airy  (1849) 

James  (1863) 

V . 

6-375,739 

6-376.895 

6-376, 959 

6-377,397 

6.377,480 

6.378,230 

6-356>65° 

6-355.S32 

6.355.522 

6.356,079 

6.356,175 

6.356,562 

19,089 

21,063 

2i,437 

21,318 

2 1,3°5 

21,668  J 

Yn^°° 

^02,78 

7*97.48 

^99,  r5 

Vs99,33 

7,94,36 

0-005*997 

0.006,595 

0.006,7 1 2 

0.006,674 

0.006,671 

0.006,783 

10,014,988 

10.016,803 

10.016,904 

10017,592 

10.017,722 

10.018,900 

10.000,000 

10.000,268 

10.000,074 

10.000,856 

10,000,996 

10.001,889 

1 n.277,6 

111,297,8 

111.298,9 

1 1 1.306,6 

1 1 1.308,0 

m.321,1 

ni, ni, 1 

III. 114,1 

ni. 119,9 

111.120,6 

111,122,2 

111.132,1 

1851,85 

1.851,90 

1.851,87 

1.852,01 

1.852,04 

1.852,20 

30,86 

30,87 

30,86 

30,87 

30,87 

30,87 

g 


Como  esclarecimiento  de  estos  números  y de  los  datos 
terrestres  á que  se  refieren,  debemos  decir  que  las  letras  R 
y r,  designan  los  radios  ecuatorial  y polar;  D su  diferencia; 
A el  achatamiento  del  globo,  ó la  diferencia  de  los  dos  ra- 
dios, referida  al  mayor;  ca,  el  cuadrado  de  la  excentricidad 
de  una  elipse  meridiana  cualquiera,  ó sea  la  diferencia  de 
los  cuadrados  de  los  dos  radios  principales,  referida  al  del 
radio  ecuatorial;  C y c los  valores  de  los  cuadrados  ecuato- 
rial y meridiano ; G el  valor,  en  metros,  como  todos  los  pre- 


cedentes, que  no  expresan  relaciones  abstractas,  de  un  grado 
del  ecuador;  y g,  g'  y g"  los  de  un  grado,  un  minuto  y un 
segundo  de  arco  medio  de  meridiano. 

Completarán  estas  nociones  los  datos  siguientes:  la  ex- 
tensión de  la  superficie  del  globo,  apreciada  en  kilómetros 
cuadrados,  es  de  500  millones;  y el  volumen  1.083,000  mi- 
llones de  kilómetros  cúbicos. 

El  diámetro  mas  corto  del  esferoide  terrestre  se  denomina 
eje  de  revolución  ó polar;  y cualquiera  de  los  comprendidos 


CAPÍTULO  PRIMERO 


u 


en  la  sección  perpendicular  dada  por  el  centro  del  globo, 
será  un  diámetro  ó eje  ecuatorial. 

Las  extremidades  del  eje  de  revolución  se  llaman  polos, 
Norte,  boreal  ó ártico  el  uno,  Sur,  austral  ó antárticoel  otro. 

Ecuador  es  un  circulo  máximo,  perpendicular  al  eje  de  la 
1 ierra,  y equidistante  de  los  polos,  el  cual  divide  al  globo 
en  dos  partes  ó hemisferios  N.  y S. 

Círculos  paralelos  son  todos  aquellos  que  se  suponen  equi- 
distantes al  ecuador,  y sirven  para  determinar  las  latitudes 
geográficas. 

Eclíptica  es  un  círculo  máximo  que  corta  oblicuamente  al 
ecuador,  con  el  cual  forma  un  ángulo  de  23o  28',  y designa 
el  camino  que  describe  la  Tierra  en  su  revolución  ánua  al 
rededor  del  Sol.  El  nombre  que  lleva,  significa  que  los  eclip- 
ses de  Luna  solo  se  verifican  cuando  aquel  satélite  pasa  por 
dicha  curva. 

T rápteos.  Llámanse  trópicos  dos  círculos  paralelos  al 
ecuador,  del  cual  distan  23o  28',  próximamente;  hácia  el 
Norte  el  llamado  de  Cáncer,  hácia  al  Sur  el  de  Capricornio. 

Círculos  polares. — Son  dos  círculos  menores  paralelos  tam- 
bién al  ecuador,  y que  distan  de  los  respectivos  polos  23o  28', 
próximamente. 

Meridiano.  Llámase  meridiano  de  un  punto  cualquiera 
del  globo,  un  semicírculo  que  pasa  por  el  mismo,  y termina 
en  los  polos.  Se  le  da  este  nombre,  porque  cuando  el  Sol  se 
halla  sobre  él,  es  medio  dia  para  todos  los  lugares  de  la 
Tierra  que  están  comprendidos  dentro  del  mismo  semicír- 
culo. 

Horizonte  sensible. — Así  se  denomina  un  círculo  que  limita 
nuestra  vista  al  extenderla  por  lo  dilatado  del  mar,  ó de  un 
campo  espacioso. 

Latitud  de  un  lugar  de  la  superficie  del  globo,  es  la  dis- 
tancia que  lo  separa  del  ecuador,  tomada  sobre  un  círculo 
que  corta  á aquel  en  ángulo  recto,  y es  lo  que  llamamos 
meridiano.  Divídese  en  septentrional  ó Norte,  y meridional 
ó .Sur,  según  el  hemisferio  en  que  se  considera. 

Longitud  es  el  arco  del  ecuador  comprendido  entre  el  me- 
ridiano de  un  lugar  cualquiera  y el  de  otro  que  se  toma  co- 
mo punto  de  partida.  Divídese  en  oriental  y occidental,  se- 
gún se  considera  hácia  el  Este  ü Oeste,  comprendiendo  cada 
uno  180o.  Aunque  empezó  á fijarse  el  meridiano  de  la  Isla 
de  Hierro  como  punto  de  partida  de  todas  las  longitudes, 
se  abandonó  esta  idea,  admitiendo  cada  nación  el  del  obser- 
vatorio astronómico  principal  en  ella  establecido.  En  España 
rige  el  de  Madrid,  y también  á veces  el  de  Cádiz  ó San  Fer- 
nando. A invitación  del  Sr.  Coello  la  Sociedad  Geográfica 
adoptó  el  de  la  Isla  de  Hierro  como  primer  meridiano. 

La  densidad  media  de  la  tierra,  ó cantidad  de  materia  com- 
prendida en  la  unidad  de  volumen,  suponiendo  confundidos 
en  uno  solo  homogéneo  la  multitud  de  cuerpos  distintos  de 
que  el  globo  se  compone,  apreciada  con  el  péndulo  y la  ba- 
lanza de  torsión,  y confirmada  por  el  resultado  de  operacio- 
nes geodésicas,  es  como  5 veces  y media  mayor  que  la  del 
agua  destilada  á la  temperatura  de  4°  sobre  cero:  y como  el 
peso  específico  medio  de  las  rocas  conocidas  que  constitu- 
yen la  costra  sólida  es  de  2,5  á 2,7,  resulta  que  el  de  aquella 
equivale  al  doble  del  de  estas;  lo  cual  confirma  plenamente 
7 ldea  de  Aplace  de  que  el  globo  se  halla  formado  de  ca- 
ías mas  y mas  densas  á partir  de  la  superficie,  colocadas  al- 
rededor de  un  núcleo  que  representa  el  máximum  de  densi- 
dad. Los  autores  no  están  acordes  respecto  á si  este  aumento 
sigue  una  progresión  creciente  hasta  el  mismo  centro  de  la 
tierra,  o si  solo  se  verifica  hasta  cierta  profundidad,  donde 
el  peso  se  uniforma;  pero  sea  de  esto  lo  que  se  quiera,  pues 
siempre  será  difícil  por  no  decir  imposible  el  confirmarlo  por 
la  Observación  directa,  es  lo  cierto  que  este  dato  corrobora 


1 89 


lo  que,  fundados  en  la  forma,  dijimos  del  origen  pastoso  de 
la  tierra;  pues  difícilmente  hubieran  podido  colocarse  los 
materiales  terrestres  en  este  admirable  orden  de  sus  respec- 
tivas densidades,  á no  hallarse  originariamente  en  un  estado 
que  les  permitiera  obedecer  á su  propio  peso. 

Revolución  de  la  T 'erra. — Además  de  girar  sobre  si  misma 
en  el  breve  término  de  un  dia,  la  Tierra  describe  alrededor 
del  Sol  una  órbita  inmensa  y ligeramente  ovalada  ó elíptica, 
en  365  dias,  6 horas,  9 minutos,  10  segundos  solares  medios’ 
ó en  un  año  sidéreo. 

Las  distancias  máxima,  mínima  y media  de  la  Tierra  al 
Sol,  expresadas  en  miriámetros,  son  las  siguientes: 

Distancia  máxima,  principio  de  julio.  15.096,000 
Distancia  mínima,  principio  de  enero.  14.598,000 
Distancia  media,  abril  y octubre  . . 14.847,000 

En  los  radios  terrestres  ecuatoriales,  la  distancia  media 
asciende,  algún  centenar  mas  ó menos,  á 23,300. 

La  luz  del  Sol  tarda  en  recorrer  esta  distancia,  ó en  llegar 
hasta  la  Tierra  8 minutos  18  segundos.  El  descubrimiento 
que  mas  llama  la  atención  de  los  hombres  de  ciencia  y cuyo 
alcance  es  difícil  determinar,  es  el  debido  al  inglés  Crooker, 
que  consiste  en  un  aparato  llamado  Radiómetro. 

Las  velocidades  de  traslación  ó espacios  recorridos  en  un 
dia,  correspondientes  á las  distancias  máxima,  mínima  y me- 
dia, son  los  siguientes,  expresados  en  kilómetros: 


A la  distancia  máxima. 
A la  distancia  mínima. 
A la  distancia  media . 


2.5 1 2.000 

2.597. 000 

2.554.000 


En  un  segundo  de  tiempo  la  Tierra  recorre,  por  término 
medio,  cerca  de  30  kilómetros.  Una  bala  de  cañón  recorre- 
ría á lo  sumo  600  metros,  y una  locomotora  impulsada  á todo 
vapor  20*  solamente.  En  el  propio  tiempo  de  un  segundo  la 
luz  recorre  308,000  kilómetros,  ó 300,000  cuando  menos, 
ateniéndose  á las  evaluaciones  mas  moderadas  de  esta  can- 
tidad. 

La  excentricidad  de  la  órbita,  ó la  diferencia  de  las  dos 
distancias  ó radios  vectores  extremos,  referida  al  radio  mayor 
como  unidad,  es  igual  á 0,01679,  d á 7« o de  aquel  radio,  y 
disminuye  000,004  en  cada  siglo. 

El  eje  mayor  de  la  órbita  ó línea  de  los  ápsides  (perihelio 
y afelio),  no  permanece  fijo  en  el  espacio,  sino  que  gira  tam- 
bién con  movimiento  lentísimo,  á razón  de  11"  por  año,  y 
en  el  mismo  sentido  que  la  Tierra,  ó directo,  como  la  totali- 
dad casi  de  los  globos  planetarios. 

La  intersección  de  la  órbita  terrestre  y del  ecuador,  ó la  línea 
de  los  equinoccios  tampoco  permanece  invariable,  sino  que 
gira  con  mayor  rapidez  que  la  de  los  ápsides  y en  sentido 
inverso  ó retrógrado,  á razón  de  50"  por  año.  Ambas  líneas 
deben,  pues,  coincidir  cada  5,339  años.  En  el  1250  de  nues- 
tra era  formaban  un  ángulo  de  90o,  y la  Tierra  pasaba  por 
el  perihelio  al  comenzar  el  invierno.  Actualmente  el  ángulo 
menor  comprendido  por  aquellas  dos  líneas  es  de  79*  40',  ó 
de  100  20'  el  mayor,  que  se  denomina  longitud  del  perihelio. 

El  ángulo  de  27o  27',  que  el  plano  de  la  órbita  terrestre 
forma  con  el  ecuador,  ambos  indefinidamente  prolongados, 
ó la  oblicuidad  de  la  eclíptica,  tampoco  permanece  constante 
siempre;  pues,  aunque  muy  pequeñas  todas,  experimenta 
dos  clases  de  variaciones:  unas  periódicas,  que  se  compen- 
san al  cabo  de  cierto  tiempo,  como  un  año,  una  lunación 
ó un  ciclo  de  18  3 3 años;  y otras  seculares,  ó de  período 
mucho  mas  largo,  que  reducen  ó disminuyen  actualmente  el 
valor  de  la  oblicuidad,  á razón  de  unos  4S  por  siglo. 


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190 


GEOLOGÍA 


Por  efecto  de  la  oblicuidad  de  la  eclíptica  y de  la  forma 
globular  de  la  Tierra,  el  Sol  se  manifiesta  á medio  dia  mas 
ó menos  elevado  sobre  el  horizonte,  según  la  época  del  año, 
y mas  ó menos  también  en  la  propia  época,  según  la  latitud 
del  lugar  desde  donde  se  contempla;  derivándose  de  aquí 
estas  dos  especies  de  fenómenos:  la  desigualdad  de  los  dias 
y de  las  noches  en  el  curso  del  año,  y la  diversidad  de  esta- 
ciones y de  zonas  ó climas  astronómicos. 

Zonas  terrestres. — Las  principales  zonas  en  que  la  Tierra 
se  divide  son  estas:  La  tórrida,  que  se  extiende  á un  lado  y 
otro  del  ecuador,  entre  los  trópicos  ó paralelos  de  23o  27'  de 
latitud  Norte  y Sur.  En  estos  límites  el  dia  mas  corto  consta 
de  ioh  27“;  oscilando  la  altura  meridiana  del  Sol  entre  90 

Las  dos  zonas  templadas,  una  en  cada  hemisferio,  com- 
prendidas entre  el  paralelo  de  23**2 7'  y el  66°33',  llamado 
círculo  polar.  En  este  último  paralelo  permanece  el  Sol  sobre 
el  horizonte  24  horas  en  el  solsticio  de  verano,  y otras  tantas 
debajo,  prescindiendo  de  la  refracción  de  la  luz  al  comenzar 
el  invierno;  elevándose  á medio  dia  sobre  el  horizonte  46  54 
en  el  primer  caso,  y apuntando  únicamente  por  el  Sur  en  el 
Efundo. 

Y las  glaciales,  que  comprenden  las  dos  casquetes  alrede- 
or  de  los  polos,  á contar  del  último  paralelo  citado. 

La  extensión  de  las  zonas  depende  de  la  oblicuidad  de  la 
eclíptica,  ó del  ángulo  que  el  ecuador  forma  con  el  plano  de 
aquel  nombre;  y,  como  este  ángulo  varía,  aunque  poquísimo, 
en  el  curso  de  los  siglos,  claro  es  que  los  valores  relativos  de 
otras  cantidades  dependientes  variarán  también  poco  á 
toco.  En  el  estado  actual  de  las  cosas,  si  se  representa  el 
área  total  de  la  Tierra  por  el  númer 

La  zona  tórrida  comprenderá. 

Las  zonas  templadas.  . . . 

; glaciales.  ...... 

TÍ  CULO 


Por  Geograf 


u 


uniformidad  por  todo  el  globo  terráqueo,  valuándose  por 
zonas  y hemisferios  la  proporción  entre  unos  y otros  de  este 
modo. 


Zona  glacial.  . 
Zona  templada. 
Zona  tórrida.  . 


HEMISFERIO  NORTE 

Tierras 

Aguas 

Tierras 

Aguas 

200 

600 

566 

200 

440  \ 
800  J 

o¿ 

00 

613 

HEMISFERIO 

SUR 

Tierras 

Aguas 

Tierras 

Aguas 

04 

M 

O 

690 

75 

0? 

925 J 

ioco?; 

128 

872 

arte  de  la  Geo- 


GRAFÍA  FÍSI 

ica  se  entiende  aquelli 
grafía  general  que  trata  especialmente  de  dar  á conocer  todos 
los  accidentes  que  actualmente  ofrece  la  superficie  del 
globo,  sin  relacionarlos  con  las  causas  que  los  determina- 
ron, pues  esto  es  de  la  incumbencia  de  la  Geografía  diná- 
mica. '•  ‘ *:  • 

Vista  la  Tierra  desde  cierta  altura,  ó contemplada  mas 
bien  en  un  globo  de  relieve,  fácilmente  se  echa  de  ver  la 
división  en  tierras  ó continentes  y mares;  conteniendo  aque- 
llos en  su  seno  varias  depresiones  ocupadas  por  las  aguas, 
que  se  llaman  lagos;  así  como  en  los  mares  ciertas  porciones 
de  tierra  que  sobresalen  del  nivel  de  las  aguas,  y que  reciben 
el  nombre  de  islas.  De  aquí,  la  natural  división  de  la  Geo- 
grafía física,  en  dos  partes;  la  i.a  que  trata  de  todo  lo  relativo 
á las  tierras,  y se  llama  Geografía  orográfica,  ó simplemente 
Orografía;  y la  2.a  hidrográfica  ó hidrografía;  pero  antes  de 
examinar  cada  una  de  estas  dos  divisiones,  conviene  que 
digamos  algo  acerca  de  la  proporción  respectiva  de  cada  uno 
de  estos  dos  elementos  terrestres,  y de  la  relación  que  entre 
uno  y otro  existe,  por  ser  esta  consideración  común  á la 
Orografía  é Hidrografía. 

La  superficie  de  la  Tierra  se  divide  en  dos  partes  muy 
distintas:  una  ocupada  por  las  aguas  de  los  mares,  y otra  por 
los  continentes  ó suelo  firme.  Entre  la  extensión  de  ambas 
partes  media  la  relación  aproximada  de  3 á 1 . 

Los  mares  y continentes  no  se  hallan  distribuidos  con 


Zona  tórrida.  . 
Zona  templada. 
Zona  glacial.  . 


La  desproporción  entre  los  continentes  y los  mares  es  tal, 
que  en  la  superficie  del  Pacífico  podrían  desahogadamente 
colocarse  en  mil  combinaciones  distintas,  todas  las  tierras 
actualmente  existentes.  Y si  esto  ocurre  hoy,  cuando  los 
continentes  han  alcanzado  su  máximo  desarrollo,  fácilmente 
se  comprenderá  que  en  épocas  anteriores  ha  podido  con 
mayor  motivo  verificarse;  resultando  de  ello  cambios  mas  ó 
menos  profundos  en  la  índole  especial  y distribución  de  los 
climas,  cuya  influencia  es  bien  notoria  en  la  vida  asi  terrestre 
como  marítima;  siendo  esta  una  de  las  causas  mas  poderosas 
en  la  facies  que  ofrecen  la  fauna  y la  flora  que  hermosea- 
ron la  superficie  terrestre  en  los  distintos  períodos  geoló- 
gicos. 

Tratándose  de  continentes  y contenidos,  sirviendo  aque- 
llos, como  su  mismo  nombre  lo  dice,  de  límite  á los  mares, 
natural  es  que  se  correspondan,  si  no  en  extensión  como 
acabamos  de  ver,  por  lo  menos  en  número;  así  es  que  á los 
cinco  grandes  Océanos,  Pacifico,  Atlántico,  índico  y Polar 
joreal  y Austral,  corresponden,  Europa,  Africa  y Asia,  que 
epresentan  el  antiguo  continente;  el  americano  que  recibe 
nombre  de  Nuevo  Continente,  y la  Oceanía  al  que  puede 
llamarse  novísimo.  Adoptando  la  fracción  Vsoí  como  repre- 
sentación del  aplastamiento  polar,  la  extensión  de  los  mares 
es  de  374.256,300  kilómetros  cuadrados.  En  cuanto  á la  ex- 
tensión aproximada,  tanto  absoluta  como  relativa,  de  los 
continentes,  divididos  en  las  5 partes  del  mundo,  véase  el 
adjunto  cuadro. 


Europa. 
Asia.  . 
Africa. . 
América. 
Oceanía. 


Kilómetros  cuadrados 

9.778,000 

43.300.000 

29.700.000 

38.000. 000 

1 1.000. 00 


Relación 


Como  resultado  de  la  colocación  respectiva  de  los  conti- 
nentes y los  mares,  puede  decirse  que  el  globo  se  divide 
en  dos  grandes  hemisferios:  el  uno  que  podemos  llamar  de 
las  tierras  ó continentes,  y el  otro  de  los  mares  (fig.  1). 


• OROGRAFIA 


La  palabra  orografía,  derivada  de  oros  montaña,  y graphos 
descripción,  significa,  ampliando  algún  tanto  el  sentido 
de  la  primera  raíz,  descripción  de  la  parte  sólida  de  la 
tierra. 

Partiendo  de  la  teoría  mas  generalmente  admitida,  que  es 
la  que  supone  la  fusión  primitiva  del  globo,  la  costra  sólida 
que  vamos  á examinar,  resultado  del  enfriamiento  y oxidación 
de  las  materias  que  en  su  origen  ocupaban  la  superficie, 


I 


CAPÍTULO  PRIMERO 


forma  un  todo  continuo,  cuyas  dimensiones  son  las  de  la 
tierra,  si  se  prescinde  de  la  capa  gaseosa  que  la  envuelve, 
siquiera  permanezca  inaccesible  á nuestra  observación  la  parte 
muy  principal,  según  acabamos  de  ver,  representada  por  las 
grandes  depresiones  que  hoy  ocupan  las  aguas.  Admitiendo 
una  extensión  vertical  media  de  20  leguas,  y una  densidad 
de  2,79,  la  proporción  que  según  Cordié  guarda  el  peso  de 
esta  corteza  con  el  total  del  globo  es  de  1 á 16;  y de  1 á 20  la 
proporción  respectiva  del  volumen.  Estos  resultados,  sin 
embargo,  no  apoyándose  mas  que  en  datos  bastante  inciertos, 
solo  ofrecen  un  interés  de  mera  curiosidad. 

Dejando  para  lugar  mas  oportuno  el  estudio  de  la  com- 
posición y estructura  de  esta  corteza,  conviene  ahora  consig- 
nar, apoyados  en  la  teoría  ígnea,  que  las  desigualdades  que 
hoy  en  la  superficie  se  notan,  tanto  en  la  parte  continental 


191 

como  en  la  submarina,  no  son  originarias,  ni  han  permane- 
cido siempre  las  mismas;  siendo  una  de  las  manifestaciones 
mas  claras  de  la  actividad  terrestre  merced  á la  constante 
acción  de  los  agentes  que  actúan  sobre  la  superficie.  Primi- 
tivas no  pueden  ser  estas  desigualdades  terrestres,  por  cuanto 
en  un  principio  hubo  de  presentarse  la  superficie  igual  y 
uniforme ; alterándose  tan  solo  esta  uniformidad  y determi- 
nándose las  primeras  cordilleras  de  montañas,  por  efecto  del 
incipiente  enfriamiento,  que  agrietando  la  superficie,  deter- 
minó ó facilitó  la  salida  de  masas  considerables  de  rocas  no 
estratificadas,  que  se  llaman  hidrotermales  por  la  interven- 
ción que  en  su  proceso  tuvieron  el  agua  y el  fuego.  Estas 
desigualdades  en  sentido  de  elevación,  si  bien  á primera  vista 
y relacionadas  con  las  exiguas  dimensiones  de  nuestras  ex- 
tremidades inferiores  de  las  que  nos  servimos  para  llegar  á 


Figura  1.  — Hemisferios  terrestre  y marino 


su  cumbre,  son  enormes,  comparadas  con  el  radio  terrestre, 
bien  puede  asegurarse  ser  menores  que  las  rugosidades  de 
una  naranja,  respecto  de  su  volumen. 

El  siguiente  cuadro  demuestra  esta  verdad  con  la  irresis- 
tible fuerza  de  los  números. 


Mont-Blanc . . . 
Chimborazo.  . . 
Nevado  de  Sorata 
Monte  Everest.  . 


4,813  metros  radio  terrestre. 

6«534  » ¿r  > 

7,696  » ^ >N 


8,840  » 15—  » 


I 

973 

1 

826" 

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y> 


Forma  de  los  continentes.  — La  forma  y dirección  de  los 
continentes  es  muy  variada  y dependiente  de  las  principales 
cordilleras,  que  en  diferentes  sentidos  los  surcan:  el  examen 
comparativo  de  América  y Asia  con  las  cordilleras  de  los 
Andes,  Pedregosas  y Aleganhis  aquella,  y del  H i malaya  ésta, 
confirman  cuanto  acabamos  de  exponer,  sin  entrar  en  mayo- 
res detalles  por  la  naturaleza  de  la  obra. 

T al  como  se  hallan  constituidas  hoy  las  tierras,  ocupan  su 
mavor  extensión  en  el  hemisferio  boreal ; ofreciendo  una  gran 
tlatacion  ó ensanchamiento  hácia  el  Norte,  y terminadas  en 
punta,  hácia  el  Sur;  por  mas  que  esta  disposición  no  deba 
considerarse  sino  como  accidental,  puesto  que  la  extensión 
y formas  que  afectan  dependen  de  los  movimientos  á que, 
según  veremos  mas  adelante,  se  halla  sometido  al  globo,  co- 
mo consecuencia  ineludible  del  enfriamiento,  de  la  consi- 
guiente salida  de  la  masa  ígnea  interior,  y de  las  diversas 
manifestaciones  de  su  actividad. 

El  desarrollo  de  los  contornos  de  estos  continentes,  ó en 
otros  términos,  la  extensión  de  las  costas,  no  se  halla  siem- 


pre relacionada  con  la  de  las  tierras;  como  lo  comprueba  la 
continuidad  y escasos  accidentes  de  los  limites  de  Africa  y 
Nueva  Holanda  comparados  con  las  grandes  irregularidades, 
los  golfos,  mares  interiores,  etc.,  de  Europa,  á cuyos  acci. 
dentes  dió  el  nombre  de  articulación  el  gran  Humboldt,  pu- 
diendo  presentar  como  ejemplo  Europa  y la  América  del 
Norte. 

Considerada  esta  diferente  configuración  de  los  continen- 
tes bajo  el  punto  de  vista  comercial  y civilizador,  no  puede 
menos  de  haber  ejercido  cierta  influencia  en  los  progresos 
humanos;  por  cuanto  ha  facilitado  las  relaciones  de  unos 
pueblos  con  otros,  la  circunstancia  de  ser  accidentadas  ó 
muy  articuladas  las  costas  de  los  indicados  continentes.  Sin 
embargo,  en  este  punto  hay  verdadera  exageración,  pues 
sin  negar  la  acción  que  estos  accidentes  terrestres  pueden 
ejercer  sobre  el  hombre,  el  grado  de  perfección  relativa  de 
las  diferentes  familias  humanas  es  la  resultante  de  una  mul- 
titud de  causas,  entre  las  cuales  figura  en  primera  línea,  la 
especial  aptitud  de  cada  una  de  ellas ; pudiendo  ofrecer, 
como  ejemplo  curioso,  la  comparación  entre  las  antiguas  razas 
egipcia  y siria,  que  á pesar  de  vivir  en  un  continente  limita- 
do por  costas  poco  accidentadas,  alcanzaron  un  grado  de 
civilización  muy  análogo,  y sin  duda  alguna  superior,  á la  de 
los  peruanos  y mexicanos. 

Para  formarse  una  idea  de  la  extensión  total  de  las  tierras 
y de  los  mares,  así  como  de  las  diferentes  partes  del  globo, 
ponemos  á continuación  los  datos  siguientes: 


Europa.  . . . 
Asia  continental. 
Asia  y sus  islas. . 


Kilómetros  cuadrados 

9.460,000 

41.200.000 

43.960.000 


192 


GEOLOGÍA 


Australia. . . . 

Oceanía.  . . . 

Africa  continental. 

Africa  y sus  islas. 

América  del  Norte 
América  y sus  islas 
América  del  Sur. 

Las  dos  Américas. 

Tierras  del  hemisferio  boreal, 
Tierras  del  hemisferio  austral 
Todas  las  tierras.  . . , 

Todos  los  mares.  . . . 

Tierras  y mares  reunidos. 


Kilómetros  cuadrados 

7.660.000 

9.030.000 

22. 100.000 

29.700.000 

20. 160.000 

29.700.000 
i 7.840,000 

42.480.000 
100.000,000 

34.630.000 

375.420.000 

510.050.000 


La  extensión  de  las  costas  es  de  20,000  millas  geográficas 
las  de  Europa,  33,000  las  de  Asia,  16,500  las  de  Africa, 
28,000  las  de  América  del  Norte  y 16,500  las  de  la  del  Sur: 
en  cuanto  á las  de  la  Australia,  aunque  no  está  exactamente 
determinada,  puede  asegurarse  que  es  inferior  á las  de  los 
otros  continentes. 

Respecto  al  relieve  medio  de  los  continentes,  es  bastante 
difícil  de  precisar,  atendidas  las  desigualdades  del  suelo,  y la 
diferente  altitud  que  alcanzan  sobre  el  nivel  del  mar  las  llanu- 
ras y mesetas.  Sin  embargo,  según  cálculos  mas  ó menos  apro- 
ximados hechos  por  Humboldt,  si  se  suponen  demolidas 
todas  las  montañas  y esparcidos  todos  los  materiales  que  hoy 
las  constituyen  por  igual  en  las  tierras  firmes,  resultaría  lo 
siguiente: 

Para  Europa,  igualadas  todas  sus  desigualdades,  darían  un 
nivel  de  205". 

Para  el  Asia,  350'’. 

Para  la  América  del  Norte,  2 2Sm. 

Para  la  América  del  Sur,  345 ra. 

Para  la  Europa,  el  Asia  y la  América,  308". 

Para  todos  los  continentes,  306o. 

No  se  indican  los  datos  de  Africa  y Australia  porque  los 
que  se  conocen  no  son  suficientes  para  formar  juicio,  siendo 
muy  probable  que  la  altitud  media  de  estas  dos  partes  del 
mundo  sea  inferior  á las  restantes. 

Por  último,  dada  la  proporción  de  los  continentes  y los 
mares  y el  relieve  aproximado  de  aquellos,  puede  asegurarse 
que,  extendidas  por  igual  las  tierras  en  el  fondo  del  mar,  for- 
marían una  capa  próximamente  de  75  metros  de  altura. 

La  importancia  de  estos  datos  se  comprenderá  mejor 
cuando  hagamos  aplicación  de  ellos  á la  estructura  de  la  cos- 
tra sólida,  y á la  extensión  vertical  y geográfica  de  los  dife- 
rentes terrenos. 

Como  consecuencia  natural  de  la  armonía  que  entre  con- 
tinentes y contenidos  existe,  así  como  se  llama  estrecho  ó 
canal  á la  parte  de  mar  que  separa  á dos  de  aquellos,  á la  len- 
gua de  tierra  que  une  á dos  continentes  se  denomina  istmo. 
Recibe  el  nombre  de  isla  una  porción  de  tierra  rodeada  por 
el  mar,  equivalente  al  lago,  que  es  una  porción  de  agua  cir- 
cunscrita por  la  tierra;  por  ultimo,  los  cabos,  promontorios  y 
penínsulas  de  la  parte  orográfica,  son  los  equivalentes  en  Hi- 
drografía, á las  voces  rada,  ensenada,  golfo,  etc. 

L na  de  las  cosas  que  saltan  á primera  vista,  al  examinar 
los  continentes,  es  la  desigualdad  de  relieves  que  estos  ofre- 
cen; aquí,  elevados  picos,  enhiestas  cumbres;  mas  allá,  altas 
mesetas,  alterada  la  uniformidad  de  su  superficie  con  colinas 
o montañas;  mas  allá,  vastas  llanuras  surcadas  por  arterias 
principales  que  llevan  al  mar  su  tributo  líquido:  de  la  com- 
binación de  todos  estos  elementos  orográficos,  resulta  el  re- 
lieve del  terreno,  cuyo  perfil,  trazado  con  exactitud,  marca 
los  desniveles  que  respecto  á la  superficie  líquida  de  los  ma- 


res, caracterizan  la  llanura,  la  meseta,  la  colina  y la  mon- 
taña. 

La  diferencia  de  nivel  entre  el  del  mar  y el  de  un  punto 
cualquiera  del  continente  próximo,  es  lo  que  en  términos 
técnicos  se  llama  altura;  así  por  ejemplo:  cuando  decimos 
que  Montserrat,  en  Cataluña,  tiene  1,222  metros  de  altura, 
ó que  el  pico  de  Mulahacen,  en  Sierra  Nevada,  alcanza 
3,570  metros,  queremos  significar  que  la  distancia  vertical 
desde  la  superficie  del  Mediterráneo  á los  indicados  puntos, 
es  la  que  marcan  aquellas  cifras.  A menudo  no  es  la  altura 
absoluta  la  que  se  busca,  sino  la  relativa  de  un  punto  cual- 
quiera, respecto  de  otro  mas  alto  ó mas  bajo ; sirviéndonos 
en  uno  y otro  caso,  bien  sea  del  barómetro,  del  hipsómetro 
ó de  operaciones  geodésicas. 

Regiones  altas  y bajas. — Con  el  fin  de  facilitar  el  estudio 
de  todo  lo  relativo  al  relieve  de  los  continentes,  han  conve- 
nido los  geógrafos  en  admitir  la  división  de  estos  en  regio- 
nes altas  y bajas;  estableciendo  como  línea  divisoria  el  nivel 
de  300  metros  sobre  el  del  mar;  á estas  dos  regiones,  altas 
las  que  están  por  encima  y bajas  las  inferiores  á 300  metros, 
aunque  siempre  sobre  el  nivel  del  mar,  hay  que  añadir  una 
tercera  región  representada  por  las  que  se  llaman  depresio- 
nes continentales,  que  ocupan  puestos  del  globo  inferiores  á 
la  superficie  de  las  aguas  de  los  mares  inmediatos.  De  modo 
que  tenemos  que  estudiar:  regiones  altas,  regiones  bajas  y 
depresiones  continentales. 

Los  accidentes  geográficos  de  las  regiones  altas  y bajas 
pueden  dividirse  en  tésis  general  en  dos  grupos,  perfecta- 
mente armonizados,  puesto  que  los  unos  son  en  su  mayor 
parte  dependientes  de  los  otros;  aquellos  en  sentido  de  ele- 
vación, estos,  por  el  contrario,  en  el  de  depresión  ó hundi- 
miento; pudiendo  colocar  entre  uno  y otro  grupo,  las  llanuras 
y mesetas,  en  las  cuales  también  suelen  existir  los  montes  y 
los  valles;  expresiones  que  sintetizan  los  dos  grupos  arriba 
indicados. 

Los  accidentes  en  sentido  de  elevación  constituyen  una 
serie  representada  por  diferentes  términos,  caracterizados  por 
su  altura  y aspecto,  los  cuales  reciben  tan  distintos  nombres 
en  castellano,  que  ningún  otro  idioma  puede  competir  para 
expresar  su  significado;  riqueza  que  se  hace  también  exten- 
siva á la  forma  y circunstancias  especiales  que  concurren  en 
dichos  accidentes.  Esta  serie  empieza  de  abajo  arriba,  por  el 

Altozano. — Llámase  así,  una  pequeña  desigualdad  ó movi- 
miento en  sentido  de  elevación  del  terreno,  separado  de  otros 
contiguos  por  pequeñas  depresiones  del  suelo,  del  cual  le- 
vántanse  aquellos  desde  uno  hasta  506  metros,  siendo  su 
forma  redondeada  por  regla  general. 

Cabezo. — Cuando  excede  algo  de  esta  altura  y la  forma  es 
redondeada,  recibe  el  nombre  de  cabezo;  voz  que  se  aplica 
también  á la  cima  de  los  montecillos  que  se  elevan  en  las 
sierras  y montañas,  formando  cordilleras. 

Cerro. — Cuando  la  altura  excede  de  8 á 10  metros,  y no 
llega  á 100  ó 150,  siendo  además  su  forma,  por  regla  gene- 
ral, no  tan  redondeada  y uniforme  como  la  del  cabezo  y al- 
tozano. 

En  Carmona,  el  Viso  y Mairena  (provincia  de  Sevilla), 
dan  el  nombre  de  Alcor,  en  plural  Alcores,  á ciertos  cerros 
compuestos  de  arcillas  y margas  blancas  que  se  distinguen 
por  su  coloración  y aspecto  desde  la  vía  férrea  de  Córdoba 
á Sevilla,  y en  cuyo  terreno  se  desarrolla  una  vegetación  espe- 
cial, circunstancias  que  unidas  á otras  que  allí  deben  con- 
currir, determinan  un  hecho  por  cierto  poco  agradable,  y que 
no  debiera  mirarse  con  indiferencia,  cual  es  la  elefantíasis, 
enfermedad  horrible  que  por  desgracia  aflige  también  á cier- 
tos pueblos  del  Maestrazgo  (en  la  provincia  de  Castellón),  y 
de  Asturias. 


* CAPITULO 

Loma  — El  altozano,  cabezo  ó cerro,  suele  también  recibir 
entre  nosotros  el  nombre  de  loma,  que  el  Diccionario  de 
voces  españolas  geográficas  define  en  estos  términos:  altura 
de  tierra  en  forma  de  lomo,  con  corta  pendiente  á su  cos- 
tado. 

Collado— Voz  derivada  del  latín  Collis,  y que  el  citado 
Diccionario  dice  ser  sitio  que  va  subiendo  en  cuesta,  y forma 
una  especie  de  garganta  en  la  montaña,  por  donde  se  facilita 
la  subida  y bajada. 

Colina.  Es  loma  de  tierra  que  no  llega  á formar  montaña, 
y cuya  altura  varía  de  ioo  á 400  ó 500  metros. 

Por  último,  la  Montaña  representa  el  mayor  accidente  ter- 
restre en  sentido  de  elevación,  de  formas  muy  variadas,  y 
cuya  altura  excede  á la  indicada  como  límite  para  las  colinas; 
alcanzando  á veces  algunos  miles  de  metros,  según  expresan 
los  siguientes  estados: 


D 


Europa 

Sierra-Nevada  (Mulahacen).  . . . 

Pirineos  (Maladeta) 

Cévennes  (Mézene) 

Mont  Dor  (pico  de  Sancy) .... 

Jura  (Reculet) 

Vosgos  (montaña  de  Soultz).  . . . 

Alpes  (Mont-Blanc) 

Id.  (Monte  Rosa) 

Apeninos  (Monte  Corvo) 

Cárpatos  (Tatra) 

Harz 

Alpes  Escandinavos  (Imerfield).  . . 

Etna 

Vesubio 

Hecla  (Islandia).  . . . 

Ajrica 

Killimandjar. 

Atlas  marroquí 

Pico  de  Tenerife  (Canarias).  . . . 

Monte  Ambostimene  (Madagascar). . 
Monte  de  la  Mesa  (Colonia  del  Cabo). 

Asia 

Cáucaso  (Elbrouz). 

Grande  Ararat..  . ¿ . 

Líbano 

Altai 

Dapsang  (Kara  Koroum) 

Kouen-Lun 

Himalaya  (Everest).  . 

Id.  (Davaladjiri). 

Jaouair).  . 


-H' 


3.57° 

3.354 

1,766 

i,S86 

1,727 

1,422 

4,813 

4,636 

2,900 

2,701 

1,105 

2,500 

3»3I3 
1 , 1 S 1 

1 >55  7 


6,106 

3,465 

3,7n 

2,517 

V63 


5,464 

4,566 

2,906 

3,490 

8,640 

7, *5° 
8,840 
8,176 
7,848 


A mírica  septentrional 

Monte  San  Elias  (América  rusa).. 
Pico  Fremont. . . 


Aleganis  (Monte  Vashington). 

Sierra  Nevada ... 

Montañas  Pedregosas  (Santa  Fe). 
Orizaba  (México)  . 1.  J I . 
Popocatepetl  (id.).  . . , 


America  meridional 

Aconcagua  (Plata) 

Sollama  (Perú) 

Chimborazo  (id.). . . 

Ilimani  (Bolivia) 

Tomo  IX 


7,291 

7,112 

6,530 

6,509 


PRIMERO  'ílSi 

Nevado  de  Sorata  (id.) 6,488 

Gualatieri  (id.) 6j693 

Arequipa  (Perú) 5,782 

Itiatago  (Brasil) 3,994 

Oceania 

Maouna  Roa  (Hawai) 4,888 

Berapi  (Sumatra) 3,960 

Semirou  (Java) 3>8oo 

Orohena  (laiti).  ........  2,237 

Según  los  datos  que  preceden,  las  diferentes  partes  del 
globo  siguen  de  arriba  abajo,  es  decir,  de  mayores  á meno- 
res alturas,  el  orden  siguiente:  Asia,  América  meridional, 
Africa,  América  septentrional,  Europa  y Oceanía. 

Los  accidentes  terrestres,  cuya  definición,  según  acaba- 
mos de  ver,  es  tan  vaga,  se  presentan  aislados  en  las  llanuras 
ó mesetas;  agrupados  alrededor  de  un  punto  central  ó ali- 
neados. En  el  primer  caso  reciben  los  nombres  que  acaba- 
mos de  indicar  según  la  altura  que  alcanzan,  forma  que  afec- 
tan, etc.  En  los  otros  se  llaman  grupos  de  montañas,  cordi- 
lleras, o cadenas  de  montes:  por  último,  cuando  dos  ó mas 
cordilleras  afectan  una  misma  dirección  media,  reciben  el 
nombre  de  sistema  de  montañas. 

Partes  de  toda  montaña. — En  toda  montaña  hay  que  con- 
siderar las  partes  siguientes:  i.a  la  base,  que  es  el  lugar  que 
ocupa,  6 la  sección  horizontal  en  su  pié;  2.a  la  falda  ó pié, 
que  es  aquel  punto  donde  empieza  á elevarse  el  terreno;  3.a 
la  cuesta  ó ladera,  que  es  el  declivio  que  hace  un  monte  ó 
altura  por  alguno  de  sus  costados  ó por  todos  según  su  po- 
sición, y cima,  que  es  por  donde  remata. 

Escarpa . — Cuando  la  pendiente  de  estos  es  muy  rápida, 
llegando  á veces  hasta  la  vertical,  se  llama  escarpe  ó escar- 
pa, y también  lanchal,  palabra  muy  usada  por  los  habitantes 
de  la  Sierra-Carpetana. 

Talud. — Llámase  talud  los  escombros  que  ofrecen  los 
montes  en  sus  laderas  ó en  la  falda,  resultado  de  la  acción 
de  los  agentes  exteriores  que  determina  el  desmoronamiento 
de  las  rocas. 

Cima  y cumbre.  — Cima  es  la  parte  superior  por  donde 
terminan  los  montes;  reservándose  mas  particularmente  el 
nombre  de  cumbre  á la  parte  por  donde  rematan  las  cor- 
dilleras ó cadenas  de  montes:  en  Galicia  la  llaman  cimbrio. 

Formas  délos  montes.  — La  forma  de  las  montañas,  resul- 
tado de  la  disposición  particular  que  afectan  las  laderas  y la 
cima,  es  muy  variada  y dependiente  de  la  naturaleza  de  los 
materiales  que  las  componen.  Recibe  esta  forma  diferentes 
denominaciones,  que  importa  mucho  conocer. 

Agujas,  picos. — Llámanse  agujas,  dientes,  picos,  etc.,  cuan- 
do son  agudas,  mas  ó menos  piramidales  y destacadas;  en 
la  Península  estos  accidentes  casi  siempre  se  hallan  relacio- 
nados con  los  terrenos  granítico,  numulitico  y triásico,  según 
puede  observarse  en  la  Sierra  Carpetana  y en  Extremadura 
por  lo  que  toca  al  granito;  en  Monserrat  por  el  terciario,  en 
las  agujas  de  Santa  Agueda,  provincia  de  Castellón,  en  el 
rodeno  del  trias. 

Cúpula. — La  forma  de  cúpula  ó media  naranja  es  carac- 
terística de  muchos  montes  volcánicos,  particularmente  de 
los  traquíticos  y de  la  roca  llamada  Domita,  de  donde  pro- 
cede precisamente  la  etimología  de  los  montes  llamados  en 
Auvernia  (Francia),  Puy  de  Dome,  denominación  la  primera 
equivalente  á la  de  Poyo,  Pueyo  y Otero  en  castellano,  y 
Puig  en  lemosin,  que  se  aplica  á una  altura  elevada,  mas  ó 
menos  redonda,  que  descuella  sobre  un  terreno  llano. 

Conos.  — En  general  la  forma  cónica  es  propia  de  los  ter- 
renos volcánicos  modernos,  notándose  una  truncadura  en  la 


25 


194 


•K 


• f 

* .►  >•' 


ra- 


parte superior  que  corresponde  á la  cavidad  llamada  Cráter: 
también  es  muy  común  en  España  en  los  terrenos  ígneos, 
en  el  jurásico  y en  algunas  colinas  terciarias. 

Torres , cilindros , escalinatas. — Todas  estas  formas  suelen 
ser  propias  del  terreno  volcánico,  y también  á veces  entre 
nosotros  del  terreno  cretáceo.  Los  montes  de  Olot  y Castell- 
follit,  y del  Cabo  de  Gata  en  la  Península,  y los  de  muchas 
otras  regiones  en  Europa  y América  en  las  que  predomina 

el  basalto,  presentan  esta  forma  singular. 

Mesetas.  — Cuando  un  monte  remata  en  una  superficie 
plana  mas  <5  menos  extensa,  recibe  esta  el  nombre  de  mesa 
ó meseta.  En  España  esta  forma  es  propia  de  los  terrenos 
terciarios  y cretáceos,  según  puede  verse  en  ambas  Castillas, 
Aragón  y otras  comarcas.  En  algunos  puntos  de  la  Penínsu 
la  se  llama  páramo,  rasa  y braña,  que  según  el  Diccionario 
de  voces  orográficas  es  campo  raso,  alto  y descubierto  á los 
vientos,  que  por  lo  común  es  frió  é inhabitado,  y sir\e  para 
pastura  de  ganados  y á veces  para  rozas. 

Todas  las  consideraciones  que  preceden,  aunque  referen- 
tes á los  montes  ó montañas  aisladas,  pueden  aplicarse  tam- 
bién á los  grupos  y cordilleras.  Ofrecen  estas,  sin  embargo, 
algunos  accidentes  que  pueden  llamarse  propios;  tal  es,  por 
ejemplo,  el  eje,  que  es  la  línea  real  ó aparente,  que  marca  la 
dirección  de  las  cordilleras,  y que  por  lo  común  corresponde 
á la  grieta,  ó hendidura  terrestre,  por  donde  han  aparecido 
los  materiales  del  interior  del  globo,  que  en  distintas  épocas 
levantaron  los  terrenos,  constituyendo  la  parte  mas  principal 

raet  ilá  ürbgijafíal  | / \ I 

Algunos  autores  hacen  la  distinción  de  eje  geográfico, 
que  es  el  que  divide  en  dos  partes  iguales  la  base  de  la  cor- 
dillera, eje  orográfico,  que  es  la  linea  que  une  sus  puntos 
culminantes,  y estratigráfico,  que  es  el  que  separa  las  dos 
vertientes  opuestas,  determinando  la  serie  de  puntos  donde 
convergen  los  estratos,  mas  ó menos  inclinados  por  el  levan- 
tamiento: en  las  montañas  formadas  por  la  erosión  de  los 
terrenos  inmediatos,  el  eje  estratigráfico  marca  la  intersec- 
ción de  las  dos  vertientes. 

Con  frecuencia,  estos  tres  ejes  no  coinciden  ó no  se  hallan 
situados  en  un  mismo  plano  vertical;  observándose  por  ejem- 
plo, que  cuando  la  inclinación  de  las  dos  vertientes  es  dis- 
tinta, el  eje  estratigráfico  que  marca  los  puntos  mas  altos, 
ocupa  siempre  el  vértice  de  la  pendiente  mas  rápida. 

Raras  veces  la  inclinación  de  las  dos  vertientes  de  una 
cordillera  es  igual;  así  por  ejemplo,  Sierra-Nevada,  los  Piri- 
neos, los  Alpes,  el  Cáucaso,  el  H i mal  aya,  y muchas  otras 
cuya  dirección  media  es  de  Este  á Oeste,  tienen  la  pendiente 
mas  rápida  hácia  el  Sur;  al  paso  que  las  Montañas  Pedrego- 
sas, los  Andes,  los  Alpes  escandinavos,  la  Selva  Negra,  el 
Líbano,  el  Ural  y otras  cordilleras  orientadas  de  Norte  á 
Sur,  tienen  su  mayor  pendiente  al  Oeste.  Sin  embargo  que 
en  esta  materia  no  es  fácil  establecer  principios  generales, 
se  ha  querido  sacar  de  la  repetición  de  muchos  hechos  de 
esta  naturaleza,  consecuencias  que  la  práctica  ha  invali- 
dado; tal  es,  por  ejemplo,  el  que  las  montañas  que  rodean  á 
un  mar  interior,  ofrecen  su  mayor  pendiente  hácia  éste,  lo 
cual  parece  ser  bastante  exacto  respecto  del  Mediterráneo, 
pero  en  el  Báltico  y el  golfo  de  México  no  se  observa  lo 
mismo.  En  cuanto  á la  estimación  de  dicha  pendiente,  por 
regla  general  es  tan  pequeña,  que  apenas  podría  uno  dar 
crédito  á no  hallarse  determinada  por  observaciones  repeti- 
das y minuciosos  cálculos;  esto  causa  tanta  mayor  extrañeza, 
cuanto  que  estamos  acostumbrados  á ver  las  cordilleras,  no  tal 
como  son,  sino  como  nos  las  pinta  la  ilusión  óptica,  bien  de 
la  cordillera  misma,  ó de  su  representación  en  los  cortes 
geológicos,  en  los^cuales  por  necesidad  la  escala  de  alturas 
es  mucho  mayor  que  la  de  las  distancias  horizontales,  sin  lo 


GEOLOGIA 

cual  apenas  podrían  indicarse  las  mayores  alturas,  y desapa- 
recerían por  completo  las  desigualdades  que  ofrecen  los 
países  llanos.  La  determinación  de  la  pendiente  de  una  cor- 
dillera se  obtiene  por  medio  de  una  línea  trazada  desde  el 
punto  en  que  arranca  la  vertiente,  hasta  la  arista  que  marca 
el  eje  estratigráfico;  el  ángulo  que  esta  línea  forma  con  el 
plano  del  horizonte,  da  en  grados  la  indicada  pendiente. 

Hé  aquí  ahora  los  resultados  de  alguna  de  estas  medi- 
ciones: 


Pendiente  oriental  de  los  Vosgos 
Id.  meridional  de  los  Alpes. 

Id.  de  los  Pirineos  franceses. 

Id.  del  Etna  hasta  el  mar.  . 

Id.  id. del  vértice  á la  base. 

Id.  del  pico  de  Tenerife.  . 

Id.  del  Vesubio 


2°  3o' 
3o  2°' 
3°  á 4° 
9° 

o / 

IO  13 

o /> 

12  29 
12°  4L 


Las  pendientes  medias  de  las  mayores  cordilleras  varían 
de  2 á 6°  ó sea  desde  0,03492  á 0,10510  por  metro;  si  bien 
hay  que  tener  en  cuenta  que  la  inclinación  de  las  crestas  y 
principales  cimas  es  siempre  mucho  mas  considerable  que  la 
de  los  estribos; pues  estos  suelen  extenderse  á lo  léjos  ensan- 
chando considerablemente  el  área  de  la  base  de  la  cordillera. 
Las  pendientes  mas  rápidas  son  las  de  los  volcanes,  hasta  el 
punto  que  algunas  partes  del  Vesubio,  Pichincha  y Jorullo, 
ofrecen  una  inclinación  de  40  á 42  grados;  si  bien  estos 
casos  son  excepcionales,  pues  el  amontonamiento  de  las  rocas 
en  los  conos  suele  verificarse  entre  los  35  y 40  grados,  jamás 
á los  cincuenta  y cinco;  y los  escombros  de  las  canteras  y los 
taludes  tan  frecuentes  al  pié  de  los  escarpes  que  alcanzan 
de  40  á 42  grados,  afectan  hasta  35  grados,  de  cuyo  límite 
no  exceden. 

Tratando  de  hacer  aplicación  de  estos  datos  á las  vias  de 
comunicación,  diremos  que  las  pendientes  que  no  exceden 
de  2 grados,  dan  fácil  acceso  á los  carruajes;  á los  7 ú 8 gra- 
dos, ya  los  caminos  carreteros  son  bastante  difíciles ; la  pen- 
diente de  1 5 grados,  puede  considerarse  como  límite  de  los 
caminos  ó sendas  de  bestias  de  carga;  por  último,  el  hombre 
apenas  puede  trepar  por  pendientes  de  40  á 42  grados,  como 
se  observa  en  el  Vesubio,  en  el  Etna  y en  otros  montes  vol- 
cánicos, donde  prácticamente  he  tenido  que  vencer  hasta 
verdaderos  riesgos  para  llegar  al  borde  del  cráter. 

Respecto  á la  longitud  de  las  cordilleras,  el  siguiente  cua- 
dro indica  la  de  las  principales: 


Pirineo 

Kilómetros 

420 

Kamchatka 

890 

.Alpes,  alrededor  de.  W ..  T T . | . A-á 

900 

Gates  (India) I*  * 

í,25° 

Alpes  Escandinavos^  L.  J.  . M- 

í,79° 

Himalaya 

2,560 

Montes  de  Tiouchan.  . . . . 

3.47° 

Idem  de  Kouenlun 

3»552 

Andes  de  la  América  del  Sur.  . . . 

9,335 

Cordillera  de  las  dos  Américas. . . . 

16,667 

Del  cuadro  anterior  se  desprende  que  no  hay  una  relación 
directa  entre  la  longitud  y la  altura  de  las  diferentes  cordi- 
lleras; así  como  tampoco  entre  la  extensión  longitudinal  y la 
anchura.  Esta  última,  refiriéndose  á los  Pirineos  entre  Saint- 
Gaudens  y Grauss,  es  de  115  kilómetros;  y la  de  los  Alpes, 
entre  Righi  y Como,  es  de  168;  y entre  Salzburgo  y Oppido 
de  222. 

En  cuanto  á la  superficie  que  ocupan  algunas  cordilleras, 
hé  aquí  los  principales  datos: 


1 


CAPÍTULO  PRIMERO 


!95 


Kils.  cuads. 

Alpes 83,300 

Cáucaso y 83,900 

Altai 135,800 

Cordillera  de  México 185,200 

Montañas  Pedregosas.  ...  . 1.296,200 

Montes  de  la  China 1 680,000 

Andes  de  la  América  del  Sur.  . ,.  1.821,000 

Todas  las  cordilleras  de  la  América 

meridional 3.53 1,000 


13  De  Vercors  (Delfinado).  . . 

E. 

8o 

E. 

14  De  Monte  Viso , 

N. 

22° 

3°#  0. 

15  De  los  Pirineos 

0. 

xS° 

N. 

16  De  Córcega  y Cerdeña.  . . 

N. 

s. 

17  De  la  isla  de  Wight.  . . . 

0. 

4° 

50'  S. 

18  DelSancerroy 

E. 

26° 

E. 

19  De  los  Alpes  occidentales.  . 

N. 

26° 

E. 

20  De  los  Alpes  principales..  . 

0. 

11° 

15'  s. 

21  De  Tenare,  Etna  y Vesubio. 

N. 

26° 

Regiones  bajas.  — Son  aquellas,  según  hemos  indicado, 
Ramales  y estribos. — Siguiendo  la  misma  dirección  que  el  cuyo  nivel  es  inferior  á 300  metros;  circunstancia  que  les 
eje,  y coordinados  á este,  se  presentan  en  las  cordilleras  imprime  cierta  uniformidad  y escasos  accidentes;  puesto  que 
accidentes  orográficos  de  menos  importancia,  llamados  ra-  cuando  alcanzan  dicha  altura,  ya  pertenecen  á las  regiones 
males,  estribos,  machones,  cordales  en  Asturias  y Galicia,  altas.  Veamos,  pues,  cuáles  son  y con  qué  nombre  se  distin- 
que con  aquel  completan  la  estructura  de  una  cordillera,  guen  estos  accidentes  de  las  regiones  bajas, 
que  podemos  definir  diciendo  que  es  la  continuación  de  Llano. — Se  llama  así  la  parte  rasa  y sin  altura  ó desigual- 
dades en  el  terreno,  la  cual  recibe  el  nombre  de  llanura, 
cuando  es  muy  extensa.  En  Cataluña  y Valencia  se  llama 


muchas  montañas  unidas  entre  sí  á una  larga  distancia. 

También  se  llama  cadena  de  montes  por  el  enlace  que 
unos  tienen  con  otros;  y atendiendo  á la  forma  de  la  cum-  plá,  y plana  la  campiña  extendida;  como  el  plá  de  Urgel,  la 
bre,  con  frecuencia  recibe  en  castellano  la  denominación  de  plana  de  Castellón.  El  nivel  ó altura  sobre  el  del  mar,  es  lo 


sierra,  como  la  Morena  ó Mariana,  las  de  Avila,  etc 

Serranía. — Al  espacio  de  terreno  áspero  y montañoso 


que  distingue  al  llano  y llanura  de  la  meseta:  ejemplos  de 
estos  accidentes  existen  en  nuestro  litoral,  como  sucede  en 


contrapuesto  al  llano  ó campiña,  se  llama  también  serranía,  el  llano  de  Barcelona,  en  el  huerto  ó vega  de  Valencia,  que 
como  la  de  Cuenca,  Albarracin,  etc.  se  extienden  sin  interrupción  á la  plana,  de  la  cual  hállase 

Grupos  de  motiles. — Llámase  grupos  de  montes  la  reunión  separada  por  las  cuestas  de  Oropesa,  la  hermosa  rinconada 


de  varios  alrededor  de  un  punto  <5  centro  de  acción,  desde 
el  cual  se  extienden  en  todos  sentidos  á manera  de  radios, 
lo  cual  hace  que  los  valles  que  arrancan  de  la  cumbre  en- 
sanchen de  una  manera  mas  ó menos  regular,  á medida  que 
se  apartan  de  su  nacimiento. 

Puerto,  garganta  y desfiladero.  — En  et  eje  mismo  de  las 
cordilleras,  en  el  centro  de  la  erupción  de  los  grupos,  y á 


de  Torreblanca,  que  termina  en  Alcoceber  y Ribamar  de 
Alcalá,  provincia  de  Castellón.  Estas  llanuras,  situadas  á es- 
casa altura,  forman  contraste  con  las  mesas  de  ambas  Casti- 
llas, colocadas  á 600  y mas  metros,  como  resultado  de  una 
especie  de  levantamiento  en  masa  del  centro  de  la  Península. 

Lauda. — Se  llama  al  llano  ó llanura,  de  suelo  arenoso  y 
de  escasa  y uniforme  vegetación,  como  se  observa  en  el  de- 


I 


; 


veces  también  en  los  estribos,  suelen  existir  parajes  abiertos  parlamento  así  llamado  en  Francia 
y estrechados  por  las  alturas,  que  sirven  con  frecuencia  de  Médano  b mégano. — Casi  siempre  las  landas  empiezan  en 
comunicación  entre  dos  valles  contiguos,  accidente  que  la  costa  misma,  donde,  si  es  plana  ó arenosa,  á impulsos  de 
recibe  el  nombre  de  puerto,  garganta,  hoz  y también  desfila-  los  vientos  cuando  corren  en  dirección  de  la  tierra,  se  for- 
dero,  distinguiéndose,  no  obstante,  este  ultimo,  en  que  en  man  pequeños  altozanos  ó cabezos,  redondeados  y movedi- 
general  es  mas  estrecho  y á veces  muy  profundo.  Algunos  zos,  á los  que  se  da  el  nombre  de  médano,  medaño  ó méga- 

U J J ’ ' no,  como  lo  dicen  las  gentes  de  mar;  equivale  á la  palabra 

duna  tomada  del  francés,  sin  necesidad,  pues  que  las  nues- 
tras son  bastantes  para  expresar  el  hecho. 

Desiertos. — En  el  centro  de  Asia  y Africa  existen  regiones 
inmensas,  cubiertas  por  lo  común  de  arenas  movedizas,  que 
se  agitan  á impulsos  del  viento  como  las  olas  del  Océano, 
en  que  no  hay  población  formada,  cultivo,  ni  mas  que  gen- 
tes vagantes;  á estas  vastas  llanuras  se  da  el  nombre  de  de- 
sierto. 

Oasis. — Llámanse  así  aquellos  punios  del  desierto  en 
donde  se  nota  cierta  vegetación  que  contrasta  con  la  esteri- 
lidad de  este,  resultado  de  algún  manantial  que  nace  allí, 
bien  sea  espontáneamente  ó debido  á la  intervención  del 
hombre. 

Pampas.  — En  la  América  se  notan  también  vastas  regio- 
nes de  terreno  llano  ó poco  accidentado,  con  una  vegetación 
á veces  lozana,  donde  se  han  desarrollado  de  una  manera 
prodigiosa  las  grandes  manadas  de  caballos  y toros  salvajes 
desde  la  conquista,  á las  cuales  se  llama  pampas,  y se  ex- 
tienden desde  Buenos  Aires  hasta  cerca  de  la  Tierra  del 
Fuego.  Igual  nombre  reciben  las  tribus  salvajes  que  viven 
en  dichas  llanuras. 

Sabanas. — Aunque  sin  ocupar  la  extensión  de  las  pam- 
pas, existen  también  en  dicho  continente  grandes  páramos, 
llanuras  extensas  y arenosas,  sin  árboles,  aunque  suelen 
abundar  de  buenos  pastos,  y á las  que  se  da  allí  el  nombre 
de  sabana. 


de  ellos  han  adquirido  en  la  historia  justa  celebridad,  como 
el  famoso  de  las  Termopilas. 

Sistema  de  montañas.  — Llámase  sistema  de  montañas  el 
conjunto  de  cordilleras  que  siguen  la  misma  dirección  media. 
Resultado  de  la  aparición  simultánea,  lenta  ó brusca,  de  los 
materiales  del  interior  del  globo,  los  sistemas  de  montañas 
tienen  en  la  historia  terrestre  una  importancia  suma,  aun 
quitándole  á este  hecho  el  carácter  de  absoluto  y universal 
que  ha  querido  darle  su  autor,  el  eminente  Elie  de  Beau- 
ont. 

Los  sistemas  admitidos  por  este  distinguido  geólogo 
antes  de  establecer  la  famosa  red  pentagonal,  son  los 
siguientes,  que  se  colocan  según  el  orden  de  su  antigüedad. 


i.°  De  la  Vendée 

2 0 De  Finisterre 

3 0 De  Longmynd  (Inglaterra). 

4 9 De  Morbihan.  i ,|  . 

5 0 De  Westmoreland. . 

6 0 De  los  Vosgos.  \ . 


7 0 Del  Jorez 

8 11  Norte  de  Inglaterra. 

9 0 De  los  Países-Bajos. 

10  Del  Rhin 

11  De  Thuringenvald.. 

1 2 De  Monte  Pilas..  . 


Dirección 

NNO.  á SSE. 


o.  39o  N. 
E.  40“  N. 


1 96 


GEOLOGIA 


i 

m 


r 

»* 


» ii  t 


Estepa. — En  Rusia  particularmente,  llámanse  estepas  á 
ciertas  regiones  no  tan  vastas  como  los  desiertos  ni  las  pam- 
pas, de  escaso  cultivo  y poco  habitadas.  En  varios  puntos 
de  la  Península  existen  también  estepas,  que  se  denominan 
así  por  las  diferentes  especies  de  plantas  del  género  de  este 
nombre  que  en’ciertas  comarcas  viven;  siquiera,  en  general, 
no  correspondan  á las  regiones  bajas,  y sí  mas  bien  á lo  que 
hemos  llamado  páramo  <5  paramera. 

Depresiones  continentales. — Son  ciertas  regiones  mas  ó me- 
nos considerables,  poco  accidentadas  por  lo  común,  y que 
se  distinguen  en  que  su  nivel  medio  es  inferior  al  del  mar 
próximo;  pudiendo  citar  como  ejemplos  notables  la  delTur- 
kestan  al  Oeste  de  Asia,  donde  se  hallan  situados  los  gran- 
des lagos  mal  llamados  mares,  por  ser  sus  aguas  saladas, 
Caspio  y A ral. 

Sin  embargo,  la  depresión  mas  notable  que  hoy  existe  es 
la  del  lago  Asfaltites,  ó Mar  Muerto  como  le  llaman  otros. 

Valles. — Lo  mismo  en  las  regiones  altas  que  en  las  bajas, 
se  notan  tierras  profundas  y llanas,  á veces  depresiones  ó 
surcos  mas  ó menos  estrechos,  situados  entre  dos  montañas 
ó alturas,  que  les  sirven  de  muro  lateral  ó vallado,  á las  que 
se  da  el  nombre  genérico  de  valles. 

Alveo  ó Madre.  — Llámase  álveo,  y mas  comunmente  ma- 
dre, el  suelo  ó lecho  por  donde  corre  el  rio,  y comprende  el 
espacio  que  ocupan  las  aguas  en  sus  crecientes  regulares; 
cuando  en  las  avenidas  extraordinarias  extienden  sus  aguas, 
se  dice  que  el  rio  salió  de  madre,  esto  es,  de  su  álveo  na- 
tural. 

Vaguada. — Con  este  nombre  se  distingue  en  castellano  lo 
que  en  lenguaje  germánico  se  llama  Thahveg,  que  significa 
camino  del  valle,  y se  aplica  al  eje  ó línea  media  de  un  valle 
por  donde  comunmente  corren  las  aguas,  que,  como  es  sa- 
bido, en  muchos  valles  no  ocupan  toda  la  anchura  del  cauce; 
por  cuya  razón  la  palabra  que  adoptamos,  indicada  por  pri- 
mera vez  por  nuestro  buen  amigo  el  eminente  ingeniero  don 
Meliton  Martin,  nos  parece  muy  propia,  por  expresar  el  punto 
por  donde  van  las  aguas. 

Riberas. — Todo  valle  ofrece  dos  laderas,  derecha  é iz- 
quierda, siguiendo  el  curso  de  las  aguas,  á las  que  se  ha  dado 
el  nombre  de  márgen,  orilla  ó ribera,  palabra  que  algunas 
veces  se  toma  por  la  costa  del  mar,  y otras  también  como 
sinónima  de  vega. 

Los  valles  reciben  diferentes  nombres,  según  los  acciden- 
tes que  los  caracterizan;  así,  por  ejemplo,  con  referencia  á su 
dirección,  se  llaman  longitudinales  y también  principales,  á 
los  que  suelen  ser  paralelos  con  el  eje  de  las  cordilleras;  y 
trasversales  á sus  tributarios  ó afluentes,  los  cuales  forman 
con  aquellos  un  ángulo  mas  ó menos  abierto. 

Cuenca. — Esta  palabra  que  puede  tener  un  significado 
orográfico  é hidrográfico,  y que  mas  adelante  veremos  que 
en  lenguaje  geológico  tiene  grandísima  importancia,  se  apli- 
ca al  conjunto  de  valles  pequeños  y grandes,  trasversales, 
que  van  concluyendo  en  uno  principal  ó longitudinal,  á la 
manera  que  las  venas  van  reuniéndose  á otras  mayores,  hasta 
formar  el  gran  tronco  que  se  llama  vena  cava.  El  Ebro,  el 
Tajo,  Duero,  Guadalquivir,  etc.,  con  todos  sus  afluentes  res- 
pectivos pueden  tomarse  entre  nosotros,  como  tipo  de 
cuencas. 

Con  relación  á las  causas,  muy  variadas,  por  cierto,  que 
han  intervenido  en  la  formación  de  los  valles,  se  llaman  es- 
tos orográficos,  de  erupción,  de  denudación,  etc. 

Valles  orográficos.  — Son  aquellos  cuyo  origen  hay  que 
buscarlo  en  movimientos  del  suelo,  siquiera  contribuya,  una 
vez  constituidos,  á ensancharlos  y modificarlos  en  diferente 
sentido,  la  acción  del  agua,  bien  sea  líquida  ó sólida.  De 
estos  valles,  los  unos  pueden  llamarse  orográficos  propia- 


mente dichos,  y se  parecen  mucho  por  la  causa  que  los  ha 
determinado  á los  de  erupción  y levantamiento;  los  cuales 
generalmente  se  hallan  representados  por  un  espacio  de  ter- 
reno largo  y estrecho,  originariamente  llano  ó poco  acciden- 
tado, que  á consecuencia  de  la  aparición  lenta  ó súbita  de 
dos  cordilleras  ó estribos,  quedó  como  enclavado  en  ellas. 

Una  vez  así  constituidos  estos  valles,  han  sido  profunda 
mente  alterados  por  la  acción  combinada  de  todos  los  agen- 
tes que  actúan  en  la  superficie  del  globo.  El  fondo,  ó sea  la 
parte  principal  de  lo  que  en  Suiza  se  llama  Cantón  del  valle 
(Valais  en  francés),  puede  tomarse  como  modelo  de  esta 
especie  de  valles  orográficos,  -determinado,  en  gran  parte, 
por  el  levantamiento  de  los  Alpes  centrales  y modificado  con 
posterioridad  por  las  aguas  líquidas  del  Ródano,  que  arran- 
cando del  glaciar  de  este  nombre,  recorren  todo  aquel  terri- 
torio, hasta  muy  cerca  del  lago  de  Ginebra,  con  todos  sus 
afluentes:  también  las  nieves  perpetuas  han  dejado  allí  claras 
señales  de  su  poderosa  acción,  contribuyendo  á modificar 
aquel  valle,  que  puede  llamarse  también  longitudinal,  por  su 
dirección  media  paralela  á la  del  eje  de  dichos  Alpes,  y 
también  valle  irregular,  por  las  dilataciones  y angosturas  que 
ofrece.  Los  valles  del  Aar  en  los  Alpes  de  Berna,  los  de 
Chamounix  y Aosta,  separados  por  la  gran  masa  del  Mont- 
Blanc  y muchos  otros,  pueden  presentarse  como  modelos  en 
aquel  país  clásico  para  toda  especie  de  accidentes  geográ- 
ficos. 

Los  valles  de  replegamiento  ó undulación,  forman  un  se- 
gundo grupo  de  los  que  llamamos  orográficos;  y consisten  en 
depresiones  rectilíneas  y mas  ó menos  extensas  en  sentido 
longitudinal,  contenidas  entre  dos  cordilleras  paralelas,  for- 
madas unas  y otras  por  el  replegamiento  y undulación  de  las 
mismas  capas  de  los  terrenos  de  sedimento.  Estos  valles  son 
muy  comunes  en  la  cordillera  del  Jura,  y entre  nosotros  en 
la  provincia  de  Cádiz,  según  dice  el  Sr.  Macpherson  en  la 
interesantísima  descripción  que  de  aquel  terreno  ha  publica- 
do y en  la  Memoria  sobre  la  Serranía  de  Ronda.  La  figura  3 
dará  una  idea  de  lo  que  son  estos  valles. 

Valles  de  rotura , se  llama  á un  tercer  grupo  de  accidentes 
orográficos,  determinados,  como  su  mismo  nombre  lo  dice, 
por  el  quebrantamiento  y desgarradura  del  terreno,  efecto 
de  acciones  subterráneas,  dando  origen  á ciertas  depresiones 
no  sobrado  extensas  en  sentido  longitudinal,  pero  interesan- 
tes por  ser  muy  variadas  en  forma  y aspecto,  y hasta  con 
frecuencia  las  mas  agrestes  y pintorescas.  El  fondo  de  estos 
valles  suele  ser  redondeado;  unas  veces  ocupado  por  las 
aguas,  y otras  hermoseado  por  bellos  prados:  las  riberas  que 
limitan  estos  valles  ofrecen  diferente  aspecto;  pues  mientras 
la  una  suele  presentarse  cortada  á pico  á manera  de  escarpe 
ó escarpadura,  la  otra  corresponde  á la  pendiente  inclinada 
de  la  bóveda  central  (fig.  3). 


Estos  valles  que  accidentan  en  todos  sentidos  y contribuyen 
á hermosear  la  cordillera  del  Jura,  donde  llevan  nombres  loca- 
les muy  difíciles  de  verter  á nuestro  idioma,  tales  como  com- 
be, que  podría  tal  vez  llamarse  comba,  cotes,  cluses,  ruz,  etc., 
son  equivalentes  en  muchas  ocasiones  á los  desfiladeros  y 
gargantas;  recibiendo  el  nombre  de  cañones  y barrancas  en 
la  gran  cordillera  de  México,  donde  estos  accidentes  orográ- 


INTRODUCCION 


fíeos  adquieren  proporciones  colosales,  debidas  á las  disloca- 
ciones del  suelo,  efecto  de  movimientos  terrestres,  y también 
á la  erosión  de  las  aguas. 


a 


Dg.  3-  — Levantamientos  y replegamientos  del  Jura.  — a,  crestas; 
combas ; c,  bóvedas ; d,  fallas 


Llámanse  valles  de  erupción  á los  formados  por  dos  cor- 
rientes de  lava  de  notable  longitud  á veces  y altura,  que  en- 
sanchan á medida  que  se  apartan  aquellas  de  la  boca  volcá- 
nica de  donde  proceden,  y cuyas  laderas  y fondo,  por  regla 
general,  son  muy  escabrosos  y desiguales. 

Valle  de  erosión  o denudación  se  llama  á los  surcos  flexuosos 
y generalmente  muy  largos,  producidos  ó abiertos  por  la 
fuerza  de  acarreo  de  las  aguas  corrientes,  dejando  ver  ó po- 
niendo al  descubierto  lo  que  antes  estaba  oculto;  que  esto 
es  lo  que  significa  el  verbo  desnudar.  Distinguense  estos 
valles  por  dos  circunstancias  muy  atendibles,  á saber:  por 
hallarse  niveladas  las  extremidades  de  sus  laderas,  y por  la 
uniformidad  con  que  en  una  y otra  repiten  los  mismos  ma- 
teriales; como  que  el  espacio  que  las  separa  formaba  antes 
un  todo  unido.  Por  el  fondo  de  estos  valles  suelen  serpen- 
tear las  aguas,  unas  veces  como  simples  arroyos  y otras  for- 
mando grandes  rios;  restos  de  las  corrientes  que  dieron  ori- 
gen á semejantes  accidentes.  Hállanse  estos  situados  á todas 
alturas  y en  todos  los  terrenos,  siquiera  sean  mas  frecuentes 
y fáciles  de  reconocer  en  los  de  sedimento  y en  los  de  la 
formación  diluvial;  como  de  ello  tenemos  muchos  ejemplos 
en  las  afueras  y dentro  mismo  de  Madrid.  En  los  países 
montañosos,  arrancan  estos  valles  de  ambas  vertientes  de 
las  cordilleras  y de  puntos  no  lejanos  de  las  crestas  ó cimas; 
y en  los  países  llanos,  se  observan  en  la  parte  superior  de 
las  mesetas,  en  las  divisorias  de  las  aguas.  Su  origen  suele 
ser  por  depresiones  casi  inapreciables  del  suelo,  que  ensan- 
chan y profundizan  acentuándose  mas  y mas;  ó bien  son  de- 
bidos á desniveles  frecuentes  y como  escalonados,  que  afec- 
tan á veces  la  forma  semicircular  análoga  á la  de  los  circos 
romanos,  por  cuya  razón  reciben  este  nombre;  como  se  ob- 
serva en  el  valle  de  Anzasca  en  los  Alpes,  y en  los  famosos 
de  Pau  y Gavarni  en  los  Pirineos. 

Las  diferentes  circunstancias  que  en  estos  valles  concur- 
ren, dependen  en  gran  manera  de  la  estructura  y naturaleza 
de  los  terrenos,  de  la  pendiente  del  fondo,  y del  volumen  y 
fuerza  de  acarreo  de  las  aguas;  pero  el  describir  los  que  cor- 
responden a estas  ó las  otras  comarcas,  según  su  respectiva 
constitución  geológica,  nos  apartaría  demasiado  de  nuestro 
propósito. 

Sin  embargo,  no  siempre  los  valles  de  erosión  se  hallan 
recorridos  ó asurcados  por  aguas  corrientes,  en  cuyo  caso  se 
llaman  valles  secos,  y rieras  en  Cataluña,  como  las  que  se 
observan  fuera  y aun  dentro  de  Barcelona,  como  lo  acredi- 
tan los  nombres  de  alguna  calle.  Pero  sea  con  agua  perma- 
nente ó sin  ella,  distinguense  de  los  valles  orográficos,  y 
principalmente  de  los  de  replegamiento,  en  que  lójos  de 
hallarse  aislados  como  estos,  se  enlazan,  ó por  mejor  de- 
cir, confluyen  unos  en  otros,  constituyendo  la  especie  de 
ramificación  que  ya  dijimos  representaba  la  cuenca  hidro- 
gráfica. 

Además  de  los  grupos  anteriormente  indicados,  hay  valles 


que  se  llaman  uniformes,  que  son  aquellos  que  á partir  en 
los  grupos  de  montañas  de  puntos  muy  próximos  á su  centro 
eruptivo,  van  ensanchando  de  una  manera  regular,  á medida 
que  se  apartan  de  su  origen;  y otros  irregulares,  que  ofrecen 
ensanchamientos  y estrecheces  en  su  curso,  como  se  observa 
en  el  ja  citado  valle  del  Rodano,  donde  estos  accidentes  se 
repiten  muchas  veces. 

Por  ultimo,  sucede  muy  a menudo  que  un  mismo  valle 
ofrece  circunstancias  tales,  que  no  puede  atribuirse  su  for- 
mación á una  sola  sino  á varias  causas;  cuya  influencia  se 
traduce  fácilmente  en  los  varios  caractéres  ó rasgos  que  le 
distinguen,  por  cuya  razón  suelen  llamarse  mixtos. 

Completan  el  cuadro  de  los  accidentes  orográficos,  en 
sentido  de  depresión,  ciertas  cavidades,  unas  veces  vertica- 
les, otras  en  sentido  longitudinal,  pero  subterráneas,  que  se 
conocen  con  los  nombres  de  pozos  naturales,  simas,  grietas, 
abrigos  ó resguardos  naturales,  y por  último  cavernas,  cuya 
importancia  y diversa  significación  se  explicarán  en  lugar 
oportuno. 

II.  — hidrografía 

Derivado  de  ludros , agua,  y grafos,  descripción,  el  adjetivo 
que  lleva  este  articulo  indica  que  vamos  á ocuparnos  en  el 
estudio  de  todo  lo  relativo  álas  aguas  que  hay  en  la  superfi- 
cie del  globo  terrestre. 

Este  cuerpo,  considerado  como  elemental  por  los  anti- 
guos, consta  de  oxígeno  é hidrógeno,  combinados  en  la  pro- 
porción de' dos  volúmenes  de  este  por  uno  de  aquel;  y se 
presenta  en  la  superficie  del  globo  en  estado  líquido,  sólido  y 
gaseoso. 

Reservando  para  mas  adelante  dar  á conocer  el  origen 
del  agua  en  la  tierra,  cumple  ahora  exponer  los  hechos  geo- 
gráficos mas  importantes  que  con  este  agente  se  relacionan, 
sobre  todo  en  su  estado  líquido  y sólido;  prescindiendo  por 
ahora  del  gaseoso,  por  estar  en  la  atmósfera,  de  la  que  solo 
accidentalmente  trataremos,  por  ser  su  estudio  mas  bien  de 
la  incumbencia  de  la  Meteorología. 

Hielo  y Nieve.—  Cuando  el  estado  sólido  del  agua  depen- 
de de  la  cristalización  que  la  baja  temperatura  determina  en 
las  aguas  líquidas,  se  llama  hielo;  y cuando  este  fenómeno 
se  verifica  en  las  altas  regiones  de  la  atmósfera,  de  donde 
se  desprende  en  forma  de  copos,  recibe  el  nombre  de  nieve. 
El  mismo  estado  sólido  presenta,  aunque  mas  compacto,  el 
agua  cuando  cae  en  forma  de  granizo  ó piedra. 

El  estado  sólido  del  agua  puede  ser  temporal  y transito- 
rio ó permanente,  en  cuyo  caso  se  llama  hielo  ó nieve 
eterna,  como  se  observa  en  las  regiones  polares,  y en  las  cor- 
dilleras mas  altas  del  globo,  Himalaya,  Andes,  Alpes,  Piri- 
neos, etc. 

En  todas  estas  regiones,  la  condición  precisa  para  que  las 
nieves  y los  hielos  sean  perpetuos,  es  que  la  temperatura 
media  no  pase  de  0 en  la  escala  ascendente  del  termómetro. 
Esta  circunstancia  se  nota  en  las  altas  latitudes  por  la  obli- 
cuidad con  que  estas  reciben  los  rayos  solares;  y en  las  zo- 
nas templadas  y tórrida,  en  las  grandes  alturas,  por  efecto 
de  la  distribución  del  calor  en  las  regiones  atmosféricas. 

De  modo  que  por  lo  visto,  en  este  concepto  considerada, 
la  altura  compensa  ó equivale  á la  latitud. 

Los  hielos  perpetuos  ocupan  extensiones  inmensas  en  las 
regiones  polares,  cuyas  aguas  se  hallan  congeladas,  no  te- 
niendo quizá  gran  fundamento,  según  parecer  del  distinguido 
geólogo  y viajero  sueco  Nordenskjold,  que  llegó  en  una 
de  sus  expediciones  hasta  los  82o  de  latitud  Norte,  la  opinión 
emitida  por  algunos,  de  que  alrededor  de  los  polos  los  mares 
estén  líquidos. 


GEOLOGIA 


198 


Las  nieves  perpetuas  se  presentan  en  inmensas  masas  de 
granos  sueltos  como  arena  amontonada,  según  se  observa  en 
los  mas  altos  picos  de  los  Alpes,  Andes,  etc.;  ó de  estructura 
compacta,  sólida  y con  una  tenacidad  solo  comparable  con 
la  de  muchas  rocas.  En  este  caso  se  halla  dotada  de  movi- 
miento, y constituye  lo  que  se  llama  Glaciar,  palabra  de  ori- 
gen latino,  que  no  dudamos  en  introducir  en  nuestro  len- 
guaje, persuadidos  de  la  poca  exactitud  é impropiedad  de  las 
voces  ventisquero,  helero,  y helera  que  otros  emplean. 

Límite  de  las  nieves  perpetuas.  — Llámase  así,  y también 
nivel  de  las  nieves  perpetuas,  la  línea  mas  ó menos  irregular 
que  expresa  los  puntos  en  que  en  cada  hemisferio  el  agua  se 
presenta  sólida,  de  un  modo  permanente. 

La  altura  donde  esto  se  verifica  varía  con  la  latitud  ; ob- 
servándose que  mientras  en  la  costa  noruega  desciende  hasta 
los  700  metros,  en  el  Himalaya  se  eleva  hasta  5,000. 

Respecto  al  límite  de  los  hielos  polares,  solo  pode 
cir  en  tésis  general,  que  los  del  hemisferio  Norte  no  si 
pasar  de  los  80o,  mientras  en  el  Sur  llegan  al  60. 

Los  hielos  y las  nieves  temporales  ofrecen  tan  poca  im- 
portancia en  la  física  terrestre,  que  no  merece  nos  detenga- 
mos mas  en  su  exámen. 

Agua  líquida.  — El  agua  líquida  ocupa  inmensos  espacios 
en  la  superficie  terrestre,  limitados  por  los  continentes:  en- 
cuéntrase también  á la  superficie  y en  el  interior  de  estos, 
recibiendo  en  el  primer  caso  el  nombre  de  mares,  y en  el 
segundo  el  de  manantiales,  rios,  lagos,  etc. 

ttíUmr  . — Los  mares  en  su  acepción  mas  lata  se  llaman 

Mediterráneo.  — Cuando  las  aguas  de  estos  entran  por  al- 
gún estrecho  ó canal  en  alguna  de  las  grandes  depresiones 
terrestres;  también  reciben  el  nombre  de  mares  interiores, 
como  el  Báltico,  el  Mediterráneo  propiamente  dicho  y el  de 
México. 

Golfo,  Ensenada , etc.  — En  los  océanos,  como  en  los  me- 
diterráneos, cuando  por  efecto  de  la  forma  de  las  costas,  las 
aguas  penetran  en  mayor  ó menor  escala  en  las  tierras,  reci- 
ben estos  accidentes  hidrográficos  el  nombre  de  golfo,  como 
los  de  Lion,  Gascuña,  Valencia,  etc.:  ansa,  ensenada,  rada  y 
puerto,  cuyo  último  nombre  se  aplica  mas  comunmente  á 
aquellos  puntos  que  ofrecen  ventajas  naturales  ó artificiales, 
para  el  comercio  marítimo. 

Fvordo.  — A veces  el  mar  penetra  muchas  leguas  tierra 
adentro  por  una  abertura  estrecha,  con  frecuencia  erizada  de 
escollos,  en  costas  entrecortadas  é irregulares;  este  accidente 
propio  de  los  países  escandinavos,  donde  lo  observé  en  1869, 
recibe  el  nombre  de  Fyord,  palabra  que  hay  que  aceptar  á 
falta  de  otra  equivalente  en  nuestro  idioma,  pues  aunque  la 
ria  ofrezca  alguna  semejanza,  no  pasa  á ser  fyord,  faltando 
en  este  la  mezcla  de  aguas  dulces  y salobres  que  se  observa 
en  la  ria. 

Como  ejemplos  de  fyordos  podemos  citar  el  Issefyord, 
Limefyord  y otros,  en  Dinamarca;  los  de  Udewalla,  Ra- 
llo, etc.,  en  Suecia. 

Estuario. — El  punto  por  donde  el  mar  penetra  en  sus  dos 
movimientos  de  flujo  y reflujo,  y por  el  cual  se  retiran  las 
aguas,  así  en  la  costa  como  en  los  rios  mismos,  se  llama  es- 
tuario. 

Donde  las  aguas  saladas  encuentran  un  grande  obstáculo 
en  las  que  bajan  por  el  rio,  se  forma  una  barra  á manera  de 
ola  grande,  que  suele  producir  efectos  destructores  en  las 
riberas,  á la  cual  llaman  en  América  Poro-roca  y Espera;  así 
se  designa  también  al  punto  en  que  por  razón  de  la  profun- 
didad del  rio  y de  la  gran  masa  de  agua  acumulada,  la  ma- 
rea queda  tranquila,  conservando  el  mismo  nivel;  en  la  zona 
del  rio  Amazona  llaman  Bore  á este  hecho  curioso. 


Estrecho  ó canal. — La  comunicación  entre  dos  océanos,  ó 
entre  alguno  de  estos  y un  mar  interior,  se  llama  canal,  es- 
trecho ó brazo  de  mar,  como  el  de  Gibraltar,  el  canal  de  la 
Mancha,  etc. 

Como  complemento  de  lo  que  aquí  conviene  consignar, 
respecto  á los  mares,  que  ya  dijimos  son  cinco  como  los  con- 
tinentes, pondremos  á continuación  una  especie  de  índice 
de  las  principales  divisiones  en  cada  uno  de  ellos  admitida. 

Primero.  Océano  Glacial  Artico.  — Se  extiende  desde  el 
círculo  polar  hasta  el  polo  N.;  sus  limites  son  Europa,  Asia 
-7  América.  De  este  mar  dependen: 

El  mar  Blanco.  . . . Golfo  de  Obi. 

"El  de  Kara Idem  de  Ienisei. 

El  de  Kalgouef..  . . Mar  Polar. 

Golfo  de  Baffin. 

El  de  Siberia ^ Idem  Cristian  ó canal  Fox. 

Idem  de  Hudson. 

legundo.  Océano  Atlántico. — Situado  entre  Europa,  Africa 
y América,  desde  el  círculo  polar  N.  hasta  el  Cabo  de  Hor- 
nos: se  divide  en  tres  porciones,  llamadas  boreal , equinoccial 
y austral , según  su  posición,  extendiéndose  el  primero  desde 
el  círculo  polar  hasta  el  trópico  de  Cáncer;  el  segundo  entre 
éste  y el  de  Capricornio,  y el  tercero  hasta  el  Cabo  de  Hor- 
nos. Este  Océano  ofrece  las  ramificaciones  siguientes: 


Mar  de  Irlanda. 
4.0  Golfo  de  Gascuña. 


( 


editerráneo. 


6.°  Golfo  de  Guinea. 

7.0  Mediterráneo  de  la  Co- 

lombia  

8.°  Mar  de  los  Esquimales. 

9.0  Idem  de  la  Groenlandia. 


Golfo  de  Cattegat. 
Zuiderzée. 

Golfo  de  Finlandia. 
Idem  de  Botnia. 
Idem  de  Livonia. 


Golfo  de  Génova. 

Mar  Tirreno  ó de  Sicilia. 
Idem  Jónico. 

Idem  Adriático. 

Golfo  de  Tarento. 

Mar  de  Candía. 
Archipiélago  griego. 

Mar  de  Mármara. 

Idem  Negro  y de  Azof. 

Mar  de  las  Antillas. 

Golfo  de  México. 

Idem  de  Honduras. 

Idem  de  Darien. 

m TW  T 


Tercero.  Océano  Indico. — Limitado  al  N.  Por  el  Asia, 
al  O.  por  el  Africa  y al  E.  por  la  península  de  Malaca, 
islas  de  la  Sonda  y la  Nueva  Holanda.  De  este  mar  de- 
penden: 


1. 


El  mar  de  Ornan. 


2.0  El  de  Bengala. 


/ Golfo  de  Aden. 

Mar  Rojo. 

Golfo  Pérsico. 

Idem  de  Martaban. 
Mar  de  Nicobar. 


Cuarto.  Océano  Pacífico. — Se  extiende  desde  el  círculo 
polar  N.  al  del  S.,  limitado  por  el  Asia,  islas  de  la  Sonda  y 
Nueva  Holanda  por  un  lado,  y por  otro  por  las  dos  Améri- 
cas.  Este  es  el  verdadero  y único  mar  que  con  sus  aguas  cir- 
cunda el  mundo  entero,  comunicando  por  el  Cabo  de  Hor- 


CAPITULO  PRIMEkO 


nos  con  el  Atlántico,  y por  las  islas  de  la  Sonda  y la  Nueva 
Holanda  con  el  de  la  India.  Se  divide,  como  aquel,  en  tres  por- 
ciones, boreal,  equinoccial  y austral,  y sus  dependencias  son 
las  siguientes: 


1. 

o 

2. 

O 

3- 

4- ° 

5- ° 

6.° 

7-° 
8. 9 

9° 

10. 

1 1. 
12. 

«3- 

14. 

I5- 


Mar  de  Bering. 
Idem  de  Okhotsk. 
Idem  del  Japón. 


i 


Mar  Amarillo. 


Mar  Azul | Idem  de  Pekín 


Mar  de  China. 


Idem  de  Liao-Tong. 
j Golfo  de  Tong-King. 
1 Idem  de  Siam. 


Mar  de  Mindoro. 

Idem  de  Célebes. 

Idem  de  Java. 

Idem  de  la  Sonda. 

Idem  de  las  Molucas. 

Idem  de  Carpentaria. 

Idem  del  Coral. 

Idem  de  la  Australia. 

Idem  de  la  California  ó de  Cortés. 
Golfo  de  Panamá. 


Quinto.  Océano  Glacial-austral  ó del  Sur. — Se  extiende 
desde  el  polo  boreal  hasta  el  círculo  polar  de  este  nombre. 
Ls  el  menos  conocido  de  todos,  por  las  grandes  dificultades 
que  ofrecen  los  témpanos  de  hielo  á la  navegación:  perma 
nece  indiviso,  por  sernos  desconocidas  las  tierras  que  en  él 
pueden  hallarse. 

Respecto  al  volumen  de  las  aguas  terrestres,  podemos  de- 
cir que  aunque  de  una  manera  apenas  sensible,  no  deja  de 
disminuir;  tanto  por  las  combinaciones  de  este  cuerpo  con 
diferentes  elementos  componentes  de  las  rocas,  cuanto  por  el 
enfriamiento  progresivo  de  la  costra  sólida;  lo  cual  determina 
una  mayor  imbibición  de  las  aguas  de  la  superficie.  A este 
propósito,  el  señor  Vezian  dice:  «Suponiendo  que  la  profun- 
didad media  del  Océano  primitivo  fuese  de  2,500  metros,  y 
que  la  costra  sólida  pueda  absorber  el  */M  de  su  volumen  de 
agua  liquida,  por  esta  sola  causa  el  nivel  de  los  mares  ha 
descendido  200  metros;  y que  toda  el  agua  de  los  Océanos 
se  perderá  en  las  profundidades  del  globo,  el  dia  «por  fortu- 
na aun  remoto*  en  que  la  costra  sólida  alcance  125  kilóme- 
tros, ó sea  1/B0  del  radio  terrestre  3> 

Sea  de  esto  lo  que  se  quiera,  lo  que  no  puede  negarse  es 
que  el  nivel  del  mar  ha  variado,  tendiendo  á descender,  á 
pesar  de  la  acción  contraria  que  debe  producir  la  contracción 
terrestre,  que  según  \ ezian,  debe  estimarse  en  3 metros;  sin 
embargo,  la  emersión  de  los  continentes  determina,  como 
por  un  movimiento  de  báscula,  el  descenso  de  los  mares; 
habiéndose  esto  verificado  según  aquel  geólogo  en  una  escala 
considerable;  puesto  que  llega  á 96  metros,  á los  cuales  hay 
que  agregar  los  doscientos,  resultado  de  la  absorción  terres- 
tre; y si  de  ello  restamos  los  tres  metros  que  suma  el  levan- 
tamiento por  la  contracción  terrestre,  resultará  una  diferencia 
de  nivel  entre  el  actual  y el  de  los  mares  primitivos,  de  293 
metros.  Lo  que  si  puede  asegurarse  es,  que  con  muy  corta 
diterencia,  y hecha  abstracción  de  las  irregularidades  de  la 
urv  atura  terrestre,  el  nivel  de  los  mares  viene  á ser  el  mis- 
mo en  todos  ellos;  habiendo  demostrado  el  rompimiento  del 
Istmo  de  Suez  que  eran  infundados  los  temores  de  una  in- 
vasión de  las  aguas  del  mar  Rojo  en  el  Mediterráneo,  por 
creerlas  mas  altas. 

En  cuanto  á la  profundidad  que  alcanzan  los  mares,  bien 
puede  asegurarse  ser  tan  variable,  como  las  desigualdades  en 
sentido  contrario  que  ofrecen  los  continentes;  en  algunos 


199 

puntos  ha  llegado  la  sonda  á profundidades  mucho  mas  con- 
siderables que  las  mayores  alturas  continentales;  como  la  de 
15,°°°  metros  encontrada  por  Parker  entre  Rio-Janeiro  y el 
Cabo  de  Buena  Esperanza;  y en  el  gran  Océano,  Riuggol, 
que  llegó  á 14,000;  es  decir,  que  solo  estas  profundidades 
equivalen  casi  al  doble  del  Himalaya  y al  triple  del  Mont- 
Blanc.  Sin  embargo,  esto  es  excepcional;  debiendo  además 
tener  en  cuenta  las  causas  de  error  que  pueden  existir  en  las 
operaciones  de  sondeo;  así  es  que  la  profundidad  media,  que 
deducida  de  la  teoría  de  las  mareas  no  da  mas  que  4,000 
metros,  según  Young,  oscila  entre  4,800  y 6,000  metros; 
por  último,  según  Humboldt,  excede  cinco  á seis  veces  la 
altura  media  de  los  continentes,  debiendo  ser  por  consi- 
guiente de  3,500  metros.  Todo  esto,  sin  embargo,  no  pasa 
de  ser  aun  hipotético,  pues  faltan  datos  para  establecer  de 
una  manera  séria,  principios  fijos.  Por  regla  general,  puede 
establecerse  que  los  mares  interiores,  los  golfos,  estrechos, 
etcétera,  ofrecen  menos  profundidad  que  los  grandes  Océa- 
nos, como  parecen  acreditarlo  los  resultados  de  los  sondeos 
hasta  ahora  practicados 

Respecto  á la  composición  de  las  aguas  del  mar,  hé  aquí 
el  resultado  de  dos  análisis,  practicado  uno  por  el  señor  Reg- 
nault,  y trascrito  de  su  curso  de  Química;  y el  otro  de  la  Fí- 
sica del  globo  de  Boccardo. 


Agua 

Cloruro  sódico.  . 

Regnault 

96,470 

2,700 

Boccardo 

96,20 

2,7» 

Id.  magnésico.. 

0,360 

0,54 

Sulfato  de  magnesi 

1. . . . 

0,230 

0,12 

Id.  de  cal.  . . . 

o,í  40 

o,  80 

Cloruro  potásico. . 

0,070 

0,40 

Carbonato  de  cal.. 

0,003 

0,10 

Bromuro  magnésic< 

3..  . . 

0,002 

0,10 

Residuo  no  determinado.  . 

» 

2,30 

O J » v 

de  calcio,  de  hierro  y de  plata;  este  último  en  la  proporción 
de  un  miligramo  por  cien  kilógramos  de  agua;  lo  cual,  te- 
niendo en  cuenta  el  volúmen  de  los  Océanos,  alcanza,  según 
Tuld,  la  enorme  cantidad  de  dos  billones  de  kilógramos,  que 
equivale  á mil  veces  el  producto  de  todas  las  minas  conoci- 
das de  plata.  Además  de  estas  sustancias,  lleva  también  el 
agua  del  mar,  clorhidrato  de  amoniaco,  yoduro  de  potasio, 
sulfatos  de  sosa  y de  potasa,  carbonatos  de  hierro  y de  otras 
sustancias  menos  importantes. 

La  proporción  en  que  se  encuentran  las  materias  fijas  en 
las  aguas  del  mar,  la  determina  el  residuo  que  deja  la  evapo- 
ración; que  sobre  mil  partes  en  peso  de  agua,  deja  de  34,40 
á 37,55  de  residuo  sólido;  el  cual,  extendido  por  toda  la  su- 
perficie del  globo,  formaría,  según  Cordier,  una  capa  de  16  ,6 
de  espesor.  _ 

La  composición  del  agua  del  mar,  puede  decirse  que  es 
originaria,  ó que  arranca  desde  los  primeros  momentos  en 
que  las  aguas  pudieron  permanecer  á la  superficie  del  globo, 
no  habiéndose  modificado  mucho  en  la  larga  serie  de  siglos 
trascurridos  desde  entonces,  y ofreciendo  también  pocas  di- 
ferencias de  unos  mares  á otros,  relacionadas  principalmente 
con  la  cantidad  de  aguas  dulces  que  reciben,  con  la  escala 
en  que  se  verifica  la  evaporación,  y quizás  también  con  la 
existencia  de  manantiales  minero-termales  en  su  fondo. 

Solo  se  apartan,  dentro  de  ciertos  límites,  de  esta  regla  ge- 
neral, ciertos  lagos  mal  llamados  mares,  cuyo  aislamiento  ó 
falta  de  comunicación  con  los  verdaderos  mares  constituye 
uno  de  esos  hechos,  no  bien  explicados  aun,  siquiera  se  atri- 
buyan á movimientos  generales  del  suelo.  De  estos  lagos,  al- 


200 


GEOLOGIA 


gunos  como  el  Caspio  y Aral  tienen  aguas  que  solo  se  dife- 
rencian de  la  de  los  Océanos  en  la  cantidad  de  sustancias  á 
la  que  deben  su  mayor  salobrez ; en  cuyo  concepto,  podrían 
considerarse,  como  quieren  algunos,  como  resto  de  antiguos 
mares  con  los  cuales  comunican  subterráneamente  sus  aguas, 
que  por  esta  razón  son  menos  saladas;  opinión  de  todo  punto 
inadmisible. 

En  otros  lagos,  como  los  de  las  aguas  saladas  de  Armenia, 
la  altura  considerable  que  excede  de  1,600  metros,  imposi- 
bilita mas  aun  la  idea  de  ser  resto  de  antiguos  mares;  pues 
no  se  comprende  cómo  pudieran  haberse  conservado  las 
aguas,  cuando  ocurrió  el  levantamiento  que  las  colocó  donde 
hoy  se  encuentran;  siendo  mas  fácil  explicar  el  sabor  y com- 
posición de  sus  aguas,  por  la  inmediación  de  grandes  depó- 
sitos de  sal.  Por  último,  el  mar  Muerto,  mal  llamado  también 
así,  pues  no  pasa  de  ser  un  lago,  y otro  de  aguas  saladas  si- 
tuado al  Oeste  de  los  Estados-Unidos,  llamado  de  Uíah, 
ofrecen  una  cantidad  desproporcionada  de  sustancias  mine- 
rales, que  por  evaporación  llega  en  las  aguas  del  mar  Muerto 
hasta  22,77  Por  100  y en  las  del  otro  á 22,4;  de  donde  re- 
sulta, que  el  peso  específico,  estrechamente  relacionado  con 
las  sustancias  interpuestas  en  el  agua,  llega  á 1,24. 

Según  Boussingault,  las  aguas  del  mar  Muerto  contienen 
las  sustancias  siguientes: 


Agua.  . I.  >x*t^=7= 

Cloruro  de  magnesia.  . . . 10,729 

M pe  sodio.  U 1 6,496 

|o|pe  &l<ro  3,559 

Id.  de  potasio . 1,61 1 

Bromuro  de  magnesia.  . . . 0,331 

Sulfato  de  cal 0,042 

Carbonato  de  cal 0,003 

Clorhidrato  de  amoniaco.  . . 0,001 


Casi,  casi,  son  aun  mas  curiosos  los  lagos  de  Natrón  en 
Egipto,  que  además  del  carbonato  de  sosa,  contienen  cloruro 
sódico  y sulfato  de  cal;  y los  del  Tibet,  en  cuyas  aguas  solo  se 
encuentra  borato  de  sosa:  el  origen  de  estos  últimos,  dadas  la 
especial  naturaleza  de  sus  aguas,  y las  peculiares  circunstan- 
cias que  en  ellos  concurren,  es  aun  mas  difícil  de  referir  ála 
comunicación  con  otros  mares. 

I ambien  llevan  las  aguas  del  mar  en  disolución  el  aire  at- 
mosférico con  el  ácido  carbónico,  cuya  proporción  aumenta 
á expensas  de  la  del  nitrógeno  con  la  profundidad;  encon- 
trándose el  oxígeno,  ázoe  y ácido  carbónico,  aunque  variando 
algún  tanto  en  sus  proporciones,  hasta  mas  abajo  de  5,000 
metros,  donde  existe  aun  la  vida. 

Completa,  por  último,  la  composición  de  dichas  aguas,  una 
cantidad  prodigiosa  de  animalillos  microscópicos  y materia 
orgánica,  cuya  importancia  daremos  á conocer  al  tratar  de  la 
formación  de  ciertos  materiales  terrestres. 

Las  aguas  líquidas  no  ocupan  solo  los  grandes  recipientes 
que  se  llaman  mares;  también  circulan  á la  superficie  ó en  el 
interior  del  globo,  constituyendo  lo  que  se  llama  hidrografía 
exterior  y subterránea. 

Cuando  el  agua  se  desprende  en  forma  de  lluvia,  al  llegar 
á la  superficie  de  la  tierra  se  divide  en  tres  partes;  una  que 
vuelve  por  evaporación  á la  atmósfera  de  donde  procede; 
otra  que  corre  á la  superficie;  y la  tercera,  si  las  capas  sobre 
que  cae  son  permeables,  penetra  en  el  interior,  por  donde 
circula  hasta  que  encuentra  fácil  salida  á la  superficie.  El 
nacimiento  o aparición  al  exterior  del  agua  subterránea,  es 
lo  que  se  llama  manantial  ó fuente,  siquiera  esta  última  pa- 
labra deba  en  rigor  aplicarse  con  mas  propiedad,  al  recep- 
táculo ó alberca  natural  ó fabricado  por  el  hombre,  para  re- 
cibir las  aguas  en  su  aparición. 


Los  manantiales  reciben  diferentes  nombres,  según  las 
circunstancias  que  caracterizan  su  aparición,  la  temperatura 
y calidad  de  sus  aguas,  etc.;  así,  por  ejemplo,  llámanse  pe- 
rennes ó constantes,  aquellos  cuyas  aguas  fluyen  siempre; 
y por  el  contrario,  temporales  cuando  se  agotan  en  tiempo 
seco;  si  los  intervalos  que  separan  entre  sí  las  salidas  ó apa- 
riciones del  agua  son  regulares,  los  manantiales  se  llaman 
intermitentes;  pudiendo  citar  como  ejemplos  notables,  el 
que  existe  en  la  famosa  Vila  llamada  de  Plinio,  junto  al  lago 
de  Como,  y el  de  Hautes  Combes,  célebre  monasterio  situa- 
do en  la  ribera  occidental  del  lago  de  Bourget. 

Según  la  temperatura  y naturaleza  de  las  aguas,  se  llaman 
los  manantiales  fríos,  templados  y cálidos  ó termales,  to- 
mando por  término  de  comparación  la  media  del  ambiente, 
en  el  punto  donde  las  aguas  aparecen.  Mineral  y medicinal 
se  llama  cuando  llevan  suspensos  ó ’disueltos  algunos  cuer- 
pos inorgánicos,  en  cantidad  bastante  considerable  para  co- 
municar al  agua  estas  propiedades. 

Hidrografía  externa. — Desde  el  punto  de  su  aparición  al 
exterior  en  los  manantiales,  las  aguas,  por  correr  á la  super- 
ficie de  la  tierra,  siguiendo  los  accidentes  que  esta  ofrece, 
dan  origen  á lo  que  se  llama  hidrografía  externa;  representa- 
da por  los  arroyuelos,  arroyos,  cañadas  y rios  de  primero, 
segundo  y tercer  orden;  hasta  pagar  de  nuevo  su  tributo  á 
los  mares,  de  cuya  superficie,  por  evaporación  proceden. 

Cuenca  hidrográfica. — Al  conjunto  de  todas  las  ramifica- 
ciones de  una  gran  arteria  terrestre,  se  da  el  nombre  de 
cuenca  hidrográfica,  como  la  del  Ebro,  Tajo  ó Guadalquivir; 
llamándose  boca,  desembocadero  ó desembocadura,  aquel 
punto  por  donde  las  aguas  de  un  rio  entran  en  el  mar. 

Bocas  de  rio. — Algunos  rios  tienen  diferentes  bocas  ó ra- 
males, que  son  otras  tantas  entradas  desde  la  mar,  como  se 
observa  en  el  Nilo,  en  el  Orinoco  y en  otros  muchos. 

Rápidos , Cataratas,  Cascadas , etc. — Cuando  la  pendiente 
por  donde  corren  las  aguas  en  un  rio  es  mas  ó menos  fuerte, 
se  originan  los  rápidos  y las  cataratas,  si  las  aguas  se  preci- 
pitan de  una  vez  desde  gran  altura;  cuando  la  cantidad  de 
agua  es  menor,  reciben  los  nombres  de  saltos,  cascadas  na- 
turales ó artificiales. 

Lagos  y su  clasificación.— Sucede  á menudo  que  las  aguas 
corrientes,  al  encontrar  en  su  curso  una  depresión  mas  ó 
menos  considerable,  forman  un  depósito  al  que  se  da  el 
nombre  de  lago;  aunque  según  vamos  á ver,  no  todos  recono- 
cen el  mismo  origen.  Estos  pueden  dividirse  en  cuatro  gru- 
pos, á saber:  primero,  aquellos  que  no  reciben,  ni  dan  agua 
corriente,  se  alimentan  de  la  de  lluvia,  y de  veneros  subter- 
ráneos; el  de  Albano  junto  á Roma,  antiguo  cráter  volcánico, 
puede  citarse  como  ejemplo,  lo  mismo  que  el  de  Pavin.  Se- 
gundo, los  que  siendo  simples  depresiones  y ensanchamien- 
tos del  álveo  de  un  gran  rio,  reciben  y dan  aguas  corrientes; 
el  de  Ginebra,  que  está  en  el  curso  del  Ródano,  el  de  Cons 
tanza  atravesado  por  el  Rhin,  y otros  muchos,  entran  en  esta 
categoría.  Tercero,  los  que  sin  recibir  aguas  corrientes,  dan 
origen  á algún  rio,  como  el  de  Monte  retondo  en  Córcega,  y 
el  de  Kiouk-kiol  en  el  Tibet.  Cuarto,  los  que  reciben  y no 
dan  aguas  corrientes,  como  los  mal  llamados  mares  Caspio 
y Aral,  en  los  que  desembocan  las  grandes  arterias  del  Vol- 
ga,  el  Kohur,  el  Amoun-Deria  y otros,  y el  mar  Muerto  que 
recibe  las  aguas  del  Jordán.  A estas  cuatro  clases  de  lagos, 
hay  que  añadir  una  quinta,  á la  que  llamaremos  con  Huot, 

Penilago. — Es  aquel  cuyas  aguas  se  hallan  rodeadas  de 
tierra  por  todos  lados,  menos  por  un  boquete  natural  ó arti- 
ficial, por  donde  comunican  con  el  mar;  el  de  Maracaibo  en 
Colombia,  y la  Albufera  de  Valencia,  son  ejemplos  que  de- 
ben citarse:  aquel,  natural;  este  obra  del  hombre. 

Laguna-Estanque. — El  valor  de  estas  dos  palabras  viene 


201 


CAPÍTULO  SECUNDO 

á ser  igual  y significa  lo  mismo  que  lago,  con  la  diferencia 
de  ser  menor.  En  Cataluña,  Aragón  y Valencia,  los  lla- 
man estanys  ó estaños,  derivado  del  latín  stagnum , el  es- 
tanque: 

Lagunajo  ó Lagunazo. — Son  los  charcos  ó pantanos  que 
se  forman  en  los  campos  con  las  aguas  llovedizas  y se  secan 
en  verano.  En  América  ocupan  extensiones  considerables,  y 
pueden  mirarse  como  lagos  intermitentes  ó accidentales, 
como  el  de  Jarayas,  entre  el  Paraguay  y el  rio  Cubaya. 

Almajal  y Charcas.  — Así  se  llaman  aquellos  sitios  en 
donde  las  aguas  se  estancan  <5  corren  poco,  dando  origen 
con  frecuencia  á depósitos  de  turba,  según  veremos  mas  ade- 
lante. 

Almajar. — Es  el  sitio  bajo  en  las  inmediaciones  del  mar, 
donde  por  filtración  se  recogen  las  aguas  que  forman  un 
pantano;  equivale  hasta  cierto  punto  al  pdder  de  Holanda. 

Terminando  ya  con  esto  lo  que  nos  proponíamos  indicar 
respecto  á la  parte  de  Geografía  física  y estática  que  mas  di- 
rectamente interesa  á nuestro  objeto,  estamos  ya  en  el  caso 
de  entrar  en  el 


CAPITULO  II 

GEOGRAFIA  DINÁMICA  Ó CAUSAS  ACTUALES 

Llamamos  Geografía  dinámica,  ampliando  en  cierto  sentido 
el  significado  del  adjetivo,  a la  parte  de  la  ciencia  que  tiene 
por  objeto  el  exámen,  no  solo  de  las  causas  ó agentes  que 
actúan  sobre  el  globo,  sino  también  de  los  efectos  de  esta 
acción;  y como  quiera  que  estos  ofrecen  la  imagen  del  mas 
singular  proteismo  de  la  superficie  terrestre,  de  ahí  el  haber- 
nos permitido  adoptar  esta  palabra  para  representarlos. 

Los  agentes  que  actúan  en  el  globo  determinando  estos 
efectos,  son  de  naturaleza  física  los  unos,  y orgánicos  los 
otros.  Los  primeros,  representados  por  la  acción  del  calor, 
dd  agua,  y de  la  atmósfera,  pueden  llamarse  internos  y ex- 
ternos, ó bien  termo-dinámicos,  y aéreo-neptúnicos;  los  se- 
gundos se  hallan  representados  por  la  acción  de  los  reinos 
vegetal  y animal. 


ARTICULO  I 

CAUSAS  ÍGNEAS 

La  acción  del  calor,  que  depende  hoy  en  su  mayor  parte 
del  centro  solar,  pero  que  en  otras  épocas  era  debida  tam- 
bién al  estado  candente  del  globo,  puede  estudiarse  en  la 
atmósfera,  en  las  aguas,  y en  la  tierra  propiamente  dicha. 

I. — TEMPERATURA  DE  LA  ATMOSFERA 


La  temperatura  en  las  regiones  medias  y altas  de  la  atmós- 
fera debida  al  calor  solar,  decrece  en  razón  directa  de  la  al- 
tura, aunque  no  de  un  modo  uniforme  en  todas  las  re- 
giones 

Este  hecho,  confirmado  por  la  observación  diaria  en  los 
países  montañosos,  y por  los  datos  suministrados  en  las  di- 
ferentes ascensiones  aerostáticas,  es  la  causa  mas  eficaz  de 
la  distribución  vertical  de  los  vegetales,  y también  la  que 
determina  el  límite  de  las  nieves  perpetuas. 

El  decrecimiento  se  verifica  próximamente  á razón  de  un 
grado  por  160  ó 180  metros;  siendo  las  causas  que  principal- 
mente la  modifican,  la  forma,  la  naturaleza  y disposición  de 
las  montañas,  y la  exposición;  observándose,  que  en  la  falda 
S.  y E.  de  las  Cordilleras,  el  límite  de  las  nieves  perpetuas 
y el  de  la  vegetación  es  mas  alto  que  en  el  N.  y O.  El  Hima- 
laya  ofrece  no  obstante  una  anomalía,  puesto  que  en  la  ver- 
tiente meridional  descienden  las  nieves  sobre  1,000  metros 
mas  que  en  la  del  Norte.  La  dirección  de  los  vientos  mon- 
zones explica  satisfactoriamente  este  hecho,  según  veremos 
mas  adelante. 

Thurman  estima  el  decrecimiento  de  la  temperatura  en 
los  Alpes  centrales,  en  i°  por  cada  66  metros;  y en  el  Jura 
de  Berna,  en  i°  por  cada  200,  opinando  que  los  límites 
pueden  establecerse  entre  150  y 250  metros  por  cada  grado 
de  calor. 

Los  adjuntos  cuadros  confirman  la  regla  general  y la  ex- 
cepción del  Himalaya  que  se  acaba  de  indicar. 


PUNTOS  Y OBSERVADORES 


MA: 


K 


Cordillera  de  Bolivia  (Pentland). 

de  Quito  (Humboldt). 
Volcanes  de  México  (Idem), 
imalaya  (Webb) 

— pendiente  septentrional 

— pendiente  meridional. 

Etna  (Saussure) 

Pirineos  (Ramond) 

Cáucaso  ( Engelhaidt  y Parrot) . 

Alpes  (Saussure) 

Cárpatos  (Wahlenberg).  . . . 

Altai  ......  i . . 

Noruega  interior  (De  Buch).  . 

Idem 

Idem 

Costa 


V 


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1 


LATITUD 


S í 

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5 « 

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es 

g c 

3 0 


16o  á 17o  3 \ austral. 

5,200 

0 • á i°  1 , idem.  . 

* 

19o  á jij*  */4  boreal.. 

0,58° 

J y j 1 

H • 1 f n • « 

30  /*  a 31  ídem.  . 

5,000 

3,85° 

37o  á 3S0  idem.  . 

2,925 

42o  '/,  á 43o  idem.  . 

2,729 

42°  Vi  á 45°  ídem.  • 

3,216 

45o  */*  á 4b°  idem.  . 

2,670 

49o  á 49o  tjk  idem.  . 

2,592 

49o  á 5 1 0 idem.  . 

I,95° 

61o  á 62o  idem.  . 

1,690 

67  o á 67o  , fi  idem.  . 

1,180 

70o  á 70o  '/*.  idem.  . 

1,060 

71o  Vj  á 71o  */v  idem  . 

7*4 

cí 

M 

s 

rt.2 

£ s 
s £ 

H 


i,5 


3,5 


Tomo  IX 


26 


202 


GEOLOGÍA 


REGION 


Laponia. 

Noruega 
Cárpatos 
Alpes  suizos  septentrionales. 

— meridionales.  . 
Pirineos  franceses . . . 

Apeninos. 


Etna. 

Cáucaso. 

Ararat. 

Tenerife. 
México. 

Andes  de  Quito. 


LATITUD 


67o 

61o 

49° 

45r 

45 

42c 

42' 

07< 

42( 

39‘ 

28° 


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Ultimos  árboles  y arbustos 


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o «. 


Betula  alba,  Rhododendron  lapponicum. . 

Betula  alba  y nata,  salix  glauca 

Pinus  abies,  y Pumilio 

Pinus  abies,  Rhododendron  ferrugineum. 

Pinus  larix 

Pinus  silvestris,  v,  rubra  y uncinatus.  . . 

Fagus  Sylvatica 

Idem 

Betula  alba,  Rhododendron  caucasicum.  . 

Betula.  . 

Pinus  canariensis 

Pinus  occidentalis 

Escallonia,  Alstoma 


^A  I ¡M  MI  I * 

La  temperatura  de  las  regiones  bajas  y del  suelo  depende 
hoy  casi  exclusivamente  de  la  acción  solar,  ya  que  la  del 
globo  apenas  ejerce  sobre  la  superficie  acción  alguna;  no 
alcanzando  quizás  ‘/30  de  grado.  En  estas  regiones  bajas 
concurren  muchas  circunstancias  que  favorecen  el  aumento 
del  calor,  siendo  las  principales,  su  mayor  densidad,  la  acu- 
mulación de  vapor  de  agua  y ácido  carbónico,  todo  lo  cual, 
oponiéndose  á la  irradiación,  hace  que  la  temperatura  sea 
mas  alta  en  dichas  regiones  bajas. 

La  diferente  inclinación  con  que  los  rayos  solares  llegan 
á la  tierra,  es  lo  que  principalmente  determina  el  grado  de 
calor,  ó la  temperatura  de  las  diferentes  regiones ; siquiera 
existan  muchas  causas  generales  y locales,  que  tienden  á 
modificar  la  influencia  de  la  latitud. 

Entre  dichas  causas  modificadoras,  debemos  mencionarla 
altitud  por  la  ley  del  decrecimiento  que  acabamos  de  indi- 
car; las  relaciones  entre  continentes  y mares,  la  mayor  ó 
menor  distancia  á estos,  cuya  tendencia  es  á moderar  los 
extremos  de  temperatura,  por  efecto  de  la  evaporación;  la 
regularidad  ó desigualdad  de  terrenos,  y colores  dominantes 
de  sus  materiales;  la  existencia  ó falta  de  grandes  bosques, 
y lo  que  es  consiguiente,  el  estado  higrométrico  medio  de  la 
atmósfera,  donde  aquellos  abundan  ó escasean;  la  presencia 
de  grandes  lagos  y de  corrientes  líquidas,  y hasta  de  masas 
de  nieve  perpetua;  todo  esto  puede  contribuir  á modificar 
mas  ó menos  profundamente  la  acción  de  la  latitud,  notán- 
dose por  esta  misma  razón,  que  en  dos  puntos  igualmente 
distantes  del  polo  y del  ecuador,  no  se  disfruta  de  la  misma 
temperatura. 

Llámanse  isotermas  de  i sos,  igual,  y termos , calor,  las 
líneas  mas  ó menos  regulares  ó sinuosas,  que  en  un  mismo 
hemisferio,  marcan  igual  temperatura  media  ánua. 

Líneas  isoteras  é isoquimenas  son:  aquella,  la  de  tempe- 
ratura máxima  ó estival,  y ésta,  la  mínima  ó invernal. 

Línea  iso-atmoterma:  considerada  la  atmósfera  dividida  en 
capas,  se  comprende  la  posibilidad  de  que  haya  en  ella 
superficies  de  temperatura  media  igual;  y de  aquí  el  nombre 
de  línea  ó superficie  iso  atmoterma.  Estas  superficies  pudie- 
ron ser  en  el  origen  del  globo,  y durante  largos  períodos  de 
su  historia,  cuando  el  calor  propio  de  la  tierra  se  dejaba 
sentir  con  mas  ó menos  intensidad  al  exterior,  paralelas  con 
dicha  superficie  terrestre;  pero  mas  tarde  cuando  por  la  inter- 
posición de  la  costra  sólida,  era  de  cada  dia  menor  la 
influencia  de  la  temperatura  propia  del  globo,  perdióse  dicho 


|\rf\ 


Metros 

585 

586 
1 1 12 

877  ‘ 
586 

448 
1072 
1267 
1 267 

1755 
586 
682  7 . 
1267  7, 


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»/ 


/ i 


paralelismo,  é inclinándose  las  líneas  hácia  la  tierra,  llegaron 
á encontrar  en  diferentes  puntos  á la  misma  superficie  terres- 
tre, originándose  de  aquí  las  líneas  isotermas  terrestres.  Las 
figuras  4 y 5 explicarán  cuanto  acabamos  de  indicar. 

Explicación  de  las  figuras. — La  A A representa  la  super- 
ficie del  globo,  las  a b c d,  son  las  iso-atmotermas  paralelas 
próximamente  en  su  origen  con  aquella,  si  bien  inclinándose 
hácia  los  polos;  cuando  por  consecuencia  de  este  movimiento 
llegaron  á contactar  la  tierra,  como  indica  la  otra  figura, 
han  aparecido  las  líneas  isotermas,  sometidas  estas  y aquellas 
á todas  las  causas  modificadoras  que  mas  arriba  apuntamos. 

Ecuador  termal. — Es  la  línea  que  enlaza  todos  los  pun- 
tos del  globo,  cuya  temperatura  media  alcanza  el  máximum; 
esta  línea  pasa  algo  al  Norte  del  ecuador  geográfico  en  las 
tierras,  y mas  comunmente  hácia  el  Sur,  en  los  mares. 

Polos  de  frió. — Así  se  han  llamado  por  Berghaus  dos  pun- 
tos del  hemisferio  boreal,  el  uno  en  el  Norte  de  América, 
hácia  el  74o  30'  de  latitud,  y 38  de  longitud  occidental,  cuya 
temperatura  media  es  de  — 19,7;  el  otro  se  encuentra 
á 78o  30  de  latitud  y á 128o  30'  de  longitud  oriental,  cuya 
temperatura  media  es  — 17“  2';  suponiendo  aquel  ilustre 
geógrafo  que  el  polo  geográfico  no  alcanza  una  temperatura 
tan  baja,  por  eso  llama  polos  de  frió  á los  dos  indicados;  si 
bien  hay  bastantes  motivos  para  creer  que  la  Siberia  ofrezca 
temperaturas  mas  bajas  que  el  Norte  de  América. 

Todos  estos  y muchos  otros  datos  de  Física  terrestre, 
debidos  á la  poderosa  iniciativa  de  Humboldt,  y de  otros 
eminentes  naturalistas,  han  servido  y aun  sirven  para  deter- 
minar la  importante  cuestión  de  los  climas;  que  pueden  defi- 
nirse diciendo,  que  son  el  temperamento  de  una  región  dada, 
circunscrita  por  dos  líneas  isotermas  contiguas  en  un  mismo 
hemisferio,  determinado  por  los  rayos  solares  y el  calor  pro- 
pio de  la  tierra;  modificada  su  acción  por  todas  las  circuns- 
tancias que  acaban  de  indicarse. 

Clasificación  ’de  los  climas. — Generalmente  hablando,  e 
cada  hemisferio  se  admiten  siete  climas,  á saber: 


I.° 

Tórrido.  Línea  isoterma  de 

*SV 

i 

a 

0 

25 

2.° 

Cálido 

25 

t 

a 

20 

e 

3- 

Suave 

» 

20 

9 

a 

i5 

0 

4- 

Templado 

» 

15 

á 

10 

5*° 

Frió 

» 

IO 

á 

5 

6.° 

Muy  frió 

5 

á 

0 

0 

7- 

Glacial 

» 

0 

» 

a - 

—10 

CAPÍTULO  SEGUNDO 


Cada  uno  de  estos  se  divide  en  constante,  variado  y extre- 
mado. Llámase  constante  cuando  la  diferencia  entre  la 
máxima  y la  mínima  de  calor  no  excede  de  8o;  variable 
cuando  llega  á 20  y extremado  el  que  ofrece  una  diferencia 


de  30 


Véase  el  siguiente  cuadro. 


Constante. 


Climas.  Variable.  . ' 


Media  anual  Máx.  Min.  Diíerenc. 


/ 


Extremado 


I 


Funchal. 

20°3' 

24V  1 7°2 

' 7° 

(Madera) 
S.  Malo.. 

12  3 

194 

54 

14 

París.  . . 

10  8 

2 3 

16 

Londres. 

10  2 

180 

32 

‘5  8" 

N.-York. 

12  1 

27  1 —3  7 

30  8' 

Pekín. . . 

12  7 

29  1 — 4 1 

33  2 

203 

Según  las  observaciones  de  Pentland.  el  hemisferio  austral 
es  mas  frió  que  el  boreal;  es  decir,  que  en  latitudes  iguales 
no  se  observa  la  misma  sino  inferior  temperatura,  respecto 
del  otro  hemisferio.  Esto  es  tanto  mas  de  extrañar,  cuanto 
que  la  desproporción  entre  los  mares  y las  tierras  es  mucho 
mayor  en  el  hemisferio  austral  que  en  el  boreal,  debiendo 
buscar  en  otra  causa  la  explicación  del  hecho;  causa  que, 
según  mas  detalladamente  veremos  al  tratar  del  terreno  cua- 
ternario, han  querido  encontrar  algunos  en  la  precesión  de 
los  equinoccios. 

Aunque  sea  bastante  difícil  establecer  reglas  ó principios 
fijos  respecto  á la  temperatura  de  la  atmósfera,  y con  mas 
razón  aun  cuando  se  trata  de  los  espacios  celestes,  pues  á lo 
variable  de  este  agente,  se  agrega  la  dificultad  suma  de  ha- 
cer buenas  observaciones;  sin  embargo,  según  Arago,  en  la- 


Figs.  4 y 5.  — Líneas  atmotermas 


titudes  templadas,  las  variaciones  termométricas  no  suelen 
exceder  de  20"  á 25o  sobre  la  temperatura  media. 

En  ningún  punto  del  globo,  el  termómetro  colocado  á dos 
ó tres  metros  del  suelo,  y resguardado  de  la  reflexión,  pasa 
de  46’:  tampoco  excede  de  31o,  por  término  medio,  la 
temperatura  de  las  capas  bajas  de  la  atmósfera  en  el  Océa- 
no, y la  mínima,  observada  con  el  termómetro  suspendido, 
es  de  — 50o;  de  donde  es  fácil  deducir,  que  el  calor  de  la  su- 
perficie actual  del  globo  oscila  entre  la  máxima  y la  mínima 
dentro  de  los  100o. 

Respecto  de  la  temperatura  de  los  espacios  celestes,  á fal- 
ta de  observaciones  directas,  se  ha  recurrido  al  cálculo,  que 
por  cierto  no  ha  dado  gran  uniformidad  en  sus  resultados; 
pues  mientras  Poisson  estima  la  media  en  13o;  Fouvrier  ob- 
tuvo — 50  ó 60o,  y Pouillet  — 142o. 

De  todo  lo  cual,  fácil  es  deducir  lo  falible  de  toda  predic- 
ción de  tiempo;  hallándose  por  desgracia  la  Meteorología  en 
su  infancia  para  obtener  resultados  positivos;  debiendo  con- 
siderar todo  lo  que  á esta  parte  del  calendario  ó almanaque 
se  refiere,  hijo  de  buenos  deseos,  cuando  no  del  afan  de  em- 
baucar al  inconsciente  vulgo. 


DE 


RA  DE  LAS  AGU 


La  temperatura  de  las  aguas  puede  apreciarse  en  el  punto 
de  salida  del  interior,  ó sea  en  los  manantiales,  en  las  de- 
presiones terrestres  llamadas  lagos,  y por  último  en  los 
mares. 

Temperatura  de  los  manantiales.  — El  diferente  grado  de 
calor  que  acusan  las  aguas  en  su  nacimiento,  depende  de 
muchas  causas,  siendo  las  principales,  la  profundidad  de  don- 


de proceden,  por  la  inmediación  á la  pirosfera  terrestre,  cir- 
cunstancia casi  siempre  confirmada  por  la  grande  inclinación 
de  los  bancos  ó estratos  de  los  terrenos  próximos  á los  ma- 
nantiales, cuando  estos  pertenecen  á la  categoría  de  terma- 
les por  su  elevada  temperatura;  no  siendo  raro  observar  en 
una  misma  localidad  aguas  calientes,  y templadas  ó frías, 
como  sucede  por  ejemplo  en  Villavieja  (provincia  de  Caste- 
llón), donde  las  aguas  medicinales  de  temperatura  bastante 
elevada  proceden  de  la  Sierra  de  Espadan,  que,  según  mas 
adelante  veremos,  pertenece  al  terreno  triásico,  cuyas  capas 
están  muy  inclinadas,  al  paso  que  las  aguas  naturales  que 
sirven  para  el  abasto  de  la  población,  son  templadas,  y á ve- 
ces hasta  frías;  porque  en  su  marcha  subterránea  solo  recor- 
ren los  materiales  del  terreno  cuaternario  y quizás  también 
del  terciario,  que  ocupa  toda  la  plana. 

Otra  causa  de  la  termalidad  délas  aguas,  la  encontraremos 
también  en  la  presión  que  ejercen  ó sufren  al  chocai  en  su 
marcha  subterránea  con  las  desigualdades  que  ofrecen  las 
paredes  de  los  conductos  por  donde  circulan;  pues  es  sabi 
do,  que  la  presión  desarrolla  siempre  ó,  como  hoy  se  dice, 
se  trasforma  en  calor.  Agréguese  á esto  la  poca  conductibili- 
dad de  los  materiales  terrestres  á través  de  los  cuales  salen 
las  aguas  del  interior,  y se  tendrá  una  idea  de  la  diferente 
temperatura  que  ofrecen  en  los  manantiales. 

Recientemente  Lecoq  en  una  obra  (1)  á la  que  con  fre- 
cuencia tendremos  que  recurrir  para  explicar  satisfactoria- 
mente muchos  hechos  de  la  Física  terrestre,  hace  la  distinción 
entre  las  fuentes  ó manantiales  comunes,  y los  minerales, 
fundándola  principalmente  en  que  estos  últimos  arrancan  de 


(1)  Les  eaux  minerales. 


204 


GEOLOGÍA 


la  zona  de  reacción  química  terrestre;  al  paso  que  las  otras 
no  llegan  á dicha  profundidad,  y de  aquí  las  diferentes  cua- 
lidades de  dichas  aguas,  entre  las  cuales  la  mayor  tempera- 
tura es  la  mas  aparente.  Daremos  mas  amplios  detalles  acer- 
ca de  este  asunto,  en  lugar  oportuno,  donde  se  hará  ver  la 
influencia  poderosa  que  en  todas  épocas  ha  ejercido  el  agua, 
así  á la  superficie,  como  en  el  fondo  de  la  tierra. 

Temperatura  de  los  lagos . — Respecto  á las  aguas  estanca- 
das ó de  los  lagos,  se  observa  un  hecho  muy  curioso  que  po- 
dríamos llamar  providencial;  pues  mientras  la  superficie 
puede  llegar  á congelarse,  las  capas  medias  y las  inferiores 
ofrecen  una  temperatura  casi  constante.  El  siguiente  cuadro 
confirma  este  hecho. 


OBSERVADORES 


LAGOS 


Saussure. 


Labeche. . 


Ginebra.  . . 
De  id.  . . 
— Thun. . . 

— Brientz.  . 
— Lucerna.  . 

\ — Constanza. 
— Mayor.  . 
— Neufchatel. 
— Bienne.  . 
— Annecy.  . 
— Bourget.  . 
— Thun..  . 
— Zug.  . . 


2 ¿ 

e « 

»»«  u 


*j  í y 
c-1 


21,2 

I9,° 

i9»4 

20,3 

18,1 

\25,o 

23>i 

20,7 

17,9 

15,55 

H,44 


bo 

— 

S j 

y *- 

S 


5,4 

6,1 

5,° 

4.8 

4.9 
4,3 
6,7 
5,o 

6.9 
5,6 
5,6 
5,27 
5,° 


•o 


•si 

: 


950 

*5° 

350 

500 

600 


370 

335 

325 

217 

163 

240 

630 

3» 


La  razón  del  singular  hecho  que  acabamos  de  indicar,  re- 
lativo á la  diferente  distribución  del  calor  en  las  aguas,  con- 
siste en  que  el  agua  común  no  alcanza  su  máxima  densidad 
al  O sino  al  40,  de  donde  resulta  que  cuando  la  temperatura 
exterior  llega  á dichos  cuatro  grados,  haciéndose  la  capa 
superficial  mas  pesada,  va  al  fondo  del  lago  ó recipiente 
que  la  contiene;  si  la  temperatura  permanece  algún  tiempo 
á 4o,  todas  las  capas  que  sucesivamente  ocupan  la  superficie 
participan  del  grado  de  calor  que  determina  su  mayor  den- 
sidad; buscando,  como  es  consiguiente,  el  fondo,  siquiera 
colocándose  encima  de  las  que  anteriormente  bajaron.  Si 
establecido  ya  este  equilibrio  entre  todas  las  capas  líquidas, 
desciende  la  columna  termométrica  hasta  O,  no  pudiendo 
descender  la  capa  superficial  por  ser  mas  ligera,  sufre  los 
efectos  de  la  temperatura  hasta  congelarse;  operación  que 
empieza  simultánea  ó sucesivamente  en  diferentes  puntos  de 
la  superficie  líquida,  de  los  cuales  parten  gran  número  de 
irradiaciones  de  bellos  cristales,  pertenecientes  al  sistema 
romboédrico,  hasta  que,  entrelazándose  unas  con  otras,  lle- 
gan á constituir  una  capa  que  cubre  toda  la  extensión  del 
lago,  aumentando  en  espesor  en  razón  directa  del  descenso 
de  temperatura,  llegando  hasta  algunos  decímetros  y á mas 
de  un  metro  de  grueso,  permaneciendo  el  resto  del  agua  en 
estado  líquido  y á una  temperatura  bastante  uniforme. 

En  cuanto  á la  temperatura  de  las  aguas  del  mar,  difiere 
bastante  de  lo  que  acabamos  de  referir  respecto  de  los  lagos, 
en  razón  á que  la  densidad  crece  en  aquella  á medida  que 
la  temperatura  desciende  hasta  el  límite  de  la  congelación 
no  empezando  á dilatarse  sino  desde  que  adquiere  el  estado 
sólido;  habiendo  observado  el  célebre  físico  Despretz  que  en 
condiciones  ordinarias  el  agua  del  mar  se  congela  á — 2, “5, 
pudiendo  permanecer  líquida  cuando  hay  tranquilidad  per 
fecta  hasta  — 30;  el  Sr.  Sabine,  en  grandes  profundidades 
donde  la  presión  es  considerable  y la  calma  absoluta,  ha  en- 


contrado temperaturas  de— 3°, 47  en  el  agua  líquida,  pudiendo 
creer  en  este  caso  que  la  congelación  se  verificaría  á — 3°,9. 

De  lo  anteriormente  expuesto  se  deduce  que,  no  solo  el 
procedimiento  de  congelación  es  distinto  en  las  aguas  de  los 
mares  y en  las  de  los  lagos,  sino  que  la  distribución  del  ca- 
lor es  también  diferente;  pudiendo  establecer  como  tesis  ge- 
neral que  en  todos  los  mares  la  temperatura  disminuye  mas 
ó menos  rápidamente,  á partir  de  la  superficie,  llegando  en 
algunos  puntos  hasta  la  congelación,  como  ha  observado 
Edlund  en  el  fondo  de  las  aguas  de  las  costas  de  Noruega; 
Carpenter  indica  varios  puntos  entre  Escocia  y las  islas  Fe- 
roe,  en  que,  á partir  de  900  metros,  la  temperatura  oscila 
entre  0o, 94,0o  y — 1 3 3 ; por  último,  el  Sr.  Shortland  en- 
contró entre  Aden  y Bombay,  á 3,300  metros  de  profun- 
didad, <1°, 83,  marcando  el  termómetro  á la  superficie  de  las 
aguas  2 30, 8. 

Aunque  la  temperatura  de  las  aguas  por  regla  general  sea 
mas  uniforme  que  la  de  la  atmósfera,  nótanse,  sin  embargo, 
en  casi  todos  los  mares  grandes  irregularidades;  como  se 
justifica,  por  ejemplo,  el  que  á latitud  igual  las  aguas  del 
hemisferio  Sur  son  mas  frías  que  las  del  Norte;  á 1,700  me- 
tros de  profundidad,  la  temperatura  media  del  Atlántico  es 
de  50,  y en  el  Pacífico  de  30;  según  Coupent  Desbois,  el  des- 
censo de  temperatura  en  relación  con  la  profundidad  es  me- 
nor á medida  que  se  avanza  hácia  el  polo  austral,  siendo 
mas  pronunciada  en  las  capas  profundas.  Varias  causas  con- 
tribuyen á determinar  estas  irregularidades,  debiendo  citar 
entre  otras  las  corrientes,  que  son  cálidas,  templadas  ó frías, 
según  su  procedencia,  como  mas  adelante  se  demostrará, 
influyendo  en  algunos  mares  circunstancias  propias  que  ex- 
plican ciertas  anomalías,  tales  como  la  que  presenta  el  Me- 
diterráneo, cuyas  aguas  no  ofrecen  sino  en  casos  muy  excep- 
cionales temperaturas  inferiores  á 12o,  cualquiera  que  sea  la 
profundidad  en  que  se  observe  este  hecho,  relacionado  pro- 
bablemente con  la  corriente  cálida  que,  partiendo  del  Atlán- 
tico, pasa  por  el  Estrecho  de  Gibraltar,  cuyo  fondo  se  en- 
cuentra á mas  de  900  metros. 

ni.— TEMPERATURA  DE  LAS  TIERRAS 

La  temperatura  en  la  costra  sólida  del  globo  oscila  á par- 
tir de  la  superficie  dentro  de  ciertos  límites,  hasta  llegar  á 
una  capa  donde  el  termómetro  no  experimenta  alteración 
alguna;  por  cuya  razón  se  llama  zona  de  temperatura  cons- 
tante. La  profundidad  de  esta  zona  es  variable  por  multitud 
de  circunstancias:  en  Madrid,  según  el  Sr.  Rico  Sinovas,  se 
observa  entre  los  25  y 30  metros  de  profundidad. 

A partir  de  la  zona  constante  ó fija,  se  nota  un  hecho  de 
la  mayor  trascendencia,  que  consiste  en  el  aumento  gradual 
y mas  ó menos  regular  del  calor,  de  un  grado  por  cada  30  ó 
33  metros.  Este  hecho,  confirmado  por  multitud  de  obser- 
vaciones practicadas  principalmente  en  las  minas,  en  las  ca- 
vidades naturales  ó grutas,  y también  en  las  aguas  artesia- 
nas, es  de  la  mayor  trascendencia,  por  reconocer  como 
causa,  según  el  común  sentir  de  los  geólogos,  la  existencia 
en  el  fondo  de  la  tierra  de  un  inmenso  foco  de  calor,  resto 
de  lo  que  fué  en  su  origen  el  globo  terrestre.  Si  el  aumento 
gradual  es  constante,  podrá  apreciarse  el  calor  del  centro 
del  globo  teniendo  en  cuenta  la  extensión  del  radio  terres- 
tre. A pesar  de  esto  y de  no  tener  la  costra  sólida  externa 
mas  allá  de  unas  quince  leguas  españolas  de  grueso,  el  calor 
propio  de  la  tierra  apenas  se  deja  sentir  hoy  en  la  superficie; 
lo  cual  se  explica  perfectamente  por  la  mala  conductibilidad 
de  las  rocas  por  el  calor. 

Lineas  ó espacios  isogeotermos. — Llámanse  así  á los  que  en 
el  interior  del  globo  reúnen  ó enlazan  aquellos  puntos  cuya 
temperatura  es  constante  á semejanza  de  las  isotermas  al 


CAPÍTULO 


exterior.  Todas  las  líneas  isogeotermas  son  paralelas,  excep 
tuando  las  inmediatas  á la  superficie,  por  efecto  de  causas 
allí  existentes  que  las  modifican  hasta  cierto  punto. 

En  los  tiempos  históricos,  estas  lineas  representan  una 
figura  cerrada,  análoga  al  elipsoide  terrestre,  siquiera  mas 
pronunciada,  como  se  desprende  del  resultado  de  observa- 
ciones y cálculos  que  llevan  á 1,425  metros  de  profundidad 
en  los  polos,  la  isogeoterma  2 7°,5*  que  se  encuentra,  según 
Humboldt,  en  el  Ecuador,  casi  á la  superficie. 

El  fondo  del  globo,  donde  se  supone  con  bastante  funda- 
mento hallarse  fluida  su  masa,  se  llama  Piroesfera  terrestre. 

El  aumento  de  temperatura  sigue  una  ley  análoga  á la  que 
preside  la  conductibilidad  del  calor  en  una  barra  de  metal 
sometida  á elevadas  temperaturas  por  uno  de  sus  extremos. 
En  este  caso,  como  dice  Vezian,  las  distancias  al  foco  de  ca- 
lor crecen  en  progresión  aritmética;  mientras  los  exceden- 
tes de  calor  ó sea  el  que  la  barra  de  hierro  comunica  á la 
atmósfera,  disminuyen  según  progresión  geométrica. 

El  adjunto  cuadro  y dibujo  pondrán  en  claro  esta  idea, 
que  deberá  quizás  modificarse  algún  tanto,  en  razón  á que  la 
figura  terrestre,  cuyo  foco  termal  se  halla  encerrado  por  su 
propia  costra  sólida,  no  es  la  de  una  barra  de  hierro. 

CRECIMIENTO  DE  LA  TEMPERATURA 

EN  EL  INTERIOR  DEL  GLOBO 


SEGUNDO  20^ 

Nota.-— Las  palabras  de  cursiva  del  cuadro  anterior  denotan  el  punto 
de  volatilización  en  estas  valuaciones  aproximadas;  las  otras  el  de  fusión. 

ESCALA  DE  LAS  LÍNEAS  ISOGEOTERMAS  SEGUN 


PROGRESION  ARITMÉTICA  PROGRESION  GEOMÉTRICA 


En  los  tiempos  históricos,  siquiera  haya  de  remontarse  á 
muchos  mas  siglos  de  lo  que  se  creía,  la  influencia  del  calor 
propio  de  la  tierra  sobre  la  superficie,  puede  asegurarse  que 
no  ha  variado,  según  se  desprende  de  las  observaciones  as- 
tronómicas y de  los  datos  que  suministra  la  estadística  vege- 
tal comparada;  pero  en  tiempos  anteriores,  la  intensidad  y 
distribución  del  calor  terrestre  ha  sido  muy  distinta,  según 
lo  prueba  entre  otras  muchas  razones  la  especial  índole  de  las 
Faunas  y Floras  que  se  han  sucedido  en  la  historia  de  nues- 
tro planeta,  ya  que  los  vegetales  y animales  que  las  repre- 
sentan forzosamente  tenían  que  adaptarse  á las  condiciones 
biológicas  de  la  tierra,  entre  las  cuales  no  es  ciertamente  la 
temperatura  la  que  menor  influencia  ejerce.  Al  trazar  la  his- 
toria de  los  diferentes  terrenos  equivalentes  á las  épocas  de 
la  historia  de  nuestro  planeta,  se  verá  confirmada  esta  ver- 
dad; en  la  cual  se  fundaba  también  el  eminente  Lecoq  para 
admitir  la  división  cronológica  de  los  climas,  en  terrestres, 


SEGUN  PROGRESION  ARITMÉTICA, 
CUYA  RAZON  ES  30 


SEGUN  PROGRESION  GEOMÉTRI- 
CA, CUYA  RAZON  ES  1, 1 5 


ns  ir. 
ci  O 
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es  su 

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y 


1 

2 

3 

4 

5 

6 

7 

8 

9 

10 

1 1 

12 

13 

14 

15 

18 

19 

20 

21 

22 

23 

24 

25 

26 

27 

28 

29 

3° 

35 

40 

45 

50 

55 


U 

+mt 

e 

u 

rs 

gl 


Puntos  de  fusión  y de  vo- 
latilización de  diferentes 
sustancias 


30 

60 

90 

120 

*5° 

180 
210 
240 
270 
3o  o 
330 
360 

390 

420 

45° 

480 

510 

540 

570 

600 

630 

660 

690 

720 

75° 

780 

810 

840 

870 

900 

1050 

1200 

*35° 

150° 

1650 


o 


cí  - 
— c 

8.2. 

I¡ 

o 


Bromo . — Fósforo. 
Agua.  — Sodio.  . 
Azufre.  . 


• • 


Yodo. 


Estaño.  . . 

Bismuto. 
Fosforo.  . . 

Plomo.  . . 

Mercurio.  . 
Azufre.  . 

• • • • 1 

Antimonio.  . 


• • .-f 


Zinc. 


• • • 


Plomo. 


Arsénico 


J . 


Arsénico. 


Plata , fund.on  blanca 
Zinc,  estaño , oro.  . . 

Granito 

Hierro,  manganeso.  . 
Plata 


3° 

35 

40 

46 

53 

61 

70 

80 

92 

106 

122 

140 

IÓT 

185 

213 

245 

282 

324 

373 

429 

493 

567 

652 

75° 

863 

993 
1 142 

T3 1 3 
1510 

1 737 

3466 


Puntos  de  fusión  y de  vo- 
latilización de  diferentes 
sustancias  . 


Fósforo 

Bromo 


Agua.  — Sodio 
Azufre. — Yodo 


Yodo 

Estaño 

Bismuto 

Fósforo 

Plomo,  mercurio 

Azufre. — Antimonio 

Zinc 

Plomo 

Arsénico. — A rscnico 

Plata,  fund.on  blanca 
Zinc,  estaño , oro 
Granito 

Hierro,  manganeso 
Plata 


2o6 


GEOLOGÍA 


corno  consecuencia  del  calor  propio  de  la  tierra;  mixtos , de- 
bidos á la  acción  combinada  del  calor  central  y solar,  y por 
último,  climas  solares , que  son  los  actuales,  remontando  su 
origen  hasta  los  terrenos  terciarios  donde  principia,  por  de- 
cirlo así,  la  vida  actual ; cuyas  especiales  condiciones  son 
hijas  de  la  exclusiva  acción  de  los  rayos  del  sol,  modificada 
por  las  causas  generales  y locales  que  en  lugar  oportuno  in- 
dicamos. 

Según  el  Dr.  Vezian,  los  fenómenos  cuyo  asiento,  si  no  la 
causa  única,  reside  en  el  interior  del  globo,  son: 

1. °  Eruptivos  (plutonismc  y volcanismo),  consistentes  en 
la  aparición  al  exterior,  al  través  de  las  grietas  terreares,  de 
la  materia  pirosférica  en  estado  pastoso  ígneo. 

2. °  Hidrotermales  (geiseres,  macalubas,  fuentes  termales, 
filones  metalíferos,  etc),  que  se  manifiestan  ó son  resultado 
de  la  acción  del  agua  á temperaturas  mas  ó menos  elevadas 
y á grandes  presiones. 

3"°  Metamórficos,  ó sean  cambios  que  las  corrientes 
eruptivas  é hidrotermales  imprimen  á las  rocas  que  encuen- 
tran á su  paso. 

4.®  Seísmicos,  representados  por  oscilaciones  bruscas  y 
pasajeras  del  suelo,  ó lo  que  en  otros  términos  se  llaman 
terremotos. 

A estos  cuatro  grupos  de  fenómenos,  debidos  al  estado 
del  interior  del  globo,  creo  debiera  agregarse  un  quinto,  con 
la  denominación  de  oscilaciones  lentas  de  los  continentes, 
siendo  la  movilidad  general  de  la  costra  terrestre  una  de  las 
pruebas  que,  asociada  al  aumento  de  calor,  según  acaba  de 
indicarse,  la  forma  y densidad  de  la  tierra  y los  tenomenos 
eruptivos,  llevan  al  ánimo  el  convencimiento  de  la  existencia 
en  el  interior  del  globo  de  un  inmenso  foco  de  calor  que 
constituye  lo  que  se  llama  la  pirosfera  terrestre,  resto  de  lo 
que  en  su  origen  hubo  de  ser  toda  la  masa  del  globo. 

Entrar  ahora  á discutir  y quilatar  el  valor  de  las  diferentes 
teorías  para  darse  razón  del  verdadero  origen  de  este  calor  y 
de  la  distribución  que  en  la  historia  terrestre  ha  tenido,  y de 
otros  puntos  relacionados  con  el  calor  propio  del  globo,  seria 
apartarnos  demasiado  de  nuestro  propósito;  debiendo  por 
consiguiente  limitarnos  á exponer  los  hechos  mas  culminan- 
tes que  con  dicho  agente  se  relacionan,  como  el  efecto  á la 
causa.  De  estos  hechos  geológicos  ó terrestres,  los  que  de  un 
modo  mas  inmediato  y á nuestro  alcance  pueden  demostrar 
la  verdad  de  todo  cuanto  acabamos  de  exponer,  son  los  que 
genéricamente  hablando  reciben  el  nombre  de 

Volcanismo : ingeniosa  y atinada  frase  de  Humboldt,  que 
representa  la  reacción  del  interior  ígneo  de  todo  planeta  y 
de  consiguiente  de  la  tierra,  y de  los  satélites,  como  por 
ejemplo  la  Luna,  contra  su  exterior,  mas  ó menos  consoli- 
dado. 

El  volcanismo  se  da  a conocer  por  una  serie  de  manifes- 
taciones mas  ó menos  enérgicas  y casi  siempre  enlazadas 
unas  con  otras;  de  las  cuales  unas  se  caracterizan  por  la  apa- 
rición al  exterior  de  materiales  subterráneos;  y las  otras  por 
movimientos  ó sacudidas  rápidas  y pasajeras  como  los  terre- 
motos, ó lentas  y paulatinas,  y son  las  oscilaciones  de  los 
continentes.  Estas  manifestaciones  de  la  actividad  terrestre 
han  debido  experimentarse  en  toda  la  larga  serie  de  edades 
que  caracterizan  la  historia  del  globo  desde  que  empezó  á 
formarse  la  costra  sólida;  dejando  indeleblemente  impresas 
las  huellas  de  esta  acción  en  la  superficie,  tanto  con  la  salida 
de  materiales  del  interior  cuanto  en  los  violentos  ó suaves 
movimientos  terrestres;  formando  todo  ello  una  serie  no  in- 
terrumpida de  sucesos  importantes  que  empieza  con  la  for- 
mación del  primer  granito  eruptivo,  continuó  en  los  levanta- 
mientos y dislocaciones  terrestres,  en  el  metamorfismo  de  las 
rocas,  en  la  formación  de  minerales  nuevos,  etc.,  y sigue  aun 


hoy  actuando  con  la  aparición  de  la  lava  y demás  materiales 
eruptivos,  con  la  frecuente  repetición  de  terremotos  y osci- 
laciones lentas  de  los  continentes,  fenómenos  que  solo  deja- 
rán de  existir  el  dia,  por  fortuna  aun  muy  remoto,  en  que  se 
agote  ese  inmenso  foco  de  calor,  del  que  depende  en  gran 
parte  la  actividad,  por  algunos  llamada  vida  terrestre. 

Los  geólogos,  no  obstante  la  continuidad  de  la  serie  de 
estas  actividades  terrestres,  la  dividen  en  dos  grupos,  lla- 
mando al  primero  plutonismo,  y al  segundo  volcanismo;  del 
cual  nos  vamos  ahora  á ocupar  para  que  nos  sirva  de  intro- 
ducción natural  al  estudio  de  lo  que  ocurrió  en  otros  tiem- 
pos, ya  que  el  agente  fué  el  mismo  que  actúa  hoy. 

Las  manifestaciones  del  volcanismo  unas  veces  se  dan  á 
conocer,  como  queda  ya  indicado,  por  la  aparición  de  mate- 
riales del  interior;  y otras  por  movimientos  bruscos  (terre- 
motos), ó lentos  (oscilaciones  de  los  continentes);  ahora 
bien,  como  en  tésis  general,  las  aberturas  que  comunicando 
con  el  interior  de  la  tierra  dan  ó facilitan  la  salida  al  exte- 
rior de  materiales  en  diferentes  estados,  se  llaman  Volcanes, 
y á la  salida  mas  ó menos  impetuosa  de  dichos  materiales, 
se  la  designa  con  el  nombre  de  Erupción,  de  aquí  el  tener 
que  ocuparnos  en  primer  término  de  Volcanes  y de  Erup- 
ciones. 

Volcan. — Es  una  abertura  terrestre  por  donde  salen  ó apa- 
recieron en  los  momentos  de  paroxismo  en  las  erupciones, 
materiales  gaseosos,  líquidos  y sólidos,  del  interior  de  la 
tierra. 

Con  frecuencia  la  acumulación  de  materiales  alrededor  de 
la  boca  de  salida,  produce  amontonamientos  generalmente 
cónicos,  truncada  la  cima  por  una  cavidad  también  cónica, 
pero  inversa,  que  se  llama  cráter.  Tampoco  es  raro  el  que 
preceda  á esta  acumulación  de  materiales  alrededor  del  crá- 
ter, el  levantamiento  del  terreno,  sea  ó no  volcánico,  á tra- 
vés del  cual  aparecen  dichos  materiales. 

Las  figuras  números  6 y 7,  que  representan  la  primera 
la  Somma  antes  de  la  erupción  del  Vesubio,  y la  segun- 
da este  volcan  después  de  la  erupción  del  año  79  de  nues- 
tra era,  en  que  aparece  un  cono  rodeado  del  circo  que 
constituye  la  Somma,  separado  por  un  valle  casi  circular, 
que  es  á lo  que  los  italianos  llaman  el  Atrio  del  Caballo,  jus- 
tifican estos  dos  hechos,  ya  que,  según  he  visto,  allí  hay  le- 
vantamiento y acumulación  de  materiales  en  torno  del  cráter. 

Partes  de  todo  volcan.  — Así  constituido  el  monte  cónico 
truncado  que  se  llama  Volcan,  debe  considerarse  en  él,  i.° 
el  foco  donde  se  hallan,  digámoslo  así,  concentradas  las 
fuerzas  volcánicas  y los  materiales  que  arrojan  al  exterior 
durante  las  erupciones;  2.°  la  chimenea  ó sea  conducto  mas 
ó menos  tortuoso  que  establece  la  comunicación  entre  el 
foco  y el  cráter,  cavidad  en  forma  de  embudo,  estrecha  há- 
cia  abajo  y mas  ancha  hácia  arriba,  constituyéndolos  bordes 
del  mismo. 

Los  habitantes  de  Canarias  llaman  caldera  al  cráter. 

Con  bastante  frecuencia  los  volcanes  presentan  mas  de 
un  cráter;  como  sucedía  en  el  Vesubio  que  tenia  dos,  y el 
Etna  tres,  cuando  los  visité  en  1852,  y sin  embargo,  el  Vesu- 
bio en  tiempos  anteriores  no  tenia  mas  que  uno.  El  Coto- 
paxi,  que  puede  considerarse  como  tipo  de  cono  volcánico, 
solo  parece  poseer  un  cráter.  Merced  á la  incesante  acción 
de  los  agentes  terrestres,  el  número  de  cráteres  es  tan  varia- 
ble en  los  volcanes  como  su  forma  y demás  accidentes,  pu- 
diendo  considerarse  como  la  imágen  fiel  del  proteismo  ter- 
restre. 

Clasificación  de  los  Volcanes.  — Según  los  materiales  que 
arrojan  ó han  arrojado  en  otros  tiempos,  llámanse  traquíti- 
cos,  basálticos,  lávicos,  cenagosos  ó macalubas,  y geiseres: 
según  su  estado  en  los  tiempos  históricos  se  denominan  ac- 


CAPÍTULO  SEGUNDO 

I 


207 


ti  vos,  apagados,  y mixtos  ó azúfrales  (solfatara  en  italiano): 
regulares  ó intermitentes,  é irregulares,  según  los  períodos 
que  median  entre  una  y otra  erupción.  Por  regla  general, 
cuanta  mayor  altura  alcanza  un  volcan  tanto  mas  largo  es  el 
intervalo  que  separa  una  erupción  de  otra;  como  se  observa 
en  el  Pichincha,  Cotopaxi,  y Antisana  en  América,  cuyas 
erupciones  pueden  llamarse  seculares  por  el  espacio  de  tiem- 
po que  media  de  una  á otra;  mientras  el  de  Stromboli,  y el 
de  la  Boca  del  Diablo,  en  el  lago  de  Nicaragua,  cuya  altitud 


no  excede  de  700  metros,  se  hallan  en  erupción  casi  conti- 
nua, no  excediendo  los  intervalos  de  una  á otra  de  media 
hora,  según  observé  en  Stromboli  en  1852  y 53. 

Llámanse  también  submarinos  los  que  han  surgido  del 
interior  del  mar:  otros  insulares  como  el  ya  citado  de  Strom- 
boli, el  de  la  isla  de  Barren  en  el  golfo  de  Bengala  y.todos 
los  grupos  volcánicos  del  Pacífico,  Atlántico  y demás  mares. 
Los  hay  litorales,  como  el  Vesubio  en  la  costa  de  Nápoles, 
el  Etna  en  Sicilia,  el  Hecla  en  Islandia,  inmediato  á la  costa 


Hg.  6. — La  Somma  antes  del  primer  siglo 


meridional  de  dicha  isla,  y muchos  otros  en  todas  las  costas 
de  los  continentes.  Los  hay  también,  aunque  no  tan  comu- 
nes, esencialmente  continentales,  como  se  observan  en  las 


Montañas  Celestes  ó de  Tianthchan,  donde  figuran  los  mon- 
tes volcánicos  llamados  Pechant  y Tourfant.  En  el  interior 
de  la  China  existen  también  volcanes  esencialmente  conti- 


'£•  7-  —El  ^ estibio  después  de  la  erupción  del  año  79 


53N 


neníales,  por  la  distancia  que  les  separa  del  mar  mas  próxi- 
mo. Por  último,  preséntanse  los  volcanes  unas  veces  aisla- 
dos, otras  agrupados,  y también  alineados.  La  analogía  de 
distribución  de  los  volcanes  y las  montañas  es  de  la  mayor 
importancia,  por  cuanto  parece  indicar  ser  estas  y aquellos 
resultado  de  una  misma  causa;  ó sea  la  actividad  del  inte- 
rior de  la  tierra.  Después  de  estas  consideraciones  generales, 
conviene  que  digamos  algo  acerca  de  las  erupciones,  por 
cuya  palabra  se  entiende  el  variado  conjunto  de  fenómenos, 
que  un  volcan  en  acción  ofrece  al  estudio  y admiración  del 
que  tiene  la  fortuna  de  presenciar  estas  operaciones  terres- 
tres, a las  que  los  italianos,  con  esa  viveza  de  ingenio  y ele- 
gancia de  estilo  que  los  distingue,  caracterizan  con  gran  pre- 


cisión, llamándolas  il  bello  hórrido , y tienen  razón; 
una  erupción  vista  de  cerca  tiene  tanto  de  espantable  y hor- 
rible, como  de  sublime  y encantador;  constituyendo  uno  de 
de  estos  hechos  naturales  que  es  menester  haber  visto  para 
saber  lo  que  son. 

Meca?¡ismo  de  las  erupciones.  — Anúncianse  estas  en  gene 
ral  por  ciertos  fenómenos  que  pueden  llamarse  precursores; 
siquiera  no  haya  ninguno  que  anuncie  con  tanta  certidum- 
bre una  erupción  próxima,  que  podamos  asegurar  que  va 
esta  á verificarse,  por  haberla  precedido  el  fenómeno  siem- 
pre precursor.  Figuran  entre  estos  los  terremotos,  casi  siem- 
pre locales  ó circunscritos  á la  comarca  en  que  va  á verifi- 
carse la  erupción;  aunque  algunas  veces  lleguen  á ser  gene- 


20$ 


GEOLOGIA 


rales,  como  sucedió  en  el  terremoto  que  en  20  de  agosto 
de  1S52  destruyó  gran  parte  de  Santiago  de  Cuba,  cuatro 
horas  antes  de  empezar  la  famosa  erupción  del  Etna,  que 
tuve  el  gusto  de  estudiar;  debiendo  añadir,  para  que  no  se 
crea  que  aquel  fué  un  hecho  aislado,  que  cuantas  veces  se 
abrieron  bocas  nuevas  en  el  Etna,  otras  tantas  se  reproducían 
los  estragos  en  nuestra  Antilla. 

Suelen  secarse  los  manantiales  si  existen  en  las  inmedia- 
ciones del  volcan;  bien  por  la  evaporación  que  determina  la 
masa  candente  de  la  lava  allí  próxima,  ó por  efecto  de  dis- 
locaciones en  el  terreno,  producidas  por  los  terremotos. 

Tampoco  es  raro  observar,  sobre  todo  en  el  Vesubio, 
donde  confirmé  en  1852  el  hecho  ya  citado  por  otros  auto- 


res, de  anunciarse  la  erupción  por  verdaderas  nubes  de  in- 
sectos que  revolotean  alrededor  del  cráter:  hecho  tanto  mas 
extraño  cuanto  que  los  pobres  animalillos  no  van  allí  sino 
en  busca  de  una  muerte  segura,  ya  que  el  Vesubio,  como 
los  demás  volcanes  activos  y sobre  todo  en  erupción,  no 
puede  ofrecer  sino  emanaciones  deletéreas  que  esparcen  la 
muerte  hasta  donde  su  letal  influencia  alcanza,  de  cuya  ma- 
léfica acción  suele  participar  á veces  el  hombre.  Pero  aun- 
que no  sea  fácil  encontrar  la  relación  de  causa  á efecto  en- 
.tre  la  presencia  de  los  insectos  y una  erupción  próxima,  y sin 
que  pretendamos  tampoco  generalizar  demasiado  el  hecho, 
tratándose  del  Vesubio,  puedo  asegurar  que  es  una  ver- 
dad (1). 


Fig.  S.— El  Kilauea  (cráter  del  volcan  de  Ilawahi) 


La  columna  de  vapor  que,  siquiera  en  proporciones  muy 
variadas,  sale  siempre  del  cráter  principal  de  todo  volcan 
activo,  aumenta  á veces  de  un  modo  considerable,  cuando 
la  erupción  está  próxima,  y no  solo  aumenta  en  cantidad 
sino  que  toma  á veces  aspectos  muy  curiosos;  siendo  bastante 
común  el  que  imite  una  especie  de  pino  implantado  sobre 
el  cráter;  la  ilusión  es  completa  cuando  reina  gran  calma  en 
la  atmósfera;  pues  la  columna  de  vapor  permanece  vertical 
formando  con  frecuencia  también  nubes  circulares  que  van 
dilatándose  á medida  que  se  apartan  de  la  tierra.  Por  cierto 
que  los  habitantes  de  regiones  volcánicas  se  han  servido  y 
aun  se  sirven,  los  de  Stromboli  por  ejemplo,  de  la  dirección 
de  la  corriente  de  vapor  que  se  escapa  de  su  cráter , de  la 
intensidad  con  que  sale  y de  otras  circuntancias  que  la  ex- 
periencia les  hace  apreciar,  como  para  predecir  el  tiempo, 
siendo  bastante  autorizada  la  opinión  de  que  el  dios  Eolo  ó 
de  los  vientos  fué  un  antiguo  habitante  de  dicha  isla,  que 
sabiendo  sacar  partido  de  estos  fenómenos  naturales,  logró 
que  sus  contemporáneos  le  miraran  como  un  sér  superior. 

Por  último,  pueden  considerarse  como  síntomas  precurso- 
res de  la  erupción  ya  próxima,  las  exhalaciones  eléctricas  que 
procedentes  del  interior  del  cráter  cruzan  en  todos  sentidos 
la  columna  de  vapor,  dando  cierto  aspecto  siniestro  á dicha 
operación  terrestre,  la  cual  puede  en  rigor  decirse  que  prin- 


cipia de  lleno  con  la  salida  impetuosa  de  fragmentos  de  dis- 
tintos tamaños  de  lava  candente  arrojados  á mayor  ó menor 
altura. 

La  erupción  casi  siempre  principia  por  el  cráter  central, 
por  cuyo  borde  suele  aparecer  á veces  la  lava  en  estado  lí- 
quido ó pastoso,  y derramándose  por  la  pendiente  del  vol- 
can, lleva  la  destrucción  á todas  partes.  Tal  es  lo  que  sucedió 
en  la  famosa  erupción  del  Vesubio  en  1 794,  cuya  corriente 
salvó  en  dos  horas  el  espacio  que  media  entre  el  borde  del 
cráter  y el  mar;  destruyendo  á su  paso  el  pueblo  de  la  Torre 
del  Greco,  haciendo  retirar  las  aguas  del  golfo  mas  de  150 
metros : la  ola  que  se  formó  después,  obrando  impetuosa- 
mente contra  la  costa,  acabó  de  arruinar  lo  poco  que  quedaba 
en  pié  de  aquella  desdichada  villa.  En  la  erupción  del  Etna 
de  1838,  según  relación  de  un  testigo  presencial  (2),  el  crá- 
ter grande,  de  los  tres  que  tiene,  fué  rellenándose  de  lava  de 
abajo  arriba,  hasta  que  encontrando  antes  de  llegar  al  borde 
un  punto  de  menor  resistencia,  rompió  por  allí,  y corriendo 
como  un  manantial,  llegó  hasta  cerca  de  Bronte.  Otras  veces 
anunciase  el  comienzo  de  la  erupción  por  la  salida  mas  ó 

( 1)  En  el  Anuario  del  Observatorio  del  Vesubio  se  han  publicado 
sobre  este  singular  hecho  datos  por  demás  curiosos. 

(2)  El  Dr.  Gemellaro,  de  Catania,  de  cuyos  labios  oí  la  relación  del 

I suceso. 


O 


i 


CAPÍTULO  SEGUNDO 


29 


menos  violenta  de  la  lava,  pastosa  y enrojecida,  arrojada  á voridos  habitantes  del  pueblecillo  de  Zafarana,  que  llegaron 
grandes  alturas  por  la  fuerza  explosiva  del  volcan,  dando  á temer  fuera  el  pueblo  sepultado,  á la  manera  que  Hercu- 
orígen  al  consolidarse  á lo  que  por  la  forma  especial  que  laño  en  la  lamosa  erupción  del  Vesubio  el  año  79;  por 
ofrecen,  llaman  los  italianos,  lágrimas  y bombas  volcánicas:  fortuna  la  corriente  se  detuvo  antes  de  llegar  á la  aldea,  re- 
de las  que  recogí  algunas  junto  al  cráter  del  Vesubio  y del  dudándose  todo  á pasar  un  buen  susto. 

Etna.  Estas  primeras  operaciones  suelen  durar  algunas  ho-  No  me  atreveré  á asegurar  que  todas  las  erupciones  de 
ras,  uno  ó mas  dias;  trascurridos  los  cuales,  todo  el  aparato  volcanes  ígneos  se  ajusten  al  modelo  que  acabo  de  describir; 
eruptivo  se  establece  en  las  faldas  del  volcan,  en  aquellos  ' pero  la  mayor  parte  se  efectúan  de  este  modo,  y la  prueba 
puntos  generalmente  alineados,  por  donde  las  paredes  del  de  ello  es  que,  así  en  el  Etna  como  en  el  ^ esubio, yen  mu- 
cráter  ofrecen  menor  resistencia,  cediendo  á la  enorme  pre-  chos  otros  activos  ó apagados  que  he  tenido  el  gusto  de 


sion  que  ejerce  la  columna  de  lava  que  procede  del  foco 
volcánico.  En  la  erupción  del  Etna  antes  citada,  después  de 
los  primeros  síntomas  que  pudieron  observarse  en  el  cráter 
principal,  abrióse  una  grieta  en  lo  alto  del  llamado  V alie  del 
Bove.  iV  las  24  horas  cesó  dicha  grieta  de  funcionar,  abrién- 
dose otra  mas  abajo,  la  cual  á su  vez  se  apagó  también  á los  j 
dos  ó tres  dias,  estableciéndose  definitivamente  todo  el  apa- 
rato en  el  fondo  del  citado  valle.  Allí,  asomado  en  el  plano 
del  lago  como  desde  una  inmensa  azotea  á 3,000  metros 
cerca  sobre  el  nivel  de  mar,  lleno  de  asombro,  contemplé 
durante  la  noche  del  7 de  octubre  de  1852,  en  compañía  del 
eminente  anatómico  Gegenbaur,  que  se  asoció  á la  expedi- 
ción en  Mesina,  el  mecanismo  de  aquella  erupción,  una  de 
las  mas  notables  del  Etna  en  el  presente  siglo.  Descendiendo 
luego  hasta  las  inmediaciones  mismas  de  los  cráteres  adven- 
ticios, noté  que  había  dos  bocas:  la  una  superior,  que  podía 
llamarse  explosiva,  por  donde  se  verificaban  las  grandes  con- 
mociones del  volcan,  precedidas  de  ruidos  sordos  subterrá- 
neos y de  fuertes  temblores,  acompañados  de  tremendas 
explosiones  que  arrojaban  á una  altura,  que  no  bajaría  tal 
vez  de  400  á 500  metros,  masas  de  fuego  de  todos  tamaños, 
que  describían  en  su  trayectoria  los  mas  sorprendentes  ca- 
prichos de  no  imaginados  fuegos  artificiales.  Quien  quiera 
persuadirse  de  la  belleza  horrible,  o del  bello  horrtdo  como 
llaman  los  italianos,  de  una  de  estas  funciones  terrestres,  no 
ha  de  contentarse  con  acudir  á descripciones  mas  ó menos 
poéticas;  tómese  la  molestia  de  ir  á verlo,  y de  seguro  en- 
contrará pálidas  é incoloras  cuantas  descripciones  haya  leido. 

Boca  emisiva.— En  la  boca  ó cráter  secundario  inferior, 
las  cosas  pasan  de  muy  distinta  manera,  pero  no  por  eso 
son  menos  dignas  de  meditación.  Vése,  con  efecto,  aparecer 
en  el  centro  de  una  cavidad,  la  citada  en  el  Etna  podria 
tener  ocho  ó diez  metros  de  diámetro,  una  columna  de  lava 
líquida  como  si  fuera  un  manantial;  cuya  masa,  formando 
círculos  concéntricos  y bellas  ondulaciones,  se  extendía 
hasta  los  bordes,  de  donde  solia  retroceder,  si  bien  perdido 
ya  el  color  intenso  de  aquel  baño  de  mineral  fundido.  Pron- 
to se  cubría  la  superficie  de  una  ligera  capa  negruzca,  resul- 
tado del  enfriamiento  y oxidación  de  la  lava  que,  extendién- 
dose á toda  la  masa,  llegaba  á impedir  por  breve  espacio  de 
tiempo  la  salida  de  aquella ; de  pronto  oíase  una  pequeña 
detonación,  efecto  de  la  violencia  con  que  empuja  la  masa 
interior,  que  resquebrajando  la  costra  externa,  y agrietándo- 
la en  sentidos  diferentes,  franqueaba  el  paso  al  manantial 
ígneo,  el  cual,  rebasando  las  orillas  de  la  cavidad,  derramá- 
base por  los  puntos  mas  declives,  estableciendo  de  este 
modo  el  principio  de  la  corriente  de  la  lava,  que  serpen- 
teando por  la  llanura,  completaba  perfectamente  el  símil  de 
un  manantial,  y del  arroyo  que  origina.  Cuando  encuentra 
la  lava  algún  obstáculo  á su  paso,  va  acumulándose,  cubrién- 
dose unas  corrientes  á otras,  hasta  que,  salvando  la  barrera, 
corre  á rellenar  las  desigualdades  del  terreno.  En  la  erup- 
ción de  1852,  un  valle  circular  llamado  de  San  Giacomo, 
fué  rellenándose  de  esta  manera,  y cuando  alcanzo  un 
boquete,  que  comunica  con  la  última  parte  del  ^ alie  del 
Bove,  se  presentó  tan  amenazadora  á los  ojos  de  los  despa- 
Tomo  IX 


estudiar,  los  conos  adventicios,  que  con  mucha  frecuencia 
adornan  las  faldas  de  dichos  montes,  suelen  ser  gemelos, 
ó en  otros  términos,  aparecen  de  dos  en  dos,  y con  fre- 
cuencia en  mayor  número,  siguiendo  siempre  líneas  determi- 
nadas. 

A veces  la  corriente  de  los  materiales  volcánicos  toma  un 
aspecto  singular,  en  la  cual  parece  que  al  ponerse  en  contacto 
y en  las  inmediaciones  del  agua,  había  tomado  el  basalto  la 
forma  columnar  ó prismática,  como  se  observa  también  en  la 
Calzada  de  los  Gigantes,  de  donde  el  haber  creído  algunos 
que  la  estructura  prismática  del  basalto  era  resultado  de  la 
retracción  que  por  enfriamiento  determina  el  agua:  opinión 
errónea,  según  trataremos  de  probar  cuando  describamos 
esta  roca. 

Hallándome  en  Barcelona  con  motivo  de  la  publicación 
de  la  obra,  he  tenido  la  fortuna  de  encontrar  en  la  misma 
fonda  al  cónsul  de  Prusia  Sr.  Lindan,  viajero  tan  infatigable 
como  atento  y fiel  observador,  el  cual  nos  refirió  sobremesa 
algunas  particularidades  tan  notables  de  los  volcanes  de  las 
islas  Sandwich,  que  no  resisto  al  deseo  de  comunicarlas  á 
mis  lectores.  Dice  el  Sr.  Lindan  que  el  volcan  de  Kilauea 
tiene  un  cráter  cuyo  diámetro  mide  mas  de  dos  millas,  y que 
habiendo  presenciado  una  de  las  grandes  erupciones  que 
casi  todos  los  años  hace,  no  encuentra  palabras  para  expre- 
sar el  asombro  que  le  causó  ver  aquella  inmensa  masa  de 
fuego  en  ebullición  levantarse  en  imponentes  oleadas  como 
el  mar  en  dia  de  tormenta,  y tras  de  pequeñas  explosiones 
apenas  oidas,  arrojada  á notable  altura.  Añade  que  un  inglés 
que  se  retiró  sin  ver  la  erupción,  antes  de  llegar  á la  capital, 
distante  del  gran  cráter  9 leguas,  pudo  leer  ya  muy  cerca  de 
aquella  una  carta  al  resplandor  de  la  lava  lanzada  al  aire  por 
las  incalculables  fuerzas  volcánicas.  Muchas  otras  particula- 
ridades del  famoso  volcan,  el  de  mayor  cráter  conocido, 
nos  contó,  pero  basta  lo  dicho  para  formarse  idea  de  lo 
que  es  tan  inmensa  boca  terrestre  que  la  figura  8 ilustrará. 

Entre  los  volcanes  diseminados  en  medio  del  Océano 
Pacífico  no  citaremos  sino  los  de  las  islas  Sandwich;  los  de 
Hawahi  ó Owhykee  no  forman,  por  decirlo  así,  mas  que  un 
solo  volcan  con  un  gran  número  de  cráteres  como  el  Etna, 
pero  hay  la  diferencia  de  que  mientras  el  de  Hawahi  se 
extiende  sobre  una  superficie  de  varios  centenares  de  leguas 
cuadradas,  el  segundo  no  ocupa  sino  ochenta,  y su  cima 
no  alcanza  en  mucho  á la  altura  del  pico  principal  del 
otro,  que  se  conoce  con  el  nombre  de  Mamaroa  ó Mou- 
mouroa. 

El  pico  principal  de  Hawahi  está  situado  en  la  parte  sep- 
tentrional de  la  isla,  á diez  ó doce  leguas  del  mar;  la  forma 
del  cráter  es  elíptica,  y la  circunferencia  de  su  borde  superior 
tiene  mas  de  cuatro  leguas,  por  manera  que  ese  es  uno  de  los 
mas  grandes,  aunque  no  mas  altos  volcanes  de  la  tierra.  El 
interior  se  ha  explorado  hasta  la  profundidad  de  mil  doscien- 
tos pies. 

M.  Goderich,  el  primer  viajero  que  acometió  tamaña  em- 
presa, pudo  reconocer  doce  puntos  cubiertos  de  lava  ardien- 
te, y cuatro  orificios  de  donde  se  escapaban  torrentes  de 
treinta  á cuarenta  piés  de  espesor.  Todo  el  cráter  ha  debido 

27 


210 


GEOLOGIA 


llenarse  á veces  de  lava,  pues  M.  Goderich  ha  observado,  á 
menos  de  cien  piés  bajo  el  borde,  una  línea  que  describe  la 
circunferencia  exterior,  hasta  la  cual  aparecían  trasformadas 
las  rocas  de  las  paredes  y abrasadas  por  el  calor  de  las 
masas  en  fusión,  bin  embargo,  las  lavas  no  han  rebosado 
por  los  bordes,  pero  á causa  de  la  gran  presión  hidrostática, 
se  ha  abierto  una  grieta  bajo  el  nivel  del  mar,  y por  ella 
se  precipitan  las  lavas,  de  modo  que  el  cráter  se  vacía  por 
debajo. 

El  trabajo  subterráneo  continúa  incesantemente;  los  vapo- 
res sulfurosos,  sobre  todo,  se  desprenden  de  numerosas 
grietas  con  tal  violencia,  que  producen  un  ruido  semejante 
al  de  las  máquinas  de  vapor  de  alta  presión  cuando  se  abren 
las  válvulas,  y por  lo  que  hace  á la  temperatura  del  hornillo, 
debe  ser  mas  alta  que  la  admitida  comunmente  para  los 
demás  volcanes,  pues  los  fragmentos  de  pumita,  diseminados 
alrededor,  tienen  una  textura  tan  poco  compacta,  que  se 
conservan  difícilmente  sin  reducirse  á polvo.  El  vidrio  vol- 
cánico (obsidiana),  que  cubre  los  flancos  del  cráter  con 
capas  de  varias  pulgadas  de  espesor,  es  tan  menudo  y tan 
fino,  que  el  viento  lo  arrastra  á la  distancia  de  diez  ó doce 
leguas  bajo  la  forma  de  largos  filamentos. 

El  23  de  diciembre  de  1824,  M.  Goderich  observó  una 
violenta  erupción  de  ese  volcan  y pudo  medir  las  corrientes 
de  lava  que  salían  impetuosamente  de  las  anchas  grietas, 
elevándose  á una  altura  de  cuarenta  á cincuenta  piés.  A veces 
todo  el  cono  parecía  inflamado,  probablemente  por  la  ema- 
nación de  los  gases,  y en  medio  de  las  llamas,  en  derredor 
del  cráter  principal,  veíanse  otros  cinco  que  arrojaban  piedras 
incandescentes.  De  las  vertientes  del  pico  central  surgian  otros 
volcanes  que  tienen  nombres  distintos,  pero  cuya  conexión 
permite  considerarlos  como  uno  solo,  alimentado  por  varios 
hornillos. 

No  léjos  de  allí,  sobre  una  meseta  de  cuatro  mil  piés  de 
altura,  cuyo  nivel  casi  horizontal  termina  en  una  de  las  ver- 
tientes del  Moumouroa,  se  eleva  otro  volcan  llamado  el 
Kirauca,  cuyo  cráter  es  probablemente  el  mas  vasto  de  globo, 
pues  tiene,  según  se  asegura,  mas  de  seis  leguas  de  circunfe- 
rencia en  su  borde  superior. 

Desde  este  ultimo  se  ve  en  el  interior  un  vasto  espacio 
rodeado  de  paredes  verticales,  y cuyo  fondo,  que  se  halla  á 
setecientos  piés  de  profundidad,  forma  una  superficie  plana, 
en  medio  de  la  cual  se  divisa  un  segundo  espacio,  de  cerca 
de  una  legua  de  diámetro,  que  se  halla  constantemente  lleno 
de  una  lava  hirviente  tan  fluida,  que  podrían  formarse  fila- 
mentos como  el  vidrio. 

Las  masas  de  lava  en  fusión  que  se  hallan  en  el  interior 
de  la  montaña  son  tan  considerables,  que  la  vasta  cavidad 
central  no  es  bastante  espaciosa  para  contenerlas,  y con  fre- 
cuencia sucede  que  se  elevan  sobre  los  bordes  á varios  cen- 
tenares de  piés  de  altura.  Las  olas  de  ese  lago  de  fuego,  de 
esas  rocas  en  tusion,  van  á estrellarse  contra  las  paredes, 
saltando  como  las  aguas  de  una  cascada,  por  manera  que 
seria  muy  peligroso  visitar  el  volcan  durante  el  flujo  de  las 
lavas,  al  paso  que  no  hay  peligro  alguno  en  penetrar  cuando 
están  retiradas  en  el  espacio  interior.  Las  dimensiones  de 
este  corresponden  poco  mas  ó menos  á las  de  las  ciudades 
de  \ iena  ó Berlín,  inclusos  los  arrabales. 

Las  lavas  no  han  traspasado  jamás  los  bordes  del  espacio 
exterior,  pero  sucede  á veces  que,  después  de  alcanzar  un 
nivel  muy  elevado,  bajan  de  pronto,  y en  este  caso  tiene 
lugar  la  erupción  por  una  grieta  que  hay  al  pié  de  la  monta- 
ña, abierta  á consecuencia  de  alguna  sacudida  del  terreno. 
Las  lavas  que  corren  obstruyen  bien  pronto  la  abertura,  y 
entonces  las  masas  en  fusión  vuelven  poco  á poco  á su  acos- 
tumbrado nivel. 


De  todo  lo  que  hemos  dicho  hasta  aquí,  resulta  que  es 
difícil,  si  no  imposible,  trazar  un  cuadro  que  en  conjunto  se 
pueda  aplicar  á todos  los  volcanes.  Unas  veces  el  cráter  se 
presenta  como  un  valle  encajonado,  otras  forma  un  cono,  y 
la  profundidad  del  uno  es  tan  variable  como  la  altura  del 
otro;  el  mismo  volcan  sufre  muy  á menudo  trasformaciones 
que  modifican  súbitamente  su  aspecto,  pues  el  fondo  del 
cráter  se  eleva  ó se  baja,  formándose  montecillos  de  esco- 
rias ó conos  de  erupción;  con  mucha  frecuencia  los  bordes 
del  cráter  se  hunden,  y la  altura  de  la  cima  disminuye  de 
pronto  en  varios  centenares  ó miles  de  piés,  y en  ciertas 
ocasiones,  por  último,  las  materias  arrojadas  llenan  poco  á 
poco  el  fondo  de  aquel  y rebosan  por  los  bordes,  dando  esto 
lugar  á que  aparezca  una  nueva  cima  que  acaba  de  cubrir 
por  completo  la  roca  primitivamente  levantada  de  tal  modo, 
que  ya  no  se  pueden  distinguir  el  cráter  de  levantamiento  ni 
el  de  erupción. 

Otro  de  los  objetos  curiosos  que  ofrece  á la  contempla- 
ción del  naturalista  un  volcan  en  actividad,  es  la  disposición 
que  afecta  muchas  veces  la  corriente  de  lava,  imitando 
cordones  ó madejas  de  hilo  retorcido,  que  no  son  otra  cosa 
sino  la  superficie  de  aquella  arrollada  en  espiral  y formando 
al  enfriarse  masas  muy  notables,  celulares  y filamentosas, 
convexas  en  el  sentido  de  la  corriente,  en  razón  directa  de  la 
rapidez  con  que  se  desliza  la  materia  ígnea  por  efecto  de  los 
pocos  obstáculos  que  encuentra  á su  paso. 

Cantidad  de  materiales  arrojados  por  las  erupciones.  — La 
cantidad  de  materiales  de  todos  tamaños  que  arroja  un  vol- 
can en  erupción,  es  variable  hasta  lo  infinito;  bastando  citar 
la  que  dio  origen  al  Vesubio  el  año  79  de  nuestra  era,  en  la 
que,  además  de  formarse  el  actual  monte  de  Soom  de  altura, 
las  cenizas  y lapilli  rellenaron  el  terreno  hasta  el  punto  de 
hacer  desaparecer,  bajo  dichos  materiales,  nada  menos  que 
á tres  grandes  poblaciones,  Herculano,  Pompeya  y Stabia. 
El  Dr.  Gemellaro  decía  en  la  descripción  que  leyó  á la  aca- 
demia de  Catania,  que  en  la  erupción  del  Etna  de  1852  el 
V alle  del  Bove  en  tres  meses  se  cubrió  de  una  capa  de  nueve 
á diez  metros  de  espesor,  y en  la  extensión  de  legua  y media 
cuadrada,  hecho  que  pude  también  confirmar. 

Serao.  en  una  descripción  que  dió  del  Vesubio,  asegura 
que  en  la  erupción  de  1737  arrojó  8.879,383  piés  cúbicos 
de  lava:  el  Chaptar-Jokul  en  la  erupción  de  1783  cubrió  con 
sus  materiales  80  leguas  cuadradas. 

Fin  de  la  erupción. — Al  concluir  la  erupción,  van  cesando 
los  terremotos ; el  intervalo  que  separa  una  de  otra  se  hace 
de  cada  vez  mayor;  las  sacudidas  y explosiones,  sin  embar- 
go, son  terribles,  asemejándose  á fuertes  descargas  de  artille- 
ría; se  agota  el  manantial  de  la  lava,  la  columna  de  humo 
toma  un  color  ceniciento  gris,  hasta  que  por  último,  renace 
de  nuevo  la  calma  en  la  antes  atormentada  región. 

Suelen  completar  el  cuadro  de  tan  terribles  escenas,  fuer- 
tes huracanes  determinados  por  la  elevada  temperatura  que 
se  experimenta  en  torno  del  volcan,  y también  grandes  agua- 
ceros que  llegan  á convertirse  en  verdaderas  inundaciones, 
como  consecuencia  ó tal  vez  como  causa  determinante,  de 
lo  mismo. 

Pero  entre  los  fenómenos  meteorológicos,  compañeros,  y 
tal  vez  consecuencia  de  las  erupciones  volcánicas,  los  mas 
notables  son  los  que  se  refieren  á la  electricidad  y al  magne- 
tismo terrestres.  El  sinnúmero  de  exhalaciones  eléctricas  que 
surcan  la  columna  de  humo,  procedentes  del  fondo  del 
cráter  del  volcan,  en  los  momentos  de  su  mayor  exaspera- 
ción, y las  detonaciones  que  acompañan  á su  salida,  imitan 
perfectamente  una  tempestad,  bien  que  subterránea  ó proce- 
dente de  abajo,  pero  que  iguala,  si  no  excede,  á las  atmosfé- 
ricas en  dias  tormentosos. 


CAPITULO  SEGUNDO 


21  I 


En  cuanto  al  magnetismo  terrestre,  se  nota  una  coinci- 
dencia muy  singular  entre  los  momentos  y períodos  de  re- 
crudecimiento de  las  erupciones  y los  cambios  repentinos, 
fuertes  y violentas  desviaciones  de  la  aguja  magnética. 

El  siguiente  cuadro,  del  Dr.  Palagi,  director  del  Observa- 
torio meteorológico  de  Bolonia  (Italia),  se  refiere  á la  última 
erupción  del  Etna,  en  1852:  fué  formado  por  tan  eminente 
físico  y el  autor  de  este  tratado,  en  Roma,  confrontando  los 
diarios  de  observación  de  aquel  establecimiento  con  el  mió 
de  viaje,  y atestigua  lo  que  acabo  de  indicar. 

/ (Principio  de  la  erupción  del  Etna). 
— El  estado  telúrico  eléctrico  fué 
Dia  20  de  agosto  \ siguiente:  á las  8 de  la  mañana 
de  1852..  . . / + — ; á las  12  — + ; á las  4—0;  á 

las  8 -1 : cielo  cubierto;  á las  8 y 

á las  12  relámpagos  y truenos;  in- 
tensidad ó tensión  eléctrica  muy 
fuerte. 

t (Abrense  nuevas  bocas  en  el  Etna). 
Dia  22. — Mucha  tensión  eléctrica;  relám- 

pagos y truenos. 

f (Abrense  otras  bocas). — A las  8 de  la 
j)¡a  2 -»  ) mañana,  la  electrización  del  con- 

j ductor,  intensísima;  relámpagos  y 

\ truenos;  horizonte  medio  cubierto. 

F.l  estado  telúrico  eléctrico  fué  el  si- 
Dia  i.°  de  setiem-  ^ guíente:  á las  8 de  la  mañana  + — ; 

bre á las  12  + — ; á las  4 de  la  tarde 

— + ; á las  4 + — ; truenos  y relám- 
pagos 

(Abrense  nuevas  bocas  y sale  la  cor- 
riente que  amenaza  á Milo). — A 
las  8 de  la  mañana — o;  á las  12 

Dia  10,.  MI  . . I -i ; á las  4 de  la  tarde  — o;  á 

las  8 00;  truenos  y relámpagos  á 
las  4 de  la  tarde;  relámpagos  á las 
ocho. 

^ (Grandes  temblores  en  Nicolosi  y Ca- 
^ia  • • tania). — La  tensión  eléctrica  muy 

Hk  fuerte;  relámpagos  y truenos. 

Sin  embargo,  hasta  el  dia  no  se  han  practicado  bastantes 
observaciones  para  poder  establecer  principios  ó reglas  ge- 
nerales acerca  de  estos  cambios. 

Vista,  no  obstante,  la  importancia  del  asunto,  de  esperar 
es  que  los  hombres  de  la  ciencia  se  dediquen  á este  género 
de  exploraciones.  Por  de  pronto,  el  gobierno  de  las  Dos  Si- 
cilias,  con  el  doble  objeto  de  solemnizar  el  sétimo  Congreso 
de  sabios  italianos  celebrado  en  Nápoles  en  octubre  de  1845, 
levantó  de  planta  un  Observatorio  meteorológico,  en  el  Ve- 
subio mismo,  junto  al  Atrio  del  Caballo,  dotado  de  todos 

Míos  aparatos  necesarios,  del  que  la  ciencia  debe  prometerse 
grandes  ventajas. 

Un  boletín  especial  da  cuenta  con  regularidad  de  los  re- 
sultados obtenidos  en  las  observaciones  que  bajo  la  acerta- 
da dirección  del  Sr.  Palmieri  se  ‘verifica  en  dicho  Observa- 
torio. 

Materiales  líquidos,  sólidos  y gaseosos. — Los  materiales  que 
arrojan  los  volcanes  son:  sólidos  los  mas,  líquidos  y gaseo- 

Dsos.  Entre  los  sólidos  figura  en  primera  línea  la  lava,  que  se 
presenta  en  grandes  peñascos,  en  cordones,  lágrimas  y bom- 
bas volcánicas,  en  lapilii,  arenas  y cenizas.  Algunos  volca- 
nes, como  los  de  Java  particularmente,  parece  que  solo  dan 
arenas  y cenizas,  si  bien  lo  común  es  presentarse  la  lava  bajo 
todos  los  aspectos  indicados.  Un  hecho  irregular  y extraño 
suelen  ofrecer  las  cenizas  de  algunos  volcanes,  á saber : la 
presencia  de  animalitos  microscópicos  llamados  infusorios, 
marinos  ó lacustres,  observados  y dados  á conocer  por  el 
célebre  micrógrafo  Ehrenberg. 


Entre  los  materiales  líquidos,  dejando  aparte  el  aspecto 
que  presenta  la  lava  al  salir  por  la  boca  emisiva,  figura  el 
agua,  que  si  no  en  todas,  en  muchas  erupciones  sale  del  crá- 
ter mismo  en  dicho  estado.  Esto  se  explica  por  el  largo  in- 
tervalo que  separa  unas  erupciones  de  otras  en  los  grandes 
volcanes;  durante  el  cual  la  lluvia  ó los  veneros  subterráneos 
convierten  en  lago  la  cavidad  del  cráter,  de  donde  resulta 
que  cuando  sobreviene  la  erupción,  junto  con  la  lava  sale  el 
depósito  líquido  y hasta  sus  habitantes,  como  parece  se  ob- 
servó en  una  de  las  erupciones  de  Imbaburu  en  el  siglo  úl- 
timo, en  la  que  apareció  una  cantidad  prodigiosa  de  pececi- 
llos  llamados  preñadillas,  determinando  su  putrefacción 
fiebres  malignas,  que  adquirieron  el  carácter  epidémico. 

Moya. — El  agua  cenagosa  que  sale  en  las  erupciones  de 
los  grandes  volcanes  de  América,  lleva  en  suspensión  una 
sustancia  negruzca,  á la  que  aquellas  gentes  llaman  moya , y 
de  la  que  se  sirven  desecada,  como  combustible. 

Materiales  gaseosos. — Son  principalmente  el  agua  en  for- 
ma de  vapor,  que  se  escapa  durante  la  erupción  en  mayor 
cantidad,  pero  que  aparece  también  en  el  estado  de  calma 
del  volcan,  y en  los  azúfrales  ó volcanes  sem i-apagados. 
Además  de  esta  sustancia,  figuran  el  cloruro  amónico,  el  de 
hierro  y el  de  cobre,  el  ácido  sulfhídrico,  el  clorhídrico,  el 
carbónico  y muchas  otras  que  no  solo  atacan  y destruyen 
las  rocas,  por  entre  cuyas  grietas  salen,  sino  que,  como  es 
consiguiente,  dan  origen  á muchos  minerales,  cuya  forma- 
ción puede  observarse  en  tan  inmensos  cuanto  curiosos  labo- 
ratorios de  química  terrestre. 

Como  complemento  á lo  que  acaba  de  indicarse,  respecto 
de  las  materias  arrojadas  por  los  volcanes,  puede  consultarse 
el  adjunto  cuadro. 


Cuerpos  simples 


Potasio..  . 
Sodio..  . . 


Calcio.  . . . 
Magnesia.  . 
Alumínico  . 

Manganeso. 
Hierro..  . 


Cobalto. 
Níkel..  . 
Plomo.  . 
Cobre.  . 
Hidrógeno 
Silicio!" . 
Carbono. 


Boro. . 
Titano. 


Arsénico. 


Azoe. 


Selenio . 
Azufre.  . 
Oxígeno 
Cloro..  . 
Fluor..  . 


Existentes  en  las 
emanaciones  volcánicas 


*Mas  abundante  que  el 

potasio 

*En  estado  de  Yeso.  . . 

* Alumbre  de  los  azufra 

les 

^Vestigios  en  el  Vesubio 

* Cloruro  que  se  convier 

te  en  oligisto 

* Casi  nada. 

* IcL 

* Id. 

*Cloruro  Vesubio  y Etna 

*Vapor  acuoso 

*1 

"Fuera  de  las  erupcio 
nes  sobre  todo. . . . 

* Acido  bórico- Vulcano 


*Rejalgar-Vulcano,  Po 

zuolo 

*En  las  sales  amoniaca 

les 

*Muy  poco  Vulcano. . 

*Muy  común 

*En  el  agua 

*En  muchos  cloruros..  . 


Existentes  en  las  rocas 
volcánicas 


;Mas  frecuente  que 
el  potasio. 


* 

* 


Oxido  negro. 

*En  los  minerales 
hidratados. 

* Abundante. 


Hierro  oxidulado  ti- 
tanífero 


*En  algunos  fluoru- 


ros. 


Macalubas. — Aplicase  en  Sicilia  este  nombre,  corrupción 
de  la  voz  sarracena  Magaruca,  en  Módena  salses,  y en  Nue- 


GEOLOGIA 


va  Cartagena,  volcancitos  ó volcanes  fangosos,  á unos  pe- 
queños cabezos  ó altozanos  de  forma  conoidea,  truncada  en 
la  cima  por  un  cráter  por  donde  sale  agua  cenagosa  ó car- 
gada de  materiales  arcillosos,  que  al  derramarse  al  exterior 
durante  las  erupciones,  contribuye  á dar  el  aspecto  que 
ofrece  este  accidente  geográfico,  cuyas  faldas  suelen  apare- 
cer surcadas  en  el  sentido  de  la  pendiente. 

Las  erupciones  de  estos  volcanes  singulares  van  precedi- 
das y acompañadas  de  temblores  de  tierra,  como  las  otras, 
de  las  que  solo  se  distinguen  por  la  naturaleza  de  los  mate- 
riales que  arrojan  y por  otros  accidentes. 

Las  macal ubas  son  muy  frecuentes  en  Sicilia,  en  donde 
he  tenido  el  gusto  de  estudiar  el  fenómeno.  También  las 
hay  en  Sassuolo  (Módena)  donde  le  dan  el  nombre  Salses, 
equivalente  á Saladares , por  ser  algo  salada  el  agua  que  ar- 
rojan; vénse  igualmente  en  los  alrededores  de  Turbaco, 
Nueva  Cartagena.  Sin  embargo,  la  región  mas  importante 
conocida,  es  la  cordillera  del  Cáucaso  en  sus  extremidades 
Noroeste  y Sudoeste,  donde  las  macalubas  y los  manantiales 
de  petróleo  ocupan,  según  el  Sr.  Abisch,  una  superficie  de 
240  millas  cuadradas. 

Geiseres. — En  Islandia  y en  otras  regiones  existen  ciertas 
cavidades  por  donde  periódica  y regularmente  salen  grandes 
cantidades  de  agua  hirviendo,  que  lleva  varias  sustancias 
disueltas,  y en  especial  la  sílice  en  estado  naciente,  las 
cuales  reciben  el  nombre  de  Geiseres,  que  en  el  país  donde 
se  observaron  por  primera  vez  significa  violento  ó impetuoso. 

El  mecanismo  de  tan  singulares  erupciones  es  el  siguien- 
te: arrojada  la  masa  de  agua  que  antes  ocupara  el  cráter,  se 
ve  este  completamente  vacío,  si  bien  dando  salida  á una 
gran  cantidad  de  vapor,  que  en  parte  toma  el  estado  líquido 
por  electo  de  la  gran  presión  que  allí  experimenta,  llenando 
paulatinamente  toda  aquella  cavidad.  Dado  este  estado  de 
cosas,  como  la  tensión  de  los  gases  interiores  aumenta  en 
razón  directa  de  la  presión  que  ejerce  el  agua  líquida,  llega 
un  momento  en  que,  venciendo  aquella,  se  ve  instantánea- 
mente lanzada  toda  el  agua  á una  altura  de  cincuenta  ó 
sesenta  metros,  ofreciendo  al  caer,  uno  de  los  espectáculos 
mas  admirables  de  la  naturaleza.  Espárcense  las  aguas  por 
los  alrededores  del  cráter,  dejando  sobre  todo  lo  que  en- 
cuentran á su  paso,  una  capa  incrustante  de  sílice,  llamada 
por  esta  razón  geiserita , resultado  natural  del  estado  en  que 
sale  del  volcan  combinada  con  la  potasa,  y de  las  reacciones 
químicas  que  se  verifican  en  contacto  del  aire. 

Importa  mucho  fijar  la  atención  en  estas  manifestaciones 
volcánicas,  puesto  que  el  geiserismo,  ó sea  la  aparición  de 
la  sílice  en  el  estado  que  acaba  de  mencionarse,  ha  sido  mas 
frecuente  de  lo  que  se  cree  en  la  historia  terrestre,  desempe- 
ñando en  ella  una  función  muy  principal. 

Creíase  hasta  hace  poco,  con  bastante  fundamento,  que 
la  Islandia  era  la  única  patria  del  geiserismo;  pero  reciente- 
mente se  ha  descubierto  en  el  Norte  de  América,  una  región 
importantísima,  llamada  Montana,  en  la  cual  abundan"  so- 
bremanera no  solo  las  erupciones  de  agua  hirviendo  con 
todos  los  caractéres  de  los  geiseres,  sino  también  multitud 
de  manantiales  termales,  y otras  manifestaciones  de  la  acti- 
vidad terrestre,  siendo  todo  ello  tan  importante,  que  el  Go- 
bierno de  los  Estados-Unidos  ha  declarado  parque  nacional 
aquella  comarca  destinada  exclusivamente  al  estudio  v con- 
templación de  los  hombres  de  ciencia.  Para  formarse  idea 
de  la  importancia  de  dicha  comarca,  me  permito  transcribir 
á continuación  la  nota  que  inserté  en  los  Anales  de  la  Socie- 
dad española  de  Historia  Natural. 

«Esta  región,  que  con  justicia  se  ha  calificado  de  maravi- 
llosa por  el  número  y calidad  de  fenómenos  que  en  su  terri- 
torio se  realizan,  y una  de  las  grandes  comarcas  de  los 


Estados-Unidos  mas  recientemente  explorada,  encuéntrase 
entre  el  paralelo  45  y 47  norte  y el  meridiano  104  y 116 
oeste  de  Greenwich,  limitada  al  este  por  Wyoming  y Daco- 
tah,  al  norte  por  las  posesiones  inglesas,  al  oeste  y al  sur  por 
Idaho;  la  superficie  que  ocupa  es  de  143,776  millas  cuadra- 
das, siendo  su  extensión  de  unas  550  millas  de  este  á oeste 
y 280  de  norte  á sur.  Hállase  dividido  aquel  territorio  en 
dos  porciones  desiguales  por  la  cordillera  de  las  montañas 
Pedregosas  ó Roquizas;  la  quinta  parte  próximamente  de  la 
superficie  de  Montana  pertenece  á la  vertiente  del  Pacifico  y 
la  cruzan  las  aguas  superiores  del  rio  Columbia;  el  resto, 
regado  por  el  Missouri  y sus  afluentes,  corresponde  á la  ver- 
tiente del  Atlántico.  Desde  la  embocadura  del  Yellowstone 
hasta  las  cimas  de  la  cordillera  de  Bitter  Foot,  dos  quintas 
partes  constituyen  una  región  montañosa;  las  otras  tres 
quintas  partes  consisten  en  llanuras  grandes  y abiertas  que 
se  extienden  por  el  este.  Hácia  el  ángulo  noroeste  de  Wyo- 
ming, cerca  del  punto  donde  la  cordillera  Pedregosa  sale  de 
este  territorio,  se  encuentra  lo  que  parece  ser  el  núcleo 
central  de  dicha  comarca  y aun  de  toda  la  América  del 
Norte,  naciendo  allí  los  rios  Big  Horn,  Yellowstone  y 
Madison,  afluentes  del  Missouri;  Snake,  afluente  del  Colum- 
bia, y Green,  afluente  del  Colorado. 

Las  cordilleras  de  Montana  son  mencs  irregulares  que  las 
de  la  planicie  del  Colorado;  sus  pendientes  son  mas  unifor- 
mes y menos  accidentado  su  relieve;  las  alturas  son  menores 
que  en  Colorado,  Wyoming  y Nueva  México,  Utah  y Nevada: 
la  elevación  media  del  territorio  es  de  unos  4,000  metros 
sobre  el  nivel  del  mar] 

Montana  puede  dividirse  en  cuatro  regiones  de  límites 
bien  definidos  y con  su  sistema  hidrográfico  propio;  la  sec- 
ción noroeste  se  extiende  entre  las  montañas  Pedregosas  y 
de  Bitter  Foot ; la  del  sur  está  regada  por  tres  brazos  del 
Missouri,  ó sea  por  los  rios  Jefferson,  Gallatin  y Madison 
que  confluyen  todos  tres  en  un  punto  cerca  de  la  ciudad  de 
Gallatin;  el  Yellowstone  riega  la  sección  del  sudoeste,  y la 
septentrional  comprende  los  valles  del  rio  Milk  y del  Mis- 
souri y las  grandes  llanuras  adyacentes. 

El  geólogo,  afortunado  explorador  de  tan  interesante  co- 
marca, ha  sido  Mr.  Hayden,  quien  en  1856  formó  parte  de 
la  expedición,  que  bajo  el  mando  del  general  C.  K.  Varren 
estudió  el  curso  inferior  del  Yellowstone.  Admirado  el  gene- 
ral de  los  relatos  de  los  guias  é indios,  proyectó  un  segundo 
viaje,  que  se  llevó  á cabo  en  1859  y 60  por  el  coronel  Wi- 
lliam  F.  Raynolds,  acompañado  de  Hayden,  el  cual,  al  reci- 
bir recientemente  del  gobierno  norte  americano  la  misión  de 
explorar  metódicamente  el  Montana,  se  encontraba  en  las 
mejores  condiciones  para  llenarla  cumplidamente.  Dos  ex- 
pediciones realizó  Mr.  Hayden;  la  primera  en  1871  y la  se- 
gunda en  1872,  encaminadas  principalmente  por  encargo 
especial  del  gobierno  supremo  de  la  nación,  á explorar  las 
fuentes  del  rio  Yellowstone.  En  r.°  de  junio  de  1871,  salió 
Hayden  de  la  ciudad  de  Ogden  en  el  Utah,  acompañado  de 
un  agricultor,  un  entomólogo,  un  topógrafo,  un  pintor,  un 
lotógrafo,  un  meteorologista,  un  botánico,  un  mineralogista, 
un  zoólogo  y un  médico,  ayudados  de  una  ó varias  personas 
cada  uno.  Así  proceden  los  Estados-Unidos,  sobre  todo  mo- 
dernamente, para  examinar  una  comarca  nueva;  de  modo 
que  cuando  la  expedición  ha  cumplido  su  encargo,  está  aque- 
lla del  todo  conocida,  levantado  o trazado  el  mapa,  estudia- 
do el  clima,  los  recursos  industriales  ó agrícolas,  la  fauna,  la 
flora  y la  gea.  El  país  que  era  de  la  naturaleza,  es  ya  del  hom- 
bre, y la  conquista  se  realiza,  no  al  precio  de  sangrienta  guer- 
ra, sino  luchando  contra  la  naturaleza;  único  combate  verda- 
deramente digno  del  hombre,  única  batalla  gloriosa  á la  vez 
para  el  vencedor  y para  el  vencido. 


GEOLOGÍA 


2I3 


No  proponiéndonos  en  esta  reseña  seguir  paso  á paso  á 
los  intrépidos  exploradores  y si  tan  solo  dar  una  idea  de  los 
fenómenos  mas  notables  por  ellos  contemplados,  empezare- 
mos la  descripción  desde  el  momento  en  que  franqueado 
el  Devil*  s si  i Je  encontraron  á su  derecha  la  embocadura  del 
rio  Gardiner,  que  vierte  sus  aguas  en  el  Yellowstone.  Subie- 
ron por  este  rio,  y andadas  algunas  leguas  por  la  orilla  iz- 
quierda, encontraron  la  primera  cuenca  de  fuentes  terma- 
les, que  si  bien  cortas  en  su  número,  son,  no  obstante,  cu- 
riosísimas por  las  circunstancias  que  en  alguna  de  ellas  con- 
curren. Merece  en  este  concepto  una  especial  mención  la 
que  aparece  en  la  cima  de  una  colina,  situada  junto  al  rio, 
de  unos  200  pies  de  altura,  y cuya  cima,  dispuesta  en  forma 
de  meseta  ó terraza,  de  150  piés  cuadrados  de  extensión, 
puede  decirse  que  solo  forma  un  inmenso  manantial.  El  agua 
aparece  en  cantidad  prodigiosa,  é impulsada  por  los  gases  ó 
fuerzas  elásticas  del  interior,  constituye  un  magnífico  hervi- 
dero, con  tanta  mayor  razón  asi  llamado,  cuanto  que  su  tem- 
peratura es  la  de  la  ebullición.  Pero  no  es  la  cantidad  y la 
temperatura  lo  que  mas  distingue  á este  manantial,  sino  la 
singular  y por  demás  curiosa  circunstancia  de  que  habien- 
do formado  la  acción  erosiva  de  las  aguas  al  verterse,  un 
gran  número  de  cavidades  ó albercas  de  dimensiones  varias 
en  las  faldas  mismas  de  la  colina,  permite  que  el  viajero 
tome  á voluntad  un  baño  frió,  templado  ó caliente,  según  la 
altura  de  la  pila  donde  se  zambulla.  Las  aguas  llevan  cal, 
sosa,  alúmina,  magnesia  y ácido  carbónico,  según  revela  el 
análisis,  depositando  en  su  curso  magnificas  incrustaciones, 
que  aumentan  la  belleza  y el  interés  científico  de  aquel  pun- 
to. El  agua  es  tan  cristalina  y trasparente,  que  á gran  profun- 
didad permite  ver  las  magníficas  incrustaciones  que  revisten 
los  conductos  de  salida,  y también  las  Partidlas  y Oscilaras , 
pequeñas  diatoméas,  siempre  agitadas  por  la  corriente,  hasta 
que  la  incrustación  las  reviste  y da  fijeza.  A la  derecha,  vi- 
niendo del  rio  Gardiner,  al  cual  paga  su  tributo  el  arroyo 
que  aquellas  aguas  termales  forman,  se  eleva  un  cono  de 
unos  90  piés  de  altura  sobre  20  de  diámetro,  que  por  su  vaga 
semejanza  á un  gorro  frigio  ha  recibido  el  nombre  de  Li- 
berty cap:  es  el  último  resto  de  un  antiguo  geiser,  á juzgar 
por  las  incrustaciones  silíceas,  cuya  sobreposicion  le  dió  ori- 
gen. Los  manantiales  en  aquella  comarca  cambian  con  fre- 
cuencia de  sitio;  algunos  se  agotan,  otros  aparecen  por  nue- 
vos puntos.  Por  todos  lados  se  descubren  antiguos  conos, 
cuyas  gradas  ha  borrado  el  tiempo,  sirviendo  hoy  su  hueco 
interior  de  guarida  á fieras  y murciélagos.  Sus  formas  varían; 
algunos  están  orgullosamente  de  pié,  otros  caídos,  rotos  y 
arruinados.  Al  rededor  de  los  manantiales,  que  forman  un 
vasto  circo,  las  laderas  de  las  montañas  están  cubiertas  de 
peñascos  de  basalto,  de  color  pardo,  que  resalta  entre  el 
verde  de  los  pinos  y de  las  praderas. 

Atravesando  la  empinada  cresta  que  separa  la  cuenca  del 
Gardiner  del  Yellowstone,  penetraron  en  ésta,  cuyo  terreno 
ofrece  estrechas  gargantas  y hondísimos  cauces,  de  cuyas  la- 
deras se  elevan  perpendicularmente  enormes  diques  de  ba- 
salto, que  rompiéndose  en  algunos  sitios  por  la  acción  de  los 
agentes  exteriores  han  sido  circundados  por  sus  propios  de- 
tritus, formando  una  toba  basáltica  en  brecha  muy  curiosa, 
por  cuanto  las  aguas  han  abierto  y recortado  enormes  colum- 
natas, pórticos  y ojivas,  presentando  todo  el  aspecto  de  una 
inmensa  catedral  gótica.  Otra  de  las  cosas  notables  de  tan 
importante  comarca  es  la  montaña  dicha  Wahsburn,  volcan 
apagado  desde  el  período  plioceno,  pero  de  cuya  actividad 
en  dicha  época  quedan  notables  vestigios  y entre  ellos  cal- 
cedonias, ágatas  y malaquitas,  que  materialmente  cubren  el 
suelo.  Desde  la  cima  de  este  monte,  á 10,575  piés,  el  pano- 
rama que  se  descubre  es  magnífico.  La  vista  de  los  explora- 


dores se  extendía  en  todas  direcciones  hasta  una  distancia 
de  50  á 100  millas.  Al  sud  se  ve  toda  la  cuenca  de  Ye- 
llowstone y el  lago,  cuya  forma  se  asemeja  á una  mano  con 
los  cinco  dedos  extendidos.  Esta  cuenca  es  el  centro  de  toda 
la  América  del  norte:  la  del  lago  es  un  vasto  cráter  con  in- 
numerables aberturas  volcánicas  y dominado  por  una  serie 
de  picos,  entre  los  cuales  los  mas  importantes  son  los  mon- 
tes de  Doarce,  Sangford  y Stevenson,  que  se  elevan  entre 
10,000  y 12,000  piés  sobre  el  nivel  del  mar.  En  los  pasados 
tiempos  estos  picos  eran  centro  de  erupciones,  orificios  por 
donde  salían  los  manantiales  ígneos,  extendiéndose  por  las 
comarcas  inmediatas.  Los  manantiales  termales  y los  geiseres 
actuales  son  los  últimos  vestigios  que  irán  poco  á poco  des- 
apareciendo hasta  extinguirse  por  completo.  No  obstante  las 
aberturas  que  sirven  de  válvulas  de  seguridad,  con  frecuen- 
cia se  experimentan  terremotos,  según  pudo  observar  el 
mismo  Hayden,  asegurándole  los  guias,  que  á causa  de  este 
fenómeno,  los  indios  se  abstienen  de  frecuentar  la  región, 
por  considerarla  hasta  cierto  punto  como  sagrada. 

Al  bajar  del  monte  Washburn’se  encuentra  por  el  lado 
meridional  un  notable  grupo  de  manantiales.  El  terreno  que 
riegan  sus  aguas  está  cubierto  de  azufre,  alumbre,  carbonatos 
de  cobre  y sosa,  y de  una  eflorescencia  salina  que  probable- 
mente es  de  nitrato  de  potasa.  Se  atraviesa  después  una  co- 
marca cubierta  de  verde  yerba  y sembrada  de  flores,  y un  rio, 
el  Cascade,  cuya  corriente  cortan  numerosas  cataratas,  for- 
madas todas  de  igual  modo.  Las  rocas  dominantes  son  de 
basalto  compacto  y brecha;  el  primero  es  muy  resistente  y la 
segunda  cede  con  facilidad  á la  influencia  de  los  agentes  at- 
mosféricos; se  desprende,  desaparece  fragmento  por  fragmen- 
to, y deja  profundas  aberturas  por  donde  el  agua  penetra. 

El  rio  Yellowstone  sale  del  lago  y corre  hácia  el  norte. 
Pasa  primero  á través  de  un  terreno  pantanoso  y cortado  por 
infinidad  de  arroyos.  En  los  puntos  en  donde  el  agua  perma- 
nece durante  algún  tiempo  estancada,  se  cubre  de  una  espu- 
ma amarilla  producida  por  la  presencia  del  hierro.  El  rio 
recibe  por  el  este  una  corriente  de  agua  que  contiene  gran 
cantidad  de  alumbre,  por  cuya  causa  se  llama  Alun  creek  y 
es  el  sobrante  de  muchos  manantiales.  El  cauce  se  ensancha 
en  seguida  y forma  dos  pequeñas  cascadas  de  20  á 30  piés 
de  altura  y después  se  estrecha,  ocupando  solo  un  espacio 
de  100  piés  por  30  de  profundidad.  El  lecho  aparece  en- 
cajado entre  dos  murallas  de  basalto,  y asi  llega  á las  cata- 
ratas. 

Estas  cataratas  son  dos,  separadas  por  unos  400  metros  de 
distancia  y practicadas  en  capas  de  arcilla,  de  arena  y de 
brecha  ó almendrilla.  La  cascada  superior  tiene  140  piés  de 
altura,  la  inferior  350  piés,  y su  ruido  se  oye  á lo  léjos  como 
descargas  de  artillería.  El  agua  se  precipita,  cae  como  tor- 
rente de  espuma,  choca  con  la  superficie  inferior  de  la  cor- 
riente, que  resiste,  la  repele,  y la  hace  saltar  sin  dividirse  á 
200  piés  de  distancia.  No  hay  comparación  posible  para  el 
espectáculo  grandioso  que  esta  cascada  presenta  al  viajero. 
La  blancura  de  nieve  de  la  espuma;  la  rica  vegetación  que 
crece  bajo  las  brumas;  el  arco  iris  que  se  encorva  en  forma 
de  aureola  brillando  y ondulando  como  banda  flotante;  el 
polvo  líquido  que,  desde  la  base  de  la  cascada,  se  eleva  como 
humo;  las  columnas  de  sílice  descompuestas  en  largas  agujas 
que  están  suspendidas  de  las  paredes  pedregosas  hácia  el 
abismo,  toda  aquella  majestad  produce  en  el  ánimo  una  emo- 
ción profunda.  El  Niágara  tiene  acaso  mas  grandeza,  pero  no 
la  pintoresca  belleza  ante  la  cual  el  pintor  mas  hábil  rompe 
su  paleta  y la  admira,  sin  atreverse  á retratarla.  Inmediata- 
mente después  de  las  cataratas  empieza  el  hondo  cauce,  pre- 
sentando las  masas  negras  de  sus  flancos  de  basalto  de  1,200 
á 1,500  piés  de  altura,  abigarradas  con  manchas  multicolo 


214 


GEOLOGIA 


res,  amarillas,  rojas,  pardas  y blancas,  que  producen  los  de- 
pósitos de  materias  térreas,  en  disolución  por  el  agua  de  las 
fuentes,  sus  rocas,  á que  el  tiempo  ha  dado  mil  aspectos 
distintos,  y su  verde  corona  de  inmensos  bosques  de  pinos. 
El  piso  está  lleno  por  todas  partes  de  obsidiana  disgregada 
en  pequeños  fragmentos  amorfos,  con  reflejos  negros  ó negro- 
rojizos.  A io  millas  por  encima  de  la  catarata  y á 8 millas 
por  debajo  del  lago,  sobre  el  recto  curso  del  Yellowstone, 
existe  un  espacio  de  1,500  pies  de  ancho  por  2 millas  de 
largo,  acribillado  de  manantiales.  El  mas  notable  de  ellos  se 
llama  Locomotive  jet;  es  un  poderoso  surtidero  de  vapor  que 
produce,  al  escaparse,  el  ruido  estridente  de  una  máquina 
de  alta  presión.  La  abertura,  de  6 pulgadas  de  diámetro, 
dentada,  y rodeada  de  concreciones  parecidas  á perlas,  está 
en  una  corteza  de  sílice  mezclada  de  azufre  que  cruje  bajo 
los  piés,  y llena  de  multitud  de  agujeritos  secundarios  por 
los  cuales  se  escapan  de  continuo  columnas  de  vapor.  La 
temperatura  es  tan  alta,  que  no  es  posible  acercarse  al  surti- 
dero sin  grandes  precauciones,  y por  el  lado  de  la  dirección 
del  viento.  M.  Hayden  cree  que  no  existe  comunicación  sub- 
terránea entre  estos  diversos  orificios.  Algunos  manantiales 
son,  como  Locomotive  jet,  sencillos  surtideros  de  vapor, 
otros  son  cenagosos,  y otros  aluminosos  ó ferruginosos. 

En  la  orilla  izquierda  del  Yellowstone,  á dos  millas  mas 
lejos,  se  encuentra  una  cuenca  de  manantiales  termales  uni- 
da á la  anterior  por  una  serie  de  fuentes,  casi  todas  agotadas. 
En  este  punto  la  mayoría  son  manantiales  sulfurosos  y cena- 
gosos que  se  desparraman  por  todos  lados,  apareciendo  hasta 
por  la  orilla  opuesta  del  rio,  y algunas  veces  sobre  las  colinas, 
á 50  y 100  piés  de  altura.  Distínguese  especialmente  una 
especie  de  caldera  circular  de  8 piés  de  diámetro,  cuyos 
bordes  se  elevan  á 4 piés  del  suelo  y á 6 del  fango  que  en 
el  interior  contiene.  Este  fango,  agitado  desde  hace  siglos, 
es  tan  fino  y blanco,  que  cuando  se  seca  al  fuego  parece  es- 
puma de  mar. 

El  gas  surte  de  continuo,  proyectando  materias  semi-líqui- 
das,  á 10  y á veces  ¿20  piés  de  distancia.  Estas  materias  se 
acumulan  en  las  orillas  de  la  cuenca,  elevando  su  nivel.  La 
consistencia  de  estas  materias  varía:  unas  veces  es  blanda  y 
clara,  otras  un  mortero  espeso;  su  color  depende  de  la  natu- 
raleza de  los  depósitos  que  forman  el  suelo  y á través  de  los 
cuales  el  agua  sale  á la  superficie.  Un  manantial  llamado  the 
grotto  (la  gruta)  sale  de  una  caverna  cuya  entrada  tiene  5 piés 
de  diámetro,  y en  cuyo  interior  se  oye  un  ruido  parecido  á 
los  mugidos  de  la  mar  furiosa  rompiéndose  contra  las  olas,  y 
de  donde  sale  una  gruesa  columna  de  vapor.  El  calor  impide 
acercarse  y estudiar  este  fenómeno,  pero  se  ha  podido  com- 
probar que  de  la  gruta  salen  algunos  litros  de  agua  por  hora, 
y que  esta  agua  es  notablemente  pura.  Esta  rareza  se  expli- 
ca por  efecto  de  la  alta  temperatura  que  evapora  la  mayor 
parte  del  agua  y la  arroja  fuera  en  forma  de  vapor. 

En  lo  alto  de  la  colina  está  la  Caldera  del  Gigante,  que 
es  un  geiser  cenagoso,  cuyo  cráter,  en  forma  de  cono  trun- 
cado, tiene  40  piés  de  diámetro  en  la  cúspide  y 30  piés  de 
altura.  Su  ruido  conmueve  fuertemente  el  suelo,  y se  distin- 
gue á distancia  de  cerca  de  un  kilómetro.  Cuando  la  brisa 
arrastra  el  vapor,  se  ve  el  interior  del  cráter  lleno  de  un  fan- 
go arcilloso,  claro,  en  estado  de  violenta  agitación.  A su  al- 
rededor, y en  un  radio  de  100  piés,  los  pinos  están  comple- 
tamente cubiertos  de  estalactitas 'de  fango  seco  y de  una 
altura  de  75  á 100  piés,  lo  que  parece  probar  la  existencia 
de  paroxismos  de  actividad,  pero  se  descubre  después  que 
el  fango  ha  sido  trasportado  mecánicamente  por  el  vapor.  No 
lejos  de  aquel  punto  se  encuentran  muchas  fuentes  termales, 
algunas  de  ellas  intermitentes.  Tres  están  dentro  de  una 
misma  cuenca  de  200  á 300  piés,  y una  de  ellas  forma  un 


geiser  que  se  eleva  á 20  ó 30  piés  durante  algunos  minutos, 
siguiendo  un  reposo  de  tres  horas  y media  á cuatro. 

M.  Hayden  llegó  por  fin  á las  orillas  del  lago;  había  tras- 
portado consigo  el  casco  de  una  barca,  la  cubrieron  con  tela 
embreada,  el  Afina  desplegó  sus  velas  surcando  las  aguas, 
hasta  entonces  vírgenes,  del  Yellowstone,  y trasportó  á los 
exploradores  á la  isla  mas  inmediata.  El 'lago,  según  hemos 
dicho,  figura  una  mano  con  los  cinco  dedos  extendidos,  y 
contiene  cinco  islas  principales.  Tiene  22  millas  de  largo  de 
norte  á sur,  y de  15  á 20  millas  de  ancho  de  este  á oeste. 
Sus  aguas,  procedentes  de  la  liquefacción  de  las  nieves  que 
cubren  los  conos  inmediatos,  son  muy  frías  y de  una  pro- 
fundidad máxima  de  300  piés.  Durante  la  mañana  la  super- 
ficie está  perfectamente  tranquila,  al  medio  dia  se  levanta  la 
brisa,  y las  aguas  forman  olas  bastante  grandes.  Las  truchas 
abundan  en  el  lago,  pero  casi  todos  estos  peces  tienen  enor- 
mes gusanos  intestinales  parecidos  al  género  Bothriocephalus. 
Cosa  rara:  por  encima  de  las  cascadas  del  Yellowstone,  las 
truchas,  que  son  abundantes,  y muchas  de  las  cuales  pro- 
ceden del  lago,  gozan  completa  salud.  Las  pobres  truchas  del 
lago  Yellowstone  están  además  sujetas  á otras  calamidades. 
Algunos  manantiales  elevan  sus  cráteres  en  el  fondo  mismo 
de  las  aguas  del  lago;  los  exploradores  pescaban  truchas,  y 
sin  arrancarlas  del  anzuelo  las  metían  en  uno  de  esos  cráte- 
res llenos  de  agua  hirviendo,  cociéndolas  inmediatamente  y 
y ejecutando  una  pesca  milagrosa  de  todo  punto  desconocida. 

Los  manantiales  que  rodean  el  lago  son  numerosísimos: 
no  forman  verdaderos  geiseres,  pero  manifiestan  pulsaciones. 
El  agua  sube  y baja  en  su  interior  por  intervalos  regulares 
de  dos  á tres  segundos.  Algo  mas  léjos  un  grupo  de  200  á 300 
manantiales  cenagosos,  cuyas  orillas  están  cubiertas  de  una 
especie  de  masa  compuesta  de  diatoméas,  y presentando  to- 
das las  tintas  de  los  colores  verde,  amarillo  y rosa,  producen 
con  sus  hervideros  un  ruido  atronador. 

A media  milla  al  sur  del  lago  Yellowstone,  en  el  curso  del 
rio  Snake,  se  encuentra  un  pequeño  lago  llamado  Heart,  ro- 
deado de  manantiales  termales  y de  un  pequeño  geiser. 

Vamos  á examinar  ahora  con  M.  Hayden  la  cuenca  del 
rio  Fire  Hole,  que  contiene  fenómenos  mas  extraños.  Al 
oeste  del  lago  Yellowstone,  y separado  de  él  por  un  replie- 
gue del  terreno,  se  extiende  el  gran  lago  Shoshone,  y mas 
léjos,  en  la  misma  dirección,  el  lago  pequeño  Madison,  que 
sirve  de  nacimiento  al  rio  Fire  Hole,  el  cual  es  en  realidad 
el  principio  del  rio  Madison;  corre  paralelamente  al  rio  Ye- 
llowstone, es  decir,  de  sur  á norte,  y se  reúne  al  brazo 
oriental  del  Madison,  que  es  un  afluente  del  rio  Columbia. 
El  conjunto  de  este  sistema  hidrográfico  corresponde  á la 
vertiente  del  Pacífico.  

Para  llegar  al  lago  Madison  el  trayecto  fué  difícil,  avan- 
zando por  medio  de  un  laberinto  inextricable  de  árboles  der- 
ribados, análogo  á los  7i>¡ndfalls,  inmediatos  al  curso  superior 
del  Mississipi,  y sobre  un  suelo  formado  de  obsidiana  y de 
rocas  traquiticas.  Un  espacio  de  muchas  hectáreas  está  cu- 
bierto de  montículos  cónicos  de  una  altura  que  varía  desde 
algunas  pulgadas  á un  centenar  de  piés,  y completamente 
cubiertos  de  cristalizaciones  de  azufre  de  color  amarillo  puro. 
Al  romper  la  capa  de  uno  de  estos  conos,  se  ve  el  interior 
cubierto  de  las  mismas  cristalizaciones.  Se  camina,  pues, 
entre  manantiales  agotados,  cuya  actividad  se  reduce  á emi- 
tir nubes  de  vapor  por  cierto  número  de  orificios.  M.  Hayden 
compara  el  aspecto  de  este  distrito  á un  inmenso  horno  de 
cal  en  actividad.  Esta  apariencia  es  tanto  mas  notable,  cuan- 
to que,  en  i.°  de  abril,  hubo  una  abundante  escarcha,  que 
añadía  á aquel  espectáculo  los  esplendores  del  brillante  cen- 
tellear de  los  cristales  de  hielo.  El  país  es  muy  frió.  En  julio, 
agosto  y setiembre,  el  termómetro  baja  con  frecuencia  á 3 


CAPITULO  SEGUNDO 


ó 4 grados  centígrados  sobre  cero.  A lo  largo  de  East  Fork 
se  encuentran  numerosas  fuentes  termales  que  nos  limitamos 
á citar  para  llegar  rápidamente  á la  cuenca  de  los  geiseres. 
Una  de  ellas  es  una  cavidad  rodeada  de  un  reborde  en  forma 
de  corazón,  y de  cuyo  centro  sale  un  chorro  de  agua  calien- 
te. El  geiser  Thud  produce  un  rugido  formidable  cada  vez 
que  el  agua  sube  6 baja.  En  una  cuenca  de  25  á 30  pies 
hay  un  manantial,  y cuando  se  mira  al  seno  de  su  límpida 
profundidad,  se  ve  bajo  las  aguas  un  verdadero  palacio  de 
hadas  adornado  de  cristalizaciones  multicolores:  otros  ma- 
nantiales están  rodeados  de  sílice,  concrecionada  en  forma 
de  coliflor,  y de  una  costra  ó capa  parecida  d la  pólvora  de 
cañón,  que  desprende  olor  de  hidrógeno  sulfurado.  El  agua 
aparece  por  todas  partes,  y sin  embargo,  durante  todo  el  dia, 
ni  M.  Hayden  ni  sus  compañeros  encontraron  una  sola  gota 
de  temperatura  bastante  baja  para  poder  calmar  la  sed. 

Los  geiseres  de  Fire  Hole  forman  dos  grupos:  el  inferior 
está  situado  cerca  de  la  confluencia  de  dicho  rio  con  East 
fork.  El  grupo  superior  se  encuentra  en  la  orilla  del  rio,  á 
unos  8,000  piés  mas  al  sur. 

La  cuenca  inferior  presenta  una  vegetación  magnifica,  á 
causa  de  lo  suave  y húmedo  de  la  temperatura.  Los  geiseres 
mas  importantes  son:  Couch  spring,  cuyo  cráter  es  triangu- 
lar; Horn,  que  es  un  cono  de  un  pié  de  diámetro  en  lo  alto 
y de  6 piés  en  la  base;  Bath  spring,  Cavern,  y en  fin,  Great 
spring,  cuya  abertura  tiene  250  piés  de  diámetro,  y sus  pa- 
redes de  20  á 30  piés  de  profundidad.  En  medio  de  torren- 
tes de  vapor  sale  de  Great  spring  una  masa  enorme  de  agua 
hirviendo,  que  formando  una  inmensa  capa  y bañando  una 
larga  extensión  del  terreno,  donde  produce  los  mas  diversos 
colores  á causa  de  los  depósitos  salinos  que  contiene,  termi- 
na vertiéndose  en  el  rio. 

Al  aproximarse  á la  cuenca  superior  del  Fire  Hole,  la  ve- 
getación cesa  de  pronto,  viéndose  los  últimos  árboles  com- 
pletamente silicificados.  Esta  cuenca  tiene  20  millas  de  ancha 
y 5 de  larga,  viéndose  en  ella  pequeños  lagos  cubiertos  de 
nenuiares  blancos  ( Nenuphar  advena). — Allí  llegaron  los  ex- 
pedicionarios al  caer  la  tarde  del  5 de  agosto,  fatigadísimos, 
y se  ocuparon  inmediatamente  en  establecer  el  campamento. 
De  pronto  se  oyó  una  horrible  detonación,  el  suelo  tembló, 
y cerca  del  rio,  por  el  lado  del  este,  se  lanzó  al  espacio  una 
columna  de  agua  de  6 piés  de  diámetro,  coronada  por  nubes 
de  vapor  que,  formando  torbellinos,  subían  á mas  de  1,000 
piés  de  altura.  Estaban  delante  del  Gran  Geiser.  La  columna 
surtió  durante  veinte  minutos,  después  disminuyó  lentamen- 
te, y la  débil  capa  de  agua  contenida  en  el  cráter  descendió 
á í56  grados  Farenheit  El  geiser  hizo  dos  erupciones  en 
treinta  y seis  horas.  A algunos  piés  de  distancia  del  gran  gei- 
ser, cuyo  cráter  se  eleva  á 3 piés  del  suelo,  se  encuentra  el 
geiser  iurban.  Su  cuenca  tiene  23  piés  larga,  n de  ancha  y 
ó de  profundidad.  El  londo  y las  paredes  están  cubiertas  de 
gruesas  masas  globulares,  cuya  forma  y color  amarillo  re- 
cuerdan las  calabazas.  El  agua  no  se  eleva  mas  que  á 25  piés, 

y parece  que  existe  una  comunicación  subterránea  entre  éste 
y el  gran  geiser. 

La  cuenca  superior  del  Fire  Hole  contiene  unos  50  geiseres 
en  actividad.  Los  mas  importantes  han  recibido  nombres  es- 
peciales. Me  limitaré  á citar  algunos,  como  el  Grotto,  Pyra- 
mid,  Punch,  Bovol,  Black  Sand,  Castle,  Fau,  Riverside, 
Giant,  Saw  Mili,  Oíd  Iaithtull  y Bee  Hive  y daré  algunos 
detalles  acerca  del  llamado  Giantess.  ^ Al  atravesar  el  rio 
Fire  Hole,  dice  M.  Hayden,  subimos  una  pendiente  suave, 
llegando  de  pronto  á una  ancha  abertura  oval  con  bordes 
festoneados,  cuyos  ejes  eran  respectivamente  de  18  y de  25 
piés,  cuyas  paredes  están  cubiertas  de  un  depósito  silíceo 
blanco  gris,  visible  á la  profundidad  de  100  piés.  No  vimos 


el  agua,  pero  oímos  cómo  hervía  á una  gran  distancia  debajo 
de  nuestros  piés.  De  pronto  empezó  á subir  en  gruesos  bor- 
botones, despidiendo  grandes  masas  de  vapor  que  nos  obli- 
garon á huir  apresuradamente.  Cuando  el  agua  estuvo  á 6 
piés  de  la  superficie,  se  detuvo  y volvimos  á examinarla.  Es- 
pumaba y hervía  con  violencia,  y algunas  veces  enviaba 
chorros  calientes  hasta  la  misma  boca  del  orificio.  Pareció 
que  de  pronto  la  sobrecogió  un  horrible  pasmo,  ascendió  con 
loca  rapidez,  salió  del  cráter  y se  elevó  en  columna  de  la 
misma  dimensión  del  orificio  á una  altura  de  60  piés.  De  la 
cima  de  esta  columna  salían  cinco  ó seis  chorros  de  agua 
menos  considerables,  que  variaban  de  seis  á quince  pulgadas 
de  diámetro,  proyectándose  á la  maravillosa  altura  de  250 
piés.  Esta  erupción  duró  unos  veinte  minutos;  nunca  había- 
mos presenciado  espectáculo  tan  magnifico.  El  sol,  que  bri- 
llaba con  todo  su  esplendor,  al  reflejar  los  rayos  en  aquella 
agua,  formaba  miles  de  arco  iris,  cuya  posición  variaba  cons- 
tantemente bajando  ó subiendo  y desapareciendo  para  ser 
reemplazados  por  otros.  Los  glóbulos  de  agua  que  caian, 
asemejaban  una  lluvia  de  diamantes,  y en  los  puntos  donde 
las  nubes  de  vapor  detenían  los  rayos  solares  proyectando 
sombras  en  la  columna  de  agua,  veíamos  un  círculo  luminoso 
con  todos  los  colores  del  espectro  solar,  asemejándose  á esos 
nimbos  de  gloria  con  que  los  pintores  rodean  algunas  veces 
á la  divinidad.  Durante  las  veinticuatro  horas  que  permane- 
cimos junto  á aquel  geiser , contemplamos  dos  erupciones, 
cada  una  de  las  cuales  duró  diez  y ocho  minutos.]» 

Un  estudio  mas  completo  y técnico  de  esta  región  volcá- 
nica debería  comprender  las  tablas  de  temperaturas,  los  ma- 
nantiales termales,  la  análisis  del  agua,  de  las  concreciones; 
en  una  palabra,  las  cifras  sin  las  cuales  es  casi  imposible  fun- 
dar la  verdadera  ciencia,  y que  M.  Hayden  ha  publicado  en 
sus  dos  informes  de  1871  y 1872.  Nos  hemos  limitado  á pre- 
sentar algunos  datos  para  que  el  lector  pueda  formar  idea  de 
la  grandeza  de  estos  fenómenos.  Estos  datos  impresionan 
tanto  como  los  dibujos  con  que  M.  Hayden  ha  ilustrado  su 
trabajo.  Seria  también  interesante  comparar  las  fuentes  ter- 
males del  Yellowstone  con  las  de  Nueva-Zelanda,  tan  bien 
descritas  por  M.  de  Hochstetter  y con  los  geiseres  de  Islan- 
dia,  el  Strokur  y el  Gran  Geiser.  Según  M.  Robert,  este  últi- 
mo manifiesta  cada  veinticuatro  horas  una  erupción  que  dura 
ordinariamente  cuatro  ó cinco  minutos,  elevándose  la  colum- 
na de  agua,  durante  la  última  fase  del  fenómeno,  á unos  100 
piés.  El  estudio  de  estos  geiseres  es  relativamente  poco  cono- 
cido; se  discute  acerca  de  su  origen,  habiéndose  presentado 
diversas  teorías.  Por  desgracia,  los  limites  de  este  trabajo  nos 
impiden  entrar  en  mayores  detalles. 

A la  vuelta  de  la  primera  expedición  de  M.  Hayden  y á 
propuesta  del  honorable  senador  S.  C.  Pomeroy,  el  Gobierno 
de  los  Estados-Unidos  tomó  una  resolución  muy  extraña  de 
su  parte;  la  de  sustraer  á la  colonización  un  espacio  de  ter- 
reno de  65  millas  de  largo  por  55  de  ancho,  reservándolo 
bajo  el  nombre  de  Parque  nacional , espacio  veinte  veces  mas 
grande  que  la  superficie  del  departamento  del  Sena.  Los  tér- 
minos del  acuerdo  del  Congreso  quedarán  como  título  de 
gloria  para  los  representantes  del  gran  pueblo  americano. 

i Considerando,  dice  el  acta,  que  la  región  regada  por  las 
aguas  superiores  del  rio  Yellowstone,  encierra  una  acumula- 
ción de  maravillas  sin  igual  en  el  globo,  en  comparación  de 
las  cuales  los  geiseres  de  la  Islandia  son  casi  insignificantes: 

^Considerando  que  importa  apresurarse  á sustraer  este  ter- 
ritorio de  la  avaricia  de  algunos  industriales  que  no  tardarían 
en  apoderarse  de  él,  rodearle  de  cercas  y obligar  á que  se  pa- 
gase por  ver  maravillas,  cuyo  goce  perteneced  la  humanidad 
entera  y que  deben  ser  tan  libres  y asequibles  á todos  como 
el  aire  y el  agua; 


2 16 


GEOLOGIA 


Geiseres  de  Islandia 


^Considerando  además  que  la  región  de  los  manantiales 
del  Yellowstone,  es  de  una  altura  media  superior  de  6,oco 
piés,  y que  el  lago  Yellowstone,  que  ocupa  una  superficie 
de  330  millas  cuadradas,  está  á una  altura  de  7,42  7 piés,  ha- 
ciendo el  rigor  del  frió  impropio  el  terreno  reservado  para  el 
cultivo  y la  cria  del  ganado; 

»El  Senado  y la  Cámara  de  representantes  de  los  Estados. 
Unidos  de  América,  reunidos  en  Congreso  decretan: 

»La  región  de  los  volcanes  del  Yellowstone  queda  reser- 
vada y prohibida  á la  colonización.» 


Para  quien  conoce  el  pueblo  americano,  la  determinación 
del  Congreso  dará  de  las  maravillas  del  Yellowstone  idea 
mucho  mas  importante  que  todas  las  descripciones  y dibujos 
que  pudieran  publicarse. 

En  Nueva  Zelanda  también  parece  existir  el  geiserismo, 
sobre  todo  en  la  isla  septentrional,  donde  los  geiseres  se 
cuentan  á millares;  ofreciendo  sus  erupciones  los  mismos  fe- 
nómenos de  intermitencia  que  en  Islandia  y en  el  norte  de 
América. 

Para  ilustración  de  tan  interesante  materia,  puede  el  lector 
echar  una  ojeada  á la  figura  9. 

Mofetas. — Durante  las  erupciones  volcánicas,  y también 
en  los  intervalos  de  una  á otra,  se  escapa  del  fondo  del  vol- 
can una  cantidad  mas  ó menos  considerable  de  ácido  carbó- 
nico, el  cual,  acumulándose  en  las  regiones  bajas  de  la  at- 
mósfera, y hasta  en  las  cuevas  ó subterráneos  de  las  casas 
inmediatas,  suele  ocasionar  mas  de  una  víctima,  por  no  ser 
respirable,  como  es  sabido.  A esta  salida  y acumulación  de 
ácido  carbónico,  que  aunque  acompaña  y sigue  á las  erup- 
ciones, suele  presentarse  con  carácter  de  permanencia  tam- 
bién en  muchos  puntos  de  las  comarcas  volcánicas,  se  ha 
dado  por  los  italianos  el  nombre  de  Mofeta,  palabra  admi 
tida  ya  en  el  lenguaje  científico.  Entre  las  localidades  mas 
notables  para  este  fenómeno,  citaremos  la  gruta  llamada  del 
Perro,  junto  al  lago  de  Añano,  antiguo  cráter  volcánico,  que 
he  tenido  ocasión  de  ver  en  Bahía  Pozzuolo  y en  varios  otros 
puntos  de  los  campos  flégreos  napolitanos. 

Llamas  en  las  erupciones. — Durante  estas  admirables  ope 
raciones  terrestres,  y sobre  todo  en  los  momentos  de  mayor 
actividad  volcánica,  es  frecuente  ver  ciertos  resplandores 
que  iluminan  con  un  siniestro  fulgor  la  columna  de  humo  y 
cenizas  que  salen  del  cráter,  comunicando,  sobre  todo  du- 
rante la  noche,  un  aspecto  siniestro  á aquellas  soledades, 
aspecto  que  la  imaginación  fantástica  de  poetas  y pintores 


ha  exagerado,  trasladándolo  al  lienzo  ó descripción  como  si 
fueran  verdaderas  llamas;  las  cuales,  sin  embargo,  en  las 
erupciones,  son  mas  raras  de  lo  que  se  cree;  pues  hasta  hay 
quien  niega  en  absoluto  que  existan,  no  siendo  lo  que  se  ve 
sino  el  simple  reflejo  de  la  lava  candente.  Esto  no  obstante, 
dice  Espallanzani  haber  visto  en  el  cráter  de  Vulcano  llamas 
azuladas  (1):  el  malogrado  Pilla  también  parece  haberlas 
observado  en  el  \esubio;  y Elie  de  Leaumont  en  unas 
grietas  laterales  del  Etna,  produciendo  un  ruido  análogo  al 
del  soplete;  atribuyéndolas  este  último  á la  combustión  del 
hidrógeno  sulfurado,  siendo,  como  es  consiguiente,  de  un 
tinte  lívido.  No  pudiendo  atribuir  á meras  ilusiones  la  obser- 
vación de  tan  distinguidos  naturalistas,  debemos  admitir  que 
en  casos  excepcionales  se  producen  llamas  en  la  erupción, 
como  consecuencia  natural  de  la  combustión  del  hidrógeno; 
siquiera  sea  difícil  confirmar  el  hecho,  por  cuanto  no  forman 
grandes  llamaradas,  sino  simplemente  algunas  ráfagas  de 
escaso  brillo  á lo  largo  de  las  grietas  que  suelen  existir  en 
las  faldas  del  volcan. 

Efectos  de  las  erupciones. — Son  tan  variados  los  efectos  de 
las  erupciones,  que  sería  difícil  tarea  el  relatarlos  todos  en 
una  obra  de  esta  índole.  A veces  aparecen  montes  ó islas 
de  un  modo  mas  ó menos  brusco,  convirtiéndose  la  llanura 
ó meseta  en  elevados  picos,  como  sucedió  con  el  V esubio, 
nacido  al  través  de  la  Somma  en  la  famosa  erupción  del 
año  79  de  nuestra  era,  erupción  de  la  que  fué  víctima  el  cé- 
lebre naturalista  y almirante  romano  Plinio,  enterrado  entre 
el  lapilli,  las  arenas,  y cenizas,  que  durante  tres  dias  oscure- 
cieron el  sol,  haciendo  desaparecer  bajo  de  una  inmensa 
capa  de  materiales  á Herculano,  Pompeya  y Stabia.  La 
risueña  llanura  inmediata  á Pozzuolo  y el  lago  de  Averno, 
atormentada  bastante  tiempo  antes  por  frecuentes  terremo- 
tos, fué  trasformada  en  el  que  hoy  llaman  Monte  Nuovo  á 
últimos  de  setiembre  de  1538.  En  los  primeros  dias  de  julio 
de  1830,  apareció  en  los  mares  de  Sicilia,  frente  á Agrigen- 
to,  la  célebre  isla  llamada  Julia  por  la  comisión  de  la  Aca- 
demia de  Ciencias  de  París  que  fué  á estudiarla,  herdinanda 
por  los  sicilianos,  y Graham  por  los  ingleses  que  primero  la 
vieron  surgir  del  fondo  del  mar;  antes  del  año  de  su  exis- 
tencia, un  hundimiento  la  hizo  desaparecer  en  las  profundi- 
dades del  abismo. 

Para  no  cansar  mas,  y entristecer  el  ánimo  del  lector,  ter- 
minaré esta  relación  de  desastres  volcánicos,  con  la  desapari- 
ción en  1772  del  volcan  de  Java  llamado  Papandayang,  que 
arrastró  consigo  á 40  pueblos  y caseríos  que  existían  en  sus 
faldas,  pereciendo  casi  todos  sus  habitantes.  También  debe 
citarse  como  ejemplo  curioso  de  cambios  y trastornos  pro- 
ducidos por  las  fuerzas  volcánicas  el  levantamiento  en  masa 
y aparición  de  millares  de  pequeños  conos  llamados  horñi 
tos,  y por  último,  de  la  gran  masa  del  Jorullo,  360  , ocurrida 
en  México  en  1759. 

Prescindiendo  de  los  innumerables  casos  que  pudieran 
citarse  en  apoyo  de  la  tésis  que  voy  á indicar,  confirma  la 
observación  constante,  que  en  las  grandes  erupciones  los 
volcanes  pierden  de  altura  y á veces  hasta  suelen  desapare- 
cer; al  paso  que  en  las  de  poca  importancia,  suelen  ganar, 
como  sucedió  en  el  Vesubio  en  la  de  1850,  en  que  la  punta 
del  Palo  que  era  la  mas  alta,  fué  sobrepujada  por  otros  pun- 
tos del  cráter  en  40  ó 50  metros. 

Tocante  á la  velocidad  que  llevan  los  materiales  al  salir 
por  la  boca  explosiva  del  volcan,  aunque  no  es  fácil  deter- 
minarla con  exactitud,  se  aprecia  en  general  como  análoga  á 
la  de  los  proyectiles  lanzados  por  un  mortero,  que  equivale 
á 400  ó 500  metros  por  segundo.  En  cuanto  á la  temperatu- 


(1)  En  la  obra  intitulada  Viaggio  velle  duc  Sici/te. 


CAPÍTULO  SEGUNDO 


ra  de  la  lava  en  el  momento  de  salir  por  la  boca  emisiva  del 
volcan,  supera  mucho  á la  que  el  hombre  puede  producir 
por  los  medios  comunes;  bastando  para  cerciorarnos  de  este 
hecho,  pensar  que  la  lava  se  presenta  fundida  y liquida,  cosa 
que  para  conseguirla  en  el  laboratorio,  necesita  el  químico 
apelar  á grandes  corrientes  eléctricas,  y á los  otros  medios 
que  los  admirables  progresos  de  la  ciencia  ponen  hoy  á su 
disposición.  Sin  embargo  de  esto,  merced  á la  poca  conduc- 
tibilidad de  la  lava  por  el  calor,  puede  uno  sin  gran  molestia 
acercarse  á la  corriente  de  color  rojo  cereza,  y hasta  encen- 
der en  ella  un  cigarro,  como  tuve  ocasión  de  hacer  en  el 
Etna  en  1852.  Además  es  muy  frecuente  tomar  un  poco  de 
lava  con  la  extremidad  acerada  de  un  palo,  é imprimir  en 
ella  monedas  ó sacar  impresiones  de  moldes  que  al  efecto 
se  llevan  preparados. 

El  eminente  cuanto  injustamente  olvidado  Gimbernat, 
distinguido  geólogo  catalan,  estudió  minuciosamente  la  erup- 
ción del  Vesubio  en  1822  con  cuya  lava  formó  varias  meda- 
llas dedicadas,  á fuer  de  buen  liberal,  á la  Constitución, 
medallas  que  se  conservan  como  joyas  de  gran  precio  en  el 
gabinete  de  Historia  natural  de  Madrid. 

Azúfrales.  — Los  italianos  llaman  zolfatara,  para  distin- 
guirlo de  la  zolfara  que  es  la  mina  de  azufre,  á lo  que  nos- 
otros daremos  el  nombre  de  azúfrales,  con  el  cual  designaron 
los  conquistadores  de  América  ciertos  lugares  que  represen- 
tan volcanes  semi-apagados,  que  aunque  no  hacen  erupción 
hace  muchos  siglos,  ofrecen,  no  obstante,  cierta  actividad, 
que  se  traduce  principalmente  por  la  salida  de  una  cantidad 
considerable  de  vapor  de  agua  que  arrastra  varias  sustancias 
gaseosas,  y entre  ellas  el  ácido  sulfhídrico,  que  después  de 
destruir  las  rocas,  deja  allí  el  vestigio  claro  de  su  salida,  en 
forma  de  pequeñas  masas,  á veces  cristalinas,  de  azufre,  y de 
aquí  el  nombre  que  llevan.  No  es,  sin  embargo,  esta  sustan- 
cia la  única  que  aparece  por  el  cráter  de  estos  volcanes  que 
pueden  llamarse  muertos,  observándose  en  el  de  Vulcano 
(Islas  de  Lipari),  la  sal  amoniaco,  el  mejor  ácido  bórico  que 
se  conoce  en  el  mundo,  el  selenio,  el  sulfuro  arsénico,  etc. 
En  el  de  Pozzuolo  aparece  también  el  oropimente  y el  rejal- 
gar,  la  coquimbita,  el  alumbre  y otras  sustancias  curiosas 
que  recogí  en  abundancia. 

Sofioni.  — Para  completar  la  historia  de  las  manifestacio- 
nes volcánicas  con  salida  de  materiales  al  exterior,  conviene 
que  digamos  dos  palabras  acerca  de  lo  que  los  italianos 
llaman  sofioni,  siquiera  no  participe  siempre  este  fenómeno 
del  carácter  volcánico.  Existen  en  Toscana,  y particularmen- 
te en  los  montes  de  Volterra  y Massa,  ciertas  grietas  por 
donde  se  escapa  una  gran  cantidad  de  vapor  de  agua,  que 
produce  grandes  humaredas,  llamadas  por  los  italianos  fu- 
macchi;  el  agua,  condensándose  en  la  atmósfera,  se  despren- 
de y forma  en  los  alrededores  ciertas  lagunas  llamadas  lagoni 
en  el  país,  que  ofrecen  constantemente  el  aspecto  de  un 
hervidero. 

La  salida  del  vapor  de  agua  suele  ofrecer  á veces  mas 
violencia,  como  si  quisiera  imitar  á ciertas  erupciones  de  los 
geiseres;  pero  no  es  esto  lo  mas  importante  del  fenómeno, 
sino  las  sustancias  que  lleva  el  vapor  de  agua  en  suspensión 
y disolución,  como  el  gas  sulfhídrico,  y el  ácido  carbónico; 
y entre  las  fijas,  figura  en  primera  línea  el  ácido  bórico,  pero 
no  en  aquel  estado  de  belleza  admirable  que  tuvimos  oca- 
sión de  contemplar  en  Vulcano,  sino  mas  bien  en  hojuelas 
y laminitas  blancas  y mates.  A este  fenómeno,  que  hasta 
cierto  punto  puede  compararse  con  los  azúfrales  ó volcanes 
semi-apagados,  es  á lo  que  los  italianos  llaman  sofioni,  her- 
videros ó bufiadores  en  castellano;  asi  como  á las  aguas  re- 
cogidas, dan  el  nombre  de  lagoni  ó pequeños  lagos. 

Fuegos  naturales.  — Con  el  nombre  de  fuegos  naturales  ó 
Tomo  IX 


2 1 7 

manantiales  ígneos,  fontane  ardenti  de  los  italianos,  com- 
prenden estos  la  salida  por  ciertas  grietas  terrestres,  de  car- 
buros de  hidrógeno  que  se  inflaman  con  facilidad,  especial- 
mente si  se  aplica  alguna  sustancia  en  combustión.  En  Italia 
se  observa  este  fenómeno  en  Pietramala  (Apenino  de  Bolo- 
nia á Florencia)  y en  Barigazzo,  no  léjos  de  Módena.  Tam- 
bién existe  junto  al  puerto  de  Bakou  en  el  Caspio;  en 
muchos  lugares  de  la  China,  y en  Fredonia  (Nueva-York), 
donde  se  sirven  de  esta  sustancia  para  el  alumbrado  público. 

Aguas  minerales.  — Cuando  las  aguas  que  surgen  del  in- 
terior de  la  tierra  ofrecen  una  temperatura  superior  á la  del 
medio  ambiente,  reciben,  como  ya  queda  indicado,  el  nom- 
bre de  termales;  y aunque  esta  circunstancia  favorece  sin 
género  alguno  de  duda,  la  incorporación  de  sustancias  mi- 
nerales en  cantidad  suficiente  para  llamarlas  así,  sin  embar- 
go, hay  fuentes  frías  ó templadas  que  se  denominan  también 
minerales  por  esta  misma  circunstancia.  En  este  último 
caso  podría  parecer  algo  violento  el  considerar  el  hecho  co- 
mo acción  volcánica;  pero  si  se  tiene  en  cuenta,  primero, 
que  según  Lecoq  por  aguas  minerales  se  entienden  todas  las 
que  proceden  de  la  zona  de  reacción  química  terrestre,  y 
segundo,  la  dificultad  suma,  por  no  decir  imposibilidad  ab- 
soluta, de  separar  las  aguas  minerales,  templadas  y frías,  de 
las  termales,  creo  que,  siquiera  sea  la  manifestación  volcá- 
nica menos  activa,  en  cierto  sentido  considerada,  debemos 
incluir  á las  fuentes  minerales  en  el  catálogo  bastante  va- 
riado de  las  actividades  subterráneas. 

El  agua  de  lluvia,  la  que  procede  del  derretimiento  de  las 
nieves,  parte  de  la  que  circula  por  la  superficie,  cuando  en- 
cuentra condiciones  favorables,  como  son  la  permeabilidad 
del  suelo  y la  existencia  de  grietas  ó hendiduras  mas  ó me- 
nos profundas,  penetra  en  el  interior  hasta  distancias  mas  ó 
menos  considerables,  según  sea  la  disposición  de  los  terrenos 
en  grandes  masas  ó en  capas,  y según  afecten  estas  mayor  ó 
menor  inclinación  ó buzamiento;  determinándose  por  este 
curioso  procedimiento,  la  Hidrografía  subterránea,  caracte- 
rizada por  rios  que  la  permiten  circular,  ó grandes  depresio- 
nes donde  forma  lagos  mas  ó menos  considerables.  Dado 
este  estado  de  cosas,  cuando  las  superficies  impermeables 
sobre  las  cuales  circula,  se  interrumpen  al  exterior,  se  origi- 
na el  nacimiento  de  agua  que  constituye  lo  que  se  llama  una 
fuente  de  agua  natural,  que  puede  verificarse  lo  mismo  en 
los  continentes  que  en  el  fondo  del  mar,  de  cuyo  hecho  ci- 
taremos varios  ejemplos  al  tratar  de  la  acción  de  las  aguas 
liquidas.  Mas  si  el  curso  natural  de  las  aguas  se  interrumpe 
al  interior,  ó por  cualquiera  circunstancia  de  las  arriba  indi- 
cadas, las  aguas  penetran  en  las  profundidades  de  la  tierra  ó 
llegan  de  otro  modo  á ponerse  en  contacto  inmediato  con  la 
pirosfera  terrestre,  como  sucedió  en  la  famosa  erupción  del 
Jorullo  en  México,  cuya  corriente  de  lava,  encontrando  á las 
aguas  del  rio  San  Pedro,  estas  cambiaron  de  dirección  pene- 
trando en  el  interior  de  la  tierra  y apareciendo  de  nuevo  con 
una  temperatura  de  37  á 38  grados;  en  todas  estas  circunstan- 
cias, repito,  las  aguas  aparecen  al  exterior  con  el  carácter  por 
lo  común  termal  y casi  siempre  mineral,  ya  que  la  tempera- 
tura favorece,  con  otras  circunstancias  que  en  el  seno  de  la 
tierra  concurren,  las  reacciones  químicas  que  comunican  al 
agua  su  carácter  propio.  Sin  embargo,  es  posible  que  el  agua 
pierda  en  su  trayecto  la  temperatura  que  en  la  zona  inme- 
diata á la  pirosfera  terrestre  adquirió,  apareciendo  templada 
ó fria,  sin  dejar  por  esto  de  ser  mineral  en  el  sentido  que  á 
esta  palabra  se  da ; pues  por  otra  parte,  el  agua  en  sí  ya  lo 
es,  y sin  que  esto  impida  el  que  pueda  y deba  considerarse 
su  aparición  al  exterior  como  resultado  de  la  actividad  ter- 
restre. De  todo  lo  cual  se  desprende,  que  la  temperatura  de 
los  manantiales  puede  ser  muy  variada,  desde  la  media  del 

2S 


GEOLOGIA 


ambiente  exterior  ó inferior  de  ella,  en  cuyo  caso  se  llaman 
manantiales  templados  y fríos,  hasta  mas  arriba  de  ioo  gra- 
dos, según  indica  la  siguiente  lista : 

Caldas  de  Bohí  (Lérida),  aguas  ferruginosas.  Temperatu- 
ra 2 5. 

Fuente  de  Elordi  (Lazcano,  Guipúzcoa),  id.  S3. 

Id.  de  la  Peña  de  Lapiritu  (en  Idiazabal,  id.),  id.  8o. 

Las  burgas  (r)  de  Orense  (alcalina),  54o, 80. 

Villavieja  (Castellón),  acídulo-carbónicas  con  hierro,  des- 
de 28  á 37  grados. 

Las  caldas  de  Montbuy  (salinas),  56o. 

Las  aguas  de  Carlsbad,  73 '. 

Aguas  calientes  (Francia),  80o. 

La  Trinchera  (América  del  Sur),  97  o. 

Manantial  al  pié  de  Vulcano  (Lípari),  temperatura  obser- 
vada por  mi,  98°. 

Los  sofionis  de  Toscana,  io5\ 

Gran  geiser  de  Islandia,  127o. 

Por  regla  general  la  temperatura  es  constante  ó poco  me- 
nos en  las  aguas  cálidas  ó muy  cálidas,  y en  las  minerales 
cuya  temperatura  sea  próximamente  la  del  exterior,  varia 
menos  que  la  de  los  manantiales  comunes. 

En  cuanto  á la  composición  de  las  aguas  minerales,  nos 
limitaremos  por  ahora  á indicar  los  principales  grupos  que 
de  ellas  se  forman,  según  su  composición. 

Llámase  el  primero,  de  aguas  acídulas  ó gaseosas,  por  la 
presencia,  sobre  todo,  del  ácido  carbónico,  circunstancia  que 
no  solo  les  comunica  un  sabor  picante  agradable,  sino  que 
impelidas  las  aguas  por  la  fuerza  elástica  del  gas,  salen  á 
borbollones,  constituyendo  lo  que  se  llama  entre  nosotros, 
un  hervidero,  como  el  de  Fuen-Santa,  por  ejemplo,  el  de  la 
fuente  de  Celia  (Teruel),  cuyo  nacimiento  se  parece  mucho 
al  del  manantial  sagrado  de  Zuni,  en  México. 

Constituye  el  segundo  grupo,  el  de  las  aguas  sulfurosas, 


x'- 


Fig.  10. — Manantial  de  aguas  termales  del  País  de  los  Mormones 

que  se  distinguen  por  el  olor  ¿ huevos  podridos,  debido  á la 
presencia  del  hidrógeno  sulfurado  y de  sulfuros  alcalinos; 
muchas  son  termales,  como  da  á entender  la  columna  de 
vapor  que  despide  el  manantial  que  representa  la  figura  10. 
Hállase  situado  este  manantial  á 5 kilómetros  de  los  Santos, 


(1 ) Nombre  con  que  se  designa  en  Galicia  á los  manantiales  terma- 
cs,  sinónimo  de  Caldas  hasta  cierto  punto. 


capital  del  país  de  los  mormones,  en  Utah  (América  del 
norte).  Su  temperacura  es  superior  á 50o;  observándose  du- 
rante el  invierno  que  acuden  á sus  inmediaciones  grandes 
bandadas  de  pájaros  y hasta  los  indios  mismos  para  calen- 
tarse. 

El  tercer  grupo  es  el  de  las  aguas  alcalinas,  así  llamadas 
por  contener  carbonato  de  sosa,  que  les  comunica  un  sabor 
amargo  especial,  y algo  picante,  las  que  contienen  además 
ácido  carbónico;  algunas  son  termales.  En  este  grupo  figuran 
las  aguas  de  Carlsbad,  Vichy,  Orense,  Verin,  etc. 

El  cuarto  grupo  es  el  de  las  fuentes  dichas  salinas,  por 
contener  suifatos  de  sosa,  de  magnesia  y cal,  y cloruro  sódi- 
co, asociadas  estas  sustancias  con  bastante  frecuencia  á sul- 
furos alcalinos;  debiendo  citar  entre  otras,  la  de  Epsom,  y 
Setlidtz,  la  de  Montanejos,  Olot,  Ponferrada,  Vacia-Ma- 
drid,  etc. 

Quinto  grupo,  es  el  de  las  aguas  ferruginosas,  por  contener 
suifatos  y á veces  carbonato  de  hierro,  que  les  comunican 
un  sabor  estíptico  especial;  desprendiendo  algunas  ácido 
carbónico;  tal  es,  por  ejemplo,  la  de  Arteaga,  Belascoain, 
Calahorra,  Galdácano  y mil  otras  en  España. 

El  sexto  grupo  es  el  de  las  fuentes  calizas,  por  llevar  en 
disolución  cantidades  mas  ó menos  considerables  de  bi-car- 
bonato  de  cal,  que  depositándose  en  carbonato  neutro,  dan 
origen  á incrustaciones  calizas  muy  importantes.  De  ellas 
hay  muchas  en  España,  y nos  ocuparemos  detenidamente  de 
su  estudio,  al  tratar  de  las  rocas  calizas.  En  este  género  uno 
de  los  hermosos  manantiales  que  pueden  citarse  es  el  de 
Hierápolis,  célebre  en  la  antigüedad,  cuyas  aguas  forman  al 
deslizarse  á lo  largo  de  la  montaña,  una  serie  de  cascadas 
petrificantes.  La  figura  1 1 representa  las  rocas  calizas  forma- 
das por  el  depósito  de  esas  aguas  que  descienden  al  valle  de 
Pambou-Kalin  (Asia  menor). 

Por  último,  llámanse  fuentes  silíceas,  aquellas  que  llevan 
la  sílice  en  disolución,  ó en  silicato  soluble  de  potasa  y sosa, 
de  los  que  se  desprende  aquella  sustancia,  dando  origen  á 
magníficas  incrustaciones,  por  donde  las  aguas  circulan.  Por 
regla  general,  estas  aguas  son  termales,  constituyendo  gran- 
des hervideros  que  solo  se  diferencian  de  los  geiseres,  por  no 
ser  arrojadas  imitando  las  erupciones  á grandes  alturas;  sin 
embargo,  tienen  tantos  puntos  de  contacto  con  aquellos,  que 
en  rigor  no  pueden  separarse  en  una  clasificación  natural. 

Como  ejemplo  notable  debe  citarse  la  fuente  y lago  situa- 
do en  Nueva  Zelandia.  Las  aguas  brotan  de  gran  número  de 
agujeros,  la  corriente  principal  domina  el  lago  en  una  exten- 
sión de  35“  y llena  de  golpe  una  cuenca  oval  de  80“  de  cir- 
cunferencia cubierta  de  un  revestimiento  de  estalactitas  de 
una  perfecta  blancura.  Al  rededor  aparecen  escalonadas  las 
demás  corrientes  termales  que  alimentan  la  gran  cuenca. 

Algunos  rios,  tales  como  el  llamado  Negro,  el  Uruguay,  y 
Cuareim  en  la  América  del  Sur,  llevan  tal  cantidad  de  sílice 
en  disolución,  que  según  mi  distinguido  amigo  D.  Clemente 
Barrial  Posada  de  Montevideo,  es  muy  frecuente  ver  en  sus 
orillas  convertidos  en  sílice,  los  troncos  de  los  árboles,  las 
frutas  que  caen  en  el  lecho  del  rio,  los  huevos  de  aves,  y 
hasta  pedazos  de  carne. 

Esta  clasificación  se  funda  en  las  sustancias  dominantes 
en  las  aguas,  las  cuales  con  frecuencia  contienen  gran  nú- 
mero de  combinaciones  químicas,  y de  cuerpos  simples, 
figurando  los  siguientes,  según  Lecoq,  en  las  analizadas  hasta 
el  dia: 


Oxígeno 

Hidrógeno 

Azufre 

Cloro 


Sílice 

Carbono 

Potasio 

Sodio 


Hierro 

Zinc 

Cobalto 

Nikel 


Capitulo  segundo 


219 


Bromo 

Litio 

Kstaño 

Yodo 

Cesio 

Antimonio 

Fluor 

Rubidio 

Titano 

Nitrógeno 

Bario 

Cobre 

Fósforo 

Calcio 

Plomo 

Arsénico 

Magnesio 

Plata 

Boro 

Aluminio 

Manganeso 

Oro 

Por  último,  es  de  notar  en  la  mayor  parte  de  las  aguas 
minerales,  la  presencia  de  una  materia  orgánica  ú organi- 


zare, que  adquiere  formas  propias  al  poco  tiempo  de  salir 
las  aguas  del  interior  de  la  tierra,  y sobre  cuya  procedencia 
é importancia  discurriremos  en  ocasión  oportuna. 

Respecto  á la  cantidad  de  agua  que  arrojan  los  diferentes 
manantiales,  y á las  sustancias  minerales  que  contienen,  así 
como  á la  relación  que  existe  entre  el  terreno  y la  naturaleza 
de  dichas  sustancias,  lo  discutiremos  al  tratar  en  la  Geología 
industrial  del  origen  de  los  filones,  tan  estrechamente  rela- 
cionado, según  veremos,  con  aquellas.  Por  ahora  pondremos 
fin  á estas  indicaciones  generales,  haciendo  notar  que  las 
aguas  mas  calientes  aparecen  ó en  los  terrenos  de  rocas  cris- 


de 


talinas,  ó en  los  de  sedimento  primitivos,  y también  en  las 
regiones  flégreas  ó volcánicas;  lo  cual  confirma  la  tésis  sen- 
tada de  que  estos  manantiales  constituyen  una  manifesta- 
ción volcánica  siquiera  la  mas  débil,  en  cuanto  á la  manera 
de  presentarse;  pues  en  lo  referente  á sus  resultados,  fácil 
ha  de  ser  demostrar  la  importancia  suma  que  el  Hidroter- 
malismo  tiene  en  la  Física  terrestre. 

IV. — TERREMOTOS 

Temblor  de  tierra,  ó terremoto,  es  un  movimiento  brusco 
é instantáneo  del  suelo  que  lleva  la  destrucción  por  todas 
partes,  y aflige  al  ánimo  mas  sereno.  A veces  se  sienten  estos 
efectos  de  improviso,  si  bien  lo  mas  común  es  que  se  anun- 
cien por  ciertos  signos,  no  siempre  los  mismos.  En  Italia 
llaman  ana  di  terremoto,  cuando  la  atmósfera  se  halla  encal- 
triste  la  luz  del  sol  aunque  esté  el  dia  sereno,  sintién- 
cierta  opresión  que  vaticina  la  próxima  catástrofe. 
Suelen  desaparecer  algunos  manantiales,  y hasta  secarse  los 
pozos;  pero  ninguno  de  estos  fenómenos  puede  considerarse 
como  precursor  constante  de  los  terremotos.  A veces  cuando 
el  sol  brilla  en  todo  su  esplendor,  y está  el  cielo  sereno  y 
apacible  el  aire,  es  cuando  se  producen  repentinamente  esas 
catástrofes,  que  convierten  en  un  campo  de  ruinas  y de 


muerte  las  campiñas  y las  ciudades,  aniquilando  en  un  abrir 
y cerrar  de  ojos,  millares  de  existencias.  El  espantoso  terre- 
moto de  Lisboa  sorprendió  á la  capital  durante  una  fiesta, 
á las  nueve  de  la  mañana,  en  uno  de  esos  hermosos  dias  que 
se  disfrutan  bajo  aquel  delicioso  clima,  y precisamente  en 
el  momento  en  que  los  habitantes  se  dirigían  á los  templos. 
Los  temblores  de  tierra  ocurren  lo  mismo  con  un  cielo  sere- 
no, como  durante  la  tormenta;  Humboldt  no  vió  jamás  que 
estos  fenómenos  hayan  influido  en  la  aguja  imantada,  y otro 
viajero,  Adolfo  Ermann,  observó  lo  mismo  en  el  terremoto 
que  se  sintió  en  Irkoustk,  cerca  del  lago  Baikal,  el  8 de  marzo 
de  1829. 

El  temblor  de  tierra  de  Riobamba,  ocurrido  el  dia  4 de 
febrero  de  1797,  uno  de  los  mayores  desastres  de  que  hace 
mención  la  historia  física  de  nuestro  globo,  y acerca  del 
cual  pudo  recoger  Humboldt  preciosos  detalles,  tampoco  fue 
precedido  de  ningún  síntoma  atmosférico  visible. 

Con  frecuencia  acontece  que  un  ruido  sordo  y atronador 
acompaña  ó sigue  á la  catástrofe;  pero  dicho  ruido  no  tiene 
su  origen  en  la  atmósfera,  sino  en  las  entrañas  mismas  de  la 
tierra;  y resulta  del  crujido  de  las  rocas,  que  en  una  extensión 
inmensa  ceden  á la  presión  de  las  lavas  inflamadas,  reduciém 
dose  á fragmentos. 


Pambou-Kalin 


220 


GEOLOGIA 


Lo  que  mas  frecuentemente  anuncia  el  terremoto  hasta  el 
punto  de  poder  considerarse  ya  como  su  comienzo,  es  ese 
ruido  sordo  subterráneo,  que  oido  una  vez,  no  puede 
confundirse  con  ningún  otro;  pero  que  es  difícil  también 
compararle  con  los  que  estamos  acostumbrados  á percibir; 
pues  ni  las  lejanas  descargas  de  artillería,  ni  el  paso  de  car- 
ruajes pesados  por  calles  estrechas  y empedradas,  ni  el  lejano 
redoble  de  miles  de  tambores  pueden  dar  idea  clara  de  él. 
Aunque  según  la  teoría  que  expondremos,  parece  que  este 
ruido  subterráneo  lorma  ya  parte  del  terremoto,  y en  la  ma- 
yoría de  los  casos  así  sucede,  sin  embargo,  en  muchos  otros 


el  terremoto  sobreviene  sin  anuncio  alguno,  como  ocurrió 
en  el  de  Riobamba  ya  referido,  y otras  veces  el  ruido  sub- 
terráneo se  percibe  algún  tiempo  después  del  terremoto, 
como  sucedió  en  Quito  ó Ibarra,  donde  la  detonación  per- 
cibióse á los  20  minutos  después  del  terremoto;  y en  Truji- 
11o,  un  cuarto  de  hora  después  del  temblor  de  tierra  que 
destruyó  la  ciudad  de  Lima  el  28  de  octubre  de  1746. 

Sucede  por  lo  común  á este  ruido  especial,  el  verdadero 
temblor  de  tierra,  palabra  que  refiriéndose  al  suelo,  lo  ex- 
presa todo:  tiembla  la  tierra,  y el  hombre,  los  animales  y la 
naturaleza  entera  experimentan  un  terror  indescriptible;  el 


Aurora  boreal 


terreno  se  cuartea  y agrieta  formando  grandes  hendiduras; 
ábrense  simas  ó pozos  naturales  interrumpiendo  la  circula- 
ción ácuea  subterránea;  desaparecen  montes  enteros;  demím- 
banse  los  mas  sólidos  edificios;  y en  suma,  la  comarca  que 
experimenta  efectos  tan  terribles,  ofrece  la  imágen  del  caos 
y de  la  destrucción.  No  se  limitan  estos  empero  á la  tierra 
firme,  sino  que  alcanzan  al  mar,  dejando  sentir  sus  efectos 
destructores,  en  las  embarcaciones  y en  las  costas,  como  de 
ello  citaremos  varios  ejemplos. 

Rapidez  de  los  terremotos. — Las  sacudidas  terrestres  en  los 
terremotos,  son  brevísimas,  instantáneas;  debiendo  atribuir 
á repetición  del  fenómeno,  cuando  se  habla  de  terremotos 
que  han  durado  algunos  minutos.  Las  oscilaciones  sucédense 
á veces  con  brevísimos  intervalos;  como  sucedió  por  ejemplo 
en  el  de  29  de  junio  de  1873,  en  el  que  se  experimentaron 
en  Venecia  siete  movimientos  ascendentes  y otros  tantos  en 
sentido  contrario,  mediando  entre  uno  y otro  un  minuto  se- 
guido: otras  veces  se  repiten  los  terremotos  con  cierto  ritmo 
ó de  un  modo  irregular,  durante  dias,  meses  y aun  años 
enteros;  debiendo  citar  el  que  precedió  á la  aparición  del 
Jorullo  en  México  tres  meses  antes  de  verificarse  la  erupción; 
y el  famoso  de  Calabria,  en  el  que  casi  diariamente  se  expe- 
rimentaron sacudidas  desde  1783  hasta  fines  de  1786;  ha- 
biendo contado  Pignatore  hasta  942  sacudimientos  en  el 


primer  año:  lo  singular  es  que  en  algunos  terremotos  conti- 
núan los  ruidos  subterráneos  bastante  tiempo  después,  como 
se  observó  en  el  ocurrido  en  el  Cantón  del  Valle  (Suiza) 
en  1855,  cuyos  rumores  subterráneos  duraron  hasta  1862. 
Estas  oscilaciones  á veces  se  circunscriben  á regiones  limi- 
tadas, como  suele  suceder  en  los  precursores  de  las  erupcio- 
nes, y en  este  caso,  los  terremotos  se  llaman  locales;  al  paso 
que  otras,  ó se  experimentan  en  grandes  extensiones  de  ter- 
reno en  el  mismo  momento,  como  es  frecuente  á lo  largo  de 
la  cordillera  de  los  Andes,  ó partiendo  de  un  punto,  se  pro- 
pagan con  rapidez  vertiginosa  á comarcas  sumamente  exten- 
sas, como  se  observó  en  el  por  tantos  conceptos  fatal  de 
Lisboa,  cuyos  efectos  se  manifestaron  en  casi  toda  la  Europa, 
en  el  Norte  de  Africa,  en  la  costa  americana  del  Norte,  y en 
varias  islas  del  Atlántico;  recibiendo  en  estos  dos  últimos 
casos  el  terremoto,  el  nombre  de  general. 

Aun  cuando  sea  muy  difícil  hacer  observaciones  exactas, 
que  puedan  servir  de  fundamento  á cálculos  mas  ó menos 
aproximados,  tocante  á la  velocidad  con  que  se  propaga  la 
onda  seismica,  sin  embargo,  Humboldt  la  estimaba  en  4 ó 5 
miriámetros  por  minuto,  lo  cual  equivale  á 660  ú 830  metros 
por  segundo;  y Cárlos  Deville  asegura  que  en  el  terremoto 
de  la  Guadalupe  ocurrido  en  1843,  las  oscilaciones  llegaron 
á Santa  Cruz  con  una  velocidad  de  925  metros  por  segundo, 


CAPITULO  SEGUNDO 


22  I 


á Santhomas  con  una  rapidez  de  2,566  metros,  y á Cayena  á 
razón  de  3,788;  lo  cual  daría  una  velocidad  media  de  2,426 
metros. 

Las  oscilaciones  de  los  terremotos,  parecidas  á las  ondas 
sonoras,  con  las  que  muy  oportunamente  las  compara  el 
Dr.  Young,  partiendo  de  un  centro  de  sacudimiento  que  casi 
siempre  es  un  punto  circunscrito,  y raras  veces  una  línea, 
pueden  ser  verticales,  horizontales  y giratorias  ó circulares. 
Si  el  punto  del  primitivo  sacudimiento  es  profundo,  y no 
muy  enérgico,  las  oscilaciones  son  débiles,  y solo  se  perciben 
en  el  fondo  de  las  minas  y grietas  terrestres,  llegando  apenas 
á la  superficie;  pero  si  aquel  se  encuentra  mas  somero,  el 
movimiento  es  vertical;  obrando  en  este  sentido  en  los  pun- 
tos situados  encima,  haciéndose  poco  á poco  oblicuo  y hasta 
horizontal,  á medida  que  se  aparta  la  onda  del  punto  de  im- 
pulsión. Por  último,  si  el  terremoto  arranca  de  zonas  muy 
profundas  é inmediatas  á la  pirosfera  terrestre,  el  movimiento 
se  percibe  en  sentido  vertical  en  toda  la  comarca  afligida 
por  tan  espantoso  fenómeno.  Ahora  bien,  es  por  desgracia 
sobrado  frecuente  el  que  todos  estos  movimientos  se  com- 
pliquen entrecruzándose  y dando  origen  al  movimiento 
circular  ó de  torbellino,  el  mas  terrible  de  todos,  como 
resultante  de  muchas  conmociones  simultáneas  partiendo  de 
centros  distintos  y colocados  en  profundidades  y distancias 
desiguales.  Un  ejemplo  notable  de  esta  última  clase  de  movi- 
miento, lo  ofrecen  dos  pirámides  existentes  en  el  convento 
de  San  Bruno,  en  las  cuales,  después  del  terremoto  de  Cala- 
bria, observóse  que  de  las  tres  piedras  de  que  se  componían, 
la  inferior  había  sido  dislocada,  y la  media  y superior  habían 
dado  un  cuarto  de  conversión  sobre  las  que  les  servían  de 
base. 

Seismómetro. — Asi  se  llama  el  aparato  inventado  para  apre- 
ciar la  dirección  de  las  oscilaciones  en  los  terremotos;  el 
cual  consiste  en  una  vasija  en  la  que  se  coloca  mercurio, 
hasta  enrasar  con  unos  agujeros  orientados  perfectamente  á 
los  cuatro  puntos  cardinales  del  horizonte,  en  el  punto  donde 
se  sitúa,  yendo  á parar  el  mercurio  que  se  derrama  por  efecto 
de  la  ondulación,  en  unos  pequeños  recipientes  situados 
debajo  de  cada  agujero. 

Estaciones  mas  propicias  á los  terremotos.  — Respecto  á la 
estación  en  que  estos  se  presentan  con  mas  frecuencia,  aun- 
que en  rigor  puede  decirse  que  en  todas  se  experimentan, 
sin  embargo,  según  resulta  de  las  repetidas  y asiduas  obser- 
vaciones de  varios  geólogos,  y en  particular  del  Sr.  Perrey, 
de  Dijon,  resumidas  en  los  cuadros  adjuntos,  son  mas 
frecuentes  en  el  invierno  y el  otoño  y en  los  equinoccios  y 
solsticios.  Mas  adelante  veremos  las  consecuencias  que  de 
estos  datos  deduce  tan  eminente  físico. 

CUADRO  DE  LOS  TERREMOTOS  OCURRIDOS  EN  TODO  EL  GLOBO 


TERREMOTOS  EXPERIMENTADOS  EN  LAS  CUENCAS 


MESES 

Rhin 

Francia 

y 

Bélgica 

Ródano 

Danubio 

Diciembre  y enero  (sols- 
ticio de  invierno) 

133 

161 

5o 

57 

Marzo  y abril  (equinoc- 
cio de  primavera) 

81 

108 

26 

3o 

Junio  y julio  (solsticio 
de  verano) 

65 

*3 

20 

45 

Setiembre  y octubre 
(equinoccio  de  otoño) 

72 

98 

i2 

39 

Toial... 

351 

45° 

12S 

171 

Son  tantas  las  observaciones  recogidas  por  este  diligente 
geólogo  de  Dijon,  que  no  solo  ha  logrado  formar  con  ellas 
una  importantísima  estadística,  sino  también  una  ciencia 
nueva  llamada  Seísmica,  rama  desprendida  de  la  Geología,  y 
que  está  llamada  á prestar  grandes  servicios  á la  física  ter- 
restre. 

Entre  los  fenómenos  meteorológicos  que  preceden  y acom- 
pañan á los  terremotos,  y cuya  relación  con  estos  hasta  el 
presente  no  ha  sido  fácil  explicar,  figura  en  primera  línea  la 
lluvia,  á veces  torrencial,  originando  verdaderas  inundacio- 
nes; siendo  tan  frecuentes,  sobre  todo  en  la  América  del 
Sur,  que  sus  habitantes  las  reciben  como  compensación  de 
los  estragos  que  aquellos  ocasionan.  Sin  embargo  y aunque 
la  lluvia  suele  preceder  á veces,  no  debe  en  mi  concepto 
considerarse  como  causa  eficiente  de  los  terremotos,  que  se- 
gún veremos  hay  que  buscarla  en  la  actividad  propia  del 
globo;  siendo  aquella  mas  bien  efecto  de  los  trastornos  at- 
mosféricos que  estas  operaciones  naturales  determinan. 

Tampoco  es  raro  observar  la  aparición  de  bólidos  ó globos 
de  fuego  en  la  atmósfera,  como  entre  otros  casos  refiere  el 
Dr.  Pilla  el  que  acompañó  al  terremoto  ocurrido  en  Toscana 
en  1846;  Sarti  y Soldani  citan  otros  en  Italia;  y las  auroras 
boreales,  en  los  países  del  Norte,  según  se  observó  en  el 
terremoto  ocurrido  en  Noruega  el  24  de  mayo  de  1S47. 
Como  ejemplo  de  este  curioso  fenómeno,  debido  según  se 
cree  á la  acción  electro-magnética  terrestre  y enlazado  tal 
vez  con  los  terremotos,  véase  la  figura  1 2. 

Explicación  del  fe?wmeno.  — Sin  perjuicio  de  entrar  en 
mayores  detalles  ai  estudiar  las  causas  del  volcanismo,  im- 
porta consignar  aquí,  que  la  explicación  mas  sencilla  de  los 
terremotos  es  la  del  Dr.  Young,  quien  los  compara  á una 
onda  sonora  producida  por  un  choque  en  cualquier  punto 
del  interior  de  la  costra  sólida  del  globo,  propagándose  con 
la  misma  rapidez  que  el  sonido,  de  capa  en  capa  hasta  la 
superficie,  la  cual  experimenta  todos  sus  efectos,  por  no  te- 
ner ya  otro  cuerpo  sólido  á quien  trasmitir  el  impulso  reci- 
bido. Para  mejor  comprender  esto,  hay  que  recordar  que, 
según  enseña  la  Física,  los  cuerpos  sólidos  tales  como  las 
maderas,  los  metales  y las  piedras,  son  tan  buenos  conduc- 
tores del  sonido  que  trasmiten  mucho  mas  pronto  que  el 
aire  y los  gases  las  ondas  sonoras;  como  fácilmente  puede 
uno  convencerse  colocando  al  extremo  de  una  larga  viga  un 
reloj  de  bolsillo,  y aplicando  el  oido  al  otro  extremo,  donde 
se  percibe  perfectamente,  cuando  á través  del  aire  no  se  oye 
nada.  En  confirmación  de  lo  cual  refiere  Humboldt  que  en 
Caracas,  en  las  llanuras  de  Calabazo,  y en  las  llanuras  del 
rio  Apure,  afluente  del  Orinoco,  es  decir,  en  una  extensión 
de  1,300  miriámetros  cuadrados,  oyóse  una  espantosa  deto- 
nación en  el  momento  en  que  un  torrente  de  lava  salía  del 


2 2 2 


GEOLOGIA 


volcan  San  Vicente  á una  distancia  de  120  miriámetros,  lo 
cual  es  como  si  las  erupciones  del  Vesubio  se  oyeran  en 
Paris.  De  esta  ingeniosa  teoría,  fácilmente  se  desprende  que 
el  ruido  sordo  subterráneo  que  casi  siempre  precede  al  ter- 
remoto, puede  considerarse  como  el  sonido  determinado 
por  el  primer  choque  trasmitido  por  los  materiales  terrestres 
hasta  la  superficie;  la  cual,  no  pudiendo  ya  comunicar  la  os- 
cilación á otros  cuerpos  sólidos,  y sí  soloá  la  atmósfera,  es 
la  que  experimenta  sus  terribles  efectos,  como  sucede  con  la 
última  bola  de  billar,  que  es  la  que  mas  se  aparta  del  sitio 
que  ocupa  por  el  movimiento  que  recibe  de  las  otras. 

Reseñemos  ahora,  en  breves  frases,  los  principales  efectos 
físicos  de  los  terremotos,  para  lo  cual  será  muy  conveniente 
considerarlos  primero  en  las  aguas,  y luego  en  las  tierras. 

En  las  aguas  que  circulan  por  los  continentes,  aunque  no 
tanto  como  en  estos,  déjanse  sentir  los  efectos  de  los  terre- 
motos; en  unos  puntos  desaparecen  ó disminuyen  conside- 
rablemente los  manantiales,  y hasta  pierden  ó cambian  sus 
propiedades  las  aguas  minerales;  los  arroyos  suelen  desviarse 
de  su  curso  y hasta  desaparecer  su  caudal  en  las  grietas  que 
el  terremoto  abre;  otras  se  depositan  en  depresiones  produ- 
cidas por  el  terremoto  mismo,  formando  lagos  á expensas 
de  otros  que  se  desecan.  En  el  terremoto  ocurrido  en  febrero 
de  1855  en  Brusa,  todas  las  fuentes  termales,  y algunas  que 
no  lo  eran,  desaparecieron  durante  seis  dias;  en  otros  sacu 
dimientos  experimentados  en  abril  se  agotaron  los  manan- 
tiales comunes,  aumentando  el  caudal  de  los  termales,  apa- 
reciendo aguas  calientes,  aunque  su  duración  no  fué  larga; 
hasta  en  los  pozos  artesianos  déjanse  sentir  estos  efectos, 
enturbiándose  á veces  las  aguas,  como  se  ha  observado  re- 
cientemente en  el  de  Passy,  ó alterándose  el  caudal  y á ve- 
ces hasta  la  temperatura. 

En  los  mares,  los  efectos,  aunque  menores  que  en  los  con- 
tinentes, son  mas  considerables  que  en  las  aguas  que  circulan 
por  estos:  los  buques  experimentan  á veces  fuertes  sacudidas; 
agítanse  las  aguas  levantando  inmensas  olas,  que  retirándo- 
se primero  de  la  costa,  vuelven  después  furiosas  contra  ella, 
destruyéndolo  todo.  Muchos  casos  pudieran  citarse  en  con- 
firmación de  lo  que  acabamos  de  indicar,  pero  el  mas  nota- 
ble entre  todos  es  el  ocurrido  en  la  famosa  roca  Scyla,  en  el 
terremoto  de  Calabria,  donde  desprendiéndose  primero 
enormes  peñascos  de  la  escarpada  ribera,  redujeron  á ruinas 
muchas  casas  de  campo  llamadas  villas,  con  sus  hermosos 
jardines. 

Después  de  la  sacudida  del  5 de  febrero,  que  se  sintió  á 
eso  de  la  una  de  la  tarde,  el  principe  de  Scyla  aconsejó  á 
muchos  de  sus  vasallos  que  abandonasen  la  ribera  y se  refu- 
giaran en  las  barcas  pescadoras  á fin  de  evitar  un  nuevo 
desastre,  y él  mismo  se  trasladó  á una  sin  la  menor  descon- 
fianza; pero  á eso  de  la  media  noche  y cuando  una  parte  de 
los  habitantes  dormía  tranquilamente  en  el  fondo  de  aque- 
llas, experimentóse  una  nueva  sacudida,  desprendiéronse 
algunas  rocas,  y poco  después  las  olas,  que  se  habían  eleva- 
do á seis  metros  de  altura,  se  precipitaron  furiosas  sobre  la 
orilla  arrastrando  cuanto  encontraron  delante,  y retirándose 
por  breves  momentos  para  volver  luego  con  mas  violencia. 
Todas  las  barcas  se  fueron  á pique  ó se  estrellaron  contra  la 
costa,  y aun  se  encontraron  algunas  en  el  interior  de  las 
tierras.  El  anciano  principe  de  Scyla  pereció  con  1,430  cala- 
breses.  En  el  terremoto  ocurrido  en  Lisboa  en  i.°  de  no- 
viembre de  1755,  las  aguas  retiráronse  primero,  y luego,  ele- 
vándose á muchos  metros  de  altura,  volvieron  contra  la 
ciudad,  en  la  que  causaron  grandes  destrozos:  en  la  costa 
de  España,  en  Cádiz,  se  elevaron  las  aguas  mas  de  20  me- 
tros; en  Irlanda,  en  el  puerto  de  Kinsale,  varios  buques 
fueron  lanzados  á la  plaza  del  mercado;  en  Inglaterra  y 


Escocia,  los  lagos  y los  rios  se  agitaron  de  un  modo  extraor- 
dinario; las  corrientes  termales  de  Toeplitz  se  retiraron  y 
volvieron  después  coloreadas  por  sales  ferruginosas  inundan- 
do la  ciudad;  en  Tánger  se  agitó  el  mar  tan  extraordinaria- 
mente que  franqueó  diez  veces  consecutivas  sus  ordinarios 
límites;  en  la  isla  de  Madera  se  elevó  el  Océano  18  metros 
sobre  su  nivel;  y por  último,  en  las  pequeñas  Antillas,  donde 
la  marea  no  excede  de  (T,75,  después  de  tomar  el  agua  el 
color  de  la  tinta,  se  elevó  á 7 metros. 

Pero  donde  verdaderamente  son  horribles  los  estragos 
causados  por  los  terremotos,  es  en  los  continentes;  observán- 
dose que  unas  veces  son  transitorios  y otras  permanentes. 
Entre  estos  últimos  debemos  citar  el  levantamiento  en  masa 
en  1822  de  la  costa  de  Chile,  en  la  extensión  de  mas  de 
roo  leguas,  llegando  en  Valparaíso  á un  metro,  y en  otros 
puntos  á i", 30  la  diferencia  de  nivel.  En  1855  la  costa  de 
Nueva  Zelanda  sufrió  también  un  levantamiento  parcial, 
llegando  en  algunos  puntos  hasta  tres  metros.  El  grupo 
volcánico  de  Santorino  en  Grecia  ofrece  también  ejemplos 
muy  notables  de  separación  de  islas,  hundimiento  de  tierras 
y aparición  de  otras  nuevas.  El  19  de  junio  de  1819  un  ter- 
remoto ocurrido  en  el  Delta  del  Indo,  destruyó  la  ciudad 
de  Bondij  y sumergió  en  el  mar  una  superficie  de  242  leguas 
cuadradas,  con  la  población  y fuerte  de  Sindré,  del  cual  solo 
un  torreón  atestigua  su  existencia. 

En  el  ya  citado  terremoto  de  Calabria  ocurrieron  también 
movimientos  y accidentes  del  suelo  verdaderamente  notables: 
junto  al  pueblo  de  Rosarno  abriéronse  cavidades  circulares 
semejantes  á pozos,  que  aparecían  algunas  veces  llenas  de 
agua  hasta  la  profundidad  de  seis  metros;  pero  con  mas  fre- 
cuencia llenas  de  arena. 

Cerca  de  otro  pueblo  llamado  Soriano,  abrióse  una  grieta 
de  mas  de  un  metro  de  anchura  y medio  kilómetro  de  largo, 
y otra  parecida  cerca  de  Polistena.  En  Jerocarne  agrietóse 
el  terreno  á la  manera  de  un  cristal  roto  por  una  piedra  ó 
proyectil  (fig.  13).  En  Casalnovo  hundiéronse  los  terrenos, 
abriéndose  en  los  que  conservaban  su  nivel  grandes  grietas 
de  un  metro  de  ancho  y de  una  extensión  considerable.  Por 
último  y para  no  cansar  demasiado  al  lector,  citaremos  el 
abismo  que  se  abrió  á una  legua  de  Óppido,  en  el  que  des- 
apareció el  pueblo  de  Castellace,  según  se  ve  en  la  fig.  14. 

En  cuanto  á las  ruinas  ocasionadas  en  los  edificios  son 
innumerables;  no  resistiendo  á tan  terribles  sacudidas  las 
obras  mas  sólidamente  construidas. 

Regiones  afectas  á los  terremotos.  — Es  tal  el  enlace  que 
existe  entre  las  diversas  manifestaciones  volcánicas,  que  los 
terremotos  son  tanto  mas  frecuentes  cuanto  mayor  es  el  nú- 
mero de  volcanes,  sobre  todo  en  actividad.  Notables  ejem- 
plos de  ello  tenemos  en  la  península,  donde  forma  contraste 
la  rareza  de  estos  fenómenos  en  la  parte  central  de  ambas 
Castillas,  con  la  frecuente  repetición  en  la  costa  este  y sud- 
este y en  especial  en  Orihuela  y Murcia,  efecto  de  la  proxi- 
midad de  los  volcanes  de  cabo  de  Gata  y de  las  islas  Colum- 
bretes. Grecia,  Italia  y el  sur  de  América,  pueden  citarse 
también  como  regiones  predilectas. 

Distribución  de  los  volcanes—  Los  volcanes,  como  los  ter- 
remotos, ó por  lo  menos  las  comarcas  en  que  con  mas  insis- 
tencia se  experimentan,  pueden  dividirse  en  las  regiones 
siguientes: 

Primera.  Del  Pacífico,  que  se  extiende  desde  las  costas 
de  Chile,  siguiendo  los  Andes,  el  Kamtschatka,  hasta  el  Ja- 
pon  y Filipinas.  Cuéntanse  en  ella  mas  de  200  volcanes  y 
entre  ellos  los  mayores  conocidos:  los  terremotos  suelen  ser 
terribles. 

Segunda.  La  Mexicana  y de  las  Antillas,  corta  á la  ante- 
rior en  ángulo  casi  recto;  figuran  entre  los  volcanes  mas  no- 


CAPITULO  SEGUNDO 


tables  el  Jorullo  y el  Popocatepetl,  este  de  5,400  metros  de 
altura ; tampoco  son  raros  los  terremotos. 

Tercera.  La  de  Islandia  y Groenlandia,  entre  cuyos  pri- 
meros se  observan  los  famosos  geiseres. 

Cuarta.  La  Atlántica,  que  comprende  18  ó 20  grupos 
de  volcanes  insulares,  como  los  de  Madera,  Canarias,  Fer- 
nando P<5o,  Annobon,  Santa  Elena. 

Quinta.  La  Mediterránea,  en  la  que  figuran  el  Etna, 
Stromboli  y el  Vesubio,  las  islas  de  Santorino  en  Grecia,  los 
volcanes  del  mar  Muerto,  y también  los  de  nuestro  litoral, 


223 

siquiera  estos  pertenezcan  al  grupo  de  apagados;  los  terre- 
motos son  frecuentes. 

Sexta.  Africana:  en  el  centro  de  Africa,  en  la  cordillera 
Camerum  á 4°i2'  latitud  Norte,  existe  el  volcan  llamado 
Mongomaleba,  que  parece  estuvo  en  erupción  el  año  1838; 
hállase  situado  en  una  falla,  que  sigue  la  dirección  de  las  is- 
las de  Fernando  Póo  y Annobon,  también  volcánicas. 

Séptima.  Asiática,  en  la  que  se  encuentran  volcanes  si- 
tuados á poniente  y en  el  centro  de  Asia,  y algunos  en  el 
Celeste  Imperio  dieron  pruebas  de  su  actividad  en  tiempos 


Fig.  *3- — Grieta  cerca  de  Jerocarne 


recientes,  los  cuales  por  su  distancia  al  mar  del  Japón,  que 
es  el  mas  próximo  (doscientas  cincuenta  leguas)  bien  pue- 
den considerarse  como  esencialmente  continentales. 

Completarán  estas  consideraciones  generales  acerca  de  los 
volcanes,  los  siguientes  cuadros  de  Humboldt: 

NÚMERO  Y DISTRIBUCION  DE  LOS  VOLCANES  ACTIVOS  EN  El. 
GLOBO  SEGUN  HUAIBOLDT  (l) 


CUADRO  II’SOM  ¿TRICO  DE  LOS  VOLCANES 


I. 

II. 

III. 

IV. 

V. 

VI. 

VII. 

VIII. 

IX. 


Europa 

Islas  del  Océano  Atlántico. 

Africa 

Asia  occidental  y cen 
tral 

Península  de  Kams 
chatka. 

Islas  del  Asia  oriental.  . Tk  .X 
Islas  del  Asia  meridional. 

Océano  Indico 

Mar  del  Sur. 


Asia  continental. 


América 
tinental.. 


_ - /Chile. 
con-  Peni 


y Bolivia.  . . . 

(Quito  y Nueva  Granada. 
América  central.  . . 
México  al  S.  del  rio  Gila 
Parte  N.  O.  de  la  América 
al  N.  del  rio  Gila. 


Total.  . . 


/ 

14 

3 

1 1 

14 

69 

120 

9 

40 

24 

14 

18 

29 

6 

24 

5 


4 

8 


9 

54 

56 

5 

26 

»3 

3 
10 

18 

4 

5 
3 


407  225 


(1)  Los  números  de  primera  fila  se  refieren  á los  volcanes  de  activi- 
dad histórica,  por  decirlo  así;  mientras  los  de  la  segunda  indican  los  que 
han  hecho  erupción  en  el  siglo  actual  ó en  la  última  mitad  del  anterior. 


Isla  Cosima  (Japón) 

Gunung  Api  (Montaña  de  fuego). 

Stromboli  (Sicilia) 

Epomeo  (Isquia) 

Vulcano 

Vesubio.  

Jorullo  (México) 

Puy  de  Dome  (Francia)  . . . 

Hecla  (Islandia) 

Cantal  (Francia)^j^|j|H|H 

Mont  Dore  (Ídem) 

Gedé  (Java) 

Kamtchtskaja.  . . . 

Etna  (Sicilia) 

Pico  de  Teide  (Tenerife) 

Puracé  (Nueva  Granada) 

Pichincha  (Quito).  . . ■ .1 

Popocatepetl  . . . f- 

Arequipa.  . . . 

Cotopaxi.  . . . 

Antisana.  . . . 

Sahama 


250  metros 
593  » 


661 

765 

800 

1,184 

1,202 

M77 

L557 

M57 

L895 

2,766 

3,000 

3,321 

3,800 

4,600 

4,700 

5*4co 


5,0oo 

5,753 

5,833 

6,825 


» 

» 

» 

» 

.» 

y 

J> 

» 

> 

>• 

» 

» 

» 


V.— OSCILACIONES  DE  LOS  CONTINENTES 

En  contraposición  á los  movimientos  bruscos  é instantá- 
neos, se  presentan  las  oscilaciones  lentas  y seculares  que  ex- 
perimentan los  continentes,  y en  especial  las  costas.  La  del 
Báltico  fué  la  primera  en  que  se  notó  este  hecho  singular 
indicado  por  Celsio  y confirmado  por  la  Academia  de  Upsal, 
en  el  puerto  de  Vassa,  hácia  el  año  1742.  En  estos  y otros 
datos,  recogidos  por  sí  mismo,  se  fundaba  Linneo  para  esta- 
blecer como  principio  que  la  costa  de  Suecia  descendía  un 
pié  próximamente  por  siglo.  Ciento  veintisiete  años  después, 
es  decir  en  1869,  un  modesto  profesor  de  Istad  (Escania),  el 


GEOLOGIA 


Fig.  14.— Abismo  cerca  de  Oppido 


doctor  Bruzellius,  comunicaba  al  congreso  de  Geología  y 
Arqueología  prehistóricas,  que  se  celebró  en  Copenhague, 
curiosas  observaciones  recogidas  en  las  obras  de  aquel  puer- 
to, que  confirman  de  la  manera  mas  decisiva  los  vaticinios 
del  eminente  naturalista  sueco.  Atraídos  por  la  fama  de  aquel 
punto,  lo  visitamos  terminado  el  congreso,  viendo  con  nues- 
tros propios  ojos  cuanto  aquel  había  expuesto  á la  docta 
asamblea:  mas  tarde,  en  Udewalla,  vimos  el  ejemplo  mas 
clásico  que  en  esta  materia  puede  citarse.  Con  efecto,  en  el 
sitio  llamado  Kapellebake  (capilla  de  la  colina),  situado  á 
setenta  y dos  metros  sobre  el  nivel  del  Fyord,  existe  sobre 
las  rocas  pulimentadas  y estriadas  por  las  nieves  perpetuas 
un  depósito  de  moluscos  fósiles,  siquiera  las  especies  viven 
aun  hoy,  pero  en  latitudes  mas  altas,  que  se  formó  en  el 


fondo  del  mar  después  de  la  primera  época  glacial.  Este  he- 
cho supone  un  primer  hundimiento  del  suelo  escandinavo, 
seguido  de  otra  oscilación  en  sentido  inverso  en  una  escala 
considerable,  lo  cual  supone  un  espacio  de  tiempo  muy  grande. 

En  Cedarslund,  no  léjos  de  Udewalla,  se  observa  lo  mis- 
mo, si  bien  á ciento  cuarenta  metros  sobre  el  nivel  del  mar. 

En  los  alrededores  de  Cristiania,  capital  de  Noruega, 
existen  depósitos  análogos,  pero  á doscientos  y mas  metros 
de  altura. 

En  Escocia,  las  antiguas  playas  del  mar  dejaron  sus  hue- 
llas impresas  en  líneas  onduladas  paralelas,  y situadas  á 266 
y 359  metros,  en  montes  próximos  á la  costa,  á las  cuales 
llaman  las  gentes  del  país  caminos  paralelos  y también  de 
Fingal,  célebre  héroe  de  la  antigüedad  escocesa. 


Si  de  las  regiones  frías  del  Norte  nos  trasladamos  á las 
cálidas  y bellas  costas  de  Italia,  veremos  en  la  punta  de  Mi- 
lazzo,  á unos  33  metros  sobre  el  nivel  del  Mediterráneo,  en 
Monte  Olíbano,  junto  á Pozzuolo,  á diez  ó doce  metros,  y 
en  otros  puntos,  á distintos  niveles,  la  fauna  marítima  actual, 
lo  que  evidentemente  prueba  que  también  aquella  parte  de 
nuestro  continente  se  halla  sujeta  á dichas  oscilaciones.  Y 
de  que  esto  se  ha  verificado  en  tiempos  modernos,  tenemos 
la  prueba,  no  solo  en  lo  reciente  y actual  de  la  fauna  que  allí 
se  encuentra,  sino  también  en  el  puente  ó puerto  de  Calígula 
(Golfo  de  Pozzuolo)  y en  el  famoso  Templo  ó Termas  de 
Serapis,  entre  cuyas  ruinas  tuve  en  1852  el  gusto  de  ver  tres 
columnas  de  una  sola  pieza  de  una  roca,  que  daremos  á co- 
nocer con  el  nombre  de  Cipolino,  las  cuales,  hallándose  aun 
en  posición  vertical,  ofrecen  á la  altura  de  unos  dos  metros 
una  faja,  como  de  otros  dos  llenos  de  agujeros  practicados 
por  conchas,  cuyos  animales,  viviendo  en  el  nivel  mismo  del 
agua,  establecen  allí  su  vivienda.  Ahora  bien,  datando  este 
monumento  del  tiempo  de  los  primeros  emperadores  roma- 
nos, las  condiciones  que  hoy  ofrece  claramente  indican  una 
doble  oscilación  en  el  suelo,  de  hundimiento  primero  y de 
levantamiento  después. 

También  en  nuestra  Península  se  ven  en  varios  puntos 
hechos  de  esta  naturaleza,  pudiendo  citar  entre  otros  el  ob- 
servado por  mí  en  la  costa  de  Alcalá  y Torreblanca,  en  el 
ameno  sitio  de  recreo  denominado  Alcoceber,  donde  existen 
á uno  y dos  metros  sobre  el  nivel  del  mar  varios  horizontes, 
cuyas  piedras  se  hallan  literalmente  acribilladas  de  agujeros 
abiertos  por  gasiroc/ienas,  lithodomus  y otros  moluscos,  que 
viven  en  la  piedra  misma  bañada  por  el  agua,  y cuya  exis- 
tencia á la  altura  indicada  prueba  un  levantamiento  de  la 


costa,  que  es  lo  mas  probable,  ó el  hundimiento  del  mar. 
No  pasaron  ciertamente  desapercibidas  estas  manifestacio- 
nes de  la  actividad  terrestre  á nuestros  antepasados;  debiendo 
citar  entre  ellos  al  eminentísimo  padre  Feijóo,  el  cual,  en  su 
Teatro  crítico  y cartas  eruditas,  dice  que  en  muchas  tierras, 
aun  sin  el  trascurso  de  muchos  años,  se  ha  observado  levan- 
tarse el  suelo  en  una  parte  y humillarse  en  otra;  advirtiendo 
que  de  tal  sitio  se  descubría  antes  un  collado  ó torre  ó po- 
blación, y después  se  cubre  y al  contrario;  citando  en  apoyo 
que  á una  legua  corta  de  Rioseco  hay  un  monasterio,  que 
por  su  patrono  llaman  San  Mauro,  desde  el  cual  descúbrese 
enteramente  el  lugar. 

«Pero  siendo  yo  mozo,  dice  Feijóo,  me  aseguraron  como 
cosa  de  evidente  novedad  en  el  país,  que  cincuenta  ó sesenta 
años  antes,  solo  se  descubrían  desde  San  Mauro  las  puntas 
de  las  torres  de  la  iglesia.» 

El  padre  Torrubia,  en  su  curiosísimo  Aparato  para  la  His- 
toria natural  española,  dice  textualmente : « Dista  de  Madrid 
tres  leguas  el  lugar  de  Majadahonda,  cuyos  alcaldes  y viejos 
hacen  ver  á los  religiosos,  que  así  lo  cuentan,  toda  la  iglesia 
y lugar  entero  de  Brúñete,  distante  de  allí  como  dos  leguas, 
desde  la  puerta  de  su  iglesia,  asegurándole  que  cincuenta 
años  antes,  desde  allí  mismo,  solo  se  veia  el  chapitel  de  la 
torre.» 

El  Sr.  Botella,  distinguido  ingeniero  de  minas,  en  una 
nota  leída  en  la  Sociedad  española  de  Historia  Natural,  en- 
tre otras  cosas,  dice : « Dos  hechos  idénticos  tuve  yo  mismo 
lugar  de  citar  en  comunicación  de  18  de  mayo  de  1870  á la 
Academia  de  Ciencias  de  París  con  relación  á las  provincias 
de  Zamora  y de  Alava. 

»En  la  primera  se  nota  que  desde  Villar  Don  Diego  se 


CAPITULO 


SEGUNDO 


I 


» 


I 


* 


! 

i 


225 


descubría  entonces  la  mitad  de  la  torre  de  la  iglesia  de  Be- 
nifaves  en  la  provincia  lindante  de  Valladolid,  en  tanto  que 
en  1S47  (23  años  antes)  apenas  se  veia  la  punta  del  citado 
campanario. 

»Igual  fenómeno  se  reproducía  y con  la  misma  intensidad 
y circunstancias  en  la  de  Alava,  observando  que  desde  la 
villa  de  Salvatierra  se  descubría  entonces  por  completo  el 
pueblo  de  Zalduelade,  en  tanto  que  en  1847  se  percibía  es- 
casamente la  veleta  de  aquel  mismo  campanario.» 

El  Sr.  Areitio,  ayudante  del  Museo  de  Historia  Natural 
de  Madrid,  dió  á conocer  también  en  la  sesión  celebrada 
por  la  Sociedad  española  de  Historia  Natural  en  2 de  julio 
de  1873  varios  hechos  de  esta  misma  naturaleza,  bservados  en 
Cádiz  y poblaciones  inmediatas,  Almuñécar,  Aviles’,  Santoña 
y otros  puntos  de  la  costa,  así  de  las  provincias  meridionales 
como  de  las  del  Norte  de  nuestra  Península. 

Lo  anteriormente  expuesto  basta,  en  nuestro  concepto, 
para  llevar  al  ánimo  del  lector  la  convicción  de  la  movilidad 
de  la  costra  sólida,  lo  cual  por  otro  lado  tampoco  tiene  nada 
de  extraordinario,  si  se  tiene  en  cuenta  la  enorme  despropor- 
ción que  existe  entre  el  débil  espesor  de  aquella  y la  inmensa 
masa  que  constituye  la  pirosfera  terrestre.  Discurriendo  el 
Sr.  Vezian  en  su  Prodromo  de  Geología  sobre  materia  tan 
importante,  admite  los  seis  órdenes  de  movimientos  terres- 
tres, dando  á cada  uno  de  ellos  la  significación  é importan 
cia  que  vamos  á indicar. 

r.°  Seísmicos  ó vibratorios,  que  corresponden  á los  ter- 
remotos. 

2.0  Ondulaciones,  equivalentes  á las  oscilaciones  lentas 
de  los  continentes  que  acabamos  de  describir,  los  cuales  han 
ejercido  en  la  sedimentación  una  muy  poderosa  influencia, 
preparando  las  sinuosidades  donde  se  depositan  ios  materia- 
les de  acarreo;  también  contribuyen  á la  formación  de  los 
atolones  y arrecifes  de  coral,  y á determinar  la  alternancia 
de  formaciones  marinas  y terrestres  que  en  ciertos  terrenos, 
como  el  de  París,  se  observan. 

3.0  Oscilatorios,  que  son,  respecto  á los  anteriores,  lo  que 
la  marea  al  oleaje,  por  la  mayor  superficie  que  alcanzan.  Re- 
itérense á este  grupo  de  movimientos  las  repetidas  emergen- 
cias é inmersiones  que  caracterizan  la  historia  terrestre. 

4.0  De  tumefacción,  cuyo  modo  de  obrar  es  todavía  mas 
lento,  determinando  centros  de  levantamiento  y de  sedimen- 
tación en  las  masas  continentales;  las  masas  de  ambas  Cas- 
tillas son  un  buen  ejemplo  de  estos  movimientos. 

5.0  Orogénicos,  que  son  los  que,  obrando  mas  ó menos 
bruscamente  y en  sentido  lineal,  han  ocasionado  el  sistema 
de  levantamientos  de  montañas,  las  fallas,  saltos,  resbala- 
mientos y otros  accidentes  análogos. 

6.°  y último.  De  hundimiento  general  de  la  costra  sólida 
por  solidificación  y cristalización,  de  todo  lo  cual  deduce 
este  geólogo  que  la  costra  sólida  no  solo  es  muy  movediza, 
sino  también  flexible  en  alto  grado  como  resultado  de  la  ac- 
ción combinada  del  calor,  de  la  presión  y del  agua,  y que  su 
espesor  no  excede  tal  vez  de  veinte  kilómetros. 

VI.— CAUSAS  DEL  VOLCANISMO 

Si  se  tiene  en  cuenta  el  enlace  que  entre  todas  las  mani- 
festaciones volcánicas  existe,  el  carácter  universal  que  estas 
ofrecen,  y las  íntimas  relaciones  que  las  armonizan  con  la 
formación  de  las  montañas  plutónicas  ó hidrotermales,  de- 
berá forzosamente  convenirse  en  que  las  causas  de  tan  terri- 
bles efectos  no  pueden  en  manera  alguna  ser  locales.  Así  es 
que  hay  que  rechazar  por  insuficientes  las  teorías  que  se  fun- 
dan, primero,  en  la  descomposición  de  las  piritas,  apoyada 
en  el  famoso  volcan  artificial  de  Lemery;  segundo,  la  que 
Tomo  IX 


hacia  intervenir  á las  materias  combustibles,  como  quería  la 
escuela  deWerner;  tercero,  la  del  famoso  químico  inglés 
Davy,  y del  eminente  Gay-Lussac,  que  los  referian  á la  des- 
composición de  las  bases  alcalinas,  sosa  y potasa,  y de  los 
cloruros  por  la  intervención  bastante  problemática  de  las 
aguas  del  mar;  y todas  aquellas,  en  suma,  que  se  refieren  á 
causas  circunscritas  y pequeñas.  Por  el  contrario,  las  teorías 
geodinámicas,  geodinámico-química  y geo-cósmica  parten 
del  estado  que  ofrece  la  materia  pirosférica  terrestre,  dife- 
renciándose tan  solo  en  que  mientras  la  primera  se  funda  en 
la  acción  propiamente  física  de  la  masa  ígnea,  la  segunda 
hace  intervenir  á ciertos  agentes  que  obran  de  un  modo  quí- 
mico, y,  por  último,  la  tercera  estriba  en  los  movimientos 
del  interior  del  globo,  determinados  por  la  atracción  lunar, 
causa  principal  de  las  mareas  á la  superficie,  teorías  que  son 
mas  lógicas  y dan  una  explicación  satisfactoria  de  todos  los 
hechos  volcánicos. 

La  geo-ditiámüa , hija  de  las  ideas  Huttonienses,  ofrece  dos 
variantes,  la  una  debida  al  eminente  profesor  del  Jardín  de 
plantas  Sr.  Cordier,  y la  otra  inventada  por  los  ilustres  auto- 
res del  mapa  geológico  de  Francia,  Dufrenoy  y Elie  de  Beau- 
mont,  y sancionada  por  Humboldt  y Debuch  sus  maestros. 
Cordier  atribuye  todas  las  manifestaciones  volcánicas  al  en- 
friamiento de  la  costra  sólida  y á la  consiguiente  presión  que 
esta  ejerce  sobre  la  masa  pastosa  ígnea;  siendo  el  volcanis- 
mo, en  sentir  de  este  geólogo,  una  mera  manifestación  ter- 
mal, ó simples  efectos  termométricos  terrestres.  Cordier  ha 
calculado  que  la  retracción  capaz  de  disminuir  el  radio  ter- 
restre de  un  milímetro,  llegaría  á determinar  quinientas  erup- 
ciones violentas. 

La  segunda  es  debida  á Dufrenoy  y Elie  de  Beaumont, 
los  cuales,  partiendo  también  del  origen  ígneo  y consiguiente 
enfriamiento  terrestre  y de  la  presión  enorme  que  la  capa 
exterior  ejerce  sobre  la  masa  interna,  explican  el  volcanismo 
suponiendo  que  muchas  sustancias  gaseosas  ó líquidas  deben 
existir  en  el  interior  del  globo  en  estado  sólido,  lo  cual  de- 
termina una  extraordinaria  tensión  hasta  el  momento -en  que 
encuentran  algún  punto  donde  la  presión  que  experimentan 
disminuye  mas  ó menos  rápidamente,  en  cuyo  caso,  adqui- 
riendo con  lentitud  ó presteza  su  estado  primitivo,  determi- 
nan, según  la  violencia  de  este  tránsito,  ora  las  oscilaciones, 
ya  los  terremotos,  los  levantamientos  ó las  erupciones.  Este 
fué  el  fundamento  racional  de  la  célebre  teoría  de  los  levan- 
tamientos, en  los  cuales  distinguen  el  levantamiento  propia- 
mente dicho,  del  cono  y cráter  de  erupción,  según  que  la 
causa  determinante  de  estos  fenómenos  permanece  oculta 
en  el  interior  del  globo,  ó bien  aparece  á la  superficie. 

Para  completar  esta  variante,  el  Sr  Martha  Becker  admite 
una  atmósfera  subterránea  entre  la  capa  externa  consolidada 
y el  núcleo  interior  del  globo,  compuesta  de  sustancias  ga- 
seosas unas,  por  efecto  de  la  presión  disminuida;  líquidas  y 
hasta  sólidas  otras,  pero  que  solo  conservan  este  estado, 
merced  á la  presión  que  allí  experimentan.  Parte  además 
del  supuesto  que  la  topografía  interna  de  la  capa  sólidá  del 
globo  es  irregular  y accidentada;  de  donde  la  consecuencia 
natural  de  que  cuando  esta  atmósfera,  que  supone  en  movi- 
miento, penetra  en  una  gran  cavidad,  como  deben  serlo  los 
recipientes  ó focos  volcánicos,  cambiando  bruscamente  de 
estado,  producen  un  gran  sacudimiento,  que  se  manifiesta  al 
exterior  en  forma  de  terremoto,  de  levantamiento  ó de  erup- 
ción. 

Esta  teoría,  por  demás  ingeniosa,  sin  hallarse  por  esto 
exenta  de  dificultades,  es  sin  embargo  incompleta,  pues  re- 
ducida á lo  puramente  dinámico,  se  olvida  de  la  parte  quí- 
mica que,  como  es  sabido,  en  las  erupciones  y azúfrales  es 
muy  de  tener  en  cuenta. 

29 


22Ó 


GEOLOGÍA 


Teoría  geo  cósmica.— El  Sr.  Perrey,  á quien  se  debe  la 
creación  de  un  ramo  nuevo  dentro  de  la  Geología,  esto  es, 
la  Seísmica  ó ciencia  de  los  terremotos,  partiendo  del  estado 
pastoso  ó fluido  de  la  pirosfera  terrestre,  admite  que  la  atrae- 
don  lunar  no  se  limita  á los  mares  exteriores,  sino  que  po- 
niendo en  movimiento  al  Océano  ígneo  interno,  éste  ofrece 
también  mareas  en  las  cuales,  chocando  la  masa  pastosa 
contra  las  paredes  internas  de  la  costra  sólida,  se  determinan 
todos  los  efectos  del  volcanismo.  Sin  oponerse  esta  teoría  á 
las  anteriormente  enunciadas,  debe  admitirse  como  muy 
atinado  complemento. 

Teoría  geoquímica. — Falta,  sin  embargo,  algo  para  expli- 
car y darse  razón  cumplida  de  todas  las  reacciones  quími- 
cas que  en  la  región  volcánica,  antes,  durante  y después  de 
las  erupciones  se  verifican,  y que  dan  por  resultado  el  nú- 
mero prodigioso  de  sustancias  minerales,  que  en  el  volcan 
activo,  y en  el  semiapagado  se  forman,  lo  cual  nos  ha  hecho 
ya  decir  mas  de  una  vez,  que  bajo  este  punto  de  vista,  el 
volcan  en  estas  condiciones  es  un  inmenso  laboratorio  quí- 
mico natural.  1 VL 

La  acción  del  agua  que  circula  por  el  interior  del  volcan, 
y cuando  este  es  litoral  ó insular,  la  mas  enérgica  aun  de  la 
del  mar,  basta,  según  el  desgraciado  Pilla,  para  darse  razón 
de  gran  parte  del  quimismo  volcánico.  Y si  á esta  causa 
agregamos  la  poderosa  influencia  magnética  terrestre,  como 
quería  nuestro  Feijóo,  y la  no  menos  eficaz  del  hidrógeno, 
de  las  sustancias  ácidas  y otras  que  en  el  foco  del  volcan  se 
forman,  siquiera  no  sea  fácil  su  explicación,  podrá  formarse 
una  idea  cabal  de  lo  que  en  tan  terribles  funciones  terrestres 
se  verifica. 

Resumiendo,  pues,  vemos  que  el  volcanismo  es  resultado 
natural  de  la  contracción  de  la  costra  sólida  del  globo,  del 
estado  tensivo  de  las  materias  que  esta  encierra,  de  la  in- 
fluencia de  la  atracción  lunar,  del  agua  física  y químicamente 
considerada,  y de  todos  los  demás  poderosos  agentes  que 
determinan  la  curiosísima  química  volcánica. 

Al  hacer  aplicación  de  estos  datos  á las  rocas,  con  mas  ó 
menos  exactitud  llamadas  ígneas,  veremos  la  función  princi- 
pal que  en  el  plutonismo  ha  desempeñado  el  agua,  en  el 
doble  concepto  de  agente  físico  y químico. 

El  doctor  Vezian,  que  rechaza  como  destituida  de  funda- 
mento la  atmosfera  subterránea  de  Martha  Becker,  y 'que 
tampoco  admite  la  desigual  topografía  subterránea,  explica 
el  volcanismo  por  los  movimientos  de  la  pirosfera,  por  su 
penetración  en  las  grietas  que  verticalmente  ofrece  el  fondo 
de  la  costra  del  globo,  y por  la  acción  del  agua  y de  las  o 
sustancias  que  circulan  en  regiones  subterráneas  no  muy 
apartadas  de  la  superficie. 


aire  atmosférico,  existen  9,950  de  oxígeno  y ázoe,  45  de  va- 
por de  agua,  y 5 de  ácido  carbónico. 

El  oxígeno  y el  nitrógeno  no  contribuyen  por  partes  igua- 
les á la  formación  del  aire  atmosférico:  en  100  unidades  de 
volumen,  de  las  9,950  arriba  mencionadas,  hay  27  de  oxíge- 
no y 79  de  ázoe;  y en  100  de  peso,  23  del  primer  gas  y 77 
del  segundo. 

El  aire  atmosférico  se  disuelve  en  el  agua  de  los  rios  y de 
los  mares,  pero  entonces  cambia  de  composición.  En  cien 
unidades  de  volumen,  el  aire  disuelto  en  el  agua  contiene 
32  de  oxígeno  y 68  de  ázoe;  lo  cual  prueba  que  en  la  atmós- 
fera el  oxígeno  y el  nitrógeno  no  se  hallan  combinados  é 
íntimamente  unidos,  sino  simplemente  mezclados,  conser- 
vando cada  cual  los  caractéres  distintivos  que  le  son  pro- 
pios. 

La  altura  ó espesor  de  la  atmósfera  se  valúa  en  unos  55  ó 
60  kilómetros,  poco  mas  ó menos,  en  s/100  del  radio  terres- 
tre: su  peso  es  próximamente  de  527  x 1o13  toneladas  métri- 
cas ó Vi- i3o>ooo  del  total  de  la  tierra. 

Al  nivel  del  mar  y en  circunstancias  ordinarias,  el  aire 
ejerce  la  misma  presión  que  una  columna  de  agua  de  13,6 
metros  de  altura,  ó que  una  de  mercurio  de  760°“. 

Con  la  altura  la  presión  atmosférica  varía,  próximamente, 
según  manifiesta  este  cuadro,  en  la  relación  siguiente: 


Altitud 


Presión 


0“ 

1,600 

3,200 

4,800 


760 

625 

5'° 

410 


6,400" 

8,000 

16.000 

24.000 


Presión 


330 

260 

70 

6 


f*lt» 


Bajo  la  presión  de  76o"101  y á la  temperatura  de  0',  un 
metro  cúbico  de  aire  pesa  1,2932  kilogramos,  es  decir,  773 
veces  menos  que  el  agua  destilada,  en  su  estado  de  máxima 
densidad,  ó 10,513  veces  menos  que  el  mercurio.  A medida 
que  la  latitud  aumenta,  y disminuyen,  por  consecuencia,  la 
presión  y la  temperatura  de  las  capas  atmosféricas,  la  den- 
sidad del  aire  disminuye  también,  conforme  indica  este  otro 
cuadro : 


ARTICULO  II 


CAUSAS  EXTERNAS 


rsu: 


Altitud 

Densidad 

Altitud 

0" 

1,000 

6,400 

1,600 

L^.844 

8,000 

3,200 

0,710 

16,000 

4,800 

°i595 

24,000 

Ur  l 

Densidad 


0,490 

°’395 

°>I35 

0,030 


Las  causas  físicas  externas  se  reducen  á la  atmósfera  y al 
agua;  por  consiguiente,  este  artículo  debe  dividirse  en  dos 
grupos. 

I.— ACCION  DE  LA  ATMÓSFERA 

La  atmósfera,  como  todos  saben,  es  la  mezcla  en  propor- 
ciones determinadas  de  oxígeno  y nitrógeno  con  una  peque- 
ña cantidad,  que  en  la  época  actual  no  excede  de  0,0004,  de 
ácido  carbónico  y de  otras  sustancias  que  no  ofrecen  para 
nuestro  objeto  el  mayor  interés. 

En  condiciones  normales  y cerca  de  la  superficie  terrestre, 
se  admite,  como  resultado  de  gran  número  de  observaciones 
y ensayos  químicos,  que,  en  un  volúmen  de  10,000  litros  de 


Raras  veces  la  atmósfera  está  en  un  estado  absoluto  de 
calma  ó en  reposo  completo;  su  traslación  de  un  punto  á 
otro  ocasiona  los  vientos,  mas  ó menos  impetuosos,  según 
manifiesta  el  adjunto  cuadro,  compuesto  de  cinco  columnas: 
una  que  comprende  los  nombres  de  las  diversas  corrientes 
atmosféricas,  mas  comunmente  usados  en  la  marina;  otra, 
los  números  que,  al  par  que  los  nombres,  designan  abrevia- 
damente la  fuerza  de  aquellas  corrientes;  otra,  los  valores  de 
la  presión  ó empuje  que  los  vientos  ejercerían  contra  un 
obstáculo  plano  y de  un  metro  cuadrado  de  superficie,  per- 
pendicular á su  dirección ; y la  cuarta  y quinta,  las  velocida- 
des de  traslación,  por  hora  y segundo  de  tiempo,  expresadas 
en  kilómetros  y en  metros,  que  corresponden  á las  presiones 
de  la  tercera  columna. 


CAPITULÓ  SEGUNDO 


227 


NOMBRES 

Números 

Presión 
por  metro  cua- 
drado 

Kilogramos 

Velocidad  por 
hora 

Kilómetros 

Velocidad 
por  segundo 

Metros 

Calma 

0 

0,00 

0,0 

0,0 

Ventolina. . . . 

i 

1,22 

11,4 

3,2 

Viento  muy  flojo. 

2 

4,88 

22,8 

6,3 

Idem  flojo  . . 

O 

io,99 

34,  i 

9,3 

Idem  bonancible 

4 

19, 53 

45,5 

12,6 

Idem  fresquito.  . 

5 

3°»52 

56,9 

15,8 

Idem  fresco.  . . 

6 1 

43,94 

68,3 

19,0 

Idem  frescachón 

7 

59,8i 

79,7 

22,  t 

Idem  duro.  . . 

8 

78,12 

91,0 

25,3 

Idem  muy  duro.. 

9 

98,87 

102,4 

28,4 

Temporal..  . . 

10 

122,06 

1 13,8 

31,6 

Borrasca.  . . . 

11 

i47,7o 

125,2 

34,8 

Huracán.  . . . 

12 

17^,77 

136,6 

37,9 

Bajo  el  punto  de  vista  de  su  dirección,  se  dividen  en 
tantos  cuantos  son  los  puntos  cardinales  del  horizonte,  como 
N.,  S.,  E.  y O.,  y los  intermedios,  que  completan  la  rosa  de 
los  treinta  y dos  vientos. 

Alisios  ó vientos  constantes,  así  llamados  porque  corren 
siempre  de  este  á oeste,  dentro  de  los  Trópicos. 

Monzones  son  los  que  durante  seis  meses  siguen  una  di- 
rección, y los  otros  seis  la  contraria,  por  cuya  circunstancia 
se  les  da  también  el  nombre  de  periódicos. 

La  brisa  puede  considerarse  como  viento  periódico,  pues 
durante  el  dia  va  del  mar  al  continente,  y por  esta  razón  se 
la  llama  brisa  de  mar;  mientras  que  por  la  noche  corre  en 
dirección  opuesta,  y es  la  brisa  de  tierra. 

Harmatan. — Aunque  no  con  la  regularidad  que  los  ante- 
riores, suele  reinar  del  interior  de  Africa  hácia  el  Atlántico, 
un  viento  caliente  y abrasador,  al  que  se  ha  dado  el  nombre 
de  harmatan. 

Simún. — En  el  mismo  continente  se  experimenta  á veces 
un  viento  sofocante,  que  sopla  del  sur  al  norte  de  Africa, 
levanta  las  arenas  del  desierto,  sepultando  caravanas  ente- 
ras, y es  el  famoso  §imun,  cuya  influencia  en  las  condiciones 
climatológicas  de  Euixjpa,  tanto  en  la  época  actual  como  en 
la  cuaternaria,  ha  sido  muy  decisiva,  según  mas  adelante  ve- 
remos. También  se  llama  este  viento  Foen. 

En  las  costas  y provincias  meridionales  de  España  suelen 
experimentarse,  sobre  todo  en  los  meses  de  verano,  los  efec- 
tos de  un  viento  cálido  y húmedo,  que  se  hace  seco  á medi- 
da que  va  penetrando  en  el  interior,  y es  al  que  se  llama 
Solano;  en  la  cuenca  superior  del  Garona  suele  reinar  un 
viento  parecido,  al  que  llaman  Autan:en  Italia  recibe  el  nom- 
bre de  Sirocco,  cuya  acción  es  tal,  que  se  considera  como 
circunstancia  atenuante,  en  las  causas  criminales,  la  comi- 
sión del  delito  bajo  la  influencia  sostenida  de  este  viento. 

El  famoso  Pampero  es  un  viento  glacial  que,  procedente 
de  Patagonia,  se  extiende  por  casi  toda  la  América  del  sur, 
con  una  velocidad  extraordinaria. 

La  atmósfera,  además  de  la  influencia  decisiva  que  ejerce 
en  la  existencia  y distribución  de  la  vida,  obra  sobre  la  tier- 
ra física  y químicamente. 

La  acción  física  de  la  atmósfera,  aunque  mas  ruidosa  y 
eficaz  en  apariencia,  es  bien  inferior  en  el  fondo  á la  quími- 
ca: redúcese  á desmoronar  la  parte  mas  culminante  de  los 
continentes  y la  superficie  de  aquellas  rocas  que  ofrecen 
poca  coherencia,  trasladando  la  porción  mas  tenue  de  estos 
materiales  á puntos  mas  ó menos  lejanos. 

Medaños. — Fuera  del  trasporte  á veces  á largas  distancias 
de  los  materiales  tenues,  tales  como  arenas  y cenizas  volcá- 


nicas, según  dijimos  en  lugar  oportuno,  puede  decirse  que 
el  resultado  mas  importante  de  la  acción  física  ó mecánica 
de  la  atmósfera,  es  lo  que  en  español  llamamos  médano  ó 
mégano  y también  medaño,  y al  que  los  franceses  dan  el  nom- 
bre de  dune,  admitido  entre  nosotros  por  los  que  ignoraban 
tuviera  nuestro  idioma  no  una,  sino  tres  voces  propias,  tra- 
duciéndola por  duna.  Es  el  médano  un  montoncillo,  altoza- 
no, cabezo  ó cerro  movedizo,  compuesto  de  arenas  y á veces 
también  de  pequeñas  chinas,  y en  las  costas  de  algunos  res- 
tos de  productos  marinos,  unas  veces  aislados,  otras  forman- 
do grupos  y alineaciones  de  montículos,  cuya  pendiente  mas 
suave  se  dirige  en  el  litoral  hácia  el  mar,  y en  el  desierto 
hácia  el  punto  de  donde  proceden  las  corrientes  atmosféricas 
que  lo  forman;  la  pendiente  mas  rápida,  es  la  opuesta.  Re- 
sultado de  la  acción  de  los  vientos  sobre  las  superficies  cu- 
biertas de  arena  movediza,  los  médanos  avanzan  en  el  sentido 
de  las  corrientes,  cuando  son  constantes  ó periódicas,  en  una 
dirección  dada,  y siguen  una  marcha  incierta,  cuando  los 
vientos  corren  en  sentidos  contrarios:  en  ambos  casos  las  are- 
nas van  invadiendo  los  territorios,  llevando  consigo  la  deso- 
lación y la  esterilidad,  si  bien  esta,  según  veremos,  depende 
en  gran  parte  de  la  falta  de  aguas.  Quizás  en  ningún  punto 
se  observan  mejor  los  efectos  de  esta  acción  mecánica  del 
aire,  como  en  los  desiertos  y en  las  comarcas  á ellos  inme- 
diatas; como  sucede  por  ejemplo  en  Egipto,  muchos  de  cuyos 
monumentos  se  encuentran  literalmente  cubiertos  de  arenas 
procedentes  del  desierto  de  Sahara  y tal  vez  también  de  la 
Arabia:  en  Africa  han  destruido  muchos  oasis,  haciendo  inha- 
bitable una  extensión  de  terreno  equivalente  á tres  veces  el 
Mediterráneo,  habiendo  sepultado  innumerables  víctimas 
desde  los  soldados  de  Cambises  hasta  los  traficantes  y pere- 
grinos de  nuestros  dias.  En  las  costas  de  la  Patagonia,  de  la 
India  y de  la  Oceanía  existen  extensas  barreras  formadas  por 
estos  montecillos,  cuya  altura  es  variable  desde  cuatro  ó cin- 
co metros  hasta  quince,  veinte  y aun  mas,  como  se  observa 
en  el  golfo  de  Gascuña  y en  Holanda,  donde  este  hecho 
geográfico  ha  sido  objeto  de  serios  estudios.  En  algunas  cos- 
tas, como  en  las  del  oeste  de  Francia,  la  invasión  de  las  are- 
nas de  los  médanos  es  considerable,  calculándose  en  quince 
ó veinte  metros  por  año  el  movimiento  de  avance,  constitu- 
yendo lo  que  hemos  llamado  Landas.  Conviene,  pues,  fijar 
dichas  arenas  por  medio  de  plantaciones  hábilmente  dirigi- 
das; empezando  por  las  especies  vegetales  que  pudiéramos 
llamar  arenícolas,  tales  como  la  Psamma  arenaria,  la  Carex 
arenaria,  el  Dianthus  gallicus,  cuyos  tallos  rastreros  y raíces 
cespitosas  y entrelazadas  logran  fijar  las  arenas,  impidiendo 
que  el  aire  las  trasporte,  y si  la  comarca  no  está  completa- 
mente privada  de  condiciones  climatológicas  oportunas,  so- 
bre todo  si  es  algo  húmedo  el  clima,  se  consigue  devolver  á 
la  tierra  parte  de  su  fertilidad,  como  se  observa  en  el  depar- 
tamento de  las  Landas,  merced  á los  esfuerzos  y á la  perse- 
verancia de  Bremontier. 

Sin  negar  que  este  fenómeno  haya  podido  existir  en  otros 
tiempos,  pues  nunca  han  debido  faltar  costas  planas  areno- 
sas y desiertos,  sin  embargo,  bien  puede  asegurarse  que  los 
médanos  pertenecen  á la  época  actual,  por  cuya  razón  debe 
esta  llamarse  era  de  los  médanos,  autorizándonos  esto  mis- 
mo para  creer  que  el  estudio  de  esta  acción  mecánica  de  la 
atmósfera  no  ha  de  ilustrarnos  mucho  acerca  de  lo  que  en 
otros  tiempos  pasó. 

Fuera  de  estos  efectos,  la  atmósfera  en  los  huracanes  de- 
termina la  destrucción  de  los  edificios  y de  los  bosques  se- 
culares, levanta  con  ímpetu  las  olas  del  mar,  cuya  acción 
sobre  las  costas  es  incalculable,  y por  último,  trasporta  á 
veces  enormes  peñascos  desde  las  cimas  hasta  las  faldas  y 
pié  de  las  montañas.  La  acción  química  de  la  atmósfera,  in- 


228 


GEOLOGIA 


finitamente  mas  poderosa  y variada  que  la  mecánica,  destru- 
ye y descompone  toda  clase  de  materiales  terrestres,  entre 
los  cuales  bien  puede  decirse  que  no  hay  piedra,  roca  ó me- 
tal, por  duro  que  sea,  que  la  resista. 

La  alteración  y hasta  descomposición  de  los  materiales 
terrestres,  no  es,  sin  embargo,  obra  exclusiva  de  la  atmósfe- 
ra; en  los  centros  volcánicos  y en  el  nacimiento  de  las  aguas 
minero-termales  concurren  circunstancias  especiales  que  de- 
terminan multitud  de  reacciones  químicas  y alteraciones  de 
las  rocas  cuyos  principales  agentes  son  el  agua  y corrientes 
gaseosas  á temperaturas  generalmente  altas,  auxiliadas  por 
la  electricidad  y magnetismo  terrestre.  De  todo  esto,  empe- 
ro, nos  ocuparemos  en  el  artículo  Metamorfismo  que  acom- 
pañará á la  descripción  de  las  rocas  de  este  nombre,  con  lo 
cual  lograremos  conocer  los  efectos  y las  causas  que  los  pro- 
ducen. 

Limitándonos  por  ahora  á la  acción  química  de  la  atmós- 
fera, debemos  hacer  presente  que  esta  contiene  en  su  seno 
todos  los  elementos  de  la  mas  enérgica  descomposición,  ta- 
les como  el  oxígeno,  el  hidrógeno,  el  agua  en  vapor  y sobre 
todo  el  ácido  carbónico,  que  desempeña  en  estas  operaciones 
terresties  la  función  principal.  Puede  á todo  esto  agregarse 
el  calor  solar,  ia  presión,  las  corrientes  electro  magnéticas 
atmosféricas,  y por  ultimo  las  sustancias  amoniacales,  y como 
poderoso  auxiliar  la  vegetación,  disgregando  las  ramillas  de 
las  plantas,  las  rocas  y piedras  mas  duras. 

Para  persuadirse  de  la  universalidad  de  esta  acción  des- 
tructora de  la  atmósfera,  basta  fijar  por  un  momento  la  vista 
en  el  estado  que  ofrecen  las  rocas,  de  cualquier  naturaleza 
que  sean,  en  una  cordillera  de  montañas,  ó en  las  señales  de 
desmoronamiento  y ruina  que  presentan  los  edificios  públi- 
cos, los  monumentos  mas  sólidos  y hasta  las  estatuas  de 
metales  y piedras  duras  que  la  ostentación  del  hombre 
erige  en  parajes  públicos,  como  objetos  de  adorno  ó de  uti- 
lidad. C 

Pero  en  esta  obra,  que  aunque  de  destrucción  bien  podría 
llamarse  de  reconstrucción,  pues  los  materiales  desgastados 
en  un  punto  se  acumulan  en  otro  para  dar  existencia  á com- 
binaciones nuevas,  se  observa  ese  círculo  maravilloso  que  la 
Naturaleza,  siempre  ávida  de  la  estabilidad  en  la  movilidad 
de  sus  diterentes  elementos,  nos  ofrece  á cada  paso.  Con 
etecto,  la  atmósfera  con  su  oxígeno  y el  vapor  de  agua,  em- 
pieza por  desgastar  las  partes  mas  culminantes  de  los  conti- 
nentes, encargándose  á su  vez  el  agua  de  trasportar  aquellos 
materiales  al  fondo  de  los  mares  y lagos,  en  donde  terrenos 
y rocas  nuevas  renacen,  cual  otro  fénix,  de  los  restos  de 
aquellas.  Diríase  que  el  Océano,  en  ese  circulo  maravilloso, 
solo  presta  la  masa  inmensa  de  vapor  que  se  escapa  de  su 
superficie  á título  de  devolución;  encargándose  el  mismo 
agente,  el  agua,  al  tomar  la  forma  líquida,  de  restituir  á su 
seno  los  materiales  que  contribuyó  á destruir,  recobrando 
por  decirlo  así,  aquellos  que  sacuden  su  yugo,  ora  en  las 
erupciones  submarinas,  ya  en  los  levantamientos  lentos  de 
los  continentes,  etc. 

Los  elementos  de  destrucción  que  encierra  la  atmósfera 
poseen,  además  de  su  poder  químico,  un  estado  molecular 
el  mas  á propósito  para  ejercer  la  acción  que  les  está  enco- 
mendada; pues  presentándose  en  forma  de  vapor,  no  solo 
revisten  todas  las  rocas,  sino  que  penetran  hasta  lo  mas 
intimo  de  su  masa. 

En  cuanto  al  mecanismo  especial  de  esta  acción,  será 
menester  referirlo  á las  determinadas  sustancias  en  que  se 
experimenta,  siquiera  sea  por  la  claridad,  pues,  á medida 
que  estas  varían,  aquella  se  modifica  también. 

Alteración  del  hierro,  — Uno  de  los  cuerpos  esparcidos 
con  mas  profusión  en  la  costra  de  nuestro  globo  es  el  hierro, 


unas  veces  como  sustancia  especial  é independiente,  otras, 
como  principio  tintóreo  de  las  rocas;  así  es  que  en  la  mayor 
parte  de  estas  empieza  la  descomposición  por  la  metamorfo- 
sis que  experimentan  los  óxidos  de  este  metal. 

Estos,  en  presencia  de  los  ácidos  carbónico  ó sulfúrico, 
descomponen  el  agua,  tomando  el  aspecto  y condiciones  de 
una  sal  hidratada.  Así  es  que  por  la  acción  del  oxígeno  y 
del  vapor  de  agua  pasan  muy  pronto  á un  hidrato  de  peró- 
xido, el  cual  determina  la  destrucción,  primero  mecánica  y 
después  química,  de  las  sustancias  que  lo  contienen.  Esta 
es  la  razón  de  la  abundancia  de  los  ocres  en  la  naturaleza; 
pues  en  último  resultado,  según  veremos  en  el  artículo  «Ro- 


Lig. 15.— Descomposición  del  granito  en  Cheese-Wring  (Cornwall) 


cas,»  estos  no  son  sino  arcilla  teñida  por  el  hierro  hidratado 
ó anhidro,  en  proporciones  diversas. 

Descomposición  de  ¡a  caliza. — Otra  de  las  sustancias  nota- 
bles bajo  este  punto  de  vista,  es  la  caliza.  Los  agentes 
atmosféricos  la  corroen  en  virtud  del  ácido  carbónico  que 
contienen : sabido  es  que  el  carbonato  de  cal,  cuando  lleva 
exceso  de  ácido,  pasa  á bicarbonato  soluble.  El  ácido  carbó- 
nico que  siempre  arrastran  las  aguas  de  lluvia  satura  dichas 
rocas,  y determina  una  erosión  muy  curiosa,  representada 
por  surcos  mas  ó menos  profundos  que,  partiendo  de  la 
parte  mas  culminante  de  las  peñas,  se  extienden  en  todas 
direcciones,  dando  á ia  masa  y á veces  á la  montaña  entera, 
un  aspecto  muy  particular.  Pero  los  materiales  arrastrados 
por  el  agua  llegan  á un  punto  donde  el  ácido  carbónico 
excedente  se  desprende,  y allí  la  caliza,  insoluble  otra  vez, 
se  deposita  al  rededor  de  los  objetos  que  encuentra,  cubrién- 
dolos de  una  capa  que  por  esta  razón  recibe  el  nombre  de 
incrustante. 

Descomposición  de  los  feldespatos. — Pero  entre  todas  las 
rocas,  las  mas  importantes  en  la  composición  del  globo  son 
las  feldespáticas,  como  el  granito,  el  gneis,  los  pórfidos,  los 
basaltos,  las  lavas  y otras  piedras  cristalinas  y volcánicas; 
razón  por  la  cual  conviene  que  nos  detengamos  en  estudiar 
la  acción  que  sobre  ellas  ejerce  la  atmósfera.  Asunto  es  este 
de  la  mayor  importancia,  por  cuanto  los  productos  de  dicha 
descomposición  constituyen  materias  de  primera  necesidad 
para  la  agricultura  y la  industria. 

Esta  operación  se  verifica  por  capas  sucesivas,  siendo  la 
exterior  la  mas  alterada,  como  consecuencia  natural  de  la 
acción  mas  inmediata  de  los  agentes  de  destrucción.  A esta 
sigue  otra  menos  destruida,  hasta  llegar  á la  roca  intacta,  á 
la  que  hay  que  atacar  con  el  martillo  para  obtener  ejempla- 


CAPITULO  SEGUNDO 


229 


res  frescos  y bien  conservados,  como  se  desean  para  las  co- 
lecciones de  estudio. 

Generalmente  hablando,  los  granitos  y basaltos  ofrecen 
tres  zonas  de  destrucción,  á saber:  la  primera  de  fuera  á 
dentro,  de  color  rojizo  ó amarillento,  debido  á la  hidrata- 
cion  y sobreoxidacion  del  hierro  que  entra  como  materia 
tintórea;  la  segunda  de  color  verde,  igualmente  debida  á una 
oxidación  en  menor  grado  del  mismo  metal;  la  tercera,  bien 
que  al  parecer  intacta,  presenta  señales  de  destrucción,  pues 
los  cristales  de  feldespato  han  perdido  su  aspecto  y traslucí - 
déz,  y el  estado  de  disgregación  se  deja  conocer  al  primer  gol- 
pe del  martillo:  por  último,  la  cuarta  zona  es  aquella  en  que 
la  masa  mineral  se  halla  en  estado  intacto. 

De  lo  expuesto  se  deduce  que  varias  circunstancias  favo- 
recen y otras  se  oponen  á la  descomposición  de  las  rocas. 
En  general  la  destrucción  es  mayor  en  aquellos  puntos  en 
que  la  penetración  de  los  elementos  atmosféricos  es  mas  fá- 
cil, como  sucede  en  las  grietas  y hendiduras  y en  las  super- 
ficies de  contacto  de  rocas  distintas:  también  la  naturaleza  y 
la  estructura  de  las  masas  minerales  debe  influir  en  esta  ope- 
ración. Así,  por  ejemplo,  las  rocas  de  estructura  homogénea 
resisten  mas  que  las  heterogéneas;  las  de  grano  fino  y com- 
pactas no  se  descomponen  ó destruyen  con  la  facilidad  que 
las  compuestas  de  elementos  de  gran  tamaño,  aunque  sean 
cristalinos. 

Con  estos  precedentes  ya  podemos  entrar  en  el  exámen 
del  mecanismo  de  esta  operación  en  las  rocas  feldespáticas, 
observando  de  paso  sus  productos  mas  importantes. 

La  acción  química  va  casi  siempre  precedida  de  la  me- 
cánica ó de  disgregación.  Esto  facilita  poderosamente  las 
afinidades  de  las  diferentes  sustancias,  en  razón  al  mayor  y 
mas  íntimo  contacto  que  se  establece  con  los  agentes,  á me- 
dida que  la  materia  se  presenta  mas  dividida  (1).  Las  alter- 
nativas de  trio  y calor,  de  humedad  y sequedad,  y principal- 
mente los  tránsitos  bruscos  del  estado  líquido  al  sólido,  y 
vice  versa,  del  agua  al  congelarse  en  el  interior  de  las  grietas 
de  las  rocas,  son  los  principales  agentes  de  esta  operación. 

La  acción  química  se  reduce:  i.°,  á la  hidratacion,  á la 
oxidación  y sobreoxidacion  del  hierro  que  entra  como  mate- 
ria tintórea  en  la  inmensa  mayoría  de  las  rocas  feldespáti- 
cas, pasando  por  los  estados  de  protóxido  incoloro,  de  óxido 
verde,  y de  peróxido  hidratado  amarillo,  y á veces  rojizo. 
Y 2.\  á la  metamorfosis  que  experimentad  feldespato  cuan- 
do en  virtud  de  su  disgregación  molecular,  determinada  por 
los  agentes  mecánicos,  adquiere  la  propiedad  de  dejarse  pe- 
netrar por  el  ácido  carbónico.  En  este  caso  la  sosa,  cal,  po- 
tasa ó magnesia,  en  virtud  de  su  mayor  afinidad  con  el  áci- 
do carbónico,  se  combinan  con  él,  formando  carbonatos  de 
las  bases  indicadas,  dejando  á la  sílice  en  estado  naciente, 
en  cuyo  caso  es  soluble  en  las  aguas  que  contienen  aquellos 
carbonatos.  En  este  estado  la  arrastran  las  corrientes  y se 
deposita  bajo  formas  diversas  en  el  trayecto  que  aquellas  re- 
corren, dando  origen  á cristalizaciones  de  cuarzo , á calcedo- 
nias, ágatas,  pedernal,  etc. 

La  alumina  que  se  encuentra  en  los  feldespatos  combinada 
con  la  sílice,  por  razón  de  su  afinidad  persiste  unida  á este 
ácido,  el  cual  toma  el  carácter  de  hidrato,  formando  el  kaolín 
ó tierra  de  porcelana,  la  arcilla  común,  teñida  unas  veces  por 


(1)  Becquerel,  en  su  famoso  «Tratado  sobre  la  electricidad, > dice 
que  la  destrucción  de  la  atracción  molecular  de  los  cuerpos  es  ya  un 
verdadero  principio  de  descomposición.  Es  menester  no  olvidar,  conti- 
núa el  mismo,  que  cuando  el  estado  eléctrico  de  las  partículas  de  los 
cuerpos  cambia,  estas  se  hallan  en  el  estado  mas  favorable  para  reac- 
cionar sobre  los  cuerpos  o agentes  que  las  rodean,  pues  se  forman  una 
infinidad  de  pequeños  pares  6 pilas  de  Volta  que  determinan  reacciones 
electro-químicas. 


óxidos  metálicos  y otras  completamente  incolora,  circunstan- 
cia que  la  hace  ser  muy  apreciada  en  la  industria. 

En  esta  operación  hay,  pues,  acción  del  ácido  carbónico 
favorecida  por  el  calor,  la  electricidad,  etc.,  sobre  las  bases 
que  desaloja  de  su  combinación  con  el  ácido  silícico;  forma- 
ción de  carbonatos  y bicarbonatos  alcalinos,  quedando  la 
sílice  en  estado  naciente;  fijándose  bajo  diferentes  formas  en 
su  trayecto. 

Los  experimentos  que  el  Sr.  Kuhlmann  ha  practicado 
desde  el  año  1S41  confirman  plenamente  esta  teoría.  Con 
efecto,  vertiendo  ácido  nítrico,  clorhídrico  ó acético  en  va- 


Yislo  de  costado 


Visto  de  frente 


I'ig.  16.— El  Canto  cochino,  al  N.  de  Manzanares  iGuadarrama).— Des- 
composición del  granito. 


sijas,  que  contienen  silicatos  de  potasa,  ha  obtenido  especies 
de  ópalos  y calcedonias.  La  potasa,  en  presencia  de  uno  de 
estos  ácidos,  se  combina  con  él  y forma  nitrato,  clorhidrato 
ó acetato,  dejando  libre  la  sílice  ó ácido  silícico  que  se  de- 


Fig.  1 7.  — El  Carro  del  diablo  entre  el  puerto  del  Reventón  y Rascafria. 

Descomposición  del  granito 

posita  en  el  fondo  y forma  las  ágatas,  calcedonias,  etc. 
Este  célebre  químico  se  vale  de  la  solubilidad  de  los  silica- 
tos alcalinos  de  sosa  ó potasa,  para  explicar  la  penetración  de 
esta  sustancia  en  las  rocas  calizas,  en  las  areniscas  ó aspero- 
nes, y en  los  tejidos  de  las  plantas  y animales  fósiles.  Fun- 
dado en  esta  excelente  propiedad  de  los  silicatos  alcalinos, 
el  Sr.  Kuhlmann  da  reglas  y preceptos  para  mejorarlas  cales 
crasas  y los  morteros,  convirtiéndolos  en  hidráulicos  por  la 
cantidad  de  sílice  que  les  añade;  endurece  el  yeso  que  se 
emplea  en  las  construcciones;  y cubriendo  las  pinturas  al 
fresco  de  un  ligero  baño  de  silicato  alcalino,  contribuye  á 
preservarlas  de  la  acción  de  los  agentes  exteriores. 

Aunque  variando  algún  tanto  las  relaciones  químicas  y los 
resultados  de  estas  operaciones  recónditas  de  la  naturaleza, 
á tenor  de  su  diversa  composición,  puede  asegurarse  que 
todos  los  silicatos  simples  ó dobles,  atacables  por  el  oxígeno 
y ácido  carbónico  de  la  atmósfera,  se  alteran  primero  y se 
descomponen  después,  por  un  procedimiento  análogo  al  an- 
teriormente expuesto.  En  este  caso  se  hallan  el  anfibol,  la 


230 


GEOLOGÍA 


mica,  el  talco,  la  serpentina,  el  piroxeno  y las  numerosas 
rocas  de  que  estas  especies  mineralógicas  forman  parte. 

Por  el  contrario,  los  minerales  que  son  refractarios  á la 
acción  de  dichos  agentes,  solo  se  alteran  y destruyen  de  un 
modo  físico,  entrando  en  esta  categoría  el  cuarzo  con  todas 
sus  variedades,  la  arcilla,  el  jaspe,  la  cuarcita,  la  greda  y mu- 
chas otras. 

Los  resultados  de  la  descomposición  de  las  rocas  son:  i.° 
la  tierra  vegetal,  cuya  naturaleza  ha  de  hallarse  necesaria- 
mente relacionada  con  la  de  los  materiales  terrestres  deque 
procede;  2°  el  kaolin  y las  arcillas;  3.0  los  materiales  dendrí- 
ticos  de  las  formaciones  de  acarreo,  tales  como  las  chinas, 
guijarros,  la  grava,  arena,  etc.;  4.0  las  formas  caprichosas  y 
variadas  de  las  montañas,  de  las  que  ofrecemos  los  ejemplos 
notables  de  las  figs.  15,  16  y 17;  5. 0 mucho  ácido  carbónico, 
del  que  se  observa  en  algunos  hervideros;  6.°  algunas  simas 
y pozos  inversos  naturales  y muchos  otros  accidentes  que 
seria  enojoso  enumerar. 

II. -ACCION  DEL  AGUA 

El  agua , considerada  por  los  antiguos  como  uno  de  los 
cuatro  elementos,  consta  de  un  átomo  de  oxígeno  y dos  de 
hidrógeno;  existe  en  el  globo  liquida,  sólida  y gaseosa;  pero 
como  ya  en  el  párrafo  anterior  estudiamos  sus  efectos  obrando 
en  estado  de  vapor,  falta  tan  solo  examinar  la  acción  de  la 
líquida  y la  sólida. 

Agua  liquida. — El  agua  en  estado  líquido  es  uno  de  los 
agentes  mas  poderosos  que  determinan  el  proteismo  terrestre; 
por  filtración  disgrega;  congelándose  en  el  interior  de  las 
rocas,  ejerce  una  acción  mecánica  debida  al  aumento  de 
volumen  á la  que  nada  resiste;  químicamente  descompone  y 
es  agente  poderoso  de  descomposición;  dotada  además  de 
una  variable  fuerza  de  acarreo,  circulando  en  el  interior  y á 
la  superficie  del  globo,  trasporta  á largas  distancias  toda  clase 
de  materiales;  por  último,  saliendo  del  interior  de  la  corteza 
terrestre  á temperaturas  mas  ó menos  altas  y cargada  de  sus- 
tandas  minerales,  determina  aun  hoy  muchas  reacciones 
químicas  cuyo  resultado  es  la  formación  de  muchas  rocas  y 
minerales. 

Antes,  empero,  de  examinar  los  diferentes  resultados  de 
la  acción  de  tan  importante  agente  físico,  creemos  oportuno 
trazar  en  breves  palabras  su  historia,  indicando  de  paso  las 
múltiples  funciones  que  ha  desempeñado,  y las  causas  que 
determinan  el  vastísimo  trayecto  que  recorre  desde  el  fondo 
de  la  tierra,  hasta  las  altas  regiones  atmosféricas. 

El  origen  del  agua  se  explica  satisfactoriamente,  recordan- 
do la  grande  afinidad  que  el  hidrógeno  tiene  por  el  oxigeno 
con  el  cual  se  combina,  ora  bajo  la  influencia  de  una  eleva- 
da temperatura,  ó bien  en  virtud  de  una  corriente  eléctrica; 
y como  ambas  cosas  debían  concurrir  en  el  comienzo  de  la 
historia  de  nuestro  planeta,  de  aquí  el  que  el  agua  fuera  como 
uno  de  los  primeros  y mas  curiosos  resultados  de  la  primitiva 
química  terrestre.  Agréguese  á esto,  la  notable  avidez  del 
cloro  por  el  hidrógeno  y el  sodio,  con  lo  cual  formaremos 
claro  concepto  del  modo  cómo  se  formó  el  agua  marina  ac- 
tual, poco  diferente  de  la  de  los  mares  primitivos;  siquiera 
atendida  la  temperatura  que  á la  sazón  reinaba  en  la  super- 
ficie del  globo,  se  presentara  mas  bien  gaseosa  que  líquida. 
Sin  embargo,  los  experimentos  relativos  al  estado  esferoidal 
de  los  cuerpos,  demuestran  la  posibilidad  de  que  el  agua  lí- 
quida permaneciera  á la  superficie,  á pesar  de  su  altísima 
temperatura;  como  se  observa  cuando  en  un  vaso  lleno  de 
aquella,  se  introduce  una  esfera  de  platino  calentada  al  rojo 
blanco;  entre  esta  y el  líquido,  se  nota  un  espacio  hueco  pro- 
bablemente ocupado  por  el  vapor  de  agua. 


Ahora  bien,  en  este  y otros  experimentos  análogos,  en  el 
momento  en  que  la  temperatura  del  cuerpo  calentado  des- 
ciende, el  agua  es  arrojada  con  violencia;  fenómeno  que 
hubo  de  verificarse  á la  superficie  del  globo,  á pesar  de  que 
la  mezcla  ó disolución  de  las  muchas  sustancias  que  á la 
sazón  llevaba  en  su  seno,  la  masa  inmensa  de  esta  en  un 
mar  que  debía  tener  2,500  metros  de  profundidad,  y la  pre- 
sión de  250  atmósferas  que  sobre  ella  pesaban,  debieron 
hasta  cierto  punto  oponerse  á ello,  ó por  lo  menos  retardar 
el  momento  en  que  la  explosión  se  verificara. 

Puesta  de  este  modo  en  contacto  con  la  tierra,  el  agua  fué 
penetrando  con  mas  ó menos  lentitud  en  la  parte  periférica, 
por  efecto  de  la  grande  afinidad  que  tiene  por  diferentes 
sustancias,  y en  particular  por  los  silicatos;  atraída  además 
por  los  movimientos  incesantes  de  la  masa  candente  y por 
otros  fenómenos,  cuya  naturaleza  no  es  fácil  apreciar.  Allí, 
mezclándose  con  los  materiales  en  fusión  ígnea,  hubo  de 
formar  con  ellos  una  especie  de  cieno  termal,  al  que  Yezian 
llama  magma  granítico;  como  es  sabido  que  el  agua  recalen- 
tada descompone  con  gran  facilidad’á  ciertos  silicatos  aunque 
sean  insolubles,  y separa  de  ellos  la  sílice  que  queda  en  esta- 
do naciente,  según  acreditan  recientes  experimentos,  resulta 
que  por  este  procedimiento,  se  da  solución  satisfactoria  á 
muchos  hechos  contradictorios,  que  ofrecen  ciertas  rocas,  y 
citaremos  mas  adelante.  De  manera  que  la  materia  periférica 
terrestre,  primero  en  estado  de  fusión  ígnea,  superior  á 700o, 
que  es  la  temperatura  en  que  todos  los  silicatos  empiezan  á 
fundir,  no  llegó  á solidificarse  antes  de  experimentar  los 
efectos  de  la  mezcla  con  el  agua;  resultando,  según  esto,  que 
la  solidificación  de  la  zona  granítica  es  un  fenómeno  hidro- 
termal de  naturaleza  química,  mas  bien  que  física,  ó de  sim- 
ple enfriamiento. 

Terminada  esta  primera  importantísima  función,  el  agua 
quedó  circulando  por  el  interior  de  la  costra  sólida ; auxilia- 
da de  la  temperatura  que  aumenta  notoriamente  la  capilari- 
dad,  contribuyó  y aun  hoy  influye  en  la  formación  de  los 
filones  y de  las  fuentes  minero-termales,  determinando  en 
mayor  escala  en  tiempos  anteriores,  el  geiserismo,  y la  mayor 
parte  de  las  manifestaciones  plutónicas  y volcánicas. 

Cuando  las  circunstancias  termodinámicas  permitieron  que 
las  aguas  tomaran  el  estado  líquido,  se  establecieron  á la  su- 
perficie formando  primero  los  mares,  y en  tiempos  relativa- 
mente modernos  los  lagos  y otros  depósitos  en  los  continen- 
tes. A partir  de  este  momento,  sometida  el  agua  á la  evapo- 
ración en  escala  relacionada  con  el  calor  de  la  superficie, 
empezó  á describir  un  círculo  maravilloso,  en  cuyo  trayecto 
desempeña  multitud  de  funciones  externas  é internas,  á cual 
mas  importantes. 

Para  apreciar  aproximadamente  la  escala  inmensa  en  que 
se  verifica  la  evaporación,  causa  primera  de  la  lluvia,  bastará 
tener  presente  que,  según  los  cálculos  é ingeniosas  observa- 
ciones del  Dr.  Halley,  la  cantidad  de  agua  que  se  eleva  de 
la  exigua  superficie  del  Mediterráneo,  en  las  doce  horas  de 
un  dia  de  verano,  asciende  á la  enorme  suma  de  cinco  mil 
doscientos  ochenta  millones  de  quintales. 

El  vapor  acuoso,  arrastrado  por  las  corrientes  atmosféricas, 
determina  la  lluvia  y la  nieve  cuando  á su  paso  encuentran 
obstáculos  tales  como  las  cordilleras  que  cruzan  los  conti- 
nentes en  virtud  del  descenso  de  temperatura  que  se  obser- 
va en  las  regiones  altas  de  la  atmósfera.  El  agua  pasa  enton- 
ces del  estado  de  vapor  al  de  nube,  y luego  al  de  lluvia  y de 
nieve,  si  la  temperatura  desciende  á 0,  sea  por  la  altura  ó por 
otra  causa  cualquiera.  De  manera  que  estos  dos  hidrometeo- 
ros  son  la  resultante  de  un  hecho  físico,  la  evaporación, 
y de  un  dato  orográfico,  los  montes  que  obligan  á las  cor- 
rientes atmosféricas  á remontar  á regiones,  cuya  temperatura 


* 


CAPÍTULO  SEGUNDO 


1 


231 


determina  el  cambio  de  estado  del  agua.  De  todo  lo  cual  se 
deduce,  sin  gran  dificultad,  que,  dada  la  dirección  media  de 
las  principales  cordilleras  de  una  región,  se  pueden  determi- 
nar las  corrientes  que  han  de  producir  en  ella  la  lluvia.  El 
eminente  Babinet,  autor  de  tan  sencilla  cuanto  ingeniosa 
teoría,  fundado  en  los  datos  orográfico  y anemométrico,  ha 
explicado  satisfactoriamente  el  riego  general  del  globo,  ó en 
otros  términos,  su  hidrografía  exterior  y subterránea. 

Aplicados  estos  principios  á la  península,  podemos  esta- 
blecer por  regla  general  que  en  las  cuencas  del  Tajo,  Gua- 
diana y parte  de  la  del  Guadalquivir,  llueve  con  vientos 
del  SO.;  en  la  del  Duero,  con  los  del  O.;  en  la  del  Ebro  y 
sus  afluentes,  con  los  del  E.,  y así  sucesivamente. 

La  lluvia  no  se  verifica  en  igual  escala,  así  en  la  repetición 
del  fenómeno,  como  en  la  cantidad  de  agua  que  suministra 
de  una  manera  uniforme  en  todas  las  zonas  del  globo:  en  las 
alpinas  y polares,  la  nieve  sustituye  á la  lluvia,  pudiendo  ci- 
tar en  confirmación  de  esto,  y de  la  cantidad  á veces  enorme 
de  agua  sólida  que  se  desprende  de  la  atmósfera,  la  obser- 
vación hecha  por  Carlos  Martins,  en  la  montaña  llamada 
Grimsel,  en  la  cual  desde  el  mes  de  noviembre  de  1845  á 
abril  de  1846,  se  formó  una  capa  de  nieve  de  16  metros  de 
espesor,  que  equivale  á unos  50  de  lluvia;  en  varias  comar- 
cas boreales,  cae  tanta  cantidad  de  nieve  en  igual  espacio 
de  tiempo.  Por  regla  general,  la  cantidad  de  lluvia  es  mas 
considerable  en  las  regiones  montañosas,  debajo  del  nivel  de 
las  nieves  perpetuas;  llegando  á caer  doble  en  dichos  puntos 
que  en  las  llanuras  inmediatas.  En  las  regiones  ecuatoriales, 
donde  la  evaporación  ecuatorial  es  muy  activa,  puede  decir- 
se que  es  donde  las  lluvias  adquieren  su  máximo  desarrollo, 
verificándose  el  fenómeno  de  una  manera  súbita  y torren- 
cial: algunos  grados  al  N.  y S.  del  Ecuador,  las  lluvias  pue- 
de decirse  que  son  diarias,  lo  cual  determina  un  carácter 
extremadamente  húmedo  del  clima,  que  se  traduce  por  una 
exuberancia  de  vegetación  tal,  que  no  es  fácil  formarse  idea 
no  habiendo  tenido  la  fortuna  de  visitar  dicha  zona.  En  con- 
firmación de  lo  que  acaba  de  indicarse,  debemos  citar  la 
observación  hecha  en  Cayena  por  Roussin,  en  la  noche 
del  T4  al  15  de  febrero  de  1820,  en  la  cual  el  pluviómetro 
acusó  una  columna  de  agua  de  280’®  que  equivale  á la  que 
cae  anualmente  en  París.  En  el  valle  de  Kuerapondji,  en  la 
vertiente  meridional  del  Himalaya,  dicen  algunas  relaciones 
de  viajeros  que  caen  por  término  medio  17  metros  de  agua 
por  año;  y aunque  en  ello  puede  haber  alguna  exageración, 
siempre  significa  este  dato  que  la  lluvia  allí  y en  toda  la  ver- 
tiente de  aquella  cordillera,  es  por  circunstancias  especiales 
de  localidad,  extraordinaria  y excepcional. 

En  contraposición  de  esto,  hay  muchas  comarcas  en  el 
globo  donde  la  lluvia  o no  se  verifica  nunca,  ó es  por  extre- 
mo rara;  esta  es  la  circunstancia  que  determina  la  desconso- 
ladora sequedad  y aridez  de  los  desiertos  de  Sahara  y del 
centro  de  Asia:  en  Egipto,  ya  los  antiguos  dijeron  que  me 
pluit  me  tonnat;  casi  otro  tanto  puede  decirse  ocurre  en  toda 
la  costa  occidental  de  la  América  del  Sur,  en  la  oriental  del 
Brasil,  y en  los  inmensos  desiertos  de  México.— En  las  re- 
giones frías  y polares,  aunque  la  nieve  es  mas  frecuente  y 
abundante  que  la  lluvia,  sin  embargo,  llueve  mas  que  en  las 
regiones  templadas,  no  ocurriendo  sino  de  un  modo  excep- 
cional, la  manera  tumultuosa  de  verificarse  el  fenómeno,  que 
caracteriza  las  regiones  tropicales. — En  la  zona  tórrida  el 
metro  cubico  de  aire  contiene  de  20  á 23  gramos  de  agua; 
en  Francia  solo  llega  á 10  ó 12  gramos.  El  vapor  de  agua 
pesa  4 del  aire,  por  cuya  razón  baja  el  barómetro  según  la 
cantidad  en  suspensión. — Esto  prueba  que  el  vapor  conte- 
nido en  la  atmósfera  depende,  sobre  todo,  del  grado  de  calor, 
aumentando  la  capacidad  disolvente  del  aire  en  razón  directa 


de  todo  lo  que  eleva  la  temperatura:  las  corrientes  atmosfé- 
ricas y oceánicas  también  favorecen  ó contrarían  el  estado 
higrométrico  de  la  atmósfera. 

Aunque  muy  variable,  según  las  circunstancias  especiales 
de  las  diferentes  localidades,  puede  decirse  que  el  número 
anual  de  dias  de  lluvia  en  la  zona  templada  del  antiguo  con- 
tinente, disminuye  «hecha  abstracción  de  las  comarcas 
montañosas»  del  Oeste  al  Este;  siendo  de  152  en  las  regio- 
nes occidentales,  de  147  en  el  centro  de  Francia,  de  141  en 
el  centro  de  Alemania,  de  90  en  Casau  y de  60  en  Siberia. 
En  los  valles  alpinos  y del  Jura  cae  mas  agua  en  algunas 
horas  que  en  París  y Londres  en  algunos  meses. 

Todas  estas  y muchas  otras  particularidades  que  no  de- 
tallo por  no  fatigar  demasiado  al  lector,  encuentran  una 
explicación  satisfactoria,  según  la  teoría  de  Babinet  que  acaba 
de  exponerse,  en  las  circunstancias  especiales  de  la  comarca 
ó región  en  que  se  considere  el  hecho. 

Al  llegar  el  agua  de  lluvia  á la  superficie  de  la  tierra  se 
separa  pronto  en  tres  porciones  desiguales;  la  primera,  que 
vuelve  á la  atmósfera  en  virtud  de  la  evaporación,  para  dar 
origen  á otros  hidrometeoros;  la  segunda  filtra  á través  de 
las  rocas,  si  estas  son  permeables,  y determina  la  hidrografía 
subterránea;  por  último,  la  tercera  corre  á la  superficie,  cons- 
tituyendo la  hidrografía  exterior. 

La  diferente  distribución  de  las  aguas  de  lluvia,  y aun  las 
que  proceden  del  derretimiento  de  las  nieves,  depende  de 
una  multitud  de  circunstancias;  pudiendo  establecer  en  tésis 
general,  que  todo  aquello  que  impide  la  circulación  de  las 
aguas  al  exterior,  facilita,  si  el  terreno  es  permeable  ú ofrece 
grietas,  agujeros,  etc,  la  filtración,  determinando  como  con- 
secuencia natural  el  aumento  del  número  de  fuentes  y su 
caudal.  Entre  dichos  obstáculos  pueden  contarse,  por  ejem- 
plo, la  existencia  de  terraplenes  y malecones  levantados  por 
el  hombre,  la  pendiente  suave  y mas  aun  la  horizontalidad 
del  terreno;  pero  el  mas  poderoso  y eficaz  de  todos,  es  la 
existencia  de  bosques,  lo  cual,  por  otra  parte,  ofrece  la  ven- 
taja de  la  grande  exhalación  que  se  verifica  por  las  hojas,  y 
la  especie  de  atracción  que  sobre  la  humedad  atmosférica 
ejercen  los  árboles. 

Esta  es  una  de  las  razones  mas  poderosas  de  la  falta  ó es- 
casez de  aguas  que  todo  el  mundo  lamenta  entre  nosotros: 
de  aquí  la  importancia  de  la  ley  de  repoblación  de  nuestros 
bosques,  cuyo  proyecto  acaba  de  someterse  á la  aprobación 
de  las  Cortes. 

En  cuanto  á las  circunstancias  de  permeabilidad,  natura- 
leza y estructura  de  los  terrenos  mas  ó menos  propicios  á la 
existencia  de  manantiales,  ó á la  iluminación  de  aguas  natu- 
rales ó de  salto,  daremos  los  oportunos  detalles  en  la  Geología 
agrícola. 

Las  aguas  que  circulan  por  el  interior  se  hallan,  como 
veremos  mas  adelante,  sujetas  á los  mismos  principios  que 
las  externas,  formando  arroyos,  ríos  y lagos,  enteramente 
iguales  á los  de  la  superficie  del  globo.  La  permeabilidad 
permite  la  filtración,  al  paso  que  el  carácter  impermeable  de 
ciertas  rocas  impide  que  las  aguas  corran  en  sentido  verti- 
cal, teniendo  que  seguir  la  dirección  é inclinación  que  las 
capas  ofrecen,  cuya  interrupción  las  obliga  á salir  al  exterior 
constituyendo  lo  que  se  llama 

Manantial;  de  modo  que,  por  lo  visto,  lluvia,  filtración, 
circulación  subterránea  é interrupción  al  exterior  de  la  capa 
impermeable,  son  los  factores  que  determinan  la  formación 
de  los  manantiales. 

Los  efectos  de  la  lluvia  son  tan  variados  como  diversos 
los  modos  de  efectuarse;  cuando  es  normal  y tranquila,  las 
aguas  se  convierten  en  elemento  vivificador  por  excelencia, 
pues  penetrando  lentamente  en  el  suelo  le  suministran  uno 


GEOLOGÍA 


de  los  elementos  mas  vitales  para  la  existencia  y desarrollo 
de  las  plantas.  Por  el  contrario,  cuando  la  lluvia  es  violenta, 
las  aguas,  precipitándose  en  gran  cantidad,  surcan  y desgas- 
tan la  tierra,  vencen  y destruyen  todos  los  obstáculos  que  se 
oponen  á su  curso,  y arrastran  con  su  poderosa  fuerza,  no 
solo  los  materiales  de  la  tierra  vegetal  y los  fragmentos,  á 
veces  enormes,  de  rocas,  sino  que  también  los  árboles  y las 
mas  sólidas  construcciones. 

La  acción  de  las  aguas  corrientes  consiste  principalmente 
en  nivelar  las  desigualdades  del  globo  arrastrando  á las  par- 
tes bajas  los  materiales  que  se  desprenden  de  las  cimas  de 
las  montañas  y de  las  colinas  que  desgastan,  lo  mismo  que 
de  los  terrenos  en  declive,  en  especial  si  están  cultivados. 

Si  en  el  curso  encuentran  alguna  grieta  ó hendidura,  con- 
tribuyen á ensancharla,  rellenándola  á veces  con  los  mate- 
riales que  arrastran. 

Al  recorrer  terrenos  en  desnivel,  las  aguas  originan  saltos, 
cascadas,  cataratas  y mil  otros  caprichos,  arrastrando  toda 
clase  de  materiales  y formando  los  derrumbaderos  ó monto- 
nes de  materiales  que  cubren  las  faldas  de  las  montañas,  á 
los  que  se  les  da  también  el  nombre  de  talud. 

La  acción  química  y mecánica  y el  enorme  peso  de  las 
aguas,  actuando  sobre  los  materiales  del  borde  de  la  cascada 
ó catarata,  los  desgastan,  desprendiéndose  á veces  masas 
considerables,  retrocediendo  de  esta  manera  en  escala  muy 
diversa  (en  la  del  Niágara  calcúlase  en  un  pié  por  año)  el 
borde  de  la  catarata. 

Las  lluvias  muy  continuadas  ocasionan  grandes  hundi- 
mientos, en  los  que  porciones  enormes  de  terrenos  se  escur- 
ren, arrastrando  consigo  los  bosques  y hasta  poblaciones 
enteras.  El  ocurrido  en  Goldan,  en  el  cantón  de  Lucerna,  en 
setiembre  de  1806,  fué  muy  notable,  pues  desde  la  falda  de 
una  alta  montaña  una  masa  de  terreno  de  mas  de  4,000  me- 
tros de  anchura,  400  de  alto  y sobre  30  de  espesor  se  des- 
prendió, llevándose  al  fondo  del  valle  toda  la  población  con 
sus  habitantes,  de  los  que  perecieron  mas  de  500. 

Estos  grandes  y terribles  fenómenos  se  verifican  en  los 
puntos  en  que  varios  estratos  de  rocas  duras,  consistentes  y 
de  mucha  inclinación,  alternan  con  otros  de  materiales  suel- 
tos, descansando  sobre  capas  impermeables.  El  mecanismo 
de  esta  operación  es  muy  fácil  de  comprender;  las  aguas 
filtran  hasta  llegar  á la  capa  impermeable,  desgastando  á su 
paso  poco  á poco  la  base,  hasta  que  faltando  esta  por  com- 
pleto, la  masa  de  tierras  sobrepuestas  cuyo  peso  ha  aumenta- 
do extraordinariamente  con  la  penetración  del  agua,  se 
desprende  y escurre  por  el  plano  inclinado  que  las  capas 
impermeables  le  ofrecen. 

Lo  que  se  acaba  de  indicar  es  una  prueba  mas  de  la  ne- 
cesidad de  los  conocimientos  geológicos;  pues  si  por  desco- 
nocer la  naturaleza  del  suelo,  el  ingeniero  ó arquitecto  cons- 
truye un  edificio  ó traza  un  camino  ó ferro  carril  sobre 
terrenos  que  presentan  estas  condiciones  favorables  á los 
hundimientos,  se  expone  á perder  honra  y provecho,  siendo 
víctima  de  su  propia  ignorancia  y perjudicando  á veces  in- 
tereses muy  sagrados. 

A poco  de  hallarse  las  aguas  en  la  superficie  de  la  tierra, 
abandonan  su  marcha  incierta,  y siguiendo  la  natural  pen. 
diente  que  le  ofrecen  las  condiciones  topográficas  del  suelo, 
abren  surcos,  que  con  el  nombre  de  arroyos,  cañadas,  tor- 
rentes y rios,  determinan  la  Hidrografía  superficial  del 
globo,  trasportando  los  materiales  de  un  puesto  á otro,  á 
cuyo  propósito  debe  saberse  que  la  fuerza  de  acarreo  de  las 
corrientes  está  en  razón  directa  de  la  rapidez  y de  la  pen- 
diente del  álveo,  y en  la  inversa  de  la  cantidad  de  materia- 
les que  arrastra,  pudiendo  establecer,  por  regla  general,  que 
los  rios  cuya  corriente  es  rápida  y corta  la  extensión  de  su 


curso  llevan  al  mar  la  mayor  parte,  si  no  todos  los  materia- 
les arrancados  en  su  origen,  como  sucede  en  la  mayor  parte 
de  los  rios  de  los  Alpes  y Apeninos : por  el  contrario,  los 
que  en  su  trayecto  atraviesan  grandes  llanuras,  como  sucede 
en  el  Rhin,  Ródano,  Ebro,  Tajo,  etc.,  solo  llevan  al  mar  los 
materiales  mas  tenues,  ó sean  aquellos  cuyo  peso  especifico 
está  en  relación  con  la  fuerza  de  trasporte  de  la  corriente. 
En  los  rios  y rieras  de  Cataluña  puede  estudiarse  esto  de 
una  manera  satisfactoria,  y hasta  por  el  tamaño  de  los  ma- 
teriales de  acarreo  del  terreno  diluvial  que  sirve  de  asiento 
á Barcelona  y que  las  obras  del  ferro-carril  han  descubierto, 
por  ejemplo,  en  San  Gervasio,  puede  calcularse  el  régimen 
de  las  aguas  en  aquel  período. 

Separación  de  los  materiales.  — Desde  el  momento  en  que 
la  corriente  disminuye,  empieza  á verificarse  en  el  álveo  del 
rio,  arroyo,  cañada  ó llanura  una  separación  de  materiales 
por  tamaños,  formas  y mas  particularmente  por  su  peso  ó 
densidad;  depositándose  primero  los  mas  pesados  y volumi- 
nosos, luego  los  medianos  y por  último  los  mas  finos,  que 
ocupan  siempre  la  parte  superior  del  depósito,  siendo  estos 
los  que  constantemente  recorren  todo  el  trayecto  hasta  el 
mar. 

Los  estragos  que  determinan  las  aguas  disminuyen  con- 
siderablemente en  los  terrenos  llanos  por  cuanto  en  ellos 
pierde  su  fuerza  la  corriente,  lo  mismo  que  al  atravesar  una 
gran  depresión  ó lago  por  la  resistencia  que  ofrecen  las  aguas 
allí  acumuladas,  y que  por  otra  parte  hacen  el  oficio  de 
filtro,  pues  depositándose  en  el  fondo  lo  que  llevan  en  sus- 
pensión, aparecen  aquellas  en  su  salida  inferior  con  una 
pureza  admirable,  como  se  nota  muy  especialmente  en  las 
del  lago  de  Ginebra  al  atravesar  la  ciudad,  en  el  Rhin  junto 
á Constanza,  etc. 

Si  las  llanuras,  los  lagos  y las  grandes  depresiones  del 
suelo  disminuyen  la  fuerza  de  acarreo  de  las  aguas,  por  el 
contrario,  los  diques,  tanto  naturales  como  artificiales,  la 
aumentan  considerablemente,  determinando  aveces  inunda- 
ciones terribles.  En  un  principio  estos  obstáculos  impiden 
que  los  rios  se  desborden;  pero  como  la  tuerza  de  las  aguas 
crece  en  razón  directa  de  todo  lo  que  se  opone  á su  curso 
natural,  en  el  momento  en  que  aquella  vence,  sobreviene 
uno  de  esos  cataclismos  que  siembran  el  llanto  y la  desola- 
ción en  la  comarca;  siendo  tal  la  fuerza  de  la  corriente,  que 
no  hay  poder  que  la  resista,  debiendo  atribuir  á esta  acción, 
asociada  á otras  de  índole  análoga,  la  mayor  parte  de  los 
estrechos  y desfiladeros  que  se  encuentran  en  los  terrenos 
montuosos.  A pesar  de  esto,  como  en  aquellos  puntos  en 
que  las  aguas  se  extienden  saliendo  los  rios  de  madre,  dis- 
minuye en  razón  directa  la  fuerza  de  trasporte,  desprendién- 
dose del  líquido  elemento  los  materiales  que  llevaba  en  sus- 
pensión, aquellos  se  depositan  en  diferentes  zonas  según  su 
peso,  dando  origen  á depósitos  de  acarreo,  que  cuando  ocur- 
ren en  las  partes  mas  bajas,  aumentan  extraordinariamente 
la  fertilidad  de  las  tierras,  compensando  de  este  modo  los 
estragos  producidos  en  la  parte  superior  y accidentada  de  la 
cuenca.  De  todo  lo  cual  fácilmente  se  desprende  que  las 
inundaciones  son  mas  bien  beneficiosas  que  perjudiciales; 
debiendo  dirigirse  todos  los  esfuerzos  del  hombre,  mejor 
que  á impedir  en  absoluto,  á regularizar  estas  operaciones 
naturales,  haciendo  que  sean  beneficiosas  á la  agricultura. 
En  confirmación  de  lo  que  acabamos  de  exponer  bastará 
citar  los  deltas  del  Nilo,  del  Ganges,  Mississippí  y otras  gran- 
des arterias  terrestres,  cuyas  excelentes  condiciones  agrícolas 
son  principalmente  debidas  á la  renovación  periódica  en 
unas,  mas  ó menos  irregular  en  otras,  por  medio  de  las  inun- 
daciones, de  los  materiales  así  orgánicos  como  inorgánicos 
de  la  tierra  vegetal ; reponiéndose  el  suelo  por  este  admira- 


CAPÍTULO  SEGUNDO 


2 55 


ble  procedimiento,  de  las  sustancias  que  los  vegetales  necesi- 
tan para  su  desarrollo.  Como  atendida  la  importancia  del 
asunto,  hemos  de  tratarlo  detenidamente  en  la  Geología 
agrícola,  aplazamos  para  entonces  el  dar  mayores  detalles. 

La  fuerza  de  acarreo  de  las  aguas  que  corren  por  un  rio, 
se  ejerce  también  sobre  sus  propias  márgenes ; en  las  cuales 
ora  depositan  parte  de  los  materiales  que  aquellas  llevan,  ó 
se  ven  señales  claras  de  su  acción  química  y mecánica,  ha- 
llándose todo  esto  sujeto  á multitud  de  accidentes  y circuns- 
tancias, que  no  es  fácil  precisar  en  breves  líneas.  No  debe- 
mos, sin  embargo,  pasar  en  silencio  la  acción  química  que 
deben  ejercer  ciertas  aguas  cuando  llevan  determinadas  sus- 
tancias en  disolución;  como  sucede,  por  ejemplo,  con  las 


del  rio  Vinagre,  que  nace  en  el  volcan  de  Purace  (América 
del  Sur)  á una  altura  de  3,500  metros,  cuyas  aguas  llevan 
ácido  sulfúrico  y clorhídrico  en  cantidad  tal,  que  según  Bou- 
singault  en  abril  de  1831,  en  los  34,784  metros  cúbicos  que 
da  en  24  horas,  contiene  38,611  kilógramos  de  ácido  sulfú- 
rico, y 31,654  del  clorhídrico;  recientemente  se  ha  descu- 
bierto en  las  aguas  de  un  lago,  en  Java,  el  ácido  sulfúrico 
libre;  el  señor  Lúea  lo  acaba  de  encontrar  también  en  las 
aguas  termales  de  Pozzuolo,  en  cantidad  de  un  gramo  433 
miligramos  por  litro.  Fácil  es  comprender  las  reacciones  quí- 
micas que  han  de  determinar  semejantes  aguas  actuando 
sobre  rocas  calizas,  otras  y atacables  por  dichos  ácidos. 

Después  de  lo  dicho  conviene  indicar  cuál  es  la  fuerza 


Sol 


Lima 


Poso  Ñor 


riente  que  las  arrastra,  y se  acumulan  en  el  álveo  mismo  de 
rio,  ó en  sus  inmediaciones  cuando  sale  de  madre,  originan 
los  aluviones,  locales  ó generales,  antiguos  y modernos, 
según  la  fecha  en  que  se  formaron,  y circunstancias  que  á 
ello  concurrieron.  Si  los  materiales  se  depositan  en  la  desem- 
bocadura de  algún  gran  rio,  forman  lo  que  se  llama  aparato 
litoral , cuyo  proceso  estudiaremos  mas  adelante.  Por  último, 
reciben  el  nombre  de  sedimentos,  cuando  los  materiales  se 
depositan  en  el  fondo  de  los  mares  ó lagos,  á cuyo  exámen 
dedicaremos  algunos  párrafos  mas  adelante  (1). 

Acción  de  los  mares. — En  último  resultado,  el  agua  de  los 
mares  determina  los  mismos  ó muy  parecidos  efectos  que 
los  que  acabamos  de  examinar  en  las  terrestres;  es  decir, 
que  descomponen  las  rocas,  las  destruyen  mecánicamente, 
y arrastran  los  materiales  á puntos  mas  ó menos  lejanos:  no 
habiendo  mas  diferencia  sino  la  de  que  aquí  no  hay  depósi- 
tos de  acarreo,  como  los  forman  aquellas;  siendo  todos  de 
sedimento,  por  cuanto  los  materiales  que  las  aguas  arrastran, 
exceptuando  algunos  pocos  que  se  quedan  en  la  costa,  todos 
van  á depositarse  en  el  fondo  del  mar.  Este  determina  todos 
sus  efectos,  mediante  las  tres  especies  de  movimientos  á que 
sus  aguas  se  hallan  sujetas;  á saber:  el  oleaje,  la  marea  y la 
corriente;  debidos  el  i.°  á la  acción  de  la  atmósfera  sobre 


(1)  Para  formarse  una  idea  del  poder  de  acarreo  de  los  rios,  bastará 
recordar  que  el  Ganges  lleva  anualmente  al  golfo  de  Bengala  la  enorme 
cantidad  de  180.340, 100  metros  cúbicos  de  materiales,  que  equivalen  al 
peso  de  42  veces  la  mayor  pirámide  de  Egipto.  Según  el  Sr.  Barrow,  el 
rio  Amarillo,  en  la  China,  lleva  diariamente  al  mar  del  mismo  nombre 
1.359,135  metros  cúbicos,  habiendo  calculado  el  mismo  escritor  que  se 
necesitan  24,000  años  para  que  el  depósito  de  los  materiales  acarreados 
lo  llegue  á cegar  por  completo. 


que  se  señala  á la  corriente  según  su  rapidez,  cuando 
recorre  de  10  á 30  centímetros  por  segundo,  llámase 
y solo  trasporta  materiales  muy  finos  y tenues,  como  los  que 
se  desprenden  de  una  superficie  arcillosa  y las  arenas  finas: 
cuando  llega  á 60  centímetros  se  llama  ordinaria  la  corriente 
y arrastra  grava  y pequeñas  chinas;  al  metro  ó metro  y medio 
se  dice  grande  y acarrea  piedras  irregulares  y los  cantos  aglo- 
merados de  algún  tamaño:  por  fin,  cuando  el  agua  recorre 
dos  ó tres  metros  por  segundo,  puede  destruir  y arrastra 
hasta  las  rocas  mas  duras  en  capas  ó en  masa,  llamándose 


La  destrucción  de  las  rocas  por  las  corrientes  no  es  solo 
efecto  del  roce  del  agua,  sino  también  de  la  acción  mecá- 
nica de  los  cuerpos  sólidos  que  lleva  en  suspensión,  los 
cuales,  al  chocar  contra  las  laderas  de  los  rios,  sobre  todo  si 
son  escarpadas,  actúan  á manera  de  ariete:  al  tratar  de  la 
acción  de  las  aguas  del  mar,  veremos  reproducirse  exacta- 
mente el  hecho.  También  produce  el  roce  de  estos  materia- 
les efectos  notables  en  el  álveo  mismo  de  los  rios,  observán- 
dose en  especial  en  los  rápidos,  donde  por  efecto  de  los 
remolinos  comunica  á los  cantos,  chinas  y grava  un  movi- 
circular,  de  donde  resultan  las  cavidades  que  se 
man  ollas  ó calderas; algunas,  sin  embargo,  deben  su  exis- 
tencia á la  acción  de  las  aguas  sólidas. 

Considerada  la  acción  de  las  aguas  corrientes  desde  el 
punto  de  su  procedencia,  puede  decirse  que  se  resume  en 
las  siguientes  frases:  descomposición  de  las  rocas,  erosión 
de  los  terrenos,  transporte  de  los  materiales,  depósitos  de 
acarreo,  y de  sedimento.  De  los  dos  primeros  resultados  ya 
nos  hemos  ocupado  detenidamente,  así  como  del  acarreo  de 
las  materias  terrestres,  las  cuales  si  se  desprenden  de  la  cor- 


Fig.  18. — Marea  Luni-Solar 


Fig.  19. — Marea  Lunar 


Tomo  IX 


30 


234 


GEOLOGIA 


las  capas  superficiales  del  agua,  el  2.u  á la  atracción  lunar  y 
solar;  y el  3.0  á causas  muy  diversas  que  examinaremos  opor- 
tunamente. 

Los  efectos  de  la  acción  química  de  las  aguas  del  mar 
dependen  necesariamente  de  los  elementos  que  entran  en  su 
composición  y de  la  naturaleza  de  las  rocas  que  forman  las 
costas. 

El  contacto  perenne  de  las  rocas  con  los  diversos  agentes 
que  llevan  las  aguas  del  mar,  auxiliado  de  su  acción  mecá- 
nica, favorece  poderosamente  las  reacciones  químicas  de  los 
diferentes  elementos  que,  según  indicamos,  entran  en  la  com- 
posición de  dichas  aguas.  El  resultado  de  esta  acción  varía 
según  la  naturaleza  de  las  rocas:  cuando  son  calizas  las  corroe 
y convierte  en  superficies  ásperas  y desiguales;  si  son  graní- 
ticas se  reproduce,  pero  en  mayor  escala,  la  descomposición 
que  dimos  ya  á conocer,  y asi  sucesivamente  de  todas  las 
demás. 

La  acción  mecánica  del  mar  es,  sin  embargo,  mas  eficaz, 
si  bien  sujeta  á una  porción  de  circunstancias,  tales  como  la 
forma  y disposición  de  la  costa,  ia  naturaleza  de  sus  mate- 
riales, etc.,  etc.  Hasta  tal  punto  es  esto  cierto,  que  mientras 
en  las  playas  ó costas  planas  la  acción  es  casi  insignificante, 
en  las  acantiladas  ó escarpadas  y de  inclinación  en  sentido 
contrario  al  mar,  las  olas,  batiéndolas  directamente  y sin 
obstáculos  que  se  opongan  á su  acción,  esta  es  directa  y los 
efectos  destructores  terribles  é incalculables. 

Los  materiales  desprendidos  por  este  choque  continuo  se 
acumulan  primero  al  pié  de  la  costa  brava  en  donde  forman 
una  rompiente  ó escollera  natural,  que  si  bien  preserva  á 
aquella  por  algún  tiempo  del  furor  de  las  aguas,  llega  un  mo- 
mento en  que,  trituradas  las  rocas  que  la  constituían  y tras- 
portadas al  fondo  del  mar,  vuelve  á quedar  otra  vez  la  costa 
expuesta  á los  ataques  de  las  olas ; renovándose  con  peque- 
ños intervalos  la  misma  Operación. 

Estos  efectos  son  mucho  mas  notables  cuando  el  mar  es 
profundo  junto  á la  costa,  y aun  mayores  si  los  materiales  de 
que  esta  se  compone  son  deleznables  ó se  descomponen  con 
facilidad;  cuando  se  halla  constituida  por  rocas  fracturadas 
ó de  cantos  aglutinados,  la  acción  del  mar  redobla  su  ener- 
gía en  razón  del  choque  mecánico  que  determinan  estos  ma- 
teriales sueltos  puestos  en  movimiento  por  las  olas,  obrando 
á la  manera  de  un  ariete  natural.  Si  la  costa  está  en  pendiente 
hácia  el  mar,  el  plano  indicado  que  presenta  opone  un  obs- 
táculo tal  á la  acción  del  agua,  que  en  vez  de  ser  destructora 
es  beneficiosa  ó de  reparación,  depositando  en  la  parte  alta 
de  aquella  los  materiales  que  las  aguas  arrancan  de  los  bajíos. 

Sin  embargo,  el  movimiento  llamado  de  resaca,  que  es  el 
de  las  aguas  cuando  se  retiran,  desgasta  la  costa  de  un  modo 


enérgico. 


A beneficio  ce  esta  acción  incesante,  las  costas  varían  con 
mucha  frecuencia  de  aspecto;  explicándose  por  este  procedi- 
miento la  multitud  de  senos,  cavernas  y grandes  excavacio- 
nes que  se  notan  en  ellas.  ¡ Cuántos  promontorios  han  des- 
aparecido por  este  mecanismo!  ¡ Cuántos  han  sido  separados 
de  los  continentes  formando  islas  hoy  á bastante  distancia 
de  la  costa  á la  que  estaban  unidos!  y ¡cuántos  estrechos  y 
canales,  por  fin,  deben  su  origen  á esa  poderosísima  acción! 
En  las  islas  estos  efectos  son  mas  evidentes  y notables  por 
razón  de  estar  al  descubierto  sin  que  nada  las  resguarde  de 
la  acción  de  las  olas,  mareas  y corrientes. 

La  marea  es  un  movimiento  de  las  aguas  todas,  si  bien 
mas  sensible  en  las  del  Océano,  en  virtud  del  cual  durante 
seis  horas  avanan  y suben  en  las  costas,  y durante  otras  seis 
bajan  como  si  Leran  á desaparecer.  El  primer  movimiento 
lleva  el  nombre  fe  flujo  y el  segundo  reflujo;  llámase  pleamar 
el  momento  en  que  las  aguas  están  mas  altas;  y bajamar , 


por  el  contrario,  aquel  en  que  se  ven  mas  bajas.  En  general, 
y aunque  las  mareas  se  hallan  sujetas  á una  porción  de  cau- 
sas que  pueden  modificar  su  marcha,  se  calcula  que  dos 
mareas  continuas  duran  próximamente  24  horas  y minutos; 
es  decir,  el  tiempo  que  emplea  la  luna  en  pasar  dos  veces 
por  el  mismo  meridiano.  La  influencia  del  satélite  es  mucho 
mas  eficaz  que  la  del  sol,  por  la  menor  distancia  que  lo  se- 
para de  la  tierra;  llamándose  mareas  lunares,  cuando  solo 
interviene  aquella;  y luni-solares  cuando  ambos  astros  están 
en  conjunción,  ó sea  en  línea  recta  respecto  de  la  tierra, 
como  demuestra  la  fig.  18.  En  este  caso,  multiplícase  ó au- 
menta considerablemente  la  atracción  ejercida  por  la  luna, 
con  la  del  sol,  determinando  una  marea  muy  fuerte,  como 
sucede  en  la  luna  llena  y nueva;  por  el  contrario,  en  la  época 
de  las  cuadraturas,  la  acción  del  sol,  contrarestando  hasta 
cierto  punto  la  lunar,  disminuye  la  marea. 

La  atracción  que  la  luna  ejerce  en  un  punto  cualquiera  de 
la  tierra  está  en  razón  inversa  del  cuadrado  de  su  distancia; 
si  se  tira  desde  aquella  una  linea  recta  que  pase  por  el  centro 
de  la  tierra  (fig.  19),  esta  linea  encontrará  la  superficie  de 
las  aguas  en  dos  puntos  diametralmente  opuestos,  sur  y 
norte,  y uno  de  estos  tendrá  la  luna  al  zenit  y el  otro  al  nádir. 
Los  puntos  del  mar  que  tienen  la  luna  al  zenit,  es  decir,  los 
que  aquella  ilumina  perpendicularmente,  estarán  mas  próxi- 
mos á dicho  astro,  y por  lo  tanto  se  hallarán  mas  sometidos 
á la  atracción  que  el  centro  del  globo,  mientras  los  puntos 
diametralmente  opuestos,  los  que  tienen  la  luna  al  nádir , se 
encontrarán  mas  léjos  y la  atracción  será  menor  sobre  ellos. 
En  su  consecuencia,  las  aguas  situadas  directamente  bajo  la 
luna  deberán  elevarse  hácia  ella,  dilatándose  en  la  superficie 
del  Océano,  y las  aguas  de  los  antípodas,  menos  sujetas  á la 
atracción  lunar  que  el  centro  del  globo,  se  quedarán  atrás 
para  formar  un  segundo  promontorio  en  la  superficie  del 
mar.  De  aquí  resulta  una  doble  marea  alta  bajo  la  luna  y en 
el  punto  opuesto  del  globo,  y allí  donde  las  aguas  no  están 
sometidas  á la  atrae  ion  directa  de  aquella,  habrá  marea 
baja , según  se  representa  en  la  fig.  19.  Algunas  circunstan- 
cias modifican  sensiblemente  la  regularidad  en  la  marcha  de 
las  mareas;  tales  como  las  grandes  desigualdades  del  fondo 
del  mar,  los  continentes,  la  pendiente  mas  'ó  menos  rápida 
de  las  costas  que  están  bajo  el  agua,  la  diferente  anchura, 
los  canales  y estrechos,  las  corrientes  marítimas,  y por  ulti- 
mo los  vientos,  que  aumentan  considerablemente  la  elevación 
normal  de  la  pleamar , ó destruyen  el  flujo,  según  que  su  di- 
rección sea  favorable  ó adversa. 

Las  mareas  se  verifican  en  todas  las  aguas,  con  la  diferen- 
cia de  ser  mas  enérgicas  en  los  grandes  Océanos  que  en  los 
mares  interiores,  y en  estos  mas  que  en  los  lagos;  también  se 
notan  infinitamente  mas  en  las  costas,  y en  especial  en  las 
de  los  canales,  que  en  alta  mar;  así  es  que  mientras  en  la 
isla  de  Otaiti  solo  sube  y baja  algunos  decímetros,  en  la  costa 
del  canal  de  la  Mancha  hay  puntos  en  que  llega  á 20  y mas 
metros. 

Llámase  estuario  el  punto  por  donde  el  mar,  en  sus  dos 
movimientos  de  flujo  y reflujo,  entra  y sale  por  las  sinuosi- 
dades de  la  costa,  y principalmente  en  los  ríos.  En  estos, 
encontrando  las  aguas  del  mar  un  fuerte  obstáculo  en  las  que 
bajan  por  su  natural  corriente,  originan  una  especie  de  barra 
ó de  ola  grande  que  con  su  movimiento  impetuoso  suele  pro- 
ducir efectos  terribles  de  destrucción  sobre  las  orillas  del  rio. 
En  América  llaman  pororoca  á la  barra,  y espera  á los  puntos 
en  que  por  razón  de  la  profundidad  del  rio  y la  gran  masa 
de  agua,  la  marea  conserva  el  mismo  nivel  y queda  tranquila: 
en  el  Amazonas  llaman  Bore  á este  fenómeno. 

Las  aguas  dulces  siendo  específicamente  mas  ligeras  que 
las  del  mar,  se  sobreponen  á estas;  distinguiéndose  á veces 


CAPÍTULO  SEGUNDO 


235 


á muchas  millas  de  la  costa  por  el  color  blanquecino  ó rojizo 
que  indica  los  materiales  que  arrastran. 

Los  franceses  aplican  el  nombre  de  Ras  de  Marée  á dife- 
rentes movimientos  como  tumultuosos  del  mar  llamados 
por  nuestros  marinos  hilero  de  corrientes : pero  también  se 
designa  con  este  mismo  nombre,  según  el  ilustrado  marino  y 
académico  de  ciencias  D.  Francisco  de  Paula  Márquez,  un 
oleaje  sordo  que,  sin  parecer  impelido  por  el  viento,  se  forma 
súbitamente,  adquiere  cierta  magnitud  y comunica  una  gran- 
de agitación  á la  mar.  Este  oleaje  suele  destruir  algunas  ve- 
ces las  obras  hidráulicas,  y arrastra  hácia  la  costa  á los  bu- 
ques de  vela  que  por  falta  de  viento  no  pueden  valerse  de 
su  aparejo,  y hasta  desfóndales  en  los  mismos  parajes.  En  el 
puerto  de  Pasajes  llaman  resaca  á un  movimiento  de  la  mar 
resultado  de  un  desnivel  brusco  y considerable,  ocasionado 
por  grandes  olas,  que  vienen  de  larga  distancia  y perturban 
el  equilibrio  de  las  aguas.  A este  fenómeno  llaman  también 
los  franceses  Ras  de  Marée,  que  otras  veces  aplican  al  her- 
videro producido  por  dos  corrientes  encontradas,  á lo  cual 
llaman  en  algunas  localidades  los  marineros,  Raya  de  marea 
que  hacen  á veces  sinónimo  de  Resaca. 

Además  del  oleaje  y las  mareas,  hay  que  estudiar  en  los 
mares  una  tercera  especie  de  movimiento  debido  á los  vien- 
tos alisios  y monzones,  á la  diferente  escala  en  que  se  veri- 
fica la  evaporación  en  el  ecuador  y en  las  regiones  polares,  y 
á otras  causas  menos  conocidas,  que  se  llama  corriente,  la 
cual,  según  la  causa  que  la  determina,  se  dice  constante,  pe- 
riódica ó irregular.  La  importancia  de  las  corrientes  es  muy 
grande,  no  solo  en  sus  aplicaciones  á la  navegación,  por  lo 
que  auxilia  ó contraría  la  marcha  de  los  buques,  sino  tam- 
bién para  el  trasporte  á grandes  distancias  de  toda  clase  de 
materiales  y muy  especialmente  de  los  que  van  adheridos  á 
las  grandes  masas  de  hielo  que  se  desprenden  de  las  regiones 
polares,  que  constituyen  las  bancas  de  nieve.  Al  hablar  del 
terreno  cuaternario,  veremos  las  razones  que  hay  en  pro  yen 
contra  del  trasporte  por  este  medio  de  los  cantos  llamados 
erráticos  de  la  formación  glacial.  Por  último,  las  corrientes 
sirven  también  para  establecer  límites  bien  determinados  á 
las  faunas  y floras  marítimas;  facilitando  unas  veces,  y opo- 
niéndose otras,  á la  emigración  de  los  séres;  contribuyendo 
de  un  modo  muy  eficaz  á modificar  en  sentido  favorable  ó 
adverso  las  condiciones  climatológicas  de  las  costas  y de  los 
países  á ellas  inmediatos. 

Aparato  litoral.  La  lucha  que  en  la  desembocadura  de 
los  grandes  rios  se  verifica  entre  la  acción  de  acarreo  de  estos 
y la  del  mar  ó de  los  lagos  oponiéndose  á la  dirección  de  las 
corrientes,  determina  una  porción  de  efectos  que  se  conocen 
con  el  nombre  de  aparato  litoral;  representado  por  el  delta, 
la  barra,  cordon  litoral,  etc. 

Delta. — Es  el  depósito  formado  en  la  desembocadura 
misma  del  rio,  cuya  forma  triangular,  parecida  á laZ>  (delta) 
griega,  explica  el  nombre  que  lleva  este  accidente:  deriva- 
do del  árabe,  se  llama  Alfaque,  en  castellano,  como  el  del 
Ebro. 

Marinos  y Lacustres. — El  punto  donde  se  forman  los  alfa- 
ques y la  naturaleza  de  los  materiales  orgánicos  que  contie- 
nen, decidirán  la  cuestión  de  si  son  marinos  ó lacustres. 

Barra. — Según  el  Diccionario  de  voces  geográficas,  recibe 
este  nombre,  una  ceja  o banco  de  arena  amontonada  á la 
desembocadura  de  los  ríos;  llamándose  así,  porque  dismi- 
nuye el  fondo  y estrecha  ó cierra  la  entrada  y salida  de  las 
embarcaciones. 

Cordon  litoral.—  De  los  materiales  que  la  fuerza  de  las  cor- 
rientes lleva  al  mar,  unos  siguen  la  dirección  que  aquellas 
les  marcan,  y depositándose  en  el  fondo,  dan  origen  á forma- 
ciones marinas  de  sedimento;  los  otros,  rechazados  en  la 


embocadura  misma  por  las  aguas  saladas,  se  distribuyen  á lo 
largo  de  la  costa,  posándose  en  las  rocas  y escollos  que  sir- 
ven como  de  núcleo,  formando  primero  centros  aislados  de 
sedimentación,  á manera  de  cuentas  de  rosario,  y mas  tarde, 
aumentando  con  los  depósitos  sucesivos,  llegan  á juntarse 
formando  una  lengua  continua  de  tierra,  á la  que  se  da  el 
nombre  de  cordon  litoral. 

Lagunasos  y marismas. — Asi  se  llaman  los  espacios  de  la 
costa  que  el  cordon  litoral  cierra,  donde  se  mezclan  las 
aguas  dulces  con  las  saladas,  desarrollándose  en  consecuen- 
cia una  fauna  y flora  mixta  como  el  medio  que  las  da  vida. 

Los  sedimentos  que  por  el  acarreo  mismo  del  rio  se  for- 
man en  aquellos  polders,  como  dicen  los  holandeses,  levan- 
tan el  fondo,  y nivelándose  con  la  costa,  contribuyen  á 
extender  los  límites  del  continente.  Las  regiones  mas  clási- 
cas en  Europa  para  el  estudio  del  aparato  litoral,  son  los 
Países-Bajos  de  Holanda,  producidos  por  las  aguas  del  Elba, 
del  Rhin  y el  Mosela,  y Venecia  ó los  Países-Bajos  adriáti- 
cos,  formados  por  el  Po,  el  Adige  y el  Brenta.  Fuera  de 
Europa  el  delta  del  Nilo  es  uno  de  los  mas  antiguamente 
conocidos  y estudiados,  no  siendo  menos  importante  el  del 
Ganges  en  la  India  y el  del  Mississippí  en  el  golfo  de  Méxi- 
co. El  eminente  geólogo  Lyell  calcula  que  este  último  ha 
necesitado  para  formarse  nada  menos  que  cincuenta  ó sesenta 
mil  años,  dato  histórico  de  trascendencia  suma. 

La  acción  de  los  rios  y de  los  mares  determina,  según 
acabamos  de  ver,  el  constante  proteismo  de  las  costas,  su- 
ministrándoles por  un  lado  los  materiales  que  destruyen  y 
arrancan  de  otros  puntos,  y formando  en  el  fondo  de  los 
lagos  y del  mar  y en  las  costas  mismas  un  terreno  nuevo, 
cuyo  estudio  puede  ilustrar  poderosamente  al  geólogo  para 
llegar  al  conocimiento  de  los  estratificados,  análogos  á aquel 
en  su  esencia. 

Delta  negativo.  — Se  forma  cuando  las  aguas  del  mar  pe- 
netran mucho  en  los  rios,  determinando  una  notable  acción 
erosiva  en  las  riberas,  la  cual  aumenta  considerablemente 
acumulándose  en  el  reflujo  la  fuerza  de  la  corriente  del  rio  y 
la  de  la  marea,  pues  en  este  caso,  en  vez  de  depositarse  los 
materiales,  son  estos  acarreados  al  fondo  del  mar. 

III.— AGUA  SÓLIDA 

Si  el  agua  sólida  es  el  resultado  de  su  propia  congelación 
en  la  superficie  del  globo,  se  llama  hielo;  y nieve  cuando 
cristaliza  en  las  altas  regiones  de  la  atmósfera. 

El  hielo  temporal  ó perpetuo  produce  efectos  mecánicos 
de  destrucción,  proporcionados  á la  cantidad  acumulada  y 
á la  naturaleza  de  las  rocas  sobre  que  actúa.  Fúndase  esta 
acción  en  el  aumento  considerable  del  volúmen  que  adquie- 
re el  agua  al  pasar  del  estado  líquido  al  sólido;  dejándose 
sentir  mas  directamente  estos  efectos  cuando  la  trasforma- 
cion  se  verifica  en  el  interior  de  las  rocas;  siendo  fácil  com- 
prender que  tan  considerable  dilatación  ha  de  producir  re- 
sultados análogos,  siquiera  en  escala  mucho  mayor,  como 
sucede  en  las  regiones  polares,  cuando  masas  inmensas  de 
agua  congelada  con  carácter  permanente  actúan  sobre  el 
terreno.  Durante  los  calores  estivales  despréndense  de  aque- 
llos mares  porciones  considerables  de  hielo,  que  en  forma 
de  bancos  de  nieve  son  trasportadas  por  las  corrientes  oceá- 
nicas á distancias  á veces  fabulosas,  y junto  con  el  hielo  todo 
lo  que  llevan  adherido. 

Nieves  perpetuas. — Pero  lo  que  mas  excita  la  atención  del 
curioso  observador  es  la  nieve,  y particularmente  la  que  ha 
recibido  el  nombre  de  perpetua,  porque,  lejos  de  desaparecer 
de  un  año  para  otro,  se  conserva  de  una  manera  constante 
y permanente. 


geología 


236 

Como  la  condición  para  la  permanencia  de  las  nieves  es 
que  la  temperatura  media  no  exceda  de  0,  resulta  que  se 
encuentran  á grandes  alturas  ó en  altas  latitudes;  razón  por 
la  cual  las  estudiaremos  primero  en  las  regiones  alpinas  y 
luego  en  las  polares. 

Nieves  alpinas.— Aunque  fundados  en  el  estudio  detenido 
y minucioso  de  las  nieves,  los  autores  y particularmente 
Agassiz  admiten  tres  grandes  regiones  en  las  que  hermosean 
los  Alpes,  llamadas  de  arriba  á abajo  campos  de  nieve , neve- 
ras y glaciares , distinguiéndolas  por  medio  de  caractéres  que 
las  deslindan  perfectamente;  nosotros  solo  admitiremos  dos, 
superior  la  una,  inferior  la  otra,  á ia  región  de  las  lluvias,  y 
la  razón  en  que  nos  fundamos  para  ello  consiste  en  que  en 
todos  conceptos  el  contraste  es  claro  y manifiesto.  Con  elec- 
to, en  la  región  superior  á la  de  las  lluvias  la  nieve  se  pre- 
senta poco  compacta  ó incoherente,  como  consecuencia  de 
la  rareza  del  aire  y de  la  fuerte  evaporación  que  allí  sufre  la 
masa  de  agua:  por  el  contrario,  en  la  región  inferior  la  nieve 
es  dura,  compacta  y tenaz,  pudiendo  compararla  á una  roca 
formada  de  granos  de  agua  solida  cementados  por  ella  mis- 
ma. Debe  la  nieve  dicha  estructura  y otros  caractéres  nota- 
bles que  la  distinguen,  á la  penetración  del  agua  de  lluvia  6 
al  derretimiento  de  la  superficie,  la  cual  vuelve  a tomar  el 
estado  sólido  en  el  momento  en  que  la  temperatura  bajad  0. 

De  este  hecho,  tan  sencillo  en  apariencia,  resulta  en  gran 
parte  toda  la  dinámica,  si  se  permite  decirlo  así,  de  este 
agente  tan  importante  en  la  física  actual  terrestre;  pues  el 
aumento  considerable  de  volumen  que  adquiere  el  agua  al 
congelarse  en  su  interior,  determina  la  dilatación  en  las 
grandes  masas  de  nieve  de  los  glaciares,  las  cuales  se  mue- 
ven á impulsos  de  esta  causa,  rechazando,  por  decirlo  así,  á 
la  superficie  los  objetos  que  por  cualquiera  causa  penetral on 
en  su  interior,  cosa  que  no  sucede  en  la  región  alta,  donde 
las  piedras  y demás  materiales  se  hunden  para  no  aparecer 
mas.  No  siendo,  sin  embargo,  satisfactoria  para  todos  esta 
explicación,  debida  á ios  Sres.  Charpentier,  Agassiz  y otros 
geólogos  suizos,  ni  la  inventada  por  Saussure  que  atribuia  el 
movimiento  de  los  glaciares  al  propio  peso  de  la  masa  de 
nieve,  se  ha  pensado  por  algunos,  como  Forbes,  en  que  de- 
biera esto  atribuirse  á una  especie  de  plasticidad  y viscosidad 
de  la  nieve,  parecida  á la  del  mortero,  miel  ó pez  semilíqui- 
da.  El  eminente  físico  Tyndall,  fundado  en  los  experimentos 
de  física  que  se  practican  hoy  en  todos  los  gabinetes  y labo- 
ratorios, en  los  cuales  se  ve  que  dos  pedazos  de  hielo,  cuando 
empieza  á derretirse,  si  se  comprimen  con  un  aparato  cual- 
quiera, se  sueldan  hasta  el  punto  de  formar  una  sola  masa, 
y que  sometida  una  cantidad  de  hielo  ó nieve  á la  acción  de 
una  prensa  hidráulica  toma  todas  las  formas  del  molde  en 
que  se  le  coloca,  aplicando  á los  glaciares  esta  propiedad 
del  hielo  y de  la  nieve,  que  se  llama  recongel acien,  y que  de- 
muestra lo  ya  indicado  por  Forbes,  se  comprende  que,  em- 
pujado por  las  nieves  de  la  región  superior,  obedeciendo  á 
la  pendiente  que  le  sirve  de  base,  debe  deslizarse  dentro  de 
los  límites  que  forman  las  montañas,  amoldándose  en  cierto 
modo  á las  rocas  que  lo  rodean,  y venciendo  los  obstáculos 
que  se  oponen  al  paso,  toda  vez  que  bajo  la  influencia  de  la 
enorme  presión  que  experimenta  la  nieve  del  glaciar,  con- 
serva siempre  la  propiedad  de  aglutinar  ó reunir  en  una  sola 
masa  todos  los  fragmentos  ó pedazos  á que  suele  reducirse 
la  nieve.  Tyndall  cree  que  sin  la  recongelacion  los  glaciares 
se  reducirían  á polvo;  en  lo  cual  no  deja  de  haber,  en  mi 
concepto,  algo  de  exageración  ú olvido  por  lo  menos  de  los 
efectos  que  determina  el  agua  al  congelarse  en  la  masa  de  la 
nieve.  A todas  estas  causas  del  movimiento  de  la  nieve  en 
los  glaciares,  opina  Moseley  que  hay  que  agregar  la  dilata- 
ción determinada  por  los  rayos  solares;  y sin  la  cual,  en  su 


sentir,  todos  los  agentes  de  progresión  de  los  glaciares  indi- 
cados por  Tyndall,  solo  producirían  resultados  insignifi- 
cantes. 

En  mi  humilde  opinión,  ninguna  de  estas  teorías  se  opo- 
ne á la  de  Agassiz  y demás  geólogos  suizos,  pues  la  congela- 
ción del  agua  en  la  masa  del  glaciar  es  la  que  determina  su 
plasticidad,  y esa  propiedad  mecánica  á que  se  refieren  los 
autores  citados. 

Caracteres  de  las  dos  regiones— Los  que  distinguen  á las 
regiones  ó zonas  que  admitimos  en  las  nieves  perpetuas  son. 

1°  La  posición  superior  ó inferior  al  nivel  de  las  lluvias.  2.0  La 
estructura  de  la  nieve,  incoherente  en  la  alta,  compacta  en 
la  baja.  3.0  La  desaparición  en  aquella  de  los  objetos  que 
penetran  en  su  seno,  y la  reaparición  de  los  mismos  á la  su- 
perficie, y en  puntos  mas  bajos  en  esta.  El  estado  que  ofrece 
la  nieve  en  la  zona  superior  es  tal,  que  el  viento  suele  levan- 
tar torbellinos  de  agua  en  polvo,  como  las  arenas  en  el  de- 
sierto; razón  por  la  cual  los  alemanes  llaman  á dicha  región 
firn,  por  ser  este  el  ruido  particular  que  en  tal  caso  se  pro- 
duce. Este  estado  es  el  mas  común,  no  solo  en  las  regiones 
superiores  á la  lluvia  en  las  zonas  templadas,  sino  también 
en  todo  el  límite  de  las  nieves  perpetuas,  en  la  mayor  parte 
de  los  puntos  intertropicales;  razón  por  la  cual  son  escasos 
ó nulos  los  efectos  de  las  nieves  perpetuas  en  dichas  comar- 
cas y se  dificulta  sobremanera  la  subida  á los  altos. 

Por  el  contrario,  en  las  regiones  templadas,  y aun  cálidas, 
y con  mucho  mas  motivo  en  las  frías  y polares,  con  la  sola 
diferencia  del  nivel  que  ocupan,  se  encuentran  nieves  perpe- 
tuas con  todas  las  condiciones  de  verdaderos  glaciares,  y 
como  es  consiguiente  se  notan  en  ellas  los  efectos  de  tan 
eficaz  agente  en  la  época  actual,  y profundas  huellas  de  lo 
que  en  mayor  escala  determinó  en  períodos  anteriores. 

La  penetración  del  agua  líquida  en  el  interior  de  la  nieve 
en  las  regiones  inferiores  á la  lluvia  es  tan  importante  y de- 
cisiva, que  no  solo  explica  el  movimiento  del  glaciar  y los 
notables  efectos  de  su  dinámica,  sino  que  hasta  su  existencia 
depende  en  gran  parte  de  este  hecho.  Con  efecto,  se  com- 
prende, y así  lo  admiten  las  personas  mas  entendidas  en  la 
materia,  que  dadas  ciertas  condiciones  topográficas,  como 
valles  mas  ó menos  profundos,  de  forma  circular  ó en  anfitea- 
tro, de  fondo  uniforme,  resguardados  de  las  grandes  ventiscas 
y una  temperatura  media  que  no  exceda  mucho  de  I1,  si  supo- 
nemos depositada  una  cantidad  regular  de  nieve  para  que  esta 
pueda  convertirse  en  verdadero  glaciar,  bastará  para  ello  que 
reciba  con  frecuencia  el  agua  de  la  atmósfera,  o la  que  re- 
sulte del  propio  derretimiento  de  su  masa.  Tal  es  ciertamen- 
te el  verdadero  origen  de  los  glaciares;  sin  negar  por  esto 
que  cuando  las  masas  superiores  penetran  en  la  región  délas 
lluvias,  pueden  adquirir  también  este  carácter. 

Ablación  del  glaciar. — Aplicase  esta  expresión  á la  pérdida 
que  experimentan  á la  superficie  las  masas  de  nieve  bajo  la 
acción  solar;  llegando  algunos  años  hasta  varios  metros  la 
capa  de  nieve  que  se  desprende,  no  siempre  proporcionada 
con  la  que  recibe  el  glaciar  durante  el  invierno;  resultando 
de  estas  tres  operaciones,  á saber:  ablación,  cantidad  de  nie- 
ve que  cae  de  la  atmósfera,  y la  lluvia  que  recibe  el  glaciar, 
el  movimiento  mas  ó menos  enérgico  de  avance  ó de  retro- 
ceso 

Estructura  de  la  nieve.  — La  nieve  perpetua  ofrece  en  su 
estructura  todos  los  términos  imaginables,  desde  el  cristali- 
no, que  es  el  que  afecta  al  caer  de  la  atmósfera  pasando  por 
el  arenoso,  pulverulento  y granoso,  hasta  el  de  nieve  y hielo 
compacto,  debido  este  último,  según  Agassiz,  á una  segunda 
cristalización  que  el  agua  experimenta  al  penetrar  en  la  masa 
de  la  nieve. 

Grietas  capilares. — Toda  la  masa  de  la  nieve  en  la  región 


CAPÍTULO  SEGUNDO 


237 


inferior  aparece  surcada  en  diferentes  sentidos  por  una  red 
de  grietas  sumamente  finas  y capilares,  que  no  solo  sirven 
para  dar  acceso  al  agua  líquida  antes  de  congelarse,  sino  que 
en  sentir  de  personas  muy  doctas  en  la  materia,  á la  inter- 
posición del  aire  en  estas  grietas  se  debe  esa  singular  colo- 
ración entre  azul  y verdosa  que  ofrece  la  nieve  del  glaciar, 
tanto  mas  intensa  cuanto  mas  inferior  es  el  punto  en  que  se 
observa.  Agassiz  atribuye  la  existencia  de  las  grietas  á la 
propia  presión  de  la  nieve,  y á los  cambios  bruscos  de  tem- 
peratura. 

Hendiduras  del  glaciar. — La  superficie  del  glaciar  ofrece 
una  estructura  mas  porosa  que  el  fondo,  efecto  de  las  bur- 
bujas de  aire  que  se  escapan  á su  través,  y grandes  grietas 
generalmente  trasversales  á la  dirección  de  aquel,  que  alcan- 
zan á veces  un  metro  y mas  de  anchura,  y una  profundidad 
variable,  según  la  masa  que  atraviesan,  lo  cual  comunica  al 
glaciar  un  aspecto  curioso,  hasta  cierto  punto  comparable, 
por  las  ondulaciones  que  ofrecen  los  bordes  desiguales  de 
las  hendiduras,  al  mar  cuando  está  algo  embravecido. 

Estas  enormes  cavidades,  constante  peligro  para  el  viajero 
de  las  regiones  alpinas,  son  resultado  natural,  entre  otras 
causas,  de  la  diferente  escala  en  que  se  verifica  la  dilatación 
en  los  distintos  puntos  del  glaciar,  sobre  todo  cuando  el 
fondo  sobre  que  descansa  no  es  muy  uniforme,  en  cuyo  caso, 
los  bordes  de  las  grietas  suelen  afectar  formas  cónicas  agu- 
das, imitando  agujas,  pirámides,  picos,  etc.,  que  dan  un  as- 
pecto extraño  y pintoresco  á las  nieves  alpinas. 


Muchas  otras  particularidades  ofrece  la  superficie  y el 
interior  del  glaciar,  pero  prescindo  de  ellas  en  obsequio  á la 
brevedad. 


Astasia,  Gyges,  Monas,  Pandorina,  etc.,  y de  algas  ó espo- 
ros microscópicos,  especialmente  del  Protococus  nivalis  y 
sabulosas,  del  Hematococus  sanguineus  y otros.  En  las  regio- 
nes polares,  también  es  frecuente  esta  coloración  de  la 
nieve. 

División  de  los  glaciares. — Los  glaciares,  según  el  punto 
que  ocupan  y condiciones  que  ofrecen,  reciben  nombres  di- 
ferentes; Agassiz  los  llama  de  primero  y segundo  órden, 
siendo  aquellos  los  que  se  encuentran  en  altos  valles,  de 


fondo  uniforme,  cuya  pendiente  no  excede  de  10  grados,  y 
estos  los  situados  en  las  faldas  de  altos  montes,  cuya  incli- 
nación no  baja  de  14  grados,  y suele  llegar  hasta  cincuenta. 

Simples  y compuestos.  — Semejantes  los  glaciares  á los  va- 
lles, se  dicen  principales  ó compuestos,  aquellos  que  en  su 
curso  reciben  alguno  ó algunos  laterales,  los  cuales  se  lla- 
man simples,  sencillos  ó afluentes. 

Dinámica  de  los  glaciares.  — En  unos  y otros,  guardando 
siempre  proporción  con  la  masa  de  nieve  y las  condiciones 
del  valle  en  que  se  halla  encerrada,  la  acción  de  los  glaciares 
se  reduce  á pulimentar,  estriar  y redondear  las  rocas  que 
les  sirven  de  asiento  y á las  que  penetran  en  su  interior,  y á 
trasportar  á distancias  considerables  á veces,  aunque  sin 
alterar  su  forma,  materiales  de  todos  tamaños. 

La  presión  enorme  que  al  dilatarse  ejerce  la  masa  de  la 
nieve  sobre  los  materiales  terrestres  que  encuentra  á su  paso, 
ó que  caen  bajo  su  acción,  poderosamente  auxiliada  de  la 
grava,  arena  y cantitos  angulosos,  que  se  interponen  entre 
estos  y aquella,  haciendo  las  veces  de  una  especie  de  esme- 
ril, explican  de  un  modo  plausible  el  pulimento,  estriamiento 
y redondeamiento,  que  ofrecen  las  superficies  de  contacto 
con  los  glaciares,  y á veces  también  los  cantos  que  trasporta, 
habiendo  observado  este  hecho  en  muchos  puntos  de  los 
Alpes,  y en  casi  toda  la  Escandinavia.  El  aspecto  que  sue- 


Di 


Coloración  de  la  nieve.  — Cualquiera  que  sea  el  color  que 
afecta  la  nieve,  lo  que  puede  asegurarse  es  un  hecho  muy 
notable,  sobre  todo  en  la  región  de  los  glaciares,  á saber:  su 
gran  pureza,  resultado  natural  de  la  reaparición  al  exterior 
de  todo  lo  que  en  su  masa  penetra. 

En  cuanto  al  color,  en  tésis  general,  puede  decirse  que  la 
nieve  es  tanto  mas  blanca,  cuanto  mas  alta  es  la  región  en 
que  se  examina,  y por  el  contrario,  tanto  mas  azulada,  cuan- 
to mas  baja.  También  hace  notar  el  Sr.  Martins,  que  al  con- 
tacto de  dos  capas  de  nieve,  esta  se  hace  mas  compacta  é 
intensa  su  coloración,  lo  cual  justifica  en  parte  lo  que  algu- 
nos autores  llaman  estratificación  de  la  nieve. 

Nigue  roja. — Ocurre  á veces  que  la  superficie  de  esta,  así 
las  regiones  alpinas  como  en  las  polares,  se  cubre  de  una 
tinta  roja  mas  o menos  intensa,  que  Saussure  fué  el  primero 
en  indicar  en  los  Alpes;  estando  reservado  al  Sr.  Schuttle- 
worther  de  Berna  el  determinar  la  verdadera  causa  de  dicha 
coloración,  la  misma  que  ocasionando  las  famosas  lluvias  de 
sangre,  tantas  lágrimas  ha  costado  á la  humanidad.  Dicha 
causa  es  la  caída  de  un  número  prodigioso  de  animales  in- 
fusorios que  flotan  en  el  aire,  pertenecientes  á los  géneros 


Fig.  22. — Teoría  del  trasporte  por  la  nieve 

len  ofrecer  los  cantos  estriados,  es  con  frecuencia  el  que  de- 
muestra la  figura  20. 

Trasportes  de  los  cantos  erráticos. — Respecto  al  trasporte 
por  los  glaciares,  verifícase  de  dos  modos,  á saber:  deslizán- 
dose los  materiales  que  existen  á la  superficie  del  glaciar, 
como  sobre  un  plano  inclinado,  ó bien  empujados  por  la 
masa  de  la  nieve,  que  en  el  movimiento  de  avance  empieza 
con  una  fuerza  irresistible.  Los  materiales  así  trasportados, 
ora  se  presentan  en  masas  aisladas,  angulosas,  estriadas  en 
muchos  puntos  de  su  superficie,  y de  tamaños  muy  diversos 


GEOLOGIA 


23 


8 


en  cuyo  caso  se  llaman  cantos  ó peñascos  errantes  y erráti- 
cos, ó bien  forman,  mezclados  con  arena,  grava,  cieno,  etc., 
grandes  amontonamientos  de  formas  y dimensiones  muy  va- 
riadas, constituyendo  lo  que  en  buen  castellano  se  llama 
Canchal;  que  -recibe  los  nombres  de  superficial,  cuando  se 
forma  sobre  el  glaciar  mismo,  y lateral,  y terminal,  los  que 
existen  á los  dos  lados  y en  la  extremidad  inferior  de  la 
masa  de  nieve.  Los  canchales  terminales  son  resultado  del 
movimiento  de  avance  del  glaciar  y de  la  singular  reaparición 
de  todo  lo  que  cae  en  el  interior  de  su  masa,  cuyo  singular 
mecanismo  ilustra  la  figura  21. 

Supongamos,  con  efecto,  que  un  canto  desprendido  de 
alguno  de  los  puntos  que  dominan  el  glaciar,  penetra  por 
su  interior  obedeciendo  á su  propia  gravedad,  hasta  el  pun- 
to d\  una  vez  allí,  ó por  mejor  decir,  desde  que  se  introduce 
en  la  nieve,  se  halla  solicitado  por  dos  fuerzas  que  actúan  en 
sentido  contrario,  á saber;  la  gravedad  hácia  el  fondo  del 
glaciar,  y la  dilatación  de  este  en  dirección  del  valle:  agré- 
guese  á esto,  la  capa  que  se  desprende  por  ablación,  de  don- 
de resulta,  que  obrando  las  dos  fuerzas  en  ángulo  recto,  este 
sigue  en  su  marcha  la  diagonal  d , ni , á donde  reaparece  con 
el  tiempo,  ó en  un  punto  mas  bajo,  si  se  tiene  en  cuenta  lo 
que  el  glaciar  ha  perdido  por  evaporación. 

Penetrando  de  nuevo  el  canto  en  el  glaciar,  impelido  por 
su  propio  peso,  vuelve  á presentarse  en  un  punto  mas  bajo, 
hasta  que,  por  último,  llega  á la  extremidad  inferior,  donde 
mezclándose  con  la  tierra,  arena,  grava  y demás  materiales 
que  trasporta  el  glaciar,  da  origen  al  canchal,  peñascal  ó pe- 
dregal que  se  adapta  á la  forma  y accidentes  que  ofrece  la 
nieve,  formando  con  frecuencia  diques  semicirculares  solo 
interrumpidos  por  el  curso  de  las  aguas  líquidas  que  salen 
del  interior  del  glaciar,  ora  por  efecto  del  derretimiento  de 
la  nieve,  ó de  los  manantiales  que  en  su  fondo  existen.  La 
figura  22  esclarecerá  mas  esta  cuestión.  A representa  la 
cima  de  los  Alpes,  B la  cordillera  del  Jura,  y A B C el  glaciar 
que  en  la  época  cuaternaria  ocupaba  el  espacio  intermedio. 

Los  materiales  graníticos,  que  caian  del  punto  A sobre  el 
glaciar,  fueron  trasportados  por  el  procedimiento  que  acaba 
de  indicarse,  hasta  los  puntos  mas  altos  donde  he  tenido  oca- 
sión de  verlos;  y cuando  mas  tarde,  las  condiciones  climato- 
lógicas mejoraron,  fueron  retirándose  las  nieves,  dejando 
como  vestigios  de  su  antigua  existencia  los  cantos  y cancha- 
les D E,  etc.,  como  lo  acredita  la  existencia  en  toda  la  lla- 
nura suiza  de  tan  singulares  depósitos. 

La  reaparición  á la  superficie  de  los  materiales  que  caen 
en  el  interior  del  glaciar,  no  solo  explica,  según  los  Sres.  Ve- 
netz  y Charpentier,  la  pureza  proverbial  de  las  nieves  de  los 
Alpes,  ya  reconocida  por  los  pastores  y demás  habitantes  de 
aquellas  alturas,  sino  también,  la  curiosa  separación  de  ma- 
teriales que  determina  este  agente  de  trasporte,  observándo- 
se en  los  depósitos  erráticos,  aquí  pórfidos,  allá  graníticos, 
en  otro  punto  dioritas,  etc.,  carácter  que  distingue  perfecta- 
mente las  formaciones  erráticas  de  las  de  acarreo  por  las 
aguas  líquidas,  donde  si  hay  alguna  separación,  no  es  por  na- 
turaleza de  rocas,  sino  por  tamaños  y peso  específico.  Sin  em- 
bargo, cuando  los  materiales  erráticos  que  entran  en  el  domi- 
nio de  las  aguas  corrientes  que  salen  del  glaciar  y dan  origen 
á los  grandes  rios,  son  arrastrados  por  aquellas,  pueden  for- 
mar aluviones  y hasta  sedimentos  que  tienen  carácter  mixto, 
si  en  su  trayecto  encuentran  algún  lago  donde  se  depositan, 
razón  por  la  cual  se  llaman  aluviones  y sedimentos  glaciales. 

La  importancia  de  todos  estos  datos,  referentes  á la  ac- 
ción del  agua  sólida  en  las  regiones  alpinas,  y muchas  otras, 
que  por  brevedad  omito,  se  comprenderá  mejor  al  tratar  de 
los  sucesos  extraordinarios  que  caracterizan  el  terreno  cua- 
ternario. 


Los  glaciares  de  los  Alpes  han  llamado  en  todos  tiempos 
y aun  hoy  excitan  la  atención  de  los  geólogos  y meteorolo- 
gistas mas  eminentes  de  Europa,  contribuyendo  su  estudio 
á esclarecer  los  mas  importantes  problemas  de  la  Física  ter- 
restre. En  confirmación  de  lo  cual  debo  mencionar  una  in- 
teresante discusión  ocurrida  en  la  Sociedad  Geológica  de 
Francia  en  6 de  diciembre  de  1875  acerca  de  las  oscilacio- 
nes seculares  de  los  glaciares  y las  variaciones  que  indican 
ó acusan  en  los  elementos  meteorológicos  del  globo,  promo- 
vida por  M.  Er.  Mallard,  cuyas  atinadas  observaciones  lo 
han  conducido  á establecer  que  la  modificación  incesante 
que  experimentan  las  condiciones  meteorológicas  de  la  cor- 
dillera alpina  se  manifiestan  por  años  mas  y mas  cálidos  y 
nevosos.  El  Sr.  Gruner,  no  menos  competente  en  la  mate- 
ria, atribuye  la  tendencia  que  manifiestan  los  glaciares  suizos 
á retirarse  al  temperamento  seco  de  los  últimos  años,  según 
se  desprende  de  las  observaciones  hechas  por  el  eminente 
ginebrino  Plantamour,  lo  cual  confirma  lo  que  dicen  los 
montañeses,  á saber:  que  el  Foen  devora  la  nieve.  Fundado 
Tyndall  en  la  notable  tendencia  á retroceder  que  se  observa 
en  los  glaciares,  dice  que  puede  sospecharse  el  momento  en 
que  las  magníficas  nieves  de  los  Alpes  solo  constituyan  un 
lejano  recuerdo:  creemos  algo  aventurada  esta  profecía. 

Hielos  y nieves  polares. — En  las  regiones  circumpolares, 
si  bien  en  la  del  Sur  en  una  extensión  mucho  mas  conside- 
rable, se  presentan  las  nieves  perpetuas  con  el  mismo  carác- 
' ter,  condiciones  y modo  de  obrar  que  lo  que  acabamos  de 
exponer  en  las  regiones  templadas ; la  única  circunstancia 
que  distingue  á las  nieves  perpetuas  de  ambas  regiones,  es 
la  altura  en  que  se  encuentran,  según  ya  indicamos  al  tratar 
de  su  límite,  y otras  de  menor  importancia,  entre  las  cuales 
debe  mencionarse  la  de  que  muchos  glaciares  en  las  altas 
latitudes  terminan  en  el  mar  mismo,  de  donde  resulta  la  for- 
mación de  sedimentos,  que  á la  manera  de  los  aluviones  gla- 
ciares, se  componen  de  materiales  angulosos  y desiguales  y 
no  redondeados  ó elípticos,  como  por  lo  común  sucede 
con  los  arrastrados  por  las  aguas  líquidas.  Tal  es  lo  que 
según  los  Sres.  Martins,  Bravais,  Nordenskjold  y otros,  se 
observa  en  el  Spitzberg  y otras  regiones  del  Norte  de 
Europa. 

Hielos  marítimos  y terrestres. — Pero  además  de  las  nieves 
se  encuentran  en  muchas  regiones  los  hielos  perpetuos,  que 
pueden  distinguirse  en  marítimos  y terrestres;  aquellos  ejer- 
cen una  acción  ene'rgica  sobre  las  costas  por  la  propia  dila- 
tación de  la  masa  de  los  mares,  de  los  cuales  en  la  época  del 
deshielo  se  desprenden  enormes  masas,  que  unas  veces 
arrastradas  por  las  corrientes  constituyen  las  bancas  de  hielo, 
y otras  permaneciendo  algo  mas  fijas  dan  origen  á lo  que  se 
llama  islas  de  hielo , bancas,  islas  y montañas  que  constituyen 
un  peligro  inminente  para  el  atrevido  viajero  que  penetra 
en  aquellas  regiones.  El  tamaño  de  estas  masas  de  hielo  suele 
ser  á veces  enorme,  habiéndose  medido  algunas  que  tenian 
cuarenta  y cincuenta  metros  sobre  las  aguas,  lo  cual  supone 
de  doscientos  á ochocientos  metros  por  debajo  de  dicho 
nivel. 

Estas  enormes  masas  de  hielo,  de  las  que  la  figura  23 
puede  dar  una  idea,  afectan  las  formas  mas  caprichosas, 
siendo  frecuente  que  reproduzcan  la  de  hongos  ó setas, 
mesas,  etc.,  resultado  natural  del  desgaste  que  en  su 
masa  se  efectúa  así  por  la  acción  que  ejerce  el  agua  líquida 
como  por  la  mayor  fusión  ocasionada  por  los  rayos  solares. 

También  del  campo  de  hielo  se  separan  en  la  estación  del 
calor  enormes  témpanos,  como  indica  la  figura  24. 

En  cuanto  á los  hielos  terrestres  forman  á poca  profundi- 
( dad  de  la  superficie  una  capa  considerable  entre  los  materiales 
de  la  tierra  vegetal  y el  subsuelo,  comunicándoles  una  con- 


CAPÍTULO  SEGUNDO 


sistencia  y condiciones  especiales,  que  solo  cambian  algún 
tanto  durante  la  estación  cálida  y constituye  lo  que  se  llama 
el  diluvium  congelado  de  Siberia,  que  se  extiende  también  á 
todas  las  costas  del  Norte  de  América,  cuyo  estudio  es  por 
demás  importante. 

Marismas  y Pantanos  congelados. — En  aquellos  puntos  en 
que  por  la  estructura  y condiciones  topográficas  del  suelo  se 
forman  pantanos  ó grandes  marismas,  como  se  observa  en  la 
bahía  de  Eschscholz  y en  la  desembocadura  de  los  rios 


239 

Ienisey,  Lena  y Alazeia,  en  Siberia,  las  aguas  se  hallan  casi 
siempre  congeladas  y mezcladas  con  arena,  arcilla  y cieno, 
formando  depósitos  singulares,  tanto  mas  interesantes  cuanto 
que  en  ellos  se  encuentra  un  número  considerable  de  huesos 
fósiles  de  elefante  primitivo,  de  rinoceronte,  hipopótamo  y 
otros  grandes  mamíferos  cuaternarios,  que  de  tiempo  inme- 
morial se  explotan  con  objeto  de  beneficiar  sus  productos,  y 
en  especial  el  marfil. 

El  $r.  Schmit  encontró,  á principios  del  siglo,  un  main- 


Fig.  23. — Montana  de  hielo 


mut  ó elefante  primitivo  entero,  cubierta  la  piel  de  una  espesa 
capa  de  pelo  largo,  envuelto  en  una  inmensa  masa  de  hielo, 
en  la  desembocadura  del  rio  Lena:  el  eminente  viajero  Pallas, 


en  1777  descubrió  también  un  rinoceronte  entero,  en  idénti- 
cas condiciones. 

Aquí  puede  decirse  termina  el  estudio  importantísimo  de 


MA 


Fig.  24.  Origen  de  los  hielos  flotantes  acumulados 


por  la  progresión  de  los  gla 


los  e^ec^os  producidos  por  las  causas  actuales  internas  y ex- 
ternas; pues  aun  cuando  el  magnetismo  y la  electricidad  son 
agentes  poderosos,  hasta  el  presente  se  conoce  demasiado 
poco  su  acción  sobre  la  costra  sólida  del  globo,  para  que  en 
una  obra  de  esta  índole  merezca  llamar  la  atención.  Solo  el 
rayo  en  las  deshechas  tormentas  suele  producir  efectos  nota- 
des  \ desastrosos;  esta  acción  es  mecánica  cuando  al  preci- 
pitarse, con  la  velocidad  extraordinaria  que  le  es  propia, 
sobre  las  altas  cimas  de  las  montañas,  que  con  preferencia 
ataca,  hiende,  destroza  y lanza  á veces  á grandes  distancias 
os  peñascos  mas  extraordinarios  por  su  dureza  y tamaño  (1). 
otras  ocasiones,  obrando  en  virtud  de  su  elevada  tempe- 

(i)  El  Sr.  Lyell,  en  su  obra  titulada  cPrincipes  de  Geolcgie,>  cita 
1 050  ocumdo  1 mediados  del  siglo  último  en  la  isla  Fellar,  una  de  las 


ratura,  suele  vitrificar  y hasta  destruir  las  sustancia^ 
encuentra  á su  paso.  Por  último,  cuando  el  rayo  da  se 
una  materia  blanda,  ó deleznable  y suelta  como  la  arena,  se 
abre  paso  y vitrifica  las  paredes  del  conducto  que  recorre, 
resultando  esos  tubos  llamados  fulguritos  que  forman  el 
adorno  de  muchos  museos  de  Mineralogía  y Geología. 

hl  diámetro  de  estos  tubos  varia  desde  el  del  cañón  de 
una  pluma  hasta  el  de  cinco  y seis  centímetros. 

Los  puntos  mas  notables  para  encontrar  estos  efectos  de 
la  electricidad  atmosférica  en  Europa  son  los  alrededores 
de  Halle,  de  Munster  y de  Koenisberg  en  Alemania. 

Shetlaud  (Escocia),  de  una  masa  de  pizarra  micácea  de  32  metros  de 
largo,  3,04  de  ancho  y 1,21  de  grueso,  arrancada  de  sn  sitio  y dividida 
en  una  porción  de  fragmentos  por  la  acción  de  un  rayo. 


24O  WSULA 

ARTÍCULO  III 

CAUSAS  FISIOLÓGICAS  Ú ORGÁNICAS 

Comparada  la  acción  de  estas  causas,  representadas  por 
el  hombre,  los  animales  y las  plantas,  con  la  del  agua,  atmós- 
fera, fuego  central,  etc.,  pueden  considerarse  como  insigni- 
ficantes; sin  embargo,  contribuyen  con  su  actividad,  unas 
veces  destruyendo,  otras  edificando,  á la  armonía  general  de 
la  creación  y á completar  el  cuadro  de  las  operaciones  natu- 
rales, por  cuya  razón  conviene  dar  una  idea  de  la  parte  que 
en  estas  funciones  incumbe  al  hombre,  al  animal  y á la 
planta,  teniendo  en  cuenta  además  que  si  hoy  son  insignifi- 
cantes los  resultados,  en  otros  tiempos  han  originado  depó- 
sitos de  importancia  suma  y cuya  formación  solo  podremos 
comprender  fijándonos  en  lo  que  hoy  pasa  á nuestra  vista. 

Escasa  como  es  la  influencia  que  ejerce  el  hombre  sobre 
la  tierra,  merece  no  obstante  tal  predilección,  que  su  estudio 
motiva  hoy  una  ciencia  nueva,  hija  en  gran  parte  de  la  Geo- 
logía, llamada  Geografía  Histórica,  que  podremos  definir 
valiéndonos  de  las  frases  algún  tanto  fantásticas  y nebulosas 
de  ciertos  escritores,  diciendo  que  es  ó trata  de  la  vida  de 
la  tierra,  obrando  sobre  el  hombre,  y de  la  vida  de  la  huma- 
nidad, reaccionando  sobre  aquella. 

Sin  entrar  en  mayores  detalles  sobre  la  materia,  basta  lo 
dicho  para  comprender  la  significación  de  esta  nueva  cien- 
cia, en  la  cual  es  sin  disputa  alguna  mucho  mas  eficaz,  si- 
quiera poco  estudiada  hasta  el  dia,  la  acción  que  la  tierra  y 
el  sol  ejercen  sobre  el  hombre,  que  la  reacción  de  éste  sobre 
aquella;  pues  sin  negar  la  importancia  de  todo  lo  que  nues- 
tra especie  hace  para  mejorar  las  condiciones  de  existencia 
y evitar  lo  que  le  pueda  ser  contrario,  sin  embargo,  todo 
ello  comparado  con  los  resultados  del  fuego  central,  de  la 
atmósfera,  de  las  aguas,  etc.,  es  insignificante.  Casi  otro  tan- 
to puede  decirse  de  la  acción  que  ejercen  los  animales  y las 
plantas,  reducida,  según  vamos  á ver,  á la  formación  de  la 
turba,  y de  los  arrecifes,  atolones  y otros  depósitos  de  esca- 
sa significación. 

Concretando  ya  el  asunto  á los  diversos  grupos  de  anima- 
les y plantas,  debemos  manifestar  que  de  los  vertebrados,  el 
único  depósito  de  alguna  importancia  es  el  guano,  mas  útil 
á la  agricultura  que  al  estudio  que  estamos  haciendo;  pues 
se  reduce  á la  acumulación  de  excrementos  de  aves  ma- 
rítimas y de  sus  propios  despojos,  constituyendo  en  algunas 
islas  del  Pacífico  y del  Atlántico  un  depósito  de  tierra  gris 
ó parda,  de  diez  á treinta  metros  de  espesor,  imperfectamen- 
te estratificada,  y cuyo  origen  debe  ser  muy  antiguo;  pues 
existe  en  el  Perú  una  masa  horizontal  inferior  á un  depósito 
cuaternario  de  tres  metros  de  grueso,  con  conchas  marinas, 
cubierto  por  otras  capas  de  guano  mas  reciente,  coronadas 
por  aluviones  modernos.  Conócense  dos  especies  de  guano, 
terroso  el  uno,  el  otro  amoniacal;  aquel  mas  antiguo  perdió 
por  las  aguas  las  materias  nitrogenadas,  conservando  tan 
solo  los  fosfatos  y constituyendo  un  abono  menos  enérgico. 
El  guano  amoniacal  forma  también  otros  dos  grupos,  que 
se  distinguen  por  su  coloración,  que  es  gris  parda  el  inferior 
y blanco  el  superior,  y por  el  olor  amoniacal  muy  fuerte  y 
desagradable  en  el  primero,  que  es  el  mas  antiguo,  menos 
intenso  en  el  otro.  La  composición  media  de  ejemplares 
procedentes  de  las  islas  Chinchas,  es  la  siguiente: 


Materia  orgánica  y sales  amoniacales. . 52,52 

Fosfato  de  cal  insoluble 19,52 

Acido  fosfórico 3,12 

Sales  alcalinas,  etc 7,56 

Sílice  y arena 1,46 

Agua 15,82 


100,00 


El  guano  no  puede  formarse  sino  donde  abundan  extra- 
ordinariamente las  aves  marítimas;  y por  consiguiente,  en 
las  islas  ó costas  cuyos  mares  alimenten  muchos  peces  que 
les  sirvan  de  pasto;  siendo  también  condición  indispensable 
para  que  conserve  los  principios  amoniacales,  en  los  que 
reside  su  propiedad  fertilizadora,  que  el  depósito  se  torme 
en  lugares  secos  y privados  de  lluvia,  condiciones  que  solo 
se  encuentran  reunidas  en  las  costas  del  Perú  y Chile,  entre 
los  2 y 21 5 de  latitud  Sur;  en  las  islas  Chinchas  existe  un 
depósito  calculado  en  361  millones  de  quintales;  mas  al  Sur, 
esto  es,  en  Chile,  abunda  el  guano  terroso;  en  las  islas  de 
los  Galápagos,  donde  llueve,  también  en  Patagonia,  y en  la 
bahía  de  Saldaña,  en  la  costa  occidental  de  Africa. 

A esto  se  reduce  la  acción  de  los  vertebrados,  en  la  época 
actual ; en  otros  tiempos  los  despojos  y hasta  los  excremen- 
tos, hoy  fósiles,  daban  origen  á depósitos  de  mucha  impor- 
tancia, tales  como  las  brechas  huesosas,  el  marfil  de  Siberia, 
los  coprolitos,  que  en  algunas  comarcas  se  explotan  como 
abono,  etc. 

En  cuanto  á los  articulados,  solo  merecen  una  especial 
mención  ciertos  crustáceos  microscópicos,  casi  siempre  del 
género  Cypris,  cuyos  despojos  dan  origen  á veces  á depósi- 
tos de  alguna  importancia;  las  sérpulas,  cuyos  tubos  calizos 
se  desarrollan  en  tal  escala,  que  llegan  á formar  verdaderos 
arrecifes  al  rededor  de  ciertas  islas,  y por  último,  un  gusano 
de  grandes  dimensiones,  que  según  Wise  forma  depósitos 
de  uno  á veinte  metros  de  grueso  en  los  altos  valles  de  los 
Andes  en  la  república  del  Ecuador,  con  las  bolas  de  tierra 
que  allí  llaman  Cuica. 

A medida  que  descendemos  en  la  serie  zoológica,  aumenta 
la  importancia  de  la  acción  del  reino  animal;  diríase  que  se 
habia  encargado  á los  séres  mas  pequeños  é imperfectos  la 
reconstrucción  de  la  tierra;  así  es  que  los  Moluscos  toman 
en  esta  obra  una  parte  mucho  mas  importante  que  las  clases 
antes  mencionadas.  Con  efecto,  los  bancos  de  Ostras,  de 
Eterias  y de  otras  bivalvas,  son  en  algunos  puntos  tan  consi- 
derables, que  llegan  á explotarse  para  la  extracción  de  la  cal. 
En  la  Luisiana,  Alabama  y otros  puntos  de  la  América  del 
Norte,  los  Unios  yGnathodon  rellenan  literalmente  las  lagu- 
nas y pantanos,  formando  depósitos  de  muchos  metros  de 
espesor;  frente  á la  costa  oriental  de  la  Florida,  la  isla  Anas- 
tasia, de  mas  de  tres  leguas  de  larga  y cuatro  metros  sobre 
el  nivel  del  mar,  está  toda  formada  de  un  conglomerado  de 
conchas,  con  cemento  calizo,  que  se  explota  como  piedra 
de  construcción.  Las  rocas  del  golfo  de  Suez,  levantadas  por 
un  movimiento  secular  hasta  20  metros  sobre  el  nivel  del  mar, 
están  formadas  de  conchas  y zoófitos  de  la  época  actual; 
habiéndose  construido  mas  de  una  población  sobre  tales 
cimientos.  Dados  estos  y muchos  otros  casos  que  por  brevedad 
omito,  no  se  extrañará  ciertamente  la  importancia  que  en 
otros  tiempos  adquirieron  estos  séres,  como  oportunamente 
demostraremos  en  la  descripción  de  los  terrenos  de  sedi- 
mento. 

Pero  los  animales  de  verdadera  significación  bajo  este 
punto  de  vista,  son  los  zoófitos,  particularmente  los  llama- 
dos saxógenos  ó de  polipero,  por  la  singular  propiedad  que 
tienen  de  construir  su  propia  casa  ó vivienda,  á expensas 
de  la  caliza  y sílice,  que  disueltas  se  encuentran  en  las 
aguas;  sustancias  á las  que  el  organismo  da  formas  espe- 
ciales que  estudia  y clasifica  el  zoólogo.  En  el  tomo  VII  de 
esta  obra  podria  ver  el  lector  los  principales  tipos  de  estos 
séres. 

Los  séres  que  forman  estas  masas  viven  en  el  mar,  empe- 
zando por  adherirse  á la  cima  de  los  montes,  que  á diferentes 
profundidades  existen,  abundando  mas  en  una  faja  superficial, 
cuyo  límite  inferior  no  suele  exceder  mucho  de  40  á 50  me- 


CAPÍTULO  SEGUNDO 


241 


tros;  allí  crecen  y se  desarrollan,  rellenándose  á menudo  los 
huecos  que  dejan  de  varios  productos  marinos  y por  una 
especie  de  cieno,  arenas  y demás  resultados  de  la  propia 
destrucción  del  depósito,  que  adquiere  mas  y mas  consisten- 
cia por  la  caliza  elaborada  por  los  mismos  zoófitos;  formando 
el  todo  una  masa  singularísima,  de  la  que  algunos  horizontes 
del  terreno  jurásico  nos  dan  una  idea,  según  veremos:  cre- 
ciendo á veces  con  una  rapidez  mayor  en  los  zoófitos  de 
polipero  ramoso,  que  los  en  masa,  colocándose  á veces  de 
un  momento  á otro  sobre  el  nivel  de  las  aguas,  merced  al 
levantamiento  brusco  del  fondo  del  mar.  El  ilustre  Dana 
estima  el  crecimiento  de  estas  masas,  por  término  medio, 
en  tres  milímetros  anuales,  sobre  cuyo  dato  puede  decirse 
que  los  bancos  de  la  isla  de  Clermont-Tonnerre,  que  tie- 
nen 600  metros  de  espesor,  alcanzan  una  antigüedad  de 
200,000  años.  Sin  embargo,  en  algunos  mares,  léjos  de 
cubrirse  unos  á otros,  los  poliperos  se  extienden  consi- 
derablemente, rellenando  los  fondos  del  mar  de  una  capa 
que  no  excede,  por  lo  común,  de  la  altura  de  los  pólipos  ra- 
mosos. 

Por  este  ingeniosísimo  procedimiento,  los  zoófitos  dan 
origen  á depósitos  mas  ó menos  importantes,  que  reciben 
el  nombre  genérico  de  Arrecifes,  los  cuales,  según  las 
circunstancias  que  en  ellos  concurren,  se  llaman  litorales  ó 
festoneados,  arrecifes  barreras  y anulares  ó atolones. 

Arrecifes  litorales. — Son  aquellos  depósitos  orgánicos  de 
escasa  extensión  por  lo  común,  que  comunican  con  el  litoral, 
exceptuando  por  aquellos  puntos  en  que  el  fondo  aumenta 
de  un  modo  brusco,  así  como  en  los  que  desembocan  las 
aguas  dulces,  donde  los  arrecifes  forman  un  canal  de  paredes 
verticales,  ó muy  inclinadas. 

Arrecifes  barreras. — Estos  siguen  también  la  costa,  aunque 
separados  de  ella  por  un  canal  mas  ó menos  ancho  y pro- 
fundo, como  los  anteriores,  fajas  ó zonas  interrumpidas  por 
causas  iguales  á las  indicadas.  La  extensión  de  estos  arreci- 
fes, lo  mismo  que  la  anchura  del  canal  que  los  separa  de  la 
costa,  varían  mucho:  en  la  occidental  de  la  Nueva  Caledonia 
existe  uno  de  cien  leguas  de  largo,  y en  la  oriental  de  Aus- 
tralia hay  otro  que  se  prolonga  casi  sin  interrupción  sobre 
cuatrocientas  leguas,  con  un  estrecho  que  tiene  de  veinte  á 
cincuenta  metros  de  profundidad,  y cinco,  diez  y hasta  quince 
leguas  de  ancho. 

Atolls , atolones  ó arrecifes , lagunas  insulares. — Todos  estos 
nombres  se  dan  al  tercer  grupo  de  esta  singular  formación, 
distinto  por  su  lorma  y circunstancias  que  en  él  concurren, 
de  los  anteriormente  descritos.  Si  la  tierra  firme  que  acom- 
paña al  arrecife  es  de  escasa  extensión,  entonces  este  y su 
canal  interior  forman  dos  zonas  circulares,  que  rodean  á una 
isla  de  dos  anillos  concéntricos.  A veces  sucede  también  que 
la  isla  no  existe,  y en  este  caso  el  arrecife  forma  un  círculo 
cuyo  interior  se  halla  ocupado  por  aguas  poco  profundas  y 
desprovistas  de  zoófitos.  Este  espacio  anular  es  lo  que  se  lla- 
ma atoll  ó atolon  submarino,  en  contraposición  á otro  grupo, 
cuya  taja  madrepórica  sobresale  de  las  aguas  sin  variar  por 
esto  de  torma,  y es  á lo  que  se  aplica  mas  especialmente  el 
nombre  de  atoll  o islas  madrepóricas,  lagounes  ó lagunas. 

Estas  islas  anulares  ó elípticas  solo  se  observan  en  la  Ocea- 
nía,  y sus  dimensiones  varían  mucho:  la  de  Bow-Island  es 
un  atolon  de  once  leguas  de  diámetro,  y alguna  de  las  Mal- 
divas le  tienen  doble:  lo  ancho  del  anillo  madrepórico  varía 
entre  250  y 500  metros  y su  mayor  altura  se  nota  del  lado  en 
que  con  mas  frecuencia  soplan  los  vientos. 

En  la  laguna  que  comunica  al  exterior  por  medio  de  ca- 
nales submarinos,  se  encuentra  una  especie  de  cieno  blanco, 
formado  del  detritus  de  los  poliperos,  muy  análogo  á la  creta 
desleída,  razón  por  la  cual,  y según  veremos  mas  adelante, 
Tomo  IX 


algunos  autores  explican  la  formación  de  esta  roca  por  un 
procedimiento  análogo  á la  destrucción  de  los  arreciles  y 
atolones.  No  es  raro  observar  en  el  interior  de  aquel  lago  una 
pequeña  isla,  de  composición  distinta  de  la  faja  que  la  rodea 
en  totalidad  ó en  parte. 

La  forma  y demás  circunstancias  de  los  dos  últimos  gru- 
pos de  arrecifes  hizo  creer  que  los  zoófitos  prendían  en  el 
borde  del  cráter  de  volcanes  submarinos;  pero  sin  negar  que 
en  muchos  casos  pueda  esto  ser  cierto,  Darwin,  en  vista  de 
las  dificultades  que  ofrece  la  aplicación  de  esta  idea  á la  in- 
mensa mayoría  de  los  atolones  y arrecifes  barreras,  y par 
tiendo,  por  otra  parte,  del  hecho  que  los  zoófitos  solo  pue- 
den vivir  desde  la  profundidad  de  40  metros  para  arriba,  ha 
emitido  una  teoría  muy  ingeniosa,  fundada  en  este  dato  y en 
los  movimientos  mas  ó menos  lentos  que  experimenta  el 
fondo  del  mar  y el  litoral,  para  darse  razón  cumplida  de  la 
formación  de  estos  curiosos  depósitos  orgánicos,  cuya  im- 
portancia en  la  historia  de  nuestro  globo  se  comprenderá 
mejor,  á medida  que  estudiemos  las  rocas  y los  terrenos  es- 
tratificados ó de  sedimento. 

Los  micrózoos  llamados  espongiarios,  rizópodos,  diató- 
nicas, etc.,  forman  hoy  mismo  enormes  depósitos  en  el  fondo 
de  los  mares  y lagos,  de  extensión  extraordinaria,  que  puede 
explicar  plausiblemente  la  formación  de  ciertas  rocas  y ter- 
renos de  que  en  lugar  oportuno  daremos  cuenta. 

Acción  del  reino  vegetal. — Fijándonos  en  los  resultados  de 
la  vegetación  actual  en  lo  que  á la  Física  terrestre  se  refiere, 
y como  ilustración  de  lo  que  en  otros  tiempos  ha  ocurrido 
dando  origen  á los  combustibles  fósiles,  puede  decirse  que 
la  turba  es  el  producto  mas  importante,  porque  si  bien  en  la 
desembocadura  de  los  grandes  rios,  como  el  Mississipí,  se 
forman  grandes  depósitos  de  árboles,  arbustos  y matas  (Bliefs), 
mezclados  con  otros  materiales  de  acarreo,  mas  bien  que  á 
la  vegetación,  debe  atribuirse  aquello  á las  aguas  corrientes, 
como  resultado  del  trasporte.  Algo  puede,  sin  embargo, 
ilustrar  el  estudio  de  aquella  y de  otras  localidades  análogas, 
la  formación  del  lignito  y de  otros  combustibles  fósiles.  Una 
circunstancia  curiosa  ha  puesto  de  manifiesto  la  sonda  á 
los  200  metros,  y es,  que  la  vegetación  caracterizada  en  ho- 
rizontes distintos  de  cañas  y plantas  herbáceas,  del  ciprés  de 
los  pantanos  y de  una  encina,  se  sucede  hasta  diez  veces 
en  sentido  vertical,  por  cuyo  procedimiento  se  levanta  de  un 
modo  sucesivo  el  terreno,  pudiendo,  hasta  cierto  punto,  ser- 
vir de  cronómetro  para  apreciar  la  distancia  que  nos  separa 
del  comienzo  de  estas  operaciones,  que  coincidió  con  la  época 
cuaternaria. 

Llámase  turbal  ó turbera , un  depósito  de  plantas,  por  lo 
común  herbáceas,  siquiera  en  su  seno  existan  á veces  restos 
de  bosques,  que  viven  en  condiciones  especiales,  creciendo 
indefinidamente  á expensas  unas  generaciones  de  otras;  y 
turba , al  combustible  resultado  del  curtido  y fosilización, 
hasta  cierto  punto,  de  los  vegetales  que  allí  viven.  Este  de- 
pósito exige  para  su  formación  climas  húmedos  y una  tem- 
peratura media  que  oscile  entre  40  y 15o  sobre  cero;  razón 
por  la  cual,  en  las  llanuras  solo  se  encuentran  del  grado  45 
al  50  para  arriba  en  ambos  hemisferios;  siendo  el  56  la  zona  ' 
de  predilección,  y no  teniendo  mas  límites  hácia  los  polos 
que  los  de  la  vegetación  misma. 

Otra  condición  indispensable  para  el  desarrollo  de  la  tur- 
ba, es  la  impermeabilidad  del  suelo  y el  ser  este  poco  acci- 
dentado, para  que  las  aguas,  sin  estar  completamente  estan- 
cadas, formen  una  especie  de  sobresuelo,  en  cuyo  seno  viven 
las  plantas.  Los  turbales,  unas  veces  se  encuentran  en  los 
deltas  y demás  accidentes  de  la  desembocadura  de  los  gran- 
des rios,  á poca  altura  sobre  el  nivel  del  mar,  otras  en  los 
bosques,  como  sucede  en  Dinamarca  y Suecia,  y también  en 

3* 


242 


GEOLOGIA 


las  mesetas  y altas  montañas,  en  el  nivel  mismo  de  las  nieves 
perpétuas,  dondese  reúnen  las  circunstancias  arriba  indicadas. 

Desarrolladas  las  plantas  que  viven  en  semejantes  condi- 
ciones, siendo  anuales,  dejan  al  parecer  el  gérmen  de  otra 
veneración,  la  cual,  sirviéndose  de  la  anterior  como  de  suelo 
vegetal  crece  y sigue  todos  los  períodos  de  desarrollo  hasta 
que,  abandonada  la  planta  por  las  fuerzas  que  rigen  la  vida, 
y bajo  la  influencia  del  agua  y de  una  temperatura  conve- 
niente, se  convierte  en  esa  sustancia  negruzca,  parecida  pri- 
mero á una  especie  de  fieltro  laxo,  mas  y mas  consistente  á 
medida  que  se  desciende  en  el  depósito,  á la  que  se  llama 
turba  La  importancia  de  este  combustible  se  apreciará  me- 
jor al  describirle  como  roca,  y también  como  formación  im- 
portante del  terreno  cuaternario^^ 


No  quiero  terminar  este  artículo  sin  dar  cuenta  de  una 
roca  orgánica  en  vias  de  formación,  cuyo  relato  he  tomado 
de  un  periódico  de  París.  Parece  que  un  Sr.  Isle  ha  encon- 
trado recientemente  en  una  cueva  de  la  isla  de  la  Reunión 
un  depósito  de  mas  de  un  metro  de  grueso  de  una  sustancia 
amarillenta  de  aspecto  ocráceo,  que  tiñe  los  dedos,  y cuando 
seca  arde  con  llama  amarillenta  y corta,  pero  sin  humo  ni 
olor;  si  está  algo  húmeda  no  da  llama  y se  enciende  como  la 
yesca  con  humo  y olor  á yerba  seca.  Estudiada  esta  roca  al 
microscopio,  resulta  formada  por  una  cantidad  prodigiosa  de 
esporos  y esporangios  de  heléchos  arbóreos  allí  muy  abun- 
dantes. Según  las  circunstancias  del  yacimiento  de  esta  sin- 
gular roca  vegetal,  su  trasporte  debe  haberse  verificado  mas 
bien  por  el  acarreo  de  las  aguas  que  por  el  aire. 


| ALEBE  FLAM 

íl 


PARTE  SEGUN 


Cumplido  ya  el  primer  punto  de  vista,  ó autóptico,  de  la 
clasificación  admitida,  estamos  en  el  caso  de  abordar  el  se- 
cundo, al  que  llamaremos  con  Ampere,  criptorístico,  por  otro 
nombre  Geognosia,  cuya  etimología  greco-latina,  Ge,  tierra, 
„nosco  conocer,  significa  claramente  que  se  trata  del  conoci- 
miento de  la  tierra.  Limítase  este,  sin  embargo,  á la  compo- 
sición intrínseca  del  globo,  en  la  cual  entran  minerales  y 
fósiles,  cuyo  estudio  ha  dado  origen  á la  Mineralogía  y Pa- 
leontología, ciencias  que  pueden  considerarse  como  las  pie- 
dras angulares  del  suntuoso  edificio  geológico.  A pesar  de 
esto  no&  vamos  á escribir  un  tratado  de  Mineralogía  y Pa- 
leontología, reduciéndose  nuestra  misión  á servirnos  de  los 
datos  que  estas  nos  suministran  para  adquirir  el  conoci- 
miento de  las  diversas  unidades  en  que  estriba  el  estudio 
analítico  y sintético  ó sea  la  composición  y estructura  terres- 
tre Para  conseguir  lo  primero,  y suponiendo  que  el  lector  se 
halle  oportunamente  preparado,  recordaremos  en  breves  pa- 
labras los  principales  caractéres  de  las  especies  que  con  mas 
frecuencia  se  observan  en  las  rocas,  unas  veces  como  ele- 
mentos esenciales  á su  composición,  y otras  como  meros 
accidentes;  estudio  nada  difícil  por  cierto,  pues  casi  todos 
los  minerales  á que  nos  referimos  son  muy  comunes  y cono- 
cidos del  que  ha  cursado  una  sola  vez  la  Mineralogía,  como 
el  cuarzo,  el  feldespato,  la  mica,  el  talco,  etc. 

Mas  adelante,  al  agrupar  las  rocas  que  vamos  á describir 
en  la  tercera  parte  de  la  obra  en  las  formaciones  y terrenos, 
verdadera  síntesis  terrestre,  daremos  unas  nociones  generales 
de  Paleontología,  como  introducción  al  estudio  de  los  terre- 
nos de  sedimento.  j J [ 

Aprovecharemos,  pues,  los  conocimientos  que  nos  sumi- 
nistran estos  dos  ramos,  cuya  oportuna  aplicación  al  doble 
concepto  de  que  se  trata,  puede  decirse  resume  el  objeto  de 

la  Geognosia. 

ARTICUIJ 

ROCAS  — GENERA 

^ -*W 

Se  da  el  nombre  de  roca  á toda  sustancia  mineral  simple 
ó compuesta,  ó á la  mezcla  de  minerales  que  se  presentan 
en  grandes  masas  en  la  composición  del  globo. 

Las  rocas  constan  de  minerales,  como  estos  á su  vez  se 
hallan  formados  de  elementos  químicos;  de  manera  que  las 
tres  ciencias,  Química,  Mineralogía  y Geognosia,  son  las  que 
pueden  dar  una  ¡dea  completa  de  la  composición  del  globo. 


GEOGNOSIA 


En  consecuencia,  el  geólogo  necesita  poseer  conocimientos 
prévios  de  Mineralogía,  así  como  esta  no  puede  cultivarse 
con  provecho,  sin  una  buena  base  química.  Afortunadamen- 
te, para  lo  que  á nosotros  toca,  basta  conocer  bien  una  do- 
cena á lo  sumo  de  especies  minerales,  y no  ciertamente  de 
las  mas  difíciles,  pues  según  los  minuciosos  cálculos  del  se- 
ñor Cordier,  partiendo  del  supuesto  de  que  la  costra  sólida 
del  globo  alcanza  hoy  veinte  leguas  de  cuatro  kilómetros  de 
espesor,  cuyas  diez  y nueve  vigésimas  partes  se  hallan  re- 
presentadas por  los  terrenos  dichos  cristalinos,  y la  vigésima 
restante  por  los  dos  de  sedimento,  las  principales  especies 
minerales  que  entran  en  la  composición  de  las  principales 
rocas  son  las  siguientes,  en  la  proporción  que  aquí  se  ex- 
presa. 


Feldespato 48 

Cuarzo 35 

ica. 

Talco 

Carbonato  de  cal  y dolomía 

Peridoto,  dialaga,  anfíbol  y piroxeno.  . 

Arcilla 

Los  demás  minerales 


100 


Así  considerada  esta  parte,  verdadero  fundamento  de  la 
Geología  práctica,  léjos  de  ser,  como  pretenden  algunos,  in- 
superable y de  grandes  dificultades,  es  tan  asequible  como 
cualquier  otro  ramo  de  las  ciencias  naturales.  Con  el  fin, 
pues,  de  allanar  el  camino  que  ha  de  conducirnos  al  verda- 
dero conocimiento  de  la  composición  del  globo,  describire- 
mos en  breves  palabras  las  pocas  especies  minerales  que  á 
cada  instante  tendremos  que  citar  en  la  descripción  de  las 
rocas. 


\ 


T 


FELDESPATO 


Esta  palabra,  alemana  de  origen,  deriva  de  felá,  campo, 
y spath,  hojoso  ó laminar ; se  aplica  á un  grupo  de  especies 
cuyo  carácter  mas  aparente  es  el  ofrecer  la  estructura  en  ho- 
jas ó láminas. 

COMPOSICION. — Los  feldespatos  son  silicatos  dobles 
de  alumina,  base  fija  y constante,  y de  potasa,  sosa,  cal, 
magnesia,  etc.,  que  se  sustituyen  y reemplazan  en  proporcio- 


GEOGNOSIA 


nes  determinadas,  pero  dejando  casi  siempre  algún  residuo 
de  las  demás.  Así  es  que  son  muy  pocos  los  feldespatos  que 
dejen  de  presentar,  además  de  la  base  propia,  vestigios  de 
las  otras. 

Cristalizados  y en  masa. — Casi  todos  los  mi- 
nerales de  este  grupo  se  presentan  en  la  naturaleza  afectando 
formas  geométricas  determinadas  para  cada  una,  ó en  masa. 
La  estructura  laminar  es  mas  común  en  las  variedades  cris- 
talizadas ó cristalinas ; cuando  se  ofrecen  en  estado  de  mag- 
ma, suelen  ser  compactos,  fibrosos,  etc,  en  cuyo  caso  falta 
la  razón  principal  de  la  etimología  indicada. 


243 

l^as  especies  mas  importantes  bajo  el  punto  de  vista  geo- 
lógico, son  las  que,  en  orden  á su  frecuencia  en  la  composi- 
ción de  las  rocas,  vamos  á describir. 

A.  — FELDESPATOS  POTÁSICOS 

SINONIMIA. — Ortosa  ú ortoso,  adularía,  piedra  de  luna 
y de  las  Amazonas,  eispath,  ortoclasa,  espato  fusible,  etc 

Esta  especie  mineral  es  un  silicato  doble  de  alumina  y 
potasa,  como  bases  principales,  con  proporciones  variables 
de  sosa,  cal,  peróxido  de  hierro,  magnesia  y otros  elementos, 


Fig.  25. — Formas  del  feldespato  ortosa 


según  demuestran  las  diferentes  análisis  practicadas  por  Ber-  rosado  y á veces  verde;  la  fractura  es  laminar  y hojosa,  veri 

.1  * ai*  • J .... 


thier,  Abich,  G.  Rose  y otros.  Así  constituido  este  feldes 
pato  se  presenta  bajo  el  aspecto  de  una  sustancia  de  colores 
varios,  siendo  los  mas  comunes  el  blanco  lechoso  y gris,  son- 


ficándose  el  crucero  en  dos  direcciones  perpendiculares;  la 
dureza  se  halla  representada  por  el  núm.  6;  raya  á la  fosfo- 
rita, al  espato  flúor  y al  vidrio,  y se  deja  rayar  por  el  cristal 


Fig.  26.  — Formas  del  feldespato  albita 


de  roca;  mas  bien  traslúcido  que  trasparente  ú opaco : su 
densidad  es  de  2,3  ó 2,5.  Cuando  cristaliza,  se  presenta  en 
formas  derivadas  del  prisma  romboidal  oblicuo  (fig.  26). 

Al  soplete  funde  con  dificultad  en  los  bordes,  en  un  vidrio 
algo  esponjoso,  tomando  un  color  blanquecino;  tratado  con 
el  bórax  se  disuelve  con  mucha  dificultad  y sin  efervescencia 
en  un  vidrio  trasparente.  El  ácido  carbónico  de  la  atmósfera 
ó el  que  llevan  las  aguas,  lo  ataca  y descompone,  haciéndole 
tomar  el  aspecto  terroso  y con  virtiéndole  en  kaolín  ó tierra 
de  porcelana,  verdadera  matriz  de  las  arcillas. 

YACIMIENTO. — Este  feldespato  es  sin  disputa  el  mas 
importante  de  la  familia,  como  lo  atestigua  el  ser  uno  de  los 
elementos  esenciales  del  granito,  de  la  protogina  y sienita, 
del  pórfido  llamado  ortófido  y de  las  traquitas.  La  especie 
vitrea,  llamada  por  Rose  riacolita,  que  se  encuentra  con  fre- 
cuencia en  las  rocas  traquíticas  del  Epómeo  y Mont  dTOr, 
pertenece  de  derecho  también  al  ortosa,  según  resulta  de  los 
análisis  de  Abich  y Berthier.  El  petrosilex,  que  forma  la  base 
de  muchos  pórfidos,  así  como  el  feldespato  de  las  fonolitas, 


obsidiana,  perlita,  piedra  pómez  y otras,  deben  en  rigor  con- 
siderarse como  simples  variedades  del  ortosa. 

B. — FELDESPATOS  SÓDICOS 

SINONIMIA. — Albita,  Cleavelandita,  Periclina,  Tetarti- 
na,  Sanidina,  etc 

El  feldespato  albita  es  también  un  silicato  doble  de  alú- 
mina, en  el  que  la  potasa  ha  sido  reemplazada  por  la  sosa, 
sin  que  por  esto  deje  de  ofrecer  también  algo  de  aquel  álca- 
li, así  como  de  cal  y óxido  de  hierro.  Su  color  mas  común  es 
el  blanco  de  leche,  á veces  algo  gris,  rojizo  ó verde;  traslúci- 
do y raras  veces  trasparente;  su  brillo  es  vitreo;  la  estruc- 
tura escamosa,  granosa  ó compacta.  Las  demás  propiedades 
físicas  y químicas  son  muy  análogas  á las  de  la  ortosa,  de  la 
que  se  distingue  principalmente  por  las  formas  que  afecta, 
que  pertenecen  al  prismático  oblicuo  no  simétrico  como  se 
ve  en  la  figura  27:  con  mucha  frecuencia  los  cristales  apare- 
cen estriados,  carácter  de  mucho  valor  para  reconocer  la  es- 
pecie. 


244 


GEOLOGIA 


YACIMIENTO.— Este  feldespato  forma  la  base  de  los 
pórfidos  albíticos  y también  de  las  dioritas  y pórfidos  diorí- 
ticos;  en  algunos  granitos  modernos  se  halla  asociado  al  orto- 
sa,  raras  veces  como  elemento  esencial;  es  también  abundante 
en  la  protogina  de  los  Alpes,  diseminados  sus  cristales,  ó bien 
constituyendo  venas  ó pequeños  filones  en  la  roca. 

La  albita  ofrece,  como  el  ortosa,  una  porción  de  varieda- 
des no  cristalizadas;  laminares  y granosas  unas;  otras  de  as- 
pecto térreo,  análogas  al  kaolin,  producto  que  dan  igualmente 
por  su  descomposición.  También  las  hay  compactas,  forman- 
do parte  de  muchos  petrosilex,  según  Dufrenoy. 

OLIGOCLASA. — La  oligoclasa  es  un  feldespato  de  base 
de  sosa,  como  la  albita,  asociada  muy  á menudo  al  ortosa 
en  los  granitos  de  grano  basto,  en  forma  de  masas  laminares 
que  se  distinguen  por  el  color  gris  claro,  lechoso  ó verde 
amarillento,  y muy  especialmente  por  las  estrías  finas  muy 
marcadas  que  ofrece,  como  la  albita,  á lo  largo  de  las  caras 
del  prisma.  También  se  halla  á veces  en  los  gneis  y pizarras 
micáceas;  Deville  la  ha  encontrado  en  las  rocas  volcánicas 
de  Tenerife  (islas  Canarias),  y Abich  bajo  el  nombre  de 
Andesina,  aunque  con  la  misma  composición,  la  encontró 
también  en  los  pórfidos  anfibolíferos  de  Mannato  (NT.  Gra- 
nada). 

C. — FELDESPATOS  UTINICOS 

PETALITA. — La  Peialita  es  un  feldespato  de  base  de 
alúmina  y litina,  que  se  presenta  en  masas  laminares  de  color 
blanco  lechoso  ó sonrosado;  en  láminas  delgadas  es  traslúci- 
do; su  brillo  es  vitreo;  raya  al  vidrio,  aunque  con  alguna  di- 
ficultad. Al  soplete  toma  el  aspecto  vitreo  blanquecino  semi 
trasparente,  y funde  con  dificultad,  comunicando  á la  llama 
ese  color  purpurino  característico  de  todas  las  sustancias 
que  contienen  cierta  proporción  de  Litina:  es  inatacable  por 
los  ácidos. 

YACIMIENTO— La  petalita  se  encontró  por  primera 
vez  formando  una  vena  en  la  pegmatita  de  Utoe  en  Suecia, 
y después  en  Sterling  (Estados  Unidos). 

D. — FELDESPATOS  CÁLCICOS 

LABRADORITA. — La  Labradorita ,ó  feldespato  opalino 
por  otro  nombre,  es  un  silicato  de  alúmina  y cal  con  algo  de 
sosa,  potasa,  óxido  de  hierro  y magnesia,  que  se  presenta 
generalmente  en  masas  laminares  de  color  gris  ahumado  ó 
ceniciento;  á veces  ofrece  reflejos  metálicos  rojos,  verdes  ó 
azules  muy  agradables,  y que  le  dan  gran  valor  como  objeto 
de  adorno.  La  forma  regular  que  afecta,  depende  del  prisma 
oblicuo,  no  simétrico,  como  se  ve  en  la  figura  27; sus  crista- 
les son  pequeños  y no  comunes,  guardando  no  poca  seme- 
janza con  los  de  la  albita 

Este  feldespato  funde  con  dificultad  al  soplete;  pero  es 
soluble  en  el  ácido  clorhidrico,  carácter  que  lo  distingue  de 
esta  última,  con  la  que  podría  confundirse. 

Esta  especie  es  característica  de  las  rocas  básicas  pobres 
en  sílice:  hállase  asociada  á la  Hiperstena , como  sucede  en 
la  costa  de  Labrador  (Estados-Unidos),  de  donde  deriva  su 
nombre,  y en  Suecia,  unida  al  piroxeno  puede  decirse  que 
es  esencial  en  las  rocas  volcánicas  modernas  desde  el  basalto 
inclusive;  en  la  lava  del  Etna  es  muy  común,  según  dice 
Dufrenoy,  y también  en  las  eufótidas  y Anfibolitas.  Se  ve, 
pues,  que  es  mineral  de  reciente  formación. 

SAUSSURITA. — En  la  roca  llamada  eufótidase  encuen- 
tra como  elemento  esencial  á su  composición,  un  mineral 
blanco,  compacto,  de  fractura  astillosa,  de  brillo  craso,  que 
raya  al  vidrio  y goza  de  gran  tenacidad.  Esta  sustancia,  de- 


signada con  el  nombre  de  Saussurita  y también  con  el  de 
feldespato  tenaz,  ofrece  mucha  analogía  con  el  Labrador, 
tanto  por  su  composición,  cuanto  por  ser  atacable  por  los 
ácidos,  razón  por  la  cual  generalmente  se  le  coloca  en  el 
mismo  grupo.  Lo  mismo  puede  decirse  respecto  á otro  de- 
signado por  Delesse  Vosgita,  por  haberlo  encontrado  en  los 
labradófidos  de  Ternuay  y de  Haut  Rovillers,  cordillera  de 
los  Vosgos. 

CUARZO 

• - ' *■ 

La  especie  que  sigue  en  importancia  al  feldespato  en  la 
composición  del  globo,  es  la  Sílice,  resultado  de  la  combi- 


Fig.  27. — Forma  del  feldespato  labradorita 

nación  del  metal  silicio  con  el  oxigeno.  Unas  veces  se  halla 
pura  con  agua  ó sin  ella;  otras  mezclada  con  una  porción 
de  sustancias  y combinada  con  diferentes  bases,  constituyen- 
do gran  número  de  especies  y variedades. 

Las  principales  son:  el  hialino  ó cristal  de  roca  y el  litoideo 
con  todas  sus  modificaciones,  representados  por  el  ácido  si- 
lícico puro;  el  Opalo  común  y noble,  que  son  hidratos  de 
sílice;  y por  último,  los  jaspes,  ó sea  la  Sílice  asociada  á 
sustancias  térreas  y arcillosas,  teñidas  por  algún  principio 
metálico,  y en  especial  por  el  hierro. 

a. — CUARZO  HIALINO 

Cristal  de  roca. — El  cristal  de  roca , tipo  de  la  es- 
pecie, es  una  sustancia  dura  que  raya  al  vidrio  y al  feldespato 
y se  deja  rayar  por  el  topacio;  brillante,  de  estructura  com- 
pacta, vitrea  y concoidea;  su  lustre  es  vitreo,  y también  craso 
y terroso.  Frotándolo  desarrolla  la  electricidad  positiva,  que 
conserva  poco  tiempo.  La  impresión  de  frió  que  determina 
su  contacto,  es  una  de  las  mejores  señales  para  reconocerlo. 
Las  diferencias  de  color  que  suele  ofrecer,  dan  márgen  á una 
porción  de  variedades,  algunas  de  las  cuales  se  emplean  en 
la  joyería.  Cuando  es  enteramente  blanco  y trasparente,  ó 
cuando  afecta  un  color  oscuro  tirando  á negro,  se  le  llama 
cristal  de  roca  por  excelencia,  y cristal  ahumado:  cuando  es 
de  color  de  violeta,  debido  al  óxido  de  manganeso,  recibe 
el  nombre  de  Amatista , empleándose  en  objetos  de  lujo; 
cuando  rojo  de  sangre  mas  ó menos  oscuro,  lo  llaman  Ja- 
cintos de  Ccmpostela , y también  piedras  de  Ana , por  abundar 
en  dicho  punto,  muy  estimadas  para  ciertos  objetos  de  ador- 
no; cuando  amarillo,  imita  al  topacio,  y hasta  se  han  elabo- 
rado dijes  que  pasarían  por  verdaderos,  á no  distinguirse 
por  el  menor  peso  específico  que  ofrecen,  siendo  2,6  el  del 
Cuarzo  afopaciado  y 3,5  el  del  topacio.  Cuando  el  cuarzo  se 
asocia  á la  mica  en  hojas  pequeñas,  constituye  la  Venturina, 
variedad  poco  común,  y que  no  puede  competir  con  la  que 
se  fabrica  artificialmente. 

Todas  estas  variedades  del  cuarzo,  excepto  la  última,  se 
presentan  en  la  inmensa  mayoría  de  los  casos  cristalizadas 
en  formas  dependientes  del  sistema  romboédrico;  siendo  las 
mas  comunes,  como  se  ve  en  la  figura  zS,  el  prisma  de  seis 


GEOGXOSIA 


245 


lados,  terminado  por  pirámides  de  seis  caras,  y el  dodecae- 
dro bipiramidal.  Las  caras  del  prisma  ofrecen  estrías  tras- 
versales muy  características. 

YACIMIENTO.  — La  importancia  de  esta  sub-especie 
consiste  en  la  abundancia  con  que  se  encuentra  en  las  rocas 
cristalinas  y volcánicas,  en  los  granitos,  sienitas,  pegmatitas, 
en  los  pórfidos,  etc.  También  es  muy  común  en  las  gangas 
de  los  filones  metalíferos,  y en  especial  en  los  criaderos  de 
oro  y estaño.  Se  la  encuentra  penetrando  varias  calizas  y 
otras  piedras,  á las  que  comunica  gran  dureza  y resistencia, 
llegando  á veces  á cristalizar  en  las  grietas  y oquedades  que 
reciben  el  nombre  de  geodas.  La  descomposición  y tritura- 
ción de  las  rocas  que  lo  contienen,  da  origen  á esos  inmen- 
sos depósitos  de  guijarros  y arenas  que  existen  en  todos  los 
terrenos,  y aun  en  la  superficie  actual  del  globo  en  las  lan- 


das  y desiertos.  Unas  veces  estos  guijarros  y arenas  perma- 
necen sueltos  ó incoherentes,  otras  se  aglutinan  ó cementan, 
constituyendo  los  conglomerados  y las  areniscas  ó asperones. 

Localidades  españolas. — En  España  son  muy 
comunes  todas  las  variedades  del  cuarzo  hialino;  en  el  ter- 
reno del  diluvium  en  los  alrededores  de  Madrid,  se  encuen- 
tra en  forma  de  cantos  muy  claros  y trasparentes,  famosos 
en  otra  época  y conocidos  con  el  nombre  de  diamantes  de 
San  Isidro;  en  Hinojosa  de  Duero  se  halla  el  atopaciado  hoy 
en  explotación;  el  jacinto  de  Compostela  en  Villatoya  (Man- 
cha); en  Ana,  Valencia,  en  Molina  de  Aragón,  y en  varios 
otros  puntos  menos  en  Santiago  de  Galicia,  de  donde,  sin 
saber  porqué,  lleva  el  nombre. 

APLICACIONES. — Las  aplicaciones  de  todas  estas  va- 
riedades son  muy  comunes  y conocidas  como  objeto  de  lujo; 


Fig.  28. — Formas  del  cuarzo 


D 


si  bien  hoy  han  perdido  gran  parte  de  su  importancia  por  la 
fabricación  del  cristal,  que  es  mas  diáfano,  se  talla  con  ma- 
yor facilidad,  y de  consiguiente,  es  mas  barato.  Las  varieda- 
des opacas  sirven  para  la  loza,  vidriado  y porcelana. 

b. — CUARZO  LITOIDEO 

La  segunda  sub-especie  del  cuarzo  es  el  litoideo,  ó de  as- 
pecto pétreo,  que  se  diferencia  de  la  anterior  por  su  estruc- 
tura compacta  ó térrea,  á veces  celular  y porosa,  y también 
orgánica  cuando  forma  parte  de  los  animales  ó plantas  fósi- 
les. La  fractura  es  astillosa  y concoidea;  su  aspecto  craso  y 
como  resinoso.  Los  diferentes  colores  y grados  de  traspa- 
rencia determinan  una  porción  de  variedades;  llámase  Peder- 
nal, cuando  es  opaco,  de  color  oscuro,  gris,  azulado  ó á 
veces  negro,  de  estructura  compacta  y astillosa,  y fractura  con- 
coidea perfecta,  cortándose  en  astillas  delgadas  algo  traslú- 
cidas en  los  bordes.  Calcedonia,  si  es  trasluciente  y de  colo- 
res claros:  Agata,  cuando  es  casi  trasparente,  blanca,  gris  y 
también  compuesta  de  fajas  de  distintos  colores:  si  la  tinta 
que  domina  en  las  ágatas  es  amarilla  ó anaranjada,  recibe 
el  nombre  de  Sardonix;  Cornerina  ó Cornalina,  cuando  roja; 
si  azul  Zafirina;  Crisoprasa  ó Plasma  cuando  verde;  y por 
último,  si  los  colores  aparecen  distribuidos  en  fajas  concén- 
tricas, recibe  el  nombre  de  Onix. 

Yacimiento. — El  pedernal,  que  geológicamente  ha- 
blando es  la  variedad  mas  importante,  se  halla  en  forma  de 
nodulos  ó riñones  en  los  terrenos  jurásico,  cretáceo  y otros: 
la  variedad  que  por  su  estructura  porosa  y celular,  y por  los 
usos  á que  se  la  destina  se  llama  Sílex,  piedra  molar  ó de 
molino,  es  propia  de  los  terrenos  terciarios  medios,  etc. 

Aplicaciones.  — El  pedernal  se  destina  con  gran 
ventaja  al  empedrado  y á la  construcción;  se  emplea  en  la 
alfarería,  y en  otro  tiempo  para  labrar  armas  toscas  y piedras 
de  chispa;  el  sílex  molar  para  la  construcción  y piedras  de 
molino;  por  fin,  las  calcedonias,  ágatas,  etc.,  son  objetos  de 
adorno. 


c.  — ópalo 

El  ópalo  es  un  hidrato  de  sílice,  ó sea  en  términos  vulga- 
res, un  ágata  ó pedernal  combinado  con  cierta  porción  de 
agua,  que  le  comunica  ese  lustre  resinoso  y craso  tan  carac- 
terístico; su  estructura  es  compacta,  terrosa  y orgánica,  cuan- 
do forma  parte  esencial  de  los  fósiles;  llamándose  muy  parti- 
cularmente gilópago  ú ópalo  leñoso,  cuando  petrifica  las 
maderas,  como  se  observa  en  los  alrededores  de  París. 

El  color  del  ópalo  en  general  es  blanco  lechoso,  acompa- 
ñado de  cierto  lustre  craso,  despidiendo  á veces  ciertos  re- 
flejos rojos  metálicos,  y una  especie  de  irisación  en  la  varíe 
dad  llamada  de  fuego  y noble.  A veces  es  completamente 
lapídeo,  opaco  y de  color  mas  ó menos  azulado  y recibe  el 
nombre  de  Medilita  ó piedra  de  Menil,  en  los  alrededores 
de  París;  donde  se  observa  también  el  llamado  néctico,  que 
se  distingue  por  sobrenadar  en  el  agua : cuando  su  aspecto 
es  francamente  resinoso,  se  llama  Resinita  ó semi-ópalo;  co- 
locada cierta  variedad  dentro  del  agua  se  hace  trasparente, 
y por  esta  razón  se  le  da  el  nombre  de  ópalo  diáfano. 

Esta  sub-especie  es  menos  pesada  que  el  cuarzo  común, 
y su  dureza  y tenacidad  son  igualmente  menores,  de  donde 
resulta  que  no  da  tantas  chispas  con  el  eslabón. 

Puesto  al  fuego  el  ópalo,  pierde  el  agua  y se ‘blanquea. 

YACIMIENTO.  — Este  mineral  se  encuentra  por  lo  co- 
mún como  mero  accidente  en  los  terrenos  medios,  en  forma 
de  nódulos  é impregnando  las  rocas  siempre  de  origen  pos- 
terior á estas;  en  realidad  tiene  muy  poca  importancia  en 
Geología. 

Los  usos  son  de  todos  conocidos. 

d.  — JASPE 

En  general  el  vulgo  llama  Jaspe  á todo  mármol  de  colo 
res;  y como  esto  científicamente  considerado  es  un  error, 
debe  combatirse.  El  jaspe  es  un  mineral  compuesto  esencial- 


GfcOt.OtílA 


246 

mente  de  cuarzo,  asociado  á sustancias  terreas,  y en  especial 
á óxidos  ó hidróxidos  de  hierro,  con  una  cantidad  variable 
de  carbón  que  le  comunica  la  opacidad  y los  colores  oscuros 
y hasta  completamente  negros,  que  lo  distinguen. 

Es  una  piedra  mucho  mas  dura  que  lo  que  entiende  e 
vulgo  por  tal;  pues  no  se  deja  rayar  por  la  navaja,  siendo 
también  inatacable  por  los  ácidos;  mientras  los  marmoles  se 
descomponen  con  una  efervescencia  mas  ó menos  viva,  y os 
raya  á veces  hasta  la  uña. 

Según  los  colores  y la  distribución  que  estos  afectan,  reci- 
ben los  nombres  de  jaspes  rojos  ó sanguíneos,  listados  o en 
fajas,  jaspe  de  Egipto  y piedra  de  toque  ó jaspe  de  Lidia, 
que  es  una  piedra  negra,  de  estructura  compacta  y muy 
dura,  que  sirve  para  el  ensayo  del  oro  y la  plata,  etc 

Tampoco  tiene  mucha  importancia  el  jaspe  para  que  nos 
detengamos  en  hablar  aquí  de  su  yacimiento.  Lo  mismo 
puede  decirse  respecto  de  sus  aplicaciones,  que  se  reducen 
á tallarlo  en  placas  para  mesas,  pedestales  y otros  objetos  de 

adorno. 


MICA 

La  mica  es  un  mineral  brillante  de  color  amarillo,  blanco 
de  plata,  y á veces  negro  y también  dorado,  que  se  presenta 
muy  á menudo  en  forma  de  pajuelas  muy  relucientes  en  el 
granito,  en  los  asperones  y entre  las  arenas  ce  muchos  ter- 
renos de  sedimento,  y hasta  en  la  tierra  vegetal.  El  \u  go, 
juzgándola  tan  solo  por  el  color  y brillo,  muchas  veces  me- 
tálico, la  suele  confundir  con  el  oro  y la  plata.  Es  un  mineral 
muy  fácil  de  reconocer  y distinguir:  se  presentador  lo  común 
en  láminas  ú hojas  de  dimensiones  muy  varias,  que  se  sepa- 
ran en  otras  muy  finas  por  la  sola  acción  de  i a uña,  con  la 
cual  se  deja  rayar  con  mucha  facilidad;  es  flexible  y elástica, 
que  es  lo  que  la  distingue  del  talco.  Se  presenta  en  general 
cristalizada,  si  bien  los  cristales  perfectos  son  raros  : la  forma 
dominante  es  un  prisma  muy  rebajado,  dependiente  del 
romboidal  recto,  como  lo  demuestra  la  figura  29. 

Las  bases  son  brillantes  y lisas,  mientras  las  caras  del  pris- 
ma aparecen  estriadas  trasversalmente. 

La  composición  de  la  mica  es  muy  variable;  esto  ha  dado 
márgen  á una  porción  de  sub-especies  y también  á gran  nu- 
mero de  dudas  acerca  del  verdadero  modo  de  considerarla. 
En  último  resultado,  es  un  silicato  doble  de  alúmina  y flúor, 
con  otras  bases  como  la  potasa,  la  magnesia  y la  fitina,  teñido 

todo  por  óxidos  de  hierro.  . 

Yacimiento. — La  mica  es,  en  apariencia,  el  mineral 

mas  común  en  la  composición  del  globo,  pues  se  encuentra 


Fjg.  29. — Forma  dominante  de  la  mica 

en  todos  los  terrenos  desde  los  granitos,  gneis  y pizarras 
micáceas,  hasta  los  de  sedimento  mas  modernos  y en  la  tierra 
vegetal.  En  estos  últimos  se  encuentra  como  resultado  de  la 
descomposición  de  las  rocas  antiguas  que  lo  contenían  pri- 
mitivamente, conservándose  con  sus  caracteres  propios  en 
razón  á su  mayor  resistencia  á la  acción  de  '.os  agentes  exte- 
riores. En  general  se  observa,  que  su  proporción  en  las  rocas 
es  inversa  á la  del  feldespato,  en  lo  cual  se  ve  la  sábia  previ- 
sión del  Supremo  Hacedor,  pues  conteniendo  ambas  sustan- 


cias los  mismos  ó muy  análogos  elementos  de  la  tierra  vegetal, 
donde  abunda  el  feldespato  escasea  la  mica  y vice  versa;  para 
que  de  esta  manera  la  composición  se  mantenga  uniforme, 
al  menos  por  lo  que  respecta  á aquellos  principios,  que, 
como  la  sílice,  la  potasa,  la  magnesia,  la  cal,  etc.,  son  esen- 
ciales á la  vegetación. 

APLICACIONES. — La  mica  cuando  se  encuentra  en 
hojas  de  algún  tamaño,  sirve  para  sustituir  al  cristal  ó vidrio 
en  las  ventanas  de  los  edificios  y en  los  buques,  para  lo  cual 
goza  de  trasparencia  y elasticidad  suficientes  para  resistir  á 
los  golpes  de  mar  y á la  vibración  producida  por  los  dispa- 
ros de  artillería : cuando  se  halla  en  hojitas  de  pequeño  ta- 
maño suele  destinarse  para  las  salvaderas. 

Pero  la  gran  aplicación  de  esta  sustancia  es  como  mejora- 
miento de  las  tierras  vegetales,  á las  que  suministra,  por 
descomposición  lenta,  una  porción  de  materias  indispensa- 
bles para  la  vegetación,  tales  como  la  sílice,  la  cal,  la  potasa 
y otras  varias. 

TALCO 

El  talco  es  un  mineral  bastante  común  en  las  rocas  llama- 
das magnéticas,  en  la  clasificación  adoptada  en  esta  obra,  y 
en  una  especie  particular  de  granito  en  el  que  reemplaza  á la 
mica. 


Fig.  3°* — Formas  del  peridoto 

Químicamente  hablando,  este  mineral  comprende  todas 
las  sustancias  compuestas  de  silicato  de  magnesia  y óxidos 
de  hierro,  con  mayor  ó menor  proporción  de  agua.  El  talco, 
la  estatita,  la  piedra  ollar  y la  serpentina,  con  todas  sus  va- 
riedades, deben  en  rigor  comprenderse  bajo  esta  denomina- 
ción. 

El  talco,  tipo  de  la  especie,  es  un  mineral  de  tacto  untuo- 
so y suave;  flexible  sin  ser  elástico;  tan  blando  que  se  deja 
rayar  por  la  uña;  compuesto  de  hojas  ó escamas  que  se  se- 
paran con  la  mayor  facilidad;  el  color  de  la  raya  es  blanco 
nacarado;  el  propio  de  la  sustancia  es  verde  claro  y á veces 
blanco  de  plata;  al  soplete  el  talco  funde  con  dificultad  en 
los  bordes. 

La  serpentina  es  mas  bien  una  roca  que  una  especie  mi- 
neral, y en  tal  concepto  la  describiremos  cuando  le  llegue  su 
vez. 

El  talco  forma  parte  integrante  de  varias  rocas  cristalinas 
y metamórficas,  principalmente  de  la  protogina  y el  cipoli- 
no;  también  entra  en  la  composición  de  muchas  de  las  lla- 
madas básicas  y en  varios  pórfidos,  sobre  todo  en  los  verdes 
ú ofíticos. 

Aplicaciones. — El  talco  se  destina  á diferentes  usos: 
la  variedad  llamada  piedra  ollar,  muy  común  en  Suiza  y el 
Tirol,  sirve  para  la  fabricación  de  tazas,  pucheros  y otros 
utensilios:  la  conocida  con  el  nombre  de  pagodita,  para  ha- 
cer bustos  y estatuas  de  lujo  que  sirven  de  ornato  en  las 
pagodas  de  la  China,  de  cuyo  país  procede;  la  tierra  verde 
de  Verona,  variedad  de  esta  especie,  se  emplea  en  la  pintu- 
ra, etc. 


GEOGNOSIA 


*47 


Los  carbonatas  de  cal,  y de  cal  y magnesia,  ó sea  las  pie- 
dras calizas  y la  llamada  Dolomía,  como  que  forman  masas 
considerables,  se  hallan  incluidas  en  las  rocas;  de  consiguien- 
te es  excusado  hacer  aquí  el  exámen  detallado  de  sus  carac- 
téres. 

PERIDOTO 

El  peridoto  es  un  silicato  de  magnesia,  al  que  muy  á me- 
nudo se  asocia  el  protóxido  de  hierro  y de  manganeso,  y á 
veces  la  cal  y la  alumina;  es  de  color  de  aceituna,  por  cuya 
razón  se  le  conoce  también  bajo  el  nombre  de  olivino ; su 
fractura  es  algo  concoidea  y brillante;  raya  al  vidrio  y al 
feldespato,  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo;  su  brillo  es  vitreo, 
traslúcido  y á veces  trasparente.  Su  peso  específico  está  re- 
presentado por  3,3;  es  infusible  al  soplete;  pero  lo  atacan 
con  mas  ó menos  energía  los  ácidos. 

Este  mineral  se  presenta  cristalizado  en  formas  dependien- 
tes del  prisma  romboidal  oblicuo,  siendo  las  mas  comunes 
las  representadas  en  la  figura  30,  procedente  de  cristales  del 
Vesubio  y del  Puy  en  Francia. 

Otras  veces  se  encuentra  en  masas  granulares  sueltas,  ó 
formando  nodulos  en  el  interior  de  las  rocas  volcánicas,  y 
muy  especialmente  en  los  basaltos.  En  este  caso  los  granos 
suelen  ser  redondeados,  y á menudo  angulosos,  de  un  color 
verde  amarillento  muy  claro,  y también  hialinos,  recibiendo 
el  nombre  de  crisolita  de  los  volcanes,  con  el  que  fué  cono- 
cido en  la  joyería,  mucho  tiempo  antes  que  en  el  terreno  de 
la  ciencia. 

La  importancia  del  peridoto  en  Geología  consiste  princi- 
palmente en  ser  la  sustancia  característica  de  los  basaltos;  en 
las  otras  rocas  volcánicas,  como  traquitas  y lavas,  es  muy 
raro  y accidental. 

APLICACIONES.  — Las  aplicaciones  del  peridoto  se  re- 
ducen á las  de  la  joyería,  como  piedra  fina  muy  agradable  á 
la  vista.  El  entrar  en  su  composición  la  sílice,  la  magnesia, 
el  hierro  y la  cal  le  da  gran  importancia  en  agricultura,  como 
la  demuestra  la  fertilidad  de  las  tierras  basálticas,  á la  cual 
concurre  muy  principalmente  la  descomposición  de  esta 
especie  mineral. 

Los  tres  minerales  que  siguen,  á saber,  la  diálaga,  el  piro- 
xeno  y el  anfíbol,  ofrecen  tantos  puntos  de  contacto  por  su 
composición,  por  las  formas  que  afectan,  por  su  dureza, 
densidad  ó peso  específico,  y también  hasta  cierto  punto, 
por  sus  relaciones  geológicas,  que  el  famoso  mineralogista 
Rose  propuso  su  reunión  en  un  grupo  de  especies  bajo  el 
nombre  de  Uralita,  por  ser  todas  ellas  muy  comunes  en  las 
dioritas  de  los  montes  Urales  en  Rusia. 

DIALAGA 

La  diálaga  es  un  silicato  de  magnesia,  cal  y hierro,  cons- 
tituyendo dos  variedades,  la  primera  llamada  broncita,  en  la 
que  predomina  la  magnesia  y el  hierro,  y la  segunda,  schi- 
llerspath,  en  la  que,  por  el  contrario,  la  base  principal  es  la 
caliza,  circunstancia  que  determina  su  mayor  fusibilidad. 

Broncita.  La  broncita,  llamada  así  por  su  brillo  metáli- 
co parecido  al  del  bronce,  es  de  color  pardo  y amarillo  verdo- 
so, raya  al  espato  flúor  y se  deja  rayar  por  el  cuarzo;  su  peso 
es  de  3»I251  infusible  al  soplete  por  la  cantidad  de  mag- 
nesia que  contiene,  pero  tama,  sin  embargo,  un  color  mas 
claro. 

Schillcrspath . El  schillerspath  es  de  color  verde  aceitu- 
na, \erde  gris  y también  oscuro  tirando  á negruzco;  su  du- 
reza y densidad  son  casi  iguales  á las  de  la  broncita,  de  la 
que  se  distingue,  no  obstante,  en  que  funde  al  soplete  por 
el  predominio  de  la  cal. 


APLICACIONES.  — La  diálaga,  representada  por  las 
dos  variedades  indicadas,  solo  ofrece  interés  científico  como 
base  principal  de  una  porción  de  rocas  de  las  llamadas  bá- 
sicas, y muy  principalmente  de  las  eufótidas,  de  la  diorita 
orbicular  ó verde  de  Córcega,  y de  la  eglogita  asociada  al 
granate.  También  es  muy  común  en  la  serpentina  y en  la  lla- 
mada piedra  ollar. 

PIROXENO 

El  piroxeno,  palabra  griega  derivada  de  dos  raíces,  pyr, 
que  significa  fuego,  y xcnos,  huésped,  representa  un  grupo 
de  minerales  muy  comunes  en  los  volcanes  y en  ciertas  ro- 
cas ígneas,  según  expresa  su  etimología.  Todos  ellos  se  ha- 
llan compuestos  de  un  silicato  de  cal,  variando  las  propor- 
ciones de  esta  sustancia  y de  la  magnesia,  el  hierro  y el 
manganeso  que  se  reemplazan  ó sustituyen  perfectamente, 
en  proporciones  atómicas  determinadas.  En  vista  de  su  va- 
riada composición,  los  autores,  antes  de  conocer  las  leyes 
del  isomorfismo,  formaron  tantas  especies  cuantas  eran  las 
modificaciones  de  sus  elementos  componentes.  Haüy,  sin 
embargo,  viendo  que  todos  los  minerales  que  se  referian  á 
este  grupo  cristalizan  en  el  mismo  sistema,  los  reunió  bajo 
una  sola  especie  conocida  con  el  nombre  de  piroxeno.  Por 
último,  Brongniart  adoptó  estas  ideas  de  su  antecesor,  aun- 
que en  atención  al  predominio  que  en  unos  toma  la  cal  y la 
magnesia,  y en  otros  la  cal,  el  hierro  y la  magnesia,  forma 
dos  grupos,  colocando  en  el  primero  los  piroxenos  llamados 
diópsidos  ó silicatos  de  cal  y de  magnesia,  y en  el  segundo 
á los  conocidos  con  los  nombres  de  Hedenbergita  y augita. 
A estos  hay  que  añadir  un  tercer  grupo,  el  de  la  Jeffersoni- 
ta,  formado  por  aquellos  en  que  el  manganeso  reemplaza  á 
parte  del  hierro.  Hay,  pues,  que  dar  á conocer  piroxenos 
calizo-magnésicos,  piroxenos  ferrugíneos  y piroxenos  manga- 
nesíferos. Los  primeros  y los  últimos  pertenecen  á los  terre- 
nos antiguos,  y se  encuentran  en  las  formaciones  plutónicas 
y en  las  rocas  metamórficas;  mientras  los  piroxenos  ferrugí- 
neos son  peculiares  de  los  productos  volcánicos  mas  moder- 
nos y de  ciertos  pórfidos  medios. 

Los  caractéres  comunes  á todos  son,  en  primer  lugar,  la 
forma  dependiente  de  un  prisma  romboidal  oblicuo,  siendo 
las  mas  comunes  las  de  las  figs.  31  y 32. 

El  peso  específico  ó la  densidad  es  también  igual  en  todos 
con  poca  diferencia,  representada  por  3 y una  fracción;  rayan 
á la  fosforita  y se  dejan  rayar  por  el  vidrio;  al  soplete  funden 
con  mas  ó menos  dificultad. 

Diópsido . — En  cuanto  á los  caractéres  distintivos,  vemos 
que  el  piroxeno  diópsido  es  un  mineral  gris,  verde  claro, 
oscuro  y hasta  negro;  á veces  hialino,  traslúcido  y hasta  tras- 
parente; su  fractura  es  laminar  en  el  sentido  de  las  caras, 
concoidea  ó irregular  al  través;  casi  siempre  se  presenta 
cristalizado.  Esta  especie  ofrece  una  porción  de  sub  especies 
ó variedades,  entre  las  cuales  las  mas  notables  son  la  mala- 
colita  en  masas  laminares ; la  cocolita,  que  se  presenta  gra- 
nuliforme, la  allalita,  pargasita,  y otras. 

Hedenbergita.  — La  Hedenbergita,  que  comprende  el  as- 
besto, la  hiperstena,  y la  augita  ó piroxeno  de  los  volcanes 
por  excelencia,  ofrece  en  el  primero  un  color  blanquecino 
algo  nacarado,  y la  estructura  fibrosa  que  lo  distingue  per- 
fectamente; en  cuanto  á las  otras  variedades,  el  color  verde 
es  oscuro,  y en  la  augita  completamente  negro  y opaco,  aun 
en  láminas  delgadas.  Este  último  es  el  mas  duro  de  todos 
los  piroxenos,  llegando  á atacar  un  poco  al  vidrio. 

Jeffcrsonita.  — Por  último,  la  Jeftersonita  es  de  color  de 
aceituna  cuando  cristaliza,  y en  masas  hojosas  es  pardo  os- 
curo y de  brillo  metálico. 


GEOLOGIA 


248 


.a  tremolita  es  un  m 


compuesto  de 


Fig.  32. — Forma  del  piroxc 


APLICACIONES. — La  importancia  de  las  diversas  va- 
riedades de  piroxeno  estriba  en  la  frecuencia  con  que  se 
observan  en  la  composición  de  determinadas  rocas,  como 
queda  ya  indicado.  Su  descomposición  suministra  una  por- 
ción de  elementos  á la  tierra  vegetal,  que  le  comunican  cua- 
lidades excelentes  para  el  cultivo  de  la  vid,  de  los  cereales  y 
de  otras  plantas. 

ANFÍBOL 

La  palabra  anfíbol  se  deriva  del  griego  amphibolos , que 
significa  dudoso,  y se  aplica  á un  grupo  de  especies  de  sili- 


Figs. 31. — Formas  del  p 


catos  de  cal  y otras  bases,  con  las  que  antiguamente  se 
confundían  una  porción  de  sustancias  que  solo  se  asemejan 
por  los  caractéres  exteriores.  Hoy  dia  se  ha  circunscrito  este 
nombre  á tres  especies,  á saber:  al  anfíbol  blanco  ó gris 
verdoso,  llamado  tremolita  ó gramatita;  al  negro,  dicho 
hornblenda,  y al  verde  ó actinota  que,  por  su  composición  y 
caractéres  exteriores,  puede  considerarse  como  el  lazo  que 
une  á las  dos  anteriores.  Todas  tres  cristalizan  en  formas 
dependientes  del  prisma  romboidal  oblicuo,  diferenciándose 
tan  solo  de  las  del  piroxeno,  por  el  valor  de  sus  ángulos, 
como  se  ve  en  la  figura  33. 


ológicamen  e hablando,  no  todas  tienen  igual  importan- 
cia; pudiendo  asegurar  que  el  negro,  ó sea  la  hornblenda, 
es  la  única  que  merece  especial  mención,  por  cuanto  entra 
en  la  composición  de  gran  número  de  rocas  básicas,  como 
veremos  en  su  lugar. 

Tremolita . - 


sílice,  cal,  magnesia  y algo  de  protóxido  de  hierro  y de  man- 
ganeso; es  un  anfíbol  calizo,  de  color  blanco  ó gris  verdoso; 
de  estructura  fibrosa  y también  radiada  á veces ; de  brillo 
sedoso;  raya  á la  cal  carbonatada;  pesa  2,931;  funde  al  so- 
plete en  esmalte  ó vidrio  blanco. 

Se  presenta  accidentalmente  en  masas  fibrosas,  en  cristales 


diseminados  en  ciertas  calizas  sacaroideas  y en  rocas  pizar- 
rosas de  los  terrenos  paleozoicos. 

Hornblenda. — El  hornblenda  es  un  mineral  negro  y opaco; 
de  estructura  laminar  y con  frecuencia  fibrosa;  brillante  en 
las  dos  caras  de  crucero; su  peso  es  3,167;  funde  en  esmalte 
negro  con  facilidad,  y se  deja  atacar  muy  difícilmente  por 
los  ácidos.  A veces  se  presenta  acicular;  otras  en  granos  de 
un  color  verde  oscuro,  y mas  comunmente  en  prismas  de 
seis  caras  del  sistema  romboidal  oblicuo  con  las  bases  apun- 
tadas. 

No  es  raro  encontrarlo  de  estructura  granosa  imitando 
á la  caliza  sacaroidea,  y á veces  compacto,  de  color  com- 
pletamente negro,  constituyendo  lo  que  los  alemanes  lla- 
man hornstein  ó piedra  córnea.  En  su  composición  entra  la 
sílice,  la  cal,  la  magnesia  y el  hierro,  que  es  el  elemento  do- 
minante. 

Esta  especie  entra  en  muchas  rocas  como  elemento  esen- 
cial, llegando  á constituir  por  sí  sola  la  anfibolita;  en  la 
sienita  puede  decirse  que  forma  */,  por  lo  menos  de  la  masa; 
asociado  al  feldespato  albita  constituye  las  dioritas,  rocas 
básicas  de  gran  importancia,  como  se  verá  mas  adelante;  en 
los  terrenos  volcánicos,  y muy  especialmente  en  los  traquí- 
ticos,  se  encuentra  también  esta  especie;  en  ciertas  comar- 


Figs. 33. — Formas  del  anfíbol 


cas  la  hornblenda  se  encuentra  formando  rocas  metamórfi- 
cas,  como  sucede  en  la  isla  de  Elba,  cerca  de  Rio,  y no  léjos 
de  las  famosas  minas  de  hierro.  De  manera  que  este  mineral 
se  encuentra  en  toda  la  serie  de  rocas  plutónicas  y meta- 
mórficas,  si  bien  predomina  generalmente  en  los  terrenos  an 
tiguos. 

Actinota. — La  actinota  es  un  anfíbol  de  color  verde  claro, 
que  se  presenta  en  masas  bacilares  y también  fibrosas,  raras 
veces  bien  determinadas;  casi  tan  pesado  como  la  hornblenda; 
funde  en  un  vidrio  algo  teñido  de  verde,  y en  su  composición 
la  magnesia  y la  cal  casi  se  equilibran  en  sus  respectivas  pro- 
porciones . 

Tampoco  tiene  la  actinota  gran  importancia  geológica- 
mente considerada;  sin  embargo,  se  la  encuentra  en  masas 
fibrosas  y aciculares,  asociada  á las  serpentinas  y dioritas,  y 
entra  como  elemento  mineral  en  ciertos  pórfidos  verdes  y en 
las  dioritas  y ofitos. 

APLICACIONES  — La  descomposición  de  estas  especies 
suministra  á la  tierra  vegetal  elementos  preciosos,  tales  como 
la  cal,  el  hierro  y la  magnesia. 

En  cuanto  á las  arcillas,  como  que  se  describen  mas  ade- 
lante consideradas  como  verdaderas  rocas,  prescindimos  de 
tratar  de  ellas  en  este  lugar. 


GEOGÑOSIA 


ARTÍCULO  II 

CARACTÉRES  DE  LAS  ROCAS 

Dadas  á conocer  las  especies  minerales,  que  con  mas  fre- 
cuencia se  observan  en  las  rocas,  estamos  ya  en  el  caso  de 
exponer  los  principales  caractéres  de  que  el  geólogo  echa 
mano  para  distinguirlas,  clasificarlas  y describirlas,  lo  cual  pu- 
diera decirse  que  constituye  la  base  del  verdadero  lenguaje 
geognóstico. 

Aunque  algunos  geólogos  han  llevado  este  estudio  á un  gra- 
do tal  de  minuciosidad  que  pudiéramos  calificar  de  meticu- 
loso, admitiendo  hasta  quince  grupos  de  caractéres,  á saber: 
i.°  Composición;  2.0  Cohesión;  3.0  Estructura;  4.0  Contrale- 
cho; 5.0  Porosidad;  6.°  Color;  7.0  Traslucidez;  8.°  Fosfores- 
cencia; 9.0  Olor;  10.  Magnetismo;  11.  Peso  específico; 
12.  Fragmentación:  13.  Sonido;  14.  Humedad;  y 15.  Alte- 
ración; sin  embargo,  nosotros  nos  limitaremos  á los  mas 
importantes,  añadiendo  breves  consideraciones  respecto  de  los 
demás. 


COMPOSICION 

El  carácter  fundamental  que  debe  llamar  mas  la  atención 
del  geólogo,  y por  donde  ha  de  empezar  la  descripción  de 
todas  las  rocas,  es  el  que  se  refiere  á sus  elementos  compo- 
nentes. 

Elementos  esenciales. — Son  esenciales  á la  composición  de 
una  roca,  aquellos  sin  cuya  presencia  no  merece  el  nombre  que 
lleva;  así,  por  ejemplo,  el  granito  no  podría  llamarse  tal,  si  no 
constase  de  cuarzo,  feldespato  y mica.  Estos  tres  minerales  de- 
ben, pues,  considerarse  como  esenciales  á la  composición  de 
dicha  roca. 

En  el  gneis  lo  son  el  feldespato  y la  mica;  en  los  mármo- 
les el  carbonato  de  cal,  y así  de  todas  las  demás. 

Elementos  accidentales  — Los  que  sin  ser  necesarios  á la 
composición  de  la  roca,  suelen  presentarse  con  alguna  fre- 
cuencia, relacionándose  algún  tanto  con  su  naturaleza.  Así, 
por  ejemplo,  los  cristales  de  feldespato  en  un  granito  no  son 
esenciales  á su  composición,  pero  algo  se  relacionan  con  esta, 
y se  presentan  con  bastante  frecuencia. 

El  cuarzo  en  el  gneis,  la  mica  en  la  pegmatita,  los  grana- 
tes en  las  pizarras  talcosas,  cloriticas,  etc.,  se  encuentran  en 
igual  caso,  perteneciendo  todos  estos  casos  á la  categoría  de 
accidentales. 

Accesorios  se  llaman  cuando  se  presentan  con  menos  fre- 
cuencia aun  en  las  rocas,  con  cuya  composición  casi  nunca 
se  hallan  relacionados.  En  esta  categoría  se  hallan  la  analci- 
ma,  que  rellena  las  oquedades  de  basalto  de  las  islas  Cíclo- 
pes,  la  gismodina  di  Capo  de  Bove  en  Roma,  los  aragonitos 
y tantas  otras  sustancias  que  se  observan  en  el  interior  de 
las  rocas,  por  efecto  de  operaciones  posteriores  á su  consoli- 
dación, así  como  los  metales  y piedras  finas  diseminadas  en 
su  masa. 

Simples  y compuestas. — Según  el  número  de  elementos 
esenciales  á la  composición  de  una  roca,  así  se  llaman  estas 

D simples  cuando  constan  de  uno  solo,  como  las  calizas,  los  ye- 
sos, etc.;  y compuestas  cuando  constan  de  dos  ó mas,  como 
el  granito,  el  gneis,  la  sienita,  etc.  J 

A las  primeras  se  las  llama  también  homogéneas,  y hete- 
rogéneas á las  segundas. 

Fanerógenas,  adelogenas  y mixtas. — Las  rocas  compuestas 
pueden  presentar  aparentes  los  distintos  minerales  que  las 
componen,  en  cuyo  caso  se  llaman  fanerógenas,  de  j añeros , 
cosa  aparente,  y genos,  engendrar;  por  ejemplo,  el  granito  ó 
la  protogina.  Cuando  no  aparecen  á la  simple  vista,  ni  aun 
Tomo  IX 


249 

con  el  auxilio  de  la  lente,  se  llaman  adelógenas,  déla  palabra 
adelas , que  significa  oculto;  también  pudieran  llamarse  crip- 
tógenas,  como  el  petrosilex,  el  basalto  de  grano  muy  fino  y 
muchas  otras. 

Por  último,  cuando  del  fondo  de  una  roca  adelógena  se 
destacan  bien  visibles  otros  elementos  esenciales  á la  compo- 
sición de  la  roca,  esta  se  llama  mixta,  en  razón  á que  si  en 
su  totalidad  es  fanerógena,  en  la  pasta  es  adelógena.  como 
sucede  en  los  pórfidos. 

El  conocimiento  de  los  elementos  constitutivos  de  las  ro- 
cas, base  fundamental  de  la  Geognosia,  es  fácil  á poca  expe- 
riencia que  se  tenga,  cuando  se  trata  de  rocas  simples,  y aun 
de  las  compuestas  fanerógenas.  Pero  la  dificultad  empieza 
cuando  hay  que  clasificar  una  roca  adelógena,  es  decir,  com- 
puesta, pero  de  elementos  ocultos.  En  estos  casos  el  geólogo 
puede  valerse  de  diferentes  medios  para  llegar  al  completo 
conocimiento  de  lo  que  desea. 

Cristales  diseminados. — El  primero  consiste  en  la  presen- 
cia de  cristales  diseminados  en  la  masa  de  la  roca  que  se 
examina,  pues  no  siendo  de  las  sustancias  que  han  penetrado 
con  posterioridad  á su  consolidación,  puede  tenerse  casi  se- 
guridad de  que  por  lo  menos  aquella  sustancia  que  vemos 
cristalizada  á la  superficie,  forma  parte  también  de  la  masa 
total  de  la  roca.  Tal  eslo  quesucede  en  los  pórfidos  feldespáti- 
cos,  cuarcíferos,  anfibólicos,  etc.,  en  los  basaltos  y en  muchas 
otras  rocas. 

Tránsito. — Otro  de  los  poderosos  recursos  á que  puede 
apelarse  en  estos  casos,  es  el  tránsito  de  una  roca  adelógena 
á otra  fanerógena  ó vice-versa,  porque  no  habiendo  discon- 
tinuidad entre  ellas,  el  presentarse  los  elementos  constituti- 
vos visibles,  y hasta  á veces  cristalizados  en  una,  y ocultos  en 
otra,  solo  significa  que  las  condiciones  bajo  cuya  influencia 
se  han  formado  son  distintas,  subsistiendo  idéntica  la  com- 
posición; lo  cual  hace  que  en  la  fanerógena  se  ponga  en  cla- 
ro, á simple  vista,  lo  que  está  muy  oscuro  en  la  otra. 

La  descomposición,  determinada  por  los  varios  agentes 
que  examinamos  mas  atrás,  pone  con  frecuencia  de  mani- 
fiesto, lo  que  antes  estaba  oculto  en  la  estructura  y naturale- 
za de  las  rocas.  Conviene,  pues,  fijarse  mucho  en  aquellos 
puntos  en  que  esta  operación  se  verifica  en  mayor  ó menor 
escala. 

Estos  dos  últimos  medios  indican  claramente  que  el  estu- 
dio geológico  no  puede  hacerse  solo  en  el  gabinete,  sino  que 
importa  sobre  manera  completar  las  nociones  que  se  adquie- 
ren oyendo  al  profesor,  ó leyendo  libros  referentes  á la  ma- 
teria, con  excursiones  á aquellas  comarcas  donde  ocurren 
casos  semejantes.  Debiendo  advertir  para  terminar,  y con  el 
fin  de  que  sirva  de  estímulo  al  estudio  práctico,  que  lo  que 
aparenta  ser  difícil  en  el  gabinete  ó en  la  cátedra,  se  pre- 
senta muy  claro,  fácil  é inteligible  en  el  gran  libro  de  la  na- 
turaleza. I J 

Empleo  del  eslabón. — A veces  basta  el  uso  del  eslabón  para 
revelarnos  la  presencia  de  sustancias  que  no  aparecen  á la 
simple  vista  en  las  rocas,  como  sucede,  por  ejemplo,  con  la 
sílice  en  muchas  rocas  de  apariencia  caliza. 

Frote  y percusión. — También  por  medio  del  frote  ó la  per- 
cusión con  el  mismo  martillo  que  debe  llevarse  siempre  en 
las  exploraciones  geológicas,  puede  ponerse  de  manifiesto 
ciertas  sustancias  bituminosas  por  ejemplo,  ó el  hidrógeno 
sulfurado  que  da  cierta  fetidez  á las  rocas,  sustancias  cuya 
existencia  no  es  fácil  sospechar  á la  simple  vista. 

Ensayo  mecánico. — Aunque  no  es  muy  común  que  las  ro- 
cas mas  refractarias  resistan  á todos  estos  medios,  poderosa- 
mente secundados  por  una  mediana  práctica,  sin  embargo, 
puede  ocurrir  que  á pesar  de  todo  no  lleguemos  á conecer 
la  roca  de  que  se  trata.  En  este  caso  los  autores  aconsejan 

32 


gkologia 


250 

aDelar  á lo  que  se  llama  ensayo  mecánico,  reducido  á tritu • lamina  de  vidrio,  á la  que  se  adhiere,  calentando  un  poco 
rar  en  un  morterito  de  ágata  un  pequeño  fragmento  de  la  ¿el  bálsamo  del  Canadá,  el  cual,  al  enfriarse,  de  tal  manera 
roca  á la  que  se  aplica  después  la  aguja  magnética,  con  lo  uae  al  ejemplar  con  el  vidrio  ó cristal,  que  antes  se  rompe 

’ 4 • • --  — qne se  desprende.  Hecho  esto,  se  somete  á una  fricción  sos- 

teiida  contra  unas  piedras  amoladeras,  de  diferente  grano, 
que  se  traen  ya  de  Alemania  preparadas  con  esmeril;  tenien- 
do  cuidado  de  sumergirlas  en  agua  para  favorecer  la  opera- 
don,  poniéndolas  dentro  de  una  caja  de  hoja  de  lata  ó zinc, 
continuando  la  operación  desde  la  amoladera  de  grano  mas 
grueso,  hasta  la  mas  fina;  quedando  á la  discreción  del  ope- 
rador el  darle  el  espesor  conveniente,  según  lo  que  se  pro- 
ponga. Terminado  esto  se  lava  el  ejemplar  con  espíritu  de 


cual5  puede  ya  averiguarse  si  entra  en  su  composición  algo  qce  se  desprende.  Hecho  esto, 
de  hierro,  de  níquel  ó cobalto.  Después  se  colocan  los  frag- 
mentitos  sobre  un  pedazo  de  vidrio  ó cristal,  que  se  tiene 
con  una  mano,  golpeándolo  con  la  otra  con  el  fin  de  obte- 
ner una  separación  por  tamaños,  lo  cual  puede  también  con- 
seguirse por  medio  de  unas  gotas  de  agua.  Hecho  esto,  se 
separan  con  una  pluma  ó brocha  fina  los  de  un  mismo  ta- 
maño, los  cuales  se  llevan  al  campo  del  microscopio,  que 


para  el  objeto  bastará  que  dé  un  aumento  de  treinta  a cua-  ponga,  terminado  esto  se  lava  el  ejemplar  con  espíritu  de 
renta  diámetros.  El  ojo  experimentado  del  mineralogista  po-  vino  para  que  no  quede  ninguna  impureza,  cubriendo  defi- 
drá  distinguir  perfectamente  por  el  color,  brillo,  formas  cris-  nrivamente  el  objeto  con  una  delgadísima  lámina  de  cristal 
talinas  trasparencia,  opacidad,  etc.,  las  diferentes  sustancias  por  medio  del  mismo  bálsamo:  con  lo  cual  queda  aquel  con 
de  que  se  compone  aquella  roca  que  se  presentaba  velada 

y misteriosa.  ti 

Examen  micrográfico.—Er\  estos  últimos  tiempos  se  ha 

puesto  el  microscopio  al  servicio  de  la  Mineralogía,  Geolo- 
gía, Botánica  y demás  ciencias  naturales,  con  el  fin  de  auxi- 
liar el  conocimiento  de  la  estructura  íntima  de  los  séres  orgá- 
nicos é inorgánicos,  dando  á conocer  por  sus  caractéres 
hasta  las  sustancias  que  en  menor  cantidad  se  presentan  en 
pequeñísimas  porciones  en  lo  mas  recóndito  de  su  masa,  re- 
presentando en  cierto  modo,  como  si  dijéramos,  el  vestíbulo 
ó ingreso  al  análisis  químico;  supuesto  que  á los  datos  que 
suministra  la  Micrografía,  puede  decirse  que  solo  le  falta  dar 
un  paso  por  medio  del  soplete  ó el  reactivo  para  determinar 
con  exactitud  matemática  la  composición  ó naturaleza  de 
aquellas  sustancias,  cuyos  caractéres  mas  decisivos  han  sido 
ya  determinados  por  la  inspección  microscópica. 

A tal  punto  es  esto  cierto,  que  aunque  se  nos  tache  de 
exagerados,  nos  atrevemos  á decir  que  sin  el  microscopio  y 
los  "reactivos  químicos  es  imposible  conocer  á fondo  las  ro- 
cas, y penetrar  con  paso  firme  por  medio  de  la  experimen- 
tación en  el  campo  siempre  espinoso  de  las  hipótesis,  que 
acerca  del  proceso  de  su  formación  se  han  inventado. 

En  el  artículo  Metamorfismo  se  dará  una  demostración  de 
la  verdad  de  lo  que  acaba  de  indicarse,  al  explicar  por  me- 
dio del  microscopio  las  modificaciones  que  ha  ido  sucesiva- 
mente experimentando  el  mineral  llamado  peridoto,  hasta  ! c.ementos  constitutivos  de  una  roca,  se  llama  cohesión , según 
convertirse  en  serpentina;  pero  limitándonos  por  ahora  á T"  ~"01  ««  a c v tu.hnc 

demostrar  la  importancia  de  la  aplicación  del  microscopio 
para  el  reconocimiento  de  los  elementos  componentes  de  las 
rocas,  bastará  decir  que  algunos  mineralogistas,  tales  como  ! se  refiere  al  modo  de  verificarse  la  unión  de  los  distintos 
Ziurkal  y Lassaulx,  han  tomado  por  base  este  dato  para  la  elementos  constitutivos  de  las  rocas,  estas  reciben  el  nombre 
clasificación  que  daremos  á conocer  mas  adelante,  y que  de  agregadas  y conglomeradas , concretándose,  como  es  fácil 
hoy  existen  sobre  todo  en  Alemania  varios  centros  indus-  comprender,  á las  sólidas  ó sea  á aquellas  cuyas  moléculas 


i>das  las  condiciones  apetecidas  para  la  observación;  la  cual 
riele  completarse  cuando  el  caso  lo  requiere,  con  el  dibujo 
que  se  obtiene  por  la  visión  directa,  ó por  medio  de  la  cáma- 
ra ciara. 

El  estudio  que  hasta  ahora  se  ha  hecho  de  las  rocas, 
valiéndonos  de  los  medios  de  que  disponíamos,  puede  de- 
| drse  que  no  era  mas  que  en  grande;  limitándonos  al  conoci- 
miento de  los  principales  elementos  constitutivos  y de  la 
estructura  aparente;  pero  hoy,  merced  al  eficacísimo  auxilio 
del  microscopio,  podemos  llegar  hasta  la  estructura  y compo- 
sición íntima,  desentrañando  lo  mas  recóndito  de  su  natu- 
n’eza,  lo  cual  contribuye  eficazmente  á modificar  la  opinión 
que  acerca  del  origen  y metamorfosis  de  muchos  materiales 
terrestres  nos  habíamos  formado;  sin  embargo,  para  llegar  al 
c-bal  conocimiento  de  la  composición  íntima  de  los  elemen- 
tes mineralógicos  constitutivos  de  las  rocas,  es  de  todo  punto 
indispensable  valerse  del  análisis  químico;  bien  sea,  y esto  es 
lo  mejor,  fiado  en  conocimientos  propios  ó acudiendo  al  espe- 
cialista en  esta  materia.  La  índole  de  la  obra  no  permite  exten- 
dernos mas  sobre  este  asunto,  que  encontrarán  los  lectores 
-mpliamente  tratado  en  las  obras  de  Química  analítica. 

COHESION 

I>a  mayor  ó menor  fuerza  con  que  se  hallan  reunidos  los 


por  ahora  á '.2  cual,  se  dividen  aquellas  en  sólidas  ó adherentes  y sueltas 
ó incoherentes , con  arreglo  á la  escala  en  que  se  pone  de 
manifiesto  la  fuerza  de  agregación  molecular.  Cuando  esto 


triales.  dedicados  exclusivamente  á preparaciones  micrográ 
ficas  de  minerales,  rocas,  fósiles,  plantas  y organismos  ani 
males,  desde  los  mas  sencillos  hasta  el  hombre  mismo:  siendo 
asombrosos  los  progresos  en  este  ramo,  -en  muy  pocos  años 
realizados,  publicándose  periódicamente  en  Inglaterra  y Ale- 


ño pueden  separarse  sin  un  esfuerzo  mas  ó menos  conside- 
rable. 

Agregadas  y conglomeradas.— Llámanse  agregadas  aquellas 
cuyos  elementos  constitutivos  se  mantienen  unidos  por  su 
propia  cohesión;  mientras  que  si  se  interpone  un  jugo  lapi- 


mama 


varias  revistas  y obras  de  importancia  reconocida  en  ceo  cualquiera,  haciendo  el  oficio  de  cemento  ó materia 


esta  especialidad. 


unitiva,  se  llaman  conglomeradas.  En  las  primeras  todos  los 


En  el  gabinete  de  Historia  Natural  se  ha  establecido  re-  elementos  esenciales  son  contemporáneos;  esto  es,  se  han 
cientemente  un  laboratorio  químico  micrográfico,  merced  ai  formado  al  mismo  tiempo,  y bajo  la  influencia  de  condiciones 
celo  que  por  los  progresos  de  la  ciencia  distingue  á la  Junta  iguales,  como  se  ve,  por  ejemplo,  en  el  granito,  en  la  Peg- 
de  Profesores,  habiéndose  adquirido  estos  últimos  dias  en  ei  aatita,  en  el  gneis  y en  muchas  otras.  Por  el  contrario, 
extranjero  dos  preciosos  microscopios  con  todos  los  aparatos  en  las  segundas,  ó sea  en  las  conglomeradas,  el  cemento 
accesorios,  y se  hacen  preparaciones  de  minerales  y rocas,  lúe  aglutina  y los  fragmentos  cementados  son  de  época 
sirviéndonos  al  efecto  del  sistema  adoptado  por  el  distinguí-  distinta,  y hasta  pueden  pertenecer  los  últimos  á rocas  y 
do  mólogo-micrógrafo  Sr.  Macpherson,  reducido  á lo  si-  terrenos  de  edades  muy  diversas.  Según  que  los  fragmentos 
'miente:  desprendida  una  pequeña  porción  del  ejemplar  que  aglutinados  son  angulosos  ó redondeados,  así  se  llama 
quiere  someterse  á la  observación,  se  procura  que  una  de  brecha  y pudinga,  almendrilla  ó almendrón,  la  estructura  de 
sus  caras  sea  bastante  igual  para  que  pueda  adaptarse  á una  roca. 


GEOGNOSIA 


Dureza , tenacidad,  etc. — Tanto  las  rocas  agregadas  como 
las  conglomeradas  pueden  ofrecer  mayor  <5  menor  cohesión, 
resistiendo  en  diferente  escala  al  esfuerzo  que  se  hace  para 
separar  sus  moléculas.  Esto  da  origen  á los  diversos  grados 
de  dureza,  fragilidad,  tenacidad,  etc. 

Generalmente  hablando,  el  martillo  es  el  instrumento  de 
que  con  mas  frecuencia  se  vale  el  geólogo  para  experimentar 
estas  propiedades  de  las  rocas;  para  lo  cual  puede  servir 
también  la  punta  de  la  navaja  ó el  eslabón.  En  este  concepto 
las  rocas  pueden  ser  muy  duras,  como  las  de  esmeril,  la 
cuarcita,  etc.;  duras  como  las  feldespáticas;  agrias  ó frágiles, 
como  la  obsidiana  y el  pedernal ; tenaces  como  las  serpenti- 
nas; deleznables  como  la  creta,  etc. 

Rocas  sueltas—  Cuando  los  elementos  constitutivos  de  las 
rocas  no  ofrecen  trabazón  alguna,  se  llaman  sueltas  ó inco- 
herentes, como  sucede  con  las  arenas,  y en  general  con  to- 
dos los  materiales  tórreos  y con  las  arcillas,  sobretodo,  cuan- 
do están  completamente  secas. 

ESTRUCTURA 

Llámase  estructura  en  las  rocas,  á la  disposición  particu- 
lar que  afectan  sus  elementos  constitutivos  al  agruparse  para 
formar  una  masa  mas  ó menos  considerable. 

Para  facilitar  la  inteligencia  de  este  carácter  que  es  muy 
importante,  lo  consideraremos  primero  en  las  rocas  agrega- 
das, y después  en  las  conglomeradas. 

Rocas  agregadas , estructura  simple. — En  las  rocas  agrega- 
das puede  ser  la  estructura  simple  ó uniforme,  y compuesta 
ó compleja.  Distínguese  la  simple  con  los  siguientes  nombres: 
granosa  ó granítica , como  por  excelencia  se  observa  en  el 
granito;  granulosa,  cuando  el  grano  es  mas  fino,  ejemplo  la 
leptinita:  arenoidca  cuando  los  granos  son  algo  redondeados, 
pero  sin  cemento  que  los  una,  como  es  el  caso  de  la  Dolo- 
mía; gráfica  ó escrita,  según  se  observa  en  la  pegmatita,  así 
llamada  por  el  singular  modo  de  distribuirse  en  ella  el  cuar- 
zo y el  feldespato,  cuya  sección  trasversal  imita  caracteres 
arábigos;  laminar  y hojosa , cuando  sus  elementos  aparecen 
dispuestos  en  capas  delgadas  y paralelas,  como  se  ve  en  el  gneis 
y en  muchas  otras;  compacta,  cuando  los  elementos  reduci- 
dos á la  mas  mínima  expresión  de  tamaño,  dejan  pocos  hue- 
cos entre  si,  según  se  nota  en  los  petrosilex,  en  muchos  ba- 
saltos, etc.;  celular  y cavernosa,  cuando  los  poros  son  muy 
visibles,  llegando  á constituir  hasta  verdaderas  oquedades, 
como  sucede  en  muchas  rocas  volcánicas,  y en  especial  en 
la  piedra  pómez,  cuya  estructura  es  además  fibrosa;  vitrea , 
cuando  por  el  aspecto  y solidez  imita  al  vidrio,  según  se  ob- 
serva en  la  obsidiana;  arcillosa  y terrea,  cuando  imita  el  as- 
pecto de  la  arcilla  ó de  la  tierra,  siendo  por  lo  común  algo 
celular  y no  muy  consistente,  como  es  el  caso  de  muchas 
traquitas  de  los  basaltos  descompuestos  y de  muchas  otras. 

Rocas  agregadas;  estructura  compleja. — La  estructura  com- 
pleja de  las  rocas  agregadas  se  llama  porfídica  cuando  del 
fondo  de  una  masa  uniforme  se  destacan  cristales  de  la  misma 
ó de  distinta  naturaleza  (pórfidos):  porjiroidea,  cuando  en  una 
roca  granosa  se  encuentran  cristales  de  feldespato  ó de  cual- 
quiera otra  especie  mineral,  como  se  ve  en  muchos  granitos: 
glandular,  cuando  los  cristales, ;en  vez  de  hallarse  esparcidos 
sin  orden  alguno  en  la  roca,  forman  grupos  que  imitan  á 
ciertas  glándulas  ó nodulos,  como  se  observa  en  la  talcita 
cuarcífera;  globular  y globulif orine,  cuando  los  elementos  for- 
man masas  redondeadas  de  un  tamaño  mayor  ó menor:  va- 
riolada, cuando  los  glóbulos  aparecen  imperfectos,  distin- 
guiéndose tan  solo  por  manchas  que  revelan  un  principio 
de  descomposición  en  la  roca  y su  tendencia  á la  estructura 
globular  (variolita):  amigdaloidea,  cuando  en  el  interior  de  la 


25 1 

masa  se  presentan  elementos  no  esenciales  á la  roca,  en  for- 
ma de  núcleos,  ora  compactos,  ora  llenos  de  cristales  ó tapi- 
zados por  estos  (la  lava  con  incrustaciones):  fragmentosa, 
cuando  la  masa  de  la  roca  ofrece  en  su  interior  pedazos  irre- 
gulares y de  distinto  tamaño;  entrelazada  y reticular , cuando 
en  una  roca  se  encuentran  combinadas  confusamente  varias 
estructuras  de  las  mencionadas,  como  se  ve  en  el  mármol  de 
Campan,  en  la  ofiolita  y en  otras  muchas. 

Estructura  de  las  rocas  conglomeradas. — Puede  ser  com- 
pacta cuando  el  cemento  ocupa  todos  los  espacios  que  dejan 
entre  sí  los  elementos  de  que  consta,  como  sucede  en  mu- 
chos mármoles:  arcillosa  ó arcilloidea,  cuando  ofrece  un  as- 
pecto parecido  al  de  las  arcillas  (creta);  arenácea,  cuando  son 
granos  de  arena  los  elementos  aglutinados  por  un  cemento 
casi  imperceptible,  como  se  nota  en  los  asperones  ó arenis- 
cas; oolí  tica  si  los  granos  son  pequeños  y redondos,  pareci- 
dos á huevos  de  pescado  (eos  huevo,  lithos  piedra);  pisolítica , 
de  pisum,  guisante,  cuando  son  mayores  y formados  de  capas 
concéntricas:  si  los  elementos  alcanzan  mayor  tamaño  se 
llama  fragmentosa , distinguiéndose  con  los  epítetos  de  brecha 
si  son  angulosos  y pudinga  si  redondeados. 

HILO  Ó CONTRALECHO 

Llámase  hilo  ó contralecho  la  tendencia  que  ofrecen  muchas 
rocas,  particularmente  las  pizarrosas,  á hendirse  ó fracturar- 
se en  un  sentido  determinado,  ora  en  la  misma,  ó en  direc-  . 
cion  contraria  á la  que  afectan  sus  estratos.  A este  carácter, 
que  conviene  no  confundir  con  la  verdadera  estratificación, 
lo  llaman  otros  estructura;  su  estudio  nos  suministra  las  va- 
riedades siguientes:  tabular,  cuando  se  separa  en  lajas  de 
algún  grueso  ó espesor  (fonolita):  laminar  y hojosa , cuando 
son  muy  delgadas,  como  se  nota  en  las  pizarras  micáceas: 
pizarrosa  ó pizarreña,  cuando  las  láminas  son  de  espesor 
diferente  (gneis  y pizarras):  prismática,  cuando  las  rocas  tie- 
nen tendencia  á tomar  formas  regulares,  como  sucede  con 
los  basaltos,  algunas  traquitas,  obsidiana  y otras  rocas  no  solo 
ígneas,  sino  también  de  sedimento,  como  las  arcillas,  por 
retracción. 

Aunque  siguiendo  en  esta  materia  á Mr.  Cordier,  indica- 
mos al  empezar  este  artículo  quince  caractéres  que  debían 
servirnos  de  guia  en  el  arduo  é importantísimo  estudio  de 
las  rocas,  puede  decirse  que  los  que  acabamos  de  examinar 
son  los  mas  esenciales,  tanto  por  la  importancia  secundaria 
de  los  otros,  cuanto  porque  muchos  de  ellos  se  hallan  en  ri- 
gor embebidos  en  los  que  acabamos  de  exponer.  Así,  por 
ejemplo,  la  porosidad  está,  si  se  quiere,  comprendida  en  la 
estructura  y también  hasta  cierto  punto  la  densidad,  pues 
en  general  cuanto  mas  compacta  es  una  roca,  tanto  mayor 
es  su  peso. 

Color. — En  cuanto  al  color,  solo  puede  decirse  que  el 
predominio  de  ciertos  elementos  determina  una  coloración 
particular  en  las  rocas.  Así  es  que,  en  general,  las  tintas  ne- 
gras son  propias  de  las  sustancias  combustibles  y de  las  ro- 
cas en  que  predominan  el  anfíbol  hornblenda,  el  piroxeno 
augita,  la  hiperstena,  etc.:  los  colores  verdes  son  muy  comu- 
nes en  las  que  predomina  la  serpentina,  el  diópsido,  la  acti- 
nota,  algunas  tremolitas,  etc.:  los  blancos  se  observan  muy 
á menudo  en  las  calizas,  en  las  rocas  feldespáticas  descom- 
puestas y en  otras  muchas : el  peróxido  de  hierro  se  deja 
apreciar  por  el  color  rojo:  el  verde  supone  la  presencia  del 
cobre,  y así  de  otros  varios. 

Traslucidez.  — Respecto  á la  traslucidez,  las  rocas  son 
opacas,  como  sucede  en  la  inmensa  mayoría  de  ellas,  y tras- 
lúcidas como  la  obsidiana  y el  mármol  de  Carrara;  de  traspa- 
rentes no  conozco  ninguna. 


GEOLOGIA 


252 

Fosforescencia. — La  fosforescencia  es  un  carácter  precioso, 
por  cuanto  es  inherente  á la  composición  de  determinadas 
sustancias,  si  bien  el  número  de  estas  es  muy  corto.  La  fos- 
forita ó fosfato  de  cal  y algunos  granitos  de  Extremadura  y 
Galicia,  son  las  únicas  rocas  que,  puestas  á la  lumbre  redu- 
cidas á polvo,  ó en  otras  condiciones,  despiden  ese  color 
azulado  en  la  llama  característica  de  esta  propiedad. 

Olor. — Por  lo  que  toca  al  olor  también  es  un  carácter  de 
escasa  importancia.  Sin  embargo,  el  bituminoso  que  despiden 
los  combustibles  excepto  la  turba;  el  de  tierra,  que  dan  to- 
das las  sustancias  arcillosas  cuando  se  las  aplica  el  aliento; 
el  fétido,  que  desarrolla  una  especie  de  combustible  llamado 
Dusodila , y el  empireumático  de  la  turba,  son  característi- 
cos; el  olor  que  despiden  por  la  percusión  algunas  rocas, 
pone  en  claro  la  existencia  de  ciertos  principios  bituminosos 
ó hidrogenados,  como  se  observa  en  las  calizas  fétidas  y en 
la  mayor  parte  de  los  mármoles  negros.  Procedente  del  ter- 
reno silúrico  de  May  (Francia)  traje,  y figura  en  el  Gabinete 
de  Historia  Natural,  una  caliza  negra  que  al  golpearla  des- 
pide un  olor  parecido  al  de  las  trufas,  efecto  de  la  presencia 
del  hidrógeno  fosforado,  según  ensayo  practicado  por  mi 
amigo  D.  José  Solano,  celoso  y diligente  Ayudante  de  Geo- 
logía y Mineralogía  del  Museo. 

Magnetismo. — La  atracción  que  ciertas  rocas  ejercen  sobre 
la  piedra  imán,  revela  la  presencia  del  hierro  ó de  deter- 
minados minerales  que  lo  contienen,  como  por  ejemplo,  los 
Granates. 

Densidad.  — La  densidad  ó peso  específico,  muy  impor- 
tante considerado  científicamente,  en  cuyo  caso  hay  que 
echar  mano  de  la  balanza  ó del  frasco  de  volúmen  constan- 
te, en  el  terreno  práctico  de  la  determinación  de  las  rocas  es 
de  escasa  utilidad.  No  obstante,  cuando  una  roca  es  muy 
pesada,  supone  la  presencia  de  algún  metal  ó de  ciertas  sus- 
tancias térreas,  tales  como  la  barita  ó la  estronciana.  El  silex 
néctico,  la  piedra  pómez,  el  lapilli  y las  escorias  de  la  lava, 
con  otras  rocas  en  escaso  número,  se  reconocen  fácilmente 
por  su  ligereza,  que  llega  en  algunas  hasta  el  punto  de  sobre- 
nadar en  el  agua. 

Fragmentación. — La  fragmentación,  ó sea  la  tendencia  de 
ciertas  rocas  á tomar  determinadas  formas  al  dividirse  natu- 
ral ó artificialmente  en  su  tránsito  del  estado  pastoso  al  só- 
lido, suele  ser  un  carácter  precioso.  Así  es,  que  los  basaltos 
se  distinguen  en  general  por  sus  formas  prismáticas,  aunque 
también  las  ofrecen  las  traquitas,  la  obsidiana,  algunas  lavas 
y las  sustancias  arcillosas  al  retraerse  su  materia  por  la  ac- 
ción del  calor.  Muchas  rocas  de  feldespato  compacto  ó pe- 
trosilíceas  suelen  cuartearse  y presentar  formas  cúbicas  ó 
romboédricas,  á la  inmediación  de  sustancias  ígneas.  Una 
cosa  análoga  se  observa  en  el  carbón  mineral  ó hulla. 

Sonido. — El  sonido  que  producen  por  el  choque  del  mar- 
tillo ó de  cualquier  otro  instrumento,  suele  ser  característico 
en  muchas  rocas,  como  en  la  fonolita,  por  ejemplo,  llamada 
• también  por  los  alemanes  klingstein,  por  el  sonido  particu- 
lar que  da  cuando  se  la  golpea. 

Humedad. — La  humedad  de  las  rocas  depende  en  gran 
parte  de  la  estructura,  y de  su  naturaleza  propia.  Las  silíceas 
en  general,  y muy  particularmente  las  arenáceas,  son  secas 
y áridas:  las  calizas  y volcánicas  lo  son  también  por  la  faci- 
lidad con  que  dejan  pasar  el  agua:  por  el  contrario,  son  hú- 
medas las  arcillosas  y todas  aquellas  en  que  predomina  la 
alúmina,  pues  este  elemento  les  comunica  la  impermeabili- 
dad que  las  distingue  y les  da  mucha  importancia. 

Alteración. — La  alteración  por  descomposición  ó por  me- 
tamorfismo, determinado  por  la  acción  del  calor  y de  otros 
agentes  que  actúan  sobre  las  rocas,  es  un  carácter  muy  im- 
portante en  el  estudio  de  estas,  y aun  lo  es  mas  el  que  des- 


prende del  exámen  de  los  tránsitos  de  unas  á otras.  Pero 
sobre  esto  no  se  pueden  dar  reglas  fijas,  y solo  debe  aconse- 
jarse que  este  estudio  se  haga  en  el  gran  laboratorio  de  la 
naturaleza,  pues  allí  con  algo  de  sagacidad  y de  conocimien- 
tos químicos,  se  llegan  á descifrar  los  mas  complicados  enig- 
mas geognósticos.  Todo  lo  cual  significa  que  la  Geología  es 
ciencia  fácil  y bella  en  las  montañas  y en  el  terreno  mismo, 
donde  hay  que  ir  para  participar  de  sus  verdaderas  delicias 
y de  las  ventajas  que  proporciona  su  estudio. 

ARTICULO  III 

CLASIFICACION  DE  ROCAS 

Conocidos  los  minerales  que  con  mas  frecuencia  se  ob- 
servan en  las  rocas,  y los  caractéres  de  que  nos  hemos  de 
servir  para  darlas  á conocer,  estamos  ya  en  el  caso  de  abor- 
dar la  clasificación  de  rocas , que  es  el  artificio  de  que  nos  va- 
lemos para  agrupar  las  análogas  y distinguir  las  diferentes, 
con  el  fin  de  llegar,  en  último  resultado,  al  conocimiento  de 
la  composición  general  del  globo. 

Dejando  para  obras  de  otra  índole  el  discutir  lo  que  deba 
entenderse  por  clasificación  natural  ó método,  y artificial  ó 
sistema,  y reconociendo,  que  la  de  rocas  ofrece  todas  las 
condiciones  de  esta  última,  debemos  manifestar  que  toda 
clasificación  exige  el  concurso  de  tres  cosas,  á saber:  objetos 
que  se  clasifican;  artificio  que  se  admite  para  ordenarlos,  y 
términos  que  expresen  todas  estas  relaciones;  ó en  otros  tér- 
minos, especie  ó unidad  de  medida,  ordenación  ó agrupa- 
ción, y lenguaje. 

Especie  geológica. — La  especie  que  ha  de  servir  en  Geolo- 
gía de  unidad  de  medida  para  llegar  á conocer  el  reino 
inorgánico,  es  la  roca,  de  la  que  con  oportunidad  decía  el 
célebre  Haüy,  que  era  lo  inconmensurable  del  reino  mine- 
ral. Con  efecto,  como  la  condición  que  determina  esta  uni- 
dad es  el  presentarse  en  grandes  masas,  resulta  que  si  se 
prescinde  de  las  rocas  simples,  en  las  cuales  la  composición 
química  tiene  la  misma  importancia  que  en  Mineralogía,  en 
las  demás  no  existe  una  base  fija  para  poderla  caracterizar. 
Un  ejemplo  esclarecerá  este  asunto:  el  granito  es  una  roca 
compuesta  de  cuarzo,  feldespato  y mica,  nombre  que  se 
aplica  indistintamente,  cualquiera  que  sea  la  proporción  de 
sus  tres  elementos.  No  obstante,  obligados  á determinarla 
de  cualquier  modo  que  sea,  diremos  que  por  roca  ó especie 
geológica  se  entiende,  todo  mineral  simple  ó compuesto,  ó 
agrupación  de  minerales  que  aunque  en  proporciones  varia- 
bles, se  presenta  en  grandes  masas,  formando,  por  decirlo 
así,  el  esqueleto  ó armazón  del  globo. 

La  composición  mineral  es,  en  consecuencia,  la  base  de 
la  especie  en  Geología,  determinando  la  variedad  y sub  es- 
pecies, los  accidentes  exteriores,  y á veces  hasta  la  propor- 
ción de  los  mismos  elementos  constitutivos. 

En  cuanto  al  artificio  de  que  nos  valemos  para  la  ordena- 
ción de  las  rocas,  partiendo  de  la  especie,  dentro  de  la  cual 
caben  sub-especies  y variedades,  consta  de  los  mismos  gru- 
pos que  los  admitidos  en  otras  clasificaciones;  esto  es,  de 
género,  que  es  la  reunión  de  las  especies  mas  afines;  familia, 
conjunto  de  géneros  que  guardan  entre  sí  ciertas  relaciones, 
órdenes,  clases,  etc.,  hasta  llegar  por  el  método  sintético 
hasta  el  reino  geológico.  Lo  único  en  que  difieren  estas  su- 
cesivas agrupaciones,  desde  la  especie  al  reino  en  Geología, 
respecto  á lo  que  se  observa  en  Mineralogía  por  ejemplo,  y 
con  mas  motivo  en  Zoología  y Botánica,  es  la  vaguedad  suma 
que  en  todas  se  observa,  como  consecuencia  natural  de  la 
poca  fijeza  que  tiene  la  unidad  de  medida. 

Por  último,  la  tercera  base  de  toda  clasificación,  que  se- 


GEOGNOSIA 


gun  hemos  dicho  es  la  nomenclatura,  corre  parejas,  en  cuan- 
to á lo  vago,  con  las  dos  anteriores.  En  primer  lugar,  el  sig- 
nificado de  los  distintos  grupos  admitidos  en  la  clasificación 
geológica,  ofrece  escasa  precisión  y no  poca  dificultad  al  es- 
tablecerlos; en  cuanto  á los  nombres  con  que  se  designan  las 
especies  geognósticas,  siendo  difícil  la  adopción  de  la  no- 
menclatura binaria  de  Linneo,  puede  decirse  que  no  hay 
regla  fija;  nombrándose  las  rocas  unas  veces  por  su  estructu- 
ra, como  el  granito;  otras  por  su  coloración,  como  la  serpen- 
tina; algunas  por  la  localidad,  como  la  sienita,  y hasta  por 
nombres  de  autores  como  la  Dolomía,  Saussurita,  etc 
En  vista  de  este  caso,  han  querido  algunos  autores  que  se 
llamara  á las  rocas  por  su  composición,  diciendo  roca  de 
cuarzo,  feldespato  y mica,  en  vez  de  granito  ó de  feldespato, 
y cuarzo  en  vez  de  pegmatita;  pero  la  modificación,  propuesta 
entre  otros  por  Mr.  Prevost,  ofrece  no  pocas  dificultades, 
razón  por  la  cual  se  abandonó  la  idea. 


253 

Afortunadamente  encontramos  una  compensación  á esta 
falta  de  exactitud,  en  el  reducido  número  de  especies  geog- 
nósticas que  hay  que  conocer,  pues  si  se  prescinde  de  Jas 
que  son  meros  objetos  de  curiosidad  y de  las  variedades  me- 
nos importantes,  para  formarse  una  idea  exacta  de  la  com- 
posición del  globo,  basta  conocer  un  ciento  de  rocas;  lo  cual, 
si  se  compara  con  los  miles  de  vegetales  y de  animales  que 
estudia  el  botánico  y el  zoólogo,  forma  un  número  tan  exi- 
guo, que  aunque  no  se  posean  las  bases  de  clasificación  y 
caracterización  de  las  especies  con  el  rigor  que  en  los  otros 
ramos,  con  poca  práctica  que  se  tenga,  puede  lograrse  lo  que 
se  desea,  al  cultivar  la  Geología. 

En  virtud  de  todos  estos  antecedentes,  adoptamos  la  cla- 
sificación del  cuadro  adjunto,  la  cual,  si  no  exenta  de  dificul- 
tades, por  ser  estas  inherentes  á lo  vago  de  la  materia,  por  lo 
menos  ofrece  la  ventaja  de  ser  muy  geológica  y útil  en  la 
práctica. 


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GEOGNOSIA 


255 


Aunque  el  cuadro  anterior  es  el  que  ha  de  servirnos  de 
guia  en  la  descripción  de  las  rocas,  conviene,  sin  embargo, 
para  que  la  obra  aparezca  á la  altura  de  lo  que  hoy  se  sabe, 
que  consulte  el  lector  las  dos  clasificaciones  adjuntas,  fun- 
dadas única  y exclusivamente  en  la  composición  y estructura 
íntima  de  los  elementos  geognósticos  terrestres,  debidas  á 
dos  eminentes  micrógrafos  alemanes.  Ambas  á dos,  basadas 
en  el  mas  minucioso  exámen  micrográfico,  son  importantí- 
simas para  el  estudio  analítico  de  las  rocas;  pero  adolecen, 
para  nuestro  objeto,  del  defecto  capital  de  no  enlazar  con 


las  relaciones  geognósticas,  apareciendo  en  un  mismo  grupo 
las  rocas  mas  diferentes  en  edad  y condiciones  de  yaci- 
miento, asi  como  separadas  se  hallan  muchas  que  bajo  mas 
de  un  concepto  las  encontraremos  reunidas  en  las  forma- 
ciones y terrenos.  Sin  embargo  de  todo  esto,  seria  ocioso 
insistir  en  la  importancia  de  estas  clasificaciones  analíticas, 
fruto  de  la  inspección  micrográfica,  que  mas  que  otro  medio 
alguno,  puede  ilustrarnos,  no  solo  acerca  de  la  composición 
mineral  íntima  de  las  rocas,  sino  también  respecto  de  las 
causas  ó agentes  varios  que  á su  formación  han  contribuido 


(ZIRKEL-die  mikroskopische  beschaffenheit  der  mineralien  und  GESTEINENLEIPZIG  1S73) 

1 Calcita. 

simples.  . . . Dolomía. 

r ' \ Marga. 

I Serpentina. 

Granito. 

1 Pórfido  granítico. 

\ Liparita. 

con  cuarzo Obsidiana  Vidrios 

I Pumita,  semi-vidrios 


ortoklásicas. 


Perlita 
Retinita. 

SMiascita 
Foyaita. 
Fonolita 


ricos  en  sí- 
lice. 


Proto- ! 
ge'nitas 


con  hornblenda. 


/ feldespá- 
! ticas 


en  masa 


^sín  cuarzo.  ¿ f Leucita  sanidifera. 

Sienita  (1). 

sin  nefelina.. . Pórfido  ortokkisico. 

( Traquita. 

con  feldes-  I 1 Diorita. 

pato.  { \ Diorita  cuarzosa. 

Porfirita. 

Pórfido  anfibólico. 
Dacita. 

Andesita. 

Diabasa. 

- . Pórfido  augítico. 

| I \ Meláfido. 

plagioklásicas.  ’con  augita 1 Andesita  augítica. 

I i \ Basalto  feldespatico. 

Dolerita. 

Anamesita. 
Traquima. 

con  diálaga Gabbro. 

con  hiperstena Hiperstenita. 

con  mica Diorita  micácea. 

con  olivino Forellenstein  (2). 

con  mineral  análogo  al  feld-(ne^lniCaS’ 
eSpat0 (leucíticas.. 


compues- 
tas. . 


no  feldespáticas. . 


i Basalto  nefelínico. 
Sanidofido  leucítico. 
Basalto  leucítico. 
logita. 

i- 

_.malinita. 
’eridotita. 

Eulisita. 
Gabbro-saussi 
Gneis. 

. Granulita. 

pizarrosas { Micacita. 

Pizarra  clorítica 


BIBLIOTECAS 


| Deutogénitas. 


Talcita. 


Tobas. 

i Cenizas  y arenas  vol. 
'Areniscas. 

) Pizarra  arcillosa. 
Arcillas. 


( 0 Le  da  por  composición  esencial  feldespato  y hornblenda. 
clínico  ó anortita  y oÜvl^o  ó^pintímaUe  n°  113110  traducclon  en  Coquand,  Cordier,  Daubreé  ni  Meunier).  Su  composición  esencial:  feldespato 


256 


GEOLOGIA 


LASA ULX.— ELEMENTE  DER  PETROGRAPHIE -BONN  1875 


Pedernal 
Creta 
Fosforita 
/ Hulla 
| Lignito 
(.Turba 
Hielo 

ÍSal  gema 
Espato  flúor 
Criolita 
f Yeso 
I Anhidrita 
Caliza 
Dolomia 
Marga 

Hierro  espático 
Hematites 
Hierro  magnético 
Grafito 
Cuarcita 
Roca  de  augita 
Id.  de  escapolita 
Esmeril 

Pizarra  clorítica 
Serpentina 
Pizarra  ta  lcosa 
Obsidiana 


Retinita 
Pórfidos  vitreos 
Plagioclásico 
Nefetinico 
Leucítico 
Con  Haüyna 
Micáceo 

Andesita  augitica 
Meláfido  (Palatinita) 

( Felsita 
t Riolita 

{Cuarzoso 
No  cuarzoso 
( Cuarzoso 
( No  cuarzoso 
Fonolita 
Cuarzosa 
No  cuarzosa 
Plagioclásica 
Anfibólica 
Micácea 
< Plagioclásica 
l Augitica 
Pórfido  granítico 
í'  Oligoclásica 
j Labradorífera 
' Cuarcifera 
í No  cuarzosa 
1 Cuarzosa 

teiamen 
¡rstenita 
Corsita 
Eukrita 
Troktulita 
Foyaita 

Rocas  de  ortoclasa  y ) ^.’ascjta 

| Ditroita 

( Sienita  circónica 

Id.  eudialitica 

Anfibólica 

Augitica 

Micácea 

Granito 

Greisen 

Turmalinita 

Eclogita 

Granatita 

Dunita 

Lherzalita 

Picrita 

Gneis 

\ Granulita 

Porfiroidea 

Filita 

Í Pizarra  arcilloso-micácea 
Id-  micácea 
Itacolumita 


GEOGNOSIA 


257 


( 

T l Dentríticas.  . . 
< ! (Klaschtomicte) 
U 


\ 


Semi-elásticas.— Constituidas  en  parte  por  materiales  dentríticos  y en  parte  por  indivi 
i dúos  cristalinos  de  primera  formación . . 


'( 


Puramente  elásticas. 


i Coherentes  mediante  un  cemento.,  j ^emento  amorfo. 

I Cemento  cristalino. 

i (Acueas).  . . . 

'.incoherentes;  sin  cemento.  . . . 


I Igneas 


( Pizarra  arcillosa.  — Ario* 
i lias.  — Kaolín.  — Tobas. 

Areniscas.  — Conglomera- 
J das. — Brechas. 

1 Reibungs  breccien  (i). 

| Arenas.  — Guijarros.  — 

' Cantos. 

(Cenizas  volcánicas. --Lapi- 
( Ui. — Cantos  de  pómez  (2) 


ARTICULO  IV 

DESCRIPCION  DE  ROCAS 
PRIMERA  CLASE. — HIDROTERMALES 

Caracteres. — Todas  las  rocas  incluidas  en  esta  cla- 
se ofrecen  una  estructura  mas  ó menos  cristalina,  á veces 
pétrea,  compacta,  y también  algo  celular;  todas  se  presentan 
en  grandes  masas,  sin  verdadera  estratificación  y carecen  por 
lo  común  de  restos  orgánicos  fósiles. 

DIVISION. — Según  se  ve  en  el  cuadro,  esta  clase  se  di- 
vide en  dos  órdenes,  que  son:  i.°  de  las  rocas  cristalinas;  y 
2.0  porfídicas. 

PRIMER  ÓRDEN 

Pocas  antiguas,  a istalinas  6 graníticas 

Caractéres. — Los  nombres  con  que  hoy  se  cono- 
cen, y particularmente  los  de  graníticas,  cristalinas  é hipoge- 
nas,  que  quiere  decir,  engendradas  ó procedentes  de  abajo, 
representan  casi  todos  sus  caractéres,  que  se  reducen  á la  es- 
tructura cristalina  y granítica  por  excelencia;  el  presentarse 
en  masas  no  estratificadas,  en  el  verdero  sentido  de  esta 
palabra,  y el  formar  el  eje  de  la  mayor  parte  de  las  cordille- 
ras principales,  encontrándose  también  en  las  mas  grandes 
profundidades.  La  materia  organizada  no  está  excluida,  según 
veremos,  de  estas  rocas,  pero  hasta  el  presente  no  se  han 
encontrado  en  su  seno  especies  vegetales  ó animales  bien 
determinadas. 

DIVISION. — Según  la  naturaleza  y proporción  de  los 
diferentes  minerales  que  entran  en  este  órden,  se  divide  en 
tres  géneros,  á saber:  Granito  tipo , abortado  y degenerado. 

PRIMER  GENERO— GRANITICO 
Granito  tipo 

Sinonimia. — Piedra  berroqueña  en  español,  y granito 
en  casi  todos  los  idiomas. 

Definición. — El  granito  es  una  roca  compuesta  esen- 
cialmente de  cuarzo,  de  feldespato  ortosa  y de  mica,  en  pro- 
porciones diversas. 

Caracteres. — El  nombre  de  esta  roca  revela  uno  de 
sus  mas  aparentes  caractéres,  á saber:  la  estructura,  que  por 
lo  común  es  granujienta,  granosa  ó granuda,  según  el  tama- 
ño de  sus  elementos  constitutivos.  Es  además  compacta,  de 
aspecto  pétreo  y semicristalina,  sin  ofrecer  las  oquedades 
que  otras  rocas  presentan. 

La  dureza  y resistencia  á los  agentes  destructores  se  halla 
en  razón  directa  del  predominio  del  cuarzo,  y en  la  inversa 
del  teldespato  y mica.  Sus  colores  son  varios,  dependientes 
casi  siempre  del  feldespato  y la  mica:  la  tinta  mas  común  es 
la  gris,  alterada  á veces  por  manchas  de  mica  negra  ó de  otras 
sustancias. 


El  modo  de  presentarse  en  grande  es  en  masa,  atravesada 
con  frecuencia  por  grietas  ó hendiduras,  que  suelen  comuni- 
carle el  aspecto  de  una  falsa  estratificación. 

YACIMIENTO. — Esta  roca  forma,  en  sentir  de  algunos 
geólogos,  la  base  fundamental  del  globo;  siendo  la  primera 
que  se  consolidó  con  la  intervención  del  agua,  según  mas 
adelante  narramos.  Pero  además,  y en  periodos  sucesivos, 
hasta  la  época  terciaria  inclusive,  fué  apareciendo  al  exte- 
rior, atravesando  todos  los  terrenos  intermedios,  constituyen- 
do los  ejes  de  las  principales  cordilleras  y los  centros  de  le- 
vantamiento mas  importantes  é infiltrándose  en  el  seno  de 
otras  rocas  donde  forma  curiosas  ramificaciones. 

VARIEDADES. — Las  principales  que  conviene  conocer 
son:  i.a  la  porfiroidea,  así  llamada  por  los  cristales  de  orto- 
sa, ó de  otra  sustancia,  que  contiene;  2.a  la  granujienta,  por 
otro  nombre  leptinita:  3.a  la  pizarrosa,  á la  que  algunos  de- 
nominan gneis;  4.a  la  anfibolífera,  que  establece  el  paso  á la 
sienita;  5.a  la  talcífera,  pasando  á la  protogina;  6.a  la  turma- 
linífera;  7.a  la  granatífera,  etc.,  así  llamadas  por  llevar  como 
elementos  accidentales  el  anfíbol,  talco,  turmalina,  grana- 
tes, etc. 

TRÁNSITOS. — Una  de  las  cosas  que  mas  ha  dado  que 
pensar  á los  geólogos  de  todas  las  escuelas,  es  el  estudio  de 
sus  relaciones  con  otras  rocas,  puestas  á cada  paso  de  mani- 
fiesto en  los  tránsitos  que  ofrece  no  solo  á rocas  de  origen 
análogo  al  suyo,  sino  también  á las  metamórficas.  Las  mas 
frecuentes  relaciones  son  con  el  gneis,  las  peematitas,  sieni- 
tas,  protoginas,  pizarras  cristalinas  y con  la  traquita  y obsi- 
diana, según  tuve  el  gusto  de  ver  en  la  isla  llamada  Basiluz- 
zo,  en  el  grupo  de  Lipari. 

ORÍGEN  DEL  GRANITO.— Las  rocas  graníticas  en 
general  y mas  especialmente  el  granito,  ofrecen  condiciones 
tales  de  composición,  estructura  y ciertos  accidentes,  que  nos 
obligan  á decir  algo  acerca  del  proceso  que  ha  empleado  la 
naturaleza,  y también  de  los  agentes  que  en  ello  han  interve- 
nido, á fin  de  poder  explicar  algunas  anomalías  que  dichas 
rocas  presentan.  Para  ello  será  conveniente  empezar  por  ha- 
cer una  indicación  de  las  circunstancias  especiales  que  en 
dichas  rocas  concurren,  que  son  las  siguientes:  i.a  La  com- 
posición, en  la  cual  figuran  sustancias  de  fusibilidad  muy 
distinta,  tales  como  el  cuarzo,  feldespato  y mica  en  el  grani- 
to; el  cuarzo,  feldespato  y talco  en  la  protogina,  y el  cuarzo, 
feldespato  y anfíbol  en  la  sienita.  2.a  La  estructura  ó la  dis- 
posición particular  de  estos  elementos,  que  en  vez  de  colocar 
en  fajas  ó zonas  conforme  á su  diferente  fusibilidad,  se  en- 
cuentran mezclados  confusamente;  y 3.a  algunos  accidentes 
que  suelen  presentar  estas  rocas,  relativos  unos  á la  existen- 
cia de  agua  ocupando  los  poros  de  la  misma,  según  demostró 
por  medio  del  microscopio  el  Dr.  Sorby  en  1860;  otros  refe- 
rentes á la  interposición  en  su  masa  de  materias  orgánicas, 
como  se  observa  en  el  famoso  granito  de  Grangesberget,  en 
Suecia,  del  que  se  puede  ver  un  ejemplar  en  el  Gabinete  de 
Historia  natural,  traído  por  mí  en  1869;  y mas  que  todo, 
cuando  se  presentan  cristales  de  cuarzo,  feldespato,  mica, 


mer. 


(O 

‘(2) 


Esto  es:  brecha  para  alisar  o afilar — ignoro  su  traducción  genuina,  que  no  he  hallado  en  Dana,  Coquand,  Meunier,  Daubrée,  ni  Codor- 

Esta  es  su  traducción  literal,  pero  creo  alude  el  autor  á los  escombros  volcánicos. 

Tomo  IX 


258 


GEOLOGIA 


anfibol  ó turmalina,  como  sucede  en  el  de  la  isla  de  Elba,  del 
que  los  curiosos  pueden  examinar  en  las  colecciones  de  mi 
cargo  magníficos  ejemplares,  se  observa  con  mucha  frecuen- 
cia, el  feldespato  penetrando  en  el  cuarzo  é imprimiendo  á 
éste  su  forma,  sucediendo  lo  propio  con  las  demás  especies, 
que  á pesar  de  ser  mas  fusibles  que  aquel,  con  frecuencia  se 
ven  hasta  en  su  interior. 

La  particularidad  de  hallarse  confusamente  mezclados  ele- 
mentos de  tan  diferente  resistencia  á la  acción  del  calor,  así 
como  la  penetración  de  las  sustancias  fusibles  en  otras  mas 
refractarias,  fueron  ya  indicadas  por  los  escrupulosos  obser- 
vadores de  la  naturaleza,  Breislak  y Spallanzani,  á últimos 
del  siglo  pasado;  es  decir,  en  la  época  que  dominaban  sin  li- 
mitación de  ningún  género,  las  ideas  de  la  escuela  Neptunis- 
ta  ó de  Werner,  la  cual,  sin  preocuparse  de  estas  anomalías, 
explicaba  la  formación  del  granito  y demás  rocas  conocidas 
á la  sazón  con  el  nombre  de  primitivas,  suponiendo  que  re- 
presentaban el  primer  depósito  verificado  en  el  seno  de  aquel 
fluido  caótico  que,  según  ellos,  habia  servido  para  disolver 
toda  la  materia  terrestre. 

Cuando  á esta  teoría  puramente  ácuea  ó neptúnica  suce- 
dió la  ígnea  ó plutónica,  cuyo  primer  campeón  fué  el  inglés 
Hutton,  tampoco  fijaron  la  atención  los  partidarios  de  esta 
doctrina  en  dichas  circunstancias  notables,  y mientras  reinó 
en  absoluto  la  idea  del  origen  ígneo  de  la  Tierra,  se  creyó 
hasta  tal  punto  que  todas  las  rocas  graníticas  debian  su  ori- 
gen á la  acción  de  elevadas  temperaturas  yásu  enfriamiento 
posterior,  que  se  las  dio  el  nombre  de  ígneas,  y todas  las 
particularidades  que  ofrecían  y hasta  la  influencia  que  ejer- 
cieron en  las  rocas  y terrenos  que  atravesaban,  se  referian  á 
dicha  causa.  Apareció  entonces  la  idea  científica  del  meta- 
morfismo, exagerándola  algunos  hasta  el  punto  de  creer  que 
el  mismo  granito  era  resultado  de  la  profunda  alteración  de 
una  roca  de  sedimento,  sin  atender  á la  necesidad  de  otra 
anterior  que  la  sirviera  de  asiento,  para  lo  cual  era  preciso 
admitir  el  círculo  eterno  de  metamorfosis  que  algunos  esta- 
blecen, para  explicar  la  estructura  del  globo. 

Después  de  cuarenta  ó cincuenta  años  de  reinar  en  abso- 
luto esta  teoría,  y de  invadir  todas  las  esferas  de  la  ciencia, 
viene  ahora  esta  poderosamente  auxiliada  de  sus  hermanas 
las  fisico  químicas,  y de  la  mas  delicada  experimentación,  á 
explicar  todo  aquello  que  las  escuelas,  asi  neptúnica  como 
plutónica,  olvidaron  ó no  quisieron  tener  presente,  dando 
intervención  al  fuego  y al  agua,  exclusivos  fundamentos  de 
aquellas  doctrinas,  y á la  presión,  electricidad,  magnetis- 
mo, etc.  Justifica  esta  manera  de  mirarlas  cosas,  además  de  la 
consideración  que  se  desprende  de  lo  anteriormente  expues- 
to, el  resultado  de  numerosas  investigaciones  practicadas  por 
sabios  de  primer  orden,  que  robustecen  las  fundadas  sospe- 
chas de  Breislak  y otros,  de  no  poder  explicarse  la  formación 
del  granito  por  la  sola  influencia  de  elevadas  temperaturas. 
Asi,  por  ejemplo,  el  célebre  químico  berlinés  H.  Rose,  dice 
que  el  cuarzo,  cuyo  punto  de  fusión  se  encuentra  á los  2,500°, 
no  ha  podido  hasta  ahora  obtenerse  en  los  laboratorios  por 
la  vía  seca,  y sí  tan  solo  por  la  intervención  del  agua,  hecho 
confirmado  por  Senarmont,  Devilie,  Daubré  y otros  quími- 
cos y geólogos  eminentes  que  han  llegado  hasta  cristalizarle 
por  la  vía  húmeda,  haciendo  intervenir  una  temperatura  no 
muy  alta,  auxiliada  de  una  fuerte  presión.  Disolviendo  la  sí- 
lice aislada  en  agua  saturada  de  ácido  carbónico  ó clorhídri- 
co, y calentando  paulatinamente  en  vasijas  cerradas  la  diso- 
lución á 200  y 300o,  se  han  conseguido  pequeños  cristales 
de  cuarzo. 

El  mismo  químico  ya  citado,  Sr.  H.  Rose,  hace  observar 
que  la  mica  que  se  encuentra  en  el  granito,  así  la  aluminosa 
como  la  ferro  magnésica,  contiene  un  poco  de  agua  y flúor 


en  la  proporción  de  0,003  á 0,080,  al  paso  que  en  esta  mis- 
ma especie  mineral,  cuando  se  encuentra  en  las  rocas  vol- 
cánicas, cuyo  origen  ígneo  es  incontestable,  no  existe  agua 
ni  flúor. 

El  feldespato  del  granito,  que  por  regla  general  es  el  orto- 
sa,  así  llamado  porque  de  los  tres  cruceros  que  ofrece,  dos 
forman  ángulo  recto,  también  contiene  siempre  cierta  pro- 
porción de  agua  que,  en  sentir  del  Sr.  Delesse,  no  debe 
considerarse  como  higrométrica.  Las  especies  de  este  grupo 
que  se  encuentran  ó forman  parte  de  las  rocas  verdadera- 
mente eruptivas,  tales  como  el  basalto,  la  traquita,  etc.,  son 
por  lo  común  diferentes,  asi  por  el  sistema  en  que  cristalizan 
como  por  la  base  que  en  ellas  predomina,  designándoseles 
en  general  con  el  nombre  de  feldespato  anortósico.  Ahora 
bien,  de  estos  feldespatos  ninguno  ha  podido  obtenerse,  á 
no  ser  por  excepción,  por  la  vía  seca,  al  menos  cristalizados; 
mientras  que  haciendo  intervenir  el  agua  á una  fuerte  pre- 
sión y temperaturas  no  muy  elevadas  sobre  la  arcilla  ó la 
obsidiana,  especie  de  vidrio  natural,  junto  con  un  óxido  al- 
calino, el  Sr.  Daubree  ha  producido  un  feldespato  cristalino 
análogo  al  de  la  traquita.  A propósito  de  esto  mismo,  el 
Sr.  Delesse  hace  notar  que  aunque  el  feldespato  puede  for- 
marse indistintamente  por  la  vía  seca  y por  la  húmeda,  to- 
dos los  caractéres  que  en  el  granito  ofrece  este  mineral,  in- 
dican que  mas  bien  ha  sido  resultado  de  la  acción  combinada 
del  agua  y del  calor  terrestre  que  de  la  exclusiva  influencia 
del  fuego. 

Si  á las  circunstancias  arriba  mencionadas  se  agrega  la 
presencia  en  algunos  granitos  de  sustancias  incompatibles  con 
una  elevada  temperatura,  se  tendrá  forzosamente  que  reco- 
nocer la  necesidad  de  admitir  la  intervención  de  otro  agente, 
que  no  puede  ser  mas  que  el  agua,  auxiliada  de  una  fuerte 
presión.  Con  efecto,  el  cuarzo  del  granito  suele  contener 
una  materia  bituminosa,  que  desaparece  á una  temperatura 
no  muy  alta.  El  de  los  filones  ofrece  en  ciertos  casos  gotas 
de  dos  líquidos  oleaginosos,  de  los  cuales  el  uno  es  volátil 
á 27o.  Ya  indicamos  también  mas  arriba  la  existencia  del 
agua  en  los  poros  del  granito  observada  con  el  micrccopio 
por  el  Sr.  Sorby,  y,  por  último,  el  Sr.  Schoerer  dio  el  nom- 
bre de  foro  gnómicas  á ciertas  sustancias  que  suelen  encon- 
trarse en  el  granito  de  Suecia  y Noruega,  las  cuales  pierden 
su  aspecto  y principales  propiedades  cuando  se  someten  á 
una  temperatura  inferior  al  punto  de  fusión.  Estas  sustancias 
son  silicatos  de  itria  y cerio,  ó sea  la  allalita,  gadolinita  y 
ortita,  cuya  propiedad  principal  es  producir  instantáneamente 
una  luz  muy  viva  con  desprendimiento  de  calor  á la  tempe- 
ratura de  700o,  ó sea  algo  superior  al  rojo  sombra.  Estos 
minerales,  habiéndose  solidificado  antes  que  el  cuarzo,  ha- 
brían sufrido  una  temperatura  muy  alta  después  de  consoli- 
darse, en  cuya  combustión  aparente  habrían  perdido  sin 
duda  dichas  propiedades,  dejando  de  ser  pirognómicas;  de 
donde  es  fácil  deducir  que  la  masa  que  las  contiene  no  se 
ha  encontrado  después  de  su  consolidación  bajo  la  influen- 
cia de  una  temperatura  mayor  de  700  . 

En  vista,  pues,  de  lo  que  antecede,  no  cabe  duda  que  las 
rocas  que  forman,  por  decirlo  así,  los  cimientos  del  globo 
no  han  podido  formarse  bajo  la  sola  y exclusiva  influencia 
de  un  calor  excesivo,  y que  hay  que  hacer  intervenir  al  agua 
para  poder  explicar  las  anomalías  de  composición,  estructura 
y accidentes  que  todas  ellas  ofrecen.  Autoriza  este  modo  de 
pensar  el  resultado  de  la  experimentación  practicada  con  el 
fin  de  obtener  por  la  vía  húmeda  no  solo  el  cuarzo,  el 
feldespato  y la  mica  que  forman  la  base  esencial  de  su  compo- 
sición, sino  también  otras  muchas  sustancias  que  acciden- 
talmente se  encuentran  en  su  masa.  En  el  artículo  Meta- 
morfismo^ como  complemento  de  la  descripción  de  las  rocas 


GEOGNOSIA 


259 


de  este  nombre,  se  darán  mas  detalles  con  el  objeto  de  con- 
firmar cuanto  aquí  se  expone  en  pro  de  la  teoría  mixta  que 
da  intervención  al  fuego  y al  agua  para  explicar  el  origen 
del  granito  y de  todos  sus  congéneres.  Por  esta  razón  se  da 
hoy  á estas,  con  justo  motivo,  el  nombre  de  rocas  hidroter- 
males. 

Localidades. — Es  tan  común  el  granito  en  todos  los 
países,  que  me  limitaré,  atendida  la  índole  de  la  obra,  á ha- 
cer una  indicación  somera  de  las  regiones  mas  clásicas  de 
nuestra  Península,  en  la  cual  los  Pirineos  con  todas  sus  ra- 
mificaciones, y particularmente  los  que  se  extienden  por 
Galicia;  la  Sierra  Carpetana  con  todas  sus  estribaciones  en 
la  provincia  de  Toledo,  Cáceres,  Madrid,  Avila,  Segovia  y 
Guadalajara,  y la  Mariana  ó Morena  en  la  mayor  parte  de  la 
extensión  que  ocupa,  puede  decirse  que  se  hallan  constitui- 
das por  el  granito,  prescindiendo  de  otras  muchas  localidades 
aisladas  y de  menor  importancia  que  es  excusado  nombrar. 

APLICACIONES.  — El  granito,  aunque  no  exento  de 
inconvenientes,  es  buena  piedra  de  construcción,  y hasta 
para  empedrado,  como  sucede  en  Madrid,  en  lodos  los  pue- 
blos de  la  inmediata  sierra  y en  aquellos  en  que  abunda  esta 
piedra,  si  bien  para  ello  es  preciso  buscarlo  de  grano  fino,  y 
muy  rico  en  cuarzo,  en  cuyo  elemento  reside,  por  decirlo 
asi,  la  resistencia  que  esta  roca  puede  ofrecer  á los  agentes 
de  destrucción. 

También  suele  emplearse  en  la  estatuaria  basta  y como 
piedra  de  adorno,  sobre  todo  ciertas  variedades,  como,  por 
ejemplo,  el  de  color  de  rosa  llamado  de  baveno,  pues  admite 
buen  pulimento  y es  de  aspecto  agradable. 

La  descomposición  del  granito  suministra  arcilla  por  la 
parte  feldespática  que  contiene,  grava  y arenas,  y alguna  sus- 
tancia soluble,  lo  cual  comunica  á las  tierras  vegetales  un 
sello  que  ciertamente  no  se  distingue  por  la  gran  fertilidad, 
en  razón  á la  falta  del  elemento  calizo.  Son  tierras  buenas, 
si  se  quiere,  para  cereales  y pinares,  como  se  observa  en  los 
alrededores  de  Madrid,  en  la  Sierra  Carpetana  y en  las  pro- 
vincias limítrofes  de  Segovia,  Avila,  etc.  La  descomposición 
de  esta  roca  comunica  á los  montes  formas  sobremanera  ca- 
prichosas. 

SEGUNDO  GÉNERO— GRANITO  ABORTADO 

DEFINICION. — Llamamos  abortados  á estos  granitos, 
porque  les  falta  alguno  ó algunos  de  los  elementos  esencia- 
les á la  composición  de  aquel,  con  el  que  las  rocas  de  este 
ndo  género  conservan  estrechas  relaciones. 


Pegmatita  ( Pe-tunc-shi,  en  elimo ) 


en  español 

\l 


TTp 

granito  gra- 


_ c 

D 


INONIMIA. — Granito  escriti 
, pegmatita  común  y escrita. 

EFINICION. — La  pegmatita  es  un  granito  compuesto 
casi  exclusivamente  de  ortosa  y alguna  parte  de  cuarzo,  de 
estructura  por  lo  común  granosa  y laminar,  de  colores  gene- 
ralmente claros,  siendo  el  blanco  gris  y el  sonrosado  los  mas 
frecuentes.  El  gran  predominio  del  feldespato  le  comunica  el 
carácter  de  poca  resistencia  á la  acción  de  los  agentes  exte- 
iores,  los  cuales  la  convierten  pronto  en  un  excelente  kaolín 
tierra  de  porcelana. 

Yacimiento  y variedades.—  La  pegmatita  se 
presenta  en  grande  en  forma  de  tifones  ó en  masas  conside- 
rables intercaladas,  y ofrece  dos  variedades,  curiosa  la  una, 
importante  la  otra.  La  primera  es  llamada  gráfica , en  la  que 
los  cristales  de  cuarzo  se  presentan  enclavados  en  el  feldes- 
pato y dispuestos  de  tal  modo,  que  la  sección  trasversal 
presenta  el  aspecto  de  inscripciones  hebráicas  ó de  otros  ca- 


ractéres  orientales,  circunstancia  á la  que  debe  el  nombre 
que  lleva. 

Aplicaciones. — Objeto  curioso  en  las  colecciones  de 
estudio,  la  pegmatita  gráfica  se  emplea  también  como  piedra 
de  adorno,  tallándola  en  láminas  y pulimentándola,  á lo  cual 
se  presta  con  facilidad. 

I^a  otra  pegmatita  es  la  llamada  petunzé,  corrupción  de 
pe-tunc-sh¡,  nombre  de  origen  chino,  que  se  aplica  á la  roca 
compuesta  casi  exclusivamente  de  feldespato,  con  algunos 
granos  de  cuarzo  diseminados  en  su  masa;  esto  hace  que  sea 
la  variedad  mas  susceptible  de  descomponerse  y la  que  su- 
ministra el  mejor  y mas  abundante  kaolin.  En  el  artículo 
Arcillas  se  dará  á conocer  esta  tierra  de  porcelana  y sus  úti- 
les aplicaciones,  bastando  indicar  por  ahora  que  esta  variedad 
de  pegmatita  es  la  que  de  preferencia  se  destina  á preparar 
el  barniz  para  cubrir  la  porcelana. 

Localidades  EXTRANJERAS.  — En  Francia  se 
encuentra  la  pegmatita  en  los  Pirineos:  en  Saint- Irieix,  cerca 
de  Limoges,  en  los  alrededores  de  Autun;  en  la  isla  de  Elba, 
en  Toscana,  en  los  montes  Urales  y Estados-Unidos. 

LOCALIDADES  ESPAÑOLAS. — En  la  Península  es 
bastante  común,  observándose  en  Galápagos,  Vaíldemorillo, 
Sargadelos  y también,  según  el  Sr.  La  Cortina,  al  Sur  de 
Navalagamella,  Avila,  Piedrahita,  en  la  Sierra  del  Torno  y 
cerca  de  Plasencia,  en  donde  es  granular  y excelente  para 
kaolin.  El  Sr.  Ezquerra  dice  haber  encontrado  la  gráfica  en 
Almendralejo  (Extremadura);  si  bien  puede  ponerse  en  duda 
que  sea  esta  variedad,  á juzgar  por  la  descripción  que  de 
ella  hace.  La  pegmatita  abunda  sobremanera  en  la  provincia 
de  Toledo,  ofreciendo  muchas  variedades,  entre  otras  la  grá- 
fica, distinguiéndose  en  especial  la  que  sirvió  para  la  cons- 
trucción del  famoso  castillo  de  Montalban,  levantado  por 
don  Pedro  I,  y donde  murió  la  célebre  Padilla. 

Hialomicta 

Sinonimia.— Greissen,  Werner. 

Cuando  en  vez  de  desaparecer  la  mica  lo  hace  el  feldes- 
pato, resulta  una  roca  á la  que  se  ha  llamado  hialomicta,  pa- 
labra derivada  de  /líalos,  cristalino,  y inicios,  mezclado. 

Definición. — Compuesta  de  cuarzo  hialino  y de  pe- 
queñas láminas  de  micas  diseminadas,  como  elementos  esen- 
ciales, contiene  además  como  accidentales  el  feldespato,  y 
y como  accesorios  el  espato  flúor,  el  estaño,  etc. 

CARACTERES. — La  estructura  de  esta  roca  unas  veces 
es  compacta,  otras  pizarrosa,  y de  aquí  las  dos  únicas  varie- 
dades que  se  conocen.  El  color  es  generalmente  blanco,  á 
veces  amarillento  ó dorado,  según  las  tintas  de  la  mica. 

Tránsitos. — Esta  roca  pasa  fácilmente  al  granito  por 
la  adición  del  feldespato,  y por  otra  parte  á las  pizarras  mi- 
cáceas por  el  predominio  de  la  mica  y la  desaparición  del 
cuarzo. 

YACIMIENTO. — Preséntase  por  lo  común  la  hialomicta 
en  masas  subordinadas  á los  granitos  y á las  rocas  cuarzosas 
en  terrenos  cristalinos  ó en  sus  inmediaciones;  razón  por  la 
cual  algunos  la  colocan  entre  las  rocas  metamórficas,  expli- 
cando su  estructura)’  composición  actual,  como  resultado  de 
la  penetración  en  rocas  micáceas  preexistentes  de  la  sílice 
naciente,  arrastrada  tal  vez  por  aguas  geiserianas. 

Petrosilex 

Sinonimia. — Petrosilex  común,  pizarroso,  etc  Eurita, 
euritina,  ortofido  petrosilíceo,  etc. 

DEFINICION.— El  petrosilex  es  una  roca  adelógena, 
compuesta,  al  parecer,  de  feldespato  compacto,  mezclado  á 


2ÓO 


GEOLOGIA 


veces  con  otras  sustancias  accesorias,  entre  las  cuales  figuran 
en  primera  linea  la  mica,  el  cuarzo,  la  turmalina  y el  aiifibol. 
Su  estructura  es  compacta  y granujienta,  con  frecuencia  pi- 
zarrosa; de  colores  variables  entre  el  gris,  verdoso,  negruzco 
y á veces  rojizo;  al  soplete  es  fusible  dando  un  esmalte 
blanco. 

La  variada  composición  de  esta  roca  y la  analogía  de  sus 
elementos  componentes  con  los  constitutivos  del  granito,  ha 
hecho  que  algunos,  y entre  ellos  Durocher,  la  consideren 
como  un  granito  en  el  que  aquellos,  no  habiendo  podido 
desarrollarse  convenientemente,  han  permanecido  en  estado 
de  magma.  Atendida  por  otra  parte  su  naturaleza  feldespáti- 
ca,  algunos  la  creen  un  ortófido  abortado,  como  lo  hace  Co- 
quand  en  su  excelente  tratado  de  Rocas.  Algunas  veces  se 
destacan  de  su  masa  cristales  de  feldespato,  de  cuarzo,  anfí- 
bol  ó de  otras  sustancias  y constituye  verdaderos  pórfidos; 
cuando  su  estructura  es  compacta  ó granujienta,  forma  las 
euritas,  que  se  presentan  á veces  pizarrosas.  De  cualquier 
modo  que  se  considere  esta  roca,  siempre  se  distinguirá  por 
su  extremada  dureza,  pues  no  se  deja  rayar  por  la  navaja; 
por  sus  colores,  y por  el  aspecto  astilloso  muy  característico. 

YACIMIENTO. — El  petrosilex  con  sus  variadas  modifi- 
caciones se  presenta  en  tifones  ó diques,  en  bolsadas  y filo- 
nes, y también  afectando  cierta  especie  de  estratificación, 
relacionado  mas  ó menos  íntimamente  con  los  granitos  y 
pórfidos,  en  los  terrenos  antiguos. 

LOCALIDADES  EXTRANJERAS. — Esta  roca  se  en- 
cuentra en  Pont  de  Guran  y Aragnouet  (Pirineos):  en  la 
Eresse  (Vosgos):  entre  Nantes  y Angers,  en  las  orillas  del 
Loira:  en  Confolens  (Charente),  en  Froccio,  Portoferrajo  y 
Monte  Albero  (isla  de  Elba);  en  Sables  de  Olonne  (Córcega) 
y en  otros  puntos. 

Localidades  españolas.  — El  petrosilex  como 
base  de  la  eurita  se  halla  bien  caracterizado,  según  La  Cor- 
tina, en  Casas  de  Nava  del  Rey;  en  el  valle  de  Ambles  y 
laderas  del  rio  Adaja  (Avila);  en  Navahermosa  (Toledo). 
El  Sr.  Schulz,  en  su  Memoria  geognóstica  de  Galicia,  cita 
la  eurita  en  Fazouro,  en  la  costa  de  Rivadeo,  cerca  de  Lugo, 
y en  otros  puntos. 

APLICACIONES. — Las  aplicaciones  de  esta  roca  son 
muy  reducidas  en  atención  á la  dificultad  que  ofrece  su  la- 
bra. Solo  cuando  afecta  la  estructura  aporfidada  se  destina 
á objetos  de  lujo  y ornato,  que  siempre  son  muy  costosos 
por  la  razón  indicada.  A veces  suele  destinarse  alguna  de 
sus  variedades  como  piedra  de  construcción,  para  lo  cual 
ofrece  la  ventaja  de  resistir  mucho  á los  agentes  exteriores 
en  atención  á la  estructura  compacta  y al  estado  de  magma 
en  que  suelen  presentarse  sus  elementos.  En  las  colecciones 
es  objeto  de  mucho  estudio,  y aun  lo  es  mas  en  su  propio 
criadero,  por  los  tránsitos  curiosos  que  ofrece,  ora  á los  gra- 
nitos y también  á los  pórfidos  y rocas  euríticas  en  general. 

Cuarzo  eruptivo 

DEFINICION.  — El  cuarzo  eruptivo,  que  conviene  dis- 
tinguir de  la  cuarcita,  pues  su  procedencia  es  diversa,  si 
bien  al  exterior  se  confunden  por  la  analogia  de  sus  carac- 
téres,  es  una  roca  compuesta  de  cuarzo,  de  estructura  cris- 
talina ó compacta  y de  aspecto  incoloro  ó lechoso.  Esta 
roca  ofrece  algunas  variedades  por  la  estructura,  que  suele 
ser  amorfa,  bacilar  y brechiforme;  y por  las  sustancias  que 
accidentalmente  lleva,  como  turmalina,  mica  y varios  me- 
tales. 

Yacimiento. — El  cuarzo  eruptivo  forma  parte  del 
terreno  granítico:  se  presenta  en  tifones  y diques  en  el  gra- 
nito mismo,  y en  los  gneis,  pizarras  micáceas  y otras  meta- 


mórficas,  acompañando  generalmente  y aun  sirviendo  de 
ganga,  á muchos  metales,  como  el  oro,  el  antimonio,  etc. 
La  cuarcita  debe  considerarse  mas  bien  como  una  arenisca 
metamórfica. 

Esta  roca  es  muy  común  así  en  la  Península  como  en  el 
extranjero;  lo  reducido  de  sus  aplicaciones,  por  efecto  de  su 
extremada  dureza,  me  dispensa  de  citarlas. 

Conocidos  el  granito  tipo  y los  abortados,  estamos  ya  en 
el  caso  de  estudiar  aquellos  que  por  efecto  de  la  sustitución 
de  algunos  de  sus  elementos,  constituyen  el 

TERCER  GÉNERO-GRANITOS  DEGENERADOS 

Sieniia 

Sinonimia.  — Granito  anfibólico  y sienita  en  español; 
granitino,  granitelo,  etc.,  de  varios  autores. 

Definición. — La  sienita,  cuyo  nombre  recuérdalas 
inmediaciones  de  Siena  en  Egipto,  es  una  roca  compuesta  de 
cuarzo,  feldespato  ortosa  y anfíbol  negro,  á cuyas  especies 
suelen  agregarse  como  accidentales  la  mica,  la  dialaga,  la 
hiperstena  y el  circón;  el  titano  y otros  como  materias  acce- 
sorias. 

Caracteres.  — La  estructura  de  esta  roca  recuerda 
la  del  granito;  la  coloración  es  variable,  dependiente  en  parte 
del  feldespato,  que  suele  ser  rojizo  en  la  de  Egipto,  también 
gris,  según  se  observa  en  la  de  los  Alpes  y de  otros  muchos 
puntos.  Del  fondo  de  la  masa  sonrosada  feldespática,  se  des- 
taca el  color  negro,  á veces  algo  verdoso,  del  anfíbol,  for- 
mando un  agradable  contraste. 

Variedades. — Esta  roca  ofrece  muchas  variedades 
que  se  refieren  á la  tinta  dominante,  á la  estructura,  que 
suele  ser  granitoidea,  aporfidada,  con  cristales  de  ortosa,  pi- 
zarrosa ó laminar  á la  manera  del  gneis,  y también  á las  sus- 
tancias que  se  presentan  en  su  masa,  llamándose  en  este 
concepto,  micácea,  circónica,  etc. 

TRÁNSITOS. — Relacionada  esta  roca  con  las  graníticas 
en  general,  suele  pasar  fácilmente  por  la  disminución  y hasta 
desaparición  completa  del  anfíbol,  á la  pegmatita  y al  grani- 
to; otras  veces  enlaza  insensiblemente  con  las  pizarras  anfi- 
bólicas,  las  dioritas,  y hasta  con  las  rocas  formadas  exclusi- 
vamente de  anfíbol. 

Yacimiento. — Atendidos  los  tránsitos  que  acabamos 
de  indicar,  se  comprende  que  esta  roca  debe  ofrecer  las  mis- 
mas condiciones  de  yacimiento  que  los  granitos  en  general, 
si  bien  su  aparición  no  va  mas  allá  de  la  época  triásica,  en 
el  Tirol  meridional;  mientras  que  en  Noruega,  según  Debuch, 
pertenece  al  terreno  silúrico. 

Localidades. — L.a  sienita,  conocida  de  tiempos  an- 
tiguos, procede  de  Siena,  en  el  alto  Egipto.  En  Europa  se 
encuentra  en  Córcega,  en  muchos  puntos  de  los  Alpes,  en 
los  Vosgos,  en  Suecia  y Noruega,  etc. 

En  España  también  se  encuentra  en  varias  localidades; 
según  el  ilustre  Thalaker,  existe  en  Huercal  (Granada)  y á 
dos  leguas  de  Almadén.  El  Sr.  Ezquerra  la  encontró  en  los 
pueblos  de  Zufre,  Santa  Olalla  y Real  de  la  Tara  (provincia 
de  Sevilla,  lindando  con  la  de  Huelva),  y supone  ser  la  causa 
del  levantamiento  de  la  Sierra  de  Aroches.  Según  Rojas 
Clemente,  se  encuentra  desde  Cobdar  á Fahal  y cerca  de  la 
Alcudia  (Granada),  entre  Turquena  y Arboledas;  en  el  pri- 
mer punto  formando  un  escarpe  alto  mas  de  cien  varas;  en 
los  alrededores  de  Monjúcar  se  halla  descompuesta  dando 
una  tierra  vegetal  negra  excelente.  El  Sr.  Schulz  dice  encon- 
trarse el  sienito,  como  él  lo  llama,  aporfidado  en  Puente  de 
San  Fiz,  cerca  de  Orense;  el  granatifero  en  Bodoin  en  la 
Capelada,  y otra  variedad  en  Pezobres  (Galicia);  según  el 
mismo  se  ve  en  Asturias,  en  Salime  y Pola  de  Allande.  El 


GEOGNOSIA 


261 


señor  Luxán  dice  que  se  puede  observar  en  el  castillo  de 
Guardias  (Extremadura),  dirigiéndose  hácia  el  criadero  de 
Riotinto  asociada  de  las  dioritas;  Coquand  cita  la  variedad 
pizarrosa  en  Ceuta;  por  último,  en  las  observaciones  geog- 
nósticas  que  sobre  la  isla  de  Cuba  publicó  en  1854  el  señor 
Cia,  dice  que  el  pueblo  de  Holguin  se  halla  situado  sobre 
sienita. 

APLICACIONES. — Esta  es  una  de  las  piedras  de  que  se 
sirvieron  los  antiguos  egipcios  y otros  pueblos  para  la  cons- 
trucción de  los  obeliscos,  monolitos  (1),  esfinges,  baños, 
sepulcros,  etc.  El  pedestal  que  sostiene  la  estátua  de  Pedro 
el  Grande,  en  San  Petersburgo,  es  un  canto  errático  de  sie- 
nita, de  peso  de  800,000  kilogramos,  hallado  á nueve  leguas 
de  dicha  capital.  Las  cuatro  columnas  que  sostienen  la  cúpula 
de  la  suntuosa  basílica  de  San  Pablo  en  Roma,  son  de  sie- 
nita procedente  de  los  Alpes.  En  todos  aquellos  puntos  en 
que  se  encuentra  esta  roca  se  emplea  en  la  construcción 
común  y monumental. 

Protogina 

Sinonimia. — Protogina,  granito  talcoso,  pizarra  fel- 
despática  talcosa,  etc. 

Etimología. — El  eminente  ginebrino  Saussurre  llamó 
á esta  roca  protogina,  por  creer  equivocadamente  que  era 
una  de  las  primeras  rocas  formadas,  que  esto  quiere  decir 
proios , primero,  y genos,  engendrado,  partiendo  del  supuesto 
falso  de  que  el  Montblanc,  por  ser  el  monte  mas  alto  de  Eu- 
ropa, era  el  mas  antiguo;  empero  desde  que  se  sabe  que  es, 
por  el  contrario,  el  mas  moderno,  debió  variarse  el  nombre 
á esta  roca  tan  abundante  en  los  Alpes,  á fin  de  no  inducir 
en  error,  pero  como  ha  entrado  ya  en  el  uso  común,  es  difí- 
cil sustituirle  por  otro. 

Definición.  — La  protogina  es  una  roca  granítica  en 
la  que  la  mica  ha  sido  reemplazada  por  el  talco,  y á veces 
hasta  por  la  serpentina,  asociada  al  feldespato  ortosa  y al 
cuarzo,  á cuyos  elementos  esenciales  hay  que  agregar,  como 
accidentales  ó accesorios,  los  granates,  la  mica,  el  rutilo,  la 
sienita  y algunas  otras. 

Caractéres. — Si  se  exceptúa  la  coloración  algo  ver- 
dosa y el  tacto  untuoso  y suave  que  le  comunica  el  talco,  los 
demás  caractéres  son  iguales  á los  del  granito.  Sin  embargo, 
la  tendencia  que  revela  esta  roca  á tomar  la  estructura  pizar- 
rosa y algo  estratificada  en  grande,  no  solo  la  distingue  del 
granito,  sino  que  ha  dado  márgen  á que  algunos  geólogos,  y 
entre  otros  Mr.  Fabre,  de  Ginebra,  la  quieran  considerar 
como  roca  de  sedimento  alterada. 

Variedades.  — Las  principales  variedades  de  la  pro- 
togina son  la  granitoidea,  aporfidada,  pizarrosa,  micácea, 
granatífera,  etc.,  fundadas  en  su  diferente  estructura,  ó en 
las  sustancias  que  accidentalmente  ofrece  su  composición. 

TRANSITOS. — Esta  roca  pasa  por  una  parte  al  granito 
tipo,  y por  otra  á las  pizarras  talcosas,  y á las  rocas  de  talco 
y serpentina,  como  he  tenido  ocasión  de  ver  en  muchos 
puntos  de  los  Alpes. 

Localidades. — Montblanc  y sus  diversas  estribacio- 
nes en  los  Alpes,  varios  puntos  en  los  Pirineos,  el  Thastorf 
en  Alemania,  y la  isla  de  Córcega,  puede  decirse  son  las 
regiones  clásicas  en  el  extranjero.  En  cuanto  á la  Península, 
se  encuentra  en  la  Coruña  y Ferrol,  según  Cortina,  en  Avila, 
Toledo  y en  varios  otros  puntos  de  las  ramificaciones  de  la 
sierra  Carpetana. 

Aplicaciones. — Las  aplicaciones  de  esta  roca  vienen 
á ser  las  mismas  que  las  indicadas  al  tratar  del  granito. 

( 1 ) Para  tormarse  una  idea  de  lo  colosal  de  estos  obeliscos  bastará 
citar  el  de  la  plaza  de  San  Juan  de  Letran,  que  tiene  148  pies  de  altu- 
ra» lS>3%3  pi&  cúbicos  de  materia  y peso  de  r. 322,938  libras. 


SEGUNDO  ORDEN 

Rocas  porfídicas  ó medias 

Las  rocas  de  este  orden  se  llaman  medias  por  su  posición 
geognóstica  entre  el  terreno  plutónico  y el  volcánico,  y tam- 
bién porfídicas  por  la  estructura  que  generalmente  suelen 
ofrecer.  Aunque  relacionadas  con  las  antiguas  y mas  moder- 
nas, se  distinguen,  no  obstante,  por  su  estructura  compacta 
y pétrea,  mejor  que  cristalina,  vitrea  ó escoriácea,  por  el  pre- 
dominio que  en  ellas  adquieren  los  silicatos  básicos,  y en 
particular  los  de  magnesia;  por  su  yacimiento,  y por  muchas 
otras  circunstancias  que  indicaremos  al  describir  cada  una 
de  sus  especies. 

Este  órden  se  divide  en  dos  géneros,  llamados  el  primero 
porfídico-feldespático,  y el  segundo  porfídico-magnésico. 

PRIMER  GENERO  — PORFIDOS  FELDESPATICOS 

ETIMOLOGÍA. — La  palabra  pórfido  se  deriva  de  por- 
phyra , que  en  griego  significa  rojo  ó purpúreo,  y se  aplicó 
en  un  principio  á una  piedra  de  este  color,  cuya  superficie 
se  halla  llena  de  manchitas  blancas,  y era  el  llamado  pórfido 
rojo  antiguo;  después,  por  un  abuso  de  lenguaje,  se  aplicó 
este  nombre  á rocas  de  matices  muy  diversos,  si  bien  la  es- 
tructura siempre  es  la  misma. 

Definición. — El  pórfido  representa  un  grupo  de  ro- 
cas de  las  llamadas  mixtas,  por  cuanto  del  fondo  de  una 
pasta  uniforme,  de  naturaleza  mas  ó menos  compleja,  se  des- 
tacan cristales  de  la  misma  ó de  distinta  naturaleza  que  la 
masa  de  la  roca. 

Caractéres. — Son  rocas  muy  duras  y tenaces,  de 
estructura  compacta,  á veces  celular  y porosa,  bastante  resis- 
tentes á la  acción  del  tiempo,  difíciles  en  extremo  de  labrar, 
pero  admiten  un  hermoso  pulimento,  por  cuya  razón  y la 
belleza  de  sus  tintas  son  muy  apreciadas  en  el  comercio. 

Riqueza  mineral  de  los  pórfidos.  — La 
riqueza  en  metales  y piedras  finas  que  ofrecen  los  pórfidos 
es  otro  de  sus  caractéres  distintivos.  En  confirmación  de  lo 
cual  podemos  decir  que  la  mayor  parte  de  los  criaderos  de 
oro  en  América  del  Sur.  los  de  cobre  de  Chessy,  cerca  de 
Lyon  (Francia),  muchos  de  los  de  hierro,  plomo,  etc.,  se 
encuentran  en  estas  rocas. 

Yacimiento. — Generalmente  se  presentan  en  grandes 
masas  y también  en  bolsadas,  filones  ó diques  atravesando 
al  granito  y á otras  rocas  cristalinas  y de  sedimento.  Muchos 
son,  á no  dudarlo,  anteriores  en  su  aparición  á la  piedra 
berroqueña;  siendo  comunes  en  los  terrenos  silúrico,  devó- 
nico y carbonífero;  todos  llevan  en  su  estructura  y composi- 
ción señales  evidentes  de  la  compleja  acción  á que  deben 
su  origen. 

Por  lo  común,  la  forma  mas  ó menos  cónica  es  la  carac- 
terística de  las  montañas  porfídicas;  sea  que  la  roca  esté 
intacta  ó en  descomposición.  Los  valles  de  las  montañas 
porfídicas  suelen  empezar  por  un  circo. 

DESCOMPOSICION. — La  descomposición,  bastante  co- 
mún en  los  pórfidos,  da  por  resultado  una  tierra  vegetal,  que 
no  es  por  cierto  muy  fértil,  y poco  á propósito  para  los  ce- 
reales; sin  embargo,  en  las  regiones  altas  los  bosques  crecen 
con  lozanía;  y en  razón  á la  mucha  arcilla  que  dan  en  su 
desgaste,  las  partes  bajas  de  los  valles  son  muy  buenas  para 
praderas.  Los  abonos  calizos  mejoran  considerablemente  las 
calidades  de  esta  tierra  vegetal,  haciéndola  bastante  feraz. 

Adoptando  en  esta  materia  las  ideas  del  ilustre  geólogo 
mi  amigo  Sr.  Coquand,  dividimos  los  pórfidos  en  cuatro 
especies,  cuyos  nombres  unívocos  revelan,  á primera  vista, 
el  elemento  que  en  su  composición  predomina. 


262 


GEOLOGÍA 


Ortflfido 

Sinonimia. — Petrosilex  y eurita  de  algunos  autores; 
pórfido  rojo  antiguo,  arcillófido,  piromérido,  minera,  thon- 
porphvre,  pechstein,  arcillolito,  traidonita,  kersanton,  pórfido 
resinita,  resinita,  etc. 

DEFINICION.— Roca  compuesta  esencialmente  de  una 
pasta  compacta  de  ortosa  (petrosilex),  con  cristales  engasta- 
dos, generalmente  también  del  mismo  feldespato. 

Variedades. — Este  pórfido  ofrece  una  porción  de 
variedades  fundadas  en  la  estructura  y en  las  sustancias  acce- 
sorias que  suelen  presentarse  en  su  masa.  Se  dice  granitoideo 
al  que  contiene  cristales  diseminados  de  ortosa,  mica  y 
cuarzo,  estableciendo  el  tránsito  á muchos  granitos;  emigda- 
loideo  al  que  encierra  nódulos  de  carbonato  de  cal;  globular, 
llamado  por  otro  nombre  piromérido,  cuando  el  feldespato, 
en  vez  de  estar  cristalizado,  se  presenta  en  glóbulos  esferoi- 
dales, por  lo  común  radiados;  brechiforme,  cuando  se  hallan 
engastados  en  su  pasta  fragmentos  angulosos  de  otras  rocas; 
retinita,  cuando  su  masa  es  de  aspecto  vitreo  análogo  al  de 
la  resina  ó vidrio;  también  suele  presentar  cristales  de  feldes- 
pato; cuarcífero,  cuando  lleva  cristales  de  cuarzo;  oligocla- 
sífero,  al  que  pertenecen  gran  parte  de  los  pórfidos  rojos 
antiguos,  el  que  contiene  cristales  de  ortosa  y oligoclasa;  mi- 
cáceo, llamado  minetta  y fraidonita;  anfibolífero  ó kersan- 
ton, etc.,  cuando  contienen  mica  ó anfíbol;  arcillófido,  resul- 
tado casi  siempre  de  la  descomposición  del  pórfido  tipo. 

Yacimiento.— Los  ortófidos  son,  por  lo  común,  pos- 
teriores á los  granitos  antiguos,  con  los  cuales  se  hallan  ínti- 
mamente enlazados  por  la  analogía  de  su  composición  res- 
pectiva, estableciendo  el  tránsito  los  de  estructura  granitoi- 
dea. Aunque  su  mayor  desarrollo  se  nota  en  los  terrenos 
silúrico,  devónico,  carbonífero  y triásico,  sin  embargo,  re- 
montan en  la  série  geognóstica  hasta  los  terciarios  medios, 
como  se  observa  en  Toscana  y en  la  isla  de  Elba. 

Historia. — Prescindiendo  de  las  demás  variedades  y 
fijándonos  en  la  que  constituye  el  pórfido  rojo  antiguo,  por 
ser  el  que  en  todas  épocas  ha  llamado  la  atención,  podemos 
decir  que  no  solo  es  el  mas  antiguo  en  el  orden  cronológico, 
sino  también  el  primero  que  se  destinó  á objetos  y construc- 
ciones monumentales,  siendo  una  de  las  piedras  con  las  que 
nos  ha  legado  la  antigüedad  sus  sorprendentes  grandezas. 
Sin  embargo,  parece  bastante  probable  que  los  egipcios  no 
la  conocieron,  pues  entre  sus  infinitos  monumentos  no  se 
ha  encontrado  hasta  ahora  ninguno  elaborado  con  este  pór- 
fido. Los  primeros  que  lo  emplearon  fueron  los  romanos; 
habiéndose  generalizado  su  uso  en  el  reinado  del  emperador 
Claudio,  y conservádose  ei  gusto  por  él  en  Italia  hasta  el 
siglo  xvi  en  tiempo  de  los  Médicis. 

Los  monumentos  mas  famosos  que  hoy  dia  se  conocen 
de  este  pórfido  son:  en  la  rotonda  del  museo  de  escultura 
del  Vaticano,  la  fuente  ó baño  que  tiene  mas  de  veinte  piés 
de  diámetro;  los  sepulcros  de  Santa  Elena  y Constancia;  la 
urna  cineraria  de  Agripa,  que  hoy  contiene  los  restos  de 
León  XII  en  San  Juan  de  Letran,  y una  porción  de  colum- 
nas de  una  sola  pieza,  estátuas  ó bustos  existentes  en  Roma; 
la  fuente  bautismal  de  Metz,  y por  último,  los  baños,  está- 
tuas y demás  objetos  curiosos  que  forman  ei  mas  bello 
adorno  de  la  mayor  parte  de  los  museos  de  Europa,  entre 
los  cuales  debe  citarse  la  preciosa  colección  de  bustos  de 
emperadores  romanos,  que  hacen  resaltar  la  grandeza  del 
suntuoso  salón  del  trono  en  el  palacio  de  Madrid. 

Localidades  extranjeras. -Antes  delaño  1823 
solo  se  sabia  por  indicaciones  vagas  de  Plinio  y otros  auto- 
res, que  esta  piedra,  bajo  tantos  conceptos  preciosa,  la  ex- 
traían los  romanos  del  Alto  Egipto.  Pero  en  el  indicado  año 


dos  intrépidos  ingleses,  los  Sres.  Burson  y Wilkinson,  recor- 
riendo con  un  objeto  científico  y tal  vez  industrial  aquel  país 
tan  interesante,  encontraron  las  excavaciones  hechas  por  los 
antiguos  en  el  grupo  de  montañas  llamadas  Porphirites  t/ions 
por  el  geógrafo  Strabon,  conocidas  con  el  nombre  de  Djebel- 
Dokhan,  que  quiere  decir  montañas  del  humo  del  tabaco, 
cerca  de  la  antigua  Licópolis,  ¿25  millas  del  mar  Rojo  y á 
120  de  Lyont. 

Aunque  hasta  hoy  puede  asegurarse  no  haber  encontrado 
fuera  de  Egipto  el  verdadero  pórfido  rojo  antiguo,  no  sucede 
así  con  las  otras  variedades  del  ortófido  y aun  del  rojo,  si 
bien  no  tan  precioso,  pues  se  cita  en  muchos  puntos  de  los 
Alpes  de  la  Saboya  y Suiza;  en  los  Vosgos,  en  Gresson,  Ro- 
chesson  y otros;  en  la  isla  de  Elba,  en  la  Pila  y Rada  de 
Enfola;  en  Planitz  y Meissen  (Sajonia);  en  Chelsea,  cerca  de 
Boston;  en  Elfdalen,  en  Suecia  y en  mil  otros  puntos. 

localidades  ESPAÑOLAS.— En  la  Península  esta 
roca  no  es  común;  sin  embargo,  el  Sr.  Maestre  asegura 
haberla  encontrado  en  Riotinto,  no  lejos  del  Berrocal;  el 
mismo  geólogo  dice  existir  en  varios  puntos  de  Cataluña,  y 
principalmente  en  las  inmediaciones  de  Camprodon,  en  el 
Mas  de  Camps  y en  Cabellera,  un  pórfido  rosáceo  parecido 
al  rojo  antiguo. 

También  se  encuentra  uno  análogo  entre  la  rambla  de 
Muley  y el  rio  Almanzora,  según  Rojas  Clemente,  notable 
por  sus  grandes  cristales  de  feldespato.  El  Sr.  La  Cortina 
dice  que  este  pórfido,  con  otros,  se  encuentra  en  Orihuela 
del  Tremedal,  formando  las  crestas  de  Peñas-agudas ; tam- 
bién lo  indica  el  mismo  en  Belmez,  Espiel  y Zalamea,  así 
como  el  Sr.  Schulz  dice  existir  en  Fuente  Santa,  Irrondo  y 
otros  puntos  de  Asturias. 

Antes  de  pasar  á describir  la  segunda  especie  del  grupo, 
séame  permitido  decir  dos  palabras  acerca  de  una  variedad 
curiosa  é importante  del  ortófido,  ó sea  del  arcilloso  ó arci- 
llófido. Este  pórfido  casi  siempre  es  el  resultado  de  la  alte- 
ración de  la  especie  tipo,  y también  de  su  variedad  petrosi- 
lícea  ó eurítica,  en  cuyo  último  caso  recibe  el  nombre  de 
arcillolita.  Algunas  veces,  sin  embargo,  puede  considerarse 
como  verdadera  roca  metamórfica,  á cuya  sección  debíamos 
referirla,  por  cuanto,  habiendo  sufrido  después  de  la  des- 
composición la  influencia  de  otros  agentes  hidro-termales, 
adquirió  cierta  consistencia,  aunque  nunca  tanta  como  el 
verdadero  ortófido  tipo. 

Excusado  es  decir  que  el  yacimiento  y relaciones  de  estas 
variedades  son  las  mismas  que  las  de  aquel;  y en  cuanto  á 
localidades,  se  encuentra  en  Limoges,  en  Esterel,  en  Chem- 
nitz  y en  Campigliese  (Toscana):  en  España  existe  en  el 
distrito  de  Almazarrón,  donde  es  roca  metamórfica  enlazada 
con  las  porcelanitas;  el  Sr.  Schulz  lo  cita  en  Asturias,  en 
Cangas  de  Tineo,  en  el  puerto  de  Leitariegos  y en  Trones, 
perteneciente  al  terreno  silúrico. 

Albitófido 

SINONIMIA.— Mansdeltein,  trapp  de  los  autores,  amig- 
daloidea,  wacka,  toadstone,  espilita,  variolita,  piromérida, 
eisenstein,  meláfidos  ó pórfidos  negros  en  parte. 

Definición. — Roca  compuesta  esencialmente  de  feld- 
espato albita  con  cristales  del  mismo  engastados  en  la 
masa,  con  nódulos  calizos  y geodas  de  cuarzo  ó calcedonia 
por  elementos  accesorios. 

Variedades. — Este  pórfido  presenta  algunas  varie- 
dades, hijas,  como  en  los  anteriores,  de  la  diferente  estruc- 
tura y de  las  sustancias  que  accidentalmente  se  encuentran 
en  su  masa.  Las  hay  amigdaloideas  y vacuolares  cuando 
ofrecen  nódulos  ó geodas  calizas  mas  ó menos  regulares; 


GEOGNOSIA 


263 


globulares  (1),  llamadas  variolita  y piromérida,  cuando  los 
glóbulos  esferoidales  que  presenta  son  de  albita;  terrosas, 
conocidas  también  con  el  nombre  de  wacka,  resultado  de  la 
descomposición  de  las  demás  variedades  de  esta  roca;  bre- 
ch iformes,  cuando  se  encuentran  engastados  en  su  pasta 
fragmentos  angulosos  de  albitófido  y de  otras  rocas;  calce- 
dónica,  cuarcífera,  caliza  ó espilita,  y otras. 

Al  trazar  la  historia  de  la  especie  siguiente  veremos  repe- 
tidas entre  sus  variedades  de  estructura  las  mismas  que  aca- 
bamos de  indicar  bajo  las  denominaciones  de  variolita  y 
pirométida,  trapp,  wacka,  espilita  y otras;  de  donde  se  dedu- 
ce la  poca  exactitud  de  semejantes  expresiones  unívocas  con 
relación  á la  composición  de  las  rocas  á que  se  refieren ; ra- 
zón por  la  cual  deben  desterrarse  del  lenguaje  científico,  y 
sustituirse  con  los  nombres  que  revelan  la  composición  de 
estas  rocas. 

Como  quiera  que  el  yacimiento  y relaciones  geognósticas 
de  este  pórfido  vienen  á ser  casi  iguales  á las  de  la  especie 
inmediata,  dejamos  su  indicación  para  mas  adelante. 

Labradojido 

Sinonimia.  — Ofita  ü ofito,  pórfido  verde  antiguo, 
pórfido  augitico,  prasófido,  Mandelstein,  trapp,  amigdaloi- 
dea,  espilita,  meláfido,  greenstone,  toadstone,  eisenstein, 
wacka. 

Definición. — Roca  compuesta  especialmente  de  feld- 
espato labrador  con  cristales  del  mismo  engastados  en  su 
masa;  con  piroxeno  y nodulos  calizos,  cuarzosos,  calcedóni- 
cos  y de  otras  sustancias  como  elementos  accidentales  ó ac- 
cesorios. 

Vahiedades. — Porfiroidea,  cuando  de  una  pasta  ver- 
de ó negruzca  se  destacan  numerosos  cristales  de  labrador; 
pórfido-amigdaloidea,  cuando  ofrece  pequeñas  cavidades  lle- 
nas de  carbonato  de  cal;  granosa,  llamada  también  trapp  y 
greenstone,  ó piedra  verde,  compuesta  de  una  masa  de  cris- 
tales sumamente  pequeños  que  le  comunican  un  aspecto 
homogéneo  y uniforme;  amigdaloidea  ó espilita,  formada  de 
una  masa  cristalina  granosa  ó compacta  llena  de  celdillas, 
vacías  unas  veces  y mas  comunmente  llenas  de  carbonato 
de  cal,  de  zeolitas,  cuarzo  ó calcedonia;  globular,  parecida 
á Las  piroméridas  y variolitas  ó á las  variedades  del  mismo 
aspecto  en  los  albitófidos;  terrosa,  llamada  también  wacka; 
brechiforme,  etc.;  cuarcífera,  cuando  los  nodulos  se  hallan 
constituidos  por  el  cuarzo;  piroxénica,  verdadero  pórfido 
verde  antiguo,  anfibolifera,  etc. 

Yacimiento.  — Los  labradófidos  ó pórfidos  verdes  y 
negros  han  aparecido  en  forma  de  filones,  de  tifones  y di- 
ques atravesando  otros  terrenos,  y también  en  corriente,  ex- 
tendiéndose é intercalándose  entre  las  capas  de  sedimento; 
circunstancia  que  hizo  creer  equivocadamente  á la  escuela 
de  Werner  que  eran  un  producto  neptúnico.  Estos  pórfidos, 
como  los  anteriores,  recorren  en  su  aparición  toda  la  escala 
geognóstica,  desde  el  período  carbonífero  y de  la  arenisca  de 
los  Vosgos,  como  se  ve  en  esa  cordillera,  hasta  el  terciario 
medio  inclusive,  como  se  puede  observar  en  la  región  meta- 
lífera toscana  en  Riparbella,  Roca  Tederighi,  Monte  Caste- 
lliáeti. 

Localidades  extranjeras. — El  pórfido  verde 
antiguo  procede  de  Helos  en  la  Laconia,  entre  Kené  y Ka- 
seir  y en  los  montes  El  Guettar  y Doukana,  en  Egipto:  las 
otras  variedades  se  encuentran  en  las  localidades  indicadas 
de  la  Toscana  y en  muchas  de  los  Vosgos:  el  departamento 


( 1 ) La  forma  globular  de  esta  y otras  rocas  la  atribuye  Delesse  á un 
exceso  de  sílice. 


del  Var  es  la  región  clásica  para  los  albitófidos  y labradófi- 
dos: Oberstein,  Idar,  en  el  valle  del  Nahe,  en  Baviera  y toda 
la  cuenca  carbonífera  del  Sarre:  también  se  encuentra  en  el 
valle  de  Cuitan,  cerca  de  Tetuan;  en  Ontonagon  y punta  de 
Kewenaw  (Estados  Unidos)  las  variedades  anfibolíferas : en 
los  condados  de  Carnarvhon  y Meriont,  en  Inglaterra:  en 
Ekatherinemburgo,  en  Rusia,  yen  otros  puntos.  En  1850 
recorriendo  la  Suiza  en  compañía  de  mi  amigo  el  profesor 
Studer,  de  Berna,  tuve  la  satisfacción  de  encontrar  en  un 
canto  errático  de  gran  tamaño,  una  variedad  parecida  al 
verde  antiguo  cerca  de  Montblanc,  siendo  la  primera  vez 
que  semejante  roca  se  veia  en  los  Alpes. 

Localidades  españolas  — La  Península  puede 
considerarse  como  el  país  clásico  de  estos  pórfidos,  no  solo 
por  su  abundancia,  sino  que  muy  principalmente  por  las 
relaciones  geognósticas  con  la  mayor  parte  de  los  criaderos 
metalíferos  que  forman  la  riqueza  de  esta  parte  privilegiada 
de  Europa.  Prescindiendo  de  los  muchos  puntos  aislados,  y 
circunscribiéndonos  á las  regiones  á que  esta  roca  imprime 
un  sello  particular,  citaremos  las  de  Extremadura  baja,  Sier- 
ra Almagrera  y Cartagena,  Cataluña  y Alpedroches  ( Guada- 
laja  ra),  etc. 

La  primera  abraza  una  gran  extensión  de  terreno,  inter- 
nándose en  las  provincias  de  Sevilla,  Huelvay  Ciudad- Real. 
Bastaria  citar  los  criaderos  de  cinabrio  de  Almadén,  y el  de 
cobre  de  Riotinto,  enlazados,  y resultado,  tal  vez,  de  la  apa- 
rición de  estos  pórfidos,  verdes  en  unos  puntos,  negros  ó 
meláfidos  en  otros,  para  apreciar  su  importancia.  En  el  pri- 
mer distrito  se  encuentran  en  Chillón,  en  donde  son  de  co- 
lor negro,  y en  Puerto  del  Cuervo,  Almadenejos,  Guadal- 
peral,  Ballestera,  Herrera  del  Duque,  Cabeza  del  Buey  y en 
otros  puntos.  En  el  segundo  son  tan  abundantes,  según  el 
señor  Luxán,  que  debe  llamarse  el  distrito  de  los  pórfidos 
por  excelencia:  se  hallan  desde  Aracena  y Riotinto  hasta 
Portugal;  en  Almonaster  la  Real,  en  Zalamea,  en  Cabañas, 
en  las  cercanías  de  Riotinto,  en  Oligade,  Odiel,  Escala- 
da, etc.  En  este  distrito,  no  solo  el  cobre  de  Riotinto,  sino 
los  criaderos  metalíferos  de  la  Peña  del  Hierro,  San  Miguel, 
el  Castillo,  la  Concepción,  la  Poderosa,  la  Gaditana  y otros 
muchos  deben  su  origen  á la  aparición  de  los  pórfidos  ver- 
des y negros  ó anfibólicos.  Las  famosas  minas  de  Guadal- 
canal  son  dependientes  de  pórfidos  verdes  y rocas  de  ser- 
pentina; notándose  un  hecho  singular  y muy  curioso,  que  se 
repiteen  otros  puntos  donde  hay  pórfidos;  y es,  que  allí 
ofrece  plata  la  galena,  mientras  que,  por  el  contrario,  falta 
casi  siempre  donde  han  obrado  las  serpentinas. 

En  la  región  de  Sierra  Almagrera  se  encuentran  igual- 
mente los  pórfidos  verdes  y negros  (meláfidos),  enlazados 
mas  ó menos  con  los  tan  famosos  criaderos  de  galena  argen- 
tífera. Según  Rojas  Clemente,  existen  desde  Lubrin  á Cue- 
vas, en  la  Sierra  de  Montroy,  en  dirección  de  Almagrera; 
Pellico,  en  la  descripción  que  publicó  de  la  provincia  de 
Murcia,  dice  haberlos  hallado  en  el  cerro  de  Alifraga,  al 
Oeste  de  Sierra  Almagrera;  en  la  Hoya  del  Bramador,  al 
extremo  oriental  de  esta  sierra,  en  donde  forma  un  dique 
estrecho  de  200  varas  de  longitud;  y también  en  la  Cruceta 
y en  la  sierra  de  Pulpi.  Según  ese  geólogo,  también  se  hallan 
estos  pórfidos  anfibólicos  en  la  Sierra  de  Cartagena,  en  la 
Cuesta  de  las  Fajas,  en  el  Cerro  de  la  Crisoleja  y en  Cabezo- 
Rajado:  sin  salir  de  este  distrito,  menciona  el  mismo  la 
existencia  de  pórfidos  entre  Bayares  y Bayarque,  y en  la 
sierra  de  Filabres,  cerca  de  las  minas  de  azufre  de  Hellin. 
En  Cataluña,  según  el  Sr.  Mestre,  se  encuentran  los  pórfidos 
en  dos  ó tres  regiones,  en  donde  desempeñan  un  papel  muy 
principal.  Uno  de  estos  puntos  es  el  de  la  cuenca  carbonífe- 
ra de  San  Juan  de  las  Abadesas,  en  cuyos  estratos  determinó 


GEOLOGÍA 


264 

la  aparición  de  dichas  rocas  las  inflexiones  y repliegues  que 
ofrecen.  La  erupción  porfídica  mas  notable  de  esa  cuenca 
es  la  de  la  Torre  de  los  Moros  de  Cabellera:  la  otra  es  Fa- 
rena  (Tarragona),  en  donde  los  pórfidos  feldespáticos  han 
convertido  en  Dolomía  las  calizas  terciarias;  y el  Mas  de 
Fons  en  la  misma  provincia. 

Por  último,  los  pórfidos  de  Alpedroches,  en  la  provincia 
de  Guadalajara,  de  los  que  hace  depender  el  Sr.  Ezquerra 
los  famosos  y riquísimos  criaderos  de  Hiende-la-Encina, 
forman  también  otro  distrito. 

Además  de  estas  regiones,  que  son  las  mas  notables, 
existen  una  porción  de  criaderos  aislados  de  estos  pórfidos, 
como  por  ejemplo,  el  de  Sierra  Bermeja  (Málaga),  en  donde 
están  enlazados  con  varios  criaderos  metalíferos:  el  de  la 
Sierra  de  Gador  (Almería)  se  relaciona  con  las  galenas,  allí 
tan  abundantes:  al  E.  de  Santiago  (Galicia),  hasta  la  Sierra 
de  Deza;  desde  San  Saturnino  hasta  Cabo  Ortegal,  junto  á 
la  Coruña,  etc.,  según  el  Sr.  Schulz. 

Aplicaciones. — Todas  las  variedades  de  este  pre- 
cioso pórfido,  y en  especial  el  llamado  verde  antiguo,  se 
emplean  como  piedras  de  adorno  en  mosáicos,  bustos,  esta- 
tuas, baños,  etc. , por  lo  agradable  de  sus  tintas  y el  buen 
pulimento  que  admiten.  Aunque  son  muchos  mas  los  objetos 
de  lujo  elaborados  con  el  pórfido  rojo  que  con  el  verde,  sin 
embargo,  no  son  pocos  los  que  todavía  se  conservan  en  los 
museos,  sobre  todo  de  Roma  y Florencia:  en  la  primera  es 
notable  la  grande  urna  que  se  ve  debajo  del  altar  mayor  de 
San  Nicolás;  otra  existe  también  en  la  iglesia  de  San  Quattro: 
en  el  museo  del  Vaticano  he  visto  también  dos  columnas  de 
una  pieza  y una  taza  de  un  pórfido  negro,  que  es  muy  pro- 
bable pertenezcan  á esta  especie. 

A .1-1  I HflM 

Oligo/ido 

Sinonimia. — Pórfido  azul. 

DEFINICION. — Bajo  la  denominación  de  oligofído  ó 
pórfido  azul  se  comprende  la  roca  compuesta  esencialmente 
de  una  pasta  de  oligoclasa  y cristales  generalmente  del  mismo 
feldespato,  engastados  en  ella.  Distínguese  de  las  anteriores 
por  el  color  azul  que  le  es  característico,  y sumamente  agra- 
dable á la  vista. 

Variedades. — Porfiroidea,  la  que  está  sembrada  de 
grandes  cristales  de  oligoclasa;  granitoidea,  la  que  ofrece  el 
aspecto  del  granito,  ó mejor,  de  la  sienita,  puesto  que  en  ella 
se  notan  el  oligoclasa,  el  cuarzo  y el  anfibol,  reducidos  á pe- 
queño tamaño  y entrelazados  como  en  esta  roca;  cuarcífera, 
que  contiene  muchos  cristales  de  cuarzo,  y anfibolífera,  con 
cuarzo  y anfibol. 

Yacimiento. — Este  pórfido  se  presenta  en  diques  y 
tifones  de  bastante  consideración,  atravesando  y ramificán- 
dose á veces  en  la  masa  de  los  pórfidos  rojos  y albitofidos  y 
en  las  capas  de  la  arenisca  abigarrada,  al  menos  en  el  depar- 
tamento del  Var  (Francia),  y particularmente  en  la  cordi- 
llera del  Esterel.  Es,  de  consiguiente,  posterior  á estos  ter- 
renos; y aun  atendida  su  analogía  con  los  granitos  y pórfidos 
de  la  isla  de  Elba,  puede  creerse  que  sus  erupciones  se  ex- 
tendieron hasta  la  época  terciaria. 

Localidades. — Boulouris,  Aiguebelle,  la  Caux,  Agay 
y otros  del  departamento  del  Var,  son  los  puntos  clásicos  de 
este  pórfido;  también  se  encuentra  en  Marmato  (Nueva 
Granada.) 

En  la  Península  no  sé  que  se  haya  encontrado  hasta 
el  dia. 

Aplicaciones. — Este  pórfido  es  apreciado  como  pie- 
dra de  adorno  y decoración  de  edificios  ó monumentos.  Los 
romanos  elaboraron  con  él  una  porción  de  objetos  preciosos 


que  se  conservan  todavía  en  Arlés,  Frejus  y en  Roma;  vién- 
dose aun  en  Caux  las  canteras  que  abrieron  para  extraerlo. 

Las  rocas  porfídicas,  cuya  descripción  acabamos  de  tra- 
zar, y que,  resumiendo,  pueden  referirse  á pórfidos  rojos, 
verdes,  negros  ó meláfidos  y azules  ú oligófidos,  se  enlazan 
íntimamente  con  las  del  otro  género  en  que  vamos  á ocu- 
parnos. 

SEGUNDO  GÉNERO— PÓRFIDOS  MAGNÉTICOS 

En  este  género  se  comprende  una  porción  de  especies  ca- 
racterizadas todas  por  la  presencia  de  un  silicato  de  magne- 
sia, que  en  unas  forma  parte  esencial  de  su  composición, 
asociado  al  feldespato  U otra  especie  mineral,  y en  otras  es 
el  único  elemento  mineralógico  que  las  constituye. 

Serpentina 

SINONIMIA. — Ofita,  ofiolita,  piedra  ollar,  gabro  de  los 
italianos,  etc. 

ETIMOLOGÍA. — El  nombre  que  lleva  esta  roca  nos  re- 
cuerda el  color  verde  mas  ó menos  uniforme  ó salpicado  de 
manchas,  imitando  con  mas  ó menos  propiedad  el  color  de 
las  serpientes  y lagartos. 

DEFINICION. — La  serpentina  representa  una  especie 
mineral  de  composición  compleja  y mal  definida  hasta  estos 
últimos  tiempos,  en  la  cual  figuran  varios  silicatos,  algo  de 
diálaga,  de  feldespato  y talco,  que  es  el  que  le  comunica  el 
tacto  untuoso  y suave  que  le  distingue.  De  modo  que  por  lo 
visto  pudiera  considerarse  como  una  roca  aldelógena.  Aparte 
de  estos  elementos  mineralógicos  esenciales,  se  ven  con  fre- 
cuencia en  la  serpentina  el  hierro  cromado  y magnético,  el 
cobre,  la  galena,  los  granates  en  abundancia,  el  asbesto,  la 
mica  y otros  de  menor  importancia. 

CARACTÉRES. — El  primer  carácter  que  saltaá  la  vista 
es  el  de  la  coloración,  que  es  verde  uniforme,  salpicado  á 
veces  de  diversos  matices;  otras  se  presenta  algo  rojiza, 
verde  muy  oscuro  y casi  negra;  su  estructura  es  compacta, 
algo  pizarrosa,  granuda  y laminar,  ofreciendo  el  aspecto  de 
una  especie  de  reticulación,  que  puede  hasta  cierto  punto 
confundirse  con  la  de  varios  zoófitos;  de  fractura  astillosa: 
su  dureza  es  poca,  pues  se  deja  rayar  hasta  con  la  uña:  es, 
sin  embargo,  muy  tenaz;  por  último,  el  tacto  es  suave. 

Variedades. — Común;  noble,  la  que  es  traslúcida  y 
de  un  verde  puerro  claro;  laminar,  sembrada  de  pequeñas 
hojas  de  talco;  pizarrosa;  variolitica,  que  contiene  nodulos 
esferoidales;  brechifornre,  formada  de  fragmentos  irregulares 
reunidos  por  la  propia  serpentina;  dialagífera,  asbestífera, 
piroxénica,  granatífera,  oxidulífera,  cromífera,  cuarcífera,  etc., 
por  las  sustancias  que  accidentalmente  lleva.  A estas  varie- 
dades hay  que  agregar  la  cristalizada  de  Snarum  (Suecia), 
seudomorfosis,  según  Nordenskjold,  del  olivino,  de  la  cual 
pueden  verse  en  el  gabinete  de  Historia  Natural  los  ejem- 
plares traídos  por  mí  de  Stokolmo  en  1869.  Esta  sospecha 
ha  sido  plenamente  confirmada  por  el  Sr.  Macpherson  en  la 
Memoria  inserta  en  los  Anales  de  la  Sociedad  de  Historia 
Natural  en  1875,  en  Ia  que,  valiéndose  del  microscopio,  ha 
probado  la  trasformacion  del  peridoto  en  serpentina. 

Macpherson  considera  la  serpentina  como  un  peridoto 
hidratado  que  ha  perdido  la  cuarta  parte  de  su  magnesia, 
sustancia  esta  que,  arrastrada  por  las  aguas,  dió  origen  á las 
Dolomías  y á otras  rocas  relacionadas  con  la  serpentina. 

YACIMIENTO — Las  serpentinas  suelen  presentarse  en 
masa,  formando  montes  redondeados  ó cónicos;  también 
en  capas  alternan,  y aun  al  parecer,  forman  parte  de  los  ter- 
renos de  sedimento;  otras  constituyen  filones  que  no  solo 


GEOGNOSIA 


han  atravesado  y dislocado  las  capas  de  diferentes  terrenos 
neptúnicos,  sino  que  han  determinado  en  ellas  un  metamor- 
fismo muy  marcado.  En  casi  todas  las  regiones  clásicas, 
como  son  la  Liguria,  la  Toscana,  Córcega,  los  Alpes  del 
Delfinado  y varios  puntos  de  nuestra  Península,  la  serpen- 
tina se  halla  asociada  á la  eufótida,  y en  Toscana  estas  dos, 
combinadas  con  los  meláfidos,  constituyen  lo  que  el  ilustre 
señor  Savi  de  Pisa  llama  terreno  ofiolitico.  La  serpentina  es 
posterior  en  su  aparición  al  terreno  eoceno,  como  se  ve  en 
la  isla  de  Elba. 

Localidades  extranjeras.  — Esta  roca  es 
muy  común  en  las  regiones  indicadas;  siendo  de  notar  que 
en  la  cordillera  metalífera  de  la  Toscana,  como  en  la  isla  de 
Elba  y en  otros  puntos,  acompaña  casi  siempre  á metales 
plomizos,  ferruginosos  y de  cobre. 

Localidades  españolas. — Otro  tanto  sucede  en 
España  en  las  muchas  localidades  en  que  la  encontramos,  y 
en  especial  en  todas  las  montañas  que  desde  el  puerto  de 
Gómez  se  extienden  hasta  Gibraltar,  á poca  distancia  de  la 
costa.  En  Sierra  Bermeja  y Almagrera  suele  ser  la  matriz 
de  las  galenas  y de  otros  metales.  El  Sr.  Thalaker  encontró 
en  San  Lorenzo  del  Escorial  la  variedad  llamada  noble:  es 
muy  bella  la  del  barranco  de  San  Juan  (Sierra  Nevada),  de 
donde  proceden  las  columnas  del  altar  mayor  de  la  catedral 
de  Granada,  y las  famosas  de  las  Salesas  Reales  de  la  corte. 
Todos  los  criaderos  de  tan  importante  distrito,  puestos  en 
claro  por  el  Sr.  Maestre,  se  hallan  relacionados  con  esta 
roca.  Se  encuentra  también,  según  el  Sr.  Ezquerra,  en  Velez- 
Málaga. 

Rojas  Clemente  la  cita  en  Coin,  sirviendo  de  matriz  á la 
plombagina  que  allí  se  explota;  la  Sierra  de  Aguas,  entre 
Alora  y Carratraca,  es  toda  de  serpentina,  según  este  célebre 
naturalista;  y contiene  cuarzo,  jade,  amianto,  talco  y tam- 
bién plombagina.  Abunda  igualmente  en  Sierra  Bermeja, 
entre  Genalguacil  y Estepona,  relacionada  con  el  granitino. 

Según  el  Sr.  Collette,  en  la  descripción  del  Señorío  de 
Vizcaya,  se  encuentra  en  el  término  de  Rugerio,  llevando 
hierro  oligisto  especular:  entre  Busturia  y Forna  esta  roca 
ha  determinado  la  alteración  de  los  kaolines,  que  son  abun- 
dantes. Al  Oeste  de  Berineo  se  hallan  tres  colinas  de  ser- 
pentina, cuya  aparición  alteró  las  calizas  del  terreno  triásico. 
El  Sr.  Coquand  la  cita  en  Ceuta,  y el  Sr.  Schulz  en  Moeche, 
Larazo,  y entre  Mullid  y Leboreiro  (Galicia),  encontrándose 
en  Villamor  la  variedad  llamada  ollar. 

Pero  la  región  mas  notable  de  la  Península,  sin  disputa 
alguna,  es  Sierra  Nevada  y la  Serranía  de  Ronda  con  sus 
ramificaciones,  constituidas  en  gran  parte  por  la  serpentina 
y pórfidos  verdes,  acompañados  de  cobre  y galenas  argentí- 
feras muy  ricas,  cuya  aparición  determinó  todas  las  disloca- 
ciones que  en  dicha  cordillera  se  observan. 

En  la  Memoria  publicada  en  1875  en  los  Anales  de  la 
Sociedad  española  de  Historia  Natural,  su  autor,  el  señor 
Macpherson,  dice  que  la  erupción  serpentínica  de  Ronda  es 
quizás  la  mas  importante  de  Europa,  no  solo  por  la  superfi- 
cie que  alcanza,  sino  también  por  los  singulares  metamorfis- 
mos allí  ocurridos,  entre  los  cuales  figura  el  tránsito  del 
peridoto  á la  serpentina. 

APLICACIONES. — La  serpentina  y sus  diversas  varie- 
dades son  susceptibles  de  muchas  aplicaciones.  Cuando 
ofrece  cierta  consistencia  se  puede  tallar  perfectamente,  re- 
cibiendo un  pulimento  que  la  hace  apreciable  para  una  infi- 
nidad de  objetos  de  adorno,  como  pedestales,  columnas, 
zócalos,  estatuas,  vasos,  tazas,  etc.  El  museo  del  Vaticano 
posee  en  este  género  objetos  de  mucho  precio,  y las  colum- 
nas de  una  sola  pieza  de  los  altares  de  las  Salesas  Reales  de 
Madrid  son  notables  por  su  tamaño  y hermosura. 

Tomo  IX 


265 

La  variedad  llamada  noble  por  la  belleza  de  sus  tintas,  es 
muy  estimada  y de  bastante  valor. 

Cuando  predomina  en  su  composición  el  talco,  la  piedra 
es  demasiado  blanda  para  los  objetos  indicados;  pero  en  ra- 
zón á la  mayor  facilidad  con  que  se  deja  tallar,  se  destina  á 
elaboración  de  vasijas,  pucheros  de  todos  calibres,  hornillos 
y otros  utensilios  para  el  uso  doméstico.  La  variedad  que  se 
presta  a esta  aplicación  se  llama  piedra  ollar  ; es  muy  co- 
mún (1)  y se  sirven  de  ella  con  buen  éxito  en  Ala,  Sesia, 
Strona  y otros  puntos  de  los  Alpes  de  la  Suiza  y Saboya,  y 
también  en  Córcega. 

Eufótida 

Etimología. — D e¿«,  mucho,  y p/iotos,  luz. 

SINONIMIA. — Verde  de  Córcega,  granítona,  hiperita, 
variolita  de  la  Durance,  gabbro  en  Italia. 

DEFINICION. — La  eufótida,  llamada’  por  algunos  gra- 
nítona, y comunmente  verde  de  Córcega,  por  abundar  mu- 
cho en  esta  isla,  es  una  roca  compuesta  de  diálaga  y feldes- 
pato, jade  ó Saussurita,  de  color  blanco  manchado  de  verde, 
como  su  mismo  nombre  lo  indica;  muy  tenaz,  de  estructura 
granosa,  que  la  hace  confundir  á veces  con  ciertas  variedades 
del  granito. 

Variedades.  — Granitoidea,  compuesta  de  láminas 
de  diálaga  diseminadas  con  cierta  uniformidad  en  una  pasta 
de  feldespato  hojoso;  aporfidada,  variolítica,  de  estructura 
granosa  con  glóbulos  esferoidales  de  feldespato;  granujienta, 
pizarrosa,  conglomerada,  compuesta  de  fragmentos  de  eufó- 
tida y otras  rocas,  reunidos  por  un  cemento  de  aquella;  es- 
maragdita, notable  por  el  color  verde  esmeralda  de  la  diála- 
ga; hipersténica,  llamada  por  algunos  hiperita,  constituida 
por  el  feldespato  labrador  y la  variedad  hiperstena  de  la 
diálaga,  serpentínica,  micacífera,  piroxénica  y eglogita,  com- 
puesta de  diálaga  cristalizada  ó de  hiperstena  y granate  con 
pirita  de  hierro,  á veces. 

YACIMIENTO. — Son  tan  íntimas  las  relaciones  geográ- 
ficas y geognósticas  entre  esta  roca  y la  serpentina,  lo  mismo 
que  entre  ellas  y la  piroxenita,  que  si  bien  consideradas 
mineralógicamente,  se  las  debe  estudiar  como  especies  dife- 
rentes, bajo  el  punto  de  vista  geológico  no  pueden  separarse 
de  un  tipo  común.  De  consiguiente,  el  modo  de  presentarse 
la  eufótida  es  el  mismo  indicado  ya  en  la  serpentina;  y en 
cuanto  á su  edad  relativa  puede  asegurarse  que  si  bien  en  el 
Delfinado  y la  Saboya  no  ha  pasado  del  período  antracífero, 
en  la  Toscana  y Córcega  atravesó  el  terreno  nummulítico, 
cuyos  estratos  dislocó  y alteró  hasta  el  punto  de  encontrarse 
fragmentos  de  rocas  de  sedimento  engastados  en  la  masa 
de  eufótida,  como  se  ve,  según  Coquand,  en  Gaggio  (Apeni- 
nos boloñeses),  en  donde  las  arcillas  aparecen  convertidas 
en  jaspes,  y las  calizas  en  Dolomías  y oficalcias. 

Localidades  EXTRANJERAS.— En  los  Apeninos 
de  Bolonia  se  encuentra  la  eufótida  en  Gaggio,  Pian  di  Sesa, 
Sas  Grosso,  Sas  del  Oro  y otros  puntos:  en  Monterosa  y 
Monteviso:  en  Riparbella  y Roca  Silana  (Toscana):  en  Cór- 
cega es  muy  abundante:  en  la  isla  de  San  Pablo  (Estados- 
Unidos):  en  la  de  Sky  (Escocia):  en  Penig  (Sajonia)  es 
común  la  variedad  llamada  hiperita:  en  los  Alpes  del  Delfi- 
nado, en  Córcega  y Toscana  se  encuentra  la  serpentínica: 
la  piroxénica  en  Arguenos  (Pirineos):  en  la  isla  de  Elba 
la  variedad  pizarrosa;  y el  conglomerado  en  Gaggio,  Sas 
Grosso,  etc. 

( 1 ) Nada  prueba  mejor  lo  abundante  de  esta  variedad  de  serpentina, 
como  los  diversos  nombres  que  lleva.  Plinioya  la  conoció  con  el  nombre 
de  lapis  comen  sis,  por  su  procedencia  del  lago  de  Como:  en  Inglaterra 
la  llaman  pottstonc , en  Italia  iavczzi,  y en  Alemania,  lavczstein,  schnci- 
destein , giltstein  y topfstein. 

34 


206 


GEOLOGIA 


LOCALIDADES  ESPAÑOLAS.— En  la  Península  se 
encuentra  en  Castilblanco  (Sevilla),  en  una  erupción  clásica, 
según  el  Sr.  Luxán,  en  relación  con  los  granitos:  es  tan 
abundante  la  eufótida  en  dicho  punto,  que  forma  el  asiento 
del  pueblo,  y ha  servido  de  piedra  de  construcción  para 
todos  los  edificios.  En  condiciones  parecidas  se  halla  esta 
roca  en  los  alrededores  de  Almadén,  de  cuyo  criadero  meta- 
lífero puede  decirse  que  forma  parte,  inyectada  en  los  filones 
de  cinabrio:  los  puntos  mas  notables  de  esta  parte  de  Extre- 
madura y Sevilla,  son  Guareña,  Mérida,  Alburquerque  y 
Cazalla.  En  Badajoz,  según  los  Sres.  Luxán  y Naranjo,  forma 
unas  colinas  en  las  que  evidentemente  la  eufótida  ha  deter- 
minado la  transformación  de  las  calizas  terciarias  lacustres 
en  Dolomía.  Schulz  dice  encontrarse  la  eufótida  en  Lebo- 
reiro  y otros  puntos  de  Galicia. 

El  Sr.  La  Cortina  cita  la  variedad  serpentínica,  ó por  me- 
jor decir,  la  ofiolita  dialágica  (llamada  Gabbro)  entre  Carra- 
traca  y Casarabonela  con  hierro  oxidulado,  que  causa  nota- 
bles alteraciones  en  la  brújula  al  practicar  operaciones 
geodésicas:  el  mismo  dice  que  la  variedad  grammatítica  se 
encuentra  en  Carratraca  relacionada  con  notables  depósitos 
de  níkel  oxidado,  sulfurado  y arseniatado. 

APLICACIONES. — La  eufótida  admite  bien  el  pulimen- 
to, y es  una  piedra  de  adorno  muy  agradable,  con  la  que 
los  antiguos  elaboraron  objetos  muy  preciosos;  también  se 
emplea  en  la  construcción,  como  se  ve,  por  ejemplo,  en 
Castilblanco  y en  muchos  otros  puntos. 

A?ifibolita 

SINONIMIA. — Diorita,  dioritina,  diabasa,  Grünstem, 
afanita,  piedra  córnea,  ofita  (de  Palassou),  diorita  orbicular 
de  Córcega. 

DEFINICION.  — Roca  compuesta  esencialmente  de  la 
variedad  de  anfibol  llamada  hornblenda  y de  feldespato 
labrador:  de  estructura  diversa,  á saber:  granujienta  basta, 
en  cuyo  caso,  distinguiéndose  los  dos  elementos  de  su  com- 
posición, se  parece  al  granito  y recibe  nombre  de  Diorita; 
granujienta  mas  fina,  y se  llama  Dioritina;  y también  com- 
pacta cuando  fundido  el  feldespato  y el  anfibol,  constituye 
la  variedad  llamada  afanita  ó piedra  córnea.  Las  sustancias 
esenciales  á su  composición  suelen  presentarse  entremezcla- 
das como  en  los  granitos  de  grano  fino,  excepto  en  la  varie- 
dad orbicular  de  Córcega,  en  la  que  se  hallan  dispuestas  en 
capas  concéntricas  (i),  formando  nodulos  cementados  por 
una  pasta  de  anfibolita  granujienta.  El  color  que  predomina 
en  esta  roca,  es  el  verde  mas  ó menos  oscuro,  á veces  casi 
negro;  uniforme  en  las  variedades  compactas;  mas  ó menos 
salpicado  de  blanco,  debido  al  labrador  en  las  granitoideas. 
Esta  roca  es  muy  tenaz  y bastante  dura,  si  bien  susceptible 
de  descomponerse  ó de  ceder  á la  acción  de  los  agentes  exte- 
riores. 

Además  de  las  sustancias  esenciales,  ofrece  la  anfibolita 
como  elementos  accesorios  el  cuarzo,  la  diálaga,  la  mica,  el 
granate,  la  epidota,  piritas,  hierro  titanado,  etc. 

VARIEDADES. — Granitoidea;  aporfidada,  en  la  que  se 
ven  cristales  de  anfibol  en  la  pasta  feldespática;  homogénea 
ó anfibolita  propiamente  dicha,  cuando  el  anfibol  predomina 
hasta  el  punto  de  no  aparecer  el  feldespato  á la  simple  vista; 
compacta  ó afanita,  pizarrosa  y orbicular,  llamada  por  exce- 

( i ) Esta  variedad  me  recuerda  un  hecho  muy  curioso  que  ofrecen 
las  extraordinarias  anfigenas  de  Rocamonfina,  junto  á Sessa  (Ñapóles), 
y del  que,  sin  embargo,  no  se  han  ocupado  todavía  los  geólogos,  á mi 
entender;  que  consiste,  en  que  los  cristales  de  esta  sustancia  se  hallan 
constituidos  por  capas  concéntricas  de  piróxeno  y leucita,  alrededor  de 
un  núcleo  que  casi  siempre  es  de  piróxeno. 


lencia  de  Córcega,  por  ser  la  localidad  mas  clásica  que  se  co- 
noce; micácea  y granatífera  cuando  lleva  mica  ó granates.  • 
YACIMIENTO.  — La  anfibolita  suele  presentarse  en 
masas  de  corta  extensión  en  los  terrenos  antiguos  en  rela- 
ción con  los  granitos  y pizarras  cristalinas,  en  cuyas  rocas 
parece  encontrarse  ramificada.  En  Cristianía  se  observa  en 
forma  de  dique  atravesando  los  estratos  de  una  arcilla  pizar- 
rosa, que  no  solo  levantó,  sino  que  arrastró  tras  si  una  por- 
ción de  fragmentos  de  dicha  roca  que  hoy  se  encuentra  en 
su  seno  formando  una  brecha  muy  curiosa,  que  acredita  la 
fluidez  con  que  apareció  la  anfibolita.  En  el  sistema  llamado 
por  Studer  de  Mont-Jove,  en  Saboya,  cerca  de  Aosta,  se  ve 
esta  roca  en  relación  con  las  serpentinas,  los  asbestos  y acti- 
notas  , y con  las  pizarras  gris  y verde,  á las  cuales  pasa  con 
frecuencia,  como  tuve  ocasión  de  ver  en  1850.  En  la  Breta- 
ña (Francia)  se  presenta  en  masas  considerables,  formando 
colinas  cónicas  de  bastante  altura,  como  en  la  de  Menez- 
Bré;  y también  en  filones  de  alguna  consideración.  En  los 
Pirineos,  región  clásica  para  esta  roca,  se  halla  intimamente 
enlazada  con  el  piróxeno  en  masa.  La  anfibolita  recorre 
todos  los  terrenos  desde  el  silúrico,  como  en  Noruega,  hasta 
los  terciarios  modernos,  como  se  ve  en  los  Pirineos  y en  el 
departamento  de  las  Landas,  en  Francia;  encontrándose 
también  en  el  período  jurásico,  como  puede  observarse  en 
el  cantón  de  Valais  (Suiza). 

LOCALIDADES  EXTRANJERAS.  — Ponzac,  Labas- 
serre  y otros  puntos,  en  los  Pirineos;  Tavigliana  y Verret, 
cerca  de  Aosta,  y Mont-Jove  (Saboya);  Nantes,  Coutances, 
Menez-Bré  y otros  (Bretaña);  Saint  Blaise  y Saint-Maurice 
(Vosgos);  Radau  en  el  Hartz;  Freyberg  (Sajonia);  Feldberg 
(Darmstadt);  La  Bauduero  (Vendée);  Djebel-Edough  (Afri- 
ca); y Córcega  para  la  variedad  llamada  orbicular,  son  los 
puntos  mas  importantes. 

LOCALIDADES  ESPAÑOLAS.  — En  España  no  solo 
abunda  esta  roca,  sino  que  con  frecuencia  se  halla  enlazada 
con  criaderos  metalíferos.  Pellico  la  cita  en  Sierra  Almagre- 
ra, atribuyéndole  los  trastornos  y dislocaciones  de  aquel 
distrito,  así  como  la  aparición  de  tan  famosos  criaderos; 
según  el  señor  Schulz,  en  Galicia  se  encuentra  el  anfibolito 
cloritoso  en  Puente  Noval  y en  el  rio  Lambre;  el  feldespáti- 
co,  en  Santa  Baya  en  Bergantiños;  el  gneísico,  en  el  cabo 
Ortegal ; otras  variedades  en  San  Román  de  Moeche,  en  el 
Arsenal  y Monte  Viso  al  E.  de  Santiago,  todos  en  terrenos 
antiguos:  el  mismo  cita  en  Asturias  la  diorita  aporfidada  en 
la  Pola  de  Allande,  á orillas  del  rio  Valledor;  en  Ferreros, 
el  pórfido  diorítico;  á media  legua  de  Infiesto,  la  diorita 
en  un  dique,  y al  N.  de  Santa  Eulalia  de  Cabranes,  la  diori- 
ta verde  y la  negra  en  relación  con  un  filón  de  pórfido.  En 
el  valle  de  Mena  (Guipúzcoa)  y cerca  de  Reinosa  (Santan- 
der), se  encuentra  atravesando  el  terreno  jurásico.  Según 
el  Sr.  Luxán,  es  abundante  la  anfibolita  en  Feria  y Zafra 
(Extremadura)  relacionada  con  una  gran  masa  de  hierro 
magnético,  y tal  vez  con  la  que  se  encuentra  en  Pedroso  y 
Marbella.  En  el  distrito  de  Riotinto,  en  Campofrío,  Aracena 
y Puebla  de  Guzman,  es  común,  y también  en  Trasierra  en 
donde  forma  un  monte  de  bastante  importancia.  Por  último, 
según  el  Sr.  Cortina,  se  la  ve  en  Salabe  (Asturias),  en  Bella- 
gona,  Vera,  al  E.  de  Almadén,  en  Guareña,  Villa-Gonzalo, 
Mérida,  Badajoz,  Alburquerque  y Cazalla  (Extremadura).  En 
el  término  de  Alfarp,  lindante  con  el  de  Carlet  (Valencia), 
en  Segorbe  y Barranco  del  Cucharero  (Castellón),  Sarrion  y 
Camarena  (Teruel),  y otros  puntos  he  visto  la  verdadera 
diorita  en  relación  con  el  terreno  triásico,  cuyos  materiales 
ha  dislocado  y alterado  profundamente. 

APLICACIONES. — La  anfibolita  se  emplea  como  pie- 
dra de  adorno  y en  la  fabricación  de  objetos  de  lujo,  como 


GEOGNOSIA 


vasijas,  jarrones,  mesas,  etc.,  muy  apreciados  por  el  buen 
efecto  de  las  tintas  y el  hermoso  pulimento  que  admiten  las 
variedades  granitoideas.  De  ella  se  sirvieron  para  decorar 
sus  monumentos  los  romanos  y egipcios.  La  descomposición 
de  esta  roca  suministra  en  Bretaña,  según  Coquand,  una 
excelente  puzolana,  y en  otros  puntos  muy  buena  tierra  ve- 
getal. 

Piroxenita 


SINONIMIA.  — Piróxeno  en  masa,  Lherzolita,  Lherco- 
lita,  Augitfels,  Cocolita,  etc. 

Definición  y VARIEDADES.  — Roca  compuesta 
esencialmente  de  piróxeno  diópsido,  Edembergita  ó Busta- 
mita  de  base  de  cal  y magnesia.  Su  estructura  suele  ser 
compacta,  granujienta,  fibrosa,  pizarreña  y fragmentosa, 
constituyendo  otras  tantas  variedades  que  no  citamos  en 
particular  por  creerlo  inútil.  La  compacta  de  grano  micros- 
cópico se  llama  Lhercolita,  diferenciándose  de  la  Lherzolita 
en  que  en  esta  el  grano  es  mas  basto;  la  granujienta  ha  reci- 
bido el  nombre  de  Cocolita.  El  color  de  esta  roca  suele  ser 
verdoso  mas  ó menos  claro,  también  á veces  oscuro.  Goza  de 
bastante  tenacidad  y de  una  dureza  regular.  Además  del 
piróxeno,  elemento  esencial  a su  composición,  suele  presen- 
tar esta  roca  otras  sustancias  accidentales,  como  el  granate, 
el  cuarzo,  la  hipersténica,  etc.;  que  originan  las  variedades 
granatífera,  cuarzosa,  hipersténica,  etc. 

Yacimiento. — La  piroxenita,  llamada  Lherzolita  por 
creerla  peculiar  de  los  alrededores  del  lago  de  Lherz  en  los 
Pirineos,  se  encuentra  allí  en  masa  constituyendo  colinas 
cupuliformes  mas  ó menos  redondeadas,  enclavada  en  la 
caliza  jurásica.  En  dicha  región  la  piroxenita  no  solo  atrave- 
só los  estratos  calizos  dislocándolos  y haciéndoles  tomar  el 
aspecto  de  mármoles  sacaroideos,  sino  que  en  el  punto  de 
contacto  arrastró  fragmentos  diversos  de  estos,  que  hoy  se 
encuentran  empotrados  en  la  masa  de  aquella,  constituyen- 
do conglomerados  de  fricción,  como  los  llama  Coquand. 
Esta  es  una  demostración  palpable  del  modo  y estado  pas- 
toso con  que  esta  roca  salió  del  fondo  de  la  tierra.  También 
se  presenta  en  diques  ó filones  á veces  de  una  potencia 
extraordinaria,  como  se  observa  en  Campiglia  y en  la  punta 
de  la  Calamita  (isla  de  Elba),  en  donde  tiene  mas  de  3,000 
metros  de  diámetro.  En  este  punto  se  halla  representada  por 
una  variedad  muy  curiosa,  compuesta  de  masas  globulares 
contiguas,  de  dimensiones  variables  constituidas  por  fibras 
que  irradian  de  un  centro.  Allí  acompaña  esta  roca  á la 
masa  inmensa  de  hierro  magnético,  así  como  en  Campiglia, 
asociada  de  un  granito  y de  un  pórfido  cuarcifero,  está  ínti- 
mamente relacionada  con  minerales  de  cobre,  hierro,  plomo 
y zinc.  Esta  roca  se  encuentra  en  las  pizarras  cristalinas  an- 
tiguas de  Bona  (Africa):  mientras  en  toscana  y en  los  Piri- 
neos corresponde  á los  terrenos  terciarios. 

LOCALIDADES  EXTRANJERAS.  — Las  localidades 
mas  célebres  son:  el  Lago  de  Lherz,  Soleilhas  y Lacus 
(Pirineos):  Monte  Castelli,  Libiano,  Riparbella  é isla  de 
Elba  (Toscana):  Filfilah  y Djebel-Edough  (Africa):  Real  de 
minas  de  Fetela,  México,  y otros. 

En  la  Península  no  debe  escasear  esta  roca  si  se  atiende 

±á  las  relaciones  que  tiene  con  la  anfibolita  tan  abundante; 
sin  embargo,  ignoro  los  puntos  en  que  se  halla. 

SEGUNDA  CLASE.— ROCAS  ÍGNEAS 
ÓRDEN  ÚNICO 

Igneas  modernas  6 volcánicas 

Llámanse  estas  rocas  modernas,  por  ser  las  últimas  que 
aparecieron  y aun  hoy  salen  del  interior  del  globo:  se  las  da 


267 

también  el  nombre  de  volcánicas,  por  ser  las  que  constitu- 
yen los  volcanes. 

Fundándose  en  la  edad  relativa,  en  la  composición  mine- 
ral y en  otras  consideraciones,  los  geólogos  distribuyen  las 
rocas  de  este  orden  en  tres  géneros,  á saber:  i.°  traquítico; 
2.0  basáltico;  3.0  lávico. 

PRIMER  GÉNERO.— TRAQUÍTICO 

Las  rocas  comprendidas  en  este  género  se  distinguen  per- 
fectamente por  varios  caractéres,  que  se  detallarán  al  tratar 
de  cada  una  de  las  dos  especies  que  comprende. 

Traquita 

ETIMOLOGÍA. — La  palabra  traquita  se  deriva  de  traxús , 
que  en  griego  significa  áspero  al  tacto. 

SINONIMIA.  — Pórfido  traquítico,  Leucostita,  Domita, 
Andesita,  Masegna,  Necrolita,  obsidiana,  pórfido  obsidiánico, 
pumita,  estigmita,  lava  pumítica,  Trass,  Trassoita,  etc. 

DEFINICION. — Bajo  la  denominación  de  traquita  se 
comprenden  varios  productos  volcánicos,  compuestos  esen- 
cialmente de  granos  microscópicos  de  feldespato  ortosa, 
mezclados  con  pequeñas  hojuelas  de  mica,  de  anfíbol,  piró- 
xeno  y hierro  titanado,  presentando,  como  sustancias  acci- 
dentales, los  ópalos,  el  azufre,  la  alumita,  el  oro,  la  plata  y 
otros  metales. 

CARACTERES.  — El  primer  carácter  de  esta  roca  es  el 
que  justifica  el  nombre  que  lleva,  ó sea  la  aspereza  al  tacto: 
su  color  es  variable,  si  bien  predominan  las  tintas  claras  como 
el  gris  sucio  ó pardo,  uniforme  ó con  manchitas  oscuras  debi- 
das al  piróxeno  ó la  mica;  otras  veces  se  presenta  mas  ó me- 
nos oscura  con  cristales  blancos  de  feldespato,  y afectando 
por  la  distribución  de  la  tinta  el  aspecto  de  una  brecha,  la 
cual  constituye  una  variedad  muy  curiosa  llamada  Piperno 
por  los  napolitanos.  La  estructura  es  térrea,  compacta,  celu- 
lar, fibrosa  cuando  pasa  á la  pómez,  aporfidada  y granítica, 
estableciendo  el  tránsito  al  granito. 

Esta  roca  se  presenta  en  masa  y en  corriente,  afectando 
en  algunos  puntos  la  forma  prismática  como  el  basalto  y la 
obsidiana.  Algunos  prismas  pueden  ver  los  curiosos  en 
mis  colecciones,  traidos  por  mí  de  Panaria,  una  de  las  islas  de 
Lipari. 

DIVISION. — Esta  especie  puede  dividirse  en  dos  sub- 
especies, á saber:  primera,  traquitica  propiamente  tal,  repre- 
sentada por  gran  número  de  variedades  terrosas  ó pétreas,  y 
segunda,  obsidiana  y pómez. 

Primera  sub-esfecie 

VARIEDADES.  — Granítica  no  solo  por  la  estructura, 
sino  por  la  composición  igual  á la  del  granito,  cuyo  tránsito 
puede  verse  en  los  ejemplares  traidos  por  mí  del  islote  de 
Basiluzzo  en  Lipari,  y depositados  en  las  colecciones  de  feld- 
espato que  salpican  su  masa;  pizarreña  por  su  estructura 
hojosa:  térrea,  por  otro  nombre  Domita , por  formar  los  mon- 
tes cónicos  de  Auvernia  llamados  Puy  de  Dome;  prismática, 
como  la  de  Panaria;  celular,  fibrosa,  escoriácea,  etc.,  y aten- 
diendo á las  sustancias  que  accidentalmente  lleva  en  su  masa, 
recibe  los  nombres  de  cuarzosa,  micácea,  anfibolífera,  aurí- 
fera, argentífera,  etc. 

A mas  de  las  variedades  indicadas,  en  los  centros  traquí- 
ticos  existen  materiales  sueltos  ó conglomerados,  resultado 
de  las  erupciones  mismas  ó de  la  descomposición  de  las 
rocas  y de  su  consolidación  posterior. 

YACIMIENTO. — Las  rocas  traquíticas  propiamente  di- 


268 


GEOLOGIA 


chas  se  presentan  en  grandes  masas,  como  sucede  en  los  An- 
des; en  corriente,  según  he  tenido  ocasión  de  ver  en  la 
famosa  del  Arso  en  Isquia,  y formando  montes  cónicos  ó sin 
cráter,  como  se  observa  en  Auvernia,  en  Roca  Monfina  junto 
á Sessa  (Italia)  donde  representa  en  el  monte  de  Santa  Cruz 
un  cráter  que  levantó  al  llamado  Cort inella;  en  Pádua,  y 
sobre  todo  en  las  islas  de  Lipari. 

Edad  DE  LAS  TRAQUITAS.— Humboldt  y Beudant 
aseguran  que  las  de  los  Andes  y Hungría  hicieron  su  apari- 
ción en  la  época  cretácea;  las  de  Auvernia,  Italia  y otras 
regiones,  pertenecen  al  terreno  terciario.  Debe  advertirse,  no 
obstante,  que  asi  en  América  como  en  otros  puntos  esta  roca 
ha  continuado  saliendo  del  interior  del  globo  en  épocas  poste- 
riores, pudiendo  citar  la  corriente  del  Arso  en  Isquia,  que 
apareció  en  1504. 

TRÁNSITOS. — Las  variedades  de  la  traquita  se  enlazan 
por  tránsitos  insensibles,  no  solo  con  las  obsidianas  y pómez, 
sino  también  con  el  granito,  según  puede  observarse  en  los 
ejemplares  de  Basiluzzo,  que  figuran  en  las  colecciones  de  mi 
cátedra,  en  los  cuales  hallarán  los  inteligentes  preciosos  mate- 
riales de  estudio. 

LOCALIDADES. — Esta  es  una  de  las  rocas  volcánicas 
mas  abundantes,  como  lo  acreditan  la  cordillera  de  los  An- 
des, distrito  de  la  Auvernia  en  Francia;  la  Hungría,  cuyo 
famoso  vino  Tockay  procede  de  viñas  que  prosperan  en 
tierras  de  esta  naturaleza;  las  orillas  del  Rhin  y particular- 
mente las  siete  montañas  (Siebengebirge) ; Padua,  Sessa,  Si- 
cilia y sobre  todo  las  islas  de  Lipari. 

En  cuanto  á nuestra  Península,  la  región  mas  importante 
es  la  del  Cabo  de  Gata,  donde  la  traquita  se  presenta  con 
todas  sus  variedades,  llevando  en  algunos  puntos  galena  ar- 
gentífera, blenda  y piritas  de  hierro,  dando  origen  en  Alma- 
zarrón á grandes  explotaciones  de  alumbre,  etc.  Además  se 
citan  en  algunos  puntos  aislados,  como  Monte-Axpé,  junto  á 
Portugalete;  en  Gargantiel,  Garlitos,  cerca  de  Almadenejos, 
etcétera. 

APLICACIONES.— Estas  rocas  pueden  utilizarse  en  su 
estado  íntegro  ó normal,  ó también  en  el  de  descomposición. 

En  estado  intacto  ó fresco,  como  suele  decirse,  la  traquita 
reúne  todas  las  cualidades  de  una  excelente  piedra  de  cons- 
trucción, siendo  ligera  y porosa,  circunstancia  que,  al  paso 
que  permite  la  penetración  del  mortero,  da  gran  solidez  á los 
edificios  y poco  peso.  Todas  las  casas  de  la  ciudad  de  Lipa- 
ri, en  la  isla  de  este  nombre,  la  mayor  parte  de  las  de  Nápo- 
les,  Padua  y Cler'mont  Ferrand,  la  famosa  catedral  de  Colonia 
y una  infinidad  de  monumentos,  están  construidos  con  esta 
piedra.  Las  Brechas  de  Biot  y Villeneuve  (departamento  del 
Var),  que  contienen  fragmentos  de  traquita,  sirven  para  la 
construcción  y para  revestir  los  hornos  de  sosa  en  Marsella. 

La  variedad  llamada  terrosa  ó Domita  es  mejor  todavía 
por  ser  mas  ligera  y porosa,  y porque  no  se  descompone  tan 
fácilmente.  La  conocida  con  el  nombre  de  molar  se  emplea 
en  Hungría  para  piedras  de  molino;  así  como  la  toba  pumí- 
tica  sirve  en  Tockay  (Hungría)  de  excelente  piedra  de  cons- 
trucción. 

La  descomposición  de  la  traquita,  muy  común  en  atención 
á su  naturaleza  eminentemente  íeldespática,  da  por  resultado 
una  arcilla,  que  se  utiliza  en  muchos  puntos  en  la  alfarería; 
formando  además  una  tierra  vegetal  muy  feraz  que  contrasta 
con  la  esterilidad  de  los  terrenos  traquíticos  en  estado  de 
integridad,  en  razón  á la  dureza  y permeabilidad  de  sus  rocas. 

La  orgullosa  y riquísima  vegetación  de  la  isla  de  Isquia, 
así  como  la  feracidad  de  los  campos  flégreos  napolitanos,  de 
la  Auvernia,  en  la  inmensa  llanura  de  Limaña,  uno  de  los 
mejores  graneros  de  Francia,  confirman  plenamente  lo  que 
se  acaba  de  indicar. 


Segunda  snb-especie.  Obsidiana 

Etimología. — El  nombre  de  esta  roca  recuerda  el  de 
Obsidio,  que  fué  el  que  por  primera  vez  la  trajo  de  Etiopia. 

SINONIMIA. — Vidrio  volcánico,  ágata  negra  y mareka- 
nita  de  Islandia,  espejo  de  los  Incas  por  el  uso  á que  estos 
la  destinaban,  piedra  galinácea,  etc. 

Definición. — Roca  compuesta  esencialmente  de  los 
mismos  elementos  mineralógicos  que  la  traquita,  ó sea  de 
feldespato  potásico  (riacolita),  de  sosa  ó de  cal. 

Caractéres. — El  color  mas  común  en  la  obsidiana 
es  el  negro,  pero  también  se  presenta  verde  oscuro  con  man- 
chas blancas,  que  son  cristales  de  feldespato;  gris  sonrosado 
y rojizo;  la  combinación  de  tintas  afecta  en  algunos,  aunque 
raros  casos,  el  aspecto  de  una  brecha,  como  se  ve  en  los 
ejemplares  traídos  por  mí  de  Lipari,  entre  los  cuales  los  hay 
también  irisados,  accidente  muy  poco  común  en  esta  roca. 
La  estructura  mas  frecuente  es  la  compacta,  en  cuyo  caso  el 
brillo  se  presenta  vitreo  y la  fractura  perfectamente  concoi- 
dea: otras  veces  es  fibrosa,  celular,  cavernosa,  oolítica  ó mi- 
liar, pisolitica  ó tuberculosa  y también  térrea.  En  gruesas 
tablas  ó lajas  es  opaca,  pero  en  láminas  delgadas  y en  los 
bordes  es  traslúcida  y hasta  trasparente. 

Tratada  al  soplete  da  un  vidrio  blanco  ó verdoso  aun  en 
los  ejemplares  de  color  mas  negro,  lo  cual  inclina  el  ánimo 
á considerar  como  bituminosas  ó carbonosas  las  sustancias 
| que  le  comunican  dichas  tintas.  El  fragmento  sometido  á 
este  experimento  aumenta  considerablemente  de  volumen. 

Variedades. — Las  princiales  variedades  de  la  obsi- 
diana son  difíciles  de  enumerar  por  su  extraordinario  núme- 
ro, distinguiéndose  por  sus  colores,  por  su  estructura,  etc.; 
debemos,  no  obstante,  indicar  algunas  por  su  importancia. 
La  primera  se  llama  marekanita  : se  presenta  en  pequeños 
fragmentos  redondeados  y procede  de  las  erupciones  volcá- 
nicas de  Islandia  y del  Kamchatska;  la  segunda  es  la  en 
brecha  que  por  su  estructura,  imita  perfectamente  la  de  una 
roca  conglomerada,  siquiera  los  fragmentos  angulosos  que  la 
representan  estén  simplemente  unidos  por  una  materia  que 
también  es  obsidiánica.  Solo  conozco  esta  variedad  de  la  isla 
de  Lipari,  de  donde  la  traje  el  año  1852. 

Hay  otra  verde  aporfidada  que  encontré  por  indicación 
del  Sr.  Dufrenoy  en  el  barranco  del  Infierno,  junto  á Vich 
(Auvernia).  Por  último,  las  variedades  celulares,  fibrosas,  etc., 
que  establecen  el  tránsito  á la  pómez  las  he  visto  en  Lipari, 
de  donde  traje  magníficos  ejemplares;  también  se  observan 
en  Canarias  y son  por  demás  curiosas  é interesantes. 

En  la  Punta  de  la  Castaña  la  he  visto  prismática,  cuya 
importante  cuanto  rara  variedad  pueden  examinar  los  inte- 
| ligentes  en  el  gabinete  de  Historia  Natural. 

Yacimiento.— La  obsidiana,  además  de  ser  arrojada 
en  la  época  actual  por  los  volcanes  indicados,  se  encuentra 
en  regiones  flégreas  apagadas,  por  lo  común  en  corriente;  es 
decir,  que  apareció  en  un  estado  análogo  al  de  la  lava  actual, 
debiéndose  probablemente  á esta  circunstancia  y al  enfria- 
miento lento  de  su  masa  la  estructura  compacta  y el  aspecto 
vitreo  que  tanto  contrasta  con  el  de  la  traquita  y el  de  la 
piedra  pómez. 

Localidades.  — La  localidad  mas  clásica  para  esta 
roca  es  la  Punta  de  la  Castaña,  promontorio  situado  en  la 
costa  Nordeste  de  Lipari,  y que  mereció  una  brillante  des- 
cripción de  la  elegante  pluma  de  Spallanzani,  en  su  obra 
titulada  Viaje  á las  Dos  Sicilias.  Encuéntrase  también  en 
Islandia,  Kamchatska,  Hungría  y Auvernia,  no  escaseando 
tampoco  en  México  y el  Perú.  En  la  Península  se  encuentra 
en  varias  localidades,  si  bien  la  mas  importante  de  todas  es 
el  famoso  Morron  de  los  Genoveses  y el  Cabo  de  Gata. 


D 


Aplicaciones.  — Los  antiguos  incas  del  Perú  y lo 
mexicanos  se  sirvieron  de  esta  piedra  para  fabricar  no  solo 
espejos  muy  curiosos,  sino  también  hachas,  cuchillos,  flechas 
y toda  clase  de  armas  y utensilios,  de  los  que  muchos  perte- 
necen á las  épocas  que  hoy  la  ciencia  llama  prehistóricas. 
En  Nápoles  llegó  á emplearse  esta  sustancia  en  la  fabricación 
del  vidrio.  En  las  comarcas  en  que  abunda  suelen  destinar 
la  variedad  negra  para  adornos  de  luto;  por  último,  como 
sustancia  curiosa  y de  estudio,  es  muy  estimada  en  todas  las 
colecciones  minero-geológicas. 

Piedra  pómez 

ETIMOLOGÍA.  — Esta  piedra  se  llama  así  del  latin  pu- 
mex , piedra  para  pulimentar;  se  deriva  también  de  espuma, 
por  cuya  razón  algunos  la  denominan  pumita. 

DEFINICION.  — Esta  es  una  roca  compuesta  esencial- 
mente de  feldespato  igual  al  de  la  obsidiana,  casi  con  exclu- 
sión de  otra  sustancia. 

Caractéres.  — A pesar  de  la  identidad  de  composi- 
ción, la  pómez  puede  decirse  que  es  la  antítesis  de  la  obsi- 
diana, presentándose  de  colores  generalmente  claros,  blanco 
anacarado,  gris  sucio ; su  estructura  es  fibrosa,  ofreciendo  las 
fibras  un  color  sedoso  característico.  Con  frecuencia  es  ce- 
lular y también  cavernosa,  lo  cual  hace  que  sobrenade  en  el 
agua;  al  soplete  funde  con  facilidad,  dando  un  esmalte  blanco, 
aunque  sin  aumentar  de  volúmen. 

Variedades. — Pocas  son  las  variedades  déla  pumita, 
á no  ser  las  establecidas  por  la  diferencia  de  estructura; 
figuran  entre' ellas,  además  de  la  toba  pumítica,  resultado  de 
la  aglutinación  de  las  cenizas  arrojadas  en  las  erupciones  ó 
resultado  de  la  descomposición  de  la  roca,  unos  conglome- 
rados singularísimos,  formados  de  fragmentos  de  pómez, 
cementados  ó reunidos  por  la  propia  sustancia,  sin  duda 
cuando  la  roca  ofrecía  cierta  pastosidad  al  ser  arrojada  por 
el  volcan. 

Yacimien  ro.  — En  general  la  pumita  se  presenta  en 
fragmentos  irregulares  y sueltos  á la  superficie  y alrededor 
de  los  centros  volcánicos,  ó bien  formando  ciertos  horizontes 
en  la  masa  de  las  arenas  ó lapilli  pumítico,  como  he  tenido 
ocasión  de  ver  en  el  llamado  Campo  Bianco  en  Lipari,  no 
lejos  de  la  Punta  de  la  Castaña.  De  modo  que  por  lo  visto, 
así  como  la  obsidiana  representa  la  corriente  volcánica  de 
aquella  época,  la  piedra  pómez,  por  el  contrario,  constituye 
las  masas  arrojadas  por  la  boca,  llamada  explosiva,  del  volcan 
que  todavía  se  conserva  en  dicho  punto. 

Localidades. — Aunque  la  piedra  pómez  se  encuentra 
en  casi  todos  los  centros  traquíticos  de  Europa,  puede  ase- 
gurarse que  la  localidad  mas  importante  y de  la  que  procede 
la  mayor  parte  de  la  que  se  consume  en  Europa  es  la  ya 
mencionada  de  Lipari.  Los  singulares  conglomerados  de  que 
va  hecha  mención,  proceden  del  sitio  llamado  Pumichazzo 
(Lipari).  También  parece  que  se  encuentra  en  el  Cabo  de 
Gata. 

Aplicaciones. — Además  del  uso  general  que  se  hace 
de  esta  sustancia  para  preparar  las  maderas  y piedras  para  el 
pulimento,  en  Lipari  se  destina  á piedra  de  construcción,  á 
cuyo  fin  la  tallan  en  gruesos  atobones  con  los  que  se  cons 
truyen  casas  y bóvedas,  para  cuyo  objeto  reúne  esta  roca  á 
la  solidez  y resistencia,  una  gran  ligereza  y la  estructura  celu- 
lar que  permite  la  fácil  penetración  del  mortero  ó argamasa. 


GEOGNOSIA  269 

SINONIMIA. — Piedra  sonora,  klingstein,  leucostina, 
leucostita,  perlita,  perlstein,  estigmita  perlada,  pechstein. 

DEFINICION.  — La  fonolita,  así  llamada  por  el  sonido 
particular  que  da  cuando  se  la  golpea  con  el  martillo  ó con 
cualquier  otro  instrumento  de  metal,  es  una  roca  compuesta 
esencialmente  de  ortosa,  al  que  se  agrega  algún  silicato  alu- 
minoso hidratado  con  álcalis,  fusible  al  soplete,  y en  parte 


Fonolita 

Etimología. — La  palabra  fonolita  se  deriva  de  fonos , 
sonido,  y Utos,  piedra. 


Fig.  34.  — Pico  fonolitico  de  la  Auvemia 

soluble  en  los  ácidos.  Además  de  estas  sustancias,  ofrece  á 
veces  la  mica,  el  anfibol  y piróxeno,  materias  que  suelen 
existir  como  fundidas  en  la  masa  misma  de  la  roca,  y que 
solo  el  análisis  pone  de  manifiesto. 

Caractéres.  — La  fonolita  es  de  aspecto  uniforme  y 
comunmente  adelógena,  presentando  una  tinta  como  resino- 
sa, que  es  en  lo  que  principalmente  se  distingue  de  la  tra- 
quita.  La  estructura  es  compacta,  pétrea  y vitrea,  y con  fre- 
cuencia hojosa  y tabular;  la  fractura  es  escamosa;  las  tintas 
que  afecta  suelen  ser  claras,  predominando  el  gris  pardo  algo 
azulado. 

División. — La  fonolita  ofrece  una  porción  de  varieda- 
des que  pueden  agruparse  en  dos  sub-especies,  como  se  ha 
hecho  en  la  traquita,  pues  las  hay  pétreas  y vitreas,  llamán- 
dose á la  primera  fonolita  propiamente  dicha,  y á la  segunda 
perlita. 

Fonolita. — A la  primera  sub-especie  le  convienen 
todos  los  caractéres  que  acabamos  de  indicar;  y las  princi- 
pales variedades  que  de  ella  existen  son  la  porfiroidea,  por 
los  cristales  de  feldespato  y á veces  de  piróxeno  que  contie- 
ne, la  compacta  y tabular  ó pizarrosa,  que  es  la  que  se  cuartea 
con  mas  facilidad  y da  el  sonido  á que  los  alemanes  llaman 
klink. 

La  segunda  sub-especie  se  ha  llamado  perlita  y resinita 
por  el  aspecto  análogo  á la  resina  que  ofrece,  y el  estado 
globular  ó de  pequeñas  perlas  en  que  generalmente  suele 
presentarse. 

Yacimiento.  — Las  rocas  fonolíticas  ofrecen  las  mis- 
mas ó muy  análogas  circunstancias  de  yacimiento  y relacio- 
nes geognósticas  que  las  traquíticas,  de  cuyo  terreno,  según 
Bural,  forman  el  límite  superior,  lo  cual  supone  que  en  ge- 
neral son  mas  modernas.  A pesar  de  esta  similitud  de  carac- 
téres geognóstico-quimicos,  se  distinguen,  sin  embargo,  con 
facilidad  por  ser  en  general  el  feldespato  en  ellas  vitreo  y de 


270 


GEOLOGIA 


cristales  mayores  que  en  las  traquitas;  los  cristales  presentan 
además  hendiduras  horizontales,  de  donde  resulta  la  estruc- 
tura pizarrosa,  que  en  aquellas  es  muy  frecuente. 

Localidades  extranjeras.— Los  Montes  Eu- 
gáneos  é islas  de  Lipari  (Italia):  el  Cantal  y Mont  Dore 
(Francia):  Schlossberg,  cerca  de  Tceplitz:  y Lambash  (Esco- 
cia), son  las  principales  en  Europa. 

LOCALIDADES  ESPAÑOLAS.  — El  Sr.  La  Cortina 
dice  haber  hallado  la  fonolita  en  los  cerros  de  Sanchorey 
(Ciudad  Real);  en  mi  concepto  debe  haberla  también  en  el 
Cabo  de  Gata. 

APLICACIONES. — La  vari  edad  pizarrosa  se  emplea  para 
cubrir  los  edificios,  y de  aquí  el  nombre  de  La  Tuilliére  (El 
Tejar)  dado  á una  montaña  de  la  Auvernia  formada  de  esta 
variedad  de  fonolita,  fig.  34.  Las  variedades  compacta  y por- 
firoidea  pueden  servir  como  piedras  de  construcción.  En 
cuanto  á las  perlitas  y resinitas,  son  objetos  de  simple  curio- 
sidad científica. 

SEGUNDO  GENERO.— BASÁLTICO 

En  este  género  se  incluyen  dos  rocas  principales,  á saber: 
el  basalto  y el  leucitofido,  cuyos  caractéres  resumen  los  del 
género. 

Basalto 

ETIMOLOGÍA. — La  palabra  Basalto  la  usó  Plinio,  apli- 
cándola á rocas  de  coloración  negra,  derivada  de  basal,  que 
en  lenguaje  etiópico  significa  hierro. 

SINONIMIA. — Dolerita,  Mimosita,  Tefrina,  Galinácea, 
Lava  tefrínica,  Peridotita,  Nefelinita,  Frita,  Brecha,  Toba  ba- 
sáltica, Peperino,  Wacka,  Trapp  en  parte,  Puzolana,  etc. 

Definición. — Llámase  basalto  á una  roca  adelógena 
por  lo  común,  compuesta  de  feldespato  labrador  y piróxeno, 
de  tal  modo  fundidas  ambas  sustancias,  que  no  pueden  dis- 
tinguirse ni  aun  con  el  auxilio  de  la  lente.  Ofrece  además 
como  compañero  casi  inseparable,  el  peridoto  olivino,  y tam- 
bién el  hierro  titanado,  la  mica  y muchas  zeolitas,  que  se  en- 
cuentran en  sus  oquedades. 

Caracteres. — Esta  roca  es  azulada  oscura  y hasta 
completamente  negra,  de  grano  generalmente  muy  fino,  de 


Fig.  35. — Formas  prismáticas  del  basalto 

estructura  compacta,  á veces  algo  celular,  tenaz  y tan  dura 
que  raya  al  vidrio:  pero  el  rasgo  mas  distintivo  de  esta  roca, 
cuando  se  la  estudia  en  su  propio  criadero,  es  su  constante 
tendencia  á tomar  la  forma  esférica  ó globular,  que  se  pone 
de  manifiesto  en  muchos  centros  basálticos,  sobre  todo  en 
aquellos  puntos  en  que  se  halla  descompuesta;  operación  que 
se  verifica  por  capas  desde  la  superficie  al  centro. 

De  esta  propensión  á la  forma  globular  resulta  el  aspecto 
prismático  que  con  frecuencia  afecta,  consecuencia  natural 
de  la  presión  que  ejercen  unas  esferas  sobre  otras  al  tiempo 
de  desarrollarse;  hecho  demostrado  en  la  figura  35,  en  que 
la  articulación  de  los  prismas  está  revelando  la  manera  de 
formarse. 


Esta  disposición  particular  esférico-prismática  del  basalto 
comunica  un  aspecto  curioso  á las  comarcas  en  que  se  halla 
desarrollado,  mereciendo  nombres  especiales,  como  la  Cal- 
zada de  los  Gigantes  en  Irlanda,  la  Gruta  de  Fin  gal,  la  de  los 
Quesos  en  Dietricht  (fig.  36),  y otros  muchos. 

Variedades.— El  basalto  ofrece  muchas  variedades, 
hijas  unas  de  la  estructura,  tales  como  la  porfiroidéa,  con 
cristales  de  labrador,  llamada  por  otro  nombre  Mimosita; 
granujienta,  por  otro  nombre  Dolerita , en  la  cual  los  dos  ele- 
mentos componentes  se  hallan  aparentes  á la  vista  natural, 
como  se  observa  en  el  Etna:  compacta,  que  es  la  mas  común; 
amigdaloidéa,  con  pequeños  glóbulos  ó masas  llenas  de  car- 
bonato de  cal:  prismática,  globular,  esferoidal,  descompuesta 
que  es  á la  que  generalmente  se  llama  Wacka.  También  se 
llama  por  las  sustancias  accidentales  que  ofrece  peridotífero, 


. rvv  ' V.4v  — 

; Ai.,**  J-lL 


Fig.  36. — Gruta  de  los  quesos 

micáceo,  piroxenífero,  etc.  Por  ultimo,  cuéntanse  como  va- 
riedades los  conglomerados,  las  brechas  y tobas,  las  cenizas 
sueltas  ó aglutinadas,  que  representan  los  materiales  arroja- 
dos por  aquellas  erupciones. 

Yacimiento.— El  basalto  constituye  uno  de  los  pe- 
riodos eruptivos  mas  importantes  en  la  historia  de  las  rocas 
volcánicas,  siendo,  por  regla  general,  intermedia  su  posición 
entre  las  traquitas  y las  lavas.  Su  aparición  pertenece  al  ter- 
reno terciario,  observándosele  en  el  horizonte  eoceno  en 
Ronca  (Yicentino,  Italia);  en  el  mioceno,  en  la  Colina  de 
Gergovia  (en  Auvernia),  y en  las  islas  Columbretes;  por  úl- 
timo, en  el  plioceno,  según  demuestra  la  fig.  37  y los  ejem- 
plares de  toba  basáltica  llena  de  fósiles  pliocenos,  encon- 
trados por  mí  en  el  valle  de  Militello  (Sicilia),  de  los  que 
traje  una  bonita  serie. 

Con  frecuencia  la  aparición  del  basalto  determinó  pro- 
fundas dislocaciones  y fenómenos  de  metamorfismo  muy 
curiosos,  como  he  tenido  ocasión  de  ver  en  las  islas  Cíclo- 
pes, en  las  que  el  basalto,  llevando  delante  de  sí  á las  ar- 
cillas pliocenas  que  constituyen  el  fondo  del  mar,  entre 
Mesina  y Catania,  no  solo  las  convirtió  en  termantida,  sino 
que  el  basalto  mismo  y esta,  ambos  á dos,  fueron  impregna- 
dos de  analcima  en  masa  y en  bonitos  cubos. 

Localidades. — Son  tantas  las  localidades  en  que 
aparece  el  basalto,  así  en  el  extranjero  como  en  la  Penín- 
sula, que  habré  de  limitarme  á las  mas  notables,  y son,  ade- 
más de  las  indicadas  al  tratar  de  la  estructura,  el  Vivarais  y 
la  Auvernia  (en  Francia);  Bolsena,  cerca  de  Roma,  algunos 
puntos  en  el  Etna,  Olot  y Castellfollit,  Cabo  de  Gata  y 
Campo  de  Calatrava. 

Aplicaciones. — Las  columnas  de  basalto  cortadas 
en  porciones  apropiadas  al  objeto,  sirven  para  postes,  guarda- 
cantones, y hasta  para  construcción.  También  suele  destinar- 
se, como  he  visto  en  Auvernia,  para  la  reparación  de  carre- 
teras, aunque  para  ello  no  sea  el  material  mas  á propósito 


GEOGNOSIA 


por  la  facilidad  con  que  se  descompone.  Según  Breislak,  en 
Yenecia  y Montpeller  se  empleó  como  materia  primera  para 
la  fabricación  de  botellas.  En  estado  de  descomposición 
suministra  arcillas,  kaolines  excelentes,  y tierra  vegetal  de 
buena  calidad  para  cereales,  según  se  observa  en  Almagro, 
donde  llaman  negrizales  á estos  suelos. 

Peperino 

Asi  se  llama  por  los  italianos  una  variedad  térrea  del  ba- 
salto, resultado  de  la  cementación  por  la  caliza  ó la  sílice  de 
las  cenizas  y lapilli  de  las  erupciones  basálticas,  ó del  resul- 
tado de  la  descomposición  de  aquella  roca,  á cuyos  materia- 
les suele  agregarse  algún  fragmento  de  otras,  comunicándole 
el  aspecto  de  una  brecha  ó pudinga.  Accidentalmente  suele 
oírecer  el  peperino  hierro  oligisto,  piróxeno  cristalizado,  mica, 


271 

Hauyna,  anfigena,  etc.,  y restos  orgánicos,  vegetales  ó ani- 
males. 

CARACTERES. — Esta  roca  es  de  colores  mas  bien  cla- 
ros que  oscuros,  predominando  el  gris  amarillento.  Su  estruc- 
tura es  entre  celular  y compacta,  imitando  á veces  verdaderos 
conglomerados.  No  es  muy  dura,  tallándose  fácilmente  hasta 
con  el  cuchillo. 

YACIMIENTO. — Aunque  de  procedencia  volcánica,  en 
cuyas  regiones  basálticas  se  encuentra,  el  peperino  suele  con 
frecuencia,  según  queda  indicado,  formar  parte  de  los  terre- 
nos terciarios  medios,  y quizá  también  superiores. 

LOCALIDADES.— Se  observa  en  Val  di  Noto,  en  Sicilia, 
en  las  faldas  del  Vesubio,  y en  las  cercanías  de  Roma  parti- 
cularmente. En  España  se  encuentra  en  Cabo  de  Gata, 
Columbretes  y Olot. 


Fig.  37.— Corte  del  valle  de  Militello  (Sicilia) 

1 Caliza  pliocena  con  Cardium  cdule , y otros  fósiles. — 2 Basalto  columnar. — 3 Basalto  esferoidal. — 4 Capa  de  lava  intercalada 


APLICACIONES. — Es  esta  roca  una  excelente  piedra  de 
construcción,  á cuyo  uso  se  destina  en  Roma  y sus  alrede- 
dores. 

Puzolana 

ETIMOLOGÍA.— Háse  llamado  asi  esta  roca  por  su  pro- 
cedencia de  Pozzuolo,  junto  á Nápoles. 

Sinonimia. — Cemento  romano. 

DEFINICION.— La  puzolana  es  la  parte  incoherente 
formada  de  arenas  y lapilli,  de  las  erupciones  basálticas. 

CARACTÉRES. — Roca  suelta  ó incoherente,  represen- 
tada por  fragmentos  irregulares,  generalmente  negros,  de 
estructura  celular,  etc.  La  composición  es  igual  á la  del  ba- 
salto, alrededor  de  cuyas  erupciones  se  encuentra  en  depó- 
sitos mas  ó menos  considerables. 

LOCALIDADES. — Además  de  la  primitiva  de  Pozzuolo, 
hay  que  indicar,  Roma,  cuyas  famosas  catacumbas  no  son 
mas  que  grandes  excavaciones  que  se  practicaron  para  ex- 
traer la  puzolana;  la  cual  se  encuentra  igualmente  en  varios 
puntos  del  Etna  y del  Vesubio.  En  España,  el  punto  mas 
clásico  para  esta  roca  es  Gradelles  de  Santa  Pau,  en  el  dis- 
trito de  Olot,  y otros. 

APLICACIONES. — El  uso  de  esta  sustancia  para  la 
preparación  de  las  cales  hidráulicas  fue  generalizado  por  los 
romanos,  y aunque  todavía  sirve  para  lo  mismo,  le  ha  qui- 
tado mucha  importancia,  en  estos  últimos  tiempos,  la  fabri- 
cación de  cales  hidráulicas  artificiales,  merced  á los  expen- 
de Yicat,  Kulmann  y otros. 


cacion  d 

j ^ejto^c 


JD 


Leucitofido 


ETIMOLOGÍA. — Esta  palabra  se  deriva  de  la  estructura 
porfiroidea  que  afecta,  y de  los  cristales  de  leucita  que  la 
constituyen. 

SINONIMIA. — Anfigenita,  pórfido,  y lava  anfigénica. 
DEFINICION. — El  leucitofido  es  una  roca  del  grupo 


basáltico,  formada  de  una  pasta  de  anfigena  y piróxeno,  con 
cristales  de  ambos,  pero  en  particular  de  aquella. 

CARACTÉRES. — Lo  primero  que  salta  á la  vista  en 
esta  roca  és  la  estructura  porfiroidéa,  y el  contraste  así  de 
forma  como  de  color  de  la  leucita,  generalmente  gris  blanque- 
cina, exceptuando  una  variedad  que  recogí  en  la  Somma, 
que  es  roja,  y del  piróxeno  negro,  en  prismas  mas  ó menos 
caracterizados.  La  estructura  de  la  masa  es  entre  compacta 
y celular,  y hasta  cavernosa  á veces:  bastante  dura  y tenaz. 

Variedades. — Porfiroidéa  por  llevar  cristales  de  an- 
figena (Rocamonfina  y Somma);  celular,  vitrea  y escoriácea; 
labradorifera  con  cristales  de  labrador  (Rocamonfina  y Vi- 
terbo);  piroxenífera,  con  cristales  de  piróxeno  augita  en  su 
masa  (Fossa  grande,  Vesubio  y Rocamonfina);  peridotífera 
con  peridoto  (Somma  y volcanes),  etc.  También  se  encuen- 
tra un  conglomerado  anfigénico  muy  abundante  en  Roca- 
monfina y en  los  volcanes  de  la  Campaña. 

Yacimiento. — Aunque  perteneciente  al  grupo  basál- 
tico por  su  composición  y relaciones  geognósticas,  el  leuci- 
tofido participaba  de  muchos  caracteres  distintivos  de  las 
lavas  modernas,  sobre  todo  en  el  modo  de  presentarse  en 
grandes  masas,  afectando  montañas  con  verdaderos  cráteres, 
en  capas  ó corrientes,  filones,  diques,  etc.  Los  dos  puntos 
mas  notables  en  este  concepto  son : el  volcan  ya  citado  de 
Rocamonfina,  célebre  por  sus  enormes  anfigenas,  algunas 
de  las  cuales  alcanzan  el  tamaño  de  una  naranja,  según 
puede  verse  en  los  de  mis  colecciones,  y la  Somma,  primi- 
tivo volcan,  en  cuyo  cráter  apareció  en  el  año  79  de  nuestra 
era,  el  actual  Vesubio.  Entrambos  á dos  ofrecen  el  modo  ó 
tipo  mas  acabado  de  lo  que  hoy  se  ha  convenido  en  llamar 
cráter  de  erupción;  formado  de  una  llanura  limitada  por  un 
monte  circular  ó semicircular,  en  cuyo  centro  surgió  poste- 
riormente un  cono  volcánico  que  levantó  y dislocó  las  capas 
de  aquel.  Lo  único  que  los  distingue  es  que  en  el  de  Roca- 
monfina fueron  las  traquitas  las  que  determinaron  el  levan- 
tamiento, que  en  el  Vesubio  fué  producido  por  lavas  mo- 
dernas. 


GEOLOGIA 


272 

APLICACIONES.— El  leucitofido  es  una  excelente  pie- 
dra de  construcción,  pudiendo  decir  que  es  la  principal  y 
casi  la  única  que  se  emplea  para  este  uso  en  todos  los  pue- 
blos inmediatos  á estos  dos  puntos.  La  mayor  parte  de  los 
edificios  y monumentos  de  Pompeya  están  construidos  con 
esta  roca. 

Además  sirve  también  para  piedras  de  molino,  á cuyo  uso 
la  destinaban  ya  los  habitantes  de  Pompeya,  como  tuve 
ocasión  de  ver  en  1852  y 53. 

También  esta  roca  se  descompone  con  facilidad,  dando  por 
resultado  una  tierra  veget 


En  Monte  Vulture,  no  léjos  de  Amalfi  (Ñapóles),  se  en- 


cuentra una  roca  volcánica  muy  curiosa  por  los  cristales  ó 
por  pequeñas  masas  azules  de  Hauyna  qne  salpican  la  masa, 
por  cuya  circunstancia  ofrece  gran  belleza,  y ha  recibido  el 
nombre  de  Hauynofido.  En  las  colecciones  del  gabinete  de 
Historia  Natural  pueden  verse  muy  hermosos  ejemplares 


traidos  por  mí. 


TERCER  GEN  ERO.  — LÁVICO 


I V », 


género  comprende  los  productos  sólidos  de  los  vol- 
nes  modernos  apagados  ó en  actividad,  y en  los  azúfrales, 
divide  en  dos  especies,  á saber:  i.a  lava;  2.a  azufre. 

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Lava 


INONIMIA. — Escoria  volcánica,  tefrina,  lapilli,  etc. 
DEFINICION. — La  palabra  lava,  mas  queá  una  compo- 
sición determinada,  se  aplica  á todos  los  productos  sólidos 
de  los  volcanes  modernos.  En  su  composición  figuran  varios 
feldespatos  asociados  al  piróxeno,  á la  anfigena  y á todas  las 
indicamos  al  tratar  de  las  erupciones  mo- 


sustancias  que 
demás. 

Caracteres. 


construcción,  y como  tal  se  emplea  en  Nápoles,  Pompeya, 
Catania,  etc.  También  se  destina  para  el  empedrado,  pudien- 
do asegurar  que  casi  todas  las  vías  romanas,  en  Italia  al  me- 
nos, están  hechas  con  fragmentos  irregulares  de  esta  roca,  de 
la  cual  la  grava  y arena  puede  emplearse  también  como  pu- 
zolana;  su  descomposición  da  varios  productos,  que  se  em- 
plean, particularmente,  para  la  cerámica  tosca,  y una  tierra 
vegetal  tan  sumamente  feraz,  como  lo  acredita  la  exuberante 
vegetación  de  los  alrededores  de  Nápoles  y del  Etna. 

Azufre 

Como  esta  roca,  representada  por  el  cuerpo  simple  de  este 
nombre,  suele  encontrarse  con  frecuencia  en  los  volcanes 
activos  y en  los  azúfrales,  aunque  no  sea  este  su  único  yaci- 
miento, Coquand  la  coloca  en  este  grupo:  con  mas  razón, 
quizás,  debiera  figurar  entre  los  combustibles. 

DEFINICION. — El  azufre  es  un  cuerpo  simple  de  la  na- 
turaleza, cuya  coloración,  estructura,  formas  cristalinas  y de- 
más caractéres  son  sobrado  conocidos,  y mas  bien  del  domi- 
nio de  la  Mineralogía,  que  de  la  Geología. 

Variedades.— Compacto,  granular,  estalactítico,  gu- 
tular,  estratificado,  etc. 

Yacimiento.— Según  queda  ya  dicho,  el  azufre  no 
solo  se  encuentra  en  las  rocas  volcánicas  de  la  época  moder- 
na, sino  muy  particularmente  en  terrenos  de  sedimento, 
mayormente  en  los  terciarios,  como  se  nota  en  muchos  pun- 
tos de  Sicilia,  y en  España,  en  Conil,  de  donde  proceden  los 
mejores  ejemplares  cristalizados  que  se  conocen.  En  Libros, 
notable  criadero  por  la  abundancia  de  fósiles  convertidos  en 
dicha  sustancia;  en  los  alrededores  de  Lorca,  y en  las  famo- 
sas minas  de  Hellin,  donde  se  halla  relacionado  con  el  sulfa- 
to dé  sosa  y magnesia  y con  la  dusodila. 

APLICACIONES. — Son  demasiado  conocidas  de  todo  el 

. 7 

o,  para  que  nos  detengamos  en  enumerarlas. 


-En 


general  la  lava  se  presenta 
estructura  compacta,  algo  celular  y hasta  cavernosa,  según 
la  posición  que  ocupa,  lo  cual  supone  la  salida  mas  ó menos 
rápida  de  las  sustancias  gaseosas  que  contiene.  Cuando  es 
celular  y cavernosa,  si  se  presenta  en  pequeños  fragmentos 
irregulares  que  sobrenadan  en  el  agua,  se  llaman  lapilli,  y si 
el  tamaño  se  reduce  mas,  llega  á constituir  grava,  arena  y 
ceniza  lávica.  El  color  de  esta  roca  suele,  por  lo  común,  ser 
oscuro,  y casi  negro  á veces;  piedra  de  mucha  dureza  y te- 
nacidad, etc. 

VARIEDADES. — Según  el  elemento  que  en  ellas  pre- 
domina, asi  se  dicen : lava  ortósica,  como  las  de  Islandia  y 
Vesubio,  donde  ofrece  cristales  de  riacólita;  oligoclásica, 
como  la  de  Tenerife;  por  último,  las  hay  también  labrado- 
ritas con  piróxeno.  En  todos  estos  casos  pueden  presentarse 
variedades  de  estructura,  de  coloración , de  sustancias  acci- 
dentales diversas,  etc. 

YACIMIENTO. — La  lava  forma  todos  los  volcanes  ac- 
tivos y apagados  de  la  época  moderna,  remontando,  tal  vez, 
sus  erupciones  al  último  período  del  terreno  terciario. 

En  dichos  centros  volcánicos  se  encuentra  la  lava  en 
grandes  masas,  en  bombas  y lágrimas  volcánicas,  en  cordo- 
nes á la  superficie  de  las  corrientes,  y también  en  capas 
imitando  una  falsa  estratificación. 

Localidades. — El  Vesubio,  el  Etna,  las  islas  de  San- 
torino,  los  muchos  volcanes  de  la  Auvernia,  y en  España 
algunos  puntos  del  Cabo  de  Gata  y del  distrito  de  Olot,  son 
dignos  de  mención,  entre  otros  muchos. 

APLICACIONES.  — La  lava  es  una  excelente  piedra  de 


las  mundo,  para  que 

¡Sfif  r-e; 


TERCERA  CLASE 


Rocas  neptúnicas 


Así  como  en  las  que  acabamos  de  describir,  el  fuego  solo, 
ó auxiliado  de  otros  agentes,  fué  el  encargado  de  formarlas, 
en  las  que  vamos  ahora  á examinar  ha  intervenido  de  una 
manera  muy  directa  el  agua,  razón  por  la  cual  se  las  llama 
neptúnicas  y también  ácueas. 

CARACTERES.— Estas  rocas  se  presentan  en  bancos  ó 
capas  sensiblemente  paralelas,  y ofrecen  en  su  seno  restos 
orgánicos  en  estado  fósil. 

DIVISION. — Entre  las  rocas  neptúnicas,  las  hay  que 
conservan  todavía  los  caractéres  de  su  primitiva  formación, 
y otras  que  han  experimentado  cambios  mas  ó menos  pro- 
fundos en  su  esencia  ó en  sus  accidentes  exteriores.  De  aquí 
la  división  de  esta  clase  en  dos  órdenes,  á saber:  rocas  nor- 
males y rocas  metamórficas. 


T 


PRIMER  ÓRDEN 

Neptúnicas  normales 


Este  orden  se  divide  en  dos  géneros:  en  el 
locan  las  de  sedimento  químico;  en  el  segu 
mentó  mecánico. 

PRIMER  GENERO.  -DE  SEDIMENTO  QUIMICO 

Llámanse  así  las  rocas  de  sedimento,  cuyos  elementos 
mineralógicos  se  hallaron  primitivamente  en  disolución  en  el 


GEOGNOSIA 


agua,  haciéndose  después  insolubles  en  virtud  de  determina- 
das reacciones  químicas.  Este  género  comprende  varias 
especies. 

Caliza 

SINONIMIA.— Limestone  (inglés),  Kalkstein  (aleman), 
creta,  toba,  travertino,  panchina,  pizarra  caliza,  marga,  etc. 

DEFINICION  Y CARACTÉRES.— Las  rocas  calizas 
ofrecen  diferentes  caractéres  físicos  y exteriores,  si  bien  en 
el  fondo  todas  reconocen  la  misma  composición  represen- 
tada por  el  carbonato  de  cal,  resultado  de  la  combinación 
del  ácido  carbónico  con  el  óxido  calcico,  ó sea  la  cal  viva, 
en  la  proporción  de  dos  átomos  de  aquel  por  uno  de  esta. 

Las  diferencias  de  aspecto,  de  estructura,  de  color,  etc., 
dan  márgen  al  sinnúmero  de  variedades  que  de  esta  roca  se 
admiten  hoy  dia;  pero  todas  participan  de  los  siguientes  carac- 
téres: 

i.°  La  insolubilidad  en  el  agua,  á menos  de  contener  un 
exceso  de  ácido  carbónico;  y la  solubilidad  con  efervescencia 
viva  en  los  ácidos,  resultado  del  desalojamiento  del  ácido 
carbónico  que  se  desprende,  como  en  la  cerveza  y el  vino 
de  Champagne,  en  burbujas  abundantes. 

2.0  La  trasformacion  en  cal  viva  por  la  acción  del  calor. 

3.0  El  peso,  que  es  dos  veces  mayor  que  el  del  agua  des- 
tilada. 

4.0  Su  escasa  dureza  que  permite  las  raye  la  navaja  ó el 
vidrio;  siendo  después  del  yeso  y el  talco,  las  sustancias  mas 
blandas  que  se  conocen. 

Prescindiendo  de  los  caractéres  de  presentarse  en  capas  ó 
estratos  ó de  llevar  fósiles  en  su  seno,  pues  estos  son  comu- 
nes á toda  la  clase,  y dejando  para  mas  adelante  la  indica- 
ción de  sus  numerosas  aplicaciones,  veamos  de  qué  modo  se 
pueden  distribuir  sus  numerosas  variedades  para  darlas  á 
conocer  con  método  y claridad. 

Variedades. — Las  variedades  de  la  especie  caliza 
pueden  agruparse  alrededor  de  las  rocas  simples,  formadas 
tan  solo  de  carbonato  de  cal,  ó de  las  compuestas,  que  son 
las  que  además  llevan  otra  ú otras  sustancias  que  les  impri- 
men carácter.  Unas  y otras  pueden  presentarse  agregadas, 
conglomeradas  y sueltas  ó incoherentes. 

Calizas  simples  agregadas.— Raras  veces  las 
rocas  calizas  se  presentan  perfectamente  puras  (1);  cuando 
menos  ofrecen  alguna  materia  tintórea  que  les  da  el  color, 
ó sustancias  bituminosas  que  Ies  comunican  un  olor  parti- 
cular. 

Caliza  incrustante,  alabastro  calizo. — 
Cuando  son  del  todo  puras  las  calizas,  se  presentan  blancas 
mas  ó menos  cristalinas  ó mates,  y de  estructura  compacta, 
terrosa,  ó granujienta.  La  que  bajo  este  punto  de  vista  ocupa 
el  primer  lugar  es  la  conocida  con  los  nombres  de  traverti- 
no, toba  caliza  ó caliza  incrustante,  resultado  de  la  disolu- 
ción del  carbonato  de  cal  en  las  aguas  cuando  lleva  un 
exceso  de  ácido  carbónico,  y de  su  fijación  alrededor  de  los 
objetos  que  encuentra  á su  paso. 

Cuando  esta  operación  se  verifica  en  las  cavernas,  forma 
esas  columnas  tan  caprichosas  que  bajo  el  nombre  de  esta- 
lactitas constituyen  el  adorno  de  los  subterráneos  naturales ; 
las  contracolumnas  que  se  depositan  en  el  fondo  ó suelo  se 
llaman  estalacmitas.  De  unas  y otras  procede  la  roca  llamada 
alabastro  calizo,  para  distinguirlo  del  yesoso,  compuesto  de 
capas  ó fajas  concéntricas  y ondulosas,  que  constituyen  su 
mejor  carácter  y belleza.  Todos  los  mármoles  que  vulgar- 


1 1 ) La  análisis  ha  demostrado  que  hasta  las  calizas  consideradas 
como  las  mas  puras,  contienen  magnesia  en  mayor  ó menor  proporción. 
Tomo  IX 


273 

mente  se  llaman  de  fajas  ó aguas,  son  en  rigor  alabastros 
calizos:  cuando  su  color  es  blanco  ó amarillento,  trasluciente 
en  su  masa,  y las  zonas  ó fajas  blancas,  mate  ó de  color  de 
miel  ó caramelo,  reciben  el  pomposo  nombre  de  alabastro 
oriental. 

OOLITAS  Y PISOLITAS. — Cuando  eL  carbonato  que 
llevan  disuelto  las  aguas,  en  vez  de  depositarse  por  filtración, 
se  agrupa  alrededor  de  una  burbuja  de  aire,  grano  de  arena 
ó cuerpo  orgánico  en  aquellos  puntos  en  que  las  aguas  están 
agitadas,  se  forma  primero  un  núcleo  que  va  engrosando  por 
capas,  dando  origen  á las  oolitas,  si  los  granos  son  muy  pe- 
queños; y á las  pisolitas,  si  son  de  bastante  tamaño  y apa- 
rentes las  capas  concéntricas  que  las  forman.  La  aglutinación 
de  las  oolitas  y pisolitas  forma  una  caliza,  que  se  distingue 
con  los  nombres  de  oolítica  y pisolítica.  Los  confites  de 
Tívoli  son  pisolitas  sueltas  formadas  por  las  aguas  del  rio 
Teverone,  en  el  pueblo  de  dicho  nombre,  cerca  de  Roma,  en 
donde  he  tenido  ocasión  de  estudiar  su  formación:  lo  mismo 
que  los  de  la  Fuente  San  Felipe  (Toscana):  los  de  Carlsbad, 
que  son  de  aragonito,  y otros  muchos.  El  Sr.  Virlet  d’Aoust, 
en  una  Memoria  leída  en  diciembre  de  1S57  ante  la  Socie- 
dad geológica  de  Francia,  acerca  de  la  formación  de  las  ooli- 
tas y masas  nodulosas,  dice  haber  presenciado  en  el  lago 
Texcoco  (México)  la  de  la  caliza  oolítica,  debida  á la  conso- 
lidación ó fijación  del  carbonato  de  cal  alrededor  de  cada 
uno  de  los  huevos,  que  en  número  prodigioso,  depositan  en 
el  fondo  de  las  aguas  la  corixa  femorata  y la  tiofonecla  uni- 
fasciata , insectos  hemípteros  de  la  tribu  de  los  Notonectí- 
deos.  De  tan  curiosa  observación  y de  la  no  menos  impor- 
tante, consignada  por  Ehrenberg,  de  que  el  centro  de  las 
oolitas  de  Alemania  é Inglaterra  se  halla  ocupado  por  infu- 
sorios, deduce  aquel  distinguido  geólogo,  que  se  puede  ex- 
plicar por  una  causa  análoga  la  formación  de  estas  rocas  que 
tan  desarrolladas  se  hallan  en  determinados  terrenos. 

El  encontrarse  el  núcleo  de  las  oolitas  unas  veces  hueco, 
otras  lleno,  se  explica,  según  Virlet,  porque  en  el  primer  caso, 
habiendo  permanecido  el  huevo  intacto,  desapareció  después 
por  reacciones  químicas;  mientras  que  habiéndose  roto  en  el 
segundo,  la  materia  caliza  ocupó  su  lugar,  adquiriendo  la 
forma  de  los  objetos  que  le  sirven  de  núcleo. 

INCRUSTACION  Y PETRIFICACION.— Aunque  solo 
sea  de  paso,  debemos  indicar  la  diferencia  que  existe  entre 
lo  que  se  llama  incrustación  y petrificación,  pues  muy  á me- 
nudo se  confunden,  faltando  á la  exactitud  del  lenguaje.  En 
la  incrustación,  el  objeto,  sin  variar  de  naturaleza,  se  cubre 
de  una  capa  de  sustancia  caliza  ó de  otra  materia  cualquiera; 
mientras  que  en  la  petrificación  ó en  el  fósil,  subsistiendo 
tan  solo  la  forma,  la  sustitución  de  'la  materia  animal  ó vege- 
tal por  una  sustancia  inorgánica  es  mas  ó menos  completa. 

Yacimiento. — De  estas  variedades  de  rocas  calizas, 
el  alabastro  es  común  en  las  cavernas  ó grutas;  el  travertino 
ó toba,  no  léjos  de  las  fuentes  que  llevan  el  carbonato  de  cal 
en  disolución;  las  oolitas  son  tan  comunes  en  el  terreno  ju- 
rásico, que  todo  él,  y muy  particularmente  los  pisos  de  la 
grande  y de  la  inferior  oolita,  han  merecido  este  nombre  por 
excelencia.  También  se  encuentran,  aunque  no  tan  desarro- 
lladas, en  el  cretáceo  y terciario.  Las  pisolitas,  siquiera  me- 
nos comunes,  se  encuentran  también  en  el  terreno  jurásico, 
en  el  piso  neocómico  del  cretáceo,  y en  el  terciario;  siendo 
notable  el  horizonte  geognóstico,  que  por  esta  razón  se  llama 
de  la  caliza  pisolítica  en  los  alrededores  de  París. 

Localidades  españolas. — Todas  estas  rocas  son 
tan  abundantes,  que  me  limitaré  á indicar  algunas  localida- 
des de  la  Península,  por  el  interés  que  deben  inspirar. 

La  toba  caliza  existe  en  las  Peñas  de  Agustina  y en  la 
Cueva  de  las  Maravillas  (Segorbe) : entre  la  Alcudia  y Mo- 

35 


274 


GEOLOGIA 


gente,  ferro  carril  de  Valencia:  en  Ruidera,  Albacete,  Valde- 
sotos,  Checa,  Molina,  Guadalajara,  Coin  y en  varios  otros 
puntos.  Los  alabastros  de  la  provincia  de  Granada  son  nota- 
bles por  su  belleza.  La  caliza  oolítica  se  encuentra  en  Almi- 
ruete,  cerca  de  Tamajon,  en  Rubielos  y en  otros  puntos.  La 
pisolítica  en  Reoli,  cerca  de  Alcaráz,  en  Ossa  de  Montiel,  en 
Jérica,  etc. 

MÁRMOLES. — La  caliza  simple,  agregada  con  colores 
ó sin  ellos,  cuando  se  presenta  compacta,  de  estructura  igual 
y se  presta  al  pulimento,  recibe  la  denominación  de  mármol. 
Sus  variedades  son  infinitas  y la  clasificación  muy  difícil, 
pues  en  cada  localidad  reciben  nombres  distintos. 

Yacimiento. — Los  mármoles  pertenecen  á todos  los 
terrenos;  asi  como  respecto  á los  colores  recorren  toda  la  es- 
cala de  tintas  imaginables. 

Sin  entrar  en  el  exámen  detallado  de  cada  uno,  pues  en 
último  resultado  su  composición  es  idéntica,  variando  tan 
solo  en  las  materias  tintóreas  y en  alguno  que  otro  accidente 
exterior,  bastará  hacer  una  indicación  de  los  mas  princi- 
pales. 

PIEDRA  LITOGrAfica. — Dejando  aparte  los  esta- 
tuarios, pues  pertenecen  con  otros  al  orden  segundo  ó sea  al 
de  las  rocas  metamórficas;  y aunque  comunmente  no  suele 
darse  el  nombre  de  mármol  al  que  vamos  á describir,  sin 
embargo,  merece  colocarse  entre  ellos  por  participar  de  los 
caracteres  que  les  hemos  asignado  y por  su  importancia  in- 
dustrial. 

La  piedra  litográfica  es  de  color  variable,  por  lo  común  de 
tintas  claras,  amarillentas  ó grises,  algo  sucias;  pero  lo  que 
principalmente  distingue  d esta  roca  importantísima,  es  la  es- 
tructura de  grano  muy  fino,  algo  porosa,  que  deja  penetrar 
con  facilidad  en  su  masa  las  materias  grasas,  como  la  tinta  y 
lápiz,  con  que  se  escriben  ó trazan  en  su  superficie  los  di- 
bujos. 

YACIMIENTO.— Esta  piedra,  que  con  razón  se  la  puede 
llamar  preciosa,  atendida  la  importancia  de  sus  aplicaciones, 
se  encuentra  en  los  terrenos  jurásico  y cretáceo;  siendo  un 
excelente  indicio  para  encontrarla  la  presencia  de  capas  de 
arcillas  y margas,  alternando  con  las  calizas  en  grandes  ban- 
cos, supuesto  que  participa  algún  tanto  de  la  naturaleza  ar- 
cillosa, como  es  fácil  advertir  p<?r  el  olor  terroso  que  despide 
cuando  se  le  aplica  el  aliento.  Bien  merece  estos  detalles  y 
noticias  indagatorias  una  piedra  cuyas  aplicaciones,  resumi- 
das en  su  propio  nombre,  son  de  tal  importancia,  que  el 
hallar  una  cantera  de  buena  calidad,  equivaldría  á la  mejor 
mina  de  metales  preciosos. 

LOCALIDADES. — La  mejor  y mas  apreciada  en  el  co- 
mercio es  la  de  Pappenheim  (Baviera)  perteneciente  al  ter- 
reno jurásico.  En  Francia  se  conocen  algunas  localidades;  y 
en  España,  en  las  Provincias  Vascongadas  está  en  explota- 
ción en  el  monte  Jaitzguibel,  jurisdicción  de  Fuenterrabia 
(Guipúzcoa),  también  en  el  terreno  jurásico:  en  Monte  Ulia 
ó Sierra  de  Miral,  entre  Pasajes  y San  Sebastian,  en  el  lla- 
mado Garato  cerca  de  Guetaria,  en  Mullavia  y Maruclas, 
entre  Bilbao  y Munguía;  en  Aviles  (Asturias);  en  la  Sierra 
de  las  Culebrinas,  cerca  de  Lorca,  según  el  Sr.  Guirao;  al 
oeste  de  Briviesca  y en  Alhama  de  Aragón,  de  donde  he 
visto  muy  buenos  ejemplares  que  ensayó  con  éxito  en  Madrid 
el  litógrafo  Bachiller:  en  Alcalá  de  la  Selva,  y en  muchos 
puntos  del  terreno  cretáceo  de  Castellón,  es  común  esta 
piedra,  si  bien  de  calidad  inferior. 

Mármol  negro  carbonífero.— Entre  los  que 
propiamente  se  llaman  mármoles,  es  notable  el  negro  man- 
chado de  blanco  por  los  cortes  de  conchas  y otros  fósiles  que 
encierra,  correspondiente  al  terreno  del  carbón  de  piedra: 
razón  por  la  cual  se  llama  también  mármol  carbonífero.  Dos 


cosas  lo  distinguen,  á saber:  el  color  negro  y el  olor  aromá- 
tico, debido  uno  y otro  á los  principios  carbónicos  y bitumi- 
nosos que  encierra. 

Yacimiento  y localidades.— Propio  del  terre- 
no de  su  mismo  nombre,  es  común  en  todos  los  distritos  de 
carbón  de  piedra;  pero  los  mas  estimados  para  objetos  de 
adorno,  como  mesas,  lápidas,  chimeneas,  etc.,  son  los  de  la 
provincia  del  Hainaut,  en  Bélgica. 

MÁRMOL  LUM  aquel  A.— Algunas  veces  los  frag- 
mentos de  conchas  y otros  fósiles  forman,  por  decirlo  asi,  la 
parte  principal  de  la  masa;  en  cuyo  caso  el  mármol  se  llama 
Lumaquela,  nombre  usado  por  primera  vez  por  los  canteros 
italianos  y admitido  en  el  lenguaje  científico;  de  hermoso 
efecto  cuando  se  talla  y pulimenta,  pues  la  variada  posición 
de  los  fósiles  da  origen  á mil  caprichos  que  se  destacan  del 
fondo  de  color  uniforme,  que  corresponde  al  cemento  que 
los  aglutina.  A veces  las  conchas  han  conservado  el  nácar 
y brillo  natural,  y entonces  la  Lumaquela  se  llama  noble. 

YACIMIENTO. — Este  mármol  es  muy  común  en  los 
terrenos  jurásico  y cretáceo  de  Inglaterra,  abundando  no 
poco  en  España.  El  mármol  ammonitífero  de  Cabra  perte- 
nece al  primero,  y al  segundo  ó cretáceo  muchos  de  la  pro- 
vincia de  Castellón,  sobre  todo  en  Alcalá  de  Chisvert,  Mo- 
rella,  etc. 

MÁRMOLES  BLANCOS.— También  entre  los  no  me- 
tamórficos  existen  mármoles  blancos  de  estructura  compacta, 
á veces  arenosa  y hasta  cristalina,  producto  de  precipitación 
química. 

En  el  reino  de  Valencia  son  muy  comunes  estos  mármoles 
en  el  terreno  cretáceo;  y adquieren  en  muchos  puntos  gran 
desarrollo. 

Cuando  las  calizas  se  componen  de  nódulos,  tubérculos  ó 
fragmentos  de  la  misma  naturaleza,  reunidos  ó aglutinados 
por  un  cemento  calizo,  reciben  el  nombre  de  rocas  conglo- 
meradas. 

Calizas  simples  conglomeradas.— La  pri- 
mera de  estas  es  el  mármol  tuberculoso,  que  se  distingue  por 
sus  glóbulos,  que  son  cilindricos,  en  vez  de  esféricos  como 
en  los  pisoliticos. 

BROC ATELA.  —Cuando  estos  glóbulos  ó tubérculos  son 
irregulares  é incompletos,  y se  presentan  penetrándose  mu- 
tuamente, el  mármol  se  llama  Brocatela;  sumamente  agrada- 
ble á la  vista  después  de  pulimentado,  y del  cual  somos  casi 
los  únicos  poseedores  en  las  canteras  de  las  inmediaciones 
de  Tortosa,  pertenecientes  al  terreno  cretáceo.  La  cantidad 
anual  de  explotación  y exportación  de  este  mármol  en  la  in- 
dicada localidad  es  muy  respetable. 

MÁRMOL  EN  BRECHA. — Cuando  en  vez  de  los  tu- 
bérculos ó nódulos,  la  piedra  se  compone  de  fragmentos  an- 
gulosos y desiguales  reunidos  por  un  cemento  cualquiera,  se 
llama  mármol  en  brecha,  de  muy  buen  efecto,  sobre  todo 
cuando  los  fragmentos  no  son  desmesurados  y reúnen  un  va- 
riado juego  de  colores,  destacándose  de  un  fondo  uniforme. 

Mármol  PUDINGA —Cuando  en  vez  de  ser  angulo- 
sos los  fragmentos  son  redondeados,  como  pequeñas  chinas 
ó guijarros,  el  mármol  recibe  el  nombre  de  pudinga  ó almen- 
' drilla. 

YACIMIENTO.— Las  dos  especies  anteriores  son  muy 
comunes  y forman  bancos  de  gran  espesor  en  los  terrenos 
cretáceos  de  la  provincia  de  Castellón,  y muy  particularmente 
en  la  costa  desde  Peñíscola  hasta  Torreblanca,  pasando 
frecuentemente  á la  lumaquela  y presentando  señales  eviden- 
tes de  su  destrucción  por  las  aguas  del  mar. 

CRETA. — La  creta  es  una  piedra  caliza,  unas  veces  sim- 
ple, otras  mezclada  con  algo  de  arena,  sílice,  arcilla  ó frag- 
mentos pequeños  de  fósiles;  blanca  por  lo  común;  algo  áspera 


GEOGNOSIA 


al  tacto,  friable;  de  estructura  pulverulenta  y deleznable, 
pudiendo  considerarla  como  la  caliza  terrosa  por  excelencia: 
tizna  los  dedos,  se  pega  un  poco  á los  labios  cuando  contiene 
arcilla;  y se  presenta  en  capas  de  gran  espesor  en  diferentes 
terrenos,  pero  en  especial  en  el  que  se  designa  por  su  predo- 
minio con  el  nombre  de  cretácea. 

Al  tratar  de  este  período  geológico,  veremos  cuáles  son 
los  caractéres  particulares  que  lo  distinguen  de  los  demás, 
fundados  principalmente  en  la  presencia  de  nodulos  ó riño- 
nes de  pedernal  alternando  con  capas  de  caliza. 

La  creta  se  deja  embeber,  y hasta  se  deslie  casi  completa- 
mente en  el  agua. 

Observada  al  microscopio,  esta  roca  importantísima  apa- 
. rece  formada,  según  Ehrenberg,  de  una  parte  cristalina  esen- 
cialmente mineral,  y de  otra  orgánica  compuesta  de  la 
acumulación  de  despojos  de  animales  microscópicos,  llama- 
dos foraminíferos,  pertenecientes  á las  familias  de  los  polita- 
lámicos  y nautilitidos,  de  una  pequeñez  tal,  que  se  calcula 
que  500  gramos  de  creta  contienen  10  millones  de  indivi 
dúos.  Si  se  reflexiona  que  hay  depósitos  de  creta  de  mas 
de  300  metros  de  espesor,  se  tendrá  una  idea  del  número 
incalculable  de  estos  séres  invisibles  á la  simple  vista,  y del 
poder  del  organismo  en  determinadas  épocas  de  la  historia 
del  globo. 

Yacimiento. — En  estado  de  verdadera  creta  se  pre- 
senta, y la  he  visto  en  capas  muy  considerables,  en  Meudon 
(alrededores  de  París):  en  el  territorio  de  la  Champagne,  en 
donde  se  cultiva  la  vid  que  suministra  el  excelente  vino  de 
este  nombre;  en  la  costa  de  Stevensklint  (Dinamarca):  en  Ru- 
sia, esta  roca  blanca  y manchadiza  forma  parte  del  terreno 
carbonífero. 

En  España,  aunque  no  es  común,  se  la  ve  en  los  Pirineos, 
en  la  provincia  de  Castellón,  San  Sebastian  y en  otras  loca- 
lidades, pertenecientes  al  terreno  de  su  mismo  nombre. 

Aplicaciones. — Prescindiendo  de  los  tránsitos  insen- 
sibles de  esta  roca  á la  caliza  compacta,  propia  para  la  cons- 
trucción, la  creta  se  destina  á muchos  usos  de  la  mayor 
importancia.  Pulverizada  y tamizada,  se  emplea  para  limpiar 
los  metales,  en  especial  los  utensilios  de  plata  y cobre,  y 
también  los  objetos  de  cristal.  Pero  tanto  para  este  como 
para  otros  usos,  se  prefiere  tomarla  preparada;  en  cuyo  caso 
se  la  conoce,  sin  saber  porqué,  con  el  nombre  de  blanco  de 
España.  Esta  preparación  se  verifica  triturándola  y deslién- 
dola primero  en  el  agua,  dejándola  reposar  después  para 
que  vayan  al  fondo  las  partes  mas  bastas;  luego  se  decanta 
el  líquido  que  arrastra  las  partículas  mas  finas:  se  repite  dos 
ó tres  veces  la  operación,  según  el  grado  de  tenuidad  que 
se  desea;  se  deja  secar  por  evaporación;  y cuando  la  pasta 
ofrece  cierto  grado  de  consistencia,  se  le  da,  por  medio  de 
moldes,  la  forma  que  se  quiere,  conforme  al  objeto  á que  se 
la  destina.  En  este  estado  se  emplea  para  escribir  en  los 
encerados;  para  dibujar  y hacer  demostraciones  en  las  cáte- 
dras; en  la  pintura  al  temple,  y como  base  para  el  pastel; 
para  el  vaciado  en  la  escultura,  en  las  molduras  doradas  y 
para  infinidad  de  otros  usos. 

Los  tres  grandes  centros  de  explotación  y preparación  de 

Eesta  sustancia  en  Europa,  son:  Meudon,  en  los  alrededores 
de  París,  la  Champagne  en  Francia,  y Stevensklint  en  Dina- 
marca. 

Caliza  BASTA. — La  caliza  basta  es  una  especie  de 
conglomerado  de  fragmentos  de  todas  formas  y tamaños  de 
conchas,  zoófitos  y otros  fósiles,  al  parecer  reunidos  por  un 
cemento  calizo.  Roca  de  aspecto  poroso,  bastante  tierna  y 
fácil  de  labrar  cuando  sale  de  la  cantera;  pero  que  después 
se  endurece  convirtiéndose  en  una  excelente  piedra  de  cons- 
trucción. Todos  los  edificios  de  París  están  construidos  con 


275 

esta  piedra,  á la  que  en  rigor,  á lo  menos  para  aquella  loca- 
lidad, debía  darse  el  nombre  de  preciosa. 

La  estructura  porosa  la  distingue  del  mármol  lumaquela , 
que  es  compacto. 

Yacimiento  Y LOCALIDADES.— La  caliza  basta 
se  presenta  en  bancos  de  grande  extensión,  no  solo  en  los 
terrenos  terciarios,  como  en  París,  que  tiene  su  asiento  sobre 
esta  roca,  sino  también  en  los  cretáceos  superiores,  como  en 
Maestricht,  Holanda  y en  otros  puntos. 

ROCAS  calizas  COMPUESTAS.— En  rigor,  raras 
veces  las  rocas  calizas  se  presentan  puras;  siendo  lo  común 
verse  mezclados  sus  elementos  con  sustancias  diversas, 
dando  esto  origen  á rocas  diferentes  de  las  descritas  hasta 
aquí. 

CALIZA  SILÍCEA.  — Una  de  las  mas  comunes  entre 
las  compuestas  es  la  llamada  caliza  silícea,  efecto  de  la  pe- 
netración en  su  masa  de  una  cantidad  mayor  ó menor  de 
sílice,  circunstancia  que  le  da  un  aspecto  mate;  la  estructura 
se  hace  mas  compacta,  y la  roca  adquiere  tanta  dureza,  que 
da  chispas  con  el  eslabón.  Esto  y el  no  hacer  efervescencia 
tan  viva  cuando  se  la  ataca  por  ácidos,  y el  dejar  un  residuo 
silíceo  tratada  por  estos,  son  los  caractéres  que  la  distinguen 
de  las  demás. 

La  mayor  parte  de  las  calizas  llamadas  lacustres  por  su 
procedencia,  pertenecen  á esta  especie;  reconociéndose  su 
origen  por  la  naturaleza  de  los  fósiles,  que  son  muy  distintos 
de  los  de  capas  marinas,  según  veremos  mas  adelante. 

Localidades  extranjeras.— En  el  extranjero 
esta  caliza  es  común,  y se  la  puede  ver  en  todo  el  territorio 
de  la  Brie,  de  donde  procede  el  rico  queso  así  llamado;  en 
I Beaulieu,  cerca  de  Aix,  en  Gergovia  (Auvernia),  y en  otros 
muchos. 

LOCALIDADES  ESPAÑOLAS.  — La  mayor  parte  de 
las  calizas  lacustres  terciarias  de  las  dos  Castillas,  en  parti- 
cular la  famosa  de  Colmenar  Viejo,  lo  mismo  que  la  de 
Carratraca  y alrededores  de  Málaga,  y otros  mil  puntos,  son 
mas  ó menos  silíceas. 

Es  muy  común  en  las  calizas  silíceas,  sobre  todo  en  las 
lacustres,  encontrar  convertidos  en  sílice  hasta  los  fósiles 
mismo?,  así  animales  como  hojas  y troncos  de  plantas,  como 
he  visto  y recogido  ejemplares  en  los  terrenos  terciarios  de 
la  Auvernia  y en  los  alrededores  de  Paris. 

MÁRMOL  RUINiforme.— No  tan  abundante  como 
la  variedad  anterior,  pero  tanto  ó mas  curiosa,  es  la  que  se 
conoce  con  el  nombre  de  mármol  en  ruinas;  que  consiste 
I en  una  caliza  algún  tanto  arcillosa,  que  se  ha  dejado  pene- 
trar por  una  materia  ferruginosa  á través  de  las  hendiduras 
que  ofrece  su  estructura;  materia  que  con  sus  diversas  tintas 
comunica  un  aspecto  tan  irregular  á la  roca,  que  cuando  se. 
i corta  en  lajas,  imita  todos  los  dibujos  de  un  edificio,  ó una 
ciudad  en  ruinas  ó incendiada. 

Yacimiento  y localidad. — Este  mármol  se  en- 
cuentra en  el  terreno  cretáceo;  y por  ahora  casi  su  única 
patria  es  la  Toscana,  no  léjos  de  Florencia,  en  donde  se 
labra  y vende  á muy  buen  precio,  pues  es  piedra  estimada 
por  el  caprichoso  efecto  de  sus  dibujos. 

MÁRMOL  rojo  ANTIGUO.  — El  célebre  mármol 
i rojo  antiguo,  tan  apreciado  de  los  romanos  por  la  uniformi- 
dad y belleza  de  sus  vivos  colores,  y del  cual  nos  han  legado 
objetos  tan  preciosos  como  los  faunos  que  se  conservan  en 
los  museos  del  Capitolio  y Vaticano  en  Roma,  es  una  roca 
caliza  mezclada  en  determinadas  proporciones  con  pizarra 
teñida  de  color  de  carne  bastante  subido  tirando  al  de  la 
púrpura,  á veces  muy  oscuro.  El  grano  de  la  piedra  es  fino, 
el  color  no  siempre  uniforme,  notándose  á veces  manchas 
blanquecinas,  y mas  comunmente  ciertas  líneas  negras,  on- 


GEOLOGÍA 


276 

dulosas  y reticulares  tan  sumamente  delgadas,  que  con  fre- 
cuencia se  hacen  invisibles. 

YACIMIENTO. — Lo  singular  es  que  se  ignore  comple- 
tamente el  punto  de  donde  sacaron  los  antiguos  una  piedra 
tan  admirable.  La  indicación  vaga  que  hace  Plinio  de  que 
procedía  de  las  inmediaciones  de  Alabanda,  en  el  Asia  Me- 
nor, se  refiere  mas  bien  al  mármol  llamado  alaban dico,  tam- 
bién muy  estimado  por  los  romanos. 

El  Sr.  Guirao  dice  que  cerca  de  Lorca  existe  este  mármol, 
con  el  que  se  han  labrado  pilas  para  las  iglesias  y otros  ob- 
jetos preciosos:  observación  que  apunto  con  algo  de  descon- 
fianza, sin  que  mi  ánimo  sea  ofender  en  lo  mas  mínimo  á un 
profesor  tan  distinguido. 

Caliza  ARCILLOSA. — Propio  es  del  carácter  verda- 
deramente encantador  del  estudio  de  la  Geología,  el  tener 
que  tratar  de  sustancias  útiles  á continuación  de  materias 
curiosas;  por  esto  después  del  mármol  rojo  antiguo  sigue  la 
caliza  arcillosa,  que  es  una  mezcla  de  carbonato  de  cal  y ar- 
cilla, roca  de  grande  importancia  por  sus  numerosas  y útiles 
aplicaciones.  J t.  \ H I ' 

Esta  roca  puede  contener  hasta  un  tercio  ó un  cuarto  de 
su  masa  de  arcilla;  cuando  excede  de  esta  cantidad,  es  decir, 
cuando  el  carbonato  no  es  el  elemento  principal  de  su  com- 
posición, constituye  la  marga,  no  menos  importante  que  la 
caliza  arcillosa. 

El  tipo  de  esta  variedad  se  reconoce  fácilmente  por  el  as- 
pecto mate  y terroso  que  afecta;  por  sus  tintas  claras  en  ge- 
neral; por  despedir  un  olor  arcilloso  muy  pronunciado 
cuando  se  le  echa  el  aliento;  por  pegarse  á la  lengua  y 
labios,  y por  no  ser  tan  viva  la  efervescencia  tratada  por  los 
ácidos,  dejando  un  residuo  mas  ó menos  abundante. 


La  proporción  de  sus  elementos  se  apreciará  casi  siempre 
con  facilidad,  disolviendo  la  roca  en  algún  ácido  fuerte,  y 
pesando  el  residuo,  que  será  arcilloso  y á veces  también  are- 
noso. 

YACIMIENTO.  — Esta  roca  es  bastante  común  en  el 
terreno  jurásico,  en  especial  en  el  piso  llamado  Lias,  en  el 
cretáceo  y terciario;  y suministra  una  cal  hidráulica  exce- 
lente. El  famoso  cemento  de  Vassy  en  la  Borgoña  (Francia) 
es  una  caliza  arcillosa  del  lias,  por  cierto  muy  rica  en  fósiles 
convertidos  en  pirita  de  hierro,  que  he  visto  y recogido. 

Localidades  españolas.— En  Tarragona,  Lo- 
groño, San  Sebastian  y en  otros  puntos  de  la  Península  se 
encuentra  en  abundancia  esta  roca.  La  de  San  Sebastian 
contiene  hasta  un  23  por  100  de  arcilla,  de  consiguiente  es 
muy  hidráulica;  pertenece  al  cretáceo.  En  las  inmediaciones 
de  Bilbao,  junto  á las  ruinas  del  convento  de  San  Agustín, 
se  encuentra  formando  parte  del  lias  una  caliza  arcillosa 
azul,  muy  parecida  á la  de  Vassy,  que  á juzgar  por  el  análi- 
sis que  practicó  y publicó  el  Sr.  Collette  en  su  Reconocí- 
m Un to  geog nóstico  del  Señorío  de  Vizcaya , pertenece  al  cemento 
límite  superior  del  Sr.  Vicat. 

He  aquí  su  composición : 


Carbonato  de  cal. 
Carbonato  ferroso. 
Arcilla 


40,17 

6,14 

53,69 


100,00 


El  siguiente  cuadro  de  las  calizas  hidráulicas  descritas  por 
el  Sr.  Collette  en  la  Memoria  citada,  dará  una  idea  de  la 
importancia  que  esta  roca  alcanza  en  dicho  territorio. 


rxTTfiv 


— 

San  Sebastian. 

Convento  de  S.  Agustín  (Bilbao). 

Algorta  (algo  al  S.  de) 

Maruelas 

Idem / L . . 

Saracho 

Peña  de  Orduña 

Zomoza. 


COLOR  Y ESTRUCTURA 

Sobre  100  par- 
tes, cantidad 
de  arcilla 

Sobre  100  partes, 
cantidad  de 
carbonato  ferroso 

CLASIFICACION  DE  LAS  CALES 

Amarillo  verdoso;  compacta.  . 

26,1 1 

» 

Cemento  límite  inferior 

.Azul  oscuro;  compacta  micácea. 

53,°9 

6,1 1 

Cemento  límite  superior 

Gris  oscuro;  subgranosa.  . . 

| 4L8i 

J» 

Cemento  ordinario 

Gris  claro;  muy  compacta. . . 

6,32 

vestigios 

Poco  hidráulica 

Gris  claro;  compacta.  . . . 

54,9° 

4,38 

Cemento  limite  superior 

Gris  azul;  compacta 

17,60 

» 

Hidráulica 

Gris  pardo  claro ; compacta.  . 

13,00 

vestigios 

Hidráulica 

Gris  azulado;  compacta.  . . 

26,30 

2,49 

Cemento  límite  inferior 

Yeso-cemento. — Cemento  ro mano 

Algunas  calizas  gozan  de  la  propiedad,  debida  á la  nota- 
ble proporción  de  arcilla  que  contienen,  de  proporcionar  por 
la  calcinación  una  cal  que  no  se  deshace,  y que  hay  que 
pulverizarla  como  el  yeso  para  amasarla,  fraguando  en  el 
agua  sin  la  intervención  de  otra  materia.  Estas  rocas  han 
recibido  los  nombres  de  yeso  cemento,  cemento,  y cemento 
romano. 

Una  vez  conocida  la  razón  de  la  hidraulicidad  de  ciertas 
cales,  y explicadas  satisfactoriamente,  á beneficio  de  los  re- 
cientes progresos  de  la  Química,  las  reacciones  que  se  veri- 
fican y que  dan  por  resultado  su  endurecimiento  en  el  agua 
y en  los  sitios  húmedos,  era  fácil  adivinar  que  no  se  tardaría 
mucho  en  poner  á contribución  estos  conocimientos  para 
procurarse  artificialmente  una  sustancia  tan  importante,  rea- 
lizando así  no  solo  la  mayor  facilidad,  pues  no  en  todas 
partes  se  encuentran  calizas  hidráulicas,  sino  también  una 
notabilísima  economía.  Este  feliz  pensamiento  lo  realizó  el 
señor  Vicat,  llegando  á obtener  cementos  superiores  á los 


romanos  por  medio  de  una  mezcla  en  proporciones  deter- 
minadas de  creta  y arcilla,  ó de  cal  viva  y arcilla. 

El  procedimiento  que  se  emplea  para  esto  es  el  siguiente: 
primero  se  deslien  las  dos  sustancias  reduciéndolas  á una 
pasta  muy  fina  por  medio  de  muelas  ó cilindros;  se  deja 
secar  la  mezcla,  formando  después  panes  ó ladrillos  que  se 
someten  á una  temperatura  lenta  y bien  sostenida,  á fin  de 
que  se  verifique  el  desalojamiento  del  ácido  carbónico  por 
una  parte,  y del  agua  de  la  arcilla  por  otra.  De  este  modo 
se  prepara  la  combinación  entre  la  sílice  y alúmina,  de  esta- 
cón el  óxido  de  calcio  ó la  cal  viva,  que  es  lo  que  constituye 
el  verdadero  cemento.  Las  ventajas  y economía  de  esta  fa- 
bricación artificial  de  los  cementos  son  tan  grandes,  que  no 
es  difícil  comprenderlas. 

i.°  Las  cales  grasas  son  en  general  puras. 

2.0  Las  secas  no  hidráulicas,  deben  su  carácter  á una 
cantidad  notable  de  arena  ó magnesia  que  entra  en  su  com- 
posición. 

3.’  Las  medianamente  hidráulicas  contienen  de  10  á 15 
por  ciento  de  arcilla. 


GEOGNOSIA 


277 


4.0  La  sílice  puede  formar  con  la  cal  una  combinación 
muy  hidráulica. 

5.0  Las  cales  eminentemente  hidráulicas  contienen  una 
proporción  de  arcilla  que  llega  hasta  36  por  ciento. 

Y 6.°  A medida  que  la  cantidad  de  arcilla  aumenta, 
crece  también  la  propiedad  de  endurecerse;  pudiendo  citar 
en  confirmación  el  cemento  romano  de  Inglaterra,  que  con- 
tiene de  50  á 56  por  ciento  de  esta  sustancia,  y fragua  tan 
instantáneamente  como  el  yeso. 

El  siguiente  cuadro  aclarará  mas  la  materia : 


SUSTANCIAS 

CONSTITUTIVAS 

Tipo  de  las  cales  media- 
namente hidráulicas 

Tipo  de  las  cales  hidráu- 
licas ordinarias 

Tipo  de  láscales  eminen- 
temente hidráulicas 

1 ipo  de  los  cementos  or- 
dinarios 

Tipo  de  los  cementos  li- 

mites superiores 

Tipo  del  principio  de  las 

puzolanas 

En  su  estado 

r- 

natural 

Carbonato  de  cal 

89 

83 

80 

64 

39  i6»4° 

Arcilla.  . . . 

1 1 

17 

20 

3<> 

61  83,60 

100 

IOO 

IOO 

IOO 

.... 

IOO  100,00 

Después  de  cocidas 

Cal  viva.  . . . 

100 

loo 

IOO 

IOO 

IOO  IOO 

Arcilla  combin.a 

22 

36 

441 

IOO 

273  900 

No  com- 

' • 

[binada 

Rocas  calizas  sueltas  ó incoherentes. 

tan  solo  decir  algo  acerca  de  las  que  se  presentan  en  estado 
suelto  ó incoherente.  Los  guijarros,  la  grava,  las  arenas  y 
hasta  el  polvo,  resultado  de  la  descomposición  y trituración 
mas  ó menos  avanzada  de  estas  rocas,  deben  comprenderse 
en  este  articulo:  su  conocimiento  es  de  la  mayor  importancia 
para  el  agricultor,  pues  en  este  estado  las  rocas  calizas  for- 
man la  base  de  la  mayor  parte  de  las  tierras  vegetales. 

FALUN. — Entre  estas  rocas,  la  primera,  por  la  impor- 
tancia de  sus  aplicaciones,  es  el  falún.  Esta  roca  consiste  en 
una  mezcla  de  arenas  calizas  y fragmentos  de  conchas  y 
zoófitos  fósiles,  generalmente  sueltos  y sin  trabazón  alguna; 
á veces,  sin  embargo,  estos  elementos  se  hallan  aglutinados 
por  un  cemento  calizo  ó silíceo,  dando  á la  roca  el  aspecto 
de  un  asperón  mixto  de  granos  de  caliza  con  restos  de  séres 
orgánicos. 

Esta  roca  es  tan  abundante  en  los  terrenos  terciarios  me- 
dios y superiores,  que,  como  veremos  mas  adelante,  llega 
á constituir  varios  pisos  característicos  de  este  periodo  geo- 
lógico. 

En  Francia  ocupa  vastas  comarcas  en  la  Turenayen  Bur- 
deos, en  donde  la  he  visto  y estudiado:  en  los  alrededores 

Ede  Montpeller,  en  Dax,  Mont  de  Marsan  y otros  puntos  se 
halla  también  muy  desarrollada. 

Los  restos  fósiles  de  moluscos,  equinodermos  y hasta  de 
mamíferos  abundan  mucho  en  el  falún,  lo  cual  da  á esta 
roca  gran  valor  científico. 

Aplicaciones. — En  los  distritos  citados  del  vecino 
país  se  hace  de  esta  roca  una  aplicación  tan  general  y de 
tanta  utilidad  para  mejorar  las  tierras  arcillosas  y arenáceas, 
que  se  encuentran  á millares  las  explotaciones  conocidas 
con  el  nombre  de  faluneras,  en  las  que  por  cierto  es  poco 


costosa  la  extracción,  no  solo  por  el  estado  incoherente  de 
la  roca,  sino  también  por  hallarse  muchas  veces  á flor  de 
tierra 

El  falún  puede  considerarse  como  una  especie  de  aluvión 
ó depósito  litoral  de  la  época  terciaria,  cuyas  excelentes 
propiedades  como  mejoramiento  y abono,  son  debidas  á la 
cantidad  de  materias  orgánicas,  y particularmente  al  fosfato 
de  cal  y otras  sustancias  procedentes  de  los  séres  que  vivie- 
ron en  su  seno.  Cuando  consideremos  al  falún  como  terreno 
se  darán  mas  detalles,  ya  que  tan  grande  es  la  importancia 
de  sus  aplicaciones. 

CRAG. — El  crag  (palabra  local  inglesa)  es  una  roca  aná- 
loga al  falún,  con  la  diferencia  de  ser  de  grano  mas  fino, 
mas  rico  en  general  en  fosfatos,  y hallarse  en  ella  mas  tritu- 
rados los  fósiles.  Es  muy  abundante  en  Norwich  y en  el 
condado  de  Suffolk  (Inglaterra),  y en  Holanda,  en  donde  se 
le  da  la  misma  aplicación  que  á la  variedad  anterior. 

TANGA.  — También  deben  referirse  á las  rocas  calizas 
los  bancos  de  madréporas  y conchas  diversas  en  estado  de 
trituración  mas  ó menos  avanzada,  ya  vivas,  ya  fósiles,  suel- 
tas ó aglomeradas  que  con  tanta  frecuencia  se  encuentran 
en  las  costas.  En  las  de  Bretaña  y la  Vendée  llaman  fati- 
gue (1)  á estos  materiales,  y los  utilizan  con  gran  éxito  para 
mejorar  y abonar  las  tierras,  en  particular  las  arenosas  y 
sueltas,  ó las  llamadas  flojas.  En  varios  puntos  de  Galicia  y 
Asturias  también  se  observa  esta  roca  curiosa;  pero,  á pesar 
del  consejo  que  dió  en  la  descripción  de  aquella  el  señor 
Schulz,  no  la  utilizan  sus  habitantes;  y eso  que  en  muchos 
puntos  hasta  carecen  de  cal  para  la  construcción. 
Yacimiento  y relaciones  geognósticas 

DE  LAS  ROCAS  CALIZAS  EN  GENERAL.— Termina- 
da la  descripción  de  las  principales  variedades  de  la  especie 
caliza,  creo  será  oportuno  resumir  en  breves  palabras  el  ori- 
gen y función  que  desempeña  en  los  diferentes  terrenos  de 
sedimento  y sus  aplicaciones. 

Los  autores  no  están  todavía  acordes  respecto  al  origen 
de  las  calizas;  suponen  unos  que  las  aguas  de  los  primitivos 
océanos  llevaban  en  disolución  cloruro  de  calcio,  el  cual,  en 
presencia  del  carbonato  de  sosa  de  los  primitivos  manantia- 
les, determinó  una  doble  reacción,  dando  por  resultado  clo- 
ruro de  sodio  que  quedó  disuelto  en  las  aguas,  y carbonato 
cálcico  que  fué  precipitado.  Creen  otros  que  la  caliza  pro- 
cede directamente  del  interior  del  globo  por  manantiales 
análogos  á los  que  producen  hoy  la  toba  y el  travertino. 

Encontrando  mi  distinguido  amigo,  el  geólogo  D.  José 
Landerer  de  Tortosa,  dificultades,  ásu  parecer,  insuperables 
en  estas  dos  teorías,  ha  inventado  una  nueva,  expuesta  en 
un  iolleto  publicado  en  Barcelona  en  1875,  la  cual  consiste 
en  suponer  á la  caliza  primitiva  como  roca  hidrotermal  á la 
manera  del  granito,  formándose  por  la  salida  del  óxido  de 
calcio  del  interior  del  globo,  y por  su  combinación  con  el 
ácido  carbónico,  que  supone  se  hallaba  entonces  acumulado 
en  las  capas  inferiores  atmosféricas  y disuelto  en  el  agua; 
quedando  en  disolución  en  el  mar  ó precipitada  en  estado 
sólido,  según  que  el  ácido  estuviera  neutralizado  ó en  exce 
so.  ¿No  podría  también  ser  hija  esta  sustancia  de  la  descom- 
posición de  los  feldespatos  que  formaban  parte  de  los  gra- 
nitos primitivos  por  un  procedimiento  análogo  ó igual  al 
que  vemos  hoy,  y que  dió  por  resultado  la  formación  de  las 
pizarras  y de  las  calizas  cristalinas  en  ellas  intercaladas? 
Creo  que  para  darse  razón  del  origen  de  esta  roca  conviene 
admitir  todas  estas  explicaciones.  El  hecho  importante,  y 
que  conviene  consignar,  es  la  singular  coincidencia  entre  la 


(1)  Los  italianos  la  llaman  tanga , expresión  que  pudiera  adoptarse 
en  nuestro  idioma. 


GEOLOGIA 


278 

aparición  de  las  primeras  calizas  y de  la  vida  en  el  globo, 
aumentando  la  importancia  de  aquella  con  el  desarrollo  de 
los  séres  orgánicos. 

Las  calizas  que  existen  como  elemento  subordinado  en  las 
pizarras  cristalinas  son  metamórficas,  y como  á tales  las  des- 
cribiremos en  el  segundo  orden  de  rocas  de  sedimento.  Las 
calizas  normales  empiezan  de  consiguiente  en  el  silúrico, 
representadas  por  las  llamadas  de  Wenlock  y Dudley  en 
Inglaterra,  por  las  de  Beraun  y Koniepruss  en  Bohemia,  la 
de  Mai,  Francia,  etc 

El  terreno  devónico  posee  enormes  bancos  de  caliza,  ge- 
neralmente rica  en  restos  orgánicos  característicos,  como  se 
ve  en  Campan,  Sarancolin  y otros  puntos  de  los  Pirineos: en 
Asturias,  León  y otras  comarcas  de  la  Península. 

La  caliza  carbonífera,  ó de  montaña  por  otro  nombre, 
forma  estratos  de  mucho  espesor  en  la  base  del  terreno  car- 
bonífero, Bélgica,  Asturias,  Belmez  y Espiel,  etc. 

El  terreno  pérmico  contiene  las  conocidas  con  el  nombre 
de  Zechstein,  generalmente  grises  ó negruzcas,  y fétidas  lo 
mismo  que  las  anteriores:  las  de  Rodez  y Alboy  (Aveyron) 
pertenecen  á este  horizonte.  En  la  Península  no  se  ha  reco- 
nocido todavía  de  un  modo  auténtico  este  terreno. 

En  los  terrenos  secundarios  adquiere  aun  mas  importancia 
el  elemento  calizo. 

El  Muschelkalk  ó caliza  conchífera,  muy  desarrollada  en 
algunos  puntos,  la  representa  en  el  período  triásico;  siendo 
precisamente  la  roca  mas  característica  del  terreno  por  la 
abundancia  con  que  se  presentan  en  ella  los  fósiles.  En  Mora 
de  Ebro,  Carlet,  Jarafuel,  etc.,  adquiere  esta  caliza  gran  im- 
portancia; siendo  notables  los  dos  primeros  por  haber  encon- 
trado fósiles,  que  son  raros  en  este  terreno  en  la  Península. 

El  período  jurásico  ofrece  poderosos  bancos  de  caliza  en 
todos  sus  pisos,  representada  por  la  de  Grifeas  y Belemnites 
en  el  Lias:  por  laoolítica  en  los  que  por  excelencia  se  llaman 
Oolita  inferior  y grande  Oolita;  por  numerosos  lechos  de 
lumaquelas  en  el  Coralrag;  por  calizas  compactas  y también 
oolíticas  en  los  pisos  portlándico  y kimerígdico,  y por  már- 
moles, en  parte  lacustres,  y también  marinos,  en  lo  que  se 
llama  piso  de  Purbeck.  Todas  estas  calizas,  si  exceptuamos 
las  últimas,  se  hallan  muy  desarrolladas  en  las  provincias  de 
Castellón  (Segorbe,  Bejís,  el  Toro);  de  Teruel  (Sarrion, 
Albarracin,  Molina);  de  Córdoba  (Cabra);  de  Santander, 
Palencia,  etc. 

Casi  puede  asegurarse  que  la  caliza  se  halla  mas  desarro- 
llada todavía  en  el  terreno  cretáceo,  pues  desde  los  pisos 
weáldico  y neocómico  que  forman  la  base,  hasta  la  creta  su- 
perior, este  es  el  elemento  que  predomina;  ora  como  caliza 
simple  en  los  bancos  de  los  dos  primeros  y en  la  creta  blanca, 
ora  mezclada  con  otros  elementos,  y particularmente  con  el 
silicato  de  hierro,  constituyendo  la  llamada  creta  verde, 
glauconia  y creta  tufó.  Todas  estas  calizas,  especialmente  las 
de  los  pisos  neocómico,  creta  verde  y tufó,  son  muy  abun- 
dantes en  España,  en  las  provincias  de  Castellón,  Teruel, 
Tarragona,  Valencia  y Murcia. 

El  terreno  cretáceo  termina  por  arriba  con  la  caliza  piso- 
lítica  que  ha  dado  márgen  á tanta  discusión,  y que  por  ahora 
ignoro  se  haya  encontrado  en  nuestro  suelo. 

En  los  terrenos  terciarios  también  se  encuentra  la  caliza, 
unas  veces  lacustre,  como  la  de  ambas  Castillas;  otras  marina, 
como  se  ve  mejor  que  en  parte  alguna  en  París  y sus  alrede- 
dores. Además  de  estas  variedades  compactas,  ofrece  este 
terreno  las  sueltas  ó incoherentes,  representadas  por  el  falún, 
el  crag  y otras. 

Por  último,  hasta  en  la  época  actual  se  encuentra  y se 
forma  de  continuo  este  elemento  mineralógico,  representado 
no  solo  por  la  caliza  incrustante  con  todas  sus  variedades, 


sino  hasta  en  las  costas  de  los  mares,  en  cuyo  caso  la  roca 
se  llama  Panchina,  y puede  verse  cerca  de  Barcelona,  y en 
los  bordes  de  los  lagos  y rios.  Además  de  los  ejemplos  que 
podríamos  citar  de  la  Guadalupe,  islas  de  Ceilan  y otras,  el 
señor  Co  ¡uand  dice  haber  observado  la  formación  de  la  caliza 
en  las  lagunas  que  existen  entre  Ceuta  y Tetuan,  separadas 
del  Mediterráneo  por  los  médanos. 

ORÍGEN  DE  la  caliza.  — Los  geólogos  consideran 
á las  rocas  calizas  como  resultado:  i.°  del  bicarbonato  que 
llevan  en  disolución  los  manantiales;  2.a  de  la  acumulación 
y detritus  de  conchas  marinas;  y 3.0  de  la  descomposición 
así  de  las  rocas  primitivas,  como  de  las  eruptivas  y volcáni- 
cas. A estas  procedencias  de  las  calizas  agrega  Cordier  el 
resultado  de  la  descomposición  de  los  cloruros  de  calcio  y 
magnesio  que  desde  ab  initio  se  encuentran  en  cantidades 
considerables  en  los  Océanos.  Esta  descomposición,  cuyo 
resultado  fué  el  depósito  químico  de  las  calizas  y Dolomías, 
hubo  de  verificarse  en  el  principio  de  la  época  sedimentaria, 
determinada  por  intermedio  de  carbonatos  de  sosa  y de  po- 
tasa en  pequeña  cantidad.  El  Dr.  Vezian  cree  que  no  se 
necesita  la  intervención  de  estas  dos  bases,  y que  bastaría 
que  los  carbonatos  arrastrados  por  las  aguas  fueran  de  cal. 


Sílex 


SINONIMIA. — Pedernal,  piedra  de  chispa,  silex  molar, 
moleña,  menilita,  ftanita,  jaspe,  piedra  de  Lidia,  piedra  de 
toque,  silex  resinita,  geiserita,  trípoli,  etc. 

DEFINICION.  — Roca  compuesta  esencialmente  de 
cuarzo  amorfo,  mezclado  á menudo  con  arcilla  y óxidos  de 
hierro,  sustancias  que  le  quitan  su  natural  trasparencia. 

Variedades. — Piromaco  ó piedra  de  chispa;  jaspe 
de  tintas  varias;  silex-molar  ó moleña,  de  estructura  caver- 
nosa irregular;  trípoli,  variedad  compuesta  de  silex  térreo 
fino  y poroso;  resinita,  y también  menilita,  de  aspecto  céreo 
algo  craso  por  la  cantidad  de  agua  que  contiene;  geiserita  ó 
silex  termógeno,  variedad  concrecional  é incrustante  produ- 
cida por  los  geiseres,  etc. 

YACIMIENTO. — Cada  una  de  las  indicadas  variedades 
ofrece  condiciones  diferentes  de  yacimiento  y relaciones 
geognósticas. 

El  pedernal  ó piedra  de  chispa,  una  de  las  mas  comunes, 
se  encuentra  en  capas  interrumpidas  é irregulares  y también 
en  nodulos  sueltos,  en  la  mayor  parte  de  los  terrenos  prima- 
rios, secundarios  y terciarios.  La  caliza  carbonífera  de  Bélgica 
lleva  nodulos  silíceos,  que  he  visto  y traído.  En  el  jurásico 
medio  ú oxfórdico  es  tan  común  en  algunos  puntos  de  la 
cordillera  del  Jura,  que  constituye  un  horizonte  geognóstico 
llamado  piso  de  nodulos  silíceos  ( chai  lies  en  francés,  chcrs  en 
inglés):  en  la  arenisca  verde  y creta  tufó,  y mas  particular- 
mente en  la  blanca,  se  presenta  en  capas  interrumpidas  yen 
nódulos,  alternando  de  un  modo  bastante  regular  con  las  de 
la  creta ; en  el  terreno  terciario  también  se  encuentra  esta 
variedad  en  masas  mas  ó menos  irregulares,  debiendo  citar 
á Yallecas  y Vicálvaro  como  los  puntos  mas  notables  en 
España;  de  ellos  se  surte  la  capital  para  el  empedrado,  pre- 
ferible, por  cierto,  á los  adoquines  de  granito.  La  mayor 
parte  de  los  nódulos  de  pedernal  llevan  restos  orgánicos 
convertidos  en  sílice,  observándose  algunas  veces  en  su  in- 
terior á manera  de  núcleo;  de  donde  han  deducido  algunos 
que  efectivamente  han  hecho  los  fósiles  este  oficio;  y que 
ora  procediese  de  fuentes  minero-termales  ó de  geiseres 
parecidos  á los  actuales  de  Islandia,  como  creen  unos;  bien 
fuese  resultado  de  la  trasformacion  de  la  sílice  disuelta  de 
los  foraminíferos  que  han  dado  origen  á muchas  rocas  de  se- 
dimento, y principalmente  á La  creta,  como  opinan  otros  con 


GEOGNOSIA 


279 


Ehrenberg,  la  materia  silícea  se  agrupo  á su  alrededor  de- 
terminando las  formas  caprichosas  que  ofrecen. 

En  cuanto  á los  jaspes,  también  se  presentan  de  una  ma- 
nera análoga  en  los  terrenos  secundarios  y terciarios.  Los 
del  Lias  de  Campiglia,  Suvereto  y otros  puntos  de  la  Tos- 
cana,  subordinados  á lo  que  los  italianos  llaman  calcáreo 
rosso  ammonitífero,  pueden  presentarse  como  ejemplo  de 
los  primeros;  y los  que  se  hallan  intercalados  en  las  ar- 
cillas superiores  de  Chantressac  (Departamento  de  la  Cha- 
rente,  P rancia ) son  terciarios  superiores.  Muchos  pertenecen 
á tiempos  posteriores,  como  los  de  Egipto.  Algunos  son  re- 
sultado del  metamorfismo,  según  veremos  mas  adelante. 

Los  jaspes  ofrecen  tintas  muy  diversas,  amarillentas,  ro 
jizas  y hasta  negras;  estos  merecen  el  nombre  de  piedra  de 
toque  ó de  Lidia,  y su  coloración  se  cree  ser  debida  á una 
cantidad  bastante  notable  de  carbón  que  se  interpone  en  su 
masa. 

La  moleña  ó sílex  molar  se  encuentra  en  masas  irregula- 
res, afectando,  aunque  con  poca  regularidad,  la  estratifica- 
ción entre  capas  de  arcillas  pertenecientes  á los  terrenos 
terciarios.  La  estructura  de  esta  roca  es,  como  hemos  indi- 
cado, celular  y cavernosa;  hallándose  las  células  y cavernas 
ocupadas  por  arcilla  mas  ó menos  endurecida.  La  formación 
de  la  moleña  ha  dado  mucho  que  discurrir  á los  geólogos; 
entre  los  cuales  unos  opinan,  que  es  debida  á la  precipita- 
ción de  la  sílice  procedente  de  fuentes  termales  en  aguas  de 
poco  fondo  y bastante  agitadas;  otros  adoptan  el  parecer 
de  Brongniart,  que  explicaba  la  estructura  y demás  circuns- 
tancias de  esta  roca  por  la  reacción  que  las  aguas  ácidas 
ejercieron  sobre  los  bancos  de  caliza,  cuyo  esqueleto  ó ar- 
mazón representa  la  que  nos  ocupa;  hay,  por  fin,  quien  cree, 
con  Prevost  y Hebert,  que  la  piedra  moleña  ha  sido  for- 
mada por  un  procedimiento  análogo  al  que  emplea  hoy  la 
Naturaleza  en  la  formación  de  la  geiserita. 

La  menilita,  llamada  así  por  su  procedencia  de  Menil- 
montant  (París),  y cuarzo  resinoso  ó resinitapor  su  aspecto, 
se  encuentra  en  nodulos  concrecionados  en  las  arcillas  ter- 
ciarias medias  y en  el  travertino,  de  cuya  naturaleza  parti- 
cipa también.  En  algunos  puntos  de  los  alrededores  de 
París,  como  en  Saint-Denis  y Saint-Ouen,  esta  variedad  de 
cuarzo  ha  sufrido  una  alteración  particular,  en  virtud  de  la 
cual  sobrenada  en  el  agua;  por  cuya  razón  se  llama  silex 
néctico. 

El  trípoli  verdadero  y todo  lo  que  se  emplea  como  tal,  lo 
mismo  que  la  harina  fósil  de  algunos  autores,  no  es  mas 
que  sílice  en  estado  pulverulento;  resultado,  casi  siempre, 
de  la  alteración  de  animales  infusorios,  ó mejor  foraminífe- 
ros,  que  bajo  otras  condiciones  constituyeron  el  silex  de  la 
creta,  según  consta  de  las  observaciones  de  Ehrenberg  y 
otros.  Como  ejemplos  de  este  trípoli  de  origen  orgánico, 
podemos  citar  el  de  üilin  (Bohemia),  el  mas  famoso  de  to- 
dos; el  de  Oberohe  (Hanover);  el  de  Mont  Charray  (Depar- 
tamento del  Ardeche);  de  Randau  (Puy  de  Dome)  y otros. 
Pero  también  hay  trípolis  de  sedimento  químico,  ora  se 
conserven  en  su  estado  primitivo  de  formación,  ora  hayan 
sufrido  alguna  alteración  posterior  por  la  influencia  de  las 
rocas  ígneas.  Existen,  de  consiguiente,  trípolis  de  origen  or- 
gánico, trípolis  de  sedimento  normal  y trípolis  metamórfi- 
cos.  Estos  últimos  suelen  ser  arcillas  profundamente  alteradas 
por  el  calor  de  alguna  roca  ígnea,  y también  por  el  incendio 
espontáneo  de  alguna  mina  de  carbón,  como  se  observa  en 
Planitz  (Sajonia)  y en  otros  puntos. 

Esta  variedad  de  la  especie  silex  se  encuentra  en  casi 
toda  la  serie  de  terrenos  de  sedimento  desde  los  paleozói- 
cos,  y en  especial  desde  el  carbonífero,  hasta  los  terciarios, 
como  se  ve  por  ejemplo,  en  Nanteuil  (Departamento  de 


Charente).  L nas  veces  se  presenta  en  capas  de  estructura 
pizarrosa,  de  aspecto  mate  y terroso  y es  el  verdadero  trí- 
poli; otras  en  forma  de  polvo  muy  fino,  casi  impalpable,  y 
es  la  harina  fósil,  intercalada  entre  los  estratos  de  otras 
rocas  mas  ó menos  alteradas. 

Por  último,  el  silex  termógeno  ó geiserita  se  encuentra 
en  Islán dia  en  masas  concrecionadas  de  un  color  blanco 
gris,  y á veces  algo  rojizo;  su  estructura  es  celular  y testácea; 
revistiendo  con  frecuencia,  á la  manera  de  la  caliza  incrus- 
tante, á los  objetos  que  encuentra  á su  paso. 

La  producción  de  la  sílice  en  los  geiseres  actuales  es  de 
la  mayor  importancia;  pues  nos  ilustra  acerca  del  procedi- 
miento que  la  naturaleza  ha  puesto  en  juego,  en  casi  todos 
los  periodos  geológicos,  para  la  formación  de  esta  sustancia 
tan  principal  en  la  constitución  física  del  globo.  Tal  vez  la 
mayor  parte  de  los  jaspes,  y en  particular  los  que  se  pre- 
sentan estratificados,  deben  su  origen  á una  sedimentación 
química  de  la  sílice,  análoga,  si  no  idéntica,  á la  de  la  gei- 
serita actual. 

Localidades  extranjeras.  - El  silex  es  pie- 
dra muy  común  en  todas  sus  variedades;  el  pedernal  se  en- 
cuentra en  Meudon  y Montmartre  cerca  de  París,  en  Aix, 
Chantressac  y otros  puntos  de  Francia:  el  jaspe  en  Campiglia 
é isla  de  Elba  (Toscana),  en  el  golfo  de  la  Spezia  y en 
Chantressac  (Francia):  el  trípoli  en  Bilin  (Bohemia),  Planitz 
(Sajonia),  Santa  Fiora  (Toscana),  en  Nanteuil,  Bartras  y 
otros  puntos:  la  moleña  es  característica  del  territorio  lla- 
mado la  Brie,  en  Versailles,  Saint-Ouen  y otras  localidades 
en  los  alrededores  de  París;  la  menilita  en  Menilmontant, 
Saint-Denis  (París),  Beaulieu  (Aix),  en  Gergovia  (Auvernia), 
en  Monte  Rufoli  (Toscana),  etc.:  por  último,  la  geiserita  es 
de  Islandia. 

Localidades  españolas.  — La  Península  es 
igualmente  rica  en  algunas  variedades  de  esta  especie; 
siendo  abundante  el  pedernal  en  Vailecas  y Vicálvaro  (alre- 
dedores de  Madrid):  en  el  Tajo  del  Chorro  (Málaga):  en  el 
arroyo  de  los  Granados,  Ardales,  Carratraca,  Casarabonela 
y otros  puntos : también  se  encuentra  en  las  inmediaciones 
de  Lisboa  y en  Rio  mayor  (Portugal):  el  jaspe  se  ve  en  frag- 
mentos sueltos  en  las  cañadas  de  la  Sierra  del  Moral  de  Ca- 
latrava  (Ciudad- Real),  en  Munguía  (Vizcaya),  según  el  señor 
Collette  bajo  el  nombre  de  sílice  abigarrado,  amarillento  y 
negro,  y en  otros  puntos:  el  silex  molar  ó moleña,  se  encuen- 
tra en  las  cercanías  de  Toledo,  en  Cabañas,  donde  lo  he 
visto  en  1875  acompañando  á la  famosa  magnesita,  en  la 
Sierra  de  Junquera  (Málaga),  en  Cabra  (Córdoba),  etc.;  la 
Ftanita,  según  La  Cortina,  en  Manzanares  de  la  Sierra,  en 
el  Cerro  de  la  Peña  del  Diezmo  y en  el  camino  de  la  Cerca 
á Robledo  de  Chávela  (Madrid):  también  en  los  Guadarran- 
ques  (Sierra  de  Guadalupe). 

APLICACIONES.  — El  pedernal,  aunque  ha  perdido 
mucha  importancia  con  la  introducción  de  los  fósforos  y pis- 
tones, habiéndose  casi  abandonado  la  industria  de  las  piedras 
de  chispa,  es  todavía  una  roca  muy  útil  para  el  empedrado 
y hasta  para  la  construcción;  para  lo  primero,  se  corta  en 
torma  de  cuñas;  y para  lo  segundo,  en  pedazos  irregulares, 
conservándose  todavía  en  Madrid  muchas  tapias  fabricadas 
con  esta  piedra;  la  moleña  se  destina  á la  fabricación  de  pie- 
dras de  molino;  si  bien  para  el  mismo  uso  se  echa  mano, 
según  la  localidad,  de  rocas  muy  diversas,  desde  el  granito 
hasta  las  areniscas,  y también  la  caliza,  como  se  practica  en 
Colmenar  Viejo.  También  sirve  el  silex  molar  como  exce- 
lente piedra  de  construcción.  Los  jaspes  son  piedras  de 
adorno,  y se  destinan  á la  elaboración  de  objetos  de  lujo, 
como  tazas,  placas  de  revestimiento,  etc.:  la  variedad  llamada 
pudra  de  ioque , ha  merecido  este  nombre  por  destinarla  á 


28o 


GEOLOGIA 


ensayar  los  metales  preciosos  y principalmente  el  oro.  El 
trípolí,  bien  sea  en  polvo  6 desleido  en  agua  6 aceite,  sirve 
para  pulimentar  y dar  brillo  á los  metales  y piedras  precio- 
sas. I.a  geiserita  puede  decirse  que  es  objeto  de  pura  curio- 
sidad científica. 

Hierro  oxidado 

Sinonimia. — Imán,  hierro  oxidado  magnético,  cala- 
mita en  italiano,  magneteisenstein  en  aleman. 

DEFINICION  Y CARACTERES.  — El  hierro  imán  es 
de  color  negro,  cuyas  partículas  son  atraídas  por  la  aguja  mag- 
nética; cristaliza  en  octaedros  regulares;  cuando  está  en  masa 
ofrece  una  estructura  laminar,  granosa  ó compacta;  se  com- 
pone de  hierro  y oxígeno.  Este  mineral  se  encuentra,  gene- 
ralmente hablando,  en  los  terrenos  antiguos  de  granito, 
gneis,  pizarras,  etc.;  algunas  veces,  sin  embargo,  existe  en 
terrenos  mas  modernos,  como  le  sucede  al  del  famoso  cria- 
dero de  la  Punta  de  la  Calamita  en  la  isla  de  Elba,  uno  de 
los  depósitos  mas  notables  de  este  metal,  enclavado  en  los 
materiales  del  período  jurásico:  también  suele  existir  en  el 
basalto:  sus  compañeros  son  la  blenda  córnea,  la  caliza  me- 
tamórfica,  los  granates,  el  asbesto,  la  mica,  y comunmente 
el  talco  y el  espato  flúor. 

VARIEDADES. — La  diferente  estructura  determina  las 
principales  variedades,  que  son:  granular,  compacta  y are- 
nosa. 

YACIMIENTO. — Esta  roca  se  presenta  afectando  filones 
ó capas  subordinadas  á otras  cristalinas.  A veces  ofrece  to- 
das las  condiciones  de  masa  eruptiva,  según  se  observa  en 
la  Punta  de  la  Calamita  (isla  de  Elba),  donde  va  acompaña- 
da de  piroxeno  radiado  y de  ilvaita,  y en  relación  con  caliza 
jurásica  que  ha  pasado  á mármol  sacaroidéo  por  la  influencia 
del  hierro  magnético,  el  cual  ha  llegado  á infiltrarse  en  la 
propia  caliza  en  los  puntos  de  contacto.  En  Valdicastello 
(Alpes  Apuenses)  se  encuentra  en  condiciones  casi  iguales. 
Sin  embargo,  este  hierro  es  mas  común  en  los  terrenos  pa- 
leozoicos mas  antiguos,  donde  se  presenta  con  preferencia  en 
capas  ó masas  subordinadas  á las  pizarras  cristalinas,  según 
se  observa  en  Dannémora  (Suecia),  en  Kasamar  en  Siberia, 
y en  otras  localidades.  En  todos  estos  puntos  se  halla  rela- 
cionado con  granitos,  pórfidos  y rocas  anfibólicas,  las  cuales 
facilitaron  indudablemente  las  emanaciones  hidrotermales 
que  ocasionaron  la  formación  de  esta  roca. 

Localidades.  — Una  de  las  mas  curiosas  que  se  co- 
nocen en  Europa,  es  sin  disputa  alguna  la  llamada  Punta  de 
la  Calamita  (isla  de  Elba),  donde  forma  una  masa  tan  consi- 
derable, que  á gran  distancia  no  rige  la  brújula  de  los  buques. 
Sigue  en  importancia  la  ya  citada  de  Dannémora  en  Suecia, 
la  de  Traversella  en  el  Piamonte,  y muchas  otras  que  omiti- 
mos por  la  brevedad.  En  cuanto  á la  Península,  es  bastante 
común.  En  Granada  se  halla  diseminado  en  la  serpentina; 
en  San  Lorenzo  del  Escorial  acompañado  de  la  pirita 
magnética,  de  la  común,  del  espato  calizo  y granates,  en  una 
roca  cristalina  en  que  esta  piedra  es  muy  abundante.  Según 
Maestre,  en  Marbella  se  encuentra  este  hierro  en  masas  de 
cinco  ó seis  varas  de  potencia  en  el  terreno  silúrico  ó devó- 
nico; alimenta  seis  altos  hornos  en  Rioverde  y dos  en  Má- 
laga. El  Sr.  Rojas  Clemente  dice  haber  visto  arenas  magné- 
ticas en  el  rio,  á la  entrada  de  Guadix,  procedente  del  que 
hay  en  las  terreras;  también  las  cita  en  el  rio  Zujar;  en  la 
acequia  de  Orgiva  asociada  de  la  pirita  de  hierro,  cosa  muy 
rara,  y al  oeste  de  Coin  en  la  serpentina,  acompañando  á la 
plombagina ; arenas  magnéticas  en  las  playas  de  Marbella  y 
Cabo  de  Gata. 

APLICACIONES. — El  hierro  magnético  se  explota  y 


utiliza  para  la  fabricación  del  acero  y del  forjado;  en  polvo 
menudo  suele  emplearse  para  salvaderas,  etc. 

Hierro  peroxidado 

SINONIMIA.— Hierro  oligisto,  hematites  roja,  hierro 
micáceo,  sanguina,  ocre  rojo,  eisenglimmer  en  aleman. 

Definición  y caracteres.— Esta  especie,  dis- 
tinta de  la  anterior  por  la  mayor  cantidad  de  oxígeno  que 
entra  en  su  composición,  es  de  un  color  amarillo  dorado, 
rojo,  negro  ó azulado;  con  un  brillo  metálico  muy  decidido; 
en  general  cristaliza  en  formas  muy  complicadas  del  sistema 
romboédrico,  aunque  también  se  encuentra  terroso  y con- 
crecionado; el  polvo  de  su  raya  es  siempre  rojo,  duro  y con- 
sistente. 

Las  variedades  concrecionada  y terrosa  reciben  los  nom- 
bres especiales  de  hematites  la  primera,  y la  segunda,  cuan- 
do está  mezclada  con  cierta  cantidad  de  arcilla,  se  llama 
ocre  rojo,  y sanguíneo,  del  que  se  sirven  para  los  lápices  de 
color.  En  este  estado  el  hierro  es  el  principio  tintóreo  de  la 
mayor  parte  de  las  rocas;  de  consiguiente  se  encuentra  en 
casi  todos  los  terrenos.  El  de  aspecto  metálico  se  halla  en 
filones  de  mucha  potencia,  y en  grandes  masas,  intercalado 
en  los  terrenos  antiguos  de  granito,  de  gneis  y también  en 
los  paleozoicos.  En  estado  de  hojas  ó láminas,  se  encuentra 
con  frecuencia  en  los  volcanes,  tanto  apagados  como  en 
actividad,  y muy  especialmente  en  los  azúfrales. 

Sus  compañeros  mas  comunes  suelen  ser  el  cuarzo,  la  ba- 
rita, el  espato  flúor,  y la  mica,  que  con  frecuencia  le  sirven 
de  ganga.  Entre  los  metales,  el  mismo  hierro  compacto, 
algunas  veces  el  ocre  rojo,  la  pirita  común  y arsenical,  y el 
estaño. 

Además  de  estos  criaderos  particulares,  suele  encontrarse 
la  variedad  compacta,  en  capas  intercaladas  en  los  terrenos 
de  sedimento  de  la  época  secundaria.  A este  período  perte- 
necen indudablemente  los  famosos  criaderos  de  hierro  de 
Somorrostro  y de  Bilbao. 

Hierro  hidroxidado 

SINONIMIA.— Hematites  parda,  mineral  de  hierro  en 
roca,  hierro  oxidado  pardo,  limonita,  hierro  de  los  panta- 
nos, id.  oolítico  y pisolítico,  ocre  amarillo,  Chamoisita,  Ber- 
thierita,  hierro  hidratado. 

Este  mineral,  compuesto  de  hierro,  de  oxígeno  y de  agua, 
se  presenta  con  una  estructura  terrosa,  compacta,  fibrosa, 
granuda  ú oolítica;  á veces  en  pequeños  granos  sueltos  ó 
aglutinados  por  sustancias  arcillosas  ó calizas.  Se  distingue 
de  las  especies  anteriores  en  que  el  polvo  es  amarillo.  Las 
principales  variedades  de  esta  especie  son:  el  hierro  en  geo- 
das ó en  masas  aisladas,  que  ofrecen  en  su  interior  un  núcleo 
suelto,  y son  las  piedras  llamadas  de  Aguila;  el  hierro  en 
granos,  oolítico,  terroso  por  la  mezcla  con  arcillas,  que  me- 
rece el  nombre  de  ocre  amarillo;  el  hierro  de  los  pantanos 
es  por  demás  curioso  por  la  intervención  de  animales  mi- 
croscópicos, entre  los  cuales  figura  la  Galionella  ferruginea. 

Esta  especie  no  se  encuentra  en  filones  ni  en  criaderos 
irregulares,  sino  en  capas,  alternando  con  los  estratos  de  los 
terrenos,  en  especial  del  jurásico,  cretáceo,  terciario  y mo- 
derno. Tampoco  es  raro  en  formas  estalactíticas  y concrecio- 
nadas, justificando  su  origen  hidrotermal. 

La  variedad  oolítica  constituye  rocas  de  muchos  terrenos, 
y en  particular  del  jurásico;  la  limonita  en  granos,  conocida 
también  con  el  nombre  de  hierro  de  aluvión,  ó en  perdigo- 
nes como  la  llaman  en  Ronda,  en  donde  según  Roxas,  es 
muy  abundante,  y en  la  Herracilla  del  Jaral,  pertenece  á los 


GEOGNOSIA 


281 


terrenos  terciarios,  particularmente  al  mioceno;  de  donde  se 
deduce  la  poca  exactitud  del  adjetivo  que  lleva.  En  Fúcar 
existían  algunos  hornos,  de  cuenta  del  Gobierno,  para  el 
beneficio  de  este  mineral. 

En  general  esta  especie  suministra  hierros  de  buena  ley. 

Hierro  carbonatado 

SINONIMIA.— Hierro  espático,  siderosa,  mina  de  acero, 
mineral  de  hierro  de  la  hulla. 

Definición  y caracteres. — El  hierro  carbona- 
tado está  compuesto  de  ácido  carbónico  y óxido  de  hierro 
con  algo  de  manganeso,  magnesia  y espato  calizo  como  ele- 
mentos accidentales:  su  estructura  suele  ser  cristalina,  ofre- 
ciendo formas  romboédricas  muy  parecidas  á las  de  la  cal 
carbonatada;  también  se  presenta  laminar,  fibroso,  granoso, 
compacto  y térreo.  Se  distingue  de  la  caliza,  con  la  que  po- 
dría confundirse,  en  razón  á su  aspecto  y cristalización,  por 
su  mayor  peso  y dureza,  pues  aquel  raya  á esta:  hace  efer- 
vescencia tratado  por  los  ácidos,  pero  en  frió  es  lenta  y poco 
aparente;  el  polvo  de  su  raya  es  gris;  calentado  toma  color 
azul  y se  hace  magnético. 

Criaderos  y compañeros.  — Las  variedades 
cristalinas  se  encuentran  unas  veces  aisladas,  otras  como 
matriz  de  minerales  de  plata,  plomo  y cobre,  en  forma  de 
filones  ó vetas,  en  terrenos  muy  antiguos,  en  relación  con  el 
gneis  y con  las  pizarras  primarias.  Comunmente  le  acompaña 
el  hierro  pardo  compacto,  formando  muy  á menudo  su  ganga 
el  espato  calizo,  el  cuarzo  y también  la  cal  fluatada. 

La  variedad  compacta,  de  aspecto  pétreo,  se  encuentra  en 
iorma  de  nodulos,  riñones  ó pequeñas  masas  intercaladas  en 
los  terrenos  primarios  y secundarios,  y muy  particularmente 
en  el  del  carbón  de  piedra,  en  donde  por  la  feliz  coinciden- 
cia de  la  proximidad  del  combustible  adquiere  un  valor 
considerable.  La  mayor  parte  del  hierro  que  se  explota  y 
elabora  en  Inglaterra  se  encuentra  en  estas  circunstancias; 
por  cuya  razón,  y atendida  por  otra  parte  su  excelente  calidad, 
ningún  país  puede  competir,  bajo  el  punto  de  vista  econó- 
mico y aun  por  la  excelencia  de  sus  productos  en  este  ramo, 
con  la  Gran  Bretaña. 

En  España  se  encuentra  en  Linares,  en  Hinojosa  de  Cór- 
doba, en  Baigorri  (Navarra),  en  Oyarzun  (Guipúzcoa),  en 
Somorrostro  y en  varios  otros  puntos. 

Manganeso  peroxidado 

SINONIMIA.— Pyrolusita,  silomelana,  peróxido  de  man- 
ganeso y manganeso  peroxidado  baritífero. 

DESCRIPCION.— El  manganeso,  que  después  del  hierro 
es  el  metal  mas  abundante  en  el  globo,  ofrece  varias  espe- 
cies, entre  las  cuales  las  mas  importantes  son  la  pyrolusita, 
la  acerdesa  y la  silomelana,  todas  compuestas  de  manganeso 
y oxigeno,  con  algo  de  agua  en  la  segunda,  y de  barita  en  la 
u tima.  1 odas  estas  especies  suelen  encontrarse  reunidas  ó 
asociadas  en  el  mismo  criadero;  razón  por  la  cual,  considera- 
das geológicamente,  su  separación  es  difícil  y poco  conve- 
niente. 

Entre  estas  especies,  la  mas  común  y la  que  suministra  la 
mayor  parte  del  manganeso  que  se  consume  en  el  comercio 
con  destino  á la  preparación  del  cloro,  á la  extracción  del 
oxigeno  en  los  laboratorios  y á purificar  el  vidrio  de  los  visos 
amarillos  que  le  comunica  el  carbón,  es  la  pyrolusita  ó peró- 
xido de  manganeso. 

La  pyrolusita  es  una  sustancia  de  aspecto  unas  veces  me- 
tálico semejante  al  del  acero,  cristalizada  ó en  masas  bacila- 
res ) fibrosas  radiadas,  otras  térreo  ó pétreo  en  incrustacio- 
Tomo  ÍX 


nes  en  forma  de  estalactitas  y pisolitas.  Cuando  cristaliza, 
los  cristales  adquieren  las  formas  dependientes  de  un  prisma 
recto  romboidal,  á veces  tan  prolongados  que  constituyen 
fibras  ó masas  aciculares  muy  curiosas.  En  estado  amorfo 
generalmente  es  manchadiza  yr  de  color  gris  muy  oscuro  y á 
veces  completamente  negro;  por  el  contrario,  en  los  cristales 
ó en  las  masas  cristalinas  suele  tomar  brillo  metálico  y un 
color  parecido  al  de  ciertas  especies  de  hierro.  La  densidad 
de  la  pyrolusita  varía  de  4,31  á 4,94;  la  dureza  viene  á ser 
la  del  yeso,  dejándose  rayar,  de  consiguiente,  por  la  caliza. 
Al  soplete  es  infusible;  si  bien  sometida  al  calor  de  reducción 
toma  un  color  rojizo  característico.  Cuando  se  funde  con  el 
auxilio  del  bórax,  determina  una  muy  viva  efervescencia, 
debida  al  gran  desprendimiento  de  oxígeno. 

Entre  las  muchas  variedades  que  se  conocen  de  esta  espe- 
cie, deben  citarse  el  manganeso  peroxidado  amorfo,  que  se 
presenta  en  masas  de  fractura  unida  algo  regular;  el  concre- 
cionado dispuesto  en  estalactitas  de  formas  muy  diversas;  el 
dendritico  en  ramitas  ó arborizaciones  tan  frecuentes  en  las 
calizas,  en  las  ágatas,  jaspes  y en  otras  rocas;  y la  pisolítica 
y estalactítica  correspondientes  al  manganeso  peroxidado 
baritífero  ó silomelana. 

Yacimiento. — La  pyrolusita  se  encuentra  muy  co- 
munmente en  dendritas  ó arborizaciones  en  rocas  de  todas 
edades;  otras  veces  se  presenta  como  materia  tintórea,  co- 
municando á las  rocas  y minerales  un  color  morado  ó violeta 
característico,  como  en  el  cuarzo  amatista. 

Las  variedades  cristalizadas  constituyen  filones  en  los 
terrenos  paleozoicos,  sin  ofrecer  nada  de  notable.  Bajo  este 
punto  de  vista  la  sustancia  verdaderamente  importante  es  la 
silomelana,  que  casi  siempre  va  asociada  á la  pyrolusita. 
Reunidas  estas  especies,  se  encuentran  en  forma  de  faja  ó 
zona  de  escasa  potencia,  colocada  entre  las  rocas  primarias 
y las  de  los  terrenos  securtdarios.  Con  frecuencia  ocupan  las 
calizas  jurásicas  inferiores,  y particularmente  la  arkosa,  que 
forma,  en  muchos  puntos,  la  base  del  lias.  Generalmente 
hablando  el  manganeso  constituye  masas  irregulares  sin  di- 
rección constante,  tapizando  á veces  las  cavidades  abiertas 
en  el  sentido  de  la  estratificación  misma  ó trasversalmente,  y 
también  esparcido  en  la  masa  de  las  rocas  á la  manera  de 
un  líquido  teñido  de  esta  sustancia,  que  las  hubiera  penetrado 
hasta  el  fondo  mismo  de  su  masa. 

En  el  departamento  del  Dordoña  el  manganeso  de  San 
Martin  de  Fressengeas  forma,  según  Dufrenoy,  riñones  y 
venillas  en  la  caliza  de  la  oolita  inferior,  acompañada  de 
jaspe  y arcilla  en  nódulos  irregulares.  En  Age-San-Martin  el 
mineral  se  encuentra  en  el  granito  pizarroso. 

En  Epénéde  se  presenta  en  pisolitas  aglutinadas  á la 
manera  del  hierro  granular.  En  Franc-le-Chateau,  la  silome- 
lana se  halla  sobre  las  calizas  lacustres  miocenas,  y se  con- 
funde con  la  mina  de  hierro  pisolítico  de  las  arcillas  plioce- 
nas.  En  esta  localidad  se  presenta  en  cantos  ó chinas  aplas- 
tadas, con  la  superficie  lisa  y pulimentada,  como  si  hubiesen 
sufrido  la  acción  de  las  aguas;  y su  estructura  en  capas  con- 
céntricas revela  haber  sido  formadas  por  la  acción  de  las 
aguas  cargadas  de  dicha  materia,  del  mismo  modo  que  el 
hierro  en  granos. 

LOCALIDADES. — La  pyrolusita  se  encuentra  en  Crivi- 
llen  (Teruel)  en  capas,  alternando  con  las  del  terreno  cretá- 
ceo. Aunque  no  sabemos  con  certeza  la  producción  de  esta 
mina,  parece  que  en  1857  se  hizo  un  contrato  para  entregar 
4,000  quintales  mensualmente.  En  Lavausa  (Pirineos  de  Ca- 
taluña) también  se  halla  esta  especie.  En  1859  se  descubrie- 
ron muchos  é importantísimos  criaderos  en  la  provincia  de 
Huelva,  situados  en  pizarras  relacionadas  con  los  pórfidos. 
También  se  citan  en  San  Genjo  (Pontevedra),  en  las  pro 

36 


282 


GEOLOGÍA 


vincias  de  Burgos,  Almería,  en  el  distrito  del  Cabo  de  Gata  te,  para  facilitar  su  estudio,  dividirlas  en  dos  grupos,  á saber, 
y en  los  cerros  de  Alcalá  de  Henares,  según  la  Cortina.  arcillas  simples  y compuestas. 

En  la  posesión  de  Niñerola,  no  léjos  de  Valencia,  se  en- 


cuentra en  las  grietas  que  dejan  las  calizas  del  terreno  ter- 
ciario medio,  y hasta  penetrando  en  su  propia  masa. 

SEGUNDO  GENERO— ROCAS  DE  SEDIMENTO  MECANICO 

Compréndense  en  este  género  todas  las  rocas  de  sedimento 
que  no  fueron  di  sueltas  por  las  aguas,  sino  llevadas  en  sus- 
pensión. 

Dos  especies  principales  figuran  en  este  género,  á saber: 
arcillas,  arenas  y areniscas. 


ETIMOLOGÍA . — La  palabra  arcilla  viene  dellatin  argina , 
y esta  de  argillos  en  griego,  derivada  de  argos,  blanco. 

SINONIMIA.— Kaolín,  arcilla  esméctica,  tierra  de  batán, 
arcilla  plástica,  tierra  de  pipas  y de  tejas,  ocre  amarillo  y 
rojo,  sanguina,  marga,  légamo,  etc. 

DEFINICION. — Las  arcillas  son  rocas  formadas  esen- 
cialmente de  silicato  hidratado  de  alúmina,  solo  ó asociado 
á otras  sustancias,  tales  como  óxidos  de  hierro,  algo  de  cali- 
za, magnesia,  pirita  de  hierro,  etc.,  resultado  inmediato  de  la 
descomposición  de  las  rocas  feldespáticas,  según  ya  queda 

dichLll 

DIVISION. — Aunque  la  gran  uniformidad  de  caractéres 
difi< 


te  la  c asificacion  de  estas  rocas, 


_ 


LOC 


ALI 


IDADES 


no  obstan- 


Ar cillas  simples 

Este  grupo  se  halla  representado  por  tres  variedades,  que 
son:  i.°  kaolín,  2.0  arcillas  esmécticas,  3/  arcillas  plásticas. 

a.— KAOLIN 

ETIMOLOGIA. — Esta  palabra  es  de  origen  chino,  y de- 
riva de  Kao-lin  shi,  que  traducido  significa:  piedra,  slu,  de 
la  montaña,  lin,  de  Kao,  de  donde  procedíala  tierra  llamada 
de  porcelana,  introducida  por  primera  vez  en  Europa  por  los 
misioneros.  En  un  principio  se  creyó  que  esta  sustancia  era 
exclusiva  del  celeste  imperio,  pero  así  que  el  análisis  reveló 
su  verdadera  naturaleza,  se  vió  que  era  resultado  de  la  des- 
composición de  las  rocas  feldespáticas,  y por  consiguiente, 
que  podía  encontrarse  también  en  Europa,  como  así  sucedió 
en  efecto. 

SINONIMIA. — Tierra  de  porcelana  y kaolín. 

DEFINICION. — Esta  roca,  resultado  inmediato  de  la 
descomposición  del  feldespato  ortosa  que  figura  en  el  grani- 
to, en  la  sienita,  en  la  protogina  y mas  especialmente  en  la 
pegmatita  entre  las  rocas  del  grupo  granítico,  puede  consi- 
derarse como  la  verdadera  matriz  de  las  arcillas:  es  un  sili- 
cato hidratado  de  alúmina,  mezclado  á veces  con  algo  de 
potasa,  sosa,  cal,  magnesia  y óxidos  de  hierro,  según  demues- 
tra el  adjunto  cuadro. 


illa  del  kaolín  de  Limoges. 
Louhossoa,  cerca  de  Bayona. 
Chabrol  (Puy  de  Dome).  . . 
Breage  (Cornwall).  . . . 

Plymtom  (condado  de  Devon). 
Chiesi  (Elba).  . . 

Burgomanero.  . . 

Auerbach 

Sielitz 

Morí  (Hall) 

Zetlitz  (Carlsbad).  . . . 

Prinzdorff  (Hungría).  . . 

Bornholm  (Escandinavia). 
Risanski  (Rusia).  . . . 

Oporto 

Sargadelos  (Galicia) 

N e\vcastle.r  Jf  j . 1 7y 
China 


42,07 

42,12 

32.93 
46,63 
44,26 

45>°3 

23.94 
32,48 
40,78 
26,10 

33,98 

26,76 

38,57 

29,3o 

40,62 
43,2  5 
29,73 
23,72 


34.65 

33, 00 
29,88 

24,06 

36,81 

32,24 

21,14 

29,45 

34,i6 

22,50 

26.66 

*5D7 
34,99 
47,83 
43,94 
37,38 
25,59 
9,80 


Cal,  magnesia  y 
sosa 


Hierro  y 
manganeso 


Residuo  no 
arcilloso 


Caractéres. — Esta  roca  se  presenta  de  aspecto  de 
una  tierra  blanca  sonrosada,  á veces  amarillenta;  muy  tierna 
y friable;  tizna  los  dedos,  algo  áspera  al  tacto,  se  pega  algún 
tanto  á la  lengua,  se  deslie  con  dificultad,  no  formando  pas- 
ta con  el  agua;  los  ácidos  disuelven  una  pequeña  parte  de 
sus  elementos;  fusible  ó no  al  soplete,  según  la  proporción 
de  granos  feldespáticos  que  contiene. 

TRÁNSITO. — Examinada  esta  roca  en  su  propio  criade- 
ro, ofrece  frecuentes  tránsitos  á los  granitos,  y en  especial  á 
la  pegmatita,  que  es  la  que  mas  abundante  kaolín  suministra 
y de  mejor  calidad.  Ahora  bien,  la  pegmatita  se  llama  en 
chino  pe- tune- shi,  y de  ahí  el  error  bastante  generalizado  en- 
tre nosotros  de  considerar  á lo  que  se  ha  llamado  petunzí , 
como  un  grado  de  descomposición  de  las  rocas  feldespáti- 


cas, menos  avanzado  que  el  kaolín  mismo,  siendo  así  que  en 
rigor  es  una  roca. 

YACIMIENTO. — El  kaolín  se  encuentra  relacionado, 
como  el  electo  á la  causa,  con  las  rocas  feldespáticas,  de 
cuya  descomposición  procede,  y particularmente  con  las 
pegmatitas,  que,  según  ya  queda  indicado,  suministran  las 
mejores  y mas  abundantes  tierras  de  porcelana. 

LOCALIDADES. — El  de  China  procede,  según  va  apun- 
tado, de  la  montaña  de  Kao,  distrito  de  Feou-Lean,  provin- 
cia de  Kiangsi,  centro  de  la  industria  cerámica.  En  Francia 
se  encuentra  en  Saint- Irieix,  cerca  de  Limoges,  de  donde  se 
surte  el  célebre  establecimiento  de  Sevres:  la  porcelana  de 
Sajonia  se  fabrica  con  el  kaolín  de  Morlimesieu,  no  léjos  de 
Hall.  En  España  se  conocen  varios  criaderos,  como  el  de 


GEOGNOSIA 


28^ 


Galapagar  y Yaldemorillo,  cuyo  kaolín  se  emplea  para  ladri- 
llos refractarios;  el  del  Canal  de  Cabarrús,  en  la  Sierra  Car- 
petana,  se  empleó  en  las  fábricas  del  Retiro  y Moncloa:  el 
de  Burela  sirve  para  la  de  Sargadelos,  en  Galicia;  el  del 
Castillo  de  Rodalguilar  se  destina  á las  fábricas  de  Sevilla. 

Existen  en  la  provincia  de  Toledo  varios  criaderos  de 
kaolín,  notables  todos  por  las  circunstancias  especiales  que 
en  ellos  concurren;  debiendo  mencionar  el  de  la  dehesa  de 
Carrascosa,  en  término  de  la  Puebla  de  Montalban,  donde 
se  diría  que  forma  un  pequeño  depósito  de  acarreo,  com- 
puesto de  cantos  redondos  de  diferente  tamaño,  de  natura- 
leza silícea,  siendo  el  cemento  de  kaolín  térreo  y arenoso: 
ofreciendo  una  especie  de  aparente  estratificación,  relacio- 
nado con  un  pequeño  manchón  de  gneis  silúrico,  en  el  que 
vimos  una  pequeña  veta  de  grafito,  del  que  se  ha  traído  á 
Madrid  para  los  usos  comunes  á que  se  dedica  esta  sustan- 
cia. No  léjós  de  dicha  localidad  se  encuentran  algunos  otros 
pequeños  manchones  de  tierra  blanca,  que  son  también  de 
la  misma  sustancia.  Pero  el  criadero  mas  notable,  no  solo 
de  la  provincia,  sino  de  España  entera,  y hasta  me  atrevo  á 
asegurar  que  de  toda  Europa,  es  el  llamado  la  cantera  de 
San  Martin  de  Montalban,  representada  por  una  montaña 
de  grande  altura,  toda  ella  formada  de  kaolin,  de  una  blan- 
cura que  ofende  á la  vista  en  los  cortes  de  donde  se  extrae, 
con  la  particularidad  de  hallarse  en  la  cima  la  pegmatita 
sonrosada,  de  cuya  descomposición  procede  aquel ; conser- 
vándose aun  ciaros  vestigios  de  la  cantera,  de  la  cual  se  ex- 
trajo la  piedra  para  la  construcción  del  famoso  castillo  ya 
citado  de  Montalban,  situado  frente  á dicho  punto,  del  que 
solo  lo  separa  el  rio  Torcon.  Dudo  que  exista  en  el  mundo 
otro  criadero  tan  importante  por  la  excelente  cualidad,  abun- 
dancia y fácil  extracción  de  esta  sustancia  y por  las  especia- 
lísimas  circunstancias  que  en  él  concurren,  propiedad  de  mi 
amigo  D.  Manuel  de  Sotomayor  (1). 

Aplicaciones. — Esta  tierra  se  emplea,  según  acaba 
de  indicarse,  en  la  fabricación  de  la  porcelana,  lo  cual  basta 
para  hacer  comprender  toda  su  importancia. 

b. — ARCILLA  ESMÉCTICA 

Etimología.  — El  adjetivo  que  se  aplica  á esta  arcilla 
procede  del  latino  smecticus , detersivo,  sustancia  que  sirve 
para  limpiar. 

SINONIMIA. — Arcilla  batanera,  arcilla  hidratada,  tierra 
de  Segovia,  etc. 

Definición. — La  arcilla  esméctica  es  un  silicato  hi- 
dratado de  alúmina,  en  el  que  la  proporción  de  agua  com- 
binada llega  á un  25  por  100,  según  el  adjunto  cuadro: 


ARCILLAS  KSMKCTICAS 


Sílice.  “ 
Alúmina. . . . 

Cal 

Oxido  de  hierro. 
Magnesia.  . . 

Agua. 


De  Reigate 

1 R ^ 

X^E^apshife 

De  Silesia 

50,80 

51,00' 

48,50 

23,00 

17,00 

18,50 

2,3° 

o,5° 

y> 

0,70 

5.75 

6,00 

0,20 

1.25 

1,50 

24,5° 

24,00 

25.50 

101,50 

99.5° 

100,00 

nesia  suelen  acompañarla,  lo  hacen  en  calidad  de  materias 
accidentales. 


(I)  Los  que  deseen  mayor  ilustración  en  este  asunto,  pueden  leer  el 
tomo  cuarto  de  los  Anales  de  la  Sociedad  española  de  Historia  Natural, 
donde  se  halla  inserta  una  nota  leída  por  mi  en  la  sesión  del  7 de  abril 
de  1875. 


Caractéres. — Rocas  de  aspecto  térreo  ó verdaderas 
tierras  de  tintas  claras  por  lo  común,  aunque  las  hay  tam- 
bién oscuras;  de  estructura  pulverulenta,  compacta,  correosa 
y hasta  Üe  aspecto  de  papilla,  según  la  cantidad  de  agua  in- 
terpuesta; de  tacto  suave  y craso  análogo  al  de  talco  y ser- 
pentina; echándoles  el  aliento  despiden  un  olor  parecido  al 
que  producen  las  primeras  gotas  de  lluvia  en  verano;  los 
ácidos  las  atacan  algún  tanto,  si  bien  al  soplete  son  poco  fu- 
sibles. 

Variedades.  — Esta,  como  la  plástica,  presenta  gran 
número  de  variedades,  hijas  las  unas  de  las  múltiples  tintas 
que  ofrecen,  como  blanca,  amarilla,  verde,  rojiza,  etc.;  otras 
de  la  estructura  que  suele  ser  compacta,  pizarreña,  en 
masa,  etc.,  ó de  las  sustancias  que  accidentalmente  lleva, 
como  la  caliza,  estableciendo  el  tránsito  á la  marga;  la  sílice, 
pasando  insensiblemente  á la  greda;  hojuelas  de  mica,  ma- 
terias bituminosas,  sal,  etc.,  en  cuyos  casos  se  llama  micácea, 
bituminosa,  salífera,  etc. 

YACIMIENTO.  — La  arcilla  esméctica  se  encuentra  en 
depósitos  estratificados,  alternando  con  bancos  calizos  ó de 
otra  naturaleza.  En  Inglaterra  es  tan  abundante  esta  roca  en 
un  piso  del  terreno  jurásico,  que  por  excelencia  se  llama  asi, 
según  veremos.  En  Reigate  y Silesia,  estas  arcillas,  que  pa- 
san por  las  mejores,  pertenecen  al  terreno  cretáceo  inferior. 

Localidades. — Además  de  las  indicadas  y otras  mu- 
chas en  Europa,  en  la  Península  se  encuentran  depósitos  de 
arcilla  de  batanero  en  Manresa  y Sampedor,  según  Maestre, 
dependiente  del  terreno  cretáceo:  también  las  hay  en  Tar- 
rasa  y Alcoy,  en  Ruidera  y Segovia,  enlazadas  probablemente 
con  los  materiales  del  terreno  terciario,  y en  otros  muchos 
puntos  que  seria  hasta  enojoso  enumerar. 

Aplicaciones. — La  propiedad  de  que  goza  esta  arci- 
lla de  formar  con  las  grasas  una  especie  de  jabonadura  la 
hace  muy  apreciable  para  quitar  manchas  y desengrasar  las 
telas  de  lana.  Para  ello  se  deslie  en  agua  ó se  forma  con  ella 
una  especie  de  papilla,  y se  extiende  sobre  la  tela  mancha- 
da; se  deja  secar  y con  el  cepillo  se  quita.  En  las  fábricas  se 
emplea  el  batán  para  incorporar  la  arcilla  con  las  telas  en- 
grasadas, las  cuales  quedan  limpias  á beneficio  de  la  opera- 
ción física  que  allí  se  verifica. 

C. — ARCILLA  PLÁSTICA 

Etimología. — El  adjetivo  que  lleva  esta  arcilla  pro- 
cede de  plas/os,  que  en  griego  significa  yo  formo,  y revela 
una  de  sus  mas  importantes  propiedades. 

SINONIMIA. — Arcilla  común,  tierra  de  alfarero,  etc. 

DEFINICION.  — La  arcilla  plástica  es  un  silicato  hidra- 
tado de  alúmina,  con  la  mitad  de  agua  que  la  anterior,  y las 
mismas  sustancias  accidentales,  como  cal,  hierro  y magnesia. 

Caracteres. — De  igual  aspecto  térreo  que  la  ante- 
rior, se  distingue,  no  obstante,  por  ser  mas  dúctil  é infusible, 
á no  contener  algún  principio  ferruginoso  ó calizo;  por  pe- 
garse fuertemente  á la  lengua,  efecto  de  la  avidez  que  tiene 
por  el  agua,  lo  cual  le  comunica  otra  de  sus  grandes  cuali- 
dades, la  de  ser  impermeable;  y principalmente  por  formar 
pasta  con  el  agua,  en  cuyo  caso  admite  todas  las  formas  que 
se  le  dan,  de  donde  procede  su  etimología;  expuesta  al  fuego 
se  endurece  mucho,  pierde  gran  parte  de  su  volúmen,  hacién- 
dose áspera  al  tacto  y frágil,  perdiendo  por  completo  la  pro- 
piedad de  desleír  en  el  agua.  La  ductilidad  y consistencia 
que  adquiere  la  pasta  que  forman  con  el  agua,  es  variable,  y 
de  aquí  el  llamarse  unas  muy  plásticas  y otras  menos  plásti- 
cas ó figulinas. 

Variedades.  — Las  variedades  de  esta  arcilla  son, 
sobre  poco  mas  ó menos,  las  indicadas  en  la  especie  ante- 


284 


rior;  no  hay  por  consiguiente  necesidad  de  nombrarlas  de 
nuevo. 

Yacimiento. — Las  arcillas  plásticas  forman  parte  de 
todos  los  terrenos,  unas  veces  por  sí  solas,  otras  alternando 
con  bancos  de  calizas,  areniscas,  conglomerados,  etc.  Su 
predominio  en  algunas  épocas  terrestres  es  tal,  que  ciertos 
pisos  ú horizontes  llevan  el  nombre  de  esta  roca,  como  el 
de  las  arcillas  irisadas  en  el  trias,  el  de  las  plásticas  en  el  ter- 
ciario de  Paris,  etc.  . 

LOCALIDADES. — Limitándonos  á las  españolas,  debe- 
mos decir  que  son  numerosísimas;  así,  por  ejemplo,  en  los 
terrenos  terciarios  de  Madrid  y Aranjuez,  impregnadas  mu- 
chas de  ellas  y alternando  con  yesos;  en  Cardona,  Manuel, 
Minglanilla,  etc.,  con  sal  común  pertenecientes  al  terciario 
y al  trias;  en  Almagro  llaman  rubiales  y de  barios  á las  tier- 
ras en  que  predominan  las  arcillas  coloradas  y negruzcas. 


GEOLOGÍA 

sa  que,  como  es  sabido,  solo  se  altera  de  un  modo  mecánico 
6 físico;  ó bien  principia  la  alteración  de  esta  por  los  cam- 
bios bruscos  de  temperatura,  y por  la  acción  del  agua,  faci- 
litando la  propia  disgregación  molecular  la  descomposición 

química  de  la  caliza.  , 

YACIMIENTO. — Esta  roca,  que  puede  llamarse  de  tran- 
sito por  su  composición,  se  encuentra  en  la  mayor  parte  de 
los  terrenos  de  sedimento,  entre  bancos  calizos  y arcillosos, 
á los  cuales  sirve,  por  decirlo  así,  de  lazo  ó eslabón  que  los 

asocia  y enlaza.  . , 

LOCALIDADES. — La  marga,  que  en  sus  aplicaciones  a 

la  agricultura  como  mejoramiento  de  las  tierras  puede  con- 
siderarse como  verdadero  tesoro,  es  por  fortuna  muy  abun- 
dante en*  todas  partes,  y en  especial  en  la  Península,  donde, 
sin  embargo,  no  se  hace  de  ella  el  uso  que  se  debiera.  Es 
frecuente  en  los  terrenos  jurásico,  cretáceo  y terciario,  pu- 

_ . « 1 • * I _ _ 1 I 1 M /"i  /-V 


> en  que  predominan  las  arcillas  coiorauas  y ucgiu^aa.  • ras;  toa0  el  valle  de 

APLICACION  - La  arcilla  plástica  se  destina  á la  alfa-  diendo  citar  como  localidades  clasicas  casi  tóete 1 el  valle 
APL1ÜAUUIN.  iva  an-  F „ * Ar™nfP  v nfrflc  comarcas  de  Valencia  y Ara- 


rería  basta,  y también  la  emplean  los  escultores  para  los  bo- 
cetos y modelos  de  sus  obras.  Las  famosas  alcarrazas  de 
Andujar,  de  las  Alpujarras  y otros  puntos,  se  fabrican  aña- 
diendo á la  arcilla  común  algo  de  arena  ó caliza  ó sal;  con 
lo  que  se  comunica  á las  vasijas  la  estructura  porosa  que 
tanto  contribuye  á refrescar  el  agua. 

d. — arcilla  refractaria 


Como  apéndice  á las  arcillas  comunes,  debemos  decir 
algo  de  las  refractarias,  así  llamadas  por  resistir  á muy  altas 
temperaturas;  circunstancia  debida  á la  escasa  proporción 
de  caliza  y hierro  que  contienen,  y á la  presencia  de  mate 
rias  bituminosas,  las  cuales  desapareciendo  con  el  calor,  co- 
munican cierta  porosidad  á crisoles,  ladrillos,  etc.,  lo  cual 
permite  el  paso  mas  ó menos  brusco  de  bajas  á altas  tempe- 
raturas y viceversa,  sin  riesgo  alguno. 

LOCALIDADES.  — En  la  Península  estas  arcillas  son 
bastante  comunes,  y procede  de  Muela  y Pereruela  la  que 
sirve  para  los  famosos  crisoles  y retortas  de  Zamora;  la  de 
Segovia  se  destina  á la  fábrica  de  Tamajon  y Aranjuez;  la 
que  se  emplea  en  Alcaraz,  procede  de  Valdepeñas;  también 
es  excelente  la  de  V aldemorillo,  y la  conocida  en  Cartagena 
con  el  nombre  de  lagena,  resultado  de  la  descomposición  de 
una  pizarra  arcillosa  oscura,  llamada  en  el  país  laja. 

APLICACIONES. — Destínase  esta  arcilla  á la  fabricación 
de  ladrillos  refractarios,  retortas,  crisoles,  y hasta  para  vasi- 
jas de  uso  doméstico:  la  variedad  bituminosa  se  emplea  en 
crisoles  para  fundir  el  acero,  y la  común,  para  moldes  de 
cañones,  campanas,  etc. 


Albaida  y de  Mogente  y otras  comarcas  de  Valencia  y Ara- 
gón. Abunda  en  Andalucía,  donde  dan  el  nombre  de  albe- 
ros  á las  tierras  en  que  predomina  esta  roca,  etc.,  y en  mu- 
chos otros  puntos  de  España. 

APLICACIONES. — La  primera  y mas  importante  apli- 
cación de  esta  roca,  es  para  margar  las  tierras;  puede  tam- 
bién destinarse  á todos  los  usos  de  las  arcillas  y en  particu- 
lar de  las  plásticas. 

e. — GREDA 


SEGUNDO  GENERO  — ARCILLAS  COMPUES 

rarga 


¡DO  GENERO.— A] 

VE/t 


ETIMOLOGIA.  — Plinio  usaba  ya  esta  palabra  para  de- 
signar una  tierra  blanca,  á modo  de  arcilla. 

SINONIMIA. — Albariza,  albarisy  llacorella  en  Valencia. 

DEFINICION. — La  marga  es  una  arcilla  á la  que  se  aso- 
cia una  cantidad  mas  ó menos  considerable  de  materia  cali- 
za y de  otras  sustancias  accidentales. 

CARACTERES.  — Los  mismos  caractéres  distinguen  á 
esta  roca  que  á la  arcilla,  con  la  sola  diferencia  de  que,  tra- 
tada por  los  ácidos,  da  una  efervescencia  mas  ó menos  viva 
dejando  un  sedimento,  que  es  de  arcilla  y de  las  otras  ma- 
terias que  no  son  atacables  por  aquellos.  Otra  circunstancia 
importante  la  distingue  también,  y es  el  modo  cómo  se  des- 
compone y los  productos  de  su  descomposición.  Con  efecto, 
la  parte  caliza,  dejándose  atacar  químicamente  por  el  ácido 
carbónico,  facilita  la  alteración  mecánica  de  la  parte  arcillo- 


ETIMOLOGÍ A. — La  palabra  Greda  procede  del  latin 
Creta,  expresión  empleada  por  Plinio,  aunque  impropiamen- 
te,  para  designar  esta  tierra  y la  creta  propiamente  dicha; 
y de  ahí,  por  corrupción,  la  palabra  Greda. 

DEFINICION. — Aunque  el  vulgo  confunde  bajo  la  de- 
nominación común  de  Greda  á todas  las  rocas  terreas  \ 
arcillosas,  la  ciencia  no  puede  consentir  tal  confusión;  por 
eso  define  la  Greda,  diciendo  que  es  una  arcilla  mezclada 
de  arena,  de  donde  resulta  el  sello  que  mas  la  distingue  de 
la  marga  y de  la  arcilla. 

CARACTÉRES. — Los  principales  son:  el  tacto  áspero 
que  ofrece,  el  no  ser  impermeable  como  la  arcilla,  ni  dar,  tra- 
tada con  los  ácidos,  la  efervescencia  que  indicamos  en  la 

C£il  1Z3 

YACIMIENTO. — También  la  greda  se  encuentra,  como 
roca  de  tránsito,  entre  las  arenosas  y arcillosas;  presentán- 
dose á veces  en  depósitos  mas  ó menos  considerables  como 
resultado  de  la  descomposición  de  los  granitos,  de  los  cuales 
procede  la  arcilla,  los  granos  de  arena,  y también  con  fre- 
cuencia las  hojuelas  de  mica  que  presenta. 

Localidades. — En  España  la  greda  es  muy  común, 
ticularmente  en  el  terreno  cuaternario  de  Madrid  y sus 
jdedores;  no  escaseando  tampoco  en  los  terrenos  tercia- 
rios y en  los  secundarios  de  varias  comarcas. 

APLICACIONES. — Esta  roca  es  un  buen  mejoramiento 
para  las  tierras  calizas  en  particular,  y puede  destinarse  tam- 
bién á la  fabricación  de  alcarrazas,  botijos  y hasta  para  la 
alfarería  basta,  á cuyo  uso  se  destinan  parte  de  las  que  en- 
tran en  la  constitución  geológica  del  terreno  cuaternario  de 


San  Isidro. 


L 1 

f.  — LÉGAMO 


,kL. 


SINONIMIA.  — Lchm , loess  (en  aleman),  limo,  cieno, 
tarquin,  etc. 

DEFINICION. — Esta  roca  representa  la  mezcla  confusa 
de  elementos  arcillosos,  calizos,  arenáceos  y con  frecuencia 
también  ferruginosos,  con  mucha  cantidad  de  agua,  resulta 


GEOGNOSIA 

do  de  la  sedimentación  de  las  partes  mas  tenues  de  los  ma- 
teriales que  arrastran  las  aguas.  Encuéntrase  generalmente 
en  los  alfaques,  en  el  álveo  de  muchos  rios  y en  la  tierra  ve- 
getal; siendo  el  lehm  ó loess,  por  excelencia,  uno  de  los 
productos  que  distinguen  particularmente  el  terreno  llamado 
cuaternario  ó del  diluvio.  Al  trazar  la  descripción  de  este 
período  de  la  historia  física  de  la  tierra,  daremos  mas  por- 
menores acerca  de  tan  importante  roca. 


285 


A. — ARENAS 


g.— OCRE 

SINONIMIA.  Almagra,  ocre  rojo  y amarillo,  sanguina, 
rojo  de  Marte,  bol,  tierra  de  sombra,  tierra  de  Siena,  tierra 
de  Italia,  etc. 

DEFINICION.  Los  ocres  son  arcillas  muy  cargadas  de 
óxidos  de  hierro  á los  que  deben  sus  diversos  colores.  Cuan- 
do el  óxido  es  anhidro  (hierro  digisto),  el  color  es  rojo  y se 
llaman  los  ocres  sanguíneos ; cuando,  por  el  contrario,  es  hi- 
dratado (limonita),  son  amarillos;  estos  se  hacen  rojos  por 
la  torrefacción. 

De  lo  dicho  se  infiere,  que  tanto  los  caractéres  físicos 
como  gran  parte  de  los  químicos  y las  relaciones  geognósti- 
cas  deben  ser,  si  no  idénticas,  muy  análogas  á las  de  las 
arcillas;  por  cuya  razón  es  excusado  entrar  en  mayores  de- 
talles. 

Localidades  españolas. — Los  ocres  de  todos 
colores  abundan  en  la  Península,  en  particular  en  los  terre- 
nos cretáceos  del  Levante  y Mediodía,  alrededor  de  los  de- 
pósitos de  hierro  hidratado.  1 ambien  van  mezclados  con 
las  rocas  traquiticas  descompuestas  que  forman  el  alumbre, 
extrayéndose  del  poso  que  dejan  estas  piedras  en  las  opera- 
ciones á que  se  someten  para  el  beneficio  de  dicha  sustan- 
cia. 1 al  era  y es,  aunque  en  menor  escala  en  la  actualidad, 
la  procedencia  de  la  famosa  almagra , ó sea  el  ocre  rojo,  que 
se  explota  desde  tiempo  inmemorial  en  el  pueblo  de  Mazar- 
ron,  sustancia  que  se  emplea  para  dar  frescura  al  tabaco  en 
polvo  que  se  elabora  en  las  fábricas  de  Sevilla  y otras  del 
reino.  Es  muy  posible  que  Sierra  Almagrera  deba  su  nom- 
bre á la  abundancia  de  estos  ocres  ó almagras.  El  Sr.  Bowles, 
en  la  introducción  á la  Historia  Natural  de  la  Península, 
dice  haber  hallado  entre  la  Puebla  de  Alcocer  y Orellana 
(Badajoz),  el  ocre  mas  fino  y hermoso  del  mundo;  son  sus 
palabras. 

Aplicaciones. — Los  ocres.se  emplean  en  la  prepara- 
ción de  los  lápices  de  colores,  á cuyo  fin  se  deslien,  secan  y 


aglutinan  por  medio  de  la  goma;  se  destinan  igualmente  á ga,  etc. 


« 

Según  hemos  dicho,  las  arenas  son  el  resultado  de  la  des- 
composición de  las  rocas,  y de  la  trituración  de  sus  diversos 
materiales,  hasta  adquirir  un  grado  considerable  de  tenuidad, 
efecto  del  acarreo  de  dichos  materiales  por  las  aguas  liqui- 
das; pero  en  razón  al  mecanismo  á que  deben  su  origen,  es 
fácil  comprender,  que  desde  la  roca  viva,  ó en  su  propio 
criadero,  hasta  las  arenas,  han  de  encontrarse  de  forma  y ta- 
maño muy  diferente,  resultando  de  aquí  las  peñas,  peñascos, 
cantos,  canchos,  masas  de  piedra,  berruecos,  etc.,  que  existen 
por  lo  común  no  léjos  del  punto  de  su  procedencia,  llamán- 
dose al  punto  ó comarcas  en  que  abundan,  berrocales,  can- 
chales, peñascales,  etc.  Siguen  después  los  guijarros  ó cantos 
rodados,  por  otro  nombre  también  chinas,  que  son  de  tama- 
ño mas  pequeño  y generalmente  de  forma  ovalada  ó elipsoi- 
dal. Luego  viene  la  grava,  compuesta  de  pequeños  fragmen- 
tos de  rocas,  de  formas  angulosas,  mas  bien  que  redondea- 
das;  y por  ultimo,  las  arenas  de  diferente  tamaño,  aunque 
siempre  inferior  al  de  la  grava,  llegando  á veces  á convertirse 
en  polvo. 

Yacimiento. — Cada  uno  de  estos  estados  y formas 
de  las  rocas,  ocupan  diferentes  horizontes,  hallándose  en  las 
faldas  de  los  montes  los  grandes  cantos,  peñas  y peñascos: 
en  el  álveo  mismo  de  los  rios  y también  en  la  base  de  casi 
todos  los  terrenos  de  sedimento,  los  cantos  rodados,  chinas 
ó guijarros;  las  gravas  se  encuentran  mas  abajo  en  el  curso 
de  las  arterias  terrestres;  por  último,  las  arenas,  no  solo  exis- 
ten en  la  desembocadura  de  los  grandes  rios  y en  todo  el 
aparato  litoral,  sino  también  en  casi  todos  los  terrenos  ter- 
ciarios y secundarios. 

APLICACIONES. — La  construcción,  la  agricultura  y la 
fabricación  del  vidriado  y barniz  para  la  loza,  encuentran  en 
estas  rocas  materiales  muy  útiles. 

B. — ARENISCAS 

Etimología. — La  palabra  arenisca,  con  que  se  desig- 
nan las  rocas  de  que  vamos  á tratar,  revela  el  elemento  prin- 
cipal de  que  se  componen,  á saber:  la  arena;  así  como  la  voz 
asperón  con  que  también  se  distingue,  expresa  gráficamente 
uno  de  sus  caractéres  mas  importantes,  la  aspereza  al  tacto. 

SINONIMIA. — Asperón,  arkosa,  metaxita,  samita,  trau- 
mata,  grauwacka,  molasa,  machiño,  gonfolita  ó nagelfluh, 
anagenita,  sandstein  (aleman),  sandstone  (inglés),  pudin- 


elaborar  las  pastillas  para  el  pastel,  temple  y hasta  para  los 
colores  finos. 


A renas  y areniscas 


J 


bra  aiena  se  aplica  generalmente  al  estado  de  gran 
fragmentación  ó atenuación  de  todas  las  rocas:  algunos  au- 
tores han  querido  que  se  aplicara  este  nombre  solo  á los 
granos  pequeños  redondeados  ó angulosos  de  cuarzo;  pero 
por  desgracia  no  se  ha  adoptado  esta  idea,  y faltando  á la 
exactitud  de  lenguaje,  se  dice  hoy  arenas  volcánicas,  feldes- 
páticas,  cuarzosas,  etc. 

Resultado  casi  siempre  de  la  alteración  física  <5  mecánica 
de  las  rocas,  son  muy  abundantes  en  la  naturaleza,  distin- 
guiéndose particularmente  por  la  soltura  ó incoherencia  de 
sus  partículas,  recibiendo  el  nombre  de  areniscas  cuando  los 
granos  se  hallan  agregados  por  cualquier  sustancia  unitiva  ó 
aglutinante.  De  aquí  la  división  natural  de  esta  especie  en 
dos  grupos,  á saber:  Arenas  con  los  demás  resultados  de  la 
alteración  física  de  las  rocas  y areniscas,  conglomerados,  etc. 


DEFINICION. — Las  areniscas  ó asperones,  como  se 
llaman  vulgarmente  en  la  Península,  representan  un  grupo 
le  rocas  compuestas  de  granos  de  diferente  tamaño,  de 
sílice  pura  ó mezclada  con  otras  sustancias;  con  frecuencia 
teñidas  por  óxidos  metálicos  y reunidos  por  un  cemento  ó 
masa  unitiva,  como  decía  Hergen,  silícea,  feldespática,  caliza, 
ferruginosa  6 de  cualquier  otra  naturaleza,  de  existencia  ante- 
rior ó posterior  á la  formación  de  aquellos.  En  general  son 
rocas  de  tacto  áspero;  de  estructura  granujienta,  variable 
según  el  tamaño  de  los  elementos  que  entran  en  su  compo- 
sición. Sus  colores  varían  hasta  el  infinito;  presentándose 
blancas,  á veces  muy  puras  y de  diferentes  tintas,  según  los 
óxidos  metálicos  que  las  tiñen. 

VARIEDADES. — Las  areniscas,  como  las  demás  rocas 
que  hemos  descrito,  ofrecen  un  gran  número  de  variedades, 
dependientes  unas  de  su  estructura  y del  tamaño  de  sus 
elementos,  y otras  de  las  sustancias  que  se  encuentran  en  su 
composición.  Las  hay  comunes,  compactas,  lustrosas,  pizar- 
rosas, pudingas  y aun  brechas,  cuando  el  tamaño  de  los 
fragmentos  es  mayor  y de  formas  redondeadas  ó angulosas; 


también  existen  variedades  feldespáticas  (arkosa  v metaxita) 
compuestas  de.  feldespato  puro  ó alterado;  arcillosas  (samita 
arenisca  carbonífera  y traumata)  por  la  meada  de  arenas  y 
arcilla;  micáceas  (samita  y grauwacka  en  parte);  calizo  arci- 
llosas (machino  y gonfolita);  ferrífera  y poligéníca  que  es 

cuando  un  cemento  arenoso  aglutina  fragmentos  ’de  toda 
clase  de  rocas. 

Admitido  este  modo  racional  de  considerar  las  variedades 
e as  areniscas,  Pr°puesto  con  mucha  oportunidad  por  el 
señor  Coquand,  podrían  desterrarse  del  lenguaje  científico 
nna  porción  de  voces  que  pueden  inducir  en  errir;  aunque 
esto  no  sea  posible  llevarlo  ¿ cabo  en  muchas,  por  el  asentí- 
miento  unánime  de  los  geólogos  de  todos  los  países  debe 
sm  embargo,  hacerse  respecto  de  algunas,  tales  como  grau- 
"acka,  metaxita,  mimófido  y otras,  tanto  porque  no  expresan 
su  composición,  cuanto  porque  algunas,  como  la  grauwacka 
st  aplicaba  en  otro  tiempo  mas  bien  á un  terreno  que  á una 

División.  —Atendiendo  á la  naturaleza  de  la  arena  v 
al  cemento  que  une  á sus  granos,  generalmente  se  admiten 
las  areniscas  siguientes:  ™¡2T 

a.— ARENISCA  CUARZOSA 

ti,m  dFIlNICI°N'  ~ ESta  are"ÍSCa  es’  di8ámosl°  así,  el 
>po  de  la  especie;  pues  consta  de  granos  de  cuarzo,  de 

tamaño  diferente,  unidos  por  un  cemento  silíceo,  con  acu- 
nas materias  extrañas,  tales  como  óxidos  de  hierro,  qucMa 

tmen  de  diferentes  colores,  algo  de  caliza,  hojuelas  de 
mica,  etc. 

CARACTERES.— A mas  del  tacto,  que  en  esta  es  mas 
áspero  que  en  las  otras,  este  asperón  se  distingue  por  las 
vanadas  tintas  que  ofrece,  siendo  las  mas  comunes  el  blanco 
gris,  algo  sucio,  uniforme  ó alterado  á veces  por  óxidos  de 
hierro  que  le  dan  una  coloración  rojiza  ó amarillenta  igual 
rameada  en  fajas  ó zonas,  etc.  La  estructura  es  generalmente 
compacta;  el  grano  variable,  llegando  á ser  tan  fino  que 
parece  como  fundido  en  la  masa  del  cemento;  en  cuyo  caso 
la  lractura  es  concoidea,  y con  brillo  ó lustre,  lo  cuál  hace 
que  se  la  llame  arenisca  lustrosa. 

Yacimiento. —Esta  arenisca  se  encuentra  en  los 
terrenos  cretáceos  y terciarios,  y á veces  también  como 
\ anedad  en  la  base  del  trias,  según  se  observa,  por  ejenmlo 
en  muchos  puntos  de  Sierra  Espadan  (Castellón). 

Loe  A li  D ades.— Como  puntos  clásicos  para  esta  roca 
podemos  citar  los  de  Beauchamps  y Fontainebleau,  alrede- 
dores de  Paris,  en  cuyo  último  punto  no  solo  se  observa  la 
variedad  lustrosa  y concrecionada,  sino,  lo  que  es  mas  sin- 
gu  ar,  la  cristalización  por  efecto  de  la  seudo-morfósis  que 
ha  sufrido  la  arenisca  al  reemplazar  á la  materia  caliza  cuva 
orma  afecta,  hecho  curioso  que  he  tenido  igualmente  oca- 
sión de  ver  en  la  arenisca  triásica  de  Stuttgart.  En  España 
se  encuentra  en  varios  puntos  de  la  zona  cretácea  de  Caste- 
on,  lerueí  y Yalencia,  en  cuya  primer  provincia  llaman 
salao  a las  arenas  que  resultan  de  su  alteración. 


b. — ARENISCA  FERRUGINOSA 

Cuando  la  materia  ferruginosa,  en  vez  de  limitarse  á teñir 
a masa  de  la  roca,  se  convierte  en  elemento  mineralógico 
principal,  resulta  la  arenisca  que  llamamos  ferruginosa**  en 
la  que  todavía  queda  bastante  materia  silícea.  De  aquí  resul- 
ta que  el  yacimiento  y las  relaciones  geognósticas  suelen  con 
frecuencia  ser  las  mismas  que  en  la  anterior. 

Localidades. — En  España  es  bastante  frecuente  es- 
ta arenisca,  particularmente  en  los  terrenos  cretáceo  y ter- 


ciario, como  se  observa  en  Estercuel,  Gargallo,  Josa,  y otros 
puntos  de  la  provincia  de  Teruel;  en  Ramales,  Algorta,  Zu- 
gastieta  y otros  puntos  de  Vizcaya,  según  el  Sr.  Collette. 
Schulz  asegura  encontrarse  al  oeste  de  Goyan,  y al  este  de 
Monfurado  del  Sil,  y en  muchas  otras  localidades  que  se 
omiten  por  brevedad. 

C. — ARENISCA  VERDE 

El  nombre  que  lleva  esta  roca  revela  uno  de  sus  principa- 
les caracteres,  que  consiste  en  el  predominio  que  en  ella 
adquiere  la  clorita  (silicato  de  hierro),  á cuya  sustancia  debe 
la  coloración  mas  o menos  intensa  que  ofrece:  el  elemento 
silíceo  y el  calizo  no  se  hallan  por  esto  excluidos  de  dicha 
roca,  de  la  que  suele  formar  parte  muy  principal  y hasta  el 
cemento  mismo. 

YACIMIENTO.  — Esta  roca  suele  encontrarse  en  la  base 
de  los  terrenos  terciarios;  siendo  tal  su  desarrollo  hácia  la 
parte  media  del  terreno  cretáceo,  que  sirve  en  general  de 
límite  entre  el  horizonte  superior  y el  inferior. 

Localidades. — Alcalá  de  Chisvert,  Cinctorres,  Mo- 
rdía (Castellón),  Rubielos  de  Mora  y Molina,  etc.  (Teruel), 
Infantes  en  Ciudad-Real  y otras  muchas. 

d. — MOL  AS  A 


Esta  arenisca,  así  llamada  de  molUy  blando,  en  italiano  y 
francés,  muy  parecida  á la  anterior  por  su  coloración,  debe 
el  nombre  que  lleva  al  estado  que  ofrece  al  salir  de  la  cante- 
ra, y á la  facilidad  con  que  entonces  se  deja  tallar. 

Definición. — Esta  arenisca  se  compone  de  granos, 
genei  al  mente  linos,  de  cuarzo,  mezclados  con  partículas  de 
feldespato,  caliza  y mica,  algo  de  talco  y serpentina,  frag- 
mentos de  conchas  y otras  enteras,  todo  reunido  por  un 
cemento  margoso  ó calizo. 

Caracteres. — Por  esta  última  circunstancia  suele  la 
molasa  hacer  efervescencia  tratada  con  los  ácidos;  su  colora- 
ción es  verdosa,  la  consistencia  escasa  en  general,  algo  fria- 
ble, sobre  todo,  después  de  perdida  el  agua  de  cantera. 

Yacimiento.  Esta  roca  se  halla  tan  desarrollada  en 
el  terciario  medio,  en  Suiza  y otras  regiones,  que  ha  comu- 
nicado su  nombre  á dicho  terreno. 

Localidades.— Además  de  la  Suiza  y de  muchos 
otros  puntos  en  el  extranjero,  se  encuentra  la  molasa  en 
Peñarroya  (Córdoba),  cerca  de  Ruidera,  el  Sotillo  y Torre- 
cuadrada  (Guadalajara),  en  Monzon,  etc 
Aplicaciones.— Sobre  ser  muy  curiosa  por  el  consi- 
derable número  de  restos  orgánicos  que  contiene,  puede 
asegurarse  ser  esta  una  de  las  mejores  piedras  de  construc- 
ción en  Suiza,  cuyas  principales  ciudades,  tales  como  Berna, 
Saint  Gall,  Lausana  y otras,  ostentan  hermosos  edificios 
públicos  y particulares,  levantados  con  esta  piedra. 

e. GONFOLITA 


En  Suiza  es  muy  común  ver  asociada  la  molasa  á un  con- 
glomerado de  chinas  ó cantos  mas  ó menos  gruesos,  de 
igual  o diferente  composición  que  ella  misma,  á la  que 
Brongniart  llamó  gonfolita,  que  es  la  versión  al  griego  de  la 
palabra  alemana  nagel fluhy  ó sea  reunión  de  cabezas  de  cla- 
vo, con  que  la  conocen  los  alemanes. 

Yacimiento.— La  gonfolita  acompaña  casi  siempre  á 
la  anterior  en  los  terrenos  terciarios,  como  se  observa  en 
vanos  puntos  de  Suiza,  y también,  según  el  Sr.  Cortina,  en 

Ramales  y el  Sotillo,  y en  las  famosas  Tetas  de  Viana,  según 
el  Sr.  Vemeuil.  6 


GEOGNÓSIA 


f. — MACHINO 


207 


El  machiño  es  una  arenisca  muy  análoga  á la  molasa  en 
cuanto  á su  naturaleza,  pero  de  posición  geognóstica  distinta. 

Definición. — Se  compone  de  granos  de  cuarzo,  aso- 
ciados en  mayor  ó menor  proporción  al  feldespato,  con  ho- 
juelas de  mica  y diversas  sustancias  accidentales,  reunido 
todo  por  un  cemento  de  marga  endurecida  con  frecuencia, 
por  un  principio  de  metamorfismo,  lo  cual  la  distingue  tam- 
bién de  la  anterior. 

Caractéres. — Entre  los  colores  de  esta  roca,  siquie- 
ra variables,  suelen  predominar  los  verdes,  pero  de  tintas 
mas  bajas  que  la  molasa  y la  clorita;  es  mas  consistente  que 
estas;  de  estructura  compacta  y menos  permeable;  á veces  el 
predominio  de  la  mica  le  comunica  el  aspecto  hojoso  ó pi- 
zarroso. 

Yacimiento. — El  machiño  pertenece  al  terreno  ter- 
ciario inferior  ó numulítico,  recibiendo  con  frecuencia  el 
nombre  de  arenisca  de  Fucus,  por  la  abundancia  con  que  en 
ella  suelen  presentarse  estas  plantas  fósiles.  Los  suizos  la 
llaman  también  arenisca  de  Tavigliana,  nombre  de  una  lo- 
calidad, no  léjos  de  Ginebra,  donde  tuve  el  gusto  de  estu- 
diarla en  compañía  del  Sr.  Studer. 

Localidades. — Esta  roca  es  muy  abundante  en  Sui- 
za, Saboya  y los  Apeninos.  En  España  no  es  rara  en  el  ter- 
reno numulítico  de  Cataluña,  hallándose  asociada  también  á 
esta  roca,  una  especie  de  gonfolita  ó almendrón,  en  el  famo- 
so Montserrat. 

g.— ARKOSA 

Sinonimia.— Arenisca  feldespática,  metaxita,  hyalomi- 
ta  y pegmatita,  en  parte,  según  Omalius 

DEFINICION.— Dase  el  nombre  de  arkosa  á una  are- 
nisca singular,  formada  de  granos  cuarzosos,  mezclados  con 
otros  de  feldespato  con  algo  de  arcilla  y otras  sustancias  ce- 
mentadas por  la  sílice.  Si  la  parte  feldespática  se  halla  aK> 
descompuesta,  merece  según  Cordier,  el  nombre  de  metaxita 
. "^ACIMIENTO.  Las  intimas  relaciones  que  esta  roca 
tiene  con  los  granitos  y hasta  su  propia  naturaleza,  no  solo 
dan  un  indicio  claro  del  yacimiento,  sino  de  su  procedencia 
que  no  es  otra  sino  la  descomposición  del  granito  y la  re- 
composición en  puntos  no  muy  lejanos.  No  se  crea,  sin  em- 
bargo, por  esto,  que  pertenezca  propiamente  á los  terrenos 
graníticos,  pues  se  la  encuentra  formando  parte  de  los  de 
sedimento  asi  primarios  ó paleozoicos,  como  mesozóicos 
subiendo  hasta  la  base  del  jurásico,  según  pude  ver  en  Ava- 
llen (Francia),  cuyos  ejemplares,  recogidos  por  mí,  se  en- 
cuentran  en  el  Gabinete  de  Historia  natural,  con  la  particu- 
laridad de  llevar  gran  número  de  impresiones  de  la  Osirca 
arcuata,  del  Spirifer  Valcoti  y otros  fósiles  característicos 
Localidades.- Además  de  la  ya  citada,  se  encuentra 

dei  7 en 


Definición.  Rajo  el  nombre  samita  entienden  los 
autores  muchas  areniscas,  y hasta  conglomerados,  conocidos 
bajo  las  denominaciones  vagas  que  acabamos  de  apuntar,  y 
que  han  contribuido  bastante  á introducir  la  confusión,  no 
solo  en  el  lenguaje,  sino  hasta  en  la  ciencia  misma.  Todas, 
en  general,  se  hallan  compuestas  de  materiales  silíceos,  aso- 
ciados á materias  arcillosas  y á mica,  constituyendo  el  ce- 
mento la  sílice  ó el  feldespato. 

CARACTERES.— Los  colores  de  esta  roca  son  varia- 
bles, si  bien  predominan  las  tintas  rojizas  mas  ó menos  in- 
tensas, uniformes  ó pintarrajadas,  y de  aquí  el  llamarse  are- 
niscas rojas  antigua  y moderna,  abigarrada,  etc.  La  estruc- 
tura, aunque  granujienta  como  la  de  todas  las  areniscas, 
cuando  adquieren  alguna  importancia  las  arcillas  ó la  mica, 
toma  el  aspecto  pizarroso  y tabular;  á veces  el  tamaño  de  los 
materiales  es  considerable,  en  cuyo  caso  se  la  llama  brecha 
) pudinga,  almendrón  o almendrilla,  y también  grauwacka 
Yacimiento. — Las  diversas  variedades  de  esta  roca 
se  encuentran,  por  regla  general,  en  los  terrenos  paleozoicos 
mal  definidos  antes  bajo  las  denominaciones  de  terrenos  de 
la  Grauwacka,  de  transición,  de  la  arenisca  roja  antigua,  etc. 
También  forman  la  base  ó piso  inferior  del  trias  entre  los 
secundarios,  y es  á la  que  han  llamado  arenisca  roja  moder- 
na, para  distinguirla  de  la  otra,  que  corresponde  al  terreno 
devónico.  Algunas  veces  puede  encontrarse  también  en  ter- 
renos mas  modernos. 

Localidades. — Esta  roca  es  muy  común  en  todos 
los  países  donde  abundan  los  terrenos  indicados,  y en  España 
en  particular  se  la  ve  en  Sierra  Espadan,  en  el  desierto  de 
las  Palmas  (Castellón),  en  Portaceli,  en  el  Puig,  de  donde 
se  extrae  toda  la  piedra  para  las  obras  modernas  del  puerto 
de  Valencia,  y en  mil  otros  puntos. 

Aplicaciones.— Esta  piedra  se  emplea  en  la  cons- 
trucción, para  la  cual  reúne  excelentes  cualidades,  y también 
liara  el  empedrado,  á cuyo  fin  se  elige  el  rodeno  compacto: 
el  de  estructura  tabular  se  emplea  mas  comunmente  para  las 
aceras,  como  se  ve  en  Valencia,  para  bancos  de  jardines  y 
como  piedra  de  tejar. 

i* — arenisca  carbonífera 

Sinonimia.— Verrucano,  Grauwaka  en  parte,  etc. 

definición.  — Aplícase  este  nombre  á una  arenisca 
formada  de  granos,  y á veces  de  cantitos  de  mayor  tamaño 
cuarzosos,  mezclados  con  fragmentos  de  pizarra  arcillosa  v 
de  materias  bituminosas,  cementado  todo  por  una  materia 
silícea,  feldespática  ó arcillosa. 

CARACTERES.  Los  colores  de  esta  roca  son  muy  va- 
riables, presentándose  unas  veces  gris  ó de  un  blanco  sucio 
otras  rojo  ó de  heces  de  vino;  la  estructura  es  granosa  bre- 
chí forme  y de  pudinga.  A veces  el  feldespato  se  presenta 
en  granos  pequeños,  y si  estos  han  sufrido  alguna  alteración 


el  Sr.  Cortina,  se  encuentra  en  Bonabal  ÍGuari  ^ estos  han  sufrido  alguna  alteración, 

Cabanillas  (Madrid)  y en  Manzanares  de  Í!’'  f"  '*  T*  ^ de  PUnt0S  á ma"chi‘as  blancas 

cion  con  los  granitos,  el  gneis  “tras  ’ —«as  d ro^as  características 

h. 


Etimología 


-samita 


n 


Yacimiento.— Esta  roca  es  propia  del  terreno  carbo 
mfero  o de  la  ulla. 

Localidades.- En  general  se  encuentra  en  todos 
aquellos  puntos  en  que  existe  el  horizonte  medio  de  este 


ETIMOLOGIA. — La  nalahn  «mih  . , - aquellos  puntos  en  que  existe  el  horizonte  medio  de  este 

«,  ^ena,  y Utos,  piedra,  de  modoTue  poMo  visfo^  ' ^ a ^ Esp^  en  Ios  criaderos  de  Asturias 

nombre  mas  bien  genérico  que  e£Z£  Z °n  Zt*  L °"'  * '°S  de  Bdmez  * EsPíd'  Sa"  * Abade- 


r.  * . ’ — visto,  es 

nombre  mas  bien  genérico  que  específico;  esto  no  obstante, 

se  aplica  mas  especialmente  á rocas  areniscas  de  terrenos 
secundarios  y primarios. 

Sinonimia.  Rodeno  en  Castellón  y Valencia,  arenis- 
ca roja  antigua  y moderna,  arenisca  abigarrada,  traumata  y 
grauwacka  en  parte.  J 


sas,  etc. 


j. — itacolumita 


Etimología.— El  nombre  de  esta  roca  nos  recuerda  el 
de  la  montaña  de  Itacolumi  en  el  Brasil,  de  donde  procede 


288 


GEOLOGIA 


SINONIMIA. — Arenisca  elástica  del  Brasil. 

DEFINICION.  — La  itacolumita  es  una  arenisca  formada 
de  granos  de  cuarzo  hialino,  micáceo,  cementado  por  la  pro- 
pia sílice. 

CARACTERES. — Esta  roca  se  presenta  generalmente 
de  colores  claros,  blanco  ó gris  sucio,  de  estructura  en  pe- 
queño compacta,  en  grande  tabular;  es  porosa,  pero  de  poros 
muy  sutiles,  á cuya  circunstancia  y al  modo  particular  de 
entrelazarse  sus  elementos,  debe  uno  de  sus  caracteres  mas 
curiosos,  á saber:  la  elasticidad,  que  justifica  uno  de  os 

nombres  que  lleva.  . 

YACIMIENTO. — Esta  roca  pertenece,  según  Humbo  . 
al  terreno  silúrico  del  Brasil,  y se  encuentra  en  la  llamada 
Sierra  del  Grammagoa  y de  Itacolumi,  con  la  particularidad 
de  constituir  uno  de  los  mas  antiguos  criaderos  de  diamante. 

LOCALIDADES.— Además  de  la  indicada,  el  Sr.  Se  u z 
dice  haberla  visto  en  varios  puntos  de  Galicia,  particular- 
mente en  la  Rúa  de  Foz,  al  norte  de  Mondoñedo,  en  Lou- 
sada,  etc.;  lo  que  no  dice  es  si  encontró  en  ella  también  dia- 
mantes. 

APÉNDICE.— MAGNESITA 


SINONIMIA.— Espuma  de  mar,  piedra  loca. 

Como  apéndice  á las  rocas  de  sedimento  normal,  vamos 
á describir  la  magnesita,  roca  de  origen  dudoso,  y de  posi- 
ción geognóstica  no  muy  clara,  pero  que  atendida  su  impor- 
tancia merece  darla  á conocer.  . 

DEFINICION. — Como  su  mismo  nombre  indica,  esta 

roca  es  un  silicato  hidratado  de  magnesia,  mezclado  con 
otras  sustancias,  y particularmente,  con  el  carbonato  de  a 

mismabase.  sv  ^ , , 

CARACTERES.— El  color  de  esta  roca  es  blanco,  mu> 

limpio  cuando  pura,  otras  veces  es  gris  sucio;  la  estructura, 
algo  porosa,  el  tacto  áspero  en  la  fractura  natural,  muy  suave 
después  de  labrada;  cuando  sale  de  la  cantera  es  muy  pesa  a 
por  efecto  de  la  mucha  agua  que  lleva,  haciéndose  después 
tan  ligera,  q ue  ha  merecido  el  nombre  de  piedra  loca. 

YACIMIENTO.  — La  magnesia  se  presenta  en  capas  m 
tercaladas  en  las  del  terciario,  como  sucede  en  Yallecas; 
otras  veces  en  masa  y también  en  nodulos,  vetas  o filones, 
intercaladas  ó empotradas  en  rocas  serpentinicas,  como  se 

ve  en  muchos  puntos  del  Piamonte.  . 

LOCALIDADES.  — La  primera  que  se  descubrió  y que 
se  empleó  en  Europa,  fué  la  de  Natolia,  donde  en  un  prin- 
cipio creíasela  producto  de  las  aguas,  y por  eso  se  la  llamó 
espuma  de  mar:  después  se  ha  encontrado  en  otros  puntos, 
y en  particular  en  España,  en  Vallecas,  donde  se  halla  aso- 
ciada al  silex  molar  del  terreno  terciario  en  condiciones  muy 

curiosas  de  yacimiento,  y en  otros  puntos. 

APLICACIONES.  — La  magnesita  ordinaria  se  destina 
á la  fabricación  de  hornillos  y vasijas  bastante  refractarias; 
la  variedad  mas  bella  por  la  finura  de  su  grano  y el  color 
blanco  agradable  que  ofrece,  se  destina  á la  fabricación  de 
pipas,  boquillas  para  fumar  y objetos  de  adorno  de  muy 

buen  efecto. 

• |!  í I '*4^  |?  1 

SEGUNDO  ÓRDEN 

Neptúnicas  metamorficas 

Qgp’jNíxCIioN. — Llámase  rocas  metamorficas,  en  la  \er- 
dadera  acepción  de  la  palabra,  á todas  las  de  sedimento  que 
han  sufrido  posteriormente  á su  formación  modificaciones 
mas  ó menos  profundas.  Para  algunos  autores  esta  definición 
es  demasiado  concreta,  debiendo  extenderse,  según  ellos,  no 
solo  á las  rocas  descompuestas,  sino  también  á las  ígneas  en 


-eneral  que  han  sufrido  algo  en  su  aspecto  exterior  <5  en  su 
composición.  Otros  geólogos,  dejándose  llevar  de  ciertas 
teorías  nie-an  la  existencia  del  metamorfismo,  y por  consi- 
-uienté  no  "admiten  las  rocas  de  este  grupo.  No  adoptando 
ninguno  de  estos  extremos,  creemos  colocarnos  en  el  terre- 
no de  la  verdad  práctica,  asignando  á las  metamorficas  los 

siguientes 

CARACTERES.— Siendo  de  sedimento  en  su  origen, 
se  presentan  estas  rocas  en  bancos  ó capas,  y ofrecen  tam- 
bién fósiles  en  su  seno;  pero  por  efecto  de  las  alteraciones 
sufridas,  ni  aquellas  afectan  la  regularidad  que  las  normales, 
ni  el  número  y conservación  de  los  fósiles  es  igual  al  de 

03t£lS 

Por  otra  parte,  lo  que  mas  las  distingue  son  sus  relaciones 
con  materias  eruptivas  ó con  fenómenos  termales,  y la  con- 
tinuidad con  las  rocas  de  sedimento  normal,  de  las  que 
aquellas  representan  la  trasformacion. 

DIVISION.  — Las  rocas  metamorficas  se  dividen  en  tres 
grupos,  á saber:  i.°  las  cristalofílicas;  2.0  las  de  sedimento 
químico,  y 3.0  las  de  sedimento  mecánico. 

PRIMER  GÉNERO.— CRISTALOFISICAS 

ETIMOLOGIA.  — El  nombre  que  lleva  este  grupo  deriva 
de  dos  raíces  griegas,  á saber:  cristallos , cristal,  y phylon,  ho- 
ja; lo  cual  recuerda  uno  de  sus  rasgos  mas  característicos, 

seCTun  se  vera  en  la  descripción. 

CARACTÉRES. — Además  de  los  señalados  á las  rocas 
metamórficas  en  general,  estas  se  distinguen  principalmente 
por  su  estructura,  que  participa  á la  vez  de  las  cristalinas  por 
el  estado  particular  de  sus  elementos  constitutivos,  y tam- 
bién de  la  hojosa  y tabular  propia  de  muchos  productos  de 
sedimento.  Si  á esta  consideración  se  agrega  el  número  con- 
siderable de  sustancias  extrañas,  particularmente  metálicas, 
susceptibles  algunas  de  explotación,  se  tendrá  una  idea  clara 
de  la  importancia  de  este  grupo,  el  cual  consta  de  dos  espe- 
cies principales,  ó mas  bien  de  una  especie  y de  un  grupo  de 

otras. 

Gneis 


ETIMOLOGIA.— Esta  palabra  ha  pasado  del  lenguaje 
usual  de  los  mineros  sajones  al  dominio  de  la  ciencia.  Es, 
de  consiguiente,  voz  de  origen  germano. 

SINONIMIA.— Granito  pizarroso  de  muchos  autores, 

granito  veteado,  etc.  # ... 

DEFINICION.  — La  palabra  gneis  se  aplica  a una  roca 

faneróCTena  de  procedencia  plutónica  o de  sedimento,  com- 
puesta° esencialmente  de  feldespato  ortosa  laminar  y mica, 
presentando  á veces  como  elementos  accesorios  el  cuarzo,  el 
granate,  talco,  anfíbol,  y hasta  materias  orgánicas  fósiles,  lo 
cual  justifica  su  naturaleza  neptúnica,  en  parte. 

CARACTÉRES.— La  estructura  de  esta  roca  es,  mirada 
en  pequeño,  hojosa,  laminar  ó pizarrosa;  y en  grande,  tabu- 
lar ó en  lajas.  A veces  los  elementos  se  presentan  muy  ate- 
nuados, y entonces  el  aspecto  imita  mucho  al  del  granito, 
mientras  que  otras  se  halla  salpicada  su  masa  de  cristales  de 
feldespato,  y adquiere  la  estructura  aporfidada. 

El  color  de  esta  roca  es  variable,  dependiente  sobre  todo 
del  feldespato,  y aun  de  la  mica  también,  á la  que  debe  en 
particular  el  brillo  ó lustre  casi  metálico  que  suele  ofrecer. 

La  dureza  depende  también  del  elemento  que  predomina, 
pues  si  es  la  mica  no  es  considerable,  y aun  cuando  adquie- 
re mas  importancia  el  feldespato,  la  estructura  misma  hace 

que  resista  poco  a los  agentes  exteriores. 

Variedades.  — Entre  la  multitud  de  variedades  que. 
puede  ofrecer  esta  roca  por  coloración,  estructura,  etc.,  hay 


GEOGNOSIA 


dos  que  son  las  mas  importantes,  y son  las  que  se  fundan 
en  el  distinto 

YACIMIENTO.  — El  gneis  se  encuentra,  con  efecto,  en 
dos  órdenes  de  condiciones;  esto  es,  asociado  á las  rocas 
graníticas  ó cristalinas,  á las  cuales  pasa  por  tránsitos  insen- 
sibles por  la  adición  del  cuarzo,  en  cuyo  caso,  antes  de  lle- 
gar á constituir  un  verdadero  granito,  puede  considerarse 
como  el  abortado;  y otras  como  verdadera  roca  de  sedimen- 
to con  restos  orgánicos  característicos,  en  la  base  del  terreno 
llamado  silúrico,  según  resulta  de  los  descubrimientos  del 
Sr.  Murchison  en  Inglaterra,  de  Sismonda  en  Italia,  y de 
muchos  otros. 

Confirma  este  último  yacimiento  el  hecho  curioso  de  en- 
contrarse como  subordinadas  al  gneis,  masas  de  caliza  saca- 
roidea, de  cipolinos,  areniscas,  conglomerados,  y otras  de 
origen  de  sedimento,  y la  presencia  en  su  seno  del  grafito  y 
antracita,  verdaderas  sustancias  de  procedencia  vegetal. 

LOCALIDADES.  — Esta  roca  es  muy  común  en  el  norte 
y centro  de  Europa,  y tampoco  escasea  en  la  Península: 
Schulz  la  indica  con  efecto,  en  muchos  puntos  de  Galicia;  en 
la  Sierra  de  Guadarrama  abunda  sobremanera,  bastando 
citar  las  minas  de  Hiende-la  encina,  enclavadas  en  esta  roca, 
para  dar  una  idea  de  su  importancia;  en  la  provincia  de  Al- 
mería, en  Sierra  Almagrera  y Monroy,  en  la  Sierra  de  Aguas 
en  cuyo  arroyo  de  Luis  Gómez  (Málaga),  dice  La  Cortina, 
encontrarse  la  variedad  grafitica,  y en  muchos  otros  puntos 
el  gneis  es  abundante. 

Aplicaciones. — El  gneis,  si  bien  en  razón  á su  es- 
tructura es  mala  piedra  de  construcción,  por  esta  misma 
circunstancia  es  fácil  de  descomponer,  suministrando  algún 
kaolín,  y tierras  crasas,  útiles  para  el  arbolado  y cereales. 
Sin  embargo,  la  importancia  del  conocimiento  de  esta  roca 
estriba  en  el  número  considerable  de  sustancias  metálicas 
que  en  ella  se  encuentran,  y en  las  muchas  aguas  minerales 
y termales  que  por  entre  sus  grietas  y fallas  aparecen;  por 
cuya  razón  puede  considerarse  como  la  roca  industrial  y 
balnearia  por  excelencia. 

GRUPO  DE  LAS  PIZARRAS 

La  palabra  pizarra,  de  uso  hasta  vulgar  entre  nosotros,  es 
á mi  modo  de  ver  preferible  á la  de  esquisto  que  algunos 
usan,  y representa,  mas  que  una  especie  de  composición 
definida,  un  grupo  de  rocas  de  naturaleza  distinta,  aunque 
pasando  unas  á otras  por  tránsitos  insensibles,  cuyo  carácter 
principal  consiste  en  la  estructura  que  por  excelencia  se  ha 
llamado  pizarrosa,  representada  por  hojas  ó láminas  delga- 
das, uniformes  unas,  desiguales  otras,  y que  con  frecuencia 
se  cuartean  en  sentido  opuesto  á la  estratificación,  constitu- 
yendo lo  que  se  llama  en  la  ciencia  planos  de  juntura  y de 
crucero,  que  se  darán  á conocer  en  el  estudio  de  la  Estrati- 
grafía. 

Muchas  de  ellas  se  presentan  de  aspecto  pétreo  ó terroso; 
pero  en  otras  la  estructura  es  cristalina,  imitando  perfecta- 
mente la  del  gneis  y de  algunos  granitos. 

La  asociación  de  muchas  sustancias  metálicas  y de  pie- 
dras finas,  tales  como  turmalinas,  granates,  etc.,  completa 
con  la  dislocación  de  sus  estratos  y la  existencia  de  fallas  ó 
saltos  que  ofrece  su  yacimiento,  los  caractéres  que  distin- 
guen á estas  rocas.  Muchas  son  sus  especies,  pero  nosotros 
nos  limitaremos  á las  mas  principales,  empezando  por  las 
que  mayor  analogía  guardan  con  el  gneis. 

Pizarra  micácea 

Sinonimia.  — Micacita,  micaslata,  gneis  micáceo,  lep- 
tinita  pizarrosa,  maclina,  hyalomicta  pizarrosa,  glimmer- 
schiefer  en  aleman,  etc. 

Tomo  IX 


D E FIN  IGI ON . — Roca  esencialmente  com puesta  de  cuar- 
zo y mica,  á cuyos  elementos  suele  asociarse  accidentalmente 
el  feldespato  ortosa,  la  turmalina,  el  granate,  la  macla,  y á 
veces  masas  subordinadas  de  calizas  sacaroideas,  dolomías  y 
otras  especies. 

Variedades. — Común,  en  la  que  el  cuarzo  y la  mica 
aparecen  distribuidos  con  uniformidad;  cuarzosa  y feldespá- 
tica,  cuando  las  dos  especies  alternan  con  la  mica,  estable- 
ciendo el  tránsito  á la  hyalomicta  y á la  leptinita  pizarrosa  ó 
al  gneis:  granatífera,  turmalinífera,  grafitica,  oxidulífera,  por 
otro  nombre  itabirita  y sidorecrista,  etc. 

Yacimiento. — Estas  pizarras  representan  el  primer 
término  de  las  rocas  pizarrosas  después  del  gneis,  como  lo 
acreditan  los  frecuentes  tránsitos  que  entre  ellas  se  estable- 
cen. En  general  estas  pizarras  se  hallan  relacionadas  con  el 
terreno  granítico  por  una  parte,  mientras  por  otra,  la  presen- 
cia del  grafito,  de  la  antracita  y de  algunos  restos  orgánicos 
en  su  masa,  así  como  el  tránsito  á las  demás  pizarras  hasta 
la  arcillosa  inclusive,  acreditan  ser  verdaderas  rocas  de  sedi- 
mento profundamente  alteradas. 

A pesar  de  esto,  la  micacita  no  se  encuentra  solo  en  los 
terrenos  paleozoicos,  pues  sobre  todo  en  los  Alpes  llega  á 
formar  parte  hasta  del  jurásico,  y según  Mitcherlitz,  en  los 
volcanes  del  Eifel  algunos  pedazos  de  pizarra  arcillosa,  influi- 
dos por  la  lava,  han  pasado  á micacita,  hecho  que  he  podido 
yo  confirmar  igualmente  en  los  antiguos  volcanes  del  Lacio 
y en  la  Somma. 

Otra  de  las  condiciones  que  distinguen  el  criadero  de  esta 
roca,  cualquiera  que  sea  el  terreno  de  que  forme  parte,  es  la 
multitud  de  repliegues  y ondulaciones  de  sus  elementos 
constitutivos;  así  como  los  muchos  y notables  accidentes, 
tales  como  saltos,  fallas  y resbalamientos,  que  ofrecen  las 
comarcas  en  que  abunda. 

LOCALIDADES. — La  micacita  es  muy  frecuente  en  los 
Alpes,  en  los  Vosgos,  en  el  Harz,  y en  muchas  otras  comar- 
cas de  Europa.  En  la  Península  no  lo  es  menos,  citándose 
por  Schulz  en  muchas  localidades  de  Asturias  y Galicia,  y por 
Maestre  en  varios  puntos  de  Cataluña;  según  Prado  abunda 
en  Somosierra;  La  Cortina  la  cita  en  Guadalajara,  Extrema- 
dura, etc. 

APLICACIONES. — La  pizarra  micácea  suele  emplearse 
en  tablas  ó lajas  como  piedra  de  tejar  y también  como  mor- 
rillo ó ripio  en  construcciones  rurales,  pero  la  verdadera 
importancia  de  esta  roca  consiste  en  las  piedras  finas,  tales 
como  granates,  esmeraldas,  corundos,  etc.,  y en  los  metales 
susceptibles  de  explotación  que  en  ella  se  encuentran. 

Pizarra  talcosa 

SINONIMIA. — Talcita,  pizarra  esteatitica,  talcschiefer 
en  eleman. 

DEFINICION.— Esta  roca  consta  esencialmente  de  talco 
y cuarzo,  con  algo  de  feldespato,  granates,  maclas,  mica  y 
otras  sustancias  como  accesorias;  distinguiéndose  principal- 
mente por  los  colores  claros  y verdosos  y por  el  tacto  untuo- 
so y suave  que  ofrece. 

VARIEDADES.— Común,  en  la  que  el  talco  y el  cuarzo 
aparecen  distribuidos  con  uniformidad:  cuarzosa,  que  afecta 
la  estructura  en  fajas  por  hallarse  muy  aparentes  y como 
separados  el  talco  y el  cuarzo:  feldespática,  estableciendo  el 
tránsito  á la  protogina  pizarrosa,  por  presentar  el  ortosa  gra- 
noso ó laminar  en  capas  alternadas:  granatífera,  maclífera, 
micácea,  cálcica,  etc.,  por  llevar  accidentalmente  cristales 
de  granate,  macla  y mica,  y alguna  parte  de  carbonato  de 
cal,  y arcillosa  en  la  que  la  pizarra  satinada  se  mezcla  con 
los  elementos  de  la  otra. 


37 


290 


GEOLOGÍA 


YACIMEINTO. — La  pizarra  talcosa  con  todas  sus  varie- 
dades, ofrece  las  mismas  condiciones  de  criadero  que  la 
micácea,  clorítica,  etc.  En  los  Alpes  de  la  Tarantesia  se  la 
ve  encima  del  jurásico,  formando  parte  del  terreno  carboní- 
fero, y en  Cabo-Corvo  (Golfo  de  Spezzia),  las  arcillas  del 
trias  aparecen  convertidas  en  pizarras  talcosas. 

APLICACIONES. — Esta  roca  suministra  excelente  ripio, 
y hasta  buena  piedra  de  construcción,  como  se  observa  en 
Toscana;en  algunos  puntos  se  la  destina  como  piedra  refrac- 
taria para  el  interior  de  los  altos  hornos. 

Pizarra  clorítica 

SINONIMIA. — Clorita  pizarrosa,  cloritos  lata,  y en  aleman 
cloritschiefer. 

DEFINICION. — Esta  roca  consta  de  clorita  y cuarzo, 
como  elementos  esenciales,  y además  granates,  hierro  y 
otras  sustancias  accidentalmente  en  su  masa:  la  presencia 
de  la  clorita  da  á esta  roca  un  color  verdoso  análogo  al  de 
la  talcosa,  pero  mas  intenso. 

VARIEDADES. — Común,  cuando  el  cuarzo  y la  clorita 
se  hallan  distribuidos  por  igual;  oxidulífera,  granatífera,  etc., 
por  las  sustancias  extrañas  que  lleva. 

YACIMIENTO. — Enlazada  íntimamente  con  las  especies 
anteriores,  esta  pizarra  es  frecuente  en  los  terrenos  silúrico  y 
devónico;  llegando  en  algunos  puntos  hasta  los  terrenos  se- 
cundarios. 

LOCALIDADES. — El  Sr.  Schulz  indica  esta  pizarra  en 
varios  puntos  de  Asturias  y Galicia;  también  parece  encon- 
trarse en  algunas  localidades  de  la  provincia  de  Cáceres  y en 
otras  regiones. 

APLICACIONES. — Iguales  á las  ya  indicadas  en  las  otras 
especies. 

Pizarra  anñbblica 

SINONIMIA.  — Anfibolita  pizarrosa,  Homblendenschie- 
fer  en  aleman,  etc. 

DEFINICION. — Roca  compuesta  esencialmente  deanfi- 
bol  negro  y cuarzo,  con  algo  de  feldespato  á veces,  en  cuyo 
caso  establece  el  transito  a la  sienita:  la  coloración  oscura 
debida  al  anfíbol,  junto  con  el  peso  notable  que  alcanza, 
distinguen  esta  especie  de  todas  las  del  grupo. 

Variedades. — Común,  cuando  los  elementos  que  la 
componen  se  hallan  distribuidos  con  uniformidad:  cuarzosa, 
si  predomina  el  cuarzo;  feldespática,  micácea,  granatífe- 
ra, etc.,  cuando  lleva  alguna  de  estas  sustancias. 

YACIMIENTO. — Enlazada  con  las  anteriores,  y especial- 
mente con  la  micacita,  es  excusado  dar  mas  detalles  acerca 
del  yacimiento  de  esta  pizarra,  ni  tampoco  respecto  á sus 
aplicaciones. 

Pizarra  arcillosa 

Sinonimia.  Pizarra  por  excelencia,  ampelita,  pizarra 
aluminosa,  gráfica,  coticular,  carbonosa,  de  tejar,  novaculita, 
sefita,  filada,  killas,  maclina,  thonschiefer  y alaunschiefer(en 
aleman),  etc. 

Definición.  Esta  roca,  que  en  rigor  debiera  conside- 
rarse en  parte  como  normal  y en  parte  metamórfica,  es  por 
su  aspecto  la  menos  cristalina  de  todas;  consta  de  silicatos 
aluminosos,  difíciles  de  referir  á tipo  determinado,  asociados 
á otros  de  bases  diversas  y á multitud  de  sustancias  acciden- 
tales, que  determinan  otras  tantas  variedades. 

Caracteres. — Además  de  la  estructura,  por  excelen- 
cia pizarreña,  esta  roca  se  distingue.de  las  arcillas  pizarrosas, 


porque  ya  no  se  deslie  en  el  agua,  y por  su  mayor  dureza. 
Preséntanse  en  ellas  con  mas  frecuencia  que  las  anteriores, 
y de  un  modo  mas  perfecto,  la  estructura  en  lajas  ó tabular, 
y además  los  planos  de  juntura,  que  dividen  los  estratos  en 
pedazos  rectangulares  paralelepípedos,  y también  los  de 
crucero.  Los  colores  de  estas  rocas  son  variables,  dominando 
las  tintas  oscuras,  azuladas  y hasta  negras;  las  hay  también 
rojizas,  verdosas,  grises  y hasta  blancas. 

Variedades. — Común,  como  la  de  tejar,  coticula  ó 
piedra  de  afilar,  de  colores  generalmente  claros  y á veces 
gris  por  una  cara  y oscuro  en  la  otra.  La  estructura,  aunque 
pizarrosa,  tiende  á hacerse  compacta  por  la  finura  de  su  gra- 
no; lo  cual,  unido  á su  gran  dureza,  hace  se  la  destine  para 
afilar  navajas  y toda  clase  de  instrumentos  cortantes;  pizarra 
gráfica,  por  otro  nombre  ampelita  y carburada  por  la  mezcla 
que  lleva  de  carbón,  por  cuyo  motivo  se  la  destina,  cortada 
en  barritas,  para  el  dibujo;  grafitica,  la  que  contiene  grafito; 
bituminosa  por  contener  betún,  sefita  ó arenosa,  formando 
una  roca  de  tránsito  á las  areniscas  y conglomerados,  por  los 
granos  de  arena  y cantitos  que  á veces  lleva  en  su  masa; 
arcilloso-caliza,  que  hace  efervescencia  con  los  ácidos;  piri- 
tosa y maclífera,  por  contener  piritas  ó maclas;  fosilífera  la 
que  lleva  fósiles;  filada  y killas  en  inglés,  y también  satinada, 
porque  las  hojuelas  de  mica  son  muy  diminutas  y comunican 
á la  roca  cierto  brillo  análogo  al  satinado;  porfiroidéa,  cuando 
lleva  cristales  de  feldespato  en  su  masa;  cuarcífera,  por  ha- 
llarse atravesada  de  venas  de  cuarzo,  etc. 

YACIMIENTO.  — Esta  roca,  generalmente  hablando, 
predomina  en  los  terrenos  silúrico,  devónico  y carbonífero, 
sin  que  por  esto  deje  de  presentarse  en  terrenos  secundarios 
y hasta  terciarios;  en  cuyo  caso,  con  frecuencia  se  la  ve  pasar 
insensiblemente  á las  arcillas  pizarrosas,  y á otras  rocas  nor- 
males, particularmente  á las  areniscas  y conglomerados. 

LOCALIDADES. — Son  tan  numerosas  las  localidades 
extranjeras,  y aun  de  España,  en  que  se  encuentra  esta  roca, 
que  me  limitaré  á las  mas  principales  de  las  nuestras.  Los 
terrenos  silúrico,  devónico  y carbonífero  de  Sierra-Morena 
y todas  sus  múltiples  ramificaciones  que  se  extienden  por 
Ciudad-Real,  Jaén,  Córdoba,  Huelva  y Badajoz;  los  de  As- 
turias, León  y otras  muchas  provincias,  se  hallan  principal- 
mente representados  por  la  pizarra  de  que  estamos  tratando; 
siendo  notables  los  criaderos  de  carbón,  cinabrio,  fosforita 
y de  otras  muchas  sustancias  útiles  que  en  ella  arman.  La 
mayor  parte  del  lápiz,  que  para  el  dibujo  se  consume  en 
Madrid,  procede  del  terreno  silúrico  de  Molina  de  Aragón, 
así  como  la  novaculita,  ó piedra  de  afilar,  viene  de  Soria, 
etcétera. 

APLICACIONES.  — Como  cada  variedad  de  esta  roca 
lleva  un  nombre  relacionado  con  los  principales  usos  á que 
se  la  destina,  es  por  demás  entrar  en  pormenores  acerca  de 
esta  materia. 

SEGUNDO  GÉNERO.  -ROCAS  DE  SEDIMENTO  QUIMICO 

Caliza 

SINONIMIA.  — Caliza  primitiva,  mármol  sacaroidéo  y 
estatuario,  calcífido,  cipolino,  oficalcia,  hemitrema,  calcita,  ó 
pizarra  caliza,  etc. 

DEFINICION. — Como  su  mismo  nombre  lo  indica,  esta 
roca  consta  de  carbonato  de  cal,  casi  siempre  asociado  al  de 
magnesia,  y á muchas  otras  sustancias  que  llegan  á impri- 
mirle carácter,  determinando  otras  tantas  variedades. 

Caractéres. — Lo  que  en  apariencia  distingue  mas 
á esta  roca  de  la  normal,  es  la  estructura  cristalina  ó saca- 
roidéa  análoga  al  azúcar  de  pilón;  el  color  generalmente.es 
blanco  muy  puro;  aunque  suele  también  presentar  tintas 


GEOGNOSIA 


grises,  azuladas,  amarillentas,  etc.  Cuando  se  talla  en  lámi- 
nas delgadas,  esta  roca  es  traslúcida;  tratada  por  los  ácidos, 
si  bien  da  efervescencia,  como  quiera  que  el  desprendimiento 
de  ácido  carbónico  se  halla  algún  tanto  entorpecido  por  la 
presencia  del  carbonato  de  magnesia,  es  por  lo  común  mas 
lenta  que  en  las  calizas  normales. 

VARIEDADES.  — Sacaroidéo,  estatuario,  laminar  y cé- 
reo, por  la  modificación  de  su  estructura  y aplicaciones;  ci- 
polino,  así  llamado  por  los  italianos  al  que  contiene  hojuelas 
de  mica  ó talco,  y á veces  de  ambas  sustancias  á la  vez;  an- 
fibolifero,  por  otro  nombre  hemitrema,  por  contener  cristales 
de  anfíbol  negro;  oficalcia  ó serpentínico,  y también  mármol 
verde  antiguo,  cuando  lleva  la  serpentina  en  fragmentos 
sueltos,  ó bien  mezclada  íntimamente  con  la  caliza;  granatí- 
fero,  couceranatífero,  dipirifero  y grafitico,  cuando  lleva  gra- 
nates ó couceranita,  dipiro,  grafito,  etc. 

Yacimiento.  — La  caliza  sacaroidea,  aunque  llamada 
por  los  antiguos  primitiva  por  efecto  de  las  teorías  que  á la 
sazón  reinaban  en  la  ciencia,  forma  parte,  no  solo  de  los 
terrenos  primeros  de  sedimento,  como  se  observa  en  las  ma- 
sas subordinadas  al  gneis  y pizarras  cristalinas,  sino  que  sube 
en  la  serie  formando  parte  integrante  de  ciertos  horizontes 
hasta  de  los  terrenos  secundarios  terciarios  inclusive,  como 
se  observa  en  Carrara  y Paros,  que  corresponden  al  jurásico. 
Como  accidente,  hasta  existen  en  los  centros  volcánicos 
actuales,  según  he  podido  ver  en  el  Vesubio  y el  Etna.  Esto 
quiere  decir,  que  las  causas  que  han  contribuido  á la  singu- 
lar trasformacion  de  la  caliza  común  en  cristalina  han  obra- 
do en  todos  tiempos.  Cuando  tratemos  del  metamorfismo, 
entraremos  en  mas  pormenores  acerca  de  materia  tan  cu- 
riosa como  importante. 

LOCALIDADES.  — Los  mármoles  estatuarios  mas  esti- 
mados son  el  Pentélico  y el  de  Paros  (Grecia),  de  los  que 
se  sirvieron  los  Fidias  y Praxíteles  para  las  estatuas  que  to- 
davía admiramos  en  los  primeros  museos  de  Europa:  el  de 
Carrara,  Serraveza,  Campiglia,  isla  de  Elba,  Filfilah  (Argelia) 
y otros:  los  cipolinos  se  encuentran  en  Grecia,  isla  de  Elba, 
Noruega,  Pirineos,  Alpes,  etc.  La  oficalcia  en  Gosseyr  (Egip- 
to), Elba,  Toscana  y otros  puntos;  la  variedad  grafitica  en 
Saint-Beat  (Pirineos). 

En  cuanto  á la  Península,  se  encuentra  este  mármol,  si 
bien  por  desgracia  de  calidad  inferior  al  griego  é italiano, 
en  Macael  (Almería),  en  Urda  y Consuegra,  en  Coin  y Car- 
tama  (Málaga):  según  Schulz,  se  ve  en  algunos  puntos  de 
Galicia;  La  Cortina  dice  que  en  Casas-buenas  (Toledo),  y 
en  Robledo  de  Chávela  (Madrid),  ha  visto  el  cipolino,  y la 
oficalcia  en  Reoli,  cerca  de  Alcaraz,  en  varios  puntos  de 
Granada  y en  otras  localidades. 

Aplicaciones. — La  principal  aplicación  de  este  már- 
mol es  á la  estatuaría,  para  lo  cual  el  de  Carrara  ofrece 
ventajas  incuestionables  sobre  el  griego  que  usaban  los  anti- 
guos; también  se  destina  á pilas,  chimeneas,  mesas  y otros 
objetos  de  adorno.  El  que  desee  mas  pormenores  acerca  de 
esta  materia,  puede  consultar  mi  Manual , donde  se  dan  no- 
ticias muy  curiosas. 

. • } ' Dolomía 

Etimología.  — El  nombre  que  lleva  esta  roca  recuer- 
da al  célebre  mineralogista  francés  Sr.  Dolomieu. 

Sinonimia.  — Caliza  manganesífera,  miemita,  hasche, 
espato  pesado  y espato  pardo  (i). 

7 (i)  Por  una  singular  aberración  de  lenguaje,  se  tradujo  por  alguno 
e nuestros  mineralogistas,  el  nombre  Spat  brun  de  los  franceses,  por 
bruno  espato,  expresión  que,  aunque  adoptada  por  mi  distinguido 

nuestro  D.  Donato  García,  creo  debe  desterrarse  del  lenguaje  científico 
español.  - 


291 

DEFINICION.  — Esta  roca,  que  á la  manera  de  la  pizar- 
ra arcillosa  puede  considerarse  unas  veces  como  de  sedi* 
mentó  químico  normal,  y otras  como  verdaderamente  meta- 
mórfica,  se  compone  de  un  doble  carbonato  de  cal  y de 
magnesia  á los  que  se  asocian  accidentalmente  diferentes 
especies  minerales. 

Caractéres. — La  estructura  de  esta  roca,  aunque 
algunas  veces  cristalina,  como  sucede  en  la  de  San  Gotardo, 
por  lo  común  es  granosa,  entre  celular  y compacta,  no  muy 
consistente;  de  colores  varios,  entre  el  gris  amarillento  y 
blanco  sucio:  su  peso  específico  es  mayor  que  el  de  la  cali- 
za, y de  ahí  el  llamarla  algunos  espato  pesado : por  último, 
la  efervescencia  lenta  que  da,  tratada  por  los  ácidos,  efecto 
de  la  interposición  del  carbonato  de  magnesia,  completa  el 
cuadro  característico  de  esta  roca. 

Variedades.  — Cristalizada,  á la  que  propiamente  se 
puede  llamar  espato  pesado,  cuyo  caso  es  del  dominio  del 
mineralogista:  á veces  en  las  mismas  variedades  granujien- 
tas 6 compactas  aparecen  en  las  oquedades  pequeñísimos 
cristales  de  esta  sustancia,  lo  cual  puede  dar  idea  de  las 
diferentes  condiciones  en  que  se  ha  encontrado  la  roca.  Hay 
también  Dolomías  sacaroidéas,  térreas,  compactas,  caverno- 
sas y en  brecha,  á cuya  variedad  llaman  en  Suiza  carniola, 
por  su  estructura;  por  fin,  las  hay  esteatíticas,  anfibolíferas 
llevando  otras  piritas  de  hierro  y cobre,  rejalgar,  Dufrenoy- 
sita,  etc.,  constituyendo  otras  tantas  variedades. 

Yacimiento.  — Esta  especie  se  encuentra  unas  veces 
en  masas  subordinadas  á pizarras  cristalinas,  enlazada  con 
rocas  ígneas,  y hasta  en  los  terrenos  volcánicos;  y otras  se 
ofrece  á nuestra  consideración  en  grandes  bancos  formando 
parte  de  algunos  terrenos  de  sedimento,  como  en  el  horizon- 
te llamado  zechstein,  en  el  pérmico,  en  el  muschelkak  del 
trias,  en  las  margas  irisadas  de  este  terreno,  asociada  á la 
sal  gema,  al  yeso  y á la  anhidrita;  en  el  terreno  jurásico,  y 
hasta  en  el  cretáceo  superior,  según  puede  verse  en  los  ejem- 
plares traídos  por  mí  de  los  alrededores  de  París. 

Localidades.  — Siquiera  no  tan  abundante  como  la 
caliza,  es  sin  embargo  la  Dolomía,  roca  común  en  los  hori- 
zontes citados  y en  otros  muchos.  Entre  todas  las  localida- 
des de  Europa  merece  el  primer  lugar  la  de  San  Gotardo, 
no  solo  por  su  bello  color  blanco  y estructura  cristalina, 
cuanto  por  la  presencia  en  las  oquedades  de  cristales  de  la 
misma  y de  rejalgar,  pirita  de  hierro  y cobre  y la  Dufrenoy- 
sita,  especie  rara  y que  solo  aparece  en  los  Alpes  en  esta 
roca:  á veces  suele  presentar  el  anfíbol  blanco  ó verde  claro, 
llamado  gramatita,  la  distena  ó bellos  cristales  de  cuarzo;  de 
cuyas  sustancias  todas  tuve  el  gusto  de  traer  preciosos  ejem- 
plares, que  figuran  en  mis  colecciones. 

En  los  famosos  distritos  de  Traversella  y Tolfa  se  halla,  y 
la  he  traído  cristalizada.  En  el  terreno  pérmico  de  la  Ale- 
mania é Inglaterra  es  abundante  la  variedad  terrosa,  así 
como  en  la  isla  de  Elba  y otras  localidades  de  Toscana  se 
halla  en  diferentes  estados.  En  la  Península  se  la  ve  en  casi 
todas  las  localidades  del  terreno  triásico,  casi  siempre  rela- 
cionada con  rocas  serpentínicas  y con  dioritas,  á cuya  erup- 
ción tal  vez  pueda  atribuirse  la  trasformacion  de  esta  roca, 
si  verdaderamente  es  metamórfica;  debiendo  citar  como 
localidades  Carlet,  Manuel,  Villena,  Arcos,  Jarafuel,  Mam 
zanera  y muchos  otros  puntos.  En  Pancorbo  forma  parte 
del  terreno  terciario,  en  relación  con  el  yeso  y la  sal  gema, 
etcétera,  etc. 

APLICACIONES. — La  variedad  sacaroidéa  de  esta  roca 
se  emplea  como  mármol  estatuario;  la  de  San  Gotardo  es 
apreciada  por  la  variedad  de  sustancias  que  contiene,  la 
compacta  puede  destinarse  á piedra  de  construcción;  las 
terrosas  sirven  por  la  arcilla  que  contienen  para  cementos 


292 


GEOLOGIA 


hidráulicos  y buenos  mejoramientos  de  ciertas  tierras : por 
último,  hay  que  evitar  en  lo  posible  las  aguas  procedentes 
de  materiales  dolomíticos,  por  las  malas  cualidades  que  la 
magnesia  les  comunica. 

Yeso,  anhidrita 

SINONIMIA.- — Cal  sulfatada  hidratada  y anhidra,  sele- 
nita, alabastro  yesoso,  vulpinita  y karstenita. 

Definición. — Aunque  en  rigor  estas  dos  especies  sean 
distintas,  se  describen  como  una  sola  por  la  relación  geog- 
nóstica  que  las  enlaza:  ambas  á dos  son  sulfatos  de  cal,  con 
la  única  diferencia  de  ser  el  uno  hidratado  y el  otro  anhidro. 

CARACTERES. — Una  y otra,  y sobre  todo  el  yeso,  se 
distinguen  por  su  poca  dureza  rayándose  hasta  con  la  uña; 
los  colores  son  generalmente  claros,  predominando  el  blanco 
y el  gris,  aunque  no  deja  de  presentarse  á veces  algo  rojizo, 
verdoso  y hasta  negro. 

La  anhidrita  suele  presentarse  de  tintas  amarillentas  y ter- 
rosas. La  estructura  del  yeso  en  particular  es  fibrosa,  com- 
pacta, en  cuyo  caso  constituye  el  alabastro;  y también  á 
veces  hojosa  y laminar,  dejando  aparte  las  formas  cristali- 
nas que  son  mas  bien  del  dominio  del  mineralogista. 

El  peso  de  esta  especie  es  mayor  que  el  de  las  rocas  cali- 
zas; por  último,  no  da  efervescencia  tratada  por  los  ácidos: 
sometiéndola  á la  acción  del  soplete  se  convierte  en  una  sus- 
tancia blanca  y friable  por  efecto  de  la  pérdida  del  agua  de 
combinación  que  contiene. 

VARIEDADES.  — Cristalizado,  sacaroideo,  compacto, 
fibroso  y bacilar  por  su  estructura.  Calizo,  arcilloso,  sulfurí- 
fero,  micáceo,  etc.,  por  las  sustancias  que  suele  contener  acci- 
dentalmente. 

YACIMIENTO. — El  yeso  puede  presentarse  como  roca 
de  sedimento  normal  químico,  y también  como  metamórfico, 
ofreciendo  en  uno  y otro  caso  condiciones  análogas  á las 
indicadas  en  las  Dolomías.  Así,  cuando  aparece  en  bancos  ó 
capas  alternando  con  arcillas,  calizas,  ú otras  rocas  cuales- 
quiera, como  sucede  por  ejemplo  en  los  terrenos  terciarios 
de  Madrid  y París,  puede  asegurarse  que  en  la  mayoría  de 
los  casos  es  resultado  de  la  sedimentación  química  normal, 
producida  por  el  aposamiento  de  materiales  calizos  en  aguas 
sulfurosas,  mientras  que  si,  por  el  contrario,  se  presenta  en 
grandes  masas  subordinadas  á otras  rocas  á continuación  de 
un  terreno  calizo  con  señales  de  dislocación  y conductos 
de  salida  de  aguas  minerales,  y por  último,  cuando  se  le  ve, 
como  he  observado  en  el  cráter  del  Vesubio  y en  el  azufral 
de  Pozzuolo,  de  donde  traje  ejemplares  muy  instructivos,  en 
todos  estos  casos  el  yeso  puede  considerarse  como  roca 
metamórfica.  En  ambas  condiciones  se  presenta  también  la 
anhidrita,  siendo,  no  obstante,  mas  frecuente  producto  de 
acciones  físicas  ó químicas  cuyo  resultado  fué  robar  el  agua 
que,  químicamente  combinada,  lleva  el  yeso.  Lo  singular  del 
segundo  yacimiento  de  estas  especies,  es  su  casi  constante 
asociación  con  la  sal  común,  las  Dolomias  y el  azufre,  de 
cuyo  último  caso  he  visto  ejemplares  notables  en  las  rocas 
volcánicas  del  Etna,  Vesubio  y Pozzuolo,  y singularmente 
en  los  criaderos  de  azufre  de  Lorca,  donde  se  ven  dentro  de 
cristales  trasparentes  de  yeso,  bellos  octaedros  de  azufre, 
como  si  dijéramos  asociados  el  padre,  que  es  el  azufre,  com- 
binándose con  el  oxígeno,  y el  hijo,  que  es  el  yeso,  producto 
ambos  de  reacciones  químicas  terrestres. 

Otra  consideración  que  viene  á confirmar  el  metamorfismo 
del  yeso,  ó sea  la  conversión  de  rocas  calizas  en  sulfatos  de 
cal,  es  la  relación  que  se  nota  en  muchos  depósitos  entre 
esta  sustancia  y rocas  eruptivas,  particularmente  con  anfibo- 
litas,  serpentinas,  labradófidos  y demás  del  grupo  porfídico. 


feldespático  y magnésico,  y la  presencia  en  su  masa  de  la 
mica,  del  talco  y hasta  de  la  esmeralda,  como  se  observa 
cerca  de  Blidah  (Argelia). 

En  uno  y otro  caso  se  encuentra  el  yeso,  con  preferencia 
á la  anhidrita,  en  muchos  terrenos  de  la  serie  primaria, 
secundaria  y terciaria,  siendo  por  regla  general  mas  comunes 
los  metamórficos  en  terrenos  antiguos:  los  normales  en  los 
medios  y modernos. 

Localidades.— Circunscribiéndonos  en  este  punto á 
la  Península,  podemos  asegurar  ser  bastante  común  esta 
especie  en  sus  dos  órdenes  de  criaderos;  así,  por  ejemplo, 
todo  el  que  se  explota  en  los  terrenos  terciarios  de  Madrid, 
en  Murcia  y otras  provincias  pertenece  al  normal;  mientras 
que  el  de  Niñerola  (Valencia),  notable  por  su  belleza,  el  de 
las  Agujas  de  Santa  Agueda  en  Castellón,  y muchos  otros 
pertenecen  á formaciones  metamórficas  del  terreno  terciario, 
del  trias,  etc. 

APLICACIONES. — La  aplicación  mas  común  é impor- 
tante del  yeso  es  á la  construcción,  y también  para  el  mol- 
deado en  la  escultura.  La  variedad  llamada  alabastro  yesoso, 
se  emplea  en  objetos  de  adorno  y hasta  para  la  estatuaria, 
como  sucede  en  Florencia,  donde  se  labra  el  famoso  alabas- 
tro de  Volterra,  y en  Valencia  el  no  menos  precioso  de 
Niñerola,  del  que  se  sirvieron  D.  Hipólito  Rovira  y D.  Igna- 
cio Vergara  para' levantar  la  famosa  fachada  del  palacio  del 
marqués  de  Dos  Aguas,  notabilísima  por  mas  de  un  concepto. 
La  variedad  laminar,  cuando  da  grandes  hojas,  solia  emplearse 
en  lo  antiguo,  y aun  hoy  en  algunas  localidades,  particular- 
mente en  las  iglesias,  en  sustitución  de  las  vidrieras.  Por 
último,  en  los  prados  y tierras  destinadas  á plantas  legumino- 
sas y de  forraje  es  un  excelente  abono,  ora  se  emplee  crudo  ó 
bien  cocido. 

Alunita 

SINONIMIA.  — Aluminita,  piedra  de  alumbre,  alaun- 
stein,  etc. 

La  analogía  de  la  causa  que  les  dio  origen,  me  obliga  á 
decir  dos  palabras  acerca  de  esta  roca,  compuesta  de  alum- 
bre, á continuación  del  yeso. 

Variedades. — La  alunita  se  presenta  compacta,  esta- 
lactifera,  cavernosa,  terrosa  y brechiforme. 

Yacimiento. — Esta  es  una  roca  esencialmente  meta- 
mórfica producida,  como  el  yeso,  por  la  reacción  del  ácido 
sulfhídrico;  con  la  sola  diferencia  de  ser  las  pizarras  arcillo- 
sas y los  productos  volcánicos,  principalmente  las  traquitas, 
las  rocas  matrices,  en  vez  de  las  calizas,  de  que  procede 
aquel.  Encuéntrase  en  el  terreno  jurásico  y en  los  volcanes 
apagados,  en  los  azúfrales  y lagonis,  en  donde  está  hoy  en 
via  de  formación,  á expensas  de  los  silicatos  de  alúmina  y 
potasa,  que  encuentran  á su  paso  los  vapores  sulfurosos. 

Localidades  extranjeras.— Las  alunitas  mas 
famosas  por  el  alumbre  que  suministran,  son  las  de  Montioni, 
Campiglia,  laTolfa,  Pozzuolo  y Sicilia,  en  Italia;  las  de  Hun- 
gría y Mont  Dore,  procedentes  de  terreno  traquítico,  etc. 

localidades  ESPAÑOLAS.— El  distrito  mas  rico 
en  la  Península  es  el  de  Mazarron,  en  donde  se  explota  en 
gran  escala  y es  de  excelente  calidad;  también  procede  de  la 
descomposición  de  traquitas. 

Aplicaciones. — La  alunita  sirve  para  la  extracción 
del  alumbre,  cuyos  usos  son  bien  conocidos  de  todo  el 
mundo. 

Sal  común 

Definición. — La  sal  común  es  el  cloruro  sódico  puro 
ó teñido  de  distintos  colores  por  sustancias  bituminosas  ú 
orgánicas,  y á veces  también  por  óxidos  de  hierro  que  des- 


GEOGNOSIA 


aparecen,  ó por  lo  menos  el  análisis  no  revela  su  presencia 
cuando  se  pulveriza  ó disuelve  en  el  agua,  hecho  notable  y 
hasta  el  presente  sin  explicación. 

Caracteres. — Presenta  esta  roca  un  carácter  que 
por  sí  solo  bastaría  para  distinguirla  de  todas  las  demás,  y 
es  el  sabor  salado  particular  que  ofrece:  los  colores  son  va- 
rios, blanco,  rojizo,  amarillento  y azul;  la  estructura  unas 
veces  es  compacta,  otras  terrosa,  también  fibrosa  y cristalizada 
en  el  sistema  cúbico;  por  último,  en  el  agua  fria  se  disuelve 
con  igual  facilidad  que  en  la  caliente. 

Variedades. — Sal  gema  laminar,  en  masas  de  estruc- 
tura hojosa,  ó laminar  como  se  presenta  en  Bex  (Suiza),  en 
Vic  (Francia),  en  Wieliezka  (Rusia),  etc.  Sal  gema  lamelosa 
por  ofrecer  hojas  mas  pequeñas  que  la  anterior,  según  se  ve 
en  Bex,  Melilla,  provincia  de  Constantina,  Wieliezka  y en 


2 93 

muchos  otros  puntos.  Sal  gema  granular,  de  aspecto  sacaroi- 
deo y granos  como  irisantes,  tal  como  se  nota  en  algunos 
ejemplares  procedentes  de  Cardona,  Wieliezka,  Lumburgo 
(Hannover),  Bex,  Canadá,  etc.  Sal  gema  fibrosa,  de  fibras 
ora  rectas  y paralelas,  ora  divergentes,  según  puede  obser- 
varse en  Vic,  Melsey,  Melilla,  etc.  Sal  gema  arcillosa  por  su 
mezcla  con  arcilla,  como  es  el  caso  de  Cardona,  Bex,  Okna 
(Moldavia),  etc.  Además  las  hay  blancas,  encarnadas,  azules, 
moradas,  etc.,  por  la  tinta  que  ofrecen. 

YACIMIENTO. — Prescindiendo  de  las  aguas  del  mar  y 
de  los  manantiales  y lagos  donde  se  halla  disuelta,  la  sal, 
considerada  como  roca,  se  presenta  en  capas  contemporáneas 
del  terreno  en  que  se  halla,  y en  grandes  masas  metamórfi- 
cas  ó eruptivas,  según  pretenden  algunos.  En  el  primer  caso 
se  observa  en  los  terrenos  antiguos,  desde  el  silúrico,  como 


Corte  teórico  de  uu  criadero  de  sal  eruptiva 

1 \ 5 Bancos  de  caliza.  2 Arcillas. — 3 Calizas. — 4 Areniscas. — 6 Masa  interpuesta  de  sal  con  yeso 


D 


se  ve  en  el  Canadá,  y el  pérmico,  como  en  Mansfeld,  en  el 
gobierno  de  Permia  (Rusia),  hasta  el  triásico,  que  por  exce- 
lencia se  ha  llamado  salífero,  y el  terciario,  de  cuyos  dos 
últimos  terrenos  ofrece  la  Península  muchos  y notables  ejem- 
plos; debiendo  citar  entre  ellos  el  de  Cardona,  cuya  masa, 
aunque  considerada  por  Dufrenoy  como  eruptiva,  debe  mas 
bien  colocarse  en  la  categoría  del  primer  orden  de  yacimien- 
to, en  razón  á presentarse  intercalada  entre  los  bancos  de 
areniscas  y arcillas,  que  por  hallarse  levantadas  alrededor  de 
la  masa  central,  hizo  que  aquel  creyera  haber  sido  dislocadas 
por  esta. 

El  segundo  orden  de  criaderos,  esto  es,  aquel  en  que  se 
considera  la  sal  como  masa  empotrada  ó eruptiva,  se  pone 
en  claro  en  el  anterior  corte  teórico  (fig.  38),  en  el  que  las 
capas,  del  i al  5,  se  suponen  levantadas  y dislocadas  por  la 
masa  número  6;  debiendo  advertir  que  algunas  veces  esta 
aparece  al  exterior,  en  cuyo  caso  representa  un  cráter  de 
erupción,  mientras  que  esta  figura  se  refiere  á lo  que  se  ha 
convenido  en  llamar  cono  de  levantamiento.  Justifica,  hasta 
cierto  punto,  la  creencia  de  que  tal  debe  ser  la  naturaleza 
de  dicho  criadero,  no  solo  la  disposición  de  los  materiales 
alrededor  de  la  masa  de  sal,  sino  también  las  relaciones  que 
en  este  caso  guarda  esta  roca  con  rocas  eruptivas,  y también 
con  yeso,  Dolomía,  etc.  La  existencia  de  la  sal  común  en 
niuchos  cráteres,  como  en  los  del  Vesubio,  Tenerife,  Etna, 
islas  Borbon,  etc.,  parece  robustecer  esta  idea.  Por  último, 
también  se  encuentra  la  sal  en  las  tierras  que  rodean  á los 
lagos  salados  en  Africa,  Asia  y otros  continentes,  efecto  de 
la  fuerte  evaporación  que  allí  se  verifica;  de  donde  resulta 
que  el  suelo  se  impregna  de  esta  materia,  la  cual,  trabando 
las  arenas,  les  comunica  el  aspecto  de  una  especie  de  arenis- 
ca, que  es  á lo  que  se  llama  arena  salífera. 

LOCALIDADES. — La  abundancia  de  esta  roca  solo  es 
comparable  con  lo  universal  y hasta  necesario  de  su  aplica- 
ción; pero  concretándonos  en  esta  materia  á la  Península, 


debemos  citar  las  salinas  de  Manuel,  Minglanilla,  Monovar, 
Sarrion,  Villena,  etc.,  pertenecientes  al  terreno  triásico;  en 
el  numulítico  existen  las  famosas  de  Cardona,  comparables 
por  su  importancia  con  las  de  Wieliezka  (Rusia),  y en  los 
terciarios  medios  las  de  Pancorbo,  Anana  (Vitoria),  Pozas 
(Burgos),  Espartinas  y Villarrubia  de  Ocaña,  en  cuya  última 
localidad  existe  en  masas  inmensas  casi  siempre  cristalizada, 
afectando  con  frecuencia  la  coloración  azul,  y en  relación 
dentro  del  terciario  del  Fajo,  con  bancos  de  yeso,  de  sulfato 
de  sosa  y á veces  con  la  glauberita,  que  se  ostenta  en  crista- 
les muy  hermosos.  Esta  salina,  antes  del  Estado,  pasó  á ser 
propiedad  de  D.  Manuel  Sotomayor  en  subasta  pública, 
habiéndola  visitado  en  compañía  de  este  amigo  en  1875  y 
descrito  en  los  Anales  de  la  Sociedad  de  Historia  Natural. 
En  el  Pinoso  y la  Rosa  (Alicante),  se  encuentran  también 
grandes  depósitos  de  sai,  en  relación  con  yeso  y Dolomías, 
probablemente  triásicas. 

Aplicaciones. — El  uso  mas  general  que  de  esta  sus- 
tancia se  hace,  es  como  condimento;  pero  se  destina  igual- 
mente á la  preparación  del  cloro  y del  ácido  clorhídrico,  del 
carbonato  de  sosa,  con  destino  á las  fábricas  de  vidrio  y 
jabón;  y por  ultimo,  como  abono  de  las  tierras  y para  hacer 
incombustibles  las  maderas. 

Origen  de  la  sal. — La  que  llevan  disuelta  las 
aguas  del  mar,  procede  de  la  primitiva  combinación  del  cloro 
y sodio,  realizada,  tal  vez,  antes  de  establecerse  aquellas  á la 
superficie  en  estado  líquido.  En  cuanto  á la  sal  de  roca  ó 
gema,  no  es  tan  fácil  saber  cómo  se  formó,  pues  todas  las 
teorías  que  para  explicar  este  hecho  se  han  inventado,  son 
insuficientes.  Atribúyenla  unos,  con  efecto,  á la  desecación 
de  antiguos  mares  ó lagos;  otros  ven  en  la  sal  masas  proce- 
dentes del  interior  del  globo  con  marcado  carácter  erup- 
tivo,  y por  último,  hay  quien  las  considera  como  un  resultado 
del  geiserismo  y de  manantiales  arcilloso-salíferos  de  otros 
tiempos. 


204  GEOLOGÍA 


TERCER  GENERO— ROCAS  DE  ORIGEN  MECANICO 

Citara /a 

SINONIMIA. — Anagenita,  cuarzo  granoso. 

DEFINICION. — La  cuarcita  puede  considerarse,  según 
las  circunstancias  que  la  rodean,  como  roca  de  sedimento 
químico  normal,  y también  como  metamórfica;  ambas  dis- 
tintas por  su  procedencia  del  cuarzo  eruptivo.  Como  meta- 
mórfica es  una  arenisca,  formada  esencialmente  de  granos 
de  sílice,  generalmente  muy  pequeños  y hasta  imperceptibles 
por  lo  común,  efecto  probable  de  la  influencia  de  rocas  ígneas 
ó de  aguas  termales,  lo  cual  hace  que  se  confunda  el  grano 
de  la  roca  con  el  cemento,  que  también  es  silíceo. 

Caractéres. — Roca  sumamente  dura,  de  colores 
claros,  blanco  ó gris  sucio;  de  estructura  compacta  y aspecto 
uniforme,  presentándose  en  lajas  y bancos  de  diferente  espe- 
sor. La  falta  de  estructura  cristalina  y sus  relaciones  geog- 
nósticas,  es  lo  que  mas  la  distingue  del  cuarzo  eruptivo, 
que  figura  entre  los  granitos  abortados. 

VARIEDADES — Común,  pudingiforme,  poligénica  y 
también  anagenita,  compuesta  de  cantos  de  rocas  de  distinta 
naturaleza,  reunidos  por  la  sílice;  talcífera,  en  la  cual  los 
granos  de  cuarzo  aparecen  reunidos  por  una  especie  de  pelí- 
cula talcosa;  poliédrica,  por  las  formas  regulares  que  ofre- 
ce, etc. 

YACIMIENTO. — Esta  roca  se  halla  generalmente  for- 
mando parte  de  los  terrenos  de  sedimento  mas  antiguos, 
como  el  silúrico,  alternando  con  el  gneis,  pizarras  cristalinas, 
y demás  elementos  constitutivos  de  aquellos;  y con  frecuen- 
cia relacionada  con  rocas  porfídicas  ó graníticas. 

LOCALIDADES. — En  el  extranjero  es  esta  roca  muy 
común  en  las  mencionadas  condiciones,  y en  la  Península  se 
encuentra  en  el  terreno  silúrico  y devónico  de  Sierra-Morena 
y sus  estribaciones,  en  las  montañas  de  Asturias,  León,  Gali- 
cia, etc. 

Aplicaciones. — La  cuarcita,  por  su  extremada  du- 
reza, se  presta  á pocas  aplicaciones,  siendo  las  principales 
como  piedra  de  construcciones  ordinarias,  y para  cubrir  edi- 
ficios cuando  se  presenta  tabular  ú hojosa.  También  suele 
'destinarse  á la  recomposición  de  las  vias  públicas. 

Jaspe 

Sinonimia. — Piedra  de  Lidia  y de  toque,  ftanita,  etc 

DEFINICION.  — El  jaspe  es  una  roca  esencialmente 
silícea,  formada  de  una  variedad  de  cuarzo  mate  y pétreo, 
asociada  á alguna  materia  terrosa  y á óxidos  metálicos,  á los 
cuales  debe  su  diversa  coloración. 

CARACTERES. — Es  esta  una  roca  muy  dura  que  no  se 
deja  rayar  por  la  navaja,  ni  hace  efervescencia  con  los  áci- 
dos, como  sucede  con  los  mármoles  á los  que  el  vulgo  da 
dicho  nombre.  Su  estructura  es  compacta,  el  grano  muy  fino, 
aunque  algunas  veces  se  presenta  pizarroso  y también  bre- 
chiforme,  formado  de  fragmentos  angulosos  de  jaspe,  cemen- 
tados por  el  cuarzo.  También  suele  presentarse  arcilloso  ó 
térreo,  con  todo  el  aspecto  y caractéres  de  una  arcilla. 

VARIEDADES. — Jaspe  común,  pizarroso,  brechiforrae, 
cuarzoso,  atravesado  por  venas  irregulares  de  cuarzo;  jaspe 
de  Egipto,  que  se  presenta  en  cantos  ó masas  redondeadas, 
en  cuyo  interior  se  ven  fajas  de  distintos  colores  alrededor 
de  un  núcleo  de  tinta  mas  clara,  en  la  que  ordinariamente 
aparecen  algunas  dentritas,  etc. 

YACIMIENTO. — La  frecuente  relación  con  rocas  ígneas 
hace  sospechar  su  metamorfismo,  que  confirma  el  tránsito 
insensible  que  se  observa  de  las  pizarras  arcillosas  y las  arci- 
llas mismas  á los  jaspes:  hecho  frecuente  en  el  terreno  numu- 


lítico,  y aun  en  el  terciario  medio  relacionado,  sobre  todo  en 
Italia,  con  las  serpentinas  y eufótidas.  En  los  Pirineos  se 
encuentran  los  jaspes  asociados  ó en  relación  con  las  calizas 
sacaroidéas  del  terreno  jurásico;  pero  los  hay  aun  mas  anti- 
guos, por  ejemplo,  en  el  triásico,  y hasta  en  los  paleozóicos, 
particularmente  la  variedad  llamada  ftanita.  El  jaspe  de 
Egipto,  quizá  sea  resultado  de  aguas  geiserianas,  que  en  épo- 
cas no  muy  antiguas  determinaron  la  fosilización  silícea  de 
un  bosque  de  palmeras,  cuyos  troncos  se  conservan  aun  á la 
superficie,  no  lejos  de  Alejandría.  Muchas  termántidas  toman 
todo  el  aspecto  y hasta  la  dureza  del  jaspe,  como  puede  verse 
en  la  magnífica  serie  que  recogí  en  Lipari,  relacionada  con 
erupciones  traquíticas  ó con  aguas  geiserianas. 

LOCALIDADES.— Véase  el  artículo  Sílex. 

lVv  1 j.  • 

Porcelanita 

Sinonimia. — Termántida,  arcillas  cocidas. 

DEFINICION. — Roca  compuesta  de  arcillad  de  pizarra 
arcillosa,  tostada  con  mas  ó menos  intensidad,  por  la  acción 
de  los  combustibles  y también  por  la  de  rocas  volcánicas  ú 
otras. 

CARACTERES. — Todo  el  aspecto  de  estas  rocas  nos 
recuerda  las  arcillas  de  que  proceden,  distinguiéndose  tan 
solo  por  su  mayor  dureza,  que  llega  á veces  hasta  la  del 
mismo  jaspe,  y por  no  hacer  pasta  con  el  agua. 

Variedades. — Compacta  de  aspecto  brillante,  frac- 
tura concoidéa,  sonora  y frágil;  listada,  compuesta  de  fajas 
de  diversos  colores;  pizarrosa,  formada  de  hojas  ó láminas 
delgadas  que  se  convierten  en  polvo  seco  por  la  trituración; 
escoriforme,  por  su  estructura  análoga  á la  escoria  de  un 
volcan;  brechiforme,  cuando  aglutina  fragmentos  de  otras 
rocas;  fosilífera,  cuando  lleva  fósiles  ó impresiones  suyas,  etc. 

Yacimiento.—  Aunque  para  algunos  geólogos  las 
termántidas  solo  son  resultado  del  incendio  espontáneo  de 
los  combustibles,  y por  consiguiente,  su  único  yacimiento 
el  terreno  carbonífero,  he  tenido  ocasión  de  ver  y he  traído 
ejemplares  notables  de  arcillas  cocidas  ó porcelanitas,  como 
consecuencia  de  la  proximidad  á rocas  volcánicas,  pudiendo 
citar,  entre  otras  localidades  famosas,  las  islas  Cíclopes  (en 
Sicilia),  donde  el  basalto  en  su  erupción  á través  de  las  arci- 
llas pliocenas,  hasta  tal  punto  las  convirtió  en  termántidas, 
que  el  Sr.  Gemellaro,  de  Catania,  las  dió  el  nombre  de  Ciclo- 
pita,  creyéndolas  rocas  nuevas;  solo  el  hallazgo  de  fósiles, 
descubiertos  por  mí  en  1852,  esclareció  este  asunto.  En  la 
isla  de  Ischia,  al  pié  mismo  del  Epomeo,  existe  y vi  también 
la  arcilla  pliocena,  muy  rica  en  fósiles,  trasformada  en  ter- 
mántida por  la  famosa  corriente  traquítica  del  Arso.  No 
menos  importante  bajo  este  punto  de  vista  es  la  localidad 
llamada  il  Bagno  seco  (Lipari),  donde  tuve  la  fortuna  de  en- 
contrar la  mas  bella  y variada  serie  de  termántidas  que  se 
puede  imaginar;  aumentando  su  importancia  la  flora  terciaria 
que  en  su  seno  existe,  que  por  primera  vez  descubrí,  y cuyos 
ejemplares  pueden  estudiar  los  curiosos  en  el  Gabinete  de 
Historia  Natural  de  la  corte. 

En  el  distrito  de  Cabo  de  Gata  también  se  hallan  en 
abundancia  estas  rocas.  "T 

Localidades. — Las  termántidas  son  bastante  comu- 
nes en  Alemania,  y particularmente  en  Sajonia,  en  las  siete 
montañas  ó Siebengebirge  (Prusia);  en  Bohemia  y otros 
puntos:  en  Francia  se  encuentran  en  Saint-Etienne,  en  los 
alrededores  de  Puy,  en  Velay  y en  Mont  Dore:  en  Italia  las 
ya  indicadas  y el  Val-di-Noto:  en  España  abundan  sobre 
manera  en  la  región  volcánica  de  Cabo  de  Gata,  Mazar- 
ron,  etc.  . j*  V.  i*  j -3 

APLICACIONES. — Estas  rocas  son  de  uso  poco  común, 


GEOGNOSIA 


en  razón  á su  fragilidad;  sin  embargo,  suelen  destinarse  á 
piedras  de  construcción  y á reparar  los  caminos,  además  de 
ser  objetos  importantes  de  estudio. 

Margolita  y arcillbfidos 

La  margolita,  que  no  es  otra  cosa  mas  que  la  marga  me* 
tamornca  6 endurecida  por  la  acción  de  una  temperatura 
mas  ó menos  elevada,  y el  arcillófido  ó sea  el  pórfido  arci- 
lloso, resultado  de  la  descomposición  del  ortófido  y de  su 
consolidación  posterior  por  causas  análogas,  deben  en  rigor 
incluirse  también  entre  las  rocas  metamórficas  que  acabamos 
de  estudiar;  si  bien  creemos  excusado  entrar  en  detalles, 
vista  su  analogía  con  las  ya  descritas. 


295 

constitutivos  de  las  rocas.  De  modo  que,  reduciendo  el  meta- 
morfismo á sus  verdaderos  límites,  esto  es,  á las  modifica- 
ciones que  experimentan  las  rocas,  así  de  sedimento  como 
de  otra  índole,  colocadas  en  condiciones  excepcionales, 
como  por  ejemplo,  la  inmediación  á rocas  plutónicas  ó íg- 
neas, ó la  infiltración  de  aguas  termales,  etc.,  es  el  resultado 
de  las  causas  siguientes: 

1. a  Del  calor,  cuya  influencia  está  en  razón  de  la  proxi- 
midad de  la  roca  que  lo  experimenta  á la  pirosfera  terrestre 
ó á materiales  eruptivos. 

2. a  De  la  presión,  que  aumenta,  como  es  natural,  con  la 
profundidad. 

3. a  De  las  acciones  moleculares,  que  se  ejercen  de  un 
modo  mas  enérgico,  en  el  fondo  que  á la  superficie  de  la 
tierra. 


METAMORFISMO 

i ' 1 •* 

Descritas  ya  las  principales  rocas  de  este  grupo,  importa 
sobre  manera  que  discurramos  por  breves  instantes  acerca 
de  la  múltiple  y variada  acción  á la  que  aquellas  deben  su 
estado  actual.  La  palabra  metamorfismo , derivada  de  meta, 
cambio,  y morphos^  forma,  aunque  en  rigor  no  explique  bien 
todas  las  trasformaciones  que  las  rocas  han  experimentado, 
fué  introducida  en  la  ciencia  por  Lyell  para  sintetizar  con 
una  sola  expresión  toda  la  teoría  á dichos  fenómenos  refe- 
rente, y en  tal  concepto  aceptada  por  la  inmensa  mayoría  de 
los  geólogos.  El  verdadero  creador  de  esta  doctrina  fué  el 
inglés  Hutton,  á principios  del  siglo,  pues  aunque  Arduino 
y otros  le  precedieron  en  la  indicación  de  muchos  hechos,  y 
hasta  de  la  causa  á que  en  su  sentir  debían  referirse,  estos 
datos  aislados  no  llegaron  á elevarse  al  rango  de  teoría,  hasta 
que  aquel  hubo  demostrado  el  origen  ígneo  de  la  tierra, 
fascinados,  empero,  los  ánimos  por  esta  idea,  pronto  se  in- 
currió en  el  error  de  darle  un  carácter  sobrado  absoluto, 
exagerando  desmedidamente  la  influencia  del  calor,  al  que 
atribuían  todos  los  efectos  de  la  singular  dinámica  terrestre. 
Sin  embargo,  ja  en  el  ano  1822,  el  celebre  Debuch,  en  una 
interesante  memoria  sobre  la  Dolomía  del  valle  de  Fassa  en 
el  Ti  rol,  al  propio  tiempo  que  demostraba  la  conversión  de 
las  locas  calizas  en  doble  carbonato  de  cal  y de  magnesia, 
como  electo  de  la  aparición  de  los  meláfidos  ó pórfidos  ne- 
• grosJ  ya  establecía  el  principio  de  que  este  cambio  no  podía 
ser  efecto  de  la  exclusiva  acción  del  calor  terrestre,  sino  que 
debían  también  contribuir  á ello  ciertas  emanaciones  quími- 
cas desarrolladas  durante  la  salida  de  aquellos.  Este,  puede 
decirse,  lué  uno  de  los  primeros  pasos  que  se  dieron  en  sen- 
tido, si  no  de  anular,  al  menos  de  disminuir  en  gran  parte  el 
carácter  demasiado  exclusivo  de  la  teoría  ígnea.  Secundó 
tan  feliz  idea  la  experimentación  química  en  el  laboratorio, 
con  el  fin  de  esclarecer,  no  solo  este  sino  otros  muchos  pun- 
tos que  aun  permanecen  oscuros  en  el  terreno  de  la  ciencia, 
habiendo  conseguido  en  gran  parte  su  objeto,  merced  á los 
perseverantes  esfuerzos  de  Hall,  Haindinger,  Rosse,  Nor- 
denskjold,  Delesse,  hournet,  Daubrée,  Lecoq  y muchos  otros 
eminentes  geólogos,  que  han  encontrado  en  la  Química  y en 
su  oportuna  aplicación  á la  ciencia  geológica,  un  eficacísimo 
apoyo  para  darse  razón  cumplida,  así  de  las  singulares  ano- 
malías, que  según  ya  indicamos,  ofrecen  el  granito  y demás 
rocas  congéneres,  como  el  metamorfismo  de  las  rocas  y mu- 
chos otros  hechos  importantes. 

No  vaya  a creerse  por  esto  que  se  rechace  en  absoluto  la 
intervención  del  calor  terrestre  en  el  metamorfismo,  nada  de 
eso;  antes  por  el  contrario,  se  considera  este  como  el  primer 
agente,  si  bien  secundado  por  otros  que  modifican  algún 
tanto  su  modo  de  obrar,  determinando  por  otra  parte  con- 
diciones nuevas  en  el  modo  de  presentarse  los  elementos 


4.a  De  las  corrientes  electro  magnéticas,  cuyo  modo  de 
obrar,  aunque  oscuro  y difícil  de  comprender,  no  por  eso  en 
muchos  casos  es  menos  evidente. 

5*  De  capilaridad,  que  favorece  el  movimiento  del 
agua  y el  trasporte  de  las  sustancias  extrañas  hasta  el  seno 
de  las  rocas. 

6. a  Del  agua  líquida  ó en  vapor,  pura  ó mineral  y mejor 
aun  minero-termal. 

7. a  y última.  De  los  movimientos  de  la  costra  terrestre, 
á los  cuales  puede  atribuirse  en  parte  la  estructura  pizarrosa 
de  ciertas  rocas. 

* » 

Ahora  bien,  bajo  la  múltiple  influencia  de  todas  estas 
causas,  obrando  ya  aisladamente  ó en  admirable  combina- 
ción, se  experimentan  los  singulares  fenómenos  del  meta- 
morfismo, expresión  que  según  ya  apuntamos  mas  arriba,  no 
comprende,  según  su  etimología,  sino  uno  solo  de  los  varia- 
dos fenómenos  que  en  este  concepto  presentan  las  rocas. 
Con  efecto,  aunque  no  deja  de  ser  frecuente  el  que  estas 
cambien  de  torma,  ó por  el  contrario,  que  sin  variar  esta, 
haya  una  completa  sustitución  de  materia,  como  es  el  caso 
singularísimo  de  la  serpentina  de  Snannn  (Suecia)  cristali- 
zada en  la  misma  forma  que  el  oliiino , á quien  desalojó  en 
sentir  de  Nordenskjold;  el  de  las  areniscas  de  Fontainebleau 
y de  Stuttgart,  y muchos  otros  casos,  el  metamorfismo  no  se 
halla  reducido  á esto  solo,  sino  que  son  múltiples  y muy  va- 
riadas sus  manifestaciones,  las  cuales  para  mayor  claridad 
reduciremos  á las  siguientes: 

1. a  Cambio  de  forma  por  agrietamiento  y retracción, 
según  es  frecuente  observar  en  las  rocas  arcillosas  por  ejem- 
plo, por  efecto  de  la  influencia  del  calor.  Además  de  los  ca- 
sos anteriormente  citados,  podemos  referir  á este  primer 
modo  de  metamorfismo  las  formas  poliédricas,  que  suelen 
presentar  muchas  rocas  de  esta  naturaleza,  convertidas  á 
veces  en  jaspe,  que  con  frecuencia  se  observan  en  el  terreno 
carbonífero,  y de  ello  podrán  ver  los  curiosos  ejemplos  nota- 
bles en  mis  colecciones  del  Gabinete  de  Historia  Natural. 

1 ambien  podrán  estudiarse  en  el  mismo  establecimiento 
casos  ó ejemplos  singulares  de  grietas  y una  especie  de  cuar- 
teamiento  en  el  granito  en  su  tránsito,  por  la  influencia  de 
elevadas  temperaturas,  á la  traquita,  á la  obsidiana  y hasta 
la  piedra  pómez,  recogidos  por  mí  en  Basiluzzo  (islas  de  Li- 
pari). 

2. a  Alteración  en  la  estructura;  la  caliza  común  conver- 
tida en  mármol  sacaroidéo  o estatuario,  como  sucede  en 
Carrara,  en  Paros,  en  Macael  y en  mil  otros  puntos,  da  una 
idea  clara  de  este  caso  de  metamorfismo,  al  cual  concurrie- 
ron de  consuno  una  temperatura  tal  vez  no  muy  elevada  y 
la  presión,  según  demostró  el  célebre  inglés  Hall,  quien  ob- 
tuvo una  caliza  de  estructura  cristalina,  colocando  en  un 
tubo  de  hierro  herméticamente  cerrado,  una  pequeña  canti- 
dad de  creta  terrosa,  que  sometió  á una  temperatura  de 


GEOLOGIA 


2 96 

unos  290".  Por  donde  se  ve  que  la  presión,  impidiendo  la 
salida  del  ácido  carbónico,  determina,  asociada  á un  calor 
moderado,  el  cambio  de  estructura.  Bajo  este  punto  de  vista 
se  han  hecho  observaciones  curiosas,  las  cuales  han  dado 
por  resultado:  i.°  Que  la  forma  prismática  ó poliédrica  apa- 
rece de  preferencia  relacionada  con  rocas  volcánicas.  2.0  Que 
la  pizarrosa  es  mas  frecuente,  por  el  contrario,  en  las  que  se 
hallan  cerca  de  rocas  plutónicas  en  general  y en  particular 
del  granito;  y 3.*  Que  la  cristalina  ó sacaroidéa,  si  no  es 
peculiar  en  las  calizas  y Dolomías,  por  lo  menos  se  observa 
mas  á menudo  en  ellas  que  en  otros  grupos  de  rocas. 

3. a  Penetración  de  sustancias  extrañas  en  las  rocas.  La 
temperatura,  determinando  la  separación  de  las  moléculas, 
facilita,  en  razón  directa  á la  escala  en  que  actúa,  la  intro- 
ducción de  sustancias  extrañas  en  las  rocas,  según  se  obser- 
va en  el  cipolino,  por  ejemplo,  caliza  que  lleva  talco  ó mica 
ó ambas  especies  á la  vez,  sin  tener  nada  que  ver  con  su 
composición  esencial:  en  las  calizas  silíceas,  antes  despro- 
vistas de  sílice  y después  penetradas  por  esta  sustancia,  que 
les  comunica  una  dureza  tanto  mas  pronunciada,  cuanto 
mayor  es  la  cantidad  de  sílice  disuelta  por  la  acción  proba 
ble  de  los  Geiseres,  mas  eficaz  en  otros  tiempos  que  en  la 
época  actual.  Muchos  otros  casos  pudiéramos  citar  que  se 
encuentran  en  análogas  condiciones,  pero  prescindimos  de 
ello  en  obsequio  á la  brevedad. 

4. a  Cambio  de  naturaleza  de  las  rocas.  No  es  raro  obser 
var  las  rocas  calizas  convertidas,  ora  en  yeso  ó anhidrita,  ya 
en  Dolomía  ó en  materia  feldespática,  etc.  En  este  caso,  el 
metamorfismo  se  llama  yesificncion,  dolomisacion,  feldespa- 
tisacion,  silicicacion,  etc.,  según  la  sustancia  en  que  se  con- 
vierte la  roca.  Los  agentes  que  en  cada  uno  de  estos  casos 
intervienen  son  distintos;  aunque  siempre  actúan  algunos  de 
los  arriba  indicados,  no  siendo  por  cierto  las  aguas  minera- 
les las  que  con  menos  frecuencia  influyen.  No  obstante,  hay 
que  tener  también  en  cuenta,  para  no  exagerar  la  extensión 
del  metamorfismo,  que  la  misma  roca  puede  ser  resultado 
de  causas  muy  diversas,  en  cuyo  caso,  solo  las  circunstancias 
de  yacimiento  y relaciones  geognósticas  pueden  ilustrar  la 
cuestión.  Así,  por  ejemplo,  la  caliza  es  roca  ácuea  en  los 
sedimentos  químicos;  ígnea  y quizás  mejor  metamórfica,  en 
las  lavas  ó en  los  terrenos  volcánicos  en  general,  según  se  ve 
en  la  Somma  (Vesubio),  en  los  peperinos  de  Albano  y Fras- 
ead, etc.;  hidrotermal,  en  los  filones,  y metamórfica  en  las 
masas  subordinadas  al  gneis,  en  las  pizarras  micáceas  y en 
Carrara.  Otro  tanto  puede  decirse  del  yeso,  de  la  Dolomía 
y de  muchas  otras.  Conviene,  pues,  no  olvidar  estos  ejenv 
píos  para  proceder  con  pleno  conocimiento  de  causa  en  la 
calificación  que  se  haga  de  las  rocas. 

Los  experimentos  practicados  por  los  Sres.  Haindinger, 
Daubrée  y otros,  ilustran  poderosamente  tan  singulares  me- 
tamorfosis de  la  materia  mineral.  Colocó  Haindinger  en  un 
cañón  de  hierro,  herméticamente  cerrado,  una  mezcla  de 
sulfato  magnésico  y carbonato  de  cal,  y elevada  la  tempera- 
tura á 200o  bajo  la  influencia  de  una  presión  de  quince  at- 
mósferas, obtuvo  Dolomia  y anhidrita,  como  resultado  del 
desprendimiento  del  ácido  carbónico  y su  combinación  con 
la  magnesia,  cuyo  radical,  apoderándose  del  óxido  cálcico, 
que  quedó  libre,  formó  el  sulfato  anhidro  de  cal.  De  mane- 
ra, que  la  acción  combinada  del  calor  y la  presión,  no  solo 
puede  alterar  la  estructura,  sino  hasta  cambiar  por  completo 
su  composición.  Daubrée  y otros  han  repetido  análogos  ex- 
perimentos, obteniendo  parecidos  resultados. 

Muchos  otros  casos  de  metamorfismo  podríamos  citar, 
pero  los  aducidos  bastan,  sobre  todo  en  un  Compendio,  para 
formarse  idea  de  este  asunto,  que  según  lo  expuesto,  ha 
seguido  en  su  marcha  iguales  vicisitudes  que  las  teorías 


reinantes  en  la  ciencia  acerca  del  origen  é historia  de  nues- 
tro planeta.  Resta  tan  solo  añadir  dos  palabras  acerca  de.  lo 
que  se  ha  llamado  por  algunos  exomorfismo  y endomorfis- 
mo,  metamorfismo  regional  ó normal  y de  contacto. 

Metamorfismo  everso  llamó  el  distinguido  geologo  sajón 
Sr.  Cotta,  á los  efectos  producidos  por  la  roca  plutónica  ó 
eruptiva  en  aquellos  materiales  á cuyo  través  apareció,  ó con 
los  que  mas  ó menos  directamente  se  halla  relacionada.  Al- 
gunos llaman  á este  caso,  que  suele  ser  el  mas  frecuente, 
metamorfismo  de  contacto,  y Fournet  lo  denomina  exomor- 
fismo (de  exos,  fuera):  el  basalto  de  las  islas  Cíclopes,  intro- 
duciéndose á su  salida  del  interior  del  globo  en  la  masa  de 
arcillas  terciarias,  convertidas  en  termántida  por  esta  causa, 
puede  presentarse  entre  los  infinitos  que  han  ocurrido,  como 
ejemplo  de  exomorfismo.  Y por  cierto  que  basalto  y termán- 
tida sufrieron  ambos  á dos,  después  de  la  aparición  de  aquel 
y de  la  metamorfósis  de  esta,  otra  acción  no  menos  curiosa, 
la  cual  se  traduce  por  la  impregnación  en  su  masa  de  la 
analcima,  que  se  ostenta  en  bellísimas  formas  cúbicas  ó de- 
rivadas, tanto  á la  superficie  como  en  el  fondo  y en  lo  mas 
íntimo  de  su  estructura.  También  pueden  ver  los  inteligen- 
tes preciosos  ejemplares  de  una  y otra  roca  y de  las  dos 
reunidas  con  la  sustancia  que  penetró  después,  en  las  colec- 
ciones de  mi  cargo  del  Gabinete  de  Historia  Natural. 

Metamorfismo  inverso  dice  Cotta  á lo  que  Fournet  desig- 
na con  el  nombre  de  endomorfismo  (de  endos , dentro),  que 
no  es  otra  cosa  sino  la  reacción  que  la  roca  atravesada  ejer- 
ce sobre  la  plutónica  ó eruptiva,  en  la  cual  no  es  raro  ver 
mas  de  una  huella  de  este  singular  fenómeno.  1 al  es,  por 
ejemplo,  lo  que  se  observa  en  la  famosa  brecha  de  Suecia, 
formada  de  fragmentos  de  rocas  metamórficas  en  el  seno  de 
la  propia  plutónica,  que  primero  determinó  la  metamorfósis 
de  aquellas  y luego  sufrió  los  efectos  de  esta  misma.  Recuer- 
do haber  visto  en  Estokolmo  ejemplares  extraordinarios  y su- 
mamente instructivos  de  esta  especie  de  metamorfismo,  de 
la  cual  el  Sr.  Prado,  de  feliz  memoria,  cita  el  caso  curioso 
que  existe  en  uno  de  los  cortes  de  la  nueva  carretera  que 
se  abrió  en  el  Molar,  cuya  importancia  me  obliga  á repro- 
ducir el  corte  adjunto  (fig.  39),  que  figura  en  la  interesante 
Memoria  sobre  la  provincia  de  Madrid. 

En  el  macizo  de  Peñalara,  según  él  mismo,  se  observa 
que  el  granito,  en  el  que  aparece  la  famosa  laguna,  forma 
un  dique  de  mas  de  so”  de  espesor,  que  al  paso  que  determi- 
nó la  dislocación  y metamorfismo  del  gneis,  encierra  en  su 
masa  pedazos  de  esta  última  roca,  como  prueba  evidente  de 
la  reacción  que  allí  se  experimentó. 

Metamorfismo  regional  y de  contacto. — Se  da  el  nombre 
de  regional,  y según  Daubrée,  normal,  cuando  en  contrapo- 
sición al  de  contacto,  no  se  limitan  sus  efectos  á puntos 
circunscritos  y en  los  que  en  la  mayoría  de  los  casos  la  rela- 
ción entre  causa  y efecto  es  clara  y ostensible;  sino  que  se 
observa  en  comarcas  y extensiones  muy  considerables  á ve- 
ces, siquiera  sea  con  frecuencia  difícil  averiguar  el  agente 
que  ha  producido  tan  singulares  resultados. 

Llámase  regional,  no  solo  por  la  extensión  que  alcanza, 
sino  por  ser  resultado  de  varios  centros  eruptivos  bastante 
aproximados  los  unos  á los  otros,  para  que  su  acción  se  haya 
confundido.  Los  que  dan  á este  metamorfismo  el  nombre  de 
normal  creen  que,  en  vez  de  atribuirse  á esta  causa,  es  con- 
secuencia legítima  de  la  situación  misma  del  terreno  que 
suponen  encontrarse  en  la  base  de  la  serie  estratificada,  y 
sobre  los  cuales  ha  obrado  el  calor  terrestre.  Esta  última  ex- 
plicación, si  bien  aplicable  á los  terrenos  antiguos,  cae  por 
su  base  cuando  se  trata  de  otros  mas  modernos,  como  con 
frecuencia  ocurre;  debiendo  advertir,  respecto  de  la  primera 
solución,  que  también  es  frecuente  encontrar  muy  desarro- 


GEOGNÓSJA 


liado  el  metamorfismo  en  regiones  en  las  cuales  no  aparece 
roca  alguna  eruptiva;  y aunque  en  este  caso  se  apela  al  sub- 
terfugio de  suponer  que  las  rocas  eruptivas  ó ígneas  no  han 
llegado  á la  superficie,  lo  cierto  es  que  aun  falta  mucho  que 
saber  en  este  asunto.  Por  fortuna,  y á falta  de  este  dato, 
podemos  establecer  que  las  causas  que  lo  determinan  vienen 
á ser  iguales  á las  ya  indicadas  en  el  de  contacto : si  bien 
parece  que  los  movimientos  de  la  costra  terrestre,  las  accio- 
nes moleculares  y las  aguas  termales  fueron  aquí  las  que 
actuaron  con  mas  energía,  debiendo  añadir,  como  confirma- 
ción, que  no  solo  la  naturaleza  de  estos  mismos  agentes  es 


Fig-  39.  — Metamorfismo  inverso 

Granito  penetrando  y alterando  el  gneis  N,  que  allí  pasa  á micacita. 
•’G  1 edazo  de  gneis  de  gran  tamaño,  arrancado  por  el  granito  y em- 

potrado en  su  masa. 

^ ^ etas  de  granito  infiltradas  en  el  gneis  como  prueba  de  su  plasti- 

cidad. 

R- — Falla  producida  por  un  movimiento  posterior  local. 

mas  susceptible,  si  se  quiere,  de  extender  su  esfera  de  acti- 
vidad, y obrar  con  mas  perseverancia  durante  muchos  siglos, 
sino  también  el  hecho  constante  de  ser  mas  común  en  el 
metamorfismo  regional  que  en  el  de  contacto,  la  estructura 
pizarreña  tí  hojosa  en  las  rocas  que  experimentaron  su  in- 
fluencia. 

En  resúmen,  pues,  las  rocas  todas,  y aun  los  seres  orgáni- 
cos en  las  de  sedimento  encerrados,  pues  en  último  resulta- 
do, no  deja  de  ser  un  caso  de  metamorfismo  la  fosilización, 
han  experimentado  bajo  la  influencia  de  causas  muy  diversas, 
durante  y después  de  su  consolidación,  una  serie  de  cambios 
muy  notables  á los  que  se  ha  convenido  en  llamar  metamor- 
fismo. 

I ERCERA  CLASE  — Rocas  de  origen  orgánico 


La  consideración  de  la  causa  que  produjo  las  rocas,  en 
cuya  descripción  vamos  á ocuparnos,  nos  obliga  á colocarlas 
en  esta  clase  especial,  pues  por  lo  demás,  todos  sus  caracté- 
res  son  propios  de  las  rocas  de  sedimento,  entre  las  cuales 
figuran  en  muchas  clasificaciones. 

Como  son  dos  los  reinos  que  han  contribuido  á la  forma- 
ción de  estas  rocas,  deben  agruparse  en  dos  órdenes. 


Je 

silíc< 


PRIMER  ORDEN 

Roías  de  procedencia  animat 

Jobeamos  en  este  grupo  una  porción  de  rocas  calizas  ó 
Silíceas,  en  cuya  descripción  no  entraremos  con  el  fin  de 
evitar  repeticiones,  siendo  producto  las  unas  de  la  acción,  y 
otras  de  la  destrucción  de  ciertos  animales  pertenecientes  á 
los  últimos  limites  de  la  escala  zoológica;  circunstancia  que 
si  imprime  carácter  en  la  estructura  ó facies  externa,  no  al- 
tera en  nada  la  esencia  en  cuanto  á la  composición  mineral. 
Las  rocas,  resultado  de  este  proceso,  van  ya  descritas  en  los 
artículos  correspondientes,  y se  reducen  á la  creta  y á la 
Tomo  IX 


297 
% 

caliza  coralífera,  producto  de  los  arrecifes  de  coral,  y al  trí- 
poli  en  cuanto  á la  de  naturaleza  silícea. 

Dadas  ya  estas  explicaciones,  dirigidas  á facilitar  la  inte- 
ligencia del  cuadro  de  la  clasificación  de  rocas,  estamos  ya 
en  el  caso  de  entrar  en  la  descripción  del 

SEGUNDO  ORDEN 

Rocas  de  origen  vegetal 

CARACTERES. — Hánse  llamado  estas  rocas  combusti- 
bles, porque  uno  de  sus  caracteres  mas  distintivos  es  la  faci- 
lidad con  que  arden  y el  olor  especial  que  despiden  al  que- 
marse, que  generalmente  es  bituminoso:  todas  ellas  son  muy 
ligeras,  tiernas,  y frágiles  y de  colores  oscuros. 

En  la  composición  de  estas  rocas  se  observa  en  confirma- 
ción de  su  procedencia  orgánica,  que  cuanto  mas  moderno 
es  el  terreno  en  que  se  encuentran,  tanto  mas  análoga  es  la 
composición  del  combustible  con  la  de  las  plantas  actuales, 
y viceversa,  cuanto  mas  antiguo,  tanto  mas  se  aparta  de  ella, 
según  puede  verse  en  el  grafito  y diamante,  en  los  que  solo 
ha  subsistido  el  carbono.  Esto  confirma  la  idea  de  que  to- 
dos los  combustibles  forman  una  serie  no  interrumpida, 
cuyos  términos  se  enlazan  por  tránsitos  insensibles,  desde  la 
turba  hasta  el  diamante  mismo. 

División.  — Este  orden  se  divide  en  tres  géneros,  que 
son  resinas,  betunes  y carbones. 

PRIMER  GÉNERO.- RESINAS 
Succino 

El  succino  es  palabra  de  origen  latino,  procedente  de 
suecos , lo  cual  revela  la  antigua  creencia  de  ser  esta  sustancia 
el  jugo  petrificado  de  algún  árbol.  La  voz  electrum , que  le 
aplicaron  también  antes,  deriva  del  griego  electrón , por  ser 
el  primer  cuerpo  en  que  se  notaron  los  efectos  de  la  electri- 
cidad. 

SINONIMIA.  — Electrum , ámbar  amarillo,  karabé  y 
bernstein. 

DEFINICION. — El  ámbar  amarillo  es  una  verdadera  re- 
sina fósil,  compuesta  de  carbón,  hidrógeno,  oxígeno  y ceni- 
zas alcalinas  en  proporciones  diversas:  su  peso  es  próxima- 
mente de  1,7;  el  brillo  resinoso;  su  coloración  recorre  todas 
las  tintas  imaginables,  desde  el  amarillo  anaranjado,  semi- 
trasparente  y blanquecino,  hasta  el  verde  manzana,  el  rojizo, 
verde  aceituna  y negro  completamente  opaco;  notándose 
una  coincidencia  curiosa  entre  estos  colores  y la  proporción 
del  ácido  succínico  que  forma  parte  esencial  de  su  naturale- 
za. A una  temperatura  poco  elevada,  arde  con  una  llama 
amarillenta,  esparciendo  un  perfume  agradable,  del  que  tanto 
partido  sacaron  los  antiguos,  y deja  un  residuo  carbonoso; 
por  frotación  desarrolla  la  electricidad  negativa;  por  último, 
y para  confirmar  su  origen  orgánico,  suele  ofrecer  en  su  in- 
terior insectos  de  diferentes  órdenes  perfectamente  conser- 
vados, y también  hojas  y otros  restos  vegetales. 

YACIMIENTO. — El  ámbar,  acerca  de  cuya  procedencia 
tanto  se  ha  discutido,  se  encuentra  casi  siempre  en  criade- 
ros de  lignito,  en  los  terrenos  terciarios  y cretáceos. 

LOCALIDADES.  — El  succino  mas  comunmente  em- 
pleado en  Europa,  procede  del  Báltico,  encontrándose  entre 
Kcenisberg  y Mamel  (Prusia),  trasportado  por  las  aguas 
corrientes.  En  las  costas  de  Escandinavia  también  existe, 
aunque  no  tan  abundante:  en  Sicilia  es  famosa  la  localidad 
Pietralia,  por  la  variedad  de  colores  que  allí  ofrece,  como  lo 
acredita  el  cuadro  de  treinta  y siete  tintas  diferentes  que  re- 
galé al  Gabinete  de  Historia  Natural,  en  cuyas  colecciones 
geológicas  figura.  En  Francia  se  encuentra  en  tres  ó cuatro 

■?8 


geología 


298 

localidades,  aunque  de  escasa  importancia.  En  España  existe 
en  Utrillas,  en  Rubielos  de  Mora,  en  Suances,  Villaviciosa, 
Belomio  y otros  puntos  de  Oviedo;  en  Espadilla  (Castellón), 
lo  he  visto  en  fragmentos  dentro  del  lignito  mismo. 

APLICACIONES. — La  Física  se  vale  de  esta  sustancia 
para  delicados  experimentos,  y la  industria  la  destina  á la 
fabricación  de  objetos  de  adorno,  como  boquillas  para  pipas, 
botones,  gemelos,  frasquitos,  etc. 

Los  antiguos  escandinavos  se  sirvieron  ya  de  esta  sustan- 
cia para  objetos  de  adorno,  según  resulta  de  los  numerosos 
hallazgos  verificados  en  los  túmulos  y dólmenes  de  Suecia, 
coleccionados  y cuidadosamente  expuestos  en  el  Museo  de 
Antigüedades  de  Estokolmo,  donde  tuve  el  gusto  de  verlos 
en  1869. 

SEGUNDO  GENERO  — BETUNES 


Asfalto 

* / 1 | m 1 i 1a  jl,  f JL  JLf'- 1 ii'iiiii  1 'mi 

Etimología.  — Esta  palabra  se  deriva  del  griego  as- 
phaltos , que  significa  betún. 

Sinonimia.— Betún  de  Judea,  pez  mineral  escoriácea, 
karabé  de  Sodoma,  pissas falto,  bálsamo  de  momias. 

DEFINICION  Y CARACTERES. — El  asfalto  es  una 
sustancia  negra,  frágil,  de  fractura  vitrea  y concoidéa,  que 
arde  con  facilidad,  despidiendo  una  llama  brillante,  dejando 
poco  residuo.  Su  peso  especifico  es  de  1 ó 1,6.  Funde  á la 
temperatura  del  agua  hirviendo;  por  destilación  seca  sumi- 
nistra un  aceite  particular,  muy  poca  agua,  gases  combusti- 
bles y vestigios  de  amoniaco-  Contiene  á veces  en  su  masa 
una  porción  de  materias  extrañas,  como  arcillas,  calizas  ó 
arenas. 

Yacimiento  y localidades.— El  depósito  prin- 
cipal del  asfalto  es  el  Mar  Muerto,  al  que  por  esta  razón  se 
llama  lago  Asphaltites,  el  Caspio  y el  Aral,  en  cuyas  aguas 
se  encuentra  mezclado:  también  impregna  ciertas  rocas  en 
los  terrenos  cretáceo  y terciario,  como  en  Seissel  y Lobsane 
(Francia),  en  Val  de  Travers  (Suiza),  y en  España,  según 
Rojas  Clemente,  existe  en  varios  puntos  del  antiguo  reino  de 
Granada:  en  Torrelapaja  (Zaragoza),  la  mina  Santa  Teresa 
donde  se  explota  el  asfalto  que  impregna  una  arenisca  del 
terreno  cretáceo,  relacionada  con  el  lignito  del  barranco  de 
Valle-hermoso;  en  Vasconcillos,  cerca  de  Burgos,  también 
penetra  en  una  arenisca,  y en  Cidores,  Toledillo,  en  la  pro- 
vincia de  Soria,  etc. 

APLICACIONES. — Los  antiguos  egipcios  destinaban 
esta  sustancia  al  embalsamamiento  de  sus  cadáveres:  hoy  se 
emplea  en  la  preparación  de  colores  y barnices,  y para  cubrir 
pisos  y aceras,  para  lo  cual  generalmente  se  mezcla  con  arena 
gruesa  ó grava.  c 


Betún  elástico  — Nafta  y petróleo 


ID 


nes  ó centros  volcánicos,  como  se  observa  en  Sodoma  y Go- 
morra,  en  Castellamare,  junto  al  Vesubio,  yen  otros  muchos 

puntos. 

TERCER  GENERO -CARBONES 

El  verdadero  grupo  de  rocas  combustibles  es  el  de  que 
vamos  á tratar,  y al  que  de  preferencia  se  refieren  las  consi- 
deraciones generales  apuntadas  mas  arriba.  Sus  diferentes 
especies  se  distinguen  por  caractéres  propios,  por  las  asocia- 
ciones geognósticas  y por  la  edad  de  los  terrenos  en  que  se 
encuentran;  en  cuya  triple  consideración  se  funda  la  div ision 
del  género  en  las  cinco  especies  siguientes:  i.a  turba,  2.a  lig- 
nito, 3.a  ulla,  4.a  antracita,  y 5.a  grafito  y diamante. 

Turba 

TIMOLOGÍ  A. — Esta  palabra  se  deriva  de  la  palabra 
torf  con  que  los  alemanes  designan  dicha  roca. 

DEFINICION  Y CARACTÉRES.  — La  turba  es  el 
combustible  menos  mineral  y el  mas  análogo  á los  vegetales 
que  viven  hoy.  Sustancia  parda  ó negruzca,  formada  de  un 
tejido  mas  ó menos  compacto,  parecido  al  fieltro,  y de  restos 
de  plantas,  muchas  de  las  cuales  viven  aun.  Arde  fácilmente, 
con  llama  ó sin  ella,  despidiendo  un  humo  denso  y desagra- 
dable y dejando  por  residuo  una  especie  de  cisco  muy  lige- 
ro. Sometida  á una  temperatura  no  muy  elevada,  suministra 
un  carbón  parecido  al  cok;  la  destilación  suministrad  ácido 
piroleñoso,  una  materia  oleosa  y varios  gases.  Su  composi- 
ción viene  á ser  la  misma  que  la  de  las  plantas  actuales,  de 
cuya  metamorfosis  procede. 

VARIEDADES.— Compacta  ó piciforme,  de  color  par- 
do, sólida,  de  aspecto  homogéneo,  fractura  térrea  y resinosa 
y á veces  brillante:  fibrosa,  parecida  al  fieltro,  formada  de  un 
tejido  de  fibras  y otros  restos  vegetales. 

YACIMIENTO. — La  formación  de  la  turba  data  del  pe- 
ríodo cuaternario,  adquiriendo  su  mayor  desarrollo  en  la 
época  histórica,  que  empieza  á contarse  desde  el  momento 
en  que  la  tierra  adquirió  el  aspecto  y configuración  actual. 
En  Dinamarca  y Suecia  se  distinguen  las  turberas  en  dos  ó 
tres  grupos,  colocando  en  el  primero  las  que  se  encuentran 
en  los  bosques;  y en  el  segundo  las  de  los  lugares  bajos  y 
pantanosos,  no  léjos  de  la  costa.  Estas  últimas,  y particular- 
mente la  del  puerto  de  Istad  y del  Jaravall,  han  servido  para 
determinar  el  movimiento  de  descenso  que  allí  ha  experi- 
mentado la  costa.  Otra  circunstancia  curiosa  se  observa  en 
las  turberas  de  las  regiones  escandinavas,  á saber:  la  exis- 
tencia de  bosques  en  la  masa  de  la  turba,  con  la  particulari- 
dad de  encontrarse  de  abajo  arriba,  primero  el  pino  silves- 
tre, después  el  roble,  y en  las  capas  mas  superiores  el  haya; 
lo  cual,  unido  al  hallazgo  en  su  seno  de  muchos  objetos  de 
arte  é industria  primitiva,  tales  como  hachas  de  piedra,  ins- 
rrrnn^ntns  de  hronce.  cerámica  v huesos  de  mamíferos,  aves 


De  estas  tres  especies,  que  con  el  asfalto  completan  el 
cuadro  de  los  principales  betunes,  si  se  exceptúa  el  último, 
puede  decirse  que  no  merecen  descripción  especial  en  una 
obra  de  esta  índole,  siendo  mas  bien  del  dominio  de  la  Mi- 
neralogía, en  cuyas  obras  encontrarán  su  descripción  los 
curiosos. 

Todas  estas  sustancias  son  unas  veces  resultado  inmediato 
de  la  destilación  natural  de  las  rocas  combustibles  con  las 
que  conservan  estrechas  relaciones,  como  se  observa  en  los 
criaderos  de  petróleo  de  los  Estados-Unidos,  existentes  en 
terreno  de  antracita,  que  allí  ocupa  superficies  inmensas. 
Otras  su  origen  es  mas  difícil  de  comprender,  como  por 
ejemplo  cuando  se  encuentra  en  las  aguas  de  los  lagos,  según 
he  visto  en  el  llamado  Naftia  en  Sicilia,  y en  las  inmediacio- 


y otros  animales,  da  una  idea,  siquiera  sea  imperfecta,  de  la 
importancia  que  en  todos  conceptos  alcanza  la  turba.  Nótan- 
se  también  en  los  turbales  ciertas  fajas  ó capas  delgadas  de 
acarreo,  compuestas  de  arena,  grava,  arcillas,  etc.,  lo  cual 
prueba  el  procedimiento  y las  causas  que  han  contribuido  á 
su  formación.  Estas  son  topográficas  las  unas,  y climatoló- 
gicas las  otras;  entre  las  primeras  la  impermeabilidad  del 
suelo  es  una  de  las  principales,  porque  obliga  á las  aguas  á 
estancarse  ó encharcarse;  la  segunda  es  el  poco  desnivel  del 
terreno,  que  generalmente  se  encuentra  á poca  altura  sobre 
el  mar,  en  el  límite  de  las  nieves  perpetuas,  y en  los  bosques, 
según  acabamos  de  indicar,  en  Escandinavia. 

En  cuanto  á las  condiciones  climatológicas  se  reducen  á 
que  la  temperatura  media  oscile  entre  los  6 y 15  ó 16  grados- 


OEOGNOSIA 


Las  especies  vegetales  que  contribuyen  á la  formación  de 
la  turba,  pertenecen  generalmente  á los  géneros  sphagnum , 
hypnum , politricum , confema , etc.,  y las  betulas , ericas , los 
carexjuncus  y otras.  En  cuanto  al  mecanismo  de  la  trasfor- 
macion  de  las  indicadas  plantas  en  turba,  consiste  en  la  des- 
composición del  leñoso,  bajo  la  influencia  del  calor  y del 
agua. 

La  formación  de  esta  sustancia  es  en  general  lenta,  pudien- 
do  hasta  cierto  punto  servir  de  cronómetro  para  medir  el 
tiempo  que  nos  separa  de  la  época  en  que  se  depositaron  en 
su  seno  los  restos  del  hombre  y de  su  industria.  En  confir- 
mación de  lo  cual  el  señor  Steenstrup  calcula  en  4,000  años, 
por  lo  menos,  la  época  en  que  principió  á formarse  la  turba 
en  Dinamarca. 

LOCALIDADES. — Las  regiones  mas  clásicas  por  la 
abundancia  de  este  combustible  son  la  Holanda,  Irlanda, 
Escocia,  Dinamarca,  Suecia  y Baviera.  También  existe  en 
las  inmediaciones  de  Marsella  y en  varios  puntos  de  la  Nor- 
mandia,  en  el  paso  de  Calais,  etc.  En  España  se  encuentra 
en  abundancia  y se  explota  en  los  alfaques  del  Ebro,  en 
Castellón,  Torreblanca,  Oropesa  y Almenara;  en  tres  ó cua- 
tro localidades  de  la  provincia  de  Madrid,  según  Prado;  yen 
varios  puntos  de  Asturias,  según  el  Sr.  Schulz;  no  debiendo 
escasear  tampoco,  á mi  entender,  en  la  desembocadura  y 
marismas  del  Guadalquivir  y en  otras  regiones. 

Aplicaciones. — La  turba  se  emplea  casi  exclusiva- 
mente como  combustible,  sobre  todo  donde  escasean  los 
otros.  Para  evitar  los  inconvenientes  de  su  combustión,  se 
reduce  hoy,  mediante  ciertas  operaciones  en  cuyos  detalles 
no  entraremos,  en  una  especie  de  cok  que,  aunque  inferior 
al  de  la  ulla,  es  no  obstante  superior,  en  cuanto  á poder 
calorífero,  á la  leña  común.  Las  cenizas,  resultado  de  la  com- 
bustión de  la  turba,  pueden  emplearse  con  buen  éxito  como 
abono  mineral  eficaz. 

Lignito 

ETIMOLOGÍA. — Esta  palabra  se  deriva  del  latin  lignum , 
que  significa  madera  ó leño. 

Sinonimia. — Madera  fósil,  madera  bituminosa,  estipi- 
ta,  braunkoh  en  aleman,  y surtui  brandur  en  islandés. 

Definición  y caracteres.  — Geológicamente 
hablando,  aunque  sea  difícil  marcar  los  límites  de  este  com- 
bustible, puede  sin  embargo  decirse  que  el  lignito  compren- 
de los  combustibles  posteriores  á la  ulla  y anteriores  á la 
turba.  Así  considerado  este  combustible,  se  presenta  de  color 
negro  ó pardo  muy  oscuro,  terroso  á veces,  resinoso  ó bri- 
llante otras;  de  estructura  térrea,  fibrosa,  compacta  y también 
pizarrosa  ó en  capas,  reproduciendo  la  estructura  del  tallo 
dicotiledon.  Su  peso  específico  apenas  excede  al  del  agua. 
El  lignito  arde  con  llama  larga,  despidiendo  bastante  humo 
y olor  bituminoso,  fétido  á veces  y picante;  aumenta  poco 
en  la  combustión,  no  aglutinándose  sus  fragmentos  como 
sucede  con  la  ulla,  y dejando  como  residuo  un  cisco  pare- 
cido al  de  tahona;  por  destilación  suministra  materias  bitu- 
minosas y agua  cargada  de  ácido  acético,  dejando  un  carbón 
brillante  y compacto.  En  su  composición  entra  el  oxigeno, 
el  hidrógeno,  el  ázoe  y principalmente  el  carbono,  con  algo 
de  ceniza. 

. Variedades.  Los  lignitos  se  dividen  en  dos  grupos, 
piciformes  y fibrosos,  subdividiéndose  los  primeros  en  co- 
munes y térreos,  y los  segundos  en  azabache  y madera  fósil 
ó bituminosa.  De  estas  cuatro  variedades,  á la  primera  le 
cuadran  todos  los  caractéres  indicados  en  la  descripción:  la 
terrosa  se  conoce  en  el  comercio  con  el  nombre  de  tierra  de 
sombra  ó de  Colonia;  el  fibroso  compacto  es  el  azabache,  y 


299 

en  cuanto  á la  madera  fósil,  su  mismo  nombre  indica  que 
ha  sufrido  pocas  alteraciones. 

Yacimiento. — Este  puede  decirse  que  es  el  combusti- 
ble de  los  terrenos  secundarios  y terciarios,  según  la  respe 
table  autoridad  del  Sr.  Dufrenoy,  encontrándose  en  el  ter- 
reno triásico,  formando  en  él  la  variedad  llamada  por  Bron- 
gniart  estipita;  en  el  jurásico,  cretáceo  y terciario.  Otras 
veces  se  ve  á este  combustible  relacionado  con  rocas  ígneas, 
y particularmente  con  las  volcánicas,  como  sucede  en  Mon- 
temeisner  (Sajonia),  localidad  célebre  por  las  disputas  entre 
plutonistas  y neptunistas,  donde  por  la  influencia  del  basalto, 
se  convirtió  de  una  manera  lenta  y sucesiva  en  azabache,  en 
ulla  y en  antracita,  tomando  el  aspecto  prismático  á la  pro- 
ximidad de  la  roca  volcánica.  A veces  llega  la  metamorfosis 
hasta  convertirse  en  grafito,  como  sucede  en  Groenlandia, 
de  donde  me  regaló  el  malogrado  profesor  Morlot,  de  Ber- 
na, en  1858,  un  ejemplar,  que  conservando  toda  la  estruc- 
tura en  capas  de  un  lignito  ó madera  fósil,  la  composición  y 
facies  es  de  plombagina.  Asimismo  se  citan  casos  de  haberse 
convertido  el  lignito  en  cok,  como  se  ve  en  Habichtwald, 
también  por  la  influencia  del  basalto.  Esto  no  obstante,  se 
citan  casos  como  el  de  la  calzada  de  los  Gigantes  en  Irlanda 
y también  en  Islandia,  donde  lo  llaman  surturbrandur,  en 
que  á pesar  de  haber  sido  cubierto  por  una  corriente  de 
aquella  roca,  no  ha  experimentado  alteración  notable 

LOCALIDADES. — Siendo  muchas  las  localidades  extran- 
jeras prescindiremos  de  ellas,  concretándonos,  por  lo  mucho 
que  nos  interesa,  á las  de  la  Península.  En  el  terreno  terciario 
se  encuentra  en  Alcoy,  en  cuyo  criadero  por  cierto  aparecen 
muchos  huesos  mamíferos  fósiles.  En  Dos  Aguas  (Valencia), 
en  Mora  de  Rubielos,  donde  encontré  muy  bonitas  impre- 
siones de  plantas  terciarias  con  planobis  y cyclas.  Los  famo- 
sos de  Utrillas,  Estercuel,  Gargallo,  Alcaime,  etc.  (Teruel), 
y los  de  Bel,  Castell  de  Cabres  y otros  (Castellón);  de  Beni- 
salen  y Alcudia  (Mallorca),  pertenecen  todos  al  terreno  cre- 
táceo. Los  de  Villaviciosa  y otros  puntos  de  Asturias,  de 
donde  se  extrae  un  bonito  azabache,  pertenecen,  según 
Schulz,  al  jurásico.  En  San  Agustín  y Manzanares  (Madrid), 
en  Uña  Valdecabras,  en  San  Juan  de  Alcaraz  y en  varios 
otros  puntos,  se  encuentra  igualmente  este  combustible. 

APLICACIONES. — Aunque  no  tan  estimado  como  la 
verdadera  ulla,  se  emplea  con  ventaja  como  combustible,  en 
especial  si  no  lleva  mucha  pirita;  la  variedad  azabache  se 
destina  para  fabricar  objetos  de  adorno:  la  tierra  de  Colonia 
sirve  para  la  preparación  de  colores,  y mezclándola  con  el 
tabaco  en  polvo,  le  comunica  finura  y suavidad.  Las  cenizas 
del  lignito  pueden  servir  como  abono. 

Dusodila 

ETIMOLOGÍA. — Esta  palabra  se  deriva  del  griego  dyso- 
des , que  significa  fétido,  por  lo  cual  algunos  le  llaman  tam- 
bién dysodila. 

Sinonimia. — Marga  papirácea,  lignito  hojoso  y féti- 
do, etc. 

Definición  Y cah actéres—  Con  este  nombre 
designó  Cordier  un  combustible,  cuyo  carácter  principal 
consiste  en  el  olor  fétido  desagradable,  parecido  al  del  asa- 
fétida,  y algo  bituminoso,  que  despide  en  la  combustión,  el 
cual  se  presenta  bajo  el  aspecto  de  una  sustancia  tierna  y 
friable,  de  estructura  hojosa,  de  láminas  flexibles  y algo 
elásticas,  de  color  amarillento  ó gris  verdoso  sucio,  de  peso 
específico  algo  mayor  que  el  del  agua,  arde  con  facilidad, 
despidiendo  una  llama  viva  y mucho  humo.  Examinada  por 
Ehrenberg  con  el  microscopio,  aparece  formada  de  restos 
silíceos  de  infusorios  pertenecientes  á la  sección  de  los  na- 


3oo 


GEOLOGÍA 


viculares,  mezclados  con  otros  de  diferentes  plantas.  En  su 
composición  entran  las  materias  siguientes: 

Agua  y materias  volcánicas 49,  i 

Carbono • . . . 5,5 

Cenizas , . 45j4 

100,0 

según  resulta  de  los  análisis  practicados  por  Delesse  en  la 
procedente  de  Eglienbach. 

Nacimiento.  — Aunque  algunos  consideran  á la  du- 
sodila  como  una  variedad  de  turba,  creo  mas  acertada  la 
opinión  de  ser  un  lignito,  fundado  en  las  condiciones  espe- 
ciales de  su  yacimiento.  En  Melili,  de  donde  procede  la 
primera  que  conoció  el  Sr.  Cordier,  se  encuentra,  á no  du- 
darlo, en  el  terreno  terciario;  en  Werterwald  (en  Alemania) 
se  halla  asociada  al  lignito;  y,  por  último,  en  una  de  las  lo- 
calidades mas  clásicas,  siquiera  hasta  el  presente  completa- 
mente ignorada,  ó por  nadie  al  menos  descrita,  esto  es,  en 
Hellin,  la  dusodila  se  presenta  en  el  famoso  criadero  de 
azufre,  á cuyas  capas  sirve  con  frecuencia  de  limite,  presen- 
tándose como  matriz  del  sulfato  de  magnesia  y sosa,  de  cuya 
materia  aparece  aquella  impregnada,  colgando  de  su  super- 
ficie en  el  techo  de  las  galerías  de  exploración  sorprendentes 
madejas  ó penachos  de  fibras  sedosas,  blancas  y anacaradas, 
de  un  efecto  admirable.  Y como  quiera  que  la  turba  perte- 
nece á épocas  mas  posteriores  que  las  ya  indicadas,  parece 
mas  racional  considerarla  como  lignito  terciario. 

Localidades.  — La  mas  antigua  conocida  es  la  de 
Melili,  entre  Catania  y Siracusa,  de  donde  traje  en  1852 
abundantes  y bonitos  ejemplares.  La  de  Werterwald,  la  de 
Eglienbach  (Alemania)  y Sainttenau  (Auvernia);  en  cuanto 


á la  Península,  el  mas  rico  y curioso  criadero  es  el  indicado 
ya  en  Hellin,  de  donde  procedían  algunos  ejemplares  en  el 
Gabinete  de  Historia  Natural  de  Madrid,  designados  con 
el  nombre  vago  de  marga  papirácea.  Ahora  pueden  admirar- 
se en  la  sala  de  Mineralogía  preciosos  ejemplares,  regalados 
por  mí,  llevando  la  magnesia  sulfatada  en  su  seno. 

APLICACIONES. — La  dusodila  solo  puede  considerarse 
como  mera  curiosidad  científica. 


Ulla 


Etimología.  — Esta  palabra  es  derivada  del  antiguo 
sajón  hulla,  que  significa  carbón  de  piedra;  la  única  varia- 
ción que  nos  permitimos  hacer  es  la  de  suprimir  la  h,  si- 
guiendo en  esto  á Salvá,  Chao  y otras  autoridades  literarias. 

Sinonimia. — Carbón  de  piedra,  hornaguera,  sleinkole 
en  aleman,  coal  en  inglés. 

Definición  Y CARACTÉRES.  — La  ulla  ó carbón 
por  excelencia,  es  un  combustible  de  color  negro,  tierno  y opa- 
co, con  frecuencia  brillante  y con  irisaciones,  de  estructura 
pizarreña  y también  fragmentosa.  Su  peso  específico  es  1 
ó 1,6:  arde  fácilmente  con  llama  larga  ó corta,  según  su  ca- 
lidad, y un  olor  bituminoso  característico  con  bastante  humo 
negro  y denso.  Al  arder  los  fragmentos  se  dilatan  y agluti- 
nan, formando  pasta;  por  destilación  suministran  el  gas  del 
alumbrado  ó hidrógeno  bicarbonado,  agua  amoniacal,  acei- 
tes minerales  y cok.  En  la  composición  de  este  combustible 
el  elemento  mas  importante  es  el  carbono,  al  que  se  agregan 
el  hidrógeno,  oxígeno  y nitrógeno  con  sustancias  térreas  y 
materias  voláti  es,  según  demuestra  el  cuadro  adjunto  de 
análisis  practicadas  por  Thomson: 


Ulla  grasa  de  Newcast 
Ulla  pizarrosa  de  G as 
Ulla  blanca  de  id.. 

Can n el  coal  de  Coventry, 

Variedades. — La  ulla,  generalmente  hablando,  se 
divide  en  tres  grupos,  á saber:  grasa,  seca  y mixta  ó inter- 
media, denominaciones  que  se  refieren  á la  proporción 
en  que  se  encuentran  en  ella  el  carbón,  las  cenizas  y las 
materias  volátiles,  según  demuestra  el  adjunto  cuadro: 


>ns. 

Tresnes. . . 

( País  de  Gales 
| Alais..  . . 

) Gier..  . . 

) Asturias.  . 

V Carmeaux.  . 
j Cublac. . . 
Ullas  medias.  < Blanzy.  . . 

( Tuchan. 


Ullas  secas. 


Ullas  grasas. 


Carbón 

Cenizas 

85,0 

2,3 

82,4 

4,2 

79,3 

L3 

68,1 

6,4 

66,5 

5,° 

66,0 

4,5° 

7L5G 

3,5° 

70,25 

7,40 

76,84 

2,28 

59,o 

20,0 

Materias 

volátiles 


12,7 

*3,4 

*9,4 

25,5 

2X,5 

29,5° 

25.0 

22>35 

21,24 

24.0 


Ulla  grasa 


Debe  la  ulla  este  adjetivo  á la  proporción  considerable  en 
que  se  encuentra  el  carbón  y materias  volátiles;  preséntase 
la  estructura  nojosa,  alternando  las  capas  compactas  con 


otras  tiernas  ú opacas  que  tiznan  los  dedos.  A la  vez  se  han 
admitido  en  esta  ulla  otras  divisiones  que  se  conocen  con  el 
nombre  de  dura,  de  forja  ó de  albéitares,  y de  llama  larga. 

Ulla  seca 

Muy  parecida  á la  antracita,  es  de  colores  mas  claros  que 
la  anterior,  tirando  al  gris  de  acero,  de  estructura  compacta 
y á veces  hojosa;  fractura  por  lo  común  concoidéa,  arde  con 
dificultad,  aumenta  poco  de  volúmen,  se  aglutinan  ligera- 
mente sus  fragmentos,  suministrando  bastante  cok  y pocos 
principios  volátiles. 

Ulla  mixta 

Esta  es  de  color  negro,  si  bien  no  tan  oscuro  como  el  de 
la  grasa,  cuyo  peso  no  alcanza,  arde  con  facilidad  y llama 
muy  larga,  no  aglutinándose  los  fragmentos  ni  suministrando 
buen  cok,  pero  por  destilación  despide  muchos  gases:  puede 
considerarse  como  el  tránsito  entre  las  dos  anteriores,  y de 
ahí  el  nombre  que  lleva. 

Yacimiento.  — La  ulla  se  presenta  en  capas  regula- 
res alternando  con  pizarras  arcillosas,  areniscas  y conglome- 
rados pertenecientes  á diversos  terrenos  de  la  época  prima- 
ria y muy  particularmente  al  que  por  excelencia  lleva  el 
nombre  de  carbonífero.  A veces  se  la  encuentra  en  relación 


GEOUNOSIA 


con  rocas  eruptivas,  particularmente  con  porfídicas  y volcá- 
nicas, en  cuyo  caso  es  frecuente  verla  convertida  en  antraci- 
ta, grafito  ó cok,  tomando  hasta  formas  prismáticas,  según 
demuestra  la  figura  40,  dibujada  por  el  Sr.  Martius  en  las  mi- 
nas de  Commentry. 

La  riqueza  del  terreno  carbonífero,  mas  que  en  la  potencia 
de  las  capas  de  combustible,  consiste  en  el  número  de 
ellas,  que  en  algunas  minas  llega  á 200  y 300. 

La  figura  41  indica  claramente  la  relación  de  este  terreno 
con  rocas  porfídicas. 

Esto  mismo  ha  determinado  ondulaciones  ó repliegues 
tan  curiosos,  que  siquiera  sea  de  pasada  debemos  indicar  y 
que  se  hacen  extensivos  á los  elementos  constitutivos  del 
terreno. 

Otro  accidente,  no  menos  curioso  é importante,  que  suele 
presentar  la  ulla  en  su  yacimiento,  en  la  existencia  de  saltos, 


Fig.  40. — Mina  ele  Commentry. 

1.  Domita  alterada. — 2 Antracita  prismática. — 3 Ulla  en  capas. 

fallas  ó resbalamientos  de  las  rocas  que  la  acompañan,  los 
cuales  con  frecuencia  obligan  á variar  la  dirección  de  las 
galerías  para  encontrarle  de  nuevo. 

Como  lo  referente  á las  demás  condiciones  del  yacimiento 
en  que  por  lo  común  se  encuentra  la  ulla,  ha  de  ser  objeto 
especial  en  la  descripción  de  los  terrenos,  es  excusado  entrar 
aquí  en  mas  pormenores. 

OrÍGEN  de  la  ulla.  — La  ulla  es  evidentemente 
resultado  de  la  metamorfosis  especial  que  experimentaron 
las  plantas  de  la  época  á que  pertenece  este  combustible. 
Confirma  esta  opinión  la  propia  estructura  de  la  roca,  y 
mas  aun  los  restos  vegetales  que  se  encuentran  en  el  carbón 
mismo,  y en  las  pizarras  arcillosas  que  lo  acompañan. 

Admitido  esto  como  cierto,  y sabiendo  por  otra  parte  que 
todos  los  materiales  componentes  del  terreno  son  de  acarreo 
y sedimentación,  todo  se  reduce  á saber  si  los  depósitos  de 
combustible  se  han  formado  en  el  punto  mismo  donde  vi- 
vían los  vegetales,  ó si  por  el  contrario,  fueron  estos  tras- 
portados á largas  distancias.  Pues  bien,  de  los  numerosos 
estudios  que  se  han  hecho  para  esclarecer  este  punto,  resulta 
que  algunos  criaderos  se  han  formado  de  un  modo  análogo 
á lo  que  vemos  hoy  en  la  turba,  en  confirmación  de  lo  cual, 
podemos  citar  el  descubrimiento  hecho  por  Brongniart  en 
Saint-Etienne  (fig.  42),  de  troncos  de  plantas  carboníferas 
verticales,  ó sea  en  la  posición  en  que  se  supone  vivían,  pu- 
diendo  añadir  que  no  es  el  único  ejemplo  que  se  conoce, 
pues  en  el  Norte  de  Inglaterra,  en  los  Estados-Unidos  y 
otros  puntos  se  han  observado  igualmente  muchos  casos. 

Otras  veces  el  carbón  es  resultado  del  trasporte  de  los 
vegetales  á grandes  distancias,  como  lo  prueba  entre  otras 
cosas  la  naturaleza  y aspecto  de  acarreo  largo  de  los  materia- 
les en  cuyo  seno  se  encuentra;  explicándose  en  este  caso  la 
posición  vertical  de  los  troncos,  según  Unger,  por  violentas 


inundaciones,  cuya  extraordinaria  fuerza  arrancó  de  cuajo 
los  árboles,  los  cuales  flotaban  en  su  posición  natural,  mer- 
ced al  peso  de  las  raíces,  de  la  tierra  y piedra  que  á ellas 
iban  adheridas. 

Las  plantas  fósiles  del  terreno  carbonífero,  cuyo  número 
es  muy  considerable,  pertenecen  en  su  mayor  parte  á helé- 
chos arbóreos,  á calamites  ó colas  gigantescas  de  caballo,  á 
cicadeas  y á otras  familias,  representadas  por  vegetales  de 
organización  bastante  sencilla. 

La  conversión  del  tejido  vegetal  en  carbón,  el  número 
considerable  de  capas  que  representan  un  criadero  y la  na- 
turaleza de  los  animales  fósiles  que  en  sus  diferentes  hori- 
zontes se  encuentran,  todo  esto  supone  un  inmenso  espacio 
de  tiempo  para  la  formación  del  terreno  y del  combustible 
que  encierra,  siquiera  difícil  de  estimar  con  exactitud,  du- 
rante el  cual  los  continentes  experimentaron  varias  oscila- 
ciones ó movimientos  de  ascenso  y de  descenso,  y como 
consecuencia  natural  viéndose  repetidas  veces  invadidos  y 
abandonados  por  las  aguas;  todo  lo  cual,  como  es  fácil  com- 
prender, aumenta  el  interés  que  inspira  el  estudio  de  este 
terreno. 

Localidades  extranjeras. — El  carbón  de 
piedra  es  por  fortuna  tan  abundante  en  todas  las  regiones 
del  globo,  como  útil  y hasta  necesario  por  la  importancia 
de  sus  aplicaciones.  Sin  embargo,  todos  los  países  no  han 
sido  bajo  este  punto  de  vista  igualmente  favorecidos;  así  por 
ejemplo,  en  Europa,  Inglaterra  ocupa  el  primer  lugar,  pro- 
duciendo su  explotación  sobre  cuarenta  millones  de  tonela- 
das anuales,  cantidad  triple  de  la  que  produce  el  resto  del 
continente. 

La  superficie  que  ocupa  este  terreno  mide  1.573,000  hec- 
táreas, que  equivale  á un  veinte  por  ciento  de  la  totalidad 
de  su  territorio.  Sus  principales  cuencas  son : Northumber- 
land,  Durham,  Cumberland,  Westmoreland,  el  condado  de 
Derby,  el  país  de  Gales,  Edimburgo,  Glasgow  y otros:  Fran- 
cia posee  251,000  hectáreas  ó sea  1/g00  de  su  superficie,  con 
un  producto  anual  de  5.000,000  uc  toneladas.  Los  centros 
principales  son:  Valenciennes,  Creussot,  Blancy,  Epinac, 
Saint  Etienne,  CommentTy,  Litry,  etc. 

Bélgica  con  150,000  hectáreas,  ó sea  de  su  territorio, 
produce  5.000,000  de  toneladas,  que  se  extraen  de  Lieja, 


T fjtfl  R . y X 

Fig.  41.  — Corte  del  terreno  carbonífero  en  la  cuenca 
Segure  (Corbieres). 

T — Terrenos  paleozoicos;  sirviendo  de  límite  al 
A Terreno  carbonífero  en  estratos  dislocados  por  los  dikes 
P - — Pórfidos  que  los  atraviesan  en  toda  su  extensión  vertical. 


Mons,  Namur  y Charles-le-Roi.  Prusia  y la  Confederación 
Germánica  explotan  3.000,000  de  toneladas  en  Sarrebrukh, 
Sajonia,  Silesia,  etc. 

Bohemia  produce  500,000  toneladas. 

Rusia  posee  inmensas  comarcas  carboníferas,  y hasta  en 
Spitzberg  se  encuentra  este  rico  combustible,  según  las  ex- 
ploraciones del  Sr.  Nordenskjold,  de  Estokolmo. 

LOCALIDADES  ESPAÑOLAS. — En  cuanto  á la  Pe- 
nínsula, los  principales  criaderos  son  el  de  Asturias,  que 


302 


GEOLOGIA 


ocupa  veinte  leguas  cuadradas;  las  cuencas  de  Orbo  y Sábe- 
lo, de  San  Juan  de  las  Abadesas,  Belmez  y Espiel,  Villa- 
nueva  del  Rio  (Sevilla),  Henarejos  y algún  otro  de  escasa 
importancia. 

APLICACIONES.  — Son  tan  generales  y conocidas  las 
aplicaciones  que  se  hacen  de  este  combustible,  no  solo  con- 
siderado como  tal,  sino  también  como  materia  primera  para 
extracción  del  gas  y de  otras  sustancias  útiles,  que  casi  con- 
sidero excusado  el  entrar  en  detalles,  sobre  todo  teniendo 
en  cuenta  la  índole  de  la  obra. 

A ntracita 

Etimología. — Esta  palabra  deriva  del  griego  anirax , 
que  significa  carbón. 

Sinonimia. — Carbón  fósil,  ulla  brillante  y lustrosa,  etc. 

Definición  Y Car  AGTER es.— Aunque  de  aspecto 
menos  orgánico  que  la  ulla,  la  antracita  es  un  combustible 
de  procedencia  vegetal,  si  se  atiende  á su  composición  y á 
los  restos  de  plantas  fósiles  que  se  encueníian  en  su  seno. 
Así  considerada,  es  una  sustancia  carbonosa,  negruzca,  mate 
unas  veces,  brillante  otras  y de  aspecto  metálico;  arde  con 
dificultad,  y solo  á favor  de  un  gran  tiró  ó corriente,  sin  des- 
pedir llama,  humo  ni  olor  bituminoso,  cubriéndose  de  una 
capa  de  cenizas  blancas  al  enfriarse.  Decrepita  y se  fragmen- 
ta con  el  calor,  no  aglutinándose;  el  peso  específico  es  i ,6, 
la  estructura  generalmente  compacta,  de  as|>ecto  vitreo  ó 
escamoso  y laminar  y á veces  térreo.  En  la  composición  de 
este  combustible,  el  carbono  es  el  principal  elemento,  lle- 
gando á dar  el  90  por  roo,  asociado  á la  sílice,  á la  cal,  á la 
alúmina,  á óxidos  y piritas  de  hierro,  con  muy  pocos  princi- 
pios bituminosos. 

Variedades. — Compacta,  laminar,  terrosa  y grafitica 
por  establecer  el  tránsito  al  grafito,  etc. 

Yacimiento.  — La  antracita  suele  ser  resultado  de  la 
metamorfosis  de  la  ulla,  y hasta  del  lignito,  determinada  por 
la  influencia  de  rocas  ígneas,  á proximidad  de  las  cuales 
suele  encontrarse.  Otras  veces  se  presenta  en  capas  ó ban- 
cos, en  nódulos  y en  porciones  mas  pequeñas,  diseminadas 
en  las  arcillas  pizarrosas,  en  las  areniscas,  en  las  brechas  y 
pudingas  silíceas  de  los  terrenos  silúrico  y devónico. 

Localidades.  — La  región  clásica  para  este  combus- 
tible es  el  Norte  América,  donde  parece  ocupa  una  superfi- 
cie de  16.000,000  de  hectáreas,  relacionado  el  desarrollo 
excesivo  de  este  combustible  con  la  abundancia  del  petró- 
leo, que  existe  en  especies  de  lagos  subterráneos.  La  cuenca 
de  los  Alpes  occidentales,  aunque  no  muy  rica  en  combus- 
tible, es  notable  por  la  extensión  que  alcanza  y por  los  acci- 
dentes que  ofrece.  En  Rusia  se  calcula  en  dos  millones  y 
medio  de  hectáreas  el  terreno  que  ocupan  la  antracita  y la 
ulla.  Por  último,  en  la  Península  se  encuentra  en  Colunga 
(Asturias),  Hernani  (Guipúzcoa)  y en  otros  puntos. 

Aplicaciones. — La  antracita  solo  puede  aplicarse 
como  combustible,  y para  ello  hay  que  construir  hornos  á 
propósito,  de  gran  corriente,  con  el  fin  de  evitar  la  aglome- 
ración de  los  fragmentos  que  produce  al  quemarse. 


ambos  á dos  esencialmente  de  carbono,  al  que  se  asocian 
como  materias  accidentales,  el  hierro  y escasas  sustancias 
bituminosas.  Es  el  grafito  de  color  gris  de  plomo,  de  aspecto 
y brillo  metálico,  parecido  al  sulfuro  de  molibdeno;  de  tacto 
untuoso  y suave;  se  deja  rayar  con  la  uña;  de  estructura 
laminar  ú hojosa,  y de  peso  doble  que  el  del  agua,  es  infusi- 
ble, arde  tan  difícilmente  como  el  diamante,  propiedad  que 
ha  servido  para  una  de  sus  mas  importantes  aplicaciones. 

Variedades.  — Grafito  escamoso,  apizarrado,  com- 
pacto y térreo. 

Yacimiento. — Unas  veces  es  el  grafito  resultado  del 
metamorfismo  de  otros  combustibles,  como  consecuencia  de 
la  acción  de  rocas  ígneas,  según  anteriormente  hemos  indi- 
cado; otras  se  encuentra  en  masas  sueltas  subordinadas  á las 
pizarras  cristalinas,  pertenecientes  á los  terrenos  de  sedi- 
mento mas  antiguos.  También  suele  encontrarse  en  el  gneis, 
según  se  indicó  al  describir  esta  roca.  De  modo,  que  tenien- 
do en  cuenta  el  carácter  neptúnico  de  los  terrenos  en  que 
suele  hallarse  este  combustible,  asi  como  los  tránsitos  á la 
antracita,  á la  ulla  y hasta  el  mismo  lignito,  si  á este  dato 
añadimos  el  hallazgo  en  las  rocas  que  lo  encierran,  de  im- 
presiones de  plantas  fósiles,  creo  que  no  podrá  dudarse  de 
la  índole  orgánica  de  las  sustancias  que  le  dieron  origen.  La 
serie  de  operaciones  que  la  materia  experimentó  para  adqui- 
rir el  estado  que  hoy  ofrece,  debe  haber  sido  numerosa  y 
complicada,  y sin  que  pretendamos  dar  de  ello  una  explica- 
ción cumplida,  lo  cierto  es  que  desaparecieron  de  la  com- 
posición de  las  plantas  que  le  engendraron  todos  los  ele- 
mentos constitutivos,  exceptuando  el  carbono.  Este  pues,  y 
el  diamante,  pueden  presentarse  como  el  caso  mas  completo 
de  trasformacion  de  la  materia.  Esto  no  obsta  para  que  al- 
gunos nieguen  al  grafito  su  origen  orgánico,  no  reconociendo 
en  él  sino  la  fijación  directa  del  carbono  en  aquellas  edades 
tan  remotas,  aunque  sin  aducir  para  ello  razón  alguna  plau- 
sible, ni  explicación  satisfactoria. 

LOCALIDADES. — La  localidad  mas  importante  por  la 
abundancia  y la  excelencia  de  su  calidad,  es  la  de  los  Mon- 
tes Urales,  descubierta  por  Alibert,  oficial  de  peluquero  de 
París,  que  merced  á dicho  descubrimiento  ha  realizado  una 
fortuna  inmensa,  habiendo  merecido  premios,  medallas  y 
condecoraciones  de  todos  los  príncipes  de  Europa,  en  las 
exposiciones  y certámenes  celebrados  de  algunos  años  á esta 
parte.  A esta  siguen  las  de  Borrowdale  y Cumberland  (In- 
glaterra); Passaw  (Baviera),  y la  de  Pontuy  (Francia).  En  la 
Península  se  encuentra  en  Benehavis,  cerca  de  Marbella 
(Málaga),  cuya  mina  gozó  hace  algún  tiempo  de  bastante 
reputación;  Rojas  Clemente  la  cita  en  Granada;  también  se 
halla  cerca  de  Toledo,  en  Soria,  en  los  Pirineos  y en  Molina 
de  Aragón. 

APLICACIONES. — Como  su  mismo  nombre  lo  indica, 
esta  sustancia  sirve  para  fabricar  lápices;  mezclándola  con 
materias  grasas,  se  emplea  para  moderar  el  roce  de  las  má- 
quinas, y desleída  en  aceite,  en  polvo  muy  fino,  para  cubrir 
los  hornillos  y otros  utensilios  de  hierro,  poniéndolos  á cu- 
bierto del  oxígeno.  Por  último,  los  crisoles  llamados  de 
plombagina,  tienen  la  ventaja  de  ser  muy  refractarios  al  calor. 


Grafito 


CC 


Etimología.  — Esta  palabra  se  deriva  del  griego 
graphos , que  significa  escribir. 

Sinonimia.  — Plombagina,  lápiz  plomo,  blaksead  en 


inglés. 

DEFINICION  Y CARACTERES.  — El  grafito  con  el 
diamante,  del  que  trataremos  para  concluir,  representan  el 
último  término  de  la  serie  de  los  combustibles ; formados 


Diamante 

Etimología.  — Esta  palabra 
mos,  que  significa  indomable,  en  razón  á su  extremada  dure- 
za, y á su  supuesta  incombustibilidad. 

Definicon  y caractéres. — El  diamante  es  car- 
bono puro  cristalizado,  presentándose  en  formas  dependientes 
del  sistema  cúbico,  con  la  particularidad  de  presentar  las 
caras  y aristas  convexas.  Su  dureza  es  tal,  que  raya  á todos 


NEIU 

procede  del  griego  ada- 


GEONQMIA 


los  cuerpos  conocidos,  y solo  puede  labrarse  con  su  propio 
polvo;  el  brillo  es  propio,  y por  eso  se  llama  diamantino;  la 
estructura  compacta,  etc. 

Variedades. — I'odas  las  variedades  conocidas  de 
diamantes  consisten  en  las  diferentes  formas  que  afecta,  y 
principalmente  en  el  color,  que  suele  ser  blanco  ó incoloro, 
azul,  anaranjado,  verde,  rosa  y hasta  negro.  Los  lapidarios 


303 

admiten  cuatro  grupos  en  los  diamantes,  á saber,  oriental, 
occidental,  borde  y carbonado  del  Brasil,  en  cuya  descrip- 
ción no  entraremos,  atendida  la  naturaleza  de  la  obra. 

Yacimiento.  — Esta  piedra  fina,  la  mas  estimada  de 
todas  por  sus  raras  cualidades,  unas  veces  se  encuentra  en 
cristales  sueltos  en  las  arenas  ferruginosas  y silíceas  del  ter- 
reno diluvial,  asociado  á hojuelas  de  mica,  al  oro,  platino 


£ ig.  42.  I roncos  de  plantas  carboníferas  (Mina  de  St.  Encone) 


preciosas  en  los  reinos  de  Visapur  y 
Golconda  (India),  en  la  provincia  de  Minas  Geraes  (Brasil) 
y en  Siberia,  en  la  pendiente  occidental  de  los  Urales.  Otras 
\ eces  se  ve  engastado  en  la  arenisca  llamada  itacolumita  del 
Brasil,  perteneciente,  según  Humboldt,  al  terreno  silúrico. 
Ahora  bien,  si  se  tiene  en  cuenta  que  dicho  terreno  es  el 
mas  antiguo  entre  los  de  sedimento,  podremos  formarnos 
idea  de  la  remota  antigüedad  de  este  combustible,  pudiendo 
tal  vez  ser  el  último  grado  de  metamorfósis  de  la  flora  pri- 
miti\  a del  globo,  si  es  que  no  representa,  como  quieren  otros, 
la  primitiva  fijación  del  carbono. 


amigo  el  Sr.  Miró,  intitulada  Estudio  de  las  piedras  preciosas , 
por  tantos  conceptos  digna  de  recomendarse. 


Reales 


De  5 quilates  ó 20  gramos. 

— 5*/2  id.  22 

— 6 


Aplicaciones. — El  principal  uso  que  se  hace  del 
diamante  es  como  piedra  preciosa,  origen  con  sobrada  fre- 
cuencia de  muchos  vicios  y de  no  pocos  crímenes. 

Para  terminar,  ponemos  á continuación  la  tabla  del  valor 
máximo  de  los  brillantes  perfectos,  sacada  de  la  obra  de  mi 


*7, 


77; 

I, 

s7a 

9 

97. 

10 


id. 

id. 

id. 

id. 

id. 

id. 

id. 

id. 

id. 

id. 


24 

26 

28 

30 

32 

34 

36 

38 

40 


id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
id. 
i 

id. 

id. 


i 


DE  BIBE 


PARTE  TERCERA  — geonomía 


La  palabra  Geonomía,  que  encabeza  esta  tercera  parte, 
derivada  de^cr,  tierra,  y gnomos,  ley,  significa  estudio  de  las 
que  han  presidido  á la  distribución  de  la  materia  orgánica  é 
inorgánica  en  el  globo;  lo  cual  quiere  decir,  en  otros  térmi- 
nos, que  los  materiales  terrestres,  cuya  descripción  acabamos 
de  trazar,  ni  han  estado  siempre  como  hoy  se  ofrecen  á 


K 

nuestra  consideración,  ni  se  hallan  distribuidos  al  acaso,  sino 
mas  bien  obedeciendo  á determinadas  leyes  ó principios. 

Dos  expresiones  resumen  esta  distribución  ordenada  de 
los  materiales  terrestres,  á saber,  formación  y terreno,  pala- 
bras que  indican  la  síntesis  de  la  ciencia,  así  como  la  roca 
es  el  último  termino  del  análisis  geológico. 


3°4 


GEOLOGIA 


FORMACION. — La  palabra  formación  es  fundamental 
en  la  historia  terrestre,  y se  aplica  á todo  conjunto  de  mate- 
riales que  deben  su  origen  á una  misma  cajsa,  cualquiera 
que  sea  la  época  en  que  esta  ha  obrado;  así  se  dice  con  toda 
propiedad,  formación  ígnea,  neptúnica,  marina  ó lacustre, 
terrestre,  etc. 

Terreno. — La  voz  terreno  comprende  el  conjunto  de 
masas  minerales,  formadas  durante  un  período  geológico,  sin 
tener  en  cuenta  la  naturaleza  de  la  causa  á que  deben  su 
origen,  como  por  ejemplo,  terreno  cuaternario,  terciario, 
secundario,  jurásico,  cretáceo,  etc. 

De  manera  que  la  formación  es  un  accidente  sincrónico  ó 
contemporáneo,  de  escaso  valor  en  el  orden  cronológico, 
siquiera  sea  importante  en  el  concepto  de  expresar  la  dife- 
rente actividad  de  los  agentes  que  han  obrado  y actúan  aun 
en  el  globo;  mientras  que  el  terreno  representa  el  elemento 


iammamT 

ITATIS  IL 


cronológico,  siendo  sinónimo  de  época  geológica  ó de  alguna 
de  sus  divisiones. 

Con  el  fin  de  facilitar  esta  materia,  puede  compararse  la 
historia  terrestre  con  la  humana,  y decir  que  la  roca,  la  for- 
mación y el  terreno  son  para  aquella  lo  que  para  esta  es  la 
sociedad,  las  clases,  razas  ó castas,  y los  periodos  en  que  los 
historiadores  han  dividido  la  vida  del  hombre,  ó si  se  quiere, 
la  roca  es  el  elemento  constante,  sin  el  cual  no  habría  forma- 
ciones ni  terrenos;  la  formación,  como  síntesis  de  la  dinámica 
terrestre,  equivale  á las  razas,  castas  ó clases  en  la  historia 
humana,  y como  ellas  es  sincrónica;  por  último,  el  terreno 
es  la  expresión  del  tiempo  sucesivo  que  establece  la  cronolo- 
gía terrestre. 

El  estudio  de  las  formaciones  solo  exige,  según  estos  prin- 
cipios, conocer  á fondo  las  rocas,  y cuando  mas,  algunos 
fósiles  para  esclarecer  su  naturaleza:  el  de  los  terrenos,  que 


Fig.  43- — Teoría  de  las  erupciones 


representa  la  verdadera  historia  terrestre,  supone  hallarse 
familiarizado  con  las  rocas,  con  las  formaciones,  con  los  fó- 
siles que  contienen,  y con  todos  los  accidentes  que  los  mate- 
riales terrestres  pueden  ofrecer.  Para  facilitar  la  inteligencia 
de  asunto  tan  vital  cuanto  difícil,  conviene  ante  todo  esta- 
blecer las  bases  para  la  división  ó clasificación  de  dichos 
terrenos,  entrando  después  en  la  descripción  particular  de 
cada  uno.— La  primera  división  que  se  establece  en  la  histo- 
ria del  globo  es  en  dos  grandes  grupos,  colocando  en  el 
primero  todos  los  materiales  anteriores  á la  aparición  de  la 
vida,  y en  el  segundo  todos  los  posteriores.  Partiendo  de 
la  primera  consolidación  del  globo,  se  ofrece  á nuestra 
consideración  una  doble  serie  de  capas:  las  unas,  infrapues- 
tas  á esta,  representan  periodos  diversos  y sucesivos  de 
enfriamiento;  las  otras  se  hallan  sobrepuestas  y son  resul- 
tado de  causas  muy  diversas,  y particularmente  de  lo  que 
hemos  llamado  sedimentación.  De  modo  que,  á ser  posible, 
el  examen  de  los  diferentes  materiales  de  enfriamiento  nos 
daria,  según  el  órden  de  infraposicion,  el  resúmen  de  la  his- 
toria terrestre  en  tal  concepto  considerada.  Pero  la  materia 
del  interior  del  globo  no  se  ha  limitado  tan  solo  á esto,  sino 
que  rompiendo  el  obstáculo  que  le  opone  la  costra  sólida, 
ha  aparecido  diferentes  veces  al  exterior,  participando  de  la 
naturaleza  de  las  capas  de  enfriamiento  y ocasionando  efec- 
tos notables  en  los  terrenos  de  sedimento  ó de  sobrepo- 
sicion. 

'locante  á la  serie  de  materiales  sobrepuestos á la  primera 
capa  de  enfriamiento,  en  los  que  principalmente  nos  fijare- 
mos por  ser  de  mas  fácil  estudio,  se  ha  convenido  en  divi- 
dirla en  cuatro  grandes  épocas,  que  de  abajo  arriba  se  lla- 
man primaria  ó paleozoica,  secundaria  ó mesozoica,  terciaria 
ó cenozoica,  y cuaternaria  ó neozóica.  Cada  una  de  estas  se 
subdivide  en  lo  que  propiamente  se  llaman  terrenos,  forman- 
do en  conjunto  el  cuadro,  que  por  su  mucha  extensión 
daremos  aparte  del  texto. 

Los  medios  de  que  nos  valemos  para  llegar  á tener  una 
idea  clara  de  cada  terreno  en  particular,  tratándose  en  espe- 


Fig. 44.  — Discordancia  de  estratificación 


cial  de  los  de  sedimento,  son  el  estudio  de  las  rocas,  al  que 
llamamos  carácter  mineralógico;  el  conocimiento  de  los  ac- 
cidentes que  ofrecen  los  bancos  ó estratos  y es  el  carácter 
estrat ¡gráfico,  y por  último,  la  distinción  de  los  fósiles  que 
se  resume  en  el  carácter  paleontológico.  Veamos  qué  impor- 
tancia alcanza  cada  uno  de  ellos. 

Carácter  mineralógico.  — Si  bien  la  descrip- 
ción de  un  terreno  exige  el  estudio  y conocimiento  profundo 
de  las  rocas  que  lo  componen,  pues  por  ello  se  empieza 
cuando  se  trata  de  distinguirle  y clasificarle,  el  carácter  mi- 
neralógico ofrece  escaso  valor  desde  el  momento  en  que  dos 
terrenos  diferentes  pueden  ofrecer  la  misma  composición,  y 
en  uno  mismo  presentarse  en  localidades  distintas  una  com- 
posición diversa ; solo  en  algunos  casos  podrá  ser  caracterís- 
tica la  presencia  de  determinadas  sustancias,  como  por  ejem- 
plo, el  carbón  en  el  carbonífero,  las  margas  irisadas  y el 
rodeno  en  el  triásico,  etc. 

Carácter  estratigráfico.  — Mas  importante 
que  el  anterior,  el  carácter  estratigráfico  se  funda  en  la  ma- 
nera especial  cómo  se  han  ido  depositando  los  materiales  de 
sedimento,  lo  cual  permite  establecer  el  principio  de  que 
cuando  en  un  mismo  corte  existen  dos  ó mas  órdenes  de 
capas,  si  estas  no  han  sufrido  dislocaciones  posteriores, 
puede  asegurarse  que  las  de  abajo  son  mas  antiguas  que  las 
de  arriba,  según  demuestra  la  figura  43,  en  la  que  las  pa- 
pas B son  mas  antiguas  por  ser  superiores  á las  marcadas 
con  la  letra  A.  Sin  embargo,  puede  suceder,  y de  ello  citare- 
mos mas  de  un  caso,  que  por  efecto  de  movimientos  terres- 
tres, haya  inversión  en  las  capas  ó estratos,  en  cuyo  caso,  el 
carácter  estratigráfico  puede  inducir  en  error. 

Carácter  PALEONTOLÓGICO.— El  verdadero  ca- 
rácter geológico,  y en  el  cual  debe  fundarse  así  la  relativa, 
como  la  edad  absoluta  de  los  terrenos,  es  el  paleontológico, 
que  consiste  en  la  naturaleza  de  los  restos  orgánicos  que  se 
encuentran  en  el  seno  de  los  materiales  terrestres.  Con  efec- 
to, conteniendo  cada  terreno  una  fauna  y una  flora  especial, 
el  conocimiento  de  sus  representantes  servirá  para  distinguir 


GEONOMIA 


305 


perfectamente  unos  terrenos  de  otros;  y si  por  otra  parte 
recordamos  que  los  séres  que  simbolizan  las  mencionadas 
faunas  y floras,  se  asemejan  tanto  mas  á los  actualmente  vi-  | 
vos,  cuanto  mas  moderno  es  el  terreno  en  que  se  encuentran, 
es  claro  que  por  este  medio  podremos  designar  la  edad  de 
aquellos.  Pero  para  que  el  conocimiento  de  un  terreno  sea 
cabal,  siquiera  se  dé  la  preferencia  al  carácter  paleontológi 
co,  debe  fundarse  también  en  el  estratigráfico  y el  mineraló- 
gico. En  su  virtud,  y guiado  por  la  larga  práctica  de  mas  de 
veinte  años  de  excursiones  científicas,  aconsejo  á los  que 
quieran  conocer  á fondo  la  materia,  que  empiecen  por  estu- 
diar y recoger  en  el  lugar  mismo  las  rocas  que  representan 
cada  terreno;  determinando  después  con  precisión  todos  los 
accidentes  que  ofrecen  los  estratos,  y recogiendo,  por  último, 
con  las  precauciones  debidas,  el  mayor  número  posible  de 
fósiles  como  complemento  y verdadera  piedra  de  toque  para 
resolver  todas  las  dificultades  que  la  parte  mineral  y estrati- 
gráfica  de  un  terreno  pueda  ofrecer. 

Hay,  pues,  que  estudiar  terrenos  eruptivos,  que  arrancan- 
do de  las  diferentes  capas  de  enfriamiento  del  globo,  han 
ido  apareciendo  al  exterior,  á través  de  los  estratificados, 
produciendo  en  ellos,  no  solo  el  metamorfismo  que  ya  estu- 
diamos, sino  también  dislocaciones  mas  ó menos  importan- 


tes en  los  estratos  ó capas.  Terminado  esto,  seguirá  la 
descripción  de  los  de  sedimento,  cuyas  relaciones  con  los 
otros  pone  de  manifiesto  la  figura  44,  en  la  cual  los  trazos 
horizontales,  cuya  curvatura  representa  la  del  globo,  expre- 
san los  terrenos  de  sedimento,  según  el  orden  de  sobreposi- 
cion,  mientras  que  las  masas  a,  b,  c,  etc.,  indican  los  mate- 
riales eruptivos  intercalados. 

CAPÍTULO  PRIMERO 

DESCRIPCION  DE  TERRENOS 

PRIMERA  SERIE—  Plu tónico-ígnea 

Decididos  á seguir  el  orden  cronológico,  según  el  cual 
han  ido  apareciendo  de  abajo  arriba  los  materiales  terrestres, 
empezamos  por  la  serie  Plutónico-ígnea,  la  cual  comprende 
las  rocas  que  llevan  estos  nombres,  llamadas  también  hidro- 
termales y volcánicas.  Con  el  fin  de  facilitar  la  inteligencia 
de  esta  materia,  ofrecemos  á continuación  dos  cuadros,  de 
los  cuales  el  primero  da  una  idea  cabal  de  la  composición 
de  los  terrenos  plutónico  ígneos,  y el  segundo  indica  clara- 
mente las  relaciones  que  existen  entre  estos  y los  de  sedi- 
mento. 


CUADRO  GEOGNÓSTICO  DE  LOS  TERRENOS  ERUPTIVOS 


KOCAS 


MINERALES  CONSTITUTIVOS 


CONDICIONES  GENI- RALES  DEL  CRIADERO 


_ . . % . Volcanes  activos,  y apagados  con  conos  y cráte- 

Lavas,  escorias  y cení- j Feldespato,  .abrador,  anor-  res.  javas  celulares  posteriores  á los  terrenos 

zas ) y piróxeno / terciarios  superiores. 


Terreno  piroidéoó 
volcánico.  . I 


1 Dikes;  corrientes  al  descubierto,  cubriendomese- 

| Basaltos,  escorias,  wac-)Tabraf<?r,anfi?e!ia’ze01taVl  tas  extensas;  lavas  columnares.  Aparecieron 
kas  ¡ analcima,  piroxeno,  peri  < f0n¿0  globo,  desde  los  terrenos  tercia- 

doto,  hierro  oxidado.  . | rjos  hasta  )a  época  de  los  aluviones  antiguos. 

¡Altas  cúpulas  (Domes),  dikes;  grandes  acumula- 
ciones, en  las  que  las  traquitas  alternan  con 
tobas,  brechas  y conglomerados  traquiticos. 
Corresponden  al  período  terciario. 


Ofitos ¡ Anfíbol,  Lherzolita.  . 


( 

•i 

^Serpentinas,  eufótidas} Serpentina,  dialaga,  estea-' 
y gabbros j tita,  jade \ 

°-  ) Pir<>xen°’  »nfib°1>  labrador,^ 

amigdaloideas.  . . ) ol.goctasa,  ortosa.  . . .j 

y 

Pórfidos  feldespáticos,\ 

euritas , petrosilex , ( Ortosa,  albita,  oligoclasa,  an- 
pórfidos  cuarcífcros,  j ííbol,  cuarzo  y mica.  . . 

\ Dioritas / 


D 


Masas  de  levantamiento  y dikes,  cuya  aparición 
en  los  Pirineos  se  efectuó  entre  las  calizas  num- 
mulíticas  y la  arcilla  plástica. 

Masas  acompañadas  de  gabbros,  y de  conglome- 
rados ofiolíticos,  posteriores  en  los  Alpes  y 
Apeninos  á los  machiños  del  terreno  cretáceo. 

Corrientes,  dikes  y masas  empotradas  en  las  islas 
Británicas,  en  el  Palatinado,  en  el  Nassau,  el 
Harz,  etc.,  entre  el  período  secundario  y las 
areniscas  del  terreno  pérmico. 

Masas  montañosas,  filones  y grandes  dikes  en  los 
Vosgos,  en  los  alrededores  del  Roanne,  en  el 
Erzgebirge,  anteriores  al  período  pérmico.  Las 
erupciones  esporádicas  de  estas  rocas  se  verifi- 
caron durante  toda  la  serie  secundaria. 

/ Masas  eruptivas  y de  levantamiento  contemporá- 


neas de  los  terrenos  paleozoicos;  en  los  Alpes  se 
han  extendido  hasta  el  período  jurásico,  y en  la 
isla  de  Elba  son  posteriores  al  grupo  cetáceo. 


Tomo  IX 


39 


Formación  aluvial  í Aluviones  y turbas. 
>-j  / ( Diluvio  alpino, 

o 


Superior Aluviones  antiguos  de  la  Bresse. 

Fahlun. 

i Medio J Molsa. 

I (Areniscas  de  Fontainebleau. 


Inferior- 


Yeso  de  Montmartre  y Ais. 
Caliza  basta. 

Arcilla  plástica. 


Volcanes  activos, 
—apagados  con  cráteres. 
Lavas  celulares. 

Basaltos  con  conos  y cráteres. 
Basaltos  antiguos. 

Fonolitas 

Traquitas.  / 


Í Creta  blanca  y margosa. 
Creta  glauca  y arenisca  verde, 
Pisos  neocómico  y weáldico. 


oiita  supenor. 
olita  media. 


Terreno  jui 


pérmico 


•othe  todilieg. 


;o  devónio 


Superior, 
Medio 
<•  Inferior 


Pórfidos  traquíticos. 
Euritas. 

Yenita.  Hierro  oxidado. 
Anfibolitas  cupríferas 
Serpentinas, 
fitas  de  los  Pirineos, 
tidas  de  los  Alpes. 


• • — serie,  com 
os  gn 

segundo  ígneo  ó ve 


su  mismo  nombre  lo  in- 
llamados el  primero  plutónico  y e 


PRIME* 


PRIMER  GRUPO.  — 

AGAL 


TE 


C( 


les  ó rocas 
recer  las  seña- 


Definigion  y divisio... 

agalísicas,  llamadas  así  por  Brongni 
les  mas  evidentes  de  haber  estado  disueltas  por  la  acción 
del  fuego,  llevan  también  el  nombre  de  plutdnicas,  de  Plu- 
ton,  dios  de  los  infiernos.  Se  distinguen  principalmente  por 
presentarse  en  masa  en  la  base  de  los  terrenos  de  sedimento 
mas  antiguos,  ó intercalados  en  sus  estratos  en  forma  de 
tifones,  dikes  ó filones  con  una  estructura  cristalina  nunca 
vitrea,  ni  celular  ó esmaltada;  lo  cual  supone  que  estas  ma- 
sas se  formaron  bajo  la  influencia  de  una  presión  enorme  y 
de  la  acción  en  parte  del  agua.  ; 

Estos  materiales  constituyen  ó se  subdividen  en  dos  for- 
maciones: granítica  y porfídica. 

Primera  formación — Granítica 

La  formación  granítica  se  distingue  por  la  estructura  gra- 
nujienta peculiar,  hasta  cierto  punto,  de  la  roca  que  le  comu- 
nica el  nombre  y comprende  los  tres  ge'neros  de  rocas  que 
dimos  á conocer  bajo  las  denominaciones  de  granito  tipo 
granitos  abortados  y granitos  degenerados.  Entre  estas  roca¡ 
unas  son  esenciales  á la  íormacion,  como  el  granito,  la  sieni- 
ta,  la  protogina,  etc.;  mientras  que  otras  solo  forman  acci- 
dentes que,  si  bien  suelen  tener  alguna  aplicación  industrial 
o agrícola,  no  ofrecen  tanto  interés  científico. 


Los  límites  de  la  formación  granítica  son  muy  difíciles  c 
determinar  por  varias  razones;  la  primera,  porque  la  apai 
''ion  de  sus  diferentes  rocas  no  se  verificó  en  una  sola  époc; 
labiendo  adquirido  los  materiales  que  la  componen  u 
irácter  particular  según  el  período  á que  pertenecen ; y 1 
;gunda  por  el  íntimo  enlace  que  ofrece  con  otros  depósito 
en  especial  con  las  rocas  metamórficas  antiguas  y con  le 
pórfidos.  Estos,  con  efecto,  se  ven  muy  á menudo  en  form 
de  tifones  ó dikes,  penetrando  en  las  masas  graníticas,  pe 
niendo  en  claro  su  edad  relativa;  pero  como  si  la  naturalez 
se  complaciera  en  complicar  la  cuestión,  otras  veces  la 
rocas  porfídicas  aparecen  atravesadas  por  las  graníticas. 

Dejando  aparte  los  caractéres  propios  de  las  rocas,  que  y¡ 
dimos  á conocer,  esta  formación  se  distingue  por  el  numen 
de  metales  que  en  ella  se  encuentran,  en  forma  de  venas 
ilíones  ó dikes,  ó diseminados  de  un  modo  irregular  en  st 
masa;  si  bien  su  riqueza  no  es  tan  notable  como  la  de  la: 

formaciones  porfídicas  y cristalofísicas  que  acabamos  de  in 
dicar. 

La  asociación  de  los  diferentes  metales  en  la  formacior 
granítica  no  es  la  misma  en  sus  diferentes  períodos;  de  con 
siguiente,  esta  circunstancia  puede  auxiliarnos  en  la  deter 
rainacion  de  su  edad  respectiva.  Así  es  que,  en  general,  la 
presencia  del  rutilo  supone  una  gran  antigüedad  en  dichac 
rocas,  como  lo  parece  confirmar,  por  otra  parte,  el  predoni 
nio  de  la  sílice,  su  estructura  mas  compacta  y las  relaciom 
geognósticas.  La  existencia  del  wolffram  ó tungsteno  denoi 
rocas  medias;  y por  último,  los  granates,  el  talco  y la  turm; 
lina  suelen  pertenecer  á rocas  graníticas  mas  recientes. 

También  puede  considerarse  como  carácter  de  la  forrm 
cion  granítica  el  presentarse  alguno  de  sus  elementos  con: 


GEONOMI A 


3°7 


Ti 


titutivos  aislados  en  la  masa  de  las  rocas,  en  manchas  ó 
bolsas,  venas,  dikes,  y hasta  filones,  dando  á esta  expresión 
un  sentido  lato.  Este  carácter  no  solo  sirve  como  distintivo 
de  estos  terrenos,  sino  que  nos  demuestra  que  originariamen- 
te todos  los  materiales  que  hoy  los  forman  se  encontraban 
en  una  especie  de  baño  de  fusión,  como  el  de  un  metal  fun- 
dido, ó bajo  el  aspecto  de  cieno  hidrotermal  granítico,  según 
opina  Vezian,  y que  al  tiempo  de  consolidarse  y cristalizar, 
aquellos  elementos  que  se  encontraban  en  exceso,  se  agru- 
paron en  determinadas  direcciones,  probablemente  bajo  la 
influencia  de  corrientes  eléctricas  subterráneas,  y determina- 
ron los  accidentes  indicados. 

La  formación  granítica,  en  sentido  vertical,  puede  decirse 
que  recorre  toda  la  serie  de  los  terrenos  de  sedimento,  des- 
de los  mas  antiguos  hasta  los  terciarios  inclusive;  aunque 
siempre  son  mas  abundantes  las  rocas  que  la  representan  en 
aquellos  que  en  estos. 

En  sentido  horizontal  ó geográfico,  ocupa  á veces  comar- 
cas enteras  de  30,  40  y mas  leguas  cuadradas,  determinando 
la  mayor  parte  de  los  accidentes  orográficos  del  suelo,  cuya 
base  ó cimientos  representa.  Otras  veces  estas  formaciones 
se  notan  en  puntos  aislados  ó manchones,  formando  con- 
traste con  los  terrenos  que  atravesaron  y dislocaron  á su 
paso. 

En  general  las  formaciones  graníticas  constituyen  monta- 
ñas redondas  coronadas  por  mesetas,  cuando  predomina  el 
elemento  feldespático;  sus  pendientes  en  este  caso,  y cuando 
los  montes  son  de  escasa  elevación,  suelen  ser  suaves.  Por 
el  contrario,  si  es  la  sílice  ó algún  otro  elemento  el  dominan- 
te, las  formas  son  caprichosas,  las  cimas  cortadas  y pirami- 
dales, y las  vertientes  ásperas  en  las  montañas  muy  altas, 
cuyas  faldas  presentan  el  aspecto  del  caos,  por  el  amontona- 
miento irregular  de  los  materiales  desprendidos  de  las  partes 
elevadas.  Todo  esto  es  aun  mas  característico  en  aquellas 
en  que  los  elementos  resisten  desigualmente  á los  agentes 
exteriores.  Los  valles  suelen  ser  anchos,  aunque  á veces 
ofrecen  bordes  escarpados,  bastante  profundos  y escabrosos. 

Las  formaciones  graníticas  en  su  descomposición  suelen 
proporcionar  mas  arenas  que  tierras;  de  consiguiente,  el 
suelo  es  en  ellas  poco  persistente  y muy  permeable;  la  vege- 
tación necesariamente  es  higrófila  ó amante  de  la  humedad, 
como  dice  Thurmann.  Estas  tierras  son,  por  lo  común,  poco 
á propósito  para  el  cultivo;  préstanse,  sin  embargo,  para  bos- 
ques de  pinos  y otros  árboles;  y,  al  parecer,  el  estaño  las 
prefiere  á las  demás.  A no  estar  cubierto  de  otros  terrenos, 
sobre  todo  del  diluvium,  los  cereales  y la  vid  no  se  crian 
bien  en  él.  Seguramente  á esta  circunstancia  se  debe  la  exce- 
lencia de  la  tierra  vegetal,  que  según  Schulz  suele  formarse 
en  las  llanuras,  en  los  valles  y al  pié  de  las  montañas  graní- 
ticas de  Galicia. 

En  esta  formación  los  manantiales  se  presentan  en  gran 
número,  si  bien  de  escaso  caudal,  resultando  de  la  filtración 
de  las  aguas  al  través  de  la  delgada  capa  de  detritus  de  su 
propia  descomposición,  filtraciones  que  se  suspenden  en  el 
momento  en  que  las  aguas  dan  contra  la  roca  intacta,  pues 
por  efecto  de  su  estructura  maciza  no  les  permite  el  paso. 

Antes  de  terminar  la  historia  de  esta  formación,  debemos 
notar  un  hecho  muy  curioso,  que  ofrece  su  distribución  en 
Europa,  y es,  que  mientras  las  formaciones  mas  antiguas 
ocupan  las  regiones  septentrionales  de  Suecia,  Noruega  y 
Rusia,  las  mas  modernas,  por  el  contrario,  se  hallan  en  las 
cordilleras  del  norte  de  Italia  y del  oeste  en  nuestra  Penín- 
sula; siendo,  generalmente  hablando,  intermedias  las  del 
centro  del  continente  europeo. 

Otra  observación  importante  es  que  la  altura  de  las  mon- 
tañas de  esta,  como  de  todas  las  formaciones  en  general, 


está  en  razón  inversa  de  su  antigüedad,  como  nos  lo  demues- 
tra, por  ejemplo,  en  nuestro  continente  Montblanc,  que  es 
sin  disputa  la  mas  alta  de  todas,  y probablemente  la  mas 
moderna,  comparada  con  las  montañas  escandinavas  (Suecia 
y Noruega),  que  son  colinas  respecto  de  aquella  y de  fecha 
muchísimo  mas  antigua. 

Por  último,  también  puede  asegurarse  que,  en  general,  el 
cortejo  mineralógico  de  esta  formación  es  tanto  mas  variado 
y rico,  cuanto  mas  antiguos  son  sus  materiales;  circunstancia 
que  hay  que  tener  en  cuenta  en  el  terreno  de  la  práctica. 

La  formación  granítica  bajo  el  punto  de  vista  industrial 
es  una  de  las  mas  importantes  por  las  variadas  sustancias 
que  suministra;  así  es,  que  además  de  las  diferentes  rocas 
íntegras  y en  estado  de  descomposición  que  dimos  ya  á 
conocer  en  artículos  especiales,  el  hombre  encuentra  en  ella 
muchos  metales  y varias  piedras  preciosas,  objeto  de  ricas 
explotaciones.  Entre  los  primeros  se  hallan  el  oro,  el  cobre, 
el  estaño,  el  arsénico,  el  molibdeno,  las  piritas  de  hierro  y 
cobre  y otros  menos  comunes.  El  topacio,  la  esmeralda,  las 
turmalinas  y todas  las  variedades  de  cristal  de  roca,  se  en- 
cuentran en  ella.  Hay,  sin  embargo,  que  tener  en  cuenta  lo 
costoso  que  es  la  extracción  de  esta  piedra,  cuando  sirve  de 
ganga,  y la  elevada  temperatura  que  exige  para  dejarse  bene- 
ficiar, pues  ambas  circunstancias  aminoran  el  valor  de  la 
sustancia  que  se  explota. 

En  cuanto  á las  aplicaciones  á la  agricultura,  creemos 
haber  dicho  lo  suficiente  al  hablar  de  las  condiciones  agrí- 
colas de  esta  formación,  y de  consiguiente,  no  hay  por  qué 
repetirlas. 

Segunda  formación. — Porfídica 

Bajo  la  denominación  de  formaciones  porfídicas,  se  com- 
prenden muchas  rocas  de  estructura  maciza  y compacta,  de 
aspecto  generalmente  porfiroidéo  y que  se  presentan  comun- 
mente en  forma  de  dikes  ó filones,  atravesando  otros  terrenos 
plutónicos  y también  muchos  de  sedimento. 

Las  dos  maneras  de  presentarse  los  materiales  de  la  for- 
mación porfídica  no  son  contemporáneas,  pues  la  de  expan- 
sión ó en  grandes  masas  es,  en  general,  mas  antigua  que  la 
de  dikes  ó filones.  Por  la  primera  se  enlaza  con  la  granítica 
y por  la  segunda  con  los  terrenos  volcánicos,  con  cuyos  ma- 
teriales conserva  tan  estrechas  relaciones,  que  puede  asegu- 
rarse que  en  donde  terminan  las  unas,  es  decir,  hácia  la 
parte  superior  del  terreno  cretáceo,  empiezan  las  otras. 

La  formación  porfídica,  aunque  lleva  este  nombre  por  el 
mayor  desarrollo  que  en  ella  adquieren  los  pórfidos,  abraza 
una  porción  de  rocas  de  composición,  si  se  quiere,  diversa, 
pero  enlazadas  de  tal  modo  por  sus  relaciones  geognósticas 
y por  los  tránsitos  insensibles  de  unas  á otras,  que,  geológi- 
camente hablando,  no  se  pueden  separar.  Estos  materiales 
son,  además  de  los  pórfidos,  todas  las  rocas  serpentínicas, 
anfibólicas,  y algunas  piroxénicas:  en  una  palabra,  todas  las 
comprendidas  con  el  nombre  de  pórfidos  feldespáticos  y 
magnésicos,  en  el  cuadro  de  clasificación. 

Aunque  las  relaciones  que  unen  á todos  estos  elementos 
dificultan  su  clasificación,  sin  embargo,  obligados  por  la  ne- 
cesidad del  método,  admitiremos  con  Omalius  y otros  auto- 
res la  división  en  tres  miembros  ó sistemas,  que  corresponde, 
hasta  cierto  punto,  con  el  órden  cronológico  de  la  aparición 
de  estos  materiales  del  fondo  del  globo,  y son:  i.°  porfídico 
cuarcífero  ó simplemente  porfídico;  2.0  ofiolítico;  y 3.0  piro- 
xénico. 

El  primer  sistema  está  representado  principalmente  por  el 
ortofido  rojo  y cuarcífero,  al  cual  hay  que  agregar  otros  pór- 
fidos y rocas  feldespáticas  y anfibólicas,  como  la  eurita,  la 


GEOLOGÍA 


308 


sienita,  ia  diorita,  etc.  Algunas  de  estas  podrá  parecer  extra- 
ño que  formen  parte  del  grupo  porfídico,  por  cuanto  figuran 
también  en  el  granítico:  esto  es  efecto  natural  de  los  tránsi- 
tos insensibles  que  se  notan  entre  unas  rocas  y otras,  al  par 
que  demuestra  lo  arbitrarias  que  son,  al  menos  por  ahora, 
todas  las  divisiones  de  los  terrenos  plutónicos,  que  solo  se 
admiten  convencionalmente  y para  facilitar  el  estudio.  Con 
estos  antecedentes  no  será  fácil  establecer  los  verdaderos 
límites  de  este  sistema,  debiéndonos  concretar,  por  ahora,  á 
decir  que  su  posición  geognóstica  es  muy  inferior  en  la  serie, 
encontrándose  en  general  en  los  terrenos  mas  antiguos,  á 
veces  debajo  del  granito  mismo,  con  cuya  roca  se  enlaza 
íntimamente  por  el  intermedio  de  la  sienita  roja  cuarcífera. 
Raras  veces  se  encuentran  los  materiales  de  este  sistema 
mas  arriba  de  los  terrenos  paleozoicos. 

R1  sistema  ofiolitico  ó serpentinico  se  compone  casi  exclu- 
sivamente de  las  diferentes  variedades  admitidas  de  la  ser- 
pentina, á la  que  quizás  pudieran  añadirse  las  eufótidas  y 
algunas  rocas  anfibólicas,  por  los  puntos  de  contacto  que 
ofrecen. 

Generalmente  los  materiales  de  este  sistema  se  presentan 
en  dikes,  afectando  á veces  el  aspecto  de  capas  empotradas 
ó intercaladas  en  relación,  en  uno  y otro  caso,  con  las  rocas 
cristalofilicas,  en  la  base  del  terreno  silúrico,  cuya  riqueza 
mineralógica  han  determinado  en  gran  parte.  Otras  veces 
atraviesan  de  un  modo  mecánico  la  formación  granítica, 
extendiéndose  á través  de  los  materiales  de  sedimento  hasta 
la  parte  superior  del  terreno  cretáceo  y principio  del  tercia- 
rio. Para  persuadirse  de  esto,  basta  recordar  que  el  levanta- 
miento de  los  Pirineos,  interpuesto  entre  los  estratos  del 
terreno  numulítico,  pertenece  ó fué  determinado  por  la  apa- 
rición de  muchos  elementos  de  este  sistema. 

Las  rocas  de  este  adquieren  grande  importancia  en  los 
Pirineos,  en  los  Alpes  y en  los  Apeninos,  en  especial  en  los 
de  Liguria.  En  la  Península,  en  la  parte  correspondiente  á 
la  primera  de  estas  cordilleras,  puede  decirse  que  muchos 
de  los  criaderos  metalíferos  que  tanta  importancia  ofrecen, 
bajo  el  punto  de  vista  industrial,  están  relacionados  con  este 
sistema,  como  ya  dijimos  en  otro  lugar. 

Por  último,  el  sistema  piroxénico,  que  otros  han  llamado 
del  trapp,  por  considerar  á este  modo  de  ser  de  algunas  sus- 
tancias minerales  como  verdaderas  rocas,  y también  grupo 
melatidico,  por  dar  importancia  á la  expresión  melafido,  es- 
pecie de  incertcB  seáis,  en  donde  se  colocan  todas  las  rocas 
de  colores  oscuros  y de  composición  poco  conocida,  com- 
prende una  porción  de  elementos  geognósticos  que  recono- 
cen por  base  al  piroxeno,  y también  al  anfibol  y á la  hipers- 
tena,  rocas  en  general  de  colores  osemos,  de  estructura 
compacta  con  tendencia  á la  cristalina,  que  se  presentan  en 
dikes,  y á veces  en  coladas  ó corrientes,  enlazándose,  bajo 
este  punto  de  vista,  con  el  terreno  basáltico;  así  como  por  su 
composición  mineralógica  no  es  fácil  marcar  los  límites  que 
lo  separan  de  la  formación  granítica. 

En  este  sistema  se  comprenden,  además  de  ciertos  pórfi- 
dos piroxénicos,  anfibólicos  y ofiolíticos,  conocidos  con  el 
nombre  vago  de  melafidos,  otras  rocas  como  la  dolerita,  la 
hiperstenita,  las  anfibolitas,  etc.  La  mayor  parte  de  estas  ro- 
cas ofrecen  por  carácter  el  presentar  una  porción  de  mine- 
rales diseminados  ó tapizando  las  oquedades  que  se  encuen- 
tran en  su  masa.  La  numerosa  familia  de  las  ceolitas,  las 
ágatas,  las  calcedonias,  las  amatistas  y cristales  de  roca,  son 
las  sustancias  que  mas  comunmente  se  encuentran  en  este 
grupo.  En  cuanto  á los  metales,  si  bien  no  puede  asegurarse 
que  los  contienen  en  su  masa,  sin  embargo,  muchos  son  com- 
pañeros muy  frecuentes  de  las  rocas  de  este  sistema. 

El  sistema  piroxénico  no  ofrece  la  importancia  que  los 


anteriores;  sin  embargo,  se  encuentra  en  varias  regiones  de 
Europa  y en  los  otros  continentes  en  pequeños  manchones, 
como  otros  tantos  centros  de  erupción  y dislocación.  En 
España  tiene  bastante  importancia,  aunque  no  sea  mas  que 
por  el  papel  que  desempeñaron  sus  rocas  en  los  alrededores 
del  gran  criadero  de  Almadén,  y en  los  de  Guadalcanal, 
Riotinto,  etc. 

Las  montañas  porfídicas  suelen  ser,  por  lo  común,  de  es- 
casa elevación,  constituyendo  mas  bien  colinas  que  montes 
verdaderos,  aunque  algunas  veces  llegan  á mil  y mas  metros 
de  altura:  sus  formas  son  redondas,  algo  cónicas,  de  pendien- 
tes suaves;  los  valles  empiezan  por  un  circo  y ofrecen,  con 
frecuencia,  en  su  curso  la  curiosa  disposición  de  dilataciones 
y estrecheces. 

La  estructura  compacta  de  estas  rocas  y su  tendencia  á 
presentar  grandes  fracturas  y hendiduras,  hace  que  las  aguas 
sean  superficiales  cuando  aquellas  se  hallan  cubiertas  por 
alguna  gruesa  capa  de  descomposición  ó de  terreno  de  sedi- 
mento, ó desaparecen  por  filtración;  siendo  en  general  esca- 
sos en  ellas  los  manantiales. 

Prescindiendo  de  las  aplicaciones  que  pueden  hacerse  de 
los  pórfidos,  serpentinas,  etc.,  como  materiales  de  construc- 
ción ó como  piedras  de  adorno,  según  indicamos  ya  en  su 
lugar,  las  formaciones  porfídicas  ofrecen  un  gran  interés  in- 
dustrial por  el  desarrollo  que  en  ellas  adquieren  las  sustan- 
cias metálicas  susceptibles  de  explotación,  existentes  unas 
veces  en  su  propia  masa,  otras  constituyendo  verdaderos 
filones  relacionados  con  ellas.  La  mayor  parte  de  las  minas 
de  oro  y plata  de  la  América  del  sur  se  encuentran  en  estas 
formaciones:  las  minas  de  Hungría,  de  Sajonia,  del  Palatina- 
do,  de  Cornwall,  y el  mayor  número  de  los  criaderos  de  ga- 
lena argentífera,  de  plata,  de  mercurio  y de  cobre  en  la  Pe- 
nínsula, pertenecen  á esta  formación.  Gran  parte  de  la  rique- 
za mineral  de  la  Toscana  en  el  continente  y en  la  isla  de 
Elba  consiste  en  cobres,  hierros  y galenas,  empotrados  en 
este  terreno  en  el  sistema  ofiolitico. 

Bajo  el  punto  de  vista  de  las  aplicaciones  á la  agricultura, 
puede  decirse  que  en  general,  el  terreno  porfídico  es  poco 
propicio  á la  vegetación,  excepto  en  el  caso  de  hallarse  cu- 
bierto por  una  considerable  capa  de  detritus  ó de  tierra  ve- 
getal; entonces  es  excelente  para  arbolado  en  las  faldas  y 
cimas  de  las  montañas;  en  los  valles  se  crian  buenos  prados 
y se  dan  bien  los  cereales. 

SEGUNDO  GRUPO— TERRENO  PIKOIDÉO  Ó VOLCÁNICO 

Los  terrenos  llamados  piroidéos  ó volcánicos,  se  compo- 
nen de  muchas  rocas  de  estructura  menos  cristalina  que  la 
de  los  graníticos,  escoriforme,  algo  terrosa,  celular  á veces  y 
esmaltada.  El  modo  de  presentarse  estos  materiales  en  gene- 
ral, no  es  en  grandes  masas,  sino  mas  bien  en  corrientes  ó 
coladas,  afectando  la  disposición  de  capas  alrededor  de  los 
centros  de  erupción,  y también  accidentalmente  en  forma  de 
dikes  ó tifones,  atravesando  estratos  ó depósitos  de  sedi- 
mento, y hasta  penetrando  algunas  rocas  plutónicas. 

Los  materiales  volcánicos,  efecto  de  su  aparición  por  una 
cavidad  central,  suelen  acumularse  alrededor  de  dicho  pun- 
to llamado  cráter,  y á veces  levantan  los  bancos  de  otros 
productos  eruptivos  anteriores,  los  dislocan  y alteran  mas  ó 
menos  profundamente,  imprimiendo  un  sello  especial  á las 
montañas  que  constituyen.  La  forma  de  estas  es  con  frecuen- 
cia cónica  ó concoidéa,  y suelen  ocupar  el  centro  de  una 
llanura  circular  limitada  por  paredes  mas  ó menos  verticales, 
dando  al  conjunto  el  aspecto  de  lo  que  se  llama  cráter  de 
levantamiento. 

División. — Este  grupo  consta  de  tres  formaciones  que 
son:  traquítica,  basáltica  y lávica. 


GEONOMÍA 


3°9 


Primera  formación.  — Traquítica  j 

El  grupo  traquítico,  que  en  el  orden  cronológico  es  el 
mas  antiguo  de  los  volcánicos,  consta,  no  solo  de  la  roca 
que  le  da  nombre,  sino  también  de  todas  las  que  compren- 
dimos bajo  esta  denominación  en  la  clasificación  genea- 
lógica. 

Estos  elementos  se  presentan  en  su  estado  de  integridad 
formando  montones  masó  menos  elevados,  de  figura  cónica, 
con  un  cráter  en  su  interior  por  lo  común;  otras  en  masa  y 
en  forma  de  cúpula,  como  le  sucede  á la  domita.  En  estado 
incoherente  ó suelto  y en  rocas  conglomeradas,  se  presentan 
en  capas  ó masas  al  pié  de  sus  propias  montañas.  En  uno  y 
otro  caso  los  materiales  de  esta  formación  se  distinguen  per- 
fectamente por  los  caracteres  que  les  asignamos  al  trazar  su 
descripción. 

El  tránsito  de  unos  á otros  es  tan  insensible,  que  con  difi- 
cultad pueden  marcarse  sus  verdaderos  limites.  1 ambien  los 
lazos  que  unen  á estos  materiales  con  los  de  la  formación 
porfídica  son  muy  íntimos,  de  modo  que  con  lrecuencia  se 
mezclan  y confunden;  siendo  esto  tan  cierto,  que  todavía  no 
se  sabe  á punto  fijo  si  los  metales  que  muchos  les  atribuyen 
y que  les  dan  su  importancia  industrial,  les  pertenecen  de 
hecho  ó forman  parte,  por  el  contrario,  del  grupo  anterior, 
como  opinan  autores  de  mucha  nota.  Las  ágatas,  sin  embar- 
go, pueden  considerarse  como  elementos  habituales  de  la 
formación  traquítica. 

Este  grupo,  después  del  granítico,  es  el  que  mas  directa- 
mente contribuye  á determinar  el  carácter  orográfico  de  una 
parte  muy  principal  de  la  superficie  terrestre;  tal  es  el  desar- 
rollo que  en  ciertas  épocas  han  adquirido  sus  materiales. 
Para  convencerse  de  ello  basta  considerar  que  la  gran  cor- 
dillera de  los  Andes,  á cuya  aparición  atribuyen  muchos  el 
diluvio  que  puso  término  á la  época  inmediatamente  anterior 
á la  actual,  está  formada  en  su  mayor  parte  de  montañas 
mas  ó menos  cónicas,  esencialmente  traquíticas. 

La  meseta  de  Auvernia,  en  Francia;  la  mayor  parte  de  las 
regiones  volcánicas  de  Italia;  la  comarca  del  Siebengebirge 
(de  las  siete  montañas),  y otras  en  Alemania  y Hungría; 
varias  localidades  de  España,  en  especial  el  distrito  de  Cabo 
de  Gata  y Mazarron;  casi  todas  las  islas  Canarias,  las  Azores 
y del  Cabo  Verde,  pertenecen  á esta  formación. 

En  sentido  vertical  suelen  alcanzar,  á veces,  un  desarrollo 
extraordinario,  como  en  el  Pico  de  Pichincha  y en  el  Coto- 
paxi  (América  del  Sur),  que  llega  á 4,000  y mas  metros  de 
altura. 

Cuando  esta  formación  ocupa  una  región  muy  vasta,  suele 
formar  grupos  de  montañas  cónicas  alrededor  de  un  centro 
de  erupción,  representado  por  la  cima  mas  alta,  ó formando 
una  faja  ó zona  de  montes,  que  sigue  la  dirección  del  eje  de 
su  levantamiento,  disminuyendo  en  importancia  á medida 
que  se  alejan  de  él. 

La  notable  permeabilidad  de  esta  formación,  hace  que  las 
aguas  desaparezcan  con  prontitud,  y que  en  consecuencia  se 
presente  pobre  en  manantiales. 

Prescindiendo  de  las  aplicaciones  que  pueden  hacerse  de 
las  rocas  que  lo  constituyen,  pues  las  indicamos  ya  en  su 
lugar,  el  grupo  traquítico  suministra  entre  los  metales  el  oro 
(en  Hungría),  la  galena  argentífera,  como  de  ello  nos  da  buen 
ejemplo  el  distrito  de  Mazarron,  según  el  Sr.  Maestre,  y otros. 
Entre  las  materias  no  metálicas  deben  colocarse  en  primer 
término  las  ágatas  y los  ópalos,  entre  los  cuales  los  de  Hun- 
gría son  los  mas  estimados.  Por  la  descomposición  propor- 
cionan los  alumbres  y kaolines;  sustancias  que  se  explotan  en 
gran  escala  en  Mazarron. 

Bajo  el  punto  de  vista  agrícola,  puede  decirse  que  no  es 


del  todo  impropio  para  la  vegetación,  atendida  la  facilidad 
con  que  se  descomponen  los  materiales,  y á la  abundancia 
de  arcilla  y de  otras  sustancias  que  suministra.  Así  es  que  en 
las  regiones  altas  se  crian  bien  las  gramíneas,  que  adquieren 
gran  lozanía  y constituyen  prados  siempre  verdes;  en  las  re- 
giones medias  se  dan  bosques  de  pinos;  y en  los  valles  y 
llanuras  la  vid  y los  cereales  crecen  y se  desarrollan  admira- 
blemente. 

El  famoso  vino  Tokay  procede  del  terreno  traquítico  de 
Hungría. 

Hay  que  tener,  sin  embargo,  en  cuenta  que  si  la  capa 
vegetal  no  es  de  mucho  espesor,  por  efecto  de  la  natural 
permeabilidad  de  las  rocas  y del  estado  fragmentoso  que 
suele  ofrecer  el  terreno,  el  suelo  es  árido  ó poco  fértil. 

Segunda  formación. — Basáltica 

El  grupo  basáltico  es  uno  de  los  mejor  caracterizados 
entre  los  plutónicos,  tanto  por  la  homogeneidad  de  las  rocas 
que  lo  componen,  que  en  rigor,  pueden  referirse  al  basalto  y 
á los  productos  de  su  descomposición,  cuanto  por  las  formas 
que  afectan  las  montañas  y los  accidentes  que  ofrece  el 
terreno. 

La  tendencia  á las  formas  prismáticas  y la  consecuencia 
natural  de  esta  disposición,  que  se  deja  conocer  por  el  as- 
pecto de  las  montañas,  generalmente  planas,  de  escasa  eleva- 
ción é imitando  calzadas,  pavimentos  y otros  mil  caprichos 
dominados  siempre  por  superficies  mas  ó menos  planas,  lo 
caracterizan  perfectamente. 

Lo  mismo  que  en  el  traquítico,  sus  materiales  se  presen- 
tan en  estado  compacto  ó incoherente,  constituyendo  en  el 
primer  caso  el  basalto  propiamente  dicho,  la  basanita  y otras 
rocas  análogas;  en  el  segundo,  los  peperinos,  las  tobas  basál- 
ticas, etc. 

Estos  suelen  entrar  á formar  parte  esencial  de  terrenos  de 
sedimento,  en  capas  regulares  con  sus  fósiles  propios,  ocu- 
pando el  fondo  de  los  valles  ó las  faldas  y el  pié  délas  mon- 
tanas basálticas.  Aquellos,  por  el  contrario,  se  presentan  en 
dikes,  filones  y masas  que  atraviesan  otros  terrenos,  ó en  cor- 
rientes intercaladas  en  los  estratos  de  formaciones  marinas  ó 
lacustres,  adaptándose  á sus  accidentes,  y dificultando  con 
frecuencia  el  estudio  de  unos  y otros. 

La  formación  basáltica  se  enlaza  intimamente  con  muchas 
de  las  de  sedimento,  de  las  cuales  llega  á formar  parte,  como 
acabamos  de  ver.  En  sus  inmediaciones  las  rocas  demues- 
tran haber  sufrido  alteraciones  á veces  notables;  las  calizas 
suelen  hacerse  cristalinas,  y la  ulla  pierde  parte  de  sus  ma- 
terias bituminosas,  pasando  á verdadera  antracita.  Este 
grupo  no  es  rico  en  sustancias  minerales;  debiendo  citar  tan 
solo  el  peridoto  entre  las  que  se  prestan  á la  explotación, 
destinándose  á objetos  de  adorno  como  piedra  fina. 

Los  terrenos  plutónicos  siguen  en  su  distribución  la  misma 
ley  que  los  de  sedimento,  empezando  los  mas  antiguos  por 
hallarse  muy  esparcidos  en  la  superficie  del  globo,  y circuns- 
cribiéndose cada  vez  mas  á medida  que  son  mas  modernos. 
Así  es  que  la  formación  basáltica,  lejos  de  ocupar  vastas  re- 
giones como  la  granítica  y traquítica,  solo  se  encuentra  en 
determinados  centros  de  erupción  local  y muy  circunscritos, 
ofreciendo  por  lo  tanto  poca  importancia. 

La  formación  basáltica,  compuesta  de  muy  pocos  elemen- 
tos y afectando  cierta  regularidad  en  la  composición  y modo 
de  presentarse,  comunica  á las  regiones  en  que  se  encuentra 
un  carácter  orográfico  singular.  Dominado  el  elemento  prin- 
cipal de  este  grupo,  el  basalto,  por  esa  tendencia  tan  notable 
á las  formas  esferoidal  y prismática,  como  se  dijo  ya  en  la 
descripción  de  esta  roca  cuando  se  presenta  en  grandes  ma- 


GEOLOGIA 


sas,  constituye  montañas  dependientes  muy  ásperas,  corta- 
as  a pico,  ofreciendo  especies  de  terraplenes  ó azoteas 
coronadas  por  una  meseta  mas  ó menos  plana. 

Cuando  la  roca  se  halla  en  estado  de  descomposición  sue 

e iorrnar  montañas  redondeadas;  y si  algunas  partes  del  ter 

reno  o recen  mas  resistencia  que  las  otras,  afectan,  miradas 

es  e jos,  formas  caprichosas,  como  de  castillos  antiguos, 
calzadas,  etc. 

En  Hungría  y Silesia  se  presenta  esta  roca  en  forma  de 
colinas  aisladas,  mas  ó menos  redondas,  coronadas  por  una 
meseta  de  escasa  elevación,  de  240  ¿250  metros.  En  otros 
puntos  y en  especial  en  las  islas  de  Java  y Banda,  se  halla 

muy  desarrollada,  llegando  á constituir  montañas  de  2 á 3,000 
metros  de  altura. 

Sin  entrar  en  la  descriprjon  ]os  qUe  p0(jrjan  namarse 
monumentos  basálticos,  como  la  gruta  de  Fingal,  las  calza- 
das de  los  Gigantes  de  Plenskin,  Bengore,  en  Irlanda,  y en 
os  aliededores  de  Puy,  en  Francia,  basta  citarlos  para  com- 

p etar  la  descripción  de  las  formas  y accidentes  de  este  ter- 
reno. 

La  formación  basáltica  contiene  algunos  criaderos  meta- 

1 eros  de  importancia,  debiendo  citar  como  el  mas  notable 
e t.  plata  de  Joachimsthal,  en  Bohemia,  que  se  explota  en 
el  basalto  del  período  terciario 

En  Cabo  de  Gata  se  beneficia  en  varios  puntos  la  galena 
argentífera,  en  Mazarron  el  alumbre,  y el  manganeso  en  el 
Garbanzal  (Hjjar). 

'ÍrmTÍfflrrreno.es  Precioso  por iSffflfflttidad  de  arcilla 
que  suministra  su  propia  descomposición,  cuya  utilidad  en 

!as  aplicaciones  á la  agricultura,  á la  alfarería,  etc,  es  ya  so- 
brado conocida  para  que  insistamos  en  ello. 


Tercera  formación. — Lávica 

Esta  formación,  á la  que  en  rigor  podría  aplicarse  el  nom- 
)re  e \o  canica  por  excelencia,  si  esta  expresión  se  refiere 
exc  usi\  amente  á los  volcanes  modernos,  hállase  constituida 
por  a a\a  o tetrina  en  estado  coherente,  celular,  compacto 
o sue  to  y mas  o menos  terreo.  Estos  materiales  afectan  la 
orma  e coladas  ó corrientes,  imitando  perfectamente  capas 
y estratos  mas  ó menos  indinados  alrededor  de  un  punto 
centra  , accidentes  que  se  ha  convenido  en  llamar  cráter  de 
evantamiento  y de  erupción.  De  esta  circunstancia  depende 
a orma  comea  de  las  montañas  lávicas,  dispuestas  alrede- 
or  e un  punto,  ora  hueco,  ora  ocupado  por  materia  de  la 
misma  o de  naturaleza  distinta,  que  representa,  según  algu- 
nos autores,  e agente  <5  la  potencia  que  determinó  el  levan- 
tamiento y la  inclinación  de  sus  capas. 

Como  esta  formación  atraviesa  la  basáltica  y traquítica,  se 
establecen  entre  las  tres  tales  puntos  de  contacto  y relacio- 
nes an  intimas,  que  difícilmente  puede  marcarse  la  línea  de 
separación  entre  unas  y otras 

Los  elementos  de  esta  formación  son  la  lava  ó tefrina  y 
odas  las  variedades  que  describimos  en  su  lugar,  y en  estado 
eren  e e api  i,  as  cenizas  volcánicas  y otros  productos 
sueltos  o aglutinados  por  cualquier  cemento,  constituyendo 
as  tobas  que  se  presentan  alternando  con  las  corrientes  de 

modernas  6"  f°rmand°  Parte  & ‘«renos  de  sedimento 

Como  elementos  accidentales' Mr^e'estaTormaclon  mu 

os  minera  es  e >ase  de  sílice,  intercalados  ó empotrados 
n su  «asa,)  ademas  varias  sustancias  cristalizadas,  resulta- 

el  a nf ? SU  !mac,10!‘  0 metamorfismo  de  sus  rocas,  como 
el  azufre,  vanos  oxidos  de  hierro  y de  cobre,  el  rejalgar,  el 

otros  0nC0'  6 C °rUr°  am°n‘co’  e*  ye®0.  sal  común  y 


Siguiendo  la  ley  de  que  cuanto  mas  modernos  mas  cir- 
cunscritos se  hallan  los  terrenos,  el  grupo  lávico  que  repre- 
senta el  último  de  los  eruptivos,  debe  naturalmente  ser  el 
mas  localizado  de  todos.  Con  efecto,  la  formación  lávica  está 
hoy  reducida  á los' volcanes  activos,  como  el  Etna,  Stromboli, 
el  Vesubio,  las  diferentes  islas  volcánicas  modernas  de  Grecia, 
los  centros  eruptivos  de  Islandia,  Kamtchatska,  islas  del 
Pacífico  y Atlántico,  y los  volcanes  del  continente  americano, 
asiático,  africano,  etc. 

Difícilmente  se  hallará  un  terreno  cuyos  elementos  incohe- 
rentes ó los  compactos  en  estado  de  descomposición  se  pres- 
ten mas  á la  agricultura,  y den  una  tierra  vegetal  mas  fértil 
para  plantas  útiles  de  todas  especies;  pero  muy  especialmente 
para  la  vid,  algarrobo,  olivo  y árboles  frutales,  y también  para 
el  trigo,  cebada,  etc.  La  riqueza  y variedad  de  la  vegetación 
de  las  regiones  volcánicas,  y en  especial  del  Vesubio  y del 
Etna,  y lo  exquisito  de  sus  frutos  son  proverbiales  y bien 
conocidos. 

I erminaremos  el  estudio  de  los  terrenos  volcánicos  con 
la  reseña  de  los  tres  ó cuatro  distritos  mas  importantes  de 
la  Península.  Estos  pueden  clasificarse  del  modo  siguiente 
respecto  de  su  situación  topográfica:  el  primero  es  esencial- 
mente continental,  y comprende  la  región  del  Campo  de 
Calatrava  y Ciudad-Real;  el  segundo  es  casi  litoral,  y es  el 
de  Olot  y Castellfollit  (Cataluña);  el  tercero  es  esencialmente 
litoral,  á saber:  el  del  Cabo  de  Gata  y Cartagena;  por  último, 
el  cuarto  es  insular  ó marino,  constituido  por  la  cordillera 
submarina  de  las  islas  Columbretes. 

SEGUNDA  SERIE-  neptúnica 
Terre?ios  de  sedimento 

La  segunda  serie  del  cuadro  de  clasificación  es  la  de  los 
terrenos  estratificados  ó fosilíferos,  y como,  según  lo  que  va 
indicado,  los  caractéres  que  sirven  para  distinguirlos  son  el 
mineralógico,  el  estratigráfico  y el  paleontológico;  habiendo 
ya  dicho  en  la  descripción  de  las  rocas  cuanto  en  una 
obra  de  esta  índole  es  posible  exponer  tocante  al  primero, 
estamos  ya  en  el  caso  de  abordar  el  exámen  de  los  otros 
dos.  Esto  nos  obliga  á tratar  con  alguna  extensión  acerca 
de  la  Estratigrafía  que  resume  el  carácter  estratigráfico,  y 
de  la  Paleontología,  que  hace  lo  propio  respecto  al  paleon- 
tológico. 

CAPITULO  PRIMERO 
Estratigrafía 

s 

Definición. — Esta  palabra,  derivada  del  latín  stratum , 
capa  ó lecho,  y del  griego  graphos,  significa  descripción  de 
todo  lo  relativo  á los  bancos,  capas,  estratos  ó lechos;  parte 
importante  de  la  Geología,  sin  cuyo  auxilio  la  descripción 
de  los  terrenos  seria  punto  menos  que  imposible. 

Estratificación. — La  palabra  estratificación  signi- 
fica el  modo  de  presentarse  los  estratos  en  el  terreno  de  se- 
dimento. 

Capa  ó estrato. — Por  capa  ó banco  se  entiende 
toda  masa  mineral,  generalmente  de  mucha  extensión,  cuyos 
planos  superior  é inferior,  si  su  posición  es  horizontal,  late- 
rales, si  es  vertical,  conservan  entre  sí  cierto  paralelismo, 
cualesquiera  que  sean  los  accidentes  que  ofrezca. 

Planos  de  estratificación  y de  juntu- 

RA.  Las  caras  paralelas  que  limitan  las  capas  se  llaman 
planos  de  estratificación;  otras  líneas  oblicuas  ó perpendicu- 
lares á estas  separan  á veces  los  materiales  que  componen 
una  capa  en  porciones  regulares,  que  indican  siempre  cierta 


GEONOMÍA 


31 1 


retracción  en  la  materia,  á cuyos  planos  se  da  el  nombre  de 
juntura.  Los  canteros  granadinos,  según  Rojas  Clemente, 
los  designan  con  el  nombre  de  cabezas  de  las  rocas,  acciden- 


Fig.  45- — Planos  de  crucero 

A,  B,  C,  superficies  de  un  escarpe  en  que  se  ponen  de  manifiesto  todos 
estos  accidentes. — K,  E,  planos  de  estratificación.  — C,  C,  planos  de 
crucero. — J,  J,  planos  de  juntura. 

te  común  en  las  pizarras  y en  otras  metaraórficas,  y cuyo 
conocimiento  es  trascendental. 

PLANOS  de  CRUCERO. — Por  último,  cuando  las  lá- 
minas ú hojas  que  componen  una  roca,  en  vez  de  ser  para- 
lelas á los  planos  de  estratificación  se  presentan  oblicuas, 
constituyen  un  tercer  orden  de  planos  que  se  llaman  de  cru- 
cero. La  figura  46  explicará  estos  accidentes. 

GRUPO,  piso,  hilada. — Los  estratos  en  su  conjunto 
constituyen  un  terreno;  pero  como  no  siempre  es  fácil  encon- 
trar reunidos  en  un  solo  punto  todos  los  componentes  de 
uno  mismo,  y como  puede  suceder  también  que  aun  en 
este  caso  ofrezcan  accidentes  diversos,  de  aquí  la  necesidad 
de  dividir  el  terreno  en  grupos,  estos  en  pisos,  y,  por  último, 
en  hiladas,  comparables  á las  capas  de  ladrillo  ó piedra  que 
se  sobreponen  en  la  construcción  de  un  edificio. 


Fig.  47- — Corte  de  una  parte  del  Jura 


ESTRATOS  ESENCIALES,  HABITUALES  Y ACCI- 
DENTALES.— lodos  los  materiales  que  se  observan  en 
los  terrenos  no  ofrecen  siempre  igual  importancia  para  su 
determinación,  de  donde  derivan  las  expresiones  de  rocas  ó 
estratos  esenciales  y característicos,  como  por  ejemplo,  el 
carbón  en  el  carbonífero:  habituales,  los  que  sin  ser  de  ne- 
cesidad en  un  terreno  dado,  se  presentan  con  mucha  frecuen- 
cia, como  por  ejemplo,  las  calizas  cristalinas  en  el  gneis,  la 
Dolomía  en  el  terreno  cretáceo,  etc. 

HORIZONTE  GEOGNÓSTICO.  — Cuando  hay  identi- 
dad 6 mucha  semejanza  de  composición  en  dos  terrenos 
mas  ó menos  distantes  entre  si,  se  acostumbra  á llamarlos 
paralelos;  y cuando  esta  similitud  de  caracteres  se  refiere  á 
la  composición  mineral  ú orgánica  de  algún  estrato,  hilada 
ó piso,  recibe  esta  el  nombre  de  horizonte,  geognóstico  en  el 
primer  caso,  paleontológico  si  la  identidad  es  entre  especies 
fósiles.  Así  decimos,  por  ejemplo,  horizonte  del  Muschelkalk, 
de  la  arenisca  verde,  etc.,  de  la  ostrea  arataia , del  ( erithium 


lapidum  y otros;  por  donde  se  ve  que  la  palabra  horizonte 
geognóstico  es  sinónima  de  estrato  esencial. 

Los  estratos  en  un  terreno  pueden  estudiarse  en  sí,  ora 
uno  á uno,  ora  muchos  reunidos  ó bien  en  las  relaciones 


o 


Hg.  48.— Inclinación  de  las  capas 


mutuas  que  entre  ellos  existen.  En  el 
examinar  la  dirección 
terrupcion:  en  el  segundo  la  concordancia  y la  discordancia. 

DIRECCION  Ó RUMBO. — Llámase  dirección  ó rumbo 
de  las  capas,  el  punto  del  horizonte  hácia  donde  se  dirigen, 
para  lo  cual  es  preciso  que  ofrezcan  cierta  inclinación,  pues 
las  horizontales  ñola  tienen  determinada,  variando  según  se 

Elas  mire.  Para  apreciar  la  dirección  nos  valemos  de  la  brújula, 
haciendo  coincidir  la  de  los  estratos  con  la  línea  que  marca 
el  Noroeste,  en  cuyo  caso  el  ángulo  que  forma  la  aguja  de- 
termina el  rumbo.  Conviene  para  esto  tener  en  cuenta  lo  que 
se  llama  declinación  magnética,  que  es  la  desviación  que  el 
polo  magnético  ofrece  respecto  del  terrestre.  Hoy  dia  es 
occidental  y en  nuestras  regiones  era  en  1858  de  20o— 7 “,9. 

INCLINACION. — Cuando  una  capa  ó serie  de  ellas  no 
es  horizontal,  se  dice  en  términos  geológicos  que  buza;  el 
punto  por  donde  se  pierden  con  frecuencia  en  el  interior  de 


y el  ángulo  que  forman  con 
la  vertical  levantada  en  dicho  punto,  representa  la  inclinación, 
según  indica  la  figura  46. 

Para  hacer  inteligible  esta  materias,  una  de  las  mas  im- 
portantes de  la  Estratigrafía,  puede  compararse  la  dirección 
é inclinación  de  los  estratos,  al  caballete  y aleros  de  un  te- 
jado; aquel  representa  la  dirección,  éstos  la  inclinación  ó 
buzamiento.  El  adjunto  corte  del  Jura  puede  completar  esta 
idea,  supuesto  que  las  líneas  a b c}  que  representan  las  cres- 
tas de  dicha  cordillera,  son  las  equivalentes  al  caballete,  así 
como  las  pendientes  ó laderas  indican  la  inclinación.  De 
donde  se  deduce  que  dirigiéndose  las  capas  de  norte  á sur, 
el  buzamiento  necesariamente  ha  de  ser  de  este  á oeste,  ó 
de  oeste  á este. 

Para  medir  la  inclinación  de  las  capas,*  podemos  valernos 
de  diferentes  medios:  si  no  se  aspira  á una  gran  exactitud,  y 
carecemos  además  de  instrumentos  á propósito,  nos  servire- 


primer  caso  hay 


’T 

que 


y la  inclinación,  su  continuidad  ó in- 


la  tierra,  se  llama  buzamiento, 


312 


GEOLOGÍA 


micin 


mos  de  las  manos,  según  indica  la  adjunta  figura,  haciendo 
que  una  de  las  dos  sea  la  vertical,  y la  otra  paralela  al  buza- 
miento de  los  estratos. 

CLIN ÓMETRO.— Los  geólogos  ingleses  suelen  servirse 
del  clinémeiro , que  es  el  aparato  representado  en  la  fig.  49, 


- 


yo  uso  la  rama  inferior  ha  de  coincidir  con  la  de  in- 
on  de  las  capas,  y la  superior  se  pone  horizontal  por 
’o  del  nivel  allí  indicado;  como  la  charnela  lleva  un  se- 
0 graduado,  éste  indica  el  valor  del  ángulo.  Con  la 
brújula  que  existe  en  la  rama  inferior  puede  apreciarse  la 
dirección. 

RÚJULA  DE  GEÓLOGO. — El  instrumento  de  que 
raímente  se  valen  los  geólogos  es  la  brújula,  que  indica 
50  y al  es  fácil  apreciar  la  dirección,  ma- 

te si,  como  sucede  en  algunos,  lleva  marcada  la  de- 
n magnética;  y también  la  inclinación,  fijando  prime- 


indican  las  letras  a b c en  el  corte  del  Jura  (fig.  47).  Linca 
sinclinal  la  que  indica  la  intersección  de  capas  cuyo  buza- 
miento se  confunde  en  un  mismo  punto,  ó en  otros  térmi- 
nos, en  estratos  entrantes.  El  fondo  de  los  valles  marcados 
en  la  misma  figura  representa  este  último  orden  de  líneas. 
De  modo,  que  por  lo  común,  la  línea  anticlinal  representa  la 
cima  ó cresta  de  la  montaña,  mientras  que  la  sinclinal  coin- 
cide con  el  Thalweg. 

Algunas  veces,  empero,  por  efecto  de  depresiones  terres- 
tres, las  capas  en  los  montes  se  dirigen  hácia  su  interior,  en 
cuyo  caso  la  cima  coincide  con  el  eje  sinclinal.  El  Sr.  Mac- 
erson  cita  casos  muy  curiosos  de  esta  especie  de  irregula- 
ridad ó anomalía  de  las  líneas  sin  y anticlinales,  en  la  intere- 
sante Memoria  geológica  sobre  la  provincia  de  Cádiz,  modelo 
n su  género  que  recomendamos  á los  que  quieran  instruirse 
geología  práctica. 

Un  caso  análogo  á este  es  el  que  marca  lo  que  llamaremos 
mas  adelante  estratificación  palmeada,  ó en  abanico. 


aguja,  sacando  después  la 


entre 


o, 


los 


pieza 


que 


ce 


5° 


Fig.  52. — Concordancia  de  separación 

Como  el  estudio  de  la  dirección  ó inclinación  de  las  capas 
de  suma  trascendencia,  conviene  proceder  con  mucho 
lomo,  pues  de  lo  contrario  nos  exponemos  á serios  erro- 
Uno  de  ellos,  y muy  frecuente  por  cierto,  es  aquel  en  que 
do  las  capas  mas  ó menos  oblicuas,  aparecen  como  ho- 
izontales,  en  lo  que  se  llama  la  cabeza  de  los  estratos,  se- 
demuestra  la  siguiente  figura;  pues  en  ella  vemos  que 
: examinan  las  capas  por  el  corte  A,  las  creeremos  hori- 
ales,  cuando  en  rigor  ofrecen  una  inclinación  bastante 
notable,  según  se  ve. 

Las  capas  miradas  aisladamente,  no  solo  ofrecen  á la  con- 
sideración del  geólogo  la  dirección  y la  inclinación,  sino 


grados  240  y 260,  con  la  cual  y el  borde  de  la  misma  brúju- 
la, forma  ésta  asiento,  ó se  adapta  mejor  que  á las  capas 
mismas  al  mango  del  martilllo,  que  se  hace  coincidir  con 
éstas.  Después  de  lo  cual,  en  el  semicírculo  graduado  que 
lleva  la  misma  brújula,  se  nota  la  desviación  del  indicador  ó 
plomo  y ésta  será  la  inclinación. 

Respecto  al  punto  hácia  donde  se  verifica  el  buzamiento, 
lo  da  siempre  la  misma  dirección,  con  la  cual  aquella  forma 
un  ángulo  de  99o. 


LÍNEA  ANTICLINAL  Y SINCLINAL.  — Llámase 
linea  aniiclitial  la  que  marca  la  intersección  de  capas  sa- 
lientes que  se  dirigen  ó buzan  en  direcciones  opuestas,  como 


Fig.  53- — Discordancia  de  separación 
A,  B,  falla  ó salto  vertical. — C,  D,  falla  oblicua 

F 

* amblen  otros  accidentes  igualmente  dignos  de  tenerse  en 

fuenta,  tales  como  la  disposición  que  afectan,  etc. 

Lo  común  es  que  las  capas  sean  paralelas,  conservando  el 
mismo  espesor  en  extensiones  á veces  considerables;  pero 
suele  también  acontecer  que  se  adelgazan  y terminan  en 
punta,  coincidiendo  en  un  punto  los  dos  planos  de  estratifi- 
cación : en  cuyo  caso,  si  solo  se  observa  en  uno  de  sus  extre- 
mos, se  da  el  nombre  de  banco  ó estrato  en  cuña,  y si  el 
adelgazamiento  es  en  los  dos  extremos,  se  la  llama  en  lente 
por  la  forma  que  afecta. 


GEONOMIA 


3*3 

Cuando  una  misma  capa  se  interrumpe  y vuelve  á presen-  las  hay  horizontales,  inclinadas,  verticales,  algunas  rebasando 
tarse  con  iguales  ó análogos  caractéres,  se  dice  que  hay  frac-  la  perpendicular,  en  cuyo  caso  aparecen  como  superiores  las 
tura  ó dislocación,  y si  al  reaparecer  aquella  no  se  encuentra  que  en  realidad  son  inferiores:  las  hay  también  plegadas  ú 
en  el  mismo  nivel  ó á la  misma  altura,  es  prueba  de  que  onduladas  y angulosas,  como  se  observa  muy  á menudo  en 
existe  una  falla  ó resbalamiento,  accidente  bastante  común  el  terreno  carbonífero,  y por  último,  existen  algunas,  particu- 
en  la  práctica,  y que  detallaremos  mas  adelante.  larmente  en  los  Alpes,  cuya  colocación,  imitando  la  de  los 

Respecto  á la  disposición  que  las  capas  pueden  ofrecer,  dedos  de  la  mano,  hace  se  las  llame  en  abanico,  según  de- 


Fig.  54.— Corte  del  San  Gotardo 

a Gneis.— 1>  Pizarra  micácea.—  c Piedra  córnea.—  d Pizarra  arcillosa.— ¿ Yeso.— / Granito.—"  Cuarzo.—/;  Piedra  ollar.—/  Asbesto.— k Pizarra 

talcosa 


muestra  la  figura  54,  y muchas  otras  que  no  enumeramos 
atendida  la  índole  de  la  obra. 

CONCORDANCIA.  — Cuando  los  estratos  se  estudian, 

d^ 


Fig.  55.— Sobreposicion  transgresiva  entre  la  arenisca  roja  antigua  (ter- 
reno devónico)  d,  y la  pizarra  silúrica  a,  en  Siccar-Point  (Condado  de 
Berwik  Inglaterra). 

no  en  sí,  sino  relacionados  los  unos  con  los  otros,  dan  ori- 
gen á lo  que  se  llama  concordancia  y discordancia  de  estratifi- 
cación, dato  de  la  mayor  importancia  para  el  conocimiento 
de  los  terrenos.  Llámase  concordancia  cuando  los  estratos 


otras,  ó hallándose  separadas,  no  guardan  paralelismo  entre 
sí,  se  dice  discordancia  de  sobreposicion  ó de  separación, 
y á los  estratos  se  los  designa  con  el  nombre  de  discordan- 
tes. 

La  figura  53  representa  la  discordancia  de  separación  de- 
terminada por  un  movimiento  terrestre  de  abajo  arriba,  que 
levantó  las  capas  del  centro  A,  B,  C,  D,  ó bien  por  el  hun- 
dimiento de  las  laterales : de  todos  modos,  sea  cualquiera  la 


Fig-  57-  —Corte  ideal  de  un  filón 


MA 


D 


Fig.  56. — Corte  entre  Mismer  y Dunwich  (Suffolk,  Inglaterra) 

guardan  entre  si  el  paralelismo  debido  al  procedimiento  de 
su  formación,  y á las  capas  ó bancos  que  ofrecen  esta  cir- 
cunstancia, se  Ies  da  el  nombre  de  concordantes. 

Lste  hecho,  que  siempre  supone  normalidad  en  un  terre- 
no, ó lo  que  es  lo  mismo,  no  haber  sufrido  dislocaciones 
posteriores,  unas  veces  se  observa  en  capas  sobrepuestas,  en 
cuyo  caso  se  dice  concordancia  de  sobreposicion ; mas  si  me- 
dia un  espacio  cualquiera  entre  los  estratos  paralelos,  se 
llama  concordancia  de  separación.  El  corte  (fig.  52)  ilustrará 
estos  dos  casos. 

DISCORDANCIA.  — Si  las  capas  al  apoyarse  unas  en 
Tomo  IX 


causa  que  determinó  estos  efectos,  la  continuidad  de  las 
capas  se  interrumpe,  apareciendo  unas  mas  altas  y otras  mas 
bajas,  que  es  lo  que  constituye  la  verdadera  discordancia  de 
separación. 

Discordancia  transgresiva.— Cuando  sobre 
capas  mas  ó menos  inclinadas,  se  presentan  otras,  oblicuas 


Fig.  58. — Corte  de  un  terreno  dislocado  por  un  tifón 

también,  sobre  la  cabeza  de  aquellas,  la  discordancia  recibe 
el  nombre  de  transgresiva,  como  indica  la  figura  55,  la  cual 
supone  cuatro  periodos  mas  ó menos  extensos,  á saber: 
i.°  sedimentación  de  las  pizarras  a en  capas  horizontales; 

40 


í* 


2.  levantamiento  de  estas  rocas;  3.°  formación  de  las  are- 
niscas; 4.  primer  levantamiento  de  estas  y segundo  de  las 
pizarras. 

Discordancia  diagonal  ó cruzada. — Aun- 
que en  rigor  en  lo  que  indica  la  figura  56  no  hay  verdadera 
discordancia,  sino  simplemente  ondulaciones  en  los  mate- 
riales componentes  de  las  capas,  determinadas  por  corrientes 
en  sentido  opuesto  en  el  fondo  del  mar,  lo  cierto  es  que 
algunos  autores  llaman  á esto  discordancia  transgresiva,  falsa 
estratificación,  etc.,  pero  el  nombre  mas  propio  es  el  de  es- 
tratificación cruzada  ó diagonal. 

FALLA,  SALTO,  ETC.  — En  la  discordancia  de  sepa- 
ración existe  siempre  un  desnivel  entre  unas  capas  y otras, 

sffiBlit 


m ; #1  | 1 1 | ||  m | 1 \ \ \ ■ 

Dgí  59-  falla  oblicua  rellena  por  materiales  de  los  estratos  que  se  han 

puesto  oblicuos  / 

v/J/l  \ Tjjgli-L  / 

accidente  que  se  conoce  en  la  ciencia  con  el  nombre  de 
salto,  falla,  etc.  El  significado  de  estas  palabras  no  es,  sin 
embargo,  el  mismo;  así  se  llama  propiamente  salto  ó resba- 
lamiento, cuando  las  capas  desniveladas  se  hallan  en  contac- 
to en  la  grieta  donde  se  verificó  el  fenómeno,  como  se  ob- 
serva en  la  mina  San  Cárlos  en  Hiende-la-encina,  según  he 
tenido  ocasión  de  observar;  cuando  entre  unas  y otras  media 
un  espacio  cualquiera,  si  está  hueco,  quedando  abierta  la 
grieta,  se  dice  falla  o soplado,  y si  lo  ocupa  algún  material, 
entonces  se  llama  filón,  como  se  ve  en  la  figura  57;  tifón,  si 
los  materiales,  aunque  procedentes  también  del  interior  del 
globo,  se  presentan  en  masa  y no  son  metalíferos,  como  se 
ve  en  la  figura  58,  y dike  si  los  materiales  proceden  de  las 
mismas  capas  dislocadas,  rellenando  la  grieta  como  demues- 
tra el  diagrama  de  la  figura  59. 


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Fig.  60. -Repetición  aparente  de  capas,  debida  á fallas  ó saltos 

Hay  que  advertir,  sin  embargo,  que  la  palabra  dike,  de 
origen  inglés,  tiene  además  otra  significación,  pues  muy 
frecuentemente  se  aplica  á las  especies  de  murallones  que 
en  los  terrenos  volcánicos,  de  cualquier  naturaleza  que  sean, 
se  le\antan  a major  o menor  altura  sobre  el  resto  del  terre- 
no formado  á veces  de  materiales  de  sedimento,  como  el 
peperino,  por  ejemplo,  aunque  su  naturaleza  sea  volcánica. 


En  el  Vesubio,  en  el  Etna,  en  el  Valdinoto,  en  Sicilia  y muy 
especialmente  en  Alicudi  y Filicudi,  islas  de  Lipari,  he  teni- 
do ocasión  de  ver  estos  accidentes  en  gran  escala. 

Cuando  en  un  mismo  distrito  existen  diferentes  fallas,  su- 
cede que  capas  de  una  misma  naturaleza  aparecen  repetidas 
tantas  veces  cuantas  son  las  fallas  existentes,  como  indica 
la  figura  60,  en  la  que  las  lineas  verticales  dgje,  representan 
las  fallas,  y las  letras  a b c d las  capas  que  aparentemente 
repiten.  Este  caso  y en  general  todos  aquellos  en  que  inter- 
vienen fallas,  exigen  mucha  circunspección  y profundos  co- 
nocimientos en  la  materia,  á fin  de  evitar  en  la  práctica 
grandes  dispendios,  que  redundan  en  perjuicio  de  las  empre- 
sas y descrédito  del  que  dirige  la  explotación. 

Levantamiento.  — Estos  y muchos  otros  casos, 
que  con  frecuencia  se  observan,  de  discordancia  y disloca- 
miento  de  las  capas,  son  generalmente  debidos  á movimien- 
tos terrestres,  los  unos  de  abajo  arriba,  y los  otros,  por  el 
contrario,  de  arriba  abajo. 

El  primero  de  estos  movimientos,  en  virtud  de  los  cuales 
una  parte  de  la  superficie  terrestre  es  llevada  mas  allá  de  su 
nivel  por  una  fuerza  interna,  se  llama  levantamiento. 

Si  la  causa  determinante  de  esta  acción,  que  suele  ser  por 
lo  común  alguna  roca  ígnea,  no  aparece  al  exterior,  y se  tra- 
duce su  acción  por  la  inclinación  de  las  capas  sobrepuestas, 
en  este  caso  se  llama  cono  de  levantamiento,  según  indica  la 
figura  61.  Si  el  granito,  pórfido  ó lava  aparece  al  exterior 
separando  ó dislocando  los  estratos,  además  de  levantarlos, 
se  designa  con  el  nombre  de  cráter  de  erupción. 

A veces  pueden  ser  dos  las  masas  eruptivas  que  actúen 
sobre  los  materiales  de  sedimento,  y en  este  caso,  ó cuando 
no  siendo  mas  que  una,  encuentran  los  estratos  algún  obstá- 
culo insuperable,  se  pliegan  estos  formando  ss  ó zz,  y en  la 
práctica  se  ve  con  frecuencia,  en  especial  en  el  terreno 
carbonífero  y en  las  formaciones  metamórficas  antiguas,  en 
las  que  á menudo  figuran  las  rocas  pizarrosas.  De  varias  lo- 
calidades de  Suiza  figuran  en  las  colecciones  geológicas  del 
Museo  de  Historia  Natural  de  Madrid,  con  estas  ondulacio- 
nes admirablemente  dispuestas,  varias  pizarras  talcosas  y 
cloriticas,  en  las  que  pueden  estudiarse  muy  bien  todos  estos 
accidentes. 

Para  dar  una  explicación  satisfactoria  de  este  hecho,  ideó 
el  Dr.  Hall  el  experimento  que  indica  la  figura  62,  en  la 
que  aparecen  varios  pedazos  de  paño,  bayeta  ó franela,  com- 
primidos lateralmente  y por  la  parte  superior  por  unas  table- 
tas ó libros,  resultando  los  repliegues  que  se  observan. 

Estos  mismos  efectos  pueden  igualmente  producirse  por 
hundimiento,  como  indica  la  figura  63,  en  la  cual  supone- 
mos que  las  dos  masas  b //  se  han  hundido  por  cualquier 
causa,  en  cuyo  caso  las  capas  a a presentan  ondulaciones; 
mas  cierta  inclinación  y quebrantamiento  en  el  punto  d , 
donde  parece  haberse  formado  una  especie  de  cráter. 

1 ambien  explican  algunos  por  hundimientos  laterales  la 
estratificación,  que  ya  indicamos,  palmeada  ó en  forma  de 
abanico,  según  demuestra  el  diagrama  de  la  figura  54,  reduc- 
ción del  que  en  1804  trazó  de  mano  maestra  el  ilustre  Gim- 
bernat. 

La  discordancia  de  estratificación,  cualquiera  que  sea  la 
aparición  de  alguna  masa  ígnea  del  interior  del  globo,  ofrece 
una  gran  importancia  en  la  determinación  de  las  épocas  de 
su  historia  física,  pues  depositándose  los  materiales  en  el 
fondo  del  mar  en  capas  sensiblemente  horizontales,  la  apari- 
ción á su  través  de  una  roca  eruptiva  determina  el  levanta- 
miento de  aquellas:  después  de  lo  cual,  si  las  capas  levantadas 
ocupan  el  fondo  de  un  nuevo  mar,  resultará  que  los  estratos 
que  se  depositan  formarán  ángulo  mas  ó menos  abierto  con 
los  primeros.  Ahora  bien,  como  quiera  que  esto  se  ha  veri- 


GEONOMIA 


3*0 


ficado  en  épocas  sucesivas,  es  claro  que  la  discordancia  de 
estratificación  es,  en  la  inmensa  mayoría  de  los  casos,  la 
resultante  de  todos  estos  fenómenos,  de  donde  se  deduce  la 
notoria  significación  de  este  hecho. 

CUENCA  geológica. — Uno  de  los  resultados  délos 
levantamientos  de  las  montañas  combinado  con  la  acción 
erosiva  de  las  aguas,  es  lo  que  se  llama  cuenca.  Como  un 
punto  cualquiera  del  globo  no  puede  elevarse  ó deprimirse, 
sin  que  se  verifique  un  hundimiento  ó protuberancia  en  otro 
mas  ó menos  lejano,  el  nombre  de  cuenca  se  aplica  á las 
regiones  ó espacios  limitados  por  cordilleras  formadas  de 
capas,  de  las  que  las  antiguas  ocupan  las  laderas  y se  pier- 
den en  el  fondo,  y las  mas  recientes  la  parte  céntrica  y mas 
superficial.  Generalmente  las  cuencas  sirven  de  álveo  á un 
gran  rio  y á sus  afluentes;  por  cuya  razón  se  les  da  el  epíteto 
de  hidrográfica  por  lo  común,  y se  las  considera  también 
como  sinónima  de  valle  principal. 

La  figura  64  dará  una  idea  de  esto,  al  paso  que  esclarecerá 
uno  de  los  casos  mas  importantes  en  la  práctica,  á saber:  que 
cuando  las  capas  inclinadas,  que  forman  el  limite  de  una 
cuenca,  buzan  hácia  su  interior  en  busca  de  la  línea  sinclinal, 
se  puede  tener  casi  la  seguridad  de  encontrarlas  en  todos  los 
puntos  intermedios,  á no  ser  que  alguna  falla  ó soplado  las 
interrumpa. 

APLICACION  DE  LOS  LEVANTAMIENTOS. - 

Siendo  incuestionable  que  los  materiales  de  sedimento  se 
han  depositado  en  el  fondo  de  los  mares  ó lagos,  la  conse- 
cuencia inmediata  de  encontrar  restos  orgánicos  fósiles  á dos 


interior,  que  obrando  de  abajo  arriba,  llevó  allí  los  materia- 
les que  se  formaron  en  fondos  de  mayor  ó menor  profun- 
didad. 

No  cabe  duda  alguna,  en  consecuencia,  que  los  levanta- 
mientos se  han  efectuado  empezando,  si  se  quiere,  mucho 
antes  que  los  terrenos  de  sedimento.  Ahora,  si  estos  movi- 
mientos fueron  lentos  ó bruscos,  ó si  la  escala  en  que  se 
desarrollaron  fué  mayor  ó menor,  es  en  lo  que  los  geólogos 
no  andan  hoy  dia  acordes.  La  tendencia  actual,  merced  á los 
exagerados  y no  siempre  exactos  principios  de  la  teoría  de 
la  evolución  lenta  y progresiva  de  la  materia,  es  á considerar 
la  historia  terrestre  como  una  serie  indefinida  de  sucesos 
que  se  realizaron  en  un  espacio  de  tiempo  inmenso,  sin  ad- 
mitir acontecimiento  alguno  extraordinario  de  esta  índole, 
que  alterara  la  marcha  regular  de  los  agentes  naturales. 
Consecuencia  lógica  de  esta  doctrina,  que  quiere  ser  el  fun- 
damento de  todo  un  sistema  filosófico,  es  borrar  todo  límite 

Den  las  llamadas  épocas  de  la  historia  terrestre,  y hacer  que 
los  séres  orgánicos  que,  según  enseña  la  práctica,  han  apare- 
cido y desaparecido  en  períodos  determinados,  han  ido  suce- 
diéndose  de  un  modo  lento  y paulatino,  quitándoles  toda  la 
importancia  que  realmente  tienen,  en  la  determinación  de  los 
terrenos. 

Lo  que  se  nota  hoy  es  la  reacción,  hija,  y en  proporciones 
iguales  desarrollada,  de  la  teoría  de  Elie  de  Beaumont,  autor 
de  la  famosa  red  pentagonal,  y del  ilustre  Cuvier,  para  quie- 
nes la  historia  terrestre  era  una  serie  de  decoraciones  del 


gran  teatro,  que  repentinamente  variaban  de  aspecto,  como 
si  obedecieran  á un  supremo  regulador  de  las  cosas.  La 
índole  de  la  obra  no  permite  entrar  en  mayores  detalles 
sobre  el  asunto;  pero  no  concluiré  sin  manifestar  la  convicción 
de  que  no  están  en  lo  cierto  ni  los  unos  ni  los  otros;  es 
decir,  que  en  este  asunto,  como  en  todos,  no  es  la  exagera- 
ción la  que  mas  se  aproxima  á la  verdad. 


Fig.  62. — Teoría  ó experimento  de  Hall 


Han  existido,  pues,  levantamientos,  á los  cuales  deben 
atribuirse  gran  número  de  hechos  que  la  Estratigrafía  estu- 
dia; y otros  que  se  resumen  en  el  metamorfismo  de  las  rocas, 
siquiera  no  admitamos  que  deban  aquellos  considerarse  como 
generales,  ni  tampoco  como  la  causa  mas  eficaz  de  dichos 
efectos. 

CAPÍTULO  11 
P aleontología 

A rticulo  prt. mero. — Generalidades 

DEFINICION. — La  palabra  Paleontología  se  deriva  de 
palayos  antiguo,  ontos  ser,  y logas  discurso,  de  modo  que  su 
verdadero  significado  es  «ciencia  que  trata  de  los  séres  orgá- 
nicos antiguos,  que  por  otro  nombre  se  llaman  fósiles.»  De 
aquí  la  división  natural  en  Paleo-fitología,  la  que  trata  de 
los  vegetales,  y Paleo-zoología,  la  que  se  ocupa  en  el  estudio 
de  los  animales  fósiles. 

UTILIDAD  DE  la  Paleontología. —Las  ven- 
tajas que  resultan  del  conocimiento  de  esta  ciencia,  cuya 
historia  es  recientísima,  son  muchas  y de  trascendencia.  Con 
efecto,  la  Paleontología  tiende  á darnos  una  idea  clara  de  la 
vida  en  el  globo  desde  su  aparición  hasta  la  época  actual, 
siendo  quizás  la  única  que  pueda  esclarecer  en  su  dia  el  im- 
portante problema  de  la  serie  vegetal  y animal,  de  la  fijeza, 
variabilidad  ó transmutación  de  las  especies,  de  la  evolución 
orgánica,  en  fin,  desde  la  aurora  de  la  vida  hasta  el  micro- 
cosmo humano.  Con  lo  cual  basta  y aun  sobra,  si  se  quiere, 

s 


Fig.  63.— Replegamiento  de  las  capas  por  depresión 


en  un  compendio,  para  comprender  la  importancia  suma  que 
tiene  el  estudio  de  este  nuevo  ramo  del  saber. 

Hemos  dicho  al  definir  esta  ciencia,  que  era  la  que  trataba 
de  los  fósiles,  y antes  de  entrar  en  otras  consideraciones, 
conviene  definir  esta  palabra. 

FÓSIL.  DEFINICION. — Por  fósil  se  entiende  todo 
cuerpo  orgánico  enterrado  naturalmente  en  los  estratos  ter- 
restres, bien  se  conserve  el  mismo,  ó señales  evidentes  de  su 
existencia:  siempre  que  los  manantiales  entre  los  que  se  en- 


GEOLOGIA 


cuentra,  se  hayan  depositado  en  circunstancias  distintas  de 
las  que  actualmente  ofrecen. 

Otros  lo  definen  diciendo,  que  es  todo  cuerpo  ó vestigio 
de  ser  orgánico,  enterrado  de  un  modo  natural  en  las  capas 
terrestres,  y que  se  encuentra  hoy  fuera  de  las  condiciones 
normales  de  existencia;  es  decir,  que  si  vemos  un  molusco 
marino,  por  ejemplo,  enterrado  á mayor  ó menor  altura  sobre 
el  nivel  del  mar,  debemos  considerarle  como  fósil,  supuesto 
que  allí  no  podría  hoy  vivir. 

Frecuentemente  se  usan  en  Paleontología  las  expresiones 
fósil  idéntico,  análogo  y extinguido.  Conviene,  de  consi- 
guiente, saber  el  valor  que  se  da  á estas  palabras. 

Fósil,  idéntico. — Llámase  así,  cuando  en  nada  se 
distingue  la  especie  que  lo  representa,  ora  se  comparen 
de  distintas  localidades  en  un  mismo  terreno,  en 


constituye  lo  que  llamamos  horizonte  paleontológico;  bien 
los  de  los  terrenos  diferentes,  lo  cual  supone  que  la  especie 
pasa  de  uno  á otro;  ó establézcase,  por  fin,  el  exámen  entre 
los  restos  orgánicos  de  los  últimos  períodos  de  la  historia 
terrestre  y los  actualmente  vivos. 

FÓSIL  ANÁLOGO. — Como  su  mismo  nombre  lo  expre- 
sa, fósil  análogo  es  aquel  que  comparado  bajo  las  tres  condi- 
ciones indicadas  mas  arriba,  no  da  una  identidad  completa, 
sino  tan  solo  mayor  ó menor  grado  de  similitud.  Según  Pic- 
tet,  los  análogos  pueden  considerarse  como  variedades  de 
una  misma  especie.  La  analogía  puede  referirse  también  á la 
mayor  ó menor  semejanza  que  una  fauna  ó flora  ofrece  con 
la  actual,  ó la  de  un  horizonte  con  otro,  como  por  ejemplo, 
la  de  los  diferentes  pisos  del  terreno  terciario  entre  sí. 
FÓSIL  EXT1N  GUIDO. — Por  fósil  extinguido  ó perdido 


LAMMAM 


se  entiende  todo  aquel  que  ha  dejado  ya  de  existir,  y que 
cuando  mas,  otrece  analogía  con  algunos  tipos  que  vivieron 
en  períodos  posteriores.  La  extinción  unas  veces  se  refiere 
á especies,  y es  lo  común  en  la  inmensa  mayoría  de  los  fósi- 
les, no  solo  respecto  de  los  seres  vivos,  sino  también  compa- 
rando los  de  unos  terrenos  con  otros.  Así,  por  ejemplo,  el 
Ursus  spelaus  y el  Elephas  primigenius , son  dos  especies 
perdidas  desde  que  dejaron  de  existir  hácia  el  promedio  de 
la  época  cuaternaria.  En  cuyos  casos  se  ve  que  las  especies 
desaparecieron,  pero  los  géneros  subsisten;  otras  veces  tam- 
bién se  extinguen  estos,  como  el  Megaterio,  el  Mastodon- 
te, etc.  También  alcanza  esto  mismo  á las  familias  y órdenes, 
como  las  de  los  Amonitideos,  Belemnitídeos,  etc. 

Por  regla  general,  y según  demuestra  la  práctica,  la  inmensa 
mayoría  de  las  especies  cuyo  conjunto  constituyen  las  faunas 
y floras  fósiles,  pertenecen  á la  categoría  de  extinguidas  al 
pasar  de  un  terreno  á otro;  fundándose  precisamente  en  esta 
circunstancia  el  valor  de  lo  que  hemos  llamado  carácter 
paleontológico. 

CLASIFICACION  DE  LOS  FÓSILES.— Los  fósiles, 
como  los  séres  vivos,  unas  veces  son  terrestres,  otras  fluviá- 
tiles, lacustres  ó marinos,  y estos  últimos  litorales  ó pelági- 
cos, lo  cual  hace  referencia  ai  medio  en  que  han  vivido 

Si  se  los  considera,  no  en  el  espacio,  sino  en  el  tiempo 
se  los  llama  primarios,  secundarios,  terciarios,  etc.,  según  la 
época  á que  pertenecen.  5 


semi-orgánicos;  cuando  la  alteración  ha  sido  mas  completa 
se  los  llama  fósiles  petrificados. 

INCRUSTACION.— El  vulgo  suele  confundir  frecuente- 
mente el  fósil  con  la  incrustación,  siendo  así  que  en  el  pri- 
mero existe  por  lo  común  una  trasformacion  profunda  en  la 
materia  que  antes  lo  formaba,  mientras  que  en  esta  solo  se 
nota  una  sustancia  cualquiera  que  cubre  ó reviste  el  cuerpo, 
pero  sin  alterarle,  tomando  con  frecuencia  las  formas  del  sér 
organizado. 

A rilado  II. — Fosilización 

Todas  las  operaciones  físicas,  mecánicas  ó químicas,  cuyo 
resultado  consiste  en  convertir  á un  animal  ó vegetal  en  fósil, 
reciben  el  nombre  de  fosilización.  Para  dicho  resultado 
necesita  el  concurso  de  diversas  circunstancias,  dependientes 
unas  de  los  séres  mismos  que  experimentan  la  acción,  y 
otras  de  los  agentes  que  las  determinan. 

Primera  CONDICION. — Lo  primero  que  se  necesita 
para  que  esta  operación  se  realice  es  que  el  cuerpo  que  ha 
de  experimentarla,  se  encuentre  pronto  fuera  de  la  influencia 
de  aquellos  agentes  que,  como  el  oxígeno,  la  luz,  el  calor,  etc., 
contribuyen  á su  descomposición. 

Esta  primera  circunstancia  ha  de  variar  en  razón  á la  na- 
turaleza mas  ó menos  putrescible  del  sér;  de  modo  que  la 

Segunda  CONDICION  consiste  ó depende  de  los 
séres  mismos  que  han  de  fosilizarse,  en  cuyo  concepto  puede 


Algunos  reciben  el  nombre  de  subfósiles  ó hnnvin  T q,e  "an  Üe  ,oslllzarse’  en  cuyo  concepto  puede 

son  los  que  se  encuentran  en  formaciones  reden, « enls  'T,^  "«T  ^ '°S  dÍe"teS  *.  mamífer0S’ 

que  el  escaso  tiempo  transcurrido  siauiera  se  miHn  ’ , 1 es>  Peces»  etc.,  son  los  que  resisten  mas  á los  agentes 

siglos,  hace  que  la  materia ’f  Los  huesos,  cuernos,  astas  y escamas.  3. ° El 

poca  alteración,  por  cuyo  motivo  suelen  ñamarse  ? ?d°  dermat0  esqueleto  de  los  crustáceos  y de  los  insectos.  4/  Los 

amblen  cartílagos, etc.  También  puede  asegurarse  que  el  polipero  de 


GEONOMIA 


717 


los  zoófitos,  las  conchas  de  los  moluscos  y la  cubierta  de  los 
equinodermos,  resisten  tanto  á la  acción  destructora  del 
tiempo,  que  por  esta  misma  circunstancia  estos  grupos  de 
fósiles  son  mas  abundantes  y característicos  de  los  diferentes 
terrenos. 

Entre  las  plantas,  los  troncos  resisten  mas  que  los  tallos 
y hojas,  y estas  mas  que  los  órganos  sexuales:  las  dicotiledó- 
neas ofrecen  por  lo  común  mejores  condiciones  que  las  de- 
más, por  la  mayor  consistencia  de  sus  tejidos. 

De  la  conservación  de  ciertas  partes  blandas  de  algunos 
fósiles,  tales  como  el  alvéolo  de  los  belemnites,  las  alas  de 
algunos  insectos,  y mas  que  todo,  de  la  bolsa  y tinta  de  las 
sepias  y calamares,  de  los  que  pueden  ver  los  curiosos  mas 
de  un  ejemplar  en  las  colecciones  del  Gabinete  de  Historia 
Natural,  traídos  por  mí,  es  fácil  deducir  la  prontitud  con  que 
han  debido  obrar  los  sedimentos  en  el  seno  de  las  aguas 
para  evitar  la  descomposición  de  sustancias  tan  putrescibles. 
Fijándose  también  en  la  disposición  encorvada  que  por  lo 
común  ofrecen  los  peces  fósiles  del  terreno  pérmico  de 
Mansfelds,  han  creído  algunos  geólogos  que  era  preciso  ape- 
lar á grandes  y repentinos  cataclismos  en  la  historia  terrestre 
para  explicar  estos  hechos.  Sin  negar  que  algo  de  esto  debe 
haber  ocurrido  en  determinadas  circunstancias,  aunque  por 
otra  parte,  la  sedimentación  química  puede  dar  razón  de 
muchos  de  estos  fenómenos  por  la  rapidez  con  que  se  veri- 
fica, ofrecen  á veces  los  fósiles  circunstancias  tales,  que 
acreditan  un  largo  espacio  de  tiempo  para  su  realización. 
Entre  estos  debemos  citar  la  rareza  de  los  esqueletos  de 
mamíferos  enteros,  lo  cual  parece  indicar  que  sus  cuerpos 
estuvieron  flotando  bastante  tiempo  para  que  todos  sus 
huesos  se  desarticularan,  encontrándolos  por  lo  común  suel- 
tos ó aislados.  A la  superficie  externa,  y hasta  en  el  interior 
de  muchas  conchas  bivalvas,  encuéntranse  muy  á menudo 
adheridos  balanos,  briozoos,  sérpulas  y otros  séres,  lo  cual 
supone  un  espacio  de  tiempo  mas  ó menos  considerable 
antes  de  fosilizarse  el  sér.  Por  último,  y para  abreviar,  cita- 
remos el  caso  mas  notable,  que  consiste  en  la  adherencia  á 
la  superficie  del  ananchitcs  ovala  del  terreno  cretáceo  de 
París,  según  puede  ver  el  que  lo  desee  en  mis  colecciones, 
de  la  valva  inferior  át\acrania  parisiensis,  lo  cual  supo- 
ne: i.°  la  muerte  del  equinodermo;  2.0  desprendimiento  de 
las  púas  que  cubren  la  superficie;  3.°  adherencia  de  la  era- 
vía,  y 4/  muerte  del  molusco  y separación  de  la  valva  su- 
perior; todo  esto  realizado  antes  de  hallarse  el  sér  en  con- 
diciones convenientes  para  fosilizarse,  lo  cual  exige,  como 
es  fácil  comprender,  un  espacio  bastante  considerable  de 
tiempo. 

tercera  CONDICION.— La  consolidación  mas  ó 
menos  pronta  de  los  materiales  que  envuelven  á los  séres, 
pues  de  lo  contrario,  si  aquellos  permanecen  sueltos,  no 
tardan  estos  en  destruirse  y perderse.  La  solidificación,  pues, 
de  los  sedimentos,  es  otra  de  las  condiciones  indispensables 
para  la  fosilización,  siendo  rápida  en  los  sedimentos  llama- 
dos químicos  y mas  tardía  en  los  mecánicos. 

Contribuye  poderosamente  á realizar  esta  circunstancia, 
la  propia  presión  de  los  materiales  y la  de  las  aguas  que  los 
cubren,  auxiliada  del  calor  terrestre,  particularmente  en  los 
primeros  tiempos  de  la  historia  del  globo.  Sin  embargo,  la 
presión  suele  determinar  á veces,  asi  en  los  estratos  como 
en  los  fósiles  mismos,  accidentes  muy  curiosos,  y en  parti- 
cular la  delormacion  de  los  últimos;  circunstancia  que  con- 
viene tener  en  cuenta,  para  evitar  equivocaciones  ó errores 
en  la  determinación  de  las  especies. 

Dadas  estas  y muchas  otras  circunstancias,  que  por  la 
brevedad  omitimos,  empieza  en  el  seno  de  los  sedimentos 
esa  operación  física  ó química  recóndita,  cuyo  último  resul- 


tado es  convertir  al  sér  en  fósil.  Antes,  empero,  de  referir  el 
mecanismo  que  en  cada  caso  emplea  la  naturaleza  en  esta 
operación,  conviene  indicar  las  principales  sustancias  que  á 
ello  contribuyen. 

Sustancias  fosilizantes.— La  primera  y mas 
común  de  estas  sustancias  es  la  caliza  térrea,  compacta  ó 
cristalizada;  sigue  á esta  la  sílice  amorfa  ó cristalina,  la  pirita 
de  hierro,  el  azufre,  el  hierro  limonita,  oligisto  y carbonata- 
do, el  sulfato  de  barita,  el  yeso,  la  galena,  la  cinconisa  y 
otras  mas  raras.  Las  dos  mas  principales  puede  asegurarse 
son  la  caliza  y la  sílice,  siendo  la  razón  de  esta  abundancia 
la  facilidad  con  que  una  y otra  se  disuelven  en  el  agua, 
aquella  por  un  exceso  de  ácido  carbónico,  y ésta  en  estado 
naciente,  resultado  de  la  descomposición  de  rocas  feldespá- 
ticas  y de  las  que  llevan  las  aguas  de  los  geiseres,  mucho 
mas  copiosas  en  otros  tiempos  que  en  los  actuales. 

Mecanismo  de  la  fosilización  .—Alteración. 
— La  mayor  parte  de  los  fósiles,  antes  de  llegar  á su  estado 
perfecto,  pasan  por  diferentes  modificaciones,  empezando 
por  perder  aquellas  partes  mas  nitrogenadas  y putrescibles. 
A este  primer  grado  de  trasformacion,  que  se  convierte  en 
permanente  en  los  fósiles  humátiles,  ó del  terreno  cuaterna- 
rio y moderno,  se  da  el  nombre  de  alteración  ó ablación. 

INCRUSTACION.  — Dado  ya  el  primer  paso  en  la  fosi- 
lización, sucede  á veces  que  la  materia  mineral  se  limita  á 
cubrir  el  sér  de  una  capa  que  se  adapta  á todos  los  detalles 
de  la  superficie,  lo  cual  recibe  el  nombre  de  incrustación.  Si 
por  ventura,  el  cuerpo  incrustado  desaparece  con  el  tiempo 
y se  rellena  el  hueco  de  otra  sustancia  cualquiera,  esta,  re- 
produciendo todos  los  accidentes  que  el  primitivo  sér  ofrecia 
á la  superficie,  da  por  resultado  una  forma  orgánica  que 
recibe  el  nombre  de  molde  externo. 

INTRODUCCION  MECÁNICA.— Así  se  llama  el  me- 
canismo de  fosilización,  que  consiste  en  la  penetración  de 
las  materias  fosilizantes  por  alguna  cavidad  ó abertura  natu- 
ral ó accidental  que  ofrecia  el  cuerpo. 

PENETRACION  MOLECULAR  .—Si  los  materiales  se 
introducen  generalmente  en  estado  de  disolución,  á través 
de  los  poros  del  sér  ó resto  orgánico,  en  este  caso,  la  opera- 
ción, sin  dejar  de  ser  física,  se  llama  penetración  molecular. 

Un  ejemplo  hará  comprender  mejor  los  dos  casos  ya  cita- 
dos, á saber:  la  primera  cavidad  ó celda  y el  sifón  de  los 
ammonites  y nautilos,  comunican  al  exterior,  y por  este  mo- 
tivo se  rellenan  de  materiales  por  introducción  mecánica:  ai 
paso  que  las  restantes  cavidades  se  fosilizan  por  penetración 
molecular,  por  cuanto  se  hallan  herméticamente  cerradas. 
Los  que  deseen  ilustrarse  en  esta  materia,  pueden  examinar 
mas  de  un  caso  en  muchos  ejemplares,  convenientemente 
dispuestos  para  el  estudio,  en  las  colecciones  de  mi  cargo. 

SUSTITUCION. — Así  se  llama  cuando  un  cuerpo  extra- 
ño penetra  en  la  sustancia  orgánica  para  reemplazarla  parcial 
ó totalmente.  También  pueden  estudiarse  en  mis  colecciones 
bastantes  ejemplares  de  una  concha  bivalva  perteneciente  á 
diferentes  especies  del  género  Lionsia,  procedentes  de  Se- 
mur,  en  Francia,  completamente  convertidas  en  hierro  oli- 
gisto, uno  de  los  casos  mas  notables  que  se  conocen.  Deben 
igualmente  citarse  los  ejemplos  de  moluscos  convertidos  en 
galena,  que  se  conservan  en  la  colección  de  la  Escuela  de 
minas  de  la  corte,  y el  Planorbis  sulfuráis  de  Libros  (Te- 
ruel), así  llamado  por  mi,  en  razón  á que  hasta  la  concha 
misma  se  halla  convertida  en  azufre,  ejemplo  curioso  y,  que 
yo  sepa,  único  en  su  género. 

CONVERSION  QUÍMICA. — Si  las  sustancias  fosilizan- 
tes actúan  químicamente,  puede  suceder  que  dirijan  su  ac- 
ción sobre  los  propios  elementos  orgánicos  del  sér,  con  los 
cuales  se  cambian,  originando  sustancias  nuevas  que,  al 


GEOLOGÍA 


3l8 

reemplazar  á aquellos,  no  alteran  la  forma  primitiva  del  ani- 
mal ó vegetal:  otras  veces  obran  sobre  las  materias  fijas  o 
térreas,  y cambian  su  naturaleza  en  totalidad  ó en  parte, 
recibiendo  en  ambos  casos  el  nombre  de  conversión  química. 

TRASFORMACION.  — Como  efecto  de  una  especie  de 
cristalización  de  la  materia  fosilizadora,  las  moléculas  del 
cuerpo  afectan  una  colocación  distinta  de  la  primitiva,  que 
suele  ser  especial  en  determinadas  sustancias  y aun  en  cier- 
tos grupos  de  seres.  Así,  por  ejemplo,  el  elemento  calizo, 
que  en  las  conchas  y en  los  equinodermos  suele  presentarse 
compacto,  y raras  veces  fibroso,  toma  en  la  fosilización  la 
estructura  laminar  y fibrosa,  llegando  á hacerse  espática  y 
hasta  cristalina,  como  sucede  en  casi  todos  los  crinoideos  y 
erizos  de  mar.  En  virtud  de  esta  misma  especie  de  epigéne- 
sis, muchas  conchas,  antes  opacas,  adquieren  cierta  trasluci- 
dez, como  se  observa  en  muchos  ammonites  convertidos  en 
cuarzo  ú ópalo;  otras  se  hacen  frágiles,  mas  ligeras  ó pesa- 
das, etc. 

Mecanismo  de  la  fosilización. — El  procedi- 
miento que  emplea  la  naturaleza  en  estas  operaciones  singu- 
lares, necesariamente  ha  de  variar  en  cada  uno  de  los  distintos 
casos  indicados.  Así,  por  ejemplo,  en  la  fosilización  mecánica 
ó física,  ora  por  incrustación,  ora  por  introducción  mecánica 
ó por  penetración  molecular,  preparado  ya  el  sér  por  aquella 
especie  de  alteración  de  la  materia  que  siempre  precede,  no 
es  difícil  comprender  cómo  la  materia  que  rodeaba  al  cuerpo 
orgánico,  ha  podido  revestirle,  ocupar  una  cavidad  abierta, 
ó bien  penetrar  en  su  tejido  á través  de  los  poros  que  ofrece. 
La  cosa  varía  de  aspecto  cuando  se  trata  de  la  sustitución, 
conversión  ó trasformacion  de  la  sustancia  orgánica  en  pre- 
sencia de  los  fosilizantes.  Son  estas  operaciones  demasiado 
recónditas  para  que  el  hombre  llegue  hasta  su  esencia  mis- 
ma; limitándose,  al  menos  por  ahora,  á suponer  con  bastante 
fundamento,  que  bajo  la  influencia  del  agua,  del  calor,  de  la 
presión,  de  las  corrientes  magnéticas  tal  vez,  la  materia  de 
sér  primitivo  es  reemplazada,  molécula  á molécula,  por  la 
sustancia  mineral,  y esto  hecho  de  un  modo  tan  delicado, 
que  no  solo  conservan  los  séres  la  forma,  sus  delineamien 
tos,  estrías,  tubérculos  y demás  accidentes  de  la  superficie, 
sino  que  con  frecuencia,  hasta  los  colores  mismos  que  ador- 
naban al  sér.  En  las  colecciones  de  mi  cargo  pueden  verse 
Pleurotomas,  Volutas,  Conos,  Melanias  y otras  conchas  que 
ofrecen  ejemplos  curiosos  de  coloración. 

Si  á estos  antecedentes  se  agrega  la  nocion  adquirida  por 
medio  de  experimentos,  de  que  cuando  la  materia  orgánica 
recientemente  depositada  en  un  sedimento  se  descompone, 
las  reacciones  químicas  de  las  sustancias  que  las  rodean  so- 
bre los  propios  tejidos  del  sér,  se  verifican  en  mayor  escala; 
y si  se  tiene  además  en  cuenta,  que  según  el  Dr.  Turner, 
cuando  algún  elemento  se  desprende  de  una  combinación,  ó 
se  halla  en  estado  naciente,  ofrece  mas  aptitud  á formar 
parte  de  nuevos  compuestos,  puede  decirse  que  tendremos 
todos  los  datos  que  hoy  posee  la  ciencia  acerca  de  la  fosili 
zacion. 

MOLDE. — Sucede  con  frecuencia,  que  después  de  pene 
trar  la  materia  fosilizante  en  el  interior  de  una  concha  ó 
equinodermo,  por  ejemplo,  desaparecen  estos,  no  quedando 
del  sér  primitivo  mas  que  la  forma  reproducida  por  la  mate- 
ria fosilizante;  en  este  caso,  bastante  frecuente  por  desgracia, 
pues  la  determinación  de  las  especies  se  hace  en  extremo 
difícil,  recibe  el  fósil  el  nombre  de  molde,  el  cual  puede  ser 
interno,  como  el  que  representa  la  figura  65,  ó bien  externo, 
que  es  cuando  la  superficie  de  todo  ó parte  del  sér  ha  dejado 
su  huella  en  los  sedimentos  que  la  cubrieron;  según  demues- 
tra la  figura  66.  Algunos  paleontólogos  llaman  á esto  impre- 
sión, de  la  cual  puede  sacarse  mucho  partido  reproduciéndola 


por  medio  de  guttapercha  reblandecida  en  agua  caliente;  por 
cuyo  medio  hasta  se  puede  determinar  bien  la  especie. 

impresiones  fisiológicas. — Así  se  llama  á las 
huellas  ó vestigios  que  han  dejado  en  terreno  blando  ó are- 
noso ciertos  animales,  en  especial  aves  y reptiles,  muchos  de 
los  cuales  solo  se  conocen  por  estas  muestras  de  su  actividad 
en  la  marcha.  El  señor  Hitchcock  llama  á estas  impresiones 


FJtr.  66.— Molde  externo  de  la 
trigonia  longa 


Fig.  65.— Molde  de  arca  fibrosa  Fig.  67.— Impresión  de  la  trigo- 
nia longa 

huellas  ó vestigios,  ichnites , que  quiere  decir  lo  mismo  en 
griego,  habiendo  fundado  un  ramo  nuevo  á que  da  el  nom- 
bre de  Ichnitología,  aunque  en  rigor  se  refiere  mas  propia- 
mente á las  huellas  de  ave. 


Fig.  68. — Impresiones  de  las  gotas  fósiles  de  agua 

Contra  impresión  ó modelo,  — Si  después  de 
rellenarse  el  interior  de  una  concha  bivalva,  por  ejemplo,  y 
de  cubrirse  la  superficie  externa  por  los  sedimentos,  desapa- 
rece aquella,  resulta  la  reproducción  por  materias  extrañas 
de  ambas  superficies,  cuyo  caso,  por  unos  se  llama  contra- 
impresion  y por  otros  modelo,  nombre  que  se  aplica  también 
cuando,  después  de  recibida  la  impresión  de  la  superficie 
externa  en  el  sedimento  y de  desaparecer  el  vegetal  ó ani- 


GEON'OMIA 


3*9 


mal,  penetra  una  sustancia  cualquiera,  y adaptándose  á la 
superficie  de  la  impresión,  reproduce  todos  sus  accidentes, 
imitando  el  sér  mismo,  sin  que  en  el  fondo  haya  entre  ellos 
relación  alguna.  En  este  caso  sucede  al  sér  lo  que  á la  esta- 
tua de  metal  fundido  respecto  al  objeto  que  representa,  á 
saber,  una  copia  de  su  exterior,  sin  que  en  lo  íntimo  de  su 
masa  haya  nada  del  objeto  primitivo.  La  superficie  externa 
del  Arca  fibrosa,  si  se  prescinde  por  un  momento  del  molde 
interno  que  ocupa  el  hueco,  puede  darnos  idea  de  lo  que 
acabamos  de  indicar. 

IMPRESIONES  físicas. — No  es  raro  encontrar  en 
muchos  terrenos,  particularmente  en  Inglaterra  y los  Esta- 
dos Unidos,  las  huellas  de  gotas  de  agua,  de  las  cuales  es 
fácil  deducir  el  carácter  que  á la  sazón  ofrecían  las  lluvias. 
Otras  veces  se  observan  en  los  terrenos  ciertas  ondulacio- 
nes, debidas  sin  duda  alguna  á la  acción  del  mar.  Algunos 
autores  elevan  estas  impresiones  al  rango  de  fósiles,  pero  sin 


I*  ig.  69 — Ondulaciones  formadas  por  el  agua  del  antiguo  mundo 

alcanzar  la  importancia  de  estos,  pues  en  ultimo  resultado, 
solo  indican  que  en  la  época  en  que  se  formaron  llovía  de 
esta  ó de  la  otra  manera,  y el  mar  obraba  determinando  efec- 
tos análogos  á los  que  hoy  vemos ; razón  por  la  cual  es  pre- 
ferible darlas  el  nombre  de  impresiones  físicas,  de  las  cuales 
representan  las  figuras  68  y 69  un  espécimen. 

COPROLITOS.  — Derivada  esta  palabra  de  copros,  ex- 
cremento, y Utos , piedra,  significa  excremento  petrificado, 
cuya  importancia  estriba,  no  solo  en  la  existencia  de  los 
seres  á que  pertenecieron,  sino  también  en  el  concepto  de 
dar  á conocer  las  sustancias  de  que  se  alimentaban  los  mis- 
mos. Hay  coprolitos  de  todos  los  grupos  de  vertebrados,  y 
su  estudio  ha  contribuido  á desvanecer  las  dudas  que  acerca 
de  estos  cuerpos  se  tenia  en  otros  tiempos. 

Formado  ya  concepto  de  lo  que  son  fósiles,  de  los  diver- 
sos procedimientos  que  emplea  la  Naturaleza  en  convertir  ó 
dar  este  carácter  á las  plantas  y animales  que  vivieron  en 
distintas  épocas,  veamos  cuál  es  la  verdadera  importancia 
que  alcanzan  en  la  determinación  de  los  terrenos. 

Carácter  paleontológico. — Llámase  así  el 
conjunto  de  datos  suministrados  por  el  estudio  de  los  fósiles, 
aplicado  al  conocimiento  y determinación  de  las  diferentes 
épocas  de  la  historia  terrestre.  En  pocas  palabras  podemos 
marcar  la  índole  de  este  precioso  carácter,  pues  á pesar  de 
la  tendencia  de  los  geólogos  influidos  por  las  teorías  del 
trasformismo,  es  lo  cierto  que  en  cada  época  geológica  han 
vivido  una  fauna  y una  flora  propias,  distintas  de  las  ante- 
riores y posteriores;  notándose  también  que  sus  represen- 
tantes son  tanto  mas  análogos  ó parecidos  á los  actuales, 
cuanto  mas  moderno  es  el  terreno  en  que  existen.  De  modo, 
que  á pesar  del  tránsito  innegable  de  algunas  especies,  si- 
quiera siempre  en  corto  número,  de  un  terreno  á su  inme- 
diato superior,  consideradas  en  totalidad  la  fauna  y flora  de 
cada  uno  de  ellos,  ofrece  una  facies  distinta,  circunstancia 
que  puede  servir  para  determinar  en  absoluto  la  diversidad 
de  sedimentos  ó depósitos,  en  los  cuales  se  encuentran  sus 
representantes:  al  paso  que  el  grado  de  similitud  con  los 
seres  actuales  servirá  de  criterio  para  apreciar  la  edad  mas 
ó menos  remota  del  terreno  que  examinaremos. 


í dndanse  las  consideraciones  anteriores  en  el  resultado  de 
escrupulosos  y detenidos  estudios,  que  acerca  del  particular 
han  realizado  la  pléyada  de  ilustres  paleontólogos  que  han 
existido  y existen,  para  honra  suya  y provecho  de  la  ciencia, 
en  todos  los  países  de  Europa,  siquiera  no  sea  el  nuestro, 
por  desgracia,  el  mas  privilegiado,  y en  América;  investiga- 
ciones luminosas,  cuyo  resultado  ha  sido  establecer  los  prin- 
cipios siguientes: 

En  todos  los  países  hasta  el  presente  explorados,  las  faunas 
y floras  se  han  sucedido  en  el  mismo  orden;  lo  cual  significa, 
que  los  terrenos  contemporáneos  ó formados  en  la  misma 
época,  contienen  fósiles  iguales,  ó lo  que  es  igual,  que  los 
terrenos  que  ofrecen  fósiles  idénticos,  son  sincrónicos  ó de 
la  misma  fecha. 

¿Podrá,  sin  embargo,  prescindirse  de  la  naturaleza  de  los 
materiales  componentes  de  los  terrenos  y de  la  disposición 
particular  que  afecten  los  bancos  ó estratos  en  la  determina- 
ción de  los  terrenos?  En  manera  alguna;  antes  por  el  contra- 
rio, al  explorar  una  comarca  cualquiera,  debe  empezarse  por 
el  conocimiento  exacto  y detallado  de  la  composición  mine- 
ral de  los  terrenos,  consignándolo  en  el  diario  de  viaje.  He- 
cho esto,  la  atención  del  geólogo  debe  dirigirse  á observar  la 
disposición  que  afecten  dichos  materiales,  indicando  con 
precisión  el  órden  con  que  se  suceden,  y si  esto  se  verifica 
con  discordancia  ó concordancia  en  los  estratos;  determi- 
nando, por  los  medios  arriba  indicados,  la  dirección  ó rumbo 
y el  buzamiento  que  ofrecen.  En  rigor,  si  no  hubiera  sufrido 
el  globo  dislocaciones  determinadas  por  la  salida  de  mate- 
riales internos,  y si  todos  los  terrenos  se  hubieran  formado 
en  la  extensión  total  del  globo,  lo  cual  es  materialmente  im- 
posible, indudablemente  bastaría  determinar  el  órden  con 
que  se  suceden  los  estratos  para  trazar  de  un  modo  riguroso 
la  historia  de  nuestro  planeta.  Pero  como  ninguno  de  estos 
casos  se  ha  realizado  en  punto  alguno  del  globo,  yen  vez  de 
la  sucesión  regular,  notamos  aquí  la  interrupción  de  la  serie 
en  mayor  ó menor  escala;  allá  la  dislocación,  el  trastorno  y 
desorden  en  los  estratos,  y muchas  veces  hasta  la  inversión 
total  de  estos,  poniendo  arriba  los  mas  antiguos  y abajo  los 
relativamente  modernos,  en  todos  estos  casos,  en  los  cuales 
ni  el  carácter  mineralógico  ni  el  estratigráfico  bastan  para  es- 
clarecer el  asunto,  conviene  valerse  del  paleontológico,  que 
por  su  índole  especial  está  menos  sujeto  á variación.  Con 
efecto,  ora  domine  en  la  ciencia  la  teoría  de  los  grandes  ca- 
taclismos de  Cuvier,  expresada  por  los  levantamientos  lentos 
ó bruscos  de  Elie  de  Beaumont;  ora  se  infiltre  en  ella  la  idea 
del  desarrollo  paulatino  de  la  materia,  así  orgánica  como  in- 
orgánica del  globo,  y la  tendencia  á borrar  todo  límite  entre 
terreno  y terreno,  siempre  será  una  verdad  la  íntima  relación 
que  se  nota  entre  ambas  esferas  de  la  materia;  lo  cual  hacia 
exclamar  con  razón  al  eminente  Cuvier.  que  «sin  los  fósiles, 
los  geólogos  ni  siquiera  hubieran  imaginado  la  existencia  de 
épocas  diversas  y sucesivas  en  la  historia  de  nuestro  globo, 
siendo  aquellos  los  únicos  que  pueden  dar  la  certidumbre  de 
que  no  siempre  ha  ofrecido  el  globo  el  mismo  aspecto  que 
presenta  hoy,  por  la  necesidad  en  que  se  hallaron  los  séres 
de  existir,  antes  de  ser  envueltos  en  la  masa  de  los  sedimen- 
tos (1). » 

Los  séres  vivieron,  sin  duda  alguna,  en  momentos  dados 
de  la  historia  terrestre  antes  de  ser  sepultados  entre  los  ma- 
teriales de  sedimento;  y como  quiera  que  para  ello  haya  sido 
como  es  hoy  precisa  su  adaptación  á las  condiciones  físicas 
de  la  superficie,  es  lógico,  y hasta  de  sentido  común,  que  la 
diversidad  de  las  faunas  y floras  en  sus  distintos  periodos, 
arguye  necesariamente  un  carácter  ó condición  climatológica 


( I ) Discours  sur  les  Révolutions  du  globe. 


32° 


GEOLOGIA 


diferente,  en  cuyo  concepto  estriba  la  verdadera  importancia 
de  los  fósiles,  en  virtud  de  los  cuales  puede  reconstruirse  la 
historia  de  nuestro  planeta,  desde  su  primera  aparición  hasta 
nuestros  dias,  trazando  á grandes  rasgos  una  Meteorología 
retrospectiva.  Para  ello  importa  poco  que  la  vida  sea  resul- 
tado en  su  origen  de  una  creación  directa  ó de  la  actividad 
propia  de  la  materia  mineral  ó inorgánica:  ni  menos  aun  ave- 
riguar si  la  sucesión  de  las  faunas  y flores  es  debida  á otras 
tantas  creaciones  por  el  Supremo  Hacedor,  ó á la  no  inter- 
rumpida evolución  de  las  especies,  como  pretende  la  escuela 
de  Darwin.  Problemas  son  estos,  hoy  por  hoy,  de  difícil  so- 
lución, cuyas  incógnitas,  á mi  modo  de  ver,  tardarán  aun 
mucho  en  despejarse  y cuyo  exámen  debemos  dejar  para 
obras  de  otra  índole.  Para  lo  que  nosotros  nos  proponemos 
en  este  libro,  basta  con  lo  dicho,  reducido  en  último  término 
á encarecer  la  importancia  del  carácter  paleontológico,  al 
que  debemos  considerar  como  verdadera  piedra  de  toque  en 
la  determinación  de  los  terrenos,  en  todos  aquellos  casos  en 
que  ni  la  composición  mineral,  ni  la  sobreposicion  de  los 
estratos  sean  suficientes. 

Importa,  sin  embargo,  advertir  que  no  es  preciso  abarcar 
el  conjunto  de  las  distintas  faunas  y flores  para  conocer  los 
diferentes  terrenos;  pues  por  regla  general,  y sin  negar  por 
esto  que  cuanto  mejor  se  haga  este  estudio,  mas  clara  se 
presentará  la  historia  terrestre,  basta  fijar  la  consideración 
en  un  corto  número  de  fósiles,  llamados  por  esta  misma  razón 
característicos,  por  no  encontrarse  mas  que  en  determinados 
horizontes,  según  veremos  en  los  muchos  ejemplos  que  al 
describir  cada  terreno  nos  permitiremos  indicar.  En  esta 
parte,  el  método  propuesto  por  el  malogrado  Sr.  D Orbigny 
nos  parece  muy  acertado : redúcese  á indicar  bajo  el  carácter 
paleontológico  positivo,  las  especies,  géneros  ó familias  que 
en  cada  terreno  existen;  y con  el  carácter  paleontológico 
negativo  aquellos  grupos  de  séres  que  se  extinguieron  en  la 
época  anterior.  Un  ejemplo  sencillo  aclarará  este  asunto. 
El  terreno  terciario  presenta  como  carácter  poleontológico 
positivo  la  aparición  de  casi  todos  los  órdenes  de  mamíferos 
y el  extraordinario  desarrollo  de  gasterópodos  y acéfalos 
entre  los  moluscos,  y como  negativo,  la  desaparición  antes 
de  depositarse  sus  primeros  sedimentos,  de  los  grandes  rep- 
tiles que  vivieron  en  épocas  anteriores  en  los  terrenos  cretáceo 
y jurásico,  y las  familias  de  los  ammonítidos  y belemnítidos. 

Para  terminar  este  asunto,  de  suyo  trascendental,  hé  aquí 
las  grandes  agrupaciones  que  asi  en  lo  orgánico  como  en  lo 
inorgánico,  admiten  en  general  los  geólogos  y paleontologis- 
tas,  demostrándose  de  paso  la  armonía  y enlace  íntimo  que 
entre  la  Estratigrafía  y la  Paleontología  existen. 

La  primera,  empezando  de  arriba  abajo,  comprende  ani- 
males y plantas  cuyas  especies  viven  hoy  dia,  mezcladas  con 
objetos  de  la  industria  humana,  y con  restos  del  hombre, 
que  revelan  su  contemporaneidad.  Todos  estos  materiales 
se  encuentran  casi  en  su  estado  normal,  sin  haber  experi- 
mentado muchos  cambios  en  su  composición.  Los  depósitos 
en  que  se  hallan,  ocupan  la  parte  mas  superficial  y exterior 
de  la  tierra:  lo  cual  confirma  el  enlace  del  carácter  estrati- 
gráfico  y paleontológico. 

La  segunda  puede  llamarse  de  los  Mamíferos,  por  el  gran 
número  de  restos  fósiles  de  estos  animales  que  la  caracterizan. 
En  ella  se  observa  una  notoria  analogía  con  los  séres  actua- 
les, de  los  que  se  presentan  ya  muchos  géneros  y aun  espe- 
cies idénticas. 

Estratigraficamente  hablando,  esta  sección  corresponde  á 
los  terrenos  diluvial  y terciario.  Se  divide  en  tres  sistemas 
que  son:  i.°  el  de  los  elefantes,  rinocerontes  é hipopótamos. 
2.  De  los  mastodontes,  dinoterios,  lofiodons  y otros.  Y 3.0 
de  los  paleoterios  y anaploterios. 


La  tercera  puede  caracterizarse  por  la  primera  aparición 
de  los  mamíferos  monodelfos  y didelfos,  y por  la  presencia 
y desarrollo  de  grandes  reptiles,  como  los  mosasauros,  me- 
galosauros,  ictiosauros,  piesiosauros,  etc.  A estos  vertebrados 
se  asocian  un  gran  número  de  moluscos,  cuyos  géneros  han 
desaparecido  por  completo,  como  los  ammonites,  belemnites, 
scaphites,  crioceras,  etc.  La  fosilización  de  todos  estos  séres 
ha  sido  completa,  presentándose  convertidos  en  caliza,  sílice, 
pirita  de  hierro,  etc. 

Estratigraficamente  hablando,  este  grupo  se  extiende  desde 
el  terreno  cretáceo  hasta  el  triásico,  ambos  inclusive.  Se  sub- 
divide de  un  modo  natural  y bien  marcado  en  tres  terrenos, 
que  son:  i.°  El  cretáceo,  caracterizado  por  el  gran  desarrollo 
de  moluscos  cefalópodos  distintos  de  los  de  la  época  actual. 
2.0  El  jurásico,  que  se  distingue  muy  principalmente  por  la 
presencia  de  los  grandes  reptiles  ya  indicados.  Y 3.0  el  triá- 
sico, cuyo  carácter  lo  determina  la  presencia  y primera  apa- 
rición de  los  mamíferos,  la  de  reptiles  colosales,  el  gran  des- 
arrollo de  moluscos,  cuyos  géneros  han  desaparecido  en  su 
inmensa  mayoría,  y las  impresiones  fisiológicas  de  aves,  rep- 
tiles, etc. 

Por  último,  la  cuarta  está  caracterizada  per  la  primera 
aparición  de  la  vida  en  el  globo:  ofrece  una  fauna  y flora  tan 
curiosa  como  extraordinaria,  distintas  de  las  actuales  y aun 
de  muchas  de  las  que  sucedieron.  La  presencia  de  los  crus- 
táceos trilobites,  la  abundancia  de  peces  de  una  estructura 
diferente  de  los  actualmente  vivos,  y de  una  flora  riquísima 
y tropical,  representante  del  carbón  de  piedra,  determinan 
los  caractéres  paleontológicos  de  este  grupo,  que  estratigrá- 
ficamente  abraza  los  terrenos  conocidos  bajo  la  denominación 
de  primarios  ó paleozoicos  desde  el  pérmico  hasta  el  silú- 
rico. 

Este  grupo  puede  separarse  en  tres  grandes  períodos,  á 
saber:  x.°  El  del  carbón  de  piedra,  caracterizado  por  esta 
sustancia  y el  gran  desarrollo  de  crinoidéos.  2 ,°  El  devónico, 
por  la  abundancia  de  braquiópodos  y la  presencia  todavía 
de  algunos  trilobites.  Y 3.0  el  silúrico,  por  la  fauna  particular 
y notable  de  los  trilobites. 

En  el  reino  vegetal  pueden  igualmente  establecerse  tres  ó 
cuatro  grupos,  que  corresponden  á grandes  y sucesivas  crea- 
ciones y á otros  tantos  periodos  de  la  historia  física  de  nues- 
tro planeta.  Estos  grupos,  á partir  de  la  época  histórica,  son 
los  siguientes:  el  i.°  caracterizado  por  la  flora  actual  y la  de 
los  terrenos  terciarios,  en  la  que  vemos  la  vida  desarrollada 
en  su  mas  alto  grado  de  esplendor  y de  variedad  de  formas; 
este  grupo  comprende  parte  de  las  plantas  vivas  y los  com- 
bustibles turba  y lignito.  El  2.0  el  de  los  terrenos  secunda- 
rios, en  el  que  existen  mas  fanerógamas  gimnospermas,  que 
monocotiledóneas  y criptógamas.  Las  cicádeas  y coniferas  le 
imprimen  carácter:  gran  parte  del  lignito  y la  estipita  perte- 
necen á este  grupo.  El  3.0  es  el  de  los  paleozoicos  ó prima- 
rios, caracterizado  principalmente  por  plantas  criptógamas 
vasculares,  heléchos,  equisetáceas  ó colas  de  caballo,  licopo- 
diáceas,  etc.;  hay  algunas  monocotiledóneas  y fanerógamas 
gimnospermas  y bastantes  plantas  celulares.  El  carácter  prin- 
cipal del  grupo  consiste  en  tener  pocas  especies  y gran  nú- 
mero de  individuos,  como  se  ve  confirmado  en  la  flora  que 
dió  origen  á la  ulla  y al  grafito. 

Por  último,  vamos  á resumir  en  breves  palabras  las  princi- 
pales leyes  paleontológicas  que  sintetizan  el  espíritu  de  esta 
ciencia  tan  importante,  no  solo  en  orden  á la  determinación 
de  las  diferentes  etapas  de  la  historia  del  globo,  sino  también 
como  fundamento  sólido  del  verdadero  sistema  filosófico 
que  ha  de  esclarecer  un  dia  así  el  origen  sucesivo  de  la  vida 
en  general,  como  la  aparición  y desarrollo  de  la  especie  hu- 
mana en  particular. 


GEONOMÍA 


321 


1. *  ley.  La  duración  de  las  especies  en  los  tiempos  geo- 
lógicos, ha  sido  limitada.  Una  de  las  observaciones  mas  cu- 
riosas que  resultan  del  estudio  comparado  de  los  fósiles,  es 
la  diversidad  de  tipos  que  han  existido  en  cada  época  de  la 
historia  terrestre,  siendo  muy  pocos  los  que  han  recorrido 
toda  la  escala  de  los  tiempos,  desde  el  principio  de  la  crea- 
ción hasta  nuestros  dias.  Casi  todos  los  grandes  reptiles 
acuáticos  y terrestres,  como  los  plesiosauros,  los  pterodácti- 
los, ictiosauros,  etc.,  los  ammonitídeos,  belemnitídeos  y mu- 
chos otros,  se  encuentran  en  este  caso.  Unos  aparecieron 
muy  pronto  en  la  escena  del  mundo,  y tras  de  una  corta 
existencia  perecieron,  como  por  ejemplo,  los  tribolites;  otros, 
como  los  ammonites  y belemnites,  se  presentaron  mas  tarde, 
y también  desaparecieron  para  siempre,  antes  de  los  terrenos 
terciarios.  Solo  los  mas  modernos  continúan  en  la  época 
histórica,  ó se  hallan  representados  por  sus  análogos.  De  los 
1,500  géneros  fósiles  conocidos,  solo  16,  según  D'Orbigny, 
se  encuentran  en  todos  los  pisos.  Este  principio  es  también 
aplicable  á las  especies,  entre  las  cuales  son  muy  pocas  las 
que  han  podido  vivir  en  mas  de  una  época. 

2. a  ley.  Las  especies  contemporáneas  en  una  misma  ó en 
localidades  no  muy  lejanas,  han  aparecido  y desaparecido 
simultáneamente  en  su  mayor  parte.  Esto  quiere  decir  que 
en  cada  terreno  en  localidades  no  muy  apartadas,  los  fósiles 
se  hallan  asociados  en  faunas  y floras  distintas. 

La  práctica  diaria  nos  confirma  esta  ley,  cuando  en  una 
localidad  rica  en  fósiles,  fijamos  la  atención  en  el  punto  de 
contacto  de  las  capas;  pues,  salvas  raras  excepciones,  los 
contenidos  en  las  unas  difieren  casi  en  totalidad  de  un  modo 
absoluto  de  los  de  las  otras.  Esta  separación  es  mas  clara 
cuando  entre  dos  capas  fosilíferas  se  encuentra  alguna  sin 
fósiles,  y también  en  el  caso  de  existir  una  verdadera  discor- 
dancia entre  ambos  terrenos.  Podrá  no  presentarse  esta  dis- 
tinción bien  marcada  cuando  un  terreno  muy  desarrollado 
en  un  punto,  se  halla  representado  en  otro  por  una  capa  ó 
un  corto  número  de  ellas,  en  las  que  se  confunden,  por  de- 
cirlo así,  todos  los  caractéres;  pero  lo  que  sí  puede  asegurar- 
se es,  que  jamás,  ó rarísimas  veces,  se  encuentran  en  un 
mismo  horizonte  fósiles  en  estado  normal,  mezclados  con  los 
de  capas  de  edad  diferente. 

La  razón  de  esta  ley,  que  interpretada  en  los  términos  que 
acabamos  de  exponer  es  verdadera,  consiste  en  la  simulta- 
neidad con  que  en  localidades  no  muy  apartadas,  las  causas 
físicas,  como  los  cambios  de  temperatura,  los  levantamien- 
tos, la  mezcla  de  sustancias  extrañas  en  las  aguas  del  mar,  y 
otras,  obraron  sobre  la  totalidad  ó por  lo  menos  sobre  la  in- 
mensa mayoría  de  las  especies  allí  existentes,  determinando 
la  extinción  casi  total  de  la  fauna  y de  la  flora  característica. 
De  manera,  que  las  especies  que  nacieron  y se  desarrollaron 
juntas  en  una  comarca  ó en  puntos  poco  distantes,  también 
perecieron  á la  vez. 

La  cuestión  no  se  presenta  tan  clara  cuando  se  trata  de 
hacer  extensiva  esta  ley  á la  aparición  y extinción  simultánea 
de  las  especies  en  la  totalidad  de  la  superficie  que  ocuparon. 
En  esta  cuestión,  que  se  llama  de  la  especialidad  de  los  fósi- 
les, se  hallan  divididos  los  geólogos  mas  eminentes.  Los  unos 
creen  en  la  aparición  instantánea  de  todas  las  especies  de 
una  fauna  y de  una  flora,  y en  su  extinción  simultánea;  y 
sientan  el  principio  de  que  «las  especies  de  una  época  geo- 
lógica no  han  vivido  ni  antes  ni  después;  resultando,  de  con- 
siguiente, que  cada  terreno  contiene  sus  especies  propias, 
hasta  el  punto  de  que  ninguna  de  ellas  puede  encontrarse  en 
pisos  de  edad  diferente.»  Para  los  que  así  piensan,  todos  los 
fósiles  son  igualmente  importantes  en  la  determinación  de 
los  terrenos  ó formaciones,  y rechazan  en  su  virtud  las  ex- 
presiones de  especies  características  y no  características. 

Tomo  IX 


Otros  geólogos  no  admiten  la  simultaneidad  en  la  apari- 
ción y desaparición  de  las  especies,  inclinándose  del  lado 
opuesto,  y suponiendo  que  una  y otra  han  sido  sucesivas  y 
compañeras  inseparables  de  la  trasformacion  lenta  de  las  es- 
pecies. Estos  admiten  los  fósiles  característicos,  que  son  los 
que  se  hallan  constantemente  en  un  terreno  y no  en  otro,  y 
los  no  característicos,  que,  por  el  contrarío,  se  encuentran  al 
mismo  tiempo  en  dos  ó mas  períodos. 

En  medio  de  las  grandes  dificultades  que  presenta  la  so- 
lución de  este  punto  capital  de  la  ciencia,  supuesto  que  de 
ella  depende  el  grado  de  interés  que  puedan  tener  los  fósi- 
les, dificultades  hijas,  primero,  del  modo  de  considerar  la 
especie;  segundo,  de  los  límites  que  se  le  asignan,  y tercero, 
de  la  mayor  ó menor  escrupulosidad  con  que  se  determinan; 
siguiendo  á los  eminentes  paleontólogos  D’Orbigny,  Pictet, 
Marcel  de  Serres,  y otros,  admitimos  la  especialidad  de  los 
fósiles,  si  bien  no  de  un  modo  absoluto,  supuesto  que  para 
mí  es  evidente  el  paso  de  algunas  especies  de  un  terreno  á 
su  inmediato  superior  é inferior.  Pero  la  proporción  es  tan 
insignificante,  que  según  el  primero  de  los  citados  geólogos, 
no  llega  al  1 por  100  en  los  períodos  jurásico  y cretáceo. 

El  ilustre  vizconde  de  Archiac,  en  su  inmortal  Historia  de 
los  progresos  de  la  Geología , admite  también  el  principio  de 
que  la  misma  fauna  y flora  una  vez  extinguida  no  ha  vuelto 
á reproducirse;  fúndase  para  ello  en  las  continuas  modifica- 
ciones que  las  especies  experimentan,  desde  los  primeros 
depósitos  de  un  terreno  hasta  los  últimos.  La  importancia  de 
este  principio  se  apreciará  mejor  al  discutir  la  7.a  ley  paleon- 
tológica. 

Hay  que  tener  en  cuenta,  no  obstante,  que  para  que  esta 
ley  sea  exacta,  se  hace  indispensable  tomar  como  represen- 
tantes de  las  diferentes  épocas  geológicas,  un  gran  número 
de  estratos,  cuya  contemporaneidad  podrá  apreciarse  por  los 
caracteres  mineralógico  y estratigráfico.  En  este  caso  los  ani- 
males y las  plantas  ofrecerán  un  sello  particular  en  el  terreno 
que  estudiamos  distinto  del  de  otros,  constituyendo  así  la 
especialidad  y la  verdadera  acepción  de  las  faunas  y floras 
características ; sin  que  obste  á esto  el  que  algunas  especies 
pasen  de  un  período  á otro. 

La  cuestión  varía,  por  el  contrario,  de  aspecto  cuando  se 
establecen  divisiones  secundarias  del  grupo  principal;  pues 
no  habiendo  ocurrido  grandes  cambios  en  el  tiempo  en  que 
estos  depósitos  se  verificaron,  los  tránsitos  de  las  especies  de 
unos  pisos  á otros  son  numerosos  y notables. 

En  confirmación  de  lo  expuesto  podemos  presentar,  como 
ejemplo,  la  serie  de  capas  del  terreno  jurásico,  limitadas  por 
levantamientos  del  sistema  de  la  Cote  d’Or  y de  Thuringer- 
wald,  cuya  fauna  y flora  se  hallan  tan  perfectamente  marca- 
das, que  son  muy  pocas  las  especies  que  subsisten  del  triási- 
co,  y aun  menos  las  que  pasan  al  cretáceo.  Pero  este  mismo 
terreno,  cuando  se  separa  en  sus  cuatro  pisos  portlándico , ex- 
fbrdico , bathónieo  y lias  ico,  ó sean  las  oolitas  superior,  media  é 
inferior,  y el  lias,  ofrece  bastantes  tránsitos  de  especies  de  los 
unos  á los  otros;  no  siendo  tan  fácil  limitar  sus  asociaciones, 
como  se  hizo  con  las  del  grupo  en  general  (1). 

3.a  ley.  Las  diferencias  entre  las  formas  perdidas  y las 
actualmente  vivas  son  tanto  mas  notables,  cuanto  mas  anti- 
guas son;  ó en  otros  términos,  el  número  de  formas  análo- 
gas á las  actuales  disminuye  á medida  que  los  terrenos  en 
que  se  encuentran  son  mas  antiguos.  — La  comparación  de 
las  faunas  y floras  confirma  plenamente  esta  ley,  puesto  que 
si  fijamos  la  atención  en  los  fósiles  terciarios,  por  ejemplo, 

(1)  Un  ejemplo  palpable  de  este  tránsito  de  especies  lo  encontré 
en  1S57  en  las  inmediaciones  de  Sarrion  (Teruel),  en  donde  hallé  fósiles 
de  la  oolita  inferior  y del  grupo  oxfórdico,  mezclado  en  el  mismo  piso 
formado  de  una  oolita  ferruginosa. 


4* 


322 


GEOLOGÍA 


solo  observamos  formas  conocidas;  al  paso  que  si  estudiamos 
los  de  períodos  antiguos,  las  formas  nuevas  y extrañas  son 
tan  frecuentes,  que  los  paleontólogos  se  han  visto  precisados 
á servirse  de  nombres  diferentes  para  representarlos.  Con 
•mas  exactitud  considerada,  esta  ley  puede  interpretarse  di- 
ciendo, que  las  especies  de  las  capas  recientes  se  refieren 
casi  en  la  totalidad  á géneros  alrededor  de  los  cuales  se 
agrupan  las  especies  vivas,  al  paso  que  las  antiguas  han 
obligado  á crear  géneros  nuevos,  como  los  Ammonites , los 
Orthoceras , los  Pterodáctilos  y tantos  otros. 

Esta  ley,  sin  embargo,  solo  es  verdadera  cuando  la  com- 
paración se  establece  entre  las  formas  de  la  totalidad  de  una 
fauna  ó flora  con  las  de  otras,  pues  en  los  detalles  se  obser- 
va, que  hasta  en  los  terrenos  antiguos  las  hay  muy  parecidas 
á las  actuales,  como  por  ejemplo,  los  Nautilos , las  Terebrd- 
lulas  y muchas  mas  que  difieren  poco  de  las  actuales. 

4a  ley.  Los  animales  de  las  faunas  recientes  ofrecen 
formas  mas  variadas  que  los  de  las  antiguas;  ó lo  que  es  lo 
•mismo,  la  diversidad  en  la  organización  ha  ido  en  aumento 
á medida  que  nos  aproximamos  á la  época  actual. — Esto  se 
ve  confirmado  por  la  comparación  de  los  órdenes  ó grupos 
zoológicos  en  las  diversas  épocas,  admitiéndose  hoy  dia  76; 
en  la  época  terciaria  71 ; 41  en  el  terreno  jurásico  y 31  en 
los  primarios  ó paleozoicos.  Sin  embargo,  se  comprende  que 
esta  ley  no  puede  ser  absoluta,  no  solo  por  la  falta  de  datos 
aun  en  los  animales  vivos,  sino  también  poique,  si  bien  es 
verdad  lo  que  ella  establece  en  general,  se  notan  casos  en 
que  hay,  por  el  contrario,  degeneración  de  formas  desde  los 
terrenos  antiguos  á los  modernos.  Pueden  citarse  como 
ejemplo  los  peces  Gano  i déos,  y los  crustáceos  Trilobites,  tan 
desarrollados  estos  últimos  en  el  período  paleozóico,  y extin- 
guidos hoy:  en  el  mismo  caso  se  encuentran  los  Crinoidcos 
lijos , abundantísimos  en  el  terreno  carbonífero,  y representa- 
dos en  la  actualidad  por  una  ó dos  especies.  Estas  excepcio- 
nes son,  empero,  en  corto  número,  y no  pueden  invalidar  la 
ley  establecida. 

5.a  ley.  Los  animales  mas  perfectos,  ó por  mejor  decir, 
de  organización  mas  compleja,  proceden  de  una  época  rela- 
tivamente mas  reciente. — Esta  ley  no  debe  considerarse 
como  confirmación  del  principio,  demasiado  absoluto,  de  la 
perfección  sucesiva  de  los  séres;  pues  si  bien  es  exacta  en  el 
conjunto  y cuando  se  comparan  los  grandes  grupos  del  reino 
animal,  deja  de  serlo  en  el  momento  en  que  se  desciende  á I 
los  pormenores.  Es,  con  efecto,  cosa  sabida  que,  en  cuanto 
á la  complicación  del  organismo,  los  mamíferos  son  los  ani- 
males mas  perfectos,  como  que  al  frente  de  ellos  se  encuen- 
tra el  hombre;  siguen  luego  las  aves,  los  reptiles  y anfibios,  | 
y por  fin  los  peces  entre  los  vertebrados;  los  crustáceos,  los 
moluscos  y los  zoófitos  establecen  la  jerarquía  de  organiza-  ¡ 
cion  entre  los  invertebrados.  Pues  bien:  circunscribiéndonos  > 
á los  vertebrados,  vemos  que  el  hombre  empieza  en  las  épo- ; 
cas  recientes;  los  mamíferos,  prescindiendo  de  los  del  trias  y j 
del  terreno  jurásico,  hacen  su  verdadera  aparición  en  los  ! 
terciarios;  las  aves  se  encuentran  ya  en  el  cretáceo  y jurási- 
co,  y aun  en  el  trias  y pérmico  á juzgar  por  las  impresiones  ¡ 
de  sus  pasos;  los  reptiles  empiezan  antes,  y los  peces  se  pre- 
sentan en  los  terrenos  mas  antiguos.  Pero  si  de  estas  gene-  ¡ 
ralidades  descendemos  al  estudio  minucioso  de  cada  terreno  | 
ó de  cada  grupo  de  séres,  vemos  que  en  los  llamados  prima- 
rios, por  ser  los  de  la  primera  aparición  de  la  vida  en  el 
globo,  se  encuentran  ya  tipos  ó representantes  de  clases  y 
órdenes  los  mas  diversos:  peces,  moluscos,  crustáceos  muy 
complejos,  junto  con  zoófitos  y plantas  varias;  como  si  la 
naturaleza  hubiera  querido  ofrecer  desde  el  primer  momen- 
to, los  grandes  tipos  á que  habia  de  ajustarse  en  lo  sucesivo 
todo  el  reino  animal.  • • .... 


Las  mismas  consideraciones,  aunque  con  alguna  restric- 
ción, pueden  hacerse  respecto  del  reino  vegetal,  de  modo 
que  esta  ley,  que  es  verdadera,  considerada  tal  cual  la  aca- 
bamos de  indicar,  no  puede  admitirse  en  el  sentido  que  le 
dan  otros,  ó en  el  de  que  las  faunas  de  los  terrenos  antiguos 
se  hallan  representadas  por  animales  de  una  organización 
imperfecta:  y que  el  grado  de  complicación  va  en  aumento 
á medida  que  nos  acercamos  á los  períodos  mas  recientes. 
Esta,  que  se  ha  tenido  como  verdadera  por  algún  tiempo, 
lleva  el  nombre  de  ley  del  perfeccionamiento  gradual  de  los 
séres.  Este  principio  fué  aceptado  por  todos  los  que  adop- 
taron la  generación  espontánea,  el  tránsito  de  unas  especies 
á otras  por  la  influencia  de  los  agentes  exteriores,  y la  serie 
única  y continua  del  reino  animal  como  bases  fundamenta- 
les de  un  sistema  no  solo  zoológico,  sino  hasta  filosófico  y 
religioso,  pues  se  creyó  que  la  naturaleza  confirmaba  esta 
teoría.  Este  ideal  fué  uno  de  los  funestos  resultados  de  la 
observación  imperfecta,  por  efecto  del  estado  de  infancia  de 
la  Geología.  Pero  así  que  se  reunieron  materiales  suficien- 
tes, se  vió  que  no  tenia  el  menor  fundamento,  viniendo  al 
suelo  con  la  fuerza  irresistible  de  los  hechos,  no  solo  lo  que 
se  tuvo  por  ley  inconcusa,  sino  también  el  sistema  en  ella 
basado. 

6. a  ley.  El  orden  de  aparición  de  los  diversos  tipos  de 
animales  á la  superficie  del  globo,  recuerda,  con  frecuencia, 
las  fases  del  desarrollo  embrional  de  los  séres  perfectos. — 
Esta  ley  no  es  absoluta,  ni  puede  aplicarse  al  conjunto  del 
reino  animal,  debiendo  referirla  mas  bien  á la  comparación 
de  series  parciales,  no  mereciendo  bajo  este  pumo  de  vista 
la  consideración  de  tal;  sin  embargo,  en  algunos  tipos,  como 
en  el  de  los  peces  y en  los  equinodermos,  es  una  verdad. 
Así,  por  ejemplo,  los  peces  adultos  de  las  primeras  épocas 
presentan  las  vértebras  reunidas  á la  manera  de  un  cordon 
dorsal,  circunstancia  que  corresponde  al  estado  embrionario 

I de  muchos  vertebrados.  Por  otro  lado,  la  existencia  de  mu- 
I chas  nadaderas  anales,  carácter  que  distingue  á muchos  pe- 
ces paleozoicos,  puede  considerarse  como  rasgo  embrional 
en  estos  séres,  pues  el  estudio  del  feto  nos  demuestra  que 
en  las  primeras  edades  todas  las  nadaderas  impares  se  hallan 
reunidas  formando  una  sola,  que  envuelve  todo  el  cuerpo  y 
la  cola.  Si  los  erizos  de  mar  empiezan  por  ser  pediculados, 
indudablemente  la  gran  familia  de  los  crinoidéos,  tan  abun- 
dante en  géneros  y especies  en  las  épocas  antiguas,  repre- 
senta su  estado  embrional. 

7. a  ley.  Desde  el  momento  que  aparece  por  primera  vez 
un  tipo  zoológico  hasta  su  extinción  completa,  no  ha  sufrido 
interrupción  su  existencia;  ó en  otros  términos,  cada  tipo 
solo  se  ha  presentado  y desaparecido  una  vez,  encontrándose 
en  todos  los  terrenos  intermedios,  desde  aquel  en  que  apa- 
reció hasta  el  de  su  desaparición. — Esta  ley,  confirmada 
todos  los  dias  en  el  terreno  de  la  práctica,  aplicable  á los 
géneros  y familias  lo  mismo  que  á los  órdenes  y clases,  no 
puede  tomarse  aun  como  absoluta;  pues  si  bien  las  excep- 
ciones que  ofrece  pueden  explicarse  por  la  falta  de  datos  y 
observaciones,  no  por  eso  es  menos  cierto  que  por  ahora 
existen.  Sirva  de  ejemplo  la  clase  de  los  mamíferos,  que 
habiendo  empezado  en  el  terreno  triásico,  no  se  encuentran 
hasta  la  oolita  media,  volviendo  á desaparecer  en  la  oolita 
superior  y en  el  cretáceo,  hasta  que  aparecen  en  grande  es- 
cala en  el  período  terciario,  para  continuar  hasta  nuestros 
dias. 

8. a  ley.  La  comparación  de  las  faunas  y de  las  floras  de 
las  diversas  épocas  geológicas  demuestra  que  la  temperatura 
ha  variado  á la  superficie  de  la  tierra  en  el  largo  período  de 
tiempo  que  representa  su  historia  física. — Esta  ley  se  ve 
confirmada  por  la  existencia  de  ciertos  tipos  fósiles  en  pun- 


GEONOMÍA 


tos  ó regiones  del  globo  en  los  que  la  vida  es  hoy  imposible, 
no  solo  por  las  diferentes  condiciones  climatológicas,  sino 
también  por  la  falta  de  vegetación;  sirvan  de  ejemplo  los 
restos  de  elefantes  y rinocerontes  encontrados  en  estado 
fósil  en  el  diluvium  congelado  de  Siberia.  Por  otra  parte,  la 
analogía  que  ofrecen  la  fauna  y la  flora  de  terrenos  recientes, 
como  las  de  los  terciarios  de  Europa  y de  la  América  del 
Norte,  con  las  actualmente  vivas  en  la  zona  tórrida;  la  com- 
paración de  la  flora  especial  que  dió  origen  al  carbón  de 
piedra  que  se  encuentra  en  todas  las  cuencas  carboníferas 
de  Europa,  Asia  y América,  con  la  actual  de  los  trópicos; 
todo  esto,  apoyado  en  lo  que  dijimos  respecto  de  la  tem- 
peratura de  la  tierra  en  el  capítulo  de  Causas  actuaks , de- 
muestra la  verdad  de  esta  ley. 

9. a  ley.  Las  especies  de  épocas  antiguas  ofrecen  una  dis- 
tribución geográfica  mucho  mas  vasta  y uniforme  que  las  de 
la  actual. — Esta  ley  es  la  plena  confirmación,  ó por  mejor 
decir,  el  resultado  de  la  localización,  cada  vez  mayor,  de  las 
faunas  y floras  á medida  que  nos  acercamos  á la  época  ac- 
tual, efecto  del  cambio  de  los  climas,  que  de  terrestres  pasa- 
ron á ser  mixtos  y solares,  y de  la  multiplicación  de  las  cau- 
sas geográficas,  geológicas  y climatológicas,  que  desde  los 
terrenos  terciarios,  por  lo  menos,  ejercieron  su  poderosa  in- 
fluencia en  la  distribución  geográfica  de  los  animales  y plan- 
tas. La  fauna  y flora  del  terreno  carbonífero  se  encuentra 
con  los  mismos  caractéres  en  los  puntos  extremos  del  globo; 
en  épocas  mas  modernas  se  ven  las  mismas  especies  fósiles 
en  la  parte  septentrional  de  Rusia  y en  nuestra  Península; 
Verneuil  y lLOrbigny  citan  especies  comunes  á Europa  y 
América,  y hasta  las  hay  que,  atravesando  la  zona  tórrida, 
se  encuentran  en  los  terrenos  de  ambos  hemisferios  en  pun- 
tos muy  distantes.  Esta  distribución  es  mas  general  y uni- 
forme en  los  fósiles  de  los  periodos  antiguos  que  en  los 
terciarios,  en  los  que  se  nota  una  tendencia  muy  marcada  á 
la  localización,  si  bien  no  en  tan  alto  grado  como  en  la  época 
actual,  en  la  que  los  séres  cosmopolitas  son  muy  raros,  sien- 
do extremada  la  localización  de  los  grupos,  así  del  reino  ani- 
mal, como  del  vegetal. 

10. a  ley.  Los  animales  fósiles  han  sido  creados  bajo  el 
mismo  plan  de  organización  que  los  actuales:  de  donde  se 
deduce  que  su  vida  ha  debido  revelarse  por  los  mismos 
actos  ó por  funciones  idénticas. — Esta  ley  es  sumamente 
curiosa,  pues  no  solo  prueba  la  unidad  de  plan  en  la  crea- 
ción, sino  que  sirve  al  propio  tiempo  para  llegar  á conocer 
la  fisiología  de  animales  que,  siendo  anteriores  á la  existencia 
del  hombre,  no  le  fué  dado  observarlos  en  vida. 

Los  numerosos  restos  animales  que  se  han  encontrado  en 
estado  fósil  no  han  determinado  alteración  alguna  en  las 
leyes  que  rigen  la  Anatomía  comparada.  Tanto  las  piezas 
del  esqueleto  como  las  conchas,  los  dermato-esqueletos  de 
insectos  y crustáceos,  etc.,  se  encuentran  dispuestos  del  mis- 
mo modo  que  en  los  animales  vivos.  Así  es  que  los  nume- 
rosos fósiles  que  hasta  el  dia  se  han  descrito,  han  encontrado 
cabida  ó colocación  en  los  diversos  cuadros  de  clasificación 
zoológica  inventados  para  facilitar  el  estudio  de  los  animales 
vivos. 

Discurriendo  el  distinguido  Flourens,  en  su  40.a  lección 
de  Fisiología,  acerca  de  la  unidad  de  creación,  fundada  en 
la  unidad  también  del  reino  animal,  se  expresa  en  los  siguien- 
tes términos:  «No  hay  un  doble  reino  animal,  el  uno  vivo  y 
el  otro  fósil;  cada  uno  de  ellos  considerado  aisladamente,  es 
una  parte  incompleta ; los  dos  reunidos  forman  un  todo  per- 
fecto. Se  adaptan  el  uno  al  otro,  del  mismo  modo  que  las 
piezas  desprendidas  de  un  bajo  relieve  encuentran  su  sitio 
verdadero  en  una  restauración.  Si  los  fósiles  pertenecieran  á 
un  reino  animal  diferente  del  vivo,  seria  de  todo  punto  im- 


323 

posible  la  reconstrucción  y restauración  de  este  por  medio 
de  aquellos. » 

Terminado  el  exámen  somero  de  las  principales  leyes  pa- 
leontológicas que  representan  la  síntesis  de  la  ciencia,  vea- 
mos si  será  posible  indicar  las  causas  que  determinaron  la 
extinción  de  las  faunas  y floras  en  cada  época  y la  aparición 
de  otras  nuevas. 

Las  causas  de  la  extinción  de  las  especies  son  físicas,  y 
probablemente  también  orgánicas,  debiendo  haber  sido  en 
general  brusco  y repentino  su  modo  de  obrar,  pues  de  lo 
contrario  no  podria  explicarse  la  especialidad  de  los  fósiles 
en  las  faunas  y floras  de  cada  terreno  (1).  , 

A cuatro  pueden  reducirse  las  causas  físicas  que  han  de-> 
terminado  estos  efectos,  y son:  1 * El  aumento  ó disminución- 
brusca  é instantánea  de  la  temperatura,  que  pudo  cambiar 
completamente  las  condiciones  de  la  vida  en  el  globo. 
2.*  La  mezcla  de  materias  extrañas  en  las  aguas,  en  cuyo 
seno  vivían  aquellos  séres,  hecho  muy  probable,  si  se  atien- 
de á la  naturaleza  subterránea  de  la  causa  que  pudo  deter- 
minarla. 3.a  Un  cambio  en  la  naturaleza  ó composición  del 
agua  de  los  mares  y lagos.  4.a  Una  diferencia  notable  por 
levantamiento  ó hundimiento  en  el  nivel  de  las  aguas;  causa 
muy  poderosa,  puesto  que  los  séres,  como  es  sabido,  viven 
en  horizontes  determinados  por  la  relación  que  existe  entre 
su  organismo  y la  presión  que  experimentan. 

La  mayor  parte  de  estos  cambios  de  condiciones  han 
sido,  á no  dudarlo,  producidos  por  la  aparición  en  el  fondo 
del  Océano  de  cordilleras  de  montañas,  operación  que  pudo 
ser  preparada  por  un  levantamiento  lento  y sucesivo;  lo  cual 
ni  repugna  á la  razón,  ni  es  contrario  á ningún  principio  de 
Física,  pues  también  el  arco  se  deja  doblar  lenta  y sucesiva- 
mente, hasta  que  se  rompe  ó fractura  por  una  acción  ó fuer- 
za instantánea. 

Sin  embargo,  es  muy  probable  que  esta  sola  causa  no 
haya  podido  determinar  por  sí  sola  la  extinción  sucesiva  de 
todas  las  especies  fósiles,  por  cuanto  la  amplitud  de  los  le- 
vantamientos, tal  como  se  comprenden  hoy  dia  estos  movi- 
mientos terrestres,  es  mucho  mas  reducida  que  la  de  las 
faunas  y floras  respectivas.  (Consúltese  lo  que  sobre  este 
particular  hemos  dicho  al  tratar  del  enlace  entre  el  carácter 
paleontológico  y el  estratigráfico. ) Se  hace  de  consiguiente 
indispensable  recurrir  á la  causa,  que  llamamos  orgánica,  en 
razón  á referirse  al  germen  de  muerte,  si  es  permitido  decir- 
lo así,  que  la  especie  como  el  individuo  llevan  en  su  seno, 
en  virtud  de  la  ley  eterna  de  que  todo  lo  creado  ha  de  pere- 
cer. Mas  ó menos  ingeniosa  la  idea  de  las  edades  y de  la 
muerte  natural  de  las  especies,  apoyada  particularmente  por 
el  ilustre  Lecoq,  y aunque  la  ciencia  no  está  todavía  en  el 
caso  de  poderla  resolver  en  pro  ó en  contra,  es  lo  cierto  que 
ella  explica  una  porción  de  particularidades  que  ofrecen  las 
faunas  y floras  fósiles,  y para  cuya  solución  no  basta,  por 
ahora  al  menos,  la  influencia  de  las  causas  físicas  indi- 
cadas. 

Mas  difícil  de  resolver  es,  todavía,  la  segunda  parte  del. 
problema,  ó sea  la  que  se  refiere  á la  aparición  de  las  faunas 
y floras;  cuestión  importante,  por  cuanto  se  enlaza  con  prin-, 
cipios  zoológico-botánicos  trascendentales  ó filosóficos  de 
primer  orden,  y sobre  la  cual  no  podremos  emitir  sino  hipó- 
tesis mas  ó menos  acertadas. 

A tres  pueden  reducirse  las  teorías  que  se  han  inventado 
para  explicar  la  aparición  de  faunas  y floras  nuevas. 

La  primera,  parte  de  la  idea  de  que  los  cataclismos  que 

(1)  D‘Orbigny  solo  reconoce  como  causa  de  la  extinción  de  las 
veintisiete  faunas  que  admite  en  la  historia  terrestre,  la  perturbación 
determinada  por  los  levantamientos  que  considera  como  universales,  lo 
cual  es  inexacto. 


324 


geología 


Eurypterus  remipes 


teoría  puede  llamarse  de  la  creación  única, 


de  los  nuevos  séres  por  la  trasformacion 


han  hecho  desaparecer  á los  séres  han  sido  parciales,  y su-  . 
pone  que,  después  de  cada  inundación,  las  tierras  que  que- 
daron en  seco,  fueron  pobladas  de  nuevo  por  los  animales 
que  habitaban  antes  los  países  inmediatos,  que  diferían  de 
los  primeros  tanto  como  se  diferencian  hoy  los  de  las  faunas 
de  las  diversas  regiones  del  globo.  Esta  operación,  repetida 
muchas  veces,  así  en  los  continentes  como  en  los  mares,  dio 
por  resultado  la  sucesión  de  faunas  que  observamos  en  los 
terrenos  sobrepuestos. 

Esta  teoría  es  inadmisible  en  el  estado  actual  de  la  Pa- 
leontología, pues  la  coexistencia  de  las  faunas  y floras,  en 
que  ella  se  funda,  está  en  abierta  contradicción  con  la  espe- 
cialidad de  los  fósiles  demostrada  en  los  diferentes  ter- 
renos. 


mos  de  exponer,  solo  resta  la  3.a,  que  es  la  de  las  creaciones 
sucesivas,  ó mejor  tal  vez,  adoptando  la  idea  de  Pictet,  de 
la  independencia  de  las  faunas.  Los  que  la  profesan,  en  cuyo 
número  debe  colocarse,  y en  primera  línea,  al  gran  Cuvier, 
admiten  la  intervención  del  poder  creador,  ó en  otros  térmi- 
nos, de  Dios,  al  principio  de  cada  época  geológica.  Pero, 
como  hace  notar  Pictet,  aunque  esta  sea  la  idea  mas  gene- 
ralmente admitida  hoy,  se  comprende  que  por  su  índole  es- 
pecial no  puede  someterse  á la  apreciación  científica,  no 
siendo,  por  otra  parte,  una  verdadera  teoría  la  que  expresa, 
pues  en  vez  de  explicarnos  el  modo  cómo  se  verifica  esta 
renovación,  se  limita  á demostrar  la  insuficiencia  de  las  otras 
explicaciones. 

Quede,  pues,  sentado  en  conclusión,  que  los  animales  de 
las  diversas  faunas  geológicas  no  proceden,  por  generación 
directa,  de  las  especies  que  les  precedieron,  sino  que  son 
independientes  las  unas  de  las  otras,  al  menos  en  los  tipos 
bien  marcados  así  de  faunas  como  de  terrenos.  Estos  princi- 
pios es  muy  probable  se  apliquen  en  el  mismo  sentido,  y 
con  iguales  restricciones,  á la  sucesión  del  reino  vegetal. 

CAPITULO  II 

DESCRIPCION  DE  TERRENOS 

Estos  terrenos,  cuyos  caractéres  principales  van  ya  indi- 
cados, abrazan  seis  grandes  períodos,  que  según  el  cuadro 
adjunto,  son  de  arriba  abajo,  moderno,  cuaternario,  tercia- 
rio, secundario,  primario  y azoico  ó privado  de  fósiles.  La 
descripción  particular  de  cada  uno  se  procurará  uniformarla, 
reduciéndola  en  lo  posible  á la  pauta  siguiente:  después  de 
la  sinonimia,  se  dará  una  somera  definición  fundada  en  su 
verdadera  índole ; seguirán  los  caractéres  mineralógico,  es- 
tratigráfico  y paleontológico,  terminando  con  la  cita  de  las 
localidades  mas  importantes,  en  que  así  dentro  como  fuera 
de  la  Península  pueden  estudiarse,  y una  breve  indicación 
de  las  principales  sustancias  ó condiciones  útiles  que  pueda 
ofrecer. 


La  segunda 
explica  la  l 

lenta  y sucesiva  > r r_ „ íao 

variaciones  del  aire  atmosférico,  de  la  temperatura,  de  la 
humedad  y del  gérmen  de  variabilidad,  que  dentro  de  cier- 
tos límites,  encarna  en  todo  sér  vivo,  cuya  influencia  se  ha 
dejado  sentir  de  un  modo  mas  ó menos  directo  en  las  revo- 
luciones registradas  en  los  anales  de  la  Geología. 

Tampoco  puede  admitirse  como  verdadera  esta  explica- 
ción, pues  se  funda  en  la  serie  continua,  en  la  trasmutación 
de  las  especies  y en  la  supuesta  idea  de  la  perfección  suce- 
siva de  los  séres  organizados;  hipótesis  que,  léjos  de  apoyar- 
se en  datos  sólidos  de  Anatomía  y Fisiología  comparadas, 
parece  desmentir  ó echar  por  tierra  la  observación  atenta  é 
imparcial  de  todo  lo  que  pasa  hoy  á nuestra  vista.  Con 
efecto,  en  cuanto  á la  perfección  sucesiva  de  los  séres,  aca- 
bamos de  ver  en  la  discusión  de  la  ley  5.a  cuán  destituida 
se  halla  de  fundamento;  pudiendo  decir  lo  mismo  de  la  serie 
única  y continua  de  los  séres,  ya  que  su  base  fundamental 
es  la  perfección  sucesiva,  que  no  existe.  Y en  cuanto  á la 
variabilidad  y trasformacion  de  las  especies,  podemos  asegu- 
rar que,  por  lo  menos  en  la  época  histórica,  no  se  observa,  y 
sí  por  el  contrario,  la  estabilidad,  teniendo  que  apelar,  para 
admitirla  y comprenderla  en  épocas  anteriores,  á la  hipótesis 
insostenible  de  causas  ocultas,  ó por  lo  menos  de  naturaleza 
diferente  á las  actuales,  lo  cual,  como  hemos  demostrado 
mas  de  una  vez,  no  es  exacto  ni  racional. 

Demostrada  la  insuficiencia  de  las  dos  teorías  que  acaba- 


PRIMER  PERIODO.— AZOICO 

SINONIMIA. — Terrenos  talcosos  y de  pizarras  cristali- 
nas de  varios  autores. — Terreno  cristalofílico,  Omalius. — 
Rocas  estratificadas  azoicas,  D’Orbigny. — Terrenos  primiti- 
vos y suelo  primordial,  escuela  de  Wernery  Cordier. — Rocas 
estratificadas  primitivas,  Buckland. — Terrenos  cristalizados, 
Dufrenoy  y Elie  de  Beaumont. — Rocas  metamórficas,  Lyell, 
Beudant  y otros  autores,  etc. 

En  rigor  este  terreno,  por  el  que  empieza  sin  duda  la  serie 
de  sedimento,  inmediatamente  sobrepuesto  á las  rocas  lla- 
madas hidrotermales,  cuyas  formaciones  se  acaban  de  indi- 
car, no  tiene  hoy  razón  de  ser,  merced  al  hallazgo  que  en 
estos  últimos  tiempos  se  ha  hecho  de  restos  orgánicos  en  su 
seno.  Debe  esto  extrañarnos  tanto  menos,  si  recordamos  el 
granito  ó pegmatita  de  Grangesberget  en  Suecia,  que  lleva 
también  materia  organizada.  Estos  descubrimientos,  que 
agregados  á otros  datos,  han  contribuido  poderosamente  en 
los  últimos  tiempos,  á modificar  algún  tanto  la  teoría  mas 
generalmente  admitida  acerca  de  la  formación  de  estas  rocas 
y de  los  agentes  que  ocasionaron  la  primera  consolidación 
del  globo,  han  influido  también,  como  era  natural,  en  deter- 
minar la  verdadera  posición  que  á dichos  materiales  corres- 
ponde en  la  serie  que  vamos  á examinar.  Es  indudable  que 
los  hechos  orgánicos  escasean  mucho  en  los  depósitos  re- 
presentantes de  este  terreno;  pero  esto  es  efecto  natural  de 
causas  varias,  entre  las  cuales  el  metamorfismo  que  ofrecen 
las  rocas  que  los  presentan,  debe  ser  una  de  las  principales, 
sobre  todo  en  aquellos  primitivos  tiempos  de  la  aparición 


GEONOMIA 


325 


de  la  vida,  en  que  los  organismos  no  eran  ciertamente  muy 
complejos,  ni  debían  ofrecer  las  mejores  condiciones  para 
resistir  á los  múltiples  y poderosos  agentes  que  á la  sazón 
actuaban  en  el  globo.  Pero  aunque  escasos,  los  restos  orgá- 
nicos existen,  así  en  las  pizarras  esteatíticas,  micáceas,  clo- 
ríticas,  etc.,  como  en  el  gneis,  que  en  su  conjunto  representan 
este  terreno.  El  indicarlo  al  principiar  la  descripción  de  los 
terrenos  de  sedimento,  ha  sido  pues  con  el  fin  de  dar  estas 
explicaciones  indispensables  para  la  claridad  del  asunto;  por 
lo  demás,  todas  las  rocas  mencionadas  en  la  somera  indica- 
ción que  precede,  deben  agregarse  al  terreno  inmediatamente 
superior,  que  llamaremos  silúrico,  con  tanto  mayor  motivo, 
cuanto  que  gran  parte  de  su  composición  es  debida  á estas 
rocas  y á sus  detritus. 

SEGUNDO  PERIODO.— PALEOZOICO  Ó PRIMARIO 

SINONIMIA. — Terrenos  de  transición  y parte  de  los 
secundarios,  Werner;  Epoca  trilobítica,  Huot. — Parte  del 
grupo  de  la  arenisca  roja  y 7.0,  8.°  y 9.0  grupos  de  Delabe- 
che. — Terrenos  hemilísicos,  Omalius,  1.*  edición,  5. 0 orden, 
terrenos  primarios  del  mismo. — Terrenos  icemínicos,  abísi- 
cos  y gemilísicos,  Brongniart.— Orden  4.0  primario,  Lyell. — 
Terrenos  paleozoicos,  D’Orbigny  y la  mayor  parte  de  los 
autores. 

Los  terrenos  representantes  de  este  período  ó gran  época 
terrestre,  fueron  llamados  de  la  Grauwacka  y de  transición 
por  la  escuela  de  Werner,  por  ocupar  una  posición  interme- 
dia y por  ofrecer  sus  materiales  caracteres  mixtos  de  los  que  I 
ellos  llamaban  primitivos  y de  los  secundarios.  Posterior- 
mente se  les  dio  el  nombre  de  paleozoicos,  palabra  com- 
puesta de  palayos , antiguo,  y zoos,  animal,  en  razón  á ser  los 
de  la  primera  manifestación  de  la  vida  en  el  globo;  conside- 
ración que  inclinó  á Omalius  á designarles  con  el  nombre 
de  primarios.  El  señor  Bronn  de  Heidelberg  los  llama  tam- 
bién paleolíticos  ó sea  de  piedras  antiguas,  lo  cual  si  bien  es 
exacto,  no  es  de  gran  utilidad  práctica,  en  atención  al  escaso 
valor  que  tiene  el  carácter  mineralógico; mejor  se  dirían  pa- 
leogénicos. 

DEFINICION. — La  época  paleozoica  es  en  la  historia 
terrestre  la  que  indica  la  primera  sedimentación,  la  cual  se 
formó  á expensas  de  las  rocas  plutónicas  del  prístino  enfria- 
miento, hallándose  representada  por  el  gneis,  por  las  pizarras 
en  todas  sus  variedades,  por  las  cuarcitas,  conglomerados 
silíceo-feldespáticos,  areniscas,  calizas,  etc.;  presentando  co- 
mo materias  accidentales,  grandes  depósitos  de  combustibles, 
filones  y masas  metálicas  susceptibles  de  explotación  y otras 
materias  no  menos  importantes.  Profundas  y repetidas  dislo- 
caciones, y como  es  consiguiente,  el  metamorfismo  de  sus 
diversas  rocas,  acreditan  el  carácter  estratigráfico  de  este 
período,  del  cual  podrá  formarse  una  idea  clara  y perspicua, 
con  solo  indicar  que  en  él  se  realizó  el  hecho  misterioso,  y 
hasta  el  presente  inexplicado,  de  la  primera  aparición  de  la 
vida  en  la  tierra. 

DIVISION. — Este  gran  periodo  de  la  historia  física  de 
nuestro  globo,  uno  de  los  mas  importantes,  así  por  las  razo- 
nes mencionadas  como  por  el  enorme  espesor  que  alcanzan 
sus  estratos,  que  excede  de  12,000  metros,  se  divide  hoy  en 
cuatro  grandes  terrenos  que  son,  de  abajo  arriba:  silúrico, 
devónico,  carbonífero  y pérmico,  mereed  á lbs  perseverantes 
esfuerzos  del  distinguido  geólogo  inglés  Mr.  Murchison,  efi- 
cazmente auxiliado  de  Verneuil  y Keyserling,  sus  compa- 
ñeros de  viaje  en  el  reconocimiento  geológico  de  la  Rusia 
europea  y de  Lonsdale  y Sedgwick.  Hoy  por  hoy,  esta  es  la 
división  mas  generalmente  admitida,  siquiera  algunos  geó- 
logos de  nota,  tales  como  Marcou  y Geinitz,  de  Dresde,  ha- 


yan querido  en  los  últimos  años  invalidarla,  desmembrando 
de  este  período  el  terreno  pérmico,  que  con  mas  ó menos 
fundamento,  quieren  asociarlo  al  primero  de  la  época  secun- 
daria, ó sea  al  triásico,  formando  con  los  dos  lo  que  ellos 
llaman  el  Dyas. 

primero.  — Terreno  silúrico 

SINONIMIA. — Pisos  filádico  y ampelítico,  Cordier.— 
Grupo  de  la  grauwacka,  Delabeche. — Caliza  de  transición, 
Leonhart. — Terreno  pizarroso;  formación  Snowdónica  y de 
Caradoc,  Huot. — Terrenos  de  transición  medio  é inferior, 
(Cúmbrico),  Beaumont  y Dufrenoy. — Terreno  pizarroso, 
Omalius,  en  sus  primeras  ediciones. — Terreno  rínico,  silú- 
rico y parte  del  cristalofilico,  del  mismo. — Piso  primero 
silúrico;  inferior  y superior  ó murchisónico,  D’Orbigny. 

DEFINICION. — Este  terreno,  así  llamado  por  Murchi- 
son desde  1835  por  hallarse  muy  desarrollado  en  una  co- 
marca del  oeste  de  Inglaterra,  en  el  pais  de  Gales,  habitada 
en  tiempos  antiguos  por  una  tribu  de  bretones,  conocida  con 
el  nombre  de  siluros,  comprende  una  serie  de  materiales, 
que  detallaremos  mas  adelante,  ofreciendo  diversos  acciden- 
tes estratigráficos  y los  restos  de  las  primeras  plantas  y ani- 
males que  poblaron  el  globo,  alcanzando  sus  estratos  un  es- 
pesor que  no  baja  de  6 á 7,000  metros;  lo  cual,  atendido  el 
procedimiento  que  emplea  la  Naturaleza  en  el  proceso  de  la 
sedimentación,  supone  un  espacio  inmenso  de  tiempo,  muy 
difícil  de  determinar. 

Carácter  mineralógico.— El  silúrico  se  halla 
representado  por  el  gneis,  pizarras  micáceas  y talcosas,  por 
la  cuarcita,  areniscas  y conglomerados  silíceo-feldespáticos; 
por  calizas,  siquiera  no  sea  esta  la  roca  mas  común,  y por 
alguna  otra  de  menor  importancia.  Como  elementos  acci- 
dentales pueden  indicarse  la  antracita,  el  grafito  y el  dia- 
mante, el  cinabrio,  manganeso,  antimonio,  la  galena  y otros 
metales  susceptibles  de  explotación.  Muchas  rocas  plutóni- 
cas, como  el  granito,  la  sienita,  los  pórfidos,  etc.,  pueden 
considerarse  como  contemporáneos  algunos,  posteriores  otros 
á la  consolidación  de  sus  estratos.  Todos  estos  materiales,  ó 
la  mayor  parte  de  ellos,  ofrecen  evidentes  señales  de  meta- 
morfismo, debido  á la  acción  hidrotermal,  que  entonces  de- 
bió ser  poderosísima,  atendida  la  proximidad  al  foco  ígneo 
terrestre. 

Carácter  estratigráfico.  — Aunque  obser- 
vaciones atentas  y minuciosas  han  invalidado,  en  gran  parte, 
la  teoría  de  los  levantamientos  de  montañas  de  Elie  de  Beau- 
mont, no  obstante,  con  el  fin  de  facilitar  la  inteligencia  del 
asunto,  indicaremos  en  el  carácter  estratigráfico,  primero,  los 
límites  superior  é inferior  de  este  como  de  los  otros  terrenos, 
señalando  después  los  levantamientos  que  se  verificaron  du- 
rante el  largo  espacio  de  tiempo  que  representa  su  sedimen- 
tación, en  cuyo  dato,  aunque  sujeto  á interpretaciones  diver- 
sas, se  funda  con  frecuencia  la  división  de  cada  terreno  en 
grupos,  pisos  ó hiladas.  Aplicando  estos  principios  al  silúrico, 
diremos  que  por  abajo  los  separan  de  los  terrenos  plutónicos 
los  sistemas  de  Finisterre  y la  Vendée;  y por  arriba  el  de 
Morbihan  lo  aisla  del  terreno  inmediato  superior  ó devónico, 
al  cual  sirve  de  base  frecuentemente,  en  discordancia  de 
estratificación.  Además  de  estos  levantamientos,  límite  infe- 
rior y superior,  el  silúrico  experimentó,  durante  el  largo  es- 
pacio de  tiempo  que  representan  sus  materiales,  la  aparición 
del  sistema  de  Longmynd,  lo  cual  determina  en  parte,  su 
división  en  superior  é inferior. 

Los  resultados  de  todos  los  levantamientos  posteriores  á 
su  formación,  se  ostentan  claramente  en  este  terreno  en  el 
sinnúmero  de  accidentes  estratigráficos,  tales  como  inclina- 


GEOLOGÍA 


metros 


Tilestone  (piec 
areniscas  mi 
jas  delgadas, 


eniscas  y légamo  micáceo 


cion 


za  arcillosa. 


cion  profunda  de  sus  capas  que  llega  hasta  la  vertical;  fallas, 
soplados,  resbalamiento  de  estratos,  grietas  y hendiduras,  así 
como  el  metamorfismo  mas  completo  de  las  rocas. 

Carácter  paleontológico.— Con  decir  que  en 
este  terreno  verificóse  la  primera  aparición  de  la  vida  en  el 
globo,  bastaría  para  distinguirlo  de  todos  los  demás:  pero  si 
no  queremos  limitarnos  á esta  nocion  general  y deseamos 
concretar  mas  el  asunto,  diremos  que  es  el  silúrico  el  terreno 
en  que  adquirieron  mas  desarrollo  aquellos  crustáceos  singu- 
lares llamados  trilobites  por  la  división  en  tres  segmentos, 
cabeza,  cuerpo  y cola,  del  dermato-esqueleto;  el  de  la  primera 
aparición  de  los  cefalópodos,  braquiópodos  y demás  grandes 
grupos  de  moluscos,  á cuyos  séres  acompañaron  poco  mas 
arriba,  pero  siempre  dentro  del  terreno,  los  peces,  como  re- 
presentantes de  los  vertebrados,  equinodermos  y zoófitos, 
últimos  grupos  del  reino  zoológico  y algunos  restos  de  plan- 
tas de  organización  sencilla.  i 

Como  complemento  é ilustración  de  este  carácter  tan 
portante,  véanse  las  figs.  7o,  7i,  7Ji  73  y 74- 


DIVISION. — Generalmente  hablando,  los  geólogos  divi- 
den este  terreno  en  tres  pisos  ú horizontes,  siquiera  no  todos 
estén  acordes  respecto  á los  límites  que  los  separan,  ni  tam- 
poco en  cuanto  á los  nombres  que  les  dan.  Lo  mas  común 
es  que,  según  el  orden  de  posición,  se  designen  con  los  nom- 
bres de  inferior,  medio  y superior. 

Adoptando  en  esta  materia  la  doctrina  del  gran  maestro 
señor  Barrande,  agrupamos  todas  las  masas  fosilíferas  infe- 
riores al  levantamiento  de  Longmynd,  y de  consiguiente,  á 
las  capas  de  Llandeilo  y de  Bala,  y las  consideramos  como 
el  piso  silúrico  inferior  que  corresponde  al  Cámbrico  de 
Lyell;  el  medio  abraza  las  formaciones  de  Llandeilo  y Cara- 
doc;  finalmente,  termina  por  arriba  el  terreno,  según  este 
geólogo,  por  las  zonas  de  Wenlock  y Ludlow,  verdadero  piso 
superior.  Esta  división  corresponde,  como  veremos,  á sus 
famosas  faunas  primera,  segunda  y tercera  en  Bohemia. 

En  Inglaterra,  tierra  clásica  para  el  silúrico,  estos  tres 
pisos  constan,  según  Lyell,  de  los  materiales  indicados  en  el 
cuadiro  adjunto: 


SILÚRICO  EN  INGLATERRA 


RESTOS  ORGANICOS 
característicos 


ISO  SUP 


Ludlow  superior 


con  concreciones  ca 


Moluscos  marinos  de  casi  todos 
los  órdenes;  los  braquiópodos 
son,  sin  embargo,  los  mas  abun- 
dantes: serpulites,  crustáceos, 
trilobites,  peces  placoideos,  los 
mas  antiguos  que  se  conocen. 

Algas  marinas,  y en  las  capas  su- 
periores plantas  terrestres. 


2.0  Formación  de  Wen- 
lock  


,CaIiza  de  Wenlock.  . (Caliza  concrecionada  en  grue- 

capas j 

f Mas  de 

.Pizarras  arcillosas,  llamadas/  6co 
Pizarras  de  Wenlock.  flagstone  (piedra  de  enlo- 

,R§ 


Moluscos  marinos  de  diversos  ór- 
denes, como  en  el  anterior. 
Crinoidéos  y corales  abundan- 
tes: trilobites  y graptolites. 


( Grupo  de  Llandovery.  /Pizarras  y caliza  conchífera.  . \ (Crinoidéos;  corales  y moluscos, 

Formación  de  Caradoc..  j 600  , principalmente  braquiópodos  (el' 

Arenisca  de  Caradoc.  (Areniscas  y conglomerados.  . género  Penlamerus¡  dominante). 


[SO  INFERIOR 


Formación  de  Ltóddlb.  1 ^^^^p-^^S^^^^^cofores^oscuros,  pfzarayj  1,600  í Moluscos,  trilobites,  cristidéos  cri- 

' 3 ° P,zarraÚ  • • ( areniscas.  ) ( noldeos>  cora,es  X graptolites.  , 


En  los  Estados-Unidos,  los  geólogos  de  mas  fama  admiten 
la  disposición  indicada  en  el  cuadro  siguiente,  en  el  que  se 
ve  la  relación  con  el  silúrico  inglés,  sin  mas  novedad  que  la 


de  añadir  en  la  parte  inferior  el  grupo  llamado  Cámbrico, 
correspondiente  á la  arenisca  de  Postdam,  en  la  América  del 
Norte,  sobre  cuyo  asunto  debe  darse  algún  esclarecimiento. 


CEONÓMIA 


327 


CUADRO  DE  LAS  ROCAS  SILÚRICAS  EN  LOS  ESTADOS-UNIDOS 


1.  Caliza  de  Pentamerus,  superior 

2.  — de  Encrinites.  . . . 

3.  — pizarrosa  de  Delthyris. 

4.  — de  Pentamerus,  inferior 

5.  — de  Tentaculites.  . . 

6.  Grupo  salífero  de  Onondaga 

-7.  — de  Niágara.  . . . 

8.  Grupo  de  Cliton 

9.  Arenisca  de  Medina  . . . 

10.  Conglomerado  de  Oneida.  . 

11.  Arenisca  gris 

12.  Grupo  del  rio  Hudson.  . . 

13.  Pizarra  de  U tica 

14.  Caliza  de  Trenton 

15.  — de  Black-River.  . *. 

16.  — ‘de  Bird’s-Eye.  . \ . 

17.  — de  Chazy 

18.  — Arenisca  de  Postdam. 


19.  Arenisca  calcífera. 


I Silúrico  superior,  ó 
> formaciones  de  Lud- 
[ low  y Wenlock. 

Silúrico  medio  ó are- 
nisca de  Caradoc. 


Silúrico  inferior,  ó 

1 « # 

capas  de  Llandeilo.  . 


x Cámbrico,  ó bancos 

!de  Ungulas  mas  anti- 
guos que  los  de  Llan- 
deilo. 


- Pretendiendo  algunos  geólogos  ingleses  separar  del  silú- 
rico el  piso  de  Llandeilo,  para  formar  un  terreno  indepem 
diente  con  todo  lo  que  le  es  inferior,  el  eminente  Lyell  se 
opuso  á esta  desmembración,  alegando  entre  otros  motivos 
el  tránsito  de  muchas  especies  del  piso  de  Llandeilo,  que 
para  e'l  forma  la  base  de  este  terreno,  á los  horizontes  de 
Ludlow  y Wenlock,  de  modo  que  en  el  terreno  silúrico  den- 
tro de  dichos  limites,  en  concepto  de  este  eminente  escruta- 
dor de  la  naturaleza,  representa  un  período  de  tiempo  no 
interrumpido  desde  las  capas  de  Llandeilo  hasta  las  mas  su- 
periores, á las  cuales  pasa  por  el  intermedio  de  la  arenisca 
de  Caradoc.  Sin  embargo,  este  mismo,  de  acuerdo  con  Salter 
y Sedgwick,  forma  de  las  capas  inferiores  al  horizonte  de 
Llandeilo,  un  terreno  independiente,  al  que  da  el  nombre 
de  Cámbrico,  dividiéndolo  en  superior,  que  corresponde  á 
las  pizarras  llamadas  de  Ungulas,  por  ser  estos  los  fósiles 
mas  curiosos,  junto  con  trilobites,  particularmente  del  género 
Paradoxides , Agnos/us  y algunos  escasos  braquiópodos;  é 
inferior,  representado  por  areniscas  y pizarras  llamadas  de 
Bagnor  por  la  localidad,  y de  Oldhamia  en  razón  á ser 
estos  zoófitos  descubiertos  por  Forbes,  por  donde,  al  pare- 
cer, hizo  en  Inglaterra  su  primera  aparición  la  vida  animal. 


Fig.  72.  —Pentamerus  Knichtii 


Fig.  74. — Plantas  tlel  periodo  sllúrito.— / y 2 fucus  (algas);  3 y 4 licópodos 


m 


Barrande,  que  en  mi  concepto  es  el  primer  paleontólogo 
de  Europa,  al  menos  por  lo  que  respecta  á terrenos  antiguos, 
no  admite  la  división  propuesta  por  Lyell,  estableciendo  en 
la  unidad  de  tiempo,  que  llamamos  silúrico,  la-  división  en 
tres  grandes  grupos,  á los  que,  con  arreglo  á datos  paleon- 
tológicos, llama  de  abajo  arriba,  de  la  faüna  primordial,  de 
la  fauna  segunda,  y de  la  fauna  tercera.  Fúndase  para  des- 
echar la  desmembración  de  la  parte  inferior,  bajo  el  nombre 
de  terreno  cámbrico,  primero,  en  que  en  Suecia,  donde  tam- 
bién este  terreno  se  halla  muy  desarrollado,  la  fauna  primor- 
dial está  íntimamente  enlazada  con  la  del  horizonte  que, 
según  Lyell,  representa  el  silúrico  inferior,  ó sea  el  grupo  de 


Llandeilo,  y segundo,  en  que  así  en  Bohemia  como  en  el 
país  de  Gales,  las  formaciones  que  contienen  la  fauna  pri- 
mordial, y las  de  la  segunda,  se  hallan  sobrepuestas  en  per- 
fecta concordancia  de  estratificación,  según  ha  demostrado 
Murchison  en  Inglaterra. 

En  concepto,  pues,  de  Barrande,  la  fauna  primera  es  sin- 
crónica del  cámbrico  de  Lyell  y del  taconic  system  de  los 
anglo-americanos,  y comprende  en  Inglaterra  los  materiales 
inferiores  al  grupo  de  Llandeilo  y al  levantamiento  de  Long- 
mynd.  En  Bohemia  este. horizonte  se  halla  representado  por 
los  pisos  que  Barrande  llama  A y B,  azóicos  ó desprovistos 
de  fósiles,  y C formado  de  pizarras  protozóicas,  ó de  los 


GEOLOGIA 


I 


de  la  fauna 


BITES. 


32§ 

primeros  animales,  y de  cuarcitas.  La  fauna  segunda  es  para- 
lela con  los  horizontes  de  Bala  y Llandeilo,  y la  constituyen, 
en  los  alrededores  de  Praga,  varias  capas  de  pizarras  y con- 
glomerados, con  una  corriente  de  rocas  eruptivas  llamadas 
trapp,  estratigráfica  y paleontológicamente  de  la  fauna  ter- 
cera, en  la  que  se  ven  pocas  especies  de  la  anterior.  Por 
último,  la  fauna  tercera  se  halla  formada  en  Bohemia  de  tres 
órdenes  de  caliza,  que  son  inferior,  media  y superior,  y de  las 
pizarras  que  por  su  posición  llama  Barrando  culminantes, 
equivalentes  en  la  Gran  Bretaña  á los  pisos  de  AV  enlock  y 
Ludlow. 

No  se  ha  limitado  el  Sr.  Barrande  á establecer  estas  divi- 
siones v equivalencias  entre  los  diferentes  horizontes  del 


OS  GENEROS  Y 

t FLAMHAM1 

i W TATO  1 


AMILIAS 


CLASES 


Paradoxides,  Brongn. . 
Olenus,  Dalm.  . . . 

Conocephalites,  Barr. . 
Ellipsocephalus,  Zenk. 
Arionellus,  Barr.  . . 

Sao,  Barr..  . . 

Hydrocephalus,  Barr. . 
Anomocare  (pars),  Ang. 
Aneuacanthus,  Ang.  . 
Dolichometopus,  Ang. 
Corynexochus  (pars),  Ang 


Agnostus,  Brongn. 
Symphysurus,  Gold 


Palceopyge,  Salt.  . . . 
Dikelocephalus,  D.  Owen. 
Lanchocephalus,  D.  Owen 
Menocephalus,  D.  Owen. 
Crepicephalus,  D.  Owen.. 
Hymenocaris,  Salt..  . . 

Protichnites.  D.  Owen.  . 


20 


CEFALÓPODOS 

yw' 

BRIÓZOOS.  . 


n. 


terreno  silúrico  en  los  dos  países  mas  clásicos  de  Europa, 
sino  que,  llevando  hasta  un  punto  que  asombra  la  explora- 
ción y estudio  paleontológico  del  mismo,  ha  evidenciado  en 
obras  y folletos,  cuya  consulta  no  puede  excusar  quien  desee 
conocerlo  á fondo,  no  solo  el  carácter  respectivo  de  dichas 
faunas,  sino  algunas  particularidades  que,  atendida  su  noto- 
ria importancia,  vamos  á referir  sumariamente. 

La  fauna  primordial,  dice,  ppsee  todos  los  caracteres  y 
condiciones  necesarias  para  representar  una  unidad  paleon- 
tológica independiente,  pues  contiene  174  especies  propias, 
entre  las  que  una  sola  pasa  á la  segunda;  y 38  géneros  de  los 
que  solo  1 2 se  encuentran  también  en  esta,  como  demuestra 
el  adjunto  cuadro. 



- Yp»  » » 1 

IES  DE  LA  FAUNA  PRIMORDIAL 


ESPECIES 

EX-CLUSIVAS  I)E  LA  FAUNA 
PRIMORDIAL 


BRAQUIÓPODOS 


ANÉLIDOS. 


ZOÓFITOS | 3$ 


CISTIDEOS. 


FUCOIDEOS. 


Trachyderma,  Salt. 
Arenicolites,  Salt.  . . 
Chondrites?,  M*  Coy. . 
ldhamia,  Forbes..  . 

• •••  <••  • 1 

Lichenoides,  Barr. . . 
Trochocystites,  Barr.  . 
(Género  indeterminado). 
Incertte  sedis.  . . . 
ScolithuSjHall.  . . . 


Citherinides,  Ang. 
Orthoceras?,  Breii 
í Hyolites,  Eichw. 
(Piugunculos, 
Lingula,  Brug. 
Obolus,  Eichw. 
Discina,  Lamk. 
Orthis,  Dalm. 
Atrypa?,  Dalm. 


Dictyonema, 


12  Cruziana?,  D’Orb. 
Totales.  . . 


174 


GEONOMIA 


Asígnale  además  los  caracteres  siguientes:  primero,  el 
hallarse  representada,  en  Bohemia  al  menos,  por  trilobites  y 
por  un  corto  número  de  otros  fósiles;  segundo,  el  pertenecer 
aquellos  crustáceos  en  su  mayor  parte  á géneros  que  no  tras- 
pasan sino  muy  raras  veces  los  límites  verticales  asignados 
á dicha  fauna;  y tercero,  el  que  los  trilobites  característicos 
se  diferencian  de  los  de  la  fauna  segunda  y tercera  en  el  gran 
desarrollo  de  los  anillos  torácicos,  y en  una  notable  reduc- 
ción de  la  cola  ó pigidio. 

La  fauna  segunda  se  halla  caracterizada,  según  el  mismo, 
por  trilobites  en  menor  número  que  la  anterior,  de  los  cuales 
se  distinguen  también  por  la  desproporción  del  pigidio,  que 
es  mucho  mayor  que  el  tórax,  carácter  diametralmente 
opuesto  á los  de  la  fauna  primordial.  Todos,  exceptuando 
agnostus  y symphysurus,  son  nuevos;  distinguiéndose  princi- 


329 

pálmente  los  géneros  asaphus,  ogygia,  ilsenus,  dionide  y otros, 
á los  cuales  se  asocia  gran  número  de  ortoceras  de  gran  si- 
fon  lateral,  y varios  orthis  entre  los  moluscos;  graptólitos, 
entre  los  briózoos  y algunos  cistídeos  (zoófitos). 

COLONIAS. — El  eminente  Barrande  aplica  este  nombre 
á un  hecho  inesperado,  que  ofrece  el  horizonte  segundo  del 
terreno  silúrico  de  Praga,  el  cual  consiste,  según  el  mismo, 
«en  la  coexistencia  parcial  de  dos  faunas  generales  que,  con- 
sideradas en  conjunto,  son  sucesivas.»  Descubrimiento  ex- 
traordinario que,  contradiciendo  en  parte  la  ley  paleontoló- 
gica referente  á la  sucesión  regular  del  organismo  en  el  globo, 
no  debe  extrañarse  excitara  la  atención  de  los  paleontólogos 
mas  distinguidos,  muchos  de  los  cuales  lo  combatieron  ó por 
lo  menos  dudaron  de  su  existencia,  suscitándose  con  este 
motivo  una  discusión  que  llegó  á traspasar  los  límites  de  la 


prudencia.  El  Sr.  Barrande,  firme  en  sus  convicciones,  ha 
publicado  de  quince  años  á esta  parte  repetidas  defensas  de 
sus  colonias,  habiendo  llegado  su  galantería  hasta  el  punto 
de  dar  á algunos  el  nombre  de  los  que  con  mas  encarniza- 
miento han  rechazado  el  fenómeno  colonial.  Así  llamó  á una 
colonia  Krejci,  á otra  Lipold,  distinguidos  geólogos  vieneses; 
colonia  Cotta,  y,  por  último,  colonia  D’Archiac,  nombre  que 
recuerda  al  malogrado  autor  de  la  Historia  de  la  Geología, 
el  cual  sin  haber  visitado  la  Bohemia,  atacó  de  la  manera 
dura  que  acostumbraba  el  hecho  descubierto  é ilustrado  por 
Barrande,  quien  tras  de  tantas  contrariedades  acababa  de 
obtener  el  mayor  triunfo  que  el  hombre  de  ciencia  puede 
esperar,  según  se  desprende  de  la  última  defensa  publicada 
en  marzo  de  1870,  en  cuyo  segundo  capítulo  que  con  tanta 
gracia  como  oportunidad  intitula  Paz  á las  Colonias , inserta 
la  retractación  formal  de  parte  de  Krejci  y Lipold;  los  cuales 
reconociendo  por  fin  el  error  en  que  estaban,  aceptan  de 
lleno  el  fenómeno  colonial  silúrico.  Con  este  motivo  Barran- 
de,  después  de  encomiar  la  lealtad  científica  de  los  que  tan 
rudamente  le  combatieron,  dice:  «La  paz  reina  en  las  colo- 
nias silúricas  de  la  Bohemia:  la  verdad  y el  tiempo  han  rea- 
lizado lentamente,  pero  con  seguridad,  su  habitual  obra  de 
convicción  y conciliación,  cuyo  resultado  viene  á demostrar 
una  vez  mas  que  las  teorías  geológicas,  en  vez  de  ser  irrevo- 
cables y absolutas  en  sus  principios,  deben  fundarse  en  una 
flexibilidad  tal  que  se  preste  hasta  el  punto  de  abrazar,  en 
caso  necesario,  los  hechos  mas  inesperados  y hasta  aquellos 
que  las  doctrinas  de  la  época  en  que  vivimos  reputan  como 
imposibles.  1.a  ciencia  está  aun  léjos  de  haber  dicho  su  últi- 
ma palabra,  desarrollándose  de  un  modo  lento  y penoso, 
venciendo  paulatinamente  las  dificultades  que  de  consuno 
presentan,  así  la  observación  atenta  como  los  obstáculos  que 
nuestra  limitada  inteligencia  se  crea,  en  virtud  de  teorías 
preconcebidas.» 

Ahora,  pues,  ya  que  la  paz  reina  en  las  Colonias,  según  la 
feliz  expresión  de  su  inventor,  veamos  cuál  es  el  hecho  pa- 
leontológico fundamental  que  las  determina.  Consiste  este 
Tomo  IX 


en  la  simultaneidad,  en  el  horizonte  D,  de  gran  número  de 
especies  de  la  fauna  3.*  y de  los  propios  de  la  2.a  El  diagra- 
ma adjunto,  trazado  por  Barrande,  no  solo  da  una  idea  clara 
de  la  sobreposicion  regular  de  los  depósitos  que  representan 
dichos  horizontes,  sino  que  pone  de  manifiesto  la  faja  que 
ocupan  las  colonias. 

Como  complemento  del  mismo,  véanse  los  adjuntos  cua- 
dros con  las  aclaraciones  indicadas  en  el  texto. 


INGLATERRA 


Fauna  III 


494  especies  f Wenlock  (106). 


Llandovery  (53 


Caradoc  (55). 


Fauna  II 
549  esp. 


ILlandeilo  (7). 


:ms 


íauna  I ^ Língula  flags 
25  esp.  i.  <caPas>' 


• • 


BOHEMIA 


H 


Fauna  III 


2,000  esp. 


E 


colonias. 


4 'w  colonia.  [ Fauna  II 

>D 

260  esp. 


Fauna  I 


40  esp. 


Los  números  colocados  entre  paréntesis  en  los  tres  pisos 
de  Llandeilo,  Caradoc  y Llandovery,  indican  las  especies 

42 


W V 


OLULOGI A 


que,  como  precursoras,  verifican  su  primera  aparición  en  cada 
uno  de  ellos,  y pertenecen  al  período  ó terreno  inmediata- 
mente superior:  los  que  ocupan  los  paréntesis  en  los  horizon- 
tes de  Wenlock  y Ludlow,  representan  la  distribución  de 
estas  mismas  especies  en  la  tauna  tercera. 

Con  el  fin  de  hacer  mas  palpable  la  verdad  é importancia 
de  las  especies  precursoras,  conviene  marcar  el  espesor  de 
cada  uno  de  estos  pisos  en  Inglaterra,  según  Murchison. 

Pies  ingleses 

Fauna  III.  Formaciones  de  Wenlock  y Ludio*.  5 á 6,oco 

Llando\ery.  i /l  2 á 3,000 

Fauna  II.  ^4  Caradoc  ó Bala2r^¡L|  ^coo 

ííáandeUo]  IJU 

viene  en  su  apoyo  y a confirmar  la  existencia  de  las  Colonias 

á saber:  la  intermitencia  de  las  especies  y aun  de  los  Ene- 
ros, siendo  bastantes  los  que  aparecen  en  un  piso  para  re- 
aparecer en  otro  posterior,  como  demuestran  los  cuadros  de 
esta  página. 

Cuadro 


segunda  de 


vhemia 

\ 


FAUNA  SEGUNDA  FAUNA  T£R- 
Ú CERA 


os . 


Arpes 
Lichas.  . 

Ogygia.  . 

Agnostus  tardus,  Barr. 

^Eglina  speciosa,  Barr. 

Id.  sulcata,  Barr. . . 

Cytherina  prunella,  Barr. 
Bactrites  Sandbergeri,  Ba 
Crepidula?  ovata,  Barr. . . 

Pugiunculus  striatulus,  Barr. 

Id.  elegans,  Barr 

Ribeira  pholadiformis,  Sharpe. 


1 2 

3 

4 

J 

¡F^ 

íf 

íf 

• • • 

íf 

: ::: 

... 

* 

íf 

•* 

íf 

. . ..| 

-1 

* 

V? 

]^ji| 

den  del  fenómeno,  cuya  importancia  nos  ha  obligado  á en- 
trar en  los  pormenores  que  preceden. 


FAUNA  SEGUNDA 


U 


Si  fijamos  un  momento  la  atención  en  el  segundo  cuadro 
observaremos  primero,  que  veinticuatro  especies  aparecen 
en  la  formación  de  Caradoc,  y saltan  por  la  de  Llandovery 
para  presentarse  de  nuevo,  excepto  tres,  en  el  piso  de  Wen- 
lock; y segundo,  que  la  cucullella  anglica  empieza  en  el  de 
Llandeilo,  que  es  mucho  mas  antiguo,  desaparece  en  los 
pisos  intermedios  para  reaparecer  en  la  formación  mas  mo- 
derna del  terreno  silúrico. 

Este  hecho  extraordinario  colonial  no  es  peculiar  á la 
Bohemia,  pues  en  1863  Barrande  demostró  su  existencia  en 
Francia  y en  varios  puntos  de  España. 


Zoófitos 

Nebulipora  papillata,  M'Coy 
Sarcinula  organum,  Linn.  . 
Syringopora  Lonsdaleana , 
M’Coy 

Crustáceos 

Bronteus  laticauda,  Wahl. 
Lichas  Grayi,  Fletch..  . 
Spasrexochus  mirus,  Beyr.  . 
Staurocephalus  Murchisoni, 
Barr 

Briázoos 

Fenestrella  assimilis,  Lonsd. 
Id.  Milleri,  Lonsd.  . . . 
Id.  antiqua,  Lonsd.  . . . 
Glauconome  disticha,  Goldf. 

Braquiópodos 

Orthis  porcata,  M’Coy.  . . 
Rhynchonella  depresa,  Sow. 

Lamdibrá  nquios 

erinea  pleuroptera,  Conr. 
tenuistriata,  M’Coy.  . 
iola  interrupta,  Sow. 
Cucullella  anglica,  Salt.  . 

Id.  antiqua,  Sow.  . . . 

s unguiculatus.  Salt. 

Gasterópodos 

Machrocheilus  elongatus , 

Porl . 

Trochonema  triporcata, 
M’Coy 

Cefalópodos 

Orthoceras  filosum,  Sow. 

Id.  laquetum,  Hall.  . . 

Id.  primasvum,  Forch.  . 

Id.  tenuicinctum,  Porl.  . 

Totales.  . . . 


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FAUNA  TERCERA 


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10 


EXPLICACION  DE  LAS  COLONIAS.  — . Como  opor- 
tunamente hace  notar  el  eminente  Barrande  en  su  último 
folleto,  así  como  el  hecho  colonial  estriba  hoy  sobre  tales  y 
tan  positivos  datos,  que  no  puede  en  manera  alguna  recha- 
zarse, no  sucede  lo  propio  respecto  á su  explicación  que 
forzosamente  ha  de  ser  en  mayor  ó menor  grado  hipotética 
Con  efecto,  ora  se  considere  efecto  de  dos  creaciones  loca- 
les de  séres  semejantes  en  las  épocas  indicadas;  ó mejor, 
según  Barrande,  resultado  de  emigraciones  ó colonias  pro- 
cedentes de  un  centro  de  creación  mas  ó menos  apartado 
del  punto  en  que  hoy  se  observan,  nunca  pasarán  de  ser 
hipotéticas  estas  ú otras  explicaciones,  que  con  el  tiempo  se 


Precursoras  ó proféticas.— Así  llama  el  céle- 
bre Agassiz  á las  especies,  que  no  solo  en  el  silúrico,  sino  en 
casi  toda  la  serie  de  terrenos  de  sedimento,  anuncian  con 
su  presencia  en  un  horizonte  dado,  las  que  mas  tarde  han  de 
caracterizar  una  fauna  ó flora. 

FAUNA  tercera.— La  fauna  tercera  hállase  en  Bohe- 
mia en  diversos  bancos  calizos  inferior,  medio  y superior, 
colocados  entre  las  pizarras  de  graptolites,  que  ocupan  la 
base,  y las  llamadas  culminantes,  por  coronar  todo  el  sis- 
tema. 

El  carácter  de  esta  fauna  lo  determina  el  gran  número  de 
trilobites,  de  moluscos  (orthoceras,  phragmoceras,  gompho- 


GEONOMIA 


ceras,  trochoceras,  orthis),  etc.,  de  briózoos  (graptolites),  y 
muy  particularmente,  la  primera  aparición  de  los  peces, 
representados  por  los  géneros  onchus,  thelodus,  plectro- 
dus,  etc. 

La  gran  riqueza  en  fósiles  de  esta  fauna,  contrasta  singu- 
larmente con  la  corta  extensión  de  los  grupos  que  la  repre- 
sentan. En  Bohemia  se  halla  limitada  al  reducido  espacio 
que  ocupan  los  pisos  F 2,  F,  G y H,  en  la  parte  central  de 
la  cuenca,  como  se  ve  en  el  corte  anterior. 

Distribución  geográfica.— El  terreno  silúrico 
se  encuentra  formando  depósitos  inmensos  en  el  continente 
europeo,  de  cuya  superficie  ocupa  próximamente  una  tercera 
ó cuarta  parte.  En  Inglaterra  está  muy  desarrollado  en  su 
parte  occidental;  en  Francia,  en  el  Cotentino,  en  la  Bretaña 
y Vendée,  y en  los  alrededores  de  la  mesa  central:  en  Ale- 
mania, en  varios  puntos,  particularmente  en  Bohemia,  don- 
de ha  servido  de  observación  al  Sr.  Barrande:  en  Rusia 
ocupa  espacios  inmensos,  y en  forma  de  faja  pasa  por  San 
Petersburgo  terminando  en  el  Báltico  y en  la  Finlandia;  en 
la  América  del  Norte  constituye  una  región  casi  tan  extensa 
como  la  Europa  entera;  en  la  del  Sur,  en  el  Brasil,  las  mon- 
tañas de  Minas  Geraes  pertenecen,  según  Humboldt  y 
Eschwege,  á este  terreno  formado  de  una  arenisca  elástica, 
llamada  itacolumita  (nombre  de  un  picacho),  alternando  con 
capas  de  cuarcita,  de  brechas  ferruginosas  (itabirita)  y de 
pizarras  talcosas,  impregnadas  de  varios  metales,  á cuya  des- 
composición se  deben  los  aluviones  que  tan  ricos  productos 
suministran  en  oro,  platino,  diamantes  y otras  piedras  pre- 
ciosas. 

Silúrico  español.— Hemos  dado  tanto  desarrollo 
á la  descripción  de  este  terreno,  así  por  las  graves  cuestio- 
nes que  su  estudio  entraña,  como  por  la  extensión  conside- 
rable que  ocupa  en  la  Península. 

Horizonte  inferior  ó fauna  primor- 
dial.— A juzgar  por  lo  que  el  Sr.  Prado  dice  en  la  Memo- 
ria publicada  en  el  Boletín  geológico  de  la  Sociedad  de  Fraticia 
en  mayo  de  1860,  la  fauna  primordial  del  oeste  déla  Penín- 
sula afecta  la  disposición  en  fajas  estrechas,  formadas  de 
capas  de  calizas  y pizarras  rojas  que  ocupan  mas  de  100  ki- 
lómetros de  extensión,  en  la  vertiente  sur  de  la  cordillera 
Cantábrica,  desde  el  rio  Esla,  á un  kilómetro  al  este  de 
Sabero,  hasta  el  origen  del  Sil  en  Galicia.  Del  lado  del  este, 
Prado  solo  ha  encontrado  dos  fajas  que  asoman  por  debajo 
de  los  terrenos  carbonífero  y devónico,  á 10  ó 12  kilómetros 
al  norte  de  Sabero,  y pasan  al  este  y al  oeste  de  Comiero  á 
la  distancia  de  un  kilómetro  próximamente  la  una  de  la 
otra;  el  pueblo  de  Velilla  se  encuentra  entre  las  dos  fajas  ó 
zonas.  La  del  sur  la  llama  Prado  faja  de  Sabero;  á la  otra  la 
distingue  con  la  denominación  de  zona  de  Boñar;  nombre 
de  un  pueblecillo  cerca  del  cual  va  á perderse  debajo  del 
terreno  cretáceo. 

El  ilustre  Barrande,  en  la  nota  que  acompaña  á la  Memo- 
ria citada,  después  de  caracterizar,  con  Verneuil  y Prado, 
los  numerosos  fósiles  que  este  recogió,  llama  la  atención 
hácia  dos  hechos  curiosos  que  se  desprenden  de  los  indica- 
dos por  aquel.  El  primero  consiste  en  el  notable  hiatus  ó 
vacío  que  se  observa  en  dichas  localidades,  en  las  que  el 
terreno  silúrico  inferior  se  ve  inmediatamente  cubierto  por 
el  devónico;  faltando  en  consecuencia  los  pisos  representan- 
tes de  la  fauna  segunda  y tercera,  y esto  no  en  un  corto 
espacio  de  terreno,  sino  en  una  extensión  que  Prado  calcula 
en  100  kilómetros.  El  segundo  es  la  analogía  que  ofrece  la 
naturaleza  y aun  el  aspecto  y condiciones  estratigráficas  de 
los  materiales  calizos,  en  los  que  se  han  encontrado  fósiles 
silúricos  y devónicos.  Solo  el  color  rojizo  distingue  el  hori- 
zonte de  la  fauna  primordial  del  devónico,  cuyas  rocas  se 


331 

presentan  verdosas.  De  esta  circunstancia  deduce  Barrande 
la  necesidad  de  no  fiar  en  la  apariencia  de  las  rocas,  y de 
fijarse  muy  especialmente  de  la  índole  de  los  fósiles,  sin  los 
cuales  los  terrenos  citados,  tan  diferentes  entre  sí,  podrían 
haberse  considerado  como  pertenecientes  á un  mismo 
período. 

Los  fósiles  mas  notables  que  Prado  encontró  en  la  faja 
caliza  roja  de  Boñar,  son  el  paradoxides  Pradoanus,  el  ario- 
nellus  ceticephalus,  el  conocephalites  Sulzeri  y una  variedad 
de  este  casi  liso;  el  conocephalites  coronatus  y el  conoce- 
phalites Ribeiro,  varios  agnostus  y otros,  todos  caracterís- 
ticos de  la  fauna  primera  de  Bohemia,  de  Inglaterra  y Suecia. 
En  Murero,  al  norte  de  Daroca,  también  se  ha  encontrado 
el  paradoxides  característico  de  la  fauna  primordial  y otras 
especies. 

Horizonte  medio  ó fauna  segunda.— El 

piso  medio,  representante  del  sistema  de  Caradoc  y de  Lian- 


Cerro  de  San  Cristóbal  Virgen  del  Consuelo 


Fig.  76. — Corte  del  terreno  silúrico  en  el  que  se  encuentra  la  fosforita 

de  Logrosan  (Extremadura) 

i Granito  porfídico. — 2 Pizarra  arcillosa,  cuajada  de  maclas  y estauro- 
tidas,  por  la  acción  de  la  roca  anterior. — 3 Pizarras  arcillosas,  en  ca- 
pas verticales. — 4 Filón  metamórfico  de  fosforita. 

deilo,  no  solo  se  ve  muy  desarrollado  en  varios  puntos  de  la 
Península,  sino  que  puede  decirse,  que  hasta  el  descubri- 
miento reciente  en  la  fauna  primordial,  debido  al  infatigable 
celo  y á las  asiduas  observaciones  del  Sr.  Prado,  era  casi  el 
único  representante  del  silúrico  en  nuestro  suelo. 

Este  horizonte  existe  en  la  Sierra-Carpentana,  en  los  mon- 
tes de  Toledo  y Sierra- Morena,  en  León,  Palencia  y Asturias, 
formando  zonas  muy  importantes,  y además  en  algunas  loca- 
lidades aisladas  de  Aragón,  Cataluña  y fronteras  de  Castilla 
la  Vieja. 

Su  composición  varía  algún  tanto  en  los  diferentes  puntos 
en  que  hasta  el  dia  se  ha  estudiado  y reconocido.  Así,  por 
ejemplo,  en  Sierra-Carpentana  lo  constituyen  las  pizarras 
cristalinas  y las  cuarcitas  que  hácia  el  este  cubren  al  gneis 
atravesado  por  muchos  filones  de  granito.  En  todos  estos 
materiales  y en  las  calizas  sacaroidéas  que  los  acompañan, 
encontró  Prado  biiobites  ó cruzianas,  plantas  que  en  Francia 
siempre  se  encuentran  en  el  piso  llamado  en  otro  tiempo 
inferior,  y que  puede  ahora  considerarse  como  medio. 

En  la  zona  de  los  montes  de  Toledo,  que  comunica  por 
Extremadura  con  la  de  Sierra-Morena,  este  horizonte  consta 
de  abajo  arriba  de  grandes  bancos  de  pizarras  y samitas  con 
restos  de  caliza  negruzca,  cubiertos  por  masas  considerables 
de  cuarcita,  que  recuerdan  la  arenisca  de  Caradoc  y el  sti- 
perstone  del  oeste  de  Inglaterra.  La  cuarcita,  en  razón  á su 
gran  dureza  y á la  resistencia  que  presenta  á la  acción  de  los 
agentes  exteriores,  es  la  que  constituye  las  cimas  entrecorta- 
das y mas  altas  de  las  montañas,  marcando  de  un  modo  no- 
table la  dirección  de  los  demás  elementos  del  terreno,  que 
es  del  este  al  oeste  ó del  este  10a  ó 15o  norte  al  oeste  10* 
ó 15  sur.  En  esta  zona  se  encuentran  dos  criaderos  impor- 
tantes, á saber:  el  de  la  fosforita  de  Logrosan  y el  del  cina- 
brio de  Almadén,  que  merecen  nos  detengamos  por  un  mo- 
mento en  darlos  á conocer. 


33“ 

El  primero,  ó sea  el  de  Logrosan,  indicado  ya  en  1775  por 
Bowles  en  la  Introducción  á la  Historia  Natural  y á la  Geo- 
grafía de  España,  y descrito  por  primera  vez  por  el  señor 
Naranjo  en  1849,  pertenece,  según  este  geólogo,  Luxan  y 
otros,  al  período  silúrico.  La  naturaleza  y disposición  de  los 
materiales  que  acompañan  á tan  preciosa  sustancia,  se  com- 
prenderá mejor  con  solo  echar  una  ojeada  al  corte  anterior, 
copiado  del  que  ilustra  la  memoria  que  en  1860  publicaron 
en  el  Boletín  de  la  Sociedad  geológica  de  Francia  los  señores 
Naranjo  y Peñuelas  (fig.  76). 

El  yacimiento  de  la  fosforita  ofrece,  según  estos  ingenie- 
ros, todos  los  caracteres  de  un  filón  metamórfico  mas  ó me- 
nos regular,  con  una  dirección  media  sur  40o  oeste  á nor- 
te 40o  este  y una  inclinación  desde  60 J hasta  90  este,  mas 
bien  que  el  de  capas  ó bancos  contemporáneos  de  las  rocas 
que  lo  contienen.  El  criadero  está  en  el  cerro  de  San  Cris- 
tóbal que,  al  parecer,  representa  un  cono  aislado  de  levan- 
tamiento en  el  centro  de  una  llanura  silúrica  de  cinco  á seis 
leguas  de  radio;  su  extensión  es  de  media  legua  de  largo 
desde  el  arroyo  de  Nava-Zarza  hasta  la  vertiente  sur  del 
monte,  junto  á la  capilla  de  la  Virgen  del  Consuelo,  y su 
potencia  desde  0,60  hasta  7 \ El  aspecto  que  ofrece  es  el  de 
una  masa  en  capas  verticales,  empotradas  en  bancos  pode- 
rosos de  pizarras  con  vetas  de  cuarzo  basto.  Algunos  ejem- 
plares ofrecidos  al  Museo  de  Historia  Natural  por  D.  Igna- 
cio Bolívar,  procedemos  de  la  mina  Cármen  de  Cáceres, 
ofrecen  todo  el  aspecto  de  orthoceras.  En  los  Anales  de  la 
Sociedad  Española  se  encontrarán  mas  datos  sobre  este  im- 
portante asunto. 

No  cede  en  interés  científico,  ni  tampoco  industrial,  el 
distrito  de  Almadén  al  que  acabamos  de  reseñar;  la  presen- 
cia en  él  del  cinabrio,  en  cantidad  tan  prodigiosa  que  lo  co- 
loca muy  por  encima  de  todos  los  criaderos  conocidos  en 
el  mundo,  bastaría  para  excitar  la  curiosidad  del  geólogo. 

En  el  distrito  de  Almadén  se  encuentra  el  terreno  silúrico 
acompañado  del  devónico,  del  que  no  siempre  es  fácil  dis- 
tinguirlo, como  queda  ya  indicado,  tanto  por  la  analogía  de 
caractéres  que  ofrecen,  cuanto  por  participar  ambos  á dos 
de  los  mismos  accidentes  estratigráficos,  encontrándose  á 
veces  confundidos  ó mezclados  confusamente.  Sin  embargo, 
Prado  asegura  que  esta  confusión  solo  se  observa  donde  las 
capas  afectan  grandes  dislocaciones,  y en  puntos  circunscri- 
tos; persistiendo  el  silúrico  con  sus  caractéres  propios,  en 
superficies  á veces  muy  extensas.  Almadén,  Valdeazogues, 
Cabeza  del  Buey  y Herrera  del  Duque,  son  las  principales 
localidades  en  las  que  el  devónico  acompaña  al  silúrico  de 
esta  manera  tan  íntima. 

La  constitución  geognóstica  de  este  terreno  consiste  prin- 
cipalmente en  pizarras,  que  representan  el  elemento  domi- 
nante. El  color  de  estas  rocas  suele  ser  en  general  el  negro 
ó gris  pardo,  casi  siempre  moteado  de  rojo  amarillento,  de- 
bido al  hidróxido  de  hierro ; también  á veces  se  ven  las  pi- 
zarras blancas,  en  cuyo  caso  desliéndolas  en  agua,  sustituyen 
á la  cal  y al  yeso  para  el  blanqueo.  Otras  pizarras  son  micá- 
ceas, con  hojuelas  muy  delgadas  de  mica  argentina.  Con 
frecuencia  pierden  su  estructura  característica  y se  convier- 
ten en  terrosas.  Sus  hojas  no  son  rectas  ni  continuas;  vién- 
dose con  frecuencia  hendidas  y agrietadas  en  todos  sentidos 
por  planos  de  crucero  y de  juntura,  en  cuyo  caso  es  en  ex- 
tremo difícil  apreciar  la  verdadera  dirección  de  las  capas. 
Solo  en  Castuera  toma  esta  roca  el  aspecto  de  la  pizarra  de 
tejar,  por  cuya  razón  la  llaman  allí  pizarra  de  librillo.  Todas 
ellas  presentan  con  mucha  frecuencia  en  su  masa  nodulos 
esferoidales  ú ovalados,  unas  veces  piritosos  muy  duros,  al 
menos  en  su  centro,  otras  bastante  deleznables  y huecos  en 
el  interior,  compuestos  de  materia  pizarrosa.  En  Almadén, 


en  el  punto  de  contacto  con  el  cinabrio,  las  pizarras  negras 
contienen  nodulos  de  pirita  de  mas  de  un  pié  de  diámetro, 
cubiertos  con  frecuencia  por  el  cinabrio. 

En  estas  rocas,  y particularmente  en  las  de  color  negro,  se 
encuentra  la  mayor  parte  de  los  fósiles  característicos  del 
piso  en  cuestión,  entre  los  cuales  la  calymene  Tristani  es  tan 
frecuente  que,  según  Prado,  no  falta  nunca  en  las  pizarras 
fosilíferas.  Síguenle  en  el  orden  de  su  importancia  y frecuen- 
cia, el  orthis  testudinaria;  en  impresiones,  el  bellerophon 
bilobatus,  la  calymene  Arago,  la  placoparia  Tourneraini,  el 
trinucleus  Goldfussi  y otros.  La  localidad  mas  rica,  y en  don- 
de este  geólogo  ha  encontrado  la  mayor  parte  de  las  especies 
citadas,  es  el  pueblo  de  Pozuelos,  cerca  del  puente  llamado 
de  las  Ovejas,  á tres  leguas  de  Ciudad  Real;  también  el  Pe- 
ralejo al  norte  de  Guadalmez,  la  Huerta  del  Llano  cerca  de 
Chillón  y otras,  son  dignas  de  estudio  bajo  este  punto  de 
vista. 

Después  de  las  pizarras,  la  cuarcita  es  la  piedra  mas  im- 
portante del  silúrico  en  este  distrito.  Esta  roca  se  presenta 
de  grano  fino  y estructura  compacta,  pasando  con  frecuencia 
á una  especie  de  pudinga  (Grauwacka),  de  pequeñas  chinas, 
tan  intimamente  unidas  entre  sí,  que  es  muy  difícil  separar- 
las. Su  color  generalmente  es  el  blanco,  manchado  á veces 
de  rojo  por  el  peróxido  de  hierro,  sobre  todo  en  las  superfi- 
cies de  estratificación  y en  las  hendiduras  trasversales;  tam- 
bién se  la  ve  atravesada  por  venas  y filones  de  cuarzo.  En 
Puertollano,  Abenojar  y Luciana  y en  Nava  de  Ricomalillo, 
en  donde  suele  contener  oro,  los  cantos  de  la  pudinga  cuar- 
cítica  son  de  mayor  tamaño,  y se  desprenden  con  mas  faci- 
lidad. En  los  puntos  en  que  esta  roca  se  halla  en  contacto 
con  las  pizarras  negras  adquiere  este  mismo  color,  siendo 
muy  difícil  explicar  el  por  qué  en  medio  del  sistema  de  las 
pizarras  negras  se  ve  á tan  corta  distancia  la  cuarcita  ya 
blanca,  ya  del  color  oscuro  de  aquellas.  Esta  roca,  cualquiera 
que  sea  su  coloración,  suele  presentarse  en  capas  de  mucho 
espesor,  formando,  lo  mismo  que  en  los  montes  de  1 oledo, 
la  cima  aguda  y entrecortada  de  las  montañas,  particular- 
mente cuando  afecta  la  disposición  vertical.  En  ella  solo  se 
encuentran,  por  lo  común,  restos  de  fucus  y de  bilobites, 
plantas  ai  parecer  terrestres,  dispuestas  siempre  según  los 
planos  de  estratificación,  jamás  en  sentido  trasversal. 

En  medio  de  la  formación  de  las  pizarras  se  encuentra 
otro  elemento  geognóstico  que,  aunque  de  naturaleza  silícea, 
se  distingue  de  la  cuarcita,  y es  una  arenisca  micácea,  poco 
consistente,  teñida  de  amarillo  por  el  hidróxido  de  hierro. 
En  ella  se  han  encontrado  la  calymene  Tristani,  la  placopa- 
ria Toumemini,  el  bellorophon  bilobatus,  y otros  fósiles  ca- 
racterísticos. Su  estructura  es  compacta,  si  bien  suele  pasar 
insensiblemente  á la  pizarrosa,  conteniendo  en  este  caso  los 
mismos  nodulos  que  las  pizarras. 

La  caliza,  que  Le  Play  dijo  no  existir  en  el  silúrico  de  Al- 
madén, se  encuentra,  según  Prado,  pero  siempre  en  capas 
subordinadas  á las  pizarras.  Su  color  habitual  es  el  gris,  aun- 
que también  suele  presentarse  negra,  como  entre  Valdeazo- 
gues y Fontanosas  y entre  Brazatortas  y Veredas,  donde  está 
literalmente  formada  de  la  calymene  Tristani,  del  belerophon 
bilobatus  y de  otros  fósiles  característicos. 

Prado  cita  además  una  arenisca  de  color  gris  claro  muy 
deleznable,  con  algunas  hojuelas  de  mica,  en  la  cual  parece 
haber  encontrado  junto  á los  cortijos  de  Malagon,  restos  de 
un  ellipsocephallus,  género  característico  de  la  fauna  pri- 
mordial de  Bohemia;  descubrimiento  importante,  y en  el 
cual  se  funda  Barrande  para  admitir  la  existencia  del  piso 
mas  inferior  del  terreno  silúrico  en  este  distrito. 

Además  de  las  mencionadas,  se  encuentra  en  el  territorio 
de  Almadén  una  roca  llamada  por  los  mineros  piedra  frai- 


GEONOMIA 


333 


lesea,  muy  curiosa,  tanto  por  sus  caractéres  y composición, 
cuanto  por  su  yacimiento  y circunstancias  que  la  rodean. 

La  piedra  frailesca  ofrece  el  aspecto  de  una  brecha  de  pe- 
dazos de  pizarra  negra,  unas  veces  sin  cemento  aparente, 
otras  reunidos  por  una  materia  caliza  magnésica  gris,  ó de 
color  claro,  mezclada  con  arena  y pequeños  fragmentos  de 
cuarcita.  También  suele  presentarse  sin  elementos  pizarro- 
sos, y su  masa  entonces  es  de  cuarcita  negra,  sembrada  de 
pequeñas  porciones  de  la  caliza  dolomítica.  En  Almadén,  en 
el  punto  de  contacto  de  las  capas  que  contienen  el  cinabrio, 
la  piedra  frailesca  es  de  cemento  dolomítico,  con  fragmentos 
de  pizarra  negra  muy  delgados  y angulosos,  y á veces  de  2 y 
3 decímetros  de  largo.  La  estructura  en  grande  de  esta  roca, 
aunque  predomine  en  ella  el  elemento  calizo,  es  pizarrosa,  y 
suele  alcanzar  un  espesor  de  50  y mas  metros.  En  la  masa 
de  la  piedra  mencionada  se  suelen  encontrar  algunas  oque- 
dades tapizadas  de  pequeños  romboedros  de  Dolomía,  de 
color  blanco  anacarado.  También  determina  á veces  esta 
roca  la  formación  de  estalactitas,  que  se  presentan  en  el  in- 
terior de  las  galerías,  de  color  blanco  de  nieve,  pero  sin  que 
se  descubra  en  ellas  vestigio  alguno  de  magnesia. 

Por  último,  en  la  mina  de  Almadén,  y en  el  seno  mismo 
de  la  pizarra  negra,  suelen  verse  algunas  capas  aisladas  de 
caliza  magnesífera  blanca,  de  aspecto  sacaroidéo  y homogé- 
neo, afectando  la  forma  de  lentes  de  gran  tamaño,  aunque 
de  corta  extensión.  Otras  veces  se  presenta  este  elemento 
geognóstico  en  pequeñas  vetas  ó filones  en  la  masa  de  la 
piedra  frailesca,  llevando  con  frecuencia  pequeños  cristales 
de  cinabrio.  Prado  dice  haber  visto  los  mismos  cristales  en 
una  caliza  parecida,  si  bien  mas  pura,  en  el  criadero  de  cina- 
brio de  Mieres  (Asturias),  perteneciente  al  terreno  carboní- 
fero. 

La  piedra  frailesca  ha  proporcionado  escasos  vestigios 
orgánicos  en  Chillón,  que  lo  mismo  allí  que  en  Guadalperal 
parecen  afectar  las  facies  del  terreno  devónico.  Sin  embargo, 
en  Almadén,  Prado  la  cree  silúrica,  tanto  por  hallarse  ro- 
deada de  pizarras  de  este  piso,  cuanto  por  ser  diferente  su 
aspecto  de  la  devónica,  y mas  particularmente  por  haber 
encontrado  en  su  masa  bilobites,  fósiles  propios  de  este  ter- 
reno. 

También  ha  hecho  el  citado  geólogo  la  observación  de 
que  esta  roca  jamás  se  encuentra  en  la  cuarcita,  y que  falta 
en  ella  el  elemento  feldespático,  circunstancia  que  la  asemeja 
mucho  á la  grauwacka  del  Hartz. 

Los  materiales  devónicos  y silúricos  de  Sierra-Morena,  y 
particularmente  los  del  distrito  de  Almadén,  han  experimen- 
tado la  acción  de  varias  rocas  ígneas,  entre  las  cuales  deben 
mencionarse  algunas  variedades  de  granito,  varios  pórfidos 
verdes  y negros  ó melafidos,  y las  leucostistas  ó pórfidos  tra- 
quiticos,  muy  curiosos.  La  aparición  en  diferentes  épocas  de 
todas  estas  masas  eruptivas,  no  solo  ha  determinado  la  dis- 
locación, el  quebrantamiento  y el  metamorfismo  de  todos 
los  estratos,  sino  que  indudablemente  ha  contribuido  tam- 
bién á la  formación  del  curioso  y por  demás  importante 
criadero  de  cinabrio.  Entre  estos  efectos  notables  que  reve- 
lan las  rocas,  es  digno  de  mencionarse  el  replegamiento  y la 
ondulación  de  las  capas  que  un  dia  se  depositaron  horizon- 
talmente en  el  fondo  del  mar,  y hoy  se  repiten  con  las  for- 
mas mas  caprichosas. 

Respecto  á la  naturaleza  de  criadero  del  mercurio,  me 
limitaré  por  ahora  á manifestar,  con  Prado,  que  no  debe,  en 
general,  considerarse  como  verdadero  filón,  á no  ser  en  pun- 
tos muy  circunscritos;  y que  la  gran  masa  de  cinabrio  ha 
penetrado  en  las  rocas,  particularmente  la  cuarcita,  siguiendo 
la  dirección  de  sus  capas,  nunca  en  sentido  trasversal.  En 
muchos  de  estos  materiales  parece  que  hubo  sustitución  de 


parte  de  sus  elementos  componentes  por  el  mercurio  que  los 
desalojó  al  tiempo  de  penetrarlos;  pudiendo  citar  en  confir- 
mación, que  cuando  esta  operación  se  verificó  en  las  pizar- 
ras, el  metal  adquirió  la  estructura  y hasta  el  color  oscuro 
que  las  distingue;  al  paso  que  en  la  cuarcita  se  presenta  de 
color  mas  claro  y en  masa  ó de  estructura  maciza. 

Prado  asegura  que  en  el  cinabrio  se  encuentra  en  ambos 
terrenos,  devónico  y silúrico,  si  bien  es  mas  abundante  en 
este  que  en  aquel.  Sin  embargo,  la  salida  de  este  metal  es 
posterior  á la  consolidación  de  sus  materiales;  debiendo,  tal 
vez,  referirla  á períodos  diferentes  y mas  ó menos  íntima- 
mente enlazada  con  la  erupción  de  las  diversas  rocas  erupti- 
vas que  dislocaron  dichos  terrenos. 

Los  fósiles  que  mas  comunmente  se  encuentran  en  este 
horizonte  en  la  indicada  comarca,  son  los  que  hemos  men- 
cionado mas  arriba,  y además  el  Asaphs  nobilis;  la  Dalmania 
Philipsi  y D.  socialis;  el  trinucleus  Goldfussi;  el  cyrtocerati- 
tes  Luxani,  y otros. 

Las  capas  silúricas  de  Sierra-Morena  se  han  reconocido 
en  dirección  este  oeste  desde  Santa  Cruz  de  Múdela  hasta 
Cabeza  de  Buey  y Castuera,  en  una  extensión  de  170  kiló- 
metros; siendo  muy  probable,  según  Verneuil,  que  se  pro- 
longuen hasta  el  Cabo  de  San  Vicente.  En  la  última  excur- 
sión que  este  geólogo  hizo  por  nuestro  suelo,  parece  haber 
hallado  en  la  extremidad  oriental  de  esta  cordillera,  entre 
Genave  y Albaladejo,  en  el  rio  Guadarmena,  la  continuación 
de  este  horizonte  geológico,  representado  por  pizarras  y 
cuarcitas  con  la  calymene  Tristani. 

En  las  fronteras  de  Aragón  y Castilla  también  se  presenta 
este  terreno  en  pequeños  manchones,  representado  por  pizar- 
ras negruzcas  con  graptolites  y cuarcita  negra  y gris.  Consti- 
tuye los  cerros  de  Nuestra  Señora  y de  San  Cristóbal,  cerca 
de  Orihuela  del  Tremedal,  y se  repite  con  accidentes  pare- 
cidos en  Garaballa  en  el  Collado  de  la  Plata,  entre  Libros  y 
Albarracin,  cerca  de  Jea  y Torres,  en  Checa,  Horea  Mon- 
terde,  Montalban  y otros  puntos  (1).  En  Molina  de  Aragón, 
y cerca  de  Prados,  vuelve  á presentarse,  compuesto  de  ma- 
teriales análogos,  caracterizados  por  las  calymene  Tristani  y 
Arago,  la  placoparia  Tournemini,  y otras  especies  idénticas 
á las  de  Sierra-Morena. 

Las  pizarras  silúricas  aparecen  de  nuevo  mas  arriba  en 
capas  muy  inclinadas  en  los  baños  de  Alhatna  de  Aragón, 
enlazadas,  sin  duda,  con  las  del  eje  de  la  cordillera  de  Bur- 
gos y el  Moncayo.  Cerca  de  Camprodon  (Cataluña)  también 
se  ha  observado  este  terreno,  pues  en  sus  pizarras  negras 
encontró  Loriere  bastantes  graptolites,  fósiles  característicos. 

En  cuanto  á la  otra  gran  región  del  terreno  silúrico,  ó sea 
la  cordillera  Cantábrica  y las  limítrofes  provincias  de  León 
y Palencia,  también  se  halla  muy  desarrollado,  constituido 
por  las  pizarras  y cuarcitas  del  piso  medio,  análogas  á las  de 
Sierra- Morena,  y por  areniscas  ferruginosas  en  Sabero,  con 
muchos  fósiles  característicos. 

Según  Verneuil,  el  piso  superior,  ó sean  las  formaciones 
de  Ludlow  y Wenlock,  no  se  encuentran  en  la  Península,  ó 
por  lo  menos  es  dudosa  su  existencia,  pues  los  únicos  datos 
paleontológicos  que  ha  encontrado  en  Sierra-Morena,  en 
Ogassa,  cerca  de  San  Juan  de  las  Abadesas  y en  otros  pun- 
tos, que  pudieran  hacer  sospechar  su  presencia,  son  la  car- 
diola  interrupta,  algunos  graptolites  y el  orthoceras  bohemi- 
cum,  y como  quiera  que  entre  estos  fósiles,  el  primero  se 
encuentra  también  en  Inglaterra  y Bohemia  en  el  silúrico 
inferior,  es  racional  la  duda  que  asalta  al  mencionado  geó- 
logo. Estas  especies  se  encuentran  en  Sierra- Morena  en 


( 1)  Véase,  para  mayores  detalles,  mi  Memoria  geognóstico-agricola 
sobre  la  provincia  de  Teruel. 


GEOLOGIA 


lechos  delgados  de  pizarras  negras  algo  bituminosas,  con 
concreciones  calizas  esferoidales,  análogas  á las  de  la  base 
del  piso  superior  de  Bohemia.  Este  horizonte  se  halla  en 
Ogasa,  representado  por  los  mismos  elementos  geognósticos, 
cubiertos  por  pizarras  que  contienen  varios  bancos  de  com- 
bustible y muchas  impresiones  de  heléchos  del  período  car- 
bonífero. También,  según  Yerneuil,  puede  referirse  al  mis- 
mo, la  faja  de  caliza  silícea  atravesada  por  numerosos  filones 
de  granito,  que  aparece  en  varios  puntos  desde  Gerona  y 
Calella  hasta  Barcelona,  cerca  de  cuya  ciudad  encontró  Prats 
algunas  orthoceras. 

Aunque  en  rigor  no  esté  demostrada  la  existencia  en  la 
Península  de  las  formaciones  mas  superiores  del  silúrico,  sin 
embargo,  puede  asegurarse  que  estos  materiales  representan 
entre  nosotros  la  parte  culminante  del  terreno  en  cuestión; 
por  cuyo  motivo  figuran  en  el  cuadro  de  clasificación  de 
terrenos,  como  equivalentes  de  los  pisos  Wenlock  y Ludlow. 

El  terreno  silúrico  comunica  á las  comarcas  formas  muy 
diversas,  según  los  materiales  que  en  él  dominan;  así  es  que 
cuando  son  las  pizarras  talcoSas  ó micáceas  y aun  el  gneis 
los  que  adquieren  mas  desarrollo,  no  produce  montañas  muy 
elevadas:  sus  formas  son  redondas  y terminan  por  mesetas 
muy  á propósito  para  el  cultivo  de  la  vid,  cuando  el  clima 
lo  requiere,  según  hace  notar  el  Sr.  Rojas  Clemente  en  su 
«Ensayo  sobre  las  \ariedadcs  de  la  vid  comun;j^  también  se 
producen  muy  buenos  pastos  en  estas  mesetas,  como  de  ello 
nos  da  un  buen  ejemplo  la  Serena  (Extremadura).  Por  el 
contrario,  las  cuarcitas  y areniscas  constituyen  montañas 
bastante  altas,  ásperas,  de  contornos  caprichosos  y entrecor- 
tados y de  grandes  escarpes,  imprimiendo  al  país  el  sello  de 
pobreza  vegetal. 

Este  terreno  puede  considerarse  como  el  mas  rico  entre 
los  de  sedimento,  bajo  el  punto  de  vista  industrial,  explo- 
tándose en  él  el  cinabrio,  el  oro,  la  galena  argentífera,  el  zinc, 
el  cobre,  el  estaño  y otros  metales  y algunas  piedras  precio- 
sas. Entre  los  materiales  pétreos  las  areniscas,  los  conglome- 
rados silíceos,  las  calizas  y las  rocas  plutómcas  que  se  en- 
cuentran en  él  en  abundancia,  pueden  destinarse  á los  usos 
indicados  ya  en  terrenos  anteriores.  Muchas  pizarras  sirven 
para  tejar  y para  pavimentar,  etc. 

En  cambio  de  esta  riqueza  industrial,  el  terreno  silúrico 
suministra  pocos  materiales  á la  agricultura,  siendo  en  gene- 
ral pobre  la  vegetación  en  las  comarcas  en  que  abunda  este 
terreno.  Sin  embargo,  en  España  puede  decirse  que  por  ex- 
cepción ofrece  una  gran  riqueza  en  el  criadero  de  fosfato  de 
cal  de  Logrosan  (Extremadura),  cuya  explotación  va  cre- 
ciendo de  dia  en  dia  de  un  modo  fabuloso.  Algunos  opinan, 
en  cuanto  al  uso  que  pueda  hacerse  de  esta  sustancia,  que 
debe  darse  como  alimento  á las  bestias  y en  especial  á los 
bueyes,  ejerciendo  en  su  organismo,  según  Elie  de  Beau 
mont  y Mige-Couries,  la  misma  influencia  que  sobre  las 
plantas. 

segundo. — Terreno  devónico 

SINONIMIA.  Arenisca  roja  antiguad  grupo  devónico, 
Lyell.— Grupo  de  la  arenisca  roja  antigua,  Delabeche.—  Old- 
red-sandstone,  del  mismo  y de  otros  ingleses.—  Piso  de  are- 
nisca purpúrea,  Cordier.— Formación  paleosamerítica  Huot 
— Grauwackgebirge,  de  los  alemanes .—  Sistema  devónico, 
Murchison  y Sedgwik. — Devonian  grup,  Morris. Piso  se- 

gundo, devónico,  D'Orbigny,  etc. 

Historia  de  este  terreno.— El  terreno  de 
que  vamos  á tratar,  confundido  hasta  estos  últimos  tiempos 
con  el  período  carbonífero  por  una  parte,  y con  el  silúrico 
por  otra,  bajo  las  denominaciones  vagas  de  terreno  de  la 


grauwacka  y de  la  arenisca  roja  antigua,  fué  separado  y des- 
lindado perfectamente  en  1839  por  los  geólogos  ingleses 
Murchison  y Sedgwick,  dándole  el  nombre  que  lleva  por 
ser  la  parte  meridional  del  condado  de  Devon  (Inglaterra) 
la  región  en  que  ofrece  mayor  riqueza  en  restos  orgánicos 
característicos.  Esta  separación  fué  después  confirmada  por 
la  bella  teoría  de  los  levantamientos,  habiendo  demostrado 
el  Sr.  E.  de  Beaumont  que  entre  el  terreno  silúrico  y el  car- 
bonífero aparecieron  los  sistemas  del  Morbihan  y de  West- 
moreland,  que  circunscriben  perfectamente  una  serie  de  es- 
tratos con  fósiles  peculiares,  aunque  conservando  algunos  el 
carácter  del  terreno  anterior,  que  son  los  representantes  del 
old-red-sandstone.  Posteriormente  el  Sr.  Dumont,  en  la  ex- 
plicación del  mapa  geológico  de  Bélgica,  creyó  oportuno 
separar  la  parte  inferior  del  devónico,  y elevarla  al  rango  de 
terreno  independiente,  aplicándole  el  adjetivo  rhínico  ó del 
Rhin,  desmembración  no  por  todos  admitida. 

Definición  y carácter  mineralógico.— 
El  terreno  devónico  es  el  conjunto  de  capas  de  areniscas 
rojas,  oíd  red-sandstone,  y de  conglomerados  silíceos  grau- 
wacka, alternando  con  otras  de  pizarras,  areniscas  algo  abi- 
garradas y de  caliza,  ofreciendo  entre  sus  estratos,  como 
materia  subordinada,  la  antracita,  por  cuya  razón  el  Sr.  Oma- 
lius  lo  llamó  al  principio  parte  antraxífera  del  grupo  bitumi- 
nífero,  considerándolo  como  la  base  del  de  la  ulla. 

Carácter  ESTRATIGrAfico.— El  levantamiento 
del  Westmoreland  lo  aísla,  sin  embargo,  del  indicado  terre- 
no, al  que  sirve  de  base  en  estratificación  discordante;  así 
como  el  del  Morbihan  lo  separa  del  silúrico  por  su  parte 
inferior.  Conste,  no  obstante,  que  esto  se  dice  así  de  un 
modo  general,  pues  con  frecuencia  es  en  extremo  difícil 
separar  las  rocas  devónicas  de  las  silúricas,  como  sucede, 
según  Prado,  en  los  alrededores  de  Almadén,  donde,  si  lle- 
gan á faltar  los  fósiles,  casi  es  imposible  establecer  la  línea 
de  separación  entre  unas  y otras.  Este  distinguido  geólogo 
dice  también  que  en  general  puede  asegurarse,  al  menos  en 
dicha  comarca,  que  toda  gran  masa  de  pizarras  es  silúrica, 
así  como  las  rocas  muy  cargadas  de  hierro,  pertenecen  al 
terreno  devónico. 

No  se  crea,  sin  embargo,  que  la  composición  de  este  ter- 
reno es  siempre  idéntica;  á veces  predominan  las  areniscas 
y los  conglomerados  y le  imprimen  un  carácter  distinto  y 
condiciones  agronómicas  diferentes;  otras,  adquieren  mayor 
importancia  las  arcillas  pizarrosas  y las  calizas,  haciéndole 
variar  completamente  de  aspecto. 

CARÁCTER  PALEONTOLÓGICO. — La  primera  apa- 
rición de  los  reptiles  junto  con  gran  número  de  braquiópo- 
dos,  pertenecientes  á los  géneros  Spirifer , Productus,  Atry - 
M y Terehratula;  de  cefalópodos,  tales  como  Clymcnia;  el 
gran  desarrollo  de  los  equinodermos  pediculados  llamados 
crinoideos,  de  cuyo  grupo  zoológico  solo  existen  en  el  mun- 
do actual  dos  representantes  en  el  Atlántico;  la  presencia  de 
muchas  especies  de  trilobites,  aunque  diferentes  todas  de  las 
anteriores;  peces  de  extraña  organización  y aspecto,  como 
puede  verse  en  las  figuras  77  y 78:  muchos  zoófitos  forman- 
do arrecifes,  y por  último,  una  vegetación  propia  y distinta 
de  la  del  terreno  silúrico,  y del  inmediato  posterior  ó carbo- 
nífero; tal  es  en  breves  palabras  la  representación  de  la  vida 
durante  este  periodo  de  la  historia  terrestre. 

ESPESOR. — Según  el  Sr.  Murchison,  este  terreno  alcan- 
za en  Inglaterra  mas  de  3,000  metros  de  desarrollo  vertical; 
circunstancia  que  por  sí  sola  basta  para  conceptuar  el  inmen- 
so espacio  de  tiempo  que  supone  la  formación  de  todos  sus 
materiales. 

División. — Aunque  no  aparece  ningún  sistema  de 
levantamiento  entre  el  de  Morbihan  y Westmoreland,  sin 


GEONOMIA 


embargo,  generalmente  hablando,  el  terreno  devónico  se 
divide  en  tres  pisos:  superior,  medio  é inferior,  conocidos 
también  con  los  nombres  de  arenisca  blanca  de  Elgin  (Ingla- 
terra, condado  de  Moray);  caliza  del  Eifel  con  strygocepha- 
lus  y calceola  Schiefer  (pizarras  de  calceolas),  que  represen- 


335 

tan  el  medio;  y arenisca  roja  antigua,  gramvacka  de  Kcemer, 
ó arenisca  de  Spirifers  de  Sandberger,  que  terminan  por 
abajo  la  serie  devónica.  Estos  horizontes  se  hallan  perfecta- 
mente representados  en  Llama,  Colle  y Sabero  por  materia- 
les algún  tanto  diferentes  de  los  de  Inglaterra  y Alemania, 


Fig.  78.— Peces  del  período  devónico.— 1 Coccosteu-,;  2 Pterychtys;  3 Cepha1ap>is 


Fig,  80. — Productus  Martini  Fig.  81 — Spirifer  trigonalis  Fig.  82. — Spirifer  g]aber 


Fig-  77— Plantas  del  período  devónico.— 1 Fucos;  2 Zostera;  3 Psilophvton 


Fig-  79- — Lepidodendron  Sternhergii 


Dpero  con  fósiles  característicos  de  este  terreno  y que  estable- 
cen su  verdadera  contemporaneidad.  (Véase  el  Cuadro  ge- 
neral de  terrenos.) 

Al  sur  de  los  montes  Grampianos,  en  los  condados  de 
Forfar,  Kincardine  y Fife,  puede  considerarse  dividido  el 
devónico  en  tres  zonas,  á saber:  primera,  de  arenisca  amari- 
lla atravesada  por  otras  en  forma  de  fajas  de  color  blanco; 
segunda,  de  pizarras  rojas,  areniscas  con  cornstone  y un 
conglomerado  en  la  base;  y tercera,  de  arenisca  tegular  ó 
pizarrosa  y arenisca  dura,  consistente,  aunque  bastante  mi- 


cácea, conteniendo  una  pequeña  cantidad  de  carbonato  de 
cal;  esta  piedra  se  destina  al  empedrado.  En  la  región  supe- 
rior aparecen  muchos  peces  de  los  géneros  Pterichthys , Pam- 
phractiis , Glyptopomus , Holopiychius,  y otros. 

El  terreno  devónico  del  imperio  ruso  ofrece  un  hecho 
singular,  según  Lyell  y Murchison,  y es:  que  en  los  horizon- 
tes en  que  predominan  las  areniscas,  estas  contienen  muchos 
peces  idénticos  á los  de  Inglaterra,  característicos  del  piso 
de  la  arenisca  roja  antigua,  propiamente  dicha;  al  paso  que 
en  los  bancos  calizos  predominan  las  conchas  semejantes  á 


GEOLOGIA 


336 


las  del  Devonshire.  Esta  circunstancia  confirma  el  origen 
contemporáneo  de  este  terreno  en  ambas  regiones,  á pesar 
de  la  distancia  que  las  separa. 

Extensión  y distribución  geográfica. — 
Este  terreno,  reconocido  primero  en  los  condados  de  De- 
von  y Cornwall,  ocupa  en  la  Gran  Bretaña  una  extensión 
considerable,  formando  fajas  6 zonas  relacionadas  con  el 
terreno  carbonífero.  Después  de  asignarle  el  lugar  que  le 
correspondía  en  la  serie,  el  mismo  Murchison  lo  reconoció 
en  Rusia,  donde  ocupa  vastas  regiones.  También  se  halla  en 
la  orilla  derecha  del  Rhin,  en  el  Eifel,  en  otros  puntos  de 
Prusia  y en  Bélgica  está  muy  desarrollado,  comunicándose 


los  depósitos  de  este  último  reino  con  los  del  Paso  de  Calais, 
y de  un  modo  directo,  aunque  menos  aparente,  con  los  de  la 
Bretaña  y Vendée. 


DEVÓNICO  español. — En  la  Península  este  terreno 
forma  dos  zonas,  que  corren  casi  paralelas  de  nordeste  al 
sudoeste:  la  una  se  halla  al  sur,  ocupa  gran  parte  de  Sierra- 
Morena,  confundiéndose  á menudo  sus  estratos  con  los  del 
silúrico,  como  en  Almadén,  donde  se  presentan  quebranta- 
dos y dislocados  de  mil  modos  por  las  numerosas  erupciones 
metalíferas  y pétreas  que  han  ocurrido  en  dicha  cordillera. 
La  composición  del  devónico  en  esta  región  se  halla  presen- 
tada, según  Prado,  por  un  escaso  número  de  estratos  de 
pizarras  subordinadas  á las  areniscas,  que,  al  parecer,  son 
las  rocas  dominantes,  y en  las  que  se  encuentran  los  fósiles 
mas  característicos.  Las  pizarras,  que  nunca  adquieren  gran 
desarrollo,  se  presentan  de  color  gris,  amarillento,  verdoso  ó 
rojizo,  y hasta  negro,  como  se  observa  en  Guadalperal.  Su 
consistencia  es  escasa  y de  aspecto  con  frecuencia  térreo. 
Las  areniscas,  que  aunque  no  tan  duras  como  las  del  terreno 
silúrico,  son  mas  consistentes  que  las  pizarras,  se  presentan 
de  color  blanco,  gris  amarillento,  á veces  también  rojas, 
jamás  negras.  En  general  las  rocas  devónicas  de  Almadén 
son  menos  ferruginosas  que  las  de  la  cordillera  cantábrica, 
si  bien  predomina  mas  el  hierro  en  ellas  que  en  los  materia- 
les del  silúrico.  Los  fósiles  mas  característicos  del  devónico 
en  esta  región,  de  los  que  á veces  se  halla  cuajada  la  roca, 
son  los  siguientes:  Terebratula  undata,  T.  reticularis,  T.  Ma- 


riana, Spirifer  Bouchardi,  Sp.  subspeciosus,  Sp.  Archiaci, 
Sp.  Verneuili,  Productus  subaculeatus,  Leptaena  Dutertrei, 

L.  Murchisoni,  Orthoceratites  vermicularis,  Dalmanites  su- 
blaciniata,  Phacops  latifrons,  Homolonotus  Pradoanus  y 
otros  muchos  que  se  encuentran  en  Guadalperal,  Guadal- 
mez  y Chillón,  localidades  muy  ricas. 

La  zona  del  norte  ocupa  gran  parte  de  las  montañas  de 
Asturias  y sus  ramales,  en  la  provincia  de  León.  El  arrecife, 
que  conduce  desde  esta  capital  á Oviedo  ofrece  hasta  el  pié 
del  puerto  de  Pajares  toda  la  serie  de  rocas  de  dicho  terre- 
no, compuesta  en  la  base  de  grandes  bancos  de  areniscas  y 
conglomerados  rojos,  tan  impregnados  de  hierro,  que  forman 
el  objeto  de  ricas  explotaciones,  sobre  todo  en  Mieres  y 
Sabero:  encima  se  encuentran  muchos  bancos  de  pizarras 
arcillosas,  con  el  cardium  palntalum , coronadas  por  gruesos 
estratos  de  caliza,  que  con  sus  variados  accidentes  dan  un 
aspecto  extraño  y pintoresco  á aquellas  montañas.  Esta  re- 
gión se  extiende  hasta  los  Pirineos,  aunque  no  de  un  modo 
continuo. 

Los  fósiles  de  esta  zona  son  casi  los  mismos  que  los  de 
Sierra- Morena,  pertenecientes  en  su  mayor  parte  á la  base 
del  terreno,  debiendo  citar  como  localidades  famosas  las  de 
Colle  y Sabero  (León),  Ferroñes  y Avilés  (Asturias).  En 
Puentealba  y Burdongo  se  encuentran  además  bancos  de 
caliza  roja  llena,  al  parecer,  de  goniatites  y orthoceratites, 
característicos  del  piso  superior. 

También  el  terreno  devónico  se  halla  bastante  desarrolla- 
do en  Hinarejos  (Cuenca)  alrededor  del  depósito  de  carbón, 
siendo  notables  los  puntos  de  Castellano  y el  Cerro  del 
Hierro;  denominación  que  nos  da  á entender  que  también 
allí  como  en  Asturias,  se  ve  este  terreno  favorecido  por  la 
presencia  de  tan  precioso  mineral. 

De  lo  dicho  se  deduce  que  el  terreno  devónico  ocupa  en 
la  Península  gran  parte  de  su  superficie,  contribuyendo  muy 
directamente  á determinar  los  accidentes  geográficos  que  la 
caracterizan. 

MATERIALES  ÚTILES. — Las  principales  materias  que 
suministra  este  terreno  son:  la  antracita,  el  hierro,  el  cobre 
y otros  metales;  las  calizas  como  mármoles  y para  la  cons 
truccion;  las  pizarras  para  embaldosar  y cubrir  los  edificios, 
y las  areniscas  y conglomerados,  como  materiales  útiles  para 
el  empedrado  y otros  usos. 

tercero.  — Terreno  carbonífero 

SINONIMIA. — Terreno  de  ulla  y antraxífero,  Omalius. 
— Terreno  izemínico-abísico  de  la  ulla,  Brongniart. — Coal- 
measures  y carboniferous  limestone  de  los  autores  ingleses, 
Montain-limestone,  Philipps. — Stein-kohlengebirge,  kohlen- 
sandstein  de  los  alemanes. — Suelo  secundario,  Boué.— Gru- 
po carbonífero,  Delabeche. — Caliza  de  transición  en  parte, 
de  algunos  alemanes. — Tercer  piso,  carbonífero,  D'Orbigny. 

HISTORIA. — El  terreno  en  cuya  descripción  vamos  á 
ocuparnos,  uno  de  los  mas  importantes  de  la  serie  bajo  el 
punto  de  vista  industrial  por  las  cantidades  considerables  de 
combustible  que  suministra,  se  hallaba  confundido  hasta 
hace  poco  con  el  terreno  pérmico  y con  otros  mas  inferiores, 
conocidos  en  Inglaterra  con  el  nombre  vago  de  arenisca 
roja  antigua,  oíd  red  sandslone.  Los  Sres.  Sedgwick  y Mur- 
chison lo  deslindaron  separándolo  del  terreno  devónico, 
sobre  el  que  descansa,  y del  pérmico  al  que  sirve  de  base,  y 
asignándole  su  verdadera  posición  y caractéres  propios. 

Definición  y carácter  mineralógico. — 
Desde  esta  época  se  da  el  nombre  de  terreno  carbonífero  al 
conjunto  de  capas  areniscas,  arcillas  pizarrosas,  pizarras  silí- 
ceas y micáceas  (samita),  con  bancos  de  pudingas  y calizas, 


GEONOMIA 


fétidas  por  lo  común,  de  colores  oscuros;  todo  esto  alternando 
á su  vez  con  bancos  de  diferente  espesor  de  carbón  de  pie- 
dra, y como  elementos  subordinados,  nodulos,  y á veces 
masas  de  hierro  carbonatado  y de  otros  minerales,  objeto  con 
frecuencia  de  ricas  explotaciones. 

Carácter  estratigráfico.—  El  sistema  del 
norte  de  Inglaterra  separa  perfectamente  este  terreno  por 
arriba  de  la  parte  inferior  del  pérmico  en  estratificación  dis- 
cordante; por  abajo  el  del  Westmoreland  lo  aísla  del  devó- 
nico, con  las  mismas  condiciones  estratigráficas. 

A pesar  de  la  exactitud  con  que  hoy  puede  asignarse  el 
lugar  que  ocupa  en  la  serie  este  terreno,  gracias  á las  dislo- 
caciones producidas  por  la  aparición  de  los  sistemas  indica- 
dos, su  posición  suele  hallarse  completamente  invertida, 
estando  unas  veces  sobre  el  jurásico  y terciario  inferior,  como 
sucede  en  la  Tarantesia  (Saboya);  otras  encima  del  cretáceo 
en  capas  casi  en  estado  normal,  como  se  ve  en  las  provincias 
de  León  y Palencia,  y en  especial  en  la  última,  entre  Guardo 
y Muñeca,  según  el  Sr.  Prado.  En  estos  casos  la  calidad  del 
combustible,  y muy  particularmente  el  carácter  de  los  fósiles 
que  encierran  sus  capas,  son  los  únicos  datos  para  determinar 
el  verdadero  horizonte  que  este  terreno  debe  ocupar  en  la 
serie. 

DISPOSICION  Y ACCIDENTES  DEL  CARBONÍ- 
FERO.— Los  depósitos  carboníferos,  respecto  á su  disposi- 
ción ó al  modo  de  presentarse,  deben  distinguirse,  según 
Coquand,  en  dos  clases,  variando  en  cada  una  de  un  modo 
esencial  las  condiciones  que  los  caracterizan. 

Con  efecto,  los  unos  forman  cuencas  circunscritas  y pue- 
den considerarse  como  depósitos  lacustres  análogos  á los  de 
las  turberas.  El  carácter  que  los  distingue  mejor  es  la  presen- 
cia casi  constante  en  su  base,  de  una  masa  de  pudingas  de 
elementos  de  gran  tamaño,  procedentes  de  las  rocas  que  los 
rodean ; de  donde  es  fácil  deducir  que  estos  terrenos  deben 
su  existencia  á causas  locales.  Los  criaderos  de  carbón  mi- 
neral de  Saint-Etienne,  del  Aveyron  y de  Epinac,  en  Fran- 
cia, son  buenos  ejemplos  de  esta  clase  de  depósitos  locales, 
á los  que  probablemente  corresponden  en  la  Península  los 
de  Hinarejos  y de  Belmez  y Espiel. 

La  segunda  sección  comprende  los  depósitos  formados  en 
el  seno  de  las  aguas  del  mar,  participando  en  consecuencia 
de  su  extensión  y de  los  caractéres  propios  de  los  terrenos 
de  acarreo.  Sirviéndoles  generalmente  de  límites  los  terrenos 
paleozoicos  mas  antiguos,  se  presentan  en  forma  de  zonas  ó 
grandes  fajas  en  contraposición  á los  anteriores.  Las  pudin- 
gas ó conglomerados,  que  también,  por  regla  general,  suelen 
formar  su  base,  constan  de  materiales  de  escaso  tamaño,  son 
de  naturaleza  esencialmente  silícea  y de  procedencia  lejana. 
Las  cuencas  del  norte  de  Francia,  las  de  Bélgica,  y particu- 
larmente las  de  Inglaterra,  pertenecen  á esta  segunda  cate- 
goría, á la  que  pueden  igualmente  referirse  las  de  Palencia, 
León  y Asturias. 

Así  los  depósitos  locales  de  naturaleza  mas  ó menos  esen- 
cialmente lacustre,  como  los  generales  y marinos,  han  sufri- 
do, en  general,  la  acción  de  erupciones  porfídicas,  graníticas 
ó de  otras  rocas  ígneas,  las  cuales  con  su  aparición  determi- 
naron uno  de  los  caractéres  mas  distintivos  de  este  terreno, 
á saber:  la  dislocación  de  sus  estratos  que  se  presentan  con 
frecuencia  formando  ondulaciones  ó SS  muy  curiosas.  Como 
ejemplos  notables  de  este  rasgo  característico  del  terreno 
carbonífero,  pueden  citarse  los  representados  en  las  figuras 
40,  41  y 42. 

Esta  especie  de  repulsión  lateral  simple  ó doble,  que  ex- 
perimentaron las  capas  del  terreno  carbonífero,  determinó 
el  estrechamiento  de  sus  materiales  en  escala  á veces  enor- 
me. Burat  estima  en  8,000  metros  el  de  la  cuenca  del  Sao- 
Tomo  IX 


337 

na  y Loira  y en  15,000  metros  el  del  norte  de  Francia  y 
Bélgica. 

Otro  de  los  efectos  notables  de  estas  erupciones,  muy 
dignos  de  tenerse  en  cuenta  en  la  explotación  de  este  com- 
bustible, es  el  de  los  saltos,  fallas,  grandes  hendiduras  ó res- 
balamientos que  experimentaron  todos  los  estratos,  incluso 
los  del  carbón. 

ORÍGEN  DE  LA  ULLA.  — Para  evitar  repeticiones 
inútiles,  léase  la  pag.  300. 

CARÁCTER  PALEONTOLÓGICO.  — Un  hecho  nota- 
ble ofrece  la  naturaleza  y distribución  de  los  fósiles  caracte- 
rísticos en  este  terreno,  á saber:  el  hallarse  casi  toda  la  fauna 
limitada  al  horizonte  inferior  y medio,  mientras  que  la  flora 
puede  decirse  peculiar  al  superior,  observándose  también 
algunas  plantas  en  el  medio.  Aquella  se  halla  principalmente 
representada  por  un  extraordinario  número  de  crinoideos,  ó 
sean  equinodermos  pediculados,  por  muchos  moluscos  de 
todos  los  grupos,  algunos  insectos,  peces,  que  suelen  encon- 
trarse en  el  interior  de  los  nodulos  de  hierro  y también  rep- 
tiles, entre  los  cuales  figuran,  el  apateon  pedestris , afine  á las 
salamandras,  y tres  especies  de  archegosaurus , descritos  por 
Goldfuss,  procedentes  del  interior  de  las  masas  de  hierro 
carbonatado  de  las  minas  de  Saarbruck  y de  otras  varias. 
(Véanse  las  figs.  79,  80,  81,  82,  83  y 84). 

ESPESOR.— El  terreno  carbonífero  llega  á alcanzaren 
algunos  puntos  3 y hasta  4,000  metros  de  espesor,  como 
sucede  según  el  Sr.  Verneuil  en  el  distrito  de  Asturias,  don- 
de las  capas  de  combustible  repiten  hasta  setenta  ú ochenta 
veces. 

DIVISION. — Los  levantamientos  del  Forez  y de  los 
Vosgos  interrumpieron  la  formación  de  este  terreno,  sepa- 
rándolo en  tres  pisos,  superior,  medio  é inferior,  división  que 
concuerda  admirablemente  con  la  establecida  en  época  ante- 
rior en  Inglaterra,  país  clásico  de  este  período  geológico.  El 
señor  Griffith  admite  las  divisiones  siguientes  en  su  mapa  de 
Irlanda. 


Pisos. 


I Sunerior  í De  la  ulla  (coal  measu 
superior..  | ^ medida  de  carbon 

) Medio.  . Millston-grit.  . . . 

í Caliza  de  montaña.  . 

Inferior.  . Pizarra  carbonífera.  . 

! Arenisca.  . . ...  *' 


Espesor  en  metros 


305 
1 r5 
365 

255 

120 


á 670 

á 55° 
á 1,950 

á 365 

á 610 


Formando  la  base  del  terreno  carbonífero  se  halla  un  in- 
menso depósito  de  caliza  negruzca  ó azulada,  que  se  llama 
carbonífera  ó de  montaña  por  su  posición,  y también  mármol 
encrinítico,  por  la  abundancia  de  restos  fósiles,  y en  especial 
de  encrinites,  que  se  encuentran  como  empotrados  en  su 
masa.  Esta  caliza  forma  bancos  poderosos,  aislada  por  arriba 
por  el  sistema  de  los  Vosgos,  y descansando  por  abajo  sobre 
el  terreno  devónico  en  estratificación  discordante,  determi- 
nada por  la  aparición  del  sistema  de  Westmoreland. 

Este  piso  suele  presentar  alguna  capa  de  ulla,  generalmen- 
te seca  y con  mas  frecuencia  antracitosa,  en  la  parte  supe- 
rior y en  la  inferior,  donde  alterna  con  estratos  de  pizarras, 
areniscas  rojas  y arcillas. 

Hállanse  en  él  como  materias  subordinadas  muchos  betu- 
nes, entre  los  cuales  debe  mencionarse  el  que  por  sus  propie- 
dades se  ha  llamado  goma  elástica  fósil:  también  se  ven  el 
espato  flúor,  el  yeso,  el  aragonito,  la  baritina,  la  barita  car- 
bonada, la  estronciana,  el  cristal  de  roca  en  diferentes  for- 
mas, y otras  varias. 

La  pobreza  de  este  piso  en  ulla  y en  vestigios  de  plantas 
fósiles  se  halla  compensada  por  la  presencia  de  algunas 
sustancias  útiles,  como  el  hierro,  el  azufre  y las  piritas,  y 

43 


¡3* 


GEOLOGIA 


también  por  la  cantidad  extraordinaria  de  animales,  entre 
los  que  predominan  los  crinoideos,  ó sean  equinodermos 
pediculados,  los  zoofitos,  los  briozoos,  algunos  foraminíferos, 
los  productus,  evomphalus,  orthoceras,  el  género  bellerophon, 
que  no  se  presenta  en  períodos  posteriores,  varios  peces,  v 
otros  muchos,  todos  marinos. 

En  Asturias  este  piso  está  tan  perfectamente  representado 
en  cuanto  á la  posición  y caractéres  como  en  el  norte  de 
Inglaterra,  en  Bélgica  y Rusia,  adquiriendo  un  gran  desar- 
rollo en  la  base  del  terreno  de  la  ulla,  de  cuya  sustancia 
contiene  algunas  capas  en  los  pisos  superiores.  Los  fósiles 
de  este  piso  son  muy  abundantes  en  Asturias,  y los  princi- 
pales indicados  por  Yerneuil  los  siguientes:  productus  semi- 
reticulatus,  p.  punctatus,  p.  cora,  spirifcr  Mosquensis,  Phi- 
llipsia,  y la  fusulina  cylindrica,  característica  del  sistema 
carbonífero  de  Rusia  y de  los  Estados-Unidos  de  América. 

El  piso  medio,  separado  del  inferior  por  el  levantamiento 
de  los  Vosgos,  se  conoce  en  Inglaterra  con  el  nombre  de 
millston-grit  (arenisca,  piedra  de  molino),  por  ser  la  roca 
principal  un  asperón  de  grano  fino  que  lo  destinan  al  indi- 
cado objeto  y puede  pasar,  y lo  hace  con  efecto,  á una  espe- 
cie de  arkosa  <5  arenisca  feldespática  y á un  conglomerado 
mas  ó menos  basto.  También  se  encuentran  en  este  piso 
algunas  pizarras  arcillosas  y calizas  impregnadas  de  betunes. 

Aunque  suele  hallarse  en  este  horizonte  la  ulla,  es  menos 
crasa  que  en  el  anterior,  y sus  capas  mas  delgadas  y menos 
frecuentes,  suministrando  un  combustible  de  inferior  calidad. 

Las  arcillas  suelen  ser  aluminosas  y se  explotan  en  muchos 
puntos  para  la  extracción  del  alumbre:  se  emplean  también 
como  muy  refractarias  para  los  altos  hornos  y crisoles:  los 
ingleses  las  distinguen  con  el  nombre  de  fin-clay  (arcilla  de 
fuego). 

En  algunos  puntos  este  piso  llega  á adquirir  una  potencia 
de  200  y mas  metros,  y ofrece  peces  y moluscos  fósiles,  y 
también  alguno  que  otro  nodulo  de  hierro. 

En  los  alrededores  de  Durham  y de  Northumberland 
(Inglaterra),  el  millston-grit  sirve  de  base  al  superior:  en 
Francia  la  cuenca  de  Saint- Aubin  y de  Sallé  pertenecen  á 
este  piso,  que  se  encuentra  en  Asturias  y en  San  Juan  de  las 
Abadesas.  Wr 

El  piso  superior  del  terreno  carbonífero,  separado  del 
medio  por  el  sistema  del  Forez,  es  el  que  llaman  los  ingleses 
coal-mcasures  (medida  de  carbón),  por  ser  el  mas  rico  en  tan 
preciosa  materia;  corresponde  al  terreno  de  la  ulla  propia- 
mente dicho,  y á la  formación  carbonífera  de  algunos  auto- 
res. Está  compuesta  de  arcillas  pizarrosas,  impregnadas  fre- 
cuentemente de  betunes,  en  cuyo  caso  son  inflamables 
alternando  con  areniscas,  pudingas  silíceas  y capas  de  carbón! 
desde  una  vara  hasta  dos  ó tres  de  espesor,  que  es  lo  común  - 
repitiéndose  gran  número  de  veces,  como  sucede  en  el  Ñor 
thumberland,  en  el  condado  de  Derby  y en  Asturias. 

Además  de  estos  elementos  que  pueden  considerarse 
como  esenciales,  se  encuentran  en  este  piso  una  porción  de 
sustancias  que,  aunque  accidentales,  suelen  ofrecer  grande 
importancia  industrial.  Entre  ellas  ocupa  el  primer  lugar  el 
hierro  carbonatado,  que  se  presenta  en  nodulos  ó riñones,  y 
también  en  masas  ó depósitos  elipsoidales  subordinados  á 
las  capas  de  pudingas  y areniscas.  La  presencia  del  hierro 
en  este  terreno  y el  modo  de  presentarse,  parece  indicar  la 
intervención  de  corrientes  eléctricas  subterráneas  en  su  for- 
mación, como  indicamos  ya  al  explicar  la  notable  disposición 
que  afectan  los  nodulos  del  pedernal  en  las  capas  de  la  creta 
blanca. 

La  pirita  de  hierro  se  presenta  á veces  diseminada  en  las 
pizarras  y en  la  ulla,  á la  que  comunica  malas  cualidades. 
También  suele  encontrarse  la  galena,  la  blenda  y con  menos 


frecuencia  el  cinabrio,  como  se  ve  en  Muñón- Cimero  (Astu- 
rias). Entre  las  sustancias  no  metálicas  se  encuentran  muchos 
betunes,  resultado  de  una  especie  de  destilación  de  las  ullas 
grasas,  y además  la  baritina  y el  alumbre. 

Para  comprender  la  extensión  y distribución  geográfica 
de  este  terreno,  véase  el  siguiente  cuadro : 


CUENCA 


Superficie 

aproximada 

Hectáreas 


Producción 

Toneladas 


Islas  británi 
cas 


Pais  de  Gales.  . . j 
: 4 ^ ; [ Condados  de  Derby  / 

y Strafiord.  . .^i. 600,000 

Newcastle.  ...  1 

Escocia / 

Del  N.ypasode  Ca-  . 

v lais / 

. ) Del  Loira,  del  Saona  ■ 300, 000 

(y  Loira.  . . . ) 

Del  Allier  y del  Gard 

í Mons,  Charleroi  y I 
■ lie  a 150,000 

DlCju.  • • • • l 

Prüsia  yAlei  ?a,rre^ru^!f  RuhI ! # 

™«n¡,  Silesia  y Tharandl  l8°. 


Francia., 


Bélgica. . 


mama.  ;.j  . • x 

\ (Sajorna).  . . 

Austria.  . . I La  de  Bohemia. 


000 


España.,  . j' 


. 80,000? 

La  de  Asturias..  . ¡ ■> 

La  de  Andalucía,  . v 140,0  °* 

t>_.  tt  (La  de  los  Allegha-j 
. ni  os  \ ¡s  del  j ennessee  ( 

de  Amé'  y de  la  Pensilva-  8 000'000? 
l*  ’ * nía,  del  Illinois.  J 


De  35 
a 40.000,000 


De  5 

á 6.000,000 

6.000. 000 

4.000. 000 

900,000? 

500,000? 

9.000. 000? 


rica. 


LOCALIDADES  ESPAÑOLAS.— En  la  Península  se 
conocen  los  famosos  criaderos  de  Pola  de  Lena  y Mieres 
(Asturias),  el  de  Val  de  Sabero  (León),  Guardo  y Muñeca 
(Palencia),  los  de  Belmez,  Espiel  y Villanueva  del  Rio  (An- 
dalucía), el  de  San  Juan  de  las  Abadesas  (Cataluña),  el  de 
Hinarejos  (Cuenca),  y otros  de  menor  importancia. 

Materiales  útiles  del  terreno  car- 
bonífero.— Entrelas  materias  que  encierra  este  terre- 
no, la  que  realmente  le  da  su  importancia  es  el  precioso 
combustible  buscado  con  empeño  por  todos  los  pueblos  in- 
dustriales, y que,  como  con  mucha  oportunidad  dice  el  se- 
ñor Caveda  en  su  brillantísima  Memoria  sobre  la  Exposición 
de  la  industria  española  en  1850,  «es  el  agente  mágico  de 
»la  producción,  el  motor  mas  poderoso  de  las  fábricas,  el 
»elemento  necesario  para  reducir  las  distancias,  recorrer  con 
»seguridad  y presteza  los  mares,  y convertir  las  naciones  en 
»un  solo  pueblo.» 

Pero  además  de  este  agente  suministra  dicho  terreno  otro 
no  menos  importante,  á saber:  el  hierro,  que  no  solo  auxilia 
la  explotación  de  la  ulla,  sino  que  la  existencia  en  el  mismo 
criadero  del  combustible,  hace  muy  económico  su  beneficio. 

En  muchos  puntos  se  emplean  las  areniscas  del  piso  me- 
dio para  piedras  de  molino,  como  en  Inglaterra  y en  otros 
países : las  pizarras  arcillosas  que  ofrecen  alguna  consisten- 
cia, se  destinan  á cubrir  los  edificios;  y las  impregnadas 
de  materias  bituminosas  se  emplean  en  la  preparación  de 
lápices  comunes  y para  la  extracción  del  aceite  mineral,  que 
se  destina  con  grande  éxito  para  el  alumbrado  público.  La 
caliza  de  encrinites  suministra  un  mármol  precioso  y muy 
estimado  para  mesas,  chimeneas,  etc.,  siendo  el  de  Bélgica 
el  mas  buscado  en  el  comercio.  Por  último,  los  betunes,  el 
alumbre,  algunas  piritas  y otros  metales,  son  en  diversos 
puntos  objeto  de  ricas  explotaciones. 


GEONOMIA 


cuarto.  — Jarato  pérmico 

SINONIMIA.  — Terreno  péneo,  Oraalius. — Terreno  del 
Rothe,  todliegende,  zechstein  y alpenkalk  de  los  alemanes. 

— Pérmico,  Murchison.  — Pérmico  ó caliza  magnésica,  LyelL 

— Red  conglomerad  y magnesian  limestone,  de  otros  ingle- 
ses.— Zechstein,  Humboldt. — Terreno  sameritico,  Huot. — 
Primera  caliza  secundaria,  Boué.  — Parte  de  la  arenisca 
roja,  Rozet.  — Caliza  alpina.  — Parte  inferior  del  grupo  de 
la  arenisca  roja,  Delabeche.  — Parte  del  período  salino  mag- 
nesífero,  Cordier.  — Piso  pérmico,  D’Orbigny. — Arenisca  de 
los  Vosgos,  Dufrenoy  y Elie  de  Beaumont,  etc. 

DEFINICION.  — El  terreno  pérmico,  así  nombrado  por 
Murchison  en  1841,  por  hallarse  muy  desarrollado  en  el 
gobierno  de  Permia  (Rusia),  corresponde  á lo  que  en  1822 
llamó  Omalius  terreno  péneo,  traducción  del  rothe  totliegen - 
de,  que  significa  terreno  rojo  pobre,  denominación  que  apli- 
can los  mineros  alemanes  á la  parte  inferior  de  este  terreno, 
cuyo  color  habitual  es  el  rojo,  y que  en  contraposición  al 
piso  medio,  es  muy  pobre  en  mineral  cobrizo.  Con  estos 
datos  podemos  ya  decir  que  el  terreno  pérmico  comprende 
una  serie  de  capas  de  rocas  calizas,  cuarzosas  y pizarreñas, 
colocadas  entre  el  levantamiento  del  Rhin  y el  del  norte 
de  Inglaterra,  que  lo  separan  en  estratificación  discordante, 
el  primero  del  trias,  base  del  período  secundario,  y el  segun- 
do del  carbonífero. 

carácter  MINERALÓGICO.— Según  el  Sr.  King, 
el  terreno  pérmico  consta  en  el  norte  de  Inglaterra,  en  don- 
de está  muy  desarrollado,  de  los  materiales  siguientes,  que 
colocamos  en  frente  de  los  admitidos  por  otros  en  la  Tu- 
ringia,  para  que  se  comprenda  mejor  su  posición  y corres- 
pondencia. 


NORTE  DE  INGLATERRA 


1.  Caliza  cristalina  con- 

crecionada y caliza  no 
cristalina 

2.  Caliza  brecha  y pseu- 

do  brecha 

3.  Caliza  fosilífera.  . . 

4.  Caliza  compacta. . . 

5.  Pizarra  margosa.  . . 


6.  Areniscas  inferiores 
de  colores  claros.  . 


TUR1NGIA 


1.  Stinkstein.  . . 


pisos 


zechstein. 


.6. 


Rauchwacka. 

Dolomía  ó zech-  . . 
stein  superior.  /'Superior  o 

Zechstein  ózech- 
stein  inferior. 

Mergel  schiefer  I Medio  ó kup- 
ó kupferschiefer.  1 ferschiefer. . 

Rothliegendes. . ! In^"or  óroth- 
0 I liegendes.  . 


En  Rusia  el  terreno  pérmico  consta,  según  Murchison,  de 
caliza  blanca  con  yeso  y sal,  también  blanca,  de  areniscas 
bastas,  rojas  y verdes,  con  mineral  de  cobre  accidentalmen- 
te;  y por  último,  de  calizas  magnésicas  y dolomíticas,  margas 
y conglomerados. 

Carácter  estratigráfico. — El  levantamiento 
de  los  Países  Bajos  se  verificó  durante  la  formación  de  este 
terreno,  determinando  la  dislocación  de  sus  estratos  y el 
metamorfismo  de  las  rocas  que  los  caracterizan. 

Carácter  paleontológico. — El  terreno  pér- 
mico es  el  de  la  primera  aparición  de  las  ostreas,  panopeas 
y myoconchas:  todavía  se  encuentran  en  él  algunos  reptiles 
extraordinarios,  como  el  protorosaurus,  el  thecodontosaurus 
y paleosaurus,  que  le  son  peculiares;  bastantes  peces  de  orga- 
nización singular,  particularmente  los  palceniscus,  pygopterus, 
cariacanthus,  y platysomus,  que,  lo  mismo  en  Inglaterra  que  ! 


339 

en  Mansfeld,  se  encuentran  en  las  pizarras  margosas  del  kup- 
ferschiefer, ricas  en  cobre:  algunos  productus,  spirifer  y otros 
moluscos.  Entre  las  plantas  se  encuentran  todavía  restos  de 
heléchos  arbóreos  de  la  época  carbonífera,  y empieza  á pre- 
sentarse ya  la  familia  de  las  cicadeas,  coniferas.  En  resúmen, 
puede  decirse  que  tanto  la  flora  como  la  fauna  del  terreno 
pérmico  se  parecen  mas  o tienen  mas  puntos  de  contacto  y 
de  semejanza  con  las  del  carbonífero  que  con  las  del  trias, 
lo  cual  justifica  plenamente  su  posición  dentro  de  la  serie 
paleozóica. 

El  distinguido  geólogo  sajón  Sr.  Geinitz,  que  es  el  que 
mejor  lo  ha  estudiado  bajo  el  punto  de  vista  paleontológico, 
dice  que  desde  1848,  la  fauna  de  este  terreno  se  ha  tripli- 
cado al  menos,  dando  conocimiento  en  una  obra  que  pu- 
blicó en  1862,  de  216  especies  procedentes  de  Alemania, 
Inglaterra  y Rusia.  De  ellas  9 ó 10  pertenecen  á los  sáurios, 
correspondientes  á las  familias  de  los  lacertídeos  y labirinto- 
dontídeos;  estos  empiezan  en  el  terreno  carbonífero  y 
adquieren  gran  desarrollo  en  el  trias.  Describe  en  la  misma 
obra  43  especies  de  peces  ganoidéos  heterocercos,  25  de 
crustáceos,  3 de  anélidos  ó gusanos,  5 de  cefalópodos,  25 
gasterópodos,  40  conchíferos  y 30  braquiópodos,  equino- 
dermos, zoófitos,  etc.  Después  enumera  las  principales  plan- 
tas que  se  encuentran  en  el  pérmico,  y hecho  el  exámen 
comparativo  con  las  faunas  y floras  de  terrenos  anteriores  y 
posteriores,  deduce  la  mayor  analogía  con  las  del  grupo  pa- 
leozoico, y particularmente  con  el  carbonífero,  de  donde  es 
fácil  deducir  que  aunque  Geinitz  adopte  el  nombre  de  Dyas, 
propuesto  en  1S59  por  Julio  Marcou,  se  aparta  de  este,  con- 
siderando al  pérmico,  no  ya  como  la  base  de  los  terrenos 
secundarios  asociándolo  al  trias  y formando  de  los  dos  lo 
que  él  llama  dyas,  sino  mas  bien,  como  el  último  terreno 
del  grupo  paleozóico. 

El  carácter  tumultuoso  de  esta  época,  y la  escasa  vida  que 
la  caracteriza,  se  hallan  perfectamente  representadas  por 
las  figs.  S5,  86,  87  y 88. 

Espesor  DEL  PÉRMICO.  — En  el  Harz  las  arenis- 
cas rojas  del  pérmico  aparecen  levantadas  hasta  1,000  me- 
tros, máximo  desarrollo  de  este  terreno  en  el  centro  de 
Europa.  En  Heydelberg  alcanza  650  metros,  mientras  que 
la  arenisca  de  los  Vosgos  no  excede  de  500  á 540  metros. 

DIVISION. — Según  se  indica  en  el  cuadro  anterior,  el 
terreno  del  pérmico  se  divide  en  tres  horizontes,  cuyos  nom- 
bres revelan  el  país  donde  se  ha  estudiado  primero  y donde 
adquiere  mayor  desarrollo. 

Estos  horizontes  son  de  abajo  arriba:  inferior  ó del  Rothe 
todt  Liegende,  que  significa  rojas  capas  muertas;  circunstan- 
cia que  indica  la  pobreza  en  mineral  cobrizo  y en  fósiles  de 
este  piso : medio  ó del  Kupferschiefer , pizarra  cobriza,  cuyo 
carácter  distintivo  y mas  notable  consiste  en  las  numerosas 
impresiones  de  peces  fósiles  que  en  ellas  existen ; y superior 
ó del  Zechstein , expresión  minera  alemana,  que  se  aplica  á 
bancos  de  Dolomías,  yesos,  pizarras  verdes,  etc.  A estos 
tres  pisos  agrega  el  Sr.  Murchison  parte  de  la  arenisca  pizar- 
rosa y rojiza  que  otros  consideran  del  trias,  llamada  del 
Bunterchiefer. 

EXTENSION  Y DISTRIBUCION.— El  terreno  pér- 
mico se  encuentra  muy  desarrollado  en  Europa;  en  Alema- 
nia el  país  de  Mansfeld  (Turingia),  no  solo  es  clásico  por 
haberse  reconocido  y estudiado  desde  muy  antiguo,  sino 
que  también  por  la  explotación  de  muchos  de  los  materiales 
útiles  que  contiene.  En  el  ducado  de  Badén  se  halla  en  las 
faldas  de  la  Selva  Negra;  en  Inglaterra  existe  alrededor  de 
los  depósitos  carboníferos  de  Worcester,  en  el  ducado  de 
Salop,  en  el  de  York,  Cumberland  y en  el  norte  de  Esco- 
cia. En  Francia  constituye  las  dos  vertientes  de  los  Vosgos, 


34° 


GEOLOGÍA 


donde  lo  representan  considerables  bancos  de  la  arenisca, 
que  lleva  el  nombre  de  la  cordillera.  El  Sr.  Coquand  ha 
indicado  y descrito  en  una  Memoria  inserta  en  noviembre 
de  1856  en  el  Boletín  de  la  Sociedad  geológica  de  Francia, 
el  terreno  pérmico,  en  el  departamento  del  Saona  y Loira, 
y en  las  montañas  de  la  Serre  en  el  Jura.  Pero  la  región 
mas  vasta  ocupada  por  este  terreno  es  Rusia,  donde  se  le 


encuentra  en  el  gobierno  de  Astracán,  en  el  de  Saratow,  al 
norte  de  los  montes  Urales  y Tinans,  en  los  gobiernos  de 
Oremburgo,  Simbirk,  Permia  y en  otros,  según  Murchison, 
Verneuil  y Keiserling. 

Mientras  el  norte  de  Europa  se  ve  tan  favorecido  por 
este  terreno,  su  parte  occidental  se  halla  casi  privada  de  él, 
así  es  que  á lo  menos  por  ahora,  solo  el  Sr.  Pellico  en  su 


Fig.  85. — Impresiones  de  la  hoja  del  noeggerathia  expansa 


Memoria  geológica  sobre  el  distrito  de  Sierra-Almagrera  y 
Murcia,  hace  mención  de  él  en  la  Península,  pero  de  una 
manera  tan  vaga,  que  hasta  nuevas  indagaciones  no  puede 
admitirse  la  existencia  de  este  terreno.  También  el  Sr.  Na- 
ranjo lo  indica,  aunque  sin  fundarse  en  datos  paleontológi- 
cos; de  consiguiente,  puede  admitirse,  pero  con  alguna  re- 


Fig.  89. — Corte  del  Pico  de  Ranera  (Cuenca) 

A,  Pico  de  Ranera  B,  Collado  de  Sancho  Gil 


TRIAS:  1 Terreno  terciario  y diluvial  en  capas  horizontales. — 2 Do- 
lomías.— 3 Arcillas  y yesos. — 4 Caliza  dolomitica. — 5 Arenisca  fer- 
ruginoso-micácea  (Rodeno). — 6 Cuarcita  del  terreno  devónico. 

serva,  cerca  de  Montiel  y en  los  lagos  de  Ruidera,  donde 
toma  origen  el  Guadiana;  la  famosa  Cueva  de  Montesinos, 
inmortalizada  por  la  pluma  de  Miguel  de  Cervantes,  parece 
hallarse  constituida,  según  el  citado  profesor,  por  la  caliza 
magnésica  ó por  el  Zechstein  de  los  alemanes. 

El  Sr.  Ansted,  en  una  Memoria  publicada  en  el  Boletín  de 
la  Sociedad  geológica  de  Londres , dice  que  las  calizas  dolomí- 
ticas  y acaso  también  el  grupo  de  conglomerados  y areniscas 
bastas  que  se  presentan  con  oscura  estratificación  en  las 
cercanías  de  Málaga,  es  probable  pertenezcan  á este  terreno. 
Mr.  Jacquot  refiere  al  pérmico  loque  otros  consideran  como 
horizonte  inferior  del  trias,  en  la  provincia  de  Cuenca.  El 
Sr.  Botella  en  la  expedición  á Granada  verificada  en  1875, 


Fig.  86.— Walchia  Schlo-  Fig.  87.— Rama  y fructificación 

theimii  m de  Walchia  hypnoides 


Fig.  88. — Productus  horridus 


dice  haber  encontrado  este  terreno,  siquiera  la  falta  de  fósi- 
les hace  que  sea  aun  problemática  su  existencia. 

Materiales  útiles. — Supuesto  que  en  la  des- 
cripción de  este  terreno  se  han  dado  ya  á conocer  las  prin- 
cipales sustancias  que  pueden  utilizarse,  tales  como  caliza, 
areniscas,  Dolomías,  yesos,  cobre,  hierro,  etc.,  y atendido 
por  otro  lado  lo  problemático  de  su  existencia  en  España, 
excusamos  entrar  en  mayores  detalles. 

En  muchos  puntos  utilízanse  las  pizarras  que  abundan  en 
este  terreno,  para  la  extracción  del  petróleo,  del  ácido  sul- 
fúrico, de  la  parafina  y de  otras  sustancias  menos  impor- 
tantes. Las  pizarras  son  siempre  mas  ó menos  ricas,  en  pe- 
tróleo sobre  todo,  pero  entre  ellas  se  distingue  una  capa  de 
escaso  espesor,  de  estructura  compacta  mas  bien  que  hojosa, 
sumamente  ligera  y con  todo  el  aspecto  de  madera  fósil,  á 
la  que  los  ingleses  llaman  Voguet,  y cuya  proporción  en 
materias  bituminosas  es  tal  que  compensa  con  creces  la  po- 
breza de  muchas  pizarras.  En  las  fábricas  de  destilación  que 
hemos  visitado  en  Autun  hace  15  dias,  empiezan  por  ma- 
chacar con  mazas  la  pizarra,  cuyos  pedazos,  del  tamaño  de 
la  mano,  colocan  en  calderas  giratorias  en  hornos  de  rever- 
bero, pasando  luego  los  productos  de  la  cocción  á conden- 
sadores de  hierro  sometidos  á chorro  de  agua  fria,  luego  á 
depósitos  de  afinación  donde  separan  el  ácido  sulfúrico  y la 
parafina  del  petróleo,  que  por  último  lo  hacen  pasar  por  el 
aparato  de  refinación. 

TERCER  PERIODO.— TERRENOS  MESOZOICOS 

Ó SECUNDARIOS 

DEFINICION. — Con  el  nombre  de  terrenos  secundarios, 


GEONOMÍA 


341 


llamados  así  por  representar  el  segundo  gran  período  de 
creación  orgánica,  se  designa  una  serie  de  estratos  de  distin- 
ta naturaleza,  interpuestos  entre  los  terrenos  terciarios,  á los 
que  sirven  de  base  en  estratificación  discordante,  y los  lla- 
mados primarios,  sobre  los  que  descansan  con  frecuencia  en 
discordancia. 

Estos  terrenos  son  tal  vez  los  que  alcanzan  mayor  exten- 
sión superficial  y una  circunscripción  mas  marcadada  por  el 
carácter  de  su  fauna  y flora  respectivas. 

La  mayor  parte  de  los  geólogos  están  hoy  dia  acordes  en 


separar  este  gran  período  en  tres  terrenos,  que  de  abajo 
arriba  son:  triásico,  jurásico  y cretáceo.  Fúndanse  en  los 
accidentes  estratigráficos  determinados  por  los  levantamien- 
tos del  Thuringenvald,  de  la  Cote  d’Or  y del  Monte  Pilas, 
y por  el  carácter  peculiar  que  ofrecen  los  grupos  de  animales 
y plantas  fósiles  que  contienen. 

TERRENO  TRIÁSICO 

SINONIMIA. — Terreno  keúprico  de  varios  autores. — 


Fig.  90 — Huellas  de  un  animal  corpulento  con  señales  de 

gotas  de  lluvia 


Fig.  91. — Ceratites  nodosus  Fig.  92. — Myophoria  linéala 


Fig-  93-— En- 
crinus  moniiiformis 


Fig.  94.— Huellas  de  animales  en  el  terreno  triásico 


M 


La  mayor  parte  del  grupo  de  la  arenisca  roja,  Delabeche. — 
Grupo  de  la  arenisca  roja  moderna,  Lyell,  última  edición. — 
Grupo  poikilítico,  Conybear  y Buckland. — Parte  de  la  for- 
mación de  la  arenisca  abigarrada  de  Boué.  — Formación 
triásica,  parte  del  período  salino-magnesífero,  Cordier. — 
Terreno  keúprico  de  Omalius. — Pisos  salífero  y conchífero, 
D'Orbigny.  — Parte  del  terreno  de  los  Vosgos,  Rozet. — Ter- 
renos izemínico-abísicos  del  keuper,  abisico-conchíferos  y abí- 
sico-pecílicos,  Brong. 

Definición  y carácter  mineralógico. — 
El  terreno  triásico  ó del  trias,  así  llamado  en  1834  por  Al- 
berti,  por  haber  observado  que  en  la  Suabia  se  compone,  en 
general,  de  tres  pisos  ó series  de  estratos,  caracterizado  cada 
uno  por  rocas  especiales,  forma  la  base  de  los  secundarios, 
colocado  entre  los  sistemas  del  Thuringenvald  y del  Rhin, 
que  lo  separan,  aquel  del  terreno  jurásico,  y este  de  los  com- 
prendidos en  la  serie  paleozoica.  En  el  corte  del  pico  de 
Ranera  (fig.  89),  trazado  por  Verneuil,  al  paso  que  se  nota 
la  composición,  puede  comprenderse  su  posición  entre  el  ter- 
reno terciario  y el  devónico. 

Carácter  estratígráficó. — Los  sistemas  del 
Rhin  y Thuringenvald  lo  aíslan  por  abajo  de  los  paleozoi- 
cos, y por  arriba  de  su  inmediato  superior  el  jurásico.  Du- 
rante la  sedimentación  de  sus  materiales,  no  se  verificó  al 


parecer  ninguno  de  esos  grandes  levantamientos  que  deter- 
minan las  divisiones  estratigráficas  que  en  otros  hemos  visto; 
sin  embargo,  no  dejaron  de  experimentar  los  efectos  de  la 
aparición  de  ciertas  sustancias  eruptivas,  y en  especial  de  las 
rocas  pórfido-magnésicas,  como  lo  acredita  la  dislocación  que 
en  muchos  puntos  ofrecen  sus  materiales,  y también  el  esta- 
do metamorfico  de  la  Dolomía,  del  yeso  y de  la  sal  común, 
que,  con  bastante  fundamento,  se  atribuye  á la  aparición  de 
aquellas. 

Carácter  paleontológico.— Entre  los  muchos 

restos  orgánicos  que  encierra  el  trias  en  sus  estratos,  puede 
decirse  que  los  que  mas  lo  caracterizan  son  los  del  microles- 
tes  antiquus,  representante  por  ahora  de  la  primera  apari- 
ción de  los  mamíferos.  El  descubrimiento  de  este  curioso 
animal  se  debe  al  Sr.  Plieninger,  quien  dió  noticia  del  suce- 
so en  1874.  Los  restos  encontrados  hasta  el  dia  son  unos 
dientes  molares  (1).  El  horizonte  en  que  se  observaron  por 
primera  vez,  es  una  brecha  silícea,  situada  entre  la  arenisca 
inferior  del  lias  y el  keuper  en  Diegerloch,  cerca  de  Stutt- 
gart  (Wurtemberg). 

Además  de  este  hecho  paleontológico  curiosísimo,  que  no 


(1)  En  1864  tuve  el  gusto  de  ver  en  la  colección  del  autor,  enSlutt- 
gart,  tan  curiosos  restos. 


342 


GEOLOGÍA 


podía  menos  de  citar  atendida  su  importancia,  ofrece  el  trias 
otros  del  mismo  órden,  que  no  le  ceden  en  interés.  Entre 
ellos  debe  mencionarse  el  descubrimiento  en  los  Estados* 
Unidos  de  impresiones  de  piés,  que  se  cree  poderlas  referir 
á una  especie  de  ave  tridáctila,  y el  de  huellas  ó vestigios 
de  piés  de  tortugas  y de  un  sér  curioso.  :*je  según  todas  las 
probabilidades,  es  un  gran  batracio,  ó por  lo  menos,  repre- 
sentante de  un  tipo  intermedio  entre  los  crocodilos  y las  ra- 
nas. Las  impresiones  de  este  último,  que  lleva  los  nombres 
de  Cheirotherium  y Labyrinthodon,  se  han  encontrado  en 
Hesseberg  (Sajonia),  en  el  \V  urtemberg  y en  otros  puntos 
de  Alemania,  y en  Inglaterra,  en  Storton  Hill,  no  léjos  de  Li- 
verpool. 

Otros  grandes  reptiles,  como  el  chyrcsaurus,  rhynchosau- 
rus,  nothosaurus,  y ademas  varios  peces,  caracterizan  igual- 
mente el  trias. 

Entre  los  moluscos  debe  mencionarse  la  primera  aparición 
de  los  ammonites,  sección  de  los  ceratites.  También  aparece 
por  primera  vez  en  este  periodo  el  género  trigonia,  que  ad- 
quiere gran  desarrollo  en  los  terrenos  jurásico  y cretáceo;  el 
genero  plicatula  y otros:  entre  los  equinodermos,  los  penta- 
crinus.  La  trigonia  vulgaris,  la  posidonia  minuta,  la  myopho- 
ria  linneata  y particularmente  la  avicula  socialis,  son  esen- 
cialmente características  del  trias. 

Iva  vegetación  de  este  periodo  ofrece  un  carácter  de  tran- 
sición muy  notable,  conservándose  aun  formas  de  los  terrenos 
primarios,  como  los  neuropteris  entre  los  heléchos;  apare- 
ciendo ya  muchas  plantas  dicotiledóneas  gymnospermas, 
que  se  presentan  en  él  por  primera  vez. 

Resumiendo  todo  lo  dicho  acerca  del  carácter  paleonto- 
lógico del  trias,  puede  establecerse  que  en  general  el  piso 
superior,  ó sea  el  keuper,  está  caracterizado  por  la  presencia 
del  microlestes,  del  nothosaurus  y rhyncosaurus,  de  los  pe- 
ces sauritchthys  y gyrolepi,  y bastantes  plantas  equisetáceas, 
cicadeas  y coniferas,  muy  parecidas  á las  del  lias  y de  la 
oolita  inferior.  El  muschelkalk  se  distingue  particularmente 
por  el  gran  numero  de  moluscos,  de  crinoideos  y radiarios 
que  contiene.  Por  último,  el  piso  inferior  ó de  las  areniscas 
abigarradas,  contiene  los  pasos  de  tortugas,  del  labyrintho- 
don y de  aves,  y bastantes  heléchos,  cicadeas  y coniferas, 
particularmente  varias  del  género  voltzia  (figS>  90,  91,  92,  93 
y 94). 

Espesor.  Sumando  las  alturas  que  alcanza  este  terre- 
no en  los  diferentes  puntos  que  se  ha  observado  hasta  el  dia, 
se  ve  que  representa  un  período  bastante  largo  déla  historia 
del  globo,  pues  llega  su  espesor  á mas  de  1,000  metros.  Oma- 
lius  dice  que  en  la  Selva  Negra  el  pico  del  Hornisgrind, 
formado  por  el  trias,  tiene  1,170  metros  de  altura. 

DIVISION.  — Los  geólogos  están  acordes  en  admitir  la 
división  establecida  en  este  terreno  por  Alberti  en  1834,  en 
tres  pisos,  que  de  abajo  arriba  son:  inferior,  de  la  arenisca 
roja  abigarrada  ó del  Bunter-Sanstein;  medio  ó muschelkalk 
(caliza  conchífera)  y también  de  encrinites  y ceratites,  y su- 
perior, keuper  ó de  las  margas  y mejor  arcillas  irisadas. 

Extensión  y distribución  geográfica. 

El  trias  se  encuentra  muy  desarrollado  en  varios  puntos  de 
Europa  ) en  ambas  Américas.  Ln  la  Suabia,  que  es  donde 
se  presenta  con  toda  su  admirable  regularidad,  ocupa  gran 
parte  de  esta  comarca,  apoyándose  al  oeste  en  las  montañas 
de  la  Selva  Negra  y del  Odenvald,  y perdiéndose  hácia  el 
este  debajo  del  terreno  jurásico  del  Rauhe-Alp.  También  se 
observa  con  caractéres  muy  curiosos,  según  diremos  mas 
adelante  en  los  alrededores  de  Stuttgart  y en  muchos  otros 
puntos  de  Alemania,  el  Tiro!,  Bohemia'  la  Moral,  Ru- 
sia,  etc. 

En  P rancia  se  ve  en  los  Pirineos;  en  la  Lorena,  donde 


está  muy  desarrollado  el  piso  del  muschelkalk,  en  las  dos 
vertientes  de  los  Vosgos  y en  Normandía.  En  Inglaterra 
ocupa  una  faja  que  se  extiende  del  sur  al  norte  hasta  Irlanda 
y Escocia,  representado  por  el  piso  superior,  que  constituyen 
las  pizarras  y areniscas  yesosas  y salíferas,  y por  el  inferior  ó 
de  la  arenisca  y conglomerado  cuarzoso,  de  color  rojizo.  El 
muschelkalk  falta  en  el  Reino-Unido,  según  Lyell. 

En  la  Península  el  trias,  además  del  gran  desarrollo  que 
adquiere,  así  en  superficie  como  en  altura,  y de  las  masas 
de  sal  que  contiene  y se  explotan,  ofrece  una  particularidad 
muy  notable,  cual  es  la  de  verse  con  frecuencia  sus  estratos 
alterados  y dislocados  profundamente  por  materiales  ó rocas 
plutónicas,  particularmente  por  la  diorita. 

El  Sr.  Verneuil  indica,  entre  otras,  las  localidades  siguien- 
tes: Cehegin,  cuyo  trias  contiene  hierro  magnético  y diorita; 
Cieza,  donde  las  margas  del  keuper  se  ven  atravesadas  por 
diorita;  la  Sierra  del  Lloro,  en  la  que  el  trias  está  rodeado 


Fig.  95. — Agujas  de  Santa  Agueda,  Desierto  de  las  Palmas 


por  el  nummulítico  y alterado  por  la  misma  roca;  en  la 
Loma  negra,  cerca  de  Miravet  (Tarragona),  la  roca  al  pare- 
cer es  una  eurita  ó meláfido.  Las  que  este  geólogo  cita  en 
Segorbe,  Cirat  y Manzanero,  las  he  visto  extenderse  al  trias 
de  Sarrion,  en  el  barranco  de  los  Judíos  y al  otro  lado  de  la 
Sierra  Camarena  ó Javalambre:  la  que  constituye  las  llama- 
das Peñas  negras,  entre  Charlet  y Catadau , ha  levantado 
hasta  la  vertical,  las  calizas  margosas  del  muschelkalk,  bas- 
tante rico  en  fósiles.  En  Villel  (Teruel)  penetra  en  las  capas 
inferiores  de  margas  y yeso.  ¿Podria  referirse,  al  menos  en 
la  Península,  la  presencia  en  el  trias  de  la  sal,  del  yeso  y de 
las  Dolomías,  rocas  con  frecuencia  compañeras  y de  origen 
no  siempre  fácil  de  apreciar,  á estas  curiosas  erupciones  dio- 
ríticas? 

En  España,  en  los  diferentes  puntos  en  que  hasta  ahora 
se  ha  reconocido,  en  las  dos  grandes  regiones  de  Andalucía 
y la  Mancha,  en  el  reino  de  Valencia  y Aragón,  lo  mismo 
que  cuando  se  presenta  en  manchones  sueltos,  como  en 
Santander,  el  terreno  triásico  se  halla  representado  por  los 
mismos  tres  pisos  que  en  Suabia,  Francia  y Alemania. 

El  piso  poikilítico,  pecílico  ó de  la  arenisca  abigarrada, 
ofrece  una  composición  bastante  uniforme  en  todos  los  paí- 
ses, y en  España  en  especial  está  representado  por  dos  ór- 
denes de  estratos,  el  superior  empieza  por  arcillas  hojosas 
de  color  rojizo  y violeta,  que  suelen  pasar  por  arriba  á la  ca- 
liza del  piso  medio,  y por  abajo  van  cargándose  del  elemento 
arenáceo  y tomando  el  aspecto  de  una  especie  de  samita 
hojosa  micácea,  de  grano  fino,  en  bancos  delgados.  Se  ex- 
plota en  Portacoeli,  el  Puig  y en  otros  puntos  del  reino  de 
Valencia,  donde  se  le  da  el  nombre  de  Ródeno,  con  destino 
á las  obras  del  puerto  del  Grao,  á las  aceras  y empedrado,  á 
cubrir  los  edificios  rurales,  y para  otros  usos.  El  inferior 
consta  también  de  areniscas  cuarzosas,  menos  micáceas,  de 
grano  basto,  de  estructura  maciza,  pasando  en  algunos  pun- 
tos á un  verdadero  conglomerado  (fig.  96). 


GEOMOMIA 


Este  piso  alcanza  en  algunos  puntos  gran  desarrollo,  como 
en  Pina  (Castellón),  que  según  Verneuil,  tiene  ^SS",  y en 
la  capilla  de  San  Miguel  (Desierto  de  las  Palmas)  738”. 

El  piso  conchífero  ó del  muschelkalk  también  está  bas- 
tante desarrollado  en  la  Península,  y lo  forman,  como  se  ve 
en  este  corte,  grandes  bancos  de  caliza  dolomítica  algo  arci- 
llosa, de  colores  claros  blanco,  gris  ó amarillento;  muy  incli- 
nados, y á veces  completamente  verticales,  ofreciendo  el 
aspecto  de  grandes  dikes  en  relación  con  rocas  eruptivas 
dioríticas,  cuyo  color  negro  ha  hecho  se  dé  en  el  país  á la 
localidad  el  nombre  de  Peñes  negres  (Peñas  negras).  En  el 
citado  punto  este  piso  está  cubierto  por  el  keuper  ó margas 
irisadas,  con  masas  considerables  de  yeso  en  explotación. 

Por  último,  el  superior  ó keuper  consta  de  arcillas,  Dolo- 
mías, yesos  y considerables  depósitos  de  sal,  cuya  existencia 
se  revela  á menudo  por  manantiales  salados,  que  son  objeto 
de  ricas  explotaciones,  y uno  de  los  rasgos  mas  distintivos 
de  este  piso;  hasta  el  punto  que  algunos  autores  dan  á todo 


343 

el  terreno  el  epíteto  de  salífero.  Las  margas  suelen  ir  acom- 
pañadas de  areniscas  y conglomerados  en  la  parte  superior, 
de  yesos  y Dolomías  en  el  medio,  y de  lignito  arcilloso,  ar- 
cilla carbonosa  y pizarra  caliza  en  la  base  ó parte  inferior. 

El  corte  abierto  desde  Al  pera  á Almansa  para  el  paso  del 
ferro  carril,  puede  citarse  como  clásico  por  la  variedad  de 
colores  que  ofrecen  las  margas,  que  bien  pueden  llamarse 
allí  con  propiedad  irisadas. 

Este  piso  en  general  es  pobre  en  fósiles;  pero  á falta  de 
ellos,  la  presencia  de  la  sal,  de  los  yesos,  algunas  veces  de  la 
Dolomia,  como  en  el  pico  de  Ranera  (Cuenca),  de  los  jacin- 
tos de  Compostela,  y en  varios  puntos  del  aragonito,  llama- 
do así  por  haberlo  encontrado  por  primera  vez  en  Molina  de 
Aragón,  son  suficientes  datos  para  caracterizar  este  piso.  La 
sal  del  keuper  se  explota  principalmente  en  Manuel,  Min- 
glanilla,  Villena,  Fuentes  Saladas,  Villargordo  de  Gabriel, 
Arcos  y otros  puntos. 

Generalmente  también  escasean  en  España  los  fósiles  en 


Fig.  96. — Corte  geológico  del  trias  entre  Carlet  y Catadau 

1 Arcillas  rojizas  y verdes  del  Keuper,  con  bancos  y masas  de  yeso.— 2 Calizas  fosiliferas  del  Muschelkalk,  en  capas  verticales. 

3 Dolerita  en  masa,  constituyendo  las  Peñas  negras.— 4 Barranco  de  Carlet 


el  muschelkalk,  á pesar  de  la  riqueza  en  restos  orgánicos 
que  su  etimología  alemana  indica,  pues  inuschel  significa 
concha,  y kalk,  caliza.  Sin  embargo,  en  Hinarejos,  Royuela, 
Mora  de  Ebro,  entre  Jalance  y Jarafuel,  en  Bolbayte,  entre 
Tivisa  y Belmunt,  y en  Carlet  se  han  encontrado  el  ceratites 
nodosus,  la  avícula  socialis,  la  myophoria  Itevigata  y curvi- 
rostris,  y otros  característicos. 

En  Suabia  este  piso  está  formado,  según  Alberti,  de  tres 
órdenes  de  capas:  el  superior,  compuesto  de  calizas,  que  lla- 
mó de  Friedrichsall  por  la  localidad  en  que  se  encuentra; 
el  medio,  de  yeso  anhidro  ó karstenia,  asociado  de  sus  com- 
pañeros el  yeso  común,  la  Dolomia  y la  sal;  y el  inferior,  de 
bancos  de  calizas  alternando  con  otros  de  margas,  afectando 
una  estratificación  ondulada  en  SS  ó ZZ,  de  donde  procede 
el  nombre  de  Wellen-kalk  que  lleva,  pues  en  aleman  welle 
significa  onda. 

Formas  y accidentes  del  terreno.— Las 
formas  y accidentes  que  ofrece  este  terreno,  están  en  relación 
con  el  piso  que  predomina:  así  es  que  las  arcillas  del  keuper 
forman  colinas  de  escasa  elevación,  redondas,  coronadas  de 
mesetas  y asurcadas  por  profundos  barrancos.  El  muschel- 
kalk y rodeno,  presentándose  en  general  en  capas  muy  incli- 
nadas, y hasta  completamente  verticales,  prueba  evidente  de 
las  dislocaciones  que  han  sufrido,  imprimen  las  formas  mas 
caprichosas  á las  montañas,  las  cuales  ostentan  cimas  agudas 
y cortadas  profundamente,  como  se  ve  en  la  Sierra  de  Es- 
padan, y sobre  todo  en  las  Agujas  de  Santa  Agueda  (Caste- 
llón), cuyo  dibujo  copiamos  de  la  Memoria  del  Sr.  Botella. 
La  desigual  descomposición  de  sus  varios  elementos  produ- 
ce estos  resultados,  á los  que  si  se  agrega  la  coloración,  ge- 
neralmente rojiza,  de  las  montañas,  tendremos  lo  suficiente 
para  distinguir  y reconocer,  aun  á larga  distancia,  la  existen- 
cia de  este  terreno  (fig.  95). 

Los  antiguos  supieron  sacar  partido  de  los  accidentes  oro- 
gráficos  de  este  terreno,  construyendo  fortalezas,  que  podían 


considerarse  como  inexpugnables,  atendidos  los  medios  de 
que  disponía  entonces  el  arte  militar.  Los  castillos  de  Moya, 
Hinarejos,  Boniches,  Ayora,  Almansa  y otros,  son  buen 
ejemplo  de  lo  que  acabamos  de  indicar. 

Materiales  útiles  del  trias.  — La  descrip- 
ción que  acabamos  de  trazar  de  los  diferentes  elementos  ca- 
lizo, margoso,  ó mejor  arcilloso  y arenáceo,  que  son  por  de- 
cirlo así,  esenciales  á la  composición  del  trias,  nos  da  ya  una 
idea  de  los  materiales  útiles  que  proporciona  este  terreno. 
Además,  las  rocas  eruptivas,  que  con  tanta  frecuencia  se 
encuentran  relacionadas  con  este  terreno,  pueden  emplearse 
como  piedras  de  adorno  en  la  construcción  cuando  se  hallan 
intactas,  al  paso  que  los  detritus  de  su  descomposición  su- 
ministran excelentes  tierras  vegetales.  Por  último,  la  sal,  el 
yeso,  el  carbón  seco  ó estipita,  y alguna  que  otra  sustancia 
metálica  que  se  encuentran  accidentalmente  en  el  trias,  dan 
¿ este  terreno  gran  valor  industrial. 

Antes  de  proceder  á la  descripción  del  terreno  jurásico, 
conviene  que  digamos  algo  sobre  un  horizonte  geológico 
intermedio,  ó como  quieren  otros,  de  tránsito,  entre  aquel 
y el  triásico  que  acabamos  de  explicar;  horizonte  que  ha 
motivado  durante  los  últimos  años  empeñadas  discusiones, 
reproducidas  en  la  reunión  extraordinaria  de  la  Sociedad 
geológica  de  Francia,  celebrada  en  Chalons  sobre  el  Sena, 
y en  Autun  del  24  al  31  del  último  agosto,  á la  que  he  tenido 
el  gusto  de  asistir  en  compañía  de  mi  hermano  D.  José  y de 
otro  ingeniero  de  Minas,  el  Sr.  Mallada,  bien  conocido  por 
su  Sinopsis  de  los  fósiles  característicos  de  los  terrenos  de 
España,  inserto  en  el  Boletín  de  la  Comisión  del  mapa.  Al 
representante  de  este  singular  piso  geológico  lo  llamó  ya 
Gumbel  en  1 86  r rético , por  hallarse  bien  representada  esta 
parte,  que  consideraba  como  el  coronamiento  del  trias,  en 
los  Alpes  réticos  ó retienses;  posteriormente  se  ha  discutido 
mucho  acerca  de  la  verdadera  posición  de  los  materiales 
que  lo  representan,  designados  también  con  el  nombre  de 


GEOLOGIA 


344 


zona  de  la  avicula  conforta , por  ser  esta  el  fósil  mas  carac- 
terístico, considerándola  algunos  como  la  base  del  lias,  y no 
pocos  como  terreno  independiente;  la  singular  composición 
mineral  y orgánica  que  ofrece  este  depósito  y sus  relaciones 
estratigráficas,  cuando  la  serie  está  completa  con  las  margas 
irisadas  en  unos  puntos,  y con  lo  que  impropiamente  llamó 
Leymerie  infralias  en  otros,  explican  plausiblemente  la  di- 
versidad de  opiniones  entre  los  hombres  mas  competentes 
de  Europa.  Con  efecto,  en  Inglaterra,  por  ejemplo,  donde 
está  muy  desarrollado,  existe  entre  las  margas  del  keuper, 
y lo  que  llaman  lias  blanco,  una  serie  de  veintinueve  capas 
de  pizarras  negras,  calizas  azules  y de  otros  colores  casi 
siempre  arcillosas,  areniscas  algo  micáceas,  arcillas  negras 
duras  con  gran  número  de  fósiles,  entre  los  que  figuran  en 
la  base  la  avicula  contorta,  natica  Oppeli  y muchos  restos 
de  peces,  y en  la  parte  superior  el  cardium  rhceticum,  pecten 
valoniensis,  la  avicula  contorta  y otros. 

El  descubrimiento  hecho  en  Watchet  (Somerset)  por 
Dawkins  de  un  premolar  de  mamífero,  probablemente  de  la 
familia  de  los  kanguros,  el  hypsiprimnopsis  r/nr  fíats,  quilata 
la  importancia  de  este  horizonte  en  el  Reino  Unido,  cuyos 
geólogos,  siguiendo  en  su  mayor  parte  la  opinión  de  Agassiz, 
fundada  en  la  presencia  en  la  capa  dicha  bone-bed  del 
gyrolepis  tenuistriatus.  y del  saurichthys  acuminatus,  que 
consideraba  como  exclusivamente  triásicas,  colocan  la  zona 
en  cuestión  en  la  cima  del  trias.  Lyell  decía  ya  en  1857  que 
la  capa  donde  se  encontró,  en  Suabia,  el  microlestes,  á la 
que  comparaba  Suess,  de  Viena,  los  materiales  de  Koessen, 
contiene  verdaderas  especies  triásicas,  circunstancia  que 
convenia  no  olvidaran  los  que  la  quieren  referir  al  jurásico. 

En  la  Alemania  del  Norte  el  depósito  en  litigio  se  conti- 
núa sin  discordancia,  desde  las  margas  irisadas  del  keuper 
hasta  el  horizonte  francamente  liásico  de  la  ostrea  arcuata, 
hallándose  representado  por  varios  grupos  de  estratos  de 
arcillas  azules  y arenas  amarillentas,  cubriendo  las  areniscas 
pizarreñas  y calizas  arcilloso-arenáceas  con  el  ara.  angulatus, 
am.  Hagenowii,  lima  gigantea,  varias  cardinias  y la  ostrea 
irregularis;  siguen  mas  abajo  arcillas  gris  azuladas  con  con- 
creciones ferruginosas,  llevando  asteria  lombricalis  y calami- 
tes arenáceas  y bivalvas  indeterminadas;  por  último,  cierran 
la  serie  areniscas,  relacionadas,  según  Strombek,  con  las 
margas  irisadas.  La  desaparición  de  todas  las  especies  del 
keuper  y la  presencia  de  muchas  que  se  continúan  y desar- 
rollan en  el  lias,  inclinan  el  ánimo  de  no  pocos  geologos  de 
aquella  parte  de  Europa  á colocar  en  la  base  del  jurásico 
este  horizonte,  que  Schlombach  considera  como  indepen- 
diente, estableciendo  el  lazo  de  unión  entre  el  keuper  y el 
lias.  ___  „ 

En  Austria,  Baviera  y toda  la  Alemania  del  sur,  en  Suiza, 
Italia  y Francia  hállase  también  muy  desarrollado  este  hori- 
zonte; observándose,  en  cuanto  á la  composición  mineral,  el 
predominio  del  elemento  arenáceo  y arcilloso  silíceo  en 
Francia,  Bélgica  y el  norte  de  Alemania,  al  paso  que  en 
Inglaterra,  en  Italia  y en  la  mayor  parte  de  las  comarcas 
alpinas  su  materia  es  mas  bien  margoso  caliza  y pizarreña, 
siempre  en  relación  con  la  composición  de  los  terrenos  in- 
mediatos. En  cuanto  al  carácter  estratigráfico,  si  se  excep- 
túan muy  pocos  casos  de  discordancia,  puede  decirse  que 
se  continúan  desde  el  trias  hasta  el  liásico  inferior  sin  acci- 
dentes notables.  Por  último,  bajo  el  punto  de  vista  orgá- 
nico, la  fauna  en  especial,  aunque  representada  por  especies 
triásicas  que  van  á desaparecer  y por  básicas  que  empiezan 
á existir,  parece  afectar  de  preferencia  este  último  carácter, 
supuesto  que  cincuenta  y ocho  especies  aparecen  y pasan 
mas  arriba,  al  paso  que  en  la  zona  de  avicula  concluyen  diez 
y seis  del  triásico:  presenta,  no  obstante,  este  horizonte  un 


conjunto  de  organismos  especial  que  no  permite  confundirlo 
ni  con  el  uno  ni  con  el  otro,  sirviendo,  por  decirlo  así,  de 
tránsito  ó de  lazo  entre  ambos:  debe,  por  consiguiente,  con- 
siderarse como  un  nuevo  terreno,  si  bien  mas  análogo  con 
el  jurásico,  cuya  base  puede  representar  según  la  opinión 
hoy  mas  generalizada. 

La  empeñada  discusión  del  minucioso  estudio  de  este 
horizonte  y de  otros  que  mas  adelante  se  darán  á conocer, 
prueba  la  circunspección  con  que  debe  procederse  en  las 
exploraciones  geológicas  y el  valor  siempre  relativo  que  debe 
darse  á las  divisiones  de  los  terrenos  como  representantes 
de  las  épocas  en  que  se  distribuye  la  historia  terrestre,  mas  » 

bien  para  facilitar  el  estudio  que,  como  unidades  reales  é 
independientes,  bien'discernibles  en  la  naturaleza. 

TERRENO  JURÁSICO 

SINONIMIA. — Terreno  jurásico  de  la  mayor  parte  de 
los  geólogos. — Jurakalk  y Oolitenkalk  de  los  alemanes. — 

Tercera  caliza  secundaria  de  Boué. — Parte  de  los  terrenos 
secundarios  de  Werner. — Grupo  eolítico,  Delabeche. — 

Grupo  jurásico  y terreno  oolítico,  Lyell. — Parte  de  los  terre- 
nos amoníticos  de  algunas  ediciones  de  Omalius. 

HISTORIA. — Al  terreno  en  cuya  descripción  vamos  á 
ocuparnos  llaman  oolítico  los  geólogos  ingleses,  por  el  gran 
desarrollo  que  en  él  adquieren  en  la  Gran  Bretaña  las  calizas 
oolíticas;  pero  en  general  se  prefiere  la  denominación  de 
jurásico,  deducida  de  la  cordillera  del  Jura,  por  hallarse  en 
ella  muy  desarrollado,  y por  ser  uno  de  los  puntos  donde  por 
primera  vez  se  reconoció  su  verdadera  posición  geognóstica 
y cronológica. 

DEFINICION. — Llámase  terreno  jurásico  al  conjunto  de 
materiales,  así  inorgánicos  como  orgánicos,  depositados 
entre  el  levantamiento  del  Thuringerwald  y el  de  la  Costa 
de  Oro,  cuyos  caracteres  son:  » 

CARÁCTER  mineralógico.— Bastante  difícil  es 
designar  el  carácter  mineralógico  del  terreno  jurásico,  á no 
limitarse  á decir  que  está  compuesto  de  calizas  mas  ó menos 
compactas  ú oolíticas,  alternando  con  capas  de  margas,  arci- 
llas, raras  veces  areniscas,  con  algún  banco  ó depósito  subor- 
dinado de  hierro  pisolítico  y lignito.  En  la  Península,  algunas 
calizas  son  silíceas,  y llevan  además  nodulos  de  pedernal  en 
su  masa.  La  abundante  variedad  de  oolitas  calizas  ó ferrugi- 
nosas que  ofrece,  hace  se  le  llame  oolítico,  á pesar  de  que  en 
muchos  puntos  esta  estructura  no  se  presenta,  y las  rocas 
son  compactas  ó margosas. 

Entre  las  rocas  plutónicas  contemporáneas  ó posteriores 
á este  terreno,  y cuya  salida  determinó  la  dislocación  y demás 
accidentes  estratigrá fíeos  y metamórficos  de  sus  materiales, 
los  mas  notables  son  los  pórfidos  piroxénicos  y granitoidéos, 
los  ofitos,  las  serpentinas,  algún  granito  y las  sienitas. 

CARÁCTER  ESTRATIGRÁFICO.— Los  límites  estra- 
tigráficos  de  este  terreno  son:  por  abajo  el  levantamiento  del 
Thuringerwald,  que  lo  aísla  del  triásico,  sobre  el  que  con 
frecuencia  descansa  en  estratificación  discordante;  por  arriba 
recibe  en  condiciones  análogas  á la  parte  inferior  del  cretá- 
ceo, efecto  sin  duda  de  la  intercalación  del  de  la  Costa 
de  Oro. 

Carácter  PALEONTOLÓGICO.— El  terreno  jurá- 
sico se  distingue  por  ser  el  de  la  primera  aparición  de  los 
mamíferos  didelfos;  por  el  gran  desarrollo  de  los  reptiles  de 
gran  tamaño  y de  formas  extraordinarias,  y por  el  considerable 
número  de  especies  de  ammonites  y belemnites.  Entre  los 
vegetales  los  mas  notables  son:  las  araucarias,  zamias,  colas 
de  caballo,  algunas  tuyas  y heléchos. 

ESPESOR. — En  algunos  puntos  el  jurásico  alcanza  mas 


GEONOMIA 


de  2,000  metros  en  sentido  vertical,  pudiendo  citar,  entre 
otros  ejemplos  de  la  Península,  Javalambre,  junto  á Sarrion 
(Teruel). 

Distribución  GEOGRÁFICA. — El  terreno  jurásico 
ocupa  bastante  extensión  geográfica  en  Europa.  En  Francia 
forma  una  especie  de  faja  alrededor  de  las  cuencas  terciaria 
y cretácea,  pirenáica,  mediterránea  y anglo-parisiense.  Esta 
última  se  extiende  á través  del  Canal  de  la  Mancha  hasta 
Inglaterra,  donde  se  halla  muy  desarrollada,  y constituye  una 


345 

zona  de  48  kilómetros  á lo  menos,  entre  el  condado  de  York 
y el  de  Dorset,  estableciendo  el  límite  también  de  la  cuenca 
cretácea. 

Parte  de  la  zona  mediterránea  constituye,  por  un  lado,  la 
cordillera  del  Jura  y se  extiende  hasta  los  Vosgos,  y por  otro 
penetra  en  los  Alpes,  donde  adquiere  gran  desarrollo  en 
superficie  y altura. 

En  Italia  el  terreno  jurásico  ocupa  en  muchos  puntos  el 
eje  central  de  los  Apeninos,  como  se  ve  en  Asís,  Cesi,  Terni, 


Monticeli,  cerca  de  Roma,  etc.;  en  otros  forma  parte  de  sus 
estribos,  como  en  las  famosas  canteras  de  Carrara,  que  por 
sí  solas  bastarían  á darle  importancia. 

Por  ultimo,  en  España  este  terreno  ocupa  muchísima 
menos  extensión  que  el  cretáceo,  presentándose  mas  bien 
en  puntos  aislados  que  en  grandes  depósitos. 

División. — Según  la  clasificación  adoptada,  dividire- 


mos este  terreno,  mas  bien  por  conveniencia  que  por  carac- 
teres estratigráficos,  pues  no  se  conoce  hasta  ahora  ningún 

D levantamiento  que  haya  interrumpido  la  formación  de  sus 
estratos,  en  cuatro  pisos,  y son:  i.°  liásico;  2.0  bathónico; 
3.  oxfórdico  y 4.  portlándico;  denominaciones  de  origen 
inglés,  por  ser  la  Gran  Bretaña  donde  se  les  asignó  primero 
la  posición  respectiva  y caracteres  propios. 

' PISO  PRIMERO — LiisicO 

DEFINICION. — Este  piso,  que  algunos,  siguiendo  á 
Lyell,  separan  del  jurásico,  dándole  el  carácter  de  terreno 

Tomo  TX 


independiente,  corresponde  á los  pisos  toárcico,  liásico  y 
sinemórico  de  D’Orbigny;  ocupa  la  base  del  terreno  jurásico, 
descansando  en  estratificación  discordante,  cuando  la  serie 
no  está  interrumpida,  sobre  el  trias,  del  que  lo  separa  el 
levantamiento  del  Thuringerwald. 

CARACTER  MINERALÓGICO. — La  composición  mi- 
neralógica del  lias  ofrece  de  notable  el  gran  desarrollo  de  las 
margas  y arcillas  de  colores  oscuros,  pardas,  azules  ó casi 
negras,  que  comunican  a las  canteras  un  aspecto  singular. 
La  estructura  de  las  rocas  es  pizarrosa,  presentándose  tam- 
bién en  grandes  depósitos;  alternando  con  alguna  capa  de 
caliza,  comunmente  arcillosa.  En  algunos  puntos,  como  en 
las  cercanías  de  Delemont  (Suiza),  se  presentan  intercalados 
en  los  estratos  de  este  terreno  algunos  nódulos  de  marga 
endurecida,  que  participan  del  carácter  arcilloso  del  terreno, 
con  la  particularidad  de  contener  en  su  interior  bellas  cris- 
talizaciones de  sulfato  de  estronciana.  He  recogido  en  dicho 

punto  algunos  de  estos  nódulos  del  tamaño  de  la  cabeza  y 
aun  mayores. 


44 


geología 


31^ 


Tal  es  la  composición,  en  general,  de  este  terreno,  y la 
del  de  España  en  los  varios  puntos  en  que  se  ha  encontrado, 
como  en  Albarracin,  las  Majadas  (Cuenca),  Anchuela,  "V  illar 
del  Cobo,  Guadalaviar,  Prados  Redondos,  Brievade  Juarros, 
Griegos,  Torremocha,  Concha,  Sarrion,  etc.  En  unas  locali- 
dades este  terreno  constituye  mesetas  muy  estériles,  como 
las  de  Tierras  muertas  entre  Uña  y Valdemoro;  en  otras  se 
eleva  á grande  altura,  formando  la  falda  de  montes  muy 
elevados,  como  la  Sierra  Camarena,  por  ejemplo. 

En  Inglaterra,  donde  se  ha  estudiado  mejor  este  terreno, 
ha  recibido  el  nombre  que  lleva,  voz  provincial  corrompida 
de  Layer  (banco  ó lecho). 

Carácter  ESTRATIGRÁFICO.— Este  piso,  y parte 
del  anterior,  se  presenta,  por  lo  común,  en  capas  ó lechos 
bastante  regulares,  excepto  en  un  distrito  de  la  Tarantesia 
(Saboya),  comprendido  entre  el  Collado  de  Petit  Cceur, 
Chardonnet  y Encombres,  donde  ofrece  una  inversión  tal  en 
sus  estratos,  que  según  consta  de  las  observaciones  de  Elie 
de  Beaumont,  Sismonda,  Favre,  Studer  y raías,  se  halla  in- 
frapuesto  al  terreno  carbonífero,  que  es  mucho  mas  antiguo. 
Este  hecho  tan  curioso,  aunque  no  único,  pues  en  el  terreno 
cretáceo  de  León  y Palencia  existe  un  caso  análogo,  según 
Prado,  ha  originado  serias  discusiones  desde  que  por  pri- 
mera vez  lo  anunció  el  ilustre  Elie  de  Beaumont  en  los 
Anales  de  Ciencias  naturales  de  Paris  en  1828.  Este  geólogo, 
fundado  en  la  determinación  de  las  plantas  hecha  por  Bron- 
gniart,  emitió  y sostiene  aun,  que  este  hecho  significa  que  la 
flora  carbonífera  ha  vivido  hasta  en  el  período  jurásico  in- 
clusive. Este  parecer  ha  sido  adoptado  por  el  distinguido 
Sismonda  (Angelo)  de  Tarín,  el  cual  en  confirmación  dijo 
haber  encontrado  en  el  mismo  fragmento  de  roca  un  belem- 
nites  liásico,  y un  helécho  de  la  época  carbonífera.  A ser 
esto  cierto,  resolveria  la  cuestión  en  este  sentido:  pero  es  el 
caso  que,  reconocido  en  1850  el  ejemplar  que  poseía  el  abate 
Chamusset  de  Chambery  (Saboya),  vimos  el  profesor  Studer, 
de  Berna,  y el  autor  de  este  Compendio,  que  el  pretendido 
helécho  era  un  fucus,  planta  que  se  encuentra  fósil  desde  el 
período  jurásico,  y aun  mas  allá  hasta  el  terciario  inclusive. 

En  1861,  la  Sociedad  Geológica  de  Francia,  deseosa  de 
poner  término  á una  discusión  tan  larga  y enojosa,  acordó 
celebrar  en  Saboya  la  reunión  extraordinaria  anual,  y aun- 
que privada  del  poderoso  concurso  de  Elie  de  Beaumont, 
de  Sismonda  y de  los  pocos  que  aun  sostienen  la  idea  de 
aquel,  tras  de  un  minucioso  y detenido  examen  de  la  loca- 
lidad, que  dió  por  resultado  ver  al  terreno  carbonífero  en- 
cima, no  solo  del  jurásico  sino  hasta  del  terciario  inferior  ó 
numulitico,  reconoció  como  verdadera  causa  de  esta  inver- 
sión total  las  profundas  y repetidas  dislocaciones  que  ha  ex- 
perimentado la  comarca,  por  efecto  de  la  salida  de  las  mu- 
chas rocas  plutónicas  que  en  ella  existen. 

Carácter  paleontológico.— El  lias  ofrece  por 
carácter  paleontológico  ser  el  de  la  primera  aparición  de  los 
belemnites,  de  las  sepias  y calamares,  que  se  presentan 
algunas  veces,  con  la  bolsa  y la  tinta  en  ella  contenida,  en 
estado  fósil.  Esta  circunstancia  y el  desarrollo  de  los  rep- 
tiles de  formas  extraordinarias,  entre  los  cuales  los  ichtyo- 
sauros,  teleosauros  y plesyosauros  son  los  mas  notables ; el 
número  considerable  de  peces  de  muchas  nadaderas  y de 
otros  seres  representados  en  las  figs.  de  la  pag.  345,  consti- 
tuyen el  carácter  orgánico  distintivo  de  este  terreno.  La 
abundancia  con  que  se  presenta  en  el  lias  la  ostrea  arcuata, 
ha  hecho  que  por  algunos  se  diera  á todo  el  piso  este  epíteto; 
otros  le  dan  el  nombre  de  arcillas  de  belemnites,  por  lo  nu- 
merosos que  se  presentan  estos  séres.  El  lias  es  también  no- 
table por  constituir  el  límite  superior  de  los  braquiópodos 
llamados  espirifer  y leptena  De  aquellos  ha  contado  David- 


son  hasta  nueve  especies  en  el  lias,  siendo  el  spirifer  M al- 
cotii  el  mas  característico  del  piso  inferior;  en  cuanto  á las 
leptenas,  el  señor  Deslongchamps  las  ha  indicado  en  el  lias 
de  Curcy  ( Normandía). 

Entrelas  plantas,  dejando  aparte  las  que  equivocadamente 
consideran  algunos  como  básicas,  y que  en  rigor  pertenecen 
al  período  carbonífero,  el  lias  ofrece  varias  especies  de  Za- 
mias,  Nilssonias,  bastantes  coniferas  y algunos  heléchos, 
entre  los  cuales  los  hemitelites  y cycadites  son  los  mas  ca- 
racterísticos. 

Para  formarse  una  idea  de  los  séres  mas  notables  que 
caracterizan  este  horizonte  inferior  del  jurásico,  véanse  las 
figs.  97,  100,  101,  104,  107  y 108. 

DIVISION. — El  lias  divídese  comunmente  en  tres  pisos 
ú órdenes  de  estratos,  que  se  llaman  inferior,  medio  y supe- 
rior; equivalentes  á los  llamados  por  D Orbigny,  sinemúrico, 
por  hallarse  desarrollado  en  los  alrededores  de  Sémur  ( Sine - 
inurium  de  los  latinos),  básico  por  excelencia,  y toárcico, 
derivado  de  Petit  Thouars  ( Toharcium  de  los  latinos),  en 
cuyas  cercanías  se  halla  bien  representado  este  piso,  en  cuya 
descripción  detallada  no  entramos  por  brevedad. 

LIAS  ESPAÑOL. — En  España  se  encuentra  el  lias  bien 
caracterizado;  en  Baena  y en  la  Sierra  de  Antequera,  que  se 
extiende  por  Ronda  hácia  Gibraltar,  por  la  caliza  roja  amo- 
nitífera,  parecida  á la  de  Italia,  mientras  que  en  Aragón,  en 
los  puntos  ya  indicados,  y en  otros  de  Guipúzcoa  y señorío 
de  Vizcaya,  según  el  señor  Collette  y Verneuil,  está  formado 
de  bancos  de  caliza  compacta  y de  arcillas  de  colores  oscu- 
ros. El  señor  Verneuil,  á quien  tanto  debe  la  Geología  espa- 
ñola, cita  el  collado  del  Horno  de  la  Hava,  cerca  de  Orta, 
como  localidad  curiosa  para  el  lias,  pues  dice  que  se  halla 
rodeado  de  calizas  dolomíticas  y de  margas  yesosas,  y atra- 
vesado por  una  eurita  verdosa. 

No  deja  de  ser  también  digno  de  atención  el  hecho  citado 
por  este  eminente  geólogo,  de  que  el  lias  en  la  Península 
solo  se  halla  representado  por  los  pisos  superior  y medio;  el 
inferior  escasea  sobremanera;  sin  embargo,  en  Torrevelilla 
(Teruel)  lo  he  visto  bien  representado  (1). 

Algunas  veces  ofrece  también  una  mezcla  curiosa  de  fó- 
siles de  ambos  pisos,  como  sucede,  según  Haiine,  cerca  de 
Soller  (Mallorca),  en  el  collado  de  la  Muleta,  y en  varios 
puntos  de  Aragón. 

Formas  y materiales  útiles.— Las  formas  y 
accidentes  de  este  terreno,  y sus  condiciones  agrícolas,  ver- 
dadero corolario  de  aquellas,  naturalmente  han  de  variar 
con  la  naturaleza  de  sus  materiales:  casi  otro  tanto  puede 
decirse  respecto  de  las  sustancias  útiles  que  proporciona. 

Las  calizas  ordinarias,  como  materiales  de  construcción: 
las  blancas  sacaroidéas,  para  la  estatuaria;  las  de  colores,  co- 
mo mármoles,  y algunas  que  pueden  servir  perfectamente  de 
piedras  biográficas,  dan  bastante  importancia  á este  terreno, 
en  el  que  también  son  comunes  las  arcillas,  que  suministran 
cales  hidráulicas  excelentes. 

Entre  los  metales,  el  mas  abundante  como  objeto  de  ex- 
plotación es  el  hierro,  ora  en  piritas  impregnando  las  margas, 
que  desecadas  se  emplean  como  abono  excelente,  ora  en  es- 
tado de  óxido  hidratado  en  masas  fibrosas  de  muy  buena 
calidad. 

La  descomposición  de  las  piritas  suministra:  primero,  las 
caparrosas  ó sulfatos  de  hierro;  y después  el  alumbre,  com- 
binándose con  la  potasa  y la  alúmina  de  las  margas,  que  se 
explota  en  el  piso  superior  de  este  terreno,  en  varios  puntos 
de  Inglaterra. 


(1)  Consúltese  mi  Memoria  geognóstico-agricola  sobre  dicha  pro- 
vincia. 


GEONOMIA 


347 


D 


Los  famosos  criaderos  de  calamina  de  Santander,  en  tér- 
mino de  Potes,  Cabezón,  Sclix,  Udías  y Comillas,  arman, 
según  el  Sr.  Naranjo,  en  una  Memoria  publicada  en  la  Re- 
vista minera  en  1S55,  en  el  horizonte  de  la  Ostrea  eymbium 
y del  Ammonites  margaritatus.  La  matriz  del  mineral  es  la 
Dolomía  celular  (vulgo  cayuela)  y la  caliza  blanca  compacta. 

El  cobre  carbonatado  y gris  y la  galena  se  encuentran 
igualmente  en  él,  aunque  en  escasa  cantidad.  No  sucede  lo 
mismo  con  el  mercurio  nativo  y el  cinabrio,  que  se  encuen- 
tran en  este  terreno  en  abundancia  y se  explotan  en  varios 
puntos  de  la  Baviera,  Tirol  é Italia,  y muy  particularmente 
en  Idria  (Iliria,  Austria),  de  donde  se  extraen  10,000  quin- 
tales al  año. 

riso  seg v N DO — B a t ¡iónico 


DEFINICION. — Este  horizonte,  que  comprende  el  Corn- 
brash  y forestmarble,  la  grande  oolita,  el  fuller’s  earth  y la 
oolita  inferior  de  Lyell,  y los  pisos  bathónico  y bayócico  de 
D’Orbigny,  debe  el  nombre  que  lleva  al  gran  desarrollo  que 
ofrece  en  los  alrededoies  de  Bath  (Inglaterra)  punto  clásico 
para  su  estudio. 

Carácter  mineralógico  y división.— En 

Inglaterra,  donde  este  terreno  ofrece  el  máximum  de  compli- 
cación y de  desarrollo,  consta  de  los  elementos  indicados  en 
la  figura  103. 

Este  piso  se  divide  en  dos  órdenes  de  capas,  conocido  el 
superior  con  el  nombre  de  grande  oolita  ó de  Bath  propia- 
mente dicha,  y con  el  de  Bayeux  el  otro,  de  donde  procede 
la  denominación  de  bayócico  que  D’Orbigny  le  ha  dado  en 
su  Paleontología  estratigráfica. 

OOLITA  INFERIOR.— La  oolita  inferior  se  halla  re- 
presentada en  Inglaterra  por  capas  poco  espesas  de  una  ca- 
liza oolitica,  que  se  destina  á la  construcción,  descansando 
á veces  sobre  bancos  de  arenas  amarillas,  que  suelen  reem- 
plazar al  elemento  calizo. 

En  Francia,  y particularmente  en  la  Normondía,  este  piso 
lo  constituyen  gruesas  capas  de  una  caliza  oolitica  ferrugino- 
sa, que  se  explota  para  la  extracción  del  hierro,  muy  rica  en 
fósiles.  He  visitado  las  dos  localidades  clásicas  de  dicha 
región,  Moutiers  y Bayeux,  y recogido  soberbios  ejemplares 
de  ammonites,  pleurotomarias,  astartes  limas,  y otros,  carac- 
terísticos de  este  piso. 

Las  formaciones  indicadas  hasta  aquí  en  los  diversos  pisos 
del  terreno  jurásico,  son  en  casi  todos  los  puntos  de  Europa 
marinas.  Sin  embargo,  el  Sr.  Marcel  de  Serres,  en  una  im- 
portante memoria  publicada  en  el  Bolelin  de  la  Sociedad 
Geológica  de  Francia  en  noviembre  de  1858  acerca  del  cria- 
dero de  la  ulla  seca  ó estipita  jurásica  de  la  meseta  de  Lar- 
zac  (Gard),  ha  demostrado  la  existencia  de  varios  depósitos 
lacustres  conteniendo  unios,  paludinas  y melanias,  interca- 
lados en  la  oolita  inferior  y en  el  lias  en  formaciones  mari- 
nas. Un  hecho  análogo  cita  el  Sr.  Archiac  en  el  jurásico 
inferior  de  la  India  central,  formación  que,  según  este  dis- 
tinguido geólogo,  contiene  diamantes  en  su  parte  superior  y 
carbón  mineral  en  la  base;  Lyell  dice  también  que  en  las 
pizarras  carbonosas  de  la  costa  de  Whitby,  en  las  que  se  han 
encontrada  varias  plantas,  como  el  equisetum  columnare, 
cicadeas  y calamites  en  la  grande  oolita,  descubrió  el  señor 
Reau  algunas  estherias  y unios,  conchas  esencialmente  la- 
custres. 

GRANDE  OOLITA. — La  grande  oolita  consta  en  mu- 
chas localidades  de  Inglaterra  de  arcillas  y areniscas  calizas, 
que  forman  el  cornbrach,  pasando  por  su  parte  inferior  á la 
caliza  arcillosa  llamada  forest-marble,  muy  rica  en  fósiles.  En 
algunos  puntos  esta  caliza  se  ve  reemplazada  ó pasa  insensi- 


blemente á masas  considerables  de  arcillas,  llamadas  de 
Bratford.  Así  la  parte  caliza  como  la  arcillosa,  se  hallan  lite- 
ralmente formadas  de  fragmentos  de  zoófitos  y de  encrinites, 
sobre  todo  del  apiocrinites  rotundus,  notándose  que  se  en- 
cuentran aun  como  si  estuvieran  prendidos  al  fondo  del  mar 
en  que  vivieron;  es  de  consiguiente,  un  segundo  depósito  de 
coral- rag. 

En  Francia  este  sistema  ó piso  de  la  grande  oolita  se  halla 
representado  por  la  caliza  de  Caen  y Ranville  (Normandía,) 
que  se  emplean  en  la  construcción,  y hasta  se  exportan  con 
igual  objeto.  En  esta  roca,  blanca  ó con  un  tinte  algo  son- 
rosado y de  un  aspecto  agradable,  abundan  extraordinaria- 
mente los  zoófitos  y los  tallos  y cálices  del  apiocrinites  ci- 
tado, y además  se  encuentra  el  Amm.  arbustigerus,  una  es- 
pecie nueva  de  nautilus,  que  descubrí  en  1851,  y muchos 
otros  fósiles  característicos. 

La  grande  oolita  de  Stonesfield  (Inglaterra)  se  halla  re- 
presentada por  una  caliza  conchífera  de  estructura  algún 
tanto  oolitica,  dispuesta  en  masas  esferoidales  diseminadas 
en  la  arena,  que  ofrece  cerca  de  dos  metros  de  espesor.  Esta 
caliza  se  ha  hecho  célebre,  no  solo  por  los  élitros  de  ciertos 
insectos  y restos  de  plesiosauros,  crocodilos  y pterodáctilos, 
sino  muy  particularmente  por  las  mandíbulas  de  verdaderos 
mamíferos  monodelfos  y didelfos,  pertenecientes  á los  gé- 
neros amphitherium  y phascolotherium.  El  hallazgo  de  estas 
piezas  esqueléticas,  en  una  época  en  que  no  se  conocían 
verdaderos  mamíferos  anteriores  al  terreno  terciario,  llamó 
mucho  la  atención  de  los  geólogos  y paleontólogos,  que  no 
andaban,  al  parecer,  muy  acordes.  Primero  se  dudó  fueran 
de  mamíferos,  creyéndolas  mas  bien  de  reptiles;  pero  las  ob- 
servaciones posteriores  del  célebre  Oven  desvanecieron  las 
dudas  dando  la  razón  al  gran  Cuvier,  que  desde  el  primer 
momento  las  consideró  como  pertenecientes  á mamíferos 
marsupiales  ó didelfos.  Resuelta  ya  esta  cuestión,  faltaba  de- 
cidir si  dichos  restos  pertenecían  al  terreno  de  la  grande 
oolita,  ó si  habían  sido  depositados  después  entre  las  grietas 
de  las  rocas  indicadas.  También  este  segundo  problema  se 
ha  resuelto  afirmativamente,  ya  que  según  las  observaciones 
de  Lyell,  Gaudry  y otros  geólogos  eminentes,  no  puede  du- 
darse que  las  mandíbulas  citadas  se  encuentran  en  la  roca 
misma  de  Stonesfield. 

Aunque  el  descubrimiento  del  microlestes  antiquus  hace 
remontar  la  primera  aparición  de  los  mamíferos  á la  parte 
inferior  del  lias,  no  deja  de  ser  muy  importante  la  presencia 
de  estos  séres  en  la  grande  oolita. 

Entre  esta  y la  oolita  inferior  se  encuentra  cerca  de  Bath 
un  depósito  de  arcilla  de  bataneros,  llamada  en  inglés  Fu- 
ller’s earth,  llena  de  la  ostrea  acuminata,  que  le  es  carac- 
terística. 

Carácter  paleontológico. — El  carácter  pa- 
leontológico del  piso  bathónico  consiste  principalmente  en 
la  presencia  de  los  singulares  mamíferos,  reptiles  é insectos 
que  se  encuentran  en  la  oolita  de  Stonesfield,  y en  el  gran 
desarrollo  que  adquieren  los  ammonites,  nautilus,  encrinites 
y zoófitos,  etc.  (Véanse  figs.  98,  99,  106  y 109). 

BathÓNICO  español. — En  España  este  terreno  se 
encuentra  en  muy  pocos  puntos,  como  en  Villar  del  Cobo, 
alrededores  de  Albarracin,  Anchuela,  Guadalaviar,  etc,;  en 
todos  ellos  su  composición  es  bastante  sencilla,  representada 
por  bancos  de  caliza  compacta,  de  colores  oscuros,  alter- 
nando con  otros  de  arcillas  y margas.  A juzgar  por  los  fósiles 
que  he  hallado  en  Sarrion,  se  halla  también  este  piso  repre- 
sentado como  en  Moutiers  y Bayeux,  por  la  oolita  ferrugi- 
nosa ya  citada. 

Materiales  útiles. — Prescindiendo  de  la  utilidad 
de  las  margas,  arcillas,  calizas,  etc,  que  en  tan  gran  copia 


GEOLOGÍA 


348 


encierra,  por  ser  las  mismas  que  las  de  terrenos  anteriores, 
este  piso  suministra  el  hierro  oolítico,  que  mezclado  con  la 
limonita  concrecional,  que  también  se  encuentra  en  él,  pro- 
porciona un  hierro  excelente.  En  algunas  localidades  con- 
tiene este  piso  un  combustible  que  participa  del  lignito  y de 
la  ulla  (la  estipita),  que  se  explota  sobre  todo  en  Inglaterra 
y Francia.  También  se  benefician  ciertas  margas  impregna- 
das de  sustancias  carbonosas,  que  reducidas  á cenizas,  se 
emplean  como  excelente  abono  en  la  Gran  Bretaña. 


Piso  tercf.ro—  Oxford i co 

El  horizonte  oxfórdico,  llamado  así  por  haber  sido  reco 
nocido  y caracterizado  por  primera  vez  en  los  alrededores 
de  la  ciudad  de  Oxford  (Inglaterra),  corresponde  á los  pisos 
1 del  coral- rag  oxfórdico  y calóvico  del  señor  D'Orbigny. 
Consta  de  una  porción  de  capas,  generalmente  en  estratifi- 
cación concordante,  dispuestas  de  arriba  abajo  en  el  orden 
marcado  en  la  fig.  105. 


g.  103. — Corte  geológico  tomado  en  los  alrededores  de  la  ciudad  de  Bath 

iliza  oolitica,  llamada  Com-brash.— 2 Capas  de  mármol,  dicho  Forest- 
arle.— 3 Arcilla  de  Bratford.— 4 Caliza  oolitica  de  Bath  (grande  oolita). 
5 Arcilla  de  Batanero  (Fuller’searth). — 6 Oolita  inferior  ierruginosa  y muy 


•Ammonites  bifrons 


Fig.  105. — Corte  del  terreno  oxfórdico  en  la  costa  de  Normandia 
i Caliza  oolitica  del  Coral-rag. — 2 Arenas  y areniscas  algo  calizas. — 3 Ar- 
cillas fosilíferas  de  Dives  (horizonte  de  Oxford).— 4 Caliza  margc 
del  grupo  oxfórdico. 


Fig.  104.— Tetragonolepis  restaurado 


(Crecida) 

Fig.  106. — Entalophora  cellarioides 


Fig.  108. — Ostrea  arcua 


formaciones  esencialmente  marinas  constituyen  este 
terreno  en  la  mayoría  de  los  casos,  á saber:  la  del  coral-rag 
y la  de  arcilla  de  Oxford  ó de  Dives,  por  ser  clásicos  estos 
dos  puntos  en  Inglaterra  y Francia. 

La  primera  de  las  indicadas  formaciones  empieza  general- 
mente de  arriba  abajo,  por  capas  de  caliza  oolitica,  que  en 
algunos  puntos,  sin  perder  este  carácter,  aglutina  ó contiene 
muchos  fragmentos  de  conchas,  erizos  de  mar  y zoófitos,  por 
cuya  razón  se  ha  llamado  coral  rag:  rag,  significa  en  inglés 
jirón  ó fragmento,  y coral  se  ha  tomado  como  sinónimo  de 
zoófito.  Siguen  después  varios  bancos  de  arenas  y areniscas, 
descansando  sobre  grandes  depósitos  de  arcillas,  en  ingle's 
oxford-clay,  conteniendo  gTan  número  de  fósiles  característi- 
cos de  este  terreno,  que  termina  en  la  base  por  varias  capas 
de  margas  ó de  calizas  arcillosas. 


109.—  Ammonites  Humphrysianus 

primera  formación  es  notable  por  el  número  conside- 
rable de  zoófitos  que  contiene,  muchos  de  los  cuales  parece 
se  conservan  todavía  en  la  misma  posición  en  que  vivieron, 
presentando  la  imágen  fiel  de  los  arrecifes  de  coral  de  las 
islas  del  Pacífico. 

La  segunda  se  distingue  particularmente  por  el  desarrollo 
que  en  ella  ofrecen  los  moluscos  cefalópodos,  como  ai 
nites,  belemnites  y nautilus. 

En  la  cordillera  del  Jura,  que  puede  considerarse  como 
clásica,  este  segundo  piso  consta,  en  el  órden  descendente, 
de  los  materiales  siguientes:  i.°  caliza  de  astartes;  2.0  caliza 
de  nerineas;  3.  oolita  coralífera;  4.0  caliza  compacta  coralina, 
que  corresponden  al  grupo  del  coral-rag;  5.0  arcillas  de  Chai- 
lies  (nodulos);  6.°  margas  oxfórdicas,  y 7.0  kelloway-rok,  que 
son  los  representantes  del  oxford-clay. 


GEONOMIA 


349 


OXFÓROICO  ESPAÑOL. — El  grupo  oxfórdico,  aunque 
no  muy  desarrollado,  se  encuentra  en  varios  puntos  de  la 
Península,  con  la  particularidad  de  ser  muy  uniforme  su 
composición.  En  general  consta  de  bancos  de  piedra  caliza 
dura,  compacta,  de  fractura  concoidéa  y de  aspecto  litográ- 
fico,  siendo  muy  difícil  procurarse  en  ella  buenos  fósiles; 
raras  veces  toma  esta  caliza  el  aspecto  dolomítico,  como  se 


observa  en  algunos  puntos  de  Europa,  en  Chanaz  (Saboya), 
por  ejemplo,  en  donde  constituye  el  piso  llamado  kelloway- 
rok.  También  suelen  alternar  los  bancos  de  caliza  con  los  de 
margas  y arcillas,  generalmente  de  colores  oscuros,  como  se 
demuestra  entre  Calomarde  y Frias. 

En  este  caso  el  terreno  es  mas  rico  en  fósiles  que  cuando 
solo  consta  de  capas  calizas,  en  atención  á que,  en  general, 


Fig.  1 1 7.— Phytogira  magnífica  Fig.  1 iS. — Ostrea  Marshii  Fig.  1 19.— Ammonites  rcfractus  Fig.  120.— Ostrea  dcltoidea 


conviene  consignar.  Allí  el  terreno  ó piso  oxfórdico  se  halla 
representado  por  calizas  duras  y compactas,  con  las  cuales 
alterna  un  depósito  en  capas  de  oolita  muy  ferruginosa, 
riquísima  en  fósiles  pertenecientes  al  oxford,  á las  oolitas  gran- 
de é inferior  y al  lias,  sin  que  sea  fácil  explicar  esta  mezcla, 
pues  las  numerosas  especies  de  ammonites  de  estos  varios 
horizontes,  como  el  hommairei,  zignodianus,  anceps,  macro- 
cephalus,  que  son  oxfórdicos,  se  hallan  mezclados  en  la  zona 
misma  con  los  fimbriatus  y biflexuosus  del  lias,  y con  el 
gervillei  y microstoma,  que  son  de  la  oolita  grande  é interior. 
También  se  encuentra  en  el  mismo  horizonte  el  nautilus 
sinuatus,  que  es  característico  del  oxford  clay  (2). 

En  muchos  puntos,  como  entre  Calomarde  y hrias,  en 
Hinarejos  y en  Bejís,  se  le  ve  en  relación  por  su  base  con  el 
trias.  En  el  gran  escarpe  que  forma  el  rio  Cabriel,  en  la  car- 


M 


I ¡E  oue 


L 


D 


en  los  terrenos  secundarios  las  margas  y arcillas  son  las  que 
contienen  mas  restos  orgánicos.  Sin  embargo,  el  Sr.  Yerneuil 
cita  un  depósito  oxfórdico  en  la  montaña  que  se  encuentra 
al  sudeste  de  Caravaca,  formado  de  bancos  de  caliza  muy 
rica  en  fósiles. 

En  Bejís,  partida  de  las  Naguanillas;  en  el  cerro  de  las 
Muías,  al  oeste  de  la  Cueva  Santa,  y en  otros  puntos  de  la 
provincia  de  Castellón,  y en  la  limítrofe  de  Teruel,  el  piso 
•xfórdico  consta  de  capas  alternadas  de  calizas  claras,  duras 
compactas,  y de  arcillas  y margas,  que  en  algunos  puntos 
se  exfolian  y tienden,  como  en  Bejís,  por  ejemplo,  á tomar 
en  su  descomposición  formas  esferoidales  análogas  á las  del 
basalto  cuando  se  descompone  (1). 

En  Sarrion  (Teruel),  en  el  sitio  llamado  la  Hoya  de  la 
Caridad,  he  observado  un  hecho  sumamente  curioso,  que 


(1)  Véase  mi  Memoria  geognóstico-agrícola  de  Castellón. 


(2)  Consúltese  mi  Memoria  geológico -agrícola  de  Teruel. 


35° 


GEOLOGÍA 


retera  de  Valencia  á Madrid,  se  ve  cubierto  por  depósitos 
terciarios,  según  Yerneuil.  En  el  pico  del  Tejo  el  oxford  se 
halla  constituido  por  bancos  de  calizas  muy  duras  y consis- 
tentes con  fuerte  buzamiento  hácia  el  oeste,  y cubierto  por 
capas  del  piso  cretáceo  inferior. 

Las  calizas  margosas  rojizas  de  Cabra  (Córdoba)  también 
pertenecen  al  piso  oxfórdico  ó al  llamado  horizonte  titónico 
por  Oppel.  Verneuil  refiere  al  mismo  piso  las  calizas  grises 
y compactas,  que  encontró  en  1859  en  las  cercanías  de 
Montoria  (Alava);  por  haber  descubierto  algunos  ejemplares 
del  Amm.  plicatilis,  que  es  característico.  Esta  especie,  como 
el  Amm.  athleta,  el  belemnites  hastatus,  terebratula  diphya, 
aptychus  imbricatus,  y otras  propias  del  oxford  ó del  titónico 
según  quieren  otros,  fueron  encontradas  por  Haime  en  Beni- 
salem  y otros  puntos  de  Mallorca. 

El  piso  superior  ó coral  rag,  que  en  otros  países  y parti- 
cularmente en  el  T ura  y en  la  costa  de  la  Normandía,  adquie- 
ren tanta  importancia,  en  España  está  poco  desarrollado. 
Verneuil  solo  lo  cita  entre  Alustante  y Prados  Redondos 
(Aragón),  por  haber  encontrado  la  terebratula  pedunculiis , y 
en  Albarracin,  donde  halló  la  phoiadomya  paucicosta , especies 
características.  'vsJ| 

Para  formarse  una  idea  del  carácter  paleontológico  de 
este  piso,  bastará  echar  una  ojeada  á las  figs.  111,112,  1 13, 

1 1 4 y 120,  en  las  que  se  han  representado  los  fósiles  mas 
notables. 

Cuando  predominan  en  este  terreno  las  calizas  ooliticas  ó 
del  coral-rag,  dan  origen  á mesetas  elevadas  y de  pendientes 
ásperas;  pero  si,  por  el  contrario,  son  las  arcillas  ó las  mar- 
gas las  dominantes,  constituyen  colinas  generalmente  asur- 
cadas por  valles  anchos  y profundos.  Las  fuentes  son  abun- 
dantes y suelen  contener  óxidos  y sulfatos  de  hierro,  efecto 
de  la  descomposición  de  las  piritas,  lo  cual  les  comunica  un 
carácter  mineralógico  muy  conveniente  para  el  tratamiento 
de  las  dolencias  caracterizadas  por  atonía  ó falta  de  estimulo 
en  la  sangre. 

riso  CUARTO.  — Portlándico 

El  horizonte  portlándico  se  halla  en  general  formado  de 
dos  grupos:  el  superior,  de  caliza  mas  ó menos  oolítica,  y 
corresponde  al  piso  portlándico  de  Lyeil  y D’Orbigny;  el 
inferior,  de  margas,  areniscas  y arcillas,  es  el  piso  kimmerid- 
gico. 

Observaciones,  empero,  del  Sr.  Forbes  han  demostrado 
que  algunos  bancos  marinos  y lacustres  de  Purberck,  en 
Inglaterra,  considerados  antes  como  la  parte  inferior  del 
terreno  weáldico,  guardan  mas  analogía  con  los  del  período 
jurásico  que  con  los  del  cretáceo;  razón  por  la  cual  Lyeil 
coloca  dichas  capas  en  la  parte  mas  alta  de  la  oolita  supe- 
IriorJ 

El  profesor  Forbes  distingue  el  grupo  de  Purberck,  de 
Inglaterra,  en  tres  pisos:  superior,  medio  é inferior,  caracte- 
rizado cada  uno  por  rocas  y fósiles  especiales. 

En  Francia  se  encuentra  este  horizonte  jurásico  superior 
en  varios  puntos  del  departamento  de  las  Dos  Charentas, 
en  el  de  Doubs,  en  el  del  Tura  y en  otros. 

En  España  hasta  el  presente  no  se  ha  descubierto. 

La  segunda  formación  jurásica  superior  es  la  llamada  de 
Portland,  constituida  por  bancos  de  una  caliza  marina,  que 
sirve  en  Inglaterra  de  base  al  último  piso  de  purberck,  y se 
empleó  en  la  construcción  del  magnífico  templo  de  San 
Pablo  y otros  edificios  notables  de  Lóndres.  Por  la  parte 
inferior  estos  bancos  de  caliza  descansan  sobre  otros  de 
arenas  y areniscas,  con  fósiles  marinos  tales  como  la  trigonia 
gibbosay  uno  de  los  mas  característicos. 


La  formación  llamada  kimmerídgica,  por  hallarse  muy 
desarrollada  en  Kimmeridge  (condado  de  Dorset),  consta 
en  Inglaterra  y en  la  mayor  parte  de  los  países  en  que  se 
encuentra,  de  grandes  masas  estratificadas  de  arcilla,  sir- 
viendo de  base  á la  caliza  ó arenisca  portlándica.  En  Ingla- 
terra esta  roca  es  reemplazada  á veces  por  pizarras  bitumi- 
nosas, que  suministran  en  ciertos  puntos  un  carbón  impuro, 
tomando  en  otros  el  aspecto  de  la  turba.  \ arios  fósiles,  todos 
marinos,  caracterizan  este  piso,  siendo  el  mas  común  la 
llamada  gryphea , y mejor  os t rea  virgula , cuya  abundancia  ha 
hecho  que  se  dé  al  piso  el  nomfrre  de  arcilla  de  ostrea  vir- 
gula. También  es  frecuente  la  ostrea  deltoidca , la  ostrea  ex- 
pansa y otros. 

En  la  cordillera  del  Tura  estas  dos  formaciones  ó pisos  se 
hallan  perfectamente  representadas  por  calizas  compactas, 
algún  tanto  ooliticas,  y por  margas  y arcillas  de  Kimmeridge 
con  la  ostrea  virgula  y Bruntutana  y otros  fósiles  que  se 
encuentran  con  frecuencia  en  estado  de  molde.  En  los  alre- 
dedores de  Soioturn,  al  pié  de  la  cordillera  de  Weissenstein, 
el  portlándico  está  representado  por  mármoles  de  aspecto 
margoso,  con  gran  número  de  restos  de  peces  y tortugas 
fósiles,  de  las  que  puede  asegurarse  que  el  Museo  de  dicha 
ciudad  es  el  mas  rico  de  Europa. 

En  Baviera  este  grupo  se  halla  constituido  por  numerosos 
bancos  de  la  famosa  piedra  litográfica,  objeto  de  vastas 
explotaciones,  en  la  cual  se  han  encontrado  objetos  tan 
curiosos  y característicos,  como  el  pterodactylus  ó reptil 
volador,  del  que,  según  Lyeil,  se  han  descubierto  hasta  siete 
especies;  muchos  peces,  crustáceos  y hasta  veinte  y tantas 
especies  de  insectos. 

Carácter  paleontológico.— Caracterizan  este 
pisólas  especies  fósiles  representadas  en  las  figs.  115,  116, 
117,  1 1 S y 119. 

Portlándico  español.— El  grupo  de  la  oolita 
superior  no  está  muy  desarrollado  en  la  Península,  pudiendo 
citar  el  piso  portlándico  entre  Bejís,  Barrancas  y el  'Poro, 
donde  encontré  en  1857  entre  otras  especies  la  trigonia  gib 
bosa  característica.  En  la  misma  excursión  geológica  vi  en 
la  masía  del  Campillo,  término  de  Jérica,  el  piso  kimmeríd- 
gico,  representado  por  varias  capas  calizas  alternando  con 
otras  arcillosas  y de  marga  con  la  ostrea  virgula,  la  ceroniya 
excéntrica  y otras  especies  características.  El  Sr.  Prado  cita 
esta  especie  en  Frias  (Aragón),  y Verneuil  y Collomb  la 
encontraron  junto  con  la  homomya  hortulana , el  cardium 
dissimile  y otras,  cerca  del  Villar  y la  Venta  de  Cárcel 
(Albacete). 

En  general  este  terreno  se  presenta  en  colinas  terminadas 
por  mesetas;  sus  valles  son  mas  anchos  y regulares  que  los 
del  cretáceo,  de  laderas  suaves,  estrechándose  á medida  que 
se  acercan  á su  origen,  el  cual  raras  veces  se  presenta  en 
forma  de  circo.  La  circunstancia  de  ofrecer  en  muchos  pun- 
tos capas  alternadas  de  calizas,  margas,  arcillas  y areniscas, 
imprime  un  carácter  particular  á las  regiones  en  que  domina. 
Las  fuentes  son  en  él  abundantes;  circunstancia  que,  unida 
a L crasitud  de  la  tierra  por  las  margas  que  adquieren  un 
gran  desarrollo,  da  una  gran  fertilidad  al  país,  en  especial 
para  praderas,  como  se  observa  en  la  Normandía,  en  muchos 
puntos  de  Inglaterra,  en  el  Jura  y en  Teruel. 

Antes  de  pasar  á describir  el  terreno  cretáceo,  conviene 
decir  dos  palabras  acerca  de  una  importante  discusión  que 
en  estos  últimos  años  se  ha  suscitado  entre  varios  geólogos 
eminentes,  acerca  de  la  posición  en  la  serie  de  los  horizontes 
cuyos  fósiles  para  unos  son  cretáceos,  mientras  otros  los 
consideran  como  jurásicos.  Los  principales  mantenedores 
de  esta  cuestión,  bien  extraña  por  cierto,  dado  el  conoci- 
miento que  en  todos  sentidos  se  tiene  de  ambos  terrenos, 


GEONOMIA 


35 1 


son  el  célebre  paleontólogo  ginebrino  Sr.  Pictet  de  la  Rive 
y Mr.  Hebert,  no  menos  ilustre  profesor  de  Geología  en  la 
Sorbona  de  París.  Un  tercer  sabio  ha  terciado  en  el  debate, 
el  docto  Sr.  Oppel  de  Munich,  el  cual,  para  resolver  el 
asunto,  propuso  dar  al  horizonte  en  cuestión  el  nombre  de 
terreno  titónico. 

La  naturaleza  de  esta  obra  no  permite  entrar  en  mas  am 
plios  detalles  acerca  de  este  asunto,  debiendo  tan  solo  añadir 
que  admitido  este  nuevo  terreno,  cuya  existencia  en  mi 
humilde  opinión  ha  de  ser  efímera,  por  el  Sr.  Verneuil  en  la 
segunda  edición  del  mapa  geológico  de  la  Península,  refiere 
la  localidad  de  Cabra  (Córdoba)  á este  horizonte,  al  cual 
por  mi  parte  debe  agregarse  Torrevelilla,  la  sima  de  San 
Pedro  y otros  puntos  de  la  provincia  de  Teruel,  donde  he 
tenido  la  fortuna  de  encontrar  muchos  fósiles  característicos 
de  dicho  horizonte. 

TERRENO  CRETACEO 

SINONIMIA. — Terreno  pelágico  cretáceo,  de  Brong. — 
Grupo  cretáceo,  Delabeche. — Terreno  cretoso,  Roset. — 
Caliza  blanca  jurásica,  Hausman. — Terreno  cretáceo  de  la 
mayor  parte  de  los  autores. 

Definición  y carácter  mineralógico.— 

El  terreno  cretáceo,  así  llamado  por  el  desarrollo  que  en  él 
adquiere  la  roca  que  dimos  á conocer  con  el  nombre  de 
creía , se  halla  constituido  por  varios  depósitos,  la  mayor 
parte  marinos,  compuestos  de  caliza  frecuentemente  cretácea, 
á veces  cloritica,  alternando  con  bancos  de  margas,  arcillas, 
areniscas,  arenas,  conglomerados,  nodulos  de  sílice  ó peder- 
nal, subordinando  á algunos  criaderos  de  lignito,  de  hierro 
hidratado  y de  sustancias  bituminosas  que  impregnan  las 
calizas,  arcillas  ó areniscas.  Los  pórfidos  piroxénicos,  las 
ofitas,  algunos  granitos  y rocas  dioriticas  se  hallan  intercala- 
das como  contemporáneas  ó posteriores  á este  terreno,  cuyos 
accidentes  orográficos  son  debidos,  en  gran  parte,  á su  apa- 
rición. 

Carácter  estratigráfico.— El  levantamiento 
de  los  Pirineos  separó  el  terreno  cretáceo  y la  parte  inferior 
del  nummulítico  del  resto  del  grupo  terciario,  determinando 
la  discordancia  de  estratificación  entre  sus  capas  respectivas; 
circunstancia  que  se  repite  en  la  parte  inferior  entre  los 
materiales  del  cretáceo  y los  del  jurásico,  cuando  la  serie  no 
se  halla  interrumpida  por  la  aparición  del  sistema  de  la  Cote 
d Or.  Otros  dos  levantamientos,  el  de  Monte  Viso  y de  Ver- 
cors,  se  verificaron  durante  el  largo  período  que  representa 
este  terreno,  circunstancia  en  que  se  funda  hoy  su  división, 
como  veremos  mas  adelante. 

Carácter  paleontológico.— Bajo  el  punto  de 
vista  paleontológico,  el  terreno  cretáceo  está  perfectamente 
caracterizado  por  el  gran  número  de  moluscos  cefalópodos, 
que  adquirieron  en  él  el  máximum  de  desarrollo  en  géneros 
y especies:  por  la  presencia  de  los  reptiles  llamados  mosa- 
sauro  é iguanodon;  por  ser  el  de  la  primera  aparición  de  los 
peces  cicloidéos  y tenoidéos,  de  las  aves  palmípedas  y de  las 
plantas  dicotiledóneas,  representadas  por  los  géneros  crcd- 
neria  y salicites,  etc. 

EXTENSION  Y DISTRIBUCION. — A medida  que  nos 
elevamos  en  la  serie  se  observa  que  los  terrenos  adquieren 
menos  uniformidad  en  su  composición  y extensión  superfi- 
cial; así  es  que  el  cretáceo  no  se  presenta,  como  veremos, 
en  el  terciario  en  cuencas  circunscritas,  sino  ocupando  regio- 
nes muy  vastas,  á pesar  de  que,  cubierto  por  los  depósitos 
superiores,  no  aparece  siempre  á la  superficie:  la  sonda, 
empero,  nos  demuestra  que  corre  por  debajo. 

En  Europa  se  halla  muy  desarrollado  desde  el  nordeste 


de  los  Montes  Cárpatos  (Polonia)  hasta  nuestra  Península, 
ocupando  varios  distritos  de  la  Lituania,  Galitzia,  Volhinia  y 
Podolia.  Al  norte  se  presenta  en  Dinamarca,  en  la  Pomera- 
nia,  en  el  reino  de  Hannover,  en  Sajonia,  Bélgica,  Ingla- 
terra é Irlanda;  dobla  después  hácia  el  sur  y el  oeste,  obser- 
vándose en  diversos  puntos  de  la  Suiza  alrededor  del  Jura 
y de  los  Alpes,  y en  Italia  formando  la  mayor  parte  de  la 
cordillera  de  los  Apeninos.  En  Francia  rodea  ó limita  las 
cuatro  cuencas  terciarias,  que  indicaremos  al  tratar  de  este 
terreno. 

Cretáceo  ESPAÑOL.— Parte  de  la  zona  pirenaica  y 
mediterránea  francesa  penetra  en  España,  donde  ocupa  varias 
regiones  importantes.  La  primera,  al  norte,  comprende  gran 
parte  de  Navarra  y provincia  de  Santander;  la  segunda,  al 
este,  ocupa  en  Aragón  y Cataluña  una  grande  extensión  de 
terreno;  en  las  provincias  de  Castellón  y Teruel  la  tercera, 
representa  un  triángulo  de  mas  de  20  leguas  por  lado,  que 
se  extiende  desde  Castellón  á Tortosa  y Montalban,  desde 
donde  se  dirige  hácia  oeste,  pasa  por  Peñagolosa,  que  es  el 
punto  mas  culminante  (de  1,700  á i,Soo  metros),  hasta  ter- 
minar otra  vez  en  Castellón.  Hácia  el  sur  este  terreno  forma 
una  cuarta  zona  muy  extensa  desde  las  inmediaciones  de 
Valencia  hasta  Alicante,  pasando  por  Alcoy;  siendo  notable 
en  ella  por  su  riqueza  en  fósiles  la  Sierra  Mariola;  por  último, 
rodea  la  cuenca  terciaria  del  Duero  y se  halla  también  en 
otros  muchos  puntos  de  la  Península. 

ESPESOR  DEL  CRETÁCEO. — Sumando  las  mayores 
alturas  hasta  el  dia  reconocidas,  el  terreno  cretáceo  repre- 
senta uno  de  los  periodos  mas  largos  de  la  creación,  calcu- 
lándose su  espesor  en  3,800  á 4,000  metros. 

DIVISION.  — El  levantamiento  de  Monte- Viso  separa 
este  terreno  en  dos  grandes  grupos:  inferior  y superior. 

Grupo  inferior 

DEFINICION.  — Entre  el  sistema  de  Monte-Viso  y el 
de  la  Cote  d!Or  se  encuentra  una  serie  de  bancos  de  arenas, 
areniscas,  calizas,  arcillas,  etc.,  constituyendo  formaciones 
marinas  y también  lacustres,  que  se  conocen  con  el  nombre 
de  cretáceo  inferior,  separadas  de  las  que  acabamos  de  des- 
cribir, no  solo  por  la  interposición  de  este  sistema  en  muchos 
puntos,  sino  que  también  por  ser  los  fósiles  específicamente 
diferentes. 

DIVISION.  — Fundados  los  autores  en  los  caracteres 
mineralógico,  estratigráfico  y paleontológico,  dividen  este 
piso  en  tres  formaciones  que  de  abajo  arriba  son:  weáldica, 
neocómica  y áptica;  las  dos  últimas  esencialmente  marinas, 
mientras  la  primera  participa  á la  vez  de  la  naturaleza  lacus- 
tre. Admitiremos,  pues,  en  la  descripción  de  este  piso  la 
división  propuesta,  por  mas  que  no  haya  completo  acuerdo 
entre  los  que  la  sostienen,  acerca  de  los  verdaderos  límites 
paleontológicos  que  la  separan,  sin  desconocer  tampoco  que 
hay  autores  muy  respetables  que  se  apartan  algún  tanto  de 
estas  ideas. 

HORIZONTE  WEÁLDICO.— Al  sudeste  de  Inglaterra 
el  cretáceo  empieza  por  una  formación  casi  esencialmente 
lacustre,  llamada  weáldica,  del  país  de  Weald.  Esta  forma- 
ción, descrita  ya  en  1822  por  el  Dr.  Mantell,  forma  tal  con- 
traste por  su  naturaleza  lacustre  con  los  demás  pisos  del 
cretáceo  inferior  y del  terreno  jurásico  superior,  entre  los 
cuales  se  halla  intercalada,  que  al  principio  se  admitió  su 
posición  con  alguna  duda,  pero  hoy  es  cosa  averiguada  que 
constituye  la  base  del  terreno  cretáceo.  En  dicha  comarca  la 
formación  weáldica  se  halla  representada  por  dos  órdenes 
de  pisos,  el  superior,  llamado  arcilla  de  Weald,  alternando 
con  pequeños  lechos  de  arenas  y de  caliza  conchífera  con 


GEOLOGIA 


352 


Hamit.es 


Lewesiensis-Osmeroides  Mantelli 


paludinas,  formando  un  todo  de  40  metros  de  grueso,  y el 
inferior  representado  por  las  arenas  de  Hastings,  con  las 
cuales  alternan  accidentalmente  bancos  de  arcillas  y de  are- 
niscas calizas  bastas:  el  espesor  de  este  segundo  grupo  llega 
á ser,  según  Fitton,  de  120  á 300  metros. 

Los  bancos  de  la  arcilla  de  Weald,  no  solo  concuerdan 
estratigráficamente  con  los  de  la  arenisca  verde  inferior  en 
Inglaterra,  sino  que  hasta  participan  de  la  misma  composi* 
cion.  La  presencia  en  la  caliza  marina  de  la  arenisca  verde 
inferior,  cerca  de  Maidstone,  del  iguanodon  Mantelli,  gran 
reptil  herbívoro  característico  del  piso  en  que  nos  ocupamos, 
confirma  plenamente  esta  suposición. 


El  grupo  de  las  arenas  de  Hastings  consta  principalmente 
de  arenas,  areniscas,  calizas,  arcillas  y pizarras,  siendo  nota- 
ble el  desarrollo  de  reptiles  y peces  que  en  sus  bancos  se 
nota.  Entre  los  primeros  deben  citarse,  además  del  iguano- 
don, el  hylceosaurus,  el  megalosaurus,  diversos  restos  de 
tortugas  y de  lepidotus  entre  los  peces.  Las  conchas  casi 
todas  son  lacustres,  aunque  también  se  encuentran  algunos 
géneros,  como  corbula  y mytilus,  que  habitan  las  aguas 
salobres. 

La  formación  weáldica  en  Inglaterra  reemplaza  á la  neo- 
comiense,  que  casi  falta  por  completo,  pudiendo  asegurar 
por  ahora  que  si  no  peculiar  á esta  parte  de  Europa,  pues  ya 


ALERE 


LAMMAM 


VER 


} * 

3 

4 

5 

n 1 1 1 ni.  1 r 1 _u  i, 

i 11,1  1 

Fig.  123. — Corte  del  terreno  cretáceo  superior  en  Meudon. 

1 Arcilla  plástica  terciaria.— 2 Caliza  pisolitica. — 3 Conglomerado  de  caliza 
pisnlíticay  creta  blanca. — 4 Creta  blanca  en  bancos  horizontales. — 5 No- 
dulos sueltos  de  pedernal. — 3 Creta  blanca  inferior. 


se  cita  en  varios  puntos  de  Hantiover  y Westfalia,  en  los 
alrededores  de  Neufchatel,  en  Nantua  y en  el  departamento 
de  la  alta  Marna,  descrita  por  el  Sr.  Cornuel,  y en  algún  otro 
punto  de  Francia,  la  Gran  Bretaña  es  el  país  clásico  para  su 
estudio.  Recientemente  el  Sr.  Linares  ha  descubierto  en  la 
provincia  de  Santander  un  horizonte  con  grandes  especies 
del  género  unió  y muchos  cypris  que  parecen  de  este  hori- 
zonte. 

HORIZONTE  NEOCÓMICO.— El  nombre  de  este  hori- 
zonte recuerda  á Neufchatel  (antigua  Neocomium,  Suiza), 
donde  por  primera  vez  lo  descubrió  el  Sr.  Montmolin. 

En  los  alrededores  de  dicha  ciudad,  esta  formación  adquie- 
re gran  importancia,  distinguiéndose  en  superior,  media  é 
inferior,  compuesta  de  arriba  abajo  de  varias  capas  de  mar- 
gas, conocidas  con  los  nombres  de  los  fósiles  que  contiene, 
como  marga  de  equínidos,  de  ostrea  Couloni,  de  plicatulas, 
de  belemnites,  de  pholadomyas,  etc;  sigue  otro  piso  de  cali- 
za amarilla,  que  se  emplea  en  la  construcción,  caracterizada 
principalmente  por  la  presencia  del  pteroceras  oceani;  y 
cierran  por  abajo  este  terreno  varios  bancos  de  margas  azu- 
les con  yeso  y caliza  amarilla. 

En  Yassy,  Francia,  el  Sr.  Cornuel  dice  hallarse  represen- 
tado por  los  materiales  siguientes,  de  arriba  abajo:  i.°  arenas 
verdes;  2.0  arenas  y areniscas  amarillentas,  con  las  osireas 
aquila  y sinuata , 3.0  arcilla  de  plicátulas;  4.0  arcilla  rojiza 
endurecida;  5.°  mineral  de  hierro  limonita  oolítico,  pasando 
al  ocre  amarillo  y rojizo;  6.°  arenas  y areniscas  ferruginosas; 
7.0  arcilla  consistente  de  color  rosáceo;  8.a  arenas  y areniscas 


manchadas  de  distintos  colores  por  el  ocre;  9.0  arcilla  de 
ostras,  por  contener  en  gran  número  las  O.  Leymerii  y 
Boussingaulti;  io.°  marga  arcillosa  amarilla;  1 r.°  caliza  com- 
pacta, amarillenta,  dicha  de  Spatangus  por  la  abundancia  del 
Sp.  retussus,  característico;  12.0  marga  azul  que  enlaza  con 
la  parte  inferior  de  la  caliza  amarilla;  15.0  limonita  en  frag- 
mentos geódicos;  y 16.0  marga  arcillosa  negruzca. 

Horizonte  artigo.— Este  piso,  al  que  el  malogra- 
do D’Orbigny  consideró  primero  como  parte  superior  del 
neocómico,  y al  que  mas  tarde  dió  él  mismo,  como  unidad 
independiente,  el  nombre  que  lleva,  por  hallarse  muy  desar- 
rollado en  los  alrededores  de  Apt( Apta  Julia),  departamento 
de  Yaucluse,  Francia,  corresponde  al  horizonte  de  arcillas 
de  plicátulas  del  Sr.  Cornuel  y al  Lower-Green-Sand  ó are- 
nisca verde  inferior  de  los  ingleses. 

CARACTER  MINERALÓGICO.— Generalmente  ha- 
blando, este  horizonte  consta  de  arcillas  grises,  á veces  algo 
ferruginosas,  verdes  y hasta  negras,  alternando  con  calizas 
oscuras,  sobre  todo  en  los  Alpes,  con  margas  y arcillas, 
amarillentas  ó blancas,  según  las  localidades. 

CARACTER  ESTRATIGRAFICO. — En  muchas  loca- 
lidades, este  horizonte  está  bien  separado  de  su  inmediato 
anterior  y posterior,  por  verdaderas  discordancias  de  estrati- 
ficación, si  bien,  en  general,  no  ofrece  muchos  accidentes. 

CARACTER  PALEONTOLÓGICO. — Lo  que  mas  lo 
distingue  bajo  este  punto  de  vista,  es  la  abundancia  de  restos 
orgánicos,  entre  los  cuales  el  nautilus  plicatus  y lallierianus, 
ammonites  Martinii,  A.  cornuelianus,  matheroni,  ancyloce- 


GEONOMIA 


ras-gigas  y simplex,  cerithium  aptiense,  córbula  striátula, 
plicátula  placunea,  ostrea  aquila,  terebratulla  astieriana  y 
muchas  otras,  son  los  principales. 

APTIGO  ESPAÑOL. — Hemos  dado  mayor  extensión  á 
este  horizonte,  porque  sin  duda  alguna  es  el  que  adquiere 
mayor  desarrollo  en  la  Península,  así  en  espesor,  como  por 
los  numerosos  fósiles  que  encierra,  bastando  citar  á Morella 


353 

(Castellón),  de  cuyos  alrededores  poseo  mas  de  cuatrocien- 
tas especies,  encontradas  por  el  celoso  amante  de  estos  estu- 
dios D.  Facundo  Gasulla,  por  el  no  menos  distinguido  natu- 
ralista, D.  Nicolás  Ferrer  y Julbe,  profesor  de  la  Universidad 
de  Valencia,  y por  mí.  La  mayor  parte  de  estas  especies  y 
las  que  recogí  en  Benasal,  Cinctorres,  la  Iglesuela  del  Cid, 
Cuevas  de  Vinromá,  Chert,  Alcalá  de  Chisvert  y muchos 


Fig.  124.  — Corte  de  la  muela  de  San  Juan,  entre  Villar  del  Cobo  y Griegos 

a Caliza  de  la  creta  verde  superior  en  bancos  casi  horizontales  — b Arenas  blancas, 
guijarros  de  cuarzo,  con  algún  banco  de  lignito. — c Calizas  oxfórdicas.—  d Cali- 
zas del  lias  superior. — c Margas  del  lias  medio. 


1 


Fig.  126.— Corte  del  terreno  cretáceo  y jurásico  entre  Calomarde  y Frías 
i Caliza  blanca,  perteneciente  á la  creta  tufó.-  2 Arenisca  de  Ostrea  fla- 
bellata. — 3 Arenas  blancas  con  cuarcita  — 4 Caliza  oolita  oxfórdica. — 
5 Margas  fosiliferas  del  oxford-clay. — 6 Maigas  con  yesos  y jacintos  de 
Compostela,  pertenecientes  al  trias. 


Fig.  125. — Lebias  cephalotes 


Fig.  127. — Cyatina  liowerbankii  Fig.  12S. — Conus  Mercati 


Fig.  129 — Trionix 


otros  puntos  del  antiguo  Maestrazgo  de  Montesa,  pertene- 
cientes en  gran  parte  á este  horizonte,  fueron  dibujadas  y 
descritas  en  la  Memoria  que  presenté  en  1863  al  Ministerio 
de  Fomento,  y que  por  razones  que  omito,  permanece  y 
permanecerá  olvidada  ad  Kalendas  gracas.  Por  la  misma 
época  presenté  á la  Junta  de  Estadística,  y esta  publicó 
en  1863,  otra  Memoria  sobre  la  provincia  de  Teruel,  en  la 
cual  figuran  no  pocos  fósiles  de  este  horizonte,  perfectamente 
grabados  por  el  Sr.  Kraus,  y descritas  por  mí  las  especies 
nuevas. 

Debia  indicar  estas  circunstancias,  porque  habiendo  pu- 
blicado el  Sr.  Cocquand  una  interesante  Monografía  de  este 
horizonte,  para  probar  que  en  él  arman  los  criaderos  de 
lignito  de  Utrillas,  Estercuel,  Gargallo,  etc.,  fruto  de  una 
rápida  excursión  por  aquel  país,  describe  como  nuevas,  dan- 
do nombres  distintos,  las  especies  que  ya  había  yo  publicado. 
Reclamo,  pues,  la  prioridad,  y sin  negar  que  realmente  este 
horizonte  se  halla  muy  desarrollado  en  dicha  comarca,  la 
mas  importante,  sin  duda,  de  España,  y quizás  del  extranje- 
Tomo  IX 


ro,  creo  no  tenga  sólido  fundamento  la  idea  de  no  encon- 
trarse otro:  pues  poseo  especies  que  indudablemente  perte- 
necen, unas  al  neocómico  y otras  á pisos  superiores  al  áptico. 

Para  concluir  debo  mencionar  el  hallazgo  hecho  tres  años 
ha  por  D.  Nicolás  Ferrer,  y confirmado  más  tarde  por  mí, 
de  varios  restos  de  un  reptil  colosal  al  pié  de  la  colina  llama- 
da Benigania,  junto  á los  muros  mismos  de  Morella.  Tam- 
bién poseo  dos  huesos  largos,  que  probablemente  pertenecen 
al  iguanodon  Mantelli  que,  procedentes  de  Utrillas,  me  man- 
dó hace  poco  el  distinguido  médico  de  Montalban  I).  Jeró- 
nimo Baldaque.  Quizás  sean  estos  los  únicos  huesos  de 
reptiles  cretáceos  hasta  el  presente  encontrados  en  la  Penín- 
sula, razón  que  me  ha  movido  á dar  estas  noticias. 

Para  que  el  lector  pueda  formar  idea  del  carácter  que 
durante  este  grupo  inferior  cretáceo,  ofrecia  la  vida  en  el 
globo,  pueden  verse  las  figs.  114,  121,  122  y 127. 

Grupo  superior 

El  grupo  cretáceo  superior  consta  de  muchas  capas  de 

45 


354 


GEOLOGIA 


caliza  pisolítica,  de  creta  pura  ó mezclada  con  granos  de  cío* 
rita  y nodulos  de  pedernal,  alternando  á veces  con  otros  de 
areniscas,  margas  y arcillas,  sirviendo  de  base,  cuando  la 
serie  no  se  halla  interrumpida,  el  terreno  terciario  eoceno, 
y descansando  sobre  el  cretáceo  inferior  en  estratificación 
discordante,  determinada  por  la  aparición  del  sistema  de 
Monte*  Viso. 

Este  grupo  cretáceo  se  divide  en  cuatro  ó cinco  asociacio- 
nes de  bancos,  que  llevan  el  nombre  de  la  localidad  en  que 
se  encuentran  mas  desarrolladas,  ó se  distinguen  por  las  rocas 
dominantes,  como  se  ve  en  el  cuadro  de  la  clasificación 
general  de  terrenos. 

La  de  Maestrich  es  una  caliza  amarillenta  ó rojiza,  en 
algunos  bancos  blanquecina,  de  estructura  algo  porosa,  de 
escasa  consistencia  y muy  rica  en  restos  orgánicos,  entre  los 
cuales  predominan  los  zoófitos  y briózoos,  el  belemnites  ó 
belemnitella  mucronata,  algunos  hamitesy  baculites,  el  pec- 
tén cuadricostatus,  la  terebrátula  cárnea,  y otras  especies 
características  de  la  creta  blanca,  y el  mosasaurus  Camperi, 
peculiar  de  dicho  punto,  al  que  dio  su  hallazgo  grande  cele- 
bridad. Esta  caliza  forma  allí  bancos  de  30  “ de  espesor,  y se 
halla  separada  de  los  de  la  creta  blanca  por  una  faja  de  cali- 
za verdosa  de  0^,050  á O11, 100  de  grueso,  conteniendo  mu- 
chos tallos  de  encrinites. 

La  caliza  pisolítica  se  halla  representada  por  bancos  de 
una  piedra  caliza  que  imita  por  su  aspecto  á la  basta  de 
París,  y contiene  varios  nódulos  de  incrustación  que  le  dan 
el  aspecto  de  pisolita,  con  muchos  restos  orgánicos  en  estado 
de  molde,  la  mayor  parte  peculiares  á esta  formación,  que 
Lyell  considera  como  intermedia,  ó de  tránsito,  entre  los 
terrenos  terciario  y cretáceo.  En  Meudon  (alrededores  de 
París)  se  \e  debajo  de  la  arcilla  plástica  una  superficie  des- 
igual,  con  señales  evidentes  de  denudación,  formada  por 
una  caliza  amarillenta  que  descansa  en  estratificación  con- 
cordante sobre  los  bancos  muy  desarrollados  de  creta  blan- 
ca, entre  los  cuales  y la  caliza  pisolítica  se  observa  una 
especie  de  conglomerado  compuesto  de  fragmentos  irregu- 
lares de  ambas  rocas.  Esta  circunstancia  y la  concordancia 
que  existe  entre  la  caliza  pisolítica  y la  creta  blanca,  justifica 
hasta  cierto  punto  la  opinión  de  D’Orbigny  de  considerarla 
como  la  parte  superior  de  su  piso  senónico  ó de  la  creta 
blanca.  En  algunos  puntos  esta  formación  adquiere  un  espe- 
sor desde  10  hasta  30  , y se  observa  en  Meudon,  Monte- 
reau,  Laversine,  Vertus,  Yigny  y otros,  ocupando,  según 
Hebert,  una  extensión  de  180  kilómetros  de  este  á oeste 
y 150  de  norte  á sur.  La  presencia  en  la  caliza  pisolítica 
del  nautilus  danicus , justificada  en  Montereau  por  Mr.  He- 
bert, y del  cidaris  forchammeri,  acreditan  la  idea  de  su  con- 
temporaneidad con  la  caliza  de  Faxoé.  Para  formarse  una 
idea  de  la  posición  y relaciones  de  este  piso  con  la  creta 
superior,  consúltese  la  fig.  123. 

Por  último,  en  Seelandia,  Dinamarca,  se  encuentra  enci- 
ma de  la  verdadera  creta  blanca  una  caliza  amarillenta,  for- 
mada en  gran  parte,  como  la  de  Maestricht,  de  restos  de 
zoolitos,  conteniendo  bastantes  moluscos,  entre  los  cuales 
figuran  el  nautilus  danicus , el  baculitis  Faujasii  y la  bdonni- 
Iclla  mucronata,  que  justifican  su  colocación  entre  las  for- 
maciones cretáceas.  Esta  caliza  se  llama  de  Faxoé  por  des- 
tinarse como  piedra  de  construcción  en  dicha  villa,  y se 
observa  que  en  la  costa  de  Stevensklint,  donde  se  explota, 
alcanza  un  notable  espesor. 

La  creta  blanca,  que  es  la  que  propiamente  ha  dado  el 
nombre  a todo  el  terreno,  está  representada  por  la  caliza 
blanca  manchadiza,  que  dimos  ya  á conocer  en  la  descrip- 
ción de  las  rocas;  se  presenta  en  bancos,  á veces  de  mucho 
espesor,  alternando  en  la  parte  alta  con  cienos  horizontes 


de  nódulos  irregulares  de  pedernal,  que  sirven  con  frecuen- 
cia á distinguir  los  estratos  de  aquella,  que  sin  ellos  se  con- 
fundirían, presentándose  como  si  fueran  grandes  masas  con- 
tinuas. Los  nódulos,  que  no  ofrecen  continuidad,  van 
desapareciendo  hácia  la  parte  inferior  de  la  creta  blanca, 
sirviendo  de  consiguiente  á separarla  en  dos  horizontes,  su- 
perior, con  sílex,  inferior  sin  ellos.  En  donde  faltan  estos, 
la  creta  va  tomando  un  tinte  verdoso,  debido  á la  presencia 
del  silicato  de  hierro  ó clorita  en  granos,  estableciendo  el 
tránsito  á la  creta  verde  ó clorítica  llamada  tujfeau  por  los 
franceses.  En  varios  puntos  de  Norfolk  (Inglaterra)  se  pre- 
sentan en  la  creta  gruesos  pedazos  de  sílex,  llamados  pot- 
stones  (marmitas  de  piedra),  que  en  vez  de  formar  bancos 
horizontales  se  presentan  constituyendo  especies  de  pilares 
verticales  atravesando  las  capas  de  la  creta  hasta  una  pro- 
fundidad desconocida. 

Los  italianos  llaman  scaglia  á la  creta  blanca,  y afecta  los 
indicados  caractéres  en  los  diversos  puntos  en  que  se  en- 
cuentra. No  así  en  Alemania,  y particularmente  en  Sajonia, 
donde  se  halla  representada  por  capas  de  una  caliza  blanca 
muy  dura,  que  pasa  á una  roca  compacta,  á veces  de  aspecto 
de  arenisca,  que  ha  recibido  el  nombre  de  planerkalk,  inter- 
calada entre  varios  bancos  horizontales  y de  grande  espesor, 
de  una  arenisca  muy  consistente,  que  ofrece  varias  hendi- 
duras ó planos  de  juntura  que  la  cuartean  en  fragmentos 
regulares,  y de  la  que  se  sirven  para  la  construcción.  Esta 
arenisca,  á la  que  se  le  ha  dado  en  el  país  el  nombre  de 
quadersandstein,  se  descompone  con  facilidad,  comunicando 
á las  montañas  formas  muy  caprichosas,  como  se  puede  ver 
en  toda  la  Suiza  sajona. 

Los  fósiles  característicos  de  la  creta  blanca  son : en  el 
horizonte  superior,  el  belemnites  ó belemnitella  mucronata, 
el  baculites  anceps,  el  inoceramus  Lamarkii,  la  ostrea  vesi- 
cularis,  el  ananchytes  ovata,  el  micraster  cor-anguinum,  y 
otros  varios.  En  la  zona  de  la  creta  blanca  inferior  adquie- 
ren mucho  desarrollo  las  conchas  llamadas  rudistas,  y partí 
cularmente  los  hippurites,  por  cuya  razón  puede  decirse  que 
constituyen  un  horizonte  muy  notable. 

La  creta  blanca  inferior  va  adquiriendo,  poco  á poco,  el 
color  verdoso  que  le  comunica  el  silicato  de  hierro,  llegando 
hasta  tal  punto  el  desarrollo  de  este  elemento  mineralógico, 
que  adquiere  el  carácter  de  materia  esencial  á su  composi- 
ción. En  este  caso,  ya  la  creta  constituye  otro  horizonte  que 
es  el  de  la  creta  verde,  ó de  la  glauconia  cretosa.  En  algu- 
nos puntos,  este  piso  de  la  creta  superior  está  representado 
por  arenas  y areniscas,  que  también  reciben  la  denomina- 
ción de  verde  por  el  color  que  afectan.  En  Alemania  este 
piso  se  llama  quadersandstein  inferior,  y se  halla  represen- 
tado por  areniscas  consistentes,  que  se  destinan  para  la 
construcción. 

En  Inglaterra  la  arenisca  verde  superior  consta  de  capas 
margosas  y calizas  de  color  verdoso,  á veces  tan  duras,  que 
se  emplean  en  las  construcciones  que  han  de  resistir  á la 
acción  del  fuego,  y de  aquí  el  llamarse  piedras  de  fuego. 

La  parte  inferior  de  este  piso  ha  recibido  el  nombre  de 
gault  en  Inglaterra,  y de  planerkalk  inferior  en  Alemania.  En 
el  primero  de  los  indicados  países  se  halla  representado  por 
una  serie  de  capas  de  marga  azul  oscura,  cargada  también 
de  sustancia  verde  y de  arenisca  de  este  color,  con  varios 
fósiles  de  formas  extrañas,  entre  los  cuales  figuran  los  he- 
mites  y scaphites.  En  algunos  puntos  del  Reino  Unido,  co- 
mo en  Farnhame,  este  piso  contiene  en  abundancia  el  fos 
fato  de  cal,  procedente  sin  duda  de  la  destrucción  de 
coprolitos  ó excrementos  fósiles  de  peces,  y se  destina  al 
abono  de  las  tierras. 

También  es  importante  bajo  el  punto  de  vista  del  terreno 


GEÓNOMIA 


355 


cretáceo  y de  sus  relaciones  con  el  de  la  molasa,  la  localidad 
de  la  Perte  du  Rhóne,  que  visité  en  1851,  donde,  según  el 
Sr.  Renevier,  se  encuentra  en  el  mismo  corte  desde  el  dilu- 
vio y la  molasa  hasta  el  neocómico,  hallándose  representa- 
dos los  pisos  superiores  al  Gault,  el  áptico  superior  é inferior 
y el  neocómico,  ó sea  la  caliza  de  pteroceras  y la  de  capro- 
tinas. 

La  extensión  y uniformidad  de  caracteres  con  que  se  pre- 
senta en  Europa  el  terreno  cretáceo  superior,  es  muy  nota- 
ble, y puede  citarse  como  uno  de  los  rasgos  que  mas  distin- 
guen á este  grupo.  Con  efecto,  la  creta,  particularmente  la 
blanca,  puede  seguirse,  según  Lyell,  desde  la  Irlanda  septen- 
trional hasta  la  Crimea,  en  una  extensión  de  1,500  kilóme- 
tros, y desde  el  sur  de  Suecia  hasta  mas  acá  de  Burdeos  en 
una  longitud  de  1,100  kilómetros.  En  el  centro  y norte  de 
Francia  ocupa  vastas  regiones,  encontrándose  á veces  al 
descubierto,  constituyendo  la  base  de  una  tierra  vegetal 
estéril,  como  sucede,  por  ejemplo,  en  la  Champagne,  donde 
á fuerza  de  trabajo  se  cultiva  la  vid  queda  el  exquisito  vino, 
tan  conocido  y estimado  en  todo  el  orbe. 

Los  demás  pisos  de  la  creta  superior  no  ofrecen  esta  uni- 
formidad de  caractéres  y de  distribución,  representándose 
mas  bien  en  manchones  sueltos  en  los  puntos  mencionados. 

En  España,  que  yo  sepa,  no  se  ha  encontrado  hasta  hoy 
la  caliza  pisolítica;  pero  la  creta  blanca  y la  verdosa  ó clorí- 
tica,  llamada  tuffeau  por  los  franceses,  se  halla  muy  desarro- 
llada, á juzgar  por  los  fósiles  que  contienen  en  varios  puntos 
de  Aragón,  y especialmente  en  la  Muela  de  San  Juan,  cerca 
del  Guadalaviar,  entre  Calomarde  y Frías,  en  Cuenca,  en 
Somolinos,  cerca  de  Atienza,  y en  otros  varios.  En  la  provin- 
cia de  Castellón  se  encuentran  representados  los  pisos  de  la 
creta  blanca  inferior,  de  la  arenisca  verde  superior  y del  gault, 
en  varios  puntos  como  en  Cinctorres,  Morella,  Cuevas,  Alcalá 
de  Chisvert  y en  otros,  si  bien  los  pisos  mas  desarrollados 
son  el  áptico  y neocómico. 

En  la  Torre  de  Marín,  entre  la  Iglesuela  y Cantavieja 
(Teruel),  existe  una  caliza  de  color  rojo,  de  estructura  celu 
lar,  con  muchos  fósiles  y en  especial  hippürites  característi- 
cos de  los  horizontes  de  rudistas  de  D’órbigny,  que  según 
acabamos  de  indicar,  corresponden  á lo  que  él  mismo  llamó 
pisos  turoniense  y cenomaniense. 

En  muchos  de  los  indicados  puntos  de  Aragón,  el  terreno 
cretáceo  superior  está  compuesto  de  dos  órdenes  de  capas: 
el  superior  de  caliza  blanquecina,  mas  ó menos  cretosa,  con 
algún  nodulo  de  pedernal;  y el  inferior  de  arenas  y areniscas 
blancas  ó amarillentas,  conteniendo  á veces  muchos  guijarros 
de  sílice  redondeados  y algo  pulimentados,  y como  materia 
subordinada  algunas  capas  de  lignito,  como  sucede  en  Uña 
del  Júcar,  en  Guadalaviar,  en  Rosas,  etc.,  donde  está  en  ex- 
plotación. Los  cortes,  trazados  por  el  ilustre  Verneuil,  aclara- 
rán la  disposición  de  estos  materiales  en  dichos  puntos  (figu- 
ras 124  y 126). 

Como  complemento  ilustrativo  del  horizonte  superior  cre- 
táceo, véase  la  fig.  136. 

TERCER  PERIODO— CENOZÓICO 

ETíMOLOGÍ  A. — La  notoria  semejanza  que  entre  la  fau- 
na y flora  de  este  período  y las  del  terreno  cuaternario  y 
moderno  existen,  autorizan  la  denominación  que  lleva,  deri- 
vada de  caiiios,  reciente  y zoos,  animal;  así  como  el  nombre 
de  terciario  con  que  también  se  distingue,  indica  ser  esta  la 
tercera  grande  época  de  creación  orgánica. 

Sinonimia — Montañas  terciarias  de  Arduino.— Ter- 
reno terciario,  Cuvier  y Brongniart. — Grupo  supracretáceo, 
Helabeche. — Terreno  supracretáceo,  Huot. — Superior  orden, 


Konybeare. — Parte  del  periodo  terciario,  Lyell. — Terreno 
de  la  época  paleotérica,  Cordier. — Segunda  formación  are- 
nácea terciaria  y segunda  caliza  terciaria  y aluviones  antiguos, 
Boué. — Terrenos  terciarios,  la  mayor  parte  de  los  autores 
modernos. 

CARACTER  MINERALÓGICO. — Este  terreno  consta 
esencialmente  de  caliza,  arcilla,  arenas  y areniscas  ó aspero- 
nes de  silex  molar,  conglomerados  y brechas  de  distinta 
naturaleza,  dispuestos  en  capas  perfectamente  estratificadas, 
alternando  entre  sí  repetidas  veces,  y conteniendo  como 
sustancias  accidentales  y subordinadas  el  lignito,  el  hierro 
piciforme,  sulfatos  de  sosa  y de  cal,  etc.;  limitadas  por  el 
terreno  cretáceo  por  abajo  y por  los  depósitos  irregulares  de 
la  época  cuaternaria  por  arriba.  Las  traquitas,  los  basaltos  y 
lavas,  intactas  ó descompuestas,  con  las  rocas  resultado  de 
esta  alteración  como  cenizas,  tobas  volcánicas,  peperinos,  y 
otras,  entran  también  como  elementos  esenciales  en  muchos 
puntos,  y contemporáneos  ó posteriores  á este  terreno.  Otro 
tanto  puede  decirse  de  algunos  granitos,  cuya  aparición  del 
fondo  de  la  tierra  llegó  á dislocar  sus  estratos,  entre  los  cua- 
les se  halla  intercalado,  como  se  ve,  por  ejemplo,  en  la  isla 
de  Elba. 

CARACTER  ESTRATIGRAFICO.— Aunque  el  levan- 
tamiento de  los  Pirineos  afectó  á un  tiempo,  según  se  cree, 
los  materiales  de  los  terrenos  cretáceo  y terciario  inferior, 
sin  embargo,  por  efecto  de  otras  oscilaciones  del  suelo  ocur- 
ridas entre  estos  períodos  geológicos,  se  observa  en  muchos 
puntos  una  verdadera  discordancia  de  estratificación  entre 
los  estratos  de  ambos,  sirviendo  en  general  los  cretáceos  de 
base  á los  terciarios,  excepto  en  aquellos  puntos  en  que 
por  efecto  de  la  acción  violenta  de  estos  movimientos  ter- 
restres se  ha  verificado  una  verdadera  inversión,  como  en  el 
caso  citado  por  Verneuil,  cerca  de  Haro,  donde  las  capas 
del  terreno  cretáceo  descansan  sobre  las  del  terciario  medio. 

El  sistema  de  los  Alpes  principales  marca  por  arriba,  en 
una  parte  de  la  Europa  occidental,  el  principio  del  período 
cuaternario,  determinando  el  límite  estratigráfico  del  terreno 
terciario.  Otros  levantamientos  se  verificaron  en  el  largo 
espacio  de  tiempo  que  caracteriza  este  período  de  la  historia 
física  del  globo;  accidentes  que  interrumpieron  repetidas 
veces  la  formación  de  sus  depósitos,  imprimiendo  un  sello 
particular  á sus  diferentes  pisos,  como  veremos  al  establecer 
su  división  y al  trazar  la  historia  de  cada  uno  de  sus  tres 
grupos  principales. 

CARACTER  PALEONTOLÓGICO.— El  carácter  pa- 
leontológico de  este  terreno,  aunque  en  tésis  general  se  le 
llama  paleotérico,  por  ser  los  paleoterios  muy  comunes  y 
exclusivos  á él,  consiste  en  ser  el  de  la  primera  aparición  de 
casi  todos  los  órdenes  de  los  mamíferos  monodelfos,  cuadru- 
manos ó monos,  carniceros,  anfibios,  roedores,  paquidermos, 
desdentados,  rumiantes  y cetáceos;  la  mayor  parte  de  las 
aves  y el  orden  de  las  culebras  y de  las  ranas  entre  los  rep- 
tiles, aparecen  también  en  él  por  primera  vez:  algunos  peces, 
y muchos  crustáceos  y zoófitos.  La  clase  que  mas  distingue, 
sin  embargo,  á este  como  á los  demás  terrenos  de  sedimento, 
es  la  de  los  moluscos,  entre  los  cuales  muchos  tienen  grande 
analogía  con  los  que  viven  hoy,  dominando  principalmente 
los  llamados  gasterópodos,  por  hallarse  dotados  de  un  apén- 
dice carnoso  en  el  vientre,  que  les  sirve  para  la  locomoción. 
La  mayor  parte  de  los  de  este  grupo,  dichos  moluscos  por 
tener  el  cuerpo  blando,  se  hallan  contenidos  dentro  de  una 
concha  univalva  casi  siempre  arrollada  en  espiral.  El  caracol 
común  es  el  mejor  tipo  que  puede  citarse. 

DISPOSICION  DELTEHKENO  TERCIARIO.— En 
el  antiguo  continente  el  terreno  terciario  se  presenta  en 
general  en  forma  de  manchones  limitados  por  las  cordilleras 


GEOLOGIA 


356 

de  montañas,  que  ya  en  el  período  anterior,  y mucho  mas 
en  este,  adquirieron  formas  mas  pronunciadas  y mayor  nú- 
mero de  accidentes  topográficos.  Por  lo  común  se  encuen- 
tran siguiendo  el  curso  de  los  grandes  rios,  formando  cuen- 
cas circunscritas  y rodeando  á veces  los  mares  interiores, 
como  el  Mediterráneo,  el  Caspio  y Negro,  extendiéndose  en 
las  regiones  litorales  de  los  continentes,  en  cuyas  anfractuo- 


sidades se  les  ve  tormar  especies  de  bahías  ó golfos  del  mar 
mismo,  en  cuyo  seno  se  depositaron  sus  materiales.  Las  for- 
maciones fluviátiles  y lacustres,  que  apenas  tienen  importan- 
cia en  períodos  anteriores,  no  solo  adquieren  en  el  terreno 
terciario  un  desarrollo  extraordinario,  sino  que  con  frecuen- 
cia alternan  entre  sí,  según  se  observa  en  los  alrededores  de 
París. 


Nummulites  planulata 


speciosa 


Cabeza  del  dinotherium 


Cáncer  macrocheilus 


Cassis  cancellata 


Extensión  y distribución  geográfica.— 
Limitándonos  por  ahora  al  centro  del  continente  europeo, 
el  terreno  terciario  constituye  en  Inglaterra  y Francia,  parti- 
cularmente en  esta,  cuatro  cuencas  muy  características,  y 
son:  i.a  Anglo-parisiense,  París,  Londres  y Bélgica.  2.a  Li- 
geriana  ó de  la  Turena.  3.a  Pirenáica,  Dax  y Burdeos.  Y 4.a 
Mediterránea,  alrededores  de  Montpeller. 

En  Suiza,  Alemania,  Italia  y Rusia,  y en  el  continente 
asiático  y africano,  existen  muchos  depósitos  terciarios  su- 
mamente curiosos,  que  tendremos  ocasión  de  citar. 

En  la  Península,  prescindiendo  de  los  manchones  marinos 
y lacustres  que  existen  en  varias  provincias  del  este  y sur,  el 
terreno  terciario  forma  dos  grandes  cuencas,  representadas 
por  las  mesetas  de  ambas  Castillas,  con  caractéres  bastante 
análogos  de  composición,  accidentes  orográficos  y sello  que 
imprimen  á la  agricultura.  En  la  Memoria  que  leyó  en  la 
Academia  de  Ciencias  en  1850  el  Sr.  Luxán,  distingue  cua- 
tro distritos  terciarios  en  la  parte  central  y meridional  de  la 
Península,  á saber:  1.*  el  de  la  cuenca  del  Guadalquivir: 
2.°  el  del  Guadiana,  en  Extremadura;  3.0  el  de  Toledo  y 
Madrid,  el  cual  comprende  á manera  de  golfos  los  montes 
de  Toledo,  sierra  de  Gredos  y Guadarrama;  y 4.0  el  de  la 
Mancha. 

División  del  terciario.  — Lamas  comunmen- 
te admitida  por  los  autores  es  en  tres  pisos,  que  de  abajo 
arriba  son:  eoceno,  mioceno  y plioceno,  expresiones  que  se 


fundan  en  la  creciente  analogía  que  se  nota  entre  la  fauna 
de  cada  uno  y la  actual. 

Espesor  del  terciario. — Según  los  cálculos 
mas  aproximados,  este  terreno  alcanza  sobre  3,ooora  de  espe- 
sor distribuidos  así:  eoceno  ó inferior  2,000",  mioceno  40o"1, 
plioceno  ó superior  6oom. 

primer  Piso — Eoceno  o nummulílico 

SINONIMIA. — Terreno  terciario,  de  muchos  autores.— 
Eoceno,  Lyell. — Piso  paleotérico,  Cordier. — Pisos  suesóni- 
co  y parisiense,  D’Orbigny. — Arenisca  de  fucoides  y caliza 
nummulítica,  de  varios  autores. — Terreno  del  flich,  de  los 
suizos,  etc. 

CARACTER  MINERALÓGICO.  — Este  terreno,  lla- 
mado nummulítico  por  el  gran  desarrollo  que  en  él  adquie- 
ren los  fósiles  dichos  nummulites,  y eoceno  por  el  escaso 
número  de  especies  idénticas  á las  actuales,  consta  de  mu- 
chas capas  de  calizas,  sílex  molar,  arcillas,  arenas,  conglo- 
merados silíceos  y algunos  bancos  subordinados,  de  lignito, 
masas  empotradas  de  sal  común  y otras  sustancias. 

CARACTER  ESTRATÍGH AFICO  — En  aquellos  pun- 
tos  en  que  la  serie  no  está  interrumpida,  descansa  en  estra- 
tificación discordante  sobre  el  terreno  cretáceo,  y sirve  de 
base  al  mioceno,  afectando  en  muchos  puntos  discordancia 
en  sus  respectivos  estratos,  determinada,  al  parecer,  por  el 
levantamiento  de  Córcega  y Cerdeña. 


■”ig.  132. — Rhombus  minimus 


GÉ0N0MÍA 


CARACTER  PALEONTOLÓGICO.  — La  abundancia 
con  que  se  presentan  en  este  horizonte  las  especies  de  fora- 
rainíferos  conocidos  con  el  nombre  de  nummulites,  lo  carac- 
terizan hasta  el  punto  de  darle  su  nombre:  también  pueden 
considerarse  peculiares  al  eoceno,  entre  los  mamíferos,  los 
paleotherium  y antracotherium,  los  murciélagos,  que  apare- 
cen en  él  por  primera  vez,  y los  cetáceos.  Se  encuentran  al- 
gunas aves  de  rapiña ; pero  lo  que  particularmente  caracteriza 
este  piso  es  el  número  extraordinario  de  moluscos,  sobre 
todo  de  gasterópodos,  tanto  marinos  como  lacustres.  Entre 
las  plantas  son  abundantes  y características  varias  especies 
de  algas,  que  han  recibido  los  nombres  de  fucus  ó chondri- 
tes  y munsteria.  Bajo  el  punto  de  vista  paleontológico,  el 
terreno  cuya  descripción  estamos  haciendo,  goza  de  gran 
celebridad,  no  solo  por  el  aspecto  particular  de  su  fauna  y 
flora,  sino  también  por  haber  sido  el  que  suministró  al  gran 
Cuvier  los  huesos  de  mamíferos  que  con  tanta  sagacidad 
supo  restaurar,  siendo  este  descubrimiento  el  verdadero  pun- 
to de  partida  de  la  ciencia  paleontológica. 

Como  ilustración  de  este  carácter  véanse  las  figuras  125, 

129,  13*,  132  y 135- 

División  del  eoceno.  — Los  siguientes  cuadros 
darán  una  idea  clara  de  la  composición  y división  de  este 
horizonte,  al  menos  en  el  centro  de  Europa. 

CLASIFICACION  DEL  TERRENO  EOCENO, 
SEGUN  ARCHIAC 


357 


NUEVA  CLASIFICACION  DEL  EOCENO, 

SEGUN  LIELL 


INGLATERRA 


Equivalentes  fuera  de  Ingla- 
terra y sinonimia 


/*• 


EOCENO 

inferior 


Lechos  de  Bembrid- 
ge,  isla  de  Wight 
Serie  de  Osborne. 

— de  Headon. 
Arcilla  de  Barton 


4 

V 


eoceno  ( 1.  Capas  de  Bagshotyl2 


medio 


de  Bracklesham.  . 


GRUPOS 


INGLATERRA 


Caliza  silí- 
cea lacus- 
tre media. 


Capas  lacustres 
de  Hordwell, 
de  la  isla  de  ! 
Wight  y ban- 
cos fluvio-ma- 
rinos  subordi- 
nados. . . . 


Arenas  y 1 ^re"as  ^Jgs- 
areniscas  J chot,  de  Hca- 
den-Hill  y de 
Hordwell. 


medias. . 


Caliza  bas-j  Arcilla  de  Lón- 
ta  . j dres.  ^ 


, Arenas  y 
arcillasj 
conchífe- 
ras de' 
Limbur-| 
go.  . 


DE 


Arenas  in*.  . , , . 

feriores..  i Arcllla  Pática 


f * 


Arcilla  y sílex  mo- 
lar, marga  y caliza 
margosa  con  síli- 
ce diseminada  ó 
Arenas  de  J en  nodulos  suel- 
Diest.  . \ tos. 

I Margas  verdes. 
Veso  y margas  ye- 
sosas. 

Margas  y calizas. 

Caliza  marina. 
Arenisca. 

Arenas. 

. Margas. 

1 Grupo  are- 1 Caliza  basta  supe- 
noso-ca-,  rior. 
lizo.  . .( Idem  media. 

Idem  inferior. 
/Arenas  cloríticas. 
Lechos  conch  í feros 
Arenas. 

Arenisca  pudingay 
arenas  fosilíferas.. 
jCapas  arenosas, 
G r u p o - J banco  de  ostras, 
cuarzo- \ margas  lacustres 
arenoso.  J con  lignito, arcilla 
plástica. 

Glauconia  ó caliza 
clorítica  inferior, 
caliza  lacustre  in- 
ferior, pudingas  y 
arcillas. 


2.  Falta  en  Inglaterra 


i.  Arcillas  de  Londres 
\ y lechos  de  Bognor 
eoceno  2.  Arcillas  plásticas  y 
superior  / lechos  de  Wolwich  1 2‘ 
3.  Arenas  de  Thanet.. 


Serie  yesosa  de  Mont- 
martre. 

y 3-  Caliza  silícea  ó 
travertino  inferior. 

Arenisca  de  Beau- 
champ  ó arenas  me- 
dias. 

Capas  de  Lacken 
(Bélgica) 

Caliza  basta  de  Paris 

Arenas  superiores  de 
Soissons. 

y 2.  Formación  num- 
mulítica  de  Europa, 
Asia,  etc. 

Falta  en  lacuencade 
Paris;  se  encuentra 
en  la  Flandes  fran- 
cesa, en  Casselt. 

Arcilla  plástica  y lig- 
nito. 

Partedelandenicoin- 
ferior  de  Bélgica. 


CUENCA  DE  París. — La  cuenca  de  Paris  ofrece  un 
tipo  acabado  del  terreno  eoceno,  no  solo  bajo  el  punto  de 
vista  del  variado  número  de  formaciones  que  lo  constituyen, 
sino  también  por  la  gran  riqueza  en  fósiles;  no  bajando  de 
2,000  las  especies,  solo  de  moluscos,  que  hasta  el  presente 
ha  ofrecido  ai  estudio. 

Además  la  cuenca  de  Paris  ofrece  un  hecho  curioso  y de 
la  mayor  trascendencia,  á saber:  la  alternancia  y si  se  quiere 
simultaneidad  de  formaciones  marinas,  lacustres  y hasta  ter- 
restres, como  lo  demuestran  los  fósiles  que  contienen. 

Cuenca  DE  Londres.— Aunque  los  alrededores 
de  Lóndres  deban  considerarse  como  parte  de  la  cuenca  de 
Paris,  por  efecto  de  causas  que  no  es  de  este  lugar  discutir, 
solo  está  representado  en  varios  puntos  el  terreno  eoceno, 
por  arcillas  plásticas,  arenas  arcillosas  y arenas  cloríticas. 

SUIZA.  — En  Suiza  este  horizonte  adquiere  gran  desar- 
rollo, no  solo  en  extensión,  sino  en  sentido  vertical:  llegan- 
do en  algunos  puntos  á constituir  montañas  de  2 y 3,000 
metros  de  altura,  como  en  el  Kamor,  en  el  cantón  de  Ap- 
penzel,  y en  la  montaña  llamada  de  los  Diablerets. 

VICENTINO. — En  el  Vicentino,  entre  Milán  y Venecia, 
y en  especial  en  el  punto  llamado  Ronca,  á cuatro  leguas  al 
norte  de  Vicenza,  el  terreno  eoceno  está  compuesto  de  gran- 
des bancos  de  toba  basáltica,  alternando  con  otros  de  caliza 
y corrientes  de  basalto,  con  un  número  extraordinario  de 
fósiles,  la  mayor  parte  idénticos  á los  de  Paris.  La  descrip- 
ción de  esta  cuenca,  debida  al  ilustre  Brongniart,  publicada 
en  1823,  es  un  dato  curioso  para  la  historia  de  la  Paleonto- 
logía, pues  fué  la  primera  en  que  se  demostró  la  contempo- 
raneidad del  mismo  terreno  en  dos  puntos  tan  distantes  por 
la  existencia  de  las  mismas  especies  fósiles. 

Eoceno  ESPAÑOL. — Tratándose  del  eoceno  español, 
no  puedo  menos  de  indicar,  aunque  sea  someramente,  el 
resultado  de  las  observaciones  hechas  por  el  doctor  Vezian 
en  el  territorio  de  Cataluña,  publicadas  en  el  Boletín  de  la 
Sociedad  geológica  de  Francia  en  abril  de  1858.  El  eran  des- 


GEOLOGIA 


35S 


arrollo  que  allí  adquiere  el  horizonte  en  cuestión,  hace  decir 
á este  ilustre  geólogo  que  puede  considerarse  como  el  tipo 
mas  acabado  y extenso  del  período  nummulítico  antepire- 
náico;  obligándole  esta  circunstancia  á adoptar  nombres  de 
localidades  catalanas  para  designar  sus  diferentes  pisos.  Pri- 
mero lo  divide  en  dos  grupos,  superior  é inferior;  aquel 
caracterizado  por  la  pobreza  de  su  fauna,  por  la  falta  de 
nummulites  y la  abundancia  de  fucus , por  cuya  razón  se 
puede  llamar  horizonte  de  fucoides  y de  Rubio,  cerca  de 
Igualada,  por  la  localidad ; sus  rocas  en  general  son  detríti- 
cas: el  grupo  inferior  es  el  que  propiamente  debe  llamarse 
nummulítico  por  la  abundancia  con  que  se  presentan  en  él 
los  nummulites.  Este  lo  divide  Vezian  á su  vez  en  dos  par- 
tes: las  superior,  que  es  la  región  ozona  esencialmente  num- 
mulítica,  y consta  de  los  pisos  de  Manresa,  de  Igualada  y de 
Castellvell  y Castellolij  y la  inferior,  que  corresponde  al  piso 
de  Montserrat,  y puede  considerare  como  la  aurora  de  la 
era  nummulítica. 

Distribución  geográfica. — El  grupo  nummu- 
lítico en  la  Península  ofrece  un  hecho  muy  curioso  y de 
grande  importancia  industrial,  á saber:  la  presencia  de  ma- 
sas considerables  de  sal  común  empotradas  en  sus  estratos, 
como  se  ve  en  Peralta,  y principalmente  en  las  famosas  mi- 
nas de  Cardona.  Este  hecho  no  es,  sin  embargo,  exclusivo 
de  la  Península,  pues  las  famosas  minas  de  sal  de  Wielitzka, 
no  léjos  de  Cracovia,  y otras  muchas,  pertenecen  igualmente 
á este  terreno. 

En  el  valle  de  Cardona  dos  masas  enormes  de  sal  gema, 
aparecen  enclavadas  ó empotradas  en  medio  de  bancos  de 
areniscas  y de  margas  rojizas,  asociadas  á las  calizas  num- 
mulíticas,  características  de  este  horizonte.  Las  capas  de 
areniscas  se  levantan  por  todos  lados  hácia  la  masa  de  sal, 
en  inclinación  variable  de  20  á 25':  demostrando  el  minu- 
cioso y detallado  estudio  de  la  naturaleza  de  las  areniscas  y 
de  las  margas,  que  no  son  siempre  las  mismas  capas  las  que 
apo)an  en  la  sal*;  de  consiguiente,  no  puede  suponerse  que 
esta  forme  especies  de  masas  lenticulares  enormes  enclava- 
das en  el  terreno  mismo,  y alrededor  de  las  cuales  las  capas 
se  colocaron  como  están  hoy.  De  cuyas  circunstancias  de- 
ducen algunos  que  la  sal  es  enteramente  extraña  al  terreno, 
> que  debe  considerarse  como  la  causa  del  levantamiento 
que  en  Cardona  se  observa.  Algunas  particularidades  que 
ofrece  tan  singular  criadero,  hacen  desistir,  no  obstante,  se- 
gún Coquand,  de  esta  idea  por  mas  ingeniosa  que  á primera 
vista  parezca. 

. Distribución  GEOGRAFICA.  — La  del  terreno  ter- 
ciario inferior  ó nummulítico  es  muy  curiosa,  ocupando  una 
zona  que  rodea  el  Mediterráneo  desde  nuestra  Península  y 
costa  de  Marruecos,  por  el  lado  de  Africa  hasta  Egipto,  y 
por  el  otro  hasta  la  Estiria,  Crimea  y Asia  menor;  bordeando 
el  continente  europeo  por  esta  parte  y haciendo  alguna 
irrupción  en  el  interior  de  la  India,  en  el  Tibet,  en  cuya 
parte  occidental  ha  encontrado  Thomson  nummulites  á 
5,000  metros  de  altura,  en  Polonia,  en  el  norte  de  Francia, 
en  Bélgica  é Inglaterra. 

En  España  forma  tres  zonas : la  primera  se  extiende  des- 
de Navarra  hasta  la  costa  de  Cataluña,  siguiendo  la  pen- 
diente occidental  de  los  Pirineos;  siendo  notables  entre 
otras  las  localidades  de  Montserrat  por  la  altura  que  alcanza 
(so  re  1,234  metros,  según  \ erneuil),  y por  la  forma  singu- 
ar  de  la  montaña,  á la  que  debe  su  nombre,  y Cardona  por 
las  minas  de  sal.  La  segunda  zona  corre  desde  Navarra  hasta 
Asturias,  siguiendo  la  ramificación  de  los  Pirineos;  en  ella 
están  comprendidas  las  salinas  de  Peralta:  y la  tercera  en 
el  antiguo  remo  de  Valencia,  particularmente  en  la  provin- 
cia de  Alicante,  donde  se  presenta  en  estratos  muy  inclina- 


dos de  calizas  duras,  constituyendo  montañas  de  bastante 
elevación  y de  accidentes  curiosos. 

El  terreno  nummulítico  de  esta  región  se  presenta  también 
en  manchones  aislados  en  los  alrededores  de  Málaga,  según 
las  observaciones  del  señor  Maestre;  en  Gualchos  al  Este  de 
Motril,  según  Verneuil,  y en  otros  puntos. 

Materiales  Útiles.— El  terreno  terciario  inferior 
es  uno  de  los  mas  ricos  en  el  concepto  agrícola  é indus- 
trial: las  calizas  basta  y silícea;  el  silex  molar  y las  areniscas 
como  piedras  de  construcción  y de  molino,  también  para  el 
empedrado;  la  arcilla  plástica  para  la  alfarería  y como  base 
de  las  cales  hidráulicas  artificiales;  las  margas,  que  tanto 
abundan,  constituyen  el  mejoramiento  por  excelencia  délas 
tierras  vegetales:  por  último,  el  lignito,  el  yeso  y principal- 
mente la  sal  común,  son  de  un  uso  tan  general,  que  su  pre- 
sencia bastaría  á dar  importancia  á este  terreno. 

terciario  medio,  mioceno  ó de  la  molasa 

Vamos  á describir  un  horizonte  terciario,  en  el  que  por  lo 
menos  hay  indicios  de  un  suceso  extraordinario,  indicado 
por  primera  vez  por  dos  curas  franceses  que,  contra  lo  que 
sucede  en  España,  se  ocupan  en  esta  clase  de  estudios ; he- 
cho ó descubrimiento  que,  siquiera  no  haya  merecido  aun 
la  unánime  sanción  de  los  hombres  de  ciencia,  no  puedo 
menos  de  indicar,  en  atención  á su  reconocida  trascen- 
dencia. Me  refiero  al  hallazgo  entre  los  materiales  de  este 
terreno  en  la  Turena,  de  utensilios  y armas  de  piedra,  que 
si  en  realidad  son  obra  del  hombre,  como  autoridades  res- 
petables lo  creen,  haría  remontar  la  aparición  de  nuestra  es- 
pecie á una  fecha  remotísima.  Al  describir  el  terreno  cua- 
ternario entraremos  en  mas  pormenores  sobre  este  asunto. 

Sinonimia. — Piso  de  la  molasa,  del  falún  y delcrag, 
Cordier. — Terreno  terciario  medio,  falún  y silex  molar,  Du- 
frenoy  y E.  de  Beaumont. — Piso  medio  de  los  terrenos  su- 
pracretáceos,  Huot. — Parte  de  los  terrenos  clísmicos  detrí- 
ticos y los  izemínicos  talásicos,  Brong.  — Arenisca  conchí- 
fera del  Nagelfluh,  Studer. — Sistema  tóngrico,  rupélico  y 
boldérico,  Dumont. — Falún  de  la  Turena,  falún  y molasa 
de  otros  autores,  etc. 

Definición. — El  horizonte  falúnico,  así  llamado  por 
el  desarrollo  que  en  él  adquiere  la  roca  que  llamamos  falún, 
comprende  una  serie  de  capas  de  materiales  muy  diversos, 
contenidos  entre  el  horizonte  anterior  y el  eoceno  ó num- 
mulítico. 

Carácter  mineralógico. — La  composición  mi- 
neral de  este  terreno  varía  bastante  en  los  distintos  puntos 
en  que  lo  examinemos,  razón  por  la  cual  creemos  preferible 
referirnos  á la  que  en  cada  cuenca  presenta. 

CARACTER  ESTRAT  IGRA  FIGO  Y DIVISION.— El 
terreno  falúnico  se  encuentra  situado  entre  el  sistema  de  los 
Alpes  occidentales,  que  lo  separa  por  arriba  del  sub-apenino, 
y el  de  Córcega  y Cerdeña  que  establece  su  discordancia 
con  el  nummulítico.  Pero  la  formación  de  sus  estratos  fué 
interrumpida  en  algunos  puntos,  según  se  cree,  por  los  le- 
vantamientos del  Sancerrois  y de  la  isla  de  Wight,  lo  cual 
ha  contribuido  á la  división  que  generalmente  se  admite  en 
este  terreno,  en  tres  pisos:  superior  ó falún  propiamente  di- 
cho; medio  ó molasa  lacustre  y marina;  é inferior,  arenas  y 
areniscas  de  Fontainebleau  y lignitos  de  Cadibona. 

CARACTER  PALEONTOLÓGICO.— Los  fósiles  que 
caracterizan  el  terreno  mioceno  son:  entre  los  mamíferos, 
los  monos,  que  aparecen  en  él  por  primera  vez  representa- 
dos por  el  género  pitecus;  los  mastodontes,  dinoterium,  res- 
tos de  ballenas,  castores,  focas  y manatis.  Algunas  aves, 
como  tordos  y cuervos;  varias  especies  de  culebras,  ranas  y 


GEONOMIA 


359 


salamandras  entre  los  reptiles  y anfibios;  gran  número  de 
conchas,  particularmente  univalvas,  erizos  de  mar  y zoó- 
fitos. 

Entre  las  plantas  predominan  las  leguminosas,  algunas 
palmas  gramíneas,  y un  escaso  número  de  heléchos,  musgos, 
hongos  y algas. 

La  mayor  parte  de  estos  séres  pertenecen  á especies  per- 
didas; las  análogas  puede  decirse  que  solo  habitan  hoy  las 
regiones  intertropicales,  lo  cual  claramente  indica  la  índole 
particular  del  clima  y de  las  demás  condiciones  biológicas 
que  durante  su  formación  debían  reinar  en  las  regiones  que 
actualmente  ocupa. 

Como  complemento  del  carácter  paleontológico,  véanse 
las  figuras  128,  130,  133  y 134. 

Distribución  GEOGRÁFICA.  — Este  terreno  se 
halla  muy  desarrollado  en  el  globo,  pudiendo  citarlo  en 
nuestro  continente  en  muchos  puntos  de  Francia,  particu- 
larmente en  la  Turena,  en  los  alrededores  de  Burdeos,  Dax, 
Montpeller,  Auvernia,  etc.;  en  Suiza  está  representada  por 
el  horizonte  de  la  molasa;  en  Alemania  se  encuentra  hasta 
en  Viena,  cuya  cuenca  del  Danubio  es  por  cierto  muy  im- 
portante; en  Asia  menor  alcanza  un  desarrollo  extraordina- 
rio, etc.,  y en  cuanto  á la  Península,  forma  las  mesas  de  am- 
bas Castillas  y además  gran  parte  de  las  cuencas  del  Ebro, 
del  Guadalquivir,  del  Turia,  etc. 

DESCRIPCION.  — Empezando  por  el  que  se  relaciona 
con  el  origen  del  hombre,  hé  aquí  el  orden  con  que  se  su- 
ceden los  materiales  en  Thenay  (Turena),  donde  por  prime- 
ra vez  el  abate  Burgeois  encontró  los  sospechados  vestigios 
de  la  existencia  de  aquel:  de  abajo  arriba:  i.8  arcilla  con  pe- 
dernal, pero  sin  instrumentos  labrados;  2.0  mezcla  de  marga 
lacustre  y arcilla  con  útiles  de  pedernal;  3.'  arcilla,  principal 
yacimiento  de  los  utensilios  de  piedra;  4 c marga  con  nodu- 
los calizos  y útiles  de  sílex;  5/  margas  arcillosas  con  acro- 
therium  y algunos  escasos  silex  labrados;  6.°  caliza  margosa 
de  la  Beauce  sin  silex;  7.0  caliza  compacta  de  idem,  también 
sin  pedernales  labrados;  8.°  arenas  del  Orleanés,  con  silex 
tallados;  9.°  falún  con  instrumentos  de  pedernal;  y io.°  alu- 
viones cuaternarios  con  instrumentos  del  tipo  de  Saint- 
Acheul  y otros  pulimentados. 

Alguna  prueba  mas  puede  aducirse  en  favor  de  esta  idea, 
pues  en  Auvernia  parece  que  Mr.  Tardy  encontró  en  1869, 
y dió  cuenta  en  enero  del  70  á la  Sociedad  geológica  de 
I’ rancia,  de  instrumentos  labrados  en  piedra  en  un  horizonte 
equivalente  al  de  la  Turena  (1). 

Terciario  medio  de  París.  — En  los  alrede- 
dores de  París,  este  terreno,  que  algunos  consideran  como 
eoceno  superior,  se  halla  representado  por  calizas  lacustres, 
arenas,  arcillas,  margas  y lignito. 

Mioceno  de  Viena. — En  Viena  este  terreno  se  ha- 
lla muy  desarrollado,  formando  parte  de  la  cuenca  del  Da- 
nubio, accidentada  por  colinas  de  escasa  elevación. 

Molasa  suiza. — En  Suiza  el  mioceno  ha  recibido  el 
nombre  de  terreno  de  la  molasa,  por  ser  esta  la  roca  domi- 
nante; constituye  la  risueña  llanura  limitada  por  los  Alpes  y 
la  cordillera  del  Jura,  viéndose  en  muchos  puntos  cubierta 
por  los  materiales  del  período  cuaternario  y asurcada  por  las 
grandes  arterias  del  Rhin,  Ródano,  Aar  y otras,  con  sus 
afluentes.  Las  localidades  mas  curiosas  son:  Berna,  que  tiene 
su  asiento  sobre  la  molasa  y sus  alrededores,  particularmente 
sobre  la  colina  de  Belberg,  muy  rica  en  fósiles.  En  el  cantón 
de  Saint  Gall,  las  orillas  del  lago  de  Constanza  y hasta  el 
cantón  de  Apenzel;  las  preciosas  colinas  de  Lausana,  cuyas 


(1)  Los  que  deseen  mas  ilustración  en  este  asunto,  pueden  consul- 
tar mi  obra  sobre  el  Origen  y antigüedad  Jel  hombre^  publicada  en  1S72. 


bases  se  pierden  en  el  lago  de  Ginebra,  pertenecen  también 
al  piso  llamado  de  la  molasa.  Allí  esta  roca  característica  se 
halla  dispuesta  en  capas  unas  veces  horizontales,  otras  mas 
ó menos  oblicuas,  generalmente  reposando  sobre  grandes 
masas,  también  estratificadas,  del  nagelfluh  ó gonfolita,  es- 
pecie de  conglomerado  que  ya  dimos  á conocer  y que  com- 
pleta por  abajo  el  terreno  mioceno. 

Generalmente  en  esta  región  el  terreno  terciario  medio  se 
presenta  en  colinas  redondeadas,  de  pendiente  suave  y aDo 
entrecortadas,  cubiertas  por  lo  común  de  una  sorprendente 
) rica  \egetacion.  Sin  embargo,  en  el  cantón  de  Lucerna 
constituye  la  famosa  montaña  del  Righi,  de'1,900  metros  de 
altura,  compuesta  de  molasa  y nagelfluh  en  capas  muy  in- 
clinadas. 

Mioceno  ESPAÑOL.— En  España  hállase  represen- 
tado  por  formaciones  marinas  y lacustres  muy  desarrolladas. 
Estas  ocupan  la  parte  central  de  la  Península,  constituyendo 
las  mesas  de  ambas  Castillas,  á las  que  comunica  caractéres 
orográficos  y agronómicos  muy  análogos.  Las  calizas  silíceas 
cavernosas  con  planorbis,  lymneas  y paludinas  (Colmenar 
Viejo);  las  margas,  arcillas  y areniscas,  con  yesos  y huesos 
fósiles  (Madrid,  Burgos  y Valladolid);  y las  arcillas  arenis- 
cas y conglomerados  ó nagelfluh  (Madrid,  Valladolid  y Tri- 
llo), se  hallan  dispuestas  en  capas. 

No  se  crea,  sin  embargo,  que  el  mioceno  lacustre  está 
reducido  á las  dos  grandes  regiones  indicadas;  también  se 
encuentra  en  otros  puntos,  ora  aislados,  ó en  relación  con 
las  dos  cuencas  citadas,  y con  caractéres  dignos  de  llamar 
la  atención. 

En  primer  lugar  es  notable  por  su  posición  el  indicado 
por  Ezquerra  y Prado  en  Barahona,  pues  según  Verneuil, 
este  manchón  podría  hacer  sospechar  la  comunicación  entre 
los  lagos  que  en  el  período  mioceno  ocupaban  las  dos  Cas- 
tillas, y que  se  hallaban  separados  por  la  cordillera  de  Gua- 
darrama. 

La  gran  cuenca  de  Castilla  la  Vieja  parece  ramificarse  ó 
enlazarse  con  la  del  Ebro,  según  el  citado  geólogo,  por  el  es- 
trecho de  Burgos.  En  las  provincias  Vascongadas,  en  Na- 
varra y en  las  de  Logroño,  Zaragoza,  y Teruel,  ofrece  este 
terreno  mucha  importancia  por  su  desarrollo  y accidentes 
particulares.  En  los  alrededores  de  Haro  se  halla  represen- 
tado por  la  molasa,  alternando  con  calizas  lacustres  y pu- 
dingas  de  cantos  del  terreno  nummulítico,  en  capas  ondula- 
das, que  indican  haber  sufrido  la  acción  violenta  de  algún 
levantamiento. 

La  molasa,  de  color  gris  y de  poca  consistencia,  adquiere 
en  algunos  puntos  gran  desarrollo  (de  300  á 400”  sobre  el 
rio,  entre  San  Vicente  y Pecina),  y ofrece  en  varias  locali- 
dades, como  en  Valtierra,  Remolinos,  Añana,  etc.,  masas 
considerables  de  sal,  yeso  y sulfato  de  sosa. 

Sin  salir  de  esta  cuenca,  debemos  citar  dos  localidades 
importantes ; la  una  por  el  número  considerable  de  huesos 
fósiles  que  contiene,  y es  Concud,  situado  á una  legua  al 
noroeste  de  1 eruel,  y la  otra  Libros.  Estas  dos  localidades 
pertenecen,  según  Verneuil,  á una  formación  que  se  extiende 
por  la  Muela  del  Oro,  entre  Buñol  y Cofrentes,  hasta  Gijona 
y Alcoy,  en  donde  precisamente  se  encuentran  los  mismos 
huesos  fósiles  que  en  Concud  en  los  materiales  que  acom- 
pañan al  lignito,  que  se  explota  con  bastante  éxito.  En  Li- 
bros el  terreno  es  esencialmente  lacustre,  compuesto  de  ban- 
cos de  caliza  blanca  margosa  y arcillas  impregnadas  de  azufre, 
que  se  beneficia;  descansando  todo  este  sistema  en  estrati- 
ficación discordante  sobre  el  terreno  cretáceo,  bastante  rico 
en  fósiles.  Una  de  las  circunstancias  que  dan  interés  á esta 
localidad  es,  que  el  azufré,  no  solo  rellena  el  interior  de  los 
planorbis  y lymneas,  que  se  encuentran  en  número  predi- 


GEOLOGIA 


360 

gioso,  sino  que  hasta  llega  á ser  en  muchos  la  materia  fosi- 
lizadora  de  dichas  conchas. 

En  Alfambra,  llega  el  mioceno  á 1,472",  altura  que,  según 
hace  observar  Verneuil,  solo  alcanzan  las  formaciones  ter- 
ciarias del  Asia  Menor,  conforme  á los  datos  suministrados 
por  Tchihatchefif. 

En  Valencia,  este  horizonte  se  halla  muy  desarrollado, 
ofreciendo  circunstancias  muy  curiosas.  Así,  por  ejemplo, 


en  Niñerola,  á dos  leguas  al  oeste  de  Valencia,  se  observa 
en  una  de  las  laderas  de  la  cañada,  una  serie  de  bancos  de 
areniscas  y calizas  casi  perfectamente  horizontales,  con  un 
número  prodigioso  de  la  ostrea  crassissima,  y balanus  á ellas 
adheridos,  y en  la  opuesta,  formando  colinas,  varias  capas 
de  caliza  lacustre  llena  de  planorbis  y lymneas,  la  cual  ha 
sufrido  una  metamorfosis  completa,  convirtiéndose  en  ala- 
bastro de  superior  calidad. 


hig.  13Ó. — Vistas  microscópicas  de  la  creta 


En  el  pueblo  de  Lallosa,  cerca  de  Játiva,  y otros  puntos, 
ofrece  un  accidente  singular,  y es  el  encontrarse  la  formación 
lacustre  representada  por  capas  algo  inclinadas  de  caliza  y 
margas  azuladas,  alternando  con  vetas  de  lignito,  con  pla- 
norbis, lymneas  y neritinas,  é inmediatamente  después,  y sin 
una  verdadera  línea  de  separación,  bancos  de  caliza  y arenisca 
pertenecientes  á una  formación  marina,  á juzgar  por  las  os- 
tras y moldes  de  Vénus  ó Citereas  que  en  ellas  se  encuen- 
tran. En  el  valle  de  Albaida  se  halla  representado  por  mar- 
gas blancas  y azules,  llamadas  en  el  dialecto  del  país  llaco- 
rella^  las  cuales  ocupan  una  extensión  considerable  y ofrecen 
circunstancias  muy  curiosas,  entre  las  cuales  es  digna  de 
atención  la  observada  por  mi  junto  al  pueblo  de  Quatre- 
tonda,  reducida  á la  mezcla  en  el  mismo  horizonte  de  fósiles 
terciarios  marinos,  y en  especial  del  clypeaster  crassicosta- 
tus,  con  la  ostrea  Matheroniana  y otras  especies  pertene- 
cientes al  terreno  cretáceo.  Hecho  es  este  que  se  da  la  mano 
con  las  famosas  colonias  silúricas  de  Bohemia,  y del  cual  di 
cuenta  á la  Sociedad  Geológica  de  Francia  en  la  reunión 
extraordinaria  celebrada  en  París  en  1867  con  motivo  de  la 
Exposición. 

Las  formaciones  marinas,  representadas  en  unos  puntos 
por  capas  horizontales  de  caliza  (alrededores  de  Alicante), 
en  otros  por  bancos  inclinados  de  areniscas  con  muchos  fó- 
siles (Monjuich),  etc.,  solo  ocupan  el  litoral,  avanzando  en 
Andalucía  hasta  Andújar,  Linares  y la  Carolina. 

En  la  provincia  de  Murcia  adquiere  gran  desarrollo,  cons- 
tituyendo en  general,  según  Verneuil,  páramos  muy  tristes 
por  su  aridez.  Entre  los  puntos  mas  curiosos  debe  citarse 
Lorca,  donde  el  terreno  terciario  está  formado  de  bancos  de 
arcillas  y margas  bituminosas  con  azufre  y peces  fósiles,  y 


de  capas  de  molasa  con  el  clypeaster  altus  y la  ostrea  cras- 
sissima, que  según  el  citado  geólogo  ocupan  la  base.  Tal  vez 
las  capas  superiores  pertenezcan  al  terreno  plioceno.  Otro 
de  los  puntos  notables  para  este  horizonte  es  Hellin,  famoso 
por  las  numerosas  capas  de  azufre,  por  la  dusodila  y el  sul- 
fato de  magnesia  y sosa  que  entre  sus  materiales  se  encuen- 
tran. Esta  formación  penetra  hasta  Al  mansa,  el  Bonete  y 
Chinchilla,  donde  forma  la  montaña  sobre  que  tiene  su 
asiento  el  pueblo  y el  castillo,  y consta  en  la  base  de  bancos 
de  arena  blanca  y marga,  cubierta  por  capas  sensiblemente 
horizontales  de  caliza,  en  cuyo  seno  encontró  Verneuil  va- 
rios fósiles  marinos  característicos.  Desde  este  punto  y Al- 
bacete se  extiende  hasta  las  Peñas  de  San  Pedro  y Víanos, 
cerca  de  Alcaraz;  también  se  encuentra  en  Veas,  Masegosa 
y Villarrubia. 

La  caliza  lacustre  de  este  piso  suministra  excelentes  pie- 
dras de  sillería,  que  se  tallan  con  facilidad  y producen  muy 
buen  efecto.  Los  arquitrabes,  basamentos  y chapiteles  de  las 
columnas,  que  tanto  hermosean  el  palacio  real  en  Madrid, 
son  de  piedra  de  Colmenar,  la  cual  se  emplea  también  en  la 
escultura  basta,  como  puede  verse  en  las  estatuas  del  Retiro 
y plaza  de  Oriente. 

La  molasa  suministra  igualmente  buenos  materiales  de 
construcción;  las  areniscas,  como  la  de  Monjuich,  por  ejem- 
plo, se  explotan  para  el  empedrado  y para  piedras  de  moli- 
no, de  las  que  se  surte  toda  Cataluña,  Valencia  y gran  parte 
de  la  costa  del  Sur.  Igual  destino  se  da  al  sílex,  que  preci- 
samente ha  merecido  el  nombre  de  molar  por  el  uso  á que 
se  le  destina.  También  se  emplea  como  piedra  de  construc- 
ción. 

Entre  las  rocas  sueltas,  el  falún  se  destina  para  abonar  las 


GEONOMIA 


tierras  ligeras,  obrando  por  el  principio  calizo  que  contiene, 
y por  gran  cantidad  de  materias  orgánicas  que  suminis- 
tran las  conchas  y los  huesos  fósiles  que  en  esta  roca  se  en- 
cuentran. 

Por  último,  el  lignito,  del  que  tan  buenos  criaderos  posee 
la  Península  en  este  piso,  principalmente  en  Alcoy  y Dos- 
Aguas,  es  un  excelente  combustible. 


361 

TERCIARIO  SUPERIOR,  PLIOCENO  Ó SUBAPENINO 

Entramos  ya  de  lleno  en  el  horizonte  en  que,  al  parecer, 
hay  mas  acuerdo  tocante  á la  existencia  del  hombre,  en  cuyo 
concepto  el  terreno  cuya  descripción  vamos  á trazar,  ofrece 
el  mayor  interés. 

SINONIMIA.— Arenas  superiores  marinas  de  Montpe- 


Fig.  «37  —Salamandra  de  Oeningen  (Andrias  Schenzeri) 


11er. — Depósito  tritónico  clísmico,  Huot. — Terreno  psamí- 
tico-calizo,  de  Riso.  — Parte  del  terreno  de  las  Pampas, 
D’Orbigny. — Nuevo  y antiguo  plioceno,  Lyell. — Légamo 
antediluvial,  Marcel  de  Serres,  etc. 

Definición  ycarácter  mineralógico.— 
El  sub-apenino  consta  de  un  gran  número  de  capas  de  are- 
nas, areniscas,  arcillas,  calizas,  brechas,  pudingas  y otros 
materiales,  que  mereció  el  adjetivo  que  lleva,  por  hallarse 
muy  desarrollado  en  las  hermosas  colinas  y en  la  fértil  lla- 
nura que  se  extiende  desde  Alejandría  y Asti  hasta  la  Cala- 
bria y Sicilia,  siguiendo  todas  las  ramificaciones  de  la  cordi- 
llera del  Apenino,  á la  que  se  halla  subordinado. 

Carácter  estratigrafico. — Separado  este  ho- 
rizonte del  mioceno  por  el  levantamiento  de  los  Alpes  occi 
dentales,  y del  cuaternario  por  el  de  los  principales,  ofrece 
límites  bien  marcados  que  se  determinan  con  frecuencia  por 
discordancias  de  estratificación  y por  notables  erosiones,  to- 
do lo  cual  indica  las  poderosas  causas  que  antes  y después 
de  su  formación  actuaron  en  el  globo.  Hay  que  advertir,  no 
obstante,  que,  si  bien  en  muchos  puntos  se  observa  cuanto 
acabamos  de  indicar,  en  otros,  el  tránsito  de  este  terreno  al 
anterior  y posterior,  suele  ser  insensible.  Sus  materiales  com- 
ponentes, siquiera  en  ciertas  comarcas  duros  y compactos, 
lo  común  es  que  ofrezcan  escasa  adherencia,  á pesar  de  in- 
tervenir aun  la  sedimentación  química;  iniciase  ya  el  desar- 
rollo de  los  materiales  sueltos  y de  los  conglomerados,  que 
se  ha  de  acentuar  mas  y mas  en  el  terreno  cuaternario.  Las 
capas  ó estratos  ofrecen  en  general  pocos  accidentes,  pre- 
sentándose con  frecuencia  horizontales  ó muy  poco  incli- 
nados. 

CARÁCTER  PALEONTOLÓGICO.— El  hecho  mascul- 
minante  en  este  concepto  es  la  presencia  del  hombre  en 
estado  fósil,  según  parece  acreditar  el  descubrimiento  veri- 
ficado en  California  por  los  distinguidos  geólogos  Blake  y 
Tomo  IX 


Wiethney,  de  un  cráneo  y restos  de  la  primitiva  y tosca  in- 
dustria humana,  asociados  al  depilas  meridionalis y anliquus, 
r 'moceros  iichorhinus  y á otros  grandes  mamíferos,  entre  los 
cuales  el  mammuth  y el  oso  de  las  cavernas,  según  autorida- 
des muy  respetables,  empezaron  á vivir  en  el  plioceno  supe- 
rior. De  modo  que  este  horizonte  es,  por  ahora,  el  de  la 
existencia  mas  probable  de  restos  del  hombre,  asociados  á 
grandes  mamíferos,  entre  los  cuales  predominan  los  elefan- 
tes. No  debemos  ocultar  á nuestros  lectores  que  á pesar  del 
tiempo  trascurrido  no  hemos  visto  en  Europa  dibujo,  molde 
ni  descripción  del  tal  cráneo,  lo  cual  motiva  las  dudas  que 
á muchos  asaltan  acerca  de  la  significación  de  este  descu- 
brimiento. 

Puede  también  señalarse  como  rasgo  paleontológico  de 
este  piso,  la  existencia  de  monos  afines  á los  antropomorfos, 
figurando  entre  ellos  el  dryopithecus  Ponía  nt\  encontrado  por 
Lartet  en  St.  Gaudens,  la  famosa  salamandra  considerada 
por  Scheuzer  como  esqueleto  humano,  clasificada  por  Cuvier 
como  Andrias  Scheuzeri,  cuyo  dibujo  figura  entre  los  carac- 
terísticos de  este  horizonte  (fig.  137);  por  último,  la  presencia 
de  una  fauna  malacológica  y una  flora  muy  análogaála  cua- 
ternaria y moderna. 

Distribución  geográfica.— Es  muy  notable  el 
desarrollo  de  este  terreno  en  la  fértil  y risueña  llanura  que 
se  extiende  desde  la  colina  de  la  Superga  hasta  los  primeros 
estribos  del  Apenino.  Desde  dicho  punto  se  prolonga  á de- 
recha é izquierda  de  esta  cordillera  hasta  la  Calabria  y Sici- 
lia, afectando  casi  siempre  los  mismos  ó muy  análogos  acci- 
dentes. Palermo,  Siracusa,  Agrigento,  Nápoles,  Roma,  Flo- 
rencia, Siena,  Turin,  Alejandría,  y otras  ciudades  de  Italia, 
tienen  su  asiento  sobre  este  terreno.  En  Francia,  en  los 
alrededores  de  Montpeller,  Perpiñan,  Dax  y otras  localidad 
des;  en  Maguncia,  Wiesbaden  y otros  puntos  en  Alemania; 
en  Amberes  y Maestricht,  en  los  Países  Bajos;  en  Norwich- 

46 


302 


GEOLOGIA 


condado  de  Suffolk,  y en  otros  distritos  de  Inglaterra,  se 
halla  también  desarrollado  este  terreno. 

En  Sicilia,  donde  suele  alcanzar  900  y mas  metros  de  es- 
p<.=Oi,  como  en  Caltagirone,  Castrogiovani,  Palermo  y otros 
puntos  que  he  tenido  ocasión  de  estudiar,  consta  de  dos 
ordenes  de  capas  calizas,  la  superior,  llamada  allí  giurgiulena , 

} arcillosa  6 margosa  la  inferior.  Aquella  ofrece  un  aspecto 
análogo  al  de  la  caliza  basta  de  París;  su  estructura  es  gra- 
nujienta y de  escasa  consistencia  casi  siempre,  lo  cual  facilita 
a extracción  de  los  fósiles  que  se  presentan  en  número  fa- 
uloso  y en  un  estado  sorprendente  de  belleza.  En  algunos 
puncos  la  caliza  se  halla  como  triturada  y mezclados  sus 
fragmentos  con  muchos  pedazos  de  conchas  y zoófitos,  á 
manera  del  crag  de  Inglaterra  y de  Holanda,  ó del  falún  de 
la  Turena  y Burdeos.  El  sistema  calizo  suele  en  algunos 
puntos  pasar  á una  arenisca  y conglomerado,  que  termina 
por  su  base  en  la  formación  arcillosa. 

En  los  alrededores  del  Etna  y Catania  y en  Val  di  Noto, 
<-stos  materiales  suelen  alternar  con  productos  volcánicos, 
cu>  a aparición  los  ha  dislocado  y alterado  profundamente, 
como  sucede,  por  ejemplo,  en  la  arcilla  de  las  islas  Cíclopes# 
convertida  en  termantida  por  la  aparición  á su  través  del 
asalto  columnar,  que  en  su  mayor  parte  las  constituye.  En 
e vahe  de  Militello  se  nota  que  este  terreno  se  halla  en 
capas,  casi  perfectamente  horizontales,  cubiertas  por  una 
corriente  basáltica,  como  se  ve  en  la  figura  37:  un  poco  mas 
a aJ°»  la  misma  formación  se  encuentra  compuesta  de  una 
especie  de  toba  volcánica,  de  aspecto  basáltico,  conteniendo 

®ran  miraero  de  fósiles  de  este  período,  de  los  que  recogí 
mucho!  / J \ 

El  criadero  de  plantas  fósiles,  encontrado  por  mí  por  pri- 
jQ¿  C,n  ^*Parh  i8.5«,  y descrito  en  el  Boletín  de  la  So- 
iie  a geológica  de  Francia  en  noviembre  de  1853,  probable 
mente  corresponde  también  al  plioceno. 

utre  los  numerosos  fósiles  que  he  recogido  en  este  terre 
uo  en  las  localidades  indicadas,  debo  citar  el  Peden  jPaco- 
mu'  1 aC ^ Ua^ m e n 1 e vivo  en  el  Mediterráneo,  el  Peden  lalissi- 
"!U?'  a ^anopiea  Faujassii , el  Fusus  contrarius,  característico 
e crag  rojo  de  Suffolk,  y otros  muchos. 

/-?  ,0t.ra.s  re§i°nes  del  continente  italiano,  particularmente 

este  h a.  r*a>  R°ma>  Siena,  Asti,  etc.,  se  encuentra  también 
?.e  ori?ünl^  si  bien  en  general  representado  por  el  antiguo 
íoceno,  aunque  en  rigor  sea  muy  difícil  establecer  un 
! e ° Inea  separación,  pues  que  yo  mismo  he  hallado 
as.  anuras  de  Asti,  Baldichieri,  Roma  y otros  puntos, 
especies  idénticas  á las  de  Sicilia. 

con  •<\rna>  seSun  profesor  de  la  Sapienza,  Ponzi,  hállase 
queY  U1  ° Cn  ^ kaSC  Por  ^as  arc^as  y margas  del  Vaticano, 
sobreT1113'1 1 Una  masa  muy  considerable  y rica  en  fósiles, 
serie  d-  1^  ^escansan  en  estratificación  discordante:  1/  una 
un  cern  anCOs.^e  arenas  amarillas  sueltas  ó aglutinadas  por 
tentes  Ca^.Z0’  Armando  areniscas  mas  ó menos  consis- 
dos  t)tq  2 \ Var*as  caPas  de  conglomerados  de  cantos  roda- 
sueltos  °d  Cntes  rocas  apeninas  colocadas  en  manchones 
nes  aue°  )re  arenas  y areniscas.  En  las  diferentes  excursio- 
de  la  C ei^  ^ tUVe  ^ortuna  de  hacer  por  los  alrededores 
r,Q  ,1U  ,af  ^'teJnai  en  compañía  de  tan  distinguido  geólo- 
ceno  a\  conIlrmada  esta  composición  del  terreno  plio- 
que  sirve^  ^ertenecen>  también  en  rigor,  las  siete  colinas 
propósitQn  6 as^ent0  a ^a  capital;  siendo  el  punto  mas  á 
ha  hechr»  trazar  un  huen  corte  de  este  terreno,  como  lo 
ciones  de  ^ célebfe  Monte  Mario,  desde  las  explota- 
do la  vío  .1Tlar^a  del  Vaticano,  hasta  Acquatraversa,  siguien- 

En  1Umphalis* 

crag"de  Klaterra  6'  rePresentante  *1  nuevo  plioceno  es  el 
0r"ich,  asi  como  el  llamado  de  Suffolk  correspon- 


de al  plioceno  antiguo,  y tal  vez  al  principio  del  mioceno. 
Aquel  está  compuesto  de  bancos  de  arena,  légamo  y grava, 
conteniendo  gran  número  de  conchas  marinas,  lacustres 
y terrestres,  y restos  de  peces  y mamíferos.  Representa,  de 
consiguiente,  una  especie  de  delta  ó alfaque,  formado  sobre 
el  terreno  cretáceo  y cubierto  de  una  masa  considerable  de 
grava  silícea.  La  mayor  parte  de  las  conchas  que  contiene 
son  idénticas  á las  actuales,  si  bien  algunas  se  han  extingui- 
do por  completo. 

El  crag  de  Suffolk  no  ofrece  los  caractéres  de  delta  que 
el  anterior,  sino  que  parece,  según  Forbes,  haberse  deposi- 
tado en  el  fondo  de  un  mar  de  27  á 45  metros  de  profundi- 
dad; sin  embargo,  no  puede  calificarse  de  formación  litoral, 
pues  muchas  de  sus  conchas  ofrecen  el  aspecto  pelágico. 
Este  crag  se  divide  en  dos  grupos,  el  superior  que  se  llama 
rojo , y el  inferior  coralino,  y también  blanco  por  su  color. 

Esta  formación  del  crag  rojo  y blanco,  se  presenta  en  aná- 
logas condiciones  en  Amberes  yen  otros  puntos  de  Holanda 
y Bélgica,  habiendo  proporcionado  su  estudio  gran  número 
de  restos  fósiles,  que  han  dado  á conocer  los  ilustres  Wall, 
Nyst  y otros  paleontólogos. 

PLIOCENO  español. — En  la  Península  el  horizonte 
plioceno  se  halla  bien  caracterizado  en  la  colina  de  Bellver 
(Mallorca),  según  resulta  de  los  estudios  practicados  por  el 
malogrado  Julio  Hayme;  en  los  alrededores  de  Lorca  y Cu- 
llar,  en  Paterna,  junto  á Valencia,  donde  recogí  bastantes 
especies  de  moluscos  muy  análogos  á los  de  Palermo.  No 
lejos  de  Ayora,  y junto  al  pueblo  de  Zarra  (Valencia)  encon- 
tré en  1866,  en  el  primer  punto,  muchos  y bien  conservados 
moluscos  y equinodermos,  y en  el  segundo  una  rica  flora 
que  me  parece  debe  referirse  á este  horizonte.  Por  último, 
en  la  costa  de  Almería  y Málaga  y en  el  litoral  de  Huelva, 
también  existe  en  manchones  sueltos  y con  fósiles  propios. 

Materiales  útiles.— El  crag  sirve  en  Inglaterra 
como  excelente  abono,  no  solo  por  la  cantidad  de  fosfato  de 
cal  que  contiene  en  forma  de  guijarros;  sino  también  por  la 
abundancia  de  fragmentos  de  conchas,  y por  el  hierro  que 
entra  en  su  composición. 

Las  calizas  lacustres  y areniscas  pueden  emplearse  y sirven 
como  piedras  de  construcción ; lo  mismo  que  las  tobas  vol- 
cánicas, los  peperinos  y las  lavas  y basaltos,  que  forman 
parte  de  este  terreno. 

Las  arcillas  se  destinan  en  algunos  puntos  á mejorar  las 
tierras,  y también  sirven  para  la  alfarería,  por  ser  general- 
mente plásticas,  etc. 

PERÍODO  NEOZÓICO — terreno  cuaternario 

Llegamos  por  fin  al  término  de  nuestra  tarea  en  lo  tocante 
á descripción  de  terrenos,  al  cuaternario,  tan  importante  en 
todos  conceptos,  y principalmente  por  ser  el  principio  de  la 
época  actual,  por  los  sucesos  extraordinarios  que  se  verifica- 
ron en  el  gran  espacio  de  tiempo  que  representan  sus  forma- 
ciones, y mas  aun,  por  haber  sido  muchas  de  estas  las  que 
han  motivado  ios  estudios  de  la  flamante  ciencia  prehistóri- 
ca, destinada  á esclarecer  en  su  dia,  los  primeros  pasos  de 
la  humanidad  por  la  superficie  terrestre. 

Muchos  autores  establecen  una  distinción  sistemática  en- 
tre esta  época  y la  reciente;  idea  que,  aunque  con  algunas 
restricciones,  adopté  yo  mismo  en  el  Manual;  pero  las  mi- 
nuciosas investigaciones  llevadas  á cabo  entre  sus  materiales 
desde  que  se  sospechó  la  existencia  del  hombre  y de  los 
restos  de  su  primitiva  industria,  han  modificado  la  opinión, 
que  se  inclina  mas  bien  á considerar  al  cuaternario  única  y 
exclusivamente  como  el  comienzo  de  la  época  actual.  Las 
razones  que  militan  en  favor  de  esta  idea,  son:  i.a  Que  nin- 


GEONOMIA 


363 


gun  acontecimiento  de  los  que  contribuyeron  á separar  unas 
épocas  de  otras  en  la  terrestre  historia,  se  ha  verificado  desde 
el  principio  del  cuaternario  hasta  el  presente;  2.a,  y en  con- 
firmación de  esto  mismo,  que  todas  las  formaciones  que  en 
su  conjunto  representan  el  cuaternario,  se  continúan  sin  in- 
terrupción en  los  tiempos  históricos,  viniendo  á justificar 
esto  mismo  el  que  la  fauna  y flora  de  aquel  solo  se  distingue 
de  la  de  hoy,  en  la  extinción  de  algunas  especies  de  anima- 
les superiores,  y en  la  emigración  de  otras  á latitudes  ó altu- 
ras mayores,  como  el  reno,  el  buey  almizclado,  la  marmota, 
algunos  moluscos  y plantas,  etc.  Por  consiguiente,  y apar- 
tándonos aquí  algún  tanto  del  método  didáctico  adoptado 
en  la  descripción  de  los  terrenos  anteriores,  consideraremos 
al  cuaternario  como  principio  del  moderno,  estableciendo 
cuando  mas,  para  facilitar  la  inteligencia  del  asunto,  la 
distinción  entre  tiempos  antehistóricos,  é históricos  propia- 
mente dichos.  A este  fin,  admitiremos  varias  formaciones, 
producto  de  agentes  físicos  ú orgánicos,  procurando  marcar 
el  carácter  de  cada  una  en  el  principio,  medio  y fin  de  su 
desarrollo,  con  lo  cual  se  conseguirá  también  dar  mas  unidad 
á la  gran  idea  que  entraña  este  último  período  de  la  historia 
terrestre,  facilitando  por  este  medio  la  inteligencia  de  los 
múltiples  y notables  sucesos  que  en  su  conjunto  lo  repre- 
sentan. 

Sinonimia. — Terreno  clísmico  y joviano  de  Brong.  y 
ftuot. — Terraplenes  diluviales,  terreno  de  trasporte  y de 
aluvión,  Bonnard.—  Diluvium,  Buckland.— Grupo  de  los 
cantos  erráticos  y moderno,  Delabeche.— Período  post-ter- 
ciario  y reciente  en  parte,  Lyell. — ' Terreno  diluvial  y aluvial, 
Omalius,  Rozet  y otros. — Tiempos  prehistóricos  é históri- 
cos, de  los  geólogos  anticuarios,  etc.. 

DEFINICION. — Aplícase  el  nombre  de  terreno  cuater- 
nario, en  el  sentido  que  damos  á esta  palabra,  ai  conjunto 
de  materiales,  resultado  de  los  diversos  agentes  que,  así  en 
el  orden  físico  como  en  el  orgánico,  han  actuado  y ejercen 
aun  su  acción  desde  el  levantamiento  de  los  Alpes  principa- 
les, acontecimiento  que  en  muchos  puntos  determinó  nota- 
bles y bien  pronunciadas  denudaciones  en  el  terreno,  sobre 
cuya  superficie  ondulada  se  depositaron  aquellas.  Ahora 
bien,  como  quiera  que  al  resultado  de  estas  múltiples  causas 
se  da  el  nombre  de  formación,  de  aquí  la  división  de  este 
último  período  terrestre  en  tantas  cuantas  son  aquellas. 

División  del  CUATERNARIO.  — Consecuentes 
con  lo  que  acabamos  de  indicar,  dividiremos  el  estudio  de 
este  terreno  en  seis  grupos,  correspondiente  cada  uno  á 
determinada  formación,  cuyo  nombre  servirá  de  título  al 
describirlos.  Las  formaciones  son  estas:  i.a  Oscilaciones  de 
las  costas,  producidas  por  el  estado  del  interior  del  globo. 
2.a  Glacial  ó errática  inferior  y superior,  síntesis  de  la  acción 
de  las  nieves  perpetuas.  3.a  Diluvial  y aluvial,  resultado  de 
las  aguas  corrientes.  4.a  Tobácea,  producto  de  la  descompo- 
sición química  de  las  rocas  calizas.  5.a  Turbosa,  originada 
por  la  singular  descomposición  de  plantas  de  organización 
sencilla,  y que  viven  bajo  determinadas  condiciones.  Y 6.a  Ma- 
drepórica, fruto  de  animales  microscópicos.  Antes,  empero, 
de  describir  cada  una  de  estas  detalladamente,  creo  será 
oportuno,  para  la  mejor  inteligencia  del  asunto,  trazar  en 
breves  palabras  los  principales  acontecimientos  que  ca- 
racterizan este  último  período  de  la  historia  de  nuestro 
globo. 

Tomando  como  punto  de  partida  el  levantamiento  de  los 
Alpes  principales,  sin  que  se  nos  oculten  las  dificultades  que 
esto  pueda  ofrecer,  pues  ya  indicamos  mas  arriba  la  facilidad 
con  que  en  muchos  puntos  los  materiales  del  plioceno  se 
confunden  con  los  del  cuaternario,  empieza  este  periodo  por 
dicho  levantamiento,  el  cual,  al  parecer,  determinó  un  cam- 


bio notable  en  las  condiciones  físicas  en  general,  y en  parti- 
cular en  el  continente  europeo,  cuyo  resultado  inmediato 
fué,  si  no  la  primera  aparición  de  las  nieves,  por  lo  menos 
el  desarrollo  extraordinario  de  este  agente,  que  llegó  á ocu- 
par casi  toda  su  superficie.  Otras  causas,  terrestres  unas, 
cósmicas  otras,  contribuyeron  eficazmente  á este  resultado, 
cuyos  efectos  se  dejan  ver  en  la  superficie  pulimentada  y 
estriada  de  muchas  rocas,  en  el  redondeamiento  de  otras 
y en  los  cantos  errantes  que  se  encuentran  hoy  á distancias 
considerables  de  su  primitivo  yacimiento. 

Dado  este  estado  de  cosas,  sobrevino  un  descenso  lento 
de  los  continentes,  que  ocasionó  la  invasión  de  las  aguas, 
las  cuales  determinaron  grandes  corrientes,  y como  conse- 
cuencia inmediata,  depósitos  de  acarreo,  así  á la  superficie, 
como  en  el  interior  de  las  cavernas  y grietas  terrestres,  entre 
cuyos  materiales  se  encuentran  restos  de  grandes  mamíferos 
extinguidos  ó emigrados,  de  moluscos  y demás  séres  carac- 
terísticos de  la  fauna  y flora  que  aun  vive,  y lo  que  es  mas 
notable,  huesos  humanos  y claros  vestigios  de  su  tosca  y 
primitiva  industria.  Este  período,  de  muy  larga  extensión, 
y durante  el  cual  fué  desarrollándose  y progresando  la  espe- 
cie humana  en  todos  conceptos,  según  acreditan  las  diferen- 
tes manifestaciones  de  su  actividad,  es  también  el  de  la 
formación  tobácea,  caracterizada  por  la  caliza  incrustante, 
que  se  depositó  de  la  manera  lenta  que  hoy  vemos  al  exte- 
rior y en  las  cavernas,  formando  las  estalactitas  y estalacmi- 
tas,  que  tanta  importancia  adquieren  en  la  historia  de  este 
período.  Siguió  á esto,  cerrando  por  arriba  el  cuaternario, 
según  algunos,  un  nuevo  levantamiento,  el  de  los  Andes, 
Tenare,  Y esubio  y Etna,  lo  cual  ocasionó  una  nueva  invasión 
de  las  nieves  perpetuas,  aunque  en  menor  escala  que  antes, 
ora  como  simple  resultado  de  este  movimiento  terrestre,  ó 
bien  combinado  con  la  precesión  de  los  equinoccios,  á la 
cual  atribuyen  muchos  gran  parte  de  los  cambios  climatoló- 
gicos que  á la  sazón  experimentó  el  globo.  La  dispersión  de 
los  cantos  erráticos,  y otros  hechos  no  menos  importantes, 
justifican  este  nuevo  recrudecimiento  climatológico,  aunque 
algunos  no  admiten  estas  dos  invasiones  de  las  nieves  perpe- 
tuas. La  acción  de  las  corrientes,  aunque  debilitada  no  cesó 
por  completo,  antes  bien  continuó  produciendo  sus  natura- 
les resultados  enlazando  de  este  modo  lo  que  propiamente 
se  llama  diluvium  ó aluviones  antiguos,  con  los  modernos  y 
actuales.  Coincidiendo  con  todo  esto,  ya  al  finalizar  la  época 
diluvial,  empezó  la  formación  de  los  turbales,  en  cuyo  seno 
se  encuentran  también  restos  de  mamíferos,  del  hombre  y de 
su  industria. 

En  las  costas,  y en  puntos  no  lejanos  del  litoral,  desarro- 
llábase una  gran  fauna  de  zoófitos,  dando  por  resultado  la 
formación  de  arrecifes  mal  llamados  de  coral,  y de  los  ato- 
lones y atolls,  cuyo  proceso  continúa  aun. 

Por  último,  los  volcanes  daban  durante  toda  esta  época 
pruebas  evidentes  de  su  actividad,  cuyas  materias,  directa- 
mente, ó bien  arrastradas  por  las  corrientes,  sepultaron  mas 
de  una  vez  á los  representantes  de  la  fauna  y flora,  y también 
á los  restos  del  hombre  y de  su  industria. 

Completando  con  esto  el  cuadro  de  los  acontecimientos 
que  caracterizan  los  tiempos  llamados  antehistóricos,  entra 
el  hemisferio  boreal  en  las  condiciones  que  ofrece  en  los 
propiamente  históricos  ó modernos,  durante  los  cuales  los 
continentes  oscilan,  con  tendencia  al  hundimiento;  las  nie- 
ves avanzan  ó retroceden,  según  las  condiciones  climatoló- 
gicas; las  aguas  líquidas  entran  en  sus  naturales  cauces, 
dando  origen  á los  aluviones;  la  turba,  los  arrecifes  de  coral, 
la  formación  tobácea  y las  erupciones  volcánicas  se  conti- 
núan hasta  nuestros  dias,  sin  mas  alternativas  que  las  que 
experimentan  las  variadas  causas  que  á ello  contribuyen. 


3&4 


GEOLOGÍA 


Oscilaciones  de  las  cosías 


Pasando  ya  á describir  cada  una  de  las  formaciones  en  par- 
ticular, empezaremos  por  aquella  cuyos  resultados  se  mani- 
fiestan en  las  costas  levantadas,  tocante  á cuyo  asunto  poco 
hay  que  añadir  á lo  dicho  al  tratar  de  las  oscilaciones  de  los 
continentes,  pues  aunque  allí  se  consideraba  en  tésis  gene- 
ral, ya  se  presentaron  varios  y notables  ejemplos  en  justifi- 
cación del  movimiento  ascensional  y de  descenso  que  las 
caracterizan. 

Lo  único  que  puede  notarse  como  complemento  de  lo 
que  allí  se  expuso,  es  que,  si  bien  los  datos  que  poseemos 
hacen  referencia  mas  bien  al  hundimiento  de  las  costas  veri- 
ficado después  de  la  primera  invasión  de  las  nieves  perpe- 
tuas, seguido  de  otro  en  sentido  contrario,  es  indudable  que 
antes  de  dicho  período  experimentóse  un  levantamiento  al 
que  la  mayor  parte  de  los  autores  atribuyen  el  gran  desarro- 
llo de  las  nieves,  como  consecuencia  de  los  cambios  clima- 
tológicos que  aquel  determinó,  auxiliado,  tal  vez,  de  la  pre- 
cesión de  los  equinoccios.  Debe  igualmente  referirse  á estas 
oscilaciones,  no  solo  el  entrecortamiento  é irregular  disposi- 
ción de  las  costas  de  los  países  escandinavos,  sino  también 
la  formación  de  los  fiordos,  accidente  geográfico  que  dimos 
á conocer. 

Como  complemento  y confirmación  de  este  gran  hecho, 
citaremos  lo  ocurrido  en  Udewalla  (Suecia),  donde  á 72o1 
sobre  el  actual  nivel  del  mar,  y sobre  rocas  pulimentadas, 
aparece  un  depósito  de  conchas  marinas  que  acredita  el 
doble  movimiento  que  aquella  comarca  experimentó,  el  i.°  de 
descenso,  y el  2.°  de  levantamiento. 

En  Cedarslund,  no  léjos  de  la  anterior  y en  los  alrededo- 
res de  Cristiania,  se  observan  iguales  depósitos  á 140  y mas 
metros  de  altura. 

Otios  ejemplos  de  estas  oscilaciones  los  encontramos  en 
las  termas  de  Serapis  de  Pozzuolo,  en  los  depósitos  de  con- 
chas actuales  del  Mediterráneo  observados  por  mí  en  Milaz- 
zo  (Sicilia)  y en  Monte  Olivano,  junto  á Ñapóles,  en  las 
costas  levantadas  de  Escocia  y en  la  famosa  turba  del  puerto 
de  Istadt,  cuya  actual  situación  demuestra  que  la  costa 
del  SO.  de  Suecia,  en  la  Escania,  se  ha  hundido  10  pies 
desde  el  siglo  vn  ú viu  de  nuestra  Era. 

Formación  glacial  b errática 

Caracterizase  esta,  según  indicamos  en  la  pág.  236,  por  las 
superficies  estriadas  y pulimentadas,  por  las  rocas  redondea- 
das, por  los  cantos  errantes,  estriados  y pulimentados  tam- 
oien,  por  los  canchales  glaciales  y por  los  aluviones  de  igual 
naturaleza.  1 an  singulares  efectos  de  la  nieve  perpetua,  no 
solo  se  encuentran  en  puntos  muy  apartados  de  las  regiones 
que  aquella  y los  hielos  polares  ocupan  hoy,  lo  cual  acredita 
indudablemente  la  gran  extensión  que  en  dicha  edad  alcan- 
zaron, sino  que  circunstancias  varias  y curiosas  justifican  la 
repentina  acción  de  este  agente,  por  mas  que  autoridades 
respetables  no  admitan  las  retiradas  é invasiones  que  en 
sentir  de  otros,  experimentó.  Estas  condiciones  son:  el  m¡yor 
desarrollo  de  las  superficies  pulimentadas  y estriadas  y el 
menor  tamaño  de  los  cantos  erráticos,  pertenecientes  á lo 
que  se  ha  convenido  en  llamar  primera  invasión:  tamaño 
considerable  de  los  canchos  y gran  desarrollo  de  los  cancha- 
les, mas  reducida  la  superficie  pulimentada  y estriada  de  las 
rocas,  como  efecto  de  la  segunda  irrupción  de  las  nieves 
Justifica  esto  la  observación  hecha  por  Morlot,  de  feliz  me- 
moria,^ de  la  intercalación  entre  el  primero  y segundo  depó- 
sito glacial,  de  una  masa  de  acarreo  que  corresponde  al 
diluvium. 


El  carácter  diferencial  de  cada  una  de  las  dos  formaciones 
glaciales,  se  explica  fácilmente  sin  mas  que  considerar  que 
durante  la  primera  época,  las  nieves  ocupaban  una  extensión 
mucho  mas  considerable,  cubriendo  hasta  las  mas  altas 
cumbres  de  las  cordilleras;  por  consiguiente,  la  esfera  de 
acción  en  cuanto  al  pulimento,  estriamiento  y redondea- 
miento de  las  rocas  era  inmensa;  pero  por  esta  misma  razón 
escaseaban  los  materiales  que  la  nieve  había  de  trasportar, 
y su  tamaño  tampoco  podía  ser  muy  considerable.  Por  razo- 
nes fáciles  de  comprender,  durante  la  segunda  invasión, 
hubieron  de  disminuir  los  primeros  efectos  en  razón  in- 
versa de  la  cantidad  y volumen  que  alcanzaban  los  cantos 
errantes. 

Al  período  glacial  pertenecen  las  superficies  pulimentadas, 
estriadas  y redondeadas,  que  existen  y he  tenido  ocasión  de 
ver,  en  las  altas  laderas  de  los  valles  de  Suiza,  en  puntos 
muy  superiores  al  nivel  que  ocupan  hoy  las  nieves  perpetuas, 
y las  de  Suecia  y Noruega,  notables  en  todos  conceptos,  y 
sobre  todo,  por  la  profunda  huella  que  dejó  allí  dicho  agen- 
te, como  se  ve  en  Udewalla,  en  Karlsberg,  en  Estokolmo, 
en  los  alrededores  de  Cristiania  y en  otros  muchos  puntos. 

Llegado  el  término  del  movimiento  de  descenso,  sobrevino 
otro  en  sentido  contrario,  en  cuya  virtud  las  tierras  antes 
sumergidas  empezaron  á emerger,  con  lo  cual  inicióse  la 
acción  de  acarreo  por  las  aguas  líquidas,  formándose  depó- 
sitos mixtos,  en  parte  trasportados  por  estas  y también  pot 
la  nieve,  originándose  una  formación  llamada  Drift,  por  otro 
nombre  Pili,  en  la  cual  es  frecuente  encontrar  toda  clase  de 
materiales  sueltos  en  una  masa  de  arcilla  azulada,  sin  orden 
ni  estratificación  alguna,  pero  con  fósiles  generalmente 
lacustres  ó terrestres,  mezclados  con  algunos  marinos.  Con 
frecuencia  estos  curiosos  aluviones  antiguos  se  encuentran 
sobre  las  rocas  pulimentadas  y estriadas,  lo  cual  acredita 
perfectamente  el  orden  con  que  estos  dos  grandes  fenóme- 
nos se  han  sucedido.  Otro  hecho  contemporáneo  á este  gran 
período  del  terreno  cuaternario  fué  la  formación  de  lo  que 
los  suecos  llaman  Ose  y en  plural  Oesar,  y los  daneses  Hav- 
tokkar , que  son  colinas  de  arena  y grava  con  cantos  erráti- 
cos redondeados,  dirigidas  por  regla  general  en  Escania  de 
noroeste  á sudoeste,  las  cuales  suelen  cubrir  en  varios  pun- 
tos las  marismas  ó almajares  turbosos,  cuyo  nivel  es  inferior 
al  del  mar.  Estas  colinas,  sobre  cuyo  origen  se  ha  discutido 
mucho,  las  cree  Nilsson  resultado  de  oscilaciones  rápidas  y 
transitorias,  pero  muy  frecuentes,  de  la  costa,  si  bien  otros 
autores  igualmente  respetables  las  atribuyen  á grandes  cor- 
rientes cuaternarias,  opinión  que,  en  mi  sentir,  después  de 
examinada  aquella  comarca,  tiene  mas  fundamento  que  la 
anterior.  Sea  cualquiera  el  origen  de  los  Oesar , conviene 
consignar  un  hecho  que,  bajo  el  punto  de  vista  de  la  historia 
primitiva  del  hombre  en  aquellos  países,  ofrece  el  mayor 
interés,  á saber:  el  hallazgo  de  cuchillos  y otros  útiles  de  pie- 
dra, hecho  en  la  turba  de  Jaravall,  ó sea  colina  de  la  Jara, 
lo  cual  parece  indicar  que  el  hombre  vivía  ya  en  aquella 
localidad  en  una  época  anterior  á la  formación  de  los  Oesar , 
opinión  confirmada  por  dos  esqueletos  humanos,  encontrados 
por  Nilsson  en  un  depósito  de  conchas  análogo  al  de  Ude- 
walla, á mas  de  ioopiés  sobre  el  Báltico,  en  el  sitio  llamado 
Stangenas.  Mas  adelante,  al  ocuparnos  en  concreto  de  la 
fauna  y (lora  del  período  que  estamos  describiendo,  entrare- 
mos en  mas  pormenores  acerca  de  este  asunto. 

También  corresponden  al  período  errático,  si  bien  con 
mas  probabilidad  al  2.  que  al  i.°,  los  canchales  y la  disper- 
sión de  los  cantos  errantes,  que  no  solo  en  los  Alpes,  sino 
también  en  las  regiones  del  norte  de  Europa,  y particular- 
mente en  Escandinavia,  llegan  hasta  imprimir  carácter  á la 
topografía  del  país.  Es  ciertamente  curioso  ver  la  superficie 


GEÓNOMlA 


plana  y poco  accidentada  de  Dinamarca,  de  los  ducados  de 
Holstein  y Schleswig,  cubierta  en  algunos  puntos  de  cantos 
pulimentados  y estriados  muchos,  angulosos  los  mas,  sin 
relación  con  la  naturaleza  del  suelo,  y de  los  cuales  sirvióse 
con  trecuencia  el  hombre  en  tan  remotas  edades,  para  levan- 
tar esos  extraños  y famosos  monumentos,  que  simbolizan 
bajo  la  denominación  común  de  megalíticos , un  período 
importante  de  la  historia  primitiva  de  aquellas  comarcas. 


Fig.  138.  — Corte  del  terreno  cuaternario  entre  los  Vosgos 
y la  Selva  Negra. 


1 Cordillera  de  los  Vosgos.— 2 Idem  de  la  Selva-Negra.— 3 Valle  del 
Rhin.— 4 Barranco  de  Rix  Mein —5  Barranco  de  Sagúes  Hein.— 
Formación  diluvial. — a Cantos  y guijarros  de  los  Vosgos. — b Del 
Rhin,  procedentes  de  la  Selva-Negra. — Formación  diluvial.— 
c Lehm  ó Loess  del  Rhin,  constituyendo  terraplenes  sobre  el  di- 
luvio. 

Vista  la  anomalía  que  ofrece  tan  extraño  suceso  geológico, 
tratóse  de  averiguar  la  procedencia  de  semejantes  materia- 
les, que  tal  contraste  forman  con  la  estructura  de  dichos 
países.  Acerca  del  primer  punto  el  acuerdo  es  unánime,  pues 
dichos  materiales  proceden  de  la  cordillera  escandinava, 
desde  la  cual,  conocido  el  yacimiento  de  una  roca  cualquiera, 
los  cantos  errantes  que  la  representan,  irradian  á la  manera 
de  un  abanico, conservándose  con  frecuencia  aislados  é inde- 
pendientes de  otras  rocas  mas  ó menos  contiguas,  con  las 
cuales  no  suelen  confundirse.  Esta  tan  curiosa  circunstancia 
no  dejó  de  ilustrar  eficazmente  la  segunda  cuestión,  relativa 
al  trasporte  de  dichos  materiales,  verificado,  en  sentir  de  los 
geólogos  mas  competentes,  por  la  eficaz  acción  de  las  nieves 
perpetuas. 

Hállanse  dichas  masas,  de  tamaño  y formas  muy  variados, 
sueltas  y esparcidas  á la  superficie  de  dichas  comarcas  ó bien 
formando  verdaderos  canchales  de  dimensiones  y accidentes 
varios.  Para  comprender  la  importancia  de  esta  formación, 
basta  hacer  el  trayecto  por  vía  férrea  desde  Malmoe  ó Istadt, 
puertos  del  sudoeste  de  Escania,  hasta  Estokolmo  y Upsala, 
donde  con  mi  compañero  de  viaje,  Sr.  Tubino,  tuve  en  1869 
el  gusto  de  examinar  los  infinitos  canchales  y cantos  erráti- 
cos que  imprimen  á la  comarca  un  sello  especial.  En  los 
Alpes  se  observan  todos  estos  accidentes,  si  bien  en  escala 
infinitamente  mas  pequeña,  pero  ofreciendo  su  estudio  la 
ventaja  de  poder  enlazar  lo  antiguo  con  lo  moderno  por  la 
continuidad  que  ofrecen  canchales,  rocas  redondeadas,  puli- 
mentadas y estriadas  de  otra  época,  con  el  actual  producto 
de  aquellos  preciosos  glaciares  Para  persuadirse  de  todo 
esto,  basta  recorrer  el  valle  del  Ródano,  desde  su  extremidad 
superior,  donde  hoy  se  halla  relegado  el  glaciar,  hasta  Gine- 
bra y la  llanura  donde  tiene  su  asiento  esta  ciudad;  pues  en 
todo  este  trayecto,  que  he  tenido  el  gusto  de  recorrer,  se 
observan  sin  discontinuidad  todos  los  efectos  de  la  dinámica 
glacial,  sin  mas  diferencia  que  la  altura  y distancia  que  algu- 
nos alcanzan,  como  los  cantos  errantes  del  J ura,  que  no  solo 
se  encuentran  algunos  de  ellos  á muchas  leguas  del  punto 
de  su  procedencia,  sino  que  también  en  regiones  á donde 
en  los  tiempos  históricos  no  han  llegado  las  nieves. 

A pesar  de  la  analogía  que  entre  el  fenómeno  errático  del 
Norte  y el  de  los  Alpes  se  observa,  una  circunstancia  nota- 
ble los  distingue  bajo  el  punto  de  vista  orgánico,  á saber:  el 
hallazgo  en  Siberia  de  los  restos  de  muchos  mamíferos  en 
estado  fósil;  entre  los  cuales  figura  el  elefante  primitivo,  aun- 


365 

que  en  rigor,  esto  corresponde  ya  de  lleno  á la  formación 
dilu\ial,  de  que  vamos  á tratar.  Los  efectos  de  la  acción  de 
las  nieves,  pertenezcan  al  primero  ó al  segundo  periodo,  se 
notan  en  Europa  desde  las  regiones  polares  y escandinavas 
hasta  Italia,  observándose  en  casi  toda  la  Alemania,  en  Bél- 
gica, Francia  y en  nuestra  Península,  según  resulta  de  los 
datos  recogidos  por  el  br.  Prado  y por  los  distinguidos  geó- 
logos portugueses  Vasconcelos  y Ribeiro  (1).  En  la  cordi- 
llera del  Himalaya,  como  en  el  norte  y sur  de  América, 
obsérvase  también  en  grande  escala  dicha  formación,  excep- 
tuando en  los  puntos  mas  inmediatos  al  Ecuador. 

Formación  diluvial 

Terminado  el  primer  período  errático,  y á causa  del  cam- 
bio de  condiciones  meteorológico-geológicas,  sobrevinieron 
grandes  corrientes  de  agua  líquida,  efecto  tal  vez  del  propio 
derretimiento  de  las  nieves,  en  cuya  virtud  se  formaron  de- 
pósitos considerables  de  materiales  de  acarreo,  á cuyo  con- 
junto se  da  el  nombre  de  formación  diluvial  ó diluvium,  para 
distinguirla  de  los  aluviones  modernos. 

Varias  circunstancias  distinguen  los  resultados  de  esta 
nueva  acción,  no  solo  de  la  glacial,  sino  también  de  la  de 
acarreo,  considerada  en  tiempos  anteriores  al  terreno  cua- 
ternario y en  época  reciente. 

Respecto  de  la  errática  se  diferencia  la  diluvial  en  que 
los  materiales,  en  vez  de  angulosos,  pulimentados  y estria- 
dos, son  redondos  ó elipsoidales,  mas  ó menos  tenues,  ma- 
tes y lisos;  todo  lo  cual  acredita  la  diferente  manera  de  ac- 
tuar de  este  agente  en  sus  dos  estados  líquido  sólido;  y se- 
gundo como  confirmación  de  la  anterior,  en  que  los  de 
acarreo  antiguo  y moderno  no  se  hallan  distribuidos  como 
los  erráticos  por  la  naturaleza  de  las  rocas  que  lo  represen- 
tan, sino  mas  bien  por  el  tamaño  y peso  específico. 

En  cuanto  á la  comparación  del  diluvium  con  los  sedi- 
mentos de  otros  terrenos  y los  aluviones  modernos,  se  notan 
también  las  diferencias  siguientes:  1.»  Falta  absoluta  de  la 
sedimentación,  no  habiéndose  depositado  los  materiales  en 
las  condiciones  que  en  aquellos,  entre  las  cuales  figura  en  úl- 
timo resultado  el  aposamiento  de  estos  en  el  fondo  tranquilo 
de  los  mares  y de  los  lagos.  2.a  Extraordinario  desarrollo, 
lo  cual  no  se  había  visto  antes,  de  materiales  detríticos,  ta- 
les como  cantos  sueltos  y conglomerados,  debidos  á causas 
mecánicas  y violentas,  lo  cual  puede  hasta  cierto  punto  dar 
idea  de  las  condiciones  meteorológicas  y topográficas  que  á 
la  sazón  reinaban  en  el  globo;  y 3.a  El  nivel  que  en  algunos 
puntos  alcanzan  es  muy  superior  al  de  los  acarreos  moder- 
nos, circunstancia  que  aquí,  como  en  la  formación  glacial, 
acredita  la  mayor  intensidad  con  que  á la  sazón  actuaba  el 
agua. 

Los  depósitos  diluviales  se  han  formado  al  aire  librea  la 
superficie  misma  de  los  continentes  y en  el  interior  de  las 
cavidades  conocidas  con  el  nombre  de  cavernas  y brechas 
con  ó sin  huesos,  lo  cual  establece  una  primera  división  en 
ellos,  que  es  importante  conocer;  y si,  por  otra  parte,  se 
tiene  en  cuenta  la  posición  que  ocupan  en  los  valles,  en  las 
faldas  y terrazas  de  las  colinas  ó montes  y en  las  mesetas, 
tendremos  una  idea  de  su  desarrollo  y del  mejor  modo  de 
considerarlos. 

Uno  de  los  países  de  Europa  mas  clásicos  bajo  este  punto 
de  vista  es  sin  disputa  Bélgica,  la  cual  reúne  además  la  cir- 
cunstancia de  poseer  geólogos  tan  eminentes  como  Omalius, 
decano  de  los  de  Europa;  Dumont,  autor  de  la  gran  carta 
geológica  de  aquel  país;  Le  Hon,  distinguido  militar,  autor 


(i)  Y ease  Boletín  déla  Sociedad  geológica  de  Francia,  t.  24,  2.*  serie. 


366 

de  una  de  las  mejores  obras  sobre  el  hombre  fósil;  y el  joven 
director  del  Museo  de  Bruselas,  mi  particular  amigo  el  se- 
ñor Dupont,  á quien  se  deben  importantes  trabajos  referentes 
á la  Geología  y á la  Arqueología  de  aquel  reino,  tan  pequeño 
como  bien  administrado.  Votada  por  la  Cámara,  á propuesta 
de  aquel  ilustrado  gobierno,  una  respetable  suma,  y encar- 
gado Dupont  de  invertirla  en  el  estudio  del  terreno  cuater- 
nario, llevó  á cabo  tan  penosa  operación  con  feliz  éxito, 
dando  por  resultado  el  enriquecimiento  del  Museo  de  la 
capital  y la  publicación  de  varias  memorias,  en  las  que  dio 
cuenta  de  sus  afortunadas  exploraciones  (i).  El  cuadro  ad- 
junto, verdadera  síntesis  de  estos  estudios,  es  copia  fiel  del 
que  aquel  insertó  en  uno  de  sus  opúsculos. 


EN  LAS  CAVERNAS 


AL  EXTERIOR 


PISOS 


r.°  Loessconósinrisclas  i.°  Loessconósinrisclasx 

amarillenta  2.  Arcilla  amarillenta  ris- ) Superior  ó 
clera  con  la  fauna  del } del  reno 
reno  y sílex  tallados.  ] 

Depósitos  con  cantos 
rodados,  concreciones 
calizas,  restos  del  Ur- 
sus  spelceus  y silex  ta- 
llados. I Inferior  ó 

4.0  Arenas  (restos  en  el  [ delmam- 
Trou  de  Frontal).  \ muth  y 

Cantos  rodados  con  I oso  de  las 
un  diente  canino  quel  cavernas 
puede  referirse  al  Ur- 
sus  spelceus. 

0 Arena  y grava  con 
sustancia  turbosa. 


2/  Arcilla 
con  risclas. 

3.0  Depósito  arenoso  con 
cantos  rodados,  con- 
creciones calizas  y con- 
chas terrestres. 

4.0  Arena  y grava  con 
conchas  fluviátiles. 

5/  Cantos  rodados  con 
Elephas  primigenius. 


6.°  Arena  con  grava 


GEOLOGIA 

Estos  cuadros  no  solo  confirman  el  sincronismo  de  los 
diferentes  horizontes  diluviales  dentro  y fuera  de  las  caver- 
nas, sino  que  ponen  también  en  claro  la  división  que  funda- 
da en  el  dato  paleontológico,  se  establece  por  lo  común  en 
dos  horizontes;  el  uno  lleva  entre  sus  materiales  restos  del 
elefante  primitivo,  del  hombre  y de  su  industria,  y es  el 
inferior;  el  otro  superior  por  su  posición,  del  reno  ó rengífe- 
ro, por  los  restos  fósiles  de  un  animal  que  emigró  á mas 
altas  latitudes,  y también  de  los  cuchillos  de  pedernal,  bajo 
el  punto  de  vista  arqueológico. 

Fundados  otros  en  la  naturaleza  y aspecto  de  esta  forma- 
ción, la  dividen  en  Diluvium,  que  ocupa  la  base  y que  en 
muchos  puntos  suele  ser  resultado  de  la  acción  combinada 
de  las  nieves  y de  las  aguas  corrientes,  y Lehm  ó Loess, 
palabras  alemanas  equivalentes  á limo  ó cieno  diluvial,  que 
suele  coronar  esta  formación,  cuyos  materiales  arcilloso- 
calizos  ó arenosos,  demuestran  por  su  tenuidad,  ser  resultado 
de  una  acción  mas  lenta  y continuada  de  parte  del  agente 
que  los  trasportó. 

En  la  formación  diluvial  suele  notarse  una  especie  de  lo- 
calización muy  curiosa,  como  lo  demuestra  la  propia  natura- 
leza que  varía  á tenor  de  la  estructura  geológica  de  la  comar- 
ca (fig.  138). 

Como  el  estudio  de  estos  dos  horizontes  sintetiza  esta 
formación,  atendida  por  otra  parte  su  notoria  importancia 
desde  que  en  su  seno  se  han  encontrado  escritas  por  ca- 
ractéres  indelebles,  páginas  antes  desconocidas  de  la  his- 
toria humana,  creemos  oportuno  entrar  en  algunos  porme- 
nores. 


Diluvium. — Este  se  encuentra  en  todas  las  regiones 
conocidas  del  globo,  desde  alturas  muy  considerables  hasta 
Examinando  bajo  este  punto  de  vista  otras  regiones,  y el  fondo  de  los  valles,  alcanzando  'en  algunos  puntos  100  y 
fijándose  especialmente  en  las  cuencas  del  Sena  y del  Som-  mas  metros  de  espesor,  lo  cual  da  claramente  á entender,  no 
ma  en  la  Picardía,  demostró  la  equivalencia  de  los  diferentes  siendo  muy  distinto  el  régimen  de  las  aguas  de  lo  que  hoy 


horizontes  admitidos  por  los  franceses  en  aquel  terreno  dilu 
vial,  según  se  desprende  del  cuadro  adjunto. 

VALLES  DEL  MOSA  V DEL  VALLES  DEL  SENA  V 
LESSE  (BÉLGICA)  SOMMA  (FRANCIA) 

tierra  de  alfa- 


z 

tí 

X 

tí 

tí 

o 


X 

o 

X 

tí 

CU 

D 

x 

C 

x 


Loess  ó tierra  de  alfare-  Loess  ó 
ros,  de  las  mesetas  y reros. 
valles. 

Arcilla  amarilla  con  ris-  Arcilla  arenosa  roja  con 


se  observa,  el  inmenso  espacio  de  tiempo  que  su  formación 
supone.  Consta  generalmente  de  materiales  sueltos,  cuyo 
tamaño  suele  aumentar  en  razón  á la  altura  que  alcanza,  los 
cuales,  aunque  incoherentes  por  lo  común,  hállanse  á veces 
cementados  por  alguna  sustancia  lapídea,  convirtiéndose  en 
pudingas  ó brechas,  circunstancia  que  junto  con  el  nivel  que 
alcanzan,  los  distingue  perfectamente  en  la  mayoría  de  los 
casos,  de  los  aluviones  modernos. 

División  del  diluvium. — Fundados  algunos  au- 


cías  de  rocas  antiguas,  fragmentos  angulosos  tores  en  la  diferente  posición  que  ocupa,  han  dividido  el 
cubriendo  las  mesetas  de  sílex,  cubriendo  las  — * 1 


y los  valles.  Fauna  del  mesetas  y los  valles  y 
reno  en  las  cavernas. 


a 

G 


X 

O 

»— « 

X 

tí 


X 

b 


< 


Diluvium  en  tres  grupos,  colocando  en  el  primero,  de  abajo 

denudando  el  depositó  *mba’.  e'  de  '°S  ™lles'  en  el  ^"d0  el  de  las  terrazas  ó 
inferior.  Diluvium  rojo  terraP‘enes’  y en  el  tercero  el  de  las  mesetas.  Otros,  lo  sepa- 
Depósito  arenoso,  arci-  Arcilla  arenoso-margosa.  ran  en  ^os  h°rizontes  que,  atendida  su  distinta  coloración 
n~«.~  - - * • en  una  localidad  determinada  como  los  alrededores  de  París, 

los  llaman  Diluvium  gris,  que  es  el  inferior,  y rojo  ó superior, 
el  cual  con  frecuencia  suele  presentarse  rellenando  bolsas  ó 
cavidades,  especie  de  accidentes  erosivos  que  el  otro  ofrece 
á la  superficie.  Sin  discutir  ni  aceptar  las  razones  aducidas 
de  una  y otra  parte  por  los  geólogos  parisienses  en  pro  de 
las  diversas  opiniones  emitidas  con  motivo  del  Congreso  de 
Arqueología  prehistórica  celebrado  en  aquella  capital  el 
año  1867,  ocúrresenos  una  objeción  grave  que  presentar,  si 


'y  ~~ 


lioso,  estratificado  con 
conchassobre  todo  ter- 
restres y concreciones 
calizas.  En  las  cavernas 
restos  del  U.  spelceus. 

Arena  cuarzosa  con  con- 
chas principalmente 
fluviátiles. 

Rocas  ardennesas  roda 
das  y grandes  cantos 
no  rodados,  de  proce- 
dencia lejana. 

Elephas  primigenius. 


O 1 

con  conchas  principal- 
mente terrestres  y con- 
creciones calizas. 


Arenas  cuarzosas,  con 
conchas  en  especial 
fluviátiles. 

Pedernal  y otras  rocas 
rodadas  con  grandes 


o 

x 


cantos  angulosos  de 
larga  procedencia. 
Huesos  de  elephas  pri- 
migenius. 

Arena  cuarzosa,  muy  ac-  Arena  cuarzosa,  muy  ac- 


\ 


cidental. 

Rocas  primitivas. 


cidentada. 

; Terrenosecundarioó  ter- 
ciario. 


(1)  Estudio  sobre  las  cavernas  belgas,  por  M.  Dupont. 


no  contra  la  división  establecida,  al  menos  contra  los  nom- 
bres adoptados  para  cada  uno  de  los  horizontes,  pues  no 
siempre  ni  en  todas  las  localidades  se  presentan  las  cosas 
como  en  la  capital  de  Francia,  dificultando  de  esta  manera 
su  estudio  comparativo.  El  que  desee  conocer  el  sincronismo 
de  cada  uno  de  estos  horizontes  con  los  correspondientes  en 
Bélgica,  puede  consultar  los  cuadros  anteriores  de  Mr.  Du- 
pont. 

En  algunos  puntos,  este  horizonte  diluvial  ha  obtenido 


GEONOMIA 


justa  y merecida  fama  por  el  hallazgo  de  armas  y utensilios 
de  piedra  y de  restos  del  hombre  mismo.  Entre  ellos  figura, 
además  del  cerro  de  San  Isidro,  el  de  Moulin  Quignon, 
donde  se  encontró  la  famosa  mandíbula  humana,  y otros 
varios. 

Diluvio  de  Siberia. — Va  hemos  indicado  mas  de 
una  vez  el  hecho  curioso,  resultado  de  las  actuales  condicio- 
nes climatológicas  del  suelo  de  Siberia,  donde  á escasa  pro- 
fundidad se  encuentra  el  horizonte  diluvial  congelado,  cir- 
cunstancia que  se  extiende  también  á los  almajares  ó lagu- 
nazos que  accidentan  el  país.  También  se  hizo  ya  mención 
del  hallazgo  de  cantidades  prodigiosas  de  huesos  fósiles  de 
mamíferos  y particularmente  de  elefantes  é hipopótamos  que 
se  explotan  desde  tiempo  inmemorial.  Falta  discurrir  algo 
acerca  de  estos  seres  y del  porqué  se  encuentran  sus  restos 
en  aquel  Diluvium. 

Pretenden  algunos  que  fueron  arrastrados  allí  desde  regio- 
nes mas  templadas,  por  extraordinarias  corrientes:  otros  en- 
cuentran en  este  dato  la  confirmación  del  cambio  del  eje 
terrestre,  en  cuya  virtud  aquella  región,  antes  ecuatorial,  se 
convirtió  en  polar:  por  último,  otros,  siguiendo  el  parecer 
de  Humboldt,  creen  con  fundado  motivo,  que  dichos  séres 
vivieron  donde  hoy  se  encuentran,  participando  ya  la  región 
de  condiciones  termométricas  análogas  á las  actuales,  ó qui- 
zás mas  extremadas,  pereciendo  víctimas  de  cambios  mas  ó 
menos  bruscos,  ocasionados  por  levantamientos  y hundi- 
mientos del  suelo.  Fúndanse  para  ello,  primero,  en  la  difi- 
cultad de  admitir  que  corrientes  tan  violentas  transportaran 
desde  puntos  muy  lejanos  cuerpos  enteros,  como  el  del 
mammuth,  encontrado  por  Smith;  segundo,  en  la  falta  de 
pruebas  para  aceptar  la  teoría  de  los  cambios  de  posición  en 
el  eje  terrestre:  y tercero,  en  las  condiciones  particulares  del 
yacimiento  y de  los  animales  mismos,  cubierto  el  mammuth 
de  un  peso  y largo  vellón,  y en  el  hallazgo  hecho  por  Brandt 
de  restos  de  plantas  esencialmente  árticas,  entre  las  colinas 
de  esmalte  de  los  molares  elefantinos,  cuyo  minucioso  estu- 
dio, hecho  por  Owen,  confirma  admirablemente  esta  opi- 
nión. 

DILUVIO  DE  Norfolk. —En  el  diluvio  de  la  costa  de 
Norfolk  se  observan  dos  hechos  curiosos,  uno  de  los  cuales 
justifica  la  similitud  ó analogía  de  circunstancias  que  lo 
aproximan  al  de  Siberia.  Con  efecto,  en  la  base  del  Drift 
existe  en  un  depósito  de  esta  naturaleza  un  bosque  subter- 
ráneo con  un  lecho  de  lignito,  ó mejor  turba,  y un  número 
tan  considerable  de  mamíferos  fósiles,  que,  según  Lyell,  en 
Apisburgo,  en  el  espacio  de  treinta  años,  se  extrajeron  mas 
de  2,000  defensas  de  elefante  primitivo  ó mammuth.  Este  1 
hecho,  por  mas  de  un  concepto  notable,  supone  asi  la  iden-  i 
tidad  de  condiciones  físicas  en  ambas  comarcas,  como  en  las 
oscilaciones  terrestres  que  experimentó  aquella  parte  de 
Europa,  pues  el  bosque  hubo  de  encontrarse  en  tierra  firme, 
y solo  un  hundimiento  posterior  pudo  ocasionar  la  inmersión 
del  terreno,  la  formación  del  combustible  y la  extinción  de 
los  mamíteros,  cuyos  abundantes  restos  yacen  en  aquel  pun- 
to. Un  nuevo  y repetido  levantamiento  hizo  emerger  el  depó- 
sito, colocándolo  en  la  posición  actual. 

Diluvio  de  América. — En  algunos  puntos  de  los 
Estados-Unidos  se  observan  hechos  análogos,  citándose  va- 
rias localidades  en  las  que  es  evidente  la  mezcla  de  especies 
perdidas  y actuales,  no  solo  de  conchas,  sino  lo  que  es  aun 
mas  curioso,  de  mamíferos,  animales  de  vida  mas  corta  en 
atención  á la  mayor  complicación  de  su  organismo.  Entre 
los  grandes  cuadrúpedos,  cuyos  restos  se  encuentran  hoy 
mezclados  en  un  mismo  depósito,  podemos  citar  el  mastodoti 
g/gan/eus,  el  megaterio,  el  mylodon,  el  megalonix  y otros 
varios  con  conchas  lacustres  y terrestres. 


367 

La  presencia  del  mastodonte  en  depósitos  cuaternarios  es 
sorprendente,  pues  la  mayor  parte  de  los  paleontólogos  con- 
sideran sus  restos  como  característicos  del  terreno  terciario 
plioceno  y mioceno ; y aun  lo  es  mas,  la  mezcla  de  sus  hue- 
sos con  los  del  elefante,  pues  según  el  distinguido  Sr.  Ger- 
vais,  entre  estos  dos  géneros  hay,  por  decirlo  así,  una  especie 
de  antagonismo  ó incompatibilidad  respecto  á la  época  de 
su  aparición,  siendo  el  primero  característico  del  terreno 
terciario,  y el  segundo  de  la  formación  diluvial  del  grupo 
cuaternario.  Y sin  embargo,  el  respetable  Lyell  no  duda  en 
considerar  la  aparición  del  mastodon  giganteus  en  los  Esta- 
dos-Unidos, como  posterior  al  depósito  de  acarreo  antiguo 
llamado  Drift,  citando  en  su  apoyo  el  hallazgo  de  varios 
esqueletos  y aun  de  animales  enteros  en  Geneseo  y Newbur- 
go,  en  Nueva  York  y en  el  condado  de  Warren,  en  el  fondo 
de  pequeños  estanques  que  fueron  desecados  con  objeto 
de  destinarlos  á la  agricultura,  y que  estaban  abiertos  en  el 
seno  de  formaciones  lacustres  diluviales. 

De  todos  estos  hechos  es  fácil  deducir,  que  muchas  espe- 
cies de  conchas  y aun  de  animales  de  sangre  caliente  y de 
organización  superior,  han  podido  resistir  las  extraordina 
rias  condiciones  climatológicas  que  en  el  período  cuaternario 
ofreció  el  globo;  lo  cual  prueba,  por  otra  parte,  que  si  bien 
en  determinadas  regiones  estas  circunstancias  han  sido  ca- 
paces de  destruir  toda  la  fauna  existente,  su  acción  no  alcanzó 
á la  superficie  de  toda  la  tierra. 

En  cuanto  á la  mezcla  que  en  algunos  puntos  de  Ingla- 
terra y Estados-Unidos  se  observa  de  especies  meridionales 
perdidas,  como  el  Hipopotamus  major , y de  otras  septen- 
trionales actualmente  vivas  como  el  reno,  se  explica,  según 
Lyell,  admitiendo  que  donde  hay  continuidad  de  tierras 
desde  las  regiones  polares  á las  templadas  y ecuatoriales,  se 
confunde  el  límite  sur  de  la  especie  ártica  con  el  norte  de  la 
meridional;  notándose  que  si  los  animales  son  de  los  que 
emigran  como  el  tigre  de  Bengala,  el  bisonte  de  América,  el 
buey  almizclado,  etc.,  penetran  los  unos  en  el  área  de  dis- 
persión de  los  otros. 

DEPÓSITOS  AURÍFEROS.— Otro  de  los  hechos  im- 
portantes de  este  período  es  el  depósito  conocido  con  el 
nombre  de  Aluviones  auríferos  y de  piedras  preciosas,  que 
forman  hoy  una  de  las  explotaciones  mas  lucrativas. 

Estos  depósitos  ofrecen  los  mismos  caractéres  que  la  for- 
mación diluvial,  de  la  que  son,  por  decirlo  así,  un  mero  ac 
cidente.  Se  encuentran  también  en  los  valles  y en  las  mesetas, 
no  léjos  de  las  montañas;  afectan  la  misma  disposición  y 
constan  de  materiales  sueltos  ó incoherentes,  de  tamaño 
diverso  según  el  punto  de  su  procedencia.  Y si  á todos  estos 
caractéres  de  analogía,  añadimos  el  de  la  presencia  en  los 
del  norte  de  Europa  y de  otras  regiones,  de  huesos  fósiles 
de  elefante  y rinoceronte,  iguales  á los  de  la  formación  di- 
luvial, la  analogía  adquiere  el  carácter  de  identidad. 

Uno  de  los  centros  clásicos  y de  mas  antiguo  explotados 
es  la  región  del  Altai,  respecto  de  cuyos  aluviones  auríferos 
dice  el  célebre  Tchihatcheft  que  si  se  pudiera  prescindir  de 
los  numerosos  huesos  fósiles  de  elefante,  rinoceronte  y otras 
especies  recientes  que  contienen,  y se  fijara  tan  solo  la  aten- 
ción en  la  época  respectiva  de  los  terrenos  sobre  los  que 
dichos  depósitos  descansan,  se  tomarían  por  muy  antiguos, 
pues  generalmente  se  encuentran  en  relación  con  los  mate- 
riales del  período  silúrico,  devónico  ó carbonífero. 

La  circunstancia  que  mas  interés  da  á esta  formación  es 
el  encontrarse  el  oro,  el  platino  y otros  metales  junto  con 
diamantes,  rubíes,  cimofanas  y otras  piedras  preciosas,  mez- 
cladas con  los  materiales  de  acarreo  que  constituyen  la  base 
de  la  formación;  los  cuales  se  presentan  en  estado  terroso, 
arenáceo  ó en  fragmentos,  reconociéndose  en  ellos,  como  en 


GEOLOGIA 


os  del  resto  de  la  formación  diluvial,  las  rocas  de  que  pro- 
ceden, que  no  siempre  se  encuentran  á grandes  distancias. 

oro  se  encuentra  comunmente  en  granos,  hojas  ó pe- 
queñas láminas  diseminadas  entre  los  materiales  térreos,  de 
os  cuales  se  separan  por  medio  del  lavado,  en  razón  á su 
ma)or  peso  específico.  A veces  los  granos  adquieren  un  ta- 
maño considerable  y reciben  el  nombre  de  pepitas,  entre  las 
cua  es  as  hay  de  30,  40  y mas  kilogramos.  Para  dar  una  idea 
e \a  or  de  las  explotaciones  de  este  metal,  bastará  decir 
que  e producto  que  rindieron  los  placeres  auríferos  de  Si- 
ena desde  1830  á 1S42,  fué  de  34,299  kilogramos  de  oro. 
Según  los  datos  publicados  por  el  Congreso  internacional 
de  Estadística,  celebrado  en  Londres  en  1860,  la  produc- 
ción del  oro  en  Australia  y Nueva  Zelanda  desde  1851  á 59, 
asciende  a 2,831.295,700  francos,  lo  que  da  por  término 
medio  316.000,000  anuales. 

El  suelo  todo  de  Australiarf^^flUBlMÁidá  ««ara 

Zelanda  es  aurífero,  descubriéndose  cada  dia  nuevos  depó- 
sitos. 

El  platino  se  encuentra  igualmente  en  arenas,  hojuelas  ó 
laminas  pequeñas,  en  granos  y también  en  pepitas,  debiendo 
atar  entre  estas  la  que  según  Humboldt  se  halló  en  Nijny- 
1 agutlsk,  de  peso  de  8 kilogramos  335  gramos. 

. socia  os  a oro  ) platino  se  hallan  en  las  mismas  con- 
diciones  el  rutilo,  el  hierro  magnético,  la  casiterita,  el  osmio- 
el  limo  y otros  de  menor  importancia. 

Hiehro  METEÓRICO  diluvial.  — Entre  estos 
metales  merece  una  mención  especial  el  Hierro  meteórico, 
encontrado  en  la  formación  diluvial  del  Altai  por  un  minero 
ruso,  según  Erman.  En  los  placeres  de  Petropawlowski,  cir- 
culo de  Mrassker,  se  encontraron  primero  unos  fragmentos 
de  hierro  nativo,  y posteriormente  los  operarios  dieron  con 
una  masa  del  mismo,  de  color  gris  de  acero,  conteniendo 
cierta  proporción  de  mkel,  metal  que  generalmente  acora- 

nmf  “ iTa  f I™  aer0l¡t0S'  Esta  masa  se  encontró  á la 
profundidad  de  9,60  metros  según  refiere  Lyell,  en  un  depó- 

sito  de  grava,  descansando  sobre  caliza  pizarrosa.  P 

PIEDRAS  Preciosas.  -Las  piedras  preciosas  se  en 

leTnnsT  "v ““"k'  a'UVÍOnes  «¡«a- 

les  mas  o menos  bien  conservados  por  efecto  de  su  ^ran 

dureza,  y también  en  fragmentos  ó cantos  sueltos,  revestidos 

P;°cC;”'“  “Pa  de,sada  de  materia  terrosa. 
Localidades  del  oro  y piedras  finas  - 

Aunque  son  muchas  las  localidades  en  que  se  hallan  estos 
preciosos  depósitos,  las  mas  célebres  1 i„.  ,auan , estos 

productos  que  han  rendido,  son  las  del  Alta  y ¿¡TenRu* 
s.a  las  de  California,  Australia  y ,os  ric“  e' fo  s inmbls 
criaderos  de  oro  platino  y piedras  finas  de  Visapu  y 

rica'defsúr.  7 Chocó  en  íAmé- 

En  la  Península,  las  arenas  del  rio  Sil  en  r%i,v;o  i j i 

Darro  y Genil  en  Granada  cantone"  ° ’ as  del 

Ud>  cantadas,  aunciue  tal  vez  mn 
exageración,  por  nuestros  noen*  « 1 ai  ez  con 
á «L  .1  :v°  p0etas'  y otras>  pertenecen  también 


r . ...  * » J 

“ iTiüiTCrr"  "uy  r~ 

ocupa  una  extens  on  considerable  a»  * auice,  que 

de.  Rhin,  Danubio,  Ródano  y otras  nomT  “ CUenCaS 

Eurona  v en  otme  * °lras  no  nienos  extensas  en 

Europa  y en  otros  continentes,  ofreciendo,  por  carácter  de 

gran  importancia,  la  notoria  fertilidad  que  dan  al  suelo  Esta 

comunica  una'tinfo  ** 

tamaño  de  una  avellana  hasta  el  de 


una  bala  de  canon.  Generalmente  el  leess  se  presenta  como 
un  depósito  homogéneo  y sin  estratificación  aparente,  ex- 
cepto en  la  parte  inferior,  donde  se  depositaron  los  materia- 
les mas  ordinarios.  La  consistencia  de  esta  formación  es  tan 
escasa,  que  se  deja  atacar  con  facilidad  por  la  mas  insignifi- 
cante corriente,  presentándose  en  forma  de  terraplenes  ó 
escarpes  casi  verticales  en  los  bordes  de  valles  con  surcos  de 
denudación.  En  los  bordes  del  Rhin  se  ostenta  en  colinas 
de  escasa  altura,  alineadas  á la  manera  de  una  cordillera  y 
en  estratificación  discordante  con  el  diluvio,  sobre  el  cual 
descansa  sin  confundirse  con  él,  como  han  pretendido  algu- 
nos. El  Lehm  no  solo  se  presenta  en  las  llanuras,  sino  tam- 
bién en  las  mesetas,  siendo  este  mas  antiguo,  según  Gras, 
mediando  entre  ambos  depósitos  la  denudación  de  los  valles, 
cuyo  fondo  rellenó  aquel  en  un  período  posterior. 

La  formación  del  lehm  ó cieno  diluvial  adquiere  en  algu- 
nos puntos  un  espesor  desde  6o  hasta  90  metros,  y una  ex- 
tensión superficial  de  25  y mas  kilómetros,  como  entre  el 
Sauerbach  y el  Lauter,  Alsacia,  según  Daubrée. 

Otro  de  los  caractéres  que  distinguen  á este  depósito  en 
las  cuencas,  es  la  presencia  de  un  número  prodigioso  de 
conchas  terrestres,  tales  como  succíneas,  hélices,  pupas,  clau- 
silias,  bulimus,  etc.,  y pocas  ó muy  escasas  lymneas,  entre 
las  fluviales  ó lacustres : todas  con  ligeras  excepciones  viven 
hoy,  si  bien  en  las  regiones  frias  y húmedas  de  los  Alpes,  y 
hasta  en  el  límite  de  las  nieves  perpetuas.  Alguna  ha  des- 
aparecido de  Europa,  lo  cual  supone  una  remota  antigüedad 
en  el  diluvium  de  la  Picardía  donde  se  encontró.  También 
se  observan  huesos  de  mamíferos  pertenecientes  al  elefante 
primitivo,  á rinocerontes,  bueyes,  caballos,  etc.,  siquiera  en 
proporción  menor  que  en  el  diluvium. 

Aunque  este  depósito  sea  posterior  á los  volcanes  apaga- 
dos del  Kaisersthul  y de  Neuwied  y Bonna,  puesto  que  cu- 
brió todas  las  montañas  de  esta  naturaleza,  y hasta  rellenó 
en  parte  algunos  de  sus  cráteres,  sin  embargo,  cerca  de  An- 
dernach  el  leess,  con  sus  conchas  características,  alterna  con 
materias  volcánicas  y lo  cubre  una  capa  de  3 á 4 metros 
de  espesor,  compuesta  de  ceniza  volcánica,  de  lapilli  y piedra 
pómez  en  fragmentos  pequeños  parecidos  á los  que  se- 
pultaron á Pompeya.  Algunos  pretenden  explicar  esta  alter- 
nancia del  lehm  y de  materias  volcánicas,  suponiendo  que 
las  últimas  erupciones  de  los  volcanes  del  Eifel  han  sido 
contemporáneas  de  la  formación  de  este  depósito;  pero  Lyell 
dice  que  esta  cuestión  exige  mas  datos  para  resolverla,  y que 
podria  también  explicarse  por  el  trasporte  de  los  materiales 
volcánicos  que  se  hallan  sueltos,  por  las  grandes  corrientes 
que  determinaron  la  formación  del  lehm. 

Lehm  de  Ukrania. — En  otras  regiones  del  globo 
se  encuentra  este  mismo  depósito  con  caractéres  muy  aná- 
logos, imprimiéndoles  un  sello  particular:  por  ejemplo,  en  la 
Ukrania,  donde  este  cieno  es  negro,  conocido  vulgarmente 
con  el  nombre  de  tschornoizen , que  ocúpala  inmensa  llanura 
situada  entre  los  Urales  y los  Cárpatos,  á la  que  comunica 
una  fertilidad  extraordinaria,  debida  en  parte  á la  materia 
combustible  nitrogenada  que  contiene  en  proporción  de  7 
por  roo,  y á la  que  debe  el  color  dicha  tierra. 

Reguh.  En  la  gran  meseta  del  Decan  (India),  mas 
acá  del  Ganges,  se  encuentra  otro  cieno  diluvial  ó lehm, 
llamado  regur,  y por  otro  nombre  tarquín  ó tierra  negra 
algodonera , por  su  extraordinaria  fertilidad,  particularmente 
para  el  cultivo  de  esta  planta  preciosa.  Cítanse  muchas 
localidades  en  la  indicada  región,  en  las  que  el  algodonero 
rinde  pingües  cosechas  desde  hace  mas  de  veinte  siglos,  sin 
necesidad  de  abono  alguno. 

La  arcilla  ó légamo  rojo  de  las  Pampas  de  Buenos- Aires, 
que  cubre,  según  D’Orbigny,  Darwin  y otros  observadores, 


GEONOMIA 


las  inmensas  llanuras  de  la  Plata,  extendiéndose  en  la  meseta 
de  Bolivia  hasta  la  altura  de  4,000  metros,  pertenece  con 
bastante  probabilidad  á este  depósito.  Su  extensión  geográ- 
fica, según  aquél,  es  de  23,000  leguas  cuadradas. 

Esta  formación,  que  sin  fundamento  coloca  D’Orbigny  en 
el  terreno  terciario  superior  ó plioceno,  consta  de  una  tierra 
arcillosa  de  color  pardo  rojizo  oscuro,  ligeramente  endure- 


369 

cida,  conteniendo  á veces  lechos  horizontales  de  concrecio- 
nes margosas  que  pasan  con  frecuencia  á una  roca  compacta 
ó cavernosa,  y á una  especie  de  toba  caliza  llamada  tosca , 
que  en  algunos  puntos  suele  cubrir  al  cieno  pampero.  La 
presencia  en  esta  formación  de  varias  conchas  lacustres  y 
marinas  actualmente  vivas,  como  la  Azara  labiata  y otras, 
y la  contemporaneidad  del  Mastodon  andiurn  y los  moluscos 


► 


) 


Fig.  139.— Corte  vertical  de  la  caverna  de  Gailenruth  en  Franconia  (Baviera) 


de  la  fáuna  actual,  son  datos  suficientes,  según  Archiac, 
para  considerar  á esta  formación  como  cuaternaria,  y no  ter- 
ciaria, como  quiere  D’Orbigny. 

Entre  todos  los  depósitos  de  este  período  se  distingue  el 
de  las  Pampas  por  la  abundancia  extraordinaria  de  huesos 
fósiles  de  mamíferos,  de  forma  y tamaño  extraordinario,  que 
contiene.  El  megaterio,  que  forma  uno  de  los  mas  bellos 
adornos  del  Gabinete  de  Historia  Natural  de  Madrid,  pro 
cede  de  las  inmediaciones  del  rio  Lujan  en  esta  formación: 
en  la  misma  se  han  encontrado  en  otros  puntos  el  megalo- 
nix,  el  glyptodon,  el  mylodon  y otras  muchas  especies. 

DlLUViUM  ESPAÑOL.  — En  la  Península,  el  terreno 
cuaternario  se  halla  bien  representado;  pues  además  de  San 
Isidro,  donde  alcanza  2 1 metros  de  espesor  y 40  de  altura 
sobre  el  Manzanares,  ocupa  gran  parte  de  la  cuenca  del 
Guadalquivir,  del  Tajo,  del  Duero  y Ebro.  Forma  además 
varias  vegas  que  se  distinguen  por  su  fertilidad,  como  las  de 
Valencia,  Castellón,  Tarragona,  Barcelona,  etc.  Obsérvase 
también  en  muchas  cuevas,  entre  las  cuales  algunas  son  no- 
tables, según  diremos  mas  adelante. 

Cavernas  y brechas. — Otro  de  los  hechos  mas 
curiosos  que  registra  la  historia  terrestre  como  contemporá- 
neo de  la  formación  diluvial,  es  el  relleno  de  las  cavernas  y 
brechas  que  llaman  huesosas , por  ser  los  huesos  de  animales 
diversos,  particularmente  de  mamíferos  y del  hombre  con 
restos  de  su  industria,  los  que  junto  con  el  cieno  diluvial 
contribuyeron  á esta  operación. 

Las  cavernas  huesosas,  que  solo  se  distinguen  de  las  co- 
munes por  la  circunstancia  de  contener  restos  fósiles,  reco- 
nocen en  su  formación  cuatro  épocas  diferentes,  á saber: 
primera,  la  que  se  refiere  á la  abertura  de  las  cavidades  que 
las  constituyen,  debida  probablemente  á alguna  dislocación 
ó movimiento  terrestre  mas  ó menos  violento;  la  segunda 
Tomo  IX 


corresponde  al  revestimiento  de  sus  paredes  y bóveda,  de 
una  capa  mas  ó menos  considerable  de  caliza  incrustante;  la 
tercera  es  aquella  en  que  se  verificó  el  trasporte  de  los  ma- 
teriales tórreos  y fragmentosos  que  rellenan  el  interior  de 
estas  curiosas  cavidades ; la  cuarta  y última  se  refiere  á la 
formación  de  las  estalactitas  y estalacmitas  que  suelen  reves- 
tir los  depósitos  anteriores. 

La  distinción  de  estos  períodos  de  formación,  relleno  y 
revestimiento  de  las  cavernas  huesosas  es  de  suma  impor- 
tancia, y conviene  que  el  reconocimiento  de  estas  se  haga 
con  cuidado  para  no  incurrir  en  un  error;  pues  se  compren- 
de que  al  tratar  de  resolver  la  cuestión  de  si  los  restos  del 
hombre  y de  su  industria  son  contemporáneos  de  los  huesos 
de  animales  extinguidos  ó emigrados,  cuestión  de  mucha 
importancia,  supuesto  que  se  roza  con  la  del  origen  de  la 
especie  humana,  no  bastará  decir  que  en  una  misma  caverna 
se  han  hallado  todos  estos  objetos,  sino  que  es  indispensa- 
ble averiguar  si  efectivamente  existen  en  la  misma  capa  ó en 
niveles  distintos. 

El  estudio  de  las  cavernas  huesosas  ofrece,  además  de  las 
indicadas,  una  porción  de  particularidades  dignas  de  notar- 
se. En  primer  lugar,  es  curioso  saber  que  todas  estas  cavi- 
dades se  hallan  abiertas  en  montañas  calizas,  y raras  veces, 
ó casi  nunca,  en  otra  especie  de  roca,  como  pizarra,  arci- 
lla, etc.,  entre  las  de  sedimento.  Los  terrenos  ígneos  carecen 
de  ellas,  y entre  los  neptúnicos,  si  bien  pueden  encontrarse 
en  los  de  cualquier  período  histórico,  son  mas  frecuentes  en 
el  terreno  jurásico  y cretáceo  que  en  los  otros. 

El  segundo  hecho  curioso  y que  facilita  la  exploración 
de  estas  cavidades  subterráneas,  es  que  los  huesos  y obje- 
tos de  industria  solo  se  encuentran  en  aquellas  en  cuyo 
suelo  se  ven  materiales  de  acarreo  ó trasporte,  en  confii- 
macion  de  que  fueron  en  su  mayor  parte  depositados  en  su 

47 


37o 


GEOLOGIA 


fondo,  en  el  seno  de  las  mismas  aguas  que  los  trasportaron. 

Si  á las  consideraciones  que  preceden  añadimos  las  que 
se  desprenden:  primero,  del  estado  de  conservación  de  los 
huesos  en  las  cavernas;  segundo,  de  la  escasez  y casi  caren- 
cia completa  de  animales  marinos  en  ellas,  á no  ser  los  lie 
vados  por  el  hombre;  tercero,  de  que  en  cada  continente  se 
encuentran  en  sus  grutas  tipos  especiales  y peculiares;  y 
cuarto,  el  número  prodigioso  de  restos  fósiles,  así  de  verte- 
brados como  de  invertebrados,  del  hombre  mismo  y de  su 
naciente  y tosca  industria,  que  en  algunas  se  encuentran  (i), 
y hasta  cantidades  considerables  de  excrementos  petrifica- 
dos de  los  mismos,  podremos  inferir  que  si  la  causa  que  re- 
llenó las  cavernas  fué  general,  pues  estas  existen  en  ambos 
hemisferios,  las  corrientes  que  arrastraron  dichos  materiales 
fueron  locales  y terrestres,  mas  bien  que  marinas. 

Estalactitas  y estalagmitas.  — Uno  délos 
objetos  que  en  las  cavernas  excitan  la  admiración  del  vulgo 
y la  contemplación  de  los  hombres  doctos,  es  la  caliza  in- 
crustante que  se  ostenta  en  estalactitas  y estalacmitas,  cuyo 
proceso,  así  como  su  intercalación  entre  los  depósitos  de 
acarreo  de  las  cavernas,  les  dan  notoria  importancia. 

Las  aguas  que  llevan  disuelto  el  bicarbonato  de  cal,  en  el 
momento  que  encuentran  una  cavidad  interior,  depositan  en 
la  bóveda,  alrededor  de  una  raicilla,  de  un  tallo,  ó de  cual- 
quier otro  objeto  que  sirve  de  núcleo,  y por  capas  concéntri- 
cas, la  materia  caliza,  que  vuelve  á su  primitivo  estado  por 
el  desprendimiento  del  ácido  excedente.  La  que  se  despren- 
de aun  lleva  algo  de  bicarbonato,  el  cual,  perdiendo  su  so-  ¡ 
lubilidad,  se  fija  en  el  punto  que  recibe  el  estilicidio,  for- 
mando otra  columna,  que  es  la  estalacmita.  No  acaba,  sin 
embargo,  aquí  la  operación,  pues  los  bancos  calizos  que 
suelen  cubrir  el  suelo  de  muchas  cavernas,  son  resultado  de 
la  infinitésima  parte  de  carbonato  soluble  que  aun  arrastran 
las  aguas:  juzgue  el  lector  de  la  lentitud  suma  con  que  ha 
debido  proceder  la  naturaleza  en  estas  operaciones,  y si  de- 
berán causarle  extrañeza  los  cálculos  que  muchos  autores 
hacen  del  tiempo  en  ello  invertido,  fundados,  así  en  el  espe- 
sor que  alcanza  en  algunas  cavernas  la  capa  de  estalacmita, 
como  en  el  número  de  estas,  que  llega  á tres  y cuatro,  como 
he  tenido  ocasión  de  ver  en  la  de  Goyet  (Bélgica),  y en 
otras  famosas  por  los  numerosos  é importantes  objetos  en 
ellas  encontrados. 

Confirman  todo  esto,  tanto  el  estudio  minucioso  de  esta 
parte  de  la  formación  tobácea,  como  algunos  casos  observa- 
dos; pudiendo  citar  el  traído  por  mí  de  la  cueva  de  Chaleux 
(Bélgica),  que  consiste  en  un  pedazo  de  pizarra  arcillosa 
que,  puesta  de  intento  en  un  sitio  donde  el  estilicidio  era 
bastante  frecuente,  en  el  espacio  de  cinco  años,  solo  formó 
una  ligerísima  película,  que  escasamente  tendría  0,0005  de 
espesor.  0 \ 

Respecto  del  segundo  punto  en  cuestión,  no  deja  de  ser 
curiosa  y en  extremo  interesante  la  alternancia  que  se  ob- 
serva de  los  depósitos  de  acarreo  diluvial  y de  capas  estalac- 
miticas,  las  cuales  á la  vez  que  han  preservado  á los  objetos 
inferiores  de  la  acción  destructora  del  aire,  del  agua,  etc 
han  retardado,  hasta  cierto  punto,  el  hallazgo  de  los  impor- 
tantísimos objetos  que  aparecen  cubiertos  por  aquellas  losas 
sepulcrales.  No  es  menos  atendible,  por  otra  parte,  el  aisla- 
miento é independencia  que  ha  determinado  entre  los  de- 
pósitos diluviales  la  interposición  de  la  capa  incrustante,  en 
la  cual  termina  el  depósito  inferior  y principia  el  inmediato 
superior.  A veces  sucede  que  la  caliza,  infiltrándose  por 

(O  Lyell  dice  que  en  la  famosa  caverna  de  Kirkdale,  situada  á 40 
k.lome  ros  al  Nor-Nordeste  de  la  ciudad  de  York,  se  han  encontrado 
testos  de  mas  de  300  hienas  pertenecientes  á individuos  de  todas  edades. 


entre  los  materiales  depositados,  los  aglutina,  formando  bre- 
chas en  las  que  los  utensilios  de  piedra  labrados  por  el 
hombre  y los  restos  de  mamíferos  contemporáneos,  aparecen 
asociados  á las  chinas  ó guijarros,  á la  grava,  etc.;  pero  estas 
mismas  circunstancias  confirman  cuanto  en  orden  á la  len- 
titud de  su  formación  queda  expuesto. 

CLASIFICACION  DE  LAS  Cavern  AS. — Conocidos 
ya  estos  detalles  respecto  á la  estructura  particular  de  las 
cavernas,  y dejando  para  mas  adelante  lo  relativo  á los  ob- 
jetos de  estudio  que  en  ellas  se  encuentran,  veamos  cuál  es 
la  clasificación  que  admiten  los  autores,  sobre  todo  desde 
que  los  hallazgos  en  ellas  verificados  han  excitado  el  mayor 
interés  multiplicando  sus  exploraciones. 

Primeramente  las  dividen  en  cavernas  propiamente  dichas 
y abrigos  ó resguardos  naturales,  que  son  simples  excavacio- 
nes de  las  rocas  en  la  pendiente  de  ciertas  montañas,  que 
con  frecuencia  sirven  al  hombre  y también  á los  animales  de 
refugio,  habiéndose  depositado  en  ellas  bastantes  materiales 
de  acarreo.  Cítanse  como  notables,  los  de  Cro  Magnon, 
Bruniquel  y muchos  otros. 

En  cuanto  á las  cavernas,  unas  han  servido  tan  solo  de 
guarida  á bestias  feroces,  y se  llaman  así ; otras  fueron  habi- 
tadas por  el  hombre,  y también  las  hay  destinadas  á enterra- 
mientos ó sepulturas.  Hay,  pues,  cavernas-guaridas,  cavernas- 
habitaciones  y cavernas- sepulcros,  no  siendo  raro  observar 
el  que  una  misma  pertenezca  á dos  ó á las  tres  categorías 
indicadas,  así  como  también,  á juzgar  por  los  objetos  antropc- 
arqueológicos  que  contienen,  el  que  haya  sido  una  misma 
habitada  por  el  hombre  mas  de  una  vez,  ó invadida  por  las 
aguas  diluviales. 

A todos  estos  antros  terrestres  hay  que  agregar  otro  grupo, 
pues  aunque  se  distingue  con  el  nombre  de  brechas  hueso- 
sas, en  rigor  no  son  mas  que  pequeñas  cavidades  en  forma 
de  grietas  ó hendiduras,  ocupadas  por  los  materiales  del 
diluvium,  los  cuales,  cementados  por  una  materia  caliza  por 
lo  común,  se  convierten  en  un  conglomerado  brechiforme, 
á que  se  ha  dado  el  nombre  de  huesoso  por  llevar  frag- 
mentos, huesos  enteros,  dientes  de  mamíferos,  etc.  Las  de 
Gibraltar,  Cabra,  Avallon  (Francia)  y otras  muchas,  gozan 
de  justa  celebridad  por  los  importantes  objetos  en  ellas  en- 
contrados. 

Respecto  de  las  cavernas,  son  tantas  las  exploradas,  así 
dentro  como  fuera  de  la  Península,  que  seria  difícil  de  nume- 
rarlas todas,  concretándonos  á las  mas  importantes,  tales 
como  la  de  Aurignac,  que  fué  sepulcral,  las  de  la  Magdale- 
na, Pontil,  Solutré,  etc.,  en  Francia;  las  de  Kirkdale,  y mu- 
chas otras  en  Inglaterra;  las  de  Naulette,  Frontal,  Goyet,  etc., 
en  Bélgica;  la  de  Neanderthal,  Dusseldorf  (Westfalia),  fa- 
mosa por  el  hallazgo  del  cráneo  que  tanto  ha  dado  que  dis- 
cutir; las  de  Macagnone  y San  Ciro,  en  Sicilia,  y otras  junto 
al  lago  de  Como  (Italia),  y en  América  las  muchísimas  en 
que  el  doctor  Lund  hizo  tan  ricos  descubrimientos  de  ma- 
míferos fósiles. 

I ara  tener  una  idea  de  estos  antros  terrestres  véase  la 
fig-  *39- 

En  la  Península  desgraciadamente  debe  empezarse  por  las 
que,  siquiera  se  hallen  en  territorio  español,  no  nos  pertene- 
cen; e*to  es,  por  las  de  Gibraltar,  en  las  cuales  se  han  encon- 
trado singularísimos  restos  humanos  y muchos  vestigios  de 
su  industria.  Además  existen  muchas  en  Andalucía  explora- 
das por  los  señores  Góngora,  Mac  Pherson  y otros;  las  de 
Monduber,  Maravillas,  San  Nicolás,  Tabernes,  Matamon  y 
otras  visitadas  por  mí  en  la  provincia  de  Valencia,  y la  de 
Aitzquirri,  junto  al  santuario  de  Aranzazu,  donde  acaban  de 
descubrirse  muchos  cráneos  de  oso  de  las  cavernas,  y otras 
muchas. 


GEONOMIA 


371 


> 


» 


Formación  tobácea 

Esta  formación,  así  llamada  por  ser  la  toba  caliza,  piedra 
tosca  ó travertino,  su  principal  representante,  unas  veces  se 
observa  en  el  interior  de  las  cavidades  terrestres,  formando 
estalactitas  y estalacmitas,  y otras  á la  superficie,  constitu- 
yendo lo  que  mas  propiamente  se  llama  travertino,  palabra 
derivada  del  latín  Tiburtium , antigua  denominación  de  Tí- 
voli. 

Esta  formación  se  halla  desarrollada,  no  solo  en  las  caver- 
nas y grietas  terrestres,  donde  desempeña  las  variadas  fun- 
ciones que  ya  indicamos,  sino  al  exterior,  observándose  en 
particular  en  el  curso  de  aquellos  ríos  cuyas  aguas  llevan 
mucho  bicarbonato  de  cal  disuelto,  como  se  ve  en  gran  es- 
cala, y originando  sorprendentes  caprichos,  en  el  que  por 
antonomasia  se  ha  llamado  rio  Piedra,  no  léjos  de  Alhama 
de  Aragón;  en  Tívoli,  junto  á Roma,  y en  mil  otros  puntos, 
y también  al  rededor  de  ciertos  manantiales,  según  se  nota 
en  San  Filipo  de  Toscana,  en  Saint  Allyre,  en  Segorbe,  pro- 
vincia de  Castellón,  en  la  Alcudia  no  léjos  de  Játiva,  proce- 
dente de  las  aguas  llamadas  de  los  Santos,  y en  una  infini- 
dad de  otros  puntos,  así  dentro  como  fuera  de  la  Península. 

La  piedra  caliza  que  representa  esta  formación,  data  de 
los  tiempos  mas  antiguos;  pues  desde  que  hubo  rocas  de  esta 
naturaleza  en  el  globo,  debieron  descomponerse  y dar  por 
resultado  la  reconstrucción  de  ella  misma;  sin  embargo,  pue- 
de asegurarse  que  la  época  que  estamos  describiendo  es  en 
la  que  adquirió  el  máximum  de  desarrollo,  continuando  to- 
davía hoy  produciéndose  en  inmensa  escala. 

No  siempre  esta  roca  se  forma  en  los  continentes  dentro 
y fuera  de  sus  cavidades;  á veces  se  deposita  en  el  litoral, 
constituyendo  bancos  de  mucha  consideración,  como  se  ob- 
serva en  la  Guadalupe,  donde  adquirió  justa  celebridad  por 
el  esqueleto  humano  que  se  creyó  fósil  y se  conserva  en  el 
Jardín  de  plantas  de  París.  En  el  litoral  de  Barcelona,  dice 
el  doctor  Vezian,  adquiere  gran  desarrollo  esta  roca,  á la  que 
asegura  llamarse  panchina. 

En  Tívoli,  la  formación  del  travertino  terrestre  alcanza  un 
espesor  considerable,  contribuyendo  sus  caprichosas  formas 
á aumentar  la  belleza  de  las  numerosas  cascadas  que  allí 
determinan  las  aguas  del  rio  Teverone.  El  hallazgo  de  dien- 
tes humanos,  hecho  pocos  años  atrás  por  mi  amigo  el  emi- 
nente geólogo  D.  JoséPonzi,  de  Roma,  aumenta  considera- 
blemente el  interés  de  tan  singular  depósito. 

Los  detalles  que  se  dieron  al  tratar  de  la  piedra  tosca  co- 
mo roca,  nos  excusan  de  entrar  aquí  en  mas  pormenores. 

Formación  turbosa 

Hállase  representada  esta  formación  por  singulares  depó- 
sitos de  turba,  que  bajo  el  nombre  de  turberas  ó turbales, 
dimos  á conocer  al  tratar  de  esta  roca,  acerca  de  la  cual  po- 
co en  rigor  podemos  añadir. 

La  turba  empezó  á formarse  en  la  época  cuaternaria,  y se 
continúa  aun  en  aquellos  puntos  en  que  se  reúnen  las  con- 
diciones locales,  así  terrestres  como  atmosféricas,  que  ya 
indicamos,  pudiendo  servir  la  lentitud  de  su  proceso,  de 
cronómetro  para  medir  la  distancia  que  nos  separa  del  mo- 
mento en  que  empezó  á formarse,  que  corresponde  á los 
tiempos  posteriores  ála  formación  errática  antigua  y diluvial. 

Los  geólogos  daneses  dividen  los  turbales  en  dos  grupos, 
á saber:  i.°  de  los  bosques,  y 2/ del  litoral,  asignando  á cada 
uno  caractéres  propios,  así  referentes  á las  condiciones  de  lo- 
calidad, como  á las  especies  vegetales  que  mas  directamente 
han  contribuido  á formarlas,  y también  clasifican  estos  de- 
pósitos por  la  índole  especial  de  objetos  del  hombre  y de  su 


industria  y de  animales  que  los  acompañan.  En  este  con- 
cepto, las  turberas  de  Dinamarca  y las  de  Escania,  en  Suecia, 
merecen  una  atención  especial  por  la  extraordinaria  riqueza 
de  objetes  que  encierran,  habiendo  notado  que  los  tres  ho- 
rizontes botánicos  del  pino  silvestre,  de  la  encina  y del  haya 
que  de  abajo  arriba  se  suceden  con  regularidad  en  los  turba- 
les de  los  bosques,  corresponden  en  aquellos  países  á las 
épocas  de  la  piedra  pulimentada,  del  bronce  y del  hierro. 

Como  en  la  descripción  de  la  turba  indicamos  todos  los 
pormenores  referentes  á su  propia  naturaleza,  y á las  diversas 
circunstancias  que  en  ella  concurren,  creemos  excusado  en- 
trar en  mas  pormenores  (1). 

Formación  madrepórica 

En  el  artículo  Causas  actuales  fisiológicas  ú orgánicas  dimos 
oportunamente  á conocer  los  depósitos  llamados  arrecifes 
de  coral,  Atolls  ú Atolones,  que  en  conjunto  representa  esta 
formación;  en  su  consecuencia,  y con  el  fin  de  evitar  repeti- 
ciones inútiles,  excusamos  entrar  en  mayores  detalles  acerca 
de  este  asunto.  Solo  por  via  de  complemento,  debemos  re- 
cordar dos  hechos  notables  que  estos  depósitos  ofrecen,  á 
saber:  la  remotísima  fecha  de  150,000  años  que  el  eminente 
Agassiz  atribuye  á los  arrecifes  de  coral  ó madrepóricos,  que 
constituyen  la  extremidad  sur  de  la  Florida  (América  del 
Norte),  con  la  particularidad  de  ser  las  mismas  las  especies 
de  zoófitos  que  continúan  aumentando  la  extensión  de  aquel 
territorio,  dato  de  la  mayor  importancia  en  pro  de  la  fijeza 
de  las  especies  vivas. 

El  otro  hecho,  no  menos  curioso,  se  refiere  al  hallazgo 
realizado  por  el  conde  Pourtalis,  de  restos  humanos,  cuya 
fecha  hace  remontar,  fundado  en  el  proceso  de  aquella  for- 
mación, nada  menos  que  á 10,000  años. 

Para  completar  la  somera  idea  que  damos  de  este  período 
geológico,  conviene  hacer  mención  de  los  materiales  volcá- 
nicos, cuya  aparición  fué  sincrónica  de  las  diferentes  forma- 
ciones que  en  su  conjunto  representan  lo  que  hemos  lla- 
mado terreno  cuaternario  y moderno.  Al  empezar  este,  pue- 
de asegurarse  que  habían  terminado  ya  la  mayor  parte  de 
los  volcanes  traquíticos  y basálticos,  de  modo,  que  si  ex- 
ceptuamos algunos  volcanes,  como  los  de  la  América  del 
Sur,  cuyos  materiales,  aun  hoy,  en  gran  parte  son  traquíti- 
cos, los  restantes  pertenecen  á la  categoría  de  volcanes  ac- 
tuales ó lávicos,  refiriéndose,  por  lo  común,  á este  período  la 
aparición  del  Etna,  del  esubio,  islas  de  Santorino,  etc. 

CARÁCTER  PALEONTOLÓGICO  Y ARQUEOLÓ- 
GICO.— Lo  que  mas  caracteriza  bajo  el  punto  de  vista  orgá- 
nico y arqueológico  al  terreno  cuaternario  que  acabamos  de 
describir,  es  la  presencia  entre  sus  materiales,  del  hom- 
bre y de  los  restos  de  su  industria.  En  este  concepto  consi- 
derado el  terreno  en  cuestión,  se  divide  primero  en  tiempos 
prehistóricos  é históricos  propiamente  dichos,  por  ser  aque- 
llos anteriores  á toda  tradición  histórica.  El  primero  de  estos 
períodos  se  subdivide  en  arqueolítico,  mesolítico,  y neolítico 
en  lo  referente  á instrumentos  de  piedra,  y en  edad  de  bron- 
ce v de  hierro  tratándose  de  los  metales,  siquiera  parte  de 
estos  correspondan  ya  á los  tiempos  históricos.  \ aunque 
bastaría  este  dato  para  acreditar  la  existencia  del  hombre 
que,  según  indicamos,  hay  muchas  probabilidades  para 
creerle  originario  del  horizonte  plioceno  por  lo  menos,  re- 
cientes descubrimientos  han  confirmado  la  existencia  del 
hombre  en  este  período,  como  lo  acreditan  los  famosos 
cráneos  de  Neanderthal,  de  Engis,  Cromagnon,  Cuevas  de 


(1)  Los  que  deseen  mas  detalles  sobre  el  asunto,  pueden  cónsul 
mi  obra  sobre  el  Origen  y antigüedad  del  Hombre. 


37 


HISTORIA  NATURAL 


Gibraltar,  la  célebre  mandíbula  de  Moulin  Quignon,  los 
huesos  largos  fósiles  encontrados  por  mí  en  San  Isidro,  la 
mandíbula  humana  de  Puerto-Príncipe,  regalada  al  Museo 
de  Historia  Natural  por  el  limo.  Sr.  D.  Miguel  Rodríguez 
Ferrer,  y tantos  otros  vestigios  que  hoy  enriquecen  los  di- 
versos museos  de  Europa,  y que  no  cito  por  la  brevedad. 


Para  formarse  idea  del  carácter  paleontológico  de  este 
período,  consulte  el  lector  las  figs.  141,  142  y 152. 

Los  instrumentos  de  piedra  que  caracterizan  estos  prime- 
ros períodos  de  la  actividad  humana,  son  cascos  y astillas 
de  pedernal,  hachas  de  la  misma  ó diferente  sustancia,  cu- 
chillos, flechas  y otra  clase  de  armas  y utensilios,  correspon. 


ra  edad,  cuyo  carácter  distintivo  lo  forma 
stado  tosco  y sin  pulimento  de  las  armas  ó útiles  que 
contrasta  con  los  del  segundo  período,  que  generalmente 
son  de  dioritas  y otras  piedras  de  preferencia  al  pedernal,  y 
aparecen  tallados  y pulimentados:  el  vulgo  los  llama  equivo- 
cadamente, piedras  de  rayo. 


Fig  147.— Hacha  dinamarquesa  de  piedra 


zadas  las  aguas  líquidas  en  sus  propias  arterias,  tal  cual  las 
vemos  hoy,  y la  distribución  de  los  climas  mas  á propósito 
para  el  establecimiento  definitivo  de  la  especie  humana,  esta 
adquirió  todo  su  desarrollo,  ocupando  por  emigraciones  len- 
tas y sucesivas  hasta  los  mas  apartados  confines  del  globo; 
marcándose  el  sello  de  las  diferentes  razas  bajo  la  influencia 


Muchos  objetos  de  adorno,  toscos  también  e imperfectos,  de  causas  muy  diversas,  y llevando  en  pos  de  sí  la  civiliza - 
y abundante  cerámica,  en  la  cual,  como  en  los  anteriores,  cion  y la  cultura.  De  esta  manera  llega  á poblarse  Europa, 
se  revela  la  marcha  lenta,  pero  progresiva,  de  la  industria  y sucediendo  al  hombre  cuaternario  de  los  primeras  hachas  de 
el  arte,  completan  el  cuadro  del  carácter  antropo-arqueoló-  piedra,  el  de  los  kiokenmodingos  ó paraderos  de  Dinamarca 
gico  de  este  período  de  la  historia  terrestre.  y el  de  los  turbales,  al  cual  sigue  el  pueblo  de  los  dólmenes 

Como  complemento  del  carácter  arqueológico,  que  dis-  y demás  monumentos  megaliticos,  como  tránsito  entre  la 
tingue  á este  terreno,  \éanse  las  figs.  14°»  1 43»  J44>  *45>  segunda  edad  de  piedra  y los  primeros  momentos  del  bron- 
140,  147,  148,  150,  154,  y 156.  ce>  el  cual  es  reemplazado  mas  ó menos  pronto  por  los  uten- 

A1  terminar  este  período  de  la  historia  terrestre,  habiendo  sitios  y armas  de  hierro,  enlazando  de  esta  manera  admirable, 
adquirido  los  continentes  sus  condiciones  actuales,  relegadas  por  tránsitos  lentos  é insensibles,  lo  histórico  con  lo  prehis- 
las  nieves  perpétuas  á las  regiones  alpinas  y polares,  encau-  tórico,  la  historia  humana  con  la  terrestre  historia. 


GEONOMIA 


373 


CAPÍTULO  III 


MAPAS  GEOLÓGICOS  Y AGRONÓMICOS 


I erminada  la  historia  descriptiva  de  los  terrenos,  parece 
natural  dar  á conocer  los  medios  de  que  hoy  se  vale  la  cien- 
cia para  representarlos  de  un  modo  claro  y gráfico,  facilitan- 
do así  su  estudio  y el  de  sus  numerosas  aplicaciones.  Esto 
se  consigue  por  medio  de  los  mapas  geológicos,  cuyo  objeto 
es  «poner  de  manifiesto  sobre  uno  geográfico  la  naturaleza, 
disposición  y demás  accidentes  de  los  terrenos  que  compo- 
nen en  su  conjunto  la  costra  sólida  del  globo,  en  su  totalidad 
ó en  una  región  dada.»  Semejantes  álos  cuadros  sinópticos 
para  las  ciencias,  los  mapas  geológicos,  como  dice  con  mu- 
cha oportunidad  Boué,  en  su  excelente  Guia  del  viajero  geó- 
l°g°i  otrecen  la  ventaja  de  dar  á conocer  á primera  vista  lo 
que  no  se  consigue  á veces,  con  la  lectura  asidua  de  largas 
y pesadas  descripciones. 

Provisto  de  los  instrumentos  necesarios  para  estas  explo- 


en  que  al  propio  tiempo  se  quiera  dar  una  idea  de  la  com- 
posición geológica.  El  segundo  es  el  mas  comunmente  em- 
pleado, sobre  todo  en  los  mapas  exclusivamente  geológicos, 
y ofrece  la  ventaja  de  dar  á conocer  á primera  vista  la  exten- 
sión y el  carácter  de  los  terrenos. 

Los  accidentes  de  dirección  é inclinación  de  las  capas, 
así  como  los  filones  metalíferos,  las  fallas  ó hendiduras,  los 
sitios  de  explotación  tales  como  canteras,  minas,  las  caver- 
nas, cuyo  estudio  tanto  llama  hoy  la  atención,  los  estableci- 
mientos balnearios,  etc.,  se  representan  por  medio  de  signos 
convencionales,  como  los  siguientes,  propuestos  por  Boué. 


1 Inclinación..  . . * 

2 Verticalidad.  . . ± 


...  22  Filón. 
...23  Capa. 


raciones,  como  martillos,  brújula,  cimómetro,  barómetro, 
lentes,  buen  calzado  y un  traje  á propósito,  adornado  ade- 
más de  ciertos  conocimientos  generales,  y con  el  mapa 
geográfico  siempre  en  la  mano,  el  geólogo  que  se  proponga 
realizar  el  trazado  de  un  buen  mapa  geológico  local  ó gene- 
ral de  un  país,  lo  primero  que  debe  hacer  es  marcar  los 
límites  y el  carácter  geográfico  de  la  región  objeto  de  su 
estudio;  luego  recoger  el  mayor  número  posible  de  rocas  y 
fósiles,  anotando  con  exactitud  los  puntos  de  su  proceden- 
cia, y todos  sus  accidentes,  particularmente  el  horizonte  ó 
piso  de  que  proceden. 

Para  esto  se  llevan  papeletas  en  blanco  en  las  que  se  anota 
todo  lo  que  sea  digno  de  llamar  la  atención  en  cada  ejem- 
plar. También  importa  mucho  que  á las  rocas  sé^es  dé  una 
forma  determinada  y siempre  la  misma  para  la  belleza  de  las 
colecciones.  Generalmente  el  largo  y ancho,  que  puede  ser 
de  3 pulgadas  sobre  una  y media  ó dos,  se  marca  en  el 
mango  del  martillo.  Los  ejemplares  se  envuelven  en  seguida 
con  papel  de  cualquier  clase  que  sea,  si  bien  es  preferible  el 
de  periódicos,  y entre  estos  el  de  los  ingleses  por  ser  muy 
fuerte. 

Los  fósiles  se  envuelven  uno  á uno;  y para  facilitar  las 
exploraciones  se  colocan  en  saquitos,  los  de  una  misma 
localidad  ó terreno. 

Reunidos  materiales  y datos  en  el  gabinete,  se  ordenan 
después  y se  lleva  á cabo  la  obra,  reducida  á expresar  en  un 
buen  mapa  geográfico,  primero  é indispensable  medio  para 
este  género  de  trabajos  prácticos,  por  medio  de  colores  (1) 
y signos  convencionales,  los  diferentes  terrenos,  según  la 
clasificación  adoptada  de  antemano,  que  forman  la  constitu- 
ción geológica  del  país  ó región  que  se  trata  de  dar  á cono- 
cer. Esto  puede  hacerse  indicando  solo  los  limites  de  los 
terrenos  por  medio  de  una  línea  de  color  distinto,  ó bien 
llenando  con  el  mismo  todo  el  espacio  que  aquellos  ocupan; 
teniendo  cuidado  en  el  último  caso,  de  dar  una  tinta  un  poco 
mas  fuerte  en  los  límites  para  que  se  distingan  mejor.  El 
primer  método  es  útil  para  los  mapas  físicos,  para  los  fores- 
tales, para  los  de  Geografía  botánica  y de  fuentes  minerales 

(1)  El  Sr.  Charpentier  fué  el  primero  que  empleó  los  colores  para 
expresar  en  los  mapas  la  diferente  naturaleza  de  los  ten-enos,  realizán- 
dolo en  el  geológico  de  Sajorna,  publicado  en  178$. 


3 Horizontalidad.  . 

4 Mina 

5 Mina  de  carbón. . - 5$ 

6 Mina  abandonada  ....  . 

7 Bozos ^ 

8 Galería.  . . . 


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El  U. 

%- 


24  Peñasco. 

25  Caverna. 

26  Ingenio. 

27  Fragua. 

28  Fábrica  de  sal 

29  Altos  hornos. 

30  Homo  de  cal. 

31  Fuente  salada 

32  Salina. 

33  Mina  de  sal. 

34  Agua  mineral. 

35  Corriente  de 
lava. 


9 Sonda  ó perfora 
Clon.  • « • • 

10  Escombros.  . . 

11  Mina  hundida. 

12  Cantera.  . • . 

13  Explotación  de  ar 

cilla 

14  Turbera.  . . . 

15  Canterade  pizarra 

16  Cantera  de 'már- 

mol. . . . . * 

17  Mina  de  oro.  . • 

18  Lavado  de  oro.  . SJ; 

19  Plata . ^ 

20  Estaño..  • 

21  Mercurio.. 

Cuando  se  trata  de  filones  metalíferos  se  procura  orien- 
tarlos siguiendo  la  misma  dirección  que  afectan  en  el  terre- 
no. La  diferente  altura  de  las  montañas  se  indicará  por  gua- 
rismos y por  rasgos  ó líneas  mas  ó menos  largas,  procurando 
que  marquen  con  su  desviación,  el  grado  de  la  pendiente. 

Los  cortes  geológicos,  ora  generales,  ora  locales  ó circuns- 
critos á un  terreno  ó punto  dado,  deben  acompañar  siempre 
á los  mapas,  sobre  todo  cuando  se  trata  de  una  pequeña 


o 


GEOLOGIA 


374 


región,  ó cuando  se  quieren  expresar  muchos  detalles.  Los 
cortes  se  reducen  á representar  en  una  sección  vertical  ó 
longitudinal  los  dilerentes  terrenos  de  una  comarca,  ó bien 
los  pisos  ó hiladas  de  los  diversos  materiales  que  componen 


un  terreno  ó formación  dada.  Esto  puede  hacerse  con  mas 
ó menos  exactitud;  pero  siempre  es  de  muchísima  utilidad, 
por  cuanto  habla  á la  vista.  Cuando  se  quieren  hacer  los 
cortes  con  toda  conciencia,  debe  expresarse  en  ellos  la  direc- 


i 


ífQNQM 


Fig.  150.— Punzón  de 
sílex. 


Villa  ¿cit 


154. — Hacha  de  hierro 
llamada  de  cubo 


Fig.  152. — Diente  del 
Mammuth 


Cuchillo  de  «dli 


vuespour  servir  a fexp/ieation  des  pheiu 
dan  una  idea  de  la  necesidad  que  acabo  c 
La  fig.  155  es  un  corte  idea!,  supuesto 
tinado  á demostrar  las  falsas  ideas  que  se 
de  la  configuración  del  suelo,  por  haber 
alturas  una  escala  diferente  de  la  de  las  c 
tales. 

La  fig.  149  representa  el  r:“v._ 
diferencia  de  ser  la  escala  de  alturas 
la  longitudinal;  circunstancia  que  d 
ciones  en  la  inclinación  de  las  < 
verdad  tan  necesaria  en  el  perfil  del 
La  fig.  15 1 es  un  corte  ajustado 
ciones  que  ofrece  el  terreno. 

Y por  ultimo  la  fig.  i53  es  el  mismo 
conforme  á una  escala  diez  veces  mayoi 
que  en  el  horizontal,  de  lo  que  result 


lo  están  en  el  terreno;  y sobre  todo,  debe  expresarse  el  espe- 
sor relativo  de  cada  piso,  con  la  indicación  por  medio  de 
ciertos  signos,  de  la  naturaleza  de  cada  especie  de  roca. 
Este  sistema  es  el  que  se  ha  adoptado  en  el  cuerpo  de  la 
obra,  en  cuyos  cortes  se  habrá  echado  de  ver  la  uniformidad 

que  proporciona  una  base  fija  y constante  desde  el  prin- 
cipio. "Ni 

También  debe  procurarse  ajustar  los  cortes  á una  misma 
escala  en  altura  y distancia  horizontal,  <5  por  lo  menos  con- 
servar en  lo  Dosihle  lns  nmnnrrinnoc  


mismo  corte  anterior,  con  la 

; tres  veces  mayor  que 

que  determina  grandes  varia- 
1 capas,  y hace  desaparecer  la 
1 país. 

en  realidad  á las  propor- 


GEONOMIA 


375 


H 


& 


& 

\ 


completa.  En  este  dibujo,  como  hace  notar  Delabeche,  ha 
desaparecido  por  completo  el  verdadero  contorno  del  país; 
las  poblaciones  se  encuentran  colocadas  al  borde  de  enor- 
mes precipicios,  ó bien  ocultas  en  profundos  barrancos  ó 
desfiladeros,  donde  jamás  se  ha  pensado  construirlas;  los 
anchos  valles  se  convierten  en  ramblas  ó quebradas;  los 
lagos  y rios  adquieren  una  profundidad  exagerada  y no  co- 
mún. Además  de  estos  inconvenientes  se  observa  que  la 
forma,  disposición,  inclinación  y demás  accidentes  de  las 
capas,  varía  de  una  manera  extraordinaria.  En  resúmen,  es 
la  caricatura  del  corte  verdadero. 

La  indicación  de  los  terrenos  ó formaciones  en  general, 
debe  hacerse  sobre  un  calco  del  mapa  en  el  punto  mismo  de 
la  observación;  anotando  además  cuidadosamente  en  el 
diario  de  viaje,  todos  los  accidentes  relativos  á la  naturaleza 
de  las  rocas,  á la  dirección,  inclinación  de  las  capas,  espesor 
y potencia  que  ofrecen,  etc.  Sin  embargo,  estas  operaciones 
deben  considerarse  como  preparatorias:  en  el  gabinete  y con 
calma  es  donde  se  llevan  á debido  término;  sea  estudiando 
mejor,  ó analizando,  á veces,  las  rocas  dudosas,  ó determi- 
nando los  fósiles,  y poniendo  en  armonía  estos  conocimien- 
tos con  los  datos  que  se  hayan  anotado  en  el  diario. 

El  objeto  de  los  mapas  geológicos  puede  ser  diverso,  y de 
aquí  las  denominaciones  que  comunmente  se  les  da.  Unos 
son  mineralógicos  ó simplemente  petrográficos;  otros  son 
geológicos  ó geológico-industriales  cuando  se  quiere  averi 
guar  la  relación  que  existe  entre  los  terrenos  y ciertos  depó 
sitos  de  materias  útiles  á la  Industria:  geológico-balnearios, 
cuando  se  trata  de  ver  la  relación  que  existe  entre  las  fuentes 
termo  minerales  y determinados  terrenos;  ó bien  agronómicos 
cuando  su  objeto  es  dar  á conocer  el  enlace  ó conexión  que 
existe  entre  la  naturaleza  del  suelo  ó subsuelo,  y la  vegetación 
que  en  él  se  encuentra  ó pueda  convenir.  Según  la  índole  de 
estos  diferentes  mapas,  así  deberá  variar  su  preparación  y 
trazado. 

También  pueden  llevar  por  objeto  los  mapas  geológicos 
dar  una  idea  de  la  configuración  de  un  país  ó región  en  los 
diferentes  períodos  de  la  historia  física  del  globo.  Para  esto 
se  echa  mano  de  varios  mapas  y se  marca  en  cada  uno,  en 
vez  de  los  terrenos,  los  mares  en  cuyo  fondo  se  depositaron 
los  materiales  que  los  representan.  Esto  mismo  puede  hacer- 
se para  una  región  limitada  por  medio  de  mapas  sobrepues- 
tos, indicando  en  cada  uno  por  un  recorte,  la  extensión  de 
los  continentes  en  cada  época.  Los  mapas  colocados  según 
el  orden  de  sobreposicion,  se  van  levantando  y aparecen 
sucesivamente  los  terrenos  mas  inferiores.  El  primer  mapa 
de  este  género  lo  vi  en  1852  en  poder  del  Sr.  Geraellaro  de 
Catania,  su  autor. 

Cuando  la  indicación  de  los  terrenos  por  medioMe  colores 
se  hace  sobre  buenos  mapas  en  relieve,  puede  decirse  que  es 
la  última  perfección  de  la  ciencia.  El  Sr.  Beck  de  Berna, 
publicó  en  1858  el  primer  ensayo  de  mapa  geológico  en 
relieve  de  la  Suiza,  fundado  en  los  datos  proporcionados 
por  Studer  yFischer,  autores  de  la  descripción  y mapa  geoló- 
gico de  la  Confederación  helvética. 

Una  de  las  condiciones  indispensables  para  el  trazado  de 
un  mapa  geológico,  es  la  división  de  la  provincia  ó país  en 
diferentes  secciones  ó distritos  naturales  que  se  estudian 
uno  tras  otro,  escogiendo  antes  uno  ó varios  puntos  centra- 
les, desde  donde  deben  hacerse  correrías  y cortes  en  todos 
sentidos.  Muchas  veces  conviene  repetir  las  mismas  expedi- 
ciones, pero  en  sentido  contrario,  para  cerciorarse  de  que  se 
han  visto  bien  las  cosas  la  primera  vez. 

En  los  mapas  mineralógicos  ó petrográficos  hay  que  valerse 
de  tantos  colores,  cuantos  son  los  minerales  de  la  región  que 
se  explora.  Pero  cuando  son  geológicos  y de  un  país  muy 


extenso,  solo  se  adopta  en  general  un  color  uniforme  para 
cada  terreno,  debiendo  ser  distintos  los  de  sedimento  de 
los  cristalinos,  y estos  de  los  volcánicos.  Hay  que  cuidar  que 
los  colores  no  sean  ni  muy  vivos  ni  muy  bajos;  pues  en  el  pri- 
mer caso,  el  mapa  se  hace  desagradable  á la  vista,  y en  el 
segundo  pierden  con  el  tiempo  y se  confunden.  Lo  que  se- 
ria de  desear  es,  que  todos  los  geólogos  adoptaran  iguales 
tintas  para  expresar  los  mismos  terrenos;  pero  por  desgracia 
no  sucede  así,  lo  cual  es  muy  ocasionado  á confusión.  Como 
las  diferentes  tintas  de  un  color  pueden  confundirse,  se  hace 
absolutamente  necesario  colocar  dentro  de  cada  uno  una  le- 
tra del  alfabeto  ó cualquier  otro  signo,  para  distinguir  los 
terrenos  que  representan. 

En  general,  en  estos  mapas  solo  se  pintan  los  terrenos  que 
se  presentan  al  descubierto,  teniendo  buen  cuidado  de  mar- 
car los  limites  de  cada  uno,  cuando  están  cubiertos  por  la 
tierra  vegetal  ó por  depósitos  de  acarreo  ó del  diluvio.  En 
aquellos  puntos  en  que  se  presentan  dos  terrenos  sobrepues- 
tos, se  pinta  por  lo  común  el  superior  y si  es  posible  se  indica 
también  el  otro.  Muchas  veces  los  terrenos  se  presentan  en 
manchones  sueltos;  en  este  caso  conviene  representarlos  así, 
á no  ser  que  por  las  excavaciones  ó por  otro  medio  se  tenga 
la  certidumbre  de  que  se  enlazan  por  debajo,  en  cuyo  caso 
pueden  representarse  formando  una  faja  ó zona. 

Cuando  prescindiendo  de  la  capa  vegetal  se  pintan  los  ter- 
renos subyacentes  ó los  que  forman  el  subsuelo,  si  á estas 
indicaciones  se  agregan  el  carácter  de  cada  terreno,  y las  re- 
laciones que  pueden  tener  ó que  tienen  en  realidad,  con  la 
vegetación  espontánea  y el  cultivo  de  plantas  útiles,  los  ma- 
pas reciben  el  nombre  de  agronómicos  y en  especial  el  de 
Forestales  ó Silvícolas  cuando  se  refieren  á la  relación  que 
guarda  el  subsuelo  con  el  porte  de  los  bosques. 

Un  mapa  agronómico  lleva  por  objeto  expresar  ó repre- 
sentar las  relaciones  que  existen  entre  las  operaciones  agro- 
nómicas y la  disposición  geográfica  y naturaleza  geológica 
del  suelo.  El  suelo  y subsuelo  vegetal  guardan  entre  sí  tan- 
tos puntos  de  contacto,  y tan  íntimas  relaciones,  que  un  ma- 
pa agronómico  puede  considerarse  como  verdadero  corolario 
del  geológico  de  una  región  dada. 

Si  la  vegetación  dependiera  exclusivamente  de  la  natura- 
leza de  las  rocas,  y si  por  otra  parte  la  tierra  vegetal  fuera  tan 
solo  el  resultado  de  la  descomposición  de  su  subsuelo  propio 
ó de  aquel  sobre  que  descansa,  las  divisiones  agronómicas 
serian  iguales  ó coincidirían  con  las  geológicas.  Pero  como 
la  existencia  de  las  plantas  se  enlaza  de  un  modo  mas  íntimo 
con  el  estado  físico  que  con  la  naturaleza  propia  de  las  rocas, 
y como  además  concurren  á este  fenómeno  todos  los  facto- 
res que  determinan  y modifican  los  climas,  habrá  que  suje- 
tarse en  la  formación  de  dichos  mapas  á todas  estas  condi- 
ciones para  que  correspondan  al  objeto.  En  virtud  de  estas 
consideraciones  puede  asegurarse,  que  un  mapa  agronómico 
debe  expresar  mas  bien  los  minerales  y rocas;  que  los  terre- 
nos y formaciones  de  un  país  dado:  adoptando,  si  es  posible, 
colores  diferentes  para  representar  la  manera  especial  de 
disgregarse  cada  una,  y la  abundancia  y naturaleza  de  la 
tierra  que  suministran. 

Otra  de  las  ventajas  de  este  procedimiento,  es  el  que  deja 
marcadas  todas  las  sustancias  que  con  mas  oportunidad 
pueden  emplearse  como  mejoramientos  y abonos  minerales 
en  la  región  á que  se  hace  referencia. 

Generalmente  hablando,  el  subsuelo  varía  con  menos  fre- 
cuencia que  la  tierra  vegetal;  y en  los  puntos  en  que  se  ve- 
rifican estos  cambios,  se  observa  una  mezcla  de  materiales, 
que  por  lo  común  mejoran  notablemente  las  cualidades  de 
aquella:  conviene  de  consiguiente,  indicar  en  el  mapa,  por 
i medio  de  una  tinta  mas  fuerte  del  mismo  color,  este  punto, 


HISTORIA  NATURAL 


376 

pues  puede  enseñar  al  labrador  la  utilidad  de  dichas  mezclas, 
aplicadas  al  cultivo.  Cuando  por  el  contrario  el  subsuelo  es 
homogéneo  y de  composición  sencilla  como  de  arena,  cali- 
za, etc.,  el  terreno  es  estéril,  y los  mapas  pueden  también 
aconsejar  al  agricultor  á combatir  esta  homogeneidad  por 
medio  de  las  mezclas. 

La  relación  o enlace  que  se  nota  entre  las  operaciones 
agronómicas  y la  disposición  geográfica  y geológica  del  sue- 
lo, son  muy  diversas;  y como  en  último  resultado  lo  que  se 
propone  resolver  un  buen  mapa  agronómico,  es  aumentar 
la  producción  y facilitar  los  medios  de  extracción  de  los  pro- 
ductos agrícolas,  y el  trasporte  interior  de  las  materias  que 
pueden  emplearse  como  mejoramientos  y abonos,  se  com- 
prende lo  árduo  de  la  empresa,  y que  difícilmente  podrán 
expresarse  todas  estas  relaciones  en  un  solo  mapa.  Hay,  de 
consiguiente,  que  trazar  varios  por  necesidad,  á saben  uno 
en  el  que  se  indique  por  la  disposición  de  los  terrenos,  la 
facilidad  o dificultad  de  los  trasportes  de  todas  especies,  y la 
conveniencia  de  poner  en  práctica  sus  diferentes  medios  por 
tal  ó cual  punto:  en  otro  puede  expresarse  la  relación  que 
existe  entre  los  terrenos  y la  lorma  ó accidentes  del  suelo, 
la  dirección  de  las  cordilleras,  la  separación  en  valles,  llanu- 
ras y montes  con  su  dirección  media;  la  altura  relativa  y ab- 
soluta de  estas  y aquellas,  etc.,  pues  todos  estos  son  datos 
preciosos  para  determinar  la  índole  del  clima  del  país,  cuya 
influencia  en  la  agricultura  es  evidente.  En  este  mismo’mapa 
puede  expresarse  la  hidrografía  exterior  y subterránea  en  lo 
que  sea  posible,  y la  naturaleza  de  los  terrenos  que  recorren 
las  aguas,  pues  sabida  es  la  acción  tan  directa  que  esta  cir- 
cunstancia ejerce  en  la  vegetación.  En  otro  mapa  pueden 
indicarse  las  rocas  del  subsuelo  y las  subyacentes  según  su 
composición  química  ó mineralógica,  calizas,  arcillas,  arenas, 
areniscas,  granitos,  etc.,  ó según  la  tendencia  de  cada  una  á 
descomponerse  y á dar  este  ó el  otro  género  de  detritus,  co- 
mo lo  ha  hecho  el  Sr.  Thurmann,  en  el  de  Suiza.  También 
puede  representarse  en  otro  el  clima  de  cada  región  y las 
plantas  que  crecen  espontáneamente,  como  demuestra  el  de 
la  excelente  obra  de  Fitostática  de  este  autor. 

En  los  mapas  agronómicos  conviene  respetar  las  divisiones 
establecidas  por  el  uso,  aceptando  hasta  los  nombres  con  que 
el  vulgo  las  designa,  pues  en  general  expresan  ciertas  rela- 
ciones agronómico  geológicas  que  no  hay  que  despreciar: 
como  por  ejemplo,  las  de  tierra  de  Campos  de  Castilla-  tierra 
de  Barros,  tierra  Negrizal  y Rubial,  los  Guijares,  las  Serenas, 
en  Extremadura;  los  Páramos  en  Búrgos;  las  Landas,  Saba- 
nas ó Pampas  y Estepas  en  otras  regiones. 

Si  no  se  quiere  expresar  en  alguno  de  los  dos  últimos  la 
disposición  y extensión  del  terreno  de  acarreo  y diluvial 
que  tanta  influencia  ejerce  en  la  vegetación  espontánea  y en 


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el  cultivo,  puede  destinarse  uno  especial  á tan  importante 
objeto,  pues  indudablemente  la  fertilidad  de  las  regiones 
mas  privilegiadas  se  debe  al  desarrollo  de  estos  depósitos. 

Por  lo  visto,  la  realización  de  los  mapas  agronómicos  es 
muy  difícil,  y debe  basarse  esencialmente  en  la  de  buenos 
geológicos.  Naturalmente  unos  y otros  deben  ir  acompaña- 
dos de  su  correspondiente  descripción,  en  la  que  se  expresen 
todas  aquellas  circunstancias  que  no  pueden  indicarse  gráfi- 
camente; como  por  ejemplo,  en  los  geológicos  el  número  y 
naturaleza  de  las  rocas  que  se  encuentran  en  la  región  ó co- 
marca; la  descripción  de  todas  ellas  ó de  las  mas  principales, 
y los  accidentes  que  determinan;  si  son  ígneas  ó de  sedimen- 
to, la  forma  que  comunican  á las  montañas;  si  la  estratifica- 
ción es  normal,  ó si  hay  inversión  en  los  bancos  ó capas,  y 
muy  particularmente  la  inserción  de  las  listas  de  fósiles  mas 
notables  ó característicos  de  cada  grupo  ó terreno  de  sedi- 
mento, indicando,  de  paso,  las  asociaciones  y demás  parti- 
cularidades que  su  distribución  pueda  ofrecer  ú ofrezca  en 
realidad.  En  los  mapas  agronómicos  la  explicación  debe 
referirse  al  género  de  cultivo  que  conviene  á un  terreno  ó 
región  dada;  á la  ventaja  de  servirse  de  este  ó del  otro  abo- 
no ó mejoramiento,  y al  medio  mas  económico  de  su  tras- 
porte ó la  manera  de  verificar  las  mezclas  por  desmontes  á 
proximidad:  la  indicación  de  las  labores  que  convienen  á 
cada  tierra,  y hasta  las  especies  de  animales  de  que  debe 
servirse  el  agricultor  para  estas  faenas  agrícolas,  ó bien  para 
aclimatarlos  y mejorar  las  razas;  el  sistema  que  debe  prefe- 
rirse en  los  riegos,  la  posibilidad  de  procurarse  fuentes  arti- 
ficiales, pozos  artesianos,  etc.,  la  completarán  perfectamente. 
Por  desgracia  estos  estudios  de  aplicación  se  hallan  todavía 
en  mantillas,  y todo  lo  que  por  el  momento  puede  hacerse 
es  dar  reglas  y preceptos  para  llegar  á estos  resultados,  cuya 
utilidad  práctica  se  está  ya  tocando  en  Alemania,  Inglaterra 
y Francia,  donde  van  realizándose  pocoá  poco. 

Cuando  los  mapas  tienen  por  objeto  hacer  ver  la  relación 
que  existe  entre  la  composición  geológica  de  un  país  y sus 
principales  regiones  vegetales,  ó la  distribución  de  las  plan- 
tas espontáneas  y cultivadas,  reciben  el  nombre  de  mapas 
geológico-botánicos,  de  los  que  el  trazado  por  Willkomm,  y 
que  acompaña  á su  célebre  obra  sobre  las  costas  y estepas 
de  la  Península,  puede  citarse  como  ejemplo,  y es  además  el 
que  ofrece  un  interés  mas  directo  para  nosotros.  Trázanse 
hoy  mapas  hipsométricos  valiéndose  de  varios  matices  de 
un  mismo  color  para  indicar  la  respectiva  altura  máxima  de 
las  regiones,  lo  cual,  si  se  relaciona  además  con  el  terreno  á 
que  las  diferentes  altitudes  corresponden,  es  de  indisputable 
utilidad,  pudiendo  citar  como  el  primer  ejemplo,  en  España, 
de  este  género  el  que  ilustra  la  Memoria  del  Sr.  Mac  Pher- 
son  sobre  la  provincia  de  Cádiz. 


PARTE  C U A RTA— geogenia,  geogonia  ó teoría  de  la  tierra 


DIRE 


f ;<0fONco 


La  palabra  que  encabeza  esta  última  parte  de  la  obra  di 
ce  claramente  que  nos  vamos  á ocupar  en  el  estudio  del 
origen  y formación  del  globo,  pues  Ge  significa  tierra  y Gene 
sis  generación.  Otros  la  llaman  Geogonia,  derivada  de  Gé 
erra,  y Conos,  origen  ó nacimiento.  Hubo  una  época,  no 
muy  remota  por  cierto,  en  que  toda  la  ciencia  geológica 


reducíase  á estas  especulaciones,  poniendo  cada  cual  : 
imaginación  en  tortura,  y forjando  sistemas,  con  el  plausib 
objeto  de  ajustar  la  creación  entera  y los  hechos  maravill 
sos  que  á ella  se  refieren,  al  gusto  y deseos  del  inventor,  s 
ocuparse  de  la  verdadera  interpretación  de  aquellos,  y mi 
en  o menos  de  las  aplicaciones  que  pudieran  hacerse  al  m 


* 


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CORTE 


E BIBLIOTECAS 


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GEOLOGIA 


378 


1.0  Primera  aglomeración  de  la  materia  (formación  de 
nebulosas  y vias  lácteas). 

2.a  Acumulación  de  aquella  al  rededor  de  determinados 
centros  (formación  de  los  soles). 

3.0  Movimiento  de  rotación  creciente  y separación  de  la 
materia  en  anillos  (formación  de  los  planetas). 

4. 1 Concentración  de  la  materia  de  estos  al  rededor  de 
un  núcleo,  y adquisición  consiguiente  de  la  forma  esferoidal 
característica  y de  una  temperatura  elevadísima. 

5.0  Desprendimiento  de  su  materia  en  anillos  (formación 
de  los  satélites). 

6.°  Los  planetas  ya  constituidos,  recorren  las  diversas 
fases  de  su  historia  física  como  cuerpos  independientes  suje- 
tos á la  irradiación  del  calor  (principio  de  la  historia  parti- 
cular de  cada  planeta,  y de  los  tiempos  geológicos,  refirién- 
donos á la  Tierra). 

Tomando  las  cosas  desde  su  origen,  debemos  consignar 
un  hecho,  el  mas  importante  quizás  en  la  historia  que  vamos 
á trazar,  y es:  que  los  sistemas  hoy  mas  en  boga  parten  del 
principio  de  que  la  concentración  de  la  materia  al  rededor 
de  los  planetas  determinó  una  temperatura  tan  extraordina- 
ria, que  originariamente  todos  ofrecieron  un  estado  análogo 
al  de  una  masa  fluida  ó pastosa,  y una  forma  mas  ó menos 
exactamente  esférica,  siendo  la  que  afectan  actualmente, 
consecuencia  legítima  de  este  estado,  y del  movimiento  de 
rotación  sobre  su  propio  eje  y al  rededor  del  Sol.  Las  cien- 
cias físicas  han  demostrado  este  hecho  de  una  manera  irre- 
cusable. 

La  Tierra,  como  los  demás  planetas,  hubo  de  ofrecer  en 
su  origen  dicho  estado  molecular  y forma,  efecto  natural  de 
la  extraordinaria  condensación  que  experimentó  su  materia 
al  pasar  de  un  diámetro  como  el  de  la  órbita  de  la  Luna,  al 
suyo  propio,  que  es  de  1,800  millas. 

En  cuanto  á la  forma,  M.  Plateau,  célebre  físico  de  Gante, 
demostró  por  medio  de  los  sencillos  aparatos  representados 
en  las  figuras  precedentes:  i.°  que  todo  cuerpo  líquido  puesto 
en  condiciones  tales  de  no  encontrar  obstáculos  la  natural 
atracción  de  sus  moléculas,  adquiere  la  forma  esférica,  lo 
mismo  el  imperceptible  glóbulo  de  mercurio  que  la  Tierra  y 
el  Sol;  y 2.0  que  sometido  dicho  cuerpo  al  movimiento  de 
rotación  análogo  al  que  experimentan  los  planetas,  adquiere 
la  forma  de  esferoide  achatado  en  los  polos  y abultado  en 
el  Ecuador,  en  razón  directa  de  la  rapidez  de  dicho  moví 
miento,  por  la  acción  combinada  de  las  fuerzas  centrípeta  y 
centrífuga  (fig.  157). 

Llevada  al  seno  de  un  liquido  de  densidad  igual  por  me- 
dio del  sifón,  la  gota  de  aceite  toma,  como  se  ve  en  el  ante- 
rior dibujo,  la  forma  esférica. 

Si  se  coloca  dicha  gota  al  rededor  de  un  disco  sumergido 
en  el  líquido  de  igual  densidad  y se  le  somete  á un  movi- 
miento de  rotación  por  el  sencillo  mecanismo  que  la  figura 
indica,  pronto  adquiere  la  forma  de  esferoide  achatado,  lle- 
gando hasta  desprenderse  un  anillo,  si  se  practica  con  rapi- 
dez y delicadeza  el  experimento.  (Véase  fig.  158). 

De  manera  que  por  estos  sencillos  medios,  Mr.  Plateau, 
no  solo  consigue  probar  que  la  Tierra  fué  en  su  principio 
esférica,  y que  la  forma  esferoidal  de  hoy  es  resultado  del 
movimiento  de  rotación  de  su  masa  en  estado  fluido,  sino 
que  confirma  de  un  modo  claro  y evidente  la  teoría  de  La- 
place,  que  nos  ha  servido  de  punto  de  partida. 

Segundo  PERÍODO.— El  período  de  la  historia  ter- 
restre comprendido  bajo  la  denominación  general  de  tiempos 
geológicos,  se  extiende  desde  el  momento  en  que  la  tierra 
tuvo  existencia  propia,  hasta  la  aparición  del  hombre  en  la 
escena  de  la  creación.  Abraza  toda  la  serie  de  la  cambios  y 
modificaciones  que  experimentó  la  materia,  asi  orgánica  como 


inorgánica;  acontecimientos  que  sucediéndose  de  un  modo 
lento  á veces,  mas  ó menos  violentamente  otras,  dieron  por 
resultado  el  estado  actual  de  la  Tierra.  Privada  esta  de  sé 
res  vivos  durante  un  período  de  duración  indeterminada,  fué 
embellecida  mas  tarde  su  superficie  con  todos  los  atractivos 
de  una  vegetación  espléndida  y vigorosa,  que  abrió  el  ca- 
mino á la  vida  animal.  La  sustitución  de  estos  séres  por  otros 
que  se  adaptaban  mejor  á las  nuevas  condiciones  que  iba 
adquiriendo  el  globo,  por  efecto  de  su  propio  desarrollo,  y la 
repetición  sucesiva  de  estos  acontecimientos  enlazados  mas 
ó menos  estrechamente  con  los  levantamientos  de  las  monta- 
ñas y con  los  cambios  experimentados  por  la  materia,  com- 
pletan el  cuadro  de  este  gran  período  histórico  terrestre, 
digno  por  tantos  conceptos  de  excitar  la  curiosidad  y admi- 
ración del  filósofo  y del  hombre  estudioso  y pensador. 

La  capa  exterior  del  globo  conserva  en  su  seno,  según 
hemos  visto,  los  documentos  mas  auténticos  de  tan  sorpren- 
dentes hechos,  representados  por  las  rocas  y los  fósiles  que 
hemos  dado  á conocer  en  el  cuerpo  de  la  obra,  razón  por 
la  cual  excusamos  repeticiones  inútiles. 

Solo  con  el  fin  de  aclarar  algunos  hechos  que  debieron 
caracterizar  los  primeros  tiempos  geológicos,  daremos  una 
idea,  adoptando  la  doctrina  de  Mr.  Delabeche,  del  modo 
como  obraron  los  principales  elementos  que  entran  en  la 
composición  del  globo,  en  las  grandiosas  y sublimes  opera- 
ciones de  la  Química  primitiva  terrestre. 

Considerando  la  Tierra  en  el  momento  de  separarse  de  la 
masa  atmosférica  del  Sol,  todas  las  sustancias  que  la  com- 
ponen hoy,  como  las  aguas,  las  piedras,  los  metales,  etc.,  de- 
bían presentarse  gaseosas,  á beneficio  de  la  elevadísima 
temperatura  que  reinaba  en  ella,  penetrándose  mutuamente, 
como  se  observa  en  toda  masa  compuesta  de  gases  de  natu- 
raleza distinta.  Todo  esto,  empero,  cambió  en  el  momento  en 
que  por  la  irradiación  del  calor,  aquellas  sustancias  que  ocu- 
paban la  parte  mas  exterior  de  su  atmósfera,  no  encontrando 
allí  la  temperatura  suficiente  para  permanecer  en  aquel  es- 
tado, tendieron  necesariamente  á condensarse,  separándose 
del  resto  de  la  masa.  Impelidas  por  la  gravedad,  estas  sus- 
tancias se  precipitaron  hácia  el  centro  de  la  Tierra,  hasta 
que  llegaron  á una  zona  cuya  temperatura  las  hizo  tomar  de 
nuevo  el  estado  gaseoso,  permaneciendo  suspensas  y consti- 
tuyendo una  capa  determinada  por  su  estado  termodinámico. 
De  esta  manera  se  verificaba  la  separación  de  la  materia 
componente  del  globo  de  un  núcleo  central,  pastoso  ígneo, 
resultado  de  la  acción  combinada  del  calor  y la  presión,  y 
una  atmósfera  exterior  limitada  por  la  primera  capa  de  en- 
friamiento, cuya  influencia  sobre  el  interior  por  su  propia 
presión  fué  tal,  que  debieron  liquidarse  y hasta  consolidarse 
muchos  cuerpos  primitivamente  gaseosos,  quedando  encar- 
celados y con  una  tensión  tan  extraordinaria,  que  determinó 
en  épocas  posteriores  terremotos,  erupciones,  oscilaciones 
de  los  continentes,  y otras  manifestaciones  plutónicas  y vol- 
cánicas. 

Establecida  esta  separación  de  los  materiales  del  globo, 
necesariamente  la  primera  capa  consolidada  tuvo  que  hallarse 
sujeta  á la  influencia  de  los  agentes  interiores  que  la  rom- 
pieron y alteraron  de  mil  modos  distintos,  así  como  á la  de 
los  elementos  que  ocupaban  la  superficie,  entre  los  cuales 
el  cloro  y el  oxígeno  desempeñaban,  á no  dudarlo,  la  función 
mas  principal,  en  razón  á la  grande  afinidad  que  tienen  por 
los  cuerpos  que  reputamos  simples,  tales  como  el  silíceo,  el 
aluminio,  el  sodio,  el  potasio,  el  magnesio,  el  calcio  y otros, 
á la  sazón  muy  abundantes.  El  cloro  se  combinó  primero 
con  dichos  cuerpos,  por  tener  mayor  afinidad  con  ellos  que 
el  oxígeno  mismo;  pero  no  tardó  en  abandonarlos  á la  acción 
de  este,  obligando  á combinarse  con  el  hidrógeno  para  for- 


GEOGENIA 


379 


mar  agua,  pues  sabido  es  que  la  tendencia  hácia  aquel  cuer- 
po simple  es  tal,  que  descompone  á la  temperatura  ordina- 
ria el  agua,  engendrando  ácido  clorhídrico. 

De  manera  que  en  un  principio  el  cloro,  sin  la  interven- 
ción del  oxígeno,  combinóse  con  el  silíceo,  aluminio,  sódio, 
potasio,  magnesio,  mucho  mas  abundantes  en  las  partes  bajas 
de  aquella  atmósfera  gaseosa  y caótica,  formando  diversos 
cloruros  que  permanecieron  en  este  estado  hasta  que  el 
oxígeno,  combinándose  en  la  parte  mas  exterior  de  la 
atmósfera  terrestre  con  el  hidrógeno  en  las  proporciones 
convenientes,  formó  el  agua  primero  en  vapor,  y líqnida 
después,  es  decir,  cuando  el  estado  termométrico  de  la  su- 
perficie del  globo  permitió  que  descendiera  á dichas  regiones. 

Colocadas  las  cosas  en  esta  disposición,  en  el  momento 
en  que  se  hallaron  en  presencia  el  cloro  del  hidrógeno  y el 
oxigeno  de  los  cuerpos  metálicos  con  los  que  aquel  estaba 
combinado,  debió  verificarse  una  serie  de  operaciones  quí- 
micas importantes,  siendo  indudablemente  una  de  las  pri- 
meras la  descomposición  del  agua  por  el  cloro  para  apode- 
rarse del  hidrógeno  y formar  el  ácido  clorhídrico,  dejando 
una  gran  cantidad  de  oxígeno  libre,  el  cual  combinándose 
con  los  cuerpos  que  abandonó  el  cloro,  por  los  cuales  tenia 
y tiene  gran  afinidad,  dió  origen  al  ácido  silícico  y á óxidos 
como  el  potásico  ó potasa,  el  magnésico  ó magnesia,  etc. 

De  estas  operaciones  ó reacciones  químicas  resultó  la 
primera  oxidación  y consolidación  del  globo.  La  abundancia 
de  materias  oxidadas  que  forman  la  base  de  la  mayor  parte 
de  las  rocas  antiguas,  representadas  por  silicatos  simples  ó 
compuestos  de  alúmina  y potasa,  de  alúmina  y sosa,  de 
alúmina  y magnesia,  etc.,  parece  confirmar  esta  suposición. 
También  contribuye  á darle  fuerza  la  falta  de  cloruros  y 
cloratos  en  los  materiales  terrestres  antiguos;  pues  según 
toda  probabilidad,  en  el  momento  en  que  el  sódio  pudo 
presentarse  en  la  escena  de  tan  admirable  laboratorio  en 
presencia  del  agua,  la  descompuso  para  combinarse  con  el 
oxígeno,  y formar  el  óxido  sódico  ó la  sosa,  el  cual,  influido 
á su  vez  por  el  ácido  clorhídrico,  constituido  ya  de  ante- 
mano, pasó  á combinarse  con  el  cloro,  formando  cloruro 
sódico  y abandonando  el  oxígeno,  el  cual  á su  vez  apoderóse 
del  hidrógeno  para  formar  agua.  El  cloruro  sódico  ó la  sal 
común  es,  pues,  resultado  de  dobles  reacciones  químicas, 
que  debieron  verificarse  ya  en  períodos  posteriores;  con  la 
particularidad  de  aumentar  al  propio  tiempo  la  cantidad  de 
agua  en  cuyo  seno  permaneció,  comunicando  desde  un 
principio  á los  mares  el  carácter  salado  de  sus  aguas.  La 
circunstancia  de  no  aparecer  los  criaderos  de  sal  común 
hasta  en  los  terrenos  silúrico,  pérmico  y triásico,  parece 
confirmar  plenamente  esta  idea.  También  debemos  citar  otro 
hecho  no  menos  importante,  y es  que  el  sódio,  existente  á 
la  vez  en  las  rocas  y en  las  aguas  del  mar,  en  estas  se 
encuentra  en  estado  de  cloruro,  y en  aquellas  en  el  de  óxido, 
ó sea  combinado  con  el  oxígeno. 

El  ázoe,  destinado  principalmente  á corregir  en  la  atmós- 
fera el  exceso  de  oxígeno,  y á formar  parte  de  las  sustancias 
orgánicas,  así  vegetales  como  animales,  probablemente  per 
maneció  aislado,  sin  tomar  parte  en  ninguna  combinación 
en  el  inmenso  laboratorio  terrestre,  hasta  la  aparición  de  la 
vida,  como  hace  sospechar  el  no  hallarse  este  elemento 
formando  parte  de  las  rocas,  sino  á partir  de  los  terrenos 
fosilíferos. 

Otro  tanto,  ó por  lo  menos  algo  parecido,  debió  sucederle 
al  carbono,  si  se  atiende  á la  escasez  de  este  cuerpo  y de  sus 
compuestos  en  los  terrenos  primitivos.  En  un  principio  debió 
combinarse  este  elemento  con  el  oxígeno,  y permanecer  en 
la  atmósfera  en  estado  de  ácido  carbónico,  hasta  la  aparición 
del  gran  aparato  reductor,  ó sea  el  reino  vegetal  para  empezar 


sus  funciones.  Brongniart  y otros  atribuyen  el  gran  desarrollo 
de  la  primera  vegetación,  á la  cantidad  de  ácido  carbónico 
que  la  atmósfera  contenia  en  proporciones  mucho  mas 
considerables  que  en  la  época  actual. 

Circunstancias  particulares  debieron  indudablemente  opo- 
nerse á la  combinación  de  este  elemento,  y á la  del  ácido 
carbónico  con  las  bases  metálicas  ó alcalinas,  hasta  la  época 
en  que  aparecieron  las  plantas;  lo  cierto  es  que  los  carbonatos 
son  muy  escasos  en  los  terrenos  primitivos,  notándose  que 
su  proporción  aumenta  á medida  que  nos  acercamos  á los 
períodos  recientes.  Parte  de  este  elemento,  empero,  debió 
permanecer  encerrado  en  la  masa  central,  pues  de  otro  modo 
no  podria  explicarse  plausiblemente,  la  cantidad  prodigiosa 
que  aparece  á través  de  los  estratos  terrestres,  y muy  princi- 
palmente por  los  centros  de  actividad  volcánica. 

El  azufre  es  de  naturaleza  tan  volátil,  que  indudablemente 
debió  permanecer  en  estado  de  gas  suspenso  en  la  parte 
exterior  de  la  atmósfera,  aun  en  épocas  muy  posteriores, 
hasta  que  combinado  con  el  oxígeno  formó  el  ácido  sulfu- 
roso, que  en  presencia  del  vapor  de  agua,  debió  pasar  á 
sulfúrico  ó sulfhídrico,  formando  los  sulfatos.  También  debió 
mostrar  tendencia  á combinarse  directamente  con  los  meta- 
les, siquiera  fuese  en  épocas  posteriores,  cuando  la  tempe- 
ratura hubo  bajado  considerablemente  y cuando  no  quedaba 
oxígeno  libre;  pues  la  gran  afinidad  de  este  por  aquel, 
hubiera  sido  un  obstáculo  invencible  á semejantes  combina- 
ciones. Estas  dieron  por  resultado  la  formación  de  piiitas 
de  hierro  y de  cobre,  las  galenas,  blendas,  etc.,  entre  las 
cuales  solo  las  primeras  se  encuentran  en  terrenos  muy 
antiguos. 

A pesar  de  lo  dicho,  y aunque  en  apariencia  sea  una  con- 
tradicción, parte  del  azufre  debió  permanecer  en  el  seno  de 
la  tierra,  pues  no  de  otro  modo  se  explicaria  la  cantidad 
que  aparece  continuamente  por  las  chimeneas  volcánicas, 
ni  tampoco  el  que  se  encuentra  en  los  filones  metalíferos, 
producto  de  la  acción  interior.  Ahora,  en  qué  estado  y bajo 
qué  condiciones  esta  sustancia  tan  volátil  puede  permanecer 
en  el  interior  del  globo,  donde  reina  actualmente  una  tem- 
peratura extraordinaria,  es  un  problema  muy  difícil  de  resol- 
ver; si  bien  la  presión  y el  agua  deben  haber  desempeñado 

un  papel  muy  principal.  ~ 

El  flúor,  otro  de  los  elementos  componentes  del  globo,  de- 
bió hallarse  también  en  abundancia  en  aquellos  remotos  pe- 
ríodos, probablemente  combinado  desde  un  principio  con 
el  hidrógeno,  atendida  su  gran  afinidad.  Este  elemento,  con 
sus  análogos  el  bromo,  yodo,  cloro,  etc.,  debieron  ejercer 
gran  influencia  en  la  formación  de  las  rocas  primitivas,  de 
las  cuales  se  separaron  después,  contribuyendo  á la  formación 
de  varias  sustancias  minerales,  y principalmente  á la  del 
topacio,  mica  y otras,  como  lo  ha  demostrado  el  señor  De- 
lesse  en  su  Memoria  sobre  la  pecmatita  de  Irlanda. 

Respecto  del  fósforo,  su  importancia,  como  dice  Delabe- 
che,  es  demasiado  escasa  para  que  nos  detengamos  en  exa- 
minar su  acción;  sin  embargo,  destinado  á formar  parte 
esencial  de  los  animales,  seria  curioso  saber  qué  lugar  ocupó 
y en  qué  combinaciones  se  hallaba  antes  de  la  aparición  de 
estos  séres  en  el  globo. 

Resultado  de  tan  curiosas  y complicadas  reacciones  en  el 
inmenso  laboratorio,  á las  que  contribuyó  también  el  agua 
física  y químicamente  considerada,  fueron  las  rocas  plutóni- 
cas,  el  agua  de  los  océanos  con  el  cloruro  sódico  y la  sepa- 
ración de  la  materia  del  globo  en  tres  partes,  á saber:  un  nú- 
cleo central,  una  atmósfera  exterior,  y la  capa  enfriada,  que 
es  la  que  determinó  la  separación,  verdadera  clave  de  los 
estudios  geológicos,  y causa  eficiente  de  la  mayor  parte  de 
los  hechos  expuestos  en  el  cuerpo  de  la  obra. 


GEOLOGIA 


38° 


Tercer  PERÍODO. — El  período  último  ó histórico 
de  la  Tierra,  débil  reflejo  de  los  anteriores,  abraza  la  serie 
de  acontecimientos  que  pasan  á nuestra  vista,  desde  la  apa- 
rición del  hombre.  Todos  ellos  se  reducen  á dos  hechos  ca- 
pitales, y son:  formación  en  el  fondo  de  los  lagos  y mares 
de  terrenos  de  sedimento,  resultado  de  la  destrucción  ó 
desgaste  délas  montañas  y del  trasporte  de  los  materiales 
por  las  aguas  mismas,  y reacción  del  elemento  interior  ígneo 
sobre  la  costra  sólida,  produciendo  en  ella  dislocaciones  y 
quebrantamientos,  que  se  traducen  por  el  metamorfismo  de 
las  rocas,  por  las  fallas,  saltos  ó hendiduras,  por  la  discor- 
dancia de  estratificación  de  las  capas  fosilíferas,  etc.,  etc. 

Conocida  por  todo  lo  que  precede  la  verdadera  índole  de 
los  estudios  geológicos  y los  principios  fundamentales  en 
que  estriba  la  ciencia,  solo  nos  falta  para  dar  cima  á la  em- 
presa, ponerlos  en  parangón  con  los  que  foinian  la  base  del 
dogma  de  nuestras  creencias  religiosas,  á fin  de  hacer  resaltar 
la  armonía  que  existe  entre  estos  dos  géneros  de  estudio,  en 
los  que  se  funda  á la  vez  el  amor  á Dios  y á la  ciencia.  An- 
tes, sin  embargo,  de  entrar  en  materia,  séanos  permitido 
hacer  una  somera  indicación  de  las  causas  que  han  contri- 
buido á que  se  creyera  equivocadamente  por  algunos,  que 
los  conocimientos  geológicos  eran  enemigos  e incompatibles 
con  nuestra  santa  religión,  trazando  de  paso  una  sumaria 
reseña  de  la  historia  de  la  ciencia. 

El  estado  de  atraso  intelectual  en  época  no  muy  lejana, 
hizo  creer  á muchas  gentes  que  la  Geología,  ó por  mejor 
decir,  los  que  la  cultivaban,  al  querer  descifrar  los  aconteci- 
mientos de  la  historia  física  del  globo,  y sobre  todo  la  natu- 
raleza y procedencia  de  los  fósiles,  se  declaraban  enemigos 
de  los  libros  sagrados,  pretendiendo  equivocadamente  que 
estos  establecían  ser  simples  efectos  del  diluvio,  el  cual  no 
debia  considerarse  comprendido  en  la  esfera  de  los  hechos 
naturales.  Con  este  motivo  se  ejerció  tal  presión  en  las  per- 
sonas timoratas,  que  un  hombre  tan  eminente  como  Falopio, 
atribuyó  á concreciones  calizas  unas  defensas  de  elefante  to- 
sil  encontradas  en  Calabria.  Mo  faltaron,  empero,  campeones 
ilustres  y genios  superiores  que,  sobreponiéndose  á tales 
preocupaciones  de  la  época,  sostuvieran  las  sanas  doctrinas, 
negando  que  todos  los  fósiles  fueran  resultado  del  diluvio  ó 
de  la  influencia  de  las  estrella  como  pretendían  otros;  ad- 
mitiendo la  posibilidad  de  creaciones  sucesivas  y su  des- 
aparición por  catástrofes  análogas  á la  de  que  nos  habla  Moi- 
sés. De  este  número  fueron  el  famoso  pintor  y poeta  Leo- 
nardo da  Vinci,  Fra  Castor,  Lazzaro  Moro,  Fabio  Colona, 
y otras  lumbreras  del  renacimiento  de  las  artes  y letras  en 
Italia,  y el  famoso  Bernardo  de  Palissy  en  Francia. 

Estas  discusiones  se  agitaren,  como  no  podía  menos,  en 
nuestra  patria;  siendo  dos  ilustres  religiosos,  Feijóo  y Tor- 
rubia,  los  sostenedores  de  h ¡iza  á mediados  del  siglo  pm. 

En  el  Aparato  para  la  Fisiona  general  de  España  con- 
signa el  P.  Torrubia  una  m-ltitud  de  hechos  importantes 
acerca  de  las  petrificaciones  y minerales  encontrados  por 
él  y por  otros  observadores,  así  en  la  Península  como  en 
América  y en  las  islas  Filipinas,  y da  noticias  importantes 
acerca  de  los  volcanes  de  América  y de  otros  hechos  que 
mas  ó menos  directamente  ¿e  enlazan  con  la  constitución 
física  del  globo.  Y aunque  suele  incurrir  en  algún  error,  y en 
ideas  que  hoy  nos  parecen  ridiculas,  como  la  de  referir  la 
formación  y traslación  de  los  fósiles  de  unos  puntos  á otros 
á la  sola  acción  del  diluvio,  y la  de  considerar  los  huesos  fó- 
siles de  Concud  como  pertenecientes  á gigantes,  que  poblaron 
esta  parte  de  Europa  en  épocas  antiguas,  á cuya  mate- 
ria dedica  el  párrafo  10  con  el  título  de  Gigantología  es- 
pañola; á pesar  de  todos  estes  extravíos,  disculpables  hasta 
cierto  punto  en  la  época  en  ¡que  escribió,  el  P.  Torrubia  se 


declara  partidario  de  la  naturaleza  orgánica  de  los  fósiles 
contra  el  parecer  de  hombres  muy  respetables,  que  los  creían 
juegos  y caprichos  de  la  naturaleza,  ó hijos  de  la  influencia 
de  las  estrellas.  Aduciendo  razones  para  combatir  estas  ideas, 
bastante  generalizadas  á la  sazón,  se  expresa  en  estos  términos 
en  el  párrafo  quinto:  «Si  la  naturaleza  jugó  en  su  formación, 
»pudo  haberlo  hecho  con  mas  libertad.  Yo  no  sé,  añade,  có- 
*mo  se  sujetó  á imitar  (cuando  jugaba)  tan  severamente  las 
ajustas  dimensiones,  líneas  y reglas  que  guarda  en  las  gene- 
rales producciones  de  los  cuerpos  marinos  verdaderos.  Ni 
»tampoco  sé  por  qué  no  juega  en  nuestros  tiempos,  como 
¿dicen  que  jugaba  entonces.»  Y mas  adelante  dice:  «Basta 
»para  ello  parangonar  con  serio  juicio  de  hombre  honrado 
Modos  los  testáceos  y demás  piezas  que  en  nuestros  montes 
»se  hallan,  con  aquellos  que  en  el  distante  mar  se  crian.  Si 
»la  vista  de  la  total  semejanza  en  los  lincamientos  de  su  su- 
¿perficie  y convexidad,  del  grosor,  de  la  figura,  de  los  con- 
Mornos,  de  las  divisiones,  de  las  líneas,  filos,  relieves,  nudos, 
¿suturas,  y por  toda  la  exterior  configuración  de  nuestras 
¿piezas,  no  decide  victoriosamente  por  la  identidad  de  ellas 
»con  las  marinas,  será  preciso  tolerar  el  argumento  de  los 
»que  quieren  probarnos  por  los  mismos  principios,  que  al- 
»gunos  de  los  sujetos  con  quienes  tratamos  no  son  hombres, 
»sino  juguetes  de  la  naturaleza.» 

Como  ilustración,  y en  apoyo  de  tan  sana  doctrina,  man- 
dó grabar  el  P.  Torrubia  catorce  láminas,  que  figuran  al  fi- 
nal de  su  obra,  destinadas  la  mayor  parte  á representar  fósi- 
les españoles  perfectamente  dibujados,  y de  cuyo  criadero 
trata  extensamente  y con  exactitud  en  el  texto.  No  dió  este 
naturalista  nombres  científicos  á la  parte  de  los  fósiles  que 
figuran  en  las  mencionadas  láminas,  por  el  atraso  en  que 
se  hallaba  la  ciencia  á la  sazón;  pero  constantemente  los 
refiere  á los  nombres  adoptados  por  autores  italianos,  ingle- 
ses y franceses,  dando  con  ello  repetidas  y evidentes  prue- 
bas de  la  vasta  erudición  que  poseía  este  olvidado  escritor. 

El  otro  campeón  español,  que  tomó  parte  en  todas  estas 
cuestiones,  fué  el  célebre  P.  Feijóo,  cuya  sólida  instrucción 
y gran  perspicacia  le  colocó  muy  por  encima  de  los  escrito- 
res de  su  siglo.  A él  se  debe  la  primera  idea  tal  vez  de  refe 
rir  la  causa  de  los  terremotos  á los  fenómenos  eléctricos, 
teoría  que  trató  de  probar  en  una  obra  publicada  en  1756, 
con  motivo  del  famoso  terremoto  de  Lisboa,  acaecido  en 
i.°  de  noviembre  de  1755  (0- 

Discurriendo  Feijóo  en  su  Teatro  crítico  acerca  del  origen 
y naturaleza  de  los  fósiles,  que  cree  verdaderos  representan- 
tes de  séres  antiguos,  se  expresa  en  estos  términos:  «Los 
filósofos  anteriores  á estos  últimos  tiempos  que  discurrían  al 
baratillo,  yen  el  exámen  de  las  cosas  naturales  se  satisfacían  de 
cualquiera  idea,  se  contentaron  con  decir  que  estas  configu- 
raciones eran  puros  juegos  de  la  naturaleza  ó meras  produc- 
ciones del  acaso.  Pero  los  modernos,  que  estudian  la  Física, 
no  precisamente  dentro  de  sus  aposentos  ó habitaciones,  si- 
no en  los  montes,  en  los  llanos,  en  las  selvas,  en  los  rios,  en 
los  mares,  examinando  la  naturaleza  en  sí  misma,  no  en  las 
vanas  especulaciones  de  la  naturaleza,  que  frecuentemente 
ofrece  la  imaginación  destituida  de  la  experiencia,  tienen 
por  cosa  de  risa  ese  natural  juego  ó producción  del  acaso. 
Seria,  sin  duda.,  cosa  admirable,  añade,  que  por  acaso  se  con- 
formara una  piedra,  observando  en  sus  externos  lineamientos 
la  perfecta  figura  de  una  planta,  de  un  pez  ó de  otro  cual- 
quier viviente.» 

En  la  grave  cuestión  de  si  los  fósiles  son  resultado  del 
diluvio,  el  padre  Feijóo  rechaza  la  posibilidad  de  que  las 


(ti  «Nuevo  systhema  sobre  la  causa  physica  de  los  terremotos,  ex- 
plicado por  los  phenomenos  eléctricos.»  Puerto  de  Santa  María,  1756. 


GEOGENIA 


3Sl 


aguas  de  este  gran  cataclismo  hubieran  podido  trasportar  de 
América  y Asia  á Europa,  multitud  de  séres  marinos  que  se 
encuentran  petrificados  en  las  montañas  de  la  Península, 
y cuyos  análogos  no  se  observan  en  el  Mediterráneo  y sí  en 
tan  apartadas  regiones.  Y tratando  en  el  tomo  VII,  discurso 
segundo,  de  darse  razón  de  este  hecho  singular,  se  explica 
en  estos  términos:  «Nuestra  suposición  es  que  esas  plantas 
peregrinas,  cuya  impresión  se  halla  en  algunas  piedras  de 
nuestras  regiones,  aunque  hoy  son  peregrinas,  no  en  todos 
tiempos  lo  fueron;  antes  en  aquel  en  que  se  configuraron 
esas  piedras,  se  criaban  en  los  mismos  sitios  ó países  donde 
se  hallan  las  piedras.» 

En  1775  apareció  en  la  escena  de  la  ciencia  el  gran  Wer- 
ner,  nombrado  en  dicho  año  profesor  de  Mineralogía  en  la 
escuela  de  Freyberg  (Sajonia),  á la  que  muy  pronto  dio  una 
inmensa  y universal  reputación,  acudiendo  de  todas  partes 
discípulos  ¡lustres,  ansiosos  de  oir  á tan  gran  maestro. 

Werner  asentó  sobre  verdaderas  bases  la  ciencia  geológi- 
ca, á la  cual  consideró  en  sus  brillantes  lecciones,  no  ya  de 
una  manera  hipotética,  como  se  había  hecho  hasta  entonces, 
sino  mas  bien  bajo  el  punto  de  vista  de  la  inmensa  utilidad 
de  su  estudio  en  sus  diversas  aplicaciones,  y particularmente 
al  arte  del  minero.  De  esta  manera,  y creando  la  ciencia  y 
su  lenguaje  propio,  contribuyó  eficazmente  á imprimirle  el 
sello  grave  de  que  carecía,  logrando  por  la  sencillez  de  estilo 
y por  las  brillantes  dotes  que  le  adornaban  en  la  cátedra, 
arrastrar  á sus  discípulos  por  el  verdadero  camino  que  debía 
seguir  la  ciencia,  perfeccionada  mas  tarde  por  los  Hum- 
boldts,  los  Debuchs,  los  Saussures  y otros  hombres  emi- 
nentes. 

Pero  en  medio  de  tan  felices  circunstancias  y del  profundo 
conocimiento  que  poseía  de  los  minerales,  Werner  adoleció 
del  defecto  de  no  viajar;  de  donde  resultó  la  falsa  creencia 
arraigada  en  su  ánimo  de  que  la  tierra  toda  se  hallaba 
compuesta  de  los  mismos  materiales  que  la  Sajonia,  y lo  que 
es  aun  mas,  dispuestos  del  mismo  modo  que  en  aquella 
exigua  región.  Así  es  que,  partiendo  del  supuesto  de  que  los 
basaltos  y otras  rocas  análogas  eran  resultado  de  precipita- 
ciones químicas  desprendidas  de  un  fluido,  que  él  mismo  no 
supo  definir  sino  con  el  nombre  de  caótico , hizo  extensiva 
esta  idea  á todos  los  productos  que  después,  y aun  antes 
que  él,  se  habían  considerado  como  de  origen  ígneo. 

Este  fué  el  fundamento  y punto  de  partida  de  la  escuela 
ncptunista¡  así  llamada  por  creer  sus  adeptos  que  todas  estas 
rocas,  y aun  el  globo  entero,  eran  resultado  de  la  disolución 
en  aquel  fluido  de  naturaleza  desconocida.  Consideraba  esta 
escuela  á la  tierra  sujeta  á causas  imaginarias,  que  después 
de  haber  ocasionado  grandes  revoluciones,  habían  cesado 
de  obrar,  apareciendo  entonces  otras  de  origen  reciente, 
entre  las  cuales  figuraba  el  fuego  como  una  de  las  mas  acti- 
vas. Esta  teoría,  cuyo  maestro  y fundador  fué  Werner,  reinó 
en  absoluto  por  mucho  tiempo  en  el  campo  de  la  ciencia, 
ejerciendo  una  presión  desmedida  é inconsiderada  sobre  los 
que  la  cultivaban,  hasta  el  punto  que  el  profesor  Tondi  decía 
en  sus  últimos  años  á mi  amigo  el  eminente  Scacchi,  de 
Nápoles,  y éste  me  lo  refirió  en  1852,  que  si  álguien  se 
atreviera  á proclamar  ígneo  el  origen  del  granito,  le  daría 
una  coltellata  (cuchillada). 

Lo  mas  singular  de  la  aparición  de  esta  doctrina  es  que 
ya  antes  de  haberla  establecido  Werner,  se  habia  declarado 
ígneo  el  granito,  y mas  particularmente  los  productos  volcá- 
nicos de  Italia,  por  Arduino,  Fortis,  Desmarest,  Dolomieu  y 
otros  eminentes  geólogos;  así  como  los  del  ducado  de  Hesse, 
por  Raspe;  los  de  la  Auvernia  y el  Vivarais,  por  Desmarest, 
Guettard  y Faujas;  los  de  Islandia,  por  Bank,  Solander  y 
Troil,  etc.  De  manera  que  Werner,  por  la  sola  razón  de  su 


omnímoda  influencia,  determinó  un  movimiento  retrógrado 
en  la  historia  de  la  ciencia,  destruyendo  una  teoría  racional 
fundada,  hacia  mas  de  veinte  años,  en  el  conocimiento  de  la 
verdadera  naturaleza  de  ciertos  productos  ígneos,  y reem- 
plazándola con  la  doctrina  mas  antifilosófica  que  puede 
imaginarse,  fundada  sobre  causas  y agentes  hipotéticos  y de 
naturaleza  desconocida. 

Fanatizados  los  discípulos  de  Freyberg  y arrastrados  por 
la  profunda  veneración  y respeto  que  profesaban  á su  maes- 
tro, ardían  en  deseos  de  luchar  con  sus  adversarios  llamados 
volcanistas , por  fundarse  sus  ideas  acerca  del  origen  ígneo 
de  ciertas  rocas  en  el  conocimiento  de  las  regiones  y pro- 
ductos de  los  volcanes  italianos,  alemanes  y franceses.  Tam- 
poco tardaron  estos,  como  dice  con  oportunidad  Lyell,  en 
experimentar  una  disposición  de  ánimo  semejante,  originán- 
dose una  lucha  terrible  é inconveniente,  en  la  cual  se  com- 
batía con  las  armas  de  la  ironía  y del  ridículo,  terminando 
por  tomar  un  carácter  mucho  mas  personal  que  científico. 

Esta  guerra  sin  tregua  se  extendió  á la  Gran  Bretaña, 
donde  en  medio  de  la  atmósfera  neptunista  ó werneriana, 
representada  por  Kirwan,  Whiston  y otros,  apareció  el  céle- 
bre escocés  Hutton,  residente  en  Edimburgo,  el  cual,  dota- 
do de  una  sólida  instrucción  y de  tendencias  diametralmente 
opuestas  á las  de  Werner,  levantó  bandera  por  el  volcanismo 
y el  plutonismo. 

En  1788  publicó  este  autor  su  Teoría  de  la  Tierra,  que 
amplió  en  1795,  en  Ia  cual  estableció  por  primera  vez  los 
principios  fundamentales  de  una  doctrina  que  habia  de  ser- 
vir mas  tarde  de  base  á los  ulteriores  y verdaderos  progresos 
de  la  ciencia.  Declarando  categóricamente  Hutton  que  la 
Geología  debe  permanecer  ajena  á las  cuestiones  que  se 
rozan  con  el  origen  de  las  cosas,  establece  que  todos  los 
cambios  que  ha  experimentado  la  tierra  son  resultado  de 
causas  naturales,  sin  que  haya  necesidad  de  recurrir  á la 
influencia  de  agentes  sobrenaturales. 

Hutton  creía  que  la  estructura  actual  de  la  Tierra  revela 
la  ruina  de  un  mundo  antiguo,  y que  en  su  virtud  las  capas 
y materiales  que  constituyen  hoy  los  continentes,  se  han 
formado  en  el  seno  de  los  mares,  y proceden  de  los  restos 
de  otros  anteriores.  Por  otra  parte,  este  ilustre  geólogo  ad- 
mitía que  las  causas  que  obran  hoy  en  la  Tierra,  no  solo  son 
las  mismas  que  las  de  otros  tiempos,  sino  que  se  condu- 
cen de  idéntica  manera,  destruyéndolo  todo  por  la  vía  quí- 
mica ó mecánica,  y trasportando  al  fondo  del  mar  los  mate- 
riales que  han  de  dar  origen  á bancos  análogos  á los  de 
otros  períodos.  Depositados  allí  estos  materiales,  sin  consis- 
tencia alguna  al  principio,  la  adquieren  después,  sufriendo 
al  propio  tiempo  diferentes  modificaciones  por  efecto  del 
calor  volcánico  que  los  endurece,  los  levanta,  los  fractura  y 
atormenta  ó disloca  de  mil  diferentes  maneras. 

Estas  ideas,  tan  exactas  como  racionales,  fueron  el  punto 
de  partida  de  las  doctrinas  hoy  dominantes  en  el  campo  de 
la  ciencia,  de  las  causas  actuales  del  levantamiento  de  las 
montañas  y del  metamorfismo  que  hemos  adoptado  en  el 
cuerpo  de  la  obra,  si  bien  dando  participación  al  agua  y á 
otros  agentes  no  menos  poderosos,  cuyo  germen  se  encuen- 
tra ya  en  los  escritos  del  gran  Leibnitz  y del  célebre  danés 
Stenon. 

Persuadido  Hutton  de  la  naturaleza  ígnea  de  los  produc- 
tos volcánicos,  á pesar  de  no  haber  visto  ninguna  región 
clásica,  creía  también  que  así  los  basaltos,  como  muchas 
otras  rocas  conocidas  entonces  bajo  la  vaga  denominación 
de  trapp,  habían  sido  inyectadas  á través  de  los  materiales 
terrestres  en  estado  de  fusión.  Penetrado  de  esta  idea  y de- 
cidido á encontrar  en  la  naturaleza  misma  ejemplos  que  la 
confirmaran,  se  fué  á explorar  la  cordillera  de  los  montes 


GEOLOGIA 


382 

Grampianos  (centro  de  Inglaterra),  viéndose  coronados  sus 
deseos  del  mas  brillante  éxito.  Con  efecto,  habiendo  visto 
en  Glen  Tilt  varias  venas  de  granito  rojo,  que  desprendién- 
dose de  la  masa  principal,  penetraban  á través  de  un  depó- 
sito de  pizarras  negras  y de  caliza,  reputada  entonces,  según 
las  ideas  de  Werner,  por  primitiva,  observó  que  estas  rocas 
estaban  alteradas  profundamente  al  contacto  del  granito,  y 
que  esta  alteración  era  muy  análoga  á la  que  experimentan 
á las  inmediaciones  del  basalto;  razón  mas  que  suficiente 
para  creer  que  las  habia  determinado  el  estado  de  fusión  del 
granito,  y de  consiguiente  que  su  estado  debia  ser  ígneo  y 
de  época  posterior  á la  de  las  rocas  atravesadas. 

Pero  la  lucha  entre  los  sectarios  de  ambas  escuelas,  ale- 
mana y escocesa,  llegó  á tomar  un  carácter  inusitado  de 
acritud,  por  efecto  de  la  torcida  interpretación  que  se  dió  á 
las  ideas  de  Hutton,  á quien  se  acusaba  de  estar  en  oposi- 
ción con  los  libros  sagrados,  suponiéndole  defensor  de  la 
eternidad  de  la  materia,  y de  la  necesidad  del  trascurso  de 
muchos  miles  de  siglos  para  que  la  tierra  llegara  á adquirir 
el  estado  actual,  determinados  todos  los  accidentes  que  la 
distinguen  por  la  acción  lenta  de  las  causas  naturales  que 
obran  á nuestra  vista. 

Al  propio  tiempo,  las  circunstancias  especiales  que  ofrecia 
en  aquella  época  la  Europa  profundamente  conmovida  por 
la  revolución  francesa,  preparada  ya  de  antemano  por  acon- 
tecimientos y escritos  que  no  es  de  este  lugar  discutir  ni 
calificar,  contribuyeron  eficazmente  á recrudecer  la  guerra 
cientifica,  pues  mientras  los  unos  se  esforzaban  en  hacer 
coincidir  todos  los  hechos  geológicos  con  los  libros  sagrados, 
los  otros,  y entre  ellos  Voltaire  y sus  secuaces,  se  valían  del 
ridiculo  y del  superficial  conocimiento  de  la  ciencia,  para 
destruir  los  principios  fundamentales  de  nuestra  santa  re- 
ligión. 

En  esta  lucha  de  gigantescas  proporciones,  y en  la  cual 
la  geología,  mal  comprendida  por  unos  y otros,  sirvió  alter- 
nativamente de  apoyo  firmísimo  y de  formidable  ariete 
contra  las  creencias  religiosas,  vióse  confirmada  así  la  im- 
portancia de  una  ciencia,  que  tan  estrechamente  enlazada 
aparece  con  lo  que  en  último  resultado  interesa  mas  al 
hombre,  como  el  extravío  en  que  cae  todo  el  que,  preocu- 
pado por  una  idea,  hace  servir  en  su  apoyo  los  conocimien- 
tos superficiales  de  que  se  cree  adornado.  Así  es  que  mien- 
tras por  un  lado  Deluc  y Kirwan,  adoptando  hasta  cierto 
punto  las  ideas  extravagantes  emitidas  á últimos  del  siglo  xvii 
por  Woodward,  Burnet  y Whiston,  referian  á la  acción  del 
diluvio  la  formación  de  los  fósiles  y el  estado  actual  del 
globo,  con  el  fin  de  poner  la  ciencia  en  armonía  con  la 
relación  de  Moisés;  Voltaire  y los  de  su  escuela  llevaban 
el  ridiculo  hasta  el  punto  de  negar  unas  veces  el  origen  orgá- 
nico de  los  fósiles,  retrocediendo  ¿ la  época  de  Agrícola  y 
Mercati,  en  que  se  consideraban  efecto  de  una  fuerza  plás- 
tica residente  en  la  tierra,  ó de  la  influencia  de  las  estrellas, 
ó de  referirlos  otras,  y en  especial  los  de  las  inmediacio- 
nes de  París,  á las  conchas  que  habían  dejado  á su  paso  los 
peregrinos  procedentes  de  Jerusalen. 

Lo  dicho  basta  para  formarse  idea  del  espíritu  déla  época, 
y para  comprender  cuáles  fueron  las  verdaderas  causas  de 
la  marcha  incierta  de  la  ciencia,  y aun  del  atraso  en  que  se 
encontraba  al  espirar  el  siglo  último.  Neptunistas  y volca- 
nistas,  ó wemerianos  y huttonianos  antiguos  y modernos, 
disputaban  incesantemente  y con  acritud,  mas  bien  para 
hacer  triunfar  sus  respectivas  doctrinas  ó destruir  las  con- 
trarias, como  dice  Lyell,  que  con  el  fin  de  dar  impulso  y 
contribuir  al  progreso  de  la  verdadera  ciencia.  Y si  al  espí- 
ritu ciego  y personal  que  infundia  en  cada  uno  la  respectiva 
escuela,  se  añade  el  carácter  religioso  de  los  unos,  llevado 


hasta  el  fanatismo,  y el  heterodoxo  ó anticristiano  de  los 
otros,  ó por  lo  menos  de  aquellos  que,  aunque  ajenos  á la 
ciencia,  creían  encontrar  en  las  doctrinas  de  la  escuela  de 
Edimburgo  armas  de  buena  ley  para  combatir  las  verdades 
del  Génesis , se  comprenderá  sin  gran  esfuerzo,  no  solo  el 
estado  de  la  ciencia,  sino  que  también  la  necesidad  de  que 
apareciera  una  nueva  escuela,  que  prescindiendo  de  las 
eternas  disputas  de  unos  y otros,  se  dedicara  á cultivar  la 
ciencia  bajo  su  verdadero  punto  de  vista. 

Esta  idea  grande  y verdaderamente  filosófica  la  realizó  la 
Sociedad  Geológica  de  Londres,  creada  en  1807,  cuyos  indi- 
viduos, partiendo  del  principio  de  la  falta  de  datos  para 
poder  establecer  un  sistema  verdadero,  se  dedicaron  con 
asiduidad  á recoger  y acumular  datos,  que  estudiados  impar- 
cialmente  y fuera  de  la  influencia  perjudicial  de  las  escuelas 
reinantes,  y ordenados  en  tiempo  oportuno,  sirvieran  para 
asentar  sobre  verdaderos  y sólidos  cimientos  la  historia  física 
de  la  Tierra. 

Los  sorprendentes  progresos  desde  aquella  época  realiza- 
dos, comparados  con  la  marcha  incierta  y vacilante  que  en 
los  anteriores  siglos  llevara  la  ciencia,  atestiguan  una  vez 
mas  la  bondad  del  plan  por  la  Sociedad  Geológica  de  Lon- 
dres propuesto. 

A beneficio  de  este  nuevo  rumbo,  preparado  de  antemano 
por  las  publicaciones  de  Smith,  se  sentaron  las  bases  de  la 
clasificación  de  los  terrenos  secundarios,  que  ha  subsistido 
y subsiste,  aunque  algo  modificada,  como  lo  acredita,  entre 
otras  cosas, la  nomenclatura  enteramente  inglesa  que  se  ha 
adoptado  por  todo  el  mundo. 

Este  movimiento  científico  de  la  Gran  Bretaña  se  comu- 
nicó, ó coincidió,  con  la  aparición  en  Francia  de  tres  hom- 
bres extraordinarios,  á saber:  Cuvier,  Brongniart  y Lamark, 
los  cuales,  siguiendo  el  mismo  camino,  establecieron  la 
clasificación  de  los  terrenos  terciarios  de  París,  y su  contem- 
poraneidad con  los  del  Vicentino,  en  dos  excelentes  publi- 
caciones, que  son:  el  Etisayo  sobre  la  Geografía  mineralógica 
y sobre  los  restos  fósiles  de  los  alrededores  de  París , debida 
á los  dos  primeros,  y la  Memoria  sobre  los  terrenos  del  Vicen- 
tino , del  segundo.  Lamark  contribuyó  eficazmente,  y tam- 
bién mas  tarde  el  eminente  Deshayes,  á este  movimiento, 
dando  á conocer  un  número  extraordinario  de  animales  fó- 
siles. 

Sobre  estos  datos  y la  Anatomía  comparada,  que  acababa 
de  elevarse  al  rango  de  verdadera  ciencia,  fundaba  por  en- 
tonces el  gran  Cuvier  la  Paleontología,  el  mas  firme  apoyo 
de  la  historia  de  la  Tierra. 

Contribuyó  eficazmente  á este  movimiento  científico  la 
publicación  de  algunos  tratados  de  Geología,  como  la  Nou - 
relie  Géologie  de  Bertrán d,  el  Ensayo  de  Geología  de  Faujas, 
la  Introducción  al  estudio  de  la  Geología , de  Breislak,  y otros 
no  menos  importantes,  cuya  tendencia  era  sistematizar  el 
estudio  de  la  ciencia,  presentándola  bajo  un  punto  de  vista 
nuevo,  y destituida  de  teorías  é hipótesis  absurdas. 

Apareció  mas  tarde  el  cuadro  de  la  clasificación  de  los 
materiales  que  componen  el  globo,  agrupados  bajo  la  deno- 
minación de  formaciones,  y arreglado  según  el  orden  de 
sobreposicion  por  el  gran  Humboldt,  y aunque  cerca  de  un 
siglo  antes  ya  habia  echado  Arduino  las  bases  de  este  trabajo 
importante,  sin  embargo,  la  serie  cronológica  aparecía  ya 
mucho  mas  clara. 

Este  fué,  por  otro  lado,  un  gran  paso  hácia  el  estableci- 
miento de  la  Estratigrafía,  que  según  hemos  demostrado  en 
el  cuerpo  de  la  obra,  es  con  la  Paleontología  la  base  funda- 
mental de  la  historia  terrestre. 

Desde  este  momento,  fundada  la  ciencia  sobre  bases  fijas, 
y puesta  en  tan  buen  camino,  ya  no  podía  retroceder,  y así 


GEOGENIA 


3»3 


ha  sucedido  con  efecto,  gracias  á todas  estas  circunstancias 
y á la  creación  en  1830  de  la  Sociedad  geológica  de  Francia 
y otras  semejantes  en  diversos  países,  y á la  ilustrada  y asidua 
cooperación  que  ha  recibido  de  Sowerby,  Lyell,  Delabeche 
y Murchisson  en  Inglaterra;  de  Dufrenoy,  Elie  de  Beau- 
mont,  Cordier,  Constant  Prevost,  Deshayes  y otros  no  menos 
ilustres  geólogos  en  Francia;  de  Goldfuss,  Munster,  Hum- 
boldt,  Debuch,  Bronn,  Mayer,  Haindinger,  Boué,  Un- 
gemete. en  Alemania:  deStuder,  Carpentier,  Eschier,  Merian, 
Agassiz,  Dessor,  Pictet,  Favre,  Morlot  y otros  en  Sui- 
za, etc.,  etc. 

En  esta  somera  reseña  de  la  marcha  que  ha  seguido  la 
Geología,  puede  notarse  un  hecho,  por  cierto  bien  curioso, 
aunque  no  imprevisto,  ni  del  todo  nuevo  en  la  historia,  á 
saber:  que  el  escaso  ó imperfecto  conocimiento  de  la  ciencia 
conduce  lo  mismo  ála  preocupación  fanática,  que  á la  incre- 
dulidad y ai  escepticismo  con  todas  sus  ridiculas  consecuen- 
cias, personificadas  en  el  caso  presente  por  Burnet  y Kirwan 
de  un  lado,  y por  Voltaire  y los  de  su  escuda  por  otro, 
mientras  que  los  sólidos  y bien  dirigidos  estudios,  dan  por 
resultado  el  establecimiento  de  la  verdadera  armonía  entre 
la  Geología  y las  ciencias  modernas,  y los  libros  sagrados, 
fundada  en  la  prudente  y nada  heterodoxa  interpretación 
de  estos.  Las  publicaciones  de  Bukland,  Waterkeyn,  Marcel 
de  Serres,  y del  eminente  cardenal  Wiseman,  son  la  mas 
plena  confirmación  de  lo  que  se  acaba  de  indicar,  pues 
habiendo  llegado  la  ciencia  á establecer  la  verdadera  crono- 
logía terrestre,  y á esclarecer  gran  número  de  cuestiones  re- 
lativas al  origen  y á la  naturaleza  de  los  trastornos  á que  ha 
estado  sujeta  la  tierra  en  su  larga  historia,  no  ha  sido  nada 
difícil  alcanzar  la  demostración  de  esta  admirable  armonía, 
en  cuyo  examen  vamos  á ocuparnos  brevemente. 

Antes,  sin  embargo,  conviene  advertir,  que  Moisés  no  se 
propuso  dar  en  el  Génesis  un  tratado  de  Geología,  ni  de  nin- 
guna otra  ciencia,  sino  mas  bien  hacer  comprender  á los 
hebreos  la  grandeza  y omnipotencia  de  Dios  Creador,  y evi- 
tar de  esta  manera  que  cayesen  en  la  idolatría;  lo  cual  era 
mas  fácil  de  conseguir,  diciendo  que  á la  sola  palabra  de 
Dios:  Fiat  lux,  apareció  la  luz,  que  si  les  hubiera  dado  un 
tratado  de  Optica.  Sirva  esto  de  aclaración  para  aquellos  que 
considerando  aquel  libro  sublime  bajo  el  punto  de  vista  físi- 
co, créenlo  incompleto. 

Moisés,  como  dice  con  oportunidad  Marcel  de  Serres,  no 
se  propuso  dar  á conocer  el  modo  ó procedimiento  emplea- 
do en  formar  el  mundo,  sino  mas  bien  señalarnos  el  Sér  om- 
nipotente á quien  se  debe  una  obra  tan  maravillosa. 

También  conviene  aclarar  otro  punto  antes  de  establecer 
el  paralelo  entre  la  ciencia  y los  libros  sagrados,  á saber:  la 
interpretación  que  debe  darse  á la  palabra  lom,  empleada 
por  Moisés  al  describir  el  orden  de  la  creación.  Unos  la 
toman  como  sinónima  de  dia  natural,  fundándose  en  la  ver- 
sión latina  Dies ; y de  aquí  deducen  que  la  creación  fué  obra 
de  seis  dias;  obra  sobrenatural  en  la  que  solo  intervino  la  vo- 
luntad del  Supremo,  prescindiendo  del  modo  lento  como 
actúan  las  causas  físicas.  De  esta  equivocada  interpretación 
nacieron,  por  una  parte,  las  invectivas  y calificaciones  mas 
duras  sobre  aquellos  que,  como  Buffon  y Hutton,  reclama- 
ban muchos  miles  de  siglos  para  la  realización  de  los  acon- 
tecimientos que  distinguen  la  creación  universal  y la  historia 
de  la  Tierra  en  particular,  y por  otra  la  creencia  de  muchos, 
que  no  mirando  la  cuestión  bajo  su  verdadero  punto  de  vis- 
ta, consideraban  al  Génesis  como  simple  relato  de  mila- 
gros. 

Los  orientalistas  y las  personas  que  han  estudiado  á fon- 
do la  cuestión,  dicen  que  la  palabra  lom,  en  hebreo,  no  solo 
representa  un  dia  natural,  sino  también  un  período  de  tiem- 


po indefinido  ó de  duración  indeterminada;  opinión  que  hoy 
está  generalmente  admitida,  tanto  por  el  sentido  vago  que 
se  da  en  dicha  lengua,  cuanto  por  otras  razones  deducidas 
del  propio  texto  del  Génesis.  Con  efecto,  ¿cómo  habia  el 
lom  de  representar  un  dia  natural  en  la  historia  de  la  crea- 
ción, cuando  hasta  el  cuarto  período  no  aparecieron  el  sol  y 
la  luna,  que  según  Moisés,  habían  de  servir  para  marcar  los 
tiempos,  los  dias  y los  años?  Además  el  legislador  hebreo  al 
terminar  la  historia  de  la  creación  de  cada  lom,  se  vale  de 
las  expresiones  Hereb  ó Ereb , que  significa  fin,  y Baker , 
principio,  mal  vertidas  al  castellano,  por  tarde  y mañana,  y 
se  observa  que  esta  frase  sacramental,  falta  en  el  séptimo  dia, 
lo  cual  confirma  la  idea  de  que  son  períodos  y no  dias  los 
de  la  creación,  debiendo  referirse  al  parecer  esta  expresión, 
á que  representando  aquel  la  época  histórica,  mal  podía  ha- 
blar Moisés  de  su  fin  ó Hereb , cuando  todavía  no  se  habia 
llegado  á él,  ó por  mejor  decir,  cuando  se  estaba  en  el  Boker 
ó en  el  principio. 

Por  otra  parte,  el  considerar  los  dias  de  la  creación  como 
épocas,  no  se  crea  que  es  una  licencia  poética  que  se  han 
tomado  en  los  tiempos  modernos  los  que  tratan  de  armoni- 
zar el  Génesis  con  la  ciencia,  pues  la  cosmografía  etrusca  ya 
admitía  que  aquella  fué  obra  de  seis  mil  años.  Además  en 
la  Escritura  encuéntranse  á menudo  frases  que  autorizan 
esta  interpretación.  «Mil  años,  dice  el  Profeta,  son  como  el 
dia  de  ayer  que  pasó.»  San  Pablo  llama  dia  á todo  el  tiempo 
concedido  al  hombre  para  residir  ó peregrinar  en  la  tierra. 
Moisés  la  emplea  en  el  sentido  de  época,  cuando  determi- 
nada la  creación,  dice: 

«Tales  han  sido  las  generaciones  de  los  seres  en  el  dia  en 
que  Dios  creó  el  cielo  y la  tierra.» 

De  consiguiente,  los  seis  Ioms  son  dias  de  Dios,  dias  bí- 
blicos, ó como  dice  el  gran  Bossuet,  «los  seis  progresos  ó 
desarrollos  sucesivos,  en  virtud  de  los  cuales  el  mundo  ha 
llegado  á adquirir  el  estado  actual,  en  manera  alguna  com- 
parables con  los  dias  naturales.»  Semejante  interpretación 
nada  tiene,  por  otra  parte,  de  heterodoxa,  supuesto  que  los 
períodos  determinados  se  refieren  á la  limitada  existencia 
del  hombre  y al  tiempo  que  necesita  la  materia  para  realizar 
todas  sus  actividades;  en  modo  alguno  hacen  referencia  á 
Dios,  que  siendo  infinito  y eterno,  no  reconoce  pasado,  pre- 
sente ni  futuro. 

Para  Él,  la  creación  ha  sido  la  obra  de  seis  instantes  indi- 
visibles, como  decía  San  Agustín,  y no  deja  de  ser  sorpren- 
dente y maravillosa  esta  grande  obra,  por  mas  que  el  hombre 
necesite  la  intervención  del  tiempo  para  darse  razón  de  la 
multitud  de  hechos  que  á ella  se  refieren,  en  el  órden  físico 
y material.  f 

Otra  indicación  no  menos  importante  cumple  á nuestro 
objeto  hacer,  y es  que  según  Marcel,  el  legislador  hebreo  se 
vale  del  verbo  bara,  que  significa  en  dicho  idioma  crear, 
cuando  trata  de  dar  á conocer  que  Dios  sacó  de  la  nada  la 
materia,  como  por  ejemplo,  en  el  primer  versículo  en  el  que 
se  refiere  á un  período  antes  del  cual  aquella  no  existia  aun, 
y en  el  que  por  consiguiente  Dios  la  creó  por  un  acto  de 
su  poder  infinito.  Mientras  que  cuando  Moisés  quiere  indi 
car,  que  Dios,  creada  ya  la  materia,  quiso  darle  alguna  nue- 
va forma  ó disponerla  de  otro  modo,  se  vale  del  verbo  assa 
ó asa/i , que  significa  hacer,  disponer  ó apropiar  una  cosa  al 
objeto  para  que  fué  creada.  Así,  por  ejemplo,  cuando  en  el 
cuarto  dia  apareció  el  sol  con  su  atmósfera  luminosa  propia, 
no  se  vale  del  verbo  bara,  pues  el  astro  ya  estaba  creado, 
sino  de  assa.  Al  señalar  Moisés  la  aparición  de  la  luz,  se  vale 
de  la  expresión  yei  vayei  que  corresponde  al  verbo  ser;  por 
consiguiente,  es  mas  propio  decir  que  la  luz  sea,  que  el  fiat 
lux  que  generalmente  se  emplea. 


GEOLOGIA 


3S4 

Dados  estos  antecedentes,  debemos  ya  proceder  á la  com- 
paración armoniosa  entre  las  verdades  reveladas  por  el  Gé- 
nesis, y los  principios  ó axiomas  de  las  ciencias. 

CONCORDANCIA 

ENTRE  EL  GÉNESIS  Y LAS  CIENCIAS 


CAPITULO  I 

i .°  En  el  principio  creó  Dios  los  cielos  y la  tierra. 

1. a  La  ciencia,  como  el  Génesis , admite  dos  grandes 
períodos  en  la  creación ; el  primero  se  determina  por  la  apa- 
rición de  la  materia  que  había  de  constituir  mas  tarde  los 
centros  planetarios,  los  planetas  y sus  satélites  (período  que 
hemos  llamado  cósmico),  de  duración  indefinida,  y antes  del 
cual  la  materia  no  existia,  por  mas  que  esta  idea  se  resista  á 
la  limitada  inteligencia  del  hombre.  El  segundo  se  relaciona 
con  la  historia  particular  de  la  Tierra,  y corresponde  á los 
que  llamamos  tiempos  geológicos.  Este  primer  versículo 
alude  á la  creación  que  se  efectuó  en  el  principio  y no  en 
el  primer  dia,  como  equivocadamente  pretenden  algunos. 

2. °  La  tierra  era  una  materia  informe  y estaba  en  el  caos  Cboou  ó 
bou.  » Las  tinieblas  cubrían  el  abismo  y los  vientos  agitaban  las  aguas. 

3.0  Dios  dijo  que  la  luz  « our  ó aour  en  hebreo»  sea,  y la  luz  fué. 

4.0  Dios  v¡ó  que  la  luz  era  buena,  y la  separó  de  las  tinieblas. 

5.0  Y llamó  á la  luz  dia,  y á las  tinieblas  noche. 

Y fué  de  la  tarde  «Hereb,  fin,»  y de  la  mañana  «Bocker,  principio,» 

el  primer  dia  ó < Iom. » 

2.0  (2  á 5).  El  segundo  período  empieza  en  lo  que 
propiamente  puede  llamarse  primer  dia  ó Iom , en  el  que 
creada  ya  la  materia  y la  luz,  Moisés  se  ocupa  de  un  modo 
especial  en  pintarnos  el  aspecto  que  la  tierra  ofrecía  en  el 
principio  de  su  existencia  propia,  y cuyos  cambios  sucesivos 
forman  el  objeto  casi  exclusivo  del  resto  de  su  narración, 
por  ser  esta  la  materia  que  mas  directamente  interesaba  al 
hombre. 

Lo  admirable  de  este  versículo  es  la  exacta  coincidencia 
que  se  nota  entre  la  sorprendente  pintura  que  Moisés  hace 
del  estado  de  la  tierra  en  el  principio  de  su  vida  propia,  y lo 
que  la  ciencia  admite  hoy.  Con  efecto,  pues  según  hemos 
manifestado  en  el  cuerpo  de  la  obra,  al  separarse  aquella  de 
la  atmósfera  del  Sol,  y al  agruparse  la  materia  al  rededor  de 
su  núcleo,  debía  hallarse  formada  de  la  mezcla  confusa  de 
todas  las  sustancias  que  la  componen,  reducidas  al  estado 
gaseoso  por  efecto  de  la  elevadísima  temperatura  que  reinaba 
en  toda  su  masa;  estado  de  caos,  que  difícilmente  pudiera 
describirse  mejor  y con  mas  elegancia  de  estilo,  que  con  las 
solemnes  frases  que  emplea  el  legislador  hebreo. 

En  cuanto  á lo  de  la  luz  á que  se  refiere  el  versículo  3.0, 
debemos  observar  que  hay  mas  exactitud  en  la  versión  de 
los  Setenta,  que  hemos  adoptado,  que  en  la  Vulgata , pues 
aquella  no  fué  hecha  en  este  segundo  período;  lo  estaba  ya 
desde  el  principio  de  la  creación  y mucho  antes  de  la  exis- 
tencia de  la  atmósfera  luminosa  que  rodeó  mas  tarde  á todos 
los  astros,  y particularmente  al  Sol,  destinado  á ser  centro 
de  nuestro  sistema.  Es  decir,  que  en  el  momento  de  crear 
los  cielos  y la  tierra,  Dios  comunicó  á la  materia  el  primer 
impulso  ó actividad,  siendo  la  luz  y su  separación  de  las 
tinieblas,  como  dice  el  cuarto  versículo,  uno  de  los  prime- 
ros efectos  de  la  dinámica  universal.  Operaciones  admirables 
expresadas  por  Moisés  con  una  exactitud  y sublimidad  de 
lenguaje  propias  únicamente  de  un  espíritu  iluminado  por  la 
revelación,  ó dotado  de  la  perspicacia  del  genio,  que  adivina 


los  misterios  de  la  naturaleza  á través  de  las  espesas  sombras 
que  los  rodean,  realizando  de  este  modo  la  inspiración  que 
lleva  á los  demás  hombres  un  rayo  de  la  verdad  eterna,  como 
dice  Marcel.  Con  efecto,  el  legislador  hebreo  parece  haber 
previsto  los  resultados  de  las  investigaciones  científicas,  lle- 
vadas á cabo  cuarenta  siglos  después;  supuesto  que  la  ciencia 
establece  hoy  que  la  luz  no  es  una  sustancia  independiente 
que  emana  de  este  ó del  otro  cuerpo  planetario,  sino  mas 
bien  resultado  de  las  ondulaciones  ó vibraciones  del  éter  de- 
terminadas á la  manera  del  sonido,  por  la  acción  de  los 
cuerpos,  que  por  esta  razón  se  han  llamado  y se  llaman  lu- 
minosos. Cada  molécula  de  materia  posee  cierta  cantidad 
propia  de  luz,  de  calor  y de  electricidad,  manifestacio- 
nes tal  vez  de  una  misma  causa,  según  se  cree  hoy,  é inde- 
pendiente de  los  que  impropiamente  se  llaman  rayos  solares. 
La  distinción,  pues,  que  hace  Moisés  entre  la  luz  primitiva, 
común  á todo  cuerpo,  y la  que  mas  tarde  recibió  la  Tierra 
del  Sol,  de  la  que  dependen  las  condiciones  climatológicas 
llamadas  solares,  se  halla  tan  conforme  con  lo  que  la  Física 
enseña  hoy,  que  léjos  de  estar  en  oposición  con  la  ciencia,  la 
confirma  plenamente,  ó por  mejor  decir,  esta  ha  llegado,  á 
favor  de  observaciones  y experimentos  sin  número,  á los 
mismos  resultados  que  el  Génesis  había  previsto  cuarenta 
siglos  antes. 

Además  la  palabras  ó aor  significa  en  hebreo  luz,  llama, 
fuego  y calor,  y también  un  fiúido  que  se  pone  en  acción 
por  ondulación;  al  emplear  Moisés  esta  voz  de  significado 
tan  vago,  estableció  otro  principio  reconocido  hoy  por  casi 
todo  el  mundo,  á saber:  que  la  luz  y el  calor  son  manifesta- 
ciones de  una  misma  causa. 

Si  recordamos,  por  otra  parte,  lo  que  tantas  veces  hemos 
dicho  acerca  del  estado  primitivo  del  globo,  se  verá  aun  mas 
confirmada  toda  la  doctrina  de  estos  versículos  del  Génesis, 
pues  hasta  podría  referirse  el  or  ó aor,  al  estado  luminoso  y 
de  elevadísima  temperatura  que  reinaba  á la  sazón  en  la  su- 
perficie terrestre. 

6.°  Dijo  también  Dios:  Hágase  el  firmamento  «rakia»  en  medio  de 
las  aguas,  y que  se  separen  las  aguas  de  las  aguas. 

7.0  Y Dios  hizo  el  firmamento,  y separó  las  aguas  que  estaban 
debajo  de  las  que  estaban  encima  ó sobre  el  firmamento. 

8.°  Y llamó  Dios  al  firmamento  Cielo  (la  voz  «schamain,»  cielo,  se 
usa  también  en  hebreo  para  expresar  la  atmósfera). 

Y de  la  tarde  y la  mañana  fué  el  segundo  dia  ó «Iom.» 

3.0  (6  á 8).  La  ciencia  establece  que  el  agua  y los  ele- 
mentos que  necesitaban  aun  mayor  suma  de  calor  que  aque- 
lla para  reducirse  á gas,  permanecieron  suspensos  en  la  at- 
mósfera, hasta  que  enfriada  la  superficie  de  la  tierra,  pudieron 
llegar  á ella.  En  este  momento  separáronse  las  aguas  en  dos 
partes:  una  que  volvió  á las  altas  regiones  en  forma  de  vapor,  ’ 
y otra  líquida  que  permaneció  en  la  haz  de  la  tierra;  y como 
la  palabra  rakia , firmamento,  derivada  del  verbo  raba,  ex- 
tender, significa  también  en  hebreo  extensión,  espacio,  y 
mas  particularmente  atmósfera,  cuando  se  refiere  á la  tierra, 
es  claro  que  el  firmamento  en  este  sentido  separó  las  aguas 
superiores  de  las  inferiores. 

Estos  versículos  expresan  de  una  manera  admirable  el 
principio  de  ese  círculo  maravilloso,  que  describen  las  aguas 
elevándose  de  la  Tierra  á la  atmósfera  y cayendo  de  esta  á 
aquella,  pues  la  existencia  de  las  aguas  superiores  fué  resul- 
tado de  la  evaporación  instantánea  de  gran  parte  de  las  que 
llegaron  á la  superficie  terrestre  en  los  primitivos  tiempos. 

9.0  Dios  dijo  también:  que  las  aguas  de  debajo  del  Cielo  se  reúnan 
ó junten  en  un  punto,  y que  se  presente  el  elemento  árido. 

10.  Dios  llamó  tierra  al  elemento  árido,  y mares  á las  aguas  reuni- 
das. Y vió  Dios  que  era  bueno. 


V 


GEOGENIA 


385 


ir.  Y dijo  Dios:  que  la  tierra  produzca  toda  clase  de  vegetación  (la 
palabra  descheb,  que  usa  Moisés,  significa  germen  de  plantas),  yerbas 
( heschtb ) y árboles  () tefs):  que  lleven  frutos  cada  uno  según  su  especie, 
y que  contengan  semillas  para  reproducirse  en  la  tierra.  V fue  hecho 
asi.  Y Dios  vio  que  era  bueno,  y de  la  tarde  y la  mañana  fué  el  tercer 
dia  ó iom . 

4.0  (9  á 1 1 ).  La  Geología  moderna  admite  que  las  aguas 
en  un  principio  ocuparon  casi  por  completo  la  superficie  de 
la  tierra,  y que  mas  tarde  los  fenómenos  plutónicos  y erupti- 
vos, determinando  la  formación  de  las  diversas  cordilleras 
de  montañas,  separaron  los  mares,  señalando  desde  dicho 
momento  la  distinción  entre  estos  y los  continentes  ó islas 
que  representaron  el  elemento  árido.  En  esta  parte  hay, 
pues,  exacta  concordancia  entre  el  Génesis  y la  ciencia. 

También  se  sabe  hoy  por  las  indagaciones  geológicas,  que 
después  de  establecerse  las  aguas  en  la  tierra,  y asi  que  esta 
ofreció  ciertas  condiciones  climatológicas,  apareció  en  ella 
la  vida,  empezando  por  las  plantas  de  organización  mas  sen- 
cilla, esto  es.  por  los  gérmenes  ó primeros  destellos  de  vida 
vegetal,  á los  que  siguieron  después  las  yerbas,  y por  fin  los 
árboles. 

Por  donde  se  ve  que  Moisés  establece  el  gran  principio 
de  las  creaciones  sucesivas,  al  hablar  en  el  versículo  1 1 de 
los  tres  grados  de  desarrollo  vegetal  expresados  con  las  fra- 
ses descheb,  heschtb  y hcts . 

14.  Y dijo  Dios:  que  sean  preparados  ó dispuestos  cuerpos  lumino- 
sos en  el  firmamento  del  cielo,  para  separar  el^  dia  de  la  noche,  y que 
sirvan  para  marcar  los  tiempos,  los  dias  y los  años. 

15.  Para  que  luzcan  en  el  firmamento  del  rielo  y alumbren  la  tierra. 

Y fué  hecho  asi. 

16.  Y Dios  dispuso  ó preparó  dos  cuerpos  luminosos,  el  uno  mayor, 
para  presidir  el  dia,  y el  otro  menor  para  presidir  la  noche.  También 
preparó  las  estrellas,  y vio  Dios  que  era  bueno. 

19.  Y fué  de  la  tarde  y la  mañana  el  cuarto  día  o Iom. 

5.0  (14  a 19).  Algunos  han  querido  ver  en  estos  versí- 
culos una  contradicción  del  Génesis  consigo  mismo  y con 
la  ciencia  diciendo:  si  en  el  principio  creó  Dios  el  cielo  y la 
tierra,  ¿cómo  dice  Moisés  que  en  el  cuarto  dia  se  formaron 
el  Sol,  la  Luna  y las  estrellas?  Esto  es  efecto  de  una  mala 
interpretación,  pues  el  texto  hebreo,  según  Marcel  de  Serres, 
no  dice  que  Dios  creara  (bara),  sino  que  preparó  ó dispuso 
(assa  ó asah)  las  dos  luminarias  y las  estrellas;  lo  cual  se 
explica  diciendo  que  la  luz  Que  est°s  cuerpos  ponían  en  ac- 
tividad, no  podía  llegar  á la  superficie  terrestre  por  la  densí- 
sima pantalla  que  representaba  la  atmósfera,  hasta  que  poi 
el  enfriamiento  sucesivo  y la  acción  de  las  plantas,  se  puri- 
ficó.  Nótese  en  confirmación  de  esto  mismo,  que  según 
Moisés,  lo  que  se  propuso  Dios  en  esto  es  que  alumbraran 
la  tierra  y sirvieran  para  marcar  los  tiempos,  los  dias  y los 
años. 

También  puede  explicarse  esta  aparente  contradicción 
suponiendo  que  el  Sol  y las  estrellas,  aunque  formados  ya 
desde  el  primer  período  de  la  creación  universal,  no  adquirie- 
ron hasta  el  cuarto  la  atmósfera  luminosa  que  los  circunda, 
y de  consiguiente  que  no  sirvieron  hasta  dicha  época  al  ob- 
jeto á que  estaban  destinados  por  el  Altísimo;  lo  cual  nada 
tendría  de  extraño,  pues  el  aspecto  y las  condiciones  de  los 
cuerpos  planetarios,  como  el  de  los  demás  séres,  debe  ne- 
cesariamente variar  con  el  trascurso  del  tiempo.  ¿Novemos, 
con  efecto,  hoy  á la  luna  con  todo  el  aparato  de  volcanes 
apagados  que  debieron  un  dia  estar  en  actividad,  y cambiado 
su  aspecto  en  el  de  un  satélite,  privado  de  vida  propia,  y 
hasta  de  atmósfera,  según  el  parecer  de  respetables  astró- 
nomos? También  apoya,  esta  idea  la  historia  de  las  ucisitu- 
des  y cambios  que  experimentan  los  cometas. 

Tomo  IX 


20.  Dios  dijo:  que  las  aguas  produzcan  animales  vivientes  que  na- 
den en  las  aguas  ( thanan,  grandes  peces),  y que  los  volátiles  ( oph  ú 
ophot)  vuelen  sobre  la  tierra  y debajo  del  firmamento  del  Cielo. 

21.  Dios  crió  los  grandes  peces  y los  reptiles  que  las  aguas  produje- 
ron, cada  uno  según  su  especie;  los  volátiles  según  la  suya. 

22.  Dios  los  bendijo  diciendo:  creced  y multiplicaos  yr  llenad  las  aguas 
del  mar;  y que  los  volátiles  se  multipliquen  sobre  la  tierra.  Y vió  Dios 
que  era  bueno. 

23.  Y de  la  tarde  y la  mañana  fué  el  quinto  dia  ó Iom. 

24.  Dios  dijo:  que  la  tierra  produzca  animales  vivientes  cada  uno 
según  su  especie,  los  reptiles,  los  animales  domésticos  y las  bestias  sal- 
vajes según  sus  especies. 

25.  Y así  se  hizo.  V vió  Dios  que  era  bueno. 

26.  Dios  dijo:  hagamos  al  hombre  á nuestra  semejanza  y hechura: 
que  él  domine  los  peces  de  los  mares,  las  aves  del  cielo,  las  bestias,  los 
reptiles  y la  tierra  entera. 

27.  Y crió  Dios  al  hombre  á su  imagen,  y lo  crió  macho  y hembra. 

28.  Y bendijolos  Dios  y les  dijo: creced  y multiplicaos,  y henchid  la 
tierra,  y sojuzgadla,  y tened  señorío  sobre  los  peces  del  mar,  y sobre 
las  aves  del  cielo,  y sobre  todos  los  animales  que  se  mueven  sobre  la 
tierra. 

29.  Y dijo  Dios:  ved  que  os  he  dado  toda  yerba  que  produce  simien- 
te  sobre  la  tierra,  y todos  los  árboles,  que  tienen  en  si  mismos  la  simien- 
te de  su  especie,  para  que  os  sirvan  de  alimento. 

30.  Y á todos  los  animales  de  la  tierra,  y á todas  las  aves  del  cielo, 
y á todos  los  que  se  mueven  sobre  la  tierra  para  que  tengan  que  comer. 

Y fué  hecho  así. 

31.  Y vió  Dios  todas  las  cosas  que  habia  hecho:  y eran  muy  buenas. 

Y fué  de  la  tarde  y la  mañana  el  sexto  dia  ó Iom. 


6.°  (20  á 31).  Imposible  parece  dar  en  menos  palabras 

y con  mas  exactitud  una  idea  completa  de  la  creación  de 
todos  los  animales  y del  hombre,)’  precisamente  en  el  órden 
mismo  que  la  ciencia  admite  hoy  después  de  muchas  dudas 
y controversias.  Con  efecto,  la  Paleontología  nos  demuestra 
que  la  vida  animal  empezó  en  el  globo  por  séres  esencial- 
mente marinos;  y aunque  Moisés  no  expresa  en  el  versícu- 
lo 20  los  zoófitos,  los  moluscos  y los  crustáceos,  que  fueron 
con  los  peces  los  primeros  séres  que  vivieron,  deben  com- 
prenderse indudablemente  bajo  la  denominación  de  anima- 
les que  nadan  en  las  aguas.  También  está  demostrado  que 
los  reptiles  aparecieron  después,  y que  muchos  de  ellos,  como 
los  terodáctilos,  estaban  organizados  para  volar;  luego  se 
presentaron  las  aves,  y finalmente  los  mamíferos  y el  hom- 
bre, últimos  séres  de  la  creación,  como  tan  admirablemente 
dice  Moisés. 

También  se  halla  esto  en  un  todo  conforme  con  las  ideas 
admitidas  hoy,  pues  si  las  aguas  en  un  principio  ocuparon 
casi  toda  la  superficie  de  la  tierra,  naturalmente  los  séres 
primeros  debieron  ser  marinos,  no  pudiendo  aparecer  los 
terrestres  sino  en  épocas  muy  posteriores,  es  decir,  cuando 
los  [continentes  adquirieron  la  extensión  y las  condiciones 
apropiadas  á su  existencia.  Por  último,  el  hombre,  con  el 
que  coronó  Dios  la  obra  admirable  de  la  creación,  es  igual- 
mente en  el  órden  de  su  aparición,  el  último  de  la  serie, 
puesto  que  sus  restos  y los  de  su  industria  solo  se  encuen- 
tran en  los  terrenos  de  fecha  mas  reciente. 

Algunos  dicen  que  en  esta  parte  no  hay  verdadera  armo- 
nía entre  el  Génesis  y la  ciencia,  pretextando  que  esta  reco- 
noce hoy  creaciones  sucesivas,  mientras  que  Moisés  solo 
habla  de  una  sola  creación.  A este  argumento  se  puede  con- 
testar diciendo  que  Moisés  ni  se  propuso  escribir  un  tratado 
de  Geología,  como  ya  dijimos,  ni  tampoco  se  dirigía  á un 
pueblo  de  sabios  para  hablarles  de  estas  concepciones  filo- 
sóficas, que  indudablemente  los  hebreos  no  hubieran  com- 
prendido. Además  el  legislador  hebreo,  al  tratar  en  el  ver- 
sículo 1 1 del  origen  de  las  plantas,  dejó  consignadas  por  lo 
menos  tres  creaciones  sucesivas,  pues  dice  que  aparecieron 
primero  los  gérmenes,  que  corresponden  á las  plantas  celu- 
lares de  los  primeros  períodos  geológicos;  después  las  yer- 
bas, que  también  la  ciencia  reconoce  haber  sido  creadas 

49 


GEOLOGIA 


-.86 


antes  que  los  árboles,  y por  ultimo  estos,  que  tanto  el  Génesis 
como  la  ciencia  admiten  como  representantes  de  la  tercera 
y última  creación  vegetal. 

Otro  tanto  puede  decirse  respecto  de  los  animales,  pues 
según  el  versículo  20,  primero  aparecieron  los  marinos,  luego 
los  volátiles,  los  reptiles,  después  los  terrestres,  los  domésti- 
cos y el  hombre. 

CAPITULO  II 

i.°  Fueron,  pues,  acabados  los  cielos  y la  tierra  y todo  el  ornamen- 
to de  ellos. 

2.0  V acabó  Dios  el  dia  séptimo  su  obra  que  había  hecho,  y re- 
posó el  dia  séptimo  de  la  obra  que  había  hecho. 

3.0  Y bendijo  el  dia  séptimo,  y santificólo,  porque  en  él  reposó  de 
toda  su  obra,  que  crió  Dios  para  hacer,  esto  es,  para  ordenar. 

4.0  Estos  son  los  orígenes  del  cielo  y de  la  tierra,  cuando  fueron 
criados  en  el  dia  en  que  hizo  el  Señor  Dios  el  cielo  y la  tierra. 

7/  Dos  grandes  hechos  notamos  en  los  versículos  del 
capítulo  segundo,  que  prueban  la  sublimidad  de  los  libros 
sagrados,  y son:  el  primero  que,  según  Moisés,  terminada 
en  el  séptimo  dia  la  obra  de  la  creación,  Dios  descansó,  y 
como  no  es  posible  admitir  que  un  Sér  infinitamente  grande 
y omnipotente  llegara  á cansarse,  se  deduce  sin  gran  esfuerzo 
que  con  esta  frase  Moisés  quiso  dar  á entender,  que  termi- 
nada por  aquel  dia  la  creación,  la  tierra  entraba  en  un  período 
de  calma,  que  representa  la  época  actual.  Esto  coincide  con 
la  distinción  admitida  en  la  ciencia,  de  tiempos  geológicos  y 
período  histórico.  La  confirmación  de  esto  la  encontramos 
en  el  segundo  hecho  á que  nos  hemos  referido,  y es  la  falta 
de  aquella  frase  sacramental,  y del  fin  hasta  el  principio  con 
que  Moisés  daba  á conocer  los  diferentes  períodos  de  la 
creación;  lo  cual  no  nos  debe  sorprender,  admitiendo  la 
interpretación  propuesta  por  hombres  muy  respetables,  pues 
mal  podia  decir  el  legislador  hebreo  «y  de  la  tarde  y la  ma- 
ñana fué  el  dia  séptimo,»  cuando  no  habia  llegado  todavía 
la  tarde  de  dicho  período. 

Durante  este  período  histórico  sobrevino  un  acontecimien- 
to extraordinario,  que  Moisés  refiere  en  el  capítulo  séptimo 
del  Génesis , y que  ha  sido  confirmado  por  el  unánime  asen- 
timiento de  todos  los  pueblos,  y también  de  una  manera 
clara  y evidente  por  la  ciencia.  Este  suceso  es  el  Diluvio, 
con  el  que  Dios  quiso  castigar  los  extravíos  del  Hombre, 
según  Moisés;  y á beneficio  del  cual,  según  la  ciencia,  la 
tierra  adquirió  condiciones  mejores  para  el  desarrollo  de  la 
vida.  En  esto,  que  algunos  considerarán  como  contradicción 
no  la  hay  en  realidad;  pues  del  mismo  modo  que  el  Señor  se 
valió  del  fuego  de  un  volcan  para  castigar  la  depravación  de 
Sodoma  y Gomorra,  sin  oponerse  á que  los  materiales  vol- 
cánicos descompuestos  formáran  con  el  tiempo  una  exce- 
lente tierra  vegetal,  así  también  con  la  terrible  inundación 
del  Diluvio  castigó  por  el  momento  á los  culpables,  hacién- 
dolos perecer  en  las  aguas,  al  propio  tiempo  que  preparaba 
mejor  la  tierra  (carácter  de  toda  inundación)  para  los  des- 
cendientes de  aquellos. 

Hé  aquí  en  qué  términos  refiere  Moisés  este  aconteci- 
miento. .y 

CAPITULO  VII 

11.  A los  600  anos  de  la  vida  de  Noé,  en  el  mes  segundo,  á 17  dias 
del  mismo  mes,  se  rompieron  todas  las  fuentes  ó depósitos  del  grande 
abismo  de  los  mares,  y se  abrieron  las  cataratas  del  cielo. 

17.  Entonces  vino  el  diluvio  por  espacio  de  40  dias  sobre  la  tierra; 
y crecieron  las  aguas  é hicieron  subir  el  arca  muy  en  alto  sobre  la  tierra. 


20.  Quince  codos  se  alzó  el  agua  sobre  los  montes  que  tenia  cu- 
biertos. 

2 1.  Y pereció  toda  carne  que  se  movía  sobre  la  tierra,  de  aves,  de 
animales,  de  fieras,  y de  todos  los  reptiles  que  serpean  sobre  la  tierra; 
los  hombres  todo?. 

23.  Solo  quedó  Noé  y los  que  estaban  con  él  en  el  arca. 

24.  Y las  aguas  dominaron  sobre  la  tierra  por  espacio  de  150  dias. 

La  ciencia  aparece  tan  en  armonía  con  el  Génesis  en  esta 
parte  como  en  todo  lo  relativo á la  creación;  siéndola  mejor 
prueba  la  admisión  de  un  período  en  la  historia  del  globo 
dentro  de  la  época  histórica,  según  los  últimos  descubri- 
mientos, como  puede  verse  en  el  llamado  terreno  cuaterna- 
rio ó diluvial,  cuya  separación  del  histórico  puede  decirse 
que  mas  bien  es  convencional  y para  facilitar  el  estudio,  que 
fundada  en  datos  científicos. 

En  lo  que  no  cabe  duda  alguna  es  en  que  tanto  aquel  co- 
mo esta  reconocen  la  existencia  del  Diluvio,  estando  igual- 
mente acordes  en  el  carácter  de  semejante  inundación,  y 
hasta  en  las  causas  que  lo  determinaron,  pues  si  Moisés  dice 
que  se  rompieron  todas  las  fuentes  y depósitos  del  grande 
abismo  de  los  mares,  y que  se  abrieron  las  cataratas  del  cie- 
lo (lenguaje  enteramente  simbólico  y metafórico  propio  del 
idioma  hebreo  y de  los  pueblos  orientales),  la  ciencia  admite 
que,  con  bastante  probabilidad,  la  causa  del  Diluvio  fué  la 
aparición  en  el  centro  de  los  mares,  de  un  sistema  de  mon- 
tañas, el  de  los  Andes  ó del  Him alaya,  y tal  vez  el  de  ambos 
á la  vez,  lo  cual  necesariamente  habia  de  determinar,  no  solo 
la  salida  de  los  depósitos  y grandes  fuentes  del  abismo  de 
los  mares,  sino  también  lluvias  espantosas,  á las  que  se  re- 
fiere Moisés  al  decir  que  se  abrieron  las  cataratas  del  cie- 
lo. Para  persuadirnos  de  la  verdad  y armonía  de  esta  causa, 
comparada  con  la  relación  del  Génesis , basta  fijarnos  por  un 
momento  en  el  lenguaje  vulgar,  que  cuando  llueve  mucho, 
dice  que  parece  haberse  abierto  las  cataratas  del  cielo,  y en  los 
efectos  que  determina  la  aparición  de  una  simple  isla  volcá- 
nica, como  la  Julia  ó la  Sabrina,  sobre  las  aguas  del  mar,  las 
cuales  elevándose  en  vapores  abundantes,  ocasionan  después 
lluvias  espantosas. 

En  la  breve  reseña  que  precede  se  ha  podido  notar,  que 
todas  las  observaciones,  los  hechos  todos  que  las  ciencias 
han  conquistado  á través  de  los  siglos  y luchando  con  difi- 
cultades sin  número,  son  la  mas  plena  confirmación  de  lo 
establecido  por  Moisés  en  aquel  libro  sublime,  de  cuya 
autenticidad  y antiquísima  fecha  nadie  duda.  Y no  podia 
menos  de  suceder  así,  pues  si  la  revelación  es  la  verdad 
emanada  de  Dios,  las  ciencias,  como  dice  Marcel  de  Serres, 
no  podían  estar  en  oposición,  siendo  también  su  objeto  final 
la  indagación  de  la  verdad. 

Después  de  lo  expuesto,  ¿causará  admiración  que  adop- 
tando la  doctrina  de  autoridades  tan  respetables  en  el  ter- 
reno científico  como  en  el  religioso,  fundemos  nuestra 
creencia  de  la  revelación  en  lo  admirable  y sublime  de  estas 
armonías?  ¿Y  habrá  todavía  quien  califique  de  ateas  ó irre- 
ligiosas á la  Geología  y 'demás  ciencias  físico-naturales, 
cuando  todos  sus  esfuerzos  se  encaminan  á confirmar  y 
robustecer  con  la  verdad  de  los  hechos,  lo  que  la  Religión 
nos  manda  creer  por  la  fe?  Manifiesta  sinrazón  seria. 

Y visto  cuán  hermanadas  están  la  teoría  científica  y la 
teoría  revelada,  no  queda  otro  medio  al  hombre  estudioso  y 
pensador,  mas  que  el  de  confesar  y bendecir  los  admirables 
testimonios  de  la  Omnipotencia  divina,  escritos  tan  brillante- 
mente en  los  senos  de  la  tierra,  como  en  los  pétalos  de  las 
ñores,  en  la  historia  de  la  naturaleza,  como  en  la  mosáica 
historia. 


GEOLOGIA  APLICADA 

Ó GEOTECNIA 


Para  corresponder  al  objeto  que  nos  propusimos  en  la 
redacción  de  esta  obra,  reducido  como  se  ha  visto  á tratar 
extensamente  todas  las  cuestiones  relativas  á la  historia  de 
nuestro  planeta  con  los  materiales  orgánicos  é inorgánicos 
que  le  componen,  y las  importantísimas  aplicaciones  que  de 
semejante  estudio  pueden  hacerse,  hemos  procurado  hacer 
indicaciones  generales  acerca  de  la  utilidad  que  de  los 
minerales,  rocas,  fósiles  y terrenos  puede  reportar  el  hombre. 
Pero  no  bastando  esto,  se  hace  de  todo  punto  indispensable 
que  dediquemos  unas  cuantas  páginas  á tratar  de  un  modo 
especial,  de  aquellos  puntos  que  mas  directamente  se  rela- 


cionan con  la  estructura  y modo  de  ser  de  nuestro  planeta; 
concretándonos  por  ahora  á las  aplicaciones  de  la  Geología 
á la  Agricultura  é Industria,  por  ser  estos  los  ramos  mas 
vitales  y en  los  que  estriba  el  porvenir  de  nuestra  patria.  Así, 
pues,  dividiremos  la  Geotecnia  ó Geología  aplicada,  en  dos 
capítulos;  destinando  el  primero  á la  Geoponía  ó Geología 
agrícola,  y el  segundo  á la  industrial ; no  sin  advertir  de 
paso  que  con  frecuencia  habrán  de  involucrarse  estos  dos 
ramos,  en  razón  á los  estrechos  lazos  que  los  unen  con  la 
Geología,  la  Física  y la  Química,  de  que  con  frecuencia  nos 
valdremos. 


CAPITULO  I 


GEOLOGÍA  AGRÍCOLA  Ó GEOPONÍA 


Siendo  la  Agricultura  en  su  acepción  mas  lata  una  indus- 
tria en  la  que  el  hombre  se  propone  la  explotación  del  suelo, 
y la  producción  de  sustancias  útiles,  es  claro  que  ha  de 
necesitar  el  apoyo  de  aquellas  ciencias  que  le  den  á conocer 
los  vegetales  como  materia  primera,  y la  tierra  como  repre- 
sentante del  aparato  creador  por  decirlo  así,  de  los  productos 
que  con  sus  fuerzas  combinadas  con  las  de  los  animales  y de 
otros  agentes,  le  ponen  en  estado  de  satisfacer  sus  propias 
necesidades.  La  parte  de  esta  ciencia  arte  relativa  al  conoci- 
miento de  la  tierra  vegetal  ha  merecido  el  nombre  de  Geo- 
logía agrícola  ó Geoponía,  derivada  de  ge,  tierra,  y ponos , 
trabajo  ó labor. 

Tres  son  las  cuestiones  que  esta  parte  de  la  Geología  se 
propone  resolver,  y son:  i.a  Indagar  el  origen,  la  composi- 
ción química  y las  propiedades  físicas  y mineralógicas  de  las 
tierras  vegetales:  2.a  conocer  los  medios  y sustancias  de  que 
el  hombre  se  sirve  para  mejorar  las  condiciones  físicas  del 
suelo,  y proporcionarle  los  materiales  que  han  de  servir  para 
la  nutrición  de  las  plantas;  y 3.a  indicar  al  agricultor  los 
terrenos  y las  condiciones  geológicas  mas  adecuadas  á la 
existencia  de  dichos  materiales.  De  aquí  la  división  de  este 
capítulo  en  tres  artículos. 


D 


ARTICULO  PRIMERO 


ORÍGEN,  NATURALEZA  Y PROPIEDADES  DE  LAS  TIERRAS 


ajo  el  nombre  de  tierra  vegetal  se  comprende  una  capa 
de  mayor  ó menor  espesor,  que  ocupa  gran  parte  de  la  su- 
perficie del  globo,  en  la  cual  prenden  las  plantas  por  sus 
raíces,  y se  verifican  gran  parte  de  los  fenómenos  de  la  vege- 
tación. Es  una  mezcla  de  sustancias  minerales  y orgánicas, 
resultado  de  la  descomposición  de  las  rocas,  de  las  partes  de 
vegetales  que  subsisten  en  ella,  y de  los  animales  que  perecen 
allí  ó que  han  sido  trasportados  por  el  hombre  y también  de 
sus  restos. 


Considerada  de  un  modo  mas  lato,  la  tierra  vegetal  se 
compone  del  suelo  ó tierra  propiamente  dicha,  del  subsuelo 
y de  las  rocas  subyacentes. 

Por  suelo  se  entiende,  como  acabamos  de  indicar,  la 
mezcla  de  restos  minerales  y orgánicos  que  con  el  agua, 
aire  y gases  diversos,  concurre  á sostener  y alimentar  las 
plantas.  Según  su  espesor,  esta  capa  se  llama  superficial, 
cuando  no  pasa  de  12  ó 14  centímetros;  media  cuando 
alcanza  de  18  á 20;  y profunda  cuando  excede  de  los  25. 

Todo  lo  que  se  halla  debajo  del  suelo  debería  llamarse  en 
rigor  subsuelo;  pero  siguiendo  en  esta  materia  las  doctrinas 
de  Thurmann,  daremos  este  nombre  á los  detritus  que  se 
encuentran  entre  el  suelo  y las  rocas  que  le  sirven  de  funda- 
mento, á que  dicho  autor  llama  rocas  subyacentes.  El  subsuelo 
se  compone  casi  exclusivamente  de  los  materiales  de  la  des- 
composición local  de  estas,  siendo  el  principal  carácter  que 
lo  distingue  del  suelo  propiamente  dicho,  el  que  con  fre- 
cuencia es  de  acarreo. 

El  Sr.  Gasparin  hace  la  distinción  que  marca  la  figura 
siguiente : 


Fig.  159. — Composición  de  la  tierra  vegetal,  según  Gasparin 

A,  representa  el  suelo  activo  como  él  lo  llama,  en  el  cual 
se  verifican  los  fenómenos  de  la  vegetación  relativos  á las 
raíces,  y se  practican  las  labores;  B,  es  el  suelo  inerte  á 
donde  no  llega  generalmente  el  arado  (es  el  subsuelo  de 


OF.OLOGIA 


388 


Thurmann);  C,  subsuelo  ó capas  de  composición  distinta  de 
la  de  la  tierra  vegetal,  que  se  extiende  desde  el  suelo  inerte, 
hasta  la  capa  D,  generalmente  compuesta  de  arcilla,  y de 
consiguiente  impermeable,  situada  á diferente  profundidad; 
sirve  para  retener  y conservar  las  aguas  de  filtración. 

La  importancia  de  los  conocimientos  geológicos  en  sus 
aplicaciones  á la  Agricultura  estriba  principalmente  en  el 
conocimiento  del  subsuelo  y de  las  rocas  subyacentes,  cuya 
naturaleza  suele  variar  con  mas  frecuencia  que  la  del  suelo 
mismo,  y de  cuyas  propiedades  depende  muchas  veces  el 
carácter  de  la  vegetación.  Para  convencerse  de  la  importan- 
cia de  estas  dos  partes  integrantes  de  la  tierra  vegetal,  basta 
saber:  i.°  Que  cuando  una  tierra  descansa  sobre  rocas  duras 
poco  susceptibles  de  disgregarse,  es  en  general  poco  fértil. 
2/  Que  en  los  suelos  medios  ó poco  profundos,  las  rocas  sub 
yacentes  determinan  con  frecuencia  el  carácter  de  la  vegeta- 
ción, por  la  acción  que  ejercen  sobre  las  raíces.  Y 3.0  que  la 
permeabilidad  ó impermeabilidad  del  subsuelo  y de  la  roca 
subyacente,  determina  en  gran  parte  la  humedad  del  suelo. 

De  lo  dicho  se  infiere,  que  el  origen  de  la  tierra  vegetal 
hay  que  buscarlo  en  la  descomposición  de  las  rocas,  deter- 
minada por  los  agentes  que  indicamos  en  el  artículo  de 
Causas  actuales , y en  la  destrucción  de  restos  de  vegetales  y 
animales  que  se  encuentran  en  ella,  ó que  prepara  el  hombre 
para  abonarlas. 

La  descomposición  de  las  rocas  da  por  resultado  ciertos 
detritus  que  unas  veces  persisten  en  el  mismo  punto,  mien- 
tras que  otras  son  arrastrados  á mayores  ó menores  distan- 
cias; de  aquí  la  distinción  de  las  tierras  en  locales  y de  iras- 
portt ^ \ [ 

Las  tierras  locales,  de  las  que  el  subsuelo  de  Thurmann 
puede  considerarse  como  la  expresión  mas  fiel,  se  distinguen 
fácilmente  por  la  analogía  ó identidad  de  composición  con 
las  rocas  inmediatas;  por  la  tenuidad’ó  finura  de  sus  elemen- 
tos, y en  general  por  el  poco  espesor  que  alcanzan,  llegando 
á veces  al  extremo  de  no  bastar  á las  necesidades  del  cul- 
tivo. 

Las  de  trasporte,  por  el  contrario,  están  caracterizadas 
por  la  escasa  analogía  que  guardan  con  las  rocas  inmediatas; 
por  el  mayor  tamaño  de  sus  materiales;  por  su  distribución 
en  fajas  ó zonas  de  materiales  mas  ó menos  bastos,  y por 
último,  por  su  mayor  espesor,  llegando  á formar  á veces 
verdaderas  capas,  como  se  observa  en  los  terrenos  de  alu- 
vión. 

Los  materiales  acarreados  por  las  aguas  corrientes  se  de- 
positan en  el  álveo  de  los  ríos,  arroyos  y cañadas,  en  elthal- 
weg  de  las  llanuras  ó valles  y en  las  partes  bajas  de  muchas 
comarcas  formando  terreras.  Otras  veces  se  pierden  en  los 
lagos  ó mares,  contribuyendo  á rellenar  su  fondo  y á conver 
tir  el  espacio  que  ocupan,  particularmente  el  de  los  prime- 
ros, con  el  trascurso  del  tiempo,  en  fértiles  y risueñas  llanuras. 
Agitados  por  la  fuerza  de  trasporte  de  las  aguas,  y por  la 
repulsiva  de  las  del  mar,  se  depositan  en  la  desembocadura 
de  los  grandes  rios,  formando  los  deltas  ó alfaques,  y terra- 
plenando las  lagunas  ó marismas  inmediatas,  las  convierten 
en  tierras  tan  fértiles  como  las  de  los  pálders  en  Holanda. 

Otras  veces  el  trasporte  lo  verifican  las  corrientes  atmos- 
féricas, que  como  en  general  solo  pueden  arrastrar  las  partes 
mas  tenues  de  la  superficie,  determinan  la  formación  de  los 
desiertos,  landas  y médanos,  que  aunque  reputados  por 
estériles,  son  tierras  susceptibles  de  una  rica  vegetación, 
desde  el  momento  en  que  se  les  suministra  el  agua  que  ne- 
cesitan. 

De  manera  que  con  facilidad,  y en  virtud  de  lo  expuesto, 
pueden  señalarse  los  puntos  en  que  el  hombre  debe  encon- 
trar tierras  de  trasporte,  las  cuales  son  tanto  mejores,  cuanto 


mas  variados  los  materiales  que  las  constituyen.  El  conoci- 
miento de  su  composición  puede  suministrárselo  perfecta- 
mente la  Química  y también  la  Geología;  con  la  diferencia 
de  que  aquella  exige  ciertas  manipulaciones,  que  no  siempre 
el  agricultor  está  en  disposición  de  practicar;  mientras  que 
esta  solo  requiere  conocimientos  generales  acerca  de  las 
piedras,  y una  correría  por  aquellas  montañas  de  las  que 
según  la  dirección  de  los  valles,  debe  suponer  proceden  los 
materiales  de  sus  tierras. 

Lo  dicho  hasta  aquí  se  refiere  á la  parte  mineral  del  suelo; 
en  cuanto  á los  elementos  orgánicos  conocidos  con  el  nom- 
bre de  humus , y mas  particularmente  en  España  con  el 
nombre  de  mantillo , unas  veces  son  resultado  de  la  descom- 
posición local  de  plantas  y animales  ó de  sus  restos;  otras 
han  sido  trasportados  por  las  corrientes  normales  ó por  las 
inundaciones;  de  modo  que  también  hay  mantillo  local  y de 
trasporte,  al  que  muchas  veces  hay  que  agregar  el  que  lleva 
el  hombre  para  suministrar  á las  plantas,  bajo  la  forma  de 
abonos  orgánicos,  los  elementos  que  necesitan  para  su  des- 
arrollo. Respecto  de  sus  propiedades  y del  carácter  que  co- 
munica á las  tierras,  se  tratará  mas  adelante. 

Conocido  ya  el  origen  de  las  tierras  vegetales,  veamos  si 
podemos  dar  una  idea  de  su  naturaleza  ó composición. 

Tres  son  los  elementos,  que  por  encontrarse  casi  en  todas, 
pueden  llamarse  esenciales  á la  composición  de  las  tierras, 
y son  la  arena  ó sílice,  la  arcilla  y el  carbonato  de  cal.  De 
sus  diversas  proporciones  resultan  los  diferentes  grados  de 
fertilidad;  notándose,  sin  embargo,  que  es  indispensable 
guarden  cierto  equilibrio,  pues  de  lo  contrario,  cuando  alguna 
de  estas  sustancias  se  encuentra  en  exceso,  generalmente  la 
tierra  es  estéril. 

Además  de  estos  materiales,  se  encuentran  otros  que  com- 
pletan la  composición  de  las  tierras;  en  este  número  deben 
contarse  el  agua,  el  aire  y los  gases,  cuya  naturaleza  ó com- 
posición, y el  modo  de  obrar  sobre  las  plantas,  debe  estu- 
diarse en  tratados  de  Química  general  y aplicada,  mas  bien 
que  en  esta  obra. 

También  deben  considerarse  como  á tales,  si  bien  su  im- 
portancia es  menor,  la  magnesia,  con  los  óxidos  y sales  de 
hierro  y manganeso  que  daremos  á conocer. 

La  marga,  los  sulfatos,  fosfatos  y nitratos  de  cal,  sosa, 
potasa,  etc.,  que  algunos  autores  colocan  entre  los  elementos 
de  la  tierra  vegetal,  deben  considerarse  en  rigor,  como 
mejoramientos  ó abonos  minerales. 

Antes,  sin  embargo,  de  proceder  á la  descripción  de  todas 
estas  sustancias,  y con  el  fin  de  conocer  mejor  el  modo  de 
obrar  de  cada  uno  de  los  elementos  de  la  tierra  vegetal  en 
la  vida  de  las  plantas,  conviene  ofrecer  un  resúmen  de  la 
fisiología  de  estos  séres. 

La  semilla  fecundaday  madura  debe  considerarse  como  una 
planta  en  miniatura,  en  la  que  se  hallan  representados  todos 
sus  órganos  y aparatos,  que  con  el  tiempo  han  de  constituir 
un  sér  perfecto  y desarrollado.  Para  comprender,  pues,  la 
vida  de  estos  séres,  es  menester  empezar  por  el  estudio  de 
todo  lo  que  se  observa  en  el  embiéon  contenido  en  la  semilla, 
cuando  esta  se  halla  en  determinadas  circunstancias  y bajo 
la  influencia  de  ciertos  agentes.  A este,  que  puede  conside- 
rarse como  el  primer  paso  en  la  vida  de  las  plantas,  se  llama 
germinación , con  cuya  palabra  se  quiere  expresar  la  serie  de 
actos  en  virtud  de  los  cuales  el  embrión,  animado  de  una 
fuerza  vital  que  le  es  propia,  crece,  se  desembaraza  de  las 
cubiertas  seminales,  y acaba  por  bastarse  á sí  mismo,  sacando 
directamente  su  alimento  del  exterior.  Para  que  esta  función 
se  verifique  se  necesita  el  concurso  de  varias  circunstancias 
que  dependen  de  la  semilla  misma,  y de  agentes  exteriores 
mas  ó menos  poderosos.  Estas  circunstancias  pueden  redu- 


GEOPONIA 


cirse  á las  cinco  siguientes:  semilla  fecundada  y madura, 
presencia  del  agua,  del  aire  y del  calor,  y ausencia  de  la  luz. 

Si  la  semilla  no  ha  sido  fecundada,  ó aun  habiéndolo  sido, 
si  no  ha  llegado  al  completo  grado  de  madurez,  no  puede 
germinar.  Pero  se  observa  también,  que  no  conviene  sea 
muy  vieja,  pues  la  experiencia  demuestra  que  en  este  caso 
pierde  la  facultad  germinatriz. 

En  cuanto  al  modo  de  obrar  de  los  agentes  exteriores,  se 
sabe  que  el  agua  humedece  é hincha  primero  las  túnicas 
seminales,  ocasionando  de  este  modo,  y sin  esfuerzo,  su 
ruptura;  después  penetra  en  el  tejido  del  embrión  y lo  dis- 
pone á recibir  las  sustancias  nutritivas:  además  acarrea  los 
gases  y sustancias  alimenticias  que  lleva  en  disolución,  sin 
cuyo  medio  no  podrían  introducirse  en  la  planta  ni  recorrer 
sus  vasos;  por  último,  contribuye  con  sus  elementos  oxígeno 
é hidrógeno,  á formar  los  diversos  principios  inmediatos  de 
los  vegetales. 

El  segundo  agente,  ó sea  el  aire,  obra  en  virtud  del  oxíge- 
no que  contiene,  el  cual  sustrae  una  porción  de  carbono  al 
perispermo,  cuando  existe,  ó á los  cotiledones  carnosos  que 
le  reemplazan  cuando  falta,  y da  origen  á un  volumen  igual 
al  suyo  de  ácido  carbónico.  Por  esta  sustracción  del  carbono 
queda  roto  el  equilibrio  entre  los  elementos  de  la  fécula  del 
perispermo  ó de  los  cotiledones;  aparece  luego  la  diatasa, 
que  obra  sobre  la  fécula  y la  trasforma,  primero  en  dextrina 
y después  en  glucosa,  sustancias  nutritivas  y solubles  en  el 
agua  fria,  á propósito,  por  consiguiente,  para  la  nutrición  y 
desarrollo  del  embrión,  y para  suministrar  el  carbono  que 
se  consume  en  la  formación  continua  del  ácido  carbónico. 
Esta  fermentación  sacarina  continúa  hasta  que  la  plúmula 
sale  á luz:  entonces  cesa  de  repente,  y el  gas  ácido  carbónico 
y el  agua  se  descomponen;  el  oxígeno  del  gas  se  desprende, 
el  carbono  y los  elementos  del  agua  se  reúnen,  y forman  los 
principios  inmediatos  resinosos,  oleosos,  etc.,  que  reempla- 
zan al  mucílago  y á la  materia  sacarina. 

El  calor,  cuya  intervención  es  tan  indispensable  como  la 
del  aire  y del  agua  en  la  germinación,  obra  en  esta  como 
estimulante  ó como  agente  que  excita  las  fuerzas  vitales,  y 
probablemente  también,  reduciendo  el  agua  y las  materias 
alimenticias  á un  estado  mas  conveniente  para  ser  absorbidas. 
Cada  planta  necesita  un  grado  de  calor  que  le  es  peculiar  y 
mas  favorable  que  otro  cualquiera  para  vegetar.  La  tempe- 
ratura mas  propicia  suele  ser  la  de  io  á 30  grados;  por  cima 
de  este  término  se  destruye  la  vida;  [por  bajo  de  0°  no  hay 
señal  ninguna  de  ella. 

La  carencia  de  la  luz  es  otra  de  las  circunstancias  que 
concurren  de  un  modo  muy  eficaz  á la  germinación  de  las 
plantas,  porque  si  bien  algunas  pueden  hacerlo  bajo  la 
influencia  de  este  agente,  lo  común  es  que  les  sea  perjudi- 
cial, cuando  obra  directamente  sobre  las  semillas.  Por  esta 
razón,  cuando  se  quiere  que  esta  función  se  verifique,  como 
sucede  en  la  sementera,  se  tiene  buen  cuidado  en  cubrirla 
con  una  capa  mas  ó menos  espesa  de  tierra.  La  luz  obra 
sobre  las  plantas  determinando  la  descomposición  del  ácido 
carbónico,  y como  quiera  que  en  ^la  germinación  este  gas 
desempeña  un  oficio  tan  principal,  es  claro  que  lo  que  se 
trata  al  poner  las  semillas  fuera  de  la  acción  de  este  agente, 
es  evitar  que  se  oponga  á la  formación  de  la  mencionada 
sustancia,  según  opinan  Decandolle  y Mirbel. 

Además  de  estos  agentes,  se  cree  que  el  cloro  activa  la 
germinación  en  la  mayoría  de  las  plantas,  como  parece 
haberlo  demostrado  el  gran  Humboldt  en  las  semillas  del 
mastuerzo;  y no  deja  de  ejercer  también  su  influencia  la 
electricidad,  según  demuestran  los  experimentos  practicados 
Por  Nollet,  Davy  y Becquerel. 

Los  detalles  que  siguen  respecto  de  la  germinación,  los 


3S9 

copiamos  de  la  obra  de  Botánica  de  los  Sres.  Girardin  y 
Juillet. 

«Toda  semilla  puesta  en  las  condiciones  que  acabamos 
de  enumerar,  germina,  cualquiera  que  por  otra  parte  sea  la 
sustancia  en  que  se  halle  colocada,  con  tal,  sin  embargo, 
que  esta  sustancia  no  tenga  ninguna  acción  perjudicial  á sus 
órganos.  Se  ve,  en  efecto,  que  el  trigo  germina  en  las  gavillas, 
y otras  semillas  que  se  desarrollan  en  esponjas  empapadas 
de  agua.  Las  semillas  se  ponen  casi  siempre  en  tierra  para 
que  germinen,  y aunque  su  presencia  no  sea  indispensable  á 
esta  acción,  sin  embargo,  siempre  es  cierto  que  la  favorece 
singularmente,  suministrándola  agua,  calor  y aire,  poniéndola 
á cubierto  de  la  luz,  y prestándola  un  apoyo  benéfico.  El 
suelo  mas  favorable  para  la  vegetación  es  aquel  que  ni  es 
demasiado  blando  ni  duro;  las  semillas  no  deben  enterrarse 
muy  profundas,  porque  estándolo,  la  plúmula  no  podrá  llegar 
á la  superficie;  y entonces,  no  recibiendo  bastante  oxígeno 
para  desprenderse  de  su  superabundante  carbono,  ó las 
semillas  no  podrán  germinar,  ó se  pudrirán  sin  germinar, 
por  un  exceso  de  humedad.  De  estos  hechos  puede  dedu- 
cirse fácilmente  la  utilidad  de  las  labores  y de  todas  las 
demás  precauciones  que  se  emplean  por  los  labradores  para 
conservar  las  simientes. 

Cuando  el  embrión  está  puesto  en  las  circunstancias  que 
necesita  para  desarrollarse,  empieza  la  germinación,  presen- 
tando una  serie  de  fenómenos  que  vamos  á examinar.  Por 
de  contado  la  semilla  empapada  deagua  se  ablanda,  se  hincha, 
y muy  luego  se  rasgan  sus  túnicas  para  dar  paso  al  rejo,  que 
se  presenta  bajo  la  forma  de  una  pequeña  mamila  cónica. 
La  ruptura  de  las  túnicas,  que  de  ordinario  se  verifica  de 
una  manera  irregular,  se  efectúa,  sin  embargo,  con  una  casi 
uniformidad  en  varias  especies,  y principalmente  en  todos 
los  individuos  de  una  misma  especie.  Esto  es  lo  que  se 
presenta  muy  manifiesto  en  todas  las  semillas  provistas  de 
un  embriotegio,  especie  de  opérculo  ó de  gorro  que  se  des- 
prende del  espermodermo,  y deja  una  abertura  muy  regular 
(espárragos,  dátil,  tradescantia,  commelina,  etc.). 

Desde  que  el  embrión  comienza  á desarrollarse  toma  el 
nombre  de  plántula  ó plantita,  en  la  cual  se  distinguen  dos 
partes  principales,  el  caudex  ascendente,  formado  por  la 
yema,  cuya  tendencia  es  siempre  á elevarse,  y el  caudex 
descendente,  formado  por  el  rejo,  cuya  tendencia  es  siempre 
á profundizarse  perpendicularmente  en  el  centro  de  la  tierra. 
La  primera  parte  del  embrión  que  se  desarrolla  es  ordinaria- 
mente el  rejo:  después  de  haber  obligado  á las  túnicas  á 
romperse,  se  alarga  y sepulta  en  la  tierra;  pero  cuando  existe 
un  coleorhiza,  este,  comprimido  por  las  mamilas  radiculares, 
se  extiende,  y rompe  por  su  extremidad,  dejando  pasar  las 
mamilas,  cuyo  crecimiento  es  mas  rápido.  La  plúmula  no 
tarda  en  manifestarse,  crece,  sale  fuera  de  tierra,  cuando  no 
se  halla  encerrada  en  un  coleoptilo,  ó retenida  por  la  resis- 
tencia que  este  opone  á su  prolongación,  se  aprieta  y se 
rasga  con  mas  ó menos  regularidad  para  presentarse  en  lo 
exterior  y salir  á luz.  Cuando  los  cotiledones  nacen  por  cima 
del  caudex  ascendente,  este,  en  su  evolución,  los  levanta  y 
arrastra  á la  superficie  del  suelo  (Don  Diego  [de  noche, 
calabaza,  etc.);  enverdecen  entonces,  se  cubren  de  nervios, 
se  ensanchan  y toman  la  apariencia  de  hojas,  que  llevan  el 
nombre  de  hojas  seminales.  En  este  caso  se  les  llama  epi- 
geos.  Cuando,  por  el  contrario,  están  situados  por  debajo 
del  caudex  ascendente,  quedan  encerrados  en  las  cubiertas, 
conservan  su  forma  y color  blanquecino,  y no  hacen  mas 
que  aumentar  de  volúmen,  en  cuyo  caso  llámanse  hypogeos. 
Luego  que  se  han  cumplido  todos  estos  fenómenos,  que  el 
rejo  saca  de  la  tierra  los  jugos  necesarios  para  la  nutrición 
de  la  nueva  planta,  que  la  plúmula,  desarrollada  en  hojas, 


GEOLOGIA 


39° 

concurre  por  su  parte  al  mismo  resultado,  está  acabada  la 
germinación,  y se  establece  un  nuevo  orden  de  hechos  (1). 

Veamos  ahora  la  función  que  desempeñan  los  diferentes 
órganos  de  la  semilla  en  el  acto  importante  que  acaba  de 
ejecutarse. 

El  perispermo  sirve  de  primer  alimento  á la  plantita;  por- 
que si  á un  embrión  se  le  priva  de  este  órgano  no  vegeta. 
Cualquiera  que  sea  su  dureza,  el  perispermo  no  tarda  en 
reducirse  á un  licor  emulsivo,  y en  experimentar  en  su  com- 
posición las  variaciones  y trasformaciones  químicas  de  que 
hemos  hablado.  Pero  no  todos  los  vegetales  tienen  perisper- 
mo, y no  obstante,  no  por  eso  deja  de  efectuarse  la  germi- 
nación. En  este  caso  los  cotiledones  llenan  las  mismas  fun- 
ciones; con  efecto,  obsérvase  que  entonces  son  gruesos,  car- 
nosos, y están  llenos  de  una  sustancia  amilácea  análoga  á la 
que  existe  en  el  perispermo.  Si  se  les  corta  antes  ó en  el  mo- 
mento de  la  germinación,  el  embrión  no  crece,  ó cesa  de 
vegetar,  y muere;  si  no  se  quita  ó corta  mas  que  uno,  conti- 
núa su  desarrollo,  pero  de  una  manera  débil  y lánguida;  si 
se  divide  el  embrión  de  una  judía  en  dos  partes  iguales,  de 
manera  que  cada  una  de  ellas  quede  provista  de  un  cotile- 
dón entero,  las  dos  se  desarrollarán  tan  bien  como  lo  hubiera 
podido  hacer  el  embrión  en  toda  su  integridad.  En  fin,  según 
MMi  Vastel,  Thouin,  Desfontaines,  etc.,  basta  humedecer 
los  cotiledones  para  que  el  embrión  se  desarrolle.  Estas 
experiencias  demuestran,  pues,  evidentemente  la  gran  uti- 
lidad de  estos  lóbulos  en  el  acto  de  la  germinación,  y lo 
que  lo  prueba  todavía  mas,  es  que  se  caen  por  sí  mismos  y 
perecen  cuando  la  plantita,  habiendo  acabado  su  evolución, 
puede  bastarse  á sí  misma.  En  razón  al  papel  que  desempe- 
ñan en  esta  época  los  cotiledones,  Bonnet  los  ha  llamado 
pechos  ó mamas  vegetales. 

Se  puede  cortar  impunemente  el  rejo  y la  plúmula  al  em- 
brión en  germinación,  sin  que  por  esto  deje  de  vegetar,  con 
tal,  sin  embargo,  que  en  el  punto  por  donde  salia  el  rejo  se 
forme  un  pequeño  rodete  destinado  á producir  raicillas. 

Las  cubiertas  seminales  son  muy  útiles  á las  semillas; 
cuando  carecen  de  ellas  germinan  muy  difícilmente.  Parece 
que  obran  de  una  manera  enteramente  mecánica,  no  dejan- 
do llegar  á la  plantita  mas  que  alimentos  muy  divididos  y 
capaces  de  ser  absorbidos  por  ella  y probablemente  ponién- 
dola también  al  abrigo  de  los  rayos  luminosos. 

Hemos  dicho,  describiendo  los  fenómenos  aparentes  de 
la  germinación,  que  el  rejo  se  dirige  hácia  el  centro  de  la 
tierra,  y que  la  plúmula  se  levanta  ó crece  en  sentido  inver- 
so. Esta  tendencia  á brotar  en  direcciones  opuestas  es  tal, 
que  el  embrión  supera  todos  los  obstáculos  para  seguir  esta 
ley,  que  no  admite  excepciones  mas  que  para  algunas  pará- 
sitas, tales  como  el  muérdago,  que  germinan  en  todas  direc- 
ciones. Muchas  experiencias  hechas  por  físicos  muy  hábiles, 
tales  como  Hunter,  Duhamel,  Knight,  Dutrochet,  con  la 
intención  de  obligar  al  rejo  y á la  plúmula  á que  cambien 
de  dirección,  han  sido  infructuosas,  y han  conducido  á esta 
conclusión:  que  estos  órganos  en  su  desarrollo  obedecen  á 
una  causa  general  dependiente  de  la  organización  y de  la 
vida,  á la  cual  se  juntan  otras  leyes  no  menos  poderosas, 
cuales  son  las  de  la  gravitación. 

Hasta  aquí  hemos  supuesto  que  la  germinación  se  efec- 
tuaba de  la  misma  manera  en  todos  los  vegetales.  Las  cir- 


( 1)  Todas  las  semillas  no  entran  en  germinación  en  el  mismo  espacio 
de  tiempo;  asi,  según  Adanson,  el  trigo,  el  mijo,  nacen  en  veinticuatro 
horas;  la  cebada  en  siete:  el  perejil  exige  de  cuarenta  á cincuenta;  el 
albérchigo,  la  peonía,  cerca  de  un  año;  el  rosal  cerca  de  dos  años.  En 
general,  la  germinación  es  tanto  mas  pronta,  cuanto  mas  inmediatamente 
después  de  su  madurez  se  verifica  la  siembra.  • 


cunstancias  necesarias  para  que  se  verifique  son  siempre  las 
mismas,  pero  los  fenómenos  que  resultan  de  ella  y que  de- 
penden de  la  estructura  anatómica  de  las  partes  internas  de 
la  semilla,  varían  en  cada  clase  de  vegetales.  Sin  embargo, 
no  hablamos  aquí  mas  que  de  los  monocotiledones  y de  los 
dicotiledones ; porque,  en  cuanto  á los  acotiledones,  siendo 
tan  poco  conocido  lo  que  atañe  á su  organización,  estamos 
muy  atrasados  acerca  de  las  funciones  que  ejercen  sus  órga- 
nos, y la  manera  con  que  concurren  sus  órganos  reproducto- 
res á la  formación  de  nuevos  individuos.  Vamos  á bosquejar 
con  rapidez  las  notables  diferencias  que  presentan  los  mono- 
cotiledones  y los  dicotiledones  en  su  modo  de  germinación. 
Comenzaremos  por  estos  últimos,  porque  los  fenómenos 
son,  en  general,  mas  aparentes. 

Germinación  de  los  dicoiilédones. — Sembrada  la  semilla,  los 
cotiledones  se  hinchan,  y rompen  sus  túnicas,  trasmitiendo 
al  rejo  el  licor  emulsivo  que  contienen  ó que  sacan  del  pe- 
rispermo. Entonces  el  rejo  que  formaba  una  pequeña  mamila 
cónica,  se  alarga  y dirige  hácia  el  centro  de  la  tierra,  en 
donde  da  nacimiento  á pequeñas  raicillas  muy  finas.  Poco 
después  la  yema,  que  estaba  contenida  por  su  vértice  entre 
los  cotiledones,  se  dobla  primeramente  en  arco,  y después 
enderezándose,  se  presenta  á lo  exterior.  El  tallito  se  pro- 
1 longa,  levanta  los  cotiledones  y los  hace  salir  fuera  de  la 
tierra;  estos  se  desvian,  y dejan  la  yema  enteramente  al 
descubierto;  las  hojas  primordiales  se  ensanchan,  crecen,  y 
se  enverdecen;  los  cotiledones  se  desarrollan  igualmente  en 
hojas,  y toman  color.  Ya  entonces  la  germinación  se  ha  com- 
pletado; la  planta  saca  del  suelo  y del  aire  los  materiales 
necesarios  para  su  desarrollo  ulterior , y el  individuo  á 
1 nacido. 

Casi  siempre  en  los  dicotiledones,  los  cotiledones  son 
epigeos.  El  nogal,  la  capuchina,  el  castaño  de  Indias,  etc., 
tienen  los  suyos  hypogeos.  En  algunos  vegetales,  como  el 
mangle  y el  limonero,  etc.,  el  embrión  germina  en  lo  interior 
de  los  frutos  pendientes  todavía  de  las  ramas. 

Germinación  de  los  monocotiledones. — En  estos  vegetales, 
así  como  en  los  dicotiledones,  aparece  primero  el  rejo.  Este 
revienta  al  coleorhiza  que  le  envuelve,  se  presenta  bajo  forma 
de  mamila  que  se  prolonga  hácia  el  centro  de  la  tierra, 
donde  no  tarda  en  producir  una  multitud  de  raicillas.  Cuan- 
do estas  se  han  desarrollado  algo,  el  rejo  principal  se  des- 
truye. El  coleoptilo,  ó vaina  que  rodea  la  yema,  se  dirige 
hácia  arriba,  se  abre  pronto  por  su  vértice,  y deja  que  apa- 
rezca esta  última.  El  cotiledón  queda  oculto  en  las  cubiertas 
seminales,  sin  advertir  en  él  ningún  crecimiento  sensible. 
Cuando  la  plantita  ha  consumido  toda  la  sustancia  del  pe- 
rispermo, y el  cotiledón  se  ha  marchitado,  comienza  la  se- 
gunda época  de  la  vida  del  vegetal.  Por  lo  común,  en  los 
monocotiledones,  los  lóbulos  seminales  son  hypogeos.  Un 
gran  número  de  estos  vegetales  presentan  particularidades 
muy  notables  en  su  germinación;  para  hacerlas  conocer 
seria  necesario  extendernos  mas  allá  de  los  límites  de  esta 
obra. 

Terminada  ya  la  germinación,  la  nueva  planta  vive  ya  por 
sí  sola  á beneficio  de  muchas  funciones  importantes,  por 
medio  de  las  cuales  se  apropia  todas  las  sustancias  que  le 
proporcionan  el  suelo,  el  agua,  el  aire  y los  demás  agentes. 

Bajo  la  influencia  de  la  luz  solar  las  partes  verdes,  y en 
especial  las  hojas,  verifican  la  respiración  reducida  á tomar 
ácido  carbónico  de  la  atmósfera,  apropiándose  el  carbono 
y exhalando  el  oxigeno,  restableciendo  así  el  equilibrio  el 
que  exige  la  respiración  de  los  animales  y la  combustión  (2). 

(2)  Recien tisimas  observaciones  y delicados  experimentos,  tienden 
á probar  que  la  respiración  de  las  plantas  se  verifica  como  en  los  ani- 
males. 


GEOPONIA 


391 


También  se  apropian  estas  partes  del  vegetal  algo  de  ázoe 
que  ha  de  servir  para  la  formación  de  los  principios  nitroge- 
nados que  contiene,  y cierta  cantidad  de  agua  suspensa  en 
la  atmósfera  en  forma  de  vapor,  si  bien  la  mayor  parte  de 
este  agente  lo  toman  las  raíces  del  suelo  en  la  función  lla- 
mada absorción,  apropiándose  ai  mismo  tiempo  parte  del 
ácido  carbónico,  y las  sustancias  minerales  orgánicas  que 
encuentran  en  disolución,  y que  han  de  formar  primero  la 
savia  (la  sangre  de  los  vegetales)  que  circula  también,  cons- 
tituyendo otra  función  muy  importante  de  las  plantas,  la 
circulación,  y después  los  principios  ó elementos  de  todos 
sus  tejidos.  Gran  parte  del  agua  vuelve  á la  atmósfera  esca- 
pándose por  exhalación,  permaneciendo  en  la  planta  los 
principios  fijos. 

En  el  trayecto  que  recorre  la  savia  suministra  los  materia- 
les de  las  diversas  secreciones  de  las  plantas,  con  lo  cual  y 
la  nutrición  ó asimilación  de  los  elementos  indispensables  á 
su  existencia  y desarrollo,  se  completa  lo  que  se  llama  vida 
del  individuo.  Pero  para  cumplir  debidamente  su  destino,  el 
vegetal  ha  de  dar  existencia  á otros  de  su  misma  especie, 
con  el  fin  de  perpetuarla;  función  que,  por  regla  general, 
desempeña  la  parte  de  su  organismo  llamada  flor,  compues- 
ta de  dos  órganos  esenciales,  á saber:  el  estambre  que  es  el 
macho  y el  pistilo  la  hembra;  y del  cáliz  y corola,  que  aunque 
contribuyen  muy  eficazmente  á las  funciones  que  le  están 
encomendadas,  no  son  de  absoluta  necesidad. 

La  fecundación,  exclusiva  de  la  flor,  se  reduce  ála  caída 
del  polen  que  segrega  el  órgano  macho  ó sea  el  estambre, 
sobre  el  pistilo,  y á la  acción  que  aquel  ejerce  sobre  los  gér- 
menes de  las  nuevas  semillas  que  se  hallan  contenidas  en  el 
ovario.  Que  esta  última  operación  esté  confiada  al  polen, 
penetrando  por  el  conducto  central  del  estilo,  y obrando 
directamente  sobre  los  huevecillos  vegetales,  que  no  es  lo 
mas  probable;  ó que  esta  función  la  desempeñe  el  aura  se- 
minal ó fovila,  ó los  tubos  mismos  llamados  polínicos,  el 
resultado  es  que  trascurrido  algún  tiempo  después  de  la  caí- 
da del  polen  sobre  el  pistilo,  el  ovario  va  engrosando  y se 
concentra  en  él  y en  las  semillas  ya  fecundadas,  toda  la  vi- 
da de  la  planta. 

Hemos  dicho  que  esta,  después  de  desarrollado  el  gér- 
men  y cuando  ya  empieza  á tener  vida  propia,  toma  del  sue- 
lo las  sustancias  que  necesita  para  su  existencia,  pero  no  to- 
das las  plantas  se  apropian  los  mismos  elementos,  sino  que 
se  verifica  una  especie  de  elección  de  aquellos  que  mas  con- 
vienen á cada  una.  De  manera  que  aunque  el  suelo  esté 
bien  preparado,  y por  mas  que  las  condiciones  climatológi- 
cas sean  adecuadas  á la  vida,  las  plantas  no  podrán  existirá 
no  encontrar  en  el  suelo  aquellos  principios  que  mas  les 
convienen.  De  aquí  la  necesidad  de  conocer  la  composición 
de  las  plantas,  para  suministrar  á cada  una  el  elemento  que 
exige  su  existencia  y desarrollo.  Esto  puede  lograrse  por  la 
desecación  ó incineración  hasta  hacer  desaparecer  completa- 
mente el  carbono,  subsistiendo  tan  solo  las  cenizas,  que  se 
sujetan  después  á la  análisis  mas  rigurosa.  Todas  las  plantas 
no  suministran  la  misma  cantidad  de  cenizas,  según  demues- 
tra el  siguiente  cuadro,  en  el  que  se  han  tomado  1,000 
kilogramos  de  cada  sustancia  en  estado  ordinario  de  se- 
quedad. 

Ceniza*; 


Trigo 20  kilogramos 

Cebada 30  » 

Avena 40 

Centeno 20  » 

Maíz.  ......  15  j» 

Habas 30  > 


Guisantes 

Cenizas 

30  kilogramos 

Paja  de  trigo.  . . 

5° 

— de  cebada.  . . 

5° 

— de  avena.  . . 

60 

— de  centeno  . . 

40 

— de  maíz..  . . 

50 

» * 

— de  guisantes.  . 

5o 

y 

Heno  de  prado. . . 

. 50  á 

100 

» 

— de  trébok  . . 

90 

» 

— de  raisgras  . . 

95 

» 

Patatas 

. 8 á 

15 

Zanahorias.  . . . 

. 15  á 

20 

» . 

De  manera  que  la  cantidad  de  materias  inorgánicas  que 
exigen  los  diferentes  vegetales,  varía  según  la  naturaleza;  de 
consiguiente,  si  una  tierra  no  puede  suministrar  mas  que 
una  escasa  parte  de  este  alimento  mineral,  solo  producirá  ó 
será  favorable  á aquellas  plantas  que  exigen  la  menor  pro- 
porción posible  de  dichas  materias. 

La  experiencia  ha  demostrado,  también,  que  las  diferen- 
tes partes  de  una  misma  planta  suministran  cantidades  dife- 
rentes de  cenizas,  y que  esta  se  halla  igualmente  en  relación 
con  la  naturaleza  del  suelo  en  el  que  ha  vivido  el  vegetal. 
Asi  es  que,  según  James  y Johnston,  1,000  kilogramos  de 
paja  de  avena  cosechada  en  1841,  dieron  en  un  terreno  for- 


mado 

Cenizas 

De  granito  de  Aberdeen 96  kilogramos 

De  arcilla 78  j» 

De  arenisca  verde 79  » 

De  caliza 102  » 

De  yeso 58  » 

De  arena  silícea 64  » 


La  composición  de  las  cenizas  no  es  menos  importante 
que  la  cantidad.  Aquella  varía: 

i.°  Según  las  diferentes  especies  vegetales,  como  demues- 
tra el  adjunto  cuadro,  que  representa  la  composición  de 
1,000  kilogramos  de  cenizas  de  cada  planta  respectiva. 


0 

0 

2 

«— 1 

C/3 

£ 

& 

< 

C 

3 

U 

a. 

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5 

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3 

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3 

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** 

•■"i 

r * 

•*.  " 

1/  1 

n 4 

kl 

Potasa. . . 

237 

136 

262 

220 

r 336 

245 

557 

Sosa.  . . . 

91 

81 

1 

■ 116 

325  ; 

106 

34 

18 

Cal 

28 

26 

60 

49 

14 

58 

J47 

j£|C£ 

Magnesia. 

120 

75 

100 

103 

IÓ2 

80 

99 

52 

Oxido  fér- 

rico..  . . 

7 

!5 

4 

3 

6 

19 

5 

Acido  fos- 

fórico..  . 

500 

390 

438 

495 

449 

380 

38i 

125 

Idem  sul- 

fúrico..  . 

I 

105 

9 

28 

JO 

8 

136 

Sílice..  . . 

12 

273 

27 

4 

14 

12 

57 

42 

Cloro.  . . 

» 

3 

2 

7 

3 

42 

998 

997 

999 

1,009 

997 

995 

994 

1,007 

2.*  En  las  diversas  partes  de  un  vegetal,  según  demues- 
tra el  cuadro  anterior  comparado  con  el  siguiente,  que  se 


392 


geología 


refiere  á las  cenizas  de  la  paja  de  las  mismas  plantas,  so- 
bre 1,000  kilogramos  igualmente. 


Potasa 
Sosa.. 

Cal 

Magnesia. . . . 
Oxido  férrico. . 
Acido  fosfórico. 

— sulfúrico. 
Cloro. . .V* 
Sílice 


3.0  y último.  La  naturaleza  de  las  cenizas  varía  según  el 
terreno  en  que  se  ha  desarrollado  la  planta,  como  demuestra 
el  cuadro  siguiente,  en  el  que  se  presenta  la  composición  de 
las  cenizas  de  tres  ejemplares  de  trigo,  con  la  diferencia  de 
proceder  de  distintos  puntos. 


TRIGO 
rojo  de 
Alemania 


Magnesia..  . 
Oxido  férrico. 
Acido  sulfúrico. 

— fosfórico. 
Sílice 


i.oco 


os  anteriores  se  desprende  que  en  la  com- 
posición de  las  plantas  entran  los  mismos  elementes  inor- 
gánicos que  en  el  suelo  vegetal;  y como  quiera  que  aquellas 
carecen  de  la  facultad  de  crear  materia  inorgánica,  se  deduce 
que  la  que  contienen  en  sus  tejidos  se  la  suministra  en  gran 
parte  la  tierra. 

Veamos  ahora  de  dónde  procede  cada  uno  de  los  elemen- 
tos constitutivos  del  suelo,  y qué  papel  desempeña  en  la 
vegetación. 

La  sílice , compuesta  de  silíceo  y oxígeno,  conocida  tam- 
bién con  el  nombre  de  ácido  silícico,  procede,  en  general, 


de  la  descomposición  de  las  rocas  cuarzosas,  pertenecientes 
la  mayor  paite  á los  terrenos  cristalinos.  Es  uno  de  los  ele- 
mentos mas  comunes  y esparcidos  en  la  naturaleza:  se  en- 
cuentra en  casi  todas  las  tierras  vegetales  en  forma  de  polvo 
impalpable,  de  arenas  mas  ó menos  finas,  de  grava,  chinas, 
cantos,  guijarros,  etc.  Las  aguas  de  los  manantiales  y las  de 
muchos  rios,  suelen  llevarla  con  frecuencia  en  disolución  ó 
suspensión;  también  la  arrastran  las  corrientes  gaseosas  en 
los  azúfrales  ó solfataras,  y principalmente  las  aguas  de  los 
géiseres.  En  estado  naciente,  ó en  el  momento  que  deja  de 
formar  parte  de  una  combinación  cualquiera,  es  soluble  en 
los  ácidos,  en  los  álcalis,  y hasta  en  el  agua,  siendo  el  estado 
en  que  la  absorben  las  plantas  por  sus  raíces.  Liebig  dice 
que  en  las  tierras  que  carecen  de  este  principio  en  disolución 
no  se  dan  bien  los  trigos,  por  lo  común. 

La  acción  que  la  sílice  ejerce  en  las  tierras  vegetales  es 
doble:  mecánicamente  determina  la  soltura  y movilidad  de 


los  elementos  calizo  y arcilloso,  interponiéndose  entre  sus 
moléculas  y facilitando  la  penetración  del  aire  y del  agua, 
agentes  esenciales  á la  vegetación;  y químicamente  sumi- 
nistra á las  plantas,  que  la  absorben  por  las  raíces,  los  prin- 
cipios que  dan  consistencia  a sus  tejidos,  formando  parte 
muy  esencial  de  los  nudos  de  las  gramíneas,  en  proporción 
desde  40  hasta  70  en  el  trigo,  centeno  y cebada,  determi- 
nando el  lustre  y solidez  del  tallo  de  estas  plantas,  y aumen- 
tando en  suma  la  parte  leñosa  de  todos  los  Organos  y tejidos 
vegetales. 

La  sílice  en  estado  de  arena  muy  fina,  siempre  suelta  y 
ligera,  si  se  halla  bien  seca,  absorbe,  como  todo  cuerpo  po- 
roso,  el  agua  en  forma  de  vapor,  pero  sin  formar  masa. 

Cuando  las  tierras  contienen  70  por  100  de  sílice  ó de 
arenas,  que  es  lo  mismo,  reciben  el  nombre  de  silíceas  ó 
arenosas. 

Las  arcillas , como  indicamos  en  su  descripción,  no  son 
rocas  formadas  de  primera  intención  por  la  naturaleza,  sino 
resultado  de  la  descomposición  de  los  elementos  feldespá- 
ticos  de  los  terrenos  plutónicos  en  general,  y muy  particu- 
larmente de  los  granitos,  pegraatitas,  sienitas  y de  todas  las 
rocas  volcánicas.  Entre  sus  numerosas  propiedades;  las  mas 
importantes  para  el  caso  presente  son:  i.a  La  de  formar 
pasta  en  general  y apelmazarse  con  el  agua,  adquiriendo 
cierta  consistencia  y trabazón  entre  sus  moléculas,  en  razón 
directa  de  la  cantidad  de  alumina  que  contienen.  Sin  em- 
bargo, se  observa  que  después  de  cocidas  pierden  esta  pro- 
piedad, obrando  en  este  caso  mecánicamente  sobre  las  tierras 
de  un  modo  análogo  al  de  la  sílice:  circunstancia  en  que  se 
funda  el  uso  del  ladrillo  molido  como  mejoramiento  en  las 
tierras  fuertes.  2.a  La  gran  higroscopicidad  de  que  está  do- 
tada, pues  absorbe  el  agua  hasta  la  enorme  proporción  de  70 
por  100  de  su  peso,  sin  dejarla  circular  por  su  seno  sino  con 
gran  dificultad;  por  cuya  razón  se  dice  que  esta  roca  es  im- 
permeable. De  esta  propiedad  resulta,  que  si  bien  en  los 
tiempos  secos  las  plantas  encuentran  cierta  frescura  en  su 
masa,  cuando  las  lluvias  son  abundantes  y continuadas,  las 
raíces  se  pudren  y perecen  con  facilidad.  3.a  La  facultad  de 
retener  entre  sus  moléculas,  y conservar  por  mucho  tiempo 
los  gases  nitrogenados  de  los  abonos  animales,  resultando 
de  ello  que  generalmente  se  consumen  estos  muy  lentamente, 
si  bien  tardan  mas  en  fertilizar  las  tierras. 

Además  las  arcillas,  aunque  del  todo  insolubles  en  el  agua, 
pueden  ser  arrastradas  ó llevadas  en  suspensión  por  este 
agente,  sobre  todo  cuando  sus  moléculas  son  muy  tenues, 
dándonos  esto  razón  de  lo  turbias  que  son  en  general  las 
corrientes  cuando  circulan  sobre  terrenos  de  esta  naturaleza. 
Su  presencia  en  general,  cuando  no  se  halla  en  exceso,  suele 
ser  ventajosa  para  las  tierras,  gracias  á las  propiedades  que 
acabamos  de  asignarle.  El  limo  que  las  corrientes  de  las 
aguas  y las  inundaciones  depositan  en  los  bordes  de  los 
rios  y arroyos  ó en  su  desembocadura,  consta  en  su  mayor 
parte  de  arcilla  en  estado  de  grande  atenuación. 

Cuando  la  arcilla,  y en  especial  la  plástica,  que  es  la  que 
en  mas  alto  grado  posee  la  facultad  de  retener  el  agua  y de 
apelmazarse,  se  encuentra  en  proporción  de  50  por  100,  la 
tierra  recibe  el  nombre  de  arcillosa,  fuerte,  grasa,  fria  y hú- 
meda. 

Bajo  el  nombre  de  cal  se  comprende  un  compuesto  del  me- 
tal calcio  y de  oxígeno,  sustancia  que  jamás  se  encuentra  en 
la  naturaleza  en  estado  puro,  pero  que  combinada  con  los 
ácidos  carbónico,  sulfúrico,  nítrico,  silícico  y fosfórico,  es 
muy  común,  dando  origen  á una  porción  de  piedras  mas  ó 
menos  útiles  para  la  tierra  vegetal. 

La  primera  de  estas  combinaciones  constituye  los  carbona- 
tos  de  cal  ó piedras  calizas  que  se  hallan  en  la  tierra,  ora 


GEOPONIA 


393 


► 


disueltas  en  el  agua  cuando  contienen  un  exceso  de  ácido, 
ora  en  forma  de  polvo,  ó en  fragmentos  de  diferentes  tama- 
ños. En  estado  de  disolución  es  mas  común  el  carbonato  de 
cal  en  las  aguas  que  en  las  tierras,  y conviene  mucho  reco- 
nocer su  presencia  por  las  malas  cualidades  que  les  comuni- 
ca, siendo  perjudiciales  para  el  hombre  y para  las  plantas. 
Tres  son  los  medios  de  que  se  puede  echar  mano  para  ello, 
y son:  i.°  Dejar  las  aguas  expuestas  durante  algún  tiempo  al 
aire  libre,  ó hacerlas  hervir:  en  ambos  casos  dejan  un  poso 
de  carbonato  de  cal,  que  se  reconocerá  por  la  efervescencia 
viva  que  hace  al  echarle  unas  gotas  de  vinagre  concentra- 
do. 2/  1 ratarlas  por  el  oxalato  de  amoniaco,  pues  las  entur- 
bia de  un  modo  muy  notable.  3/  Añadir  á la  disolución 
unas  gotas  de  amoniaco,  el  cual  absorbe  todo  el  ácido  car- 
bónico excedente,  mientras  el  carbonato  ya  insoluble  se 
deposita  en  forma  de  pequeños  cristales  que  se  fijan  en  las 
paredes  de  la  vasija. 

En  las  tierras  vegetales  la  piedra  caliza  se  encuentra  por 
el  contrario  en  fragmentos  ó en  forma  de  polvo,  resultado  de 
la  acción  mecánica  de  los  agentes  exteriores,  comunicándo- 
les á beneficio  de  sus  propiedades,  caractéres  preciosos,  pues 
goza  de  la  consistencia  de  la  arcilla  y de  la  permeabilidad 
de  las  arenas,  sin  poseer  estas  cualidades  en  tan  alto  grado.  Así 
es  que  la  cal  constituye  uno  de  los  mas  excelentes  mejora- 
mientos, comunicando  á las  tierras  arenosas  la  consistencia 
que  necesitan,  y dando  soltura  á las  arcillosas,  cuya  imper- 
meabilidad corrige  en  parte. 

La  cal  viva  obra  en  la  tierra  de  tres  modos:  i.°  Estable- 
ciendo una  separación  entre  el  agua,  la  sílice  y la  caliza. 
2.0  Librando  á las  plantas  de  un  suelo  demasiado  húmedo  ó 
pantanoso.  Y 3.0  Matando  los  insectos  dañinos  en  virtud  de 
su  causticidad.  Todas  estas  propiedades  hacen  que  la  cal 
sea  un  buen  mejoramiento  de  las  tierras. 

Según  el  famoso  químico  aleman  Liebig,  la  cal  ó el  óxido 
de  calcio,  al  combinarse  en  estado  de  disolución  con  la  ar- 
cilla la  hace  soluble,  poniendo  en  libertad  la  mayor  parte  de 
los  álcalis  que  contiene. 

Los  terrenos  en  cuya  composición  entra  una  cantidad  algo 
notable  de  caliza,  son  excelentes,  según  Gasparin,  para  el 
trigo,  siendo  su  acción  tan  visible,  que  basta  añadirla  en 
pequeñas  proporciones  para  obtener  cosechas  abundantes. 
Se  entiende  que  las  demás  condiciones  que  contribuyen  al 
desarrollo  de  esta  planta  han  de  ayudar.  Sin  embargo,  cuan- 
do el  carbonato  de  cal  se  encuentra  puro,  sin  mezcla  de 
otras  sustancias,  constituye  una  tierra  vegetal  estéril,  con- 
firmando el  principio  de  que  todo  suelo  compuesto  de  un 
solo  elemento  es  perjudicial  para  las  plantas.  Cuando  la  pro- 
porción de  carbonato  llega  ó excede  de  un  50  por  100,  las 
tierras  se  llaman  calizas. 

La  magnesia  es  el  óxido  del  metal  magnesio,  resultado  de 
una  combinación  con  el  oxígeno;  sustancia  muy  análoga  á 
la  cal,  y que  como  esta  tiene  gran  afinidad  por  todos  los 
ácidos,  razón  que  explica  su  escasez  en  estado  puro,  si  bien 
combinada  en  especial  con  los  ácidos  carbónico,  sulfúrico  y 
fosfórico,  es  muy  abundante.  La  sal  mas  común  de  esta  ba- 
se en  las  tierras  vegetales  es  el  carbonato,  el  cual  ofrece 
grande  analogía  con  las  piedras  calizas,  haciendo  como  ellas 
efervescencia  en  los  ácidos,  y reduciéndose  á óxido  por  la 
elevación  de  la  temperatura.  Dicha  sal  procede  de  la  des- 
composición de  las  Dolomías,  de  las  serpentinas  y de  la  ma- 
yor parte  de  las  rocas  básicas;  y se  encuentra  en  notable 
proporción  en  muchas  tierras  vegetales.  Es  una  sustancia 
blanca,  inodora,  insípida,  ¡nsoluble  en  el  agua,  soluble  con 
efervescencia  en  los  ácidos;  mas  ó menos  compacta,  que 
absorbe  con  facilidad  los  gases  atmosféricos  y el  agua,  aun- 
que no  los  retiene  mucho.  Esta  piedra  se  resquebraja  y cuar- 


tea como  la  creta  bajo  la  influencia  de  los  cambios  bruscos  de 
temperatura,  conservando  por  bastante  tiempo  el  calor  de 
los  rayos  solares. 

Por  lo  visto  las  tierras  en  que  abunda  la  magnesia  son 
muy  análogas  á las  calizas,  pudiéndose  reemplazar  estas  dos 
sustancias  reciprocamente;  si  bien  la  mayor  afinidad  de 
aquella  por  el  agua,  proporciona  una  tierra  vegetal  mas  suel- 
ta, fresca  y de  mejores  cualidades  para  determinadas  plantas. 

En  España  las  tierras  magnésicas  son  muy  abundantes, 
particularmente  en  el  territorio  de  la  Alcarria,  cuya  lozanía 
en  la  vegetación  y exquisito  gusto  en  los  frutos  es  no- 
toria. 

A pesar  de  las  buenas  cualidades  que  esta  sustancia 
comunica  á las  tierras  cuando  se  halla  en  proporciones  con- 
venientes en  el  suelo,  si  su  cantidad  es  algo  excesiva  las 
imprime  el  sello  de  esterilidad. 

En  cuanto  al  fosfato  de  magnesia,  que  acompaña  muy  á 
menudo  al  de  la  cal,  ejerce  como  este  una  influencia  bené- 
fica en  el  desarrollo  de  casi  todas  las  plantas,  y en  especial 
en  la  germinación  de  los  cereales,  cuyas  semillas  suelen 
presentar  dichas  sales  en  proporciones  notables.  Del  uso 
de  estas  sustancias  como  mejoramientos  se  hablará  mas 
adelante. 

El  hierro  y el  manganeso  entran  igualmente  á formar  parte 
de  las  tierras  vegetales  generalmente  en  estado  de  óxidos, 
si  bien  aquel  es  mucho  mas  abundante  que  este.  Los  óxidos 
de  hierro  comunican  á las  tierras  una  coloración  diferente 
según  la  cantidad  de  oxígeno  y la  presencia  ó ausencia  del 
agua  en  dichas  combinaciones:  cuando  es  el  peróxido  anhidro 
el  color  del  suelo  es  rojo,  y por  el^  contrario,  amarillo  si  es 
hidratado. 

Otras  veces  este  metal  se  presenta  combinado  con  diver- 
sos ácidos,  siendo  el  mas  común  el  carbonato  que  se  en- 
cuentra en  las  tierras  y en  las  aguas  que  circulan  por  la 
superficie.  También  se  combina  con  algunos  ácidos  orgánicos 
y principalmente,  según  opina  Phillips,  con  el  úlmico  que  se 
encuentra  en  el  mantillo,  en  cuyo  caso,  esta  sustancia  no  es 
perjudicial  al  cultivo  como  algunos  habian  creído. 

La  presencia  de  sustancias  ferruginosas  en  las  tierras  se 
reconoce  fácilmente,  porque  su  disolución  en  los  ácidos  se 
ennegrece  con  solo  echarle  unas  gotas  del  cocimiento  de 
cortezas  de  encina  ó de  cualquiera  otra  materia  astringente. 

Estos  elementos,  cuando  no  se  hallan  en  exceso,  ejercen 
una  influencia  saludable  en  la  vegetación,  debida  induda- 
blemente á la  coloración  que  comunican  á las  tierras,  au- 
mentando la  propiedad  de  absorber  la  luz  y el  calor;  á la 
propiedad  de  absorber  y retener  las  sustancias  volátiles,  y 
por  último,  ¿ la  especie  de  estimulo  que  producen  en  los 
tejidos  de  las  plantas.  Algunos,  sin  embargo,  ponen  en  duda 
esta  acción  del  hierro. 

En  cuanto  al  óxido  de  manganeso  y á los  carbonatos  ó 
silicatos  que  se  hallan  en  las  tierras,  su  acción  es  bastante 
análoga  á la  del  hierro  y la  cantidad  demasiado  escasa  para 
que  nos  detengamos  en  su  descripción. 

Hasta  aquí  hemos  indicado  los  elementos  minerales  que 
entran  en  la  composición  de  las  tierras,  pero  estas  contienen 
también  materiales  orgánicos  que  conviene  conocer,  proce- 
dentes de  la  descomposición  de  las  plantas  y de  los  anima- 
les. Al  conjunto  de  estas  sustancias  se  ha  dado  el  nombre 
de  Humus  y en  idioma  español  el  de  Mantillo. 

El  mantillo,  que  ocupa  en  general  la  parte  mas  exterior  ó 
superficial  de  las  tierras,  es  una  materia  negruzca  ó de  colo- 
res oscuros,  suave  al  tacto,  que  pierde  por  la  acción  del 
calor  el  agua  que  contiene,  y despide  cuando  se  le  quema 
un  olor  parecido  al  de  la  paja  ó hueso,  según  su  procedencia 
vegetal  ó animal. 


Tomo  ÍX 


50 


394 


GEOLOGIA 


L J 


En  la  composición  de  esta  parte  de  la  tierra  se  ha- 
llan: i.°  Materias  que  no  han  experimentado  grandes  alte- 
raciones, como  sucede  con  los  pedazos  de  corteza  y raíces, 
y con  los  restos  de  animales.  2.0  Sustancias  en  descomposi- 
ción mas  ó menos  avanzada.  Y 3.a  Partes  totalmente  des- 
compuestas, como  si  estuvieran  podridas.  Estas  circunstan- 
cias y la  naturaleza  de  los  materiales  que  componen  el 
mantillo,  determinarán  naturalmente  sus  propiedades,  que 
son  diversas. 

El  mantillo  que  procede  de  plantas  ricas  en  tanino  ó ácido 
tánico  (compuesto  de  oxigeno,  carbono  é hidrógeno)  es 
igualmente  ácido  como  se  observa  en  la  tierra  de  brezo ; no 
conviene  á todas  las  plantas,  y á veces  se  necesita  contra- 
restar su  acción  por  medio  de  la  cal  viva.  Por  el  contrario, 
cuando  las  plantas  que  lo  han  suministrado  no  abundan 
mucho  en  dicho  principio,  el  mantillo  se  llama  dulce  ó 
suave,  carece  de  las  propiedades  ácidas  y es  muy  á propó- 
sito para  toda  clase  de  cultivo.  Algunas  veces  procede  de 
la  descomposición  de  plantas  de  lugares  bajos  y pantanosos, 
recibiendo  el  epíteto  de  turboso , por  la  analogía  que  ofrece 
con  la  turba  en  lo  tocante  á su  composición  y modo  de 
formarse. 

Las  proporciones  en  que  se  encuentra  el  mantillo  en  las 
tierras  son  muy  variables;  en  los  lugares  bajos  en  que  se 
cria  la  turba  llega  hasta  70  por  100;  en  algunas  regiones  en 
que  abunda  el  cieno  diluvial,  y en  las  que  se  cultivan  varias 
pantas  desde  hacia  muchos  siglos,  suele  contener  hasta 
un  25  por  100:  pero  en  general  su  proporción  en  el  suelo 
es  menor. 

Todas  las  plantas  no  exigen  tampoco  igual  cantidad  de 
mantillo;  así  por  ejemplo,  la  avena  y el  centeno  prosperan 
cuando  encuentran  en  la  tierra  uno  ó uno  y medio  por 
ciento  de  materias  orgánicas;  la  cebada  necesita  lo  menos 
dos  ó dos  y medio  por  ciento;  las  buenas  tierras  para  trigo 
deben  contener  de  cuatro  á ocho  por  ciento;  por  ultimo,  en 
el  suelo  muy  arcilloso  llego  hasta  diez  y doce  por  ciento. 

El  mantillo  no  solo  obra  por  las  sustancias  orgánicas  que 
entran  en  su  composición;  también  contiene  varios  princi- 
pios minerales  y en  especial  el  ácido  carbónico,  que  desem- 
peña un  papel  importante  en  la  vegetación,  con  la  particu- 
laridad de  hallarse  en  el  estado  mas  conveniente  para  ser 
absorbido  por  las  raíces. 

Además  el  humus  ejerce  una  acción  mecánica  muy 
importante  dividiendo  y esponjando,  digámoslo  así,  el  ter- 
reno, haciéndolo  mas  sensible  á la  acción  del  calor,  y con- 
servando mejor  la  humedad  que  necesita. 

El  oxígeno  de  la  atmósfera,  en  virtud  de  su  acción  lenta 
y continua  sobre  las  materias  orgánicas  del  mantillo,  y 
especialmente,  sobre  los  restos  vegetales,  determina  la  for- 
mación de  la  ulmina,  geina,  ácido  húmico  ó úlmico,  sustan- 
cia negruzca,  insípida  é inodora,  que  ofrece  el  aspecto  del 
azabache  cuando  pura,  muy  soluble  en  los  álcalis  y en  la 
que  reside  toda  la  virtud,  por  decirlo  así,  del  mantillo.  Esta 
materia  goza  de  una  tendencia  muy  marcada  á combinarse 
con  las  sustancias  amoniacales,  y al  obrar  sobre  el  carbonato 
de  amoniaco  se  combina  con  este  y deja  libre  el  ácido  car- 
bónico, elemento  esencial  á la  vida  de  las  plantas. 

Para  reconocer  la  presencia  del  mantillo  en  una  tierra, 
basta  hacer  hervir  una  cantidad  cualquiera,  por  ejemplo 
quince  gramos,  en  una  disolución  de  potasa,  durante  veinte  á 
treinta  minutos;  si  la  tierra  contiene  materias  orgánicas,  el 
líquido  toma  un  color  oscuro,  mientras  que  en  el  caso  con- 
trario, apenas  se  tiñe,  quedando  muchas  veces  limpio  y 
trasparente.  Si  queremos  apreciar  la  cantidad  de  humus  que 
contiene  dicha  tierra,  bastará  verter  en  el  líquido  después 
de  filtrado  en  la  primera  operación  ácido  clorhídrico,  hasta 


enrojecer  el  papel  de  tornasol.  El  ácido  húmico  se  separa 
en  copos  pardos  que  pueden  recogerse  en  un  filtro,  pesán- 
dolo después  de  bien  lavado  y seco. 

Conocida  la  procedencia  de  los  materiales  que  componen 
la  tierra  vegetal,  conviene  indicar  los  medios  sencillos  de 
que  puede  valerse  el  agricultor,  sin  necesidad  de  un  labora- 
torio, para  darse  cuenta  de  la  naturaleza  de  las  tierras,  sin 
lo  cual  difícilmente  podrá  sacar  partido  de  estas  nociones. 
Antes,  sin  embargo,  será  menester  pasar  en  revista  las  princi. 
pales  propiedades  físicas  de  las  tierras,  ya  que  estas  desem- 
peñan un  papel  tan  principal  en  el  desarrollo  de  las  plantas. 

Después  de  lo  expuesto  acerca  de  la  importancia  de  estas 
propiedades,  bastará  citar  algún  ejemplo  con  el  que  se 
muestre,  que  sin  variar  de  naturaleza  una  misma  sustancia, 
determina  efectos  muy  distintos  en  el  cultivo,  para  confir- 
marnos en  la  necesidad  de  su  estudio. 

La  arcilla  pura  y natural  forma  un  suelo  sobrado  tenaz  y 
consistente,  en  extremo  perjudicial  á toda  especie  de  cultivo; 
la  misma  sustancia  calcinada  adquiere  una  soltura  en  sus 
moléculas  muy  á propósito  para  determinadas  plantas. 
Cuando  la  sílice  y la  cal  predominan  en  un  terreno  en  forma 
arenosa,  le  comunican  un  carácter  tan  seco  y ardiente,  que 
la  vegetación  es  punto  menos  que  imposible;  por  el  con- 
trario, en  estado  pulverulento  los  mismos  materiales  dan 
origen  á un  suelo  demasiado  húmedo  y de  consiguiente 
perjudicial  á las  plantas.  Esto  se  aplica  con  solo  tener  pre- 
sente que  en  el  primer  caso  la  caliza  solo  retiene  29  por 
ciento  de  su  peso  de  agua;  mientras  que  en  el  segundo  con- 
serva hasta  85  por  100.  Otro  tanto  puede  decirse  de  la  sílice. 

Las  principales  propiedades  físicas  de  las  tierras  que 
conviene  dar  á conocer  son  las  siguientes:  i.a  La  densidad 
ó peso  específico.  2.a  La  tenacidad,  cohesión  ó adherencia; 
3.a  La  permeabilidad  y capilaridad.  4.a  La  facultad  de  absor- 
ber el  agua.  5.a  La  aptitud  á desecarse.  6.a  La  disminución  de 
volumen  por  la  desecación.  7.a  La  facultad  de  absorber  la 
humedad  atmosférica.  8.a  La  absorción  de  los  gases.  Y 9.a  La 
absorción  y poder  retentivo  del  calor. 

El  peso  específico  de  una  tierra,  como  de  otro  cuerpo 
cualquiera,  resulta  de  la  comparación  en  volúmenes  iguales 
con  el  del  agua.  Para  apreciarlo  se  toma  un  frasco  de  cabida 
de  dos  decilitros,  en  el  que  se  vierte  uno  de  agua  destilada, 
llenando  lo  restante  de  tierra  bien  seca,  hasta  que  aquella 
enrase  con  el  borde  del  frasco.  Como  para  llenarle,  estando 
el  frasco  medio  de  agua,  se  ha  necesitado  el  mismo  volúmen 
de  tierra,  comparado  el  peso  de  estacón  el  del  decilitro  que 
es  de  cien  gramos,  resultará  la  densidad  de  aquella.  Si  se 
han  necesitado  200  gramos,  el  peso  de  la  tierra  estará  re- 
presentado por  dos,  si  300  por  tres,  y así  sucesivamente. 

El  Sr.  Schiller,  de  quien  á su  vez  ha  tomado  Girardin  casi 
todos  los  datos  referentes  al  estudio  de  las  propiedades  físi- 
cas, ha  publicado  el  siguiente  cuadro  en  el  que  se  expresa 
la  densidad  de  las  diferentes  sustancias  que  componen  la 
tierra  vegetal,  refiriéndola  á la  del  agua  representada  por 
1,000  partes  ó unidades. 


Arena  caliza 

— silícea 

Greda  seca.  I. 

— crasa.  . . . - . 

Tierra  arcillosa 

Arcilla  pura.  

Tierra  caliza  pulverulenta. . . 

— labrantía  de  Hoffwyll.  . 

Yeso 

Tierra  de  jardín 

Carbonato  de  magnesia. . 
Mantillo 


2,822 

2,753 

2,701 

2,652 

2,603 

2,591 

2,468 

2,401 

2,358 

2,332 

2,232 

1,225 


► 


GEOPONIA 


395 


Del  anterior  cuadro  se  desprenden  los  resultados  siguien-  propiedad  de  retener  el  agua,  pues  la  tierra  caliza  y el  man- 
tés: i.°  Que  la  arena  representa  el  elemento  mas  pesado  de  tillo  poseen  esta  última  en  mas  alto  grado  que  la  arcilla,  y 


las  tierras  vegetales.  2/  Que  en  su  consecuencia  la  mayor  ó 
menor  proporción  de  esta  aumenta  ó disminuye  el  peso  de 
las  tierras.  3/  Que  la  tierra  caliza  fina,  el  carbonato  de 
magnesia  y el  mantillo,  disminuyen  por  el  contrario  su  den- 
sidad haciéndolas  ligeras,  pulverulentas  y secas.  Y 4.0  Que 
en  virtud  de  lo  dicho  la  densidad  de  una  tierra  puede  dar  á 
conocer,  hasta  cierto  punto,  su  naturaleza  y composición. 

Esta  propiedad  se  funda  en  la  mayor  6 menor  trabazón 
que  une  á los  diferentes  elementos  componentes  de  las 
tierras;  propiedad  preciosa  por  la  influencia  que  ejerce  so- 


bre las  plantas,  y en  la  que  se  funda  la  distinción  que  hacen  segundos. 


son  mucho  menos  adherentes.  Y 3.0  Que  la  humedad  hace 
subir  de  punto  la  cohesión,  como  se  observa,  por  ejemplo, 
en  la  arena  que  en  estado  seco  está  enteramente  privada  de 
ella,  mientras  que  si  se  moja  6 humedece  presenta  alguna  ó 
bastante  trabazón.  También  en  tésis  general  puede  decirse 
que  la  adherencia  de  las  tierras  es  siempre  mayor  á los  ins- 
trumentos ó aperos  de  madera  que  á los  de  hierro:  y no 
obstante,  se  observa  que  en  tiempos  húmedos  se  trabaja  mas 
fácilmente  con  aquellos  que  con  estos,  lo  cual  consiste  en 
que  los  primeros  no  penetran  tanto  en  la  tierra  como  los 


los  labradores  de  las  tierras  en  flojas  y fuertes  ó pesadas.  El 
modo  de  apreciar  esta  propiedad  es  muy  sencillo,  y se  redu- 
ce á humedecer  un  puñado  de  tierra  hasta  llegar  á hacer 
masa  con  el  agua;  después  se  le  da  la  forma  de  una  bola, 
que  desecada  al  sol  ó la  lumbre,  se  sujeta  á la  presión;  ob- 
servando en  ella  que  las  tierras  arenosas  ó ligeras  se  desha- 
cen entre  los  dedos,  y á veces  por  su  propio  peso;  prueba 
evidente  de  la  poca  trabazón  que  une  á sus  moléculas.  Las 
buenas  tierras  labrantías  resisten  mas,  pero  se  trituran  al 
primer  golpe  del  martillo  ó de  una  mano  de  almirez.  Por 
último,  las  gredas  y tierras  arcillosas  exigen  para  disgregarlas 
repetidos  golpes  de  martillo,  probando  en  ello  su  mayor  te- 
nacidad. 

También  puede  hacerse  el  experimento  de  otro  modo,  que 
consiste  en  calentar  hasta  el  rojo  cereza  la  masa  que  se  haya 
tomado  de  las  diferentes  tierras,  sumergiéndolas  en  seguida 
en  el  agua  fria,  en  cuyo  caso  las  tierras  arenosas  se  deshacen 
instantáneamente,  las  calizas  se  abren  también  muy  pronto, 
despidiendo  burbujas  de  aire,  y se  cuartean  y caen  en  pe- 
queños pedazos,  y las  arcillas  y gredas,  no  solo  conservan 
sus  formas,  sino  que  se  endurecen  mas  con  la  cocción. 

Al  examinar  esta  propiedad  no  basta  saber  la  adherencia 
que  reúne  las  moléculas  entre  sí;  conviene  también  anotar 
la  que  estas  guardan  con  los  instrumentos  agrícolas.  Para 
ello  se  toma  una  plancha  de  hierro  y otra  de  la  madera  que 
mas  comunmente  se  emplee  en  el  país  para  la  construcción 
de  dichos  instrumentos,  y se  colocan  alternativamente  en 
uno  de  los  lados  de  la  balanza,  en  contacto  con  el  suelo 
humedecido,  anotando  el  peso  que  se  añade  cada  vez  en  el 
otro  platillo  para  levantarlo,  pues  este  representará  el  grado 
de  adherencia  de  los  instrumentos  agrícolas  á la  tierra. 

El  siguiente  cuadro  ilustrará  mas  esta  materia. 


ESPECIES  DE  TIERRAS 

I/T 


Arcilla  pura. 

Tierra  arcillosa 

Greda  grasa 

Idem  seca 

Tierra  labrantía  de  Hoffwyll. 
Carbonato  de  magnesia.  . . . 

Mantillo 

Tierra  de  jardín 

Yeso 

Tierra  caliza  fina 

Arena  silícea 

Caliza  arenosa 


Tenacidad  de  la 

Tenacidad 

tierra  seca,  siendo 

en  peso 

la  de  la  arcilla 

— 

pura  roo 

Kilógramos 

100,0 

I 1,100 

83>3 

9,250 

68,8 

7,640 

57,3 

6,360 

33,° 

3,660 

n,5 

1,270 

8,7 

0,970 

7,6 

0,840 

7,3 

0,810 

5,5 

0,500 

0,0 

0,000 

0,0 

0,000 

De  este  cuadro  se  deduce:  i.°  Que  la  tenacidad  de  una 
tierra  está  en  razón  directa  de  la  cantidad  de  arcilla  que 
contiene.  2.0  Que  la  adherencia  no  crece  á proporción  déla 


La  permeabilidad  consiste  en  la  facilidad  con  que  las 
tierras  dejan  pasar  el  agua  á su  través ; propiedad  preciosa, 
y sin  la  cual  las  raíces  no  podrían  recibir  del  suelo  las  sus- 
tancias liquidas  de  que  se  nutren.  Toda  labor  que  tienda 
á disminuir  la  cohesión,  aumenta  la  permeabilidad  de  las 
tierras. 

Para  apreciar  esta  propiedad  se  toma  un  kilogramo  de 
cada  una  de  las  tierras  que  se  quieren  examinar,  se  secan 
bien,  se  ponen  en  una  vasija  que  contenga  un  litro  de  agua, 
con  la  que  se  forma  una  pasta  ó masa  blanda,  la  cual  se 
extiende  sobre  un  tamiz,  igualando  bien  su  superficie.  Des- 
pués se  vierte  con  cuidado  una  determinada  cantidad  de 
agua,  anotando  el  tiempo  que  invierte  en  pasar  al  través  de 
cada  una  y el  modo  como  cuela  el  agua,  y estas  dos  circuns- 
tancias determinarán  la  permeabilidad  respectiva.  De  los 
diversos  experimentos  que  se  han  practicado  con  este  fin, 
resulta  que  la  arena  es  la  sustancia  permeable  por  excelen- 
cia, pues  apenas  se  detiene  el  agua  entre  sus  moléculas, 
mientras  que,  por  el  contrario,  la  arcilla  representa  la  sustan- 
cia mas  impermeable,  tanto  que  apenas  deja  pasar  el  líquido 
gota  á gota. 

Todo  el  mundo  ha  podido  observar  que  cuando  se  su- 
merge un  terrón  de  azúcar  ó una  mecha  por  uno  de  sus 
extremos  en  un  líquido,  este  sube  á través  de  sus  moléculas 
elevándose  sobre  su  propio  nivel.  Esta  propiedad  ha  recibido 
el  nombre  de  capilar  idad  por  ser  mas  visible  en  los  tubos  de 
capacidad  próximamente  igual  á la  de  un  cabello  cuando  se 
sumergen  verticalmente  en  un  líquido,  y depende  de  la  afini- 
dad que  el  líquido  tiene  por  la  materia  que  penetra  y de  la 
atracción  recíproca  de  las  moléculas  de  aquel.  Para  recono- 
cerla bastará  repetir  con  un  puñado  de  tierra  seca  el  expe- 
rimento del  terrón  de  azúcar  que  se  acaba  de  citar. 

La  importancia  de  esta  propiedad  en  el  cultivo  es  muy 
grande,  pues  contribuye  á distribuir  los  líquidos  con  unifor- 
midad en  la  masa  de  la  tierra,  haciendo  por  otra  parte  que 
vuelvan  hácia  la  superficie  las  materias  solubles  y fijas  que  el 
agua  arrastra  por  la  filtración. 

En  general  las  tierras  ligeras  y esponjosas  participan  de 
esta  propiedad  en  alto  grado.  Cuando  la  permeabilidad  de  un 
terreno  ofrece  un  término  medio,  la  capilaridad  está  muy 
desarrollada,  en  lo  cual  estriba  principalmente  la  ventaja  del 
uso  de  aquellos  mejoramientos  que  tienden  á favorecer  la 
primera. 

En  la  capilaridad  se  funda  también  el  riego  de  filtración, 
como  se  observa  con  frecuencia  en  los  terrenos  areniscos  ó 
arenosos  inmediatos  á lagos  ó á aguas  estancadas  y en  los 
médanos,  terrenos  que  por  esta  circunstancia  pueden  llevar 
una  vegetación  frondosa.  En  Andalucía  dan  el  nombre  de 
navazos  á los  huertos  situados  sobre  los  arenales  inmediatos 
á las  playas,  práctica  que  se  funda  en  la  propiedad  que  aca- 
bamos de  examinar. 

La  absorción  y facultad  retentiva  del  agua  por  la  tierra, 
consiste  en  el  grado  de  afinidad  que  esta  tiene  por  aquella; 


GEOLOGIA 


en  cuyo  concepto  se  distingue  de  la  permeabilidad  en  que 
la  una  deja  pasar  el  líquido,  mientras  que  la  otra  contribuye 
á que  se  conserve  entre  las  moléculas  de  la  tierra.  Esta  pro- 
piedad es  importantísima  para  las  plantas,  pues  sin  ella  el 
agua  ó no  podria  penetrar  en  la  tierra  ó pasaría,  por  el  con- 
trario, como  al  través  de  un  filtro  sin  servir  al  objeto  á que 
está  destinada.  Esta  propiedad  puede  referirse  á la  aptitud 
que  tienen  las  tierras  á tomar  la  humedad  ambiente  6 á la 
de  retener  el  agua  que  se  encuentra  en  su  masa.  Para  apre- 
ciar la  primera,  cuyo  conocimiento  es  importante,  el  señor 
Schubler  se  vale  de  un  experimento  muy  sencillo,  reducido 
á colocar  una  campana  de  cristal  sobre  un  receptáculo  que 
contiene  agua,  y dentro  tres  ó cuatro  platillos  de  zinc  6 de 
cualquiera  otra  materia,  sostenidos  en  forma  de  ramillete 
por  un  pié  común:  sobre  cada  una  de  ellas  extiende  tierra 
en  igual  cantidad,  apreciando  la  absorción  de  cada  una  por 
la  diferencia  de  peso  que  ofrecen  al  cabo  de  un  tiempo  de- 
terminado é igual'para  todas.  El  siguiente  cuadro  demuestra 
los  resultados  que  ha  obtenido  este  autor  en  sus  repetidos 
experimentos,  cuyas  consecuencias  son  fáciles  de  apreciar. 


FSPECIES 
DE  TIERRAS 


ABSORCION  VERIFICADA  POR  500  CENTÍGRA- 
MOS  DE  TIERRA,  EXTENDIDA  SOBRE  UNA 
SUPERFICIE  DE  36  MILIMETROS  CUADRA- 
DOS, EN 


72  horas 

Arena  silícea. . . 

Yeso 

Arena  caliza.  . . 

Tierra  labrantía 

Jura 

Id.  id.  de  Hoffwyll. 

Greda  seca 

Id.  grasa 

Tierra  caliza  fina..  . . 

Id.  arcillosa 

Id.  de  jardín. ..... 

Arcilla  pura 

Carbonato  de  magne- 
sia  

Mantillo I 4°>° 


100  partes 
retienen  de  agua 

Arena  silícea.  ...  25 

Yeso 27 

Arena  caliza 29 

Greda  seca 4° 

Idem  grasa 50 

Tierra  de  Hoffwyll 52 

Idem  arcillosa. 60 

Arcilla  pura 70 

Caliza  fina 85 

Tierra  de  jar  din 89 

Mantillo 190 

Carbonato  de  magnesia 456 

Las  consecuencias  que  se  desprenden  del  cuadro  anterior 
son  demasiado  obvias  para  que  nos  detengamos  en  enume- 
rarlas. 

Esta  propiedad  es  muy  importante  en  agricultura,  pues  de 
ella  depende  la  índole  de  las  tierras,  siendo  evidente  que 
las  que  dejan  escapar  con  mas  prontitud  el  agua,  deben  ser 
las  mas  secas  y cálidas  y vice  versa.  Para  llegar  á conocerla 
se  toma  un  puñado  de  igual  peso  de  tierras  diferentes,  se 
dejan  evaporar  al  aire  libre  durante  un  mismo  tiempo,  y la 
diferencia  de  peso  marcará  en  cada  una  la  facilidad  ó difi- 
cultad con  que  han  perdido  el  agua.  En  el  siguiente  cuadro, 
suponiendo  que  las  materias  en  él  indicadas  contienen  100 
partes  de  agua,  á las  cuatro  horas  y cuatro  minutos,  y á la 
temperatura  de  18o  75'  han  perdido,  según  los  experimen- 
tos del  señor  Schubler,  la  cantidad  expresada  al  frente  de 
cada  una. 


41.0 

60.0 


Arena  silícea.  . 

Caliza  arenosa. . 

Yeso 

Greda  seca.  . . 

Idem  grasa.  . . 

Tierra  arcillosa. . 

Idem  de  Hoffwyll 
Arcilla  pura..  . 

Tierra  caliza  fina. 

Idem  de  jardín.. 
Humus.  . . . 

Carbonato  de  magnesia. 


58.4 
75*9 

7», 7 

52.0 

45.7 

34.9 

32.0 

3 1 .9 

28.0 

24,3 

20.5 

10.8 


Para  apreciar  la  propiedad  que  tienen  las  tierras  de  retener 
el  agua  que  se  halla  en  su  masa,  se  toman  20  gramos,  por 
ejemplo,  de  cada  una,  que  se  desecan  primero  á la  tempera- 
tura de  40  6 50  grados:  después  se  coloca  en  una  cápsula  y 
se  vierte  agua  hasta  formar  una  especie  de  papilla  que  se 
traslada  á un  filtro  mojado  y pesado  de  antemano,  cuidando 
al  propio  tiempo  de  lavar  la  cápsula  y echar  el  agua  en  el 
filtro;  al  cabo  de  algún  tiempo  y cuando  el  líquido  ya  no  fil- 
tra se  pesa  todo,  y el  resultado  manifestará  la  aptitud  de  la 
tierra  á retener  el  agua.  Así  es  que  si,  por  ejemplo,  se  toma- 
ron 20  gramos  de  tierra,  y el  fiUro  pesaba  además  5,  si  des- 
pués de  la  operación  el  total  es  de  15  gramos,  la  diferencia 
representada  por  10  expresa  el  grado  en  que  la  tierra  goza 
de  esta  propiedad.  Si  se  la  quiere’  apreciar,  no  de  un  modo 
absoluto,  sino  refiriéndola  á 100  partes  de  la  misma  tierra, 
bastará  hacer  la  siguiente  proporción:  20  : 10  ::  100  : x,  en 
la  que  multiplicando  el  segundo  término  por  el  tercero,  y 
dividiendo  el  producto  por  el  primero,  resultará  ser  el  valor 
de  .r  - 50  que  representa  el  poder  absorbente  de  dicha  tierra, 
es  decir,  50  por  100.  El  siguiente  cuadro  ilustrará  mas  esta 
materia. 


También  se  desprenden  de  este  cuadro  una  porción  de 
consideraciones  que  expresan  con  mas  lógica  los  números, 
que  una  descripción  detallada. 

Del  diferente  grado  con  que  las  tierras  poseen  esta  pro- 
piedad, dependen  las  diferentes  denominaciones  que  se  les 
han  dado,  al  llamarlas  sanas,  cuando  trascurridos  dos  ó tres 
dias  después  de  fuertes  lluvias,  solo  contienen  próximamente 
la  mitad  del  agua  que  les  corresponde  por  su  facultad  absor- 
bente; estas  tierras  son  buenas  y convenientes  para  muchos 
cultivos.  Nuestro  célebre  agricultor  Herrera  ya  decía  en  su 
tiempo:  «Item,  es  buena  tierra  la  que  presto  embebe  el  agua 
y conserva  el  humor.j,  Por  frescas  se  reputan  las  que  á la 
profundidad  de  33  centímetros  retienen  de  15  á 20  por  100 
de  su  peso  de  agua:  son  buenas  para  prados  de  forraje.  Las 
que  no  llegan  á esta  cantidad  se  tienen  por  secas. 

La  sexta  propiedad  se  aprecia  formando  con  las  diferentes 
especies  de  tierra  que  se  quiere  examinar,  un  cubo  de  di- 
mensiones iguales:  se  dejan  secar  á la  sombra,  y cuando  ya 
no  pierden  de  su  peso  se  mide  el  volumen,  el  cual  compa- 
rado con  el  primitivo  dará  la  medida  de  la  retracción.  El  si- 
guiente cuadro  del  Sr.  Schubler  indica  bajo  este  punto  de 


GEOPONIA 


397 


* 


vista  el  carácter  de  cada  una  de  las  sustancias  que  entran  en 
la  composición  de  las  tierras.  Tomando  mil  partes  para  el 
experimento,  resulta  que  pierden  la 


Caliza  fina 50 

Greda  ó arcilla  seca.  . . 60 

Idem  grasa 89 

Tierra  labrantía  del  Jura.  . 95 

Idem  arcillosa 114 

Idem  de  Hoffwyll.  ...  120 

Idemdejardin 149 

Carbonato  de  magnesia.  . 154 

Arcilla  pura 183 

Mantillo 200 


seosas  que,  como  el  oxigeno,  el  ázoe,  el  ácido  carbónico  y 
otros,  concurren  de  un  modo  muy  directo  á su  existencia 
y desarrollo. 

Uno  de  los  objetos  de  mayor  importancia  que  el  agricul- 
tor consigue  por  medio  de  las  labores  que  tienden  á remover 
las  tierras,  ó abriendo  zanjas  ú hoyos  mucho  tiempo  antes 
de  plantar  los  árboles,  consiste  en  poner  en  contacto  de  la 
atmósfera  la  mayor  superficie  posible  de  aquellas,  y hacer 
que  se  penetren  bien,  por  absorción,  de  dichas  sustancias 
gaseosas.  En  la  misma  razón  se  funda  la  mayor  fertilidad  de 
la  capa  superficial  de  la  tierra;  por  cuyo  motivo  conviene 
renovarla  con  frecuencia  por  los  diferentes  medios  que  pro- 
porciona el  arte. 

La  absorción  química  de  las  tierras  solo  se  verifica,  en 
general,  cuando  la  favorece  la  humedad,  y aumenta  con  el 


El  hecho  mas  importante  que  se  desprende  de  este  cua- 
dro es  la  diferencia  tan  notable  de  retracción  que  se  observa 
entre  la  tierra  caliza  y la  arcilla,  en  cuya  propiedad  se  funda 
la  tendencia  constante  á pulverizarse  que  ofrece  la  marga, 
roca  compuesta,  como  hemos  dicho,  de  estos  dos  elementos 
en  proporciones  diversas,  y también  el  uso  que  se  hace  de 
esta  sustancia  como  excelente  mejoramiento  de  muchas  tier- 
ras vegetales. 

También  es  considerable  la  pérdida  de  volumen  que  ex- 
perimenta el  mantillo  por  la  desecación,  lo  cual  explica  per- 
fectamente el  hundimiento  que  se  nota  en  tiempos  secos  en 
el  fondo  de  los  valles  muy  ricos  en  esta  sustancia,  que  á ve- 
ces llega  á ser  de  algunos  centímetros. 

La  absorción  de  los  gases  por  la  tierra  se  refiere  princi- 
palmente al  oxígeno;  puede  verificarse  física  ó químicamen- 
te. La  absorción  química  del  oxígeno  la  poseen  en  grado  di- 
ferente las  diversas  sustancias  que  entran  en  la  composición 
de  las  tierras,  pero  el  mantillo  es  el  que  la  efectúa  con  mas 
prontitud,  sufriendo  un  cambio  en  su  presencia,  que  con- 
siste en  perder  parte  del  hidrógeno  que  se  combina  con  el 
oxígeno  para  formar  agua,  desprendiéndose  de  la  materia 
orgánica  un  volumen  de  ácido  carbónico  igual  al  del  oxíge- 
no absorbido. 

Las  materias  térreas  ó minerales  solo  retienen  el  oxígeno 
á favor  de  la  presencia  del  hierro,  el  cual  cambia  de  estado 
pasando  á un  grado  superior  de  oxidación.  En  este  caso  se 
forma  amoniaco,  á expensas  del  agua  y del  aire  que  retienen 
las  tierras,  favoreciendo  de  esta  manera  la  vegetación. 

El  siguiente  cuadro  ilustrará  mas  esta  materia. 


calor.  Si  las  tierras,  por  el  contrario,  están  enteramente 
secas  ó se  hallan  cubiertas  de  una  capa  de  hielo,  puede  de- 
cirse que  carecen  de  tan  preciosa  propiedad. 

Entre  todos  los  elementos  de  la  tierra  vegetal  el  mantillo 
es  el  que  absorbe  mejor  el  oxígeno  de  un  modo  químico; 
siguen  después  la  magnesia,  las  arcillas,  la  tierra  caliza  fina, 
el  yeso  y las  arenas. 

La  absorción  mecánica  se  verifica  principalmente  por  el 
carbonato  de  magnesia,  siendo  un  hecho  análogo  á la  acción 
que  ejercen  sobre  los  gases  los  cuerpos  porosos  ó esponjosos, 
el  carbón,  por  ejemplo,  los  cuales  devuelven  á la  atmósfera 
los  gases  absorbidos  en  el  momento  en  que  se  eleva  algún 
tanto  la  temperatura,  ó en  que  se  les  comprime,  según  resulta 
de  los  experimentos  de  Saussure  (Teodoro). 

La  facultad  que  poseen  las  tierras  de  absorber  y retener 
el  calor  es  una  de  las  mas  importantes  y que  deben  llamar 
mas  la  atención  del  agricultor,  por  la  influencia  que  ejerce 
en  la  germinación  y en  el  desarrollo  de  las  plantas. 

La  temperatura  del  suelo  es  muy  variable  según  las  horas 
del  dia,  la  naturaleza  del  terreno,  su  exposición,  la  acción  de 
los  vientos,  etc.  De  dia  se  observa  que  es  superior  á la  del 
ambiente,  y por  el  contrario,  inferior  durante  la  noche. 
Estas  diferencias  cesan  completamente  á cierta  profundidad. 

Prescindiendo  de  todas  estas  modificaciones,  en  general 
puede  decirse  que  la  temperatura  de  la  tierra  depende: 

1. °  Del  color  de  su  superficie,  siendo  tanto  mas  elevada 
cuanto  mas  predominan  las  tintas  oscuras. 

2. '  De  su  composición  ó naturaleza  química,  como  pa- 

rece demostrar  el  adjunto  cuadro. 


M 


A 


Di 


Arena  silícea.. 


Yeso 

Arena  caliza.  . . 

Greda  seca.  . . 

Tierra  caliza  fina. 
Greda  grasa.  . . 


ABSORCION 

en  peso  de  oxigeno  por 
100  partes  en  peso  de 
tierra,  en  30  dias 


1.6 

2.7 

5,6 

9,3 

10.8 

1 1,0 


Tierra  arcillosa.  . 
dem  labrantía  del  Jura 

Arcilla  pura 

Tierra  labrantía  de  Hoffwyll 
Carbonato  de  magnesia.  . 
Tierra  de  jardín 


LIOTEC 


15,3 

l6,2 

17,° 

18,0 


Arena  caliza. 
Arena  silícea. 
Greda  seca. . 


— T 

■H* 

• 

» » 

FACULTAD 

de  conservar 
el  calor. 


Tierra  labrantía  del  Jura. 

Yeso 

Greda  grasa 

Tierra  labrantía  de  Hoffwyll 
Tierra  arcillosa.  . . . 

Arcilla  pura 

Tierra  de  jardin.  . . . 

Tierra  caliza  fina.  . . . 

Mantillo 

Carbonato  de  magnesia. 


100,0 

95.6 

76,9 

74.3 
73,2 
7Li 
70,1 

68.4 

66.7 

64.8 

61.8 

49.0 

38.0 


Mantillo.  . 


20,3 


La  importancia  de  esta  propiedad  se  funda  o estriba  en 
ser  el  medio  mas  eficaz  de  que  se  vale  la  naturaleza  para 
hacer  llegar  hasta  las  raíces  de  las  plantas  las  sustancias  ga- 


I.a  facultad  de  absorber  y retener  el  calor  parece  estar 
también  en  razón  directa  de  la  densidad  respectiva  de  los 
elementos  que  constituyen  la  tierra  vegetal,  como  se  des- 
prende del  cuadro  anterior  comparado  con  lo  que  acabamos 


GEOLOGIA 


39* 


de  exponer,  puesto  que  las  arenas,  que  son  las  que  se  ca- 
lientan mas,  son  igualmente  las  mas  pesadas,  y,  por  el  con- 
trario, la  magnesia  y el  mantillo,  que  se  calientan  menos, 
son  las  mas  ligeras. 

3/  Del  grado  de  humedad  de  las  tierras,  pues  como  el 
agua  al  evaporarse  consume  mucho  calor,  cuanta  mayor 
sea  su  cantidad  en  una  tierra  dada,  tanto  mas  baja  será  su 
temperatura.  De  lo  dicho  resulta  que  las  tierras  húmedas  y 
de  colores  claros,  como  sucede  en  las  que  predominan  las 
margas  y las  arcillas  margosas,  constituyen  un  suelo  frió;  y 
por  el  contrario,  las  arenas  por  su  carácter  seco,  y las  tierras 
de  colores  oscuros,  son  cálidas  ó ardientes. 

4/  Del  ángulo  ó de  la  inclinación  de  los  rayos  solares 
sobre  las  tierras.  En  general,  cuanto  mas  perpendicular  es 
esta,  tanto  mas  se  calientan  las  tierras;  por  cuyo  motivo  esta 
propiedad  debe  modificarse  con  la  latitud,  y hasta  cierto 
punto  también  con  la  disposición  orográfica  del  suelo. 

Conocidas  las  propiedades  físicas  de  las  tierras  vegetales, 
estamos  ya  en  el  caso  de  indicar  los  medios  sencillos  y al 
alcance  de  todos  para  llegar  á conocer  la  composición  de 
un  suelo  dado;  conocimiento  de  la  mayor  importancia,  por 
cuanto  ha  de  servir  al  agricultor  para  saber  si  sus  tierras 
poseen  los  elementos  necesarios  al  desarrollo  de  las  plantas 
que  desea  cultivar  ó introducir.  Al  conjunto  de  operaciones 
que  conducen  á este  fin  se  llama  análisis.  Esta  consta  de  dos 
partes:  la  primera  tiene  por  objeto  verificar  la  separación  y 
determinar  los  elementos  túrreos  insolubles,  así  orgánicos 
como  inorgánicos,  y se  llama  análisis  mecánica;  la  segunda 
es  una  verdadera  análisis  química,  y en  ella  nos  propone- 
mos averiguar  la  calidad  y cantidad  de  las  materias  solubles 
de  las  tierras ; de  donde  el  llamársela  cualitativa  y cuantita- 
tiva.  ^ 

Antes,  sin  embargo,  de  proceder  á estas  operaciones,  con- 
viene en  gran  manera  darse  cuenta  de  las  principales  pro- 
piedades de  la  tierra  por  los  medios  que  acabamos  de  indi- 
car, ó por  el  simple  uso  de  los  sentidos.  Así  es  que,  por  el 
tacto  se  conocerá  si  la  tierra  es  arenosa,  arcillosa  ó terrea; 
por  la  vista  si  es  blanca,  como  sucede  en  las  de  yeso  y cali 
zas;  ó roja,  como  las  muy  ricas  en  hierro,  ó de  colores  os- 
curos, como  las  muy  cargadas  de  mantillo,  y las  tierras 
volcánicas  en  general.  Todo  esto  auxiliará  poderosamente 
las  operaciones  ulteriores. 

Para  que  el  ejemplar  sometido  al  análisis  sea  la  expresión 
fiel  de  la  naturaleza  de  la  tierra  que  se  desea  conocer,  como 
quiera  que  las  variaciones  en  el  suelo  son  muy  frecuentes, 
convendrá  tomar  un  puñado  en  cada  extremo  de  la  parcela! 
y en  el  centro  en  dos  ó tres  puntos;  y en  general  en  aque- 
llos sitios  donde,  sea  por  la  coloración,  ó por  cualquier  otro 
signo,  se  sospeche  que  la  composición  de  la  tierra  varia. 
Mézclanse  todos  estos  ejemplares  que  deben  extraerse  de 
media  á una  cuarta  de  profundidad,  y se  saca  de  la  mezcla 
bien  hecha  lo  suficiente  para  el  ensayo,  apreciando  antes, 
como  queda  dicho,  las  principales  propiedades  físicas,  que 
mas  conviene  conocer.  Para  completar  este  conocimiento 
puede  auxiliarse  la  inspección  empírica  con  lo  que  los 
mineralogistas  llaman  análisis  mecánica  y que  oportunamen- 
te dimos  á conocer  en  el  articulo  dedicado  á los  caracteres 
de  las  rocas  (pág.  249).  Xo  siendo  esto  bastante,  convendrá 
proceder  al  ensayo  y análisis  química,  para  lo  cual  y redu- 
ciendo la  operación  al  mayor  grado  posible  de  sencillez  para 
ponerla  al  alcance  del  mayor  número  posible  de  personas, 
puede  decirse  que  los  enseres  ó utensilios  indispensables 
para  esta  operación  redúcense  á una  balanza  bastante  sensi- 
ble, á dos  ó tres  tamices  metálicos,  uno  de  malla  algo  ma- 
yor, y otro  del  diámetro  de  un  grano  de  mostaza,  dos  ó tres 
copas  graduadas  de  vidrio  ó cristal,  una  pequeña  estufa  de 


Gay-Lussac,  ácido  clorhídrico,  sulfúrico,  prusiato  de  potasa, 
y bicarbonato  de  sosa,  una  lámpara  de  ensayos,  un  crisol  de 
platino,  y unas  cápsulas  de  porcelana. 

Procediendo  ya  á operar,  se  toma  de  la  mezcla  de  todos 
los  ejemplares  de  una  tierra,  medio  kilogramo  ó 500  gramos, 
que  se  pone  sobre  el  tamiz  de  malla  grande,  con  el  cual, 
después  de  agitar  cinco  ó seis  veces  la  tierra,  se  pesa  con  una 
balanza  ordinaria  lo  que  quedó  encima,  y se  nota  para  apre- 
ciar  la  proporción  en  que  la  grava,  los  cantitos,  y demás 
materias  ordinarias,  entran  en  la  composición  del  suelo,  lo 
cual  siempre  da  una  idea  del  estado  de  este. 

De  lo  que  pasó  por  el  tamiz  puede  hacerse  si  se  quiere 
otra  separación,  por  medio  del  de  mallas  mas  finas;  y sino,  se 
empieza  ya  el  ensayo,  por  la  determinación  del  mantillo;  para 
lo  cual  se  toman  to  gramos  de  la  tierra  ya  tamizada,  y se 
coloca  en  el  crisol  de  platino,  donde  se  quema  hasta  que  no 
despide  olor  vegetal  ni  animal,  en  cuyo  caso,  se  deja  enfriar, 
se  pesa  y anota  la  proporción  en  el  cuaderno  de  ensayos. 
También  puede  adquirirse  este  dato  por  medio  del  agua; 
pues  como  el  mantillo  es  mas  ligero,  sobrenada  y puede 
recogerse  fácilmente;  se  seca  todo  y se  pesa:  sin  embargo,  es 
preferible  el  primer  método. 

Para  determinar  la  cantidad  de  agua  que  contiene  la  tier- 
ra, se  colocan  otros  10  gramos  en  una  cápsula,  en  el  interior 
de  la  estufa  de  Gay-Lussac;  se  pesa  á la  media  hora,  y la 
diferencia  que  se  anotará,  representa  el  agua  que  contiene  la 
tierra. 

En  el  ejemplar  cuyo  mantillo  se  ha  apreciado  ya,  quedan 
de  los  elementos  mineralógicos  de  la  tierra,  la  arena,  la  caliza, 
si  existe,  la  arcilla,  el  yeso.,  etc.,  cuya  separación  se  conse- 
guirá por  medio  de  eliminaciones,  empezando  por  la  arena 
que  es  el  elemento  mas  pesado,  á cuyo  fin,  puede  emplearse 
la  decantación,  poniendo  la  tierra  en  un  frasco  de  vidrio  ó 
cristal, y vertiendo  en  él  agua  destilada  en  cantidad  suficiente; 
se  agita  bien  la  mezcla  y se  decanta  con  cuidado  repitiendo 
dos  ó tres  veces  la  operación  para  que  solo  quede  en  el  fondo 
de  la  vasija  primera  la  arena,  por  ser  la  sustancia  mas  pesa- 
da, cuya  cantidad  se  anota.  También  puede  conseguirse  este 
resultado  por  medio  del  tamiz,  sobre  el  cual  se  coloca  la 
tierra,  haciendo  pasar  por  él  un  chorro  de  agua  que  no  sea 
muy  fuerte,  el  cual  arrastra  la  parte  mas  tenue,  compuesta 
de  arcilla,  caliza,  etc.,  quedando  encima  los  granos  gruesos 
de  sílice,  cuya  cantidad  se  anota.  El  que  pase  la  parte  mas 
tenue  de  este  elemento  á través  del  tamiz,  no  altera  mucho  el 
resultado  de  lo  que  se  desea  saber,  por  cuanto  el  cuarzo  en  su 
estado  de  gran  tenuidad  goza  de  propiedades  muy  análogas  á 
la  arcilla. 

Si  la  tierra  contiene  caliza,  se  pone  en  una  cápsula  grande 
de  porcelana,  y se  ataca  con  el  ácido  clorhídrico,  calentán- 
dolo á la  lámpara  de  espíritu  de  vino,  hasta  que  levanta 
hervor;  y añadiendo  ácido  mientras  dura  la  efervescencia. 
Hecho  esto  se  retira  la  cápsula  de  la  lámpara  y se  neutraliza 
la  mezcla  por  medio  del  amoniaco  líquido,  lo  cual  se  cono- 
cerá cuando  el  papel  de  tornasol  enrojecido  antes  por  el 
ácido,  vuelve  á adquirir  su  propio  color.  Se  lava  la  tierra  con 
agua  destilada  que  se  vierte  con  cuidado  dos  ó tres  veces,  y 
por  último  se  decanta  el  líquido  con  cuidado,  de  manera 
que  no  caiga  ninguna  partícula  de  la  tierra,  la  cual  se  vierte 
sobre  papel  de  filtro,  dispuesto  en  forma  de  caja  merced  á 
un  marco  cuadrangular  de  madera  colocado  encima  de  una 
tabla  cubierta  de  yeso  amasado  y sólido  á fin  de  que  la 
absorción  del  agua  sea  mas  rápida.  Sin  embargo,  para  que  la 
operación  sea  mas  exacta  y sobre  todo  uniforme,  conviene 
llevar  la  tierra  á la  estufa  de  Gay-Lussac,  donde  acaba  de 
secarse  en  el  papel  mismo  del  filtro  en  que  estaba  colocada. 
Se  separa  la  tierra  desprendiéndola  con  cuidado  del  papel, 


GEOPONIA 


399 


ó se  pesa  este  con  la  tierra;  se  pone  en  un  platillo  de  la 
balanza,  y en  el  otro  un  papel  de  filtro  de  igual  calidad  y 
dimensiones,  y el  peso  que  se  anotará,  indica  la  cantidad  de 
caliza  que  lleva  la  tierra. 

Si  la  determinación  de  este  elemento  mineralógico  se  ha 
hecho  antes  de  decantar  la  arena,  solo  queda  en  la  tierra 
ensayada,  la  sílice,  la  arcilla,  y otros  elementos  tenues;  para 
cuya  separación,  se  procede  del  modo  siguiente:  se  pulveriza 
la  mezcla  para  que  no  se  formen  grumos  en  el  agua,  hecho  lo 
cual,  se  coloca  en  el  tamiz  de  mallas  finas,  y puesto  este 
sobre  una  copa  ancha  y de  pico,  y esparciendo  antes  por 
igual  la  tierra  sobre  la  tela  metálica,  se  la  somete  á un  chorro 
graduado  de  agua,  que  puede  ser  el  de  un  aguamanil  por 
ejemplo,  agitando  de  vez  en  cuando  el  tamiz,  y hasta  sirvién- 
dose de  una  brochita  fina,  comprimiendo  la  masa  contra  las 
paredes  de  aquel,  continuando  así  la  operación,  hasta  que  el 
agua  pasa  clara  y trasparente;  en  cuyo  caso,  se  vierte  lo  que 
hay  encima  del  tamiz  volviéndolo  al  revés  y sometiéndolo 
también  al  chorro  de  agua,  decantando  después  tanto  el 
líquido  que  ha  servido  para  esta  definitiva  operación,  cuanto 
aquel  en  cuyo  fondo  se  ha  depositado  la  arcilla;  sin  mas 
diferencia,  que  dejar  que  se  apose  durante  algunas  horas  lo 
de  la  segunda  copa,  en  razón  á la  tenuidad  de  sus  partículas. 
Hecho  esto,  la  arena  y demás  partes  gruesas  se  secan  en  una 
cápsula  de  porcelana,  por  medio  de  la  lámpara  de  espíritu 
de  vino;  se  pesa  luego  y se  anota:  en  cuanto  á la  arcilla  y 
partes  tenues,  hecha  la  decantación  con  sumo  cuidado,  se 
despega  de  las  paredes  de  la  vasija  por  medio  de  una  bro- 
chita fina  lo  á ellas  adherido,  y agitándolo  bien,  se  vierte, 
sin  que  quede  nada  en  la  copa,  en  papel  de  filtro  dispuesto 
en  forma  de  caja,  que  se  lleva  inmediatamente  á la  estufa 
de  Gay-Lussac;  de  donde  se  saca  cuando  está  ya  seco  lo  que 
queda,  se  pesa  con  precauciones  iguales  á las  que  antes  indi- 
camos, y se  anota  en  el  cuaderno.  Tal  es  el  método,  suscep- 
tible sin  duda  alguna  de  perfeccionamiento,  que  puede 
adoptarse  para  apreciar  la  proporción  en  que  en  la  tierra 
vegetal  entran  el  agua,  el  mantillo,  la  caliza,  la  arena  y la 
arcilla;  que  son  entre  los  componentes  inorgánicos  del  suelo, 
los  que  mas  directa  y eficazmente  contribuyen  á determinar 
sus  diferentes  grados  de  fertilidad.  Si  el  agricultor  no  se 
contenta  con  esto,  y desea  saber  á punto  fijo  las  demás  sus- 
tancias fijas  y solubles  que  contienen  sus  tierras,  debe  en  mi 
concepto  dirigirse  á un  profesor  experimentado  en  química, 
para  que  se  las  analice  minuciosa  y detenidamente. 

Conviene  también  conocer  esa  capa  inferior  al  suelo  vege- 
tal, llamada  por  esto  mismo  subsuelo,  y cuya  influencia 
sobre  la  vegetación  suele  ser  decisiva;  si  bien  por  lo  común 
solo  importa  averiguar  si  es  permeable  ó impermeable.  Para 
procurarse  ejemplares  del  subsuelo,  aunque  la  naturaleza  de 
este  no  es  tan  variable  como  la  de  la  tierra,  sin  embargo 
convendrá  recoger  en  cada  hectárea,  por  ejemplo,  tres  ó 
cuatro  muestras  tomadas  á 50  centímetros  de  profundidad, 
mezclándolas  después  para  obtener  el  término  medio  de  su 
composición;  hecho  lo  cual  se  observa,  por  medio  del  ácido 
clorhídrico,  si  tiene  elemento  calizo,  y como  quiera  que  los 
diferentes  grados  de  permeabilidad  están  íntimamente  enla- 
zados con  la  proporción  respectiva  de  arena  y arcilla,  se 
somete  una  cantidad  cualquiera,  10  gramos  por  ejemplo,  al 
método  de  lavado  y decantación,  secando  y pesando  la 
parte  mas  tenue  que  pasa  por  el  tamiz,  y la  que  queda 
encima;  de  cuya  proporción  deducirá  el  agricultor,  si  el 
subsuelo  es  permeable  ó impermeable  en  absoluto,  ó la  pro- 
porción con  que  el  agua  pasa  á su  través  ó se  detiene  en  él. 

Dado  ya  á conocer  el  método  que  nos  parece  mas  sencillo, 
y adaptable  á la  índole  de  la  obra,  para  formarse  idea  de  los 
elementos  constitutivos  de  la  tierra  vegetal  y del  subsuelo, 


conviene,  antes  de  presentar  la  clasificación  agronómica 
adoptada,  que  expongamos  en  breves  palabras,  el  modo  de 
obrar  el  suelo  en  la  vegetación. 

MODO  DE  OBRAR  DEL  SUELO  EN  LA  VEGETACION 

La  acción  de  la  tierra  en  el  desarrollo  de  las  plantas  es  á 
la  vez  química  y física.  Efectivamente,  por  una  parte  sumi- 
nistra á los  vegetales  en  los  diversos  períodos  de  su  existen- 
cia los  elementos  minerales  ó inorgánicos,  así  combustibles 
como  incombustibles,  que  entran  en  su  composición,  favore- 
ciendo también  la  asimilación  de  ciertos  productos  gaseosos 
que  lleva  suspensos  ó disueltos  el  agua  en  virtud  de  las 
trasformaciones  que  en  su  seno  se  verifican,  y por  otra  la 
mayor  ó menor  tenacidad  ó porosidad  del  suelo,  su  higros- 
copicidad,  su  coloración  y demás  condiciones  físicas  ejercen 
una  influencia  muy  decidida  en  relación  con  las  propiedades 
físicas  de  la  materia.  El  primer  modo  de  obrar  es  pura- 
mente químico,  asi  como  el  segundo  se  relaciona  íntimamente 
con  la  acción  física  ó mecánica.  En  la  historia,  por  cierto 
muy  reciente,  de  la  ciencia  agronómica,  se  nota  que  alter- 
nativamente se  ha  exagerado  unode  estos  dos  modos  de  obrar 
del  suelo  en  detrimento  no  solo  del  otro,  sino  lo  que  es  aun 
mas  sensible,  en  perjuicio  de  la  agricultura  práctica.  Por 
fortuna  esto  ha  venido  á ilustrar  la  cuestión  y á ponerla  en  su 
verdadero  lugar,  auxiliada  á veces  de  la  experimentación  y de 
no  pocos  desengaños. 

Reconocido,  pues,  hoy  por  todos  los  agrónomos  este  do- 
ble modo  de  obrar  físico  y químico  del  suelo,  veamos  en 
qué  consiste  su  acción  y cuáles  son  sus  inmediatos  resulta- 
dos, deduciendo  como  consecuencia  precisa  las  condiciones 
físicas  y la  composición  que  deberá  reunir  una  tierra  para 
que  pueda  considerarse  como  tipo. 

Es  principio  inconcuso  que  las  plantas  necesitan  encon- 
trar en  el  suelo,  así  como  en  la  atmósfera  y en  el  agua,  los 
elementos  de  su  composición,  privadas  como  se  hallan  de 
la  facultad  de  trasladarse  de  un  punto  á otro,  cuando  en 
aquel  en  donde  viven  no  existe  lo  que  necesitan  para  su 
crecimiento  y desarrollo.  También  es  evidente  que  no  pu- 
diendo  los  vegetales  crear  materia,  sino  organizar  la  que 
toman  del  exterior,  con  el  trascurso  del  tiempo  la  fertilidad 
de  una  tierra  dada  disminuye  y hasta  puede  agotarse  por 
completo,  si  no  se  le  devuelve  lo  que  aquellos  consumen. 
Esto  es  mucho  mas  necesario  en  la  época  que  hemos  alcan- 
zado, cuyo  carácter  dominante  consiste  en  el  afan  de  pro- 
curarse á poca  costa  cosechas  abundantes  y obtener  mas 
productos  que  anteriormente  en  una  extensión  dada  de 
terreno.  Y con  tanta  mas  razón  debe  devolverse  al  suelo  lo 
que  pierde  de  continuo  por  el  consumo  de  la  vegetación, 
cuanto  que,  como  dice  con  muchísima  razón  el  ilustre  Lie- 
big,  el  obtener  productos  pingües  del  suelo  á beneficio  de 
un  sistema  de  cultivo  que  ha  de  dar  por  último  resultado  la 
esterilidad  mas  ó menos  completa  de  la  tierra,  por  mas  que 
enriquezca  á la  generación  actual,  no  está  muy  conforme 
con  la  sana  razón,  y hasta  podría  añadirse  que  es  contrario 
á los  principios  de  moral,  que  deben  servir  de  norma  á la 
humanidad. 

La  tierra  vegetal  no  es  inagotable,  por  mas  que  la  natura- 
leza próvida  concurra  por  muy  diversos  y curiosos  modos  á 
compensar  sus  pérdidas,  y siquiera  sea  muy  difícil,  por  no 
decir  imposible,  devolverle  todas  las  condiciones  de  fertili- 
dad que  ha  llegado  á perder  por  el  método  de  cultivo  pues- 
to en  práctica.  No  obstante,  una  economía  bien  entendida 
puede  crear,  á beneficio  de  los  medios  de  que  dispone  hoy 
el  hombre,  muchos  mas  medios  de  los  que  hasta  el  presente 
se  han  utilizado. 


GEOLOGIA 


400 

Para  comprender  bien  este  principio,  que  puede  conside- 
rarse como  fundamental  de  la  ciencia  moderna,  conviene 
tener  presentes  las  condiciones  que  son  esenciales  á la  vida 
de  las  plantas. 

Estas  contienen  en  su  propia  organización  partes  combus- 
tibles y partes  incombustibles.  Las  últimas  representan  los 
elementos  constitutivos  de  las  cenizas  que  aquellas  dejan 
después  de  su  combustión,  siendo  los  mas  esenciales  á las 
plantas  cultivadas  el  ácido  fosfórico,  la  potasa,  el  ácido  silí- 
cico, la  cal,  la  magnesia,  el  hierro  y la  sal  común.  Estos 
principios  incombustibles  que  se  encuentran  en  las  cenizas 
de  las  plantas  se  consideran  hoy  como  absolutamente  indis- 
pensables á su  nutrición  y á la  formación  y desarrollo  de  to- 
dos sus  órganos. 

El  agua,  el  amoniaco  y el  ácido  carbónico  representan  las 
partes  combustibles  de  los  vegetales,  igualmente  necesarias 
para  su  existencia  y crecimiento. 

Todos  estos  elementos  contribuyen  á la  organización  de 
las  plantas  durante  la  vegetación,  siempre  y cuando  la  at- 
mósfera y el  suelo  ofrezcan  á la  vez  en  sus  cantidades  y re- 
laciones mutuas  las  condiciones  indicadas.  De  modo  que 
esta  acción  es  recíproca,  es  decir,  que  los  principios  nutriti- 
vos contenidos  en  la  atmósfera  no  conservan  la  vegetación 
sin  el  concurso  de  los  del  suelo,  y viceversa,  la  acción  de 
este  es  nula  si  faltan  los  primeros;  unos  y otros  deben  co- 
existir y obrar  en  combinación  para  que  la  planta  pueda 
crecer  y desarrollarse  convenientemente. 

Todos  los  principios  nutritivos  de  las  plantas  pertenecen 
en  último  resultado  al  reino  animal;  los  gaseosos  son  absor- 
bidos por  las  hojas;  los  fijos  por  las  raíces:  aquellos  entran 
á veces  en  la  composición  del  suelo  y se  conducen  respecto 
de  las  últimas  fibras  de  las  raíces  lo  mismo  que  con  las  ho- 
jas; ó en  otros  términos,  penetran  también  en  el  tejido  ve- 
getal por  las  raíces.  Los  elementos  gaseosos  son  por  su  pro- 
pia naturaleza  movibles,  mientras  que  los  fijos  son  inmóviles 
y no  pueden  trasladarse  del  sitio  que  ocupan,  á no  intervenir 
una  fuerza  ó agente  extraño. 

Ahora  bien,  sentados  estos  principios  pregunta  el  célebre 
Liebig:  ¿de  qué  modo  obra  el  suelo,  y qué  parte  toman  en 
la  vegetación  sus  diversos  principios  constitutivos?  Veamos 
cómo  se  explica  este  gran  maestro  en  sus  últimas  cartas  so- 
bre la  agricultura  moderna,  para  hacer  después  la  convenien- 
te aplicación  á las  diferentes  tierras  de  la  provincia. 

La  nutrición  de  las  plantas  se  verifica  por  la  asimilación 
de  la  materia  alimenticia  : decimos  que  un  vegetal  crece  cuan- 
do su  masa  aumenta,  lo  cual  se  verifica  cuando  se  apropia  ó 
trasforma  en  propia  sustancia  las  materias  que  toma  del  ex- 
terior. El  ácido  carbónico  produce  azúcar;  el  ácido  silícico 
se  encuentra  en  el  tallo;  la  potasa  en  la  savia;  el  ácido  fos- 
fórico, la  potasa,  la  cal  y la  magnesia  forman  parte  de  la  se- 
milla. 

El  suelo  no  es  pasivo  en  el  acto  de  proporcionar  todas  es- 
tas sustancias  á las  plantas,  según  pretenden  algunos  que  lo 
han  considerado  como  una  esponja  que  se  empapa  y pierde 
el  agua  con  la  misma  facilidad ; antes  por  el  contrario,  una 
de  las  propiedades  mas  notables  que  le  distinguen,  al  pare- 
cer fuera  de  toda  duda,  es  la  de  retener  los  principios  nutri- 
tivos de  las  plantas  hasta  el  punto  que,  según  Liebig,  mer- 
ced á ella  las  lluvias  mas  continuadas  no  pueden  privar  al 
suelo  de  sus  condiciones  de  fertilidad  á no  obrar  de  un  mo- 
do puramente  mecánico.  Esta  propiedad  del  suelo  es  tan 
eficaz,  que  en  vez  de  ceder  al  agua  que  filtra  entre  sus  molé- 
culas los  principios  alementicios  de  las  plantas,  cuando  esta 
los  lleva  aquel  los  absorbe  de  un  modo  muy  activo,  dejan- 
do al  agua  las  demás  materias  no  nutritivas  que  lleva  en  di- 
solución. Algunos  experimentos  han  confirmado  este  hecho 


curioso  que  demuestra  el  modo  de  obrar  de  la  tierra  vegetal. 

Si  se  vierte  uní  disolución  de  silicato  potásico,  dice  Lie- 
big, en  un  embudo  que  se  haya  llenado  de  tierra  vegetal,  el 
3gua  filtrada  apenas  contiene  algunos  vestigios  de  potasa,  y 
únicamente  en  determinadas  circunstancias  arrastra  la  sílice. 

Si  se  disuelve  el  fosfato  cálcico  ó magnésico  recientemente 
precipitado  en  el  3gua  saturada  de  ácido  carbónico,  y se  ha- 
ce filtrar  la  disolución  á través  de  una  poca  tierra  vegetal, 
el  agua  filtrada  apenas  revela  trazas  ó vestigios  del  ácido 
fosfórico.  Una  disolución  de  fosfato  calizo  en  el  ácido  sulfú- 
rico diluido,  ó de  fosfato  amónico  magnésico  en  el  agua  car- 
gada de  ácido  carbónico,  se  conduce  del  mismo  modo. 
También  subsisten  en  la  tierra  los  fosfatos  calizos,  el  ácido 
fosfórico  y el  amoniaco  de  la  sal  magnésica. 

El  carbón  obra  de  una  manera  análoga  respecto  de  mu 
chas  sales  solubles,  de  cuya  materia  colorante  y hasta  de  las 
sales  contenidas  en  los  líquidos  se  apodera,  lo  cual  ha  hecho 
nacer  la  sospecha  de  atribuir  la  misma  como  una  propiedad 
que  parece  ser  común  al  carbón  y á la  tierra  vegetal.  Sin  em- 
bargo, aquel  obra  poruña  especie  de  atracción  química,  por 
una  acción  de  superficie,  mientras  que  en  el  suelo  sus 
elementos  constitutivos  toman  parte  en  la  reacción,  la  cual 
es  en  consecuencia  en  unos  casos  diferente  que  en  otros. 

Obsérvase  también,  y esto  viene  á confirmar  que  en  esta 
acción  hay  de  parte  de  la  tierra  una  especie  de  elección  de 
aquellas  materias  mas  útiles  á las  plantas,  que  cuando  se  po- 
ne en  contacto  con  aquella  una  disolución  debilitada  de 
cloruro  potásico  y otra  de  sal  común  ó de  cloruro  sódico,  á 
pesar  de  la  grande  analogía  de  estas  dos  sustancias,  la  diso- 
lución apenas  contiene  á los  pocos  momentos  casi  nada  de 
potasa,  mientras  que  el  sodio  solo  desaparece  por  mitad. 
La  razón  de  este  hecho  singular  es  que  la  potasa  forma  una 
parte  constitutiva  de  las  plantas  cultivadas,  ai  paso  que  la 
sosa  solo  se  encuentra  por  excepción  en  sus  cenizas.  El  sul- 
fato y nitrato  sódico  solo  ceden  al  suelo  una  parte  de  la  so- 
sa que  contienen,  mientras  que  el  sulfato  y nitrato  potásico 
abandonan  casi  toda  la  potasa. 

Todo  esto  demuestra  ó nos  da  una  idea  clara  de  la  pode- 
rosa acción  del  suelo  en  la  absorción  de  los  tres  principios 
nutritivos  de  las  plantas,  los  cuales,  atendida  su  gran  solu- 
bilidad en  el  agua  pura  ó cargada  de  ácido  carbónico,  no 
podrían  permanecer  fijos  en  el  suelo  á no  hallarse  este  dota- 
do de  la  facultad  de  absorberlos  y conservarlos  entre  sus 
moléculas. 

Sin  embargo,  la  propiedad  que  tiene  el  suelo  de  absorber 
el  amoniaco,  el  ácido  fosfórico  y el  ácido  silíceo  en  disolu- 
ción es  limitada,  y cada  especie  de  tierra  la  posee  en  un 
grado  diferente.  Así,  por  ejemplo,  las  tierras  arenosas  en  el 
mismo  volumen  absorben  menos  que  las  margosas,  y estas 
menos  que  las  arcillosas.  Las  diferencias  en  cuanto  á la  pro- 
piedad indicada  son  tan  pronunciadas  como  la  naturaleza 
de  los  terrenos.  La  razón  de  esto,  á pesar  de  no  indicarla  el 
ilustre  químico,  consiste  en  los  diferentes  grados  de  permea- 
bilidad de  dichas  tierras,  pues  se  comprende  que  según  sea 
el  tiempo  que  las  indicadas  soluciones  permanezcan  en  la 
tierra,  asi  esta  se  apoderará  en  mayor  ó menor  escala  de  los 
principios  que  ellas  contienen. 

De  lo  anteriormente  expuesto  se  deducen  dos  consecuen- 
cias de  la  mayor  importancia,  y son:  primera,  el  gran  valor 
que  tienen  las  propiedades  físicas  de  la  tierra  vegetal,  y la 
de  absorber  los  principios  nutritivos  de  las  plantas;  y segun- 
da, que  por  una  apreciación  exacta  de  aquellas  y de  estas 
en  particular  pueden  obtenerse,  sin  gran  dificultad,  datos 
enteramente  nuevos  para  apreciar  la  calidad  y el  valor  agrí- 
cola de  las  tierras  que  cultivamos. 

La  acción  que  la  tierra  rica  de  materias  orgánicas  ejerce 


GEOPONIA 


401 


sobre  las  soluciones  de  principios  nutritivos,  no  es  menos 
notable.  Así,  por  ejemplo,  un  suelo  arcilloso  ó calizo  pobre 
en  detritus  orgánicos  absorbe  por  completo  la  potasa  y el 
ácido  silíceo  contenidos  en  una  disolución  de  silicato  de 
potasa,  mientras  que  la  tierra,  rica  en  sustancias  orgánicas 
(mantillo  ó estiércol),  solo  absorbe  la  potasa  y deja  el  ácido 
en  la  disolución.  Este  modo  de  obrar  nos  recuerda,  dice 
Liebig,  la  influencia  que  el  detritus  orgánico  bien  consumi- 
do en  el  suelo  ejerce  en  la  vegetación  de  las  plantas  domi- 
nantes en  los  prados  encharcados  y pobres  que,  como  los 
juncos,  las  cañahejas  y las  colas  de  caballo,  necesitan  gran- 
des cantidades  de  ácido  silíceo.  Sucede  en  estas  tierras  que 
si  se  las  encala  aquellas  plantas  desaparecen  para  ser  reem- 
plazadas por  heno  de  excelente  calidad.  Héaqui  demostrada, 
110  solo  la  influencia  de  la  mencionada  propiedad  de  las 
tierras,  sino  que,  lo  que  es  aun  mas  importante  á nuestro 
objeto,  la  gran  ventaja  de  emplear  ciertas  sustancias  por  vía 
de  mejoramiento. 

Indagaciones  análogas  demuestran  también  que  las  tierras 
de  jardín  <5  de  bosque,  ricas  en  mantillo  y que  no  se  apode- 
ran del  ácido  silícico  en  una  disolución  de  silicato  potásico, 
adquieren  la  propiedad  de  absorberle,  si  antes  de  introducir 
el  silicato  se  tiene  cuidado  de  añadir  á la  tierra  una  poca  cal 
apagada;  en  este  caso  la  potasa  y la  sílice  permanecen  en  el 
suelo  y ambas  sirven  en  consecuencia  al  desarrollo  de  deter- 
minadas plantas. 

Liebig  confirma  esta  acción  tan  importante  con  el  resulta- 
do de  repetidas  análisis  de  las  aguas  corrientes,  de  las  de 
manantiales  y de  aquellas  que  después  de  atravesar  la  tierra 
vegetal  circulan  por  los  conductos  ó tubos  cerrados,  coloca- 
dos con  el  objeto  de  sanear  los  terrenos  encharcados.  Con 
efecto,  en  todos  estos  casos  han  demostrado  los  ilustres 
Graham,  Miller,  Hoffman,  Way,  y otros,  que  el  agua  arras- 
tra muchas  sustancias  minerales,  menos  la  potasa,  el  ácido 
fosfórico,  el  amoniaco  y la  sílice,  de  las  cuales  apenas  pue 
den  descubrir  vestigios  ó cantidades  muy  insignificantes  las 
operaciones  mas  delicadas. 

Si  pues  el  suelo  goza  de  la  propiedad  de  absorber  y rete- 
ner entre  sus  elementos  constitutivos  las  sustancias  alimenti- 
cias de  las  plantas  tomándolas  del  agua  y de  las  combinacio- 
nes químicas  perfectas  en  estado  de  disolución,  no  parece 
probable  que  el  agua  pueda  á su  paso  por  la  tierra  robarle  á 
su  vez  dichas  sustancias.  Y esta  suposición,  inspirada  por  la 
influencia  tan  poderosa  como  especial  del  suelo,  confirmada 
por  las  análisis  que  acabamos  de  citar,  inclina  á Liebig  á 
establecer  el  principio  importante  de  que  no  es  en  forma  de 
disolución  como  el  suelo  ofrece  á las  plantas  aquellas  sus- 
tancias mas  indispensables  á su  crecimiento  y desarrollo,  sino 
que  al  parecer  las  retiene  el  suelo  mismo  de  un  modo  aná- 
logo á la  materia  colorante  en  el  carbón  y al  yodo  en  el  al- 
midón yodado,  es  decir,  que  permanecen  en  un  estado 
propio  para  ser  absorbidas  por  las  raíces,  pero  insolubles  en 
el  agua  de  lluvia,  la  cual  no  puede  arrastrarlas  sino  en  el  ca- 
so de  hallarse  el  suelo  completamente  saturado. 

De  todo  lo  dicho  deduce  el  químico  citado  una  conse- 
cuencia muy  importante,  á saber:  «que  las  plantas  deben 
» desempeñar  un  papel  muy  principal  en  la  absorción  de 
»sus  principios  nutritivos,  pues  como  séres  organizados  su 
T>  existencia  no  depende  en  absoluto  de  las  causas  exterio- 
» res.»  Y aunque  esto  no  nos  debe  sorprender  á los  partidarios 
de  las  fuerzas  vitales,  sin  embargo,  una  confesión  tan  explí- 
cita en  boca  de  un  químico  de  la  reputación  de  Liebig,  no 
deja  de  ser  un  verdadero  acontecimiento. 

Si  las  plantas  tomaran  su  alimento  por  las  raíces  del  seno 
de  una  disolución,  solo  podrían  absorber  las  sustancias  que 
en  ella  se  encuentran  en  razón  directa  de  la  cantidad  de 


agua  evaporada  por  las  hojas  y del  tiempo  en  que  esta  opera- 
ción se  verifica;  pues  sin  negar  que  el  agua  que  atraviesa  la 
tierra  en  general  y la  evaporación  que  se  realiza  por  las  ho- 
jas sean  auxiliares  indispensables  de  la  asimilación,  hay  que 
admitir  una  especie  de  fuerza  especial  que  aparta  á las  raíces 
de  todo  lo  que  les  puede  perjudicar,  al  paso  que  les  elige 
aquellas  sustancias  que  pueden  serles  útiles.  Lo  que  el  suelo 
les  presenta  no  puede  penetrar  en  el  organismo  sin  la  coope- 
ración de  una  causa  que  reside  y obra  en  las  raíces. 

Difícil  es  por  cierto,  según  esta  teoría,  que  aparece  san- 
cionada por  los  hechos  y por  los  experimentos  mas  conclu- 
yentes, formarse  una  idea  acerca  del  mecanismo  en  virtud 
del  cual  las  plantas  disuelven  las  sustancias  minerales;  pero 
el  resultado  es  que  esto  se  verifica,  y que  lo  único  que  se 
sabe  es  que  el  agua  solo  es  indispensable  para  acarrearlas 
hasta  el  seno  de  la  tierra.  Esto  no  debe  ser  obstáculo  para 
tratar  de  buscar  hechos  y datos  que  tiendan  á determinar  la 
acción  del  agua  en  todas  estas  recónditas  operaciones,  por 
mas  que  haya  de  prometerse  encontrar  muchos  hechos  con- 
tradictorios en  apariencia.  Y tanto  es  esto  así,  que  Liebig 
mismo  cree  que  otras  leyes  distintas  deben  regir  la  absor- 
ción en  las  plantas  acuáticas,  supuesto  que  en  muchas  de 
ellas  el  suelo  no  ejerce  acción  alguna  sóbrelas  raíces,  y que 
al  parecer  no  solo  toman  los  alimentos  disueltos  en  el  mis- 
mo medio  en  que  viven,  sino  que  hasta  pueden  escoger 
aquellos  que  mas  les  convienen.  Esto,  sin  embargo,  podrá 
dificultar  la  cuestión  en  lo  relativo  á estas  plantas,  pero  de 
modo  alguno  invalida  lo  anteriormente  expuesto,  fundado 
en  hechos  ciertos  y confirmado  por  análisis  y experimentos. 

La  tierra,  pues,  proporciona  á las  plantas  los  principios 
fijos  ó no  combustibles,  y además,  en  virtud  de  la  propie- 
dad que  acabamos  de  expresar,  léjos  de  abandonarlos  al 
agua  que  penetra  por  filtración,  los  retiene  gozando  de  una 
especie  de  elección  en  cuanto  á la  calidad  de  los  que  les  son 
mas  útiles  y también  respecto  á la  cantidad,  pues  cuando 
esta  es  excesiva,  en  vez  de  morir  de  plétora  las  plantas  de 
una  generación,  los  dejan  para  el  desarrollo  de  las  que  han 
de  sobrevenir. 

El  agua  indudablemente  ejerce  una  influencia  muy  direc- 
ta en  la  vegetación,  si  bien  con  respecto  á la  absorción  de 
los  principios  nutritivos  puede  considerarse  simplemente 
como  el  vehículo  ó medio  necesario  para  el  paso  de  aque- 
llos hasta  el  interior  de  las  plantas. 

En  cuanto  á los  principios  combustibles,  proceden,  al 
parecer,  del  aire  y no  de  la  tierra,  la  cual  se  enriquece  de 
estas  sustancias,  así  como  se  empobrece  de  las  fijas  con  el 
sucesivo  cultivo.  En  este  concepto  y en  el  de  que  en  tanto 
los  abonos  son  útiles  en  cuanto  el  suelo  contiene  los  princi- 
pios fijos  indispensables  al  desarrollo  de  las  plantas,  dice 
Liebig  que  aquellos  representan  en  el  suelo  el  capital,  mien- 
tras que  los  elementos  atmosféricos  son  el  interés  del  mis- 
mo, contribuyendo  el  uno  á obtener  recíprocamente  el  otro. 
La  presencia  de  estos  principios  fijos  en  las  plantas  no  solo 
es  indispensable  á su  existencia,  sino  que  en  ese  admirable 
círculo  de  armonías  que  se  observan  en  todos  los  eslabones 
de  la  vida,  lo  es  también  para  la  posibilidad  de  la  existencia 
de  los  animales,  hasta  tal  punto  que  si  fuera  posible  que 
una  planta  se  desarrollara,  floreciera  y fructificara  sin  la 
intervención  de  los  principios  fijos  del  suelo,  tampoco  ser- 
viría para  alimentar  al  hombre  y á los  animales. 

Ahora  bien,  supuesto  el  consumo  continuo  que  las  plan- 
tas hacen  en  su  crecimiento  y desarrollo  de  los  principios 
fijos  que  les  suministra  el  suelo,  ocurre  la  duda  de  si  podrá 
llegar  un  dia  en  que  por  la  desaparición  de  estos,  ó por  lo 
menos  de  los  que  necesitan  las  plantas  que  hay  que  cultivar, 
pierdan  por  completo  su  fertilidad  les  campos.  Acerca  de 

5* 


Tomo  IX 


402 


GEOLOGIA 


tan  vital  cuestión  no  están  acordes  los  hombres  mas  eminen- 
tes; pues  mientras  Liebig  da  la  voz  de  alarma  proclamando 
en  todos  los  tonos  imaginables  que  las  tierras  se  esterilizan 
y que  hay  que  devolverles  lo  que  perdieron,  calculando 
aproximadamente  el  número  de  cosechas  que  hay  que  pro- 
meterse de  las  circunstancias  actuales,  y haciendo  ver  con 
colores  á mi  modo  de  ver  sobrado  oscuros  los  tristes  resulta- 
dos de  tan  punible  abandono,  por  otro  Walz  y los  de  su 
escuela  pretenden  que  nada  pierde  el  suelo  que  no  lo  resti- 
tuya la  atmósfera  y las  rocas  subyacentes,  y de  consiguiente 
que  todos  esos  temores  son  exagerados. 

Después  de  oir  á los  jefes  de  ambas  escuelas,  bien  puede 
asegurarse  que  en  uno  y otro  parecer  hay  exageración ; el 
uno  creyendo  que  la  tierra  es  inagotable  respecto  de  los 
principios  nutritivos  de  las  plantas,  y que  no  hay  que  llevar- 
le sino  cuerpos  ó elementos  combustibles,  y el  otro  haciendo 
ver  demasiado  cercano  el  dia  en  que  agotada  la  fertilidad  de 
la  tierra  y no  teniendo  de  qué  mantenerse  en  ella  el  hom- 
bre, tenga  este  precisión  de  abandonarla  é ir  en  busca  de 
una  patria  menos  ingrata,  dado  el  caso  poco  probable  de 
ser  esto  hacedero. 

Efectivamente,  los  temores  de  Liebig,  si  no  se  califican  de 
pueriles  en  razón  d su  gran  saber  y á la  magnitud  de  la  cues- 
tión, bien  pueden  considerarse  como  exagerados,  pues  si  la 
tierra  procede  de  la  descomposición  de  las  rocas  que  en  los 
diversos  países  ocupan  la  superficie,  y si  esta  operación  ó 
procedimiento  es  incesante  y continuo,  es  fácil  deducir  que 
en  esta  maravillosa  operación  terrestre  encontrará  el  suelo 
sin  cesar  una  íuente  inagotable  de  sílice,  de  potasa,  de  cal, 
de  magnesia,  de  hierro  y de  los  principios  fijos  de  las  plan- 
tas. Esto  no  autoriza,  sin  embargo,  á prescindir  del  uso  de 
los  abonos  asi  minerales  como  orgánicos,  particularmente 
de  aquellos  que  contribuyen  á aumentar  la  cantidad  de  di- 
chas materias  fijas,  pues  puede  suceder  muy  bien  que  el 
consumo  que  de  algunas  de  ellas  hacen  las  plantas  sea  su- 
perior á lo  que  la  descomposición  de  las  rocas  les  suministra. 

Pero  si  exagerados  son,  como  acabamos  de  ver,  los  temo- 
res del  ilustrado  Liebig,  la  ilimitada  confianza  que  los  de  la 
escuela  contraria  afectan  tener  ó tienen  en  realidad  en  los 
inagotables  recursos  de  la  tierra  y en  las  operaciones  ince- 
santes de  la  naturaleza,  conduce  á otro  extremo  altamen- 
te perjudicial  de  abandono  que  no  puede  menos  de  produ- 
cir fatales  consecuencias.  Afortunadamente  la  agricultura 
práctica,  que  es  la  verdadera  maestra  en  estas  cuestiones, 
mayormente  si  está  auxiliada  cual  conviene  por  los  datos  que 
le  suministra  la  ciencia,  se  encarga  de  desmentir  ambos  ex- 
tremos, enseñándonos  que  debemos  secundar  su  acción  por 
medio  del  trabajo  llevando  á la  tierra  aquello  que  las  plantas 
consumieron,  no  entregándonos  ni  á una  ciega  y absoluta 
confianza  en  la  Providencia,  pues  esta  decretó  que  el  hom 
bre,  desde  su  primera  prevaricación,  gane  el  pan  con  el  sudor 
de  su  frente,  ni  tampoco  á la  desesperación  que  pudiera  ins- 
pirar la  próxima  esterilidad  de  las  tierras. 

Por  otra  parte,  siguiendo  las  doctrinas  de  Geología  agrí- 
cola, profesadas  por  Boubée,  hay  que  confesar  que  si  bien 
es  cierto  que  las  plantas  necesitan  para  vivir,  crecer  y llegar 
al  término  de  su  existencia  de  determinadas  condiciones  fí- 
sicas, según  veremos  mas  adelante,  y de  una  composición 
dada  en  la  tierra,  no  es  menos  evidente  también  que  sin  que 
dichas  sustancias  se  encuentren  en  el  suelo  en  ese  estado 
en  que  las  considera  el  químico,  cuando  analiza  las  cenizas 
en  el  laboratorio,  las  plantas  dotadas  de  una  fuerza  especial 
que  el  mismo  Liebig  les  concede  y á beneficio  de  operacio- 
nes recónditas  y desconocidas,  extraen  dichos  principios  del 
seno  de  la  tierra,  aun  de  aquellas  en  que  la  ciencia  no  ha 
podido  hasta  el  presente  descubrirlos  y demostrar  su  exis- 


tencia. Sirva  esto  de  paso  para  tranquilizar  á los  que,  como 
Liebig,  creen  que  no  está  lejano  el  dia  en  que  la  fertilidad 
de  la  tierra  se  agote  por  completo,  y para  persuadir  á los 
que  adoptan  ciegamente  las  doctrinas  exclusivamente  quí- 
| micas,  que  no  es  lo  mismo  hacer  un  experimento  ó análisis 
en  el  laboratorio,  que  conocer  á fondo  el  verdadero  modo 
de  obrar  de  las  plantas  en  la  vegetación. 

CLASIFICACION  DE  LAS  TIERRAS 

En  medio  de  la  multitud  de  clasificaciones  de  las  tierras 
ó suelos  que  se  han  propuesto  en  diversas  épocas,  la  mas 
sencilla  y útil  en  la  práctica  es  la  que  se  funda  en  la  natura- 
leza de  los  elementos  esenciales  á su  composición.  Estos  di- 
jimos ser  la  arcilla,  la  arena,  la  caliza,  la  magnesia  y el  man- 
tillo; de  consiguiente,  habrá  tierras  arcillosas,  arenosas,  etc., 
según  el  elemento  que  predomina,  formando  otras  tantas 
clases.  En  cada  una  de  estas  se  establecerán  tantas  divisio- 
nes cuantas  sean  las  mezclas  que  ofrecen  mas  comunmen- 
te. Sobre  estas  bases  establece  Girardin  la  siguiente  clasifi- 
cación : 

Suelo  de  arcilla  pura. 

r.°  SUELOS  ó tierras'  íd  arcilloso-ferruginoso. 

ARCILLOSAS.  -.  i M C‘lllZ°- 

[ (Tierras  fuertes. 

Id.  arcilloso-arenoso.  J Id.  francas  y de 

\ Lehm  suelto. 


2.’  IDEM  ARENOSAS. 


IDEM  CALIZAS. 


Suelo  de  arena  pura. 

1 Id.  arenoso  arcilloso. 

' Id.  cuarzoso  arenoso  granítico. 
1 Id.  volcánico. 

I Id.  arenoso  arcillo-ferruginoso. 
Tierra  de  brezo. 

í Suelo  calizo. 

1 Id.  cretoso. 

¿ Id.  tobáceo, 
f Id.  margoso. 


4.°  IDEM  MAGNÉSICAS. 


' 5.°  ídem  humIferas  humiferopropiamentedicho. 

1 Id-  turbos°  y de  brezo. 


ORGANICAS |Icj' 


pantanoso  ó de  almarjales. 


Las  tres  primeras  clases  se  refieren  á las  admitidas  por 
Rojas  Clemente  en  el  famoso  ensayo  sobre  las  variedades  de 
la  vid  común ; los  suelos  arcillosos  corresponden  á lo  que 
dicho  autor  llama  con  los  labradores  de  Sanlúcar  de  Barra- 
meda  bugeo\  los  arenosos  á las  arenas  y barros , y los  calizos 
á la  alba  riza  ó albero , que  en  el  reino  de  Valencia  se  cono- 
cen con  el  nombre  de  albaris. 

Aunque  pueda  considerarse  como  una  quimera  el  creer  en 
la  existencia  de  tierras  que  por  su  composición  y propieda- 
des físicas  deban  considerarse  como  tipo  de  un  suelo  univer- 
sal apto  para  toda  clase  de  cultivo  en  diversas  latitudes  y 
condiciones,  debemos,  sin  embargo,  indicar  la  naturaleza  y 
circunstancias  que  en  general  se  consideran  como  esenciales 
para  que  una  tierra  pueda  llamarse  excelente.  En  cuanto 
a su  composición,  hé  aquí  lo  que  á principios  del  siglo 
decían  los  célebres  redactores  del  Semanario  de  Agricultura 
y Artes. 


Sílice 

Alumina.  . . . 

Cal 

Humus 


Terreno  excelente  Terreno  bueno  Terreno  malo 


2 

6 

1 

1 


10 


3 

4 

2 V. 
> 7. 

IO 


4 

1 

3 

» 


10 


GEOPONIA 


403 


El  Sr.  Desvaux,  en  su  excelente  Tratado  de  la  Marga , 
dice  que  la  composición  de  una  tierra  modelo  debe  ser  la 
siguiente:  arcilla  de  28  á 34  por  roo, sílice  de  30  á 32  por  ico, 
caliza  de  28  á 32  y mantillo  de  7 á 1 1. 

En  cuanto  á las  propiedades  físicas  deben  poseer  las 
siguientes:  i.a  Bastante  soltura  para  que  las  raíces  penetren 
con  facilidad,  sin  ofrecer  mucha  resistencia  á la  plúmula  ó 
pequeño  tallo  en  su  tendencia  á salir  al  exterior,  y la  con- 
sistencia suficiente  para  que  la  planta  pueda  resistir  á la 
acción  de  los  vientos.  2.a  La  conveniente  permeabilidad  y 
determinada  aptitud  á retener  el  agua.  Esto  lo  expresó  ya  de 
una  manera  elegante  nuestro  famoso  Herrera,  cuando  dijo: 
«Una  de  las  mejores  señales  para  conocer  bien  la  bondad  de 
la  tierra,  es  que  conserve  por  mucho  tiempo  el  humor  que 
recibe:»  y mas  adelante  añade:  «Item,  es  buena  señal  de 
tierra  la  que  si  se  riega  ó llueve  se  pára  hueca  ó fofa  y se 
torna  prieta;  que  la  que  se  pára  con  el  agua  dura,  empeder- 
nida y blanquecina,  no  es  buena. » 3.a  Ser  ligeras  y dotadas 
de  la  propiedad  de  absorber  y exhalar  los  gases.  4.a  Ofrecer 
una  profundidad  ó espesor  conveniente.  5.a  No  descansar 
sobre  rocas  impermeables.  Y 6.a  en  cuanto  á su  posición 
puede  decirse  que  en  general  las  mejores  tierras  son  las  que 
ocupan  los  valles  y llanos,  como  con  mucha  oportunidad 
dice  igualmente  Herrera  en  la  edición  de  1546,  pues  se 
expresa  en  estos  términos:  «Los  valles  son  mas  gruesos  que 
los  llanos,  los  llanos  mas  que  las  laderas,  porque  de  las 
laderas  y alturas  continuamente  se  deriva  la  sustancia  á 
lo  bajo,  y por  eso  son  mejores  las  heredades  al  pié  de 
la  cuesta  que  no  en  laderas  y altos,  porque  son  de  mas  sus- 
tancia. » 

Los  suelos  de  esta  primera  clase,  como  su  mismo  nombre 
lo  indica,  son  aquellos  en  que  predomínala  arcilla  ó la  greda, 
de  consiguiente,  sus  propiedades  serán  análogas  á las  indi- 
cadas en  la  descripción  de  dichas  rocas. 

Estas  tierras  llevan,  por  lo  común,  los  adjetivos  de  fuertes , 
frías  y pesadas:  según  el  Sr.  Boutelou,  uno  de  los  adiciona- 
dores  de  las  obras  de  Herrera,  llámanse  fuertes  ó recias, 
porque  en  secándose  se  endurecen  de  tal  modo,  que  apenas 
se  pueden  labrar:  dícense  pesadas,  porque  en  estando  muy 
húmedas,  son  tan  tenaces,  que  forman  una  especie  de  masa, 
y se  pegan  al  arado,  necesitándose  emplear  para  labrarlas 
instrumentos  muy  fuertes  y buenas  yuntas;  y finalmente, 
frías  porque  pierden  lentamente  la  humedad  que  con- 
tienen, y porque  su  dureza  y calidad  compacta  impide  que 
las  penetre  el  sol,  por  cuya  razón  también  sus  frutos  son  mas 
tardíos. 

Estas  breves  lineas  resumen  los  caractéres  mas  importan- 
tes de  esta  clase  de  tierras,  á los  que  debemos  añadir  los  que 
indica  Clemente  como  propios  del  Bugeo,  que  corresponde 
á esta  clase.  Estos  consisten  en  que  con  los  calores  del 
verano  se  producen  en  él  unas  enormes  hendiduras,  por 
cuya  razón  es  impropio  para  la  cria  de  viñas.  El  Bugeo 
ofrece  además  un  color  pardo  negruzco,  y en  general,  todas 
estas  tierras  presentan  tintas  amarillentas,  pardas  ó rojizas. 

Los  ácidos  solo  atacan  á estas  tierras  en  el  caso  de  con-  j 
tener  alguna  porción  de  caliza,  como  sucede  en  algunas  de 
sus  variedades.  El  fuego  las  endurece  y hace  friables,  porosas 
y en  consecuencia  mas  sueltas. 

A esta  clase  pertenecen  indudablemente,  las  que  según 
Herrera  con  el  parecer  de  Plinio,  Columela  y otros  escri-  I 
tores  de  la  antigüedad,  son  buenas  y propias  para  pan 
llevar,  pues  dice  que  es  menester  que  sean  blandas  y pega- 
josas; y que  se  reconocen  mojándolas  con  saliva  ó agua,  y 
observando  si  se  pegan  y hacen  masa  trayéndolas  entre  los 
dedos.  Pero  añade  el  mismo  autor:  «esto  se  entiende  en 
tierras  que  no  sean  barrizales  ni  arcillosas,  porque  aunque 


aquellas  sean  tierras  gruesas  y pegajosas,  por  su  extrema 
dureza  y sequedad,  para  llevar  pan  son  inhábiles.»  Esto 
quiere  decir  que  estas  tierras  son  buenas  cuando  no  pecan 
por  sobrado  arcillosas. 

Las  tierras  de  esta  clase  admiten  con  facilidad  los  abonos, 
y solo  los  ceden  á las  plantas  cuando  se  hallan  en  gran 
abundancia;  gozan  además  de  la  propiedad  de  retenerlos 
por  mas  tiempo,  de  donde  resulta,  que  si  bien  se  tarda  en 
experimentar  los  efectos  ó resultados  de  su  acción,  esta  es 
mas  duradera.  Para  hacer  que  esta  sea  eficaz,  y con  el  fin 
también  de  evitar  el  que  las  aguas  los  arrastren,  conviene 
no  abandonar  á la  superficie  los  abonos,  sino  enterrarlos  en 
el  suelo,  por  medio  de  labores  profundas. 

Estas  y otras  circunstancias  que  omitimos  por  la  brevedad, 
hacen  que  las  tierras  arcillosas  se  presten  poco  al  cultivo  de 
legumbres  y de  plantas  bulbosas  y tuberculosas:  tampoco 
los  cereales  se  dan  bien  en  ellas,  sobre  todo,  si  la  arcilla 
está  en  exceso;  por  el  contrario,  son  muy  á propósito  para 
habas,  berzas,  trébol  y trigos  de  otoño.  Los  árboles  de  estas 
tierras  crian  madera  poco  sana  y de  escasa  resistencia. 

En  España,  según  Rojas  Clemente,  la  higueruela,  la  cepi- 
lla, la  sulla  y la  viznaga,  apetecen  tierras  fuertes;  mientras 
la  berenganilla,  el  cardo  de  la  uva  ó abejero  y la  lactuca 
siliqua , crecen  indistintamente  en  el  bugeo  y en  la  albariza. 
La  vid,  á beneficio  del  agua  de  riego,  puede  criarse  en  aquel; 
pero  Clemente  proscribe  esta  práctica,  pues  dichos  terrenos 
son  mas  á propósito  para  los  cereales  ( 1 ). 

Veamos  cuáles  son  las  principales  variedades  de  tierras 
arcillosas. 

Cuando  la  arcilla  aparece  mezclada  con  algún  óxido  de 
hierro  toma  diferentes  tintas  rojas,  negras  ó amarillentas. 
Las  primeras  constituyen  en  general  buenas  tierras,  por 
cuanto  el  hierro  no  solo  las  hace  algo  esponjosas,  sino  que 
sirve  en  ellas  como  estimulante  de  la  vida  délas  plantas:  las 
segundas  ó negras  son  poco  á propósito  para  el  cultivo:  por 
último  las  terceras  ó amarillas  son  casi  improductivas  á no 
aplicarles  mucho  abono. 

Cuando  estas  tierras  llevan  una  parte  notable  de  carbo- 
nato de  cal,  que  se  conoce  por  la  efervescencia  que  hacen 
tratadas  por  los  ácidos,  y además  afectan  la  forma  de  arenas 
ó grava,  se  asemejan  mucho  á las  arcilloso  arenosas;  si  por 
el  contrario,  el  elemento  calizo  se  presenta  pulverulento  ó 
de  tamaño  muy  fino,  resultan  las  arcilloso-margosas,  en  las 
que  por  razón  de  la  gran  permeabilidad  que  las  distingue, 
y de  la  facultad  retentriz  del  agua  que  poseen  en  alto  grado, 
en  tiempos  lluviosos  se  pierden  las  cosechas.  El  alforfón  ó 
trigo  negro,  las  patatas,  los  nabos,  la  algarroba  y el  trigo, 
son  las  plantas  que  mejor  se  dan  en  esta  tierra. 

Cuando  la  arcilla  va  mezclada  de  arena  en  cierta  propor- 
ción, constituye  las  tierras  arcilloso-arenosas,  conocidas  en 
agricultura  bajo  la  denominación  de  tierras  fuertes y francas. 
Las  primeras  contienen  mayor  cantidad  de  arcilla;  tienen 
mucha  analogía  con  las  arcilloso-calizas,  y como  ellas  son 
costosas  de  labrar  y poco  productivas. 

En  las  tierras  francas  entra  además  la  caliza  en  cantidad 
desde  10  hasta  30  por  100;  de  manera  que  reuniendo  los 
tres  elementos  esenciales  á la  composición  de  las  tierras  en 
proporción  conveniente,  puede  decirse  que  son  buenas,  y 
que  raras  veces  habrá  que  echar  mano  en  ellas  de  los  mejo- 
ramientos. 

Las  tierras  arenosas  ó silíceas  son  aquellas  en  que  la 


(1)  Según  los  redactores  del  «Semanario  de  Agricultura  y Artes,» 
cuando  estas  tierras  se  hacen  pantanosas,  deben  destinarse  á montes 
tallares  de  fresnos,  alisos  y de  toda  clase  de  sauces,  “que  á los  20  años 
rinden  ya  buen  producto  en  la  Península. 


404 


GEOLOGIA 


arena  predomina,  comunicándoles  en  consecuencia  caracté- 
res  opuestos  á los  de  las  anteriores,  por  cuya  razón  se  co- 
nocen en  la  práctica  con  los  nombres  de  tierras  ligeras  y 
cálidas. 

El  color  blanquecino,  amarillento  ó pardusco;  el  tacto 
áspero  ó arenoso;  la  ninguna  trabazón  entre  sus  moléculas; 
su  gran-  porosidad  y permeabilidad,  y la  prontitud  con  que 
se  calientan  en  verano,  son  las  principales  propiedades  y 
condiciones  lísicas  que  las  distinguen,  y que  imprimen  en 
ellas  un  sello  particular. 

A los  pocos  minutos  de  desleír  un  puñado  de  esta  tierra 
en  el  agua  deja  un  poso  considerable  de  arenas,  que  pueden 
separarse  con  facilidad  por  medio  del  lavado  y por  decan- 
taciones repetidas. 

Cuando  son  esencialmente  arenosas,  es  muy  difícil  res- 
guardarlas de  la  acción  de  los  vientos,  por  cuya  razón  suelen 
cambiar  todos  los  años  de  aspecto,  como  hace  notar  con 
oportunidad  Clemente. 

Respecto  de  las  plantas  espontáneas  mas  comunes  en 
estas  tierras,  Herrera  decia  ya  en  su  tiempo  que  los  encina, 
les  suelen  por  la  mayor  parte  en  tierras  arenosas  nacer  y á 
continuación  anade:  onde  nacen  el  romero  y berezo,  suelen 
ser  tierras  las  mas  veces  livianas  y aun  del  todo  para  pan 
esto tles.  La  experiencia,  sin  embargo,  no  da  siempre  la 
razón  á este  principio,  pues  por  lo  que  toca  al  romero  se 
encuentra  en  la  costa  de  Cataluña,  Valencia,  Murcia  y en 
otras  partes,  en  tierras  muy  buenas  para  cereales. 

Rojas  Clemente  dice  que  en  Andalucía  no  se  cria  mal  la 
\¡d  en  los  barros  y arenas,  aunque  siempre  sus  productos 
son  menores  y de  gusto  menos  sabroso  que  en  las  albarizas. 

Entre  las  plantas  cultivadas  en  grande  en  las  tierras  are- 
nosas, la  patata  ocupa  el  primer  lugar;  siguen  los  forrajes 
de  mielga  y trébol  y particularmente  de  la  primera;  pues  en 
razón  á la  longitud  de  sus  raíces,  teme  poco  la  natural 
sequedad  de  estas  tierras. 

Entre  los  árboles  para  sotos,  el  álamo  blanco,  el  ojaranzo, 
el  castaño  y la  encina,  si  las  arenas  son  finas  y de  mucho 
fondo.  El  cultivo,  empero,  de  estas  especies  solo  debe  in- 
tentarse después  de  preparar  el  terreno  por  algunos  años, 
por  medio  de  plantaciones  de  juncos  ó de  otras  especies 
sobrias  que  contribuyen  á mantener  la  humedad,  y á sumi- 
nistrar con  sus  despojos  un  mantillo  excelente. 

Los  bosques  ú oquedales  en  estas  tierras  deben  ser  del 
pino  marítimo,  del  de  Escocia,  del  álamo  blanco,  del  castaño 
> del  cerezo,  plantas  que  se  crian  bien  en  ellas. 

Pasemos  ahora  al  exámen  de  las  diferentes  variedades  de 
esta  segunda  clase. 

Estas  tierras  solo  difieren  de  las  francas  ó arcilloso-areno- 
sas  por  el  mayor  predominio  que  en  ellas  adquiere  la  arena, 
por  cuya  razón  se  distinguen  por  el  tacto  áspero  caracterís- 
tico de  este  estado  de  la  sílice.  Las  arenisco  arcillosas  que 
pasan  a las  francas  por  tránsitos  insensibles,  son  sin  disputa 
alguna  las  tierras  mas  fértiles  y las  mas  fáciles  de  trabajar 
por  la  soltura  de  sus  materiales  y por  reunir  en  el  grado 
mas  conveniente  la  permeabilidad  y la  propiedad  absor- 
bente y retentnz  del  agua  y de  los  gases.  A esta  variedad  de 
tierras  areniscas  pertenece  el  Lehm  del  Diluvium  y las  lla- 
madas de  aluvión,  en  especial  las  sujetas  á inundaciones, 
pues  por  este  medio  se  cubren  de  una  capa  de  arcilla 
mezclada  con  arena  y muchos  restos  orgánicos  que  les 
comunican  las  excelentes  cualidades  que  las  distinguen,  Las 
famosas  tierras  del  Egipto,  resultado  de  las  inundaciones 
periódicas  del  Nilo;  las  de  la  huerta  de  Valencia,  Gandía, 
i lurcia,  y gran  parte  de  las  vegas  de  Granada,  Sevilla  y 

otros  puntos  de.  Andalucía,  corresponden  á esta  especie  de 
tierras. 


Las  gramíneas,  el  trébol  y gran  variedad  de  yerbas  crecen 
espontáneamente  en  ellas;  y entre  las  plantas  cultivadas,  el 
trigo,  y en  general  todos  los  cereales  son  los  mas  apropiados, 
y los  que  rinden  mejores  productos  sin  necesidad  de  mejo- 
ramientos de  ninguna  clase;  en  cuanto  á los  abonos  puede 
asegurarse  que  todos  les  convienen,  en  particular  los  or- 
gánicos. 

La  segunda  variedad  de  tierras  areniscas  es  la  llamada 
cuarzosa,  por  cuanto  predomina  el  cuarzo,  aunque  también 
entran  en  ellas  la  caliza,  la  arcilla  y otras  sustancias.  Estas 
tierras,  según  el  tamaño  de  los  fragmentos  reciben  ios  epíte- 
tos de  pedregosas,  guijosas  y de  grava;  siempre  ofrecen  gran 
analogía  en  sus  caractéres,  y se  distinguen  además  en  ser 
poco  aptas  para  el  cultivo,  y trabarse  con  dificultad.  Por 
otra  parte  son  muy  cálidas  en  verano,  por  cuya  razón  solo 
conviene  plantar  en  ellas  la  vid  y los  árboles  y arbustos  de 
raíces  largas. 

A veces  el  suelo  consta  exclusivamente  de  arenas  cuarzo- 
sas, constituyendo  una  tierra  suelta  y sin  trabazón  alguna, 
como  en  los  médanos  y en  el  desierto.  Aunque  en  general 
son  poco  á propósito  para  el  cultivo,  se  puede,  no  obstante, 
sacar  algún  partido  de  dichas  tierras,  á beneficio  de  la  hu- 
medad combinada  con  los  mejoramientos  y abonos.  De  ello 
nos  dan  buen  ejemplo  los  oasis  en  los  desiertos,  y el  resul- 
tado de  las  plantaciones  de  pino  silvestre  y marítimo  que  se 
han  ensayado  en  varios  puntos  para  impedir  la  marcha 
invasora  de  los  médanos  hacia  el  interior  de  los  continentes. 
El  cedro  también  se  cria  en  esta  clase  de  tierras. 

La  tercera  variedad  es  la  formada  por  las  tierras  graníticas 
compuestas  de  arena  arcillosa,  resultado  de  la  destrucción  y 
descomposición  de  las  rocas  cristalinas.  A esta  especie  de 
terreno,  cuya  fertilidad  siempre  suele  ser  escasa,  pero  que 
varia  según  la  proporción  del  feldespato,  ó por  mejor  decir, 
de  sosa  ó potasa  que  encierra,  pertenece  la  región  que  el  se- 
ñor Cutanda  llama  en  la  provincia  de  Madrid  del  olivo,  en 
la  que  se  cultiva  el  olivo,  la  vid,  y la  variedad  de  árboles 
que  tanto  hermosean  con  su  vegetación  los  celebrados  jardi- 
nes y bosques  de  Aranjuez.  Las  tierras  de  los  alrededores  de 
la  córte  están  representadas  por  las  de  este  grupo,  pertene- 
cientes á la  época  del  diluvio,  caracterizadas  por  esas  arenas 
sueltas,  ásperas  al  tacto,  tan  permeables,  secas  y ardientes, 
que  en  muchos  puntos  en  junio  ya  se  presentan  todas  las 
plantas  anuales  enteramente  agostadas. 

En  esta  tierra  se  crian  bien  el  centeno,  los  guisantes,  las 
patatas,  los  árboles  siempre  verdes,  y en  especial  el  castaño; 
la  vid  suele  rendir  mucho  y excelente  vino,  como  se  nota  en 
los  celebrados  de  Borgoña  en  Francia. 

La  cuarta  variedad  es  la  de  las  tierras  volcánicas,  que 
seguramente  son  las  mas  fértiles  en  virtud  de  su  composición, 
en  la  que  predomina  la  sosa  y la  potasa  resultado  de  la  des- 
trucción de  las  rocas  feldespáticas,  tan  abundantes  y carac- 
terísticas en  dichos  terrenos.  También  las  distingue  el  color 
negro  ó las  tintas  oscuras,  y la  especie  de  esponjosidad  y 
soltura  de  que  gozan,  á beneficio  de  las  cuales  se  calientan 
mucho  y absorben  y retienen  con  avidez  el  agua  y los  gases 
indispensables  á la  nutrición  de  las  plantas.  La  abundancia 
en  ellas  de  ácido  carbónico,  principalmente  en  las  inmediatas 
á volcanes  en  actividad,  no  deja  de  contribuir  poderosa- 
mente á la  proverbial  riqueza  de  estas  tierras,  que  si  se  las 
puede  regar  en  verano,  excede  á toda  ponderación,  como 
he  visto  en  los  alrededores  de  Nápoles,  en  las  faldas  del 
Etna,  y en  otros  puntos  de  Sicilia,  y también  de  Auvernia. 

Ln  general  estas  tierras  no  suelen  contener,  ni  necesitan 
tampoco  muchos  abonos  orgánicos,  así  como,  en  general, 
para  conservar  su  riqueza  no  hay  necesidad  de  echar  mano 
de  los  mejoramientos;  antes  por  el  contrario,  esparcida  su 


GEOPONIA 


materia  sobre  otras  tierras,  las  fertiliza  de  un  modo  admira- 
ble. En  nuestra  Península,  en  donde  abundan  los  productos 
volcánicos,  es  un  deber  indicar  la  utilidad  de  su  uso  para 
mejorar  las  condiciones  agrícolas  de  mucha  parte  de  su 
territorio,  siempre  á condición  de  que  el  trasporte  sea  eco- 
nómico, pues  de  lo  contrario  no  trae  cuenta  usarlos. 

Muchas  son  las  plantas  que  espontáneamente  viven  en 
estas  tierras;  entre  las  cultivadas  figura  la  vid  en  primer 
lugar,  pues  parece  ser  la  planta  predilecta,  no  solo  por  la 
abundancia,  sino  también  por  lo  exquisito  de  sus  productos; 
así  es  que  el  celebrado  vino  Lacrima  Christi,  en  el  Vesubio, 
la  malvasía  de  Stromboli  y del  Etna,  el  Tokay  de  Hungría, 
el  del  Rhin,  y otros  que  gozan  de  gran  reputación,  proceden 
de  tierras  volcánicas.  Los  cereales,  el  castaño,  el  pino,  y 
cuando  lo  permite  la  latitud  y el  clima,  el  naranjo,  el  olivo, 
el  algarrobo,  y hasta  el  algodón,  como  hemos  podido  observar 
en  las  faldas  del  Etna  y en  las  del  Vesubio,  en  los  alrededo- 
res de  la  famosa  Pompeya,  rinden  también  excelentes  y 
abundantes  productos. 

Las  tierras  de  la  quinta  variedad,  en  general,  son  áridas 
y poco  aptas  para  el  cultivo,  por  la  abundancia  del  peróxido 
de  hierro  que  les  comunica  los  colores  oscuros,  y en  especial 
el  rojo  subido,  y por  la  tendencia  que  ofrecen  á aglomerarse, 
formando  especies  de  pudingas  compactas.  El  mejor  partido 


400 

que  se  puede  sacar  de  ellas,  contando  con  las  condiciones 
climatológicas  y de  latitud,  es  destinarlas  á plantaciones  de 
castaños  y álamos  blancos. 

La  sexta  variedad  consta  de  tierras  que  generalmente  se 
las  conoce  con  el  nombre  de  brezales  ó tierra  de  brezo,  por 
la  abundancia  de  los  restos  de  esta  planta  que  en  ellas  se 
| encuentran.  Se  componen,  en  general,  de  una  mezcla  de 
arenas  mas  ó menos  sueltas,  por  lo  común  silíceas,  y de 
mantillo,  en  proporciones  muy  notables,  resultado  de  los 
despojos  de  brezos,  genistas,  heléchos,  rododendros,  y otras 
plantas,  cuya  presencia  puede  servir  para  reconocerlas.  La 
abundancia  en  hierro  y tanino  que  se  nota  en  estas  plantas 
comunica  el  mismo  carácter  á las  tierras.  A la  abundancia 
del  mantillo  deben  los  colores  oscuros  que  ofrecen,  siendo 
además  de  tacto  áspero,  muy  permeables  y cálidas;  razón 
por  la  cual,  si  bien  son  pobres  y escasas  en  vegetación, como 
se  observa  en  las  landas,  se  destinan  con  gran  éxito  en  cali- 
dad de  abono  y de  mejoramiento  á los  jardines  y á plantas 
de  estufa.  Esta  tierra  abunda  en  los  grandes  bosques,  en 
donde,  por  razón  de  la  sombra  que  dan  los  árboles,  conserva 
mas  la  humedad,  es  menos  cálida,  y reúne  mejores  condi- 
ciones para  la  vegetación. 

Como  complemento  al  estudio  de  las  tierras  arenosas, 
véase  el  siguiente  cuadro,  copiado  de  Girardin. 


CUADRO  DE  LA  COMPOSICION  DE  ALGUNAS  TIERRAS  ARENOSAS 


A— TIERRAS  ARENOSO  -ARCILLOSAS 


Tierra 

labrantía  de  los  bordes 
del  Ni  lo 


Sílice  ....  47>39 
Alumina.  . . 32,10 
Peróxido  de 

hierro..  . 11,20 
Carbonato  y 
crenato  de 

cal 2,02 

Manganeso..  » 
Materia  ve- 
getal. ...  6)9° 


99, 61 


Aluviones  del  Loire 


Arena  silícea..  32 
Arena  caliza.  . 1 1 

Arcilla 31 

Caliza 19 

Restos  vegeta- 
les  7 


Tierra  de  Lieuvain 
(alta  Normandia)  pri- 
mera calidad 


100 


Arena  silícea 
muy  fina, . 50,0 
Alumina.  . . 16,0 

Caliza 12,5 

Agua 12,0 

Mantillo.  . . 2,5 

Sales  y fibras 
vegetales..  7,0 


100,0 


DE  _ _ 

Como  apéndice  á las  numerosas  variedades  de  tierras 
silíceas,  conviene  describir  la  indicada  por  el  Sr.  Clemente 
en  sus  adiciones  al  Herrera  y en  su  Ensayo  sobre  la  vid, 
reputada  por  dicho  autor,  como  la  mas  á proposito  para  el 
cultivo  de  esta  planta.  La  tierra  á que  se  refiere  Clemente, 
es  la  que  procede  de  la  descomposición  de  las  pizarras  arci 
llosas  que,  según  él  dice,  por  su  estructura  en  hojas,  es  la 
mejor  para  empapar  y retener  la  humedad  de  la  tierra  y la 
del  ambiente,  y la  que  acude  con  mas  oportunidad  á satis- 
facer con  ella  las  exigencias  de  la  vid.  La  arcilla  y el  hierro, 
continúa  este  naturalista,  que  concurren  á su  formación  en 
cantidad  considerable,  contribuyen  también  muy  poderosa- 
mente á la  vida  del  vegetal  y á la  perfección  del  fruto,  atra- 
yendo y fijando  el  humor  y el  oxígeno,  para  cederlo  última- 
mente en  beneficio  suyo.  El  poco  coste  de  las  labores,  que 
no  pueden  ser  generalmente  ni  es  menester  que  sean  muy 


B— TIERRAS  DE  BREZO 


De  las  Landas  de  Bur- 
deos en  cestas 


De  Meudon,  De  Sanois, 

empleada  en  el  Jardín  empleada  en  los  jardi- 
de  Plantas  (París)  1 nes  para  flores 


Arena  silícea 
fina..  . . 

Restos  orgá 
nicosdeal 
gun  tama 


no.  . . . 
Mantillo.  . 
Arcilla.  . . 

Cal 

Oxido  férr 
co 


83,0 


1.0 

9.0 

6.0 
°>5 

o>5 


100,1 


Arena  silícea  62,0 
Restos  vege- 
tales de  al- 
gún tama- 
ño  20,0 

Mantillo.  . . 16,0 

Caliza o,S 

Materias  so- 
lubles e n 
agua  fria.  . 1,2 

Hierro.  . . . 
Cuerpos  ex- 
traños apa- 
rentes.. . . 


43>8o 


13,25 

3L7° 

7,10 


100,00 


profundas,  ni  demasiado  frecuentes,  ni  pesadas,  la  bondad 
eminente  del  mosto  y otras  ventajas  que  posee,  aseguran  á 
la  pizarra  arcillosa,  cubierta  de  su  propio  detritus  ó desecho, 
el  lugar  que  le  señalamos  y le  conceden  varios  pueblos  ex- 
tranjeros entre  los  terrenos  predilectos  de  la  vid. 

Estas  tierras,  á las  que  deben  su  superioridad  los  vinos  de 
Cariñena  (Aragón),  los  del  Priorato  (1)  (Cataluña),  muchos 
de  los  de  Granada  y la  mayor  parte  de  los  de  Málaga,  se 
distinguen  de  los  barros  y arenas  por  la  proporción  en  que 
contienen  la  sílice,  dominando  siempre  sobre  los  demás 
elementos,  pero  que  nunca  llega  á componer  la  mitad  de  su 
masa;  y por  la  tenuidad  ó sutileza  de  las  partículas  de  casi 


(1)  Según  el  Sr.  Mestre,  pertenecen  al  terreno  silúrico,  aunque  al- 
gunas proceden  de  la  descomposición  de  pórfidos,  á cuyos  detritus  llaman 
en  el  país  Llacurel!. 


GEOLOGIA 


. '4 


406 


toda  ella,  tan  íntimamente  incorporadas,  que  solo  por  medio 
de  los  reactivos  pueden  separarse  y distinguirse. 

La  importancia  de  estas  consideraciones  en  un  país  como 
el  nuestro,  en  que  tanto  abunda  la  roca  que  sirve  de  base 
á esta  variedad  de  tierras,  nos  ha  movido  á copiarlas  tex- 
tualmente del  célebre  naturalista  valenciano. 

Como  su  mismo  nombre  lo  indica,  las  tierras  calizas  son 
aquellas  en  que  predomina  el  carbonato  de  cal.  A esta  clase 
pertenece  la  llamada  en  Andalucía  albariza  y alberos,  y en 
Valencia  albaris,  cuyos  caracteres  ha  descrito  de  un  modo 
tan  claro  y exacto  el  escritor  que  acabamos  de  citar. 

Su  color  es  blanco,  mas  ó menos  amarillento,  de  aspecto 
mate,  de  estructura  fino  térrea,  blanda,  opaca,  algo  suave  al 
tacto,  y destiñe  mucho.  Cuando  se  la  introduce  en  el  agua 
despide  muchas  burbujas  de  aire  con  algún  ruido,  hasta  que 
se  empapa  y empieza  á enturbiarla ; muy  esponjosa  y absor- 
bente, lo  cual  hace  que  sea  fresca  y que  no  se  apelmace  ni 
abra  resquicios;  cualidades,  según  Clemente,  que  le  aseguran 
una  superioridad  decidida  para  plantíos  de  vides.  La  mayor 
parte  del  viñedo  de  Sanlúcar,  de  Jerez  y Trebujena,  está 
plantado  sobre  colinas  de  albariza. 

Además,  la  poca  adherencia  y su  mucha  friabilidad,  el 
carácter  seco  y ardiente,  la  prontitud  con  que  se  deslien  en 
el  agua  y la  efervescencia  viva  que  hacen  cuando  se  les  echa 
alguna  gota  de  vinagre,  son  otros  tantos  caractéres  para 
distinguirlas. 

Estas  tierras  consumen  con  prontitud  los  abonos  orgáni- 
cos, por  la  causticidad  de  la  cal,  siendo  esta  la  razón  de 
llamárseles  ardientes.  El  cultivo  en  ellas  requiere  la  renova- 
ción frecuente  de  abonos. 

La  planta  que  conviene  mas  á estas  tierras  es  el  pipirigallo 
para  prados  artificiales.  La  vid  se  cria  muy  bien  en  ellas, 
como  se  nota  en  Andalucía,  Valencia,  Cataluña  y otras  par- 
tes, siendo  exquisitos  sus  vinos,  como  lo  atestiguan  los  de 
Jerez,  Alicante,  Benicarló  y el  famoso  de  Champagne  en 
Francia.  Entre  los  árboles  se  dan  bien  en  la  Península  el 
algarrobo  y olivo,  y los  bosques  de  encinas,  pinos  y nogales, 
que  adquieren  gran  lozanía,  sobre  todo  en  la  parte  nordeste 
de  la  provincia  de  Castellón,  en  el  territorio  del  antiguo 
Maestrazgo  de  Montesa. 

Estas  tierras  ofrecen  pocas  variedades. 

La  primera  es  la  compuesta  de  arenas  calizas,  que  solo  se 
distinguen  de  las  de  arenas  y guijos  silíceos,  en  que  con 
el  tiempo  se  convierten  en  suelos  pulverulentos,  casi  siem- 
pre mezclados  con  algo  de  arcilla,  que  es  lo  que  les  da  algún 
valor. 

La  segunda  variedad,  formada  por  las  tierras  cretosas,  se 
distingue  por  el  color  blanco,  y por  ser  esponjosas  y absor- 
bentes hasta  el  punto  de  hacerse  enteramente  estériles  ó 
muy  pobres  cuando  el  subsuelo  ó roco  subyacente  es  per- 
meable. A pesar  de  esto,  todavía  crece  en  ellas  la  vid,  si  bien 
en  algunas  partes  su  cultivo  es  bastante  costoso.  En  España 
el  terreno  cretáceo  casi  siempre  está  formado  de  capas 
alternadas  de  caliza  y marga,  ó de  caliza  y arcilla  con  algu- 
nos bancos  de  areniscas,  circunstancia  que  da  á sus  tierras 
bastante  fertilidad ; cultívanse  en  ella  la  vid,  el  algarrobo,  el 
olivo,  los  cereales  y toda  clase  de  verduras  y legumbres, 
siendo  excelente  el  método  de  rotación  en  las  cosechas. 

La  tercera  variedad  está  representada  por  las  tierras  de 
toba  caliza  ó travertino,  poco  fértiles  en  general,  sobre  todo 
cuando  la  roca  está  desnuda,  pues  su  estructura  no  permite 
fácilmente  la  penetración  del  agua  ni  la  absorción  de  los 
gases,  tan  necesarios  para  las  plantas.  Cuando  está  mezclada 
con  alguna  porción  de  arenas  ó arcillas,  y se  la  ayuda  con 
abonos  orgánicos,  suele  con\  ertirse  en  tierra  bastante  pro- 
ductiva, siendo  muy  á propósito  para  la  vid. 


La  cuarta  variedad  de  tierras  calizas  es  la  formada  por  las 
margas;  en  general  son  poco  productivas,  pues  cuando  do- 
mina la  caliza  adquieren  las  malas  cualidades  de  las  creto- 
sas, y cuando  no,  las  de  las  arcillosas.  Sin  embargo,  sus 
materiales  pueden  considerarse  como  uno  de  los  mejora- 
mientos mas  excelentes  que  se  emplean  en  la  agricultura, 
como  veremos  mas  adelante. 

Las  tierras  de  esta  clase  son  aquellas  en  que  la  magnesia 
entra  en  proporción  notable;  por  lo  común  todas  las  tierras 
son  algo  magnésicas,  y la  presencia  de  aquella,  generalmente 
en  estado  de  carbonato,  no  les  es  favorable,  atendidas  las 
propiedades  que  la  distinguen,  como  se  dijo  mas  arriba. 
Cuando  la  proporción  es  mayor  y el  carbonato  de  magnesia 
se  combina  con  el  de  cal,  constituye  la  Dolomía,  cuyas  tier- 
ras son  muy  parecidas  á las  calizas  puras. 

La  efervescencia  lenta  que  estas  tierras  hacen  cuando  se 
las  trata  con  los  ácidos,  y el  tacto  algo  arenoso  y áspero,  las 
caracterizan  y sirven  para  distinguirlas.  A pesar  de  la  creen- 
cia general  de  que  la  magnesia  constituye  ó determina  la 
esterilidad  en  las  tierras,  esto  no  es  exacto,  debiendo  atri- 
buirla mas  bien  al  estado  consistente  que  suelen  ofrecer 
estas  tierras  y á la  falta  de  abonos. 

Combinadas  ó mezcladas  estas  tierras  con  sustancias  cali- 
zas, con  la  creta,  con  marga  y con  cenizas  vegetales,  suelen 
ser  bastante  fértiles. 

Los  restos  vegetales  y animales,  se  encuentran  en  propor- 
ciones notables  en  muchas  de  las  tierras  que  acabamos  de 
describir;  pero  en  algunos  puntos,  y particularmente  en  les 
valles,  en  las  lagunas  que  forman  parte  del  aparato  litoral, 
en  las  depresiones  que  se  encuentran  en  lo  alto  de  muchas 
mesetas,  se  acumulan  á veces  en  tan  gran  cantidad,  que 
imprimen  un  carácter  especial  á las  tierras  que  por  esta  ra- 
zón reciben  el  nombre  de  humíferas  ó suelos  de  base  orgá- 
nica. Los  restos  orgánicos,  unas  veces  son  solubles,  otras 
insolubles  y ácidos,  y de  aquí  la  división  en  tierras  propia- 
mente humíferas  y en  suelos  turbosos  y de  brezo.  A estas 
dos  variedades  habrá  que  añadir  otra  representada  por  las 
tierras  de  las  lagunas  salobres  inmediatas  á la  desemboca- 
dura de  los  grandes  rios,  en  las  que  los  restos  animales  y 
de  productos  marinos  les  comunican  un  carácter  particular. 

La  primera  variedad  está  representada  por  las  tierras  ricas 
en  mantillo,  que  en  general  ocupan  los  valles  ó las  grandes 
depresiones,  por  efecto  del  acarreo  y depósito  de  las  sustan- 
cias que  entran  en  su  descomposición.  El  mantillo  que  se 
emplea  en  los  jardines  es  el  mejor  tipo  de  esta  especie. 

Las  tierras  humíferas  se  distinguen  por  el  conjunto  de 
caractéres  asignados  al  mantillo  (pág.  393);  de  consiguiente 
excusamos  entrar  en  repeticiones.  Compuestas  casi  exclusi- 
vamente de  materiales  orgánicos  descompuestos,  convienen 
mejor  al  cultivo  de  jardines  y plantas  textiles,  como  lino, 
cáñamo,  etc.,  que  á los  cereales,  que  adquieren  sobrado 
desarrollo  en  la  parte  caulina  y foliar  en  perjuicio  del  grano. 
Mezcladas  con  calizas,  arena,  y mejor  con  arcilla,  adquieren 
mayor  consistencia  y son  aptas  y muy  favorables  para  toda 
clase  de  cultivo. 

La  segunda  variedad  comprende  la  turbosa  ó la  turba 
misma  y la  tierra  de  brezo,  pero  como  esta  última  la  descri- 
bimos ya  entre  las  tierras  areniscas  humíferas,  nos  limitaremos 
á hablar  de  las  primeras. 

La  turba  ya  dijimos  ser  el  primer  término  de  la  serie  de 
los  combustibles  de  origen  orgánico  que  se  está  formando 
en  la  actualidad  á expensas  de  las  plantas  acuáticas  ó panta- 
nosas que  se  crian  en  los  lugares  húmedos,  en  el  fondo  de 
los  valles,  en  la  desembocadura  de  algunos  rios,  y también 
en  las  mesetas  de  determinadas  cordilleras  de  montañas.  Los 
caractéres  que  asignamos  tanto  á la  roca  como  á la  formación 


% 


GEOPONIA 


4C7 


servirán  para  distinguir  estas  tierras.  En  general,  solo  se 
notan  en  ella  las  plantas,  que  por  su  muerte  y fosilización  se 
convierten  en  turba,  siendo  impropia  para  las  demás,  á 
menos  de  mejorar  sus  condiciones,  desecándolas  primero  y 
aplicándoles  después  las  sustancias  arcillosas  que  le  dan 
consistencia,  y materias  calizas  con  que  poder  neutralizar  la 
acción  de  los  ácidos  acético,  fosfórico  y tánico,  cuyo  predo- 
minio es  causa  de  su  esterilidad.  Todas  estas  circunstancias 
hacen  que  las  tierras  turbosas  se  destinen  mas  bien  á la 
explotación  del  combustible  que  al  cultivo,  pues  este  exige 
demasiados  gastos.  Sin  embargo,  preparadas  del  modo  que 
acabamos  de  indicar,  se  hacen  aptas  para  plantas  de  raíces 
fuertes  y para  la  cebada  y la  avena  que  rinden  mucho.  Lo 
mejor  es  destinarlas  á prados  como  se  practica  en  Escocia  y 
Holanda,  haciendo  una  sola  siega  de  la  yerba,  dejando  po- 
drir ó convertir  en  nueva  turba  la  segunda  cosecha. 

La  tercera  variedad  es  la  tierra  de  las  lagunas  que  existen 
en  el  aparato  litoral  de  muchas  costas,  las  cuales  si  por  una 
parte  los  diques  naturales  ó artificiales  las  ponen  al  abrigo 
de  la  influencia  directa  del  mar;  y por  otra  los  aluviones 
sucesivos  que  forman  los  deltas  ó alfaques  las  rellenan  ó 
ciegan  por  completo,  resultan  tierras  muy  ricas  en  tarquín 
ó cieno  de  trasporte  y en  materias  azoadas,  procedentes  de 
las  irrupciones  de  las  aguas  del  mar,  que  también  depositan 
gran  parte  de  sal  común.  En  algunos  puntos  estas  tierras  han 
merecido  un  nombre  especial  como  el  de  pólder,  en  Holan- 
da, cuya  fertilidad,  en  especial  para  el  cultivo  de  la  rubia, 
planta  tintórea,  es  proverbial. 

Cuando  estas  tierras  se  hallan  vírgenes,  es  preciso  empe- 
zar su  explotación  plantando  vegetales  alófilos,  como'  las 
salicornias,  las  salsolas,  las  salgadas  y otras  plantas  barrille- 
ras, con  el  objeto  de  ir  depurando  el  terreno  del  exceso 
de  sal  común  que  contienen.  Los  pastos  que  se  crian 
en  estas  tierras  gozan  de  gran  reputación  para  engrasar  ani- 
males. 

II  I 

MEJORAMIENTOS  Y ACONOS 

De  lo  expuesto  hasta  aquí  se  deduce,  que  la  tierra  vege- 
tal necesita  cierta  proporción  en  sus  elementos  componen- 
tes; un  conjunto  de  condiciones  físicas,  y la  presencia  de 
determinadas  materias  que  son  los  verdaderos  alimentos 
de  las  plantas.  Cuando  el  hombre  tiene  la  fortuna  de  hallar 
una  tierra  modelo  que  reúna  todas  estas  condiciones,  le 
basta  sacar  de  ella  todo  el  partido  posible,  ayudándola  em- 
pero con  abonos  y labores.  Pero  como  esto  no  es  lo  común, 
y sí  el  que  falte  en  los  suelos  alguna  de  estas  circunstancias, 
ó bien  que  por  el  consumo  continuo  que  hacen  las  plantas, 
les  vaya  faltando  alguna  de  las  materias  que  mas  influencia 
ejercen  en  la  vegetación,  veamos  de  qué  medios  puede  va- 
lerse el  agricultor  para  adaptar  sus  tierras  á determinados 
cultivos,  corrigiendo  estos  defectos.  Verdad  es  que  los  fenó- 
menos de  la  vegetación  no  dependen  solo  de  las  condicio- 
nes físicas  y de  la  acción  química  del  suelo,  como  ya  se 
demostró  en  la  Geografía  botánica;  todos  los  elementos  que 
determinan  los  climas  ejercen  igualmente  una  influencia 
muy  poderosa;  y como  quiera  que  en  la  mayoría  de  los 
casos  el  hombre  no  alcanza  á poder  corregir  ó modificar  la 
mala  influencia  de  estos,  debe  por  lo  menos  atender  á con- 
trarestarla mejorando  las  condiciones  físicas  de  las  tierras,  y 
estableciendo  el  conveniente  equilibrio  en  aquellos  ele- 
mentos que  debe  contener  el  suelo,  y que  contribuyen  di- 
recta ó indirectamente  al  desarrollo  de  los  vegetales  que  desea 
cultivar. 

Cuando  el  agricultor  modifica  las  condiciones  físicas  de 


la  tierra  con  el  fin  de  apropiarlas  á determinados  cultivos, 
se  dice  que  las  mejora  y reciben  el  nombre  de  mejoramien- 
tos todas  las  operaciones  conducentes  á este  fin,  así  como 
las  materias  que  para  ello  emplea.  Cuando  solo  se  propone 
suministrar  á las  tierras  las  materias  de  naturaleza  orgánica 
ó inorgánica  que  escasean  en  el  suelo,  ó que  no  poseen  en 
la  debida  proporción  para  la  nutrición  y desarrollo  de  las 
plantas,  se  dice  que  las  abona,  y reciben  el  nombre  de  abo- 
nos las'  sustancias  de  que  se  sirve  para  lograrlo.  De  aquí  la 
división  de  este  articulo  en  dos  secciones;  la  primera  desti- 
nada á los  mejoramientos,  la  segunda  á los  abonos. 

SECCION  PRIMERA 
MEJORAMIENTOS 

Bajo  el  nombre  de  mejoramientos  se  comprenden  todas 
las  operaciones  que  practica  ó puede  practicar  el  agricultor 
con  el  fin  de  mejorar  las  condiciones  físicas  de  las  tierras 
que  cultivad  que  desea  aprovechar,  y también  las  sustancias 
de  que  para  ello  se  puede  servir. 

Las  plantas  necesitan  la  intervención  del  agua  y del  aire, 
así  al  exterior  como  en  el  seno  de  la  tierra  misma;  pero  se 
necesita  que  estos  elementos  obren  dentro  de  determinados 
límites,  mas  allá  de  los  cuales  se  convierten  en  agentes  des- 
tructores. Así  es,  que  cuando  hay  exceso  de  humedad,  ó el 
terreno  se  halla  encharcado  y pantanoso,  se  mejorará  dese- 
cándolo, por  los  medios  que  la  Agronomía  prescribe.  Si,  por 
el  contrario,  el  terreno  es  muy  seco,  el  establecer  un  sistema 
conveniente  de  riego  será  también  un  mejoramiento,  con  la 
circunstancia  de  suministrar  á las  plantas  uno  de  sus  prin- 
cipales alimentos. 

Cuando  la  tierra  por  su  sobrada  consistencia  se  apelmaza 
ó cubre  de  una  capa  dura  que  impide  la  ventilación  ó la  cir- 
culación del  aire,  elemento  indispensable  á la  vida  de  las 
plantas,  todas  las  operaciones  que  tiendan  á darle  soltura  y 
á dejar  expedito  el  paso  á aquel  agente,  poniendo  por  otra 
parte  á la  tierra  en  contacto  con  la  luz,  con  el  calor  so- 
lar, etc.,  son  verdaderos  mejoramientos. 

Con  frecuencia  se  observa  que  el  suelo  contiene  con  exceso 
cualquier  materia,  que  aunque  necesaria  para  las  plantas,  es 
perjudicial  por  la  cantidad;  en  este  caso  todo  lo  que  tienda 
á hacer  desaparecer  esta  desproporción  será  un  mejoramiento. 
Otras  veces  un  suelo  de  mala  índole  descansa  sobre  un  sub- 
suelo ó roca  subyacente,  cuyas  propiedades  son  capaces  de 
corregir  los  defectos  de  aquel ; en  este  caso  el  desmonte  por 
medio  de  cavas  profundas,  y la  mezcla  de  ambas,  deberá 
considerarse  como  excelente  mejoramiento.  Rojas  Clemente, 
en  su  adición  al  Herrera,  dice  respecto  de  esta  materia:  «Con- 
viene ahondar  la  labor  y sacar  tierra  nueva  á la  superficie, 
cuando  los  lechos  ó capas  inferiores  son  capaces  de  fertilizar 
el  terreno  y vice-versa. )» 

Cuando  las  tierras  son  demasiado  ligeras  ó livianas,  ó por 
el  contrario,  sobrado  fuertes  y apelmazadas,  si  el  agricultor 
no  encuentra  en  el  subsuelo  ó en  la  roca  subyacente  los  ma- 
teriales capaces  de  contrarestar  las  mencionadas  cualidades, 
tiene  que  valerse  de  sustancias  que  se  hallan  mas  ó menos 
distantes;  á estas  se  las  llama  también  mejoramientos  de 
trasporte,  por  ser  este  el  medio  de  llevarlas  hasta  la  hacien- 
da ó cortijo. 

Veamos  en  cada  uno  de  estos  casos  cuáles  son  los  medios 
y los  materiales  mas  apropiados  para  mejorar  las  condiciones 
físicas  de  la  tierra  vegetal. 

i.° — Saneamiento  de  las  tierras 

Las  tierras  pueden  llegar,  respecto  de  la  humedad,  hasta 
el  extremo  de  encharcarse  ó de  hacerse  pantanosas  por  una 


GEOLOGIA 


408 

de  las  tres  causas  siguientes:  i."  Por  remansos  subterráneos, 
como  dice  Clemente,  efecto  de  la  existencia  en  el  fondo  de 
una  llanura  <5  valle  cerrado  de  capas  impermeables  horizon- 
tales ó de  escasa  pendiente.  2.  Por  la  configuración  del 
suelo,  y por  la  posición  de  la  capa  exterior  cuando  está  ro- 
deada de  puntos  ó vertientes  mas  altas,  particularmente  si 
algunas  reúnen  la  circunstancia  de  ser  poco  ó nada  permea- 
bles. Y 3.°  Por  la  existencia  de  una  corriente  superior  en 
nivel  al  de  la  tierra  inundada  ó sumergida. 

El  medio  mas  seguro  de  corregir  las  malas  cualidades  de 
un  terreno  así  constituido  es  el  de  terraplenarlo,  ora  valién- 
dose de  los  materiales  que  llevan  las  aguas  corrientes  que  se 
hacen  acudir  á los  lugares  pantanosos,  como  ya  dijimos  al 
tratar  de  las  causas  actuales  de  la  acción  de  las  aguas,  bien 
por  el  trasporte  de  otros  materiales  de  que  puede  echar  ma- 
no el  hombre.  Sin  embargo,  estos  medios  son  en  general 
demasiado  costosos,  y solo  los  puede  emprender  un  gobier 
no  benéfico,  ó una  sociedad  con  los  poderosos  recursos  de 
que  puede  disponer,  cuando  tune  celo  por  el  bienestar  de 
los  pueblos  agrícolas.  El  propietario  se  ve  obligado  á valerse 
de  otros  recursos  para  esto  mismo  en  pequeña  escala. 

Cuando  al  encharque  del  suelo  depende  de  remansos  sub- 
terráneos por  la  existencia  de  una  capa  impermeable  en  el 
fondo,  pueden  ponerse  en  práctica  dos  medios,  y son:  i.°  Ha- 
cer que  las  aguas  suban  á la  superficie,  descartándose  des- 
pués de  ellas,  si  la  pendiente  y demás  circunstancias  to- 
pográficas y geológicas  lo  permiten,  y 2/  De  no  ser  esto  ha- 
cedero, abrir  un  pozo  absorbente  en  la  parte  mas  baja  hasta 
atravesar  la  capa  impermeable.  En  el  primer  caso  se  abren 
zanjas  trasversales,  bastante  anchas  para  contener  las  aguas 
subterráneas  en  comunicación  con  una  central,  siguiendo  el 
mayor  diámetro  de  la  región.  Después,  por  medio  déla  son- 
da, se  perfora  el  terreno  en  diversos  puntos,  dentro  de  las 
zanjas  mismas,  con  lo  cual  se  consigue  dar  salida  á las  aguas 
subterráneas  llenando  las  acequias  ó azarbes. 

Hecho  esto,  y aun  en  el  caso  de  no  poderse  realizar  el 
medio  anterior,  para  descartarse  de  las  aguas  subterráneas 
ó superficiales  se  observa  si  el  terreno  del  nivel  inmediato 
permite  ó no  darles  salida.  En  el  ultimo  caso,  se  echa  mano 
de  un  pozo  inverso  para  lograr  el  objeto.  Para  ello  se  escoge 
el  punto  mas  bajo  del  terreno  pantanoso,  y en  él  se  abre  una 
excavación  de  forma  cónica  de  5 metros  próximamente  de 
diámetro  en  la  parte  superior,  y que  vaya  en  disminución. 
Esta  excavación  debe  llegar  hasta  los  6 metros,  á cuya  pro- 
fundidad se  abre  el  pozo  absorbente,  por  medio  déla  sonda. 
Se  ajusta  áeste  conducto  una  entubacion  de  madera,  yá  fin 
de  evitar  la  obstrucción  del  tubo,  se  cubre  con  ramas  de  es- 
pino ó de  aliaga,  y se  cubre  con  una  losa,  descansando  sobre 
otras  dos  laterales,  rellenando  por  fin  la  excavación  con  pie- 
dras ó chinas  de  algún  tamaño. 

Para  que  las  aguas  se  dirijan  hácia  el  pozo  absorbente  ó 
sumidero,  hay  que  dar  cierta  pendiente  ó ligera  inclinación 
á las  zanjas,  en  cuyo  centro  se  abrió  aquel.  También  convie- 
ne otras  veces  empezar  por  abrir,  primero  el  pozo,  después 
las  zanjas,  y por  fin  las  perforaciones  del  terreno  en  ellas 
mismas. 

Cuando  las  aguas  se  encharcan  por  ser  inferior  el  nivel  del 
terreno  que  ocupa  el  pantano  al  de  las  tierras  que  le  rodean, 
y por  el  consiguiente  remanso  de  las  vertientes  próximas,  si 
la  extensión  de  aquel  es  escasa,  menos  de  una  hectárea,  por 
ejemplo,  bastará  abrir  en  el  punto  mas  bajo  un  pozo  absor- 
bente, bajo  las  mismas  bases  que  el  que  acabamos  de  in- 
dicar. 

Si  el  pantano  es  mas  extenso,  conviene  primero  levantar 
un  dique  á su  alrededor  que  impida  el  remanso  de  las  aguas 
que  proceden  de  las  partes  altas.  Este  murallon  conviene 


hacerlo  con  materiales  impermeables,  pudiendo  servir  para 
ello  la  tierra  misma  que  se  se  extrae  del  foso  de  circunvala- 
ción interior,  que  se  abre  con  el  fin  de  resguardar  á aquel; 
teniendo  cuidado  de  que  la  base  del  dique  descanse  sóbrela 
capa  impermeable,  pues  de  lo  contrario,  las  aguas  exteriores 
filtrarían  por  debajo  é inutilizarían  completamente  todos  los 
trabajos. 

Hecho  esto  para  deshacerse  de  las  aguas  que  permanecen 
en  el  interior,  bastará  estudiar  la  pendiente  de  la  cuenca  y 
darles  salida  al  exterior,  ó hacer  que  las  reciba  un  pozo  ab- 
sorbente. 

Por  último,  cuando  los  terrenos  se  encharcan  por  la  proxi- 
midad de  una  corriente  de  nivel  superior,  y por  la  consi- 
guiente filtración,  los  medios  que  el  hombre  puede  adoptar 
para  sanearlos  son  los  mismos  que  los  que  acabamos  de  in- 
dicar. 

Todas  estas  operaciones  conviene  hacerlas  durante  el  ve- 
rano, por  razones  bien  obvias  y al  alcance  de  todos. 

Los  datos  que,  aunque  someramente,  acabamos  de  apun- 
tar acerca  de  los  diferentes  medios  de  sanear  los  terrenos 
encharcados,  ofrecen  un  interés  muy  directo  para  nosotros, 
en  atención  á las  vastas  regiones  que  como  les  alfaques  del 
Ebro,  los  almajares  de  Torreblanca,  Oropesay  Almenara,  las 
lagunas  Altas,  Grande  y Salada,  junto  á la  villa  de  Pedrera 
(provincia  de  Sevilla),  y otras  marismas  semejantes,  se  en- 
cuentran hoy  en  idénticas  circunstancias  á las  que  hemos  su- 
puesto en  los  ejemplos  citados;  siendo  otros  tantos  focos  de 
infección  y de  desarrollo  de  enfermedades  de  mala  índole,  al 
propio  tiempo  que  se  priva  al  país  de  terrenos  preciosos  para 
el  cultivo. 

Antes,  pues,  de  proceder  á estas  operaciones,  que  tantos 
beneficios  han  de  proporcionar  al  país  y al  Estado,  conviene 
estudiar  detenidamente  la  constitución  geológica  y las  cir- 
cunstancias orográficas  de  la  comarca  para  poderse  dar  razón 
de  la  causa  ó causas  que  motivan  el  encharque,  y para  apli- 
car en  consecuencia  el  medio  que  mas  directa  y económica- 
mente conduzca  al  resultado  apetecido. 

La  humedad  no  solo  es  perjudicial  á las  plantas  en  los 
casos  extremos  que  acabamos  de  señalar,  en  los  que  las  aguas 
llegan  hasta  el  punto  de  constituir  verdaderas  lagunas  ó pan- 
tanos, sino  también  cuando  excede  de  la  que  necesitan  las 
plantas  para  su  existencia  y desarrollo. 

Al  agricultor  le  conviene,  por  consiguiente,  deshacerse 
del  sobrante;  llamándose  mas  propiamente  saneamiento  de 
las  tierras  á todas  las  operaciones  que  pone  ó puede  poner 
en  práctica  con  este  fin. 

Dos  son  los  medios  de  que  generalmente  se  echa  mano 
para  lograrlo,  y son:  i.J  abrir  zanjas  ó excavaciones  á cielo 
abierto;  y 2.0  establecer  un  sistema  de  tubos  ó conductos 
subterráneos  (1). 

Ambos  á dos  son  buenos:  pero  naturalmente  se  prefiere 
aquel  que  esté  mas  en  relación  con  las  condiciones  locales, 
en  cuyo  exámen  no  nos  es  dado  entrar  atendida  la  índole 
de  la  obra,  como  tampoco  es  posible  dar  ningún  detalle 
sobre  el  modo  de  poner  en  práctica  las  acequias  ó azarbes, 
ni  tratar  de  las  diferentes  especies  de  tubos  ó conductos 
subterráneos  ó desaguaderos  que  se  emplean  con  este  fin. 

Estos  procedimientos,  cuya  utilidad  es  incalculable,  son 
de  la  incumbencia  de  obras  especiales  que  en  caso  pueden 
consultarse  (2).  Lo  único  que  puede  hacer  el  geólogo  en 

(1)  Nuestro  célebre  Herrera  ya  decía  en  su  tiempo  que  el  mejor  me- 
dio de  sanear  las  tierras  encharcadas  ó muy  cargadas  de  humedad,  es 
hacer  tales  conductos  o sangraderas  (patentes  ó ciegas)  por  donde  el 
agua  se  escurra  y escuele. 

(2)  Las  mejores  son  las  de  Havre,  Mangón,  Barral  y Leclerc.  entre 
las  francesas,  y las  de  los  ingleses  Parkes  y Smith. 


GEOPONIA 


4C9 


vista  de  las  condiciones  y de  la  composición  de  la  comarca, 
del  suelo  y subsuelo,  es  indicar  la  dirección  que  debe  darse 
á los  tubos  ó conductos  de  desagüe;  la  profundidad  á que 
conviene  colocarlos  ó abrirlos,  etc.;  pero  como  esto  puede 
variar  hasta  el  infinito,  es  claro  que  en  tésis  general  no 
puede  establecerse  regla  alguna. 

2.' — Riegos 

La  sequía  es,  á no  dudarlo,  tan  perjudicial  á la  vida  de 
las  plantas  como  el  exceso  de  humedad;  por  consiguiente  el 
agricultor  debe  contrarestarla  por  medio  de  los  riegos, 
siempre  que  este'  en  su  mano  hacerlo.  Esta  cuestión  tan 
sencilla  de  anunciar,  pues  se  reduce  á decir:  *Dad  agua  al 
campo  que  la  necesite  en  la  proporción  y época  convenien- 
te,» es  muy  difícil  de  resolver  en  la  práctica,  pues  entran  en 
ella  muchos  y complicados  factores.  Limitándonos  por  ahora 
á aquella  parte  en  que  la  Geología  puede  ilustrarnos,  trata- 
remos: i.°  de  la  naturaleza  de  las  aguas  que  convienen  mas 
á las  plantas,  según  el  terreno  de  que  proceden;  2.0  de  los 
suelos  en  que  geológica  ó físicamente  hablando  convienen 
mas  los  riegos;  y 3.”  de  las  condiciones  climatológicas  que 
reclaman  esta  operación. 

En  cuanto  á la  naturaleza  de  las  plantas  que  exigen  con 
mas  necesidad  el  riego,  y las  épocas  y horas  en  que  deba 
darse,  no  es  de  nuestra  incumbencia. 

Las  aguas  no  todas  son  igualmente  buenas  para  las  plan- 
tas, pues  según  los  materiales  que  llevan  en  disolución  ó 
suspensión,  así  varían  sus  cualidades,  por  ejemplo,  las  que 
proceden  de  bosques  y de  terrenos  turbosos  son  malas  en 
general,  pues  los  materiales  ácidos  y astringentes  que  llevan, 
léjos  de  favorecer,  se  oponen  al  desarrollo  de  las  plantas. 

Las  aguas  ferruginosas  cuando  van  muy  cargadas  de  hierro 
tampoco  son  convenientes  para  el  riego,  pues  llegan  á formar 
sobre  las  raíces  una  capa  que  les  impide  funcionar  libre- 
mente. 

Las  mejores  son  aquellas  que  permanecen  mucho  tiempo 
bajo  la  influencia  de  la  atmósfera;  las  que  recorren  en  su 
trayecto  puntos  muy  fértiles  y que  arrastran  muchos  mate- 
riales. Por  esta  razón  las  que  atraviesan  grandes  poblaciones 
son  excelentes.  Geológicamente  hablando,  las  aguas  son  tanto 
mejores  cuanto  mas  difiere  la  constitución  mineralógica  y 
química  de  los  terrenos  de  donde  proceden,  de  la  de  aque- 
llos que  fertilizan  con  el  riego,  según  Caumont. 

Los  manantiales  que  proceden  de  terrenos  antiguos  y en 
especial  délos  cristalinos  (granitos,  sienitas,  pecmatitas,  etc.), 
son  excelentes  en  atención  á la  cantidad  de  potasa  que  llevan 
en  disolución.  Las  aguas  de  capas  calizas  poco  cargadas  de 
materias  en  suspensión,  favorecen  considerablemente  por  su 
permanencia  en  los  prados  el  desarrollo  de  los  cárex  y de  las 
gramíneas  secas  poco  nutritivas  para  el  ganado.  Por  otra 
parte,  las  aguas  cargadas  de  principios  calizos  deben  ser  de 
gran  utilidad  para  el  riego  de  tierras  pobres  en  este  elemento. 
En  general  el  agricultor  tiene  un  buen  criterio  para  apreciar 
la  calidad  de  las  aguas  en  las  plantas  que  crecen  en  las 
orillas  del  rio,  arroyo  ó acequia  que  aquellas  recorren. 

Las  salobres,  como  se  nota  de  preferencia  en  la  desembo- 
cadura de  los  rios,  en  el  mar  y en  las  lagunas  inmediatas, 
son . excelentes  para  praderas  y para  pastos  que  el  ganado 
apetece  mucho  por  la  parte  de  sal  que  contienen. 

•Aunque  en  tésis  general  puede  asegurarse  que  el  riego  es 
el  mas  poderoso  auxiliar  de  la  agricultura,  y que  como  tal 
conviene  á todas  las  tierras,  sin  embargo,  en  unos  terrenos 
cuando  forman  parte  del  subsuelo  convienen  mas  que  en 
otros.  Así  es  que  los  mas  permeables  y los  que  con  mas  facili- 
dad absorben  y retienen  el  calor  de  los  rayos  solares,  como  se 


nota  en  los  arenosos  y calizos,  son  los  que  necesitan  mas  el 
agua.  Por  el  contrario,  el  carácter  apelmazado  y duro  que 
con  facilidad  adquieren  los  arcillosos,  la  propiedad  de  retener 
el  agua  de  que  gozan  en  tan  alto  grado,  y la  poca  aptitud  á 
conservar  el  calor  que  reciben  del  sol,  hace  que  el  riego  en 
ellos  sea  mas  bien  perjudicial  que  útil,  por  cuyas  razones 
debe  procurarse  que  sea  corto  y separado  por  largos  inter- 
valos. 

El  riego  es,  no  obstante,  menos  perjudicial  y ofrece  menos 
inconvenientes  en  un  suelo  arcilloso,  descansando  sobre  un 
subsuelo  ó roca  subyacente  permeable,  que  en  una  tierra  li- 
gera reposando  sobre  un  subsuelo  impermeable. 

Cuando  los  terrenos  turbosos  llegan  á desecarse,  necesitan 
el  riego  mas  que  ningún  otro,  el  cual  debe  darse  á me- 
nudo, ser  de  corta  duración  cada  uno,  y por  medio  de 
corrientes  fuertes  para  que  las  aguas  puedan  arrastrar  las 
partes  ácidas  que  aquellos  contienen  en  exceso,  y que  tan 
perjudiciales  son  para  el  cultivo. 

En  general  puede  decirse  que  cuanto  mas  intensa  es  la 
influencia  de  la  luz  y del  calor  en  una  región,  tanto  mas  se 
siente  la  necesidad  del  riego,  no  solo  por  el  mayor  consumo 
que  se  hace  de  la  humedad  por  la  evaporación,  sino  también 
por  el  estímulo  que  determinan  en  las  funciones  délas  plan- 
tas acelerando  la  absorción.  De  aquí  se  desprende  que  el 
riego  útilísimo,  por  ejemplo,  en  las  provincias  centrales  y 
del  Sur  y Levante  de  la  Península,  es  menos  indispensable 
en  las  del  Norte  y Poniente,  por  razones  fáciles  de  com- 
prender. 

Hasta  aquí  llega  la  misión  del  geólogo;  en  cuanto  á los 
medios  de  procurarse  aguas,  ya  se  dirá  lo  mas  esencial  en  el 
artículo  de  Geología  hidrográfica;  y por  loque  respecta  álas 
operaciones  de  sangrar  los  rios  y arroyos,  de  levantar  presas 
y diques,  de  construir  zanjas  ó canales  de  conducción  y de 
desagüe,  etc.,  pertenecen  á obras  especiales. 

3.0 — Labores  agrícolas 

La  tierra  vegetal  necesita,  según  dijimos,  la  presencia  de 
cierta  cantidad  de  agua,  y la  influencia  de  la  atmósfera,  de 
la  luz  y de  otros  agentes  para  corresponder  á su  objeto;  de 
donde  se  desprende  que  los  suelos  demasiado  tenaces,  ó que 
se  apelmazan  y cubren  de  una  capa  dura  y resistente  capaz 
de  oponerse  á la  penetración  y circulación  entre  sus  molécu- 
las de  los  indicados  agentes,  necesitan  ciertas  labores  que 
les  den  el  grado  de  soltura  necesaria,  con  lo  cual  se  consigue 
al  propio  tiempo,  que  las  raíces  puedan  extenderse  y tomar 
del  suelo  aquellos  elementos  que  necesitan  para  su  existencia. 

Todas  las  labores  que  tienen  por  objeto  comunicar  á las 
tierras  ese  grado  de  soltura  que  reclama  la  vida  de  las  plan- 
tas pueden  reducirse  á la  acción  del  arado,  de  las  zapas,  del 
rastrillo,  de  los  azadones  y de  otros  instrumentos  en  cuya 
descripción  no  debemos  entrar,  así  como  tampoco  en  el  modo 
de  manejarlos,  épocas  mas  á propósito  para  cada  opera- 
ción, etc.,  pues  todo  esto  pertenece  á obras  especiales.  Lo 
único  que  la  Geología  puede  hacer  en  esta  materia  es  indi- 
car la  naturaleza  y condiciones  del  suelo  y subsuelo,  y en  su 
virtud  dar  consejos  sobre  el  modo  de  poner  en  práctica  es- 
tas operaciones,  la  especie  de  animales  de  que  debe  valerse 
el  agricultor,  etc.;  pero  como  todo  esto  puede  variar  al  infini- 
to, es  imposible  marcar  reglas  y preceptos  generales. 

La  cuestión  en  la  que  la  ciencia  geológica  auxiliada  de  la 
Química  y la  Fisiología  vegetal  puede  realmente  ilustrar  y 
ser  de  consiguiente  útil  á la  Agricultura,  es  la  del  conoci- 
miento de  las  sustancias  que  pueden  emplearse  para  mejorar 
las  propiedades  físicas  de  la  tierra;  por  cuya  razón,  dejando 
aparte  todo  lo  relativo  á labores,  pasaremos  á tratar  de  tan 
importante  asunto. 


Tomo  IX 


52 


4io 


GEOLOGIA 


4.  "—Sustancias  que  se  emplean  como  mejoramientos 

Al  designar  las  condiciones  que  debe  reunir  una  tierra  ve- 
getal para  que  se  la  pueda  considerar  como  tipo,  dijimos 
que  una  justa  proporción  entre  sus  elementos  constitutivos, 
arena,  cal  y arcilla,  es  la  mas  indispensable.  Cuando  esto  se 
realiza,  la  tierra  reúne  la  soltura  necesaria  para  dejar  pene- 
trar las  raíces  de  las  plantas,  así  como  los  líquidos  y gases 
que  las  han  de  nutrir;  y al  propio  tiempo  cierta  tenacidad, 
sin  la  cual  las  sustancias  alimenticias  desaparecerían  con  ra- 
pidez sin  llenar  su  objeto,  y los  vegetales,  faltos  de  una  base 
sólida,  serian  el  juguete  de  los  vientos.  En  una  tierra  así 
constituida  bastan  las  labores  y los  abonos  para  conseguir 
pingües  cosechas.  Pero  como  en  la  mayoría  de  los  casos  su-  I 
cede  que  predomina  alguno  de  dichos  elementos,  comuni-  ! 
cando  á la  tierra  ó demasiada  soltura,  ó sobrada  consistencia, 
y en  muchos  casos  una  causticidad  perjudicial,  el  agricultor 
debe,  con  conocimiento  de  causa,  aplicar  á cada  tierra  aque- 
llos materiales  que  convienen  para  restablecer  el  equilibrio 
en  el  que  se  funda  su  fertilidad.  A veces  habrá  que  quitar 
en  vez  de  añadir:  de  todos  modos  las  sustancias  que  se  em- 
plean con  este  objeto  reciben  también  el  nombre  de  mejora- 
mientos. Su  uso  en  muchos  casos  equivale  á la  práctica  de 
determinadas  labores. 

Partiendo  del  principio  de  que  los  abonos,  así  orgánicos 
como  minerales,  solo  ejercen  una  acción  benéfica  y dura- 
dera en  las  tierras  buenas,  y que  en  las  de  mala  ley  su  acción 
puede  decirse  insignificante,  el  único  medio  para  aumentar 
el  valor  de  estas,  que  por  desgracia  son  las  mas  numerosas, 
es  el  uso  de  los  mejoramientos.  Su  conveniente  aplicación 
puede  llegar  hasta  decuplar  su  precio,  si  bien  esta  cuestión 
es  muy  delicada,  por  razón  de  los  lazos  que  la  unen  con  la 
parte  económica.  De  modo  que  antes  de  decidirse  el  agri- 
cultor á emplear  tal  ó cual  materia  que  la  ciencia  le  acon- 
seja, debe  calcular  si  los  gastos  que  le  ocasiona  esta  práctica 
están  en  relación  con  el  valor  que  van  á adquirir  las  tierras. 
De  no  hacerlo  así,  ó de  no  proceder  con  tacto  y discre- 
ción, puede  encontrar  su  ruina  en  aquello  mismo  en  que, 
guiado  por  los  consejos  de  la  ciencia,  creía  poder  labrar  su 
fortuna. 

Hechas  estas  indicaciones  generales  que  deben  tenerse 
presente,  aunque,  atendida  la  naturaleza  de  la  obra,  nos 
sea  imposible  entrar  en  mas  detalles,  debemos  decir  que 
afortunadamente  son  muy  pocas  las  tierras  que  dejen  de  ser 
susceptibles  de  tales  mejoras,  gracias  á la  disposición  provi- 
dencial de  los  diferentes  elementos  que  componen  la  parte 
exterior  de  la  costra  sólida  del  globo.  Para  ello  basta  difun- 
dir estos  conocimientos  entre  los  agricultores  ilustrados  del 
país  y entre  los  propietarios  de  grandes  posesiones,  excitán- 
doles al  propio  tiempo  á que  abandonen  añejas  y perjudi- 
ciales rutinas,  y á que  entren  con  paso  seguro  en  las  mejoras 
de  que  la  Agricultura  es  hoy  posesora  en  otras  naciones, 
gracias  á los  adelantos  y á la  aplicación  de  las  ciencias  físico- 
naturales. 

Sabido  es  de  todo  el  mundo  que  el  médico,  antes  de  pro- 
pinar los  remedios  y medicamentos,  con  los  que  se  propone 
combatir  una  dolencia,  trata  de  averiguar  la  naturaleza  del 
mal,  las  causas  que  lo  han  podido  producir,  y el  modo  de 
obrar  de  aquellos.  Del  mismo  modo,  pues,  el  agricultor 
ilustrado  debe  darse  razón  de  las  malas  propiedades  de  sus 
tierras  y de  la  acción  que  ejercen  las  sustancias  de  que  va  á 
echar  mano  para  mejorarlas.  Proceder  de  otro  modo  seria 
un  empirismo  tan  fatal  á la  medicina  como  á la  agricultura, 
ó por  mejor  decir,  á las  plantas  como  á los  enfermos.  Para 
convencerse  de  ello  bastará  solo  recordar  que  la  misma 
sustancia  que  aplicada  á una  tierra  es  un  excelente  mejora- 


miento, se  convierte  en  una  especie  de  veneno  cuando  se 
emplea  en  otra  cuyas  condiciones  son  diferentes. 

También  conviene  conocer  la  naturaleza  de  las  plantas 
que  se  desea  cultivar,  pues  lo  que  para  unas  es  muy  bueno, 
para  otras  será  tal  vez  altamente  perjudicial. 

Residiendo  la  fertilidad  de  la  mayor  parte  de  las  tierras 
en  su  propia  composición,  se  infiere  que  uno  de  los  medios 
mas  directos  de  aumentar  la  riqueza  agrícola  de  un  país 
debe  consistir  en  el  mejoramiento  que  se  funda  en  la  mezcla 
de  unas  tierras  con  otras.  La  experiencia  demuestra,  con 
efecto,  que  las  tierras  en  cuya  composición  entra  como 
factor  dominante  una  roca  ó un  terreno,  son  pobres:  y por 
el  contrario,  aquellas  que,  como  las  de  la  formación  diluvial 
y otras,  constan  de  muchos  materiales,  son  las  mas  fértiles. 
Para  cerciorarse  de  esto  basta  comparar  las  hermosas  vegas 
de  Granada,  Murcia  y Valencia,  con  todo  el  orgullo  y varie- 
dad de  su  rica  vegetación,  con  las  producciones,  por  ejem- 
plo, de  las  montañas  graníticas  de  Galicia,  de  la  Cordillera 
Carpetana  y Sierra-Morena;  aquellas,  situadas  en  anchas 
llanuras,  se  hallan  constituidas  por  los  elementos  geológicos 
mas  variados,  mientras  que  en  las  últimas  domina  una  sola 
roca,  el  granito,  el  gneis  ó las  pizarras. 

Siendo  el  objeto  de  los  mejoramientos  propiamente  dichos 
restablecer  el  equilibrio  perdido  entre  los  elementos  consti- 
tutivos de  las  tierras  vegetales,  es  claro  que  siendo  estos  la 
sílice,  la  cal  y la  arcilla,  los  mejores  deberán  ser  de  una  de 
estas  tres  especies. 

Bajo  el  nombre  de  mejoramientos  silíceos  se  comprenden 
los  cantos  de  cuarzo,  los  guijarros,  chinas,  arenas,  y las  are- 
niscas ó asperones  machacados  ó triturados.  Como  estas  sus- 
tancias no  son  susceptibles  de  combinarse  con  las  tierras,  ni 
llegan  á formar  pasta  ó miga  con  el  agua,  resulta  que  obran 
de  un  modo  mecánico  interponiéndose  entre  las  moléculas 
de  las  tierras  demasiado  fuertes  y apelmazadas,  dividiéndo- 
las, haciéndolas  mas  sueltas  ó ligeras,  y permitiendo  de  este 
modo  el  libre  acceso  al  agua  y al  aire.  A mas  de  esto,  se 
consigue  con  el  uso  de  tales  mejoramientos  calentar  las  tier- 
ras frias;  favorecer  el  desagüe  y circulación  de  los  humores 
en  los  terrenos  impermeables,  y en  las  tierras  muy  secas  con- 
servar hasta  cierto  punto  la  humedad  conveniente. 

Rojas  Clemente,  en  sus  adiciones  al  Herrera,  dice  que  la 
práctica  de  quitar  las  piedras  y cantos  de  los  suelos  pedre- 
gosos y cascajosos  es  muy  buena  cuando  son  muy  abundan- 
tes y grandes,  y que  impiden  se  pueda  labrar  la  tierra  con  el 
arado  y azadón;  pero  también  conviene  dejarlas  en  la  here- 
dad cuando  no  se  encuentran  en  demasía,  porque  conservan 
mejor  la  frescura  y humedad  del  terreno  durante  la  estación 
del  calor.  Y se  tiene  observado,  añade,  que  los  trigos  y otros 
granos  en  semejantes  terrenos  están  mas  llenos  y dan  mas 
harina,  y de  superior  calidad,  que  los  que  producen  otras 
especies  de  tierras,  aunque  sean  mas  pingües. 

Para  conseguir  semejantes  resultados  es  indispensable  que 
la  mezcla  de  estos  materiales  con  la  tierra  se  haga  por  medio 
de  labores  profundas,  de  tal  modo,  que  no  se  vayan  al  fondo 
las  arenas.  Deben  emplearse  igualmente  estas  sustancias  mu- 
cho antes  de  la  sementera.  Para  usarlas,  se  mezclan  primero 
con  una  capa  poco  espesa  del  suelo,  por  medio  del  extirpa- 
dor, y después  se  las  incorpora  poco  á poco  con  las  capas 
mas  profundas. 

El  Sr.  Martin,  en  su  obra  obra  titulada  Corso  di  Economía 
rurale,  dice  que  las  arenas  blancas,  puras,  de  grano  áspero, 
anguloso,  y aspecto  vitreo,  no  son  tan  buenas  como  las  de 
tacto  mas  suave,  de  distinto  tamaño,  y las  que  van  mezcla- 
das con  otras  sustancias.  El  mismo  añade,  que  conviene  to- 
marlas de  los  valles,  particularmente  cuando  se  conoce  la 
composición  de  sus  laderas;  y cuando  no,  deben  preferirse 


GEOPONIA 


las  de  los  ríos,  entre  las  cuales  se  hallarán  las  mas  convenien- 
tes, sobre  todo  si  las  aguas  recorren  terrenos  de  naturaleza 
diferente. 

Entre  los  mejoramientos  silíceos  son  preferibles  las  arenas 
de  acarreo  ó aluvión;  las  de  mar  sobre  todo,  cuando  son  en 
parte  calizas;  y los  limos  ó tarquines;  pues  en  razón  á la 
cantidad  de  materias  vegetales  y animales,  de  arcilla  fina  y 
muy  tenue,  y de  carbonato  de  cal  que  llevan  entre  sus  molé- 
culas, pueden  considerarse  como  mejoramientos  y abonos 
excelentes.  Cuando  se  eche  mano  de  las  arenas  y gravas  de 
acarreo,  no  hay  que  olvidar  el  principio,  emitido  ya,  de  que 
cuanto  mas  variado  sea  el  terreno  de  donde  proceden,  tanto 
mejores  son  dichos  materiales. 

Los  mejoramientos  arcillosos  (i)  se  reducen  á la  arcilla; 
pero  esta  puede  emplearse  en  su  estado  natural,  ó bien  co- 
cida, siendo  diferente  su  acción  en  cada  uno  de  estos  casos. 

La  arcilla  natural  se  emplea  como  mejoramiento  en  las 
tierras  arenosas  y calizas  demasiado  sueltas  y ardientes,  con 
el  objeto  de  contrarestar  estas  malas  condiciones  en  virtud 
de  las  propiedades  que  la  distinguen. 

La  tenacidad  y consistencia  de  la  arcilla  hacen  que  su 
incorporación  sea  difícil,  á no  pulverizarla  antes.  Hay  que 
tener  también  en  cuenta  la  cantidad  tan  extraordinaria  de 
agua  que  es  capaz  de  absorber,  que  llega  casi  á doblar  su 
propio  peso,  para  saber  la  época  en  que  debe  hacerse  uso  de 
este  mejoramiento.  La  mejor  estación  es  el  verano,  después 
de  la  siega,  cuando  la  arcilla  está  seca,  con  lo  cual  se  consi- 
gue también  tenerla  ya  extendida  en  el  campo,  para  que  así 
reciba  las  lluvias  y consiguientes  labores  de  otoño. 

Cuando  un  suelo  arenoso  ó calizo  descansa  sobre  otro 
arcilloso,  el  desmonte  á proximidad  es  la  mejor  operación, 
considerada  al  menos  bajo  el  punto  de  vista  económico. 

En  cuanto  á la  cantidad  en  que  debe  emplearse,  es  impo- 
sible dar  reglas  fijas,  pues  deberá  ser  distinta  según  la  natu- 
raleza y condiciones  del  suelo  que  se  quiere  mejorar,  según 
su  posición,  la  índole  del  clima,  y mil  otras  circunstancias 
que  no  es  fácil  prever  ni  indicar  así  de  un  modo  general.  En 
algunas  partes  del  Mediodía  de  Francia  llegan  á echar  has- 
ta ioo  carretadas  por  hectárea;  en  otros  puntos  la  emplean 
en  proporción  de  un  hectolitro  por  cada  diez  metros  cua- 
drados, esparciéndola  en  el  suelo  lo  mismo  que  los  abonos. 

La  arcilla  no  obra  solo  por  la  acción  mecánica,  resultado 
de  su  composición,  sino  que  dotada  de  la  propensión  de 
condensar  y retener  entre  sus  moléculas  las  materias  gaseo- 
sas, aire,  amoniaco,  etc.,  ejerce  sobre  las  tierras  una  influen- 
cia química  muy  notable.  Además,  como  en  su  composición 
entran  la  sosa,  la  potasa  y otros  elementos,  según  la  natura- 
leza de  las  rocas  de  cuya  descomposición  procede,  es  claro 
que  constituye  un  abono  mineral  excelente. 

El  Sr.  Desvaux  dice  que,  con  bastante  probabilidad,  la 
primera  idea  de  aplicar  la  arcilla  cocida  ó quemada  como 
mejoramiento  á las  tierras  fuertes,  la  debió  suministrar  la 
práctica  de  los  hormigueros  y la  de  incendiar  los  campos  en 
rastrojo,  como  se  practica  en  gran  escala  en  varios  puntos  de 
la  Península,  y en  especial  en  el  reino  de  Valencia,  en  Mur- 
cia, Huesca,  Asturias  (2)  y Provincias  Vascongadas.  De 
consiguiente,  no  debe  extrañarse  el  que  hagamos  una  corta 
digresión  para  tratar  de  este  poderoso  y eficaz  mejoramiento 
de  ciertas  tierras. 


( 1 ) El  uso  de  esta  sustancia  como  mejoramiento  de  las  tierras  remon- 
ta, por  lo  menos,  á la  época  de  los  romanos,  pues  Columella  cuenta  que 
un  tio  sujo,  agricultor  ilustrado,  empleaba  ya  la  arcilla  en  las  tierras 
arenosas,  y que,  ora  las  destinara  al  cultivo  de  la  vid,  ora  al  de  cereales, 
siempre  le  daban  pingües  cosechas- 

(2)  En  Asturias  llaman  borrones  á los  hormigueros,  y emborronar 
al  acto  de  hacerlos. 


411 

Los  hormigueros  se  reducen  á formar  montones  ó peque- 
ñas pilas  de  plantas  que  se  sacan  de  las  tierras  mismas  cuan- 
do se  desmontan,  ó de  la  poda  de  los  árboles  ó de  la  vid,  los 
cuales  se  cubren  de  una  capa  de  tierra  ó de  arcilla,  y se  les 
deja  en  el  campo  toda  la  primavera,  quemándolos,  en  gene- 
ral, en  verano  después  de  la  recolección  de  los  cereales,  ó 
bien  en  otoño  antes  de  las  lluvias.  Una  vez  tostada  la  tierra 
y reducidas  las  plantas  á cenizas,  se  extiende  aquella  y estas 
en  el  campo;  después  se  labra  y prepara  para  la  sementera. 

Las  mejoras  que  esta  práctica  suministra  á las  tierras  fuer- 
tes, sobre  todo  para  el  cultivo  de  los  cereales,  son  muy  no- 
tables Según  el  Sr.  Pierre,  en  sus  lecciones  de  Química 
agrícola,  estas  ventajas  se  reducen  á las  siguientes: 

1. a  Destruir  por  la  acción  del  fuego  las  plantas  perjudi- 
ciales que  se  hallaban  en  posesión  del  terreno. 

2. a  Matar,  ó por  lo  menos  ahuyentar,  los  insectos  dañinos. 

3. a  Modificar  favorablemente  la  composición  química 
de  las  tierras,  facilitando  la  descomposición  de  ciertos  ele- 
mentos, y especialmente  de  los  álcalis  que  contienen  las  ar- 
cillas, aumentando  la  aptitud  de  estas  para  la  absorción  de 
los  gases.  De  manera  que  los  hormigueros  secundan  la  be- 
néfica acción  de  los  abonos  minerales,  á los  que  en  muchos 
casos  pueden  reemplazar. 

4a  Cuando  las  plantas  que  se  queman  son  abundantes, 
suministran  una  cantidad  notable  de  cenizas,  cuya  influencia 
en  la  vegetación  depende  de  la  cantidad  de  sulfatos,  carbo- 
natos,  fosfatos  y otras  sales  que  contienen. 

5.a  y última.  Disminuye  notablemente  la  consistencia  de 
las  tierras  fuertes  haciéndolas  mas  sueltas  y esponjosas,  sien- 
do, de  consiguiente,  un  excelente  mejoramiento. 

Para  obtener,  sin  embargo,  con  los  hormigueros  todas 
estas  ventajas,  es  preciso  que  la  calcinación  no  sea  dema- 
siado avanzada  ni  tampoco  incompleta;  es  decir,  se  necesita 
cierta  temperatura  que  solo  la  práctica  puede  enseñar. 

En  algunos  puntos  del  reino  de  Valencia  se  sirven  de  los 
hormigueros  para  preparar  las  tierras  que  se  destinan  al 
cultivo  de  la  vid,  echando  mano  para  ello  de  los  mismos 
sarmientos  que  se  recogen  en  la  poda;  práctica  adoptada 
igualmente  en  Aragón  y parte  de  Cataluña,  y que  produce 
muy  buenos  resultados,  por  suministrar  á la  planta  los  ele- 
mentos mas  adecuados  á su  naturaleza. 

Aunque  en  escala  mucho  menor,  la  quema  del  rastrojo  ó 
de  las  malas  yerbas  del  campo  determina  los  mismqs  efectos. 
¿Quién  ignora  el  abuso  que  los  pastores  hacen  de  esta 
práctica  tan  útil,  quemando  el  monte  bajo  para  proporcio- 
nar á los  ganados  ricos  y abundantes  pastos  en  la  primavera? 

Después  de  estos  detalles  solo  resta  decir  que  la  arcilla 
cocida  y reducida  á polvo  se  emplea  también  con  buen 
éxito  en  las  tierras  arcillosas  y fuertes,  lo  mismo  que  en  las 
calizas  muy  consistentes.  Esta  práctica  la  recomiendan  mu- 
cho los  agricultores  ingleses,  franceses  y alemanes,  preconi- 
zando las  grandes  ventajas  de  este  mejoramiento.  Para  que 
la  arcilla  pueda  reducirse  á polvo  fácilmente  es  preciso  co- 
cerla ó quemarla  cuando  todavía  conserva  algo  de  humedad, 
pues  de  lo  contrario,  se  convierte  en  una  especie  de  ladrillo 
duro  y consistente  que  dificulta  la  operación. 

En  estos  hechos  se  funda  igualmente  el  uso  del  ladrillo, 
de  las  tejas  y demás  objetos  de  alfarería  triturados  ó pulve- 
rizados para  las  tierras  duras  y apelmazadas. 

Los  mejoramientos  calizos  se  reducen  á la  marga,  á la 
cal,  á los  yesones  y argamasas  de  los  edificios,  al  falún  ó 
caliza  conchífera,  y á algún  otro.  Su  uso  solo  puede  ser  útil 
en  los  suelos  privados  enteramente  de  caliza,  ó en  los  que 
escasea  este  elemento.  Convienen  muy  particularmente  á 
las  tierras  frías,  húmedas,  consistentes  ó apelmazadas  y á las 
de  base  de  arcilla. 


412 


GEOLOGIA 


El  uso  de  la  marga,  ó la  práctica  de  margar  las  tierras  es 
muy  antigua,  pues  ya  hablan  de  ella  Pedro  Crezentino, 
Columella,  Plinio  y otros.  En  nuestra  Península,  aunque 
proscrita  por  el  gran  Herrera,  también  data  de  mucho 
tiempo,  gracias  al  celo  con  que  los  ilustrados  redactores  del 
Semanario  de  Agricultura  y Artes  divulgaron  á últimos  del 
pasado  siglo  la  gran  utilidad  de  este  mejoramiento;  esfuerzos 
que  se  vieron  coronados  del  mas  brillante  éxito,  como  lo 
atestigua,  entre  otras  cosas,  la  carta  de  Alonso  de  Torres  y 
Soto  de  Astorga,  publicada  en  el  tomo  IV  de  dicha  obra, 
en  la  que  dice  que  las  margas  se  habían  convertido  en  ver- 
dadero tesoro  para  las  tierras  de  aquella  comarca,  gracias  á 
sus  oportunas  indicaciones. 

Aunque  descrita  ya  en  el  tratado  de  las  rocas,  la  marga 
es  tan  útil  á la  agricultura,  que  creemos  conveniente  repro- 
ducir sus  principales  caractéres  físicos  y químicos,  siguiendo 
las  doctrinas  del  Sr.  Desvaux  en  su  excelente  tratado  sobre 
esta  tierra. 

La  marga,  según  este  escritor,  es  una  piedra  que  cuando 
sale  de  la  cantera,  si  es  pura,  se  presenta  de  color  blanque- 
cino, de  aspecto  casi  cristalino  y farinoso,  aun  en  el  caso  de 
constituir  masas  sólidas,  que  es  cuando  se  llama  litomarga. 
Su  tacto  es  áspero;  la  consistencia  pulverulenta  ó pétrea:  en 
el  primer  caso  por  la  humedad  se  dilata  mucho:  en  el  se- 
gundo se  exfolia  y pulveriza  en  un  espacio  de  tiempo  mas 
ó menos  breve:  cuando  está  seca,  se  pega  á los  labios,  atrae 
con  fuerza  la  humedad,  y si  se  la  sumerge  en  el  agua  pro- 
duce un  chasquido  ó silbido  análogo  al  de  la  cal  viva  al 
hidratarse  ó apagarse. 

f En  cuanto  á sus  propiedades  químicas,  puede  decirse 
que  es  soluble  con  efervescencia  en  todos  los  ácidos,  y 
hasta  en  el.  vinagre  común:  es  infusible  al  soplete,  y se  en- 
durece poco  al  fuego,  convirtiéndose  en  cal  viva. 

La  marga  mejor  es  aquella  que  se  exfolia  y pulveriza 
con  mas  prontitud.  El  Sr.  Theillieux  dice  también  que  la 
bondad  de  esta  piedra  es  tanto  mayor,  cuanto  mas  moder- 
nos son  los  terrenos  en  que  se  encuentra;  y aunque  Gaspa- 
rin  no  participa  de  esta  opinión,  no  deja  de  ser  un  dato 
curioso. 

Siguiendo  las  doctrinas  del  Sr.  Schwacheim,  dividiremos 
la  marga  en  tres  especies,  á saber:  i.a  marga  arenisca, 
2.a  marga  arcillosa,  y 3.a  marga  pétrea  ó caliza. 

Dejando  para  obras  especiales  todo  lo  relativo  á la  explo- 
tación de  tan  preciosa  sustancia,  y reservándonos  para  mas 
adelante  el  hacer  mención  de  los  terrenos  en  que  hay  que 
buscarla,  nos  limitaremos,  por  ahora,  á indicar  la  utilidad 
de  cada  una  de  estas  especies,  según  su  composición  y ca- 
ractéres; no  siendo  indiferente  echar  mano  de  esta  ó de  la 
otra  para  una  tierra  determinada,  y para  un  cultivo  dado. 

La  marga  arenosa  ó arenisca,  que  es  la  que  propiamente 
se  llama  Greda , se  compone  de  caliza  y arcilla  en  la  pro- 
porción próximamente  de  una  tercera  parte,  y de  arenas 
que  llegan  á formar  los  dos  tercios  restantes.  Es  una  piedra 
de  color  gris  ó blanquecino,  friable;  que  se  deslie  con  faci- 
lidad en  el  agua,  sin  formar  masa  con  ella.  Es  la  peor  de 
todas  las  margas,  y solo  puede  emplearse  como  mejora- 
miento en  las  tierras  fuertes,  apelmazadas  y húmedas,'  y 
también  en  las  cretáceas. 

La  marga  arcillosa  es  preferible  á la  anterior;  su  estruc- 
tura es  compacta,  poco  friable,  y se  deslie  con  mas  dificul- 
tad en  el  agua,  con  la  cual  forma  sin  embargo  masa. 

Cuando  esta  marga  llega  á contener  hasta  un  tercio  de 
carbonato  de  cal,  es  muy  á propósito  para  mejorar  los 
suelos  arenosos  y los  demasiado  secos,  obrando  química- 
mente por  el  carbonato,  y también  de  un  modo  mecánico, 
comunicando  cierta  consistencia  al  terreno.  Cuando  por  el 


contrario,  es  la  arcilla  la  que  predomina,  puede  servir  para 
los  terrenos  arenoso  calizos,  si  bien  debe  usarse  con  pruden- 
cia, pues  la  parte  caliza,  si  es  demasiado  abundante,  llega  á 
quemar  las  cosechas  en  virtud  de  su  causticidad. 

La  marga  caliza  es  la  verdadera  marga,  y la  mejor  de  to- 
das sus  variedades;  á ella  le  convienen  perfectamente  todos 
los  caractéres  que  acabamos  de  apuntar  y los  que  señalamos 
en  el  capítulo  de  las  rocas.  Esta  marga  se  aplica  con  ventaja 
á las  tierras  arcillosas  y á todas  aquellas  que  ó son  sobrado 
húmedas,  ó que  gozan  en  el  mas  alto  grado  de  la  propiedad 
de  retener  el  agua  de  lluvia.  En  los  suelos  arenosos  conviene 
poco,  produciendo  efectos  de  corta  duración,  especialmente 
si  se  la  emplea  sola  y sin  el  auxilio  de  los  abonos. 

De  lo  dicho  se  deduce  la  necesidad  de  distinguir  bien  la 
especie  ó variedad  de  marga  que  se  quiere  emplear,  pues  su 
acción  es  diferente  en  cada  una.  Pero  antes  de  dar  á cono- 
cer el  modo  sencillo  de  practicar  este  ensayo,  es  menester 
recordar,  que  si  bien  las  principales  propiedades  de  la  marga 
residen  en  el  elemento  calizo,  no  toda  la  materia  de  esta 
naturaleza  componente  de  dicha  piedra  ejerce  la  misma  in- 
fluencia sobre  las  tierras.  Para  que  la  caliza  pueda  obrar  co- 
mo mejoramiento,  es  condición  precisa  que  se  deshaga  ó 
pulverice  con  facilidad.  Ahora  bien,  en  muchas  margas  este 
elemento  se  halla  en  forma  de  nodulos  ó riñones  inatacables 
por  la  humedad;  de  consiguiente,  antes  de  proceder  á la  aná- 
lisis química,  conviene  que  por  el  lavado  y por  decantacio- 
nes sucesivas,  después  de  dejar  durante  una  hora  en  el  agua 
la  marga  que  se  estudia,  se  aprecie  la  proporción  entre  el 
elemento  calizo  pulverulento  y el  que  no  lo  es.  Esto  es  in- 
dispensable para  llegar  á conocer  el  valor  relativo  de  este 
mejoramiento  en  diferentes  muestras. 

Para  apreciar  la  cantidad  absoluta  ó relativa  de  caliza  que 
contiene  la  que  nos  proponemos  examinar,  se  toman  100  gra- 
mos de  marga,  que  se  sujetan  á la  acción  del  fuego  después 
de  pulverizada  con  el  fin  de  privarla  de  la  humedad.  Des- 
pués se  colocan  en  un  frasco  100  gramos  de  ácido  clorhídri- 
co, diluido  en  dos  veces  su  peso  de  agua;  se  pesa  todo, 
hecha  la  deducción  del  peso  de  la  botella,  y se  añaden  20  gra- 
mos de  marga  desecada.  Se  introduce  esta  poco  á poco  en 
el  frasco,  agitando  la  mezcla  para  facilitar  el  desprendimien- 
to del  ácido  carbónico.  Terminada  que  sea  la  efervescencia, 
se  coloca  otra  vez  el  frasco  en  la  balanza,  y el  peso  que  se 
añade  para  equilibrar  los  platillos,  representa  el  ácido  carbó- 
nico que  fué  desalojado.  Este  dato  es  suficiente  para  apre- 
ciar el  carbonato  de  cal  que  contiene,  pues  como  este  sobre 
100  partes,  se  compone  de  43,71  de  ácido  y 56,29  de  base 
ó sea  cal  viva,  si  suponemos,  por  ejemplo,  que  el  peso 
que  se  añadió  fué  de  5,40  gramos,  bastará  hacer  la  si- 
guiente proporción  para  obtener  el  dato  que  deseamos: 

„ 100  x5,4o 

43,71  : 100  ::  5.40  : x=  — =12,35  que  representa 

la  cantidad  de  carbonato  que  contiene  aquella.  Lo  restante 
hasta  20  gramos  ó sea  7,65,  consta  de  arcilla  ó de  una  mez- 
cla de  esta  y de  arena,  cuya  cantidad  respectiva  podrá  apre- 
ciarse por  el  lavado  y por  decantaciones  sucesivas.  Conocida 
la  proporción  para  la  cantidad  20  que  se  ha  tomado  por 
ejemplo,  con  solo  multiplicar  los  diferentes  términos  por  5,  se 
tendrá  la  relativa  á 100  partes. 

Sin  entrar  en  detalles  respecto  á la  época  en  que  debe  po- 
nerse en  práctica  este  mejoramiento,  al  modo  de  usarlo  y 
demás  datos,  que  corresponden  en  rigor  á tratados  especia- 
les, nos  limitaremos  á indicar  el  criterio  que  debe  servir  de 
norma  para  la  cantidad  en  que  debe  emplearse,  ampliando 
de  paso  lo  que  hemos  dicho  ya  tocante  á la  acción  que  ejer- 
ce esta  sustancia  sobre  las  tierras. 

Siguiendo  al  célebre  Puvis  en  esta  materia  diremos,  que 


GEOPONIA 


413 


lo  que  debe  prometerse  el  agricultor  del  uso  de  la  marga 
es  restablecer  la  proporción  conveniente  del  elemento  ca- 
lizo en  las  tierras.  Ahora  bien,  según  este  autor,  la  caliza 
debe  hallarse  en  la  tierra  en  la  proporción  por  término  me- 
dio de  un  3 por  100,  para  que  reúna  las  condiciones  mas 
convenientes  al  desarrollo  de  las  plantas,  de  donde  se  des- 
prende que  aquellas  que  la  poseen  en  esta  proporción,  no 
necesitan  que  se  las  margue.  En  cuanto  á los  suelos  que  no 
la  contienen  en  la  indicada  cantidad,  la  marga  que  les  con- 
viene se  puede  deducir  del  resultado  de  su  análisis  y del  de 
la  tierra  en  que  se  quiere  emplear.  A este  dato  hay  que  aña- 
dir además  otros  dos,  á saber:  t.°  El  espesor  del  suelo,  pues 
como  es  fácil  inferir,  la  cantidad  de  mejoramiento  debe  au- 
mentar en  razón  directa  de  este,  con  el  fin  de  establecer  el 
equilibrio  en  toda  su  masa.  Y 2.0  la  proporción  de  cal  que 


consumen  anualmente  las  plantas  que  se  cultivan  en  dicho 
terreno.  Este  dato  lo  puede  apreciar  el  agricultor  por  la  aná- 
lisis de  las  plantas  ó por  ensayos  de  las  tierras  en  las  épocas 
ó periodos  en  que  se  cree  conveniente  margarlas,  lo  cual  por 
otra  parte  marcará  también  el  espacio  de  tiempo  que  ha  de 
mediar  entre  una  y otra  operación. 

Girardin  hace  notar  con  mucha  oportunidad  que  la  apari- 
ción de  plantas  que  como  los  oxalis,  las  acederas  y otras  de- 
muestran claramente  haberse  agotado  ya  el  elemento  calizo 
del  suelo,  es  un  excelente  criterio  que  deberá  tener  presente 
el  agricultor,  para  saber  cuándo  ó con  qué  intervalos  convie- 
ne repetir  la  aplicación  de  la  marga. 

Con  el  objeto  de  facilitar  la  aplicación  de  todos  estos  da- 
tos en  operación  tan  importante,  'consúltese  el  cuadro  si- 
guiente, copiado  del  que  publicó  M.  Puvis. 


NÚMERO  DE  HECTOLITROS  Ó DE  METROS  CÚBICOS  DE  MARGA 

NECESARIOS  Á UNA  SOLA  CAPA  DE  '1  IERRA  LABRANTÍA,  EN  UNA  HECTÁREA  DE  EXTENSION  Y DE  ESPESOR  DE 


8 CENTIMETROS 

IO  CENTIMETROS 

13  CENTIMETROS 

l6  CENTIMETROS 

l8  CENTIMETROS 

2 r CENTIMETROS 

CUANDO 

too  partes  de  marga 

contienen  de  cal 

Hectoli- 

tros 

Metros 

cúbicos 

Hectóli- 

tros 

Metros 

cúbicos 

Hectoli- 

tros 

Metros 

cúbicos 

Hectoli- 

tros 

Metros 

cúbicos 

Hectoli- 

tros 

Metros 

cúbicos 

Hectoli- 

tros 

Metros 

cúbicos 

2,435  7 

243  57 

3,247  4 

324  74 

4,059 

1 

405  91 

4,871  4 

487  14 

5,683  1 

568  31 

6,494 

8 

649  48 

IO 

1,217*  8 

121  78 

1,693  7 

169  37 

2,059 

5 

205  95 

2,434  0 

243  40 

2,841  5 

284  15 

3>23° 

2 

323  02 

20 

81 1 6 

81  16 

r,o82  4 

108  24 

L352 

9 

135  29 

1,623  7 

162  37 

1,894  5 

189  45 

2,164 

9 

216  49 

3° 

608  7 

60  87 

81 1 6 

81  16 

983 

0 

98  30 

L217  5 

121  75 

1,420  4 

1.4J  04 

1,623 

3 

162  33 

40 

486  7 

48  67 

644  4 

64  44 

805 

5 

80  55 

966  6 

96  66 

1,127  7 

1 1 2 77 

1,275 

1 

127  51 

50 

403  4 

40  34 

53S  > 

53  «i 

672 

5 

67  25 

S06  8 

80  68 

941  9 

94  19 

1,076 

0 

107  63 

60 

349  6 

34  96 

466  1 

46  61 

582 

7 

58  27 

699  2 

69  92 

815  7 

81  57 

932 

3 

93  23 

70 

304  3 

30  43 

405  8 

40  58 

5°7 

3 

50  73 

608  7 

60  87 

710  2 

71  02 

8l  I 

6 

81  16 

So 

265  6 

26  56 

353  7 

35  37 

442 

8 

44  28 

53l  2 

53  12 

620  0 

62  00 

694  7 

69  47 

90 

Estas  cantidades  medias  deberán,  sin  embargo,  variar  se- 
gún muchas  circunstancias.  Así,  por  ejemplo,  en  un  suelo 
arcilloso,  si  la  marga  ofrece  también  este  carácter,  la  propor- 
ción debe  ser  menor;  lo  mismo  debe  hacerse  en  un  terreno 
ligero  ó arenoso,  en  el  cual  pueden  bastar  8,5  cúbicos  ú 
85  hectolitros  por  hectárea. 

También  hay  que  advertir,  según  Girardin,  que  los  núme- 
ros del  cuadro  anterior  se  refieren  á margas  privadas  de  los 
nodulos  calizos  inatacables  por  el  aire  y el  aguajes  decir, 
á aquellas  cuya  masa  toda  es  suceptible  de  reducirse  á polvo. 

La  marga  obra  mecánica  y químicamente.  En  el  primer 
caso  comunica  á las  tierras  arcillosas  mayor  soltura  en  sus 
elementos,  haciéndolas  de  consiguiente,  mas  ligeras,  fáciles 
de  labrar,  y permeables  al  aire  y á la  humedad.  Estos  resulta- 
dos son  hijos  de  la  acción  del  elemento  calizo,  y aun  del 
arenoso  que  contiene  en  ciertas  variedades,  y de  la  facilidad 
con  que  se  disgrega,  debida  á la  retracción  diferente  de  la 
cal  y de  la  arcilla. 

Bajo  este  punto  de  vista  el  margar  equivale,  hasta  cierto 
punto,  á las  labores,  ó por  lo  menos  las  secunda  y determina 
el  mismo  efecto  que  las  que  llevan  por  objeto  dar  soltura  y 
ligereza  al  terreno.  Por  el  contrario,  á los  terrenos  arenosos 
y ligeros  les  da  mas  consistencia  y trabazón,  corrigiendo  su 
demasiada  permeabilidad,  y su  aptitud  á calentarse  y dese- 
carse. De  lo  dicho  se  deduce  también,  que  una  misma  espe- 
cie de  marga  no  conviene  á todas  las  tierras. 

En  cuanto  á la  acción  química,  por  mas  que  no  sea  tan 
clara  como  la  mecánica,  no  deja  por  eso  de  ser  menos  eviden- 
te, como  lo  acredita  por  una  parte  el  vigor  que  comunica  á 
las  plantas,  y por  otra  el  empobrecimiento  de  la  tierra,  cuan- 
do después  de  margarla,  no  se  ha  cuidado  de  renovar  los 


abonos  que  secundan  unas  veces  y neutralizan  otras,  los  efec- 
tos de  aquella.  Estos  datos  demuestran  claramente  que  la 
marga  no  es  un  simple  mejoramiento  mecánico,  como  han 
creído  algunos,  sino  que  al  propio  tiempo  es  una  sustancia 
que  ejerce  una  acción  química  en  el  suelo,  y fisiológica  sobre 
las  plantas. 

El  primer  resultado  de  la  acción  química  de  la  marga  es 
neutralizar  la  influencia  sobrado  enérgica  y desfavorable  de 
los  ácidos  libres  que  contiene  el  suelo,  particularmente  si  se 
hallan  en  exceso.  Este  efecto  lo  debe  aquella  á las  materias 
calizas  que  contiene,  las  cuales,  obrando  á la  manera  de  la 
cal  viva  sobre  los  restos  de  plantas  y animales  que  se  hallan 
en  el  suelo,  activa  su  descomposición,  reduciéndolos  en  un 
espacio  breve  de  tiempo  al  estado  de  mantillo,  único  que 
conviene  á los  vegetales.  Por  otra  parte  activa  también  la 
absorción  de  los  gases  atmosféricos,  y aumenta  de  un  modo 
notable  la  acción  de  los  abonos  vegetales  y animales,  cir- 
cunstancias importantísimas  para  el  cultivo. 

Según  consta  de  las  observaciones  de  Gasparin,  cuando  la 
marga  ha  permanecido  expuesta  por  algún  tiempo  á la  acción 
del  aire,  cede  al  agua  el  bicarbonato  de  cal  (sal  soluble)  y 
algo  de  nitrato  de  la  misma  base.  Pasada  por  lejía  y abando- 
nada al  aire  durante  algunos  meses  en  un  estado  convenien- 
te de  humedad,  suministra  nueva  dosis  de  bicarbonato  y 
nitrato  de  cal.  De  donde  puede  deducirse  que  la  marga  su- 
ministra á la  vegetación  por  la  parte  caliza  que  contiene,  las 
mencionadas  sales  tan  necesarias  como  útiles  á la  existencia 
de  las  plantas. 

La  solubilidad  del  elemento  calizo  de  la  marga  la  deter- 
mina el  ácido  carbónico  de  que  casi  siempre  se  halla  impreg- 
nada la  tierra  vegetal,  pues  es  sabido  que  cuando  por  un 


414 


GEOLOGIA 


exceso  de  este  el  carbonato  pasa  á bicarbonato,  adquiere  di- 
cha propiedad. 

Por  último,  la  presencia  en  ella  de  animales  fósiles,  y de 
algún  principio  amoniacal,  contribuye  también  á aumentar 
los  efectos  de  la  acción  química  de  esta  sustancia,  que  con 
razón  puede  considerarse  como  don  del  cielo,  y verdadero 
tesoro  para  la  agricultura  en  aquellas  comarcas  cuyas  tierras, 
por  efecto  de  su  propia  naturaleza,  exigen  su  aplicación. 

Dejando  para  mas  adelante  la  indicación  de  los  terrenos 
que  de  preferencia  suelen  contener  la  marga,  por  el  momen- 
to debemos  hacer  presente  que  casi  siempre  se  encuentra 
tan  preciosa  sustancia  cerca  de  la  superficie;  siendo  por  lo 
común  indicio  de  su  existencia  á poca  profundidad,  el  criar- 
se en  el  suelo  las  gatuñas,  las  salvias,  los  espinos  ó zarzas,  los 
melampiros,  el  trébol,  el  llantén  y otras  plantas  análogas. 

El  servirse  de  la  cal  viva  como  mejoramiento  de  muchas 
tierras,  es  también  muy  antiguo  y de  grandes  resultados,  es- 
pecialmente aplicada  en  los  terrenos  en  que  escasea  dicho 
elemento,  en  las  tierras  frías,  y sobre  todo  en  las  que  abun- 
dan los  ácidos  libres,  como  en  las  de  brezo,  en  las  turbosas 
y otras  análogas.  La  operación  de  echar  cal  á las  tierras  para 
mejorar  sus  condiciones  se  llama  entre  nosotros  encalar,  lo 
cual  prueba  que  esta  útilísima  práctica  no  es  del  todo  extra 
ña  á nuestra  agricultura.  En  las  provincias  vascas,  en  Astu- 
rias y en  la  pendiente  occidental  de  los  Pirineos  se  emplea 
con  efecto  la  cal;  así  como  en  Murcia,  Granada,  Valencia 
y en  otras  partes,  se  sirven  de  lo  que  se  llama  entarquinado, 
con  un  objeto  análogo. 

El  uso  de  la  cal  se  funda  en  las  propiedades  que  la  carac- 
terizan, y que  indicamos  someramente  mas  arriba.  A pesar 
de  lo  que  se  dijo  de  esta  sustancia,  considerada  como  ele- 
mento esencial  de  las  tierras  (pág.  392),  conviene  recordar 
la  distinción  que  hicimos  al  considerarla  como  roca,  en  cal 
grasa,  cal  seca  y cal  hidráulica,  en  razón  á que  el  modo  de 
obrar  de  estas  diversas  especies  es  distinto.  A estas  hay  que 
añadir  la  cal  magnesífera,  resultado  de  la  calcinación  de 
Dolomías  y de  otras  rocas  que  contienen  magnesia. 

La  primera  de  dichas  variedades  es  la  cal  viva  pura  ó gra- 
sa; es  muy  cáustica,  y aumenta  considerablemente  de  volu- 
men cuando  se  apaga,  de  cuyas  dos  propiedades  depende  su 
acción  como  mejoramiento.  Es  la  que  produce  mejores  y 
mas  poderosos  efectos  en  menor  cantidad;  esponja  y divide 
las  tierras,  matando  ó destruyendo,  además,  los  insectos  da- 
ñinos y las  malas  yerbas.  Por  la  acción  que  ejerce  sobre  la 
arcilla  la  lechada  de  cal,  la  hace  soluble,  poniendo  en  liber- 
tad la  mayor  parte  de  los  álcalis  que  contiene  y que  son 
esenciales  á la  vida  de  las  plantas.  Destruye  con  mas  energía 
que  la  marga  las  partes  vegetales  y animales,  convirtiéndolas 
prontamente  en  mantillo,  al  que  descompone  también,  ha- 
ciéndolo mas  favorable  ó apto  para  los  vegetales.  De  aquí  el 
llamarse  ardiente  este  mejoramiento,  por  cuanto  consume 
muy  pronto  los  abonos  orgánicos,  fundándose  en  esto  mismo 
la  necesidad  de  mezclarlo  con  cierta  cantidad  de  estiércoles 
antes  de  echarlo  á la  tierra.  En  esta  operación,  en  el  momen- 
to de  hidratarse  la  cal,  se  hace  insoluble  y persiste  en  la  tier- 
ra en  un  estado  de  gran  tenuidad,  desempeñando  el  mismo 
oficio  que  la  parte  caliza  de  la  marga. 

Algunos  químicos  suponen  que  tanto  la  cal  como  la  que 
contiene  este  otro  mejoramiento,  se  amparan  del  amoniaco 
de  los  abonos  y lo  convierten  en  carbonato,  única  sal  de  es- 
ta base  que  por  su  solubilidad  puede  servir  á la  nutrición  de 
las  plantas.  De  manera  que  la  cal  viva  pura  debe  considerarse, 
no  solo  como  excelente  mejoramiento  obrando  mecánica  y 
químicamente  sobre  las  tierras,  y cambiando  sus  condiciones 
físicas,  sino  que  también,  hasta  cierto  punto,  como  abono 
y materia  estimulante  de  la  vida  de  las  plantas. 


Las  otras  variedades  de  la  cal  obran  también  de  un  mo- 
do análogo,  si  bien  la  seca  ó árida,  en  razón  á la  cantidad 
de  arena  que  contiene,  y la  arcillosa  ó hidráulica,  por  la  sí- 
lice y los  álcalis  que  lleva,  determinan  otros  efectos.  La  últi- 
ma en  especial,  conviene  mas  á las  plantas  de  forraje,  á las 
leguminosas  y á la  parte  herbácea  de  las  gramíneas  y cerea- 
les por  la  cantidad  de  silicato  de  alumina  que  les  suministra. 
Estas  dos  especies  de  cal  consumen  ó destruyen  menos  los 
abonos;  de  consiguiente  no  queman  tanto  las  tierras,  si  bien, 
como  es  natural,  las  ventajas  que  proporciona  su  encalado 
son  menores  que  las  de  aquella. 

La  cal  magnesífera  obra  de  un  modo  muy  eficaz,  y nece- 
sita como  la  primera  el  auxilio  de  los  abonos  orgánicos,  por 
cuanto  los  consume  con  rapidez;  de  consiguiente  su  uso  exi- 
ge mucha  prudencia,  pues  de  lo  contrario  el  terreno  se  este- 
riliza en  vez  de  fertilizarse. 

El  abate  Rozier  dice,  á propósito  del  encalado,  que  esta 
operación  no  admite  término  medio  en  cuanto  á sus  efectos, 
es  decir,  que  ó es  muy  útil  y de  grandes  resultados  cuando 
los  abonos  y estiércoles  son  abundantes,  ó muy  perjudicial 
en  terrenos  pobres  en  sustancias  orgánicas,  y particularmen- 
te en  tierras  arenosas  y secas.  Solo  en  las  turbosas  y de  bre- 
zo, en  los  desmontes  recientes  de  bosques,  y en  los  terrenos 
pantanosos,  la  cal  produce  excelentes  resultados,  aun  aplica- 
da en  grandes  cantidades. 

La  práctica  de  encalar  exige,  por  lo  visto,  ciertas  condi- 
ciones de  parte  de  las  tierras  que  conviene  conocer.  La  pri- 
mera es  que  sean  pobres  en  elemento  calizo;  la  segunda  que 
sean  ricas  en  mantillo,  ó por  lo  menos  que  se  las  abone  á 
menudo  con  estiércoles,  y la  tercera  que  ofrezcan  cierta  do- 
sis de  humedad  ó que  sean  tierras  frias.  Esta  circunstancia 
nos  da  razón  de  ser  tan  común  esta  práctica  en  las  provincias 
Vascongadas,  en  Asturias  y en  otras  regiones  de  la  Penínsu- 
la, en  donde  reina  mucho  la  humedad,  mientras  que  en  otras 
seria  tal  vez  perjudicial.  Indicado  el  modo  de  obrar  en  cada 
una  de  las  especies  ó variedades  de  la  cal  viva,  y las  condicio- 
nes que  para  su  aplicación  deben  ofrecer  las  tierras,  estamos 
ya  en  el  caso  de  proceder  á la  descripción  de  los  otros  me- 
joramientos calizos  dejando  para  obras  especiales  de  Agro- 
nomía el  indicar  la  cantidad  en  que  deba  emplearse  cada  una, 
el  modo  de  usarla,  las  precauciones  que  deben  tomarse  para 
evitar  los  funestos  efectos  del  encalado,  cuando  no  lo  dirige 
una  mano  prudente,  etc. 

A la  Geología  agrícola,  con  efecto,  solo  se  le  puede  exi- 
gir en  rigor  la  indicación  de  las  sustancias  que  puedan  em- 
plearse como  mejoramientos  ó abonos  minerales,  según  las 
determinadas  circunstancias  que  ofrecen  las  tierras:  el  modo 
de  conocerlas,  y señalar  el  terreno  en  donde  el  agricultor 
puede  hallarlas. 

Los  yesones  y escombros  de  los  edificios,  de  que  en  gene- 
ral se  hace  tan  poco  aprecio,  son  á la  vez  un  mejoramiento 
superior  á la  cal  misma  y á la  marga,  según  Girardin,  y un 
abono  excelente  que  obra  estimulando  la  vida  de  las  plantas. 
Tan  útiles  propiedades  residen,  á no  dudarlo,  en  la  variada 
composición  de  dichas  sustancias,  en  las  cuales  figuran 
el  carbonato  de  cal  y de  magnesia,  el  sulfato  de  cal,  el  ni- 
trato de  la  misma  base,  y el  de  magnesia  y potasa:  los  clo- 
ruros de  cal,  de  magnesia,  potasa  y sosa,  y por  último,  mu- 
chas materias  orgánicas  y sales  solubles,  que  entran  en  las 


proporciones  siguientes: 

Nitrato  de  potasa  y cloruro  potásico.  ...  10 

Idem  cálcico  y magnésico 70 

Sal  común 15 

Cloruro  cálcico  y magnésico 5 


Total.  . 100 


GEOPONIA 


415 


La  presencia  de  elementos  tan  varios  como  eficaces  en  su 
acción  sobre  la  vida  de  las  plantas  demuestra  claramente 
que  los  yesones  pueden  servir  perfectamente  de  abonos  mi- 
nerales, con  la  ventaja  de  llevar  consigo  sustancias  que  la 
naturaleza  solo  proporciona  en  rocas  ó mejoramientos  muy 
distintos.  De  aquí  el  que  sean  útiles  en  extremo  para  todas 
las  tierras,  y sobre  todo  para  aquellas  que  escasean  de  caliza, 
contribuyendo  á aumentar  considerablemente  la  mayor  parte 
de  las  cosechas.  Conviene,  sin  embargo,  para  servirse  de  él, 
que  las  tierras  sean  frescas  y algo  húmedas,  pues  de  lo  con- 
trario la  cal  que  contienen  obra  por  su  causticidad,  como 
dijimos  en  la  especie  anterior,  y las  sales  solubles  no  pueden 
disolverse.  Reuniendo,  pues,  el  suelo  cierto  grado  de  hume- 
dad, puede  asegurarse  que  este  mejoramiento  y abe  no  á 
la  vez,  es  de  grande  utilidad  para  toda  clase  de  cultivo,  y 
muy  particularmente  para  el  de  los  prados  naturales  ó artifi- 
ciales. 

La  presencia  en  los  yesones  de  la  cal,  que  no  llegó  á com- 
binarse con  el  ácido  carbónico,  comunica  á esta  materia 
propiedades  análogas  á las  de  la  marga  y de  la  cal  viva. 

Por  último,  el  yeso  que  se  halla  en  muchos  escombros, 
particularmente  en  los  que  propiamente  se  llaman  yesones, 
les  comunica  todas  las  propiedades  estimulantes  propias  de 
este  mejoramiento.  Su  acción  es  además  muy  persistente  y 
duradera,  circunstancia  que,  unida  á su  escaso  costo  y á las 
útilísimas  propiedades  que  se  acaban  de  indicar,  hacen  que 
sea  uno  de  los  recursos  mas  poderosos  para  la  agricultura. 

El  falún,  descrito  ya  como  roca,  es  un  mejoramiento,  y si 
se  quiere,  también  un  abono  estimulante,  por  razón  de  la 
parte  animal  que  contiene.  Pertenece  de  consiguiente,  á la 
clase  de  los  calizos,  preferible,  según  muchos  agricultores,  á 
la  cal  y á la  marga  misma.  En  Francia  se  hace  gran  uso 
de  esta  roca  importantísima,  empleándola  en  las  tierras 
arcillosas,  que  contribuye  á esponjar  haciéndolas  mas  lige- 
ras, y en  las  arcilloso-calizas,  'si  bien  estas  no  necesitan  en 
general  tanta  cantidad  como  aquellas.  En  unas  y otras  suele 
emplearse  mezclándolo  con  una  parte  de  abonos  orgánicos. 
En  Inglaterra  y Holanda  se  sirven  de  la  roca  llamada  crag, 
de  naturaleza  análoga,  y superior,  si  cabe,  por  sus  propieda- 
des al  falún,  por  la  mayor  proporción  de  fosfatos  que  contie- 
ne: según  Young,  en  muchos  puntos  del  condado  de  Suffolk 
produce  mejores  efectos  que  la  marga  misma. 

La  acción  de  estos  mejoramientos  y abonos  sobre  la  tierra 
está  en  razón  directa  de  la  cantidad  de  huesos,  conchas, 
zoófitos  y demás  restos  orgánicos  que  contienen,  y del  mayor 
estado  de  trituración.  Los  efectos  del  falún  y del  crag  son 
tan  duraderos,  que  se  observan  en  el  suelo  durante  muchos 
años. 

A veces  estas  rocas  se  sobrecargan  de  arenas  y pierden  el 
carácter  de  falún;  en  este  caso,  sin  embargo,  se  aplican  con 
ventaja  á las  tierras  arcillosas. 

También  se  emplean  como  mejoramientos  y abonos  orgá- 
nicos excelentes,  los  depósitos  de  conchas,  erizos  de  mar, 
zoófitos  mas  ó menos  triturados,  mezclados  con  arena,  grava 
y otros  materiales  térreos,  y con  algas  y fucus  en  estado  de 
mayor  ó menor  descomposición,  que  existen  en  muchas 
costas  en  las  pequeñas  bahías,  en  las  ensenadas,  y especial- 
mente en  las  rias.  La  composición  de  estos  materiales  nece- 
sariamente ha  de  variar  según  sea  la  naturaleza  de  la  costa 
y de  los  bajíos  de  donde  proceden;  pero  en  todos  existe  un 
fondo  de  sustancias  animales  y de  sal  de  mar,  que  les  comu- 
nican propiedades  excelentes. 

En  las  costas  de  Bretaña  y en  la  baja  Normandía  distin- 
guen estos  mejoramientos,  de  que  se  sirven  con  gran  ventaja, 
con  los  nombres  de  maerl  ó merl,  treaz  o trez , y tangue.  El 
primero  se  aplica  á un  depósito  de  concreciones  ó de  peque- 


ñas madréporas  calizas,  mezcladas  con  conchas  y otros  restos, 
que  en  razón  al  predominio  del  elemento  calizo,  la  destinan 
con  buen  éxito  á las  tierras  arcilloso  silíceas,  tan  comunes 
en  Bretaña.  También  llaman  á este  mejoramiento  arena 
vermicular,  fondo  de  coral,  etc. 

El  treaz  ó trez  es  una  arena  basta  de  mar,  mezclada  con 
gruesos  restos  de  conchas  y con  mariscos  enteros,  y se  em- 
plea para  dar  soltura  á las  tierras  de  huerta,  secundando 
por  la  materia  caliza  y la  parte  orgánica  que  contiene,  la 
acción  de  los  estiércoles. 

La  tangue,  palabra  que  podemos  traducir  por  tanga,  se 
llama  también  ceniza  de  mar,  en  razón  á su  estado  mas 
bien  pulverulento  que  arenoso.  Generalmente  se  encuentra, 
según  Caumont,  en  la  desembocadura  de  aquellos  rios  cuyas 
aguas  proceden  ó han  corrido  sobre  terrenos  pizarrosos  ó 
graníticos;  y de  aquí  la  naturaleza  arcilloso-silícea  que  ofrece 
la  tanga,  efecto  de  la  descomposición  que  aquellas  ocasio- 
nan en  dichas  rocas.  La  naturaleza  de  este  mejoramiento 
está  sujeta  á una  porción  de  circunstancias  dependientes  de 
la  localidad,  de  la  agitación  ó quietud  de  las  aguas  en  cuyo 
seno  se  forma  etc.,  pero  á pesar  de  todo,  hay  tres  elementos, 
á saber:  la  sílice  pura,  la  arcilla  y la  caliza,  que  según  Girar- 
din,  no  faltan  nunca.  La  proporción  entre  estas  materias 
puede  variar,  y de  aquí  el  llamar  á la  tanga  grasa  cuando 
predomina  la  arcilla,  ligera  y viva  cuando  es,  por  el  contra- 
rio, mas  rica  en  arena.  La  tanga  grasa  se  aplica  de  preferen- 
cia á las  tierras  ligeras  ó sueltas  que  se  encuentran  cerca  de 
las  costas,  las  otras  son  mas  útiles  en  los  suelos  fuertes  y 
apelmazados. 

Unas  y otras  se  emplean  puras  ó mezcladas  con  abonos 
animales  y vegetales,  y con  mantillo,  en  la  proporción  de 
una  cuarta  parte  de  estos,  y en  cantidad  de  12  á 15  carreta- 
das por  hectárea. 

Nos  ha  parecido  tanto  mas  oportuno  dar  estas  noticias, 
cuanto  que  en  varios  puntos  de  la  extensa  costa  que  rodea 
á la  Península  pueden  indudablemente  encontrarse  materias 
análogas  á las  citadas  que  no  deben  desperdiciarse.  En  Ga- 
licia, y particularmente  en  las  cercanías  de  la  Coruña  y en 
la  ria  de  Betanzos,  se  sirven  de  lo  que  los  habitantes  llaman 
arenas  de  mar , que,  atendida  la  constitución  geológica  de  la 
comarca,  deben  ser  muy  análogas  á la  verdadera  tanga,  lo- 
grando á beneficio  de  este  mejoramiento  excelentes  cosechas 
de  lino  y de  toda  especie  de  verduras  y legumbres. 

La  concha  de  las  ostras,  almejas,  erizos  y demás  mariscos 
que  tan  frecuentemente  se  encuentran  en  las  costas,  pueden 
prestar  el  mismo  servicio  que  el  falún  y las  otras  sustancias 
que  acabamos  de  mencionar.  Trituradas  y esparcidas  conve- 
nientemente en  los  campos  de  tierra  fuerte,  fria  y húmeda, 
facilitan  la  extensión  de  las  raíces,  y además  suministran  por 
su  descomposición  materias  salinas  y orgánicas  muy  conve- 
nientes á las  plantas. 

Aquí  termina  lo  que  nos  habíamos  propuesto  indicar  res- 
pecto de  las  sustancias  que  mas  comunmente  puede  emplear 
el  agricultor  como  mejoramientos.  Sustancias  todas  pertene- 
cientes al  reino  mineral,  y que  en  consecuencia  son  del  do- 
minio de  la  Geología,  á cuya  ciencia  tiene  aquel  que  recurrir 
para  llegar  á conocerlas  y para  saber  el  terreno  ó terrenos 
en  donde  las  puede  hallar  para  satisfacer  las  necesidades  de 
sus  campos.  Aunque  la  acción  de  alguna  de  ellas  es  quími- 
ca, sin  embargo,  la  mayor  parte  obran  mecánicamente  con- 
trarestando las  malas  cualidades  que  suele  comunicar  á las 
tierras  el  predominio  de  alguno  de  sus  elementos  componen- 
tes. Solo  nos  falta  examinar  una  serie  de  cuerpos  que,  obrando 
de  una  manera  especial  sobre  las  materias  constitutivas  de 
las  tierras  ó sobre  la  vida  de  las  plantas  y sus  tejidos,  contri- 
buyen de  un  modo  muy  directo  á su  existencia  y desarrollo. 


4 16 


geología 


SECCION  SEGUNDA 


ABONOS 


jtas  sustancias  han  merecido  por  su  modo  de  obrar  el 
nombre  de  abonos;  distinguiéndose,  según  su  procedencia  y 
naturaleza,  en  orgánicos  animales  y vegetales,  y en  inorgáni- 
cos ó minerales. 

has  análisis  repetidas  nos  demuestran  que  las  plantas 
constan  en  último  resultado  de  oxígeno,  hidrógeno,  carbono 
o ázoe  en  diversas  proporciones,  elementos  que  contribuyen 
a formar  los  principios  inmediatos,  tales  como  las  gomas,  el 
azúcar,  el  almidón,  la  albúmina,  la  cera  vegetal,  las  resinas, 
etcétera,  y las  sustancias  térreas,  conocidas  con  el  nombre 
e cenizas  compuestas  de  carbonatos,  sulfatos,  silicatos,  fos- 
latos,  etc.,  de  diversas  bases.  El  agua  y la  atmósfera  sumi- 
nistran algunos  de  estos  materiales:  los  otros  proceden  del 
suelo,  ya  que  al  parecer  está  demostrado,  como  hemos  dicho, 
que  las>  plantas  no  pueden  crear  por  sí  materia  mineral. 

a3ua  que  las  raíces  toman  del  suelo  y las  partes  verdes 
f ¿ ambiente  exterior,  suministra  casi  todo  el  hidrógeno  y 
también  parte  del  oxígeno  que  las  plantas  necesitan  para 
vivir  y desarrollarse. 

Ei  aire  les  proporciona  el  ácido  carbónico  que  descompo- 
nen bajo  la  influencia  de  la  luz  las  partes  verdes,  fijando  el 
carbono  en  su  tejido  y devolviendo  á la  atmósfera  el  oxíge- 
no, al  menos  durante  la  acción  de  los  rayos  luminosos  y 
caloríferos  del  so\  sin  embargo,  esta  no  es  la  única  fuente 
el  ácido  carbónico;  también  lo  reciben  las  plantas  del 
suelo,  sea  directamente  ó bien  por  la  descomposición  del 
mantillo,  en  virtud  de  la  influencia  que  ejerce  el  oxígeno 
de  la  atmósfera  y otros  agentes  sobre  la  parte  orgánica  de  la 

merra¿A|  Mili]  f¡  | J¡ 

^ Mas  dudosa  es  la  procedencia  del  ázoe  ; pero  para  nos- 
otros, que  no  nos  proponemos  escribir  un  curso  de  fisiología 
' eSetal  y sí  solo  designar  por  estas  consideraciones  generales 
a influencia  que  los  abonos  ejercen  en  la  vegetación,  nos 
basta  saber  qué  parte  de  este  elemento  lo  suministra  la 
atmosfer a,  procediendo  lo  restante  de  las  sustancias  nitroge- 
nadas y amoniacales  del  suelo.  Lo  que  conviene,  sin  embar- 
go? es  recordar  la  acción  tan  eficaz  como  directa  que  este 
elemento  ejerce  sobre  las  plantas  para  apreciar  la  importan- 
cia > necesidad  de  los  abonos  en  las  tierras  empobrecidas  ó 
esquilmadas  por  el  consumo  continuo  que  de  él  hacen  las 
p antas.  Este  elemento  contribuye  á formar  una  porción  de 
principios  nitrogenados  como  la  albúmina,  el  gluten  y otros 
que  se  hallan  en  el  tejido  de  las  plantas,  y el  amoniaco  que 
también  se  encuentra  en  ellas,  como  lo  han  demostrado  las 
análisis  practicadas  por  Calvert  y Ferrand. 

Después  de  estas  consideraciones,  veamos  cuáles  son  las 
sustancias  que  mas  comunmente  se  emplean  como  abonos 
> estimulantes  de  las  plantas. 


i. 


Abonos  orgánicos 


Entre  los  que  proceden  del  reino  orgánico  figuran,  á mas 
el  mantillo  que  puede  mirarse  como  una  especie  de  abono 
natural,  todos  los  que  proceden  de  la  descomposición  de 
os  animales  y de  las  plantas. 

Pero  como  en  razón  á la  índole  de  la  obra  no  debemos 
tratar  sino  de  aquellos  que  deban  considerarse  como  parte 
integrante  de  la  constitución  física  del  globo,  pues  son  los 
que  iguran  en  el  cuadro  de  la  ciencia  geológica,  dejaremos 
para  tratados  especiales  de  agricultura  y de  química  agrícola 
o o relativo  á estiércoles,  excrementos,  orinas,  etc,  limi- 
an  onos  al  guano  por  ser  la  única  sustancia  que  entra  en 
aquella  categoría,  ya  que  en  cuanto  al  mantillo  lo  dimos  á 


conocer  considerado  como  la  parte  orgánica  de  la  tierra  ve- 
getal. 

Con  el  nombre  de  guano  ó huano  se  designa  una  sus- 
tancia de  color  ceniciento  ó gris  claro,  recien  extraído ; de 
una  tinta  roja  oscura  cuando  es  algo  añejo;  expuesto  al  aire 
despide  un  olor  amoniacal  muy  marcado.  El  sabor  que  da 
es  salado  y picante,  debido  á la  notable  proporción  de  amo- 
niaco que  contiene;  con  frecuencia  se  ven  en  él  unas  con- 
creciones blancas  que  se  deshacen  entre  los  dedos,  compues- 
tas de  carbonato  de  amoniaco.  Cuando  se  le  calienta  despide 
olor  amoniacal  mas  pronunciado,  y toma  un  color  oscuro. 

Este  abono,  que  tantos  beneficios  dispensa  á la  agricul- 
tura desde  que  se  ha  generalizado  su  uso,  consta  de  los 
excrementos  de  aves  mezclados  con  esqueletos  y cuerpos 
enteros  de  las  mismas,  y de  sustancias  térreas  y arenosas  en 
mayor  ó menor  cantidad:  forma  depósitos  considerables 
en  varias  islas  de  la  América  meridional,  y particularmente 
en  las  de  Chinche,  cerca  de  Pisco,  Iza,  lio  y Arica;  en  la  de 
Galápagos,  en  algunas  de  la  Patagonia,  en  otras  de  la  costa 
de  Labrador,  y en  las  dependencias  del  Cabo  de  Buena 
Esperanza,  en  las  de  Ichaboe,  Angra  pequeña,  Málaga  y 
otras. 

El  guano  forma  criaderos  en  capas  de  20  ó mas  metros  de 
grosor,  lo  cual  puede  dar  una  idea  de  su  antigüedad,  si  se 
parte  del  supuesto,  como  quieren  algunos,  de  que  cubierta 
en  toda  su  extensión  por  las  aves  la  superficie  de  dichas 
islas,  se  necesitaría  el  trascurso  de  300  años  para  formarse 
un  banco  de  un  centímetro  de  espesor  próximamente.  En 
vista  de  este  dato  el  guano  debe  considerarse  como  un  gran 
depósito  de  coprolitos,  ó sean  excrementos  fósiles  de  aves 
antidiluvianas,  ó cuando  mas,  de  séres  cuya  existencia  data 
del  principio  del  periodo  cuaternario.  En  esta  formación,  sin 
embargo,  se  nota  un  hecho  parecido  á las  de  la  turba  y arre- 
cifes de  coral,  es  decir,  que  funciona  todavía  en  la  época 
histórica  la  acción  á que  debe  su  existencia. 

La  composición  del  guano  es  análoga  á la  de  la  palomina, 
con  la  diferencia  de  contener  mayor  cantidad  de  ázoe,  de 
principios  nitrogenados  y de  fosfatos  térreos  y sales  alcalinas. 
Hé  aquí  los  elementos  de  que  aquel  se  compone: 


GUANOS  DE  AMÉRICA  GUANOS  DE  ÁFRICA 


Agua 

Materiales  orgánicos 
quecontienen  áci- 
do oxálico,  úlmi- 
co,  úrico,  etc..  . . 
Amoniaco  en  estado 
de  carbonato,  ura- 

to,  etc 

Sales  alcalinas  fijas, 
cloruros,  fosfatos 

y sulfatos 

Fosfatos  de  cal  y de 

magnesia 

Oxalato  de  cal. . . . 
Arena  y materias 
térreas 

Totales.  . . . 


22,2 


1 L3 

3 1>7 

8,i 

22,5 

2.6 

1.6 


100,0 


26,0 

36.5 

8,0 

7,5 

20.5 


L5 


100,0 


25. 0 

jr 

35.0 

7,5 

8.0 

22,5 

y 

2.0 


25, 0 


n 

39.5 

9.5 

7,2 

17.5 

» 

*,3 


28.0 

37.0 

9.5 

6.5 

*8,5 

■f  - 

°,5 


27,13 


•42,59 


100,0  100,0  100,0 


7,08 

22,39 

0,81 


100,0 


La  notable  desproporción  en  la  cantidad  de  sustancias 
amoniacales,  es  lá  causa  de  que  el  guano  del  Perú  sea  mucho 
mucho  mejor  que  el  africano. 


CLOPONIA 


El  guano  es  un  abono  de  los  que  los  labradores  llaman 
ardientes,  porque  su  modo  de  obrar  es  muy  enérgico,  razón 
por  la  cual  su  acción  es  pasajera;  por  consiguiente  conviene 
usarlo  con  prudencia,  y renovarlo  á menudo.  Su  influencia 
se  funda  principalmente  en  la  gran  cantidad  de  ázoe,  de 
sales  amoniacales,  y de  fosfatos  y carbonatos  que  contiene. 
El  mejor  medio  para  hacer  que  sea  duradera  su  influencia 
consiste  en  mezclarlo  con  yeso,  pues  este  convierte  las  sales 
amoniacales  en  compuestos  menos  volátiles,  impidiendo  de 
este  modo  su  evaporación.  En  Inglaterra  lo  mezclan  con 
cuatro  veces  su  volumen  de  tierra  buena  ó de  mantillo,  y 
también  con  ceniza  común  ó de  carbón  de  piedra,  y produce 
admirables  resultados. 

Este  abono  conviene  á todas  las  tierras;  pero  de  un  modo 
especial  á las  húmedas,  pues  en  las  secas  y en  las  privadas 
de  riego  quema  las  plantas.  En  los  prados  y en  las  tierras  de 
regadío  produce  muy  buenos  efectos.  En  toda  la  ribera  del 
Júcar  se  sirven  del  guano  para  el  cultivo  del  arroz,  y obtienen 
cosechas  sorprendentes. 

En  cuanto  á la  cantidad  en  que  deba  emplearse  es  muy 
variable;  pero  según  resulta  de  los  numerosos  experimentos 
y ensayos  practicados  en  Inglaterra,  en  varios  suelos  y en 
exposiciones  diversas,  la  proporción  media  en  tierras  buenas, 
debe  ser  la  siguiente: 

Para  cereales;  por  hectárea.  . . . 250  kilogramos. 

Para  prados  naturales  y artificiales..  375  » 

Para  patatas,  remolachas,  nabos,  etc.  375  » 

2.0 — Abonos  inorgánicos 

Pasando  á la  designación  de  los  abonos  minerales  ó sali- 
nos, debemos  tener  presente  que  todos  son  sustancias  mas  ó 
menos  solubles  en  el  agua  y que  obran  sobre  las  plantas, 
activando  su  desarrollo  por  una  especie  de  excitación  salu- 
dable cuando  se  aplican  en  dosis  ó cantidad  conveniente. 
Entre  ellos  los  mas  notables  son  el  yeso,  el  fosfato  de  cal, 
las  cenizas  de  todas  especies,  la  sal  común,  el  nitrato  de  sosa, 
el  nitro,  la  sosa,  la  potasa  y otros,  como  la  cal,  y cloruro, 
el  hollín  de  las  chimeneas  y varios  sulfatos,  etc.,  en  que  no 
nos  debemos  ocupar,  bien  sea  por  haber  ya  hablado  de  algu- 
no de  ellos,  bien  por  no  ser  los  otros  de  la  incumbencia  de 
este  Tratado. 

La  aplicación  del  yeso  como  abono  estimulante  de  la 
vegetación  se  debe  al  Sr.  Mayer,  el  cual  dio  á conocer  á la 
sociedad  de  Berna  (Suiza)  en  1765,  el  resultado  délos  expe- 
rimentos hechos  en  Kupfersel  en  el  cantón  de  Argovia.  La 
acción  de  este  agente  es  tan  eficaz  para  determinadas  plantas, 
que  con  razón  debe  mirarse  al  doctor  Mayer  como  un  bien- 
hechor de  la  humanidad.  El  célebre  Franklin  se  valió  de  un 
medio  muy  ingenioso  para  introducirlo  en  los  Estados- 
Unidos,  y fué  el  de  trazar  con  yeso  en  un  campo  de  mielga 
cerca  de  Washington,  é inmediato  á una  carretera  muy  fre- 
cuentada, la  siguiente  inscripción:  <tEste  campo  ha  sido 
enyesado.»  Habiendo  adquirido  la  vegetación  un  desarrollo 
mucho  mayor  en  los  puntos  ocupados  por  el  yeso,  que  en  el 
resto  de  la  heredad,  no  solo  pudo  notarse  de  un  modo  claro 
y distinto  la  diferencia  de  lozanía  en  la  planta,  sino  que  ella 
misma  explicaba  la  causa  á que  era  debida.  Los  resultados 
de  este  experimento  fueron  coronados  del  éxito  mas  brillan- 
te, y el  uso  del  yeso  se  generalizó  con  tal  rapidez,  y adquirió 
tal  importancia,  que  escaseando  esta  sustancia  en  aquellas 
regiones,  llegaron  á importarlo  de  París  por  ser  superior,  y 
también  de  otros  puntos. 

Sin  entrar  á discutir  acerca  del  modo  de  obrar  de  esta 
sustancia,  tanto  por  no  ser  del  dominio  de  este  Tratado,  y 


4i7 

sí  de  uno  de  Química  agrícola,  cuanto  por  presentarse  bas- 
ante oscura  su  influencia,  no  satisfaciendo  del  todo  las 
eorías  ó hipótesis  inventadas  por  los  ilustres  Liebig,  Bous 
singault  y Davy,  veamos  las  condiciones  que  ha  de  reunir 
una  tierra  para  aplicarle  este  abono,  y las  plantas  á cuyo 
cultivo  conviene  ó puede  ser  útil. 

El  yeso  se  usa  crudo  ó cocido;  en  el  último  caso  privado 
del  agua  que  contenía,  se  presenta  en  el  estado  pulverulento 
mas  á propósito  para  producir  sus  efectos.  Sin  embargo,  sus 
propiedades  no  varían  por  esto,  y aun  en  general  es  preferi- 
ble usarlo  crudo  por  razón  de  economía. 

Las  dos  condiciones  mejores  en  las  tierras  para  hacer 
uso  de  esta  sustancia  son  una  temperatura  algo  elevada  y 
cierto  grado  de  humedad;  las  lluvias  abundantes  le  perjudi- 
can tanto  como  la  sequía. 

Los  terrenos  en  que  conviene  mas  el  enyesado  son  los 
arcillosos,  los  calizos,  los  arenosos,  y los  del  diluvio,  parti- 
cularmente cuando  predomina  el  lehm : en  los  de  aluvión  ó 
de  acarreo  modernos  parece  que  no  prueba  tanto.  De  todos 
modos,  hay  que  tener  presente  que  el  yeso  no  produce  sus 
efectos  en  terrenos  pobres,  y que  tampoco  puede  reemplazar 
á los  abonos  orgánicos,  como  equivocadamente  pretenden 
algunos.  Por  el  contrario,  esta  sustancia  necesita  la  interven- 
ción de  estos,  sin  los  cuales  su  acción  es  escasa  ó nula; 
principio  en  el  que  se  funda  la  práctica  que  siguen  muchos 
agricultores,  de  mezclarla  con  estiércoles  ó con  mantillo. 

En  cuanto  á las  plantas  á cuyo  cultivo  conviene  sobrema- 
nera el  uso  del  yeso,  las  principales  son  la  rrrielga,  el  pipiri- 
gallo, el  trébol,  la  algarroba,  los  guisantes,  y también  el 
tabaco,  las  berzas,  la  colza,  el  cáñamo,  el  lino  ó trigo  moris- 
co, etc.  Su  influencia  es  casi  nula  en  los  cereales;  y aun  creen 
algunos  que  sucede  lo  propio  en  los  prados  naturales. 

El  fosfato  cálcico  es  un  abono  que  ejerce  sobre  los  cerea- 
les la  misma  influencia  que  el  yeso  para  las  leguminosas  en 
general.  Esta  sustancia  en  estado  nativo  es  escasa  en  las 
tierras;  pero  la  energía  de  su  acción  es  tal,  y tantos  los  bene- 
ficios que  de  su  uso  reporta  la  Agricultura,  que  en  Inglaterra 
se  han  establecido  muchas  fábricas  con  el  solo  objeto  de 
beneficiar  la  parte  de  fosfato  que  contienen  los  coprolitos  ó 
excrementos  fósiles  y ciertos  nodulos  que  se  encuentran  en 
el  crag  y en  otras  formaciones.  En  estado  nativo,  ó como 
roca  independiente,  que  es  cuando  con  mas  propiedad  se 
llama  fosforita,  podemos  decir  que  España,  y en  especial 
Extremadura,  es  casi  la  única  región  que  la  posee;  en  el 
pueblo  de  Logrosan  se  halla  esta  materia  en  las  condiciones 
que  indicamos  al  describir  el  terreno  silúrico. 

Pero  á falta  de  la  sustancia  en  este  estado,  el  agricultor 
puede  encontrar  tan  excelente  abono  en  las  carnes,  en  las 
raspaduras  del  cuerno,  en  la  crin,  y en  especial  en  los  hue- 
sos de  animales,  que  lo  contienen  en  tanta  mayor  propor- 
ción, cuanto  mas  viejos.  También  la  paja  de  los  cereales, 
así  como  las  habas,  los  guisantes,  las  judías,  y otras  legum- 
bres lo  contienen  en  cantidad  notable.  En  esto  se  funda 
precisamente  el  uso  que  se  hace  en  muchos  puntos  de  todas 
estas  sustancias  como  abonos  de  gran  precio. 

Este  hecho  curioso,  y la  especie  de  antagonismo  que 
ofrecen  los  cereales  y las  legumbres,  ha  servido  de  motivo 
para  una  práctica,  que  en  general  se  considera  como  muy 
buena,  y es  la  rotación  de  las  cosechas.  Esta  consiste  en 
sembrar  el  mismo  campo  un  año  ó dos  de  cereales,  y otro  u 
otros  de  legumbres;  y se  funda  en  que,  como  estas  consu- 
men el  yeso,  que  de  nada  sirve  á aquellas,  y dejan  por  el 
contrario,  el  fosfato,  que  es  el  agente  importante  para  su 
desarrollo,  resulta  que  cada  planta  encuentra  siempre  en  el 
terreno  los  elementos  que  necesita. 

El  fosfato  de  cal,  por  si,  es  poco  ó nada  soluble;  pero 

55 


Tomo  IX 


GEOLOGIA 


418 


además  de  que  pequeña  parte  que  se  disuelve  es  suficien- 
te para  la  vegetación,  se  observa  que  el  ácido  carbónico 
que  se  forma  en  virtud  de  la  acción  del  oxígeno  de  la  atmós- 
fera sobre  el  mantillo,  favorece  notablemente  su  solubilidad. 

En  general  el  fosfato  nativo,  así  como  las  sustancias  que 
lo  contienen,  como  por  ejemplo,  los  huesos  y las  astas  y 
cuernos,  conviene  usarlos  en  polvo  ó raspaduras  no  solo  por 
la  comodidad  de  la  operación,  distribuyéndose  con  mas 
igualdad  en  el  campo,  sino  también  porque  de  esta  manera 
su  acción  es  mas  directa  y eficaz. 

La  ineficacia  del  fosfato  de  cal  nativo,  puede  atribuirse, 
según  Boblique>  á la  gran  cohesión  de  esta  sustancia, 
que  hace  la  asimilación  muy  difícil  cuando  no  se  determina 
por  agentes  naturales;  procurar  remediar  este  inconveniente 
tratando  los  nodulos  por  ácidos  minerales  enérgicos;  pero 
este  medio,  p°r  >'a  costoso,  es  perjudicial  en  los  terrenos 
que  no  contienen  bastantes  bases  para  saturar  el  exceso  de 
ácido  que  ha  debido  emplearse  para  obtener  la  disolución 
del  fosfato  cóÍcIk|q.I  J 

2.0  A la  ausencia  de  la  silice  soluble.  En  efecto,  la  sílice 
es  tan  indispensable  á los  cereales  como  el  ácido  fosfórico; 
forma  su  esqueleto,  y se  atribuye  con  razón  á su  ausencia  el 
accidente  al  cual  se  da  el  nombre  de  encamarse.  Si  el  suelo 
no  contiene  una  cantidad  suficiente  de  sílice  asimilable,  la 
caña  no  puede  adquirir  las  cualidades  necesarias  para  que 
la  recolección  llegue  á su  término,  y los  fosfatos  que  pudie- 
ran añadirse  á una  tierra  colocada  en  estas  condiciones 
serian  inútiles  Estos  datos  me  han  guiado  en  el  trabajo 
sobre  un  medio  propio  para  asegurar  el  empleo  útil  de  los 
nodulos. 

Los  nodulos  se  pulverizan  y mezclan  con  el  50  por  100 
de  su  peso  de  Sal  marina;  doy  para  este  empleo  la  preferen- 
cia á la  destinada  á la  salazón  de  la  merluza  ó de  los  cueros, 
cuyo  precio  en  nuestros  puertos  es  muy  ínfimo.  Esta  mezcla 
se  lleva  á los  cilindros  y á los  hornos  á una  temperatura 
inferior  al  rt)jo>  en  presencia  de  una  corriente  de  vapor  de 
agua, 

Si,  como  acontece  algunas  veces,  los  nodulos  no  contie- 
nen una  cantidad  suficiente  de  sílice,  es  necesario  aumentar 
su  proporción-  por  una  adición  anterior. 

La  reacción  de  la  silice  sobre  el  cloruro  sódico  en  presen- 
cia del  vapor  de  agua  es  conocida;  se  forma  silicato  sódico 
y ácido  doi  tídrico.  En  este  caso  particular,  este  último 
lleva  su  acción  sobre  el  fosfato  cálcico,  al  cual  quita  dos 
equivalentes  de  cal  para  dar  nacimiento  al  cloruro  cálcico  y 
al  fosfato  ácido  de  la  misma  base;  sin  embargo,  todo  el  ácido 
fosfórico  no  se  combina  con  la  cal;  se  forma  algunas  veces 
una  cantidad  bastante  considerable  de  fosfato  sódico.  Creo 
que  este  ií  '.tuo  producto  es  debido,  sobre  todo,  á la  des- 
composición ^el  fosfato  ferroso;  este  metal  se  encuentra  en 
estado  de  férrico,  cristalizado  en  pajitas,  como  se  ha 
observado  hace  algún  tiempo  calcinando  el  sulfato 
ferroso  y el  cloruro  sódico. 

La  misma  o;  eracion  da  silicatos  y fosfatos,  que  se  encuen- 
tran secos,  exceso  de  ácido  y que  pueden  ceder  á las 
plantas  no  salo  la  silice  y el  ácido  fosfórico,  sino  también 
una  gran  cantidad  de  álcali. 

Lo  de  todo  punto  indispensable  es  que  tanto  el  fosfato  de 
cal  como  la  súice  se  pongan  en  condiciones  de  penetrar  en 
el  tejido  de  plantas;  y esto  no  puede  conseguirse  sino 
por  medio  de  aquellos  cuerpos  que  reaccionando  sobre 
ellos,  detergen  su  solubilidad;  pues  esta  es  circunstancia 
sin  la  cual  n ruede  verificarse  la  absorción  por  las  raicillas  de 
las  plantas.  1 cuerpo  que  determina  dicha  solubilidad,  es  el 
ácido  carbv : co,  verdadero  disolvente  de  los  fosfatos  y sili- 
catos, dejar  á 1 el  ácido  silícico  en  el  estado  que  llaman  los 


químicos  naciente  y soluble;  ahora  bien,  no  siendo  bastante 
para  producir  estos  resultados  el  que  procedente  de  la  at- 
mósfera se  pone  en  contacto  con  la  tierra,  ó penetra  en  su 
interior,  se  hace  indispensable  echar  mano  de  sustancias 
orgánicas,  cuya  descomposición  suministra  diferentes  cuer- 
pos, y principalmente  el  de  que  nos  estamos  ocupando. 

Para  que  esta  descomposición  se  verifique,  es  indispen- 
sable el  concurso  del  aire,  de  la  humedad  y del  calor;  de- 
terminando el  agua  además,  la  disolución  del  ácido  carbó- 
nico, que  á su  vez  determina  la  descomposición  de  los 
silicatos  y fosfatos,  siendo  esta  una  de  las  razones  del  gran 
beneficio  de  las  lluvias;  pues  aunque  se  forme  en  el  estiércol 
y demás  abonos  orgánicos  dicho  ácido,  no  existiendo  agua 
que  lo  disuelva,  este  pasa  á la  atmósfera  sin  determinar  los 
resultados  que  se  apetecen. 

En  esta  teoría,  ó en  estos  principios  deducidos  severa- 
mente de  la  experimentación  química,  se  funda  el  ventajoso 
uso  de  los  abonos  artificiales,  por  cuanto  en  ellos  se  contie- 
nen todos  los  principios  nutritivos  de  las  plantas,  en  estado 
soluble  ó sea  asimilable.  Para  esto  se  preparan  atacando  los 
fosfatos  naturales,  ó de  las  materias  animales,  por  el  ácido 
sulfúrico ; con  lo  cual  quedan  disueltos  este,  el  fosfórico  y 
la  cal;  agregando,  en  forma  de  sales  solubles,  la  potasa  y la 
magnesia,  prescindiendo  de  la  sosa  y óxido  de  hierro,  por 
hallarse  en  el  suelo  en  mayor  cantidad  que  la  exigida  por 
las  plantas. 

Dado  este  estado  de  cosas,  estos  abonos  no  necesitan 
grandes  cantidades  de  ácido  carbónico;  puesto  que  sus 
principios  nutritivos  son  solubles  en  el  agua  pura,  y la  pe- 
queña cantidad  de  este  ácido,  que  se  forma  por  la  combus- 
tión y el  que  es  arrastrado  por  el  agua  de  lluvia,  concurren 
para  disolver  los  elementos  que  en  el  suelo  se  encuentran 
en  estado  insoluble,  es  decir,  que  actúan  sobre  los  fosfatos 
y silicatos  del  terreno. 

El  amoniaco,  principio  nutritivo  de  gran  importancia  en 
la  vida  vegetal,  se  encuentra  en  estos  abonos  á veces  en 
estado  de  sulfato  procedente  de  las  fábricas  del  gas  de- 
alumbrado. Algunos  fabricantes  preparan  el  amoniaco  desti- 
lando la  materia  orgánica,  carne  ó sangre  desecada,  sustan- 
cia muy  rica  en  ázoe.  En  esta  destilación  la  materia  orgánica, 
descompuesta  á una  temperatura  poco  elevada,  da  lugar  al 
carbonato  amónico  y á un  residuo  formado  por  las  sales  que 
contiene,  mezclado  con  una  cierta  cantidad  de  carbono,  que 
se  halla  en  un  gran  estado  de  división,  y por  lo  tanto  fácil 
de  convertirse  en  ácido  carbónico,  que  obra  además  sobre 
los  principios  insolubles  que  contiene  el  suelo. 

Se  ve,  pues,  que  los  abonos  minerales,  cuando  contienen 
todos  los  principios  nutritivos  que  necesitan  asimilar  las 
plantas,  reúnen  condiciones  favorables  para  la  vegetación  y 
además  la  ventaja  de  no  necesitar,  para  que  se  realicen  las 
funciones  de  la  vida  vegetal,  tanta  cantidad  de  agua  como 
los  abonos  orgánicos. 

Dejando  para  obras  especiales  de  agricultura  y de  quí- 
mica, la  ampliación  de  estos  datos,  veamos  qué  otras  sus- 
tancias pueden  emplearse  como  abonos  naturales. 

Las  cenizas,  y mejor  detritus  de  turba,  producen  excelen- 
tes resultados  como  poderoso  estimulante  de  la  vegetación, 
especialmente  para  el  cultivo  del  trébol,  de  las  plantas  que 
se  emplean  para  prados  artificiales,  para  el  lino,  lúpulo  y 
( otras  muchas,  en  razón  á la  potasa,  sosa,  sulfato  de  potasa 
que  contienen,  así  como  también  pueden  emplearse  como 
excelente  mejoramiento  de  las  tierras  fuertes  ó arcillosas, 
por  la  parte  de  caliza  y silice  que  contienen.  Esta  sustancia 
j se  emplea  con  muy  buen  éxito  en  el  norte  de  Francia,  In- 
glaterra, Bélgica  y Holanda;  en  cuyo  último  país  utilizan  la 
que  ha  permanecido  algún  tiempo  en  el  mar,  ó en  los  pól- 


GEOPONIA 


419 


ders,  observándose  que  es  más  eficaz  su  acción  por  los  clo- 
ruros que  contiene.  En  nuestro  litoral  seria  de  desear  se 
empleara  este  abono,  que  es  abundante  desde  Torreblanca 
y Oropesa  hasta  Almenara  y el  Puig  en  Valencia;  y tam- 
bién en  las  marismas  del  Guadalquivir,  y en  otros  muchos 
puntos,  donde  no  escasea  la  turba.  Mezclada  esta  sustancia 
con  la  marga,  la  cal  ó el  estiércol,  produce  muy  buenos 
efectos;  debiendo  llevarse  á los  campos  en  tiempo  de  la 
primavera. 

Las  mal  llamadas  cenizas  de  lignito,  pues  no  son  sino  los 
productos  de  su  alteración  determinada  principalmente  por 
la  descomposición  de  las  piritas  de  hierro  y cobre,  que  suele 
contener  en  abundancia,  se  emplean  también,  con  buen 
éxito,  por  la  caliza  y arcilla,  por  la  sílice  y los  óxidos  y sul- 
fatos  de  hierro  que  contienen,  efecto  de  las  reacciones  quí- 
micas que  en  su  seno  se  verifican;  por  otra  parte,  dan  mas 
calor  á las  tierras  por  la  coloración  oscura  que  les  comunican; 
matando  además  los  insectos  y ahuyentando  á los  ratones, 
por  el  olor  fuerte  que  despiden  y las  propiedades  cáusticas 
que  caracterizan  este  abono,  que  es  excelente  para  prados 
artificiales,  y para  el  cultivo  de  la  mielga,  remolacha,  cerea- 
les, etc. 

Aunque  no  de  tanta  eficacia  como  las  que  acabamos  de 
indicar,  sin  embargo,  los  despojos  y el  polvo  de  la  ulla 
también  se  emplean  con  ventaja  en  tierras  yesosas  y albari- 
zas,  en  las  cuales  contribuye  á moderar  la  reflexión  de  la 
luz,  aumentando  de  consiguiente  su  temperatura 

Tocante  á la  sal  común,  su  uso  ó aplicación  á la  agricul- 
tura ha  sido  objeto  de  muchas  controversias;  considerándola 
unos  como  excelente  para  toda  clase  de  plantas,  y mirándola 
otros  como  perjudicial. 

En  absoluto,  no  es  verdad  ninguno  de  estos  extremos; 
pues  mientras  hay  plantas,  las  llamadas  Halófilas,  que  no 
pueden  vivir  sino  en  localidades  donde  este  elemento  abun- 
da, la  esterilidad  que  dicha  sustancia  comunica  á las  tierras 
es  tal,  sobre  todo  cuando  se  halla  en  abundancia,  que  ya  en 
los  libros  sagrados  se  refiere,  que  como  señal  de  reprobación, 
solia  cubrirse  de  sal  la  superficie  de  una  ciudad  ó fortaleza 
rebelde,  después  de  arrasarla. 

Sin  embargo,  la  acción  benéfica  del  cloruro  de  sodio  está 
demostrada  en  la  notable  riqueza  de  los  pólders  de  Holanda, 
donde  tanto  abunda;  la  justifica  también  el  ventajoso  apro- 
vechamiento de  la  tanga  y arenas  del  mar,  y el  uso  frecuente 
que  se  hace  en  Alemania  y demás  países  del  Norte  de  la 
salmuera,  del  arenque,  sardina  y otros  pescados,  así  como  el 
residuo  de  las  salinas  y canteras  de  sal.  Pero  para  que  la  apli- 
cación de  esta  sea  útil,  conviene  proceder  con  conocimiento 
y prudencia,  así  en  la  cantidad  en  que  debe  usarse  como  en 
las  plantas  que  la  necesitan.  La  primera  condición  que  ha  de 
concurrir  para  ello  es  que  haya  un  cierto  grado  de  hume 
dad,  así  en  el  suelo  como  en  la  atmósfera,  sin  lo  cual  dicha 
sustancia  ejerce  una  acción  corrosiva  y destructora.  Lo 
notable  es  que  mientras  una  corta  dosis  de  sal  aplicada 
sobre  las  hojas  en  tiempo  seco  las  destruye  y acaba  por  matar 
la  planta,  disuelta  en  el  agua,  puede  penetrar  por  las  raíces 
en  gran  cantidad  sin  producir  efectos  notables.  De  modo  que, 
como  dice  con  mucha  oportunidad  Girardin,  la  sal  en  corta 
cantidad  y el  agua,  son  los  dos  elementos  que  se  necesitan 
combinar  para  obtener  forrajes  excelentes.  Sin  embargo, 
según  consta  de  las  observaciones  de  Becquerel,  esta  sus- 
tancia es  perjudicial  á las  plantas  durante  su  germinación; 
mientras  por  el  contrario,  su  influencia  es  muy  útil  al  tiempo 
de  nacer,  circunstancia  que  deberá  tenerse  en  cuenta  para 
escoger  la  época  en  que  deba  emplearse  este  abono. 

En  cuanto  á los  terrenos  en  que  conviene  usarlo,  es 
menester  que  sean  arcillosos  y calizos,  es  decir,  en  las  tierras 


húmedas,  para  que  á beneficio  de  este  agente,  el  ácido  car- 
bónico pase  á carbonato  de  sosa,  cuya  acción  sobre  las  plan- 
tas es  muy  eficaz,  como  lo  demuestra  el  uso  de  las  cenizas  y 
lejías. 

Cuando  se  desee  emplear  la  sal  en  un  terreno  que  esté 
privado  de  caliza,  que  la  contenga  en  escasa  cantidad,  deberá 
mezclarse  con  materias  que  la  poseen  en  razón  de  dos  partes 
de  esta  por  una  de  aquella,  compuesto  que  produce  muy 
buenos  efectos.  También  conviene  mezclarla  en  pequeñas 
dósis  con  los  estiércoles  ó con  el  mantillo  y restos  vegetales. 
Pero  el  mejor  medio  indudablemente  de  proporcionar  á los 
terrenos  la  sal  es  hacer  que  la  coman  antes  los  ganados  ó 
los  animales  de  que  se  sirve  el  agricultor  para  las  labores, 
pues  asi  pasa  por  medio  de  las  orinas  y excrementos,  pu- 
diendo  asegurar  que  bajo  esta  forma  nunca  llega  á perjudi- 
car á las  plantas. 

Las  plantas  de  forraje  y las  cereales  son  las  que  mas  ape- 
tecen este  abono.  En  cuanto  á las  sales  amoniacales,  impor- 
tantes por  la  cantidad  de  ázoe  que  suministran  á las  plantas 
en  estado  de  carbonato,  única  sal  que  puede  penetrar  y ser- 
vir al  desarrollo  de  los  tejidos  vegetales,  ora  se  eche  directa- 
mente mano  de  él,  ora  resulte  de  la  reacción  del  ácido 
carbónico  de  las  tierras  sobre  las  otras  sales,  poco  ó nada 
tenemos  que  decir,  por  no  ser  en  rigor  del  dominio  de  la 
Geología. 

La  importancia  de  estas  sustancias  estriba  en  la  cantidad 
de  ázoe  que  suministran,  aumentando  por  otra  parte  la  fuerza 
absorbente  y asimilatriz  de  las  plantas  respecto  del  ázoe  de  la 
atmósfera,  y facilitando  también  la  absorción  que  las  raíces 
ejercen  sobre  las  bases  minerales  del  suelo.  Pero  para  que 
estas  sustancias  produzcan  el  primero  de  estos  efectos,  se 
necesitan  dos  condiciones  á saber:  i.a  Que  el  suelo  contenga 
principios  calizos.  Y 2.a  que  no  sea  húmeda  ni  la  tierra,  ni 
la  estación,  pues  con  el  agua  se  aumenta  la  evaporación,  y 
desaparecen  con  facilidad  los  elementos  amoniacales.  Con- 
viene además  alternar  el  uso  de  estas  materias  con  abonos 
ricos  en  potasa,  cal,  magnesia,  sílice  y fosfato,  con  el  objeto 
de  restituir  al  suelo  dichos  elementos  que  hacen  desaparecer 
las  combinaciones  y reacciones  de  aquellos. 

Las  mismas  consideraciones  que  acabamos  de  exponer  en 
el  párrafo  anterior,  nos  harán  ser  muy  breves  en  la  descrip- 
ción de  estos  abonos. 

La  acción  de  los  nitratos,  según  ha  demostrado  Kuhl- 
mann,  es  muy  análoga  á la  de  las  sustancias  amoniacales;  y 
si  á esto  se  añade  el  que  la  mayor  parte  de  la  influencia  de 
los  yesosos  y escombros  sobre  la  vegetación  es  debida  á la 
presencia  de  aquellas  sales,  esta  consideración  nos  dispensa 
de  entrar  en  mayores  detalles,  pues  seria  una  repetición  inú- 
til. La  potasa  ó el  óxido  del  metal  potasio,  resultado  de  su 
combinación  con  el  oxígeno,  es  uno  de  los  estimulantes  mas 
poderosos  de  la  vegetación,  y la  necesidad  que  de  ella  tienen 
las  plantas,  lo  demuestra  la  proporción- en  que  se  encuentra 
en  muchas  de  ellas;  de  la  cual  debe  deducirse  su  existencia 
en  la  mayor  parte  de  las  tierras  vegetales,  asi  como  la  utili- 
dad que  puede  reportar  la  Agricultura  de  su  uso.  En  el  suelo 
efectivamente  se  halla  en  alguna  abundancia,  casi  siempre 
en  estado  de  carbonato  y bicarbonato,  resultado  de  la  des- 
composición de  los  granitos,  de  muchos  pórfidos,  y de  otras 
rocas  de  base  de  feldespato  común. 

La  influencia  de  este  agente  en  la  vegetación  se  confirma 
sobre  todo  en  la  yerba  que  crece  con  vigor  sobre  los  detritus 
de  granito  en  puntos  húmedos,  sin  la  intervención  de  ningún 
otro  abono.  Su  acción  es  tan  poderosa  que  según  cálculos  de 
Liebig,  la  mezcla  de  una  milésima  parte  de  arcilla,  y el  resto 
de  cuarzo,  bastará  para  alimentar  un  bosque  de  pinos  durante 
un  siglo;  el  mismo  químico  asegura  que  un  metro  cúbico  de 


420 


GEOLOGIA 


feldespato  provee  de  potasa  durante  mas  de  trescientos  años 
á un  bosque  de  encinas  que  ocupe  2,500  metrosde  superficie. 

Las  tierras  procedentes  de  la  descomposición  de  las  rocas 
indicadas  contienen  la  potasa  en  proporción  notable,  de 
consiguiente  el  agricultor  podrá  echar  mano  de  sus  detritus 
como  abono;  aunque  generalmente  es  mejor  valerse  de  las 
cenizas  ó de  sus  lejías,  pues  en  ellas  abunda  también  mucho 
la  mencionada  base. 

Por  lo  que  respecta  á la  sosa  ó sea  al  óxido  del  metal 
sodio,  aunque  no  tan  común  en  las  tierras  como  la  anterior, 
procede  también  de  la  descomposición  de  muchas  rocas 
feldespáticas  de  base  de  albita  y oligoclasa,  esto  es,  de  la 
mayor  parte  de  las  rocas  volcánicas.  Las  aguas  del  mar  la 
contienen  en  gran  cantidad,  lo  mismo  que  la  cal  común.  Su 
modo  de  obrar  es  análogo  al  de  la  potasa,  si  bien  mas  enér- 
gico, por  cuya  circunstancia  conviene  usarlo  con  mucha 
prudencia.  En  general  puede  decirse  que  la  fertilidad  délos 
terrenos  volcánicos  depende  en  gran  parte  de  la  presencia 
en  ellos  de  esta  materia,  lo  cual  confirma  la  idea  que  emiti- 
mos respecto  de  la  importancia  de  las  cenizas  ó detritus 
volcánicos  considerados  como  abonos. 

Por  otra  parte,  casi  toda  la  sosa  que  se  emplea  en  agricul- 
tura procede  de  las  aguas  del  mar  ó de  la  sal  común,  siendo 
preferible  bajo  esta  forma. 

Aquí  concluye  la  descripción  de  las  sustancias  minerales 
que  el  agricultor  puede  emplear  para  mejorar  ó abonar  sus 
campos:  para  completar  todo  lo  relativo  á Geología  agrícola, 

errenos  en  que  se  hallan  de  preferencia 


falta  indicar  los 
estas  sustancias. 


ARTICULO  III 


TERRENOS  EN  QUE  SE  HALLAN  LOS  MEJORAMIENTOS 

Y ABONOS 

Aunque  en  rigor,  las  indicaciones  hechas  al  final  de  la 
descripción  de  cada  roca,  al  mencionar  sus  aplicaciones,  y 
al  enumerar  los  materiales  útiles  de  los  terrenos,  podrian 
bastar  á nuestro  objeto,  sin  embargo,  con  el  fin  de  reunir  en 
un  solo  artículo  el  catálogo  de  las  sustancias  que  en  cada 
período  geológico  puede  encontrar  el  agricultor  para  satisfa- 
cer las  necesidades  de  sus  tierras,  pasaremos  revista  á cada 
uno  de  los  terrenos,  en  párrafos  separados,  como  se  hará  al 
tratar  de  los  criaderos  generales  en  la  Geología  industrial. 

1 . 0 — Terrenos  modernos 

En  los  terrenos  modernos  hallará  el  agricultor  entre  las 
sustancias  que  puede  emplear  como  mejoramientos,  la  cal 
excelente  de  la  toba  caliza  ó travertino;  las  arenas,  gravas, 
chinas  calizas  ó silíceas,  en  el  curso  de  los  rios,  en  su  desem- 
bocadura, en  los  alfaques  y en  todos  los  depósitos  de  acar- 
reo; las  arcillas  y demás  productos  de  la  descomposición 
reciente  de  las  rocas  cristalizadas  y volcánicas  que  ocupan 
la  superficie,  y sujetas  de  consiguiente  á la  acción  de  los 
agentes  exteriores. 

Entre  los  abonos  estimulantes,  los  terrenos,  ó mejor  las 
formaciones  recientes  le  suministran  el  guano,  la  turba,  el 
yeso  y la  sal  que  se  encuentran  á menudo  en  los  azúfrales  y 
aun  en  los  volcanes  activos:  la  sosa  y potasa,  la  sílice,  la 
alúmina  y otros  agentes  muy  activos,  en  los  detritus  de  las 
rocas  graníticas  y volcánicas.  La  tanga,  el  merl  y los  demás 
materiales  ricos  en  principios  animales  que  se  encuentran 
en  las  rias  y en  las  costas. 

2/ — Terreno  cuaternario 

En  el  terreno  cuaternario  se  hallan  las  mismas  sustancias 
que  en  los  anteriores,  y á mas  el  lehm  ó cieno  diluvial.  Los 


depósitos  de  los  glaciares  antiguos,  y los  canchales  pueden 
suministrar  buenos  mejoramientos  por  su  procedencia,  en 
general,  de  rocas  ricas  en  sustancias  alcalinas.  La  descom- 
posición de  los  basaltos,  traquitas  y otros  productos  volcáni- 
cos contemporáneos  de  la  época  diluvial,  proporcionan 
muchos  materiales  como  arcillas,  arenas,  gravas,  cenizas  vol- 
cánicas, etc.,  etc.,  de  que  el  agricultor  se  servirá  con  ventaja 
para  abonar  y mejorar  sus  campos. 

Respecto  á las  condiciones  agrícolas  de  este  terreno,  cree- 
mos haber  dicho  lo  suficiente  al  trazar  su  descripción  donde 
se  dijo  que  las  regiones  en  que  abundan  el  lehm  ó cieno  di- 
luvial pueden  reputarse  como  privilegiadas  bajo  el  punto  de 
vista  agrícola. 

3.  — Terrenos  terciarios 

Estos  terrenos  ofrecen  en  cada  uno  de  sus  tres  pisos,  sub- 
apenino,  falúnicoy  nummulítico,  gran  número  de  sustancias 
útiles  á la  agricultura.  Las  rocas,  compuestas  en  gran  parte 
de  restos  de  conchas,  zoófitos,  huesos  y excrementos  fósiles, 
que  tanto  abundan  en  los  tres  tramos,  y notablemente  en  el 
superior  y medio,  bajo  la  denominación  de  falún,  crag,  etc.,  en 
estado  de  mayor  ó menor  disgregación,  sirven  al  propio  tiem- 
po de  mejoramiento  por  la  parte  de  arenas  silíceas  y de  caliza 
incoherente  que  contienen,  y de  abono  por  la  parte  animal, 
por  los  fosfatos,  etc.,  que  tanto  abundan  en  ellas.  Todavía  se 
halla  en  la  parte  superior  de  estos  terrenos  algo  de  turba,  y 
además  en  él  empieza  á manifestarse  y adquiere  gran  desar- 
rollo en  el  piso  inferior,  otro  combustible,  el  lignito,  que,  en 
especial,  cuando  abunda  en  pirita,  da  por  resultado  de  su 
descomposición  un  abono  de  muy  buena  calidad.  Las  mar- 
gas, las  arcillas,  las  calizas  y los  productos  volcánicos,  tra- 
quíticos  y basálticos,  el  peperino,  las  tobas,  etc,  que  con 
tanta  profusión  se  encuentran  en  estos  terrenos,  sirven  de 
excelentes  mejoramientos.  El  yeso  y la  sal  común  ó de  mon- 
taña, que  tanta  importancia  industrial  dan  á los  terrenos  ter- 
ciarios, es  sabido  que  se  emplean  como  abonos  sumamente 
enérgicos  y eficaces. 

En  cuanto  á las  condiciones  agrícolas  de  estos  terrenos, 
dice  con  mucha  oportunidad  el  Sr.  Boubé  que  son  los  mas 
importantes,  y que  tal  vez  la  mitad  de  las  producciones  ó de 
las  subsistencias  proceden  de  tierras  vegetales  en  suelos  ter- 
ciarios. En  confirmación  de  ello,  estos  terrenos  representan 
las  regiones  mas  fértiles  y habitadas : esto  consiste  en  que, 
en  general,  dichos  terrenos  son  el  resultado  de  grandes  alu- 
viones, que  obrando  sobre  rocas  ígneas  y de  sedimento,  de 
épocas  muy  diversas,  han  determinado  la  mezcla  de  sustan- 
cias muy  variadas,  de  naturaleza  cuarzosa,  feldespática,  mi- 
cácea, caliza,  magnésica,  tálcica,  yesosa,  fosfórica,  ferrugino- 
sa, etc.,  condición  en  que  estriba  la  mayor  fertilidad  de  un 
terreno. 

En  algunos  puntos,  sin  embargo,  por  circunstancias  espe- 
ciales esta  mezcla  no  se  ha  verificado,  resultando  formaciones 
areniscas,  calizas,  ó de  cualquiera  otra  naturaleza,  cuya  homo- 
geneidad se  da  á conocer  por  la  aridez  y malas  cualidades 
de  dichas  tierras. 


' u xrp 

[.  — Terrenos  secundarios 


De  los  terrenos  que  en  su  conjunto  representan  la  época 
llamada  secundaria,  el  superior,  llamado  cretáceo,  suministra 
á la  agricultura  como  mejoramientos  y abonos,  la  creta,  que 
según  Boubé  es  la  mejor  de  todas  las  margas;  mucha  marga 
y calizas  arcillosas  que  la  pueden  reemplazar;  pizarras  ne- 
gras, arcillosas  ó de  base  de  marga,  algo  bituminosas,  corres- 
pondiente en  parte  á lo  que  los  suizos  llaman  flisch,  que  en 


GEOPONIA 


421 


muchos  puntos,  yen  especial  en  las  Provincias  Vascongadas, 
se  destinan  para  margar  las  tierras  con  buen  éxito ; algunos 
yesos,  y particularmente  la  caliza  pura,  que  suministra  una 
cal  grasa  de  superior  calidad.  Las  calizas  y arenas  verdes  son 
muy  abundantes  y excelentes  como  mejoramiento,  por  la 
parte  de  silicato  de  hierro  que  contienen.  La  descomposición 
de  las  rocas  eruptivas  ofíticas,  la  Dolomía  y el  yeso  que  las 
acompañan  con  frecuencia,  son  una  de  las  riquezas  agrícolas 
de  este  terreno.  Por  último,  el  fosfato  cálcico,  aunque  casi 
siempre  combinado  con  el  de  hierro,  que  se  presenta  en  for- 
ma de  nodulos  entre  los  estratos  de  la  creta,  á la  manera  de 
pedernal,  en  muchos  puntos  sirve  de  abono  excelente. 

Las  condiciones  agrícolas  del  terreno  cretáceo  son  tan 
varias  como  los  materiales  de  que  consta.  En  general,  en  los 
puntos  en  que  predomina  el  piso  weáldico,  del  gault  ó de  la 
arenisca  verde,  se  nota  una  rica  vegetación;  mientras  que  en 
aquellos  en  que  solo  existe  la  creta,  es  árida  y estéril,  á no 
hallarse  cubierta  de  alguna  buena  capa  de  terreno  diluvial  ó 
de  acarreo. 

En  cuanto  al  terreno  jurásico,  no  ofrece  sino  las  sustan- 
cias comunes  indicadas  ya  en  los  anteriores,  como  la  caliza 
en  grandes  bancos,  las  arcillas  muy  abundantes  y algún  de- 
pósito de  combustible  cuyas  cenizas  pueden  utilizarse  como 
mejoramiento. 

Las  condiciones  agrícolas  de  este  terreno  tampoco  son  las 
mas  á propósito  para  el  cultivo,  pues  el  predominio  de  grue- 
sos bancos  de  calizas  compactas  y de  arcillas,  determinan 
tierras  mas  ó menos  impermeables,  sobre  subsuelos  ó rocas 
subyacentes  demasiado  duras  y á veces  también  impermea- 
bles. Estas  condiciones,  sin  embargo,  suelen  dar  excelentes 
tierras  para  prados,  como  se  observa  en  la  Normandía.  En 
aquellos  puntos  en  que  el  terreno  está  accidentado,  como 
sucede  en  el  Jura  y en  los  valles  estrechos  en  donde  se  acu- 
mulan ó depositan  materiales  de  naturaleza  diversa,  la  vege- 
tación suele  ser  vigorosa. 

El  terreno  del  trias,  que  termina  por  abajo  el  período  se- 
cundario, compuesto  de  los  tres  órdenes  de  capas  indicados 
en  su  descripción,  ofrece  como  sustancias  dominantes  y que 
pueden  emplearse  como  mejoramientos,  la  caliza  del  mus- 
chelkalk,  excelente  cuando  se  presenta  en  descomposición 
por  el  gran  número  de  fósiles  que  contiene  y por  la  buena 
cal  que  suministra;  las  margas  y arcillas  del  keuper,  y las 
arenas,  resultado  de  la  descomposición  de  las  areniscas  del 
piso  inferior;  como  abonos  pueden  servir  la  sal  y el  yeso. 

En  general,  la  vegetación  de  este  terreno  es  pobre;  y por 
la  abundancia  de  los  depósitos  de  sal  y de  fuentes  saladas  y 
del  yeso,  su  vegetación  participa  del  carácter  de  plantas 
halófilas  que  en  él  predominan. 


A 


5 . 0 — Terrenos  primarios 


UE 


El  período  primario  se  divide  generalmente  en  cuatro 
terrenos  y son  el  pérmico,  carbonífero,  devónico  y silúrico. 
En  el  primero  se  encuentran  pocas  sustancias  útiles  á la  agri- 
cultura, si  exceptuamos  las  arenas,  las  pizarras  arcillosas 
cuando  se  presentan  descompuestas,  y las  calizas  que  tam- 
bién suelen  ser  comunes.  La  vegetación  es  igualmente  pobre 
por  cuanto  en  general  los  elementos  se  presentan  aislados  y 
ocupando  grandes  extensiones  de  terrenos,  razón  por  la  cual 
el  único  ó casi  exclusivo  cultivo  á que  se  prestan  es  al  de  los 


bosques  de  pinos  ó encinas.  Las  numerosas  dislocaciones 
que  ofrece  este  terreno,  hacen,  sin  embargo,  que  con  fre- 
cuencia se  presenten  á la  superficie  sustancias  con  las  que 
pueden  corregirse  sus  malas  cualidades. 

El  terreno  carbonífero  suministra  la  ulla  cuyas  cenizas  se 
emplean  como  abono;  las  pizarras  arcillosas  y bituminosas 
que  también  pueden  destinarse  al  mejoramiento  de  muchas 
tierras;  la  caliza,  que  bajo  el  nombre  de  carbonífera  ó de 
montaña  ocupa  la  base,  también  puede  destinarse  al  mismo 
objeto.  Además,  en  este  terreno  se  encuentran  una  porción 
de  rocas  eruptivas,  particularmente  pórfidos,  cuyos  detritus 
pueden  emplearse  como  mejoramiento. 

Por  último,  los  terrenos  silúrico  y devónico,  compuestos 
en  su  mayor  parte  de  pizarras  y de  areniscas,  conglomera- 
dos, cuarcitas  y calizas,  suministran  todos  estos  elementos  y 
el  carácter  de  su  vegetación  varia  con  el  de  los  materiales 
que  los  componen.  En  ellos  abundan  extraordinariamente 
las  rocas  eruptivas,  entre  las  cuales  figuran  en  primera  linea 
el  granito  y los  pórfidos;  su  descomposición  suministra 
arenas  y arcillas  cargadas  de  principios  alcalinos  cuya  in- 
fluencia en  la  vegetación  es  bien  notoria. 

Las  relaciones  de  estos  últimos  términos  de  la  serie  de  los 
terrenos  de  sedimento  son  tales,  que  difícilmente  pueden 
separarse,  sobre  todo  considerados  bajo  el  punto  de  vista  de 
sus  aplicaciones  á la  agricultura. 

6." — Terrenos  graníticos  y porfídicos 

Los  terrenos  granítico  y porfídico,  en  razón  á la  naturaleza 
variada  de  sus  elementos  y á la  facilidad  con  que  se  descom- 
ponen, suministran  una  porción  de  productos  á la  agricultura 
como  mejoramientos  y abonos  excelentes.  En  el  primer  caso 
se  hallan  las  arenas,  las  gravas  y las  arcillas;  y en  el  segundo 
los  carbonatos  de  sosa  y de  potasa,  la  sílice  y la  alumina, 
elementos  preciosos  para  el  cultivo. 

Las  condiciones  físicas  de  este  terreno,  la  consistencia 
de  las  rocas  subyacentes,  generalmente  de  la  misma  compo- 
sición, comunican  un  carácter  particular  á las  plantas  que 
en  él  se  cultivan,  que  en  general  son  de  prados;  también  se 
prestan  para  bosques. 

7/' — Terrenos  volcánicos 

Los  materiales  que  las  formaciones  traquítica,  basáltica  y 
lávica  suministran  á la  agricultura,  y el  carácter  que  comu- 
nican á la  vegetación,  los  hemos  indicado  al  trazar  la  historia 
de  aquellos  terrenos  de  sedimento  de  cuya  constitución  son 
contemporáneos  ó posteriores.  Esto  y los  detalles  que  se 
expusieron  en  la  descripción  de  los  terrenos  volcánicos  en 
la  Geognosia,  nos  dispensan  de  entrar  en  mayores  detalles. 

Aquí  termina  la  historia  de  las  indicaciones  preciosas  que 
la  Geología  puede  suministrar  al  agricultor  respecto  de  las 
materias  de  que  puede  echar  mano  y de  los  terrenos  en 
donde  las  puede  hallar.  Para  completar  todo  lo  relativo  á la 
Geología  agrícola  deberíamos  tratar  ahora  de  las  nociones 
de  hidrografía  indispensables  para  procurársele  el  mas  pode- 
roso auxiliar  de  la  vegetación,  esto  es,  el  agua;  pero  como 
esto  lo  consideramos  como  un  ramo  de  industria,  lo  tratare- 
mos en  el  capítulo  siguiente. 


422 


GEOLOGIA 


CAPITULO  II 


GEOLOGIA  INDUSTRIAL 


ASOCIACIONES  Y CRIADEROS  DE  LOS 
MINERALES 

Descritas  en  detalle  todas  las  sustancias  minerales  que  por 
su  abundancia  desempeñan  un  papel  principal  en  la  compo- 
sición del  globo  bajo  la  denominación  general  de  rocas,  y 
conocidos  sus  agrupamientos  en  formaciones  y terrenos,  vea- 
mos cuáles  son  los  inmediatos  resultados  prácticos  de  este 
estudio. 

El  primer  hecho  curioso  que  debe  apuntarse  en  esta  ma- 
teria es,  que  en  virtud  de  la  armonía  de  las  leyes  que  rigen 
la  materia,  así  orgánica  como  inorgánica,  los  minerales,  léjos 
de  estar  esparcidos  al  acaso  y sin  orden  alguno  en  el  globo, 
se  agrupan  en  familias  ó asociaciones  tan  naturales  por  la 
afinidad  ó especie  de  parentesco,  si  se  permite  decirlo  así, 
que  los  une,  como  las  de  los  vegetales  y animales.  El  cono- 
cimiento de  las  relaciones  de  los  minerales  (i)  es  de  grande 
utilidad,  asi  práctica  como  especulativa,  ya  que  por  una  parte 
la  presencia  de  una  sustancia  nos  puede  hacer  sospechar  la 
de  otra  ó su  incompatibilidad  con  la  que  forma  el  objeto  de 
nuestras  indagaciones,  mientras  que  bajo  otro  punto  de  vista, 
es  la  mas  plena  confirmación  de  la  armonía  de  las  leyes  que 
rigen  la  materia.  Esta  armonía  es  tal,  que  no  solo  existen 
relaciones  de  afinidad  entre  los  elementos  de  las  aguas  mi- 
nerales, y los  criaderos  metalíferos,  y entre  estos  y los  de  las 
emanaciones  volcánicas  y los  terrenos  cristalinos,  y entre 
todos  los  que  forman  la  base  de  la  organización  de  los  ani- 
males y plantas,  sino  que  las  hay  también  á no  dudarlo,  en- 
tre los  cuerpos  mas  esenciales  á la  composición  del  globo  y 
los  de  los  otros  planetas.  Hecho  ini-ortantísimo,  que  tiende 
á probar  la  uniformidad  de  la  materia  en  el  Universo,  y que 
se  funda  en  la  suposición,  hoy  dia  generalmente  admitida, 
de  que  los  aerolitos  ó piedras  atmosféricas,  son  pequeños 
planetas  ó fragmentos  de  otros,  que  vagando  en  el  espacio, 
caen  á la  superficie  de  la  tierra  en  el  momento  en  que  en- 
tran en  la  esfera  de  atracción  de  este  planeta.  Las  numerosas 
análisis  que  se  han  hecho  de  estas  piedras,  demuestran  lo 
que  acabamos  de  indicar;  y para  persuadirse  de  ello,  como 
para  tener  una  idea  de  los  diferentes  géneros  de  relaciones 
que  quedan  consignadas,  copiamos  en  la  columna  siguiente 
el  cuadro  que  acompaña  á la  Memc-iia  del  Sr.  Elie  de  Beau- 
mont,  sobre  esta  materia  en  el  B ri fin  de  la  Sociedad  geo- 
lógica de  Francia , año  de  1S47. 

Diversas  y muy  importantes  son  t as  consecuencias  que  se 
desprenden  del  examen  y comparación  de  este  curioso  cua- 
dro; pero  por  el  momento,  solo  debo  llamar  la  atención  hácia 
el  enlace  que  demuestra  tener  la  Geología,  esta  hermana 
menor  de  las  otras  ciencias,  como  1j  llama  con  oportunidad 
el  citado  geólogo,  con  todas  ellas,  y muy  particularmente, 
también,  hasta  la  conexión  tan  íntima  que  existe,  como  de- 
mostraremos mas  adelante,  entre  les  filones  de  todas  espe- 
cies, las  fuentes  minerales  y los  productos  volcánicos.  Con 


(1)  Algunos  refranes  de  nuestro  riquísino  idioma  expresan  admira- 
blemente estas  asociaciones  y repulsiones  ie  los  minerales,  como  por 
ejemplo:  f Donde  hay  yeso  y cal  no  hay  mineral,»  refiriéndose  induda- 
blemente a la  falta  ó escasez  de  metales  e nde  dominan  aquellos  ele- 
mentos geognósticos. 


CUADRO 

DE  LA  DISTRIBUCION'  DE  LOS  CUERPOS  SIMPLES  DE  LA  NATURALEZA 


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1 Potasio 

2 Sodio 

3 Litio 

4 Bario 

5 Estroncio 

6 Calcio 


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7 Magnesio 

8 Itrio 

9 GludmcU.Lj 

10  Aluminio I , 

n Zirconio 

12  Torio. ....]. i..1 

13  Cerio. J 

14  Lantalo 1 

15  Didimio. ¡ 

16  Urano...,.....1 

i?  Manganeso... 

18  Hierro 

19  Níquel 

20  Cobalto 

21  Zinc 

22  Cadmio....... 

23  Estaño 

24  Plomo 

25  Bismuto 

26  Cobre 

27  Mercurio 

28  Plata 

29  Paladio 

3®  Rodio 

31  Rutenio. 

32  Iridio 

33  Platino 

34  Osmio 

35  Oro... 

36  Hidrógeno... 

37  Silicio 

38  Carbono 

39  Boro 

40  Titano 

41  Tántalo 

42  Nobio 

43  Pelopio 

44  Tungsteno.. 

45  Molibdeno  . 

46  Vanadio 

47  Cromo 

48  Teluro 

49  Antimonio. 

50  Arsénico.... 

51  Fósforo 

52  Azoe 

53  Selenio. 

54  Azufre 

55  Oxigeno.... 

56  Yodo 

57  ¡Bromo 

58  Cloro 


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21  16 


GEOLOGIA  INDUSTRIAL 


423 


efecto,  pues  si  se  examina  detenidamente  el  cuadro  se  vrerá, 
que  salvas  muy  cortas  excepciones,  la  lista  de  los  cuerpos 
simples  ó elementales  de  cada  una  de  las  indicadas  casillas, 
es  la  repetición  ó extracto  de  la  de  las  demás,  lo  cual  prueba 
la  singular  armonía  que  preside  á estos  órdenes  de  fenóme- 
nos, que  aunque  distintos  en  apariencia,  son  resultado  de  la 
acción  y reacción  en  diferente  escala  y rumbo,  si  se  quiere, 
de  unos  mismos  agentes  químicos. 

También  puede  deducirse  de  la  inspección  del  cuadro 
anterior,  este  otro  principio  trascendental,  á saber:  que  cual- 
quiera que  haya  sido  la  naturaleza  de  la  química  primiti- 
va terrestre,  es  indudable  que  muchos  de  los  cuerpos  sim- 
ples, fueron  secuestrados,  por  decirlo  así,  fijándose  en  las 
rocas  mas  antiguas,  sin  que  hayan  vuelto  á presentarse  de 
nuevo  en  acción.  Esto,  que  por  una  parte  demuestra  el  cam- 
bio gradual  que  ha  experimentado  la  marcha  de  los  fenóme- 
nos geológicos,  por  otra  es  la  mayor,  tal  vez,  de  las  maravi- 
llas de  la  naturaleza;  pues  precisamente  los  elementos  que 
se  fijaron  en  los  primeros  periodos,  son  los  que  mas  directa- 
mente hubieran  impedido  la  aparición  de  la  vida  en  la  su- 
perficie terrestre.  La  comparación  de  la  primera  y última 
casilla  viene  á ser  la  mejor  contraprueba  de  este  hecho  sin- 
gular, pues  en  las  dos  figuran  los  mismos  elementos. 

Veamos  ahora  qué  utilidad  puede  proporcionar  el  conoci- 
miento de  estas  relaciones.  Además  de  lo  mucho  que  se 
facilita  por  este  medio  el  estudio  de  los  minerales  y el  modo 
como  se  han  formado,  en  el  terreno  de  la  práctica  puede 
evitar  el  fraude  y el  engaño,  tan  comunes  por  desgracia  hoy, 
en  las  especulaciones  de  minas.  Con  efecto,  el  dia  en  que  se 
divulguen  estas  nociones  tan  elementales  de  la  ciencia,  y que 
en  su  virtud  se  sepa  que  el  oro,  la  plata,  el  plomo,  el  hierro, 
el  cobre  y las  otras  sustancias  útiles,  van  acompañadas  de 
tal  ó cual  otra  materia,  no  será  tan  fácil  engañar  á ciertas 
gentes,  víctimas  hoy  de  su  propia  ignorancia ; pues  para  ello 
será  menester  que  cada  mineral  se  presente  con  su  corres- 
pondiente cortejo,  cosa  que  no  siempre  es  fácil  y hacedera. 
Verdad  es  que  todo  el  engaño  no  estriba  en  esto,  pero  el  te- 
ner conocimiento  de  estas  asociaciones,  es  ya  una  verdadera 
garantía. 

Las  asociaciones  de  los  minerales  se  refieren  unas  á la 
afinidad  que  reúne  á determinadas  sustancias  entre  sí,  y 
otras  á las  que  las  enlazan  con  los  terrenos  ó formaciones  en 
que  se  encuentran.  Estas  dos  especies  de  relaciones  las  ex- 
presó perfectamente  el  señor  Espiñeira  (1)  con  los  nombres 
de  compañeros  y criaderos,  refiriéndose  al  agrupamiento  de 
ciertos  minerales  en  familias,  y á la  relación  de  estos  con  los 
terrenos  en  que  se  hallan.  Trataremos,  pues,  en  dos  artículos 
separados  de  esta  materia  tan  trascendental,  intercalando 
después  del  primero,  una  breve  reseña  de  las  teorías  que  se 
han  inventado  para  explicar  la  formación  de  los  criaderos 
metalíferos.  Por  desgracia,  hasta  el  presente  no  se  ha  tratado 
de  dar  una  razón  científica  del  segundo  género  de  asocia- 
ción, ó sea  de  los  compañeros;  de  consiguiente  en  cuanto  á 
esto  nos  limitaremos  á consignar  las  muchas  y notables  par- 
ticularidades que  ofrece. 

‘ARTÍCULO  PRIMEROr  rp 

CRIADEROS 

Los  criaderos  son  aquellos  puntos  del  globo  en  donde  se 
formaron  y existen  hoy  las  sustancias  minerales  que  el  hom- 
bre busca  para  satisfacer  algunas  de  sus  necesidades:  diví- 
dense  en  generales  y particulares. 

Los  criaderos  generales  están  representados  por  las  rocas 


(1)  Véase  el  tomo  6.°  de  los  Anales  de  Ciencias  naturales  publicado 
en  Madrid  desde  1799  hasta  1804. 


que  entran  en  la  composición  de  los  diferentes  terrenos : los 
particulares  son  meros  accidentes  de  aquellos,  y los  forman 
las  sustancias  metálicas  (exceptuando  gran  parte  del  hierro) 
y las  piedras  preciosas  que  se  emplean  como  objeto  de 
lujo. 

Además  de  este  carácter  principal,  los  criaderos  generales 
se  presentan  por  lo  común  en  capas  contemporáneas,  y á 
veces  también  en  masas  de  gran  importancia  por  su  cantidad, 
como  se  ve  en  los  granitos,  pórfidos,  etc.  Los  particulares, 
por  el  contrario,  afectan  formas  y caractéres  independientes 
de  la  estratificación  y revelan  un  origen  posterior  al  del  ter- 
reno que  los  contiene. 

Las  sustancias  minerales  que  entran  en  la  composición  de 
los  criaderos  particulares,  son  en  general,  distintas  de  las  de 
los  generales;  y aun  en  el  caso  de  ser  comunes  á entrambos, 
siempre  llevan  caractéres  especiales  y un  modo  de  ser  que 
los  distingue  perfectamente. 

Por  último,  considerados  bajo  el  punto  de  vista  industrial, 
los  criaderos  se  distinguen  unos  de  otros  en  la  naturaleza  de 
los  materiales  que  suministran:  asi  es,  que  los  generales 
proporcionan  á la  industria  y á la  agricultura,  materiales  de 
construcción,  piedras  de  cal,  yesos,  margas,  arcillas  de  todas 
clases,  muchas  piedras  de  adorno,  como  mármoles,  pórfidos, 
granitos,  combustibles,  gran  parte  de  los  minerales  de  hier- 
ro, las  arenas  para  el  vidriado,  las  piedras  de  molino  y de 
afilar,  las  litográficas,  la  tierra  vegetal  con  las  sustancias  que 
bajo  los  nombres  de  abonos  y mejoramientos  contribuyen  á 
aumentar  los  productos  de  la  agricultura. 

Los  criaderos  particulares,  por  el  contrario,  suministran 
todas  las  sustancias  metálicas,  exceptuando  parte  del  hierro, 
las  piedras  finas  para  la  joyería,  y en  general  todas  aquellas 
sustancias  cuyo  elevado  precio  sufraga  los  gastos  de  explo- 
tación y trasporte,  aunque  sean  algo  considerables. 

Las  materias  de  los  criaderos  generales  de  un  uso  mas 
común  y de  extracción  fácil,  para  utilizarlas  solo  se  necesita 
comprobar  su  existencia  y conocer  la  relación  que  existe  en- 
tre su  composición  ó estructura  y los  usos  á que  se  las  des- 
tina. 

En  los  criaderos  particulares,  lo  que  se  llama  Mena,  com- 
puesto metalífero  acompañado  de  otras  sustancias  que  reci- 
ben el  nombre  de  Ganga,  aunque  siempre  susceptible  de 
explotación,  se  necesita  que  el  mineral  esté  en  determinadas 
proporciones  para  que  torme  objeto  de  una  especulación. 
Muchas  circunstancias  pueden  contribuir  á que  dada  una 
misma  proporción  de  mineral,  en  unos  puntos  sea  beneficio- 
sa su  explotación  y en  otros  no;  pero  dejando  para  el  tacto 
y discreción  de  los  ingenieros  estas  apreciaciones  de  locali- 
dad, podemos  establecer  por  regla  general,  sin  darle  un  ca- 
rácter absoluto,  que  en  el  supuesto  de  ser  compactas  las 
rocas  que  contienen  la  Mena,  el  mineral  debe  hallarse  en 
las  proporciones  siguientes  para  que  su  explotación  sea  be- 
neficiosa. El  hierro  debe  rendir  una  tercera  parte  de  la  Me- 
na, el  plomo  1 el  zinc  */.„  el  cobre  la  plata  */|M0  y el 
oro  7,0.000. 

SECCION  PRIMERA 

CRIADEROS  GENERALES 

Los  criaderos  generales  hemos  dicho  que  los  componen 
las  rocas,  y como  el  estudio  de  estas  se  hizo  ya  en  artículos 
separados,  y después  en  la  descripción  particular  de  los  ter- 
renos, no  es  conveniente  entrar  en  repeticiones  inútiles,  y 
solo  con  el  objeto  de  armonizar  esta  parte  con  el  resto  de  la 
obra,  se  hará  una  indicación  general  por  terrenos,  de  los  ma- 
teriales que  cada  uno  puede  suministrar. 

Asunto  es  este  de  la  mayor  trascendencia,  ya  que  por  una 


GEOLOGIA 


4-4 

parte  la  vegetación  de  cada  comarca  depende  necesariamen- 
te de  la  naturaleza  de  su  tierra  vegetal,  y esta  de  la  de  las 
rocas  inmediatas : y que,  por  otra,  como  que  los  materiales 
de  construcción  raras  veces  pueden  soportar  los  gastos  de 
trasporte  á largas  distancias,  resulta  que  en  cada  localidad 
el  hombre  tiene  zue  echar  mano  para  este  objeto,  de  aque- 
llas sustancias  que  se  hallan  mas  próximas;  de  donde  se  in- 
fiere que  la  constitución  geológica  es  la  que  decide  del  ca- 
rácter de  la  vegetación  y del  cultivo  de  cada  país,  así  como 
de  la  forma  y accidentes  de  la  arquitectura  y de  la  mayor 
parte  de  los  ramos  de  industria  de  cada  localidad;  por  lo 
cual  se  ve  que  la  Geología  está  llamada  á decidir  las  cuestio- 
nes mas  delicadas  de  economía  política. 

j/p  I | ! I ¡ | ! ||I|  .jl 

i-  — Ter renos  modernos  v cuaternarios 

Los  terrenos  m odernos  y cuaternarios,  es  decir,  los  depó- 
sitos que  se  verificaron  después  del  terreno  terciario,  sumi- 
nistran en  genero!  pocos  materiales  á la  arquitectura:  solo 
en  las  regiones  volcánicas  y en  las  de  masas  errantes  se  echa 
mano  de  las  lavas,  del  lapilli  y de  la  puzolana  para  las  arga- 
masas, y de  las  n vasas  erráticas  que  se  utilizan  en  la  construc- 
ción. El  travertir.  o ó la  toba  caliza,  que  también  pertenece  á 
este  terreno,  se  destina  á igual  objeto,  lo  mismo  que  la  cali- 
za de  los  arrecifes  de  coral. 

Pero  si  el  esta  io  incoherente  de  los  materiales  de  dichos 
depósitos  se  presza  poco  á estas  aplicaciones,  es  por  el  con- 
trario el  mas  favorable  para  la  agricultura  é industria:  á la 
primera  le  sumin  istra  la  tierra  vegetal,  las  tierras  vírgenes,  el 
cieno  diluvial  ó le-hm,  los  aluviones  y el  diluvio  propiamente 
dicho,  elementos  indispensables  para  el  crecimiento  y desar- 
rollo de  las  plantas.  A la  industria  suministran  estos  terrenos 
los  aluviones  ó depósitos  de  piedras  preciosas  y del  oro, 
platino,  etc.;  la  tmrba  como  combustible,  las  masas  conside- 
rables de  huesos  nosiles  que  en  unos  puntos  se  explotan  como 
excelentes  abones,  y en  otros,  como  materia  primera  de 
muchas  industrias;.  También  suministran  estos  terrenos  ar- 
cillas para  la  alfarería,  arenas  para  el  vidriado,  y por  último 
el  guano  como  excelente  abono  animal,  si  es  que  este  pro- 
ducto puede  considerarse  como  verdadera  roca. 

2 . 0 — Terrenos  tercia)  tos 

Los  terrenos  terciarios  ofrecen  en  general  tales  condicio- 
nes en  su  constitución  y en  la  variedad  de  sus  materiales, 
que  no  debe  extrañarse  que  las  principales  ciudades  del 
mundo  se  hayan  establecido  sobre  sus  depósitos.  Con  efecto, 
este  terreno  constituye  en  general  las  regiones  menos  eleva- 
das del  globo:  poco  accidentadas  sus  capas  por  levantamien- 
tos posteriores,  se-  presentan  comunmente  en  su  estado  pri- 
mitivo y normal : sus  valles  son  anchos  y uniformes,  de  donde 
resulta  que  las  vLls  de  comunicación  por  tierra  y por  agua 
son  mas  fáciles  y expeditas.  Además  por  su  posición,  formas 
y accidentes  geo gnósticos  estos  terrenos  gozan  en  general  de 
un  clima  mas  suave  que  los  otros,  circunstancia  que  influye 
en  la  vegetación,  y hace  que  el  hombre  los  escoja  como  cen- 
tro y base  de  su  rznorada.  A todas  estas  condiciones  hay  que 
agregar  la  variedz.  j de  materiales  que  estos  terrenos  suminis- 
tran á la  arquiteerrura,  á la  agricultura  y á la  industria. 

Para  la  constrraccion  sirven  las  calizas,  tanto  lacustres 
como  marinas,  las  areniscas  de  diferentes  especies,  como  la 
molasa,  el  machia  o,  y el  asperón  común,  el  sílex  molar,  y 
todas  las  rocas  volcánicas,  traquitas,  basaltos  y las  contem- 
poráneas de  este  terreno. 

A la  agricultura  ofrece  el  terreno  terciario  las  mejores 
condiciones  de  terrtilidad,  fundada  principalmente  en  la  mez- 
cla de  sustancias  miuy  variadas,  como  calizas  silíceas,  rocas 


feldespáticas,  micáceas,  talcosas,  yesosas,  etc. ; efecto  de  su 
compleja  composición.  Tan  cierto  es  que  la  variedad  en  la 
composición  de  un  terreno  es  la  mejor  condición  para  la 
agricultura,  que  en  aquellos  puntos  en  que  el  terciario  está 
compuesto,  por  el  contrario,  de  un  solo  elemento,  se  distin- 
gue por  su  gran  esterilidad,  como  de  ello  nos  dan  buen 
ejemplo  las  colinas  yesosas  que  se  extienden  desde  Madrid 
á Aranjuez. 

El  terreno  terciario  suministra,  además,  gran  número  de 
abonos  minerales  de  excelente  calidad;  así,  por  ejemplo,  el 
fosfato  de  los  huesos  y excrementos  fósiles,  el  producto  déla 
descomposición  de  las  rocas  volcánicas,  las  margas,  yesos, 
arcillas,  las  cenizas  de  combustibles  que  contienen  mucha 
pirita  y otras  sustancias  análogas,  son  muy  abundantes  en  los 
terciarios,  y de  ellas  depende  la  fertilidad  y la  variedad  de  la 
vegetación  y del  cultivo  en  este  terreno. 

Por  último,  á la  industria  suministran  los  terciarios  mu- 
chas materias  de  aplicación  como  el  lignito,  el  hierro  limo- 
nita ó hidratado,  algunas  calizas  bituminosas,  las  piritas,  el 
azufre,  el  ámbar  ó succino,  la  sal  común  y otras  que  se  pres- 
tan á una  explotación  ventajosa.  Las  arcillas  plásticas  para 
la  alfarería,  las  arenas  para  el  vidriado,  la  obsidiana  y el 
basalto  que  pueden  servir  para  el  mismo  objeto:  los  alum- 
bres, el  ácido  bórico,  el  cloruro  amónico  y otros  productos 
de  los  volcanes  y sojionis  ó bufadores,  contemporáneos  de 
este  terreno,  entran  en  esta  categoría. 

3." — Terrenos  secundarios 

El  grupo  de  los  terrenos  secundarios  también  suministra 
un  gran  número  de  materias  útiles  á la  construcción,  á la 
agricultura  y á la  industria.  En  general  abundan  mucho  las 
calizas,  las  cuales  ofrecen  la  ventaja  sobre  las  de  los  terrenos 
terciarios,  de  ser  mas  compactas  y algo  metamórficas,  cir- 
cunstancia que  si  por  un  lado  hace  mas  costosa  su  extrac- 
ción y también  su  labrado,  por  otro  da  mayor  solidez,  dura- 
ción y hermosura  á las  piedras.  Este  precioso  elemento  para 
la  construcción  predomina  sobre  todo  en  los  dos  terrenos 
superiores,  jurásico  y cretáceo,  de  los  tres  en  que  hemos 
dividido  el  grupo;  así  como  en  el  inferior  ó en  el  trias,  abun- 
dan mas  las  areniscas  de  todas  especies  como  materiales 
destinados  á este  objeto.  Entre  las  calizas  del  grupo  secun- 
dario, se  encuentran  la  inmensa  mayoría  de  los  mármoles 
empleados  en  objetos  de  lujo,  en  construcciones  monumen- 
tales y hasta  en  bellas  artes,  como  sucede  con  el  mármol 
estatuario  de  Carrara,  que  pertenece  al  terreno  jurásico  in- 
ferior. 

En  cuanto  á la  agricultura,  no  son  ciertamente  los  terre- 
nos del  grupo  secundario  los  que  se  prestan  mas  á su  des- 
arrollo, tanto  por  las  condiciones  geográficas  que  ofrecen, 
cuanto  por  los  escasos  materiales  que  le  proporcionan.  La 
uniformidad  de  composición  de  estos  terrenos  en  grandes  y 
extensas  superficies,  la  porosidad  de  muchas  de  sus  rocas  y 
la  estructura  compacta  que  ofrecen  otras,  hacen  que  en  ge- 
neral el  subsuelo  sea  en  ellos  de  mala  calidad;  sin  embargo, 
en  los  puntos  en  que  el  terreno  está  accidentado  por  la  dis- 
locación de  sus  capas,  puede  verificarse  la  mezcla  de  mate- 
riales, dando  á beneficio  de  esta  disposición,  cierta  fertilidad 
á la  tierra  Si  desgraciadamente  el  terreno  se  presenta  en 
estratos  horizontales,  su  esterilidad  y aridez  son  muy  no- 
tables. 

Cuando  las  capas  de  calizas  y areniscas  alternan,  como  su- 
cede muy  á menudo,  con  bancos  poderosos  de  margas  y de 
arcillas,  las  condiciones  agrícolas  del  terreno  mejoran;  cir- 
cunstancia que  hay  que  tener  muy  en  cuenta  para  poder 
apreciar  el  valor  relativo  de  las  tierras  que  se  trate  de  com- 
prar ó vender. 


GEOLOGIA  INDUSTRIAL 


425 


A pesar  de  lo  dicho,  el  grupo  secundario  suministra  algu- 
nos elementos  de  mejoramiento  para  las  tierras,  y entre  ellos 
deben  mencionarse  la  creta,  la  cal  grasa  que  se  obtiene  muy 
excelente  de  las  piedras  calizas  de  los  terrenos  jurásico  y cre- 
táceo, las  margas  y arcillas  que  abundan  también  en  ellos, 
el  yeso  del  trias,  y otras  varias. 

Pero  si  el  grupo  secundario  es  pobre  en  condiciones  agrí- 
colas y en  materiales  para  la  agricultura,  es  por  el  contrario 
un  rico  almacén  de  materias  primeras  para  la  industria.  Así 
es  que  el  terreno  triásico  suministra  la  mayor  parte  de  la  sal 
común,  cuya  importancia  es  bien  notoria:  en  él  se  encuen- 
tra igualmente  una  especie  de  combustible  casi  tan  bueno 
como  la  ulla  misma;  y ciertas  pizarras  bituminosas,  de  las 
que  se  extrae  un  aceite  mineral  que  se  emplea  en  lámparas 
construidas  á propósito  para  el  alumbrado,  que  resulta  mu- 
cho mas  económico  que  el  de  gas  y el  de  aceite  común.  El 
yeso,  las  calizas  arcillosas  y las  Dolomías  compactas,  propias 
para  la  fabricación  de  excelentes  cales  hidráulicas,  también 
proceden  del  trias. 

En  el  terreno  jurásico  se  encuentran  como  materias  útiles 
á diferentes  ramos  de  industria,  muchos  mármoles,  y entre 
ellos  el  estatuario  de  Carrara:  excelentes  piedras  biográficas, 
calizas  hidráulicas  y cementos  romanos  naturales.  En  el  lias, 
arcillas  de  batanero  y también  alguna  plástica  para  la  alfare- 
ría: muchos  ocres  ó almagras,  piedras  de  afilar  y lignitos  que 
en  varios  puntos  forman  objeto  de  explotación.  Aunque  la 
mayor  parte  de  los  metales  que  se  encuentran  en  este  grupo 
pertenecen  á los  criaderos  particulares  que  describiremos 
mas  adelante,  sin  embargo,  hay  algunos  que  se  presentan  en 
capas  ó bancos  con  todos  los  caractéres  asignados  en  los 
criaderos  generales;  tal  es  entre  otros  el  hierro  pisolitico  ó 
en  perdigones  que  los  alemanes  llaman  bonherz , que  se  en- 
cuentra en  la  parte  superior  del  terreno  jurásico,  y eloolítico 
que  en  granos  sueltos  ó aglutinados  por  una  sustancia  arci- 
llosa, forma  capas  de  mucho  espesor  en  el  piso  de  Oxford, 
en  la  grande  y en  la  oolita  inferior. 

En  el  cretáceo  se  encuentran  la  caliza  blanca  y manchadi 
za  que  se  destina  á la  preparación  de  la  creta  para  las  de- 
mostraciones gráficas  en  el  encerado,  para  el  moldeado  y 
también  para  la  fabricación  de  cementos  hidráulicos  exce- 
lentes, mezclándola  con  la  arcilla.  El  pedernal  en  nodulos 
que  caracteriza  los  pisos  superiores  del  terreno,  se  destina  al 
empedrado  y á otros  usos  no  menos  importantes.  La  caliza 
tuffeau  ó clorítica  que  constituye  la  base  déla  creta  superior, 
se  emplea  en  la  construcción,  y como  abono  mineral  y me- 
joramiento cuando  contiene  mucho  silicato  de  hierro  y arci 
lia.  Igual  destino  se  da  á las  areniscas  verdes  y á los  mate- 
riales del  gault,  en  los  que  predominan,  además  de  la  clorita, 
las  piritas  de  hierro  que  se  descomponen  con  facilidad,  y 
suministran  las  tierras  verdes  y negras  de  suma  utilidad  para 
determinadas  plantas.  Las  calizas  y mármoles  del  piso  neo- 
comio  y del  horizonte  wealdio,  son  muy  estimados,  lo  mismo 
que  las  arcillas,  las  areniscas  y las  margas  que  entran  á cons- 
tituirles. Por  último,  el  terreno  cretáceo,  particularmente  el 
inferior,  suministra  con  frecuencia  criaderos  de  lignito  sus- 
ceptibles de  explotarse,  como  los  de  Aragón  y también  el 
asfalto  y otros  betunes  minerales,  que  se  encuentran  im- 
pregnando las  calizas  y areniscas,  y rinden  pingües  pro- 
ductos. . 

4.0 — Terrenos  primarios 

Por  último,  los  terrenos  llamados  primarios  ó paleozoicos, 
de  transición  según  otros,  también  ofrecen  entre  los  criaderos 
generales,  una  porción  de  sustancias  y condiciones  útiles  á 
la  construcción,  á la  agricultura  y á la  industria,  si  bien  en 
escala  menor  que  en  los  que  preceden.  Así  es  que  aunque 


los  materiales  de  construcción  no  escasean,  son  por  lo  común 
difíciles  de  extraer  y costosos  de  labrar,  por  cuya  circuns- 
tancia y el  nivel  que  alcanzan  estos  terrenos  generalmente 
muy  accidentados,  y lo  escasa  y pobre  que  es  en  ellos  la 
vegetación,  hacen  que  estas  regiones  sean  las  menos  po- 
bladas. 

Los  terrenos  pérmico  y carbonífero,  los  primeros  de  éste 
grupo,  suministran  á la  construcción  buenas  areniscas  ó 
asperones,  sobre  todo  en  aquellos  puntos  en  que  abunda  la 
sílice;  cuando  domina  el  feldespato,  son  muy  susceptibles  de 
descomposición,  se  desmoronan  y valen  muy  poco.  La  caliza 
carbonífera  ó de  montaña,  como  dicen  los  ingleses,  es  buena 
piedra  de  construcción,  empleándose  á menudo  como  már- 
mol muy  estimado  por  su  color  negro  intenso  y por  los  dibu- 
jos caprichosos  que  resultan  del  corte  en  diferentes  sentidos 
de  las  conchas  ó zoófitos  que  contiene,  cuyas  tintas  claras 
por  lo  común,  contrastan  agradablemente  con  el  fondo  negro 
de  la  masa. 

Los  terrenos  devónico  y silúrico  de  este  gran  grupo,  pro- 
porcionan algunas  calizas  aunque  duras,  y es  costosa  su  extrac- 
ción; areniscas  y conglomerados  silíceos  que  suelen  ser 
demasiado  duros  ó difíciles  de  beneficiar,  siendo  no  obstante 
de  gran  utilidad  en  las  comarcas  en  las  que  predominan  estos 
terrenos. 

Las  pizarras  que  tanto  abundan  en  ellos,  sirven  para 
cubrir  los  edificios  y para  pavimentar.  Muchas,  sin  embargo, 
se  descomponen  con  demasiada  facilidad  y ofrecen  además 
poca  resistencia  para  destinarlas  á este  uso. 

Pero  entre  los  materiales  intercalados  en  este  terreno,  el 
que  por  su  abundancia  merece  una  mención  especial  es  el 
granito,  la  piedra  de  construcción  por  excelencia;  si  bien 
atendido  el  costo  de  su  extracción  y la  dificultad  con  que  se 
deja  labrar,  solo  suele  emplearse  generalmente  en  la  arqui- 
tectura monumental  y para  embaldosar  las  aceras,  y aun  si  se 
quiere,  para  el  empedrado  del  arroyo  ó parte  central  de  las 
calles.  Conviene,  empero,  tener  presente  que  esta  piedra  se 
descompone  con  facilidad  en  razón  al  feldespato  que  contiene 
y al  tamaño  y grado  de  trabazón  que  une  á sus  tres  elemen- 
tos constitutivos,  cuarzo,  feldespato  y mica,  para  saberla 
escoger  cuando  se  la  quiere  destinar  á algunas  de  estas  apli- 
caciones. 

También  los  pórfidos  son  mas  comunes  en  estos  terrenos 
que  en  los  anteriores,  y sabido  es  el  uso  que  puede  hacerse 
de  esta  clase  de  piedras.  Lo  mismo  puede  decirse  de  la  sie- 
nita,  de  las  dioritas,  serpentinas  y demás  rocas  básicas. 

En  general,  á la  agricultura  no  es  nada  favorable  ni  la 
disposición  y accidentes  de  este  grupo  de  terrenos,  ni  tam- 
poco su  composición.  La  mayor  parte  de  sus  rocas  son 
metamórficas,  pizarrosas,  compactas,  llenas  de  hendiduras  y 
de  cavidades,  lo  cual  hace  que  las  aguas  filtren  con  facilidad; 
si  á esto  se  agrega  la  escasez  de  margas,  de  arcillas  y aun  de 
calizas,  sobre  todo  cuando  se  comparan  con  los  terrenos 
anteriores,  se  comprenderá  sin  gran  esfuerzo,  que  la  vegeta- 
ción y el  cultivo  se  resienten  mucho  de  todas  estas  circuns- 
tancias, siendo  por  lo  común,  pobre  y poco  variado. 

Pero  si  la  Agricultura  saca  poco  provecho,  digámoslo  así, 
de  los  terrenos  paleozóicos  ó primarios,  por  el  contrario,  la 
Industria  encuentra  en  ellos  gran  número  de  materias  de 
gran  utilidad  y objeto  de  ricas  especulaciones.  Así  es  que  la 
ulla,  la  antracita  y el  grafito  entre  los  combustibles;  la  gran 
variedad  de  mármoles  y en  especial  de  areniscas,  brechas, 
pudingas  y pizarras  entre  las  materias  pétreas,  alimentan  una 
porción  de  explotaciones  y también  el  hierro  carbonatado 
que  forma  uno  de  los  accidentes  mas  comunes  del  terreno 
carbonífero.  La  gran  riqueza,  empero,  de  estos  terrenos 
consiste  principalmente  en  los  metales  que  forman  parte  de 


Tomo  IX 


54 


GEOLOGIA 


426 

os  criaderos  particulares  en  cuya  descripción  vamos  á entrar. 

La  uniformidad  de  composición  de  los  terrenos  de  la  série 
plutonica,  y las  indicaciones  que  hicimos  al  final  de  cada 
una  de  las  aplicaciones  de  sus  principales  sustancias,  nos 
excusan  entrar  por  ahora  en  mayores  detalles,  pues  seria  una 
repetición  inútil. 

1 ales  son  en  resumen  los  materiales  de  todas  clases  que 
los  criaderos  generales  suministran  en  los  diferentes  terrenos 
á la  construcción,  á la  agricultura  y á la  industria.  Veamos 
ahora  los  que  proporcionan  los  criaderos  que  llamamos  con 
Werner,  particulares. 

SECCION  SEGUNDA 

CRIADEROS  PARTICULARES 

M L p 

Los  criaderos  de  esta  segunda  sección  se  refieren  general- 
mente hablando  á los  metales;  cuando  estos  se  encuentran 
mezclados,  contenidos  ó combinados  con  materias  de  otra 
naturaleza  en  las  proporciones  indicadas  mas  arriba,  de  modo 
que  puedan  prestarse á una  útil  explotación, reciben  el  nom- 
bre de  Mena. 

Los  metales  raras  veces  se  hallan  libres  ó sueltos,  excepto 
el  oro  y el  platino;  las  materias  por  lo  común  pétreas  que 
los  contienen,  ó con  los  que  están  asociados,  reciben  el 
nombre  de  ganga.  Esta  se  dice  distinta,  cuando  por  la  sim- 
ple trituración  y el  lavado  puede  separarse  del  mineral;  en  el 
caso  contrario,  forma  parte  de  la  mena  misma.  Los  nombres 
de  Caja  del  criadero  y terrenos  metalíferos,  se  aplican  á la 
roca  y terrenos  que  contienen  la  ganga  y la  mena  (1). 

Cuando  por  medio  de  las  excavaciones  se  llega  á la  masa 
del  criadero,  se  dice  que  la  mina  está  en  frutos;  llámase 
cultivada  y agotada  cuando  se  ha  extraído  toda  la  masa  del 
mineral  útil  que  contenia. 

Los  escombros  de  la  ganga  y de  la  caja  que  se  forman 
en  las  inmediaciones  de  la  explotación,  reciben  el  nombre 
de  Zafra. 

Con  el  nombre  de  Baciscos  se  indican  en  Almadén  los 
cantos  ó fragmentos  de  la  ganga,  que  contienen  algo  de 
mineral  útil;  si  bien  su  escasa  cantidad  no  permite  una 
explotación  beneficiosa. 

Se  designa  con  el  nombre  de  roca  estéril,  la  que  se  en- 
cuentra en  las  excavaciones,  desprovista  de  minerales  útiles. 

Los  criaderos  metalíferos  se  distinguen  en  estratificados  y 
no  estratificados  ó posteriores  á los  terrenos  que  los  contie- 
nen. Los  primeros  puede  decirse  que  forman  parte  de  los 
criaderos  generales,  aunque  muchos  deben  considerarse 
como  mixtos,  pues  los  metales  al  propio  tiempo  que  estrati- 
ficados son  posteriores  al  terreno  que  los  contiene;  tal  es. 
por  ejemplo,  lo  que  sucede  con  la  mayor  parte  de  los  cria- 
deros de  hierro,  sobre  todo  con  el  hematites,  cuya  formación 
es  debida  á fuentes  minerales  que  han  penetrado  á través  del 
terreno  que  los  encierra:  en  el  mismo  caso  se  encuentran  los 
criaderos  de  cobre  del  terreno  pérmico  de  Alemania,  en  el 
piso  llamado  Kupfer  Schiefer  en  la  Turingia,  y en  el  de  Boli- 
via  en  las  areniscas  abigarradas.  En  uno  y otro  caso,  el 
mineral  se  encuentra  en  capas,  pero  es  posterior  al  terreno 
que  lo  contiene,  por  efecto  de  las  operaciones  químicas  que 
allí  se  verificaron,  hallándose  ya  constituidos  los  materiales 
de  aquel. 

La  inmensa  mayoría  de  los  criaderos  metalíferos  son  pos- 

(1)  La  mayor  parte  de  las  voces  empleadas  en  este  Tratado  para 
expresar  los  accidentes  que  ofrecen  los  criaderos  particulares,  están 
tomadas  de  la  excelente  obra  del  Sr.  D.  Joaquín  Ezquerra,  titulada 
Laboreo  de  Minas,  que  deben  consultar  las  personas  que  quieran  poseer 
mas  conocimientos  acerca  de  tan  importantísimo  ramo  de  industria. 


teriores  al  terreno  en  que  se  encuentran,  y se  dividen  en 
regulares  é irregulares.  A los  primeros  corresponden  los  filo- 
nes propiamente  dichos ; á los  segundos  las  masas  metálicas 
y los  stocwerks. 

Esta  distinción  es  exacta  y muy  racional;  pero  la  mejor 
base  para  establecer  una  buena  clasificación  científica  y 
práctica  á la  vez,  de  modo  que  los  conocimientos  geológicos 
sean  de  grande  utilidad  en  el  estudio  de  los  criaderos,  es  la 
que  se  funda  en  el  grado  de  relaciones  geognósticas  que  los 
metales  conservan  con  las  rocas  eruptivas,  que  son  las  que 
evidentemente  han  influido  de  un  modo  directo  en  su  for- 
mación. Pero  aunque  el  origen  ígneo  de  estos  criaderos  esté 
hoy  dia  puesto  fuera  de  duda,  después  de  la  ingeniosa  com- 
paración que  hizo  el  Sr.  Elie  de  Beaumont  de  este  fenó- 
meno con  el  de  los  volcanes,  y particularmente  con  lo  que 
sucede  ó se  observa  en  los  azúfrales  ó volcanes  semi-apaga- 
dos,  como  quiera  que  en  esta  manifestación  del  calor  terrestre, 
el  agua,  según  parece,  ha  desempeñado  un  papel  muy  prin- 
cipal, resulta  que  los  criaderos  metalíferos  pertenecen  á un 
orden  mixto  de  hechos  en  que  el  agua  y el  fuego  tienen  ó 
han  tenido  su  verdadera  participación:  dejando  aparte  aque- 
llos que  solo  pueden  explicarse  admitiendo  la  intervención 
de  las  corrientes  eléctricas  subterráneas,  como  la  de  los 
nodulos  ó bolsones  de  minerales  que  se  encuentran  aislados 
en  la  masa  ó entre  los  estratos  de  rocas,  particularmente 
cuando  su  composición  es  distinta  de  la  de  aquellos  (2).  En 
la  sierra  de  Gádor  se  nota  este  hecho  con  frecuencia. 

En  este  concepto  el  origen  de  los  criaderos  metalíferos 
debe  considerarse  bajo  el  punto  de  vista  geognóstico  y geo 
gráfico.  Enlazados  con  ciertas  erupciones  ígneas,  no  solo  se 
encuentran  siguiendo  las  líneas  ó ejes  de  aparición  de  las 
rocas  de  esta  naturaleza,  sino  que  se  hallan  también  relacio- 
nados de  un  modo  muy  directo,  con  los  fenómenos  de 
trastorno  y dislocación  que  aquellas  han  determinado  en  la 
superficie. 

Estas  dislocaciones  se  expresan  por  el  levantamiento  y 
formación  de  los  sistemas  de  montañas,  por  los  replegamien- 
tos,  saltos,  fallas  y demás  accidentes  que  se  notan  en  las  ca- 
pas de  los  terrenos  de  sedimento,  por  efecto  de  una  presión 
lateral  ó vertical. 

De  lo  dicho  se  deduce  el  apoyo  eficacísimo  que  el  inge- 
niero dedicado  á la  explotación  de  las  minas  puede  hallar  en 
los  conocimientos  profundos  de  la  Geología;  puesto  que  en- 
lazado el  origen  de  los  criaderos  metalíferos  con  la  aparición 
de  las  rocas  que  accidentaron  al  país  ó comarca,  es  claro  que 
existe  entre  estos  dos  órdenes  de  hechos  una  relación  tal 
que,  conocido  este  último,  tendrá  resuelto  en  gran  parte  el 
problema  de  la  explotación  y beneficio  de  aquellos  que  le 
están  encomendados.  Pero  las  relaciones  entre  los  criaderos 
metalíferos  y las  rocas  ígneas  no  son  iguales  en  todos.  Bajo 
este  punto  de  vista  los  podremos  dividir  en  eruptivos,  de  con- 
tacto y metamórficos  que  son  irregulares,  y filones  propia- 
mente dichos  que  corresponden  á los  criaderos  regulares. 

i.° — Criaderos  eruptivos 

Los  criaderos  de  esta  clase  son  aquellos  en  que  los  me- 
tales nativos  o combinados,  forman  parte  integrante  de  una 

roca  ígnea,  de  cuyas  condiciones  de  estructura,  forma,  etc., 
participan. 

Estos  criaderos  pueden  afectar  dos  disposiciones  distintas, 
presentándose  en  masas  mas  ó menos  regulares  con  todos 
los  caractéres  que  demuestran  sus  centros  de  actividad  ter- 


(2)  Para  mayor  ilustración  léase  la  1 .*  parte  del  5.0  tomo  de  la  obra 
titulada  Electricidad  y Magnetismo , del  Sr.  Becquerel. 


GEOLOGIA  INDUSTRIAL 


4-7 


restre,  puesta  de  manifiesto  en  los  levantamientos,  ó en  for- 
ma de  dikes  de  diferente  naturaleza,  penetrados  de  sustancia 
metálica.  La  montaña  de  hierro  magnético  llamada  punta  de 
la  Calamita  en  la  isla  de  Elba,  es  un  buen  ejemplo  de  la 
primera;  así  como  muchos  cobres  y el  mineral  de  hierro 
que  se  halla  impregnando  las  rocas  de  anfíbol  y serpenti- 
na en  la  Toscana  y en  otras  partes,  representan  la  segunda 
disposición. 

En  general,  entre  las  sustancias  de  esta  clase  de  criade- 
ros, solo  el  hierro  se  presenta  en  condiciones  de  pureza  y 
cantidad  que  permite  su  explotación.  Los  otros,  como  el  co- 
bre nativo  y piritoso,  el  estaño,  etc.,  se  presentan  casi  siem- 
pre como  simples  accidentes  de  las  gangas,  y sus  rendimien- 
tos son  tan  escasos,  que  únicamente  pueden  formar  objeto 
de  explotación  en  los  casos  en  que  por  efecto  de  la  estruc- 
tura de  la  roca,  su  extracción  sea  muy  fácil,  ó cuando  haya 
habido  una  concentración  del  mineral  en  puntos  determina- 
dos que  conviene  conocer. 

2.° — Criaderos  de  contacto 

Así  como  los  criaderos  anteriores  representan  ellos  mis- 
mos la  masa  eruptiva  y de  levantamiento,  los  de  contacto 
son  una  consecuencia  de  dicho  fenómeno,  hallándose  el  mi- 
neral en  el  punto  de  separación  entre  los  minerales  ígneos  ó 
eruptivos  y las  rocas  y terrenos  que  atravesaron.  Las  relacio- 
nes entre  estos  y aquellos  son  tan  claras,  que  el  depósito  me- 
talífero participa  de  la  dirección  y demás  accidentes  del  ter- 
reno de  contacto  y de  las  rocas  eruptivas. 

Los  famosos  criaderos  de  hierro  del  Hartz  (Alemania);  los 
de  cobre  del  Kupfer-Schiefer  de  la  Turingia,  los  de  la’  Tos- 
cana  y de  la  Italia  septentrional,  pertenecen  á esta  segunda 
clase. 

A ella  pueden  referirse  igualmente  la  mayor  parte  de  los 
criaderos  de  Sierra  Morena,  y en  especial  el  famoso  de  Al- 
madén, en  el  que  el  cinabrio  se  encuentra  formando  tres  ó 
mas  capas  filones  de  arenisca  penetrada  de  metal,  dispuesta 
en  estratificación  concordante  con  el  plano  de  contacto  de 
una  especie  de  arenisca  llamada  piedra  frailesca , roca  meta- 
mórfica  que  determina  una  zona  entre  el  terreno  estratificado 
que  contiene  los  filones,  y los  pórfidos  dioríticos,  á cuya 
aparición  probablemente  deben  atribuirse  todos  estos  acci- 
dentes. 

— Criaderos  metamórficos 

Estos  criaderos  son  debidos  á la  penetración  ó intercala- 
ción de  las  sustancias  metálicas  en  la  masa  de  las  rocas  de 
sedimento  ó entre  sus  estratos,  verificada  al  tiempo  de  con- 
solidarse sus  materiales  ó en  períodos  posteriores.  En  el 
primer  caso  se  nota  mucha  regularidad  en  la  composición  y 
modo  de  ser  del  criadero,  encontrándose  las  capas  en  su 
estado  normal,  alternando  repetidas  veces  las  metalíferas  con 
las  pétreas,  que  representan,  por  decirlo  así,  la  ganga.  Por  el 
contrario,  en  el  segundo  ó en  el  de  los  criaderos  metamorfi- 
cos  posteriores,  que  tanto  se  dan  la  mano  con  los  que  llama- 
mos de  origen  mixto,  se  nota  gran  dislocación  en  los  estratos 
y tanta  irregularidad,  que  el  mineral  aparece,  desaparece  y 
hasta  cambia  de  naturaleza  sin  sujetarse  á regla  alguna  ni  á 
causa  aparente.  Aunque  la  presencia  de  rocas  ígneas  no  sea 
necesaria  para  darse  razón  del  primero  de  estos  casos,  sin 
embargo,  cuando  se  las  encuentra  en  las  inmediaciones  de 
uno  de  estos  criaderos,  pueden  servir  de  gran  auxilio  para  la 
designación  de  su  naturaleza. 

A esta  clase  de  criaderos  pertenece,  entre  otros,  el  de 
hierro  de  la  isla  de  Elba,  famoso  por  reputarse  como  la  ex- 


plotación mas  antigua  que  se  conoce  en  el  globo,  y también 
por  la  cantidad  y la  calidad  del  hierro  que  suministra;  este 
criadero,  que  he  tenido  ocasión  de  estudiar  y admirar,  forma 
toda  una  montaña  en  la  parte  oriental  de  la  isla,  junto  al 
pueblo  llamado  Rio. 

Los  cinabrios  de  Serravezza,  en  Toscana,  y tal  vez  los  de 
Almadén  y la  fosforita  de  Logrosan,  pueden  referirse  igual- 
mente á esta  clase,  que  tantos  puntos  de  contacto  guarda 
con  los  anteriores. 

Los  tres  grupos  de  criaderos  que  acabamos  de  examinar, 
y cuyos  nombres  de  eruptivos,  de  contacto  y metamórficos 
revelan  claramente  la  causa  á que  deben  su  existencia,  han 
sido  también  llamados  por  otros  irregulares  para  distinguirlos 
de  los  filones  propiamente  dichos,  que  son  los  regulares.  En 
ellos  los  metales  se  presentan  en  venas  ó venillas,  redes  y 
masas,  en  nódulos  y en  pequeñas  porciones  sueltas  ó espar- 
cidas en  el  terreno,  cuyas  rocas  impregnan  ó penetran  de 
una  manera  intima. 

Bajo  este  punto  de  vista,  si  bien  estos  criaderos  no  ofre- 
cen aquella  regularidad  que  observamos  en  los  filones,  por 
otro  lado  están  íntimamente  enlazados  con  el  terreno  que  los 
contiene.  De  modo  que  puede  decirse  que  la  Geología  está 
destinada  á prestar  un  auxilio  mas  eficaz  al  reconocimiento, 
estudio  y beneficio  de  estos  que  á la  inspección  y explota- 
ción de  los  regulares. 

Pero  el  modo  de  presentarse  y las  relaciones  con  el  terre- 
no que  los  contiene,  no  son  los  únicos  caractéres  que  pueden 
distinguirlos;  también  el  estado  de  los  minerales  que  los 
componen  contribuye  á ello.  Por  de  pronto  casi  puede  ase- 
gurarse que,  así  como  en  los  filones,  la  ganga  es  una  roca 
distinta  del  terreno  que  forma  la  caja;  en  los  criaderos  irre- 
gulares, por  el  contrario,  es  de  la  misma  naturaleza  que  aquel. 
Además,  la  estructura  que  es  cristalina  y hasta  mas  ó menos 
perfectamente  cristalizada  en  los  filones,  es  por  el  contrario 
en  los  irregulares  terrea,  pétrea  y hasta  compacta;  siendo  esto 
tan  cierto,  que  con  solo  este  carácter,  según  Brongniart, 
puede  un  mineralogista  algo  experimentado  apreciar  la  clase 
de  criadero  de  que  procede  el  mineral  que  estudia. 

Por  otra  parte,  los  irregulares  están  siempre  en  relación 
con  rocas  eruptivas;  y lo  mas  notable  es,  que  casi  todos  ó la 
inmensa  mayoría  de  ellos,  han  sido  producidos  por  rocas 
porfídicas  ó por  verdaderos  pórfidos  feldespáticos  y anfibó- 
líeos,  y en  general  por  las  rocas  magnésicas  que  dimos  á co- 
nocer con  el  nombre  de  básicas  ó medias.  Esta  circunstancia 
y la  de  encontrarse  estos  criaderos  en  relación  con  los  cen- 
tros de  metamorfismo  y de  trastorno  y dislocación  de  los 
terrenos,  nos  confirman  en  la  idea  emitida  de  que  en  ningún 
caso  necesita  tanto  el  ingeniero  de  sólidos  conocimientos 
geológicos,  como  en  el  reconocimiento,  estudio  y explota- 
ción de  estos  centros  de  producción  mineral. 

Y como  quiera  que  las  rocas  que  han  determinado  la 
formación  de  los  irregulares,  sean  eruptivos,  de  simple  con- 
tacto ó metamórficos,  han  aparecido  en  determinadas  direc- 
ciones constituyendo  grupos  alineados  que  dan  á las  regiones 
un  sello  ó carácter  particular,  es  claro  que  todo  esto  servirá 
poderosamente  para  el  esclarecimiento  de  tan  importante 
materia. 

Estos  criaderos,  aunque  de  explotación  mas  difícil  por  su 
misma  irregularidad,  son  los  mas  ricos  y variados  en  materias 
útiles;  hallándose  en  ellos  el  metal  en  razón  directa  del  inte- 
rés que  su  estudio  inspira.  Bastará  para  convencerse  de  esta 
verdad,  citar  los  criaderos  de  hierro  de  la  isla  de  Elba,  los 
de  Traversella,  los  de  Suecia,  los  de  cobre  en  diferentes 
combinaciones  de  Chessy  cerca  de  Lion,  los  de  la  cordillera 
metalífera  de  Toscana  y el  sorprendente  criadero  de  azogue 
de  Almadén. 


GEOLOGIA 


42S 

A pesar  de  todo,  y en  medio  ce  las  diferencias  capitales 
que  se  acaban  de  indicar  entre  los  criaderos  irregulares  y los 
filones,  no  dejan  de  ofrecer  algunos  puntos  de  contacto, 
siendo  los  criaderos  mixtos  ó intermedios  el  eslabón  que  los 
enlaza  íntimamente;  como  si  la  naturaleza  quisiera  demos- 
trarnos la  unidad,  ó por  lo  menos  la  analogía  de  la  causa 
que  los  formó  á todos.  Los  criaderos  intermedios  ó mixtos 
son  los  conocidos  con  el  nombre  de  filones  capas,  los  cuales 
no  ofrecen  en  el  fondo  mas  carácter  de  verdaderos  filones 
que  el  de  su  forma;  pues  por  lo  demás  afectan  cierta  irregu- 
laridad en  su  dirección,  no  guardan  entre  ellos  el  paralelismo 
caracteristico,  el  yacente  y pendiente,  y por  último,  se  dis- 
tinguen de  unos  y otros  en  que  siguen  la  dirección  de  los 
estratos,  aunque  no  con  gran  regularidad,  hallándose  además 
íntimamente  enlazados  con  las  rocas  eruptivas,  á cuyas 
formas  y accidentes  suelen,  por  lo  común,  amoldarse. 

Por  otro  lado,  considerados  er.  su  distribución  geográfica, 
los  criaderos  irregulares  y los  ñlones  no  dejan  de  ofrecer 
cierta  armonía,  pues  léjos  de  estar  separados,  suelen  hallarse 
reunidos  en  una  misma  región. 

En  general,  los  terrenos  fosilíferos  antiguos  y los  materia- 
les representantes  de  la  série  azoica  son  los  mas  favorecidos 
bajo  este  punto  de  vista,  al  menos  en  España,  que  es  lo  que 
mas  nos  importa  conocer  y estudiar. 

4 ° — Criaderos  regalares  ó filones 

Todos  los  criaderos  descritos  hasta  aquí  pertenecen  á la 
sección  de  los  irregulares;  los  filones,  por  el  contrario,  repre- 
sentan los  regulares  por  excelencia,  y puede  decirse  que  son 
los  que  guardan  menos  relación  con  las  rocas  ígneas  ó erup- 
tivas, si  bien  no  deja  de  enlazarse  su  formación  con  el  estado 
ígneo  del  interior  del  globo. 

La  mejor  idea  que  puede  formarse  de  los  criaderos  en 
filones  es  la  de  considerarlos  como  cavidades,  hendiduras  ó 
rendijas  del  terreno,  rellenas  en  épocas  distintas  por  una  ó 
varias  sustancias  metálicas,  dispuestas  en  forma  de  fajas  ó 
zonas  paralelas,  alternando  con  oirás  de  naturaleza  pétrea, 
que  es  lo  que  se  llama  ganga,  y cuyos  accidentes  se  repiten. 

Al  gran  Werner  se  debe  el  principio  ,luminoso  de  que  los 
filones  ó las  fracturas  producidas  en  una  época  dada  siguen 
una  misma  dirección  media;  siendo,  por  consiguiente,  para- 
lelos entre  sí,  y poseyendo,  por  otro  lado,  gangas  y sustancias 
metálicas  especiales.  Los  de  épocas  diferentes  siguen  una 
dirección  distinta  y á veces  encontrada  con  los  primeros, 
notándose  un  enriquecimiento  notable,  por  lo  común,  en  el 
punto  en  que  se  verifica  el  entrecruzamiento. 

De  lo  dicho  se  deduce,  que  en  un  mismo  distrito  metalí- 
fero pueden  encontrarse  varias  seríes  de  fracturas  correspon- 
dientes á otras  tantas  épocas  distintas,  caracterizada  cada 
una  por  su  dirección  especial  y per  minerales  y gangas  dife- 
rentes. En  el  famoso  distrito  de  Cornwallia,  en  Inglaterra, 
se  han  reconocido  hasta  siete  especies  de  rumbo  en  las 
fracturas  ó filones. 

Como  bajo  este  punto  de  vista  los  filones  están  enlazados 
de  un  modo  tan  directo  con  las  causas  que  han  determinado 
dichos  accidentes,  de  aquí  una  de  las  aplicaciones  mas  felices 
de  la  Geología  á la  explotación  de  minas.  Se  comprende,  con 
efecto,  que  relacionadas  las  fracturas  con  las  causas  que  han 
determinado  la  orografía  particular  de  la  región  que  estudia- 
mos, los  caractéres  que  esta  ofrezca  nos  darán  una  idea  de 
la  dirección,  del  modo  de  ser  de  los  filones,  de  sus  ondula- 
ciones, ramificaciones  y demás  particularidades,  de  cuyo 
conocimiento  pende  muy  á menudo  la  buena  y acertada 
dirección  de  una  mina.  El  conocimiento  exacto  de  los  rasgos 
geológicos  del  terreno  puede  ilustrarnos,  también,  en  la 
resolución  del  problema  mas  difícil  de  la  explotación,  cual 


es  el  de,  dado  un  filón  interrumpido  por  la  aparición  de  otro 
ó de  una  roca  eruptiva,  saberle  encontrar  otra  vez  para  con- 
tinuar con  fruto  las  operaciones. 

Pero  no  pudiendo  dar  reglas  y preceptos  aplicables  á todos 
los  casos  sin  apelar  á cálculos  y fórmulas  ajenas  á la  índole 
de  la  obra  (1),  nos  limitaremos  á recomendar  al  ingeniero 
que  tenga  en  cuenta  todos  los  accidentes  geológicos  de  la 
región  que  está  á su  cargo,  pues  siendo  distintos  en  cada 
una,  se  hace  indispensable  que  se  estudie  también  cada  dis- 
trito en  particular. 

Veamos  ahora  lo  que  hay  que  saber  de  mas  esencial  res- 
pecto á la  composición  de  los  filones,  á su  forma  y estructura 
particular,  á la  distribución  del  mineral  en  ellos,  á su  modo 
de  ser  y relaciones,  teniendo  cuidado  antes  de  marcar  bien 
el  significado  de  las  expresiones  que  emplea  el  arte  para 
designar  todos  estos  accidentes. 

Siendo  el  filón,  como  hemos  dicho,  una  hendidura  ó frac- 
tura rellena,  su  posición  puede  ser  vertical,  aunque  esto  no 
es  lo  común,  y mas  ó menos  inclinada.  En  este  caso  el  plano 
recto  ú onduloso  que  forma  el  límite  superior  del  filón  se 
llama  pendiente,  mientras  que  el  inferior  recibe  el  nombre 
de  yacente 

Las  superficies  de  la  caja  del  criadero  que  miran  hácia  el 
interior  y que  representan  las  caras  de  la  fractura  antes  de 
rellenarse,  se  llaman  astiales. 

Entre  las  superficies  de  la  caja  y las  del  filón,  se  forma  una 
capa,  comunmente  de  materias  arcillosas,  que  es  la  que  ha 
recibido  el  nombre  de  salbanda. 

Según  las  observaciones  de  varios  geólogos,  y en  especial 
del  señor  Fournet  de  Lion,  la  salbanda  muchas  veces  es 
resultado  de  la  descomposición  de  las  paredes  de  la  caja  del 
filón,  determinada  por  las  aguas  termales  y minerales,  ácuya 
influencia  se  debe  también,  probablemente,  la  formación  del 
filón  mismo. 

El  punto  ó puntos  por  donde  el  filón  aparece  á la  super- 
ficie se  llama  extremidad  superior  ó emergente  del  filón,  y 
también  cabeza  ó cresta. 

Una  línea,  tirada  de  un  astial  á otro,  perpendicular  á en- 
trambos, mide  el  grueso  ó la  potencia  del  filón,  que  no  siem- 
pre es  uniforme.  En  los  puntos  en  que  se  estrecha  en  gene- 
ral se  empobrece  y la  materia,  al  parecer,  se  concentra;  por 
el  contrario,  en  las  dilataciones  y en  los  cruzamientos  aumen- 
ta de  un  modo  notable  su  riqueza. 

La  dirección  de  un  criadero  de  esta  naturaleza,  es  la  del 
punto  del  horizonte,  hácia  el  cual  tienen  tendencia  sus  ele- 
mentos; la  inclinación  la  determina  el  ángulo  que  forma  el 
plano  de  dirección  con  el  horizonte. 

Los  filones  suelen  bifurcarse  ó dividirse,  en  cuyo  caso  se 
distinguirá  el  tronco  principal  de  sus  ramificaciones,  en  que 
aquel  conserva  aproximadamente  la  misma  dirección,  incli- 
nación y potencia;  mientras  que  estos  ofrecen  otros  acciden- 
tes, siendo  á veces  distinta  hasta  su  composición. 

Cuando  muchos  filones  se  entrecruzan,  constituyen  una 
especie  de  red,  en  la  que  generalmente  aumenta  la  riqueza 
mineral;  al  conjunto  de  todos  ellos  se  da  el  nombre  de  campo 
de  fracturas,  ó de  filones. 

Por  último,  los  filones  suelen  presentar  á menudo  dislo- 
caciones, saltos  y fallas  que  conviene  conocer,  debidos  á la 
intersección  de  un  filón  por  otro,  y al  hundimiento  ó levan- 
tamiento del  terreno  en  que  está  como  encajonado;  acci- 
dentes producidos  por  una  especie  de  resbalamiento  ó sepa- 
ración de  materia,  que  determinó  un  cambio  de  nivel  á veces 


(0  No  hay  tampoco  que  echar  en  olvido,  que  en  cada  grande  dis* 
trito  ó centro  de  producción  mineral  se  notan  ciertos  hechos  generales, 
únicos  que  pueden  guiar  en  ia  indagación  de  su  verdadera  riqueza. 


GEOLOGIA  INDUSTRIAL 


429 


notable,  y cuyo  conocimiento  es  del  mayor  interés  para 
poder  seguir  con  provecho  la  explotación. 

Los  filones  que,  tal  como  los  hemos  considerado,  repre- 
sentan una  especie  de  tabla  de  diferentes  dimensiones  con- 
tenida en  el  espacio  hueco  de  una  hendidura  <5  fractura 
terrestre,  están  compuestos  de  una  parte  pétrea,  á veces 
también  metálica,  que  es  lo  que  se  llama  ganga,  general- 
mente en  forma  de  capas  ó fajas  que  se  repiten  con  mucha 
simetría  á derecha  é izquierda  del  filón;  y de  mineral  útil 
objeto  de  la  explotación,  diseminado  en  varios  ó pequeños 
filones,  en  hojuelas,  granos,  nódulos  cristalinos  y cristales 
esparcidos  en  la  masa. 

Las  materias  que  mas  generalmente  constituyen  las  gangas, 
son:  la  sílice  bajo  el  aspecto  de  cuarzo  ó de  cristal  de  roca  ó 
en  forma  de  jaspes  y de  ágatas,  que  con  frecuencia  ofrecen 
geodas  tapizadas  de  cristales  de  naturaleza  y aspecto  dife- 
rente: sigue  á esta  la  cal  carbonatada  siempre  cristalina  y á 
menudo  cristalizada,  pura  6 mezclada  con  otras  sustancias, 
participando  del  carácter  de  la  Dolomia,  del  espato  calizo 
ferruginoso  ó manganesífero,  y convirtiéndose  á veces  en 
verdadero  carbonato  de  hierro;  con  menos  frecuencia  el  es- 
pato flúor  puro  con  todas  las  variedades  de  colores  y de 
bellas  formas  de  cristalización,  ó mezclado  con  el  cuarzo  ó 
con  el  espato  calizo;  después  la  barita  blanca  sulfatada,  la- 
minar ó cristalizada  en  formas  diversas.  Las  arcillas  por  lo 
común  impuras,  á veces  pizarrosas,  también  suelen  hacer 
este  oficio,  así  como  los  óxidos  de  hierro.  La  sienita  y la  ma- 
yor parte  de  los  silicatos  magnésicos  que  entran  en  la  com- 
posición de  las  rocas  ígneas,  en  particular  el  talco,  la  serpen- 
tina y el  anfíbol,  desempeñan  á veces  un  papel  muy  impor- 
tante en  la  composición  de  las  gangas,  y también  los  granates 
en  masa,  como  se  ve  en  las  minas  de  galena  de  Camprodon 
(Cataluña)  y en  varios  puntos  de  Asturias. 

Raras  veces  es  estéril  el  filón  cuya  ganga  está  formada  de 
alguna  de  estas  sustancias.  Suele  serlo,  por  el  contrario  con 
frecuencia,  cuando  la  hendidura  se  halla  ocupada  por  pudin- 
gas,  brechas  y cantos  sueltos  déla  roca  que  forma  la  caja. 

En  general,  tanto  el  mineral  útil  como  la  ganga,  se  pre- 
sentan en  estado  cristalino,  de  estructura  fibrosa,  afectando 
á veces  una  cristalización  confusa.  Para  encontrar  en  los 
filones  verdaderos  cristales  bien  determinados,  se  necesita 
buscarlos  en  las  geodas  ó cavidades  en  donde  la  materia  ha 
podido  desarrollarse  con  toda  libertad;  pudiendo  asegurar 
que  la  inmensa  mayoría  de  los  hermosos  grupos  y cristales 
sueltos  de  diferentes  materias  que  constituyen  el  mejor 
adorno  de  los  gabinetes  de  Mineralogía,  reconocen  esta  pro- 
cedencia. 

La  forma  y estructura  es  lo  que  distingue  realmente  á los 
filones  propiamente  dichos,  de  los  criaderos  irregulares  en 
masa  ó stocwerks.  La  forma  ya  hemos  dicho  que  es  la  de 
una  tabla  ó plancha  de  paredes  laterales  paralelas,  que  corta 
la  estratificación  del  terreno  en  que  se  encuentra;  y en  cuan- 
to á la  estructura  también  se  ha  indicado  ya,  que  el  modo 
de  presentarse  la  ganga  ó matriz,  en  cuyo  seno  se  halla  el 
mineral  útil,  es  en  fajas  ó capas  paralelas  á las  salbandas, 
verificándose  esto  con  tal  regularidad,  que  si  á partir  de  una 
de  ellas  se  encuentra  una  faja  de  espato  calizo,  después  otra 
de  espato  flúor,  seguida  de  una  de  cuarzo,  y de  otra  de  sul- 
fato de  barita,  etc , en  el  lado  opuesto  del  filón  se  repiten 
exactamente  las  mismas  sustancias  dispuestas  de  la  misma 
manera.  De  modo  que  un  filón  es  un  compuesto  de  capas 
sucesivas  idénticas  dos  á dos,  y dispuestas  simétricamente,  á 
partir  del  yacente  y pendiente.  Estos  ofrecen  á menudo  on- 
dulaciones ó S S,  que  como  no  siempre  se  corresponden, 
suelen  determinar  ciertos  huecos,  en  los  que  las  capas  cor- 
respondientes de  la  ganga,  no  pudiendo  separarse  de  la  ley 


de  simetría  que  acabamos  de  indicar,  dejan  el  sitio  á otras 
sustancias  metálicas  ó pétreas  que  constituyen  los  bolsones, 
los  nódulos  ó riñones  llenos  de  cristales  y á veces  de  metales 
nativos,  como  sucede,  por  ejemplo,  con  el  mercurio  de  Al- 
madén, siendo  este  accidente  otro  de  los  distintivos  de  los 
filones. 

La  interposición  entre  les  planos  del  filón  y las  caras  de 
la  hendidura  ó Asílales  de  una  capa,  que  es  la  Salbanda , re- 
sultado del  metamorfismo  de  las  superficies  interiores  de  las 
cajas,  ó de  la  descomposición  producida  por  filtraciones  pos- 
teriores en  el  mismo  punto,  viene  á completar  la  composición 
simétrica  de  los  filones. 

La  simetría  en  la  estructura  y composición  de  estos  cria- 
deros regulares,  resultado  á todas  luces  del  mecanismo  á que 
deben  su  origen,  es  sumamente  útil  para  la  explotación,  pues 
casi  siempre  va  acompañada  cada  ganga  de  su  mineral  ó de 
metales  propios,  que  no  desaparecen  mientras  la  ganga  sub- 
siste. Esto  supone  que  la  causa  ó causas  á que  deben  su 
existencia  no  sufrió  después  perturbación  alguna,  habiendo 
funcionado  con  toda  libertad  y regularidad;  en  el  caso  con- 
trario, y cuando  la  perturbación  procede  de  la  caída  de  frag- 
mentos de  la  caja  del  filón  ó de  la  superficie  exterior,  la 
simetría  se  pierde  ó altera,  encontrándose  en  algunos  puntos 
una  especie  de  mezcla  confusa  de  las  gangas  y de  los  frag- 
mentos que  han  interrumpido  su  continuidad. 

En  cuanto  á los  cristales  del  mineral  ó de  la  ganga  que 
se  encuentran  esparcidos  en  la  masa  de  esta,  cualquiera  que 
sea  su  regularidad  ó perfección,  y particularmente  en  las 
partes  cariadas  ó cavernosas,  casi  siempre  se  hallan  implan- 
tados perpendicularmente  á las  capas  paralelas,  con  la  extre- 
midad libre  hácia  el  interior  ó centro  del  filón. 

La  distribución  de  las  materias  útiles  en  los  filones,  con- 
siderada en  su  conjunto,  no  ofrece  nada  de  regular;  sin  em- 
bargo, respecto  á la  cantidad,  y aun  á la  calidad  del  mineral, 
puede  decirse  que  aumenta  en  los  ensanchamientos  y en  la 
bifurcación  de  los  filones. 

Aun  subsistiendo  la  potencia  la  misma,  se  notan  cambios, 
unas  veces  favorables,  otras  contrarios  á la  riqueza  mine- 
ral, en  aquellos  puntos  en  que  la  inclinación  y la  dirección 
varían;  lo  mismo  se  nota  respecto  á la  profundidad  del  filón, 
pues  unas  veces  aumenta  y otras  disminuye,  á medida  que 
se  profundiza.  Murchison  asegura,  fundado  en  la  experien- 
cia, que  las  venas  metalíferas  que  proceden  del  seno  ó fondo 
del  globo,  si  llevan  oro,  suelen  contenerle  en  mayor  copia 
en  la  extremidad  superior  que  en  el  resto  de  su  extensión. 
Sin  embargo,  lo  contrario  suele  ser  mas  común.  Por  lo  de- 
más, tanto  la  distribución  como  la  potencia  del  mineral  se 
hallan  sujetas  á la  influencia  de  la  roca  que  forma  la  caja. 
Por  regla  general,  la  riqueza  de  un  filón  es  uniforme  mien- 
tras se  conserva  la  roca  la  misma;  variando,  por  el  contrario, 
cuando  esta  cambia  de  naturaleza  ó aspecto.  También  influye 
en  todo  esto  la  naturaleza  de  las  rocas  ó materiales  que  apa- 
recieron después  y alteraron  su  disposición  primitiva;  la 
descomposición  del  filón  y de  la  caja,  resultado  de  los  agen- 
tes exteriores;  la  acción  de  las  corrientes  eléctricas  y otras 
muchas  circunstancias,  sobre  cuya  materia  no  pueden  darse 
reglas  generales,  ni  lo  permite  tampoco  la  índole  elemental 
de  la  obra. 

En  cuanto  al  modo  de  presentarse  y sus  relaciones,  estos 
criaderos  ofrecen  varios  accidentes,  hijos  de  la  naturaleza  de 
la  caja,  de  la  disposición  de  los  estratos  que  atraviesan,  de 
los  cambios  y trastornos  que  han  podido  sufrir  después  de 
formarse,  y de  mil  otras  causas.  Lo  que  en  general  suce- 
de es  que  los  filones  se  presentan  acompañados  de  otros  y 
de  erupciones  de  rocas  ígneas,  cuyos  accidentes  suelen  re- 
velar algún  trastorno  ó dislocación. 


GEOLOGIA 


45° 


Así  es  que  unas  veces  los  filones  se  presentan  unidos, 
otras  ramificados  y como  esparcidos  en  la  masa  del  terreno, 
siguiendo,  no  obstante,  la  misma  dirección  cuando  pertene- 
cen á una  época  dada.  En  cuanto  á su  potencia  es  varia- 
ble, pues  se  ensanchan  ó se  estrechan ; pero  lo  que  no  se 
consigue,  por  regla  general,  es  encontrar  la  extremidad  infe- 
rior de  un  filón.  Podrá  empobrecerse  hasta  el  extremo  de 
no  dar  rendimientos  útiles  que  sufraguen  los  gastos  de  ex- 
plotación; pero  no  suele  llegarse  hasta  el  punto  de  agotarle 
por  completo.  Sin  embargo,  algunos  criaderos  de  cobre 
ofrecen  la  singularidad  de  terminar  inferiormente  en  forma 
de  cuña  en  los  terrenos  graníticos,  según  observaciones  del 
Sr.  Maestre. 

Este  principio  es  trascendental,  pues  se  ve  que  una  vez 
reconocida  la  existencia  de  un  filón,  pueden  abrirse  pozos  ó 
galerías  en  su  busca,  seguros  de  encontrarle. 

MU  otras  particularidades  ofrecen  los  criaderos,  así  los 
regulares  como  los  irregulares,  dignas  sin  duda  alguna  de 
llamar  la  atención  del  ingeniero  de  minas,  y propias  de  tra- 
tados especiales.  Pero  el  entrar  en  mas  detalles  acerca  de 
esta  materia  en  una  obra  de  la  índole  de  la  presente  seria 
extralimitarse  de  su  verdadero  objeto. 

Conocida,  por  lo  que  antecede,  la  parte  verdaderamente 
estática  de  todas  las  clases  de  criaderos  metalíferos  admiti- 
dos hoy,  veamos  ahora  si  conseguimos  dar  una  idea  de  su 
dinámica,  ó mejor,  si  se  quiere,  de  las  teorías  que  se  han 
inventado  para  explicar  su  formación. 

A U 1 1 1 1 1 1 1 1 1 ÍRTIQüLO  1 \ I 

TEORÍAS  SOBRE  LA  FORMACION  DE  LOS  CRIADEROS 

METALÍFEROS 

Dos  son  los  agentes  ó fuerzas  á que  puede  referirse  la 
formación  de  los  criaderos  metalíferos,  las  mismas  que  ex- 
plican la  de  todos  los  elementos  que  componen  la  costra 
sólida  del  globo,  á saber:  el  fuego  obrando  del  centro  á la 
circunferencia  ó del  interior  á la  superficie  del  globo,  que 
es  el  que  dio  origen  á las  rocas  cristalinas;  y el  agua  que 
obrando  en  sentido  inverso  ó de  fuera  adentro,  y también 
de  abajo  arriba,  ha  originado  los  productos  compactos  y 
terrosos. 

Werner  y su  escuela,  refiriéndose  á los  terrenos  metalífe- 
ros regulares  ó á los  filones  propiamente  dichos,  admitían 
la  formación  de  las  hendiduras  por  la  retracción  de  la  masa 
al  desecarse  la  tierra  que  antes  estuvo  en  disolución  en  el 
fluido  caótico  primitivo,  y también  por  los  levantamientos  y 
hundimientos  del  terreno;  explicando  el  relleno  de  estas 
cavidades  por  la  acción  procedente  de  arriba  del  agua,  la 
cual  disolvía  por  un  lado  las  sustancias  metálicas  que  se  de- 
positaban en  sus  paredes,  y obrando  después  de  un  modo 
mecánico  contribuía  también  á rellenarlas.  Suponiendo  que 
las  aguas  se  hallaban  menos  agitadas  en  el  fondo  de  las 
hendiduras  que  en  la  superficie,  explicaban  por  esta  circuns- 
tancia la  mayor  pureza  y abundancia  de  metal,  que  realmen- 
te ofrecen  los  filones  en  las  partes  bajas,  asi  como  también 
la  diferencia  de  materiales  y de  estructura  que  afectan. 

Aunque  estas  ideas  de  W erner  dominaron  por  mucho 
tiempo  en  el  campo  de  la  ciencia,  se  abandonaron  en  el 
momento  en  que,  gracias  á los  adelantos  de  la  Geología  y de 
las  ciencias  auxiliares,  y en  especial  de  la  química,  se  logró 
demostrar  la  imposibilidad  de  darse  razón  con  esta  teoría  de 
los  principales  accidentes  que  caracterizan  los  criaderos  me- 
talíferos. Con  efecto,  si  las  sustancias  metálicas  han  ocupado 
en  épocas  anteriores  la  superficie  terrestre  (cosa  que  hoy  no 
se  observa),  ¿cómo  se  explica  el  que,  si  exceptuamos  el  hier- 
ro, no  haya  un  solo  metal  que  se  encuentre  hoy  esparcido 
en  cantidad  notable  en  los  estratos  de  los  terrenos  de  sedi-  l 


mentó,  y si  solo  en  las  hendiduras  ó fracturas  que  represen- 
tan los  filones?  Cuando  en  una  región  de  mayor  ó menor 
extensión  geográfica  encontramos  rocas  diversas,  constitu- 
yendo terrenos  de  sedimento  sin  rastro  alguno  de  sustancias 
metálicas,  si  estas  han  estado  disueltas  en  la  superficie,  ¿cómo 
se  combina  esta  falta  de  metales  con  su  concentración  en 
los  filones,  aun  suponiendo  que  las  hendiduras  que  ocupan 
preexistiesen  á la  formación  de  aquel,  cosa  bastante  difícil 
de  comprender?  Y si  esta  contradicción  aparece  clara  en  lo 
tocante  á los  filones,  lo  es  mucho  mas  cuando  se  quiere  ha- 
cer extensiva  á la  formación  de  los  criaderos  irregulares,  sean 
eruptivos,  de  contacto  ó metamórficos. 

Además,  la  estructura  cristalina,  tan  frecuente  en  las  sus- 
tancias que  se  encuentran  en  los  filones;  la  disposición  simé- 
trica de  sus  materiales  en  fajas  ó capas  paralelas;  la  frecuen- 
cia con  que  los  metales  se  presentan  en  las  rocas  cristalinas 
ó de  origen  ígneo  y en  las  metamórficas,  como  el  hierro  tita- 
nado  en  el  basalto,  el  oro  y platino  en  ciertos  pórfidos,  los 
cobres  y hierros  oxidulados  en  las  serpentinas,  etc.,  contribu- 
ye á rechazar  la  teoría  de  Wremer,  por  adolecer  de  gra- 
ves defectos,  y no  representar  la  verdad  tal  cual  se  compren- 
de hoy. 

Desechado  por  insuficiente  uno  de  los  elementos  genera- 
dores, el  agua,  obrando  de  un  modo  físico  y mecánico  de 
arriba  abajo,  no  hay  mas  recurso  que  apelar  al  otro,  esto  es, 
al  fuego,  y mejor  aun  á la  acción  combinada  de  ambos,  si 
bien  obrando  el  agua  de  un  modo  distinto  de  como  la  hacían 
intervenir  los  de  la  escuela  de  Freyberg. 

Insistiendo  en  la  idea  de  que  la  verdadera  clave  de  los 
estudios  geológicos  es  el  conocimiento  de  las  causas  actua- 
les, veamos  si  el  período  histórico  nos  ofrece  algún  fenóme- 
no que  por  analogía  pueda  ilustrarnos  en  la  materia.  Este 
fenómeno  es  el  volcanismo  en  todas  sus  manifestaciones,  y 
particularmente  en  las  erupciones,  en  los  azúfrales  ó somata- 
ras, en  los  geiseres  y en  las  fuentes  termales. 

Los  materiales  volcánicos  pueden  separarse  en  dos  grupos 
siguiendo  !a  doctrina  de  Elie  de  Beaumont:  en  el  primero  se 
agrupan  todos  aquellos  que  se  presentan  á la  manera  de  la 
lava,  es  decir,  en  estado  de  fusión,  penetrando  á veces  en  la 
masa  de  los  terrenos;  y en  el  segundólos  que  aparecen  como 
el  azufre,  esto  es,  arrastrados  por  emanaciones  gaseosas,  de- 
positándose y tapizando  las  paredes  de  las  hendiduras  que 
les  dan  paso  al  exterior. 

Esta  separación  de  los  productos  volcánicos,  coincide  de 
un  modo  muy  notable  con  la  que  hemos  admitido  de  los 
criaderos  metalíferos  en  regulares  ó filones  propiamente  di- 
chos los  unos;  irregulares,  de  contacto,  eruptivos  ó meta- 
mórficos los  otros ; distinción  que  puede  establecerse  también 
llamando  á las  primeros  criaderos  de  incrustación,  y á los 
segundos  de  inyección. 

Ya  antes  el  Sr.  Fournet  había  establecido  la  clasificación 
de  los  filones,  fundándose  en  que  los  unos  son  producto  di- 
recto de  la  acción  del  fuego  por  expansión  ó sublimación, 
en  cuyo  caso  subsiste  la  sílice  combinada,  como  se  ve  en  los 
pórfidos  y traquitas;  y los  otros  resultado  de  la  del  agua  en 
los  que  la  sílice  persiste  libre,  como  se  observa  en  los  filones 
metalíferos  por  excelencia  y en  las  fuentes  termales.  El  esta- 
do libre  de  esta  sustancia,  y el  ningún  metamorfismo  de  las 
capas  de  muchos  filones,  son,  según  este  célebre  geólogo, 
las  razones  mas  poderosas  para  combatir  la  teoría  que  quie- 
re explicar  la  formación  délos  filones  por  la  sola  sublimación 
ó fusión  ígnea. 

Este  modo  de  considerar  los  criaderos  metalíferos  en  sus 
relaciones  con  los  productos  volcánicos,  que  tiende  á referir 
todos  estos  fenómenos  á una  causa  común,  esto  es,  el  calor 
central,  se  ve  confirmada  por  los  caracteres  que  ofrecen  estos 


GEOLOGIA  INDUSTRIAL 


43* 


y por  los  puntos  de  contacto  que  tienen  con  los  criaderos 
metalíferos.  Así  es  que  mientras  la  lava  afecta  un  aspecto 
pétreo  y una  estructura  celular  ó compacta,  ora  rellene  ca- 
vidades interiores,  ora  se  extienda  en  forma  de  corrientes  al 
exterior,  las  emanaciones  que  aparecen  á la  manera  del  azu- 
fre se  presentan  con  una  estructura  cristalina,  y con  frecuen- 
cia en  verdaderos  cristales,  tapizando  las  paredes  de  los 
conductos  ó hendiduras  por  donde  aparecen  al  exterior.  El 
primero  de  estos  estados  corresponde  exactamente  á los 
criaderos  irregulares  en  forma  de  masa  ó stocwerks  y á los 
filones-capas,  representados  por  las  corrientes  de  lava;  así 
como  el  segundo  copia  fielmente  los  rasgos  mas  caracterís- 
ticos de  los  criaderos  regulares  ó filones. 

Si  por  otro  lado  examinamos  los  caractéres  de  las  fuentes 
minero  termales,  y los  comparamos  con  los  de  las  emana- 
ciones volcánicas  á la  manera  del  azufre,  veremos  que  existe 
entre  estos  dos  órdenes  de  hechos  un  enlace  tal,  que  nos  in- 
duce á creer  que  en  último  resultado  no  son  sino  manifesta- 
ciones mas  ó menos  directas  del  volcanismo,  ó en  otros  tér- 
minos, del  calor  propio  del  globo. 

Con  efecto,  los  manantiales  que  ofrecen  este  carácter,  no 
solo  depositan  por  incrustación  los  metales  que  procedentes 
del  interior  ó arrancados  de  la  superficie  llevan  en  suspen- 
sión ó disolución,  sino  que  estos  efectos  se  repiten  en 
pequeño  en  todos  los  azúfrales  ó solfataras  cuando  el  vapor 
de  agua  que  aparece  por  las  hendiduras  de  las  rocas  llega  á 
condensarse  primero,  y á filtrar  después  al  través  de  las  pa- 
redes del  volcan.  En  esta  segunda  operación  se  carga  el  agua 
de  principios  minerales,  y cuando  aparece  de  nuevo  al  ex- 
terior simula  perfectamente,  aunque  en  pequeña  escala,  to- 
dos los  caractéres  de  una  fuente  minero-termal.  Esto  mismo, 
pero  en  mayores  proporciones,  se  nota  en  los  geiseres,  en  los 
que  una  masa  de  agua  procedente  del  exterior  ó formada 
en  el  seno  de  la  tierra,  cargada  de  principios  minerales,  es 
arrojada  á una  altura  prodigiosa  por  la  fuerza  elástica  de  su 
propio  vapor,  como  explicamos  al  hablar  de  esta  manifesta- 
ción volcánica. 

El  Sr.  Daubrée,  en  la  importante  Memoria  sobre  la  rela- 
ción que  las  fuentes  termales  de  Plombiéres  (departamento 
de  los  Vosgos)  tienen  con  los  filones  metalíferos,  publicada 
en  1857  en  el  Boletín  de  la  Sociedad  geológica  de  Francia , di- 
ce terminantemente  que  los  experimentos  y estudios  sintéti- 
cos han  confirmado  de  un  modo  satisfactorio  la  idea  de  que 
la  mayor  parte  de  los  criaderos  metalíferos,  y casi  todos  los 
fenómenos  del  metamorfismo,  son  efecto  de  la  acción  de  las 
aguas  minero  termales.  De  donde  deduce  este  ilustre  geólo- 
go, que  tanto  el  yacimiento  y posición  de  estas,  como  su  re- 
lación con  las  dislocaciones  del  terreno  en  que  se  encuen- 
tran, la  naturaleza  de  los  depósitos  que  pueden  formar  en  la 
superficie  ó en  el  fondo  de  la  tierra,  y por  fin,  las  acciones  y 
reacciones  químicas  que  determinan  con  frecuencia  en  las 
rocas  inmediatas,  todo  esto  debe,  con  sobrado  fundamento, 
llamar  la  atención  del  observador. 

La  mayor  parte  de  las  fuentes  termales  que  en  otros  pe- 
riodos de  la  historia  terrestre  determinaron  la  formación  de 
criaderos  metalíferos  ya  no  existen;  bien  sea  que  se  hayan 
obstruido  los  conductos  de  salida  por  las  propias  incrusta- 
ciones que  depositaron;  bien  efecto  de  dislocaciones  pos- 
teriores en  el  suelo,  que  interrumpieron  ó alteraron  la  cir- 
culación interior  de  las  aguas,  ó resultado,  en  fin,  del 
enfriamiento  mas  avanzado  de  estas  ó de  las  rocas  que  atra 
vesaban.  Sin  embargo,  todavía  subsisten  muchos  de  estos 
manantiales,  cuya  relación  con  los  criaderos  metalíferos, 
resultado  de  su  propia  acción,  es  evidente.  El  Sr.  Daubrée 
cita  muchos  ejemplos  de  la  coexistencia  de  ambos  fenóme- 
nos, entre  los  cuales  los  mas  notables  son  los  siguientes:  las 


fuentes  termales  de  Badén,  Wildbad  y Liebenzell,  situadas 
al  X.  de  la  Selva  Negra,  se  encuentran  en  una  región  atra  ve 
sada  por  filones  de  hierro,  cuya  conexión  ha  tratado  de  de- 
mostrar el  Sr.  Walchner  en  una  Memoria  llena  de  interés. 
En  la  misma  cordillera  el  manantial  de  Badenweiler,  cuyas 
aguas  marcan  la  temperatura  de  26o,  aparece  á pocos  metros 
de  distancia  de  un  filón  de  cuarzo  y galena.  En  los  alrede- 
dores de  Carlsbad  y de  Marienbad,  en  Bohemia,  las  fuentes 
termales  y las  aguas  gaseosas  se  hallan  relacionadas  muy 
directamente  con  los  filones  de  cuarzo,  hierro  oligisto  y óxi- 
do de  manganeso,  tan  frecuentes  en  aquella  comarca.  En  la 
mesa  central  de  Francia  pueden  citarse  también  varios  ejem- 
plos; así  es  que  Grüner  ha  demostrado  que  en  el  departa- 
mento del  alto  Loira  las  fallas  por  donde  aparecen  las  fuen- 
tes termales  pertenecen  al  mismo  grupo  de  dislocación  que 
los  filones  de  cuarzo  y de  barita  sulfatada.  Los  manantiales 
de  Sail-sous-Couzan  salen  de  un  filón  plomizo  y barítico. 
Las  aguas  termales  de  Sylvanés  (Aveiron)  se  encuentran  en 
relación  inmediata  con  un  ñlon  de  cobre  gris.  Una  cosa 
parecida  se  observa  en  Courmayeur  y Servoz,  en  los  Alpes 
de  la  Saboya:  según  el  eminente  Coquand,  todavía  se  des- 
prenden hoy  de  los  filones  de  antimonio  de  Pereta  y Sel  ve- 
na (Toscana),  mofetas  ó emanaciones  sulfurosas,  que  deposi- 
tan de  continuo  el  azufre  y dan  lugar  á la  formación  de 
cantidades  considerables  de  yeso.  En  el  famoso  distrito  de 
la  Tolfa  (Estados  romanos),  las  fuentes  termales  rompen  en 
el  sistema  mismo  de  dislocación,  al  lado  de  los  filones  de 
galena,  de  hierro  hidratado  y de  criaderos  de  alunita,  rela- 
cionados con  rocas  traquíticas. 

En  España  también  poseemos  algunos  ejemplos  de  esta 
coincidencia,  siendo  notable,  entre  otros,  el  famoso  criadero 
de  Riotinto,  formado  por  las  aguas  minerales  mismas. 

Pero  los  casos  mas  curiosos  son  los  de  Plombiéres,  objeto 
principal  de  la  Memoria  de  Daubrée,  de  la  que  proceder, 
los  datos  que  vamos  apuntando.  En  las  cercanías  de  este 
pueblo,  y en  el  punto  llamado  la  Cote  de  la  Gendarmerie, 
las  principales  fuentes  termales  ó jabonosas  aparecen  en  los 
sitios  mismos  ocupados  por  filones  de  cuarzo  y espato  flúor. 
El  famoso  manantial  de  Simón,  el  mas  abundante  de  to- 
dos, se  encuentra  en  medio  de  una  red  de  filones  de  espato 
flúor. 

En  el  paseo  de  las  Señoras  estos  filones,  relacionados 
también  con  aquellas  aguas  minerales,  son  de  hierro  oligisto 
cristalino,  de  Dolomía,  y cal  carbonatada  cristalina;  el  cuar- 
zo es  bastante  raro.  Otro  ejemplo  notable  de  esta  asociación 
se  observa  en  la  llamada  Chaude  Fontaine,  cerca  del  pueblo 
de  Dommartin,  situado  á 15  kilómetros  de  Plombiéres;  las 
aguas  aparecen  allí  en  las  inmediaciones  de  pequeños  filo- 
nes de  cuarzo  y de  hierro  oligisto. 

Todos  estos  fenómenos  termales  están  intimamente  enla- 
zados, no  solo  entre  sí  los  de  Plombiéres  y Chaude-Fontai- 
ne,  sino  también  con  los  filones  de  cuarzo  del  valle  llamado 
de  Roches,  y con  los  de  cuarzo  y hierro  oligisto  de  la  Poirie, 
como  lo  demuestra,  entre  otras  razones  de  mucho  peso,  la 
similititud  de  dirección  que  ofrecen  todos  estos  centros,  los 
cuales  puede  decirse  ocupan  la  misma  linea  de  fractura,  es- 
calonada en  varios  puntos  en  la  extensión  total  de  24  kiló- 
metros. 

Las  fuentes  minerales  de  esta  región  clásica  pertenecen, 
según  Daubrée,  á dos  períodos  distintos:  el  primero  posterior 
al  terreno  triásico,  durante  el  cual  contribuyeron  á formar  el 
cuarzo,  el  espato  flúor  y el  hierro  oligisto;  el  segundo, 
indeterminado  en  cuanto  á su  principio,  corresponde  al 
régimen  que  ofrecen  hoy  las  aguas.  Cualquiera  que  sea,  sin 
embargo,  la  época  geológica  á la  que  deba  referirse  la 
segunda  formación  de  estos  manantiales,  lo  cierto  es  que 


432 


GEOLOGIA 


entre  aquella  y esta  ha  experimentado  la  comarca  movimien- 
tos y dislocaciones  notables  en  el  suelo,  que  se  dejaron  sen- 
tir en  el  interior  de  los  filones  mismos.  Estos  movimientos 
terrestres  quedan  demostrados  por  el  estado  del  cuarzo,  del 
granito  y del  espato  flúor,  que  se  presentan  en  los  filones 
citados  en  lorma  de  cantos  redondeados,  con  señales  de 
haber  rozado  los  unos  contra  los  otros  ¿-encontrándose  unas 
veces  sueltos,  otras  aglutinados  por  la  arcilla,  por  el  propio 
detritus  de  las  rocas  pulverizadas,  y hasta  por  el  espato  flúor 
mismo.  De  modo  que  puede  asegurarse  que  las  aguas  de 
dicha  región  cambiaron  de  condiciones,  después  de  haber 
adquirido  aquella  los  rasgos  que  hoy  ofrece  su  propio  relieve, 
por  efecto  de  los  indicados  movimientos. 

Estos  manantiales,  á pesar  de  reconocer  dos  períodos  en 
su  formación,  y de  ser  en  cada  uno  de  ellos  distinta  la  tem- 
peratura y composición,  ofrecen,  no  obstante,  en  toda  su  du- 
ración algunas  analogías  dignas  de  mencionarse.  Estas  con- 
sisten: la  primera,  en  que  todavía  contienen  hoy  fluoruros, 
depositando,  como  en  otros  tiempos,  el  espato  flúor;  y la 
segunda,  en  que  llevan  en  disolución  actualmente  silicatos 
alcalinos;  y como,  según  el  mismo  Daubrée,  estas  aguas  en 
determinadas  circunstancias  precipitan  el  cuarzo  cristalizado, 
iesulta  de  ambos  hechos  demostrado  el  enlace  íntimo  que 
une  la  formación  de  los  filones  de  cuarzo  y espato  flúor,  con 
las  aguas  que  todavía  aparecen  en  sus  inmediaciones. 

También  llama  la  atención  Daubrée  en  su  citada  Memo- 
ria hícia  otros  hechos  no  menos  curiosos,  y que  prueban  la 
acción  mineralizadora  de  las  aguas  termales.  El  granito,  en 
el  que  se  encuentran  los  filones  de  cuarzo  y espato  flúor  de 
Plombieres,  se  encuentra  unas  veces  incoherente  y como 
arenoso,  otras  impregnado  de  un  modo  íntimo  por  los  ele- 
mentos mismos  de  los  filones.  El  cuarzo  y el  espato  flúor 
forman  una  red  de  venas  y de  numerosos  riñones,  como  si 
la  materia  del  filón  se  hubiera  extravasado  en  la  roca  próxi- 
ma, preparada  de  antemano,  por  la  descomposición,  á reci- 
birla ó á absorberla.  El  granito,  con  esta  penetración  del 
elemento  silíceo,  adquirió  en  las  inmediaciones  del  filón 
una  gran  dureza,  tomando  el  aspecto  de  algunas  variedades 
de  arkosa  silicatada. 

Estas  operaciones  químicas  producidas  por  las  aguas  mi- 
nerales no  se  limitaron,  según  este  geólogo,  d la  formación 
ó al  relleno  de  los  filones  en  la  región  granítica,  sino  que  se 
extendieron  hasta  los  terrenos  de  sedimento  mismos,  parti- 
cipando de  iguales  alteraciones  hasta  la  arenisca  de  los 
Vosgos.  Con  efecto,  los  cantos  ó chinas  de  que  consta  esta 
se  ven  comunmente  cementados  por  el  jaspe  rojo  y por  el 
cuarzo  hialino,  á veces  cristalizado;  con  menos  frecuencia 
hacen  este  oficio  el  espato  flúor  y la  barita  sulfatada.  Y los 
cantos  mismos  han  experimentado  una  gran  alteración,  pre- 
sentándose frágiles  y de  aspecto  vitreo. 

Estos  hechos  tan  curiosos,  y que  prueban  hasta  la  eviden- 
cia la  acción  que  en  todos  tiempos  han  desempeñado  las 
aguas  minero-termales  en  la  formación  de  los  filones  y en  la 
alteración  que  ofrecen  muchas  rocas,  no  son  peculiares  á la 
región  de  Plombiéres,  haciéndose  extensivas  á otros  muchos 
puntos  en  la  cordillera  misma  de  los  Vosgos. 

En  cuanto  á la  penetración  de  la  sílice  en  la  masa  de  la 
arenisca,  ó en  otros  términos,  á la  silicicacion  de  esta  roca,  al- 
gunos quieren  explicarla  por  el  reblandecimiento  que  supo- 
nen debió  aquella  experimentar  por  la  acción  calorífera  del 
granito  que  la  atravesó.  Pero  Daubrée  se  opone  á esta  idea, 
diciendo  que  allí,  como  en  otros  muchos  puntos,  la  silicica- 
cion fué  simple  resultado  de  la  vía  química,  enlazada  de  un 
modo  directo  con  la  formación  de  los  filones  inmediatos. 
Es  decir,  que  las  aguas  que  depositaban  cuarzo  y espato 
flúor  en  las  grietas  ó hendiduras  del  granito,  se  elevaron, 


según  este  geólogo,  hasta  las  capas  de  arenisca  abigarrada 
que  lo  recubren,  formando  en  su  seno  grandes  depósitos 
termales  que  originaron  todas  las  modificaciones  indicadas. 

Después  de  sentar  estos  principios  que  tan  directamente 
confirman  la  idea  emitida  de  la  influencia  que  las  aguas 
minero  termales  ejercen  en  la  formación  de  los  filones,  el 
Sr.  Daubrée  se  extiende  en  consideraciones  importantes 
acerca  de  la  formación  de  varias  zeolitas,  de  los  ópalos,  del 
aragonito  y espato  calizo,  de  la  cal  fluatada  y de  otras  sus- 
tancias por  la  acción  de  las  aguas,  haciendo  ver  de  paso  los 
puntos  de  contacto  que  ofrecen  todos  estos  productos  con 
la  formación  de  los  basaltos,  de  las  fonolitas  y de  otras  rocas 
consideradas  hasta  el  dia  como  productos  directos  de  la  sola 
acción  del  calor,  ó en  otros  términos,  de  la  vía  seca.  Se  des- 
prende, pues,  de  lo  dicho  que  la  idea  de  la  intervención  del 
agua  en  todos  estos  fenómenos  de  la  química  terrestre  va 
ganando  terreno  de  dia  en  dia. 

En  confirmación  de  esto  mismo,  el  Sr.  Ebray,  en  una 
Memoria  publicada  en  diciembre  de  1859  en  el  Boletín  de 
la  Sociedad  geológica  de  Francia , trata  de  demostrar  la  coin- 
cidencia de  las  fuentes  minerales  del  departamento  de  la 
Niévre  con  las  fallas  del  mismo.  El  estudio  de  esta  cues- 
tión, abordada  ya  por  varios  geólogos,  ofrece,  en  sentir  de 
Ebray,  un  doble  interés  especulativo  y práctico;  puesto  que 
si  por  un  lado  la  coincidencia  de  estos  dos  fenómenos  y su 
enlace  con  los  filones  metalíferos  nos  induce  á referirlos 
todos  á una  misma  causa,  por  otro  en  aquellos  países  en  los 
que  la  disposición  de  las  capas  no  deja  aparecer  las  aguas 
al  exterior,  el  conocimiento  de  esta  coincidencia  nos  facili- 
tará extraordinariamente  el  hallazgo  de  dichos  manantiales, 
practicando  las  indagaciones  en  los  alrededores  ó cercanías 
de  los  mencionados  accidentes  geológicos.  Ebray  compara 
las  aguas  minerales,  cuando  se  encuentran  en  semejante 
disposición,  á las  artesianas,  con  la  diferencia  de  que  en 
aquellas  las  paredes  de  la  falla  hacen  el  oficio  del  tubo  ó 
conducto  que  practica  el  hombre  con  la  sonda  en  estas. 

Este  geólogo  estudia  minuciosamente  la  composición  del 
terreno  en  los  puntos  en  que  se  encuentran  las  dos  fuentes 
termales  del  departamento,  que  son  la  de  Pougues  y la  de 
Saint- Honoré;  y luego  hace  ver  por  medio  de  cortes  hábil- 
mente trazados  en  los  sitios  mismos,  la  coincidencia  de  las 
fallas  ó saltos  de  terreno  y las  fuentes  termales. 

Hé  aquí  la  disposición  de  las  diferentes  capas  del  terreno 
jurásico  en  los  alrededores  de  Pougues,  uno  de  los  puntos 
en  que  se  nota  mejor  este  hecho: 


1 Calizas  arenosas  con  s 
collyrites. 

ilex  y 

Vértice  de  las  montañas 
de  Mimon  y de  Givre. 

2 Caliza blancaalgoamarillentacon 
sílex  y ammonites  coronatus. 

Canteras  de  Pougues  y 
de  Trousanges. 

3 Arcillas  ferruginosas  y bancos 
calizos  con  ammonites  macro- 
cephalus. 

Canteras  de  Coques. 

4 Caliza  gris,  sub-oolítica  con  po- 
cos fósiles. 

Canteras  de  Coques  y de 
Mimon. 

5 Margas  blancas  con  foladomias. 

Cuesta  de  Coques  y de 
Mimon. 

6 Calizas  margosas  amarillentas 
con  venas  azules,  conteniendo 
pigurus  depressus,  nucleolites 
clunicularis,  ammonites  dis- 
cus y arbustigerus  (grande 
oolita  y oxford). 


Canteras  de  Tremblay, 
junto  al  castillo  de  la 
Malle. 


GEOLOGIA  INDUSTRIAL 


433 


7 Arcillas  y margas  azules  con’Zanja  del  ferro  carril  de 
ammonites  Parkinsoni.  Pougues. 

— 

S Oolita  ferruginosa  con  ammoni- 
tes Blagdeni,  Humphriesia 
ñus. 

Canteras  de  los  alrededo- 
res de  Fourchambault. 

9 Caliza  dura  con  entrochus. 

Canteras  de  Fourcham- 
bault y de  Martzy. 

10  Arcilla  azul,  con  vestigios  de 
hierro  en  la  parte  superior  y 
ammonitis  insignis,  variabilis, 
belemnites  irregularis,  etcéte- 
ra (lias). 

Pié  de  la  cuesta  ó ladera 
de  Martzy. 

11  Bancos  calizos  con  gryphsea 
cymbium. 

Estos  bancos  no  asoman 
en  las  cercanías  de 
Pougues. 

De  modo  que  por  lo  visto,  entre  la  formación  de  los  cria- 
deros metalíferos,  la  de  las  fuentes  minero  termales  y los 
fenómenos  ígneos  ó dependientes  del  calor  propio  del  globo, 
existe  una  tan  íntima  conexión,  que  se  pueden  referir  los 
tres  órdenes  de  hechos  á una  misma  causa.  Y si  esta  compa- 
ración limitada  hasta  ahora  á los  caractéres  físicos  de  estas 
manifestaciones  terrestres,  la  hacemos  extensiva  al  resultado 
de  las  análisis  de  que  han  sido  objeto  los  productos  de  su 
acción,  según  expresa  el  cuadro  de  la  página  422,  nos  con- 
venceremos aun  mas  de  la  verdad  de  esta  teoría. 

Por  fin,  la  convicción  será  completa  cuando  observemos 
la  posición  y relaciones  geognósticas  de  cada  uno  de  estos 
fenómenos,  pues  casi  siempre  se  encuentran  en  terrenos  dis- 
locados, no  léjos  de  rocas  plutónicas  procedentes  del  interior 
de  la  tierra.  Esto  se  nota  en  los  criaderos  metalíferos  y en 
las  fuentes  termales;  y en  cuanto  á los  productos  volcánicos, 
ellos  mismos  representan  el  elemento  ígneo  por  excelencia. 

La  única  diferencia  que  podría  notarse  entre  unos  fenó- 
menos y otros,  es  la  de  que,  así  como  las  materias  volcáni- 
cas pertenecen  á la  época  actual  ó á períodos  muy  recientes, 
los  criaderos  metalíferos  y las  fuentes  minerales  y termales 
por  el  contrario,  si  bien  pueden  hallarse  en  toda  la  serie  de 
terrenos  cristalinos  y de  sedimento,  son  mas  comunes  en  los 
antiguos,  como  si  ellos  representaran  una,  la  mas  insignifi- 
cante, de  las  manifestaciones  volcánicas,  en  los  períodos  mas 
remotos  de  la  historia  terrestre. 

De  lo  dicho  se  infiere,  que  los  criaderos  metalíferos,  las 
fuentes  termales  y gran  parte  del  metamorfismo  que  ofrecen 
ciertas  rocas,  son  productos  de  una  misma  causa,  á saber,  el 
calor  central;  sin  que  se  crea  por  esto  que  el  agua  haya  de- 
jado de  tener  también  su  participación.  Con  efecto,  pues,  si 
los  criaderos  irregulares  pueden  explicarse  satisfactoriamente 
por  la  sola  expansión  de  la  materia  pétrea  ó metálica,  á la 
manera  de  lava,  operación  en  la  que  sin  embargo,  muchos 
hacen  intervenir  el  agua,  la  sublimación  de  los  materiales  á 
la  manera  del  azufre,  que  explica  la  formación  de  los  filones 
propiamente  dichos,  no  es  exclusivamente  determinada  por 
la  sola  acción  del  calor,  sino  que  casi  siempre  interviene  en 
ella  el  vapor  de  agua,  cualquiera  que  sea  su  procedencia. 

Para  explicar  el  origen  de  los  criaderos  metalíferos  y de 
las  aguas  termales,  hay  que  apelar  también  á la  electricidad 
que  ha  desempeñado  á todas  luces  una  acción  muy  directa, 
y á esa  fuerza  de  esencia  desconocida,  pero  de  resultados 
bien  notorios,  llamada  catalítica,  en  virtud  de  la  cual  se  ve- 
rifica la  combinación  de  dos  cuerpos  por  la  interposición  de 
un  tercero  que,  sin  embargo,  no  toma  parte  en  el  compues- 
to. La  acción  de  estos  dos  últimos  agentes  es  clara  y eviden- 
te en  la  formación  de  los  criaderos  llamados  irregulares. 


Estos  principios,  no  obstante,  son  tan  solo  aplicables  á 
los  criaderos  irregulares  y á aquellos  que  ofrecen  una  estruc- 
tura cristalina  tanto  en  el  mineral  como  en  la  propia  ganga. 
Algunas  veces  estos  se  hallan  representados  por  una  especie 
de  brecha  ó de  conglomerado  confuso  en  el  que  los  frag- 
mentos proceden  de  las  paredes  de  la  caja  y el  metal  parece 
hacer  el  oficio  de  cemento.  En  este  caso  hubo,  al  parecer, 
una  especie  de  sedimentación  de  materiales  procedentes  de 
arriba.  Cuando  los  metales  se  presentan  en  capas  intercala- 
das en  los  estratos  fosilíferos,  y muy  particularmente  cuando 
alguno  de  los  restos  orgánicos  aparece  trasformado  en  la 
sustancia  metálica,  en  estos  casos  también  los  criaderos  son 
de  sedimento,  en  el  que  descompuestos  aquellos  primero, 
fueron  arrastrados  después  al  fondo  del  mar  ó lago  en  que 
se  depositaron. 

En  cuanto  á los  criaderos  de  hierro  oolítico  y pisolítico, 
son,  á no  dudarlo,  resultado  del  arrastre  por  las  aguas  y su 
penetración  á través  ó siguiendo  la  dirección  délos  estratos; 
ó bien  formando  verdaderas  capas  de  masas  concrecionadas; 
como  se  nota  en  los  criaderos  de  hierro  hematites  del  terre- 
no cretáceo  del  este  de  la  Península,  en  el  Bonherz  suizo  y 
en  otros  muchos.  También  en  la  formación  de  estos  criade- 
ros es  evidente  la  acción  combinada  del  calor  central  de  las 
aguas,  pues  estas,  como  indicamos  al  explicar  la  formación 
del  Bonherz,  ofrecen  todos  los  caractéres  de  los  géiseres  ac- 
tuales. Si  de  lo  dicho  hasta  aquí  quisiera  sacarse  alguna 
razón  para  dar  á conocer  el  origen  del  granito  y de  todas  sus 
variedades,  de  los  pórfidos,  serpentinas,  y de  los  muchos  ac- 
cidentes que  ellos  ofrecen,  como  la  presencia  de  cristales  en 
la  masa  ó tapizando  sus  cavidades,  de  la  formación  de  las 
venas,  bolsas,  manchones,  etc.,  podremos  decir,  que  los  ele- 
mentos constitutivos  de  todas  estas  rocas  se  encontraban  en 
un  principio,  á beneficio  de  la  alta  temperatura  del  interior 
del  globo,  formando  una  especie  de  magma  ó de  masa  con- 
fusa, probablemente  como  fundida,  en  cuyo  seno  se  verifi- 
caron las  combinaciones  químicas  que  dieron  por  resultado 
los  principios  inmediatos  de  dichas  rocas.  Estos  cristalizaren 
confusamente,  cuando  la  materia  no  tuvo  lugar  para  desar- 
rollarse convenientemente,  ó llegaron  á presentarse,  por  el 
contrario,  en  verdaderos  cristales  en  el  caso  opuesto;  y cuan- 
do alguno  de  estos  elementos  mineralógicos  se  halló  en  ex- 
ceso, se  concentró  en  puntos  determinados  de  la  roca,  ora 
siguiendo  la  dirección  de  corrientes  eléctricas,  como  sucede 
en  las  venas  y diques  de  cuarzo,  feldespato  o mica,  acci- 
dentes tan  comunes  en  el  granito;  ora  alrededor  de  determi- 
nados centros,  constituyendo  esas  manchas  de  distintos 
colores  y formas,  tan  frecuentes  en  el  granito  de  la  sierra 
Carpentana  y otros  muchos. 

Resumiendo  todo  lo  dicho  relativo  al  origen  y procedi- 
miento de  los  criaderos,  diremos,  que  los  irregulares  son 
efecto  de  la  inyección  del  mineral  á través  de  otros  terrenos 
simultánea  ó posteriormente  á la  aparición  de  las  rocas  íg- 
neas que  forman  su  propia  ganga;  y que  los  filones  propia- 
mente dichos,  ó los  criaderos  regulares,  en  la  inmensa  ma- 
yoría de  los  casos,  son  hendiduras  del  terreno  abiertas 
anteriormente  por  efecto  de  la  acción  dinámica  del  interior 
del  globo,  rellenas  después  por  incrustación  de  un  modo  muy 
análogo,  si  no  idéntico,  al  que  se  observa  en  las  fuentes  mi- 
nerales, en  el  que  han  tenido  intervención  el  calor  central, 
elevando  la  temperatura,  y el  agua  sirviendo  de  vehículo  á 
las  materias  disueltas  que  tapizan  las  paredes  de  las  hendi- 
duras. Esto  explica  esta  disposición  simétrica  en  capas  para- 
lelas de  ganga  impregnada  de  sustancia  metálica,  caracterís- 
tica de  esta  clase  de  criaderos. 

Como  consecuencia  de  esta  teoría,  que  está  en  un  todo 
conforme  con  las  ideas  generalmente  admitidas  hoy  en  la 


Tomo  IX 


55 


434 


GEOLOGIA 


ciencia,  se  infiere  que  los  criaderos  metalíferos,  lejos  de  estar 
esparcidos  al  acaso,  deben  formar  ú ocupar  determinados 
centros  ó distritos,  así  como  los  minerales  que  los  componen 
se  agrupan  en  asociaciones  naturales  cuyo  conocimiento 
debe  ser,  y es  con  efecto,  de  la  mayor  importancia. 

En  los  diferentes  países  de  Europa  los  criaderos  metalí- 
feros ocupan  señaladas  regiones,  constituyendo  distritos  que 
no  solo  están  determinados  por  la  presencia  de  los  metales, 
sino  también  por  ciertos  caractéres  orográficos,  efecto  del 
metamorfismo  y dislocación  de  los  estratos  que  determinó 
la  aparición  de  las  masas  plutónicas  formando  el  eje  mismo 
de  los  levantamientos. 

En  Inglaterra  existen  cuatro  grandes  distritos,  á saber:  el 
de  Cornwallia,  el  de  Cumberland,  y los  de  los  condados 
de  Derby  y Devon.  El  primero,  que  es  el  que  suministra 
todo  el  estaño  y gran  parte  del  cobre  que  se  consume  en 
Inglaterra  y en  el  continente,  se  halla  en  relación  con  el 
terreno  granítico;  los  otros  proporcionan  gran  parte  de  la 
galena,  del  hierro  y las  calaminas  ó zinc  silicatado  y carbo- 
natado, y pertenecen  á los  terrenos  primarios,  esto  es:  los 
de  Cumberland  y Derbyshire  al  terreno  carbonífero,  y el  de 
Devonshire  á las  arcillas  pizarrosas  y areniscas  del  terreno 
silúrico. 

En  Francia  existen  cinco  grandes  regiones  metalíferas,  y 
son:  i.a  la  de  la  Bretaña;  2.a  la  de  los  Vosgos;  3.a  la  de  la 
meseta  central,  que  comprende  la  Auvernia,  el  Limousin, 
el  Forez,  el  Vivarais  y los  Cevenas;  4.a  la  de  los  Pirineos, 
y 5.a  la  de  los  Alpes.  Estos  distritos  corresponden  exacta- 
mente á los  cinco  grandes  centros  de  levantamiento,  de 
metamorfismo  y dislocación,  que  constituyen  é imprimen 
un  carácter  especial  á esta  parte  de  Europa. 

En  Rusia  las  grandes  y ricas  explotaciones  que  tanta  im- 
portancia le  dan,  se  hallan  concentradas  en  los  montes 
Urales,  en  el  Altai  y en  la  Dauria,  región  montañosa  del 
Asia  que  separa  el  lago  Baikal  del  Océano  oriental. 

En  Alemania  existen  varios  distritos  metalíferos,  y princi- 
palmente el  del  Hartz,  el  de  la  Thuringia  y del  Erzgebirge, 
famosos  no  solo  por  la  antigüedad  de  sus  explotaciones,  y 
por  la  gran  perfección  con  que  están  dirigidas,  sino  que  muy 
particularmente  el  último,  en  cuyo  centro  está  situada  la 
ciudad  de  Freiberg,  por  haber  servido  de  campo  á las  ob- 
servaciones del  gran  Werner,  sobre  las  que  fundó  la  mayor 
parte  de  las  reglas  y principios  que  rigen  hoy  la  explotación 
de  minas. 

En  Italia  están  también  circunscritos  los  criaderos  meta- 
líferos á los  distritos  de  Traversella  y Coñi  en  el  Piamonte, 
y á la  cordillera  metalífera  de  la  Toscana,  asi  en  el  conti- 
nente como  en  la  isla  de  Elba. 

Por  último,  en  España,  además  de  los  criaderos  generales 
de  combustibles  y de  hierro  oxidado  y hematitico  tan  abun- 
dante y excelente  en  varios  puntos  de  las  Provincias  Vas- 
congadas, en  Asturias  y en  otras  localidades,  circunscribién- 
donos á los  criaderos  particulares,  existe  una  porción  de 
distritos  sumamente  importantes,  mas  numerosos  que  en  el 
resto  de  Europa;  lo  cual  está  también  en  relación  con  la 
complicada  constitución  física,  y consiguiente  orografía  de 
la  Península. 

La  mayor  parte  de  estos  criaderos  pertenecen  á los  terre- 
nos primarios,  los  cuales  puede  decirse  que  son  en  España 
los  metalíferos  por  excelencia.  Entre  los  distritos  españoles 
de  la  Península  se  cuentan  como  mas  famosos  el  de  los 
Estaños  en  Galicia  y Asturias,  y muy  particularmente  el  de 
las  inmediaciones  de  Monterrey  y Diana,  Rivadeo  y Con- 
cejo de  Salas,  criaderos  que  tal  vez  deban  reputarse  como 
los  mas  antiguos  de  esta  parte  de  Europa,  puesto  que,  según 
el  Sr.  Ezquerra  del  Bayo,  se  encuentran  en  el  granito  y en 


el  gneis  inmediato  á esta  roca.  En  Sierra  Morena  se  halla 
una  porción  de  distritos,  situados  en  terrenos  primarios  muy 
antiguos,  cuyos  accidentes  orográficos  están  enlazados  con 
la  presencia  de  pórfidos  anfibólicos,  dioríticos , feldespáticos 
y cuarcitas,  que  ofrecen  de  común  el  presentarse  los  meta- 
les en  filones  de  gran  potencia,  si  bien  escasos  en  número, 
en  forma  de  capas  concordantes  con  las  del  terreno  pizarroso, 
ó en  los  puntos  de  contacto  entre  este  y los  pórfidos.  Entre 
ellos  son  notabilísimos  los  de  mercurio  de  Almadén,  perte- 
necientes al  terreno  silúrico  y al  devónico  en  parte,  en 
relación  con  pórfidos  dioríticos.  Las  famosas  minas  de  Gua- 
dalcanal,  Cazalla,  Riotinto  y Linares,  en  las  que  se  explotan 
la  plata,  el  cobre  y el  plomo,  el  antimonio  de  Santa  Cruz  de 
Múdela,  las  calaminas  de  San  Juan  de  Alcaraz,  etc.,  forman 
otro  distrito,  cuyos  criaderos  arman  en  terrenos  primarios 
algo  mas  modernos,  accidentados  por  la  aparición  del  gra- 
nito; circunstancias  que  lo  asemejan  mucho  á los  famosos 
del  Hartz. 

La  sierra  llamada  de  los  Santos,  en  la  que  se  explota  la 
galena,  el  cobre  y algo  de  hierro,  en  terreno  silúrico  influido 
por  pórfidos  anfibólicos,  constituye  otro  distrito  importante 
en  esta  cordillera,  en  relación  con  el  célebre  criadero  de  car- 
bón de  Belmez  y Espiel. 

El  de  Gador,  tan  famoso  por  sus  plomos,  forma  uno  de 
los  mas  notables  de  España. 

Los  numerosos  criaderos  de  plomo  argentífero  de  Sierra 
Almagrera,  que  tantas  riquezas  han  suministrado  y están  su- 
ministrando en  la  actualidad,  forman  un  distrito  bien  deter- 
minado y característico,  enclavado  en  los  terrenos  primarios 
antiguos  mas  ó menos  dislocados  por  la  aparición  de  pórfi- 
dos, de  dioritas,  y hasta  de  rocas  volcánicas  modernas,  según 
consta  de  las  observaciones  de  los  señores  Pellico  y Maes- 
tre. Sierra  Nevada  constituye  uno  de  los  distritos  mas  ricos 
é importantes,  por  la  riqueza  y variedad  de  metales  de  hierro 
carbonatado,  cobre  sulfurado  y plata,  que  arman  en  rocas 
serpentínicas,  según  ha  demostrado  recientemente  el  último 
de  los  mencionados  ingenieros.  En  la  Sierra  Carpentana  las 
importantísimas  explotaciones  de  plata  nativa,  oxidada,  yo- 
durada, sulfurada  etc.,  de  Hiende-la-encina,  en  la  provincia 
de  Guadalajara,  en  terrenos  igualmente  antiguos,  probable- 
mente en  el  silúrico,  es  otro  distrito,  el  mas  notable  tal  vez 
de  España,  y el  único  en  que  la  plata  se  halla  en  distintas 
combinaciones.  Extremadura  representa  otra  región  metalí- 
fera importantísima  en  la  Península,  como  lo  demuestran  las 
explotaciones  de  oro  en  las  Navas  de  Ricomalillo,  la  de  la 
Dehesa  del  Borracho,  y otras  varias.  También  deben  men- 
cionarse los  criaderos  de  hierro  de  Somorrostro,  y otros  en  las 
Provincias  Vascas,  y en  el  terreno  carbonífero  de  Asturias. 

Tales  son  los  hechos  mas  notables  y dignos  de  estudio 
que  ofrecen  los  criaderos  generales  y particulares;  asunto  de 
la  mayor  trascendencia  por  sus  aplicaciones  inmediatas  á la 
industria,  y en  el  que  hemos  tenido  que  limitarnos  á las  con- 
sideraciones mas  generales,  dada  la  índole  de  la  obra,  de- 
biendo referirse  á tratados  especiales  todos  los  pormenores 
que  no  hemos  podido  dar  aquí.  Si  de  los  datos  expuestos  y 
de  la  teoría  de  la  formación  de  los  criaderos  queremos  ob- 
tener el  resultado  inmediato  para  la  pesquisa  ó indagación 
de  sustancias  útiles,  conviene  recordar  los  fundamentos  de 
dicha  teoría.  Fundada  esta  en  la  acción  mixta  del  fuego  y 
del  agua,  lo  primero  que  ocurre,  como  consecuencia  lógica, 
es  buscar  los  criaderos  metalíferos  en  puntos  donde  el  hidro- 
termalismo  terrestre  se  ha  dejado  sentir  de  un  modo  mas 
eficaz;  y como  quiera  que  este,  entre  otros  resultados  im- 
portantes, ha  determinado  los  centros  de  erupción  y levan- 
tamiento, las  grietas  y otros  accidentes,  tales,  por  ejemplo, 
como  el  metamorfismo  de  las  rocas,  de  aquí  la  consecuencia 


GEOLOGIA  INDUSTRIAL 


435 


inmediata  es,  que  en  los  terrenos  montuosos  y accidentados 
y no  en  los  llanos,  es  donde  hay  que  esperar  buen  resultado 
de  las  investigaciones  mineras. 


mente  dichos;  como  si  la  naturaleza  quisiera  confirmar  el 
principio  de  que  existe  realmente  un  orden  geognóstico  en 
la  aparición  de  minerales,  que  si  bien  en  el  estado  actual  de 


Por  otra  parte,  parece  haber  enseñado  la  experiencia,  que  la  ciencia  hay  que  contentarse  con  indicarlo,  es  de  esperar 
entre  los  filones  metalíferos,  los  llamados  irregulares,  que  que  observaciones  y hechos  posteriores  lo  pongan  en  to  a 
son  los  dispuestos  en  vetas,  masas,  etc.,  se  hallan  estrecha-  su  evidencia. 

mente  relacionados  con  las  erupciones  porfídicas,  hasta  el  El  feldespato  se  encuentra  en  toda  la  serie  de  rocas  e 
punto  de  haberlas  llamado  metalíferas  por  excelencia,  sin  origen  ígneo,  desde  los  granitos  hasta  las  la\as  modernas, 
que  esto  signifique  que  todos  los  pórfidos  deban  llevar  me-  con  la  sola  diferencia  de  variar  algún  tanto  su  composición, 
tales,  pues  con  frecuencia  estos  solo  se  encuentran  en  sus  sus  caracteres,  y también  su  cantidad  respectiva,  que  es 
alrededores;  en  su  consecuencia,  será  un  signo  favorable  para  mayor  en  los  terrenos  modernos  que  en  loa  antiguos, 
el  hallazgo  de  criaderos  el  dar  con  una  masa  mas  ó menos  El  cuarzo  es  otra  de  las  sustancias  pétreas  mas  comunes 
considerable  de  pórfidos.  A pesar  de  esto,  no  se  vaya  á creer  y esparcidas  en  la  naturaleza,  y aunque  recorre  casi  toda  la 


que  las  demás  rocas  hidro  termales,  tales  como  las  graníti- 
cas, y aun  las  ígneas  ó volcánicas,  se  hallen  excluidas  de 
riqueza  mineral,  no  siendo  del  todo  estériles  como  han  pre- 
tendido algunos.  En  confirmación  de  esta  verdad,  Coquand 
cita  los  filones  de  hierro  de  la  isla  de  Giglia  (Toscana),  em- 
potrados en  el  granito;  lo  mismo  se  observa  en  los  hierros 


escala  geognóstica,  no  obstante,  adquiere  un  gran  desarrollo 
y va  en  aumento  gradual  á medida  que  se  hacen  mas  anti- 
guos los  terrenos,  mientras  que,  por  el  contrario,  disminuye 
y llega  á desaparecer  por  completo  en  los  modernos.  De 
manera  que  la  existencia,  la  proporción  ó la  falta  de  este 
elemento,  puede  servirnos  de  norma  para  apreciar  la  edad  á 


de  Gavorrano,  en  los  de  manganeso  del  pueblo  de  Pila,  en  que  pertenecen  las  rocas  en  que  se  encuentra, 
la  isla  de  Elba;  el  filón  de  hierro  arsenical  de  Monte-Cam-  I A la  mica  le  sucede  lo  propio.  ^ espato  uor,  que  co 
pana  se  encuentra  en  una  roca  cuarzosa  enlazada  con  ungrani-  | munmente  sirve  de  ganga  á ciertos  minera  es,  es  p^.cu  íar  e 
to  que  le  sirve  de  salbanda.  El  filón  de  antimonio  de  Proc-  los  terrenos  mas  antiguos. 

chio  (Elba),  está  íntimamente  enlazado  con  los  granitos  del  A la  piedra  caliza  le  sucede  lo  contrario  que  a cuarzo,  es 
grupo  occidental  de  la  isla,  y el  mismo  autor  refiere  también  decir,  que  aunque  se  encuentra  en  casi  tocios  los  terrenos, 
á los  de  Toscana  la  aparición  del  de  Pereta,  de  Poggio  Fuo-  su  proporción  va  en  aumento  á me  i a que  estos  son  mas  mo- 
co y de  Selvena.  demos;  de  manera  que  hay  una  especie  de  repulsión  mutua 

De  esto  se  deduce  la  importancia  que  debe  ofrecer  el  co-  entre  estas  dos  rocas, 
nocimiento  de  una  clase  de  rocas  en  que  con  tanta  frecuen-  | Encuéntranse  además  ciertas  y muy  curiosas  asociaciones 
cia  se  encuentran  materias  útiles.  entre  algunos  elementos  geognosticos,  como  se  observa  entre 

Conviene  también  tener  presente,  que  cuando  en  un  dis-  el  peridoto  y la  serpentina,  hasta  el  punto  e ser  esta  una 
trito  se  encuentran  varias  rocas  eruptivas,  pertenecientes  á especie  de  metamorfosis  ó epigenia  de  aque  , cu>as  ormas 
distintas  épocas,  la  diferencia  de  la  formación  y riqueza  de  cristalinas  toma  en  algunos  casos,  como  en  os  ejemp  ares  e 
los  metales  se  determina  por  la  edad  de  aquellas,  lo  cual  Grangesberget,  en  Sueca,  traídos  por  míen  1869; metamor- 
podrá  averiguarse  por  la  inspección  de  los  terrenos  de  sedi-  fosis  que  ha  demostrado  el  Sr.  Mac  Pherson  fundado  en 
mentó  alterados  por  la  roca  eruptiva.  Esto  no  obstante,  po-  estudios  micrográficos  er 1 la  interesantísima  Memoria  publi- 

* • 1 1 ««  TícA/1  11  ni  SI  fifi  / / 1 C//?#'’/  n \ fl 


drá  suceder,  que  no  existiendo  sino  una  sola  formación 
porfídica,  sean  varios  los  minerales  que  en  el  distrito  se 
encuentren;  como  se  observa  en  el  Hartz,  donde  siendo  las 


cada  en  los  Anales  déla  Sociedad  Española  de  Historia  Na- 
tural en  el  año  último.  También  es  frecuente  la  asociación 
del  peridoto  en  el  piróxeno  y hierro  magnético  en  el  basalto; 


encueiuren.  cumu  be  uubci va  cu  ci  uuuul  i i i •»  r j j i ir 

rocas  anfibólicas  las  metalíferas,  se  encuentran  dos  especies  del  piráxeno  y de  la  anfigena,  en  el  leuctofido;  de  las  cabras 

. 1 Un  tt  l/-»c  imcnc  pctric  r*nn  ln  1 in  fími3  V Ifl  S3l 


de  hierro;  el  uno  en  criadero  de  contacto,  subordinado  al 
anfibol,  y el  otro  en  filones  independientes  de  dicha  roca. 

En  confirmación  de  lo  que  antes  dijimos  respecto  á la 
naturaleza  relacionada  con  la  edad  de  los  filones  y de  las 
rocas  con  las  que  se  hallan  relacionados,  debemos  citar  la 
Cornwallia,  distrito  minero  de  la  Gran  Bretaña,  en  donde 
el  estaño  y el  cobre  arman,  por  decirlo  así,  en  pórfidos  cuar- 
cíferos,  el  paso  que  los  de  antimonio  y plomo  constituyen 
otra  série  de  criaderos,  relacionados  con  otras  erupciones 
también  porfídicas,  pero  mas  recientes.  De  todo  lo  cual  se 
deduce,  confirmando  la  importancia  de  esta  parte  de  la 
Geología  aplicada,  que  á cada  época  de  erupción  ó de  otra  cla- 
se de  manifestaciones  del  interior  del  globo,  corresponde  dife- 
rente composición  y riqueza,  así  en  los  metales  como  en  las 
gangas. 

ARTICULO  TERCERO 

COMPAÑEROS  Y ASOCIACIONES  DE  LOS  MINERALES 

Lo  dicho  explica  por  una  parte  la  asociación  de  ciertas 
especies  minerales,  y la  repulsión  de  otras,  y también  las 
relaciones  de  cada  una  de  ellas  con  determinados  terrenos; 
principio  de  fecundos  resultados,  cuyas  consecuencias  se 


con  las  arcillas  y los  yesos,  de  estos  con  la  Dolomía  y la  sal 
común,  de  la  barita  con  la  estronciana,  azufre  y á veces 
aragonito.  Otras  veces,  por  el  contrario,  se  nota  una  especie 
de  repulsión  entre  ciertos  minerales  y otros,  como  se  observa 
entre  el  cuarzo  y la  caliza,  aunque  estas  últimas  se  hallan  á 
veces  hasta  tal  punto  penetradas  por  la  sílice,  que  llegan  á 
ser  reemplazadas  por  esta,  si  bien  esto  es  efecto  de  operacio- 
nes químicas  posteriores:  entre  el  piróxeno  y el  anfibol  tam- 
bién parece  existir  una  especie  de  compensación,  pues  si  bien 
aquel  suele  presentarse  en  algunos  terrenos  muy  antiguos, 
es  mas  abundante  en  las  rocas  porfídico  magnésicas  y en 
las  volcánicas,  al  paso  que  el  anfibol,  apenas  se  encuentra 
como  accidente  en  las  rocas  ígneas  modernas  ó volcánicas, 
formando  parte  esencial  de  cierto  grupo  de  rocas  graníticas, 
de  las  cuales  parece  hallarse  siempre  excluido  el  piróxeno. 
Pudiéramos  multiplicar  indefinidamente  estos  ejemplos;  pero 
los  indicados  bastan  para  formarse  idea  de  un  hecho  que 
tanto  puede  excitar  la  curiosidad  del  lector  por  la  relación 
que  guardan  con  lo  que  en  sentido  metafórico  pudiéramos 
llamar  Fisiología  terrestre. 

El  hierro  es  entre  los  metales  uno  de  los  que  puede  decir- 
se pertenece  á todas  las  épocas  geológicas,  haciendo  frecuen- 


urinupiu  Uc  icv.unuub  icouiidui/oj  lu > do  v»uu*3v.vuv  r » • % c « * ■% 

tocarán  muy  de  cerca  el  dia  en  que  la  ciencia  se  halle  mas  temente  el  oficio  de  ganga  o matriz,  como  el  feldespato  lo 
3 hace  respecto  del  piroxeno  y de  la  anfigena  en  las  rocas 


adelantada  en  este  ramo  tan  importante.  * * , - ,.  . - , , , 

Estas  asociaciones  y repulsiones  se  observan  en  las  sustan-  volcánicas.  Lo  que  varia  en  los  distintos  periodos  son  os 

cias  pétreas  y terrosas,  lo  mismo  que  en  los  metales  propia-  elementos  con  los  que  está  combinado  este  metal,  podiendo 


GEOLOGIA 


43<> 


decir,  en  general,  que  los  carbonatos  pertenecen  á épocas 
mas  antiguas  que  los  óxidos. 

El  extaño  y el  wolfran  ó tungsteno,  que  casi  siempre  son 
compañeros,  pertenecen  casi  exclusivamente  á terrenos  muy 
antiguos,  de  lo  cual  poseemos  una  buena  prueba  en  los 
criaderos  de  Galicia,  situados  en  los  terrenos  graníticos  y 
silúricos,  acompañados  de  cuarzo,  de  anfíboly  mica. 

Entre  los  metales  es  notable  la  afinidad  constante  del 
oro  por  las  piritas  de  hierro  é hidróxidos,  resultado  de  su 
propia  descomposición,  así  como  en  estado  nativo,  en  los 
aluviones  metalíferos,  siempre  va  acompañado  del  platino, 
del  rodio,  osmio,  iridio,  y de  muchas  piedras  preciosas. 

Es  igualmente  curiosa  la  afinidad  de  la  plata  sulfurada 
con  la  galena,  de  los  minerales  de  cobalto  con  los  de  nikel, 
de  los  óxidos  de  hierro,  de  manganeso  y de  titano. 

Per  el  contrario,  otros  metales,  al  presentarse  solos  ó 
aislados,  dan  á entender  una  especie  de  repulsión  caracterís- 
tica; en  este  caso  se  encuentran  el  cinabrio,  la  calamina,  el 
platino  y otros. 

Discuriendo  el  Sr.  Prado  en  la  última  Memoria  sobre  el 
criadero  de  cinabrio  de  Almadén,  al  indicar  el  aislamiento  y 
la  especie  de  repulsión  que  parece  manifestar  respecto  de 
los  otros  metales,  dice  que  estas  circunstancias  son  comunes 
á todos  aquellos  que  se  presentan  en  capas  ó en  filones  capas, 
como  suele  decirse.  Este  yacimiento  es  el  que  afecta  dicho 
metal,  y está  comprendido  en  la  regla,  si  bien  es  cierto  que 
aun  en  los  casos  raros  de  hallarse  en  filón,  también  ofrece 
el  mismo  aislamiento. 

Estas  relaciones  y repulsiones  se  observan  hasta  en  los 
filones  mismos,  cuya  naturaleza  y riqueza,  por  lo  general, 
cambian  cuando  los  astiales  ó las  paredes  de  la  caía  que  los 
contienen  vanan  de  naturaleza,  ó á veces  simplemente  de 
estructura.  Esto,  que  prueba  la  relación  intima  que  existe 
entre  el  continente  y el  contenido,  por  la  acción  que  los 
gases  y las  aguas  han  ejercido  sobre  las  rocas  de  la  hendi- 
dura al  tiempo  de  formarse  el  filón,  puede  servir  de  gran 
recurso  para  dirigir  los  trabajos;  no  habiendo  un  solo  minero 
experimentado  que  ignore  este  hecho  tan  capital.  Cuando  el 
filón  ensancha,  enriquece  órinde  mas  en  igual  masa  de  ganga, 
sucediendo  lo  propio  en  los  entrecruzamientos.  Si  empieza 
pobre  en  roca  dura,  se  observa  que  no  aumenta  la  propor- 
ción del  metal  hasta  que  pasa  á otra  blanda,  y viceversa. 

De  lo  dicho  hasta  aquí  se  infiere,  que  lo  primero  que 
procede  cuando  se  trata  de  explorar  una  región  en  busca  de 
minerales,  es  conocer  bien  su  constitución  geológica,  fiján- 
dole muy  particularmente:  i.°  En  los  accidentes  orográficos 
y en  las  causas  que  los  han  producido;  supuesto  que  los 
criaderos  metalíferos  están  siempre  enlazados  íntimamente 
con  terrenos  dislocados  y con  las  rocas  ígneas  que  represen- 
tan el  eje  de  los  levantamientos  en  las  cuencas  en  que  se 
encuentran.  \ 2.  en  la  naturaleza  de  las  rocas  que  entran  á 
orinar  los  terrenos  de  la  región  que  se  explora  y en  su  estado 
natural  ó metamórfico,  supuesta  la  relación  íntima  que  se 
nota  entre  ciertas  sustancias  como  ganga  y determinados 
metales  por  un  lado,  y la  coincidencia  que  existe  entre  los 
criaderos  irregulares  y la  causa  del  metamorfismo  de  las 
rocas  por  otro. 

Si  en  este  exámen  encontramos  en  la  superficie  la  extre- 
midad ó cabeza  de  algún  dike  ó muralla,  algún  canto  rodado 
de  metal  conocido  como  compañero  de  aquel  ó aquellos  que 
nos  proponemos  encontrar,  ó algún  fragmento  de  roca  como 
la  barita  sulfatada,  el  espato  flúor,  el  carbonato  de  hierro,  el 
espato  calizo  y otras  sustancias  que  en  terrenos  análogos 
hacen  los  oficios  de  ganga  del  mineral  que  se  busca,  tendre- 
mos todos  los  datos  necesarios  para  prometernos  un  buen 
éxito  en  la  exploración  y explotación. 


Ahora,  en  cuanto  al  punto  donde  deban  practicarse  los 
pozos  ó galerías  de  reconocimiento,  recordando  que  según 
su  origen  y relaciones  geognósticas,  los  criaderos  metalíferos 
ó se  encuentran  en  las  rocas  mismas  de  erupción  ó en  los 
planos  de  contacto  de  esta  y de  los  materiales  de  sedimento 
ó impregnando  las  rocas  metamórficas  ó en  hendiduras  que 
siempre  están  en  relación  con  las  dislocaciones  de  los  terre- 
nos, es  claro  que  el  exámen  detenido  de  la  región  ó distrito 
que  se  explora  será  el  único  dato  seguro  para  marcar  ó fijar 
este  punto. 

Por  lo  que  toca  al  modo  de  hacer  estas  exploraciones  y á 
las  reglas  á que  hay  que  atenerse  para  la  abertura  de  pozos, 
galerías,  etc.,  si  bien  es  cierto  que  la  mejor  base  para  dirigir 
bien  estos  trabajos  es  indudablemente  el  perfecto  conoci- 
miento de  las  condiciones  geológicas  del  punto  ó puntos 
en  donde  se  emprenden,  sobre  que  no  es  posible  dar  asi  de 
un  modo  general  reglas  y preceptos,  el  entrar  en  detalles  so- 
bre la  materia  no  es  propio  de  esta  obra  y sí  de  tratados  es- 
peciales cuya  lectura  se  puede  recomendar  á las  personas 
que  deseen  mayor  ilustración  en  la  materia  (1). 

Para  completar  esta  parte  de  la  Geología  aplicada,  vamos 
á dar  una  sucinta  descripción  de  las  especies  metálicas  mas 
importantes,  exceptuando  las  de  hierro  y manganeso  que, 
como  especies  geognósticas,  fueron  ya  descritas  en  lugar 
oportuno. 

Después  del  hierro  el  cobre  es  uno  délos  metales  que  por 
sus  variadas  aplicaciones  puede  considerarse  como  uno  de 
los  mas  importantes. 

COBRE  nativo. — Esta  variedad,  ó mejor  especie  de 
cobre,  se  distingue  por  un  color  rojo  especial  que  lleva  su 
propio  nombre;  cristaliza  en  varias  formas,  pero  especial- 
mente en  octaedros  del  sistema  cúbico,  es  tenaz  y maleable; 
se  disuelve  en  el  ácido  nítrico  con  efervescencia  viva,  co- 
municando á la  disolución  un  color  verde. 

Compañeros  y criaderos  del  cobre  na- 
tivo.— Este  metal  casi  siempre  va  acompañado  de  otras 
especies,  de  ocres  de  diferentes  colores,  de  galena,  de  bari- 
ta, espato  flúor,  etc.  A veces  suele  presentarse  en  masas 
considerables  de  aspecto  caprichoso,  llamadas  pepitas;  de 
que  el  Museo  de  Historia  Natural  posee  una,  procedente  de 
las  famosas  minas  de  Atacama  (en  el  Perú),  de  peso  500  ki- 
los,  regalada  por  D.  José  Insausti,  cónsul  de  España  en 
Cobija  (México),  ofreciendo  la  particularidad  de  hallarse 
cubierta  casi  toda  su  superficie  de  bonitos  cristales  octaé- 
dricos. 

En  la  región  que  rodea  hácia  el  sudoeste  el  lago  Superior 
(América  del  Norte)  encuéntrase  esta  especie  en  inmensos 
filones  de  cobre  nativo  argentífero,  subordinados  á pórfidos 
de  labrador,  que  atravesaron  areniscas  silúricas.  El  señor 
Jackson  dice  haber  visto  una  pepita  de  1,360  kilos,  hallada 
en  el  rio  Onontaga;  y Rivot  cita  el  caso  de  una  masa  des- 
prendida de  las  minas  de  South-Cliff  de  mas  de  30  metros 
de  altura,  de  8 á 1 2 de  ancho  y en  algunos  puntos  mas  de 
dos  metros  de  grueso:  á veces  se  encuentra  el  cobre  nativo 
diseminado  en  rocas  eruptivas  antiguas,  como  se  ve  en 
Oberstein,  en  el  Palatinado. 

Ln  Linares  esta  especie  se  halla  asociada  á la  malaquita 
y azurita  y al  cuarzo,  y según  Rojas  Clemente  abunda  en  el 
cortijo  de  las  Carrascas  junto  á Baza,  y en  Lubrin,  Berchul 
y Treveliz. 

Pirita  de  COBRE. — La  combinación  del  cobre  con 
el  azufre  recibe  el  nombre  de  pirita,  casi  siempre  acompa- 


(1)  Vease  Ezquerra,  Laboreo  de  Minas- — Burat,  Géologie  appliquée 
y Théorie  des  Gites  metalliftrcs,  dos  tomos  en  4. “—Combes,  Explotaron 
de  Mines,  etc. 


GEOLOGIA  INDUSTRIAL 


*437 


nada  de  cierta  cantidad  de  la  de  hierro,  que  la  hace  mas 
ágria  y menos  fusible.  La  sustancia  en  sí  es  fácil  de  distin- 
guir por  su  color  amarillo  de  bronce,  de  brillo  metálico,  á 
veces  de  aspecto  irisante,  en  general  cristalizada  en  formas 
procedentes  de  un  prisma  regular  de  seis  caras;  también  se 
presenta  en  masas  laminosas  y compactas;  se  deja  rayar  por 
una  punta  de  acero  y pierde  su  brillo  en  la  raya;  es  dúctil 
cuando  pura,  dejándose  cortar  con  facilidad;  es  soluble  en  el 
ácido  nítrico. 

Esta  pirita  se  encuentra  muy  abundante  en  forma  de  filo- 
nes en  terrenos  primarios  y también  en  algunos  secundarios, 
acompañados  de  carbonatos,  de  cobre  nativo  y de  otras  es- 
pecies del  mismo  metal. 

Las  famosas  minas  de  cobre  de  Cornwallia  y del  Hartz, 
como  las  no  menos  célebres  de  Riotinto  en  España,  perte- 
necen á esta  especie  que  es  la  que  suminístrala  mayor  parte 
de  metal  que  se  consume  en  el  comercio. 

En  Riotinto,  aunque  se  beneficia  el  cobre,  sin  embargo, 
este  metal  se  halla  en  piritas  de  hierro  cobrizo  que  rinden 
hasta  1/5  p%:  desde  Riotinto  corre  una  zona  con  estos  ca- 
ractéres  hasta  Portugal,  en  la  extensión  de  14  leguas,  en  la 
que  se  citan  el  Castillo  de  las  Guardas,  Tinto,  la  Peña  del 
Hierro  (provincia  de  Huelva),  etc.  También  son  notables  los 
numerosos  y abundantes  criaderos  de  Sierra-Nevada. 

Los  cobres  sulfurados  descomponiéndose  se  convierten  en 
sulfatos  ó vitriolos  solubles  que  gozan  de  la  propiedad  de 
precipitarse  al  contacto  de  una  lámina  de  hierro,  reempla- 
zando completamente  á este  último.  Esta  operación  se  llama 
cementación  y el  cobre  que  se  obtiene  es  bastante  puro  y 
de  muy  buena  calidad. 

Este  es  uno  de  los  procedimientos  que  se  emplean  en 
Riotinto,  en  donde  también  se  emplea  la  fundición. 

El  cobre  piritoso  se  encuentra  unas  veces  en  filones  como 
en  Cornwallia,  Sajonia,  el  Hartz  y en  otros  puntos;  otras  en 
masas  irregulares  como  en  Fahlun  (Suecia),  y también  en 
nodulos,  riñones  ó venas  en  medio  de  areniscas  de  distintos 
períodos  geológicos.  En  Chessy,  cerca  de  Lion  (Francia), 
se  le  ve  en  la  arenisca  abigarrada;  en  Chegaga  (provincia  de 
Constantina),  existe  junto  con  el  carbonato  azul  y la  galena, 
diseminado  en  ur.a  arenisca  del  terreno  terciario  medio.  En 
Campiglia  (Toscana),  se  encuentra  en  la  masa  de  un  piró- 
xeno  fibroso  que  forma  dikes  eruptivos  en  el  terreno  jurásico 
y hasta  en  el  nummulítico.  Los  filones  de  esta  especie  de 
cobre  ofrecen  en  Toscana  una  circunstancia  muy  curiosa,  á 
saber;  que  siendo  casi  nula  su  potencia  en  su  parte  superior, 
se  dilatan  rápidamente  á medida  que  se  profundiza,  adqui- 
riendo á veces  la  forma  de  una  cuña  de  1 5 y mas  metros  de 
grosor. 

En  las  famosas  minas  de  Bailen  la  pirita  asociada  á la 
galena  argentífera,  que  tan  pingües  resultados  da  á sus  pro- 
pietarios, se  presenta  en  grandes  masas  estalactiticas,  cubierta 
la  superficie  de  pequeños  cristales  ofreciendo  un  aspecto 
tubular  y estructura  cavernosa,  como  si  se  estuviera  viendo 
el  agua,  allí  muy  abundante,  que  ha  formado  dicho  criadero. 

En  el  gabinete  de  Historia  Natural  pueden  verse  dos 
magníficos  ejemplares,  que  antes  figuraron  en  la  exposición 
celebrada  en  Madrid  en  1873,  regalados  por  losSres.  D.  Joa- 
quín Isern  y Amado  Salazar,  á instancias  mias,  por  la  im- 
portancia que  tienen,  como  demostración  evidente  del  hidro- 
termalismo  en  la  formación  de  los  filones. 

La  combinación  del  óxido  de  cobre  con  el  ácido  carbónico 
constituye,  según  las  proporciones  de  ambos  elementos  y 
del  agua  que  también  entra  en  su  composición,  dos  sustan- 
cias de  aspecto  pétreo  por  lo  común,  de  estructura  concre- 
cionada y también  en  cristales,  aunque  raras  veces  son  per- 
fectos, á saber;  la  malaquita  de  color  verde  muy  hermoso, 


distribuida  en  forma  de  fajas  ó aguas,  y la  llamada  azurita, 
de  un  color  azul  muy  subido  y uniforme. 

Compañeras  casi  inseparables  una  de  otra,  y entrambas  de 
otras  especies  de  cobre,  se  presentan  también  en  forma  de 
las  nodulos  ó masas,  siempre  de  escaso  tamaño,  disemina- 
das en  las  capas  de  los  terrenos  de  sedimento  en  que  se 
encuentran. 

La  localidad  mas  antigua  y famosa  que  se  conoce  de  es- 
tas dos  especies  de  cobre, empleadas  mas  bien  como  piedras 
de  adorno  que  como  sustancia  mineral,  es  la  de  los  montes 
Urales  en  Rusia.  También  las  poseemos  nosotros  en  Linares, 
en  Hinojosa  de  Córdoba,  en  Benasque,  Onis  (Asturias)  y en 
otros  puntos  de  la  Península,  y en  las  colonias,  especialmente 
en  las  ricas  minas  de  la  Isla  de  Cuba. 

La  producción  del  cobre  en  las  distintas  regiones  de 
Europa  es  la  siguiente,  según  Coquand: 

Quintales  métricos 


Inglaterra 250,000 

España 50,000 

Rusia. 38,000 

Austria 25,000 

Suecia  y Noruega. . . . 18,000 

Alemania  del  Norte.  . . 15,000 

Toscana. 4,000 

Francia 1,000 


Aunque  la  existencia  del  plomo  nativo  está  puesta  fuera 
de  duda,  yo  tuve  el  gusto,  en  1869,  de  ver  un  hermoso 
ejemplar  cristalizado  en  el  museo  de  Estocolmo.  Entre  sus 
combinaciones  la  mas  notable  es  la  que  se  llama  galena, 
formada  de  azufre  y plomo  en  proporciones  determinadas, 
y es  la  única  de  que  debemos  ocuparnos,  pues  los  óxidos, 
carbonatos,  sulfatos  y las  demás  variedades,  ó son  poco  im- 
portantes por  su  escasez,  ó son  el  resultado  de  la  descompo- 
sición de  aquella. 

La  galena  ó sulfuro  de  plomo  es  una  sustancia  de  aspecto 
siempre  metálico,  brillante,  de  color  blanco  algo  gris,  de 
estructura  por  lo  común  hojosa,  granuda,  laminar  y crisiali- 
zada  en  cubos  ó en  formas  derivadas  de  este  sistema.  La 
tendencia  constante  de  este  metal  á tomar  la  forma  indicada, 
se  pone  de  manifiesto  cuando  se  rompe  ó fractura,  pues 
siempre  se  separa  en  pedazos  mas  ó menos  regularmente 
cúbicos.  La  galena  no  solo  es  importante  por  suministrar  la 
mayor  parte  del  plomo  que  bajo  tantas  formas  se  consume 
en  el  comercio,  sino  también  por  ser  compañera  casi  insepa- 
rable de  la  plata  ya  pura,  ya  combinada  con  el  azufre,  cons- 
tituyendo sulfuros.  Cuando  la  proporción  de  este  metal  llega 
á cinco  milésimas,  se  puede  considerar  como  rico. 

En  algunas  minas  del  distrito  de  Freyberg  suele  llegar  á 
uno  por  ciento.  En  su  composición  suelen  entrar  también 
los  sulfuros  de  bismuto  y antimonio,  y en  este  caso  la  galena 
recibe  los  epítetos  de  antimonifera,  busmulífera  y argentí- 
fera. En  general  la  que  contiene  plata  suele  ofrecer  un  color 
gris  algo  blanco  y como  acerado:  las  láminas  son  pequeñas 
y á veces  la  estructura  es  granuda,  ofreciendo  un  conjunto 
de  caractéres  que  suelen  variar  según  la  localidad,  y mas 
fáciles  de  distinguir  por  una  persona  experimentada,  que  de 
dar  á conocer  con  descripciones  por  detalladas  que  sean. 

Ya  en  su  tiempo  dijo  el  Sr.  Rojas  Clemente  que  cuanto 
mas  laminar  y hojosa  es  la  galena,  tanto  mas  pobre  es  en 
plata,  si  bien  por  otro  lado  estas  variedades  tienen  la  ven- 
taja de  fundir  con  mas  facilidad. 

Los  compañeros  mas  comunes  de  la  galena  son  el  cuarzo, 
el  espato  flúor,  la  barita  y la  caliza  cristalizadas,  la  blenda, 
el  hierro  espático,  la  pirita  común,  la  cobriza  y arsenical,  la 
plata  roja  y nativa  y otras. 


GEOLOGIA 


438 

El  Sr.  Rojas  cita  un  hecho  muy  curioso  en  la  relación  de 
su  viaje  á Granada,  á saber:  que  en  la  Sierra  de  Baza,  en 
las  minas  de  Turón  y Gádor,  y en  muchos  otros  puntos  de 
aquella  comarca,  la  galena  va  casi  siempre  asociada  de  fos- 
fato de  cal  bajo  la  forma  de  apatita  6 de  fosforita,  en  peque- 
ñas masas  informes. 

La  galena  se  presenta  en  filones  y en  masas,  venas  ó bol- 
sas en  el  gneis,  pizarras  arcillosas,  areniscas  y demás  rocas 
de  los  terrenos  primarios,  en  los  secundarios  y hasta  en 
otros  mas  modernos.  Coquand  dice  que  los  filones  de  Massa 
y Campiglia  (Toscana)  pertenecen  al  terreno  mummulítico, 
y que  los  de  plomo  y cobre  de  Chigaga  se  encuentran  en 
areniscas  del  terciario  medio  ó mioceno.  La  mayor  parte  de 
los  abundantísimos  criaderos  españoles  pertenecen  al  silú- 
rico, de\  único  y carbonítero  en  relación  con  rocas  porfídicas 
y dioríticas.  Sierra  Almagrera,  Linares,  Castuera  (Extrema- 
dura) y tantas  otras,  atestiguan  la  liberalidad  con  que  la 
I ro\idencia  dotó  á la  Península  de  esta  sustancia  preciosa. 

En  lalset  y Linares  arma  la  galena  en  el  gneis,  habién- 
dose presentado  en  la  exposición  ya  indicada  de  1873,  mag- 
níficos ejemplares  de  estudio  y muy  especialmente  uno  de 
la  propiedad  de  D.  Genaro  Villanova,  procedente  del  se- 
gundo punto  indicado,  de  tamaño  extraordinario,  viéndose 
no  solo  el  filón  en  todo  su  espesor  de  mas  de  o, so1",  sino  las 
salbandas  de  gneis,  todas  impregnadas  de  galena;  también 
puede  esto  considerarse  como  curioso,  ejemplo  de  la  acción 
de  las  aguas  en  la  íormacion  de  los  filones,  pues  hasta  des- 
:ompusieron  profundamente  toda  la  roca  matriz. 

Coquand  estima  la  producción  del  plomo  en  Europa  del 
odo  siguiente: 


intales  métricos: 


Inglaterra 

España 

Alemania  del  Norte 

Austria..  . 

Rusia.  . . 

Francia.  . 

Cerdeña.  . 

Toscana.  . 

Suecia  y Noruega. 


L1  e^taño,  otro  de  los  metales  mas  importantes  por  sus 
aplicaciones,  solo  se  presenta  en  la  naturaleza  en  estado  de 
óxido  y de  sulfuro;  aquel,  resultado  de  la  combinación  con 
el  oxígeno,  y este  con  el  azufre;  pero  atendida  la  escasez 
con  que  se  presenta  el  ultimo,  puede  decirse  que  la  única 
especie  que  nos  interesa  conocer  es  el  oxidado,  conocido 
también  con  el  nombre  de  casiterita,  de  ka sileros,  voz  "riega 
que  significa  estaño. 

El  estaño  oxidado  es  una  sustancia  de  color  pardo,  negro 
ó rojizo,  algo  parecido  al  granate,  á veces  amarillento  ó 
blanquecino.  Cuando  se  presenta  compacto,  difícilmente  se 
diría  que  es  metal,  cuando  cristaliza,  sus  caras  son  brillantes, 
algo  estriadas,  y lo  verifica  en  prismas  de  cuatro  caras  con 
apuntamientos  sobre  las  aristas;  los  cristales  raras  veces  se 
presentan  aislados,  y sí  por  lo  común  agrupados,  penetrán- 
dose mutuamente  é imitando  hemitropias.  Es  muy  duro, 
raya  al  vidrio,  y se  deja  rayar  por  el  topacio.  Asociada  pol- 
lo general  al  wolfram  y á la  pirita  arsenical,  la  casiterita, 
cuyos  compañeros  pétreos  son  el  cuarzo,  la  mica  y el  espato 
flúor,  la  litomarga,  el  talco  y otros,  se  encuentra  en  filones, 
en  masas  y diseminada  en  granos  en  los  terrenos  graníticos 
y en  los  del  gneis,  pizarras,  areniscas  y otras  rocas  de  los 
llamados  primarios,  y’  especialmente  en  el  silúrico  inferior 
ó cámbrico  según  otros.  Beudant  cita  la  mina  de  San  Felipe 


(Méjico),  como  perteneciente  al  grupo  secundario,  y según 
Coquand  se  ha  encontrado  recientemente  en  los  granitos 
modernos  de  la  isla  de  Elba.  Además  el  óxido  de  estaño  se 
encuentra  en  aluviones  modernos  parecidos  á los  del  hierro 
y del  platino,  oro  y otros  metales,  con  la  particularidad  de 
ser  el  mas  apreciado  en  el  comercio  por  su  gran  pureza. 

En  diferentes  puntos  de  Galicia  y Asturias,  especialmente 
junto  á Monterrey,  en  los  alrededores  de  Viana,  en  la  juris- 
dicción de  Montes  (Pontevedra),  no  léjos  de  Rivadavia,  y 
en  Castropol,  según  indicaciones  del  Sr.  Schulz,  en  la  des- 
cripción geognóstica  de  Galicia  y en  la  primera  reseña  so- 
bre Asturias,  se  encuentra  este  metal  en  terrenos  muy 
antiguos.  En  la  provincia  de  Zamora  es  muy  abundante  y 
se  halla  hoy  en  explotación. 

Las  famosas  minas  de  Cornwallia  en  Inglaterra,  son  las 
que  suministran  la  mayor  parte  del  estaño  que  se  consume 
en  Europa.  La  Alemania  septentrional,  Austria,  Suecia  y 
Noruega  también  llevan  su  contingente,  pero  en  escala  mu- 
cho menor. 

Tampoco  el  zinc  se  encuentra  en  estado  nativo,  si  bien  es 
abundante  combinado  con  otros  elementos,  siendo  la  mas 
importante  de  sus  especies  el  sulfuro  ó blenda , y el  carbo- 
nato y silicato,  por  otro  nombre  llamados  calamina  y zin- 
conisa. 

La  blenda  es  un  metal  resultado  del  zinc  con  el  azufre,  de 
color  amarillo,  negro  ó pardo,  con  lustre  poco  metálico, 
algo  brillante,  de  estructura  granuda,  laminar,  concrecionada 
o cristalina,  tendiendo  á las  formas  regulares  del  sistema 
cubico,  presentándose  en  tetraedros  mal  determinados,  y 
algo  confusos;  en  general  es  mas  dura  que  el  espato  calizo; 
el  polvo  de  su  raya  es  gris,  infusible  al  soplete,  y cuando  se 
la  calienta  sobre  un  carbón  se  descompone  despidiendo  un 
olor  á acido  sulfuroso,  quedando  como  residuo  un  polvito 
blanco,  que  es  el  óxido  de  zinc. 

Compañera  casi  inseparable  del  plomo  y de  la  plata,  raras 
veces  forma  criaderos  especiales. 

Con  el  nombre  unívoco  de  calamina  se  comprenden  dos 
especies  minerales,  la  una  el  carbonato,  resultado  de  la  com- 
binación del  óxido  de  zinc  con  el  ácido  carbónico;  la  otra  el 
silicato  ó sea  el  óxido  de  zinc  unido  al  ácido  silícico.  La 
circunstancia  de  ir  estas  dos  especies  casi  siempre  juntas,  y 
la  de  que  el  carbonato  raras  veces  deja  de  contener  algo  de 
silicato,  han  sido  la  causa  de  esta  confusión.  El  Sr.  Smithson 
fue  el  que  distinguió  las  dos  especies,  y posteriormente  el 
Sr.  Beudant  en  honor  de  aquel  químico  llamó  el  carbonato 
de  zinc  Smithsonita,  dejando  el  nombre  de  calamina  para 
el  silicato.  De  todos  modos  puede  decirse  que  el  carbonato 
es  el  que  suministra  la  mayor  parte  del  zinc  que  se  consume 
en  el  comercio. 

Los  caractéres  que  le  distinguen  son  el  color  blanco, 
amarillo,  \erdoso,  azulado  o amarillento  pardusco,  de  as- 
pecto análogo  al  de  una  sustancia  pétrea;  la  estructura  es 
compacta,  concrecionada  o cristalina  afectando  formas  de- 
pendientes del  romboédrico;  se  deja  atacar  por  los  ácidos 
nítrico  y sulfúrico  con  efervescencia,  y da  por  la  calcinación 
un  esmalte  blanco  con  una  iuz  muy  intensa. 

El  carbonato  y silicato  de  zinc  casi  siempre  van  juntos  y 
suelen  encontraise  en  minas  de  galena  y cobre;  aunque 
también  forman  á veces  criaderos  propios  ó exclusivos,  sin 
mezcla  de  ninguna  otra  especie  metálica.  La  calamina,  ora 
pura,  ora  asociada  de  la  galena,  de  la  Dolomía,  de  diversos 
ocres,  de  hierro  pardo,  de  espato  calizo  ó de  arcilla  endure- 
cida, se  presenta  en  filones,  en  terrenos  muy  antiguos  ó en 
grandes  masas  en  períodos  mas  recientes.  El  primer  género 
de  criadero  es  mas  frecuente,  y á pesar  de  esto  la  mayor 
parte  de  la  calamina  que  se  beneficia,  procede  de  los  depó 


GEOLOGIA  INDUSTRIAL 


339 


sitos  en  grandes  masas  ó stocwerks,  por  ser  mucho  mas  pro-  Y como  quiera  que  el  nativo  por  un  lado,  es  conocido  de 
ductivos  que  aquellos.  Entre  los  criaderos  mas  famosos  de  todo  el  mundo,  y por  otro  nunca  ó muy  raras  veces  se  en- 
la  calamina  en  grandes  masas  debemos  citar  los  de  Bélgica,  cuentra  en  bastante  cantidad  para  formar  objeto  de  una 
y particularmente  el  llamado  de  la  Vieille  y Nouvelle  Mon-  i explotación,  bastará  decir  lo  mas  esencial  acerca  de  la  segun- 


tagne  (antigua  y nueva  montaña)  situado  cerca  de  Aquisgran, 
perteneciente,  como  los  demás  de  esta  región,  al  terreno 
antraxifero,  cuyas  rocas  calizas  impregnan,  hallándose  aso- 
ciada con  minerales  de  hierro  muy  abundantes,  con  arci- 
llas y lignitos.  En  Inglaterra  es  célebre  por  la  abundancia 
de  calamina  la  cordillera  de  Mendip  HilUs,  situada  en  su 
parte  central,  corriendo  del  noroeste  al  sudeste  desde  el 
canal  de  Bristol  hasta  Frome.  Allí  la  calamina  se  encuentra 
asociada  á la  galena  en  la  caliza  magnésica,  probablemente 
del  terreno  pérmico,  en  pequeños  filones  contemporáneos, 
que  corren  en  todas  direcciones  formando  una  red  com- 
plicada. 

Los  criaderos  de  la  Silesia  son,  al  parecer,  mas  ricos  que 
los  restantes  de  Europa.  En  dicha  región  forman  dos  masas 
enormes  asociadas  de  la  galena  y déla  Dolomía,  empotradas 
en  capas  pertenecientes,  en  gran  parte,  al  terreno  triásico. 
La  calamina  de  Figeac  (departamento  de  Lot)  se  encuentra 
en  el  lias. 

En  España  se  conocen  varios  criaderos  importantes,  siendo 
el  mas  notable  de  todos  el  representado  por  una  gran  zona 
interrumpida  que  atraviesa  las  Provincias  Vascongadas, 
Santander  y parte  de  Asturias.  En  este  distrito,  en  los  térmi- 
nos de  Potes,  Cabezón,  Selix,  Udias,  y en  el  puerto  y pueblo 
de  Comillas,  es,  según  observaciones  del  Sr.  Naranjo,  muy 
abundante  y se  presenta  asociada  con  galena,  blenda  y otros 
metales  en  el  terreno  liásúo,  y en  la  Dolomia  celular  (vulgo 
cayuela). 


da  especie. 

El  cinabrio,  resultado  de  la  combinación  del  mercurio 
con  el  azufre,  se  distingue  perfectamente  por  su  color  rojo 
granate  claro,  mas  intenso  cuando  es  puro,  y sobre  todo  en 
los  cristales  que  ofrecen  cierta  trasparencia;  su  peso  especí- 
fico es  considerable;  el  polvo  de  su  raya  es  de  color  escarlata 
característico. 

Las  diferentes  variedades  de  este  mineral  se  encuentran 
todas  casi  siempre  reunidas,  siendo  sus  compañeros  6 aso- 
ciados mas  frecuentes  el  cuarzo,  la  amatista,  algunas  veces 
la  barita,  y alguna  otra  sustancia  pétrea,  con  exclusión  de 
todo  metal,  especie  de  aversión  que  parece  ser  característica 
del  mercurio. 

El  cinabrio,  según  Coquand,  es  mineral  de  filones.  El  del 
famoso  criadero  de  Almadén  forma  tres  filones,  calificados 
de  contacto  por  Burat,  representados  por  tres  filones  capas 
paralelos,  concordantes  con  la  estratificación  ondulada  que 
ofrecen  las  areniscas  y pizarras  silúricas,  en  las  que  se  halla 
enclavado  el  criadero,  y también  con  el  plano  de  contacto 
de  la  roca  ó piedra  frailesca,  que  forma  una  zona  interme- 
dia entre  el  terreno  estratificado  que  contiene  el  cinabrio  y 
los  pórfidos  anfibólicos,  que  tan  directamente  contribuyeron 
á dislocar  y alterar  la  composición  de  dichas  rocas. 

El  cinabrio  sublimado  penetró  en  la  masa  de  las  rocas  si- 
guiendo el  plano  de  las  capas  del  terreno,  intercalándose  de 
un  modo  tan  especial  en  las  areniscas,  que  no  es  difícil  en- 
contrar pedazos  de  esta  dispuestos  según  los  planos  de  estra- 


Procedentes  de  este  famoso  distrito  minero,  posee  el  Gabi-  tificacion,  en  los  cuales  una  cara  se  presenta  cubierta  de 
nete  de  Historia  Natural  una  preciosa  serie  de  estudio,  rega-  cinabrio  puro  y cristalino,  mientras  la  otra  apenas  está  teñida, 
lada  por  el  que  fué  ayudante  del  establecimiento,  D.  Augusto  , ofreciendo  el  centro  del  ejemplar  el  tránsito  mas  evidente 
Linares,  y que  figura  hoy  en  la  primera  sala  de  Mineralogía;  entre  ambos  planos. 

cuyos  ejemplares  ofrecen  tal  estructura  concrecionada,  testá-  El  criadero  de  Almadén  parece  formar,  sin  embargo,  una 
cea,  estalactítica,  arriñonada,  etc.,  que  dudo  pueda  presen-  excepción  á la  regla  general,  no  solo  por  la  cantidad  fabulosa 


tarse  mejor  ejemplo  de  la  acción  de  las  aguas  minerales  en 
la  formación  de  los  filones.  De  tal  manera  se  parece  por  su 
aspecto  aquella  calamina  á la  caliza  incrustante,  que  á pri- 
mera vista  cualquiera  las  confunde;  solo  el  color  lechoso, 
que  no  es  frecuente  en  las  estalactitas  y estalagmitas  calizas, 
y la  densidad,  pueden  distinguirlas;  dejando  aparte  por 
supuesto  los  caractéres  diferenciales  que  nos  suministra  la 
Química.  El  proceso  de  este  criadero,  que  pudiera  llamarse 
por  la  sustancia  que  origina  calaminizacion,  hubo  de  conti- 
nuarse desde  la  época  jurásica  en  que  según  el  Sr.  Naranjo 
principió,  hasta  los  comienzos  de  la  época  cuaternaria;  su- 
puesto que  entre  los  objetos  regalados  por  el  señor  Linares 
figuran  mandíbulas  con  sus  dientes  y otros  huesos  de  mamí- 
feros, pertenecientes  á dicho  período. 

En  Riopar,  junto  á San  Juan  de  Alcaraz,  que  según  todas 
las  probabilidades  pertenece  al  terreno  del  trias,  existen 
grandes  cantidades  de  este  mineral. 


de  metal  que  contiene,  sino  también  por  la  edad  del  terreno 
á que  pertenece,  pues  la  mayor  parte  de  los  otros  centros 
productores  de  esta  sustancia  se  encuentran  en  los  terrenos 
secundarios.  Así,  por  ejemplo,  en  el  antiguo  ducado  de 
Deux-Pontes,  en  Durazno  (Méjico)  y en  Cuenca  de  Nueva- 
Granada,  se  halla  el  cinabrio  en  las  areniscas  rojas  del  trias; 
en  Idra,  en  la  Carniola  y en  Taia  (Africa)  ocupa  las  capas 
margoso  bituminosas  del  jurásico;  y en  Djebel-Hasnimat  (Ar- 
gel) la  caliza  neocómica,  en  la  base  del  cretáceo.  En  Muñón 
Cimero,  concejo  de  Pola  de  Lena  (Asturias),  se  encuentra 
el  cinabrio  impregnando  las  areniscas  del  período  carbonífe- 
ro, llegando  á penetrar  en  el  carbón  mismo,  y hasta  en  los 
fósiles  característicos  de  este  terreno. 

Hasta  estos  últimos  tiempos  todo  el  mercurio  que  se  con- 
sumía en  el  comercio  para  la  amalgamación  del  oro  y plata, 
y para  los  demás  usos,  bien  conocidos  de  todo  el  mundo, 
procedía  de  Almadén,  Austria  y Baviera ; pero  recientemente 


En  la  provincia  de  Granada,  en  las  sierras  de  Gádor  y se  han  descubierto  ricos  criaderos  en  la  California,  que  han 
Baza,  es  riquísimo  y abundante  en  la  caliza  silúrica.  contribuido,  junto  con  otras  causas,  á abatir  considerablemen- 

La  calamina  se  explota  como  las  demás  especies  de  zinc  te  el  precio  de  esta  sustancia. 


para  procurarse  este  metal  que  se  destina  á fabricar  el  latón, 
resultado  de  la  aleación  del  cobre  con  el  zinc,  i ambien  se 
destina  este  después  de  oxidado,  mezclándolo  con  aceite, 
á formar  el  color  blanco  que  reemplaza  con  ventaja  á la 
cerusa  ó albayalde,  pues  no  ofrece  los  inconvenientes  de 
este. 

Entre  las  varias  especies  que  se  conocen  de  mercurio,  las 


En  la  Península,  además  del  gran  criadero  de  Almadén, 
se  encuentra  el  cinabrio  en  Chillón  y Almadenejos,  en  As- 
turias, y recientemente  en  Chovar,  Artana  y Eslida  se  han 
denunciado  y han  empezado  á explotarse  unos  criaderos  de 
escasa  importancia  en  el  ródeno,  ó sea  en  la  arenisca  del  trias, 
que  forma  la  sierra  de  Espadan  (Castellón). 

Aunque  son  muchas  las  especies  de  plata,  las  que  mas 


únicas  cuya  descripción  importa  á nuestro  objeto,  son  el  conviene  conocer  son  la  nativa,  la  sulfurada,  la  antimonial 
nativo  y él  sulfurado  ó cinabrio.  sulfurada,  y la  clorurada. 


440 


GEOLOGIA 


La  plata  nativa  se  presenta  en  forma  de  arborizaciones, 
de  cabellos,  también  en  cristales  dependientes  del  sistema 
cúbico,  en  láminas  y á veces  en  masas  de  alguna  conside- 
ración. 

Su  color  propio  y el  brillo  que  le  es  peculiar  la  distinguen 
perfectamente,  excepto  cuando  se  cubre  de  una  capa  negruz- 
ca, resultado  de  su  combinación  con  el  azufre;  entonces  se 
necesita  atacarla  con  el  filo  ó con  la  punta  de  una  navaja 
para  reconocerla. 

Aunque  algunas  veces  existe  aislada,  formando  criaderos 
especiales  y masas  amorfas  del  peso  de  un  kilogramo  y 
mas,  citándose  dos  pedazos  de  1,000  kilogramos  cada  uno 
procedentes  de  la  mina  de  Konsberg,  sin  embargo,  lo  común 
es  que  se  encuentre  en  los  criaderos  de  plata  sulfurada,  clo- 
rurada y roja,  como  en  las  famosas  minas  de  Guanajuato, 
Zacatecas  y Copiapó,  en  América.  En  estas  localidades  se 
encuentra  también  en  unos  depósitos  ferruginosos  conocidos 
con  los  nombres  de  Pacos  y Colorados.  En  Hiende-la  enci- 
na también  se  la  ve  en  las  mismas  condiciones,  resultado 
probablemente  de  la  disposición  de  las  citadas  especies. 


En  Albio! 

(Tarragona)  es  abundante,  asociada  de  piritas 

de  hierro, 

que 

rinden  hasta  30  onzas  por  quintal,  según 

el 

Sr.  Maestre. 

Uno  de 

los 

distiitos  mineros  déla  Península,  mas  impor- 

tan  tes,  baj 

0 el 

punto  de  vista  de  la  plata  nativa,  es  el  c 

e 

Almena;  de  donde  se  extraen  cantidades  fabulosas  de  este 
metal,  casi  siempre  acompañado  del  hierro  en  diferentes 
grados  de  oxidación.  La  plata  nativa  suele  encontrarse  en 
cabellos  y en  especies  de  dendritas  en  el  mineral  mismo,  y 
también  en  láminas  ó planchas  de  dimensiones  á veces  muy 
notables;  habiéndome  teferido  mi  hermano  D.  José,  inge- 
niero de  minas  que  estuvo  en  aquel  distrito  hasta  el  año 
ultimo,  haber  aparecido  hace  poco  un  ejemplar  que  vendrá 
á tener  las  dimensiones  de  una  piel  de  cabrito,  y como  de 
un  centímetro  de  grosor;  alhaja  que  conserva  uno  de  los 
afortunados  propietarios  de  aquellas  minas,  donde  este  me- 
tal se  distribuye  entre  los  accionistas  á espuertas,  según  la 
frase  de  mi  hermano,  habiéndose  repartido  en  poco  tiempo 
ganancias  fabulosas. 

La  plata  sulfurada,  especie  la  mas  común  y la  que  sumi- 
nistra la  mayor  cantidad  de  este  metal,  es  una  sustancia  de 
color  gris  de  plomo  ó de  acero,  á veces  completamente  ne- 
gro por  la  alteración  de  su  superficie;  de  estructura  laminar 
ó ramosa,  algunas  veces  en  dendritas  ó arborizaciones,  y 
también  cristalizada  en  formas  dependientes  del  cubo.  En 
este  estado  amorfo  ofrece  la  singularidad  de  dejarse  cortar 
con  el  cuchillo. 

Los  compañeros  habituales  de  esta  especie  son  otras  del 
mismo  metal;  la  galena,  la  pirita  común,  el  hierro  espático, 
el  ocre,  el  espato  calizo,  la  barita,  el  espato  flúor,  el  cuarzo 
y otras  sustancias  que  forman  parte  de  su  ganga.  General- 
mente se  presenta  en  forma  de  filones  en  los  terrenos  anti- 
guos, como  por  ejemplo  en  las  pizarras  cristalinas  en  Kons- 
berg  (Sajonia);  en  Kolivan  (Siberia);  en  Condorasto  y 
Pomallada  (América  central)  y en  Allemont  (Delfinado). 

Los  famosos  criaderos  deGuanajato,  Catorce  y Zacatecas, 
se  encuentran  en  pizarras  arcillosas,  pertenecientes  tal  vez  al 
terreno  silúrico.  Los  pórfidos  anfibólicos  y las  sienitas  con- 
tienen también  criaderos  tan  célebres  como  los  de  Sthemnitz, 
Kremnitz  y Kapnig  en  Hungría;  Nagyag  en  Transilvania; 
Pachuca  y Real  del  Monte  (Méjico)  y otros.  Beudant  refie- 
re al  terreno  pérmico  los  riquísimos  criaderos  de  Tehuilote- 
pic  y Tasco  (Méjico)  y los  de  Yaurichoca  en  el  Perú. 

En  España  se  conocen  varios  criaderos,  siendo  los  de 
Hiende-la-encina  los  mas  notables,  los  cuales  arman  en  el 
gneis,  enlazándose  su  aparición,  según  Ezquerra,  con  los 


pórfidos  de  Alpedroches  y los  granitos  porfídicos  de  Somo- 
sierra.  En  Sierra  Nevada  se  halla  esta  especie  en  el  cobre 
piritoso  y hierro  espático.  La  Exploradora,  que  según  Maes- 
tre rinde  hasta  28  onzas  por  quintal,  se  halla  en  pizarras 
granatíferas  (silúrico)  y serpentinas,  distantes  media  legua 
de  las  del  famoso  barranco  de  San  Juan.  La  misma  se  halla 
en  la  propia  dehesa  de  San  Juan. 

La  plata  llamada  vulgarmente  roja,  es  un  compuesto  de 
este  metal,  de  antimonio  y azufre,  que  se  distingue  por  su 
aspecto  no  metálico,  algo  traslúcida;  á veces  cristaliza  en 
formas  romboédricas,  siendo  su  carácter  mas  esencial  el  co- 
lor rojo  claro  que  ofrece,  algo  parecido  al  del  cinabrio.  Se 
conocen  diferentes  variedades  de  esta  especie,  llegando  á 
59  por  ico  la  proporción  de  plata  que  rinde,  cuando  se 
presenta  pura. 

Se  encuentra  generalmente  como  subordinada  á los  cria- 
deros del  sulfuro  de  plata,  asociada  con  frecuencia  al  arséni- 
co nativo,  á la  plata  arsenical  y nativa,  y también  al  cuarzo, 
como  se  nota  en  las  famosas  minas  de  Guadalcanal  (Sevilla). 
En  Hiende-la-encina  se  presenta  acompañada  de  las  especies 
anteriores  y de  los  cloruros  y es  muy  abundante. 

La  plata  córnea  resulta  de  la  combinación  de  este  metal 
con  el  cloro,  y se  distingue  por  su  aspecto  terroso,  de  color 
blanco  ó gris  amarillento  sucio,  de  estructura  y dureza  aná- 
loga á la  de  la  cera,  de  modo  que  se  corta  en  virutas  con  el 
cuchillo.  También  á veces  se  presenta  en  pequeños  cristales 
cúbicos,  diseminados  en  la  roca  ferruginosa  algo  descom- 
puesta, que  en  el  Perú  y Chile  se  conoce  con  el  nombre  de 
Pacos  y Colorados. 

Después  de  la  nativa  esta  es  la  especie  que  rinde  mas, 
llegando  la  proporción  de  metal  que  contiene  hasta  75  por 
ciento.  Asociada  con  la  plata  metálica,  y ocupando  general- 
mente la  extremidad  superior  de  los  filones,  esta  especie  es 
muy  común  en  los  criaderos  de  América,  de  donde  procede 
el  famoso  ejemplar,  una  de  las  mejores  joyas,  entre  las  mu- 
chas que  encierra  el  Gabinete  de  Historia  Natural  de  Ma- 
drid; pesa  10  arrobas  y libras,  pudiendo  extraerse  hasta  siete 
arrobas  de  plata,  si  su  rendimiento  es  de  75  por  100.  En 
Hiende-la-encina  también  se  encuentra  esta  especie  asociada 
á los  bromuros,  yoduros  y demás  compuestos  de  plata,  que 
constituyen  la  riqueza  de  tan  famoso  distrito.  Se  halla  igual- 
mente en  la  Bodera,  Jarena  y Argentera  (Tarragona)  el 
cloruro,  penetrando  las  pizarras  y el  gneis,  pero  sin  formar 
filón:  en  la  primera  dan  hasta  dos  onzas  por  quintal;  en  las 
otras  hasta  26  onzas. 

A propósito  de  estas  combinaciones  de  la  plata,  el  Sr.  Maes- 
tre, cuya  larga  práctica  y vastos  conocimientos  le  ponen  á 
gran  altura  en  el  arte  de  la  explotación,  hace  observar,  que 
el  hecho  mas  notable  que  ofrecen  los  criaderos  de  este  metal 
es  el  que,  salvas  pequeñas  excepciones,  siempre  se  encuen- 
tran asociados  mas  bien  al  elemento  calizo  que  al  silíceo; 
precisamente  lo  contrario  de  lo  que  sucede  en  los  criaderos 
de  oro. 

Coquand  expresa  del  modo  siguiente  la  producción  de 
plata  en  Europa: 

Marcos  (245  gramos) 


Austria.  . . ¡ 

340,000 

España.  . . ..  . 

160,000 

Alemania  septentrional.  . 

150,000 

Rusia 

90,000 

Suecia  y Noruega. . . . 

40,000 

Inglaterra 

26,000 

Francia 

8,000 

Cerdeña 

1,000 

Toscana 

800 

GEOLOGIA  INDUSTRIAL 


44I 


ORO. — Este  metal,  por  tantos  conceptos  precioso,  y cuyo 
valor  se  regulaba  hasta  hace  poco  por  su  rareza  ó escasez, 
se  encuentra  casi  siempre  en  la  naturaleza  en  estado  nativo, 
formando  una  especie  de  excepción  á la  regla  general  que 
siguen  los  otros  metales. 

El  oro  se  presenta  en  forma  de  hojitas  ó láminas,  ó en 
arborizaciones  y en  granos,  que  reciben  el  nombre  de  pepi- 
tas cuando  alcanzan  algún  tamaño;  raras  veces  en  cristales 
dependientes  del  sistema  cúbico. 

Generalmente  el  oro  ofrece  dos  especies  de  criaderos;  el 
uno,  que  puede  considerarse  como  primitivo,  es  en  filones, 
granos,  hojuelas  y cristales  en  rocas  de  cuarzo,  que  es  casi 
su  única  ganga,  en  los  terrenos  graníticos  y en  los  primarios 
mas  antiguos,  generalmente  solo  y sin  asociarse  á otro  metal. 
La  dificultad  que  ofrece  la  extracción  de  esta  ganga  por  su 
extremada  dureza  y la  dificultad  de  fundirla,  hace  que  este 
criadero  no  sea  el  mas  productivo,  teniendo  muchas  veces 
que  renunciar  á su  explotación.  En  España  se  hallan  estos 
criaderos  en  varios  distritos  de  Asturias,  según  consta  de  las 
observaciones  del  Sr.  Paillette;  en  las  Navas  de  Ricomalillo 
(Extremadura),  en  el  cuarzo  silúrico,  y principalmente  en 
la  Clavería  de  Alcántara,  en  la  dehesa  del  Castillo,  en  Ros- 
morin  Mal  (Portugal),  en  Sierra  Cabrera  (Zamora)  y en 
Cullar  de  Baza  en  filón  en  las  cuarcitas  silúricas. 

La  otra  especie  de  yacimiento  del  oro  no  es  primitivo  y 
sí  resultado  de  la  descomposición  de  la  roca  que  lo  contiene 
y del  arrastre  ó acarreo  del  metal  á mayores  ó menores  dis- 
tancias, encontrándose  en  forma  de  hojuelas,  granos  y pepi- 
tas entre  las  arenas,  gravas  y demás  materiales  sueltos  del 
terreno  del  diluvio,  en  donde  generalmente  se  le  ve  asociado 
del  platino  y sus  compañeros,  osmio,  iridio,  rodio,  y de  mu- 
chas piedras  preciosás,  como  diamantes,  rubíes,  etc. 

El  trasporte  del  oro  que  determinó  en  períodos  anteriores 
estos  criaderos,  es  tan  positivo,  que  hoy  mismo  se  verifica 
en  algunos  rios,  como  en  el  Sil,  en  Galicia,  y también,  al  de 
cir  de  los  poetas,  en  el  Tajo  y el  Darro  (Granada),  en  la  pro- 
vincia de  Cáceres,  cerca  de  Alcántara,  en  toda  la  linea  de  la 
provincia  y en  otros  puntos  de  la  Península. 

Las  famosas  minas  de  la  Siberia,  del  Brasil  (en  Villarica, 
Serra  do  Frió,  Minas  Geraes  y Rio- Janeiro),  de  las  provincias 
de  Antioquía,  Chocó,  Barbacoa  en  la  Columbia,  en  Chile,  y 
las  no  menos  célebres  de  California  y Australia,  de  donde  se 
extraen  anualmente  muchos  millones  de  marcos  de  este  pre- 
cioso metal,  pertenecen  á esta  especie  de  yacimiento.  El 
mineral  se  obtiene  por  medio  del  lavado  de  las  arenas  que 
constituyen  un  inmenso  depósito  en  el  terreno  diluvial.  En 
medio  de  las  hojuelas  y granos  han  llegado  á encontrarse, 
sobre  todo  en  Australia,  pepitas  de  50  y 60  kilógramos  de 
peso. 

El  oro  se  encuentra  también  asociado  á muchas  piritas  de 
hierro,  dando  á veces  lugar  á explotaciones  importantes,  co- 
mo la  de  Macuñaga,  en  Saboya,  inmediato  á Monte  Rosa. 

El  Sr.  Narses  Tarassonko-Ostreschkoff,  en  su  reciente 
obra  intitulada:  De  VOr  et  de  l Argén/,  leur  origine  et 
quantité  extraite  dans  toutes  l es  contrees  du  monde  eonnu , di- 
vide la  historia  de  la  producción  del  oro  y la  plata  en  seis 
períodos,  desde  el  principio  de  la  era  cristiana  hasta  1855; 
siendo  curiosa  la  progresión  creciente  que  se  nota  á medida 
que  avanzamos  hácia  los  tiempos  modernos.  La  producción 
media  anual  durante  el  primer  período,  es  decir,  desde  la  ve- 
nida de  Jesucristo  hasta  1492»  época  del  descubrimiento  del 
Nuevo-Mundo,  fué  de  15.829,628  francos;  en  el  segundo 
periodo,  ó sea  desde  1492  á 1810,  que  coincide  con  el 
principio  del  desarrollo  de  las  minas  de  Rusia,  llegó  á 
I3a505,610  francos;  durante  el  tercero,  desde  1810  á 1S25, 
alcanzó  la  enorme  cifra  de  francos  252.5 10,098;  en  el  cuarto, 


que  abraza  desde  1825  á 1848,  año  del  descubrimiento  de 
las  minas  de  California,  se  elevó  á 286.852,204  francos;  en 
el  quinto,  desde  1848  á 1851,  en  que  se  hallaron  las  minas 
de  Australia,  fué  de  601.015,764  francos;  y,  por  último,  en  el 
sexto,  ó sea  desde  1851  á 1855,  llegó  á la  suma  fabulosa  de 
1,592.63 í,65 i francos. 

Uno  de  los  objetos  que  excitaban  mas  la  curiosidad  en 
la  Exposición  Universal  celebrada  en  1867  en  París,  era  una 
colosal  pirámide  cuadrangular,  de  unos  dos  metros  por  cada 
cara  en  la  base,  y una  altura  proporcionada,  y que  represen- 
taba la  cantidad  de  oro  extraída  de  la  Australia,  desde  que 
empezó  á explotarse  este  metal,  cuyo  color  y aspecto  nativo 
se  había  imitado  tan  perfectamente,  que  la  ilusión  era  com- 
pleta. Recuerdo  también  que  junto  á la  pirámide  habían 
expuesto  los  ingleses  una  colección  muy  curiosa,  en  que  á 
primera  vista  podía  apreciarse  la  densidad  ó peso  especifico 
de  la  mayor  parte  de  los  metales ; pues  reducidos  estos  á 
cilindros  de  la  misma  base,  su  altura  indicaba  perfectamente 
la  densidad  relativa. 

El  platino  es  un  metal  de  color  gris  de  plomo  ó acero, 
algo  blanquecino,  brillante,  dúctil,  maleable,  que  no  se  deja 
atacar  por  los  ácidos,  y es  infusible  al  soplete,  á no  servirse 
de  corrientes  de  oxígeno  é hidrógeno.  Estas  cualidades  son 
de  gran  precio  en  una  de  sus  mas  importantes  aplicaciones, 
reducida  á la  fabricación  de  calderas,  alambiques,  retortas, 
cápsulas  y demás  útiles  de  laboratorio  y para  fábricas  de 
ciertos  productos  químicos.  Sin  embargo,  su  excesiva  den- 
sidad, pues  pesa  2 1 veces  mas  que  el  agua,  lo  hace  incómo- 
do para  destinarlo  á la  fabricación  de  objetos  de  lujo  y para 
la  acuñación  de  moneda,  á pesar  de  haberse  realizado  en 
Rusia. 

Compañero  inseparable  del  oro,  del  osmio,  del  iridio,  del 
rodio  y de  varias  piedras  finas,  el  platino  se  encuentra  en  los 
aluviones  antiguos,  no  citándose  mas  que  un  ejemplar,  indi- 
cado por  el  Sr.  Boussingault,  de  platino  en  su  criadero  pri- 
mitivo que,  según  dicho  naturalista,  es  la  sienita  de  la  Co- 
lumbia. Mr.  Le-Play  dice  haberlo  visto  también  en  la 
serpentina  de  los  montes  Urales.  Vauquelin  lo  cita  en  Gua- 
dalcanal,  pero  su  existencia  no  se  ha  confirmado.  Aunque 
en  corta  cantidad,  se  ha  hallado  también  en  el  oeste  de  As- 
turias. 

Este  metal  se  descubrió  por  primera  voz  en  las  provincias 
de  Chocó  y Barbacoa,  en  Columbia.  Después  se  encontró 
en  Matto-Grosso,  en  el  Brasil,  y en  la  isla  de  Santo  Domin- 
go. En  1836  se  reconoció  la  existencia  de  grandes  criaderos 
al  oriente  del  Ural,  y aun  en  la  parte  europea  de  esta  cor- 
dillera, los  cuales  constituyen  el  centro  mas  productivo  que 
se  conoce  hoy  dia.  De  allí  proceden  las  famosas  pepitas  de 
cuatro,  ocho  y mas  kilógramos,  que  pertenecen  al  príncipe 
Demidoff,  y que  figuran  en  muchas  colecciones  públicas  de 
Mineralogía. 

An TIMON  10. — Este  metal  se  encuentra  en  la  naturaleza 
en  estado  nativo,  en  forma  de  óxido  y de  sulfuro,  siendo 
este  último  el  que  suministra  la  mayor  parte  del  que  se  cono- 
ce en  el  comercio. 

El  antimonio  sulfurado  es  una  sustancia  de  color  gris  de 
plomo,  algo  parecida  al  acero,  casi  siempre  con  una  tinta 
azulada  que  le  es  característica;  se  deja  rayar  por  la  caliza  y 
funde  al  simple  calor  de  la  vela;  cristaliza  muy  á menudo  en 
formas  dependientes  del  prisma  romboidal  recto,  y se  pre- 
senta generalmente  en  prismas  muy  alargados  y agrupados 
entre  sí,  ofreciendo  el  aspecto  bacilar,  á veces  fibroso,  y 
otras  granoso  y compacto. 

Esta  especie  se  encuentra  casi  siempre  en  filones,  y es  co- 
mún en  los  terrenos  antiguos.  En  la  mesa  central  de  Francia, 
y particularmente  en  los  alrededores  de  Malbose  ( departa- 

56 


Tomo  IX 


442 


GEOLOGIA 


mentó  del  Ardeche)  se  encuentra  en  estas  circunstancias. 
En  las  minas  de  Pereta  y de  Montauto,  en  Toscana,  está 
relacionado  con  el  cuarzo,  y habiendo  atravesado  sus  filones 
el  machino  del  terreno  nummulítico,  puede  considerarse 
como  uno  de  los  criaderos  mas  modernos.  En  Djebel  Taia 
(Argel)  se  encuentra  en  la  caliza  jurásica  y en  el  terciario  in* 
ferior.  En  I'aia,  según  Coquand,  el  antimonio  sulfurado  se 
halla  asociado  al  cinabrio. 

En  compañía  de  su  propio  óxido  se  encuentra  en  varios 
puntos  de  Galicia,  sobre  todo  en  el  concejo  de  Cervantes  y 
en  Bolaño,  en  el  gneis;  en  el  concejo  deTineo  (Asturias)  es 
tan  abundante  esta  especie,  que  algunas  cercas  están  forma- 
das con  la  estibina;  en  Sierra  de  Carbajo,  cerca  de  Valencia 
de  Alcántara,  asociado  de  la  pirita  común  y el  cuarzo;  en 
Santa  Cruz  de  Múdela,  en  la  Mancha,  se  encuentra  con 
ocre  de  antimonio,  ocre  de  hierro  y cuarzo;  y además  en 
otros  puntos  de  la  Península. 

El  arsénico  existe  en  la  naturaleza  en  estado  nativo,  en  el 
de  sulfuro  y óxido,  asociado  al  cobalto  y al  hierro;  proce- 
diendo la  mayor  parte  del  que  se  consume  en  el  comercio 
del  tratamiento  ó explotación  del  cobre  gris,  del  estaño  oxi- 
dado, del  plomo  sulfurado  y de  otros;  raras  veces  forma  cria- 
deros propios. 

El  nativo  se  distingue  perfectamente  por  su  brillo  metálico, 
sor  el  polvo  gris  de  la  raya  ó raspadura,  por  el  olor  particu- 
lar á ajos  que  despide  cuando  se  le  golpea  con  el  martillo,  y 
en  especial  cuando  se  le  ataca  con  el  soplete,  que  lo  hace 
arder  con  una  llama  azul  despidiendo  vapores  blancos. 

Generalmente  se  presenta  en  masas  de  estructura  laminar, 
y también  en  capas  concéntricas,  á la  manera  de  las  hojas 
Je  una  concha,  por  lo  cual  recibe  el  nombre  de  testáceo. 

La  combinación  de  este  metal  con  el  azufre  da  por  resul- 
tado, según  sus  proporciones,  dos  sustancias:  la  una  rojiza, 
de  color  de  cochinilla,  y á veces  rojo  anaranjado,  y es  el 
- ejalgar;  la  otra  afecta  una  tinta  amarilla  de  limón,  bastante 
intensa  y de  aspecto  brillante,  en  masas  cristalinas  algo 
hojosas,  con  estrías  longitudinales,  y es  el  oropimente.  Las 
piritas  arsenicales,  tan  abundantes  en  Sierra  Guadarrama, 
Sierra  Nevada  y otros  puntos,  contienen  estas  especies  en 
proporción  variable;  igualmente  se  hallan  en  los  concejos 
de  Lena  y Mieres  (Asturias)  asociadas  al  cinabrio. 

El  cobalto  se  encuentra  en  estado  de  óxido,  de  sulfuro, 
de  arseniuro,  y asociado  con  una  porción  de  metales,  como 
el  bismuto,  la  plata,  la  pirita  arsenical,  el  arsénico  y otros. 

Los  compuestos  que  suministran  la  mayor  parte  de  los 
dxidos  de  cobalto,  que  son  los  que  se  emplean  en  la  fabri- 
cación de  los  esmaltes  azules,  son  el  sulfo-arseniuro,  mineral 
brillante  de  un  gris  rojizo,  y el  cobalto  arsenical  llamado 
también  esmaltina , sustancia  de  un  color  blanco  de  estaño  ó 
,:is  de  acero  cuando  la  fractura  es  reciente,  pero  que  se 
ennegrece  al  contacto  del  aire.  Funde  con  facilidad  á la 
ama  de  una  vela,  despidiendo  un  olor  á ajos  debido  á la 
parte  de  arsénico  que  contiene;  cuando  funde  con  el  bórax 
> comunica  un  color  azul  hermoso;  es  soluble  en  el  ácido 
-trico,  tomando  el  líquido  un  color  rojo  característico. 

Raras  veces  forma  este  metal  criaderos  propios;  lo  común 

hallarse  asociado  con  los  indicados  metales,  y con  el 
;>pato  calizo  y flúor  que  suelen  formar  su  ganga.  En  el  pue- 

de  Plau,  en  el  valle  de  Gistan,  en  Aragón,  se  encuentra 
en  estas  condiciones  en  terrenos  de  caliza  antiguos;  ofre- 
ciendo este  metal  una  porción  de  variedades,  entre  otras, 
ti  y el  negro:  en  el  pueblo  de  Chovar,  en  la  provincia 
.::e  Castellón,  se  explota  en  la  actualidad  en  la  arenisca  del 
:nas  llamado  rodeno;  en  la  parte  oriental  de  Asturias,  las 
vinas  de  Argayadas  y Bocalacanal,  producen  de  400  á 500 
quintales  al  año,  que  se  exportan  á Inglaterra. 


AZUFRE. — El  ilustre  Coquand  en  la  luminosa  Memoria 
sobre  los  azúfrales,  las  minas  de  alumbre  y lagonis  de  la 
Toscana,  publicada  en  1848  en  el  Boletín  déla  Sociedad veo- 
lógica  de  Francia  y hablando  de  los  azúfrales  de  Pereta,  de 
Pozzuelo,  y otros  no  menos  importantes  de  la  Italia  meri, 
dional,  dice  terminantemente  que  el  hallazgo  del  yeso  y de 
la  karstenita  en  las  galerías  de  explotación  es  un  signo  pre- 
cursor y casi  infalible  de  la  existencia  del  azufre.  Esta  aso- 
ciación se  explica  perfectamente,  según  este  geólogo,  por  el 
procedimiento  que  la  naturaleza  ha  empleado  en  la  formación 
de  estas  tres  sustancias.  Con  efecto,  pues  si  el  hidrógeno 
sulfurado  es  el  único  agente  de  la  formación  del  yeso  y del 
azufre,  debemos  admitir  que  los  depósitos  de  esta  última 
sustancia  son  el  resultado  de  la  descomposición  de  dicho  gas 
sin  la  intervención  del  oxígeno,  en  la  que  el  hidrógeno  fué 
puesto  en  libertad  fijándose  el  azufre,  mientras  que  cuando 
las  sustancias  fueron  favorables  á la  oxigenación  de  este, 
hubo  producción  de  ácido  sulfúrico  y formación  de  sulfato 
de  cal  hidratado  ó anhidro,  por  efecto  de  la  reacción  sobre 
rocas  calizas.  De  consiguiente,  la  asociación  de  los  sulfatos 
con  el  yeso,  se  explica  suponiendo  que  en  los  puntos  ó con- 
ductos atravesados  por  una  corriente  enérgica  de  gas  sulfhí- 
drico, una  parte  del  azufre  se  precipitó  por  la  acción  de 
la  sustancia  que  separó  el  hidrógeno,  mientras  el  resto  pasó 
al  estado  de  ácido  sulfúrico. 

Aunque  España  no  puede  competir  con  Sicilia  y otros 
centros  productores  de  azufre,  sin  embargo,  posee  algunos 
criaderos  muy  importantes  que  si  bien  se  indicaron  como 
localidades  de  esta  roca,  conviene  recordar  aquí  por  algunas 
circunstancias  especiales  del  yacimiento.  La  primera  es  la 
de  Conil,  en  la  provincia  de  Cádiz;  cuyas  condiciones  geo- 
lógicas han  sido  perfectamente  indicadas  por  mi  amigo  el 
Sr.  Mac-Pherson  en  su  excelente  Memoria  sobre  aquella 
provincia;  distínguese  esta  localidad  por  la  magnificencia  de 
los  cristales  de  azufre,  como  puede  verse  en  el  Museo  de 
Madrid,  y también  en  el  de  Viena.  El  segundo  criadero  es 
el  de  Libros  en  Teruel,  notable  por  la  particularidad  única, 
que  yo  sepa,  en  Europa  de  hallarse  convertidos  en  azufre 
los  muchos  restos  orgánicos  que  allí  existen,  todos  lacustres, 
y entre  los  cuales  figura  un  pequeño  Planorbis,  especie  nue- 
va, á la  que  por  indicación  de  mi  apreciable  amigo  el  señor 
Deshayes,  puse  el  nombre  de  sulfúreas  (1).  Por  último,  la 
localidad  de  Hellin,  en  la  que  si  bien  el  azufre  se  presenta 
por  regla  general  amorfo,  es  digna  de  estudio;  no  solo  por 
la  regularidad  con  que  se  suceden  las  20  ó 22  capas  de  di- 
cha sustancia,  alternando  con  calizas  y margas  lacustres, 
sensiblemente  horizontales,  sino  muy  especialmente  por  la 
abundancia  de  la  Dusodila  y del  sulfato  de  magnesia  en 
bancos  también  regulares,  alternando  con  el  azufre. 

Con  esto  concluye  la  sucinta  reseña  de  las  sustancias  me- 
tálicas mas  principales,  cuyas  aplicaciones  ofrecen  alguna 
importancia,  particularmente  á la  industria.  La  descripción 
de  las  restantes  es  del  dominio  de  un  tratado  especial  de 
Mineralogía. 

En  la  historia  que  acabamos  de  trazar,  se  ve  claramente 
demostrado  el  objeto  de  la  ciencia  geológica,  que  mas  bien 
que  describir  en  detalle  las  propiedades  físicas,  químicas  y 
organolépticas  de  las  diferentes  especies  mineralógicas  que 
son  de  su  dominio,  trata  de  demostrar  la  posición  ó yaci- 
miento, y las  relaciones  que  los  unen  á los  materiales  y ter- 
renos en  que  se  encuentran,  sirviendo  de  base  al  conoci- 
miento de  las  causas  ó agentes  que  los  han  producido.  De 
manera  que,  por  lo  visto,  los  estudios  geológicos  deben 
considerarse  como  el  complemento  de  la  ciencia  mineralógica. 

(1)  Para  mayores  detalles  consúltese  mi  «Memoria  de  Teruel*  pu* 
blicada  en  1S63. 


GEOLOGIA  HIDROGRÁFICA 


443 


CAPITULO  III 


GEOLOGIA  HIDROGRÁFICA 


Conocida  por  lo  expuesto  hasta  aquí,  la  relación  íntima 
que  existe  entre  los  criaderos  metalíferos,  y las  aguas  minero- 
termales,  parece  natural  dar  ahora  alguna  nocion  de  todo 
aquello  que,  relativo  á las  aguas,  pueda  ser  objeto  de  alguna 
utilidad  para  el  hombre. — Según  se  indicó  en  la  primera 
parte  de  la  obra,  la  Hidrografía  así  exterior,  como  subterrá- 
nea, están  sujetas  á condiciones  y régimen  dependientes  de 
la  estructura  geológica  de  las  diferentes  comarcas,  siendo 
ambas  hijas  de  una  misma  causa,  que  ya  explicamos  opor- 
tunamente en  la  teoría  de  la  lluvia.  Lo  que  nos  proponemos 
aquí,  es  relacionar  este  agente  con  las  circunstancias  espe- 
ciales de  los  terrenos  por  donde  circula,  con  el  fin  de  esta- 
blecer reglas,  que  puedan  Servir  de  base  para  el  arte  de 
iluminar  aguas. 

Cuando  se  fija  la  atención  en  el  caudal  líquido  que  llevan 
las  grandes  arterias  terrestres,  tales  como  el  rio  de  la  Plata, 
Amazonas,  el  Nilo,  ó el  Ganges,  difícilmente  se  comprende 
que  pueda  la  lluvia  y la  nieve  suministrar  tanta  cantidad  de 
líquido.  Mas  si  se  tiene  en  cuenta  los  resultados  obtenidos 
por  el  eminente  Halley  y otros  célebres  físicos,  que  se  han 
dedicado  á este  género  de  estudios,  entonces  se  ve  clara- 
mente la  armonía  que  no  puede  menos  de  existir  entre  to- 
dos estos  fenómenos  naturales.  Con  efecto,  la  cantidad  me- 
dia anual  del  agua  que  recibe  la  superficie  del  globo,  puede 
estimarse  en  28  pulgadas,  ó sean  0m, 75^*  Respecto  de  la 
evaporación,  bastará  saber  que  según  el  Dr.  Halley  se  des- 
prenden diariamente  de  la  superficie  del  Océano,  veinte 
millones  de  piés  cúbicos;  calculando  el  mismo  que  si  se 
estima  la  evaporación  anual  media  en  35  pulgadas,  la  can- 
tidad de  agua  existente  en  un  año  en  la  atmósfera,  ocuparía 
94,450  millas  cúbicas,  cifra  enorme  y que  da  razón  satisfac- 
toria de  toda  la  Hidrografía  así  exterior  como  subterránea, 
sin  tener  que  apelar,  como  en  otros  tiempos  se  ha  hecho,  á 
la  comunicación  del  agua  del  mar  en  los  continentes,  pues 
caso  de  verificarse  esto,  es  en  una  pequeña  zona,  ni  tampoco 
á la  formación  del  agua  en  el  interior  del  globo. 

Han  calculado  algunos  físicos  que  el  mar  pierde  anual- 
mente por  término  medio,  un  metro  de  espesor  por  la  eva- 
poración, lo  cual,  teniendo  en  cuenta  la  desproporción  entre 
continentes  y mares,  significa,  que  si  toda  esta  cantidad  de 
agua  se  desprendiera  á la  vez,  formaria  una  capa  en  las  tierras 
de  0,75  centímetros;  lo  cual  daria  700,000  metros  cúbicos 
por  kilómetro  cuadrado.  Si  de  esta  cantidad  de  agua,  que 
anualmente  reciben  los  continentes,  se  resta  la  que  estos 
pierden  por  evaporación,  quedan  0,45  centímetros  como 
representando  el  elemento  constante  de  la  Hidrografía  exte- 
rior y subterránea. 

Sin  necesidad  de  repetir  lo  que  ya  expusimos  en  la  Geo 
grafía  estática,  y concretándonos  á lo  que  mas  directamente 
nos  interesa  por  el  momento,  debemos  decir  que  las  condi- 
ciones para  la  formación  de  los  manantiales,  son:  i.a  Un 
sistema  absorbente  que  reúna  las  filtraciones  ó veneros  pro- 
cedentes de  lluvia:  2.a  Un  depósito  de  recepción  que  con- 
serve ó almacene  las  filtraciones  o veneros  reunidos.  \ 3 a L n 


canal  de  emisión  que  dé  salida  con  regularidad  y lentitud,  á 
las  aguas  contenidas  en  el  receptáculo  subterráneo.  También 
pueden  reducirse  á tres  las  circunstancias  que  debe  reunir 
una  corriente  para  llamarse  manantial,  á saber:  i.a  Que  la 
cantidad  de  agua  sea  sensible.  2.a  Que  el  líquido  circule 
interiormente.  Y 3.a  Que  ofrezca  cierta  duración,  en  cuyo 
concepto  no  deben  considerarse  como  tales  los  que  aparecen 
en  tiempo  de  lluvias. 

Los  manantiales  no  todos  ofrecen  los  mismos  accidentes 
y de  aquí  los  diversas  denominaciones  que  se  les  da.  Se 
llaman  permanentes  los  que  manan  ó fluyen  de  un  modo 
continuo  é igual;  variables,  los  que  no  siempre  suministran 
la  misma  cantidad  de  agua;  temporales,  los  que  cesan  en 
alguna  estación  ó período  del  año;  é interminentes,  regulares 
ó irregulares,  los  que  guardan  cierta  periodicidad  en  su 
aparición  ó en  la  cantidad  de  agua  que  arrojan.  Este  último 
accidente,  el  mas  curioso  de  todos  los  que  ofrecen  los  ma- 
nantiales, y para  cuya  explicación  se  han  inventado  tantas 
hipótesis  y teorías,  es  resultado  del  principio  de  Hidrostáti- 
ca,  de  que  todas  las  partes  de  un  líquido,  ora  ocupen  un 
solo  ó muchos  receptáculos,  pero  que  comuniquen  por  uno 
ó por  varios  puntos,  guardan  siempre  el  equilibrio.  En  este 
axioma  está  fundada  también  la  teoría  del  sifón,  de  la  que 
los  manantiales  intermitentes  no  son  mas  que  una  manifes- 
tación natural. 

Cuando  las  aguas  en  su  curso  subterráneo  se  impregnan 
ó disuelven  alguna  sustancia,  ó determinan  ciertas  combina- 
ciones de  las  que  resulta  algún  principio  mineral  que  arras- 
tran hasta  su  aparición  al  exterior,  los  manantiales  reciben  el 
nombre  de  minerales,  pudiendo  ser  las  aguas  salinas,  ácidas 
ó aciduladas,  sulfurosas. 

Por  último,  cuando  las  aguas  llegan  á cierta  profundidad, 
adquieren  por  efecto  del  calor  central,  una  temperatura  que 
se  mantiene  superior  á la  del  medio  ambiente,  en  cuyo  caso 
reciben  el  nombre  de  termales;  caldas  se  llaman  en  algunos 
puntos  á las  aguas  calientes;  y burgas  á dos  fuentes  termales 
en  Orense. 

La  acción  que  el  aire  ejerce  sobre  determinadas  sustan- 
cias ó su  descomposición  parcial  por  la  intervención  de  di- 
chos principios,  puede  igualmente  determinar  la  elevada 
temperatura  que  caracteriza  estas  fuentes.  La  presencia  del 
ázoe  en  ellas  es  uno  de  los  argumentos  mas  fuertes  en  apoyo 
de  la  explicación  que  se  acaba  de  dar.  Este  elemento  proce- 
de del  aire  que  contienen  y arrastran  las  aguas  en  su  marcha 
subterránea,  pues  aunque  se  encuentra  también  en  las  rocas 
combustibles  y fosilíferas,  para  que  procediera  de  estas  era 
menester  que  las  fuentes  termales  solo  existiesen  en  terrenos 
de  esta  naturaleza,  lo  cual  está  muy  lejos  de  suceder,  siendo 
precisamente  los  que  menos  manantiales  contienen  de  esta 
clase. 

Lo  que  se  observa  con  frecuencia  en  los  volcanes  en  ge- 
neral, y muy  especialmente  en  los  azúfrales,  confirma  y con- 
tribuye á esclarecer  esta  idea,  como  dijimos  ya  al  tratar  de 
la  formación  de  los  filones.  Con  efecto,  en  estos  puntos  se 


4-14 


GEOLOGIA 


ve  que  si  las  emanaciones  gaseosas,  entre  las  cuales  figura 
en  primera  línea  la  del  vapor  del  agua,  encuentran  á su  paso 
algún  condensador,  se  convierten  en  verdaderas  fuentes 
termales;  y como  entre  dichas  emanaciones  las  hay  ácidas 
ó salinas,  resulta  que  las  aguas  adquieren  el  doble  carácter 
mineral  y termal.  En  confirmación  de  lo  que  se  acaba  de 
decir,  puedo  citar  la  fuente  que  existe  en  la  falda  del  azufral 
de  Vulcano  (isla  de  Lipari),  cuya  temperatura,  apreciada 
por  mí  con  el  termómetro,  marcaba  92o  centígrados. 

Las  fuentes  termales  presentan,  además,  dos  caractéres 
fijos,  cualquiera  que  sea  el  punto  en  que  se  las  encuentra,  y 
son:  i.°  El  presentarse  á través  de  capas  dislocadas  y fractu- 
radas, y con  frecuencia  siguiendo  el  hueco  que  han  dejado 
las  fallas  o saltos  de  terreno.  Y 2.0  El  ofrecer  una  constancia 
en  su  temperatura  y en  la  cantidad  de  líquido  que  arrojan, 
que  solo  puede  explicarse  satisfactoriamente,  admitiendo  la 
teoría  indicada.  La  constancia  de  temperatura,  y en  la  can- 
tidad de  agua,  supone  con  efecto  la  acción  elástica  de  los 
gases  subterráneos,  y la  de  su  calor  siempre  uniforme,  que 
solo  pueden  recibir  las  aguas  del  central  de  la  tierra. 

La  presión  que  las  aguas  ejercen  en  su  curso  subterráneo 
contra  las  paredes  de  los  conductos,  puede  indudablemente 
contribuir  á este  resultado,  como  indicamos  ya  al  estudiar 
las  causas  actuales. 

Por  ultimo,  los  géiseres  y la  teoría  que  admitimos  para  su 
explicación,  confirman  cuanto  acabamos  de  exponer.  De  aquí 
el  poderoso  auxilio  que  la  Geología  puede  prestar  para  los 
dos  problemas  que  referentes  al  elemento  líquido  puede 
proponerse  resolver  el  hombre,  y son:  i.°  Encontrar  los  ma- 
nantiales ya  existentes,  y 2.0  Iluminar  aguas,  ó en  otros  tér- 
minos, buscarlas  en  las  profundidades  de  la  tierra  y hacerlas 
aparecer  al  exterior;  lo  primero,  ofrece  pocas  dificultades, 
pues  siendo  el  agua  un  elemento  tan  indispensable  á la  vida, 
es  menos  que  probable  que  queden  ignoradas  y sin  aprove- 
char las  que  natural  y espontáneamente  salen  al  exterior;  en 
cuanto  al  arte  de  buscar  aguas  ocultas,  puede  reducirse  á 
proporcionarse  aguas  de  salto,  por  otro  nombre  llamadas 
artesianas,  ó las  que  no  lo  dan,  constituyendo  manantiales 
comunes,  debidos  á la  actividad  humana;  consistiendo  la 
única  diferencia  entre  unas  y otras,  que  en  estas,  cuando  se 
aprovechad  desnivel  del  terreno,  para  convertirlas  en  fuerza 
motriz,  las  aguas  proceden  de  corrientes  superficiales  ó poco 
profundas,  mientras  que  para  proporcionarse  las  artesianas, 
se  hace  preciso  llegar  con  la  sonda  hasta  aquel  punto  del 
interior  de  la  tierra  en  que  se  encuentra  la  capa  impermea- 
ble, que  procedente  de  terrenos  mas  altos,  buzan  hacia  la 
comarca  donde  se  ha  perforado  el  terreno,  siendo  el  salto 
que  dan  las  aguas  proporcionado  á la  altura  de  donde  origi- 
nariamente proceden. 

Todas  las  reglas  y preceptos  que  en  esta  materia  pueden 
darse,  hdllanse  estrechamente  relacionados  con  la  estructura 
geológica  del  suelo;  de  consiguiente,  convendrá  que  en  bre- 
ves palabras  recordemos  los  principios  fundamentales  de 
Estratigrafía  que  pueden  servirnos  de  norma.  En  este  con- 
cepto, uno  de  los  mas  fecundos  principios,  es  el  que  esta- 
blece que  cuando  en  las  dos  laderas  de  un  valle  se  presentan 
las  mismas  capas,  y en  dirección  é inclinación  contraria, 
podemos  estar  seguros  de  que  pasan  por  el  fondo  del  valle* 
siquiera  con  frecuencia  permanezcan  ocultas  por  los  materia- 
les que  con  posterioridad  lo  hayan  rellenado. 

Otro  de  los  principios  que  conviene  recordar  es  que  si  en 
un  valle,  una  de  sus  laderas  ofrece  una  pendiente  suave  y 
la  otra  escarpada,  las  capas  de  la  primera  se  dirigen  hacia  el 
thalweg  ó fondo  del  valle,  por  donde  corren  las  aguas  exte- 
riores, mientras  que  las  de  la  segunda,  buscan  un  sentido 
opuesto. 


Toda  llanura  ofrece  tres  pendientes;  una  longitudinal  y 
dos  laterales;  aquella  marca  la  dirección  del  valle  y la  de  las 
aguas,  cuando  las  hay;  las  otras  siguen  la  de  los  afluentes. 
En  general,  la  pendiente  es  tanto  mas  rápida,  cuanto  mas 
nos  acercamos  al  origen  del  valle. 

Siguiendo  la  teoría  adoptada  para  la  explicación  de  las 
corrientes  subterráneas,  superficiales  ó profundas,  con  salida 
al  exterior  ó sin  ella,  es  claro  que  para  que  dichas  corrientes 
se  verifiquen,  se  necesita  cierta  inclinación  en  los  estratos 
terrestres,  y sobre  todo,  que  las  rocas  se  presenten  en  bancos, 
alternando  los  permeables  con  los  impermeables.  Lo  pri- 
mero que  debemos  hacer,  en  consecuencia,  es  ver  si  en 
realidad  existen  dichos  bancos,  ó si  las  rocas  se  presentan 
en  masa;  y en  el  primer  caso,  si  son  ó no  permeables. 

Las  rocas  que  en  general  se  presentan  en  masa  son  los 
granitos,  los  pórfidos,  muchos  basaltos,  y la  mayor  parte  de 
las  de  origen  plutónico.  Cuando  estos  materiales  se  hallan 
en  estado  de  integridad,  no  hay  que  esperar  fuentes  en  los 
terrenos  que  ocupan,  puesto  que  son  impermeables,  por 
efecto  de  su  estructura  cristalina  y maciza.  Pero  en  el  caso 
de  hallarse  cubiertos  por  una  capa,  por  delgada  que  sea,  de 
los  detritus  de  su  descomposición,  ó de  cualquiera  otra  sus- 
tancia, los  manantiales  son  numerosos,  si  bien  nunca  de  gran 
caudal. 

Entre  los  elementos  geognósticos  que  se  presentan  en  ca- 
pas o estratos,  los  hay  que  son  permeables,  y otros  que  no 
lo  son;  su  distinción  y conocimiento  es  de  la  mayor  impor- 
tancia. I 

Los  terrenos  permeables  son  de  tres  especies,  á saber: 
primera,  los  compuestos  de  rocas  en  masa,  pero  fracciona- 
das; esto  es,  separadas  en  porciones  de  todas  formas  y ta- 
maños, por  efecto  de  las  hendiduras,  fracturas,  saltos  y 
soplados  que  con  tanta  frecuencia  se  encuentran  en  ellas; 
segunda,  los  estratificados  en  capas  horizontales  separados 
en  masas  por  efecto  de  fracturas  perpendiculares  ó muy 
oblicuas,  y tercera,  las  rocas  disgregadas  y los  terrenos  detrí- 
ticos, diluviales  ó de  aluviones. 

Las  serpentinas,  los  basaltos,  alguna  vez  la  creta,  los  yesos, 
y algunos  gneis  y pizarras  micáceas,  pertenecen  á los  permea- 
bles del  primer  grupo;  las  areniscas,  la  creta  compacta  en 
general,  y otras,  corresponden  al  segundo.  Al  tercero  perte- 
necen todas  las  rocas  sueltas  ó disgregadas,  como  las  arenas, 
la  grava,  la  tierra  vegetal,  etc. 

Entre  las  impermeables  deben  contarse  todas  las  rocas  en 
masa,  y aun  las  estratificadas,  que  ocupan  gran  extensión 
de  terreno  sin  estrías  ni  hendiduras,  y de  una  estructura 
muy  unida  y compacta,  como  le  sucede  al  granito,  á la  pro- 
togina,  á los  pórfidos,  sienitas,  gneis,  cuarcitas  y á la  arcilla, 
que  puede  considerarse  como  la  impermeable  por  exce- 
lencia. 

Si  después  de  estas  generalidades,  cuyo  conocimiento  es 
de  la  mayor  importancia,  queremos  descender  al  terreno  de 
la  práctica,  veremos  la  enseñanza  tan  cumplida  y útil  que 
podemos  sacar  de  la  larga  y asidua  experiencia  del  célebre 
abate  Paramelle,  resumida  en  su  famosa  obra  titulada  Arte 
de  encontrar  ?nanatitiales. 

En  todo  valle,  cañada,  garganta,  desfiladero,  puerto  ó 
replegamiento  de  terreno,  dice  este  respetable  escritor,  existe 
una  corriente  de  agua  aparente  ú oculta  que  sigue  constan- 
temente su  propio  thalweg.  Este  ocupa  el  centro  del  valle 
cuando  es  igual  la  pendiente  ó inclinación  de  sus  dos  laderas; 
cuando,  por  el  contrario  la  pendiente  de  la  una  es  mucho 
mayor,  el  thalweg  se  encuentra  mucho  mas  cerca  de  esta 
que  de  aquella.  Por  último,  cuando  una  de  las  laderas  se 
presenta  en  escarpe,  el  thalweg,  y de  consiguiente  las  aguas 
correrán  por  junto  á su  propia  base. 


GEOLOGIA  HIDROGRÁFICA 


4-15 


i 

f 


t» 


i 


Las  corrientes  subterráneas  siguen  siempre  la  línea  de  la 
intersección  de  los  estratos,  ó como  se  diría  en  términos 
geológicos,  la  línea  sinclinal  interior.  Cuando  en  un  valle  de 
laderas  contiguas,  el  terreno  que  ocupa  el  fondo  se  compone 
de  materiales  bastante  sólidos  y consistentes,  de  modo  que 
permita  en  las  grandes  lluvias  la  formación  de  una  corriente 
exterior,  aunque  esta  sea  transitoria  ó temporal,  la  subterrá- 
nea, que  es  permanente,  sigue  la  misma  dirección.  Lo  propio 
es  aplicable,  cuando  esto  sucede,  ó se  observa  en  unallanu 
ra,  siempre  que  las  pendientes  laterales  ofrezcan  su  inclina- 
ción hácia  el  thalweg  que  sigue  la  corriente  exterior. 

El  exámen  del  punto  por  donde  aparece  un  manantial 
después  de  fuertes  aguaceros,  puede  ilustrarnos  mucho  en  la 
designación  de  la  linea  que  marca  la  corriente  de  donde  pro- 
cede, pues  por  allí  se  escapa  el  exceso  de  la  que  no  puede 
recibir  el  conducto  subterráneo. 

La  Geología  práctica  puede  dar  reglas  para  reconocer  la 
presencia  de  corrientes,  como  acabamos  de  ver,  y al  mismo 
tiempo  indicaciones  acerca  de  la  profundidad  á que  se  en- 
cuentran y la  cantidad  aproximada  del  líquido.  Así  es,  que 
en  general  las  corrientes  son  mas  superficiales  ó inmediatas  á 
la  superficie  exterior  en  los  puntos  siguientes:  i.  °En  el  cen- 
tro del  primer  repliegue  ó hundimiento  del  suelo  donde  to- 
ma origen  la  corriente  por  la  afluencia  de  los  primeros  ve- 
neros. 2.°  En  la  parte  central  del  circo  por  donde  suelen 
empezar  las  corrientes.  3.0  En  la  extremidad  de  la  pendiente 
del  thalweg.  Y 4.0  En  el  punto  mas  inmediato  á la  desembo- 
cadura ó confluencia  de  la  corriente  subterránea,  en  alguna 
corriente  exterior,  sobre  todo  si  la  pendiente  es  suave  ó de 
escasa  inclinación. 

Cuando  el  fondo  de  un  valle  ó cañada  se  presenta  á nues- 
tra vista  inculto,  ó cubierto  de  sauces,  chopos  ó álamos 
blancos,  de  alisos,  mimbres,  juncos,  y otras  plantas  amantes 
de  la  humedad,  debemos  suponer  que  en  general  existe  allí 
una  corriente  subterránea  y poco  profunda. 

Lo  expuesto  hasta  aquí  tiene  á indicar  el  punto  de  elec- 
ción cuando  se  va  en  busca  de  aguas,  cosa  no  menos  impor- 
tante que  la  de  cerciorarse  de  la  existencia  de  la  corriente. 

En  cuanto  á la  cantidad  de  agua  que  llevan  las  corrientes 
subterráneas  no  es  siempre  igual,  pues  comunmente  abundan 
mas  al  pié  de  las  faldas  de  los  montes  y en  las  laderas  dé  los 
valles,  por  ser  los  puntos  en  donde  se  reúnen  los  avenamien- 
tos interiores. 

En  las  llanuras  de  pendiente  suave,  y muy  particularmente 
en  las  compuestas  hasta  cierta  profundidad  de  chinas  ó gui- 
jos, de  grava,  de  arena,  en  una  palabra,  de  materiales  detrí- 
ticos mas  ó menos  sueltos,  descansando  sobre  una  sola  capa 
impermeable,  todas  las  corrientes  que  por  ella  circulan  son 
iguales  ó llevan  próximamente  la  misma  cantidad  de  agua. 
Mas  si  la  llanura  está  formada  de  estos  mismos  materiales, 
alternando  repetidas  veces  con  capas  impermeables,  las 
corrientes  serán  tanto  mas  copiosas,  cuanto  mas  profundas, 
circunstancia  que  podrá  apreciarse  fácilmente  por  medio  de 
una  sonda,  que  conviene  tener  á mano  para  este  género  de 
exploraciones. 

Los  manantiales  no  son  exclusivos  del  thalweg  de  los 
valles,  de  los  desfiladeros  y de  las  llanuras;  también  las 
colinas  y montañas  gozan  de  este  beneficio,  > en  unas  ) 
otras  los  preceptos  que  se  pueden  dar  como  guía  para  en- 
contrarlos son  distintos.  Recordemos  para  ello  que  las  mon- 
tañas terminan  por  un  vértice  o cima  aguda,  ó son  redondea- 
das en  forma  de  cúpula,  ó forman  una  cresta  ó línea  aguda 
ú obtusa  de  mayor  ó menor  extensión,  encargada  de  separar 
las  aguas  de  ambas  vertientes;  también  terminan  muchas 
por  una  meseta  ó muela , como  llaman  en  Aragón. 

Bajo  este  supuesto,  cuando  las  montañas  presentan  el 


vértice  agudo  ó en  forma  de  cúpula,  no  es  posible  la  exis- 
tencia de  manantiales  en  la  cúspide  misma;  cuando  mas,  si 
esta  ofrece  alguna  cavidad  ó hundimiento  de  fondo  imper- 
meable, podrá  encontrarse  algún  depósito  de  agua  llovediza. 

Donde  suelen  existir  manantiales  es  en  los  puertos  ó gar- 
gantas y en  otros  puntos  inmediatos,  dominados  por  la  cima 
y por  un  espacio  de  terreno  permeable  y de  cierta  inclinación 
en  sus  capas.  La  naturaleza  y espesor  de  estas  determinarán 
naturalmente  la  abundancia  del  manantial  y hasta  su  exis- 
tencia, pues  se  comprende  que  si  las  rocas  que  las  forman 
son  impermeables,  no  puede  este  existir. 

Cuando  la  montaña  termina  en  meseta  algo  espaciosa,  con 
inclinación  marcada  hácia  una  de  sus  laderas,  si  son  permea- 
bles los  estratos  que  la  constituyen,  y particularmente  si 
descansan  sobre  alguna  capa  impermeable,  es  casi  segura  la 
existencia  de  algún  manantial  hácia  el  punto  que  marca  la 
pendiente.  La  meseta  ha  de  ser  de  Bastante  extensión  para 
la  existencia  del  manantial,  pues  de  lo  contrario  no  bastaría  la 
filtración  de  las  aguas  que  caen  sobre  ella,  para  alimentar 
ninguna  corriente. 

Aquí  viene  á propósito  indicar,  aunque  sea  de  paso,  el 
ingenioso  medio  de  que  se  valen  los  habitantes  de  Mecina- 
Bombaron,  cerca  de  Granada,  para  surtirse  de  aguas  en  los 
meses  mas  secos  del  año;  con  tanto  mas  motivo,  cuanto  que 
es  una  útilísima  aplicación  de  la  Geología  á la  Agricultura  y 
á la  Industria,  que  como  dice  muy  bien  el  célebre  Rojas 
Clemente,  en  varios  otros  puntos  no  solo  de  Andalucía,  sino 
del  resto  de  la  Península,  podría  practicarse  con  igual  objeto 
y éxito. 

En  el  pueblo  indicado  llaman  Simas  á unas  depresiones 
que  se  encuentran  en  el  rellano  de  los  montes  compuestas 
en  su  mayor  parte  de  pizarras  y del  detritus  de  su  propia 
descomposición,  á las  cuales  conducen  durante  la  primavera, 
desde  los  ventisqueros  de  Sierra  Nevada  por  medio  de  ace- 
quias, toda  el  agua  que  aquellas  pueden  recibir,  la  cual  filtra 
á través  de  la  roca,  y aparece  en  las  laderas  de  la  colina, 
constituyendo  varios  manantiales  que  precisamente  corren 
durante  los  meses  que  mas  la  necesitan,  por  haberse  agotado 
ya  la  que  procede  directamente  de  los  ventisqueros.  Esta  feliz 
aplicación  de  los  conocimientos  geológicos,  debida  indudable- 
mente á los  vastos  conocimientos  de  la  raza  árabe,  y cuya 
importancia  es  excusado  encarecer,  seria  de  desear  encontrara 
imitadores  en  aquellos  puntos  de  la  Península,  cuyas  condi- 
ciones topográficas  y geognósticas  lo  permitieran. 

Las  montañas  cónicas  y aisladas,  cuyo  diámetro  en  la  base 
no  excede  de  400  á 500  metros,  cualquiera  que  sea  su  com- 
posición y altura,  no  dan  en  general  manantiales  abundantes, 
por  la  escasa  cantidad  de  agua  que  reciben  de  los  hidrome- 

teoros.  v 

Las  fuentes  abundantes  y copiosas  solo  pueden  encontrarse 
en  la  vertiente  de  las  colinas  ó montañas  que  forman  cordi- 
llera, ó en  las  dispuestas  en  series  longitudinales,  y cuya 
extensión  trasversal  sea  notable.  El  caudal  de  los  manantiales 
está  en  razón  inversa  de  su  numero. 

Los  manantiales  son  muy  numerosos,  superficiales,  de 
curso  corto  y no  interrumpido,  pero  de  caudal  escaso,  en  los 
terrenos  cristalinos,  y en  los  primarios  compuestos  de  pizar- 
ras y de  otras  rocas  de  estructura  hojosa. 

En  los  terrenos  secundarios,  si  están  compuestos  de  capas 
ó lechos  permeables,  alternando  con  alguno  impermeable,  lo 
cual  se  puede  apreciar  por  medio  de  la  sonda,  ó en  el  corte 
que  ofrezca  el  terreno  en  algún  barranco  ó escarpe,  los  ma- 
nantiales son  casi  seguros,  si  bien  escasos  en  número  y muy 
caudalosos.  El  considerable  espesor  de  sus  estratos,  y el 
espacio  que  dejan  entre  si  por  la  erosión  y desaparición  de 
alguna  de  sus  capas,  determina  la  existencia  de  grandes  cor- 


GEOLOGIA 


f| 


V 


446 

rientes  y depósitos  que  se  hallan  en  el  punto  de  separación 
de  dos  formaciones  distintas. 

En  los  terrenos  terciarios,  como  se  repiten  los  mismos 
accidentes,  sucederá  lo  propio;  si  bien  el  mayor  número  de 
los  estratos  y su  gran  variedad  hace  que  el  de  los  manantiales 
sea  mayor,  aunque  menos  caudalosos,  por  razón  de  no  alcan- 
zar tanto  espesor  sus  estratos. 

La  naturaleza  esencialmente  permeable  de  los  materiales 
del  terreno  cuaternario  ó diluvial,  y la  falta,  por  lo  común, 
de  estratificación  regular,  hace  que  solo  ofrezca  manantiales 
cuando  aquellos  se  presentan  en  capas  descansando  sobre 
un  suelo  impermeable,  ó en  el  caso  de  ofrecer  algún  banco 
ó lecho  de  arcilla  entre  sus  elementos  constitutivos. 

Si  el  terreno  es  de  arenas  ó grava,  hasta  cierta  profundi- 
dad en  los  pozos  comunes,  es  inútil  buscar  aguas,  pues  no 
las  hay.  En  los  terrenos  volcánicos,  por  razón  de  la  falta,  en 
general,  de  verdadera  estratificación,  y efecto  también  de  la 
especie  de  desorden  que  reina  en  sus  materiales,  no  se  en- 
cuentran, sino  por  casualidad,  pequeños  y superficiales  ve- 
neros. 

En  cuanto  á la  calidad  de  las  aguas,  se  observa  que  las 
que  atraviesan  ó proceden  de  terrenos  de  areniscas,  de  cuar- 
zos ó chinas,  gravas,  etc.,  son  excelentes.  Son  potables  cuando 
abundan  en  ellos  las  arcillas:  por  el  contrario,  si  los  terrenos 
son  esencialmente  calizos,  ó dominan  los  mármoles,  las 
piedras  muy  conchíferas,  la  creta,  las  margas,  etc.,  las  aguas 
se  cargan  de  principios  salinos  y terrosos,  y se  hacen  crudas, 
frías  al  estómago,  é indigestas;  cuecen  mal  las  legumbres  y 
las  carnes  y limpian  mal  la  ropa. 

Las  aguas  de  los  manantiales  contienen,  en  general,  mucho 
aire  y son  excelentes,  pues  esta  condición  es  una  de  las  que 
mas  directamente  determinan  su  bondad. 

Para  mayor  ilustración  acerca  de  materia  tan  importante, 
véase  el  adjunto  cuadro,  copiado  de  la  obra  de  Dumas. 

Cuadro  de  clasificación  de  las  aguas  dulces 

1.  Las  de  manantiales  que  filtran  á través  de  rocas  gra- 
níticas de  cuarzo,  ó de  los  restos  pulverizados  de  estas  rocas, 
que  pueden  llamarse  aguas  graníticas  ó cuarzosas,  ocupan  el 
primer  lugar  por  sus  excelentes  cualidades. 

2.  La  de  barranco  ó arroyo,  clarificada  por  el  reposo. 

3.  La  de  lluvia. 

4.  La  de  manantial  común. 

5.  La  de  grandes  rios^  ^ • 

6.  La  de  lagos. 

7.  La  de  nieves  ó hielos. 

8.  La  de  cisternas  situadas  en  buenas  condiciones. 

9.  La  de  pozos. 

10.  La  de  rios  de  escaso  caudal. 

11.  La  de  cisternas  establecidas  en  malas  condiciones. 

12.  La  de  estanques. 

Y 13.  La  de  pantanos. 

Cuando  las  aguas  filtran  á través  de  pequeñas  y numero- 
sas hendiduras  ó rendijas,  constituyen  veneros  de  escasa 
importancia;  si,  por  el  contrario,  atraviesan  gruesas  capas  de 
arenas,  de  tierra  o de  piedras  permeables,  separadas  por 
anchos  espacios  ó bancos  de  otras  impermeables,  forman 
grandes  corrientes  y depósitos  subterráneos. 

En  cuanto  á la  cantidad  de  agua  que  puede  suministrar 
un  manantial,  aunque  es  muy  difícil  de  apreciar  por  el  con- 
junto de  circunstancias  que  en  él  concurren,  sin  embargo, 
según  Paramelle,  en  las  mesetas  cubiertas  de  una  capa  de 
terreno  detrítico  de  dos  á ocho  metros  de  espesor,  descan- 
sando sobre  otra  impermeable  con  la  conveniente  inclinación, 


por  cada  superficie  de  cinco  hectáreas,  puede  calcularse  un 
chorro  de  un  centímetro  de  diámetro,  que  equivale  á cuatro 
litros  de  agua  por  minuto. 

Vistas  y apreciadas  las  causas  que  determinan  la  aparición 
de  los  manantiales,  esto  es,  la  filtración  y la  existencia  de 
capas  ó estratos  permeables,  alternando  con  otros  que  no  lo 
son,  vamos  á dar  reglas  y preceptos  respecto  de  los  terrenos 
en  que  pueden  hallarse.  En  primer  lugar,  si  en  un  mismo 
terreno  las  condiciones  de  permeabilidad  é impermeabilidad 
se  repiten  varias  veces,  otras  tantas  se  encontrarán  manan- 
tiales, 

Por  lo  que  toca  á los  terrenos  mas  á propósito  para  en- 
contrarlos, son  los  compuestos  de  caliza  oolítica,  de  consi- 
guiente, el  jurásico;  de  caliza  compacta  sacaroidea,  silícea, 
conchífera,  margosa  y basta;  en  las  calizas  y margas  de  gri- 
feas  (lias);  en  las  amonitíferas  y de  belemnites  suelen  ser 
muy  comunes  y abundantes;  el  terreno  de  toba  caliza,  que 
por  otro  nombre  llamamos  también  travertino,  no  solo  es 
muy  abundante  en  manantiales,  sino  que  la  singular  propie- 
dad de  ser  incrustantes  sus  aguas,  puede  indicarnos  también 
la  existencia  de  fuentes  ocultas;  el  horizonte  de  la  Molasa; 
el  piso  de  las  arenas  y areniscas  verdes,  en  el  terreno  cretáceo; 
las  calizas  lacustres;  el  terreno  del  sílex  molar  y de  las 
margas  verdes,  cuando  se  encuentran  en  condiciones  conve- 
nientes, son  muy  á propósito  para  la  existencia  de  manan- 
tiales: el  de  aluvión  y las  terreras  ofrecen,  en  general,  cor- 
rientes y depósitos  numerosos  y abundantes,  si  sus  materiales 
alternan  repetidas  veces  con  capas  impermeables  y algo 
inclinadas. 

Todo  terreno  arcilloso  y de  marga,  cuando  ocupa  la  su- 
perficie y se  presenta  en  masas  considerables,  es  contrario  á 
la  existencia  de  manantiales,  mientras  que  es  muy  favorable 
cuando  está  cubierto  por  alguna  capa  permeable. 

La  gran  porosidad  de  la  creta,  y la  existencia  en  ella  de 
tubos  ó cavidades  naturales,  que  absorben  y hacen  desapa- 
recer con  prontitud  la  mayor  parte  del  agua  que  recibe  su 
superficie,  no  solo  determina  la  aridez  y esterilidad  del  ter- 
reno, sino  que  le  priva  enteramente  de  la  existencia  de  ma- 
nantiales, á no  ser  que  se  llegue  con  la  sonda  á grandes 
profundidades.  De  manera  que  los  habitantes  de  mesas, 
páramos  ó llanuras  cretáceas,  pueden  estar  seguros,  aunque 
no  sea  halagüeña  la  noticia,  de  no  encontrar,  en  general, 
manantiales  sino  con  la  condición  indicada. 

De  lo  dicho  se  infiere  que  el  ser  favorables  ó adversos  los 
terrenos  á la  existencia  de  manantiales,  depende  unas  veces 
de  su  composición  ó naturaleza,  y otras  de  la  disposición 
que  afectan  sus  elementos  constitutivos.  Así  es  que,  por 
efecto  de  la  estructura  y de  los  accidentes  particulares  que 
ofrecen  las  calizas  celulares  y cavernosas,  las  Dolomías,  los 
terrenos  volcánicos,  y en  general  los  de  elementos  friables, 
son  contrarios  á la  existencia  de  fuentes:  en  el  mismo  caso 
se  encuentran,  por  razón  de  su  propia  estratigrafía,  las  coli- 
nas hundidas,  los  derrumbios  y los  sitios  en  que  han  resba- 
lado los  terrenos,  las  laderas  ó cuestas  de  capas  verticales,  ó 
que  ofrecen  una  inclinación  de  45o,  y también  aquellos 
puntos  en  que  los  estratos  presentan  sus  extremidades  ó 
cabezas  al  descubierto. 

Los  resultados  prácticos  que  el  hombre  puede  prometerse 
de  los  conocimientos  geológicos  en  cuestión  de  tanta  impor- 
tancia, son  verdaderamente  incalculables,  y conviene  dejar 
su  aplicación  al  buen  juicio  y al  grado  de  celo  é interés  qué 
esta  materia  inspire  á los  que  de  ella  se  ocupan;  en  la  inte- 
ligencia de  que  las  reglas  que  acabamos  de  dar,  no  son 
absolutas;  debiendo  tener  en  cuenta  antes  de  ¿levarlas  al 
terreno  de  la  práctica,  todas  las  condiciones  locales,  así 
geológicas  como  meteorológicas  del  país  ó región  en  que  se 


GEOLOGIA  HIDROGRÁFICA 


447 


trate  de  utilizar  estos  datos.  Antes  de  concluir  será  bueno,  ¡ 
sin  embargo,  dar  alguna  idea  acerca  del  modo  de  procurarse 
fuentes  artificiales  ó naturales. 

Conocida  la  teoría  de  las  corrientes  subterráneas,  el  modo 
mas  eficaz  de  proporcionarse  una  fuente  consiste  en  imitar 
fielmente  á la  naturaleza  misma.  Para  ello,  y siguiendo  el 
ingenioso  procedimiento  propuesto  por  el  ilustre  Babinet, 
se  escoge  un  terreno  permeable,  suelto,  mas  ó menos  arenoso 
ó detrítico,  que  ofrezca  cierta  inclinación  ó pendiente,  y 
de  una  extensión  á voluntad,  pero  que  no  baje,  por  ejemplo, 
de  dos  hectáreas,  pues  si  la  superficie  de  filtración  es  redu-  ' 
cida,  el  manantial  no  podrá  verificarse  ó rendirá  poca  agua* 
Escogido  así  el  terreno,  se  empieza  por  abrir  en  la  parte 
mas  alta  de  la  pendiente  ó ladera  una  zanja  trasversal,  de 
uno  á dos  metros  de  profundidad  y de  dos  de  anchura:  des- 
pués se  iguala  el  fondo  y se  cubre  de  una  capa  impermeable, 
que  podrá  ser  de  arcilla,  de  marga,  de  asfalto,  <5  de  algún 
cemento  ó argamasa;  se  repite  esta  operación,  rellenando 
con  los  escombros  de  cada  zanja  el  hueco  de  la  anterior, 
hasta  que  se  llega  á la  parte  mas  baja  del  terreno;  allí  se 
construye  una  pared  sólida  de  cal  y canto,  si  es  posible, 
dejando  en  el  centro  un  conducto  por  donde  se  dé  salida  al 
agua.  Hecho  esto,  se  planta  el  terreno  de  árboles  ó arbustos 
de  poca  elevación,  bastante  espesos,  de  modo  que  se  evite 
en  cuanto  sea  posible  la  evaporación;  facilitando  así  que  el 
agua  penetre  en  el  terreno  hasta  llegar  á la  capa  impermea- 
ble, cuya  dirección  é inclinación  seguirá  aquella  hasta  apa- 
recer en  la  parte  mas  baja  por  el  punto  que  se  le  destina. 

A primera  vista  se  creerá  que  este  es  un  medio  mas  bien 
teórico  que  práctico,  y podrá  dudarse  de  sus  resultados:  se- 
mejante duda  solo  puede  fundarse  en  la  ninguna  atención 
que  se  presta  á la  cantidad  de  agua  que  anualmente  cae  so- 
bre una  superficie  dada  de  terreno,  cantidad  que  excede  en 
mucho  á la  que  los  rios  llevan  al  Océano,  y también  á la 
que  por  filtración  penetra  á través  de  los  estratos  terres- 
tres. Para  convencerse  de  ello,  y con  el  objeto  de  tener  una 
base  sobre  que  fundar  la  realización  de  las  fuentes  artificia- 
les, el  agricultor  debe  servirse  de  un  pluviómetro , por  medio 
del  cual  podrá  saber  la  cantidad  de  agua  que  anualmente 
recibe  de  la  atmósfera  el  punto  que  ocupa.  Bueno  será  tam 
bien  saber  que  el  manantial  cuyo  chorro  ofrezca  una  pulgada 
de  diámetro,  suministra  20  metros  cúbicos  de  agua  al  dia,  ó 
lo  que  es  lo  mismo  7,300  al  año. 

El  pluviómetro  es  una  especie  de  vasija  con  un  tubo  de 
vidrio  graduado  que  comunica  con  el  interior,  y que  sirve 
para  determinar  la  cantidad  de  agua  que  cae  en  un  tiempo 
determinado  y en  una  superficie  dada;  para  averiguar  el  agua 
que  recibe  una  comarca,  bastará  multiplicar  la  superficie  de 
esta  en  pies  cuadrados  ó en  la  que  tenga  el  pluviómetro,  por 
las  pulgadas  ó líneas  de  líquido  que  en  este  se  hayan  reco- 
gido. ” 

El  Sr.  Dumas,  en  su  recientísima  obra  titulada  la  Ciencia 
de  las  Fuentes^  dice:  que  en  cualquier  punto  del  globo  en 
que  los  terrenos  ofrezcan  ondulaciones  bien  marcadas  y sa- 
lientes, ó uno  ó muchos  valles  bastante  extensos  y dispuestos 
para  recibir  en  gran  cantidad  las  aguas  procedentes  de  las  la- 
deras délas  colinas  ó montañas  inmediatas,  pueden  construir- 
se fuentes  que  él  llama  naturales , por  cuanto  el  procedimien- 
to de  que  el  hombre  se  vale  para  ello,  es  igual  al  que  emplea 
en  otros  puntos  la  naturaleza.  Para  conseguir  este  feliz  y 
trascendental  resultado,  hé  aquí  las  reglas  que  establece  tan 
distinguido  hidrógrafo. 

Levántense  en  el  fondo  de  los  valles  ó en  las  ondulaciones 
del  suelo  diques  ó malecones  trasversales  de  tierra  ó sillería, 
con  el  objeto  de  recibir  en  parte  las  aguas,  y facilitar  la  filtra- 
ción, dificultando  su  marcha  en  la  superficie.  Hecho  esto, 


ibranse  en  la  parte  inferior  de  los  diques  acequias  ó azarbes 
cubiertos,  uno  longitudinal  siguiendo  la  pendiente,  y otros 
trasversales  en  comunicación  con  aquel;  con  esto  las  aguas 
cuya  filtración  facilitan  los  malecones,  penetran  y circulan  por 
'os  conductos  subterráneos  hasta  la  desembocadura  del  valle, 
en  donde  debe  formarse  un  depósito  que  las  reciba  y las  dis- 
tribuya después,  según  las  necesidades  de  la  comarca,  diri- 
giendo desde  allí  cañerías  á los  puntos  mas  bajos. 

Esto  en  tésis  general  ó como  principio  teórico  es  excelen- 
te, pero  es  susceptible  de  muchas  modificaciones,  y no 
siempre  corresponderán  los  resultados  á los  dispendios  que 
las  obras  ocasionen.  Para  esto  se  necesita  un  examen  mi- 
nucioso del  terreno,  pues  de  su  composición,  de  la  extensión 
de  la  cuenca,  y de  sus  accidentes  orográficos  dependerá  la 
posibilidad  de  su  ejecución,  las  probabilidades  del  éxito  y la 
cantidad  probable  de  agua  que  puede  obtenerse;  teniendo 
que  ajustar  igualmente  á estas  condiciones  el  número  y dis- 
posición de  los  diques,  las  dimensiones  y la  profundidad  á 
que  deban  establecerse  las  acequias,  etc.,  etc.  Cuando  la  re- 
gión ofrece  poco  desnivel,  la  acequia  longitudinal  seguirá 
uniforme  su  pendiente;  pero  si  aquel  fuese  muy  pronuncia- 
do, se  establecerá  en  ella  una  serie  de  rompimientos  ó saltos 
para  que  disminuya  la  impetuosidad  de  la  corriente. 

A beneficio  de  este  sistema  ingenioso  adoptado  ya  en  al- 
gunos puntos,  y entre  nosotros  con  especialidad  en  la  villa 
de  Morella,  no  solo,  según  el  Sr.  Dumas,  se  pueden  crear 
fuentes  naturales  en  aquellos  puntos  privados  de  este  gran 
elemento  de  vida,  que  muchas  veces  pierde  el  hombre  por 
ignorancia  ó incuria,  sino  que  retardando  el  curso  de  las 
aguas,  puede  hasta  cierto  punto  impedir  las  inundaciones,  ó 
atenuar  al  menos  sus  efectos,  evitando  que  las  aguas  se  acu- 
mulen en  un  punto  y momento  dado,  que  es  precisamente 
lo  que  las  determina. 

Pozos  artesianos  ó ascendentes 

Para  terminar  este  capítulo,  solo  falta  decir  algo  sobre  los 
pozos  artesianos;  asunto  del  mayor  interés  para  un  país  emi- 
nentemente agrícola  como  el  nuestro,  y que  con  tanta  fre- 
cuencia padece  de  sequía. 

Los  pozos  artesianos,  llamados  así  por  ser  clásica  para 
este  ramo  de  industria  la  antigua  región  de  Francia  llamada 
Artois,  llevan  también  el  nombre  de  fuentes  ascendentes,  y 
: se  abren  con  el  fin  de  procurarse  por  medio  de  la  sonda  ó 
barreno,  aguas  de  saltos.  Estas  fuentes  se  distinguen  de  las 
comunes  por  el  modo  de  aparecer  al  exterior,  y mas  parti- 
cularmente aun  por  el  punto  de  su  procedencia,  pues  así 
como  en  las  fuentes  ordinarias  proceden  de  filtraciones  y 
veneros  locales,  con  frecuencia  de  escasa  extensión,  las  arte- 
sianas son  hijas,  por  el  contrario,  de  filtraciones  profundas, 
y de  corrientes  de  largo  curso,  que  arrancan  de  depósitos 
subterráneos  colocados  á diferentes  alturas. 

En  contraposición  de  los  artesianos,  hay  otros  pozos  lla- 
mados absorbentes  ó inversos  fundados  en  los  mismos  prin- 
cipios, pero  cuyo  objeto  es  tragar,  á la  manera  de  los  sumi- 
deros, aquellos  materiales  líquidos  que  pueden  ser  nocivos 
al  hombre  cuando  se  acumulan  en  la  superficie  de  la  tierra, 
en  las  fábricas  ó en  otros  puntos. 

Aunque  la  explotación  de  los  pozos  artesianos  como  la  de 
las  minas  no  ha  recibido  una  dirección  racional  y científica 
hasta  estos  últimos  tiempos,  esto  es,  hasta  que  la  Geología 
prestó  su  apoyo  eficaz  á todos  estos  ramos  de  industria,  sin 
embargo,  unos  y otras  datan  de  épocas  muy  remotas;  lo  que 
parece  muy  natural  si  se  tiene  en  cuenta  que  con  ellos  ha 
tratado  el  hombre  de  satisfacer,  en  todas  épocas,  sus  mas 
apremiantes  necesidades.  Así  es  que  Olimpiodoro  de  Alejan- 
dría ya  describió  en  el  siglo  vi  de  nuestra  era,  algunos  pozos 


GEOLOGIA 


448 

ascendentes  construidos  en  uno  de  los  oasis  del  desierto  para 
beneficio  de  la  Agricultura.  También  en  Italia,  y particular- 
mente en  Módena,  los  había  ya  hácia  el  siglo  vm  y ix;  en 
Francia  el  pozo  artesiano  artificial  mas  antiguo  de  que  se 
conserva  noticia,  es  el  de  la  cartuja  de  Sillers  en  el  Artois, 
abierto  en  1 126.  También  en  tiempo  inmemorial  los  ha  habi- 
do en  el  desierto  de  Sahara.  Este  ramo  importantísimo  de  la 
industria,  empero,  no  se  cultivó  con  interés,  ó no  excitó  la 
atención  del  hombre  hasta  que  los  geólogos  franceses,  y en 
especial  los  Sres.  Arago,  Elie  de  Beaumont,  Mulot  y otros 
obtuvieron  en  1841  el  éxito  tan  brillante  en  el  pozo  de  Gre- 
nelle  en  París  á la  profundidad  de  548";  el  salto  que  da  el 
agua  es  de  31  , abasteciendo  á la  quinta  parte  de  esta  gran 
ciudad,  y á una  porción  de  establecimientos  importantes. 

Posteriormente  se  abrió  en  la  plaza  de  la  calle  de  Spontini 
en  Passy  otro  pozo  artesiano  cuyas  aguas  sirven  para  todas 
las  necesidades  del  inmenso  bosque  de  Bolonia.  En  la  actua- 
lidad se  trabaja  en  la  Chapelle  (París)  en  un  pozo  de  i J,4o 
de  diámetro,  habiendo  alcanzado  la  enorme  profundidad 
de  684a. 

¿En  qué  se  funda  la  teoría  de  los  pozos  artesianos?  ¿Pue- 
de la  Geología  prestar  al  hombre  algún  servicio  en  este 
ramo  de  industria?  Indudablemente  que  sí;  vamos  á demos- 
trarlo. 

En  cuanto  á la  teoría  es  muy  sencilla  y fácil  de  comprender 
después  de  los  detalles  que  preceden  sobre  las  fuentes  co- 
munes y naturales,  pues  se  reduce  á la  filtración  y circula- 
ción á través  de  los  estratos  terrestres  del  agua  que  en  forma 
de  meteoros  acuosos  se  precipita  desde  Ja  atmósfera.  La 
filtración  continiía  hasta  que  las  aguas  encuentran  una  capa 
impermeable,  en  cuyo  caso  si  su  posición  es  enteramente 
horizontal  permanecen  mas  ó menos  tranquilas  formando 
especies  de  lagos  ó grandes  receptáculos  subterráneos;  y si 
por  el  contrario,  las  capas  están  inclinadas,  aquellas  siguen 
necesariamente  la  pendiente,  impelidas  por  su  propio  peso. 
En  el  trayecto  que  recorren  las  aguas,  puede  suceder  una 
de  dos  cosas;  o que  las  capas  sean  continuas,  ó que  ofrezcan 
alguna  interrupción;  en  el  último  caso  aparecen  las  fuentes 
naturales:  en  el  primero  no  encontrando  salida  al  exterior, 
circulan  interiormente  hasta  que  el  hombre  les  abre  paso 
por  medio  de  excavaciones  ó de  la  sonda,  obteniendo  en  el 
primer  caso  los  manantiales  artificiales  comunes,  y en  el  se- 
gundo los  llamados  artesianos.  Estos  se  distinguen  de  aque- 
llos, no  solo  por  los  instrumentos  de  que  se  sirve  el  hombre 
para  obtenerlos,  sino  también  por  la  profundidad  á que  se 
encuentran  las  aguas.  En  último  resultado,  el  pozo  artesiano 
puede  decirse  que  es  una  rama  de  un  tubo  encorvado  ó si- 
fon  ; la  otra  que  completa  este  aparato  tan  sencillo  de  Física, 
se  halla  representada  por  la  dirección  mas  ó menos  tortuosa 
que  siguen  las  aguas  desde  su  receptáculo  superior,  hasta  el 
punto  á donde  llega  la  sonda.  De  manera  que  el  agua  se 
eleva  en  estos  pozos  en  virtud  de  la  ley  de  hidrodinámica,  ó 
lo  que  es  lo  mismo,  por  la  tendencia  de  todo  líquido  á equi- 
librarse ó á establecer  su  propio  nivel,  cuando  sus  moléculas 
comunican  entre  sí  por  conductos  cerrados,  como  demuestra 
prácticamente  la  figura  160.  

En  la  parte  superior  de  la  región  que  representa  el  corte, 
se  supone  existir,  á diferentes  alturas,  lagos,  ríos  ó algún  otro 
depósito  de  agua,  marcados  por  las  letras  F,  G,  H.  La  colo- 
cación de  estos  receptáculos  es  tal,  que  el  primero  ocupa  el 
espacio  que  media  entre  los  terrenos  ígneos  ó cristalinos  y 
los  de  sedimento  antiguos;  el  segundo  se  encuentra  en  el 
punto  de  contacto  entre  estos  y los  secundarios,  y el  ter- 
cero entre  estos  y los  terciarios  ó de  acarreo  y aluvión  mo- 
dernos. 

Ahora  bien,  partiendo  de  este  supuesto,  si  el  lago,  rio  ó 


depósito  descansa  sobre  materiales  permeables,  ó si  su  fondo 
ofrece  alguna  cavidad  ó grieta,  las  aguas  penetrarán  en  el  seno 
de  la  tierra  determinando  en  unos  puntos  grandes  receptácu- 
los, como  se  ve  en  K,  I,  ó bien  corrientes  subterráneas  unidas 
ó bifurcadas  y lagos  interiores,  como  se  observa  en  M,  N,  O, 
P y R. 

Los  mismos  resultados  puede  determinar  de  un  modo 
directo  la  filtración  de  las  aguas,  las  cuales  por  lo  común, 
establecen  su  circulación  interior  en  los  planos  de  contacto 
de  unos  terrenos  con  otros. 

Pero  esta  figura  no  tiene  por  objeto  exclusivo  manifestar 
el  régimen  y la  procedencia  de  las  aguas  subterráneas,  sino 
que  también  se  propone  demostrar  los  dos  axiomas  siguientes 
que  resumen,  según  Dumas,  toda  la  teoría  de  las  fuentes 
ascendentes,  á saber:  i.°  Las  diversas  alturas  que  el  agua 
alcanza  en  los  pozos  artesianos  están  en  razón  directa  de  la 
presión  que  aquella  experimenta  en  el  seno  de  la  tierra. 
2.0  La  presión  que  el  agua  sufre  en  el  interior  del  globo, 
depende  de  la  altura  del  manantial  ó del  venero  que  lo  deter- 
mina, y no  del  punto  del  yacimiento  ó de  existencia  de  las 
aguas  subterráneas. 

En  virtud  de  estos  principios,  resulta  que  en  el  pozo  A,  que 
aboca  en  el  depósito  R R,  alimentado  por  la  filtración  ó re- 
ceptáculo H,  las  aguas  no  saltarán,  limitándose  á llegar  al 
horizonte  H X. 

En  el  pozo  B que  alcanza  el  depósito  P P,  darán  un 
pequeño  salto,  por  ser  aquel  punto  mas  bajo  que  el  ni- 
vel H X. 

El  pozo  C que  desciende  hasta  el  receptáculo  O O,  proce- 
dente de  la  filtración  del  punto  G,  suministrará  aguas  ascen- 
dentes hasta  el  límite  G.  S.  Otro  tanto  sucederá  en  el  pozo  D, 
puesto  que  alcanza  en  su  fondo  el  depósito  N N,  procedente 
de  la  filtración  G. 

Por  el  pozo  E aunque  llega  hasta  el  depósito  M M,  pro- 
cedente del  receptáculo  I K,  alimentado  por  el  venero  F,  no 
saldrán  aguas  ascendentes,  pues  estas,  léjos  de  llegar  al  nivel 
F T,  no  pasarán  de  la  linea  Y Y,  en  razón  á no  contarse  la 
presión  de  las  aguas  del  depósito  M M desde  el  principio 
de  la  filtración  F,  sino  del  receptáculo  I K,  verdadera  pro- 
cedencia del  depósito  que  el  pozo  alcanzó  por  medio  de  la 
sonda. 

Este  último  caso  demuestra  la  posibilidad  de  que  un  de- 
pósito ó corriente  muy  profunda,  pueda  ser  alimentada  por 
un  receptáculo  colocado  á muy  poca  altura  sobre  las  aguas 
interiores.  En  este  caso,  como  que  la  columna  de  líquido  se 
halla  interrumpida  en  el  receptáculo  I K,  la  presión  solo 
debe  contarse  desde  este  punto. 

Las  cosas  se  hallan  por  otro  lado  dispuestas  de  modo  que  el 
depósito  I K después  de  determinar  la  corriente  ó depósito 
M M,  se  descarta  del  sobrante  por  el  conducto  K L,  dando 
existencia  al  manantial  L que  aparece  al  exterior. 

El  salto  que  se  obtiene  en  las  fuentes  artesianas  depende, 
según  la  teoría  admitida,  del  punto  de  donde  procede  el 
agua,  ora  sea  que  circule  por  filtración  directa,  ó que  arran- 
que de  los  grandes  depósitos  que  existen  en  el  interior  de 
las  montañas,  resultado  á su  vez  de  filtraciones  y avenamien- 
tos. Desde  el  punto  de  procedencia  las  aguas  establecen  una 
corriente  cuya  dirección  é inclinación  la  marca  la  de  las 
capas  terrestres,  con  tendencia  constante  á establecer  el  ni- 
vel; es  decir,  á subir  hasta  la  misma  altura  del  punto  de  par- 
tida; en  una  palabra,  las  aguas  en  sus  corrientes  subterrá- 
neas representan  el  tubo  encorvado  de  un  sifón.  Ahora  bien, 
si  en  su  trayecto,  ó en  la  extremidad,  por  mejor  decir,  de 
este  sifón,  encuentran  una  gran  resistencia  á su  salida,  resis- 
tencia tal  que  no  les  sea  posible  vencer,  las  aguas  sufren  una 
presión  extraordinaria;  de  manera  que  en  el  momento  en 


GEOLOGIA  HIDROGRÁFICA 


449 


que  el  hombre  les  procura  una  salida,  por  cualquier  medio 
que  sea,  tienden  á equilibrarse,  produciendo  un  salto  que 
estará  en  razón  complexa  de  la  altura  de  los  depósitos  de 
reserva,  de  la  estrechez  y tortuosidades  del  tubo,  de  las  hen- 
diduras ó grietas  que  les  permiten  escapar  á su  través,  de  la 
influencia  del  calor  central,  y de  otras  varias  causas. 

Además,  se  comprende  que  si  por  efecto  de  la  inclinación 
de  las  capas  las  aguas  corren  muy  profundas,  naturalmente 
han  de  experimentar  la  influencia  del  calor  central  de  la 


tierra,  calor  que  puede  reducirlas  á vapor  en  parte,  y cuya 
elasticidad  contrarestará  la  presión  que  experimenta  el  li- 
quido, contribuyendo  ó ayudándole  á salir  al  exterior,  cuan- 
do el  hombre  le  abre  comunicación.  Tan  cierto  es  esto,  que 
en  la  mayor  parte  de  los  pozos  artesianos  el  acto  de  saltar  ó 
aparecer  las  aguas  va  acompañado  de  alguna  explosión. 
También  se  deduce  de  lo  expuesto,  que  el  agua  ha  de  llevar 
una  temperatura  proporcionada  á la  profundidad  de  que 
procede,  siendo  este  uno  de  los  medios  de  que  la  ciencia  se 


: 


pjj,.  ifo Corte  demostrativo  de  la  teoría  de  las  fuentes  ascendentes  naturales  y de  los  pozos  artesianos 


ha  valido,  en  estos  últimos  tiempos,  para  establecer  la  teoría 
del  calor  central. 

Algunos,  como  Azais,  han  exagerado  la  influencia  de  esta 
causa  ó agente  hasta  el  punto  de  creerle  único  en  el  meti- 
miento ascensional  de  las  aguas.  A las  razones  aducidas  ya 
anteriormente  para  combatir  este  error,  que  en  la  práctica 
podría  ser  de  fatales  consecuencias,  hay  que  añadir  la  pode- 
rosa consideración  de  que  si  tal  fuese  la  causa  del  movi- 
miento subterráneo  de  las  aguas,  en  cualquier  punto  de  la 
superficie  terrestre  pod  ría  encontrarse  este  elemento,  y de 
consiguiente,  en  todos  podrían  intentarse  los  pozos  artesianos 
con  seguridad.  ¿Se  ve  esto  confirmado  en  la  práctica?  De 
ningún  modo.  Así  es  que  en  los  terrenos  de  rocas  cristalinas 
ó ígneas,  cuya  estructura  compacta  impide  la  filtración,  no 
hay  corrientes  que  puedan  alimentar  los  pozos  artesianos, 
teniendo  que  ir  á buscarlos  en  los  llamados  de  sedimento, 
por  la  disposición  en  lechos  o capas  de  sus  materiales,  > aun 
son  preferibles  los  que  no  han  sufrido  grandes  dislocaciones 
ó trastornos.  Si  las  aguas  existiesen  en  el  interior  del  globo, 
resultado  de  las  reacciones  químicas  que  allí  se  verifican, 
de  la  comunicación  directa  de  las  aguas  del  mar,  no  habría 
la  distinción  entre  terrenos  aptos  y terrenos  impropios  al  es- 
tablecimiento de  este  ramo  de  industria;  distinción  que  se 
explica  perfectamente  partiendo  de  la  teoría  y del  hec  10  rea 
y verdadero  de  la  filtración  y circulación  subterránea. 

Desechada  la  teoría  de  Azais,  y tomando  por  punto  de 
partida  en  la  aplicación  de  este  ramo  de  industria  la  filtra- 
ción de  las  aguas,  naturalmente  ha  de  haber  ciertas  condi- 
ciones que  sean  mas  favorables  que  otras  para  la  rea  zacion 


de  estas  empresas,  y también  puntos  de  elección  para  llevar- 
las á cabo. 

En  cuanto  á las  condiciones  que  ha  de  reunir  un  terreno 
para  la  existencia  de  aguas  ascendentes  ó artesianas,  las 
principales  son:  primera,  que  aquel  esté  compuesto  de  estratos 
ó capas,  ó en  otros  términos,  que  sea  un  terreno  de  sedimen- 
to; segunda,  que  se  hallen  sus  elementos  en  estado  normal, 
ó por  lo  menos  que  no  hayan  sido  trastornados  ó dislocados 
hasta  el  punto  de  presentar  interrupciones,  fallas,  saltos,  etc.: 
tercera,  que  los  materiales  sean  alternativamente  permeables 
é impermeables,  ocupando  la  superficie  los  que  con  mas 
facilidad  den  paso  al  agua:  cuarta,  que  los  estratos  ofrezcan 
cierta  inclinación  no  interrumpida,  lo  cual  podrá  conocerse 
examinando  las  dos  pendientes  de  una  llanura  ó las  laderas 
del  valle  donde  se  quiera  poner  en  práctica  la  perforación; 
quinta  y última,  cuando  las  capas  se  encuentran  levantadas 
en  las  montañas  ó cordilleras  que  determinan  los  limites  na- 
turales de  una  cuenca,  ofreciendo  además  sus  cabezas  o ex- 
tremidades al  descubierto  y alternando  las  permeables  con 
las  impermeables,  es  cuanto  se  puede  desear  para  poner  en 
práctica  esta  industria.  En  este  caso  el  agua  procedente  de 
ambas  laderas  remansa  en  el  fondo  de  la  cuenca  y sufre 
todo  el  peso  de  la  doble  columna,  esperando  solo  el  momen- 
to en  que  se  abra  un  conducto  para  salir  al  exterior,  con 
un  salto  proporcionado  á la  altura  de  que  procede.  Podría 
compararse  la  cuenca  en  este  caso  a una  vasija  en  la  que 
flotara  un  cuerpo  lenticular  que  ocupase  casi  todo  su  diáme- 
tro, y que  se  le  perforara  de  parte  á parte,  pues  el  agua  sal- 
dría hasta  nivelarse  con  el  líquido  exterior. 

57 


Tomo  IX 


45° 


GEOLOGIA 


Los  materiales  del  fondo  del  valle  ó cuenca  que  atraviesa 
la  sonda  en  la  figura  160,  representan  perfectamente,  en  el 
ejemplo  anterior,  el  cuerpo  flotante. 

Téngase,  empero,  entendido  que  no  es  de  absoluta  nece- 
sidad que  la  cuenca  esté  cerrada  para  prometerse  un  buen 
éxito  en  la  empresa;  lo  esencial  es  que  exista  una  columna 
de  líquido  determinada  por  la  inclinación  de  las  capas,  y un 
obstáculo  á su  salida,  para  que  de  este  modo  la  presión 
pueda  obrar  sobre  ellas,  obligándolas  á salir  con  mas  ó menos 
fuerza  á la  superficie  por  el  conducto  ó tubo  que  abre  la 
sonda.  Así  es  que  en  un  valle  ó llanura  inmediata  á la  costa, 
siempre  que  los  estratos  bucen  hácia  el  mar,  y que  la  dis- 
tancia que  los  separa  de  aquella  sea  algo  considerable,  pue- 
den existir  aguas  artesianas,  si  concurren  las  demás  condi- 
ciones indicadas.  Numerosos  ejemplos  podrían  citarse  en 
confirmación  de  este  principio,  siendo  el  mas  notable  de 
todos  el  de  los  pozos  artesianos  que  hoy  surten  de  excelentes 
aguas  á Venecia,  abiertos  dentro  de  la  ciudad  y á través  de 
las  lagunas  que  comunican  con  el  mar. 

De  lo  dicho  se  infiere,  que  en  tésis  general  en  todos  los 
terrenos  de  sedimento  normales,  sin  distinción  alguna,  pue 
den  hallarse  aguas  artesianas;  sin  que  estas  sean  peculiares, 
como  creen  algunos,  de  determinados  terrenos  ó formacio- 
nes. Tampoco  se  necesita  la  existencia  de  muchos  terrenos 
en  una  región  dada,  para  que  pueda  considerarse  mas  favo- 
recida bajo  este  punto  de  vista. 

La  cantidad  de  agua  que  suministra  un  pozo  artesiano 
cuando  está  bien  construido,  es  en  general  constante,  y solo 
varía  en  el  caso  de  abrirse  otros  en  puntos  inmediatos,  pues 
entonces  suelen  equilibrarse  las  corrientes,  disminuyéndolas 
que  alimentaban  al  primero.  Las  otras  causas  que  alegan 
algunos  para  suponer  la  disminución  y aun  el  agotamiento 
definitivo  de  estas  fuentes  ascendentes  artificiales,  como, 
por  ejemplo,  el  ensanche  que  deben  adquirir  con  el  tiempo 
las  hendiduras  ó grietas  de  los  conductos  subterráneos,  po- 
drá concebirse  fácilmente  en  teoría,  pero  la  experiencia  nos 
demuestra  lo  contrario.  Basta  para  ello  fijar  por  un  momento 
la  atención  en  la  constancia  é igualdad  de  volumen  del  lí- 
quido que  arrojan  las  grandes  fuentes,  para  que  queden  des- 
vanecidos todos  estos  temores,  pues  en  último  resultado, 
salva  la  posición  del  manantial,  y el  modo  cómo  sale  el  agua, 
estos  pueden  considerarse  como  pozos  artesianos  naturales. 

Las  aguas  de  estos  pozos  son  puras  y cristalinas,  por  lo 
común,  gracias  á la  filtración  que  experimentan  al  atravesar 
los  terrenos  que  recorren,  como  se  nota  en  los  pozos  comu- 
nes abiertos  en  terrenos  arenosos  y detríticos.  Sin  embargo, 
bajo  este  punto  de  vista,  no  pueden  establecerse  principios 
fijos,  pues  naturalmente  las  aguas  al  atravesar  los  estratos 
terrestres,  se  han  de  cargar  con  facilidad  de  los  elementos 
solubles  que  les  ofrecen  las  rocas.  De  manera  que  en  último 
resultado,  la  naturaleza  del  terreno  que  recorren  decidirá  de 
sus  propiedades.  Así,  por  ejemplo,  las  aguas  de  Grenelleson 
muy  ferruginosas,  como  lo  demuestra  entre  otras  cosas  el 
color  amarillento  que  comunican  á los  objetos  de  vidrio  ó 
cristal,  que  las  gentes  encargadas  de  custodiarle,  someten  á 
su  acción  para  vender  después  á los  extranjeros  deseosos  de 
conservar  un  recuerdo  de  esta,  que  bien  puede  reputarse  por 
maravilla.  Los  objetos  que  han  experimentado  la  acción  de 
dichas  aguas,  por  efecto,  sin  duda,  de  la  temperatura  de  es-  I 
tas,  sufren  un  cambio  tan  notable  en  el  arreglo  de  sus  molé- 
culas, que  se  rompen  espontáneamente  y con  la  mayor  fa- 
cilidad. 

En  cuanto  al  punto  en  que  debe  practicarse  la  perforación  ¡ 
no  es  indiferente,  debiendo  escoger,  por  regla  general : pri- 
mero, el  lado  hácia  donde  buzan  ó se  inclinan  las  capas;  se- 
gundo, el  pié  mismo  de  la  montaña,  cuando  se  opera  en  un 


país  quebrado,  pues  allí  se  tienen  que  atravesar  menos  capas 
para  llegar  á la  corriente;  tercero,  si  se  trata  de  un  valle, 
llanura  ó cuenca,  en  la  parte  central,  pues  es  el  punto  en 
donde  se  reúnen  los  avenamientos  y corrientes  subterráneas. 
En  todos  estos  casos  el  grado  de  inclinación  de  las  capas 
nos  puede  dar  á conocer  la  profundidad  á que  se  encontrará 
el  agua;  y cuando,  á beneficio  de  un  estudio  minucioso  del 
terreno  y de  sus  accidentes  en  la  cuenca  misma  y en  un  ra- 
dio mayor  ó menor,  según  lo  exigen  las  condiciones  topo- 
gráficas, se  llegue  á averiguar  la  altura  de  que  proceden  las 
aguas,  puede  apreciarse  aproximadamente  el  salto  que  han 
de  dar,  dato  precioso  para  la  elección  del  punto  en  donde 
haya  de  funcionar  la  sonda,  y para  los  usos  á que  se  desti- 
nen las  aguas.  Todos  estos,  empero,  son  detalles  que  solo 
pueden  resolverse  en  vista  de  las  condiciones  particulares 
de  la  región  en  donde  se  trate  de  poner  en  práctica  esta 
industria. 

En  cuanto  á la  operación  de  la  sonda,  se  reduce  á perforar 
por  medio  de  barrenos,  trépanos  ó taladros  de  diferentes 
formas  y hechuras,  sostenidos  por  medio  de  cuerdas,  obrando 
por  percusión  (sistema  chino),  ó por  barras  de  hierro  ó de 
madera,  enlazadas  en  sus  extremos  por  tuercas  y perforando 
por  rotación.  Los  materiales  los  extrae  la  sonda  misma  ó se 
sacan  por  otros  medios,  teniendo  buen  cuidado  de  examinar- 
los y de  ir  formando  al  mismo  tiempo  un  corte  geológico  de 
las  capas  que  se  atraviesan,  con  el  doble  objeto  de  darse 
cuenta  de  la  composición  de  los  estratos  subterráneos,  y de 
\ cr  si  n^j  necesidad  de  sostener  las  paredes  del  pozo  por 
medio  de  la  entubacion  ó con  revestimiento  de  maderas,  ó 
si  se  puede  prescindir  de  este  gasto  no  despreciable.  En  ge- 
neral, en  los  terrenos  de  aluvión  ó de  acarreo,  y de  los  com- 
puestos de  arenas  y arcillas,  tan  comunes  en  los  terrenos 
terciarios,  y aun  en  los  secundarios,  la  entubacion  suele  ser 
indispensable;  mientras  que  en  los  de  calizas  duras,  en  los 
de  areniscas  y de  otros  materiales  consistentes,  esta  opera- 
ción puede  considerarse  como  inútil. 

Entrar  en  mayores  detalles  acerca  del  modo  de  conducir 
la  perforación,  de  las  diferentes  piezas  de  que  se  compone  la 
sonda,  etc.,  es  asunto  mas  bien  propio  de  tratados  especia- 
les (i)  que  del  presente,  en  el  que  solo  nos  proponemos  de- 
mostrar la  utilidad  de  los  conocimientos  geológicos  en  sus 
aplicaciones  á todos  estos  ramos  de  industria. 

Los  pozos  inversos , llamados  así  en  contraposición  á los 
artesianos , son  especies  de  sumideros  naturales  ó artificiales, 
fundados  en  los  mismos  principios  que  aquellos,  con  la  dife- 
rencia de  recibir  ó absorber  aguas  ú otros  líquidos  en  vez  de 
suministrarlas.  En  general  un  pozo  inverso  absorbe  tanta  can- 
tidad de  líquido  cuanta  es  capaz  de  suministrar  si  llega  á 
adquirir  el  carácter  de  artesiano:  de  modo  que  cuando  este, 
con  un  metro  de  salto  sobre  el  nivel  del  suelo,  da  ioo  litros 
de  agua  por  minuto,  bastará  alargar  un  metro  el  tubo  para 
que  absorba  igual  cantidad  de  líquido  en  el  mismo  tiempo, 
sm  llegar  nunca  á pasar  de  su  propio  nivel.  Si  suministrando 
roo  litros  por  minuto,  se  desea  que  absorba  500,  se  adapta 
al  tubo  de  ascensión  una  bomba  que  eleve  dicha  cantidad 
en  et  mismo  tiempo:  se  anota  lo  que  baja  la  columna  del 

liquido,  y en  consecuencia  se  alarga  el  tubo  en  la  misma  pro- 
porción. ^ 

. ^ ^as  aouas  artesianas  no  llegan  á la  superficie,  la  absor- 
ción es  mucho  mas  activa. 

Por  medio  de  los  pozos  absorbentes  puede  el  hombre  ha- 


(0  Los  que  deseen  adquirir  mas  datos  sobre  esta  materia,  pueden 
consultar  vanas  obras,  siendo  entre  todas  la  mas  recomendable  la  del 

T'  Degousee,  titulada  Cuide  du  Sondear,  París,  1S47,  un  tomo  en  8 0 
? atlas. 


GEOLOGIA  HIDROGRÁFICA 


15' 


cer  desaparecer  las  aguas  inmundas  de  las  fábricas,  y todas  I 
aquellas  sustancias  solubles  ó capaces  de  ser  arrastradas  por 
las  aguas,  y cuya  presencia  en  el  exterior  es  un  foco  perenne 
de  infección.  También  sirven  para  desecar  los  países  bajos 
y pantanosos;  siendo,  en  rigor,  un  grande  y poderoso  recurso 
higiénico,  por  cuyo  medio  pueden  sanearse  los  terrenos  y 
poblaciones,  restituyéndoles  las  condiciones  á veces  indis- 
pensables para  la  vida. 

Con  el  trascurso  del  tiempo,  los  pozos  absorbentes  pueden 
inutilizarse  por  la  cantidad  y naturaleza  de  los  materiales 
que  en  ellos  se  vierten ; para  evitar  este  inconveniente,  con- 
viene tomar  alguna  precaución.  La  primera  consiste  en  que 
el  tubo  esté  cubierto  en  su  extremidad  superior  por  una  tela 
metálica,  ó que  empiece  en  forma  de  regadera  ó cribo,  para 
evitar  de  este  modo  que  penetren  los  materiales  de  algún 
tamaño;  la  segunda  se  reduce  á construir  un  receptáculo  á 
su  alrededor,  de  cuyo  fondo  sobresalga  el  tubo  para  que  se 
vayan  depositando  los  materiales  que  no  debe  absorber  el 
pozo,  teniendo  cuidado  de  limpiarlo  á menudo  para  evitar 
la  demasiada  acumulación  de  sustancias. 

La  importancia  de  este  ramo  de  industria,  que  puede  lla- 
marse geológica,  por  fundarse  casi  exclusivamente  en  cono- 
cimientos y principios  de  dicha  ciencia,  es  incalculable.  Los 
pozos  artesianos  están  destinados  á cambiar  las  condiciones 
físicas,  y hasta  la  civilización  de  los  pueblos,  suministrando 
el  elemento  mas  indispensable  á la  agricultura  é industria. 
En  unos  puntos  el  agua  es  potable  y satisface  las  necesida- 
des mas  apremiantes  del  hombre,  como  sucede  en  París, 
Venecia  y otras  partes ; en  otras  lleva  disueltas  en  su  masa 
cantidades  prodigiosas  de  sal  común  que  se  explota  por 
diferentes  medios,  como  se  observa  en  un  pozo  abierto  por 
cuenta  del  gobierno  de  Baviera,  cuyos  rendimientos  exceden 
de  tres  millones  de  reales  anuales;  en  Enghien,  Vichi  y 
Hamburgo  suministran  igual  sustancia.  En  la  inmensa  ma- 
yoría de  los  casos  el  agua  puede  destinarse  para  la  agricul- 
tura, bajo  cuyo  punto  de  vista  la  influencia  de  un  pozo 
artesiano  en  el  bienestar  de  los  habitantes  de  una  región,  y 
hasta  en  las  condiciones  climatológicas  é higiénicas  de  esta 
puede  ser  muy  grande.  El  brillante  éxito  en  el  pozo  artesiano 
de  Tamerna  obtenido,  oasis  en  el  desierto  de  Sahara,  entre 


Biskra  y Tuggurt,  y otros  muchos,  es  el  principio  de  una 
serie  de  conquistas  de  la  ciencia,  cuyo  resultado  inmediato 
será  trasformar  en  deliciosa  vega  aquel  océano  de  arenas, 
cuya  esterilidad  consiste  en  la  falta  de  aguas. 

En  aquellos  países  en  que  estas  depositan  incrustaciones 
en  los  tubos  de  las  calderas  de  vapor,  como  sucede  en  la 
Mancha,  los  pozos  artesianos  están  llamados  á dar  apoyo  á 
esta  gran  palanca  de  la  civilización  moderna  proporcionando 
aguas  mejores.  Bien  notorio  es  el  feliz  éxito  que  se  acaba  de 
obtener  en  la  estación  del  ferro-carril  de  Albacete,  por  medio 
de  un  pozo  dirigido  por  mi  amigo  Mr.  Laurent,  de  la  casa 
de  Degousée  de  París:  con  cuyo  motivo  este  ilustre  ingenie- 
ro publicó  en  el  Boletín  de  la  Sociedad  geológica  de  Francia , 
en  abril  de  1859,  una  Memoria  importantísima  acerca  de  la 
constitución  geológica  del  terreno  sobre  el  que  está  trazado 
el  ferro-carril  de  Madrid  á Alicante,  ilustrada  con  una  lámi- 
na, en  la  que,  además  del  relieve  y composición  de  toda  la 
línea  con  algunos  detalles  muy  curiosos  referentes  á los  puntos 
mas  notables,  figura  también  el  corte  de  todas  las  formacio- 
nes atravesadas  con  la  sonda  en  el  pozo  de  Albacete,  cuya 
agua  ascendente  procede  de  la  profundidad  de  84,40  metros. 

El  mismo  ingeniero  dió  una  noticia  exacta  y muy  curiosa, 
que  apareció  en  el  propio  Boletín  en  mayo  de  1857,  acerca 
de  los  seis  pozos  artesianos  abiertos  con  un  brillante  éxito 
en  el  desierto  de  Sahara  oriental,  en  la  provincia  de  Cons- 
tantina,  y cuyo  destino  es  convertir  el  desierto  en  verjel 
frondoso. 

La  fuerza  que  desarrolla  el  agua  en  el  salto  que  da  á su 
salida,  se  emplea  en  varias  partes  en  la  industria  como  fuerza 
motriz,  suministrando  al  propio  tiempo  uno  de  sus  elemen- 
tos mas  indispensables. 

Hasta  la  temperatura  que  lleva  muchas  veces  el  agua  puede 
I utilizarse  para  otros  fines,  como  sucede  por  ejemplo,  con  las 
famosas  aguas  termales  y minerales  de  Hamburgo,  suminis- 
tradas por  pozos  artesianos  abiertos  por  Degousée  en  1841, 

42  y 43-  . 

En  cuanto  á la  utilidad  de  los  pozos  inversos  con  el  sa- 
neamiento de  las  tierras  pantanosas,  y en  las  fábricas  en 
donde  se  acumulan  materiales  inmundos,  ya  queda  indicada 
mas  arriba. 


M A DE  NI  EVO  LEÓN 

BIv.  ■ ; ^ l I B í -ID 


DE  BIBLIOTECAS 


PALEONTOLOGIA 


IDUCGI 


ALERE  FLAMMAMjf 

L . WDITATK. 


lLEONtolugia  es  la  ciencia  que  trata  de  los  restos  o 
vestigios  de  séres  orgánicos  que  existen  en  los  estra 
terrestres,  plantas  y animales,  en  su  mayor  parte  pertene- 
* **o^ient<  ís  á especies  extinguidas. 

li  estudio  que  tiene  por  objeto  interpretar  dichos  restos, 
onducido  á la  comparación  de  formas  y estructuras  de 
lantas  y animales  existentes,  lo  cual  ha  sido  un  gran 
delanto  para  la  Anatomía  comparada,  sobre  todo  en  cuanto 
)lica  á las  partes  duras  ó consistentes  de  la  estructura 
al,  como  los  corales,  las  conchas,  las  espinas  y cortezas, 
las  escamas,  los  huesos  y los  dientes. 

Al  aplicar  los  resultados  de  estas  comparaciones  á la  res 
tauracion  de  las  especies  extinguidas,  se  ha  beneficiado  la 
fisiología  por  el  estudio  de  las  relaciones  de  estructura, 
pudiéndose  obtener  una  idea  de  la  alimentación  y costum- 
bres de  dichas  especies.  De  este  modo  se  ha  enriquecido 
con  la  bien  definida  ley  de  la  correlación  de  estructura. 

El  conocimiento  del  tipo  ó plan  de  todos  los  sistemas  de 
órganos,  como  el  esqueleto  de  los  vertebrados  y los  dientes 
de  los  mamíferos,  se  ha  podido  completar  en  razón  á ser 
constante  dicho  tipo  en  las  especies  extinguidas,  habiéndose 
con  ello  llenado  el  mas  alto  fin  de  la  Zootomía  por  medio 
de  la  Paleontología. 

En  cuanto  á la  Zoología,  también  ha  podido  adquirir 
mucho  mayor  desarrollo  por  la  determinación  de  la  naturaleza 
y afinidades  de  los  animales  extinguidos,  siendo  dado 
profundizar  mucho  mas  el  verdadero  sistema  de  clasificación 
desde  que  la  Paleontología  abrió  mas  ancho  campo  al  exa- 
men del  reino  animal. 

Pero  ninguna  ciencia  afine  se  ha  utilizado  tanto  de  la 
Paleontología  como  la  que  trata  de  la  estructura  de  la  costra 
terrestre,  con  el  tiempo,  orden  y modo  de  formarse  sus  par- 
tes constituyentes,  estratificadas  y sin  estratificar;  con  efecto, 
la  Geología,  progresando  rápidamente,  parece  haber  dejado 
á su  antigua  hermana,  la  Mineralogía,  constituyéndose  en 
ciencia  propia,  merced  á la  feliz  aplicación  de  los  fósiles 
para  determinar  las  principales  vicisitudes  de  la  historia  ter- 
restre. 

Por  la  Paleontología  se  demuestra  que  la  ley  de  la  distri- 
bución geográfica  de  los  animales,  según  se  desprende  de  las 
especies  existentes,  estuvo  en  vigor  durante  épocas  muy  ante- 
riores á la  historia  humana,  ó á todo  indicio  de  la  existencia 
del  hombre,  y que  por  lo  que  se  refiere  al  período  conocido 
de  los  fenómenos  de  la  vida  en  este  planeta,  ha  sido  compa- 
rativamente un  resultado  reciente  de  las  fuerzas  geológicas 
que  determinan  la  actual  configuración  y estructura  de  los 
continentes.  Por  lo  tanto  podemos  decir  que  la  Paleontolo- 
gía arroja  nueva  luz  sobre  uno  de  los  mas  interesantes 


iencia  geográfica,  el  que  se  refiere  á las  primi- 

t \as  formas  de  la  superficie  de  la  tierra,  y á otras  disposi- 
c ones  de  esta  y de  los  mares,  que  prevalecen  hoy. 

La  Paleontología  demuestra  asimismo  que  el  clima  ha 
cambiado  en  la  misma  latitud  del  calor  al  frió,  y vice  versa, 
en  un  grado  mucho  mayor  que  ninguno  de  los  que  se  recuer- 
i de  la  historia  humana,  en  cuyo  concepto  ofrece  á la 
eteorología  un  interesante,  aunque  oscuro  problema, 
respecto  á las  condiciones  físicas  de  semejantes  alternativas. 

último,  la  Paleontología  ha  puesto  de  relieve  impor- 
tantes hechos  en  la  mas  elevada  esfera  de  los  conocimientos 
á que  puede  aspirar  la  inteligencia  humana,  enseñándonos 
que  nuestro  globo  ha  girado  en  su  órbita  durante  un  período 
tan  largo,  que  el  hombre,  en  su  empeño  de  conocerle,  ha 
debido  hacer  un  esfuerzo  solo  comparable  con  el  que  hace 
el  que  trata  de  concebir  el  espacio  dividiendo  el  sistema 
solar  desde  las  mas  altas  nubes. 

La  Paleontología  ha  demostrado  que  desde  la  época, 
inconcebiblemente  remota,  en  que  se  verificó  la  sedimenta- 
ción de  las  rocas  cámbricas,  vivificaron  á la  tierra  la  luz  y el 
calor  terrestre  primero  y solar  después,  fertilizándola  refres- 
cantes lluvias;  que  el  Océano  se  movía,  no  solo  por  ordena- 
das y regulares  oscilaciones,  lo  mismo  que  ahora,  bajo  la 
influencia  de  la  atracción  lunar  y solar,  sino  también  á 
impulsos  de  los  vientos  y las  tempestades,  que  le  revolvieron 
y agitaron;  y que  en  la  atmósfera,  además  de  estos  movi- 
mientos, influyeron  saludablemente  las  nubes  y los  vapores, 
que  elevándose  y condensándose,  volvían  á caer,  circulando 
de  continuo.  La  Paleontología  demuestra  que  con  tales  con- 
diciones de  vida,  existió  esta  desde  hace  innumerables  miles 
de  años ; pero  sometida  á la  muerte  desde  el  principio.  El 
mas  primitivo  testimonio  del  sér  viviente,  sea  coral,  molusco 
ó crustáceo  en  la  mas  antigua  roca  fosilifera,  es  al  mismo 
tiempo  una  prueba  de  que  murió:  el  don  de  la  vida  se  ha 
trasmitido  de  generación  en  generación,  disfrutando  de  él 
sucesivamente  los  innumerables  miles  de  individuos  que 
constituyen  las  especies.  La  Paleontología  nos  enseña  ade- 
más, que  no  solo  perece  el  individuo,  sino  también  la  espe- 
cie; que  así  como  la  muerte  se  equilibra  con  la  generación, 
así  la  existencia  ha  sido  concomitante  de  la  fuerza  creadora 
que  produjo  una  sucesión  de  especies;  y por  último,  que  en 
esta  sucesión  ha  habido  «un  verdadero  progreso.»  Así  sabe- 
mos que  la  fuerza  creadora  no  abandonó  la  tierra  durante 
ninguno  de  los  períodos  del  tiempo  geológico  que  siguieron 
á su  primera  manifestación,  y que  en  ninguna  clase  de  ani- 
males se  limitó  la  acción  de  esta  á una  época  geológica. 
Acaso  sea  el  mas  importante  y significativo  resultado  de  las 
investigaciones  paleontológicas  el  establecimiento  del  prin- 


AMOKFOZOOS 


45i 


cipio  por  el  cual  se  reconoce  la  antigua  y ordenada  repro- 
ducción de  las  especies  de  séres  animados. 

El  exámen  que  haremos  de  los  restos  orgánicos  en  la  cos- 
tra terrestre  comienza  con  las  formaciones  inferiores  ó sen- 


cillas, limitándonos  principalmente  á los  del  reino  animal. 

El  siguiente  «Cuadro  de  terrenos indicará  la  posición 
relativa  y la  edad  de  las  formaciones  geológicas  citadas,  y 
sus  fósiles  animales  mas  característicos. 


CUADRO  DE  TERRENOS  Y ORDEN  DE  APARICION  DE  LA  VIDA  ANIMAL  EN  EL  GLOBO 

PERIODOS  TERRENOS  GRUPOS  Y FORMACIONES  RESTOS  FÓSILES 


4.0  Neozóico..  . Moderno  y cuaternario. 


7.a  Madrepórica. . . 

6.a  Turbosa.  . . . 

|5.a  Tobácea.  . . . 

4.a  Glacial  superior.. 
3.a  Diluvial.  . . . 

2.a  Glacial 

i.a  Oscilac.  de  los  con 
tinentes 


i Plioceno. 

3.0  Cenozóico. . Terciario. \ Mioceno. 

( Eoceno. . 


Fauna  actual 

Hombre  fósil,  animales  extinguidos,  id.  emigrados, 
id.  domesticados. 


Cretáceo. 


2. 


Mesozoico..  Secundario. 


M 


Hombre  fósil  ? 

Restos  de  su  industria. 

Primates  (monos)  y restantes  órdenes  de  mamíferos 
monodelfos. 

, Varios  órdenes  de  aves  y reptiles. 

\ Peces. — Cicloideos  y tenoideos. 

¡ A’tytf/Ar.-Mosasauros,  crocodilos,  iguanodon,quelonios 
. Mamíferos. — Marsupiales. 

Jurásico Reptiles.— Ichthiosauros,  plesiosauros,  terodáctilos. 

' Moluscos. — Cefalópodos  dibranquios. 

\ Mamíferos. — Microlestes. 

I Aves  (huellas  de) 

* \ Sauropt erigios. 

) Labirintodontes. — Crustáceos  isopodos. 

\ Saurios. — Quelonios  (huellas  de) 

. Archegosauro. — Actinodon,  Protriton,  Raniceps,  etc. 
) Crustáceos.— Ultimos  trilobites. 

) Reptiles.— Ganocéfalos. 

Insectos. 

. Peces.— Ganoidéos,  placo-ganoidéos,  placoideos. 
Peces.—  Placoidéos. 

A rticulados. — Trilobites. 

Moluscos.  — Cefalópodos,  tetrabránquios,  gasterópo- 
dos, terópodos,  acéfalos,  braquiópodos. 
Equinodermos. 

Anélidos. 

Briozoos. 

Zoófitos. 

Los  organismos,  ó séres  vivientes,  son  aquellos  que  poseen  oxigeno,  y sus  principales  tejidos  son  compuestos  binarios 
una  estructura  interna,  celular  ó celulo  vascular,  susceptible  <5  ternarios,  en  tal  caso  rec.be  el  nombre  de  planta.  Pero  los 
de  recibir  la  materia  fluida  del  exterior  y alterar  su  naturaleza;  dos  reinos  de  la  naturaleza  que  denominamos  vegetal  y am- 
ista materia  se  llama  nutritiva,  y los  actos  por  los  cuales  se  mal,  son  grupos  especiales  de  otro  mucho  mayor  de  seres 
absorbe,  circula  y se  asimila.se  llaman  funciones  vitales,  por-  vivientes,  y hay  numerosos  organismos,  os  mas  muy  drmt- 
que  mientras  se  desempeñan,  dicese  que  el  organismo  vive,  ñutos,  que  ofreciendo  la  forma  de  células,  manifiestan  los 
Cuando  este  último  puede  moverse  también,  y recibe  la  caractéres  orgánicos  comunes  sin  los  atributos  que  pan, cu- 
materia  nutritiva  por  una  boca,  retiene  oxigeno,  despren-  larmente  distinguen  a las  plantas  y a los  animales.  Estos 
diendo  ácido  carbónico  al  respirar,  y tiene  por  principales  reciben  la  denominación  de  acnta  o protozoa,  y comprenden 


1/  Paleozoico..  Primario. 


Triásico.  . 

’Pérmico.  . 

, Carbonífero. 
Devónico.  . 

\ 

\Sil  úrico..  . 


tejidos,  compuestos  cuaternarios  de  carbono,  hidrógeno, 
oxígeno  y nitrógeno,  entonces  se  llama  animal.  Si  el  orga 
nismo  está  sujeto  á la  tierra  por  medio  de  raíces,  carece  de 
boca  y estómago,  retiene  carbono  al  respirar,  exhalando 


los  amorfozoos  ó esponjas,  los  rizópodos  ó foraminíferos,  los 
policistinos,  los  diatomáceos,  los  desmidios,  los  gregarinos  y 
los  mas  de  los  poligastrios  de  Ehrenberg,  ó infusorios  de  los 
antiguos  autores. 


DE 


RITA  Ó PROTOZOA 

IMERO — HETEROMORFOS 


r,-v7|-iAc  Inglaterra  caracterizan  especialmente  el  terreno  cretáceo;  en 

CLASE  I — AMORFUZUUb  el  greensand  superior  ó arenisca  verde  se  encuentran  exten- 

. r'  -i  ,in  lucrar  imnortante  entre  los  sos  lechos  de  esponjas  cuarzosas,  así  como  en  algunas  ior- 

Las  esponjas  fos.es .ocupa» un  ^ ,J  carbonifera,  En  Alemania  recibe  el 

restos  or8an‘cos  d"‘  ePstructura’,  que  por  la  extraordi-  nombre  de  spongiknkalk  un  grupo  de  la  oolita  superior,  por 

naria'abundancia  KíriSSl  denos  horizonte.  En  los  numerosos  fósiles  de  esta  Case  que  contiene. 


454 


PALEONTOLOGIA 


Las  esponjas  actuales  se  dividen  en  córneas,  pétreas  y 
viscosas,  ó céreas,  cuarzosas  y calizas,  según  la  sustancia  de 
sus  partes  consistentes,  las  cuales  afectan  de  ordinario  la 
figura  de  agujas  muy  finas,  óespículas,  de  aspecto  muy  varia- 
do. La  sustancia  orgánica  blanda,  llamada  sarcoda,  carece, 
por  decirlo  así,  de  estructura,  siendo  difluente  y no  contráctil; 
consiste  en  un  agregado  de  corpúsculos  mas  ó menos  radia- 
dos, en  algunos  de  los  cuales  se  reconoce  el  vestigio  de  un 
núcleo.  Los  mayores  orificios  de  la  superficie  de  una  esponja, 
se  llaman  ósculos;  por  ellos  sale  el  agua  que  penetra  por  los 
que  reciben  el  nombre  de  poros,  siempre  muy  numerosos  y 
diminutos. 


Figura  amori-ozoos,  rjzópodos 


1 Siphonia  pirifomus,  Goldf.;  Arenisca  verde  de  Blackdown 

2 Gucttardia  Thiolaii,  D’Arch-j  Creta  de  Biairitz 

3 Ventriculites  radiatus,  Mant.;  Creta  de  Sussex 

4 Manon  osculiferum,  Phil. ; Creta  de  York 

5 Fusulina  cyHndrica,  Fisch.;  Carbonífero  de  Rusia 

6 Flabellina  rugosa,  D’Orb. ; Creta  de  Europa 

7 Liluola  nautiloidea,  Lam.;  Creta  de  Europa 

8 Kummulites  nummularia,  Brug-;  Eoceno  del  antiguo  continente 

9 Orbitoides  media,  D’Arch.;  Creta  de  Francia 

io  Ovulites  margaritula,  Lam.;  Creta  de  Europa 

Las  esponjas  calizas  abundan  en  les  terrenos  jurásico  y 
cretáceo,  alcanzando  el  máximum  de  su  desarrollo  en  la  creta; 
hoy  dia  se  han  extinguido  casi  del  todo,  ó están  representa- 
das por  otras  familias  que  se  distinguen  por  sus  espículas 
calizas.  Las  esponjas  córneas  parecen  ahora  mas  abundantes 
que  en  los  antiguos  mares;  pero  sus  restos  solo  se  reconocen 
en  aquellos  casos  en  que  están  cargados  de  espículas  cuar- 
zosas. 

D Orbigny  enumera  treinta  y seis  géneros  y cuatrocientas 
veintisiete  especies  de  esponjas  fósiles;  pero  esta  es  pro- 
bablemente una  pequeña  porción  de  las  que  existen  hoy 
dia  en  los  museos,  porque  ofrece  gran  dificultad  determi- 
nar los  límites  de  las  especies,  quedando  muchas  sin  des- 
cribir. 

Las  paleospongias  y acantospongias  se  encuentran  en  el 
silúrico  inferior;  las  estromatoporas,  con  sus  masas  concén- 
tricas y laminares,  alcanzan  un  gran  tamaño  en  la  caliza  de 
AVenlock,  uno  de  los  pisos  del  silúrico  superior  en  Inglaterra; 
las  esteganodistas,  las  esparsispongias  y varias  especies  de 
esciñas,  se  encuentran  en  el  devónico;  y las  botroconis, 
manilóporas  y tragos,  en  la  caliza  pérmica.  Varios  géneros 
son  comunes  al  triásico  y jurásico,  siquiera  haya  muchas 
peculiares  á este  terreno.  Las  esponjas  oxfórdicas  corres- 
ponden, sobre  todo,  á los  géneros  Eudca , hipalimvs , cribris- 
pongia , esfeltspongia  y (vpulispongia ; su  esqueleto  fibro- 
so parece  haber  sido  enteramente  calizo,  con  frecuencia 
muy  sólido;  su  forma  es  mamelonada,  ó afecta  la  de  una 
copa,  y muchas  ofrecen  semejanza  con  un  tamiz,  á causa  de 

la  distribución  regular  de  los  orificios  que  cubren  la  super- 
ficie. 


La  arenisca  verde  de  Faringdon,  en  el  condado  de  Berk 
(Inglaterra),  es  un  horizonte  rico  en  esponjas,  particular- 
mente de  las  que  ofrecen  la  forma  de  copa;  son  calizas  y 
pertenecen  á los  géneros  scifia  y quenondopora;  algunas  son 
mamelonadas,  como  las  de  los  géneros  cenemidias  y vertici- 
lóporas.  El  crag  de  Kent  está  lleno  de  esponjas,  muy  apa- 
rentes en  los  cortes  de  las  laderas  asurcadas  por  las  aguas; 
en  algunos  lechos  abundan  de  tal  modo  las  espículas  cuar- 
zosas, que  molestan  y hasta  hieren  las  manos  de  los  opera- 
rios. La  arenisca  verde  de  Blackdown  (Inglaterra)  es  célebre 
por  el  número  y perfecta  conservación  de  las  especies  del 
género  sifonia  (fig.  i,  i),  cuya  forma  es  la  de  una  pera, 
mientras  que  las  de  Warminster  presentan  tres  ó mas  lóbulos. 
Esta  última  localidad  es  la  mas  rica  de  Inglaterra  por  sus 
especies  en  forma  de  copa  muy  ancha,  y también  por  las 
ramosas  (polipotecia),  todas  las  cuales  son  cuarzosas;  las 
espículas  externas  de  estas  esponjas  son  á veces  tan  grandes 
que  se  han  tomado  equivocadamente  por  huesos.  Las  espe- 
cies del  greensand  superior  de  Farnhan,  particularmente  las 
del  género  sifonia,  tienen  fosfato  de  cal  en  su  masa,  razón 
que  las  ha  hecho  utilizar  como  excelente  abono  para  las 
tierras. 

Las  esponjas  de  la  creta  pertenecen  á varias  familias  dis- 
tintas: las  coanitas  se  parecen  á las  sifonias;  pero  son  senta- 
das y presentan  al  dividirse  un  tubo  en  espiral  que  gira  al 
rededor  de  la  cavidad  central;  es  la  esponja  mas  común  en 
el  cretáceo  de  Brighton;  otras  afectan  ja  forma  de  una  copa 
irregular,  y son  calizas;  muchos  pedernales  del  condado  de 
Wilt  presentan  un  núcleo  de  esponja  ramosa  (S.  clavellata). 
La  creta  dispuesta  en  capas  regulares,  ó en  forma  de  colum- 
nas, contiene  vestigios  de  la  estructura  de  la  esponja,  y su 
origen  se  relaciona,  en  cierto  modo,  con  el  crecimiento 
periódico  de  grandes  grupos  de  esponjas.  Con  frecuencia  se 
observa  que  solo  la  corteza  ó superficie  exterior  de  aquellas 
se  ha  convertido  en  sílice,  mientras  que  el  centro  ha  desapa- 
recido dejando  una  cavidad  con  desigualdades  de  aspecto 
estalactitico.  Las  esponjas  de  forma  de  copa  están  siempre 
mas  ó menos  envueltas  en  pedernal,  sustancia  que  reviste  el 
tronco  y rodea  el  interior,  dejando  descubierto  el  borde. 
Las  esponjas  de  la  creta  de  York  ofrecen  un  carácter  dis- 
tinto: algunas  son  prolongadas  ó radiciformes;  otras  se  ex- 
tienden en  sentido  horizontal,  pero  contienen  comparativa- 
mente poca  sílice;  mientras  que  las  que  pertenecen  al 
género  manon  (fig.  i,  4),  presentan  ósculos  prominentes, 
son  superficialmente  silíceas  y resisten  la  inmersión,  pudién- 
dose limpiar  con  ácido  clorohídrico.  El  grupo  mayor  de  las 
esponjas  de  la  creta  tiene  por  tipo  la  especie  ventriculites 
(fig-  L 3)»  ofrece  la  forma  de  una  copa  ó embudo  muy  del- 
gado, ó se  arrolla  tomando  la  figura  de  una  estrella  (Guet- 
tardia,  fig.  1 , 2).  Algunas  se  distinguen  por  su  contorno 
tortuoso,  y otras  son  ramosas,  como  los  braquiolites.  Obtié- 
nense  á veces  pedazos  de  los  ejemplares  envueltos  en  el 
pedernal  ó las  piritas;  á menudo  se  encuentra  en  las  conchas 
de  los  terrenos  terciarios,  como  en  la  creta,  la  especie 
llamada  cliona;  el  fósil  cretáceo  exogyra,  de  los  Estados- 
Unidos,  está  con  frecuencia  minado  por  ella:  los  belemnites 
é inoceramus  están  con  frecuencia  cubiertos  por  sus  fibras 
y células  ramificadas.  Cuando  se  pulimentan  y examinan  con 
el  microscopio  algunos  delgados  pedazos  de  creta  pétrea, 
distínguense  á veces  diminutos  cuerpos  esféricos  (spiniferi- 
tes),  cubiertos  de  espinas  que  forman  radios.  Por  su  seme- 
janza con  el  organismo  de  las  pequeñas  especies  de  agua 
dulce  del  género  A anfhidium,  se  designaron  largo  tiempo 
con  este  nombre;  pero  son  seguramente  cuerpos  marinos,  y 
acaso  los  esporos  de  las  esponjas. 

Las  formas  genéricas  de  las  esponjas  son  mas  numerosas 


RIZOPODOS 


* 455 


y variadas  desde  el  terreno  silúrico  al  cretáceo,  donde  el 
aumento  es  rápido;  pero  las  sifonias,  esparsipongias  y amor- 
fospongias,  que  tienen  un  armazón  pétreo  y reticulado,  sin 
espículas,  y que  se  agruparon  todas  juntas  con  el  nombre  de 
petrospongias,  desaparecieron  en  la  época  secundaria,  no 
teniendo  representantes  en  los  depósitos  terciarios,  ni  menos 
aun  en  los  mares  actuales. 

CLASE  II — RIZOPODOS 

Los  organismos  de  esta  clase  son  en  su  mayor  parte  su- 
mamente diminutos,  o mejor  dicho,  microscópicos  ; la  estruc- 
tura, muy  sencilla  y gelatinosa,  está  de  ordinario  protegida 
por  una  concha.  Los  rizópodos  mas  sencillos,  llamados 
amibas,  ofrecen  una  forma  regular  cuando  se  contraen ; pero 
pueden  extender  parte  de  su  sustancia  en  forma  de  raíces, 
valiéndose  de  ellas  para  hacer  avanzar  el  resto  de  la  masa, 
como  se  observa  en  los  piés  ó tentáculos  de  los  pólipos! 
Estos  apéndices  radiciformes  son  susceptibles  de  fijarse  en 
partículas  extrañas  y de  conducirlas  al  sarcoda,  donde  la 
parte  soluble  orgánica  puede  ser  asimilada,  mientras  que  la 
insoluble  es  expelida.  En  el  interior  de  los  amibas  se  distin- 
gue comunmente  un  corpúsculo  sólido,  hialino,  ó núcleo, 
acompañado  á veces  de  una  ó mas  vesículas  contráctiles. 
Cuando  las  prolongaciones  del  sarcoda  son  numerosas  y fili- 
formes, al  parecer  constantes,  é irradian  además  de  todas  las 
partes  del  cuerpo,  el  rizópodo  presenta  los  caractéres  de  los 
actinofris;  si  los  tentáculos  se  producen  solo  en  una  extremi- 
dad del  cuerpo,  resulta  el  género  panfagus;  cuando  el  rizópo 
do  aparece  encerrado  en  un  saco  membranoso,  recibe  el  nom- 
bre de  difugio;  y las  especies  cuyo  saco  presenta  una  abertura 
en  la  superficie  plana,  por  donde  el  animal  saca  los  tentácu- 
los, se  denominan  arcellas.  En  otros  rizópodos  se  endurece  el 
saco,  ó se  convierte  en  una  concha,  ó dermato-esqueleto, 
? consistente  por  lo  común  en  un  agregado  de  células  que  se 

comunican  por  diminutas  aberturas,  derivándose  de  este 
carácter  el  nombre  de  foraminíferos,  con  que  se  designa  á 
los  rizópodos  testáceos.  Estas  células  crecen  por  gemmacion 
sucesiva,  partiendo  de  un  segmento  primordial,  á veces  en 
línea  recta;  pero  mas  comunmente  en  forma  de  una  curva 
espiral,  ofreciendo  cada  segmento  así  desarrollado,  su  propia 
cubierta  conchífera;  sin  embargo,  como  están  orgánicamente 
en  relación,  el  conjunto  parece  formar  una  concha  dividida 
en  celdillas.  El  segmento  últimamente  formado  se  distingue 
de  ordinario  por  los  filamentos  contráctiles,  muy  largos, 
delgados  é incoloros,  á los  cuales  deben  los  animales  de  que 
se  trata  el  nombre  de  rizópodos.  Pero  en  los  foraminíferos, 
el  tabique  exterior  y el  de  la  concha  presentan  diminutas 
aberturas,  por  las  cuales  pueden  pasar  ó proyectarse  los  fila- 
mentos del  tejido  blando  orgánico.  Los  diversos  segmentos 
son  esencialmente  repeticiones  uno  de  otro,  y no  hay  prueba 
alguna  de  que  los  mas  interiores  y primeros  que  se  formaron 
reciban  su  alimento  de  los  exteriores  y mas  recientes.  Un 
foraminífero  puede  por  lo  tanto  considerarse  como  una 
serie  de  individuos  unidos  orgánicamente,  ó bien  como  un 
simple  sér  agregado,  compuesto  según  la  ley  déla  repetición 
vegetativa. 

Las  diminutas  conchas  celulares  de  los  foraminíferos  entran 
por  mucho  en  la  composición  de  todos  los  terrenos  de  sedi- 
mento, abundando  de  tal  manera  en  muchas  rocas,  tales 
como  la  creta,  por  ejemplo,  que  justifica  la  frase  de  Buffon 
de  que  <3¡el  mismo  polvo  había  vivido.»  Las  operaciones  de 
sonda  practicadas  por  la  Compañía  del  telégrafo  atlántico,  y 
las  realizadas  entre  Bockall  y el  Cabo  Farewell,  han  demos- 
trado, que  el  lecho  de  aquel  gran  océano,  á una  profundidad 
de  dos  millas,  ó acaso  mas,  se  compone  principalmente  de 


conchas  calizas  de  la  ,’obigerina  y de  algunos  otros  rizópodos, 
junto  con  los  dermato  esqueletos  silíceos  de  los  policistinos. 
La  composición  de  la  creta  es  muy  análoga  á lo  que  acaba 
de  indicarse,  pues  quitadas  por  locion  las  partes  mas  finas, 
lo  restante  de  la  masase  halla  literalmente  formado  de  con- 
chas de  foraminíferos.  algunas  perfectas  y otras  incompletas. 

Las  mas  de  estas  conchas  son  microscópicas;  pero  algunos 
de  los  mayores  foraminíferos  ya  extinguidos,  llamados  num- 
mulites,  por  su  semejanza  con  una  moneda,  alcanzan  hasta 
dos  pulgadas  de  diámetro. 

Las  divisiones  genéricas  adoptadas  para  estas  conchas  se 
fundan  en  el  crecimiento  y en  la  manera  de  aumentarse  nu- 
méricamente las  célu'as.  Los  primitivos  grupos  de  rizópodos, 
según  D'Orbigny,  son  los  siguientes: 

1 Monostega.— Cuerpo  de  un  solo  segmento  y concha 
de  una  célula. 

2 Sticostega.  — Cuerpo  formado  por  segmentos  dis- 
puestos en  una  sola  línea;  concha  con  series  lineares  de 
células. 

3 Helicosteg a.— Cuerpo  compuesto  de  una  serie  espi- 
ral de  segmentos;  concha  formada  por  cierto  número  de 
circunvoluciones. 

4 Entomostega.— Cuerpo  de  segmentos  alternados,  en 
forma  espiral;  células  dispuestas  alrededor  de  dos  ejes  alter- 
nados constituyendo  espira. 

5 Enalostega. — Cuerpo  compuesto  de  segmentos  alter- 
nados que  no  forman  espiral;  células  dispuestas  en  dos  ó tres 
ejes  que  tampoco  la  constituyen. 

6 Agatistega.— Cuerpo  consistente  en  segmentos  que 
se  arrollan  alrededor  de  un  eje;  células  dispuestas  de  un 
modo  semejante,  ocupando  cada  una  la  mitad  de  toda  la 
circunferencia. 

Mr.  Schultze  adoptó  una  clasificación  algo  distinta,  divi- 
diendo los  politalamios  en  tres  secciones,  á saber: 

1 Helicoidea:  comprenden  aquellas  formas  en  que  las 
diversas  células  de  la  concha  están  dispuestas  en  series 
arrolladas : corresponden  á los  cuatro  últimos  órdenes  de 
D’Orbigny. 

2 Rabdoidea:  las  células  están  dispuestas  en  línea  recta 
(Sticostega  de  D’Orbigny). 

3 Soroidea:  células  dispuestas  de  un  modo  irregular 
(acervulina). 

Lagenia  es  un  género  de  los  monostega,  ó foraminíferos 
de  una  sola  célula  con  la  concha  en  forma  de  frasco,  y á 
veces  aflautada  exteriormente.  Las  entosolemias,  así  como 
las  lagenias,  tienen  el  cuello  tubular  invertido  dentro  de  la 
cavidad  de  la  concha. 

Entre  los  foraminíferos  de  muchas  células  no  parecen 
tener  límite  las  modificaciones  de  forma:  las  nodosarias  se 
asemejan  á una  varilla  cilindrica;  las  cristelarias  comienzan 
por  una  espiral,  y después  son  rectas;  pero  las  mas  de  las 
especies  son  del  todo  espirales;  en  algunas,  como  los  num- 
mulites,  las  células  ó celdas  aparecen  dispuestas  en  espiral, 
pero  arrolladas  en  el  mismo  plano,  y en  muchas  gira  la 
espiral  oblicuamente  alrededor  de  un  eje,  comunicando  á la 
concha  una  forma  trocoidéa. 

Se  han  descrito  ya  mas  de  seiscientas  cincuenta  y siete 
especies  fósiles,  pertenecientes  á setenta  y tres  géneros: 
comienzan  en  el  periodo  paleozoico,  aumenta  el  número  de 
especies  y variedades  en  los  horizontes  sucesivos,  alcanzando 
el  máximo  desarrollo  en  los  mares  actuales.  Los  mas  de  los 
géneros  fósiles,  y aun  algunas  de  las  especies,  pasan  por 
muchas  formaciones;  y á decir  verdad,  si  se  observa  con 
atención,  se  ve  que  las  formas  existentes  son  las  de  los  mas 
antiguos  organismos  que  se  conocieron.  La  dentalina  com- 
munis,  el  orbitolites  complanatus,  la  rosalina  itálica,  todas 


paleontoiocia 


456 


especies  vivas,  se  encuentran,  al  parecer  de  algunos  autores, 
en  la  creta; la  rotalina  urabilicata  corresponde  al  horizonte 
cretáceo  llamado  gault;  y la  Webbina  rugosa  es  común  al 
lias  superior  y á la  creta,  encontrándose  en  los  mares  actua- 
les. Se  ha  observado,  no  obstante,  que  los  rizópodos  fósiles 
que  quedaron  libres  por  la  disgregación  de  las  rocas,  se  mez- 
clan con  las  conchas  recientes  en  las  costas,  habiéndose 
extraido  algunos  en  tal  condición  de  grandes  profundi- 
dades. 

La  forma  mas  primitiva  y notable  de  los  rizópodos,  es  la 
fusulina  (fig.  i,  5),  que  constituye  capas  de  muchas  pulga- 
das, y hasta  de  varios  piés  de  espesor  en  la  caliza  carboní 
fera  de  Rusia;  los  géneros  dentalina  y textularia,  se  encuen- 
tran en  la  caliza  pérmica;  los  denominados  nodosaria, 
cristelaria  y rotalia,  son  propios  del  lias;  la  flabellina  (fig.  1,  6), 
es  peculiar  de  la  creta,  lo  mismo  que  el  orbitoides  (fig.  1,9), 
que  se  halla  además  en  los  horizontes  terciarios;  el  ovulites 
(fig.  1,  10),  existe  en  el  terciario  eoceno,  y la  frondiculina 
en  el  mioceno;  los  géneros  operculina,  orbitolitesy  alveolina 
aparecen  primero  en  el  terciario,  y viven  aun;  el  género 
lituola  (fig.  1,  7),  se  halla  en  la  creta,  y algunas  especies 
cuyas  células  están  llenas  de  una  materia  gredosa,  han  sido 
agrupadas  en  un  género  denominado  spirolina.  Muchos  de 
los  foraminíferos  cretáceos  contienen  una  sustancia  pardusca 
colorante,  que  persiste  después  de  haber  sido  disuelta  la 
concha  en  un  ácido  débil,  la  cual  se  ha  considerado  como 
un  resto  de  la  materia  orgánica  que  en  otro  tiempo  llenó 
todas  las  células. 

Las  capas  inferiores  del  eoceno,  en  la  caliza  que  se  emplea 
en  Paris  como  piedra  de  construcción,  contienen  foraminí- 
feros en  tan  considerable  número,  que  bien  podemos  decir 
que  la  capital  de  Francia  está  casi  del  todo  edificada  con 
esas  diminutas  conchas  complejas. 

Pero  en  el  eoceno  medio,  ó numulítico  por  excelencia,  es 
donde  los  rizópodos  alcanzan  su  mayor  tamaño,  figurando 
en  primera  línea  entre  los  organismos;  su  número  suele  ser 
tan  considerable,  que  no  solo  forman  rocas  calizas  ó areno- 
sas, sino  estratos  de  gran  potencia  y hasta  montañas  enteras, 
sobre  todo  los  nummulites.  Las  calizas  numulíticas  se  en- 
cuentran en  el  sur  de  Europa,  en  el  norte  de  Africa,  en  la 
India,  y asimismo  en  Jamaica.  La  forma  mas  común  es  el 
nummulites  propiamente  dicho  (fig.  1,  8),  que  se  halla  en 
la  piedra  de  construcción  de  la  Gran  Pirámide. 

PÓLiCiSTi NOS. — Las  margas  terciarias  de  la  isla  Bai- 
bada  (Antillas),  proporcionaron  á Ehrenberg  una  extensa 
serie  de  nuevos  y extraordinarios  organismos  microscópicos, 
compuestos  de  sílice,  pero  perforados  como  las  conchas  de 
los  rizópodos.  En  el  fondo  fangoso  de  los  golfos  Erebo  y 
Terror,  y mas  recientemente  en  el  de  la  parte  norte  del 
Atlántico,  se  han  hallado  las  mismas  formas  y otras  seme- 
jantes; son  del  todo  distintas  de  las  que  ofrecen  las  mas  de 
las  especies  del  género  áiatotnacca\  pero  algunas  de  ellas  se 
parecen  á los  coscinodiscus  y actinocyclus . Se  han  descrito  ya 
doscientas  ochenta  y dos  formas,  que  se  han  agrupado  en 
cuarenta  y cuatro  géneros  provisionales. 

CLASE  JPJJ-JLNFUSORIOS  I 

(POLYGASTRIA,  ehrenberg) 

Bajo  estas  denominaciones  y grupos,  se  comprenden  nu- 
merosos séres  de  organización  sencilla  y de  cubierta  ó si  se 
quiere  dermato-esqueleto  pétreo,  formando  parte  de  faunas 
antiguas  y modernas.  Las  conchas  silíceas  de  los  infusorios, 
aunque  no  divididas  en  células  ni  perforadas,  ofrecen  si  se 
observan  con  el  microscopio  marcados  y curiosos  caraciéres 


de  forma  y dibujo,  tan  fáciles  de  distinguir  como  los  de  las 
conchas  de  los  moluscos.  Las  láminas  de  los  incomparables 
estudios  y monografías  de  Ehrenberg,  contienen  numerosas 
y exactas  figuras  de  los  delicados  restos  de  infusorios  de  las 
épocas  pasadas  y presentes,  cuyos  depósitos  fueron  cono- 
cidos en  las  artes  mucho  tiempo  antes  que  la  ciencia  reco- 
nociera su  naturaleza  y procedencia  orgánica.  Examinadas 
con  el  microscopio  por  Mr.  Ehrenberg  en  1836  varias  por- 
ciones de  la  piedra  llamada  trípoli,  observó  que  se  compo- 
nían exclusivamente  de  conchas  cuarzosas  de  infusorios,  y 
sobre  todo  de  una  especie  ya  extinguida  que  designó  con  el 
nombre  de  gallionella  distans. 

En  Bilin  (Bohemia),  existe  un  depósito  de  dicha  piedra, 
que  tiene  por  lo  menos  catorce  piés  de  grueso,  y forma  la 
cima  de  una  colina,  en  la  cual,  cada  pulgada  cúbica  contiene 
cuarenta  y un  mil  millones  delasllamadasunidadesorgánicas. 
Dicha  roca  encierra  asimismo  conchas  de  los  géneros  naví- 
cula, vacillaria,  actynoclus,  y otros  organismos,  todos  cuar- 
zosos; la  parte  inferior  de  dicho  depósito  consiste  en  conchas 
compactas,  y adheridas  sin  ningún  cemento  visible;  en  las 
masas  superiores,  están  aquellas  pegadas,  y llenas  de  una 
materia  amorfa  y silícea,  formada  por  las  conchas  disueltas. 
En  Egea  (Bohemia),  existe  otro  horizonte  de  dos  millas  de 
largo,  que  tiene  unos  veintiocho  piés  de  grueso,  de  los 
cuales,  los  diez  superiores  se  componen  exclusivamente  de 
conchas  cuarzosas  de  infusorios,  incluso  el  hermoso  campi- 
lodiscus;  los  otros  diez  y ocho  piés  constan  de  conchas 
mezcladas  con  una  sustancia  pulverulenta.  Otros  depósitos 
han  sido  descubiertos  en  diversas  partes  del  mundo,  com- 
prendiendo algunas  especies  de  infusorios  de  agua  dulce  y 
marinas. 

No  es  difícil  formarse  idea  de  semejantes  acumulaciones 
orgánicas,  examinando  los  depósitos  de  los  pantanos  y de 
las  aguas  estancadas  ó de  corriente  lenta.  En  las  latitudes  y 
climas  cálidos  hormiguean  los  infusorios  en  tales  aguas; 
encontrándose  también  sus  restos  en  cantidades  prodigiosas 
en  los  depósitos  de  sedimento.  En  la  parte  inferior  de  los 
pantanos  turbosos  forman  á veces  bancos  de  muchos  piés 
de  grueso,  constituyendo  además  con  la  turba  una  marga 
cuarzosa  blanca  y pura.  En  las  orillas  del  lago  inmediato  á 
Uranea,  en  Suecia,  se  deposita  una  cantidad  de  materia 
pulverulenta,  que  por  su  extremada  finura  parece  harina;  los 
habitantes  mas  pobres  la  han  conocido  hace  mucho  tiempo 
con  el  nombre  de  bergmehl  (alimento  de  montaña),  y la  uti- 
lizan mezclándola  con  harina,  como  artículo  alimenticio;  se 
compone  en  gran  parte  de  conchas  silíceas  de  infusorios,  con 
un  poco  de  materia  orgánica.  Tocante  al  origen  de  los 
restos  fósiles  de  infusorios  en  el  agua  del  mar,  véase  lo  que 
se  dice  en  el  United  States  Coast  Survey  de  1856: 

«Los  sondeos  practicados  en  el  Gulf-stream  (corriente  del 
golfo)  cerca  de  Key  Siscayne,  á una  profundidad  de  147  á 205 
brazas,  dieron  con  un  cieno  de  color  gris  verdoso  claro, 
compuesto  esencialmente  de  foraminíferos;  las  diatomaceas, 
policistinos  y geolites  figuraban  con  una  profusión  solo  com- 
parable con  la  de  los  policistinos  fósiles  que  constituyen 
el  horizonte  de  Barbada.  Los  foraminíferos  componen  la 
mayor  parte  de  dicho  cieno,  figurando  sobre  todo  la  tex- 
tularia americana,  marginula  Bachei  y otras  formas,  y par- 
ticularmente muchas  especies  del  género  plicatilia  de  Ehren- 
berg, que  se  suponía  existir  tan  solo  á poca  profundidad. 
Las  conchas  cuarzosas  de  las  diatomaceas  abundan  en  el 
residuo  de  los  foraminíferos  calizos  atacados  por  algún 
ácido.» 

Estas  manifestaciones  de  la  vida,  con  sus  resultados  mi- 
nerales, se  han  reconocido  desde  los  depósitos  de  sedimento 
mas  primitivos  hasta  la  presente  época;  hallándose  muy  des- 


HIDPOZOOS 


457 


«5 


arrollados  en  las  diversas  formaciones  del  período  terciario. 
La  ciudad  de  Richmond,  Estados  Unidos,  está  construida 
sobre  bancos  cuarzosos  de  origen  marino  pertenecientes  al 
terciario,  de  unos  veinte  piés  de  grueso,  compuestos  en  su 
mayor  parte  de  conchas  de  infusorios,  entre  las  que  se  ven 
las  especies  bien  conocidas  y microscópicas  de  los  géneros 
actinocyclus  y coscinodiscus. 

Las  mas  de  las  formaciones  de  infusorios,  tales  como  las 
dé  Cassel,  Planitz  y Bilin,  son  admirables  monumentos  del 
trabajo  de  los  organismos  microscópicos  en  los  primeros 
períodos  de  este  planeta.  El  diminuto  tamaño,  la  estructura 
elemental,  la  tenacidad  de  la  vida,  y la  maravillosa  fuerza  de 
reproducción  de  los  infusorios,  les  ha  permitido  sobrevivir 
como  especies  á los  cambios  que  han  sido  causa  del  exter- 
minio de  organismos  mas  elevados.  El  hecho  de  haber  des- 
cubierto Mr.  Ehrenberg  mas  de  veinte  especies  de  infusorios 
fósiles  en  la  creta  y margas  cretáceas,  idénticas  á varias  que 
aun  existen  en  el  lecho  del  Báltico,  es  un  dato  muy  instructivo 
para  la  oscura  historia  de  la  introducción  de  especies  de  séres 
animados  en  este  planeta,  y presta  un  gran  interés  á la  clase 
de  infusorios  á los  ojos  del  geólogo  y del  filósofo.  «Estos 
organismos,  escribe  Ehrenberg,  constituyen  una  cadena  que, 
aunque  el  eslabón  individual  sea  microscópico,  no  es  menos 
poderoso  en  la  masa,  pues  pone  en  relación  los  fenómenos 
de  la  vida  de  las  mas  remotas  edades  de  la  tierra,  demos- 
trando que  el  origen  de  la  naturaleza  orgánica  es  mucho 
mas  antiguo  en  la  historia  de  la  tierra  de  lo  que  se  había 
sospechado  hasta  aquí.  Los  organismos  microscópicos  son 
muy  inferiores  como  fuerza  individual  á los  leones  y á los 
elefantes;  pero  por  sus  influencias  unidas  tienen  mucha  mas 
importancia  que  dichos  animales.» 

Si  alguna  vez  es  permitido  al  hombre  penetrar  el  misterio 
que  rodea  el  origen  de  la  fuerza  orgánica  en  los  extensos  le- 
chos de  las  aguas  dulces  y saladas,  lo  conseguirá  mas  bien 
por  el  experimento  y la  observación  en  los  átomos  que  ma- 
nifiestan las  mas  sencillas  condiciones  de  existencia. 


ANIMALES  INVERTEBRADOS 

Los  restos  de  animales  invertebrados  se  encuentran  en  los 
estratos  de  todas  las  edades,  desde  las  rocas,  en  parte  meta- 
mórficas  y cristalinas  del  sistema  cámbrico,  hasta  los  depó- 
sitos formados  por  las  aguas  actuales;  hállanse  en  todos  los 
países,  desde  la  mas  alta  latitud  que  alcanzaron  los  viajeros 
árticos,  hasta  las  extremidades  de  los  continentes  orientales, 
y á la  mayor  elevación  á que  llegó  el  hombre  en  los  Andes 
ó el  Himalaya.  Si  algunas  clases  de  los  tunicados  y acalefos 
no  parecen  estar  representadas  en  los  depósitos  estratifica- 
dos, son  aquellas  que  por  estar  compuestas  de  tejidos  blan- 
dos, al  menos  en  ciertos  períodos  de  su  existencia,  no  pudie- 
ron fosilizarse  fácilmente.  Sin  embargo,  los  restos  fósiles  de 
los  hidrózoos,  compuestos  como,  por  ejemplo,  los  pólipos 
que  Ellis  llamó  coralinos,  y especialmente  del  género  cam- 
panularia,  demuestran  que  el  tipo  de  los  acalefos  apareció 
en  el  período  á que  pertenece  la  formación  que  los  contiene. 
Fuera  de  las  excepciones  citadas,  todas  las  clases  de  animales 
invertebrados  están  representadas  por  restos  fósiles. 

Consisten  estos  en  corales  y conchas,  en  erizos  de  mar,  es- 
cudos de  cangrejos  é insectos,  é impresiones  de  superficies  y 
vestigios  decavidades  formadas  por  los  invertebrados  blandos, 
retenidos  por  la  matriz  después  de  haber  perecido  los  animales. 

La  condición  en  que  aparecen  estos  fósiles  depende  de 
varias  circunstancias  accidentales;  notándose,  por  ejemplo, 
que  mientras  unos  apenas  están  alterados  en  su  composición, 
conservando  hasta  el  color,  en  otros  se  ha  infiltrado  algún 
jugo  lapídeo,  pudiendo  haberse  disuelto  todas  las  partes  del 
sér  primitivo,  siendo  reemplazadas  por  otra  sustancia  mine- 
ral en  la  roca  misma  que  la  contenia. 

Muchas  de  las  especies  recientes  están  fosilizadas  en  los 
terciarios  mas  modernos,  cuya  historia  se  puede  trazar  muy 
bien  por  la  de  los  individuos  vivos;  pero  el  numero  disminu- 
ye gradualmente  en  los  mas  antiguos  estratos,  al  paso  que  la 
proporción  de  las  formas  extinguidas  va  siempre  en  aumento. 


TIPO  SEGUNDO — RADIADOS 


El  pólipo  es  un  pequeño  animal  acuático  de  cuerpo  blando, 
generalmente  de  forma  oval  cilindrica  ü oblonga,  con  una 
abertura  en  una  de  sus  extremidades,  rodeada  por  una  corona 
de  filamentos  en  forma  de  radios,  que  se  designan  con  el 
nombre  de  tentáculos.  Esta  abertura  conduce  á la  cavidad 
digestiva,  que  en  los  mas  de  los  pólipos  carece  de  intestino. 
Muchos  de  estos  séres  tienen  órganos  de  apoyo  y mejor  una 
habitación,  conocida  con  el  nombre  de  polipero,  de  diversa 
forma  y sustancia,  pero  compuestos  los  mas  de  carbonato 
de  cal,  perdiendo  el  sér  por  lo  común  el  privilegio  de  moverse 
á medida  que  se  desarrolla  el  polipero,  que  suele  fijar  el 
pólipo  en  un  cuerpo  extraño.  La  organización  de  los  tejidos 
blandos  es  de  ordinario  sencilla;  sus  funciones  muy  limitadas, 
y los  fenómenos  vitales,  exceptuando  los  de  irritabilidad  y 
contractibilidad,  indiscernibles.  Sin  embargo,  la  influencia 
de  las  fuerzas  combinadas  de  algunas  especies  no  deja  de 
tener  su  importancia  por  lo  que  modifica  ó aumenta  la  cor- 
teza terrestre. 

CLASE  B-HIDROZOOsi  H 

CARAGTÉRES.— Cuando  el  polipero  existe  es  flexible 
y externo;  las  células  de  los  pólipos  presentan  en  su  mayor 
parte  estructura  regular. 

FAMILIA  1-GRAPT0LITID0S 

A esta  clase  pertenecen  probablemente  los  restos  orgáni- 
cos llamados  G rapio  lites,  que  son  exclusivos  y característicos 

Tomo  IX 


del  terreno  silúrico.  Para  el  conocimiento  de  sus  afinidades 
seria  necesario  el  exámen  de  las  partes  blandas ; pero  debe 
advertirse  que  la  familia  se  ha  extinguido  por  completo  hace 
muchos  millones  de  años;  sin  embargo,  teniendo  en  cuenta 
las  indicaciones  acerca  de  la  consistencia  flexible  del  poli- 
pero, y también  que,  según  Barrande,  existe  un  canal  cilin- 
drico en  su  eje,  que  hubo  de  contener  el  tejido  adherente  de 
los  pólipos,  pueden  agruparse  los  graptolites,  siquiera  sea 
provisionalmente,  en  esta  primera  clase. 

El  eje  del  polipero  algunas  veces  es  recto  (fig.  2,  3),  y 
otras  espiral  (fig.  2,  6);  la  forma  mas  común  es  la  del  Grap- 
tolites priodon  (fig.  2,  3),  muy  abundante  en  los  horizontes 
silúricos  de  Escocia,  Gales,  Bohemia  y de  otros  puntos.  El 
graptolites  doble,  Diplograpsus  (fig.  2,  5),  y Didymograp- 
sus  (fig.  2,  4),  son  formas  cámbricas.  El  rastritis  (fig.  2,  6) 
tenia  solo  los  pólipos  en  un  lado,  y no  tan  agrupados:  carac- 
teriza la  división  E,  según  Barrande,  del  silúrico  de  Bohe- 
mia, y también  las  rocas  de  Llandeilo  en  Bretaña.  Los  grap- 
tolites abundan  en  rocas  arcillosas,  especialmente  en  Gales 
y Curaberland,  lo  cual  recuerda  el  fondo  cenagoso  donde  las 
virgularías  y otras  formas  graptolíticas  de  penatúlidos  se  des- 
arrollan formando  como  bosques.  El  graptolites  primitivo 
puede  haber  presentado  una  estructura  mas  generalizada  de 
pólipo  de  la  que  ahora  se  observa  en  las  sertularias  y plumas 
de  mar. 

Son  interesantes  por  su  remota  antigüedad  las  impresio- 
nes que  ofrecen  las  pizarras  cámbricas  de  Wicklow,  seme- 

58 


PALEONTOLOGIA 


458 


jantes  á los  ejemplares  de  la  sertularia  argéntea,  atribuidas 
al  género  oldamia.  Una  especie  (fig.  2,  2)  presenta  un  eje 
con  grupos  de  ramas  en  forma  de  radios,  que  divergen  alter- 
nativamente, con  notable  regularidad  en  ambos  lados.  La 
flexibilidad  primitiva  del  organismo  compuesto  se  reconoce 


Fig.  2.  — II IOKOZOOS ; ANTOZOOS ; BRIOZOOS 


1 Protovirgularia  dichotoma,  M ‘C. ; Silúrico  de  Dumfries 

2 Oldhamia  antiqua,  Forbes;  Cámbrico  de  Wicklow 

3 Graptolites  priodon,  Brun;  Silúrico  de  Bretaña 

4 Didymograpsus  Murchisoni,  Beck ; Silúrico  de  Gales 

5 Diplograpsus  folium,  His.;  Silúrico  de  Bretaña 

6 Rastritis  peregrinus,  Barr.;  Silúrico  de  Bohemia 

7 Ccenites  juniperinus,  Eichw.;  Silúrico  de  Dudley 
S Ptilodictya  lanceolata,  Lonsd ; Silúrico  de  Tortworth 
9 Archimedipora  Archimedea,  Lesuer.;  Carbonífero  de  Kentucky 

10  Ptilopora  pluma,  M*C.;  Carbonífero  de  Irlanda 

11  f enestrella  membranácea,  Ph. ; Carbonífero  de  Bretaña 

por  el  estado  de  compresión  en  que  se  encuentra  la  masa 
algunas  veces,  y también  por  el  mayor  ó menor  desarrollo 
de  las  expansiones  palmeadas.  Los  oldamias  podrian  ser 
briozoos;  pero  si  es  exacta  la  interpretación  de  las  partes  que 
nacen  de  las  axilas,  como  las  cápsulas  ovíferas,  el  género  cor- 
responde á los  hidrozoos. 

> CLASE  yÜjiJ^ANTO 

En  esta  clase  de  pólipos,  los  tentáculos  son  huecos,  y los 
mas  tienen  los  bordes  pectíneos.  El  polipero  es  de  ordinario 
interno  y forma  los  cuerpos  mas  propiamente  llamados  co- 
rales y madréporas. 

Hay  muchas  dudas  respecto  á los  fósiles  atribuidos  á esta 
clase  de  pólipos.  Las  denominaciones  gorgonia  y alción  se 
han  aplicado  á séres  no  bien  estudiados,  y que  por  lo  regu- 
lar demuestran  corresponder  al  grupo  de  los  briozoos  y 
esponjas.  El  fósil  del  silúrico  inferior  llamado  piritonema 
consiste  en  un  fascículo  de  fibras  cuarzosas,  y se  ha  supuesto 
que  tenia  relación  con  el  zoófito  cristalino  Hyalonema.  Los 
depósitos  miocenos  del  Piamonte  contienen  una  especie  del 
género  coralliura,  un  antipates  y un  isis  (ó  isina  de  Orb.), 
que  también  se  encuentra  en  Malta.  En  la  arcilla  de  Londres 
existe  un  coral  (graphularia),  atribuido  á los  penatúlidos,  y 
dos  gorgónidos  (Mopseay  Websteria).  Esta  es  la  mas  primiti- 
va y auténtica  prueba  de  la  familia  de  los  antozoos  existen- 
tes, caracterizados  por  un  eje  ramoso  calizo,  sólido  ó flexible 
cubierto  de  una  sustancia  carnosa  sostenida  por  espículas 
calizas,  que  sirve  para  alojar  á los  pólipos. 

Los  corales  lamelíferos  ó pétreos,  en  los  que  aparecen  los 
pólipos  dentro  de  células  dobladas  sobre  la  superficie  de  un 
eje  calizo  é inflexible,  representan,  después  de  los  moluscos, 
la  mas  considerable  é importante  clase  de  los  invertebrados 
fósiles.  Alcanzaron  un  gran  desarrollo  en  los  primitivos 
mares,  y se  propagaron  y fueron  tal  vez  individualmente  mas 


abundantes  en  el  período  silúrico  que  en  ningún  otro  de  los 
que  siguieron.  Los  arrecifes  de  coral  están  confinados  ahora 
álos  mares  cálidos,  y no  se  encuentran  en  grandes  extensio- 
nes de  la  costa  tropical.  La  oculina  es  el  único  coral  grande 
que  actualmente  se  halla  en  el  norte;  pero  en  las  épocas 
paleozoicas  se  extendían  los  representantes  de  las  modernas 
astreas  y cariofileas  hasta  las  regiones  mas  lejanas  que  alcan- 
zaron los  viajeros  árticos;  en  un  período  mucho  mas  reciente 
formaron  arrecifes  de  considerable  espesor  y extensión  en 
el  horizonte  del  coral-rag.  La  caliza  silúrica  de  Wenlock  Edge 
es  en  sí  un  arrecife  de  coral  de  treinta  millas  de  largo;  las 
de  Plymouth  y la  carbonífera  ofrecen  con  frecuencia  el  aspec- 
to de  bancos  de  coral,  que  rodean  ó limitan  las  mas  antiguas 
regiones  del  terreno  silúrico  y del  devónico.  La  estructura 
de  los  bancos  de  coral  se  puede  estudiar  en  las  elevadas 
masas  de  caliza  de  Cheddar  y en  las  riberas  de  Lough  Eerne, 
así  como  en  las  islas  de  coral  de  los  mares  del  Sur,  levantadas 
por  los  terremotos  del  siglo  último.  En  los  campos  próximos 
á Steeple  Ahston  (Inglaterra),  cada  piedra  que  desentierra 
el  arado  es  un  coral,  ofreciendo  las  canteras  y depósitos  de 
caliza  suficientes  materiales  al  paleontólogo  para  el  estudio 
de  una  clase,  que  casi  no  se  encuentra  ya  en  las  actuales 
costas  de  Europa.  La  historia  de  los  corales  fósiles  británi- 
cos, tal  como  la  dan  Milns  Edwards  y Haime  en  las  Mono- 
grafías de  la  Sociedad  Paleontográfica,  revela,  juntamente 
con  la  de  las  conchas  fósiles  de  otros  autores,  el  tránsito  de 
un  estado  muy  distinto  del  que  ahora  subsiste  en  nuestra 
parte  del  globo,  y una  aproximación  gradual  al  presente 
orden  de  cosas. 

En  los  terrenos  paleozóicos  los  corales  corresponden 
principalmente  á dos  órdenes  extinguidos;  los  del  periodo 
secundario  ofrecen  mayor  semejanza  con  los  vivos  de  climas 
mas  cálidos  que  los  nuestros;  y los  pocos  géneros  y especies 
terciarias,  se  parecen  á los  de  la  Europa  oriental  y á los  de 
la  Gran  Bretaña. 

Un  grupo  considerable  de  corales  paleozóicos,  el  de  los 
ciatofílidos,  ofrecen  una  disposición  singular  en  las  láminas 
de  las  copas  ó estrellas  que  repiten  de  4 en  4,  al  paso  que 
las  celulares  de  las  modernas  familias  de  antozoos  se  desar- 
rollan en  series  múltiples  de  6;  si  bien  se  observa  una  nota- 
ble excepción  en  los  holocistos  (fig.  4,  8),  corales  de  la  are- 
nisca verde  inferior,  parecidos  á la  astrea,  que  tienen  las 
estrellas  cuádruples.  Los  corales  paleozóicos  son  también 
notables  por  la  manera  como  aparecen  divididos  por  tabiques 
horizontales,  según  se  observa  en  los  nautilos.  Este  carácter 
no  se  presenta  solo  en  los  ciatofílidos,  sino  también  en  los 
milepóridos,  favositidos  y otras  familias  análogas.  Délos  129 
corales  silúricos,  1 2 1 pertenecen  á las  divisiones  lisas. 

El  terreno  devónico  contiene  unos  150  corales  conocidos; 
la  caliza  carbonífera  76,  y la  pérmica  solo  5 ó 6.  Las  formas 
mas  comunes  de  los  corales  sencillos  turbinados  están  repre- 
sentadas por  los  ciatófilos  (fig.  3,  2 y 3),  que  presentan  cuatro 
ligeras  fosas  en  su  copa,  y están  sostenidos  á menudo  por 
apéndices  semejantes  á raíces.  En  la  especie  zafrentis  (figu- 
ra 3,  5)  no  hay  mas  que  una  fosa  profunda.  El  amplexus 
(fig.  3,  1)  es  un  fósil  característico  carbonífero,  casi  cilin- 
drico, y a veces  tan  recto  y regular  en  su  crecimiento,  que 
en  un  principio  se  describió  como  una  concha  con  celdillas. 
Los  tabiques  radiados  son  muy  ligeros,  y las  divisiones  hori- 
zontales sencillas,  planas,  y casi  tan  regulares  como  los 
tabiques  de  los  ortoceras.  En  los  cistífilos  silúricos  (fig.  3, 4) 
las  láminas  son  imperceptibles;  pero  los  tabiques  están  repre- 
sentados por  numerosas  hojas  vesiculares.  Los  corales  de 
este  género  no  se  encuentran  siempre  solitarios  ó en  grupos 
sencillos;  algunas  especies  de  ciatófilos  forman  constante- 
mente masas  compuestas,  con  copas  que  adquieren  la  forma 


BRIOZOOS 


459 


poligonal  por  compresión,  como  en  el  C.  regium  de  la  caliza 
de  Bristol.  El  género  afine  acervularia  (fig.  3,  8)  se  parece  á 
las  astreas,  ofreciendo  de  una  manera  muy  notable  la  multi- 
plicación de  sus  coralites  por  gemmacion  calicular.  Las 
especies  del  género  litostrotion  (fig.  3,  7),  de  la  caliza  carbo- 
nífera, son  también  compactas  y estrelladas,  pero  los  nuevos 
coralites  se  producen  por  gemmacion  lateral.  Unos  corales 
que  presentan  la  misma  estructura  pero  no  compactos,  han 
recibido  el  nombre  de  litodendron  (fig.  3, 6).  El  coral-cadena 


Fig.  3. — CORALES  PALEOZÓICOS  (AtliOZOOS) 


1 Amplexus  Sowerbyi,  Ph.;  Carbonífero  de  Irlanda 

2 Cyathophyllum  turbinatum,  Lin.;  Silúrico  de  Wenlock 

3 Cyathophyllum  subturbinatum;  Silúrico  de  Wenlock 

4 Cystiphyllum  siluriense,  Lonsd.;  Silúrico  de  Wenlock 

5 Zaphrentis  Phillipsi,  Edw. ; Carbonífero  de  Somerset 

6 Lithodendron  irregulare,  Ph. ; Carbonifero  de  Europa 

7 Lithostrotion  striatum,  Flem.;  Carbonífero  de  Europa 

8 Acervularia  luxurians,  Eich.;  U.  Silúrico  de  Europa 

9 Heliolites  interstincta,  Wahl. ; U.  Silúrico  de  Europa 

10  Syringopora  ramulosa,  Goldf. ; Carbonifero  de  Europa 

11  Halysites  catenulatus,  L.;  Silúrico  de  las  regiones  del  Norte 

12  Favosites  Gothlandica,  Lam.;  Silúrico  del  Norte 

halysites  (fig.  3,  1 1)  y el  siringopora  (fig.  3,  10),  se  asemejan 
á primera  vista  al  moderno  asteroideo  tubipórido;  en  los 
halysites  se  observa  que  los  tabiques  radiados  son  del  todo 
rudimentarios;  y en  los  siringoporas  afectan  los  tabiques  la 
forma  de  embudos,  constituyendo  un  eje  central  para  cada 
tubo.  Los  favositidos  (fig.  3,  1 2)  son  los  mas  muy  regulares, 
tanto  por  la  figura  poligonal,  como  por  los  tabiques  trasver- 
sales; las  células  de  los  coralites  adyacentes  se  comunican 
por  poros,  á los  lados  ó en  los  ángulos  de  las  paredes;  los 
tabiques  son  rudimentarios.  Las  especies  del  género  coetetes 
presentan  siempre  tubos  delgados,  que  se  prolongan  mucho, 
sin  tener  perforadas  las  paredes.  Las  michelinias  se  parecen 
al  fruto  del  nelumbo,  tienen  tabiques  vesiculares  y apéndices 
semejantes  á raíces  en  su  cara  basilar.  El  género  heliolites 
(fig.  3,  9),  del  que  se  encuentran  muchas  especies  en  la 
caliza  silúrica  y devónica,  tiene  afinidad  con  el  mas  moderno 
millépora;  los  tabiques  son  distintos  y regulares;  los  espacios 
que  median  entre  las  estrellas  están  llenos  de  tubos  muy 
finos  y regulares.  En  el  silúrico  superior  se  encuentra  un 
género  de  fúngidos  (palceocyclus). 

Los  corales  británicos  secundarios  no  son  muy  numerosos, 
pues  aunque  abundan  los  ejemplares  en  el  horizonte  del 
coral-rag,  solo  se  encuentran  en  él  catorce  especies.  Sin 
embargo,  cuéntanse  en  total  sesenta  y cinco  especies  en  las 
oolitas  inglesas,  y veintidós  en  la  creta  y arenisca  verde. 
Las  mas  de  ellas  son  astraideas,  ó afines  á las  fungias:  en  las 
oolitas  existen  tres  formas  comunes;  á saber:  las  montlival- 
tias  (fig.  4,  9);  las  estilinas  (fig.  4>  10),  y las  tecosmilias 
(fig.  4,  11).  En  el  cretáceo  inglés,  se  encuentran  los  holocis- 
tis  (fig.  4,  8),  que  es  el  coral  mas  reciente  que  ofrece  disepi- 
mentos  cuádruples;  los  trocaciatos  y parasmilios  (fig.  4>  6)> 


semejantes  á las  modernas  ciatinas,  y la  pequeña  fungia 
coronula  (fig.  4,  3),  comprendida  en  los  dos  géneros  micro- 
bacia  y stephanophillya,  de  dos  órdenes  diferentes,  en  las 
«Monografías  de  la  Sociedad  paleontográfica.»  En  la  creta 
inferior  de  Francia  y Alemania  existen  otros  muchos  corales, 
particularmente  ciclolites  (fig.  4,  5),  pachygyra  (fig.  4,  7),  y 
diploctenium  (fig.  4,  2).  El  aspidiscus  (fig.  4,  4),  fué  encon- 
trado en  Argelia  por  el  doctor  Shaw. 

El  horizonte  del  eoceno  inglés  contiene  veinticinco  es- 
pecies de  corales,  todas  extinguidas,  pertenecientes  á quince 
géneros,  entre  los  cuales  figura  una  astrea  (litarla  Webs- 
teri);  una  balanophyllia  análoga  al  coral  vivo;  una  aendrophy- 
llia,  que  es  el  representante  mas  antiguo  del  género;  una 
oculina,  y ocho  especies  del  género  turbinolia  (fig.  4,  1).  Los 
corales  del  plioceno  inglés  son  en  su  mayor  parte  briozoos; 
en  el  crag  coralino  se  han  encontrado  solo  cuatro  verdaderos 
corales,  correspondientes  á los  géneros  sphenotrochus,  flabe- 
llum,  cryptangia  y balanophyllia,  que  se  consideran  todos 
como  extinguidos,  aunque  el  primero  tiene  mucha  afinidad 
con  la  especie  existente  esfenotroco  de  Macandrew. 

El  número  total  de  corales  fósiles  enumerados  por  D’Or- 
bigny  en  su  Prodromo  de  Paleontología , asciende  á 1,135  es' 
pecies  agrupadas  en  2 1 6 géneros;  mas  á favor  de  los  grandes 
estudios  que  han  hecho  en  este  ramo  de  la  ciencia  Goldfus, 
Michelin,  Lonsdale  y Milne  Edwards,  Hayme,  etc.,  descú- 
brense  continuamente  nuevas  especies,  que  no  pueden  agru- 
parse en  los  géneros  constituidos. 

CLASE  III — BRIOZOOS  , 

CARACTÉRES. — Tentáculos  del  pólipo  huecos,  con 
bordes  ciliados,  canal  alimenticio  con  estómago,  intestino  y 
ano;  el  polipero,  cuando  existe,  es  externo,  córneo  ó calizo. 

La  metamorfósis  que  sufren  los  briozoos,  se  asemejan  á 
las  de  los  pólipos  inferiores;  el  embrión  desarrollado  dentro 
del  óvulo,  consiste  en  un  cuerpo  oval,  discoideo,  ó muy  de- 


Fig.  4. — CORALES  SECUNDARIOS  Y TERCIARIOS  (A)ltoZOOS) 


1 Turbinolia  sulcata,  Lam.;  Eoceno  de  Europa 

2 Diploctenium  lunatum,  Brug.;  Glesita  de  Francia 

3 Microbacia  coronula,  Goldf. ; Arenisca  verde  de  Europa 

4 Aspidiscus  cristatus,  Lam. ; Cretáceo  (?)  de  Argel 

5 Cyclolites  elliptica,  Lam.;  Cretáceo  de  Francia 

6 Parasmilia  centralis,  Mant  ; Cretáceo  de  Inglaterra 

7 Pachygyra  labyrinthica,  Mich* ; Cretáceo  de  F rancia 

8 Holocystis  elegans,  Lonsd.;  Arenisca  verde  de  la  isla  de  Wight 

9 Montlivaltia  caryophvllata,  Lam-;  Grande  Oolita  de  Francia 

10  Stylina  De  la  Bechei,  M.  dw. ; Coralrag  de  Wilts 

11  Thecosmilia  annularis,  Flem.;  Coralrag  de  Wilts 

primido,  con  una  superficie  ciliada  del  todo  ó en  parte,  por 
la  que  puede  el  animal  moverse  un  poco  cuando  queda 
libre  de  la  madre.  Los  briozoos  son  afines  á los  ascidios 
compuestos,  pero  ninguno  de  los  moluscoideos  ascidios 


PALEONTOLOGIA 

abandona  el  óvulo  como  una  gémula,  nadando  con  el  au-  ¡ eschara,  cffillepora,  fascicularia,  theonoa,  hornera,  idmonea 
xUio  de  los  pelos,  ni  tampoco  deja  el  óvulo  ningún  briozoo  j ilustra  y tubulípora.  1 

en  forma  de  renacuajo,  para  nadar  con  el  auxilio  de  las 
inflexiones  alternadas  del  apéndice  caudal. 

Tratándose  de  un  trabajo  que  tenga  por  objeto  la  ense 


r„  __  CLASE  IV— EQUINODERMOS 

ñanza  progresiva,  el  lugar  de  un  grupo  transitorio  se  deter*  I 

mina  por  la  conveniencia,  ó por  consideraciones  respecto  al  CARACTÉRES. — Animales  marinos,  comunmente  li- 
modo  de  poder  comparar  mejor  y seguir  mas  fácilmente  la  hres  )7  con  el  tegumento  perforado,  en  los  mas,  por  tentá- 
gradación.  Teniendo  en  cuenta  este  principio,  ora  se  consi-  I cu*os  erectiles  y tubulares,  endurecidos  por  un  depósito 
dere  á los  briozoos  como  radiados  de  organización  mas  su-  reticulado  de  sales  calizas,  y en  muchos  individuos  armados 
perior,  ó como  los  moluscos  mas  inferiores,  debemos  seña-  ^e  espinas  ó púas. 

larles  el  lugar  que  aquí  ocupan.  El  paleontólogo  práctico,  se  j Los  radiados  fósiles  ofrecen  una  mina  de  inagotable  ri- 
ve  ciertamente  inducido  á estudiar  los  briozoos  fósiles  jun-  <lueza  para  el  paleontólogo.  De  mas  difícil  estudio  que  las 
lamente  con  los  corales,  aunque  solo  sea  por  la  dificultad  conchas,  y no  tan  uniformemente  representados  en  todos 
que  en  muchos  casos  le  ofrece  determinar  á qué  clase  de  *os  horizontes,  los  restos  persistentes  de  los  equinodermos  y 
pólipos  pertenecen  sus  ejemplares.  D’Orbigny,  que  fijó  , corales,  no  tienen  en  cambio  igual  por  su  belleza  de  forma 
mucho  su  atención  en  esta  clase,  daba  mas  importancia  á la  y estructura,  así  como  por  el  valor  de  restos  que  ofrecen 
forma,  que  al  agrupamiento  de  las  celdillas.  Estas  se  marcan  ' 
por  poros  ó cavidades,  cuya  variación  sirve  en  muchos 
casos  para  apreciar  los  mas  pequeños  grupos  naturales;  pero 
los  individuos  de  estos  grupos,  difieren  mucho  por  la  forma 
general  del  polipero.  El  número  de  las  especies  extinguidas 
debe  ser  muy  grande,  puesto  que  los  briozoos  de  la  creta, 
únicos  que  han  sido  cuidadosamente  examinados,  ascienden 
á 213;  mientras  que  solo  se  conocen  dos  especies  del  triásico, 
ninguna  del  liásico,  y solo  cinco  de  las  oolitas  superiores, 
tan  ricas  en  corales  y esponjas.  En  el  Curso  elemental  de  Pa- 
leonfología,  dice  D Orbigny  que  los  briozoos  fósiles  ascienden 
a 1,676,  distribuidos  en  85  géneros. 

De  los  diez  y nueve  ó veinte  géneros  paleozoicos,  ninguno 
se  extiende  hasta  el  período  secundario:  pero  de  los  diez  y 
ocho  oolí  ticos,  los  entalophoros  y Defrancias,  se  aproximan 
á los  terciarios,  mientras  que  los  alectos,  los  idmoneos  y las 
escaras  viven  aun.  Se  ha  supuesto  que  los  oldamias  (fig.  2,  2), 
que  son  de  los  mas  antiguos  fósiles  conocidos,  eran  briozoos, 
como  sucedió  con  los  graptolites  (fig.  2,  3).  La  forma  pa- 
leozoica mas  común  está  representada  por  las  fenestrellas 
(figura  2,  11),  que  se  asemejan  al  moderno  coral-lazo:  cuén- 
tanse  35  especies,  distribuidas  desde  el  silúrico  inferior  al 
pérmico;  una  de  sus  modificaciones  se  parece  por  su  forma 
á una  pluma  (ptilopora,  fig.  2,  10),  que  se  encuentra  en  la 
caliza  carbonífera;  otra,  mas  notable  aun,  tiene  un  eje  espiral 
(archimedipora,  fig.  2,  9),  y se  halla  en  la  misma  formación 
en  Kentucky.  Uno  de  los  géneros  mas  antiguos  es  el  deno 

minoría  rvf!  1 T «4. /n \ « • * 


5'  CRINOIDEOS,  BLASTOIDEOS,  CISTOIDEOS 


1 Sphseronites  aurantium,  Wahl.;  Silúrico  de  Suecia 

2 Pseudocrinus  bifasciatus,  Pearce;  Silúrico  de  Dudley 

3 Pentremites  florealis,  Say;  Carbonífero  del  Ohio 

4 Crotalocrinus  rugosus,  Mili. ; Silúrico  de  Dudley 

5 Potenocrinus  (articulación  del  tallo);  Carbonífero  de  Yorkshire 

6 Encnnus  entrocha;  Muschelkalk  de  Alemania 

7 Apiocrinus  Parkinsoni,  Mili.;  Arcilla  de  Cradford 
S Pentacrinus  basaltiformis,  Mili.;  Lias  de  Lyme  Regis 
9 Marsupites  ornatus,  Mili.;  Creta  de  Sussex 

ÓRDEN  I— CRINOIDEOS 

Caractéres.— Cuerpo  con  radios  ramificados,  sos- 

minado  otiíodictra  Tí  ” C'  UC,'U‘  I tenld°'  temP°raI  ó permanentemente,  sobre  un  tallo  calizo: 

. " ptilodictra  (figura  2,  3),  del  cual  se  encuentran  canal  alimenticio  con  boca  v ano  disnuestos  „„  iJ 
siete  espec.es  en  los  estratos  del  sildrico  inferior.  La  caliza  briozoos  y d,SpueSt0S  en  los 

0 n°/,  .f  os  cua  es  se  extienden  como  una  película  sobre  arrollo  por  el  número  y la  variedad  D’Orhíanv  d 

» srtüsr  '¡sntz 

dos  de  los  denominados  thamniscus  v acanthocladia  En  l«  ! ñ , •.  C d , f Séner°s,  excepto  las  comátulas  y 

oolitas  se  ven  muchas  pequeñas^ ^ especié  ncrustadas  a rl  TTa  w PareCe"  haberS£  fijad°’  b¡en  Por  ,a  base 
buidas  á las  diastóporasj  y formas  amó  s como  los  tere  unit  f £n  loS  aP¡rerinus>  ó P°^  “P^dices 

be, lanas  y chrysaóras.  En  ,a  ^ mnCh°S  ^ 

escharas,  apareciendo  primeramente  los  lunuli.es  v a , P"t£  '"f£n°.!  deJ  «^“  numerosos  brazos, 


escharas,  apareciendo  primeramente  los  lunulites  y capula- 
rias.  Algunas  delgadas  capas  de  la  creta  inferior  se  compo- 
nen casi  enteramente  de  briozoos  mezclados  con  foraminí- 
feros.  El  crag  coralino  de  Suffolk  toma  su  nombre  de  la 
gran  abundancia  de  briozoos  que  contiene,  entre  los  cuales 
se  consideran  como  los  mas  importantes  los  siguientes: 


semejantes  á raíces,  que  lo  solidifican  y sirven  de  apoyo.  El 
tronco  es  comparativamente  corto  en  el  apocrinus  de  Par- 
kmson;  en  extremo  prolongado  en  el  pentacrinus  de  Hiemer; 
redondo  en  casi  todos  los  crinoidéos  paleozoicos;  cuando 
tienen  cinco  lados,  las  superficies  de  las  articulaciones  son 
simplemente  radiadas.  Estas  articulaciones  están  perforadas 


EQUINODERMOS 


en  su  centro,  y cuando  se  desprenden  se  las  designa  con  el 
nombre  de  estrellitas  (fig.  5,  5).  En  los  platicrinus  el  tallo  es 
comprimido,  y las  superficies  articulares  elípticas.  En  el  gé- 
nero pentacrinus,  que  comienza  en  el  lias,  el  dibujo  de  las 
articulaciones  es  mas  complejo  (fig.  5,  8);  pero  es  muy  sen- 
cillo en  los  demás  géneros  modernos.  El  cuerpo  de  los  cri- 
noidéos  se  compone  de  láminas  poligonales  que  forman  un 
cáliz  <5  copa,  cubierta  por  otras  mas  pequeñas;  la  boca  es  á 
menudo  proboscidiforme;  cerca  de  ella  está  el  orificio  anal; 


Fig  6 — GALERITIDOS,  ASTERIDEOS,  CRINOIDEOS 

1 Pygaster  semisulcatus,  Ph-;  Oolita  de  Cheltenham 

2 Ananchytes  ovatus,  Lam.;  Creta  superior  de  Europa 

3 Galerites  albogalerus,  Lam.;  Creta  de  Kent 

4 Scutella  subrotunda,  Mioceno  de  Malta 

5 Lepidaster  Grayi,  Forbes;  Silúrico  de  Dudlcy 

6 Protaster  Miltoni,  Salter;  Horizonte  de  Ludlow,  Salop 

7 Comatula  (Glenotremites),  (superficie  superior  del  cuerpo) 

8 Comatula  (superficie  inferior);  Creta  de  Sussex 

9 Eugeniacrinus  quinquedactylus,  Schl. ; Oxfordico  de  Wurtemberg 

10  Bourgueticrinus  ellipticus,  Mili. ; Creta  de  Kent 

los  cinco  brazos  que  coronan  el  cáliz  son  algunas  veces  casi 
sencillos,  pero  provistos  de  digitaciones  finas  y articuladas; 
en  otros  géneros  se  dividen  repetidas  veces;  en  dos  formas 
notables  del  silúrico,  los  antocrinus  y crotalocrinus  (fig.  5,  4), 
estas  divisiones  son  en  extremo  numerosas,  y las  piezas  su- 
cesivas se  articulan  entre  sí  lateralmente,  formando  expan- 
siones análogas  por  su  aspecto  al  coral  fenestrella  (fig.  2,  11). 
Otros  notables  crinoidéos  silúricos  pertenecen  á los  géneros 
gliptocrinus,  eucaliptocrinus,  geocrinus  y cariocrinus  (1);  al- 
gunos son  comunes  al  silúrico  y devónico,  como  los  melo- 
crinus,  ciatocrinus  y rodocrinus;  los  dos  últimos  y los  pote- 
riocrinus  se  extienden  hasta  el  terreno  carbonífero.  Los 
cupresocrinus  y otros  varios  son  peculiares  al  devónico;  los 
platicrinus  abundan  también  en  este  y en  el  carbonífero; 
muchos  géneros,  tales  como  los  actinocrinus,  Gilbertsocrinus 
y Woodocrinus,  son  propios  de  la  caliza  carbonífera.  El 
famoso  encrinus  entrocha  (fig.  5,  6)  es  característico  del 
triásico  medio  ó muschelkak;  el  Eugeniacrinus  (fig.  6,  9) 
abunda  en  las  oolitas  superiores  de  Alemania;  los  apiocrinus, 
milericrinus  y varias  formas  afines  á las  comátulas,  como  los 
pterocrinus  y sasocomos,  son  también  particularmente  jurá- 
sicos. Los  marsupites  (fig.  5,  9)  se  encuentran  solo  en  la 
creta,  como  los  Burgueticrinus  (fig.  6,  10)  y los  cuerpos  de 
las  comátulas,  que  cuando  han  perdido  sus  brazos  se  llaman 
glenotremites. 

ORDEN  II— CISTOIDEOS 

Este  orden  fué  establecido  por  De  Buch  para  un  pequeño 
grupo  de  equinodermos  paleozoicos  últimamente  compren- 


(1)  Entre  los  crinoidéos  silúricos  españoles  merece  especial  mención 
el  género  Pradocrinus  dedicado  al  distinguido  geólogo  Sr-  Prado  que 
lo  descubrió  por  primera  vez-  (X.  de  !a  D-) 


461 

dido  en  los  crinoidéos.  Tienen  el  cuerpo  globular,  cubierto 
de  láminas  polígonas  adheridas,  y sostenido  comunmente 
por  un  tallo  articulado  y sencillo;  frente  á su  enlace  está  la 
boca,  que  es  muy  pequeña;  junto  á ella  se  ve  una  pequeña 
abertura,  semejante  á un  poro  generativo,  y un  poco  mas  allá 
hay  un  orificio  mas  ancho,  cubierto  por  una  pirámide  de 
cinco  ó seis  pequeñas  valvas.  Las  especies  de  algunos  de  los 
géneros,  como  el  denominado  pseudocrinus  (fig.  5,  2),  tienen 
dos  ó cuatro  brazos  tentaculíferos,  arqueados  sobre  el  cuer- 
po, que  encajan  en  cavidades,  á las  cuales  están  como  anqui- 
losados. Otros  géneros,  como  los  sphasronites  (fig.  5,  1), 
presentan  vagos  vestigios  de  tentáculos,  situados  cerca  de  la 
boca.  En  los  pseudocrinus  y otros  varios  géneros,  se  obser- 
van dos  ó tres  pares  de  órganos  laminados  que  se  llaman 
rombos  pectineos,  y están  en  los  bordes  antiguos  de  ciertas 
láminas  del  cuerpo.  Supónese  que  no  penetran  en  el  interior, 
y no  se  ha  conjeturado  cuáles  puedan  ser  sus  funciones, 
aunque  Forbes  indicó  que  acaso  representarian  las  púas  de 
los  equínidos,  con  cuyo  grupo  supone  que  los  cistídeos  tie- 
nen la  misma  relación  que  los  crinoidéos  con  las  estrellas  de 
mar.  Algunos  sphseronites  del  horizonte  silúrico  de  Bala  pa- 
recen haber  quedado  libres  de  sus  tallos,  adquiriendo  la 
facultad  de  moverse  un  poco:  los  dos  géneros  agelacrinus  y 
hemicestites,  que  hasta  aquí  se  han  visto  sin  tallos  y fijos  en 
los  cuerpos  extraños,  pertenecen  principalmente  á las  capas 
silúricas  de  América.  De  los  géneros  conocidos  de  cistoi- 
deos,  cuatro  existen  en  el  silúrico  superior,  y otros  tantos  en 
el  inferior. 

ÓRDEN  III  — BLASTOIDEOS 

Háse  propuesto  un  órden  separado  para  otro  pequeño 
grupo  de  fósiles  paleozóicos,  cuyo  tipo  es  el  pentremites 
(fig.  5,  3).  El  cuerpo,  globular  ó elíptico,  se  compone  de  só- 
lidas láminas  poligonales,  sostenidas  por  un  pequeño  tronco 
unido,  con  superficies  articuladas  radiadas  y brazos  irregula- 
res á los  lados.  El  pequeño  orificio  bucal  se  halla  en  la  ex- 
tremidad, rodeado  de  otras  cinco  aberturas,  cuatro  de  las 
cuales  son  dobles  como  oviductos,  y la  quinta  algo  mas  ancha 
y anal.  Cuéntanse  cinco  ambulacros  petaloideos,  de  exten- 
sión variable,  que  convergen  hácia  la  boca  y aparecen  asur- 
cados en  su  centro,  ofreciendo  estrías  trasversales.  Según 
las  observaciones  del  Dr.  Fernando  Roemer,  estaban  provis- 
tos además  de  numerosos  tentáculos  muy  delgados,  que  se 
indican  por  las  líneas  de  poros  marginales.  Encuéntrase  una 
especie  en  el  silúrico  superior,  seis  en  el  devónico  y vein- 
ticuatro en  el  carbonífero,  que  ha  recibido  el  nombre  de 
caliza  de  pentremites  en  los  Estados-Unidos,  á causa  de  lo 
mucho  que  abundan  en  ella  estos  fósiles. 

Como  las  estrellas  de  mar,  marchan  con  la  boca  hácia 
abajo,  el  lado  del  cuerpo  en  que  aquella  se  abre  recibe  el 
nombre  de  superficie  ventral,  y el  opuesto  se  denomina  dor- 
sal; los  mismos  términos  son  aplicables  á las  superficies  ho- 
mologas del  disco  radiado  ó cuerpo  globular  sostenido  por 
el  tallo  de  los  equinodermos,  crinoidéos,  cistoideos  y blas- 
toideos. 

Después  de  los  organismos  microscópicos  y de  los  pólipos, 
estos  órdenes  pedunculados,  ya  extinguidos,  son  los  que  mas 
intervinieron  para  modificar  la  composición  de  la  corteza 
terrestre;  y pudiera  decirse  que  constituyen  algunas  de  las 
calizas  de  los  períodos  silúrico  y carbonífero. 

Los  principales  atributos  característicos  de  los  Crivoideos 
paleozóicos  consisten  en  que  las  articulaciones  que  se  rela- 
cionan con  los  segmentos  del  tallo  irradian  por  simples  es- 
trías, divergiendo  del  eje  central ; y en  que  la  porción  dorsal 
del  disco  es  igual  á la  ventral,  ó mas  grande. 


PALEONTOLOGIA 


462 


Los  tipos  paleozóicos  se  suceden  representados  por  formas 
en  que  la  porción  ventral  es  generalmente  de  mayor  tamaño 
que  la  dorsal,  que  sirve  solo  como  base  para  el  apoyo  de  los 
radios  que  se  extienden;  mientras  que,  salvo  dos  excepcio- 
nes (apriocrinus  y notocrinus),  las  articulaciones  del  tronco 
se  solidifican  con  bordes  carenados  y floriformes  en  las  fa- 
cetas de  aquellas.  El  tipo  crinoideo  continuó  estando  rica- 
mente representado  hasta  el  lias,  pero  desde  entonces  se  ha 
ido  perdiendo  hasta  quedar  reducido  al  solitario  pentacrinus 
y otros  pocos  que  ofrecen  remota  semejanza  con  las  antiguas 
formas. 

Al  trazar  la  progresión  de  las  afinidades  en  esta  clase, 
podemos  seguir,  desde  las  comátulas  existentes,  dos  direc- 
ciones distintas;  hácia  delante,  pasaremos  por  una  sucesión 
de  formas  magníficamente  graduadas,  á los  equinos  y holo- 
túridos;  y hácia  atrás,  á los  marsupites  y crinoideos  de  aspec- 
to de  pólipo;  pero  la  serie  se  completa  mejor  con  las  especies 
extinguidas.  El  esferonites,  en  el  cual  observó  el  profesor 
Wyville  Thomson  brazos  crinoideos,  y el  equinocistites,  ofre- 
cen la  mas  interesante  evidencia  del  tránsito  de  los  crinoi- 
deos y cistoideos  á los  verdaderos  erizos  de  mar. 

ORDEN  IV  — ASTEROI  DEOS 

[lili  ( I 

CARACTÉRES. — Cuerpo  libre,  y radiado;  tegumento 
endurecido  por  piezas  calizas  y mas  ó menos  armado  de 
espinas;  carencia  de  aparato  dental. 

ASTERIDEOS  Y OFIURIDEOS.— Las  asterias  ó es- 
trellas de  mar  fósiles,  aunque  menos  comunes,  están  mas 
extendidas  que  sus  afines  los  erizos  de  mar  fósiles,  pues  se 
encuentran  entre  las  mas  primitivas  formas  orgánicas.  Polaeas- 
ter,  protaster  (fig.  6,  6)  y lepidaster  (fig.  6,  5)  son  asterias 
silúricas  que  ofrecen  muchas  anomalías  y apenas  tienen  se- 
mejanza con  ninguna  de  las  familias  existentes.  La  especie 
actual  ofiocoma,  que  se  parece  mucho  al  protaster,  fué 
sacada  viva  del  Atlántico  del  Norte  de  una  profundidad 
de  dos  millas.  Tropidaster,  pleuraster,  aspidura,  ofiurella,  y 
amphiura  son  géneros  oolíticos;  los  denominados  ophioder 
ma,  luidia  y astropecten,  se  extienden  desde  el  lias  á los 
presentes  mares ; stellaster  y arthaster  son  propios  del  cretá- 
ceo; y ophiura,  ophiocoma,  astrogonium,  oreaster  y gonio- 
discus  son  ambos  cretáceos  y existen  en  la  actualidad. 

ORDEN  V — EQUÍNIDOS 

(ERIZOS  DE  MAR) 

Caracteres. — Cuerpo  libre,  esferoideo  ó en  disco, 
encerrado  en  un  dermato-esqueleto  compuesto  de  láminas 
calizas  unidas,  y armadas  de  espinas;  la  boca,  situada  en  la 
parte  inferior,  presenta  un  sistema  dentario  complejo,  co- 
munmente dispuesto  de  modo  que  se  asemeja  á una  linterna 
ó farol. 

Los  equínidos  aparecen  primero  en  la  caliza  inferior  de 
Ludlow  (silúrico  superior)  y alcanzan  su  máximo  desarrollo 
en  el  terreno  cretáceo.  Las  principales  láminas  conchíferas 
están  dispuestas  en  series  longitudinales,  contándose  cinco 
perforadas,  ó ambulacrales,  que  alternan  con  otras  tantas 
ínter  ambulacrales.  En  todos  los  equínidos  secundarios,  y en 
los  mas  modernos,  cada  serie  comprende  una  doble  fila  de 
láminas,  que  son  pentagonales ; pero  en  el  Palcediscus  silúri- 
co y en  el  echynocistites,  las  láminas  inter-ambulacrales 
tienen  una  forma  menos  definida  y se  agrupan  irregularmen- 
te de  modo  que  ocho  ó diez  pueden  extenderse  trasversal- 
mente entre  los  intervalos  mas  anchos  de  los  ambulacros; 


esta  repetición  de  las  partes  se  continúa  en  el  perischodo- 
mus  y pakechinus  (fig.  7,  1 ) de  la  caliza  carbonífera,  en  que 
se  ven  cinco  ó seis  series  de  láminas  en  las  áreas  inter-ambu- 
lacrales. Del  antiguo  archíeocidaris  no  se  han  visto  mas  que 
algunas  de  aquellas  desprendidas ; y las  inter-ambulacrales 
(fig.  7,  2)  á juzgar  por  su  forma  de  seis  lados,  parecen  haber 
estado  también  dispuestas  en  mas  de  dos  series.  En  el  trias 
superior  abundan  los  equínidos  normales  del  género  existen- 
te cidaris:  algunas  de  las  especies  secundarias  de  estos  tienen 
los  poros  ambulacrales  muy  separados  ( rhabdocidaris ),  y en 
otras  son  dobles  las  líneas  de  poros  (diplocidaris ).  El  género 
hemicidaris  (fig.  7,  4),  que  se  distingue  por  los  anchos  tu- 
bérculos espinosos  en  la  parte  inferior  del  ambulacro,  se 
extiende  desde  el  trias  hasta  la  creta.  El  género  diadema, 
caracterizado  por  sus  uniformes  y sólidas  espinas,  aparece  en 
el  lias  y se  extiende  hasta  la  creta,  donde  se  encuentra  el 
tipo  moderno,  con  sus  espinas  anilladas  y huecas.  El  equi- 
nopsis,  muy  común  en  la  creta  y en  los  horizontes  mas  anti- 


Fig.  7.— EQUINIDOS,  ESP ATANG IDOS 


1 Palaechinus  sphnericus,  Scouler;  Carbonífero  de  Irlanda 

2 Archxocidaris  Urii,  Flem;  Idem  de  ídem 

3 Cidaris  glandifera,  Goldf.  (púa  de)  Jurásico  del  Monte  Carmelo 

4 Hemicidaris  intermedia,  Flem.;  Coral  común 

5 Salenia  petalifera,  Desn.;  Arenisca  verde  de  Wüts 

6 Disaster  ringens,  Ag. ; Oolita  inferior  de  Dorset 

7 l lemipneustes  Greencvii,  Forbes;  Arenisca  verde  de  Blackdown 

8 Catopygus  carinatus,  Goldf. ; Arenisca  de  Wilts 

guos  terciarios,  existe  igualmente  en  el  lias;  el  acrosalenia, 
género  característico  del  jurásico,  difiere  de  la  salenia  por 
sus  tubérculos  perforados;  los  acrocidaris,  heliocidaris,  y 
otros  varios  sub  géneros,  son  también  propios  de  las  oolitas; 
los  glopticus,  representados  en  ellas  principalmente,  ofrecen 
una  especie  en  la  creta  de  Ciply;  las  salenias  (fig.  7,  5 ),  no- 
tables por  su  disco  ornamental,  son  esencialmente  cretáceas; 
los  géneros  arbacia  y temnopleurus  aparecen  primeramente 
en  el  eoceno;  las  cassidulidas  comienzan  en  las  oolitas  con 
el  pigaster  (fig.  6,  1 ) y el  holectypus,  abundando  en  el  terreno 
cretáceo.  Los  galerites  (fig.  6,  3),  discoidea,  pyrinay  casidu- 
lus  son  peculiares  de  la  creta;  los  clipeastridos  están  repre- 
sentados en  las  oolitas  por  numerosas  especies  de  equino- 
lampus  y nucleolites  (ó  clipeos),  alcanzando  el  último  género 
un  gran  tamaño.  El  sub  género  catopygus  (fig.  7,  S)  es  pro- 
pio del  terreno  cretáceo.  Los  conoclypeus  existen  en  la  creta 
y en  los  terrenos  terciarios;  los  clypeaster  florecieron  mas 
en  el  período  mioceno,  existiendo  hoy  muchas  grandes  espe- 
cies en  el  sur  de  Europa,  en  la  isla  de  Madera  y en  las  Indias 
Orientales.  Numerosos  géneros,  notables  por  su  forma  apla- 
nada, y vulgarmente  conocidos  con  el  nombre  de  erizos 
tortas,  son  propios  de  los  terrenos  terciarios  y mares  actua- 
les. El  lenita  y scuteilina  son  del  eoceno,  el  scutella  del  mio- 
ceno; los  denominados  mellita  y echinarachnius  son  ambos 


ANÉLIDOS 


fósiles  recientes.  Los  erizos  de  forma  de  corazón  (spatangidm)  ] 
están  solo  remotamente  representados  en  las  oolitas  por  el 
género  disaster  ( fig.  7,  6),  y son  numerosos  en  la  creta,  de 
la  cual  son  también  peculiares  los  que  se  designan  con  los 
nombres  de  micraster,  epiaster,  hemipneustes  (fig.  7,  7),  Ar- 
chiacia,  holaster  yananchytes  (fig.  6,  2).  El  género  toxaster 
es  característico  del  neocómico  inferior;  hemiaster  es  cretá- 
ceo y terciario;  spatagus,  brissus,  amphidotus  y schizaster  ! 
son  formas  terciarias. 

La  cubierta  de  los  equinodermos  tiene  la  misma  íntima 
estructura  en  todos  los  órdenes  y familias,  y en  todas  las  par- 
tes del  dermato-esqueleto,  bien  sea  escudo,  espina  ó diente; 
las  mas  pequeñas  placas  parecen  pedacitos  de  cartón  perfo- 
rado, y las  mayores  y mas  sólidas  son  una  repetición  de  tales 
láminas.  En  algunas  estructuras  membranosas  se  observan 
las  pequeñas  espículas,  encorvadas  y en  forma  de  áncora, 
siempre  compuestas  de  carbonato  de  cal;  pero  á causa  de  su 
porosidad,  los  ejemplares  fósiles  están  comunmente  rellenos 
de  tierra,  de  piritas  ó de  sílice,  no  siendo  entonces  cómoda 
la  investigación  microscópica.  Pero  sin  perder  su  estructura 
orgánica,  los  equinodermos  fósiles  ofrecen  casi  siempre  una 
marcada  tendencia  á la  estructura  regular,  á los  cruceros  y 
formas  romboédricas  del  espato  calizo,  carácter  por  el  cual 
pueden  reconocerse  las  mas  pequeñas  piezas  dermato  esque- 


léticas de  la  estrella  de  mar  ó de  los  crinoideos.  Esta  parti- 
cularidad se  observa  mas  principalmente  en  las  grandes  púas 
de  los  cidaris,  y también  en  el  tallo  y cáliz  del  apiocrino  de 
Parkinson. 

ORDEN  VI  — HOLOTÚRIDOS 
(COHOMBROS  DE  MAR) 

Caractéres.  — Cuerpo  vermiforme;  tegumento  flexi- 
ble con  corpúsculos  reticulados  y calizos,  ó cubierto  de 
pequeñas  espículas  en  forma  de  áncora. 

El  orden  de  los  holotúridos  apenas  ofrece  ejemplares  en 
estado  fósil,  como  no  sea  el  género  psolus,  de  cuyo  escudo 
imbricado  encontró  Mr.  Richmond  un  fragmento  en  el  de- 
pósito cuaternario  llamado  del  Norte,  en  Bute.  El  conde 
Munster  ha  figurado  las  láminas  microscópicas,  aparente- 
mente de  una  holoturia,  procedente  de  la  creta  de  West- 
minster,  y el  áncora  de  un  synapta,  de  una  formación  aun 
mas  antigua;  á saber:  la  oolita  superior  de  Baviera.  Los  mi- 
crógrafos  encontrarán  sin  duda  muchas  láminas  análogas 
desprendidas,  así  como  espinas,  cuando  busquen  policistinos 
y otros  rizópodos  en  los  terrenos  oolitico  y cretáceo;  pero  es 
dudoso  que  el  orden  date  de  una  época  mas  remota. 


TIPO  TERCERO — ARTICULADOS 


En  la  gran  división  de  los  animales  invertebrados,  que 
llaman  articulados,  el  cerebro  afecta  la  forma  de  un  anillo 
que  rodea  el  cuello;  un  doble  gánglio  existente  sobre  el  tubo 
digestivo  suple  los  principales  órganos  de  los  sentidos ; del 
gánglio  inferior  se  extienden  dos  cordones  á lo  largo  de  la 
superficie  ventral  del  abdomen,  que  en  las  mas  de  las  espe- 
cies están  unidos  á ciertas  distancias  por  dobles  gánglios; 
con  estos  se  relacionan  los  nervios  que  hacen  las  veces  de 
los  segmentos  y sus  apéndices.  El  cuerpo  presenta  una  figu- 
ra simétrica  correspondiente.  El  esqueleto  es  externo  ( der- 
mato*esqueleto)  y consiste  en  segmentos  articulados,  de  una 
forma  mas  ó menos  anular ; las  extremidades  en  las  especies 
que  los  poseen,  son  de  condición  análoga  á la  de  las  partes 
duras,  que  ofrecen  la  figura  de  un  estuche  donde  se  encier- 
ran los  músculos;  las  maxilas,  cuando  existen,  son  laterales  y 
se  mueven  á derecha  é izquierda. 

La  lombriz,  la  langosta,  el  escorpión  y el  escarabajo  repre- 
sentan hoy  á los  articulados,  muy  bien  representados  entre 
las  reliquias  del  mundo  primitivo.  Los  delicados  tegumentos, 
endurecidos  á menudo  por  la  interposición  de  sustancias 
térreas,  son  tan  susceptibles  de  conservación  como  las  con- 
chas de  los  moluscos,  y encuéntranse  sus  restos  en  todos  los 
depósitos  acuáticos;  pero  su  organización  compleja,  que  en 
el  estado  reciente  se  presta  de  una  manera  tan  admirable  á 
las  comparaciones  genéricas  y especificas,  es  perjudicial  para 
su  completa  conservación,  hasta  el  punto  que  los  ejemplares 
fósiles  se  hallan  con  frecuencia  tan  fragmentados,  que  ape- 
nas puede  determinarse  mas  que  la  clase  y la  familia. 

Las  mas  antiguas  rocas  fosilíferas  presentan  impresiones 
que  se  han  considerado  como  las  huellas  y viviendas  de  las 
lombrices  marinas;  y con  ellas  se  han  hallado  crustáceos  de 
la  división  inferior  y de  un  grupo  que  se  ha  extinguido  del 
todo.  En  formaciones  algo  mas  modernas  aparecen  los  filo- 
podos,  los  copépodos  y otros  órdenes  existentes  de  los  ento 
mostráceos.  En  los  terrenos  carbonífero  y pérmico,  se  han 
visto  solo  algunas  vagas  formas,  que  muy  dudosamente  se 
han  atribuido  á la  división  superior  de  los  malacostráceos; 
los  secundarios  contienen  abundantes  restos  de  isópodos,  de 
langostas  y de  cangrejos.  Los  braquiuros,  escasos  en  las  mas 
recientes  rocas  secundarias,  abundan  en  los  mas  antiguos 


terrenos  terciarios.  Los  insectos  que  respiran  el  aire  libre 
y los  arágnidos  existieron  en  el  período  paleozoico:  el  pro- 
fundo silencio  de  los  bosques  carboníferos  no  dejaba  de  in 
terrumpirse  por  el  zumbido  de  los  insectos  ni  estos  eran 
ciegos,  como  los  que  ahora  habitan  en  las  vastas  cavernas  de 
Kentucky  y de  Carniola.  Los  articulados  que  se  presentan 
después,  son  los  cirrípedos,  cuyas  familias  inferiores  apare- 
cen en  el  lias;  mientras  que  los  balánidos  se  encuentran  solo 
en  los  terrenos  terciarios. 

El  número  de  articulados  fósiles  que  figuran  en  catálogo, 
y se  han  descrito,  constituyen  solo  una  pequeña  parte  de  los 
que  probablemente  existieron.  Bronn  enumera  1,551  insectos 
fósiles:  131  arágnidos,  894  crustáceos)’  292  anélidos.  Danvin 
describe  69  cirrípedos  fósiles,  1 2 de  los  cuales  están  repre- 
sentados por  especies  vivas. 

CLASE  I — ANÉLIDOS 



(LOMBRICES,  NEREIDOS) 

CARACTÉRES. — Cuerpo  blando,  simétrico,  vermiforme 
y anillado,  con  chupadores  ó piés  setíferos;  sangre  roja  en  la 
mayoría  de  los  casos. 

Ciertas  diminutas  cavidades  de  anélidos,  observadas  en 
las  rocas  pizarrosas  de  Bry  Head  y Wicklow,  se  designaron 
con  el  nombre  de  histioderma;  pero  las  señales  particulares 
que  hay  en  la  superficie  de  aquellas  y de  otras  rocas  cám- 
bricas, como  por  ejemplo,  la  del  arenícola  didyma,  de 
Longmynds  Shropshire,  y del  scolithus  linearis,  de  la  arenisca 
silúrica  de  Postdam,  que  se  consideran  como  las  mas  primi- 
tivas indicaciones  de  la  existencia  de  las  lombrices  marinas, 

1 no  dejan  de  ofrecer  dudas  respecto  á su  origen.  Las  llamadas 
' nereites  ofrecen  notable  semejanza  con  otras  impresiones 
igualmente  antiguas,  que  se  describieron  como  zoófitos  bajo 
el  nombre  de  protovirgularia  (fig.  3,  1).  No  ocurren  tales 
dudas  respecto  á los  vestigios  de  lombrices  que  abundan  en 
las  delgadas  capas  jurásicas  medias,  pues  los  cololites  de  la 
I caliza  biográfica  son  muy  probablemente  impresiones  de 
! dichos  anélidos.  En  el  silúrico  superior  y en  el  carbonífero, 
se  encuentran  largos  tubos  calizos  que  han  recibido  el  nom- 


PALEONTOLOGIA 


464 


bre  de  serpulites;  pero  los  que  se  ven  en  las  rocas  de  cuarzo 
de  Sutherland,  son  relativamente  de  mayor  tamaño.  El  gé- 
nero microconchus,  del  período  carbonífero,  se  considera 
ahora  como  un  anélido;  en  todas  las  mas  recientes  formacio- 
nes abundan  los  anélidos  tubícolas,  particularmente  de  los 
géneros  serpula,  spirorbis  y vermilia;  algunos  de  estos,  aunque 
enlazados,  son  tan  regulares  en  su  crecimiento,  que  se  les 
designó  comunmente  con  el  nombre  de  vermeti;  pero  ahora 
figuran  en  el  género  vermicularia.  Entre  los  fósiles  problemá- 


Fig.  8.—  ENTOMOSTRÁCEOS  PALEOZÓICOS 


1 Leperditia  Báltica,  WahL;  Silúrico  de  Gothland 

2 Entomoconchus  Scouleri,  M‘C.;  Carbonífero  de  Irlanda 

3 Beyrichia  complícala,  Salter;  Silúrico  de  Gales 

4 Dithyrocaris  Scouleri,  M'C.;  Carbonífero  de  Irlanda 

3 Pterygotus  anglicus,  Ag.;  Devónico  de  Sudlow 

6 Bell  mu  rus  bellulus,  Konig.;  Carbonífero  de  Coalbrookdale 

7 Ilkvnus  Davisii,  Salter;  Silúrico  de  Bala 

8 Phacops  caudatus,  Brun.;  Idem  de  Dudley 

9 Calymene  Blumenbachii,  Br. ; Idem  de  idem 

10  Trinucleus  ornatus,  Sternb.;  Idem  de  Bretaña 

11  Agnostus  trinodus,  Salter;  Idem  de  idem 

ticos  del  período  paleozóico,  encuéntranse  dos  que  se  supone 
sean  anélidos,  como  por  ejemplo,  el  tentaculites  (fig.  9,  7), 
que  era  aparentemente  libre,  y casi  siempre  regular  en  su 
crecimiento,  y el  conulites  (fig.  9,  8),  que  cuando  joven  se 
encuentra  fijo,  aislado  ó en  grupos,  en  las  conchas  y zoófi- 
tos silúricos;  la  estructura  de  su  cubierta  es  vesicular,  y la 
ca\  idad  se  asemeja  á una  serie  de  conos  invertidos.  Los 
ditrupa,  no  fijos,  aparecen  en  la  creta  superior  y abundan  en 
la  arcilla  y el  crag  de  Londres. 

CLASE  II — CIERÍPEDOS 

CARACTéres.  Cuerpo  sub-articulado,  en  su  mayor 
parte  simétrico,  con  antenas  abortadas  y ojos;  tórax  fijo  á la 
superficie  externa  del  caparazón,  con  seis  pares  de  extremi- 
dades multiarticuladas  y setíferas;  metamorfosis  resultante 
de  la  adherencia  permanente  y parasítica  de  la  hembra  del 
todo  desarrollada  en  un  cuerpo  extraño. 

Los  cirripedos  fósiles  corresponden  principalmente  á la 
división  de  los  sentados,  y ofrecen  las  formas  ordinarias  de 
los  balánidos  existentes.  Escasean  en  el  eoceno  terciario,  pe- 
ro son  mas  abundantes  después.  El  balanus  porcatus  alcanza 
un  gran  tamaño  en  los  lechos  del  drift;  cuando  está  despren- 
dida su  gran  lámina  basilar,  constituye  un  fósil  muy  dudoso, 
que  ha  sido  origen  de  no  pocas  equivocaciones.  En  la  divi- 
sión media  del  crag,  donde  se  han  recogido  tantos  huesos 
de  cetáceos,  se  ha  encontrado  una  coronula;  y en  los  depó- 
sitos mas  antiguos  se  hallan  restos  de  cirripedos  peduncula- 
dos,  aun  cuando  por  lo  regular  escasos  y rotos.  Algunas 
especies  de  pollícipes  encuéntranse  adheridas  á los  troncos 
que  suelen  existir  en  el  drift,  perforados  los  individuos  por 
bivalvas  en  el  lias;  otras  en  la  arcilla  de  Oxford,  fijas  por 


grupos  en  las  conchas  de  los  ammonites,  que  probablemente 
flotaron  en  el  mar  después  de  morir  (i).  La  creta  ofrece 
también  muchos  pollícipes  y scalpellum,  una  especie  del 
género  anómalo  verruca,  y el  lorícula  (fig.  9,  6),  único  extin- 
guido de  los  cirripedos.  Este  notable  fósil  se  encuentra  fijo 
en  los  ammonites,  pero  solo  se  deja  ver  uno  de  sus  lados  en 
todos  los  ejemplares  encontrados.  Por  su  desarrollo  irregular 
y la  imbricación  de  sus  valvas,  se  asemeja  mas  á la  verruca 
que  ningún  otro  cirrípedo.  En  los  mares  cretáceos  alcanzaron 
los  lepadidos  su  máximo  desarrollo,  contándose  entonces  tres 
géneros,  y treinta  y dos  especies  por  lo  menos;  mientras 
que  en  la  actualidad,  el  archipiélago  filipino,  que  es  el  mas 
rico  en  estos  séres,  no  contiene  sino  cinco  especies. 

CLASE  III  — CRUSTACEOS 

CARACTÉRES. — Cuerpo  y extremidades  articuladas; 
cabeza  provista  de  antenas;  órganos  respiratorios  branquia- 
les; sexos  distintos;  metamorfosis  en  la  mayoría  de  los 
casos,  aunque  nunca  en  los  individuos  fijos. 

SUB-CLASE  I — ENTOMOSTRACEOS 

CARACTÉRES. — Cuerpo  formado  de  segmentos  en 
número  de  catorce,  á veces  mas,  y también  menos;  dermato- 
esqueleto  córneo  ó pétreo,  imitando  en  algunas  especies  una 
concha  bivalva;  ojos  sentados. 

En  todos  los  terrenos  se  encuentran  pequeños  crustáceos, 
entomostráceos  bivalvos,  que  alcanzan  el  máximum  de  su 
tamaño  en  las  mas  antiguas  rocas;  en  las  arcillas  pizarrosas 
del  horizonte  weáldico  existen  diminutos  ostracodos,  afines 
de  los  modernos  cypris  (fig.  9,  5),  mientras  que  los  c’itéridos 
marinos  aparecen  en  cantidades  ó numero  considerable  en 
la  creta.  Entre  los  filópodos,  las  asterias  cubren  las  capas  del 
horizonte  weáldico  y el  del  keuper  con  una  infinidad  de 
conchas  bivalvas,  confundidas  de  ordinario  con  los  cyclas  y 
posidonomyas;  también  abundan  en  las  capas  del  devónico 
medio.  Los  entomoconchus  globulares  (fig.  8,  2)  se  encuen- 
tran en  la  caliza  carbonífera;  los  leperditia  (fig.  8,  1),  en  las 
rocas  silúricas  del  norte;  las  Beyrichia  (fig.  8,  3),  caracterís- 
ticas del  silúrico,  se  distinguen  de  las  formas  de  los  trilobites 
jóvenes  por  la  falta  de  simetría  de  sus  valvas  separadas. 
Otros  filópodos  paleozóicos  (ceratiocaris  é hymenocaris),  re- 
lacionados con  las  recientes  nebalia,  que  tienen  una  cola 
mu)  marcada,  se  encuentran  en  el  silúrico  superior  é infe- 
rior; el  género  leptocheles  se  tundo  con  las  espinas  de  la 
cola  de  estos  crustáceos.  El  dithyrocaris  (fig.  8,  4),  que  se 
parece  al  moderno  apus  por  el  aplanamiento  horizontal  de 
su  caparazón,  existe  en  la  caliza  carbonífera.  El  horizonte 
carbonífero  llamado  coal  measures  (medida  de  carbón),  con- 
tiene también  en  sus  nodulos  de  hierro  arcilloso  numerosos 
ejemplares  del  bellinurus  (fig.  8,  6),  pequeño  pecilópodo 
que  difiere  del  limulus  actual  por  la  movilidad  de  los  seg- 
mentos del  cuerpo;  los  crustáceos  paleozóicos  mas  extraor- 
dinarios son  los  conocidos  con  los  nombres  de  eurypterus, 
himantopterus  y pterygotus  (fig.  8,  5),  del  silúrico  superior,  d¿ 
los  cuales  se  contaban  algunos  que  excedían  mucho  en  ta- 
maño á las  mayores  langostas  de  hoy  dia.  Se  han  considera- 
do como  una  familia  extinguida,  afine  de  los  limulus,  ó como 
los  representantes  de  ciertos  malacostráceos;  pero  los  siguien- 
tes  caracteres  demuestran  su  mayor  analogía  con  los  ostra- 
codos.  El  caparazón  es  relativamente  pequeño,  los  ojos 

(1)  Es  opimon  muy  generalizada  hoy  entre  los  paleontólogos  de 
mas  nota,  que  los  restos  llamados  Aptychus , considerados  antes  como 

cirripedos,  no  son  sino  como  especies  de  opérculos  de  diversos  ammo- 
mtes. 


MALACOSTRACEOS 


465 


compuestos  en  los  bordes  antero-laterales,  los  segmentos  del 
cuerpo,  en  número  de  once  ó doce,  carecen  de  apéndices,  y 
terminan  por  una  cola  aguda  ó bilobada.  El  eurypterus  tiene 
ocho  piés ; los  otros  tres  pares  de  extremidades,  que  son  las 
antenas,  los  piés  maxilas  y las  nadaderas,  con  sus  paletas  en 
forma  de  aletas,  que  parten  del  lado  inferior  del  céfalo  tórax. 
La  superficie  del  cuerpo  y las  extremidades  presentan  á 
menudo  un  dibujo  imbricado  particular,  que  fué  causa  de 
que  en  otro  tiempo  considerara  Agassiz  á estos  fósiles  como 
peces.  Supónese  que  el  pterygotus  problematicus  alcanzó 
siete  piés  de  largo,  teniendo  algunos  de  los  otros  una  vara. 
Unos  crustáceos  de  tales  dimensiones  pudieron  haber  for- 
mado en  el  lecho  del  mar  impresiones  semejantes  á las  lla- 
madas «protichnites»  que  describiremos  después,  y que  se 
observan  en  el  sandstone  de  América. 

ORDEN  DE  LOS  TRILOBITES 

CARACTERES.  — Segmentos  del  tronco  trilobados;  ojos 
sentados  y compuestos  por  lo  regular;  extremidades  abor- 
tadas. 

La  gran  familia  de  los  trilobites  está  enteramente  confina- 
da á la  edad  paleozoica;  no  se  encuentra  ninguno  en  los 
horizontes  superiores  al  terreno  pérmico.  Se  han  descrito 
unas  400  especies,  agrupadas  en  50  géneros,  contándose 
entre  ellas  46  silúricas,  22  devónicas  y 4 carboníferas.  Según 
Bronn,  13  géneros  son  peculiares  del  silúrico  inferior,  3 del 
superior,  1 del  devónico  y 3 carboníferos. 

El  dermato  esqueleto  de  los  trilobites  consta  del  escudo 
cefálico,  de  un  número  variable  de  anillos  ó segmentos  del 
tronco,  y del  pigidio  ó cola  compuesta  de  articulaciones  mas 
ó menos  anquilosadas.  En  algunas  especies  se  ha  descubierto 
un  labro  ó hipostomo;  pero  jamás  vestigios  de  antenas  ó ex- 
tremidades, aunque  no  cabe  duda  que  debieron  hallarse 
dotadas  de  la  facultad  locomotiva.  Ciertas  diferencias  en  la 
longitud  de  las  espinas  cefálicas  y 'caudales,  como  las  que 
ofrecen  el  asaphus  caudatus  y el  as.  longicaudatus,  y las  que 
se  notan  en  la  protuberancia  de  los  lóbulos  de  la  cabeza, 
fueron  consideradas  como  señales  de  la  diferencia  de  sexo. 
Una  de  las  mas  antiguas  y sencillas  formas  está  representada 
por  el  diminuto  agnostus  (fig.  8,  n),  que  suele  encontrarse 
en  escaso  número  y representado  casi  siempre  por  el  escudo 
cefálico.  Según  las  observaciones  de  Mr.  Barrande,  el  género 
sao  pasa  por  veinte  fases  de  crecimiento:  primeramente  es 
un  sencillo  disco,  y presenta  por  último  diez  y siete  segmen- 
tos torácicos  libres,  con  los  adicionales  desarrollados  entre 
el  tórax  y el  abdomen,  y dos  articulaciones  caudales.  El  tri- 
núcleo  adornado  (fig.  8,  10)  y el  illcenus  (fig.  8,  7),  que  tiene 
la  trilobacion  menos  marcada  que  en  los  mas  de  los  géneros, 
son  característicos  del  horizonte  silúrico  inferior;  otros  dos, 
de  la  caliza  de  Wenlokc,  fueron  celebrados  largo  tiempo;  son 
la  calymene  (fig.  8,  9)  ó trilobites  de  Dudley,  arrollado  y 
muy  compacto,  y el  asaphus  (ó  phacops)  caudatus  (fig.  8,  8), 
que  con  frecuencia  tiene  la  parte  cristalina  de  sus  grandes 
ojos  bastante  bien  conservada  y visible  á la  simple  vista. 
Cada  ojo  presenta  por  lo  menos  cuatrocientas  facetas,  y en 
el  gran  asaphus  tyrannus  se  calcula  que  hay  al  menos  6,000. 
En  una  especie  (asaphus  kowalewskii),  los  ojos  están  soste- 
nidos en  pediculitos.  El  mayor  trilobites  es  el  asaphus  gigas; 
algunos  de  los  fragmentos  indican  un  animal  de  diez  y ocho 
pulgadas  de  largo. 

SUB-CLASE  1 1 — MALACOSTRACEOS 

Cuerpo  dividido  en  tórax  y abdomen,  con  siete  segmentos 
en  cada  uno. 

Los  isópodos  están  representados  en  la  oolita  superior 


por  el  archceoniscus  Brodipi,  que  aparecen  en  gran  número 
en  los  bancos  de  caliza  de  Purbeck,  y en  el  teireno  pérmico 
por  el  prosoponiscus.  El  problemático  pigocéfalus  y el  apus 
dubius,  ambos  del  carbonífero,  corresponden,  aunque  dudo- 
samente, ¿ los  estomópodos,  y exceptuando  el  gitocrangou 
de  Ritcher,  son  los  mas  antiguos  decápodos  de  ojos  pedun- 
culados  que  se  han  conocido  hasta  aquí. 

Los  crustáceos  macruros  se  encuentran  constantemente 
en  las  oolitas  y en  el  terreno  cretáceo.  Una  de  las  formas 
mas  notables,  eryon  (fig.  9,  3),  se  halla  en  el  lias  (con  sus 
muy  afines  tropifer  y coleia),  é igualmente  en  la  arcilla  de 


Fig.  9.—  CRUSTÁCEOS,  ANÉLIDOS 

1 Dromilites  Lamarckii,  Desra.;  Arcilla  de  Londres,  Sheppy 

2 Notopocorystes  Stokesii,  Mant.;  Marga  de  Folkestone 

3 Eryon  arctiformis,  Schl. ; Oxfórdico  de  Solenhofen 

4 Megachirus  locusta,  Gerroar.;  Oxfórdico  de  Solenhofen 

5 Cypridea  tuberculata,  Sby. ; Wealdico  de  Sussex 

6 Loricula  pulchella,  G.  B.  Sby.;  Creta  de  Sussex 

7 Tentaculites  ornatus,  J.  Sby.;  Silúrico  de  Dudley 

S Cornulites  serpularius,  Schl.;  Silúrico  de  Dudley 

Oxford.  Las  pequeñas  langostas  del  género  glyphea,  que 
existen  en  las  oolitas,  y el  Meyeria  en  la  arcilla  de  Speetow 
y la  arenisca  verde,  constituyen  por  lo  regular  el  núcleo  de 
los  nodulos  de  fosfato  de  cal.  Las  mayores  especies  de  la 
creta  constituyen  el  género  enoploclytia.  La  caliza  oxfórdica 
de  Solenhofen,  con  sus  hojas  biográficas  finamente  lamina- 
das, se  abre  como  un  libro,  lleno  de  pequeños  mariscos  y 
langostas,  comprimidas  y admirablemente  conservadas.  Una 
de  ellas,  notable  por  sus  delgados  y largos  brazos  (megachi- 
rus, fig.  9,  4),  se  encuentra  también  en  la  arcilla  de  Oxford, 
en  WUtshire.  Uno  de  los  mas  ricos  depósitos  de  crustáceos 
fósiles  es  la  isla  de  Sheepy,  donde  la  arcilla  de  Londres  ha 
ofrecido  innumerables  ejemplares  de  la  división  mejor  orga- 
nizada, incluso  nueve  braquiuros,  tres  anomuros  y cinco 
especies  de  macruros.  La  isla  de  Hainan,  en  la  costa  de 
China,  contiene  numerosos  cangrejos  fósiles  del  género  rna- 
cropthalma,  que  se  venden  en  las  droguerías  de  Shangai. 
Otros  se  encuentran  en  el  mioceno  de  Malta  y la  isla  de 
Perim,  en  el  Mar  Rojo.  Ya  no  ofrece  duda  la  existencia  de 
braquiuros  secundarios:  el  pequeño  etyus  Martini  (ó  Reus- 
sia),  es  de  la  marga  azul;  el  platvpodia  Oweni,  de  la  creta 
blanca  de  Sussex;  el  Reussia  granosa,  de  la  arenisca  verde 
superior  de  Cambridge;  el  stephanometopon,  de  la  creta  de 
Maestricht ; el  cáncer  serobieulatus  y el  gliphithyreus  formo- 
sus,  son  del  cretáceo  de  Meklemburgo. 

El  anomurus  dramiopsis  se  encuentra  en  la  creta  de 
Faxoe,  donde  se  hallaron  cuatro  especies.  La  clytia  Leachii, 
del  período  cretáceo,  fué  perfectamente  reconstruido  por 
Reuss.  En  la  marga  azul  existen  pequeños  crustáceos  que  se 
asemejan  por  su  forma  á los  corystes  vivos  (fig.  9,  2);  pero 
se  sabe  que  son  anomuros,  por  su  reducido  tamaño,  la  posi- 
ción dorsal  de  las  patas  posteriores,  y las  pequeñas  placas 


Tomo  IX 


59 


PALEONTOLOGIA 


466 

intercaladas  entre  las  últimas  articulaciones  de  la  cola,  se- 
gún se  ve  en  el  dromilites  (fig.  9,  1 ),  de  la  arcilla  de  Lón-  | 
dres. 

CLASE  IV — INSECTOS 

Caracteres. — Cuerpo  articulado,  lo  mismo  que  las 
extremidades;  cabeza  provista  de  antenas  articuladas;  respi- 
ración por  tráqueas. 

Los  insectos  fósiles  hasta  el  presente  encontrados  no  ofre- 
cen formas  ó tipos  de  particular  interés.  Los  mas  antigua- 
mente conocidos  se  parecen  á los  curculiónidos  y blatidos, 
ó locustidos  de  la  actualidad.  En  las  calizas  del  liásico  se  ha 
descubierto  una  gran  variedad,  gracias  á la  perseverancia  de 
Mr.  Brodie:  cuéntanse  especies  de  los  géneros  berusos,  ela- 
ter,  gyrinus,  laccophilus  y melolontha;  géneros  indetermina- 
dos de  las  familias  de  carábidos,  buprestidos,  crisomélidos, 
y telefóridos;  insectos  del  género  orhophlebia,  análogos  á 
los  panorpas;  otros  pertenecientes  á los  nepadíe,  cimicidíe  y 
cicada;  y el  género  asilus  de  los  dípteros.  En  el  período  si- 
guiente figura  el  depósito  de  insectos  de  la  caliza  pizarreña 
de  Stonesfield,  donde  se  encuentran  las  cubiertas  de  las  alas 
del  buprestis  Bucklandii,  de  las  especies  de  prionus  y coccine- 
11a,  y el  gran  neuroptero  hemerobioides.  En  la  caliza  de 
Purbeck  se  han  hallado  además  especies  de  cerylon,  corim- 
betes,  cyphon,  helophorus  y limnius,  así  como  ejemplares  de 
estafilínidos,  cantarídidos,  harpálidos,  hidrofilidos,  tenebrió- 
nidos,  libelúlidos,  friganeos,  blásidos,  afis,  cercopis,  y otros 
homópteros,  y diez  géneros  de  dípteros.  En  el  plioceno  mas 
moderno  se  ha  descubierto  el  reciente  copris  lunaris,  y los 
élitros  de  los  donacia  y harpalus.  Las  principales  localidades 


de  insectos  fósiles,  son  las  calizas  pizarrosas  litográficas  de 
Solenhofen,  los  depósitos  terciarios  de  Aix,  en  Provenza,  y 
(Eningen,  cerca  de  Constanza,  en  el  Rhin.  Dícese  que  se 
han  encontrado  en  el  Jura  inferior  restos  de  especies  de 
tineas  y esfinges,  y un  lepidóptero  diurno  en  la  Molasa.  Del 
verdadero  ámbar  se  han  obtenido  numerosos  ejemplares  de 
insectos;  todos  ellos  son  desconocidos  de  los  entomólogos, 
y probablemente  son  especies  extinguidas.  Se  ha  indicado 
por  Mr.  Wood  que  los  insectos  del  liásico  tienen  un  carácter 
sub  alpino,  y podrían  haber  sido  arrastrados  por  los  torrentes 
desde  una  región  mas  elevada;  pero  no  se  ha  tratado  hasta 
el  presente  de  probar  si  estos  ú otros  insectos  fósiles  se 
asemejan  á los  de  cualquier  grupo  zoológico  particular  de 
hoy  dia. 

CLASE  V—  MIRIÁPODOS 

De  los  miriápodos  se  han  hallado  veinte  especies  fósiles, 
que  comienzan  en  el  sistema  carbonífero;  el  género  xilobius, 
afine  del  julus,  ha  dejado  restos  en  el  interior  de  un  árbol 
fósil  (sigilaría),  en  la  formación  carbonífera  de  Nueva  Es- 
cocia. 

CLASE  VI— ARÁGNIDOS 

De  los  arágnidos  figuran  en  catálogo  ciento  treinta  y una 
especies,  entre  las  cuales  se  considera  como  la  mas  primitiva 
é interesante  el  escorpión  fósil  (cyclopthalmus  sénior),  del 
carbonífero  de  Bohemia.  Las  avispas  fósiles  se  encuentran 
en  las  calizas  jurásicas  de  Solenhofen,  y en  las  margas  ter- 
ciarias de  Aix. 


TIPO  CUARTO — MOLUSCOS 


Los  restos  de  los  testáceos,  ó moluscos  de  concha,  consti- 
tuyen los  mas  comunes  de  todos  los  fósiles,  ofreciendo  la 
serie  mas  completa  de  signos  característicos  para  identificar 
ios  estratos.  Por  regla  general,  la  duración  de  los  tipos  y de 
las  especies  está  en  proporción  inversa  del  rango  que  ocupan 
en  la  serie;  los  fósiles  de  mas  elevada  organización  ocupan 
el  término  inferior,  indicando  con  la  mayor  exactitud  la  edad 
del  depósito  de  donde  proceden;  pero  si  la  evidencia  que 


, *r jJT 

fig.  10. — WALDHEIMIA  FLAVESCENS 

ofrecen  las  conchas  es  menos  precisa,  se  obtiene  en  cambio 
mas  fácil  y constantemente,  y consérvanse  en  mayores  ex- 
tensiones de  terreno. 

Los  moluscos  son  animales  invertebrados  blandos,  cuyo 
sistema  nervioso  se  compone  de  varios  ganglios  diseminados 
en  distintas  partes  del  cuerpo,  hallándose  los  mas  volumino- 
sos situados  sobre  el  esófago;  la  forma  de  aquel  no  es  simé- 
trica en  la  mayoría  de  los  casos.  Unicamente  en  una  clase, 
la  de  los  cefalópodos,  parten  los  músculos  de  un  esqueleto 
cartilaginoso  y rudimentario;  en  las  demás  están  fijos  en  la 
piel  ó adheridos  á la  sustancia  caliza  en  ella  desarrollada.  La 
sangre  no  es  roja,  sino  incolora  por  lo  regular;  el  corazón 
consiste  en  un  órgano  muscular  que  hace  correr  la  sangre 


por  un  sistema  de  arterias  y venas,  afectando  estas  últimas 
mas  ó menos  la  forma  de  sinuosidades;  el  aparato  respirato- 
rio, bien  contenga  branquias  ó esté  organizado  como  un  pul- 
món, se  abre  cerca  del  ano,  encorvándose  los  intestinos 
comunmente  hácia  delante  para  presentar  esta  disposición. 
Tal  es  el  grado  de  organismo  de  que  han  presentado  restos 
las  rocas  de  Llandeilo  en  el  sistema  silúrico  inferior;  los  fósi- 
les consisten  en  conchas,  que  protegen  á los  mas  de  los  mo- 
luscos, y están  endurecidas  principalmente  por  el  carbonato 
de  cal,  constando  muchas  de  una  ó dos  piezas  llamadas 
valvas. 

CLASE  I— BRAQUIÓPODOS 

Los  moluscos  de  esta  clase  llámanse  así,  porque  las  prin- 
cipales partes  movibles  y prensiles  (fig.  10,  d,f)  se  asemejan 
á los  brazos  de  algunos  pólipos;  están  dispuestos  en  espiral; 
son  ciliados,  y pueden  considerarse  como  análogos  á los  de 
los  briozoos.  Las  partes  blandas  están  protegidas  por  una 
concha  compuesta  de  dos  valvas  (ib.  D),  una  de  ellas  apli- 
cada á la  superficie  y la  otra  ( V)  á la  ventral;  esta  última 
tiene  una  especie  de  pico  abierto  ó perforado,  por  el  cual 
pasa,  en  la  mayoría  de  los  individuos,  un  pedúnculo  (?i) 
que  sirve  al  animal  para  fijarse  en  algún  cuerpo  extraño. 
Existen  varios  músculos  (0,  q)  para  abrir  y cerrar  la  con- 
cha; esta  última  afecta  mas  ó menos  la  forma  de  una  antigua 
lámpara  romana  en  las  especies  del  primer  orden  de  la  clase 
(arthropomata),  que  se  caracterizan  además  por  tener  las  val- 
vas articuladas  entre  sí. 

Estas  últimas  conchas  han  sufrido  mas  que  las  de  ningún 
otro  grupo  por  la  acción  del  tiempo;  de  1,300  especies  co- 


BRAQU1ÓP0D0S 


467 


nocidas,  solo  existen  75;  y de  34  géneros,  se  han  extinguido 
21.  El  número  de  formas  genéricas  es  mayor  en  el  período 
devónico,  y mas  reducido  en  las  oolitas  superiores,  después 
de  lo  cual  aparece  gradualmente  una  segunda  serie  de  tipos 
nuevos.  El  predominio  de  los  braquiópodos  fósiles  contrasta 
con  la  escasez  de  las  recientes  conchas,  mas  aun  por  la  abun- 
dancia de  individuos  que  por  el  número  de  especies,  pues  las 
conchas  que  existen  habitan  sobre  todo  en  las  profundidades 
de  las  aguas,  ó en  rocas  inaccesibles  para  el  pescador,  obte- 
niéndose por  lo  tanto  raras  veces  un  gran  número. 

El  género  terebratula,  reducido  como  está  ahora  á conchas 
de  una  corta  abertura  interna,  comprende  unas  cien  especies 
fósiles,  de  las  cuales  solo  sobrevive  una  (T.  vitrea),  que  se 
encuentra  en  la  provincia  lusitana.  Las  Waldheimias  ó tere- 
bradlas de  ancha  abertura  (fig.  10)  están  distribuidas  exten- 
samente en  los  mares  de  hoy  dia,  aunque  solo  se  conocen 
nueve  especies  vivas;  los  individuos  de  una  ó mas  de  estas  se 
hallan  en  la  costa  de  Spitzberg,  en  Labrador,  en  el  Cabo  de 
Hornos;  y mas  abundantemente  en  la  Nueva  Gales  del  Sur 
yen  Nueva  Zelanda:  cuéntanse  sesenta  especies  especies 
fósiles,  que  datan  del  triásico.  Las  terébratelas,  que  tienen  la 
abertura  en  la  línea  media,  comenzaron  en  el  lias ; hállanse 
en  corto  número  en  los  períodos  cretáceo  y terciario,  y son 
las  únicas  que  alcanzan  su  mayor  desarrollo  en  los  recientes 
mares.  Cinco  especies  del  género  argiope  se  hallan  en  la  are- 
nisca verde,  en  la  creta  y en  los  terciarios;  el  género  afine 
thecidium  está  representado  por  una  en  el  carbonífero,  y por 
otra  en  el  terreno  triásico;  es  comparativamente  común  en 
el  período  secundario,  y se  reduce  otra  vez  á una  sola  especie 
en  el  terciario  mas  moderno;  esta  especie  sobrevive  en  mas 
estrechos  límites  en  el  Mediterráneo.  El  sub-género  terebra- 
tulina  está  representado  por  veinte  especies  en  los  terrenos 
secundario  y terciario:  la  T.  striata  de  la  creta  se  asemeja 
tanto  al  T.  caput  serpentis,  que  difícilmente  se  distingue  de 
ella.  Al  terreno  cretáceo  corresponden  varios  sub-géneros 
extinguidos,  entre  los  cuales  figuran  como  mas  notables  los 
conocidos  con  los  nombres  de  trigonosemus  (fig.  11,  1),  y 
lyra,  que  afectan  la  figura  de  un  violin.  Los  stringocephalus 
(fig.  ir,  2)  son  propios  del  terreno  devónico,  y presentan 
una  ancha  abertura  interna,  con  apéndices  muy  prominentes 
en  la  extremidad. 

La  concha  de  la  terebratula,  y algunas  de  sus  afines  (ar- 
giope, thecidium,  cyrtia  y spiriferina)  está  provista  de  peque- 
ños orificios  dispuestos  en  tresbolillo,  visibles  á veces  sin 
auxilio  de  instrumento,  como  se  observa  en  la  especie  1 . 
lima,  aunque  por  regla  general  se  necesita  el  microscopio; 
en  la  T.  carnea  los  orificios  son  mas  pequeños. 

Las  conchas-lámparas,  con  picos  agudos  y valvas  planas, 
fueron  separadas  de  las  terebratulas,  dándoselas  el  nombre 
de  rinchonelas:  sus  conchas,  examinadas  con  la  lente,  no 
ofrecen  la  estructura  punteada,  ni  tienen  armadura  interior 
para  sostener  los  brazos,  que  en  las  especies  recientes  se  le- 
vantan en  espiral,  dirigiéndose  hácia  la  cavidad  de  la  valva 
mas  pequeña,  como  las  espiras  de  la  extinguida  especie  atr)  - 
pa  (fig.  11,  7).  De  las  tres  especies  de  rinchonela  existentes, 
una  se  encuentra  en  los  mares  árticos,  y las  otras  dos  en 
Nueva  Zelanda;  las  fósiles  exceden  de  doscientas  cincuenta 
diseminadas  en  todas  las  partes  del  mundo;  las  del  período 
paleozoico  pueden  ser  distintas  de  las  demás,  puesto  que  se 
sabe  que  las  especies  pérmicas  están  provistas  de  anchos 
apéndices  internos.  Las  especies  del  extinguido  género  atry- 
pa,  difieren  solo  de  las  rinchonelas  por  tener  espiras  calizas, 
que  se  conservan  en  muchos  casos,  y pueden  reconocerse 
hasta  cierto  punto  por  la  aplicación  del  ácido.  El  interior  de  la 
valva  presenta  espacios  ovarios  y vasculares,  exactamente  lo 
mismo  que  en  las  rinchonelas.  En  el  terreno  silúrico  inferior 


existe  otro  género,  denominado  porambonites,  imperfecta- 
mente conocido,  pero  cuyas  valvas  se  marcan  en  la  parte 
exterior  por  puntos  impresos,  que  no  son  perforaciones.  El 
género  pentamerus  se  encuentra  en  todos  los  estratos  inte- 
riores de  la  caliza  carbonífera,  y es  notable  por  sus  grandes 
hendiduras  internas,  que  dividen  la  concha  por  el  centro, 
formando  incisiones  profundas  en  los  moldes  internos,  tan 
comunes  en  la  arenisca  de  Caradoc  (fig.  ri,  8). 

Los  extinguidos  espiriferidos  constituyen  una  familia  ca: 
racterizada  por  las  espiras  calizas  internas,  que  se  extienden 
desde  el  centro  de  la  concha  hácia  el  exterior  (fig.  1 1,  3); 
estas  espiras  son  con  frecuencia  cuarzosas,  y se  pueden  des- 
prender de  la  matriz  por  la  acción  del  ácido.  En  otros  casos 
está  impregnada  la  concha  de  marga  blanda,  fácil  de  quitar 
por  medio  del  lavado;  y entonces  se  ven  las  láminas  calizas 
de  la  espira  franjeadas  como  de  pelos,  que  servían  antes  de 
apoyo  á los  cirros.  En  el  género  spirífera  presenta  la  concha 
una  larga  línea  recta,  y el  área  aplanada  de  la  valva  mas  an- 
cha tiene  una  abertura  deltoidea.  Las  especies  típicas  son 
del  período  paleozoico,  y ofrecen  mucha  semejanza  de  es- 
tructura con  la  de  las  rinchonelas.  Las  especies  liásicas  (spi- 
riferina de  Orb.)  ofrecen  conchas  punteadas,  y la  abertura 


Fig.  II.— BRAQUIÓPODOS 

1 Trigonosemus  Palissyi,  Woodw. ; Cretáceo  de  Ciply 

2 Stringocephalus  Burtini,  Defr.;  Devónico  de  Eifel 

3 Spirifera  striata;  Carbonífero  de  Bretaña 

4 Cyrtia  trapezoidalis;  Silúrico  de  Dudley 

5 Athyris  Roissyi,  Ler. ; Carbonífero  de  Irlanda 

6 Unciíes  gryphus,  Schl.;  Devónico  de  Bélgica 

7 Atrypa  rtticularis;  Silúrico  de  Malvern 

8 Pentamerus  Icevis ; Caradoc  de  Salop 

está  cerrada,  al  menos  en  el  individuo  adulto,  por  una  del- 
gada placa  arqueada  ó seudo-deltidio.  En  el  sub  género  cyrtia 
(fig.  11,  4)  el  área  de  la  charnela  es  tan  larga  como  ancha, 
y el  deltidio  está  perforado  en  el  centro  por  un  tubo;  algunas 
de  las  especies  tienen  la  concha  punteada.  Las  especies  del 
género  athyris  (Dalman),  que  no  se  distinguen  siempre  fá- 
cilmente de  las  terebratulas,  suelen  tener  una  concha  suave 
y redondeada,  adornada  de  láminas  concéntricas  ó de  ex- 
pansiones aliformes  (fig.  n,  5);  el  ápice  está  truncado,  y el 
ala  de  la  charnela  es  lisa.  Cuéntanse  veinticinco  especies, 
la  mayor  parte  procedentes  del  devónico  y carbonífero.  Las 
especies  del  género  Retzia  se  asemejan  aun  mas  á las  tere- 
bratulas plegadas,  pero  tienen  espiras  laterales:  se  extienden 
desde  el  terreno  silúrico  al  triásico.  El  uncites  gryphus  (fi- 
gura 11,  6)  es  un  fósil  especial  devónico  que  tiene  un  ápice 
prominente,  perforado  en  la  concha  del  individuo  joven. 

La  familia  de  las  ortidas  se  compone  de  conchas  que  pre- 
sentan una  hendidura  central  en  cada  valva;  la  ventral  está 
provista  de  dientecitos  y la  dorsal  de  apéndices  para  el  apo 
yo  de  los  brazos,  que  parecen  haber  sido  horizontalmente 
espirales  como  en  las  especies  del  género  atrypa.  Entre  los 


468 


PALEONTOLOGIA 


apéndices  bucales  hay  una  proyección  central  para  la  inser- 
ción de  los  principales  músculos.  El  molde  interno  del  orthis 
(fig.  12,  i)  presenta  en  el  lado  ventral  la  simple  adherencia 
de  los  músculos  adductores  en  el  centro,  y á cada  lado  los 
músculos  cardinales;  estos  últimos  están  rodeados  por  los 
espacios  ovarios  punteados  y de  las  impresiones  de  un  ancho 
seno  paleal.  El  género  orthis  comprende  cien  especies  que 
se  extienden  hasta  mas  arriba  del  terreno  pérmico,  aunque 
abundan  sobre  todo  en  las  rocas  silúricas;  algunas  de  las  del 
silúrico  inferior  presentan  un  agujero  redondeado  en  el  seu- 
do-deltidio,  y reciben  el  nombre  de  orthisina.  Otras  especies 
de  las  rocas  superiores  paleozoicas  presentan  el  ápice  retor- 
cido ó deforme,  lo  cual  se  debe  probablemente  á la  fijación 
de  la  concha  cuando  joven.  En  las  strophomena  (fig.  12,  3) 
obsérvase  un  pequeño  agujero,  del  que  no  queda  vestigio  en 
el  individuo  adulto,  y la  escotadura  deltoidea  está  igualmen- 
te cerrada,  excepto  en  el  espacio  necesario  para  recibir  los 
apéndices  divididos  de  la  valva  dorsal.  Las  conchas  jóvenes 
son  plano  convexas;  pero  cuando  alcanzan  cierto  tamaño, 
las  valvas  se  arquean  en  un  lado  ú otro,  mas  ó menos  brus- 
camente. 

El  género  Davidsonia  (fig.  12,  2),  peculiar  de  las  calizas 
devónicas,  se  asemeja  á los  orthis  fijos  á los  corales,  como 
los  thecidium,  por  la  valva  central;  algunas  veces  adquieren 
la  figura  del  cuerpo  en  que  han  crecido,  como  las  ostras  y 
las  anomias.  La  impresión  paleal  es  semejante  á la  de  los 
orthis,  y la  forma  de  los  brazos  espirales  está  indicada  por 
prominencias  que  casi  llenan  el  interior  de  la  concha  en  los 
ejemplares  de  cierta  edad.  Se  han  reconocido  algunos  vesti- 
gios de  delgadas  espiras  calizas  para  el  apoyo  de  los  brazos 
en  las  especies  de  este  género,  particularmente  en  la  deno- 
minada Koninckia,  pequeña  concha  del  triásico  de  San  Ca- 
siano, en  la  cual  existen  siempre  canales  ó cavidades  en  es- 
piral en  el  interior  de  las  valvas,  cruzadas  por  impresiones 
seno  del  paleal. 

El  fósil  anómalo  llamado  calceola  sandalina  (fig.  12,  6)  es 
también  peculiar  de  las  calizas  devónicas:  por  su  figura  se 
asemeja  á la  cyrtia;  pero  no  tiene  charnela  ni  apéndices  in- 
ternos, como  no  sea  una  serie  de  pequeñas  proyecciones  á lo 
largo  de  la  línea  de  aquella;  el  interior  presenta  puntos  yes- 
trias;  pero  no  se  ven  señales  de  músculos. 

Los  productidos  son  también  fósiles  paleozóicos,  muy 
abundantes  en  las  calizas  carboníferas;  tienen  las  valvas  cón- 
cavo convexas;  la  línea  de  la  charnela  es  recta;  en  el  interior 
se  distinguen  simples  espacios  vasculares,  y evidentes  impre- 
siones de  los  músculos  destinados  á cerrar  y abrir  las  valvas. 
Cuéntanse  sesenta  especies  de  productus,  que  se  encuentran 
en  las  rocas  paleozoicas  superiores,  hallándose  esparcidas  en 
la  América  del  Norte  y en  la  del  Sur,  y desde  el  Spitzberg 
al  1 ibet  y 1 asmania.  Algunas  de  ellas  son  sumamente  varia- 
bles por  su  forma;  muchas  están  provistas  de  largas  espinas 
tubulares,  y otras  completamente  revestidas  de  cortos  fila- 
mentos semejantes  á pelos;  el  área  de  la  charnela  es  muy 
estrecha,  excepto  en  el  subgénero  aulosteges,  propio  del 
rechstein  de  Rusia.  El  productus  proboscidea  tiene  su  valva 
convexa  prolongada  en  forma  de  tubo,  como  dispuesta  para 
la  continua  circulación  de  las  corrientes  aéreas.  El  género 
del  pérmico  strophalosia  tiene  sus  valvas  articuladas  por 
dientecitos,  y cubiertas  de  largas  y delgadas  espinas  huecas; 

la  concha  se  fija,  cuando  joven,  por  el  ápice  de  la  valva  mas' 
grande. 

Los  chonetes  (fig.  12,5)  difieren  de  los  productus  por 
tener  una  serie  de  espinas  á lo  largo  del  borde  de  la  char- 
nela en  la  valva  convexa.  Cuéntanse  veinticinco  especies 
en  los  terrenos  silúrico  y carbonífero,  por  lo  general  de  re- 
ducido tamaño,  y con  estrías  muy  finas. 


En  el  órden  denominado  lysopomata,  las  valvas  no  son 
articuladas:  las  cranias  constituyen  uno  de  los  mas  antiguos 
tipos  existentes,  y se  encuentran  desde  el  silúrico  inferior. 
Parece  que  una  de  las  mas  modernas  especies  está  despren- 
dida, y otra  tiene  dientecitos  en  la  charnela.  La  crania  igna- 
bergensis  de  la  creta  de  Suecia  tiene  las  valvas  semejantes 
por  fuera,  hallándose  tan  solo  unidas  en  el  individuo  muy 
joven.  Las  impresiones  internas  de  la  crania  antiqua  y de 
otras  especies  fósiles  son  notablemente  curiosas.  Las  valvas 
inferiores  de  este  género  y del  thecidium  no  son  raras,  y se 
encuentran  adheridas  á las  conchas  de  los  erizos  de  mar  en 
la  creta;  pero  las  superiores  escasean  mucho. 

Las  discinidas  figuran  en  corto  número,  aunque  aparecen 
en  todos  los  períodos:  algunas  de  las  discinas  paleozóicas  (or- 
biculoidea  DOrb),  no  es  fácil  distinguirlas  genéricamente  de 
las  especies  modernas  por  ningún  carácter  bien  apreciado; 
pero  otras  (trematis  de  Sharpe),  presentan  adornos  de  pun- 
tos dispuestos  en  tresbolillo,  y las  impresiones  ofrecen  vesti- 
gios de  láminas  internas  divergentes,  lo  cual  supone  una 
considerable  diferencia  en  la  organización  del  animal. 


Fig.  12.—  BRAQUIÓPODOS 


1 Orthis  hysterita,  Devónico  del  Rhin 

2 Davidsonia  V erneuili,  Bouch. ; Devónico  de  Eifel 

3 Strophomena  rhomboidalis,  Wahl. ; Silúrico  de  Dudley 

4 Producía  semireticulata,  Martin;  Carbonífero  de  Derby 

5 Chonetes  striatella,  Dalm. ; Silúrico  de  Ludlow 

6 Calceola  sandalina,  Lam.;  devónico  de  Eifel 

7 Obolus  Apollinis,  Eichw.;  Silúrico  del  norte  de  Europa 

8 Siphonotreta  unguiculata,  Eichw.;  Silúrico  de  Bretaña 

Las  Ungulas,  que  han  dado  su  nombre  á una  de  las  mas 
antiguas  rocas  fosiliferas,  presentan  otra  forma  constante  en 
todos  los  periodos;  solo  se  conocen  treinta  y cuatro  especies, 
y ninguna  de  ellas  muy  común.  La  mas  reciente  Ungula 
británica  existe  en  el  crag  coralino  (antiguo  pUoceno)  de 
Sufíolk.  La  mas  moderna  especie  existente  se  encuentra  en 
las  filipinas;  la  L.  Davisii,  propia  del  norte  de  Gales,  tiene 
una  cavidad  pedicular  en  la  valva  ventral,  por  la  que  debió 
dividirse  en  dos  partes  el  músculo  cardinal,  como  en  el  gé- 
nero óbolus  (fig.  12,  7);  por  fuera  ofrece  todo  el  aspecto  de 
una  concha  ordinaria  viva.  A juzgar  por  los  fragmentos  de 
Ungula  que  se  encuentran  en  el  silúrico  inferior  de  Shorpshi- 
re,  parecen  pertenecer  á especies  distintas  del  L.  Davisii.  El 
obolus  Eichw  (ungula,  Pander)  abunda  tanto  en  las  arenis- 
cas del  silúrico  inferior  de  Suecia  y Rusia,  que  ha  dado  su 
nombre  á la  arenisca  de  obolus.  En  Inglaterra  se  encuentra 
solo  en  el  silúrico  superior  de  Dudley:  la  concha  es  de  textu- 
ra córnea,  y está  con  frecuencia  manchada  de  azul,  como  la 
Ungula,  por  la  presencia  del  fosfato  de  hierro.  Su  figura  es 
por  lo  común  oval,  y difiere  de  la  Ungula  por  el  carácter  de 
las  impresiones  musculares  internas. 


ACEFALOS 


CLASE  II — ACÉFALOS  Ó LAME- 
LIBRANQUIOS 

Se  ha  dado  á esta  clase  el  nombre  con  que  se  la  distingue, 
porque  los  órganos  respiratorios  (fig.  13,  p)  afectan  la  forma 
de  hojas  ó láminas,  contándose  dos  á cada  lado,  que  penden 
ó están  adheridos  á la  superficie  interna  de  los  lóbulos  del 
manto  ( a , b).  La  boca  está  provista  de  tentáculos  ciliados 
(ib.  h)  por  lo  general  mas  cortos  que  en  los  braquiópodos. 
Las  especies  de  algunos  géneros  están  fijas  por  una  valva 
soldada  por  el  biso  ( byssus ),  pero  las  mas  son  libres  y tienen 


469 

movimiento;  en  estas  últimas,  el  pié  consiste  en  un  cuerpo 
muscular  que  se  desarrolla  en  la  superficie  ventral  de  la  ma- 
sa visceral.  Cuando  el  pié  es  bastante  perfecto,  y se  ejercita 
con  frecuencia  la  fuerza  muscular,  el  aparato  respiratorio 
presenta  comunmente  una  complicación  de  distintos  tubos 
musculares  ó sifones,  uno  para  la  entrada  del  agua  ( ib.  g,)  y 
otro  para  la  salida  (g).  Una  valva  de  la  concha  se  aplica  al 
lado  derecho  del  cuerpo,  y la  otra  sobre  el  izquierdo,  estando 
ambas  articuladas  por  una  especie  de  dientecitos,  que  consti- 
tuyen lo  que  se  llama  charnela,  y por  fibras  elásticas  ó liga- 
mentos en  la  parte  de  la  concha  designada  con  el  nombre 
de  ápice  ó nates  ( fig.  15 ).  Las  valvas  están  enlazadas  también 


es 

I 

±J 


entre  sí  por  uno  ó dos  músculos,  llamados  adductores,  porque 
contraen  las  valvas  y cierran  la  concha;  para  ello  oprimen 
el  ligamento,  que  por  su  elasticidad  vuelve  á abrir  la  concha 
por  la  relajación  del  movimiento  muscular.  Cada  valva  es 
un  cono  que  presenta  todos  los  grados  de  profundidad,  des 
de  la  concha  plana  de  las  placunas  hasta  la  cavidad  espiral 
de  las  isocardias  y disceras;  el  ápice  ó nates  (fig.  14)  está 
vuelto  á un  lado  y se  dirige  hácia  fuera.  Coloqúese  una  con- 
cha bivalva  en  la  posición  de  la  cytherea  (fig.  14),  y tendre- 
mos que  la  dirección  del  ápice  determina  en  A el  borde 
anterior,  y en  P el  posterior;  el  superior  ó dorsal,  y el  infe- 
rior ó ventral,  son  como  se  marcan  en  el  grabadora  longitud 
de  la  concha  se  toma  desde  A á P;  su  altura  desde  el  borde 
dorsal  al  ventral;  su  grueso  se  mide  á través  de  las  valvas 
cerradas,  en  la  parte  mas  prominente  desde  el  lado  derecho 
al  izquierdo.  Precede  comunmente  al  ápice  una  depresión 
oval,  que  forma  una  cavidad  en  el  contorno  de  la  valva,  que 
se  llama  lúnula.  El  ligamento  de  la  charnela  está  algunas 
veces  entre  los  nates,  pero  nunca  es  anterior  á ellos.  Si  la 
línea  que  parte  del  ápice  divide  á la  concha  en  dos  partes 
desiguales,  se  llama  esta  inequilátera,  según  se  nota  en  los 
glycymeris  y solemyas,  en  los  que  la  mitad  anterior  es  mas 
larga;  en  el  género  pectunculus  apenas  está  marcada  esta 
diferencia;  en  la  mayor  parte  de  los  lamelibranquios,  la  mi- 
tad anterior  es  mas  corta,  como  puede  observarse,  por  ejem- 
plo, en  las  cythereas.  La  mayor  parte  de  las  conchas  de  los 
lamelibranquios  son  equivalvas;  es  decir,  que  la  valva  de  la 
derecha  y de  la  izquierda  tienen  el  mismo  tamaño  y figura, 
como  se  observa  en  las  cythereas  ( fig.  14).  Presentan  excep- 
ciones las  especies  estacionarias,  y á menudo  fijas,  que  des- 
cansan sobre  uno  de  los  dos  lados,  cuando  la  valva  inferior 
es  mas  cóncava  y capaz  que  la  superior;  dicha  valva  es  la  de 
izquierda  en  las  ostras,  en  las  pandoras  y en  las  lionsias; 
de  la  derecha  es  la  mas  pequeña  y mas  plana.  En  las  cha- 
mastrea  y corbula,  la  de  la  izquierda  es  la  mas  reducida. 
Placunas,  pectineas,  espóndilos  y aviculidos,  se  apoyan  en 
la  valva  de  la  derecha;  las  anomias  están  fijas  por  fibras 
musculares  degeneradas,  que  pasan  por  un  agujero  ó esco- 
tadura. Todas  estas  conchas  se  llaman  inequivalvas. 

Se  dice  que  la  concha  bivalva  es  cerrada  cuando  las  valvas 
se  adaptan  exactamente,  y abierta  si  una  parte  de  los  bordes 
no  se  pone  en  contacto  cuando  la  concha  se  cierra.  En  el 


género  gastrochoena,  esta  abertura  permanente  es  anterior, 
y sirve  para  el  paso  de  los  piés;  en  las  mias  es  posterior,  y 
está  destinada  al  paso  del  biso;  en  los  géneros  solen  y glici- 
meris  se  abre  la  concha  por  ambas  extremidades. 

Estas  y otras  particularidades  son  las  que  se  observan  en 
la  descripción  de  las  conchas  fósiles;  y cuando  se  conserva 
su  capa  interna  ó anacarada,  las  impresiones  revelan  la 
organización  del  antiguo  animal  con  tanta  exactitud,  como 
los  restos  de  huesos  fósiles  indican  cuál  fué  el  vertebrado 
extinguido. 


borde  superior  6 dorsal 


ápice  6 nates 
— V lúnula 


borde  injerior  6 ventral 
Fig.  14.—  CYTEREA  CHIONE 

Para  que  el  paleontólogo  pueda  adquirir  mas  fácilmente 
este  conocimiento  esencial  en  el  estudio  sucesivo  de  las 
bivalvas  fósiles,  marcamos  las  principales  impresiones  en  la 
adjunta  figura  de  la  superficie  interna  de  la  valva  izquierda 
en  la  concha  de  una  cytherea  (fig.  15).  Cuando  los  dos 
músculos  adductores  existen,  dejan  las  impresiones  muscu- 
lares anterior  y posterior;  y si  solo  existe  uno,  corresponde 
al  músculo  posterior,  pero  la  posición  es  mas  céntrica  (figu- 
ra 16, 1).  La  ostra  es  un  ejemplo  familiar  de  esta  especie  de 
bivalva;  cuando  la  línea  del  manto  se  extiende  como  una 
curva  no  interrumpida  desde  la  impresión  muscular  anterior 
á la  posterior  (fig.  19,  4),  puede  inferirse  que  el  habitante  de 
la  concha  no  tenia  sifón,  ó era  muy  pequeño,  ó no  retráctil; 
si  la  línea  se  dirige  hácia  el  centro  antes  de  llegar  al  músculo 
adductor  posterior  (fig.  15,  19,  8),  indícase  con  esto  la  pre- 
sencia de  un  sifón  retráctil;  si  existe  el  pié,  sus  músculos 


PALEONTOLOGIA 


47° 

retráctiles  suelen  dejar  señales  marcadas  en  el  interior  de  las 
valvas.  En  algunas  de  las  conchas  del  grupo  inclusa,  que  son 
prolongadas,  los  sifones  no  pueden  contenerse  dentro  de  la 
concha,  y quedan  por  lo  tanto  fuera,  como  se  observa  en  el 
género  psammobia  (fig.  13,  g,  g)  y en  los  pholas.  El  manto 
es  aquella  porción  de  la  piel  del  lamelibranquio,  que  después 
de  cubrir  las  visceras,  las  branquias  y el  pié,  toma  la  forma 
de  láminas  y lóbulos  (fig.  13,  ab),  para  rodear  la  concha 
que  produjo,  y constituir  en  caso  necesario  tubos  respira- 
torios. 

Mas  de  una  tercera  parte  de  las  conchas  fósiles  conocidas 
pertenecen  á las  bivalvas  ordinarias  de  la  clase  de  los  acéfa- 
los testáceos,  y su  número  asciende  á seis  mil,  ó mas,  mien- 
tras que  las  especies  recientes  exceden  apenas  de  la  mitad 
de  este  número.  Sin  embargo,  es  un  grupo  que  alcanza  su 
máximum  en  los  mares  actuales.  Los  géneros  son  siete  veces 
mas  numerosos  en  el  terciario  plioceno  que  en  los  terrenos 
antiguos;  la  cifra  de  las  especies  del  silúrico  apenas  llega  á 
ciento,  mientras  que  el  cretáceo  contiene  quinientas,  y el 
mioceno  ochocientas.  De  ciento  cincuenta  géneros,  treinta 
y cinco  se  han  extinguido,  además  de  muchos  sub  géneros. 
Las  familias  de  las  ciprinidas,  astartidas  y anatínidas,  ya 
pasaron  por  el  desarrollo  máximo;  las  tringonidas,  han 
desaparecido  casi,  y las  hipurítidas  se  extinguieron  por  com- 
pleto. 

Las  bivalvas  monomiárias  y otras  de  manto  abierto, 
alcanzan  un  grado  importante  en  un  lejano  periodo,  y con 
ellas  las  familias  de  las  miacidas  y anatínidas;  mientras  que 
las  conchas  de  sifón  superiormente  organizadas,  como  las 
veneridas  y tellínidas,  desconocidas  en  las  mas  antiguas 
rocas,  son  muy  abundantes  en  la  actualidad. 

La  familia  de  los  ostreidas,  que  se  distingue  de  las  peines 
y de  las  anomias  por  apoyarse  en  la  valva  izquierda,  contiene 
dos  formas  fósiles:  de  estas,  la  exogyra  se  asemeja  á una 
ostra,  y es  una  concha  fija,  característica  del  terreno  cretá- 
ceo. El  género  gryphíea(fig.  17,  1)  abunda  en  el  jurásico,  las 
conchas  de  las  varias  especies  conocidas  no  están  fijas,  y el 
ápice  de  la  valva  mayor  se  encorva  hácia  dentro  como  en 
espiral.  Solo  se  encuentra  una  especie  de  ostra  en  la  caliza 
carbonífera;  pero  después  aparecen  abundantes,  y con  difi- 
cultad se  distinguen  de  algunas  de  las  vivas. 

Se  han  obtenido  diversas  modificaciones  curiosas  de  las 
anomias  y placunas  es  estado  fósil.  Las  limanomias  (Bou- 
chard)  tienen  como  unas  orejas,  lo  mismo  que  las  limas,  y 
están  fijas  en  conchas  y corales  del  período  devónico.  Las 
placunopsis,  halladas  en  las  oolitas,  presentan  una  cavidad 
trasversal  del  ligamento,  que  como  el  ápice  de  la  valva 
superior,  está  dentro  del  borde  de  la  concha  hasta  cierto 
punto. 

Los  pectinidos  fósiles  son  muy  numerosos:  algunos  de 
ellos  procedentes  de  la  caliza  carbonífera,  no  se  pueden  dis- 
tinguir genéricamente  de  las  especies  actuales,  conservando 
algunas  hasta  fajas  divergentes  de  color;  pero  la  mayor  parte 
de  las  antiguas  especies  afectan  la  forma  aviculoidéa  (figu- 
ra  16,  1),  y el  área  de  la  charnela  está  acanalada  por  los  car- 
tílagos, como  se  observa  en  las  arcas.  Las  mas  bellas  formas 
aparecen  en  la  creta  y en  la  arenisca  verde,  asemejándose  á 
los  modernos  pecten  (janira,  Schum)  por  la  desigualdad  de 
las  valvas;  pero  que  se  caracterizan  además  por  la  presencia 
de  dientecitos,  como  en  los  espóndilos.  Estos  últimos  cons- 
tituyen el  género  neithea  (fig.  17,  2); las  plicátulas  se  encuen- 
tran en  el  triásico,  jurásico  y cretáceo,  juntamente  con  las 
conchas  que  dudosamente  se  consideran  como  hinnites  y 
espóndilos.  Los  hinnites  (sub-género  segregado  del  pecten) 
existen  en  el  cretáceo  y en  el  mioceno,  y los  espóndilos 
en  la  arenisca  verde  y en  la  creta.  Algunos  de  ellos,  como  el 


plagiostoma  espinosum,  no  están  fijos;  otros  se  asemejan  al 
moderno  Sp.  Gusonii,  y se  han  llamado  dianchora.  La  capa 
interior  donde  está  la  charnela  de  estas  conchas  se  conserva 
muy  rara  vez.  La  lima  proboscidea  aparece  primero  en  la 
oolita  inferior,  continúa  en  la  grande  oolita  y en  la  roca  de 
Kelloway;  la  lima  duplicata  y otras  especies  oolíticas,  pre- 
sentan dos  series  de  dientecitos  en  la  charnela,  pero  no  como 
los  de  la  reciente  especie  limacea.  Las  grandes  limas,  lisas 
ó estriadas,  de  las  oolitas,  han  recibido  el  nombre  de  plagios- 
tomas. 


a Ligamento — b Apice  ó uafes — / Lúnula  — n Charnela  — m Impresión 

muscular  anterior — u Impresión  muscular  posterior — p Impresión 

paleal 

Las  ostras  de  perlas,  mejor  madreperlas  (aviculidos)  son 
también  fósiles  muy  abundantes;  pero  á causa  de  la  frecuente 
repetición  de  formas  semejantes,  es  difícil  determinar  el 
ge'nero  con  algún  grado  de  certeza,  solo  por  el  exámen  de 
los  caractéres  exteriores.  La  mayor  parte  de  las  especies 
silúricas  pertenecen  al  género  pterinea,  Goldfuss,  y presentan 
anchas  expansiones  y estrías  longitudinales.  Las  ambony- 
chias,  Hall,  se  asemejan  á los  inoceramus,  y extiéndense 
desde  el  terreno  silúrico  al  carbonífero  (fig.  16,  3).  El  gé- 
nero silúrico  cardiola  ofrece  cierta  analogía  con  la  almeja; 
y las  posidonomyas,  que  se  encuentran  en  todas  las  rocas 
paleozoicas,  son  muy  delgadas,  y presentan  surcos  con- 
céntricos. Se  han  propuesto  otros  muchos  géneros  cuyos 
caractéres  son  imperfectamente  conocidos.  Los  monotis 
(salinarius),  una  délas  conchas  comunes  del  triásico, carecen 
de  expansión  anterior;  las  pteroperas  (Lycett),  formas  oolíti- 
cas, presentan  una  concha  aliforme,  con  numerosos  diente- 
citos anteriores  y anchas  láminas  en  la  parte  posterior.  El 
género  Gervilia  (fig.  1 7,  4),  extendido  desde  la  caliza  carbo- 
nífera hasta  la  creta,  está  representado  por  conchas  prolon- 
gadas, con  varias  cavidades  cartilaginosas;  las  Bakewelias, 
del  pérmico,  tienen  una  impresión  muscular  anterior,  como 
las  arcas;  el  reciente  género  perna,  que  comienza  en  el  lias, 
ó en  la  formación  precedente,  ofrece  gran  variedad  de  for- 
mas; el  pulvinites  Adansonii  (fig.  17,  3),  parece  haber  sido 
una  perna  con  un  agujero  para  el  biso  como  en  la  anomia; 
y el  inoceramus  (fig.  17,  5),  característico  del  cretáceo  y 
jurásico,  difiere  principalmente  de  la  perna  por  la  forma, 
siendo  la  valva  mas  grande  algunas  veces  y arrollada  á la 
manera  del  nautilus.  El  género  pinna,  que  parece  pertenecer 
á esta  familia,  aunque  provisto  de  dos  músculos  adductores, 
se  halla  en  estado  fósil  en  el  terreno  devónico  y en  los 
siguientes.  Algunas  de  las  especies  oolíticas,  designadas  con 
el  nombre  de  trichites,  son  inequivalvas  é irregulares,  y 
alcanzan  mas  de  una  pulgada  de  grueso,  asemejándose  á 
masas  minerales  de  carbonato  de  cal  fibroso. 

Entre  los  mitilidos  hay  muchas  especies  silúricas  que  se 


ACEFALOS 


471 


distinguen  por  la  cicatriz  redondeada  que  se  ve  en  la  parte 
anterior,  y otras  por  la  línea  recta  de  la  charnela  y sus  valvas 
plegadas.  La  mialina  (fig.  16,  4)  se  encuentra  en  las  rocas 
paleozoicas  superiores;  en  las  recientes  septíferas  y dreisenas 
el  músculo  anterior  adductor  está  algunas  veces  sostenido 
en  una  especie  de  reborde.  Los  mitilos  propiamente  dichos 
y las  modiolas  abundan  en  el  terreno  jurásico,  las  dreisenas, 
confinadas  ahora  á los  rios  de  la  región  cáspia,  ó solo  natu- 
ralizadas en  la  Europa  oriental,  tuvieron  por  representantes 
á muchas  especies,  algunas  de  ellas  de  gran  tamaño,  en  el 
eoceno  de  Hampshire  y en  el  mioceno  de  Viena. 

Las  arcas  fósiles  son  mucho  mas  numerosas  que  las  re- 
cientes, perteneciendo  las  mas  á la  división  de  las  cucullelas, 
de  las  que  solo  sobrevive  una  especie  en  el  Mar  del  Coral. 
Las  arcas  paleozoicas  tienen  dientecitos  anteriores  como  las 
arcas,  y posteriores  como  las  cuculleas,  difiriendo  de  ambas 
por  ser  muy  reducida  el  área  de  la  charnela,  hasta  el  punto 
de  formar  una  estrecha  línea  que  corresponde  con  la  mitad 
posterior,  solo  en  las  conchas  recientes.  Las  impresiones  de 
las  conchas  semejantes  á las  arcas  en  las  rocas  silúricas  se 
distinguen  además  por  ofrecer  un  profundo  surco  detrás  de 
la  impresión  muscular  anterior,  constituyendo  el  género  cte- 
nodonta,  de  Salter,  caracterizado  por  sus  dientecitos,  como 
las  núculas,y  su  ligamento  externo  muy  prominente  (fig.  165). 
Algunas  de  las  arcas  oolíticas,  que  tienen  los  dientes  poste- 
riores muy  largos  y paralelos,  constituyen  un  sub  género  de- 
signado con  el  nombre  de  macrodon  (fig.  17,  6);  otras,  que 
presentan  un  área  ligamentosa  estriada,  forman  el  género 
isoarca  de  Munster  (fig.  17,  7).  Solo  se  conocen  unas  dos- 
cientas especies  fósiles  de  los  géneros  núcula  y leda,  dise- 
minada en  todos  sus  terrenos.  Las  especies  paleozóicas  son 
de  forma  anómala,  y cuando  se  conozcan  mejor,  se  conside- 
rarán seguramente  como  géneros  distintos.  La  Yoldia  es  una 
forma  característica  del  terciario  mas  moderno  de  las  altas 
latitudes  del  Norte;  y las  solenellas  existen  fósiles  en  Pata- 
gonia  y la  Nueva  Zelanda.  Se  supone  que  el  género  proble- 
mático solemya,  ha  existido  en  el  período  carbonífero.  Los 
pectunculus  aparecen  primero  en  el  horizonte  cretáceo, 
siendo  menos  antiguo  que  los  limopsis,  los  cuales  se  en- 
cuentran en  la  oolita  de  Bath.  Un  individuo  del  último  gé- 
nero hallado  en  el  eoceno  de  Bélgica  tiene  el  arca  ligamento- 
sa enteramente  detrás  de  la  cavidad  del  cartílago,  y ha  sido 
designado  por  Mr.  de  Orbigny  con  el  nombre  de  nucunella. 

Los  trigonidos  están  representados  en  el  terreno  silúrico 
inferior  por  la  lirodesma  (fig.  16,  6),  concha  que  presenta 
varios  dientecitos  en  forma  de  radios  y estrías  trasversales; 
y en  los  paleozóicos  superiores  por  los  axinus  (fig.  16,  7),  y 
por  otros  varios  géneros  imperfectamente  conocidos;  el  axi- 
nus se  encuentra  en  el  pérmico  de  Durham  y Harford,  cerca 
de  Manchester.  El  triásico  contiene  verdaderas  trigonias  aso- 
ciadas con  el  género  mioforia  (fig.  1 7,  8)  que  tiene  los  nates 
vueltos  hácia  fuera,  y dientecitos  posteriores.  El  único  re- 
presentante de  esta  familia  hallado  hasta  ahora  en  el  terreno 
terciario  es  el  diminuto  género  werticordia,  del  crag.  Aun- 
que pasan  de  1 00  las  especies  encontradas  en  los  terrenos 
secundarios,  solo  viven  dos  en  las  costas  del  sur  de  Aus- 
tralia. 

Los  unionidos,  de  gran  tamaño  y diversas  formas,  se  ha- 
llan en  el  piso  weáldico,  no  distinguiéndose  genéricamente 
de  las  especies  recientes;  pero  los  del  carbonífero  y de  las 
mas  antiguas  rocas  son  en  extremo  problemáticos,  y hasta 
podrían  corresponder  á géneros  marinos. 

Del  género  chama  se  encuentra  una  especie  en  la  arenisca 
verde  superior  y en  la  creta  de  Inglaterra,  y otro  en  la  arcilla 
de  Lóndres;  en  todos  los  demás  puntos  son  menos  abun- 
dantes, contándose  en  junto  treinta  especies.  Muy  afines  á 


las  chamas  son  las  diceras,  cuyas  notables  impresiones  lla- 
man sobremanera  la  atención  (fig.  18,  1).  Encuéntranse  en 
el  coral  rag  de  Francia  y en  otros  puntos;  aseméjanse  á los 
cuernos  de  un  animal;  la  concha  está  fija  por  el  ápice  de 
una  de  las  valvas,  como  se  observa  en  algunas  de  las  recien  - 
tes  especies  de  chamas.  El  músculo  posterior  adductor  está 
sostenido  por  una  protuberancia,  como  en  las  paquidesmas 


fig.  16 — bivalvas  paleozoicas 


1 Aviculopecten,  sp.;  Carbonífero  de  Bélgica 

2 Posidonomya  Becheri ; Carbonífero  de  Hesse 

3 Ambonychia  vetusta,  Sby. ; Carbonífero  de  Bélgica 

4 Myalína  Goldfus-»i,  Dk. ; Carbonífero  de  Wise 

5 Ctenodonta  cuneata,  Hall-;  Silúrico  del  Canadá 

6 Lyrodesma  plana,  Conrad ; Silúrico  del  rio  Hudson 

7 Axinus  obscurus,  Sby.;  Pérmico  de  Durham 
S Conocardium  armatum,  Ph-;  Carbonífero  de  Tournay 
9 Pleurophorus  costatus.  T.  B-;  Pérmico  de  Durham 

10  Grammysia  cingulata,  His.;  Silúrico  de  Ludlow 

1 1 Edmondia,  sp. ; Carbonífero  de  Bélgica 

megalodon,  y modernas  cardilias,  debiéndose  á ello  que  se 
forme  un  surco  espiral  en  cada  valva  correspondiente  á dicha 
impresión.  Las  conchas  que  siguen  á las  diceras  en  el  hori- 
zonte inferior  cretáceo  suelen  tener  la  valva  derecha  mucho 
mas  pequeña  que  la  izquierda,  y en  un  caso  (fig.  18,  2)  se 
asemeja  al  opérculo  de  una  valva  espiral.  La  única  especie 
británica  de  este  grupo  es  la  Requienia  Lonsdalii,  que  se 
encuentra  en  la  arenisca  ferruginosa  de  Bowood.  En  Fran- 
cia, y también  en  Tejas,  existe  otra  forma  con  la  valva  fija 
sencilla  y cónica  como  un  hipurites;  la  cavidad  ligamentosa 
es  recta,  y el  nates  de  la  valva  libre  marginal. 

Estas  conchas  son  tan  íntimamente  afines  á las  hippuriti- 
das,  que  la  Requienia  se  ha  comprendido  á menudo  en  el 
orden  de  los  rudistas.  Los  representantes  del  grupo  de  los 
hippurites  están  fijos  como  las  ostras,  y se  encuentran  con 
frecuencia  en  gran  número,  llenando  considerables  espacios. 
Sus  valvas  son  de  estructura  distinta,  y están  articuladas  por 
dos  dientes  protuberantes  en  la  parte  superior  y la  inferior; 
el  ligamento  es  interno,  pero  exteriormente  lleva  un  surco 
ligamentoso  bien  marcado.  Cuéntanse  cerca  de  cien  especies 
características  del  terreno  cretáceo,  y muy  particularmente 
de  la  creta  media  llamada  caliza  hipuritica.  En  Inglaterra, 
solo  se  encuentran  las  dos  especies  radiolites  Mortoni  y ca- 
prinella  triangularis;  las  demís  son  délas  Indias  Orientales, 
del  sur  de  Europa  y de  Argel.  La  forma  que  mas  analogía 
ofrece  con  el  género  chama,  corresponde  al  reducido  capro- 
tina  (fig.  18,  7),  cuya  valva  superior  tiene  un  nates  marginal; 
pero  por  lo  demás,  es  como  una  miniatura  del  radiolites.  La 
caprina,  de  Orbigny,  tiene  la  valva  libre  perforada  por  cana- 
les ó surcos  que  se  abren  en  el  borde  interno;  en  las  capri- 
nellas,  la  lámina  exterior  de  las  dos  valvas  presenta  esta 
estructura.  Una  de  las  valvas  es  algunas  veces  espiral  (figu- 
ra 18,  6),  hallándose  dividida  interiormente  por  numerosos 


PALEONTOLOGIA 


472 


, pues  se  encuen 


AS  SECUNDARIAS 


de  Francia 


H'  — BIVALVAS  secundarias 

Gryphiea  arcuata,  Lam. ; Liásico  de  Charmouth 
Peden  (Neithea)  quinquecostatus,  Sby.;  Creta  de  Su: 
l’ulvinites  Adansoni,  Defr.;  (molde  interior) -Creta 
Rochela 

Gervillia  anceps,  Dh. ; Arenisca  verde  de  la  isla  de  V 
Inoceramus  sulcatus,  Park  ; Gault  de  Folkestone 
Cuculla-a  (Macrcdon)  Hirsónensis,  D’Arch.;  Grande 
de  Minchinhampton 
Isoarca  cordiformis,  Schloth.;  Cretáceo 


de  Nattheim 
phoria  decussata,  Münt.j  Triásico  de  S-  Cassian 


tabiques  dispuestos  con  tanta  regularidad,  que  se  asemeja 
por  este  concepto  al  nautilus.  En  el  radiolites  (fig.  18,  5),  las 
dos  valvas  son  cónicas,  y el  nates  de  la  que  está  libre,  mar- 
ginal en  la  concha  muy  joven,  en  la  adulta  llega  á ser  cen- 
tral. La  estructura  de  la  charnela  se  modifica  por  la  falta  de 


de  la 

Wight 

’ * 


disposición  espiral  en  las  valvas;  pero  es  esencialmente  la 
misma  que  en  las  caprotinas  y diceras;  los  dientes  protube- 
rantes de  la  valva  superior  sostienen  láminas  encorvadas 
para  la  inserción  de  los  músculos  adductores.  En  los  hippu- 
rites  la  lámina  muscular  anterior  se  proyecta  horizontalmen- 
te, y la  posterior  en  sentido  vertical,  como  un  tercer  pié,  con 
el  cual  se  le  confundió  á menudo. 

Por  su  estructura  y aspecto  muchos  consideraron  á los 
hippurites  como  cefalópodos,  otros  como  braquiópodos,  y 
hasta  como  anélidos  algunos;  pero  demostrada  por  Cuvier 
su  naturaleza  de  lamelibranquios,  admitióse  su  agrupación 
entre  los  camaceos  y cardiádidos,  propuesta  por  los  señores 
Quenstedt  y Woodward. 

Las  cardidas  ocupan  hoy  una  extensa  área  de  dispersión, 
como  la  tuvieron  también  en  otro 
tran  en  todos  los  terrenos  desde  el  silúrico.  Los  fósiles  mas 
comunes  de  la  tribu  de  los  cardium  están  guarnecidos  de 
estrías  concéntricas  á los  lados,  ofreciendo  como  unos  radios 
en  la  valva  superior,  adorno  casi  único  entre  las  doscientas 
especies  recientes.  Parece  que  las  almejas  del  Caspio  han 
existido  en  la  región  de  este  nombre  casi  desde  mediados 
de  la  época  terciaria ; el  número  de  dientecitos  queda  redu- 
cido á uno  ó dos  en  cada  valva,  y á veces  faltan  en  la  con- 
cha jóven.  El  lithocardium  aviculare  (fig.  19,  7)  es  una  con- 
cha característica  de  la  cuenca  de  Paris  y se  asemeja  á la 
tridacna  oriental,  de  la  que  se  encuentra  una  especie  en  el 
mioceno  de  Polonia.  El  género  conocardium  (fig,  16,  8), 
de  los  terrenos  silúrico  superior  y carbonífero,  es  notable 
por  la  estructura  prismático  celular  de  su  concha,  y la  trun- 
cadura  del  lado  posterior  de  las  valvas,  provistas  en  algunas 
especies  de  delgados  apéndices  en  forma  de  sifón. 

Los  Iucínidos,  análogos  á las  almejas  por  ciertos  detalles 
de  su  estructura,  abundan  también  en  estado  fósil,  siendo 
igualmente  extensa  su  área  de  dispersión.  Se  reconocen  co- 
munmente, aunque  solo  sea  como  impresiones  internas,  por 
su  forma  circular  y el  reborde  oblicuo  de  su  disco.  Las  im- 


presiones de  las  lucinas  presentan  asimismo  el  estrecho 
contorno  peculiar  del  músculo  anterior  adductor,  ya  des- 
prendido. Los  géneros  criptodon,  diplodonta,  kellia  y pythi- 
na  se  encuentran  en  el  eoceno;  las  corbis  con  el  sub  género 
sphaera  comienzan  en  el  triásico;  otra  modificación  del 
mismo  está  representada  por  el  unicardium  de  Orbigny,  de 
las  oolitas  y la  creta;  por  último,  la  Tancredia  (Licett),  con- 
cha triangular  y comprimida,  con  una  charnela  análoga  á la 
de  los  corbis,  es  frecuente  en  el  liásico  y en  la  oolita. 

Los  cicladidos  de  agua  dulce  están  representados  en  la 
formación  weáldica  y en  el  eoceno  por  muchas  especies  de 
cyrena,  las  mas  de  ellas  de  reducido  tamaño:  la  reciente 
corbícula  fluminalis,  propia  de  los  rios  orientales,  es  un  fósil 
común  del  terciario  plioceno  en  Inglaterra  y Sicilia. 

Los  ciprínidos  y astartidos  son  mas  abundantes  como  con- 
chasfósiles,  que  alcanzaron  en  otros  tiempos  un  área  de  dis- 
persión mas  extensa  que  en  la  actualidad.  En  catálogo  figu- 
ran cerca  de  cien  especies  de  ciprinas  que  comienzan  en  el 
triásico,  ofreciendo  en  las  mas  antiguas  especies  una  charnela 
algún  tanto  especial.  Las  isocardias  son  casi  tan  numerosas, 
y tienen  la  misma  distribución ; pero  muchas  de  las  conchas 
fósiles  que  con  aquellas  ofrecen  analogía  son  realmente 
afines  á las  anatinidas.  Atribúyese  mayor  antigüedad  á los 
cipricardias,  género  muy  escaso  ahora,  y difícil  de  obtener  á 
causa  de  su  habitat.  Los  pleurophorus  paleozoicos  (fig.  16,  9) 
se  distinguen  por  la  impresión  muscular  anterior,  y los  me- 
galodon  (Sowerby)  por  el  repliegue  que  sirve  de  apoyo  al 
músculo  posterior;  este  género  está  representado  en  las 
oolitas  por  los  pachyrismas,  y en  los  mares  terciarios  y mo- 
dernos por  las  cardilias. 

El  género  astarte,  limitado  ahora  á una  docena  de  espe- 
cies en  el  norte  del  Atlántico  y en  los  mares  árticos,  está 
asimismo  extensamente  distribuido,  contándose  doscientas 
especies  en  el  Prodromo  de  Orbigny,  las  cuales  comienzan 


Fié.  /<?.— bi 

1 Diceras  aritinum,  Lam  ; 

2 Requienia  ammonia;  Neocómico  de  Francia 

3 Monopleura  trilobata,  D’Orb. ; Neocómico  de  Orgon 

4 Hippurites  Toucasiana,  D’Orb.;  Creta  de  Francia 
q Radiolites  angeiodes,  Lam. ; Creta  de  Gosau 

6 Caprinella  Boissyi,  D’Orb.;  Creta  del  Valle  de  Alcántara 

7 Caprotina  semistriata,  D’Orb.;  Creta  de  Mans 

rY\T  .riFXTFP  A: 

en  el  periodo  liásico.  Las  crasatellas  son  comunes  en  el 
terreno  cretáceo  y en  el  terciario  de  Europa.  Afine  al  astarte 
es  el  extinguido  género  opis  (fig.  19,  3),  del  cual  se  conocen 
cuarenta  y dos  especies  en  los  terrenos  secundarios;  las 
cardinias  (fig.  19,  2)  son  características  del  liásico  y de  las 
oolitas.  En  los  terrenos  secundario  y terciario  se  encuentran 
mas  de  cien  especies  del  género  cardita,  inclusas  las  veneri- 
cardias;  de  las  cincuenta  formas  recientes,  solo  una  es  ártica, 
y se  encuentra  en  los  depósitos  glaciales  de  Inglaterra;  el 


TERÓPODOS 


473 


género  afine  myoconcha  es  característico  de  las  mas  anti- 
guas rocas  secundarias;  el  hipopodium  corresponde  al 
liásico. 

Los  veneridos  son  esencialmente  característicos  del  pe- 
ríodo terciario  y de  los  mares  actuales;  en  las  oolitas  se 
encuentran  algunas  especies  de  venus,  hallándose  las  cythe- 
reas  mejor  marcadas  en  la  arenisca  verde;  los  géneros  arte- 
mis,  trígona,  lucinopsis,  venerupis  y tapes,  aparecen  en  el 
terciario  medio;  el  denominado  petricola  en  el  eoceno.  La 
única  forma  extinguida  es  la  llamada  Grateloupia  (figu- 
ra 19,  8),  que  difiere  poco  de  la  trígona. 


Fig.  19.— bivalvas  secundarias  y terciarias 


1 Pachyrisma  septiferum,  Bur.;  Coralrag  de  Meuse 

2 Cardinia  hybrida,  Sby. ; Liásico  de  Gloucester 

3 Opis  lunulatus,  Mili.;  Oolita  de  Bayeux 

4 Tancredia  securiforrais,  Dkr- ; Liásico  de  Sajonia 

5 Sowerbya  crasa,  D’Orb.;  Oxfórdico  de  las  Ardenas 

6 Goniomya  sciipta,  Sby.;  Roca  de  Kelloway 

7 Lithocardiura  aviculare,  Lam.;  Eoceno  de  París 

8 Grateloupia  irregularis,  Bart.;  Mioceno  de  Burdeos 

9 Teredina  personata,  Lam-;  Eoceno  de  Bognor 

Las  mactras  y tellinas  son  también  grupos  comparativa- 
mente modernos:  las  mas  de  las  supuestas  especies  oolíticas 
corresponden  á los  lucínidos,  excepto  la  Sowerbya  ( figu- 
ra 1 9,  5 ),  que  se  encuentra  en  las  oolitas  de  Maltón  y 
Portland.  Los  géneros  psammobia  y mesodesma  son  de  la 
arenisca  verde;  los  donax  y syndosmya,  del  eoceno;  las 
gastranas  (venerupis,  Lam.)  y lutrarias,  del  mioceno;  la  lu- 
traria  rugosa,  que  aun  existe  en  la  costa  de  Portugal,  se 
halla  fósil  en  la  costa  levantada  de  Sussex. 

Las  mas  antiguas  formas  de  solénidos  son  las  que  tienen 
la  línea  dorsal  interna  transversa  (solecurtus),  que  se  encuen- 
tran en  el  neocómico,  mientras  que  los  verdaderos  solen  y 
glicimeris  aparecen  por  primera  vez  en  el  horizonte  eoceno. 
El  género  mya,  reducido  á las  especies  semejantes  al  M.  are- 
naria, se  encuentra  solo  en  el  terciario  mas  moderno;  el 
género  corbula  se  extiende  desde  las  oolitas  inferiores;  las 
neeras  son  de  la  arenisca  verde  superior,  y las  thetis  ( po- 

romya,  Forbes),  del  neocómico. 

En  el  jurásico,  oolítico,  cretáceo  y terciario  de  todas  las 
partes  del  mundo  se  han  obtenido  unas  cien  especies  del 
género  panopsea,  muy  semejante  á las  myas,  y que  con  difi- 
cultad se  distinguen  de  las  formas  igualmente  numeroba^  de 
anatinidos  que  estuvieron  asociadas  á las  pholadoirqas  á 
causa  de  la  tenuidad  de  sus  valvas  finamente  granuladas,  el 
género  myacites  hállase  fósil  en  las  rocas  paleozoicas  ) se- 
cundarias; algunas  de  las  especies  oolíticas  y cretáceas  se 

distinguen  por  los  surcos  en  forma  de  \ (fig-  1 9>  ^)*  . 
numerosas  son  aun  las  formas  de  las  pholadomyas  osi  es 
diseminadas  desde  el  lias,  pero  reducidas  á una  so  a,  a 
cecual,  que  vive  en  el  mar  de  los  Caribes.  Las  pan  oras 


aparecen  primero  en  el  terciario  mas  antiguo.  Entre  los  gé- 
neros extinguidos  de  esta  familia,  figuran  las  gramisas  silú- 
ricas (fig.  16,  10),  con  valvas  plegadas  transversalmente;  la 
Edmondia  carbonífera  (fig.  16,  11),  que  se  distingue  por 
sus  anchas  láminas  cartilaginosas  oblicuas;  la  cardiomorpha 
paleozoica,  semejante  por  su  figura  á las  isocardias,  y el 
keroinia  oolítico,  cuya  figura  se  parece  también  á la  de  la 
almeja.  Las  cercomyas  son  anatinas  oolíticas,  con  la  extre- 
midad posterior  de  las  valvas  muy  atenuada. 

El  género  gastrochena  aparece  en  las  oolitas  inferiores,  y 
con  frecuencia  se  conservan  impresiones  de  sus  surcos  des- 
pués de  la  descomposición  del  coral  donde  se  formaron.  Las 
clavagellas  se  encuentran  en  la  arenisca  verde  superior,  y 
los  aspergillum  en  el  mioceno  y plioceno;  las  saxicavas  son 
del  terciario  mas  reciente  y de  las  costas  levantadas  del 
norte  de  Europa;  la  gran  especie,  comunmente  llamada  pa- 
noptea  de  Noruega,  es  un  fósil  característico  del  plioceno 
mas  moderno  de  Bretaña. 

Los  foládidos  aparecen  primeramente  en  el  terreno  jurá- 
sico. Se  han  descubierto  formas  semejantes  á la  reciente 
martesia  striata  en  la  madera  fósil  del  liásico  y en  la  arcilla 
de  Speeton;  la  Jouannetia  (Desm.)  filé  conocida  en  un  prin- 
cipio como  fósil  del  mioceno,  y los  pholas  son  del  terciario 
mas  antiguo.  Las  especies  extinguidas  de  teredos  se  hallan 
en  la  madera  silicificada  de  la  arenisca  verde  de  Blackdown, 
y en  los  frutos  fósiles  de  palmera  del  Brabante  y Sheppy.  Los 
troncos  fósiles  de  la  arcilla  de  Londres  suelen  estar  perfora- 
dos por  estas  conchas,  y también  por  la  extinguida  especie 
teredina  (fig.  19,  9),  que  se  asemeja  á la  martesia  por  el 
escudo  del  ápice;  cuando  adulta,  no  solo  cierra  la  abertura 
anterior  del  pié,  sino  que  une  sus  valvas,  cimentándolas 
como  en  los  aspergilos.  Se  han  obtenido  ejemplares  en  los 
que  todo  el  interior  de  las  valvas  y el  tubo  habían  adquirido 
un  excesivo  espesor  hácia  el  fin  de  la  vida  por  las  capas  su- 
cesivas de  concha. 

| CLASE  III — CEFALIDOS 

Sobre  tres  cuartas  partes  de  los  moluscos  son  cefálidos, 
es  decir,  que  tienen  una  cabeza  bien  marcada,  comunmente 
con  ojos  y tentáculos,  ofreciendo  la  boca  un  órgano  mastica- 
torio especial  y complejo  para  la  digestión. 

El  manto,  propiamente  dicho,  formado  por  un  repliegue 
de  la  piel,  se  forma  de  ordinario  en  la  superficie  dorsal,  y se 
relaciona  en  sus  funciones  con  el  órgano  respiratorio  y la 
concha.  Por  la  conservación  de  esta  última  sabemos  que 
este  gran  grupo  de  los  moluscos  data  de  los  antiguos  sedi- 
mentos silúricos. 

ORDEN  I— TERÓPODOS 

Los  terópodos,  se  llaman  así  por  ofrecer  como  órganos 
locomotores  dos  expansiones  membranosas  en  forma  de 
aletas,  de  lo  cual  deriva  el  nombre  que  llevan  que  significa 
alas  en  los  piés,  como  demuestra  la  siguiente  figura  (n.°  20,  C). 
Son  pequeñas  especies,  marinas  y flotantes,  que  pueden 
haber  dejado  vestigios  de  su  existencia  en  los  depósitos  del 
mas  profundo  océano.  En  este  orden  aparece  una  gran  diver- 
sidad de  formas;  algunas  especies  de  hyaliea  (fig.  20)  son  casi 
globulares;  otras,  como  ciertas  cloedoras,  muy  largas  y del- 
gadas. La  concha  se  caracteriza  siempre  por  la  delicadeza  y 
trasparencia  de  su  textura;  y difiere  menos  de  la  forma  ordi- 
naria de  la  univalva  espiral  en  el  género  spiriales  y otros 
fósiles  afines.  En  las  limacinas,  las  vueltas  de  espira  se  redu- 
cen á una  y media;  en  las  hyalasas  (fig.  20),  la  concha  se 
asemeja  á una  bivalva  en  la  que  las  dos  valvas  se  hubieran 

60 


Tomo  IX 


474 


PALEONTOLOGÍA 


unido  á lo  largo  del  ápice  h , dejando  una  estrecha  abertura 
de  frente  y á los  lados  de  la  valva  ventral  g;  es  mas  convexa, 
y la  dorsal  f mas  saliente,  pasa  de  la  abertura  /,  por  donde 
salen  los  lóbulos  natatorios  y la  cabeza.  En  las  cleodoras  se 
estrecha  la  concha  prolongándose,  y las  dos  mitades  se  unen 
por  los  lados,  de  modo  que  solo  dejan  una  abertura  anterior. 

Las  conchas  fósiles  de  los  géneros  hyalaea  y cleodora,  se 
encuentran  en  el  terciario  mas  moderno  de  Italia,  juntamente 
con  las  viginellas,  afectando  una  forma  afine  á la  Cuvieria 
(fig.  22 ),  pero  la  existencia  de  los  teropodos  en  las  rocas  mas 


C 


Fig.  20.  — HYAL/EA  TRIDEXTATA 


antiguas  es  sumamente  vaga  y dudosa.  Los  evomphalus 
(fig-  25)  4)i  que  caracterizan  estas  rocas,  tienen  opérculos 
multiespirales  calizos,  como  los  recientes  ciclostremas  (ad- 
corbis);  el  género  Maclurea,  que  se  ha  considerado  como  un 
evomphalus,  es  probablemente  muy  distinto;  tiene  un  grueso 
opérculo  espiral,  con  la  estructura  interna  de  las  neritas: 
encuéntrase  en  las  mas  antiguas  rocas  silúricas  de  Escocia  y 
de  la  América  del  Norte.  En  el  eumphilus  nigosus  del  car- 
bonífero de  Illinois  las  vueltas  de  espira  giran  al  rededor  de 
un  somero  y ancho  ombligo;  el  evuliomphalus  es  como  un 
evomphalus  incompletamente  arrollado;  las  Maclureas  se 
parecen  á estos  últimos  con  una  espira  deprimida;  las  con- 
chas llamadas  theca  son  delgadas  y cónicas;  las  pherothecas 
tienen  una  expansión  aliforme,  y las  conularias  (fig.  25,  10), 
presentan  su  extremidad  dividida.  Si  estas  conchas  son  teró- 
podos,  pueden  considerarse  como  los  gigantes  del  orden. 

ORDEN  II— GASTERÓPODOS 


ojos  l;  los  piés  se  componen  de  la  aleta  B y el  disco  d ■ la 
cola  está  formada  por  la  hoja  e y el  opérculo/  con  su  super- 
ficie de  enlace;  / es  el  cuello,  m el  buche,  ti  el  estómago,  0 
el  intestino,  p el  hígado,  q el  riñon,  ¿ el  corazón,  h la  cavidad 
branquial,  i la  branquia,  y u v los  principales  ganglios  del 
sistema  nervioso. 

La  concha  del  atlanta  es  notable  por  la  belleza  y simetría 
de  su  forma  , por  la  pureza  del  color  y delicada  textura,  y 
también  porque  en  ella  se  reúnen  dos  condiciones  referentes 
al  tejido;  á saber,  que  una  gran  porción  de  la  boca,  ó parte 
últimamente  formada,  se  conserva  en  un  estado  de  blandura 
flexible,  casi  cartilaginosa,  mientras  que  el  resto  de  la  concha 
es  vitreo,  de  donde  fácil  es  comprender  que  solo  esta  parte 
ha  podido  fosilizarse,  circunstancia  que  debe  recordarse  al 
estudiar  estas  conchas  fósiles,  que  por  su  simetría  se  aseme- 
jan á los  nautilos,  de  los  que  solo  se  diferencian  por  carecer 
de  cavidades  aéreas.  Tales  fósiles  corresponden  probable- 
mente á los  nucleobranquios,  y en  particular  á la  división 
cuyo  tipo  es  el  atlanta.  El  género  porcelia,  característico  del 
período  carbonífero,  tiene  una  concha  discoidea,  con  un 
núcleo  espiral  que  se  proyecta,  como  en  dicha  especie  típica, 
desde  el  lado  derecho.  Otro  género  (bellerophon),  se  asemeja 
á los  recientes  oxigyrus  por  suforma  masglobulosa  (fig.  25,  7). 
La  concha  es  algunas  veces  delgada,  y la  abertura  se 
prolonga  en  forma  de  trompa,  mientras  que  otras  especies 
son  globulares  y sólidas;  en  el  primer  caso,  puede  haber 
pertenecido  la  concha  á grandes  animales  que  vivieran  en  la 
superficie  del  mar;  y en  el  segundo,  parece  que  tendrían 
mas  bien  por  objeto  proteger  al  individuo  al  arrastrarse  por 
el  fondo  de  las  aguas,  pues  no  se  puede  insistir  en  que  todas 
las  especies  fueran  por  necesidad  flotantes  á causa  de  su 
organización.  Las  especies  de  bellerophon  son  numerosas 
en  todas  las  rocas  paleozoicas;  algunas  de  las  mas  pequeñas 
parecen  haber  vivido  agregadas.  La  bellerophina  de  Orbigny 
es  una  diminuta  concha  que  se  encuentra  en  el  gault  (terreno 
cretáceo  medio). 

La  familia  de  los  firólidos  comprende  los  nucleobranquios 
en  que  falta  la  concha,  ó es  muy  pequeña  comparativamente 
con  la  masa  del  animal.  En  el  terciario  medio  de  Turin  se 
ha  encontrado  una  sola  especie  del  género  carinaría,  la  mas 
hermosa  del  grupo,  que  tiene  una  concha  hialina  semejante 
por  su  forma  á la  del  argonauta,  y suspendida  del  cuerpo. 


En  los  moluscos  cefalidios  gasterópodos,  el  disco  muscular 
o pie  destinado  á la  locomoción,  se  desarrolla  mas  ó menos 
en  la  superficie  ventral  del  cuerpo. 


ORDEN  NORMAL 

En  la  mayoría  de  los  gasterópodos  la  concha  es  univalva- 
espiral,  cuyas  variedades  se  observan  en  una  inmensa  serie 


ORDEN  ANORMAL 

En  los  nucleobranquios,  de  los  que  puede  considerarse 
como  tipo  el  atlanta  oceánica,  el  pié  se  halla  tan  poco  desar- 
rollado como  en  los  neumodermos  y en  otros  terópodos. 

Existen  dos  familias  de  moluscos  nucleobranquios:  los 
firólidos,  de  cuerpo  grande  y desnudo,  y los  atlántidos,  que 
se  pueden  ocultar  en  su  concha,  cerrándola  con  un  opérculo. 
Las  formas  fósiles  conocidas  corresponden  principalmente  á 
la  última  división.  Así  el  animal  como  la  concha  son  simé- 
tricos, si  no  enteramente,  casi  del  todo;  el  núcleo  de  la 
segunda  es  pequeño  y espiral. 

Las  partes  blandas  del  atlanta  se  dividen  en  dos  regiones, 
indicadas  en  la  fig.  2 3;  la  primera,  ó principal  parte  carnosa 
del  cuerpo,  está  fuera  de  la  concha,  y la  paleal  ó visceral 
dentro.  La  parte  carnosa  comprende  el  lóbulo  cefálico  A,  el 
pedículo  B,  y la  cola  ó lóbulos  operculígeros  t f.  La  cabeza 
ó lóbulo  cefálico  consta  de  la  boca  a , los  tentáculos  b,  y los 


de  fósiles.  La  forma  mas  sencilla  de  concha  univalva  es  el 
cono,  que  puede  ser  muy  deprimido,  como  en  el  género  um- 
brella,  ó sumamente  alto  y contraido,  como  en  los  dentalios, 
o de  mas  comunes  proporciones  en  las  patelas.  La  extremidad 
del  cono  es  siempre  oblicua  y excéntrica,  dirigida  en  estas 
ultimas  conchas  hácia  la  cabeza;  pero  en  otros  gasterópodos 
hacia  la  extremidad  opuesta  del  cuerpo.  La  univalva  espiral 
se  arrolla  algunas  veces  en  el  mismo  plano,  según  se  observa 
en  los  planorbis;  pero  mas  comunmente  en  dirección  oblicua 
como  en  el  tritón  (fig.  24).  El  ápice  de  la  concha  * está 
formado  por  el  núcleo,  ó parte  que  se  desarrolló  en  el  huevo; 


ORDEN  NORMAL 


475 


las  vueltas  de  espira  de  la  concha,  w u>,  se  llaman  espiras,  I vientes,  la  desproporción  es  mayor  aun:  en  los  catálogos  de 
siendo  w,  ac  la  del  cuerpo;  las  líneas  ó cavidades  formadas  fósiles  se  enumeran  unos  trescientos  caracoles  de  tierra,  y como 


por  la  unión  de  las  vueltas  de  espira  son  las  suturas,  s s;  las 
espiras  que  hay  mas  arriba  de  la  del  cuerpo  constituyen  la  de 
la  concha,/*  i.  a. 

Como  regla  constante,  la  univalva  espiral,  vista  en  la 
posición  en  que  la  llevaría  el  individuo,  avanzando  delante  ¡ 
del  observador,  se  retuerce  desde  la  extremidad  hácia  abajo, 
de  izquierda  á derecha,  dirigiéndose  la  espira  oblicuamente  i 
á la  derecha;  pero  en  algunos  géneros,  como  por  ejemplo 
en  las  clausilias  y las  physas,  la  concha  se  retuerce  en  opuesta 
dirección,  en  cuyo  caso  se  llama  inversa  ó sinistrorsa.  La 
parte  alrededor  de  la  que  da  vueltas  el  cono  espiral  se  llama 
columnilla  o , (fig.  24).  La  columna  central  es  algunas  veces 
sencilla,  y otras  asurcada  ó plegada  ; en  ciertas  conchas  es 
sólida,  y en  varias  hueca,  como  en  los  solarium  y dolium, 
en  que  se  ve  á la  izquierda  la  estrecha  abertura  elíptica  de 
la  columnilla,  recibiendo  el  nombre  de  fosa  umbilical.  Así 
en  los  solarium  como  en  las  Philipsia,  el  ápice  de  la  concha 
está  invertido,  y solo  se  puede  ver  mirando  por  la  fosa  um- 
bilical. 

La  ancha  abertura  que  constituye  la  base  de  la  univalva 
espiral  está  limitada  por  un  reborde  exterior  (fig.  24,  pe,  ac), 
y otro  interior;  este  último  presenta  una  suave  superficie 
convexa  por  la  que  se  desliza  el  pié  del  gasterópodo  para 
alcanzar  el  suelo.  En  muchas  univalvas,  la  abertura  de  la 
concha  es  entera,  y en  otras  está  interrumpida;  también 
puede  suceder  que  el  perístoma  se  halle  cortado  por  una 
escotadura  como  el  que  separa  el  reborde  exterior  de  la  fosa 
umbilical,  ó hallarse  perforado  por  uno  ó mas  agujeros,  ó bien 
que  una  parte  de  él  forme  un  canal  ó sifón;  este  último 
(fig.  24,  ac)  se  llama  algunas  veces  canal  anterior,  y el  agujero 
que  hay  en  la  extremidad  opuesta  del  perístoma,  canal 
posterior  (pe).  Estas  modificaciones  son  importantes  por  la 
constancia  de  su  relación  con  ciertas  condiciones  de  los 
órganos  respiratorios.  Así  por  ejemplo,  todos  los  pectini- 
branquios  gasterópodos  en  que  el  agua  es  conducida  á la 
concha  por  un  tubo  muscular  ó sifón,  tienen  el  borde  de 
la  abertura  escotada  ó en  forma  de  canal,  ac,  el  posterior,/*, 
es  anal;  algunas  veces  está  representado  por  una  hendidura, 
como  en  las  scissurellas,  ó es  un  tubo,  según  se  ve  en  los 
typhis,  ó ya  en  fin  una  perforación,  como  en  las  fissurellas, 
ó una  serie  de  agujeros,  como  en  los  haliotis. 

La  relación  de  estas  modificaciones  de  la  concha  univalva, 
dadas  á conocer  por  la  anatomía,  nos  permite  juzgar  en 
general,  por  una  concha  fósil,  de  la  esfera  de  existencia,  del 
medio  respiratorio  y hasta  cierto  punto  del  alimento  y cos- 
tumbres del  animal  extinguido.  Los  gasterópodos  que  pri- 
mero aparecen  en  los  terrenos  paleozóicos  tienen  bocas 
enteras;  las  especies  de  sifón  no  se  encuentran  mas  abajo 
del  básico,  y van  aumentando  en  número  desde  los  horizontes 
terciarios  hasta  las  playas  actuales. 

Las  univalvas  fósiles,  ó sea  los  restos  de  conchas  espirales 
y semejantes  á las  patelas,  no  faltan  sino  en  las  muy  antiguas 
rocas  fosilíferas.  Desde  el  silúrico  inferior,  donde  se  encuen- 
tran cerca  de  cien  especies,  correspondientes  á unos  diez 
géneros,  aumentan  en  número  y variedad,  lenta  y regular- 
mente, hasta  los  terciarios  mas  modernos,  que  han  dado  diez 
veces  mas  géneros,  y muchísimas  mas  especies.  El  número 
total  de  univalvas  fósiles  marinas  no  llega  á seis  mil,  mien- 
tras que  las  recientes  exceden  de  ocho  mil,  y aunque  puede 
esperarse  que  se  descubrirán  mas  especies  fósiles  nuevas,  es 
evidente  que  en  comparación  con  las  condiciones  pasadas, 
el  grupo  de  las  univalvas  solo  alcanza  en  la  actualidad  el 
máximum  de  su  desarrollo. 

Entre  las  especies  de  respiración  aérea  extinguidas  y vi- 


una  mitad  de  pulmonados  de  agua  dulce;  pero  la  mayor 
parte  de  estos  son  especies  recientes,  y el  total  figura  en 
pequeña  proporción  comparado  con  el  número  de  los  cara- 
coles vivos,  que  exceden  de  cuatro  mil.  Que  han  existido 
muchos  mas  en  un  principio  es  cosa  indicada  por  el  hecho 
de  que  los  caracoles  de  tierra  fósiles  de  los  antiguos  tercia- 
rios de  Europa  son  del  todo  distintos  de  sus  sucesores  exis- 


tentes, hallándose  los  mas  representados  en  la  actualidad  en 
las  Indias  orientales  y el  Brasil.  Las  formas  genéricas  pecu- 
liares á las  Islas  oceánicas  son  mas  numerosas  que  las  de  los 
continentes,  como  si  este  orden  hubiera  sido  importante  en 
algún  tiempo;,  pero  las  circunstancias  favorables  á su  petrifi- 
cación deben  haber  escaseado  tanto,  que  no  puede  esperarse 
la  probabilidad  de  obtener  mas  datos  para  facilitar  su  estu- 
dio. 

Atendido  el  gran  número  de  gasterópodos  existentes,  y 
los  muchos  detalles  que  se  obtuvieron  en  los  últimos  años 
respecto  á su  textura  y costumbres,  podía  esperarse  que  las 
afinidades  de  las  univalvas  fósiles  serian  fácilmente  recono- 
cidas, pudiéndose  interpretar  bien  sus  indicaciones;  pero  no 
sucede  así.  Las  conchas  univalvas  no  presentan  señales  inter- 
nas tan  fáciles  de  estudiar  como  las  de  las  bivalvas,  y que 
ofrezcan  los  carácteres  esenciales  de  las  partes  blandas;  y en 
cuanto  á las  formas  exteriores,  están  á menudo  tan  disfraza- 
das, que  inducen  fácilmente  en  error.  Las  conchas  de  cual- 
quier familia  pueden  ser  de  forma  de  paleta,  turriculadas, 
discoideas,  lisas  ó con  adornos.  Lo  que  debe  desearse  sobre 
todo  es  averiguar  si  han  sido  anacaradas  ó porcelanosas;  si 
el  ápice  ó núcleo  presenta  particularidades;  y si  el  opérculo, 
caso  de  que  fueran  operculadas,  era  inulti  espiral  ó no. 

Algunos  autores  de  los  que  modernamente  han  escrito 
sobre  gasterópodos  fósiles  han  creído  reconocer  representan- 
tes de  las  mas  comunes  familias  y géneros  actuales  entre  los 
de  terrenos  mas  antiguos,  si  bien  es  cierto  por  otra  parte  que 
lo  que  toman  por  melanias  son  conchas  marinas;  los  supues 
tos  bucinum  carecen  de  escotadura;  los  solarium  son  aperla- 
dos; las  neritas  ofrecen,  cuando  adultas,  la  abertura  irregular 
de  los  pileopsis;  las  naticas  carecen  de  opérculo  espiral;  y 
1 las  Maclurea  ostentan  conchas  sinistrorsas. 

Cuanto  mas  de  cerca  se  examinan  las  univalvas  paleozói- 
cas,  tanto  mas  parecen  diferir  de  los  tipos  comunes  recientes, 
y si  se  quieren  encontrar  formas  afines,  deben  buscarse  en- 
tre las  mas  escasas  y pequeñas,  y menos  estudiadas  conchas 
modernas. 


PALEONTOLOGIA 


476 

ESTROMBIDOS.  — Los  strombus,  á pesar  de  sus  conchas 
marinas,  se  asemejan  á los  frágiles  nucleobranquios  en  ciertos 
conceptos:  tienen  la  misma  dentición  lingual,  é idénticas 
costumbres  carnívoras;  y aunque  viven  en  el  fondo  del  mar, 
mas  bien  saltan  que  se  arrastran,  hallándose  provistos  de  un 
pié estrecho  y de  un  lóbulo  operculifero  profundamentedividi- 
do.  Como  característicos  de  las  zonas  mas  cálidas  de  los  mares 
actuales,  solo  se  encuentran  fósiles  en  los  terrenos  terciarios 
mas  modernos  de  los  países  del  sur  de  Bretaña;  pero  existe  un 
grupo  de  pequeñas  conchasque  se  refieren  al  reciente  strombus 


Fig.  24 TRITON 


fissurellus  en  los  mas  antiguos  terciarios  de  Londres,  Paris  y 
América,  que  Agassiz  designó  con  el  nombre  de  rimella.  El  gé- 
nero afine  pterocera,  peculiar  de  los  mares  del  Sur,  fué  des- 
crito como  característico  del  terreno  secundario  de  Europa, 
siquiera  las  especies  extinguidas  parecen  relacionarse  mejor 
con  los  aporrhais.  Este  género,  confinado  ahora  á las  playas 
orientales  de  Europa,  se  encuentra  en  todos  los  terciarios,  y 
está  representado  en  las  rocas  secundarias  por  muchas  formas 
notables.  Algunas  fueron  separadas,  designándolas  con  el 
nombre  de  alaria,  correspondiendo  quizás  á este  grupo  el 
pterocera  Bentleyi(fig.  26,  2):  las  rostellarias  y terebellum 
peculiares  ahora  del  mar  Rojo,  son  fósiles  muy  conocidos  en 
el  eoceno  de  Europa,  extendiéndose  entonces  su  área  de 
dispersión  hasta  América;  algunas  de  las  antiguas  rostellarias 
tienen  su  reborde  exterior  por  extremo  ensanchado,  como 
se  observa  en  la  R.  ampia  (hippocrena)  de  la  arcilla  de 
Londres.  En  las  oolitas  y en  la  creta  se  encuentran  delgadas 
conchas  fusiformes  (spinigera,  fig.  26,  1)  con  espinas  á los 
lados,  como  algunas  ranelas  recientes. 

MURÍCIDOS.  — Esta  gran  familia  de  conchas  univalvas 
espirales,  grupo  el  mas  importante  de  las  especies  existentes 
marinas,  apenas  tiene  mayor  antigüedad  que  la  del  terciario 
eoceno.  Las  purpurinas  de  las  oolitas  (fig.  26,  3),  y las  co- 
lumbellinas  de  la  creta,  son  géneros  extinguidos,  algo  seme- 
jantes á las  púrpuras  y á las  columbellas;  pero  desde  que 
los  llamados  conos  de  las  oolitas  resultaron  ser  tornatellas, 
debe  desconfiarse  de  estas  otras  pretendidas  afinidades.  La 
enorme  univalva  de  la  creta  que  Sowerby  consideró  como 
un  doliuw,  fué  descrita  después  por  Orbigny  como  un  pte- 
rocera. En  los  terciarios  abundan  las  univalvas  de  sifón,  y las 
mas  se  relacionan  seguramente  con  modernos  géneros;  el 
único  cambio  marcado  consiste  en  la  comparativa  abundan- 
cia de  algunas  escasas  formas  existentes,  y en  la  ausencia  ó 
escasez  de  muchas  que  son  ahora  mas  numerosas.  La  distri- 


bución geográfica  de  los  géneros  ha  sufrido  de  consiguiente 
un  gran  cambio  desde  que  se  cerró  el  período  eoceno,  cam- 
bio mas  notable  en  las  zonas  frias,  y que  es  evidentemente 
resultado  de  cambios  climatológicos.  Los  mares  del  norte 
habrán  sido  en  todos  tiempos  inclementes,  y los  del  trópico 
siempre  cálidos;  pero  la  latitud  de  Inglaterra,  siendo  mas 
susceptible  de  sufrir  vicisitudes  en  el  clima,  debió  ofrecer  la 
mayor  variedad  y las  mas  completas  y rápidas  alteraciones 
de  la  vida  orgánica.  En  la  arcilla  de  Lóndres  se  encuentran 
muchas  especies  de  clavella,  typhis,  mitra,  pseudoliva  y an- 
cillaria;  y algunas  formas  extinguidas  (leistoma  y strepsidura) 
relacionadas  con  los  fusus. 

El  terciario  medio,  que  no  existe  en  Inglaterra,  pero  que 
está  muy  desarrollado  en  la  Europa  central  y en  la  del  sur, 
contiene  muchos  géneros  pertenecientes  á las  latitudes  mas 
cálidas,  y muchas  especies  que  aun  viven  en  el  sur;  en  los 
terciarios  mas  nuevos  de  Europa  desaparecen  estas  formas, 
siendo  reemplazadas  gradualmente  por  otras  de  carácter 
opuesto,  trophon,  neptunia  y trichotropis,  que  habitan  ahora 
en  las  costas  árticas  y boreales.  El  número  total  de  los  mu- 
rícidos  fósiles  asciende  á mil.  Los  terciarios  mas  antiguos  de 
Inglaterra  contienen  también  especies  de  tritón,  cassidaria, 
cancelaria  y pyrula,  extrañas  ahora  á nuestros  mares,  y que 
primeramente  fueron  comprendidas  en  esta  familia. 

CÓNIDOS. — Los  conus  y pleurotomas  aparecen  por  pri- 
mera vez  en  la  creta,  y son  abundantes  en  el  eoceno,  acom- 
pañándoles una  forma  intermedia  (conorbis,  fig.  27,  3)  y otro 
sub-género  extinguido  (Borsonia,  fig.  27,  4),  en  el  que  la  co- 
lumnilla  está  plegada  como  en  las  mitras.  El  género  terebra 
es  mas  común  en  el  mioceno. 

VolÚTIDOS. — Las  volutas  aparecen  también  como  cre- 
táceos fósiles  en  Europa  y en  la  India  del  Sur;  abundan 
mucho  en  la  arcilla  de  Lóndres,  y una  se  encuentra  en  el 
crag.  Las  antiguas  especies  (fig.  27,  5)  se  distinguen,  las  mas, 
por  sus  espinas  agudas,  como  en  las  mitras,  particularidad  que 
solo  se  observa  en  una  especie  muy  rara,  extraída  de  un  lecho 
de  conchas  muertas  en  el  Cabo,  á setecientos  noventa  y 
dos  piés  de  profundidad.  La  voluta  del  crag  se  asemeja  á la 
forma  magallánica;  la  cymba  olla,  única  voluta  existente  en 
Europa,  se  halla  fósil  en  el  plioceno  de  Mallorca. 

Cipreidos. — Constituyen  un  grupo  de  conchas  sub- 
tropicales, comunes  en  otros  tiempos  en  la  zona  templada: 
en  la  arcilla  de  Lóndres  se  encuentran  muchas  grandes 
especies,  las  unas  afines  de  la  cyprovulas  del  sur,  mientras 
que  el  crag  contiene  solo  representantes  del  subgénero 
trivia,  una  de  cuyas  especies  vive  aun  en  las  costas  de  Ingla- 
terra 

Por  lo  que  hace  al  tamaño,  no  hay  especies  fósiles  de 
fusus,  tritón,  cassis,  strombus  ni  de  volutas  que  puedan 
compararse  con  las  de  hoy  dia;  el  strombus  gigas,  del  que 
se  importan  tantos  ejemplares  de  la  India  oriental  para 

la  fabricación  de  camafeos,  puede  pesar  hasta  unas  cinco 
libras. 

HOLOSTÓMATA. — Las  conchas  de  boca  redonda  tie- 
nen mayor  importancia  entre  los  fósiles  de  un  período  mas 
primitivo,  que  las  del  último  grupo.  Los  naticidos  y pirámi- 
des tenálidos  carnívoros  representados  en  el  período  paleo- 
zoico por  naticopsis,  loxonemas  (fig.  26,  1),  y macrocheilus 
(fig.  26,  2);  las  mas  de  las  especies  del  último  género,  que  se 
encuentran  en  las  capas  carboníferas  del  Ohio  y del  Illinois, 
son  mas  ventrudas  que  las  procedentes  del  devónico  de  Ale- 
mania; las  yantinas,  que  tanto  difieren  de  otros  géneros,  pare- 
cen corresponder  á los  scalites,  raphistomas  y holopeas  del  si- 
lúrico, las  conchas  parecidas  á los  scalarias  y solarium  se 
encuentran  en  el  triásico  y jurásico  asociadas  con  las  chem- 
nitzias,  de  extraordinario  tamaño,  así  como  con  especies  de 


ORDEN  NORMAL 


477 


eulimas  y nisos.  Estas  familias  de  conchas  y los  ceritidos  son 
fósiles  mas  abundantes;  el  número  de  las  especies  extingui- 
das asciende  á mil  quinientas,  mientras  que  las  formas 
existentes  apenas  llegan  á novecientas.  Los  solarium,  con  su 
opérculo  piramidal,  así  como  las  brifontias,  son  comunes  en 
el  terciario  eoceno. 


Fig.  2J. — UNIVALVAS  PALEOZOICAS 


1 Loxonema  Lefeburei,  Lev. ; Carbonífero  de  Tournay 

2 Macrocheilus  Schlotheimi,  D'Arch;  Devónico  de  Eifel 

3 Scoliostoma  expansilabrum,  Sdgr. ; Devónico  de  Nassau 

4 Evomphalus  sculptus,  Sby.;  Caliza  de  Wenlock,  May  Hill 

5 Murchisonia  angulata,  Ph.;  Devónico  de  Eifel 

6 Porcellia  Puzosi,  Lev. ; Carbonífero  de  Tournay 

7 Bellerophon  bi-carinatus,  Lev. ; Carbonífero  de  Tournay 

8 Tubina  armata,  Barr.;  Silúrico  de  Bohemia 

9 Maclurea  Peachii,  Salter;  Silúrico  de  Sutherland 

10  Conularia  quadrisulcata,  Sby.;  Carbonífero  de  Lanark 

Entre  las  naticas  terciarias  se  cuentan  muchas  que  tienen 
una  boca  oblicua  y ombligo;  otras  ofrecen  prominencias  en 
la  columnilla  (Deshayesia,  fig.  27,  6),  etc.  Las  nerineas  ju- 
rásicas son  notables  por  sus  espirales,  semejantes  á las  de  un 
tornillo,  que  dan  vuelta  en  el  interior,  produciendo  singulares 
variedades  de  estructura  (fig.  26, 4)  por  el  estilo  de  la  que  se 
observa  en  la  concha  telescopio  (terebraba). 

Las  univalvas  de  agua  dulce  de  los  mas  antiguos  terciarios 
difieren  poco  de  sus  recientes  congéneres  de  los  géneros 
paludina,  potámides,  melania  y melanopsis.  Las  turritelas 
fósiles  son  de  dudosa  existencia  antes  del  terciario;  las  es- 
pecies del  silúrico  tienen  el  perístoma  completo;  otra  forma 
(proto,  fig.  27,  7)  es  característica  del  mioceno.  Los  tro- 
quidos  fósiles  son  muy  numerosos;  pero  hasta  aquí  se  han 
agregado  á ellos  seguramente  muchos  litorinidos.  Acaso  no 
se  conozca  ningún  verdadero  turbo  en  un  horizonte  anterior 
al  cretáceo. 

Los  caliptraidos  son  comunes  en  las  mas  antiguas  rocas, 
que  también  contienen  algunas  especies  de  chiton  y conchas 
semejantes  á los  dentalios.  La  especie  dentalium  primarium 
procede  de  una  caliza  devónica  del  Illinois,  y el  D.  obsole- 
tum  es  de  las  capas  carboníferas  de  algún  punto  de  la  Amé- 
rica del  Norte.  Un  carácter  común  á las  conchas  espirales 
paleozóicas  consiste  en  su  tendencia  á tomar  forma  irregular 
hácia  la  terminación  de  su  crecimiento:  en  las  serpularias, 
las  espiras  están  muy  desunidas;  en  las  scoliostomas  (fig.  25,3) 
y en  las  catantostomas,  la  abertura  se  ensancha;  algunas 
pequeñas  conchas  oolíticas  tienen  un  perístoma  mas  grueso 
(crossostoma,  fig.  26,  5)  como  la  reciente  lietia,  que  comien- 
za en  el  terciario  mas  antiguo.  Un  considerable  numero  de 
las  conchas  fósiles  troquiformes  presentan  una  faja  particu- 
lar que  termina  comunmente  en  una  profunda  escotadura  ó 
cavidad  cerca  de  la  boca ; las  mas  de  estas  conchas,  solidas 
y anacaradas,  pertenecen  al  género  pleurotomaria,  del  que 
no  existe  sino  una  sola  especie;  otras  se  asemejan  por  su 


forma  y aspecto  á las  turritelas,  y se  han  designado  con  el 
nombre  de  Murchisonia  (fig.  25,  5).  La  pleurotomaria  sphce- 
rulata  del  terreno  carbonífero  de  Missouri,  tiene  la  abertura 
entera;  la  concha  carbonífera  que  llaman  polytremaria  pre- 
senta una  serie  de  agujeros  en  vez  de  una  hendidura,  y la 
tubina  silúrica  (fig.  25,  8)  tiene  tres  de  espinas  tubulares; el 
cirrus,  de  la  oolita  inferior,  es  una  concha  sinistrorsa  con 
una  línea  de  adornos  semejantes;  los  trochotomas  (fig.  26,  6) 
están  perforados  cerca  del  borde  de  la  abertura,  que  se  pro- 
longa hácia  fuera  según  crece  la  concha.  Las  scissurellas,  que 
son  siempre  pequeñas  y no  perladas,  aparecen  primeramente 
en  el  terciario  mas  moderno;  loshaliotisson  del  mioceno  de 
Malta,  los  neritidos  de  las  oolitas;  además  de  las  neritas 
propiamente  dichas,  encuéntranse  neritomas  (fig.  26,  7),  con 
un  reborde  acanalado  exterior;  los  pileolus,  que  son  del  todo 
semejantes  á las  patelas  en  su  parte  superior  (fig.  26,  8),  y 
los  neritopsis,  con  su  columnilla  angular,  se  marcan  distinta- 
mente: los  fissurelidos  se  encuentran  ya  en  el  periodo  carbo- 
nífero; pero  escasean  mucho  al  principio,  y nunca  llegan  á 
ser  muy  numerosos.  La  rimula  oolitica  es  una  pequeña  con- 
cha, que  se  supone  afine  á una  especie  existente  muy  rara 
hoy  dia.  Los  patélidos  comunes  de  forma  inequívoca  se  en- 
cuentran en  la  oolita  de  Bath;  pero  son  luego  menos  abundan- 
tes, y casi  desaparecen  en  les  terciarios.  Mr.  dOrbigny  los 
consideraba  como  genéricamente  distintos;  pero  les  aplico  el 
nombre  helcion,  que  es  sinónimo  de  patela. 

PULMONÍFEROS.— I a existencia  de  los  caracoles  de 
respiración  aérea  en  las  rocas  paleozoicas  se  demuestra  por 
una  pequeña  concha  cristalina,  con  una  abertura  redonda  no 
dentada,  descubierta  por  Dawson  y Lyell  en  un  árbol  carbo- 
nífero hueco,  en  Nueva  Escocia.  En  el  eoceno  se  han  halla- 
do mas  de  cuarenta  especies  del  género  pupa:  la  caliza  de 
Purbeck  contiene  una  physa  de  aspecto  moderno;  y hállanse 
otras  especies  de  extraordinario  tamaño,  no  solo  en  el  ter- 
ciario mas  antiguo  de  Francia,  sino  también  en  la  Inglaterra 


Fig.  26. — UNIVALVAS  SECUNDARIAS 


1 Spinigera,  sp. ; Arcilla  de  Oxford,  Chippenham 

2 Alaria  Bentleyi,  M.  y L.;  Grande  Oolita  de  Collyweston 

3 Purpurina  Morrisii,  Buv.;  Grande  Oolita  de  Minchinhampton 

4 Nerinaía  Bruntrutana,  Thuim.;  Coralrag  de  Polonia 

5 Crossostoma  Pratti.  M-  y L. ; Grande  Oolita  de  Minchinhampton 

6 Trochotoma  conuloidcs,  Desl.;  Grande  Oolita  de  Minchinhampton 

7 Neritoma  bisinnata,  Buv. ; Oxfórdico  de  las  Arderás 

8 Pileolus  plicatus,  Sby, ; Grande  Oolita  de  Ancliff 

9 Cinulia  incrassata,  ].  Sby-;  Arenisca  verde  de  Blackdown 

10  Acteonina  cóncava,  Desl.;  Liásico  de  Noimandía 

1 1 Bellerophina  minuta,  Sby.;  Gault  de  Folkestone 

central,  donde  no  existe  el  género  hoy  dia.  El  eoceno  de 
agua  dulce  de  la  isla  de  Wight  y el  de  París  contienen  mu- 
chas especies  de  limneas  y planorbis;  uno  glandina  que  com- 
pite en  tamaño  con  la  Gl.  truncata  de  la  Carolina  del  Sur; 
un  ciclóstoma  con  opérculo  semejante  al  del  cyclotus  jamai- 


PALEONTOLOGIA 


478 

censis,  y una  especie  prolongada  de  la  sección  de  los  mega- 
logastomas,  que  vive  ahora  en  las  Indias  orientales.  En 
Hordlese  ha  encontrado  el  pequeño  helix  labyrinticus,  que 
vive  todavía  en  Tejas;  y en  el  sur  de  Francia  hay  represen- 
tantes de  los  géneros  brasileños  megaspira  y anastoma.  En- 
cuéntrase en  el  mioceno  otro  género  designado  con  el  nombre 
de  berussina  (fig.  27,  10)  semejante  al  caracol  lámpara,  pero 
que  se  supone  era  operculado.  Los  pulmoníferos  del  plioceno 
inglés  se  han  extinguido  en  parte,  aunque  pocos  se  hallan  en 
este  caso,  al  menos  en  Inglaterra;  casi  todos  viven  todavía; 
pero  son  mas  ó menos  abundantes  respecto  de  la  época  del 
mastodonte  y del  mammuth.  Los  caracoles  de  tierra  extin- 
guidos, de  las  islas  de  Madera  y de  Puerto  Santo,  están 
asociados  con  restos  de  muchas  especies  recientes,  muy  nu- 
merosos, y que  han  sido  origen  de  cambios  que  perjudica- 
ron á varias  especies,  favoreciendo  el  aumento  de  otras. 
Mr.  Darwin  supone  que  los  caracoles  terrestres  de  Santa 
Elena  no  se  extinguieron  del  todo  hasta  fines  del  siglo  pasado, 
principalmente  á causa  de  la  destrucción  de  los  bosques  del 
país. 

TECTIBRANQUIOS. — Las  familias  que  tienen  por  tipo 
á las  tornatellas,  ringicullas  y bullas,  figuraron  de  un  modo 
mas  importante  en  los  periodos  secundario  y terciario;  pero 
rara  vez  se  han  comprendido  sus  afinidades.  Las  acteoninas, 
que  tienen  el  aspecto  de  un  cono,  aparecieron  en  las  rocas 
carboníferas,  alcanzando  un  notable  desarrollo  en  el  horizon- 
te básico  (fig.  26,  10);  sucediéronles  las  acteonellas,  que 
tienen  la  columnilla  pegada,  y se  encuentran  en  el  período 
cretáceo,  y también  las  vol varias  (fig.  27,  ir)  que  son  eoce- 
nas.  Las  pequeñas  ringicullas  de  nuestros  mares  fueron 
precedidas  por  grandes  especies  del  mismo  género  en  los 
terciarios,  y por  la  cinulias  (fig.  26,  9),  las  globiconchas  y 
las  tyloslomas  en  el  terreno  cretáceo;  el  género  varigera  ofre- 
ce dos  series  de  tubérculos  ó varices  en  cada  vuelta  de  espiral 
de  un  modo  parecido  á las  eulimas;  por  último,  las  ptero- 
dontas  son  aliformes  en  la  boca  como  los  strombus. 

CLASE  IV— CEFALÓPODOS 

Los  cefalópodos  son  moluscos  cefaloideos,  con  órganos 
locomotores  y prensiles  que  irradian  de  la  cabeza  (fig.  2S  /,  /i). 
El  animal  puede  considerarse  dividido  en  dos  partes,  la  ca- 
beza ( ///,  i)  y manto  ( >//,  o);  aquella,  principalmente  muscu- 
lar, contiene  los  órganos  de  los  sentidos,  de  la  masticación 
y deglución,  dando  nombre  á la  clase  por  servir  de  apoyo  á 
los  prensiles  y locomotores  (a  c).  La  división  del  manto, 
llamada  tronco  ó abdomen,  consiste  en  un  saco  mas  ó menos 
muscular,  con  una  abertura  transversal  anterior,  por  la  que 
se  projecta  un  sifón  o tubo  (f)  que  contiene  los  órganos  res- 
piratorios y digestivos.  Las  branquias  son  pinatifidas  y están 
ocultas.  Los  sexos  son  distintos.  Todos  los  cefalópodos  son 
ovíparos. 

ORDEN  I — TETRABRANQUIOS 

(CEFALOPODOS  NAUTILOIDEOS) 

C A R AGTÉRES.— Dos  pares  de  branquias;  tubo  formado 
por  un  repliegue  muscular;  manto  delgado,  ligeramente  mus- 
cular; brazos  muy  numerosos,  huecos  y con  tentáculos  re- 
tráctiles; mandíbulas  provistas  de  piezas  calizas  consistentes; 
ojos  pedunculados;  cabeza  retráctil,  dentro  de  una  concha 
externa,  separada  en  varias  celdas  por  medio  de  tabiques 
atravesados  por  un  sifón,  con  las  capas  exteriores  porcelano- 
sas  y las  interiores  anacaradas. 


GENERO  NAUTILUS,  Linil 

CARACTÉRES. — Concha  discoidea,  simétrica,  con  las 
aberturas  sencillas,  lo  mismo  que  las  suturas  y el  sifón.  Los 
caractéres  anatómicos  del  orden  son  también  los  del  único 
género  existente. 

El  nautilus  pompilius  es  el  representante  de  numerosos 
géneros  y especies  de  estos  cefalópodos,  que  abundan  en  los 
períodos  paleozoico  y secundario,  pero  que  parecen  haber 
sido  reemplazados  en  el  terciario  y los  períodos  recientes 
por  los  pectinibranquios  gasterópodos. 


Pig'  27  — UNIVALVAS  terciarias 


1 Nautilus  (Aturia)  zic-zac,  Sby.;  Eoceno  de  Inglaterra 

2 Nautilus  zic-zac,  tabique  visto  de  frente 

3 Conorbls  dormitor,  Sol.;  Eoceno  de  Inglaterra 

4 Borsonia  lineata,  T.  Edw.;  Eoceno  de  Hants 

5 Volutilithes  luctator,  Sol-;  Eoceno  de  Inglaterra 

6 Narica  (Deshayesía)  cochlearia,  Brongn. ; Eoceno  de  Italia  del  Norte 

7 Turritella  (Proto)  cathedralis,  Brongn.;  Mioceno  de  Burdeos 

8 Nerita  (Velates)  perversa,  Gm.;  Eoceno  de  Francia 

9 Ilelix  (Lychnus)  Matheroni,  Req.;  Eoceno  de  Francia 

10  Ferussina  tricarinata;  M.  Br. ; Mioceno  de  Hockleim 

11  Volgaria  bulloides,  Lam.;  Eoceno  de  Grignon 

12  Vaginella  depresa,  Bast.;  Mioceno  de  Burdeos 

La  organización  del  nautilo  perlado  (nautilus  pompilius) 
arroja  mucha  luz  sobre  la  de  los  extinguidos  ammonites, 
orthoceratites,  lituites,  turrulites,  etc.,  y ofrece  por  lo  tanto 
un  especial  interes,  además  del  que  resulta  por  las  peculiares 
modificaciones  de  su  textura. 

En  la  fig.  28,  que  representa  el  animal  dentro  la  concha, 
a c es  la  parte  de  una  cavidad;  b la  última  celda;  a el  mús- 
culo de  enlace;  c el  buche; /el  sifón;  h el  pico;  / los  tentá- 
culos y m el  borde  libre  del  manto  recogido. 

Del  grupo  inferior  de  los  cefalópodos  que  tienen  conchas 
celurales  semejantes  á las  del  nautilo  perlado,  cuéntanse  mil 
cuatrocientas  especies  extinguidas  pertenecientes  áunos  trein- 
ta géneros,  mientras  que  solo  existen  tres  ó cuatro  en  los 
modernos  mares.  Dichos  fósiles  se  asemejan  á los  nautilos: 
diferenciándose  de  las  espínalas  dibranquias  por  la  estructura 
de  su  concha,  que  se  compone  de  dos  capas,  la  exterior 
porcelanosa  y la  interior  aperlada,  al  paso  que  las  espírulas 
tienen  una  concha  interna  completamente  anacarada.  Ofrecen 
también  analogía  con  los  nautilos  por  la  capacidad  relativa 
de  su  última  celda,  que  parece  suficientemente  grande  para 
contener  á todo  el  animal.  Resulta  además  de  la  posición 
del  sifón  y de  la  forma  de  la  abertura,  que  estas  conchas 
estaban  recogidas  sobre  el  dorso  del  animal,  y no  estaban 
arrolladas  como  las  espírulas.  No  se  han  hallado  vestigios 
de  tinta  fósil  (sepia),  ni  garras  córneas  asociadas,  ni  la  menor 
indicación  de  un  tejido  muscular  denso.  Por  su  forma  y 
tamaño  no  debían  tener  facilidad  para  la  rápida  locomoción, 
y para  preservarse  de  sus  enemigos  solo  la  cubierta  que  les 


479 


TETRABKANQUIOS 


ofrecía  su  sólida  concha.  Los  ammonites  discoideos  llegaron 
á alcanzar  un  diámetro  de  tres  piés,  y los  orthocerotites  de 
concha  recta  excedieron  á veces  de  seis  piés  de  largo.  Estos 
últimos  debian  vivir  comunmente  en  una  posición  casi 
vertical,  mientras  que  los  géneros  discoideos  se  arrastraran 
por  el  lecho  del  mar  como  la  concha  de  un  caracol  invertida. 
Los  ammonites  parecen  haber  estado  provistos  de  un  opér- 
culo  compuesto  de  dos  elementos,  no  fibrosos  y confluentes, 


sino  calcificados  y unidos  por  una  sutura  recta.  Estos  opér- 
culos,  que  se  han  considerado  equivocadamente  como  con- 
chas bivalvas,  tienen  una  estructrura  porosa  especial,  y pre- 
sentan á menudo  dibujos  en  la  superficie  convexa  exterior, 
mientras  que  su  cavidad  ofrece  tan  solo  líneas  de  creci- 
miento (fig.  30,  7).  Las  formas  especiales  de  aptychus  ( 1 ) 
están  asociadas  en  todas  las  localidades  con  especies  parti- 
culares de  ammonites;  y su  tamaño  se  adapta  exactamente 


Fig.  28’—  NAUTILUS  POMPILIUS 


á los  objetos  en  que  se  encuentran.  Estos  singulares  restos 
calizos  se  hallan  en  todos  los  horizontes  secundarios;  pero 
hasta  aquí,  no  en  tanto  número  ni  con  tales  circunstancias 
que  se  pueda  suponer  que  pertenecieron  á otros  géneros 
además  del  nautilo  propiamente  dicho.  Conócensedos  formas: 
las  correspondientes  á la  mandíbula  superior  (fig.  31,  8)  se 
han  designado  con  el  nombre  de  rhyancholites  (pceteuthis 
y rhynchoteuthis,  D’Orb),  mientras  que  las  mandíbulas 
inferiores  contituyen  el  género  conchorhynchus  de  Blainville 
(fig.  31,  9).  Los  brazos  de  los  extinguidos  tetrabranquios 
pudieron  estar  organizados  como  los  del  nautilus;  pero  fueron 
probablemente  menos  numerosos  en  los  géneros  de  concha 
delgada,  y en  las  primitivas  formas  que  tenian  una  pequeña 
abertura.  La  longitud  de  la  cavidad  destinada  á recibir  el 
cuerpo  está  en  razón  inversa  de  su  diámetro;  y las  espinas 
prominentes  que  adornan  el  exterior  están  divididas  por 
dentro  por  láminas  anacaradas  que  indican  el  mucho  movi- 
miento del  animal  en  su  concha.  Cuando  la  concha  exterior 
del  fósil  se  desvia  de  su  sitio  por  descomposición,  o por 
la  mano  del  hombre,  los  bordes  de  los  tabiques  internos  ó 
divisiones  de  las  cavidades  aéreas,  quedan  del  todo  descu- 
biertos; estas  líneas  marginales  se  llaman  suturas. 

Las  conchas  de  celdillas  pueden  dividirse  en  dos  grupos 
principales:  las  que  tienen  suturas  sencillas,  como  las  de  los 
nautilos,  y las  que  las  ofrecen  lobuladas  y foliáceas,  como 
los  ammonites  fósiles;  en  las  primeras,  el  sifón  es  ventral  ó 
interno;  en  las  segundas  externo  ó dorsal  (fig.  28).  Hay,  sin 
embargo,  nautilos  con  suturas  lobuladas  (aturia,  fig.  27,  1), 
y algunos  con  sifón  externo  (criptóceros  de  Orbigny).  Por 
otra  parte,  las  suturas  de  los  ammonites  son  al  principio 
ligeramente  lobuladas,  y van  siendo  poco  á poco  mas  com- 
plejas, resultando  de  aquí  que  los  ejemplares  de  una  misma 
especie  se  han  llevado  á los  tres  géneros  goniatites,  ceratites 
y ammonites,  según  su  edad. 


Exceptuando  los  goniatites,  los  ammonitidos  son  peculia- 
res del  período  secundario,  en  el  cual  principian  y terminan, 
al  paso  que  los  nautilidos,  salvo  los  nautilos  y aturias,  están 
confinados  á las  rocas  paleozoicas:  debe,  sin  embargo,  adver- 
tirse que  los  nautilidos  paleozoicos  ofrecen  particularidades 
que  indican  grandes  diferencias  cuando  se  comparan  con 
las  modernas  especies.  Se  ha  propuesto  asociar  la  mayor 
parte  con  los  orthoceras  como  una  familia  distinta;  pero'  esto 
no  parece  aceptable.  A la  manera  de  lo  que  se  ve  en  los 
ammonitidos,  sus  conchas  presentan  casi  todas  las  formas  y 
curvaturas  concebibles;  no  estando  del  todo  bien  definidos 
los  géneros  fundados  en  estos  caractéres. 

Nautilidos.— Algunos  de  los  nautilos  carboníferos 
tienen  el  dorso  cuadrado  (fig.  29,  1),  y la  última  celda  mas 
ó menos  separada.  El  género  silúrico  trococeros  es  un  nau- 
tilo espiral,  la  climenia,  fósil  característico  devónico,  presenta 
suturas  angulares  y un  sifón  interno.  La  concha  terciaria 
llamada  nautilus  zig  zag  (Aturia,  fig.  27,  1,  2),  tan  extensa- 
mente distribuida  en  Europa,  América  y la  India,  ofrece  un 
sifón  casi  marginal  en  el  individuo  joven,  pero  que  gradual- 
mente va  siendo  mas  central;  no  tiene  una  relación  particu- 
cular  con  las  climenias. 

ORTOCÉRATIDOS.—  La  forma  mas  sencilla  de  los 
orthoceras  se  asemeja  á la  de  un  nautilus  desarrollado,  y lo 
mismo  sucede  con  los  lituites  (fig.  29,  2),  que  tienen  el 
vértice  espiral.  Las  especies  de  orthoceras  en  que  la  aber- 
tura está  contraida,  constituyen  el  género  gomphoceras, 
Fischer  (poterioceras,  M’C),  y si  se  halla  encorvada,  el  on- 
coceras,  Hall.  En  el  género  ascoceras,  de  Barrande  (fig.  29,  9) 


(1)  No  todos  los  autores  consideran  á los  aptychus  como  opérculos 
de  ammonites;  muchos  los  clasifican  entre  los  cirrópodos:  sin  embargo, 
debemos  declarar  que  aquella  opinión  es  la  que  hoy  prevalece. 

(N.  del  7.)  • 


480 


PALEONTOLOGIA 


la  abertura  está  contraida,  y las  cavidades  aéreas  ocupan 
solo  la  mitad  dorsal  de  la  concha.  En  las  fragmoceras 
(fig.  29,  7),  la  concha  se  encorva  ligeramente  del  lado  ven- 
tral, y la  abertura  se  contrae  de  un  modo  notable,  siendo  el 
orificio  para  el  tubo  respiratorio  casi  distinto  de  la  abertura 
cefálica.  En  los  cirtoceras  la  curvatura  es  dorsal. 


Fig.  29 


1 Xautiloccras  Omalii,  Kon.;  Carbonífero  de  Bélgica 

2 Lituites  ( Breynius);  Silúrico  de  Suecia 

3 Sección  de  Clymenia,  para  ver  el  sifón  interno;  Devónico  de 

Petherwin 

4 Sección  de  Camaroceras  dúplex,  Wahl.;  Silúrico  de  Rusia 

5 Sifón  de  Huronia  Bigsbyi,  Stokes;  enseñando  el  contorno  de 

la  concha  y los  tabiques 

6 Sifón  de  Discosoms,  Hall.;  Silúrico  del  lago  Hurón 

7 Phragraoceras  ventricosum,  Sby.;  Silúrico  de  Ludlow,  en 

Hereford 

8 Gyroceras  Eifeliense,  d‘Arch.;  Devónico  de  Prusia 

9 Ascoceras  Bohemicum,  Barr- ; Silúrico  de  Praga 

ro  Goniatites  Henslowi,  Sby. ; Carbonífero  de  Asturias 

En  otros  representantes  de  esta  familia,  el  sifón  llega  á 
tener  un  tamaño  notable,  y extraordinaria  complexidad.  En 
las  camaroceras  (fig.  29,  4),  es  lateral  y sencillo,  siendo  su 
diámetro  la  mitad  del  de  la  concha.  Las  impresiones  de 
estos  grandes  sifones  fueron  designadas  por  Eichwald  con 
el  nombre  de  hiolites;  contienen  con  frecuencia  pequeñas 
conchas  de  orthoceras,  de  belerofon  y otros  géneros.  En 
algunas  especies  adquiere  el  sifón  mas  espesor  interiormente, 
por  las  repetidas  capas  de  concha,  ó se  divide  por  una 
sucesión  de  diafragmas  en  forma  de  tubo,  que  constituyen 
el  género  endoceras  de  Hall.  El  mismo  autor  ha  dado  el 
nombre  de  discosorus  á un  fósil  que  es  evidentemente  el 
sifón  de  alguna  concha  muy  delicada  (fig.  29,  6).  En  aquellos 
orthoceras  que  tienen  el  sifón  parecido  á los  discoceras,  dis- 
minuye rápidamente  hácia  la  última  cavidad.  Tal  vez  sea  el 
mas  notable;  fósil  de  este  grupo  el  que  se  designa  con  el 
nombre  de  huronia  (fig.  29,  5),  hallado  en  la  caliza  silúrica 
superior  de  la  isla  de  Drummond.  Los  sifones  de  seis  piés 
de  largo  por  una  y media  pulgada  de  diámetro,  se  destacan 
atrevidamente  en  los  arrecifes;  son  cuarzosos,  y no  se  des- 
cubre en  ellos  vestigio  alguno  de  la  concha,  excepto  en  uno 
ó dos  casos,  en  que  los  tabiques  se  marcan-  ligeramente  por 
lineas  de  color.  Algunas  veces  aparecen  invadidos  por  el 
coral,  siendo  tanta  su  consistencia,  que  pudieron  permane- 
cer en  el  lecho  del  mar  hasta  mucho  tiempo  después  de 
haberse  deteriorado  la  concha.  Las  articulaciones  del  sifón 
están  dilatadas  en  la  parte  superior,  y en  el  interior  se  dis- 
tingue una  estructura  irregularmente  radiada,  producida  al 
parecer,  por  el  replegamiento  y calcificación  de  la  membrana. 
Esta  estructura  existe  también,  y es  muy  regular,  en  el  sifón 
del  orthoceras  trigonale  devónico,  en  las  conchas  que  Or- 
bigriy  agrupa  con  los  giroceras  (fig.  29,  8),  y en  los  actinoce- 


ras,  un  subgénero  de  las  orthoceras,  descubierto  por  el 
Dr.  Bigsby,  y descrito  por  Stokes.  El  replegamiento  de  esta 
estructura  interior  se  verifica  por  segmentos  correspondien- 
tes á los  tabiques  que  se  encuentran  en  el  interior  del  sifón, 
dejando  espacios  ú orificios  para  el  paso  de  los  vasos  san- 
guíneos á la  membrana  de  las  cavidades  aéreas.  En  el  acti- 
noceras  gigante  carbonífero  estos  orificios  forman  una  cruz 
en  el  lecho  ventral  del  sifón.  La  vascularidad  de  la  mem- 
brana se  distingue  bastante  bien  en  la  impresión  de  los 
tabiques,  en  las  finas  superficies  de  la  roca  de  Ludlow,  á 
menudo  confundidas  con  la  espongiaria,  á la  que  se  ase- 
mejan. 

Hácia  la  terminación  de  su  crecimiento,  las  cavidades 
aéreas  de  los  orthoceras  adquieren  á menudo  mas  profun- 
didad, y el  sifón  disminuye  de  tamaño.  Estas  modificacio- 
nes van  acompañadas  de  una  disminución,  ó de  la  desapa- 
rición de  la  estructura  radiada  interna  en  la  última  parte  del 
sifón. 

En  el  orthoceras  bisipleonatum  (tetroceras  de  Salter),  la 
cavidad  donde  se  aloja  el  cuerpo  se  prolonga  en  forma  de 
un  lóbulo  marginal  que  simula  un  segundo  sifón.  El  género 
bactrites,  de  Sandberger,  se  asemeja  á un  orthoceras  con 
suturas  sencillamente  lobuladas. 

AMMONITIDOS. — En  la  división  ó grupo  de  conchas 
celulares,  con  suturas  lobuladas  y sifón  marginal  ó dorsal, 
encontramos  una  serie  semejante  de  formas,  rectas,  espirales 
y discoideas;  pero  mas  variadas  y con  mayor  número  de 
adornos. 

En  los  terrenos  devónico,  carbonífero  y triásico,  existe  un 
importante  género,  el  de  los  goniatites  (fig  29,  10),  que  se 
asemeja  constantemente  á las  jóvenes  formas  de  los  ammo- 
nites,  teniendo  las  suturas  lobuladas,  pero  no  foliáceas;  rara 
vez  exceden  de  diez  pulgadas  de  diámetro,  y son  por  lo  re- 
gular mas  pequeñas. 

Los  ceratites  se  distinguen  por  tener  los  lóbulos  de  las 
suturas  ondulosos,  dentadas  y sencillas  las  curvas  dirigidas 
hácia  la  abertura.  Encuéntranse  en  el  trías  de  Europa,  del 
Tibet  y de  la  América  del  sur,  apareciendo  otra  vez,  aunque 
escasamente,  en  el  horizonte  cretáceo  de  Francia  y Siria  (1), 
circunstancia  del  todo  anómala  en  la  historia  de  la  distri- 
bución geológica  de  la  vida.  Muchos  ammonites,  si  no  todos, 
se  asemejan  á los  ceratites  cuando  jóvenes. 

La  sección  del  ammonites  obtusus  demuestra  bien  la 
extensión  de  la  última  celda  de  la  concha,  y los  efectos  de  la 
influencia  de  la  materia  animal  del  cefalópodo  en  decadencia 
sobre  las  partes  susceptibles  de  fosilizarse  después  de  la 
muerte.  La  arcilla  liásica  ha  penetrado  hasta  donde  lo  per- 
mitían las  partes  blandas  contraídas  del  ammonites,  y el 
molusco  descompuesto  fué  parcialmente  sustituido  por  cris- 
tales de  espato  calizo  puro  y á veces  trasparente.  El  espato, 
que  se  ha  infiltrado  mas  lentamente  por  los  poros  de  la  con- 
cha hasta  las  cavidades  aéreas,  tiene  un  tinte  pálido.  También 
se  han  observado  en  varios  ejemplares  casos  del  deterioro 
y reparación  de  la  concha.  En  el  ammonites  goliathus,  de 
la  arcilla  de  Oxford,  una  parte  de  aquella  se  había  roto  en 
vida  del  animal,  durante  el  período  en  que  constituía  la 
cavidad  habitable,  y fué  recompuesta  por  nueva  materia 
anacarada,  observándose  la  falta  de  estructura  ligamentosa 
de  la  concha  que  se  formó  primitivamente. 

Las  especies  de  ammonites  exceden  de  quinientas,  y su 
dispersión  es  co  extensiva  con  la  de  las  rocas  secundarias. 
Encuéntranse  en  toda  Europa,  en  el  Cabo,  en  Kamtschatka, 


(1)  En  el  horizonte  neocómico  de  Alcalá  de  Chisvert,  encontré  años 
atras  un  ammonites  con  los  lóbulos  muy  marcados  de  ceratites- 

(N.  del  T. ) 


TETRA  RRANQU  IOS 


481 


mas  ó n 
¡alian  ei 


ni  aun  pueden  considerarse  como  sub-genéricas.  El  grupo  lla- 
mado cassiani,  que  caracteriza  el  período  triásico,  es  notable 
por  las  suturas  muy  lobuladas  y foliáceas,  circunstancia  mas 
importante,  porque  se  trata  del  mas  antiguo  grupo,  y por  el 
hecho  de  estar  asociado  con  ceratites,  los  últimos  goniatites 
que  existieron  y orthoceras.  Abundan  en  la  caliza  alpina  de 
San  Casiano,  y Halstat,  en  Austria.  Un  segundo  grupo,  el 
de  los  arietes,  marca  el  periodo  básico ; abundan  menos  en 
las  oolitas,  y están  representados  en  la  arenisca  verde  por 
los  cristati.  Los  arietes  pasan  por  muchas  formas  intermedias 
hasta  tomar  la  de  los  falciferi,  como  se  observa  en  el  A. 
serpentinus;  son  también  característicos  del  lias  superior,  y 
están  representados  por  algunas  especies  de  disci  en  las 
oolitas. 

Las  amalteas,  cuyas  especies  típicas  son  el  A.  spinatus  ) 
margaritatus,  abundan  en  el  lias  medio  y superior,  y otra  vez 
en  las  oolitas  (p.  e.  A.  cordatus  y excavatus);  sucédenles  los 
rotomagenses  en  la  creta,  siendo  gruesos  ammonites  con 

una  línea  de  tubérculos.  J _ [ 

Los  ammonites  con  dorso  acanalado  (colliciati)  están 
representados  en  el  lias  por  el  A.  anguliferus,  en  las  oolitas 
inferiores  por  el  A.  Parkinsoni,  en  la  oolita  media  por  el  A. 
anceps,  y en  el  terreno  cretáceo  por  numerosas  especies, 
entre  las  cuales  citaremos  el  A.  serratus,  lautus  y falcatus, 

notables  por  su  elegante  forma. 

De  las  especies  con  dorso  mas  ó menos  cuadrado,  el  ar- 
matus  y el  capricornus  se  hallan  en  el  lias,  y el  athleta  ) 
perarmatus  en  el  Oxford;  pero  las  formas  oolíticas  que  tienen 
el  dorso  cuadrado,  y provisto  de  dos  series  de  espinas  cuan- 
do jovenes,  como  los  Goweri,  Duncani  (fig-  3°>  2)  y JasGn> 
llegan  á redondearse  luego,  y no  están  armadas  en  la  edad 

avanzada. 

Los  ammonites  de  dorso  redondo  abundan  en  el  lias  y en 
las  oolitas:  el  anulatus,  de  figura  de  culebra,  el  coronatus, 
provisto  de  espinas,  y fimbiiatus,  con  sus  lranjas  que  le  sir 
Tomo  IX 


fig.  J/. — SEPIA  OFF1C1NALIS 

cha  del  hamites  es  igualmente  recta,  pero  se  dobla  sobre  sí 
misma  después  de  cierto  espacio,  constituyendo  como  un 
gancho  sencillo  ó complejo.  El  toxoceras  se  encorva  como 

61 


ven  de  adorno,  fueron  considerados  como  tipos  de  pequeños 
grupos.  Otra  división  mas  importante,  la  de  los  ligati,  se  dis- 
tingue por  sus  espinas  casi  suaves,  entre  las  que  se  ven  á in- 
tervalos ciertas  contracciones:  ejemplo  de  ello  tenemos  en  el 
A.  tatricus  y otras  especies  relacionadas  con  los  heterófilos, 
así  como  en  muchos  ammonites  neo-cómicos  y en  el  A.  pla- 
nulatus  de  la  creta  inferior. 

Estas  contracciones,  que  suelen  ir  acompañadas  de  un 
ligamento  prominente,  indican  sin  duda  períodos  de  descan- 
so, en  que  el  ammonites  dejó  de  crecer  durante  algún  tiem- 
po; reconócense  en  especies  que  corresponden  á otros  grupos; 
pero,  por  lo  regular,  todas  las  indicaciones  desaparecen  por 
el  sucesivo  crecimiento.  Se  ha  discutido  sobre  si  los  apéndi- 
ces laterales  del  ammonites  Duncani  (fig.  30,  2)  se  forman  y 
desaparecen  periódicamente,  ó si  son  peculiares  de  los  indi- 
viduos adultos,  marcando  la  terminación  del  crecimiento 
exterior.  La  primera  conclusión  es  la  mas  probable  por  ana- 
logía, pues  se  observa  este  carácter  en  las  conchas  pequeñas 
aparentemente  jóvenes,  y no  en  las  adultas,  de  gran  tamaño, 
excepto,  no  obstante,  las  espinas  del  argonauta  vivo. 

Sowerby  observó  que  los  ammonites  eran  mas  bonitos  há- 
cia  la  mitad  de  su  crecimiento;  y que  los  caractéres  de  adorno, 
menos  desarrollados  en  los  individuos  jóvenes,  desaparecían 
en  los  adultos. 

En  los  ammonitidos  se  observan  tantas  variedades  de 
forma,  como  las  que  ofrecen  los  nautilidos  paleozoicos.  El 
baculites  (fig.  30,  4),  con  su  concha  recta,  es  característico 
de  la  creta  superior;  el  turrilite?,  que  afecta  la  figura  espiral, 
abunda  en  los  horizontes  medios  del  propio  terreno.  La  con- 


Fig.  yo 

1 Ceratites  nodostts,  Brug.;  Muschelkalk  de  Baviera 

2 Ammonites  Duncani  (spinosus,  Sby.);  Arcilla  de  Oxford 

3 Turrilites  Mantelli,  Sharpe;  Creta  de  Lewes 

4 Baculites  anceps,  Lam-;  Creta  superior  de  Normandia 

5 Hamites  attenuatus,  Sby.;  Gault  de  Folkestone 

6 Scaphites  Joanii,  Buzos;  Neocómico  de  Francia 

7 (Trigonellites  ó Aptychus),  Opérculo  de  Ammonites 

8 (Rhyncholites  hiruudo),  mandíbula  superior  del  Nautilus  arietis, 

Rein ; Muschelkalk 

9 Mandíbula  inferior  del  Conchorynchus  avirostris 


en  el  Tibet  y en  el  sur  de  la  India.  Faltan  en  una  extensa 
área  de  los  Estados  Unidos;  pero  hállanse  en  el  terreno 
cretáceo  de  Nueva  Jersey,  en  el  Missouri,  yen  las  islas  de  la 
India  oriental,  así  como  también  en  Chile  y Bogotá. 

Las  secciones  en  que  se  ha  dividido  por  conveniencia 
este  grupo  sumamente  natural,  están  poco  bien  definidas,  y 


PALEONTOLOGIA 


482 


un  arco;  en  el  crioceras,  las  vueltas  discoideas  están  separa- 
das; y en  el  scaphites  (incluso  los  ancyloceras)  la  concha, 
compacta  al  principio  como  un  ammonites,  se  ensancha 
después  como  en  el  crioceras,  estrechándose  hasta  el  fin ; el 
helicoceras  se  distingue  por  su  elevada  espira. 


abundan 


mas 


ZA 


ORDEN  XI — DIBRANQU IOS 

especies  de  este  orden  se  caracterizan  por  tener  un 
par  de  branquias;  el  tubo  es  entero;  el  manto  es  muscular; 
existe  un  saco  para  la  sepia;  los  ojos  son  sentados;  el  pico 
córneo;  y la  concha  interna,  excepto  en  las  hembras  del  gé- 
nero argonauta. 

Los  órganos  cefálico  prensiles,  comparados  con  los  del 
nautilus,  figuran  en  número  mucho  mas  reducido;  los  exter- 
nos, que  se  continúan  desde  el  aparato  bucal,  no  exceden 
de  ocho,  según  se  ve  en  la  figura  31  c , pero  á ellos  se  agre- 
gan, en  los  mas  de  los  géneros,  dos  tentáculos  internos  mu- 
cho mas  largos,  d.  Los  brazos,  bastante  mayores,  y de  mas 
complicada  estructura,  están  provistos  en  la  superficie  interna 
de  numerosos  chupadores,  y algunas  veces  se  relacionan  entre 
sí  por  una  poderosa  membrana  muscular.  Los  ojos,  muy 
grandes  y complejos,  no  son  ya  pedunculados,  sino  que  se 
alojan  en  unas  órbitas  (fig.  31  e e);  la  boca  está  armada  de 
dos  maxilas  huesosas  y cortantes,  que  se  parecen  por  su  fi 
gura  y sus  movimientos  verticales  á las  del  nautilus.  Las 
branquias,  en  numero  de  dos,  tienen  cada  una  un  ventrículo, 
expresamente  á propósito  para  la  circulación  branquial.  El 
sifón  (fig.  3 2 y)  es  un  tubo  completamente  muscular.  Los 
dibranquios  tienen  una  glándula  y un  receptáculo  membra- 
noso para  segregar  y expeler  el  fluido  que  llaman  comun- 
mente tinta.  Los  órganos  sexuales  están  en  distintos  indivi- 
duos, como  en  el  orden  de  los  tetrabranquios.  Todas  las 
especies  son  acuáticas  y marinas. 

El  orden  de  los  dibranquios  se  subdivide  en  dos  tribus; 
las  especies  de  la  una  están  provistas  de  ocho  brazos  ordina- 
rios (fig.  31  o)  y de  ios  dos  tentáculos  mas  largos  (d),  por  lo 
cual  han  recibido  el  nombre  de  decápodos;  la  otra  tribu 


La  pequeña  spírula,  caracterizada  por  su  concha  celular 
interna,  aunque  menos  compleja,  representa  el  tipo  de  una 
segunda  familia;  la  sepia  (fig.  31),  conocida  por  su  concha 
interna  caliza  que  remotamente  representa  la  del  belemnites, 
es  el  tipo  de  una  tercera  familia  de  los  decápodos,  designada 
con  el  nombre  de  sépidos.  El  calamar  común  (loligo),  en  el 
que  la  concha  interna  queda  reducida  á una  lámina  córnea, 
representa  la  cuarta  y mas  extensa  familia  de  la  presente 
tribu,  que  llaman  de  los  teutidos,  y en  la  que  un  género,  el 
de  los  enoploteutis,  tenia  la  carúncula  de  su  acetábulo  en 
forma  de  garras  córneas.  En  todos  los  decápodos  el  manto 
está  provisto  de  un  par  de  aletas,  y el  sifón  tiene  por  lo  re- 
gular una  valva. 

Rara  vez  en  la  tribu  de  los  octópodos  se  desarrollan  las 
aletas  del  manto ; pero  los  ocho  brazos  ordinarios  son  mas 
irgos  y gruesos,  y están  unidos  entre  sí  por  una  membrana 
mas  ancha  que  constituye  un  poderoso  órgano  para  nadar 
hácia  atrás.  Una  familia  de  esta  tribu,  la  de  los  testáceos, 
está  representada  por  el  género  argonauta  (fig.  32),  en  el  que 
las  hembras  tienen  los  brazos  del  primer  par  dilatados  en 
su  extremidad,  en  forma  de  una  ancha  y delgada  membrana, 
semejante  al  manto  de  los  moluscos  testáceos.  Por  medio  de 
estas  membranas,  el  animal  construye  una  concha  simétrica, 
sumamente  ligera,  flexible  y elástica,  aunque  caliza,  concha 
sencilla  ó que  no  se  divide  en  compartimientos;  la  parte 
desocupada  comunica  con  lo  restante,  y el  animal  la  utiliza 
para  depositar  los  huevos.  Aun  no  se  ha  descubierto  ningún 
fósil  auténtico  homólogo  de  semejante  concha. 

De  las  dos  grandes  divisiones  de  moluscos  cefalópodos, 
la  que  está  representada  hoy  dia  por  el  nautilus  perlado  se 
desarrolla  con  gran  profusión  y variedad  en  los  períodos 
paleozoico  y secundario;  mientras  que  los  demás  no  se  han 
hallado  en  rocas  mas  antiguas  que  el  lias;  las  cien  especies, 
poco  mas  ó menos,  descubiertas  hasta  aquí  en  toda  la  serie 
secundaria  y en  la  terciaria,  representan  solo  la  mitad  de  las 
que  actualmente  viven. 


y 


3 

4 

5 

6 

7 

S 


Beleranites  Owen,  Arcilla  de  Oxford,  de  Chippenham;  /,  frag- 
mocono  de  estructura  fibrosa;  s,  tabique  con  el  sifón  marginal 
Acanthoteuthis  antiquus,  (Cunnington);  Arcilla  de  Oxford 
Conoteuthis  Dupinii,  D?Orb.;  Gault,  Folkestonc 
Geoteuthis  Bollensis,  Schubler;  Lias  de  Wurtemberg 
Sepia  Cuvieri,  Dsh.;  Eoceno  de  Bracklesham 
Coccoteuthis  latipinni.s,  Ow-;  Jurásico  de  Kimmeridge 
Spirnlirostra  Bellardii,  D'Orb.;  Mioceno  de  Turin 
Beloptera  belemnitoidea,  Bl.;  Eoceno  de  Bracklesham 


Los  sépidos  están  representados  en  la  oolita  media  y su- 
perior por  el  género  coccoteuthis  (fig.  33,  6),  cuyo  hueso 


carece  de  aquellos,  y se  la  dió  el  calificativo  de  octópodos  fuerte  y granulado  está  provisto  de  expansiones  laterales  mas 
(fig-  32»  L 2»  3»  4>* 

I41  varias  formas  de  las  especies  extinguidas  de  belemni- 
tidos,  constituyen  una  familia  en  la  tribu  de  los  decápodos. 


anchas  que  en  las  recientes  especies.  En  los  mas  antiguos 
terciarios  de  Londres  y París  existieron  al  parecer  muchas 
especies  de  sepia;  pero  no  suele  conservarse  por  lo  regular 


DIBRANQU10S 


4S3 


sino  la  punta  sólida  de  la  concha  (fig.  33,  5).  En  el  mioceno 
terciario  de  Malta  no  es  raro  encontrar  uno  ce  estos  restos; 
y en  Turin  se  ha  descubierto  una  notable  forma  (spiruliros 


de  cavidad  en  forma  de  tubo  (alvéolo)  en  el  otro;  tiene  una 
estructura  radiada  fibrosa,  con  láminas  de  crecimiento  con- 
céntricas, menos  marcadas;  pero  aun  en  este  carácter  se  ob- 


tra,  fig*  33,  7),  en  que  el  ápice  ó punta  presenta  una  cavidad  servan  tan  notables  modificaciones  de  forma,  que  cerca  du 
dividida,  semejante  á la  concha  del  spírula.  En  el  eoceno  cien  especies  se  han  fundado  solo  sóbre  él.  Los  belemmites 
terciario  existen  otros  dos  géneros,  beloptera  'fig.  33,  8)  y de  la  creta  superior  han  sido  llamados  belemnitellas  (Orbi- 
belemnosis,  muy  imperfectamente  conocidos  por  escasos  gny),  porque  tienen  una  hendidura  en  el  lado  ventral  del 
ejemplares  rotos.  borde  alveolar  del  escudo;  la  superficie  externa  presenta 

En  las  calizas  arcillosas  del  lias,  yen  lasooiitas  superiores  también  vestigios  mas  marcados  de  impiesiones  vasculares, 
de  Solenhofen,  se  encuentran  á menudo  restos  de  calamares  Se  han  descubierto  ejemplares  de  belemnites  en  los  que 
(teutidos),  que  consisten  generalmente  en  conchas  rudimen-  el  escudo  se  había  roto  en  vida  del  animal;  pero  como  las 
tañas;  algunas  son  delgadas  y presentan  un  pequeño  apén-  porciones  fracturadas  se  mantenían  unidas  por  los  tegumen- 
dice  cónico  (plesioteuthis):  mientras  que  otras  son  anchas  y tos  organizados,  soldáronse  por  la  sobreposicion  de  nue\as 
terminan  en  punta  en  las  extremidades  (beloteuthis).  La  capas  de  estructura  fibrosa.  En  el  Museo  ri tánico  se  conser 
forma  mas  común  tiene  la  cavidad  bastante  ancha,  con  un  van  varios  ejemplares  que  tuvieron  la  punta  deteriorada, 
ribete  anacarado,  y suele  encontrarse  también  el  saco  de  la  siendo  luego  recompuesta.  En  todos  los  belemnites  perfec- 
sepia  bastante  bien  conservado  (geoteuthis.  fig.  33»  4)*  Agas-  tos,  el  alvéolo  está  ocupado  por  un  fragma-cono,  con  delicados 
siz  y Buckland  dieron  á estos  el  nombre  de  belemnosepia,  tabiques  anacarados,  terminando  en  una  pequeña  Pu”ta  g °' 
suponiendo  que  pertenecían  al  mismo  animal  que  el  belern-  1 bular,  perforada  por  un  sifón  \ entra  , a ultima  cau  a no 
nites.  En  el  leptoteuthis,  de  Myr,  la  extremidad  posterior  suele  conservarse,  pareciendo  haberse  reducido  a una  espa- 
de la  concha  rudimentaria  aparece  truncada;  en  el  celoeno  cíe  de  estuche  córneo,  que  presenta  a ^ces  tos  ajas  pera 
forma  un  delgado  pico  que  sirve  de  apoyo  á una  ancha  pía-  das,  semejantes  á hojas  de  cuc  11  o en  e acó  c <nsu  . e 10 
ca  oval.  Una  especie,  el  mastigophora  brevipennis,  parece  ser  suficientemente  capaz  para  contener  todas  las  visceras. 


haber  tenido  los  ocho  brazos  ordinarios  en  forma  de  apéndi 
ces  filamentosos. 

En  la  arcilla  de  Oxford,  cerca  de  Chipenham,  se  ven 
ejemplos  semejantes  de  las  partes  blandas  conservadas  de 
una  familia  extinguida  de  dibranquios  (belemnitidos),  encon- 
trándose no  solamente  el  saco  de  la  tinta,  sino  también  el 
manto  muscular,  las  aletas  terminales  rómbicas,  y la  base 
de  los  brazos,  con  sus  diminutos  ganchos  y vestigios  de 
mandíbulas.  En  el  lias  de  Watchett  se  han  descubierto  bra- 
zos córneos,  como  los  del  calamar  onichoteuthis,  dispuestos 
en  dobles  series,  y algunas  veces  aparecen  en  gran  número 
entre  los  restos  coprolíticos  del  ictiosauro.  Los  mas  notables 
ejemplares  de  esta  especie  se  conservaban  en  las  calizas 
litográficas  de  Solenhofen,  demostrando  que  los  extinguidos 
calamares  tenian  diez  brazos  casi  iguales;  los  tentáculos, 
contraidos,  no  se  distinguían  de  lo  demás;  pero  en  cada  uno 
se  contaban  de  veinte  á treinta  pares  de  formidables  gan- 
chos. Las  pruebas  que  aun  se  necesitaban  para  reconocer  la 
naturaleza  de  este  animal  se  obtuvieron  con  los  fósiles  dt 
Chipenham,  que  probablemente  son  de  idéntico  género  ) 
especie  que  los  acanthoteuthis  descritos  por  Munster.  Uno 
de  estos  extraordinarios  fósiles,  mas  antiguo  que  la  forma- 
ción de  la  creta  y las  oolitas  superiores,  está  representado 
en  la  figura  33,  2,  reducido  á una  sexta  parte  del  tamaño 
del  original  que  existe  en  el  Museo  británico.  Consénanse 
nueve  de  los  brazos,  las  láminas  escleróticas  de  los  ojos,  la 
base  de  las  anchas  aletas  laterales,  el  pequeño  saco  de  la 
sepia  y la  concha  cónica;  esta  concha,  dividida  en  compar 
timientos  interiormente  como  en  el  belemnites  (fig-  33»  P )> 
tiene  una  especie  de  estuche  exterior  de  estructura  iibrosa,  de 
un  cuarto  de  pulgada  de  grueso  en  la  extremidad,  ofreciendo 
además  dos  líneas  convergentes  en  el  lado  dorsal,  siendo  la 
superficie  externa  córnea.  Estas  conchas  de  celdillas  aparecen 
en  gran  número,  y demuestran  evidentemente  la  íntima  afi- 
nidad de  ciertos  cefalópodos  con  los  verdaderos  belemnites. 
Hasta  aquí  no  han  sido  observadas  sino  en  la  arcilla  ho 
josa  de  Oxford,  y en  las  capas  litográficas  equivalentes  de 
Solenhofen. 

Las  especies  de  belemnites  se  encuentran  en  todos  los 
horizontes  oolíticos  y cretáceos,  desde  el  lias  mas  inferior 


Muy  rara  vez  se  ha  encontrado  el  saco  de  la  sepia,  que  es 
mas  pequeño,  y parece  estar  en  relación  con  el  mayor  des- 
arrollo de  la  concha. 

El  conoteuthis  (fig.  33»  3)»  tiene  un  fragma-cono  oblicuo, 
con  una  concha  muy  delgada,  y parece  haber  estado  fijo  á 

un  estilo. 

Mr.  Dana  ha  descrito,  con  el  nombre  de  Helicarus  Fu* 
giensis,  un  fósil  belemnitoidéo  de  la  roca  pizarrosa  del  cabo 
de  Hornos;  tiene  media  pulgada  de  diámetro,  y un  escudo 
grueso  y fibroso,  terminando  el  fragma  cono  en  un  núcleo 
fusiforme  espiral. 

Hé  aquí  ahora  y por  vía  de  complemento  una  lista  de  los 
géneros  de  moluscos  extinguidos: 

BRAQUIÓPODOS.—  Trigoncsemus,  lyra,  magas,  rhyn- 
chora,  zellania,  stringocephalus,  meganteris,spirifera,  cyrtia, 
snessia,  athyris,  merista,  Retzia,  uncites,  camarophoria, 
parambonites,  pentamerus,  atrypa,  anoploteca,  orthis,  orthi- 
sina.  strophomena,  Koninckia,  Davidsonia,  calceola,  produc 
tus,  chonetes,  aulosteges,  strophalosia,  trematis,  siphonotreta, 

obolus. 

CONCHÍFEROS.  — Gryphaea,  exogyra,  limanomia,  caro 
lia,  placunopsis,  neithea,  eligmus,  pteroperma,  aucella,  am 
bonychia,  cardiola,  eurydesma,  pterinea,  monotis,  posido 
nomya,  aviculopecten,  Gervillia,  streblopteria,  pulvinites 
inoceramus,  trichites,  myalina,  orthonotus,  modiolopsis 
hoplomitaíus,  macrodon,  isoarca,  Bakewellia,  nuculina,  unci 
nella,  cucullea,  ctenodonta,  myophoria,  axinus,  lyrodesma,di 
ceras,  monopleura,  requienia,  hippurites,  radiolitis,caprinella 
caprina,  caprotina,  lithocardium,  conocardium,  corbicella 
sphara,1  unicardium,  Tancredia,  volupia,  pleurophorus,  myo 
concha,  anthracosia,  megalodon,  pachydomus,  pachyrisma 
cleobis,  maeonia,  opis,  cardinia,  hippopodium,  megaloma 
Grateloupia,  Sowerbya,  Quenstedtia,  goniophora,  Redoma 
cercomya,  myacites,  goniomya,  grammysia,  ceromya,  cardio 
morpha,  Edmondia,  Ribeiria. 

GASTERÓPODOS.  — Bellerophon,  porcellia,  cyrtolites, 
ecculiomphalus,  rimella,  hippocrema,  alaria,  spinigera,  am- 
berlya,  leiostomus,  strepsidura,  purpurina,  columbellina, 
Borsonia,  conorbis,  euspira,  naticopsis,  globulus,  Deshayesia, 
loxonema,  macrochilus,  diastoma,  neriníea,  brachytrema,  ce 


horizontes  oolíticos  y cretáceos,  desde  el  uas  n 4,  yicarya,  scoliostoma,  proto,  holopella,  catantostoma, 

hasta  la  creta  superior.  La  concha,  en  su  ««perfecto  estado  ntella,  N hypodelM:  Deslongchamp- 

ordinario  consiste  en  un  cilindro  puntiagudo  en  uno  eí0^phalus,  Crossostcma,  phancrotinus,  serpularia,  dls- 

extremos  (fig.  33,  1),  y truncado  o excavado  por  una  espe  1 


PALEONTOLOGIA 


484 

cohelix,  platystoma,  ophileta,  pleurotomaria,  Murchisonia, 
polytremaria,  cirrus,  trochotoma,  platyschisma,  scalites,  rha- 
phistoma,  holopea,  Maclurea,  neritoma,  dendropupa,  pileo- 
lu?,  helminthochiton,  lichnus,  velates,  Ferussma,  cylyndrites, 
acteonina,  acteonella,  cinulia,  globiconcha,  varigcra,  tylosto^ 
ma,  pterodonta,  volvaria,  chilostoma,  vaginella,  theca,  pte- 
rotheca,  conularia. 

LÓ PODOS.  Aturia,  discites,  nautiloceras,  trigo* 
noceras,  temnochilus,  lituites,  trocholites,  trochoceras,  clyme- 


nia,  orthoceras,  camaroceras,  huronia,  actinoceras,  disco- 
sorus,  gonioceras,  tetroceras,  apioceras,  gornphoceras, 
phagmoceras,  cyrtoceras,  gyroceras,  ascoceras,  goniatites, 
bactrites,  ceratites,  ammonites,  crioceras,  toxoceras,  ancylo- 
ceras,  scaphites,  helicoceras,  turrulites,  haraites,  ptychoceras, 
baculites,  mastigophora,  teuthopsis,  celaeno,  beloteuthis, 
geoteuthis,  belopeltis,  plesioteuthis,  leptoteuthis,  belemnites, 
acanthoteuthis,  helicerus,  conoteuthis,  coccoteuthis,  belose- 
pia,  spirulirostra,  beloptera,  belemnosis. 


VERTEBRADOS 


Existe  una  enorme  masa  de  sedimentos  originariamente 
compuestos  de  cieno,  arena  o guijarros,  fondos  sucesivos  de 
un  primiti\o  mar,  derivada  de  las  rocas  pre-existentes  que  no 
lia  sufrido  ningún  cambio  por  el  calor,  y en  la  cual  no  se  ha 
descubierto  todavía  ningún  vestigio  de  la  vida  orgánica.  Estos 
lechos,  que  no  son  fosiliferos,  ni  cristalinos,  pero  que  parti- 
cipan de  ambos,  constituyen  en  todos  los  países  donde  han 
sido  examinados,  las  rocas  fundamentales  sobre  que  se  apo- 
yan y levantan  los  mas  antiguos  estratos  silúricos. 

I>ien  suponga  esto  la  existencia  de  abismos  oceánicos  á 
donde  nunca  llegaron  los  restos  de  seres  vivientes,  ó ya 
indique  en  realidad  el  periodo  anterior  al  principio  de  la  vida 
en  este  planeta,  esta  es  una  cuestión  de  la  mayor  importancia 
e inte.es  que  exige  mas  detenidas  observaciones  antes  de 
poder  pronunciarse  sobre  este  punto  con  alguna  seguridad. 


tienen  dientecitos  en  forma  de  cepillo,  de  una  forma  sencilla 
cónica  encorvada:  cuéntanse  de  doce  á trece  en  cada  hilera 
vertical,  y como  hay  unas  doscientas  cincuenta  series  en  cada 
mandíbula,  resulta  que  cada  pez  puede  tener  de  seis  mil  á 
siete  mil  dientes.  Sin  embargo,  los  del  rhinodon  difieren  de 
muchos  conodontes,  no  siendo  tan  extensos  en  su  base;  y 
los  de  todos  los  ciclostomos  conocidos,  además  de  ser  mu- 
cho mas  grandes,  son  mas  gruesos  y menos  variados  por  su 
forma  que  en  los  conodontes.  Ciertas  partes  de  los  crustáceos 
pequeños,  como  por  ejemplo  el  pigidio  ó cola  de  algún  di- 
minuto entomostráceo,  se  asemejan  por  su  forma  á los  mas 
sencillos  conodontes;  pero  cuando  vemos  que  estos  cuerpos 
se  encuentran  á miles,  desprendidos,  con  bases  enteras,  y 
que  rara  vez  se  ha  descubierto  en  los  lechos  de  conodontes 
del  silúrico  inferior  ninguna  parte  del  caparazón  ó concha 


^ a hemos  visto  qne  tudos  los  tipos  de  los  animales  inver-  de  un  entomostráceo  ü otro  crustáceo,  es  por  demás  impro- 
terrados  tienen  representantes  en  los  depósitos  estratificados  bable  que  puedan  haber  pertenecido  á un  organismo  prote- 

» m m a a A -a  * 


que  se  designan  con  los  nombres  de  cámbrico  y silúrico  in- 
ferior. En  las  rocas  de  este  último  periodo,  en  Rusia,  se 


gido  por  una  sustancia  tan  susceptible  de  conservación  como 
la  suya.  Mucho  mas  admisible  es  suponer  que  el  cuerpo  á 


hallaron  pequeños  cuerpos  cónicos  á los  que  se  dió  el  nom-  que  estaban  fijos  los  pequeños  ganchos  era  tan  soluble  y 
)re  de  conodontes,  huecos  en  la  base,  puntiagudos,  mas  ó perecedero  como  la  pulpa  blanda  á que  se  adhirió  el  cono- 


menos  arqueados,  y de  bordes  cortantes,  que  podrían  muy 
bien  ser  dientes  linguales  de  gasterópodos,  ganchos  de  cefa- 
lópodos, ó dientes  de  peces  cartilaginosos.  A esta  última 
hipótesis  se  opone  el  diminuto  tamaño  de  los  conodontes, 
que  presentan  ¡aminas  concéntricas  y cónicas  de  una  sus- 
tancia densa  sin  estructura,  que  contiene  pequeños  núcleos 
ó celdillas. 

En  algunos  ejemplares,  la  base  se  proyecta  bruscamente, 
separándose  del  cuerpo  del  gancho  por  una  contracción, 
forma  desconocida  en  los  dientes  de  los  peces;  pero  que  ofre- 
cen ciertos  dientes  linguales  de  gasterópodos,  como  se  obser- 
va en  los  laterales  de  la  sparela.  En  otros  conodontes,  la 
base  prolongada  es  denticular  ó aserrada,  como  en  los  dien- 
tes laterales  del  buccinum  y del  chrysodomus.  No  es  proba- 
ble, sin  embargo,  que  pertenezcan  á ningún  molusco  conchí- 
fero dentado,  pues  las  conchas  de  estos  no  se  hallan  en  el 
depósito  donde  los  conodontes  abundan  mas. 

Los  mas  pequeños  ganchos  tienen  un  color  amarillento 
transparente,  y de  aspecto  córneo;  los  mayores,  y acaso  los 
mas  antiguos,  ofrecen  un  tinte  blanquizco  y parecen  mas 
sólidos.  Al  analizarlos  Pander,  obtuvo  carbonato  de  cal  áci- 
do carbónico  emitido  por  la  aplicación  del  ácido  nítrico  di- 
luido, y ácido  oxálico  que  dió  un  precipitado.  Algunos  quí- 
micos ingleses  creyeron  que  los  conodontes  contenían  un 
vestigio  de  fosfato  de  c J. 

Al  comparar  los  conodontes  con  dientes  de  peces,  ofrecen 
gran  semejanza  con  los  diminutos  dientes  cónicos  encorvados 
de  las  especies  del  género  rhinodon  de  Smith;  y mas  remo- 
tamente se  parecen  á los  cónicos  puntiagudos  y córneos  de 
los  mixinoides  y lampreas;  la  carencia  de  toda  otra  parte 
dura  en  el  horizonte  que  contiene  los  conodontes  conviene 
con  el  carácter  del  esqueleto  cartilaginoso.  Los  rhinodones 


donte.  Como  quiera  que  sea,  es  muy  de  desear  que  se  reco- 
nozca si  esos  pequeños  cuerpos  ambiguos  de  las  mas  anti- 
guas rocas  fosilíferas  son  ó no  restos  de  peces. 

aXv^lase  i — PECES^^ 

ORDEN  X — PLA.GIOSTOMOS 

# 

(TIBURONES.  RAYAS) 


en 


Caracteres. — Endo  esqueleto  cartilaginoso,  ó 
parte  osificado,  exo  ó dermato-esqueleto  placoideo,  branquias 
fijas,  con  cinco  ó mas  aberturas; arco  escapular  desprendido 
de  la  cabeza;  intestino  con  valva  espiral. 


34 CENTRISCUS  HUMEROS  US 


El  mas  antiguo  resto  que  se  ha  obtenido  de  un  animal 
vertebrado  en  la  corteza  terrestre  consiste  en  una  espina,  de 
la  naturaleza  de  la  dorsal  del  acanthias,  y en  un  escudo  co- 
mo el  del  pez  placoganoidéo ; una  y otro  se  encontraron  en 
los  mas  recientes  depósitos  del  período  silúrico,  en  la  for- 
mación llamada  roca  superior  de  Ludlow.  El  descubrimiento 


PLAGIOSTOMOS 


4S5 


1 


1 


de  la  primera  se  debe  á Murchison,  y su  determinación  á 
Mr.  Agassiz,  quien  la  atribuye  á un  género  de  peces  plagios- 
tomos  cartilaginosos  que  designa  con  el  nombre  de  onchus. 
El  escudo  fué  descubierto  por  Mr.  Banks  en  los  lechos  de 
Kington,  en  Heriford,  y parece  corresponder  al  género  pte- 
raspis  de  Knorr. 

Las  espinas  de  los  onchus  halladas  en  los  bancos  superio- 
res de  Ludlow  son  comprimidas,  ligeramente  encorvadas, 
de  menos  de  dos  pulgadas  de  largo,  sin  ninguna  señal  en  su 
base  de  la  articulación  característica  de  las  espinas  dorsales 
de  los  ganoidéos,  de  la  familia  de  los  silúridos  ó balístidos. 
Los  lados  de  las  espinas  están  finamente  acanalados,  y pre- 
sentan ligamentos  de  forma  redondeada,  atribuyéndose  aquel 
á dos  especies,  al  onchus  Murchisoni  y al  onchus  semistria- 
tus.  Mr.  Egerton  figuró  últimamente  otra  especie,  procedente 


* 


pig-35'— homa-  Hg.  36—  PLEÜ* 

CANTHUS.  AR-  RACANTHUSLE- 

C UAT  US  (DcVÓ-  VISSlMUS  ( Car-tig.37.  — PORCION  DF.  l’NA  ESPINA 
nico  de  Rusia. ) boníferodt  Dud-  del  rdestes  ( Carbonífero  de  In- 
ley ) diana) 

de  lechos  arcillosos  de  Ludlow,  que  se  arquea  mas  y está 
armada  á lo  largo  del  borde  posterior;  los  ligamentos  longi- 
tudinales, muy  finos  y numerosos,  se  contraen  á intervalos, 
como  en  el  género  ctenacanthus,  llegando  d ser  sub-tuber- 
culados  en  la  base.  Dicho  autor  cree  que  corresponden  á un 
género  distinto  del  de  los  peces  semejantes  á los  tiburones, 
y podemos  inferir  que  coexistió  una  especie  mayor  y mas 
poderosa,  de  cuyos  ataques  se  podia  preservar  así  el  onchus. 

En  la  misma  antigua  formación  se  encuentran  con  las 
espinas  dorsales  del  onchus  porciones  petriticadas  de  piel 
tuberculosa  y áspera,  como  la  del  tiburón,  que  se  supone 
propia  de  un  género  denominado  sphagodus;  también  hay 
cuerpos  coprolíticos  de  fosfato  y carbonato  de  cal,  que  con 
tienen  partes  reconocibles  de  pequeños  moluscos  y crinoi- 
deos,  los  cuales  habitaron  en  el  fondo  del  mar  en  compañía 
del  onchus.  No  se  han  descubierto  en  los  lechos  silúricos 
vértebras  ú otras  partes  del  endo-esqueleto  de  un  pez,  á no 
ser  que  se  consideren  como  verdaderas  mandíbulas  dentadas 
los  fragmentos  de  una  porción  huesosa  provista  de  diente- 
citos,  y á la  cual  se  dio  el  nombre  de  plectrodus.  Sin  embar- 
go, parecen  mas  bien  fragmentos  de  patas  de  crustáceos,  y 
no  ofrecen  una  evidencia  tan  satisfactoria  como  las  espinas 
de  los  onchus,  y la  piel  de  los  sphagodus.  Debe  tenerse  en 
cuenta,  no  obstante,  que  los  dientecillos  son  confluentes  con 
un  reborde  exterior  del  hueso,  conforme  al  tipo  pleurodon- 
te  ; y que  los  grandes  dientes  son  acanalados  longitudinal- 
mente. 

Si  los  plectrodontes  son  mandíbulas  con  dientes  anquilo- 
sados, pertenecen  á un  órden  distinto  del  de  los  plagiosto- 
mos;  y si  correspondiesen  á cualquiera  de  los  peces  indica- 
dos por  las  espinas  dorsales  y la  piel  del  sphagodus,  tendríamos 
el  ejemplo  de  una  combinación  de  caractéres  no  conocida 


en  otras  formaciones  ni  en  pez  alguno  existente.  Pueden 
pertenecer  al  pteraspis,  especie  de  placoganoidéo  afine  al 
cephalaspis,  cuyo  escudo  cefálico  se  encontró  en  los  bancos 
de  Ludlow.  En  las  formaciones  que  presentaron  estos  primi- 
tivos restos  de  animales  vertebrados  no  se  encontraron  jamás 
dientes  que  se  pudieran  atribuir  con  certeza  á un  género  de 
plagiostomos,  ni  tampoco  ninguna  escama  de  un  pez  verda- 
deramente ganoidéo.  Siendo  tan  inmensa  la  extensión 
vertical  de  los  sedimentos  que  contienen  cefalópodos,  gaste- 
rópodos, lamelibranquios,  braquiópodos,  crustáceos,  ento- 
mostráceos,  crinoideos,  pólipos  y protozoos,  podrá  pregun- 
tarse ahora  cuales  fueron  las  causas  que  impidieron  la 
conservación  de  las  partes  fosilizables  de  peces,  dado  que 
esta  clase  de  animales  vertebrados  existiese  en  un  número 
y variedad  de  formas  solo  comparable  con  la  de  los  séres 
que  pueblan  el  océano  actual.  Los  bonitos  persiguen  ahora 
á los  peces  voladores  en  las  regiones  superiores  de  un 
océano  tan  profundo  como  cualquiera  de  los  mares  silúri- 
cos, cuyos  depósitos  dan  una  idea  de  la  mayor  profundi- 
dad. Si  los  peces  de  costumbres  análogas  á las  de  las  espe- 
cies de  hoy  dia,  sea  cual  fuere  la  diferencia  de  forma  en 
que  se  manifestaron,  hubieran  realmente  existido,  pudiéra- 
mos razonablemente  esperar  el  hallazgo  de  los  restos  de 
algunas  de  las  innumerables  generaciones  que  se  sucedieron 
durante  un  período  de  tiempo,  harto  suficiente  para  la  gra- 
dual formación  de  lechos  de  sedimento  de  miles  de  piés  de 
espesor. 

De  todos  modos,  proseguiremos  aquí  el  estudio  de  los 
restos  de  peces  plagiostomos  que  ofrecen  las  espinas  fósiles. 
En  los  mas  de  los  peces  cartilaginosos  actuales  de  este  órden 
la  espina  recta  que  llevan  frente  á la  aleta  dorsal  es  suave, 
según  se  observa  en  los  espinácidos,  que  presentan  delante 
de  cada  una  de  ellas  una  espina.  En  los  cestraciontidos, 
dicha  espina  es  huesosa,  y está  armada  á lo  largo  de  su  bor- 
de cóncavo  de  otras  que  se  encorvan ; la  aleta  se  comunica 
con  este  borde,  y sus  movimientos  se  regulan  por  la  eleva- 
ción ó depresión  de  la  espina  durante  la  acción  rotatoria 
peculiar  del  cuerpo  del  tiburón. 

Ciertos  peces  óseos  están  armados  de  un  modo  análogo, 
pudiendo  servir  de  ejemplo  los  gasterosteos,  los  silúridos, 
los  balistas,  y algunas  especies  de  fistuláridos.  En  esta  última 
familia  el  centriscus  humerosus  (fig.  34)  presenta  una  espina 
dorsal  dentada  por  detrás,  pero  la  base  de  aquella  en  los 
peces  óseos  se  modifica  particularmente  por  la  articula- 
ción con  otro  hueso.  En  los  plagiostomos,  la  base  de  la  espi- 
na es  hueca;  se  adelgaza  cuando  el  cuerpo  de  esta  presenta 
dibujos,  y en  la  especie  reciente  está  implantada  en  la 
-carra, 

He  aquí  ahora  los  géneros  de  peces  plagiostomos  que  se 
han  fundado  por  las  espinas  fósiles  descubiertas  en  la  serie 
devónica:  onchus  (representado  por  O.  semistrialus  y O. 
heterogyrus ),  dimeracanthus,  haplacanthus,  narcodes,  nau- 
las,  byssacanthus,  cosmacanthus,  homacanthus  (fig.  35),  cte- 
nacanthus, parexus,  y odontacanthus. 

El  género  homacanthus  se  funda  en  unas  pequeñas  espi- 
nas comprimidas,  con  finos  dientecitos  encorvados  en  el 
borde  dorsal,  y estrías  longitudinales  á los  lados.  Los  ejem- 
plares de  homacanthus  arcuatus  (fig.  35 se  hallaron  en  for- 
maciones devónicas  cerca  de  San  Petersburgo. 

El  terreno  carbonífero  comprende  las  pizarras,  la  caliza  de 
montaña,  la  arenisca  y las  capas  de  carbón.  En  estas  series 
está  representado  aun  el  género  onchus  por  el  O.  sulcatus, 
O.  rectus  y O.  subulatus;  el  género  homacanthus  por  H.  ma- 
crodus  y H.  microdus,  de  la  caliza  carbonífera  de  Armagh. 
Los  ctenacanthus  son  comunes  en  los  períodos  devónico  y 
carbonífero.  La  espina  del  pleuracanthus  (fig.  36)  es  denti- 


486 


PALEONTOLOGIA 


nl1{y:n  t m 0S  0r^esJ  estructura  que  se  observa  en  los  oportunidad  de  haber  examinado  este  fósil  singular,  que  dio 
lia  ”de  la*  S exi5tentes’  aun(lue  solo  en  especies  de  la  fami-  primeramente  á conocer  Mr.  Leidy,  quien  le  consideraba 
oue  ofrec  ra^S' pertcnece  a una  forma  extinguida,  con  la  como  una  parte  de  mandíbula  de  tiburón,  por  lo  cual  pro- 
bas- ñero  P]a<T°  mS  *emeíanz*  el  escuatino  de  nuestros  puso  se  le  diese  el  nombre  de  edesies  (devorador).  Si  nuestras 
ravas  esninn  ^ euraCan™us  diferia  de  todas  las  modernas  apreciaciones  son  exactas,  dicho  fósil  formó  parte  de  un  pez 
cerca  de  él  T ^ ^ ^ esf)^na  en  occipucio  ó mas  susceptible  de  ser  devorado  que  de  exterminar  á los 

f “p,na  ?S1  encontradaen  los  Estados  L nidos  otros,  y que  necesitaría  estar  muy  bien  protegido  paradefen- 
V &•  37/ es  notable  por  la  anchura  de  ln<?  t — *.:i t • 7 _ , , 


(dg  3/ ) es  notable  por  la  anchura  de  los  dientes  marginales, 
y su  intima  semejanza  con  los  dientes  del  cardiarias,  siendo 
os  mrdes  finamente  denticulados.  Al  profesor  Hitchcock, 
del  colegio  de  Amherst,  en  los  Estados  Unidos,  debemos  la 


— j j i — — 

derse  de  los  tiburones  contemporáneos.  Las  verdaderas 
mandíbulas  y dientes  del  edestes  pueden  ser  descubiertas 
algún  dia,  y darán  luz  acerca  de  sus  costumbres  y afinidades. 
Los  otros  géneros  de  plagiostomos,  basados  sobre  espinas 


fósiles  del  terreno  carbonífero,  son  los  siguientes:  oracanthus, 
gyracantnus,  neraacanthus,  cosmacanthus,  leptacanthus , 

cnt^30301  u?’  tU’st^c^‘us,  asteropterychius,  physonemus, 
p nacanthus,  platyacanthus,  dipricanthus,  erismacanthus, 
oithacanthus,  cladacanthus,  lepracanthus. 

Inmediatamente  sobre  las  capas  carboníferas  existen  series 
,d<¡  ar£nas  y billas  de  distintos  colores,  y encima 
a.  delgadas  capas  de  pizarra  margosa,  que  contiene 
escasos  restos  de  peces,  los  cuales  abundan  mas  y ofrecen 
mejor  estudio  en  las  capas  superiores  de  caliza  magnésica, 
en  cuya  formacon,  cerca  del  Belfast,  se  han  hallado  espinas 
fósiles  del  genero  gyropristis.  Mas  arriba  están  las  areniscas 
J l en  Ias  se  han  descubierto,  en  Westow,  otras 

foirñ!  "’t  S?mejantes- si  no  idénticas  a las  del  gyracanthus 
forntosus.  l odas  estas  formaciones  constituyen  las  mas  su- 
periores senes  paleozdicas  que  se  llaman  pérmicas. 

r - J'm  COmprende  'ambien  una  variada  serie  de  arenas 
rojas  y blancas,  margas  y conglomerados,  que  constituy 
colectivamente  el  terreno  asi  llamado.  Las  espinas  fósil, 
que  en  él  se  encuentran  corresponden  á los  géneros  nema 

cion  mas  alat-anthf  ¿ hybodus-  En  eI  lias>  que  es  la  forma- 

hav  anchas  S“a  ¿ T*  ‘nfer‘0r  dd  gran  terren0  oolitico. 

> - • empinas  dorsales  del  hibodus  reticulatus,  del  H 

ZtrLl tamb¡en  “ H'  p>’ramida"a-  pero  «te  último 
genero  esta  representado  por  dientes  desprendidos  en  el  ho- 
rizonte osífero.  En  las  formaciones  del  lias  se  observa  que 

os  recono  i°;Sf 5 X dd  hÍb°d“S  Cran  en  numeróle 
La  e'sZ  cn  ‘ 0Se,qf  d géner°’  asípor,a  estructura  de 

timasP,fi  a a P°r  a f0rma  de  los  dientes' tenia  las  mas  ín- 

vos  El  MteHdeSC°n  d cestracion  entre  los  plagiostomos  vi- 
. El  hibodus  continúa  representado  por  sucesivas  v di 

VefSaS  formas  específicas  hasta  el  periodo  cretáceo  inclusive 
siendo  por  lo  tanto  un  género  de  peces  cartilaginosos  emi- 
nentemente característico  del  período  secundarioZSndo  se 
distribuido  en  todas  las  formaciones  de  aquel.  El  ejemplar 
elegido  como  modelo  de  la  espina  dorsal  del  hibodus  el  el 

ca  (fig.  X"  SUbCar'natUS’  de  la  formac¡on  weáldi- 

Se  han  encontrado  asociadas  con  los  dientesdel  extinguí- 
I pt-vchodus  de  la  creta,  gTandes  espinas  fósiles 

Iongitudtnalmente  acanaladas.  “ 1 

en^'ü  mavorZ!01!68  ,erciarias> ,as  £spinas  Asiles  presentan 

ticas  de  los  nf  S caractdres  gen^cos  de  las  caracterís- 
ticas de  los  plagiostomos  existentes,  spinax,  trygon  y mylio- 

cerca  de'paris"3  'T*  “ e"  ,aS  £apaa  d*>  -ceno, 
de  Agassiz.  ’ * "P°  dd  ex,inguido  8éner°  aulaeanthus, 

Los  dientes  de  los  peces  plagiostomos  correspondientes 


¡cari  natos  ( llr¿ 

á los  grupos 
numerosos 
írabran 


mes,  rayas  y cestraciontes,  son  muy 
y hallándose  solo  fijos  por  un  ligamento  á la 
de  la  boca,  caen  por  la  descomposición  del  pez 
y se  esparcen  á causa  de  los  movimientos  que  en 

aquel  imprimen  las  aguas,  convirtiéndose  después  en  sedi- 
mento. ■ 


me 

mu 


lertc 


-CESTRACIONTIDOS 


BURON  DE  PUERTO  JACKSON) 

tero  existente  que  ha  dado  mas  luz  sobre  los  dientes 
que  pasaron  á formar  parte  de  los  depósitos  oceánicos 
durante  los  períodos  paleozoico  y mesozoico,  es  el  llamado 
cestracion,  que  solo  se  encuentra  ahora  en  los  mares  de 
stralia  y de  la  China,  donde  está  representado  por  dos  ó 
* especies,  las  cuales  indican  una  forma  que  tiende  á la 


^ 39'  CESTRACION  DE  I*H ILIPI  ( Especie  viva ) 

extinción.  Abundó  en  otro  tiempo  con  una  gran  variedau 
de  modificaciones  genéricas  y de  familia,  representadas  por 
algunas  especies  que  alcanzaron  mucho  mayores  dimensio- 
nes que  las  mas  grandes  que  se  conocen  hoy  dia.  La  denti- 
ción de  estos  peces  es  apropiada  para  triturar  y masticar 
crustáceos  y otros  animales  de  cubierta  dura;  son  por  lo  ge- 
neral tímidos,  y sus  espinas  dorsales  denticuladas  les  sirven 
solo  como  armas  defensivas.  La  figura  39  basta  para  fon 
una  idea  de  la  estructura  de  las  mandíbulas  superior  é im 
rior  del  tiburón  de  Puerto  Jackson;  obsérvase  en  ellas  i* 
disposición  oblicua  de  los  grandes  dientes,  que  cubren  como 
un  embaldosado  los  bordes  de  la  boca.  Los  dientes  anterio- 
res eran  pequeños  y agudos  (fig.  40);  detrás  de  los  mas 
aguzados,  hay  cinco  series  consecutivas  de  otros  que  aumen- 
tan progresivamente  de  tamaño,  pero  á medida  que  esto  su- 
cede, disminuye  su  número  en  cada  linea;  las  series  de  los 
ma)ores  dientes  comprenden  de  seis  á siete  de  estos  órga- 
nos en  la  mandíbula  superior,  y de  siete  á ocho  en  la  infe- 


¡ 


HIB0D0NT1D0S 


487 


II 


• ]os  que  hay  detrás  de  esta  serie,  aunque  conservan  su  Regis.  La  figura  superior  representa  la  superficie  trituradora, 

' j: : 3 1 r nerum  hn  m?rp- 


forma  como  instrumentos  cortantes,  disminuyen  gradual- 
mente de  tamaño,  mientras  que  al  mismo  tiempo  se  reduce 
el  número  de  los  que  componen  cada  fila.  Por  la  oblicua 


V w * • 

que  por  sus  finas  estrías  trasversales  y color  oscuro  ha  mere- 
cido el  nombre  de  sanguijuela  fósil.  Los  mas  antiguos  pa- 
leontólogos consideraron  estos  dientes  como  gusanos  petri- 


disposición,  aparentemente  espiral,  de  las  líneas  de  dientes;  ficados;  pero  su  estructura,  tal  como  lo  permite  ver  el 
r su  arreglo  simétrico  en  los  opuestos  lados  de  la  mandí- 
bula, y su  graduada  diversidad  de  forma,  constituyen  el  mas 
simétrico  y gracioso  aparato  bucal  que  se  pueda  ver  en  toda 
la  clase  de  los  peces. 

Las  modificaciones  en  la  forma  de  los  dientes  antes  des- 
critos, por  la  cual  los  anteriores  son  propios  para  coger  y 
sujetar  la  presa,  y los  posteriores  para  triturar  las  sustancias 
alimenticias,  se  repiten  frecuentemente,  aunque  con  alguna 
alteración  y bajo  distintas  condiciones,  en  los  peces  óseos; 

indican  en  las  actuales  especies  cartilaginosas  una  alimenta-  _COChuoods  contortus  ,>.-acrodus  nob.lis 

cion  mas  inferior  que  la  de  los  tiburones,  asi  como  también  J 4 (Carbonífero)  {Lias) 

una  diferencia  de  costumbres.  Los  animales  invertebrados, 

testáceos  y crustáceos,  fueron  probablemente  el  principal  microscopio,  es  muy  semejante  á la  de  loa  dientes  e cea 

alimento  del  cestracion,  toda  vez  que  los  restos  de  aquellos  tracion.  Varias  porciones  de  la  mandi  u a e acroc  us, 

aoarecen  en  gran  número  en  las  rocas  secundarias,  asociados  descubiertas  hasta  aquí,  demuestran  que  estos  ient^  e~ta 

con  los  dientes  fósiles  de  dicha  especie.  ban  dispuestos,  como  cu  ^ 

contándose  al  menos  siete  en  cada  una.  El  acrodus  lateralis 

es  un  fósil  del  muschelkalk,  el  A.  hirudo,  del  horizonte  weál- 

dico  y el  A.  trans versus  un  fósil  cretáceo.  En  ningún  estrato 

terciario  se  ha  encontrado  un  solo  diente  correspondiente  al 

género. 

El  género  ptychodus  está  fundado  en  dientes  que  son 
por  lo  general  de  gran  tamaño  y de  una  forma  mas  ó menos 
cuadrada  (fig.  43);  la  corona  es  mas  profunda  que  la  raíz, 
que  es  obtusa  y truncada;  la  cúspide  de  la  primera,  granula- 
da en  el  márgen,  se  eleva  en  el  centro,  en  torma  de  eminen- 
cia obtusa,  que  presenta  protuberancias  transversas  paralelas, 
algunas  veces  algo  cortantes.  Con  los  dientes  de  esta  forma 
se  encuentran  á veces  otros  de  menor  tamaño,  con  coronas 
convexas  mas  redondeadas,  que  formaban  sin  duda  las 
extremidades  del  pavimento  dentario  que  cubría,  como  en 
los  modernos  tiburones  y rayas,  las  anchas  quijadas  de  los 
ticodontes.  Las  grandes  espinas  dorsales  que  se  hallaron 
asociadas  con  los  dientes  ya  descritos  son  acanaladas  longi- 
tudinalmente, y se  parecen  á las  del  cestracion  de  la  familia 
de  los  tiburones.  Todos  los  ejemplares  y especies  correspon- 
dientes á este  género  proceden  del  terreno  cretáceo.  Los 
géneros  de  peces  devónicos  ctenodus,  petalodus,  chomatodus; 
el  petrodus  del  carbonífero,  y el  thectodus  del  Keuper,  se 
refieren  provisionalmente  á la  familia  de  los  cestracion. 


..  Fig.  40.  — MANDÍBULA  St-TERIOR  V DIENTES  DEL  TIBURON  DE  PUERTO 

jackson  ( Cestracion ) 

Estos  dientes,  desprendidos  de  las  mandíbulas  del  pez 
muerto,  se  dispersarían  como  ya  hemos  indicado  en  otro 
lugar;  y gracias  á la  presencia  de  tales  órganos  fósiles,  se 
obtuvo  la  primera  evidencia  de  la  familia  de  los  cestracios 
en  los  primitivos  períodos  de  la  historia  de  la  tierra. 

Si  se  compara  la  figura  41  con  la  40,  parece  que  los 
diversos  dientes  de  cada  serie  oblicua  en  el  cestracion  se 
han  unido  formando  una  sola  masa  dentaria  en  elcochliodus, 
siendo  muy  análogas  las  proporciones  y la  dirección  de  las 


FAMILIA  II— HIB0D0NT1D0S 

En  todas  las  rocas  secundarias,  desde  el  trias  hasta  la 
creta  inclusive,  se  encuentran  dientes  que  corresponden  al 
género  hibodus;  los  de  los  hibodontes  son  cónicos,  pero  mas 
anchos  y menos  agudos  que  los  de  los  tiburones  propiamente 
dichos;  presentan  estrías  longitudinales  y repliegues;  uno 
de  los  conos  es  mayor  que  los  demás,  por  lo  que  se  le  llama 


siendo  muy  análogas  las  proporciones  y la  ^ Centras  que  los  otros  son  secundarios.  En  un 

senes.  Es  hipotético  que  en  esta  especie  hubiera  pequ'  , ? £ (dadodus))  estos  ultimos  se  van  ensanchando  i me- 
dientes anteriores  prensiles ; pero  s.  se  rewnoceq?< P1  « ¿ se  desv¡an  de,  prindpal.  Los  dientes  de  este  gene- 

cas  dentarias  debieron  estar  admirablemente  adaptadas  p ^ pvw.lH  „l  hvbodus  loneiconus,  fueron 

triturar  las  conchas  de  los  moluscos  y crustáceos.  El  cocm  o 
dus  contortus  (fig.  41)  fué  hallado  en  las  formaciones  car 
boníferas  cerca  de  Bristol  y Armagh,  siendo  el  género  pecu 
liar  de  aquel  período  geológico. 

ÍHay  otra  forma  de  dientes  que  se  asemeja  mas  a a e 
cestracion,  y es  la  que  ha  servido  de  base  para  formar  e 
género  acrodus,  con  especies  diseminadas  desde  el  terreno 

triásico  hasta  la  creta  superior  de  Mjiestricht.  El  ejemp  - --  0 compresas,  son  de  los  depósitos  de 

que  aquí  elegimos  es  el  acrodus  nobilis,  del  has  de  Lime  li  vi  p i 


ro,  atribuidos  por  Eichwald  al  hybodus  longiconus,  fueron 
descubiertos  en  la  arenisca  roja  antigua,  cerca  de  San  I e- 
tersburgo. 

En  el  género  orodus  los  conos  son  mas  comprimidos, 
cortantes  y distintos  del  cuerpo  del  diente  que  en  los  hibo- 
dus; existiendo  también  el  principal  y los  secundarios.  La 
figura  44  representa  un  diente  del  orodus  cinctus,  proceden- 
te de  los  lechos  carboníferos  que  hay  cerca  de  Bristol. 


488 


PALEONTOLOGIA 


T 


Vi 


,t¡V 

!f 


una  edad  análoga,  de  las  inmediaciones  de  Armagh ; los 
géneros  diplodus  y glossodus,  de  las  series  carboníferas,  y 
el  llamado  sphenonchus,  distribuido  desde  el  lias  hasta  la 
lormacion  weáldica,  se  atribuyen  ála  familia  de  los  hibodon- 
tidos. 

FAMILIA  III— ESCUÁLIDOS 

(TIBURONES) 

Los  bien  marcados  dientes  de  figura  de  sierra  (fig.  45), 
se  asemejan  de  tal  modo  á los  de  la  mandíbula  inferior  de 
ciertos  tiburones  (notidanus,  de  Cuv),  que  Agassiz  los  atri- 
buyó á este  género;  pero  se  encuentran  no  obstante  en  el 


Fig.  44- — DIENTE  DE  ORODUS  Fig.  45. — NO- 
CI NC1' US  (Carbonífero)  TIDAMÜS 

M UNSTER  I 
(Ooliía  superior) 


\ 


Fig-  47 • — GALEO* 
ERDO  ADUN- 
us  ( Mioceno ) 

período  jurásico;  otras  especies,  como  por  ejemplo  el  N.  pee* 
tinatus,  son  propias  de  la  creta  de  Kent;  y el  N.  serratissi- 
mus,  procede  de  la  arcilla  del  eoceno. 

El  diente  representado  en  la  figura  46,  sobre  el  cual  fun- 
dó Agassiz  el  género  corax,  indica,  por  su  gran  semejanza 
con  los  del  carcharías,  su  afinidad  con  los  tiburones  (escuá- 
lidos}. La  mayor  parte  de  las  especies  de  corax,  incluso 
el  C.  falcatus,  son  cretáceas,  y algunas  terciarias;  pero  todas 
se  han  extinguido. 

Hay  otra  forma  de  diente  de  tiburón,  muy  nudoso  en  un 
borde,  y finamente  denticulado,  que  se  parece  mas  bien  al 
de  los  galeus  de  Cuvier,  que  Agassiz  considera  como  perte- 
neciente al  género  galeocerdo.  Las  especies  se  encuentran 
así  en  el  terreno  cretáceo  como  en  el  terciario;  el  galeocerdo 
aduncus  (fig.  47),  procede  del  mioceno  de  Europa  y América; 
en  las  mismas  series  terciarias,  se  hallan  los  dientes  del 
hemipristis  serra  (fig.  48). 

Los  odontaspis  presentan  en  estos  órganos  una  forma  mas 
semejante  á la  que  se  observa  en  los  tiburones  azules  (lamna) 
de  los  actuales  mares.  Las  especies  de  odontaspis  se  en- 
centran en  las  capas  cretáceas  y terciarias;  el  O.  Hopei  (fi- 
gura 49),  es  de  la  arcilla  de  Lóndres,  é indica  una  especie 
de  tiburón  tan  destructora  como  formidable. 

Los  dientes  de  figura  semejante  á la  que  ofrecen  los  del 
carcharías,  pero  sólidos  y por  lo  general  de  gran  tamaño,  se 
atribuyen  al  género  carcharodon;  uno  de  estos  órganos, 
procedente  de  las  capas  del  mioceno,  de  Malta  y que  se 
conserva  en  el  museo  de  Lóndres,  mide  cinco  pulgadas  y 
diez  líneas,  en  su  lado  mas  largo,  y cuatro  con  ocho  respec- 
tivamente, en  la  anchura  de  la  base;  á su  lado  se  ve  otro 
diente  de  un  carcharías  de  hoy  dia,  que  tiene  dos  pulgadas 
tres  lineas  de  largo,  habiendo  pertenecido  á un  individuo 
de  veinte  pies  de  longitud.  Si  el  diente  del  carcharodon 
fósil  guardaba  la  misma  proporción  con  el  cuerpo  del  pez, 
esta  especie  debió  alcanzar  unos  sesenta  pies  de  longitud. 
Los  dientes  del  carcharodon  se  obtuvieron  en  el  crag  rojo 


de  Suffolk,  y tenían  mas  de  seis  pulgadas  de  largo.  El  gra- 
bado que  se  acompaña  pone  de  manifiesto  la  estructura 
microscópica  de  los  dientes  de  los  tiburones,  con  la  capa 
endurecida  exterior,  que  constituye  el  cuerpo  del  órga- 
no (fig.  50).  Con  estos  dientes  fósiles  de  tiburones  se  en- 
cuentran, aunque  esparcidos,  así  en  las  capas  terciarias  como 
cretáceas,  pedazos  petrificados  de  vértebras,  que  indican  por 
su  brevedad,  en  comparación  con  la  anchura,  y por  las  cisu- 
ras de  la  superficie  externa  (fig.  51),  que  pertenecieron  á un 
tiburón  muy  afine  al  lamna  de  Cuvier. 


FAMILIA  IV— RÁYIDOS 

(RAYAS) 


Ista  familia  de  peces  cartilaginosos  es  la  que  primero  se 
indica  en  el  período  carbonífero,  por  la  espina  del  pleura- 
canthus  (fig.  36);  pero  en  el  liásico  se  han  descubierto  tam- 
bién restos  inequívocos  y bastante  perfectos  para  reconocer 
los  caractéres  genéricos,  sirviendo  de  ejemplo  los  squaloraia 
y arthropterus;  en  el  oolúico  se  encuentran  el  spatobatis  y 
belemnobatis;  y en  los  terrenos  cretáceos  y terciarios,  se  ha- 
llan asimismo  restos  que  principalmente  consisten  en  por- 
ciones de  radios  de  aletas,  espinas  defensivas,  tubérculos, 
y con  mas  frecuencia  dientes.  Las  modificaciones  peculiares 
del  sistema  dentario,  que  ofrecen  las  rayas  águilas  (milioba- 
tidos),  se  demuestran  evidentemente  por  fósiles  de  las  for- 
maciones terciarias,  y no  se  han  hallado  en  estratos  mas 
antiguos. 

Los  dientes  de  las  rayas  son  en  general  mas  numerosos  y 
mucho  mas  pequeños  que  los  de  los  tiburones;  no  tienen 
tanta  movilidad,  están  mas  apretados  ó juntos,  y en  ciertos 
casos  aparecen  lateralmente  unidos  entre  sí  por  finas  suturas; 
de  modo  que  forman  una  especie  de  pavimento  de  mosáico, 
así  en  las  mandíbulas  superiores  como  en  las  inferiores.  Los 
miliobates,  ó rayas  águilas,  que  presentan  este  último  carác- 
ter, único  en  los  vertebrados,  tienen  anchos  y grandes  dien- 
tes macizos  (fig.  52);  los  mas  pequeños  del  rhina  son  apro- 
piados para  triturar;  pero  en  las  especies  de  raya  de  Cuvier, 
el  centro  ó uno  de  los  ángulos  de  la  corona  constituyen  una 
aguda  punta.  En  todos  los  géneros  de  la  tribu  de  las  rayas, 
cualquiera  que  sea  la  diversidad  del  tamaño  y figura  de  los 
dientes,  hállanse  dispuestos  en  varias  series,  sucediéndose 
sin  interrupción  de  atrás  adelante. 


i 


F i¿> * 4S — H e m i - Fig:  4Q.  —oüox- 

I'RISTIS  SEKRA  TASI’IS  HOPEI 


( Mioceno ) 


( Eoceno  ) 


Fig.  J-/.— CUERPO  DE  LA  VÉ.R1  E- 
BRA  DEL  TIBURON  LAMNA  Ú 
odontaspis;  en  la  primera  fi 
gura  se  representa  de  frente,  y 
en  la  segunda  de  lado.  (Arcilla 
de  Lóndres ) 


La  modificación  del  tipo  de  los  dientes  de  los  plagiosto- 
mos,  destinados  á triturar  las  sustancias  alimenticias,  es  del 
todo  completa  en  los  miliobatidos.  La  figura  53  representa 
la  armadura  de  la  boca  vista  por  detrás  en  el  miliobates 
águila,  y en  ella  se  observa  perfectamente  que  ambas  man- 


HOLÓCEFÁLIDOS 


díbulas  están  cubiertas  por  una  especie  de  pavimento  de 
anchos  dientes,  de  superficie  plana.  Al  género  miliobates, 
tal  como  está  reducido  ahora,  corresponden  ciertos  fósiles 
de  la  arcilla  de  Londres  (fig.  54). 

En  el  zigobates  (fig.  54),  las  series  medias  tienen  dientes 
menos  anchos;  y una  mas  estrecha  se  interpone  entre  los 
dientes  del  medio  y los  laterales  pequeños.  En  los  mares  del 
Brasil  existen  rayas  que  presentan  esta  modificación;  los 
dientes  fósiles  de  este  género  zygobates  Woodwardi  (fig.  54) 
se  encuentran  en  el  crag  terciario  de  Suffolk,  y en  el  mio- 
ceno molasa  de  Suiza. 

Cuando  los  dientes  forman  anchas  placas  trasversales  no 
divididas,  como  en  la  figura  55,  caracterizan  el  género  teto- 
bates,  cuyos  fósiles  se  hallan  en  los  eocenos  ingleses  y en  la 
molasa  de  Suiza. 


tis  bisulcatus)  de  Sheppy,  y P.  acutidens  de  las  arenas  de 
Bagshot.  Los  cyclobates,  de  la  caliza  terciaria  de  Lebanon, 
se  parecen  á los  modernos  torpedos,  especies  formidables 
y temibles,  de  las  que  el  torpedo  gigante  ha  dejado  restos  en 
los  ricos  depósitos  de  ictiolites  del  monte  Bolea. 

Resulta  de  lo  expuesto  que  poseemos  restos  de  peces  del 
orden  de  los  plagiostomos  en  los  depósitos  marinos  de  todas 
las  formaciones,  desde  las  capas  del  silúrico  superior  hasta 
el  período  actual;  pero  ninguno  de  los  fósiles  paleozoicos 
corresponden  á los  géneros  existentes.  Solo  varios  plagiosto- 
I mos  'mesozoicos,  y particularmente  los  de  la  creta  podrían 
no  hallarse  en  este  caso;  los  mas  de  ellos  pertenecen,  ó son 
afines  á una  familia  de  cestraciontidos  casi  extinguida  en 
la  actualidad;  la  evidencia  de  las  formas  genéricas  de  pla- 
giostomos característicos  de  la  presente  época  no  es  común 
sino  en  los  períodos  terciarios. 


ORDEN  II— HOLOGEFÁLXDOS 

(PECES  QUIMEROIDEOS) 

CARAGTÉRES.— Mandíbulas  huesosas,  encajadas  en 
placas  dentales;  endo  esqueleto  cartilaginoso;  exoó  dermato- 
esqueleto  placoideo:  las  mas  de  las  aletas  provistas  de  una 
i fuerte  espina  como  primer  radio;  branquias  laminadas,  fijas 
i por  sus  bordes;  una  sencilla  abertura  branquial. 

A juzgar  por  la  escasez  de  representantes  que  ahora  tiene 
1 este  orden  de  peces  cartilaginosos,  parecería  que  los  cestra- 
ciones  tienden  á su  extinción.  Un  género,  la  quimera,  de 
Linneo,  se  funda  en  una  sola  especie  conocida  en  los  mares 
del  Norte,  llamada  rey  de  los  arenques  (chimera  monstruo- 
sa); y un  segundo  género,  calorincus  de  Gronovio,  se  halla 
representado  por  dos  especies  propias  de  los  mares  de  Austra- 
lia y de  la  China.  Las  únicas  partes  de  los  peces  quimeroi- 
deos  que  pudieron  fosilizarse  son  las  mandíbulas  y las  espinas: 
las  sustancias  huesosas  están  de  tal  modo  combinadas  en  aque- 
llas, que  caracterizan  el  orden  y nunca  se  encuentran  sepa- 
radas. En  tales  mandíbulas  fósiles,  y en  las  partes  de  ellas, 
consisten  principalmente  los  restos  de  los  holocéfalos  en  el 
primitivo  periodo  geológico.  Estos  peces  singulares  están  dis- 
tribuidos con  distintas  modificaciones  genéricas  y específicas, 
desde  el  fondo  de  las  series  jurásicas  hasta  el  periodo  actual. 


XTUE^ 


fig,  jo. — CORTE  DEL  DIENTE  DE  UN  TIBURON  LAMNA 

En  el  crag  de  Norfolk  y Suffolk,  y en  los  lechos  marinos 
pliocenos,  se  han  descubierto  fósiles  que  se  asemejan  mucho 
á las  placas  óseas  que  protegen  la  piel  de  una  especie  de 
raya  que  tiene  el  dorso  espinoso  (fig.  56),  los  cuales  indican 
la  existencia  en  el  plioceno  de  una  especie  afine  de  la  raia 
clavata. 

Los  ejemplares  casi  enteros,  procedentes  de  las  calizas 
laográficas  de  Solenhofen  (thaumas  alifer)  y de  Cirin  (spato- 
batis  bugesiatus),  presentan  una  forma  de  cuerpo  que,  así 
como  el  del  moderno  escuatino,  establecen  afinidad  entre 


Los  dientes  premaxilares,  uno  en  cada  hueso,  son  oblon- 
gos, dos  veces  mas  altos  que  anchos,  y terminan  por  abajo 
en  un  borde  trasversal  cortante;  presentan  por  fuera  colum- 
nas verticales  de  una  sustancia  mas  ó menos  dura,  que  forma 
un  borde  cortante  cuando  se  gasta  por  el  uso;  en  el  interior 
ofrecen  láminas  oblicuas  que  no  se  extienden  hasta  el  borde; 
las  placas  maxilares  dentales,  situadas  una  en  cada  hueso, 
son  triangulares,  y presentan  una  ancha  superficie  en  la 
mandíbula  inferior. 


las  rayas  y los  tiburones.  Los  squaloraias  tienen  una  relación  especies,  E.  Agassizii  y E.  crevirostris,  proceden  de 

• • ✓ • • \ * 1 1 ó /'AAC  c.n  PititA  noriA/lA  norAAA  ntlA  CP»  Pvfi  n 4 


semejante  con  el  pez  sierra  (pristis),  que  tal  como  esta  espe- 
cializado ahora,  aparece  primero  en  las  capas  eocenas  (pris- 


iscmoDUS,  Egerton 


Cada  maxilar  superior  tiene  cuatro  columnas  dentales;  la 
mandíbula  inferior  sobresale  menos  y es  mas  profunda  que 
en  el  edophodus.  De  este  género,  la  especie  E.  Johnsoni  es 
del  lias  de  Dorsetshire ; la  E.  Egertoni  de  Kimmeridge,  y 
la  E.  Townshendi,  magnífica  especie,  de  Portland.  Dos 

los 


lechos  cretáceos,  en  cuyo  período  parece  que  se  extinguió 
el  género. 


GÉNERO  QUIMERA 


Tomo  IX 


62 


49° 


PALEONTOLOGIA 


GÉNERO  GANODUS 

Columnas  maxilares  dentales  oblicuas,  que  convergen 
según  avanzan,  confundiéndose  á veces  en  una  masa  de  la 
superficie  huesosa.  Este  género  está  representado  exclusiva- 
mente por  especies  de  la  pizarra  oolítica  de  Stonesfield,  como 
por  ejemplo  G.  Bucklandi,  G.  Colei  y G.  OweniL 


acantias  y esturiones  de  la  actualidad:  resulta  de  una  pro- 
longación de  la  columna  vertebral  n en  lóbulo  superior  dn , 
produciéndose  una  forma  irregular  en  la  aleta  caudal,  que 
contrasta  con  la  figura  simétrica  del  mismo  órgano  que  se 
observa  en  los  mas  de  los  peces  vivos.  Ejemplo  de  ello  tene- 
mos en  el  Leptoletis  spratiformis  y en  el  semiophorus,  en  los 
que  la  columna  vertebral  termina  en  el  centro  de  la  base  de 


GÉNERO  EDAFODUS,  EgCrton 

Cada  maxilar  superior  tiene  tres  columnas  dentales;  la 
mandíbula  inferior  sobresale  mas,  pero  es  menos  profunda 
que  en  el  ischiodus;  la  masa  pre- maxilar  dental  consiste  en 
cinco  series  verticales,  ligeramente  araueadas.  de  niaras 


ÉNERO  ELASMODUS, 


órden  de  los  placoganoidéos  se  descubrieron  por  primera 
vez  hácia  1813  en  las  formaciones  del  período  devónico  de 
Rusia,  y se  conservan  en  los  museos  de  San  Petersburgo  y 
Dorpat.  La  relación  de  estos  ejemplares  con  la  clase  de  peces 
fué  indicada  en  un  principio  por  el  profesor  Asmuss,  y poco 
después  les  aplicó  Eichwald  los  nombres  genéricos  de  aste- 
rolepis  y bothriolepis,  para  expresar  ciertas  modificaciones 
de  la  superficie  externa  de  algunas  partes  de  las  placas 
ganoidéas,  que  según  se  reconoció  después,  constituían  el 
escudo  de  la  parte  anterior  de  los  peces  extinguidos.  En 
setiembre  de  1840,  Miller  sometió  al  exámen  de  la  sección 
geológica  de  la  Sociedad  británica  de  Glasgow  los  primeros 
ejemplares  descubiertos,  que  daban  clara  idea  de  uno  de  esos 
antiguos  peces  rojos,  á los  cuales  asignó  Agassiz  el  nombre 
genérico  de  Pterichthys.  Aunque  algunos  meses  antes  se 


superior  tiene  tres  columnas  dentales;  el 
ta  un  diente  escalprifo; 


;ado  y corvo, 


Fig.  $2 MANDIBULAS  Y DIENTES  DE  UN  RAYA-ÁGUILA 

( Myliobat es  A quila  ) 


tema,  escribía  aquel  célebre  autor,  uno  de  los  mas  extraor- 


dinarios, 


y que  mas  hubieran  complacido  á Lamark,  es  el 
del  Pterichthys,  ó pez  alado,  intiolito  que  se  dió  á conocer 


redondeado  en  el  borde  cortante;  es  de  estructura  laminar, 
y las  placas  están  sobrepuestas.  Solo  representa  este  género 
la  especie  E.  Hunteri,  de  la  arcilla  de  Lóndres. 


ÓRDEN  III 


GANOIDEOS 


Caracteres. — Endo-esqueleto  huesoso  en  algunas 
especies,  cartilaginoso  en  otras,  y en  varias  con  ambos  carac- 
téres;  el  exo-esqueleto  se  compone  de  huesos  esmaltados; las 
aletas  suelen  estar  provistas  de  una  fuerte  espina  como  primer 
radio. 


ini-T¡ 


vETOBATES  SUBARCUATUS 
oceno  de  Broeklesham ) 


JÓ.— RAYA  CLAVATA 
( Esbinas  der/nales) 


SUB-ORDEN  I— P 


Caracteres. — Endo-esqueleto  cartilaginoso;  la  ca- 
beza y una  parte  del  tronco  están  protegidas  por  anchas 
placas  ganoidéas,  con  frecuencia  reticuladas  y suturalmente 
unidas.  Los  placoganoidéos  son  heterocercos,  palabra  que 
significa  una  forma  ó disposición  de  la  cola,  como  se  repre- 
senta en  la  figura  57,  observada  en  los  tiburones,  en  los 


á los  geólogos  hace  unos  tres  años;  pero  que  se  había  indi- 
cado ya  siete  antes,  ó sea  en  1833.» 

GÉNERO  PTERICHTHYS 

La  cabeza  y la  mitad  anterior  del  tronco  están  protegidas 
por  placas  ganoidéas  de  hueso  duro,  cubiertas  de  esmalte; 


COCCOSTEUS 


49* 


las  del  tronco  constituyen  un  escudo  compuesto  de  una 
placa  dorsal  (fig.  58),  y una  pectoral  (fig.  59),  que  se  articu- 
lan entre  sí  á los  lados;  el  resto  del  tronco  está  revestido  de 
pequeñas  escamas  ganoidéas,  que  le  comunican  cierta  flexi- 
bilidad. El  pez  tenia  una  pequeña  aleta  dorsal  (fig.  58,  d),  y 
otra  heterocerca  terminal;  pero  rara  vez  se  encuentran  estas 
enteras  en  los  ejemplares  fósiles.  Las  espinas  pectorales  c se 
componen  de  materia  ganoidéa,  como  el  escudo;  la  armadura 
de  la  cabeza  2,  10,  parece  haber  estado  articulada  con  el 


cuchillo  de  guarnicionero.  Por  todo  lo  demás  se  asemeja  el 
género  al  Pterichthys. 

Mr.  Page  obtuvo  recientemente  ejemplares  del  Cephalas- 
pis  en  la  base  del  terreno  devónico  de  Lanarkshire,  en  los 
que  se  reconocen  aletas  pectorales,  una  dorsal  y una  cápsula 
del  ojo.  El  Cephalaspis  Murchisoni  se  encuentra  en  el  terre- 
no silúrico  y también  en  el  devónico. 

GÉNERO  PTERASPIS 


Fig.  57.— COLA  HETEROCERCAL  {LtpidosteUS  OSSilis) 


El  escudo  del  Pteraspis  truncatus  se  encontró  en  un  es- 
trato silúrico,  debajo  del  horizonte  osífero  de  Ludlow,  sien- 
do la  mas  primitiva  indicación  de  un  animal  vertebrado.  El 
Pteraspis  Lloydii  se  encuentra  en  la  arenisca  roja  antigua 
de  Bretaña.  El  Archeoteutis,  de  Roemer,  se  fundó  sobre  el 
escudo  de  un  Pteraspis  devónico. 

GENERO  COCCOSTEUS 

Si  se  añadiese  al  contorno  del  dibujo  que  se  acompaña,  y 
que  representa  un  pez  de  este  género  (fig.  60),  una  aleta 
heterocerca,  podria  formarse  una  idea  exacta  del  fósil  de  la 
arenisca  roja  antigua,  que  en  su  reconstrucción  progresiva 
ha  sugerido  tan  diversas  nociones  sobre  su  naturaleza  y afi- 
nidades. 


escudo  del  tronco  n,  13.  Uno  de  los  pocos  peces  ganoidéos 
existentes,  el  Lepidosteus,  es  notable  por  el  grado  de  movi- 
lidad de  la  cabeza.  Las  placas  dermales  que  constituyen  la 
armadura  de  esta  parte,  corresponden  en  cierto  modo  con 
la  posición  de  los  huesos  craneanos  en  los  peces  óseos;  pero 
no  lo  bastante  para  que  se  les  apliquen  los  nombres  corres- 
pondientes. Están  indicadas  por  números  en  el  grabado  58: 

2,  es  la  placa  que  se  designa  con  el  nombre  de  rostral,  á la 
cual  siguen  en  la  línea  media  otras  cuatro  placas  que  son: 
4,  la  promedia;  6,  la  media;  8,  la  post-media;y  10,  la  nucal; 

3,  es  la  marginal;  7,  la  post-marginal;  5,  la  prelateral,  y 9,  la 
post-lateral.  El  escudo  dorsal  de  la  coraza  del  tronco  se 
compone  de  dos  placas  medias  y otras  dos  á cada  lado: 
12,  es  la  dorsomedia;  14,  la  post-dorso  media;  n,  la  dorso- 
lateral,  y 13,  la  post-dorso-lateraL  El  escudo  ventral  (fig.  59) 
consiste  en  una  placa  media  y dos  laterales:  15,  es  probable, 
mente  una  parte  del  escudo  cefálico  ó de  la  mandíbula;  19,  es 
la  ventro-lateral ; 21,  la  post-ventro-lateral;  la  pequeña  placa 
suplementaria,  17,  suele  confluir  con  la  19;  16,  es  la  ventro- 
media,  cuyos  bordes  quedan  cubiertos  por  las  placas  late- 
rales. 

Las  espinas  pectorales  (fig.  58  c)  constan  de  dos  segmen- 
tos, protegidos  ambos  por  placas  ganoidéas  finamente  tuber- 
culadas,  como  las  de  la  cabeza  y el  tronco.  Por  su  forma 
parece  que  habrán  servido  al  pez  para  avanzar  por  el  fondo 
arenoso  si  escaseaba  el  agua.  Las  aletas,  fijas  á la  parte  fle- 
xible del  cuerpo,  indican  cierto  vigor  para  nadar,  aunque  no 
con  gran  rapidez;  hay  una  pequeña  dorsal  y un  par  de  ven- 
trales, habiendo  sido  observadas  estas  ultimas  primero  por 
Mr.  Egerton.  Las  mandíbulas  son  pequeñas  y tienen  diente- 
cilios  confluentes. 

DLa  especie  tipo  es  el  Pterichthys  Milleri,  otras  han  sido 
basadas  en  las  proporciones  del  escudo,  de  los  pectorales  y 
de  la  cola.  Todas  proceden  de  la  antigua  arenisca  roja,  y la 
gran  mayoría  se  encontró  en  el  terreno  devónico  de  Caith- 
ness  y otras  localidades  de  Escocia. 


GÉNERO  CEPHALASPIS 


Fig.  58.—. SUPERFICIE  DORSAL  del  pterichthys  ( Devónico ) 

según  Pander 


En  este  género  se  observa  que  los  ángulos  posteriores  de 
la  armadura  de  la  cabeza  se  proyectan  hácia  atrás  en  forma 
puntiaguda,  comunicando  á dicha  parte  el  aspecto  de  un 


La  armadura  de  la  cabeza  y el  escudo  están  fuertemente 
unidos,  y no  hay  vestigios  de  apéndices  articulados,  como 
las  aletas  pectorales,  que  caracterizan  al  Pterichthys.  La 


49 2 


PALEONTOLOGIA 


I 


parte  desnuda  del  tronco  indica  una  osificación  de  las  espi- 
nas neural  y hemal,  así  como  de  sus  apéndices;  los  radios 
de  las  aletas  dorsal  y anal;  y por  la  analogía  del  Cephalaspis, 
la  cola  terminaba  probablemente  en  una  aleta  lobulada  de 
un  modo  irregular.  La  mandíbula  inferior  se  compone  de 
dos  ramas,  ligeramente  unidas  en  la  sínfisis,  y dispuestas  de 
tal  modo,  que  indican  que  el  pez  estaba  provisto  de  mandí- 
bulas movibles,  como  las  de  la  langosta;  en  cada  una  de 
ellas  se  contaban  de  diez  á doce  dientes  á cada  lado,  anqui- 
losados al  hueso. 

En  la  figura  6o  se  representa  el  escudo  céfalo-torácico  del 
Coccosteus,  viéndose  en  él  la  superficie  interna  y las  suturas 
de  las  mas  de  las  placas  cefálicas,  así  como  la  superficie  ex- 
terior de  las  de  la  armadura  del  escudo.  9,  placa  rostral;  7, 
promedia;  5,  media;  8,  prelateral;  6,  lateral;  16  y 24,  hueso 
sub  orbital;  y 15,  pre-ventro  medio;  detrás  del  ventro  medio 
y ácada  lado  están  (22)  el  pre-ventro  lateral  y (20)  el  post-ven- 
tro-Iateral.  Los  mismos  números  indican  las  citadas  placas  en 
la  figura  59,  que  se  representa  de  lado,  con  mas  la  dorso-media 
y la  post  dorso  media  (12  y 14) 

El  espacio  que  media  entre  las  espinas  neural  y hemal  ah 
del  endo-esqueleto  fósil,  indica  la  posición  del  notocordo 
blando  (c)  que  ha  sido  disuelto;  el  cuerpo  cilindrico  gelati- 
noso, llamado  corda- dorsalis,  preexiste  á la  formación  délos 
cuerpos  óseos  de  las  vértebras  en  todos  los  animales  verte- 
brados; y el  desarrollo  de  aquellos  no  parece  haber  pasado 
de  la  fase  embrional  en  ninguna  especie  paleozóica. 

Solo  hay  dos  géneros  de  peces  existentes,  en  los  que  se 
manifiesta  en  el  individuo  adulto  semejante  estructura,  aso- 
ciada á elementos  osificados  periferales  de  las  vértebras: 
ejemplo  de  ello  tenemos  en  los  protópteros  de  ciertos  rios 
de  Africa,  y en  las  lepidosirenas  de  algunos  de  la  América 
del  sur.  A estar  fosilizados  estos  peces,  ofrecerían  el  aspecto 
de  la  columna  vertebral  representada  en  la  figura  60:  la  aná- 
loga persistencia  de  un  carácter  embriónico  vertebral  en 
todos  los  peces  paleozóicos,  y la  mayor  parte  de  los  meso- 
zoicos, carácter  transitorio  en  casi  todas  las  especies  existen- 
tes, indica  bien  á las  claras  un  principio  de  progresión. 

La  superficie  externa  ganoidéa  de  las  placas  del  escudo 
del  Coccosteus  está  cubierta  de  pequeños  tubérculos  hemis- 
féricos; semejanza  de  adorno  con  el  caparazón  de  algunas 
tortugas  que  indujo  á creer,  cuando  primeramente  se  encon- 
traron las  placas  de  aquel  pez,  que  pertenecían  al  género 
trionix  de  los  quelonios,  de  las  capas  devónicas. 

Por  extrañas  que  parezcan  las  formas  y estructura  de  los 
peces  placoganoidéos,  no  faltan  ahora  especies  que  arrojan 
mucha  mas  luz  sobre  su  naturaleza  que  ninguno  de  los  que- 
lonios ó crustáceos  existentes.  En  la  reducida  y singular 
familia  de  los  ostracionidos  se  ven  peces  cuyo  cuerpo  está 
encerrado  en  una  coraza  mas  ó menos  cuadrangular,  com- 
puesta de  placas  ganoidéas  articuladas,  que  suele  presentar 
tubérculos  en  la  superficie  externa,  y cuyos  ángulos  se  pro- 
longan en  forma  de  espinas  en  algunas  especies,  como  suce- 
de en  la  armadura  de  la  cabeza  del  Cephalaspis. 

En  otra  familia  de  peces  existentes,  que  se  llaman  silúri- 
dos, hay  especies  en  las  que  los  anchos  huesos  craneanos, 
unidos  con  osificaciones  dermales,  constituyen  una  especie 
de  almete  ó casco  para  la  cabeza,  mientras  que  otros  dos 
huesos  se  combinan  para  formar  la  parte  que  Cuvier  llamó 
escudo.  En  el  género  Doras,  la  línea  lateral  está  armada  de 
placas  ganoidéas  óseas;  y en  los  Calistis,  estas  placas  visce- 
rales se  desarrollan  de  modo  que  encajonan  todo  el  cuerpo. 
Sin  embargo,  lo  mas  frecuente  es  que  la  parte  muscular  pos- 
terior del  tronco  esté  indefensa,  como  en  el  Coccosteus;  las 
placas  ganoidéas  de  los  escudos  de  la  cabeza  y del  dorso 
están  cubiertas  de  series  de  tubérculos  confluentes,  que 


rradian  del  centro  á la  circunferencia,  mientras  que  la  super- 
ficie interior  es  lisa,  según  se  observa  en  el  Coccosteus  (figu- 
ra 60).  El  punto  de  semejanza  que  principalmente  debe 
notarse,  sin  embargo,  es  el  contraste  que  ofrece  la  poderosa 
armadura  de  la  cabeza  y del  dorso  con  la  desnudez  de  las 
partes  posteriores  del  animal,  carácter  particularmente  mar- 


15 


59'  escudo  ventral  del  pterichtiiyus  {Devónico) 
según  I’ander 

cado  en  el  Coccosteus,  y aparente  también,  aunque  no  tanto, 
en  algunos  otros  géneros,  tales  como  en  los  Pterichthys  y 
asterolépidos.  Desde  el  hocico  hasta  la  extremidad  posterior 
de  la  placa  dorsal,  el  Coccosteus  está  como  metido  en  una 
fuerte  armadura,  cuyas  placas  se  conservan  tan  perfectamente 
en  las  antiguas  formaciones  como  las  del  Pimelodus  del 
Ganges  en  los  escaparates  del  Museo  de  Elgin;  pero  desde 
la  extremidad  de  la  placa  que  está  inmediatamente  sobre  la 
aleta  dorsal,  hasta  la  cola,  es  decir,  mas  de  la  mitad  de  todo 
el  largo  del  pez,  parece  haber  estado  desnuda,  sin  la  protec- 
ción de  una  sola  escama;  de  tal  modo  que  en  los  mejores 
ejemplares  se  conserva  solo  el  esqueleto  interno  y los  radios 
de  las  aletas.  El  Pterichthys  tenia,  además  de  la  fuerte  arma- 
dura de  la  cabeza  y del  cuerpo,  otra  posterior  de  escamas 
comparativamente  endebles,  como  si  bastara  esta  cubierta 
para  proteger  las  partes  menos  vitales.  En  el  asterolepis  se 
observa  una  disposición  semejante,  solo  que  faltaba  la  coraza 
de  placas;  este  pez  tenia  una  ligera  armadura  de  escamas;  y 
la  desproporción  entre  la  de  la  cabeza  y la  del  cuerpo,  por 
lo  que  hace  á su  resistencia,  era  todavía  mayor  que  en  el 
Pterichthys.  Las  placas  occipitales  son  en  algunos  de  los 
mayores  individuos  de  tres  cuartos  de  pulgada  de  grueso, 
mientras  que  las  escamas  no  suelen  exceder  de  una  línea. 

El  porqué  de  esta  desproporción  entre  las  diversas  partes 
de  la  armadura  en  el  mismo  pez,  como  se  observa  en  el  Pte- 
richthys y el  Asterolepis,  ó la  razón  de  que  una  parte  del 
animal  esté  poderosamente  armada  mientras  que  la  otra  se 
halla  completamente  desnuda,  como  vemos  en  el  Coceos, 


DIPTERIDOS 


493 


Fig.  ÓO- — ESCUDO  CÉFALO-TORÁCICO  DEL  COCCOSTEUS  DECJPIENS 

( Devónico) 

madura,  acostumbrara  á ocultarse  en  el  cieno,  como  el  silu- 
rus  glanus  ó el  pimelodus  güilo,  para  coger  mas  fácilmente 
su  presa,  y también  con  el  objeto  de  presentar  á sus  enemi- 
gos, en  caso  de  acometida,  la  parte  mejor  armada. 


FAMILIA  I— DIPTERIDOS 

Esta  familia  comprende  algunos  peces  heterocercos,  con 
dos  aletas  dorsales  y una  anal  grande,  que  por  su  posición 
contribuye  á dar  mas  fuerza  á la  cola.  La  cabeza  es  ancha 
y está  bien  defendida  por  huesos  ganoidéos;  los  dientes  son 
cónicos; las  escamas  perforadas  por  diminutos  agujeros;  y el 
cordon  dorsal  es  persistente. 

En  el  género  Dipterus  (fig.  61),  las  dos  dorsales  d i,  d 2 
son  opuestas  á la  anal  a , y el  espacio  se  extiende  á las  ven- 
trales vy  hallándose  la  última  un  poco  delante  de  la  primera 
dorsal.  El  Dipterus  macrolepidotus  se  caracteriza  por  el  gran 
tamaño  de  sus  escamas.  Encuéntranse  sus  restos  en  la  anti- 
gua arenisca  roja  de  muchas  localidades  de  Escocia  é Ingla- 
terra. 


teus,  son  cosas  que  el  geólogo  no  puede  determinar.  Las 
rocas  le  presentan  solo  el  hecho  de  la  desproporción,  sin 
darle  mas  explicaciones;  pero  la  historia  natural  de  los  peces 
existentes,  que  nos  da  á conocer  una  armadura  semejante, 
tal  como  la  de  los  pimelodus,  puede  arrojar  alguna  luz  para 
descifrar  el  enigma.  Al  hablar  Hamilton  de  los  peces  del 
Ganges,  describe  el  habitat  de  varias  especies  indias  de  pi- 
melodus, pero  no  sus  instintos  característicos.  Sábese,  sin 
embargo,  que  algunas  especies  de  siluros,  tal  como  el  silurus 
glanus,  no  persiguen  á su  presa,  que  consiste  en  pececillos, 
sino  que  se  ocultan  entre  el  cieno  para  apoderarse  de  sus 
víctimas  cuando  las  tienen  á su  alcance.  El  pimelodus  güilo, 
especie  que  tiene  la  cabeza  muy  bien  armada,  y el  cuerpo 
desnudo,  acostumbra,  según  dice  Mr.  Duff,  á introducirse 
en  los  agujeros  de  los  bancos  cenagosos,  desde  los  cuales 
saca  la  cabeza  para  coger  al  paso  los  pequeños  séres  de  que 
se  alimenta.  En  el  mundo  animal  se  observan  muchas  de 
estas  compensaciones;  y así  vemos  que  los  séres  que  tienen 
la  mitad  del  cuerpo  bien  armada,  poseen  un  admirable  ins- 
tinto para  proteger  la  otra.  No  seria,  pues,  improbable  que 
el  Coccosteus,  pez  muy  pesado,  solo  provisto  de  media  ar- 


FAMILIA  DE  LOS  ESTURIONIDOS 

Los  esturiones  constituyen  un  grupo  excepcional  de  peces 
en  la  actualidad,  comprendiendo  uno  de  los  pocos  géneros 
existentes  (sturio)  que  están  provistos  de  escamas  ganoidéas, 
siquiera  del  tamaño  y figura  de  placas  unidas  por  sutura  en 
la  cabeza,  y dispuestas  en  series  á lo  largo  del  tronco.  El 
tipo  placo-ganoidéo  del  exo-esqueleto  se  combina  con  un 
antiguo  carácter  de  la  columna  vertebral,  que  consiste  en 
que  el  notocordo  es  persistente,  faltando  por  lo  tanto  los 
cuerpos  vertebrales.  En  otros  géneros  de  la  familia,  el  exo- 
esqueleto  se  agranda  demasiado,  de  modo  que  encajona  la 
parte  caudal  del  tronco  (scaphyrhynchus),  o bien  falta  casi, 
como  sucede  en  la  spatularia,  de  la  América  del  Norte.  La 
base  esquelética  de  la  cabeza  y de  las  aletas  es,  sin  embargo, 
suficientemente  dura  para  conservarse  en  estado  fósil;  así 
es  que  los  peces  afines  del  género  aberrante  antes  citado, 
fueron  conocidos  como  habitantes  de  los  mares  liasicos  de 
las  costas  británicas  (Lyme  Regis,  Whitby).  El  descubridor 
de  este  género,  M.  Agassiz,  fué  quien  le  aplicó  el  nombre  de 
Condrosteus.  Egerton  ha  descrito  y figurado  muy  bien  dos 
especies. 

Por  la  disposición  de  las  placas  craneanas,  de  los  maxilares 
y de  los  arcos  de  las  mandíbulas;  por  la  persistencia  del 
cordon  dorsal  y la  aparente  composición  del  neuro- apófisis 
de  dos  piezas;  y por  la  confluencia  en  fin,  del  escapular  con 
el  coracoides,  los  condrosteos  se  asemejan  á los  esturiones; 
pero  por  la  estructura  del  hioides  y las  regiones  operculares, 
por  la  mejor  osificación  del  endo- esqueleto,  y la  figura  y 
número  de  ciertas  escamas  de  la  cola,  los  condrosteos 
revelan  mas  afinidad  con  los  lepidoganoidéos.  Por  la  ausencia 
de  una  placa  armada  de  espinas  frente  á cada  aleta  central, 
por  la  posición  mas  avanzada  de  la  dorsal,  y su  mayor  altura, 
se  parece  á la  spatularia.  El  esturión  liásico  parece  haber 
disfrutado  de  una  existencia  mas  tranquila  que  la  délos  que 
hoy  existen;  los  moluscos  y otros  animales  asociados  prue- 
ban el  carácter  marino  de  las  aguas  que  habitaba.  Las  del- 
gadas capas  laminares  de  pizarra  y caliza  en  que  se  encuen- 
tran los  restos  de  este  pez  indican  la  tranquilidad  del  mar 
en  que  vivió ; su  piel  suave,  cuyo  color  se  armonizaba  sin 
duda  con  el  del  fondo  cenagoso,  le  permitiria  ocultarse  y 
pasar  desapercibido  de  los  feroces  saurios  con  los  cuales 
coexistía;  de  modo  que  el  condrosteo  no  necesitaba  arma- 
dura defensiva  ni  gran  rapidez  en  la  locomoción  para  liber- 


tarse de  sus  enemigos. 

Los  restos  de  un  verdadero  esturión  (accipenser)  no  han 
sido  hallados  hasta  aquí  en  formaciones  mas  antiguas  que  la 
del  eoceno  de  Sheppey. 

SUB-ÓRDEN  II 


paleontología 


4<)4 


En  el  género  afine  Diplopterus,  las  dorsales  están  mas  se- 
paradas, y los  dientes,  en  menor  número,  son  mayores.  Se 
han  reconocido  cuatro  especies  en  la  arenisca  roja  antigua 
de  Gamrie,  Orkney  y Lethenbar,  hallándose  dos  en  el  ter- 
reno carbonífero. 


Fig.  6/. — DIP'I'ERUS  MACROLEP1DOTUS  (ÜCVÓ)lÍco) 


En  el  género  Osteolepis,  la  primera  dorsal  está  cerca  del 
lomo;  los  dientes  son  agudos;  y ninguna  de  las  especies 
excede  de  un  pié  de  largo:  todas  proceden  del  devónico. 

JVyfj  HAMIIMJt-ACANTARlDOS— — Li 

Las  especies  de  esta  familia  se  caracterizan  por  tener  muy 
pequeñas  las  escamas,  y por  ser  heterocercos  y notocordales. 
Frente  á cada  aleta  existe  una  fuerte  espina;  la  cabeza  es 
gande;  las  órbitas  están  bastante  próximas;  la  boca,  muy 
ancha,  se  forma  principalmente  por  los  maxilares,  abrién- 
dose oblicuamente  hácia  arriba;  de  manera  que  estos  peces 
ofrecen  en  cierto  modo  el  aspecto  de  los  uranóscopos;  se 
hallan  además  provistos  de  muchos  radios  branquióstegos. 
Los  principales  géneros  proceden  de  la  arenisca  roja  anti- 
gua, y figuran  en  el  orden  siguiente:  Cheiracanthus,  carac- 
terizados por  tener  una  sola  dorsal  situada  frente  á la  anal; 
Acanthodes,  que  tienen  la  dorsal  detrás  de  la  anal;  y Diplo- 
canthus  (fig,  62)  provistos  de  dos  dorsales. 


Fig.  Ó3.— niPLOCAXTHUS  Sl'RIATUS 


El  Diplocanthus  striatus  se  encuentra  en  el  devónico  de 
Cromarty.  En  la  fig.  62,  y restantes,  p es  la  aleta  pectoral, 
d la  dorsal,  v la  ventral,  a la  anal  y c la  caudal.  Obsérvase 
que  en  esta  especie  es  muy  prolongado  el  lóbulo  superior 
de  la  caudal.  En  los  acantódidos  se  nota  que  las  espinas  de 
las  aletas  están  ligeramente  fijas  en  la  piel,  como  sucede  en 
los  recientes  §pinax,  sin  presentar,  como  los  siluroideos  y 
otros  veces  óseos  modernos,  una  estructura  articulada. 

Los  Cheirolepis,  caracterizados  también  por  sus  diminu- 
tas escamas,  tienen  la  aleta  dorsal  detrás  de  la  anal;  pero 
en  ninguna  de  ellas  hay  espina;  la  boca  es  ancha;  los  dientes 
pequeños  y uniseriales.  Algunas  especies  de  la  presente  fa- 
milia, tales  como  el  Acantodes  Bronii  y el  Acantodes  sulca- 
tus,  existieron  en  los  mares  del  período  carbonífero. 

FAMILIA  III  — CELACANTIDOS 

Las  especies  de  esta  familia  se  caracterizan  por  el  ahueca- 
miento de  los  rayos  ó espinas,  de  cuyo  carácter  derivan  el 


nombre.  La  aleta  caudal  ofrece  una  estructura  particular 
continuándose  la  columna  vertebral  mas  allá  de  su  parte 
media,  y presentando  una  especie  de  apéndice  delgado  entre 
los  dos  lóbulos  normales.  Los  celacantos  abundan  sobre 
todo  en  los  terrenos  devónico  y carbonífero ; algunos  se  en- 
cuentran en  las  capas  jurásicas  y hasta  cretáceas;  pero  todos 
se  extinguieron  antes  de  la  época  terciaria. 

En  las  formaciones  cretáceas  de  Kent  y Sussex  se  han 
descubierto  buenos  ejemplares  de  peces  homocercos  con 
escamas  ganoidéas  redondeadas,  que  presentan  dibujos  exte- 
riormente  y está  perforadas  por  tubos  de  mucus,  muy  pro- 
minentes, según  se  indica  en  la  figura  63. 

Mr.  Agassiz  los  atribuyó  al  género  llamado  Macropoma, 
y á la  familia  de  los  celacántidos.  En  el  Museo  británico  se 
conservan  restos  del  interior  del  canal  alimenticio,  en  los 
que  se  ven  impresiones  de  una  ancha  valva  espiral.  Una 
especie,  el  Macropoma  Egertoni,  es  de  la  arcilla  de  Speeton, 
y la  otra  M.  Mantelli,  se  encuentra  en  la  creta. 

Los  celacántidos  están  representados  en  las  capas  carbo- 
níferas por  el  C.  lepturus,  en  las  pérmicas  por  el  C.  granu- 
losus,  y en  las  triásicas  por  el  C.  minor. 

El  Glyptolepis  tenia  una  cola  heterocerca,  con  escamas 
redondeadas,  lisas  exteriormente,  y presentando  comparti- 
mientos radiados  en  el  interior.  El  G.  microlepidotus,  del 
que  representamos  algunas  escamas  agrandadas  en  la  figu- 
ra 65,  se  encuentra  en  el  devónico  de  Escocia  y Rusia. 

Los  Phyllolepis  solo  se  conocen  hasta  ahora  por  sus  gran- 
des escamas  lisas,  ó surcadas  concéntricamente,  algunas  de 
las  cuales  tienen  seis  pulgadas  de  diámetro.  El  Ph.  concen- 
tricus  existe  en  el  devónico  de  Clashbinnie;  el  Asteolepsis 
es  de  la  arenisca  roca  media  de  Elgin ; el  Bothriolepis  se 
descubrió  en  el  superior  de  Escocia  y Rusia ; y el  Glypto- 
pomus,  con  sus  huesos  craneanos,  en  la  misma  formación 
en  Dura  Den. 

FAMILIA  IV  — HOLOPTIQUIDOS 

El  género  típico  de  esta  familia  fué  primeramente  recono- 
cido y caracterizado  por  las  escamas  fósiles,  dándoseles  el 
nombre  de  Holoptychius  (Agassiz),  así  como  también  por 
los  dientes,  que  se  llamaron  rhizodus.  Comprenden  especies 
que  han  dejado  sus  restos  en  el  devónico  y en  las  capas 
carboníferas;  afines  á los  celacántidos,  teniendo  como  ellos 
huesos  y espinas  en  parte  osificadas,  cuyo  interior  conserva 
el  primitivo  estado,  ofreciéndose  hueco  en  los  fósiles.  La 
cabeza  estaba  protegida  por  grandes  placas  tuberculadas  y 
ganoidéas;  los  dientes  son  de  dos  clases;  pequeños  y seriales 
y grandes  caninos,  hallándose  estos  últimos  situados  á in- 
tervalos; en  unos  y otros  se  reconoce  la  estructura  laberín- 
tica en  su  base,  que  está  anquilosada  al  hueso  de  la  man- 
díbula. 

El  término  genérico  rhizodus,  se  conserva  páralos  holop- 
tiquidos  de  las  capas  carboníferas  que  tienen  dientes  seria- 
les mas  robustos  y obtusos,  mientras  que  los  caninos  son 
mas  largos  y agudos.  Las  especies  de  verdaderos  Plolopty- 
chius,  tales  como  el  H.  giganteus  (Ag.)  y el  H.  nobilissimus, 
se  encuentran  en  el  devónico.  En  el  Museo  británico  se 
conserva  un  ejemplar  de  la  última  especie,  que  tiene  dos 
piés  y seis  pulgadas  de  largo,  y que  fué  descubierto  en  la 
antigua  arenisca  roja  de  Glashbinnie,  cerca  de  Perth.  Es 
principalmente  notable  por  el  tamaño  y dibujo  de  las  esca- 
mas ganoidéas  (fig.  64). 

Unos  grandes  dientes  fósiles,  con  la  mas  compleja  y den- 
drítica  disposición  de  los  tejidos,  caracterizan  á un  género 
designado  con  el  nombre  de  Dendrodus , que  probable- 
mente pertenece  á la  familia  de  los  holoptiquidos.  La  com- 


HOLOPT1QUIDOS 


plexidad  es  producida  por  numerosas  hendiduras  que  irra- 
dian de  una  masa  céntrica,  la  cual  llena  mas  ó menos  la 
cavidad  de  la  pulpa  de  los  dientes,  al  parecer  simplemente 
cónicos,  de  este  género.  La  figura  66  dará  idea  de  uno  de 
estos  dientes  fósiles  de  tamaño  natural;  ¿7,  es  la  sección 
trasversa;  y la  figura  67  representa  una  parte  de  la  misma 
sección  ( a),  aumentada  en  veinte  diámetros.  De  este  modo 
se  distingue  la  cavidad  central  de  la  pulpa,  relativamente 
pequeña,  y de  forma  irregularmente  lobulada,  una  parte  de 


Fig.64,—  ESCAMA  Fig.  . GLYPTO-  Fig.  66. — DIENTE  DEL  DEN 
DEL HOLOPTY-  MICROLEPIDOTUS  DRODUS  BIPORCATUS 
chius  NORiLissi-  ( Devónico ) 

MUS  ( Devónico ) 


495 

golpe  seco  y bien  dirigido  con  el  martillo,  se  reconocerá  la 
causa  de  su  densidad  superior  en  un  ejemplar  mas  ó menos 

perfecto  de  los  restos  fosilizados  de  algún  animal,  comun- 
mente de  un  pez. 

I ero  los  peces  placoganoidéos,  lepidoganoidéos,  hetero- 
cercos  y notocordales,  de  la  época  devónica,  existieron  en 
tan  inmensa  cantidad  en  ciertas  localidades  favorecidas,  que 
toda  la  masa  de  los  depósitos  de  sedimento  se  alteró  por 
los  restos  en  descomposición  de  las  generaciones  sucesivas 
de  dichos  peces.  Las  rocas  devónicas  de  Ciathness  son  un 
ejemplo  de  ello:  deben  sus  especiales  cualidades  de  tena- 
cidad, densidad  y dureza,  á los  peces  muertos  que  pu- 
lulaban en  el  primitivo  cieno;  una  gran  parte  del  condado 
de  dicho  nombre  formaba  en  otro  tiempo  el  fondo  de  lo  que 
realmente  pudiera  llamarse  una pischia  mirabilis . Y sin  em- 
bargo, hay  personas  que  conociendo  las  maravillosas  estruc- 
turas de  los  extinguidos  peces  devónicos,  la  naturaleza  alte- 
rada del  sedimento  que  les  rodeó,  por  efecto  de  la  descom- 
posición y disolución  de  las  partes  blandas  de  los  antiguos 
peces,  rechazan  deliberadamente  las  conclusiones  deducidas 
de  la  sana  razón;  Estos  irracionalistas  tratan  de  hacer  creer 
que  Dios  presentó  así  todos  estos  fenómenos;  que  los  huesos 
fósiles,  las  escamas  y los  dientes  no  fueron  nunca  recientes; 
que  no  se  desarrollaron  verdaderamente,  sino  que  se  crearon 


la  cual  se  indica  con  la  letra  p;  está  inmediatamente  rodeada 
por  secciones  trasversas  de  canales  cilindricos  vasculares  de 
diferentes  tamaños,  y mas  allá  se  ven  otros,  que  son  los  me- 
dulares y figuran  en  mayor  número,  pudiendo  considerarse 
como  agregaciones  de  la  cavidad  central  antes  citada.  Estas 
últimas  se  unen  entre  sí  en  la  sección  trasversa  por  un 
tejido  de  pequeños  canales  vasculares,  correspondientes  á 
la  textura  ósea  en  que  se  ha  convertido  la  pulpa.  Desde  la 
circunferencia  del  tejido  central  irradian  á intervalos  grietas 
rectas  que  van  á terminar  en  la  periferia  del  diente,  y que  se 
dividen  una  ó dos  veces  en  su  transcurso ; las  ramas  que 
forman  divergen  ligeramente.  Toda  la  periferia  de  la  sección 
trasversa  del  cuerpo  central  retículo-vascular  del  diente 
presenta  un  contorno  dentado;  y de  cada  división  parten 
ramas  cortas,  por  lo  general  en  ángulo  recto  con  el  tronco  ó 
que  se  inclinan  hácia  la  periferia;  las  ramificaciones  que  así 
se  forman  terminan  en  dilataciones  irregulares,  de  forma  en 
cierto  modo  angular  que  simulan  hojitas;  á cada  lado  de 
los  radios  medulares  se  cuentan  de  quince  á veinticinco  ó 
treinta  y seis  de  estas  pequeñas  ramas  laterales. 

Tales  son  algunas  de  las  formas  y estructuras  de  los  peces 
que  habitaban  los  mares  cuyos  sedimentos  se  han  endureci- 
do en  las  antiguas  areniscas  rojas  de  la  Gran  Bretaña,  de 
Rusia  y otras  partes  del  mundo;  y en  este  procedimiento 
de  consolidación  han  tenido  su  parte  los  esqueletos  de  los 
peces  sepultados  en  el  cieno  primitivo.  Así  como  un  molde 
de  yeso  adquiere  mayor  densidad  y consistencia  por  medio 
de  la  ebullición  en  aceite,  así  los  principios  grasosos  y amo- 
niacales de  los  peces  descompuestos  comunicaron  ála  arena 
que  les  rodeaba  mas  dureza  y compacidad  que  la  que  tiene 
el  sedimento  á donde  no  han  llegado  los  principios  animales. 
Por  efecto  de  los  trastornos  que  sufrió  el  sedimento  devóni- 
co, varias  partes  de  él,  rotas  y expuestas  á la  acción  de  los 
torrentes,  quedaron  reducidas  á detritus,  siendo  arrastradas 
por  las  aguas,  excepto  ciertos  nódulos,  por  lo  general 
de  forma  elíptica  aplanada,  y mas  duros  que  la  arenisca  que 
los  circuía.  Ellos  son  los  que  forman  el  lecho  de  muchas 
corrientes  de  las  montañas  en  la  arenisca  roja  de  los  distri- 
tos de  Escocia.  Si  se  parte  uno  de  estos  nódulos  de  un 


fósiles,  como  los  hemos  visto;  que  los  séres  que  simulan  no 
existieron  jamás;  y que  la  superior  dureza  de  la  masa  fué 
igualmente  debida  á la  primitiva  creación,  y no  á una  causa 


AMILIA  V— PALEONICIDOS 


Los  placoganoidéos  tan  ricamente  representados  en  la 
época  devónica,  desaparecen  en  la  carbonífera,  aumentando 
en  número  los  lepidoganoidéos.  En  la  presente  familia  se 
combinan  con  escamas  romboidales,  una  cola  heterocerca, 
y mandíbulas  armadas  de  numerosos  y pequeños  dientes 
muy  compactos.  El  género  típico  es  el  llamado  Palteoniscus 


PALEONTOLOGIA 


Oig.  6S),  cuyas  especies  están  distribuidas  en  las  capas  car- 
boníferas y pérmicas:  caracterízanse  por  sus  aletas  de  regular 
tamaño,  siendo  la  dorsal  D única,  y opuesta  al  intervalo  que 
existe  entre  la  anal  A y la  ventral  V:  cada  una  de  las  aletas 
presenta  una  espina  como  primer  radio;  y la  parte  anterior 
de  la  cabeza  es  obtusa.  Los  Palseoniscus  de  las  formaciones 
carboníferas  de  Burdie  House,  cerca  de  Edimburgo,  tienen 


Peces  homocercos  rombo-ganoidéos,  con  una  corta  aleta 
dorsal,  y algunos  dientes  mucho  mayores  que  los  demás. 


la  superí 
en  el  P. 
de  otras 
nental  y amen 
P.  fultus  de 


5MSCUS  (Pérmico ) MMAM 

rna  de  as  escamas  estriada,  como  se  observa 
íus  y el  P.  striatus;  pero  los  Palteoniscus 
ides  británicas,  y de  las  formaciones  conti- 
ía,  tienen  las  escamas  lisas,  según  se  ve  en 
América  del  Norte  y el  P.  minutus  de  las 
eras  de  Munster  Appel.  El  Palreoniscus  Freies- 
es  la  especie  mas  común  del  género,  y la  primera  que 
noció;  conócense  otras  cuarenta,  que  proceden  prin- 
períodos  carbonífero  y pérmico:  el  Palaeo- 
de  Egerton,  hallado  en  Rowington  (con- 
dado de  vVarwich),  parece  ser  el  último  representante  del 
género.1  11  _ " ' _ 

Los  Arablypterus,  cuya  distribución  geográfica  es  como  la 
de  los  Palieoniscus,  difieren  de  ellos  por  tener  la  cola  mas 
corta  y mas  grandes  las  aletas,  que  carecen  de  espinas  ante 
riores.  En  la  figura  69,  a indica  la  superficie  exterior  de  las 
partes  de  dos  series  de  escamas  ganoidéas  romboidales;  y b la 
interior,  que  marca  la  abertura  formada  en  una  extremidad 
para  encajar  en  la  escama  siguiente.  La  especie  en  que  mas 
marcada  aparece  tal  estructura  es  el  Amblypterus  striatus, 
de  las  formaciones  carboníferas  de  Newhaven.  Otras  especies 
han  dejado  sus  restos  en  el  período  triásico. 

Los  Elonictis,  del  carbonífero  de  Wettin,  que  tienen  los 
huesos  de  las  mandíbulas  estriados  longitudinalmente,  pre- 
sentan otros  caractéres  de  los  dos  géneros  citados. 

Los  Plectrolepis,  del  carbonífero  de  Escocia,  se  distin- 


s carboní 


eni 


pers 


thys,  de  Agassiz.  La  cabeza  hállase  protegida  por  fuertes 
placas  genoidéas  de  hermoso  pulimento;  y las  escamas  son 
de  ordinario  granuladas  exteriormente.  El  género  típico, 
Saurichthys,  tiene  los  dientes  encajados  en  una  cavidad 
alveolar,  como  en  el  Ictiosauro,  hallándose  la  corona  divi- 
dida por  una  ligera  contracción  desde  la  base.  Todas  las 
especies  conocidas  de  Saurichthys  son  triásicas:  el  S.  longi- 
dens  es  procedente  del  horizonte  osífero  de  Bristol. 

FAMILIA  VII— CATÚRIDOS 


GENERO  CATURUS 

ste  género  se  observa  que  las  mandíbulas  están  ar- 
s de  grandes  dientes  cónicos  y compactos;  las  escamas 
licadas;  las  aletas  de  regular  tamaño;  todas  las  especies 
omocercas  y notocordales  (fig.  70).  La  dorsal  d es 
ta  á la  ventral  v.  Una  especie  de  Caturus  (C.  Buch- 
es del  lias;  pero  las  mas,  como  el  C.  furcatus,  proceden 


.¡CtJJ  - 

Fig.  jo.  caturus  kurcatus  ( Oolila)  de  Solenhofen 

de  las  calizas  biográficas  de  Solenhofen.  La  especie  mas 
recientemente  conocida,  C.  sirailis,  es  de  la  creta  de  Kent. 

Los  géneros  Pachicormus,  Saurostomus,  Souropsis,  Thris- 
sonotus  y Eugnathus  son  liásicos,  todos  de  la  presente  fami- 
lia. Algunos  paleontólogos  consideran  que  está  representada 
en  la  actualidad  por  el  género  norte  americano  Lepidosteus; 
pero  en  este  pez  el  cordon  dorsal  hállase  convertido  en 
cuerpos  vertebrales  óseos,  unidos  por  articulaciones,  y la 
cola  es  heterocerca. 


Fig.  69.  escamas  DEL  amblypterus  STR.ATUS  (Carbonífero ) 

guen  por  sus  gruesas  escamas,  con  cuatro  ó cinco  espinas  en 
su  borde  posterior;  y también  por  tener  la  dorsal  mas  avan- 
zada que  en  ningún  otro  género  de  paleonicidos. 

FAMILIA  VI— SAURICTIDOS 

En  el  terreno  carbonífero  de  Carluke,  cerca  de  Glasgow, 
y en  otras  localidades,  han  dejado  sus  restos  magníficas  es- 
pecies deganoidéos  de  escamas  romboidales,  y con  grandes 
dientes,  que  rivalizan  en  algunos  conceptos  con  las°de  los 
grandes  saurios,  siendo  este  último  carácter  la  causa  de  que 
se  les  confundiera  con  ellos:  constituyen  el  género  Megalich- 


FAMILIA  VIII— PICNODANTIDAS 


El  nombre  de  este  grupo  de  peces  ganoidéos  se  refiere  á 
la  forma  redondeada  de  la  mayor  parte  de  los  dientes,  sobre 
todo  de  aquellos  que  están  fijos  al  paladar;  los  anteriores, 
muy  reducidos  en  numero,  son  pequeños  y sub- prensiles* 
pero  todos  indican  que  estos  peces  pueden  alimentarse  de 
animales  testáceos  y crustáceos.  En  los  modernos  sparoi* 
déos,  cuya  dentición  es  análoga,  los  dos  premaxilares  están 
opuestos  á los  dos  premandibulares;  pero  en  los  extinguidos 
I icnodontes,  el  vomer,  como  en  los  Anarquides,  opone  su 
pavimento  de  dientes  al  de  los  dos  premandibulares  muy 
aproximados  entre  sí,  sea  á los  elementos  dentarios  de  la 
mandíbula  inferior. 

Los  Picnodontes  eran  en  su  mayor  parte  peces  de  cuerpo 
alto,  y simétricamente  comprimido  lateralmente:  algunas  de 
las  primitivas  formas  tenían  el  carácter  heterocerco;  pero  los 
que  componen  la  mayoría  de  la  familia  eran  homocercos. 

El  tipo  de  los  picnodontidos  se  manifestó  primero  en  el 
terreno  carbonífero  por  el  género  Platysomus,  y por  la  espe- 
cie P.  parvulus,  que  se  encontró  en  dicho  horizonte  en 
Leeds;  siquiera  el  género  esté  principalmente  representado 


LEPIOLÉPI dos 


497 


por  especies  pérmicas,  de  las  cuales  constituye  un  buen 
ejemplo  el  Platysomus  gibosus  (fig.  71). 

En  el  lias  se  encuentran  muchos  magníficos  peces  fósiles 
de  este  grupo,  que  Mr.  Bronn  consideró  como  del  género 
Tetragonolepis.  Mr.  Egerton  ha  demostrado  que  la  dentición 
es  la  de  los  Picnodontes,  ofreciendo  íntima  semejanza  con 
la  del  Microdon;  pero  con  el  aparato  masticatorio  mas 
pequeño  en  proporción  al  tamaño  del  pez. 

GÉNERO  PYCNODUS 

El  género  tipo  de  la  familia  se  caracteriza  por  el  gran 
tamaño  de  los  dientes,  de  corona  plana  y redondeados,  que 
cubren  las  anchas  quijadas,  formando  como  un  pavimento 
de  tres  á cinco  series;  en  la  parte  anterior  de  aquellas  hay 
dos  ó mas  incisivos  cortantes,  así  en  la  parte  superior  como 
en  la  inferior. 


son  peces  de  cuerpo  prolongado,  hallándose  sus  represen- 
tantes distribuidos  desde  el  lias  hasta  las  formaciones  supe- 
riores de  Purbeck  (Philodophorus  ornatus)  y la  creta  (Se- 
mionotus  Bergeri). 

FAMILIA  X-LEP1DÓTID0S 

Los  lepidótidos  son  peces  homocercos  romboganoidéos, 
con  dientes  obtusos  y vértebras  bien  osificadas. 

El  género  tipo  de  esta  familia,  el  Lepidotus,  es  notable 
por  la  densidad  y pulimento  de  sus  grandes  escamas  romboi- 
dales é imbricadas;  tiene  una  corta  aleta  dorsal  opuesta  á la 
anal.  Las  especies  están  distribuidas  desde  el  lias  hasta 
la  creta;  y una  de  ellas,  el  Lepidotus  Maximiliani,  se 
encuentra  en  el  período  terciario,  en  la  caliza  basta  de  París. 

Los  Nothosomus  y Ophiopsis  tienen  la  aleta  dorsal  muy 
larga;  en  los  Notagogus  y Propterus  está  casi  dividida  en  dos. 


a 


/>V.  71. — platysomus  gibosus  ( Zccshtñn ) de  MansfieM 

Las  especies  de  Pycnodus  abundan  en  las  formaciones 
jurásicas  superiores  al  lias:  el  P.  rhombus  (fig.  72)  procede 
de  la  caliza  jurásica  tan  rica  en  restos  animales,  que  exhala 
un  olor  fétido,  al  menos  los  ejemplares  procedentes  de  Tor- 
re Orlando,  cerca  de  Nápoles.  La  especie  P.  cretaceus  es 
de  la  creta  superior  de  Kent,  y el  P.  toliapicus  ha  dejado 
sus  restos  en  la  arcilla  eocena  de  Sheppey.  Algunos  dientes 
hallados  en  el  mioceno  aleman  fueron  atribuidos  á este  gé- 
nero; pero  en  este  período,  si  no  en  el  primitivo  terciario,  se 
extinguieron  los  picnodus. 

FAMILIA  IX— DAPÉDIDOS 

Peces  notocordales  rombo  ganoidéos,  con  los  dientes  ante- 
riores cónicos  ó bifurcados,  y los  posteriores  obtusos;  la 
columna  vertebral  y las  escamas  de  los  lados  se  continúan 
en  el  lóbulo  superior  de  una  aleta  anal  casi  simétrica. 

Habiéndose  eliminado  el  Tetragonolepis  de  Bronn,  los 
peces  lepidoidéos  agrupados  por  Agassiz  en  dicho  género 
constituyen  en  la  presente  familia  el  que  Egerton  designa 
con  el  nombre  de  yEchmodus.  Las  especies  de  este  género 
difieren  de  los  Dapedius  por  tener  los  pequeños  dientes 
anteriores  cónicos  y puntiagudos,  en  vez  de  ser  bifurcados; 
y aunque  este  carácter  se  halla  sujeto  á variaciones  conside- 
rándole en  general  á los  dapedioides,  parece  ser  suficiente- 
mente constante  para  justificar  la  separación  hecha  por 
Egerton. 

El  género  típico  Dapedius  está  representado  por  un  pez 
de  cuerpo  comprimido  y alto,  con  una  sola  dorsal,  y que 
tiene  comunmente  los  dientes  anteriores  nudosos:  todas  las 
especies  son  del  horizonte  liásico.  Los  Ambliurus,  de  forma 
semejante,  y también  liásicos,  presentan  una  aleta  anal  muy 
estrecha;  la  boca,  bastante  ancha,  está  armada  de  pequeños 
dientes  puntiagudos.  Los  Semionotus  y los  Philodophorus 
Tomo  IX 


FAMILIA  XI— LEPTOLÉPIDOS 

Los  ganoidéos  de  esta  familia  son  homocercos,  con  peque- 
ñas escamas  redondeadas.  En  el  género  tipo  Leptolepis 
(fig.  73)  son  sumamente  delgadas;  pero  aun  se  descubre  en 
ellas  una  capa  de  sustancia  ganoidéa,  que  ha  contribuido  á 
su  conservación ; los  dientes  son  pequeños,  en  forma  de  ce- 
pillo, contándose  dos  mayores  en  la  parte  anterior;  las  vér- 
tebras están  osificadas.  Las  especies  del  Leptolepis  están 
distribuidas  desde  el  lias  hasta  las  calizas  jurásicas  de  Eich- 
stadt;  abundan  mucho  en  los  depósitos  biográficos  de  Solen- 
hofen  y Pappenheim. 

No  se  tiene  conocimiento  de  que  el  tipo  lepidoganoideo 
sea  anterior  al  período  devónico,  en  el  cual,  no  obstante, 
ofrecía  ya  dos  formas  de  escamas;  en  los  dípteros  eran  rom- 
boideas yen  los  holoptiquios  redondeadas. Entre  los  lepido- 
ganoideos  del  carbonífero,  los  géneros  Palseoniscus,  Pygop- 
terus,  Acrolepis,  Eurynotus,  y otros  varios,  tienen  las  escamas 
romboidales;  los  Coelacanthus,  Isodus,  Phillolepys,  Hoplopy- 
gus,  y algunos  mas,  presentan  escamas  redondeadas. 


De  los  géneros  citados,  los  Acrolepis,  Pygopterus,  Palseo- 
niscus  y Ccelacanthus  continúan  representados  en  el  terreno 
pérmico,  donde  se  encuentran  también  especies  de  los  géne- 
ros ganoidéos  Dryperus  y Globulodus,  si  es  que  los  dientes 
en  que  este  último  está  basado  no  pertenecen  al  Platyso- 
mus, género  picnodontido,  que  es  á la  vez  pérmico  y carbo- 
nífero. 

Las  formaciones  de  los  períodos  mesozoico  ó secundario 
ofrecen  restos  del  completo  desarrollo  del  orden  ganoideo: 
en  el  terreno  triásico  se  halla  representado  aun  por  especies 
heterocercas  y notocordales  pertenecientes  á varios  de  los 

63 


PALEONTOLOGIA 


G AR AGT éres. — Endo-esqueleto  osificado; 
uno  ó mas  de  los  primeros  rádios  desunidos,  ó es 
flexibles;  las  ventrales  mas  avanzadas  que  las  pect 

SUB-ÓRDEN  I— TENOIDEOS 

Exo-esqueleto  como  las  escamas  tenoideas  (fig.  75). 

Este  sub-órden  comprende  las  familias  existentes  repre- 
sentadas por  la  percaberma  y el  chmtodonte : bastará  citar 
como  ejemplo  dos  géneros,  ambos  extinguidos.  El  un  (Semio- 
phorus),  pertenece  á la  familia  de  los  quetodontes;  el  otro 
(Smerdis)  á los  percoidéos. 


rias  de  ictiolitos  de  Monte  Bolea;  pero  algunas,  como  por 
ejemplo,  el  smerdis  minutus  (fig.  76),  son  de  los  depósitos 
del  eoceno  de  Francia.  En  todas  las  especies  se  observa  que 
el  primer  hueso  sub  orbitario,  ó lagrimal  está  fuertemente 
dentado,  como  también  el  preopérculo ; pero  este  no  tiene 


AD 


fig.  73.—  LEPTOLEPIS 


Solenhofen 


El  género  Semiophorus  (fig.  74)  está  exclusivamente 
representado  por  especies  peculiares  de  los  depósitos  tercia- 
rios de  Monte  Bolea : se  caracterizan  por  la  extremada  altura 
ó prolongación  de  la  parte  anterior  de  la  aleta  dorsal,  y por 
la  correspondiente  de  las  delgadas  y puntiagudas  ventrales : 
la  aleta  anal  es  mucho  mas  corta.  Atendida  la  naturaleza 
soluble  de  las  escamas,  y al  esqueleto  bien  osificado,  los  fósi- 


fig.  75 — escama  de  la  perca  (1 reciente ) 

espina  en  el  ángulo;  el  opérculo  termina  posteriormente  por 
una  prominencia  redondeada;  cuéntanse  dos  dorsales,  y las 
escamas  son  pequeñas. 

SUB-ÓRDEN  II — CICLOIDEOS 

Este  sub-órden  comprende  los  peces  teleósticos  que  tie- 
nen desunidas  las  espinas  de  la  parte  anterior  de  la  dorsal  y 
las  escamas  lisas,  flexibles,  circulares  ó elípticas.  No  está 
representado  mas  allá  del  período  cretáceo;  donde  como  en 
el  terciario  eoceno  las  especies  son  de  las  extinguidas.  Hoy 


ORDEN  IV— ACANTO PTE RIGIO 


géneros  del  período  pérmico,  como  los  Coelacanthus , les  de  este  pez,  como  los  mas  de  los  otros  terciarios,  se 
los  Amblypterus  y Palaeoniscus.  El  placodus,  supuesto  evidencian  mas  bien  por  la  columna  vertebral  y el  cráneo 


género  picnodontido  del  muschelkalk,  ha  resultado  ser  un 
saurio. 

De  los  treinta  y tres  géneros  de  peces  del  lias,  solo  cuatro 
estaban  representados  en  períodos  anteriores ; mientras  que 
los  demás  se  extienden  á las  capas  superiores  oolíticas. 
Los  mas  de  estos  son  ganoideos  con  escamas  romboidales; 
los  Leptolepis  las  tienen  redondeadas,  forma  que  aparece 
mas  común  en  los  géneros  mesozoicos  posteriores  al  lias,  tal 
como  rhrissops,  Megalurus,  Oligopleurus,  etc. 

Los  ganoideos  heterocercos  están  casi  del  todo  reemplaza- 
dos en  las  series  oolíticas  por  los  géneros  homocercos,  que 
aparecen  por  primera  vez  en  la  escala  de  la  vida;  pero 
osificación  del  endo-esqueleto  no  es  aun  completa.  En 
terreno  cretáceo  son  numerosos  los  teleósticos,  ó bien 
osificados;  y aquí  también  se  ven  por  vez  primera  peces 
las  escamas  flexibles  tenoideas,  varios  de  cuyos  géner 
continúan  representados  por  especies  vivas. 

En  el  terreno  terciario  disminuye  rápidamente  el  orden 
ganoideo,  siendo  reemplazado  por  peces  de  esqueleto  inter- 
no mejor  osificado,  y con  escamas  mas  delgadas  y flexibles. 
Las  bránquias  están  sostenidas  por  arcos  óseos,  y protegidas 
por  rádios  branquióstegos  y un  opérculo.  El  bulbo  aórtico 
no  tiene  sino  dos  valvas,  y los  nervios  ópticos  son  decusa- 
dos. Muller  propuso  para  este  grupo,  comprendiendo  la 
ayoria  de  los  peces  existentes  y aquellos  que  aparecieron 
.arante  el  período  terciario,  el  nomhre  de  teleosteos,  que 
casi  corresponde  á los  peces  óseos  de  Cuvier.  La  diferencia 
de  forma  de  la  escama  no  parece  haber  tenido  mas  impor- 
tancia, para  la  distinción,  en  los  peces  que  las  presentan 
flexibles  ó córneas,  que  en  aquellos  provistos  de  escamas 
duras  y con  esmalte;  el  borde  dentado,  no  obstante,  déla 
escama  blanda,  puede  servir,  como  el  tipo  cicloideo,  para 
caracterizar  pequeños  grupos. 


que  por  la  piel. 


GÉNERO  SMERDIS 


Las  especies  que  constituyen  este  género  son  de  reducido 
tamaño,  y se  encuentran  principalmente  en  las  capas  tercia- 


malacopterigios 


499 


dia  está  ricamente  representado  dicho  sub-órden  por  las  fa- 
milias de  los  esfirenoideos,  escomberoideos  y jifioideos. 

Hay  dos  especies  de  peces  espada  existentes,  el  Xiphias  y 
los  Hirtiophorus;  en  los  primeros,  la  prolongación  de  los 
premaxilares  confluentes  afecta  la  forma  de  espada  plana,  y 
en  los  otros  redondeada. 

En  la  arcilla  del  eoceno  de  Sheppey  y de  Bracklesham,  se 
hallaron  los  restos  fósiles  de  uno  de  esos  apéndices  óseos  en 
forma  de  espada;  pero  mucho  mas  largo  y delgado  que  el  de 


Fig.  •JÓ. — SMERDIS  MINÜTÜS 

los  Histiophorus  existentes,  que  Agassiz  lo  atribuye  á un  gé- 
nero extinguido  de  la  familia  de  los  Jifioideos,  llamado 
Ccelorynchus,  ó pico  hueco.  El  mejor  ejemplar  conocido 
hasta  aquí  era  el  que  formaba  parte  de  la  colección  del  se- 
ñor Le  Hon,  en  Bruselas,  así  por  su  extraordinairo  tamaño 
como  por  su  buen  estado  de  conservación. 

Orden  v— anacantinos 

CARACTÉRES.— Endo-esqueleto  osificado;  exo  esque- 
leto que  parece  cicloideo  en  algunos,  tenoideo  en  otros; 
aletas  sostenidas  por  radios  flexibles  ó articulados;  las  ven- 
trales, cuando  existen,  están  mas  bajas  que  las  pectorales. 

FAMILIA-GÁDIDOS 

La  familia  típica  de  este  órden  es  la  que  comprende  el 
bacalao,  la  merluza,  y otras  varias  especies  de  los  gadus  de 
Linneo. 

El  Merlinus  cristatus,  y el  Rhinocephalus  planiceps,  de  la 
arcilla  de  Londres,  son  las  formas  mas  antiguamente  cono- 
cidas de  la  familia;  el  bacalao  propiamente  dicho  (morrhua) 
no  parece  haber  existido  antes  del  período  actual. 


AA 


FAMILIA— PLEURONÉCTIDOS 

(PECES  PLANOS) 


í 


En  esta  familia  se  pierden  las  formas  simétricas,  estando 
situados  ambos  ojos  en  un  lado  de  la  cabeza.  En  los  depó- 
sitos terciarios  se  han  encontrado  especies  de  géneros  aun 
existentes  de  esta  familia  tan  modificada.  El  pequeño  roda- 
ballo (Rhombus  minimus)  se  encuentra  en  los  depósitos  ter- 
ciarios de  Monte  Bolea;  y otra  especie  de  sollo,  igualmente 
extinguida  (Solea  antiqua),  fué  descubierta  en  las  margas 
terciarias  de  Ulm. 

ÓRDEN  VI— MALACOPTERIGIOS 

CARACTERES.  — Esqueleto  cartilaginoso;  exo- esqueleto 
y escamas  del  tipo  cicloideo;  aletas  sostenidas  por  radios, 
todos  los  cuales  el  primero  de  la  dorsal  y pectoral  de  algu- 


nas especies,  son  blandos  ó están  unidos.  Los  malacopteri- 
gios son  abdominales  ó apodos,  y tienen  branquias  libre- 
mente operculadas. 

La  carpa,  el  arenque,  el  salmón  y la  anguila  representan 
principalmente  este  orden;  pero  las  especies  de  todos  estos 
géneros  que  han  dejado  sus  restos  en  el  terreno  terciario 
(ninguno  es  mas  antiguo),  difieren  de  las  existentes. 

Los  ganoideos  de  dichas  formaciones  se  hallan  reducidos 
á los  géneros  Lepidosteus  y Accipenser;  pero  pueden  haber 
estado  representados  por  los  palatinos  con  dientes,  desde  la 
arcilla  de  Sheppey,  á los  cuales  se  ha  dado  el  nombre  de 
Pisodus  y Phyllodus. 

«Por  lo  que  hace  á los  peces  del  período  terciario,  dice 
Agassiz,  se  asemejan  de  tal  modo  a las  formas  existen  íes, 
que  es  con  frecuencia  difícil,  considerado  el  enorme  núme- 
ro de  especies  vivas  (mas  de  ocho  mil),  y el  estado  imperfecto 
de  la  conservación  délos  fósiles,  determinar  exactamente  sus 
relaciones  específicas.  En  general  podía  decirse  que  no  se  ha 
encontrado  todavía  una  sola  especie  del  todo  idéntica  con 
cualquiera  pez  marino  de  la  actualidad,  como  no  sea  el  Ma- 
llotus  villosus,  que  se  halla  en  los  nodulos  de  arcilla  de  una 
época  geológica  desconocida  en  Groenlandia. 

Ninguna  clase  de  animales  tiene  tanta  importancia  como 
la  de  los  peces  en  su  aplicación  al  gran  tema  promovido  por 
los  partidarios  de  la  evolución  y de  las  creaciones  sucesivas, 
pues  su  testimonio  está  exento  de  las  objeciones  que  pueden 
hacerse  sobre  la  naturaleza  defectuosa  de  las  pruebas  nega- 
tivas que  aducen  aquellos  en  la  conocida  historia  genética  de 
los  animales  de  respiración  aérea.  Verdad  es  que  muchos 
séres  que  viven  en  tierra  no  son  nunca  llevados  al  mar;  pero 
puede  esperarse  que  algunos  depósitos  marinos  presenten 
espacios  propios  para  determinar  el  carácter  general  de  los 
animales  que  abundaron  en  los  mares,  precipitando  tales  de- 
pósitos. 

Según  el  estado  actual  de  nuestros  conocimientos,  no  po- 
demos asignar  á ninguno  de  los  pasados  períodos  de  la  his- 
toria de  la  tierra  un  carácter  derivado  de  un  completo  y 
diverso  desarrollo  de  toda  clase  de  los  peces  que  el  que  se 
ha  manifestado  hasta  aquí,  ni  es  posible  dar  por  sentado 
tampoco  que  dicha  clase  ha  degenerado  en  cuanto  al  núme- 
ro, la  fuerza,  la  importancia  ó las  modificaciones  del  tipo. 
Del  exámen  retrospectivo  de  la  historia  genética  de  los  peces, 
surge  mas  bien  la  idea  de  un  cambio  que  de  un  progreso,  al 
que  ha  estado  sujeta  la  clase  en  el  trascurso  de  los  tiempos 
geológicos.  Ciertos  grupos,  que  ahora  han  disminuido,  fue- 
ron primitivamente  muy  numerosos,  como  sucede  con  el  ór- 
den de  los  ganoideos  en  el  período  mesozóico,  y las  formas 
de  los  plagiostomos  en  la  misma  época  y la  paleozoica. 

En  cuanto  á la  variedad  de  formas  de  los  peces,  ante  el 
echo  de  que  la  tierra  no  ofrece  ninguna  indisputable  evi- 
dencia de  los  tenoideos  ó cicloideos  anterior  á la  época  cre- 
tácea, mientras  que  conserva  todavía  representantes  vivos  de 
los  ganoideos  y placoideos,  parece  que  el  presente  período 
es  el  del  máximo  desarrollo  de  los  peces,  por  lo  que  hace  al 
número  de  formas  ordinarias  ó modificaciones  de  la  clase. 
Representa,  sin  embargo,  mas  bien  los  resultados  de  un 
cambio  que  depende  de  la  progresiva  apropiación  de  un  tipo 
mas  especial,  y los  escomberoideos  parecen  figurar  ahora  en 
primer  término  de  la  modificación  de  los  peces  en  las  series 
vertebradas.  Pero  como  la  persistencia  de  los  caracteres  ge- 
nerales de  los  vertebrados,  en  las  mas  primitivas  formas  de 
peces  implica  mas  íntima  afinidad  con  los  séres  de  la  clase 
de  respiración  aérea  y sangre  fría,  puede  suponerse  un  mas 
elevado  carácter  de  organización  en  los  placoideos  y ganoi- 
deos paleozoicos,  que  en  los  tenoideos  y cicloideos  forman 
la  gran  mayoría  de  la  clase  en  la  actualidad.  El  anatómico 


5oo 


PALEONTOLOGIA 


que  se  proponga  disecar  un  tiburón,  un  políptero  ó un  lepi- 
dosteo,  se  fijará  particularmente  en  la  estructura  del  cerebro, 
del  corazón  y de  los  órganos  generativos;  pero  el  paleontó- 
logo indicará  el  cordon  dorsal  persistente  y la  cola  hetero- 
cerca  en  los  peces  paleozoicos  y muchos  mesozoicos  para 
demostrar  una  paralización  en  el  desarrollo,  ó una  persis- 
tencia de  los  caractéres  embrionicos  en  aquellos  peces  pri- 
mitivos. 

Otra  conclusión  podría  deducirse  de  los  cambios  de  forma 
de  los  peces  en  diferentes  épocas  de  la  historia  de  la  tierra; 
y es  que  algunas  especies,  tal  como  el  nutritivo  bacalao,  el 
sabroso  arenque,  el  delicado  salmón  y el  suculento  sollo, 
predominaron  en  gran  manera  durante  el  período  que  pre- 
cedió inmediatamente  y acompañó  al  advenimiento  del 
hombre,  ocupando  el  lugar  de  otras  especies  que,  á juzgar 
por  los  cartilaginosos  tiburones  y los  huesosos  lepidosteos, 
eran  mucho  menos  apropiadas  para  proporcionar  á la  huma- 
nidad un  sabroso  y sano  alimento. 

M II  II I ICNOLOGlA  //[  I 

Al  empezar  la  historia  genética  de  la  clase  de  los  reptiles, 
debemos  averiguar,  como  hicimos  con  los  peces,  en  qué 
período  de  la  historia  de  la  tierra  aparecieron,  y bajo  qué 
formas;  en  que  época  alcanzaron  su  mayor  desarrollo,  dis- 
curriendo respecto  al  tamaño,  grado  de  estructura,  número 
y diversidad  de  sus  representantes,  relaciones  que  las  espe- 
cies actuales  de  las  clases  conservan  con  las  precedentes. 
Hace  veinticinco  años  que  los  mas  antiguos  restos  de  reptiles 
conocidos  eran  los  del  llamado  monitor  de  Turingia,  del 
terreno  pérmico  de  Alemania;  pero  desde  entonces  se  ha 
descubierto  el  Apateon  ó Archegosauro  en  un  depósito  car- 
bonífero de  Bañera;  y en  las  areniscas  carboníferas  de  la 
America  del  Norte  se  han  reconocido  huellas  que  atestiguan 
el  hecho,  si  no  el  principio  de  la  existencia  de  los  reptiles 
en  aquel  período  de  la  historia  de  la  tierra;  pero  debe  te- 
nerse presente  que  las  evidencias  que  dejan  los  animales 
de  su  primitiva  existencia  sobre  la  tierra,  no  se  reducen  á 
restos  fosilizados. 

Hay  diversas  circunstancias,  bajo  las  cuales  pueden  con- 
servarse después  de  perecer  el  cuerpo,  las  impresiones  de 
este  en  una  parte  de  la  superficie  de  la  tierra  bastante  blanda 
para  admitirlas.  Cuando  una  concha  se  sumerge  en  la  arena 
ó en  el  cieno,  que  en  el  trascurso  del  tiempo  se  endurece 
como  la  piedra,  y cuando  esta  concha  es  removida  por  cual- 
quier agente,  puede  llegar  á ocupar  su  sitio  una  sustancia 
cristalina  ú otra  mineral  cualquiera,  conservándose  así  la 
evidencia  por  una  impresión,  para  la  cual  ha  servido  de  mol- 
de la  cavidad  formada  por  la  concha.  Si  esta  se  ha  hundido 
con  el  animal  dentro,  la  materia  plástica  puede  penetrar  en  la 
cavidad  que  aquel  habita  hasta  donde  lo  permitan  las  partes 
blandas  contraídas;  y como  estas  se  disuelven  lentamente, 
su  lugar  puede  ser  ocupado  después  por  depósitos  de  la  ma- 
teria que  se  había  mantenido  en  disolución  ó suspensión  en 
el  agua,  y tal  depósito,  comunmente  cristalino,  es  susceptible 
de  recibir  y conservar  algún  color  de  las  partes  blandas,  á 
las  cuales  ha  sustituido. 

He  este  modo  se  han  conservado  huellas  de  animales  de 
cuerpo  blando,  tales  como  las  actinias  y las  medusas,  y hasta 
los  excrementos  de  otros  séres  de  organización  superior.  Los 
restos  fósiles,  según  los  han  llamado,  de  plantas  blandas, 
son  de  ordinario  impresiones  formadas  naturalmente  en  la 
matriz  después  que  el  sér  pereció  del  todo. 

Aun  allí  donde  el  cuerpo  se  ha  separado  de  su  sitio  desde 
luego  ó poco  después  de  efectuar  la  presión,  puede  conser- 
varse su  huella.  Una  película  superficial  de  arcilla,  bastante 


tenaz  para  resistir  el  escape  de  una  burbuja  de  gas,  puede 
retener,  cuando  petrificada,  la  marca  circular  de  la  vejiguilla 
que  reventó.  La  luz  y el  calor  del  relámpago  deja  huellas  de 
su  paso  por  el  tubo  vitrificado  que  pudo  formar  con  las  par- 
tículas arenosas  fundidas  á su  paso  á través  de  la  tierra;  el 
granizo,  las  gotas  de  lluvia,  y aun  el  viento  que  las  impulsó 
por  la  arena,  se  han  reconocido  en  impresiones  de  las  cavi- 
dades que  primitivamente  formaron  en  el  blando  terreno  de 
la  playa;  y hé  aquí  cómo  han  llegado  hasta  nosotros,  desde 
épocas  cuya  fecha  se  pierde  en  la  noche  de  los  tiempos,  las 
evidencias  de  estas  y otras  acciones  meteóricas,  escritas  así 
en  la  piedra  imperecedera.  La  forma  de  todo  animal,  que  se 
arrastra,  que  anda,  que  corre,  salta  ó se  desliza,  podía  pro- 
ducir una  depresión,  una  huella,  dejando  por  lo  tanto  una 
señal  de  su  existencia,  y hasta  cierto  punto  de  su  naturaleza. 


Fig.  77.—  proicnites  ( Cámbrico ) i|fl  ^ . 

La  interpretación  de  tales  evidencias  de  la  primitiva  vida 
puso  en  juego  la  sagacidad  de  los  naturalistas  desde  que  el 
Dr.  Duncan  infirió  por  primera  vez  en  1828  la  existencia  de 
las  tortugas  en  el  período  de  ciertas  areniscas  de  Dunfries- 
shies,  por  las  impresiones  allí  observadas  y la  especie  de 
moldes  que  después  formaron.  Este  estudio  de  interpretación 
se  ha  perfeccionado  aun  mas  por  el  exámen  de  semejantes 
señales  de  huellas  extraordinarias  (fig.  78),  dejadas  proba- 
blemente por  grandes  reptiles  batracios,  y que  fueron  reco- 
nocidas por  primera  vez  en  1834  en  Hildberghausen  (Sajo- 
rna) en  areniscas  de  la  misma  edad  que  las  de  Escocia. 

El  gran  número  y variedad  de  tales  impresiones,  debidos, 
ya  á las  fuerzas  físicas  ó meteóricas,  á los  cuerpos  orgánicos 
muertos,  sus  partes  ó productos,  ó bien  á la  acción  transito- 
ria de  los  séres  vivos,  han  contribuido  por  fin  á que  se  esta- 
blezca una  notable  sección  en  las  investigaciones  paleontoló- 
gicas, á la  cual  se  ha  dado  el  nombre  de  Ictiología. 

En  esta  clase  de  evidencias,  llamadas  proicnites  ( fig.  (77), 
las  que  se  observaron  en  las  areniscas  de  Postdam,  del 
período  silúrico  mas  antiguo  en  el  Canadá,  son  las  que  da- 
tan de  mas  remota  época;  pero  las  huellas  de  aves  sobrepujan 
á todas  las  demás  por  su  número,  por  lo  bien  marcadas  y 
por  la  variedad  que  ofrecen. 

Podría  preguntarse:  ¿cómo  se  conservan  semejantes  hue- 


IGNOLOGIA 


5°I 


I 


< 


- 1 


lias?  A lo  cual  contestaremos  que  el  procedimiento  mas 
común  se  puede  observar  diariamente  en  las  playas  ó riberas 
donde  la  marea  sube  mucho  y en  las  que  el  fondo  del  mar 
es  á propósito  para  recibir  y retener  las  impresiones  hechas 
en  aguas  bajas. 

El  Dr.  Gould,  de  Boston,  fué  quien  primero  llamó  la 
atención  de  los  naturalistas  sobre  este  curioso  procedimiento, 
que  observó  en  las  playas  de  la  bahía  de  Fundy,  donde  la 
marea,  según  dicen,  alcanza  en  algunos  sitios  hasta  setenta 
piés  de  altura.  Las  partículas  depositadas  por  la  masa  líquida 
proceden  de  la  destrucción  de  rocas  que  antes  existieron,  y 
consisten  en  porciones  cuarzosas  y micáceas,  cementadas 
por  pasta  caliza,  que  contiene  sales  de  sosa,  particularmente 
clorhidratos,  coloreada  diversamente  por  óxidos  de  hierro. 
La  mayor  ó menor  perfección  de  la  superficie  para  recibir 
y retener  las  impresiones  depende  mucho  del  elemento  mi- 
cáceo. Inmenso  es  el  número  de  aves  que  recorren  el  vasto 
espacio  de  aquella  superficie  plástico-rojiza,  que  ha  quedado 
en  seco  por  la  retirada  de  las  aguas  en  la  bahía  de  Fundy. 
Durante  el  período  que  trascurre  entre  una  marea  y la 
siguiente,  la  parte  mas  alta  del  depósito  formado  queda 
expuesta  suficiente  tiempo  para  recibir  y retener  muchas 
impresiones;  en  las  horas  en  que  mas  fuerte  es  el  calor  del 
sol,  al  que  queda  expuesta  en  los  meses  de  verano  aquella 
superficie  recorrida  por  las  aves,  hasta  la  capa  últimamente 
depositada  se  cuece,  por  decirlo  así,  se  seca  y endurece;  y 
antes  de  que  las  aguas,  enturbiadas  ya  con  los  mismos  ma- 
teriales de  un  segundo  estrato,  tengan  fuerza  para  romper  el 
precedente,  las  impresiones  practicadas  en  aquel  han  recibido 
el  depósito.  De  esta  manera  se  toma  una  forma  del  molde 
préviamente  hecho,  y el  sedimento  sobrepuesto  por  las  su- 
cesivas mareas  tiende  mas  y mas  á fijarle.  Después  tras- 
curren las  edades,  y las  influencias  de  la  petrificación  conso- 
lidan las  capas  de  arena,  convirtiéndolas  en  una  roca 
pizarreña,  que  agrietándose  ó abriéndose  luego,  deja  al  des- 
cubierto los  antiguos  moldes. 

Otras  circunstancias  concurren  para  que  se  fijen  las  im- 
presiones en  una  playa  arenosa,  á saber:  cuando  un  gran 
espacio  llano  queda  en  seco  por  la  retirada  de  las  aguas, 
como  sucede  en  el  brazo  de  los  pequeños  rios  que  penetran 
en  la  bahía  de  Morecambe,  en  la  costa  de  Lancashire:  estos 
rios  bañan  las  arenas,  depositando  en  las  huellas  practicadas 
antes  el  barro  fino  que  las  pesadas  lluvias  arrastraron  de 
pronto  desde  las  colinas  inmediatas;  fórmase  después  una 
capa  arcillosa  delgada  sobre  la  arena,  y en  ella  se  graban 
muy  pronto  las  huellas  de  las  muchas  aves  que  recorren  la 
superficie,  susceptible  de  endurecerse  lo  bastante,  para  rete- 
nerlas cuando  la  marea  vuelve  á depositar  una  nueva  capa 
de  la  fina  arena  que  las  aguas  llevan  en  suspensión. 

Las  impresiones  mejor  marcadas  en  la  nueva  arenisca  roja 
de  Stourton,  en  la  costa  de  Cheshire,  son  las  que  se  encuen- 
tran donde  el  terreno  está  dividido  por  una  delgada  capa 
de  piedra  arcillosa,  que  una  vez  al  descubierto,  se  agrieta  y 
fracciona.  Esta  capa  había  recibido,  sin  embargo,  las  impre- 
siones cuando  era  plástica,  y el  depósito  superior  de  arenisca 
las  conserva  en  relieve  sobre  la  superficie  inferior.  Las  con- 
diciones que  producen  la  interposición  de  una  delgada  capa 
de  piedra  arcillosa  entre  otras  mas  gruesas  de  arenisca,  lo 
cual  se  ha  visto  con  frecuencia  en  la  bahía  de  Morecambe, 
explican  la  formación  y conservación  de  los  mejores  icnites 
del  labirintodonte  y otros  reptiles  en  la  nueva  arenisca  roja 
de  Stourton. 

Aun  es  de  notar  una  tercera  condición  por  la  cual  pueden 
conservarse  las  impresiones  en  una  playa  arenosa.  Cuando 
sopla  viento  seco,  levántanse  nubes  de  fina  arena  sobre  la 
superficie  expuesta  en  las  aguas  bajas,  las  cuales,  extendién- 


dose ligeramente  sobre  las  pequeñas  desigualdades,  llenan 
todas  las  impresiones  que  pudieron  formarse  cuando  aquella 
quedó  en  seco  por  la  retirada  de  las  ondas.  Al  volver  la 
marea,  humedécese  la  arena  fina  que  llena  las  impresiones, 
agregándose  á ella  otra,  húmeda  también;  y de  este  modo 
se  fija  una  impresión  en  los  moldes,  que  adquirirá  mas  con- 
sistencia á cada  nueva  deposición  de  la  marea. 

Así  se  observa  diariamente,  en  las  actuales  circunstancias, 
el  procedimiento  que  tiende  á conservar  las  huellas  y otras 
impresiones  practicadas  en  las  playas,  y que  se  efectuó  en  las 
pasadas  edades  para  retener  de  una  manera  análoga  las  que 
entonces  dejaron  los  animales.  El  mérito  de  haber  observado 
primeramente  tan  curioso  hecho  corresponde  á Juan  Cun- 
ningham,  arquitecto  de  Liverpool;  y desde  que  se  difundió 
esta  luz  sobre  las  impresiones,  reconociéronse  muchas  bajo 
modificaciones  diversas,  figurando  entre  ellas  las  de  las  gotas 
de  lluvia,  impelidas  oblicuamente  por  el  viento,  y las  del 
granizo.  El  Dr.  Dean  escribía  en  1845  lo  siguiente,  al  hablar 
de  las  observaciones  que  hizo  sobre  el  hecho  cerca  de  Green- 
field:  «Yo  he  visto  las  impresiones  de  las  gotas  de  agua, 
tan  marcadas  como  en  el  momento  de  caer  sobre  la  tierra. 
Cuando  un  banco  es  de  sedimento,  ó en  otros  términos, 
debido  á la  precipitación  de  las  partículas  que  lleva  el  agua, 
en  la  que  estuvieron  antes  suspendidas,  tendremos  una 
prueba  de  la  existencia  de  aquel  elemento  con  todas  sus 
propiedades  de  condensación  por  el  frió,  expansión  y evapo- 
ración por  el  calor.»  Nada  tiene  pues  de  extraño  que  las 
impresiones  de  las  gotas  de  lluvia  se  reconocieran  en  las  mas 
antiguas  rocas  de  sedimento.  Las  condiciones  se  coordinan 
así  en  los  fenómenos  orgánicos  como  en  los  meteóricos;  da- 
da una  de  ellas,  se  pueden  deducir  las  demás. 

Las  rocas  mas  antiguas  en  que  se  han  observado  impre- 
siones de  lluvia  son  las  del  período  cámbrico  en  Longmynd 
(Gales).  Muchas  de  las  capas  micáceas  de  la  misma  forma- 
ción están  cubiertas  de  surcos  ó señales  de  corrientes,  descu- 
briéndose también  rastros  de  anélidos  y una  huella  de  trilo- 
bites  (Palseopige),  especie  la  mas  antigua  de  América. 

En  las  areniscas  de  Postdam  de  la  misma  época  geológica, 
es  donde  se  vieron  impresiones,  consideradas  como  de  un 
gran  crustáceo  entomostráceo. 

Daremos  á conocer  ahora  el  siguiente  ejemplo,  aplicable 
á una  sola  especie,  para  que  se  pueda  formar  idea  del  pro- 
cedimiento icnológico. 

PR0TIGN1TES  SEPTEM-NOTATUS  (fig-  ’}’] ) 

Se  ha  dado  este  nombre  á una  serie  de  impresiones  bien 
marcadas,  que  se  continúan  en  sucesión  regular  en  un  espa- 
cio de  cuatro  piés,  y que  se  distinguen  asimismo,  aunque  no 
tan  claramente,  en  una  extensión  de  dos. 

En  el  primer  espacio  hay  treinta  grupos  sucesivos  de 
huellas  á cada  lado  de  un  surco  central ; su  número  no  es  el 
mismo  en  cada  grupo;  donde  aparecen  mejor  marcadas, 
como  en  la  figura  77,  se  ven  tres  impresiones  a , a\  a ”,  for- 
mando en  los  grupos  sucesivos  los  números  3,  2,  2. 

Las  principales  huellas  están  pareadas,  y dispuestas  con 
distintos  grados  de  oblicuidad  en  cada  uno  de  los  tres  gru- 
pos, hácia  la  línea  media;  la  huella  mas  interior  de  los  pares 
segundo  y tercero  B,  C,  que  son  las  mejor  marcadas,  suelen 
ser  una  mitad  mas  grandes  que  la  exterior  b ¿ . 

Las  dos  huellas  del  mismo  par  están  un  poco  mas  sepa- 
radas en  los  tres  siguientes,  como  en  a\  a'\  b,  b\  c , ¿r’,  parti- 
cularmente en  el  segundo  y tercer  grupos  de  cada  serie;  las 
que  constituyen  el  par  a'  a ” se  aproximan  de  nuevo  á las 
otras  series,  y los  pares  b b y c d divergen  en  la  misma  di- 
rección y grado. 


502 


PALEONTOLOGIA 


Observase  en  estas  impresiones  que  mientras  la  mas  inte- 
rior de  cada  par,  a , b,  c,  son  de  igual  tamaño,  la  mas  exterior, 
a b , ¿ i L,  aumenta  progresivamente  en  dimensión,  desde 
el  mas  aproximado  al  mas  divergente  de  los  tres  pares;  la 
del  primero,  a , es  angosta  en  proporción  á su  anchura,  la 
del  segundo,  b , tan  ancha  como  larga,  y la  mas  exterior 
c’  c del  tercer  par,  tiene  la  forma  oblonga,  pero  es  mas  an- 
cha que  en  el  primer  par.  En  algunos  sitios  donde  están 
mu)  marcadas  las  impresiones  se  ve  un  hueco  ó concavidad 
muy  pequeña  a”’,  2 L. 

Nótase  una  ligera  variación  en  la  forma  y profundidad  de 
las  impresiones;  pero  no  tanta  que  no  se  reconozca  su  pro- 
porción, es  decir,  que  la  mas  interior  de  cada  uno  de  los  tres 
pares  A B C se  identifica  con  la  correspondiente  del  lado 
opuesto. 


7&* — UC ELLAS  DEL  LABIRINTODONTE 

Las  impresiones  elegidas  para  la  figura  77  demuestran 
claramente  que  el  animal,  marchando  con  poca  fijeza,  marcó 
á cada  acción  de  sus  miembros  locomotores,  que  indicaban 
el  paso  sencillo  del  bípedo  y el  doble  del  cuadrúpedo,  cator 
ce  huellas,  siete  á la  derecha  y otras  tantas  á la  izquierda, 
como  representa  el  proticnites  7-notatus;  y ocho  respectiva- 
mente en  el  proticnites  8-notatus.  Todas  las  impresiones 
aparecen  dispuestas  en  tres  grupos,  hallándose  estos  marca- 
dos en  series  sucesivas,  de  una  manera  tan  semejante  y re- 
gular, que  no  admite  duda  que  fueron  impresos  por  repetidas 
aplicaciones  de  los  mismos  miembros,  capaces  de  moverse 
á suficiente  distancia  para  salvar  las  impresiones  anteriores 
y practicar  otras  nuevas  con  el  mismo  intervalo. 

Pero  ¿cuál  era  la  estructura  ó disposición  de  los  miembros 
que  tales  huellas  dejaron.''  Para  contestar  á esta  pregunta  se 
pueden  inventar  varias  hipótesis:  en  primer  lugar,  y como 
en  el  caso  de  impresiones  de  cuadrúpedos,  pudo  practicarse 
cada  una  por  su  propio  miembro,  lo  cual  supondría  la  exis- 
tencia de  siete  y ocho  pares  para  las  dos  especies  respectivas. 
También  es  posible  que  ciertos  pares  fueran  bifurcados,  como 
se  ve  en  varios  insectos  y crustáceos,  y alguno  ó algunos 
trifurcados  en  sus  extremidades;  de  modo  que  cada  grupo 
de  impresiones  se  practico  por  un  solo  miembro  así  subdi- 
vidido, en  cuyo  caso  tendríamos  la  evidencia  de  un  animal 
notable  de  piernas  muy  anchas  y cortas.  Es  igualmente  pro- 


bable que  tres  pares  de  miembros  fueran  bifurcados,  y que 
las  huellas  suplementarias  se  imprimieran  por  otros  mas  pe- 
queños y agregados,  como  podrían  resultar  del  paso  de  un 
crustáceo.  Por  último,  es  admisible  la  suposición  de  que  un 
solo  miembro,  ancho,  semejante  á una  aleta  y dividido  en 
siete  ú ocho  puntas  obtusas,  imprimiera  las  series  de  los  tres 
grupos  por  medio  de  sucesivas  aplicaciones  en  la  arena. 

Esta  última  hipótesis  parece  la  menos  probable,  en  primer 
lugar  porque  se  aleja  de  las  analogías  conocidas;  y en  segundo 
porque  las  variedades  observadas  en  los  grupos  de  huellas 
apenas  convendrían  con  las  impresiones  que  dejara  un  miem- 
bro subdividido. 

Por  lo  que  hace  á la  hipótesis  de  que  cada  impresión  se 
practicara  por  un  miembro  independiente,  es  muy  difícil  el 
concebir  cómo  siete  y ocho  pares  pudieron  reunirse  en  tan 
corto  espacio  á los  lados  de  un  animal.  En  su  consecuencia, 
lo  mas  admisible  es  que  los  séres  que  dejaron  dichas  huellas 
en  las  mas  antiguas  playas  conocidas  pertenecieron  á un 
género  de  crustáceos,  ya  provistos  de  tres  pares  de  miembros 
para  la  locomoción,  con  otros  divididos  que  convinieran  con 
el  número  de  impresiones  de  cada  grupo,  ó bien  bifurcados 
sencillamente,  debiéndose  atribuir  las  impresiones  suple- 
mentarias á un  cuarto  ó quinto  par  de  extremidades  mas 
pequeñas. 

El  gTan  entomostráceo,  designado  con  el  nombre  de  Li- 
mulus,  que  tiene  el  par  de  pequeños  miembros  anteriores 
cerca  de  la  linea  media,  y los  cuatro  siguientes  laterales 
bifurcados  en  la  extremidad  libre,  con  el  último  par  provisto 
de  cuatro  apéndices  lameliformes,  siendo  la  cola  larga  y 
delgada,  es  el  animal  que  da  mejor  idea  para  interpretar  las 
impresiones  observadas  en  las  arenisca  de  Postdam. 

La  imaginación  se  pierde  cuando  trata  de  medir  la  exten- 
sión del  tiempo  que  pasó  desde  el  período  en  que  ¡vivieron 
los  séres  que  recorrían  las  arenosas  playas  del  mas  antiguo 
mar  silúrico;  pero  podemos  asegurar  que,  exceptuando  ciertas 
formas  microscópicas  vitales,  todas  las  especies  de  la  actua- 
lidad recibieron  el  sér  en  un  período  geológicamente  muy 
moderno,  si  se  le  compara  con  dicha  época. 

Las  diferencias  que  se  notan  al  hacer  la  comparación  de 
tipos  animales  con  los  hoy  existentes  es  cada  vez  mayor 
cuanto  mas  nos  remontamos  á las  épocas  pasadas;  el  arche- 
gosauro  y el  ictiosauro,  en  la  clase  de  los  reptiles,  son  una 
prueba  de  ello;  y en  la  de  los  peces,  el  pterictis  y coccosteus. 
Si  el  tipo  de  los  vertebrados  ha  sufrido  tan  inconcebibles 
modificaciones  durante  los  terrenos  secundario  y devónico, 
¿cuáles  no  habrán  sido  las  del  tipo  de  los  articulados  durante 
una  época  probablemente  mas  lejana  de  la  secundaria  que 
esta  de  la  actual?  Es  muy  posible  que  ninguna  forma  de 
animal  viviente  ofrezca  semejanza  con  la  que  indican  las 
huellas  de  la  arenisca  de  Postdam,  para  que  pueda  adquirirse 
un  conocimiento  exacto  de  la  estructura  y locomoción  del 
sér  que  dejó  sus  huellas  en  aquel  terreno. 

Desde  que  se  dieron  á conocer  los  icnites  silúricos  de  la 
América  del  norte,  hánse  observado  otras  impresiones  seme- 
jantes en  las  rocas  de  Escocia,  de  igual  antigüedad,  impre- 
siones á las  que  se  ha  dado  el  nombre  de  proticnites  esco- 
ceses. 

ANFIBIGNITES 

GÉNERO  QUEIR0TER1  O 

En  la  fig.  78  se  representa  en  pequeño  una  parte  de  la 
nueva  arenisca  roja,  con  seis  huellas  en  relieve.  Otras  im- 
presiones semejantes  han  sido  observadas  en  el  triásico  de 

arwickshire  y Cheshire,  y mas  particularmente  en  una 


o 


REPTILES 


5°3 


t 


cantera  de  arenisca  cuarzosa  blanquizca  de  Storton  Hill,  á 
pocas  millas  de  Liverpool.  Las  huellas  se  marcan  por  las 
impresiones,  apareciendo  también  en  relieve;  en  el  primer 
caso  se  ven  en  la  superficie  superior,  y en  el  segundo  en  la 
inferior.  Las  impresiones  del  pié  posterior  son  generalmente 
de  ocho  pulgadas  de  largo  por  cinco  de  ancho.  Las  huellas 
se  siguen  por  pares,  cada  uno  en  la  misma  línea,  y á inter- 
valos de  catorce  pulgadas. 

En  la  cantera  de  Storton  Hill  se  han  descubierto  huellas 
de  una  forma  correspondiente,  pero  mas  pequeñas,  impresas 
en  ligeras  capas  de  arcilla,  separadas  por  otras  de  arenisca; 
los  moldes  sólidos  de  cada  impresión  presentan  la  forma  en 
relieve,  ofreciendo  un  modelo  de  los  piés,  de  los  dedos  y las 
garras  de  los  animales  que  pisaron  aquella  arcilla. 

Otras  huellas  análogas  se  observaron  por  primera  vez  en 
Sajonia,  en  el  pueblo  de  Hesburgo,  cerca  de  Hillburghausen, 
en  diversas  canteras  de  arenisca  cuarzosa  gris,  que  alterna 
con  capas  de  arenisca  roja,  del  mismo  período  geológico 
que  las  de  Inglaterra,  recorridas  también  por  el  mismo  ex- 
traño animal.  El  geólogo  aleman  que  primero  describió  estas 
impresiones,  en  1 834,  propuso  que  se  diera  el  nombre  de 
Cheirotherium  ( cheir , mano,  y therion , animal)  al  descono- 
cido sér  que  marcó  tales  huellas,  por  la  semejanza  que  ofre- 
cen, así  los  piés  anteriores  como  los  posteriores,  con  la  mano 
del  hombre.  El  Dr.  Kaup  conjeturó  que  el  animal  podría 
ser  una  gran  especie  de  Oposum;  pero  en  el  Didelphys  se 
observa  que  el  dedo  grueso  está  en  el  lado  interno  del  pié 
posterior.  Los  cráneos  fósiles,  las  mandíbulas,  los  dientes  y 
algunos  otros  huesos  hallados  en  las  areniscas  donde  se  ob- 
servaron las  impresiones,  y que  podrian  corresponder  con 
ellas  por  el  tamaño,  pertenecen  á los  reptiles  labirinto- 
dontes. 

Las  huellas  del  Queiroterio  se  asemejan  á las  de  una  sala- 
mandra en  que  el  dedo  corto  externo  del  pié  posterior,  se 
proyecta  casi  en  ángulo  recto  con  la  línea  del  que  ocupa  el 
del  centro;  pero  no  son  idénticas  con  los  de  ningún  batracio, 
ni  otro  reptil  conocido.  La  proximidad  de  la  impresión  de- 
recha é izquierda  á la  linea  media  indica  un  cuerpo  estrecho, 
ó una  mayor  altura  que  la  de  los  batracios.  Sin  embargo, 
en  nuestro  empeño  de  resolver  el  difícil  problema  de  la  na- 
turaleza del  animal  que  imprimió  sus  huellas  en  la  nueva 
arenisca  roja,  no  se  debe  echar  en  olvido  el  hecho  de  que 
tenemos  también  en  los  labirintcdontes  reptiles  batracoideos 
que  difieren  notablemente  de  todos  los  batracios  conocidos 
y de  los  demás  reptiles,  por  la  estructura  de  sus  dientes. 
Las  huellas  y los  fósiles  son  peculiares  de  la  nueva  arenisca 
roja;  la  diferencia  de  tamaño  de  las  impresiones  atribuidas 
á diversas  especies  de  queiroterios  corresponde  al  distinto 
grandor  de  conocidas  especies  de  labirintodontes;  y por  este 
hecho  es  mas  admisible  la  hipótesis  de  que  las  huellas  lla- 
madas cheiroteria  pertenecen  á los  reptiles  de  aquel  nombre. 

GÉNERO  OTOZUM 

Las  huellas  que  se  encuentran  en  las  areniscas  rojas,  cor- 
respondientes quizás  al  período  liásico,  en  Connecticut,  y des- 
critas por  el  profesor  Hitchcook  con  aquel  nombre,  igualaban 
en  tamaño  á las  mayores  del  Cheiroterium  (Ch.  Hercules); 
pero  el  pié  posterior  no  tenia  sino  cuatro  dedos,  mientras 
que  en  el  anterior  se  contaban  cinco,  como  si  el  prime- 
ro, mas  ancho  que  el  segundo,  hubiera  borrado  en  parte 
la  huella  de  este  último  al  fijarse  en  el  mismo  sitio.  En 
los  pocos  casos  en  que  se  ve  distintamente  la  huella  del  pié 
anterior,  los  dedos  aparecen  vueltos  hácia  fuera,  como  si  el 
cuarto  y quinto  estuvieran  unidos  por  su  base.  Solo  un  dedo 
del  pié  posterior  ha  dejado  la  señal  de  una  garra;  los  demás 


terminan  por  una  especie  de  ventosas,  como  en  los  batracios, 
á cuya  familia  atribuye  el  Dr.  Hitchcook  las  impresiones, 
aunque  suponiendo  la  posibilidad  de  que  sean  de  natura- 
leza marsupial. 

GÉNERO  BATRACHOPUS  ( BatracIlOpUS  primiZÍ'US,  Ring) 

En  1844,  el  Dr.  King,  de  Grinsburgo,  en  Pensil vania, 
descubrió  en  la  arenisca  del  terreno  carbonífero  que  hay 
cerca  de  dicha  ciudad  varias  huellas  fósiles,  que  consideró 
como  pertenecientes  á un  reptil.  Hasta  entonces  no  se  ha- 
bían reconocido  en  ninguna  serie  tan  inferior  impresiones 
de  reptiles;  hallándose,  según  el  Dr.  King,  cerca  de  ocho- 
cientos piés  debajo  del  estrato  mas  superior  de  aquel  ter- 
reno. 

En  el  Sillimari s y ournal,  correspondiente  á julio  de  1846, 
Mr.  Lyell  habla  de  su  visita  á Grinsburgo,  donde  examinó 
dichas  impresiones,  confirmando  la  descripción  que  de  ellas 
hizo  el  doctor  King.  Considerólas  además  como  afines  á las 
del  Labirintodon;  y escribió  con  este  motivo:  «Consisten, 
según  ya  se  ha  dicho,  en  huellas  de  un  gran  reptil  cuadrú- 
pedo, marcadas  en  la  arenisca,  en  medio  de  las  series  carbo- 
níferas, hecho  que  ofrece  la  mayor  novedad  é interés,  puesto 
que  por  vez  primera  encontramos  en  Pensilvania  una  prueba 
de  la  existencia  de  cuadrúpedos  de  respiración  aérea  en  los 
bosques  donde  florecieron  el  caulopteris,  la  sigilaría,  el  lepi- 
dodendron  y otras  plantas. )» 

Las  huellas  se  observaron  primero  en  relieve,  en  una 
superficie  de  arenisca  que  descansaba  sobre  otras  muy  del- 
gadas de  arcilla  fina,  en  la  que  se  veian  también  las  grietas 
debidas  al  resecamiento;  estas  grietas  habían  cortado  la  im- 
presión en  el  sitio  donde  la  atravesaban,  pues  el  barro  debió 
estar  blando  cuando  el  animal  le  pisó,  dejando  en  él  la 
impresión. 

En  la  misma  cantera  se  contaron  nada  menos  que  vein- 
titrés impresiones,  las  mas  de  ellas  dispuestas  de  modo  que 
indicaban  que  se  marcaron  sucesivamente  por  el  mismo  ani- 
mal; en  todas  partes  se  veia  una  doble  serie,  y en  cada  una 
las  huellas  pareadas,  reconociendo  que  se  practicaron  con 
el  pié  anterior  y el  posterior;  este  último,  una  tercera  parte 
mas  ancho,  tenia  cinco  dedos,  mientras  que  en  el  otro  no 
debió  llevar  sino  cuatro;  pero  provisto  el  mas  interior,  según 
las  marcas,  de  una  especie  de  rudimento. 

GÉNERO  SAUROPUS 

En  una  formación  de  pizarra  roja,  en  Pottsville,  á setenta 
y ocho  millas  de  Filadelfia,  Mr.  Isaac  Lea  descubrió  huellas 
semejantes,  que  son  mucho  mas  antiguas  que  las  de  que  aca- 
bamos de  hablar,  puesto  que  media  un  espesor  de  mil 
setecientos  piés  entre  las  impresiones  de  Greensfield  y las  de 
Pottsville. 

En  1851,  el  profesor  Rogers  anunció  su  descubrimiento 
en  la  misma  formación,  entre  los  terrenos  devónico  y carbo- 
nífero, de  tres  especies  de  animales  de  cuatro  piés,  que  en 
su  concepto  eran  mas  bien  saurios  que  batracios,  puesto  que 
cada  pié  estaba  provisto  de  cinco  dedos;  una  de  las  especies, 
la  mayor  de  las  tres,  había  dejado  huellas  de  unas  dos  pul- 
gadas de  diámetro,  reconociéndose  que  el  pié  anterior  y el 
posterior  ofrecían  casi  las  mismas  dimensiones.  Entre  las 
huellas  se  veian  varias  grietas,  como  las  que  pudiera  ocasio- 
nar el  calor  del  sol  en  el  barro;  y también  como  señales  de 
gotas  de  lluvia,  todo  lo  cual  confirmaba  la  conclusión  dedu- 
cida de  las  impresiones,  y es  que  los  cuadrúpedos  que  las 


504 


paleontología 


dejaron  pertenecieron  á una  clase  de  animales  de  respi- 
ración aérea,  y no  á los  que  viven  y respiran  en  el  elemento 
líquido. 

CLASE  II  — REPTILES 

ORDEN  I— GANOCÉFALOS 

El  nombre  de  este  orden  se  refiere  á las  placas  huesosas, 
exteriormente  lisas,  ó ganoideas,  con  que  estaba  protegida 
toda  la  cabeza,  yen  las  cuales  se  comprenden  la  post-orbital 
y supra  temporal,  que  cubren  las  fosas  temporales.  No  existen 


'LAMMAM 

TAT1S 


SID 


Fig.  79.— ARCHEGOSAURUS  ( Carbonífero ) 

los  cóndilos  occipitales;  los  dientes  presentan  repliegues  de 
cemento  que  convergen  hácia  la  parte  media;  el  notocorda 
es  persistente;  los  arcos  vertebrales  y los  elementos  periféricos 
están  osificados; las  pleurapófisis  son  cortas  y rectas; existen 
miembros  pectorales  y pélvicos,  que  son  natatorios  y muy 
pequeños;  las  escamas,  de  reducido  tamaño  y estrechas, 
son  sub  ganoideas;  reconócense  vestigios  de  arcos  bran- 
quiales. 

Los  animales  extinguidos  que  presentan  esta  combinación 
de  caractéres  se  indicaron  primero  por  ciertos  fósiles  descu- 
biertos en  la  pizarra  arcillosa  esferosiderítica,  que  forma  el 
piso  superior  del  terreno  carbonífero  de  Baviera;yen  las 


concreciones  esferoidales  del  carbonífero  de  Saarsbruck, 
cerca  de  Tréveris.  En  un  principio  se  atribuyeron  á la  clase 
de  los  peces  (pygopterus  lucius,  de  Agassiz);  pero  un  ejem- 
plar hallado  en  Munster-Appel  ofrecía  caractéres  que,  reco- 
nocidos por  el  doctor  Gergens,  resultaron  ser  los  de  un 
reptil  salamandroideo.  Posteriormente  se  describieron  otros 
ejemplares  descubiertos  que  fueron  figurados  por  Goldfus  y 
von  Meyer.  El  primero  de  estos  autores  propuso  el  nombre 
de  Archegosaurus,  ó lagarto  primitivo,  para  expresar  la  natu- 
raleza de  saurio,  que  en  su  concepto  tenia  esta  muy  antigua 
forma  de  reptil.  El  estudio  mas  detenido  que  se  ha  hecho 
después  indujo  á creer  que  el  animal  tenia  mas  afinidad  con 
los  batracios  perenibranquios;  y nuevas  evidencias,  á la  par 
que  confirmando  las  conclusiones  que  colocan  al  Archego- 
sauro  entre  los  peces  y los  reptiles,  han  demostrado  que  se 
aciona  con  las  antiguas  formas  ganoideas  de  la  clase 
de  animales  de  respiración  branquial,  mejor  que  con  los  mas 
modernos  peces  teleosteos  de  escamas  blandas,  con  los  que 
tienen  gran  analogía  el  proteo  y la  sirena. 

El  no  estar  osificada  la  base  de  los  cuerpos  vertebrales 
del  tronco  (fig.  79)  coincide  con  la  ausencia  de  los  cóndilos 
occipitales  osificados,  que  caracterizan  el  cráneo  en  los 
batracios  de  mas  perfecto  desarrollo.  La  parte  anterior  del 
notocorda  se  ha  extendido  hasta  la  región  base  esfenoidea, 
y su  cápsula  se  ha  adherido  por  medio  de  un  ligamento  con 
las  anchas  osificaciones  planas  de  las  expansiones  de  la  misma 
cápsula,  formando  la  placa  base-occipital  ó base  esfenoidea. 
En  la  figura  79  se  representan  los  principales  modificaciones 
de  las  vértebras,  como  se  indican  en  el  cuello,  en  el  tórax,  el 
abdomen,  el  sacro  y la  cola.  Las  vértebras  del  tronco,  en  el 
individuo  bien  desarrollado,  presentan  el  siguiente  grado  de 
osificación: 

_as  neurapófisis  se  unen  en  la  extremidad  para  formar  el 
co  del  cual  parte  una  vértebra  comprimida;  los  lados  de  la 
se  del  arco  neural  presentan  una  superficie  convexo  arti- 
ar  para  la  articulación  de  la  costilla;  en  la  cápsula  del 
íotocorda  hay  tres  placas  huesosas,  que  pueden  denominarse 
partes  corticales  del  centro,  en  el  mismo  sentido  en  que  se 
aplica  este  término  al  elemento  llamado  «cuerpo  del  atlas» 
en  el  hombre  y los  mamíferos.  Sin  embargo,  se  ha  convenido 
en  llamar  á estas  partes  corticales  hipopófisis,  pudiéndose 
dar  el  mismo  nombre  á las  placas  sub-notocordales  del 
Archegosauro,  que  coexisten  con  verdaderas  hemapófisis  en 
la  cola.  Las  costillas  son  cortas,  casi  rectas,  y aplanadas  en 
las  extremidades;  los  arcos  hemales  están  al  principio  abier- 
tos en  su  base  y se  van  cerrando  luego  por  extenderse  la 
osificación  interiormente. 

El  tamaño  del  canal  para  proteger  los  vasos  sanguíneos 
caudales  indica  una  gran  fuerza  muscular,  así  como  las  es- 
pinas que  se  forman  en  los  arcos  neural  y hemal  revelan  una 
previsora  combinación  para  las  adherencias  ó inserciones 
musculares,  y el  desarrollo  del  órgano  caudal  natatorio. 

El  cráneo  del  Archegosauro  parece  haber  retenido  inte- 
riormente mucha  parte  de  su  primitivo  cartílago,  habiéndose 
activado  sobre  todo  la  osificación  en  la  superficie,  desde 
donde,  como  sucede  en  las  osificaciones  craneanas  dermo- 
neurales  en  los  peces  esturiones  y en  las  formas  salaman- 
droideas,  parten  aquellas  de  centros  mas  numerosos  que  los 
del  verdadero  sistema  vertebral  en  el  cráneo  de  los  reDtiles 
saurios.  El  cráneo,  muy  aplanado  ó deprimido,  es  triangu- 
lar, con  líneas  redondeadas,  y la  frente  mas  ó menos  protu- 
berante, según  la  especie  y la  edad  del  individuo.  El  supra- 
occipital  está  representado,  como  en  los  peces  salamandroi- 
deos,  por  un  par  de  huesos  aplanados;  el  par  externo  que 
torma  los  ángulos  prominentes  de  la  región  occipital  repre- 
senta los  par-occipitales.  La  superficie  periférica  mas  baja 


RÉPTILES 


del  cartílago  base-esfenoidal  está  osificada  y presenta  un 
borde  cóncavo  hácia  el  notocorda,  á cuya  cápsula  parece 
haberse  enlazado;  los  aliesfenoides  eran  sin  duda  cartilagi- 
nosos, y el  protocráneo  no  parece  alterado,  como  en  la  re- 
gión ex  occipital.  Las  osificaciones  periféricas  que  represen- 
tan el  parietal  forman  dos  huesos  planos  y oblongos  con  el 
agujero  parietal  en  la  sutura  media;  entre  los  super  y par- 
occipitales  están  los  dos  huesos  que  corresponden  á los 
mastoideos,  enlazando  exteriormente  el  timpánico  y otra 
placa  huesosa  (supra-escamoso).  Los  huesos  frontales  están 
divididos  por  una  sutura  media  como  en  los  parietales,  se 
prolongan  y sobresalen  mucho  de  las  órbitas;  el  hueso  que 
ocupa  la  posición  del  post  frontal  en  los  quelonios  está  osi- 
ficado por  dos  partes,  una  de  ellas  se  articula  con  el  mas- 
toideo,  y la  otra,  post-orbital,  con  el  supra-escamoso;  el 
post-frontal  se  extiende  mas  allá  de  la  órbita  para  encontrar 
el  pre-frontal;  los  pre  frontales  terminan  en  punta  entre  el 
nasal  y el  lagrimal;  los  nasales,  divididos  también  por  la 
sutura  media,  se  prolongan  mas  ó menos  según  la  especie  y 
la  edad  del  individuo. 

Hasta  aquí,  la  osificación  de  la  superficie  del  cráneo  del 
Archegosauro  está  conforme  con  la  de  los  peces  ganoideos 
salamandroideos  antes  citados;  el  hueso  lagrimal  correspon- 
de evidentemente  al  grande  y ancho  sub-orbitai  de  los  peces; 
su  mayor  tamaño  y extensión  en  el  Archegosauro  indica  una 
prueba  de  afinidad. 

La  mandíbula  superior  se  compone  de  los  huesos  pre- 
maxilares, maxilares  y palatinos;  los  primeros  se  dividen  por 
una  sutura  media,  como  en  el  lepidosteo  y el  crocodrilo,  y 
son  cortos ; la  anchura  excede  á la  longitud  en  el  A.  latiros- 
tris,  así  como  en  el  A.  Decheni;  pero  en  el  antiguo  animal 
se  observa  proporción.  El  maxilar  se  extiende  desde  el  pre- 
maxilar hasta  mas  allá  de  la  órbita;  el  palatino  consiste  en 
un  hueso  largo  y estrecho,  que  parece  ensancharse  algo  en 
ambas  extremidades;  sostiene  una  línea  de  dientes,  dos  de 
los  cuales,  situados  en  la  parte  anterior,  son  de  gran  tamaño. 

Entre  la  órbita  y el  maxilar  se  extiende  el  hueso  que  cor- 
responde al  pómulo  del  crocodilo  y á los  sub  orbitales  de 
los  peces. 

Los  ángulos  posteriores  del  cráneo  están  formados  por  el 
timpánico;  en  los  individuos  jóvenes  no  se  extiende  aquel 
hácia  atrás  mas  allá  del  par-occipital;  pero  con  la  edad  se  va 
prolongando,  y parece  terminar  interiormente  en  el  terigoi- 
deo.  Las  dos  ramas  de  la  mandíbula  estaban  ligeramente 
unidas;  el  elemento  angular  presenta  una  convexidad  que 
corresponde  al  punto  de  osificación;  el  dentario  forma  la 
superficie  articular. 

De  la  comparación  con  los  peces  resulta  que  la  mandí- 
bula inferior  del  Archegosauro  difiere  por  la  gran  longitud 
ó extensión  de  la  pieza  anuular,  pero  se  asemeja  al  tipo  de 
aquellos  por  la  sencillez  de  su  composición.  Esta  pieza  an- 
gular, sin  embargo,  es  mas  larga  en  los  ganoideos,  Amia, 
Polypterus  y Lepidosteus,  que  en  otros  peces;  en  el  Lepido- 
sirena,  sus  proporciones  son  casi  las  del  Archegosauro;  tam- 
bién las  ofrece  semejantes  la  mandíbula  del  Axolote  y del 
Proteo. 

Los  dientes  del  Archegosauro  afectan  la  forma  sencilla 
cónica  y puntiaguda;  encajan  en  el  pre  maxilar,  el  maxilar, 
el  mandibular  y el  vómer,  y están  dispuestos  en  una  sola 
serie  en  cada  uno.  En  los  cortos  maxilares  se  cuentan  de 
ocho  á doce,  algo  mas  grandes  que  los  del  maxilar,  que 
siguen  después  en  líneas  no  interrumpidas,  contándose  unos 
treinta;  pero  los  huecos  que  median  son  tales,  que  podrían 
recibir  otros  tantos  en  la  misma  extensión  del  borde  alveolar. 
Los  dientes  vomerianos  están  dispuestos  en  una  sola  serie 
paralela  con  la  maxilar,  y bastante  próxima.  Los  dientes 
Tomo  IX 


5°5 

mandibulares  se  corren  hácia  atrás,  y van  disminuyendo  de 
tamaño,  siendo  mayores  los  de  la  parte  anterior.  Cada  diente 
encaja  por  una  simple  base  en  una  especie  de  alvéolo  en 
forma  de  copa,  que  presenta  un  ligero  borde  levantado,  con 
el  cual  se  anquilosa  la  circunferencia  del  órgano.  Los  dientes 
se  aflojan  por  falta  de  absorción  y caen  para  ser  reemplazados 
por  otros,  que  se  desarrollan  en  la  parte  anterior  de  la  base 
del  primitivo  diente.  Se  componen  de  osteodentina,  dentina 
y cemento;  la  primera  sustancia  ocupa  el  centro,  y la  última 
cubre  la  superficie  de  dichos  órganos,  pero  se  introduce  en 
su  sustancia  por  muchos  repliegues  concéntricos  indicados 
por  una  fina  estría  longitudinal.  El  corte  del  diente  indica  la 
misma  estructura  en  este  punto  que  la  del  Lepidosteus 
oxyurus. 

En  la  mayor  parte  de  los  peces  ganoideos  de  los  períodos 
carbonífero  y devónico  se  observa  el  mismo  principio  de 
estructura  dentaria,  llegando  después  al  magnífico  grado  de 
complicación  que  se  observa  en  los  dendrodontes  del  devó- 
nico. 

No  cabe  duda  que  en  el  Archegosauro  completamente 
desarrollado  serian  proporcionados  los  pulmones  para  la 
respiración  que  necesitaba  el  animal;  pero  los  vestigios  del 
sistema  respiratorio  embrional  en  el  individuo  adulto  indican 
que  aquel  sér  vivía  en  el  agua,  por  lo  menos  tanto  como  los 
reptiles  perenibranquios  actuales,  en  los  que,  á pesar  del 
grado  de  desarrollo  de  sus  pulmones,  las  funciones  respira- 
torias parecen  efectuarse  principalmente  por  branquias. 

Los  otros  caracteres  de  afinidad  con  los  peces,  que  presen- 
ta el  Archegosauro,  por  su  notocorda  persistente,  su  base- 
occipital  cartilaginoso,  sus  osificaciones  dérmicas  en  la  cabeza, 
y las  pequeñas  escamas  del  cuerpo,  le  alejan  mas  del  tipo 
de  los  reptiles  saurios,  presentándole  evidentemente  como 
una  forma  de  tránsito  entre  los  batracios  y los  ganoideos. 

La  cara  inferior  del  cuerpo,  entre  la  cabeza  y el  tronco, 
está  protegida  por  tres  anchas  placas  huesosas,  una  de  ellas 
media  y simétrica,  con  los  extremos  redondeados;  la  super- 
ficie ó cara  exterior  presenta  varios  surcos,  excepto  en  la 
parte  marginal  cubierta  por  las  piezas  laterales  y el  arco 
escapular.  Las  placas  del  cuello,  fijas  en  la  mitad  anterior 
de  los  lados  de  la  media,  afectan  la  figura  de  los  élitros  de 
un  escarabajo,  y convergen  hácia  fuera. 

Von  Meyer  compara  estos  escudos  dérmicos  con  los  ele- 
mentos episternos  de  la  coraza  ó peto  de  los  quelonios,  y 
cree  encontrar  la  verdadera  homología  en  las  anchas  placas 
media  y lateral  del  cuello  ó en  las  escamas  del  Megalichtys 
y del  Sudis  gigas. 

Las  afinidades  con  los  perenibranquios  del  Archegosauro 
se  demuestran  claramente  por  el  escapular  y el  arco  hioideo. 
El  húmero  corto  y grueso,  y hueco  al  principio,  está  abierto 
en  ambas  extremidades;  de  los  dos  huesos  del  antebrazo,  el 
cúbito  es  un  poco  mas  largo  y ancho  que  el  radio,  y los  dos 
presentan  la  mas  sencilla  forma  primitiva.  El  espacio  que 
hay  entre  el  antebrazo  y el  metacarpo  indica  claramente  la 
masa  cartilaginosa  que  representa  el  segmento  carpal  en  el 
Archegosauro.  No  hay  mas  que  cuatro  dedos;  el  segundo  es 
el  mayor  y comprende  al  menos  cuatro  falanges,  que  así 
como  las  del  metacarpo,  son  largas  y delgadas. 

El  Íleon  se  ensancha,  lo  mismo  que  la  escápula,  en  su 
extremidad  articular;  los  huesos  mas  cortos  de  cada  lado 
completan  la  pelvis;  el  mas  ancho  es  el  pubis;  el  fémur  es 
truncado  en  ambas  extremidades;  la  tibia  y el  peroné  son 
huesos  separados,  una  mitad  mas  largos  que  el  fémur;  los 
huesos  de  los  pies  están  separados  de  los  de  la  pierna  por 
una  masa  fibro-cartilaginosa. 

El  argumento  que  aduce  Mr.  Von-Meyer  para  demostrar 
las  afinidades  del  Archegosauro  con  los  saurios,  fundán- 

64 


PALEONTOLOGIA 


506 


dose  en  la  brevedad  de  los  miembros  anteriores  del  Mis- 
triosauro,  rebatido  ya  por  la  diferencia  de  estructura,  pierde 
además  su  valor  por  el  hecho  de  que  las  extremidades  pos- 
teriores, así  como  las  de  los  perenibranquios,  no  son  igual- 
mente sencillas  en  su  estructura,  sino  también  tan  cortas 
como  las  anteriores.  El  concienzudo  observador  y acreditado 
artista  ha  contribuido  en  mucho  para  darnos  á conocer  las 
partes  fosilizables  del  Archegosauro;  mas  no  parece  haber 
profundizado  la  cuestión  bajo  su  verdadero  punto  de  vista. 
El  animal  no  ofrece  la  conformidad  de  estructura  que  supo- 
ne el  autor  con  ningún  reptil  conocido,  y menos  con  un 
crocodilo;  mas  analogía  se  encuentra  comparando  el  Arche- 
gosauro con  los  vertebrados  de  los  períodos  devónico  y car- 
bonífero, según  acaba  de  demostrar  Gaudry  en  la  Memoria 
sobre  el  Protriton  petrolei  y el  Actinodon  Frossardi.  El 
estado  de  osificación  imperfecta  de  la  columna  vertebral  es 
el  mismo  de  todos  los  peces  de  la  época  de  aquel  sér  y de 
las  anteriores;  el  exo-esqueleto,  las  escamas  ganoideas  del 
tronco,  y las  placas  lisas  de  la  cabeza,  anchas  y unidas  por 
suturas,  ofrecen  caractéres  que  no  se  observan  en  ningún 
animal  de  respiración  aérea  de  nuestros  dias.  Por  otra  parte, 
los  dientes  labirínticos,  y los  miembros,  que  aparecen  en  el 
estado  embrionario  de  los  de  un  proteo,  indican,  para  todo 
aquel  que  se  atenga  á los  hechos  en  que  deba  basarse  la 
ciencia  del  origen  de  las  especies,  el  ejemplo  mas  evidente 
de  una  forma  transitoria,  en  la  hipótesis  derivativa,  de  un 
sér  de  respiración  aérea  á otro  que  la  tiene  acuática.  De 
todos  modos,  cualquiera  que  sea  el  grado  en  que  se  combi- 
nen las  condiciones,  este  punto  encierra  un  problema  para 
cuya  resolución  es  indispensable  un  estudio  mas  profundo  y 
el  conocimiento  de  muchos  hechos  ignorados  aun.  Los  que 
se  estudiaron  desde  que  Lamarck  trató  de  explicar  los  cam- 
bios que  pueden  producir  en  la  estructura  animal  las  influen- 
cias exteriores,  y la  manera  en  que  una  forma  es  susceptible 
de  cambiarse  en  otra,  abren  sin  duda  ancho  campo  al  explo- 
rador de  las  leyes  de  la  naturaleza  animada;  y ha  de  procu- 
rarse que  no  pase  desapercibido  ningún  hecho  sin  conside- 
rar detenidamente  sus  relaciones  con  el  importante  punto 
que  nos  ocupa,  para  lo  cual  deberá  el  naturalista  concentrar 
toda  su  fuerza  de  atención. 


GÉNERO  RANICEPS 


Hácia  el  centro  de  la  gran  cuenca  carbonífera  del  Ohio, 
en  los  Estados-Unidos,  existe  una  masa  de  esta  formación, 
de  ocho  piés  de  espesor,  en  la  que  se  ha  encontrado  el  crá- 
neo, parte  de  la  columna  vertebral,  el  arco  escapular,  y los 
miembros  anteriores  de  un  reptil,  considerado  por  el  doctor 
Wyman  como  perteneciente  á la  sub  clase  de  los  batracios, 
y al  que  dio  el  nombre  de  Raniceps.  Otros  dos  fósiles  afines, 
que  se  suponen  ser  también  de  los  batracios,  se  descubrie- 
ron después  en  la  misma  formación  y localidad. 


GÉNERO  DENDRERPETON 


Se  ha  fundado  este  género  en  algunos  pequeños  huesos 
hallados  en  el  tronco  hueco  de  una  sigilaría  de  dos  piés 
de  diámetro,  completamente  convertida  en  carbón  en  un 
campo  de  Nueva  Escocia.  Este  género  también  de  los  ba- 
tracios, ofrece  íntimas  afinidades  por  la  estructura  de  los 
dientes,  las  placas  craneanas,  y la  proporción  de  ciertos  hue- 
sos, con  el  género  Archegosauro.  El  descubrimiento  de  varias 
escamas  carenadas  con  huesos  del  Dendrerpenton  es  otro 
dato  en  apoyo  de  la  probabilidad  de  que  pertenezca  al  órden 
de  los  ganocéfalos.  Una  segunda  especie  de  reptil  (Hylono- 
mus),  un  centípedo,  y varías  conchas  de  los  Dendropupa, 


recompensaron  al  Dr.  Dauson  de  sus  últimas  exploraciones 
en  los  antiguos  árboles  de  los  depósitos  carboníferos  de 
Nueva  Escocia.  Así  pues,  vemos  que  los  moluscos,  los  arti- 
culados y vertebrados,  concurren  con  la  rica  vegetación  ter- 
restre á demostrar  la  influencia  favorable  de  la  atmósfera 
para  la  conservación  de  las  pruebas  de  la  vida  pasada  en  la 
división  mas  antigua  de  los  períodos  geológicos  de  la  histo- 
ria terrestre. 


ÓRDEN  IX— LABIRINTODONTIDOS 


Cabeza  protegida,  como  en  los  ganocéfalos,  por  una  es- 
pecie de  casco  compuesto  de  placas  óseas,  lisas  y sumamen- 
te duras,  inclusos  los  huesos  suplementarios  post-orbital  y 
supra-temporal;  existen  dos  cóndilos  occipitales;  el  vómer 
está  dividido;  los  cuerpos  vertebrales,  así  como  los  arcos, 
están  osificados  y son  bicóncavos;  las  pleurapófisis  del  tron- 
co son  largas  y se  arquean;  los  dientes  son  complejos  por 
ondulación. 

Los  reptiles  que  ofrecen  los  citados  caractéres  fueron  di- 
vididos en  varios  géneros,  según  las  modificaciones  de  la 
forma  y proporción  del  cráneo,  y la  disposion  relativa  y el 
tamaño  de  las  cavidades  orbital,  nasal  y temporal. 


GÉNERO  BAFETES 


Bapheies  planiceps. — Esta  especie  está  fundada  sobre  par- 
te de  un  cráneo  fósil  procedente  del  terreno  carbonífero  de 
Nueva  Escocia,  que  mide  siete  pulgadas  al  través  de  las  ór- 
bitas. Pertenece  al  presente  órden  por  el  número,  tamaño  y 
disposición  de  los  dientes;  por  las  proporciones  y manera  de 
unirse  los  premaxilares,  maxilares,  nasales,  pre  frontales  y 
frontales;  y por  el  carácter  que  resulta  del  cráneo,  notable- 
mente ancho  y deprimido,  presentando  sus  huesos  una  su- 
perficie análoga  á la  de  los  labirintodóntidos.  La  forma  de  la 
extremidad  del  hocico  ó de  la  mandíbula  superior,  en  el 
ejemplar  de  Nueva  Escocia,  conviene  mas  bien  con  la  que 
presehta  el  Capitosauro  y Metopias  de  von  Meyer  y Bur- 
meister;  pues  las  órbitas  habían  sido  evidentemente  mayores 
y de  distinta  forma  que  en  los  reptiles  así  llamados. 

Conducidos  al  período  carbonífero  por  el  órden  de  los  la- 
birintodontes,  que  alcanzaron  un  completo  desarrollo  en  el 
triásico,  daremos  á conocer  seguidamente  los  mas  notables 
restos  y caractéres  típicos  de  este  extinguido  grupo  de  rep- 
tiles. 

En  el  período  triásico  de  los  condados  de  Warwick  y 
Cheshire,  las  playas  ó riberas  del  antiguo  mar,  formadas  en- 
tonces por  un  depósito  arenoso,  fueron  recorridas  por  repti- 
les que  tenian  los  caractéres  huesosos  esenciales  de  los  mo- 
dernos batracios;  pero  combinados  con  otros  de  los  croco- 
dilos, lagartos  y peces  ganoideos,  formando  el  total  de  ellos 
un  conjunto  que  podía  rivalizar  por  el  tamaño,  según  lo 
indican  los  fósiles  y las  huellas,  con  el  de  los  mayores  cro- 
codilos de  la  actualidad.  La  forma  del  Labirintodon,  á juzgar 
por  la  gran  anchura  y aplanamiento  del  cráneo,  y las  pro- 
porciones de  ciertos  huesos,  debió  guardar  un  término  medio 
entre  la  de  la  rana  y la  de  la  salamandra  terrestre. 

Los  batracios  de  piel  lisa  no  tienen  tipo  fijo  en  la  forma 
externa,  como  los  órdenes  mas  superiores  de  reptiles  hoy 
existentes;  pero  algunos,  como  las  anchas  y aplanadas  ranas 
y sapos,  se  asemejan  en  cierto  modo  á los  quelonios,  parti- 
cularmente á las  tortugas  llamadas  Trionyx;  otros  batracios, 
las  Cecilias,  se  parecen  á los  ofidios;  un  tercer  grupo,  como 
el  de  las  Salamandras,  representa  á los  lacértidos;  y entre  los 
reptiles  perenibranquios  hay  especies  (Sirena)  que  combinan 


0 


LABIRINTODONTIDOS 


con  branquias  externas  la  mutilada  condición  de  los  peces 
apodos. 

Asi,  pues,  se  notará  que,  aun  en  el  caso  de  haberse  obte- 
nido un  esqueleto  entero  del  Labirintodon,  no  hay  ninguna 
forma  característica  general  exterior  en  el  orden  existente  de 
batracios,  por  la  que  hubiera  podido  determinarse  su  afini- 
dad con  este  grupo.  Los  caractéres  comunes  en  virtud  de  los 
cuales  se  asocian  naturalmente  en  un  solo  grupo  los  batra, 


Fig* 


So. — CRANEO  CON  LA.  MANDÍBULA  SUPERIOR  Y LOS 
DIENTES  DEL  MENOPOME 


cios,  tan  diversificados  entre  sí  por  los  demás,  no  son  tan 
solo  los  que  resultan  de  los  fenómenos  del  desarrollo  y de 
los  órganos  que  pueden  destruirse  fácilmente,  sino  también 
los  que  presentan  las  modificaciones  del  esqueleto,  y en  par- 
ticular del  cráneo.  Este  último  está  unido  al  atlas  por  medio 
de  dos  tubérculos  (fig.  8o,  ¿,  ¿^desarrollados  exclusivamen- 
te desde  los  ex-occipitales ; el  paladar  huesoso  se  compone 
de  dos  huesos  anchos  y planos  (VJ  llamados  vomerianos,  que 
de  ordinario  sostienen  los  dientes.  Solo  en  los  batracios  de 
la  actualidad  se  ven  ejemplos  de  dos  ó mas  series  de  dichos 
órganos  en  el  mismo  hueso,  como  se  observa  especialmente 
en  la  mandíbula  inferior  de  las  especies  de  Cecilia  y Sirena. 

Los  notables  fósiles  que  aquí  representamos  fueron  exa- 
minados en  1840,  comenzándose  su  estudio  por  varias  por- 
ciones de  un  diente  hallado  en  la  nueva  arenisca  roja  de 
Warwickshire.  Los  caractéres  exteriores  de  este  diente  cor- 
responden con  los  que  representa  la  figura  81,  cuyo  modelo 
fué  descubierto  anteriormente  por  el  profesor  Jaeger  en  la 
formación  alemana  del  keuper,  en  Wurtemberg,  habiendo 
servido  de  base  para  fundar  el  género  Mastodonsaurus. 

El  exámen  microscópico  del  diente  del  Mastodonsauro,  y 
de  aquellos  procedentes  de  la  nueva  arenisca  roja  de  War- 
wickshire, demostró  que  los  de  ambas  localidades  tenían 
una  estructura  muy  complicada  y notable  (fig.  82),  cuyo 
carácter  principal,  ó sea  la  convergencia  de  los  numerosos 
repliegues  de  la  capa  externa  de  cemento  hácia  la  cavidad 
central,  indicaba  una  ligera  semejanza  con  el  diente  del 
Ictiosauro;  mientras  que  los  de  varias  especies  de  ganoideos 
y los  del  Archegosauro,  presentaban  mas  analogía  con  la 
estructura  labiríntica. 

Dedúcese,  pues,  que  así  como  los  extinguidos  animales  de 
que  se  trata  manifestaron  en  la  intima  estructura  de  sus 
dientes  una  afinidad  con  los  peces,  podría  esperarse  que  si 
pertenecieran  á la  clase  de  los  reptiles,  el  resto  de  su  estruc- 
tura indicaría  los  caractéres  del  orden  mas  inferior,  cual  es 
el  de  los  batracios,  cuyos  representantes  pasan,  aunque  no 
en  cuanto  al  carácter  dentario,  por  tantas  otras  notables 
degradaciones  de  estructura,  constituyendo  el  tránsito  á los 
peces. 

En  la  misma  formación  de  Wurtemberg,  de  donde  proce- 


dían los  dientes  laberínticos  del  llamado  Mastodonsauro, 
encontráronse  después  cráneos  mas  ó menos  completos  del 
mismo  animal,  en  los  que  se  reconocía  el  desarrollo  de  un 
cóndilo  separado  en  cada  hueso  ex-occipital,  y un  vómer 
dividido,  con  una  línea  de  dientes  en  cada  mitad.  Los  otros 
fósiles  procedentes  de  la  nueva  arenisca  roja  de  Warwick- 
shire confirmaron  mas  aun  la  naturaleza  batracoidea  del  gé- 
nero con  la  evidencia  de  las  cinco  especies  siguientes:  Laby- 
rinthodon  de  Jaeger,  L leptognathus,  L.  pachygnathus,  L. 
ventricosus  y L.  scutulatus.  Las  agregaciones  de  estas  especies 
al  grupo  de  reptiles  han  sido  desde  entonces  tan  numerosas, 
que  el  nombre  de  género  se  elevó  sucesivamente  al  de  fami- 
lia y al  de  orden. 

El  Labirintodon  (Mastodonsaurus)  de  Jaeger  es  la  mayor 
especie  conocida,  pues  mide  el  cráneo  mas  de  tres  piés  de 
largo  y cerca  de  dos  de  ancho.  Sus  extremidades  pudieron 
muy  bien  dejar  huellas  del  tamaño  de  las  que  se  ven  en  las 
areniscas  de  Cheshire,  descritas  y figuradas  por  Egerton, 
como  las  del  Cheiroterio  Hércules.  En  el  terreno  devónico 
de  Warwickshire  se  encontró  una  mandíbula  inferior,  uno 
de  cuyos  dientes  se  representa  de  tamaño  natural  en  la  figu- 
ra 81. 

El  Labirintodon  leptognathus  es  conocido  por  varios- 
fragmentos  de  las  mandíbulas  superior  é inferior,  dos  vérte- 
bras y un  esternón,  restos  que  se  hallaron  en  la  nueva  are- 
nisca roja  de  Coton  End,  cerca  de  Warwick.  Las  vértebras 
tienen  profundas  cavidades  articulares  en  ambas  caras  del 
cuerpo;  el  arco  neural  está  anquilosado  con  el  centro,  y de 
cada  lado  de  su  base  parte  un  apéndice  trasversal  y grueso 
que  se  extiende  oblicuamente  hácia  arriba. 


-6»; 


Fig.  8l. — DIENTE  CANINO  DEL  LABIRINTODON  JACAERI 

El  hueso  esternal  consiste  en  un  cuerpo  que  gradualmente 
se  hace  mas  grueso  hácia  la  parte  anterior,  donde  se  cruzan 
varias  piezas  en  ángulo  recto  con  el  esternón,  presentando 
cada  cual  una  cavidad  para  la  articulación  de  las  clavículas. 


PALEONTOLOGIA 


Las  modificaciones  de  las  mandíbulas,  y mas  particular- 
mente las  del  paladar  huesoso,  son  de  carácter  batracoideo: 
por  la  disposición  de  los  mayores  dientes  en  las  extreraida. 
des  anteriores  de  las  mandíbulas,  se  nota  semejanza  con  el 
Piesiosauroj  y por  una  parte  de  la  «estructura  dentaria,  la 
forma  del  episterno,  y las  vértebras  bicóncavas,  con  el  Ictio- 
sauro. Por  la  anquilosis  de  la  base  de  los  dientes  con  pro- 
fupdos  alvéolos,  el  Labirintodon  se  parece  á la  esfirena,  y 
á otros  varios  peces;  y de  la  ausencia  de  un  vestigio  de 
excavación  en  el  lado  mas  interior  de  la  base  de  los  dientes 
cjue  íuncionan,  ó en  otros  términos  de  los  alvéolos  de  reser- 
va para  los  dientes  que  deben  sucederse,  podemos  deducir 
que  dichos  órganos  se  reproducían,  como  en  los  batracios 


F*g-  $2—  CORTE  TRASVERSAL  DE  UN  DIENTE  DEL  LABIRINTODON 

inferiores  y muchos  peces,  en  la  blanda  membrana  mucosa 
que  cubría  el  borde  alveolar;  y que  después  llegaron  á fijarse 
en  el  hueso  por  anquilosis,  según  se  observa  en  los  lófios. 

Labyrinthodon  paíhygnathus. — Los  restos  de  esta  especie, 
hallados  hasta  aquí,  consisten  en  porciones  de  las  dos  man- 
díbulas, un  hueso  anterior  frontal,  un  húmero  fracturado, 
un  Íleon,  la  cabeza  del  fémur  y dos  falanges  ungueales.  Una 
porción  de  la  rama  de  la  mandíbula  inferior,  de  unas  nueve 
y media  pulgadas  de  largo,  que  presenta  los  caractéres 
comunes  de  la  del  L.  leptognathus,  demuestra  también  que 
el  tabique  exterior  del  aparato  alveolar  no  es  mas  alto  que 
el  interior.  Los  pequeños  dientes  seriales,  en  número  de 
unos  cuarenta,  disminuyen  gradualmente  de  tamaño  á me- 
dida que  se  acercan  á las  dos  extremidades  de  la  serie;  los 
alvéolos  están  bastante  próximos,  y algunos  vacíos;  aparen- 
temente habia  en  cada  sínfisis  tres  grandes  caninos,  siendo 
de  pulgada  y media  la  longitud  del  mayor.  La  base  de  los 
dientes  está  anquilosada  en  el  fondo  del  alvéolo,  como  en 
los  peces  escomberoideos  y sauroideos;  pero  el  Labirintodon 
presenta  además  otro  carácter  mas  íctico,  que  consiste  en  la 
continuación  de  una  linea  de  pequeños  dientes,  anterior  á 
los  dos  ó tres  mayores. 

Los  restos  del  cráneo  del  L.  pachygnathus  demuestran 
que  el  animal  tenia  fosas  nasales  sub-terminales  que  iban 
á terminar  en  una  cavidad  profunda,  separada  de  la  boca 
por  un  ancho  paladar,  hallándose  los  orificios  internos  situa- 
dos detrás  de  las  fosas  exteriores.  En  los  batracios  de  respi 
ración  aérea  se  observa  que  el  conducto  nasal  es  corto  y 
vertical,  y que  los  orificios  internos  atraviesan  la  parte  ante- 
rior del  paladar,  lo  cual  conviene  para  la  respiración  y de- 


glución, pudiendo  inferirse,  por  lo  tanto,  que  en  el  Labirin 
todon  debió  existir  el  aparato  para  respirar  por  inspiración, 
y que  en  el  esqueleto  se  hallaron  ligamentos  costales  bien 
desarrollados. 

De  los  pocos  huesos  de  las  extremidades  que  se  han  exa- 
minado, uno  de  ellos  presenta  todos  los  caractéres  de  la 
parte  correspondiente  del  húmero  de  un  sapo  ó de  una  rana, 
ó sea  la  extremidad  articular  convexa,  algún  tanto  extendida 
trasversalraente,  la  depresión  longitudinal  exterior,  y la  bien 
desarrollada  línea  dorsal  Por  su  estructura,  así  como  por  su 
forma  general,  este  hueso  conviene  con  el  tipo  batracio,  di- 
firiendo del  que  ofrece  el  crocodilo : los  dos  dedos  de  los  piés, 
ó las  falanges  terminales,  se  asemejan  á los  de  aquellos  rep- 
tiles por  no  presentar  vestigios  de  uña,  y en  vista  de  su  ta- 
maño se  puede  inferir  que  corresponden  á las  extremidades 
posteriores  del  L.  pachygnatus. 

En  el  íleon  derecho,  de  unas  seis  pulgadas  de  largo,  nó- 
tase una  cierta  combinación  de  los  caractéres  del  crocodilo 
y del  batracio;  la  cavidad  acetabular  está  limitada  en  su 
parte  superior  por  una  prominencia  aguda,  como  en  la  rana, 
y no  es  marginada  en  su  interior,  según  se  observa  en  el  cro- 
codilo. 

Como  el  fragmento  del  Íleon  se  descubrió  en  la  misma 
masa  en  que  se  hallaron  los  dos  pedazos  del  cráneo  y la 
parte  de  las  mandíbulas  inferiores,  es  probable  que  todos  los 
restos  hayan  pertenecido  al  mismo  animal;  y en  tal  caso, 
como  las  porciones  de  la  cabeza  corresponden  por  su  tamaño 
á un  crocodilo  de  seis  ó siete  piés  de  largo,  y la  cavidad 
acetabular  con  las  de  un  individuo  de  esta  misma  especie 
de  veinticinco  piés  de  longitud,  resulta  que  las  extremida- 
des posteriores  del  labirintodon  debieron  ser  de  un  tamaño 
desproporcionado  si  se  compara  con  el  de  los  saurios  exis- 
tentes, pero  de  una  magnitud  aproximada  á la  de  algunos 
de  los  actuales  batracios  anuros.  Que  existió  un  reptil  de 
tamaño  idéntico  al  de  las  especies  cuyos  restos  acabamos  de 
descubrir,  es  cosa  que  no  admite  duda  en  vista  de  las  sin- 
gulares impresiones  designadas  con  el  nombre  de  Cheiro- 
therium. 

Labyrinthodon  ( rhombopholis)  scutulatus.  — Los  restos  á 
que  se  aplicó  esta  denominación  forman  un  grupo  irregu- 
larmente dispuesto  de  huesos  envueltos  en  arenisca,  que 
pertenecen  evidentemente  al  mismo  esqueleto;  redúcense  á 
cuatro  vértebras,  porciones  de  ligamentos,  un  húmero,  un 
fémur,  dos  tibias,  la  extremidad  de  un  hueso  plano  y varias 
escamas  óseas  pequeñas,  de  forma  romboidal  (fig.  83,  3). 
Descubriéronse  en  1840  en  la  nueva  arenisca  roja  de  Lea- 
mington 


Fíg-  S3 ROM BOPHOLIS  SCUTULATUS  {Triásico) 

Las  vértebras  (fig.  83,  1,  2)  presentan  superficies  bicón- 
cavo-articulares,  como  en  otros  Labirintodon,  observándose 
en  dos  de  ellas  superficies  que  se  inclinan  en  sentido  pa- 
ralelo, como  las  vértebras  dorsales  de  la  rana;  las  neura- 
pófisis  están  anquilosadas  en  el  cuerpo  vertebral,  y el  húme- 
ro es  regularmente  convexo.  Una  parte  de  un  hueso  mas 
corto  y plano,  se  arquea  formando  ángulo  sub  agudo  con  la 
extremidad  inferior,  asemejándose  al  radio  anquilosado  de 
los  batracios. 

Las  paredes  del  fémur  son  delgadas  y compactas,  y con- 
tienen una  ancha  cavidad  medular;  las  tibias  presentan  la 
notable  depresión  que  caracteriza  á los  huesos  correspon- 


ICTI0PTERIG10S 


5°9 


< 


O 


dientes  de  los  batracios,  así  como  también  la  impresión  lon- 
gitudinal que  se  extiende  por  el  centro  de  la  superficie 
plana.  Los  atributos  del  Labirintodon  descrito  parecen  tener 
solo  un  valor  sub  genérico,  que  se  indica  por  la  denominación 
de  rombofolis.  Otras  diferencias  correspondientes  en  las  for- 
mas y proporciones  del  cráneo,  y en  la  posición  relativa  de 
las  órbitas,  en  los  ejemplares  descubiertos  despúes  en  las 
areniscas  triásicas  de  Alemania,  fueron  interpretadas  de  un 
modo  análogo. 

El  Labirintodon  (Mastodonsaurus)  de  Jaeger  es  la  mayor 
de  las  especies:  el  cráneo  descubierto  en  el  Keuper  inferior 
de  Wurtemberg  es  triangular;  los  dos  cóndilos  se  proyectan 
desde  el  centro  de  la  base;  los  lados  son  rectos  y convergen 
hácia  el  vértice  obtuso;  las  órbitas,  ovales  y mas  estrechas  an- 
teriormente, están  situadas  casi  en  la  mitad  de  la  línea  entre 
la  parte  anterior  y la  posterior  del  cráneo;  las  fosas  nasales 
son  muy  pequeñas,  y se  hallan  tan  separadas  entre  sí  como 
las  órbitas. 

Labyrinthodon  ( Trematosaurus ) Braunii , Von  Meyer. — Es- 
te género  se  fundó  sobre  un  cráneo  descubierto  en  el  sand- 
stein  de  Bernburgo.  Mide  un  pié  de  largo,  y relativamente  á 
la  anchura  de  la  base,  es  mas  prolongado  y estrecho  que  el 
del  labirintodon  de  Jaeger,  formando  los  lados  un  ángulo 
mas  agudo ; las  órbitas,  de  forma  elíptica,  están  situadas  en 
el  centro  del  cráneo,  y mas  separadas  que  en  la  especie 
anterior;  las  fosas  nasales  se  hallan  relativamente  mas  pró- 
ximas. Hay  un  par  de  orificios  premaxilo-palatinos,  como  en 
la  rana,  y detrás  se  ven  las  aberturas  internas  de  las  fosas 
nasales. 

Labyrinthodon  ( Metopias ) diagnosticusy  II.  von  M.  — En 
esta  especie  es  mas  ancho  el  cráneo  en  proporción  á su  largo, 
y los  lados  convexos,  convergentes  hácia  el  hocico.  Las  ór- 
bitas, bastante  pequeñas,  presentan  una  forma  elíptica,  si- 
tuadas en  el  tercio  anterior  del  cráneo,  hallándose  dos  veces 
tan  separadas  como  las  fosas  nasales.  Los  restos  de  esta  es- 
pecie proceden  de  los  bancos  superiores  de  la  arenisca  de 
Wurtemberg. 

El  Labirintodon  (Capitosaurus)  arenaceus  de  Munster, 
se  distingue  por  tener  el  hocico  mas  ancho  y casi  truncado; 
las  órbitas,  de  forma  elíptica,  están  situadas  casi  enteramente 
en  el  tercio  posterior  del  cráneo. 

Eichwald  aplicó  el  nombre  de  Zygosaurus  á un  reptil  la- 
birintodóntido  de  las  pizarras  cobrizas  pérmicas  de  Orem- 
burgo  que  ofrece  el  cráneo  parabólico  de  las  especies  de 
L.  de  Jaeger  y L.  diagnóstico;  las  órbitas  son  anchas  y es- 
tán divididas  por  un  intervalo  menor  que  su  propio  diá- 
metro; las  fosas  temporales,  relativamente  anchas,  se  limitan 
por  fuertes  arcos  cigomáticos:  la  dentición  es  de  labirin- 
todon 

El  labirintodon  de  Buckland  procede  de  una  arenisca  que 
hay  cerca  de  Kenilworth,  que  el  profesor  Ramsay  le  considera 
como  pérmico. 

Odoniosaurt/s  Voltzii—  El  género  y la  especie  de  este  nom- 
bre fueron  establecidos  por  Von  Meyer  en  vista  de  una  por- 
ción de  mandíbula  inferior  que  contenia  cincuenta  dientes, 
fijos  en  profundos  alvéolos;  pero  la  estructura  era  aparente- 
mente labirintoidea.  La  especie  procede  de  la  arenisca  de 
Soultzles-Bains. 

Jestorriiias  de  Perrin.  — Con  este  nombre  indicó  Von 
Meyer  ciertos  huesos  craneados  aplanados,  en  cierto  modo 
semejantes  á los  del  labirintodon,  pero  con  una  superficie 
muy  lisa  como  la  de  los  ganoideos:  estos  restos  proceden  del 
muschelkalk  de  Luneville. 

En  todas  las  formas  sucesivas  de  Labirintodon,  represen- 
tadas por  cráneos  completos,  exceptuando  quizás  el  Zygo- 
saurus, se  ven  las  placas  óseas  suplementarias  que  cubren 


las  fosas  temporales  como  en  el  Archegosauro;  los  cóndilos 
occipitales,  bien  marcados,  forman  un  par;  y el  vómer,  que 
está  dividido,  tiene  de  ordinario  dientes.  La  superficie  del 
cráneo  presenta  asimismo  canales  (¿mucosos?)  ó surcos  dis- 
puestos simétricamente. 

Se  ha  dicho  que  la  relación  de  estos  notables  reptiles  con 
el  órden  de  los  saurios  ofrecía  la  mayor  y mas  verdadera 
afinidad,  sobre  todo  por  el  carácter  de  la  extensión  y osifi- 
cación del  cráneo,  así  como  de  los  huesos  que  le  componen; 
mas  parece  que  no  se  ha  examinado  bien  la  verdadera  natu- 
raleza de  algunos  de  ellos.  Se  han  querido  buscar  analogías 
de  estructura  en  grupos  superiores,  siendo  así  que  debió  ha- 
cerse lo  contrario;  y si  pasamos  de  los  labirintodon  á los 
archegosauros,  deduciremos  otras  conclusiones. 

En  primer  lugar  observaremos  la  conformidad  del  tipo  de 
las  placas  dérmicas,  semi  dermales  ó neuro-dérmicas,  en  el 
bien  osificado  cráneo  de  los  polípteros,  lepidosteos,  esturio- 
nes y otros  peces  ganoideos,  al  hacer  la  comparación  con  los 
huesos  correspondientes  de  los  archegosauros  y labirintodon. 
La  persistencia  del  notocorda  en  el  archegosauro  conviene 
con  la  que  se  observa  en  el  esturión;  la  ausencia  del  cóndilo 
occipital,  ó de  los  cóndilos,  constituye  un  carácter  análogo 
en  el  archegosauro  y el  lepidosirena;  la  presencia  de  los 
dientes  laberínticos  en  aquel  y en  el  lepidosteo,  establece 
cierta  afinidad;  todos  cuyos  caractéres,  con  algún  otro  que 
pudiéramos  citar,  indican  un  gran  grupo  natural  que  demuestra 
los  grados  de  desarrollo  que  aúnan  y relacionan  entre  si  á los 
peces  y los  reptiles  dentro  de  los  límites  de  la  misma  divi- 
sión. Los  salamandroideos,  ganoideos,  lepidosteus  y polipte- 
rus,  son  los  mas  ictioideos  del  grupo;  los  verdaderos  labirin- 
todon, los  mas  sauroideos.  El  lepidosirena  y el  archegosauro 
son  gradaciones  intermedias,  una  de  las  cuales  ofrece  mas 
bien  los  caractéres  de  pez  y la  otra  los  de  reptil.  El  archego- 
sauro indica  la  marcha  del  desarrollo  desde  los  peces  ga- 
noideos al  tipo  labirintodóntido  y el  lepidosirena  al  de  los 
peranibranquios,  demostrando  ambos  lo  artificiales  que  son 
las  supuestas  distinciones  de  clase  entre  los  peces  y los  rep- 
tiles. No  hay  nada  en  la  conocida  estructura  del  llamado 
archegosauro  ó mastodonsauro  que  indique  verdaderamente 
que  pertenecen  á los  saurios  ó crocodilos  en  la  clase  de  los 
reptiles:  las  osificaciones  exteriores  del  cráneo,  y la  estruc- 
tura laberíntica  de  los  dientes,  son  ejemplos  de  la  modifica- 
ción salamandroidea  del  tipo  de  los  peces  ganoideos.  Los 
ganocéfalos  y labirintodon  caracterizan  el  período  de  tránsito 
entre  las  épocas  paleozóica  y mesozoica. 

ÓRDEN  III— ICTIOPTERIGIOS 

Los  huesos  de  la  cabeza  comprenden  todavía  los  post- 
orbitales y supra  temporales  suplementarios;  hay  un  orificio 
parietal;  pero  entre  los  huesos  craneanos  y otros  inmediatos 
se  ven  pequeños  temporales;  solo  existe  un  cóndilo  occipital 
convexo,  y el  vómer  no  tiene  dientes;  el  centro  vertebral 
está  osificado  y bicóncavo,  hallándose  unido  por  sindesmo- 
sis,  y no  por  sutuia,  á su  arco  neural.  Las  pleurapófisis  del 
tronco  son  largas  y se  arquean,  presentando  las  anteriores 
extremidades  bifurcadas.  Los  dientes  tienen  en  su  base 
repliegues  de  cemento  que  convergen  entre  sí,  y encajan  en 
una  cavidad  alveolar  común.  Los  pre  maxilares  son  mucho 
mayores  que  los  maxilares;  la  órbita  muy  ancha;  hay  un 
círculo  de  placas  escleróticas;  las  fosas  nasales  se  hallan 
cerca  de  las  órbitas;  los  miembros  son  natatorios,  con  mas 
de  cinco  dedos  multi  articulados;  existe  un  episterno  y 
clavículas,  pero  falta  el  sacro. 

Con  los  caractéres  que  indican,  como  los  precedentes 
órdenes,  una  afinidad  con  los  ganoideos  superiores,  los 


PALEONTOLOGIA 


5 10 

reptiles  de  que  vamos  á tratar,  exclusivamente  marinos, 
representan  mas  bien  el  tipo  íctico  por  las  proporciones  de 
los  huesos  pre-maxilar  y maxilar;  por  la  brevedad  y gran 
número  de  las  vértebras  bicóncavas;  la  longitud  de  las 
pleurapófisis  de  las  vértebras  cerca  de  la  cabeza;  el  gran 
tamaño  proporcional  del  ojo  con  su  cubierta  esclerótica;  y 
últimamente  por  la  estructura  de  las  aletas  pectorales  y ven- 
trales. 

En  otro  tiempo  se  creyó  poder  reunir  las  especies  de  este 
orden  con  las  del  siguiente,  formando  un  grupo  al  que  se 
dió  el  nombre  de  enaliosauria,  ó lagartos  de  mar:  todos 
ellos  estaban  conformados  para  vivir  en  el  liquido  elemento, 
pero  respiraban  el  aire  como  los  cetáceos;  eran  no  obstante 
animales  de  sangre  fria,  ó de  muy  baja  temperatura,  como 
los  crocodilos  y otros  reptiles.  La  prueba  de  que  los  enalio- 
saurios  respiraban  aire  atmosférico  inmediatamente,  y no 
agua  por  medio  de  branquias,  como  los  peces,  la  tenemos 
en  el  hecho  de  no  existir  el  arco  huesoso  del  aparato  bran- 
quial, en  el  mecanismo  del  espacioso  pecho  ó cavidad 
torácico  abdominal,  y en  la  estructura  de  los  conductos 
aéreos  situados  entre  las  fosas  nasales  y la  boca,  caractéres 
todos  que  se  han  reconocido  en  los  esqueletos  fósiles.  Con 
estos  atributos,  los  lagartos  de  mar  presentaban  dos  pares 
de  miembros  en  forma  de  aletas,  propios  para  nadar.  Distin- 
guíanse estos  animales  de  los  batracios  y quelonios  por  tener 
la  cavidad  torácico-abdominal  rodeada  de  ligamentos  mo- 
vibles. 

Los  enaliosaurios,  reunidos  principalmente  por  sus  órganos 
locomotores,  pueden  subdividirse  en  dos  órdenes  según  las 
modificaciones  de  aquellos:  el  uno  se  caracteriza  por  tener 
cinco  dedos  en  la  aleta,  y el  otro  por  presentar  mas  del 
número  típico.  La  división  pentadáctila  podría  representar 
dos  grupos,  distinguiéndose  el  primero  por  estar  el  arco  ileo- 
púbico  fijo  al  sacro,  y el  segundo  por  hallarse  libremente 
suspendido,  ó fijo  de  otro  modo.  Los  polidáctilos  presentan 
un  tipo  general  de  estructura  mas  conforme  con  la  que 
manifiestan  dos  fases  del  desarrollo,  los  archegosauros  y 
labirintodon. 

GÉNERO  ICHTHYOSAURUS 

Este  nombre,  derivado  de  las  palabras  griegas  ichthys , 
pez,  y sauros , lagarto,  se  aplicó  para  indicar  la  íntima  afini- 
dad del  ictiosauro  con  la  clase  de  los  peces.  Es  notable  sobre 
todo  por  la  brevedad  del  cuello  y la  igual  anchura  de  la 
parte  superior  de  la  cabeza  con  la  de  la  frente  y del  pecho, 
carácter  que  induce  al  observador  del  esqueleto  fósil  á creer 
que  el  antiguo  animal  debió  tener  semejanza  con  las  ballenas 
y los  peces. 

A la  semejanza  que  ofrece  la  forma  del  Ictiosauro  con  la 
de  los  vertebrados  mas  acuáticos  de  la  creación  existente, 
se  agrega  el  carácter  especial  que  consiste  en  tener  aquella 
especie  un  número  inusitado  de  vértebras  muy  cortas,  obser- 
vándose una  modificación  análoga  en  las  superficies  que 
forman  las  articulaciones  vertebrales  que  son  huecas,  lo 
cual  induce  á creer  que  estuvieron  primitivamente  unidas 
por  un  anillo  elástico  ó cápsula  llena  de  fiúido.  Esta  estruc- 
tura, que  predomina  en  la  clase  de  los  peces,  en  los  labirin- 
todon y en  los  actuales  batracios  perenibranquios,  no  existe 
en  ningún  individuo  del  grupo  de  las  ballenas  entre  los 
mamíferos. 

Con  las  anteriores  modificaciones  de  la  cabeza,  del  tronco 
y de  los  miembros,  corresponde  la  estructura  de  la  cola.  Los 
huesos  de  esta  parte  son  mas  numerosos  que  en  el  Plesio- 
sauro,  y de  consiguiente  es  mas  larga;  pero  no  presenta  nin- 
guna de  esas  modificaciones  que  caracterizan  el  sustentáculo 
huesoso  de  la  aleta  de  la  cola  en  los  peces.  Las  vértebras 


caudales  del  Ictiosauro  disminuyen  gradualmente  de  tamaño 
hácia  la  extremidad  de  la  cola,  donde  ofrecen  una  forma 
comprimida,  ó son  aplanadas  lateralmente,  de  modo  que,  en 
vez  de  ser  corta  y ancha  como  en  ios  peces,  se  prolonga  del 
mismo  modo  que  en  los  crocodilos. 

La  mucha  frecuencia  con  que  se  observa  una  fractura  en 
la  cola,  hácia  la  cuarta  parte  de  su  longitud  desde  la  extre- 
midad aun  en  los  esqueletos  fósiles  mas  enteros  y bien  con- 
servados, es  debida  á esa  proporción  de  la  punta  de  dicha 
parte,  que  tuvo  una  aleta  caudal  cutánea  y perecedera.  La 
única  evidencia  que  presentaría  el  esqueleto  fósil  de  una 
ballena  de  la  poderosa  aleta  horizontal  de  la  cola,  carac- 
terística del  animal  viviente,  seria  la  forma  comprimida  ú 
horizontalmente  aplanada  de  los  huesos  que  la  sostenían ; 
deduciéndose  del  hecho  de  estar  aplanados  los  huesos  cor- 
respondientes del  Ictiosauro  en  la  dirección  vertical,  que 
poseía  una  aleta  tegumentaria  de  la  cola,  extendida  en  dicho 
sentido.  En  la  estructura  del  principal  órgano  natatorio  del 
Ictiosauro  reconocemos  pues,  como  en  la  de  otras  partes, 
una  combinación  del  carácter  de  los  mamíferos  con  el  de 
los  saurios  y el  de  los  peces.  En  la  gran  longitud  y gradual 
disminución  de  la  cola  vemos  un  atributo  de  los  saurios;  en 
la  naturaleza  tegumentaria  de  la  aleta,  no  sostenida  por  radios 
huesosos,  se  observa  la  afinidad  con  la  parte  correspondiente 
de  las  ballenas;  y por  la  posición  vertical  se  asemeja  mucho 
á la  aleta  de  la  cola  de  los  peces. 

La  horizontalidad  de  esta  parte  en  los  individuos  del  gru- 
po de  las  ballenas  se  relaciona  sobre  todo  con  su  condición 
de  animales  de  sangre  caliente,  que  necesitan  ponerse  pronto 
en  contacto  con  el  aire  atmosférico;  sin  los  medios  de  des- 
alojar una  masa  de  agua  en  dirección  vertical,  la  cabeza  de 
la  ballena  no  podria  alcanzar  con  suficiente  rapidez  la  super- 
ficie líquida;  pero  como  el  Ictiosauro  no  era  animal  de  san- 
gre caliente,  ni  necesitaba  por  lo  tanto  sacar  la  cabeza  tan 
á menudo  ó con  tanta  rapidez,  quedó  en  él  compensada  la 
taita  de  horizontalidad  de  la  aleta  de  la  cola,  por  la  adición 
de  dos  extremidades  posteriores  que  no  existen  en  la  balle- 
na. La  aleta  vertical  era  un  órgano  poderoso  para  la  rápida 
elevación  del  cuerpo  en  el  agua,  cuando  el  animal  perseguía 
una  presa  ó trataba  de  escapar  de  un  enemigo. 

La  forma  del  cráneo  del  Ictiosauro  se  asemeja  á la  del 
cetáceo  común  llamado  Delphinus  tursio:  la  diferencia  esen- 
cial en  el  reptil  marino  consiste  en  el  reducido  tamaño  de 
la  cavidad  craniana,  y en  la  gran  profundidad  y anchura  de 
los  arcos  cigomáticos,  á los  cuales  se  debe  la  aparente  ex- 
pansión del  cráneo.  El  Ictiosauro  difiere  además  por  el 
grandor  de  los  premaxilares  y la  pequeñez  de  los  maxilares, 
así  como  por  el  enorme  tamaño  de  las  órbitas  y las  grandes 
y numerosas  placas  escleróticas,  estructura  que  comunica  á 
su  cabeza  el  mas  extraño  aspecto. 

Las  verdaderas  afinidades  del  Ictiosauro  deben  sin  em- 
bargo dilucidarse  por  medio  de  una  mas  detenida  compara- 
ción de  la  estructura  del  cráneo;  y pocas  colecciones  ofrecen 
ahora  tan  ricos  materiales  para  proseguir  este  estudio  como 
la  sección  paleontológica  del  Museo  Británico. 

Las  principales  aberturas  que  presentan  las  paredes  hue- 
sosas del  cráneo  en  el  Ictiosauro  son  las  siguientes:  en  la 
región  posterior  el  grande  agujero,  los  orificios  occipito- 
parietales  y los  conductos  auditivos;  en  la  superficie  supe- 
rior, los  agujeros  parietales  y las  fosas  temporales;  en  las 
caras  laterales  las  órbitas  y ventanas  de  la  nariz;  y en  la  su- 
perficie inferior  los  orificios  palato-nasal,  terigo-esfenoideo  y 
terigo-malar.  Los  conductos  auditivos  están  limitados  por  el 
timpánico,  que  entra  por  mucho  en  la  formación  del  meato 
auditivo  en  gran  número  de  lagartos,  siendo  semejante  el  de 
los  crocodilos  y el  del  Ictiosauro. 


SAUROPTERIGIOS 


La  órbita  es  notable  por  su  gran  dimensión  y por  estar 
situada  muy  posteriormente;  el  primer  carácter  ofrece  ana- 
logía con  el  correspondiente  de  los  lagartos,  y el  segundo 
tiene  su  semejanza  con  los  crocodilos;  está  formada  por  los 
pre  y post-frontales  encima,  por  el  lagrimal  en  frente,  por  el 
post-orbital  detrás,  y por  el  largo  y delgado  malar  debajo. 
La  abertura  de  la  nariz  es  prolongada  y triangular,  y está 
limitada  por  los  huesos  lagrimal,  nasal,  maxilar  y pre-maxi- 
lar,  siendo  proporcionalmente  mas  grande  que  en  el  Ple- 
siosauro. 


Las  aberturas  terigo  palatinas  son  muy  largas  y estrechas, 
mas  anchas  posteriormente,  donde  están  limitadas,  como  en 
los  lagartos,  por  las  concavidades  anteriores  del  base-esfe- 
noideo,  estrechándose  gradualmente  hasta  un  punto  próximo 
á las  fosas  nasales  palatinas,  mas  pequeñas  que  en  la  mayor 
parte  de  los  lagartos.  Las  fosas  temporales  están  limitadas  en 
la  parte  superior  por  el  parietal  interiormente,  y por  el  mas- 
toideo  y post-frontal  exteriormente;  son  de  forma  oval,  y por 
su  tamaño  relativo  se  asemejan  mas  bien  á las  de  los  croco- 
dilos que  á las  del  tipo  lacertido. 


Por  la  estructura  huesosa  que  en  el  Ictiosauro  está  en 
relación  con  las  aletas  anteriores  se  infiere  que  el  animal 
tenia  la  costumbre  de  salir  á la  playa  y arrastrarse  sobre  la 
arena,  pues  no  se  reconoce  tal  carácter  en  ningún  delfín  ó 
ballena  ú otro  animal  semejante,  carácter  cuya  ausencia  es 
principalmente  la  causa  de  que  dichos  séres  marinos  de 
respiración  aérea  se  muevan  con  tanta  dificultad  cuando 
quedan  en  seco.  En  el  Ictiosauro  consiste  dicha  estructura 
en  un  fuerte  arco  huesoso,  invertido,  que  se  cruza  por  debajo 
del  pecho  desde  la  articulación  de  una  espaldilla  á la  otra; 
siendo  lo  mas  notable  en  la  conformación  de  este  arco 
escapular  su  gran  semejanza  por  el  número,  forma  y dispo- 
sición de  los  huesos  con  la  misma  parte  del  singular  mamí- 
fero acuático  de  Australia  llamado  Ornitorinco.  Cuando  el 
Ictiosauro  salía  á la  playa,  fuese  para  dormir  ó bien  para 
solazarse,  permanecería  echado  o se  arrastraría,  tocando  con 
el  vientre  la  tierra. 

El  carácter  mas  exrraordinario  de  la  cabeza  consiste  en  la 
enorme  magnitud  del  ojo;  deduciéndose  de  la  cantidad  de 
luz  que  atravesaba  la  pupila,  que  el  animal  tenia  sumamente 
desarrollado  el  sentido  de  la  vista,  hasta  en  la  oscuridad.  En 
los  cráneos  fósiles  no  es  raro  ver  frente  á la  órbita  misma 
una  serie  circular  de  placas  huesosas  muy  ténues  y petrifica- 
das, dispuestas  al  rededor  de  una  abertura  central,  donde 
estaba  situada  la  pupila.  Este  curioso  aparato  serviria  para 
proteger  el  órgano  de  la  visión  cuando  el  Ictiosauro  salía  á 
la  superficie  del  mar,  ó bien  al  sumergirse  á grandes  profun- 

Ddidades,  donde  podría  lastimarle  de  otro  modo  la  presión 
del  denso  elemento.  «El  enorme  ojo  del  Ictiosauro,  escribió 
Buckland,  es  un  instrumento  óptico  de  prodigiosa  fuerza, 
que  permitía  á este  animal  divisar  su  presa  á gran  distancia 
en  medio  de  la  oscuridad  de  la  noche  y délas  profundidades 
del  mar.» 

En  el  Ictiosauro  común  se  cuentan  diez  y siete  placas 
escleróticas,  qae  forman  la  parte  anterior  déla  pupila:  en  un 
ejemplar  bien  conservado,  existente  en  el  Museo  Británico, 
la  abertura  de  aquella,  tal  como  está  limitada  por  dichas 
láminas,  forma  un  óvalo  completo,  de  pulgada  y media  de 


diámetro,  siendo  el  largo  de  las  placas  de  ocho  á diez  líneas, 
y de  cuatro  pulgadas  el  diámetro  de  la  órbita.  La  posición 
del  círculo  esclerótico  en  aquella  cavidad  demostraba  cómo 
se  habían  hundido  por  la  presión  del  cieno. 

Tratándose  de  la  restauración  de  especies  extinguidas, 
para  ninguna  se  encuentran  tan  abundantes  y completos 
materiales  como  para  el  Ictiosauro;  ellos  demuestran  que 
su  aspecto  externo  era  el  de  un  enorme  pez  abdominal, 
con  una  larga  cola  provista  de  una  aleta,  pero  sin  escamas, 
cubierto  solo  por  una  piel  suave,  análoga  á la  de  las  ba- 
llenas. 

La  boca  era  ancha;  las  mandíbulas  largas,  provistas  de 
numerosos  dientes  agudos,  indicio  de  un  animal  carnívoro 
y voraz;  pero  las  especies  diferian  entre  sí  por  la  modifica- 
ción de  dichos  caractéres. 

Se  han  descubierto  masas  de  huesos  triturados  y de  esca- 
mas de  peces  extinguidos  que  vivieron  en  los  mismos  mares 
y en  la  propia  época  que  el  Ictiosauro,  restos  que  se  halla- 
ban debajo  de  los  ejemplares  fósiles;  también  se  han  en- 
contrado otras  mas  pequeñas  y duras,  que  contenían  huesos 
de  peces  con  la  impresión  de  la  estructura  de  la  superficie 
interna  del  intestinto  de  aquel  voraz  lagarto  de  mar. 

Al  buscar  la  evidencia  de  la  fuerza  creadora  desde  las 
mas  primitivas  formaciones  de  la  costra  terrestre  hasta  las 
mas  modernas,  hállanse  primeramente  restos  del  Ictiosauro 
en  el  lias  inferior,  y mas  ó menos  abundantemente  en  todos 
los  estratos  marinos,  incluso  las  formaciones  de  la  creta. 
Aparecen  sobre  todo  numerosos  en  el  lias  y en  las  oolitas, 
habiéndose  descubierto  las  mayores  y mas  características 
especies  en  dichas  formaciones.  Conócense  hoy  dia  mas  de 
treinta  especies,  muchas  de  las  cuales  han  sido  ya  des- 
critas. 

Cuando  son  conocidas  las  formas  anteriores  de  un  género 
extinguido  de  cualquiera  clase,  se  deben  comparar  los 
caractéres  de  aquel  con  los  de  sus  predecesores  en  la  misma 
mas  bien  que  con  los  de  sus  sucesores,  á fin  de  estudiar 
mejor  las  verdaderas  afinidades. 

Así,  por  ejemplo,  obtiénese  mas  exacta  idea  del  Ictiosauro 


512 


PALEONTOLOGIA 


comparándole  con  los  labirintodontes  triásicos,  y del  Ple- 
siosauro  poniéndole  en  parangón  con  los  sauropterigios  pa- 
sados. Acostúmbrase  á decir  que  estos  dos  tipos  se  asemejan 
mas  ó menos  á los  lagartos  ó á los  crocodilos  en  tales  ó 
cuales  caracteres:  mas  exacto  seria  demostrar  que  los  lagar- 
tos, que  representan  la  forma  predominante  de  los  saurios 
en  la  actualidad,  han  retenido  mas  del  tipo  osteológico  de 
los  reptiles  triásicos  y oolíticos;  y que  los  crocodilos  se  han 
alejado  de  ellos,  ofreciendo  una  estructura  mas  modificada. 

ÓRDEN IV— SAUROPTERIGIOS 

En  los  representantes  de  este  órden  faltan  los  huesos 
postorbital  y supra-temporal;  entre  ciertos  huesos  craneanos 
se  ven  varias  aberturas;  existe  el  agujero  parietal  y las  fosas 
nasales;  los  dientes  son  sencillos,  y encajan  en  distintos 
alveolos  de  los  huesos  pre  maxilar  y pre  mandibular;  rara 
\ ez  los  hay  en  el  palatino  ó en  el  terigoideo.  Los  miembros 
son  natatorios,  y no  tienen  mas  de  cinco  dedos;  hay  un 
episterno  y claviculas  ; el  sacro  tiene  una  ó dos  vértebras 
para  el  enlace  del  arco  pélvico,  y algunas  veces  son  nume- 
rosas las  cervicales;  las  pleurapófisis  del  tronco  son  largas  y 
arqueadas.  p Y i á 

co  mTlíiií  i \ \wn  / 


GÉNERO  NOTOSAURUS,  Munster 


T 


la  figura  85  se  representan  los  principales  caractéres, 
locidos  hasta  aquí,  de  la  especie  que  puede  considerarse 
10  típica  del  género:  comparando  este  diagrama  con  el 
del  Archegosauro  (figura  79)  reconócese  el  progreso  en  la 
organización  de  los  reptiles  acuáticos. 

El  cráneo  no  está  ya  protegido  por  un  escudo  de  placas 
huesosas,  las  aberturas  que  hay  detrás  de  las  órbitas  páralos 
músculos  temporales  son  anchas  y muy  abiertas,  hallándose 
protegidas  exteriormente  por  dos  largas  y delgadas  proion 
gaciones  huesosas;  la  superior  está  formada  por  el  mastoi- 
deo  (fig.  85,  8)  y el  post-frontal  (12),  y la  inferior  por  el 
pómulo  (26)  y el  escamoso  (27),  correspondiendo  el  último 
á los  arcos  cigomáticos  de  los  mamíferos.  El  escamoso  ter- 
mina por  su  extremidad  posterior  en  el  pedúnculo  timpáni- 
co (28).  Los  números  29,  30  y 32  señalan  el  suprangular,  el 
angular  y el  elemento  dentario. 

En  el  lado  del  cráneo  (22)  se  ve  el  pre  maxilar  (22),  el 
maxilar  (21),  el  nasal  (15)  y la  cavidad  que  hay  debajo  de 
este,  que  representa  las  fosas;  10  es  el  prefrontal;  en  medio 
de  él  y del  2 1 está  el  lagrimal:  y 1 1 es  el  frontal  sobre  la 
órbita.  Los  dientes  pre  maxilares  y los  correspondientes 
pre-mandibulares  son  muy  largos,  fuertes  y agudos;  en  cada 
maxilar  hay  dos  semejantes,  siendo  los  otros  mas  pequeños, 
pero  igualmente  agudos;  en  toda  la  corona  existe  una  capa 
de  dentina  dura,  con  otra  muy  delgada  de  esmalte,  como  la 
que  se  ve  en  la  parte  superior  del  cráneo.  No  hay  dientes 
en  el  extenso  paladar  huesoso,  en  el  cual  no  se  ven  mas 
aberturas  que  las  fosas  nasales  internas. 

Según  los  caractéres  propuestos  para  distinguir  las  vérte- 
bras cervicales  de  las  dorsales  resulta  que  el  Notosauro  tiene 
veinte  de  las  primeras,  contándose  diez  y nueve  de  las 
segundas  en  el  ejemplar  que  aquí  se  representa.  No  se  reco- 
noce que  ninguna  de  las  costillas  cervicales  se  ensanche  en 
su  extremidad,  como  en  el  Plesiosauro;  las  del  dorso  //,  son 
mas  largas  que  en  aquel.  Existen  dos  vértebras  sacras,  que 
se  reconocen  por  sus  pleurapófisis  largas,  rectas,  arqueadas 
en  la  extremidad  y convergentes,  la  primera  de  las  cuales 
cubre  un  poco  la  otra;  el  Íleon  (fig.  85,  62  pl)  se  fijaba  sin 
duda  por  medio  de  ligamentos;  la  caudal  mas  anterior  y las 
sucesivas  sostienen  arcos  hemales,  y en  ultimo  término  se 


ve  el  neural.  También  existen  las  costillas  abdominales,  cuya 
pieza  media  (fig.  85,  hs)  es  simétrica;  las  de  los  lados  (p)  no 
eran  tan  numerosas  como  en  el  Plesiosauro.  La  escápu- 
la (85,  51)  consiste  en  un  hueso  corto  y fuerte;  la  clavícula 
está  unida  á ella  por  una  sutura  muy  sólida  y oblicua;  el 
coracoides  (fig.  85,  52)  está  separado  por  una  especie  de 
nudo  de  la  parte  escapular,  donde  se  contrae,  extendiéndose 
luego  en  forma  de  una  placa  sub  triangular  y ancha,  cuyo 
borde  se  articula  con  el  del  coracoides  opuesto;  un  ancho 
espacio  sin  osificar  separa  al  coracoides  del  episterno. 

El  arco  pélvico  ofrece  íntima  semejanza  con  el  del  Ple- 
siosauro (fig.  89);  el  isquion  (fig.  85,  63)  se  ensancha  en 
forma  de  placa  triangular;  el  pubis  (64)  es  un  hueso  plano 
sub-circular  con  una  prominencia  cerca  de  la  extremidad 
articular. 

Los  huesos  de  los  miembros,  mejor  desarrollados  que  en  el 
Plesiosauro,  se  asemejan  también  mas  á los  correspondien- 
tes de  las  tortugas  de  mar  (chelonios).  Las  tuberosidades 
para  la  inserción  muscular  cerca  de  la  cabeza  del  húmero 
están  mejor  marcadas;  el  fémur  (85,  65)  es  relativamente 
mas  largo  y se  ensancha  menos;  los  huesos  del  antebrazo, 
como  los  de  la  pierna  (85,  66  y 67)  se  prolongan  mas  que 
en  el  Plesiosauro;  las  superficies  articulares  presentan  en  los 
orificios  bordes  levantados,  que  indican  la  naturaleza  fibro- 
cartilaginosa  de  las  articulaciones. 

Se  ve  un  espacio  ligamentoso  ó sin  osificar  en  la  parte 
dorsal  del  carpo  y del  tarso  (85,  68),  y solo  se  reconoce  la 
evidencia  de  cuatro  dedos  en  las  extremidades  anteriores  y 
posteriores. 

Una  especie  de  Notosauro,  el  N-  Schimperi,  es  de  la 
división  inferior  del  trias,  que  se  distingue  con  el  nombre 
de  arenisca  abigarrata  de  Soulz  les  Bains;  el  Nothosau- 
rus  aduncidens,  que  se  distingue  por  tener  un  ancho  colmi- 
llo curvo,  en  forma  de  canino,  en  cada  pre  maxilar,  se  encuen- 
tra en  Crailsheim;  los  otros  represententantes  del  género, 
N.  giganteus,  N.  venustus,  N.  Munsteri,  N.  Andriani,  N.  an- 
gustifrons  y N.  mirabilis,  son  del  muschelkalk  de  Bayreuth 
y Luneville. 

GENERO  PISTOSAURUS,  Von  Meyer 

Pistosaurus  longavus.— En  este  género  se  observa  que  la 
cara  facial  del  cráneo  se  contrae  bruscamente  frente  á las 
órbitas,  de  modo  que  visto  por  encima,  se  asemeja  á un 
largo  cuello  de  botella;  las  órbitas  están  tituadas  en  la  mitad 
posterior,  y las  fosas  nasales  á los  lados.  Se  encuentra  en  el 
muschelkalk  de  Bayreuth. 


GENERO  CONCHIOSAURUS,  Votl  MeytT 


Conchiosaurus  clavatus.—L ,a  cara  facial  del  cráneo  se  pro- 
longa menos  que  en  el  Pistosauro,  y las  fosas  nasales  son 
terminales;  cuéntanse  doce  dientes  á cada  lado,  con  una 
corona  piriforme,  y dispuestos  á intervalos.  Existe  en  la 
misma  formación  que  el  anterior. 


GÉNERO  SIMOSAURUS, 


T3  A 


Simosaurus  Gaillardoti.— Los  huesos  en  que  se  ha  funda- 
do este  género  son  principalmente  craneanos,  y se  encuen- 
tran en  el  muschelkalk  doloroitico  de  Ludwigsberg,  así  como 
en  Luneville.  El  cráneo  presenta  las  grandes  fosas  temporales, 
las  nasales  divididas,  y la  general  depresión  que  se  observa 
en  el  Notosauro  y el  Pistosauro;  pero  la  cara  facial  es  mucho 
mas  corta;  el  hocico  no  se  prolonga  ni  termina  ensanchán- 
dose, y forma  por  el  contrario  una  extremidad  obtusa.  Las 


SAUROPTERIGIOS 


5 1 3 * 


osas  nasales,  por  lo  tanto,  aunque  distantes  de  las  órbitas 
por  la  mitad  del  diámetro  de  estas  últimas,  están  sin  embargo 
mas  cerca  de  la  extremidad  anterior  del  cráneo  que  en  el 
género  de  los  sauropterigios.  Las  fosas  nasales  se  hallan 
relativamente  mas  próximas. 

El  perfil  del  cráneo  se  eleva  desde  la  región  inter-nasal  á 
á la  Ínter -orbitaria  mucho  mas  que  en  el  Notosauro,  y 
la  profundidad  del  cráneo  detrás  de  la  órbita  es  mayor  en 
proporción  á su  longitud.  Los  post  frontales  se  proyectan 


mas  marcadamente  hácia  atrás;  los  malares  se  conexionan 
con  los  post- frontales,  pero  terminan  libre  y obtusamente 
un  poco  mas  allá  de  la  parte  posterior  prolongada  del  ma- 
xilar. 

Mas  completa  y extensa  en  la  osificación  del  paladar  en 
este  género:  los  terigoideos  se  ensanchan  mucho  y están 
unidos  por  una  sutura  media;  los  dientes,  comparados  con 
los  del  Notosauro,  figuran  en  reducido  número,  siendo  gran- 
des é iguales  excepto  uno  ó dos  que  hay  en  las  extremidades 


Fig.  8j. — NOTOSAURO  ( triásico ) 


Os 


déla  línea:  la  corona  es  cónica  y presenta  varios  surcos 
longitudinales;  algunos  dientes  son  obtusos  y otros  agudos; 
pero  todos  mas  cortos  y gruesos  que  en  el  Notosauro  y el 
Pistosauro.  Las  vértebras  ofrecen  superficies  articulares  pla- 
nas, ó ligeramente  cóncavas;  y el  arco  neural  se  articula 
por  sutura.  Por  esos  caractéres  y las  proporciones  generales 
se  reconoce  la  semejanza  con  el  Notosauro  y el  Plesiosauro. 
Indica  alguna  diferencia,  respecto  á la  disposición  de  las 
vértebras  en  la  misma  columna,  el  hecho  de  que  á pesar  de 
haberse  encontrado  ejemplares  de  la  cola  y de  diversas 
partes  del  dorso,  no  se  ha  descubierto  ninguna  vértebra 
cervical  que  ofrezca  la  probabilidad  de  pertenecer  á este 
género. 

El  coracoides  recordó  á Cuvier  el  del  Ictiosauro;  pero  el 
ensanchamiento  de  su  parte  media  ofrecía  distinta  forma. 
El  púbis,  como  el  del  Plesiosauro,  se  asemeja  en  cierto 
modo  al  de  un  quelonio;  los  pocos  huesos  de  los  miembros 
que  se  han  encontrado  hasta  aquí  se  parecen  mas  aun,  lo 
mismo  que  los  del  Pistosaurus,  á los  correspondientes  de 
los  quelonios  marinos. 


GENERO  PLACODUS 

La  estructura  craniana  de  este  género  de  reptil  es  muy 
semejante  á la  del  Simosauro;  pero  sus  proporciones  son 
distintas ; es  tan  ancho  como  largo,  hallándose  la  mayor 
anchura  en  la  parte  posterior , desde  donde  convergen  los 
lados  á un  hocico  obtuso;  toda  la  figura,  vista  por  arriba, 
representa  un  triángulo  de  ángulos  rectos  y redondeados. 
Las  fosas  temporales  son  las  mas  anchas,  y los  arcos  cigo 
máticos  los  mas  fuertes  en  toda  la  clase  de  los  reptiles;  la 
mandíbula  inferior  ofrece  un  gran  desarrollo  del  coronoides 
(fig.  86,  c 29),  que  revela  notable  fuerza  muscular,  al  paos 
que  los  alvéolos  indican  la  forma  extraordinaria  y el  tamaño 
de  los  dientes,  los  cuales  similan  como  un  empedrado,  de- 
biendo ser  á propósito  para  triturar  las  conchas  de  los  inter- 
tebrados  marinos. 

Los  dientes  de  la  mandíbula  superior  constituyen  una 
serie  maxilar,  y una  interna  ó palatina;  los  maxilares  están 
sostenidos  en  una  línea  marginal  de  alvéolos  por  los  huesos 
premaxilares  (86,  22)  y maxilares  (86,  21),  los  dientes  ma- 
xilo  pre  maxilares  figuran  en  número  de  cinco  á cada  lado 
(a,  b),  dos  en  el  pre-maxilar  ( a , b)  y tres  en  el  maxilar 


(c,  d,  e).  Los  pre  maxilares  son  iguales  por  debajo,  mas  pe- 
queños que  los  otros,  y con  las  coronas  sub-hemisféricas. 
Las  series  palatinas  se  reducen  á dos  dientes  á cada  lado; 
el  primero  (f)  tiene  la  corona  elíptica,  y el  segundo  (g) 
afecta  la  forma  oval. 

En  el  Placodus  gigas  y en  el  P.  Andriani  existen  tres 
dientes  palatinos  á cada  lado,  todos  de  gran  tamaño;  hállanse 
bastante  próximos,  y forman  series  algo  arqueadas;  los  dien- 
tes maxilares,  mucho  mas  pequeños,  presentan  una  corona 
redondeada,  contándose  cuatro  de  igual  dimensión;  los  pre- 
maxilares, en  número  de  tres  á cada  lado,  están  mas  separados 
de  los  maxilares  que  en  la  especie  Placodus  rostratus,  y con 
las  coronas  mas  prolongadas  y cónicas  que  en  el  P.  laticeps; 
en  este  se  observa  que  el  último  diente  excede  por  su  tama- 
ño al  de  todas  las  demás  especies,  y relativamente  á la  di- 
mensión del  cráneo,  es  el  mayor  que  se  ha  visto  en  el  reino 
animal. 

Todos  estos  dientes  están  fijos  por  una  base  corta  y sen- 
cilla en  alvéolos  bien  marcados,  hallándose  sujetos  á la 
misma  ley  que  en  los  demás  reptiles,  por  lo  cual  caen  para 
ser  reemplazados  por  otros.  Algunos  han  creído  se  debían  se- 
parar genéricamente  los  placodus  que  tienen  dos  dientes  en 
cada  serie  palatina,  de  aquellos  que  están  provistos  de  tres; 
pero  el  Placodus  rostratus  ofrece  un  carácter  transitorio  por 
el  tamaño  relativamente  pequeño  de  los  dos  primeros  dien- 
tes palatinos,  y no  se  ha  creído  bastante  justificada  la  sepa- 
ración. 

Cuando  se  examina  la  modificación  de  forma  en  los  dien- 
tes del  género  Placodus,  no  se  puede  menos  de  reconocer 
que  eran  muy  apropiados  para  triturar  las  sustancias  mas 
duras;  y el  hecho  de  haberse  descubierto  los  fósiles  asociados 
con  conchas  de  moluscos,  en  tan  inmenso  número  que  sir- 
vieron para  dar  denominaciones  especiales  á los  estratos 
que  contienen  Placodus,  indica  cuál  era  el  principal  ali- 
mento de  aquellos  animales. 

No  cabe  duda  que  los  mas  numerosos  ejemplos  de  esta 
forma  de  dientes  se  encuentran  en  la  clase  de  los  peces; 
pero  también  se  observan  en  la  de  los  reptiles  de  nuestros 
I dias;  ciertos  lagartos  de  Australia  presentan  esta  particulari- 
dad tan  marcadamente,  que  se  inventó  el  nombre  genérico 
de  Ciclodos  expresamente  para  ellos.  Entre  los  reptiles  ex- 
tinguidos se  cuenta  también  una  especie  de  lagarto  de  los 
depósitos  terciarios  de  Limagne.  en  Francia,  que  tiene  dien- 


Tomo  IX 


5 *4 


PALEONTOLOGIA 


tes  redondeados  obtusos,  el  último  de  los  cuales,  en  la  man- 
díbula inferior,  es  mucho  mayor  que  los  demás. 

El  Notosauro,  Simosauro  y el  Pistosauro  presentan  las 
mismas  evidencias  de  afinidades  lacertídeas  que  los  placo- 
dos  por  la  división  de  las  fosas  nasales,  por  el  sistema  denta- 
rio y la  circunscripción  de  las  órbitas  y fosas  temporales; 
también  se  observa  cierta  semejanza  de  familia  por  el  aspec- 
to de  aquellas  aberturas  y la  extremada  depresión  del  cráneo. 
Aunque  el  hocico  varía  mucho  por  su  largo  en  este  género, 


FLAMMAMil 


/ 

fftg.  Só 

Rhynchosaurus  articeps,  Ow.;  Triásico  de  Shoropshire 
Chelone  longiceps,  Ow.;  Eoceno  de  Sheppey 
Placodus  laticeps,  Ow.;  Triásico  de  Bayreuth 

m | j , * ~ ■ 

igualmente  obtuso,  y el  borde  alveolar  de  las  mandíbulas 
presenta  la  misma  ligera  convexidad  que  se  observa  en  los 
placodos.  La  particular  confluencia  de  los  elementos  de  los 
arcos  cigomáticos,  que  forma  la  ancha  pared  huesosa  detrás 
de  la  órbita,  es  mas  pronunciada  en  el  Simosauro. 

Es  singular  que  hasta  aquí  no  se  hayan  descubierto  aso- 
ciadas con  los  dientes  de  los  placodos  vértebras  ú otros 
huesos  del  tronco  que  indicasen  pertenecer  á las  mismas 
especies.  Los  pocos  restos  de  los  placodos  consisten  en  par- 
tes del  cráneo;  pero  es  posible  que  algunas  de  las  vértebras 
tan  singularmente  modificadas,  no  descritas  aun,  resulten 
ser  de  aquellas  especies. 

La  estructura  particular  de  los  dientes  del  Placodus, 
propios  para  triturar  los  animales  mas  duros;  su  íntima  analo- 
gía con  la  que  presenta  la  de  ciertos  peces  existentes  hoy  dia, 
que  se  nutren  de  conchas  y de  moluscos;  y la  notable  abun- 
dancia de  estos  fósiles  en  los  estratos  mas  ricos  en  restos 
de  placodos,  contribuyen  á confirmar  la  creencia  de  que  las 
especies  de  este  género  eran  reptiles  que  frecuentaban  las 
playas,  pudiéndose  suponer  que  nadaban  muy  bien.  Sin  em- 
bargo, como  hasta  aquí  no  se  ha  podido  encontrar  sino  la 
cabeza  y los  dientes  para  la  reconstrucción  de  dicha  forma 
mesozoica  de  reptil  moluscívoro,  deberemos  aplazar 
tras  deducciones. 


mas  completos,  reconoció  el  carácter  de  vértebras,  y aunque 
admitiendo  la  idea  de  que  procediesen  de  reptiles,  no  los 
consideró  como  huesos  de  los  miembros.  En  su  consecuen- 
cia descartó  el  nombre  de  Munster,  sustituyéndole  con  el 
que  le  damos  aquí,  el  cual  indica  las  proporciones  peculiares 
como  vértebras.  Aunque  las  extremidades  articulares  son  en 
su  mayor  parte  simétricas,  no  se  nota  el  mismo  carácter  en 
el  cuerpo  principal  del  hueso;  es  muy  comprimido,  por  lo 
general  mas  ancho  y plano  por  debajo  que  por  encima,  y á 
veces  mas  achatado  en  un  lado  que  en  otro,  formando  así 
un  corte  cruzado  verticalmente  oval  é irregular.  En  la  super- 
ficie inferior,  hácia  las  extremidades  de  las  vértebras  suele 
haber  un  surco  central;  otros  semejantes,  no  tan  regulares, 
se  proyectan  á los  lados.  El  centro  está  excavado  por  un 
canal  que  se  asemeja  al  medular;  las  paredes  de  esta  cavidad 
son  gruesas,  siendo  su  espesor  como  una  sexta  parte  del 
diámetro  del  hueso;  los  arcos  neurales  sostienen  cada  uno 
una  especie  de  espina  rudimentaria;  hácia  la  mitad  del  cuer- 
po se  abre  un  ancho  canal  vascular;  no  hay  vestigio  alguno 
de  hemapófisis;  y por  esta  circunstancia,  así  como  por  la 
ausencia  del  canal  neural,  reconócese  que  las  singulares  vér- 
tebras pertenecen  á la  cola;  la  diferencia  de  forma  y tamaño, 
en  las  pocas  que  se  han  encontrado,  revela  asimismo  que 
había  mas  de  dos  en  la  cola  del  extraordinario  animal  á que 
pertenecieron.  Es  posible  que  uno  ú otro  de  los  notables 
géneros  simosaurus  y placodus  tuvieran  en  la  cola,  ó en 
parte  de  ella,  la  singular  estructura  que  las  vértebras  tanis- 
trofeas  indican:  las  primeras  cuatro  del  tronco  ó del  cuello 
de  la  fistularia  tabacaria,  son  las  que  mas  se  las  asemejan 
por  sus  proporciones;  pero  ninguna  de  las  de  aquella  especie 
tiene  la  concavidad  articular  y las  cigapófisis  en  ambas  ex- 


idades. 


GÉNERO  SPHENOSAURUS 


Sphenosaurus  de  Sternbergi. — Las  vértebras  fósiles  en  que 
se  funda  este  género  encontráronse  en  una  arenisca,  proba- 
blemente de  Bohemia  ó Alemania:  de  las  veintitrés  que 
se  encontraron,  casi  en  su  posición  natural,  y con  la  superfi- 
cie inferior  descubierta,  cinco  corresponden  á la  cola  y las 
otras  al  tronco;  de  estas  últimas,  dos  son  sacras,  dos  lumbares 
y las  demás  dorsales  ó torácicas.  El  arco  neural  parece 
haber  estado  unido  por  sutura  al  centro;  y la  extremidad 
articular  de  este  es  vertical  á su  vez. 

GÉNERO  PLESIOSAURUS 

El  descubrimiento  de  este  género  es  uno  de  los  mas 
importantes  con  que  la  Geología  ha  enriquecido  á la  anato- 
mía comparada.  Cuvier  consideró  que  la  estructura  del 


GÉNERO  TANYSTROPHjEUS 


Tanystrophaus  conspicuus. — Ciertos  huesos  largos,  delga- 
dos y huecos  (fig.  87  A),  procedentes  del  muschelkalk  de 
Alemania,  fueron  atribuidos  por  el  conde  Munster  á laclase 
de  los  reptiles,  y designados  con  el  nombre  de  Macroscelo- 
saurus,  por  creer  que  eran  de  los  miembros;  pero  H.  Von 


FiS-  J7-~ a,  b,  Tanystrophaeus  {Triásico);  c,  Ichthyosauras 


Plesiosauro  era  la  mas  singular,  y sus  caractéres  los  mas 
anómalos  que  se  habían  descubierto  entre  las  ruinas  del 
mundo  primitivo;  y al  describirle  expresóse  en  estos  términos: 
«Tiene  cabeza  de  lagarto,  dientes  de  crocodilo,  un  cuello 
enormemente  largo  que  se  asemeja  al  cuerpo  de  la  serpiente, 
tronco  y cola  de  las  proporciones  que  ofrecen  las  de  un 
cuadrúpedo  ordinario,  y aletas  como  lasde  la  ballena(fig.S8  ).» 


Meyer,  que  tu\o  ocasión  de  examinar  después  ejemplares  «Tal  es,  escribe  Buckland,  la  extraña  combinación  deforma 


SAUROPTERIGIOS 


5T5 


y estructura  que  se  observa  en  el  Plesiosauro,  género  cuyos 
restos,  después  de  haber  permanecido  enterrados  durante 
miles  de  años  entre  los  de  millones  de  séres  extinguidos 
de  la  antigua  tierra,  han  salido  por  fin  á luz  gracias  á las 
investigaciones  del  geólogo,  siendo  sometidos  á nuestro 
exámen  en  casi  tan  perfecto  estado  como  los  huesos  de  las 
especies  existentes  en  la  actualidad .» 

Los  primeros  restos  de  este  animal  se  descubrieron  en  el 
lias  de  Lime  Regis  hácia  el  año  1822,  y se  los  designó  con 
el  nombre  de  Plesiosaurus,  denominación  derivada  de  las 
palabras  griegas  plesios , cerca,  y saurus , lagarto,  porque  les 


autores  vieron  que  era  mas  semejante  á este  animal  que  el 
Ictiosauro,  procedente  de  la  misma  formación. 

Desde  la  época  citada  se  han  hallado  los  esqueletos  enteros 
de  varios  individuos  de  distintas  especies,  los  cuales  confir- 
maron la  sagaz  y bien  entendida  restauración  de  los  primeros 
descubridores. 

Columna  vertebral. — Los  cuerpos  de  las  vértebras  tienen 
las  superficies  articulares  planas  ó ligeramente  cóncavas, 
ofreciendo  de  ordinario  dos  orificios  en  su  parte  inferior:  las 
vértebras  cervicales  consisten  en  un  cuerpo,  el  arco  medular 
y las  pleurapófisis ; las  últimas  faltan  en  la  primera  vértebra, 


tienen  hipapófisis.  Los  liga- 
mentos cervicales  son  cortos  y se  ensanchan  en  su  extremidad 
libre  , articulándose  con  una  profunda  cavidad  que  presenta 
un  surco  longitudinal. 

El  cuerpo  del  atlas  se  articula  con  una  gran  hipapófisis 
por  debajo,  con  la  neurapófisis  por  encima,  con  el  cuerpo 
del  eje  por  detrás  y con  parte  del  cóndilo  occipital  de  frente; 
todas  las  articulaciones,  excepto  la  última,  desaparecen  por 
anquílosis  en  el  Plesiosaurus  pachyomus,  y probablemente 
sucede  lo  mismo  en  las  demás  especies  por  efecto  de  la  edad 
La  segunda  hipapófisis  llega  á ser  confluente  en  el  inter- 
espacio inferior  entre  los  cuerpos  del  atlas  y el  axis. 

La  región  dorsal  comienza  por  las  vértebras  en  que  la 
superficie  costal  empieza  á estar  sostenida  sobre  una  diapó- 
fisis; esta  aumenta  progresivamente  de  largo  en  la  segunda  y 
tercera  dorsal,  continuándose  como  una  prolongación  trans- 
versa hasta  cerca  de  la  extremidad  del  tronco.  En  la  vértebra 
caudal,  la  superficie  costal  baja  gradualmente  desde  la 
merapófisis  sobre  el  lado  del  centro,  y nunca  está  dividida 
por  el  surco  longitudinal  que  en  los  mas  de  los  plesiosauros 
designa  la  superficie.  Los  sacos  neutrales  no  suelen  estar 
anquilosados  con  el  cuerpo;  las  prolongaciones  espinosas 
que  se  hallan  en  contacto  á lo  largo  del  tronco  y en  la  base 
del  cuello,  debieron  haber  limitado  los  movimientos  laterales 
del  animal ; las  pleurapófisis  se  prolongan  y estrechan  en  las 
cervicales  posteriores,  convirtiéndose  en  delgados  ligamentos 
en  la  región  dorsal,  donde  se  encorvan  de  modo  que  envuel- 


ven los  dos  tercios  superiores  de  la  cavidad  abdominal  torá- 
cica. En  la  región  abdominal  están  subdivididas  las  hemapó- 
fisis,  y con  la  pieza  media  forman  una  especie  de  peto,  que 
ocupa  el  espacio  que  hay  entre  los  coracoides  y el  púbis. 
En  la  cola  las  hemapófisis  son  cortas  y rectas;  y aquella 
es  mucho  mas  breve  en  el  Plesiosauro  que  en  el  Ictiosauro. 

El  cráneo  es  muy  deprimido,  y viene  á tener  tres  veces 
mas  longitud  que  anchura;  pero  las  proporciones  varían  en 
las  distintas  especies;  la  parte  craniana  que  hay  detrás  de  las 
órbitas  es  cuadrada;  se  contrae  lateralmente  hasta  cerca  de  la 
maxila  pre  maxilar,  y se  ensancha  luego  un  poco  antes  de 
redondearse. 

Las  órbitas  están  en  la  mitad  del  cráneo  ó cerca  de  ella; 
y en  ningún  ejemplar  se  ha  observado  hasta  ahora  el  menor 
vestigio  de  láminas  escleróticas.  Las  fosas  temporales  consis- 
ten en  grandes  aberturas  cuadradas;  las  nasales,  situadas  poco 
mas  allá  de  las  órbitas,  apenas  son  mayores  que  los  orificios 
parietales. 

La  mandíbula  inferior  presenta  un  elemento  dentario 
angular  en  ambas  ramas;  los  alvéolos  son  cavidades  bien 
marcadas,  que  presentan  un  surco  ó cavidad  á lo  largo  de 
su  borde  interno  en  las  dos  mandíbulas. 

Cuando  los  dientes  sucesivos  comienzan  á proyectarse, 
presentan  como  dos  series;  todos  son  agudos,  largos,  y del- 
gados, con  finas  estrías  longitudinales  en  el  esmalte;  los 
anteriores  son  los  mas  largos. 

El  escapular  es  un  fuerte  hueso  tri-radiado,  corto,  y algo 


PALEONTOLOGIA 


516 


aplanado;  la  gruesa  extremidad  articular,  que  forma  el  radio 
mas  corto,  está  igualmente  dividida  por  la  superficie  articular 
para  el  coracoides. 

Este  último  es  notable  por  su  excesiva  expansión  hácia  el 
eje  del  tronco,  extendiéndose  desde  las  costillas  abdominales 
para  recibir  el  episterno;  se  une  anteriormente  con  las  claví- 
culas, así  como  con  aquel,  y lateralmente  se  articula  con  el 
escapular,  constituyendo  así  la  cavidad  glenoidea  para  el 
húmero. 

El  episterno  tiene  la  misma  forma  general  que  las  piezas 
medias  de  las  costillas  abdominales;  las  prolongaciones  de 
los  lados  son  mas  anchas  y planas.  El  húmero  consiste  en  un 
hueso  largo,  de  mediano  grosor,  con  una  extremidad  convexa, 
que  se  ensancha  gradualmente  hácia  la  otra.  El  carpo  se 
compone  de  una  doble  serie  de  discos  planos  y redondeados: 
los  huesos  metacárpicos,  en  número  de  cinco,  son  largos  y 
delgados;  se  ensanchan  ligeramente  en  ambas  extremidades, 
y á veces  se  arquean  un  poco.  Las  falanges  de  los  cinco 
dedos  afectan  una  forma  semejante,  pero  disminuyen  gra- 
dualmente de  tamaño;  la  expansión  de  las  dos  extremidades, 
que  son  truncadas,  contribuye  á que  los  lados  sean  cóncavos; 
el  primer  dedo  tiene  generalmente  tres  falanges;  el  segundo 
de  cinco  á siete;  el  tercero  ocho  ó nueve;  el  cuarto  ocho,  y 
el  quinto  cinco  ó seis;  todos  son  aplanados,  pero  evidente 
mente  estaban  comprendidos  en  una  membrana,  como  en  la 
tortuga:  los  terminales  carecen  de  uñas. 

El  arco  pélvico  se  compone  de  un  fuerte  hueso,  recto  y 
corto,  de  un  púbis  ancho  y cuadrado,  y de  un  isquio  trian- 
gular; las  expansiones  de  los  dos  últimos  huesos  igualan 
casi  á la  del  coracoides.  La  aleta  no  suele  ser  de  igual  an- 
chura que  la  pectoral;  pero  en  el  P.  macrocephalus  es  mas 
larga;  los  huesos  corresponden  íntimamente  por  su  número, 
disposición  y forma  con  los  del  miembro  anterior.  El  fémur 
tiene  el  margen  posterior  menos  cóncavo,  pareciendo  por  lo 
recto  al  peroné  que  es  reniforme.  Los  huesos  tarsianos  son 
también  mas  pequeños  del  lado  de  la  tibia.  De  los  reptiles 
existentes,  los  lagartos,  y entre  ellos  los  monitores  del  anti- 
guo continente  (varanus),  son  los  que  mas  se  asemejan  al 
Plesiosauro  por  la  estructura  del  cráneo  a causa  de  sus  aber- 
turas. La  división  de  las  fosas  nasales,  los  orificios  de  la  re- 
gión occipital,  y los  parietales,  la  extensión  cigomática  de 
las  aberturas  del  post  frontal,  del  palato  maxilar  y del  terigo- 
esfenoidéo,  son  todos  caractéres  lacertideos. 

Los  orificios  antorbitales  entre  los  huesos  nasal,  pre-fron- 
tal  y maxilar  son  las  únicas  fosas  internas  en  los  plesiosauros; 
el  arco  cigomático  termina  en  la  parte  anterior  del  timpánico 
y le  fija,  resultando  osificada  una  parte  del  paladar  mucho 
mayor  que  en  los  lagartos:  las  articulaciones  palato-maxilar 
y terigo  esfenoidéa  quedan  muy  reducidas.  Los  dientes  están 
fijos  en  alvéolos  bien  marcados.  Para  expresar  la  analogía 
de  la  conformación  craniana  se  acostumbra  á decir  enfáti- 
camente que  el  Plesiosauro  tenia  cabeza  de  lagarto;  pero  las 
afinidades  con  el  crocodilo  no  se  limitan  á los  dientes,  sino 
que  se  extienden  á la  estructura  del  cráneo  mismo. 

En  el  modo  de  articularse  las  costillas  se  manifiesta  de 
nuevo  la  afinidad  lacertídea;  los  otros  caractéres  vertebrales 
son  un  ejemplo  de  la  diferencia  común  entre  el  Plesiosauro 
y los  reptiles  existentes.  La  figura  de  las  articulaciones  prin- 
cipales; el  número  de  vértebras  entre  la  cabeza  y la  cola, 
particularmente  las  del  cuello;  la  ligera  indicación  de  las 
\értebras  sacras,  y la  no  confluencia  de  las  hemapófisis  cau- 
dales entre  sí,  son  todos  caractéres  del  Plesiosauro.  En  el  ta- 
maño y número  de  las  costillas  abdominales  y del  esternón 
podrá  verse  tal  vez  un  primer  paso  en  la  serie  del  desarrollo 
de  las  hemapófisis  del  tronco,  que  alcanza  su  máximum  en 
el  peto  de  los  quelonios. 


La  articulación  de  la  clavícula  con  la  escápula  es  común 
á los  quelonios  y á los  plesiosauros;  la  expansión  del  cora- 
coides, extremada  en  los  segundos,  es  mayor  en  los  primeros 
que  en  los  crocodilos,  y mas  considerable  todavía  en  algu- 
nos lacértidos.  La  forma  y proporciones  del  púbis  y del  is- 
quion,  comparados  con  el  Íleon,  en  el  arco  pélvico  de  los 
plesiosauros,  ofrece  la  mayor  semejanza  con  la  pélvis  de 
los  quelonios  marinos;  ningún  otro  reptil  existente  pre- 
senta ahora  tanta  analogía,  aunque  sea  remota,  con  la  estruc- 
tura de  las  extremidades  del  Plesiosauro.  Entre  las  figuras 
que  se  han  dado  de  este  por  diversos  autores,  la  que  le  re- 
presenta como  una  serpiente  ensartada  en  el  tronco  de  una 
tortuga  es  la  mas  notable;  pero  el  número  de  vértebras  en 
el  Plesiosauro  no  constituye  una  verdadera  indicación  de 
afinidad  con  el  orden  de  los  ofidios. 


fiig.  89. — PLIOSAURO 


El  cráneo  de  reptil  que  se  encuentra  en  las  formaciones 
inferiores  al  lias,  y que  mas  se  asemeja  al  Plesiosauro,  es  el 
del  I’istosauro:  en  este  género,  las  fosas  nasales  están  situa- 
das de  un  modo  análogo,  aunque  algo  mas  avanzadas  de  las 
órbitas;  el  premaxilar  y las  fosas  temporales  son  también 
algo  mas  largas  y estrechas;  los  post-frontales  y mastoideos 
se  combinan  mas  marcadamente  con  los  pómulos  y escamo- 
sos para  formar  el  arco  cigomático,  mas  profundo  en  el  Pis- 
tosauro;  los  orificios  parietales  son  mas  grandes,  y no  hay 
vestigio  de  cresta  media  parietal.  En  el  paladar,  además  de 
las  fosas  internas,  que  son  pequeños  agujeros  situados  entre 
los  palatinos,  pre  maxilares  y maxilares,  hay  un  orificio  me- 
dio premaxilo-palatino. 

En  el  Pistosauro  se  cuentan  diez  y ocho  dientes  á cada 
lado  de  la  mandíbula  superior,  incluso  los  cinco  pre  maxila- 
res; mientras  que  en  el  Plesiosauro  se  ven  de  treinta  á cua- 
renta; en  el  primero  son  relativamente  anchos,  presentando 
un  corte  mas  transversal;  y los  anteriores  son  proporcional- 
mente mas  grandes  que  los  posteriores,  carácter  menos  mar- 
cado en  el  Plesiosauro.  La  desproporción  es  mas  considera- 
ble aun  en  el  Notosauro,  algunas  de  cuyas  especies  están 
provistas  de  un  par  de  colmillos  curvos,  que  recuerdan  la 
peculiar  armadura  del  dicnodon. 

Así  el  Notosauro  como  el  Pistosauro,  tenían  muchas  vér- 
tebras en  el  cuello,  y el  tránsito  de  estas  á las  series  dorsales 
se  efectuaba,  como  en  el  Plesiosauro,  por  la  elevación  de  la 
superficie  costillar  desde  el  cuerpo  á la  nerapófisis. 

Una  comparación  de  los  restos  del  Plesiosauro  ha  demos- 
trado que  las  distinciones  específicas  van  acompañadas  de 
bien  marcadas  diferencias  en  la  estructura  y proporciones 
de  las  vértebras  correspondientes;  pero  no  se  reconocen  las 
mas  pequeñas  en  cuanto  al  numero  de  las  cervicales,  dorsa- 
les y caudales.  Cuando  cualquiera  región  de  la  columna 
vertebral  presenta  un  desusado  desarrollo  en  un  género,  esta 
región  es  mas  susceptible  de  sufrir  cambios  dentro  de  ciertos 
límites  que  en  otro  género  en  que  las  proporciones  sean  mas 
normales.  Los  caracteres  específicos  resultan  de  las  propor- 
ciones de  las  vértebras  centrales,  del  tamaño  relativo  de  las 
costillas  cervicales,  de  la  posición,  figura  y prominencia  de 
las  supetficies  post-articulares;  de  la  longitud  relativa  del 


DICINODONTES 


5J7 


cuello  respecto  al  mayor  ó menor  tamaño  de  la  cabeza;  y de 
la  estructura  y dimensión  proporcional  de  las  extremidades 
anteriores  y posteriores.  Son  conocidas  y se  han  descrito 
mas  de  veinte  especies  de  plesiosauro,  cuyos  restos  se  en- 
cuentran en  el  terreno  jurásico,  en  el  horizonte  weáldico  y 
hasta  en  el  cretáceo  superior,  distribuyéndose  desde  el  lias 
hasta  la  creta  inclusive. 

GÉNERO  PLIOSAURUS 


de  esta  forma  modificada  de  sauropterigio  son  peculiares  de 
os  horizontes  oxfórdico  y kimerídgico  del  jurásico;  en  los 
condados  de  Inglaterra  donde  han  sido  depositadas  dichas 
arcillas,  no  dejan  de  ser  comunes  las  vértebras  y los  dientes. 
Los  restos  de  las  especies  afines  Pliosaurus  Worinskii  y 
Spondilosaurus  de  Ficher  fueron  descubiertos  en  las  forma- 
ciones equivalentes  de  Rusia. 


M.  Von  Meyer  considera  el  número  de  las  vértebras  cer- 
vicales y la  longitud  del  cuello  como  caractéres  de  primera 
importancia  en  la  clasificación  de  los  reptiles,  y fundándose 
en  ello  creó  su  orden  llamado  Macrotrachelen,  en  el  que 
comprende  al  Simosauro,  al  Istosauro  y Notosauro  con  el 
Plesiosauro.  No  cabe  duda  que  el  número  de  vértebras  en 
el  mismo  esqueleto  tiene  cierta  relación  con  los  grupos  ordí- 
nicos;  los  ofidios  ofrecen  en  estas  un  carácter  común;  pero 
no  es  el  esencial,  porque  la  forma  de  serpiente,  dependiendo 
de  multiplicadas  vértebras,  caracteriza  asimismo  á ciertos 
batrácios  (Csecilia),  y aun  á varios  peces  (Muraena).  Ciertas 
regiones  de  la  columna  vertebral  son  el  centro  de  grandes 
variaciones  en  el  mismo  grupo  de  los  reptiles : hay  lagartos 
de  cola  larga  y de  cola  corta;  pero  no  separan  los  que  están 
provistos  de  numerosas  vértebras  caudales,  como  los  macru- 
ros,  de  aquellos  que  cuentan  pocas  ó mas. 

Hay  fundadas  razones,  sin  embargo,  para  sospechar  que 
algunos  de  los  saurios  del  muschelkalk,  tan  íntimamente 
afines  al  Notosauro  como  el  Pliosauro  lo  es  del  Plesiosauro, 
han  presentado  modificaciones  análogas  en  el  número  y 
proporciones  de  las  vértebras  cervicales.  Apenas  es  posible 
contemplar  el  ancho  y corto  cráneo  del  Simosauro,  con  sus 
grandes  dientes,  sin  inferir  que  semejante  cabeza  debió  estar 
sostenida  por  un  cuello  mas  breve  y poderoso  que  el  que 
llevaba  la  prolongada  y estrecha  cabeza  del  Notosauro  ó de 
Pistosauro.  Lo  mismo  podríamos  decir  respecto  del  Placo- 
dus  y del  Simosauro. 

Ni  las  proporciones,  ni  la  armadura  del  cráneo  del  Placo- 
dus,  ni  tampoco  ninguno  de  los  caractéres  craneanos  y den- 
tales, permiten  suponer  que  la  cabeza  no  estuviese  sostenida 
por  un  cuello  comparativamente  corto  y fuerte:  y la  compo- 
sición del  cráneo,  sus  proporciones,  cavidades,  y otros  atri- 
butos anatómicos,  indican  claramente  la  íntima  semejanza 
del  Placodus  con  el  Simosauro 

Los  caractéres  genéricos  del  Pliosauro  residen  en  los  dien- 
tes y en  las  vértebras  cervicales : comparados  los  primeros 
con  los  del  Plesiosauro,  resultan  ser  mas  gruesos  en  propor- 
ción á su  longitud,  y estar  limitados  por  prominencias  late- 
rales mas  convexas;  las  estrías  longitudinales  que  ofrece  el 
esmalte  están  muy  bien  marcadas.  Las  vértebras  del  cuello 
son  tan  comprimidas  que  se  asemejan  á las  del  Ictiosauro 
(fig.  87  C);  pero  las  superficies  articulares  son  planas  (figu- 
ra 89).  En  cuanto  á lo  demás,  exceptuando  las  mas  macizas 
proporciones  de  las  mandíbulas  y de  los  huesos  de  las  extre 
midades,  el  armazón  huesoso  del  Pliosauro  tiene  estrecha 
analogía  con  el  del  Plesiosauro;  y como  las  vértebras  del 
tronco  presentan  las  proporciones  observadas  en  las  de 
aquel,  dan  confusa  idea  del  género  de  reptil  á que  verdade- 
ramente pertenecieron,  cuando  se  encuentran  separadas. 
Algunos  individuos  de  la  especie  Pliosaurus  brachydeirus 
parecen  haber  alcanzado  cuarenta  piés  de  longitud:  un  diente 
del  Pliosaurus  grandis,  procedente  de  la  arcilla  de  Oxford, 
tenia  dos  pulgadas  y siete  lineas  de  diámetro  en  la  base,  as 
dos  extremidades  del  órgano  están  rotas,  pero  su  longitud 
pudo  exceder  de  ocho  pulgadas,  que  es  la  dimensión  e 
diente  del  mas  corpulento  cachalote  ó ballena.  Los  resto. 


GÉNERO  POLIPT1CODON 

Está  representado  por  especies  cuya  dimensión  iguala  á 
la  del  Pliosauro.  Los  dientes  tienen  una  fuerte  corona  cónica 
con  un  corte  sub-circular  transverso,  y las  estrías  longitudi- 
nales del  esmalte  se  agrupan  al  rededor  de  la  corona,  de  cuyo 
carácter  deriva  el  género  su  nombre,  que  significa  diente  de 
muchas  estrías.  Difieren  dichos  Organos  de  los  del  Mosasauro 
ó Pliosauro  por  la  carencia  de  la  faceta  plana  y lisa  de  la 
corona,  cuya  superficie  esta  dividida  en  dichos  géneros  por 
dos  estrías  longitudinales.  Los  dientes  encajan  en  alvéolos 
bien  marcados,  como  en  el  Plesiosauro.  Las  vértebras  halla- 
das en  el  mismo  horizonte,  que  corresponden  por  su  tamaño 
con  los  dientes,  ofrecen  el  tipo  plesiosauroideo.  Los  huesos 
de  una  ancha  aleta,  ó miembro  natatorio,  descubiertos  en  la 
creta  de  Kent,  pudieron  pertenecer  al  Polipticodon. 

Los  restos  de  este  género  no  han  sido  hallados  hasta  aquí 
sino  en  las  formaciones  cretáceas;  en  la  arenisca  verde  supe- 
rior de  Kent,  en  Cambridge,  en  el  neocómico  de  Kurts,  en 
Rusia,  y en  la  creta  de  Kent,  en  Sussex. 

El  tipo  sauropterigio  alcanzo  el  máximum  de  su  dimen- 
sión bajo  las  dos  últimas  formas  genéricas,  al  terminar  la 
gran  época  mesozóica,  cuando  todo  el  orden  se  habia  extin- 
guido ya. 


ORDEN  V— ANOMODONTIDOS 

En  los  representantes  de  este  orden  faltan  los  dientes,  ó 
se  reducen  á un  solo  par  en  los  maxilares,  que  tienen  la 
forma  ó proporción  de  colmillos;  obsérvase  un  orificio  parie- 
tal y dos  fosas  nasales  externas;  el  pedúnculo  timpánico  está 
fijo:  las  vértebras  son  bicóncavas;  el  cuerpo  de  las  costillas  es 
largo  y encorvado;  los  anteriores  se  bifurcan  en  una  de  sus 
extremidades;  el  sacro  tiene  mas  de  dos  vértebras;  los  miem- 
bros son  ambulatorios. 

FAMILIA— DIC1N0D0NTES 

El  carácter  principal  consiste  en  la  presencia  de  un  largo 
colmillo  en  cada  hueso  maxilar;los  premaxilares  se  articulan, 
formando  con  la  mandíbula  inferior  una  boca  en  forma  de 

pico. 

Los  restos  de  esta  muy  singular  familia  de  reptiles  no  se 
han  encontrado  hasta  aquí  sino  en  el  sur  de  Africa,  donde 
aparecen  petrificados  en  una  piedra  dura,  probablemente  del 
período  triásico.  En  las  modificaciones  del  cráneo  se  recono- 
cen caractéres  del  crocodilo,  de  la  tortuga  y del  lagarto, 
combinados  con  la  presencia  de  un  par  de  enormes  colmillos 
agudos  que  crecen  hácia  abajo,  cada  cual  en  un  lado  de  la 
mandíbula  superior,  como  los  de  la  morsa  llamada  trichecus. 
En  estos  singulares  animales  no  se  desarrollaba  otra  clase 
de  dientes;  la  mandíbula  inferior  parece  haber  estado  armada, 
como  en  la  tortuga,  de  una  faja  córnea. 

A juzgar  por  el  ahuecamiento  de  las  superficies  articulares 
de  las  vértebras,  estos  reptiles  deben  haber  sido  buenos  na- 
dadores, y probablemente  acostumbraban  á vivir  en  el  agua; 
pero  la  estructura  de  los  conductos  óseos  de  las  fosas  nasales 
demuestran  que  debian  salir  á la  superficie  para  respirar  el 


PALEONTOLOGIA 


5l8 

aire  atmosférico.  La  pélvis  consiste  en  un  sacro  compuesto 
de  cinco  vértebras  confluentes,  con  huesos  iliacos  muy 
anchos,  siendo  gruesos  y fuertes  el  isquion  y el  pubis:  los  de 
las  extremidades  se  asemejan  á los  de  los  quelonios  marinos, 
siquiera  sean  mas  anchos. 

Algunas  plantas  extinguidas,  afines  de  los  lepidodendron, 
así  como  otros  fósiles,  inducen  á creer  que  las  areniscas  que 
contienen  los  reptiles  dicinodontes  eran  de  la  misma  edad 
geológica  que  aquellas  donde  se  hallaron  los  restos  de  los 
rincosauros  y labirintodon  en  Europa. 

El  género  dicinodon,  nombre  derivado  de  dos  palabras 
griegas  que  significan  dos  colmillos  ó dientes  caninos,  se 
fundó  sobre  cuatro  especies  de  perfil  redondeado,  y con  los 
maxilares  no  tan  asurcados  como  en  el  género  siguiente. 


00.*— 'CRÁNEO  Y COLMILLOS  DEL  DICYNODON  LACERTICErS 


Duywdon  Licerlicips. — Está  representada  por  un  cráneo 
de  seis  pulgadas  de  largo,  existente  en  el  Museo  Británico, 
y del  cual  reproducimos  la  copia  en  la  figura  90,  en  la  cual 
se  indican  con  la  letra  c los  caninos. 

Dicynodon  lestudiccps . — En  esta  especie,  el  cráneo,  y par- 
ticularmente la  cara  facial,  son  mas  cortos  que  en  el  anterior. 

Dicynodon  strigtccps. — El  carácter  principal  de  esta  especie 
consiste  sobre  todo  en  la  brevedad  de  las  mandíbulas  y en 
ser  extremadamente  obtuso  el  hocico;  las  fosas  nasales  están 
situadas  casi  debajo  de  las  órbitas. 

Dicynodon  tigriceps. — La  longitud  del  cráneo  en  esta  espe- 
cie es  de  unas  veinte  pulgadas,  y su  anchura  mayor  entre  los 
arcos  cigomáticos  de  unas  diez  y ocho.  Difiere  del  D.  lacer- 
ticeps  no  solo  por  el  tamaño,  sino  por  la  mayor  capacidad 
relativa  de  las  fosas  temporales,  y el  menor  diámetro  de  las 
órbitas.  Estas  cavidades  ocupan  en  el  D.  lacerticeps  el  tercio 
medio  del  cráneo;  pero  en  el  D.  tigriceps  están  del  todo  en 
la  mitad  anterior.  El  perfil  de  aquel  en  la  primera  de  dichas 
especies  comienza  a inclinarse  desde  una  línea  paralela  con 
la  parte  posterior  de  las  órbitas;  pero  en  el  D.  tigriceps  se 
arquea  desde  mas  allá  de  aquellas. 

GENERO  TJCOGNATUS 

Otras  tres  especies,  que  presentan  un  notable  contorno 
angular  del  cráneo,  con  huesos  mandibulares  muy  salientes 
y asurcados,  fueron  separadas  sub  genéricamente,  dándose 
les  el  nombre  con  que  aquí  las  designamos.  Sus  restos  carac- 
terizan las  mismas  formaciones  que  las  del  dicinodon. 

Pl\  i hognathus  dedivis. — En  el  cráneo  de  esta  especie,  que 
presenta  en  conjunto  la  horizontalidad  del  plano  superior, 
la  ancha  superficie  del  occipucio  se  encuentra  con  él  for- 
mando un  ángulo  agudo,  elevándose  desde  el  cóndilo  hácia 
atrás,  estructura  no  observada  antes  en  ningún  reptil,  y se- 
mejante á la  que  ofrece  el  occipucio  con  relación  al  vértice 
en  muchos  mamíferos. 

El  plano  fronto  parietal  (91,  3 b.)  está  limitado  por  una 
línea  protuberante  anterior  (3,  b,  r4,  i5),  de  la  que  parte  la 
cara  facial  del  cráneo  (3  a , 15,  22),  bajando  en  dirección 


casi  paralela  con  la  del  occipucio,  cuya  línea  (3  r,  7,  8),  es 
prominente  en  el  centro.  A causa  de  la  expansión  exterior 
de  la  placa  masto  timpánica  (3  ¿r  S,  28),  el  plano  occipital  llega 
á ser  la  parte  mas  ancha  del  cráneo,  que  se  contrae  inme- 
diatamente hácia  delante  en  dirección  á los  alvéolos  de  los 
colmillos  caninos  (3  b,  21). 

Las  fosas  nasales  (3  a , n)  están  mas  cerca  de  las  órbitas 
(o)  que  del  hocico;  y son  proporcional  mente  mas  pequeñas 
que  en  los  dicinodontes  típicos.  Las  órbitas  están  situadas 
de  modo  y es  tal  su  conformación,  que  indican  que  el  reptil 
tenia  la  facultad  de  dirigir  la  vista  en  todos  sentidos.  Las 
aberturas  superiores  de  las  fosas  temporales  son  mas  anchas 
que  largas.  El  paladar  no  tiene  mas  que  un  gran  orificio  oval 
en  su  parte  posterior,  limitado  exteriormente  y hácia  atrás 
por  las  prominencias  de  los  palato-terigoideos.  En  una  órbi- 
ta se  conservaban  algunas  placas  escleróticas  (3  ¿7,  s). 

El  cóndilo  occipital  (3  c)  está  formado  por  los  base  occi- 
pitales (1)  y ex-occipitales  (2)  de  iguales  proporciones;  los 
últimos  se  unen,  como  en  los  crocodilos,  con  los  paro-occi- 
pitales (4);  los  parietales  constituyen  un  hueso,  perforado  por 
un  pequeño  orificio  cerca  de  la  sutura  coronal;  los  frontales 
(3  b,  1 1 ) son  mas  anchos  que  largos,  y contribuyen  algún 
tanto  á formar  el  borde  su  per- orbital;  la  sutura  media  está 
bien  marcada  y se  continúa  hácia  delante  entre  los  nasales 
(15);  la  prominencia  super  orbital  (3  a , h)  está  desarrollada 
por  un  gran  pre-frontal  sub-triangular  (14);  el  lagrimal  (13) 
forma  la  parte  anterior  de  la  órbita,  extendiéndose  casi  me- 
dia pulgada  sobre  la  cara;  los  lados  del  pre-maxilar  (22)  se 
arquean  bruscamente  para  reunirse  con  los  maxilares  (21). 
Las  ramas  de  la  mandíbula  inferior  aumentan  de  altura  des- 
de el  ángulo  á la  sínfisis,  donde  son  confluentes. 

Los  elementos  de  la  mitad  posterior  del  ramus,  corres- 
pondientes al  articular,  angular  y sub-angular  de  los  lagartos, 
parecen  formar  una  pieza  (3  a , 30);  la  parte  que  corresponde 
al  angular  constituye  el  límite  posterior  de  una  cavidad  oblon- 
ga que  hay  en  el  centro  del  lado  del  ramus,  y cuya  extremidad 
anterior  está  formada  por  una  bifurcación  del  elemento  den- 
tario (32).  La  sínfisis  de  las  mandíbulas  (3  a , 32)  es  particu 
lamiente  maciza,  ancha,  alta  y gruesa,  y anteriormente  con- 
vexa en  todos  sentidos;  se  arquea  hácia  arriba,  terminando 
en  un  borde  cortante,  ancho  y convexo.  El  desarrollo  de  la 
extremidad  anterior  de  la  mandíbula  inferior  resulta  de  la 
truncadura  oblicua  del  pre  maxilar;  la  boca  se  abre  oblicua- 
mente hácia  arriba,  como  en  algunos  peces,  comunicando 
un  singular  aspecto  al  cráneo  de  los  ticognatos. 

La  modificación  de  la  parte  posterior  de  la  cabeza  del 
ticognato,  y particularmente  la  gran  expansión  debida  solo 
al  desarrollo  de  las  prominencias  que  aumentan  la  superficie 
de  enlace  de  los  músculos,  indican  la  fuerza  que  debería  te- 
ner dicha  parte,  así  como  también  el  armazón  en  que  esta- 
ban sólidamente  fijos  los  dos  enormes  colmillos;  la  fuerza  de 
resistencia  de  las  cavidades  donde  encajaba  la  base  de  aque- 
llos se  aumentaba  con  las  prominencias  desarrolladas  en  la 
parte  exterior  de  su  pared  huesosa. 

Unicamente  los  crocodilos  presentan  ahora  tan  extensa 
osificación  del  occipucio,  y en  los  quelonios  la  mandíbula 
cortante  sin  dientes;  pero  en  unos  y otros,  la  fosa  nasal  ex- 
terior es  sencilla;  y en  los  lagartos  se  repiten  las  aberturas 
divididas  para  respirar  el  aire:  solo  en  los  mamíferos  encon- 
tramos un  desarrollo  de  colmillos  caninos  como  el  de  los 
dicinodontes. 

Ptyehognathvs  laiirostris. — Esta  segunda  especie  está  in- 
dicada por  un  cráneo  que  en  su  cara  facial  es  mas  ancho  y 
corto,  y cuyas  órbitas  afectan  una  forma  mas  circular.  La 
parte  inclinada  del  cráneo  ofrece  el  mismo  contorno  recto, 
y es  del  mismo  largo  (cuatro  pulgadas)  que  en  el  P.  declivis; 


CRlPTODONTES 


pero  su  anchura  en  la  base  de  los  alvéolos  de  los  caninos 
mide  tres  pulgadas  y dos  líneas;  las  prominencias  comienzan 
á proyectarse  cerca  de  las  órbitas. 

FAMILIA  CRlPTODONTES 

Las  mandíbulas  superior  é inferior  carecen  de  dientes,  ó 
los  tienen  muy  pequeños. 

GÉNERO  OUDENODON 

Oudetiodofi  Bainii. — Los  fósiles  en  que  se  ha  fundado  esta 
especie  proceden  de  una  caliza  azulada,  arcilloso-ferruginosa 
del  sur  de  Africa,  y forman  parte  de  una  colección  remitida 
al  Museo  Británico  por  Mr.  Bain,  que  ha  dado  su  nombre 
al  género.  En  la  especie  dedicada  al  que  la  descubrió,  la 
parte  posterior  del  cráneo  se  ensanchaba  mucho  por  la  ex- 
pansión de  los  masto  timpánicos  lameliformes  y sinuosos, 
inclinándose  desde  la  parte  superior  del  cóndilo  occipital, 
continuándose  el  super-occipital  en  el  parietal  (fig.  91,  4 r) 
por  una  cavidad  prolongada. 

Las  fosas  temporales  (7)  son  mas  largas  que  anchas,  por 
cuyo  carácter  se  asemeja  mas  el  Oudenodon  al  Dicinodon 
que  el  Ticognato.  El  cigoma  (26)  consiste  en  una  especie  de 
barra  comprimida,  larga  y delgada;  la  barra  post-frontal  (12) 
separa  las  fosas  temporales  de  la  órbita.  El  espacio  inter- 
orbital es  mas  estrecho  que  el  ínter- temporal;  de  modo  que 
el  borde  mas  bajo  de  las  órbitas  sobresale  mas  que  el  supe- 
rior, ofreciendo  las  dos  un  aspecto  muy  oblicuo  (o ).  El  per- 
fil de  la  cara  desciende  por  una  curva  regular  desde  la  parte 
superior  á la  anterior,  que  es  casi  vertical,  continuándose  los 
pre-maxilares  (22)  cerca  del  nivel  del  borde  alvéolar  del 
maxilar  mas  marcadamente  que  en  el  Ticognato.  Las  fosas 
nasales  (n)  son  relativamente  mas  anchas  que  en  la  especie 
anterior;  ambos  pre  maxilares  y maxilares  mas  protuberantes; 
el  nasal  (15),  el  pre-frontal  (14)  y el  lagrimal  (13)  completan 
el  límite  inferior  anterior.  Debajo  del  centro  de  la  órbita  se 
ve  una  prominencia  redondeada  y vertical,  que  se  proyecta 
del  maxilar.  Varios  fragmentos  de  Oudenodon  han  demos; 
trado  que  la  parte  prominente  del  maxilar  es  muy  sólida,  y 
que  no  presenta  ni  siquiera  vestigio  de  un  diente  que  corres- 
ponda al  colmillo  del  Dicinodonte.  El  resto  del  borde  alvéo- 
lar, formado  principalmente  por  el  pre  maxilar,  carece  de 
dientes  y es  cortante,  como  en  aquellos  reptiles;  y presen- 
tando la  mandíbula  inferior  la  misma  estructura,  tenemos  en 
el  presente  notable  reptil  un  saurio  desdentado. 

La  composición  del  cráneo  del  Oudenodon  es  esencial- 
mente la  misma  que  la  del  Dicinodon,  ofreciendo  iguales 
afinidades,  con  tanta  semejanza  á la  de  los  quelonios  como 
puede  indicarlo  la  falta  total  de  dientes,  pero  la  doble  fosa 
nasal  demuestra  la  analogía  con  los  saurios. 

En  la  Revista  de  la  Sociedad  Geológica  se  describen  otras 
dos  especies;  Oudenodon  prognathus  y O.  Greyii,  proceden- 
tes de  las  areniscas  de  la  base  del  Rhenosterburgo,  en  el  sur 
de  Africa. 

ÍNERO  R1NCOSAURÓ  * I I— 

DljlVJ  1 J_ 

RJiinchosaurus  articeps . — Los  fósiles  en  que  se  ha  funda- 
do el  género  y la  especie  proceden  de  la  nueva  arenisca  roja 
(trias)  de  Shropshire;  encuéntranse  en  las  canteras  de  Grin- 
sill,  cerca  de  Shrewsbury;  allí  fueron  halladas  algunas  vér- 
tebras, porciones  de  la  mandíbula  inferior,  un  cráneo  casi 
entero,  fragmentos  de  la  pélvis  y dos  fémures,  restos  que  es- 
taban envueltos  en  la  arenisca  mas  baja;  en  la  mas  fina  se 
descubrieron  vértebras,  costillas  y algunos  huesos  de  los  ar- 


5*9 

eos  escapular  y pélvico.  Los  huesos  presentan  una  textura 
muy  compacta;  la  superficie  expuesta  es  lisa,  ó finamente 
estriada,  y de  un  ligero  color  azul.  Las  areniscas  que  contie- 
nen estos  huesos  suelen  presentar  huellas  en  que  se  distin- 
guen bastante  marcadas  las  uñas,  reconociéndose  el  tamaño 
del  dedo  mas  interior  del  pié,  y una  impresión  que  corres- 
ponde á la  parte  posterior  del  mismo,  la  cual  recuerda  las 
producidas  por  el  dedo  posterior  de  algunas  aves,  que  solo 
tocan  el  suelo  con  la  extremidad.  Las  huellas  miden  desde 
la  punta  del  quinto  dedo  á la  del  mas  interior,  ó rudimen- 
tario, una  pulgada  y media;  y son  las  únicas  que  han  sido 
descubiertas  hasta  aquí  en  las  areniscas  de  Grinsill. 


Fig.  <?T. 


1 y 2 Galesaurus  planiceps,  Ow. ; Triásico  de  Rhenosterburgo,  Sur  Africa 
3 Ptychognathus  declivis,  Ow.;  Triásico  de  Rhenosterburgo,  Sur 
Africa  4— Oudenodon  Bainii,  Triásico  de  Fort  Beaufort,  Sur  Africa. 

Como  los  huesos  fósiles  han  sido  hallados  siempre  casi  en 
la  misma  capa  que  aquella  en  que  aparecen  las  huellas  cita- 
das antes,  pertenecen  probablemente  al  mismo  animal.  En 
las  vértebras  son  cóncavas  las  dos  superficies  articulares  del 
cuerpo,  y mas  profundas  que  en  las  vértebras  bicóncavas  de 
los  crocodilos  extinguidos;  el  arco  neural  está  anquilosado 
con  el  cuerpo,  sin  la  menor  señal  de  sutura,  como  sucede 
en  los  mas  de  los  lagartos;  de  él  parten,  de  cada  ángulo  de 
su  base,  anchas  cigapófisis,  con  una  superficie  articular  plana. 
Las  vértebras  de  los  rincosauros,  exceptuando  su  estructura 
bicóncava,  se  asemejan  á las  de  los  recientes  lagartos:  en  la 
modificación  que  después  se  nota,  presentan  uno  de  los  ca- 
ractéres  vertebrales  de  los  dinosauros.  En  la  superficie  supe- 
rior convexa  de  las  cigapófisis  posteriores  se  destaca  una  ancha 
prominencia  obtusa,  arqueándose  á lo  largo  del  arco  neural 
hasta  el  anterior;  y la  parte  mas  elevada  de  dicha  prominencia 
angular  forma  con  la  del  lado  opuesto  una  especie  de  plata- 
forma. Este  es  un  carácter  que  no  se  observa  en  los  lagartos 
existentes. 

El  cráneo  (fig.  S6  A)  ofrece  la  forma  de  una  pirámide  de 


520 


PALEONTOLOGIA 


cuatro  lados,  comprimida  lateralmente,  con  la  cara  superior 
arqueada  hácia  el  ápice,  que  está  formado  por  la  terminación 
de  los  premaxilares  a a.  La  estrechez  del  cráneo,  las  anchas 
fosas  temporales,  limitadas  posteriormente  por  los  huesos 
parietales  y mastoideos;  el  largo  pedúnculo  timpánico  (r ) que 
baja  verticalmente;  las  grandes  órbitas  completas  (g)t  y la 
brevedad  de  la  mandíbula  superior,  muy  comprimida,  son 
otros  tantos  caractéres  lacertideos.  La  compresión  lateral  y 
la  profundidad  del  cráneo,  con  la  gran  anchura  de  los  huesos 
de  las  mandíbulas  superiores  é inferiores,  demuestran  que 
no  pertenece  á un  batracio;  mientras  que  la  brevedad  del 
hocico  y su  forma  aplanada  le  diferencian  del  de  los  croco- 
dilos. Ningún  quelonio  tiene  el  pedúnculo  timpánico  tan 
largo,  tan  estrecho,  ó tan  ligeramente  suspendido  de  los 
ángulos  posterior  y lateral  del  cráneo. 

Este  último,  sin  embargo,  difiere  por  su  aspecto  general 
del  de  los  lacertideos  existentes,  asemejándose  al  de  un  ave 
ó de  una  tortuga,  analogía  á que  contribuye  la  carencia  de 
dientes.  La  estructura  sólida  de  las  extremidades  de  los 
premaxilares  indica  una  semejanza  en  las  funciones  de  los 
colmillos  del  Dicinodon;  los  premaxilares  (a)  son  dobles, 
como  en  los  crocodilos  y quelonios;  pero  los  mas  de  los 
caractéres  esenciales  del  cráneo  son  los  de  lagarto.  Las 
ramas  de  la  mandíbula  inferior  se  distinguen  sobre  todo  por 
su  gran  altura;  pero  no  se  reconoce  el  menor  vestigio  de  un 
diente  en  el  borde  alveolar  del  elemento  dentario  (a ).  El 
suprangular  f el  angular  c , y el  articular  d,  indican  una  man- 
díbula semejante  á la  de  los  lagartos. 

Las  indicaciones  de  este  último  son  mucho  mas  vagas  en 
el  Rincosauro  que  en  ninguno  de  los  lacertideos  existentes; 
la  dentición  de  la  mandíbula  superior  es  mas  débil  aun  que 
en  el  camaleón;  y en  la  inferior,  en  la  que  son  mas  fuertes 
en  dicho  animal,  no  se  descubre  el  menor  vestigio.  La  seme- 
janza de  la  boca  con  el  pico  comprimido  de  ciertas  aves  se 
desprende  del  arqueamiento  hácia  abajo  de  los  premaxilares 
corvos  y prolongados. 

Pocos  géneros  hay  de  reptiles  extinguidos  en  los  que  sea 
mas  de  desear  que  en  el  Rincosauro  el  medio  de  determinar 
las  precisas  modificaciones  de  las  extremidades  locomotivas: 
las  anteriores  eran  cortas,  pero  parecían  adaptadas  para  que 
el  animal  pudiera  moverse  en  el  agua  lo  mismo  que  en  tier- 
ra; y el  húmero  tenia  como  la  mitad  del  largo  de  la  cabeza. 
La  perfecta  conservación  del  cráneo  nos  ha  permitido  reco- 
nocer ligeras  modificaciones  de  estructura  que  tienden  á los 
quelonios  y aves,  no  observadas  antes. 

En  las  areniscas  que  contienen  el  Leutopleuron,  cerca  de 
Elgin,  se  ha  descubierto  un  cráneo  de  Rincosauro  que  pre- 
senta una  vaga  dentición  maxilar,  habiéndose  deducido  la 
probabilidad  de  que  corresponda  al  periodo  triásico. 

II  FAMILIA— ClNQDONTE^j  | | 

Un  par  de  dientes  en  cada  mandíbula,  que  se  asemejan  á 
los  otros  por  su  forma,  posición  y tamaño  relativo;  los  cani- 
nos parecen  de  mamíferos  carniceros,  y separan  á los  incisi- 
vos de  los  molares. 

GÉNERO  GALESAURUS 

Este  género  está  fundado  sobre  el  cráneo  fósil  de  un  rep- 
til (fig.  91,  1 y 2)  procedente  de  la  arenisca  de  Rhenoster- 
burgo,  en  el  sur  de  Africa;  cráneo  cuya  dentición  ofrece 
notable  semejanza  con  la  de  los  mamíferos  carniceros.  Esto 
ha  obligado  á los  autores  á crear  una  familia  para  compren- 
der á los  cinodontes  en  el  grupo  de  los  reptiles  caracteriza- 
dos por  su  anómalo  alejamiento  del  tipo  dentario,  que  se 
reconoce  en  el  gran  órden  de  los  saurios  de  Cuvier. 


El  cráneo  del  Galesaurus  planiceps  es  deprimido  y plano, 
como  ya  lo  indica  su  nombre  específico;  la  superficie  occi- 
pital se  inclina  de  abajo  arriba,  y está  completamente  osifi- 
cado, presentando  poderosas  inserciones  para  los  músculos, 
hallándose  limitado  lateralmente  por  protuberancias  que 
convergen  y separan  á la  occipital  de  las  fosas  temporales;  la 
cresta  parietal  se  bifurca,  rodeando  un  orificio  parietal  de 
forma  elíptica;  el  timpánico  (28)  consiste  en  una  placa  hue- 
sosa ancha,  plana  y convexa  hácia  fuera. 

El  arco  cigomático  se  continúa  desde  el  timpánico  al  lími- 
te post-orbital  (26);  es  ancho,  y por  su  curvatura  comunica 
gran  extensión  á las  fosas  donde  se  alojaban  los  músculos 
temporales.  Las  órbitas  son  de  forma  sub-triangular;  el  post 
y el  pre-frontal  se  unen  por  encima  de  la  órbita;  la  fosa  na- 
sal (ti)  es  sencilla,  terminal  y vertical,  hallándose  limitada 
lateralmente  por  premaxilares  cortos. 

La  mas  interesante  particularidad  del  cráneo  consiste  en 
la  presencia  de  unos  caninos  bastante  grandes  á cada  lado 
de  las  mandíbulas  superior  é inferior,  que  ofrecen  entre  sí  la 
misma  posición  en  el  cráneo  que  los  de  un  mamífero  carni- 
cero. En  ningún  otro  saurio  se  ven  los  incisivos  separados 
de  los  molares  por  un  solo  canino,  y en  ninguno  tampoco 
se  ven  tan  bien  marcadas  las  tres  clases  de  dientes. 

Los  premaxilares  contienen  cada  uno  cuatro  dientes  de 
igual  tamaño,  con  coronas  sencillas  mucho  mas  cortas  que 
los  caninos,  y que  avanzan  un  poco  hácia  delante,  pasando 
frente  á los  incisivos  mas  bajos  cuando  la  boca  está  cerrada; 
los  ocho  incisivos  inferiores  son  mas  estrechos  que  los  supe- 
riores, pero  la  corona  viene  á tener  la  misma  longitud;  unos 
y otros  se  hallan  en  contacto  ordenadamente  como  en  los 
mamíferos;  los  caninos  (ct  c)  presentan  entre  sí  la  misma 
posición  relativa  que  se  observa  en  los  mamíferos;  doce 
dientes  cónicos,  compactos  y comprimidos,  suceden  á los 
caninos  en  ambas  mandíbulas,  ocupando  el  lugar  de  las  se- 
ries molares;  son  casi  de  igual  tamaño,  pero  mucho  mas 
pequeños  que  los  caninos;  los  de  la  mandíbula  superior 
exceden  exteriormente  de  los  molares  inferiores  cuando  la 
boca  está  cerrada ; es  mas  que  posible  que  podrían  perforar 
y cortar  como  los  de  los  carniceros. 

Reconócese  en  el  cráneo  descrito  la  naturaleza  del  reptil 
por  la  existencia  del  cóndilo  occipital  único,  asociado  con  el 
hueso  frontal  complexo;  y las  afinidades  con  el  crocodilo  se 
deducen  de  su  fosa  terminal  sencilla.  El  carácter  mas  gene- 
ralizado de  saurio  se  indica  por  las  series  de  pequeños  orifi- 
cios vasculares  cerca  del  borde  de  las  mandíbulas,  así  como 
por  los  agujeros  parietales. 

El  predominio  de  los  caninos,  la  aparente  falta  de  los  que 
debían  sustituirles,  y la  ausencia  de  los  vestigios  que  hubie- 
ran resultado  á estar  los  caninos  sujetos  á la  ley  ordinaria  de 
la  dentición  de  los  saurios,  indican  una  relación  con  los  di- 
cinodontes;  la  estructura  de  la  región  occipital,  y la  expan- 
sión de  los  arcos  timpánico  y cigomático,  se  conforman 
también  con  el  tipo  de  tan  singulares  reptiles  africanos.  La 
anchura  y aplanamiento  del  cráneo,  y las  proporciones  de 
las  órbitas  y fosas  temporales,  recuerdan  también  la  del  si- 
mosauro  entre  los  saurios  especiales  de  los  depósitos  triási- 
cos  de  Alemania. 

GÉNERO  CYNOCHAMPSA 

Cynochampsa  lamanus. — Este  género  y su  especie  están 
indicados  por  la  extremidad  superior  é inferior  de  las  man- 
díbulas, halladas  en  la  misma  formación  y localidad  donde 
se  descubrieron  las  del  Galesauro.  La  parte  examinada  basta 
para  reconocer  que  el  hocico  seria  mas  ó menos  estrecho  en 
su  extremidad,  que  presentaría  un  corte  trasversal  cilíndri- 


TEROSAUROS 


521 


co,  como  en  el  Teleosauro:  una  serie  de  dientes  pequeños, 
y semejantes  por  su  tamaño  á los  incisivos,  está  separada  de 
los  demás  por  un  par  de  caninos  en  la  mandíbula  superior 
y en  la  inferior,  tan  notables  por  su  dimensión  como  los  del 
Galesauro:  pero  en  vez  de  seguir  á estos  caninos  pequeños 
dientes  molares,  hay  un  espacio  vacío  que  se  extiende  hasta 
la  parte  conservada ; espacio  igual,  por  lo  menos,  á dos  veces 
la  anchura  de  la  corona  del  canino  superior. 

Las  posiciones  relativas  de  los  incisivos  y caninos  eran 
casi  las  mismas  que  en  los  galecinos.  La  fosa  nasal  es  senci- 
lla, de  forma  ovalada,  limitando  su  abertura  por  abajo  los 
premaxilares  y en  la  parte  superior  los  nasales.  La  extremi- 
dad de  la  mandíbula  superior  se  ensancha  ligeramente,  lo 
mismo  que  en  el  Teleosauro. 

ORDEN  VI— TEROSAUROS 

Miembros  pectorales  adaptados  para  el  vuelo,  por  la 
prolongación  del  antebrazo  y del  quinto  dedo;  vértebras 
procelianas;  las  del  cuello  muy  anchas,  y las  de  la  pélvis 
pequeñas;  los  mas  de  los  huesos  son  neumáticos;  cabeza 
ancha;  mandíbulas  largas  y armadas  de  dientes. 

Las  especies  de  este  orden  de  reptiles  fueron  peculiares 
del  período  mesozoico  y se  han  extinguido  ya.  Aunque 
algunos  representantes  del  orden  se  asemejaban  á las  aves 
por  su  forma  ó por  carecer  de  dientes,  aquellos  de  que 
tratamos  ahora,  ofrecen  mas  íntima  analogía  con  los  séres 
revestidos  de  pluma,  por  su  textura  y el  carácter  neumático 
de  los  mas  de  los  huesos,  asi  como  por  el  desarrollo  de  los 
miembros  pectorales,  apropiados  para  el  vuelo  (fig.  92), 
Esto  es  debido  á una  prolongación  de  los  huesos  anti- 
braquiales,  y mas  especialmente  á la  longitud  de  los  huesos 
metacarpianos  y falángicos  del  quinto  dedo,  cuya  última 
falange  termina  en  punta  (fig.  92);  los  otros  dedos  eran  del 
tamaño  ordinario  y remataban  en  garras;  el  número  de  las 
falanges  es  progresivo  desde  el  primero  al  cuarto  dedo,  que 
ofrece  el  mismo  carácter  del  de  los  reptiles.  El  húmero 
presenta  caractéres  intermedios  entre  los  de  aquella  clase 
y los  del  crocodilo.  Todo  el  sistema  óseo  se  modifica  con 
relación  á las  alas;  los  huesos  son  ligeros,  huecos,  y los  mas 
de  ellos  provistos  de  células  aéreas,  con  delgados  tabiques 
exteriores;  el  escapular  y el  coracoides  son  largos  y estrechos, 
pero  fuertes;  el  esternón  ofrece  el  aspecto  de  una  quilla  que 
se  continúa  hácia  adelante,  mas  allá  de  las  cavidades  para 
el  coracoides ; el  cuerpo  del  hueso  se  ensancha  en  forma  de 
disco  semicircular,  ligeramente  convexo.  Las  vértebras  del 
cuello  son  pocas  comparadas  con  las  de  las  aves;  pero  grandes 
y fuertes,  para  sostener  una  cabeza  voluminosa,  provista  de 
largas  mandíbulas  armadas  de  agudos  dientes,  aunque  bas- 
tante ligera  por  las  aberturas  que  ofrece.  Las  vértebras  del 
dorso,  bastante  pequeñas,  son  mas  numerosas  que  en  las  de 
las  aves,  contándose  en  algunas  especies  diez  y siete,  inclusas 
una  ó dos  lumbares;  las  del  sacro,  pequeñas  también,  figuran 
en  número  de  tres  á siete;  pero  la  pélvis  es  débil;  los  miem- 
bros posteriores  indican  un  sér  incapaz  de  sostenerse  dere- 
cho, ni  de  andar  como  un  ave.  Los  terosauros  pueden  haber 
sido  tan  buenos  nadadores  como  voladores : las  alas  consisten 
membranas  recogidas;  la  piel  del  cuerpo  es  aparentemente 
uave,  no  habiéndose  encontrado  ningún  vestigio  de  esca- 
mas, pelos  ó plumas  en  la  formación  litográfica  mas  rica  en 
restos  tilodáctilos,  en  la  cual  se  conservan  sin  embargo  los 
mas  delicados  tendones  y láminas  escleróticas  del  ojo;  El 
atlas  consiste  en  un  cuerpo  discoideo  y dos  delgadas  neura 
pófisis;  el  centro  del  eje  es  diez  veces  mas  largo  que  el  del 
atlas  con  el  cual  se  une  últimamente.  En  cada  vértebra  hay 
grandes  orificios  neumáticos;  el  arco  neural  ó medular  es 
Tomo  IX 


confluente  con  el  cuerpo;  las  costillas  anteriores  tienen  una 
extremidad  bifurcada:  la  dentición  es  tecodontida. 

Una  especie  de  terodáctilo,  procedente  de  la  caliza  lito- 
gráfica  de  Baviera,  y que  no  tiene  aparentemente  sino  dos 
falanges  en  el  dedo  del  ala,  representa  una  familia  (diarthri), 
y el  género  ornitopro  en  el  sistema  de  Yon  Meyer.  El  nú- 
mero normal  de  falanges  en  este  dedo  característico  del 
terosauro  es  de  cuatro:  el  hueso  metacárpico  varía  de  longi- 
tud en  diversas  especies;  en  el  P.  longirostris  tiene  mas  de 
dos  terceras  partes  del  largo  de  la  primera  falange,  mientras 


sidc 

Di 


Fig.  92  — ESQUELETO  FÓSIL  DEL  PTERODACTYLÜS  CRASSIKOSTRIS 

que  en  el  P.  Gemmingi  no  alcanza  á una  quinta  parte  de  la 
longitud  de  la  falange  que  sostiene.  Otros  restos  se  indican 
por  nombres  específicos,  tales  como  macronyx  (largas  uñas), 
micronyx  (pequeñas  uñas),  crassipes  (piés  gruesos),  longipes 
(piés  largos),  longirostris,  brevirostris,  crassirostris,  scolapi- 
ceps  y simus,  que  se  refieren  á las  diversas  formas  de  la 
cabeza;  y medius,  grandis,  vulturinus  y giganteus,  que  cor- 
responden al  tamaño  del  cuerpo,  etc.  Los  caractéres  adop- 
tados aquí  para  los  géneros  de  terosauros  están  tomados  del 
sistema  dentario. 

GÉNERO  DIMORPHODON 

Dimorphodon  macronyx.— En  esta  especie,  procedente  del 
lias  inferior  de  Dorsetshire,  los  dientes  son  de  dos  clases; 
algunos  de  la  parte  anterior  de  las  mandíbulas  son  largos, 
anchos  y puntiagudos,  su  base  es  completamente  elíptica; 
detrás  de  ellos  existe  una  serie  de  otros  comprimidos,  cortos, 
muy  pequeños  y en  forma  de  lanceta.  En  un  ejemplar  des- 
cubierto en  Lime  Regis,  el  cráneo  tiene  ocho  pulgadas  de 
largo,  y la  expansión  de  las  alas  es  de  unos  cuatro  piés:  no 
se  han  encontrado  pruebas  de  que  esta  especie  tuviera  cola 
larga.  . 

género  ramphorinchus,  Voti  Meyer 


En  este  género  se  observa  que  la  parte  anterior  de  las 
mandíbulas  carece  de  dientes;  puede  haber  estado  revestida 
de  un  pico  córneo;  pero  detrás  se  ven  cuatro  ó cinco  dien- 
tes grandes  y largos,  seguidos  de  otros  pequeños:  la  cola  es 
larga,  rígida  y delgada. 

Las  especies  Ramphorinchus  longicaudus,  R.  Gemmingi 
y R.  Munsteri  pertenecen  á este  género:  todas  proceden  de 
las  calizas  litográficas  de  Baviera  pertenecientes  al  jurásico 
medio. 

66 


522 


GÉNERO  PTERODACTYLUS,  CltVUr 


PALEONTOLOGIA 


Las  mandíbulas  están  provistas  de  dientes  hasta  sus  ex- 
tremidades; todos  ellos  son  largos,  delgados  y puntiagudos: 
la  cola  es  muy  corta. 

Cuéntanse  otras  especies,  entre  las  que  citaremos  las 
siguientes:  Pt.  longirostris,  Oleen.  — Diez  pulgadas  de  largo; 
procedente  de  la  caliza  litográfica  de  Pappenheim.  Pt.  eras- 
sirostris,  Goldf. — Mide  un  pié  de  largo,  y se  encuentra  en  la 
misma  localidad  (fig.  92).  Pt.  Kochii,  Wagner. — Tiene  ocho 
pulgadas  de  longitud  y es  de  las  calizas  litográficas  de 
Kehlhem.  Pt.  medius,  Munster. — Diez  pulgadas  de  largo; 
de  la  misma  formación  en  Menlenhard.  Pt.  grandis,  Cu- 
vier. — Catorce  pulgadas  de  largo:  de  las  calizas  litográficas 
de  Solenhofen.  Otros  dos  pequeños  terodáctilos,  probable- 
mente no  desarrollados  aun,  que  se  caracterizaban  por  su 
cráneo  voluminoso,  mandíbulas  cortas  y esternón  sin  osificar, 
fueron  comprendidos  como  especies  con  el  nombre  de 
Pt.  brevirostris  y Pt.  Meyeri : en  este  último  se  ve  el  circo 
de  las  placas  escleróticas. 

Los  restos  de  un  terodáctilo  procedente  de  la  caliza  de 
Stonesfield  (Inglaterra),  designado  comunmente  con  el  nom- 
bre de  Pcerodactylus  Bucklandi,  indican  una  especie  que 
viene  á tener  el  tamaño  de  un  cormoran;  pero  una  porción 
correspondiente  á la  mitad  de  una  mandíbula  hallada  en  la 
misma  localidad,  y que  mide  cerca  de  seis  pulgadas  de 
largo,  supone  una  especie  mucho  mas  grande:  la  corona  de 
uno  de  los  dientes  tiene  una  pulgada  y dos  líneas  de  largo, 
por  cuatro  líneas  de  anchura  en  la  base. 

Los  restos  de  terodáctilos  encontrados  en  el  horizonte 
weáldico  indican  especies  cuyo  cuerpo  podía  tener  unas  diez 
y seis  pulgadas : las  especies  Pt.  Fittoni,  Pt.  Sedgwickii  y 
Pt.  simus,  procedentes  de  la  arenisca  verde  superior,  cerca 
de  Cambridge,  que  tienen  las  vértebras  del  cuello  de  dos 
pulgadas  de  longitud,  y el  húmero  de  tres,  estaban  provistas 
probablemente  de  un  ala  de  diez  y ocho  á veinte  piés.  Las 
especies  Pt.  Cuvieri  y Pt.  compressirostris,  de  la  creta  de 
Kent,  alcanzaban  dimensiones  muy  poco  inferiores  á las  de 
los  terodáctilos  de  la  arenisca  verde. 

Por  lo  que  hace  á la  distribución  de  este  notable  orden 
de  reptiles  voladores  en  la  época  geológica,  el  mas  antiguo 
terodáctilo  conocido  es  el  Dimorphodon  macronyx,  del  lias 
inferior;  pero  se  han  descubierto  otros  huesos  en  el  de  Wur- 
temberg.  El  que  sigue  en  edad  es  el  Dimorphodon  Banthen- 
sis,  del  posidonomyen-schiefer  de  Baviera;  después  figura 
el  Pt.  Bucklandi,  de  la  oolita  de  Stonesfield;  y,  por  último, 
cuéntanse  las  numerosas  especies  de  terodáctilos,  primera- 
mente descritas,  y procedentes  de  la  pizarra  litográfica  del 
terreno  oolítico  medio  de  Alemania  y Cirin  (Ródano).  Los 
terodáctilos  de  la  formación  weáldica  no  son  todavía  cono- 
cidos sino  por  algunos  huesos  y fragmentos  óseos.  Las  mas 
grandes  especies  descubiertas  son  las  de  la  arenisca  superior 
de  Cambridge.  Los  terodáctilos  de  la  creta  de  Kent,  muy 
notables  también  por  su  gran  tamaño,  constituyen  las  últi- 
mas formas  de  reptiles  voladores  conocidas  en  la  historia 
terrestre. 

ÓRDEN  vIl^TECODONTIDOs"^ 

Caractéres. — Cuerpos  vertebrales  bicóncavos;  cos- 
tillas del  tronco  largas  y arqueadas,  teniendo  las  anteriores 
bifurcada  una  de  sus  extremidades;  sacro  de  tres  vértebras; 
miembros  ambulatorios;  fémur  con  un  tercer  trocánter;  dien- 
tes que  tienen  la  corona  mas  ó menos  comprimida,  aguda, 
con  bordes  cortantes  y finamente  aserrados;  encajan  en 
alvéolos  bien  distintos. 


GÉNERO  THECODONTOSAURUS 

Thecodontosaurus  antiquus . — En  1836  fueron  descritos 
por  Riley  y Stutchbury  varios  restos  de  reptiles  descubiertos 
en  el  conglomerado  dolomítico  de  Redland,  cerca  de  Bris- 
tol : atribuyéronse  los  principales  al  período  pérmico;  pero 
algunos  buenos  observadores  opinan  que  solo  datan  del 
triásico. 

Los  dientes  de  estos  reptiles  fósiles  encajan  en  alvéolos 
bien  marcados,  y están  dispuestos  en  series  compactas  que 
disminuyen  de  tamaño  hácia  la  parte  posterior  de  la  mandí- 
bula; en  cada  lado  de  la  inferior  se  cuentan  veintiuno  de 
dichos  órganos;  son  cónicos,  algo  delgados,  comprimidos  y 
agudos  con  un  borde  finamente  dentado;  la  superficie  exter- 
na es  mas  convexa  que  la  interior;  el  ápice  se  encorva  lige- 
ramente; la  base  de  la  corona  se  contrae  un  poco  para  for- 
mar el  colmillo,  que  es  cilindrico. 

GÉNERO  PALvEOSAURUS 

En  la  misma  formación  que  contenia  los  restos  del  Te- 
codontosauro  se  hallaron  otros  dos  dientes,  que  diferian  de 
los  anteriores,  y también  entre  sí;  la  corona  de  uno  de  ellos 
medía  nueve  líneas  de  largo  por  cinco  de  ancho.  Este  diente 
es  comprimido,  agudo,  con  bordes  cortantes;  pero  su  ancho, 
comparado  con  el  largo,  excede  tanto  en  dimensión  á la  que 
ofrece  el  mismo  órgano  del  Tecodontosauro,  que  sobre  él 
se  ha  fundado  el  género  Paleosauro,  distinguiéndole  con  el 
nombre  específico  de  platiodon,  del  segundo  diente,  que  se 
atribuye  al  mismo  género  con  el  calificativo  de  Palceosaurus 
cylindrodon.  La  porción  del  diente  de  este  último,  que  se  ha 
conservado,  indica  que  la  corona  es  muy  comprimida;  tiene 
cinco  líneas  de  largo,  y dos  de  anchura  en  la  base. 

Las  vértebras  asociadas  con  los  dos  dientes  antes  descritos 
son  bicóncavas,  y las  cavidades  articulares  mas  marcadas 
que  en  el  Teleosauro ; pero  distínguense  sobre  todo  por  la 
profundidad  del  canal  espinal  en  el  centro  de  cada  vértebra, 
siendo  además  mas  ancho  en  medio  que  en  las  dos  extremi- 
dades, estructura  análoga  á la  que  ofrecen  las  vértebras  dor- 
sales del  Rincosauro. 

Además  de  distinguirse  de  los  lagartos  existentes  por  la 
dentición  tecodontea  y las  vértebras  bicóncavas,  los  saurios 
del  conglomerado  dolomítico,  difieren  asimismo  por  tener 
algunas  de  sus  costillas  articuladas  por  una  cabeza  y un  tu- 
bérculo á dos  superficies  de  las  vértebras,  como  en  la  parte 
anterior  del  pecho  de  los  crocodilos  y los  dinosauros.  Algu- 
nos fragmentos  de  huesos  indican  vagamente  que  el  arco 
pectoral  se  desviaba  del  tipo  del  crocodilo,  asemejándose 
mas  al  lacertídeo,  por  la  presencia  de  una  clavícula  y la  for- 
ma complicada  del  coracoides.  El  húmero  parece  haber 
tenido  poco  mas  de  la  mitad  del  largo  del  fémur,  y reconó- 
cese que  se  ensanchaba  en  ambas  extremidades  como  en  el 
Rincosauro.  El  fémur  es  sobre  todo  notable  por  presentar 
un  tercer  trocánter;  los  cóndilos  son  aplanados  y el  exte- 
rior mas  grande,  viéndose  entre  ellos  una  cavidad  ó depre- 
sión. 

La  tibia,  el  peroné  y el  metatarso  indican,  asi  como  el 
fémur,  la  facultad  de  estos  saurios  para  andar  por  tierra. 
Las  falanges  ungueales,  comprimidas,  encorvadas  hácia 
abajo  y puntiagudas,  ofrecen  á cada  lado  un  canal  sinuoso. 

Del  conocimiento  que  tenemos  ahora  de  la  osteología  del 
Tecodontosauro  y del  Paleosauro  se  pueden  deducir  las  si- 
guientes conclusiones:  por  su  dentición  del  tipo  tecodontino, 
sus  vértebras  bicóncavas,  sus  costillas  unidas,  y el  tamaño 
proporcional  de  los  huesos  de  las  extremidades,  tienen  ana- 
logía con  ciertos  crocodilos;  pero  con  dichos  caractéres  se 


TECODÓNTIDOS 


523 


combina  un  fémur  de  Dinosauro,  dientes  de  forma  lacertí- 
dea,  asi  como  la  estructura  del  pectoral,  y probablemente 
del  arco  pelviano.  Seria  interesante  averiguar  si  las  vértebras 
caudales  se  caracterizan,  como  en  el  Protorosauro  de  Purin- 
gia,  por  un  doble  aparato  espinoso. 

genero  belodon,  Van  Meyer 

El  reptil  procedente  de  la  arenisca  blanca  superior  de 
Wurtemberg,  descrito  por  Plieninger,  presenta  en  sus  ca- 
racterés  esenciales  tanta  afinidad  con  los  saurios  tecodónti- 
dos  del  conglomerado  de  Bristol,  que  hace  mas  probable 
que  pertenezca  como  ellos  al  mismo  período  mesozoico. 

En  el  Belodon  hay  tres  vértebras  modificadas  de  tal  modo, 
que  constituyen  un  enlace  apropiado  para  los  huesos  ilia- 
cos; el  fémur  ostenta  el  tercer  trocánter,  que  indica  la 
misma  afinidad  con  el  Dinosauro  que  los  teocodontes  in- 
gleses. 

GENERO  CLADIODON,  Owetl 

Cladiodon  Lloydii.  — En  la  Memoria  sobre  las  areniscas 
rojas  triásicas  de  Warvvick,  publicada  por  Murchison  y 
Strickland  en  1840,  se  figuró  un  diente  fósil,  sumamente  raro 
en  aquellas  formaciones  inglesas. 

Habiendo  tenido  luego  ocasión  de  estudiar  este  fósil,  jun- 
tamente con  fragmentos  de  otros  dientes,  al  parecer  de  la 
misma  especie  y de  dicha  formación,  el  autor  reconoció  la 
afinidad  del  reptil  que  los  poseia  con  los  teocodóntidos  del 
conglomerado  de  Bristol,  y quiso  indicar  lo  que  parecia  ser 
una  modificación  genérica  de  la  forma  dentaria,  aplicando 
el  nombre  de  Cladiodon.  Otros  dientes  recibidos  después, 
que  caracterizan  este  género,  se  distingnen  por  tener  dos 
bordes  mas  ó menos  cortantes  y forma  comprimida;  los 
lados  son  algún  tanto  convexos,  y la  corona  se  arquea  li- 
geramente hácia  la  cavidad  de  la  boca;  algunas  veces  afec- 
tan la  forma  de  lanceta,  por  la  convergencia  de  los  bordes 
hácia  la  punta,  ó por  ser  uno  de  aquellos  cóncavos  y el  se- 
gundo convexo;  casos  hay  en  que  la  punta  es  obtusa  á causa 
del  uso.  La  capa  de  esmalte,  muy  ténue  y lisa,  permite  ver, 
con  auxilio  del  microscopio,  una  ligera  estría  longitudinal, 
que  forma  arrugas;  en  la  base  del  diente  se  distingue  una 
cavidad.  Estos  dientes  indican  un  saurio  como  de  diez  piés 
de  longitud. 

El  autor  no  ha  podido  reconocer  ninguna  marcada  dife- 
rencia genérica,  ni  aun  específica,  entre  los  dientes  del  Oa- 
diodon  de  la  arenisca  de  Warwich  y los  del  Belodon  de  la 
misma  formación  de  Wurtemberg.  Ambos  son  casi  afines  á 
los  teocodontes  del  conglomerado  de  Bristol. 

Los  dos  géneros  siguientes  se  han  considerado  como  cor- 
respondientes al  orden  de  que  tratamos. 

genero  bathygnatus,  Leidy 

Bathygnatus  borealis.— Afine  al  Cladiodon,  por  la  figura 
de  los  dientes,  es  el  saurio  procedente  de  la  nueva  arenisca 
roja  de  la  isla  del  Príncipe  Eduardo,  en  la  América  del  N01* 
te,  habiendo  deducido  el  Dr.  Leidy  los  caractéres  genéricos 
y específicos  de  una  porción  de  la  mandíbula  interior  que 
contenia  siete  dientes;  pero  debian  haberse  perdido  otros, 
porque  había  varios  alveolos  vacíos.  La  altura  del  hueso 
dentario  es  de  cinco  pulgadas,  particularidad  que  sugirió  el 
nombre  genérico  bat/ius , profundo,  y gnatos,  mandíbula. 

El  fósil  fué  descubierto  á la  profundidad  de  veintiún  piés, 
en  una  arenisca  roja  que  se  supone  ser  de  la  misma  edad 
que  la  de  Connecticut,  tan  notable  por  las  diversas  y singu- 


ares huellas  atribuidas,  unas  á reptiles  y otras  á grandes 
aves. 

GÉNERO  PROTOROSAURUS,  Votl  Mtycr 

Protorosaurus  de  Spener.  — El  primer  saurio  fósil  que  se 
recuerda  es  el  que  indica  la  circunstancia  por  su  nombre 
genérico,  honrando  al  autor  con  el  especifico.  La  pizarra 
cobriza  de  los  horizontes  pérmicos  de  Eisenach,  en  Turingia, 
presenta  en  fósiles  ó impresiones,  el  cráneo,  la  columna 
vertebral  y los  huesos  de  los  piés  anteriores  del  reptil  en 
cuestión,  restos  que  fueron  descritos  y figurados  por  Spener, 
médico  de  Berlín,  en  1710.  El  ejemplar  original  existe  aho- 
ra en  el  Museo  del  Colegio  Real  de  cirujanos  de  Londres, 
donde  forma  parte  de  la  colección  de  fósiles,  habiéndose 
obtenido  en  una  mina  de  cobre,  cerca  de  Eisenach,  á la 
profundidad  de  cien  piés. 

En  1718  fué  descrito  por  Link  un  segundo  ejemplar,  que 
conservaba  las  dos  extremidades  anteriores,  una  posterior, 
y parte  del  tronco.  Cuvier  presentó  una  copia  de  otros  dos 
ejemplares  en  su  obra  sobre  los  huesos  fósiles. 

Reconócese  la  clara  inteligencia  de  Spener  y su  talento 
profundo  en  las  conclusiones  que  dedujo  de  la  buena  con- 
servación de  sus  fósiles,  y del  hecho  de  estar  asociados  con 
ellos  otros  restos  de  peces,  y hasta  de  delicadas  hojas  de 
plantas,  perfectamente  conservadas  también.  Estas  conclu- 
siones bastaron  para  rebatir  los  argumentos  de  los  que  soste- 
nían que  dichos  fósiles  simulaban  solo  restos  de  organismos 
que  nunca  existieron,  alegando  que  eran  debidos  á la  fuerza 
plástica.  La  única  duda  de  Spener  era  la  de  si  el  reptil  había 
sido  un  crocodilo  ó un  lagarto;  pero  inclinábase  á esta  se- 
gunda suposición  por  las  proporciones  de  la  cabeza  y el 
tronco. 

La  cabeza  iguala  por  su  longitud  á una  tercera  parte  de 
la  del  cuello  y tronco,  asemejándose  por  su  forma  á un  cono 
prolongado  y obtusamente  agudo;  tiene  fuertes  mandíbulas 
rectas,  provistas  de  dientes  muy  agudos,  cónicos,  derechos 
é iguales,  contándose  unos  diez  y ocho  en  cada  lado  de  la 
mandíbula  superior,  y diez  y seis  respectivamente  en  la  in- 
ferior, todos  ellos  encajados  en  sus  respectivos  alvéolos.  A 
un  pequeño  y breve  atlas  suceden  seis  vértebras  cervicales, 
notables  por  su  tamaño  y solidez;  la  cuarta  tiene  casi  una 
tercera  parte  del  largo  de  la  mandíbula  inferior;  la  sexta  y 
séptimas  son  mas  cortas,  y la  octava  sostiene  una  costilla  del 
mismo  grueso  de  las  del  tronco.  En  el  ejemplar  de  Spener 
se  ve  entre  la  séptima  cervical  y las  vértebras  sacras,  otras 
quince  ó diez  y seis  que  tienen  como  la  mitad  del  largo  de 
las  del  cuello ; consérvanse  asimismo  veintiuna  caudales; 
pero  los  ejemplares  de  Link,  después  adquiridos,  indican 
que  el  número  excedía  de  cuarenta.  Asi  las  extremidades  an- 
teriores como  las  posteriores  son  pentadáctilas ; las  primeras 
mas  cortas  que  las  últimas,  ofreciendo  entre  sí  las  propor- 
ciones de  las  de  los  lagartos  monitores;  pero  los  huesos  son 
proporcional  mente  mas  gruesos  y fuertes.  Cuéntanse  ocho 
carpianos  y seis  tarsianos;  los  dedos  de  las  extremidades 
anteriores  presentan  cuatro  huesos,  y los  de  las  posteriores 
cinco. 

De  los  reptiles  existentes,  el  gran  monitor  (varanus  hydro- 
saurus)  es  el  que  ofrece  mas  semejanza  con  el  Protorosauro, 
que  evidentemente  tenia  la  misma  facilidad  para  moverse 
en  el  agua  y en  tierra;  pero  este  antiguo  lagarto  estaba  pro- 
visto de  un  armazón  mas  poderoso  y complejo.  El  cuello  es 
mas  largo  y fuerte:  las  vértebras  rivalizan  por  sus  proporcio- 
nes con  las  de  los  terodáctilos;  la  cabeza  es  relativamente 
mas  grande,  y los  dientes  mas  sólidos.  El  sacro,  mayor  tam- 
bién, conviene  con  los  fuertes  miembros  posteriores,  recono- 


PALEONTOLOGIA 


ciéndose  mas  vigor  en  los  músculos,  sobre  todo  en  los  de  la 
cola;  pudiendo  deducirse  de  la  largura  y fuerza  de  esta  parte, 
y de  las  proporciones  de  las  extremidades  posteriores,  que 
el  Protorosauro  tenia  costumbres  acuáticas;  que  el  vigor  del 
cuello  y de  la  cabeza,  y los  agudos  dientes  le  permitían  de- 
fenderse de  los  activos  peces  que  formaron  parte  del  depó- 
sito de  Tunngia. 

En  Elgin  (Escocia)  se  han  descubierto  restos  de  reptiles 
saurios  característicos  del  período  triásico,  en  una  fina  are- 
nisca blanca,  cementada  por  carbonato  de  cal,  que  existe 
entre  los  terrenos  devónicos  y del  Purbeck.  Los  restos  de 
un  gran  reptil,  allí  encontrados,  cubiertos  de  escamas  dér- 
micas, fueron  atribuidos  primeramente  por  Agassiz  á un 
genero  de  peces  que  designó  con  el  nombre  de  stagonolepis; 
pero  reconocióse  después  que  las  escamas  eran  de  croco- 
dilo, demostrándose  la  afinidad  del  reptil  con  los  tecodontes. 

En  la  misma  arenisca,  en  la  cantera  de  Cumminstone, 
cerca  de  Elgin,  se  ha  descubierto  una  serie  continuada  de 
treinta  y cuatro  huellas,  que  parecen  apareadas,  formando 
os  lineas  paralelas;  las  impresiones  posteriores  tienen  una 
pulgada  de  diámetro. 

/ís  ORDEN  VIII  — DINOSAURIDOS 
Caracteres. -Vértebras  cervicales  y dorsales  ante 

riores,  provistas  de  apófisis,  que  se  articulan  con  costillas 
bifurcadas;  vértebras  dorsales  con  apófisis  medular  plana- 
existen  mas  de  dos  vértebras  sacras;  el  cuerpo  se  apoya  en 
cuatro  fuertes  extremidades  unguiculadas. 

I.as  bien  osificadas  vértebras,  y los  grandes  huesos  de  las 
extremidades  de  los  reptiles  teocodontes  del  conglomerado 
de  Bnstol  juntamente  con  la  estructura  de  las  vértebras 
sacras  del  género  afine  Bdodon,  indican  el  principio,  en  el 
periodo  triásico,  de  un  orden  de  reptiles  que  adquirier 
completo  desarrollo  y caracléres  típicos  en  el  j'urásico. 


en  el  Megalosauro.  El  ejemplar  en  que  mejor  se  reconocen 
las  particularidades  dentarias  de  este  reptil  gigantesco,  con- 
siste en  una  parte  de  la  mandíbula  inferior  provista  de  algu- 
nos dientes,  hallada  en  la  caliza  oolítica  de  Stonesfield.  El 
primer  carácter  que  llama  la  atención  en  este  fósil  es  la  des- 
igualdad de  altura  de  las  paredes  alveolares  exterior  é inte- 
rior, carácter  que  se  observa  asimismo  en  las  mandíbulas  de 
casi  todos  los  lagartos  existentes;  pero  en  estos  se  ve  que  la 
cavidad  oblicua  en  que  está  anquilosada  la  base  de  los  dien- 
tes desarrollados  es  mucho  mas  profunda,  y relativamente 
mas  ancha. 


V 


GÉNERO  SCELIDOSAUR US 


Los  restos  mas  antiguos  de  un  verdadero  Dinosauro  son 
os  en  que  se  funda  el  presente  género;  y consisten  en  una 
gran  parte  del  esqueleto  de  un  reptil  herbívoro  terrestre, 
descubiertos  por  M.  Harrison,  de  Charmonth,  en  el  piso 
superior  del  lias  inferior,  en  dicha  localidad.  El  cráneo  pre- 
senta cortas  y anchas  fosas  temporales,  y órbitas  limitadas 
superiormente  por  los  huesos  post-  frontal,  super-  orbital  y 
pre- frontal;  ambas  mandíbulas  están  cruzadas  por  una  pro- 
tuberancia longitudinal;  los  dientes  superiores  pasan  por 
fuera  de  los  inferiores  cuando  la  boca  está  cerrada;  son 
bastante  iguales  y encajan  en  grandes  alvéolos.  El  íémur  es 
argo  con  una  cavidad  medular  ancha;  la  tibia  y el  peroné  se 
articulan  con  los  cóndilos  del  fémur;  las  extremidades  poste- 
riores llevan  cuatro  dedos  provistos  de  unas  garras  obtusas, 
anchas  y deprimidas;  el  número  de  huesos  en  cada  dedo  del 
pie  es  de  cuatro;  el  quinto  dedo  aparece  reducido  á un  ru- 
dimento del  metatarso. 

GÉNERO  MEGALOSAURUS 

TS  fn 

Los  verdaderos  caracteres  de  este  reptil  quedaron  esta- 
blecidos por  e)  descubrimiento  del  sacro,  que  se  compone 
de  cinco  vértebras,  en  las  que  alternan  el  arco  medular  y el 
cuerpo;  las  superficies  articulares  de  las  vértebras  libres  son 
casi  planas;  el  arco  neural  es  plano,  sirviendo  de  apoyo  en 
las  dorsales  anteiicres  á largas  y fuertes  espinas. 

La  forma  comprimida  y cortante  de  los  dientes  que  carac- 

ri70n  o lrtr.  M 1 i 


terizan  á los  actuales  lagartos  varanos,  se  manifestiba  va  H,  Ir  T 93  rq,resema  «na  porción  de  otra  mandíbul; 

manifestaba  ya  del  Megalosauro,  procedente  asimismo  de  la  oolita  de  Sto 


93 ‘ PORCION  DE  LA  MANDÍBULA  DEL  MEGALOSAURO 
BUCKLANDt 

En  el  Megalosauro  se  observa  que  el  gran  desarrollo  rela- 
tivo de  la  pared  alvéolar  interior,  comparado  con  el  de  igual 
parte  de  la  mandíbula  de  los  saurios  existentes,  profundiza 
mas  el  surco  dentario,  cubriendo  una  gran  porción  de  la 
ase  de  los  dientes,  además  de  ocultar  casi  completamente 
os  gérmenes  de  los  sucesivos;  los  alvéolos,  bastante  marca- 
, J *e  f?rman  P°r  divisiones  huesosas  que  unen  el  tabique 
alveolar  interno  con  el  exterior;  estas  divisiones  se  elevan  en 
forma  de  placas  óseas  verticales  triangulares,  que  se  corren 
orinando  S,  S,  á lo  largo  del  lado  interior  de  los  alvéolos. 
La  figura  93  representa  una  porción  de  otra  mandíbula 


i 


DINOSAURIDOS 


•\  ¿ *S 


nesfield.  La  letra  c señala  el  gérmen  de  un  nuevo  diente  que 
sucederá  al  antiguo  a,  que  está  roto  y junto  al  cual  se  ha 
formado  casi  otro  b.  En  estos  dientes  se  ve  la  forma  de  la 
corona,  que  es  muy  comprimida,  ligeramente  encorvada, 
de  bordes  afilados  y puntiaguda;  la  mitad  inferior  es  mas 
gruesa  hácia  el  borde  anterior;  la  corona  está  cubierta  de  un 
esmalte  liso,  que  forma  los  dientes  marginales.  La  base  de 
los  dientes  se  halla  revestida  de  un  cemento  suave,  de  color 
pálido,  que  constituye  una  delgada  capa,  algo  mas  gruesa 
hácia  la  extremidad ; el  cuerpo  principal  del  diente  se  com- 


[Fig.  94  — HYL.-EOSAURO 


pone  de  dentina,  de  esa  materia  dura  que  constituye  la 
misma  parte  del  órgano  en  los  actuales  crocodilos  y en  los 
mas  de  los  mamíferos.  En  los  dientes  marginales,  examina- 
dos atentamente,  se  ve  que  las  puntas  se  dirigen  hácia  el 
ápice,  disposición  muy  apropiada  para  dividir  los  tejidos  del 
tegumento  del  saurio. 

En  el  Museo  Británico  y en  el  de  Oxford  se  conservan 
colecciones  de  dientes  de  megalosauros  de  distintas  edades; 
y aunque  difieren  por  su  tamaño,  ofrecen  todos  su  forma  ca- 
racterística. En  un  ejemplar,  la  punta  de  la  corona  y los 
bordes  cortantes  habian  quedado  reducidos  á una  superficie 
lisa  y obtusa;  pero  esto  se  observaba  solo  en  la  parte  poste- 
rior de  la  serie  dentaria,  donde  los  órganos  podían  ser  mas 
pequeños  y menos  agudos,  ó mas  susceptibles  de  gastarse  en 
el  imperfecto  acto  de  la  masticación. 

Por  la  proporción  de  los  dientes  sucesivos  que  se  forman 
en  la  cavidad  de  la  sustancia  de  la  mandíbula,  el  Megalosau- 
ro  ofrece  mas  semejanza  con  la  clase  de  los  mamíferos  que 
ninguno  de  los  recientes  y extinguidos  crocodilos,  ó reptiles 
lacertídeos.  Pero  la  evidencia  de  la  no  interrumpida  y fre- 
cuente sucesión  de  los  dientes  en  el  Megalosauro  es  inequí- 
voca; y esta  parte  déla  economía  dentaria  del  gran  reptil  car- 
nívoro se  puede  considerar  como  estrictamente  análoga  á la 
que  rige  el  mismo  sistema  en  los  individuos  existentes  de  la 
clase.  Las  diversas  formas  de  los  dientes  en  los  distintos  pe 
ríodos  de  crecimiento  no  dejaron  de  llamar  la  atención  del 
sabio  descubridor  del  gran  saurio,  que  al  hacer  su  descrip- 
ción decía  entre  otras  cosas : 

«En  la  estructura  de  estos  dientes  vemos  una  combinación 
de  detalles  mecánicos  análogos  á los  que  ofrece  la  construc- 
ción del  cuchillo,  del  sable  y de  la  sierra:  cuando  primera- 
mente asoman  sobre  la  encía,  el  ápice  de  cada  uno  presenta 
un  doble  borde  cortante  de  esmalte  aserrado;  en  tal  caso, 
su  posición  y funciones  son  casi  verticales,  siendo  su  forma 
semejante  á la  de  la  punta  de  un  sable  de  dos  filos  que  cor- 
tara igualmente  por  ambos  lados.  Según  avanza  el  diente, 
encórvase  hácia  atrás,  como  una  podadera,  y el  borde  del 
esmalte  aserrado  se  continúa  hácia  abajo  hasta  la  base  del 
lado  interior  y cortante  del  diente,  sucediendo  lo  mismo 
en  el  exterior;  mientras  que  la  porción  convexa  adquiere 
mas  grosor  y llega  á ser  obtusa,  como  en  el  dorso  de  un  cu- 


chillo, al  que  se  da  mas  espesor  á fin  de  producir  mayor 
fuerza.  Si  los  dientes  se  hubieran  continuado  á lo  largo  de 
la  porción  convexa  de  la  encía,  no  habrian  tenido  bastante 
fuerza  cortante;  pero  cesaban  precisamente  en  el  punto  mas 
allá  del  cual  no  podían  ya  producir  efecto.  En  un  diente  así 
formado,  cada  movimiento  de  la  mandíbula  combinaba  el 
efecto  del  cuchillo  y de  la  sierra;  mientras  que  el  ápice  al 
practicar  la  primera  incisión  actúa  como  los  dos  bordes  de 
la  punta  de  un  sable.» 

Las  capas  mas  primitivamente  conocidas  en  que  se  descu- 
brieron restos  de  Megalosauro  son  las  oolitas  inferiores  de 
Selsby  Hill  y Chipping  Norton,  en  Gloucestershire;  en  la 
pizarra  de  Stonesfield,  en  Oxford,  se  encuentran  también 
otros  restos  tan  abundantes  como  característicos;  en  la 
oolita  de  Conbrash  y de  Bath  se  han  hallado  igualmente 
dientes  del  género.  Así  estos  últimos  como  los  huesos,  son 
comunes  en  el  horizonte  weáldico  y en  la  caliza  de  Purbeck. 
Varios  de  estos  fósiles  indican  un  reptil  al  menos  de  treinta 
piés  de  largo. 

GÉNERO  HVL.EOSAURUS 

Hasta  aquí  no  se  han  encontrado  sino  en  el  weáldico  res- 
tos del  Dinosauro  que  se  designó  con  este  nombre.  Los  res- 
tos mas  instructivos  fueron  los  encontrados  por  los  canteros 
de  Wealden,  en  Túgate,  y descritos  por  Mantellen  i832:en 
una  masa  de  piedra  que  medía  cuatro  y medio  piés  de  laigo 
por  dos  de  ancho  (fig.  94),  halláronse  varias  partes  del  es- 
queleto, casi  en  su  posición  natura',  á saber:  10  vértebras 
anteriores,  la  primera  con  una  porción  de  la  base  del  cráneo; 
varias  costillas  4,  4;  algunas  espinas  óseas  muy  grandes, 
5,  6,  6,  que  presentaban  una  sólida  cresta  defensiva  á lo 
largo  del  dorso;  dos  coracoides,  7,  7;  una  escápula,  8,  8; va- 
rias vértebras  desprendidas,  y fragmentes  de  huesos,  En 
1841  demostró  el  autor  que  el  sacro  era  de  Dinosauro  y 
contenia  cinco  vértebras.  Los  dientes  son  comparativamente 
pequeños  y compactos,  con  la  corona  muy  comprimida  y 
ligeramente  encorvada;  los  bordes  de  la  mitad  apicial  son 
rectos  y convergen  hácia  el  ápice  obtuso,  y no  dentado,  co- 
mo en  el  Scelidosaurus,  indicando  un  sér  que  observaba  el 
régimen  vegetal  mas  bien  que  el  animal.  La  piel  estaba  pro- 
tegida por  placas  óseas  sub  circulares:  el  Hileosauro  podía 
tener  de  veinte  á veinticinco  piés. 

■ GÉNERO  IGUANODON 

En  la  formación  weáldica  y en  el  horizonte  neocómico  se 
han  hallado  restos  de  los  grandes  reptiles  herbívoros  de  este 
género,  consistentes  en  varios  huesos  de  cuatro  piés  de  largo, 


Fig-  95' — SURCOS  MARGINALES  DEL  Fig.  96. — DIENTE  DESGAS- 
DIENTE  DEL  IGUANODON  TADO  DEL  IGUANODON 

en  uno  de  los  cuales  se  veia  el  tercer  trocánter  interior;  el 
sacro  comprendia  cinco  ó seis  vértebras;  los  huesos  de  las 
extremidades  anteriores  eran  anchos,  planos  y obtusos;  y no 
se  veian  sino  tres  dedos  bien  desarrollados  en  las  posterio- 
res. En  Wealden  se  han  reconocido  grandes  impresiones 
tridáctilas,  que  se  conjetura  sean  del  Iguanodon. 


PALEONTOLOGIA 


526 

Vértebras  convexas  en  la  parte  anterior  del  cuello,  y 
cóncavas  en  el  resto  del  tronco;  arcos  neurales  ensanchados; 
costillas  doblemente  articuladas,  de  muy  complicada  estruc- 
tura en  la  región  sacra ; arco  pectoral  del  tipo  lacertídeo;  y 
grandes  huesos  en  las  extremidades  posteriores,  propias  para 
la  progresión  terrestre,  son  los  caractéres  del  Iguanodon,  que 
se  distingue  además  por  sus  dientes,  semejantes  en  la  forma 
á los  de  la  iguana,  aunque  no  tanto  como  á los  del  Scelido- 
saurus;  su  estructura  difiere,  no  obstante,  de  la  que  se 
observa  en  todos  los  demás  reptiles  conocidos,  é indica  la 
primitiva  existencia  en  el  orden  de  los  dinosauros,  de  un 
representante  gigantesco  del  reducido  grupo  de  lagartos 
actuales  que  subsisten  con  el  régimen  vegetal. 

La  importante  diierencia  que  los  dientes  presentan  en  la 
forma  de  la  superficie  masticadora  fué  indicada  por  Cuvier, 
de  cuya  descripción  hizo  un  resúmen  el  Dr.  Mantell  en  su 
Geología  de  Sussex , publicada  en  1827.  La  combinación  qi 
otrecian  los  caractéres  de  las  diferencias  dentarias  con  1 
de  las  vértebras  y de  las  costillas,  los  cuales  prueban  que 
Iguanodon  no  ha  pertenecido  al  mismo  grudo  de  saurios  en 
que  se  comprende  la  iguana  y otros  modernos  lagartos, 
hacia  mas  de  desear  que  se  averiguara  por  los  medios  de 
investigación  conocidos  las  relaciones  que  existían  en  este 
punto  entre  el  Iguanodon  y la  iguana.  Esto  es  lo  que  hizo 
el  autor  en  su  descripción  general  de  los  dientes  de  los  rep- 
tiles, de  la  que  tomamos  los  siguientes  detalles. 

Los  dientes  del  Iguanodon  (fig.  95),  aunque  muy  seme- 
jantes á los  de  la  iguana,  no  constituyen  una  exacta  imágen 
de  ellos,  sino  que  difieren  en  el  mayor  grueso  relativo  de  la 
corona,  en  su  mas  complicada  superficie  externa,  y sobre 
todo  en  la  modificación  de  la  estructura  interior,  por  la  que 
el  Iguanodon  se  aleja  igualmente  de  los  demás  reptiles 
conocidos. 

Como  en  la  iguana,  la  base  del  diente  es  prolongada  y 
contraída;  la  corona  se  ensancha,  y presenta  como  unos 
bordes  nudosos;  cuando  se  forma  primeramente  es  aguda  y 
comprimida,  y una  superficie,  la  externa  en  la  mandíbula 
superior  y la  interna  en  la  inferior,  está  cruzada  por  una  estría 
longitudinal,  cubriéndola  una  capa  de  esmalte;  pero  fuera  de 
este  carácter,  el  diente  del  Iguanodon  indica  otros  peculiares 
al  género.  Dicha  estría  se  marca  mas  en  los  dientes  de  la 
mandíbula  superior,  llevando  á cada  lado  una  ó dos  estrías 
mas,  separadas  entre  sí  y de  los  bordes  aserrados  de  la 
corona,  por  anchos  surcos  longitudinales.  Los  dientes  de  los 
bordes,  que  á primera  vista  parecen  simples  nudos,  como  en 
la  iguana,  preséntanse  bajo  la  forma  de  líneas  nudosas  trans- 
versales cuando  se  examinan  con  la  lente  (fig.  98).  La  base 

de  la  corona  se  contrae  luego,  se  redondea  y arquéase  ligera- 
mente. 

Los  restos  del  Iguanodon  no  se  encuentran  solo  en  el 
horizonte  weáldico  de  las  diversas  localidades  de  Inglaterra 
) Alemania,  sino  que  se  hallan  también  en  la  arenisca  verde 
superior  cerca  de  Cambridge  y en  las  inmediaciones  de 
Maidstone. 

En  las  series  cretáceas  desaparecen  todos  los  vestigios  de 
reptiles  dinosauros. 


de  su  naturaleza,  de  los  cuales  no  se  habría  podido  formar 
idea  por  las  pocas  formas  existentes.  Se  han  reconocido  nada 
menos  que  tres  modificaciones  bien  marcadas  en  las  articu- 
laciones de  las  vértebras  en  el  hueso  dorsal  de  los  grandes 
crocodilos. 

En  una  familia  se  observa  que  las  dos  superficies  articulares 
del  cuerpo  vertebral  son  cóncavas,  como  se  indica  en  la 
figura  97,  i,  para  cuya  forma  se  adoptó  el  nombre  de  anfi- 
celia;  en  otra  familia  la  superficie  anterior  (2,  a)  es  convexa, 

) la  posterior,  bt  cóncava,  modificación  que  se  expresa  por 


1 

2 

3 

4 

5 

6 


fk-  97 


Teleosaurus  brevirostris,  Ow-;  Lias  superior  de  Whitby 
Streptospondylus  Cuvieri,  V.  M.j  Oolita  superior  de  Honfleur 
Crocodilos  toliapicus,  Cuv.;  Eoceno  de  Sheppy 
Dolicbosaurus  longícollis,  Ow  ; Caliza  de  Sussex 
Pal.tophis  toliapicus,  Ow.;  Eoceno  de  Sheppy 
Laophis  Crotailodes,  O.;  Terciario  de  Salónica 


ORDEN  IX— CROCODÍLIDOS 

Caracteres. — Dientes  dispuestos  en  una  sola  serie, 
que  encajan  en  alvéolos  distintos;  fosas  nasales  externas 


el  término  opisthocaelia;  y en  una  tercera  familia,  la  superfi- 
cie anterior  (3,  a)  es  cóncava  y la  posterior  convexa,  lo  cual 
se  indica  por  la  denominación  proaelia.  Todos  los  crocodilos 
terciarios  existentes  son  procelianos:  la  cigapófisis,  2,  marca 
la  parte  anterior  de  las  vértebras  por  el  aspecto  interior  de  la 
superficie  articular. 

SUB-ÓRDEN  I — ANFICELIOS 


Desde  el  lias  inferior  han  existido  crocodilos  semejantes, 
por  su  forma  general,  á la  especie  de  largas  mandíbulas  del 
Gánges  llamado  gavial  ó garrial. 

Sus  dientes  eran  análogamente  largos,  delgados  y agudos 
propios  para  retener  la  presa;  y su  esqueleto  ofrecía  ú 
modificación  conveniente  para  la  vida  acuática  del  animal, 
siendo  la  superficie  de  las  vértebras  ligeramente  cóncava,  y 
los  miembros  posteriores  relativamente  mas  grandes  y fuer- 
tes. Por  la  naturaleza  de  los  depósitos  que  contienen  los 
restos  de  estos  crocodilos  así  modificados,  se  reconoce  que 
eran  marinos.  Los  fósiles  procedentes  del  lias  de  Whitby, 
descritos  y figurados  en  las  Transacciones  filosóficas,  constitu- 
yen  el  Upo  de  estas  especies,  que  han  sido  agrupadas 
con  diversos  nombres  genéricos,  tales  como  teleosauro, 
steneosauro,  dacosauro,  macrospondilo,  pelagosauro,  suco- 

sauro,  etc.,  y están  distribuidas  desde  el  lias  hasta  la  creta 
inclusive. 


sencillas  y terminales;  vértebras  anteriores  del  tronco  con  El  sucosanrn  rl* 
diapófisis  y costillas  bifurcadas;  dos  vértebras  sacras,  soste-  comnrimida  A*  1 * ^ SC  caractenza  Por  ,a  corona 

niendo  cada  una  su  arco  neural;  este  filtimo  suele  estar  artt  «nTIT?*  ^ J?  djentes  X sus  bordes  cortantes;  otra 
culado  por  sutura;  piel  protegida  por  placas  óseas  1 tln'  °omofo,ls.  de  la  formación  de  Purbeck,  se  dis- 

Los  reptiles  extinguidos  de  este  órden  han  dejado  restos  I «tmctoa  ~ 


HOLOPTJQUIDOS 


527 


SUB-ORDEN  II  — OPISTOCELIOS 

El  reducido  grupo  de  crocodilos  designado  con  este  nom 
bre  es  artificial,  y está  basado  en  la  estructura  de  las  vérte- 
bras anteriores  del  tronco,  que  difiere  algún  tanto  de  la  que 
ofrecen  ios  modernos  crocodilos,  según  observó  Cuvier  en 
un  ejemplar  procedente  de  las  capas  de  Honfieur  y del 
Havre.  Dicho  autor  ha  descrito  también  algunas  vértebras 
halladas  en  la  grande  oolita  de  Chipping  Norton,  y otras  de 
gran  tamaño  de  las  formaciones  de  Wealden  en  Sussex  y 
la  isla  de  Wight.  Pertenecen  probablemente  á la  parte  ante- 
rior de  la  misma  columna  vertebral  en  que  se  fundó  el  géne- 
ro Cetiosauro.  Las  pequeñas  vértebras  que  descubrió  Cuvier 
fueron  atribuidas  por  Yon  Meyer  aun  género  llamado  Strep- 
tospondylus. 

En  una  especie  de  Wealden,  las  vértebras  dorsales  miden 
solo  cuatro  pulgadas  de  largo,  y las  caudales  un  poco  menos: 
caracterizan  la  especie  denominada  cetiosaurus  brevis. 

Las  vértebras  caudales  que  tienen  cinco  y medio  pulgadas 
de  longitud,  procedentes  de  la  oolita  inferior  de  Chipping 
Norton  y de  la  grande  oolita  de  Eustone,  representan  la 
especie  llamada  cetiosaurus  medius. 

Las  vértebras  caudales  de  la  formación  de  Portland,  en 
Oxford,  que  miden  siete  pulgadas  de  largo,  se  atribuyen  al 
Cetiosaurus  longus,  que  debe  haber  sido  el  crocodilo  mas 
gigantesco  y semejante  á la  ballena. 

Dentición  de  los  crocodilos.  — Los  dientes  de  los  crocodilos 
así  actuales,  como  extinguidos,  se  componen  de  un  cuerpo 
de  dentina  compacta,  que  forma  una  corona  cubierta  de 
una  capa  de  esmalte,  hallándose  la  raíz  revestida  de  otra  de 
cemento.  Esta  raíz  se  ensancha  ligeramente,  ó se  conserva 
igual  hasta  su  base  (fig.  99,  a)  que  está  profundamente 
excavada  por  una  cavidad  cónica,  la  cual  se  extiende  dentro 
de  la  corona  y suele  hallarse  perforada  en  su  lado  interior. 

El  gérmen  del  diente  c (figs.  98  y 99)  se  desarrolla 
desde  la  membrana  que  cubre  el  ángulo  situado  entre  la 
base  y la  pared  interior  del  alvéolo;  la  matriz  del  órgano  que 
crece  ejerce  su  presión  sobre  el  tabique  interno,  y forma  para 
sí  mismo  una  profunda  cavidad;  al  mismo  tiempo  ataca  el 
lado  de  la  base  del  diente  contenido;  y afianzándose  cada 
vez  mas,  á medida  que  crece,  penetra  en  la  ancha  cavidad 
carnosa  del  órgano  primeramente  formado,  por  medio  de 
una  perforación  circular  ó semicircular:  el  tamaño  de  esta 
en  el  diente,  y la  depresión  de  la  mandíbula  indican  que 
esto  es  debido  en  gran  parte  á la  matriz  blanda,  la  cual  debe 
haber  producido  su  efecto  excitando  la  acción  absorbente, 
sin  que  intervenga  fuerza  mecánica.  Vencida  la  resistencia 
del  tabique  de  la  cavidad  carnosa,  el  diente  que  crece  y su 
matriz  se  retiran  de  la  depresión  provisional  alveolar,  pene 
trando  en  la  sustancia  de  la  pulpa  contenida  en  la  cavidad 
del  diente  completamente  formado. 

A medida  que  el  nuevo  diente  va  creciendo,  retírase  la 
pulpa  del  antiguo;  este  ultimo  es  atacado  después;  y minada 
la  corona  por  la  absorción  de  la  superficie  interior  de  su 
base,  puede  romperse  por  un  ligero  esfuerzo  exterior  cuando 
la  punta  del  nuevo  diente  aparece.  Tan  pronto  como  este 
ltimo  (fig.  99  b)  ha  penetrado  en  el  interior  del  antiguo 
fig.  99  a),  comienza  á desarrollarse  otro  gérmen  c , en  la 
misma  posición  relativa  que  el  anterior;  y así  se  continúa 
sucesivamente  la  expulsión  y sucesión  de  dichos  órganos 
durante  toda  la  vida  de  estos  reptiles  carnívoros  de  sangre 
fria. 

Desde  el  periodo  de  la  emisión  del  huevo,  los  dientes  del 
crocodilo  se  suceden  unos  á otros  en  dirección  vertical, 
siguiéndose  de  aquí  que  el  número  de  ellos  es  el  mismo 
cuando  el  animal  sale  á luz  que  cuando  llega  á su  completo 


desarrollo;  y á causa  de  la  rapidez  con  que  se  suceden,  la 
cavidad  de  la  base  del  diente  completamente  formado  no  se 
consolida  nunca. 

En  las  mas  de  las  extinguidas  especies  de  crocodilos,  los 
dientes  se  caracterizan  por  ser  mas  numerosas  las  protube- 
rancias longitudinales  de  la  corona  que  en  las  modernas 
especies:  pero  en  uno  de  los  crocodilos  de  vértebras  bicónca- 
vas (gonipholis  crassidens),  de  la  formación  de  Wealden  y 
de  la  caliza  de  Purbeck,  los  dientes  tienen  coronas  tan  re- 
dondas y gruesas,  en  proporción  á la  longitud,  como  en  los 
recientes  crocodilos. 

Las  mas  antiguas  especies  de  la  oolita  y del  lias,  llamadas 
Steneosaurus  y Teleosaurus,  tienen  mandíbulas  semejantes 
á las  de  los  modernos  gaviales;  pero  á veces  mas  largas  y 
atenuadas,  y provistas  de  dientes  mas  numerosos  é iguales, 
propios  para  coger  los  peces. 


fig,  qS.—  sección  de  mandíbula  Fig.  99  — dientes 

CON  DIENTES  DEL  ALIGGATOR  DEL  gavial 

En  todos  los  teleosauros  los  dientes  son  mas  delgados  y 
puntiagudos,  y menos  comprimidos  que  en  el  gavial;  encór- 
vanse  ligeramente,  y la  corona  está  cruzada  por  muchas 
estrías  bien  distintas,  dos  de  las  cuales  son  mas  grandes  que 
las  demás:  el  colmillo  es  cilindrico.  Los  dientes  de  los  ste- 
neosaurus, ó crocodilos  extinguidos,  con  largas  y delgadas 
mandíbulas,  difieren  de  los  del  Teleosauro  por  ser  algo  mas 
gruesos  en  proporción  á su  longitud,  y mas  grandes  relativa- 
mente á las  mandíbulas. 

Las  mandíbulas  fósiles  de  los  crocodilos  extinguidos  de- 
muestran que  rigió  la  misma  ley  que  ahora,  para  la  sustitu- 
ción de  los  dientes,  en  las  antiguas  épocas,  cuando  dichos 
reptiles,  superiormente  organizados,  existian  en  mayor  nú- 
mero, ofreciendo  las  mas  variadas  modificaciones  genéricas 
y específicas. 


SUB-ÓRDEN  III— PROCELIANOS 

Todos  los  crocodilos  existentes  son  procelianos:  los  carac- 
téres  distintivos  mas  marcados,  por  los  cuales  se  agrupan  los 
correspondientes  géneros,  se  derivan  de  las  modificaciones 
del  sistema  dentario. 

En  los  caimanes  (género  Aligátor),  los  dientes  varían  en 
l8-lS  22-22 

número  desde  — — hasta  á ; el  cuarto  de  la  mandíbula 

18-18  22-22 

inferior  ó canino  es  recibido  en  una  cavidad  de  la  superficie 


PALEONTOLOGÍA 


5*8 


palatina,  donde  queda  oculto  cuando  la  boca  está  cerrada; 
en  los  individuos  de  mucha  edad,  la  mandíbula  inferior  está 
perforada  por  estos  grandes  caninos  inferiores,  y las  fosas 
quedan  convertidas  en  orificios. 

En  los  verdaderos  crocodilos  (género  Crocodilus),  el  pri- 
mer diente  de  la  mandíbula  inferior  perfora  una  parte  del 
hueso  intermaxilar  cuando  la  boca  está  cerrada;  el  cuarto  es 
recibido  en  una  cavidad  practicada  en  un  lado  del  borde 
alveolar  de  la  mandíbula  superior,  y es  visible  exteriormente 
aunque  la  boca  esté  cerrada. 

En  los  dos  precedentes  géneros  se  observa  que  los  bordes 
alveolares  de  las  mandíbulas  presentan  un  contorno  ondula- 
do, y que  los  dientes  son  de  tamaño  desigual. 

Los  gaviales  (género  Gavialis)  tienen  los  dientes  casi  del 
mismo  tamaño,  y semejantes  por  sus  formas  en  ambas  man- 
díbulas; el  primero  y el  cuarto  de  la  inferior  pasan  á una 
cavidad  que  hay  en  el  borde  de  la  superior,  cuando  la  boca 
está  cerrada.  El  número  de  dientes  es  siempre  mayor  en  los 
gaviales  que  en  los  crocodilos:  los  primeros  cinco  pares  su 
periores  están  sostenidos  por  los  huesos  premaxilares;  el 
primero,  segundo  y cuarto  de  la  mandíbula  inferior  son  los 
mas  largos.  El  octavo  ó noveno  posteriores  afectan  la  forma 
casi  cónica;  los  demás  son  comprimidos  y presentan  un 
borde  cortante  á derecha  é izquierda,  ofreciendo  además 
algunas  estrías  longitudinales  en  la  base  de  la  corona. 

Los  restos  de  algunas  especies  de  este  orden  se  encuentran 
en  la  arenisca  verde  de  la  América  del  Norte  (Crocodilus 
basifissus  y C.  basitruncatus).  En  Europa  se  hallan  los  fósi- 
les en  el  terreno  terciario:  los  procedentes  de  la  arcilla  plás- 
tica de  Meudon  se  han  atribuido  al  C.  isorhynchus,  C.  ccelo- 
rynchus  y C.  Becquereli;  los  de  la  caliza  basta  de  Argenton 
y Castelnaudary  al  C.  Rallinat  y C.  Dodunii.  En  la  arcilla  de 
Sheppy  se  descubrió  un  cráneo  entero  y varias  partes  del 
esqueleto  de  C.  toliapicus  y del  C.  Chamsoides.  Es  notable 
que  las  formas  de  los  crocodilos  procelianos,  limitadas  ahora 
geográficamente,  el  gavial  al  Asia  y el  caiman  á América,  y los 
crocodilos  propiamente  dichos  á las  latitudes  cálidas  de  Asia, 
Africa  y América,  hayan  estado  asociadas,  y representadas 
por  especies  que  vivieron,  casi  durante  el  mismo  período 
geológico,  en  rios  que  corrían  sobre  el  espacio  que  ahora 
constituye  la  costa  sur  de  Inglaterra. 

ÓRDEN  X— LACERTj^gaJJjJ^' 

(LAGARTOS.  MONITORES,  IGUANAS) 

CARACTÉRES.— Vértebras  procelianas  y costillas  sen- 
cillas; no  hay  mas  que  dos  vértebras  sacras,  dos  fosas  nasa- 
les  externas  y un  orificio  parietal. 

Con  el  presente  orden  se  agrupan  provisionalmente,  por 
la  íntima  analogía  que  ofrecen  en  la  dentición  y el  tamaño 
en  general  con  los  modernos  lagartos,  los  siguientes  géneros 
) especies,  fundados  en  fósiles  que  consisten  sobre  todo  en 
mandíbulas  y dientes  de  la  formación  de  Purbeck.  Parece 
que  no  se  ha  encontrado  aun  ninguna  vértebra  perfecta  que 
ofrezca  la  estructura  proceliana,  y que  se  relacione  con  estos 
fósiles  de  modo  que  indique  la  asociación  orgánica.  Si  se 
hiciera  tal  descubrimiento,  los  vedaderos  lacertídeos  datarían 
del  período  oolítico  superior. 

En  la  especie  Nuthetes  destructor,  los  dientes  están  fijos 
por  anquilosis  parciales  á las  depresiones  que  hay  en  el  lado 
interior  de  un  tabique  alveolar;  comprimidas  y puntiagudas, 
se  encorvan  un  poco,  ofreciendo  bordes  finamente  aserrados- 
la  parte  mas  gruesa  no  está  hácia  el  centro,  sino  mas  cerca 
del  borde  anterior,  como  en  el  gran  varano  (Var.  crocodilinus) 
y en  el  Megalosauro;  los  dientes  se  parecen,  en  miniatura,  á 


los  del  gran  reptil  carnívoro.  A los  que  preguntan  si  estos  fó- 
siles de  Purbeck  no  podrían  ser  de  un  feto  de  Megalosauro  ó 
de  un  individuo  muy  joven,  se  les  podría  contestar  que  la 
mandíbula  inferior  del  Nuthetes  difiere  de  la  de  aquel  por 
no  tener  el  tabique  alveolar  interno  mas  saliente  que  en  el 
moderno  Varano,  no  viéndose  tampoco  rudimentos  de  las 
divisiones  alveolares.  Los  dientes  mas  grandes  miden  dos 
líneas  de  diámetro  en  la  base  de  la  corona;  la  longitud  del 
mayor  fragmento  de  mandíbula  era  de  pulgada  y media. 

Los  fósiles  presentan  huellas  de  un  lagarto  carnívoro  ó 
insectívoro  del  tamaño  del  gran  monitor  de  India.  El  nombre 
específico  se  refiere  á la  estructura  de  los  dientes  propios 
para  perforar,  cortar  y destrozar  la  presa. 

Una  especie  de  lagarto  mas  pequeño  de  la  misma  forma- 
ción (saurilius  obtusus),  está  representada  principalmente 
por  una  porción  de  la  mandíbula  inferior  que  contiene  trece 
dientes,  medianamente  largos,  cónicos  y obtusos,  y no  tan 
curvos  como  en  el  Nuthetes;  en  la  parte  exterior  del  hueso 
dentario,  no  mucho  mas  abajo  del  borde  alveolar,  hay  seis 
orificios  en  una  serie  longitudinal,  tan  grandes  como  los  del 
Iguanodon,  y que  indican,  como  en  otros  reptiles  saurios, 
la  cubierta  escamosa  de  las  mandíbulas.  Los  dientes  están 
fijos,  según  el  tipo  Pleurodonte.  Suponiendo  que  el  fósil 
provenga  de  un  individuo  adulto,  el  tamaño  del  animal  debe 
haber  sido  casi  el  del  lagarto  europeo,  lacerta  agilis ; y pro- 
bablemente era  insectívoro.  El  nombre  específico  obtuso  se 
refiere  á la  terminación  del  hocico,  indicada  por  la  forma 
de  la  parte  anterior  de  la  mandíbula,  y también  por  los  ápices 
romos  de  los  dientes  cónicos. 

En  la  formación  de  Purbeck  que  contiene  las  porciones 
de  la  mandíbula  superior  é inferior  con  sus  dientes,  y que 
ha  servido  de  base  para  crear  el  género  Macelodon,  se  en- 
contraron asimismo  ejemplares  de  pequeñas  escamas  y un 
arco  neural  que  corresponde  por  su  tamaño  al  de  los  dientes. 

I no  de  los  fósiles  consiste  en  el  maxilar  superior  derecho 
provisto  de  ocho  dientes  casi  enteros,  y en  el  que  se  ve  el 
sitio  donde  debían  fijarse  doce  ó catorce,  por  anquilosis 
parcial,  en  el  fondo  de  una  cavidad  alveolar.  La  figura  100 
representa  el  elemento  dentario  de  la  mandíbula  inferior, 
con  trece  dientes  y depresiones  alveolares  para  veinte.  La 
corona,  ancha  y comprimida,  tiene  los  bordes  agudos  y sub- 
carenados en  la  mitad  apicial,  encorvándose  ligeramente;  en 
los  dientes  mas  antiguos  aparece  reducida  por  el  desgaste; 
el  esmalte  presenta  finas  estrías  longitudinales. 

En  una  parte  del  hueso  maxilar  superior  del  Macelodon 
Brodici,  la  placa  palatina  alveolar  mas  baja  remata  interior- 
mente en  un  borde  liso,  que  habia  formado  el  límite  de  una 
extensa  abertura,  como  en  los  mas  de  los  lagartos;  esta 
estructura,  el  desarrollo  desigual  y la  implantación  de  los 
dientes,  indican  las  afinidades  lacertídeas  del  Macelodon. 

Los  restos  de  pequeños  reptiles  semejantes  á lagartos,  con 
dientes  mas  ó menos  propios  para  perforar,  cortar  ó triturar 
la  cubierta  córnea  de  los  articulados,  son  tales  como  debían 
esperarse  en  las  capas  margosas  de  las  series  de  Purbeck, 
que  han  presentado  tan  numerosos  restos  de  la  vida  de  los* 
insectos,  con  los  cuales  están  asociados  los  restos  de  mamí- 
feros insectívoros.  Un  gran  saurio  de  Purbeck,  provisto  de 
dientes  apropiados  para  atravesar  las  escamas  de  los  peces 
ganoideos,  fué  atribuido  á un  género  llamado  Echinodon: 
aseméjase  al  Macelodon  por  la  forma  general  de  los  dientes, 
pero  tiene  la  implantación  teocodonte;  la  corona  presenta, 
sin  embargo,  esa  hoja  ó tipo  de  escama,  de  que  son  modifi- 
caciones los  dientes  del  Paleosauro,  del  Cardiodon,  del 
Heliosauro,  del  Scelidosauro,  y hasta  del  Iguanodon. 

Los  dientes  del  Equinodonte  difieren  de  los  del  Scelido- 
sauro por  los  dientes  marginales  de  la  mitad  apicial  de  la 


OFIDIOS 


529 


< 


corona,  que  aumentan  progresivamente  de  tamaño  desde  el 
ápice  á la  base  de  aquella  parte  angular  del  diente.  Diferén- 
cianse  de  los  del  Macelodon  por  los  bordes  dilatados  de  la 
mitad  básica,  y por  ser  mas  profundos  los  dientes  de  la  mitad 
apicial  de  la  corona.  La  diferencia  que  se  nota  entre  el  Equi- 
nodonte  y el  Iguanodon,  por  lo  que  hace  á la  estructura  de 
los  dientes,  consiste  esencialmente  en  que  los  del  primero 
son  apropiados  para  el  régimen  animal,  al  paso  que  los  del 
segundo  indican  una  alimentación  vegetal.  El  aparatodentario 
del  Equinodonte  parece  tan  bien  adaptado  para  perforar  la 
cubierta  escamosa  del  pez  y retener  la  presa,  que  todo  indu- 
ce á creer  que  las  especies  fueron  ictiófagas,  y de  costumbres 
acuáticas,  como  el  amblirinco  de  la  isla  de  los  Galápagos. 


Fig.  IOO  — MANDÍBULA  Y 
DIENTES  DE  MACELODON 
( Capas  de  Purbeek) 


Fig.  /O/.  — MANDÍBULA  Y DIENTES  DEL 
ECHINODONTE. — dt  tamañonatural; 
b y dientes  agrandados 


En  la  formación  weáldica  de  Sussex  fué  donde  primero 
se  encontraron  pequeñas  vértebras  del  verdadero  tipo  lacer- 
tídeo; son  las  mas  abundantes,  y halláronse  asociadas  en  el 
horizonte  cretáceo  con  otras  partes  características  de  las 
especies.  Sobre  tales  restos  fundáronse  el  Raphiosaurus  su- 
bulidens,  el  Coniosaurus  crassidens  y el  Dolichosaurus  lon- 
gicollis.  Esta  última  especie  es  notable  por  la  longitud  y 
delgadez  del  tronco  y del  cuello,  que  indica  una  tendencia 
á la  forma  de  ofidio. 

Pero  la  mas  notable  y extremada  modificación  del  tipo 
lacertídeo  en  el  período  cretáceo  es  la  manifestada  por  las 
grandes  especies,  de  las  cuales  se  descubrió  un  cráneo  de 
cinco  pies  de  largo  en  la  creta  superior  del  Monte  San  Pedro, 
cerca  de  Maestricht,  en  1780.  Las  vértebras  son  cóncavas 
en  la  parte  anterior  y convexas  en  la  posterior,  contándose 
34  entre  la  cabeza  y la  base  de  la  cola : parece  faltar  el  sacro; 
las  vértebras  caudales  tienen  largas  espinas  neurales,  y los 
arcos  se  unen  con  el  cuerpo,  formando  la  base  de  una  pode- 
rosa cola  natatoria.  Los  dientes  están  anquilosados  á ciertas 
prominencias  á lo  largo  del  borde  alveolar  de  la  mandíbula 
según  el  tipo  acrodonte ; y en  cada  terigoideo  hay  una  línea 
de  otros  mas  pequeños.  Para  este  género  de  gigantesco 
lagarto  marino  se  propuso  el  nombre  de  Mosasauro.  Además 
del  M.  Hofmanni,  de  Maestricht,  conócese  el  M.  Maximi- 
liani,  de  las  capas  cretáceas  de  la  América  del  Norte,  y otra 
especie  mas  pequeña,  el  M.  gracilis,  de  la  creta  de  Sussex. 
El  leiodon  anceps,  de  la  creta  de  Norfolk,  era  un  lacertídeo 
marino  muy  afine. 

Muchos  pequeños  lacertídeos  terrestres  han  dejado  sus 
restos  en  las  formaciones  terciarias  de  Europa. 

Tomo  IX 


ORDEN  XI— OFIDIOS 

(SERPIENTES) 

Caracteres. — Vértebras  muy  numerosas  y procelia- 
nas;  costillas  huecas;  no  existe  el  sacro  ni  hay  miembros 
visibles. 

El  orden  de  los  ofidios,  conforme  está  caracterizado  en  el 
sistema  de  Cuvier,  debe  dividirse  en  dos  secciones,  según  la 
naturaleza  del  alimento  y la  consiguiente  modificación  de  las 
mandíbulas.  Algunas  especies  que  se  nutren  de  gusanos, 
insectos  y otros  pequeños  invertebrados,  tienen  el  pedúnculo 
timpánico  de  la  mandíbula  inferior  inmediata  é inamovible- 
mente articulado  con  las  paredes  del  cráneo;  las  ramas  late- 
rales de  la  mandíbula  inferior  están  fijas  en  las  sínfisis,  y 
opuestas  por  el  acostumbrado  movimiento  vertical  á un 
completo  arco  maxilar  superior;  estos  ofidios  pertenecen  á los 
géneros  amphisbsena  y angus,  de  Linneo,  hallándose  repre- 
sentada la  segunda  por  la  serpiente  común.  El  resto  de  los 
ofidios,  incluso  las  serpientes  ordinarias  y los  constrictor,  que 
constituyen  los  tipos,  figurando  en  mayor  proporción  en  el 
orden,  se  alimentan  de  animales  vivos,  á menudo  de  mucha 
mayor  dimensión  que  la  suya;  y el  aparato  maxilar  está  con- 
venientemente modificado  para  permitir  la  distensión  de  las 
partes  blandas  que  rodean  la  boca,  así  como  la  traslación  de 
la  presa  á la  cavidad  digestiva.  Todos  los  ofidios  fósiles  de 
terminados  hasta  aquí  corresponden  al  último  grupo  típico. 

Los  restos  mas  antiguos  de  reptiles  ofidios  proceden  del 
eoceno  de  la  arcilla  de  Sheppy,  y consisten  en  vértebras  que 
indican  una  serpiente  de  doce  piés  de  largo,  el  palseophis 
toliapicus  (fig.  97,  5).  En  las  capas  del  eoceno  de  Brackle- 
sham  se  hallaron  otras  vértebras' mayores,  mas  numerosas 
y mejor  conservadas,  sobre  las  cuales  se  fundaron  las  espe- 
cies palseophis  typhaeus  y P.  porcatus;  los  restos  indican  un 
boa  constrictor  de  unos  veinte  piés  de  largo.  Las  vértebras 
fósiles  presentan  muy  bien  marcado  el  corte  anterior  a y el 
posterior  b;  la  diapófisis  d difiere  de  la  del  boa  constrictor 
por  ser  mas  prominente;  la  hipapófisis  h es  corta;  sí  es  la 
cigapófisis  anterior,  y z'  la  posterior;  el  borde  posterior  de  la 
neurapófisis  « es  notable  por  lo  angular;  z es  el  cigosfene. 
Las  vértebras  de  ofidios  más  pequeños,  procedentes  del  mas 


102 CIIELONE  Y TRIONIX 


.aparazon 


B,  Peto 


moderno  eoceno  de  Hordwell,  dan  origen  á las  especies 
denominadas  paleryx  rhombifer  y P.  depresus.  Varias  vérte- 
bras fósiles  de  una  formación  terciaria  que  hay  cerca  de 
Salónica  han  sido  atribuidas  á una  serpiente,  sin  duda  vene- 
nosa, con  el  nombre  de  laofis.  Se  han  descubierto  en  los 
depósitos  del  mioceno  de  Sansans,  en  el  sur  de  Francia,  unos 

67 


53° 


PALEONTOLOGIA 


colmillos  que  parecen  ser  de  víbora,  y vértebras  de  un  colu- 
ber,  que  tendría  tres  veces  el  tamaño  de  una  de  las  especies 
existentes  en  Europa.  Tres  fósiles  de  ofidios,  hallados  en  la 
pizarra  de  Oeningen,  sirvieron  de  base  para  las  especies 
coluber  arenatus,  C.  Kargii  y C.  Owenii. 

En  estalagmitas  superficiales  se  han  hallado  algunos  huesos 
de  serpientes,  que  acaso  sean  del  período  de  la  historia  hu- 
mana. I ero  lo  que  mas  interés  ofrece  para  nosotros  es  el 
hecho  de  la  existencia  de  ofidios  reptiles  de  las  familias 
venenosas  en  los  primitivos  períodos  terciarios  antes  de  que 
ninguna  de  las  especies  existentes  de  mamíferos  apareciese 
en  la  tierra.  Los  fósiles  del  eoceno  y del  mioceno  demuestran, 
sin  embargo,  los  mismos  movimientos  de  reptacion  que  en  la 
actualidad,  y las  vértebras  indican  esa  misma  estructura  de 
la  columna  vertebral  que  suplía  en  las  serpientes  la  falta  de 
manos,  piés  y aletas. 

/ r?r/flRDEN  A1tIm| 

Caractéres.  Costillas  del  tronco  anchas,  planas, 
unidas  por  sutura,  formando  con  sus  vértebras  el  esternón  y 
placas  dérmicas;  cubierta  torácico-abdominal  en  forma  de 
caja,  en  la  que  pueden  ocultarse  los  miembros,  la  cola,  y 

comunmente  la  cabeza;  no  existen  dientes;  fosa  nasal  externa 
sencilla. 

Las  mas  comunes  evidencias  de  quelonios  extinguidos 
consisten  en  los  restos  fósiles  que  presentan  los  caractéres 

^ son  Por  reSu^ar  fragmentos  ó porciones 
divididas;  pero  como  ofrecen  modificaciones  características 
de  las  principales  divisiones  del  órden,  debemos  hacer  algu- 
nas observaciones  para  facilitar  el  estudio. 

En  las  familias  marinas  llamadas  chelone  y trionix  consis- 
ten los  restos  en  un  peto  (fig.  102,  B)  y un  caparazón  (A);  las 
especies  de  agua  dulce  (emys),  y las  tortugas  de  tierra 
(testudo),  tienen  además  paredes  laterales.  El  caparazón  se 
compone  de  una  serie  de  piezas  simétricas  ch  á pyt  y de  otras 
dos  irregulares  á cada  lado;  las  simétricas,  llamadas  placas 
neurales,  son  huesos  dérmicos;  las  marcadas  desde  s 1 á s 8 
están  unidas  con  las  extremidades  de  otras  tantas  vértebras 
dorsales,  y las  otras  quedan  libres;  la  primera  ch,  se  llama 
nucal,  y la  última  pyt  pigal.  Las  placas  contiguas  laterales, 
plii.pl  8,  son  dérmicas,  unidas  con  las  ocho  costillas  sub- 
yacentes, por  lo  que  se  llaman  placas  costales;  las  exteriores 
son  las  placas  marginales  m 1 á m 12,  que  constituyen 
osificaciones  dérmicas,  varias  en  número  y no  existen  en  los 
trionix. 

El  peto  (fig.  102,  B)  se  compone  del  esternón  s y de  cuatro 
pares  de  costillas  extérnales,  hallándose  unidos  con  algunas 
ó con  todas  los  huesos  dermales  de  diversas  formas.  Estas 
placas  compuestas  figuran  en  determinado  número  en  los 
quelonios  existentes,  y han  recibido  nombres  especiales.  La 
pieza  media  única  s es  la  entosternal;  las  mas  anteriores  e s 
son  las  episternales;  las  siguientes  h s las  hiosternales; 
p í indica  las  hiposternales,  y .r  s las  jifisternales. 

Cada  uno  de  los  indicados  elementos  del  espaldar  y del 
peto  muestran  caractéres  que  dan  á conocer  la  naturaleza  y 
afinidades  del  quelonio.  En  las  tortugas  marinas  están  menos 
completos  el  peto  y el  espaldar;  las  extremidades  de  las 
costillas  penetran  en  cavidades  de  algunas  de  las  placas 
marginales,  como  los  dientes  en  los  alvéolos  (fig.  102,  A);  y 
en  el  peto  se  ven  cavidades  análogas,  que  en  las  especies  de 
agua  dulce  se  llenan  por  la  osificación;  las  placas  costales  se 
unen  por  suturasá  las  marginales.  Excepto  en  los  trionicidos. 
todos  los  elementos  exteriores  del  peto  y del  espaldar  están 


impresos  por  las  capas  córneas  que  cubrían  los  elementos 
huesosos,  pudiéndose  así  reconocer  su  forma  y dimensiones 
después  que  aquellos  dejaron  de  existir.  Las  impresiones 
marginales  de  las  cinco  piezas  medias  están  indicadas  en  el 
espaldar  (fig.  102,  A),  en  v i á v 5;  las  líneas  que  salen  de 
los  ángulos  laterales  marcan  los  límites  de  las  placas  costales. 
En  el  peto  fósil  (fig.  103),  la  línea  que  hay  entre  h u y p e 
indica  las  placas  humerales  y pectorales,  y la  que  se  ve 
entre p e y a ¿/las  pectorales  y abdominales,  y la  que  existe 
entre  fe  y a n las  femural  y anal,  etc. 

Las  tortugas  que  no  pueden  introducir  la  cabeza  dentro 
de  la  concha,  la  tienen  grande  y bien  osificada,  como  en  la 
figura  86,  B,  donde  el  post  frontal  & el  mastoideo  m y el 
escamoso  k , forman  una  bóveda  sobre  el  verdadero  cráneo. 
Los  huesos  de  los  miembros  están  modificados  según  el 
centro  de  vida  y la  locomoción;  pero  son  siempre  sólidos. 

Ya  hemos  hecho  referencia  en  otro  lugar  á las  impresiones 
observadas  en  las  areniscas  del  período  triásico  en  Dum- 
frieshire,  indicando  que  serian  probablemente  huellas  de 
quelonios.  La  mas  primitiva  prueba  de  la  existencia  de  estos 
séres,  hallada  por  W.  Jardine  en  Corncockle  Muir,  consiste 
en  el  cráneo  del  Chelone  planiceps,  de  la  arenisca  de  Port- 
land,  y en  el  caparazón  y el  peto  de  los  extinguidos  y singu- 
larmente modificados  géneros  Tretosternon  y Pleurosternon 
(%  103X  procedente  de  Purbeck.  En  el  jurásico  superior, 
ó pizarras  biográficas  de  Cirin,  se  han  hallado  restos  dé 
Emídidos,  atribuidos  á los  géneros  Hydropelta  y Achelomia. 


io3‘  PETO  DEL  PLEUR0STERX0N  EMARGINATUM 

Las  verdaderas  tortugas  marinas,  Chelone  Camperi,  C. 
Bensteri  y C.  pulchriceps,  han  dejado  sus  restos  en  los  hori- 
zontes cretáceos;  el  emidido  Protemis  procede  de  la  arenisca 
verde,  cerca  de  Maidstone;  los  depósitos  terciarios  del  eoceno 
de  Bretaña  contienen  muchos  restos  de  tortugas  marinas  y 
de  agua  dulce  Muchas  especies  han  dejado  sus  restos  en  la 
arcilla  de  Londres,  en  la  desembocadura  del  Támesis,  y son 
mas  numerosas  que  las  que  ahora  se  conocen  en  todo  el 
mundo.  L na  de  ellas,  C.  gigas,  alcanzó  extraordinarias  di- 
mensiones, pues  el  cráneo  que  existe  en  el  Museo  Británico, 
mide  mas  de  un  pié  de  ancho.  El  Chelone  longiceps  se  ase- 


531 


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t 


meja  al  Trionyx  por  la  figura  y disposición  del  hocico,  y al 
Emys  por  la  extensa  osificación  del  caparazón  y del  peto,  si 
bien  conservaba  los  caractéres  esenciales  de  la  tortuga.  El 
género  Trionyx  (tortuga  blanda)  está  representado  por  mu- 
chas y magníficas  especies  en  el  eoceno  superior  de  Hord- 
well;  la  rugosidad  de  la  supeificie  exterior  del  caparazón  y 
del  peto,  en  este  género,  permite  que  se  reconozcan  fácilmente 
los  fragmentos  fósiles.  Los  Emys  de  agua  dulce  y los  Plate- 
mis  están  representados  por  muchas  especies  en  los  depósitos 
del  eoceno  en  Sheppy  y Hordwell.  En  el  pliocenodeOeningen 
se  descubrieron  restos  de  una  especie  de  Chelydra,  forma 
confinada  actualmente  en  América;  y otros  de  tortugas  de 
tierra  (Testudo)  indican  diversas  especies  extinguidas  en  las 
formaciones  del  mioceno  y plioceno  de  la  Europa  continen- 
tal. En  los  mismos  horizontes,  en  Sewalik  Hills,  se  halló  el 
caparazón  de  una  tortuga  (Colossochelys  atlas)  de  veinte 
piés  de  longitud.  En  la  misma  localidad  se  reconoció  la 
interesante  evidencia  de  una  especie  de  Emys  (E.  tectum), 
que  continuó  existiendo  desde  el  período  del  Sivaterio  (pro- 
bablemente mioceno)  hasta  nuestros  dias. 

ORDEN  XIII— BATRACIOS 

SAPOS,  RANAS,  ETC. 

CARACTÉRES. — Vértebras  bicóncavas  (Sirena),  proce- 
lianas  (Rana),  ú opistocelianas  (Pipa);  pleurapófisis  cortas  ) 
rectas;  dos  cóndilos  occipitales  y dos  huesos  vomerianos; 
carencia  de  escamas  ó placas;  primera  edad  con  branquias. 

Solo  en  el  terreno  terciario  y post  terciario  se  han  descu- 
bierto especies  extinguidas,  correspondientes  á los  géneros  ó 
familias  de  este  orden  que  aun  existen.  Los  reptiles  con 
caractéres  de  anfibios  ó batracios,  de  los  períodos  carbonífe- 
ro ó triásico,  presentaban  otros  que  les  daban  cierto  valor 
diferencial,  ofreciendo  mas  bien  el  tipo  común  de  los  verte- 
brados de  sangre  fria,  que  una  íntima  afinidad  con  los  repti 
les  desnudos  mas  especialmente  modificados,  á que  se  dio  el 
nombre  de  batracios  en  los  catálogos  zoológicos  de  las  espe 
cies  existentes.  Mientras  prevaleció  el  tipo  ganoidéo  de  pe- 
ces, los  batracios  eran  ganoideos;  los  de  piel  blanda  corres 
ponden  al  período  en  que  los  mas  de  los  peces  tienen  las 
escamas  flexibles  y solubles,  cicloidéas  ó tenoidéas. 

De  los  batracios  anuros  se  han  descubierto  sapos  de  espe- 
cies extinguidas  (palophynos  Gessneri  y P.  dissimilis)  en  las 
capas  de  Oeningen;  y mas  abundantemente  ranas  en  los 
depósitos  del  mioceno  y plioceno  de  Francia  y Alemania. 
Los  batracolites  procedentes  del  Siebengebirge,  cerca  de 
Bonna,  ofrecen  diversos  períodos  de  transformación  de  la 
rana  diluvial;  en  las  pizarras  terciarias  de  Bombay  se  hallaron 

restos  del  pequeño  fósil  rana  pusilla. 

En  la  familia  de  las  salamandras,  el  fósil  mas  notable  es  el 
que,  por  el  tamaño  de  la  cabeza  y de  las  vertebras  se  atribu- 
yó, al  descubrirse  en  Oeningen,  en  1726,  á la  especie  huma- 
na, dándosele  el  nombre  de  homo  diluvii  testis.  Cuvier  demos- 
tró sus  afinidades  con  la  salamandra  acuática  (menopoma) 
de  los  Estados-Unidos;  y mas  recientemente  se  descubrió  en 
el  Japón  una  salamandra  viva  que  iguala  por  su  tamaño  a 

dicho  íósil.  JL  i-  - 

Del  estudio  que  acabamos  de  hacer  resulta  que  la  clase 

de  los  reptiles,  al  contrario  de  la  de  los  peces,  está  en  el 
período  de  decadencia;  y que  la  época  en  que  aquellos  exis- 
tieron con  la  mayor  diversidad  de  formas,  y en  el  mas  alto 
grado  de  estructura,  es  la  mesozóica.  El  progreso  de  los 
vertebrados  de  respiración  aérea,  graduándose  por  sucesivos 
tránsitos,  se  ha  paralizado,  como  si  no  hubiera  estado  con- 
forme con  las  exigencias  y condiciones  de  vida  del  presente 


estado  del  planeta.  Los  reptiles  han  sido  reemplazados  por 
tipos  superiores  de  respiración  aérea,  que  no  pueden  deri- 
varse directamente  de  la  clase  de  los  peces.  En  los  extingui- 
dos reptiles  se  reconoce  una  estructura  de  vertebrados  mas 
generalizada,  por  las  afinidades  con  los  peces  ganoidéos,  que 
vemos  en  los  ganocéfalos,  labirintodontes  é ictiopterigios, 
por  las  que  ofrecen  los  terosauros  con  las  aves,  y por  la 
analogía  de  los  dinosauros  con  los  mamíferos.  Manifiéstase 
también  por  la  combinación  de  los  caractéres  del  croco* 
difo,  del  quelonio  y del  lacertideo  en  los  criptodontes  y dici- 
nodontes.  Hasta  los  quelonios  del  periodo  de  Purbeck  evi- 
dencian el  mismo  principio  por  el  número  mas  típico  de 
las  costillas  abdominales  que  entran  en  la  composición  del 

peto. 

La  ausencia  de  los  restos  de  labirintodon  en  el  terreno 
pérmico  y del  ictiosauro  en  el  de  Wealden,  es  casi  compati- 
ble con  la  convicción  de  que  ambas  clases  de  reptiles  exis- 
tieron en  otro  punto  durante  los  períodos  anteriores.  Una 
diferencia  de  costumbres,  correspondiente  á la  de  estructura, 
explica  porqué  los  plesiosauros  pudieron  dejar  sus  restos  en 
profundas  capas  weáldicas;  mientras  que  los  mas  vigorosos 
nadadores  se  aventuraban  en  mas  espaciosos  mares.  De  los 
batracios  propiamente  dichos,  los  que  conservan  la  cola 
parecen  haber  llegado  hasta  el  máximum  durante  el  período 
terciario  superior,  entrando  después  en  su  decadencia;  mien- 
tras que  las  especies  sin  cola  son  mas  numerosas  y variadas 
hoy  dia.  Los  ofidios  se  asemejan  á los  anuros,  que  comien- 
zan en  el  mas  primitivo  terciario  y ofrecen  el  máximum  de 
su  desarrollo  en  nuestros  dias.  Los  lagartos  procelianos,  y en 
particular  los  pleurodontes,  que  empiezan  en  la  creta,  han 
ido  aumentando  asimismo  en  número  y variedad  de  formas 
hasta  la  actualidad.  El  grupo  acrodonte  estaba  representado 
por  el  Mosasauro,  con  un  máximum  de  tamaño,  y notables 
modificaciones  para  la  vida  marina,  durante  el  período  cre- 
táceo. Los  grandes  grupos  de  ictiopterigios  y sauropterigios, 
terosauros  y dinosauros,  se  perdieron  antes  de  que  comen- 
zara la  época  terciaria;  los  crocodilos  procelianos,  que  llega- 
ron á su  apogeo  en  las  formaciones  terciarias  mas  baja  y 
media,  están  en  completa  decadencia;  acaso  pudiera  decirse 
lo  mismo  de  los  quelonios  respecto  al  tamaño  de  los  indivi- 
duos y al  número  de  especies  de  ciertos  géneros,  como  por 
ejemplo,  chelone  trionyx  y chelydra. 

CLASE  III— AVES 

Los  primitivos  vestigios  fósiles  de  la  clase  consisten  en  las 
huellas  observadas  en  alguna  antigua  playa,  que  del  triásico 
ó liásico  se  conservaron  por  uno  ú otro  de  los  medios  expli 
cados  en  la  sección  de  Icnologia.  Los  huesos  fósiles  de  a\es 
no  se  hallaron  sino  en  horizontes  mucho  mas  recientes  que 
las  areniscas  con  impresiones,  y escasean  notablemente  mas 
que  los  restos  de  mamíferos,  reptiles  y peces,  en  cualquiera 
formación,  excepto  la  mas  moderna  en  ciertas  limitadas  loca- 
lidades, como  por  ejemplo  en  Nueva  Zelanda. 

Lyell  ha  observado  muy  oportunamente,  «que  la  facultad 
de  volar  de  que  están  dotadas  las  mas  de  las  aves,  pudo 
preservarlas  de  morir  por  alguna  de  las  numerosas  casuali- 
dades á que  se  hallan  expuestos  los  cuadrúpedos  durante  las 
inundaciones.»  El  mismo  autor  arguye  también,  «que  en  el 
caso  de  ahogarse,  ó de  morir  cuando  nadan,  rara  vez  suce- 
derá que  lleguen  á sumergirse  lo  suficiente  para  conservarse 
en  los  depósitos  de  sedimento.»  "N  erdad  es  que  el  esqueleto 
de  un  ave  flotante  podra  no  hundirse  donde  el  animal  dejo 
de  existir,  siendo,  al  contrario,  arrastrado  por  la  corriente; 
pero  si  no  es  devorado,  los  huesos  subsistirán  cuando  las 
partes  blandas  se  hayan  descompuesto;  y la  compacidad  del 


PALEONTOLOGIA 


tejido  huesoso,  así  como  los  hechos  que  nos  han  dado  á 
conocer  los  ornitolites  de  la  arenisca  verde  de  Cambridge, 
de  la  arcilla  de  Londres  en  Sheppy,  y del  eoceno  de  Mont- 
martre,  demuestran  que  pueden  conservarse  en  estado  fósil, 
El  largo  tiempo  que  puede  flotar  el  esqueleto  de  un  ave  lo 
expone  seguramente  mas  á ser  devorado;  y hé  aquí  porqué 
escasean  tanto  los  restos  fósiles  en  los  terrenos  de  sedi- 
mento. 

Cierto  es  también  que  la  mayor  parte  de  los  restos  de 
aves  extinguidas,  hallados  hasta  aquí,  son  de  aquellas  que 
estaban  privadas  de  la  facultad  de  volar,  siendo  su  organiza- 
ción propia  para  vivir  en  tierra. 

La  existencia  de  aves  en  el  período  triásico,  ó en  la  época 
de  la  formación  de  las  areniscas,  que  son  seguramente  inter- 
medias entre  el  lias  y el  carbonífero,  está  indicada  por 
•numerosas  huellas  impresas  en  dichas  areniscas,  que  se 
extienden  á través  de  una  gran  parte  del  valle  de  Connecticut 
y en  Massachusetts,  en  la  América  del  Norte. 

Las  huellas  de  aves  son  especiales,  y mas  fáciles  de 
distinguir  que  las  de  la  mayor  parte  de  los  animales.  Las 
aves  pisan  Unicamente  con  los  dedos;  estos  se  articulan  con 
un  hueso  sencillo  metatársico,  formando  ángulos  rectos; 
y divergen  mas  uno  de  otro,  que  en  el  resto  de  los  animales. 

Solo  tres  dedos  se  dirigen  hácia  delante;  el  cuarto,  cuando 
existe,  está  situado  hácia  atrás,  es  mas  corto,  y suele  elevarse 
en  el  metatarso  sobre  los  otros,  teniendo  menos  parte  en  el 
sostenimiento  del  cuerpo.  No  hay  dos  dedos  en  el  mismo 
. pié  de  cualquier  ave  que  tengan  igual  número  de  articula- 
ciones : cuando  el  de  atrás  existe,  es  el  mas  interior  de  los 
cuatro  y tiene  dos  falanges;  el  siguiente  tres;  el  tercero  ó 
céntrico  cuatro  y el  mas  exterior  cinco.  Si  falta  el  dedo 
posterior,  como  sucede  en  las  mas  de  las  aves  que  no  vuelan, 
los  otros  tienen  tres,  cuatro  y cinco  falanges  respectivamente. 
Cuando  el  número  de  dedos  se  reduce  á dos,  como  sucede 
en  el  avestruz,  las  falanges  figuran  en  número  de  cuatro  ó 
cinco. 

La  misma  progresión  numérica  caracteriza  las  dos  falanges 
en  la  mayor  parte  de  los  lagartos  desde  el  dedo  mas  interior 
al  cuarto;  pero  existe  en  ellos  un  quinto  con  una  falange 
menos  que  en  dicho  cuarto  dedo;  el  quinto  es  el  que  falta 
en  todas  las  aves.  En  algunas  gallináceas  (pavo  bicalcaratus) 
presenta  el  metatarso  unos  espolones;  pero  estos  apéndices 
particulares  no  son  homólogos  del  dedo. 

El  Dr.  Deane,  de  Greenfield  (Estados  Unidos)  reconoció 
en  1835  impresiones  semejantes  á las  huellas  de  aves  en 
algunas  areniscas  del  rio  Connecticut;  y habiéndolas  repro 
ducido  en  moldes,  remitiólas  al  profesor  Suliiman,  manifes- 
tándole su  opinión.  El  Dr.  Hitchcock,  director,  del  colegio  de 
Amherst,  sometió  luego  estas  impresiones  á la  comparación 
científica,  emitiendo  su  parecer  de  que  fueron  producidas 
por  los  piés  de  aves  existentes:  designólas  con  el  nombre  de 
orniticnitis. 

El  hecho  era  por  demás  curioso,  y las  evidencias  debían 
ser  irrecusables,  pues  hasta  se  había  reconocido  que  las 
huellas  fueron  impresas  por  piés  que  tenían  veinte  pulgadas 
de  largo.  El  Dr.  Hitchcock  no  desistió  de  su  idea  de  que 
habia  existido,  durante  el  período  de  las  areniscas  rojas  del 
valle  de  Connecticut,  un  ave,  á la  que  llamaba  ornithichnites 
giganteus,  que  debió  haber  sido  por  lo  menos  cuatro  veces 
mas  grande  que  el  avestruz.  Las  impresiones  se  sucedían  á 
intervalos  regulares;  pero  eran  de  dos  clases,  aunque  difi- 
riendo solo  en  lo  que  puede  distinguirse  el  pié  derecho  del 
izquierdo.  Cada  huella  presentaba  la  señal  de  tres  dedos, 
que  divergían  al  extenderse  hacia  delante;  y la  distancia 
entre  los  laterales  y el  del  centro  era  de  doce  pulgadas.  El 
dedo  mas  interior  indicaba  distintamente  dos  divisiones  de 


las  falanges;  el  medio  tres,  y el  exterior  cuatro;  y como  en 
las  aves  existentes,  no  suelen  dejar  las  falanges  ungueales 
sino  una  sencilla  impresión,  infirióse  juiciosamente  que  los 
dedos  de  aquel  gran  pié  se  habían  caracterizado  por  el  mismo 
número  progresivo  de  falanges,  desde  el  dedo  mas  interno 
al  externo.  Algunas  de  las  impresiones  de  aquellos  enormes 
pasos  se  conservaban  tan  bien,  que  se  reconocía  el  carácter 
estriado  del  tegumento  en  la  cara  inferior  del  pié,  estructura 
muy  semejante  á la  que  se  observa  en  el  avestruz.  Examinada 
la  distancia  entre  las  huellas,  reconocióse  que  era  de  tres  ó 
cuatro  piés. 

Estas  impresiones,  aunque  las  mayores  observadas  en  las 
areniscas  de  Connecticut,  son  también  las  mas  numerosas. 
El  enorme  brontozoum,  como  le  llama  el  Dr.  Hitchcock, 
debió  haber  sido  el  gigante  del  valle;  y lo  mas  curioso  es 
que  en  diversas  localidades  se  observan  las  mismas  impre- 
siones en  líneas  paralelas. 

La  arenisca  roja,  donde  se  reconocieron  dichas  huellas, 
ocupa  un  área  de  mas  de  ciento  cincuenta  millas  de  largo, 
y de  cinco  á diez  de  anchura.  Se  han  observado  las  impre- 
siones en  mas  de  veinte  puntos  distintos,  distribuidas  en 
una  extensión  de  cerca  de  ochenta  millas  de  N.  á S.,  y 
repítense  en  una  sucesión  de  capas  que  en  algunos  sitios 
tienen  un  espesor  de  mas  de  mil  piés,  habiendo  sido  nece- 
sarios por  lo  tanto  miles  de  años  para  su  formación. 

En  el  conglomerado  y la  arcilla  plástica  de  la  base  del 
terreno  eoceno  de  Meudon,  cerca  de  París,  se  descubrió  la 
pierna,  con  la  tibia  y fémur,  de  un  ave  á que  se  dió  el  nom- 
bre de  Gastornis  Parisiensis,  la  cual  indica  un  género  ahora 
extinguido.  Aquellos  restos  pertenecieron  á una  especie  tan 
grande  como  un  avestruz,  pero  mas  robusta.  En  la  arcilla 
del  eoceno  de  Sheppy  se  han  hallado  restos  fósiles  de  aves, 
que  indican  un  pequeño  buitre  (Lithornis  vulturinus),  y 
otros  de  un  ave  que  será  probablemente  de  la  familia  de  los 
Halcyornis.  En  la  misma  formación,  en  Highgate,  se  han 
recogido  restos  de  especies  de  la  familia  de  las  garzas. 

Los  huesos  fósiles  de  aves  hallados  en  las  canteras  de 
Montmartre  se  han  atribuido  por  Cuvier  á once  especies 
distintas. 

El  mas  antiguo  ejemplar  del  grupo  de  los  Protornis  es  el 
Protornis  Glarisiensis,  fundado  en  un  esqueleto  casi  entero 
que  se  descubrió  en  la  caliza  pizarreña  de  Glaris,  correspon- 
diente á la  mas  antigua  división  de  las  series  terciarias  del 
eoceno.  El  esqueleto  viene  á ser  del  tamaño  de  una  alondra, 
y en  cierto  modo  semejante  al  de  esta  ave. 

Las  comparaciones  de  los  ornitolitos  terciarios  eocenos 
demuestran  que  las  modificaciones  de  la  clase  de  las  aves 
estaban  representadas  en  aquel  período  del  modo  siguiente: 
las  rapaces,  ó aves  de  rapiña,  por  especies  del  tamaño  de 
nuestros  buzardos  y mas  pequeños  halcones,  y acaso  también 
por  el  mochuelo;  las  incisoras,  por  especies  aparentemente 
afines  de  la  alondra;  las  anisodáctilas,  por  especies  tan 
grandes  como  el  cuco;  las  rasoras,  por  especies  de  pequeñas 
codornices;  las  cursoras,  por  especies  tan  grandes  como 
el  avestruz,  aunque  de  piernas  mas  gruesas;  y las  nadadoras, 
por  especies  afines  al  cormorán,  aunque  una  de  ellas  de 
mayores  proporciones. 

Los  restos  de  aves  aparecen  mas  abundantes  y variados 
según  nos  acercamos  á la  época  actual,  particularmente  en 
el  terciario  mioceno,  tan  ricamente  desarrollado  en  Francia, 
aunque  falta  en  Inglaterra.  Una  de  las  formas  de  pico  mas 
singularmente  modificadas  es  la  que  se  observa  en  el  fla- 
menco: el  cráneo  fósil  de  una  especie  de  este  género  Phce- 
nicopterus  fué  hallado  en  los  depósitos  del  mioceno  de  agua 
dulce  de  la  meseta  de  Gergovia,  cerca  de  Clermont-Ferrand; 
en  los  mismos  depósitos,  en  Chaptusal,  se  encontró  el  me- 


MAMÍFEROS 


533 


fff.  i 


•DINORNIS 


En  los  depósitos  del  ni 
huevos  fósiles  de  aves,  é 
margas  calizas  de  Monte  B( 


tatarso  entero  de  una  especie  de  águila  (Aquila);  y en  la 
molasa  conchífera  marina  de  Armagne  se  descubrió  el  hú 
mero  de  una  ave  tan  grande  como  el  albatros,  afine  á esta 
especie.  En  los  depósitos  del  mioceno  lacustre  de  Can- 
tal se  encontraron  los  restos  de  un  buitre,  probablemente 
del  Catarto.  Por  último,  en  el  horizonte  mioceno  se  han 
reconocido  vestigios  de  todos  los  órdenes  de  aves,  excepto 
de  las  grandes  cursoras. 


ELEPHAN  ÍOPUS 


D 


en  Auvernia  se  hallaron 
impresiones  de  plumas  en  las 
En  los  depósitos  del  plioce 
no  de  ü.ssex  se  descubrió  el  metatarso  fósil  de  un  cisne,  tan 
grande  como  la  especie  salvaje  de  hoy  dia;  y en  la  arcilla  de 
Lawford  fué  recogido  un  húmero  fósil  como  el  del  ánade. 
Sin  embargo,  los  mas  de  los  ornitolitos  del  período  moderno 
ó reciente  se  descubrieron  en  cavernas  huesosas;  y pertene- 
cen á las  aves  que  se  asemejan  á la  paloma  salvaje,  al  halcón, 
á la  alondra,  al  tordo  y al  ánade. 

Los  mas  extraordinarios  fósiles  de  la  clase  fueron  obteni- 
dos en  los  depósitos  superficiales,  en  las  turberas  y cuevas 
de  Nueva  Zelanda.  Esta  isla,  notable  por  la  falta  de  especies 
aborígenes  de  mamíferos  terrestres,  distínguese  por  la  pre- 
sencia de  una  pequeña  ave  con  alas  rudimentarias  y plumaje 
muy  suelto,  que  corresponde  á un  género  particular  llamado 
Apterix:  las  piernas  son  muy  robustas,  con  piés  tridáctilos  y 
uno  muy  pequeño  posterior.  En  la  Nueva  Zelanda  existieron 
en  otro  tiempo,  y se  conocen  bajo  diversas  formas  específi- 
cas, unas  aves  semejantes  al  Apterix  por  la  forma  del  es- 
ternón, la  estructura  huesosa  de  la  pelvis  y los  miembros. 
Fueron  atribuidas  por  Mr.  Owen  á los  géneros  Dinornis  y 
Palapterya.  Las  especies  gigantescas  son  interesantes  porque 
indican  aves  de  la  misma  formación  donde  aparecen  las  im- 
presiones tridáctilas  tan  grandes  como  las  de  las  areniscas 
de  Connecticut,  llamadas  Ornithichnites  gigas.  En  el  Dinor- 
nis giganteus  (figura  104),  la  tibia  mide  mas  de  una  vara  de 
largo;  en  el  esqueleto  de  otra  especie,  el  metatarso  es  del 


mismo  grueso,  pero  solo  tiene  la  mitad  de  dicha  longitud 
el  armazón  de  la  pierna  es  el  mas  macizo  que  se  conoce  en 
la  clase  de  las  aves;  y los  huesos  de  los  dedos  del  pié  igua- 
lan casi  á los  del  elefante,  por  lo  cual  se  ha  dado  á esta  es- 
pecie el  nombre  de  Dinornis  elephantopus.  Conócense 
otras  con  los  nombres  de  Dinornis  ingens,  D.  struthioides, 
D.  rheides  y D.  droraioides,  etc.  Con  dichos  restos  se  han 
encontrado  huesos  de  un  ave  del  tamaño  de  un  cisne ; pero 
de  un  género  extinguido  (Aptornis).  Dos  especies  de  Apterix, 
que  apenas  difieren  de  las  existentes,  eran  contemporáneas 
del  Dinornis  gigante.  Se  ha  sabido  que  el  D.  elephantopus 
lo  utilizaban  los  naturales  del  país  como  alimento,  probable- 
mente en  época  no  muy  remota. 

En  Madagascar  se  han  visto  porciones  de  metatarso  que 
indican  un  ave  tan  grande  como  el  Dinornis  giganteus,  lla- 
mada Epiornis,  pero  genéricamente  distinta;  los  huesos  es- 
taban en  bancos  aluviales,  y con  ellos  se  hallaron  huevos 
que  median  de  trece  á catorce  pulgadas  de  largo.  Se  calcula 
que  el  contenido  de  uno  iguala  al  de  seis  huevos  de  avestruz, 
ó sea  ciento  cuarenta  y ocho  de  gallina. 

En  la  inmediata  isla  Mauricio,  el  Dido  (Didus  ineptus) 
fué  exterminado  por  el  hombre  en  el  espacio  de  dos  siglos, 
y en  las  islas  de  Borbon  y Rodríguez  sucedió  lo  mismo  con 
el  Solitario  (Perophaps).  Ambas  aves  tenían  las  alas  dema- 
siado cortas  para  volar. 

CLASE  IV — MAMÍFEROS 

(VERTEBRADOS  VIVIPAROS,  DE  SANGRE  CA- 
LIENTE Y RESPIRACION  AÉREA) 

Toda  parte  calcificada  de  un  animal,  bien  sea  concha, 
coral,  corteza,  diente  ó hueso,  puede  conservar  su  forma 
debajo  de  tierra  durante  los  cambios  que  en  ella  ocurran 
gradualmente,  cuando  cada  partícula  original  haya  sido  re- 
movida y reemplazada  por  alguna  otra  sustancia  mineral 
préviamente  disuelta  en  el  agua  que  impregna  el  lecho 
donde  está  el  fósil.  Cuando  un  hueso  ú otra  parte  cualquiera 
se  altera  de  este  modo,  dicese  que  está  petrificado;  y no  solo 
se  conservan  todos  sus  caractéres  exteriores,  sino  que  hasta 
se  puede  reconocer  la  mas  delicada  estructura,  en  la  mayoría 
de  casos,  con  el  auxilio  del  microscopio. 

Se  han  descubierto  huesos  fósiles  y dientes  en  todos  los 
grados  de  alteración,  desde  su  estado  reciente  al  de  petrifi- 
cación completa.  Los  huesos  recientes  consisten  en  una  base 
gelatinosa  endurecida  por  sales  térreas,  principalmente  por 
el  fosfato  de  cal.  Los  peces  tienen  la  menor  proporción  de 
dicha  materia  en  los  huesos,  y las  aves  la  mayor. 

Proporciones  de  la  materia  dura  y blanda  en  los  huesos  de  los 

animales  vertebrados 


Blanda 

Dura. 


Blanda. 
Dura.  . 


PECES 

Salmón 

60*62 

39*3» 

ioo‘co 

REPTILES 

Rana 

35*5° 

64*50 

ioo‘oo 


Carpa 

40*40 

59*60 

100*00 


Serpiente 

3l‘°4 

69*96 

100*00 


34*3° 

65*70 

100*00 


Lagarto 

46*67 

53*33 

100*00 


534 


PALEONTOLOGIA 


Blanda.  . 
Dura.  . 


MAMIFEROS 

Cerdo  marino  Vaca 
35 ‘9°  31*00 

64*10  69*00 


León 

27*70 

72*30 


Hombre 

3I<03 

68*97 


100*00  100*00  100*00  100*00 


Blanca. . 
Dura.  . 


AVES 

Ánade 

32*91 

67*09 

100*00 


Pavo 

3°*49 

69*51 


100*00 


Halcón 

26*72 

73*28 

100*00 


En  el  adjunto  cuadro  damos  á conocer  la  naturaleza  quí- 
mica de  las  partículas  endurecidas  y de  la  base  blanda  del 
hueso,  indicando  una  especie  de  cada  una  de  las  cuatro  cía 
ses  de  vertebrados. 

Composición  química  de  los  huesos 


MATERIAS 


Fosfato  de  cal,  con  ves- 
tigios de  fluato  de  la 


Halcón  Hombre 


Tortuga  Bacalao 


misma  base 

64*39 

5963 

7*33 

52*66 

57*29 

4*90 

2*40 

Carbonato  de  cal..  . . 

7 ‘03 

0*94 

I2‘53 

Fosfato  de  magnesia. 
Sulfato,  carbonato  y 

0*82 

nwwrvj 

clorato  de  sosa.  . . . 

0*92 

0*69 

0*90 

31*75 

i*34 

1*10 

Glutina  y condrina..  . 

27*73 

o*99 

29*70 

32*31 

Parte  volátil 

\ 1 

i*33 

2*00 

V |i 

\J 

100*00 

100*00 

100*00 

100*00 

El  cambio  mas  común  que  primeramente  sufren  los  hue 
sos  consiste  en  la  pérdida  mayor  ó menor  de  la  parte  blanda 
y soluble.  El  efecto  de  un  prolongado  enterramiento  se  re- 
conoce al  punto,  aplicando  el  ejemplar  á la  lengua,  cuando 
es  tan  grande  la  afinidad  de  la  tierra  constituyente  con  el 
fluido  de  los  poros,  después  de  perder  la  gelatina,  que  el 
objeto  se  adhiere  á la  lengua  como  un  pedazo  de  arcilla 
seca.  Los  huesos  y dientes  que  se  hallan  en  tal  estado 
absorben  rápidamente  una  solución  de  gelatina,  recobrando 
de  este  modo  su  primitiva  tenacidad.  Los  fósiles  petrifica- 
dos no  necesitan  este  tratamiento,  porque  son  de  ordinario 
mas  duros  y consistentes  que  el  mismo  hueso  primitivo. 

La  interpretación  de  tales  restos  fósiles  exige  que  se  com- 
paren con  las  partes  correspondientes  de  los  animales  vivos, 
ó de  especies  extinguidas,  previamente  determinadas.  Si  se 
trata  de  animales  vertebrados,  la  comparación  se  limita  á 
sistemas  óseos  y dentarios.  La  interpretación  de  los  verte- 
brados fósiles,  supone  un  conocimiento  de  las  diversas  mo- 
dificaciones del  esqueleto  y de  los  dientes  de  los  vertebrados 
de  nuestros  dias;  y cuanto  mas  extenso  y preciso  sea  este 
conocimiento,  mejor  éxito  obtendrán  los  esfuerzos  del  ob- 
servador, y mas  exactas  serán  sus  deducciones. 

La  determinación  de  los  restos  de  cuadrúpedos  ofrece, 
según  observa  Cuvier,  mas  dificultades  aun  que  la  de  otros 
fósiles  orgánicos.  Las  conchas  se  suelen  encontrar  enteras, 
y con  todos  los  caractéres  por  los  cuales  se  pueden  comparar 
con  sus  análogas  en  los  museos,  ó con  las  figuras  de  las 
obras  ilustradas  de  los  naturalistas.  Los  peces  presentan  con 
frecuencia  su  esqueleto  ó su  cubierta  escamosa  mas  ó menos 
enteros,  pudiéndose  reconocer  así  la  forma  general  del  cuer- 


po, y á menudo  los  caractéres  genéricos  y específicos  que  se 
derivan  de  tales  partes  endurecidas,  internas  ó externas; 
pero  rara  vez  se  encuentra  el  esqueleto  entero  de  un  cua- 
drúpedo fósil;  y cuando  esto  sucede,  no  da  indicios,  ó son 
casi  nulos,  respecto  á su  pelaje,  á su  piel,  á su  color.  Lo  que 
generalmente  se  obtiene  en  el  horizonte  donde  se  descubren 
restos  petrificados  de  un  mamífero  se  reduce  á porciones 
del  esqueleto,  con  huesos  dislocados  y revueltos,  huesos 
desprendidos  y dientes,  ó solo  sus  fragmentos. 

Antes  de  la  época  de  Cuvier  se  habia  adelantado  poco  en 
la  interpretación  de  tales  restos;  pero  el  admirable  éxito  que 
alcanzó  la  aplicación  de  la  gran  ciencia  de  la  Anatomía 
comparada  á ese  vasto  campo  de  estudio  tan  descuidado 
hasta  entonces,  fué  atribuido  por  Cuvier  á los  principios  de 
la  organización  de  los  cuerpos  animales,  á lo  cual  llamó 
Correlación  de  formas  y estructuras , y Subordinación  de  los 
órganos , principios  que  su  inteligente  biógrafo,  Mr.  Flourens, 
juntamente  con  los  filósofos  contemporáneos,  consideraron 
como  el  mas  poderoso  instrumento  para  la  restauración  de 
los  animales  extinguidos. 

Una  falange  terminal,  modificada  de  cierto  modo,  puede 
indicar,  como  lo  demostró  Cuvier,  las  modificaciones  de 
todos  los  huesos  del  miembro  anterior,  que  se  relacionan 
con  la  ausencia  de  una  rotación  de  la  pierna  anterior,  así 
como  también  las  de  la  mandíbula  y el  cráneo  que  se  refie- 
ren á la  masticación  del  alimento  por  anchos  molares  com- 
plejos. 

Pero  hay  ciertas  estructuras  asociadas  de  las  cuales  no  es 
conocida  la  ley  fisiológica.  «Dudo  mucho,  escribía  Cuvier, 
que  me  hubiera  sido  dado  adivinar,  si  no  me  lo  hubiese 
enseñado  la  experiencia  y la  observación,  que  los  rumiantes 
de  pezuña  debían  todos  tener  los  piés  hendidos,  y ser  los 
únicos  animales  con  cuernos  en  el  hueso  frontal.  Sin  embar- 
go, puesto  que  estas  relaciones  son  constantes,  preciso  es 
que  tengan  una  causa  eficiente,  mas  como  no  se  conoce, 
debemos  suplir  la  falta  de  teoría  por  los  medios  de  observa- 
ción. Haciéndolo  así,  de  la  manera  mas  conveniente,  llega- 
rán á establecerse  leyes  empíricas  casi  tan  seguras  en  su 
aplicación  como  las  racionales.  Que  existen  secretos  motivos 
para  todas  estas  relaciones,  es  un  hecho  de  que  puede  con- 
vencernos la  observación,  independientemente  de  la  filosofía 
general.  Con  efecto,  cuando  se  forma  un  cuadro  de  estas 
relaciones,  obsérvase,  no  solo  una  constancia  específica,  si 
podemos  expresarnos  así,  entre  tal  forma  de  un  órgano,  y 
tal  otra  de  otro  distinto,  sino  también  una  constancia  de 
clase  y una  gradación  correspondiente  en  el  desarrollo  de 
estos  dos  órganos,  que  demuestran,  casi  tan  bien  como  un 
razonamiento  efectivo,  su  influencia  natural. 

»Así,  por  ejemplo,  el  sistema  de  los  ungulados  no  ru- 
miantes es  generalmente  mas  perfecto  que  el  de  los  bisur- 
cados, tanto  mas  cuanto  que  los  primeros  tienen  casi  siem- 
pre ambos  incisivos  y caninos  así  en  la  mandíbula  superior 
como  en  la  inferior;  la  estructura  de  sus  piés,  según  vemos, 
es  en  general  mas  compleja,  por  cuanto  están  provistos  de 
mas  dedos,  ó de  pezuñas  que  envuelven  menos  completa- 
mente las  falanges,  teniendo  mayor  número  de  huesos  dis- 
tintos en  el  metacarpo  y metatarso,  ó un  peroné  mejor 
desarrollado,  ó ya  en  fin,  una  concomitancia  de  todas  estas 
modificaciones.  No  es  posible  determinar  la  causa  de  estas 
relaciones;  pero  la  prueba  de  que  no  es  esto  debido  á la 
casualidad,  la  tenemos  en  el  hecho  de  que  cuando  un  animal 
bisurcado  presenta  en  su  dentición  una  tendencia,  una  afi- 
nidad con  los  ungulados  no  rumiantes,  ofrece  asimismo  otra 
semejante  en  la  conformación  de  los  piés.  Así,  por  ejemplo, 
vemos  que  los  camellos,  que  tienen  caninos  y dos  ó cuatro 
incisivos  en  la  mandíbula  superior,  están  provistos  de  un 


535 


MAMIFEROS 


hueso  adicional  en  el  tarso,  lo  cual  resulta  de  no  ser  el 
escafoides  confluente  con  el  cuboides,  y los  pequeños  cascos 
tienen  reducidas  falanges.  El  almizclero,  armado  de  largos 
caninos  superiores,  tiene  el  peroné  coextensivo  con  la  tibia, 
mientras  que  otros  rumiantes  presentan  solo  un  rudimento 
de  aquel  articulado  con  la  extiemidad  inferior  de  esta. 
Existe,  pues,  una  armonía  constante  entre  dos  órganos  apa- 
rentemente del  todo  extraños  entre  sí,  y las  gradaciones 
de  sus  formas  se  corresponden  sin  interrupción,  aun  en  los 
casos  de  que  no  podemos  darnos  cuenta  de  semejantes  rela- 
ciones. Pero  aprovechándonos  en  esto  del  método  de  obser- 
vación, como  de  auxiliar  suplementario,  cuando  la  teoría 
nos  abandona,  llegamos  á obtener  asombrosos  detalles.  La 
mas  pequeña  superficie  articular  de  un  hueso,  la  mas  redu- 
cida parte,  ofrece  un  carácter  determinado  que  se  relaciona 
con  la  clase,  el  orden,  el  género  y la  especie  á que  pertene- 
ció; de  modo  que,  cuando  aquel  posea  tan  solo  la  bien  con- 
servada extremidad  de  un  hueso,  conseguirá  por  medio  de 
su  aplicación,  y un  poco  de  tacto,  discernir  las  analogías,  y 
por  una  comparación  suficiente,  determinar  todos  los  deta- 
lles con  tanta  seguridad  como  si  tuviera  el  animal  entero  » 

Verdad  es  que  en  muchos  casos,  por  falta  de  una  atenta 
comparación  y del  suficiente  tacto,  el  resultado  no  recom- 
pensa los  esfuerzos  del  paleontólogo,  sirviendo  estos  errores, 
en  que  incurrió  hasta  el  mismo  Cuvier,  de  argumento  para 
combatir  los  profanos  á la  ciencia,  los  principios  de  los  dis- 
cípulos del  aquel  sabio,  que  se  guiaban  por  ellos  para  com- 
pletar el  glorioso  edificio  cuyos  cimientos  habia  sentado  el 
maestro. 

Hemos  copiado  aquí  estos  párrafos  de  la  gran  obra  de 
Cuvier  con  objeto  de  neutralizar  los  reiterados  asertos  de 
aquellos  que  aparentemente  ignoran  la  manera  clara  y ex- 
plícita con  que  dicho  autor  define  los  límites  en  que  la  ley 
de  la  correlación  de  las  estructuras  animales  puede  aplicarse 
con  éxito. 

En  el  cuadro  de  terrenos  (pág.  453)  se  ve  que  los  primiti- 
vos restos  de  un  animal  vertebrado  corresponden  á la  clase 
de  los  de  sangre  fria  y respiración  acuática  en  el  período 
silúrico  superior.  Después  sigue  la  de  invertebrado,  también 
de  sangre  fria,  pero  de  respiración  aérea,  que  pertenece  al 
grado  de  los  batracios,  en  el  período  carbonífero.  Los  ani- 
males de  sangre  caliente  están  primero  indicados,  como  las 
aves,  por  huellas  en  una  arenisca,  probablemente  triásica, 
no  mas  antigua;  lo  mismo  que  los  mamíferos,  por  dientes 
fósiles  de  las  capas  óseas  del  sistema  triásico  superior  de 
Wurtemberg.  Los  restos  de  mamíferos  se  han  hallado  igual- 
mente en  un  depósito  lignitoso  de  la  Carolina  del  Norte, 
que  no  puede  ser  mas  reciente  que  la  formación  liásica. 


1A 


GÉNERO  MICROLESTES 


Los  dientes  de  mamífero  hallados  en  el  trias  aleman  é in- 
glés indican  un  cuadrúpedo  insectívoro  muy  pequeño,  al 
que  aplicó  su  nombre  genérico  el  profesor  Plieninger  de 
Stuttgart.  Los  ejemplares  alemanes  se  descubrieron  en  1847 
en  Diegerloch,  á unas  dos  millas  de  Stuttgart,  en  una  for- 
mación cuyas  relaciones  geológicas  se  determinan  entre  el 
lias  y la  arenisca  del  Keuper.  Los  dientes  del  microlestes 
procedentes  de  un  conglomerado  que  ocupa  una  grieta  de 
la  caliza  carbonosa,  cerca  de  Frome,  figuran  en  número  de 
cuatro,  siendo  dos  molares  de  la  mandíbula  superior;  el  uno 
tiene  la  corona  mas  estrecha,  y el  cuarto  es  mas  pequeño  y 
puntiagudo;  las  coronas  de  los  molares  son  verticalmente 
cortas  en  proporción  á su  anchura;  la  superficie  inferior  pre- 
senta una  depresión  profunda,  rodeada  de  pequeñas  puntas. 
La  corona  del  mayor  de  los  molares  superiores  no  excede  de 


una  línea  en  su  mayor  diámetro.  Entre  los  mamíferos  exis- 
tentes, algunos  de  los  pequeños  molares  del  myrmecobius 
insectívoro  de  Australia  ofrecen  la  mas  íntima  analogía  con 
aquellos  dientes  fósiles;  pero  aun  la  ofrecen  mayor  los  pe- 
queños molares  tuberculosos  del  extinguido  mamífero  del 
terreno  jurásico,  llamado  Plagiaulax  (fig.  no,  m 1 y 2). 

GÉNERO  DROMATHERIUM 

Este  género  está  fundado  en  la  porción  de  una  mandíbu- 
la inferior,  que  apenas  tiene  una  pulgada  de  largo,  la  cual 
presenta  siete  molares  tricuspidados,  como  los  del  spalaco- 
terium,  precedidos  aparentemente  de  tres  premolares  delga- 
dos, delante  de  los  cuales  hay  un  canino  y tres  incisivos 
cónicos ; estos  últimos  están  separados  por  cortos  intervalos, 
como  en  el  fascoloterio.  El  ejemplar  procede  del  horizonte 
carbonífero  de  Chatham,  en  la  Carolina  del  Norte,  y es  pro- 
bablemente de  la  edad  triásica. 

género  amphitherium  ( Thylacotherium , Val) 

Se  ha  fundado  este  género  en  algunos  restos  de  la  man- 
díbula inferior,  una  de  cuyas  ramas  presenta  la  dentición 
entera,  consistente  en  tres  incisivos  pequeños  y cónicos, 


fig.  ¡OS MANDÍBULA  DEL  THYLACOTHERIUM  PREVOSTII 

un  canino  algo  grande,  seis  premolares  con  una  puntita  en 
uno  ó ambos  lados  de  la  base,  y seis  molares  de  cinco  cús- 
pides. Estos  últimos,  los  mas  de  los  premolares,  están  fijos 
por  dos  raíces.  El  cóndilo  de  la  mandíbula  es  convexo,  y 
un  poco  mas  alto  que  la  superficie  de  los  dientes;  la  corona 
ancha  y elevada.  También  tiene  este  género  la  mayor  afini- 
dad con  el  marsupial  Mirmecobio  de  nuestros  dias.  Los  res- 
tos del  Amphytherium  son  de  las  calizas  ooliticas  inferiores 
de  Stonesfield. 

GÉNERO  AMPHI  LESTES 

Este  género  está  basado  en  una  parte  de  la  mandíbula 
inferior  de  la  caliza  oolítica  de  Stonesfield,  en  la  cual  se 
ven  tres  molares  de  forma  comprimida,  con  una  punta  cén- 
trica, otra  bien  marcada  en  la  parte  anterior  y posterior  de 
la  base ; el  cíngulo,  peculiar  de  los  dientes  de  los  mamíferos, 
atraviesa  la  línea  prominente  interior  de  la  corona,  donde 
se  desarrollan  tres  pequeñas  puntas,  dos  de  las  cuales  cons- 
tituyen las  extremidades  anterior  y posterior  de  la  corona. 
Esta  forma  de  diente  desconocida  en  los  mamíferos  actuales, 
es  á propósito  para  triturar  los  élitros  de  los  coleópteros,  que 
se  encuentran  también  fósiles  en  la  misma  capa  oolítica. 
El  Amphilestes  Broderipii  era  algo  mayor  que  el  Amphithe- 
rium Prevostii. 


GÉNERO  PHASCOLOTHERIUM 

Aunque  la  evidencia  que  ofrece  la  estructura  angular  de 
la  mandíbula  inferior  del  Amphiterium  parece  indicar  alguna 
afinidad  con  ciertos  insectívoros,  las  variedades  á que  se  ha- 
lla sujeto  este  carácter  en  los  diversos  géneros  de  marsupiales 
existentes  nos  impiden  pronunciarnos  afirmativamente  sobre 
este  punto,  hasta  que  se  reconozcan  otras  indicaciones  mas 


PALEí  NT0L0G1A 


53<> 

precisas  en  los  restos  fósiles  de  nuevos  géneros  y especies. 

En  el  Phascolotherium  se  manifiestan  mas  marcadamente 
los  caractéres  marsupiales  en  la  forma  general  de  la  mandí 
bula ; mientras  que  la  afinidad  con  el  género  Didelfis,  en 
cuanto  al  número  de  molares  y premolares,  no  puede  ser  mas 
completa.  La  figura  de  las  coronas  de  estos  dientes  difiere  de 
la  que  se  observa  en  los  Didelphys,  correspondiendo  tan 
íntimamente  con  las  del  Amphilestes  Broderipii,  que  se  re- 
conoce la  mayor  afinidad  del  Phascoloterium  con  el  insectí- 
voro oolítico;  y por  lo  tanto,  cualesquiera  que  sea  laeviden- 


Fig.  106. — MANDIBULA  DEL  PHASC01 

cia  de  marsupialidad  que  ofrezca  este,  puede  considerarse 
como  un  justificante  para  que  el  Amphilestes  y el  Amphi- 
therium  sean  incluidos  en  el  grupo  marsupial. 

La  semejanza  que  ofrece  la  mandíbula  inferior  y las  dien- 
tes del  Amphitherium  y del  Phascolotherium,  con  los  géne- 
ros marsupiales  confinados  ahora  en  Australia  y Tasmania, 
nos  induce  á reflexionar  sobre  la  interesante  relación  que 
existiría  entre  otros  restos  orgánicos  de  la  oolita  de  Oxford 
y ciertas  formas  existentes  en  el  continente  austral  y el  mar 
que  le  rodea.  En  este  último,  por  ejemplo,  nada  el  Cestracion, 
ó tiburón  de  Puerto  Jackson,  que  ha  dado  la  llave  para  in- 
terpretar la  naturaleza  de  ciertos  fósiles  de  nuestras  oolitas, 
reconocidos  ahora  como  dientes  de  grandes  formas  congéne- 
res de  los  peces  cartilaginosos.  Mr.  Broderip  observa  que  no 
deja  de  ser  curioso  notar  que  una  especie  moderna  de  Tri- 
gonia  fué  descubierta  muy  recientemente  en  la  costa  de 
Australia,  en  esa  tierra  clásica  de  los  marsupiales,  habiéndose 
encontrado  el  ejemplar  confundido  con  numerosas  conchas 
fósiles  del  género.  No  solo  existen  Trigonias,  sino  también 
Terebrátulas,  y estas  últimas  muy  abundantes,  en  los  mares 
de  Australia,  donde  sirven  de  alimento  al  Cestracion,  como 
servirían  seguramente  las  especies  análogas  para  nutrir  á los 
Plagiostomos  de  sólidos  dientes,  llamados  Acrodos,  Psammo- 
dos,  etc.  Las  plantas  cicadeas  y las  araucarias,  así  como  las 
que  se  encontraron  fósiles  en  las  capas  oolíticas,  florecieron 
en  el  continente  austral,  donde  abundan  ahora  los  cuadrú- 
pedos marsupiales;  y con  esto  parece  completarse  el  cuadro 
de  la  antigua  condición  de  la  superficie  de  la  tierra,  que 
ha  sido  sustituida  en  nuestro  hemisferio  por  otros  estratos 
y un  tipo  superior  de  organización  en  los  mamíferos. 


' 


T 


GÉNERO  STEREOGNATUS 


Este  mamífero,  perteneciente  á la  caliza  de  Stonesfiel,  pre- 
senta un  tipo  de  dientes  que  difiere  de  todos  los  hallados  en 
el  período  secundario,  y parece  haber  sido  un  pequeño  cua- 
drúpedo omnívoro.  Es  conocido  por  una  parte  de  la  mandí- 
bula inferior,  provista  de  tres  molares;  la  corona  del  diente 
(fig.  107  B),  de  forma  cuadrada,  tiene  tres  milímetros  de 
ancho  por  tres  y medio  de  altura,  y presenta  seis  puntas 
iguales,  apareadas  entre  sí. 

El  lado  exterior  de  la  corona  ofrece  dos  puntas  principa- 
les ó conos  y uno  accesorio  en  la  base,  mas  pequeño;  son 
muy  comprimidos,  y están  situados  oblicuamente  de  modo 
que  el  posterior  (o*  figura  107)  se  halla  en  parte  cubierto 
por  el  anterior  o;  los  dos  del  centro  h i tienen  la  base  mas 
ancha  por  delante;  los  dos  conos  interiores//’  tienen  la 
superficie  interna  convexa. 

El  tipo  difiere  de  todos  los  demás  observados  en  mamí- 


feros recientes  ó extinguidos;  el  que  mas  semejanza  ofrece 
con  él  es  el  molar  medio  inferior  (fig.  1 12  m,  2)  de  un  pe- 
queño herbívoro  de  la  arcilla  de  Londres,  conocido  con  el 
nombre  de  Pliolophus  vulpiceps. 

De  la  implantación  de  los  dientes  por  dos  ó mas  raíces  se 
infiere  que  el  fragmento  que  sirve  de  base  al  género  es  la 
mandíbula  de  un  mamífero,  pues  ya  se  sabe  que  los  mas  de 
estos  animales  tienen  dichos  órganos  fijos  de  este  modo,  sin 
contar  que  semejante  implantación  compleja  en  el  hueso  no 
ha  sido  observada  sino  en  esta  clase. 

El  interés  que  excita  el  fósil  de  que  tratamos  no  es 
debido  exclusivamente  á su  antigüedad,  sino  también  á sus 
relaciones  como  una  prueba  en  Paleontología  del  actual 
valor  de  un  solo  diente  para  la  determinación  de  otras  partes 
del  organismo  del  animal.  A juzgar  por  la  semejanza  que’ 
ofrecen  los  molares  inferiores  del  Stereognatus  con  los  del 
Pliolophus,  que  aunque  no  íntima,  lo  es  mas  que  la  que 
tienen  con  los  dientes  de  ningún  otro  animal  conocido, 
parece  probable  que  aquel  era  animal  de  pezuñas,  y de 
consiguiente  herbívoro,  ó que  cuando  menos  observaba 
principalmente  el  régimen  vegetal.  Cuvier  dijo,  que  «la 
primera  cosa  que  debe  hacerse  en  el  estudio  de  un  animal 
fósil  es  reconocer  la  forma  de  sus  dientes  molares,  porque 
así  se  determina  si  es  carnívoro  ó herbívoro;  y en  este  último 
caso  es  dado  asegurarse  hasta  cierto  punto  del  orden  de 
herbívoros  á que  pertenece.»  En  el  punto  de  que  tratamos, 
la  forma  del  diente  molar  de  una  mandíbula  se  reconoce 
claramente,  pero  no  se  determina  por  ella  que  el  fósil  proceda 
de  un  herbívoro;  solo  podemos  inferir  que  es  mas  probable 
perteneciera  á un  animal  de  dicho  grupo  que  á un  insectí- 
voro. 


Fig.  107.— DIENTE  Y PARTE  DE  LA  MANDÍBULA  INFERIOR 

DEL  STEREOGNATUS 

Admitiendo  que  fuese  herbívoro,  no  debía  ser  animal  de 
pezuña,  pues  no  lo  prueba  hada  en  la  forma  y estructura 
del  diente;  pero  estas  últimas  eran  compatibles  con  el  tipo 
de  mamíferos  herbívoros  sin  pezuña.  El  reducido  tamaño  del 
Stereognatus  hace  mas  probable  que  fuese  una  forma  dimi- 
nutiva de  ungulado;  pero  en  vista  de  las  muchas  diversida- 
des de  forma  del  molar  en  los  recientes  y extinguidos  cua- 
drúpedos insectívoros  unguiculados,  no  es  imposible  que  el 
Stereognatus  haya  pertenecido  á dicho  orden,  toda  vez  que 
no  se  conoce  ninguna  ley  fisiológica  que  á ello  se  oponga. 

La  forma  de  las  puntas  y su  disposición  simétrica  en  el 
Stereognatus,  comparada  con  las  conocidas  modificaciones 
de  los  molares  en  ciertas  pequeñas  formas  extinguidas  de 
cuadrúpedos  de  pezuña,  es  lo  único  que  podría  alegarse 
para  opinar  que  pertenecía  probablemente  á la  sección  de 
los  Ungulados;  pero  nada  se  sabe  tocante  á la  estructura  de 
la  familia  de  cuadrúpedos  á que  perteneció  el  Stereognatus. 
El  tipo  particular  del  diente  puede  haberse  combinado  con 
modificaciones  del  esqueleto  tan  distintas  de  las  conocidas, 


í 


MAMÍFEROS 


537 


que  hayan  constituido  una  familia  de  marsupiales  particular 
con  un  tipo  de  esqueleto  tan  diferente,  como  lo  eran  los 
que  estudió  Cuvier  por  inducción  en  el  felino  Carnicero  y 
en  el  rumiante  Herbívoro,  estudio  que  le  permitió  enunciar 
la  magnífica  ley  de  la  correlación  de  formas  y estructuras. 

Ciertas  coincidencias  de  forma  y estructura  en  los  cuerpos 
animales  se  determinan  por  la  observación ; el  ejercicio  de 
una  facultad  superior  permite  descubrir  las  causas  de  estas 
coincidencias,  que  llegan  á ser  correlaciones;  ó en  otros 
términos,  no  solo  se  sabe  su  existencia,  sino  el  cómo  se 
relacionan  entre  sí.  En  el  caso  de  las  correlaciones  propia 
mente  dichas,  el  aplicarlas  á la  reconstrucción  de  una  es- 
pecie extinguida  es  mas  fácil  y seguro,  que  en  el  caso  de 
coincidencias  que  se  consideran  como  constantes  solo  por- 
que se  han  observado  muchos  ejemplos.  La  aplicación  de 
estas  últimas  está  limitado  al  número  total  de  observa- 
ciones. 

El  conocimiento  de  esta  limitación  indujo  al  enunciador 
de  la  ley  de  correlaciones  á llamar  expresamente  la  atención 
de  los  paleontólogos  sobre  la  extensión  en  que  aquella  po- 
dría aplicarse,  como  por  ejemplo,  para  determinar  la  clase, 
mas  no  el  orden,  ó bien  este  último,  pero  no  la  familia,  el 
género,  etc.  Cuvier  emite  no  obstante  la  opinión  de  que 
ciertas  coincidencias  deben  reconocer  una  causa  suficiente, 
y que  una  vez  descubierta  esta  última,  llegarán  á ser  corre- 
laciones, elevándose  á la  categoría  de  una  ley  superior.  Los 
que  se  dedican  al  estudio  de  la  Anatomía  comparada  debe- 


cuanto  al  número,  posición  y tamaño  ofrece  cierta  analogía 
con  la  que  se  observa  en  el  Chrysochlora  aurea;  pero  la 
dentición  corresponde  mejor  á la  del  extinguido  Amphithe- 
rium.  El  principal  interés  que  tiene  el  descubrimiento  del 
Spalacotherium  consiste  en  el  hecho  de  probar  la  existencia 
de  los  mamíferos  entre  el  primitivo  período  oolítico  y el  mas 
antiguo  terciario. 


Fig.  JOS. — MANDIBULA  DEL  SPALACO-  Fig.  /<*?.— MANDIBULA  DEL 
THERIUM  TRICDSPIDENS  TRIGONODON  MORDAX 

rán  fijarse  mucho  en  este  punto,  y los  resultados  que  obten- 
gan contribuirán  sin  duda  á que  se  aprecie  todo  el  valor  de 
la  ley  para  la  interpretación  de  los  restos  fósiles,  tal  como 
la  definió  el  ilustre  fundador  de  la  Paleontología. 

GÉNERO  SPALACOTHERIUM 

El  horizonte  que  cubre  inmediatamente  las  mas  antiguas 
oolitas  en  que  se  descubrieron  restos  de  mamíferos,  forma 
parte  del  terreno  jurásico  mas  moderno  de  Purbeck,  cono- 
cido con  el  nombre  de  capa  margosa ; y han  sido  descritos 
con  el  nombre  de  Spalacotherium  tricuspidens.  El  ejemplar 
elegido  aquí  (fig.  108)  para  dará  conocer  la  especie  consiste 
en  una  porción  de  la  mandíbula  inferior;  la  mitad  posterior 
contiene  cuatro  dientes,  y en  vez  de  presentar  la  estructura 
compuesta  que  esta  parte  de  la  mandíbula  ofrece  en  la  tribu 
de  los  lagartos,  no  está  dividida;  las  coronas  son  largas  y es- 
trechas, y la  parte  interior  se  proyecta  en  una  punta  delante 
y detrás  en  la  parte  exterior.  Cada  uno  de  los  dientes  está 
fijo,  por  una  base  que  se  divide  en  dos  raíces,  en  una  cavi- 
dad bien  marcada  de  la  sustancia  de  la  mandíbula.  La  coro- 
na multicuspidada,  la  raíz  dividida,  su  implantación  compleja, 
y la  estructura  general,  concurren  pues  á demostrar  que  el 
fósil  era  de  mamífero.  Otros  ejemplares  permitieron  ver  que 
el  Spalacotherium  tenia  diez  molares  en  cada  rama  de  la 
mandíbula  inferior,  precedida  de  un  pequeño  canino  é inci- 
sivos. Los  molares  anteriores  son  de  forma  comprimida; 
aumentan  en  altura  y gruesos  hasta  el  sexto,  y desde  el 
séptimo  disminuyen  de  tamaño,  reconociéndose  siempre  la 
condición  general  de  los  molares  de  los  pequeños  mamíferos 
insectívoros.  La  modificación  particular  de  las  puntas,  en 
Tomo  IX 


Fig.  fio.—  MANDIBULA  DEL  PLAGIAULAX  BECCLESII 

Así  la  caliza  oolitica  de  Oxford  como  las  capas  conchífe- 
ras margosas  de  Purbeck  presentan  pruebas  evidentes  de  la 
vida  de  los  insectos,  mas  abundantemente  en  estas  últimas. 
La  asociación  de  los  delicados  invertebrados  con  restos  de 
plantas  afines  de  las  2 amias  y de  las  Cycas,  indica  la  misma 
íntima  dependencia  entre  la  clase  de  los  insectos  y el  reino 
vegetal,  del  que  nos  permite  ver  tan  magníficos  ejemplos 
nuestra  facultad  de  observar  los  fenómenos  de  la  vida  en  la 
actual  superficie  de  la  tierra.  Entre  los  enemigos  de  la  clase 
délos  insectos,  destinados  á evitar  su  excesiva  multiplicación, 
y organizados  para  perseguir  á sus  innumerables  represen- 
tantes en  el  aire,  en  el  agua,  en  la  tierra  y debajo  de  ella,  los 
murciélagos,  los  lagartos  y las  víboras  desempeñan  simultá- 
neamente su  misión  en  las  mas  cálidas  latitudes,  ó en  las 
mismas  localidades;  y por  lo  tanto  no  debe  extrañarse  que 
los  mamíferos  y los  lagartos  cooperasen  de  consuno  en  los 
mismos  parajes  á limitar  el  demasiado  aumento  délos  insec- 
tos durante  el  período  de  la  formación  de  las  capas  inferiores 
de  Purbeck. 

GÉNERO  TRIGONODON 

Trigonodon  mordax. — Se  ha  propuesto  este  nombre  para 
un  pequeño  mamífero  zoófago,  cuya  distinción  genérica  se 
reconoce  en  la  forma  de  las  coronas  de  los  molares  de  la 
mandíbula  inferior  (fig.  109)  que  consiste  en  tres  conos 
casi  iguales  en  la  misma  serie  longitudinal,  siendo  el  del 
centro  muy  poco  mayor  que  los  demás.  El  cóndilo  convexo, 
que  está  debajo  del  nivel  de  los  alvéolos,  es  pedunculado; 
la  depresión  que  marca  la  inserción  del  músculo  temporal 
se  extiende  casi  hasta  el  borde  inferior  de  la  mandíbula. 


Fig.  ///.— MANDÍDULA  DEL  PLAGIAULAX  MI  ÑOR 

Distinguense  vagos  vestigios  de  tres  incisivos  rotos,  y la 
punta  de  un  aparente  canino;  luego  se  ven  restos  de  dos 
raíces  de  un  pequeño  premolar,  y después  la  corona  de  un 
segundo  premolar,  que  presenta  un  cono;  á continuación 
hay  un  gran  premolar;  la  corona  de  este  diente  ofrece  tam- 
bién un  cono,  y el  órgano  está  un  poco  mas  levantado  que 
los  otros,  sin  duda  á causa  de  haber  sido  desalojado  por  los 

68 


PALEONTOLOGIA 


538 


otros  molares,  que  figuran  en  número  detres  presentandolaes- 
tructura  característica  indicada  antes.  Los  tres  conos  pare- 
cen corresponder  á los  tres  medios  ó principales  de  los 
molares  del  Amphilestes  y del  Phascolotherium. 

La  mandíbula  inferior  de  esta  especie,  con  relación  al 
cóndilo  del  borde  inferior,  se  asemeja  mas  á la  del  Phasco 
lotherium  que  á la  del  Amphiterium;  pero  difiere  de  ambas 
por  no  tener  la  misma  curva  gradual  desde  el  cóndilo  á la 
sínfisis,  como  la  primera  de  dichas  especies.  Por  los  caracté- 
res  principales  podemos  deducir  que  el  Triconodon  era  un 
género  del  orden  de  los  marsupiales.  El  ejemplar  fué  descu- 
bierto por  Mr.  Beccles  en  la  misma  formación  de  Purbeck 
en  que  se  halló  el  Spalacotherium. 

GÉNERO  PLAGIAULAX 


El  mas  notable  hallazgo  debido  á Mr.  Beccles,  en  la  mis- 
ma formación,  consiste  en  las  mandíbulas  de  un  mamífero 
que  han  servido  de  base  para  este  género,  del  cual  determi- 
nó dos  especies  el  Dr.  Falconer. 

Plagia ulax  Bccclesii.—  Dos  ejemplares  dieron  á conocer 
la  forma  y proporciones  de  toda  la  mandíbula  de  esta  espe- 
cie (fig.  1 10).  El  diente  mas  anterior  (%),  muy  grande,  afecta 
la  forma  de  canino;  pero  está  implantado  por  una  gruesa 
raíz  en  la  parte  anterior  de  la  mandíbula;  los  tres  dientes 
anteriores  presentan  coronas  cortantes  y comprimidas,  au- 
mentando de  tamaño  desde  el  primero  (2)  hasta  el  terce- 
ro (4);  siguen  después  los  alvéolos  de  dos  dientes  mucho 
mas  pequeños,  que  según  se  ha  visto  en  otros  ejemplares, 
tienen  coronas  tuberculadas  semejantes  á las  de  los  Micro- 
lestes.  El  gran  diente  anterior  del  Plagiaulax  es  apropiado 
para  atravesar,  retener  y matar  la  presa;  y los  siguientes,  co- 
mo los  de  los  carniceros,  se  adaptan  para  cortar  y dividir 
sustancias  blandas.  La  mandíbula  conviene  con  el  carácter 
dentario;  es  corta  en  proporción  á su  altura,  y de  consi- 
guiente sólida,  hallándose  provista  de  un  ancho  coronoides 
(b)  y de  un  gran  músculo  temporal.  El  cóndilo  (c)  es  pedun- 
culado,  como  en  algunos  marsupiales. 

El  ángulo  mandibular  no  presenta  proyección  debajo  del 
cóndilo,  sino  que  se  arquea  ligeramente  hácia  dentro,  como 
se  observa  en  el  tipo  marsupial. 

Plagiaulax  mitior.  — En  esta  especie  se  conserva  el  primer 
premolar  (fig.  1 1 x,  /,  1);  los  demás  (/,  2,  3 y 4)  presentan  la 
misma  forma  y proporciones  que  en  el  P.  Becclesii;  el  pri- 
mer molar  1 m,  1)  tiene  una  ancha  depresión  en  la  superficie 
masticadora,  rodeada  de  tubérculos,  de  los  cuales  hay  tres 
en  el  borde  exterior;  los  marginales  del  segundo  molar  son 
mas  pequeños  y numerosos. 

Por  la  forma  general  y proporciones  del  gran  premolar 
(py  4)  y de  los  molares  sucesivos,  el  Plagiaulax  se  parece 
mas  al  Thy. acoleo,  marsupial  extinguido  mucho  mayor,  pro- 
cedente de  las  capas  terciarias  de  Australia;  pero  los  dientes 
del  Plagiaulax  son  mas  profundamente  acanalados.  El  pre- 
molar comprimido  del  kanguro  rata  tiene  también  estrías; 
pero  afecta  distinta  forma;  la  posición  del  cóndilo,  la  delga- 
dez del  coronoides,  así  como  otros  caractéres  de  la  mandíbula 
inferior  indican  el  régimen  vegetal.  En  el  Thylacoleo,  el 
canino  inferior,  que  se  proyecta  de  la  parte  anterior  de  la 
mandíbula,  se  une  con  la  sínfisis;  el  diente  correspondiente 
del  Plagiauiax  se  asemeja  mas  á él  por  su  figura  y situación 
que  al  incisivo  inferior  del  Hypsiprymnus.  De  este  último 
género  difiere  el  Plagiaulax  por  la  oblicuidad  de  los  surcos 
de  sus  premolares,  y por  tener  solo  dos  verdaderos  molares 
en  vez  de  cuatro  en  cada  rama  de  la  mandíbula,  así  como 
por  el  ángulo  saliente  que  forman  las  superficies  del  molar 
y premolar,  y por  estar  muy  bajo  el  cóndilo. 


Dedúcese  fisiológicamente  de  los  indicados  caractéres  de 
la  mandíbula  inferior  y diente  del  Plagiaulax,  que  este  era 
un  marsupial  carnívoro,  al  que  probablemente  servirian  de 
alimento  los  pequeños  mamíferos  insectívoros  contempo- 
ráneos. 

En  el  Museo  de  Cambridge  hay  un  ejemplar  de  vértebras 
cervicales  anquilosadas  de  un  animal  cetáceo  del  tamaño 
del  Delfín,  pero  que  ofrece  diferencias  específicas  de  todas  las 
especies  fósiles  recientemente  conocidas.  Asegúrase  que  fué 
hallado  en  la  arcilla  parda,  cerca  de  Ely;  pero  por  su  estado 
de  petrificación,  por  su  color  y gravedad  específica  difiere 
tanto  de  los  verdaderos  huesos  de  aquella  formación,  ase- 
mejándose de  tal  modo  á los  fósiles  de  la  arcilla  de  Kim- 
meridge,  que  solo  induce  á creer  que  fué  arrastrado  fuera  de 
aquella  formación. 

En  las  capas  de  la  creta  no  se  ha  encontrado  todavía  res- 
to alguno  de  la  clase  de  los  mamíferos. 


F¿g\  1/2. — CRÁNEO  DEL  PLIOLOPIIUS  VULPICEPS 

Los  ejemplares  de  mamíferos  procedentes  del  terreno  ter- 
ciario mas  antiguo  son  el  Coryphodon  y el  Palaeocyon,  que 
representan  respectivamente  las  modificaciones  de  los  ungu- 
lados (herbívoros)  y de  los  unguiculados  (carnívoros),  en 
una  de  las  secciones  de  la  clase  (Gyrencephala):  sus  restos 
se  hallaron  en  la  arcilla  plástica  y en  la  equivalente  forma- 
ción de  Inglaterra  y Francia. 

GÉNERO  CORYPHODON 

Un  fragmento  de  mandíbula,  provisto  solo  de  un  diente, 
hallado  en  la  costa  de  Essex,  ha  servido  de  base  para  esta- 
blecer el  género ; pero  este  fósil  ha  sido  uno  de  los  que  ofre- 
cieron mas  dudas  al  paleontólogo  su  fundador. 

Un  diente  canino  fósil,  extraído  de  la  arcilla  plástica,  du- 
rante los  trabajos  que  se  practicaban  para  abrir  un  pozo  en 
Camberwell,  cerca  de  Londres,  y que  se  hallaba  á ciento 
sesenta  piés  de  profundidad,  corresponde  por  su  dimensión 
(cerca  de  tres  pulgadas  de  largo)  á un  gran  cuadrúpedo. 
Atendido  el  grosor  y la  brevedad  de  su  corona  cónica,  no 
debió  ser  de  un  mamífero  carnívoro,  sino  de  pezuña,  aseme- 
jándose mucho  aquella  por  la  forma  á la  del  canino  de  algu- 
nos corpulentos  mamíferos  tapiroidéos  ya  extinguidos,  que 
Cuvier  atribuyó  á su  género  Lophiodon.  Después  se  ha  de- 
mostrado que  dicho  diente  fósil  pertenece  al  Coryphodon. 

El  último  molar  mas  bajo  del  Lophiodon  tiene  tres  lóbu- 
los; el  molar  correspondiente  al  Coryphodon  se  asemeja  al 
del  Tapir  por  la  ausencia  del  tercero  de  aquellos,  presen- 
tando dos  divisiones  en  forma  de  surcos  transversales  ó 
eminencias;  la  del  frente  es  la  mayor,  y tiene  su  borde  casi 
entero;  desde  la  extremidad  exterior  de  cada  división  se 
continúa  una  prominencia  oblicuamente;  la  anterior  se  extien- 
de hasta  el  ángulo  antero-interno  de  la  base  de  la  corona,  y 
la  posterior  termina  en  el  centro  del  espacio  que  hay  entre 


MAMÍFEROS 


539 


las  dos  principales  divisiones  del  centro  de  aquella;  la  pro- 
• • • 

minencia  posterior  presenta  tres  puntas,  carácter  que  ha  ser- 
vido para  adoptar  el  nombre  genérico  de  Coryphodon 
Algunos  lofiodontoides  fósiles  de  la  arcilla  plástica  de 
Meudon,  en  Francia,  pertenecen  al  género  Coryphodon.  Cu- 
vier  asegura  que  se  encontró  un  esqueleto  entero,  que  indi- 
caba un  animal  tan  grande  como  un  toro;  pero  un  molar 
inferior  hallado  en  Harwich,  y uno  superior  descubierto  en 
Soissons,  revelan  que  su  tamaño  seria  al  menos  doble  que 
el  del  Tapir  americano. 


relativas  de  las  partes  de  la  rama  ascendente.  Por  la  figura 
de  la  mandíbula,  el  pliolophus  se  parece  al  tapir,  entre  los 
mamíferos  existentes,  y al  paleoterio  entre  los  extinguidos. 
Así  como  en  las  mas  de  las  especies  de  los  cuadrúpedos  del 
eoceno  descubiertos  hasta  aquí,  el  pliolophus  ofrece  el  tipo 
dentario  que  se  indica  á continuación : 


Fíg.  113 DIENTES  CAEDJZOS  Y PERMANENTES  DE  LA  MANDÍBULA 

SUPERIOR  DEL  HYRAX 

El  profesor  Herbert  ha  descrito  hace  poco  varios  dientes 
y huesos  hallados  en  los  mas  antiguos  depósitos  del  eoceno 
en  Francia,  restos  que  atribuye  á unas  pequeñas  especies  del 
género  Loriphodon ; el  último  molar  es  idéntico  por  su  forma 
al  diente  de  la  arcilla  plástica  de  Essex,  que  sirvió  de  base 
primeramente  para  fundar  el  género. 

GÉNERO  PLIOLOPHUS 

El  ejemplar  mas  completo  de  un  mamífero  fósil  de  la 
arcilla  de  Londres  es  el  Pliolophus  vulpiceps:  aunque  her- 
bívoro de  pezuña,  está  provisto  de  un  aparato  dentario  que 
no  nos  ofrece  ninguna  especie  existente  de  mamífero. 

Los  caractéres  del  cráneo  (fig.  1 1 2)  determinan  que  la 
especie  era  de  pezuña,  indicando  afinidades  con  los  periso- 
dáctilos, ó sea  el  orden  de  ungulados  que  tienen  muchos 
dedos.  La  extensión  y bien  definidos  límites  de  las  fosas  tem- 
porales por  las  prominencias  occipital  (3),  parietal  (7)  y post- 
frontal, y su  libre  comunicación  con  las  órbitas,  suministran 
casi  un  carácter  de  animal  carnívoro  á esta  parte  del  cráneo; 
pero  á la  manera  de  lo  que  se  observa  en  el  cerdo,  la  mayor 
expansión  cerebral  está  en  el  centro  y hacia  la  parte  anterior 
de  las  fosas,  con  una  contracción  hácia  el  occipucio.  Los 
arcos  cigomáticos  no  se  ensanchan  exteriormente  tanto  co- 
mo en  ios  carniceros.  En  esta  parte  de  la  estructura  cranea- 
na, el  Pliolophus  se  parece  al  Paleoterio  mas  que  á los  ma- 
míferos existentes;  pero  los  huesos  post-frontales  son  mas 
largos  y se  inclinan  mas  hácia  atrás.  La  órbita  no  está  tan 
baja  como  en  el  paleoterio,  el  tapir  y el  rinoceronte,  ni  tan 
alta  como  en  el  hyrax  ó el  sus.  El  contorno  recto  y superior 
del  cráneo  (7  á 15)  se  asemeja  al  de  los  équidos,  y difiere 
del  contorno  convexo  de  la  misma  parte  en  el  anoploterio  y 
paleoterio.  El  tamaño  del  orificio  antorbital  (a)  no  indica  un 
desusado  desarrollo  del  hocico  ó del  labio  superior.  En  la 
conformación  de  la  abertura  nasal  por  cuatro  huesos  (dos 
nasales,  15,  y dos  premaxilares,  22),  el  pliolofo  se  asemeja 
al  caballo,  al  hirax  y al  anaploterio,  difiriendo  del  rinoceron- 
te, del  tapir  y del  paleoterio,  cuyos  maxilares,  así  como  los 
nasales  y premaxilares,  entran  en  la  formación  de  la  fosa  na- 
sal huesosa  externa. 

El  carácter  de  ungulado  y herbívoro  que  ofrece  el  pliolo- 
phus se  indica  mas  marcadamente  por  las  modificaciones 
de  la  mandíbula  inferior,  y sobre  todo  por  las  dimensiones 


.3-3 
1 33  ’ 


i-i 
1-1 » 


4-4 

4-4’ 


m 


33 


3 3 


= 44 


Estos  símbolos  significan  que  hay  tres  incisivos,  un  canino, 
cuatro  premolares  y tres  molares  á cada  lado  de  las  mandí- 
bulas superior  é inferior,  formando  un  total  de  44  dientes. 
Los  incisivos  son  los  dientes  implantados  en  los  huesos 
premaxilares  (fig.  112,  22)  y en  la  extremidad  opuesta  de 
la  mandíbula;  el  canino  es  el  diente  que  hay  en  el  maxilar 
(21),  mas  cerca  de  la  sutura  con  el  22  y suele  ser  largo  y 
puntiagudo;  los  premolares  son  los  dientes  que  hay  en  la 
parte  anterior  de  la  serie  masticadora  (fig.  113,  /,  1,  2,  3,  4), 
así  como  los  molares  se  hallan  en  la  posterior.  En  todos  los 
mamíferos  no  marsupiales  que  tienen  dos  series  de  dientes, 
los  que  se  mudan  y los  permanentes,  el  total  no  excede  del 
número  indicado;  pero  solo  en  uno  ó dos  géneros,  sus  y 
gimnura,  aparecen  completos.  Así,  por  ejemplo,  en  el  hyrax 
faltan  los  caninos,  y no  hay  sino  un  incisivo  en  cada  pre- 
maxilar, aunque  de  gran  tamaño.  En  los  elefantes,  el  incisivo 
se  convierte  en  colmillo;  en  el  tapir  falta  el  primer  premolar; 
entre  las  especies  existentes  se  notan  otras  modificaciones, 
debidas  sobre  todo  á la  falta  de  número;  pero  en  los  mas 
primitivos  mamíferos  placentales,  el  tipo  dentario,  tal  como 
se  formula  en  el  pliolophus,  era  la  regla,  y se  ha  manifestado 
del  modo  siguiente: 


GÉNEROS 


FORMACIONES 


Paleocyon Arenas  de  Bracheux  (terciario  ó 

algo  mas  antiguo). 

Coryphodon Arcilla  plástica  (terciario  inferior). 

Pachynolophus Caliza  basta  media. 

Lophioterium Margas  lacustres  de  Alais  (Gard). 

Pliolophus Arcilla  de  Londres. 

Hyracotherium Idem  de  idem. 

Paleotherium Idem  de  París. 

Anaplotherium Idem  de  idem. 

Anchiterium Lignitos  de  la  Debruge. 

Dichobune Binstead. 

Xiphodon Lignitos  de  la  Debruge. 

Dichodon Hordwell. 

Microtherium Margas  calizas  lacustres  de  Puy  de 

Dome. 

Amphitragulus Margas  lacustres  de  Velay. 

Amphymerix Lignitos  de  Dubrege. 

Dorcatherium Mioceno  de  Eppelsheim. 

Chalicotherium Idem  de  idem 

Aphelotherium Margas  calizas  de  Barthelemy. 

Anthracotherium..  . . Idem  miocenas  de  Moissac. 

Hyopotamus Binstead  y Hordwell. 

Anchilophus Caliza  basta  de  Batignolles. 

Bothriodon Mioceno  de  Moissac. 

Paleocherus Caliza  lacustre  de  Cournon. 

Cheropotamus Yeso  de  París. 

Cheromorus Caliza  lacustre  de  Sansan. 

Proebotherium Eoceno  del  N.  América. 

Hippohyus Mioceno  de  Sewalik  Hills. 

Hippotherium Idem  de  Eppelsheim. 

Hipparion Margas  fluviátiles  de  Cucuron. 


540 


PALEONTOLOGIA 


fig.  JIÓ. — VERDADE- 
RO MOLAR  DE  LA 
MANDIBULA  INFE. 
RIOR  DEL  STEREOG. 
NATUS  OOLITICÜS 


g.  JJjf. — VERDADEROS  rtg • //J VERDA- 

MOLARES  DE  LA  MAN-  MOLARES  DE  LA 
DI Bl'LA SUPERIOR  DEL  M ANDI  BULA  1 NFE- 
PLIOLOI'H l'S  RIOR  DEL  PLIO- 

L0P1IUS 


Hetorchys Mioceno  de  Sewalik  Hills. 

Entelodon Lignitos  del  Soissonais. 

Hycnodon Eoceno  superior  de  Gard. 

Pterodon Lignitos  de  Debruge. 

Arctocyon Eoceno  inferior  de  Vere. 

Galethylax Yeso  de  París. 

Amphicyon Mioceno  de  Sansan. 

Cherotherium Idem  del  Bourbonnais. 

Khagatherium Eoceno  de  Mauremont  (Suiza). 

Los  incisivos  del  Pliolophus  son  pequeños  (fig.  1 1 2,  /);  los 
caninos^,  de  regular  longitud,  están  separados  por  un 
hueso  de  los  incisivos  exteriores,  y por  otro  intervalo  mas  pro 
longado  de  los  primeros  premolares  p,  1.  Los  dientes  masti- 
cadores  aumentan  de  tamaño  hasta  el  último  molar,  m,  3,  de 
la  mandíbula  inferior,  que  tiene  tres  lóbulos. 

in  uniAii'W 


■m  / 


ulos. 

FLAMMAM 

ITATIS 


En  el  último  premolar  de  la  mandíbula  superior  (figu- 
ra 114,  p,  4)  los  dos  conos  anteriores  se  asemejan  á los  de 
los  verdaderos  molares,  pero  la  corona  es  triangular. 

El  primer  molar  ( m,  1 ) presenta  cuatro  gruesos  conos, 
dos  internos  y dos  externos;  el  segundo  (///,  *2)  es  semejante, 
pero  algo  mayor  que  el  primero;  el  tercer  molar  es  mas  es- 
trecho por  detrás  que  el  ///,  2. 

El  último  premolar  inferior  (fig.  r 15,  /,  4),  la  división  y exteriores i)  é interiores  |WJ,-  ía división anterior por  la 

11  J -.1  1 . L . . 1 — > ^ 1 , J . . a y-v  M ^ ..i.  * 


desarrollo  del  lóbulo  anterior  produce  dos  conos,  uno  exter 
no  ( a ) y otro  interno^;  el  lóbulo  posterior  (c)  presenta  el 
rudimento  de  un  segundo  cono  interno  ( d ). 

El  primer  molar  inferior  (fig.  1 15,  m,  1)  tiene  dos  lóbulos 
anteriores  y otros  dos  posteriores,  con  un  surco  oblicuo.  El 
segundo  molar  (///,  2)  indica  un  aumento  de  tamaño;  pero 
su  mas  interesante  modificación  es  el  desarrollo  de  un  tubér- 
culo (<r)  entre  los  dos  lóbulos  anteriores,  formando  tres  conos 
en  la  misma  línea  trasversa,  y repitiendo  asi  el  carácter  del 
molar  del  Stereognathus  (fig.  116,  <).  La  dentición  mas  se- 
mejante á la  que  acabamos  de  indicar  era  la  del  extinguido 
Hyracotherium,  otro  fósil  de  la  arcilla  de  Londres. 


ra  mas  sencilla,  con  la  corona  comprimida  y formando  dos 
conos.  En  resúmen,  una  estructura  cuyo  tipo  nos  ofrece 
solo  el  primero  de  los  tres  premolares  en  el  género  Tapir. 

Pasaron  algunos  años  antes  que  Cuvier  pudiese  obtener 
clara  evidencia  de  la  estructura  de  los  molares  superiores 
de  este  nuevo  mamífero  fósil.  Los  dientes  desprendidos  que 
se  obtuvieron  en  las  formaciones  de  Issel  fueron  atribuidos, 
en  vista  de  la  diferencia  que  ofrecían  con  el  tipo  de  los  mo- 
lares superiores  del  tapir,  al  género  Rinoceronte,  hecho  que 
indica  las  afinidades  del  Lophiondon  en  la  serie  de  los 
Perisodáctilos.  Además  de  la  forma,  los  molares  superiores 
de  aquel  difieren,  como  los  inferiores,  comparados  con  los 
del  tapir,  por  la  mayor  sencillez  de  los  dos  últimos  premola- 
res; estos  dientes  tienen  en  el  Lophiodon  un  cono  sencillo 
en  el  lado  interno,  al  paso  que  en  el  tapir  presentan  dos. 
Por  las  modificaciones  de  estos  dientes,  el  Lophiodon  indica 
el  tránsito  al  tipo  del  Rinoceronte,  constituyendo  el  Paleo- 
terio  el  grado  siguiente. 

GÉNERO  PAL JE0THER1UM 

Este  extinguido  género  de  cuadrúpedos  fué  restaurado 
por  Cuvier,  merced  á una  serie  de  admirables  inducciones, 
confirmadas  últimamente  por  el  descubrimiento  de  un  es- 
queleto casi  entero.  Los  fósiles  se  han  encontrado  casi  todos 
en  la  formación  del  eoceno  superior  de  Montmartre  y otros 
puntos  de  Francia.  Aunquelos  molares  del  Paleoterio  (fig.  1 1 7) 
se  asemejan  por  la  forma  á los  del  Rinoceronte,  todo  el  apa- 
rato dentario  conviene  con  el  del  Pliolophus  por  el  número 
y la  disposición  general  de  los  dientes.  El  cráneo  presenta 
indicaciones  de  que  el  animal  tenia  un  hocico  corto  y flexi- 
ble; en  cada  pié  se  contaban  tres  dedos,  terminados  por  una 
pezuña,  siendo  mayor  el  del  centro;  el  fémur  presentaba  un 
tercer  trocánter,  contándose  veintiuna  vértebras  dorso-lumba- 
res. \ arias  especies  de  paleoterio  indican  un  tamaño  que 
varia  desde  el  del  carnero  al  del  caballo.  La  figura  1 1 7 re- 
presenta la  superficie  masticadora  de  un  molar  superior  de 
esta  especie;  la  corona  está  dividida  en  su  parte  anterior 
(Á  ¿i  d)  y posterior  (f  a , c ) por  una  hendidura  fe),  que  se 
continúa  desde  cerca  del  centro  de  la  superficie  interior  de 
la  corona.  Cada  una  se  subdivide  parcialmente  en  lóbulos 


expansión  terminal  (i)  déla  hendidura  f^yla  posterior 

por  la  (g).  Los  lóbulos  c y d están  bordeados  en  su  base  por 
un  surco. 

La  formula  dentaria  del  Paleoterio  se  puede  expresar  del 
modo  siguiente: 


Los  caninos  son  mas  largos  que  los  otros  dientes,  y hay 
por  lo  tanto  huecos  en  la  serie  para  que  encajen  las  coronas 
de  los  primeros  cuando  la  boca  está  cerrada. 


GÉNERO  LOPHIODON 

En  el  año  1800  anunció  Cuvier  por  primera  vez,  el  descu- 
brimiento de  los  restos  íósiles  de  un  cuadrúpedo  afine  al 
tapir  y de  análogas  dimensiones,  procedente  de  los  depósitos 
lacustres  de  la  Montaña  Negra,  cerca  de  Issel,  en  el  Langue- 
doc.  El  incisivo  externo  de  la  mandíbula  inferior  era  mas 
corto,  para  dejar  sitio  al  correspondiente  de  la  mandíbula 
superior,  que  era  mas  largo,  como  se  observa  en  el  tapir; 
los  caninos  ofrecian  el  mismo  desarrollo  proporcional;  pero 
los  tres  premolares  de  la  mandíbula  inferior  eran  de  estructu- 


,  .. . i . C ''vX’TTj  s 

l.a  formula  dentaria  de  este  género  es  la  misma  que 


. ' — — o — — — *—  V.H  el 

Paleoterio  y el  Dichodon  (fig.  1 19);  ni  el  canino  ni  nin&vx.» 

otro  diente  se  elevan  sobre  la  superficie  general;  la  de  los 
molares  se  parece  algo  al  tipo  que  vemos  en  el  rumiante; 
en  la  mandíbula  superior  está  dividida  la  corona  en  dos 
partes;  la  anterior  está  separada  de  la  posterior  por  un  espa- 
cio;  otro  semejante  forma  una  depresión  encorvada  encada 
división;  y á la  entrada  de  dicho  espacio  hay  un  gran  tu- 
bérculo. 


MAMÍFEROS 


541 


El  Anoploterio  (fig.  118)  tenia  formas  mas  graciosas  que 
el  Paleoterio;  sus  extremidades  terminaban  en  dos  dedos,  y la 
última  falange  estaba  envuelta  en  una  pezuña.  La  especie 
restaurada  (fig  118)  venia  á ser  del  tamaño  del  corzo,  con 
una  cola  larga  y fuerte;  sus  costumbres  eran  probablemente 
acuáticas.  Algunas  especies  de  Anoploteroideos,  mas  peque- 
ñas y delicadas,  procedentes  del  eoceno  superior,  hánse 
atribuido  á géneros  distintos  por  los  modernos  paleontólogos. 


Fig.  117.— MOLAR  SUTERIOR  DEL  PAL/EOTHERIl’.V  MAGNUM 

Las  investigaciones  que  hizo  Cuvier  para  restaurar  el  Paleo- 
terio y Anoploterio  son  seguramente  las  mas  instructivas 
para  el  estudio  de  la  ciencia. 

GÉNERO  D1CHODON 

Las  capas  del  eoceno  superior  de  Hampshire  contienen 
restos  de  una  forma  extinguida  de  cuadrúpedo  artiodáctilo 
de  pezuña,  muy  interesante  por  ser  de  tránsito  entre  los 
Anoploteroidéos  y los  verdaderos  1 undantes.  Como  en  el 
Anoploterio,  las  series  dentarias  son  continuas  ó sin  interrup- 
ción, carácter  que  solo  se  manifiesta  en  el  hombre  entre  los 
mamíferos  existentes;  las  coronas  de  los  dientes  del  Dicho- 
don  son  todas  casi  de  la  misma  altura  que  en  la  especie 
humana;  á cada  lado  de  las  mandíbulas  superior  é inferior 
del  Dichodon  (fig.  119)  hay  tres  incisivos  (/,  1,  2,  3),  un 
canino  (c),  premolares  (/,  1,  2,  3,  4)  y tres  verdaderos  mo 
lares  (w,  1,  2,  3),  componiendo  entre  todos  un  total  de 
cuarenta  y cuatro  dientes,  que  constituyen  el  tipo  dentario 
del  Diphiodon,  que  presentan  tantos  géneros  de  mamíferos 
al  aparecer  por  vez  primera  en  el  horizonte  eoceno.  Se  for- 
muló del  modo  siguiente: 


i-ii,  c— 


33 


I-I 


4 4 33 

> P— » m 


4 4 


33 


44. 


extiende  á través  de  toda  la  anchura  del  diente,  cruzándose 
en  ángulos  rectos  el  marcado  con  las  letras  (g  i). 

La  extinguida  especie  que  presenta  los  citados  caractéres, 
y en  la  cual  se  fundó  el  género,  tenia  casi  el  tamaño  de  un 
corzo,  habiéndose  designado  con  el  nombre  de  Dichodon 
cuspidatus,  por  referencia  al  número  de  agudas  puntas  de  los 
molares  no  desgastados.  El  aparato  dentario  indica  que  el  ali- 
mento de  la  especie  debia  ser  particular,  y acaso  no  exclusiva- 
mente vegetal. 

En  la  misma  formación  del  eoceno  superior  de  Hampshire 
se  han  encontrado  buenos  ejemplares  de  algunos  individuos 
mas  pequeños  de  la  extinguida  familia  de  los  Anoplote- 
roideos. 

GÉNERO  XIPHODON 

Cuvier  indicó  este  género  y propuso  el  nombre,  para  un 
pequeño  y delicado  anoploterio  de  formas  prolongadas,  lla- 
mándole primeramente  Anoplolherium  mediun;  pero  des- 
pués cambió  esta  denominación  por  la  de  Anoplotherium 
gracile. 

La  distinción  indicada  por  Cuvier  se  acepta  hoy  dia  por 
los  paleontólogos  como  genérica.  Mr.  Gervais  agregó  otra 
especie  con  el  nombre  de  Xiphodon  Geylensis.  La  fórmula 
dentaria  de  la  especie  típica  es  la  siguiente: 


D 


3J_ 

3 3 


i-i 

c » 

i-i 


44- . » 44 

44  3-3 


Los  dientes  están  dispuestos  en  series  continuas  en  am- 
bas mandíbulas:  los  caninos  y los  tres  primeros  premolares 
tienen  las  coronas  mas  anchas  transversalmente,  siendo  mas 
cortantes  que  en  el  tipo  anoploterio,  de  cuyo  carácter  se  ha 
derivado  el  nombre  de  xiphodon,  ó diente  espada.  Los  piés 
son  didáctilos,  con  metacarpos  y metatarsos  distintos;  la  cola 
corta;  los  verdaderos  molares  inferiores  presentan  dos  pares 
de  lóbulos  con  la  convexidad  vuelta  hácia  fuera.  El  género 
era  afine  al  Dichodon. 

GÉNERO  DICHOBUNE 

Este  género,  propuesto  por  Cuvier  en  la  segunda  edición 
de  su  obra  sobre  los  huesos  fósiles  para  el  Anoplotherium 


Desde  el  primer  incisivo  al  tercer  premolar,  los  dientes 
tienen  una  corona  mas  ó menos  cortante;  en  el  primer  pre- 
molar ( p 1),  en  el  segundo  (p  2,)  y en  el  tercero  (p  3),  la 
corona  se  extiende  mucho  de  delante  atrás,  presentando  tres 
puntas  que  se  desarrollan  mas  progresivamente;  el  cuarto 
premolar  (p  4)  tiene  la  corona  mas  corta,  y en  los  molares 
superiores  propiamente  dichos  (ni,  1,  2,  3)  se  ven  dos  pares 
de  puntas  muy  agudas;  las  coronas  de  los  molares  inferiores 
(ni,  1,  2,  3)  son  tan  complejas  como  las  de  los  otros;  pero 
las  puntas  básales  (a,b,e,  e)  se  desarrollan  desde  el  lado  inte- 
rior de  la  corona  y no  desde  el  exterior.  En  la  parte  superior 
de  la  figura  119  se  indica  el  lado  exterior  de  los  verdaderos 
molares,  del  último  premolar,  del  canino  y de  los  incisivos.  Al 
hacer  lacomparacion  con  el  molar  del  Anaploterio  se  observa 
que  los  lóbulos  exteriores  (a,  b ) que  presenta  el  del  Dichodon 
(fig.  120)  son  mas  gruesos  y agudos;  los  interiores  (c  d)  ofre- 
cen igual  desarrollo  que  los  exteriores.  El  espacio  (m)  se 


//<?.— AXOPLOTER1UM  COMVUNE 


minus,  es  muy  afine  al  Xiphodon.  La  fórmula  dentaria  es  la 
misma,  solo  que  existe  un  ligero  intervalo  entre  el  canino  y 
el  primer  premolar  en  ambas  mandíbulas;  los  tres  primeros 
premolares  son  muy  comprimidos  y cortantes,  pero  menos 
prolongados  que  en  el  Xiphodon.  Además  de  los  dos  dedos 
normalmente  desarrollados  en  cada  pié,  puede  haber  algu- 
nas veces  uno  ó dos  suplementarios. 


542 


PALEONTOLOGIA 


APARATO  DENTARIO  D 


Una  especie  de  este  género  (Dichobune  ovina),  fué  fun- 
dada por  Mr.  Owen  sobre  una  mandíbula  inferior  casi  ente- 
ra, con  las  series  dentarias  permanentes.  Es  del  eoceno  su- 
perior de  Hampshire. 

GÉNERO  MICROTHERIUM 

En  el  Museo  Británico  existen  cráneos  enteros  del  Mi- 
crotherium,  procedentes  de  las  margas  lacustres  calizas  de 
Puy-de-Dome:  obsérvase  en  ellos  que  la  división  p( 


de  los  verdaderos  molares  superiores  presenta  una  tercera 
punta.  El  Microtherium  no  era  de  mayor  tamaño  que  el  de 
los  delicados  cervatillos  de  la  India;  pero  diferia  de  los  ver- 
daderos rumiantes  de  la  actualidad,  ofreciendo  el  tipo  mas 
general  del  mamífero  por  las  series  completas  de  incisivos. 

La  afinidad  de  los  microterios  con  los  cervatillos  es  no 
obstante  muy  íntima : si  se  trasladase  la  fuerza  formativa  de 
los  pequeños  incisivos  superiores  á los  caninos  contiguos, 
quedaría  efectuado  el  tránsito.  El  estómago  del  rumiante  se 
simplifica  en  el  tragulus  por  la  supresión  del  tercer  saco;  el 


DICH 


DON 


CUS 


IDA 


TU 


estómago  de  los  pequeños  anoploterios,  aunque  conservan! 
cierto  grado  de  complexidad,  podía  haber  sido  mas  sencillo. 
Las  gradaciones  de  la  dentición  que  presentan  las  citadas 
extinguidas  especies,  confirman  el  carácter  artificial  del  or- 
den de  los  rumiantes  de  los  modernos  sistemas,  y el  natural 
del  mas  considerable  grupo  que  se  ha  propuesto  designar 
con  el  nombre  de  artiodáctilos. 

GÉNERO  IIV/ENODON 

Con  los  delicados  y bonitos  herbívoros  de  los  períodos 
eoceno  superior  é inferior  coexistían  cuadr ú pedos  carnívoros, 
que  á juzgar  por  el  carácter  de  sus  afilados  y agudos  caninos, 
eran  mas  fieros  y temibles  que  nuestros  modernos  tigres  y 
lobos.  De  estos  extinguidos  carniceros,  una  especie  del  no- 
table género  hyasnodon,  de  tamaño  semejante  al  del  leopar- 
do, ha  dejado  sus  restos  en  el  eoceno  superior  de  Horwell. 
1.a  figura  1 2 1 representa  la  dentición  de  la  mandíbula  infe- 
rior de  otra  especie  del  mismo  género  hallada  en  las  capas 
miocenas  de  Alais  y Debruge,  en  Francia.  Los  caninos  (///, 
L 2,  3 ) en  vez  de  figurar  en  número  de  uno  en  cada  rama 
de  la  mandíbula,  como  en  los  felinos  modernos,  ascendían 
á tres,  adaptados  igualmente,  por  su  forma  cortante,  para 
funcionar  como  navajas  sobre  los  dientes  de  la  mandíbula 
superior,  en  el  acto  de  cortar  la  carne.  Después  de  los  pe- 
queños incisivos  había  un  par  de  grandes  caninos  prensiles 
(c)  seguidos  de  cuatro  premolares  comprimidos  y puntiagu- 
dos á cada  lado  (/,  i,  2,  3,  4):  el  tipo  dentario  es  el  mismo 
de  la  fórmula  ya  indicada. 

GÉNERO  AMPHICYON 

Con  el  predecesor  de  los  digitígrados  carnívoros  se  encon- 
traba asociado  un  representante  de  la  familia  de  los  plantí- 
grados:  era  una  gran  especie  extinguida,  cuyos  molares  tu- 
berculosos se  asemejaban  á los  del  oso;  pero  conservando  el 


Fig-  120. MOLAR  SUPERIOR 
DEL  DICHODON 


tipo  perfecto  de  la  dentición  difiodontida.  La  figura  122 
representa  los  dientes  de  un  lado  de  la  mandíbula  superior  * 
del  Araphicyon  giganteus.  El  primero  y segundo  molar 
(1  ni  y 2)  ofrecen  cada  cual  dos  tubérculos  en  la  parte  exte- 
rior, y uno  en  la  interior;  el  último  molar  tuberculoso  (m  3) 
s muy  pequeño.  Los  restos  fósiles  de  este  género  se  encon- 
_.aron  principalmente  en  los  depósitos  del  mioceno  en  San- 
sans,  en  el  sur  de  Francia. 

Cuvier  fué  quien  primero  obtuvo  pruebas  de  la  abundan- 
cia de  mamíferos  del  continente  eoceno,  en  los  restos  fosili- 


zados de  los  depósitos  que  rellenan  la  enorme  excavación  de 
la  creta  de  París;  pero  las  formas  que  el  gran  anatómico  res- 
tauró eran  todas  nuevas  y extrañas,  específica,  y las  mas 
genéricamente  distintas  de  las  de  todos  los  cuadrúpedos  cono- 
cidos que  ahora  existen.  Por  estas  restauraciones  llegó  á 
conocer  primero  aquel  célebre  naturalista  el  Anoploterio 
acuático  de  pezuñas,  así  como  sus  graciosos  congéneres  los 
Dichobunes  y el  Xiphodon,  juntamente  con  los  grandes  pa- 
leotherium  que  podrían  compararse  á un  Rinoceronte  sin 
cuernos,  el  Lophiodon  tapiroideo,  el  Chseropotamus,  y otros 
muchos  géneros  y especies  de  mamíferos. 

El  Oposum  de  Montmartre  (Didelphis  Gypsorum)  fué’ 
casi  la  única  excepción  que  ofreció  la  distribución  genérica 
entre  estas  formas  eocenas  y las  modernas;  descubrimiento' 


MAMÍFEROS 


543 


* 


4 


tanto  mas  notable,  cuanto  que  todas  las  especies  existentes 
conocidas  de  este  género  marsupial  están  confinadas  ahora 
en  América.  Parece  que  un  oposum  estuvo  asociado  con  el 
Hyracotherium  en  la  formación  eocena  de  Suffolk,  donde 
también  se  descubrió  un  animal  con  colmillos  semejantes  á 
los  caninos  del  Chseropotamus,  y varios  restos  de  un  mono 
(Eopithecus).  Por  lo  que  hace  al  Didelphis  Gypsorum,  sus 
relaciones  genéricas  se  deducen  de  caractéres  de  la  mandí- 
bula inferior  y de  los  dientes;  pero  estos  se  hallaban  asocia- 


Ftg.  122. — MANDIBULA  SUPERIOR  DEL  HY/ENODON 


dos  con  otras  partes  del  esqueleto  en  la  misma  piedra. 
Cuando  Cuvier  manifestó  su  convencimiento  de  que  el  fósil 
era  de  la  naturaleza  del  Oposum,  á juzgar  por  las  partes 
examinadas  primeramente,  sus  contemporáneos  científicos 
no  le  dieron  crédito,  pero  no  tardó  en  demostrarles  la  exac- 
titud de  su  aserto.  En  la  piedra  que  contenia  la  mandíbula 
y los  dientes  quedó  al  descubierto  el  contorno  de  la  parte 
posterior  de  la  pelvis,  hallándose  la  anterior  enterrada  en 
ella;  pero  valiéndose  Cuvier  hábilmente  de  sus  medios  de 
exploración,  sacó  á luz  dicha  parte,  con  dos  huesos  marsu- 
piales (fig.  123  a a)  en  su  posición  natural.  De  este  modo 
demostró  que  en  los  depósitos  de  agua  dulce  había  perma- 
necido enterrado,  endureciéndose  con  el  trascurso  de  los 
siglos  en  la  caliza  de  construcción  de  París,  un  animal  cuyo 
género  es  ahora  propio  de  América.  No  deja  de  ser  curioso 
tampoco  observar  que  el  Peccari,  el  animal  existente  mas 
afine  al  antiguo  Chseropotamus,  es  asimismo,  como  el  Opo- 
sum, peculiar  de  América;  y que  dos  especies  de  tapir,  las 
mas  análogas  entre  las  existentes,  al  Lophiodon  y al  Paleo- 
therium,  existen  en  el  sur  de  aquel  país. 

Los  depósitos  marinos  de  la  época  miocena  presentan  los 
restos  de  géneros  extinguidos  de  delfines  (Ziphius  y Dioplo- 
don),  y de  ballenas  (Balaenodon).  Varios  dientes  petrificados 
de  cetáceo,  y huesos  del  oido  llamados  Cetatolitos  (fig.  124), 
fueron  arrastrados  desde  el  primitivo  yacimiento  ai  crag  rojo 
de  Suffolk.  Estos  fósiles  pertenecen  á especies  distintas  de 
todos  los  cetáceos  conocidos  hoy  dia,  y que  probablemente 
como  algunos  cuadrúpedos  contemporáneos,  presentaban 
caractéres  cuyo  desarrollo  es  embrionario  y transitorio  en  los 
mamíferos  afines  de  la  actualidad.  Los  dientes  de  estos  ce- 
táceos fueron  descritos  en  1840,  y los  huesos  de  los  oidos 
en  1S43.  El  inmenso  número  de  estos  fósiles,  que  tienen 
gran  cantidad  de  fosfato  de  cal,  inclinó  el  ánimo  del  profe- 
sor Henslow  á llamar  la  atención  de  los  químicos  agriculto- 
res sobre  el  crag  rojo,  asegurándoles  que  era  un  depósito  de 
riquísimo  abono.  En  efecto,  desde  aquella  época  ha  produ- 
cido una  gran  cantidad  que  importaba  miles  delibras  anual- 
mente. El  crag  rojo  se  encuentra  en  masas  desde  Walton- 
on-Naze,  en  Essex,  hasta  Aldbro,  en  Suffolk,  y se  extiende 
desde  la  costa  en  un  espacio  de  cinco  á quince  millas  tierra 
adentro;  el  espesor  de  la  formación  es  de  diez  pies  por  lo 
general;  pero  en  algunos  sitios  llega  á cuarenta. 

Los  conocimientos  que  tenemos  de  la  progresión  de  la 


vida  de  los  mamíferos  durante  el  período  mioceno  se  deri- 
van principalmente  de  los  fósiles  continentales.  Estos  nos 
enseñan  que  una  ó dos  de  las  formas  genéricas  mas  comunes 
en  el  terreno  terciario  mas  antiguo  vagaban  aun  por  la  tier- 
ra; pero  que  el  resto  de  los  mamíferos  del  eoceno  habían 
sido  reemplazados  por  nuevas  formas,  algunas  de  las  cuales 
presentan  caractéres  intermedios  entre  las  de  los  géneros  del 
eoceno  y del  plioceno.  El  Dinoterio  y el  Mastodonte,  por 
ejemplo,  acortan  la  distancia  que  media  entre  el  Lophiodon 
y el  Elefante;  el  Antracotherium  y el  Hippoligus,  la  que  hay 
entre  el  Chreropotamus  y el  Hippopotamus;  el  Acerothe- 
rium  era  el  eslabón  que  unia  al  Paleotherium  con  el  Rino- 
ceronte; y el  Hippotherium  constituía  el  tránsito  del  Palo- 
plotherium  al  Caballo. 

Una  de  las  mas  extraordinarias  formas  extinguidas  del 
orden  de  los  cetáceos  fué  restaurada  á favor  de  unos  restos 
fósiles  descubiertos  en  las  formaciones  del  período  mioceno 
en  Europa  y la  América  del  Norte.  Los  dientes  de  esta  ba- 
llena carnívora,  para  la  cual  parece  ahora  generalmente 
aceptado  el  nombre  de  Zeuglodon,  fueron  primeramente 
descritos  y figurados  por  el  paleontólogo  Scilla  en  su  obra 
titulada  De  Cofporibus  Marinis , y desde  entonces  han  sido 
objeto  de  diversas  interpretaciones.  Los  restos  se  hallaron 
en  el  terreno  mioceno  de  Malta,  y se  conservan  ahora  en  el 
Museo  de  Cambridge. 

Mr.  Harían  describió  y figuró  asimismo  los  restos  de  una 
especie  gigantesca  del  mismo  género,  descubiertos  en  las 
formaciones  miocenas  de  Arkansas,  en  el  Mississippí,  á los 
cuales  consideró  como  procedentes  de  un  reptil,  dándole  el 
nombre  de  Basilosaurus.  Varios  dientes  de  una  especie  mas 
pequeña,  hallados  por  Mr.  Grateloup  en  las  capas  del  mio- 
ceno de  la  Gironda  y Herault,  fueron  atribuidos  por  dicho 
autor  á un  reptil  que  llamó  Squalodon.  En  1839  llevó  á 
Londres  Mr.  Harían  los  restos  del  Basilosaurus;  y sometidos 
á la  inspección  de  Mr.  Owen,  clasificáronse  como  de  mamí- 
fero cetáceo.  Después  se  obtuvo  el  esqueleto  entero  en  los 


big.  1 2g. — PELVIS  Y HUESOS  MARSL'PIA-  fig.  124. — CETATOl  ITO  Ó 

LFS  DEL  DIDELPHIS  GIPSORUM  HUESO  FÓSIL  DEL  OIDO 

DEL  RAI  .-EN ODON  GIB- 


EOS US. 

I M '■¿I,  K 

\ J I \ V 1 

depósitos  del  mioceno  de  Alabama,  reconociéndose  enton- 
ces que  el  cuerpo  tendría  al  menos  setenta  piés  de  largo.  El 
cráneo  es  largo  y estrecho;  las  mandíbulas  están  armadas  de 
dientes  de  dos  clases,  muy  espaciados;  los  anteriores  tienen 
coronas  cónicas,  muy  comprimidas,  ligeramente  encorvadas; 
y están  fijos  por  una  raíz  sencilla;  los  posteriores  son  mas 
grandes,  con  la  corona  mas  extendida  longitudinalmente 
(figura  125)  y la  punta  mas  obtusa;  esta  corona  se  contrae 


PALEONTOLOGIA 


54  l 


lateralmente  en  el  centro  de  su  base,  de  modo  que  comuni- 
ca á su  sección  transversa  la  forma  de  un  reloj  de  arena  (figu- 
ra 126);  mientras  que  los  surcos  longitudinales  opuestos  se 
profundizan  mas  á medida  que  la  corona  se  aproxima  al  al- 
véolo, donde  se  encuentran  y dividen  la  raíz  en  dos  partes. 
El  nombre  de  Zeuglodon  se  refiere  precisamente  á esta  es- 
tructura particular.  La  manera  de  sucederse  los  dientes  en 
este  género  está  mas  conforme  con  lo  que  se  observa  gene- 
ralmente en  los  mamíferos,  que  con  lo  que  se  nota  en  los 


J2J. — DIENTES  PERMANENTES  Y CAEDIZOS  DEL  ZEUGLODON 


cetáceos  carnívoros  existentes.  En  la  figura  dada  por  el  doc- 
tor Carus,  representando  una  parte  de  la  mandíbula  del  Zeu- 
glodon cetoides,  se  ve  el  molar  a que  va  á ser  desalojado  y 
sustituido  por  otro  en  sentido  vertical,  manera  de  sucederse 
que  afecta  á ciertos  dientes  de  los  cetáceos  herbívoros.  Por 
sus  caractéres  sistemáticos,  el  Zeuglodon  podia  servir  de 
tipo  á una  familia  distinta  ó grupo  que  seria  el  tránsito  de 
los  cetáceos  á los  sirenios. 

De  esta  última  familia  ú <5rden,  representada  hoy  dia  por 
los  Dugongs  y los  Manatís,  contábanse  muchos  representan- 
tes. y mas  extensamente  distribuidos,  durante  el  período 
mioceno,  teniendo  los  mas  la  mayor  afinidad  con  la  especie 
africana  existente  que  llaman  Manatus  Senagalensis,  aunque 
ofreciendo  asociados  los  caractéres  del  Dugong  (Halicore). 
En  la  mandíbula  superior  veíanse, por  ejemplo,  dos  incisivos, 
y cuatro  ó cinco  pequeños  á lo  largo  de  cada  rama  de  la 
inferior;  los  molares  superiores,  con  tres  raíces,  estaban 
revestidos  de  un  grueso  esmalte,  parecidos  á los  del  Manatí 
y hasta  cierto  punto  á los  del  Hipopótamo  según  creía 
Cuvier;  los  inferiores  presentaban  dos  raíces.  Todos  los 
huesos  tienen  la  estructura  sólida  de  los  sirenios.  Con  los 
restos  de  este  notable  mamífero  anfibio,  descubierto  en 
las  capas  miocenas  de  Eppelsheim,  Koup  fundó  el  género 
Halitherium.  Otros  han  sido  hallados  en  el  Piamonte  y en 
varios  puntos  de  Francia,  particularmente  en  la  caliza  basta, 
ó mejor  en  el  Fahlun  de  la  Gironda,  donde  había  Lofiodon- 
tes  fósiles,  hasta  el'  plioceno  cerca  de  Montpeller,  en  cuyo 
período  parece  que  se  extinguió  el  Haliterio. 

género  macrotheriüm 

El  orden  de  los  desdentados,  que  tan  numerosos  y varia- 
dos representantes  tiene  en  la  América  del  Sur,  no  cuenta 
con  ninguno  existente  en  Europa.  Un  individuo  de  este 
orden  era  por  consiguiente,  la  mas  inesperada  forma  de 
mamífero  que  podían  ofrecer  los  restos  fósiles  de  los  depósi- 
tos terciarios  de  Europa  después  de  un  marsupial.  Cuvier, 
por  quien  primero  se  dió  á conocer  la  existencia  de  este 
animal  extinguido,  comienza  su  descripción  del  mutilado 
hueso  que  había  encontrado,  y en  que  fundó  el  género,  con 
las  siguientes  palabras:  «Nada  prueba  mejor  la  importancia 


de  las  leyes  de  la  osteología  comparada,  como  las  conse- 
cuencias que  legítimamente  se  deducen  de  la  inspección  de 
un  sencillo  fragmento. » 

La  sola  falange  ungueal  mutilada  en  que  fundó  Cuvier 
sus  deducciones  respecto  á la  especie  en  cuestión,  fué 
descubierta,  asociada  con  restos  de  mastodonte,  rinoceronte, 
dinoterio  y tapir,  en  una  formación  cerca  de  Eppelsheim, 
que  según  se  ha  visto  después,  pertenece  á la  división 
miocena  del  terreno  terciario.  Esta  falange  ofrece  dos 
caractéres  distintivos  del  orden  de  los  desdentados:  i.° 
La  superficie  posterior  para  la  articulación  con  la  ante- 
penúltima falange  consiste  en  una  doble  polea,  hueca 
lateralmente,  con  una  cresta  saliente,  constituyendo  la 
sólida  articulación  peculiar  de  ciertos  desdentados.  — 2.0  El 
arco  cóncavo  formado  por  dicha  polea  se  encorva  mas 
hácia  atrás  en  su  parte  superior,  lo  cual  impediría  que 
la  garra  se  contrajese  hácia  arriba  como  en  los  gatos,  siendo 
la  flexión  hácia  abajo;  y de  consiguiente  debe  haber  perte- 
necido la  falange  á un  cuadrúpedo  desdentado.  A dichos 
caractéres  se  agregan  otros  dos  que,  según  Cuvier,  determinan 
el  género:  las  especies  de  mirmecófagos  tienen  en  la  parte 
superior  de  la  extremidad  aguda  de  la  falange  de  la  garra 
una  cavidad  ó canal  que  indica  tendencia  á la  bifurcación; 
esta  es  completa  en  la  especie  de  Manís,  extendiéndose  la 
hendidura  hasta  el  centro  del  hueso  de  la  garra,  y así  sucede 
en  el  fósil.  El  hueso  fósil  de  que  tratamos  no  tiene  homólogo 
en  la  naturaleza  existente  sino  en  los  del  pangolin  (manís); 
y según  todas  las  leyes  de  co  existencia,  no  se  puede  menos 
de  reconocer  las  mas  marcadas  relaciones  del  animal  á que 
perteneció  con  este  género  de  cuadrúpedos.  Pero  ¿cuál  era 
su  tamaño?  La  falange  no  era  de  las  mayores  del  pié,  pues 
no  tenia  esos  ligeros  bordes  levantados  que  vemos  en  los 
grandes  huesos  de  las  garras  del  pangolin;  y Cuvier  sacó  su 
deducción  por  las  proporciones  del  pangolin  de  cola  corta, 
atribuyendo  á la  especie  veinticuatro  piés  de  largo;  pero 
otros  huesos  del  esqueleto,  hallados  posteriormente  en 
Francia,  indican  mas  moderadas  dimensiones;  el  descubri- 
miento rectifica  asimismo  la  absoluta  aplicación  de  la  ley 
correlativa  para  determinar  el  género,  así  como  el  órden. 
Los  fósiles  adicionales,  y sobre  todo  algunos  dientes,  han 
demostrado  que  el  macrotheriüm  pertenecía  á un  género 
particular,  ahora  extinguido,  intermedio  entre  los  pangolines 
y los  oricteropos.  Estas  relaciones  son  mas  interesantes,  si 
se  tiene  en  cuenta  la  posición  geográfica  de  ambos  géneros 
desdentados  en  espacios  de  terreno  que  están  ahora  muy 
contiguos  al  continente  donde  se  hallan  los  restos  del  género 
extinguido.  La  formación  es  un  depósito  lacustre  del  período 
mioceno,  y la  localidad  Sansans  cerca  de  Auch  (departamento 
de  Gers,  Altos  Pirineos). 


Fig.  126. — CORTE  TRASVERSAL  DE  UN  DIENTE  DEL  ZEUGLODON 


Allí  se  encontraron  partes  de  dos  molares  de  una  pulgada 
y ocho  líneas  en  su  mayor  diámetro  transverso:  por  su  figura 
se  asemejan  á los  del  oricteropo;  pero  no  son  tan  regulares. 
El  húmero  difiere  del  de  los  hormigueros  y armadillos  por 
su  mayor  longitud  en  proporción  á la  anchura,  ofreciendo 
analogía  con  el  de  los  megaterioides  por  el  aplanamiento  de 


MAMIFEROS 


545 


la  extremidad.  El  radio  es  mas  corto  que  el  húmero,  como 
en  el  pangolin  y el  oricteropo;  el  fémur  es  relativamente  mas 
largo  y delgado  que  el  de  los  desdentados  fósiles;  no  existe 
el  tercer  trocánter,  y el  grande  y el  pequeño  no  presentan 
tanto  desarrollo  como  en  el  pangolin.  La  tibia  es  mucho  mas 
corta  que  el  fémur,  y por  la  expansión  de  su  extremidad,  y 
su  longitud  proporcionada  á la  de  este,  se  asemeja  á la  de 
los  megaterioides  mas  que  á la  del  pangolin  ú oricteropo.  No 
estaba  anquilosada  á la  tibia  como 'en  los  armadillos,  glipto- 
don  y megaterio,  sino  que  se  conservaba  distinta  como  en  el 
milodon. 

En  el  mioceno  del  sur  de  Francia,  análogo  al  que  conte- 
nia el  macroterio,  se  han  hallado  restos  fósiles  de  dos  clases 
de  cuadrumanos  que  se  asemejan  á una  gran  especie  de 

hilobates. 

# 

GÉNERO  PLIOP1THECUS 

El  mas  pequeño  de  estos  monos  extinguidos  (Pliopithecus 
antiquus)  está  basado  en  la  mandíbula  inferior  y en  el  apa- 
rato dentario.  Los  dientes  ocupan  un  espacio  de  pulgada  y 
media;  los  dos  incisivos  son  mas  estrechos,  y el  último  molar 


Fí\'.  127—  CRÁNEO  DEL  DINOTHERIUM  GIGANTEUM 

mas  grande  que  el  del  siamang:  como  en  esta  especie,  el 
primer  premolar  es  de  una  punta,  y el  lóbulo  posterior  del 
segundo  sobresale  mas  que  en  el  chimpanzé  y el  gorila;  por 
el  desarrollo  del  tercer  lóbulo  del  último  molar  inferior  se 
asemeja  el  Pliopiteco  á los  semnopitecos  y á los  innus. 

GÉNERO  DRYOP1THECUS 

En  el  mono  mas  grande  de  la  formación  miocena  (Dryo- 
pithecus  Fontani)  el  canino  es  relativamente  mayor  que  en 
el  hylobates,  y los  incisivos,  á juzgar  por  sus  alvéolos,  relati- 
vamente mas  estrechos  que  en  el  chimpanzé  y en  el  hombre. 
El  lóbulo  interior  del  primer  premolar  es  mas  rudimentario 
que  en  el  chimpanzé,  y se  aleja  ’proporcionalmente  del  tipo 
humano;  el  lóbulo  posterior  áe\  segundo  premolar  ofrece 
mas  desarrollo,  y por  lo  tanto  se  parece  mas  al  segundo  del 
siamang  y menos  al  del  hombre.  El  canino  tiene  una  posi- 
ción mas  vertical  que  en  el  troglodytes  ó el  pythecus;  pero 
también  presentan  este  carácter  algunos  de  los  pequeños 
monos  de  la  América  del  Sur.  A juzgar  por  la  porción  del 
húmero  asociado  con  la  mandíbula  del  Driopiteco,  el  brazo 
parece  haber  sido  proporcionalmente  mas  largo  y delgado 
que  en  el  chimpanzé  y el  gorila,  asemejándose  por  lo  tanto 
mucho  menos  al  del  hombre. 

GÉNERO  MESOP1THECUS 

En  las  formaciones  terciarias  de  Grecia  se  han  hallado 
restos  de  un  cuadrumano,  que  el  profesor  Wagner  considera 
Tomo  IX 


como  un  tránsito  entre  el  Hylobates  y Semnopithecus:  el 
tercer  lóbulo  del  último  molar  está,  sin  embargo,  tan  bien 
desarrollado  como  en  el  género  anterior. 

GÉNERO  SEMNOPITHECUS 

A este  género  pertenecen  las  mandíbulas  petrificadas  y 
dientes  que  se  descubrieron  en  el  mas  antiguo  plioceno,  ó 
mioceno  de  las  colinas  de  Hiraalaya,  restos  encontrados  en 
1836  por  Durand  y Baker. 

En  los  depósitos  pliocenos  de  Montpeller  se  hallan  restos 
de  un  mono,  atribuidos  por  Cristol  al  Cercopiteo;  y en  el 
plioceno  de  Essex  se  ha  reconocido  'parte  de  la  mandíbula 
fósil  y los  dientes  de  un  Macaco. 

GÉNERO  DINOTHERIUM 

Kaup  aplicó  este  nombre,  en  vista  de  la  forma  singular  de 
una  parte  de  mandíbula  inferior,  al  enorme  mamífero  bilofo- 
dontido  que  primeramente  dió  á conocer  Cuvier  con  la  de- 
nominación de  Tapir  gigantesco.  La  longitud  del  cráneo  es 
de  tres  piés  ocho  pulgadas,  y los  dientes,  sin  contar  los  dos 
grandes  colmillos  de  la  mandíbula  inferior,  figuran  en  núme- 
ro de  cinco  á cada  lado  de  ambas  mandíbulas.  Un  estudio 
de  los  cambios  de  la  dentición  en  los  fósiles  de  individuos 
jóvenes  demuestra  que  los  dos  primeros  dientes  correspon- 
den al  tercero  y cuarto  premolares.  Por  la  forma  general  del 
cráneo  y el  aspecto  de  las  fosas  nasales,  el  Dinoterio  [se 
asemeja  al  Manatí;  pero  se  han  hallado  asociados  con  los 
dientes  varios  huesos  de  las  extremidades,  que  indican  que 
el  Dinoterio  era  un  cuadrúpedo  de  pezuña,  probablemente 
de  costumbres  acuáticas.  Acaso  fuese  una  especie  de  tránsito 
entre  los  grandes  lofiodones  y los  enormes  proboscideos.  Los 
restos  de  este  género  se  descubrieron  en  los  depósitos  del 
mioceno  de  Alemania,  Francia,  Suiza  y el  golfo  de  Cam- 
baya. 

GÉNERO  MASTODON 

El  mas  primitivo  resto  de  este  género  de  mamífero  ele- 
fantoideo  se  reconoció  en  el  terciario  mioceno,  y constituye 
una  especie  en  que  la  parte  anterior  de  la  mandíbula  inferior 
presentaba  dos  profundos  alvéolos  ocupados  por  colmillos. 
Esta  especie  de  Mastodonte,  descubierta  en  el  mioceno  de 
Eppelsheim,  fué  'designada  por  Kaup  con  el  nombre  de 
longirostris;  pero  después  reconoció  que  era  la  misma  llama- 
da anteriormente  Mastodon  arvensis.  Ambas  pertenecen  á la 
sección  en  que  el  primero  y segundo  verdaderos  molares 
presentan  cuatro  prominencias  transversas,  y para  las  cuales 
propuso  el  Dr.  Falconer  el  nombre  de  Tetralophodon.  En 
los  depósitos  terciarios  mas  modernos  de  la  América  del 
Norte  se  han  recogido  restos  de  otra  especie  de  Mastodonte 
(M.  Ohioticus),  en  que  las  prominencias  de  los  dientes  se 
asemejan  mas  á las  del  Dinoterio;  la  mandíbula  inferior  está 
provista  de  dos  colmillos  en  los  individuos  jóvenes  de  ambos 
sexos;  la  hembra  los  pierde  pronto,  pero  el  macho  conserva 
uno. 

En  los  depósitos  del  plioceno  de  Asti,  en  el  Piamonte,  se 
descubrió  un  esqueleto  casi  entero  de  Mastodonte  (M.  turi- 
censis):  la  longitud  total  desde  la  cola  hasta  la  extremidad 
de  los  colmillos,  es  de  diez  y siete  piés.  Los  dientes  tienen 
la  misma  estrecha  forma  y estructura  mamelonada  que  ofrece 
el  M.  arvensis;  pero  en  el  carácter  numérico  de  las  divisio- 
nes transversas  de  la  corona  se  asemeja  esta  especie  mas  al 
M.  Ohioticus. 

69 


PALEONTOLOGIA 


X 


546 


Los  Mastodontes  eran  elefantes  cuyos  dientes  masticadores 
tenían  la  estructura  menos  compleja,  y adaptados  para  tritu- 
rar sustancias  vegetales  mas  duras:  la  superficie  de  los  mola- 
res  (fig.  129)  estaba  dividida  en  surcos  transversos,  presen- 
tando además  pequeños  conos  mas  ó menos  semejantes  á los 
pezones  de  una  vaca,  de  cuyo  carácter  se  deriva  el  nombre 
genérico.  Otra  modificación  mas  importante  parecía  caracte- 
rizar al  extinguido  género  en  cuanto  á la  estructura  de  los 


molares;  la  principal  sustancia  de  la  corona  del  diente  (figu- 
ra 129  (f)  está  cubierta  por  una  espesa  capa  de  esmalte  den- 
so (e);  y otra  mas  delgada  de  cemento  se  corre  sobre  la 
corona  del  diente;  pero  esta  sustancia  no  llena  los  huecos  de 
las  divisiones  de  aquella  como  sucede  en  el  elefante  (fig.  133). 
Tal  es  al  menos  el  carácter  de  los  molares  de  las  dos  especies 
de  Mastodontes  que  Cuvier  denominó  Mastodon  giganteus 
y Mastodon  angustidens. 


MASTODON  TCRICENSIS 


TICUS — C,  M.  LONGIROSTRIS 


Tinci 


En  los  Proboscídeos  en  que  el  aparato  dentario  se  aproxi- 
ma mas  al  típico  se  cuentan  treinta  y cuatro  dientes;  á saben 
en  la  mandíbula  superior  dos  incisivos  temporales,  seguidos 
de  otros  tantos  permanentes,  desarrollados  como  colmillos: 
seis  molares  temporales  (tres  á cada  lado,  ¿2,  3,  4,  fig.  130) 
dos  premolares  (uno  á cada  lado,  / 3,  fig.  130)  y seis  verda- 
deros molares  (tres  á cada  lado,  m 1,  2,  3,  figs.  130  y 13 1). 
En  la  mandíbula  inferior  se  cuentan  dos  incisivos  (no  se 
sabe  si  precedidos  de  temporales),  molares  y premolares 
como  en  la  mandíbula  superior. 

El  animal  elefantoideo  Mastodon  longirostris,  de  Kaup,  y 
el  Mastodon  angustidens,  de  Cuvier,  que  presentaban  este 


que  la  corona  del  último  ha  cortado  la  encía,  quedando  al 
fin  reducida  la  dentición  á tres  molares  á cada  lado  de  las 
mandíbulas;  comunmente  desaparecen  también  los  colmillos 
inferiores,  como  en  el  antiguo  Mastodon  turicensis,  de  los 
depósitos  terciarios  del  Po,  descrito  y figurado  por  Sismonda. 

El  género  estaba  representado  por  especies  distribuidas 


longirostris 


Los  restos  fósiles  de  Proboscídeos  se  han  hallai 
pálmente  en  los  depósitos  terciarios  del  Asia  tropi 
nociéndose  en  ellos,  por  el  número  y profundidad 
hendiduras  de  la  corona  de  los  molares,  los  caracté 
tránsito  entre  los  dientes  tuberculados  del  elefant 
molares  mamelón  ados  de  los  Mastodontes  típicos. 


dentario  de  la  familia  de  los  proboscídeos,  habitaban 
tro  tiempo  en  la  extensión  que  ahora  ocupan  Inglaterra, 
__ancia,  Italia  y Alemania.  Los  primeros  estudios  de  la 
dentición  se  debieron  á Cuvier,  que  dió  á una  especie  el 
nombre  de  Mastodonte  de  dientes  estrechos,  (Mastodon 
angustidens)  denominación  que  empleó  en  vista  de  la  menor 
anchura  de  la  corona  de  dichos  órganos,  comparados  con  la 
especie  de  la  América  del  Norte,  descrita  anteriormente  con 
el  nombre  de  M.  giganteus  y M.  Ohioticus. 

En  los  cuadrúpedos  proboscídeos  se  ve  que  los  molares, 
aumentando  gradualmente  de  tamaño  y los  mas  en  comple- 
xidad, se  siguen  uno  á otro  de  delante  atrás  con  mayores 
intervalos  que  en  los  otros  cuadrúpedos,  no  apareciendo 
nunca  la  serie  simultánea;  en  todos  los  períodos  funcionan 
solo  tres  á la  vez  en  un  lado  de  cada  mandíbula;  todos  los 
molares,  excepto  el  penúltimo,  se  pierden  hácia  la  época  en 


Fig.  129.—  MOLAR  SUPERIOR  DEL  MASTODON  AVF.RNENSIS 


MAMIFEROS 


547 


desde  los  depósitos  miocenos  hasta  los  del  plioceno  superior; 
sus  representantes  eran  cosmopolitas  en  las  latitudes  tropi- 
cales y templadas.  El  tránsito  que  se  observa  desde  el  tipo 
dentario  mastodonte  al  elefantino,  es  muy  gradual. 

GÉNERO  ELEFANTE 

La  última  forma  de  verdadero  elefante  que  existió  en  las 
latitudes  templadas  era  la  que  Blumenbach  llamó  primige- 
nius,  que  es  el  Mammuth  de  los  coleccionistas  de  Siberia 
que  se  dedicaban  á buscar  colmillos.  Sus  restos  se  encuentran 
principal,  si  no  exclusivamente,  en  los  depósitos  post-plioce- 
nos,  y hasta  se  descubrieron  en  los  turbales  que  hay  cerca 


de  Holyhead.  Sus  dientes  posteriores  son  mas  anchos,  y tie- 
nen mas  numerosas  láminas  transversales  y prominencias 
que  en  los  otros  elefantes.  En  las  especies  existentes  de  la 
India,  los  molares  son  relativamente  mas  estrechos,  las  lámi- 
nas no  tan  numerosas,  y su  borde  esmaltado  presenta  una 
franja.  En  el  elefante  africano,  las  láminas  ó placas  figuran 
aun  en  menor  número,  son  relativamente  mas  grandes,  y se 
extienden  de  tal  modo  por  el  centro,  que  afectan  la  forma 
de  rombo.  El  Elephas  priscus,  de  las  capas  del  plioceno  de 
Europa,  tiene  molares  muy  parecidos  á los  de  la  especie 
africana  de  hoy  dia.  Los  colmillos  del  elefante,  como  los  del 
mastodonte,  son  de  verdadero  marfil,  que  presenta,  cuando 
se  da  un  corte  transverso,  numerosas  estrías  que  proceden, 


\JfK*kA 


Ftg.  I¿2. — APARATO  DENTARIO  DEL  ANTIGUO  MASTODON  LONGIROSTRIS  Fig.  /£?.  — MOLAR  INFERIOR  DEL  ELEFANTE  ASIÁTICO 


I / 


en  un  arco  de  círculo,  del  centro  á la  circunferencia,  en 
opuestas  direcciones,  formando  dibujos  curvilíneos.  El  carác- 
ter es  importante  para  la  determinación  de  fragmentos  de 
colmillos  fósiles. 

Los  del  extinguido  Elephas  primigenius  presentan  una 
curvatura  mas  pronunciada  y extensa  que  los  del  Elephas 
indicus;  se  han  encontrado  algunos  que  describen  un  círcu- 
lo, pero  siendo  la  curva  oblicua,  dejan  la  cabeza  al  descu- 
bierto y apuntan  hácia  fuera  ó hácia  abajo.  Los  numerosos 
colmillos  fósiles  de  Mammuth  descubiertos  hasta  aquí,  pue- 
den dividirse  en  dos  clases  por  lo  que  hace  á su  tamaño : los 
mayores  miden  de  ordinario  nueve  piés  y medio  de  longitud, 
y los  menores  cinco  y medio;  pero  hay  motivos  para  creer 
que  estos  últimos  pertenecen  á las  hembras,  que  deben  haber 
diferido  del  actual  elefante  de  la  India,  asemejándose  mas 
al  de  Africa  por  el  desarrollo  de  dichos  órganos.  De  los 
colmillos  atribuidos  á la  hembra  de  Mammuth,  uno  que  se 
encontró  en  los  mas  nuevos  depósitos  terciarios  de  Essex 
medía  nueve  piés  diez  pulgadas  en  la  curva  exterior,  y dos 
piés  cinco  pulgadas  de  circunferencia  en  la  parte  mas  grue- 
sa; otro,  procedente  de  la  Bahía  de  Eschscholtz,  tenia  nue 
e piés  dos  pulgadas  de  largo,  y pesaba  ciento  sesenta  libras; 
y por  último,  el  que  se  halló  en  Dungeness  medía  once  piés 
de  longitud.  En  muchos  ejemplares  se  observó  que  el  marfil 
estaba  tan  poco  alterado,  que  se  pudo  utilizar  para  el  co- 
mercio ; los  colmillos  de  Mammuth,  mejor  conservados  aun 
en  la  formación  glacial  de  Siberia,  se  explotan  en  gran  nú 
mero  para  beneficiarlos. 

En  un  ejemplar  del  extinguido  elefante  indio,  conservado 
en  el  Museo  Británico,  los  colmillos  miden  diez  piés  y seis 


pulgadas  de  longitud,  y á causa  de  la  poca  curvatura  se 
proyectan  ocho  piés  frente  á la  cabeza;  su  aparente  despro- 
porción con  la  dimensión  del  cráneo  es  verdaderamente 
extraordinaria,  y representa  el  máximum  del  desarrollo  den- 
tario. 

El  Mammuth  se  conoce  mejor  que  la  mayor  parte  de  los 
otros  animales  que  se  extinguieron,  gracias  al  descubrimiento 
de  un  ejemplar  entero  que  se  conservaba  en  una  gran  masa 
de  hielo  en  la  embocadura  del  rio  Lena  en  Siberia.  La  piel 
estaba  revestida  de  una  especie  de  pelusa  rojiza  y de  largos 
pelos  negros.  En  este  ejemplar,  que  se  conserva  en  San  Pe- 
tersburgo,  el  esqueleto  mide  desde  la  parte  anterior  del 
cráneo  á la  extremidad  de  la  mutilada  cola,  diez  y seis  piés 
y cuatro  pulgadas ; la  altura  hasta  el  centro  de  la  espina 
dorsal  es  de  nueve  piés  cuatro  pulgadas;  y los  colmillos 
tienen  nueve  y seis  respectivamente  de  largo.  Algunas  par- 
tes de  la  piel  de  la  cabeza,  la  pupila,  y el  fuerte  ligamento 
de  la  nuca,  así  como  los  dientes  y las  pezuñas,  permanecen 
fijos  en  el  esqueleto.  Estos  gigantescos  elefantes,  adaptados 
para  resistir  un  riguroso  clima,  se  alimentaban  de  ramas  y 
follaje  de  los  pinos  del  Norte,  de  los  abedules,  etc.;  y es 
probable  que  durante  el  corto  verano  del  país  emigraran  á 
una  localidad  mas  fria,  como  su  contemporáneo  el  búfalo 
almizclero,  que  aun  habita  en  los  70*  de  latitud  norte,  reti- 
rándose durante  el  invierno  á países  mas  templados.  El  Mam- 
muth fué  precedido  en  Europa  por  otras  especies  de  elefan- 
tes, tales  como  el  Elephas  priscus  y el  Elephas  meridionalis, 
que  durante  el  periodo  plioceno  no  parecen  haber  traspasa- 
do las  latitudes  templadas. 

El  Mammuth  parece  haber  tenido  una  distribución  geo- 


Fíg.  IJ $.  MOLAR  SUPERIOR  DEL  ELEFANTE  ASIÁTICO 


PALEONTOLOGIA 


54S 


gráfica  mas  extensa  que  la  de  ningún  otro  elefante  extingui- 
do. Sus  restos  se  han  haliado  en  las  islas  Británicas,  en  la 
Europa  continental,  el  Mediterráneo,  Siberia,  y una  gran 
parte  de  la  América  del  Norte,  donde  coexistió  no  solo  con 
el  gigantesco  Mastodon  ohioticus,  sino  también  con  una  se 
gunda  especie  de  verdadero  elefante  (elephas  texianus),  cu- 


yos dientes  eran  mas  apropiados  para  el  régimen  vegetal. 
Las  especies  de  hoy  dia  están  confinadas  al  Asia  y Africa. 

GÉNERO  RHINOCEROS 

El  rinoceronte,  como  el  elefante,  se  hallaba  representado 
durante  el  período  plioceno,  en  las  latitudes  templadas  y 


estaban 


amus 


Una 


de 


;orhinus ) se  encuentra  asociada 
en  los  depósitos  pliocenos  d 


co 


fig-  /£>.— MOLAR  SUPERIOR  DEL  RINOCERONTE 

dulce;  y otro  (R.  tichorhinus)  se  halla  con  el  Mammuth 
en  la  arcilla  glacial  y el  drift.  El  descubrimiento  del  esque- 


cuernos;  pero  les  precedió  en  los 
períodos  plioceno  y mioceno  una  especie  que  no  los  tenia, 
aunque  ofreciendo  todos  los  demás  caractéres. 

Basta  examinar  las  figuras  117  y 135  para  reconocer  las 
edificaciones  que  presentan  los  molares  superiores  del  Ri- 
éronte cuando  se  comparan  con  los  de  su  antetipo  el 
’aleoterio.  Son  las  siguientes: 

as  concavidades  (ff)  del  lado  exterior  de  la  corona,  en 
:ra  1 1 7 son  casi  planas,  y de  una  de  ellas  se  proyecta 
na  ligera  convexidad  en  algunas  especies  de  rinoceronte; 
el  espacio  ( t)  está  mas  ensanchado  en  su  terminación  f7Jen 
el  rinoceronte,  y en  ciertas  especies  se  bifurca.  El  espacio 
posterior  (g)  suele  ser  mas  profundo  y mas  extenso.  Los 
lóbulos  ordinarios  ( a , b,  r,  d)  son  muy  semejantes;  y un 
surco  ( r)  circuye  la  parte  anterior  y la  posterior  de  la  base 
de  la  corona.  En  los  catálogos  paleontológicos  no  figuran 
menos  de  veinte  especies  de  rinocerontes  extinguidos. 

EQUIDOS. — En  los  materiales  del  período  mioceno  fué 
donde  primero  se  hallaron  restos  de  cuadrúpedos  con  los 
miembros  y dentición  del  caballo.  Estos  depósitos,  situados 
en  Eppelsheim  (Alemania),  en  el  departamento  de  Vaucluse 
(Francia),  y en  las  islas  de  Sewalik,  en  la  India,  contenían 
molares  superiores  diferentes  de  los  del  moderno  Equido, 
principalmente  por  la  mayor  separación  de  las  colinas  de 
esmalte  (fig.  136  m)\  dando  á conocer  también  la  curiosa 
estructura  que  presentaban  los  pequeños  dedos  y los  cascos 
del  caballo  tridáctilo  llamado  Hipparion  (fig.  137  11  y iv) 
Como  los  pequeños  dedos  corresponden  al  externo  é interno 
del  pié  del  Paleoterio,  el  Hipparion,  en  la  hipótesis  deriva- 

f 1 tro  Un  — 1 + 


leto  de  esta  última  especie,  hecho  y citado  por  Pallas  en  tiva  de  las  esnecies  oudo  sér  nnVVr  7°tesls ' der,va' 
IZdrZdf  tM  S\pímtrÍ°’Ml'  Permi.ti<5  re.conocer  <Jue  este  •<*  Paleoterios  del  eoceno  superior  y el  moderno  cCLlo"^ 

frió,  hallándose 'cubierto'pór^na  espesa  carpelo  y na'tntXbárconf'0  d'd^™5  Eq“'d°S’  ^ ‘‘enen  '*  C°'Um' 

como  e,  Mammuth.  l.os  dos  rinocerontes  fósiles  Ldoí  I “£???  “^=^^1 


MAMIFEROS 


549 


plioceno.  En  las  calizas  pedregosas  de  Oreston  se  halló  la 
especie  Equus  pliscidens,  así  llamada  porque  las  estrías  del 
esmalte  de  los  dientes  están  mas  recogidas  que  en  el  caba- 
llo moderno;  otra  semejante  fué  descubierta,  asociada  con 
el  Mastodonte  y los  Cetatolites,  en  un  depósito  plioceno  de 
Newberne  (en  la  Carolina  del  Norte).  En  las  formaciones 
del  Sur  de  América,  correspondientes  al  mismo  período, 


dejó  sus  restos  la  especie  de  caballo  Equus  curvidens,  pro- 
vista de  dientes  mas  arqueados  que  de  costumbre,  restos 
que  aparecieron  asociados  con  los  del  Megaterio.  El  Equus 
fossilis  del  crag  y del  drift  de  Inglaterra  parece  tener  dientes 
cuyo  diámetro  trasverso  es  menor  que  en  nuestra  moderna 
variedad  de  tamaño  análogo.  En  el  plioceno  y mas  recientes 
depósitos  de  Europa  y de  la  América  del  Norte  se  encontra- 


Big.  /$$■ — Mandíbula  superior  del  caballo 


i 

Big.  jgg. — Mandíbula  inferior  del  caballo 


Big.  140. — Molar  del  hipopótamo 


■Mandíbula  inferior  del  HIPOPÓTAMUS  major 


ron  también  dientes  fósiles  del  tamaño  délos  de  la  cabra  > un 
asno.  Es  curioso  que  no  existiera  ningún  representante  vivo 
de  los  Equidos  en  el  Nuevo  continente  cuando  le  descubrió 

Colon. 


Big.  137. — Huesos  del  pié 
del  H I PPARION 


ig.  136. — Molar  superior  del  Fig.  142 . — Ultimo  molar  inferior 

HIPARION  del  HOG 


representante  vivo 
Me  descubrió 


GÉNERO  HIPPOPOTHAMUS 

El  descubrimiento  de  los  restos  de  un  mamífero  anfibio, 
confinado  ahora  á los  rios  de  Africa,  en  los  depósitos  lacus- 
tres y fluviátiles  de  Europa,  da  origen  á ciertas  considera- 
ciones sobre  la  naturaleza  del  terreno,  que  uniendo  á Ingla- 
terra con  el  continente,  estaba  cruzado  por  lagos  > rios, 
siendo  la  temperatura  algo  mas  cálida  que  hoy  dia,  á juzgar 
por  algunas  conchas  del  sur  de  Europa  que  se  encuentran 
en  las  formaciones  de  agua  dulce  de  Grays  y Essex,  donde 
se  hallaron  los  restos  del  gran  Hippopothamus  major.  La 
parte  de  la  mandíbula  inferior  (ñg.  144)  se  descubrió  de  ajo 
de  la  arcilla  glacial  en  la  costa  de  Norfolk. 

El  primer  premolar  tiene  una  corona  cónica  y compri- 
mida, y una  raíz  sencilla,  elevándose  algo  mas  que  el  segun- 
do; este  último  (141,  P 2)  está  un  poco  separado  del  terce- 
ro (3)  y el  cuarto,  que  son  mayores,  presentan  una  o dos 
estrías  longitudinales  en  la  superficie  exterior.  Los  \erdade 
ros  molares  (/;/,  1,  2,  3)  están  divididos  en  dos  lóbulos  (figu- 
ra 140)  por  un  canal  trasverso,  y «da  uno  de  ellos  se  sub- 
divide á su  vez  por  una  hendidura  en  dos  medios  conos; 
el  lado  convexo  de  cada  uno  de  estos  últimos  es  dentado. 
La  corona  del  último  molar  de  la  mandíbula  inferior  se 


acorta  por  un  quinto  cono,  y sus  dimensiones  son  mas  pe- 
queñas. 

El  Hipopótamo  se  encuentra  primeramente  en  el  hori- 
zonte plioceno:  los  restos  del  H.  major  no  se  han  hallado 
hasta  aquí  sino  en  Europa;  son  comunes  á lo  largo  de  la 
costa  del  Mediterráneo,  y no  se  han  visto  en  la  parte  norte 
de  la  zona  templada.  En  Asia  estaba  representado  este  pa- 
quidermo, acaso  en  período  mas  primitivo,  por  el  género 
Hexaprotodon,  que  es  esencialmente  un  Hipopótamo,  con 
seis  incisivos,  en  vez  de  cuatro,  en  cada  mandíbula. 

SUiDlDOS. — Los  extinguidos  Chceropothamus,  Anthra- 
coterium,  Hyopothamus  é Hippopus,  representaban  la  fór- 
mula dentaria  típica,  la  cual  se  ha  conservado  en  el  repre- 
sentante actual  de  la  misma  sección  de  los  Artiodáctilos  no 
rumiantes,  que  es  el  cerdo.  El  primer  molar  verdadero, 
cuando  la  dentición  permanente  es  completa,  presenta  los 
efectos  de  su  primitivo  desarrollo  en  un  grado  mas  pronun- 
ciado que  en  los  mas  de  los  otros  mamíferos;  en  el  jabalí 
tiene  sus  tubérculos  desgastados;  primitivamente  presenta 
cuatro  conos  primarios,  con  unas  pequeñas  subdivisiones 
formadas  por  las  estrías  del  esmalte.  La  mayor  extensión  del 
último  molar  se  produce  principalmente  por  el  desarrollo 
de  la  prominencia  posterior,  y los  cuatro  conos  primarios  no 
se  distinguen  en  el  cuerpo  anterior  del  diente.  Las  coronas 
de  los  molares  inferiores  son  muy  semejantes  á las  de  los 
superiores,  pero  algo  mas  estrechas;  los  tubérculos  interiores 
y exteriores  son  muy  pequeños,  ó no  existen.  La  figura  142 
representa  la  superficie  de  los  últimos. 


55° 


PALEONTOLOGIA 


Las  especies  extinguidas  del  género  Sus  fueron  descu- 
biertas en  las  capas  miocenas  de  Eppelsheim;  de  estas  últi- 
mas procede  el  Sus  palaschaerus,  y de  Simorre  el  S.  simor- 
rensis;  en  las  capas  del  plioceno  se  halla  el  S.  arvenensis; 
y en  depósitos  mas  recientes  el  S.  scrofa  fossilis. 

ÓRDEN  DE  LOS  RUMIANTES 

De  todas  las  formas  de  animales  que  subsisten  en  la  ac- 
tualidad, y que  son  mas  afines  á los  actuales  herbívoros 
europeos,  coexistieron  en  Europa  con  los  géneros  ahora 
exóticos  Elephas,  Rhinoceros,  Hippopothamus,  etc.,  nu- 
merosas especies,  las  mas  de  las  cuales  se  han  extinguido  ya. 
Los  cuadrúpedos  llamados  rumiantes  constituyen  en  el  actual 
período  un  grupo  circunscrito  de  mamíferos,  que  Cuvier 
consideró  como  el  órden  mas  natural  y mejor  definido  de 
la  clase.  Caracterizóle  por  tener  incisivos  solo  en  la  mandí- 
bula inferior,  los  cuales  son  reemplazados  en  la  superior  por 
una  encía  callosa.  Entre  los  incisivos  y molares  hay  un  dias- 
tema  ó dos  caninos;  los  molares,  casi  siempre  en  número 
de  seis  en  ambas  mandíbulas,  presentan  en  su  corona  dos 
dobles  colinas  con  la  convexidad  vuelta  hacia  fuera  en  la 
serie  superior,  y hácia  dentro  en  la  inferior.  Las  cuatro  ex- 
tremidades terminan  por  dos  dedos  y dos  pezuñas,  aplana- 
das lateralmente  de  tal  modo  que  parecen  una  sola. 

La  definición  exacta  del  órden  de  los  Rumiantes,  tal  co- 
mo existe  ahora,  comprende  ciertas  particularidades  de  la 
tribu  de  los  camellos,  y su  verdadera  significación  se  com- 
prenderá mejor  si  se  recuerdan  los  caractéres  del  Anoploterio. 
Los  molares  superiores  verdaderos  tienen  dos  dobles  colinas 
convexas  hácia  dentro;  los  inferiores  presentan  en  cierto 
periodo  dibujos  concéntricos  en  el  esmalte,  con  la  convexi- 
dad vuelta  hácia  fuera,  como  en  los  rumiantes.  Las  pezuñas, 
en  número  de  dos  en  cada  pié,  debieron  parecerse  por  su 
figura  á las  de  los  individuos  de  la  tribu  de  los  camellos.  El 
escafoides  y el  cuboides  del  tarso  eran  distintos  también 
como  en  los  camélidos ; y el  metacarpo  y el  metatarso  se  di- 
vidían lo  mismo  que  en  el  almizclero  acuático  (Moschus 
aquaticus).  La  dentición  del  extinguido  Dichodon  se  ase- 
mejaba mas  aun  á la  de  los  rumiantes.  La  principal  diferencia 
entre  estos  y otros  herbívoros  extinguidos  que  tienen  mola- 
res crecientes  dobles,  consiste  en  el  complemento  de  las  se- 
ries superiores  de  dientes  con  bien  desarrollados  incisivos. 
Los  camélidos  carecen  de  cuerno,  lo  mismo  que  los  Anoplo- 
teroideos  y Dichodóntidos;  exceptuando  la  girafa,  todos  los 
rumiantes  nacen  sin  ellos. 

Así  pues,  el  Anoploterio  se  asemejaba  por  varios  carac- 
téres de  importancia  al  embrión  del  rumiante;  pero  conser- 
vando en  su  vida  las  analogías  con  un  tipo  mas  generalizado 
de  mamífero.  La  forma  mas  especial  de  animal  de  pezuña, 
con  estómago  de  rumiante,  aparece  en  un  periodo  mas  re- 
ciente de  las  series  terciarias. 

La  modificación  de  los  molares  superiores  de  los  cuadrú- 
pedos rumiantes  de  la  actualidad  consiste  en  que  los  lóbulos 
de  la  corona  son  mas  bajos  y menos  puntiagudos,  y sus 
cúspides  no  desgastadas,  cortantes  al  principio,  como  hojas 
de  cuchillo  corvas,  se  desgastan  por  la  masticación,  presen- 
tando láminas  crecientes  de  dentina. 

FAMILIA  CÉRVIDOS*^ 

Cuvier  fué  quien  primero  dió  á conocer  los  dientes  que 
ofrecían  el  carácter  de  molares  de  rumiante,  y porciones  de 
mogotes  asociados  con  restos  de  Mastodonte  en  los  depósi- 
tos de  agua  dulce  (probablemente  mioceno)  de  Montabusard. 
Estos  primitivos  rumiantes  fósiles  tenían  un  tamaño  seme- 


jante al  del  corzo;  pero  presentaban  caractéres  en  que  se 
reconocía  que  se  diferenciaban  casi  genéricamente  de  la 
mayor  parte  de  los  ciervos  conocidos.  Algún  tiempo  después 
se  descubrió  en  el  horizonte  faioceno,  cerca  de  Eppelsheim, 
el  cráneo  entero  de  un  pequeño  rumiante  (Dorcatherium), 
cuyos  dientes  se  parecían  á los  descritos  y figurados  por 
Cuvier;  pero  como  las  series  estaban  incompletas,  roconocíase 
que  el  animal  tenia  siete  muelas  en  cada  lado  de  la  mandí- 
bula inferior,  y largos  caninos  en  la  superior.  Por  otra  parte, 
la  cabeza  estaba  provista,  como  los  machos  de  la  especie  de 
la  India,  llamada  Muntjac,  de  mogotes  pedunculados,  y 
de  caninos.  En  la  formación  miocena  de  Ingré  y de  Eppels- 
heim se  encontraron  mogotes  fósiles  semejantes, sencillamente 
bifurcados  cerca  de  su  extremidad.  Es  probable  que  los 
atribuidos  á la  especie  Cervus  anocerus  perteneciesen  al 
Dorcaterio.  Sin  embargo,  con  esa  notable  forma  del  período 
mioceno  se  hallaron  asociadas  otras  especies  de  cérvidos. 
Kaup  describe  algunos  mogotes  mutilados,  atribuyéndolos  á 
la  especie  que  llama  C.  dicranocerus;  y en  el  crag  rojo  de 
Suffolk  se  recogieron  restos  semejantes,  que  parecen  conte- 
ner una  mezcla  de  capas  rotas  de  los  períodos  coceno, 
mioceno,  plioceno  y post-plioceno. 

Los  rumiantes  cervinos  se  han  dividido  en  sub  géneros 
según  la  forma  de  los  mogotes.  Del  grupo  de  los  que  los 
tienen  extendidos  y aplanados  en  la  extremidad,  y cuyo  tipo 
es  el  corzo  llamado  Dama,  no  se  han  hallado  ejemplares 
fósiles  en  la  Gran  Bretaña.  Cuvier  ha  descrito  y figurado 
mogotes  de  gran  dimensión,  procedentes  de  la  grava  que  hay 
debajo  de  las  arenas  del  valle  del  Somma,  cerca  de  Abbeville, 
que  por  la  empalmadura  terminal  considera  como  pertene- 
cientes á una  gran  especie  de  corzo,  designada  desde 
entonces  con  el  nombre  de  Cervus  Somonensis.  Hácia  la 
misma  época  se  representó  por  una  especie  gigantesca  un 
grupo  llamado  Megaceros,  que  se  caracteriza  por  tener  una 
forma  de  mogotes  desconocida  entre  las  especies  existentes. 
El  Megacerus  Hibernicus,  que  se  presenta  como  tipo,  es  no 
solo  notable  por  su  gran  tamaño,  sino  por  la  relativa  magni- 
tud  y graciosa  forma  de  sus  astas;  es  la  especie  comunmente 
llamada  Alce  Irlandés;  pero  es  un  verdadero  ciervo  interme- 
dio entre  el  corzo  y el  reno;  y aunque  muy  abundante  en 
Irlanda,  no  es  propio  de  este  país,  donde  se  le  encuentra 
en  la  marga  conchífera  que  hay  debajo  de  extensas  turberas. 
En  Inglaterra  han  sido  hallados  sus  restos  en  las  capas 
lacustres,  en  el  crag  rojo  y en  las  cavernas  huesosas. 

El  reno  (Cervus  Tarandus)  tiene  proporcionalmente 
mayores  mogotes  que  ninguna  de  las  especies  actuales;  el 
asta  se  aplana  y ensancha  bruscamente  en  la  extremidad, 
reconociéndose  por  este  carácter  y por  los  demás  detalles  de 
la  estructura,  la  afinidad  de  la  especie  con  el  extinguido 
Megacéro. 

El  reno  está  confinado  ahora  á las  latitudes  del  norte  mas 
extremas  de  Europa;  pero  hállase  distribuido  en  América 
desde  el  círculo  ártico  á la  latitud  de  Terranova,  donde 
existe  todavía  la  gran  variedad  conocida  con  el  nombre  de 
Caribou.  Parece  que  César  vió  en  Alemania  renos  de  seme- 
jante dimensión,  que  estaban  distribuidos  en  la  Europa 
continental,  y los  cuales  han  dejado  vestigios  de  su  existencia 
en  muchos  puntos  de  Inglaterra.  El  Cervus  marcialis  de  Ger- 
vais  parece  haber  sido  una  forma  intermedia  entre  el  reno 
( íarandus)  y el  alce  (Alces).  No  existe  ningún  representante 
de  esta  curiosa  especie  de  ciervo. 

En  las  formaciones  del  período  correspondiente  en  Fran- 
cia, llamadas  por  Gervais  aluviones  volcánicos,  se  han  des- 
cubierto mogotes  de  otras  dos  especies  extinguidas  de 
ciervo. 

En  la  América  del  Norte  se  hallan  asimismo  partes  fósiles 


RUMIANTAS 


551 


de  un  gran  ciervo  que  Mr.  Harían  denominó  Cervus  ame- 
ricanus  fossilis,  y el  cual  se  asemeja  mucho  al  Wapiti  (Cer- 
vus canadensis);  dichos  restos  se  encontraron  en  los  depó- 
sitos del  post-plioceno,  en  las  orillas  del  Ohio.  En  la  Améri- 
ca del  Sur  descubrió  el  Dr.  Lund  mogotes  fósiles  de  dos 
especies,  que  estaban  en  las  cavernas  huesosas  del  Brasil, 
asociados  con  otros  de  un  antílope  (Antílope  machinensis), 


de  cuyo  género  no  existe  ahora  ningún  representante  en  la 
América  del  Sur. 

En  el  post-plioceno  y en  las  cavernas  se  ha  indicado  una 
especie  provista  de  mogotes,  cuyo  tipo  es  el  mismo  de  los  del 
ciervo  rojo  (C  elaphus);  esta  especie  rivalizaba  con  el  Me- 
gaceros  en  cuanto  al  tamaño,  y se  designó  con  el  nombre  de 
Strongyloceros  spelseus.  Con  sus  restos  se  encuentran  otros 


143.—  MEGACEROS  HIBEKNICUS 


Fig.  rjp  —Caracteres  paleontológicos  de  un  felino 
carnívoro 


ciervo  rojo  cuyas  astas  podían  competir  por  su  mag- 
nificencia con  todas  las  observadas  en  el  período  histórico. 

A juzgar  por  los  restos  fósiles  del  pequeño  corzo  Capraeo- 
lus,  parece  que  continuó  existiendo  desde  los  periodos  post- 
plioceno  y pre  histórico  hasta  el  presente. 


A 


FAMILIA  CAMELOPARD ALIÑOS 


En  los  antiguos  depósitos  del  plioceno,  en  el  sur  de  Fran- 
cia y en  Grecia,  se  han  hallado  restos  de  un  gran  rumiante 
parecido  á la  girafa  por  las  proporciones  de  la  mandíbula 
inferior,  y las  modificaciones  secundarias  de  los  dientes 
posteriores.  Tenia  miembros  tan  largos  como  los  de  la 
girafa ; mas  parece  que  carecía  de  cuernos,  ofreciendo  algu- 
nos caractéres  afines  con  familias  mas  normales  de  rumian- 
tes. Mr.  Gaudry  propone  para  esta  forma,  tal  como  aparece 
en  los  restos  fósiles  descubiertos  en  Pikermi,  el  género 
Heladotherium,  en  el  que  agrupa  también  el  Camelopardalis 
Biturigum  de  Duvernoy.  Los  fósiles,  procedentes  del  mas 
antiguo  plioceno  de  las  colinas  de  Sewalik,  atribuidos  por 
Cauntley  y Falconer  al  Camelopardalis  sivalensis  y al  C.  afi- 
nis,  pueden  pertenecer  también  al  tipo  del  Heladoterio. 
De  estos  descubrimientos  se  deduce  que  los  rumiantes, 
parecidos  á la  girafa,  tenían  en  otro  tiempo  una  distribución 
geográfica  mucho  mas  extensa  que  hoy  dia;  é indican  al 


propio  tiempo  que  el  continente  de  Africa  ha  sufrido  menos 
cambios  desde  el  período  mioceno  que  Asia  ó Europa. 

FAMILIA  ANTILÓPIDOS 

Los  mas  gigantescos  y extraordinarios  rumiantes  de  cuer- 
nos huecos,  ya  extinguidos,  son  los  llamados  Sivatherium, 
de  las  islas  de  Siwalik,  y Bramaterium,  de  la  isla  de  Perim, 
correspondientes  ambos  á los  depósitos  del  primitivo  período 
plioceno.  La  cabeza  es  muy  grande,  ancha  y corta,  y estaba 
provista  de  dos  pares  de  cuernos,  sosteniéndola  un  poderoso 
cuello.  Las  proporciones  del  cráneo  y las  vértebras  cervicales 
eran  el  reverso  de  lo  que  se  ve  en  la  girafa,  de  la  cual  dife- 
rian estos  enormes  antílopes  paquidermoideos  por  otros 
caractéres.  En  el  Sivaterio,  el  par  posterior  de  cuernos  se 
ramificaba,  como  en  el  Antílope  furcífer.  En  el  Bramate- 
rium eran  mayores  los  del  primer  par.  El  pequeño  Antílope 
quadricornis  de  la  India  es  ahora  el  único  representante  de 
los  grandes  rumiantes  de  cuatro  cuernos  del  primitivo  perío- 
do plioceno  en  aquel  continente. 

Algunos  pequeños  antílopes,  A.  martiniana  y A.  clavata, 
han  dejado  sus  restos  en  el  mioceno  de  Sansans  y en  la  mo- 
lasa  de  Suabia ; el  A.  deperdita  es  del  primitivo  plioceno  de 
Vaucluse,  y el  A.  dichotoma  del  mas  moderno  de  Gers.  La 
gamuza,  A.  rupicapra,  es  ahora  el  único  representante  de  los 


552 


PALEONTOLOGIA 


antílopes  en  Europa.  En  las  cavernas  del  Brasil  se  han 
hallado  restos  de  un  antílope,  designado  por  Mr.  Lund  con 
el  nombre  genérico  de  Leprotherium.  No  se  conoce  ahora 
ningún  antílope  existente  en  la  América  del  Sur. 

FAMILIA  BÚYIDOS 

Los  rumiantes  mas  principalmente  conocidos  son  el  cervi- 
no Dorcaterio,  del  mioceno  de  Eppelsheim,  y la  especie  de 
antílope  de  Sansans;  el  corpulento  Sivatherium  de  cuatro 
cuernos,  y el  Bramatherium  pueden  proceder  de  los  depósi- 
tos de  la  India,  de  análoga  antigüedad.  Hasta  aquí  no  se  han 
encontrado  sino  en  las  capas  del  plioceno  y del  post-plioceno 
los  molares  fósiles  del  tipo  rumiante  con  caractéres  bovinos. 
En  estos  períodos  existía  en  Bretaña  una  gran  especie  de 
Bisonte  (Bison  priscus)  y otra  mayor  de  buey  (Bos  antiquus), 
de  las  capas  del  plioceno  lacustre;  también  se  conocía  otro 
mas  pequeño,  aunque  asimismo  muy  corpulento,  que  era 
el  Bos  primigenius,  el  cual  ha  dejado  sus  restos  en  las  margas 
del  post-plioceno  de  Inglaterra  y Escocia.  Con  esta  ultima 
especie  estaba  asociada  otra  mucho  mas  pequeña  y de  cuer- 
nos cortos,  llamada  B.  longifrons,  que  continuó  existiendo 
hasta  el  período  histórico,  y fue  probablemente  el  tronco  de 
las  especies  domesticadas  de  las  razas  celtas  antes  de  la 
invasión  romana. 

Un  enorme  búfalo  ha  dejado  sus  restos  en  las  capas  del 
antiguo  plioceno  de  Sewalik;  los  de  otra  especie,  no  tan 
grande  (Bubalus  antiquus)  se  encuentran  en  el  moderno 
plioceno  de  Argelia.  Un  búfalo  que  no  difiere  del  Buey 
almizclado  de  nuestros  dias  (Bubalus  muschatus),  confinado 
ahora  en  las  latitudes  de  la  América  del  Norte,  habitaba  en 
Europa  y Asia,  con  los  elefantes  y rinocerontes:  sus  restos 
han  sido  hallados  en  la  arcilla  glacial,  en  Inglaterra. 

Y^JHJ^RDEN  CARNICEROS 

Los  cuadrúpedos  que  se  alimentan  de  la  carne  de  los  otros 
coexistieron  bajo  diversas  formas  genéricas  y específicas  con 
los  numerosos  y variados  Herbívoros  de  los  mas  modernos 
períodos  terciarios.  Ya  hemos  hecho  una  breve  descripción 
de  algunas  de  las  singulares  formas,  cuyos  géneros  se  han 
extinguido,  que  vivieron  en  las  épocas  del  eoceno  y mio- 
ceno. 

GÉNERO  GALECINUS 

. Mr-  Roderik  Murchison  descubrió  en  1829,  en  las  calizas 
pizarreñas  del  plioceno  de  Oeningen,  el  esqueleto  fósil  de  un 
carnicero  del  tamaño  de  un  zorro.  Examinado  atentamente, 
observó  que  el  primer  premolar  era  mas  pequeño,  y el  tercero 
y cuarto  mayores  que  en  aquel  animal;  y que  todos  los  dien- 
tes son  mas  compactos  y ocupan  menos  espacio  que  en  el 
género  Canis;  los  huesos  de  los  pies  son  mas  robustos;  y 
otros  varios  caractéres  indican  un  género  intermedio  entre  el 
Canis  y Viverra.  El  único  ejemplar  se  conserva  en  el  Museo 
Británico. 

GÉNERO  FELIS 

Como  esta  forma  de  perfecto  carnicero  fué  la  que  eligió 
Cuvier  principalmente  para  explicar  su  principio  de  la  corre- 
lación de  las  estructuras  animales,  trataremos  aquí  en  parti- 
cular de  dicho  punto.  El  fundador  de  la  Paleontología  enun- 
ció del  modo  siguiente  la  ley  que,  según  creyó,  debía  guiar 
con  buen  éxito  sus  trabajos  en  la  reconstrucción  de  las  espe- 
cies extinguidas. 


«Todo  sér  organizado  forma  un  conjunto,  un  solo  sistema 
circunscrito,  cuyas  partes  se  corresponden  mutuamente,  con- 
tribuyendo á la  misma  acción  definitiva  por  una  reacción 
recíproca.  Ninguna  de  estas  partes  puede  cambiar  sin  que  lo 
hagan  también  las  demás;  y de  consiguiente,  cada  parte, 
tomada  separadamente,  indica  y da  todas  las  demás.» 

Cuvier  no  formuló  esta  ley  por  un  método  á priori;  llegó 
á ella  inductivamente,  y después  que  muchas  disecciones  le 
revelaron  los  hechos  siguientes:  que  la  mandíbula  del  carni- 
cero es  fuerte  en  virtud  de  ciertas  proporciones;  que  tiene  un 
cóndilo  articulado  de  forma  especial,  con  una  placa  huesosa 
de  dimensiones  adecuadas  para  la  fijación  de  los  músculos, 
pudiendo  inferir  una  mordedura  mortífera;  y que  estos  mús- 
culos son  de  tal  magnitud,  que  requieren  una  gran  superficie, 
con  fuerza  correspondiente  y curvatura  del  arco  cigomático. 
Cuvier  había  reconocido  estos  hechos,  y estudiado  su  corre- 
lación en  cierto  número  de  carniceros  típicos;  y creyó  justi- 
ficado su  aserto  de  que  «la  forma  del  diente  da  la  del  cóndilo 
y de  las  garras,  así  como  la  ecuación  de  una  curva  desen- 
vuelve todas  sus  propiedades,  y del  mismo  modo  que,  al  tomar 
cada  propiedad  por  sí  misma,  como  base  de  una  ecuación 
particular,  se  descubre  la  ordinaria  con  todas  sus  propieda- 
des, así  la  garra,  el  cóndilo,  el  fémur  y todos  los  demás 
huesos  en  particular,  dan  los  dientes  y recíprocamente.  Co- 
menzando por  cualquiera  de  estos,  quien  conozca  las  leyes 
de  la  economía  orgánica,  podrá  reconstruir  el  animal  entero. 
El  principio  es  tan  evidente,  que  hasta  el  lector  que  no  sea 
anatómico  lo  comprende  sin  dificultad. 

En  las  mandíbulas  del  león  hay  grandes  dientes  agudos 
(carniceros  ó caninos)  que  perforan,  laceran  y retienen  la 
presa;  hay  también  dientes  comprimidos  y cortantes,  que 
funcionan  entre  sí  como  hojas  de  tijeras  por  el  movimiento 
de  la  mandíbula  inferior  sobre  la  superior;  la  primera,  corta 
y fuerte,  se  articula  con  el  cráneo  por  un  cóndilo,  que  enca- 
ja en  una  cavidad  correspondiente;  el  coronoides,  que  da  la 
superficie  de  enlace  para  el  temporal,  es  ancho  y alto;  las 
fosas  temporales,  anchas  también  y profundas. 

El  arco  cigomático,  ensanchado  á través  del  músculo,  se 
arquea  fuertemente  hácia  fuera  para  agrandar  el  espacio  por 
donde  pasa;  y como  da  origen  al  maseter,  el  arco  se  encorva 
también  hácia  arriba  á fin  de  formar  el  mas  sólido  punto  de 
resistencia  cuando  funciona  aquel  músculo.  Si  examinamos 
después  el  armazón  del  miembro  anterior,  que  corresponde 
á la  estructura  del  cráneo,  vemos  que  la  extremidad  tiene 
cinco  dedos,  el  mas  interno  de  los  cuales  se  compone  de 
dos  falanges,  y los  otros  de  tres.  Todos  estos  dedos  pueden 
moverse  libremente  hasta  cierto  punto,  y aproximarse  lo 
bastante  para  asir  la  presa;  pero  su  principal  carácter  consis- 
te en  la  modificación  de  la  falange  terminal,  que  es  ancha, 
comprimida,  triangular  y mas  ó menos  arqueada,  constitu- 
yendo las  extremidades  una  poderosa  garra  prensil,  articula- 
da con  los  dos  huesos  de  la  pierna.  El  húmero  es  notable 
también  por  su  solidez ; la  extremidad  del  hueso  del  brazo 
presenta  marcadas  prominencias  para  la  fijación  de  los  mús- 
culos; la  escápula  es  muy  ancha,  y el  coracoides  ofrece  un 
notable  desarrollo,  que  corresponde  con  el  volúraen  de  los 
músculos  que  funcionan  en  el  hueso  del  brazo.  Entre  un 
músculo  de  este  y otro  de  la  cabeza  hay  un  pequeño  hueso 
clavicular,  que  da  mayor  fuerza  á la  acción  recíproca  de  am- 
bos músculos. 

Tales  son  los  principales  caractéres  de  la  estructura  inter- 
na de  un  carnicero,  que  Cuvier  considero  como  correlativos 
en  la  organización  de  estos  animales. 

Comparémoslos  ahora  con  los  de  las  partes  análogas  en 
un  buey.  Los  dientes  que  corresponden  á los  grandes  cani- 
nos en  el  león  no  existen;  cuando  mas  se  reconocen  los 


ROEDORES 


homólogos  de  los  caninos  inferiores,  mas  pequeños  y altera- 
dos en  la  forma,  de  modo  que  constituyen  los  dientes  exte- 
riores de  una  serie  arqueada  de  incisivos  que  terminan  en  la 
mandíbula  inferior;  los  posteriores,  en  vez  de  ser  cortantes, 
tienen  anchas  coronas  planas  con  prominencias  duras  que 
oponiéndose  entre  sí,  producen  el  efecto  de  una  piedra  de 
molino;  la  mandíbula  inferior,  larga  y delgada,  se  articula 
con  el  cráneo  por  un  cóndilo  plano;  el  coronoides  es  muy 
delgado,  y las  fosas  que  marcan  la  dimensión  del  músculo 
temporal,  correspondientemente  pequeñas;  el  arco  cigomá- 
tico,  corto  y endeble,  no  se  ensancha  mucho;  es  casi  recto 
ó se  arquea  ligeramente  hácia  abajo;  los  terigoideos  son 
grandes. 

El  buey  masca  la  yerba  con  gran  facilidad,  y no  hace  daño 
a los  otros  animales  con  sus  dientes;  los  cuernos  constituyen 
sus  únicas  armas  defensivas. 

Los  piés  anteriores  no  tienen  sino  dos  dedos  principales, 
con  otros  dos  rudimentarios  detrás,  y cada  uno  de  estos  tie- 
ne su  extremidad  envuelta  en  una  pezuña  ó casco  córneo. 
La  estructura  del  miembro  anterior  corresponde  siempre  á 


Fig.  145. — Aparato  dentario  del  Oso 


la  de  los  anchos  dientes,  y á las  modificaciones  de  la  mandí- 
bula y del  cráneo.  La  observación  demostró  á Cuvier  que 
estas  diversas  modificaciones  eran  también  correlativas,  lo 
mismo  que  en  los  carniceros. 

Por  la  aplicación  del  principio  correlativo  á los  restos  fósi- 
les de  mamíferos  del  plioceno  y mas  recientes  depósitos,  se 
han  podido  distinguir  los  herbívoros  de  los  carniceros;  y de 
estos  últimos  se  han  reconstruido  especies  extinguidas  de 
felinos,  ursinos  y otras  familias  del  orden. 

En  Inglaterra  yen  la  Europa  continental  existió  un  felino 
muy  destructor,  que  tenia  los  caninos  superiores  prolonga- 
dos, cortantes,  puntiagudos  y en  forma  de  sable,  por  lo  cual 
se  propuso  el  nombre  de  Machairodus  para  este  sub  género. 
Estaba  representado  por  especies  tan  grandes  como  el  león 
(M.  cultridens  y M.  latidens),  y por  otras  del  tamaño  del 
leopardo  (M.  pulmidens  y M.  megatereon).  Esta  forma  de 
felino  aparece  primero  en  el  mioceno  de  Auvernia  y de 
Eppelsheim;  después  en  el  plioceno  del  Amo;  y finalmente 
en  la  caverna  huesosa  de  Devonshire.  En  los  depósitos  de 
las  Pampas,  en  el  Brasil,  se  han  hallado  especies  de  ma- 
chairodus, así  como  en  los  terciarios  de  Sewalik  en  la  India. 

Los  primeros  ejemplares  del  gran  león  cuaternario  ( Felis 
spelaea)  fueron  descubiertos  en  cavernas,  tales  como  las  de 
Banwell,  Semorset  y Bélgica.  La  prominencia  del  ápice  de 
los  huesos  nasales  prueba  que  esta  especie  ha  sido  un  león 
y no  un  tigre.  Dejó  sus  restos  en  muchos  depósitos  diluvia- 
les de  la  Gran  Bretaña. 

En  Alemania  se  descubrieron,  con  semejantes  circunstan- 
cias, abundantes  restos  del  gigantesco  oso  (Ursus  spelaeus), 
y mucho  mas  numerosos  en  Inglaterra,  los  de  la  gran  hiena 
( Hyaena  spelaea),  que  era  probablemente  manchada,  como 
Tomo  IX 


553 

la  feroz  crocuta  del  Cabo.  Lobos,  zorros,  tejones,  nutrias, 
comadrejas,  y otros  animales  análogos,  han  dejado  sus  restos 
en  los  depósitos  del  plioceno  superior  y en  las  cavernas  hue- 
sosas. La  mayoría  de  estos  carniceros,  así  como  las  liebres, 
conejos,  y otros  semejantes,  no  se  distinguen  de  las  especies 
actuales.  Los  mas  pequeños  mamíferos  unguiculados,  lo 
mismo  que  los  rumiantes  pliocenos  de  reducido  tamaño,  pa- 
recen haber  sobrevivido  á esos  cambios  durante  los  cuales 
perecieron  las  mayores  especies.  Es  probable  que  el  caballo 
y el  asno  desciendan  de  las  que  existieron  en  el  antiguo  plio- 
ceno. No  se  conoce  ningún  carácter  determinado  por  el  que 
el  jabalí  actual  se  pueda  distinguir  específicamente  del  Sus 
fossilis,  que  era  contemporáneo  del  Mammuth. 

ORDEN  ROEDORES 

Este  orden  comprende  una  extensa  serie  de  pequeños 
mamíferos  en  los  que  se  asocia  un  par  de  grandes  incisivos 
encorvados  en  cada  mandíbula  con  otras  particularidades 
de  estructura.  Estos  dientes,  separados  por  una  ancha  barra 
de  una  corta  serie  de  molares,  caracterizan  á todos  los  indi- 
viduos del  orden;  la  única  familia  excepcional,  la  de  los 
Lepóridos,  comprende  las  liebres  y los  conejos,  que  tienen 
un  segundo  pequeño  incisivo  detrás  de  los  grandes  en  la 
mandíbula  superior.  Algunas  partes  del  esqueleto,  y mas 
particularmente  la  dentición,  son  muy  características:  la 
forma  de  la  superficie  articular  de  la  mandíbula  inferior,  los 
molares,  cruzados  por  placas  de  esmalte  mas  ó menos  tras- 
versas, y los  incisivos,  largos  y corvos,  que  figuran  en  número 
de  dos  en  cada  mandíbula,  constituyen  otros  tantos  caracté- 
res  para  determinar  las  relaciones  ordinarias  del  fósil.  Sin 
embargo,  los  incisivos  no  bastarían  por  sí  solos  siempre  como 
guia  segura,  pues  la  modificación  de  estos  dientes  se  repite 
en  el  wombat  y en  el  aye  aye. 

El  reducido  tamaño  de  la  gran  mayoría  de  las  especies  de 
este  orden  es  causa  de  que  pasen  desapercibidos  los  restos 
fósiles  en  las  canteras  y otros  depósitos  de  piedra,  donde  el 
paleontólogo  suele  encontrar  mas  á menudo  los  fósiles  carac- 
terísticos de  la  formación.  De  aquí  resulta  que  no  se  han 
obtenido  aun  restos  inequívocos  de  un  representante  del 
órden  en  un  estrato  mas  antiguo  que  el  de  los  depósitos 
terciarios  del  eoceno.  En  las  canteras  de  Montmartre,  cerca 
de  París,  Cuvier  encontró  restos  de  especies  afines  de  los 
Myoxus  y Sciurus.  Las  margas  lacustres  del  período  mioceno 
han  presentado  evidencias  por  lo  menos  de  once  géneros  del 
órden,  diferentes  de  todos  los  conocidos  ahora;  y en  los 
depósitos  de  Eppelsheim,  de  la  misma  época,  se  descubrieron 
restos  de  animales  afines  de  la  marmota  y del  castor.  En  las 
formaciones  terciarias  mas  recientes,  y en  las  cavernas  de 
Inglaterra,  se  han  hallado  restos  fósiles  que  no  difieren  del 
castor,  de  la  liebre  y del  conejo  de  nuestros  dias;  y también 
los  del  género  Lagomis.  En  el  plioceno  y en  las  últimas  for- 
maciones de  la  Europa  continental  se  encontraron  análogos 
restos  fósiles,  incluso  representantes  del  género  Hystrix,  ó 
puerco  espin  fósil.  En  los  depósitos  de  América  se  recogie- 
ron también  restos  de  especies  extinguidas  pertenecientes  á 
los  géneros  Lagostomus,  Echimys,  Ctenomys  y otros  confi- 
nados ahora  en  la  América  del  Sur.  En  la  del  Norte  se  des- 
cubrieron recientemente  fósiles  del  género  Castor,  pertene- 
cientes á un  individuo  comparativamente  gigantesco. 

El  gran  castor  Trogonterio  parece  haberse  extinguido  en 
Inglaterra  y en  el  continente  europeo  asiático  antes  del 
período  histórico;  mientras  que  la  especie  mas  pequeña  del 
plioceno  continuó  existiendo  hasta  ser  ahuyentada  por  el 
hombre.  Aun  sobrevive  en  alguno  de  los  ríos  continentales. 
Del  pequeño  Lagomis  de  nuestras  cavernas  no  queda  ningún 

70 


554 


PALEONTOLOGIA 


ejemplar  en  Europa:  acaso  se  hayan  extinguido  las  especies: 
su  género  se  halla  confinado  ahora  en  el  Asia  del  Sur  y la 
Central. 

DISTRIBUCION  GEOGRÁFICA  DE  LOS  MAMÍFE- 
ROS CUATERNARIOS 

Del  estudio  de  los  mamíferos  fósiles  de  los  últimos  hori- 
zontes terciarios  resulta  una  curiosa  generalización,  como  por 
ejemplo,  la  íntima  correspondencia  entre  la  fauna  de  los 
pasados  y presentes  períodos  en  la  extensión  europeo -asiática 
de  tierra  firme.  En  ella  continúan  existiendo  especies  de  casi 
todos  los  géneros  que  están  representados  por  mamíferos 
fósiles  del  plioceno  y post-plioceno  del  mismo  continente 
natural,  y de  la  contigua  isla  de  la  Gran  Bretaña. 

El  oso  tiene  sus  guaridas  en  Europa  y en  Asia;  el  castor 
del  Ródano  y del  Danubio  representa  al  gran  Trogonterio; 
el  lagomis  y el  tigre  existen  en  ambas  vertientes  del  Himala 
ya;  la  hiena  habita  en  la  Siria  y el  Indostan;  el  camello  bac- 
triano  representa  el  tipo  del  enorme  Mericoterio  del  drift  de 
Siberia;  el  elefante  y el  rinoceronte  están  representados  to- 
davía en  Asia,  si  bien  confinados  ahora  en  el  sur  del  Hima- 
laya.  Los  verdaderos  macacos  son  peculiares  del  Asia,  y 
aunque  muy  abundantes  en  la  parte  del  sur  del  continente  y 
en  el  Archipiélago  Indico,  también  existen  en  el  Japón:  un 
subgénero  afine  (Innus)  está  naturalizado  hoy  dia  en  el  peñón 
de  Gibraltar.  Una  especie  fósil  de  macaco  estuvo  asociada 
con  el  elefante  y el  rinoceronte,  en  Inglaterra,  durante  el 
período  de  las  mas  modernas  capas  del  plioceno  lacustre. 
Las  formas  mas  extraordinarias  de  mamíferos  extinguidos, 
llamadas  Elasmoterio  y Sivaterio,  tienen  sus  análogos  mas 
afines  en  los  paquidermos  y rumiantes  que  habitan  en  el 
mismo  continente  de  que  son  propios  dichos  fósiles.  Cuvier 
coloca  el  Elasmotero  entre  el  caballo  y el  rinoceronte.  Los 
antílopes  de  cuatro  cuernos,  hoy  existentes,  son  peculiares 
de  la  India,  así  como  sus  gigantescos  análogos,  ya  extingui- 
dos, el  Sivatero  y el  Bramaterio.  Puede  considerarse  como 
parte  de  la  misma  concordancia  general  en  la  distribución 
geográfica,  que  el  género  Hipopótamo,  extinguido  en  Europa 
y Asia,  continúe  representado  en  Africa,  al  paso  que  no  se 
le  encuentra  en  ninguno  de  los  mas  remotos  continentes  de 
la  tierra.  Africa  tiene  también  su  hiena,  su  elefante  y rinoce 
ronte  y sus  grandes  felinos  carniceros.  El  descubrimiento  de 
restos  de  la  Hytena  crocuta,  ahora  propia  de  Africa,  y del 
Elephas  africanus,  en  cavernas  huesosas  de  Sicilia;  y la  pro- 
fundidad del  mar,  que  se  estrecha  desde  aquella  isla  hasta 
Africa,  indica  el  curso  de  sumersión  de  una  parte  de  la  tierra 
que  unió  en  otro  tiempo  al  Africa  con  Europa.  El  Helado- 
terio  de  Grecia,  y otras  extinguidas  especies  de  Camelopar- 
dalis  de  Europa  y Asia,  género  que  ya  no  está  representado 
sino  en  Africa,  justifican  que  se  considere  á las  tres  divisio- 
nes continentales  del  Antiguo  Mundo  como  una  gran  pro- 
vincia ó circunscripción  natural,  por  lo  que  hace  á la  distri- 
bución geográfica  de  los  recientes  géneros  de  mamíferos  del 
plioceno  y post-plioceno.  El  único  gran  desdentado,  el  Pan- 
golin  gigantesco  de  Cuvier,  hallado  hasta  aquí  en  los  depó- 
sitos terciarios  de  Europa,  manifiesta  afinidades  con  el  género 
Manís,  que  es  exclusivamente  asiático  y africano. 

Extendiendo  la  comparación  entre  las  series  de  mamífe- 
ros que  hoy  existen  y las  extinguidas  al  continente  de  la 
América  del  Sur,  se  observará  primero,  que  á excepción  de 
algunas  especies  carnívoras  y cervinas,  no  se  ha  encontrado 
todavía  en  el  sur  de  América  ningún  representante  del  cita- 
do género  de  mamíferos  del  antiguo  continente.  Bufón  había 
anunciado  mucho  tiempo  antes  una  generalización  semejante 
respecto  á las  especies  y géneros  vivos  de  mamíferos,  la  cual 


se  observa  igualmente  en  los  fósiles.  Ni  en  las  cavernas,  ni 
en  los  mas  recientes  depósitos  terciarios  de  la  América  del 
Sur,  se  encuentra  un  solo  resto  de  elefante,  de  rinoceronte, 
de  hipopótamo,  de  bisonte,  de  hiena  ó de  lagomis;  mientras 
que  los  mas  de  los  mamíferos  fósiles  de  estas  formaciones 
son  tan  diferentes  de  las  formas  europeo-asiáticas,  como 
afines  á los  géneros  de  mamíferos  peculiares  hoy  dia  de  la 
América  del  Sur. 

Los  géneros  Equus,  Tapirus  y Mastodon,  constituyen  las 
principales,  si  no  las  únicas  excepciones.  La  representación 
del  primero,  durante  los  períodos  plioceno  y post-plioceno, 
por  distintas  especies  en  Asia  y en  la  América  del  Sur,  es 
análoga  á la  distribución  geográfica  de  las  especies  de  Tapi- 
rus en  la  actualidad. 

Solo  en  la  América  del  Sur  habitan  ahora  especies  de  ar- 
madillo, de  agutis,  de  ctenomis  y de  mono  platirrino;  pero 


Fig.  146  — Corte  del  molar  superior  del  megaterio 


hasta  aquí  no  se  han  descubierto  en  Europa,  Asia  ó Africa, 
restos  fósiles  de  un  cuadrúpedo  relacionado  con  cualquiera 
de  dichos  géneros.  Los  tipos  del  Bradipus  y Dasypus  esta- 
ban, sin  embargo,  ricamente  representados  por  gigantescas  y 
diversas  formas  específicas,  en  la  América  del  Sur,  duran- 
te los  períodos  geológicos  que  precedieron  inmediatamen- 
te al  nuestro.  El  esqueleto  de  uno  de  estos  animales  mi- 
de once  piés  desde  la  parte  anterior  del  cráneo  hasta  la 
extremidad  de  la  cola;  hallábase  enterrado  en  los  depósitos 
fluviátiles  que  existen  á siete  leguas  de  Buenos- Aires,  y fué 
extraído  en  1841  desde  una  profundidad  de  doce  piés.  Este 
esqueleto  ha  servido  de  asunto  á una  obra  titulada:  Descrip- 
ción del  esqueleto  del  extingudo  Perezoso  gigantesco  ( Mylodo?i 
robustus ),  en  la  que  se  encuentran  datos  suficientes  para 
considerar  á este  individuo  como  representante  de  la  misma 
familia  natural  de  que  forma  parte  el  pequeño  Perezoso  ar- 
borícola  de  nuestros  dias. 

Una  especie  mayor  (Megatherium  Cuv)  coexistió  con  el 
Milodon  en  la  América  del  Sur : su  esqueleto  entero  se  con- 
serva en  los  Museos  de  Madrid,  de  París  y Lóndres,  siendo 
aquí  el  primero  que  se  conoció  en  Europa  y el  que  nombró 
Cuvier;  mide  diez  y ocho  piés  de  largo;  y su  dentición  es 
análoga  á la  del  Bradypus,  solo  que  los  molares  se  prolon- 
gan mas  y afectan  una  estructura  mas  compleja.  Los  elefan- 
tes que  observan  un  régimen  análogo  al  del  megaterio,  te- 
nían los  dientes  posteriores  sostenidos  por  otros  muy  nume- 
rosos y pequeños;  lo  mismo  sucedía  en  aquel  animal,  gracias 
al  constante  crecimiento  y á la  renovación  de  los  mismos 
dientes. 


DISTRIBUCION  GEOGRÁFICA  DE  LOS  MAMIFEROS 


;55 


Los  pequeños  cuadrúpedos  de  la  América  del  Sur,  llama- 
dos Armadillos,  estaban  representados  en  la  época  pliocena 
en  aquel  continente,  por  especies  que  podian  rivalizar  con 
los  Megateroidéos  por  su  tamaño.  El  esqueleto,  casi  entero, 
con  su  armadura  ósea,  de  una  de  las  especies  mas  pequeñas 
de  aquellos  extinguidos  Armadillos,  mide  desde  el  hocico  á 
la  extremidad  de  la  cola,  siguiéndola  curva  del  dorso,  nueve 
piés,  y la  armadura  del  tronco  tiene  cinco  de  longitud  por 
siete  de  anchura.  Esta  gran  especie  extinguida  difiere  de  los 
modernos  armadillos  por  no  tener  articulaciones  en  su  escu- 
do para  contraer  ó enroscar  el  cuerpo  en  bola;  también  se 
diferencian  por  la  forma  aflautada  de  los  dientes,  de  cuyo 
carácter  se  deriva  su  nombre  genérico  de  Glyptodon.  Las 
especies  llamadas  G.  reticulatus,  G.  tuberculatus  y G.  orna- 
tus,  etc.,  toman  sus  nombres  de  diversas  modificaciones  del 
dibujo  que  presenta  la  superficie  de  la  armadura.  El  cráneo 
estaba  protegido  por  un  casco  huesoso ; y la  cola  tenia  tam- 
bién sus  partes  óseas. 

Los  géneros  Toxodon,  Macrauchenia  y Protopithecus, 
pertenecen  á mamíferos  extinguidos  de  la  América  del  Sur, 
con  los  cuales  solo  podian  competir  las  especies  peculiares 
ahora  de  aquel  continente. 

En  Australia  se  han  hallado  igualmente  vestigios  de  una 
correspondencia  análoga  entre  la  fauna  de  los  mamíferos 
extinguidos  y existentes,  hecho  mas  interesante  á causa  de 
la  peculiar  organización  de  los  mas  de  los  cuadrúpedos  na- 
turales de  aquella  región  del  globo.  Es  cosa  generalmente 
admitida  entre  los  zoólogos  que  los  marsupiales  constituyen 
un  gran  grupo  natural : los  representantes  en  este  de  muchos 
de  los  órdenes  de  la  mas  considerable  división  de  los  mamí- 
feros de  los  otros  continentes,  han  sido  reconocidos  también 
en  los  géneros  y especies  de  la  actualidad.  Los  Dasiuros, 
por  ejemplo,  hacen  las  veces  de  carniceros;  los  Perameles, 
de  Insectívoros;  los  Falangistas,  de  Cuadrumanos;  el  Wom- 
bat  sustituye  á los  Roedores,  y los  Kanguros,  en  un  grado 
mas  remoto,  á los  Rumiantes.  La  primera  colección  de  fósi- 
les de  mamíferos,  procedentes  de  las  cavernas  huesosas 
de  Australia,  dieron  á conocer  la  primitiva  existencia  en 
aquel  continente  de  mas  grandes  especies  del  grupo  marsu- 
pial;  algunas,  tales  como  los  Tilacinos  y Dasiurinos,  se  han 
extinguido  ya  en  Australia;  pero  existe  una  especie  de  cada 
uno  de  estos  sub  géneros  en  la  adyacente  isla  de  Tasmania. 
Un  solo  diente  de  la  misma  colección  de  fósiles  dió  la  pri- 
mera indicación  de  la  remota  existencia  de  un  tipo  marsu- 
pial,  que  representaba  á los  paquidermos  de  mayores  conti- 
nentes, y que  parece  haber  desaparecido  ya  de  la  superficie 
de  Australia.  De  este  gran  cuadrúpedo,  descrito  con  el  nom- 
bre de  Diprotodon  en  1838,  se  adquirieron  después  restos 
que  bastaron  para  reconocer  el  carácter  didelfo,  y las  mas 
íntimas  afinidades  con  el  Kanguro  Macropus.  Ultimamente 
adquirió  el  Museo  Británico  un  cráneo  entero  del  Diproto 
don  australis,  en  el  cual  se  fundó  el  género;  mide  tres  piés 
de  largo;  y aunque  presenta  la  misma  fórmula  dentaria  de 
su  homólogo  existente,  indica  notables  modificaciones  de 
los  miembros,  consistiendo  la  principal  en  ser  las  piernas 
posteriores  mucho  mas  cortas  y fuertes,  comparadas  con  las 
del  Kanguro,  y prolongadas  las  primeras,  pero  mas  robustas. 
La  fórmula  dentaria  del  Diprotodon  era  la  siguiente: 


3-3 

i-i 


i-i 


m 


i-i 


4-4 

4-4 


=28 


El  cráneo  del  Diprotodon  australis  fué  descubierto  en  un 
depósito  lacustre,  probablemente  del  plioceno  superior,  en 
las  llanuras  de  Darling  Downs  en  Australia. 

En  la  misma  formación  se  han  hallado  restos  de  un  géne- 
ro de  herbívoros  mas  pequeños  (Nototherium)  en  el  que  se 


combinan  las  afinidades  esenciales  con  el  Macropus  y algu- 
nos de  los  caractéres  del  Koala.  El  género  Phascolomys 
estaba  representado  en  el  período  plioceno  de  Australia  por 
un  Wombat  (Ph.  gigas),  del  tamaño  de  un  tapir. 

Los  carniceros  marsupiales  del  plioceno  presentaban  las 
relaciones  comunes  de  dimensión  y fuerza  con  los  herbívo- 
ros, cuyo  excesivo  aumento  debían  limitar. 

De  cuanto  acabamos  de  exponer  resulta  confirmado  el 
hecho  de  que  así  en  los  mamíferos  extinguidos  como  en  los 
existentes,  ciertas  formas  especiales  correspondían  á locali- 


pigm  jjj.  — Mandíbula  inferior  y dientes  del  megaterio 

dades  dadas;  y que  estas  formas  se  restringieron  á determi- 
nados países  en  un  primitivo  período  geológico,  lo  mismo 
que  sucede  ahora.  Ese  período,  sin  embargo,  era  el  terciario 
mas  reciente. 

Al  hacer  la  comparación  retrospectiva  de  los  mamíferos 
extinguidos  y existentes  con  los  del  horizonte  eoceno  y jurá- 
sico, por  lo  que  hace  á su  distribución  local,  obtenemos  in- 
dicaciones de  notables  cambios  en  la  posición  relativa  del 
mar  y de  la  tierra  durante  aquellas  épocas,  en  el  grado  de 
incongruencia  entre  las  formas  genéricas  de  los  mamíferos 
que  entonces  vivieron  en  Europa,  y cualesquiera  de  los  que 
actualmente  viven  en  el  gran  continente  natural  de  que 
ahora  forma  parte  Europa.  Diríase  que  cuanto  mas  penetra- 
mos en  los  lejanos  periodos  para  recobrar  los  mamíferos 
extinguidos,  mas  camino  debemos  recorrer  á fin  de  hallar 
los  análogos  existentes.  Los  de  los  Palioterios  y Lofiodon, 
que  son  los  tapires,  no  se  encuentran  hasta  Sumatra  ó la 
América  del  Sur;  y hemos  de  viajar  hasta  los  antípodas  para 
buscar  los  Mirmecobios,  los  análogos  existentes  mas  afines 
de  los  Anfiterios  del  terreno  oolítico. 

Respecto  al  problema  de  la  extinción  de  las  especies,  poco 
podría  decirse;  y nada  se  ha  demostrado  definitivamente  en 
lo  que  se  refiere  á la  misteriosa  causa  á que  debieron  el  sér. 
En  cuanto  á la  de  su  extinción  en  épocas  anteriores  al  hom- 
bre, es  mas  lógico  atribuirla  á esos  cambios  graduales  que 
afectaron  á las  condiciones  mas  favorables  para  la  existencia 
de  los  séres;  pero  aun  esto  no  es  aplicable  sino  á los  anima- 
les terrestres,  porque  apenas  se  concibe  que  los  habitantes 
de  las  aguas  se  resintieran  de  tales  cambios. 

En  los  animales  que  viven  en  la  tierra  concurren  condi- 
ciones que  no  les  permiten  resistir  á ciertas  influencias,  lo 
cual  podría  explicar  porqué  tantas  de  las  mayores  especies 


PALEONTOLOGIA 


556 

de  grupos  particulares  se  han  extinguido  completamente, 
mientras  que  las  mas  pequeñas,  de  la  misma  antigüedad, 
consiguieron  sobrevivir.  Proporcionada  al  tamaño  es  la  difi- 
cultad de  la  lucha,  que  como  organismo  viviente  debe  sos- 
tener el  individuo  de  la  especie  contra  las  influencias  que 
de  continuo  tienden  á destruir  la  vitalidad,  subyugando  la 
materia  á las  fuerzas  ordinarias  físicas  y químicas.  Cualquier 
cambio,  por  consiguiente,  militará  contra  la  existencia  en  un 
grado  relativo  al  tamaño  de  la  especie.  Si  la  estación  seca  se 
prolonga,  el  gran  mamífero  padecerá  por  la  sed  antes  que  el 
pequeño;  si  una  alteración  del  clima  afecta  á la  cantidad 
del  alimento  vegetal,  el  corpulento  herbívoro  será  el  primero 
que  sienta  las  consecuencias;  y si  se  presentan  nuevos  ene- 
migos, el  animal  grande  les  servirá  mas  pronto  de  presa, 
porque  los  pequeños  se  ocultan  y pueden  escapar.  Así,  pues, 
el  hecho  de  existir  ahora  especies  de  reducido  tamaño  en 
países  donde  vivieron  primitivamente  otras  mayores  de  las 
mismas  familias  naturales,  no  es  consecuencia  de  una  dege- 
neración, ó disminución  gradual  en  las  dimensiones,  si- 
no el  resultado  de  circunstancias  que  se  explican  por  el 
hecho  de  que  los  mas  pequeños  animales  pudieron  acomo- 
darse á los  cambios  que  hicieron  sucumbir  á los  mas  cor- 
pulentos. 

Que  las  especies,  ó formas  reconocidas  por  sus  caractéres 
distintivos  y la  facultad  de  propagarlos,  han  dejado  de  exis- 
tir, desapareciendo  sucesivamente,  es  un  hecho  que  no 
admite  discusión;  tampoco  se  ha  probado  que  fueran  exter- 
minados por  cataclismos  excepcionales  de  la  superficie  de  la 
tierra;  que  su  limitación  se  deba  á la  sucesión  de  los  tiem- 
pos, en  algunos  casos,  ó los  grandes  cambios  que  se  acumulan 
lentamente  en  el  largo  transcurso  de  las  generaciones,  es  muy 
posible;  pero  todas  las  causas  de  extinción  observadas  hasta 
aquí  parecen  residir  en  las  lentas  y continuas  alteraciones 
geológicas,  ó ya  en  la  repentina  aparición,  por  decirlo  así, 
de  la  especie  humana  en  un  limitado  espacio  de  tierra  no 
habitado  antes.  Es  probable,  por  lo  tanto,  que  la  extinción 
de  las  especies,  antes  de  la  presencia  del  hombre,  fuese  de- 
bida á causas  ordinarias,  en  el  sentido  de  la  correspondencia 
con  las  leyes  del  continuo  cambio  de  las  condiciones  geográ- 
ficas y climatéricas  en  la  superficie  de  la  tierra.  Las  especies 
y los  individuos  menos  adaptados  para  resistir  tales  influen- 
cias é incapaces  de  organizar  su  modificación,  hubieron  de 
perecer;  en  esta  hipótesis,  la  extinción  implica  la  falta  de 
facultades  en  los  séres  sometidos  á los  cambios. 

Pero  admitiendo  la  extinción  como  una  ley  natural  que  se 
ha  ejercido  desde  el  principio  de  la  vida  bajo  formas  espe- 
cificas de  plantas  y animales,  podría  esperarse  encontrar  al- 
guna evidencia  de  ella  en  nuestros  tiempos,  ó dentro  del 
período  histórico.  Se  han  citado  diversos  casos  de  la  extin- 
ción de  especies,  segura  ó probablemente  debida  á la  inter- 
vención directa  del  hombre.  El  loro,  conocido  con  el  nombre 
de  Néstor  productus  de  la  isla  Felipe,  en  Nueva  Zelanda,  es 
tal  vez  el  último  ejemplo  de  este  caso;  pero  semejante  causa 
no  ilustra  el  problema  de  la  extinción  en  períodos  anteriores 
á la  presencia  del  hombre,  ni  explica  tampoco  la  causa  de 
haber  desaparecido  las  razas  de  invertebrados  acuáticos  y 
vertebrados. 

En  el  siglo  pasado,  los  académicos  de  San  Petersburgo,  y 
muy  acreditados  naturalistas  describieron  y figuraron  las 
partes  huesosas  de  un  animal  anfibio  que  Cuvier  clasificó 
con  sus  cetáceos  herbívoros,  dándole  el  nombre  de  Stellerus 
en  obsequio  á su  descubridor.  Este  animal  habitaba  en  las 
desembocaduras  de  los  grandes  rios  que  allí  afluyen,  y pare- 
ce que  ya  se  ha  extinguido;  pero  nada  indica  que  el  hecho 
se  deba  á la  persecución  por  el  hombre.  En  este  caso  no  es 
dado  atribuir  la  causa  de  la  extinción  mas  que  á los  cambios 


físicos  geográficos,  que  afectaron  al  fin  funestamente  las 
condiciones  de  existencia  del  Estelerio.  Semejantes  altera- 
ciones contribuyeron  igualmente  en  un  período  primitivo  á 
la  desaparición  del  elefante  de  Siberia  y del  rinoceronte  de 
las  mismas  regiones  y latitudes;  y una  futura  generación  de 
zoólogos  tendrá  que  consignar  la  total  extinción  del  búfalo 
ártico  (Ovibos  moschatus).  Los  restos  de  esta  especie  y del 
Estelerio  demuestran  que  eran  contemporáneos  del  Elephas 
primigenius  y del  Rhinocerus  tichorhinus. 

Sin  embargo,  recientes  descubrimientos  indican  que  en  el 
caso  de  estos  y de  otros  extinguidos  cuadrúpedos,  completó 
la  obra  de  exterminio,  comenzada  por  anteriores  causas  mas 
generales,  una  ruda  y primitiva  raza  de  hombres. 

En  las  capas  de  arena  y grava  que  contienen  restos  del 
Mammuth  y de  otros  extinguidos  animales  del  cuaternario 
en  el  valle  del  Soma,  cerca  de  Abbeville  y Amiens,  se  han 
descubierto  armas  de  piedra  en  diversos  períodos  desde  el 
año  1838  hasta  la  actualidad  (Boucher  de  Perthes . Antigüe- 
dades célticas  y ante  diluviales ). 

Estas  evidencias  de  la  especie  humana  fueron  extraídas 
de  dichos  depósitos  por  Mr.  Prestwich  en  1859,  y posterior- 
mente en  el  mismo  año,  por  Mr.  Flower,  Mr.  Gaudry  y 
Mr.  Pouchet.  Los  restos  se  hallaban  en  la  grava  de  Saint 
Acheul. 

Las  formaciones  se  sucedían  desde  la  superficie  del  modo 
siguiente: 

Pies.  Pulgadas. 

a Superficie  del  suelo tr  8 

b Arcilla  parda  en  cuatro  capas  de 

diversos  matices 12  i 

c Arena  cuarzosa  blanca  y greda 
de  color  pálido,  y masas  de 

grava.  4 10 

d Grava  basta  sub  angular,  con  res- 
tos de  mamíferos  y objetos  de 
piedra  dispersos,  principalmen- 
te en  la  parte  inferior.  ...  5 o 

22  8 


Ln  el  deposito  d , en  St.  Acheul,  se  hallaron  restos  del 
elephas  primigenius,  rhinocerus  tichorhinus,  equus  fossilis, 
bos  primigenius  y cervus  somonensis;  en  Abbeville,  del 
cervus  tarandus  priscus,  del  felis  speltea,  de  la  hy?ena  y del 
ursus  spelaeus;  y en  St.  Roch  del  elephas  antiquus  y del 
hippopothamus  major. 

En  muchas  cavernas  se  han  descubierto  armas  de  piedra 
mezcladas  indistintamente  con  huesos  de  la  extinguida  es- 
pecie del  oso  y del  rinoceronte;  una  de  ellas  en  particular 
estaba  debajo  de  un  mogote  de  corzo  rojizo,  y un  fémur  del 
oso  de  las  cavernas,  incrustados  en  la  estalagmita  superficial 
de  la  caverna  de  huesos  de  Brixham,  en  Devonshire,  explo- 
rada cuidadosamente  en  el  transcurso  de  1858  á 1859  por 
una  comisión  de  la  Sociedad  zoológica  de  Londres. 

Examinadas  atentamente  las  armas  é instrumentos  des- 
cubiertos en  las  cavernas,  reconocióse  que  eran  obra  del 
hombre. 

Por  lo  que  hace  á los  caractéres  geológicos  de  los  depósi- 
tos, véase  lo  que  dice  uno  de  los  mas  prácticos  investigado- 
res: «Aunque  se  relacionan  intimamente  con  la  actual 
configuración  de  la  superficie,  son  siempre  mas  ó menos 
independientes  de  ella,  y si  bien  se  hallan  á menudo  cerca 
de  las  presentes  líneas  de  desagüe,  nunca  se  pudieron  formar, 
como  conjunto,  bajo  su  acción.  Mr.  Lyell  infiere  del  fenó- 
meno de  los  depósitos  que  contienen  armas  de  piedra  y 


SAUR0PTER1G10S 


557 


restos  de  mamíferos,  que  «considerables  oscilaciones  en  la 
superficie  de  la  tierra  en  aquella  parte  de  Francia  son  esen- 
cialmente la  causa  del  hecho;»  pero  Mr.  Prestwich  dice: 
«Aunque  indican  á menudo  considerable  edad,  manifiestan 
asimismo  grados  de  crecimiento,  que  si  bien  variables,  apa- 
recen en  el  conjunto  haber  sido  comparativamente  rápidos.» 

En  cuanto  á la  sucesiva  aparición  de  nuevas  especies  en 
el  transcurso  de  la  época  geológica,  debe  evitarse  ante  todo 
el  común  error  de  confundir  la  proposición  de  especies  que 
son  el  resultado  de  una  causa  secundaria  que  actúa  de  con- 
tinuo, y el  procedimiento  de  la  causa  creadora.  Que  las  es- 
pecies del  mineralogista  y del  botánico  sean  debidos,  la 
primera  á una  fuerza  natural,  y la  otra  á una  sobrenatural; 
la  primera  á la  operación  de  una  segunda  causa,  y la  otra  á 
la  intervención  directa  de  una  causa  primitiva,  no  es  cosa 
probable.  La  naturaleza  de  las  fuerzas  que  se  ejercieron  para 
producir  las  células  de  un  liquen  no  se  comprenderá  tan 
claramente  como  las  que  dispusieron  los  átomos  del  cristal. 
En  cuanto  á las  especies  de  organismos  superiores,  su  origen 
es  todavía  asunto  de  discusión. 

Buffon  consideró  las  variedades  como  alteraciones  parti- 
culares de  las  especies,  que  demostraban  la  variabilidad  de 
estas  últimas,  opinando  que  las  mas  de  las  llamadas  especies 
en  el  sistema  de  Linneo  no  eran  sino  otras  tantas  evidencias 
de  los  grados  progresivos  de  cambios  ocurridos  en  sucesivas 
generaciones,  principalmente  por  degradación  de  un  tipo 
primordial.  Aplicando  este  principio  á los  cuadrúpedos  cuya 
historia  había  escrito  en  su  gran  obra,  creyóse  capaz  de  re- 
ducirlos, á excepción  de  algunas  formas  insólitas,  á un  muy 
reducido  número  de  primitivos  tipos,  de  los  cuales  enume- 
raba quince. 

Mr.  Darwin  cree  que  los  «animales  descienden  cuando 
mas  de  cuatro  ó cinco  progenitores,  y las  plantas  de  igual 
número.»  «La  analogía,  añade,  me  llevaría  aun  mas  léjos,  es 
decir,  á opinar  que  todos  los  animales  y las  plantas  descien- 


Fig.  148'—  CRANEO  y COLMILLOS  DEL  1 YLACOLEO  CARNIFEX 


den  de  una  sola  forma  primordial  que  recibió  primero  el  so- 
plo de  la  vida.» 

Varios  son  los  argumentos  que  se  han  opuesto  á ciertas 
hipótesis  acerca  del  origen  de  las  especies.  Mr.  Owen  dice 
que  las  generalizaciones,  basadas  en  la  rigurosa  observación 
de  los  hechos,  por  las  cuales  se  ha  convencido  de  la  existen- 


cia de  una  fuerza  creadora  secundaria  que  se  ejerce  de  con- 
tinuo, dando  origen  á la  sucesión  de  las  especies,  son  las 
siguientes.  La  repetición  vegetativa;  la  unidad  de  plan,  tal 
como  se  demuestra  en  los  tipos  de  organización  de  los  arti- 
culados y vertebrados;  las  variedades  congenitales;  los  fenó- 
menos de  la  partenogénesis;  las  analogías  délos  grados  tran- 
sitorios embrionarios,  en  un  animal  superior,  con  las  formas 
de  los  inferiores ; y por  último,  el  hecho  paleontológico  de 
la  sucesiva  llegada  de  nuevas  especies  desde  el  período  de 
los  mas  antiguos  depósitos  en  que  se  hallaron  restos  orgáni- 
cos, especies  que  limitadas  con  el  tiempo,  nunca  reaparecen 
después  de  su  extinción.  Pueden  citarse  también  como  prue- 
ba los  muchos  casos  en  que  las  especies  paleozóicas  conser- 
varon sus  estructuras,  que  son  embrionarias  y transitorias  en 
las  mas  modernas  del  mismo  orden  ó clase,  y el  progresivo 
alejamiento  de  un  tipo  general  á uno  especial,  observado  en 
las  series  de  especies  desde  su  primitiva  introducción  hasta 
los  tiempos  actuales. 

CONCLUSION 

El  número  de  formas  extinguidas  que  conocemos  puede 
ser  muy  pequeño,  comparado  con  el  de  las  que  se  pueden 
descubrir  en  lo  futuro;  pero  de  la  suma  de  las  primeras  po- 
demos deducir  legítimamente  que  ha  habido  una  sucesión 
de  especies  que  demuestran  en  su  conjunto  la  progresiva 
perfección  del  sistema  nervioso,  y el  concomitante  predomi- 
nio del  espíritu  sobre  la  materia. 

Si  desde  las  épocas  pasadas  nos  trasladamos  con  el  pensa- 
miento al  porvenir,  podríamos  suponer,  atendido  el  curso  de 
los  fenómenos  vitales  en  este  planeta,  y bajo  el  punto  de 
vista  paleontológico,  que  todo  indica  un  período  en  que  la 
tierra  puede  llegar  á ser  morada  de  una  raza  superior  por  su 
inteligencia;  pero  aquí  entramos  en  el  laberinto  de  las  con- 
jeturas, donde  en  vez  de  avanzar,  nos  perdemos  en  sus  mul- 
tiplicadas sendas. 

En  el  exámen  que  se  ha  hecho  de  las  diversas  formas 
vitales  ya  extinguidas,  en  cuanto  á su  génesis,  sucesión,  po- 
sición geológica  y distribución  geográfica,  vemos  que  la 
adaptación  de  cada  estructura  á las  exigencias,  costumbres 
y bienestar  de  las  especies,  pone  en  relieve  la  superior  sabi- 
duría de  la  Fuerza  Creadora. 

Si  en  todos  los  notables  cambios  de  forma  y proporción 
que  hemos  observado  pudiéramos  discernir  siquiera  los  re- 
sultados de  pequeñas  modificaciones  de  algunos  elementos 
esenciales,  nos  admirada  la  unidad  de  esa  Causa,  así  como 
la  sabiduría  y poder  que  pudo  producir  tanta  variedad,  y á 
la  vez  tan  perfectas  adaptaciones  con  medios  tan  sencillos. 
Todas  esas  partes,  miembros,  pezuñas,  garras,  alas  y aletas, 
organizadas  tan  diversamente  para  obedecer  á las  necesida- 
des de  los  séres  en  los  elementos  que  habitan,  ¿en  qué  difieren 
de  los  instrumentos  mecánicos  construidos  por  el  hombre, 
á fuerza  de  cálculo,  estudio  y paciencia,  sino  en  su  mayor 
sencillez,  en  su  perfección  y en  la  unidad  de  los  elementos 
que  se  han  modificado  para  constituir  esos  diversos  órganos 
locomotores? 

En  toda  la  naturaleza  orgánica  se  observa,  no  solo  que  los 
medios  coadyuvan  al  fin,  sino  que  este  se  realiza  por  los  mas 
adecuados;  y por  lo  tanto,  debemos  considerar  á la  Gran 
Causa  de  todo,  no  á la  manera  de  ciertos  filósofos  antiguos, 
como  un  espíritu  uniforme  y tranquilo,  sino  como  una  activa 
y anticipada  inteligencia. 

Aplicando  las  leyes  de  la  anatomía  comparada  á las  reli- 
quias de  las  extinguidas  razas  de  animales  contenidas  en  los 
diversos  estratos  de  la  costra  terrestre,  y que  corresponden 
á otras  tantas  épocas  de  la  historia  de  la  tierra,  damos  un 
gran  paso  adelantándonos  á todas  las  anteriores  filosofías;  y 


PALEONTOLOGIA 


55S 


podemos  demostrar  que  la  misma  benéfica  Inteligencia  que 
revela  su  poder  en  nuestros  tiempos,  le  manifestó  igualmen- 
te en  épocas  muy  anteriores  á las  que  se  recuerdan  de  nues- 
tra existencia. 

Pero  con  estas  investigaciones  reconocemos  además  una 
verdad  de  no  menor  importancia,  y es  que  los  fenómenos 
del  mundo  no  se  suceden  con  la  mecánica  semejanza  que  se 
atribuye  en  los  círculos  de  la  filosofía  epicúrea,  porque  po- 
demos demostrar  que  en  las  diversas  épocas  geológicas  ocur- 
rieron cambios  correspondientes  en  la  estructura  orgánica;  y 
que  en  todos  estos  casos,  los  órganos,  mejorando  los  tipos 
fundamentales,  eran  siempre  los  mas  propios  para  las  funcio- 
nes del  ser.  Las  mas  elevadas  generalizaciones  en  la  ciencia 
de  los  cuerpos  orgánicos,  asi  como  las  leyes  de  Newton 
para  la  materia  universal,  nos  convencen  pues  de  la  exis- 
tencia de  una  gran  Primera  Causa,  que  no  es  ciertamente 
mecánica. 


\ a que  la  obra  de  Owen  sobre  la  que  hemos  calcado,  por 
decirlo  así,  la  Paleontología  que  precede,  limítase,  no  obs- 
tante la  indisputable  competencia  de  su  autor,  lumbrera  de 
la  ciencia  inglesa,  á trazar  el  cuadro  del  desarrollo  orgánico 
del  reino  animal  desde  que  apareció  en  el  globo  hasta  nues- 
tros dias,  lícito  me  ha  de  ser  completar  este  tratado  con  la 
indicación  de  las  1*  aúnas  y Floras  que  como  características 
de  los  diferentes  terrenos  de  sedimento  se  han  ido  sucedien- 
do sin  interrupción.  Quizás  se  me  eche  en  cara  el  no  haber 
redactado  un  libro  original  de  Paleontología  como  digno  co- 
ronamiento de  la  Creación;  causas  empero,  superiores  á mis 
deseos  y tal  vez  á los  de  la  casa  editorial  han  impedido  llevar 
á cabo  este  que  era  mi  desiderátum,  tanto  mas  fácil  de  ha- 
berlo realizado,  cuanto  que  la  mayor  parte  de  la  obra  está 
ya  escrita. 

Adoptando  el  método  lógico  del  orden  de  aparición  de 
los  seres  empezaremos  por  la  época  i.a  ó 

Vy  xjl  [IraLEOZOICA^^^^ 

La  aparición  de  la  vida  señala  el  principio  de  este  perío- 
do, cuyo  nombre  significa  tiempo  de  los  animales  antiguos,  de 
palay  os  y zoos.  Confusos  aun,  y vagamente  estratificados  en  su 
origen,  los  bancos  que  se  formaban  en  el  seno  de  los  mares  no 
tardaron  en  marcarse  con  claridad,  diferenciándose  tan  solo 
por  su  composición  y accidentes  estratigráficos,  de  los  terre- 
nos de  sedimento  mas  recientes.  Las  inyecciones  ígneas,  las 
rupturas,  los  replegamientos  y ondulaciones  con  los  contor- 
neamientos  de  las  capas,  figuran  en  este  período  en  gran 
número;  fuertes  frotaciones  comunican  á muchas  masas  la 
estructura  pizarreña  y hojosa;  y los  sedimentos  químicos  vie- 
nen á intercalarse  ¡i  menudo  en  medio  de  los  de  origen  me- 
cánico, que  predominan,  sin  embargo,  sobre  todo  en  la  base 
del  sistema.  Las  tierras  firmes  aumentan  de  extensión  al  re- 
dedor de  la  mayor  parte  de  los  puntos  salientes,  apareciendo 
nuevas  islas  en  considerable  número;  Europa  asemejábase  á 
la  sazón  á un  vasto  archipiélago:  algo  mas  resistente  ya  la 
corteza  terrestre,  da  no  obstante  paso  á numerosas  erupcio- 
nes de  rocas  ígneas  ó hidrotermales,  entre  las  que  dominan 
los  granitos  y los  pórfidos;  comienzan  á dibujarse  cadenas 
de  colinas  y verdaderas  montañas.  De  esta  época  datan  mu- 
chos accidentes  orográficos  en  la  península  Escandinava,  Fin- 
landia, Polonia,  Rusia,  la  Alemania  central,  Escocia,  el  país 
de  Gales,  Bretaña,  el  Limosin  y el  centro  de  España,  tierras 
todas  por  lo  general  aisladas  é independientes  unas  de  otras. 
Entonces  fue  cuando  aparecieron,  del  todo  ó en  parte  los 
Alpes  escandinavos,  el  Hundsruck,  el  Taurus,  el  Herzgebir- 
ge,  etc.  Este  período  comprende  cierto  número  de  terrenos 
-lue  importa  estudiar  separadamente. 


Terreno  Laurentino.  — Así  llamado  porque 
ocupa  vastas  superficies  en  el  Canadá,  á orillas  del  rio  San 
Lorenzo:  consta  de  gneis,  calizas  y pizarras,  mas  ó menos 
penetradas  de  rocas  eruptivas  y de  filones. 

Por  su  enorme  espesor,  que  excede  de  10,000  metros,  se- 
gún los  geólogos  norte-americanos,  debe  considerarse  como 
un  terreno  bien  distinto.  Los  bancos  calizos  que  encierra,  de 
bastante  importancia,  proceden  indudablemente  de  las  fuen- 
tes minerales,  las  primeras  sin  duda  que  existieron,  sobre 
todo  admitido  que  los  gneis  son  rocas  metamórficas  hidro- 
termales, de  sedimentación  mecánica. 

Si  el  Eozoon  canadense,  que  caracteriza  el  terreno  lauren- 
tino, es  real  y efectivamente  un  fósil  de  naturaleza  animal, 
los  foraminlferos  ó rizópodos  son  los  primeros  séres  cuya 
existencia  se  haya  demostrado  oficialmente,  siquiera  su  vida 
suponga  otros  organismos  anteriores  que  le  sirvieran  de  ali- 
mento. Forzoso  es,  sin  embargo,  declarar  que  muchas  auto- 
ridades científicas  niegan,  fundados  en  razones  muy  valede- 
ras, la  naturaleza  orgánica  á esta  aurora  de  la  vida  que  es  lo 
que  significa  la  pomposa  palabra  Eozon  con  que  se  la  designa. 

Edad  relativa  délos  fósiles. — Sobre  este  punto  debo  obser- 
var que  la  época  de  la  aparición  de  los  séres  no  se  dará 
jamás  sino  provisionalmente  y con  una  precisión  relativa. 
No  cabe  duda  que  alguna  parte  de  los  datos  contenidos  en 
este  capítulo  no  estará  del  todo  conforme  con  la  ciencia 
cuando  el  lector  lea  estas  líneas,  pues  á cada  instante  se 
hace  algún  inesperado  descubrimiento  que  aleja  hácia  el 
pasado  el  origen  de  tal  ó cual  familia.  Así,  por  ejemplo,  la 
especie  humana,  que  databa  de  la  época  actual  para  Cuvier 
y los  de  su  escuela,  se  remonta,  según  Boucher  de  Perthes, 
á la  época  cuaternaria;  para  Mr.  Desnoyers  comenzó  á fines 
del  período  terciario;  y para  Mr.  Bourgeois  á mediados  del 
mismo.  Con  frecuencia  se  reproduce  idéntico  hecho:  muchos 
tipos  habrán  envejecido  en  los  dos  reinos  orgánicos,  pero 
sin  duda  en  una  proporción  relativa;  de  modo  que  las 
relaciones  generales  no  se  habrán  modificado  de  una  manera 
sensible. 

Los  vegetales,  que  se  alimentan  directamente  de  la  mate- 
ria inorgánica,  han  precedido  sin  duda  alguna  á los  animales 
en  el  globo;  pero  como  no  conocemos  ninguna  planta  de  la 
época  Laurentina,  solo  con  gran  reserva  nos  atreveríamos  á 
considerar  como  de  aquella  remota  época  el  Equisetum 
hallado  en  un  cantoerrático  de  gneis  de  la  Valtelina. 
Sin  embargo,  esta  especie  es  la  mas  antigua  planta  terrestre 
conocida,  y pertenece  á una  de  las  familias  mas  superiores 
de  las  criptógamas. 

Si  juzgamos  por  lo  que  vemos  en  los  arrecifes  de  formación 
reciente,  es  de  presumir  que  vegetales  mas  imperfectos,  tales 
como  musgos,  liqúenes,  setas,  algas  de  agua  dulce  y salada, 
que  la  fosilización  no  conservó,  poblaban  entonces  las  tierras 
y los  mares. 

He  dicho  que  hoy  es  por  lo  menos  dudosa  la  naturaleza 
animal  del  Eozoon;  con  efecto,  los  señores  King  y Rownay, 
por  ejemplo,  ven  en  este  fósil,  que  pretenden  haber  ha- 
llado en  una  roca  liásica  de  la  isla  de  Skye,  el  resultado 
de  perforaciones  y grietas  debidas  á una  causa  puramente 
mecánica. 

Ter  ren  O Silúrico. — La  sedimentación  continuaba 
por  entonces  con  mucha  actividad  en  las  cuencas  de  los 
mares,  donde  se  depositaron  conglomerados,  areniscas  y 
pizarras  mezcladas  con  poderosos  bancos  de  caliza;  pero 
\erificabase  la  sedimentación  en  escala  muy  diversa,  pues 
mientras  el  silúrico  apenas  cuenta  600  metros  de  espesor  en 
Suecia,  alcanza  8,000  en  Inglaterra,  debiendo  agregar  á ellos 
una  buena  parte  de  los  8,ooo  atribuidos  en  el  mismo  país  al 
terreno  llamado  cámbrico.  En  Inglaterra,  en  Bohemia  y en 


PALEOZOICA 


559 


« 


otros  puntos  algunas  rocas  eruptivas  llegaron  á intercalarse 
entre  las  capas  de  sedimento  produciendo  notables  trastor- 
nos; al  paso  que  en  la  península  escandinava  y en  otros 
puntos  de  Europa  los  sedimentos  se  suceden  con  notable 
uniformidad  y sin  accidentes  notables. 

Los  mares  silúricos  ocupaban  grandes  superficies  en  Rusia 
y en  los  Estados  Unidos;  en  la  Europa  central  y occidental, 
por  el  contrario,  forman  cuencas  de  mediana  extensión, 
pareciendo  comunicarse  difícilmente  entre  sí,  á juzgar  por  la 
diversidad  de  su  fauna.  Estas  cuencas  estaban  situadas 
principalmente  en  la  península  escandinava,  en  Bohemia, 
en  el  país  de  Gales,  en  Bretaña  y en  el  centro  de  España;  su 
diseminación  denota  que  las  tierras  firmes  se  habían  exten- 
dido mas. 

A partir  del  nivel  caracterizado  por  el  Eozoon  canadense, 
las  capas  de  sedimento  se  suceden  en  un  espesor  de  varios 
miles  de  metros,  sin  que  se  hayan  encontrado  aun  fósiles; 
pero  esta  penuria  denota  la  escasez  y de  ningún  modo  la 
ausencia  de  los  animales  marinos.  No  se  debe  olvidar  que  el 
metamorfismo,  los  frotamientos  y los  replegamientos  del 
suelo,  la  naturaleza  del  centro  mineral,  y otras  muchas  causas, 
hacen  desaparecer  ó desfigurar  del  todo  los  fósiles,  que 
tienen  tantas  menos  probabilidades  de  conservación,  cuanto 
mas  antigua  es  la  época  que  estudiamos.  Es  preciso  observar 
igualmente  que  muchos  animales  marinos  no  poseen  ninguna 
parte  sólida  ni  dejan  por  lo  tanto  vestigios;  y nada  nos 
asegura,  por  otra  parte,  que  las  capas  reputadas  como  estériles 
lo  sean  realmente,  puesto  que  la  experiencia  de  cada  dia 

ofrece  la  prueba  de  lo  contrario. 

Primeros  SÉRES  VIVIENTES.— Por  fin  aparecen 
los  primeros  vestigios  de  animales  marinos : son  cavidades 
cilindricas  análogas  á las  de  los  anélidos  arenícolas,  y vagas 
huellas  que  parecen  pertenecer  á poliperos,  anélidos  y á un 
tribolites,  creyéndose  distinguir  también  los  vestigios  de 
plantas  marinas.  Bien  pronto  aparecen  mas  claras  estas 
marcas  ó señales,  y no  se  tarda  en  hallar  fósiles  completos. 
Los  mas  antiguos  son  foraminíferos,  poliperos,  equínidos, 
moluscos,  briozoos,  braquiópodos  y terópodos;  casi  al  mismo 
tiempo  aparecen  los  trilobites,  que  pululaban  en  el  mar 
silúrico,  donde  alcanzan  su  mayor  desarrollo  numérico.  Sin 
embargo,  los  mares  se  pueblan  rápidamente:  los  poliperos 
zoantos  tabulados  y rugosos,  casi  desconocidos  en  las  épocas 
siguientes;  numerosos  crinoideos,  del  todo  característicos, 
algunos  precursores  de  la  importante  clase  de  ios  equínidos; 
los  graptolitos;  innumerables  moluscos  braqúiopodos,  perte- 
necientes á géneros  de  los  que  aun  existen  algunos;  moluscos 
acéfalos  y gasterópodos  menos  abundantes;  cefalópodos 
muy  numerosos,  todos  de  la  categoría  de  los  tentaculiferos 
de  tabiques  lisos,  cuyos  géneros  están  representados  algunas 
veces  por  centenares  de  especies;  trilobites  sumamente 
variados  y algunos  crustáceos  inferiores;  sérpulas  y otros 
anélidos;  y,  por  último,  peces  ganoideos,  constituyen  el 
cuadro  de  la  fauna  silúrica,  que  cuenta  mas  de  10,000  espe- 
cies. En  las  capas  superiores  es  donde  aparecen  los  animales 
vertebrados;  en  Inglaterra,  en  Bohemia,  y sobre  todo  en 
Rusia,  se  han  hallado  los  primeros  vestigios  de  peces,  que 
recuerdan  los  del  terreno  devónico,  y cuyas  osamentas  y 
restos  diseminados  constituyen  en  ciertas  localidades  inglesas 
una  capa  de  gran  extensión  superficial. 

Carácter  DE  la  FAUNA  SILURICA.  En  resu- 
men, la  época  silúrica  bajo  el  punto  de  vista  orgánico  puede 
decirse  que  representa  el  reino  de  los  poliperos  zoantos  ru- 
gosos y tabulados,  de  los  crinoideos  cistideos,  de  los  grapto- 
litos, de  los  moluscos  braquiópodos,  de  los  cefalópodos  nau- 
tífidos  y de  los  trilobites.  Los  braquiópodos  forman  poco 
mas  ó menos  los  3/10  de  los  moluscos  paleozóicos,  y sola- 


mente los  1 1 200  de  los  moluscos  actuales:  en  1850  Bronn 
registraba  ya  589  pertenecientes  á este  primer  período  orgá- 
nico, y hoy  se  conocen  mas  de  1,5o0'  En  l°s  moluscos  cefa- 
lópodos halló  Mr.  Barrande  1,622  especies,  de  las  cuales 
correspondían  373  á los  Cirtoceras  y 851  á los  Ortóceras. 
Los  trilobites  figuran  en  número  de  mas  de  i,7co  especies: 
una  notable  familia  de  poliperos,  la  de  los  graptolitos,  princi- 
pia y concluye  en  los  mares  silúricos. 

Flora  silúrica.  — Difíciles  de  conservar  por  la  fo- 
silización, las  algas  marinas  no  son  conocidas  sino  por  vesti- 
gios bastante  vagos:  hasta  ahora  no  se  han  señalado  las  plan- 
tas terrestres  de  una  manera  segura  mas  que  en  las  capas 
superiores:  son  tipos  afines  de  las,  licopodiáceas,  y sin  duda 
existían  anteriormente.  En  efecto,  sin  hablar  del  Equisetum 
Sismondae,  cuyo  verdadero  yacimiento  es  desconocido  aun, 
se  pueden  atribuir  á vegetales  terrestres  las  vetas  carbonosas 
y las  masas  de  antracita  que  existen  en  el  terreno  silúrico, 
y el  grafito  del  horizonte  laurentino  del  Canadá. 

FAUNA  SILÚRICA.  — Hecha  esta  indicación  general, 
describamos  rápidamente  los  principales  tipos  de  la  fauna 
silúrica. 

AMORFOZOOS. — No  necesitamos  detenernos  en  la  se- 
rie de  los  amorfozoos,  pues  apenas  se  halla  representada  por 
algunas  esponjas,  cuyos  principales  grupos  se  han  indica- 

do  ya. 

RADIADOS. — Los  radiados  silúricos  pertenecen  a la 
clase  de  los  poliperos  y á la  de  los  equinodernos. 

Los  poliperos  silúricos  forman  casi  exclusivamente  parte 
de  las  familias  de  los  zoantos  tabulados  y rugosos  y de  los 
graptolitos,  cuyos  representantes  pueden  verse  en  las  figuras 

del  texto  pág.  458. 

EQUINODERMOS.  — La  clase  de  los  equinodermos  esta 
representada  por  los  ordenes  de  los  crinoideos,  esteleridos  y 
tal  vez  por  los  equínidos. 

CRINOIDEOS.  — Los  crinoideos  se  han  comparado  á 
menudo  con  las  estrellas  de  mar  invertidas.  Consisten,  efecti- 
vamente, en  un  cuerpo  ensanchado  en  cúpula,  que  contiene 
los  principales  órganos,  representando  la  región  central  de 
las  asterias.  Este  cuerpo  ó cáliz  formado  exteriormente  por 
un  gran  número  de  piezas  articuladas  entre  sí,  esta  rodeado 
de  brazos,  articulados  también,  y que  algunas  veces  se  ra- 
mifican á lo  infinito.  El  cáliz  está  cerrado  interiormente  yen 
la  parte  superior  por  una  bóveda  que  cubre  las  visceras, 
compuesta  de  piezas  que  terminan  sobre  el  nivel  de  la  in- 
serción de  los  brazos.  La  boca  se  abre  en  la  parte  superior 
y en  el  centro  de  dicha  bóveda,  y el  ano,  que  se  distingue 
siempre,  está  á un  lado.  Hayr  crinoideos  libres,  pero  los  mas 
se  hallan  fijos  en  el  suelo  por  un  tallo  flexible,  rectilíneo, 
compuesto  de  un  gran  mímero  de  discos  agrupados  entre  sí. 
Su  forma  es  casi  siempre  circular  ó pentagonal,  y las  estrías 
de  sus  caras  en  contacto  proporcionan  buenos  caractéres 
para  distinguir  los  géneros  y las  especies.  Por  lo  general  se 
ensancha  el  tallo  en  su  base,  fijándose  en  el  suelo  por  medio 
de  una  dilatación  que  simula  una  raíz  con  cuyo  nombre  se 

distingue. 

Los  crinoideos  silúricos  pertenecen  principalmente  a la 
familia  de  los  cistidos,  que  se  reconocen  por  su  cáliz  ovoideo 
sin  tallo,  ó con  uno  muy  fuerte  y corto.  Los  brazos  son  ru- 
dimentarios, y faltan  en  varios  géneros.  Caracterizados  por 
el  desarrollo  normal  de  sus  brazos  y de  su  tallo,  los  verda- 
deros crinoideos  se  hallan  representados  igualmente  en  el 
terreno  silúrico  por  formas  globulosas  y recogidas,  pertene- 
cientes á la  familia  de  los  ciatocrínidos. 

ESTELÉ R IDOS.  — Los  esteléridos  comienzan  en  las  ca- 
pas superiores  del  terreno,  y pertenecen  á la  familia  de  los 
astéridos,  que  es  la  mas  elevada.  Cubiertos  exteriormente  de 


í 


560 


PALEONTOLOGÍA 


placas  muy  duras,  con  frecuencia  espinosas,  su  cuerpo  suele 
afectar  la  forma  de  una  estrella  de  cinco  radios.  Las  principa- 
les visceras  están  en  el  centro;  los  radios  ó brazos  son  an- 
chos, aplanados,  con  una  cavidad  inferior  en  la  que  se  alojan 
varias  prolongaciones  del  aparato  digestivo.  La  posición  de 
los  esteléridos  es  inversa  de  la  de  los  crinoideos,  hallándose 
todos  los  órganos  debajo.  Los  astéridos  silúricos  constituyen 
varios  géneros,  algunos  de  los  cuales  tienen  representantes 
en  los  mares  de  hoy  dia. 

EQUÍNIDOS.  Los  equínidos,  llamados  también  erizos 
de  mar,  son  los  mas  complejos  del  grupo.  De  forma  esférica 
ó globulosa,  tienen  el  cuerpo  protegido  por  un  dermato  esque- 
leto compuesto  de  placas  imbricadas,  en  cuya  superficie 
existen  muchos  tuoerculos  mas  o menos  salientes,  que  sirven 
de  apoyo  á unas  púas  ó varillas  movibles.  Cuando  el  dermato- 
esqueleto  del  erizo  hallase  desprovisto  de  sus  púas  aparece 
dividido  en  diez  segmentos  por  lineas  que  se  cruzan  en  dos 
polos  opuestos,  como  los  meridianos  trazados  en  una  esfera. 
Uno  de  estos  puntos,  situado  debajo,  marca  el  sitio  de  la 
boca,  guarnecida  á menudo  de  poderosas  maxilas;  el  punto 
opuesto  señala  el  del  ano.  En  los  erizos  de  mar  irregulares  la 
boca  puede  encontrarse  á veces  en  el  borde  interior  del 
dermato  esqueleto,  ocupando  el  ano  todas  las  posiciones  en- 
tre la  boca  y la  extremidad  de  la  concha.  Cada  uno  de  los 
diez  segmentos  se  compone  comunmente  de  dos  series 
de  placas  análogas  entre  sí  en  el  mismo  segmento;  pero  dife- 
rentes si  se  consideran  en  dos  contiguos.  Las  unas,  en  efecto 
presentan  varios  agujeros  que  sirven  para  la  respiración  y la 
locomoción,  al  paso  que  las  otras  están  perfectamente  ente- 
ras. Llámase  áreas  ambulacrales  á los  segmentos  constitui- 
dos por  las  placas  perforadas,  é interambulacrales  á los  que 
las  tienen  enteras.  Resultan,  pues,  cinco  de  cada  especie 
alternando  entre  sí.  La  parte  anterior  del  erizo  está  ocupada 
por  un  área  ambulacral,  y la  posterior  por  una  interarabula- 
cral.  La  forma  y tamaño  relativo  de  las  áreas,  la  situación  de 
la  boca  y del  ano,  la  forma  y dimensiones  de  las  púas  y de 
los  tubérculos  que  le  sirven  de  apoyo,  etc.,  dan  los  caracté- 
res  mas  importantes  para  su  clasificación. 

Los  equínidos,  que  comienzan  tal  vez  en  los  bancos  mas 
inferiores  pertenecientes  al  antiguo  terreno  cámbrico,  no  han 
dejado  en  el  terreno  silúrico  propiamente  dicho  sino  formas 
dudosas  ó poco  auténticas. 

MOLUSCOS.  — La  serie  de  los  moluscos  está  representa- 
da en  la  época  silúrica  por  las  dos  sub  secciones  de  los  brio- 
zoos  y moluscos  propiamente  dichos. 

BaiOZOOS.  Son  unos  diminutos  séres,  á veces  micros- 
cópicos, encerrados  en  celdillas  pétreas  agregadas  en  colo- 
nias análogas  á la  de  los  poliperos;  pero  á esto  se  reduce 
toda  la  semejanza,  pues  los  briozoos  oírecen  los  principales 
caractéres  de  la  serie  á que  pertenecen,  y no  participan  nun- 
ca de  una  vida  común.  La  forma  de  las  celdillas  y de  las 
colonias  sirve  para  distinguir  las  especies  fósiles:  las  primeras 
pertenecen  á dos  tipos  principales,  ó bien  nacen  unas  junto 
á otras  no  terminando  jamás  en  tubos,  en  cuyo  caso  parecen 
sus  colonias  láminas  simplemente  perforadas ; ó bien  se  enla- 
zan oblicuamente,  uniéndose  entre  sí  por  la  base  ó por  el 
centro,  y prolongándose  en  tubos  que  forman  prominencia: 
en  este  caso  se  asemejan  á menudo  las  colonias  á los  polipe- 
ros branquiados.  Los  briozoos  silúricos  pertenecen  los  mas  á 
este  último  tipo. 

MOLUSCOS  ORDINARIOS. — Están  representados  por 
todas  sus  clases. 

Br  AQUIÓPODOS. — La  de  los  braquiópodos  es  muy 
numerosa  durante  este  periodo  paleozoico,  en  el  que  ofrece 
una  gran  diversidad  de  tipos.  No  creo  necesario  penetrar  en 
el  dominio  de  la  zoología  para  describir  el  animal  vivo;  pero 


debo  indicar  cuáles  son  las  partes  conservadas  por  la  fosili- 
zación ; y para  no  volver  á tratar  varias  veces  del  mismo 
asunto,  daré  aquí  los  caractéres  de  las  principales  familias 
paleozoicas. 

LINGULIDOS. — Carecen  de  apófisis  branquiales  y de 
charnela;  valvas  casi  semejantes,  ahuecadas  en  su  extremidad 
para  el  paso  del  pedúnculo  que  fija  el  animal;  dermato- 
esqueleto  córneo. — Géneros,  Ungula,  obolus. 

ORBICULIDOS.  — No  existen  las  apófisis  branquiales 
ni  la  charnela;  gran  valva  imperforada,  y la  pequeña  con  un 
agujero  redondeado  para  el  paso  del  pedúnculo;  dermato- 
esqueleto  córneo  ó subtestáceo. — Géneros,  orbiculoideos, 
trematis,  siphonotreta,  acrotreta. 

C RÁNIDOS. — Ausencia  de  apófisis  branquiales  y de 
charnela;  concha  testácea,  perforada,  fija  á otros  moluscos, 
á equinodermos  ó á diversos  objetos  por  su  propia  sustancia. 
— Género,  crania. 

Calckolidos. — Carencia  de  apófisis  branquiales; 
charnela  rectilínea,  finamente  dentada,  gran  valva  cónica, 
muy  gruesa,  con  área  grande;  la  pequeña  plana  y operculi- 
forme:  dermato-esqueleto  fibroso.— Género,  calceola. 

PRODÚGTIDOS . — No  hay  apófisis  branquiales  ni 
pedúnculo  para  fijarse  el  animal;,  concha  perforada,  con 
grandes  aberturas  prolongadas  en  tubos. — Géneros,  produc- 
tus,  chonetes 

ORTÍSIDOS. — Faltan  las  apófisis  branquiales,  y no  hay 
aberturas  tubuladas;  la  gran  valva  está  perforada  para  el  paso 
del  pedúnculo  muscular. — Géneros,  orthis,  orthissia,  stro- 
phomoena,  leptoena. 

RlNCONÉLIDOS. — Apófisis  branquiales  poco  desarro- 
lladas y consistentes  en  dos  láminas  bastante  cortas  que 
sostienen  brazos  arrollados  en  espiral;  animal  fijo  por  un 
pedúnculo  que  pasa  por  un  agujero  de  la  gran  valva. 
Concha  fibrosa,  siempre  sin  perforar.— Géneros,  rhyncho- 
nella,  atrypa,  camarophoria,  pentamerus,  parambonites. 

Spiriféridos. — Apófisis  branquiales  muy  desarrolla- 
das, dispuestas  en  espiral  cónica;  rara  vez  está  el  animal  fijo 
por  un  pedúnculo;  dermato-esqueleto  fibroso,  á veces  perfo- 
rado.—Géneros,  spirifer,  cyrtia,  spirigera,  spirigerina,  retzia, 
uncites. 

TerebratÚLIDOS. — Apófisis  branquiales  muy  des- 
arrolladas y mas  ó menos  complicadas,  jamás  espirales; 
animal  fijo  por  un  pedúnculo  que  sale  de  un  orificio  de  la 
gran  valva;  deltidium  compuesto  de  dos  piezas,  finamente 
perforado.— Géneros,  terebrátula,  strigocephalus. 

Todos  los  géneros  indicados,  excepto  los  calceola,  pro- 
ductus,  camarophoria,  uncites,  strigocephalus,  y acaso  las 
tcrcbrátulas,  figuraban  en  la  época  silúrica,  á la  cual  parecen 
pertenecer  exclusivamente  los  obolus,  acrotreta,  siphonotreta 
y parambonites. 

Pleuroconcos.  — Bajo  el  punto  de  vista  de  la 
Paleontología,  los  acéfalos  se  dividen  en  pleuroconcos  y 
ortoconcos:  los  primeros,  cuyo  tipo  está  representado  por  la 
ostra  común,  tienen  las  dos  valvas  desiguales;  fija  algunas 
veces  al  suelo  por  su  propia  sustancia,  la  inferior  es  casi 
siempre  la  mas  grande  y mas  gruesa;  la  concha  se  inclina 
hacia  uno  de  sus  lados  y de  aquí  la  denominación  de  pleu- 
roconcos. Las  familias  y géneros  de  moluscos  acéfalos  son 
demasiado  numerosos  para  describir  sus  caractéres  en  esta 
obra  sin  salir  de  los  límites  que  nos  hemos  impuesto,  y de 
consiguiente  nos  limitaremos  á indicar  los  mas  importantes, 
cuando  sea  necesario.  Los  pleuroconcos  silúricos  pertenecen 
en  su  mayor  parte  á los  géneros  avicula,  ambonychia, 
posidonomya,  pterinea  y algunos  otros  algo  dudosos  que  por 
lo  tanto  es  inútil  mencionar. 

ORTOCONCOS.  Estos  acéfalos  llámanse  así  porque  su 


PALEOZOICA 


561 


estación  es  vertical  ó poco  menos,  permaneciendo  con  la 
boca  hácia  abajo.  La  concha  es  equivalva,  y casi  siempre 
tiene  dos  músculos.  Bajo  el  punto  de  vista  paleontológico  se 
dividen  en  integropaleales  y sinupaleales. 

INTEGROPALEALES.— Estos  carecen  de  sifones,  ó 
únicamente  los  tienen  rudimentarios,  de  donde  resulta  que 
la  impresión  del  manto  en  el  interior  de  las  valvas  se  conserva 
paralela  al  borde  de  la  concha;  y no  está  escotada  por  ningún 
seno.  Termina  por  arriba  y por  abajo  en  las  dos  impresiones 
musculares.  Los  sinupaleales  tienen,  por  el  contrario,  los 
sifones  muy  desarrollados,  de  modo  que  la  impresión  paleal 
está  escotada  en  la  parte  superior  de  la  concha  por  un  seno 
mas  ó menos  profundo. 

Los  ortoconcos  silúricos  pertenecen  á la  categoría  de  los 
integropaleales; los  mas  se  asemejan  á los  géneros  gromysia, 
cardiola,  orthonota,  modiolopsis,  paltearca,  afine  de  las 
arcas,  ctenodonta,  muy  parecida  á las  nuculas,  megalodus, 
isocardia,  cypricantia,  y algunos  otros  dudosos. 

Gasterópodos,  heterópodos  y terópo- 
DOS.  — La  clase  de  los  moluscos  gasterópodos,  cuenta 
numerosos  representantes  en  la  época  silúrica;  lo  mismo 


sucede,  relativamente,  con  la  de  los  heteropodos  y la  de  los 
terópodos,  que  bajo  el  punto  de  vista  paleontológico  pueden 
reunirse  sin  inconveniente.  Distinguense  sobre  todo  porque 
el  pié  que  es  carnoso  y sirve  para  rastrear  en  los  gasterópo- 
dos, adquiere  en  los  heterópodos  la  forma  de  una  hoja 
comprimida  que  sirve  para  nadar,  hallándose  sustituida  en 
los  terópodos  por  aletas  situadas  á cada  lado  del  cuello. 

Los  gasterópodos  casi  siempre  llevan  concha,  única  parte 
del  animal  conservada  por  la  fosilización. 

El  número  de  familias  y géneros  de  los  moluscos  gaste- 
rópodos es  tan  considerable,  que  no  es  fácil  caracterizar  los 
principales  grupos  como  se  ha  hecho  con  los  braquiópodos, 
y en  su  consecuencia  no  describiré  sino  los  mas  importantes 
cuando  sea  necesario.  Los  géneros  silúricos  pertenecen  ge- 
neralmente á los  tipos  de  gran  ombligo  y boca  escotada  por 
un  seno  medio;  los  principales  son  los  siguientes:  loxonema, 
turbo,  cirrus,  platiostoma,  straparolus,  evomphalus,  scalites, 
pleurotomaria,  murchisonia,  bellerophon,  helicostoma,  cyr- 
tolites,  helcion,  capulus;  y entre  los  terópodos,  los  géneros 
vaginella  y conularia. 


Boca  encogida.  | gom poce rXtidos. 


nos  central.. 


El  siguiente  cuadro  resume  los  caracteres  de  las  familias  y de  los  principales  géneros  paleozoicos , cuya  clasificación  es  por 
otra  parte  mas  bien  artificial  que  natural. 

í Sifón  central. Gomphoceras 

J f Interno. . . . Campulites. 

| Id.  marginal j Externo..  . . Oncoceras. 

_ , t ( Sifón  simple. Orthoceras. 

Concha  recta.  . j I(j  en  rosar;0 Actinoceras 

Id.  arqueada Aploceras. 

La  última  en 

, \ forma  de 

Sueltas  separa-  cayado. . Hortulus. 

das j La  última  no 

en  cayado.  Nautiloceras. 

ÍLa  última  en 
forma  de 
cayado. . . Limites. 

La  última  no 
en  cayado.  Nautilus. 

Concha  en  espiral Trochoceras. 

De  paredes 
simples.  . . Cameroceras. 

Id-  recta- sifon  anch0-  • • < formando 

conos  en- 
chufados. . Endoceras. 

[ Id.  estrecho Melia. 

Id.  arqueada Gyrtoceras. 

Id.  arrollada  so-  ( Vueltas  separadas.  . . .....  Cyroceras. 

bre  el  mismo  \ XA  í Sifón  interno  Trocholites. 

plano | Id  cont)£ua£-  • \ id.  externo. . Cryptoceras. 

, , . . ...  í Sifón  interno.  . . . . . ( Climenidos  Clymenia. 

Tabiques  angulosos  de  lóbulos  sencillos.,  j externo -j  Goniatidos  Goniatites. 

Id.  con  lóbulos  rameados t Ammonitidos-Ammonites. 


Tabiques  sim- 
ples Nautili- 
dús. 


Boca  no  encogi- 
da ó regular. 


A DE  NUE 


Si  se  exceptúan  las  Nautiloceras,  Aploceras,  Cryptoceras 
y Clymenias,  todos  los  géneros  del  cuadro  están  represen- 
tados en  la  época  silúrica;  de  los  silúricos,  los  Trochoceras, 
Cyrtoceras,  Orthoceras,  Nautilus,  Gyroceras  y Goniatites, 
son  los  únicos  que  pasan  al  terreno  devónico,  según  Mr.  Bar- 

rande. 

Cefalópodos.— La  clase  de  los  cefalópodos,  la  mas 
elevada  de  la  serie,  tiene  numerosos  representantes  en  la 
época  silúrica.  Uno  de  sus  órdenes,  el  de  los  tentaculíferos, 
alcanza  casi  al  principio  su  máximum  de  desarrollo  numéri- 
co, pudiéndose  comparar  en  este  concepto  con  la  clase  de 
los  braquiópodos,  á cuyo  destino  parece  asociada  durante 


TV 


el  trascurso  de  los  tiempos  geológicos.  Representados  en 
todas  las  épocas  antiguas  por  tipos  tan  numerosos  como  ca- 
racterísticos, los  cefalópodos  tentaculíferos  son  en  cierto 
modo  los  fósiles  predilectos  de  los  geólogos.  Importa  pues 
darlos  á conocer  algo  detalladamente;  y para  evitar  repeti- 
ciones inútiles,  daré  aquí  los  caractéres  de  los  principales 
géneros  paleozoicos  y de  todas  las  familias. 

Tentaculíferos. — La  concha  de  los  cefalópodos 
tentaculíferos,  como  la  de  los  gasterópodos,  consiste  en  un 
cono  arrollado  de  diversos  modos,  dividiéndose  en  un  gran 
número  de  celdas,  por  tabiques  atravesados  por  un  tubo  lar- 
go algo  cónico,  llamado  sifon.  Este  último  termina  en  la 

71 


PALEONTOLOGIA 


562 


celda  primera  de  donde  arranca  el  cono  generador,  al  paso 
que  las  otras  celdas  no  comunican  entre  si  ni  con  el  exterior. 
Llena  el  siton  un  ligamento  tendinoso  que  sirve  para  fijar 
el  animal,  que  no  ocupa  nunca  sino  la  última  celda  6 sea 
la  que  se  abre  por  fuera  á manera  de  boca,  cuyos  contornos 
son  mas  ó menos  escotados  y se  prolongan  en  lacinias.  Tal  es, 
en  pocas  palabras,  la  estructura  de  la  concha  de  los  cefaló- 
podos tentaculíteros.  Las  familias  y los  géneros  se  caracteri- 
zan principalmente  por  el  punto  en  que  se  halla  el  sifón  que 
puede  perforar  los  tabiques  en  su  centro,  en  su  borde  interno 
ó externo,  ó cerca  de  él;  por  la  forma  de  la  boca  y,  en  fin, 
por  el  aspecto  exterior  de  los  tabiques  que  separan  las 
celdas.  Simplemente  arqueados  en  su  centro,  estos  tabiques 
se  pliegan  algunas  veces  en  sus  bordes  de  una  manera  tan 
complicada,  que  la  huella  que  dejan  en  la  superficie  del 
molde  interior  se  asemeja  á menudo  á un  follaje  recortado 
y dividido  á lo  infinito.  Dícese  entonces  que  los  tabiques  son 
festoneados  y se  distinguen  los  lóbulos,  ángulos  ó salientes  del 
tabique  del  lado  de  la  punta  del  cono  generador,  y las  sillas 
ó prominencias  del  tabique  del  lado  de  la  boca.  Los  prime- 
ros son  siempre  angulosos,  los  segundos  redondeados  según 
puede  verse  en  alguno  de  los  Ammonites  que  figuran  en  la 
robra. 

Articulados. — La  división  de  los  articulados  es  tal 
vez  la  que  ha  dado  al  terreno  silúrico  los  fósiles  mas  nota- 
bles y característicos.  No  citaré  aquí  la  clase  de  los  anélidos, 
representada  ya  en  los  bancos  cámbricos,  ni  tampoco  diver- 
sos crustáceos,  pertenecientes  en  general  á los  tipos  inferio- 
res; pero  debo  hacer  alguna  indicación  acerca  de  la  curiosa 
é importante  familia  de  los  trilobites. 

Trilobites.  Son  crustáceos  afines  de  los  braquió* 
podos,  conocidos  hasta  en  su  estado  embrionario  por  las 
perseverantes  exploraciones  del  señor  don  Joaquín  Barrande, 
á quien  se  debe  además  la  característica  de  los  diferentes 
grupos  de  estos  séres  según  que  pertenecen  á este  ó al  otro 
de  los  tres  horizontes  que  él  llama  Fauna  i.a,  2.a  y 3.a  silú- 
rica. Pero  como  gran  parte  de  estos  datos  los  encontrará  el 
lector  en  la  descripción  del  terreno  silúrico  en  el  tratado  de 
Geología,  excusamos  la  repetición. 

Vertebrados. — El  tipo  vertebrado  solo  está  repre- 
sentado por  la  clase  de  los  peces,  que  se  halla  en  los  bancos 
superiores;  pero  atendiendo  á que  estos  peces  pertenecen  á 
los  mismos  grupos  que  los  del  devónico,  donde  se  multipli- 
can mucho,  aplazaremos  la  descripción  para  cuando  se  trate 
de  este  terreno. 

Flora  silúrica. — También  creo  oportuno  dejar 
para  después  el  estudio  de  los  vegetales  paleozoicos,  pues  el 
conocimiento  que  tenemos  de  la  flora  silúrica  dista  mucho 
de  ser  perfecto.  Solo  se  sabe  que  las  plantas  terrestres  per- 
tenecen al  grupo  de  los  acotiledones  acrógenos,  que  ha 
dejado  tan  numerosos  representantes  en  el  terreno  carbo- 
nífero. 

Distribución  de  los  fósiles  silúricos. — 
Es  muy  interesante  estudiar  la  distribución  de  los  fósiles  en 
el  sentido  vertical  y horizontal,  pues  los  resultados  ofrecen 
á veces  mas  claridad  en  este  que  en  los  otros  terrenos,  y de 
consiguiente  nos  ilustran  con  cierta  exactitud  acerca  de  la 
duración,  el  agrupamiento  y la  distribución  geográfica  de 
los  animales  marinos  en  otro  tiempo.  Véase  lo  que  he  en- 
contrado de  mas  positivo  sobre  este  punto. 

Faunas  particulares.— En  todos  los  países 
silúricos  constituyen  los  fósiles  asociaciones  distintas  ó fau- 
nas particulares,  que  se  suceden  en  número  variable,  según 
los  parajes,  en  el  trascurso  de  dicha  época.  Hay  seis  en 
Bohemia,  siete  en  Suecia,  y catorce  en  los  Estados-Unidos, 
donde  el  terreno  está  mas  desarrollado  que  en  el  antiguo  con- 


tinente. En  estas  tres  regiones,  así  como  en  Inglaterra,  el 
órden  de  sustitución  de  las  faunas,  y hasta  de  las  especies 
de  que  se  componen,  es  generalmente  análogo;  y todas  pue- 
den comprenderse  en  tres  grupos  mas  extensos,  designados 
por  Mr.  Barrande  con  los  nombres  de  fauna  primera,  fauna 
segunda  y fauna  tercera,  según  su  antigüedad.  Mr.  Angelin 
no  admite  que  en  Suecia  haya  especies  comunes  entre  las 
siete  faunas  consecutivas;  en  Bohemia  son  raros  y excepcio- 
nales los  tránsitos  de  fósiles  de  una  fauna  á otra,  constitu- 
yendo por  el  contrario  la  regla  en  Inglaterra  y en  los  Esta- 
dos Unidos,  con  la  diferencia  de  que  en  este  último  país 
apenas  se  encuentran  especies  comunes  á mas  de  dos  ó 
tres  de  los  catorce  pisos  de  Mr.  J.  Hall,  mientras  que  en 
Inglaterra  hay  fósiles  que  se  propagan  en  casi  todo  el  espe- 
sor del  terreno. 

Las  intercalaciones  de  rocas  eruptivas  entre  los  bancos 
fosilíferos  señalan  con  frecuencia  la  separación  de  las  faunas 
en  Bohemia  y en  Inglaterra,  que  no  existe  en  Suecia,  donde 
los  estratos  presentan  una  notable  uniformidad  de  compo- 
sición mineralógica,  y sin  embargo,  las  faunas  son  mas  dis- 
tintas que  en  ninguna  otra  parte.  Este  nuevo  ejemplo  de- 
muestra que  las  especies  se  suceden  en  virtud  de  leyes 
orgánicas  desconocidas,  y que  la  naturaleza  de  la  localidad, 
así  como  los  trastornos  que  pueden  producir  los  fenómenos 
eruptivos,  no  influye  con  frecuencia  de  modo  alguno  en  su 
extinción  y sustituciones. 

COLONIAS. — He  dicho  que  los  mismos  fósiles  apare- 
cieron simultáneamente  en  todas  las  regiones  silúricas,  de 
modo  que  el  órden  zoológico  es  el  mismo  en  Suecia,  donde 
el  terreno  tiene  600  metros  de  espesor,  que  en  Inglaterra, 
donde  cuenta  mas  de  8,000.  Bohemia,  sin  embargo,  parece 
ofrecer  una  excepción : en  muchos  puntos  ha  reconocido  el 
eminente  Barrande  la  presencia  prematura,  en  la  segunda 
fauna,  de  colonias  de  fósiles  pertenecientes  á la  tercera  en 
todo  el  resto  de  la  cuenca.  Como  este  geólogo  observó 
que  32  de  las  57  especies  comunes  á Inglaterra  y á Bohe- 
mia no  aparecen  en  este  último  país  sino  á un  nivel  superior 
al  que  ocupan  en  el  primero  y en  otros,  dedujo  que  las 
colonias  proceden  de  regiones  extrañas,  desde  las  cuales  se 
han  propagado  poco  á poco  hasta  Bohemia.  Mas  tarde  se 
ha  usado  mucho,  y hasta  abusado  un  poco  de  esta  doctrina 
de  las  colonias  para  explicar  numerosos  hechos  anómalos  ó 
mal  conocidos. 

Distribución  geográfica  de  los  fósiles 
SILÚRICOS. — En  cuanto  se  refiere  á la  distribución  geo- 
gráfica de  los  animales  silúricos,  obsérvase  una  variación  y 
á veces  una  singularidad  por  lo  menos  tan  notable  como  la 
de  nuestros  dias. 

Como  la  temperatura  era  casi  uniforme  en  el  globo,  po- 
demos deducir,  según  queda  ya  indicado,  que  las  cuencas 
de  los  mares  se  comunicaban  difícilmente  entre  sí.  Hace  al- 
gunos años  que  de  varios  miles  de  fósiles  se  conocían  solo  57 
especies  comunes  á Bohemia  é Inglaterra;  de  625  trilobites, 
Suecia  y Bohemia  poseían  solo  seis  de  la  misma  especie,  es 
decir  la  centésima  parte;  y por  el  contrario  tenían  en  común 
la  vigésima  de  los  braquiópodos  indicados  en  los  dos  países. 
La  fauna  silúrica  de  América  se  asemeja  mas  á la  de  Bohe- 
mia que  esta  á la  de  Suecia,  y los  trilobites  aparecían  mucho 
mas  estrechamente  circunscritos  que  los  crustáceos  de  nues- 
tra época.  Sin  embargo,  las  familias,  los  géneros,  y hasta  las 
especies,  estaban  en  general  mas  extensamente  diseminadas 
en  el  globo,  lo  cual  se  explica  por  la  uniformidad  de  tempe- 
ratura. Los  mismos  géneros  se  encuentran  en  Europa,  en 
lo»  Estados  L nidos,  en  el  Cabo  de  Buena  Esperanza,  y has- 
ta en  el  estrecho  de  Barrow  y la  isla  de  Melville,  á los  76o 
de  latitud  norte:  varias  especies,  tales  como  el  Graptolites 


PALEOZÓICA 


4 


* 


Murchisonii,  el  Calymene  macrophthalma,  el  C.  Tristani  y 
el  C.  Blumenbachii,  son  comunes  á localidades  separadas 
por  todo  el  diámetro  terrestre.  Sin  embargo,  á partir  de  la 
época  silúrica  nótanse  ya  centros  de  dispersión  tan  distintos 
y numerosos  como  en  nuestros  dias;  debiendo  insistir  sobre 
la  importancia  de  este  hecho  con  harta  frecuencia  olvidado 
6 desconocido. 

Resultados  generales.— El  estudio  de  la  dis- 
tribución de  los  fósiles  silúricos  conduce  además  á otros  re- 
sultados útiles,  que  el  exámen  de  los  terrenos  mas  recientes 
no  ha  hecho  mas  que  confirmar. 

Obsérvase  por  de  pronto  la  gran  riqueza  zoológica  de  los 
mares,  casi  desde  el  momento  de  la  primera  manifestación 
de  la  vida  en  el  globo.  Si  fueran  conocidos  todos  los  fósiles 
silúricos,  y si  no  hubiesen  desaparecido  clases  enteras  sin 
dejar  el  menor  vestigio,  la  fauna  de  los  moluscos,  de  los 
crustáceos,  y tal  vez  de  los  anélidos,  no  cedería  á la  de 
ninguna  otra  época.  Mr.  Barrande  ha  demostrado  que  en 
algunos  conceptos  es  mas  rica  que  la  fauna  terciaria. 

Reconócese  después  la  gran  variedad  de  los  géneros  de 
ciertas  familias  (braquiópodos,  trilobites),  y la  prodigiosa 
abundancia  de  las  especies  de  varios  géneros  (ortoceras, 
cirtoceras),  que  acaso  no  haya  tenido  jamás  igual. 

Háse  visto  igualmente  que  la  duración  de  los  tipos  gené- 
ricos puede  variar  dentro  de  los  mayores  límites : mientras 
que  las  Ungulas,  las  cránias  y los  nautilos  se  han  propagado 
sin  ninguna  interrupción  hasta  nuestros  dias,  la  existencia 
de  los  graptolites  ha  sido  tan  efímera,  que  no  pasaron  del 
silúrico. 

Obsérvase  también,  contrariamente  á una  opinión  acredi- 
tada todavía,  que  si  los  dos  reinos  comenzaron  en  general 
por  los  modelos  mas  imperfectos,  y que  si  el  organismo  ha 
seguido  de  continuo  una  marcha  ascendente,  no  comienzan 
siempre  las  clases  y las  familias  por  sus  representantes  mas 
inferiores.  Los  crinoideos,  en  efecto,  ocupan  un  rango  supe- 
rior en  la  división  de  los  radiados,  y esta  familia  principia 
por  sus  tipos  mas  perfectos;  los  cefalópodos  son  los  molus- 
cos mas  perfeccionados;  y los  primeros  peces,  todos  hetero- 
cercos,  y varios  de  los  cuales  recuerdan  en  la  época  siguien- 
te á los  reptiles  por  varios  de  sus  caractéres,  aventajan  casi 
por  todos  conceptos  á los  que  pueblan  nuestros  mares.  Es 
tos  hechos,  incontestables  de  todo  punto,  puesto  que  se  fun- 
dan en  infinidad  de  hechos  perfectamente  observados,  se 
avienen  mal  con  la  doctrina  de  la  transformación  de  las  es- 
pecies y de  su  continuo  perfeccionamiento. 

Se  ha  reconocido  que  muchas  familias  bien  caracterizadas 
y en  particular  las  de  los  cefalópodos  y los  trilobites,  apare- 
cen bruscamente  sin  anunciarse  por  los  tipos  precursores ; 
nuevo  hecho  que  cuadra  mal  con  la  teoría  de  la  transforma- 
ción de  las  especies. 

Por  último,  se  ha  observado  que  en  esas  épocas  remotas 
se  caracterizaban  los  tipos  genéricos  y específicos  tan  dis- 
tintamente como  los  de  la  actualidad,  y que  existían  asimis- 
mo razas  y variedades  comparables  con  las  que  vemos  hoy. 

FAUNA  DEVÓNICA. — Poliperos. — Menos  numerosos 
que  en  la  época  silúrica,  los  poliperos  están  representados 
por  las  mismas  familias,  es  decir  que  casi  todos  forman 
parte  de  los  zoantos  tabulados  y rugosos. 

Crinoideos,  esteléridos,  equínidos.— Los 
crinoideos  apenas  disminuyen,  aunque  el  grupo  importante 
de  los  cistidos  no  traspasa  casi  los  límites  del  terreno  prece- 
dente. En  cambio  vemos  que  los  ciatocrínidos  se  conservan 
numerosos,  y que  aparecen  nuevas  familias,  en  particular 
las  de  los  haplocrínidos,  la  cual  se  compone  de  especies 
pediculadas,  cuyo  cáliz,  sobrepuesto  de  brazos  muy  cortos  ó 
rudimentarios,  consiste  solo  en  un  corto  número  de  piezas, 


hallándose  la  bóveda  reducida  á cinco  placas  triangulares 
que  forman  pirámide.  Los  esteléridos  y los  equínidos  apenas 
están  representados. 

BRIOZOOS. — Los  moluscos  briozoos  atraviesan  un  ver- 
dadero período  de  decadencia:  casi  todos  los  géneros  silú- 
ricos se  extinguen  y aparecen  muy  pocos  nuevos.  El  número 
de  sus  especies,  que  era  de  480,  se  reduce  á 86. 

BRAQUIÓPODOS. — Siempre  en  extremo  multiplicados, 
los  braquiópodos  comienzan  no  obstante  á declinar;  bien  es 
verdad  que  si  pierden  varios  géneros,  se  aumentan  por  otra 
parte  con  verdaderas  Terabrátulas,  Productus,  Uncites,  Es- 
trigocéfalos  y Calceolas,  siendo  estos  tres  últimos  géneros 
absolutamente  especiales.  Los  Spirifer  están  representados 
principalmente  por  formas  de  grandes  alas,  en  un  todo  ca- 
racterísticas de  la  época. 

ACÉFALOS. — Los  acéfalos  se  mantienen  casi  al  mismo 
nivel:  si  el  número  de  sus  especies  ha  disminuido  un  poco, 
en  cambio  se  enriquece  la  clase  con  géneros  nuevos,  tales 
como  los  denominados  Lucina,  Microdon,  Conocardium, 
Cardinia,  Nucula,  Arca,  Mitilus  y Pecten,  algunos  de  los 
cuales  son  aun  algo  dudosos.  En  el  terreno  devónico  es  don- 
de aparecen  los  primeros  acéfalos  de  agua  dulce,  siendo  tan 
afines  de  nuestras  anodontas,  que  varios  geólogos  no  los 
separan  de  ellas. 

Gasterópodos  y terÓpodos.— Aunque  mas 
marcado  el  retroceso  en  los  gasterópodos,  solo  es  momentá- 
neo; estos  animales  se  multiplican  extraordinariamente  en  la 
época  secundaria,  y mas  aun  en  la  terciaria  y en  la  actual. 
Si  pierden  la  mitad  de  sus  especies  en  el  terreno  devónico, 
enriquécense  en  cambio  con  varios  géneros  tales  como  los 
Platyceras,  Porcellia,  Chiton,  Dentalium,  etc.  Los  terópodos 
están  representados  principalmente  por  el  género  Conularia. 

NAUTÍLIDOS. — Igualmente  reducidos  á una  mitad  en 
cuanto  al  número  de  especies,  los  cefalópodos  nautílidos  en- 
tran en  un  período  de  decadencia  del  cual  no  salen  ya.  Solo 
siete  géneros  silúricos  persisten  en  el  terreno  devónico,  don- 
de aparecen  las  Cryptoceras  y las  Clymenias;  pero  conviene 
añadir  que  si  ha  comenzado  la  agonía  de  los  nautílidos,  apa- 
rece al  mismo  tiempo  otro  grupo  que  debe  prosperar  en  lo 
sucesivo:  me  refiero  á los  tentaculíferos  de  tabiques  lobula- 
dos y angulosos,  representados  ya  en  el  terreno  devónico  por 
numerosas  especies  de  Goniatites  y Clymenias. 

ARTICULADOS. — En  la  división  de  los  articulados  ci- 
taremos tan  solo  algunos  raros  anélidos  tubícolas:  asociados 
al  destino  de  los  braquiópodos  y de  los  nautílidos,  los  trilo- 
bites declinan  mas  rápidamente  aun:  solo  se  indican  quince 
géneros,  uno  de  ellos  especial,  y unas  quinientas  especies.  Los 
crustáceos  ordinarios  están  representados  por  cipidrinas,  ci- 
tereas  y el  gigantesco  Pterygotus  anglicus,  que  no  medía 
menos  de  cinco  ó seis  piés  ingleses  de  longitud.  Las  cipridi- 
nas  y las  citereas,  por  el  contrario,  son  séres  casi  microscó- 
picos: su  cuerpo  está  encerrado  en  un  caparazón  bivalvo, 
compuesto  de  dos  piezas  semejantes  reunidas  por  una  char- 
nela dorsal.  No  se  han  señalado  aun  de  una  manera  auténtica 
en  este  terreno  los  aragnidos  ni  los  insectos. 

PECES. — Los  vertebrados  ganan  en  importancia  rápida- 
mente, y casi  desde  su  aparición,  los  peces  constituyen  ya 
una  fauna  muy  notable.  Bajo  el  punto  de  vista  paleontoló- 
gico, y siguiendo  el  ejemplo  de  M.  Agassiz,  se  puede  dividir 
sin  inconveniente  alguno  la  clase  de  los  peces  en  tres  gru- 
pos, caracterizados  sobre  todo  por  las  partes  conservadas  en 
estado  fósil,  y en  particular  por  los  tegumentos.  De  muy  poca 
importancia  al  parecer,  estos  caractéres  corresponden  á gran- 
des diferencias  en  el  organismo.  Las  tres  sub  clases  admiti- 
das por  M.  Agassiz  son  las  de  los  placoideos,  ganoideos  y 
teleosteos. 


j 


PALEONTOLOGIA 


5<>4 

PLACOIDEOS. — Estos  peces,  cuyos  tipos  vivos  están  re- 
presentados por  los  tiburones  y rayas,  tienen  la  piel  tan  pron- 
to desnuda  como  cubierta  de  pequeñas  espinas  compactas,  ó 
en  otros  términos  granulada;  otras  veces  está  provista  de 
placas  huesosas  irregularmente  diseminadas,  y que  presentan 
en  su  parte  superior  puntas  ó ganchos.  Su  esqueleto  es  car- 
tilaginoso, y la  cola  de  ordinario  heterocerca,  lo  cual  quiere 
decir  que  la  aleta  caudal,  en  vez  de  terminar  la  columna 
vertebral,  está  retirada  por  debajo.  Las  partes  conservadas 
por  la  fosilización  son  en  particular  los  dientes,  las  placas 
huesosas  y los  radios  endurecidos  de  las  aletas,  llamados 
ictiodorulites. 

GANOIDEOS.— Están  representados  aun  en  la  naturale- 
za viva  por  el  bichir  del  Nilo  y por  un  reducido  número  de 
otras  especies;  estos  peces  se  distinguen  por  sus  escamas 
huesosas,  revestidas  de  una  capa  de  esmalte,  dispuestas  en 
series  regulares,  é imbricadas  entre  sí  por  sus  bordes.  Algu- 
nas veces  se  halla  cubierta  una  parte  del  cuerpo  de  placas 
sencillamente  huesosas,  que  se  apoyan  unas  en  otras  forman- 
do una  verdadera  coraza.  El  esqueleto  es  huesoso  <5  cartila- 
ginoso; en  la  mayor  parte  de  los  géneros  paleozoicos,  un  sen- 
cillo cordon  dorsal  reemplaza  á la  columna  vertebral,  y la 
cola  es  heterocerca.  Los  ganoideos  fósiles  se  dividen  en  tres 
órdenes  principales,  á saber:  i.°  los  acorazados,  cuyo  cuerpo 
está  en  parte  revestido  de  un  escudo  de  placas  huesosas; 
2.0  los  rombiceros,  que  tienen  las  escamas  estrechamente 
unidas  entre  si  por  sus  bordes,  y en  forma  de  rectángulo  ó 
paralelógramo,  y 3.0  los  melíferos,  cuyas  escamas  son  libres 
y redondeadas  en  el  borde  posterior. 

Teleosteos,  — Estos  peces  son  los  mas  comunes  en 
nuestros  dias:  distínguense  por  sus  escamas  córneas  sin  es- 
malte, regularmente  imbricadas  y redondeadas  en  su  borde 
posterior.  Son  huesosos  y homocercos,  es  decir,  que  la  aleta 
caudal  termina  el  cuerpo  en  la  extremidad  de  la  columna 
vertebral. 

Se  han  dividido  los  peces  teleosteos  en  dos  órdenes,  aun- 
que muy  artificiales,  según  que  el  borde  posterior  de  la  es- 
cama sea  entero  ó dentado:  son  los  cicloideos  y los  tenoi- 
deos. 

Los  peces  devónicos  eran  todos  placoideos  ó ganoideos; 
los  prinieros  son  conocidos  sobre  todo  por  los  innumerables 
ictiodorulites  que  han  dejado  en  muchos  niveles.  Los  ganoi- 
deos pertenecen  á tres  órdenes  y entre  ellos  el  de  los  acora- 
zados es  el  que  ha  ofrecido  principalmente  los  tipos  mas 
notables.  Los  Pterichthys,  cuya  cola  era  la  única  parte  esca- 
mosa, tenían  los  miembros  pectorales  muy  desarrollados  y 
mas  bien  parecían  patas  que  aletas.  Los  Cephalaspis,  mas 
extraordinarios  aun,  distinguíanse  por  su  cabeza  redondeada 
en  la  parte  anterior  y de  enormes  dimensiones,  prolongada 
lateralmente  en  dos  puntas  semejantes  á las  de  las  mejillas 
de  ciertos  trilobites.  Los  rombiceros  y los  ciclíferos  se  apro- 
ximan mas  á la  forma  ordinaria  de  los  peces  actuales.  Estos 
dos  órdenes  están  representados  en  la  época  devónica  por 
numerosos  géneros,  muy  ricos  en  especies. 

Véanse  las  figuras  que  completan  la  descripción  del  terre- 
no devónico  en  la  Geología  y las  correspondientes  en  la  Pa- 
leontología. 

Aun  no  se  han  señalado  de  una  manera  auténtica  en  el 
terreno  devónico  los  vertebrados  de  respiración  aérea. 

Desde  que  M.  Huxley  demostró  que  la  arenisca  roja  de 
la  célebre  localidad  de  Elgin  en  Inglaterra  pertenece  al  ter- 
reno del  trias,  los  mas  antiguos  reptiles  conocidos  son  los 
del  terreno  carbonífero.  Con  mucho  mas  motivo  no  contie- 
nen los  bancos  devónicos  ningún  vestigio  de  vertebrados  de 
sangre  caliente. 

CARACTERES  DE  LA  FAUNA  DEVÓNICA . — Po- 


demos decir  en  resúmen,  que  la  época  devónica  representa 
el  reinado  de  las  climenias  y de  los  goniatites,  y que  se  ca- 
racteriza sobre  todo  por  las  calceolas,  los  estrigonocefalos, 
los  spirifer  de  grandes  alas,  las  climenias  y los  peces  ganoi- 
deos acorazados. 

FLORA  devónica.  — La  flora  de  este  período  ofrece 
ya  cierto  interés:  abstracción  hecha  de  las  algas  marinas  y de 
las  criptógamas  inferiores,  que  solo  dejaron  vagos  vestigios, 
conocíanse  ya  en  1850  unas  sesenta  plantas  terrestres,  perte- 
necientes sobre  todo  á las  familias  de  las  equisetáceas,  de 
los  heléchos,  de  las  licopodiáceas,  y á la  grande  división  de 
las  gimnospermas.  Hoy  dia  asciende  este  número  á ciento 
ochenta:  los  Calamites,  las  Estigmarias,  las  Sigilarías,  los 
Psilophiton,  los  Lepidodendron,  las  Nogeratias,  los  Protota- 
xites,  y otros  géneros  precursores  de  la  magnifica  flora  car- 
bonífera, están  representados  en  el  terreno  devónico  por 
especies  particulares:  la  descripción  de  las  familias  se  hará 
al  tratar  del  terreno  de  la  Ulla. 

Todos  de  gran  tamaño,  y con  frecuencia  de  colosales  di- 
mensiones, estos  vegetales  cubrían  sin  duda  una  parte  de  las 
tierras  firmes  y pululaban  en  los  pantanos  y turberas  de  la 
época,  donde  vivía  ya  una  concha  de  agua  dulce.  Sumamen- 
te notable  por  el  número  y vigor  de  los  individuos,  esta  flora 
era  sin  embargo  muy  monótona,  consistiendo  tan  solo  en 
cada  localidad  en  ocho  ó diez  especies  sin  flores,  que  se 
repetían  indefinidamente.  Los  depósitos  de  antracita,  que 
adquieren  notoria  importancia,  denotan  la  riqueza  de  la  ve- 
getación, haciendo  stíspechar  la  existencia  de  lagos  ó panta- 
nos muy  extensos. 

Fauna  devónica  en  general.  — La  fauna  de- 
vónica no  es  sino  la  continuación  de  la  silúrica,  pero  con 
marcada  tendencia  al  perfeccionamiento.  Algunas  especies 
pasan  de  uno  á otro  terreno;  muchos  géneros  silúricos  están 
representados  en  la  época  devónica  por  formas  nuevas;  va- 
rias se  extinguen;  y las  que  aparecen  presentan  á menudo 
mayor  complicación  en  la  estructura.  Esta  fauna,  que  cuenta 
ya  5,160  especies,  constituye  un  conjunto  indivisible,  compa- 
rable con  una  de  las  tres  grandes  faunas  silúricas,  y sin  em- 
bargo mas  rica  tal  vez  que  ninguna  de  estas  últimas;  de  modo 
que  bajo  el  punto  de  vista  paleontológico  apenas  equivale  el 
terreno  devónico  á la  tercera  parte  del  silúrico.  Así  pues,  las 
subdivisiones  son  menos  generales  y naturales,  variando  mas 
en  número  é importancia  según  la  localidad,  porque  se  fun- 
dan mas  bien  en  la  petrografía  que  en  la  paleontología.  Por 
este  primer  ejemplo  vemos  hasta  qué  punto  es  artificial  la 
división  del  periodo  geológico  en  épocas  distintas,  y cuánto 
se  puede  variar  la  extensión  de  estas.  Nada  se  opondría,  en 
efecto,  á que  se  reuniera  el  terreno  devónico  ai  silúrico,  del 
cual  formaría  la  fauna  cuarta.  Por  motivos  de  conveniencia, 
y porque  no  es  cómodo  dejar  en  una  sola  agrupación  un 
conjunto  de  bancos  demasiado  considerable,  mas  bien  que 
por  consideraciones  basadas  en  la  naturaleza  de  las  cosas,  se 
ha  procedido  á separar  los  estratos  devónicos  en  un  terreno 
aparte.  Nada  impediría  tampoco  dividir  el  sistema  silúrico 
en  tres  terrenos,  cada  uno  de  los  cuales  vendría  á tener  poco 
mas  ó menos  la  importancia  paleontológica  del  devónico. 
Cuando  se  conozcan  mejor  las  capas  fosiiiferas  mas  antiguas, 
será  probablemente  necesario  introducir  modificaciones  im- 
portantes en  las  subdivisiones  del  periodo  paleozoico. 
Distribución  geográfica  de  los  fósiles 

DEVÓNICOS.  Tal  vez  se  distingan  menos  fácilmente  en 
esta  época  que  en  la  silúrica  los  centros  de  dispersión.  El 
área  ocupada  en  el  globo  por  la  mayor  parte  de  las  especies, 
era  siempre  muy  extensa.  M.  Verneuil  indica  cuarenta  espe- 
cies comunes  á Europa  y á los  Estados  Unidos;  casi  todos 
los  fósiles  devónicos  de  España  y del  Cáucaso  se  encuentran 


i 


* 


PALEOZÓICA 


565 


en  el  resto  de  Europa;  de  ocho  especies  de  la  China  se 
cuentan  siete  europeas.  Los  fósiles  devónicos  recogidos  en 
el  hemisferio  austral  en  Bolivia,  en  las  islas  Falkland  y en  el 
cabo  de  Buena  Esperanza,  difieren  específicamente  de  las 
del  hemisferio  boreal ; pero  pertenecen  todas  á géneros  de 
Europa;  cinco  especies  son  comunes  al  Cabo  y á las  islas 
Falkland.  Estos  hechos  indican  la  continuación  de  una  tem- 
peratura elevada  y uniforme  en  los  mares  del  globo. 

Fauna  carbonífera.— For a miníferos.— 
En  el  terreno  carbonífero  marino  adquieren  importancia  los 
foraminíferos,  hallándose  representados  sobre  todo  por  las 
fusulinas,  que  llenan  ciertos  bancos  de  Rusia  hasta  el  punto 
de  habérseles  comparado  con  la  caliza  de  miliolites  de  los  al- 
rededores de  Paris. 

POLIPEROS. — En  la  división  de  los  zoofitos,  los  poli- 
peros declinan  todavía  un  poco.  Los  zoantos  rugosos  cons- 
tituyen por  última  vez  una  fauna  numerosa;  los  tabulados 
disminuyen  por  el  contrario,  y los  tubulosos  comienzan  á 
multiplicarse.  Esta  última  familia  se  caracteriza  por  la  ausen- 
cia de  tabiques  verticales,  reemplazados  por  simples  estrías; 
tampoco  existe  la  columnilla  y la  pared  es  entera. 

CRINOIDEOS.  — Estos  séres  alcanzan  su  primer  máxi- 
mum, porque  tienen  otro  en  el  terreno  jurásico.  Sin  em- 
bargo, los  cistidos  han  desaparecido  para  no  volver  á pre- 
sentarse, reemplazándolos  los  blastoideos,  y sobre  todo  los 
ciatocrínidos.  Designados  aun  con  el  nombre  de  pentremíti- 
dos,  los  primeros  se  reconocen  por  su  cáliz  globuloso,  soste- 
nido por  un  tallo  delgado,  y provisto  de  cinco  áreas  seudo- 
ambulacrales,  á causa  de  su  analogía  con  los  ambulacros  de 
ios  erizos  de  mar.  Cada  una  de  estas  áreas  está  surcada  á lo 
largo,  estriada  al  través  y perforada  en  su  cima:  los  brazos 
no  existen.  Esta  familia,  que  se  asemeja  á la  de  los  equino- 
dermos superiores,  se  extingue  en  el  terreno  carbonífero, 
donde  llega  á su  apogeo.  Los  ciatocrínidos  pertenecen  sobre 
todo  á la  familia  de  los  actiocrínidos  de  largos,  brazos  y mu- 
chos géneros  son  peculiares  de  la  época. 

ESTELÉRINOS,  EQUÍNIDOS. — No  podemos  citar 
los  esteléridos  sino  de  memoria.  Los  equínidos  están  repre- 
sentados por  la  familia  de  los  aroeocidaris,  que  parece  re- 
montar al  terreno  silúrico  superior,  el  cual  alcanza  su  máxi- 
mum en  la  época  carbonífera,  sin  traspasar  el  límite  de  los 
tiempos  paleozoicos.  Estos  erizos  de  mar  se  distinguen  de 
todos  los  de  los  períodos  siguientes  por  tenerlas  áreas  inter- 
ambulacrales  compuestas  por  lo  menos  de  tres  series  de 
placas,  todas  exagonales. 

B RIOZOOS.  — Los  moluscos  briozoos  progresan,  refirién- 
dose generalmente  á los  tipos  de  las  épocas  anteriores. 

BraqUIÓPODOS.  — Los  braquiópodos  cuya  decaden- 
cia continúa  rápidamente,  constituyen  por  última  vez  un 
conjunto  importante  aun.  Solo  se  enriquecen  con  el  género 
camarophoria,  perdiendo  los  orthis,  los  strophomena  y los 
pentamerus.  Los  spirifer,  los  chonetes  y los  productus  alcan- 
zan su  máximum;  estos  últimos  están  generalmente  repre- 
sentados por  especies  de  muy  gran  tamaño. 

ACÉFALOS  Y GASTERÓPODOS.  — Los  acéfalos  de- 
clinan aun;  pero  los  gasterópodos  se  rehacen  un  poco.  Si  la 
existencia  de  los  pleuroconcos  sinupaleales  es  todavía  dudo- 
sa en  las  épocas  anteriores,  no  puede  ya  ponerse  en  duda 
en  el  terreno  carbonífero,  donde  representa  á esta  familia  el 
género  Allorisraa,  afine  de  las  foladomias.  Entre  los  gaste- 
rópodos, los  géneros  Bellerofon,  Murchisonia,  Straparolus, 
Pleurotomaria,  Evomphalus,  y Polytremaria  son  sumamente 
ricos  en  especies,  y los  mas  llegan  á su  máximum. 

NAUTÍLIDOS. — Continúa  la  decadencia  de  los  cefaló- 
podos nautílidos:  en  esta  familia,  tan  numerosa  en  los  tiem- 
pos silúricos,  solo  figuran  271  especies  en  la  fauna  carboní- 


fera. Casi  todos  los  géneros  paleozoicos  que  aun  quedaban 
desaparecen  para  siempre,  y únicamente  las  ortoceras,  las 
cirtoceras  y los  nautilos  llegan  al  terreno  pérmico.  Los  nau- 
tilos alcanzan  aquí  su  máximum,  como  los  goniatites. 

ARTICULADOS. — En  la  división  de  los  articulados,  los 
anélidos  figuran  pobremente.  Reducidos  á dos  ó tres  géneros, 
los  trilobites  no  están  representados  mas  que  por  15  especies. 
Los  crustáceos  propiamente  dichos,  en  cambio,  aumentan 
de  número  apareciendo  varias  familias  nuevas,  particular- 
mente la  de  los  jifosuros.  Inscribo  con  duda  las  clases  de  los 
aragnidos,  miriápodos  é insectos  de  la  fauna  carbonífera,  por 
temor  de  introducir  tipos  ulleros  no  hallándose  siempre  sufi- 
cientemente distinguidas  las  dos  faunas. 

Peces.  — Muy  numerosos  y característicos,  los  peces 
recuerdan  los  de  las  épocas  anteriores.  Los  placoideos  alcan- 
zan aquí  su  máximum  para  los  tiempos  paleozoicos,  y están 
representados  por  la  familia  de  los  plagióstomos,  que  se  dis- 
tinguen por  su  maxila  superior  movible  y suspendida.  Los 
ganoideos  se  mantienen  poco  mas  ó menos  al  mismo  nivel; 
únicamente  los  tipos  acorazados  y singulares  de  la  época 
anterior  desaparecen  casi  del  todo.  Los  cicliferos  son  muy 
numerosos;  pero  los  rombiferos  predominan  en  la  fauna, 
comunicándola  su  carácter  particular,  y se  aproximan  yaála 
forma  de  los  peces  actuales.  Muchos  géneros,  tales  como  los 
denominados  Amblypterus,  Eurynolus,  Acrolepis  y Paleonis- 
cus,  son  muy  característicos  y dan  innumerables  especies. 
Es  de  advertir  que  los  Paleoniscus  carboníferos  tienen  por 
lo  general  las  escamas  lisas,  distinguiéndose  asi  de  sus  con- 
géneres pérmicos  que  las  tienen  rugosas  ó estriadas. 

Reptiles. — Aquí  aparecen  los  reptiles,  pues  aunque 
los  autores  no  hayan  distinguido  siempre  los  que  correspon- 
den propiamente  al  terreno  carbonífero  marino  y los  que 
pertenecen  á los  bancos  ulleros  de  agua  dulce,  se  puede  re- 
clamar no  obstante  para  la  fauna  carbonífera  el  Sauropus 
prim;evus  de  los  Estados-Unidos,  y el  Eosaurus  acadíans  de 
Nueva  Escocia.  Este  último,  conocido  solo  por  sus  vértebras, 
pertenece  al  orden  de  los  enaliosauros,  reptiles  marinos  que 
figuran  en  la  época  mosozóica,  y cuya  descripción  apla- 
zamos. 

CARACTÉRES  DE  LA  FAUNA  CARBONÍFERA. 
— Se  puede  resumir  la  época  carbonífera  diciendo  que  re- 
presenta el  reino  de  los  crinoideos  fijos,  de  los  peces  pla- 
coideos, caracterizada  particularmente  por  las  fusulinas  y los 
pentremítidos;  por  la  abundancia  de  los  Chonetes  y de  los 
grandes  Productus;  por  los  Bellerophon,  los  Straparolus, 
los  Cirrus,  los  Evomphalus  y otros  gasterópodos  de  espira 
aplanada;  y últimamente  por  los  innumerables  peces  del  gé- 
nero Paleoniscus.  En  1872  contaba  esta  fauna  4901  especies, 
según  Mr.  Barran  de. 

FLORA  CARBONÍFERA.  — Un  poco  mas  rica  que  la 
devónica,  la  flora  terrestre  carbonífera  se  compone  solo  de 
equisetáceas,  de  heléchos,  licopodiáceas  y gimnospermas; 
solo  cuenta  siete  especies  comunes  con  la  flora  ullera. 

Distribución  geográfica  de  los  fósiles 
CARBONÍFEROS.— La  flora  y la  fauna  carboníferas  indi- 
can una  gran  uniformidad  de  clima  y una  temperatura  tro- 
pical, así  cerca  de  los  polos  como  en  el  Ecuador,  donde  el 
calor  no  era  excesivo.  Encuéntranse,  en  efecto,  los  mismos 
géneros,  y á veces  iguales  especies  en  el  Spitzberg  y en  Ca 
boul.  Los  Chonetes  variolatus,  Productus  striatus,  P.  Cora, 
P.  Semiarticulatus,  Spirifer  striatus,  etc.,  han  sido  señalados 
en  todas  las  latitudes.  De  22  especies  carboníferas  tomadas 
de  un  cuadro  que  formó  Bronn  en  1856,  15  son  comunes  á 
los  Estados  Unidos  y á Europa,  que  posee  asimismo  8 espe- 
cies de  Tejas,  8 de  Bolivia,  7 de  Van-Diemen,  5 de  Caboul, 
1 1 del.  norte  del  Ural  y 3 de  la  isla  de  los  Osos  y del  -Spitz- 


PALEONTOLOGIA 


566 


berg.  Según  Mr.  Austen,  encuéntranse  en  Inglaterra  la  mitad 
de  las  46  especies  carboníferas  descubiertas  por  él  en  Cache- 
mira; y Mr.  Davidson  dice  que  de  26  braquiópodos  del 
Pendjab,  13  existen  en  Europa,  2 en  la  América  del  Norte 
y 3 en  la  del  Sur,  siendo  solo  8 propias  de  la  India.  La  mi- 
tad de  las  18  especies  de  Timor  estudiadas  por  Mr.  Beyrich 
pertenecen  también  á Europa.  Sin  embargo,  las  faunas  esta- 
ban circunscritas  como  en  la  época  anterior,  sino  tanto  como 
en  la  silúrica,  y sospéchase  que  haya  algunas  anomalías. 
Mr.  de  Konnink  ha  reconocido,  con  efecto,  en  los  fósiles  car- 
boníferos del  Pendjab  algunas  formas  que  anuncian  épocas 
mas  recientes;  y señálase  en  Australia  una  verdadera  mezcla 
de  fósiles  carboníferos  y jurásicos. 

Fau^A  U llera. — En  el  terreno  ullero  propiamente 
dicho  apenas  se  han  encontrado  mas  que  animales  y plantas 
terrestres  como  era  natural.  Entre  los  moluscos  figuran  algu- 
nos acéfalos  de  agua  dulce,  afines  de  los  Unió  y de  los  Cyclas, 
y algunos  gasterópodos  de  los  géneros  Pupa,  Spirorbis  y 
Zonites,  siendo  este  ultimo  afine  de  los  Helix.  Algunas  limu- 
las,  euripteros  y crustáceos  anfípodos  reemplazan  á los  trilo- 
bites  de  las  épocas  anteriores.  Los  articulados  de  respiración 
aérea  hacen  su  primera  aparición,  bien  reconocida:  son 
ortópteros  afines  de  los  escarabajos  y de  las  langostas;  neu- 
rópteros, coleópteros,  miriápodos  y arágnidos,  semejantes  á 
los  escorpiones.  Los  peces  pertenecen  al  órden  delosganoi- 
déos  rombíteros,  y están  representados  casi  exclusivamente 
por  los  Amblípteros  y los  Paleoniscos  de  escamas  lisas,  que 
parecen  acomodarse  igualmente  con  las  aguas  dulces  y las 
marinas.  La  fauna  délos  reptiles  adquiere  importancia:  señá- 
lanse  en  la  ullera  batracios  semejantes  á las  salamandras  y 
á ranas  (Raniceps,  Parabatrachius,  etc.),  algunos  de  los 
cuales  medían  mas  de  dos  metros  de  largo.  Los  labirinto- 
dontes,  que  establecen  el  tránsito  entre  los  batracios  y los 
reptiles,  producen  tipos  cuya  forma  exterior  recuerda  las 
salamandras  o las  serpientes  (Ophioderpeton).  Otros  géneros, 
con  los  cuales  se  ha  constituido  el  grupo  de  los  ganocéfalos, 
presentan  ciertos  caractéres  que  no  vemos  sino  en  los  peces 
ganoideos.  I ales  son  los  Actinodontes,  los  Archegosauros  y 
los  Protriton,  que  enlazan  á los  batracios  con  los  lagartos, 
pero  cuya  aparición,  según  algunos  geólogos,  se  refiere  mas 
bien  al  terreno  pérmico.  Por  último,  los  Dendrerpeton,  los 
Hylonomus,  los  Hylerpeton,  etc.,  ofrecen  los  primeros  tipos 
terrestres  de  la  familia  de  los  lacértidos.  Vemos  que  los  rep- 
tiles ulleros  progresan  en  el  sentido  de  la  perfección  orgánica; 
pero  si  los  batracios  se  han  presentado  antes  que  los  reptiles 
propiamente  dichos,  comienzan  por  los  labirintodontes,  que 
son  muy  superiores  á los  batracios  ordinarios.  Aquí  vuelve  á 
interrumpirse  la  pretendida  ley  del  perfeccionamiento  conti- 
nuo. 

Flora  ullera. — Es  la  mas  rica  de  todas  las  que 
han  precedido  á la  flora  terciaria;  pero  acaso  consista  esto 
en  que  es  la  mejor  que  se  ha  estudiado,  y en  que  los  terrenos 
de  agua  dulce  ocupaban  entonces  una  extensión  infinitamente 
mayor  que  en  ninguna  otra  época.  Esta  flora,  como  las  ante- 
riores, parece  no  contener  mas  que  acotiledones  acrógenos 
y gimnospermos;  pero  importa  describirla  algo  detallada- 
mente, debiendo  manifestar  que  á las  sábias  investigacio- 
nes de  los  Sres.  Brongniart,  Goeppert,  Schimper,  Corda,  y 
Grand  Eury,  se  debe  sobre  todo  que  conozcamos  bastante 
bien  esta  interesante  flora,  cuyas  principales  familias  son  las 
equisetáceas,  heléchos,  licopodiáceas,  calamodendreas,  sigi- 
larías, cicádeas,  cordaites,  coniferas  y anularías.  Las  tres  pri- 
meras, y sin  duda  la  última,  pertenecen  á la  división  de  los 
acotiledones  acrógenos;  las  otras  son  dicotiledones  gimnos- 
permos. 

Equisetáceas. — Se  distinguen  fácilmente  por  su 


tallo  recto  y rígido,  ahuecado  en  su  centro,  y de  consiguiente 
muy  fistuloso,  estriado  á lo  largo  y dividido  en  cierto  número 
de  entre  nudos,  en  cuya  base  hay  una  vaina  denticulada  de 
consistencia  foliácea.  Las  ramas,  cuando  existen,  nacen  por 
verticilos  al  nivel  de  los  nudos  por  fuera  de  la  vaina  foliácea, 
que  llega  así  á ser  axilar  con  relación  á la  rama,  y no  podría 
asimilarse  á un  verticilo  de  hojas  soldadas.  Las  estrías  ó 
canales  que  surcan  exteriormente  el  tallo  alternan  de  un 
entre  nudo  á otro;  el  tallo  mismo  puede  considerarse  como 
formado  por  dos  cilindros  huecos  íntimamente  sobrepuestos, 
uno  exterior  ó cortical,  y el  otro  interior  ó leñoso.  Análogo 
á la  corteza,  el  primero  consiste  en  varias  capas  de  tejido 
celular,  que  contiene  hacecillos  fibrosos  en  determinados 
sitios:  su  epidermis  está  incrustada  de  sílice  amorfa.  El  segun- 
do, que  representa  el  cuerpo  leñoso  sin  tener  su  consistencia, 
encierra  hacecillos  fibro  vasculares.  Uno  y otro  están  perfo- 
rados por  cavidades  que  simulan  largos  tubos,  dispuestas  en 
círculos  regulares;  las  del  cilindro  cortical  corresponden  á los 
surcos  que  separan  los  lados  salientes  en  el  exterior;  gene- 
ralmente mas  pequeñas,  las  del  cilindro  leñoso  están  situadas 
en  el  intervalo  de  las  primeras,  y por  lo  tanto,  frente  á los  la- 
dos. Se  han  podido  reconocer  los  mas  de  estos  detalles  de  es- 
tructura en  las  equisetáceas  fósiles,  que  estaban  arraigadas'del 
mismo  modo  que  las  vivientes;  es  decir,  que  de  un  tronco 
rastrero  y articulado,  que  se  introducía  oblicuamente  en  la 
tierra,  dando  nacimiento  á numerosas  raíces,  partían  tallos 
aéreos  aislados  ó fasciculados,  sencillos  ó ramosos,  según  las 
especies,  terminados  á veces  en  punta,  donde  los  entre  nudos 
eran  mucho  mas  cortos.  Sabido  es  que  el  fruto  de  las  equi- 
setáceas consiste  en  un  cono  terminal  compuesto  de  vertici- 
los de  escamas,  semejantes  á clavos  de  gran  cabeza,  y que 
llevan  los  esporangios. 

Se  ha  encontrado  en  las  ulleras  de  Inglaterra  y de  Silesia 
un  verdadero  equisetum  de  reducido  tamaño;  la  familia 
estaba,  sin  embargo,  representada  por  el  género  calamites 
en  la  época  paleozoica.  Los  calamites,  cuyas  especies,  gene- 
ralmente de  gran  dimensión,  medían  con  frecuencia  un 
decímetro  de  diámetro  ó mas,  ofrecen  muchas  analogías  con 
los  equisetos  vivos,  difiriendo,  no  obstante,  por  la  ausencia 
completa  de  vaina  foliácea  y de  apéndices  exteriores,  á los 
cuales  reemplazan  verticilos  de  pequeños  tubérculos,  que  se 
consideraron,  con  razón,  como  ramas  abortadas.  A la  altura 
de  las  articulaciones  ha  observado  Mr.  Grand  Eury  un  ves- 
tigio de  diafragmas,  que  dividían  en  celdillas  sobrepuestas 
la  gran  cavidad  central,  reconociendo  asimismo  la  existencia 
de  una  epidermis  interior  lisa  en  el  contorno  de  dicha  cavidad. 
Los  tallos,  sencillos  ó ramosos  según  las  especies,  nacían  de 
rizomas  articulados,  terminando  en  punta  en  su  base.  La 
fructificación  de  los  calamites  no  es  bien  conocida. 

HELECHOS.— La  familia  de  los  heléchos  estaba  rica- 
mente representada  en  el  terreno  ullero,  y en  general  durante 
todo  el  período  paleozoico.  Sus  tipos  mas  numerosos  é 
interesantes  pertenecen  al  grupo  de  los  heléchos  arborescen- 
tes. Las  mas  de  las  especies  fósiles  se  conocen  por  las  hojas 
y los  tallos;  debiendo  advertir,  sin  embargo,  que  como  solo 
por  excepción  se  encuentran  las  unas  adheridas  á los  otros, 
ha  habido,  en  la  aplicación  de  los  nombres  genéricos,  algu- 
nos errores  cuyo  número  disminuye  de  dia  en  dia,  pero  que 
no  pudieron  evitarse  en  un  principio,  habiéndose  establecido 
muchos  géneros  solo  por  el  tallo  ó por  las  hojas.  De  estos 
últimos  no  tengo  nada  que  decir,  siendo  su  estructura  idén- 
tica con  la  de  las  hojas  de  los  heléchos  vivos:  por  la  dispo- 
sición de  sus  nerviaciones  es  por  la  que  se  han  establecido 
principalmente  las  diferencias  genéricas.  Rara  vez  se  han 
encontrado  los  soros  en  un  estado  satisfactorio:  así  como  en 
los  heléchos  vivos,  la  mayor  parte  de  los  tallos  de  las  espe- 


cies  fósiles  presentan  exteriormente  cicatrices  que  señalan 
el  punto  de  inserción  de  las  hojas.  Estas  cicatrices  son  ovales, 
ó se  estrechan  en  ángulo  hácia  la  parte  superior,  ó bien 
afectan  la  forma  de  tresbolillo;  su  gran  eje  es  de  ordinario 
vertical;  están  dispuestas  en  espirales  regulares;  y en  su 
centro  se  distinguen  las  protuberancias  de  los  hacecillos 
fibro  vasculares  que  desde  el  tallo  pasan  á la  hoja. 

Los  heléchos  del  terreno  ullero  se  refieren  á dos  tipos 
principales,  que  representan  dos  tribus,  de  las  cuales  podrían 
considerarse  como  característicos  los  géneros  odontopteris, 
por  una  parte,  y los  caulopteris  y psaronius  por  otra. 

< Análogos  á los  angiopteris,  y en  general  á los  heléchos 

vivos  de  la  tribu  de  las  maratieas,  los  odontopteris  no  son 
conocidos  mas  que  por  sus  hojas  gigantescas  de  5 á 6 metros 
de  largo,  que  nacían  probablemente  de  troncos  muy  grandes 
y carnosos.  Los  peciolos  eran  enormes;  y aplanados  por  la 
presión  de  las  capas  minerales,  ofrecen  el  aspecto  de  láminas 
delgadas,  estriadas,  de  30  á 40  centímetros  de  anchura: 
algunas  veces  se  han  tomado  por  hojas  de  Nceggerathia. 

Los  caulopteris  y los  demás  géneros  de  la  misma  tribu 
recuerdan  en  un  todo  los  heléchos  arborescentes  actuales, 
por  su  aspecto  y el  carácter  del  tallo,  cubierto  exteriormente 
de  las  cicatrices  descritas  antes.  Este  tallo  tenia  una  estruc- 
tura bastante  análoga  á la  de  los  heléchos  actuales,  estructura 
que  será  bueno  recordar  aquí  brevemente.  En  el  centro 
existe  una  médula  voluminosa,  rodeada  de  un  circulo  de  ha- 
cecillos vasculares  dispuestos  en  medias  lunas,  cuya  conca- 
vidad mira  hácia  fuera;  estas  medias  lunas  están  revestidas 
de  una  capa  fibrosa,  negra  y muy  dura,  que  les  forma  una 
especie  de  estuche.  La  zona  de  las  medias  lunas  constituye 
al  rededor  de  la  médula  central  un  cilindro  que  presenta 
muchas  desgarraduras  é intersticios,  pues  los  hacecillos 
vasculares  son  sinuosos,  no  hallándose  ;unidos  entre  sí  en 
toda  su  longitud.  Completamente  fuera,  y apoyándose  casi 

* en  los  extremos  de  las  medias  lunas,  una  capa  fibrosa,  muy 
dura,  negra  y continua,  envuelve  el  tallo  como  una  corteza, 
en  cuya  superficie  han  dejado  su  huella  los  peciolos  de  las 
hojas.  Por  la  ausencia  del  estuche  negro  fibroso  de  las  fajas 
vasculares,  es  por  lo  que  se  distinguen  en  particular  los 
caulopteris  de  los  heléchos  vivientes.  Su  tallo  aumenta  de 
volumen  en  su  base  por  una  multitud  de  raíces  adventicias 
incrustadas  entre  sí,  que  forman  una  red  inextricable,  de 
manera  que  mas  bien  parecia  un  cono  que  un  cilindro. 

Los  psaronius  carecían  igualmente  del  estuche  leñoso  de 
las  fajas  vasculares:  la  estructura  de  su  tallo  les  comunica 
por  otra  parte  alguna  analogía  con  las  licopodiáceas,  con  las 
cuales  se  reunió  al  principio.  En  el  centro  se  observa  una 
zona  vascular  bastante  pequeña,  rodeada  de  una  vaina 
fibrosa,  y mas  exteriormente  de  una  corteza  celular  muy 
gruesa,  por  la  cual  bajan  raíces  adventicias,  paralelas,  com- 
primidas, muy  delgadas  y numerosas.  El  todo  está  circuns- 
crito por  una  zona  exterior,  siempre  convertida  en  carbón, 
que  debía  corresponder  á la  superficie  del  tallo;  pero  no  se 
han  observado  cicatrices  de  los  peciolos.  Algunas  veces  las 
raíces  perforan  la  corteza,  trepando  por  su  superficie,  siendo 
mas  gruesas  que  las  encerradas  en  el  interior.  Mr.  Grand 

* Eury  ha  reconocido  que  se  extendían  horizontalmente,  for- 
mando un  círculo  de  varios  metros  de  radio  al  rededor  del 
pié  del  tallo.  Ha  visto  ejemplares  que  presentaban  varios  de 
estos  círculos  separados  por  capas  minerales,  lo  cual  prueba 
que  la  base  de  los  tallos  estuvo  varias  veces  sepultada  debajo 
de  arenales.  Debo  llamar  la  atención  del  lector  sobre  estos 
hechos  interesantes,  porque  en  ellos  se  ve  una  prueba  de  la 
rapidez  con  que  crecían  los  sedimentos  ulleros,  adquiriendo 
varios  decímetros  de  espesor  á consecuencia  de  un  solo 
desbordamiento  de  las  aguas,  y por  decirlo  así,  instantanea- 


>1CA  567 

mente.  Mr.  Grand  Eury  opina  que  los  caulopteris  son  los 
tallos,  y los  psaronius  las  bases  de  un  mismo  helécho. 

LICOPODIÁCEAS.  — La  familia  de  las  licopodiáceas 
estaba  representada  principalmente  en  esta  época  por  gigan- 
tescos lepidodendron,  árboles  cuyo  tronco  medía  de  20  á 30 
metros  de  altura,  y á menudo  uno  y medio  de  circunferencia, 
contrastando  notablemente  con  las  licopodiáceas  actuales, 
que  parecen  grandes  musgos  rastreros.  Frecuentemente  bi- 
furcado por  simple  división,  el  tallo  presenta  por  fuera  cica- 
trices de  peciolos  provistas  de  dos  ángulos  salientes  laterales, 
marcados  con  un  punto  en  su  centro  y dispuestos  con  regu- 
laridad en  tresbolillo. 

Bastante  parecido  por  la  estructura  al  de  los  psilotum  de 
la  flora  actual,  el  tronco  de  los  lepidodendron  tenia  en  su 
centro  una  especie  de  médula,  al  rededor  de  la  cual  forma, 
ban  un  círculo  continuo  varios  hacecillos  leñosos.  Numerosas 
raíces  adventicias  trepaban  en  la  profundidad  de  la  zona 
cortical.  Las  hojas  se  parecían  un  poco  á las  de  las  coniferas; 
los  órganos  de  la  fructificación  estaban  recogidos  en  espigas 
cónicas  designadas  con  el  nombre  de  lepidostrobus. 

C ALAMODENDRON. — La  familia  de  los  calamoden- 
dron  no  tiene  su  análoga  en  la  naturaleza  \i\a.  el  tronco 
era  recto,  alto,  liso  por  fuera,  pero  algunas  veces  estriado 
cuando  faltaba  la  corteza,  proviniendo  las  estrías  del  reborde 
de  las  láminas  leñoso-verticales,  que  irradiaban  del  centro  á 
la  periferia.  Las  mismas  laminas  sobresalían  igualmente  en 
el  interior,  por  el  lado  de  la  médula,  que  resultaba  también 
estriada  en  su  ^contorno.  Muy  voluminosa,  y tal  vez  poco 
consistente,  esta  médula  era  sustituida  muy  pronto  por  la 
materia  mineral,  que  formaba  un  cilindro  estriado,  de  tal 
modo  semejante  á las  calamitas,  que  varias  especies  de  este 
último  género  se  fundaron  á consecuencia  de  un  error.  Los 
tallos  con  que  se  había  formado  el  género  calamophyllites 
tienen  verticilos  espaciados  de  hojas  largas  y estrechas, 
erguidas,  aplicadas  á menudo  contra  el  eje;  á su  caída,  estas 
hojas  dejaban  cicatrices  elípticas  prolongadas  tras\ersalmen- 
te  y provistas  de  un  punto  en  su  centro.  Las  ramas,  cuyas  re- 
laciones con  el  tallo  no  se  reconocieron  hasta  hace  poco, 
fueron  colocadas  en  la  familia  de  los  asterofilites,  que  com- 
prendía aun  los  géneros  sphenophyllum  y anularía,  de  los 
cuales  hablaremos  muyT  pronto.  Estaban  \crticilados  en  el 
tallo,  en  la  axila  de  las  hojas,  y tenían  otras  de  estas  mucho 
mas  pequeñas,  igualmente  dispuestas  en  verticilos;  fuertes 
raíces  adventicias  descendían  en  gran  número  de  la  base  del 
tallo,  terminando  este  por  una  gruesa  raíz  ramificada.  Mal 
conocidos  aun,  los  órganos  de  la  reproducción  parecen  con- 
sistir en  espigas  ó piñas  análogos  á los  de  los  taxus  y de  las 
araucarias.  Sospéchase  que  los  frutos  fósiles  llamados  sima- 
riopsis  provienen  de  los  calamodendron.  Si  las  afinidades  de 
estos  vegetales  son  aun  difíciles  de  establecer,  la  estructura 
de  la  raíz,  y hasta  del  tallo,  denota  que  se  relacionan  con 
los  dicotiledones  gimnospermos,  y que  son  afines  á las  cica- 

deas.  _ .... 

SIGILARIAS. — Las  sigiladas,  tipo  de  una  familia  parti- 
cular, tienen  tallos  sencillos,  rectos,  cilindricos,  y comun- 
mente acanalados  á lo  largo;  presentan  cicatrices  de  peciolos 
ovales,  mas  largas  que  anchas,  marcadas  en  su  centro  con 
un  punto  abarcado  por  dos  medias  lunas.  Las  hojas  eran 
estrechas  y lineares,  como  las  de  las  coniferas,  pero  con 
frecuencia  bastante  largas.  La  estructura  de  los  tallos  recuer- 
da la  de  las  cicadeas.  Las  sigilarías  tenían  enormes  raíces 
ramosas  que  se  extendían  bastante  en  el  sentido  horizontal, 
ofreciendo  cicatrices  diseminadas  sin  órden,  las  cuales  cor- 
responden á los  puntos  de  inserción  de  otras  tantas  raicillas 
simples  ó bifurcadas.  Estas  raíces  son  conocidas  desde  hace 
mucho  tiempo  con  el  nombre  de  stigmarias;  Bronn  las  atri- 


4 


568 


PALEONTOLOGIA 


afinidades  con  la  de  las  cicadeas,  y formaba  probablemente 
parte,  como  esta  última,  de  la  división  de  los  dicotiledones 
gimnospermos. 

Cicadeas. — Las  verdaderas  cicadeas  existían  ya  en  la 
época  ullera.  Sabemos  que  estos  vegetales,  cuyo  aspecto 
recuerda  las  palmeras  y los  heléchos  arborescentes,  tienen 
un  tallo  recto,  cilindrico,  coronado  por  una  copa  de  grandes 
hojas  pinnadas;  en  este  tallo,  varias  capas  leñosas,  poco  con- 
sistentes, aunque  muy  gruesas,  separadas  por  zonas  celulares, 
rodean  una  médula  bastante  voluminosa;  y las  raíces  son 
ramificadas  como  las  de  los  otros  gimnospermos.  Las  espe- 
cies fósiles  paleozoicas  pertenecen  sobre  todo  al  género 
Noeggerathia,  que  guarda  un  término  medio  entre  las  Cycas 
y las  Zamias  de  nuestra  época.  Las  Nceggerathia  tenían, 
como  las  primeras,  frutos  aislados  sobre  un  pedúnculo  exten- 
dido, y cual  las  segundas,  hojas  desprovistas  de  nerviacion 
media  saliente.  Se  les  deben  atribuir  probablemente  los  frutos 
fósiles  llamados  Rhabdocarpus. 

CORDAITES. — De  todas  las  familias  antiguas  laboriosa- 
mente reconstituidas  por  la  Paleontología,  la  de  los  cordaites 
es  tal  vez  la  mas  interesante;  y sin  duda  alguna  la  que  ha 
hecho  incurrir  á los  botánicos  en  mas  errores,  causándoles 
mayores  sorpresas.  Las  hojas,  á veces  de  un  metro  de  largo, 
estrechas,  ensiformes,  semejantes  á las  de  la  dragonera;  ó 
bien  cortas  y ovoideas  como  las  de  ciertas  coniferas  de  las 
tierras  australes,  tenían  nerviaciones  finas  y paralelas,  hallán- 
dose dispuestas  en  grupo  en  la  extremidad  de  las  ramas. 
Cuando  estas  últimas  quedaban  comprimidas  debajo  de  los 
sedimentos,  extendíanse  de  manera  que , simulaban  la  hoja 
en  forma  de  abanico  de  ciertas-  palmeras.  Tal  es  el  origen  del 
antiguo  género  Flabellaria,  atribuido  á la  familia  de  las  pal- 
meras. Estas  hojas  eran  sentadas,  caducas,  y dejaban  en  los 
tallos  cicatrices  oblongo-lineares,  prolongadas  transversal- 
mente, señaladas  con  una  serie  de  puntos  vasculares;  las 
ramas,  en  extremo  numerosas,  estaban  muy  divididas ; los 
tallos  tenían  una  gran  médula  central,  acanalada  á lo  largo 
en  su  contorno  por  el  reborde  de  los  hacecillos  de  la  madera, 
que  semejante  á la  de  las  coniferas,  rodeaba  la  médula  en  un 
círculo  continuo.  Esta  médula  estriada,  desprovista  de  su 
cubierta  leñosa,  es  la  que  ha  servido  de  base  para  fundarlos 
géneros  Artisia  y Sternbergia.  Una  corteza  muy  gruesa,  y que 
producía  mucha  ulla,  formada  por  capas  concéntricas  alter- 
nativamente fibrosas  y celulares,  protegía  al  tallo  por  fuera; 
era  análoga  al  tejido  suberoso,  que  como  este  último,  carecía 
de  radios  medulares.  Los  cordaites  eran  grandes  árboles  cuya 
altura  excedia  de  30  metros,  con  las  gruesas  raíces  ramifica- 
das de  los.  dicotiledones.  Mal  conocida  aun,  su  florescencia 
consistía  en  espigas  dísticas,  con  pequeños  cuerpos  carnosos, 
que  se  supone  serian  óvulos,  y en  botones  que  se  ha  creído 
estarían  formados  por  las  anteras.  Como  quiera  que  sea,  las 
afinidades  de  la  familia  han  sido  claramente  determinadas 
por  Mr.  Grand  Eury,  quien  la  considera  como  muy  afine  á 
las  coniferas,  asemejándola  particularmente  á las  Gincáo  y 
klastaxineas. 

CONÍferas.  — Las  verdaderas  coniferas  existen  no 
obstante  en  la  época  paleozóica,  y llegan  á ser  numerosas  en 
el  terreno  pérmico,  sirviendo  para  caracterizarle.  Nada  mas 
tengo  que  decir  de  esta  familia,  tan  ricamente  representada 
en  la  naturaleza  viva. 

ANULARIAS.— Aunque  pertenezca  sin  duda  á la  divi- 
sión de  los  acotiledones  acrógenos,  describo  en  el  último 
término  la  familia  de  las  anularías,  demasiado  poco  conocida 
para  que  sea  posible  señalarle  un  lugar  en  la  serie  vegetal. 


buye  mucha  importancia  en  la  formación  de  la  ulla.  Varios  Los  restos  que  ha  dejado  consisten  en  fragmentos  de  tallos 
autores  opinan  que  los  frutos  fósiles  llamados  Trigonocarpus  provistos  de  sus  hojas,  y en  algunas  florescencias;  eran  plan- 
pertenecen  á la  familia  de  las  sigilarías,  que  tiene  grandes  tas  acuáticas,  herbáceas,  flotantes  ú sumergidas  á la  manera 

de  las  Miriofilas,  cuyo  aspecto  tenían.  Siempre  muy  delga- 
dos, los  tallos  presentaron  de  trecho  en  trecho  verticilos  de 
hojas  ovales  oblongas,  con  nervios  ramificados  en  el  género 
Sphenopyllum,  mientras  que  estas  hojas  estaban  soldadas  en 
su  base,  ofreciendo  mas  desarrollo  de  un  lado  que  de  otro  en 
el  género  Anularía,  en  el  que  los  verticilos  aparecían  mas 
compactos.  Ya  hemos  visto  que  los  Asterofilites,  con  los 
cuales  se  había  formado  un  género  de  esta  familia,  no  son 
otra  cosa  sino  ramas  de  Calamodendron.  Las  fructificaciones 
consisten  en  espigas  compuestas  de  verticilos  próximos  á las 
brácteas,  en  el  intervalo  de  las  cuales  se  observan  cuerpos 
redondeados,  considerados  como  esporangios,  con  razón  ó 
sin  ella.  De  las  florescencias  aisladas  se  formaron  en  otro 
tiempo  los  géneros  Wolkmania  y Bruckmania.  Todo  cuanto 
podemos  decir  ahora  de  las  anularías  es  que  pertenecen 
probablemente  á la  división  de  los  vegetales  acrógenos. 

ANGIOSPERMAS, — ¿Han  existido  en  la  época  paleo- 
zóica las  plantas  cotiledóneas  angiospermas?  A priori,  el 
hecho  parece  poco  probable;  y aun  á los  ojos  de  varios  geó- 
logos, contrario  á las  sanas  tradiciones,  puesto  que  se  admite 
generalmente  que  los  angiospermos  monocotiledones  no 
comenzaron  hasta  el  período  mesozoico,  y que  los  dicotile- 
dones han  aparecido  por  vez  primera  hácia  fines  de  la  época 
cretácea.  Sin  embargo,  esta  no  es  razón  para  negar  la  exis- 
tencia en  este  horizonte  á los  vegetales  de  estas  dos  catego- 
rías, que  habrían  aparecido  prematuramente:  importa  solo 
que  su  existencia  quede  bien  probada.  Así  pues,  si  estamos 
dispuestos  á aceptar  de  buen  grado  á los  recien  venidos,  no 
debemos  admitirles  sin  buenas  razones;  no  atreviéndome 
á mencionar  sino  con  gran  reserva  ciertos  vestigios  de  plan- 
tas angiospermas  hallados  en  las  ulleras  de  Inglaterra,  parti- 
cularmente el  Antolites  de  Newcastle,  que  se  ha  comparado 
á una  florescencia  de  bromeliácea,  y el  Pothocites  Grantonii 
de  Edimburgo  qua  se  parece  mucho  á una  espiga  de  aroidea. 

ESTADISTICA  Y DISTRIBUCION  GEOGRÁFICA 
DE  LAS  PLANTAS  ULLERAS.— Según  Mr.  Goepper, 
en  1859  se  contaban  814  platas  ulleras.  Su  distribución  en 
el  sentido  vertical  parece  bastante  uniforme,  lo  cual  difi- 
culta establecer  en  el  terreno  divisiones  fundadas  sobre  la 
paleontología;  Mr.  Lesquereux  ha  creído,  sin  embargo,  poder 
agrupar  en  cinco  horizontes,  ó asociaciones  particulares,  las 
350  especies  conocidas  en  los  Estados  Unidos  en  1S60. 
Raro  es  que  se  encuentren  mas  de  20  ó 30  reunidas  en  una 
misma  localidad.  Cada  región  tenia  su  flora  especial;  pero 
muchas  especies  estaban  sumamente  diseminadas  en  el  globo. 
De  los  140  heléchos  señalados  en  Inglaterra,  50  vuelven  á 
encontrarse  en  otros  puntos  de  Europa  y en  los  Estados 
Unidos;  de  los  16  del  Alabama,  9 son  europeos.  Bronn  indi 
ca  33  especies,  de  las  cuales  31  son  comunes  á la  Europa 
occidental  y á la  América  del  norte,  existiendo  7 en  Rusia,  y 
habiéndose  recogido  una  en  la  isla  de  los  Osos  y otra  en 
Australia.  Varios  géneros  parecen  propios  de  la  India  y de 
Nueva  Holanda;  pero  las  formas  europeas  predominan  en 
la  Nueva  Gales  del  Sur.  En  estos  lejanos  países  se  han  indi- 
cado también  algunas  anomalías,  como  por  ejemplo  una 
mezcla  de  plantas  marcadamente  ulleras,  y ciertas  especies 
que  recuerdan  los  tipos  de  las  mas  recientes  épocas.  Si  se 
confirma  este  hecho,  debe  sorprendernos  poco,  porque  se 
reproduce  con  harta  frecuencia  desde  que  se  miran  las  cosas 
mas  de  cerca.  Como  quiera  que  sea,  la  flora  ullera  procede 
absolutamente  como  la  fauna  carbonífera  marina,  ofrecién- 
donos las  mismas  particularidades  en  la  distribución  de  sus 
especies,  y hasta  pudiera  decirse  iguales  anomalías. 


4 


í 


PALEOZOICA  569 


Clima  del  globo  en  la  época  ullera.— 

Durante  esta  época  las  tierras  firmes  habian  ganado  mas  en 
extensión,  sobre  todo  en  Europa.  A favor  de  una  tempera- 
tura elevada  y uniforme,  la  humedad  era  muy  considerable; 
torrentes  de  lluvia  agrietaban  el  terreno,  arrastrando  á los 
mares  y á las  cuencas  lacustres  las  enormes  masas  rodadas, 
los  guijarros  y las  arenas  que  se  encuentran  en  )a  base  de 
todos  los  depósitos  ulleros.  No  comieñzo  á trazar  aquí  el 
bosquejo  de  un  cuadro  de  capricho,  pues  los  datos  que  se 
poseen  permiten  prejuzgar  el  clima  según  la  naturaleza  de 
los  sedimentos.  En  las  cuencas  muy  limitadas  de  la  meseta 
central  de  Francia,  por  ejemplo,  los  espesos  conglomera- 
dos que  constituyen  el  terreno  ullero  casi  del  todo  provie 
nen  del  contorno  inmediato  de  estas  cuencas,  y no  fue- 
ron arrastrados  por  las  aguas  torrenciales.  Obsérvase,  por 
otra  parte,  que  las  rocas  ulleras  se  componen  de  ele- 
mentos tanto  mas  voluminosos  y desiguales,  cuanto  mas 
próximas  están  á las  montañas  de  la  época,  donde  la  acción 
de  los  torrentes  era  sin  duda  alguna  mas  enérgica  que  en 
los  países  llanos.  La  igualdad  de  la  temperatura  en  el  globo 
está  demostrada  por  el  hecho  de  conocerse  depósitos  de  ulla 
formada  de  los  mismos  vegetales,  desde  el  Spitzberg  hasta 
las  islas  de  la  Sonda,  la  tierra  de  Van-Diemen  y la  Nueva 
Zelanda.  El  calor  no  era,  pues,  excesivo  en  las  regiones 
ecuatoriales;  y si  el  reino  vegetal  presenta  los  mismos  tipos 
que  en  la  inmediación  de  los  polos,  es  porque  reinaba 
una  gran  uniformidad  en  toda  la  tierra.  La  naturaleza 
misma  de  estas  plantas,  cuyas  análogas  no  viven  hoy  si- 
no en  los  bosques  mas  sombríos  y húmedos  de  los  trópicos, 
denota  una  atmósfera  pesada  y nebulosa,  que  sin  duda  en- 
cerraba todavía  una  gran  proporción  de  ácido  carbónico 
procedente  del  fondo  primitivo,  puesto  que  ha  suministrado 
todo  el  carbón  que  hay  en  las  ulleras,  y que  los  desprendi- 
mientos subterráneos  de  gas  carbónico  no  parecen  haber 
adquirido  cierta  actividad  sino  á partir  de  la  época  actual. 
\ a he  dicho,  con  efecto,  que  las  rocas  eruptivas  antiguas  no 
ofrecen  protuberancias,  y que  sus  cavidades  no  encierran 
cenizas  y escorias  que  revelen  la  intervención  de  los  gases  y 
vapores. 

CUADRO  de  la  época  ullera.  — Inundadas 
de  continuo  por  torrentes  de  lluvia,  cortadas  por  grandes 
barrancos,  cubiertas  de  lagos  y de  inmensos  estanques,  las 
tierras  firmes  estaban  invadidas  por  la  mas  vigorosa  vegeta- 
ción, favorecida,  bajo  un  cielo  siempre  nebuloso,  por  el 
calor,  la  humedad,  y también  sin  duda  alguna  por  la  abun- 
dancia de  ácido  carbónico  en  la  atmósfera.  En  las  depresio- 
nes y pantanos,  las  estigmarias  se  enlazaban  entre  sí,  for- 
mando una  turba  espesa,  sobre  la  cual  se  elevaban  los 
troncos  enormes  de  las  sigilarías,  de  los  cordaites  y de  los 
lepidodendron ; grandes  colas  de  caballo,  del  tamaño  de 
los  árboles  y heléchos  herbáceos,  se  mezclaban  con  esta 
vegetación  singular;  en  los  parajes  mas  secos,  otr«$  plantas 
de  esbelto  tallo,  cicadeas  semejantes  á las  palmeras,  y árboles 
resinosos  completaban  el  cuadro.  Repetíanse  sin  cesar  las 
mismas  formas:  las  plantas  de  flores  de  color  no  existían  aun. 
Nada  alteraba  la  monotonía  de  aquella  superabundante 
vegetación,  en  que  los  individuos  se  oprimían  desordenada- 
mente en  medio  de  los  troncos  derribados  y de  los  árboles 
muertos.  Pululaban  en  las  aguas  peces  de  escamas  orillantes; 
agitábanse  en  los  aires  los  insectos;  y hediondos  reptiles  de 
extravagantes  formas  dejaban  sus  huellas  en  el  fa*  *0  de  los 
pantanos;  pero  esta  naturaleza  no  era  ya  muda  cono  en  las 
épocas  anteriores:  con  el  murmullo  de  las  plantas,  agitadas 
por  los  vientos,  mezclábase  el  zumbido  de  los  insectos,  y sin 
duda  alguna  los  mugidos  de  enormes  batracios  y de  los 
problemáticos  labirintodon. 

Tomo  IX 


FAUNA  PÉRMICA. — Apenas  cuenta  300  especies  esta 
fauna:  todos  los  grupos  se  hallan  en  gran  decadencia,  y 
sufren  enormes  reducciones,  al  menos  en  Europa  y en  los 
Estados  Unidos.  Los  poliperos,  los  crinoideos  y los  equini- 
dos  no  componen  ya  mas  que  un  reducido  número  de  géne- 
ros; casi  todos  los  braquiópodos  paleozoicos  desaparecen, 
subsistiendo  ó presentándose  algunos  por  última  vez,  tal 
como  los  Atrypa,  Camarophoria,  Orthisina,  Chonetes  y 
Productus,  tan  ricos  en  especies  en  otro  tiempo.  En  lo  suce- 
sivo no  saldrá  ya  este  orden  de  su  decadencia,  y le  eclipsarán 
siempre  los  moluscos  propiamente  dichos,  gasterópodos  y 
acéfalos.  Los  cefalópodos  quedan  reducidos  á los  géneros 
nautilus,  orthoceras  y cyrthoceras;  los  crustáceos  no  figuran 
ya  sino  de  memoria,  representados  por  el  último  trilobites,  por 
algunas  lúnulas  y varias  cipridinas.  Los  peces  placoideos 
sufren  también  una  gran  disminución;  siquiera  los  ganoideos 
se  conserven  mas,  distinguiéndose  sobre  todo  los  Palceonis- 
cus  por  la  variedad  de  sus  especies  v la  abundancia  de 
individuos.  Los  reptiles  se  mantienen  lo  mismo:  en  esta  clase 
están  representados  los  labirintodontes,  y sobre  todo  los 
lacertiformes,  por  un  gran  número  de  géneros  especiales; 
existen  además  tipos  que  no  han  sido  clasificados  aun  de 
una  manera  satisfactoria,  varios  de  los  cuales  parecen  rela- 
cionarse con  familias  mas  elevadas,  habiéndose  encontrado 
en  Inglaterra  y en  los  Estados  Unidos  huellas  que  parecen 
pertenecer  á los  quelonios.  En  resúmen,  la  fauna  pérmica  se 
caracteriza  por  ciertos  braquiópodos  (Terébratula  elongata, 
Spirifer  alatus,  Productus  horridus,  P.  Cancrini,  etc.);  por 
ciertos  acéfalos,  de  los  géneros  Mytilus,  Schizodus,  Monotis; 
por  los  Palaeoniscus  de  escamas  estriadas  y punteadas;  y por 
reptiles  pertenecientes  á los.  géneros  Zygosaurus,  Palteosau- 
rus,  Thecondotosaurus,  Protorosaurus,  etc. 

FLORA  pérmica. — Mas  variada  que  la  fauna  pro- 
porcionalmente, la  flora  pérmica  se  compone  de  los  mismos 
tipos  que  la  ullera,  solo  que  las  especies  difieren.  Mr.  Goep- 
pert  señaló  en  1857  para  Alemania  y Rusia  182,  de  las 
cuales  estaban  169  contenidas  en  la  arenisca  roja  que  forma 
la  base  del  piso.  Dos  coniferas  muy  diseminadas  en  los  bancos 
pérmicos,  laWalchia  Schlotheimii  y la  W.  hypnoides,  carac- 
terizan el  terreno  en  todos  los  niveles  donde  faltan  los  otros 
fósiles. 

AFINIDADES  É IMPORTANCIA  DE  LA  FAUNA 
PÉRMICA. — En  cuanto  á la  fauna  pérmica,  considerada 
en  general,  forma  un  conjunto  indivisible,  comparable  con 
una  de  las  silúricas;  de  modo  que  las  subdivisiones  del 
terreno  varían  según  los  lugares,  correspondiendo  solo  á 
cambios  de  la  naturaleza  mineralógica  de  los  bancos.  La 
analogía  es  muy  grande  con  la  fauna  carbonífera,  á pesar  de 
las  discordancias  en  la  estratificación.  En  los  países  donde 
no  ocurren  estas,  como  por  ejemplo  en  los  Estados  Unidos, 
los  fósiles  carboníferos  parecen  mezclarse  con  los  pérmicos 
en  un  gran  espesor  de  capas,  puesto  que,  según  Mr.  New- 
berry,  las  especies  carboníferas  solo  han  desaparecido  del 
todo  en  el  banco  pérmico  número  10  del  corte  de  MM.  Meck 
y Hayden.  Mr.  Shallow  dice,  que  de  75  especies  pérmicas 
se  encuentran  16,  ó sea  la  quinta  parte,  en  los  estratos  car- 
boníferos subyacentes.  Por.  lo  que  yo  sé,  no  se  han  señalado 
en  Europa  sino  tres  ó cuatro  gasterópodos  del  terreno 
pérmico. 

DISTRIBUCION  GEOGRÁFICA  DE  LOS  FOSILES 
PÉRMICOS.  — La  distribución  geográfica  de  los  fósiles 
recuerda  la  de  las  épocas  precedentes  y denota  las  mismas 
condiciones  climatéricas.  Los  braquiópodos  se  distinguen, 
como  de  costumbre,  por  ser  los  mas  cosmopolitas:  de 
las  17  especies  inglesas,  15  se  encuentran  también  en  Alema- 
nia, y 7 en  el  nordeste  de  Rusia,  cerca  de  los  confines  de 

72 


57o 


PALEONTOLOGIA 


Siberia.  Según  Mr.  King,  de  277  especies  que  constituían 
en  1850  la  fauna  pérmica,  Inglaterra  posee  143,  Rusia  73  y 
Alemania  61;  13  son  comunes  á Inglaterra  y Rusia,  y 39  á 
Inglaterra  y Alemania.  Mr.  Sauroth  fijó  mas  tarde  en  50  el 
número  de  fósiles  pérmicos  que  existen  á la  vez  en  ambos 
países.  En  el  Spitzberg  se  han  señalado  por  lo  menos  ocho 
especies  europeas,  entre  las  cuales  figuran  los  productus  y 
spirifer,  designados  antes  como  tipos,  la  Terebrátula  Schlot- 
heimii,  etc.  wmm 

Estos  hechos  demuestran  una  gran  uniiormidad  de  tem- 
peratura, y el  conjunto  de  la  fauna  indica  un  clima  siempre 
tropical.  Es  preciso,  pues,  acoger  con  reserva  los  asertos 
contrarios  de  ciertos  geólogos,  que  creen  haber  hallado 
pruebas  de  la  acción  de  los  glaciares  en  la  época  pérmica,  y 
hasta  en  la  devónica,  atribuyendo  al  enfriamiento  del  globo 
la  pobreza  de  la  fauna  del  terreno  pérmico. 

ÉPOCA  MESOZOICA  Ó SECUNDARIA 

Mas  conocida  con  el  nombre  de  época  secundaria,  ha 
recibido  estas  denominaciones  porque  ocupa  un  rango  inter- 
medio en  la  serie  de  las  épocas  geológicas.  Solo  se  distingue 
del  periodo  precedente  por  la  aparición  de  un  conjunto  dis 
tinto  de  animales  y de  plantas,  y por  la  renovación  de  los 
aparatos  orgánicos,  si  podemos  decirlo  así;  pero  esta  reno 
vacion  no  se  ha  efectuado  bruscamente  y de  una  sola  vez, 
sino  que  por  el  contrario,  algunos  tipos  paíeozóicos  persisten 
durante  largo  tiempo,  y solo  poco  á poco  y por  reducidos 
grupos,  aparecen  las  nuevas  formas. 

CONFIGURACION  DE  LAS  TIERRAS  Y DE  LOS 
MARES. — Los  movimientos  del  suelo  continúan  á diversos 
intervalos;  y hácia  la  mitad  del  período,  en  el  momento  en 
que  mejor  se  caracteriza,  los  mares  cubren  principalmente 
el  centro  y el  oeste  de  Europa.  El  NO.  de  Francia  estaba 
ocupado  por  una  cuenca  cuyas  orillas  tocaban  en  los  Vosgos 
y la  meseta  central,  corriéndose  de  sur  á norte  en  medio  de 
Inglaterra,  reunida  entonces  al  continente;  y se  prolongaban 
acaso  á gran  distancia  por  el  Océano  Atlántico.  Otra  cuenca, 
comunicando  con  la  primera  por  el  estrecho  de  Poitiers,  se 
extendía  al  sureste  de  la  Bretaña  y de  la  Vendée,  y de  la 
isla  de  la  mesa  central ; enlazábase  por  el  lado  del  este  con 
la  cuenca  mediterránea,  cuya  orilla  rodeaba  la  Isla  Central; 
y formábase  de  este  modo  un  gran  estrecho  que  desembo- 
caba en  la  cuenca  anglo  parisiense,  entre  la  punta  del  Morvan 
y el  promontorio  meridional  de  los  Vosgos.  El  mar  penetraba 
entre  estos  y la  Selva  Negra,  constituyendo  un  golfo  en  el 
emplazamiento  de  la  Alsacia  y del  país  de  Badén.  Exten- 
díase después  á una  gran  distancia  por  Alemania,  del  lado 
del  Este,  y reuníase  tal  vez  en  el  norte  con  el  mar  de  la 
cuenca  anglo-parisiense,  por  Hanover  y Brunswick.  En  el 
Nuevo  continente,  las  aguas  marinas  se  habían  retirado  casi 
del  emplazamiento  de  los  Estados  Unidos,  donde  los  depó- 
sitos secundarios  ocupan  solo  espacios  muy  limitados.  Esta 
disposición  de  las  tierras  y de-  los  mares  se  conserva  sin 
grandes  variaciones,  así  en  Europa  como  en  América,  hasta 
el  promedio  del  terreno  terciario. 

FAUNA  del  trias. — La  fauna  del  trias  indica  un 
tránsito  entre  la  época  paleozoica  y la  mesozoica ; conserva 
todavía  cierto  número  de  tipos  antiguos;  pero  todos,  ó casi 
todos,  se  extinguen  en  este  terreno,  donde  aparecen,  en 
número  infinitamente  mas  considerable,  los  primeros  tipos 
del  período  secundario,  pareciendo  que  la  vida  se  reanima 
después  de  una  brusca  decadencia.  No  se  puede  pues  vaci- 
lar en  unir  el  trias  con  los  terrenos  mesozóicos. 

ESPONGIARIOS. — Por  primera  vez  se  presentan  los 
espongiarios  en  abundancia;  pero  apenas  se  encuentran  sino 


en  el  trias  alpino,  que  contiene  una  docena  de  géneros;  los 
mas  de  ellos  son  nuevos  y recuerdan  los  tipos  secunda- 
rios. 

ZOÓFITOS.  — La  misma  observación  podemos  hacer 
respecto  á los  poliperos,  que  se  multiplican  bastante  en  el 
trias  alpino:  pertenecen  á la  familia  de  los  zoantos  aporos, 
caracterizados  por  su  cubierta  laminar  y foliácea  de  tabiques 
enteros,  sin  divisiones,  ó por  lo  menos  incompletas.  El  redu- 
cido número  de  los  géneros  de  crinoideos  se  compensa  en 
cierto  modo  con  la  extraordinaria  abundancia  de  los  indivi- 
duos del  Encrinus  liliiformis,  cuyos  artículos  llenan  bancos 
muy  espesos  y de  gran  extencion  en  la  caliza  del  Muschel- 
kalk.  Los  encrinidos  se  reconocen  por  su  tallo  largo,  blando, 
dilatado  debajo  del  cáliz,  que  es  bastante  corto  y sostiene 
brazos  formados  por  una  doble  serie  de  piezas  alternas.  Los 
esteléridos  están  representados  principalmente  por  el  género 
Aspidura;  y los  equínidos  por  los  géneros  Cidaris  y Hemici- 
daris,  cuyas  especies  se  multiplicarán  mucho  en  el  terreno 
jurásico. 

Briozoos. — Los  moluscos  briozoos  escasean  mucho 
en  el  trias. 

BRAQÜIÓPODOS. — Los  braquiópodos  se  rehacen  un 
poco:  encuéntraseles  principalmente  en  el  trias  alpino,  donde 
ofrecen,  en  proporción  casi  igual,  una  curiosa  mezcla  de 
géneros  paleozoicos  (Cyrtia,  Spirifer,  Spirigera)  con  otros 
pertenecientes  á todas  las  épocas  (Lingula,  Terebrátula, 
Rhynchonella).  Hay,  sin  embargo,  progreso  en  las  formas 
de  las  faunas  recientes,  extinguiéndose  en  el  trias  todos  los 
géneros  paleozoicos,  con  excepción  de  los  Spirifer. 

ACEFALOS  Y Gasterópodos.— Los  acéfalos  pro- 
gresan mas  aun,  así  como  los  gasterópodos ; en  lo  sucesivo 
predominan  estas  dos  clases  sobre  todas  las  demás  en  la 
división  de  los  moluscos.  Los  tipos  recuerdan  los  del  período 
secundario,  aunque  varios  géneros  paleozoicos,  tales  como 
los  Macrocheilus,  Loxonema,  Murchisonia,  Porcelia,  Evorn- 
phalus,  etc.,  continúan  sobreviviendo.  Los  acéfalos  se  enri- 
quecen con  los  géneros  Ostrea,  Perna,  Gervilia,  Lima,  Tri- 
gonia,  Opis,  etc.,  cuyas  especies  abundan  en  los  terrenos 
secundarios. 

CEFALÓPODOS. — Los  nautílidos  recuerdan  mas  bien 
los  tipos  antiguos,  y su  decadencia  queda  ya  consumada, 
puesto  que  estos  moluscos,  tan  numerosos  en  otro  tiempo, 
solo  están  representados,  á partir  del  trias,  por  los  nautilos 
de  espira  cubierta.  Los  amonítidos,  por  el  contrario,  adquie- 
ren importancia.  Los  Ceratites  y los  verdaderos  Ammonites 
aparecen  en  Europa;  estos  últimos  son  propios  del  trias  al- 
pino, donde  se  encuentran  con  los  últimos  Orthoceras, 
gasterópodos  y braquiópodos  paleozoicos.  En  la  India  no 
sucedió  lo  mismo:  Mr.  Waagen  encontró  en  una  capa  caliza 
de  poco  espesor  verdaderos  Ammonites  de  lóbulos  ya  com- 
plicados, así  como  tres  Productus  y dos  Athyris  carboníferos 
y un  Productus  pérmico.  Como  de  tránsito  entre  los  gonia- 
tites  y los  ammonites,  los  ceratites  que  caracterizan  el  trias 
tienen  los  lóbulos  dentados,  pero  no  recortados  todavía. 
Véase  el  terreno  triásico  en  la  Geología. 

Articulados. — En  la  división  de  los  articulados 
progresan  los  crustáceos,  haciendo  aquí  su  aparición  el  órden 
de  los  decápodos  que  es  el  mas  elevado  de  la  clase  represen- 
tado por  géneros  pertenecientes  á la  tamilia  de  los  macruros, 
algunos  de  los  cuales,  particularmente  los  Pemphix,  caracte- 
rizan el  terreno  del  trias.  En  el  órden  de  los  Filópodos,  los 
Esteria,  que  tienen  un  caparazón  bivalvo  como  los  cipris, 
producen  numerosas  especies,  alcanzando  aquí  su  máximum, 
Algunas  larvas  de  efémeras  y otros  neurópteros  han  dejado 
varios  vestigios  en  el  trias  de  los  Estados  Unidos. 

Peces. — La  fauna  ictiológica  no  ha  progresado:  cas: 


MESOZOICA 


< 


* 


571 


del  todo  propios  del  trias  normal,  los  peces  pertenecen,  co- 
mo anteriormente  á las  sub  clases  de  los  placoideos  y de  los 
ganoideos:  entre  estos  últimos  no  se  señalan  apenas  mas  que 
rom  bíferos. 

Reptiles  y batracios. — Los  reptiles  son  igual- 
mente particulares  del  trias  normal:  por  primera  vez  forman 
un  conjunto  importante  produciendo  numerosos  tipos,  pre- 
cusores  de  la  rica  fauna  jurásica. 

LABIRINTODONTES.  — Alcanzan  aquí  su  máximum: 
bastante  pequeños  en  la  época  carbonífera,  adquieren  en  el 
trias  enormes  dimensiones,  puesto  que  se  han  encontrado 
cráneos  que  median  hasta  1*30  de  largo.  Estos  singulares 
animales  parecen  de  tránsito  entre  los  reptiles  y los  batracios; 
y han  tomado  su  nombre  de  los  dientes,  en  los  que  la  mate- 
ria huesosa  presenta,  en  su  sección  trasversal,  las  circun- 
voluciones mas  complicadas  (véase  la  fig.  82,  pág.  508  déla 
Paleontología);  estos  órganos  eran  cónicos  y bastante  fuertes, 
hallándose  fijos  en  alvéolos,  carácter  que  aproxima  los  labi- 
rintodontes  a los  reptiles,  de  los  cuales  tenían  igualmente  las 
escamas.  Su  cabeza  estaba  protegida  por  placas  huesosas, 
pareciéndose  mucho  en  algunos  géneros  á la  de  los  crocodi- 
los. Tenían  no  obstante  al  mismo  tiempo  dos  cóndilos  occi- 
pitales como  los  batracios;  parecían  carecer  de  costillas,  de 
huesos  lagrimales  y de  occipitales  superiores;  los  temporales 
se  asemejaban  á los  de  los  batracios,  y como  estos  últimos, 
estaban  provistos  con  frecuencia  de  dientes  fijos  en  el  vómer  y 
en  los  palatinos.  Los  labirintodontes  eran  sin  duda  batracios 
gigantescos,  cuyos  análogos  no  subsisten  ya  en  la  naturaleza 
viviente.  No  es  posible,  sin  embargo,  pronunciarse  sin  ape- 
lación, pues  los  órganos  respiratorios  y circulatorios,  siempre 
tan  esenciales,  no  se  han  conservado  nunca  en  los  individuos 
fósiles. 

LACERTIDOS. — Bastante  numerosos  estos  séres  están 
representados  por  tipos  tan  variados  como  singulares,  por 
ejemplo  los  Dicynodon  de  la  India  y del  Cabo  de  Buena 
Esperanza,  que  llevaban  en  la  mandíbula  superior  dos  largos 
colmillos  situados  como  los  de  las  morsas;  la  inferior  estaba 
solo  provista  de  un  pico  córneo,  análogo  al  de  las  tortugas. 
Estos  animales  participaban  á la  vez  de  los  caractéres  del 
lagarto,  del  crocodilo  y del  quelonio.  Los  Galeosauros  del 
Africa  austral  tenían  incisivos,  caninos  y molares  distintos, 
como  los  de  los  mamíferos.  El  Rhynchosaurus,  con  su  crá- 
neo de  lagarto,  reunía  varios  caractéres  de  las  tortugas  y de 
las  aves.  Los  reptiles  nadadores,  ó enaliosaurios,  que  dan  á 
la  fauna  secundaria  su  principal  carácter,  son  todavía  poco 
numerosos,  perteneciendo  á la  familia  de  los  simosaurios. 
Por  ultimo,  los  reptiles  voladores  ó Pterodactylus,  cuyo 
destino  parece  enlazado  con  el  de  los  enaliosaurios,  han  de- 
jado algunos  vestigios  en  el  trias  de  los  Estados  Unidos. 

HUELLAS. — En  América  principalmente  se  han  descu- 
bierto muchas  huellas,  atribuidas  á reptiles,  habiéndose  po- 
dido «distinguir  55  especies  distintas  de  estas  señales  de  pasos 
en  las  areniscas  del  Conecticut.  Algunas  tienen  hasta  40  cen- 
tímetros de  largo,  y varias  son  tridáctilas,  presentando  una 
disposición  de  las  falanges  análoga  á la  de  las  aves ; pero 
como-  ios  Iguanodon  tienen  el  pié  conformado  del  mismo 
modo  - no  se  sabe  si  estas  huellas  pertenecen  á reptiles  ó á 
aves.  Esta  última  clase  parece  representada  sin  embargo  por 
otras  huellas  de  tres  dedos,  observadas  en  las  areniscas  de 
Massachussets  y de  Conecticut,  conocidas  con  el  nombre 
de  Ornitichinites.  M.  Hitchkook  ha  distinguido  sobre  30 
especies  de  huellas  diferentes,  una  de  las  cuales  indica  un 
animaL  de  mas  de  cuatro  metros  de  altura,  que  daba  pasos 
de  mas  de  dos  metros.  En  época  reciente,  Mr.  Deane  dió 
á coraocer  otras  impresiones,  algunas  de  las  cuales  eran 
clararzaente  palmeadas ; por  otra  parte  los  coprolitos  recogi- 


dos por  Mr.  Hitchkook  cerca  de  las  huellas  tridáctilas,  pa- 
recen indicar  que  unas  y otras  fueron  trazadas  por  aves, 
siendo  imposible,  por  lo  tanto,  dejar  de  comprender  á esta 
•clase  importante  en  el  número  de  las  que  aparecen  en  la 
época  del  trias. 

MAMÍFEROS  DIDELFOS  Ó MARSUPIALES.— 
A esta  clase  debemos  agregar  la  de  los  mamíferos;  con 
efecto,  si  el  Microlestes  antiguo  de  la  brecha  de  Dagerloch 
(Wurtemberg)  pertenece,  según  es  probable,  al  bone-bed,  y 
de  consiguiente  á la  foimacion  jurásica,  será  cierto  que  el 
Dromatherium  silvestre,  descubierto  por  Mr.  Emons  en  la 
arenisca  roja  de  la  Carolina  del  Norte,  es  un  animal  del  trias. 
Es  un  pequeño  marsupial  afine  de  los  mirmecobios  de  Aus- 
tralia. Varias  huellas  reconocidas  en  la  arenisca  abigarrada 
de  los  Vosgos  parecen  corresponder  igualmente  á un  ma- 
mífero. 

Caractéres  de  la  fauna  del  trias.— En 
resúmen,  el  terreno  del  trias  se  caracteriza  por  los  innume- 
rables restos  del  Encrinus  liliiformis;  por  el  género  Myopho- 
ria,  casi  especial,  por  los  Ceratites  (C.  nodosus,  etc.),  los 
crustáceos  decápodos  de  los  géneros  Pemphix,  Polinurus,  las 
esterias,  los  labirintodontes,  un  gran  número  de  géneros  par- 
ticulares de  reptiles  y la  i.a  aparición  de  los  mamíferos. 

Flora  DEL  trias. — La  flora  del  trias  no  brilla  por 
su  riqueza,  puesto  que  apenas  comprende  un  centenar  de 
especies:  se  compone  de  las  mismas  familias  que  las  ante- 
riores: los  heléchos  se  encuentran  casi  en  todas  partes,  pero 
las  equisetáceas  y las  coniferas  predominan  en  la  base,  y las 
cicadeas  llegan  á ser  muy  numerosas  en  la  parte  superior 
del  terreno.  Hé  aquí  porqué  los  mas  de  los  autores  admiten 
en  el  trias  dos  floras  distintas;  una  inferior,  circunscrita  á 
la  arenisca  abigarrada;  y la  otra  superior,  en  las  margas  ó el 
Keuper.  La  primera  se  relaciona  con  las  floras  paleozoicas, 
la  segunda  con  las  secundarias;  muchas  especies  de  esta  úl- 
tima se  asemejan  de  tal  modo  á plantas  jurásicas,  que  hay 
tal  vez  identidad.  Si  el  hecho  llega  á confirmarse,  el  límite 
entre  los  terrenos  paleozoicos  y los  de  la  época  secundaria 
debería  estar  en  medio  del  trias,  á juzgar  tan  solo  por  su 
flora;  de  todos  modos,  los  bancos  inferiores  arenáceos  se 
reconocen  fácilmente  por  las  Voltzia  y sobre  todo  por  el 
Calamites  arenaceus,  muy  abundantes:  por  el  contrario,  los 
Zamites  y los  Pterophyllum  han  permitido  con  frecuencia 
atribuir  á las  margas  irisadas  las  capas  en  que  se  encontraban 
otros  fósiles. 

ESTADÍSTICA  DE  la  FAUNA.— La  fauna  es  por  lo 
menos  tan  pobre  como  la  flora,  si  se  considera  solo  el  trias 
normal,  que  cuenta  unas  200  especies;  pero  llega  á ser  de 
pronto  notablemente  rica  en  el  trias  alpino,  donde  se  han 
hallado  750  especies  solo  en  las  capas  de  San  Casiano.  El 
número  total  de  los  fósiles  del  trias  contados  por  Bronn 
en  1850  asciende  á 1140;  en  1872  le  hacia  subir  Mr.  Bar- 
rande  á 1,300.  Resulta  pues  una  fauna  comparable,  en  cuan- 
to al  número,  á una  de  las  de  los  terrenos  precedentes.  La 
naturaleza  del  centro  mineralógico  parece  haber  influido 
mucho  sobre  la  distribución  de  los  fósiles  en  el  sentido  ver- 
tical. Así  se  observa  que  mientras  la  arenisca  abigarrada,  que 
se  depositó,  sobre  todo  al  principio,  en  un  mar  agitado,  como 
lo  demuestran  los  guijarros  que  contiene,  apenas  encierra 
mas  que  restos  vegetales;  por  el  contrario  la  fauna  marina  del 
trias  normal  está  concentrada  en  la  caliza  conchífera,  forma- 
da por  via  de  precipitación  química  en  un  mar  mas  tranqui- 
lo. Los  vegetales  reaparecen  en  las  margas  irisadas,  que  no 
encierran  mas  fósiles  animales  que  una  língula  y esterias, 
sumamente  raras  en  todas  partes.  Esta  pobreza  es  evidente- 
mente resultado  de  las  condiciones  desfavorables  del  medio 
ambiente  y del  suelo;  la  vida  no  era  con  efecto  fácil,  ni  aun 


PALEONTOLOGIA 


572 


para  los  animales  marinos,  en  aguas  inyectadas  continua- 
mente de  yeso,  magnesia,  cobre  y otras  sustancias  nocivas; 
al  paso  que  las  plantas  se  mantenían  á favor  de  las  corrientes 
de  agua. 

Bajo  el  punto  de  vista  paleontológico,  la  fauna  del  trias 
normal  y la  del  llamado  alpino  son  casi  del  todo  distintas, 
pues  solo  contiene  un  reducido  número  de  especies  comu- 
nes. Hay  de  consiguiente  en  el  trias  dos  faunas  cuya  impor- 
tancia equivale  poco  mas  ó menos  á dos  terceras  partes 
de  la  del  terreno  silúrico  y al  doble  de  la  del  pérmico.  Las 
faunas  contrastan  singularmente  con  las  dos  floras  por  el 
concepto  de  la  sucesión  de  los  tipos.  Como  es  natural,  las 
plantas  de  la  arenisca  abigarrada  recuerdan  las  formas  paleo- 
zoicas, y las  de  las  margas  irisadas  las  mesozoicas;  pero  por 
una  extraña  anomalía,  el  trias  alpino,  es  decir  el  mas  reciente, 
es  el  que  contiene  casi  en  absoluto  los  animales  de  los  tipos 
antiguos  (Spirifer,  Murchisonia,  Porcellia,  Ortoceras,  Nau- 
tilos de  espira  separada,  etc.),  encontrándose  revueltos  con 
los  Ammonites,  las  Farianelas,  las  Limas  y otros  géneros  de 
los  terrenos  secundarios. 

DISTRIBUCION  GEOGRÁFICA  DE  LOS  FÓSILES. 
— Obsérvanse  en  este  concepto  las  mismas  irregularidades 
en  el  trias,  considerado  en  sentido  horizontal,  que  las  ya 
notadas  en  otros  terrenos ; Europa  contiene  el  trias  alpino  y 
el  normal,  este  último  incompleto  con  frecuencia,  y reducido 
á dos  ó á una  sola  de  sus  divisiones.  En  los  Estados  Unidos, 
donde  este  terreno  ocupa  una  vasta  superficie,  no  se  han  ob- 
servado vestigios  auténticos  de  animales  marinos;  razón  por 
la  cual  pregunta  D’Archiac  dónde  estaban  los  océanos  de 
aquella  parte  de  la  tierra  durante  la  época  del  trias.  En  Si- 
beria  se  han  hallado  bajo  el  75a  cuatro  Ceratites  que  re 
cuerdan  los  del  Tirol;  las  35  especies  recogidas  en  el  Hi- 
malaya  son  en  su  mayor  parte  Spirifer,  Goniatites  y Ammo- 
nites de  la  fauna  alpina;  otro  tanto  sucede  con  los  fósiles 
del  Tibet.  La  India  central  ha  dado  peces  y labirintodontes, 
y la  isla  de  Timor  un  Ammonites  y un  género  nuevo  (Acto- 
moderma)  afine  á los  Inoceramus.  En  la  Nueva  Zelanda  se 
encuentran  Spirifer,  Spiriger,  Avículas,  Monotis  y otros 
fósiles  análogos  ó específicamente  idénticos  con  los  de  los 
Alpes  de  Salzburgo.  El  Africa  austral  apenas  ha  producido 
mas  que  los  singulares  reptiles  citados  antes.  Por  último,  en 
California  se  señala  una  rica  asociación  de  fósiles  alpinos 
entre  los  cuales  se  encuentran  cuatro  especies  europeas. 
Resulta,  pues,  que  ha  sido  un  error  calificar  de  anómalo  al 
trias  de  los  Alpes  de  Austria,  toda  vez  que  este  tipo  parece 
mucho  mas  diseminado  en  el  globo.  Bueno  es  añadir  que 
el  trias  es  tal  vez  peor  conocido  que  otros  terrenos  mas  ricos 
en  fósiles,  menos  variados  en  su  composición  mineralógica  y 
de  composición  mejor  definida.  Muchas  localidades  deben 
ser  objeto  de  un  nuevo  exámen,  lo  cual  quizás  haga  cambiar 
muchas  de  las  opiniones  hoy  en  boga. 

FAUNA  JURÁSICA. — La  extensión  vertical  del  terre- 
no no  excede  de  1600  á 2000  metros  en  los  parajes  donde 
mas  completo  se  halla,  pero  la  fauna  jurásica  es  muy  rica. 
En  1850,  Bronn  registraba  ya  cerca  de  4000  especies;  y 
en  1872  indica  Mr.  Barrande  4730.  La  vida  orgánica  sale 
pues  rápidamente  de  la  momentánea  decadencia  en  que 
pareció  caer  al  pasar  del  período  primario  al  secundario,  por 
lo  menos  en  Europa. 

ForaminÍferos  Y ESPONGIARIOS. — Abundan 
los  foraminiferos  y los  espongiarios. 

POLÍPEROS. — Reducidos  casi  á la  familia  de  los  Zoan- 
tos  aporos,  los  poliperos  llegan  á un  primer  máximum,  del 
cual  no  pasarán  apenas  sino  en  la  época  actual.  Por  primera 
vez  constituyen  á diversos  niveles  verdaderos  arrecifes,  de 
ordinario  muy  desarrollados  en  los  pisos  de  la  grande  Oolita 


y del  coral  rag.  Muy  inferiores  en  extensión  á los  arrecifes 
de  nuestros  mares  tropicales,  los  del  piso  coralino  les  aven- 
tajaban sin  embargo  en  superficie,  puesto  que  se  han  halla- 
do en  casi  todas  las  latitudes. 

CR  INOI  DEOS. — Los  crinoideos  llegan  rápidamente  á 
su  segundo  y último  máximum;  pero  en  adelante  no  harán 
mas  que  decaer.  A ciertos  niveles,  y en  varios  países,  forman 
verdaderos  campos  sub  marinos,  y sus  tallos  articulados 
constituyen  casi  por  sí  solos,  bancos  de  notable  espesor  y 
gran  extensión  en  el  Jura  de  Borgoña  y del  Franco  Conda- 
do. Los  principales  géneros  son  los  Pentacrinus,  Apiocrinus, 
Millericrinus,  Eugeniacrinus/Isocrinus,  etc.,  casi  todos  espe- 
ciales y de  la  familia  de  los  picnocrinidos.  Tenían  en  gene- 
ral un  tallo  largo  y recto  sosteniendo  un  cáliz  compuesto  de 
piezas  muy  gruesas;  de  modo  que  la  cavidad  visceral  que- 
daba considerablemente  reducida;  los  brazos  eran  libres,  y 
á veces  muy  ramosos.  Aparece  una  nueva  familia,  la  de  los 
Comatulidos,  que  son  crinoideos  libres,  y de  consiguiente 
sin  tallo,  semejantes  á los  astéridos,  sobre  todo  por  sus  bra- 
zos sueltos,  articulados  y ramificados  como  los  de  los  Euria- 
les,  pero  difieren  esencialmente  por  su  estación,  que  es  in- 
versa, hallándose  siempre  la  boca  hácia  arriba.  Cuando  jó- 
venes tienen  además  un  tallo  rudimentario,  carácter  que  les 
comunica  mas  analogía  con  los  verdaderos  crinoideos.  Va- 
rios géneros  de  comatulidos  existen  aun  en  nuestros  mares. 

ASTÉRIDOS.— Los  astéridos  se  aumentan  con  la  familia 
de  los  ofiuridos,  que  establecen  igualmente  el  tránsito  á los 
crinoideos.  Estos  últimos  se  han  propagado  hasta  nuestra 
época,  distinguiéndose  por  sus  brazos  cilindricos,  delgados, 
que  no  se  ahuecan  interiormente  ni  tienen  relaciones  con  el 
aparato  digestivo. 

EQUÍNIDOS.— Este  orden  adquiere  súbitamente  extre- 
mada importancia,  y sus  representantes,  que  pululan  en  la 
inmediación  de  los  arrecifes  coralinos  de  la  época,  constitu- 
yen por  primera  vez  una  numerosa  fauna.  Los  erizos  de  mar 
jurásicos  pertenecen,  por  otra  parte,  á las  tres  familias  délos 
cidáridos,  clipeastridos  y espatangidos,  cuyas  especies  se 
han  multiplicado  mucho  en  nuestros  mares.  Los  primeros 
tienen  una  cubierta  esférica  mas  ó menos  elevada  ó depri- 
mida, pero  siempre  regular;  el  ano  ocupa  la  extremidad 
superior,  y la  boca  está  debajo,  en  la  del  eje  central,  hallán- 
dose siempre  provista  de  cinco  máxilas:  es  la  familia  predo- 
minante en  la  época  jurásica.  Los  clipeastridos,  mucho  mas 
raros,  se  caracterizan  por  la  forma  oblonga  de  su  cubierta, 
y por  la  abertura  anal,  situada  hácia  el  lado  posterior;  la 
boca  se  conserva  en  el  centro,  pero  se  abre  á veces  oblicua- 
mente, jamás  hácia  adelante;  no  siempre  tiene  maxilas.  Me- 
nos numerosos  aun  en  el  terreno  jurásico,  los  espatangidos 
tienen  la  concha  oval,  el  ano  posterior,  la  boca  sin  maxilas, 
casi  siempre  abierta  oblicuamente  hácia  adelante,  situada 
entre  el  centro  y el  borde  anterior. 

BRIOZOOS. — Los  moluscos  briozoos  tocan  casi  á su 
máximum:  forman  en  general  parte  del  órden  de  los  tubu- 
líporos,  que  se  reconocen,  como  queda  dicho,  por  sus  célu- 
las prolongadas  en  tubos  y reunidas  oblicuamente  de  modo 
que  forman  colonias  semejantes  mas  bien  á un  polipero 
ramoso,  que  á una  lámina  extendida. 

BRAQUIÓPODOS. — Los  braquiópodos,  que  tendrán  aun 
dias  relativamente  prósperos,  sin  salir  por  esto  de  su  deca- 
dencia, pierden  sus  últimos  géneros  paleozoicos  Spirifer  y 
Leptcena,  y apenas  se  enriquecen  mas  que  con  los  Terebra- 
tella  y los  Thecidíea.  Los  primeros  se  distinguen  de  las  ver- 
daderas Terebrátulas  por  su  área,  y los  segundos,  que  pueden 
servir  de  tipo  á una  nueva  tribu,  tienen  un  aparato  branquial 
complicado,  una  gruesa  concha,  fija  al  suelo  por  el  ápice  que 
no  está  nunca  perforado.  Muy  numerosos  en  especies,  los 


MESOZOICA 


géneros  Terebrátula  y Rhynchonella  no  están  léjos  de  su 
máximum;  las  Crania,  las  Lingulas  y las  Orbiculas  están  bas- 
tante bien  representadas. 

ACÉFALOS  Y GASTERÓPODOS. — Los  acéfalos  y 
gasterópodos  se  multiplican  de  tal  manera,  que  no  podrían 
indicarse  todos  los  géneros  sin  traspasar  los  límites  de  una 
obra  de  esta  índole,  debiendo  limitarnos  á citar  los  mas 
numerosos  en  especies  y característicos.  En  los  acéfalos 
pleuroconcos  son  las  Ostrea  (con  los  sub  géneros  Exogyra  y 
Gryphaena),  Anomia,  Plicatula,  Hinnites,  Pecten,  Lima, 
Inoceramus,  Gervilia,  Perna,  Trichites,  Avicula  y Diceras; 
en  los  ortoconcos  integropaleales,  las  Pinna,  Mytilus,  Nucu- 
la,  Arca,  Trigonia,  Cardinia,  Myoconcha,  Cardita,  Opis, 
Astarte,  Lucina,  Corbis,  Hetangia,  Cardium  y Cyprina;  y 
en  los  ortoconcos  sinupaleales:  Venus,  Isodonta,  Tellina, 
Ceromya,  Thracia,  Anatina,  Mactra,  Corbula,  Pholadomia, 
Panopjea,  Folas,  Teredo  y Gastrochoena.  Los  gasterópodos 
están  representados  principalmente  por  los  Capulus,  Patella, 
Cerithium,  Purpura,  Pterocera,  Pleurotomaria,  Trochus, 
Turbo,  Delphinula,  Solarium,  Phasienella,  Natica,  Neri- 
naea,  Chemnitzia,  Scalaria  y Turritella.  Fácil  es  observar 
que  los  géneros  paleozoicos  han  desaparecido  casi  comple- 
tamente. 

CEFALÓPODOS. — Los  cefalópodos  tentaculíferos  ad- 
quieren gran  importancia  en  la  época  jurásica,  perteneciendo 
casi  todos  á la  familia  de  los  amonitidos,  pues  la  de  los  nau- 
tilidos  no  está  representada  después,  sino  por  el  único  géne- 
ro nautilus,  cuyas  especies  se  conservan  hastante  numerosas, 
contándose  aun  cuatro  representantes  en  nuestros  mares 
tropicales.  Aunque  muy  abundantes  en  todos  los  niveles, 
los  amonitidos  jurásicos  distan  mucho  de  ofrecer  la  variedad 
de  tipos  de  la  época  cretácea,  aplazando  para  entonces  su 
descripción.  Me  limitaré  á decir  que  sus  principales  géneros 
son  los  Toxoceras,  los  Ancyloceras  y los  Ammonites,  pre- 
dominando estos  últimos,  que  alcanzan  quizás  su  máximum. 
Los  Ammonites  jurásicos  pertenecen  sobre  todo  á las  formas 
de  dorso  carenado  de  los  grupos  de  los  arietinos,  falciferosy 
amal  feos;  á las  de  dorso  surcado  del  grupo  de  los  denta- 
dos; á las  de  dorso  aplanado  del  grupo  de  los  armados- 
y,  por  último,  á las  de  dorso  redondeado  de  los  grupos  Ca- 
pricornios, heterófilos,  planos,  coronados,  macrocéfalos  y 
fimbriados.  Véanse  los  grabados  referentes  á estos  cefalópo- 
dos en  la  Geología  y Paleontología. 

ACETA BUL1FEROS. — Estos  no  solo  son  los  moluscos 
mas  superiores,  sino  que  su  organización  es  en  muchos 
conceptos  mas  compleja  que  la  de  los  articulados  supe- 
riores, y aun  de  ciertos  vertebrados.  Se  les  llama  tam- 
bién dibránquios,  porque  no  tienen  mas  que  dos  bránquias, 
mientras  que  los  tentaculíferos  están  provistos  de  cuatro- 
Siempre  libre,  el  animal  no  tiene  casi  nunca  concha  ex 
terior,  pero  posee  de  ordinario  un  huesecillo  interno,  mas 
ó menos  prolongado  y plano,  provisto  algunas  veces  de  ex- 
pansiones laterales  en  forma  de  aletas:  el  cuerpo  termina 
por  una  cabeza  con  dos  grandes  ojos,  coronada  de  ocho  ó 
diez  brazos  que  tienen  ventosas  ó ganchos  córneos.  En  el 
centro  de  la  cavidad  circunscrita  por  la  base  de  los  brazos 
se  abre  una  boca  armada  de  un  robusto  pico,  con  dos  man 
díbulas  encorvadas.  Los  acetabulíferos  se  dividen  en  dos 
sub  órdenes:  i.°  los  octópodos,  que  tienen  ocho  brazos  igua- 
les, todos  afilados,  careciendo  de  huesecillo  interno;  2.0  los 
decápodos,  que  tienen  los  mas  un  huesecillo,  pero  cuyos 
brazos,  en  número  de  diez,  son  desiguales;  ocho  de  estos 
afectan  una  torma  afilada,  y están  provistos  de  ganchos  ó de 
ventosas  en  toda  su  superficie  interna;  y los  otros  dos,  que 
les  aventajan  en  longitud,  no  llevan  ventosas  mas  que  en  su 
extremidad,  siempre  dilatada  en  espátula.  Todos  los  aceta- 


573 

bulíferos  de  la  época  secundaria  pertenecen  al  sub  orden  de 
los  decápodos. 

BELEMNITES. — Sus  géneros  son  numerosos  en  el 
terreno  jurásico,  donde  el  sub  orden  alcanza  su  primer  má- 
ximum; pero  todos  quedan  eclipsados  en  cierto  modo  ante 
el  género  Belemnites,  tan  rico  en  especies  en  el  terreno  ju- 
rásico, y en  el  cretáceo,  del  cual  no  traspasa  los  límites. 
Pocos  fósiles  han  dado  márgen  á tantas  exageraciones  y fá- 
bulas como  estos,  considerados  sucesivamente  como  capri- 
chos de  la  naturaleza,  ó piedras  producidas  por  el  rayo, 
estalactitas,  dardos,  ámbar  endurecido,  dientes  de  cachalote 
ó de  crocodilo,  espinas  de  peces,  tallos  de  erizos,  brazos  de 
estrellas  de  mar,  pólipos,  tubos  de  anélidos,  y otras  muchas 
cosas  mas  que  no  puedo  citar  aquí:  los  campesinos  rusos  les 
daban  el  nombre  d e garras  del  diablo.  Todos  estos  errores 
eran  tanto  mas  disculpables  en  una  época  en  que  los  fósiles 
mejor  conservados  se  consideraban  por  los  sábios  mismos 
como  petrificaciones  tortuitas,  cuanto  que  durante  largo 
tiempo  no  se  conoció  sino  una  exigua  parte  del  hueso  délos 
Belemnites.  Blainville  fué  quien  determinó  su  verdadera  na- 
turaleza y A.  de  Orbigny  descubrió  el  animal  entero.  Mas 
tarde  se  hallaron  en  Inglaterra  huellas  del  cuerpo  casi  com- 
pleto de  belemnites,  que  habían  conservado  su  bolsa  de  tin- 
ta y las  huellas  de  los  brazos. 

Eran  los  Belemnites  animales  temibles  algunas  veces  y 
cuyo  tamaño  excedia  de  dos  metros  en  las  grandes  especies: 
el  cuerpo,  prolongado  y cónico,  estaba  provisto  de  dos  ale- 
tas como  el  de  los  calamares;  el  huesecillo  interno  consistía 
en  un  rostro  cilindrico  ó aplanado,  que  termina  generalmente 
en  punta,  presentando  en  el  otro  extremo  una  cavidad  cóni- 
ca, donde  se  encerraba  el  cono  alveolar.  Esta  cavidad  se 
prolonga  por  la  región  dorsal  del  individuo  en  forma  de  la- 
mina córnea  muy  ancha  y aplanada,  con  estrías  concéntricas 
de  crecimiento.  Raro  es  encontrar  en  estado  fósil  sino  el  ros- 
tro, mas  ó menos  entero,  provisto  de  una  parte  de  su  cavi- 
dad. El  cono  alveolar  hállase  casi  siempre  incompleto;  el  • 
rostro,  de  naturaleza  córnea,  se  compone  de  capas  concén- 
tricas encajadas  unas  en  otras  como  otros  tantos  conos,  for- 
madas por  fibras  triangulares,  que  irradian  del  centro  como 
los  radios  medulares  del  tronco  de  los  árboles  dicotiledones, 
siendo  mas  gruesas  hácia  la  punta  del  rostro,  que  se  presenta 
tan  pronto  agudo  como  redondeado  y romo.  El  rostro  mismo 
afecta  con  frecuencia  la  forma  de  un  cilindro  atenuado  en 
cono;  pero  algunas  veces  se  adelgaza  ó aplana  en  su  centro, 
y mas  raramente  es  poliédrico,  particularmente  en  la  juven- 
tud; de  ordinario  presenta  surcos  cuyo  número  ofrece  un 
buen  carácter  para  la  distinción  de  las  especies.  Bastante 
análogo  á una  concha  de  nautilido,  el  cono  alveolar  hállase 
dividido  por  tabiques  cóncavos,  que  separan  á varias  celdas 
atravesadas  por  un  sifón  ventral,  que  se  estrecha  al  contacto 
de  los  tabiques  (Véanse  pags.  345  y 482  de  la  Paleontología 
y Geología). 

ITOrbigny  dividió  los  Belemnites  en  cinco  familias,  de 
las  cuales  las  cuatro  primeras  están  representadas  en  el  terre- 
no jurásico,  siéndole  casi  peculiares  la  segunda  y la  cuarta; 
estas  familias  son:  i.a  los  acuarii,  de  rostro  cónico,  por  lo 
regular  asurcado  cerca  de  la  punta;  2.a,  los  canaliculati,  de 
rostro  prolongado,  cónico  ó lanceolado,  con  un  gran  surco 
ventral  longitudinal;  3.a,  los  hastati,  de  rostro  prolongado  á 
menudo  lanceolado,  con  surcos  laterales;  4.a,  los  clavad,  de 
rostro  largo,  á veces  lanceolado  y provisto  de  surcos  latera- 
les; y 5.a.  los  dilatati,  de  rostro  mas  ó menos  ensanchado  y 
comprimido,  con  surco  anterior  y otros  laterales.  En  el  terre- 
no jurásico  alcanzan  los  Belemnites  su  máximo  desarrollo. 

Vemos,  pues,  que  la  división  de  les  moluscos  ha  comenza- 
do á la  vez  por  su  clase  mas  imperfecta  (braquiópodos)  y 


574 


PALEONTOLOGIA 


por  la  mas  elevada  (cefalópodos).  Esta  última  tiende  al  per- 
feccionamiento desde  su  origen,  habiendo  comenzado  por  los 
tentaculíferos.  De  las  dos  familias  que  constituyen  este  último 
orden,  la  mas  imperfecta,  la  de  los  nautílidos,  apareció  la 
primera;  la  de  los  amonitidos  presentó  desde  luego  los  tipos 
de  tabiques  agudos  (goniatites),  después  los  de  tabiques 
dentados  (ceratites),  y por  último  los  que  los  tienen  ramifi- 
cados (ammonites). 

Articulados. — En  la  división  de  los  articulados,  las 
serpulas  aumentan  en  número,  y aparecen  los  verdaderos  cir- 
npedos.  Los  crustáceos  alcanzan  una  riqueza  que  solo  aven- 
tajan los  actuales,  sobre  todo  en  el  órden  de  los  decápodos, 
representados  por  unos  cuarenta  géneros  especiales,  en  el 
piso  coralino.  Los  isópodos  se  multiplican:  á los  insectos  ya 
existentes  se  agregan  los  dípteros,  los  himenópteros,  los 
hemípteros  y los  lepidópteros. 

Vertebrados.  — Los  vertebrados  no  van  en  zaga  á 
las  otras  divisiones:  si  los  peces  ganoideos  heterocercos  han 
desaparecido  casi  del  todo,  los  homocercos,  que  parecen  da- 
tar del  trias,  pululan  en  todos  los  mares,  llegando  el  órden 
de  los  ganoideos  á su  máximum  absoluto,  tanto  por  el  nú- 
mero de  géneros,  como  por  el  de  las  especies.  Los  placoideos 
están  igualmente  muy  bien  representados,  los  teleosteos  apa- 
recen, pero  manifestándose  al  principio  en  corto  número. 

Reptiles. — De  todas  las  clases  del  reino  animal,  esta 
es  incontestablemente  la  que  comunica  á la  fauna  jurásica 
un  sello  particular,  pudiendo  decirse  con  razón  que  la  época 
de  este  nombre  es  el  reinado  de  los  reptiles. 

Los  labirintodontes  se  extinguen  en  los  bancos  inferiores, 
donde  solo  cuentan  ya  un  género;  pero  los  lacertiformes,  por 
el  contrario,  se  enriquecen  con  varios  tipos  especiales.  Los 
crocodílidos  que  comienzan  á manifestarse,  cuentan  al  menos 
doce  géneros. 

Los  quelonidos  aparecen  igualmente  por  primera  vez  y no 
tardan  en  multiplicarse;  pero  los  órdenes  de  enalicsaurios  y 
terodáctilos  son  los  que  comunican  principalmente  á la  fauna 
jurásica  su  carácter  mas  notable. 

EN ALIOSAURIOS.  — Los  primeros  eran  formidables 
animales  que  ejercían  un  verdadero  dominio  en  el  mar.  Sus 
vértebras  bicóncavas  se  asemejan  á las  de  los  peces;  por  el 
esqueleto  del  tronco  se  relacionan  con  los  lagartos;  sus 
dientes,  fuertes  y cónicos,  como  los  del  crocodilo,  estaban 
fijos  en  una  ranura  de  la  maxila,  que  hacia  las  veces  de 
alvéolos;  tenían  cuatro  miembros  anchos  y aplanados  como 
remos;  poco  distintos  por  la  forma  de  los  del  metacarpo,  los 
huesos  de  los  dedos  constituían  un  gran  número  de  series, 
de  modo  que  sus  aletas  estaban  organizadas  poco  mas  ó 
menos  como  las  de  los  cetáceos.  Sus  principales  géneros 
jurásicos  son  los  Ictiosauros  y los  Plesiosauros. 

ICHTHYOSAURUS. — De  formas  pesadas  y recogidas, 
estos  reptiles  recuerdan  á la  vez  los  grandes  peces  y los 
cetáceos  de  regular  tamaño.  Tenían  la  cabeza  larga  y puntia- 
guda, provista  de  dos  ojos  enormes,  cuya  esclerótica  estaba 
protegida  por  un  círculo  de  placas  huesosas;  los  dientes  eran 
sólidos,  pudiendo  elevarse  su  número  á 180,  que  se  reem- 
plazaban como  los  del  crocodilo.  Los  Ichthyosaurus  figuran 
en  gran  número  en  el  terreno  jurásico,  sobre  todoen  los  niveles 
inferiores.  En  algunas  especies  excedía  la  longitud  de  io,  y 
hasta  de  12  metros. 

PLESIOSAURUS. — Los  Plesiosauros,  mas  gigantescos 
aun,  alcanzan  igualmente  su  máximum  en  el  terreno  jurásico; 
pero  mas  bien  en  los  pisos  superiores.  Eran  animales  aun 
mas  extraordinarios  que  los  Ichthyosaurus,  aunque  también 
con  sus  formas  recogidas,  siendo  mas  poderosas  las  aletas: 
el  cuello,  muy  largo  y delgado,  se  asemejaba  al  del  cisne;  la 
cabeza,  en  extremo  pequeña,  estaba  provista  de  maxilas 


infinitamente  menos  formidables  que  las  del  Ictiosauro.  Sin 
embargo,  el  notable  desarrollo  de  los  remos  indicaba  un 
animal  ágil,  temible  para  sus  víctimas.  Las  vértebras  de  los 
plesiosauros  son  menos  cóncavas  que  las  de  los  otros  géne- 
ros de  la  familia. 

Pterodagtylus.— Los  Pterodactylus,  ó lagartos 
voladores,  tenían  un  pico  de  ave  provisto  de  dientes,  con 
cuerpo  de  reptil;  impropios  para  la  marchad  la  natación, las 
extremidades  anteriores  terminaban  en  un  dedo  de  longitud 
desmesurada,  que  servia  de  apoyo  á una  membrana  análoga 
á la  de  los  murciélagos;  algunos  individuos  alcanzaron  nota- 
ble talla.  Estos  son  seguramente  los  dragones  de  la  fábula: 
la  imaginación  mas  calenturienta  no  pudo  crear  ciertamente 
en  sus  mayores  desvarios  una  colección  de  monstruos  mas 
extraños  que  los  que  vivieron  en  la  época  jurásica.  Los  Pte- 
rodactylus que  llegan  aquí  á su  máximum,  no  se  extinguen 
sino  en  el  terreno  cretáceo. 

DlNOSAUROS. — Debemos  por  fin  mencionar  un  último 
órden,  el  de  los  dinosauros,  que  no  llega  sin  embargo  á su 
máximum  hasta  el  terreno  cretáceo,  ó mas  bien  en  las  capas 
de  agua  dulce  que  existen,  en  el  Oeste  de  Europa,  en  la  base 
de  aquel.  Si  los  Enaliosauros  y los  Pterodáctilos  causan 
asombro  por  su  extraña  y extraordinaria  forma,  los  dinosau- 
ros no  producen  menos  admiración  en  el  naturalista  que  se 
muestra  curioso  por  los  detalles  de  la  estructura  íntima.  Muy 
superiores  á los  otros  reptiles  por  el  concepto  de  la  perfección 
orgánica,  los  dinosauros  recuerdan  por  varios  estilos  los 
vertebrados  de  sangre  caliente,  pues  aunque  sus  dientes  se 
parecen  á los  del  Iguana,  y son  de  ordinario  comprimidos 
y denticulados,  y la  estructura  del  dorso  es  análoga  á la  de 
los  escincos,  presentan  un  sacro  compuesto  de  cinco  vérte- 
bras, como  el  de  los  mamíferos;  sus  largos  huesos  llevan  un 
canal  medular,  y están  provistos  de  fuertes  apófisis,  caractéres 
que  no  existen  en  reptil  alguno.  Las  piernas  se  apoyaban  casi 
verticalmente  en  el  suelo,  y no  en  sentido  oblicuo;  por  últi- 
mo, en  los  Iguanodon,  los  dientes  estaban  desgastados  por 
la  masticación  manifestando  ciertos  indicios  que  la  forma  del 
cóndilo  maxilar  permitía  movimientos  horizontales  de  tritu- 
ración. Vemos  que  los  dinosauros  guardan  hasta  cierto  punto 
un  término  medio  entre  los  reptiles  y los  mamíferos,  intere- 
sando su  estudio  en  el  mas  alto  grado  al  zoólogo,  quien 
sentirá  sin  embargo  no  poder  estudiar  el  aparato  circulatorio. 
Eran  los  mas  gigantescos  de  todos  los  vertebrados  de  sangre 
fría,  pues  á juzgar  por  los  restos  que  han  dejado,  los  Mega- 
losauros  alcanzaban  hasta  12  metros  de  longitud,  los  Igua- 
nodon 20,  y los  Pelosauros  cerca  de  25:  eran  en  gene- 
ral carniceros;  únicamente  los  Iguanodon  parecían  herbí- 
voros.   

La  clase  de  los  reptiles  no  ha  obedecido,  pues,  á la  ley 
del  perfeccionamiento  orgánico  continuo:  comenzó  por  tipos 
del  órden  de  los  lagartos,  y por  algunos  otros  de  familia 
todavía  dudosa,  pero  seguramente  de  mediana  superioridad; 
y después  produjo  sus  modelos  mas  perfeccionados  (croco- 
dilos, tortugas,  dinosauros),  para  declinar  bien  pronto,  pro- 
duciendo en  último  término  las  serpientes. 

Aves. — Las  aves  han  dejado  en  las  calizas  de  Solenho- 
fen  (Ba viera)  sus  primeras  huellas  bien  auténticas,  á saber, 
el  Archaeopteryx  lithographica.  Tan  singular  como  los  repti- 
les contemporáneos,  de  los  cuales  ostentaba  ciertos  caracté- 
res, el  Archieopteryx  estaba  provisto  de  una  cola  prolongada, 
compuesta  de  un  gran  numero  de  vértebras  que  continuaban 
el  eje  dorsal,  llevando  en  cada  una  de  ellas  dos  plumas  late- 
rales. 

MAMIFEROS. — En  varios  niveles  hánse  descubierto 
osamentas  de  mamíferos,  todas  de  reducida  talla,  pertene- 
cientes á la  subclase  de  los  marsupiales.  Sus  especies  comien- 


MESOZOICA 


575 


zan  á multiplicarse:  el  infra-lias  ha  dado  2,  la  oolita  de 
Stonesfield  4,  y las  capas  del  Purbeck,  al  menos  14.  Esta 
fauna  se  parece  de  tal  modo  á la  de  Australia,  que  ciertos 
autores  han  pensado  que  aquel  continente  estaría  aislado  de 
todas  las  demás  tierras  á partir  de  la  época  mesozoica,  y que 
conservó  su  población  primitiva  de  mamíferos,  sin  ninguna 
mezcla  de  las  formas  mas  perfeccionadas  que  se  han  desar- 
rollado en  las  demás  partes  del  mundo.  Sin  embargo,  esta 
hipótesis  refutada  por  una  multitud  de  hechos,  y particular- 
mente por  la  composición  de  la  flora  actual  del  país,  no  se 
justifica  mejor  que  las  concepciones  análogas  de  que  se  hace 
tanto  uso  hoy  dia  cuando  se  escribe  sobre  Geografía  zoológica 
ó botánica. 

Al  revés  de  lo  que  se  observa  dentro  de  cada  una  de  las 
clases  de  reptiles,  peces  y moluscos,  en  los  vertebrados  en 
general  se  ve  distintamente  un  buen  ejemplo  del  perfeccio- 
namiento orgánico  continuo,  puesto  que  sus  clases  apare- 
cieron en  el  orden  siguiente:  peces,  batracios  y labirintodon 
tes,  reptiles,  aves,  marsupiales  y mamíferos  ordinarios:  estos 
últimos  no  se  manifiestan  hasta  la  época  terciaria. 

FLORA  jurásica.— Generalmente  mal  conservadas 
y representadas  por  ejemplares  insuficientes,  las  plantas  fó- 
siles que  llegaron  hasta  nosotros  no  pueden  darnos  sino  una 
idea  por  demás  incompleta  de  la  flora  jurásica;  pudiendo 
aplicarse  esto  con  mas  ó menos  fundamento  á todas  las  for- 
maciones marinas  que  apenas  contienen  mas  que  los  vege- 
tales terrestres  que  crecen  cerca  de  las  orillas  y son  arrastra- 
dos por  las  corrientes.  Hay  que  limitarse,  pues,  á decir  que 
la  flora  jurásica  comprende  unas  300  especies,  pertenecientes 
las  mas  á las  familias  de  los  heléchos,  coniferas  y cicadeas, 
las  cuales  llegan  á su  apogeo  y están  representadas  princi- 
palmente por  el  género  Zamites.  Las  coniferas  corresponden 
sobre  todo  á las  tribus  de  las  araucarias  y cupresineas,  ofre- 
ciendo no  obstante  algunos  tipos  arcaicos,  en  particular  los 
Brachyphyllum,  que  parecen  corresponder  á los  Walchia  de 
la  época  pérmica,  sin  análogas  en  las  floras  siguientes.  La 
existencia  de  los  insectos  himenópteros  y lepidópteros  im- 
plica casi  forzosamente  la  de  las  flores,  y por  lo  tanto  la  de 
los  vegetales  angiospermos.  Señálanse,  efectivamente,  acá  y 
allá  algunas  palmeras;  y en  una  localidad  inglesa  un  fruto 
que  parece  pertenecer  á un  pandanus. 

Caractéres  de  la  fauna  JURÁSICA  — Tal 
es,  en  breves  palabras,  el  cuadro  de  la  rica  época  jurásica, 
caracterizada  esencialmente  por  los  arrecifes  de  coral,  ó ato- 
lones, por  las  praderas  de  crinoideos,  las  Panopeas,  los 
Diceras,  las  Trigonias,  las  Nerineas,  los  Ammonites  y Be- 
lemnites,  los  crustáceos  decápodos,  los  peces  ganoideos  ho- 
mocercos,  los  reptiles  colosales  y extraordinarios,  los  mamí- 
feros didelfos,  y las  cicadeas. 

El  terreno  se  ha  dividido  en  diez  ó doce  pisos,  cada  uno 
de  los  cuales  contiene  su  fauna  propia.  Entre  todos  estos 
pisos  obsérvase  el  paso  de  fósiles  en  mayor  ó menor  núme- 
ro, según  la  situación  geográfica  y el  nivel  del  terreno;  no- 
tándose que  este  hecho  es  mas  frecuente  en  los  horizontes 
superiores  que  en  los  inferiores.  Según  D’Archiac  (1866) 
en  Inglaterra  134  especies  son  comunes  á dos  pisos  conse- 
cutivos, 37  á tres,  9 á cuatro,  pero  ninguna  los  atraviesa 
todos : el  número  de  los  fósiles  que  existen  simultáneamente 
en  dos  pisos  en  contacto  varía  de  uno  á cincuenta  y ocho. 
Según  estos  datos,  el  terreno  jurásico  de  Inglaterra,  y otro 
tanto  puede  decirse  del  de  las  regiones  inmediatas  en  el 
continente,  se  parece  al  terreno  silúrico  de  los  Estados-L  ni- 
dos, donde  las  faunas  son  todavía  mas  numerosas;  pero  hay 
mas  irregularidad  en  el  terreno  jurásico,  donde  tienen  un 
valor  muy  desigual. 

DISTRIBUCION  GEOGRÁFICA  DE  LOS  FÓSILES. 


— He  dicho  que  el  terreno  jurásico  varia  mucho  según  la 
situación  geográfica,  siendo  tal  la  variación  que  en  la  misma 
cuenca  se  observa  que  el  número,  la  naturaleza  mineralógica 
y la  riqueza  en  fósiles  de  los  pisos  difiere  dentro  de  los  mas 
extensos  límites.  Como  ejemplo  citaré  los  pisos  'superiores 
tomados  en  Lorena,  después  en  Normandia  ó en  Inglaterra 
y en  la  cuenca  anglo-parisiense.  A mayores  distancias  es  na- 
tural encontrar  anomalías  mas  sensibles  aun.  Reducido  á su 
parte  media,  y en  un  espesor  que  no  excede  de  15  á 20  me- 
tros, el  terreno  jurásico  de  Rusia  y de  Siberia  presenta  nue- 
vas asociaciones  de  fósiles,  y contiene  muchas  especies  parti- 
culares. Según  queda  ya  dicho,  los  fósiles  del  Himalaya  y del 
extremo  Oriente  están  agrupados  de  distinto  modo  que  los 
de  Europa;  según  Mr.  Tate,  nótase  en  todos  estos  países, 
como  en  Australia,  en  el  Sur  de  Africa  y en  Chile,  una  mez- 
cla de  especies  pertenecientes,  en  Europa,  á pisos  distintos; 
de  modo  que  los  tipos  europeos  sirven  de  poco.  Sin  embar- 
go, en  la  época  jurásica  están  mas  diseminadas  en  el  globo 
las  mismas  formas;  y se  han  encontrado  en  la  península  de 
Alaska,  en  la  isla  de  Exmouth  y en  la  tierra  del  Príncipe 
Patrick,  á los  76o  y medio  de  latitud  norte,  ammonites,  be- 
leranites,  pectenes  é ictiosauros,  con  frecuencia  idénticos  á 
los  de  Europa.  De  veinte  especies  determinables,  recogidas 
por  Mr.  Grandidier  en  Madagascar,  ocho  por  lo  menos  son 
europeas,  y no  hay  ningún  género  nuevo.  Asi  pues  la  tempe- 
ratura continuaba  manteniéndose  elevada  y uniforme  en  toda 
la  tierra;  y esto  lo  demuestra  aun  la  existencia  en  el  norte 
de  Europa  de  arrecifes  de  corales  comparables  con  los  del 
golfo  de  México  ó del  mar  del  Sur. 

Fauna  CRETÁCEA.  — Aun  mas  rica  que  la  jurásica, 
la  fauna  del  terreno  cretáceo  cuenta  mas  de  5,500  -especies, 
predominando  los  tipos  secundarios;  siquiera  al  terminar  se 
mezclan  con  los  terciarios 

Foraminiferos  y espongiarios.  — En  la  di- 
visión de  los  amorfozoos,  los  foraminiferos,  que  adquieren 
cada  vez  mas  importancia,  producen  un  gran  número  de 
géneros  y especies.  Lo  mismo  sucede  con  los  espongiarios, 
cuyos  representantes  pertenecen  casi  exclusivamente  á la 
familia  de  los  petrospongidos,  los  cuales  se  distinguen  por 
la  sustancia  pétrea  y no  córnea  de  su  masa.  Sus  restos  fósiles 
son  tan  abundantes  que  bastan  para  caracterizar  ciertos  ni- 
veles. 

POLÍ PEROS  Y ZOÓFITOS.  — En  la  división  de  los  ra- 
diados, los  poliperos,  siempre  muy  numerosos,  no  forman  ya 
arrecifes,  ó por  lo  menos  arrecifes  de  alguna  extensión;  hácia 
el  fin  del  período  abandonan  los  mares  septentrionales,  lo 
cual  denota  sin  duda  un  descenso  de  la  temperatura.  Perte- 
necen casi  todos  á la  familia  de  los  zoantos  aporos.  La  de- 
cadencia de  los  crinoideos  es  infinitamente  mucho  mas 
acentuada;  este  órden,  que  tuvo  dos  épocas  prósperas,  solo 
figurará  después  en  un  lugar  secundario.  Los  esteléridos  se 
conservan  mas;  los  equínidos  progresan,  y alcanzan  mas 
importancia  las  familias  de  los  clipeástridos  y de  los  espa- 
tangidos. 

BRIOZOOS.  — Los  moluscos  briozoos  se  multiplican 
asombrosamente,  sobre  todo  en  los  pisos  superiores:  una 
tercera  parte  de  los  tipos  corresponden  al  grupo  de  los  celu- 
lineos,  y las  otras  dos  á los  tubulíporos. 

BRAQUIÓPODOS.  — Los  braquiópodos  se  conservan 
bastante  numerosos,  aunque  mas  en  especies  que  en  tipos 
genéricos.  Enriquécense,  no  obstante,  con  varios  géneros 
especiales,  entre  los  que  citaremos  elterebratulina,  represen- 
tado aun  por  una  especie  cretácea  en  nuestros  mares  pro- 
fundos, distinguiéndose  de  las  terebrátulas  por  la  ausencia 
del  deltidium  y otros  caractéres  de  menor  importancia. 
Acéfalos  y gasterópodos;  rudistas.— Los 


576  paleontología 


moluscos  acétalos  y gasterópodos  continúan  en  progresión 
creciente,  limitándome  á citar  los  géneros  mas  ricos  en  espe- 
cies, siquiera  se  haga  una  excepción  en  favor  de  la  singular 
familia  de  los  rudistas,  tan  característica  del  terreno  cretáceo, 
en  cuyos  límites  se  halla  completamente  encerrada. 

Son  estos  unos  moluscos  muy  extraordinarios,  que  han 
puesto  á prueba  la  paciencia  y sagacidad  de  los  naturalistas, 
por  lo  menos  tanto  como  los  belemnites.  Háseles  clasifica- 
do, con  efecto,  tan  pronto  entre  los  cefalópodos  como  entre 
los  ascidios  ó los  braquiópodos;  pero  las  investigaciones  de 
Mr.  Bayle  han  probado  por  fin,  que  estos  singulares  anima- 
les son  moluscos  pleuroconcos,  afines  á las  chamas  y diceras. 
Su  concha,  comunmente  muy  maciza  é irregular  se  parece  á 
un  gran  cuerno  prolongado,  ó bien  á una  sección  de  cono 
puesta  sobre  una  gran  base,  ó ya  en  fin  á una  chama  enorme 
cuya  valva  superior  se  arrollara  en  espiral.  La  cubierta  está 
llena  de  cavidades  y células,  de  ordinario  separadas  por 
diafragmas  paralelos,  simulando  los  tabiques  de  la  concha  de 
los  cefalópodos;  presenta  además  con  frecuencia  perforacio- 
nes tubulares  que  no  dejan  de  tener  analogía  con  las  de 
ciertos  braquiópodos.  El  animal  no  habitaba  sino  una  por- 
ción muy  reducida  de  la  valva  inferior,  hallándose  el  resto 
ocupado  por  las  cavidades  ó senos;  la  valva  inferior  es  cónica 
ó de  formas  extrañas,  mientras  que  la  superior  en  la  cual  se 
distinguían  sobre  todo  los  tubos  y conductos,  tan  pronto  es 
plana  y operculiforme  (hippurites),  como  contorneada  á 
semejanza  de  la  de  los  diceras  (caprinas).  La  cavidad  habi- 
tada por  el  animal  ofrece  á menudo  interiormente  pilares 
verticales  ó aristas  mas  ó menos  prominentes.  Distínguense 
los  vestigios  de  los  músculos  abductores  de  las  valvas,  muy 
próximos  entre  sí;  pero  no  se  ha  descubierto  ninguna  huella 
del  ligamento  antagonista  destinado  á abrir  la  concha.  Este 
ligamento  no  existia,  hecho  único  en  la  clase  de  los  acéfalos; 
de  manera  que  solo  por  una  especie  de  dilatación  muscular 
podía  el  animal  levantar  su  opérculo.  Debajo  de  la  pequeña 
valva  se  ven  unos  dientes  cardinales  muy  fuertes  y largos, 
en  número  de  tres  en  los  hippurites,  uno  grande  y dos  pe- 
queños, que  servían  para  regularizar  el  movimiento  de  aque- 
lla, deslizándose  en  ranuras  correspondientes  de  la  gran  valva. 

Los  principales  géneros  de  rudistas  son  los  hippurites,  los 
espherulites,  los  radiolites,  las  caprinas,  las  caprotinas,  etc. 
Sus  especies  vivían  por  lo  regular  en  colonias  aglomeradas, 
formando  bancos  muy  extensos,  en  que  los  individuos  de 


* 

todas  las  edades  estaban  á veces  soldados  entre  sí  por  la 
sustancia  misma  de  la  concha.  Los  rudistas  constituyen 
además  en  el  terreno  cretáceo  cierto  número  de  asociacio- 
nes ó niveles  sumamente  característicos  y bien  conocidos  de 
los  geólogos.  Sus  especies  abundaban  particularmente  en  la 
cuenca  del  sudoeste  de  Francia;  hácia  el  norte  apenas  han 
pasado  el  45o,  nuevo  indicio  de  un  descenso  probable  de 
temperatura. 

Entre  los  acéfalos  pleuroconcos,  los  géneros  mas  caracterís- 
ticos son:  Ostrea  (inclusos  los  sub  géneros  Exogyra  y Gry- 
phaea),  Piicatula,  Spondylus,  Pecten  (comprendido  el  sub- 
género Janira),  Hinnites,  Lima,  Inoceramus,  Gervilia,  Perna, 
Avicula,  Chama;  entre  los  ortoconcos  integropaleales  citare- 
mos los  Pinna,  Mytilus,  Nucula,  Pectunculus,  Trigonia,  Arca, 
Cardita,  Astarte,  Opis,  Crassatella,  Lucina,  Corbis,  Isocardia, 
Cardium  y Cyprina;  entre  los  sinupaleales  figuran  las  Venus, 
Petricola,  Saxicava,  Arcopagia,  Tellina,  Thracea,  Anatina, 
Corbula,  Mactra,  Pholodomya,  Panopea,  Solecurtus,  Pholas, 
Teredo,  Gastrochoena,  etc.  Entre  los  gasterópodos  indicaré 
los  Bulla,  Dentalium,  Patella,  Emarginula,  Cerithium,  Buc- 
cinum,  Pleurotoma,  Pyrula,  Fusus,  Tritón,  Mitra,  Voluta, 
Conus,  Pterocera,  Cypraea,  Pleurotomaria,  Solarium,  Turbo, 
Trochus,  Natica,  Avellana,  Nerinea,  Chemnitzia,  Eulima, 
Scalaria,  Turritella  y Rissoa;  con  este  último  conjunto  suce- 
de en  cierto  modo  lo  que  con  la  fauna  del  trias,  que  contiene 
en  proporciones  casi  iguales  una  mezcla  de  tipos  paleozoicos 
y secundarios,  predominando  estos  últimos.  Aquí  hay  una 
mezcla  de  tipos  secundarios  y terciarios  con  predominio  de 
estos,  por  lo  menos  al  finalizar  la  época.  Mas  de  la  mitad  de 
los  géneros  de  gasterópodos  enumerados  antes  se  manifiestan 
en  el  terreno  cretáceo,  así  como  otros  muchos  menos  impor- 
tantes que  no  se  citan,  y que  pululan  todos  en  los  mares  de 
hoy  dia.  Las  nerineas  y algunos  géneros  de  la  época  secun- 
daria desaparecen  para  siempre. 

AMMONITIDOS. — Los  cefalópodos  ammonitidos  llegan 
aquí  á su  máximum,  ofreciendo  una  profusión  de  tipos  que 
no  tiene  igual  sino  en  la  época  silúrica,  en  la  familia  de  los 
nautilidos.  La  estructura  de  los  tipos  está  trazada  sobre  el 
mismo  plan;  de  modo  que  los  Ammonites  cretáceos  corres- 
ponden á los  nautilidos  silúricos,  término  por  término  y gé- 
nero por  género,  según  puede  reconocerse  desde  luego  com- 
parando el  cuadro  que  sigue  con  el  de  la  pág.  561,  siquiera 
haya  mas  variedad  en  la  época  cretácea. 


4 


C/3 

O 

P 

>— ( 

h 
>— < 

O 

2 

2 

< 


lóbulos  simplemente  dentados..  . . . . 

Concha  recta. . 


j Concha  recta.  .... 

( Idem  arrollada,  vueltas  contiguas. 


Baculina. 

Ceratites. 

Baculites. 

Ptychoccras. 

Toxoceras. 

Hamites. 


Uóbulos  ramificados. 


Id.  recta  y luego  doblada  sobre  sí  misma.  . 

Id.  arqueada.  . . . . . . . 

Id.  encorvada  en  ambas  extremidades. 

/ vueltas  senaradas  í la  última  en  forma  de  cayado.— Ancy loceras. 

, Concha  arrollada  so-\  " ' '(  la  última  no  en  forma  de  cayado. — Crioceras? 

bre  el  mismo  plano.  i vueltas  cont¡  _ ( ¡a  última  en  forma  de  cayado.-Scaphites. 

\ (la  ultima  no  en  forma  de  cayado. — Ammonites. 

Concha  arrollada  en ív'ueltas  seParadas- • -I  • • • • • Helicoceras. 

espiral j vueltas  contiguas.  . . i ,a  !ma  en  ^on*?a  de  cayado.  Eteroceras. 

( la  ultima  no  en  forma  de  cayado. — Tumlites 

las  formas  de  carena  saliente  de  la  sección  de  los  cristati; 
por  las  de  carena  tuberculosa  de  la  sección  de  los  pulchelli; 
por  las  que  carecen  de  carena,  pero  de  dorso  cortante,  de 
la  sección  de  los  clypeiformi;  por  las  de  dorso  asurcado  del 
grupo  de  los  dentati;  por  las  de  dorso  aplanado  del  grupo 
flexuosi,  compressi  y angulicostati;  y últimamente  por  las  de 
dorso  redondeado  de  los  grupos  de  los  heterophylli,  ligati  y 
fimbriati. 

Los  ammonites  se  extinguen  en  el  terreno  cretáceo,  á 


El  género  Crioceras  va  marcado  con  un  ? porque  los  ejem- 
plares que  se  le  atribuyen  podrían  ser  Ancyloceras  incom- 
pletos. Los  Ceratites,  que  parecen  faltar  en  el  terreno  jurásico 
se  encuentran  aquí;  pero  ofrecen  en  la  forma  de  sus  tabiques 
particularidades  que  los  asemejan  á los  Ammonites,  lo  cual 
prueba  que  estos  dos  géneros,  así  como  la  mayor  parte  de  los 
de  tentaculiferos,  son  muy  artificiales.  Del  mismo  modo  que 
en  la  época  jurásica,  el  género  Ammonites  predomina  sobre 
todos  los  demás,  hallándose  representado  en  particular  por 


• i 


MESOZOICA 


4 


% 


i 


577 


partir  del  cual  quedan  reducidos  los  cefalópodos  tentaculí- 
feros  al  género  nautilo.  Vemos  que  los  destinos  de  las  dos 
familias  que  constituyen  este  sub  orden  son  diametralmente  j 
opuestos:  los  nautílidos  ofrecen  al  principio  una  riqueza  inu- 
sitada de  formas  y de  especies,  declinando  rápidamente  para 
quedar  reducidos  á un  género  único;  los  ammonitidos  (in- 
clusos todos  los  tipos  de  tabiques  sinuosos)  por  el  contrario, 
comienzan  tímidamente  por  un  género  (goniatites);  después 
viene  el  segundo  (Clymenia);  esta  familia  atraviesa  así  cuatro 
terrenos;  luego  sigue  una  marcha  rápida  y ascendente  y 
desaparece  en  el  momento  mismo  que  acaba  de  alcanzar  su 
máximum  de  desarrollo  numérico  y de  variedad  de  formas. 

Aceta bulÍferos. — Los  cefalópodos  acetabulíferos 
están  en  completo  período  de  decadencia  y pierden  su  género 
mas  importante,  el  de  los  Belemnites,  cuyas  especies  están 
repartidas  en  el  terreno  jurásico  y en  el  cretáceo. 

Articulados. — Los  articulados  figuran  asaz  modes- 
tamente, conservándose  siempre  poco  numerosos  los  anéli 
dos,  mientras  que  los  crustáceos  decaen  relativamente  á la 
época  anterior:  sin  embargo,  los  insectos  se  enriquecen  con 
algunas  familias  nuevas. 

Vertebrados. — Aunque  el  orden  délos  ganoideos  se 
halle  en  plena  decadencia,  los  peces  figuran  bastante  bien 
en  el  terreno  cretáceo,  donde  predominan  los  géneros  de 
escamas  córneas  ó teleosteos. 

Siempre  numerosos,  los  reptiles  comienzan  sin  embargo  á 
declinar:  los  enaliosauros  se  extinguen,  juntamente  con  los 
Pterodactylus  y los  dinosauros.  Estos  últimos  alcanzan  no 
obstante  su  máximum  y están  representados  por  tipos gigan 
téseos  (megalosauro,  ileosauro,  pelerosauro,  iguanodon).  To- 
das las  formas  tan  características  de  la  época  secundaria 
desaparecen  así  poco  á poco  y el  vacío  se  llena  imperfecta- 
mente por  la  aparición  de  los  crocodilos  propiamente  dichos 
y de  algunos  grandes  saurios,  uno  de  los  cuales,  el  Mosasau- 
ro,  era  de  gigantesca  talla. 

Aves  Y mamíferos. — En  cuanto  á las  aves,  solo  se 
han  hallado  osamentas  de  zancudas,  y mas  recientemente 
los  Ictiornis  indicados  por  Mr.  Marsh  en  las  capas  cretáceas 
superiores  de  Kansas:  son  unas  extrañas  aves  que  debían 
parecerse  á los  vertebrados  inferiores  por  sus  vértebras  bi- 
cóncavas, y por  los  dientes  cónicos  de  que  está  armado  su 
pico.  Los  mamíferos  no  han  dejado  vestigios,  lo  cual  no 
quiere  decir  que  la  filiación  de  sus  especies  se  halle  entera- 
mente interrumpida. 

CARACTÉRES  de  la  fauna  cretácea.— En 

resúmen,  la  época  cretácea  da  fin  con  una  multitud  de  tipos 
secundarios  (inoceramus,  Gervilias,  nerineas,  ammonitidos, 
belemnites,  dinosauros,  terodáctilos,  enaliosauros,  etc.),  cuya 
pérdida  se  compensa  imperfectamente  con  la  aparición  de 
algunos  moluscos  de  tipo  terciario  y por  la  multiplicación  de 
los  peces  teleosteos;  se  caracteriza  en  particular  por  los  rep- 
tiles dinosauros,  los  ammonitidos  rectos,  en  hélice  ó de 
espiras  no  contiguas,  y los  rudistas. 

Flora  CRETÁCEA. — El  número  conocido  de  vegeta- 
les cretáceos  apenas  excede  de  200  á 300  especies:  son  prin- 
cipalmente heléchos,  coniferas,  y después  plantas  cotiledó- 
neas, atribuidas  algunas  veces  con  reserva  á las  familias  de 
las  nayadeas,  de  las  palmeras,  ermiláceas,  amentáceas,  mirí- 
ceas,  aceríneas,  araliáceas,  tiliáceas,  magnoliáceas,  etc.;  pero 
cuyo  mayor  número  no  se  ha  podido  determinar  con  preci- 
sión suficiente. 

Divisiones  de  la  FAUNA  CRETÁCEA.— Abs- 
tracción hecha  de  las  capas  de  agua  salobre  por  las  cuales 
comienza  el  terreno,  y que  solo  son  accidentes  locales,  el 
cretáceo  de  Europa  se  ha  dividido,  según  los  puntos  de  vista, 
en  cuatro  ú ocho  grandes  pisos,  subdivididos  á su  vez  en 
Tomo  IX 


bancos  ó masas  que  contienen  faunas  bastante  distintas;  pero 
estas  divisiones  no  se  aplican  siempre  á los  países  lejanos; 
tal  vez  no  se  encuentre  en  ninguna  parte  del  mundo  el  terre- 
no perfectamente  completo,  y provisto  de  todos  los  horizon- 
tes fosilíferos  reconocidos  en  las  cuencas  de  la  Europa 
occidental,  donde  no  existen,  sin  embargo,  nunca  en  totalidad 
en  un  mismo  punto. 

Greta  del  océano  atlántico.— Los  depósitos 
que  se  forman  hoy  en  el  fondo  de  muchos  mares,  de  tal 
manera  se  parecen  á la  creta,  á juzgar  por  su  aspecto  y com- 
posición, según  demuestra  diariamente  la  sonda,  que  bien 
pudiera  considerarse  casi  como  tal. 

Los  foraminíferos  de  que  está  formada  esa  roca,  parecen 
específicamente  idénticos  á los  del  terreno  cretáceo,  así  como 
la  Terebratulina  caput  serpentis  de  este  que  vive  aun.  Si  es 
así  en  realidad,  pudiera  decirse  con  mas  ó menos  fundamento, 
que  la  época  cretácea  continuó  en  el  fondo  de  ciertos  mares, 
mientras  que  había  terminado  en  otras  regiones,  donde  fué 
reemplazada  por  los  materiales  de  épocas  subsiguientes.  Re- 
sulta de  aquí  que  en  determinadas  circunstancias  pueden 
encontrarse  fósiles  cretáceos  asociados  con  los  terciarios  ó 
cuaternarios,  así  como  se  hallan  algunas  especies  cretáceas 
en  el  fondo  de  mares  cuyas  orillas  están  pobladas  de  molus- 
cos de  la  época  actual.  Aunque  los  ejemplos  déla  contempo- 
raneidad de  las  faunas  de  diversas  edades  geológicas  no 
comiencen  á manifestarse  sino  desde  el  principio  del  período 
cretáceo,  no  es  seguro  que  en  todo  tiempo  hayan  ocurrido 
hechos  análogos;  y hasta  lo  contrario  parece  en  gran  manera 
probable.  Esta  es  una  razón  mas  para  comprobar  los  datos 
de  la  Paleontología,  y para  no  apresurarse  á interpretar  los 
hechos  que  parecen  anómalos  ó excepcionales  á primera  vista. 
En  el  pueblo  de  Quatretonda  (Valencia)  existe  la  mezcla  de 
fósiles  cretáceos  y terciarios,  habiendo  dado  conocimiento 
del  hecho  en  la  reunión  extraordinaria  de  la  Sociedad  Geo- 
lógica de  Francia  celebrada  en  Paris  en  1867. 

Clima  del  globo  en  la  época  cretácea.— 
Hasta  aquí  la  distribución  de  los  animales  y plantas  en  la 
superficie  del  globo,  y la  naturaleza  de  los  géneros  y familias 
que  constituían  las  faunas  y las  floras,  indican  en  todas  las 
épocas  precedentes  una  temperatura  uniforme  y elevada,  no 
excesiva  en  el  Ecuador  y al  menos  tropical  hasta  el  76o  de 
latitud  norte;  en  una  palabra,  reinaba  en  todo  el  globo  el 
clima  de  la  zona  tórrida  actual.  Durante  esta  larga  serie  de 
siglos,  no  parece  que  el  calor  haya  sufrido  las  menores  fluc- 
tuaciones; cuando  mas,  se  ha  tratado  de  indicar,  según  el 
aspecto  de  los  sedimentos,  los  periodos  de  sequía  y humedad 
relativos.  Pero  hácia  la  mitad  de  la  época  cretácea,  las  cosas 
toman  otro  aspecto,  comenzando  á observar  los  primeros 
indicios  de  un  enfriamiento  en  el  norte  de  los  continentes, 
como  parece  justificar  la  ausencia  de  arrecifes  y escasez  de 
corales  en  los  mares  de  Europa;  la  falta  ó rareza  de  rudistas 
al  norte  del  45o  de  latitud;  y por  último,  la  aparición,  en  los 
mismos  parajes,  de  las  familias  vegetales  de  las  amentáceas, 
aceríneas  y otras  varias,  que  solo  penetran  excepcionalmente 
en  las  regiones  tropicales. 

ÉPOCA  CENOZÓICA  Ó TERCIARIA 

FAUNA  terciaria. — Esta  fauna  ofrece  grandísimo 
interés:  completamente  despojada  de  las  formas  arcaicas 
peculiares  de  las  épocas  anteriores,  aseméjase  de  tal  modo 
á la  actual,  que  se  ha  podido  decir  con  razón  que  vivimos 
en  la  época  terciaria.  En  1850  contaba  ya  mas  de  5,000 
especies.  Mr.  Barrande  fijaba  su  número  en  16,970  en  1872; 
pero  bueno  es  observar  que  los  séres  que  la  representan  se 
conocen  infinitamente  mejor  que  los  de  las  épocas  anterio- 

73  . 


PALEONTOLOGIA 


578 


res,  y que  contiene  un  gran  número  de  tipos  que  no  han 
sido  conservados  en  los  terrenos  mas  antiguos,  donde  po- 
drían quizás  existir.  Comprende  tal  número  de  animales  de 
sangre  fria,  que  debo  limitarme  á varias  indicaciones  genera 
les  en  lo  que  concierne  á las  divisiones  inferiores  del  reino 
animal.  Los  espongiarios  declinan,  pero  los  foraminíferos  se 
multiplican  asombrosamente;  los  poliperos  se  conservan 
bastante  numerosos,  como  los  equinodermos.  Los  crinoideos 
y los  braquiópodos  caminan  á su  decadencia,  al  paso  que 
los  moluscos  acéfalos  y gasterópodos  prosiguen  su  marcha 
ascendente.  Para  dar  una  idea  de  su  importancia,  diré  que 
Mr.  Deshayes  figuró  en  catálogo  1,041  acéfalos  pertenecien- 
tes solo  á la  cuenca  de  París,  donde  el  terreno  no  es  com 
pleto,  y que  Mr.  Barrande  indicaba  3,600,  en  1872.  Los 
gasterópodos  se  enriquecen  con  un  gran  número  de  géneros 
terrestres  pulmonados,  clase  que  cuenta  unas  6,800  especies. 
Algunos  nautilos  son  los  únicos  representantes  del  órden, 
tan  rico  en  otro  tiempo,  de  los  cefalópodos  tentaculíferos; 
los  acetabulíferos  adquieren  varios  géneros.  Nada  interesante 
se  observa  tampoco  en  lo  que  concierne  á los  animales  arti- 
culados. Toda  la  importancia  de  la  fauna  terciaria  está  efec 
tivamente  concentrada  en  los  moluscos  y sobre  todo  en  los 
vertebrados.  Entre  estos  últimos,  los  peces  escamosos  se 
multiplican  mucho,  mientras  los  ganoideos  no  tienen  ya  mas 
que  unos  pocos  representantes.  La  fauna  de  los  reptiles  se 
aproxima  á la  de  los  tiempos  actuales:  obsérvanse  verdade- 
ros batracios,  ranas  y salamandras,  tortugas,  crocodilos, 
lagartos  y serpientes,  que  aparecen  los  últimos,  aunque  son 
los  mas  imperfectos  de  la  clase.  Las  aves  han  dejado  restos 
bastante  numerosos,  pero  mal  estudiados  hasta  estos  tiempos; 
de  modo  que  será  prudente  aplazar  su  estadística.  Los  ma- 
míferos, por  el  contrario,  han  sido  objeto  de  continuas 
investigaciones;  su  importancia  llega  á ser  preponderante, 
pudiendo  asegurar  que  ellos  son  los  que  comunican  á la 
fauna  terciaria  su  principal  carácter,  pues  figuran  en  ella 
todos  los  órdenes.  En  primer  lugar  los  paquidermos,  perte- 
necientes á géneros  extinguidos;  después  aparecen  algunos 
carniceros,  quirópteros  y roedores;  siguen  los  proboscidios, 
los  anfibios,  los  rumiantes,  los  insectívoros,  los  cuadrumanos 
y quizás  también  los  bimanos,  es  decir,  el  hombre.  Como 
los  restos  de  mamíferos  abundan  en  todas  partes,  por  su 
distribución  vertical  es  por  la  que  se  han  establecido  princi 
pálmente  las  subdivisiones  del  terreno  terciario,  y hasta  del 
período  neozóico.  Sin  embargo,  á partir  del  piso  plioceno, 
es  decir,  antes  del  fin  de  la  época,  varios  órdenes  declinan 
rápidamente,  después  de  una  momentánea  prosperidad,  de- 
biendo contar  entre  ellos  á los  paquidermos,  los  proboscidios 
y hasta  los  carnívoros,  y si  estos  últimos  están  representados 
ahora  por  mas  numerosas  especies,  descubrimos  á menudo 
la  extinción  de  algún  tipo. 

FLORA  terciaria. — Esta  flora,  muy  interesante, 
se  ha  despojado  también  de  todos  los  tipos  arcaicos,  y se 
compone  principalmente  de  las  plantas  actuales,  como  hele 
chos,  bambúes,  palmeras,  bananos,  pandaneas,  liliáceas, 
higueras,  laureles,  proteáceas,  magnolias,  terebintáceas,  legu 
miñosas,  nogales,  sauces;  en  una  palabra,  plantas  semejantes 
á las  de  los  países  cálidos  ó templados. 

Divisiones  de  la  fauna  terciaria.  — El 
terreno  terciario  se  ha  dividido,  según  los  diferentes  geólogos, 
en  tres  ó cinco  pisos;  la  clasificación  mas  generalmente 
aceptada  es  la  primera,  esto  es,  en  eoceno,  mioceno,  plio- 
ceno, por  ser  la  mas  cómoda,  aunque  no  es  natural,  pues  el 
piso  eoceno  tiene  con  frecuencia  mas  importancia  que  los 
otros  dos  reunidos.  Mas  fáciles  de  estudiar,  y de  consiguiente 
mejor  conocidas  que  las  de  los  terrenos  anteriores,  las  fau- 
nas terciarias  ofrecen  también  mayor  variedad.  Los  horizon- 


tes fosilíferos  llegan  á ser  innumerables  y de  excesiva  rique- 
za; pero  como  se  les  ve  cambiar  asombrosamente  de  un  país 
á otro,  es  en  extremo  difícil  establecer  el  número  y el  para- 
lelismo. Cada  cuenca  debe  describirse  separadamente,  y no 
se  puede  comparar  con  otra,  á veces  muy  próxima,  sino  de 
una  manera  general.  Para  dar  una  idea  de  la  suma  variedad 
que  reinaba  en  aquella  época,  diré  que  la  parte  inferior  del 
terreno  terciario  está  representada  por  una  veintena  de  ho 
rizontes  perfectamente  distintos,  poseyendo  todos  algún 
carácter  mineralógico  y no  pocos  fósiles  peculiares,  siendo 
tan  pronto  los  materiales  que  los  contienen  marinos,  como 
de  agua  dulce.  En  los  Pirineos,  en  el  Mediodía  de  Europa, 
y hasta  en  la  China,  consiste  por  el  contrario,  este  horizonte, 
por  regla  general,  en  enormes  masas  de  caliza  compacta  en 
un  todo  marina,  de  aspecto  jurásico,  donde  pululan  los  fora- 
miníferos á que  debe  su  nombre,  caliza  de  numulites,  y en 
que  se  hallan  los  fósiles  diversamente  asociados.  Por  otra 
parte,  en  todas  las  cuencas  se  observan  tránsitos  de  fó- 
siles entre  los  diversos  pisos  ú horizontes,  siendo  tan  nume- 
rosos, cuanto  mas  elevado  es  el  nivel  en  el  terreno.  Por  eso 
la  época  terciaria  se  distingue  mejor  de  la  cretácea  que  de 
las  siguientes:  un  gran  número  de  especies  miocenas  pasan 
al  piso  plioceno,  y viven  en  los  mares  actuales,  como  por 
ejemplo  en  el  Mediterráneo,  lo  cual  dificulta  sobremanera 
establecer  los  límites  entre  los  sedimentos  terciarios  y los 
de  nuestra  época. 

Orden  de  sucesión  de  los  mamíferos 
terciarios. — He  dicho  que  los  principales  horizontes 
del  terreno  terciario  están  suficientemente  caracterizados  por 
los  mamíferos,  cuyos  géneros  y especies  varían  mucho  según 
el  nivel.  No  dejará  de  ofrecer  interés,  en  consecuencia,  echar 
una  rápida  ojeada  al  órden  con  que  se  suceden.  Las  capas 
inferiores  del  piso  eoceno,  en  Europa,  ven  aparecer  los  pri- 
meros monodelfos:  son  unos  paquidermos  del  género  Cory- 
phodon,  otros  pertenecen  á los  Arctocyon  y á otros  carnice- 
ros del  Palaeonictis,  afine  á las  ginetas.  Un  poco  mas  arriba, 
la  caliza  basta  ofrece  paquidermos  (Lophiodon,  Palceothe- 
rium,  Dichobune,  Anchilopus,  etc.);  murciélagos  (Vesperti- 
lio), un  mono  (Macacus),  un  anfibio  (Halitherium),  y varios 
didelfos  (Didelphis).  Mas  superiormente  aun,  los  yesos  de 
Montmartre  encierran  la  rica  colección  de  los  géneros  res 
taurados  por  el  gran  Cuvíer.  Los  paquidermos  predominan 
(Palceotherium,  Anoplotherium,  Xyphodon,  Adapis,  Chtero- 
potamus,  Paloplotherium,  Anchitherium,  etc.);  aparecen 
también  nuevos  géneros  de  carniceros  (Canis,  Hyrenodon, 
Tylodon,  Amphicyon,  etc.);  de  roedores  (tales  como  Ardi 
lias,  Adelomys,  Theridomys,  etc.);  quirópteros  (Murciélagos) 
y marsupiales  (Didelphis);  el  terreno  terciario  medio  ó mió 
ceno  ve  aparecer  nuevos  paquidermos  (Rinoceronte,  Cerdo, 
Tapir,  Caballo,  Hipopótamo,  Listriodon,  etc.);  rumiantes 
(Ciervo,  Antílope,  Almizclero,  Oveja,  Buey,  Camello,  Gira 
fa,  Bramatherio,  Sivatherio,  Dremotherio,  Helladotherio, 
etcétera);  proboscidios  (Dinotherio,  Mastodonte,  Elefante); 
carniceros  (Gato,  Hiena,  Nutria,  Comadreja,  Gineta,  Machai- 
rodus,  Hysenarctos,  Acanthodon,  etc.);  nuevos  roedores 
(Rata,  Castor,  Liebre,  Puerco-espin,  Archomys,  Cricetodon); 
insectívoros  (Musaraña,  Topo,  Erizo,  Mígale,  Galerix,  Echi 
nogale,  etc.):  otros  murciélagos;  algunos  monos  (Pliopite- 
eos,  etc  );  lamantinos  y cetáceos  (Delfín,  Cachalote,  etc.). 

En  el  horizonte  terciario  superior  ó plioceno,  aparecen 
los  semnopitecos  y otros  monos  del  género  Pythecus;  mu 
chos  murciélagos,  liebres,  castores  y puercos-espines;  las 
marmotas  y otros  roedores,  los  osos,  las  focas  y otros  carní- 
voros; los  rinocerontes  y tapires;  diferentes  antílopes  y ele- 
fantes; nuevos  mastodontes;  delfines,  cachalotes,  ballenas  y 
otros  cetáceos. 


r 


CENOZOICA 


Las  faunas  de  la  misma  época  se  asemejan  por  lo  general 
bastante  en  Europa,  y hasta  en  puntos  mas  lejanos  del  glo- 
bo. La  asociación  de  algunos  mamíferos  basta  para  deter- 
minar un  horizonte  geológico,  pero  la  regla  sufre  algunas 
excepciones;  así  vemos,  por  ejemplo,  reproducirse  ciertas 
particularidades,  ya  indicadas  en  la  época  silúrica,  que  sin 
duda  han  existido  en  todos  tiempos.  Los  mamíferos,  por 
ejemplo,  que  se  manifiestan  en  Europa  desde  el  principio 
del  peí  iodo  terciario,  apenas  se  indican  en  las  otras  partes 
del  mundo  desde  las  capas  medias  ó miocenas;de  modo  que 
faltan  generalmente  las  tres  faunas  eocenas.  Pero  por  una 
especie  de  compensación,  ciertos  géneros,  como  los  caballos, 
hipopótamos,  camellos,  bueyes,  ovejas  y elefantes,  se  mani- 
fiestan en  los  bancos  miocenos  de  la  India,  y no  aparecen 
en  todos  los  demás  puntos  sino  en  los  estratos  pliocenos.  En 
la  América  del  Norte  no  sobrevive  el  rinoceronte  á la  forma- 
ción terciaria;  mientras  que  el  mastodonte,  que  se  extingue 
en  Europa,  continúa  propagándose  durante  el  período  si 
guíente.  En  cuanto  á la  fauna  marina,  se  manifiesta,  como  es 
natural,  mas  estable  y fija  que  la  terrestre,  no  pareciendo  de 
ningún  modo  afectada  por  las  circunstancias  climatéricas  y 
otras  que  algunas  veces  han  modificado  profundamente  la 
primera. 

CUADROS  DE  LA  ÉPOCA  TERCIARIA.-- Si  ahora 
tratamos  de  trazar  un  bosquejo  de  la  época  terciaria,  según 
todo  lo  que  nos  enseñan  la  Geología  y la  Paleontología,  de- 
bemos figurarnos  continentes  bastante  extensos,  con  monta- 
ñas ya  altas,  pero  siempre  muy  diseminadas.  En  Europa  se 
asemejaban  sin  duda  las  grandes  tierras  á las  regiones  planas 
ú onduladas  del  interior  de  Africa;  estaban  sembradas  de 
lagos  y pantanos  y alimentaban  una  rica  vegetación.  Inmen- 
sas manadas  de  herbívoros  recorrían  aquellas  sabanas  medio 
sumergidas  en  las  aguas,  tan  numerosas  y variadas  como  los 
grupos  de  elefantes,  de  zebras  y de  antílopes  del  Africa  aus 
tral.  Los  rinocerontes,  los  tapires,  diversos  jabalíes,  antílopes 
y Anchiterium,  semejantes  á los  caballos,  pacían  en  las  mis- 
mas regiones  que  los  Palceotherium,  los  Anthracotherium,  los 
Helladotherium,  los  Sivatherium  y los  mastodontes,  no  me- 
nos singulares  todos  ellos  por  sus  formas  que  por  sus  nom- 
bres. Entre  estos  animales  predominaba  el  gigantesco  Dino 
terio,  el  mas  corpulento  de  los  séres  terrestres.  Numerosos 
carniceros  venían  á modificar  la  excesiva  exuberancia  de 
aquella  población;  aves  corredoras  semejantes  al  avestruz, 
atravesaban  las  áridas  llanuras;  grandes  lagartos  y serpientes 
de  diversas  especies  se  deslizaban  entre  los  árboles  de  los 
bosques,  poblados  de  diversos  géneros  de  monos,  y en  cu- 
yas profundidades  había  fijado  ya  tal  vez  el  hombre  su  resi- 
dencia. Insectos  y aves  de  toda  especie  cruzaban  los  aires; 
llenos  de  crocodilos  los  lagos  y pantanos,  alimentaban  peces 
semejantes  á los  de  nuestros  rios,  y en  las  orillas  de  los  ma- 
res se  arrastraban  las  focas  y los  manatis;  por  último,  los 
océanos,  poblados  de  delfines,  de  ballenas  y de  cachalotes, 
servían  á la  vez  de  albergue  á enormes  tiburones.  En  una 
palabra,  todo  anunciaba  ya  el  orden  de  cosas  actual. 

Clima  de  Europa  en  la  época  terciaria. 
— El  conjunto  orgánico  indica,  una  temperatura  bastante 
alta  aun  y húmeda,  análoga,  aunque  no  idéntica,  á la  tropi- 
cal de  hoy. 

Posteriormente  comienzan  á marcarse  los  climas,  y no  tar- 
dan en  confirmarse  por  nuevas  pruebas,  los  primeros  indicios 
de  una  disminución  de  calor,  observados  en  la  época  cretá- 
cea. En  el  reino  vegetal,  así  como  en  la  fauna  marina,  es 
donde  principalmente  se  reconocen  todas  estas  circunstan- 
cias, pues  sí  los  animales  terrestres  pertenecen,  en  su  mayor 
parte,  á géneros  de  los  países  cálidos,  no  podemos  afirmar 
de  la  misma,  manera  que  no  haya  habido  especies  de  rinoce- 


579 


rontes,  de  girafas  y de  elefantes  conformados  para  soportar 
temperaturas  rigurosas  como  así  se  observa  en  la  época  di- 
luvial. Mas  sedentarios,  los  animales  marinos,  y sobre  todo 
los  vegetales,  proporcionan  datos  de  mayor  precisión.  En  la 
época  cretácea,  según  Mr.  Heer,  la  flora  de  Europa  indica 
todavía  una  temperatura  tropical,  hasta  el  sur  de  Laponia. 
En  la  eocena,  el  clima  de  los  alrededores  de  París  era  el  de 
las  regiones  cálidas,  asemejándose  la  flora  á la  de  la  Florida 
ó del  mediodía  de  la  China;  pero  el  calor  se  mantenía  no 
obstante  hasta  la  inmediación  de  los  polos.  Hácia  fines  de 
la  época  pliocena  había  disminuido  este  hasta  el  punto  de 
que  el  clima  de  la  Europa  central  se  asemejaba  mas  bien 
al  de  las  islas  del  Mediterráneo.  Los  vegetales  de  los  países 
cálidos  fueron  sustituidos  poco  á poco  por  otros  mas  apro- 
piados á las  nuevas  condiciones  de  existencia.  Las  conchas 
marinas  del  plioceno  y del  crag  de  Inglaterra  son  en  su  ma- 
yor parte  idénticas  á las  que  viven  aun  en  el  fondo  del  Me- 
diterráneo y de  los  mares  británicos.  La  Paleontología  nos 
ofrece,  pues,  un  resultado  de  gran  importancia  para  la  histo- 
ria del  globo;  y es  que  á partir  de  la  mitad  del  período  cre- 
táceo, los  climas  comienzan  á pronunciarse  en  el  hemisferio 
boreal;  que  la  temperatura  desciende  poco  á poco  y unifor- 
memente en  Europa;  y que  hácia  el  fin  de  la  época  terciaria 
apenas  traspasa  los  medios  actuales. 


ÉPOCA  NEOZÓICA  Ó CUATERNARIA 


Fauna  cuaternaria.  — Esta  fauna  es  sobre  todo 
notable  por  los  mamíferos:  los  géneros  son  idénticos,  y con 
írecuencia  las  especies  también,  á las  actuales.  Un  gran  nú- 
mero de  animales  terrestres  existen  desde  el  principio  del 
período,  durante  el  cual  han  aparecido  otros  tipos  nuevos. 
Hay,  pues,  un  tránsito  insensible  desde  la  fauna  cuaternaria 
á la  actual;  así  es  que  ambas  épocas  están  mas  bien  separa- 
das por  la  cesación  de  los  ienómenos  físicos  y climatéricos 
del  período  glacial  y diluvial,  y por  el  comienzo  del  estado 
presente  de  cosas,  que  por  una  diferencia  en  la  fauna  y flo- 
ra. Esto  es  tanto  mas  evidente,  cuanto  que  si  los  animales 
contemporáneos  remontan  á menudo  á la  época  cuaternaria, 
y aun  á la  terciaria,  varias  especies  cuaternarias  no  se  han 
extinguido  hasta  los  tiempos  modernos. 

Mamíferos  de  Europa. — Los  mamíferos  cuater- 
narios de  Europa  eran  osos,  leones,  hienas,  rinocerontes, 
elefantes,  ciervos  y bueyes,  casi  todos  de  gigantesca  talla; 
había  además  insectívoros,  roedores,  carniceros,  rumiantes, 
caballos,  jabalíes,  etc.,  los  mas  de  los  cuales  subsisten  aun.  El 
oso  de  las  cavernas  era  tan  grande  como  un  cahallo;  el  ele- 
fante lanoso  excedía  en  mucho  de  sus  congéneres  actuales, 
llevando  enormes  colmillos  algo  encorvados;  el  ciervo  de  las 
turberas,  con  sus  cuernos  palmeados,  tenia  por  lo  menos  la 
talla  de  nuestros  bueyes,  y ciertas  especies  de  estos  últimos 
alcanzaban  dimensiones  extraordinarias.  Semejante  mezcla 
de  animales  de  los  países  fríos  y templados  con  otros  que 
estamos  acostumbrados  á considerar  como  habitantes  de 
regiones  cálidas,  no  tiene  nada  de  particular  desde  que  sa- 
bemos que  el  mammúth  y el  rinoceronte  de  narices  tabica- 
das estaban  revestidos  de  una  espesa  capa  de  lana  y de 

crines,  según  lo  indican  los  restos  hallados  en  el  norte  de 
Siberia. 

EL  HOMBRE  CUATERNARIO.  — Si  aun  puede  du- 
darse de  que  el  hombre  apareciera  en  la  época  terciaria,  es 
evidente  su  existencia  en  el  período  cuaternario.  No  solo  se 
han  recogido  en  el  diluvium  y en  las  cavernas  de  todas  las 
épocas  sílex  cortados,  huesos  moldeados,  croquis  de  anima- 
les, y una  infinidad  de  vestigios  de  la  tosca  industria  de  las 
primeras  edades,  sino  que  se  han  descubierto  verdaderos 


;8o 


PALEONTOLOGIA 


restos  fósiles  del  hombre,  el  cual  hubo  de  presenciar  los  fenó- 
menos tan  asombrosos  que  señalaron  la  época  cuaternaria, 
como  las  inundaciones  diluviales,  de  las  que  pudo  escapar 
gracias  á su  destreza;  fué  testigo  de  la  prodigiosa  extensión 
de  los  glaciares;  y contribuyó  sin  duda  á la  desaparición  de 
gran  número  de  especies  animales. 

Subdivisiones  de  la  época  cuaternaria. 
— Se  ha  tratado  de  establecer  una  especie  de  cronología  de 
la  época  cuaternaria  por  medio  de  los  animales  característi- 
cos de  cada  período,  habiéndose  obtenido  resultados,  que 
aunque  provisionales,  ofrecen  ya  no  escaso  interés.  Con 
efecto,  Lartet  establece  en  Europa  cuatro  épocas. principales, 
caracterizadas  del  modo  siguiente:  la  primera  por  el  oso  de 
las  cavernas;  la  segunda  por  el  mammuth  y el  rinoceronte 
de  narices  tabicadas;  la  tercera  por  el  reno;  y la  cuarta  por 
los  aurochs.  Estas  edades  ó épocas  se  indican  por  la  presen- 
cia, pero  de  ningún  modo  por  la  duración  de  los  tipos,  de 
los  cuales  viven  algunos  aun,  habiéndose  extinguido  los 
demás  en  diversos  momentos.  La  división  hoy  mas  en  boga 
es  la  siguiente:  i.°  periodo  del  Oso  y Mammuth,  2.0  del 
Reno  y otros  animales  emigrados  y 3/  de  animales  domes- 
ticados. 

Animales  de  la  América  del  Norte.— 
Pero  lo  que  sucedía  en  Europa  no  podía  servir  de  regla  para 
los  otros  países.  En  la  América  del  Norte  apenas  existen  los 
grandes  carniceros  de  las  cavernas,  y el  género  hiena  parece 
faltar  completamente.  Los  rinocerontes  habían  desaparecido 
desde  fines  de  la  época  terciaria;  dos  especies  de  elefantes, 
una  de  las  cuales  podría  ser  idéntica  al  Mammuth,  caballos 
de  grandes  dimensiones,  y otros  varios  tipos  del  antiguo 
continente,  habitaban  entonces  en  el  nuevo,  donde  se  han 
extinguido  á fines  del  período.  El  mastodonte,  que  no  pasa 
tal  vez  en  Europa  del  período  mioceno,  es  por  el  contrario 
uno  de  los  animales  mas  propagados  en  América  durante  la 
época  cuaternaria,  y sus  restos  están  á menudo  mezclados 
con  los  de  elefantes  y de  caballos.  El  reno,  el  alce  y el  buey 
almizclero,  existian  simultáneamente  en  los  dos  continentes; 
pero  el  nuevo  no  ha  producido  aun  vestigios  de  los  aurochs, 
ni  tampoco  del  gran  ciervo  de  las  turberas,  al  que  sustituía 
una  especie  mas  gigantesca  aun. 

Por  último,  enormes  animales  desdentados,  de  los  géne- 
ros Megaterio,  Megalonix,  Mylodon,  Glyptodon,  etc.,  com- 
pletaban la  característica  de  la  fauna  cuaternaria  de  la  Amé- 
rica del  Norte.  Fácil  es  deducir  de  todo  esto,  que  las  causas 
que  determinan  la  extinción  de  las  especies  son  tan  miste- 
riosas como  las  de  su  aparición.  No  podemos,  con  efecto, 
comprender,  porqué  los  rinocerontes,  los  caballos  y los 
elefantes  han  dejado  de  formar  parte  de  la  fauna  del  Nuevo 
Mundo,  puesto  que  el  caballo,  importado  en  los  tiempos 
modernos,  se  multiplicó  de  una  manera  asombrosa,  y que 
todos  los  animales  del  antiguo  continente  hallarían  en  el  nue- 
vo algún  punto  que  reuniera  las  condiciones  para  prosperar. 

animales  de  la  América  meridional. — 
El  diluvium  de  las  pampas  de  la  América  del  Sur  y las  ca- 
vernas del  Brasil  contienen  una  fauna  sumamente  notable, 
caracterizada  sobre  todo  por  los  desdentados.  Encuéntranse 
carniceros,  roedores,  mastodontes,  caballos,  llamas,  monos 
de  la  tribu  de  los  cebinos,  y en  fin,  tatús  enormes  y otros 
desdentados  gigantescos,  pertenecientes  al  menos  á unos 
quince  géneros  distintos.  Este  conjunto  orgánico  es  del  todo 
análogo  á la  población  actual  de  la  misma  parte  del  mundo, 
patria  exclusiva  de  los  cebinos,  de  las  llamas,  de  los  tatús  y 


de  la  mayor  parte  de  los  desdentados.  Desde  la  época  cua- 
ternaria comienzan  pues  á señalarse  los  actuales  centros  de 
dispersión,  lo  cual  hará  mas  evidente  el  rápido  exámen  de  la 
fauna  de  algunos  otros  países. 

ANIMALES  DE  AUSTRALIA,  DE  LA  NUEVA 

Zelanda  Y de  Madagasgar.— La  Nueva  Holan- 
da y las  tierras  inmediatas,  que  no  encierran  hoy  dia  mas 
que  mamíferos  marsupiales  y ornitodelfos,  estaban  pobladas 
exclusivamente  de  didelfos;  pero  sus  especies  alcanzaban  las 
enormes  dimensiones  acostumbradas  en  los  animales  de  la 
época  cuaternaria.  Entre  los  carniceros,  el  Thylacoleo  carni- 
fex  llegaba  á tener  la  talla  del  león ; había  dos  masurpiales 
roedores  del  tamaño  del  tapir,  y herbívoros  con  las  dimen- 
siones del  buey  y del  hipopótamo.  El  cráneo  del  Diproto- 
donte  medía  un  metro  de  largo.  Compuesta  solo,  hoy  dia,  de 
aves  corredoras  con  alas  rudimentarias,  la  fauna  de  los  ani- 
males de  sangre  caliente  de  la  Nueva  Zelanda  no  contenia 
tampoco,  en  la  época  cuaternaria,  mas  que  aves  análogas  de 
muy  gran  tamaño.  Ha  producido  los  Palceopteryx,  los  Apte- 
rornis,  Notornis,  y diez  especies  de  Dinornis,  una  de  las  cua 
les,  llamada  Moa  por  los  indígenas,  subsiste  tal  vez  aun  en 
el  interior  del  país.  Madagascar  se  caracteriza  igualmente  por 
sus  aves  corredoras : encuéntranse  allí  Dinormis  y el  gigan- 
tesco Epyornis,  que  medía  al  menos  cuatro  metros  de  altu- 
ra, y cuyos  huevos  tenían  una  cáscara  de  8 milímetros  de 
espesor,  por  32  á 34  centímetros  de  largo  y una  capacidad 
de  cerca  de  9 litros. 

Para  poner  fin  á esta  rápida  reseña  paleontológica,  séame 
permitido  indicar  la  división  que  al  menos  por  lo  que  á Eu- 
ropa se  refiere,  podría  admitirse  de  los  tiempos  terciarios  y 
cuaternarios  con  referencia  á los  principales  tipos  de  mamí- 
feros. 


Tiempos  cuaternarios. 


Id.  terciarios,. 


histórico.  . 
legendario  . 
prehistórico, 
neoceno.  . . 
plioceno.  . , 
mioceno  . . 
meso-mioceno 
epi  eoceno.  . 
eoceno. . . . 
hipo  eoceno. 


Hípico 

Uro  rengífero 

Urso-elefantino 

Elefantino 

Masto  elefantino 

Dinotérido 

Antrocotérido 

Paleotérido. 

Lofiontido 

Corifodontido 


La  aparición  y presencia  del  hombre  mas  ó menos  pro- 
blemática en  el  terreno  terciario,  completamente  fuera  de 
duda  durante  el  período  cuaternario,  con  la  fauna  y flora 
actuales,  completan  el  cuadro  del  desarrollo  de  la  vida  desde 
que  allá  por  los  tiempos  laurentinos  y cámbricos,  si  en  rigor 
deben  ó pueden  considerarse  como  independientes  del  silú- 
rico, verificó  su  misteriosa  aparición  en  el  globo. 

Teniendo  por  necesidad  que  adaptarse  á las  condiciones 
de  existencia  que  este  globo  ha  ofrecido  en  sus  distintos 
períodos,  sin  prejuzgar  en  manera  alguna  las  causas  natura- 
rales  ó sobrenaturales  que  en  su  aparición  pudieron  interve- 
nir, claro  es  que  la  distinta  naturaleza  y distribución  de 
los  séres  orgánicos  en  los  mares  y en  las  tierras  constituye 
el  dato  mas  precioso  para  caracterizar  las  distintas  épocas  de 
la  Historia  de  nuestro  planeta;  razón  por  la  cual  no  puede 
darse  un  paso  seguro  en  su  estudio,  sin  acudir  á los  inago 
tables  y preciosos  veneros  de  riqueza  científica  que  la  Pa- 
leontología suministra. 


FIN  DEL  TOMO  NOVENO  Y ULTIMO 


INDICE 


581 


ÍNDICE 

DE  LAS  MATERIAS  CONTENIDAS  EN  EL  TOMO  NOVENO 

IMIIIsTiE  iR-A-UL,  O G-TJ± 


binarios,  ternarios 


Introducción. — Consideraciones  generales  sobre  la 

Mineralogía 

Mineralogía 

Caractéres  mineralógicos. 

Caractéres  geométricos.  . 

Cristalización  por  el  calor  ó via  seca 
Cristalización  por  la  via  húmeda.  . 

Generalidades  de  los  cristales. 

Leyes  cristalográficas. 

Sistemas  y tipos  cristalinos 
Ley  de  simetría. 

Formas  irregulares. 

Estructura. 

Fractura. 

Caractéres  mecánicos. 

Cohesión  y afinidad. 

Caractéres  ópticos. . 

Caractéres  electro- magnéticos. 

Caractéres  organolépticos. 

Caractéres  químicos. 

Composición  de  los  ijiinerales  y nomenclatura  qu 
mica.  .... 

Nomenclatura  de  los  cuerpos 
cuaternarios. 

Nomenclatura  mineralógica. 

Fórmulas  químicas. 

Fórmulas  mineralógicas. . 

Medios  ó procedimientos  y aparatos  que  se  usan  en 
los  ensayos  mineralógicos,  o sea  en  la  análisis  cua 

litativa  de  los  cuerpos. 

Efectos  y fenómenos  mas  importantes  que  se  notan 
en  los  minerales  por  la  acción  de  la  temperatura, 
ó sea  por  los  llamados  medios  pirognósticos. . 
Aparatos  y útiles  necesarios  tanto  para  la  via  húmeda 
ó acción  de  los  líquidos,  como  para  la  via  seca  ó 

acción  del  calor 

Reactivos  mas  generalmente  usados  en  la  via  húmeda 

Reactivos  para  la  via  seca 

cualitativa  ó ensayo  de  los  minerales.  . ^ 

Determinación  de  los  principios  ó cuerpos  electro- 

0 m 

negativos. 

Prinqpios  ó cuerpos  electro  positivos. 

Caractéres  geológicos.  . • * 

Clasificación  de  terrenos. 

MINERALOGÍA  TAXONÓMICA 

Clasificación  de  los  minerales  . 

Grupos  ó divisiones  principales  que  se  forman  en  las 
clasificaciones  botánicas  y zoológicas. 
Clasificaciones  y grupos  mineralógicos. 

Dificultades  que  resultan  para  la  formación  cíe  la 
especies  á causa  de  las  mezclas  de  los  cuerpos. 
Especies  mixtas,  denominadas  también  mestizos  mi 

nerales.  • • • 

Clasificaciones  mineralógicas  mas  importantes. 

Métodos  derivados 

Método  que  se  adopta  en  esta  obra  para  agrupar  y 

describir  los  minerales 


1 

3 

7 

9 

9 

10 

10 

1 1 

1 1 

12 
15 
a 7 
18 
18 
20 

23 

29 

31 

32 


o 

00 


3*1 

36 

37 
37 


37 


4i 


4i 

41 

42 
42 


48 

50 

51 

53 

54 
56 
58 

60 


MINERALOGÍA  DESCRIPTIVA 

Sub  reino  primero. — Atmosférico.  — Clase  primera. — 
Gases. — Sección  primera. — Gases  simples. — Oxí- 
geno.— Nitrógeno 

Hidrógeno 

Sección  segunda. — Gases  compuestos. — Aire  atmos 

férico. — Agua  en  vapor 

Hidrógeno  carbonado. — Acido  carbónico. 

Acido  sulfuroso. — Acido  hidrosulfúrico. — Acido  hi 

droclórico 

Sub  reino  segundo  —Mineral. — Clase  segunda — Tier 
ras  y piedras. — Sub  clase  primera. — Tierras  y pie 
dras  no  silíceas.  . 

Género. — Carbonato.  ..  .. 

Natrón 

Urao.  ..... 
Gay-Lussita.  .... 
Carbonato  de  cal.  . 

Caliza.  ..... 
Aragonito.  .... 

Dolomía.  .... 

Witherita 

Estroncianíta. 

Género. — Sulfato 

Acido  sulfúrico. 

Thenardita 

Exantalosa 

Glauberita.  .... 

Epsomita  ó sal  de  Calatayud.  . 
Alunogena.  .... 

Alumbre  común. 

Mascagnina 

Alunita 

Websterita. 

Yeso 

Anhidrita. 

Baritina  ó espato  pesado. 

Celestina. 

Género.  — Fosfato.  . 

Fosforita. 

Wavelita. 

Klaprotina  ó lazuli 
Turquesa. 

Género.  — Arseniato. 

Farmacolita.  . 

Género  — Nitrato. 

Nitro 

Nitratina  ó nitrato  cúbico. 

Género.  — Cloruro. 

Sal  común  ó sal  gema.  . 

Sal  amoniaco. 

Género.  — Fluoruro. 

Fluorina  ó espato  flúor.  . 

Género.  — Borato 

Acido  bór\co. 

Boracita. 

Bórax 

Grupo  de  las  piedras  finas  ó gemas. 


1 1 a 


63 

64 

64 

65 

66 


67 

67 

67 

68 
68 
68 
68 
7i 

71 

72 

72 

72 

72 

73 
73 

73 

74 
74 

74 

75 

75 

76 

76 

77 

77 

78 

78 

79 
79 

79 

80 

So 

80 

1 
1 

81 
81 
81 

S2 

83 

83 
S4 

s4 

84 

84 

85 


i 


5^2 

Diamante. 
Corindón  ó zafiro 
Cimofana.  . 
Rubí.  . 
Esmeralda.  . 
Fenaquita.  . 
Euclasa. 

Topacio. 

Jacinto  6 circón 
Granates.  . 
Idocrasa. 
Peridoto. 
Turmalina. 
Axinita  ó 
Cordie 
Sub-clase  s 
Familia. 


ÍNDICE 


Melilita. 

Familia. — Antibélicas.  . 

Anfíboles. 

Tremolita  <5  anfibol  blanco. 
Actinota  ó anfibol  verde. 
Hornblenda  <5  anfibol  negro. 
Piroxenos. 

Piroxeno  diópsido.  . 

Dialaga.  . ; 

Hedembergita. 

Piroxeno  aujito  ó de  los  volcanes. 
Hiperstena.  . 
besto  y amianto. 


as.  . . 

. . . . 

t'1  ni  rYsF«L 

steatita  6 jabón  de  sastre. 

Serpentina  ú ofita.  . 
Magnesita  <5  espuma  de  mar. 
Fam  lia.—1 Talcoideas. 

Clorita.  . 

Pennina. 

Pirofilita. 

Terrosas. 

Arcillas  propiamente  dichas. 
Arcilla  esméctica.  . 

a plástica  ó común. 


.idrio  de  volcanes. 

elita. 

na  . 


mica  anacarada. 


_ ía. 

Sarcolita. 

Hauyna. 

Lazulita  ó 
Eudialita. 

Prehnita. 

Datolita  ó Humboldtita. 
Familia. — Coceolitas. 

Analcima  ó ceolita  dura. 
Chabasia. 

Levina.  . 

Hidrófita  ó Ginclini 
Mesotipa. 

Thomsonita.  . 

Laumonita.  . 
Harmotoma.  . 

Disclasita. 

Estilbita. 

Heulandita.  • 

Apofilita. 

Familia.  — Prismáticas.  . 

Andalucita.  . 
Estaurotida  ó pi 
Distena  ó chorlo  azul. 
Zoisita.  . 

Epidota. 

Wernerita. 

Couzeranita.  . 

Meionita. 


n ó tierra  de  porcelana. 

: verdes, 
conia. 

aldogea  ó tierra  de  Verona. 
ones  generales  é importantes  de  los  sil 
_j  y cristal, 
iado 


r 


Loza,  ladrillos,  tejas. 

Clase  tercera. — Metales. . 

Género. — Paladio:  paladio  nativo.  . 

Id.  Iridio:  iridio  nativo.. 

Id.  Platino:  platino  nativo.  t. 

Id.  Rodio.  ... 

Id.  Oro:  oro  nativo. 

Género.  — Plata:  plata  nativa.  . 

Argirosa  ó plata  vidriosa. 

Argiritrosa  ó plata  roja  oscura 
Miargirita.  . . ‘ S 

Proustita 

Plata  estriada  de  España. 
Querargira  ó plata  córnea  . 
Bromargira.  . 

Yodargira.  . 

Género. — Mercurio:  mercurio  ó azogue  nativo 
Mercurio  argental.  . 

Cinabrio  ó bermellón. 

Mercurio  córneo  ó calomelanos. 
Género. — Plomo:  plomo  nativo. 

Galena 

Claustalita  ó filquerodita.. 
Bulangerita  ó plumbostita. 
Burnonita  ó endeliona.  . 


catos 


n 


x'3 

IJ3 

xx3 

”3 

i*3 

114 

114 

114 

114 

Ir5 

”5 

IX5 

1 *5 
116 

1 16 

117 

1 17 
117 
1 *7 

1 17 

117 

118 

118 
íí9 

119 

1 *9 

119 

120 
120 
120 

120 

121 
121 
121 
121 
121 

121 

122 
122 
122 
122 

l2S 

124 

124 

124 


ÍNDICE 


583 


Género. — 

Género.  — 
Género.  — 


Género.  — 


Género.  — 


Género.  — 


MA 


DE 


Cerusa  ó plomo  blanco.  . 

Anglesita. 

Querasina  <5  fosgenita.  . 

Piromorfita  ó plomo  verde  ó pardo. 
Crocoisa  ó plomo  rojo.  . 

Miraetesa  ó mimeüta. 

Voquelinita  ó plomo  cromatado  verde 
Mel  inosa  ó Wulfenita.  . 

Van  adita.  .... 

Estaño 

Casiterita.  .... 

Estannina  ó pirita  de  estaño.  . 

Bismuto:  bismuto  nativo. 

Bismutina 

Cobre:  cobre  nativo. 

Ziguelina  ó cobre  rojo.  . 

Melaconisa  ó cobre  oxidado  negro 

Piritas 

Calcopirita  ó pirita  cobriza. 

Filipsita,  cobre  abigarrado  ó cobre  piritos 
hepático.  . 

Calcosina  ó cobre  vitreo 
Cobres  grises. 

Panabasa  ó tetraedrita. 

Tenantita. 

Malaquita. 

Azurita. . 

Atacamita. 

Olivenita. 

Aferesa. 

Cianosa. 

Cobalto.. 

Esmaltina  ó cobalto. 

Cobaltina  ó cobalto  gris 
liante. 

Eritrina  ó cobalto  rojo 
bailo. . 

Manganeso.  . 

Pirolusita  6 manganesa 
vidrieros.  . 

Hausmanita.  . 

Braunita. 

Acerdesa. 

Dialogita. 

Rodonita. 

Helvina. 

Triplita. . 

Hierro.  . 

Aerolitos. 

Hierro  meteórico.  . 

Imán  ó hierro  magnético 
Hierro  oligisto. 

Hierro  oligisto  metaloideo. 

Hierro  oligisto  concrecionado.. 

Hierro  oligisto  terroso.  . 

Limonita  ó hematites  parda.  . 

Piritas.  . 

Pirita  amarilla. 

Pirita  blanca  ó lívida. 

Pirita  magnética  ó pirita  parda. 

Pirita  arsenical  ó Mispiquel.  . 

Siderosa  ó hierro  espático. 

Vivianita 

Dufrenita  ó hierro  fosfatado  verde. 

Heterosita 

Farmacosiderita. 


y cobalto  br 


flores 


egra  y jabón  c 


e c 


1 


n6 


*33 

133 

134 
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*35 
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136 

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140 

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*43 
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*44 

*44 

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*47 
«47 

145 

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148 
*49 
*49 

«49 

149 

*49 


Tantalita. 

Wolfran. 

Melanterita,  caparrosa  ó vitriolo  verde. 

Género.  — Zinc.  .... 

Blenda  ó falsa  galena.  . 

Calamina. 

Zinconisa. 

Esmisonita.  . 

Zincita.  .... 

Género.  — Niquel 

Niquelina  ó kutter  niquel. 
Antimoniquel  6 niquel  blanco  6 gri 
Breithoptita.  . 

Disomosa. 

Género.  — Molibdeno. 

Molibdeno  oxidado. 

Molibdenita.  . 

Género.— Tungsteno.  . 

Género. — Urano.  . 

Pecurana. 

Uranita. . 

Calcolita  ó Forberita. 

Johannita. 

Género.  — Titano.  . 

Rutilo  ó chorlo  rojo. 

Anatasa  ó chorlo  azul. 

Brooquita  ó arcansita. 

Esfena  ó titanita.  . 

Género.  — Teluro:  teluro  nativo. 

Silvanita. 

Elasmosa. 

Mulerina. 

Género.  — Antimonio:  antimonio  nativo. 
Estibina. 

Zinckenita. 

Wolfsbergita  . 

Berthierita. 

Kermes. . 

Exitela.  . 

Senarmontita.. 

Romeina. 

Género. — Arsénico:  arsénico  nativo.  . 

Arsénico  blanco  ó arsenita. 

Rejalgar  ó arsénico  rojo. 

Oropimente  ó arsénico  amarillo. 
Clase  cuarta. — Combustibles. . 

Azufres.  — Azufre  nativo. 

Azufre  seleniado.  . 


Resinas.. 


Succino.. 

Retinita  ó retinasfalto. 
Copal  fósiL  . á 
Ozokerita. 

Scheerita. 

Hartita. . 


Betunes. 


«A- 


Nafta.  . 

Petróleo  ó aceite  de  piedra. 

Asfalto,  pez  mineral,  betún  de  Judea 
pisasfalto  y bálsamo  de  momias. 
Carbones. — Grafito. 

Antracita.  Ulla  brillante 
Ulla.  . 

Lignito. . 

Turba.  . 

Apéndice  á los  combustibles.— Sales  orgánicas. 


*51 

*54 

*54 

156 

*56 

*57 

*57 

*57 

*58 

158 

*53 

*59 

*59 

*59 

*59 

160 

160 

160 

160 

161 
161 
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162 

162 

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163 

163 

164 
164 
164 

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*65 

166 

166 

166 

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167 
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168 

168 

169 
169 
169 

171 

*7* 

*7* 

172 

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172 
172 
*72 
«73 
*73 
*73 

*73 

*74 

*74 

*75 

*77 

178 

179 


Jtm. 


584 

Melita.  . 
Conistonita. 


INDICE 


i79 

H9 


Oxalita  ó Humboldtita. 
Guano.  . 


geología 


181 

187 


INTRODUCCION. 

* • • « 

GEOLOGIA  ESPECULATIVA 
Primera  parte.  — Geografía 

Capítulo  I.— Geografía  estática.— Artículo  I.  — Geo 
graíía  astronómica. 

Artículo  II.  — Geografía  física 
Orografía. 

Hidrografía.  r..  . m — m TTI  107 

Capítulo  TT  ^97 

Articulo 

atmós 

II. — 

III. — ICUI 

Volcanism,.  . 

IV.  — Terremotos 

V. — Oscilad 

VI.  — Causas  de 


Primer  género.— Pórfidos  feldespáticos. 
Ortofido. 

Albitofido. 

Labradofido.  . 

-88  Oligófido. 

19°  Segundo  género. — Pórfidos  magnésicos.  . 
Serpentina. 

Eufotida. 

Anfi  bolita, 
iiroxenita.  . 

Segunda  clase. — Rocas  ígnea 
neas  modernas  ó volcánica 


de  los  continentes  . 

. — volcanismo.  . 

Artículo  II. — Caus  s exte  ñas 
raósfera. 

II- — Acción  del  agu  . líquu 
III  — Acción  de  ag  a sólic 
Artículo  III.  Causas  fisiológicas  ú orgánicas. 
Parte  segunda.  — Geognosia.  . .. 

Artículo  I.— Rocas  - Generalidades. 
Principales  especies  componentes  de  las 
Feldespatos,  j 

A.  Feldespatos  potásicos 

B.  Feldespatos  sódicos.  . 

C.  Feldespatos  litínicos.  . 

D.  Feldespatos  cálcico 

Cuarzo.  . . 

Cuarzo  hialino. 

Cuarzo  litoideo. 

Opalo.  . 

Jaspe.  . 

Mica. 

Talco  . 

Peridoto. 

Diálaga.  ...... 

Piroxeno.  .... 

Anfíboi. . 

• • • 

Artículo  II. — Caractéres  de  las  rocas 
Composición.  .» 

Cohesión. 

Estructura.  .... 

Hilo  ó contralecho 

Artículo  III. — Clasificación  de  rocas. 

Artículo  IV.— Descripción  de  rocas. — Primera 
— Hidrotermales.  .... 

Primer  órden.  — Rocas  antiguas,  cristalinas  ó 
ticas 

Primer  género. — Granito  tipo.. 

Segundo  género  — Granitos  a 
Pegmatita. 

Hialomicta 

Petrosilex 

Cuarzo  eruptivo. 

I ercer  genero.  Granitos  degenerados. — Sienita 
Protogina. 

Segundo  orden  — Rocas  porfídicas  ó medias.  . 


ómez. 
género.— Basáltico. 


- Orden  tínico 


Primer  género. — Traquítico. 

Traquita. 

Obsidian 
Piedra 
Fonoli 
Según 
Basalto 
Peperino. 

Puzolana. 

Leucitofi 
uyn 

'ercer  género.— Lávico, 
ava.  . 

Azufre.  . 

Tercera  clase.  - Rocas  neptúnicas. 
Primer  órden.— Neptúnicas  normales. 
Primer  género.  — De  sedimento  químico. 
Caliza 

— cemento. — Cemento  romano.  . 

. * * J • 

o oxidado. 

—ierro  peroxidado.  . 

Hierro  hidroxidado. 

1 T ierro  carbonatado. 

anganeso  peroxidado. 

Segundo  género  — Roca 
Arcillas.  . 

Arcillas  simples. 

Kaolín.  . 

Arcilla  esméctica. 

Arcilla  plástica. 

Arcilla  refractaria. 

Arcillas  compuesta 

Greda.  , 

Légamo. 

Ocre.  . 

Arenas  y areniscas. 

Arenas.  *. 

257  Areniscas./'  . 

Arenisca 
Arenisca  fe 
Arenisca  ve 
Molasa.  . 

Gonfolita 
Machino. 

Arkosa. 

Samita.  . 

Arenisca  carbonífera. 


259 

259 

260 

260 

261 
261 


— Marga 


de  sedimento  mecánico 


-I 


180 

180 


261 

262 

262 

263 

264 
264 

264 

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267 

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269 

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270 

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271 

271 

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272 
272 
272 
272 
272 

272 

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280 

280 

281 

281 

282 
282 

282 
28  2 

283 


« < 


INDICE 


585 


as. 


de  sedimento 


quími 


co. — 


C 

K 

A 


Itacolumita.  . 

Magnesita. 

Segundo  orden. — Neptúnicas  metamórfic 
Primer  género.  — Cristalofílicas 
Gneis.  . 

Grupo  de  las  pizarras. 

Pizarra  micácea. 

Pizarra  talcosa. 

Pizarra  clorítica. 

Pizarra  anfibólica.  . 

Pizarra  arcillosa. 

Segundo  género.— Rocas 
Caliza. 

Dolomia. 

Yeso,  anhidrita. 

Alunita. . 

Sal  común. 

1 ercer  género. — Rocas  de  sedimento  mecánico. — 
Cuarcita.  . 

Jaspe.  . 

Porcelan  ita.  . 

Margolita  y arcillófidos. 

Metamorfismo. 

Tercera  clase. — Rocas  de  origen  orgánico. 

Primer  orden. — Rocas  de  procedencia  anima 
Segundo  orden. — Rocas  de  origen  vegetal. 

Primer  género.— Resinas.— Succino. 

Segundo  género.— Betunes.— Asfalto. 

Betún  elástico. — Nafta  y petróleo.  . 

Tercer  género.— Carbones. 

Turba  . 

Lignito.  . «1 

Dusodila. 

Ulla.  . 

Antracita. 

Diamante. 

Parte  tercera. — Geonomía. 

Capítulo  I. — Primera  serie.— Descripción  de 
nos. — Primera  clase. — Plutónico-ígnea. 

Primer  grupo. —Terreno  plutónico  ó agalísico 
Primera  formación.— Granítica. 

Segunda  formación.— Porfídica. 

Segundo  grupo. — Terreno  piroideo  ó volcánico 
Primera  formación. — Traquítica. 

Segunda  formación. — Basáltica. 

Tercera  formación. — Lávica.  . 

Segunda  serie. — Neptúnica. — Terrenos  de  sedim 
Capítulo  I. — Estratigrafía. 

Capítulo  II.  — Paleontología. — Artículo  I. — 
lidades.  . . ¿ , 

Artículo  II.  — Fosilización. 

Capítulo  II. — Descripción  de  terrenos.  . 

Primer  período. — Azoico. 

Segundo  período. — Paleozoico  ó primario 
Primero. — Terreno  silúrico.  . 

Segundo. — Terreno  devónico. . 

Tercero. — Terreno  carbonífero. 

Cuarto. — Terreno  pérmico. 


-Ge 


terre 


ento 

ñera 


287 

288 
288 
288 

288 

289 
289 

289 

290 
290 
290 

290 

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292 
292 

294 

294 

294 

295 
295 
297 
297 
297 

297 

298 
298 
298 

298 

299 

299 

300 
302 

302 

303 

3°5 

306 

3°6 

307 
3°S 

309 

309 

310 

3ro 

315 

316 

324 

324 

325 
325 

334 

336 

339 


Tercer  período. — Terrenos  mesozóicosó  secundarios 
Terreno  triásico.  . 

Terreno  jurásico.  . 

Piso  primero. — Liásico.. 

Piso  segundo. — Bathónico. 

Piso  tercero. — Oxfórdico. 

Piso  cuarto. — Portlándico. 

Terreno  cretáceo.  . 

Grupo  inferior. 

Grupo  superior.  . 

Tercer  período. — Cenozóico, 

Primer  piso. — Eoceno  ó nummulítico. 

Terciario  medio,  mioceno  ó de  la  molasa. 

Terciario  superior,  plioceno  ó subapenino 
Período  neozóico. — Terreno  cuaternario. 
Oscilaciones  de  las  costas. 

Formación  glacial  ó errática 
Formación  diluvial. 

Formación  tobácea. 

Formación  turbosa. 

Formación  madrepórica. 

Capítulo  III. — Mapas  geológicos  y agronómicos 
Parte  cuarta. — Geogenia , geogonia  ó teoría  de  la  iier 

. ra. — Capítulo  único 

Concordancia  entre  el  Génesis  y las  ciencias 

GEOLOGÍA  APLICADA  Ó GEOTECNIA 

Capítulo  I.—  Geología  agrícola  ó Geoponía.  . 
Artículo  I. — Origen,  naturaleza  y propiedades  de 

las  tierras 

Modo  de  obrar  del  suelo  en  la  vegetación. 
Clasificación  de  las  tierras.  . 

Artículo  II. — Mejoramientos  y abonos.  . 

Sección  primera. — Mejoramientos.. 
i.°  Saneamiento  de  las  tierras.  . 
s.°  Riegos 

3.0  Labores  agrícolas 

4.0  Sustancias  que  se  emplean  como  mejoramientos 

Sección  segunda. — Abonos 

i.°  Abonos  orgánicos 

2°  Abonos  inorgánicos 

Artículo  III. — Terrenos  en  que  se  hallan  los  mejo 
ramientos  y abonos.  . 

Capítulo  II.— Geología  industrial— Asociaciones 
criaderos  de  los  minerales. . 

Artículo  I.  — Criaderos 

Sección  primera. — Criaderos  generales.  . 

Sección  segunda.— Criaderos  particulares. 

1.®  Criaderos  eruptivos. 

2.0  Criaderos  de  contacto.  . 

3.0  Criaderos  metamórficos..  .... 

4.0  Criaderos  regulares  ó filones  .... 

Artículo  II. — Teoría  sobre  la  formación  de  los  cria- 
deros metalíferos 

Artículo  III. — Compañeros  y asociaciones  de  los 

minerales 

Capítulo  III. — Geología  hidrográfica.  . 

Pozos  artesianos  ó ascendentes. 


PALEOITTOL  O GIA 


INTRODUCCION 

. . . 452 

Acrita  ó protozoa 

• • • 453 

Tipo  primero. — Heteromorfos. 

• 453 

Clase  I. — Amorfozoos.  . 

• 453 

Clase  II. — Rizópodos.  . 

III. — Infusorios.  . 
Animales  invertebrados. . 
Tipo  segundo. — Radiados. 


Tomo  IX 


74 


340 

341 

344 

345 

347 

348 

350 

351 
35' 
353 

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364 

365 

37i 

37i 

37i 

373 

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387 

387 

399 

402 

407 

407 

407 

409 

409 

410 
416 

416 

417 

420 

422 

423 
423 
426 

426 

427 
427 


435 

443 

447 


455 

456 

457 
457 


T 


INDICE 


586 

Clase  I. — Hidrozoos.  . 
Familia  I. — Graptolitidos. 
Clase  II. — Antozoos.  . 

III. — Briozoos.  . 

IV  — Equinodermos. 
Orden  I.— Crinoideos.  . 

II.  — Cistoideos.  . 

III.  — Blastoideos. 

IV.  — Asteroideos. 

V.  — Equínidos.  . 

VI. — Holotüridos. 
Tipo  tercero.— Articulados.  . 
Clase  I. — Anélidos. 

II.  — Cirríped' 

III.  — Crustác 
Sub -clase  I. — Ent 
Orden  de  los  Trilob: 
Sub-clase  II.— Mal 
Clase  IV. — Ins 

V. — Miriápod' 

VI. — Arc 

Tipo  cuarto. — Molu 
Clase  I. — Braquió 

II.  — Acéfalos 

III. — Cefálidos.  . 
Orden  I. — Terópodos.  . 

)odos 


Sub- orden  I. — Tenoideos. 
Género  Smerdis.  . 

Sub  orden  II. — Cicloideos. 
Orden  V. — Anacantinos. 
Familia  Gádidos.  . 

Pleuronectidos. . 
Orden  VI. — Malacopterigios. 
Icnología. 

Proticnites.  . 

Anfibicnites. . 

Queiroterio. 
tozum.  . 
chopus.  . 


ormal. 


rmal. 

,v. — Cefalópodos. 
I. — Tetabranquios 


idos 


Clase  I. — Peces. 

Orden  I. — Plagiosto 
Familia  I.  — Cestració: 

II. — Hibodóntid 

III.  — Escuálid' 

IV. — Ráy  ’ 

Orden  II. — Holocefáli 
Género  Quimera. 

Ischiodus. . 

Ganodus.  . 

Edaphodus. 

Elasmodus. 

* 

Orden  III. — Ganoideos. 
Sub-órden  I.— Placo-ganoideos, 
Género  Pterichtys. 

Cephalaspis. 

Pteraspis.  . 

Coccosteus. 

Familia  de  los  Esturiónidos 
Sub-órden  II. — Lepidoganoideos. 
Familia  I. — Diptéridos.. 

II.  — Acantodidos. 

III.  — Celacantidos. 

IV. —  Holoptíquidos. 

V.  — Paleonicidos. 

VI.  — Saurictidos. 

VII.  — Catúridos. 

VII I.  — Picnodontidos. 

IX. — Dapédidos. 

X.  — Lepidotidos. 

X I .  — Leptolépidos. 

Orden  IV. — Acantopterigios. 


Plesiosaurus. 
Pliosaurus.  $ . 
Polipticodon.  . 
Orden  V.— Anomodontidos. 
Familia  Dicinodontes.  . 
Género  Ticognatus. 

Criptodontes.  . 
énero  Ounenodon. 
Rincosaurus. 

Familia  Cinodontes. 

Género  Galeosaurus. 

Cynochampsa.  . 
Orden  VI. — Terosaurus. 
Género  Dimorphodon.  . 
Ramphorinchus. 
odactylus.  . 
Orden  VII. — Tecodontidos. 
Género  Tecodontosaurus. 
Paleosaurus. 

Belodon.  . 
Cladiodon. 
Bathygnatus. 
Protorosaurus.  . 
Orden  VIII. — Dinosauridos 
Género  Scelidosaurus.  . 
Megalosaurus.  . 
Hyloeosaurus. 
Iguanodon. 

Orden  IX. — Crocodílidos. 
Sub-órden  I. — Anficelios. 

II.  — Opistocelios 

III.  — Procelianos 
Orden  X. — Lacértidos. . 

XI. — Ofidios.  . 

XII.  — Quelonios. 

XIII.  — Batrácios. 


498 

498 

488 

499 
499 
499 

499 

500 

501 

502 

502 

503 
503 

503 
5°4 

504 
506 
506 
506 
506 
509 

5IQ 

512 

512 

512 

512 

512 

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5H 

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5*4 
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5*9 

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520 

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521 

21 


522 

522 
, 522 

523 
523 
523 

523 

524 
524 

524 

525 

525 

526 
526 
527 

527 

528 

529 
53° 
531 


INDICE 


587 


III.— Aves.. 

531 

Género  Dryopithecus.  . 

545 

IV. — Mamíferos. . 

• • , 

53  3 

Mesopithecus.  . 

545 

0 Microlestes. 

535 

Semnopithecus.. 

545 

Dromatherium. . 

535 

Dinotherium.  . 

545 

Amphiterium.  . 

535 

Mastodon. 

545 

Amphilestes. 

535 

Elefante.  . . , . 

547 

Phascolotherium. 

535 

Rhinoceros. 

548 

Stereognathus.  . 

536 

Género  Hippopotamus.. 

• . • • 

549 

Spalacotherium. 

537 

Orden  de  los  Rumiantes. 

* fe 

55° 

Trigonodon. 

,v 

537 

Familia  Cérvidos. . 

55° 

Plagiaulax. 

538 

Camelopardalinos.  . 

55i 

Coryphodon. 

K * 

538 

Antilópidos. 

551 

Pliolophus. 

539 

Bóvidos.  . 

552 

Lophiodon. 

? * 

540 

Orden  Carniceros. 

552 

Palaeotherium.  . 

• • 

f 

540 

Género  Galecinus. 

552 

Anoplotherium.. 

. # • . * 

54° 

Felis. 

552 

Dichodon. 

(fe 

4 é • * 

* 

54i 

Orden  Roedores. . 

553 

Xiphodon. 

54i 

Distribución  geográfica  de  los  Mamíferos  cuaterna- 

Dichobune. 

54i 

rios.  . * 

1*  • 

554 

Microtherium.  . 

542 

Conclusión.  . . . ‘ . 

557 

Hyaenodon. 

542 

Época  paleozóica. . 

558 

Amphicyon. 

542 

mesozóica  Ó secundaria. 

570 

Macrotherium.  . 

544 

cenozoica  ó terciaria.  . 

577 

Pliopitechus. 

545 

neozóica  ó cuaternaria. 

fe 

•- 

579 

FIN  DEL  INDICE  DEL  TOMO  NOVENO 


PAUTA  PARA  LA  COLOCACION  DE  LAS  LAMINAS 


TOMO  PRIMERO 


nca. — Griegos. . 

Habitantes  de  las  cercanías  de  Roma. 

Raza  blanca. — Egipcios. 

Raza  blanca. — Arabes.  . 

Raza  amarilla. — Chinos.  . 

Raza  amarilla. — Esquimales.. 

Raza  roja.— Indios  de  la  América  del  Norte. 
Raza  roja. — Araucanos  de  la  frontera  de  Chile 
Cholos  ó mestizos. 

Raza  cobriza. — Abisinios. 

Raza  negra. — Negros.  . 


Páginas 

CXXXV1II 
CXL 
CXLII 
CXLII 
CXL1V 
CXLIV 
CXLVI 
CXLVI 
CXLVI1I 
CXLVI  II 
CL 


Raza  negra. — Cafres. 

Grupo  de  monos  americanos. 

León  de  Berbería. 

Grupo  de  pumas. 

El  tigre  real. . 

El  buansó.  . 

El  lobo  vulgar. 

El  otocion  de  grandes  orejas. 

Grupo  de  hienas  devorando  su  presa. 
Hiena  parda.  . . # . 

El  oso  blanco 


Páginas 


TOMO  SEGUNDO 


Grupo  de  soricíd' 

Grupo  de  roedores. 

La  ardilla  rey. 

La  marmota  bobac. 
Grupo  de  macropódidos. 
El  caballo  de  Clydesdale 
El  camello  dromedario. . 
Grupo  de  ciervos. . 


10 

36 

44 

55 
2 12 

292 

310 

356 


El  cariaco  de  Virginia. . 
Grupo  de  girafas.  . 

El  estrepsicero  cudü.  . 

El  toro  de  cuernos  cortos. 
El  rinoceronte  de  la  India. 
Grupo  de  hipopótamos.. 
Grupo  de  focídeos. 


¿ € 


* 


366 

382 

410 

522 

572 

598 

620 


* 


i. 

OiUTA 


Grupo  de  de  cacatúas.  . 
El  gran  cacatúa  blanco. . 
Grupo  de  alcedínidos.  . 
Grupo  de  falcónidos.  . 


Grupo  de  amadínidos. 
Grupo  de  paradísidos. 


miác 
Leguminosas. 
Azalea  índica. 
Orquidáceas. 


m 


i , 


. 


TOMO  SEXT 

. i E • fÜ  : 


<*  , 


te 


, Argas,  Arginito, 

, Sintorais,  Morfo, 

Ü' 


ebratula,  Ma 
i,  Colombela 


48 


etc. 


TO 


20 


PAUTA 

TOMO  TERCERO 

Páginas  1 

26  Grupo  de  águilas. . 

30  Grupo  de  vultúridos.  . 
138  Grupo  de  currucas. 

270  Grupo  de  motacilidos.  . 

TOMO  CUARTO 

6 | Grupo  de  hirundínidos.. 
36  I G rupo  de  cisnes.  . 

TOMO  QUINTO 


zool 

Grupo  de  toi 
Grupo  de  croc< 

El  varano 
El  estelio  espinoso 
Iguanas. 

ótalo  hórrido. 


«■ 

■ ÍL1L-"  1 3c 

o Crisofono,  Braquino,  i 
I embex,  Pepsis,  Clorio 
Pa 
V¡ 


rana  temporaria, 
ipo  de  salmónidos.  . 
El  escafiorinco  catafracto. 
El  escilio  perro.  . 

El  miliobates  águila. 

T “ñera  ártica. 


'tu 

4 


. . » ' 

•o  Uranio,  Grafolitos,  Larentias,  etc. 


ñero  Estratiomo,  Tábanos,  Hematopo,  etc. 
ñero  Acridio,  Mantis,  Grillotalpa,  etc, 
ñero  Belostoma,  Afroforo,  Bulimo,  etc. 

ail  I : /vJL  4 J 


IMO 


énero  Turbo,  Helix,  etc. 
Acalefos. 


TAVO 

K 1 _ 

Orquídeas. — Odontoglossum. 

Iridáceas 

Eucholirium. 

Hippeastrum. 

Lilium 


Páginas 

3íÓ 

398 

482 

5^ 


224 

250 

290 

306 


580 

598 

606 

610 

620 


TOMO  NOVENO 


>ro,  plata*  etc 

[ierro,  cobalto,  etc 

Estudio  micrográfico  de  la  serpentina.  . 
* Corte  del 

nL* 


124 


3*4 


Mapa  geológico  de  España.  . Wñ  m Sy  372 

Corte  ideal  de  la  costra  sólida  del  globo.  . . 376 

Clasificación  general  de  terrenos  (cuadro  impreso).  304 


SEÑORES  ENCüADERNADS^^' 

* » 

Como  los  tomos  VI  y VII  contienen  un  número  de  pliegos  bastante  corto  con  relación  al  de 
los  tomos  restantes  de  la  obra,  convendrá  que  los  encuadernen  en  un  solo  volumen,  con  lo  cual 
vendrán  á tener  todos  las  mismas  dimensiones.