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Full text of "Historia política y literaria de los Trovadores"

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HISTORIA 


DE     LOS     TROVADORES. 


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HISTORIA 


política  y  literaria 


DE    LOS    TROVADORES, 


DON    VÍCTOR    BALAGUER, 


DE    LA    ACADEMIA    DE    LA-  HISTORIA. 


TOMO    SEGUNDO. 


MADRID: 
IMPRENTA     DE      FORTANET, 

CALLE   DE  LA  LIBERTAD,  NÚM.    29. 
1878. 


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ES     PROPIEDAD. 


LOS    TROVADORES. 


A. 


AMANEO    DES-ESCAS, 


No  hay  medio  de  escribir  biografía  de  este  trovador. 
Nada  se  sabe  de  él.  Sólo  de  sus  propias  obras  se  deduce 
que  floreció  á  últimos  del  siglo  xiii,  en  tiempo  del  rey- 
de  Aragón  Jaime  II,  el  Justo,  y  que  era  de  noble  alcur- 
nia, ocupando  un  alto  rango  en  la  sociedad. 

Debió  pertenecer  á  la  corte  del  monarca  aragonés, 
pues  se  manifiesta  muy  adicto  á  la  casa  de  Aragón. 

Millot  sospecha  por  su  apellido  que  debia  ser  cata- 
lán, pero  por  su  nombre  de  pila  se  inclina  á  creer  que 
era  de  la  familia  de  un  Giraldo  de  Amanieu  que,  con 
otros  caballeros  de  Gascuña,  fué  en  12 17  á  sostener  la 
causa  del  conde  de  Tolosa,  en  lucha  á  la  sazón  con  Si- 
món de  Montfort. 

Milá  es  quien  reivindica  la  gloria  de  este  poeta  para 
Cataluña,  y  fija  y  establece  su  origen  y  nacionalidad. 

Por  lo  que  toca  á  su  nombre  de  pila.  Amaneo  (Ama- 
nieu), dice  que  efectivamente  es  poco  usado  en  Catalu- 


8  LOS  TROVADORES. 

ña,  pero  demuestra  que  lo  introdujo  Amaneo  de  Al- 
bret  que  sirvió  en  la  corte  de  Jaime  el  Conquistador  con- 
tra los  moros.  Por  lo  que  atañe  al  apellido  Des-Escás, 
es  decir,  de  ó  de  los  Escás,  recuerda  que  hay  un  pue- 
blo en  Cataluña  así  llamado  (provincia  de  Lérida), 
donde  evidentemente  tenía  el  poeta  su  casa  solariega  y 
del  que  tomó  el  apellido. 

Según  parece,  fué  un  poeta  de  Novas ,  cuentos  y 
narraciones.  No  se  le  conoce  ninguna  obra  en  forma 
lírica. 

Voy  á  dar  una  idea  de  las  cuatro  obras,  únicas  que 
de  él  nos  quedan. 

Una  composición  de  las  llamadas  Doneaire^  especie 
de  epístola  dirigida  á  una  dama,  de  quien  al  parecer 
está  alejado,  lamentándose  por  ello. 

Está  escrita  toda  en  versos  de  nueve  sílabas,  parea- 
dos, y  se  resiente  de  monotonía  y  pesadez.  Tiene  tam- 
bién la  circunstancia  de  estar  cuajada  de  refranes,  lo 
cual  perjudica  notablemente  á  la  obra  dándole  un  ca- 
rácter presuncioso  é  impropio  del  objeto  á  que  está  de- 
dicada. 

Juzgúese  por  esta  muestra  : 

((Señora,  yo  os  amo,  pero  ignoráis  todo  el  ardor 
de  mi  llama.  Por  esto  dicen:  tal  cree  calentarse,  que  se 
quema... 

))E1  amor  ha  de  compartirse  entre  el  amante  y  la 
amada,  quienes  deben  ayudarse  mutuamente,  ya  que, 


AMANEO  DES-ESCÁS.  9 

como  dice  un  proverbio  que  me  agrada,  con  una  mano 
se  lava  la  otra  y  con  las  dos  los  ojos  y  la  cara. 

))  Yo  espero  que  tendréis  piedad  de  mí.  Tras  de  la 
lluvia  viene  el  huen  tiempo;  y  aun  cuando  sé  perfecta- 
mente que  mal  de  otro  no  es  más  qne  un  sueño ,  sé  tam- 
bién que^for  es  sufrir  que  morir... 

))Me  estáis  viendo  perecer,  sin  que  os  digneis  salvar- 
me la  vida,  de  modo  que  en  mí  se  verifica  lo  del  ada- 
gio: á  buen  servicio  mal  salario.  Si  verdaderamente  me 
amáis,  acudiréis  en  mi  auxilio,  que  en  la  necesidad  se 
conoce  al  amigo... 

))  Cuando  sea  muerto  os  arrepentiréis  de  no  haberme 
salvado.  Tras  el  crimen  el  arrepentimiento ,  pero  ya  en- 
tonces no  será  tiempo... » 

Y  así  está  toda  esta  composición,  que  es  la  que  co- 
mienza con  estos  versos,  los  cuales  pueden  dar  una  idea 
del  metro  y  del  estilo : 

Dona,  per  cui  planch  é  sospir 
soven,  car  á  tart  vos  remir, 
per  mercé  'us  vuelh  preiar  e  'us  prcc 
que  vulhats  entendre  mon  prec, 
c  que  vulhatz  saber  mon  sen, 
e  mon  cor  e  mon  estamen 
e  90  m'  a  fin  amor  conques 
c  ven^ut  e  laissat  e  prés 
per  vos  que  non  faitz  á  blasmar ; 
que  jes  non  podes  devinar 
jeu  com  vos  am,  si  no  'us  o  dic... 

Es  de  notar  el  final  de  esta  epístola  que  se  separa  del 
tono  general  de  la  obra,  y  que  es  importante  por  dar 


lo  LOS  TROVADORES. 

idea  de  la  época  en  que  se  escribió  y  por  la  cita  de  cier- 
tos caballeros  que  debian  gozar  de  celebridad  en  aquel 
entonces : 

«El  rey  Jaime  de  Aragón,  rey  de  Sicilia  á  pesar  de 
los  franceses  y  de  los  romanos,  no  adquirió  tanta  gloria 
para  rey  como  vos  para  dama,  ni  ningún  otro  rey  tam- 
poco. Arnaldo  de  la  Saga  y  Pons  de  Aragón  no  han 
alcanzado  como  caballeros  más  nombradla  de  la  que 
vos  alcanzasteis  como  dama. )) 

El  pensamiento  final  de  esta  composición  es  el  único 
rasgo  de  verdadera  poesía  que  hay  en  ella : 

(( ¡  Por  Dios  que  tengáis  compasión  de  mí !  ¡  Gracia, 
por  Dios,  señora!  ¡Gracia,  por  Dios!» 


Es  la  segunda  obra  otra  composición  también  en 
forma  de  epístola,  que  vale  menos  todavía  que  la  ante- 
rior. Tiene  la  misma  forma  y  metro,  y  hace  en  ella  un 
minucioso  retrato  de  la  dama  á  quien  va  dirigida. 

El  poeta  debió  quedar  muy  satisfecho  de  su  obra, 
pues  la  termina  con  el  dia  y  el  año  en  que  la  escribió: 
(íEsta  carta,  dice,  fué  enviada  el  dia  de  San  Bartolomé 
del  año  de  la  encarnación  de  Dios,  1278.» 

Estas  letras  foro  lo  dia 
donadas  de  Sant  Bertolmicu 
1'  an  de  r  encarnation  Dicu 
M.CC.LXXVIII. 


AMANEO  DES-ESCAS. 


3. 


La  tercera  obra  de  Amaneo  Des-Escás  consiste  en 
unas  instrucciones  á  un  doncel,  y  lleva  por  título: 
Assó  es  r  estenhamen  del  escudier  que  fe  aquel  matéis  Dieu 
d'  amors ,  es  decir:  «Esta  es  la  instrucción  que  dio  al 
escudero  aquel  mismo  Dios  de  amores. » 

Milá  cree,  y  yo  respeto  su  opinión  aun  cuando  de 
ella  no  participe,  que  este  singular  T>ios  de  amores  es  un 
título  dado  al  poeta  Des- Escás  en  testimonio  del  siíi- 
gular  aprecio  en  que  se  le  tuvo.  Millot  pasa  el  título 
por  alto. 

Merece  insertarse  íntegra  esta  composición,  no  tanto 
por  lo  que  vale,  como  por  lo  que  enseña.  Es  más  obra 
de  un  narrador  que  de  un  poeta,  y  entra  en  detalles 
muy  minuciosos,  que  hacen  la  lectura  cansada,  pero  es 
de  interés  verdadero  para  estudio  de  épocas  y  cos- 
tumbres. 

Hé  aquí  primero  esta  poesía  en  su  original: 

El  temps  de  Nadalor 
can  vent  ab  plueja  cor 
e  par  la  ncu  el  glatz 
e  '1  freiz  iverns  gilatz, 
mi  remembra  que  fo, 
qu'  estava  en  ma  maysó 
gent  ab  mos  escudiers, 
e  parlem  de  alegriers 
c  d'  armas  e  d'  amor, 
e  car  chaciis  de  lor 
?ntendro  en  amar. 


LOS  TROVADORES. 

comenscm  á  parlar 

lo  jorn  de  mans  afars. 

El  foc  ío  netz  e  clars 

e  '1  ostal  gen  palhatz. 

E  per  a  ver  solatz, 

aguem  vis  clars  e  '•os. 

E  membra  'm  que  fom  nos 

jent  levat  de  manjar. 

Ecom  hom  vol  parlar 

d'  amor,  cant  n'  es  cochatz , 

US  fis  enamoratz 

donzels  vene  s'  en  pres  mi. 

Sénher,  fetz  sel,  hom  di, 

que  vos  sabetz  d'  amor 

mays  de  nulh  amador, 

s*  es  letratz,  c'  ano  fos  natz. 

Vos  que  non  es  letratz 

sabetz  d'  amor,  can  nais 

e  don  ve  e  com  pais 

aisels  que  '1  son  sosmés. 

E  car  tot  cant  que  n'  es 

sabetz  d'  aquel  afar, 

volem  vieur'  e  renhar 

peí  vostr'  enzenhamen. 

Per  que  'us  prec  c'  al  pus  gen 

que  poiretz  ensenhatz 

mi  e  'Is  autres,  si  'us  platz, 

qu'  em  al  vostre  servir, 

com  nos  puescam  chabir 

entre  'Is  ávols  e  'Is  bos. 

Que  neis  vostres  garsós 

veg  totz  enamoratz. 

E  totz  hom  a  cuy  platz 

tal  vida,  deu  aver 

captcnens'  e  saber 


AMANEO  DES-ESCÁS.  13 

com  sia  be  volgutz, 
amatz  e  conogutz 
per  paubres  ni  per  ricx. 
E  yeu  dissi  '1:  amicx, 
sapchatz  que  yeu  volria, 
aver,  s'  a  Dieu  plazia , 
le  sen  que  vos  dizetz. 
Mar  la  fe  que  'm  devetz 
no  'us  enuey,  sie-us  o  dic, 
jamai  nulh  vostr'  amic 
no  sobrelauzetz  tan, 
que  laus  li  torn'  a  dan 
ni  'n  sembletz  messongiers. 
C  ap  que  fos  vertadiers 
le  laus  es  perilhós ; 
car  per  un  o  per  dos 
que  dirán  que  vers  es, 
serán  cinquant'  e  tres 
que-us  dirán  que  mentetz. 
E  d'  aquó  no  ve  pretz 
al  lauzat  ni  a  vos. 
Mar  s'  es  voluntairós 
de  vostr'  amic  lauzar 
o  d'  autres  faitz  parlar, 
de  ver  o  de  mentir, 
ab  semblan  de  ver  dir 
comensatz  e  finetz, 
amic:  car  be  sabetz 
c'  om  deu  gen  colorar 
sos  faitz  et  al  parlar 
deu  gen  metre  color; 
si  com  li  penhidor 
coloro  so  que  fan, 
deu  hom  colorar  tan 
paraulas  ab  parlar. 


14  LOS  TROVADORES. 

c'  om  nol  puesca  reptar 
per  razó  ni  mal  dir. 
So  que  'us  vey  fag  auzir 
e  dig  e  chastiat 
es,  car  m'  avetz  lauzat 
aitan  c'  om  no-us  en  ere, 
qu'  ieu  aja  tant  en  me 
de  be  com  vos  dizetz. 
Enperó  si  voletz 
que  'us  do  cosselh  verai, 
voluntiers  lo  'us  daray 
a  segon  mon  saber, 
leu  no  puesc  ges  aver, 
bels  amicx,  tan  de  sen 
ni  tan  d'  entendemen 
co  'm  obs  agrá,  so  say. 
Mar  de  mantas  gens  ay 
vist  lor  chaptenemens. 
Homes  flacx  bels  e  gens 
ai  vist  e  ricx  malvatz, 
e  de  paubres  cochatz 
larcx  e  francx  e  joyos. 
Et  ai  vist  entre  nos 
e  ere  vos  o  vejatz 
c'  om  savis  e  membratz 
aprendia  d'  autruy 
sen,  de  pus  fol  de  luy. 
E  si  vos  aprendetz 
de  mi,  may  en  podetz 
valer,  segon  que  'm  par. 
Premier  vos  vuelh  prejar, 
c'  aisó  c'  auziretz  dir 
sapchatz  gen  reteñir 
si  que  no  'us  oblit  ges. 
C  US  nessis  mal  aprés 


AMANEO  DES-ESCAS.  15 

an  aital  estamen , 

que  'us  escotaran  gen 

paraulas  e  razós 

e  novas  e  sermós 

c  so  c'  auzit  an  dir; 

e  can  ve  al  partir, 

c'  om  aura  gen  fenit, 

de  re  c'  ajo  auzit 

a  lor  no  membra  res. 

E  vos  no  vulhatz  jes 

semblar  aital  mainada. 

Ni  no  ajatz  ergada 

ab  nulh  home  faichuc, 

nessis  ni  mal  astruc 

ni  fol,  car  quie-us  veiria 

ab  lor,  se  cujaria 

fossetz  d'  aital  manieira. 

Ni  no  ajatz  leugeyra 

lengua  per  escarnir. 

Ni  no  vulhatz  mal  dir, 

car  mestiers  deschauzitz 

es,  e  'n  rema  aunitz 

totz  homs  qu'  en  uza  gaire. 

Ni  no  siatz  bauzaire, 

messongier  ni  traíre, 

que  sapchatz  Dieus  aire 

tot  home  traidor. 

Mas  si  voletz  honor 

e  vieur'  él  segl'  onratz 

e  voletz  estr'  amatz 

per  donas  e  grazitz, 

larcx  e  francx  et  arditz 

siatz  e  gen  parlans, 

azaut  e  gen  portans, 

e  vostri  vestimens 


I6  LOS  TROVADORES. 

sían  azaut  e  gen 
faitz  al  vostre  garan. 
E  si  de  drep  prezan 
no  podetz  rauba  far, 
pus  gen  la  faitz  talhar 
del  ávol  que  del  bo, 
per  so  que  jen  s'  esto, 
c  'n  sembletz  de  bel  talh. 
~     Si  bona  rauba  'us  falh, 
qu'  en  siatz  sofrachós, 
caussas  e  sabatós, 
sench'  e  boss'  e  cotel 
ajatz  azaut  e  bel; 
pueis  seretz  gen  vestitz, 
si  '1  cap  es  gen  garnitz 
d'  aquó  qui  si  cové, 
amicx,  e  gardatz  be 
que  rauba  descozuda 
no  portetz,  que  rompuda 
está  pus  bel  assatz. 
C  om  par  mal  essenhatz, 
cant  porta  descozutz 
sos  draps,  e  'Is  romputz 
no  falh  mas  no  poders. 
Jes  non  es  gran  sabers 
qui  '1  bel  fai  gen  estar. 
Mar  qui  's  sap  gen  portar 
de  so  que  bel  non  es, 
par  azautz  e  cortés. 
C  aital  mestier  se  fai 
a  tot  home  que  vay 
seguen  cortz  e  domney 
que  per  la  fe  que  'us  dey, 
fort  cové  homs  sabens 
qui  vol  ésser  jauzens 


AMANEO  DES-ESCÁS;  17 

de  donas  e  d'  amors ; 
e  de  mantas  colors 
tanh  sos  sabers  sia  fis. 
Per  que  sers  e  matís, 
semanas,  mes  et  ans, 
vuelh  siatz  fis  amans 
a  vostra  don'  aisí 
que  'us  truep  tot  jorn  aclí 
a  far  sas  voluntatz. 
E  si  nulhs  sieu3  privatz 
podetz  en  loe  vezer, 
faitz  li  tan  de  plazer, 
que  de  vos  port  lauzor. 
Lauzor  engenr'  amor 
may  c'  una  sola  res, 
e  sabetz  que  vers  es 
c'  om  ama  de  cor  fi 
femna  que  anc  no  vi 
sol  per  auzir  lauzar. 
Femna,  segon  que  'm  par, 
ama  deis  eys  semblan  ; 
per  que  'us  devetz  aitan 
csforsar  d'  ésser  pros,» 
larcx  e  francx  e  joiós 
adreg  e  conoissens, 
tro  qu'  en  parlo  las  jens 
auzen  lieys  cui  amatz. 
Elai  on  la  veiratz, 
no  siatz  esperdutz 
de  dir,  com  es  vencutz 
per  s'  amor  e  conques.., 
Qne  vos  cubertamen 
sirven  e  ses  vantar 
le  sapchatz  enansar 
tan  gen  et  far  auzir 

TOMO  II.  , 


jg  LOS  TROVADORES. 

sa  valor,  que  grazir 
la  fassatz  ais  pus  pros, 
es'  ela  'us  fa  gilós 
e'  US  en  dona  razó 
e'  US  ditz  c'  anc  re  no  fo 
de  so  que  del  huelhs  vis  , 
diguatz;  «don',  ieu  sui  fis 
que  vos  dizetz  vertat, 
mar  ieu  o  ai  somiat 
enaisí,  so  'm  albir». 
Autrejatz  lo  mentir 
enaisí  com  al  ver  ; 
c'  aisí  poiretz  aver 
s'  amor,  ab  que  vulhatz 
ésser  de  cortz  privatz 
e  de  guerra  totz  jorns, 
C  aital  es  lo  sojorns, 
que  vol  amor  e  pretz. 
E  si  d'  aissó  'us  giquetz 
e'  US  en  faitz  nonchalens, 
jes  no  es  fort  sabens 
d'  amor,  c'  om  deu  uzar 
e  cortz  per  se  melhurar , 
qu'  escola  es  deis  bos. 
En  cort  pot  hom  los  pros 
triar  entre  'Is  malvatz, 
e  mans  nessis  e  fatz 
i  veso  de  bel  sen 
e'n  sábon  far  pus  gen 
lor  faitz  en  totas  res ; 
e  n'  es  hom  pus  cortés 
e  gen  apairiatz, 
e  n'  es  hom  pus  prezatz 
e  n'  es  pus  conogutz 
e  pus  apercebutz ; 


AMANEO  DES-ESCÁS. 

per  que  'us  cosselh  e  'us  man, 

que  cortz  siguetz  aitan, 

tro  sapchatz  so  qu'  ie  'us  dic. 

Pero  no  'us  sai  tan  ric, 

don  m'  es  greu,  que  seguir 

puscatz  cort  ses  servir 

senhor  que  y  vuelh'  anar. 

E  vos  devetz  uzar 

e  servir  tal  senhor 

que  vuelha  fort  honor 

et  auzid'  e  bobans 

e  que  sos  pretz  enans 

e  seis  que  il  servirán , 

e  que  '1  serviretz  tan 

com  sos  pretz  durará , 

e  leu  e  gent  e  pía 

nueg  e  jorn  ses  esdenh. 

May  vos  quier  e  'us  essenh 

que  no  siatz  ricos 

d'  estar  a  ginolhós 

mentre  qu'  es  escudiers, 

may  servetz  vcluntiers, 

que  may  vo'  'n  prezaran 

tug  aissel  que  'us  veiran 

e  sela  cui  amatz. 

Vostre  senhor  sapchatz 

enansar  enaisí, 

que  trastot  son  pretz  fi 

faitz  auzir  sai  e  lai. 

E  siey  mestier  savai 

sían  jen  rescondut 

e  li  melhor  sauput 

a  tot  vostre  poder. 

E  gardatz  be  c'  al  ser 

li  siatz  al  colear 


«9 


LOS  TROVADORES. 

el  matí  al  levar 
si  escudier  y'cové. 
Mas  per  vetz  s'  endevé 
que  no  vol  escudier 
sénher,  cant  ab  molher 
se  colgu'... 

E  lai  tro  que  'us  o  digua 
nos  tanh  c'  anetz  a  luy 
ni  en  loe  on  enuy 
fassatz  ni  desplazer, 
C  om  deu  segr'  el  plazer 
de  son  capdel  e  far. 
Mar  bel  deu  hom  mostrar 
lo  falhimen,  s'  y  es, 
per  so  c'  om  no  pot  jes 
aver  tal  sobresen 
que  tot  son  falhimen 
conogua,  so  'm  albir, 
per  que  '1  devetz  be  dir 
le  falhimen,  si  '1  fai. 
E  so  que  jen  1'  estai 
devetz  dir  atressí, 
per  que  mielh  se  desví 
del  mal  e  siega  '1  be. 
E  no  li'  n  diguatz  re, 
si  no  seladamen 
en  cosselh  belamen 
e  creza  'us  en,  si  '1  platz. 
E  si  n'  es  tan  privatz, 
que  'us  creza  voluntiers, 
no  síatz  lauzengiers 
ni  marritz  ni  ginós, 
si  'Is  autres  companhós 
son  pus  privatz  de  luy, 
ni  ab  que  be'  us  enuy 


AMANEO  DES-ESCAS. 

re  non  fassatz  parven. 
Car  senher  a  sa  jen 
deu  son  poder  partir. 
Los  US  deu  obezir 
E  'Is  autres  melhurar. 
Ais  que  no  pot  donar 
deu  far  de  si  privatz 
ab  joi  et  ab  solatz, 
e  'Is  abrás  e  'Is  percol 
per  que  mens  n'  ayo  dol, 
e  colguar  josta  si 
mielhs  que  vos  ni  que  mi 
a  cui  dona  ricx  dos, 
car  dreg  es  e  razós  ; 
e  no  'us  deu  enuiar, 
si  '1  senhero  fai  amar 
a  sa  gen  e  grazir, 
ans  r  en  devetz  servir 
de  melhor  cor  adés. 
E  si  a  luenh  o  pres 
guerra,  si  Dieu  vos  sal, 
amicx,  ajatz  caval 
leu  e  fort  e  corren, 
entro  set  ans,  saben 
e  drechurier  al  fre, 
e  que  no-us  fassa  re 
pónher,  cant  er  sazós. 
E  caussatz  esperós 
be  ferms  e  be  caussans, 
cambieiras  ben  estans, 
co  'Is  frachís  e  cuychals, 
el  braguier  sia  tais 
que  no  y  calh'  esmendar, 
e  gambaysson  d'  armar 
mol  e  fort  et  espcs, 


LOS  TROVADORES. 

c  trastot  vostr'  arnés, 

gorgieir'  e  car'  e  ponhs 

e  ausberc  e  perponhs 

que  'us  sia  totz  de  talh. 

E  guardatz  qu'  el  capmalh 

faitz  lassar  per  mesura, 

ct  que  vostra  sentura 

sia  fortz  per  armar 

ab  cotel  de  tranchar 

e  de  armas  tot  cssems. 

E  jes  en  aquel  temps 

r  espaza  no  'us  oblit 

e  faitz  tener  forbit 

vostre  capel  de  fer. 

E  mandatz  '1  escudier , 

qu'  el  gar  de  rovilhar 

r  ausberc  e  '1  capel  ciar 

e  '1  fer  de  vostra  lansa 

et  ajatz  remembransa 

de  gardar  vostr'  arney, 

si  trossa  ni  correy 

y  falh  ni  ardalhós, 

mente  qu'  es  lezerós 

al  ostal  josta  '1  foc. 

C  om  se  cuj'  aver  loe 

mantas  vetz  de  panzar, 

qu'  el  cové  a  levar 

del  lieg  cnans  de  jorn  ; 

c'  aisi  cové  sojorn 

qui  sierf  senhor  guerrier. 

Per  qu'  eu  vos  prec  e  'us  quier, 

que  si  avetz  coman 

d'  armas  vos  cochatz  tan 

que  nulhs  enans  de  vos 

no  si  entre  'Is  arsós. 


AMANEO  DES-ESCAS. 

E  si  venetz  en  loe 

d'  armas,  fait  aital  joc, 

qucls  defor  e  dedins 

diguo,  que  no  'us  es  fins 

d'  armas,  enans  avetz 

de  sobre  totz  lo  pretz 

el  laus  sobre  'Is  melhors. 

E  cant  vostra  valors 

er  enaisí  certana, 

senhor,  on  fin  pretz  grana, 

vos  donarai  cortés, 

un  comte  gen  aprés 

de  cuy  m'  azaut  e  'm  pac, 

en  B.  d'  Astarac, 

car  a  totz  los  mestiers 

que  lunh  pros  cavayers 

aja  mestier  ab  si. 

Qu'  ie'-us  autrei  e  'us  afi 

que  crestiás  non  es, 

coms  ni  ducx  ni  marques, 

ab  dos  tan  de  poder 

que  tan  sapcha  valer; 

per  qu'  ieu  vos  tramet  lay 

e  diguatz  li,  sie  'us  play, 

can  le  tenretz  espás  : 

'n-Amanieu  Des-Escás 

sénher  coms,  vos  saluda 

er  manda-us  que  creguda 

es  vostra  valor  tan 

qu'  el  a  cor  e  talan 

tostems  de  vos  servir. 

Et  a  'm  mandat  venir 

a  vos  com  a  senhor, 

qu'  ieu  per  la  su'  amor 

vos  serva  tostemps  may. 


J4  LOS  TROVADORES. 

Et  yeu  servir  vos  ay 
tan  can  la  vida  'm  dur, 
so  'us  faus,  sert  e  segur, 
Mentre  vos  o  vulatz 
enaisí  vuelh  diguatz 
al  pros  comte  valen, 
qu'  ieu  sai  que  luy  sirven 
conquerretz  pretz  prezan, 
e  lieys  cui  ama  tan, 
escudier  gen  aprés. 


Amen. 


Hé  aquí  ahora  la  traducción,  que  copio  de  la  muy 
detenida  que  hace  D.  Manuel  Milá,  si  bien  me  per- 
mito añadirle  algunos  pasajes  por  él  suprimidos  y  re- 
tocar algo  para,  en  mi  entender,  adecuarlo  mejor  al 
original : 

(( En  el  tiempo  de  Navidad,  cuando  arrecian  el  viento 
y  la  lluvia  y  la  nieve  y  el  hielo,  estaba  yo  en  mi  casa 
gentilmente  con  mis  escuderos  y  hablábamos  de  ale- 
grías, de  armas  y  de  amor,  ante  la  llama  del  hogar, 
en  una  cámara  bien  abrigada,  y  bebiendo  vino  claro 
y  rojo. 

))  Cuando  nos  levantamos  de  la  mesa  se  me  acercó  un 
fino  enamorado  doncel.  —  Señor,  dijo,  es  fama  que  vos 
entendéis  en  amor,  más  que  otro  amador  alguno,  aun- 
que sea  letrado,  pues  sabéis  cómo  nace,  de  dónde  viene 
y  cómo  alimenta  á  sus  subditos.  Por  esto  os  ruego  que 
lo  mejor  que  podáis,  me  enseñéis  á  mí  y  á  los  demás 
servidores  vuestros  cómo  debemos  portarnos  para  ser 
bien  vistos  en  el  mundo. 


AMANEO  DES-ESCÁS.  15 

)>  Yo  le  dije :  amigo,  ojalá  que  tuviese  yo  el  entendi- 
miento que  decís,  pero  sin  tratar  de  ofenderos  os  daré 
un  consejo,  y  es  que  jamás  alabéis  con  tanto  exceso  á 
vuestro  amigo,  que  la  alabanza  se  le  convierta  en  daño 
y  vos  parezcáis  mentiroso.  Hablad  de  manera  que  pa- 
rezca verdad  lo  que  decís,  pues  así  como  los  pintores 
coloran  sus  obras,  el  que  habla  debe  colorar  sus  pala- 
bras de  suerte  que  no  se  le  pueda  reprender.  Sea  dicho 
para  que  entendáis  que  me  alabasteis  en  demasía.  Yo 
he  visto  el  comportamiento  de  muchas  gentes :  hom- 
bres de  poco  poder,  bellos  y  gentiles;  malvados  otros 
que  eran  ricos,  y  pobres  cuitados,  generosos,  francos  y 
alegres.  He  visto  también  entre  nosotros  que  un  hom- 
bre sabio  y  de  buena  memoria  aprendia  de  otro  menos 
sensato  que  él.  Así  os  ruego  primeramente  que  no  imi- 
téis á  los  necios,  que  escuchan  muy  bien  lo  que  se  les 
cuenta  y  luego  de  nada  se  acuerdan. 

);No  os  acompañéis  con  hombre  pesado,  necio,  ni 
de  mala  estrella,  ni  loco,  pues  quien  os  viese  con  él  pen- 
saría que  sois  de  igual  condición.  No  tengáis  lengua 
ligera  para  escarnecer^  ni  maldigáis^  porque  es  oficio 
villano  y  deshonroso  para  el  que  lo  usa.  No  seáis  enga- 
ñoso, embustero  ni  traidor,  pues  sabed  que  Dios  abor- 
rece á  los  hombres  traidores.  Pero  si  queréis  veros  hon- 
rado y  querido,  sed  generoso,  franco,  atrevido,  bien 
hablado,  agraciado  y  de  buen  porte  y  vuestros  vestidos 
sean  buenos  y  hechos  para  vuestra  medida.  Y  si  no  os 
los  podéis  hacer  de  tela  de  valor ,  cuidad  de  que  os  lo 
corten  con  más  perfección,  y  á  lo  menos  procurad  te- 
ner buenas  calzas,  buenos  zapatos,  buena  cintura,  bolsa 


26  LOS  TROVADORES. 

y  cuchillo,  y  con  esto  y  con  traer  la  cabeza  arreglada, 
estaréis  bien  vestido ;  y  sobre  todo  no  traigáis  ropa  des- 
cosida, pues  es  preferible  traerla  rota:  lo  primero  in- 
dica tener  mala  crianza  y  lo  segundo  sólo  pobreza. 

)j  Servid  a  vuestra  dama  tarde  y  mañana,  semanas,  me- 
ses y  años,  y  que  os  halle  siempre  dispuesto  á  hacer  su 
voluntad.  Servid  también  á  sus  favorecidos,  de  suerte 
que  luego  os  alaben^  pues  la  alabanza  engendra  amor 
más  que  otra  cosa  alguna,  y  á  veces  se  ama  á  una  mu- 
jer que  no  se  ha  visto  sólo  por  oiría  alabar.  Así  debéis 
esforzaros  en  adquirir  todos  los  méritos  para  que  seáis 
alabado.  Cuando  os  halléis  á  solas  con  ella,  no  temáis 
en  declararos ;  y  si  os  concede  lo  que  le  pidáis,  procu- 
rad que  nadie  lo  sepa,  ni  vuestro  amigo  más  íntimo. 
Al  contrario,  lamentaos  en  público  de  no  obtener  nada, 
porque  desde  el  instante  en  que  violéis  el  secreto,  os 
exponéis  á  perder  vuestra  dama,  y  también  á  otras,  que 
os  tendrán  por  traidor.  Las  damas  no  pueden  sufrir  ni 
habladores  ni  indiscretos.  Debéis  servirla  ocultamente 
y  sin  envaneceros,  ensalzarla  tan  gentilmente,  y  dar  á 
conocer  su  valor  de  tal  suerte  que  la  tengan  en  mucho 
los  hombres  de  más  mérito.  Y  si  ella  os  da  celos  y  se 
excusa  y  os  dice  que  nada  hubo  de  lo  que  visteis  con 
vuestros  ojos,  decid :  señora,  estoy  seguro  de  que  decís 
verdad,  pero  yo  lo  he  soñado,  á  lo  que  creo.  Conce- 
dedle  lo  que  no  es  verdad  como  lo  que  lo  es,  y  además 
sed  hombre  de  corte  y  de  guerra.  Sin  esto  no  podréis 
ser  sabedor  en  amores,  pues  el  hombre  debe  frecuentar 
las  cortes  para  mejorarse,  que  tal  es  la  escuela  de  los 
buenos.  Pero  bien  veo,  y  lo  siento,  que  no  sois  tan  rico 


AMANEO  DES-ESCAS.  27 

que  podáis  seguir  la  corte  sin  servir  á  un  señor  que 
quiera  visitarla. 

))  Por  esto  debéis  frecuentar  y  servir  á  tal  señor  que 
sea  muy  dado  al  honor,  á  la  fama  y  á  la  ostentación  y 
que  realce  sus  méritos  y  los  de  los  que  le  sirven,  y  le 
serviréis  mientras  dure  su  mérito  con  solicitud  y  con 
agrado,  noche  y  dia  y  sin  despego.  No  os  dé  vergüenza 
estar  de  rodillas  mientras  seáis  escudero...  Sabed  ensal- 
zar también  á  vuestro  señor,  de  suerte  que  por  todas 
partes  hagáis  saber  sus  buenos  méritos  callando  sus  ma- 
las cualidades.  Y  tened  cuenta  en  acompañarle  por  la 
noche  al  entrar  en  cama  y  por  la  mañana  al  levantarse, 
si  es  necesario  escudero...  En  todo  se  debe  buscar  lo 
que  place  á  su  señor,  si  bien  cuando  comete  alguna 
falta,  se  le  debe  advertir  secretamente  y  con  buenas  pa- 
labras. Y  si  alcanzáis  tanta  privanza  que  os  crea  de 
buen  grado,  no  seáis  adulador,  ni  tampoco  estéis  triste 
ni  celoso  si  otros  compañeros  son  más  privados  suyos, 
porque  el  señor  debe  repartir  su  poder  entre  su  gente, 
obedeciendo  á  unos,  mejorando  á  otros  y  alegrando  y 
obsequiando  á  aquellos  á  quienes  nada  puede  dar. 

)>  Y  si  acaso  cerca  ó  lejos  hay  guerra,  tened  un  ca- 
ballo ligero,  fuerte  y  corredor,  de  unos  siete  años,  en- 
señado y  obediente  al  freno  y  que  no  os  duela  aguijo- 
nearlo cuando  sea  ocasión.  Y  calzad  espuelas  bien  fir- 
mes y  apretadas,  canilleras  bien  puestas  con  las  junturas 
y  los  quijotes,  y  el  braguero  sea  tal  que  no  necesite 
enmienda,  y  la  cota  de  armar  flexible,  fuerte  y  densa, 
y  todo  vuestro  arnés,  gorgera  y  cara  y  puño  y  loriga 
y  pespunte  todo  os  venga  ajustado;  y  que  vuestra  cin- 


28  LOS  TROVADORES. 

tura  sea  fuerte  para  armarla  con  cuchillo  a  la  vez  de 
cortar  y  de  armar,  y  que  en  manera  alguna  se  os  olvide 
en  aquel  tiempo  la  espada,  y  haced  que  os  tengan  bru- 
ñido vuestro  sombrero  de  hierro,  y  mandad  al  escu- 
dero que  cuide  de  que  no  se  tomen  de  orin  la  loriga  y 
casco  brillante  y  el  hierro  de  vuestra  lanza.  Y  acordaos 
de  mirar  si  falta  atado,  correa  ó  hebilla  en  vuestro  ar- 
nés, mientras  que  hay  sazón  en  vuestra  vivienda  junto 
al  hogar,  pues  muchas  veces  creemos  poder  descansar, 
y  es  necesario  levantarnos  de  la  cama  antes  del  dia :  tal 
descanso  conviene  a  quien  sirve  un  señor  guerrero.  Y 
os  ruego  que  si  tenéis  algún  mando  os  apresuréis  tanto 
en  armaros,  que  ninguno  antes  de  vos  se  halle  entre 
los  arzones.  Y  cuando  lleguéis  á  la  pelea,  sea  tal  vues- 
tro juego  que  fuera  y  dentro  se  diga  que  no  escasean 
vuestras  dotes  guerreras ,  antes  bien  que  vuestro  mé- 
rito aventaja  al  de  los  mejores. 

))Y  cuando  vuestro  valor  será  así  reconocido,  os 
daré  por  señor  á  un  conde  bien  enseñado  de  quien  es- 
toy agradado  y  satisfecho,  B.  de  Astaroc,  que  tiene 
todas  las  cualidades  de  un  buen  caballero. 

))  Por  esto  os  envío  á  él ,  y  podéis  decirle,  cuando  ten- 
gáis ocasión  de  hablarle  :  —  El  señor  Amaneo  Des-Escás 
os  saluda  y  os  hace  saber  que  tanto  ha  crecido  vuestro 
valor,  que  tiene  deseos  de  serviros  siempre,  y  me  ha 
mandado  venir  á  vos  como  á  mi  señor,  para  que  por 
su  amor  siempre  os  sirva. 

))Esto  es  lo  que  debéis  decir  al  conde,  gentil  doncel, 
y  yo  sé  que  en  su  servicio  adquiriréis  mucha  honra^  me- 
reciendo así  las  buenasrgracias  de  la  que  amáis.  Amén.» 


AMANEO  DES-ESCAS,  .  29 


La  cuarta  poesía  es  una  instrucción  a  una  doncella 
y  en  el  manuscrito  lleva  por  título :  Aissó  es  /'  essenha- 
men  de  la  donzela,  d'  En  Amanieu  Des-Escás. 

Es  de  igual  metro  y  forma  a  la  anterior ,  y  entra 
también  en  detalles  y  minuciosidades  que  llegan  á  ha- 
cer pesadísima  su  lectura,  pero  me  parece  observar  que 
el  lenguaje  está  más  cuidado,  la  dicción  es  más  elegante, 
la  rima  más  fácil,  toda  ella  más  espontánea,  siendo  en 
su  conjunto,  sobre  todo  por  lo  que  toca  á  estudios  de 
costumbres  y  á  detalles  importantes  para  la  historia,  de 
mérito  superior  á  la  que  se  acaba  de  leer. 

Consiste  esta  poesía  en  dar  lecciones  á  una  doncella 
ó  damisela  de  cualidad,  para  bien  conducirse  en  servi- 
cio de  una  gran  dama,  debiéndose  notar  la  singulari- 
dad de  que  varias  veces  el  autor,  al  dirigirse  á  su  edu- 
canda  la  llama  Na  Marquesa,  que  Millot  y  Milá  tra- 
ducen por  señora  marquesa ,  cuando  bien  pudiera  ser  un 
nombre  y  en  este  caso  debiera  traducirse  por  Doña 
Marquesa,  siendo  el  Na  equivalente  del  Doña,  como  el 
En  lo  es,  en  los  hombres,  del  Don. 

Conservo,  sin  embargo,  la  interpretación  de  aquellos 
estudiosos  literatos,  por  su  mucha  autoridad,  y  traslado 
la  traducción  hecha  por  el  último,  aunque  permitién- 
dome añadir,  como  en  la  anterior,  los  pasajes  que,  por 
causas  de  seguro  respetables,  creyó  deber  suprimir. 

c(  En  el  mes  de  Mayo,  en  que  se  alegran  los  pajaritos 
y  cantan  por  los  bosques,  estaba  pensando  en  mi  amada 


30  LOS  TROVADORES. 

cuando  encontré  una  doncella  que  me  llevó  á  sentarme 
junto  á  ella  en  un  banco  y  me  dijo:  —  Señor  Amaneo 
Des-Escás,  no  seáis  avaro  en  contestarme  á  lo  que  os 
voy  á  preguntar.  Dadme  vuestros  consejos  para  llevar 
una  vida  buena,  cortés,  bien  recibida  y  libre  de  mala 
fama. 

— ))  Amiga,  le  contesté,  lo  haré  de  buen  grado  aunque 
tenéis  diez  veces  más  entendimiento  que  yo,  como  que 
el  más  sensato  es  el  que  más  pregunta.  Os  aconsejo  en 
primer  lugar  que  seáis  madrugadora  y  que  os  levantéis 
y  vistáis  antes  que  os  llame  vuestra  señora.  Primero  la- 
vaos y  después  abrochad  estrechamente  vuestros  bra- 
zos. Cuidad  de  las  uñas,  de  todo  el  cuerpo  y  principal- 
mente de  la  cabeza  que  es  lo  que  más  se  ve,  y  deberíais 
blanquearos  todas  las  mañanas  los  dientes.  Deberíais 
también  tener  un  claro  espejo.  Preparad  cuanto  necesite 
vuestra  señora  al  levantarse_,  pero  no  entréis  antes  que 
haya  salido  su  esposo.  Además  de  la  ropa,  le  debéis 
traer  aguja,  seda,  hilo,  un  peine  y  todo  lo  demás  de 
que  necesite  para  embellecer  su  cabeza.  Cuando  se  haya 
levantado,  traedle  en  la  mano  el  espejo  para  mirar  si 
hay  algo  que  enmendar  en  algún  cordón,  guarnición  ó 
lazo.  Traedle  también  agua,  toalla,  y  luego  mirad  si 
todo  su  vestido  está  bien  dispuesto,  que  nadie  pueda 
venir  á  enmendarlo. 

))  Entonces  podréis  entrar  y  salir  por  la  sala,  y  á  todos 
los  que  os  vayan  á  recibir  y  os  saluden,  contestad  buena 
y  amorosamente  sin  que  os  deis  demasiada  prisa  en  ha- 
blar. Cuando  estaréis  en  el  monasterio  á  oir  misa,  tened 
cuidado  en  guardaros  de  mirar  locamente,  no  separando 


AMANEO  DES-ESCAS.  31 

los  ojos  de  la  tierra  ó  del  altar  y  allí  no  trabareis  plá- 
tica ni  consulta.  Mas  luego  que  hayáis  salido,  si  quiere 
solazarse  alguna  de  vuestras  compañeras,  apruebo  que 
consintáis  en  ello,  así  como  también  con  los  que  lo  de- 
searán, pero  cuidando  de  que  las  chanzas  no  sean  exce- 
sivas, de  suerte  que  se  conviertan  en  enojo,  en  daño  ó 
en  ruido,  pues  no  le  está  bien  á  una  doncella  ser  vocin- 
glera. No  llevéis  descosido  el  jubón  ni  la  gonela,  ni  otro 
vestido  alguno.  Y  si  queréis  disponer  la  diversión  de 
los  juegos  partidos,  no  los  hagáis  ofensivos,  sino  agra- 
dables y  corteses.  En  la  mesa  aguad  el  vino,  no  inci- 
téis á  comer  á  vuestros  compañeros,  pues  no  parece 
oportuno  convidar  á  un  hombre  sano,  y  debe  dejarse 
á  cada  cual  en  libertad  de  comer  lo  que  quiera, 

))Si  os  faltan  servidores,  cortad  primero  que  otra 
compañera  alguna,  pero  si  hay  compañero,  será  muy 
mal  criado  si  no  os  sirve  á  vos  y  á  sí  mismo.  Después 
de  comer  lavaos  las  manos,  y  luego  cuando  os  sentéis 
poneos  más  abajo  que  vuestra  señora,  de  suerte  que 
por  voluntad  propia  no  os  halléis  á  un  mismo  nivel;  y 
si  ella  os  lo  impide,  haced,  si  podéis,  con  maña,  que 
medien  dos  personas  entre  ella  y  vos. 

))Si  algún  hombre  os  dirige  la  palabra,  no  os  hagáis 
la  mogigata;  defendeos  con  bellos  dichos  placenteros, 
y  si  su  plática  os  cansa,  preguntadle  nuevas :  ce  ¿  Qué 
mujeres  son  más  bellas,  las  gasconas  ó  las  inglesas,  y 
cuáles  son  más  corteses,  más  leales  y  mejores? »  Y  si  os 
dice  las  gasconas,  responded  sin  temor:  «Señor,  salvo 
vuestro  honor,  las  mujeres  de  Inglaterra  son  las  más 
gentiles  de  todo  el  mundo.»  Y  si  os  dice  las  inglesas. 


{ 


LOS  TROVADORES. 


responded:  «Más  gentil  es  la  gascona»  y  le  pondréis 
así  en  rueda,  y  llamad  entonces  á  otras  compañeras  que 
den  juicio  favorable  ó  adverso  acerca  de  vuestro  des- 
acuerdo. Y  ninguno  que  os  hable,  halle  en  vos  malas 
palabras,  aun  cuando  fuese  enemigo  de  todos  vuestros 
amigos,  pues  así  como  se  aprecia  el  hombre  que  sabe 
defenderse  vigorosamente  de  sus  malos  enemigos,  se  os 
apreciará  más  si  vuestro  trato  es  cortés,  humilde  y  apa- 
cible a  todos  los  buenos.  Y  podréis  hallar  otros  modos 
de  defensa,  y  más  de  quinientos,  sin  decir  ofensa  y  sin 
cometer  falta. » 

Sigue  á  continuación  de  esto  una  larga  instrucción  re- 
lativa á  galantería  y  amores,  que  Milá  ha  suprimido, 
pero  que  yo  añado  y  traduzco  para  completar  la  poesía, 
y  también  porque  me  parece  interesante  bajo  muchos 
conceptos. 

No  es  ciertamente  una  moral  muy  severa  la  de  Ama- 
neo Des-Escás  en  este  delicado  punto,  pero  es  la  moral 
de  aquel  tiempo,  y,  sobre  todo,  sus  consejos  son  sanos 
y  honrados,  encerrando  cuanto  de  importante  las  cos- 
tumbres caballerescas  permitían  enseñar  á  las  doncellas. 

Continúa,  pues,  así  la  composición: 

« Si  os  place  algún  dia  tener  un  amante,  no  os  fijéis 
en  la  hermosura  ni  tampoco  en  la  riqueza,  porque 
cuanto  más  bello  es  un  hombre,  menos  vale  si  está  des- 
poseído de  mérito;  y  el  hombre  que  conoce  el  arte  de 
hacerse  querer  de  todos,  es  muy  superior  al  rico.  Esco- 
ged, pues,  un  amante  cortés  y  de  honrada  cuna.  Cuando 
se  presente  á  rendiros  homenaje,  debe  hablaros  de  esta 
manera: — Señora,  vuestros  son  mi  corazón,  mi  cuerpo^ 


AMANEO  DES-ESCÁS.  33 

mi  ingenio  y  mi  saber:  os  aseguro  que  he  de  serviros 
lealmente  toda  mi  vida  para  guardaros  de  injuria  y  de 
daño  en  todo  cuanto  de  mí  dependa,  y  también  para 
emplear  todo  cuanto  tenga  de  favor  en  ensalzar  vuestro 
mérito. 

5) A  lo  cual  vos  debéis  responder: — Buen  amigo, 
acepto  vuestro  homenaje,  y  á  Dios  no  plaz  :a  ([ue  yo 
tenga  otro  amante.  Si  me  sois  leal,  leal  me  encontrareis 
á  mí.  Siempre  he  de  estar  dispuesta  á  reconirensar 
como  se  merecen  vuestros  servicios,  con  tal  de  que  r:e 
los  prestéis  sin  falsedad  y  que  no  se  os  deslice  la  menor 
palabra  que  pueda  herir  mi  reputación,  pues  de  lo  con- 
trario perderíais  el  fruto  de  vuestras  asiduidades. 

))  Cuando  ya  estéis  así  de  acuerdo  uno  y  otro,  no  ha- 
brá entonces  inconveniente  en  que  recibáis  de  él  joyas 
y  regalos,  como,  á  vuestra  vez,  podéis  también  dárse- 
los. Si  os  hiciera  alguna  demanda  poco  honesta,  guar- 
daos bien  de  consentir,  porque  si  os  ama  nada  puede 
pediros  que  en  vuestro  desmerecimiento  ó  deshonra 
fuere,  ínterin  permanezcáis  soltera.  Cuidad,  sin  em- 
bargo, de  entretenerle  con  esperanzas.  Mientras  os 
fuere  adicto,  conservad  para  él  los  mismos  sentimien- 
tos, sin  aceptar  los  servicios  de  otro,  pues  sólo  debéis 
tener  un  amante. 

))  Muchos  galanes  se  os  presentarán,  empleando  unos 
tiernas  miradas,  otros  suspiros.  Algunos  os  enviarán 
mensajes,  y  éstos  obrarán  mal,  porque  entonces  el  se- 
creto de  su  amor  será  conocido  de  tres  personas  al  me- 
nos, por  lo  cual  pecan  contra  la  estrecha  ley  de  amor. 
Cuantos  más  confidentes  hay,  más  en  peligro  está  el 


34  LOS  TROVADORES. 

amor,  y  todo  leal  amante  debe  ocultar  su  amor  á  su 
propio  padre  y  á  su  propio  hijo.  Otros  querrán  ins- 
truiros por  sí  mismos  de  sus  sentimientos.  Hace  un 
año,  os  dirán,  tengo  abierta  una  mortal  herida,  lo  cual 
no  he  dicho  á  nadie^  ni  á  hombre  ni  á  mujer,  ni  á  deudo 
ni  amigo,  pero  no  puedo  resistir  á  la  violencia  del  mal. 
Y  como  es  natural  que  el  herido  busque  su  curación,  y 
como  ésta  solo  en  vos  puede  hallarse,  fuerza  me  es  ya 
deciros  que  esta  herida  procede  de  un  dardo  que  vues- 
tros ojos  me  lanzaron  pasándome  el  corazón.  En  vues- 
tras manos  está  el  remedio  si  os  dignáis  aceptarme 
por  vuestro  servidor.  Lo  contrario  será  de  seguro  mi 
muerte. 

))A1  que  así  os  hable,  señora  marquesa,  es  preciso 
darle  una  respuesta  cortés  en  estos  términos: — Amigo, 
os  encuentro  de  tan  buena  fe,  tan  amable,  tan  cuerdo, 
tan  discreto,  que  no  puede  haber  dama  ó  doncella  con 
deseos  de  amar  á  un  caballero  ó  á  un  escudero,  que  no 
tenga  á  honra  el  ser  amada  de  vos  y  el  amaros.  A  no 
ser  la  palabra  que  he  dado  á  aquel  de  quien  mi  corazón 
no  se  apartará  jamás,  como  el  suyo  no  se  apartará  del 
mió,  os  aceptaría  sin  vacilar  por  mi  servidor.  Pero  ja- 
más será  digna  de  estima  la  mujer  que  ame  á  dos  á  un 
tiempo  mismo.  Pues  que  vos  queréis  amar,  buscad  de 
un  lado  y  de  otro,  y  encontrareis  dama  que  os  ame  sin 
partir  con  otro  su  cariño. 

)) Hablando  así,  podréis  despedir  á  los  amantes  y 
conservar  vuestra  reputación.  Por  lo  tocante  al  galán 
que  se  explique  por  mensajero,  dad  á  su  confidente  el 
encargo  de  decirle  que  nunca  aceptareis  por  servidor  á 


AMANEO  DES-ESCÁS.  35 

quien  de  tales  medios  se  valga.  Y  en  verdad  os  digo  que 
debéis  huir  como  de  la  peste  de  tales  amantes,  pues  aca- 
baríais mal  con  ellos. » 

Después  de  estas  instrucciones  el  trovador  quiere 
reforzar  sus  consejos  con  ejemplos,  y  cita  una  porción 
de  damas,  que  son  contemporáneas  del  poeta  y  que  sin 
duda  pasaban  como  modelo  de  costumbres  y  honesti- 
dad: c(La  cortés  y  apuesta  condesa  de  Rhodez^  cuando 
era  doncella,  tan  bien  enseñada  por  su  padre  el  bravo 
conde  de  Cominges;  la  dama  Rogesta  de  Aragués, 
fuente  de  toda  honestidad  y  sensatez_,  célebre  por  su 
virtud  y  por  su  ingenio;  Guillermina  de  la  Isla,  en  cuyo 
favor  obra  Dios  tal  portento  que  á  todas  aventaja  en 
buena  enseñanza  y  ninguna  se  afana  mejor  que  ella  en 
hacer  obras  agradables,  de  manera  que  es  amada  de  los 
hombres  y  de  Dios;  su  cuñada  Tibor  (ó  Tiberga), 
cuya  conducta  y  maneras  son  tan  puras  como  puede 
serlo  el  oro  en  el  crisol.  También  puedo  presentaros 
otros  modelos,  Guillermina,  la  hija  de  Gastón,  cuya 
belleza  y  excelentes  dotes  dan  fama  á  su  patria  Gascu- 
ña; Constanza  de  Foix,  la  doncella  mejor  educada  que 
existe  de  éste  y  del  otro  lado  de  Barcelona;  la  damisela 
de  Armañac,  la  más  graciosa  criatura  que  haya  nunca 
existido;  y  por  fin^  la  damisela  Mascaroza  de  Astarac, 
que  nunca  dice  ni  hace  más  que  cosas  agradables. » 

Es  curiosa  é  interesante  esta  lista  de  damas.  La  com- 
posición termina  de  esta  manera:  ccAsí  como  el  rey  de 
Aragón  ha  vencido  en  honor  por  su  esfuerzo  á  los  más 
fuertes,  os  veo  vencer  en  entendimiento  á  las  demás 
jóvenes  por  vuestra  excelente  aplicación,  y  ruego  á  Dios 


36  LOS  TROVADORES. 

que  os  mejore  en  todos  hechos,  señora  marquesa.  En 
cuanto  á  las  aragonesas  y  á  las  catalanas  no  sé  las  que 
valen  más,  pero  quiero  enviar  el  juglar  Falconet  al  rey 
de  Aragón  mi  señor,  caudillo  del  valor,  para  que,  si  le 
place,  con  Artal  de  Aragón  y  con  sus  catalanes  y  con 
el  conde  de  Ampurias,  emperador  de  amor,  diga  á  mi 
procurador  cuáles,  entre  las  damas  de  acá,  como  tam- 
bién entre  las  doncellas,  son  las  mejores,  y  cuando  me 
las  habrán  dicho  y  sabremos  sus  costumbres  y  senti- 
mientos, entonces,  marquesa,  podréis  tomar  ejemplo  de 
aquellas  á  quienes  ellos  hayan  dado  la  preferencia. )) 

El  que  haya  tenido  curiosidad  para  leer  íntegra  esta 
composición,  comprenderá  que  es  la  más  importante 
del  autor,  y  que  merecía  trasladarse  por  entero  _,  pues 
está  su  interés  precisamente  en  los  detalles. 


ARNALDO  DE  CARCASSES. 


Arnaldo,  el  de  Carcasona  ó  de  la  comarca  de  Carca- 
sona.  Es  un  trovador  completamente  desconocido,  de 
quien  no  se  tiene  noticia  alguna,  pero  de  quien  Millot 
traslada  un  cuento  ó  nova,  de  extraña  invención  y  de 
singular  malicia. 

((Me  hallaba  en  un  jardin  cercado  de  tapias,  á  la 
sombra  de  un  pino,  cuando  oí  á  un  papagayo  llegado 
de  lejos,  con  el  encargo  de  saludar  á  una  dama,  á  la 
cual  hablaba  así : 

—  ))Dios  os  conserve,  señora.  Yo  soy  un  mensajero 
que  os  envia  el  más  amable  y  alegre  caballero  del  mun- 
do, Antifanon,  hijo  del  rey.  Por  mi  voz  os  saluda,  y 
os  conjura  á  que  le  deis  algún  consuelo  para  el  mal  de 
amor  que  por  vos  sufre. 

—  ))¿De  dónde  venís,  amigo?  Muy  osado  me  pare- 
céis al  atreveros  á  decirme  que  sea  yo  complaciente  con 
un  hombre ,  sea  el  que  fuere. 


3»  LOS  TROVADORES, 

— ))  Más  asombrado  me  hallo  yo  al  ver  que  no  amáis 
con  toda  el  alma  al  gentil  caballero  de  quien  hablo. 

— ))  Sabed _,  amigo,  que  yo  amo  al  hombre  más  cabal 
que  hay  en  el  mundo. 

—  ))¿Y  quién  es  ese  hombre,  señora? 

—  ))Mi  marido. 

—  ))No  veo  en  esto  motivo  para  que  seáis  de  él  solo. 
Podéis  en  buen  hora  ser  de  él  públicamente,  pero  po- 
déis también  amar  en  secreto  á  aquel  que  me  envia. 

—  »  ¡  Me  gusta!  Lástima,  papagayo,  que  no  seas  un 
caballero,  porque  barias  el  amor  á  las  mil  maravillas. 
Pero,  díme^  ¿por  qué  habia  yo  de  faltar  á  la  fe  que  he 
jurado.'' 

— ))  i  Graciosa  pregunta !  ¿  Por  ventura  el  amor  re- 
para en  juramentos.''  El  amor  no  hace  más  que  su  vo- 
luntad. » 

El  papagayo,  tan  libertino  como  su  amo,  prosigue 
sosteniendo  la  causa  de  Antifanon  contra  las  leyes  del 
matrimonio^  apoyándose  en  ejemplos  históricos.  La 
dama,  cediendo  al  fin,  dice  al  pájaro : 

—  «(Puesto  que  así  lo  queréis,  papagayo,  id  á  decir 
á  vuestro  dueño  que  estoy  dispuesta  á  amarle.  Llevadle 
en  prenda  este  anillo  y  esta  cinta  bordada  en  oro,  que 
le  ruego  acepte  por  amor  mió. 

—  i)  No  podria  llevarle  mejor  regalo.  Voy  volando  á 
presentarlo  á  mi  señor. )) 

*E1  pájaro  va  á  dar  cuenta  del  resultado  de  su  emba- 
jada. Repite  todo  lo  que  le  ha  dicho  la  bella,  y  en  se- 
guida concierta  con  Antifanon  los  medios  de  introdu- 
cirle junto  á  su  dama,  proponiéndole  para  esto  prender 


ARNALDO  DE  CARCASSES.  39 

fuego  al  techo  del  castillo.  Ambos  se  ponen  en  camino, 
y  el  papagayo  toma  la  delantera. 

Encuentra  á  la  dama  en  el  jardin,  la  saluda  y  le  anun- 
cia la  llegada  de  su  dueño.  Ella  contesta  que  el  jardin 
está  amurallado,  y  que  hay  centinelas  que  vigilan  toda 
la  noche. 

—  líNo  importa,  dice  el  papagayo,  ya  sé  yo  lo  que 
debe  hacerse.  Voy  á  encontrar  á  mi  señor,  á  quien  he 
dejado  junto  al  muro,  y  en  seguida  pondré  fuego  al 
techo  y  á  la  torre.  Todo  el  mundo  correrá  para  apa-^ 
garlo,  y  este  es  el  momento  que  aprovechar  debéis  para 
que  entre  Antifanon.  Así  tendréis  ocasión  de  hablar  y 
permitiros  los  placeres  que  más  os  agraden. 

—  j)No  deseo  otra  cosa,  dice  la  dama.  Hacedle  venir 
pronto.)) 

El  papagayo  va  en  busca  de  Antifanon,  que  le  espe- 
raba á  caballo. 

—  c(  No  hay  tiempo  que  perder,  le  dice.  Acercaos  sin 
hacer  ruido,  que  vuestra  dama  os  espera.)) 

Antifanon  hace  dar  al  papagayo  unas  materias  infla- 
mables en  una  red  de  hierro,  que  toma  el  pájaro  con 
una  pata,  subiéndose  de  un  vuelo  al  techo  del  castillo. 
Entonces  el  caballero  se  desembaraza  de  su  armadura, 
dejándola  junto  á  su  caballo  y  se  acerca  á  la  tapia  del 
jardin. 

Ya  en  esto,  el  papagayo  ha  puesto  fuego  á  la  torre 
por  cuatro  costados.  Se  oyen  gritos  de  ¡fuego!  por  to- 
das partes,  y  todo  el  mundo  se  lanza  para  apagarle.  La 
dama,  entre  tanto,  corre  al  encuentro  de  su  amante 
y  cae   en  sus  brazos.   Según  el  poeta  dice,  pasaron 


40  LOS  TROVADORES. 

aquellos   rápidos   momentos  creyéndose  en  el  paraíso. 

Pero  el  caso  es  que  no  se  tarda  en  dominar  el  fuego, 
consiguiendo  «  apagarle  a.  fuerza  de  vinagre. »  El  papa- 
gayo tiembla  por  Antifanon  y  vuela  á  avisarle  para  que 
abandone  á  su  amada. 

Antifanon  se  separa  con  gran  pena  de  los  brazos  de 
su  dama,  á  la  cual  ruega  que  le  pida  algo.  Arrójase  ella 
á  su  cuello ,  y  dándole  tres  besos ,  le  dice  : 

—  ((Sólo  os  pido,  y  os  lo  pido  sobre  todo,  que  ha- 
gáis cuantas  buenas  acciones  os  sea  posible  en  memo- 
ria mia.)) 

El  abate  Millot  dice  que  no  deja  de  ser  curioso  el 
hallar  esta  lección  moral  á  seguida  de  semejante  escena 
de  adulterio. 

La  extraña  moralidad  del  cuento  la  expresa  el  trova- 
dor en  los  últimos  versos  de  la  composición. 

(íEsto  lo  hizo,  dice,  Arnaldo  de  Carcassés,  que  ha 
amado  á  muchas  damas,  con  el  objeto  de  corregir  á  los 
maridos  que  se  empeñan  en  tener  reclusas  á  sus  muje- 
res. Más  les  valiera  dejarlas  ir  donde  les  plazca.  Es  el 
partido  más  seguro.» 


ARNALDO  EL  CATALÁN. 


Algunos,  entre  ellos  Millot,  le  llaman  Arnaldo  Ca- 
talans  (Arnaud  Catalans),  tomando  su  país  por  su  ape- 
llido. Milá  ha  rectificado  esta  equivocación. 

Crescimbeni  dice  que  este  trovador  es  el  mismo  que 
Tremoleta  Catalán,  de  que  se  habla  en  la  sátira  del 
Monje  de  Montaudon  contra  los  trovadores. 

Millot  no  llegó  a  conocer  de  él  más  que  seis  poesías, 
todas  sobre  asuntos  amorosos;  pero  Milla  cita  hasta 
nueve,  tres  de  las  cuales  habian  sido  equivocadamente 
atribuidas  á  otros  trovadores. 

Vivió  en  tiempo  de  Ramón  Berenguer  V,  conde  de 
Provenza,  y  en  dos  de  sus  poesías  celebra  á  Beatriz  de 
Saboya,  esposa  de  dicho  conde,  felicitando  á  los  pro- 
venzales  por  los  bienes  que  la  Saboya  les  ha  procurado 
al  darles  esta  dama  sin  par. 

Pros  contessa  de  Proensaj^ 
vos  iest  ses  par 


42  LOS  TROVADORES. 

de  gentil  captenensa 
e  de  beutat  e  de  gent  aculhir 
e  d'  onratz  fatz  comensar  e  finir,.. 

Por  otra  de  sus  composiciones  se  ve  que  estuvo  en 
Lombardía,  y  recuerda  en  estos  armoniosos  versos 
cierta  aventura  amorosa  con  una  bella  y  noble  dama: 

L'  an  can  vine  en  Lombardia, 
una  bella  dona  pros 
me  dis  per  sa  cortezia 
mais  bells  plazers  amorós ; 
e  aissi  rizen  e  jogan 
deis  bels  semblans  que  'm  fazia, 
ieu  com  fols  traissi  m'  enan 
alques  plus  que  no  'm  tanhia. 

Debió  vivir  también  en  la  corte  del  rey  D.  Jaime  el 
Conquistador  y  á  cuya  esposa  doña  Leonor  de  Castilla, 
dedica  dos  de  sus  composiciones,  elogiándola  como 
reina  y  como  dama. 

Exalta  en  una  canción  la  belleza  de  su  amada,  de  la 
cual  dice,  como  supremo  elogio,  que  nada  debe  á  los 
colores  prestados  ni  al  arte  de  la  pintura.  «(Cuando  me 
acerco  a  ella,  me  persigno  ^  tanto  me  embelesa  el  verla,» 
dice  en  un  arranque  de  verdadera  poesía  y  de  senti- 
miento. 

Tiene  dos  composiciones  morales  ó  espirituales,  y 
también  una  tensión  con  Aimeric  de  Belenoi. 

Nada  se  sabe  de  su  vida,  ni  otra  cosa  más  encuentro 
que  lo  poco  que  se  acaba  de  decir. 

Leyendo  sus  poesías^  de  las  cuales   trascribo  á  con- 


ARNALDO  EL  CATALÁN.  43 

tinuacion  dos  como  muestra,  se  ve  que  era  poeta  de 
gran  ingenio,  de  elevados  pensamientos,  dulce  y  fácil 
en  la  rima,  con  virilidad  en  la  idea  y  color  en  la  forma. 

Ben  es  razós  qu'  eu  retraya 
una  chansoneta  gaya, 
e  sol  qu'  a  ma  dona  playa 
de  cui  som  hom  e  serviré 
gen  mi  será  pres, 
quar  aprés 
ay  que  ren  si  bon  non  es 

no  '1  platz  ni  1'  agenza. 
E  pus  totz  bos  pretz  1'  agensa, 
amors  prec  d'  aitan  la-m  vensa 
qu  ieu  r  aus  diré  sens  temensa 
mon  cor  e  qu'  ilh  no-m  n'  azire 
que  quan  de  lieys  pes 
tem  qu'  el  pes 
s'  ieu  lo  sieu  gent  cors  cortés 
prec  que  mercé  m'  aya. 
la  no  vuelh  que  mercc  m'  aya 
s'  ieu  anc  fis  ren  qu'  el  desplaya, 
mas  platz  li  que  m'  en  deschaya 
e  si  vol  be-m  pot  aucire 
que  sobrieira  m'  es 
et  am  mes 
en  luec  qu'  eyssir  non  puoso  ges 
menhs  de  sa  valensa. 
Ben  fai  que  sa  gran  valensa 
e  sa  belha  captenensa 
c  s'  amorosa  parvensa 
m'  an  conquís  ab  son  gen  rirc, 
anc  nulhs  hom  pres 
ni  repré§ 


44  LOS  TROVADORES. 

non  cug  piegz  de  mi  traissés 
e  platz  mi  qu'  el  traya. 
la  per  negun  mal  qu'  ieu  traya 
non  er  qu'  en  enau  no-m  traya 
sa  fina  valor  veraya, 
et  agrá  'm  trac  de  martire 
sol  que  'm  mantengués 
e  'ra  tengués 
per  sieu  quar  ilh  m'  a  conques 
e  no  'm  fai  guirensa. 
Belha  Elionor,  guirensa 
trob  ab  vos  puetz  ses  falhensa 
e  valor  e  conoyssensa 
volc  Dieus  ab  vos  gent  assire 
tan  d'  onor,  ni  mes 
qu'  en  un  mes 
non  poiria  dir  los  bes 

per  saber  qu'  ieu  aia. 
Proensa  bel  m'  es 
quar  a  mes 
Savoya  en  vos  totz  bes 
ab  pros  domna  gaya. 

Obsérvese  en  esta  composición  la  particularidad  de 
que  la  palabra  con  que  termina  cada  estrofa,  es  la  pa- 
labra misma  con  que  concluye  el  primer  verso  de  la 
que  inmediatamente  sigue. 

Véase  ahora  la  otra  poesía,  que  es  por  cierto  muy 
inferior,  y  que  por  su  monotonía  se  hace  pesada: 

Ben  volgra  s'  ésser  pogucs 
tot  lo  mal  qu'  ai  fag  desfar, 
e  1'  ben  que  non  ai  fag  far, 
qu'  enaissí  'm  fora  ben  prqs 


ARNALDO  EL  CATALÁN,  45 

s'  el  bes  fos  mals  e  1'  mals  bes ; 
ia  pueis  no  'm  calgra  duptar 
ans  fora  le  bes  tan  grans 
qu'  eu  fora  pars  d'  un  deis  sans 
era  non  sai  cum  s'  añera  de  me 
tan  son  li  mal  gran  e  petit  li  be. 

Tan  mi  sen  ves  Dieu  mesprés 
que  'm  cuidei  desesperar; 
mas  vei  qu'  eu  non  o  dei  far 
quar  máiers  es  sa  mercés 
qu'  el  mieus  grans  peccat  non  es. 
Aissó  'm  fai  assegurar 
pero  ben  voilgr'  atrestans 
viure  e  de  iorns  e  de  ans 
a  sa  honor  per  meill  trober  mercé 
com  ir  ai  estat  fals  e  de  mala  fe. 
Verais  lesucrist ,  no  'us  pes 
s'  ieu  vos  aus  de  ren  pregar; 
mercés  non  laissés  cobrar 
al  diabol  que  tenc  pres; 
e  s'  anc  si  re  qu'  il  plagues 
al  cor  ovendatz  tot  car  : 
le  cors  qu'  a  fach  los  enjans 
suefra  las  penas  e  'Is  dans ; 
el  cors  n'  aia  pena  que  il  cové 
qu'  el  n'  a  trait  vos  e  s'  arma  e  se. 

Ben  sai,  si  ia  'm  val  mercés, 
que  mersés  será  ses  par 
sol  aicó  'm  deu  eglaiar 
quan  re  plus  fag  non  ages ; 
mas  las  semanas  c'  Is  mes 
c  'Is  ans  qu'  ai  laissat  passar 
qu'  ieu  non  fai  Dieu  remenbrans 
sol  aissó  'm  deu  ésser  dans, 
quar  gizardon  no  fei  hom  de  no  re 


4-6  LOS  TROVADORES. 

e  quier  1'  a  tort  qui  non  a  fag  de  que. 
Ben  sai  qu'  a  tard  mi  sui  pres 
vas  Dieu  de  mercé  clamar, 
mas  el  nos  mandet  so  'm  par 
que  qual  c'  ora  qu'  ieu  vengues 
no  'm  soaneria  ges 
e  fora  tems  d'  albergar, 
pero  ben  volgra  enans  laissar 
mos  faillimens  grans 
quar  en  sa  cort  no  pot  intrar  so  ere 
nulls  homs  tachat  de  nulla  mala  re. 
Le  segles  fals  e  truans 
vils  e  semhaires  d'  enjans 
ab  luí  non  a  nullhs  hom  honor  ni  be 
pues  ama  Dieu  n'  il  blan  ni'  1'  tem  ni'  1'  ere. 


ARNALDO  DANIEL. 


I. 


Pocos  trovadores  consiguieron  la  fama  de  éste  ni  pa- 
saron á  la  posteridad  rodeados  de  mayor  lauro,  debido 
seguramente  á  los  elogios  que  le  tributaron  Dante  y  el 
Petrarca,  ya  que,  por  lo  tocante  á  su  mérito  real  y  ver- 
dadero, acaso  sea  inferior  al  de  su  compatriota  y  con- 
temporáneo Arnaldo  de  Marveil.  Es  verdad,  sin  em- 
bargo, que  de  este  último  han  quedado  muchas,  muy 
buenas  y  muy  sentidas  composiciones,  mientras  que 
deben  haberse  perdido  no  pocas,  acaso  las  mejores,  de 
Arnaldo  Daniel ,  y  entre  ellas  una  obra  en  verso,  al  pa- 
recer muy  notable,  la  Fantasmagoría  del  'paganismo^  y 
dos  poemas  Reinaldo  y  Lancelote,  que  sólo  por  referen- 
cia conocemos. 

El  elogio  verdaderamente  extraordinario  que  hace 
Dante  de  Arnaldo  Daniel,  es  bastante  por  sí  sólo  para 
crear  una  reputación  imperecedera. 

A  todo  señor  todo  honor.  Hay,  pues,  que  comenzar 


48  LOS  TROVADORES. 

este  estudio  por  lo  que  dice  del  trovador  provenzal  el 
admirable  poeta  florentino. 

Habla  de  él  en  la  Divina  comedia  y  en  el  canto  veinti- 
séis del  Purgatorio.  Dante  representa,  confundidos  en 
un  solo  grupo,  los  poetas  pro  vénzales  ó  italianos,  que 
expian  en  una  atmósfera  de  llamas  los  ardores  profanos 
del  amor.  El  primero  de  entre  ellos,  á  quien  el  inmor- 
tal florentino  encuentra  y  se  dirige,  es  Guido  Guini- 
celli,  de  Bolonia,  uno  precisamente  de  sus  primeros 
maestros  en  poesía.  Así  es  que,  al  nombre  y  al  aspecto 
de  Guido,  se  muestra  tan  agradablemente  impresiona- 
do, que  éste,  no  pudiendo  menos  de  sorprenderse,  le 
pregunta  el  motivo  de  una  emoción  para  él  tan  li- 
sonjera. 

— Es  que  vuestra  poesía,  le  contesta  Dante,  será  ad- 
mirada tanto  cuanto  dure  la  moderna  lengua. 

—  Hermano,  le  contesta  entonces  Guido,  señalán- 
dole con  el  dedo  una  sombra, — ese  que  ahí  ves,  fue 
mejor  obrero  que  yo  en  su  materno  idioma.  En  los  ver- 
sos de  amor  y  en  las  prosas  de  romance  sobrepujó  á 
todos ;  y  deja  hablar  á  los  necios  que  dan  la  palma  al 
trovador  lemosin  (Giralda  de  Borneil. ) 

O  firate,  disse,  qucsti  ch'  io  ti  scerno 
col  dito  (ed  additó  uno  spirto  innanzi), 
fu  miglior  fabbro  del  parlar  materno. 

Versi  d'  amore  é  prose  di  romanzi 
soverchió  tutti ;  é  lascia  dir  gli  stolti , 
che  quel  di  Lemosi  credon  ch'  avanzi. 

Ahora  bien,  la  sombra  del  poeta  señalada  por  Guido, 


AkNALDO  DANIEL.  49 

y  á  quien  éste  cree  superior  á  Giraldo  de  Borneil,  ape- 
llidado el  maestro  de  los  trovadores  ^  es  la  de  Arnaldo 
Daniel,  á  la  que  Dante  se  acerca  con  respeto,  pregun- 
tándole su  nombre.  El  trovador  le  contesta  en  habla 
provenzal : 

— Tanto  me  honra  vuestra  cortés  demanda,  que  no 
puedo  ni  quiero  ocultaros  mi  nombre.  Yo  soy  Arnaldo, 
el  que  llora  y  va  cantando.  Pesaroso  veo  la  pasada  lo- 
cura, y  veo  regocijado  la  alegría  que  me  espera  luego. 
Ahora  os  suplico  por  la  virtud  aquella  que  os  guia  á  la 
eminencia  sin  frió  ni  calor,  que  os  acordéis  de  aliviar 
el  dolor  mió. 

c(  Y,  dice  ya  en  italiano  el  Dante,  se  hundió  en  el 
fuego  que  los  purifica.» 

Tan  m'  abellis  votre  cortés  deman 
q¡¿  ieu  no  ^m  puesch,  ni  vueill  á  vos  cobrire: 

Teu  sui  Arnaut  que  plor  é  vais  chantan ; 
consir'os  vei  la  passada  folor, 
é  veijauzeu  lo  joi  qu  es  per  denan. 

Ara  ^us  prech  per  aquella  valor 
que  ^us  guida  al  som  sens  freich  é  sens  calina, 
sovenha  ^us  á  temprar  ma  dolor. 

Pois,  s'ascose  nel  fuoco  que  gli  affina. 

Por  este  uso  inesperado  del  provenzal  en  su  Divina 
Comedia  y  demuestra  Dante  hasta  qué  punto  le  eran  fa- 
miliares el  habla  y  la  poesía  de  los  trovadores ,  lo  cual 
se  sabe  también  por  otras  obras  suyas,  y  además,  por 
la  fundada  noticia  de  haber  querido  primero  escribir 
8u  Divina  Comedia  en  provenzal,  y  hasta  de  haberlo 


5©  LOS  TROVADORES. 

llegado  á  realizar  con  parte  del  primer  canto,  según 
parece. 

Tenemos,  pues,  con  este  pasaje,  á  Arnaldo  Daniel 
celebrado  por  el  Dante  como  el  primero  y  mejor  de  los 
trovadores. 

«Para  mí,  dice  Eugenio  Baret,  será  siempre  objeto 
de  asombro  el  de  ver  hasta  qué  punto  la  imaginación 
de  un  hombre  como  el  Dante,  se  sintió  herida  por  las 
producciones  de  algunos  de  esos  trovadores,  que  con 
tanta  ligereza  han  sido  juzgados  por  espacio  de  mucho 
tiempo,  así  como  el  comercio  asiduo  que  aquel  gran 
ingenio  mantenia  con  sus  versos.  Al  ver  el  sitio  de  ho- 
nor que  el  Alighieri  concede  á  Arnaldo  Daniel  en  el 
poema  donde  depositó  fielmente  las  impresiones  de  toda 
su  vida,  es  necesario  reconocer  que  esos  poetas  de  Pro- 
venza  habian  encontrado  el  verdadero  diapasón  del 
tiempo^  y  hallado  también,  en  cierto  modo,  la  voz  co- 
mún destinada  á  seducir  y  embelesar  á  toda  Europa.» 

Dante  fué,  en  efecto,  gran  admirador  y  preconiza- 
dor  de  los  trovadores  provenzales,  de  cuyas  obras  no 
hay  duda  alguna  que  tomó  mucho,  especialmente  en 
sus  sonetos  y  canciones. 

En  su  obra  latina  De  vulgare  eloquio ^  Dante,  por  lo 
que  á  la  versificación  atañe  y  al  estilo,  da  á  los  trova- 
dores provenzales  la  misma  autoridad  que  á  los  poetas 
latinos.  Esos  trovadores  tan  á  la  ligera  y  con  tanta  fri- 
volidad juzgados,  como  dice  Baret,  son  doctores  y 
maestros  para  Dante.  «  Los  primeros  versos  escritos  en 
lengua  vulgar,  dice  este,  lo  fueron  en  lengua  de  oc:  tales 
son  los  de  Pedro  de  Auvernia  y  de  muchos  otros  doc- 


ARNALDO  DANIEL.  51 

tores  más  antiguos.  (Ut  puta  Petrus  d^Alvernia^  et  alii 
antiquiores  doctores.))^ 

También,  más  adelante,  después  de  establecer  que 
sólo  hay  tres  asuntos  de  canto  verdaderamente  levanta- 
dos, el  valor,  el  amor  y  la  virtud  (en  el  sentido  que 
daban  los  antiguos  á  esta  palabra),  añade:  «Por  esto 
los  grandes  maestros  no  se  han  apartado  de  este  cami- 
no ;  por  esto  Beltran  de  Born  canta  la  guerra,  Arnaldo 
Daniel  el  amor  y  Giraldo  de  Borneil  la  virtud.» 

Petrarca,  como  Dante,  es  otro  admirador  de  los  tro- 
vadores, á  los  que  ensalza  y  encomia  al  par  de  Pindaro 
y  Virgilio. 

En  su  canto  cuarto  del  Triunfo  del  Amor,  finge  que 
le  es  dado  contemplar  la  asamblea  de  los  poetas  amoro- 
sos. Vuelve  á  una  y  otra  parte  sus  miradas  para  ver  si 
conoce 

alcun  di  chiara  fama 

per  antiche  ó  per  moderne  carte, 

y  distingue  á  Alceo,  Pindaro,  Anacreonte,  Virgilio, 
con  muchos  otros  antiguos  poetas  y  amantes. 

((Tras  de  ellos,  dice  a  continuación,  veníala  bandera 
de  los  que  escribieron  en  lengua  vulgar;  el  primero  en- 
tre todos,  Arnaldo  Daniel,  gran  maestro  de  amor,  cuyo 
nuevo  y  bello  estilo  hace  todavía  honor  al  país  que  le 
vio  nacer.  Allí  estaban  también  aquéllos  á  quienes  su- 
jetó fácilmente  el  Amor  con  sus  cadenas,  los  dos  Pe- 
dros (Pedro  Vidal  y  Pedro  Cardinal)^  Arnaldo,  el  me- 
nos famoso  (Arnaldo  de  Marveil),  y  aquellos  otros  á 
quienes  costó  más  vencer;  los  dos  Rimbaldos  (el  de 


52  LOS  TROVADORES. 

Orange  y  el  de  Vaqueiras),  que  cantaron  entrambos  á 
Beatriz  de  Monferrat,  y  el  viejo  Pedro  de  Auvernia 
con  Giraldo  (de  Borneil).  Allí,  Folquet,  que  ha  dado 
renombre  á  Marsella  robándoselo  á  Genova,  y  que 
acabó  por  cambiar,  para  mejor  patria,  de  hábito  y  de 
estado;  allí  Jofre  Rudel,  que  empleó  vela  y  remo  para 
buscar  la  muerte;  y  Guillermo  (de  Cabestany ),  que  á 
sus  cantos  de  amor  debió  el  perder  la  vida:  allí,  en  fin, 
Aymeric,  Bernardo,  Hugo  y  Anselmo,  y  otros  muchos 
más  que  hicieron  uso  de  la  lengua  en  lugar  de  la  lanza 
y  del  escudo,  del  yelmo  y  de  la  espada.» 

E  poi  v'  era  un  drapello, 
di  parlamenti,  é  di  volgari  strani. 
Fra  tutti  il  primo  Arnaldo  Daniello, 
gran  maestro  d'  amor,  cli'  alia  sua  térra 
ancor  fa  onor  col  suo  dir  novo  e  bello... 

Otro  gran  poeta,  á  quien,  no  sin  cierta  justicia,  ha 
llamado  alguno  «el  último  trovador,»  Ausias  March, 
ensalza  como  el  Dante  y  como  el  Petrarca,  á  Arnaldo 
Daniel  en  sus  Cantos  de  amor. 

No  es,  pues,  de  extrañar ,  que  con  tales  panegiristas, 
sin  detenerme  a  citar  otros  todavía,  haya  llegado  Ar- 
naldo Daniel  hasta  nosotros  como  una  de  las  más  altas 
y  sobresalientes  figuras  de  aquel  olimpo  de  trovadores. 

II. 

Arnaldo  Daniel  era  de  la  misma  comarca  que  Ar- 
naldo de  Marveil,  del  castillo  de  Ribairac,  en  el  epis- 
copado de  Perigord. 


ARNALDO  DANIEL.  53 

<r  Era  caballero,  dice  su  biógrafo  provenzal,  y 
estudió  las  letras,  deleitándose  en  trovar;  pero  aban- 
donó luego  las  letras  y  se  hizo  juglar,  aprendiendo 
cierta  manera  de  componer  versos  en  rimas  ricas,  lo  que 
hizo  que  sus  canciones  no  fuesen  fáciles  para  oirse  y 
para  ser  aprendidas.» 

Y  es  así.  En  muchas  de  las  composiciones  que  de 
Arnaldo  Daniel  nos  quedan,  el  artificio  daña  al  senti- 
miento y  á  la  claridad.  Tiene  por  esta  causa  poesías 
que  son  verdaderamente  intraducibies,  y  muchas  de 
ellas  de  una  monotonía  y  pesadez  tales,  que  pocos  lec- 
tores las  terminan.  Cifraba  aquel  trovador  uno  de  sus 
méritos  en  componer  canciones  de  doce  versos,  en  dos 
sextillas,  con  la  pueril  repetición,  en  la  segunda,  de  los 
mismos  consonantes  de  la  primera.  El  arte  de  este  tro- 
vador consistía  en  apartarse  de  la  verdad,  y  lo  que  de 
la  verdad  se  aparta  no  dura. 

Sábese  de  él  que  amó  á  una  dama  principal  de  Gas- 
cuña, mujer  de  Guillermo  de  Boville;  pero  no  se  cree 
que  su  dama  le  complaciera  en  derecho  de  amor,  pues 
conocida  y  celebrada  entre  las  que  más,  es  aquella  su 
poesía  que  comienza: 

No  volh  de  Roma  V  emperi... 

((Yo  no  querría  el  imperio  de  Roma,  yo  no  querría 
que  me  hicieran  Papa,  pues  que  mi  única  felicidad  con- 
siste en  vivir  cerca  de  aquélla  que  me  abrasa  el  alma. 
Cuando  yo  admiro  su  rubia  cabellera,  su  joven  y  blanca 
faz,  y  su  esbelto  cuerpo,  soy  más  feliz  que  si  fuera 
dueño  de  Lucerna, 


5+  LOS  TROVADORES. 

))No  ceso  un  momento  de  hacer  decir  misas,  y  de 
encender  cirios  y  lámparas  para  que  Dios  me  sea  pro- 
picio y  venza  al  fin  su  rigor.  Pero  si  no  me  atiende 
pronto,  el  amor  que  llueve  sobre  mi  corazón,  acabará 
por  consumirle  (literalmente). 

))¡  Ay  de  mí!  Yo  soy  Daniel,  aquel  que  ama  el  vien- 
to ,  que  caza  la,  liebre  con  el  buey  y  nada  contra  la  cor- 
riente.» 

En  otras  canciones  está  menos  realista  y  más  poeta. 

((Cuando  veo,  dice  en  una  de  ellas,  brotar  las  hojas  y 
las  flores  en  las  ramas  de  los  árboles,  cuando  oigo  el 
bramido  del  ciervo  en  los  bosques,  el  canto  de  las  ranas 
al  borde  de  los  lagos  y  el  gorjeo  de  las  aves  en  la  es- 
pesura, entonces  el  amor^  dentro  de  mi  corazón,  estalla 
en  flores,  en  frutos  y  en  cantos,  tan  dulcemente  que 
paso  las  noches  en  vela  mientras  reposan  todos  y 
duermen...)) 

Lan  quan  vei  fueill  e  flor  parer 
deis  albres  et  ill  ramel 
et  aug  lo  chan  que  l'aug  el  brueil, 
las  ranas  el  riu,  el  bos  1'  auzel... 

Una  graciosa  anécdota  de  Arnaldo  Daniel  cuenta  su 
biógrafo  provenzal. 

Fué  á  parar  en  uno  de  sus  viajes  á  la  corte  del  rey 
Ricardo  de  Inglaterra,  y  estando  allí,  otro  juglar  hubo 
de  retarle  á  componer  en  rimas  tan  ricas  como  las  su- 
yas. Arnaldo  lo  tomó  á  burla,  pero  aceptó  el  reto,  y 
haciendo  juez  del  certamen  al  rey,  cada  uno  de  ellos, 
como  prenda,  puso  su  palafrén  en  sus  manos. 


ARNALDO  DANIEL.  55 

Mandóles  encerrar  el  rey  á  cada  uno  en  aposentos 
distintos,  aunque  contiguos.  Arnaldo,  á  quien  la  sole- 
dad y  la  prisión  contrariaban,  no  pudo  coordinar  sus 
pensamientos  ni  componer  siquiera  dos  rimas,  al  revés 
del  juglar,  que  compuso  su  canto  de  corrido.  Dieron- 
seles  diez  dias  de  tiempo,  y  el  rey  se  quedó  con  cinco 
para  pronunciar  su  fallo. 

El  juglar,  á  través  del  tabique  y  al  cabo  de  tres  ó 
cuatro  dias,  preguntó  á  Arnaldo  si  habia  compuesto  su 
cantar.  Arnaldo  contestó  que  sí,  aun  cuando  ni  siquiera 
habia  pensado  en  ello. 

Pasaba  el  juglar  gran  parte  de  la  noche  cantando  su 
canción,  para  mejor  saberla  y  recordarla  ;  y  entonces 
ocurriósele  á  Arnaldo  hacerle  objeto  de  una  burla.  La 
cosa  fué  que  Arnaldo  pasó  su  tiempo  en  escuchar  aten- 
tamente á  su  rival,  estudiando  su  canción  y  reteniendo 
la  tonada. 

Cuando  llegó  el  dia  y  se  presentaron  ante  el  rey,  Ar- 
naldo dijo  que  deseaba  ser  el  primero  en  cantar  su  obra, 
y  comenzó  y  terminó,  sin  equivocación  de  una  sola  pa- 
labra ni  de  una  sola  nota,  la  canción  por  el  juglar  com- 
puesta. Al  oiría  éste,  se  quedó  estático  por  el  pronto 
para  luego  deshacerse  en  quejas,  diciendo  ser  suya  la 
canción  que  acababa  de  cantar  Arnaldo.  Terminó,  al  fin, 
la  cosa  por  averiguarse,  hallando  el  rey  que  era  motivo 
de  regocijo  la  burla.  Las  prendas  fueron  devueltas,  y 
Ricardo  hizo  á  cada  uno  un  regalo. 

Se  dice  que  Arnaldo  componia  él  mismo  los  aires,  la 
tonada,  la  música  de  sus  canciones;  y  á  esto  se  debe 
quizá  el  que  algunos  le  hayan  colocado  entre  el  número 


56  LOS  TROVADORES. 

de  los  juglares,  los  cuales,  como  se  sabe,  eran  los  encar- 
gados de  cantar  las  composiciones  de  los  trovadores. 

Nostradamus  le  atribuye,  á  más  de  la  obra  ya  citada, 
la  Fantasmagoría  del  paganismo^  otra  Obra  moral^  dedi- 
cada á  Felipe,  rey  de  Francia,  así  como  también  algu- 
nas comedias  y  tragedias. 

Esto  de  las  comedias  y  tragedias  lo  ponen  en  duda 
casi  todos  los  autores  que  tratan  de  poesía  provenzal.  Y 
es  que,  en  primer  lugar,  no  se  da  gran  fe  entre  los  crí- 
ticos á  lo  que  dice  Nostradamus,  autor,  sin  embargo,  á 
quien  no  se  debe  despreciar,  como  se  hace,  pues  hay 
algo  de  verdad  en  su  crónica;  y  en  segundo  lugar, 
porque  se  duda ,  y  muchos  terminantemente  niegan,  que 
el  género  dramático  fuese  conocido  de  los  trovadores. 

Puede  pasar  la  duda,  pero  no  la  negativa  en  abso- 
luto, y  me  asombra  que  autores  de  mucho  mérito  deci- 
dan tan  de  plano  en  esta  cuestión.  Es  cierto  que  nin- 
guna obra  dramática  de  los  trovadores  ha  llegado  hasta 
nosotros,  y  habiendo  llegado  tantas  del  género  lírico, 
hace  esto  presumir  á  muchos  que  no  existia  el  teatro. 
Una  sospecha,  por  muy  fundada  que  sea,  no  es  una  rea- 
lidad. 

En  el  decurso  de  estos  estudios  se  encontrarán  varias 
citas  que  pueden  hacer  también  presumir  lo  contrario. 
No  hay  duda  alguna  que  en  las  cortes  y  castillos  se  ce- 
lebraban ciertos  aparatosos  espectáculos,  dirigidos  por 
trovadores,  y  representados  por  juglares,  en  los  que  puede 
hallarse  algo  de  arte  dramático.  Por  otra  parte,  Nos- 
tradamus repite  lo  de  las  comedias  y  tragedias  en  va- 
rios pasajes  de  su  obra  y  tratando  de  distintos  poetas,  y 


ARNALDO  DANIEL.  57 

por  poco  crédito  que  se  quiera  dar  al  autor  provenzal, 
no  es  de  suponer,  no  es  de  creer,  que  tan  á  la  ligera  y 
con  tanta  repetición  mienta  sobre  hechos  en  su  época 
fáciles  de  probar. 

Debe  tenerse  en  cuenta,  es  verdad,  la  extensión  dada 
entonces  á  las  palabras  comedia  y  tragedia,  que  no  sig- 
nificaban precisamente  lo  que  hoy;  pero  de  la  reunión 
de  todos  los  datos,  del  estudio  de  las  costumbres  de  la 
época,  se  deduce  la  sospecha  de  que  era  muy  posible  la 
existencia  de  un  teatro  entre  los  trovadores,  aun  cuando 
muy  imperfecto  naturalmente. 

Voy  á  terminar  este  capítulo,  citando  algunos  pasa- 
jes, los  mejores  en  mi  juicio,  de  las  composiciones  de 
Arnaldo  Daniel  llegadas  hasta  nosotros. 

Comienza  así  una  de  sus  poesías: 

))La  vuelta  de  la  primavera  me  invita  á  cantar,  y  el 
esmalte  de  las  praderas  me  brinda  á  colorear  mis  can- 
ciones con  los  matices  que  me  ofrecen  las  flores.  Pero 
las  flores  que  yo  cogeré  tendrán  por  fruto  el  amor,  como 
tienen  el  júbilo  por  semilla,  y  su  perfume  sobrepujará 
al  que  esparce  por  los  campos  el  mes  de  Mayo... 

))  Amo  á  la  más  bella  dama  del  mundo.  Muchas  cor- 
tes he  recorrido:  en  ninguna  vi  más  portentosa  beldad. 
No  hay  placer  que  iguale  al  que  yo  experimento  al 
verla.  Bien  es  verdad,  que  es  el  único  que  junto  á  ella 
tengo,  y  aun  bastante  me  cuesta.  Pero  yo  no  deploro 
las  penas  cuya  recompensa  es  tan  dulce. 

))Hago  decir  misas,  hago  encender  cirios  y  lámparas 
para  que  me  sea  favorable,  pues  que  ella,  después  de 
Dios,  es  el  objeto  único  de  mi  culto.  Preferiria  la  dicha 


58  LOS  TROVADORES. 

de  complacerla  á  la  posesión  de  los  países  que  riegan  el 
Ebro,  el  Meandro  y  el  Tigre,  á  toda  la  gloria  de  Ale- 
jandro, al  honor  de  ser  Emperador  ó  Papa.  Sí,  Páris 
amó  menos  á  Helena,  menos  Meleagre  á  Athalante. 

))  Todo  mi  amor  está  encerrado  en  mi  corazón.  Aque- 
lla que  me  lo  inspiró  lo  ignorará  siempre.  ¿Cómo  po- 
dría hacer  quejo  supiera?  Cuando  estoy  alejado  de  ella, 
tengo  cien  cosas  que  decirle ;  cuando  llego  á  hablarla, 
me  olvido  de  todo  y  no  sé  por  dónde  empezar. 

))  En  vano  suspiro.  La  persigo  con  la  ligereza  de  la 
liebre,  y  no  avanzo  más  que  si  tuviera  la  lentitud  del 
buey.  Lo  que  me  hace  daño,  bien  lo  veo,  es  la  deprava- 
ción del  siglo:  de  mil  amantes,  apenas  si  se  encuentran 
dos  que  sean  fieles... )) 

Es  de  notar  el  dato,  ya  en  otra  de  sus  poesías  usado, 
de  hacer  decir  misas  y  encender  cirios  y  lámparas  para 
conseguir  la  recompensa  de  su  amor.  Esto  pinta  las  cos- 
tumbres del  tiempo  y  la  superstición  popular,  hasta  de 
los  más  elevados  ingenios,  como  no  sea  un  rasgo  carac- 
terístico del  poeta  para  dar  un  color  de  sencillez  é  in- 
genuidad á  su  poesía. 

También  es  de  notar  el  rasgo  que  tiene  de  condición 
clásica. 

La  dama  del  trovador  se  habia  ofendido,  según  pa- 
rece, por  una  canción  en  que  éste  dijera:  «No  hay  mu- 
jer ninguna  que  no  desee  conceder  sus  favores  y  que  no 
los  conceda,  cuando  se  sabe  encontrar  el  momento  opor- 
tuno para  solicitarlos.»  Esto,  que  antes  que  Arnaldo 
Daniel  habia  dicho  Ovidio,  ofendió  á  la  dama.  Para 
desenojarla,  el  poeta  compuso  su  canción: 


ARNALDO  DANIEL.  59 

«Después  de  todo,  aun  cuando  mi  falta  fuese  mayor 
cien  veces,  soy  tan  digno  de  misericordia  como  el  Buen 
ladrón.  Si  llegase  yo  á  poseer  aquella  por  quien  sufro, 
la  amaria  mil  veces  más  de  lo  que  un  ermitaño,  un 
monje  ó  un  clérigo  pueden  amar  á  Dios.  Contento  y  fe- 
liz me  considerada  con  sólo  la  seguridad  de  llegar  á  ob- 
tenerla en  mi  vejez.  ¡Cuan  largos  de  aquí  á  entonces 
me  parecerían  los  años!» 

Su  dama  llegó  á  darle  alguna  esperanza.  El  poeta  se 
felicita  de  ello,  pero  se  lamenta  del  término  lejano  que 
le  ha  fijado  para  el  colmo  de  sus  deseos.  Acusa  al  sol  de 
lentitud,  se  compara  al  viajero  que  sube  al  pico  de  Pui 
de  Dom  (montaña  de  la  Auvernia),  y  que  cuanto  más 
avanza,  más  parece  alejarse  del  punto  á  que  se  enca- 
mina. 

Otra  canción  indica  que  el  amante  es  ya  feliz,  ve  lo- 
grados sus  deseos,  realizados  sus  votos,  y  dice  que  Amor 
le  ha  puesto  en  posesión  de  una  dama,  que  tanto  es  suya 
como  de  ella  propia.  Para  manifestar  la  pureza  de  su 
amor,  la  representa  bajo  el  emblema  de  un  castillo  «que 
le  han  dado  sin  estar  sujeto  á  ningún  feudo.»  Desearia 
solamente  el  poeta  que  á  su  franco-alodio  se  le  hubiese 
asignado  un  poco  de  renta,  como  algunos  besos;  y  teme 
morir  antes  del  año,  si  no  obtiene  esta  gracia. 

Arnaldo  Daniel,  que  tan  extraordinarios  elogios  ha 
merecido  de  Dante  y  de  Petrarca,  fué  objeto,  durante 
su  vida,  de  algunas  sátiras  sangrientas. 

El  Monje  de  Montaudon^  de  que  luego  se  tendrá  oca- 
sión de  hablar,  dice  de  él  que  no  se  le  entiende  una  pa- 
labra sola,  y  que  no  valen  el  precio  de  una  aguja  las  poe- 


6o  LOS  TROVADORES. 

sías  de  quien  nada  contra  corriente  y  de  quien  une  á 
una  liebre  con  un  buey. 

Ab  Arnau  Daniel  son  set 
qu^a  sa  vida  ben  non  caútet 
mas  un  sol  motz  qu'om  non  enten  ; 
pus  la  lebre  ab  lo  bieu  casset, 
e  contra  suberna  nadet, 
no  val  sos  chants  un  aguillen. 

Verdad  es  que  el  Monje  de  Montaudon  es  apasiona- 
dísimo, y  esto  lo  escribió  en  una  sátira  contra  los  tro- 
vadores de  su  tiempo,  y  especialmente  contra  aquellos 
con  quienes  tenía  rivalidades  literarias.  En  cambio,  otro 
de  sus  contemporáneos,  Hugo  de  San  Cir,  dice  que  la 
dificultad  de  entender  á  Arnaldo  provenia  de  su  pro- 
fundidad y  de  lo  sublime  de  sus  pensamientos. 


III. 

Ya  he  dicho  en  el  discurso  preliminar  de  este  libro 
que  Arnaldo  Daniel  fué  para  los  provenzales  algo  pa- 
recido á  lo  que  más  tarde  debia  ser  Góngora  para  los 
castellanos,  el  introductor  del  mal  gusto. 

Locuciones  enigmáticas,  neologismos,  palabras  rebus- 
cadas, construcciones  difíciles,  juegos  de  vocablos,  com- 
binaciones artificiosas  y  pueriles  de  rimas,  pensamientos 
oscuros  y  de  doble  sentido,  tales  eran  las  finezas  y  ar- 
canos del  género  cultivado  por  Marcabrú,  por  Rim- 
baldo  de  Orange,  y  principalmente  por  Arnaldo  Daniel, 
pero  contra  el  cual  se  revelaba  la  inmensa  mayoría  de 


ARNALDO  DANIEL.  €l 

los  poetas.  En  esto  consistía  el  trovar  clus,  en  esto  la  li- 
teratura árduay  en  esto  la  poesía  oscura,  género  tan  en 
moda  puesto  por  el  gran  maestro  de  amor^  como  le  llama 
el  Petrarca-,  y  que  de  los  provenzales  pasó  á  los  italia- 
nos, donde  se  conoció  con  el  mismo  nombre  que  entre 
los  trovadores,  chiuso  ■parlare ^  scura  rima. 

El  secreto  de  la  reputación  de  Arnaldo  Daniel,  que 
ha  prevalecido  hasta  nosotros,  está  seguramente  en  las 
obras  perdidas  de  este  autor. 

Queda  ya  dicho  que  Nostradamus  habla  de  sus  Fan- 
tasmagorías del  -paganismo  y  pero  no  es  ésta  la  única  obra 
de  Arnaldo  Daniel  que  ha  desaparecido. 

Hay  fundados  motivos  para  atribuirle  dos  poemas 
ó  sean  dos  romanz,  como  titulaban  los  provenzales  a 
las  narraciones  en  verso,  á  las  historias  extraordinarias 
ó  fábulas  maravillosas  puestas  en  poesía  narrativa.  A 
estos  poemas,  hoy  desconocidos,  de  Arnaldo  Daniel, 
es  á  lo  que  visiblemente  alude  el  Dante  al  hacerle 
aiitor  de 

Versi  d'amore  e  prose  di  romanzi, 

entendiéndose  que  la  palabra  prosa ,  en  el  sentido  que 
la  usa  el  gran  poeta  italiano,  significa  historia  ó  narra- 
ción en  verso. 

Por  referencias  de  Luis  Pulci  en  su  Morgante  mag- 
giorCy  de  que  el  sabio  Federico  Diez  se  hace  cargo,  se 
viene  en  conocimiento  que  Arnaldo  Daniel  fué  el  autor 
de  un  poema  titulado  Reinaldo ,  perteneciente  al  ciclo 
carlovingio.  Al  citar  Luis  Pulci  los  autores  que  escri- 


él  Los  TROVADORES. 

bieron  sobre  Cario  Magno,  precediéndole  en  este  ca- 
mino, dice: 

Dopo  costui  venne  'ú  famoso  Arnaldo 
che  molto  diligentemente  ha  scritto, 
investigó  deiropre  di  Rinaldo, 
delle  gran  cose  che  fece  in  Egytto. 

El  Tasso,  confirmado  por  Crescimbeni,  hace  á  Da- 
niel autor  de  otro  poema  con  el  título  de  Lancelote^  y 
Federico  Diez  se  extiende  en  varias  consideraciones 
para  demostrar  como  muy  probable  la  existencia  de  un 
Lancelote  provenzal  que ,  no  sin  razón ,  puede  ser  atri- 
buido á  Arnaldo  Daniel. 

Estas  debieron  ser  las  obras  que  más  fama  dieron  al 
trovador  que  nos  ocupa. 

Se  sabe  que  fué  amante  correspondido  de  Audierna 
de  Montclar,  á  cuya  dama  consagró  sus  homenajes 
cuando  la  dama  de  Boville  le  desesperanzó  por  com- 
pleto, y  cuéntase  que  al  llegar  ya  á  una  edad  algo  avan- 
zada, se  halló  sin  recurso  alguno,  pobre  y  enfermo. 
Parece  que  entonces  por  medio  de  una  canción  apeló  á 
la  generosidad  de  los  reyes  de  Francia,  de  Inglaterra  y 
de  otros  príncipes,  regresando  el  juglar,  que  habiasido 
portador  de  la  canción,  con  una  gruesa  suma.  Pero  Da- 
niel entonces  ni  siquiera  quiso  recibirla. — «  Estoy  satis- 
fecho, dijo;  ya  veo  que  Dios  no  me  abandona,  y  pues 
que  es  así,  quiero  consagrarme  á  él.» 

Y  entró  en  un  monasterio,  donde  llevó  una  vida 
ejemplar. 


ARNALDO  DE  MARSAN. 


Pocas  noticias  se  tienen  de  este  trovador,  y  no  se  co- 
noce de  él  otra  obra  que  un  Essenhamen  del  género  de 
los  de  Amaneo  Des-Escás. 

Se  supone  que  era  de  la  ilustre  casa  de  Marsan,  y 
que  reunia  al  esplendor  de  su  cuna,  el  mérito  de  sus 
talentos  y  el  de  la  caballería. 

Su  obra  es  extensa,  en  versos  pareados,  de  seis  síla- 
bas, y  merece  hacerse  un  extracto  detenido  de  ella  por- 
que pinta  las  costumbres  antiguas  y  la  manera  que  te- 
nían de  vivir  los  señores.  La  versificación  es  más  fácil 
que  la  de  Amaneo,  los  colores  más  vivos,  el  cuadro 
más  completo  y  acabado. 

Cuenta  el  trovador  que  salió  á  cazar  un  dia  del  mes 
de  Octubre,  acompañado  de  diez  caballeros,  todos  bien 
montados,  y  tres  donceles  con  dos  halcones  y  un  azor. 
En  el  momento  en  que  emprendian  su  camino,  vieron 
llegar  un  caballero  con  hábito  de  peregrino. 


«4  LOS  TROVADORES. 

Cuando  el  recien  llegado  estuvo  junto  á  Marsan,  sin 
saludar  y  sin  proferir  una  sola  palabra,  cogió  su  caballo 
por  la  brida  y  llevándole  á  un  lado  le  dijo  que  venía  de 
lejanos  países  sólo  para  pedirle  un  consejo  sobre  cosas 
de  amores. 

—  «Amo,  le  dijo,  á  una  dama  sobresaliente  en  vir- 
tudes y  en  belleza,  pero  por  más  esfuerzos  que  hice,  no 
conseguí  que  por  su  servidor  me  aceptase.  Deseo  ha- 
cerme amar  de  ella  y  no  sé  cómo  valerme.  Decidme  por 
piedad  cómo  me  he  de  conducir.» 

Arnaldo  al  oir  esto,  despide  á  sus  caballeros  apla- 
zando la  cacería  para  otra  vez,  se  apea  del  caballo, 
toma  por  el  guante  al  extranjero,  invitándole  á  entraren 
su  casa,  y  después  de  saber  su  nombre,  que  el  otro  le 
revela  en  secreto,  le  pide  que  le  permita  tomarse  un  dia 
para  contestar. 

Pasan  el  dia  jugando  al  ajedrez  y  á  las  damas,  refi- 
riendo aventuras  y  recitando  canciones,  hasta  el  anoche- 
cer, en  que  se  les  avisa  estar  dispuesta  la  cena.  Comen 
en  un  gran  salón,  donde  se  hallaban  muchas  personas, 
se  acuestan,  y  al  dia  siguiente  se  levantan  para  oir  misa 
con  el  alba. 

((Bidaus,  mi  condestable,  dice  Arnaldo,  nos  dio  una 
comida  muy  buena,  que  duró  mucho  tiempo,  y  al  ter- 
minar me  levanté  con  mi  huésped,  dejando  á  los  demás 
en  el  comedor,  y  bajamos  juntos  al  jardín,  donde  le 
hice  sentar  junto  á  mí  al  pié  de  un  frondoso  laurel.» 

Allí  comienza  Arnaldo  su  lección  con  un  largo  re- 
lato de  los  héroes  de  la  galantería  caballeresca.  Luego 
siguen  los  consejos. 


arñaLdo  de  MAUSAÑ,  6^ 

Principia  dándole  instrucciones  sobre  el  modo  de 
vestir,  y  le  recomienda  que  lleve  siempre  limpios,  y  no 
muy  largos,  el  cabello,  el  bigote  y  la  barba,  advirtién- 
dole de  paso  que  nada  realza  tanto  al  hombre  como  un 
hermoso  cabello. 

Después  de  los  detalles  sobre  la  persona,  sigue  la 
manera  de  sostener  la  casa,  «pues  así  como  por  el  buen 
porte  y  buenas  maneras  se  juzga  muchas  veces  del  hom- 
bre, así  la  esplendidez  con  que  se  vive  influye  por  mu- 
cho en  el  corazón  de  las  damas.» 

Son  indispensables  escuderos  muy  atentos  y  pruden- 
tes, en  quienes  se  refleje  la  esmerada  educación  del 
dueño  por  aquello  de  que:  tal  amo ^  tal  criado.  La  casa 
debe  estar  abierta  para  todo  el  mundo.  La  mesa  debe 
ser  espléndida,  cuidando  mucho  de  que  nada  falte  á  los 
convidados,  ni  á  los  escuderos,  porque  fácilmente  mur- 
muran de  sus  amos.  No  debe  haber  ni  llave  ni  puerta 
á  la  entrada  de  la  casa,  para  que  todos  tengan  en  ella 
acceso,  ni  tampoco  porteros  que,  como  en  las  casas  de 
ciertos  ricos  avaros,  despiden  con  malos  modos  á  los 
parásitos  y  á  los  juglares.  Se  debe  estar  dispuesto  á  to- 
das horas  á  recibir  al  que  se  presente.  Hay  también 
que  tener  siempre  juego  abierto.  Cuanto  más  juego, 
más  honor  para  la  casa;  pero  hay  que  guardarse  de 
tomar  los  dados  para  dejarlos  en  seguida,  pues  esto 
indica  avaricia.  Si  se  pierde,  es  preciso  resignarse  y 
aparentar  serenidad ;  no  debe  tampoco  cambiarse  de 
puesto  mientras  se  juega.  Lo  contrario  es  exponerse  á 
que  se  burlen  de  uno  y  á  que  no  se  le  tenga  por  ga- 
lante. 


66  LOS  TROVADORES. 

A  joc  maior  jugatz 
c'  assó  es  jocs  onratz... 
Qui  pren  los  datz  e'ls  laissa 
tot  son  pretz  en  abaissa... 
Ni  ja  no'us  irascatz 
per  perdre  que  fassat, 
ni  camjés  vostre  loe, 
c'  om  non  puena  far  joc... 

Le  recomienda  luego  que  tenga  un  buen  caballo, 
corredor  y  obediente  á  la  brida;  las  armas  limpias,  res- 
plandecientes, bien  cuidadas.  Las  armas  y  el  caballo  han 
de  estar  siempre  dispuestos  para  repeler  la  injuria.  Aquel 
que  desee  obtener  la  estimación  de  las  damas,  debe  es- 
tar siempre  pronto  para  la  guerra  y  para  el  combate, 
no  esperando,  sino  buscando  lances,  donde  probar  su 
valor. 

En  el  torneo  debe  tenerse  mucha  cuenta  con  tener 
todos  los  arreos  convenientemente  dispuestos,  el  yelmo  y 
el  escudo  seguros,  un  casco  de  reserva  por  si  se  necesita, 
una  armadura  completa,  la  espada  al  costado,  dando 
con  ella  grandes  golpes  para  animar  al  caballo.  Se  ha  de 
ser  el  primero  en  atacar  y  el  último  en  retroceder,  como 
cumple  al  que  quiere  tener  derecho  á  ser  amado.  No  se 
debe  abandonar  el  palenque  sin  haber  dado  pruebas  de 
valor. 

Y  por  este  estilo  sigue  dándole  consejos. 

Can  serctz  en  torney, 
si  crcire  voletz  mey, 
totz  vostre  garnimens 
aiatz  cominalmens. 


ARNALDO  DE  MARSAN.  67 

r  ausberc  e  1'  elm  doblier, 
e  las  caussa  d'  assier, 
e  vostr'  espasz'  al  latz, 
que  de  grans  colps  fassatz 
cntressanh  al  cava!, 
e  denau  al  peitral 
bel  sonalhs  tragitatz 
gent  assis  e  fermatz; 
car  sonhals  an  usatje 
que  donan  alegratje, 
ardimen  al  senhor, 
et  al  autres  paor: 
á  l'encaussar  premier 
et  al  fugir  derrier, 
car  tot  aisó  cové 
á  drut  c'amor  mantc... 


De  esta  manera  es  como  Arnaldo  triunfó  de  un  gran 
número  «  de  buenas  y  hermosas  damas  »  pasando  en  se- 
guida á  la  enumeración  de  sus  buenas  fortunas,  y  ci- 
tando muchas  damas  como  sus  conquistas. 

((Os  citaria  muchas  otras,  dice  al  terminar  su  lección, 
pero  no  quiero  revelar  los  misterios  de  aquéllas  que  en 
secreto  me  concedieron  sus  favores.» 


I 


ARNALDO  DE  MARVEIL. 


Este  es  el  trovador  á  quien  Petrarca  llama  //  men  fa- 
moso Arnaldo  para  manifestar  su  inferioridad  con  res- 
pecto á  Arnaldo  Daniel. 

Si  no  se  hubiesen  perdido  muchas  de  las  obras  de  este 
último,  principalmente  su  Fantasmagoría  que  hallo  ci- 
tada como  modelo,  y  varias,  sino  todas  las  composicio- 
nes á  que  aluden  el  Dante  y  el  Petrarca,  se  podría  juz- 
gar con  más  conocimiento  de  causa  de  quién  fué  el  me- 
jor entre  los  dos  Arnaldos. 

Hay  que  dar  la  importancia  que  se  debe  y  merece, 
al  juicio  de  ingenios  tan  superiores  como  los  del  Dante 
y  del  Petrarca,  á  quienes  no  es  fácil  reconocer  error 
sobre  cosa  tan  de  su  competencia.  A  no  ser  así,  a  no  ha- 
berse perdido  muchas  obras  del  Arnaldo  Daniel,  á  juz- 
gar por  las  que  de  uno  y  de  otro  de  estos  poetas  nos 
quedan,  debiera  convenirse  en  que  Arnaldo  //  men  fa- 
moso era,  sin  embargo,  y  por  muchos  conceptos,  superior 


ARNALDO  DE    MARVEIL.  69 

al  que  llama  Petrarca  el  gran  maestro  de  amor  y  al  que 
el  Dante  cita  como  el  primero  entre  los  trovadores. 

El  sentimiento,  la  verdad,  el  calor,  la  expresión,  el 
colorido  que  hay  en  las  composiciones  de  Arnaldo  de 
Merveil,  no  existe  ciertamente  en  las  que  nos  quedan 
de  Arnaldo  Daniel,  más  artificiosas  que  sentidas,  menos 
concebidas  que  pensadas.  Lo  que  en  el  uno  es  senti- 
miento_,  es  arte  en  el  otro;  y  lo  que  espontaneidad  en  el 
uno,  es  en  el  otro  estudio. 

Arnaldo  de  Marveil  tomó  este  apellido  del  nombre 
del  castillo  en  donde  nació,  situado  en  la  comarca  de 
Perigord.  Hijo  de  padres  pobres  y  oscuros,  trató,  como 
todos  los  que  se  sienten  con  talento,  de  valerse  de  él  para 
abrirse  camino.  Fué  al  principio  notario,  pero  no  aco- 
modaba esto  á  sus  sentimientos  y  aspiraciones,  y  como 
trovaba  muy  bien,  es  decir,  como  sabía  componer  can- 
ciones y  cantar  agradablemente,  decidió  correr  el  mun- 
do como  trovador. 

Su  destino  y  su  ventura  le  condujeron  al  castillo  de 
Beziers,  donde  tenía  corte  la  condesa  de  Burlatz,  que 
era  hija  de  Raimundo  V,  conde  de  Tolosa,  y  mujer  de 
Roger  II,  vizconde  de  Beziers,  aquel  á  quien  llamaban 
Tallaferro.  Esta  vizcondesa  de  Beziers,  más  comun- 
mente apellidada  condesa  de  Burlatz,  por  haber  nacido 
en  el  castillo  de  este  nombre  y  por  ser  costumbre  que 
las  mujeres  conservasen  el  título  de  su  casa  cuando  el 
del  marido  era  de  orden  inferior,  fué  madre  de  aquel 
vizconde  de  Beziers,  á  quien  los  franceses  hicieron  mo- 
rir en  una  prisión  cuando  la  cruzada  contra  los  albi- 
genses. 


7<s  LOS  TROVADORES. 

Adelaida,  condesa  de  Burlatz  y  vizcondesa  de  Beziers, 
según  he  hallado  en  una  crónica  provenzal,  era  una  mu- 
jer singularmente  hermosa,  amiga  de  ostentación  y 
fausto,  generosa  y  espléndida,  sosteniendo  en  su  casti- 
llo una  verdadera  corte  de  reina  ó  de  princesa. 

Allí  fué  á  parar  el  trovador  Arnaldo,  empujado  por 
su  fortuna^  y  como  era  gallardo  y  gentil  de  figura,  y 
componía  buenos  versos,  y  cantaba  muy  bien,  y  leia  y 
recitaba  perfectamente,  fué  acogido  con  mucho  agrado 
por  la  condesa,  que  le  protegió  y  honró  dándole  un 
puesto  en  su  corte. 

El  papel  que,  en  general,  parecían  destinados  á  re- 
presentar los  trovadores,  se  asemejaba  mucho  al  de  los 
caballeros.  Unos  y  otros  se  consagraban  a  una  dama;  si 
éstos  como  paladines,  aquéllos  como  poetas.  Cuando  uno 
de  éstos  era  bien  acogido  por  una  dama  principal,  co- 
menzaba ensalzándola  y  celebrándola  en  sus  versos  por 
agradecimiento  _,  acababa  luego  por  amarla  con  pasión, 
y  hacía  objeto  de  sus  versos  la  historia  de  sus  amores. 

Esto  precisamente  sucedió  con  Arnaldo  de  Marveil; 
se  apasionó  de  Adelaida,  y  sus  composiciones  no  son 
casi  otra  cosa  que  la  historia  ó  la  crónica  de  su  amor. 

Comenzó  componiendo  para  ella,  y  por  amor  de  ella, 
tiernas  y  enamoradas  canciones,  pero  se  las  recitaba  ó 
cantaba  como  si  fueran  de  otro,  pues  no  se  atrevía  á  de- 
cir que  fuesen  suyas.  Su  amor  vivia  aún  en  el  misterio, 
y  sólo  se  declaraba  autor  de  las  poesías  que  pertenecían 
á  otro  género. 

En  una  de  las  pertenecientes  á  este  período  de  su  his- 
toria, dice  á  Adelaida: 


ARNALDO  DE  MARVEIL.  71 

c(  Vuestro  ingenio  y  vuestra  belleza,  vuestro  trato  ho- 
nesto y  gentil  porte,  vuestra  cortesía  y  espléndida  hos- 
pitalidad, os  elevan  sobre  todas  las  mujeres.  La  alegría 
y  el  placer  parecen  en  vos  renacer  á  cada  instante,  y  no 
es  ciertamente  el  amor  el  que  esto  me  obliga  á  confesar, 
sino  la  verdad  y  vuestra  valía.» 

Ensenhamen  e  betuatz, 
placer,  ab  gen  parlan... 

Ya  en  otra  composición,  perteneciente  sin  duda  á  la 
categoría  de  las  que  daba  como  de  otro  autor,  se  atreve 
á  más. 

(( No  preveía,  dice,  al  pisar  estos  lugares,  que  hubiese 
de  pagar  tan  caro  el  placer  de  haber  visto  reunidas  tan- 
tas bellezas  y  gracias.  Mucha  razón  tienen  en  decir,  y 
yo  lo  experimento  á  mis  costas,  que  á  veces  se  abrasa  el 
que  sólo  calentarse  quiere.  Yo  amo,  y  no  me  atrevo  á  con- 
fesarlo. Me  veo  condenado  á  huir  la  presencia  de  la  que 
adoro  por  miedo  de  no  vender  mi  secreto  con  mis  mi- 
radas. Esta  temeridad  me  pareceria  imperdonable. 

))  Mi  corazón,  al  menos,  me  la  refleja  como  un  es- 
pejo, y  tengo  el  placer  de  contemplarla  en  él.  Todo  me 
la  recuerda  y  me  la  representa.  La  frescura  del  am- 
biente, el  esmalte  de  los  prados,  el  color  de  las  flores 
al  recordarme  alguno  de  sus  hechizos,  me  invitan  sin 
cesar  á  cantarla.  Gracias  á  la  exageración  de  los  trovado- 
res, puedo  ensalzarla  hasta  el  punto  de  que  ella  es  digna, 
y  puedo  decir  impunemente  que  es  la  dama  más  bella 
del  universo.  Si  cien  veces  no  hubiesen  prodigado 
este  elogio  á  aquellas  que  no  lo  merecen,  no  me  atre- 


72  LOS  TROVADORES. 

vería  á  dirigírselo  á  la  que  amo,  porque  sería  nom- 
brarla. )) 

¿Puede  darse  poesía  escrita  con  más  sentimiento  al 
paso  que  con  mayor  sencillez?  Bastaria  esta  sola  com- 
posición para  revelar  un  poeta,  y  un  poeta  de  primera 
línea  además. 

El  trovador  amante  ocultaba  su  nombre.  No  cantaba 
á  la  condesa  más  que  bajo  nombres  alegóricos,  Belveser, 
Belregardj  Rosará  (hermoso  beso,  hermosa  mirada,  flor 
de  rosa,  etc.),  pero  no  hay  duda  que  deseaba  ser  adivi- 
nado, y  no  tardó  en  apercibirse  de  que  aquellos  versos, 
si  no  herian,  halagaban  al  menos  á  la  condesa  Adelaida. 
Aguijoneado  por  este  sentimiento  y  el  del  amor,  ya  un 
dia  se  atrevió  á  descorrer  el  velo,  y  lo  hizo  con  aquella 
su  sentida  canción: 

La  franca  captenenza 
qu'  ieu  no  puesc  oblidar, 
el  doutz  ris  e  doutz  esgar, 
e  '1  semblan  qu'  ieu  's  vi  far, 
mi  fan,  domna  valens, 
melhor  que  ieu  sai  dir 
ni  del  cor  comirar; 
c  si  per  me  no  'us  rens 
mercés  e  chauzimens 
ieu  sai  que  'm  fau  morir. 

Sens  geinh  e  sens  falhensa 
vus  am,  e  sens  cor  var, 
plus  qu'  hom  non  pot  pensar; 
d'  aitan  no  'us  puese  forzar 
par  vostres  mandamens. 
Ai !  domna  cui  desir, 
si  conoissetz  ni  'us  par 


ARNALDO  DE  MARVEIL.  73 

que  sia  falhimens 
car  vos  suis  benvólens, 
sofFetzm'  aquest  falhir.. 

«Vuestra  franca  acogida,  que  yo  no  puedo  olvidar, 
vuestra  dulce  sonrisa  y  vuestra  dulce  mirada,  y  la  ex- 
presión que  me  pareció  ver  en  vuestro  semblante,  me 
hacen,  oh  noble  dama,  sufrir  en  el  fondo  de  mi  corazón, 
como  á  expresar  no  me  atrevo ;  y  si  nada  os  dicen  en 
mi  favor  merced  y  bondad,  entonces  ya  sé  que  me  toca 
sólo  morir. 

))Yo  os  amo  librem.ente,  sin  falsedad  y  sin  veleidad 
ni  mudanza,  más  de  lo  que  pueda  imaginar  hombre  al- 
guno. Es  lo  único  que  yo  pudiera  atreverme  á  hacer 
contra  vuestro  mandato.  ¡Oh  mujer,  que  tanto  deseo,  si 
conocéis  y  juzgáis  que  falto  en  esto,  puesto  que  tan 
buena  sois,  permitidme  esta  falta ! » 

Cuentan  que  la  declaración  del  poeta  no  fué  recha- 
zada por  la  noble  dama,  que  se  manifestó  sensible  á  una 
pasión,  tan  digna  y  sentidamente  expresada.  Desde 
aquel  momento,  la  condesa,  lejos  de  esquivar  al  trova- 
dor, accedió  á  sus  ruegos,  recibió  y  aceptó  sus  homena- 
jes, regalóle  con  armas  y  trajes,  animóle  á  trovar  y  á 
cantar  por  amor  de  ella.  E  la  cotnptesa  non  V  esquívete 
dice  la  biografía  provenzal,  ans  entendet  sos  precs  e  los 
recenps  e  los  grazic;  e  7  mes  en  arnés  e  detli  baudeza  de 
trovar  é  de  cantar  d'  ela. 

Viéndose  entonces  honrado  en  la  corte,  pudiendo  ya 
acercarse  más  libremente  á  su  amada,  recibiendo  de  ella 
pruebas  constantes  de  cariño  y  afecto,  el  poeta  dejó  más 
libre  vuelo  á  su  imaginación,  y  compuso  muy  buenas  y 


74  LOS  TROVADORES. 

muy  sentidas  canciones,  las  cuales  demuestran,. dice  su 
primer  biógrafo,  que  si  pasó  por  grandes  dichas,  tuvo 
también  que  pasar  por  grandes  amarguras. 

Acaso  no  exista  en  toda  la  colección  de  los  poetas  pro- 
venzales  un  fragmento  como  el  que  voy  á  citar,  que 
más  bello  sea,  y  que,  con  más  sencillez  al  propio  tiempo 
que  con  más  elevación,  exprese  mejor  los  sentimientos 
de  que  se  hallaba  poseído  el  poeta: 

c(  Mi  razón  se  opone  á  mis  instintos.  Mal  me  sienta  sin 
duda  el  llevar  á  tan  alto  mis  miras,  pues  que  debiera  de- 
jarse sólo  á  los  reyes  el  honor  de  sufrir  y  de  suspirar  por 
ella.  Pero,  ¿por  ventura  el  amor  no  iguala  á  todos?  El 
que  ama  es  digno  de  ser  amado.  Toda  distinción  de 
rango  y  clase  desaparece  ante  Dios,  que  no  juzga  sino 
los  corazones  y  no  quiere  sino  los  sentimientos.  ¡Oh, 
vos,  noble  dama,  imagen  perfecta  de  la  divinidad,  imi- 
tad vuestro  modelo !  Después  de  todo,  mi  corazón  vale 
tanto  como  el  de  un  duque  ó  de  un  rey.  Es  ser  igual  á 
los  soberanos  el  tener  miras  que  á  éstos  honrarian.  César 
nació  bien  lejos  del  trono  y  mereció  ser  elevado  á  él.» 

Ningún  poeta  moderno  ha  dicho  más. 

En  la  serie  de  poesías  de  Arnaldo  de  Marveil  hay  un 
verdadero  tesoro  de  admirables  detalles  y  de  pensamien- 
tos delicados.  Pocos  poetas  pueden  igualarle  en  lo  ex- 
quisito de  sus  sentimientos. 

Habiendo  algunas  miradas  favorables  de  la  condesa 
excitado  la  confianza  del  poeta,  en  su  amor  platónico,  se 
regocija  con  la  idea  de  que  por  fin  verá  colmados  sus 
votos,  pero  esto  no  le  impele  á  ser  temerario,  porque 
«el  amor  más  vivo,  dice,  es  el  más  tímido:  desde  el  mo- 


ARNALDO  DE  MARVEIL.  75 

mentó  que  quiere  ser  exigente ,  da  lugar  á  que  sea  sos- 
pechoso. )) 

Se  contenta,  pues,  sólo  con  asistir  al  tocador  de  la  que 
adora,  y  á  esto  limita  sus  deseos;  pero,  ya  al  fin,  se  atreve 
á  mayores  favores  y  desea  un  beso,  siendo  éste  el  objeto 
de  dos  bellas  canciones.  Obtuvo  el  favor,  pero  hubo  de 
costarle  caro. 

Sus  primeros  trasportes  anuncian  la  dicha  más  col- 
mada. Adelaida  «entera  se  ha  grabado  en  su  alma;» 
llena  de  quimeras  su  imaginación  «  nada  en  un  mar  de 
delicias,))  y  allí  se  encuentra  en  su  elemento  «como  el 
agua  es  el  de  los  peces. )) 

A  estas  delicias,  sin  embargo,  suceden  pronto  las  tor- 
turas del  corazón. 

«  Deseo  siempre  en  vano,  dice,  porque  soy  solo  á  de- 
sear. Aquella  á  quien  amo  se  mantiene  sorda  á  mis  de- 
seos. ¿Cómo  es  posible  que  siendo  fácil  amansar  á  los 
leones  sea  ella  tan  inflexible?  Y  sin  embargo,  vivo  con- 
tento en  medio  de  mis  penas.  ¿Puedo  por  ventura 
creerme  desgraciado  cuando  amo  y  deseo  ?  Amor,  si  ha- 
blo así  de  las  penas  que  causas,  ¿  qué  no  diria  yo  de  tus 
placeres.? » 

El  poeta  tenía  un  rival  poderoso.  A  pesar  de  que  su 
corazón  valiera  tanto  como  el  de  un  duque  ó  de  un  rey  ^  2^ 
pesar  de  la  igualdad  de  clases  ante  Dios  y  el  amor,  por 
él  tan  preconizada,  desde  el  momento  en  que  un  rey  en 
persona  se  atravesó  en  el  camino  de  los  amores  del 
poeta,  éste  pudo  darse  por  vencido. 

Efectivamente,  el  rey  D.  Alfonso  de  Aragón  se  pre- 
sentó de  pronto  á  ser  un  rival  del  poeta  y  á  hacer  la 


76  LOS  TROVADORES. 

corte  á  Adelaida  de  Beziers.  En  mal  hora  fué  para  los 
amores  de  Arnaldo. 

La  dama  no  imitó  a  su  modelo,  como  el  trovador  le 
pedia  en  una  de  sus  citadas  composiciones,  y  entre  el 
pobre  poeta  y  el  poderoso  monarca,  éste  último  ganó  la 
partida.  Se  ignora  si  el  rey  fué  más  afortunado  que  el 
trovador  y  si  consiguió  de  la  condesa  Adelaida  algo  más 
de  lo  que  Arnaldo  consiguiera;  pero  lo  que  sí  es  indu- 
dable es  que  alcanzó  de  ella  el  destierro  de  su  antiguo 
amante. 

Cuando  el  rey  Alfonso  se  hallaba  en  las  primicias  de 
su  amor  y  de  su  corte  á  la  dama  de  Beziers,  hubo  de 
observar  que  ésta  no  era  insensible  á  las  solicitudes  del 
poeta  y  que  oia  con  embeleso  y  gran  contentamiento  sus 
enamoradas  canciones.  Manifestóse  de  ello  afligido  y 
celoso,  y  como  prenda  de  amores  pidió  su  destierro.  Im- 
púsose entonces  á  Arnaldo  la  obligación  de  no  volver  á 
componer  más  canciones  dedicadas  á  la  condesa,  y  tam- 
bién la  de  no  amarla  ni  presentarse  ante  ella. 

(( ¿  Cómo  es  posible  que  pueda  yo  obedecer?  dice  Ar- 
naldo. ¿Puedo  ni  siquiera  tener  voluntad  para  pen- 
sarlo.?» 

Faltaria  de  seguro  á  la  orden  que  se  le  diera,  pues 
que  fué  despedido  de  la  corte  y  del  castillo. 

Retiróse  entonces  junto  á  Guillermo  de  Montpeller, 
que,  según  el  biógrafo  provenzal,  era  su  señor  y  su 
amigo,  cuya  corte  le  estaba  abierta,  y  allí  permaneció 
á  lo  que  parece  hasta  su  muerte,  conservando  viva  siem- 
pre en  su  corazón  la  llama  de  su  malogrado  amor,  como 
lo  prueba  por  este  tierno  y  sentido  canto : 


ARNALD¿  DE  MARVEIL.  77 

(íBien  pueden  decir  que  sólo  es  sensible  el  alma  por 
el  conducto  de  los  ojos.  Yo  no  veo  al  objeto  de  mis  amo- 
res, y  sin  embargo,  más  vivamente  me  ocupa  hoy  que 
antes  de  perderlo.  Han  podido  alejarme  de  su  presen- 
cia, pero  nada  podrá  romper  los  lazos  que  á  mi  corazón 
la  unen. 

))Este  mi  corazón  tierno  y  constante,  sólo  Dios  lo 
parte  con  ella,  y  hasta  la  porción  que  Dios  posee  la  ten- 
dria  sólo  en  feudo  de  su  dominio,  si  fuese  posible  que 
Dios  pudiera  ser  vasallo  y  prestar  homenaje. 

))  Lugares  afortunados  donde  ella  habita,  ¿cuándo  me 
será  permitido  volveros  á  ver?  ¿Estoy  destinado  á  no 
ver  llegar  á  nadie  de  allí?  Un  pastor  que  viniera  de  su 
castillo  sería  para  mí  un  elevado  personaje.  ¡Que  no 
pueda  yo  ser  confinado  á  un  desierto  y  encontrarla  en  él! 
Este  desierto  sería  entonces  para  mí  un  paraíso. » 

A  medida,  sin  embargo,  que  va  trascurriendo  el 
tiempo,  el  poeta  se  trasforma.  Al  principio  se  siente 
halagado  todavía  por  lisonjeras  esperanzas,  cree  que  su 
destierro  ha  de  tener  un  término,  que  puede  ser  llamado, 
que  ha  de  volver  algún  dia  á  la  corte  de  Adelaida,  y  tor- 
nar por  consiguiente  á  la  suprema  delicia  de  ((languide- 
cer de  amores  á  sus  plantas.))  Pero  el  tiempo  pasa,  no  ve 
lucir  un  solo  rayo  de  luz  en  el  horizonte  que  ante  sus 
ojos  se  extiende;  cree  ya  que  en  el  castillo  de  Beziers  se 
le  ha  olvidado,  más  aún,  que  se  le  desprecia,  y  acusa  en- 
tonces á  sus  antiguos  protectores  de  haberse  trocado  en 
sus  más  crueles  enemigos  y  á  aquélla  á  quien  tanto  amó 
de  ser  la  causa  de  sus  desgracias,  'pues  que,  lejos  de  repa- 
rarlas, le  abandona  sin  -piedad  á  los  rigores  de  su  suerte. 


7»  LOS  TROVADORES. 

Sus  poesías  comienzan  á  tomar  un  color  sombrío  y 
un  tono  de  profunda  amargura  próximo  de  la  desespe- 
ración. Se  reprocha  á  sí  mismo  el  haberse  vendido  por 
indiscreto,  se  acusa  de  haberse  vanagloriado  del  beso  que 
un  dia  recibió  de  la  condesa,  y  exclama  que  nada  ya  le 
liga  á  la  tierra^  que  no  tiene  amigos  y  que  nada  ya  le  ins- 
pira amor. 

Más  tarde  cesan  sus  cantos  de  amores,  como  si  se  hu- 
biese roto  esta  cuerda  en  su  lira,  y  el  poeta  se  hace  filó- 
sofo. Ya  no  es  el  amante  el  que  habla,  sino  el  pensador. 
Muchas  grandes  pasiones  de  aquel  tiempo  acabaron  se- 
pultándose en  el  refugio  y  la  soledad  de  un  claustro.  No 
parece  que  así  terminara  el  amor  de  Arnaldo  de  Mar- 
veil:  no  se  hizo  religioso,  pero  se  refugió  en  la  soledad 
y  en  el  claustro  de  su  alma. 

Nos  queda  de  los  últimos  tiempos  de  su  vida  un  canto 
moral,  una  larga  composición  de  cuatrocientos  versos 
consagrada  á  enseñar  el  arte  de  conducirse  en  el  mundo 
y  de  ser  útil  á  la  sociedad.  Exhorta  á  querer  y  respetar 
á  Dios,  á  distinguir  los  buenos  de  los  malos,  la  verdad 
de  la  mentira,  la  cordura  de  la  locura;  da  consejos  para 
adquirir  bondad,  prudencia,  gratitud;  indica  lo  que  de- 
ben hacer  los  caballeros,  los  clérigos,  los  ciudadanos, 
cada  uno  en  su  clase;  recomienda  la  probidad  como 
fuente  de  todo;  se  dirige  á  las  damas  para  decirles  que  la 
belleza  no  es  nada  sin  la  modestia  y  sin  la  honestidad;  y 
acaba  por  descargar  todo  el  peso  de  sus  iras  contra  aque- 
llos poderosos  del  siglo  que,  desconociendo  su  misión,  se 
hacen  dignos  de  la  cólera  divina  por  el  abuso  de  su  fuerza 
y  de  sus  privilegios.  «Debieran,  dice,  dar  ejemplo  de 


ARNALDO  DE  MARVEIL.  79 

clemencia ,  de  justicia  y  de  generosidad ;  pero  lejos  de 
esto,  su  tiranía  es  hoy  tal,  que  todos  cuantos  de  ellos  de- 
penden se  ven  condenados  á  una  vida  de  opresión,  mi- 
seria y  esclavitud. » 

¿Eran  estas  palabras  del  trovador  el  anuncio  y  el 
heraldo  de  la  revolución  que  comenzaba  á  efectuarse 
en  las  ideas  y  que  habia  de  estallar  con  la  llamada  he- 
rejía de  los  albigenses? 

A  punto  fijo  se  ignora  la  época  en  que  murió  Ar- 
naldo  de  Marveil.  Nostradamus  le  hace  sobrevivir 
veinte  años  á  la  condesa  Adelaida,  cuya  muerte  tuvo 
lugar  en  1201;  pero  el  abate  Millot,  con  más  acierto, 
supone  que  dejó  de  existir  antes  que  su  dama. 

A  haber  vivido  Arnaldo  de  Marveil  hasta  121 9  ó 
1220,  que  es  la  época  fijada  por  Nostradamus,  hubiera 
alcanzado  una  edad  muy  avanzada,  quizá  imposible,  y 
se  le  veria  figurar  de  seguro  en  las  tristes  escenas  de 
que  la  Provenza  fué  teatro  y  en  que  tan  principal  parte 
tomaron  los  trovadores. 


ASTORG  DE  AURILAC. 


Este  trovador  es  el  mismo  á  quien  otros  llaman  Aus- 
tau  de  Orlac. 

Figura  como  suyo  un  largo  serventesio,  pero  fiján- 
dose bien  en  su  lectura,  se  comprende  perfectamente 
que  los  copiantes  han  hecho  una  poesía  sola  de  la  que 
debe  dividirse  en  dos,  como,  por  el  contrario,  de  un 
solo  poeta  han  hecho  dos,  estableciendo  entre  Astorg 
de  Aurilac  y  Austau  de  Orlac  una  diferencia  que  no 
existe. 

Por  lo  tocante  al  serventesio  que  se  le  atribuye,  y 
que  en  mis  manuscritos,  lo  propio  que  en  los  estudios 
de  Coll  y  Vehi,  está  continuado  como  una  sola  com- 
posición, debe  visiblemente  dividirse.  De  su  primera  á 
su  segunda  parte  median  nada  menos  que  veinte  años. 

Son  dos  serventesios ,  si  duro  el  uno,  más  el  otro, 
lamentando  las  calamidades  producidas  por  las  cruza- 
das, á  las  cuales  el  trovador  maldice  y  anatematiza. 

Así,  pues,  en  el  primero  el  poeta  deplora  el  mal 


ASTORG  DE  AURILAC.  81 

éxito  de  la  primera  cruzada  de  San  Luis,  y  lamenta  su 
cautiverio  como  un  duelo  público  y  como  una  calami- 
dad nacional.  Debió  escribirse  por  los  tiempos  mismos 
de  la  cruzada,  que  tuvo  lugar  en  1250. 

En  el  segundo,  tal  como  en  mi  opinión  deben  divi- 
dirse, lamenta,  no  ya  el  cautiverio,  sino  la  muerte  de 
San  Luis,  que  tuvo  lugar  en  su  segunda  cruzada,  y  por 
consiguiente,  el  año  1270. 

Un  intervalo  de  veinte  años  media,  pues,  entre  am- 
bas poesías. 

Astorg  de  Aurilac  deja  que  su  pensamiento  campee 
con  toda  libertad  y  se  expresa  en  estos  términos: 

«Oh  Dios,  ¿por  qué  permitiste  que  semejante  des- 
ventura le  sucediera  a  nuestro  rey  francés,  tan  gentil  y 
tan  hidalgo?  ¿Por  qué  permites  que  gima  entre  cade- 
nas, cuando  tan  grandes  servicios  podia  prestar  aún,  y 
cuando  á  tí  se  consagraba  con  todo  el  ardor  de  su  alma? 
¿'Por  qué  permitiste  que  sucumbiera?» 

Ay  Dieus,  ¿per  qué  as  fac  tan  gran  malesa 
de  nostre  reí  francés  larc  e  cortés? 

Los  lamentos  del  poeta  se  convierten  pronto  en  mal- 
diciones : 

((  Oh  noble  y  caballeresca  hueste,  la  que  pasaste  á  Ul- 
tramar con  tan  buenos  arneses  y  bellas  armaduras ;  ya 
no  te  veremos  más,  y  hé  aquí  por  qué  lloro,  hé  aquí 
por  qué  el  mundo  todo  está  de  duelo,  hé  aquí  por  qué 
maldigo  á  Alejandría,  y  maldigo  las  predicaciones  del 
clero,  y  maldigo  á  los  turcos  que  nos  han  derrotado. 
Mal  hizo  Dios  en  darles  tal  poder. 


fe  LOS  TROVADORES. 

Mal  dicha  sia  Alexandría; 
e  mal  dicha  tota  clergía, 
e  mal  dich  Ture  que  'us  an  jach  remaner! 
Mal  á  fetz  Dieus  quarlor  en  dat  poder... 

Pero  donde  el  trovador  es  más  terrible  y  contunden- 
te; donde  lanza  sus  más  crueles  dardos;  donde  ya  le 
deja  rienda  suelta  al  pensamiento,  sin  traba  de  ninguna 
clase,  es  en  la  segunda  parte  de  la  poesía,  ó  sea  en  el 
que  yo  creo  un  nuevo  serventesio. 

Llora  la  muerte  de  San  Luis,  tan  ardiente  en  servir 
á  Dios,  maldice  las  cruzadas  y  el  clero,  promovedor  de 
la  guerra  santa,  maldice  á  Dios  mismo  que  hubiera  po- 
dido dar  un  término  feliz  á  la  guerra;  desea  que  los 
cristianos  se  hagan  mahometanos,  puesto  que  Dios  está 
por  los  infieles ;  opone  el  camino  recto  que  San  Pedro 
seguia  á  los  tortuosos  senderos  por  donde  marcha  el 
papa;  dice  que  el  Santo  Padre  y  el  clero  lo  hacen  todo 
por  dinero;  finalmente,  ccdesearia,  exclama,  que  el  em- 
perador y  los  franceses  se  cruzaran  para  combatir  al 
clero  que  ha  hecho  perecer  la  flor  de  la  caballería  y  que 
sólo  piensa  en  dormir.» 

Crestiantat  vei  del  tot  á  malmeza, 
tan  gran  perda  no  ere  qu'  anemais  fezés 
perqué  's  razós  qu'  hom  hueimais  Dieus  descreza 
e  qu'  adoren  Bafomet  lai  on  es... 

Pus  Dieus  vol  e  Sancta  Maria 
que  nos  siam  venzuts  á  non  dever... 

San  Peire  teñe  la  dreta  via, 
mas  r  Apostolis  la  i  desvia... 


ASTORG  DE  AURILAC.  83 

L'  emperaires  volgr'  agués  la  crotz  presa 
e  que  son  filh  1'  eraperis  remazés, 
e  qu  's  tengués  ab  lui  la  gens  francesa 
contra  fals  clcrc  en  cui  renha  no  fes, 

qu'an  mort  pretz  e  cavalaria, 

e  morta  tota  cortezia; 
e  prezó  's  pauc  qui  á  son  desplazer, 
solh  qu'  ilh  puesco  sejornar  é  jacer. 

De  Astorg  de  Aurilac  no  se  tiene  noticia  alguna  de 
su  vida  ni  se  le  conocen  otras  composiciones. 


AUBERTO     DE     PUICIBOT 

ó    EL    MONJE    DE    PUICIBOT. 


Auberto  ó  Alberto  según  unos,  según  los  más  Gau- 
berto  ó  Gualberto,  era  un  caballero  de  la  diócesis  de 
Limoges,  hijo  del  castellan  de  Puicibot. 

Siendo  muy  joven,  le  hicieron  entrar  de  novicio  en  el 
monasterio  de  San  Leonardo,  donde  hizo  sus  estudios; 
pero  era  el  mozo  demasiado  turbulento  para  fraile,  y 
el  mejor  dia,  espoleado  por  el  deseo  de  correr  mundo  ó 
por  la  pasión  de  una  mujer,  colgó  sus  hábitos  y  se  fué 
á  recabar  la  protección,  dice  el  manuscrito  de  los  trovado- 
res, de  aquel  á  quien  iban  todos  cuantos  querian  ganar, 
por  cortesía,  honores  y  beneficios,  el  noble  y  valiente 
Savaric  de  Mauleon,  (á  selui  on  venían  tuit  aquil  que  per 
cortesía  volíon  onor  e  bíenfaít^  al  pros ,  al  valen  En  Sa- 
varic de  Malleó). 

Acogióle  éste,  y  le  proveyó  de  trajes  y  de  todo  el 
equipo  de  juglar,  procurándole  también  recursos  para 
que  pudiera  ir  por  las  cortes.  Andando  por  ellas  com- 


AUBERTO  DE  PUICIBOT  Ó  EL  MONJE  DE  PUICIBOT.        85 

puso  muchas  y  buenas  canciones,  dice  su  biografía  pro- 
venzal,  y  se  enamoró  de  una  bella  y  noble  damisela,  a 
quien  celebró  en  sus  cantares. 

Las  poesías  suyas  llegadas  hasta  nosotros  valen  poco 
ciertamente.  Son,  como  ha  dicho  Millot,  unas  quince 
composiciones  en  estilo  difuso^  cuajadas  de  retruécanos, 
malas  casi  todas,  y  algunas  poco  honestas. 

En  una  de  ellas,  inspirado  por  los  celos,  dice: 

«El  amor  me  hace  vivir  para  aumentar  mi  tormento; 
así  es  que,  en  vez  de  cantar  como  solia,  no  hago  otra 
cosa  que  llorar.  Las  engañadoras  apariencias  de  aquélla 
á  quien  amo,  me  enloquecieron.  Aún  no  hacía  el  año 
que  estaba  yo  enamorado  de  ella,  cuando  se  entregó  á 
otro  amante.  Me  arrepiento  de  haber  escogido  tan 
mal,  pero  no  puedo  apagar  el  fuego  indigno  que  me 
devora. » 

No  se  sabe  si  esta  poesía  iba  dirigida  á  la  misma 
dama  con  quien  casó  luego,  como  se  verá,  pero  bien 
pudiera  ser,  a  juzgar  por  los  sucesos  posteriores.  Pre- 
sumible es  que  la  que  más  tarde  le  faltó  como  esposa, 
fuese  la  misma  que  antes  le  habia  faltado  como  amante. 

En  efecto,  el  trovador  fué  desgraciado  en  su  matri- 
monio y  víctima  de  la  mujer  ignoble,  con  quien  se  en- 
lazó. La  obra  provenzal  sobre  las  Vidas  de  los  trovado- 
res^  publicada  por  Raynouard  y  después  por  el  Indí- 
gena de  Tolosa,  á  la  que  principalmente  acudo  como 
fuente  para  estos  estudios,  cuenta  la  miserable  historia 
del  poeta. 

La  dama  de  quien  se  habia  enamorado  le  declaró 
que  sólo  cederia  á  sus  votos  si  le  hacian  caballero  y  si 


86  LOS  TROVADORES. 

se  casaba  con  ella.  Auberto  estaba  ciego  de  amores,  y 
recurrió  á  su  protector  Savaric  de  Mauleon,  el  cual, 
constante  en  su  protección ,  no  solamente  le  armó  caba- 
llero, sí  que,  á  más,  le  dio  una  casa,  tierras  y  rentas 
para  establecerse. 

Casóse  el  trovador  con  la  que  amaba,  y  los  princi- 
pios de  su  unión  fueron  dichosos,  pero  en  mal  hora 
emprendió  Auberto  un  viaje  á  España  dejando  en  el 
país  á  su  mujer,  que  era  joven,  bella  y  alegre.  Un  ca- 
ballero de  la  comarca  se  aprovechó  de  la  ausencia  del 
marido  para  hacerle  la  corte,  y  tanto  hubo  de  decir  y 
de  hacer  seguramente,  que  la  sedujo  hasta  el  punto  de 
hacerle  abandonar  el  techo  conyugal,  partiéndose  con 
él.  El  amante  la  sostuvo  como  su  querida  por  algún 
tiempo,  pero  no  tardó  en  abandonarla  á  su  suerte  en 
una  ciudad  de  Provenza,  donde  quedó  perdida,  deshon- 
rada y  sin  recursos. 

A  la  misma  ciudad  fué  á  parar  Auberto  cuando  re- 
gresó de  España,  bien  lejos  de  pensar  que  allí  vivia  su 
esposa  en  desordenada  vida,  comerciando  con  los  restos 
de  una  belleza  manchada  ya  por  la  deshonra.  No  era 
tampoco  Auberto,  por  lo  que  parece,  muy  escrupuloso 
con  sus  deberes  conyugales,  y  la  noche  misma  de  su 
llegada  se  dirigió  á  casa  de  una  pobre  mujer,  donde  le 
dijeron  que  hallarla  á  una  hermosa  joven. 

La  hermosa  joven  era  su  esposa.  Cuando  la  recono- 
ció, dice  la  crónica,  hubo  entre  ellos  gran  duelo  y  gran 
vergüenza  (e  can  la  vi,  fon  gran  dol  entr  els  et  gran 
vergonha). 

Al  diasiguiente  de  esta  horrible  escena,  el  ultrajado 


AUBERTO  DE  PUICIBOT  Ó  EL  MONJE  DE  PUICIBOT.         87 

esposo  encerraba  á  su  mujer  en  un  convento,  y  entraba 
él  á  su  vez  en  otro,  dejando  de  cantar  y  componer^  y 
renunciando  á  los  placeres  del  mundo. 

Según  Nostradamus,  que  completa  las  anteriores  no- 
ticias, Auberto  se  hizo  monje  en  el  monasterio  de 
Pignan. 

Parece  que  en  el  primer  momento  de  su  ira,  el  ofen- 
dido esposo  quiso  arrojar  á  su  mujer  al  pozo  de  Argen- 
cier,  espantoso  precipicio  que  existe  en  las  islas  de  Hye- 
res,  ó  á  otro  profundo  abismo  de  Pro  venza,  al  cual 
eran  precipitadas  las  mujeres  convencidas  de  adulterio; 
pero,  movido  por  su  llanto  y  por  sus  ruegos,  se  con- 
tentó con  encerrarla  en  el  claustro. 

Es  todo  lo  que  de  Auberto,  el  monje  de  Puicibot, 
se  encuentra  que  decir. 


AUGIER. 


Se  le  llama  en  los  manuscritos  y  libros  que  de  los  tro- 
vadores tratan,  Augier,  Ogiers  de  Viena,  Ogier,  Augier 
de  San  Donat  y  también  Ugier. 

Sábese  de  él  que  residió  largo  tiempo  en  Lombardía, 
donde  compuso  muy  bellas  tensiones  y  muy  buenos  ser- 
ventesios,  alabando  á  unos  y  satirizando  á  otros.  Flore- 
ció de  mediados  á  fines  del  siglo  xii. 

Tiene  una  composición  extraña  y  de  mal  gusto,  de 
un  género  que  por  fortuna  no  tuvo  imitadores,  llena  de 
retruécanos,  antítesis  y  juegos  de  vocablos,  de  que  re- 
sulta una  oscuridad  desagradable. 

(( Yo  seré  siempre  servidor  para  deservir,  aunque  sir- 
viendo 2L  los  pobres  ricos  esclavos  de  sus  riquezas^  rodea- 
dos de  consejeros  que  les  aconsejan  en  descrédito  de  su 
honra.  Así  es  que  en  sus  cortes ^  cortas  de  cortestay  nadie 
puede  encontrar  un  hombre  cabal  y  perfecto.  Yo  mismo, 
que  no  lo  soy,  me  considero  superior,  cuando  con  ellos 
me  comparo. 


AUGIER.  89 

))  He  visto  al  noble  rey  Federico  hacer  tanto  aprecio 
del  mérito  y  de  la  virtud,  y  ensalzar  tanto  estas  cuali-  < 
dades,  que  no  creo  que  pueda  imperar  cuando  tendrá  el 
imperio. » 

El  poeta  continúa  hablando  de  la  corrupción  de  los 
pobres  ricos,  y  se  consuela  con  la  esperanza  de  que  el 
rey  Federico  sabrá  evitar  este  peligro.  Elogia  en  seguida 
al  marqués  de  Montferrat  y  al  conde  de  Provenza,  Ra-  • 
mon  Berenguer,  muerto  en  1162. 

Ocho  son  en  número  las  composiciones  que  de  Au- 
gier  existen,  pero  no  hay  en  ellas  ninguna  de  mérito  so- 
bresaliente. La  más  notable  y  la  mejor  entre  ellas  es  una 
dedicada  á  la  muerte  del  vizconde  de  Beziers,  que  se 
considera  como  suya,  pero  que  no  lo  es  sin  embargo, 
pues  que  pertenece  al  trovador  Guillermo  de  Beziers,  se- 
gún se  verá  en  el  artículo  á  éste  consagrado. 

Tiene  otra,  curiosa  por  lo  que  se  relaciona  con  las 
costumbres  de  su  tiempo.  La  compuso  en  contestación 
á  una  de  cierto  trovador  llamado  Beltran,  que  se  ig- 
nora quién  fuese.  Este  Beltran  en  una  tensión  con  su 
juglar,  sostuvo  que,  mejor  que  á  las  jóvenes,  valía  más 
hacer  el  amor  á  las  viejas,  fundándose  en  que  con  és- 
tas hay  más  libertad,  mientras  que  entre  aquéllas  sólo 
hay  coqueterías,  penas  y  favores  que  se  pagan  muy 
caros. 

Augier  toma  la  defensa  de  las  jóvenes^  pero  lo  hace 
con  poco  ingenio  ciertamente. 

<(  Prefiero,  dice,  el  amor  de  la  joven  al  de  la  vieja.  No 
puedo  sufrir  la  tez  blanca  y  rosada  que  se  fingen  las  vie- 
jas, con  el  ungüento  de  un  huevo  batido  que  se  aplican 


90  LOS  TROVADORES. 

en  las  mejillas,  tiñéndose  de  blanco  por  encima  y  emba- 
durnándose desde  la  frente  hasta  el  pecho... 

))  Una  joven  bien  formada  vale  más  que  quinientas 
viejas,  y  Beltran  miente  al  sostener  lo  contrario.  Paga 
bien  caro  su  locura  con  su  vieja,  flaca  y  repugnante... 

))  Tengo  por  un  insensato  al  que  se  enamora  de  una 
cara  pintada,  y  es  deshonroso  para  una  mujer  el  fingir 
una  belleza  perdida.  En  lugar  de  ocuparse  de  su  cuerpo, 
que  cada  dia  se  descompone,  más  le  valiera  ocuparse  de 
la  salud  de  su  alma,  j) 

Bien  se  ve  que  los  afeites  y  el  colorete  fueron  propie- 
dad de  las  mujeres  de  todos  tiempos,  y  aun  podría  pasar 
la  cosa  sisólo  á  cierta  edad  se  usaran. 


AYMERIC  DE  BELENOI. 


Ha  sido  conocido  este  trovador  con  diferentes  nom- 
bres, induciendo  á  confusión  y  haciendo  que  muchos 
hayan  creido  distintos  el  que  es  uno  solo. 

Los  Aymeric  de  Belenvei,  de  Beauvoir  y  de  Belve- 
zur  que  se  citan  por  varios  autores  son  uno  solo,  y  éste 
es  Aymeric  de  Belenoi. 

El  abate  Millot  continúa  entre  sus  trovadores  otro 
Aymeric  de  Belmon,  pero  en  mi  sentir,  como  diré  luego, 
es  también  el  mismo  que  Belenoi.  Belmon  ó  Belmont 
es  visiblemente  un  error  de  Belenoi. 

Cortas  líneas  consagra  la  biografía  provenzal  á  este 
trovador.  Se  limita  á  decir  de  él  que  fué  de  la  comarca 
de  Burdeos,  de  un  castillo  llamado  Lesparre  {^Esparta 
le  llama  Millot),  sobrino  del  maestro  Pedro  de  Corbiac, 
y  que,  ansioso  de  correr  tierras,  se  hizo  juglar.  Com- 
puso, dice,  muy  bellas  canciones  y  muy  galanas  con  mo- 
tivo de  una  dama  de  Gascuña,  cuyo  nombre  era  Gen- 


92  LOS  TROVADORES. 

tila  de  Ruis,  y  por  amor  de  ella  vivió  largo  tiempo  en 
aquella  comarca.  Después  se  fué  á  Cataluña,  donde  se 
estableció  y  murió. 

A  estas  se  reducen  todas  las  noticias  que  acerca  de  Be- 
lenoi  dan  las  Vidas  de  los  trovadores.  Algo  más  he  ha- 
llado y  puede  decirse  de  él. 

Nostradamus,  que  le  llama  Aymeric  de  Belvezur, 
dice  que  su  hermosa  gascona  era  de  la  casa  de  la  Valette, 
y  que  sus  amores  dieron  mucho  que  hablar,  viéndose 
obligado  el  trovador  a  separarse  de  su  dama.  Pasó  en- 
tonces Aymeric  a  la  corte  de  Ramón  Berenguer  V, 
conde  de  Provenza,  y  compuso  muchas  canciones  en 
loor  de  este  príncipe  y  de  su  esposa  Beatriz  de  Saboya. 
Allí  se  enamoró  de  una  princesa  de  aquella  corte  lla- 
mada Barbosa,  que  unia  a  la  belleza  y  á  la  discreción  un 
perfecto  conocimiento  de  las  siete  artes  liberales. 

Un  dia,  siempre  según  Nostradamus,  que  Aymeric 
se  hallaba  en  las  habitaciones  de  la  princesa  Beatriz,  hija 
del  conde.  Barbosa  dejó  caer  al  descuido  uno  de  sus 
guantes,  que  el  trovador  se  apresuró  á  recoger,  besán- 
dolo, y  presentándoselo  en  seguida á  la  señora  desús  pen- 
samientos. Las  damas  de  la  princesa  se  apercibieron  de 
ello,  murmuraron  un  poco,  y  se  dirigieron  á  Barbosa 
manifestándole  asombro  de  que  permitiera  semejantes 
libertades;  pero  ella  respondió  que  las  damas  de  honor 
no  hacían  nada  de  más  con  acordar  favores  á  los  poetas 
que  con  sus  versos  las  inmortalizaban.  La  princesa  Bea- 
triz apoyó  estos  sentimientos,  y  las  damas  se  callaron. 

De  esto  hizo  Aymeric  el  asunto  de  dos  canciones,  de- 
dicando una  á  Barbosa  y  otra  á  la  princesa. 


AYMERIC  DE  BELENOI.  93 

Pasado  algún  tiempo  de  aquello,  la  dama  entró  de 
religiosa  en  un  convento,  y  su  amante  tuvo  de  ello  tan 
gran  pesar^  que  murió  de  dolor.  Florecia  Aymeric  en  la 
época  en  que  Ramón  Berenguer  fundaba  en  las  mon- 
tañas de  Provenza  la  villa  que  se  llamó  y  continúa  hoy 
llamándose  Barceloneta,  en  recuerdo  de  Barcelona.  Fué 
esto  por  los  años  de  1233,  muriendo  Aymeric  en  1264. 

Esto  cuenta  Nostradamus,  añadiendo  de  este  trova- 
dor que  fué  poeta  cómico,  es  decir,  autor  dramático.  No 
hay  que  fiar  mucho,  á  veces,  en  Nostradamus,  el  cual 
debe  estudiarse  con  crítica,  pero  en  esta  ocasión  existen 
poesías  de  Belenoi  por  las  cuales  se  puede  creer  que,  si 
no  todo,  algo  hay  de  verdad  en  lo  contado  por  el  cro- 
nista de  Provenza. 

En  diversas  canciones  Aymeric  celebra  á  una  dama, 
de  quien  el  poeta  dice  que  hubo  de  alejarse  por  lo  que 
andaban  en  decir  los  maldicientes.  Esta  dama  puede  ser 
la  Gentila  de  Ruis.  En  otras  habla  de  otra  dama,  de  alto 
rango,  á  quien  no  se  atreve  á  declarar  su  amor,  y  ésta 
puede  ser  la  que  Nostradamus  llama  Barbosa. 

(( Vi,  dice  el  poeta,  la  mano  de  esa  dama  un  dia  que 
se  quitó  el  guante,  y  me  robó  el  alma.  Este  guante 
ha  roto  el  candado  con  que  yo  habia  cerrado  mi  corazón 
á  todo  nuevo  amor.  Cuanto  más  la  veo,  más  bellezas 
descubro  en  ella,  más  pienso  en  ella,  más  virtudes  le  en- 
cuentro. )) 

Tiene  otra  poesía  contra  Alberto  Cailla,  autor  de 
una  sátira  contra  las  mujeres.  Aymeric  elogia  en  ella  á 
la  condesa  de  Provenza,  á  su  prima  Beatriz  y  á  las  con- 
desas de  Carret,  Saluces  y  Massa,  damas  italianas  que 


94  I«OS  TROVADORES. 

con  Beatriz  de  Saboya  fueron  á  Pro  venza,  exhortán- 
dolas á  castigar  al  insolente  Cailla,  arrojándole  de  su 
corte. 

Prueban  perfectamente  estas  composiciones  que  Ay- 
meric  estuvo  en  Provenza  y  en  la  corte  de  Ramón  Be- 
renguer^  resultando  exacto  el  testimonio  de  Nostrada- 
mus.  De  Gascuña  pasaria  probablemente  á  la  corte  del 
conde  de  ProVenza,  pero  no  queda  duda  tampoco,  por 
lo  que  luego  diré,  que  de  allí  debió  pasar  á  Cataluña  y 
a  Aragón,  y  aun  á  Castilla.  Lo  que  dice  Nostradamus 
de  su  muerte  en  Provenza  á  causa  del  dolor  que  le  causó 
la  entrada  de  su  dama  en  un  convento,  no  está  justi- 
ficado. 

Por  lo  que  toca  á  su  muerte,  la  fecha  de  Nostrada- 
mus, si  no  rigurosamente  exacta,  se  acerca  á  la  que  dan 
otras  noticias  que  la  ponen  en  1270. 

Confundiendo  el  Aymeric  de  Belenoi  con  el  Aymeric 
de  Peguilhá,  alguno  ha  dado  el  1270  como  fecha  de  la 
muerte  de  este  último,  siendo  así  que  Peguilhá  floreció 
en  la  época  de  D.  Pedro  el  Católico ^  padre  de  D.  Jaime 
el  Conquistador, 

Belenoi  es  el  que  pertenece  á  la  época  de  D.  Jaime, 
de  quien  fué  protegido  y  en  cuya  corte  vivió.  Pero  no 
cabe  duda  tampoco  respecto  de  su  estancia  en  Castilla, 
á  cuyo  monarca  fué  deudor  de  espléndida  hospitalidad. 
Lo  dice  el  misrfio  trovador  en  una  poesía,  especie  de 
sátira  contra  su  siglo,  en  la  cual,  después  de  expresar 
que  ha  dejado  de  honrarse  el  júbilo,  las  canciones,  la 
liberalidad,  los  leales  servicios,  el  mérito,  la  magnificen- 
cia y  la  cortesía,  recuerda  que,  habiendo  vivido  con  mu- 


AYMERIC  DE  BELEÑO!.  95 

cho  placer  en  Castilla,  ha  dejado  con  pena  aquel  país, 
en  donde,  son  sus  frases  mismas,  compuso  gentiles  ver- 
sos, que  agradaron  al  rey  (sin  duda  Alfonso  X  de  Cas- 
tilla, el  Sabio) ,  amador  de  los  buenos  dichos  y  de  los 
buenos  hechos  no  menos  que  su  abuelo. 

Varias  de  sus  poesías,  también,  están  dedicadas  á  nues- 
tros reyes  de  Aragón. 

((Canción,  dice  en  una  de  ellas,  vé  y  detente  junto  a 
la  reina  preciada,  que  todo  con  ella  mejora...  » 

A  la  pro  Reina  presen 
t'  en  vai,  chansons,  e  t'  atura, 
qu'ab  lei  tota  res  meillura... 

((Canción,  dice  en  otra,  vete  allá,  hacia  aquel  bello 
país  donde  la  reina  conquistó  tan  rica  prez,  pues  que 
ella  hace  que  sea  mejor  cuanto  en  otro  punto  es  bueno, 
y  se  honra  á  sí  misma  y  al  rico  nombre  de  Aragón.» 

Chansons,  vai  t'  en  lai  jost'  el  bel  pais 
o  la  Reina  tan  ric  pres  conquis; 
c'  ab  lei  val  mais  50  qu'  alhors  es  bo 
perqué  onra  si  e  '1  ric  nom  d'  Aragó,.. 


Ignorándose  la  época  cierta  en  que  fueron  escritas  es- 
tas poesías,  no  se  sabe  á  cuál  de  las  esposas  que  tuvo 
don  Jaime  de  Aragón  van  dedicadas. 

(( Franco  rey  gentil  de  Aragón,  dice  en  una  poesía  á 
don  Jaime,  grandes  son  mis  deseos  de  veros  aprestar 
las  armas,  pues  no  hubo  jamás  cristianos,  sarracenos  ni 


96  LOS  TROVADORES. 

judíos  que  tan  bien  y  tan  fácilmente  hiciesen  tan  gran- 
des obras. » 


Franc  Reís  gentil  d'  Aragó,  gran  dezir 
hai  que  ieu  vos  vei  las  armas  baillir; 
quar  crestians,  sarrazins  ne  judieus 
tan  ríes  afars  no  saup  far  bens  é  lieus. 


Tiene  este  trovador  lindísimas  canciones.  Una  de 
ellas  es  la  que  comienza: 

(( Puesto  que  el  alegre  tiempo  de  la  primavera  se  re- 
nueva y  vuelve  vestido  de  hojas  y  de  flores,  voy  á  can- 
tarlo. )) 

Pois  lo  gai  tems  de  pascor 

renovelh  e  ve 
vestit  de  folh  e  de  flor 

cantaral  de  se... 

Entre  sus  canciones  hay  varias  dedicadas  á  la  condesa 
de  Subirats,  que  Milá  ha  creido  podia  ser  la  condesa  de 
Subirats,  mujer  del  último  conde  de  Urgel,  tutora  des- 
pués de  su  hija  Doña  Aurembiaix  y  mujer  de  Guillermo 
de  Cervera. 

Hubo,  efectivamente,  una  condesa  de  Subirats  lla- 
mada Elvira  que  fué  mujer  de  Armengol,  octavo  de  este 
nombre  y  undécimo  conde  de  Urgel,  el  último  de  la 
línea  masculina  de  estos  condes;  la  cual,  muerto  su  ma- 
rido, quedó  heredera  de  vida  del  condado  de  Urgel,  tu- 
tora de  su  hija  Aurembiaix,  y  casó  con  Guillen  de  Cer- 
vera. Pero  no  opino  yo  que  ésta  fuese  la  condesa  de  Su- 


AYMERIC  DE  BELENOI.  97 

birats  á  quien  Aymeric  de  Belenoi  dedicaba  sus  can- 
ciones. 

En  un  acta  del  monasterio  de  Poblet,  fechada  á  4  de 
las  nonas  de  mayo  de  1191,  consta  que  Armengol  de 
Urgel  y  su  mujer  Elvira  estuvieron  en  Poblet  é  hicie- 
ron varias  donaciones  á  aquel  monasterio  (i),  y  estafe- 
cha  remota  induce  á  creer  que  la  condesa  de  Subirats, 
esposa  del  conde  de  Urgel  habia  ya  muerto  de  seguro 
en  la  época  del  trovador  y  cuando  éste  dedicaba  sus 
canciones  a  otra  del  mismo  título. 

((Noble  condesa,  dice  el  poeta  en  una  dedicatoria,  el 
nombre  de  Subirats  resuena  en  lejanos  sitios  y  es  en 
todas  partes  ensalzado.  No  me  alejaré  yo  nunca  de  vos, 
ni  haré  tal  mientras  viva.)) 

Pros  contesa,  lo  noms  de  Sobiratz 
es  lonh  auzit  e  per  tot  eissausatz, 
perqu'  ieu  no  'm  part  de  vostra  senhoria 
ni  non  farai  aitaut  com  vius  estia. 

En  otra  composición  dice  que  Dios  ha  favorecido 
tanto  á  la  condesa,  que  no  hay  mujer  que  reúna  mayo- 
res y  más  altas  dotes. 

Ha  quedado  de  este  trovador  un  canto  notable,  que 
bien  puede  servir  ciertamente  de  modelo,  á  la  muerte  de 
Ñuño  Sánchez,  conde  del  Rosellon,  aquel  mismo  Ñuño 
Sánchez  que  fue  uno  de  los  bravos  compañeros  de  don 


(i)     Historia  de  Poblet,  por  el  P.  Finestres,  tomo  11,  págs.  124 
y  202. 

TOMO  II,  7 


98  LOS  TROVADORES. 

Jaime  en  su  conquista  de  Mallorca,  y,  retirado  del  bu- 
llicio del  mundo,  acabó  su  vida  en  el  claustro  de  Elna 
el  año  1 241. 

He  aquí  la  elegía  de  Aymeric  de  Belenoi  a  la  muerte 
de  Ñuño  Sánchez: 

(( ¡  Ay  de  mí  [  ¿  Por  qué  ha  de  vivir  y  conservarse 
tanto  aquél  que  ve  ir  creciendo  su  dolor  todos  los  dias? 
Todos  mis  goces  se  han  convertido  en  llanto  por  un  ter- 
rible duelo  que  se  clavó  en  mi  corazón;  que  no  hay 
gozo,  por  grande  que  sea,  que  pueda  borrar  el  luto  de 
que  está  cubierta  mi  alma ;  por  esto  no  puedo  combi- 
nar palabras  ni  sonidos,  que  mal  ha  de  cantar  el  que 
bien  llora. 

))  Mi  canto  es  hoy  de  la  misma  naturaleza  que  el  del 
cisne,  que  canta  tristemente  su  muerte;  pues  yo  canto, 
llorando  á  mi  señor,  que  perdí  para  mi  duelo  y  amar- 
gura. Ñuño  Sánchez,  por  quien  morir  debí  al  perderle, 
si  fuese  lícito  el  matarse;  que  cuando  se  pierde  á  un 
señor  bueno  y  querido  se  'debiera  morir,  pues  jamás 
vuelve  á  recobrarse. 

3)No  cometeré  tan  gran  yerro,  señor  Ñuño,  por 
grande  que  sea  mi  dolor  al  veros  muerto,  pues  sería 
locura:  aquél  sólo  muere  de  quien  Dios  np  se  cuida, 
pero  á  vos  Dios  os  llamó  á  sí,  pues  supisteis  servirle  á 
él  al  mismo  tiempo  que  á  vuestro  nombre  y  gloria; 
aquéllos  han  muerto  que  os  solian  amar,  ya  que  os  han 
perdido,  señor,  sin  recobraros. 

))Con  vos  murieron  el  juicio,  la  franqueza  y  la  me- 
sura, y  todos  deben  dolerse  de  ello;  con  vos  murieron 
todas  las  dotes  que  hacen  valer  a  los  hombres,  y  ya  hoy 


AYMERIC  DE  BELENOI.  55 

renace  la  falsía  entre  aquéllos  que  no  saben  estimarse. 
Quien  prez  quiera  alcanzar,  mírese  en  vuestros  hechos, 
que  así  sabrá  ganar  á  Dios  y  fama,  y  honrarse  a  sí  pro- 
pio y  a  todos  los  demás. 

))  Bien  puede  decirse  ahora  que  todo  el  mundo  pena, 
pues  no  hay  júbilo  que  en  dolor  no  se  torne,  excepción 
hecha  del  rico  júbilo  de  Nuestro  Señor,  por  lo  cual  me 
parece  loco  quien  se  ocupa  ni  se  fija  en  otro  júbilo  que 
el  de  amar  y  servir  á  Dios.  Siglo  malvado,  hacéis  que 
terminen  con  dolor  todas  vuestras  obras;  por  esto  no 
debe  fiar  el  hombre  en  vuestro  amor,  sino  en  su  sal- 
vación. 

)) Señor  Ñuño,  de  vos  puedo  decir  verdaderamente 
que  jamás  le  amasteis  sino  para  servir  á  Dios  y  para 
ensalzar  y  honrar  á  los  suyos  y  confundir  y  anonadar  á 
los  malos. 

))  Señor,  ruego  á  Dios  que  acoja  vuestra  alma,  pues 
harto  me  dejasteis  aquí  abajo  que  llorar.» 

¡  Ailás !  per  que  viu  lonjamen  ni  dura 
sel  que  totz  jorns  vei  créysser  sa  dolor, 
qu'  er  son  tornat  tug  li  miey  gaug  en  plor 
per  un  fel  dol  que  dins  mon  cor  s'  atura; 
qu'  uey  non  es  joys  tan  grans,  quan  m'  o  cossir, 
qu'  el  dol  qu'  ¡eu  ai  me  pogcus  escantir: 
per  so  non  puese  motz  ni  sos  acordar, 
qu'  om,  quan  plora,  no  pot  ges  be  chantar. 

Chantar  m'  ave  tot  per  aital  natura 
cum  lo  signes  que  chanta  ab  dolor 
quan  mor;  et  leu  chan,  planhen  mon  senhor 
que  ai  perdut,  ab  dol  et  ab  rancura. 
Nono  Sanchitz,  per  cui  degra  morir 


>  LOS  TROVADORES. 

quan  lo  perdiey,  s'  om  si  degués  aucir; 
e  quans  hom  pert  son  bon  sénher  e  car 
degra  morir,  pus  mais  ne  '1  pot  cobrar. 

Ja  non  dirai  tan  gran  dezaventura, 
sénher  Nono ,  sitot  m'  ai  gran  dolor 
que  siatz  morts,  quar  diria  folhor; 
qu'  aysselk  es  mortz  de  cuy  Dieus  non  a  cura , 
mas  Dieus  vos  a  mandat  a  se  venir, 
quar  saubés  luy  e  joy  e  pretzz  servir; 
mas  selhs  son  mortz  que,  us  solíon  amar, 
que,  US  an  perdut,  sénher,  ses  recobrar. 

Ab  vos  es  mortz  sens,  franquez  'e  mezura, 
per  que  totz  hom  en  deu  aver  dolor, 
e  tug  bon  ayp  que  tánhon  a  valor 
móron  ab  vos,  per  que  reviu  falsura 
say  entre  selhs  que  no  s'  en  fan  grazir; 
mas  qui  vol  pretz  éls  vostres  faigz  ce  mir, 
qu'  aissi  sabrá  Dieu  e  pretz  guazsnhar, 
e  si  mezéis  e  tota  re  honrar. 

Ar  puesc  ben  dir  que  tot  lo  mon  peiura, 
q'  uey  non  es  joys  que  non  torn  en  dolor, 
mas  sol  del  ric  joy  de  nostre  senhor; 
per  que  'm  par  folh  qui  enten  ni  s'atura 
en  autre  joy  mas  en  Dieu  obezir. 
Segle  caitiu,  ab  dolor  faitz  fenir 
totz  vostres  faigz,  per  qu  'om  no  s'  deu  fizar 
en  vostr'  amor,  mas  per  son  benestar! 

Sénher  Nono  de  vos  puese  per  ver  dir 
qu'  anc  non  1'  ames  mas  quan  per  Dieu  servir, 
e  per  los  sieus  enantir  et  honrar, 
e  per  los  mals  confondre  et  abaissar. 

Sénher,  Dieu  prec  la  vostr'  arma  ampar; 
que  say  m'avetz  pro  laussat  qne  plorar. 

Merece  darse  á  conocer  también  otra  poesía  de  este 


AYMERIC  DE  BELENOI.  loi 

trovador,  la  dedicada  á  la  condesa  de  Subirats,  cuya 
dedicatoria  ó  Endressa  se  ha  continuado  más  arriba.  Es 
una  canción  de  cinco  estrofas,  cada  estrofa  de  nueve 
versos  de  diez  sílabas. 

Dice  así  traducida: 

((PurOj  leal  y  sin  falsía,  como  aquel  á  quien  Amor 
ha  subyugado  por  completo,  he  sufrido  todas  mis  pe- 
nas sin  murmurar,  sin  ser  correspondido,  os  he  amado 
por  largo  tiempo,  que  á  vos  he  consagrado  mi  corazón; 
pero  ya  que  para  mí  no  hay  merced,  ¿debo  retirarme? 
No,  me  sería  imposible. 

))  Esperaré  sumiso,  paciente  y  resignado  á  recibir  de 
vos  algún  favor.  Por  lo  menos,  hermosa  dama,  por 
grandes  que  sean  mis  tormentos,  hallaré  dicha  en  espe- 
rar; que  una  rica  y  noble  esperanza  vale  más  que  un 
menguado  donativo.  Permaneceré  tranquilamente  siendo 
vuestro  amigo,  hasta  que,  sin  mentir,  pueda  yo  llama- 
ros amada  mia. 

))  Gran  locura  es  la  mia,  hermosa  dama,  en  consagrar 
mis  canciones  á  ensalzar  vuestros  encantos  y  virtudes, 
que  os  hacen  superior  á  las  bellezas  á  quienes  más  se 
elogia.  Mejor  fuera  para  mí  olvidaros,  que  aumentar 
vuestra  vanidad  y  mi  confusión,  recordando  el  tesoro 
de  vuestras  gracias  y  la  extrema  distancia  de  mi  mérito 
al  vuestro.  Pero,  ¿puedo  decir  lo  contrario.^'  No,  porque 
mentiría. 

))Mil  veces,  allá  en  mis  sueños,  me  he  impuesto  la 
obligación  de  dirigiros  mi  humilde  súplica,  pero  en  se- 
guida me  ha  detenido  el  miedo.  El  temor  me  coarta  la 
resolución ,  como  el  ardor  de  la  caza  hace  olvidar  al  ca- 


I02  LOS  TROVADORES. 

zador  el  objeto  de  sus  amores.  También  yo  lo  olvido 
todo  cuando  os  veo,  y  creeria  cometer  una  enorme 
falta,  si,  por  mi  impaciencia,  me  exponía  á  perder  la 
dicha  de  veros  y  hablaros. 

))Sé^muy  bien,  señora,  que  tengo  bastante  amor  para 
mereceros,  pero  no  iguala  mi  cuna  á  mi  amor.  Nada, 
empero,  tenéis  que  reprobarme,  y  á  ello  os  reto  á  vos 
y  al  Amor.  No  cometeréis  de  seguro  la  injusticia  de  re- 
procharme mi  falta  de  nobleza.  En  amor  no  hay  más 
nobleza  que  la  de  un  corazón  leal  y  sin  falsía. 

ENDEREZA. 

))  Noble  condesa,  el  nombre  de  Subirats  resuena  en 
todas  partes  y  en  todas  es  ensalzado.  No  me  apartaré 
nunca  de  vos,  ni  haré  tal  mientras  viva.» 

El  abate  Millot,  al  copiar  también  esta  poesía  en  su 
capítulo  sobre  Belenoi ,  dice  que  ésta  sería  probable- 
mente la  dama  á  la  cual  Nostradamus  llama  la  princesa 
Barbosa. 

No  es  ésta  la  sola  composición  del  poeta  dedicada  á 
la  condesa  de  Subirats.  Hay  otra  que  Millot  y  varios 
autores  atribuyen  al  Aymeric  de  Belmont,  que  no  ha 
existido  de  seguro.  Me  extraña  cómo  han  podido  caer 
en  este  error. 

Suponen  otro  Aymeric,  al  cual  llaman  de  Belmont, 
pero  no  dan  ninguna  noticia  de  su  vida  y  dicen  que  sólo 
existe  de  él  una  sola  poesía  dedicada  a  la  condesa  de 
Subirats.  No  teniendo  otros  datos,  con  haber  observado 
lo  fácil  que  es  confundir  el  nombre  de  Belenoi  con  el 


AYMERIC  DE  BELENOI.  103 

de  Belmont  en  los  manuscritos  provenzales,  y,  sobre 
todo,  con  haberse  fijado  en  la  poesía  que  copian,  igual 
por  su  género,  carácter,  estilo,  sentimiento  y  hasta  de- 
dicatoria á  las  de  Belenoi,  hubieran  comprendido  fácil- 
mente que  los  dos  poetas  son  uno  tan  sólo. 

He  aquí  los  rasgos  más  característicos  de  la  poesía 
que  se  atribuye  al  supuesto  Belmont  y  que  me  parece 
debe  reivindicarse  para  Belenoi : 

(( No  es  posible  que  las  penas,  los  suspiros,  los  lamen-r 
tos,  las  lágrimas,  los  dolores,  las  vigilias  y  las  pasiones 
por  largo  tiempo  infortunadas,  puedan  abreviar  los  dias 
de  nadie,  desde  el  momento  que  los  mios  no  han  ter- 
minado ya... 

)) Ningún  amante,  ningún  penitente  sufrió  jamás  lo 
que  he  sufrido  yo  por  espacio  de  cinco  eternos  años 
junto  á  la  que  adoro.  El  más  grande  favor  que  he  po- 
dido obtener  de  ella  ha  sido  el  de  que  no  me  aborrezca, 
sin  embargo  de  í[ue  yo  la  prefiero  á  poseer  el  imperio 
del  mundo.  Me  siento  más  feliz  con  solo  desearla  á  ella, 
que  besando  á  otra... 

5)  Su  mérito  es  tan  grande,  su  belleza  tan  perfecta, 
que  aquel  que  la  describa  con  verdad,  parecerá  contar 
una  fábula,  pues  que  así  como  la  mar  recibe  todas  las 
aguas  del  mundo,  así  ella  ha  reunido  todas  las  perfec- 
ciones y  todas  las  virtudes.  ¿Quién  bastarla  á  describir 
los  encantos  de  su  persona,  si  sus  colores  borran  los  de 
la  rosa  y  su  blancura  la  de  la  nieve.''...» 

Esta  composición,  como  la  anterior,  el  poeta  la  en- 
vía á  la  condesa  de  Subirats  c(á  quien  Dios  colocó  sobre 
todo  lo  que  existe.» 


AYMERIC  DE  PEGUILHA. 


I. 


Unos  le  llaman  de  Pigoná,  otros  de  Pegulhá,  y  otros, 
con  más  acierto  y  verdad,  de  Puiguilhem.  Le  conservo, 
sin  embargo,  por  más  usual,  el  nombre  que  le  dan  las 
Vidas  de  los  trovadores. 

Escasas  noticias  se  tienen  de  este  poeta,  que  figura 
no  obstante  entre  los  más  célebres,  y  que  mereció  calu- 
rosos elogios  del  Dante  y  del  Petrarca.  Las  composicio- 
nes que  de  él  se  conocen  son  notables,  y  alguna,  que 
luego  citaré,  en  versos  tan  varoniles  y  robustos,  que  el 
mejor  poeta  moderno  puede  envidiar. 

Su  biógrafo  provenzal  dice  que  era  hijo  de  un  ciuda- 
dano de  Tolosa,  mercader  de  telas.  Aficionóse  á  cantar 
canciones  y  serventesios,  pero  cantaba  muy  mal.  El 
amor  le  hizo  poeta,  pues  que  se  enamoró  ciegamente 
de  una  dama  de  Tolosa,  vecina  suya,  de  quien  al  pare- 
cer fué  correspondido,  siendo  entonces  cuando  comenzó 
á  trovar  y  a  componer,  por  amor  de  ella,  muy  lindas 
canciones  (mantas  bonas  cansos). 


AYMERIC  DE  PEGUILHÁ.  I05 

Llegó  un  día  en  que  la  paz  de  sus  amores  fué  tur- 
bada por  los  celos  del  marido  de  su  dama,  el  cual  de- 
bió hacer  víctima  á  Aymeric  de  un  grave  insulto  {^Fes 
li  desonory  dice  la  biografía).  Quiso  Aymeric  vengarse, 
y,  ya  fuese  en  duelo,  ya  de  otra  manera,  que  esto  no  lo 
explican  las  crónicas,  hirió  gravemente  al  ultrajado  es- 
poso, viéndose  obligado  por  este  motivo  á  salir  de  To- 
losa  y  á  expatriarse. 

Se  refugió  entonces  en  Cataluña,  y  allí  le  brindó  hos- . 
pitalidad  aquel  trovador  llamado  Guillermo  de  Berga- 
dá,  que  tanto  dio  que  hablar  en  su  tiempo  y  tanto  ruido 
movió  con  sus  descompuestas  sátiras  y  sus  desordena- 
das aventuras. 

A  lo  que  parece,  debió  la  amistad  de  este  aventurero 
trovador  y  turbulento  caballero,  á  una  canción  que  hizo 
en  su  elogio  y  le  envió,  siendo  tan  del  agrado  de  Gui- 
llermo, que  le  regaló  un  palafrén  y  un  traje,  le  alojó 
en  su  casa,  y  en  una  excursión  que  con  él  hizo  por  Cas- 
tilla le  presentó  al  rey  D.  Alfonso,  de  quien  recibió  ho- 
nores y  mercedes. 

Debió  luego  regresar  á  Aragón  y  á  Cataluña,  y  aun 
pertenecer  á  la  corte  de  D.  Pedro  el  Católico  y  partici- 
par de  la  privanza  de  este  monarca,  á  juzgar  por  las 
varias  poesías  en  que  habla  con  gran  encomio  de  D.  Pe- 
dro, y  que  luego  citaré. 

Es  más;  todo  induce  á  creer  que  Aymeric  fué  uno 
de  los  agentes  más  activos  que  tuvo  D.  Pedro  en  sus 
tratos  y  relaciones  con  el  conde  de  Tolosa,  y,  por  lo  que 
parece ,  más  de  una  vez  debió  ir  y  venir,  cruzar  y  vol- 
ver á  cruzar  los  Pirineos  con  órdenes,  misivas  ó  ins- 


io6  LOS  TROVADORES. 

trucciones,  según  las  hacía  necesarias  la  política  que 
hubo  de  seguir  D.  Pedro  en  los  variados  y  extraordi- 
narios sucesos  de  aquella  época  calamitosa.  No  me  cabe 
duda  de  que  Aymeric  de  Peguilhá,  perteneciente  á  la 
secta  de  los  albigenses  según  algunos,  pero  más  proba- 
blemente al  partido  político  provenzal  que  tenía  fijas 
sus  miradas  y  puestas  sus  esperanzas  en  D.  Pedro ,  fué 
uno  de  los  agentes  secretos  de  más  actividad  y  confianza 
del  monarca  aragonés  para  sus  inteligencias  con  los  ba- 
rones de  Provenza.  Era  entonces  frecuente,  y  hay  de 
ello  muchos  ejemplos,  que  los  trovadores  fuesen  los 
mensajeros  políticos  y  los  agentes  fieles  de  que  se  valían 
los  barones  para  entenderse  entre  sí. 

Con  ocasión  de  uno  de  estos  viajes  fué  sin  duda 
cuando  le  acaeció  á  Aymeric  cierta  galante  aventura, 
que  cuenta  con  un  candor  verdaderamente  primitivo  su 
biógrafo  provenzal. 

Si  á  éste  hubiese  de  darse  crédito,  Aymeric  participó 
un  dia  al  rey  sus  deseos  de  regresar  á  Tolosa,  pretes- 
tando  una  visita  al  marqués  de  Montferrat,  pero  con  el 
objeto  real,  en  el  fondo,  de  visitar  á  aquella  dama,  re- 
cuerdo grato  de  sus  primeros  amores,  por  quien  tan 
peligrosas  aventuras  habia  corrido;  y  el  rey  D.  Pedro, 
conocedor  del  caso,  vino  en  ello,  proporcionándole  no 
solamente  recursos  y  medios  para  el  viaje,  si  que  tam- 
bién una  escolta  que  hasta  Montpeller  le  acompañara. 
Lo  de  la  escolta  y  de  los  recursos  prueba  que  algún 
objeto,  más  trascendental  y  serio  que  el  de  unos  galan- 
tes amores,  debia  haber  en  el  fondo  de  aquel  viaje. 

Nada  dice  el  biógrafo  provenzal  de  la  misión  política 


AYMERIC  DE  PEGUILHÁ.  107 

que  es  de  suponer  llevase  Aymeric,  pero  en  cambio  da, 
relativamente  á  la  aventura  galante,  todos  los  detalles 
posibles  en  un  biógrafo  discreto. 

Era  en  ocasión  de  haber  emprendido  el  esposo  de  la 
dama  un  viaje  á  Santiago  de  Galicia,  en  romería  á  San 
Jaime,  acaso  por  haber  librado  con  vida  de  la  sangrienta 
contienda  con  Aymeric.  Dióse  éste  buenas  trazas  para 
llegar  á  Tolosa  durante  la  ausencia  del  marido,  y  com- 
binó con  sus  compañeros  de  viaje  el  plan  que  se  debia 
llevar  á  efecto.  En  conformidad  con  éste,  los  compañe- 
ros de  Aymeric  fueron  á  la  morada  de  su  dama,  que 
debia  ser  principal  por  las  señas,  y  le  dijeron  como  un 
deudo  del  rey  de  Castilla  que,  yendo  de  peregrinación, 
se  hallaba  de  paso  en  Tolosa ,  habia  caido  gravemente 
enfermo,  y  le  pedian  para  él  la  solicitud  de  sus  cuidados 
y  la  hospitalidad  de  su  casa.  Accedió  la  dama,  contes- 
tándoles que  honrado  y  servido  podria  estar  en  su  mo- 
rada. 

A  ella,  pues,  trasportaron  durante  la  noche  á  Ay- 
meric, que  se  hacía  el  enfermo,  acomodándole  en  una 
aparatosa  cama.  Fué  al  dia  siguiente  visitado  el  huésped 
por  la  dama,  «y  yo  no  sé  lo  que  pasó  entonces,  dice  el 
biógrafo  provenzal,  pero  es  lo  cierto  que  Aymeric  per- 
maneció en  aquella  casa  diez  dias,  bajo  pretexto  de  en- 
fermedad, y  cuando  de  allí  partió,  se  fué  á  la  del  mar- 
qués de  Montferrat,  donde  fué  bien  acogido. » 

Cuando  el  rey  D.  Pedro  pasó  á  Pro  venza  con  buen 
golpe  de  gente,  en  ayuda  del  conde  de  Tolosa,  contra  la 
hueste  invasora  de  los  cruzados  al  mando  de  Simón  de 
Montfort,  Aymeric  de  Peguilhá  debió  ir  con  el  mo- 


Io8  LOS  TROVADORES. 

narca  aragonés,  pues  hay  indicios  para  pensar  que  el  tro- 
vador estuvo  en  la  funesta  catástrofe  y  sangrienta  jor- 
nada de  Muret,  donde  halló  desastrosa  muerte  aquel 
caballeresco  D.  Pedro,  que  tanto  ensalzaron  las  crónicas 
del  tiempo  y  á  quien  el  propio  Aymeric  apellida  «  espejo 
de  caballería,  flor  de  enseñanza,  hoja  de  júbilos  y  árbol 
de  sazonados  frutos.  » 

Después  de  la  rota  fatal  de  Muret  y  de  la  muerte  del 
rey  de  Aragón  (1213),  perdida  ya  toda  esperanza  de 
reconstituir  la  nacionalidad  provenzal,  el  trovador  se 
retiró  á  Cataluña,  pasando  más  tarde  á  Lombardía, 
donde  fué  ((muy  honorablemente  acogido  por  todos  los 
hombres  de  pro,  )>  y  donde  es  fama  que  terminó  su  vida, 
á  una  edad  muy  avanzada. 

Ningún  trovador  se  elevó  más  alto  en  el  favor  de  los 
grandes;  ninguno  pudo  enorgullecerse  de  más  ilustres 
protectores;  Guillermo  IV,  marqués  de  Montferrat, 
Guillermo,  marqués  de  Malaspina,  Azon  VI  de  Este, 
los  condes  de  Tolosa,  los  reyes  de  Aragón  y  de  Castilla 
y  otros  aún^  todos  á  porfía,  colmaron  de  honores  y 
mercedes  al  poeta,  que  de  unos  fué  confidente,  de  otros 
privado,  de  otros  embajador,  de  todos  amigo. 

No  es,  pues,  de  extrañar  que  en  sus  obras  se  encuen- 
tren frecuentes  alusiones  á  sus  nobles  protectores,  y  que 
la  mayor  parte  de  ellas  estén  dedicadas  á  damas  de  alta 
nobleza,  como  á  Leonor,  mujer  del  conde  Ramón  de 
Tolosa,  hermana  de  D.  Pedro  de  Aragón,  á  la  condesa 
Beatriz  de  Este,  á  las  condesas  de  Cominges  y  de  Su- 
birats,  á  reyes,  príncipes,  grandes  barones,  lo  cual  de- 
muestra en  primer  lugar  que  en  todas  partes  recibía  la 


AYMERIC  DE  PEGUILHÁ.  lo^ 

justa  acogida  que  entonces  se  daba  a  los  hombres  de  in- 
genio, y  en  segundo  lugar  que  toda  aquella  sociedad  le 
era  perfectamente  conocida  y  familiar. 

La  hospitalidad  y  mercedes  que  de  todos  pudo  reci- 
bir, fueron  liberalmente  pagadas  por  el  trovador  con 
elogios  que  han  vivido  á  través  de  los  siglos,  y  que 
unidos  van  á  las  composiciones  inmortales  de  este 
poeta. 

Del  conde  de  Tolosa,  a  quien  no  abandonó  ni  en  su 
buena  ni  en  su  mala  suerte,  y  á  cuya  causa  fué  siem- 
pre fiel,  dice  ((que  su  mérito  bastarla  á  un  empe- 
rador. )) 

De  Gastón,  el  vizconde  del  Bearn,  dice  que  ((preserva 
la  Gascuña  de  corrupción,  como  la  sal  preserva  el  pes- 
cado. )) 

Traza  el  elogio  del  marqués  de  Malaspina  en  los  si- 
guientes términos:  «Honraba  y  remuneraba  á  los  no- 
bles cantores  que  iban  á  visitarle,  mejor  que  príncipe  al- 
guno de  acá  y  de  allá  del  mar...  Les  daba  caballos  blan- 
cos á  todos  y  arneses  y  regalos  más  á  menudo  que  nin- 
gún rico  varón  que  haya  yo  visto  ó  conocido.» 

Ni  '1  ric  joglar  que  '1  venían  vezer, 
qu'  elh  sabia  honrar  e  car  tener 
plus  que  princeps  de  sai  mar  ni  de  'lai... 
que  man  caval  ferran  e  brun  e  bai 
donava  plus  soven  et  autre'  arnés 
de  mult  barós,  que  ieu  aie  vis  ni  sabes... 

He  aquí  cómo  se  expresa  al  enviar  una  de  sus  can- 
ciones al  rey  Alfonso  VIII  de  Castilla,  el  mejor  que 


lio  LOS  TROVADORES. 

haya  en  el  mundo,  sin  par  ni  hermano  entre  reyes  y  em- 
peradores : 

En  Castcla  al  valen  rey  N'  Anfós, 
qu'  es  lo  meilher,  com  autre  '1  mon  no  veia 
ans  qu'  aillors  ans,  vai  de  part  me,  chansós; 
qu'  el  meillura,  quan  autre  reis  sordeia. 
De  gazagnar  pretz  e  de  retener 
no  ill  es  nulhs  reis  pars  ni  nulhs  emperaire 
perqu'  es  totz  sois,  c'om  no  '1  pot  trovar  fraire, 
que  'm  maravell  com  pot  en  lui  caber 
lo  pretz  qu'  el  tol  e  rauba  et  embla  e  pren 
e  'n  compra  adés  ni  non  dona  ni  ven. 

Pero  á  quien  prodiga  los  elogios  y  á  quien  ensalza 
sobre  todos  es  á  Pedro  de  Aragón,  si  bien  es  de  creer 
que  algunas  de  las  composiciones  en  que  habla  del  mo- 
narca aragonés  va  dirigida  a  Jaime  el  Conquistador^  cuyo 
largo  reinado  alcanzó  Aymeric  de  Peguilhá. 

En  una  de  sus  más  bellas  poesías_,  de  que  he  de  ha- 
blar luego,  laque  comienza:  De  fin'  amor  comenson  mas 
cansos  y  dice : 

«  El  rey  de  Aragón  da  tanta  materia  de  alabanzas, 
que  los  bien  hablados  no  saben  donde  volverse,  temiendo 
por  la  frecuencia  de  los  buenos  hechos,  que  si  se  dice  lo 
bueno,  se  olvide  lo  mejor.» 

Reys  d'  Aragó,  tan  aguizatz  de  diré 
ais  ben  dizens  qu'  us  non  sap  on  se  vire 
qu'  a  1'  un  bon  fag  faitz  1'  autre  cosseguir, 
perqu'  om  tem  dir  lo  ben  peí  niicls  gequir. 

(( Cada  dia  son  más  cumplidos  vuestros  ricos  dones, 


AVMERIC  DE  PEGUILhA.  ttt 

le  dice  en  otra  poesía,  tanto  sabéis  sazonarlos  con  solaz 
y  prez.» 

(( El  rey  de  Aragón,  escribe  una  vez,  es  flor  de  ense- 
ñanza, hoja  de  júbilo,  fruto  de  buenas  acciones: 

Reys  d'  Aragón  e  flors  d'  enseignamen, 
fueilla  de  gaugs,  fruys  de  bon  fag  donan. 

((Al  buen  rey,  hijo  de  buen  padre,  exclama  en  otra 
ocasión,  bello  y  bueno  igualmente,  y  que  sabe  hablar  y 
obrar  mejor,  vete,  oh  canción,  por  regalo,  á  Aragón, 
puesto  que  descuella  y  resplandece  sobre  los  otros  reyes, 
por  lo  cual  mi  canto,  que  es  también  suyo,  debiera  ser 
en  adelante  real. » 

Por  fin,  en  otra  poesía  dice  también: 

((Vete  con  buen  agüero  al  buen  rey  que  estima  el 
valor  y  que  en  nada  perjura,  y  antes  de  cuyo  reinado 
parecía  decaer  el  tributo  de  prez,  pero  no  quiso  Dios 
que  hubiese  cambio  en  Aragón,  sino  que  él  mismo  con- 
virtió lo  bueno  en  mejor;  y  cuando  yo  alabo  al  buen 
rey,  todos  repiten  y  creen  mis  alabanzas...» 

Es  muy  posible  que  fuese  una  realidad  la  sospecha 
que  acerca  de  Aymeric  de  Peguilhá  tiene  el  abate  Mi- 
llot,  al  creer  que  el  rey  de  Castilla  le  hizo  noble  y  ca- 
ballero, cuando,  según  más  arriba  se  dice,  le  fué  pre- 
sentado por  Guillermo  de  Bergadá.  La  verdad  es  que 
Nostradamus  le  califica  de  caballero,  y  que  el  mismo 
poeta,  en  una  de  sus  composiciones,  se  gloría  ((de  ha- 
ber herido  sendos  escudos  con  su  lanza,  de  haber  derri- 
bado algunos  campeones,  de  haber  combatido  en  las 
más  bellas  justas  que  jamás  se  hayan  visto.»  Esto,  por 


LOS  TROVADORES. 


lo  menos,  demuestra  que  Peguilhá  tomó  parte  activa 
en  torneos,  y  sabido  es  que  sólo  los  nobles  podian  en- 
trar en  el  palenque. 


II. 


Aymeric  de  Peguilhá,  espíritu  libre  é  independiente, 
tomó  parte  en  la  guerra  llamada  de  los  albigenses  y 
perteneció  á  la  raza  de  aquéllos  que  lucharon  hasta  ver- 
ter la  última  gota  de  su  sangre  por  sostener  la  inde- 
pendencia del  Mediodía  y  escapar  al  yugo  de  los  fran- 
ceses. No  es,  pues,  de  extrañar  que  al  ver  destruidas  sus 
ilusiones,  muertas  sus  esperanzas,  triunfantes  la  Inqui- 
sición y  un  gobierno  extranjero  en  su  patria,  perdida  la 
nacionalidad  provenzal,  predijera  en  valientes  versos, 
desde  Cataluña,  los  males  que  iban  á  caer  sobre  Pro- 
venza,  y  lanzara  envuelto  en  un  grito  de  dolor,  un 
anatema  de  reprobación  contra  los  que  habian  abando- 
nado la  causa  de  la  patria  para  humillarse  bajo  el  yugo 
de  los  invasores. 

((¡Ah  provenzales!  ¡en  qué  degradación  y  en  qué 
deshonor  habéis  caido!  Todo  lo  perdisteis,  solaz,  re- 
poso, bienestar,  goces,  cortesía,  honor,  para  caer  en 
manos  de  aquél  de  Francia.  Más  os  valiera  haber 
muerto  del  todo.  Aquél  que  salvaros  podia  (el  conde 
de  Tolosa),  no  halló  en  vosotros  ni  fe  ni  lealtad.  Mu- 
rió ya  el  conde,  y  espero  que  esté  con  Dios  en  paz  y 
en  bienandanza;  pero  los  provenzales  arrastrarán  en 
el  oprobio  y  la  miseria  una  vida  peor  que  la  muerte. 


AYMERIC  DE  PEGUILHA.  113 

¡Ah!  desdichados  barones,  ¿de  qué  os  sirven  ahora  ni 
castillos  ni  torres?  ¡Todo  es  ya  del  francés,  y  ni  por 
buena  ni  por  mala  causa  os  atreveréis  á  embrazar  es- 
cudo ni  á  empuñar  lanza!  » 

¡  Ai,  proensals,  ar'  en  greu  desconort 
etz  remangut  et  en  qual  desonransa ! 
Perdutz  avetz  solatz,  joi  e  deport, 
e  gaug  e  ris,  honor  et  alegransa, 
et  ets  vengut  en  ma  de  celh  de  Fransa... 
¡Mieils  vos  vengra  que  fossiatz  del  tot  mort! 
E  celh,  per  cui  pogratz  esser  estort, 
non  trob  en  vos  leutat  ni  fiansa. 
Mort  es  lo  coms,  et  ai  ferm'  esperansa 
qu'  el  ab  Dieu  ai  gaug  et  ai  deport, 
e  proensal  viuran  á  pieg  de  mort 
ab  marriment  et  ab  desconordansa. 
¡Ai  malastrucs  seinhers... 
qu'  US  faran  mai  villa  ni  castel  fort, 
s'  ets  del  Francés,  que  per  dreg  ni  per  tort, 
non  auseretz  portar  escut  ni  lansa ! 


Como  poeta  amoroso  tiene  una  dulzura  y  una  me- 
lancolía que  encantan.  «Me  muero  por  vos  de  impacien- 
cia y  de  deseo,))  dice  un  dia  á  su  dama  en  un  excelente 
verso : 

Eu  muer  per  vos  d'  envela  e  de  talen. 

«No  digo  que  el  amor  no  sea  un  mal,  añade  en 
una  de  sus  más  bellas  poesías,  pero  es  mal  que  vale 
más  sufrirlo  que  curarlo.  Quien  ama  de  corazón  no 

TOMO   II.  8 


114  LOS  TROVADORES. 

quiere  curarse   del  mal  de  amor;    ¡tan  dulce  es   de 
sufrir!)) 

Non  dic  aissi  del  tot  que  mal  no  'n  sia, 
e  '1  mal  qu'  om  n'  a,  val  mais  que  si  'n  gueria, 
quar  celh  qu'  ama  de  cor  non  vol  guerir 
del  mal  d'  amor  ¡  tan  es  dous  per  sufrir ! 

Y  á  continuación,  á  renglón  seguido,  con  alta  no- 
bleza de  ideas,  con  elevadas  miras,  con  leal  y  sincera 
expresión,  no  repara  en  decir  que  si  bien  ha  servido  á 
su  dama,  bien  recompensado  ha  sido  en  cambio,  pues 
que  a  causa  de  ella  ha  ganado  prez  que  no  hubiera  al- 
canzado, evitando  toda  acción  villana  de  que  acaso  no 
hubiera  sabido  abstenerse.  Por  ella  ha  dado  pruebas  de 
ingenio  y  ha  compuesto  versos  que  de  otro  modo  no 
hubiera  sabido  demostrar  ni  hacer.  ((Bella  dama,  ex- 
clama por  fin,  si  yo  tengo  alma  y  cuerpo,  palabra  y  canto^ 
ingenio  y  saber,  es  a  vos  y  al  amor  á  quien  lo  debo:  si 
hago  algo  que  merezca  favor,  alabanza  ó  simpatía,  po- 
déis apropiároslo  vos  y  Amor,  de  quienes  procede  todo 
mi  arte!)) 

S'  ieu  r  ai  servit,  pro  n'  ai  cambi  d'  amor 
ab  que  ja  plus  no  'm  fassa  mais  aitan, 
qu'  en  mains  loes  ni  a  fag  tan  aut  e  tan  gran , 
don  ja  ses  lieys  no  pogr'  aver  honor, 
i  e  moutas  vetz  mi  gart  de  vilania, 

que  ses  amor  gardar  no  me  'n  sabría; 
e  manhs  bos  motz  mi  fai  pessar  e  dir, 
que  ses  amor  no  i  sabria  venir. 

Bonna  dompna,  de  vos  tenc  e  d'  Amor 
sen  e  saber,  cors  e  cor,  motz  e  chan; 


AYMERIC  DE  PEGUILHA.  «5 

é  s'  ieu  res  fatz  que  sia  benestan 
devetz  n'  aver  lo  grat  e  la  lauzor, 
vos  e  Amor,  que  'm  datz  la  mayestria; 
e  si  ja  plus  de  ben  no  me  'n  venia 
pro  n'  ai  cambi,  segon  lo  mieu  albir, 
e  si  plus  fos,  be  saubra  '1  plus  grazir. 

(í  El  amor,  dice  en  otra  poesía,  es  el  gran  maestro  de 
las  canciones.  De  un  necio  hace  un  hombre  de  ingenio. 
Aquellos  á  quienes  él  inspira,  no  pueden  cantar  mal.;) 

Original  es  la  definición  que  en  unos  versos  hace  del 
amor,  que  es,  según  él,  el  resultado  de  la  acción  de  los 
ojos  sobre  el  corazón  y  vice  versa,  y  cuya  idea  no  sería 
extraño  que  hubiese  inspirado  á  Moreto  uno  de  los  más 
bellos  pasajes  del  Desden  con  el  desden. 

Car  li  ueill  son  dragomán 

del  cor  e  '1  ueill  vaun  vezer 

so,  c'  al  cor  cor  plaz  retener. 

E  quan  ben  son  acordan 

e  ferm  tug  trei  d'  un  semblan, 
adoncas  pren  verai  amor  nasquensa 
d*  aissó,  que  1'  ueill  faun  al  cor  agradar : 
qu'  estiers  no  pot  naisser  ni  comenzar, 
mas  per  lo  grat  deis  tres  naise  comensa. 

Per  lo  grat  e  peí  coman 

deis  tres  e  per  lur  plazer 

nais  amor,  que  'n  bon  esper 

vai  sos  amics  confortan. 

Perqué  tug  li  fin  aman 
sapchon  c'  amors  es  fina  benvolenza, 
que  nais  del  cor  e  deis  ueills  ses  duptar, 
que  li  ueill  la  fan  flurir  e  '1  cor  granar, 
amor,  que  es  fruitz  de  la  vera  semensa... 


Ii6  LOS  TROVADORES. 

Unas  veces  canta  las  dulzuras  del  amor,  única  cien- 
cia de  él  conocida,  pues  que  nada  sabría  si  no  fuese 
amor: 

De  fin'  amor  comenson  mas  cansos 
plus  que  no  fan  de  nulh.'  autra  sciensa, 
qu'  ieu  non  saubra  nien,  s'  amors  non  fos, 
et  anc  fan  car  non  comprei  conoissensa. 

Otras  veces  se  lamenta  de  los  rigores  de  su  dama,  á 
quien  adora  con  delirio,  a  pesar  de  todo. 

((El  amor,  dice,  es  un  imán  para  mí.  Mi  dama  me 
trata  con  rigor-,  pero  prefiero  su  no  al  sí  de  otra.  Me 
basta  mirar  su  belleza  para  consolarme  de  las  penas  que 
sufro,  y  esto  me  hace  parecer  al  basilisco,  que  se  mata 
mirándose  á  un  espejo.» 

((Soy  como  un  niño,  añade  luego,  cuyo  llanto  se  hace 
cesar  dándole  una  moneda,  pero  que  estalla  en  sollozos 
cuando  se  la  quitan.  » 

Finalmente,  como  muchos  otros  poetas,  echa  de  me- 
nos el  buen  tiempo  antiguo  en  que  el  imperio  de  amor 
reinaba  en  toda  su  esplendidez. 

((En  vez  de  la  fidelidad  religiosa  con  que  antes  era 
guardado,  hoy  no  se  busca  más  que  el  medio  de  fal- 
searlo. Antes  se  celebraba  con  asambleas  solemnes  y  es- 
pléndidos banquetea  el  acontecimiento  de  haber  recibido 
un  caballero  el  favor  de  una  sencilla  cinta  de  su  dama: 
hoy  un  mes  de  asiduidad  parece  más  largo  de  lo  que 
era  entonces  un  año,  » 

Más  abajo,  haciéndose  el  fiel  guardador  de  las  bue- 
nas costumbres  antiguas,  añade: 


AYMERIC  DE  PEGUILHA.  117 

c(  Ningún  rigor  puede  separarme  de  aquella  á  quien 
amo.  Nada  me  atrevo  á  pedirla,  pero  si  quiere,  ya  adi  - 
vinará  lo  que  deseo ;  sólo  le  pido  que  me  permita 
amarla. » 

En  alguna  de  sus  poesías  se  pinta  como  ya  avanzado 
en  años,  pero  con  el  corazón  joven. 

Cuenta,  á  propósito  de  esto,  que  una  dama  echándole 
en  cara  sus  cabellos  grises,  le  decía  que  abandonara  el 
amor  y  el  canto,  Pero  á  esto  contesta  el  poeta  que  toda- 
vía tiene  el  ingenio  y  el  corazón  hechos  para  el  amor; 
que  aún  es  capaz  de  gratitud  y  de  odio,  de  devolver  mal 
por  mal  y  bien  por  bien,  de  hacerse  amar  y  temer,  de 
soportar  la  fatiga  y  el  rigor  de  las  estaciones,  de  distin- 
guirse entre  los  más  alegres  camaradas  en  torno  de  una 
mesa.  Termina  diciendo  que  los  reproches  de  la  dama 
son  injustos,  y  que  si  quiere  probarlo,  la  obligará  á  des- 
mentirse. 

En  un  serventesio  que  debió  escribir  allá  por  los  últi- 
mos años  de  su  vida,  vuelve  á  deplorar  la  suerte  de  Pro- 
venza  entregada  á  los  extranjeros,  y  lamenta  la  conducta 
de  los  barones. 

«La  nobleza,  dice,  se  deshonra  á  precio  de  oro,  y  la 
avaricia,  que  se  ha  comunicado  de  los  más  grandes  á  los 
más  pequeños,  ha  extinguido  todo  sentimiento  honrado, 
y  de  tal  manera  ha  envilecido  el  honor,  que  éste  se  ad- 
quiere por  cinco  sueldos  al  peso  y  á  varas. » 

Debe  notarse  en  este  serventesio  su  enérgico  rasgo 
final : 

(( Ahora  el  honor  se  retira  para  llorar  á  sus  solas.  Na- 
die le  llama  ni  le  detiene.  No  hay  conde,  marqués  ni 


iiS  LOS  TROVADORES. 

rey  que  le  invite  á  hospedarse  en  su  corte.  Es  que  el 
deshonor  reina  á  su  placer  y  á  sus  anchas,  y  el  honor  es 
extranjero  en  su  patria. » 

Ara  se  'n  vai  honors  sola  ploran 
que  non  eshom  qu'  ab  se  1'  apel  ni  res: 
coms  ni  marqués  ni  reis  que  's  fas'  enan 
ni  la  semo  que  venga  á  lor  repaire. 
Ara  fag  desonors  tot  que  anc  vol  faire 
qu'  a  forestada  honor  de  son  paés. 

No  debe  concluirse  este  artículo  sobre  Aymeric  de 
Peguilhá  sin  citar,  á  más  de  su  lindísima  canción  dialo- 
gada que  comienza  con  el  verso: 

Domna,  per  vos  estañe  en  gran  tormén, 

su  tensión,  algo  libre  por  cierto,  y  de  sobra  original,  con 
Elias  de  Uisel: 

N'EliaSj  conseill  vos  deman... 

Se  trata  de  un  verdadero  caso  de  conciencia  para  un 
amante.  Aymeric  cuenta  que  su  dama  le  ha  permitido 
pasar  una  noche  con  ella,  pero  haciéndole  antes  jurar 
que  no  ha  de  hacer  más  que  lo  que  ella  quiera.  ¿Debe 
ó  no  ser  fiel  á  su  juramento?  En  esto  estriba  la  duda, 
y  de  ella  proviene  el  pedir  consejo. 

Elias  no  vacila.  En  caso  tal,  es  de  parecer  que  puede 
romperse  el  juramento,  sin  perjuicio  de  ir  luego  á  Siria 
para  alcanzar  el  perdón. 

Aymeric,  á  quien  cuadra  quizás  mejor  que  á  Giraldo 
de  Borneill  el  título  de  cantor  de  la  rectitud  que  adju- 


AYMERIC  DE  PEGUILHÁ,  119 

dicó  á  este  último  el  Dante,  Aymeric,  repito,  se  entrega 
á  varias  reflexiones  y  vacila,  pero  acaba  por  opinar  que 
un  hombre  de  honor  no  debe  faltar  nunca  á  su  palabra 
empeñada.  Se  decide,  pues,  á  pasar  la  noche  con  su 
dama  y  á  hacer  sólo  lo  que  ella  quiera  ó  le  permita. 

Dante  y  Petrarca  hablan  con  elogio  de  Aymeric. 

El  primero  en  su  Tratado  de  elocuencia  vulgar  le  cita 
como  uno  de  los  primeros  y  más  grandes  poetas,  y  en 
el  capítulo  que  consagra  á  la  canción^  indica  como  ele-' 
gantes  y  dignos  de  imitarse  ciertos  giros  de  frase  usados 
por  este  poeta,  que  no  pertenecen,  dice,  más  que  á  las 
mejores  composiciones  de  este  género,  citando  como 
modelos  de  cantos  las  de  Arnaldo  Daniel ,  Folquet  de 
Marsella  y  Aymeric  de  Peguilhá. 

Petrarca  se  ocupa  de  él  en  su  Triunfo  de  amor. 

Para  terminar  este  ligero  estudio  de  uno  de  los  más 
importantes  trovadores  provenzales,  cuyo  nombre  ha 
de  repetirse  muchas  veces  todavía  en  el  curso  de  esta 
obra,  traslado  íntegra  una  de  sus  más  bellas  poesías, 
perteneciente  al  número  de  las  que  me  entretuve  á  co- 
piar de  los  manuscritos,  durante  los  tristes  ocios  de  mi 
emigración  en  Francia. 

De  fin'  amor  comenson  mas  cansos 
plus  que  no  fan  de  nulh'  autra  sciensa, 
qu'  ieu  non  saubra  nien,  s'Amors  no  fos, 
et  anc  tan  car  non  comprei  conoissensa ; 
qu'  al  belh  semblan  aissi  cum  fai  li  traire, 
me  vai  doblan  quascun  jorn  mon  martire, 
qu'  en  la  boca  'm  fes  al  prim  doussezir 
so  que  m'  ha  fag  pueis  al  cor  amarzir. 


LOS  TROVADORES. 

Si  de  mercé  acuzar  fos  razós, 
digna  fora  de  ma  desbevolensa, 
qu'  Amors  venz  me  e  clauzimenz  amdós , 
et  US  non  ha  deis  poders  que  liéis  vensa  ; 
per  so  'm  cuia  de  tot  en  tot  aucire, 
'     quar  sap  e  ve  que  mercés  n'  es  a  diré  ; 
pero  no  'm  vol  del  tot  viatz  aucir, 
abans  me  fai  languen,  piegz  de  morir. 

Piegz  ha  de  mort  selh  que  viu  cossirós, 
e  non  ha  joi,  mas  dolors  e  temensa, 
pueis  ve  la  res  que  '1  pogra  far  joiós, 
ont  non  troba  socors  ni  mantenensa. 
E  dones  ieu  ¡  las !  que  sui  d'  est  mal  suffrirc 
de  mil  dolors,  fos  d'  un  sol  joi  jauzire! 
E  ja  no  fos  mas  pera  mi  escarnir, 
si  'm  degra  far  al  belh  semblan  languir ! 

Mas  non  a  tort  qu'  ieu  am  liéis  á  rescós 
ins  en  mon  cor'e  no  '1  n'  aus  far  parvensa ; 
d'  aitan  fas  eu  a  guiza  d'  orgulhós , 
quar  sol  de  liéis  au  aver  sovinensa : 
mas  ieu  non  puesc  ad  amor  contradiré  ; 
so  que  '1  platz  am,  e  so  que  '1  platz  adire ; 
pero  cum  folhs  mi  vuelh  enfolhetir, 
quar  cncaus  so  que  no  vuelh  cosseguir. 

Que  '1  sieu  cars  pretz  es  lo  mielher  deis  bos, 
pueis  la  beutatz  es  egual  la  valensa : 
cum  plus  remir  ni  vei  d'  autras  faissós, 
ades  m'  es  vis  que  sa  beutatz  agensa ; 
perqu'  ieu  no  1'  aus  preian  mon  cor  devire, 
mas  que  denan  li  fremisc  e  'Ih  sospire, 
qua  sa  beutatz  fai  ma  boca  mudir ; 
mas  sospiran  la  'n  cug  far  avertir. 

Deis  uelhs  no  vey  liéis  cui  de  cor  remire, 
perqu'  ensemps  plor  mesclamen  e  sospire  ; 
c  si  's  laissés  á  mercé  convertir, 


AYMERIC  DE  PEGUILHA. 

drcitz  for'  hueimais  que  'm  fetz  vas  si  venir. 

Reys  d'  Aragó,  tan  aguizatz  de  diré 
ais  bens  dizens,  qu'  us  non  sap  on  se  vire, 
qu'  a  1'  un  bon  fag  faitz  1'  autre  cosseguir , 
perqu'  om  tem  dir  lo  ben  peí  miéis  gequir. 


AYMERIC  DE  SARLAT. 


La  patria  de  este  poeta,  que  floreció  en  los  tiempos 
de  Alfonso  el  Casto  y  de  Pedro  el  Católico ,  fué  Sarlat, 
rica  población  de  Perigord. 

Según  parece,  alcanzó  en  su  época  á  los  dos  monar- 
cas citados,  y  aun  se  cree,  si  bien  de  ello  no  hay  evi- 
dencia, que  vivia  cuando  la  cruzada  contra  los  albigen- 
ses.  En  este  caso,  sería  de  los  últimos  tiempos  de  Al- 
fonso, que  murió  en  1196,  y  habría  alcanzado  toda  la 
época  de  D.  Pedro,  que  reinó  desde  11 96  á  12 13. 

Según  crónicas  y  manuscritos  de  Provenza  que  he 
leido,  hubo  un  Sarlat,  ardiente  partidario  del  conde  de 
Tolosa,  que  prestó  á  éste  muy  buenos  servicios  en  de- 
fensa de  su  causa,  y  que,  a  la  vuelta  de  un  viaje  al  Ro- 
sellon,  donde  acaso  iría  á  entenderse  como  embajador 
del  conde  con  algún  mensajero  del  rey  de  Aragón, 
murió  de  mala  y  desastrada  muerte  en  un  encuentro 
con  los  enemigos  del  conde  de  Tolosa.  ¿Sería  este  En 


AYMERIC  DE  SARLAT.  123 

Sarlatj  de  que  hablan  aquellos  manuscritos,  el  trovador 
que  se  conoce  por  Aymeric  de  Sarlat?  Pudiera  ser, 
pero  no  hallo  más  dato  que  éste,  y  me  limito  á  consig- 
narlo. 

De  todos  modos,  ninguna  composición  política  del 
poeta  que  pueda  darnos  luz  ha  llegado  hasta  nosotros, 
y  los  manuscritos  provenzales  no  continúan  de  él  otra 
noticia  que  la  de  consignar  que  era  «tan  galán  en  sus 
amores  como  ingenioso  en  sus  canciones. » 

Sólo  dos  poesías  de  este  autor  se  han  conservado, 
perdiéndose  por  desgracia  las  demás,  y  en  ambas  habla 
del  rey  de  Aragón  (seguramente  D.  Pedro),  con  lo 
cual  da  clara  prueba  de  su  afecto  y  simpatía  á  la  casa 
aragonesa. 

No  es  suficiente  este  dato,  pero  bien  puede  inducir- 
nos á  pensar  que  el  trovador  pudo  tomar  parte  en  las 
sangrientas  jornadas  de  la  época,  defendiendo  la  causa 
de  la  nacionalidad  del  Mediodía,  que  fué  la  del  conde 
de  Tolosa  y  de  D.  Pedro  de  Aragón ,  y  también  la  de 
casi  todos  los  trovadores ,  salvo  algunas  excepciones. 

Por  lo  demás,  el  mérito  real  y  positivo  de  los  dos 
cantos  de  amores  hasta  nosotros  llegados,  deben  hacer- 
nos lamentar  la  pérdida  de  las  otras  composiciones  de 
Aymeric  de  Sarlat. 

Dice  en  una  de  estas  canciones,  hablando  de  su 
amada : 

r( Cuanto  más  la  amo,  más  me  desdeña.  Es  tan 
poco  mia  como  yo  soy  enteramente  de  ella.  Unas  veces 
se  manifiesta  severa  con  sus  otros  amantes,  otras  es  á 
mí  solo  á  quien  maltrata,  y  muy  á  menudo  sucede  que 


124  LOS  TROVADORES. 

rie  y  se  solaza  con  ellos  sólo  para  hacer  que  yo  me  des- 
espere. Yo  desearia,  ya  que  mis  homenajes  son  des- 
atendidos, que  probara  con  otro  amante.  Pero  ¿qué 
digo.''  Prefiero  mejor  ser  desgraciado  que  verla  amiga 
de  otro. » 

Este  rasgo  es  de  primer  orden ;  pero  no  lo  es  menos, 
bajo  otro  punto  de  vista,  y  teniendo  en  cuenta  lo  que 
eran  aquellos  tiempos,  el  siguiente : 

((No  quisiera  ni  que  amara  al  rey  de  Aragón,  este 
príncipe  tan  perfecto.)) 

El  trovador  envia  en  su  endressa  esta  canción  á 
Montpeller  y  al  conde  Guillermo. 

En  su  segunda  canción,  Aymeric  se  lamenta  de  no 
atreverse  á  descubrir  su  amor ;  hasta  tal  punto  respeta 
el  alto  rango  y  el  mérito  de  su  amada,  y  encarga  por 
lo  mismo  a  sus  ojos  que  hablen  por  él. 

La  poesía  comienza  por  una  descripción  de  la  pri- 
mavera, en  versos  armoniosos  y  dulces: 

Quan  si  cargo  ^1  ram  de  vert  fueill 
e  r  aucelet  uns,  dui  e  trei 
penson  d'  amor  e  de  domnei 
e  contra  '1  rai  s'  en  fan  guarrueill, 
comens  mon  chan  ab  lo  temps  de  dousor... 

La  canción  va  dirigida  á  Aragón  y  enderezada  al  va- 
liente rey  que  brilla  y  sobresale  entre  los  demás  reyes, 
llevando  el  encargo  de  saludar  á  todos  aquellos  y  aque- 
llas que  tienen  noción  de  amor. 

Al  valent  rei  qu'  es  de  pretz  coronat 
sobr'  autres  reis  e  que  mielhs  se  capté, 


AYMERIC  DE  SARLAT.  12$ 

on  fis  jois  nais  et  es  renovellat 
jois  e  jovens,  t'  en  vai  chansó  desé. 
En  Aragón  on  préndon  tuit  repaire 
bon  fag  valen  que  francs  reis  deia  faire, 
e  saluda  'm  de  Perpinhan  enan 
seíhs  e  selhos  qui  d'  amor  han  talan. 

A  estas  se  reducen  todas  las  noticias  que  existen  de 
Aymeric  de  Sarlat,  á  quien  Nostradamus,  equivocada- 
mente, supone  en  otra  época  distinta,  diciendo  que  fué 
un  caballero  de  Felipe  el  Largo ,  cuando  éste  era  conde 
de  Poitiers. 


AZEMAR  EL  NEGRO. 


N'  Azemars  lo  Negres  si  fo  del  cas  t  el  d'  Albin .  Cor  íes 
hom  fo  e  gen  parlans  e  fo  ben  honrat  entre  las  genis  per 
lo  rei  Peire  e  per  lo  comte  de  Tolosa. 

A  esto  se  reduce  todo  cuanto  de  Azemar  el  negro 
dice  el  manuscrito  de  las  Vidas  de  los  trovadores. 

Añadiré  á  esto  los  datos  que,  no  sin  trabajo,  he  po- 
dido recoger  de  distintas  procedencias. 

Fué  realmente  muy  protegido  de  D.  Pedro  de  Ara- 
gón y  del  conde  de  Tolosa,  y,  portador  de  una  misión 
de  este  último,  pasó  una  vez  á  Cataluña  al  objeto  de 
entenderse  con  D.  Pedro. 

Agradecido  el  conde  de  Tolosa  a  los  servicios  que 
tuvo  ocasión  de  prestarle,  le  dio  una  casa  y  tierras.  En 
cambio ,  cuando  llegó  para  aquel  infortunado  magnate 
la  hora  del  peligro  y  de  la  desgracia,  Azemar  le  fué  fiel 
y  no  le  abandonó  un  solo  instante. 

Tomó  una  parte  muy  activa  en  los  acontecimientos 


AZEMAR  EL  NEGRO.  127 

de  Provenza,  sosteniendo  la  causa  del  conde  de  Tolosa 
y  siendo  uno  de  los  que  más  influyó  con  D.  Pedro 
para  que  éste  se  decidiera  á  apoyar  con  sus  armas  al 
conde.  A  este  efecto  le  dirigió  un  servente sio  diciéndole 
ser  llegada  ya  la  hora  de  que  «el  rey  aragonés  flor  de 
alto  valor,  agrupe  a  sus  gentes  bajo  su  estandarte  de 
guerra  para  salvar  la  tierra  (la  patria)  de  la  ruina  y  del 
oprobio. )) 

En  el  mismo  sentido  que  Azemar,  excitaron  al  mo- 
narca aragonés  con  levantados  serventesios  Beltran  de 
Born,  el  hijo,  Ramón  de  Miraval  y  otros  trovadores. 

Ya  sabemos  cómo  D.  Pedro  accedió  á  esa  influencia 
de  la  poesía  provenzal  que,  precisamente  por  esta 
causa,  ha  llamado  un  escritor  célebre  el  grito  de  la  opi- 
nión pública. 

Azemar,  que  no  se  habia  dado  un  momento  de  re- 
poso, yendo  y  viniendo  de  Tolosa  á  Barcelona,  y  de 
ésta  á  Zaragoza,  donde  quiera  que  podia  hallar  á  don 
Pedro  para  influir  en  él,  Azemar  ocupó  su  puesto  de 
honor  y  de  peligro  en  aquella  lucha.  Por  las  noticias 
que  de  él  se  han  podido  recoger,  se  ve  que  era  un  hom- 
bre de  pasión  política  y  uno  de  aquellos  trovadores  que 
con  la  palabra,  la  pluma  y  las  armas  sosten ian  ahinca- 
damente la  lucha  contra  los  franceses  y  la  Santa  Sede, 
entusiastas  de  la  nacionalidad  catalano-provenzal  del 
Mediodía. 

Perdida  la  batalla  de  Muret,  Azemar  vióse  despo- 
jado de  los  bienes  que  le  diera  su  protector  el  de  To- 
losa, y  con  el  joven  conde  pasó,  según  parece ,  a  Cata- 
luña y  a  Aragón  con  objeto  de  levantar  gente  que 


f*8  LOS  TROVADORES. 

ayudara  al  vencido  de  Tolosa  á  recobrar  sus  Estados. 
Hay  sospechas  de  que  entonces,  ó  en  otra  ocasión, 
estuvo  en  Castilla.  Por  lo  menos,  en  una  endressa  envía. 
su  canción  á  Castilla  y  le  encarga  saludar  al  que  enton- 
ces era  infante  y  fué  después  Fernando  III  el  Santo^  de 
quien  dice  que  era  superior  á  todos  los  jóvenes  de  su 
edad. 

Chanzós,  1'  enfan  me  saluda 
de  Castalia  qu'  cu  entcn, 
com  no  '1  val  dessun  joven. 

Las  mejores  de  sus  poesías  se  han  perdido.  Tiene  una 
composición  galante  á  una  dama,  en  la  que  lo  único 
notable  es  lo  siguiente: 

(( Me  pongo  ante  ella  de  rodillas  para  besar  el  suelo 
que  pisa,  cruzo  luego  las  manos  y  la  imploro  fervorosa- 
mente para  que  me  conceda  un  beso. 

))  Nunca  hizo  Dios  obra  más  bella.  Yo  he  de  amarla 
mientras  viva,  y  también  después  de  la  muerte.» 

En  otra  composición,  que  parece  ser  la  última  que 
escribió,  expresa  su  deseo  de  vivir  tanto  como  ha  vi- 
vido para  reparar  por  medio  de  buenas  obras  todo  el 
mal  que  ha  hecho.  Manifiesta  un  gran  arrepentimiento 
y  se  encomienda  á  la  misericordia  divina. 

Tengo  fundadísimas  sospechas  para  atribuir  á  Aze- 
mar,  continuándolo  como  suyo^  un  notable  .serventesio 
que  en  los  manuscritos  y  en  las  poesías  publicadas  por 
Raynouard  figura  como  anónimo. 

Es  una  composición  puramente  política,  dedicada  al 
conde-marqués  (el  de  Tolosa)  y  dirigida  á  mover  el 


AZEMAR  EL  NEGRO.  129 

ánimo  del  rey  D.  Pedro,  comprometiéndole  á  secundar 
la  causa  de  Provenza  y  á  lanzarse  al  campo  contra  los 
franceses. 

Es  un  serventesio  bellísimo,  lleno  de  fuego  y  entu- 
siasmo, de  alta  inspiración  y  de  profunda  intención  po- 
lítica. 

Raynouard  en  su  Choix  des  poessies  des  trouhadours  y 
Milá  en  sus  Trovadores  de  España^  lo  continúan  ínte- 
gro, como  de  autor  anónimo.  En  los  manuscritos  que 
poseo ,  copia  sacada  de  la  biblioteca  de  París  y  de  otros 
archivos  y  bibliotecas  de  Provenza,  figura  este  serven- 
tesio y  pero  no  enteramente  exacto  al  que  publican  Ray- 
nouard y  Milá,  sino  con  algunas  variantes  poco  esen- 
ciales. Mi  copia  procede  de  una  biblioteca  particular  que 
posee  un  distinguido  título  de  Tolosa,  y  me  fué  facili- 
tada por  el  escritor  provenzal  Mr.  Agustín  Boudin,  á 
quien  debí  muy  especiales  consideraciones  durante  el 
tiempo  que  los  sucesos  políticos  de  España  me  obliga- 
ron á  vivir  emigrado  en  Aviñon. 

Pues  bien,  en  esta  copia,  el  serventesio  de  que  me 
ocupo  no  figura  como  anónimo,  sino  que  va  continuado 
como  de  Nafemur  Loneires,  que  debe  leerse  así:  N'Aze- 
mur  lo  neires,  Azemar  el  negro.  La  N,  que  debe  ir  con 
apostrofe,  es  el  En  provenzal,  equivalente  al  Don  como 
el  Na  al  Doña,  que  se  colocaba  ante  los  nombres  y  ape- 
llidos. Fácilmente  un  copiante,  quitando  el  apostrofe, 
pudo  hacer  del  N'Azemur  un  nombre  imaginario  de 
Nazemur ,  y  lo  propio  sucedió  con  unir  el  artículo  lo  al 
neires  y  resultando  el  apellido  Loneires  por  lo  neires,  el 
negro. 

TOMO  II.  9 


IJO  LOS  TROVADORES. 

Otra  circunstancia  especial  hay  en  mi  copia.  En  la 
que  sirvió  á  Raynouard  el  primer  verso  dice:  Vai^  Hugo- 
net,  ses  bistensa.  En  la  mia  el  nombre  de  Hugonet  no 
existe,  y  en  su  lugar  hay  el  de  Bagaset .  Parece  despren- 
derse de  la  composición,  que  el  autor  envia  á  un  juglar, 
en  la  copia  de  Raynouard  llamado  Hugonet,  para 
que  entregue  el  serventesio  al  rey  D.  Pedro.  En  la  copia 
que  es  objeto  de  estas  líneas  el  juglar  se  llama  Bagaset. 
¿No  pudiera  ser  este  el  trovador  Cadenet  que,  como  se 
verá  en  su  artículo  respectivo,  habia  abandonado  su 
apellido  de  familia  al  hacerse  juglar,  para  tomar  el 
nombre  de  Baguás,  Bagas  y  por  diminutivo  Bagaset? 

Hé  aquí  ahora  el  serventesio  tal  como  se  halla  en  la 
copia  que  me  ha  proporcionado  motivo  para  estas  ob- 
servaciones : 

«Ve,  Bagaset,  sin  perder  tiempo  al  buen  rey  arago- 
nés, cántale  este  nuevo  serventesio,  y  dile  que  es  tal  ya 
su  paciencia,  que  se  considera  como  debilidad.  Oigo 
aquí  decir  que  el  francés  domina  su  tierra  hace  tanto 
tiempo,  que  basta  ya,  y  pues  tanto  ha  conquistado  por 
allí,  acuérdese  de  lo  de  acá. 

))  Y  dile  que  su  gran  valía  será  tres  veces  mayor  si  le 
vemos  venir  al  Careases,  como  buen  rey,  á  recoger  su 
censo.  Y  si  encuentra  oposición,  haga  como  que  se  enoja, 
emprendiendo  valerosamente  con  ellos  y  entrándolo  todo 
á  fuego  y  á  sangre,  con  buenos  y  fuertes  ingenios  que 
derriben  las  más  altas  murallas. 

))  Así  es  como  terminaríais  las  injurias  y  malos  rumo- 
res que  acerca  de  vos,  señor,  hacen  cundir  los  falsos  fran- 
ceses, que  Dios  maldiga,  al  ver  que  no  castigáis  su  so- 


AZEMAR  EL  NEGRO.  131 

berbia.  Y  pues  sois  tan  pundonoroso,  no  debo  hablar 
más  claro.  Así  también  volveria  á  renacer  la  nobleza 
que  va  prontamente  perdiéndose  entre  nosotros ;  de  tal 
manera  que  no  veo  camino  de  que  se  salve. 

))  Me  agradaria  ver  hoy  por  los  campos  yelmos  y  ar- 
maduras y  astas  con  hermosos  pendones  y  cimeras  de 
varias  huestes;  y  también  me  agradaria  que  los  france- 
ses y  nosotros  nos  halláramos  frente  á  frente  para  ver 
donde  hay  mejores  caballeros;  y  como  la  razón  está  de 
nuestra  parte,  creo  que  el  daño  sería  para  ellos. 

))  Valiente  conde,  gentil  marqués,  bajad  al  campo  á 
herir  y  á  destrozar,  restaurad  vuestra  bandera,  y  haced 
asaltar  sus  guaridas.» 


Vai,  Baguaset,  ses  bistensa, 
al  bos  reís  aragonés, 
canta  '1  novelh  sirventés; 
e  di  '1  trop  fai  gran  sufrensa, 
si  qu'  hora  lo  ten  a  falhensa. 
Aug  sai  dizon  que  '1  francés 
ai  sas  térras  en  tenensa 
tan  longamen  que  's  estensa, 
e  pus  la  n'  a  tan  conques, 
agués  de  sai  sovinensa. 

E  di  '1  que  sa  gran  valensa 
se  doblara!  per  un  tres, 
si  '1  vezem  á  Carcassés 
com  bon  reis  culhir  sa  sensa. 
E  s'  il  atroba  defensa, 
fassa  semblan  que  greu  1'  es; 
et  ab  aital  captenensa 
qu'  ab  foc  et  ab  sane  los  vensa; 


132  LOS  TROVADORES. 

e  ghins  tragan  tan  espés 

que  murs  no  i  fassan  guirensa. 

Enaissí  acabar  poiria 
lurs  blasmes  et  mals  ressós 
que  dizon,  senher,  de  vos 
fals  francés,  que  Dieus  maldia, 
quan  no  venjatz  la  folhia, 
e  quar  etz  tan  vergonhós 
no  'm  cal  plus  apert  audia. 
Paratges  s'  en  revenria, 
que  's  perdet  tolz  sai  mes  nos 
que  neissús  no  i  conosc  vía. 

Elms  et  ausbercs  me  plairia, 
ct  astas  ab  bels  penós 
vissem  huei  mais  pels  cambós, 
e  senhals  de  manta  guia; 
e  que  'ns  visson  un  bos  dia 
essems  li  francés  e  nos, 
per  vezer  quals  miéis  poiria 
aver  de  cavallaria: 
e  quar  es  nostra  razos, 
ere  que  '1  dan  ab  els  n'  iria. 

Pres  coms,  marques  de  bon  aire, 
el  camp  feren  e  donan, 
restauratz  vost'  auriban 
e  feritz  assalh  lur  repaire. 


TROVADORES 


DE  QUIENES  EXISTEN  ESCASAS  NOTICIAS  U  OBRAS  POCO   IMPORTANTES. 


AIMAR  JORDANS. 

Sólo  se  conservan  de  él  dos  composiciones,  incom- 
pletas, y  que  no  tienen  ningún  mérito. 

AIMAR  DE  LA  ROCAFICHA. 

Azeman  de  Rocaficha  se  le  llama  en  algún  manus- 
crito. 

Dos  ó  tres  canciones  de  amores,  de  escasa  impor- 
tancia. 

AIMERIC. 

Una  apología  del  amor.  Una  tensión  con  Alberto 
sobre  nada.  Otra  tensión  con  Bergadan  para  decidir  qué 
es  lo  que  vale  más,  amar  sin  ser  amado,  ó  ser  amado 
sin  amar.  Otra  tensión  con  Pedro  Dupui  sobre  el  sí  y 
el  nó. 


13+  LOS  TROVADORES. 

ALBERTO  CAILLA. 

Fué  un  juglar  de  la  comarca  de  Albigeois,  de  escaso 
talento,  pero  de  cierto  ingenio. 

Se  conservan  de  él  una  invectiva  contra  las  mujeres, 
en  términos  groseros  y  obscenos.  Deplora  la  locura  de 
los  que,  como  él,  se  han  dejado  prender  en  sus  redes. 
Anatematiza  á  las  jóvenes  y  aconseja  que  se  ame  á  las 
viejas. 

ALEGRET. 

Tiene  tres  composiciones  declamando  contra  la  cor- 
rupción del  siglo.  Este  trovador  parece  catalán. 

ALEANDRI. 

Existe  de  él  una  tensión  de  escaso  mérito  con  Bla- 
casset. 

ALMENS  DE  CASTELLNAU. 

Fué  una  dama  que  tuvo  amores  con  Guido  de  Tour- 
non,  el  cual  le  faltó  ó  se  alejó  de  ella.  Iselda  de  Ca- 
pion,  otra  dama,  amiga  suya,  le  dirigió  unos  versos 
rogándole  que  perdonase  á  su  amante,  y  ella  contestó 
con  esta  copla : 

c(  Si  yo  supiera  que  Guido  de  Tournon  estaba  arre- 
pentido del  engaño  que  me  hizo,  sería  justo  perdo- 


TROVADORES  DE  QUIENES  EXISTEN  ESCASAS  NOTICIAS.    135 

narle ;  pero  mal  me  avendría  tener  consideraciones  con 
él  cuando  persiste  en  su  culpa.  Si  vos  conseguís  que  se 
arrepienta,  estoy  pronta  entonces  á  dejarme  vencer  en 
su  favor.)) 

ARMANDO. 

Una  tensión  con  Bernardo  de  la  Barda  sobre  á  quién 
debe  preferirse  entre  una  mujer,  hermosa  de  rostro, 
pero  mal  formada,  ú  otra,  bien  formada,  pero  fea  de 
cara. 

ARNALDO  DE  ACANGE. 
Una  canción  en  que  lamenta  los  rigores  de  su  dama. 

ARNALDO  DE  BRANCALEÓ. 
Una  poesía  moral  y  religiosa. 

ARNALDO  DE  COMINGES. 

Fué  de  la  casa  de  los  condes  de  Cominges.  Perte- 
nece al  número  de  los  trovadores  políticos  por  la  única 
poesía  que  de  él  se  conoce.  En  ella  declama  contra  los 
desórdenes  del  siglo.  Se  queja  de  las  violencias  que  ejer- 
cen los  fuertes  contra  los  débiles,  y  dice  que  todo  se 
atropella,  que  á  todos  se  oprime,  que  no  hay  más  de- 
recho que  el  de  la  fuerza.  Indudablemente  se  escribió 
esta  composición  para  lamentar  los  horrores  producidos 
por  la  cruzada  contra  los  albigenses. 


136  LOS  TROVADORES. 

ARNALDO  DE  ENTREVENAS. 

Fué  contemporáneo  de  Blacás  y  tiene  una  canción  en 
elogio  de  este  trovador,  dándole  consejos. 

ARNALDO  PLAGUES. 

Dos  canciones  de  escaso  mérito,  una  de  las  cuales 
parece  dirigida  al  rey  D.  Jaime,  el  Conquistador ^  á 
principios  de  cuyo  reinado  vivia,  y  la  otra  al  rey  don 
Alfonso  X  de  Castilla,  diciendo  que  éste  es  un  rey  que 
remedia  los  daños  ocasionados  por  la  compañía  de  los 
malos  ricos : 

Chansó,  á  Castella  ten  via 
al  rei  qu'  adoba  'Is  destrics, 
qu'  om  pren  ab  los  ávols  ríes 
quan  es  ab  lur  companhia. 

Plagues  debió  ser  catalán. 

ARNALDO  SABOTA. 
Una  canción  de  amores. 

ARNALDO  DE  TINTIGNAC 

Un  caballero  de  Provenza,  desprovisto  de  fortuna, 
á  quien  Nostradamus  llama  Arnaldo  de  Cotignac.  Que- 


TROVADORES  DE  QUIENES  EXISTEN  ESCASAS  NOTICIAS.    137 

dan  de  él  tres  composiciones,  pobres  en  conceptos  y  en 
rima. 

Pasó  parte  de  su  vida  en  Ñapóles  al  servicio  de  la 
reina  Juana. 

AUSTAU  DE  SEGRET. 

Tiene  un  serventesio  deplorando  los  males  de  las  cru- 
zadas, é  invita  á  Eduardo  I,  rey  de  Inglaterra,  á  re- 
parar las  pérdidas  sufridas  en  Francia  por  su  antecesor 
Enrique  III. 


B. 


BARTOLOMÉ    GIORGI 


Bartolomé  Giorgi,  algunos  le  llaman  Zorgi ,  era  un 
patricio  veneciano  que  se  dedicó  á  la  poesía  provenzal, 
como  hicieron  algunos  otros  de  sus  compatriotas.  En- 
tre los  trovadores  provenzales  figuran  varios  italianos 
que  alcanzaron  fama  y  renombre  manejando  una  len- 
gua que,  sin  ser  la  propia,  era  hermana  de  la  suya  y 
tenía  con  ella  suma  afinidad.  A  más,  la  provenzal  ó  la 
lemosina,  como  quiera  llamársela,  era  entonces  la  len- 
gua literaria,  y  así  se  hablaba  en  el  Mediodía  de  Fran- 
cia como  en  las  cortes  de  Cataluña  y  de  Aragón,  siendo 
también  muy  estimada  en  la  de  Castilla,  y  conocida  y 
hablada  en  las  más  famosas  ciudades  de  Italia.  Era 
también  la  lengua  oficial  de  la  literatura  y  de  la  poesía, 
y  en  ella  debia  naturalmente  escribir  todo  aquel,  fuese 
cual  fuere  su  patria,  que  se  sintiera  con  genio  é  ins- 
piración para  expresar  sus  sentimientos  por  medio  de  la 
rima  y  ambicionara  alcanzar  fama  de  docto  ó  de  poeta. 


I40  LOS  TROVADORES, 

Tenía  entonces  esta  lengua  el  singular  privilegio  de  dar 
á  conocer  por  todo  el  mundo,  y  extender  por  todas 
partes,  el  nombre  del  que  en  ella  buscaba  el  instru- 
mento para  adquirir  celebridad.  Aún  más  tarde,  y 
cuando  ya  su  decadencia  habia  principiado,  ¿no  estuvo 
vacilando  el  divino  Dante  entre  la  duda  de  escribir  su 
inmortal  poema  en  provenzal  ó  en  italiano,  y  no  se 
asegura  que  hasta  habia  ya  comenzado  á  escribirlo  en 
provenzal  ? 

De  quince  á  veinte  son  las  composiciones  que  de  Bar- 
tolomé Giorgi  se  conservan.  Hay  algunas  galantes  y  de 
amores,  pero  no  es  éste  el  género  en  que  descollaba  el 
trovador.  Lo  más  notable  suyo,  allí  donde  campea  su 
genio  y  se  dibuja  su  carácter,  está  en  las  composiciones 
políticas,  en  los  enérgicos  y  apasionados  serventesios^ 
donde  se  encuentra  algo  del  espíritu  superior  de  Bel- 
tran  de  Born. 

Aunque  patricio,  Bartolomé  Giorgi  se  dedicaba  al 
comercio ,  como  era  uso  entonces  entre  las  familias  más 
principales  de  Venecia,  y,  en  uno  de  sus  viajes  por  mar, 
acaecióle  caer  prisionero  de  unos  corsarios  de  Genova, 
nación  en  guerra  abierta  á  la  sazón  contra  Venecia.  De- 
bió sucederle  este  desgraciado  lance  allá  por  los  años 
de  1264  á  1266,  y  el  trovador  veneciano,  después  de 
haber  visto  desaparecer  su  buque  y  sus  riquezas,  fué 
conducido  prisionero  á  Genova,  donde  hubo  de  per- 
manecer mucho  tiempo  en  este  triste  estado ,  pues  que 
no  recobró  la  libertad  hasta  la  época  en  que  se  hicieron 
las  paces,  el  año  1270.  Estando  preso  en  Genova  fué 
cuando  escribió  sus  más  levantados  serventesios. 


BARTOLOMÉ  GIORGI.  141 

Mientras  que  Giorgi  sufría  los  rigores  y  el  martirio 
del  cautiverio,  otro  trovador,  de  quien  más  adelante  se 
hablará,  Bonifacio  Calvo  compuso  un  serveníesio  sobre 
la  lucha  que  tenian  entablada  Genova  y  Venecia ,  en  el 
que  se  maltrataban  la  honra  y  buena  fama  de  esta  úl- 
tima República.  (V.  el  artículo  Bonifacio  Calvo.) 

Sin  embargo  de  hallarse  prisionero  y  en  poder  de  sus 
enemigos,  no  vaciló  Bartolomé  Giorgi  en  tomar  la  de- 
fensa de  su  patria  ultrajada,  y  se  hizo  el  campeón  de 
Venecia  en  una  respuesta,  cuyos  principales  pasajes  son 
los  siguientes : 

(( Me  admira  la  composición  por  ser  quien  es  su  au- 
tor, al  cual,  por  otra  parte,  considero.  Cuando  se  tiene 
mérito  y  saber,  se  debe  poner  más  cuidado  en  lo  que 
se  dice,  por  no  exponerse  á  perder  la  reputación. 

))Si  hubiese  sido  más  exacto,  hubiera  confesado  que 
los  venecianos  son  los  que  han  conseguido  mermar  el 
poderío  de  Genova.  En  vano  quiere  atribuirlo  á  sus 
discordias.  Esta  causa  no  es  el  origen  de  su  mal. 

))  Los  genoveses  han  hecho  la  guerra  de  tal  modo, 
que  sus  disensiones  no  parecen  haberles  perjudicado  en 
nada.  Al  combatir  no  les  faltó  más  que  valor  y  atrevi- 
miento. Siempre  se  presentaron  bien  armados,  y  á  me- 
nudo dos  contra  uno. 

))  Pretende  que  los  genoveses  han  tenido  á  raya  á  los 
venecianos.  Que  se  acuerde ,  si  lo  tiene  á  bien ,  que  un 
solo  buque  veneciano  hizo  prisioneros  tres  buques  ge- 
noveses, y  que  ninguna  guerra  han  tenido  los  venecia- 
nos de  que,  al  fin,  no  hayan  salido  con  gloria. 

))Si  quisiera  pasar  por  hombre  sensato  no  hubiera 


Í42  LOS  TROVADORES. 

dicho  tan  evidentes  falsedades.  ¿  Podrá  negar  el  hecho 
de  tres  buques  cautivados  por  uno  solo?... 

j)Nada  más  tengo  que  decir  á  ese  poeta.  Si  no  le  sa- 
tisface lo  dicho,  que  se  informe  de  los  hechos  memora- 
bles de  los  venecianos,  de  sus  conquistas  y  actos  de  va- 
lor, de  sus  victorias  sobre  Genova  y  el  imperio  griego. 
Cuando  lo  sepa  juzgará  si  valen  algo. 

))  Bonifacio  Calvo,  os  envió  mi  serventesio,  y  os 
ruego  que  no  os  enojéis  por  lo  que  os  digo;  debéis,  al 
contrario,  agradecerme  lo  que  he  dejado  de  decir.» 

Bonifacio  Calvo  se  hallaba  proscrito  de  Genova 
cuando  escribió  su  serventesio  y  fué  contestado  por 
Giorgi. 

Una  cosa  que  honra  á  entrambos  trovadores,  es  que 
quedaron  amigos  después  de  esta  especie  de  combate. 
Calvo  estimó  en  Giorgi  el  valor  de  haber  sostenido  el 
honor  de  Venecia  contra  los  genoveses,  siendo  prisio- 
nero de  éstos ;  confesó  que  no  habia  estado  acertado  ha- 
blando mal  de  los  venecianos,  y  dio  satisfacción  por  ello 
á  su  rival. 

Giorgi  se  hallaba  aún  cautivo  cuando  Carlos  de  An- 
jou  recibió  de  Clemente  IV  la  investidura  del  reino  de 
Ñapóles.  Ya  en  el  artículo  de  Aycarts  de  Fossats  he- 
mos visto  cómo  Conradino,  hijo  y  heredero  de  Con- 
rado, fué  la  desgraciada  víctima  de  la  política  de  Roma 
y  de  la  venganza  del  monarca  francés.  Carlos,  ha- 
biendo hecho  prisionero  al  joven  Conradino,  le  hizo 
subir  a  un  cadalso  en  1268,  lo  propio  que  a  su  aliado 
el  duque  de  Austria.  También  quedó  prisionero  de 
Carlos  de  Anjou  el  infante  de  Castilla,  D.  Enrique, 


BARTOLOMÉ  GIORGI.  1+3 

hermano  de  nuestro  Alfonso  X.  Este  infante,  que  de 
Túnez  había  pasado  á  Italia  con  algunos  caballeros  es- 
pañoles, sirvió  primero  bajo  las  banderas  de  Carlos  de 
Anjou,  pero  luego  se  pasó  al  bando  de  Conradino, 
con  quien  cayó  prisionero.  Se  creyó  al  principio  que 
don  Enrique  tendria  la  misma  suerte  que  la  de  los  dos 
príncipes,  pero  le  salvó  su  parentesco  con  el  de  Anjou. 

Al  revés  de  Aycarts  de  Fossats  que,  como  se  ha 
visto,  sostuvo  la  causa  de  Carlos,  Bartolomé  Giorgi  se 
hace  eco  de  los  sentimientos  del  país,  sublevado  contra 
la  sangrienta  tiranía  de  Carlos  de  Anjou.  Así  expresa 
Giorgi  su  dolor  por  la  muerte  de  Conradino  y  su  in- 
dignación contra  el  usurpador : 

c(  Si  con  gran  estrépito  el  mundo  se  hiciera  pedazos, 
si  todo  lo  que  hay  en  él  de  luz  quedara  de  repente  en- 
vuelto entre  tinieblas,  no  lo  deploraría  tanto  como  de- 
ploro la  miserable  muerte  que  se  ha  dado  al  rey  Con- 
radino, espejo  de  nobleza,  y  al  duque  Federico,  gloria 
de  Alemania,  ricos  uno  y  otro  en  honor  y  en  mérito, 
i  Maldito  sea  el  siglo  que  vio  cometer  tan  gran 
crimen! 

))  ¿Cómo  tengo  valor  para  lamentar  siquiera  ese  de- 
sastre, cuando  su  sola  idea  debiera  hacerme  morir  en  el 
acto,  no  sólo  yo,  sino  cualquier  hombre  de  virtudes? 
Porque  lo  cierto  es  que  no  existe  nadie  á  quien  el  me- 
nos noble  de  los  degollados  no  sobrepujase  de  mucho... 

))  El  rey  Conradino,  que  aún  no  tenía  veinte  años, 
amaba  á  Dios,  el  derecho,  la  rectitud,  la  justicia,  la 
ciencia...  El  más  liberal,  era  á  su  lado  un  avaro,  tan 
pródigo  era  y  tan  dadivoso:  amigo  de  los  buenos,  ene- 


144  LOS  TROVADORES. 

migo  de  los  malos,  á  quienes,  sin  embargo,  no  hizo  ja- 
más ninguna  injusticia. 

))  En  cuanto  al  buen  duque  Federico ,  habia  en  él  re- 
unidas tantas  virtudes  estimables,  que  tuvo  la  capacidad 
de  los  más  grandes  reyes.  Leal  en  obra  y  en  pensa- 
miento, noble  en  todo,  no  hay  tilde  alguno  que  pueda 
reprochársele. 

))La  muerte  de  estos  dos  príncipes  debe  haber  ofen- 
dido mucho  á  Dios.  Pero  ya  que  tal  desgracia  ha  per- 
mitido, es  por  haber  juzgado,  así  al  menos  lo  creo,  que 
el  mundo  no  tenía  lugar  bastante  alto  en  que  colocar- 
les. Los  que  disfrutan  de  las  bienaventuranzas  incor- 
ruptibles deben  experimentar  tres  veces  más  de  'placer 
desde  que  tienen  tan  buena  compañía. 

))¡Ay  de  mí!  ¿Cómo  podrán  los  alemanes  soportar 
semejante  perfidia.'*  Con  sus  príncipes  perdieron  toda  su 
gloria.  Se  sentirán  sumidos  en  el  oprobio,  y  con  ellos 
también  en  la  abyección  todos  los  hombres  honrados, 
de  quienes  es  Carlos  de  Anjou  el  enemigo.  Por  esto 
tendrá  buen  cuidado  de  no  dejar  con  vida  á  D.  Enri- 
que (el  infante  español).  Conoce  el  gran  valor  de  los 
españoles,  y  sacrificará  también  esta  víctima  para  que 
se  pueda  decir  que  no  les  teme. 

))  Noble  nación ,  piensa  eternamente  en  la  muerte  de 
estos  príncipes  y  en  lo  que  de  tí  dirian  si  sufrieras  se- 
mejante ultraje.  Y  tú,  Alfonso,  rey  de  Castilla,  piensa 
si  puede  ser  estimado  un  rey  que  deja  impune  el  des- 
honor de  su  hermano. » 

Esta  composición  fué  escrita  para  ser  cantada,  que 
era  el  medio  de  popularizar  entonces  las  poesías,  y  sin 


BARTOLOMÉ  GIORGI.  145 

duda  para  mejor  propagarla  se  compuso  sobre  un  aire 
muy  usual  y  conocido,  con  el  cual  se  cantaría  alguna 
trova  alegre,  pues  que  termina  con  los  siguientes  versos: 

((Hombres  leales  y  corteses,  acordaos  que  este  canto 
de  dolor  ha  sido  compuesto  sobre  un  aire  alegre  y  pla- 
centero. A  no  ser  así ,  nadie  hubiera  podido  cantarlo  ni 
oirlo ;  tan  horrible  es  la  desgracia  que  lamenta,  d 

En  los  preparativos  del  rey  San  Luis  para  su  se- 
gunda cruzada,  halló  el  trovador  motivo  para  un  nuevo 
canto,  el  cual  debió  escribir  con  tanta  mayor  satisfac- 
ción, cuanto  que  esperaba  deber  bien  pronto  su  libertad 
al  rey  de  Francia,  cuyos  embajadores  estaban  nego- 
ciando entonces  la  paz  entre  las  repúblicas  rivales  de 
Genova  y  Venecia. 

((Quiero  decir  en  mi  canto  cuál  es  el  motivo  que  en 
parte  me  alegra  y  me  entristece  en  parte.  El  dolor 
oprime  mi  corazón  cuando  pienso  en  la  gran  afrenta 
que  sufre  la  tierra  en  que  Dios  nació  y  murió;  pero  en 
cambio,  el  alma  se  llena  de  júbilo,  cuando  veo  que 
aquella  tierra  va  á  ser  vengada  por  el  gran  rey  Luis  de 
Francia,  el  cual  se  dispone  á  partir  para  castigar  á  los 
infieles. 

))Con  él  van  muchos  valientes,  hombres  que  saben 
manejar  la  lanza,  cortar  cabezas,  brazos  y  piernas  de 
un  mandoble,  saltar  fosos  y  escalar  fortalezas,  que  en 
las  luchas  y  batallas  son  siempre  los  primeros,  y  que 
van  cubiertos  con  buenas  armaduras  y  montados  en  vi- 
gorosos corceles... 

))E1  noble  rey  de  Navarra  acompaña  al  monarca 
francés,  ardiendo  en  deseos  de  distinguirse  con  altos 


146  LOS  TROVADORES. 

hechos,  para  mayor  gloria  y  servicio  de  Dios.  El  glo- 
rioso conde  de  Tolosa  hace  en  esta  ocasión  más  aún  de 
lo  que  puede.  No  hay  qué  acusar  al  rey  de  Inglaterra  que 
se  retarde  un  poco,  porque  es  seguro  que  cumplirá  su 
palabra  y  se  cubrirá  de  gloria  cuando  el  caso  llegue.  A 
pesar  de  su  retardo,  no  habrá  una  acción  en  que  perso- 
nalmente no  se  halle:  igualará  á  los  más  valerosos  y 
llevará  tan  poderosos  socorros  como  pueda  cualquier 
otro  príncipe. 

(( Quisiera  hablar  de  todos  los  varones  que  acuden,  y 
desearia  inmortalizar  su  gloria;  pero  son  tantos  que  no 
hay  medio  para  ello.  Dios  les  dé  una  felicidad  eterna.» 

La  mediación  del  rey  de  Francia  y  del  Papa  no  pro- 
dujo por  el  pronto  ningún  resultado  para  la  paz.  Las 
negociaciones  fracasaron,  y  las  dos  repúblicas  rivales 
convinieron  tan  sólo  en  una  prolongación  de  tregua, 
quedando  todo  bajo  pié  de  guerra  y  los  cautivos  en  sus 
cárceles. 

Giorgi  entonces  escribió  un  serventesio  contra  los  ge- 
noveses  y  contra  el  mismo  San  Luis.  De  los  primeros 
dice  que  son  peores  que  judios  y  renegados,  pues  éstos, 
después  de  haber  comenzado  los  preliminares  de  una 
paz,  no  querrían  retener  inhumanamente  los  prisio- 
neros. 

Quar  jüdeus  ni  veneiatz 

non  deuria  voler 
preizonniers  destener 
ab  sos  guerriers  acordatz. 

Al  monarca  francés  se  dirige  en  estos  términos,  acu- 


BARTOLOMÉ  GIORGI.  147 

sándole  de  haber  abandonado  la  suerte  de  los  prisio- 
neros. 

«Rey  de  Francia,  vos  que,  en  defensa  de  Dios,  ha- 
béis querido  emplear  vuestro  corazón,  vuestro  cuerpo 
y  vuestros  bienes,  por  lo  cual  os  elogia  todo  el  mundo, 
¿cómo  habéis  sido  capaz  de  semejante  acción?  Echas- 
teis al  olvido  vuestro  honor.  Dios,  por  su  clemen- 
cia, ha  olvidado  el  castigo,  pero  no  lo  olvidará  en  la 
otra  vida,  como  no  sea  que  la  cruzada  os  obtenga  el 
perdón. 

)) Honor  de  la  cristiandad,  que  Dios  os  inspire  el 
propósito  de  reparar  vuestra  falta  y  de  acabar  con  los 
crueles  tormentos  que  sufren  los  desgraciados  próximos 
á  perecer.  Vos  podéis  hacerlo;  que  una  palabra  vuestra 
bastará... 

))  Antes  que  yo  hubiese  tenido  tiempo  de  terminar 
este  canto.  Dios  ha  condenado  á  la  muerte  al  rey  de 
Francia,  y  á  muchos  de  los  suyos  á  sufrir  los  dolores 
del  cautiverio.  Conviene  que  el  nuevo  rey  de  Francia 
haga  la  reparación  que  Luis  debió  de  hacer.  Así  se  lo 
demandan  Dios  y  su  honor,  j) 

Los  votos  del  poeta  fueron  oidos.  El  sucesor  de  San 
Luis,  Felipe  el  Atrevido  y  consiguió  que  hubiese  acuerdo 
entre  Genova  y  Venecia,  y  devuelto  á  su  libertad,  des- 
pués de  tan  largo  cautiverio,  Bartolomé  Giorgi  regresó 
á  su  patria. 

Escasas  noticias  más  se  tienen  de  él.  Se  sabe  que  fué 
muy  bien  acogido  y  honrado  por  sus  compatricios,  y 
que  el  dux  de  Venecia  le  envió  á  Morea  con  una  mi- 
sión especial.  Cuentan  que  allí  se  enamoró  de  una  noble 


I4S  LOS  TROVADORES. 

y  alta  dama  de  aquel  país,  en  donde  parece  que  se  es- 
tableció y  terminó  sus  dias. 

Ya  queda  dicho  que  sus  composiciones  galantes  ofre- 
cen poca  novedad  y  atractivo,  siendo  de  mérito  muy 
inferior  á  sus  obras  políticas.  No  sucede  así  con  una 
poesía,  especie  de  serventesio,  muy  original  por  cierto, 
en  que  Giorgi  se  lamenta  de  sus  críticos,  quejándose 
amargamente  de  que  se  encuentren  sus  cantos  oscuros, 
cuando ,  por  lo  visto,  en  una  laboriosa  oscuridad  de  es- 
tilo cifraban  entonces  su  mayor  gloria  y  su  más  sobre- 
saliente mérito  los  poetas  de  aquella  escuela. 

He  aquí  esta  poesía,  que  merece  ser  conocida. 

(( ¡  Maldito  sea  el  que  me  enseñó  el  arte  de  componer 
versos!  En  ello  no  encuentro  ningún  placer,  ni  ¿cómo 
puede  haberlo,  si  entre  mil  personas,  apenas  existe  una 
con  ingenio  suficiente  para  comprender  un  canto  de 
Elias? 

))  Muchos  son  los  que  se  vanaglorian  de  ser  buenos 
trovadores,  pero  los  que  no  sepan  más  de  lo  que  sabe 
la  mayoría  de  ellos,  pueden  estar  seguros  de  saber  bien 
poco.  Tanto  me  desplace  hoy  hacer  canciones,  como 
gusto  encontraba  antes  en  componerlas. 

))De  locos  se  trata  hoy  á  los  que  escriben  versos,  y 
en  verdad  que  no  encuentro  mal  aplicada  la  palabra. 
Ninguna  honra  se  alcanza.  ¿Se  escribe  un  canto  oscuro  y 
de  gran  mérito?  Nadie  lo  entiende.  ¿Es  claro?  Nadie 
hace  caso  de  él.  Una  prueba  de  ello  está  en  dos  de  los 
mejores  juglares  de  este  país ,  quienes  uno  y  otro  han 
criticado  una  de  mis  canciones,  en  la  cual  no  habia  tilde 
que  poner  por  cierto... 


BARTOLOMÉ  GIORGI.  149 

))  No  se  crea  que  yo  pretendo  ser  hábil  en  todo.  Al 
contrario,  muchas  cosas  hay  que  desearia  aprender.  No 
quiero  ni  alabarme  ni  deprimirme;  pero  como  en  la 
obra  se  conoce  al  obrero,  ahí  están  mis  canciones  para 
que  se  juzgue  lo  que  valgo  en  el  arte  de  hacer  versos 
sutiles. )) 


BELTRAN  DE  ALLAMANON. 


Era  de  noble  familia.  Fué  señor  del  castillo  de  Alla- 
manon  (hoy  La  Manon)  de  la  diócesis  de  Aix  en 
Provenza. 

Escasean  los  datos  sobre  este  trovador  y  se  tienen  de 
su  vida  muy  pocas  noticias.  Caballero  muy  considerado 
en  su  país,  se  distinguió  entre  los  poetas  y  fué  amante 
de  Estefanía  de  Gantelm,  señora  del  castillo  de  Roma- 
nin,  que,  al  decir  de  Nostradamus ,  tenía  corte  de  amor. 
La  castellana  de  Romanin  fué  tia  de  aquella  famosa 
Laura  inmortalizada  por  el  Petrarca. 

Beltran  de  Allamanon  compuso  bellísimas  canciones, 
muchas  de  las  cuales  se  han  perdido,  en  loor  de  la  dama 
de  sus  pensamientos.  En  las  que  de  él  nos  quedan  es 
donde  hallo  a  este  trovador  verdaderamente  inspirado, 
algo  más  por  cierto  que  en  sus  sátiras,  de  que  luego  se 
hablará,  sin  embargo  de  ser  estas  últimas  las  que  le  die- 
ron verdadera  celebridad. 


BELTRAN  DE  ALLAMANON.  iji 

Se  cita  á  Allamanon  como  uno  de  los  grandes  satíri- 
cos pro  vénzales.  Es  cierto,  y  merece  esta  nombradla; 
pero  esto  perjudica  á  su  reputación  como  poeta  amo- 
roso, que  es,  á  mi  juicio,  el  género  en  que  más  brilla  y 
sobresale,  aun  cuando  se  le  haya  dado  poca  importan- 
cia en  este  concepto  para  dársela  toda  en  el  otro. 

Y  sin  embargo,  hay  que  fijar  la  atención  en  sus  poe- 
sías amatorias,  que  son  de  una  delicadeza,  de  un  senti- 
miento y  de  una  originalidad  como  tienen  pocas  de  su 
época. 

De  seguro  que  en  la  colección  de  los  trovadores  no 
se  encuentra  una  obra  tan  acabada,  tan  perfecta,  tan 
sentida,  como  la  alhada  que  voy  á  traducir  íntegra, 
sintiendo  sólo  que  pierda  en  la  traducción  su  gracia  y 
su  armonía,  cualidades  que  le  dan  un  realce  extraor- 
dinario. 

ALEADA. 

(( El  caballero  reposaba  junto  á  la  dama,  objeto  de 
sus  amores,  y  abrazándola  decia: — ¡Oh  dulce  corazón 
mió!  Ya  llega  el  dia  y  se  va  la  noche,  j  Ay!  Oigo  ya  al 
vigía  gritar:  ¡Via  sus!  i  Veo  venir  el  dia  tras  del  alba! 

))  Corazón  mió ,  ¡  qué  dicha  más  completa  la  nuestra 
si  el  dia  se  extinguiera,  si  el  alba  no  brillara!  Tendría 
yo  entonces  junto  á  mí  para  siempre  lo  que  siempre  he 
de  amar.  ¡Ay!  Oigo  ya  que  el  vigía  grita:  ¡Via  sus! 
¡  Veo  venir  el  dia  tras  del  alba ! 

))  Corazón  mió ,  si  bien  se  pensara ,  no  hay  tormento 
que  iguale  á  la  pena  de  una  separación.  ¡Ah!  bien  lo  sé 


ISZ  LOS  TROVADORES. 

por  mí  propio.  ¡  Qué  noche  más  corta  la  que  ahora  ter- 
mina! ¡Ay!  Oigo  ya  que  el  vigía  grita:  ¡Via  sus!  ¡Veo 
venir  el  dia  tras  del  alba ! 

))  Corazón  mió ,  vuestro  soy  en  todo ,  y  vuestro  seré 
donde  quiera  que  la  suerte  me  lance.  Me  llevo  de  vos 
un  recuerdo ,  pero  aquí  dejaré  mi  alma  á  vuestro  lado. 
¡Ay!  Oigo  ya  que  el  vigía  grita:  ¡Via  sus!  ¡Veo  venir 
el  dia  tras  del  alba! 

» Corazón  mió,  si  hubiese  de  permanecer  sin  veros, 
creed  que  no  tardarla  el  dolor  en  matarme.  Pronto 
volveré  a,  vuestros  brazos ,  que  no  hay  vida  sin  vos. 
¡  Ay !  Oigo  ya  que  el  vigía  grita :  ¡  Via  sus !  Veo  venir 
el  dia  tras  del  alba!  » 

Doussa  res,  s'  ieu  no  'us  vezia 
breument  crezats  que  morría, 
qu'  el  gran  dezirs  m'  auciría : 
per  qu'  ieu  tost  retornarai 
que  ses  vos  vida  non  ai. 

¡Ai! 
Qu'  ieu  aug  que  la  gaita  cria : 
¡Via  sus!  qu'  ieu  vei  lo  jorn 
venir  apres  I"*  alba ! 

¿Puede  darse  otra  composición  de  este  género  más 
bella,  más  sentida  ni  más  dulce.'' 

Hé  aquí  ahora,  en  la  misma  clase,  aunque  no  con 
la  misma  belleza  ni  sentimiento ,  una  que  el  poeta  titula 
media  canción ,  dirigida  a  una  dama  que  rechazaba  su 
amor: 

C(  Si  se  me  pregunta  por  qué  hago  una  media  can- 


BELTRAN  DE  ALLAMANON.  153 

cion,  diré  que  por  tener  sólo  medio  motivo  para  cantar. 
Y  es  que  sólo  hay  amor  por  mi  parte,  ya  que  amarme 
no  quiere  la  dama  á  quien  consagro  mis  homenajes. 

»  Sin  embargo ,  a  falta  del  sí  que  me  rehusa ,  acep- 
taré el  nó  que  me  prodiga.  Esperar  con  ella  vale  más 
que  ser  dichoso  con  otra ;  y  como  me  es  imposible  re- 
sistir al  imperio  del  amor,  no  conozco  otro  medio,  para 
consuelo  de  mis  penas,  que  esperar  á  que  me  ame 
un  día. )) 

Si  esta  composición  es  notable  por  su  ingenuidad ,  hé 
aquí  otra  que  se  distingue  por  lo  mismo  y  tiene  el 
mismo  carácter : 

(( Si  hubiese  yo  vuelto  la  espalda  á  aquella  que  me  re- 
chaza, hubiera  podido  conseguir  algo  con  otra,  decla- 
rándome su  servidor  y  caballero ;  pero  el  loco  no  aban- 
dona su  locura,  y  yo  no  me  arrepiento  de  la  mia. 

))  Bien  es  verdad  que  más  hubiera  valido  para  mí  es- 
tar entre  las  cadenas  de  los  sarracenos  que  entre  las  de 
mi  dama.  De  aquéllas  hubiera  salido,  gracias  á  los  ami- 
gos ó  al  rescate,  ó  me  hubiera  escapado,  mientras  que 
en  mi  prisión  de  hoy ,  no  puedo  apelar  á  ninguno  de 
estos  recursos. 

))Yo  os  amo,  oh  noble  dama;  yo  os  amaré  más  to- 
davía, si  queréis  favorecerme.  Pero  ¡aydemí!  os  place 
martirizarme  por  lo  mismo  que  bien  sabéis  que  no 
puedo  desprenderme  de  mi  amor.» 

Sin  que  sepamos  por  qué,  ni  sea  fácil  adivinarlo,  vino 
un  dia  en  que  el  trovador  dijo  adiós  á  sus  amores ,  de- 
dicándose á  la  sátira,  en  cuyo  género  habia  de  ser 
maestro. 


154  LOS  TROVADORES. 

((En  Otro  tiempo,  dice  en  una  de  sus  composiciones, 
yo  me  consagraba  al  canto,  al  júbilo,  a  la  caballería,  á 
la  cortesía  y  galantería  junto  á  las  damas  que  me  agra- 
daban. Amor  es  testigo  de  cuánta  era  entonces  mi  di- 
cha. Pero  lo  que  ayer  formaba  mis  delicias ,  hoy  es  sólo 
para  mí  un  recuerdo.  Todo  ha  cambiado,  y  puesto  que 
esto  hizo  el  tiempo ,  yo  debo  hacer  lo  mismo. 

))Hoy  tengo  que  ocuparme  de  procesos,  de  aboga- 
dos y  de  notas.  Tengo  que  pasar  mi  vida  vigilando  y 
alerta  siempre  para  no  perder  mi  causa.  Tal  es  mi  triste 
situación,  peor  que  la  muerte,  que  me  obliga  hasta  á 
retirarme  de  las  asambleas  de  los  barones.» 

Es  posible  que  estos  procesos  de  que  se  queja,  y  cau- 
sas también  de  amores  mal  agradecidos  ó  con  infedeli- 
dad  pagados,  contribuyeran  á  agriar  el  carácter  del 
poeta  y  á  lanzarle  por  el  camino  de  la  sátira,  ya  que 
durante  mucho  tiempo  se  le  ve  dirigir  terribles  é  ira- 
cundos serventesios  á  algunos  poderosos  de  su  época. 

Pero  aquel  que  juega  con  fuego,  se  expone  a  que- 
marse. La  sátira  tuvo  en  todos  tiempos  sus  peligros,  y 
como  los  serventesios  de  Beltran  de  AUamanon  hubieron 
de  despertar  iras  en  sus  víctimas,  y  las  iras  engendran 
venganzas,  el  trovador  tuvo  que  soportar  las  conse- 
cuencias y  lógicas  contrariedades  de  su  conducta.  Así  le 
vemos  objeto  de  una  violenta  sátira  de  Guigo,  en  que 
se  le  acusa  de  felón  y  de  cobarde,  contestando  á  su  vez 
Beltran  con  una  diatriba  fulminante  contra  Guigo. 

Un  serventesio  de  AUamanon  contra  Carlos  de  An- 
jou ,  rey  de  Ñapóles  y  conde  de  Provenza,  de  quien  era 
vasallo,  le  valió  el  que  Carlos  se  vengara  quitándole  un 


BELTRAN  DE  ALLAMANON.  15$ 

derecho  hereditario  de  su  casa  sobre  la  sal  que  pasaba 
por  el  puente  del  Duranza.  Este  acto  de  autoridad  pro- 
vocó nuevas  sátiras  por  parte  del  trovador  y  nuevas 
venganzas  por  la  de  Carlos  de  Anjou,  si  bien  se  ve  que 
aquél,  al  fin,  trató  de  volver  á  la  gracia  del  príncipe, 
dirigiendo  sus  tiros  a  los  enemigos  de  éste  y  defendién- 
dole contra  ciertos  ataques  de  que  fué  objeto. 

En  este  sentido ,  y  por  este  camino ,  se  le  ve  atacar  á 
Bonifacio  VIII  á  causa  de  su  animosidad  contra  Felipe 
el  Hermoso  y  Carlos  de  Anjou,  y  atacar  también  al  em- 
perador Enrique  VII ,  que  habia  ultrajado  á  Roberto, 
duque  de  Calabria,  hijo  del  rey  de  Ñapóles  y  protec- 
tor de  Allamanon.  Roberto  envió  al  rey  su  padre  el 
serventesio  del  poeta  contra  el  emperador,  y  entonces 
fué  cuando  Carlos  de  Anjou  devolvió  a  la  casa  de  Bel- 
tran  el  derecho  de  pontazgo  que  le  habia  quitado. 

Uno  de  los  serventesios  más  conocidos  de  Allama- 
non es  una  terrible  y  sangrienta  sátira  contra  el  arzo- 
bispo de  Arles.  El  abate  Millot  dice  de  esta  composi- 
ción que  se  la  creeria  llena  de  absurdas  calumnias  si  no 
fueran  conocidas  las  costumbres  del  clero  en  aquellos 
tiempos ,  objeto  de  amargas  y  justísimas  censuras. 

El  trovador  reprocha  al  prelado  de  Arles  su  desen- 
voltura, sus  desórdenes  y  sus  crímenes.  Le  acusa  de 
poseer  los  siete  pecados  capitales ;  dice  que  vive  de  ro- 
bos; le  presenta  como  perfecto  modelo  de  perjurios, 
asesinatos,  avaricia,  orgullo,  impudicias  y  concusiones; 
le  trata  como  falso  testigo  y  renegado.  Según  el  poeta, 
el  arzobispo  andaba  continuamente  mezclado  en  con- 
tiendas y  guerras,  oprimía  á  los  ciudadanos,  los  encar- 


156  LOS  TROVADORES. 

celaba,  y,  para  colmo  de  infamia,  los  excomulgaba,  ab- 
solvia,  enterraba,  todo  por  dinero,  siendo  por  dinero 
por  lo  que  una  vez  mandó  encerrar  en  un  oscuro  cala- 
bozo y  luego  matar  á  un  ciudadano  llamado  Jonquera. 
Dice,  en  fin,  que  el  prelado  no  tiene  perdón  de  Dios,  y 
que  las  desventuras  crecerán  cada  dia  más  si  no  viene 
un  legado  para  hacerle  emparedar  ó  quemar  vivo. 

El  ha  los  setz  peccatz  mortals 

per  qu'  om  tem  mala  via ; 
aucir  no  tem  ne  perjurs  fals, 

e  viu  de  raubaría ; 

ergueilh  et  avaría 

a  '1  renegatz, 

et  es  proatz 

de  falsa  garentía : 

lo  seten  no  diria 
quar  es  tan  laitz  m'  en  lais  per  cortesía. 

Anc  non  vi  tan  fals  coronat 
nuls  hom  que  tenges  térra, 
qu'  el  no  tem  far  tort  ni  peccat, 
e  mésela  tot  1'  an  guerra, 
e  'Is  sieus  baissa  en  térra, 
e  'Is  pren  soven 
per  son  fol  sen, 
e  'Is  enclaus  e  'Is  enserra ; 
veiats  del  fals  com  erra, 
que  por  aver  veda  e  solv'  e  soterra. 

Jonquera  aucis  per  aver 
dins  la  mayson  escura, 
qu'  anc  nulhs  homs  no  i  poig  saber 
nuilh'  autra  forfachura ; 


BELTRAN  DE  ALLAMANON.  T^J 

e  non  a  de  Dieu  cura, 
perqué  mescré 
la  ferma  fe 
qu'  es  en  Sant'  Escritura  : 
ben  er  mal'  aventura 
s'  el  legatz  ve,  si  no  '1  crema  ó  no  '1  mura. 

Concluye  diciendo  que  los  habitantes  de  Arles  vivían 
tranquilos  antes  de  ser  presa  de  aquel  bárbaro  prelado, 
que  sin  rebozo  se  apoderaba  de  sus  bienes,  concedién- . 
dose  á  sí  mismo  indulgencias  por  los  males  con  que  les 
oprimia.  (( No  volverán  aquellos  habitantes,  dice,  á  tener 
tranquilidad  hasta  que  lo  sepulten  vivo  bajo  una  losa. » 

Jamáis  non  auran  pausa 
si  no  '1  meton  tot  viu  dessot  la  lausa. 

Por  exagerado  que  este  retrato  parezca,  debe  conve- 
nirse en  que  no  se  hacen  tan  terribles  cargos  sin  mo- 
tivo. El  arzobispo  de  Arles  debia  ser  de  seguro  un  gran 
malvado,  y  sus  crímenes  ignorados  ó  consentidos  por  la 
corte  de  Roma  «donde  entonces,  y  es  también  el  abate 
Millot  quien  lo  dice ,  reinaban  más  vicios  aún  que  en 
otras  partes.)) 

Véase  ahora  otro  serventesio  de  Beltran  de  Allama- 
non  en  que  la  política  de  la  Sede  Romana  es  juzgada 
con  severa  energía  y  con  alta  libertad  de  pensamiento. 

Corría  el  1245  cuando  el  papa  Inocencio  IV,  en  el 
concilio  de  Lyon,  depuso  del  Imperio  á  Federico  II, 
que  al  decir  del  abate  Millot,  cuyo  testimonio  cito  por 
no  ser  dudoso,  sólo  era  criminal  en  unir  la  firmeza  de 


158  LOS  TROVADORES. 

carácter  al  poder.  Después  de  este  atentado,  común 
desde  hacía  dos  siglos,  Inocencio  ofreció  el  Imperio  á 
diversos  príncipes,  ó  por  mejor  decir,  continúa  hablando 
Millot,  hizo  cuanto  pudo  para  que  lo  compraran. 

Este  es  el  objeto  del  serventesio.  El  trovador  fulmina 
sus  iras  contra  los  pretendientes  al  Imperio  y  contra  el 
Pontífice  que  aparecia  entre  ellos,  halagándoles  con  pro- 
mesas y  esperanzas  mientras  gastaba  sus  tesoros,  y 
dice  así: 

((El  Papa  es  quien  reina,  quien  posee  el  Imperio, 
pues  con  las  riquezas  que  entre  él  y  sus  gentes  se  dis- 
tribuyen, saca  más  rentas  que  las  que  pudiera  sacar  el 
Emperador.  El  Papa  sólo  trata  de  fomentar  las  re- 
vueltas. 

))  Ya  aseguro  yo  que  este  proceso  no  llegará  á  senten- 
ciarse; y  puesto  que  los  reyes  lo  quieren  terminar  bre- 
vemente con  las  armas,  salgan  al  campo  con  sus  caballe- 
ros y  caballos  armados  en  guerra,  con  sus  huestes  y  va- 
sallos, y  luchen  sin  tregua  hasta  que  uno  alcance  la  honra 
de  la  victoria.  Entonces  las  decretales  no  perjudicarán 
y  se  hallará  el  m.edio  de  hacer  hablar  al  Papa. » 

Ja  aicets  platz  non  er  sentenziatz; 
puois  que  li  rei  volon  abreviamen, 
ab  cavaliers  et  ab  caváis  armatz 
et  ab  vassal  bon  de  conquerimen 
vengua  cascus  apoderamen, 
et  en  un  camp  fassan  un'  aital  dansa, 
c'  al  departir  gazagne  1'  uns  1'  onransa. 
Puois  Decretáis  no  i  noseran  nien; 
puois  troberan  lo  Papa  ben  disen. 


BELTRAN  DE  ALLAMANON,  159 

Pero  como  si  esta  observación  fuese  insuficiente,  am- 
plía y  detalla  más  aún  su  pensamiento,  á  fin  de  que  no 
pueda  ofrecer  duda: 

((Aquel  que  venza  será  llamado  hijo  de  Dios  y  co- 
ronado por  el  clero,  pues  de  su  lado  estará  la  fuerza,  y 
todos  le  obedecerán  sumisos.  Tal  es  la  costumbre  de  las 
gentes  de  iglesia;  cuando  hallan  un  emperador  pode- 
roso, se  someten  humildemente,  pero  se  arrojan  sobre 
él  cuando  le  ven  ceder. » 

Aicelh  será  filh  de  Dieu  apelatz 
e'  aura  fait  al  camp  lo  vensimen, 
pelos  clergues  er  leu  coronatz 
car  ¡1  veiran  c'  auran  1'  afortimen; 
adonc  serán  tut  á  son  mandamen: 
car  ades  an  clergues  aital  uzansa 
que,  quan  trobon  pairó  de  gran  puisansa, 
tut  cant  il  vol  fan  ben  et  umilmen, 
e  pois  son  dan,  quan  veisson  que  deisen. 

Era  aquella  la  época  en  que  de  todas  partes  se  eleva- 
ban gritos  de  indignación  contra  el  clero,  y  en  particu- 
lar contra  la  corte  de  Roma,  donde  las  exacciones  de  la 
Iglesia  eran  tales,  que  el  pueblo  se  sublevaba  ante  tanta 
injusticia  y  tanta  opresión.  Pero,  aun  á  pesar  de  esto,  a 
pesar  de  hallarse  tan  pronunciado  el  espíritu  público  y 
la  pública  indignación,  asombra  la  osadía  del  trovador, 
si  se  recuerda  que  acababa  de  terminar  la  cruzada,  la 
horrible  matanza  contra  los  albigenses,  y  que  todavía 
brillaban  en  el  espacio  los  rojos  resplandores  de  las  ho- 
gueras encendidas  por  la  inquisición. 


i6o  LOS  TROVADORES. 

Otros  varios  serventesios  nos  quedan  de  Beltran,  to- 
dos sobre  sucesos  de  su  época,  y  con  motivos  y  fines 
que  no  pueden  ser  bien  apreciados,  dadas  las  revueltas 
de  aquellos  tiempos  y  las  singulares  circunstancias  que 
obligaban  al  poeta  a  combatir  lo  que  habia  aplaudido  ó 
á  celebrar  lo  que  habia  condenado.  Era  este  el  siglo. 

Se  atribuye  á  Beltran  de  Allamanon  un  Tratado  de 
las  guerras  intestinas  de  los  'príncipes ,  el  cual  no  ha  lle- 
gado á  nosotros,  escrito  en  prosa  según  Eugenio  Baret, 
y  en  rimas  provenzales  si  se  ha  de  dar  crédito  á  Nostra- 
damus,  que  fija  la  muerte  de  este  trovador  en  1295,  ^i" 
ciendo  de  él,  con  referencia  al  Monje  de  las  islas  de  OrOy 
que  se  distinguió  tanto  por  su  valor  y  su  habilidad  en 
los  asuntos  políticos,  como  por  su  elevado  talento  poé- 
tico. 

Este  trovador  no  pudo  llegar  á  la  época  que  fija  Nos- 
tradamus  como  la  de  su  muerte. 

De  Beltran  de  Allamanon  es  también  la  poesía,  de 
que  se  habla  en  otro  lugar  de  esta  obra ,  repartiendo  el 
corazón  de  Blacás  entre  varias  damas,  imitación  de 
aquella  en  que  Sordel  repartia  el  mismo  corazón  entre 
varios  reyes. 


BELTRAN  DE  BORN  (EL  HIJO). 


Hijo  del  trovador  de  este  mismo  nombre  y  apellido, 
de  quien  se  habla  largamente  en  el  capítulo  destinado  á 
Alfonso  de  Aragón  y  Beltran  de  Born. 

Fué  trovador  político  como  su  padre,  de  su  escuela, 
y  como  él  también  osado  y  valiente  guerrero,  si  bien  no 
campeó  en  tan  ancha  escena,  ya  fuese  porque  los  acon- 
tecimientos de  su  época  no  le  ofrecieran  el  camino  que 
á  su  padre,  ya  tal  vez  por  haber  venido  muy  á  menos 
la  casa  de  Hautefort  con  las  turbulencias  del  último  ba- 
rón y  las  revueltas  del  país  en  tiempo  del  hijo.  Éste,  se- 
gún se  desprende  de  las  escasas  noticias  que  de  él  se 
tienen  y  de  las  poquísimas  poesías  suyas  llegadas  á  nues- 
tros tiempos,  debió  abandonar  su  país,  perdidos  sin 
duda  sus  bienes,  para  buscar  un  refugio  en  Cataluña  y 
en  la  casa  y  corte  del  conde  de  Urgel ,  donde  se  le  en- 
cuentra. 

Beltran  hubo  de  figurar  entre  aquellos  buenos  y  no- 


i62  LOS  TROVADORES. 

bles  caballeros  que  abrazaron  la  causa  del  conde  de  To- 
losa  contra  la  cruzada  del  Papa  y  de  los  franceses: 
debió  ser  de  aquellos  que  defendían  la  nacionalidad  del 
Mediodía,  puestos  sus  ojos  en  el  monarca  aragonés  don 
Pedro  II,  como  esperanza  para  el  porvenir:  debió  ser 
de  aquellos  también  que,  con  la  rota  desastrada  de  Mu- 
ret  y  la  calda  de  la  casa  de  Tolosa,  lo  perdieron  todo, 
bienes,  fortuna,  esperanza,  familia  y  patria,  todo  menos 
la  vida  y  la  espada. 

Un  serventesio,  que  figura  entre  los  de  su  padre,  pero 
que  es  evidentemente  suyo,  pues  aquél  debia  haber 
muerto  ya  ó  era  un  anciano  sepultado  en  el  fondo  del 
claustro,  á  que  hubo  de  retirarse,  explica  cuáles  eran  sus 
ideas  y  tendencias  políticas.  Se  manifiesta  contrario  al 
movimiento  político  que  á  la  sazón  realizaba  la  Santa 
Sede  de  acuerdo  con  Francia,  cree  noble  y  justa  la  causa 
de  los  barones  del  Mediodía,  increpa  á  la  Iglesia  por  su 
intolerancia,  y,  aun  cuando  no  cree  que  los  franceses 
consigan  sus  propósitos  contra  los  altos  y  poderosos  ba- 
rones del  Mediodía,  incita  á  D.  Pedro,  señor  de  los  ara- 
goneses, a  tomar  las  armas  en  defensa  del  conde  de  To- 
losa, maravillándose  de  que  ya  antes  no  se  haya  decidido 
á  caer  contra  los  invasores  de  la  tierra,  reunidas  sus 
huestes  y  altos  sus  pendones. 

Ges  non  crei  Francés  ses  desmán 
tengan  lo  deseret  que  fan 
á  tort  á  man  barón  pressan ; 
pero  maravilha  'm  Ion  gran 
del  seinhor  deis  Aragonés, 
quar  ab  lor  dan  non  destacha,' 


BELTRAN  DE  BORN  (EL  HIJO).  165 

pues  sai  nos  adés  á  pacha 
desmandat  á  coms,  duc,  marqués. 

Esta  composición  demuestra  que  era  Beltran  uno  de 
los  que  en  aquellas  circunstancias  influían  cerca  del  rey 
D.  Pedro  de  Aragón  para  decidirle  á  tomar  una  acti- 
tud pronunciada  y  una  política  definida,  poniéndose 
resueltamente  del  lado  de  la  nacionalidad  meridional 
contra  la  invasión  francesa  y  el  poderío  de  la  Iglesia. 

Debió  Beltran  de  Born  sostener  con  su  espada  la 
causa  que  defendía  con  su  pluma^  y  es  de  creer  que  hubo 
de  encontrarse  en  la  fatal  jornada  de  Muret,  donde  mu- 
rió el  valeroso  D.  Pedro.  De  todos  modos,  es  evidente 
que  la  casa  y  dinastía  de  Tolosa  hubieron  de  arrastrarle 
consigo  en  su  caída,  como  á  tantos  otros  nobles  y  á 
tantos  otros  trovadores  también,  que  aquella  casa  y 
aquella  causa  defendían.  Existen  indicios  para  poder 
creer  fundadamente  que  siguió  la  suerte  desgraciada  del 
conde  de  Tolosa  y  de  su  joven  hijo  Ramón  VII,  con  el 
cual  pasó  sin  duda  á  Cataluña. 

El  joven  conde  de  Tolosa  deseaba  obtener  venganza 
de  Simón  de  Montfort  y  de  los  franceses,  é  incitaba  á 
su  padre  á  que  con  las  armas  en  la  mano  recobrasen  su 
condado,  en  cuyos  consejos  debió  ayudarle  por  mucho 
Beltran  de  Born,  a  juzgar  por  el  serventesio  que  voy  a 
citar. 

Esta  composición,  que  parece  escrita  dos  ó  tres  años 
después  de  la  batalla  de  Muret,  va  dirigida  al  conde  de 
Tolosa  joven.  Dice  el  poeta  que  vuelve  á  su  antigua 
costumbre  de  trovar  sólo  para  ser  grato  al  conde,  á 
quien  desea  mejor  suerte  y  la  victoria  sobre  Simón  de 


i64  LOS  TROVADORES. 

Montfort,  y  después  se  dirige  á  los  catalanes,  á  quienes 
con  la  misma  virulenta  energía  de  los  serventesios  de 
su  padre,  acusa  de  cobardes  por  no  haberse  apresurado 
á  vengar  la  muerte  del  rey  D.  Pedro. 

((Decidme  ahora,  catalanes  cobardes,  ¿dónde  está  aque- 
lla prez  de  que  antes  podíais  gloriaros?  Viviréis  en  el 
oprobio  hasta  que  os  lance  a  la  guerra  el  recuerdo  del 
buen  rey  que  os  mantenia  honrados  y  cuya  pérdida  llo- 
ráis sin  decidiros  á  vengarle,  cuando  el  que  le  mató  está 
tranquilamente  durmiendo  cerca  de  vosotros.  Cuantos 
esto  sepan,  condenarán  hoy  severamente  vuestra  con- 
ducta. Aragoneses ,  no  os  enojéis  porque  esto  diga,  pero 
quiero  que  sepáis  cuan  grande  fué  la  pérdida  del  rey  y 
cuánto  os  deshonra  el  hablar  de  su  muerte. » 


A  tornar  m'  es  enquer  al  primer  us 
per  los  grans  ops  que  'm  vei  sobrcparer, 
e  si  mon  chan  sap  un  pauc  ves  reclús, 
vostre  es  lo  tortz  e  no  de  mon  saber 
qu'  entre  'Is  marritz  non  es  massa  solatz. 
Chantarai  oc,  puois  al  comte  platz, 
aissi  trairais  ira  de  mon  conort 
que  'n  tramerai  a'  N  Simón  de  Montfort. 


Ara  'm  digatz,  catalán  escamas, 
on  es  la  pretz  que  soliats  aver, 
qu'  aunitz  viuretz  tro  guerra  vos  esciis 
vers  lo  bon  rey  que'  us  soli'  onratz  tener. 
Lur  mal  plangetz  e  de  ren  no  '1  venjatz 
e  qui  1'  a  mort  si  dorm  á  vostre  latz. 
Qui  fo  ni  es  celh  que  ben  so  recort 
adés  pot  mielhs  blasmar  vostre  comport. 


BELTRAN  DE  BORN  (EL  HIJO).  165 

Aragonés,  uo  'us  fassatz  plus  iratz 
tro  i  diga  mais,  mas  tan  volh  que  sapchatz 
tant  es  faillitz  el  rey  et  en  sa  mort, 
larc  razonar  fai  encor  vostre  tort. 

Los  consejos  de  Beltran  de  Born  no  fueron  des- 
oídos. 

La  verdad  es  que  en  aragoneses  y  catalanes  había  un 
vivo  deseo  de  vengar  la  muerte  de  D.  Pedro  y  de  mar- 
char contra  Simón  de  Montfort:  así  es  que  cuando  los 
condes  de  Tolosa,  padre  é  hijo,  se  presentaron  como 
vengadores  á  pedirles  auxilio,  acudieron  presurosos  á 
alistarse  bajo  su  bandera.  En  1 2 1 8  los  condes  atravesa- 
ron el  Pirineo  con  una  hueste  catalana-aragonesa,  man- 
dada por  el  bizarro  conde  de  Pallars,  y  comenzaron 
una  campaña,  cuyo  primer  período  fué  favorable  á  sus 
armas,  aun  cuando  luego  volvió  á  declrárseles  contraria 
la  fortuna,  que  decididamente  acabó  por  abandonar  á 
la  casa  de  Tolosa. 

A  su  vez  también  debió  abandonarla  Beltran  de 
Born,  á  juzgar  por  un  serventesio  que  pertenece  sin 
duda  á  la  época  en  que  se  habia  encendido  cruda  guerra 
entre  el  conde  de  Tolosa  Ramón  Vil  y  el  conde 
de  Provenza  Ramón  Berenguer,  III  de  este  nombre 
según  unos,  IV  según  otros.  Era  Ramón  Berenguer 
príncipe  de  la  casa  de  Barcelona,  descendiente  por  su 
madre  de  la  de  Urgel,  y  primo  de  D.  Jaime  el  Conquis- 
tador con  quien  se  educó  en  el  castillo  de  Monzón. 

El  conde  de  Tolosa,  que  se  titulaba  también  mar- 
qués de  Provenza,  andaba  en  guerras  con  Ramón  Be- 
renguer, á  quien  á  la  sazón  protegían  D.  Jaime  de 


1 66  LOS  TROVADORES. 

Aragón  y  Luis  VIII  de  Francia,  considerándole  como 
conde  de  Provenza  y  valiéndole  como  tal. 

A  estas  contiendas  debe  referirse  el  serventesio  de 
Beltran  de  Born,  que  vivia  entonces  en  Aragón  como 
vasallo  de  D.  Jaime,  aun  cuando  debia  ser  principal- 
mente adicto  al  conde  de  Urgel,  su  amigo  y  favorece- 
dor. Por  este  motivo  sin  duda,  se  ve  á  Beltran  de  Born 
partidario  de  los  intereses  de  Aragón  y  de  la  casa  de 
Provenza  contra  el  conde  de  Tolosa,  en  otro  tiempo 
su  señor  y  su  amigo. 

En  esta  composición,  que  vale  poco  y  es  en  algu- 
nos puntos  hasta  de  dudoso  sentido,  pero  que  trascribo 
fielmente  traducida  para  dar  á  conocer  el  trovador, 
éste  se  queja  del  descuido  con  que  ve  D.  Jaime  al 
conde  de  Tolosa,  que  trata  de  despojarle  de  lo  suyo, 
acusa  de  ingrato  al  conde  con  los  que  le  sirven  y  auxi- 
lian, anuncia  al  conde  de  Provenza  que  D.  Jaime  irá  á 
auxiliarle  tan  pronto  como  termine  su  empresa  de 
Chiva  (á  la  sazón  andaba  D.  Jaime  en  tratos  con  Be- 
renguer  de  Entenza  que  le  ofrecia  el  castillo  de  Chiva 
para  recuperar  su  gracia,  de  la  cual  se  habia  apartado 
entendiéndose  con  los  moros,  y  á  esto  sin  duda  alude 
el  trovador);  y  termina  dando  un  consejo  al  conde  de 
Urgel. 

Dice  así: 

c(  Quiero  hacer  un  serventesio  nuevo  que  agrade  más 
que  otros  míos:  no  me  impedirá  el  temor  que  diga 
cuanto  entre  nosotros  oiga  repetir  respecto  á  nuestro  rey 
que  va  perdiendo  malamente  en  Melhan,  donde  antes 
dominaba,  puesto  que  el  conde  de  Tolosa  le  despoja  sin 


BELTRAN  DE  BORN  (EL  HIJO).  167 

derecho  y  con  gran  tuerto,  y  le  toma  calladamente  á 
Marsella  como  antaño  estuvo  a  punto  de  tomarle  Mont- 
peller. 

))  Conde  de  Tolosa,  pobre  galardón  debe  esperar  aquel 
que  os  sirve,  y  mucho  me  duele  el  verlo,  pues  es  justo 
que  todo  servicio  tenga  su  galardón.  Bien  os  sirvió  el 
valiente  rey  Pedro  cuando  fué  á  auxiliaros  con  su  gente, 
muriendo  en  el  campo,  cosa  que  causó  gran  desconsuelo; 
pero  vos,  sin  tenerlo  en  cuenta,  favorecéis  á  los  que 
tanto  hicieron  en  su  daño  y  despojáis  al  rey  Jaime. 

))  Al  conde  de  Provenza  le  digo  que  no  tema,  pues  en 
breve  recibirá  auxilio,  que  nuestro  esforzado  rey  irá  á 
valerle  luego  de  haber  entrado  en  Chiva,  ya  que  Be- 
renguer  le  ha  tomado  el  castillo  diciendo  que  rey  que  va 
dando  lo  suyo  y  luego  se  vuelve  atrás,  obra  como  un 
niño. 

))  Conde  de  Urgel,  buena  provisión  tenéis  hecha  de 
trigo  y  cebada  y  buenos  castillos  almenados  poseéis.  Que 
no  decaiga,  pues,  vuestro  ánimo,  y  pedidle  al  rey  todos 
los  honores  de  que  antes  disfrutabais  en  la  tierra  de 
Urgel,  sin  merma  de  un  campo,  de  una  viña  ó  de  una 
huerta,  y  hacerlo  debéis  en  este  intermedio,  antes  de  lle- 
gar al  otro  San  Juan. 

))  Nuestro  rey  tiene  poder  bastante  contra  los  sarra- 
cenos, pero  del  lado  de  Montfort  quisiera  de  hoy  más 
ver  tremolar  su  oriflama  contra  los  que  rebajan  su 
honor. » 

Un  sirventés  farai  novelh,  plazen 
anc  mais  non  fis;  no  m'  en  tenrá  paors 
que  ieu  non  diga  so  qu'  aug  dir  entre  nos 


l<g  I,OS  TROVADORES; 

del  nostre  rey  que  pert  tan  maUmen  , 

lai  á  Melhan,  on  solía  tener,  . 

qu'  el  coms  li  tolh  seus  dreg  e  á  gran  tort, 
e  Marcelha  li  tolh  á  gran  soan,  ''■ 

e  Monpeslier  li  cuget  tolre  antan.  * 

-   Coras  de  Tolzá,  mal  guazardon  aten  :.  í-  ' 
selh,  que  vos  sier,  don  vey  qu'  es  grans.dolorss        ' 
quarde  servir  tanh  qualque  guazardósj  ^ 

dones  be 'us  servi  lo  rei  Peire  valen 
,  que  ab  sa  gent  vos  anet  mantener, 
emori  lai,  don  fo  gran  desconort; 
pero  aisselhs  que  foren  al  sieu  dan 
anatz  creyssen,  é '1  rei  Jaime  merman; 

Al  comte  dic  non  aia  espaven 
de  Proensa,  que'  en  breu  aura  socors, 
que  '1  nostre  reis,  quar  trop  n'  es  coratgós 
que  li  valha,  quan  n'  aura  mandamen 
sai  en  Chiva;  pero  ieu  'Ih  fatz  saber 
qu'  EN  Berenguier  li  a  '1  castelh  estort, 
e  ditz  que  reys  que  lo  sieu  vai  donan, 
ni  s'  en  torna,  fai  costuma  d'  enfan. 

Comte  d'  Urgelh,  assatz  avetz  fromen 
e  civada  e  bos  castelhs  ab  tors, 
ab  que  de  cor  no  siatzs  temeros, 
e  demandatz  al  rey  tot  1'  onramen 
de  lai  d'  Urgel  que  soliatz  tener, 
e  no  y  guardetz  camp  ni  vinha  ni  ort; 
e  si  no  fagz,  ja  1'  autra  sanh  Joan 
no  veiatz  vos,  s'  el  mieg  non  faitz  deman... 

Lo  nostre  reys  assatz  a  de  poder 
mest  Sarrazis;  mas  lai  de  vas  Montlbrt 
volgra  vezer  hueimais  son  auriban 
contra  totz  selhs  qui  '1  van  d'  onor  baissan. 

Otro  serventesio  existe  de  este  autor  que  debió  ser 


BELTTAN  DE  BORN  (EL  HIJO).  169 

escritx)  en  sus  primeros  tiempos,  al  comenzar  el  siglo  xiii, 
cuando  aún  no  se  habia  mezclado  Beltran  de  Bórn,  jo- 
ven aún,  en  la  política  de  Provenza  y  Cataluña. 
■Va  dirigido  a  Savaric  ó  Savarico  de  Mauleon  (véase 
su  artículo),  y  se  refiere  a  las  contiendas  del  monarca 
inglés  Juan  Sin  Tierra  que  sucedió  en  el  trono  a  su  her- 
mano Ricardo  Corazón  de  León. 

El  trovador  increpa  al  rey  de  Inglaterra  por  el  aban- 
dono en  que  dejaba  a  Savaric  de  Mauleon  y  a  los  de 
Aquitania  y  Poitiers  que  peleaban  por  su  causa. 

Dice  así: 

((Quiero  escribir  un  duro  serventesio  que  enviaré  al 
re;y  Juan  de  Inglaterra  para  que  le  cubra  de  oprobio. 
Grande  humillación  debe  sentir  al  recordar  lo  que  hi- 
cieron sus  antecesores  y  compararlo  con  su  indolencia  al 
dejar  el  Poitou  y  la  Turena  en  manos  de  Felipe  Augusto. 

))Toda  la  Guiena  conserva  vivo  el  recuerdo  del  rey 
Ricardo  que  tanto  oro  y  plata  gastó  para  defenderla. 
Pero  este  rey  no  se  cuida  de  ella.  Prefiere  divertirse  con 
justas  y  cacerías,  tener  muchas  galas  y  lebreles,  arrastrar 
una  vida  sin  honra  y  verse  despojar  vivo. 

))  Digo  todo  esto  para  corregir  al  rey  Juan,  que  pierde 
sus  tierras  y  sus  subditos  por  no  auxiliarles  ni  directa  ni 
indirectamente. 

)) Señor,  os  dirijo  esta  censura  á  fin  de  corregir  vues- 
tras locuras,  de  las  que  en  el  alma  siento  tener  que  ha- 
blar. Sí,  vos  dejasteis  caer  en  el  fango  vuestra  honra,  y 
tal  es  vuestra  demencia,  que  en  lugar  de  ser  sensible  á 
los  reproches,  cuanto  peor  hablan  de  vos,  más  parece 
que  os  complacéis  en  obrar  mal. 


1-jQ  LOS  TROVADORES. 

))  Savaric,  el  rey  á  quien  falta  corazón,  no  sirve  para 
nada.  Nadie  debe  servir  á  quien  es  inepto  y  co- 
barde. )) 

Como  se  ve,  educado  Beltran  de  Born  en  la  escuela 
de  su  padre,  seguia  su  camino. 


BELTRAN  CARBONELL  DE  MARSELLA. 


Pocas  noticias  existen  de  este  poeta,  á  quien  algunos 
conocen  por  Beltran  de  Marsella,  haciéndole  distinto  de 
Beltran  Carbonell. 

Se  sabe  sólo  que  era  de  una  noble  familia  de  Mar- 
sella, y  otra  cosa  no  se  dice  de  él  sino  que  aprendió  á 
cantar  y  componer  versos  por  amor  de  una  dama,  hija 
de  Beltran  de  Porcelet,  señor  del  Burgo  de  Arles.  Dí- 
cese  que  compuso  en  su  honor  muy  buenas  y  bellas 
canciones,  pero  todo  inútilmente,  pues  que  la  dama  re- 
chazó sus  homenajes,  lo  cual  causó  tal  desesperación  en 
Beltran  Carbonell  que,  apartándose  del  mundo,  se  hizo 
monje  de  la  abadía  de  Montmajor. 

Esto  último  lo  dice  Nostradamus,  pero  no  resulta 
verdaderamente  demostrado,  como  no  aparece  bien 
exacto  tampoco  lo  que  dice  respecto  á  que  el  trovador, 
habiendo  muerto  su  dama  en  la  flor  de  su  juventud  y 


I7Z  LOS  TROVADORES. 

de  SU  belleza,  hiciera  poner  sobre  su  tumba  el  siguiente 
epitafio : 

Llorad,  doncellas,  y  vosotras  también,  matronas; 
pues  que  desapareció  ya  el  sol  de  vuestro  honor.  Antes  de 
terminar  su  curso  natural,  se  ha  perdido  en  la  sombra 
donde  terminan  las  mujeres  corteses. 

Beltran  Carbonell  floreció  á  principios  del  siglo  xiii, 
y  hubo  de  tomar  parte  activa  en  la  lucha  de  la  nacionali- 
dad catalano-provenzal  contra  la  Francia,  a  juzgar  por 
alguna  de  sus  composiciones,  puesto  que  se  le  ve  que- 
jarse amargamente  de  los  desórdenes  del  clero ,  soste- 
niendo la  causa  que  mantenían  entonces  todos  los  tro- 
vadores en  contraposición  con  la  ambición  y  el  fana- 
tismo. 

En  lo  poco  que  de  este  poeta  se  conoce,  hay  genio, 
espontaneidad,  inspiración  y  sentimiento. 

Dice  en  una  de  sus  poesías  galantes  : 

(( Me  atreví  el  otro  dia  a  declararle  todo  lo  que  por 
ella  siente  mi  alma,  pero  nada  me  contestó,  y  este  si- 
lencio produjo  en  mi  alma  un  desorden  parecido  al  que 
puede  sentir  un  buque  cuando  la  tempestad  ha  roto  su 
timón  y  sus  mástiles... 

))  Cuanto  más  grande  se  es,  más  generosidad  hay  en 
atender  las  súplicas  humildes  del  pobre.  Por  esto  espero 
que  ella  no  será  inflexible  conmigo,  á  pesar  de  la  des- 
proporción que  existe  entre  nosotros... 

))  Siempre  le  estoy  rogando  que  me  ponga  á  prueba, 
porque  entre  amigos  y  amigas  nada  hay  tan  agradable 
como  la  prueba  de  sus  sentimientos  mutuos... 

))  El  amor  no  tiene  en  cuenta  el  oro  ni  la  plata ,  sino 


BELTRAN  CARBONELL  DE  MARSELLA.  173 

la  discreción,  la  gentileza,  el  honor,  y  el  sabio  enlace  de 
la  locura  y  la  razón.  Si  á  mí  me  faltan  bienes  de  for- 
tuna, en  cambio  soy  rico  de  esto  último... 

))¡  Cuánto  he  sufrido  con  los  males  de  amor!  Pero 
también  es  verdad  que  me  han  dado  muchas  dulzuras. 
No  es,  pues,  un  pecado  el  amor  cuando  uno  sabe  aco- 
modarse con  él  cuerdamente.  El  amor  verdadero  y 
puro  apaga  la  lascivia,  da  a  los  más  falsos  un  corazón 
leal  y  hace  que  los  locos  abandonen  su  locura... 

))Si  es  que  yo  valgo  algo,  si  es  que  yo  hago  versos, 
es  á  vos,  señora,  á  vos  y  al  amor  á  quien  debo  dar  gra- 
cias. De  vos  he  recibido  todo  cuanto  tengo.» 

Cuéntase  que  un  dia,  hallando  á  su  amada  dormida, 
se  atrevió  á  darle  un  beso  en  los  ojos ;  irritándose  de  tal 
manera  su  dama  por  esta  osadía,  que  el  trovador  se  vio 
obligado  á  sufrir  todo  el  peso  de  sus  rigores.  Es  un  he- 
cho exactamente  parecido  al  de  Pedro  Vidal  con  la  viz- 
condesa Adelaida. 

Perdida  toda  su  esperanza  en  amor ,  el  poeta  exhala 
así  sus  quejas  y  lamentos : 

((Así  como  un  hombre  que  ha  encontrado  en  su 
campo  un  cofre  que  cree  henchido  de  oro,  recibe  un 
gran  desengaño  al  verle  vacío,  así  yo,  que  creí  haber 
encontrado  en  vos,  señora,  un  corazón  lleno  de  sinceri- 
dad y  franqueza,  me  siento  hoy  herido  por  el  más 
cruel  y  punzante  de  los  dolores  al  descubrir  lo  con- 
trario... 

))  De  hoy  más  iré  vagabundo  por  la  tierra  buscando 
una  dama  de  buena  fe  en  lugar  de  la  que  me  ha  enga- 
ñado y  me  abandona.  Es  costumbre  no  amar  á  quien 


174  LOS  TROVADORES. 

no  ama,  engañar  á  quien  engaña,  y  obrar  mal  con 
quien  mal  obra.» 

La  composición,  en  mi  sentir,  más  notable  de  este 
poeta,  es  un  diálogo  entre  él  y  su  corazón.  La  poesía 
tiene  todo  el  sello  de  la  originalidad  y  del  sentimiento. 

a  El  trovador. — Dime,  corazón  mió,  ¿por  qué  te 
empeñas  en  hacerme  amar  con  tanta  pasión  á  una  be- 
lleza que  desdeña  mis  homenajes.'*  Es  gran  locura  em- 
peñarse en  obtener  lo  que  no  se  puede.  Abandonemos, 
pues,  este  propósito.  El  corazón.  —  No,  Beltran.  Yo 
quiero  que  ames  tú  á  esa  beldad.  Sufre,  calla  y  prosi- 
gue. Ella  no  hace  sino  lo  que  á  una  dama  cumple. 

dEI  trovador. — Loco  está  el  dueño  que  no  quiere 
creer  á  su  servidor  leal  cuando  le  da  un  buen  consejo. 
Yo  te  he  dado  uno  de  buena  fe  á  tí,  que  eres  mi  dueño; 
y  ya  que  te  niegas  á  seguirle,  no  eres  muy  cuerdo  cier- 
tamente. El  corazón.' — Si  yo  estoy  loco,  no  está  más 
sano  tu  juicio.  Eres  un  esclavo,  y  no  puedes  romper  tus 
hierros  más  que  con  la  merced.  Preciso  es,  pues,  que 
acudas  á  la  sumisión  y  al  ruego. 

-» El  trovador. — No  me  entendiste,  corazón.  Piensa 
que  estás  encadenado  con  los  mismos  hierros  que  yo,  y 
que  ambos  á  dos  tenemos  el  mismo  interés  en  romper- 
los. El  corazón. — ¡  Ay!  Nuestros  hierros  son  demasiado 
fuertes  para  que  podamos  romperlos.  Yo  conozco  que 
nadie  puede  librarme  de  ellos  si  no  es  la  dama  que  nos 
cautiva.  Es  preciso,  pues,  someterse,  Beltran.» 

Las  enderezas  de  las  canciones  galantes  de  esté  tro- 
vador van  unas  al  conde  de  Rhodez,  otras  al  señor  de 
Berre,  el  más  bravo  de  los  hombres  que  ciñen  cinturon  y 


BELTRAN  CARBONELL  DE  MARSELLA.  173 

el  sostén  del  valor  como  lo  soy  yo  de  las  canciones  y  y  al 
rey  de  Castilla,  que  debió  ser  D.  Alfonso  IX  ó  D.  Fer- 
nando el  Sanio. 

Beltran  vino  proscrito  á  España,  después  de  los  su- 
cesos que  siguieron  a  la  batalla  de  Muret,  estuvo  en 
Cataluña  y  Aragón  y  tal  vez  en  Castilla. 

Existen  de  este  trovador  dos  notables  y  terribles  ser- 
ventesíoSy  que  responden  a  las  ideas  de  la  época  y  obe- 
decen al  vivo  sentimiento  que  animaba  a  toda  aquella 
ilustre  pléyade  de  libres  pensadores  que  valerosamente 
pugnaban  para  oponer  una  sociedad  inteligente  y  una  na- 
cionalidad pujante  al  fanatismo  y  á  la  barbarie  de  Francia. 

En  el  primero  de  estos  serventesios  dice  que  el  clero 
va  predicando  el  bien,  pero  haciendo  cuanto  mal 
puede,  y  le  acusa  de  hipócrita  y  falso. 

Qui  ben  vol  de  Dieu  prezicar, 
non  deu  esser  fols  rentayre, 
car  fols  es  lo  precicayre 
que  ben  ditz,  e  vuelh  mal  far. 

El  Otro  es  más  terrible  aún.  El  poeta  quiere  desaho- 
gar la  ira  y  el  dolor  que  oprimen  su  corazón  al  ver  cómo 
el  clero,  engañador  y  falso,  se  burla  de  lo  más  santo  y 
de  lo  más  noble,  siendo  la  perdición  del  mundo  en  lu- 
gar de  ser  su  salvador^ 

Per  espassar  1'  ira  e  la  dolor 
qu'  ai  dins  mon  cor  e  per  conlizamen 
qu'  ai,  bon  en  Dieu,  fas  lo  comensamen 
d'  un  sirventés  contra  la  gran  folor 
que  fals  clergue  fan  sotz  bcla  semblanza... 


176  LOS  TROVADORES.  ' 

«Para  desahogar  la  ira  y  el  dolor  que  oprimen  nii 
corazón,  y  fuerte  con  mi  confianza  en  Dios,  comienzo 
un  serventesio  contra  la  gran  locura  que,  bajo  buenas 
apariencias,  se  ha  apoderado  de  ese  clero  engañador, 
pródigo  de  excelentes  palabras,  pero  acostumbrado  á 
hacer  el  mal;  cosa  que  hiere  profundamente  mi  alma, 
pues  aquellos  que  enseñan  la  ley  de  Dios  debieran  hacer 
bien  en  todo  y  marchar  por  el  camino  derecho,  pero  la 
debilidad  humana  les  arrastra  y  caen  en  los  abismos. 

))E1  maestro  que  más  peca  es  el  que  no  enseña  con 
su  ejemplo,  y  cuanta  más  posición  se  tiene,  más  culpa- 
ble se  es  cometiendo  una  falta.  Aquel  que  predica  y 
hace  lo  contrario  de  lo  que  aconseja  hacer,  dice  bien 
pero  obra  mal,  y  como  las  obras  son  peores  que  las  pa- 
labras, causa  gran  daño  y  desventura. 

))¡Ah!  falsos  clérigos  traidores  y  pérfidos,  perjuros, 
ladrones,  deshonestos  é  impíos,  tantos  desórdenes  co- 
metéis que  por  vosotros  ha  caido  el  mundo  en  el  error. 
San  Pedro  no  tuvo  jamás  rentas  ni  dominios,  y  tuvo 
siempre  en  fiel  la  balanza  de  la  equidad.  No  hacéis  vos- 
otros lo  mismo,  pues  que  por  el  oro  excomulgáis  sin  mo- 
tivo, y  nos  ponéis  interdictos  que  se  levantan  con  dinero. 

))No  se  crea,  sin  embargo,  que  mida  por  igual  á  to- 
dos los  clérigos.  No  soy  tan  insensato ,  pues  que  hablo 
sólo  de  los  malos.  Ni  se  crea  tampoco  que  dudo  de  la 
Iglesia.  Al  contrario,  yo  quisiera  que  ella  restableciese 
la  paz  entre  los  príncipes  cristianos,  que  les  indujera  á 
pasar  la  mar  el  año  próximo,  y  el  Papa  con  ellos,  para 
dar  así  un  gran  regocijo  á  toda  la  cristiandad. 

))  Hay  clérigos  que  se  niegan  á  dar  por  Nuestro  Señor 


BELTRAN  CARBONELL  DE  MARSELLA.  177 

SUS  ricas  casullas  de  colores  y  su  vajilla  de  plata.  Así  les 
guarde  Dios  de  mal  como  exentos  están  de  ambición  y 
orgullo  y  como  no  tienen  ningún  interés  por  los  bienes 
mundanos  ni  por  los  juegos  de  amor.  ¡Ah!  es  el  único 
Dios  que  tienen. 

))Veo  muchos  clérigos  que  admiran  por  su  magnifi- 
cencia y  casan  con  un  sobrino  la  hija  que  tuvieron  en  su 
comadre.  Veo  á  otros  que  son  consumados  maestros  en 
hipocresía,  y  con  sus  falsos  aires  de  devoción  engañan 
de  tal  modo  que  nadie  conoce  las  artes  que  tienen  para 
atesorar  caudales...» 

Existen  algunos  otros  serventesios  de  Beltran  Carbo  - 
nell,  pero  son  de  poco  valor  ciertamente,  reducidos  á 
sátiras  personales. 

Suya  es  también  una  obra  de  setenta  estrofas  sobre 
principios  de  moral.  El  autor  comienza  por  invitar  al 
que  leyere  á  no  imitarle,  si  predicad  bien  sin  acompa- 
ñarlo con  el  ejemplo,  ya  que  él  es  como  aquellos  juga- 
dores, mejores  consejeros  que  hombres  prácticos,  aun 
cuando,  bien  mirado,  no  se  deben  desdeñar  nunca  los 
buenos  consejos,  si  quier  fueren  de  un  loco. 

S'  ieu  dic  lo  ben, 
et  hom  no  '1  me  ve  faire, 
negus  per  so  a  mal  far  no  s'  emprenh, 
qu'  ieu  ho  fas  en  aissi  que  '1  jogaire, 
qu'  assatz  mielhs  que  non  joga,  n'  ensenha. 
Sus  fols  be  no  '1  deu  hom  mens  prezar 
que  '1  profieg  es  d'  aquel  que  'I  sap  gardar, 
ja  sia  so  qu'  al  folh  pro  non  tenha, 
bon  est  d'  auzir  ab  c'  om  lo  ben  retenha. 

TOMO  II.  IZ 


BERENGUER  DE  PALASOL. 


Se  ha  confundido  evidentemente  á  este  trovador  con 
otro  poeta  que  se  supone  del  mismo  nombre  y  apellido. 
Pero  ni  este  último  tuvo  exactamente  el  mismo  ape- 
llido, ni  fué  siquiera  contemporáneo  del  primero,  sino 
dos  siglos  más  moderno. 

B.  de  Parasols,  que  no  es  Berenguer  de  Palasol,  sino 
Bernardo  de  Parasols,  es  un  poeta  fuera  ya  del  ciclo  de 
los  trovadores  y  nada  tiene  de  común  con  el  que  va  á 
ser  objeto  de  este  estudio;  pero  ya  que  su  nombre  se  ha 
citado,  y  que  se  le  ha  confundido  con  el  otro,  importa 
decir  algo  de  él  para  evitar  mayor  confusión  y  nuevos 
errores,  así  como  también  importa  para  ayudar  a  que 
se  esclarezca  un  punto  dudoso  en  la  historia  de  la  lite- 
ratura. 

Bernardo  de  Parasols  fué,  al  decir  de  Nostradamus, 
hijo  de  un  médico  de  la  reina  Juana  de  Ñapóles,  nacido 
en  Sisteron  de  Provenza,  y  autor  de  cinco  tragedias  re- 


BERENGUER  DE  PALASOL.  179 

latí  vas   á  hechos  de  aquella  princesa,  que  dedicó  al 
Papa  de  Aviñon,  Clemente  VII. 

El  monje  de  las  islas  de  Oro  asegura  haber  leido  es- 
tas tragedias,  así  como  otras  composiciones  de  este  poeta, 
á  quien  supone  también  autor  de  un  libro  compuesto 
en  elogio  de  varias  damas  ilustres,  como  Estefanía  de 
Baucio,  Blanca  de  Flassans  y  Laura  de  Sade,  sin  duda 
la  amada  del  Petrarca. 

Nostradamus  dice  que  sus  cinco  tragedias,  que  valían 
un  gran  tesoro ,  se  titulaban  Andreassa  la  primera,  Tha- 
ranta  la  segunda,  Malhorquina  la  tercera,  y  la  cuarta 
Allemanda^  por  alusión  á  los  cuatro  maridos  de  la  reina 
Juana,  Andrés  de  Hungría,  Luis  de  Taranto,  Jaime 
de  Mallorca  y  Otón  de  Brunswik.  La  última  se  titulaba 
Johannada ,  del  nombre  de  la  reina,  y  juntas  todas  cinco 
formaban  un  cuadro  de  su  conducta,  desde  su  infancia 
hasta  su  muerte.  El  autor  ofreció  secretamente  estas 
obras  al  Papa  Clemente,  de  quien  recibió  en  recom- 
pensa una  canongía  de  Sisteron,  donde  se  retiró  el  resto 
de  su  vida. 

Siendo  Bernardo  de  Parasols  contemporáneo  de  la 
reina  Juana,  y  habiendo  muerto  su  protector  Cle- 
mente VII  en  1394,  ya  sabemos  en  qué  época  vivió, 
dos  siglos,  nada  menos,  después  de  Berenguer  de  Pala- 
sol  que  vivia  entre  mediados  y  últimos  del  siglo  xii. 

Pero  lo  que  hay  aquí  verdaderamente  importante,  es 
el  hecho  de  las  cinco  tragedias.  Si  esto  es  exacto,  como 
parece,  y  estas  tragedias  se  hubiesen  escrito  en  proven- 
zal,  como  se  deduce,  tendríamos  necesidad  de  reconocer 
un  teatro  en  Provenza,  anterior  por  consiguiente  al  tea- 


i86    ,  LOS  TROVADORES. 

tro  catalán,  el  más  antiguo  que  conocíamos,  á  juzgar 
por  la  noticia  de  haberse  representado  una  obra  dramá- 
tica de  Domingo  Mascó  el  año  1394  en  el  palacio  real 
de  Valencia. 

El  teatro  no  existia  en  Provenza  ni  nunca  los  trova- 
dores escribieron  piezas  dramáticas^  dicen  Millot,  Fau- 
riel  y  otros.  Verdad  es  que  Bernardo  de  Parasols  en 
Provenza  y  Domingo  Mascó  en  Cataluña,  á  quienes 
debe  considerarse  como  autores  dramáticos,  no  pertene- 
cen ya  á  los  trovadores,  y  están  fuera  de  su  época;  pero 
su  infancia  debió  ser  arrullada  por  las  cantos  de  los  tro- 
vadores, y  aun  es  posible  que  alcanzaran  á  los  últimos, 
en  quienes  se  inspiraron  de  seguro  para  sus  obras. 

Alguna  obra  dramática  de  los  trovadores  hubo  de 
dar  ejemplo  y  norma  á  Bernardo  de  Parasols  y  á  Do- 
mingo Mascó.  Hay  muchos  motivos  para  creer  que  al- 
gunos trovadores  declamaban  y  cantaban  sus  composi- 
ciones con  cierta  solemnidad  y  aparato,  acompañándose 
de  gestos  y  acciones  verdaderamente  teatrales ;  y  puede 
darse  por  seguro  que  el  diálogo  llamado  tensó  y  en  que 
intervienen  dos  ó  más  poetas,  era  á  veces  declamado, 
representado,  en  los  salones  de  los  castillos  por  sus  mis- 
mos autores. 

Esto  aún  no  era,  es  verdad,  el  teatro,  pero  hay  más. 
Nostradamus,  hablando  de  Roger  de  Clermont,  dice  de 
este  trovador  que  hizo  muy  bellas  é  ingeniosas  come- 
dias, las  cuales  recitaba  y  representaba  en  las  cortes  de 
los  grandes  barones,  con  suntuosos  aparatos.  A  la.  comedia 
no  hay  que  darle  la  significación  moderna,  pues  sabido 
es  la  extensión  que  en  la  Edad-media  se  dio  á  esta  pa- 


BERENGUER  DE  PALASOL.  i8i 

labra;  y  ahí  está  si  no  la  Divina  Comedia  del  Dante: pero 
los  suntuosos  aparatos  bien  podian  ser  las  máquinas  des- 
tinadas á  representaciones  análogas  á  las  que  más  tarde 
se  llamaron  misterios.  Una  poetisa  provenzal,  la  con- 
desa Garsenda  de  Sabrán  es  autora  de  misterios. 

El  mismo  Nostradamus  da  otra  prueba,  más  positiva 
y  terminante.  Hablando  de  Gancelmo  Faydit,  trovador 
de  últimos  del  siglo  xii  y  principios  del  siguiente,  dice 
que  (( vendia  sus  piezas  por  dos  ó  tres  mil  libras,  dirigia 
la  representación  y  recibia  todo  el  producto  de  los  oyen- 
tes y  espectadores. »  Nostradamus  añade  que  Gancelmo 
Faydit  tenía  una  comedia  de  la  Heregia  deis  Preyres  que 
el  marqués  Bonifacio  de  Monferrat  hizo  representar 
en  su  casa. 

En  vista  de  estos  datos,  algunos  de  los  cuales  recuerda 
también  un  autor  francés  de  estos  tiempos,  no  se  com- 
prende cómo  Millot  y  Fauriel  se  han  adelantado  á  ne- 
gar rotundamente  el  género  dramático  en  la  literatura 
provenzal.  Aun  cuando  no  se  quisiera  reconocer  como 
autores  dramáticos  á  Faydit  y  Clermont,  habria  por  lo 
menos  que  reconocer  como  tales  á  Bernardo  de  Parasols 
y  á  Domingo  Mascó,  que  escribieron,  sino  en  la  época 
propiamente  llamada  de  los  trovadores,  á  raíz  de  la  misma. 

Y  vamos  ya  á  Berenguer  de  Palasol. 

Pertenece  este  trovador  á  Cataluña,  porque  como  de 
Cataluña  hay  que  contar  el  condado  de  Rosellon  donde 
nació.  Vivia  en  tiempo  del  conde  de  Barcelona  Ramón 
Berenguer  IV  y  en  época  de  Gaufredo  III,  penúltimo 
conde  del  Rosellon  (1113  a  ii63),yes por  consiguien- 
te el  más  antiguo  de  los  trovadores  españoles  conocidos. 


i8í  LOS  TROVADORES. 

Milá  dice  que  por  su  antigüedad  pueden  considerarse 
sus  obras  como  el  primer  paso  de  la  poesía  de  los  tro- 
vadores, antes  de  introducirse  en  Cataluña. 

Era  Berenguer  de  Palasol  un  caballero  catalán,  del 
condado  de  Rosellon,  pobre,  pero  distinguido  por  su 
figura  y  modales,  por  su  galantería  y  su  destreza  en  las 
armas.  Fué  trovador  y  compuso  muy  buenas  canciones, 
según  el  biógrafo  provenzal,  en  loor  de  Ermesinda  de 
Avignon,  mujer  de  Arnaldo  de  Avignon  é  hija  de  Ma- 
ría de  Peralada  en  Cataluña. 

Sus  composiciones  son  armoniosas,  dulces  y  sentidas, 
pero  se  distinguen  principalmente  por  una  naturalidad 
y  una  sencillez  encantadoras. 

He  aquí  algunos  fragmentos: 

c(Si  yo  viviese  eternamente,  eternamente  os  amana. 
Bien  sé  que  es  locura  el  amaros  después  de  vuestra 
prohibición,  pero  no  puedo  desprenderme  de  esta  lo- 
cura. Soy  vuestro  esclavo,  y  jamás  pagaré  mi  rescate 
porque  no  quiero  recobrar  mi  libertad... 

))  Aquélla  á  quien  amo  me  ha  dado  un  beso.  No  com- 
prendo que  sea  para  atraerme,  pues  que,  me  trate  bien  ó 
mal,  yo  he  de  amarla  lo  mismo  siempre...» 

Tiene  una  composición  en  que  el  poeta  quiere  renun- 
ciar á  su  amada  por  haber  ésta  aceptado  otro  amante,  y 
le  propone  que  vayan  á  pedir  la  absolución  á  un  sacer- 
dote, para  tranquilidad  de  su  conciencia. 

En  otros  trovadores  se  encuentra  también  esta  misma 
singular  idea  de  dirigirse  á  un  sacerdote  para  desatar 
unos  lazos  creados  por  las  intrigas  de  amor  y  de  galantería. 

Dedica  una  poesía  á  pedir  perdón  á  su  dama  por 


BERENGUER  DE  PALASOL.  183 

unos  celos  injustificados.  Habla  de  las  penas  que  le  ha 
causado  la  separación.  «He  tratado,  dice,  de  dar  mi  co- 
razón á  otra,  pero  no  he  podido. » 

He  aquí  dos  estrofas  de  una  de  sus  composiciones 
para  que  se  juzgue  de  su  estilo: 

S'  ieu  sabi  'aver  guizardó 

de  cansó,  si  la  fazia, 

ades  la  comensaria 
cuendeta  de  motz  e  de  so: 
que  perdut  n'  ai  mant  bel  cantar, 
per  qu'  eras  ni'  en  pren  espavens, 
e  si  n'  ai  estat  alques  lens, 
no  'm  en  deu  hom  ocaizinar. 
Qu'  amada  'us  aurai  en  perdó 

longamen,  en  aytal  guia 

á  ma  hela  doussa  amia, 
qu'  ano  re  'us  plac  no  'm  saupés  bo; 
ni  anc  ser  no  saubi  pensar 
qu'  a  vos  fos  pretz  ni  honramens, 
qu'  al  tost  far  no  fos  plus  correns 
que  si  'n  degués  m'  arma  salvar. 

Su  mejor  poesía  es  una  en  que  pinta  los  manejos  de 
una  mujer  coqueta,  tan  ingeniosa  como  prudente,  que 
sabe  desesperar  á  sus  adoradores  sin  alejarles  y  satisfa- 
cer su  inclinación  sin  comprometerse. 

})  Es  la  mejor  de  las  mejores,  dice,  y  nunca  hubo  mu- 
jer que  la  igualara  en  gentileza;  pero  su  mérito  verda- 
dero y  extraordinario,  su  amable  alegría,  la  gracia  que 
tiene  para  todo  cuanto  hace  y  cuanto  dice,  el  vivo  inte- 
rés que  inspira  á  los  más  altos  señores,  la  hicieron  vol- 
ver orguUosa,  lo  que  es  contrario  á  las  leyes  de  la  ga- 


i84  LOS  TROVADORES, 

lantería.  Este  es  todo  el  mal  que  puedo  decir  de  ella. 

))Sabe  hacerse  amar  de  unos  y  temer  de  otros,  y  esto 
con  tanto  ingenio  y  con  tan  bellas  palabras,  que  cuantos 
se  apartan  de  ella  lo  hacen  con  pena,  y  se  van  sólo  para 
volver.  Nunca  se  dejó  dominar  por  ninguna  pasión  que 
pudiese  hacer  dudar  de  su  buen  sentido  y  de  la  exce- 
lencia de  su  mérito.  Ella  sabe  hacerlo  todo  bien ,  condu- 
cirlo bien  todo  y  terminarlo  todo  bien,  con  claro  dis- 
cernimiento, sin  peligro  de  que  se  comprometa,  y  sin 
malas  artes  ni  palabras  ofensivas,  sin  grosería  ni  exceso 
de  ninguna  clase. » 

El  cuadro  está  bien  acabado,  y  si  se  recuerda  que  es 
del  siglo  XII,  todavía  se  le  encontrará  más  completo. 

He  aquí  ahora  la  composición  íntegra: 


Aital  dona,  cum  ieu  sai, 

rich'  e  de  bellas  faissós, 

ab  cors  convinent  e  gay, 

ab  dig7,  plazentiers  e  bos, 
si  volgues  precs  ni  demanda  sufrir, 
degr'  om  honrar,  car  tener  e  servir; 
que  no  y  falh  re  qu'en  bona  dompna  sia, 
mas  quar  Amors  y  pert  sa  senhoria. 

Sobre  las  melhors  val  mai, 

et  es  la  genser  qu'anc  fos; 

mas  tan  a  rio  pretz  veray, 

e  tant  es  sos  cors  joyos, 
e  tan  gen  sap  tot  quan  vol  far  e  dir, 
e  tan  se  fai  ais  plus  honratz  grazir, 
qu'en  pren  orguelh,  qu'es  contra  drudaria; 
veus  tot  lo  mal  qu'ieu  dir  en  sabria. 


BERENGUER  DE  PALASOL.  185 

Amar  e  temer  se  fay 

soven  a  manht  enueyós, 

en  cuy  pauc  de  ben  estai: 

mas  ab  un  semblan  ginhós, 
et  ab  belhs  digz,  o  sab  tan  gen  cubrir, 
per  qu'om  de  lieys  no  s  pot  claman  partir; 
q'us  no  s'en  part,  si  son  vol  en  seguia, 
que  no  y  volgues  tornar  en  eys  lo  día. 

Anc  no  s  volc  metr'  en  assai 

de  nulh  fait  aventurós, 

per  que  pogues  en  folh  plai 

venir  sos  pretz  cabalós. 
totz  sos  faitz  sap  acabar  e  complir 
ab  segur  sen,  ses  resguart  de  falhir, 
e  ses  mal  gienh,  ses  blasme,  ses  folia, 
ses  enueg  dir  e  senes  vilania. 

Quar  denha  sufrir,  ni  '1  plai 

qu'ieu  la  laus'  en  mas  chansós, 

del  sobregran  gaug  que  n'ai 

m'  es  complitz  lo  guazardós, 
sol  que  y  saubés  tan  ben  esdevenir 
cum  agrá  cor  e  talan  e  dezir 
e  gran  razo,  pus  me  en  par  n'auria, 
mas  no  sai  dir  lo  be  que  y  tanheria. 

Dompna,  no  puesc  de  vos  lauzar  mentir, 
que  tot  lo  bes  y  es  qu'en  puesc'  om  dir, 
e  mals  n'i  a  que  ieu  dir  no  sabria, 
e'l  remanens  cap  en  vos  tota  via. 


BELTRAN  DE  LA  TOR. 


Escasísimas  son  las  noticias  que  de  este  poeta  se  tie- 
nen, tan  escasas  que  nada  se  sabria  de  él,  ni  su  nombre 
siquiera,  á  no  ser  por  una  copla  de  contestación  á  otra 
que  le  dirigió  el  delfín  de  Auvernia. 

Beltran  de  la  Tor  ó  de  la  Tour,  como  le  llaman  otros, 
debió  estar  sin  duda  al  servicio  del  delfín,  en  los  tiem- 
pos en  que  éste  era  pródigo,  generoso  y  amigo  de  fíes- 
tas;  pero  debió  retirarse  de  su  sociedad  cuando  se  hizo 
económico  y  avaro. 

El  delfín  por  conducto  del  juglar  Mauret  envia  una 
cobla  á  Beltran  burlándose  de  él  por  su  vida  retirada, 
por  el  aislamiento  y  estrechez  en  que  vive  después  de 
haber  sido  tan  pródigo,  por  encerrarse  en  su  castillo  á 
solas  con  sus  halcones  y  porque  cuando  tiene  á  veinte 
huéspedes  sólo,  se  cree  en  fíesta  de  Pascua  ó  de  Na- 
vidad. 

Mauret,  Bertrans  a  laissada... 
valor  don  fo  mout  honratz 


BELTRAN  DE  LA  TOR.  187 

e  r  anar  d'  autr'  encontrada, 
e  sojorna  á  la  Tor, 
e  ten  fancon  e  austor ; 
e  ere  far  Pasca  ó  Nadal 
quant  son  vint  dinz  son  ostal. 

Beltran,  por  conducto  también  del  mismo  juglar 
Mauret,  le  responde  con  un  epigrama  que  no  deja  de 
ser  ingenioso,  diciendo  que  el  delfín  le  da  el  ejemplo  de 
una  vida  más  retirada  aún,  y  que  él  haría  mal  en  vivir 
de  otra  manera,  pues  sería  desmentir  el  proverbio  de: 
Tal  señor j  tal  servidor.  Beltran  aprovecha  la  ocasión 
para  acusar  al  delfín  de  haber  derrochado  su  fortuna. 

Mauret,  al  delfín  agrada 

qu'  en  digan  qn'  eu  son  malvatz, 

e  '1  reproiers  es  vertatz 

del  cal  seignor  tal  mainada : 
que  fui  bon  tant  quant  aic  bon  seignor, 
que  á  lai  plac  ni  so  tenc  ad  honor, 
et  aras,  Mauret,  pos  el  no  val, 
si  era  bon,  tenria  so  a  mal. 

Resulta,  al  parecer,  que  Beltran  estaba  al  servicio  del 
delfín,  y  que  dejó  de  vivir  espléndidamente  cuando  éste 
pasó  de  la  prodigalidad  á  la  avaricia  que  se  le  repro- 
chaba. Este  género  de  vida  aislada  era  contra  de  las 
costumbres  de  aquel  tiempo,  y  se  miraba  esto  con  des- 
agrado, pues  el  mismo  biógrafo  provenzal  dice  que  la 
cobla  del  delfín  se  hizo  en  la  época  en  que  Beltran  habia 
abandonado  su  valor  y  largueza  (en  la  saison  que  Ber- 
trans  ac  laissada  valor  e  largesa). 


BERNARDO  DE  AURIAC. 


Escasas  noticias  se  tienen  de  este  trovador,  y  aun  he 
podido  completar  las  pocas  que  dan  Raynouard,  Mi- 
llot  y  otros,  gracias  á  las  pesquisas  laboriosas  que  re- 
cientemente llevó  á  cabo  mi  sabio  amigo  M.  Gabriel 
Azais,  de  Beziers,  el  cual  con  celo  extraordinario  ha 
buscado,  recogido  y  ordenado  todo  cuanto  podia  inte- 
resar y  ser  pertinente  á  los  trovadores  nacidos  en  Be- 
ziers ó  en  sus  contornos. 

En  algunos  manuscritos  se  llama  á  Bernardo  de  Au- 
riac  maese^  maestro  y  también  messir  ó  messire,  pudiendo 
hacer  sospechar  este  último  título  que  fuese  clérigo, 
pues  era  el  que  á  éstos  se  daba.  Alguna  de  sus  poesías 
galantes  hace,  sin  embargo,  muy  dudosa  esta  versión. 

La  denominación  de  maestro  de  Beziers ^  que  se  le  da 
en  los  manuscritos  provenzales,  permite  hacer  creer  que 
era  un  título  honorífico  como  el  de  experto  y  maestro 
en  el  arte  de  trovar.  


BERNARDO  DE  AURIAC.  189 

Bernardo  de  Auriac,  por  lo  que  parece,  era  de  Be- 
ziers,  oriundo  acaso  del  castillo  de  Auriac,  en  la  dióce- 
sis de  Tolosa,  y  floreció  á  fines  del  siglo  xiii,  lo  cual 
está  perfectamente  demostrado  por  sus  propias  poesías. 

Sólo  cuatro  de  éstas  han  cruzado  los  siglos  para  lle- 
gar hasta  nosotros. 

La  primera  va  dirigida  á  un  Guillermo  Fabre,  al 
parecer  rico  ciudadano  de  Narbona,  y  poeta  también, 
pues  existen  de  él  dos  composiciones  de  tan  escaso  mé-' 
rito  como  la  misma  que  le  dedica  Bernardo  de  Auriac. 

Pertenece  ya  esta  poesía  á  la  decadencia  del  arte.  El 
autor  ensalza  á  Fabre  como  un  hombre  hidalgo,  liberal 
y  cortés,  y  juega  puerilmente  con  su  apellido,  del  cual 
dice  que,  quitándole  la  r,  quedara /¿?  bé  (en  castellano 
hace  bien)j  lo  cual  sería  propio,  añade,  pues  pone  todo 
su  esmero  en  hacer  bien. 

Qm  de  Fabre  volgueis  ostar 
la  quarta  letra  fora  bo, 
qu'  adoncs  lo  pogratz  apellar 
En  Guillen  Fa-bé  per  razó ; 
quar  el  fa  bé,  qu""  al  res  far  no  sabría, 
et  en  be  far  a  mes  tot  son  falan , 
pros  es  e  lares,  cortés,  e  non  dio  tan 
que  vers  no  fos,  si  dos  tans  en  dizia. 

Poco  vale  también  su  segunda  poesía. 

El  trovador  comienza  diciendo  que  haría  de  buen 
grado  una  canción  si  tuviese  bastante  saber  é  ingenio 
para  componer  buenas  palabras  con  un  aire  nuevo.  En 
seguida  compara  el  saber  á  un  tesoro,  el  cual  viene  á 


tpo  LOS  TROVADORES, 

ser  inútil  cuando  se  esconde  y  no  se  gasta ;  y  como  no 
quiere  ser  avaro,  compone  su  canción  para  dar  empleo 
á  su  talento. 

Entra  en  seguida  en  materia  y  presenta  á  sus  lec- 
tores un  enigma  que  está  persuadido  que  no  han  de 
adivinar.  En  efecto ,  se  trata  de  descubrir  el  nombre  de 
su  dama  que  sólo  él  conoce,  que  á  nadie  ha  dicho  ni 
dirá  jamás  á  nadie. 

La  composición  termina  por  un  deseo  que  pareceria 
por  cierto  bien  inocente  y  pueril,  si  en  él  no  se  pudiera 
ver  un  picaresco  equívoco. 

Su  deseo  es  simplemente  el  de  jugar  una  partida  de 
ajedrez  con  su  dama,  y  hacer  jaque  mate. 

Algo  mejor,  de  más  pureza  de  sentimientos,  de  más 
rica  versificación,  de  más  levantado  vuelo  es  su  tercera 
poesía,  que  merece  ciertamente  especial  mención. 

Está  dedicada  á  la  Virgen ,  y  el  trovador  ofrece  su 
canto,  en  que  apura  los  encomios,  á  la  dulce  dama  del 
paraíso  (la  doussa  domna  del  paradis ) ,  que  así  la  llama. 

Pero  su  composición  digna  de  recuerdo  es  el  serven- 
te sio  que  escribió  en  contestación  á  otro  del  rey  D.  Pe- 
dro de  Aragón ,  serventesio  notable,  más  aún  que  por 
su  mérito,  por  la  ocasión  y  circunstancias  en  que  fué 
escrito. 

Don  Pedro  de  Aragón  el  Grande  habia  sido  llamado 
por  los  sicilianos  á  ocupar  el  trono  de  Sicilia,  después 
de  aquellas  tan  sangrientas  como  famosas  vísperas  que 
tan  conocidas  son  en  la  historia.  El  Papa  excomulgó  á 
don  Pedro  y  dio  la  investidura  del  reino  de  Aragón  á 
Carlos  de  Valois,  hijo  del  rey  de  Francia  Felipe  el 


BERNARDO  DE  AURIAC.  191 

Atrevido.  Los  franceses,  creyendo  que  era  cosa  llana 
apoderarse  de  la  Corona  de  Aragón^  vinieron  con  po- 
deroso ejército,  llegando  hasta  Gerona,  cuya  ciudad  to- 
maron momentáneamente,  pero  hubieron  de  regresar  á 
su  patria  más  de  prisa  de  lo  que  habian  venido,  empu- 
jados por  las  valerosas  huestes  de  D.  Pedro. 

Cuando  á  fines  de  1284  ó  principios  de  85  prepara- 
ban los  franceses  su  expedición,  D.  Pedro  de  Aragón, 
que  figura  en  el  número  de  los  trovadores,  escribió  una 
vigorosa  y  notable  poesía  desafiando  el  poder  de  Fran- 
cia, valido  de  su  derecho.  A  esta  poesía  (vide  artículo 
Fedro  de  Aragón)^  contestaron  el  conde  de  Foix  y  Ber- 
nardo de  Auriac,  cada  uno  con  otra,  escritas  ambas  en 
el  mismo  metro  y  valiéndose  de  iguales  consonantes, 
pero  sosteniendo  la  causa  contraria  á  D.  Pedro. 

La  del  conde  de  Foix  puede  leerse  en  su  artículo 
correspondiente. 

Hé  aquí  la  de  Bernardo  de  Auriac,  que  contra  la 
general  tradición  de  los  trovadores,  era  tan  ardiente 
francés  como  adictos  á  la  casa  y  a  la  causa  de  Aragón 
habian  sido  sus  antecesores  y  eran  aún  sus  contempo- 
ráneos. 

((Nuestro  rey  (  FcYipe  el  Atrevido J ^  en  honor  sin  par, 
da  al  viento  su  gonfalón,  por  lo  cual  veremos  caminar 
las  flores  por  mar  y  por  tierra.  Y  me  sabe  bien,  pues 
ahora  han  de  ver  los  aragoneses  quién  son  los  franceses, 
y  los  catalanes  poco  corteses  verán  las  flores,  flores  de 
honrada  semilla,  y  oirán  decir  por  Aragón  oil  y  nenil^n 
lugar  de  oc  y  no  {si  y  no  en  francés,  en  lugar  de  si  y  no 
en  catalán). 


tgi  LOS  TROVADORES. 

))Y  aquel  que  anhela  coger  y  romper  las  flores,  me 
parece  que  no  sabe  quiénes  son  los  jardineros  que  para 
guardarlas  convocan  á  tan  altos  varones,  pues  son  tales 
los  tres  jardineros  que  cada  uno  de  ellos  es  rey  más  po- 
deroso que  el  de  Barcelona  (i),  y  con  ellos  están  Dios, 
la  fe  y  la  creencia.  Les  pido  que  cuando  estén  allende 
el  monte  Canigó,  no  dejen  en  pié  torre,  palacio  ni  casa. 

))  Catalanes,  no  os  desagrade  que  el  rey  francés  vaya 
á  visitaros  cubierto  con  bellos  arneses,  pues  quiere  sa- 
ber cómo  os  portáis  y  absolveros  con  lanza  y  con  bor- 
dón, que  harto  tiempo  há  ya  que  estáis  excomulgados. 

Nostre  reys  qu'  es  d'  onor  ses  par 

vol  desplegar 

son  gomfanó, 
don  veyrem  per  térra  e  per  mar 

las  flors  anar ; 

e  sap  mi  bo, 
qu'  aras  sabrán  Aragonés 

qui  son  Francés ; 
e  'Is  Cátalas  estregz  cortés 
veyran  las  flors,  flors  d'onrada  semensa, 
et  auziran  diré  per  Aragó 
oiL  e  NENiL  en  luec  d'  oc  e  de  no. 
E  qui  vol  culhir  ni  trencar 

las  flors,  be  m  par 

no  sap  quals  so 
li  ortolá  que,  per  gardar, 


(i)  Alude  al  rey  de  Francia  Felipe  e/  Atrevido  y  á  sus  hijos 
Carlos  de  Valois,  que  se  titulaba  rey  de  Aragón,  y  al  rey  de  Na- 
varra. 


BERNARDO  DE  AURIAC.  193 

fan  ajustar 
tan  ric  baró, 
quar  li  ortolá  son  tais  tres. 
Que  quascus  es 
reys  plus  ricx  qu'  el  Barsalonés ; 
e  Dieus  e  fes  es  ab  lur  e  crezensa ; 
done  quan  serán  outra  Moncanegó, 
no  y  laysson  tor,  ni  palays,  ni  maysó. 
Cátala  no  'us  desplassa  ges 

si  '1  rei  francés 
vos  vai  vezcr  ab  bel  arnés 
qu'  apenre  vol  de  votra  captencnsa, 
et  absolver  ab  lansa  et  ab  bordó, 
quar  trop  estaitz  en  1'  escomunió. 


»3 


BERNARDO  ARNALDO  DE  MONTCUC. 


Pocas  noticias  existen  de  este  trovador,  y  sólo  dos 
poesías  notables  suyas  han  llegado  hasta  nosotros; 
siendo  la  una  tan  original  y  rara,  que  acaso  no  existe 
otra  parecida. 

Fué  señor  del  castillo  de  Montcuc,  muy  valiente  ca- 
ballero a  lo  que  parece,  y  adicto  al  conde  Ramón  V  de 
Tolosa,  de  cuya  corte  formó  parte.  Vivió  á  mediados 
del  siglo  XII. 

Sabido  €s  que  Enrique  II  de  Inglaterra,  después  de 
su  casamiento  con  Leonor  de  Aquitania,  tuvo  preten- 
siones al  condado  de  Tolosa  y  llegó  á  sitiar  esta  ciudad 
en  1 159.  Luis  el  Joven  acudió  con  sus  franceses  en  au- 
xilio del  conde  y  obligó  al  inglés  á  levantar  el  sitio. 

Este  es  el  asunto  que  da  motivo  á  la  poesía  de  Ber- 
nardo Arnaldo.  Parece  querer  ser  esta  composición  un 
serventesio,  pero  no  lo  es  en  realidad.  La  sátira  y  la 
política  se  encuentran  en  ella  mezcladas  al  amor  y  á  la 


BERNARDO  ARNALDO  DE  MONTCUC.  195 

galantería.  Obsérvese  que  la  primera  mitad  de  cada  es- 
trofa se  dedica  al  pensamiento  político,  y  la  segunda 
mitad  al  pensamiento  amoroso.  Parecen  dos  composi- 
nes  en  una,  y  quedan,  en  efecto,  dos  poesías  de  carác- 
ter distinto,  cortando  cada  estrofa  por  la  mitad  y 
uniendo  los  fragmentos. 

f(  Ahora  que  los  rosales  están  sin  flor  ni  simiente,  y 
que  los  barones  se  disponen  á  la  caza ,  pláceme  escribir 
un  serventesio,  pues  me  agradan  las  reyertas  de  esos 
enemigos  de  toda  virtud  y  de  toda  honra.  —  El  amor 
esparce  su  alegría  en  mi  alma,  tanto  como  los  hermosos 
dias  de  Mayo.  Conservaré,  pues,  mi  gozo,  á  pesar  de 
tantos  motivos  de  tristeza. 

))  Veremos  avanzar  del  lado  de  Balaguier  (i)  la  nu- 
merosa caballería  del  orgulloso  rey  que  se  vanagloria 
de  ser  el  primero  en  todo.  Le  veremos  en  la  comarca 
de  Carcasona,  pero  los  franceses  no  le  tienen  miedo. — 
Mas  lo  tengo  yo  de  vos,  señora ,  pues  los  deseos  que 
excitan  los  encantos  de  vuestra  encantadora  persona  se 
mezclan  á  todos  los  temores  por  vuestro  rigor  inspi- 
rados. 

))  Más  caso  hago  yo  de  un  corcel  ensillado  y  armado, 
de  un  escudo,  de  una  lanza  y  de  una  guerra  cercana, 
que  de  los  aires  altaneros  que  se  da  un  príncipe  cuando 
accede  á  la  paz  sacrificando  parte  de  sus  derechos  y  de 
sus  tierras.  —  Por  lo  que  á  vos  toca ,  beldad  á  quien 
adoro,  vos,  á  quien  he  de  poseer  ó  he  de  morir  en  la 


(i)     Castillo  de  este  nombre,  cerca  de  Tolosa. 


196  LOS  TROVADORES. 

demanda,  de  tal  manera  me  cautiva  vuestra  hermosura, 
que  prefiero  vuestro  desdén  al  amor  de  otra. 

))  Pláceme  ver  arqueros  junto  al  muro  y  caer  destro- 
zadas las  murallas  al  empuje  de  los  arietes,  como  me 
place  ver  grandes  huestes  extendidas  por  el  campo. — 
Pero  ya  quisiera  yo  que  el  rey  de  Inglaterra  supiese 
combatir  como  yo  sé  amar,  ¡oh,  bella  dama!  y  como 
sé  esperar  y  languidecer  de  amor  mirando  vuestra  en- 
cantadora imagen. 

))Por  rebajado  que  esté  (el  monarca  inglés)  adqui- 
riria  mucha  gloria  si  tuviese  valor  para  ponerse  al  frente 
de  su  hueste  y  arremetiera  contra  el  conde  (de  Tolosa) 
al  grito  de  ¡Guiena!  (i).  Pero  nadie  cree  en  su  buena 
fe,  que  es  muy  dudosa. — No  así  la  mia,  señora,  pues 
cada  dia  soy  más  ciego  amante  de  vuestra  beldad.  ¿Qué 
será  de  mí  si  mi  buena  fe  no  alcanza  á  conmoveros?» 

Tal  es  la  extraña  y  original  poesía  que  se  conoce  de 
Bernardo  Arnaldo  de  Montcuc. 

Para  que  los  lectores  puedan  tener  una  idea  de  la  ín- 
dole rítmica  de  esta  composición,  traduzco  en  verso  la 
penúltima  estrofa  de  ella ,  tal  como  he  sabido  y  me  ha 
sido  posible  hacerlo,  conservando  el  mismo  metro,  las 
mismas  sílabas  de  cada  verso,  la  misma  estructura,  la 
misma  intercalación  de  consonantes,  es  decir,  de  rimas 
masculinas  y  femeninas,  como  llamaban,  y  llaman  aún 
los  provenzales  á  los  consonantes  breves  ó  agudos,  en 


(i)     Grito  de  guerra  de  los  monarcas  ingleses  cuando  luchaban 
por  sus  dominios  en  Francia. 


BERNARDO  ARNALDO  DE  MONTCUC.  197 

lo  cual  ponian  especial  cuidado  y  privilegiada  atención. 
Ruego  que  no  se  atienda  á  la  traducción,  mala  como 
verso,  sino  á  la  estructura  de  la  poesía ,  de  que  intento 
dar  una  idea : 

Me  complace  ver 
arqueros  con  mallas, 
y  á  trozos  caer 
gigantes  murallas : 
veo  con  placer 
de  hueste  guerrera 
desplegar  la  flor. 
¡  Así  el  rey  supiera 
luchar  con  honor, 

como  amar 

y  esperar 
sabrá  siempre  y  honrar 
á  la  que  ha  de  adorar, 
vuestro    amante    trovador 
que  muere  de  amor! 

Hé  aquí  ahora  íntegro  el  original,  para  que  pueda 
juzgarse  con  crítica: 

Er  can  li  rozier 
so  ses  flor  ni  grana, 
e  '1  ric  menuzier 
an  cassa  per  sana, 
m'  es  pres  cossirier, 
tant  me  platzlor  tenza, 
de  far  sirventés ; 
car  en  vil  tenensa 
an  tot  ben  pretz  mes : 


198  LOS  TROVADORES. 

E  car  may 

me  ten  gay 
amors,  que  non  fay 
el  bel  temps  de  may, 
•  eras  sois  gais,  cuy  que  pos, 

tais  joi  m'  es  promes. 

Mant  caval  corsier 
veirem  ves  Tarzana, 
devas  Balaguier, 
del  pros  rey  que  's  vana 
c'  a  pretz  sobrier ; 
veurá  ses  falhensa 
lai  en  Carcassés; 
mas  ges  gran  temensa 
non  an  li  Francés  : 

mas  ieu  n'  ai 

de  vos  sai, 

dona,  que  m'  esglai 

le  desir  qu'  ieu  n'  ai 

del  vostre  bel  cors  cortéz 

complitz  de  totz  bes. 

Selh  armat  destrier, 
ausberc,  lansa  plana, 
e  bon  branc  d'  assier, 
e  guerra  propdana, 
pretz  may  que  lebrier 
ni  brava  pervensa, 
ni  patz  en  c'  om  es 
mermatz  de  tenensa, 
baissatz  e  sotz  mes  : 

e  car  sai 

pretz  verai 
en  vos  cui  aurai , 


BERNARDO  ARNALDO  DE  MONTCUC.  199 

dona,  o  'n  morrai 
pretz  may  car  m'  es  eu  defés 
que  s' autra  m' agués. 

Be  'm  plazo  1'  arquier 
pres  la  barbacana 
cant  trazo  '1  peirier 
e  '1  mur  dezavana 
c  per  mant  verdier 
eréis  la  ost  e  gensa ; 
e  volgra  '1  plagues 
aital  captenensa 
lai  al  rey  Englés, 

com  mi  plai 

can  retrai 
com  avetz  ab  jai 
dona,  joven  sai, 
e  de  beutatz  pretz  conques 
que  no  us  en  falh  res. 

Et  agrá  entier 
pretz  cui  quecx  so  ana, 
s'  ab  aital  mestier 
crides  sai :  Guiana  ! 
e  ferá  '1  premier 
r  onrat  coms  Valensa  ; 
cas  sos  sagell  es 
de  tan  breu  legensa 
qu'  ieu  non  o  dio  ges ; 

mas  dirai 

qu'  ab  glai 
amor  ai : 
dona,  que  farai 
si  ab  vos  no  'm  val  mercés 
o  m^  boña  fes  ? 


zoo  LOS  TROVADORES. 

Senhor  gai 

e  verai 
que  's  sap  de  tos  plai 
onrar,  qu'  ieu  o  sai, 
de  Tolza  ó  d'  Aganés 
malgrat  deis  Franscs. 

Diez  cree  que  esta  poesía  se  refiere  á  la  guerra  de  los 
albigenses  y  que  fué  escrita  por  los  años  de  1 2 1 3 .  Si 
esto  fuese  cierto,  tendríamos  que  colocar  á  Bernardo 
Arnaldo  de  Montcuc  en  la  época  de  los  condes  Ra- 
món VI  y  VII  de  Tolosa  y  no  en  la  del  V.  Pero  no 
parece  que  esta  composición  se  refiera  á  la  cruzada,  sino 
á  la  guerra  del  inglés.  Es,  sin  embargo,  de  observar 
que  Napoleón  Peyrat  en  su  Historia  de  los  albigenses 
cita  al  poeta  que  nos  ocupa  como  uno  de  los  caballeros 
que  se  retiraron  a  la  fortaleza  de  Montsegur  después 
del  desastre  de  Muret.  Pudiera  ser  en  todo  caso  un  hijo 
del  poeta,  del  mismo  nombre  que  su  padre,  y  acaso  tro- 
vador como  él. 

No  hay  ninguna  duda  en  efecto  que  un  Bernardo  de 
Montcuc  estuvo  en  la  batalla  de  Muret,  peleando  al 
lado  de  su  señor  el  conde  de  Tolosa,  yéndose  á  refugiar 
en  los  estados  del  conde  de  Foix,  perdida  aquella  jor- 
nada, y  siguiendo  luego  adicto  á  la  causa  del  joven 
conde.  Pudiera  ser,  como  queda  dicho,  un  hijo  de  aquél, 
y  no  sería  de  extrañar  que  fuera  del  hijo,  y  no  del  padre, 
la  otra  poesía  de  que  voy  á  dar  cuenta  y  que  en  los  ma- 
nuscritos figura  como  de  Bernardo  Arnaldo  de  Montcuc. 

Esta  segunda  poesía  es  la  que  realmente  parece  es- 
crita en  la  época  de  la  guerra  de  los  albigenses. 


BERNARDO  ARNALDO  DE  MONTCUC.  201 

Es  un  bello  canto  de  guerra,  un  serventesio  político, 
como  tantos  otros  de  los  trovadores  de  aquel  tiempo 
para  levantar  el  espíritu  y  el  entusiasmo  del  país  á  favor 
de  la  causa  patria. 

Debió  escribirse  poco  antes  de  la  batalla  de  Muret, 
cuando  el  gran  movimiento  nacional  de  Provenza  en 
pro  de  Ramón  VI,  ó  quizá  también  después,  cuando, 
perdido  el  país,  se  presentó  á  recobrarlo  Ramón  VII 
volviendo  de  la  emigración  al  frente  de  sus  nobles  pros- 
critos y  de  sus  más  entusiastas  partidarios. 

Es  el  de  Bernardo  Arnaldo  de  Montcuc  un  verda- 
dero canto  tirteano,  escrito  con  la  precisión,  con  la  fe, 
con  el  sentimiento,  con  la  grandeza,  con  la  gallardía 
con  que  escribía  los  suyos  el  gran  Tirteo.  Es  el  canto 
de  un  valiente  dirigido  á  los  valientes.  Llega  á  rivalizar 
con  los  serventesios  de  Beltran  de  Born  en  sus  buenos 
tiempos,  y  acaso  los  sobrepuja  por  la  sobriedad  de  su 
forma  y  de  sus  ideas. 

Basta  esta  sola  poesía  para  dar  á  conocer  un  poeta, 
pero  un  gran  poeta.  Basta  ella  sola  para  dar  á  conocer 
á  un  hombre,  pero  á  un  hombre  superior,  bravo  en  el 
campo  de  batalla,  cuerdo  y  prudente  en  el  consejo. 

Léase  con  detenimiento  esta  composición,  de  la  que 
sólo  puedo  dar  una  ligera  idea  con  mi  pálida  traducción, 
y  se  convendrá  conmigo  en  que  bastan  estas  cinco  sen- 
cillas estrofas  para  revelarnos  un  poeta,  un  guerrero  y 
un  hombre  de  gobierno  ó  de  Estado,  como  diríamos 
ahora.  Tirteo,  antes  que  Bernardo  Arnaldo  de  Mont- 
cuc, pudo  decir  en  parecidos  términos  y  animando  á  las 
huestes  para  el  combate:  una  vida  sin  gloria  no  vale  lo 


20*  LOS  TROVADORES. 

que  una  muerte  con  honra;  puede  haberlo  dicho  también, 
después  de  Bernardo  Arnaldo,  en  iguales  ó  parecidas 
frases,  un  gran  lírico  francés  y  un  gran  lírico  italiano; 
pero  nadie,  como  el  poeta  provenzal,  ha  sabido  unir, 
mezclar  y  fundir,  dentro  del  molde  de  un  canto  bélico, 
las  ideas  de  guerra  y  desastre  á  las  de  prudencia  y 
sensatez  en  la  gobernación  del  Estado.  No  es  el  extermi- 
nio, no  es  el  incendio,  no  es  la  matanza,  como  en  los 
serventesios  de  Beltran  de  Born ,  lo  que  se  predica  en  el 
de  Bernardo  Arnaldo  de  Montcuc:  es  la  guerra  santa  y 
necesaria  para  libertar  á  la  patria  esclava  y  fundar  .un 
país  de  un  gobierno  libre,  previsor,  honrado  y  justo. 
Parece  un  canto  de  amor  más  que  de  guerra. 

Dice  así: 

((¡Nunca  vi  llegar  tan  gentil  primavera!  Aconpañada 
llega  de  solaz  y  de  cantos,  acompañada  de  guerra  y  de 
tumulto,  acompañada  de  emociones  y  de  espanto, 
acompañada  de  gran  tropel  de  caballos  y  de  gran  sen- 
timiento de  patria  conservación.  Muchos  que  hoy  sólo 
se  ocupan  en  discretear  y  dormir  empuñarán  un  arma 
para  la  defensa  común. 

);  Pláceme  ver  á  pastores  y  boyeros  dispersarse  atur- 
didos sin  saber  á  dónde  dirigirse.  Pláceme  también  ver 
á  ricos  barones  prodigar  sus  tesoros  y  alzar  sus  estan- 
dartes. Muchos  que  parecían  no  tener  corazón  mostra- 
rán ahora  tenerlo,  y  aldeanos  que  vivian  miserable- 
mente montarán  ahora  á  caballo.  Es  una  guerra  justa  y 
de  aquellas  en  que  puede  gozarse,  pues  que  es  la  que 
emprende  un  señor  para  libertar  á  sus  vasallos. 

))En  nadie  encuentra  uno  nunca  tanto  amor  ni  tanta 


BERNARDO  ARNALDO  DE  MONTCUC.  103 

fe,  según  mi  opinión,  como  en  los  suyos  propios.  Nunca 
engañan  éstos  ni  faltan,  como  no  se  les  engañe  ó  se  les 
falte.  Al  señor  que  oprime  y  tiraniza  no  se  le  debe 
guardar  fe  ni  homenaje;  pero  al  señor  que  sabe  gobernar 
bien  á  los  suyos,  puede  con  ellos  conservar  y  adquirir. 

))No  hay  en  el  mundo  tesoros  ni  riquezas  que  no 
tenga  yo  por  viles,  si  con  malas  artes  se  adquieren. 
Llega  la  muerte  para  todos,  pero  los  malos  y  cobardes 
no  la  reciben  como  los  buenos  y  los  valerosos.  Una  vida 
sin  gloria  no  vale  lo  que  una  muerte  con  honra.  Nada 
en  el  mundo  vale  lo  que  el  honor  y  la  prez.  Loco  es 
quien  sólo  sabe  hacerse  despreciar,  pero  sabio  quien 
consigue  que  le  honren  y  le  estimen. 

))  Yo  ruego  al  noble  conde  de  Tolosa,  mi  señor,  que 
advierta  quiénes  le  faltan  y  recuerde  á  los  que  le  son 
fieles,  para  que  valga  á  los  que  le  valen  y  honrados  sean 
los  que  bien  le  sirvan,  pues  el  sabio  dijo:  quien  ser 
amado  quiera,  ame  sin  falsedad,  y  sepa  escoger  bien  á 
sus  amigos  quien  quiera  humillar  y  hundir  á  sus  con- 
trarios. )) 

Hé  aquí  ahora  el  original  de  esta  poesía,  tal  como  la 
copié  de  un  manuscrito  de  Tolosa: 

Ancmais  tant  gent  no  vi  venir  pascor 
que  'I  ve  garnitz  de  solas  e  de  chan, 
e  ve  garnitz  de  guerra  e  de  mazan, 
e  ve  garnitz  d'  esmay  e  de  paor, 
e  ve  garnitz  de  gran  cavalleria, 
e  ve  garnitz  d'  una  gran  manentia: 
que  tal  so  pro  cosselhar  e  dormir 
qu'  ara  \cy  gent  bws  levat  acculhir. 


204  LOS  TROVADORES. 

Bel  m'  es  quan  vey  que  boyer  e  pastor 
van  si  marrits  que  '1  no  sap  pas  on  van; 
e  bel  quan  vei  que  '1  ric  baró  metran 
so  d'on  eran  avar  et  guillador. 
Qu'  ara  dará  tal  que  cor  non  avia, 
e  montará  pagés  qu'  aunir  solia; 
que  gran  guerra,  quart  hom  no  hi  pot  gaudir, 
fai  mal  senhor  ves  los  sicus  afranquir. 

Ab  nulha  gent  no  trob  hom  tant  d'  amor 
ni  tan  de  fe,  segon  lo  mieu  semblan, 
com  ab  los  sieus,  que  ja  no  failhiran 
en  nulha  re,  sol  qu'  hom  no  falha  lor. 
Mas  á  senhor  que  Ms  sieus  forsa  e  gualhia, 
no  pot  hom  fe  portar  ne  senhoria; 
mas  ab  los  sieus,  qui  los  sab  gen  bailhir, 
pot  hom  lo  sieu  gardar  e  conquerir. 

El  mon  non  ha  thresors  ni  gran  ricor 
que  si  aunits,  sapchats  qu'  en  prets  un  guan, 
qu'  aitan  tost  mor,  mas  non  ho  sabon  tan 
avols  combos;  et  vida  ses  valor 
prets  mens  que  mort,  e  prets  mais  tota  via 
honor  e  prets  qu'  aunida  manentia; 
car  selh  es  folh  que  se  fa  escarnir 
e  savis  selh  que  se  fa  gen  grazir. 

Al  pros  coms  de  Tolosa,  mon  senhor, 
preg  que  '1  membre  qui  '1  val  ni  qui  '1  tem  dan; 
et  que  valha  á  selhs  que  valgut  1'  an 
et  sian  ric  per  lui  bon  servidor: 
que  '1  savis  dits:  que  selh  qui  be  volria 
esser  amats,  ames  be  ses  bausia, 
car  qui  be  vol  baissar  e  frevolhir 
sos  enemics,  bos  amics  deu  causir. 

En  el  tratado  de  paz  que  en  1229  hizo  el  conde  Ra- 
món VII  con  el  rey  de  Francia,  se  estipuló  entre  otras 


BERNARDO  ARNALDO  DE  MONTCUC.  205 

cosas,  que  serian  arrasadas  las  murallas  de  treinta  forta- 
lezas sin  que  jamás  volvieran  á  levantarse.  Una  de  es- 
tas treinta  fortalezas  fué  la  de  Montcuc,  cerca  de  Mon- 
tauban.  Era  ésta  el  castillo,  la  casa  señorial  del  trovador 
Bernardo  Arnaldo,  y  tal  fué  el  pago  que  obtuvo  su  pa- 
triótico canto. 


BERNARDO  DE  LA  BARDA. 


Otros  le  llaman  Bernardo  de  la  Barthe,  confundién- 
dole con  un  obispo  de  este  nombre,  que  lo  era  de  Auch, 
y  que  fué  depuesto  por  los  legados  del  papa  cuando  la 
guerra  de  los  albigenses.  De  esta  opinión  es  Millot,  y 
sus  conjeturas  parecen  sólidamente  fundadas  por  un  ser- 
ventesio,  el  único  conocido  de  este  poeta,  en  que  se  ha- 
bla de  Ramón  VI,  conde  de  Tolosa,  y  se  alude  á  la  hu- 
millante absolución  que  recibió  en  Saint  Gilíes,  en  que 
no  augura  bien  de  la  paz  porque  de  una  mala  paz  sólo 
resultan  daños,  y  en  que,  finalmente,  muestra  sentimien- 
tos de  equidad  y  moderación,  muy  propios  de  un  prelado. 

Fácil  pudo  ser  el  error  de  Millot,  ya  que  existe  la 
coincidencia  de  que  un  Bernardo  de  la  Barthe,  arzobispo 
de  Auch,  fué  depuesto  por  los  legados  del  papa  en  los 
primeros  tiempos  de  la  cruzada,  bajo  pretexto  de  que  su 
conducta  no  era  regular  y  relajaba  la  disciplina  en  su 
diócesis. 


BERNARDO  DE  LA  BARDA.  207 

Sin  embargo  de  esta  circunstancia  de  época,  de  nom- 
bre y  casi  de  apellido,  que  fácilmente  puede  inducir  á 
equivocación,  tengo  para  mí  que  el  trovador  Bernardo 
de  la  Barda  nada  tiene  de  común  con  el  prelado  Ber- 
nardo de  la  Barthe.  Me  apoyo  en  los  manuscritos  y  li- 
bros que  he  estudiado  y  en  las  notas  que,  resultado  de 
mis  estudios,  me  sirven  hoy  para  escribir  esta  obra. 

Hallo  que  en  la  defensa  de  Toiosa,  cuando  el  regreso 
de  los  dos  condes  hubo  tenido  lugar,  figuraba  un  Ber- 
nardo de  la  Barda,  á  quien  se  llama  también  trovador 
en  los  manuscritos,  el  cual  era  un  caballero  de  la  co- 
marca de  Nebouzan,  cuyo  castillo  señorial,  ó  por  mejor 
decir,  sus  ruinas,  existen  todavía  en  una  cima  vecina  de 
Luchon.  Hallo  asimismo  que  este  Bernardo  de  la  Barda, 
después  de  haber  seguido  fielmente  á  su  señor  Ramón  VII 
de  Tolosa  en  su  buena  y  mala  fortuna,  se  separó  de  él, 
cuando  el  tratado  de  paz  con  Francia,  y  fué  á  unirse  al 
grupo  de  guerreros  decididos  que  se  refugiaron  en  el 
castillo  de  Montsegur,  donde  por  largo  tiempo  tuvieron 
enarbolada  su  bandera,  conservando  el  culto  de  la  patria 
romana,  y  desafiando  todo  el  poder  de  la  Iglesia  y  de  la 
Francia. 

Este  debe  ser  indudablemente,  y  no  el  obispo  de  Auch, 
el  autor  del  canto  de  la  paz,  de  que  luego  se  dará  cuenta. 

Hay  que  señalar  á  Bernardo  de  la  Barda  una  plaza 
de  guerrero,  al  propio  tiempo  que  de  trovador.  Fué  uno 
de  los  defensores  de  Tolosa,  tino  de  los  que  más  servi- 
cios prestaron  y  más  mérito  contrajeron  en  la  defensa 
de  aquella  ciudad  infortunada.  Allí  estaba,  como  aguer- 
rido capitán,  en  aquellas  murallas,  el  dia  en  que  la  pie- 


2o8  LOS  TROVADORES. 

dra,  de  que  nos  habla  la  Canción  de  la  cruzada^  fué  á  des- 
trozar el  cráneo  de  Simón  de  Montfort.  Hubo  de  tomar 
parte  en  los  públicos  regocijos  y  en  el  entusiasmo  gene- 
ral por  la  muerte  de  aquel  caudillo,  y  tal  vez,  después 
de  haber  concurrido  como  capitán  á  la  defensa  y  salva- 
ción de  la  plaza,  contribuyó  también  como  poeta  á  con- 
sagrar la  victoria  y  el  triunfo  por  medio  de  alguno  de 
aquellos  cantos  patrióticos  que  en  aquellos  momentos 
brotaron  de  entre  la  multitud  y  enardecieron  al  pueblo, 
al  precipitarse  alegre  y  tumultuoso  por  todas  partes,  para 
repetir  y  cantar  á  coro : 

Montfort  es  mort, 
es  mort,  es  mort! 

¡  Viva  Tolosa, 

ciotat  gloriosa 

e  poderosa ! 
Tornatz  son  lo  paratje  e  1'  honor. 
Montfort  es  mort, 
es  mort,  es  mort! 

Sólo  una  poesía,  sin  embargo,  se  conserva  de  Ber- 
nardo de  la  Barda.  Es  el  canto  de  paz ,  de  que  voy  á 
ocuparme. 

Fué  escrito,  según  todo  parece  indicar,  por  los  años 
de  1228  y  1229,  cuando  el  conde  Ramón  VII  nego- 
ciaba el  tratado  de  paz  con  el  rey  de  Francia.  El  tro- 
vador expresa  las  vagas  ansiedades  que  perturbaban  los 
ánimos,  por  medio  del  siguiente  canto  profético,  com- 
puesto sin  duda  para  interpretar  el  sentimiento  popular, 
que  desconfiaba  de  aquella  paz  y  no  veia  en  ella  sino  la 
humillación  del  conde  de  Tolosa,  el  engrandecimiento 


BERNARDO  D£  LA  BARDA.  209 

de  la  Francia,  la  ruina  de  Provenza  y  la  deslealtad  fu- 
tura del  monarca  francés. 

Dice  así : 

((Ni  las  hojas  ni  las  flores,  ni  el  verano  ni  el  invierno, 
son  los  que  despiertan  mi  deseo  de  cantar,  pues  sólo 
canto  por  oir  decir  al  pueblo  que  se  aguarda  la  paz ,  de 
la  cual  deben  nacer  grandes  bienes.  ¡  Dios  mió !  ¡  Qué 
fausto  suceso  el  de  la  paz  del  duque,  conde  y  marqués 
con  el  clero  y  con  Francia! 

))  ¡  Bendita  paz,  si  es  buena,  firme  y  segura ;  si  es  paz 
de  amistad  que  á  todos  satisfaga;  si  es  paz  hecha  por 
hombres  honrados  y  leales;  si  es  paz  que  permita 
ser  amada  sin  rencor !  Pláceme  buena  paz  si  es  duradera^ 
pero  no  me  place  la  forzada,  que  mala  paz  produce 
más  desdichas  que  bienes. 

))En  corte  de  rey  debe  existir  la  rectitud,  y  en  la 
iglesia  clemencia,  piedad  y  perdón  sincero  de  mortal 
error,  según  palabras  de  la  Santa  Escritura.  Y  un  rey 
debe  guardar  moderación,  pues  quien  no  la  guarda,  mal 
príncipe  es  y  merece  ser  desdichado. 

))  El  rey  debe  amar  y  honrar  lo  que  es,  y  cuanto  me- 
jor sea,  más  debe  merecer,  que  será  más  honrado 
cuanto  más  honre.  Debe  guardar  de  todo  extravío  su 
corte,  que  rey  guardador  de  su  prez,  debe  creer  á  los 
virtuosos,  á  los  corteses,  á  los  m.ás  honrados  y  á  los 
más  dignos. » 

Foilha  ni  flor,  ni  temps  caud  ni  fredura 
no  'm  fa  cantar  ni  'm  merma  mon  talen , 
mais  alor  cant  quan  aug  dir  á  la  gen 
que  patz  li  deu  venir  que  ben  s'  augura. 

TOMO  II.  14 


2IO  LOS  TROVADORES. 

Dieus !  Tota  bona  aventura 
de  patz  del  ducs,  comte  et  marqués 
et  patz  de  clercs  et  de  francés ! 

Patz  sitot  s'  bona  et  ferma  et  segura  ; 
patz  d'  amistat  qu'  a  tot  estion  gen ; 
patz  qu'  a  faita  pros  home  leialmen  ; 
patz  que  pose  om  ben  amar  ses  rancura. 

Bona  patz  mi  platz  quan  dura, 
et  patz  forsada  no  'm  plats  ges : 
d'  avols  patz  ven  mais  mals  que  bes. 

En  cort  de  rey  deu  hom  trobar  drechura 
et  en  gleisa  mercé  et  causimen 
et  franc  perdó  de  mortal  failhimen, 
segon  lo  dits  de  la  Santa  Escritura. 

Et  rey  deu  guardar  mesura, 
car  qui  no  '1  garda  rey  peits  es 
loe  fora  que  dan  1'  en  vengues. 

Rey  deu  amar  et  honrar  sa  natura, 
et  el  meilhor  deu  fer  meilhoramen, 
de  mais  d'  honor  e  de  mais  d'  honramen, 
et  deu  gardar  sa  cort  de  desmesura. 

Et  rey  sa  de  bon  pretz  cura 
deu  creire  ais  valens,  ais  cortés, 
ais  plus  honrats  et  miéis  apprés. 

Realizada  aquella  paz,  que  un  trovador  llamó  la  paz 
de  la  muerte,  Bernardo  de  la  Barda  abandonó  el  servi- 
cio del  conde  de  Tolosa,  y  es  fama  que  se  retiró  al  cas- 


BERNARDO  DE  LA  BARDA.  211 

tillo  de  Montsegur,  en  uno  de  los  altos  picachos  de 
los  Pirineos,  donde  se  habian  refugiado  Ramón  de  Pe- 
relhá  y  otros  capitanes  de  la  causa  provenzal,  que  no 
quisieron  pactar  con  el  francés,  prefiriendo  esperar  me- 
jores tiempos,  enarbolada  la  bandera  de  la  libertad  y 
fieles  sacerdotes  del  culto  de  la  patria. 

En  Montsegur  permanecieron  por  espacio  de  algu- 
nos años,  hasta  que  un  dia,  duramente  sitiados,  y  ven- 
cidos, más  que  por  el  valor  por  la  traición,  hubieron 
de  entregarse  á  sus  enemigos,  que  se  gozaron  en  le- 
vantar una  grande  hoguera  al  pié  del  pico  que  les  sir- 
viera de  refugio  y  fortaleza,  entregando  más  de  dos- 
cientas víctimas  á  las  llamas. 

Una  de  estas  víctimas  debió  ser  Bernardo  de  la 
Barda,  el  aguerrido  capitán  de  la  patria,  el  noble  de- 
fensor de  Tolosa,  el  profético  cantor  de  la  paz  de  la 
muerte. 


BERNARDO  DE  ROVENHAC. 


Este  trovador,  á  quien  algunos  llaman  Bernardo  de 
Ro venas,  es  esencialmente  político,  y  por  cierto  no 
muy  adicto  á  la  casa  de  Aragón,  pues  se  le  ve  atacar 
cruelmente  en  varias  ocasiones  al  rey  D.  Jaime  el  Con- 
quistador y  en  cuyos  tiempos  vivia,  por  no  haber  ven- 
gado a  su  padre.  Bernardo  de  Rovenhac  perteneció  al 
número  de  aquellos  trovadores,  espíritus  fieros,  inde- 
pendientes y  libres,  que  permanecieron  fieles  á  la  causa 
vencida  en  los  campos  de  Muret,  sin  querer  nunca 
transigir  con  los  vencedores. 

Nada  se  sabe  de  Rovenhac,  cuya  biografía  no  está 
en  las  Vidas  de  los  trovadores .  Sólo  por  los  servent estos 
que  de  él  han  llegado  hasta  nosotros,  se  conoce  y  apre- 
ciarse puede  su  genio  político  y  su  carácter  rebelde  al 
yugo  de  los  franceses. 

En  el  serventesio  que  a  continuación  trascribo,  y  que 
debió  ser  escrito  antes  de  1241,  según  cálculo  muy  fun- 


BERNARDO  DE  ROVENHAC.  213 

dado  de  Milá,  demuestra  su  prevención  contra  la  Fran- 
cia. Reprocha  al  rey  de  Inglaterra  (Enrique  III),  el  que 
se  deje  despojar  sin  decir  nada  por  el  rey  de  Francia, 
que  le  retiene  Turena,  Anjou,  Normandía  y  Bretaña. 
Dice  que  el  rey  de  Aragón  Jaime  I  justifica  por  su  vida 
descansada  y  ociosa  su  nombre  de  Jaime  (Jac  me  y  es 
decir,  me  yazgo,  me  echo) y  pues  que  no  defiende  sus  tier- 
ras contra  los  que  se  las  toman ,  satisfecho  con  vengarse , 
en  los  sarracenos  de  la  deshonra  que  en  otras  partes  su- 
fre. Añade  que  no  estimará  á  este  monarca  hasta  que 
haya  vengado  á  su  padre,  muerto  en  la  batalla  de 
Muret,  y  recobrado  sus  dominios,  que  el  rey  de  Fran- 
cia quiere  dar  á  su  hermano,  el  conde  Alfonso.  Con- 
cluye, finalmente,  dirigiéndose  al  conde  de  Tolosa,  á 
quien  recuerda  la  pérdida  de  Beaucaire,  que  se  vio 
obligado  á  ceder  a  San  Luis. 

He  aquí  íntegro  este  notable  y  amargo  serventesio. 

(í  Ya  nada  quiero,  ni  don  ni  favor;  nada  quiero  con- 
servar de  los  ricos  cuyo  mérito  consiste  sólo  en  ser  fal- 
sos, pues  trato  de  echarles  en  cara  sus  hechos  viles  y 
menguados,  y  no  quiero  por  lo  mismo  que  mi  serven- 
tesio sea  aplaudido  entre  los  cobardes  indolentes,  po- 
bres en  corazón,  aunque  en  haber  poderosos. 

)) Deseo  que  me  escuche  el  rey  inglés,  pues  su  dema- 
siado temor  hace  que  mengüe  su  prez  ya  mermada,  y 
no  le  acomoda  defender  á  los  suyos,  antes  bien,  es  tan 
débil  y  apocado  que  parece  estar  durmiendo ,  mientras 
que  el  rey  de  Francia  se  le  apodera  de  Tours  y  Anjou 
y  Normandía  y  Bretaña. 

))  En  cuanto  al  rey  de  Aragón ,  sin  duda  de  ninguna 


214  LOS  TROVADORES. 

clase,  responde  bien  á  su  nombre  de  Jaime,  pues  sólo 
piensa  en  yacer;  y  mientras  le  despojan  de  sus  tierras, 
es  tan  débil  y  flojo  que  no  opone  la  menor  contradic- 
ción, vengándose  sólo  en  los  sarracenos  felones  del 
oprobio  y  daño  que  recibe  por  este  lado  del  Lemosin. 

))  Hasta  que  vengue  á  su  padre  no  valdrá  lo  que  debe, 
y  esté  persuadido  que  nada  le  he  de  decir  que  grato 
pueda  serle  mientras  no  encienda  el  fuego  y  comiencen 
á  darse  grandes  golpes.  Después  de  esto  será  cuando 
gane  en  prez,  si  despoja  al  rey  de  Francia  de  lo  que  le 
ha  arrebatado  y  quiere  D.  Alfonso  heredar  en  feudo. 

))  Conde  de  Tolosa ,  mucho  debe  doleros  la  pérdida 
de  la  renta  que  solíais  percibir  de  Beaucaire.  La  em- 
presa tendrá  vergonzoso  término  si  aplazáis  demasiado 
la  demanda  vos  y  el  rey  vuestro  aliado,  si  en  seguida  no 
vemos  levantar  tiendas,  flotar  estandartes,  hundirse 
muros  y  caer  altas  torres. 

))  Ricos  hombres  poco  precavidos,  todo  el  mundo  ve 
y  dice  lo  mal  que  os  portáis.  Nada  os  diria  yo,  si  os 
viera  decididos  y  valientes,  pero  no  os  temo  hasta  el 
punto  de  guardar  silencio. » 

Ja  no  vuelh  do  ni  esmenda 
ni  grat  retener 
deis  rics  ab  lur  fals  saber, 
qu'  en  cor  ay  que  los  reprenda 
deis  vils  fatz  mal  yssernitz ; 
e  no  vuelh  sia  grazitz 
mos  sirventés  entr'  el  flacs  nualhós, 
paupres  de  cor  et  d'  aver  poderos. 
Rey  englés  prec  que  cntenda. 


BERNARDO  DE  ROVENHAC.  215 

quar  fa  dechazer 
son  pauc  pretz  per  trop  temer, 
quar  no  '1  play  qu'  els  sieus  defenda, 
qu'  ans  es  tan  flacs  e  marritz 
que  par  sia  adurmitz, 
qu'  elh  reys  fransés  li  tolh  en  pías  perdós 
Tors  et  Angieus  e  Normans  e  Bretós. 
Rey  d'  Aragó,  ses  contenda, 
deu  ben  nom  aver 
Jacme,  quar  trop  vol  jacer; 
c  qui  que  sa  terra's  prenda, 
el  es  tan  flacs  e  chauzitz 
que  sol  res  no  y  contraditz ; 
c  car  ven  lay  ais  sarracis  fellós 
r  anta  e  '1  dan  que  pren  sai  vas  Limos. 
Ja  tro  son  payre  car  venda 
no  pot  trop  valer, 
ni  's  cug  qu'  ieu  '1  diga  plazer 
tro  foc  n'  abran  e  n'  essenda 
e  'n  sian  grans  colps  feritz ; 
pueys  er  de  bon  pretz  complitz , 
s'  al  rey  francés  merma  sas  tenezós, 
quar  el  sieu  fieu  vol  heritat  'N-Anf"ós. 
Coms  de  Toloza,  la  renda 
que  soletz  tener 
de  Belcaire  us  deu  doler ; 
s'  al  deman  faitz  lonj'  atenda 
vos  e  '1  reys  que  'us  es  plevitz ; 
1'  enprendemen  n'  er  aunitz, 
s'  ar  no  vezem  tendas  e  pabalhós, 
c  murs  fondre,  e  cazer  autas  tors. 
Ríes  homes  mal  issernitz, 
en  vei  hom  vostres  mals  ditz 
e  laisseraus,  s'  ie'  us  vis  arditz  ni  pros, 
mas  no  'us  tem  tan  que  ja  m'  en  lays  per  vos. 


2i6  LOS  TROVADORES. 

Más  terrible  y  fuerte  es  aún  por  su  cruel  sarcasmo  y 
por  su  fina  ironía,  otro  servente sio  de  Rovenhac. 

Fué  escrito  algunos  años  más  tarde  que  el  primero, 
cuando  el  rey  de  Francia  San  Luis  se  hallaba  en  Pales- 
tina. El  poeta  sigue  fiel  á  su  odio  contra  los  franceses, 
y  ve  con  dolor  que  éstos  se  hayan  apoderado  de  la  Pro- 
venza,  hundiéndose  la  nacionalidad  catalano-provenzal 
del  Mediodía. 

Dos  predecesores  de  San  Luis,  Felipe  Augusto  y 
Luis  VII,  hablan  tomado,  el  primero  la  Normandía  á 
los  ingleses,  el  segundo  unido  á  sus  dominios  los  de  To- 
losa  y  Carcasona.  San  Luis  partió  para  su  primera  cru- 
zada, y  cualquiera  empresa  militar  contra  sus  dominios 
de  Francia  hubiera  podido  tener  lugar  durante  su  au- 
sencia, pues  no  tenian  más  defensa  que  una  bula  del 
Papa  conminando  con  la  excomunión  á  quien  quier 
que  entrase  con  armas  en  tierras  pertenecientes  á  los 
cruzados. 

Bernardo  de  Rovenhac,  con  una  delicada  y  fina  iro- 
nía, tan  delicada  y  fina  que  no  ha  faltado  quien  al  tra- 
ducir el  serventesio  lo  tomara  por  elogio,  dice  que  los 
reyes  de  Inglaterra  y  de  Aragón  han  tomado  á  empeño 
no  caer  sobre  las  tierras  del  rey  que  está  en  Siria. 
Nuestro  Señor  deberá  tenérselo  en  cuenta^  añade  con  toda 
intención. 

El  serventesio  de  Rovenhac,  por  lo  demás,  es  también 
incisivo  contra  D.  Jaime  el  Conquistador^  á  quien  el  tro- 
vador no  puede  perdonar  que  haya  abandonado  la  causa 
por  la  cual  murió  su  padre. 

Véase  ahora  esta  poesía  vigorosa  por  su  estilo,  inten- 


BERNARDO  DE  ROVENHAC.  217 

Clonada  por  su  fondo,  notable  por  su  bella  forma  y  ro- 
busta versificación: 

c(  Háme  movido  el  deseo  de  hacer  un  serventesio, 
ricos  hombres  cobardes,  y  en  verdad  que  no  sé  qué 
deciros,  pues  ni  sería  justa  la  alabanza  ni  la  crítica 
tampoco,  y  poco  vale  un  serventesio  que  alaba  cuando 
debe  reprender;  pero,  aun  cuando  os  parezca  locura, 
más  me  place  reprenderos  diciendo  verdad,  que  elogia-' 
ros  mintiendo. 

)) Ambos  reyes,  el  de  Aragón  y  el  de  los  ingleses, 
quieren  llevar  á  cabo  una  empresa,  la  de  no  devastar 
tierra  alguna  y  no  dañar  al  que  les  dañó,  antes  bien, 
hacerle  merced  y  cortesía,  pues  al  rey  que  conquista 
Siria  le  dejan  poseer  en  paz  sus  feudos.  Nuestro  Señor 
se  lo  tendrá  en  cuenta. 

))  Vergüenza  me  da  el  que  una  gente  conquistada  nos 
tenga  á  todos  conquistados  y  vencidos,  é  igual  ver- 
güenza debieran  sentir  el  rey  aragonés  y  el  rey  que 
pierde  Normandía,  pero  se  pagan  de  tal  compañía  que 
jamás  cumplen  su  deber,  y  sin  embargo,  nunca  se  les 
presentó  mejor  ocasión. 

))Y  pues  D.  Jaime  pasa  porque  sus  burgueses  en 
Montpeller  le  nieguen  la  deuda  tornesa  (derecho  de 
peaje) ,  y  no  se  venga  del  oprobio  que  de  esto  le  resulta, 
jamás  se  le  retraiga  el  Careases,  pues  de  los  mismos  va- 
sallos suyos  no  se  defenderia.  Y  bastante  hace  con  tal 
que  logre  estar  en  paz;  que  paz  no  tiene  señor  alguno, 
por  poderoso  que  sea,  cuando  mira  con  indiferencia  su 
oprobio. 

)>  Nada  que  alabar  tengo  cuando  veo  maltrecho  el 


2i8  LOS  TROVADORES. 

valor,  y  no  llamo  esto  paz,  sino  mala  guerra.  Nunca 
lo  tendré  por  paz,  mejor  debiera  llamarse  gozo  de  la- 
briego, y  gozo  también  de  los  ricos  que  pierden  cada 
dia  su  prez,  y  no  debe  pesarles  de  ello  mucho,  pues 
poco  pierden  y  poco  debe  dolerles,  ya  que  de  poco  no 
se  puede  quitar  mucho. 

5)  El  rey  D.  Alfonso  (el  de  Castilla)  ha  dejado  la  co- 
dicia para  los  otros  reyes,  pues  poco  cuida  de  las  ga- 
nancias, y  se  ha  reservado  para  él  la  largueza.  Mal 
haría  quien  por  esto  le  censurase.  Yo  os  digo  que  obra 
villanamente  el  que  escoge  y  toma  lo  mejor,  pero  él  de 
ningún  modo  falta  a  lo  debido,  pues  ha  tomado  lo  que 
los  demás  no  quieren. 

))  Ricos  infelices,  si  yo  tuviese  motivo  para  ensalzaros 
lo  haría;  pero  no  creáis  ganarme  mintiendo,  pues  ni 
quiero  vuestra  amistad  ni  vuestros  dones. » 

D'  un  sirventés  m'  es  grans  voluntatz  preza, 
rics  homes  flacs,  e  no  sai  que'us  dissés, 
qua  ja  lauzor  no  y  auria  ben  meza 
ni'us  aus  blasmar,  e  val  pauc  sirventés 
que  lauza  quan  blasmar  deuria ; 
pero  si  tot  vos  par  folia 
a  me  platz  mais  que'us  blasme  dizen  ver 
que  si  menten  vos  dizia  plazer. 

Amdós  los  reis  an  una  cauz'  empreza 
selh  d'  Aragó  et  aisselh  deis  Englés, 
que  no  sia  per  elhs  térra  defeza 
ni  fásson  mal  ad  home  qu'  el  lur  fes 
e  fan  mercé  e  cortezia, 
quar  al  rei  que  conquer  Suria 
láisson  en  patz  lor  ñeus  del  tot  tener ; 


BERNARDO  DE  ROVENHAC.  zig 

Nostre  Sénher  lor  en  deu  grat  saber. 

Vergonha'm  prem,  quant  una  gens  conqueza 
nos  ten  aissí  totz  vencutz  e  conques 
e  deur'  ésser  aitals  vergonha  preza 
quom  a  mi  pren  al  rey  aragonés 

et  al  rey  que  pert  Normandía ; 

mas  prézan  aital  companhia 
que  ja  nulh  temps  no  fásson  lur  dever, 
ct  anc  non  vitz  autre  tan  ben  tener. 

E  pus  no  pren  en  la  leuda  torneza 
qu'  a  Monpeslier  li  tollón  siey  borzés, 
ni  no  y's  venja  de  1'  anta  que  y  a  preza , 
ya  no  'Ih  sia  mais  retragz  Carcassés , 

pos  ais  sieus  eys  no's  defendria, 

assatz  fa  sol  qu'  en  patz  estia ; 
patz  non  a  ges  sénher  ab  gran  poder , 
quan  sas  antas  torna  a  non  chaler. 

Ges  trop  lauzar,  quan  valors  es  mal  meza, 
non  apel  patz,  quar  mala  guerra  es  ; 
ni  ja  per  me  non  er  per  patzenteza, 
mielhs  deuria  aver  nom  gauch  de  pagés, 

e  deis  rics  que  perdón  tot  dia 
pretz,  e  ja  fort  greu  no  lur  sia, 
quar  pauc  perdón  e  pauc  lur  deu  doler 
quar  ges  de  pauc  non  pot  hom  trop  mover. 

Lo  Reys  'N-Anfós  a  laissat  cobezeza 
ais  autres  reis,  qu'  a  sos  ops  non  vol  ges 
et  a  sa  part  elh  a  preza  largueza , 
mal  a  partit  qui  reptar  1'  en  volgués  ; 

e  dic  vos  que'm  par  vilania 

qui  partís  e  qui  '1  mielhs  se  tria ; 
mas  ges  per  tan  non  a  fag  non  dever 
quar  a  pres  lo  qu'  els  no  vólon  aver. 

Rics  malastrucs,  s'  ieu  vos  sabia 

lauzor,  volontier  la'us  diria  ; 


aao  LOS  TROVADORES. 

mas  no  'us  pessetz  menten  mi  alezer, 
que  vostre  grat  no  vuellh  ni  vostre  aver. 

No  debe  extrañarse  que  en  esta  poesía ,  como  en  mu- 
chas otras  de  la  misma  época,  se  ataque  tanto  á  don 
Jaime  el  Conquistador ,  que  fué,  sin  embargo,  uno  de 
los  más  nobles,  valerosos  y  más  cumplidos  monarcas 
que  tuvo  la  casa  de  Aragón. 

Debe  tenerse  en  cuenta  que  D.  Jaime  siguió  una  po- 
lítica distinta  de  la  tradicional  de  su  familia.  En  lugar 
de  extender  sus  dominios  por  el  Mediodía  de  Francia, 
se  consagró  á  luchar  contra  los  enemigos  de  la  España 
cristiana,  y  esto  no  era  del  gusto  de  los  trovadores  que 
residian  en  la  Galia  meridional.  Estos,  fieles  á  la  causa 
de  la  independencia  catalano-provenzal,  ayudaban  al 
país  en  su  resistencia  á  aceptar  el  yugo  de  los  franceses, 
y  hubieran  deseado  ver  á  D.  Jaime  seguir  las  huellas  de 
su  padre,  el  vencido  de  Muret.  No  debe,  pues,  extra- 
ñarse que  los  trovadores  esencialmente  políticos,  los 
periodistas  de  la  época,  combatan  sin  piedad  la  política 
de  D.  Jaime. 

Existe  un  tercer  serventesio  de  Bernardo  de  Roven- 
hac^  en  que  también  ataca  á  la  casa  de  Aragón,  pero  es 
difícil  fijar  la  época  de  la  poesía.  Millot  no  habla  de 
esta  composición,  sin  duda  desconocida  para  él.  Milá, 
al  contrario,  se  fija  mucho  en  ella  y  la  cree,  no  sé  si  con 
acierto,  relativa  á  la  insurrección  de  algunos  barones  de 
Cataluña,  por  causa  de  bandos,  contra  el  rey  D.  Jaime, 
en  las  mocedades  de  éste. 

La  primera  estrofa  de  este  serventesio  es  notable,  por 


BERNARDO  DE  ROVENHAC.  221 

lo  levantada,  y  promete  lo  que  luego  no  se  halla,  pues 
la  composición  va  decayendo  en  lugar  de  ir  ganando. 
«  Nada  encuentro  más  bello  que  ver  por  verjeles  y 
prados  tiendas  y  pabellones,  y  caballeros  armados,  y 
ver  talar  huertos,  viñas  y  trigos,  y  conducir  máquinas 
y  derrocar  murallas,  y  oir  trompas  y  lamentos  de  los 
heridos  á  quienes  mal  de  su  grado  se  retira  del  campo. 
Más  me  agrada  esto  que  la  paz  ó  que  una  tregua  de  la 
cual  se  sale  engañado.)) 

Bel  m'  es  quan  vey  pels  vergiers  e  pels  pratz 
tendas  e  traps,  e  vey  caváis  armatz, 
e  vey  talar  ortz  e  vinhas  e  blatz, 
c  vey  guienhs  traire,  e  murs  enderrocatz, 
et  aug  trompas  e  gran  colps  deis  nafratz, 
e  mal  lur  grat  meto  'Is  en  las  postatz; 
aital  guerra  m'  agrada  mais  que  patz, 
non  tais  treguas  ont  hom  si'  enganatz. 

El  trovador  añade  que  esto  último  lo  dice  por  el  in- 
fante de  Aragón,  al  cual  acusa  de  no  guardar  las  tre- 
guas á  que  se  compromete ,  y  de  haber  dado  muerte  á 
su  barón  Ramón  Guillermo. 

El  serventesio  está  dedicado  al  vizconde  de  Cardona, 
á  quien  parece  animar  para  la  lucha  y  las  civiles  con- 
tiendas. 

Ya  he  dicho  que  Milá  fija  como  época  de  esta  poe- 
sía los  comienzos  del  reinado  de  D.  Jaime,  pero  tam- 
bién pudiera  referirse  á  más  cercanos  tiempos,  al  pe- 
ríodo de  la  historia  de  D.  Jaime  en  que  muchos  baro- 
nes coaligados,  teniendo  á  su  cabeza  al  vizconde  de 


222  LOS  TROVADORES. 

Cardona,  se  pusieron  enfrente  de  el  Conquistador.  A 
mí  me  parece  más  aceptable  esta  presunción. 

El  hablar,  no  del  rey,  sino  del  infante  de  Aragón, 
puede  hacer  suponer  que  se  trata  de  D.  Jaime  cuando 
era  joven ,  pero  más  fácil  es  que  se  refiera  á  uno  de  los 
infantes  hijos  de  D.  Jaime. 

No  se  puede  calcular  quién  sea  ese  Ramón  Gui- 
llermo, muerto  por  el  infante  de  Aragón.  Un  hijo  de 
don  Jaime,  el  que  luego  le  sucedió  en  el  trono,  D.  Pe- 
dro, hizo  en  unas  revueltas  ahogar  á  un  hermano  suyo, 
el  infante  Fernán  Sánchez,  y  mandó  también  matar  á 
alguno  de  los  nobles  que,  con  Fernán  Sánchez,  se  ha- 
bian  sublevado  contra  el  rey  su  padre.  ¿No  podria  la 
composición  referirse  á  estos  hechos.?  Apunto  la  idea 
que  otros  con  más  estudio  y  más  conocimientos  podrán 
tomar  en  cuenta. 


i 


BERNARDO  SICART  DE  MARJEVOLS. 


Hé  aquí  un  trovador  á  quien  ha  bastado  una  sola 
poesía  para  figurar  entre  los  primeros  y  más.  célebres. 

De  lucha  en  lucha,  de  combate  en  combate,  de  catás- 
trofe en  catástrofe,  se  habia  ido  hasta  aquella  paz  fir- 
mada por  el  conde  Ramón  VII  de  Tolosa,  y  que  un 
trovador  hubo  de  llamar  la  paz  de  la  muerte. 

Todo  parecia  haber  concluido  ya.  El  Mediodía  se  in- 
clinaba ante  el  extranjero  vencedor,  la  Francia  y  la  Igle- 
sia, repartiéndose  el  país  conquistado,  dominaba  en  todas 
partes.  El  sentimiento  nacional  palpitaba,  sin  embargo, 
vivo  todavía,  pero  en  los  bosques,  en  las  cavernas,  en 
las  montañas,  en  las  comarcas  extranjeras. 

La  Inquisición  terminaba  con  llamas  la  obra  comen- 
zada con  la  espada,  y  los  barones  adictos  á  la  causa  pro- 
venzal,  y  los  poetas  cantores  del  amor  de  la  patria,  ven- 
cidos en  las  ciudades  y  en  los  castillos,  se  refugiaban  en 
las  selvas  para  ser  bandoleros^  subian  á  los  picos  de  las 


224  LOS  TROVADORES. 

más  elevadas  montañas  para  desde  allí  pedir  justicia  al 
cielo  enseñándole  la  bandera  nacional,  ó  se  apartaban  de 
la  patria  esclava  para  ir  á  buscar  á  tierras  extranjeras  lo 
que  la  suya  les  negaba. 

Los  vencidos  vinieron  á  formar  como  tres  grandes 
grupos  de  resistencia  á  la  Francia  invasora  y  á  la  Inqui- 
sición triunfante. 

El  primero  fué  á  acampar  y  establecerse  en  el  pico  de 
Nora,  en  la  montaña  negra,  teniendo  por  centro  la  for- 
taleza de  Saint  Amand,  siendo  quizá  por  esto,  por  haber 
dado  asilo  á  los  poetas  errantes,  por  lo  que  aquella  villa 
conserva  aún  en  su  escudo  el  hapa  romana.  Se  ignora 
quién  fué  el  jefe  de  la  montaña  negra. 

El  segundo  grupo  se  estableció  en  los  Pirineos,  al  pié 
del  Thabor,  teniendo  por  centro  el  castillo  de  Montse- 
gur.  De  este  grupo  formaban  parte  capitanes  ilustres, 
barones  renombrados,  prelados  albigenses,  damas  de  la 
más  alta  nobleza  arrojadas  de  sus  opulentas  moradas. 
Allí  estaban,  con  Ramón  de  Perelhá,  los  barones  de 
Mirepoix,  los  de  Belissen,  los  de  Venzenac,  los  de  Cas- 
tellverdun,  el  bastardo  de  Foix  y  muchos  otros. 

El  tercer  grupo,  por  fin,  con  el  joven  vizconde  de 
Carcasona,  atravesó  los  Pirineos  y  penetró  en  España, 
yendo  á  buscar  un  refugio  junto  al  ilustre  mancebo, 
hijo  del  de  la  víctima  de  Muret,  que  acababa  de  subir 
al  trono  de  Aragón.  Los  proscritos  que  penetraron  en 
España  se  dividieron ,  yéndose  unos  á  la  corte  del  rey, 
otros  al  condado  de  Urgel,  otros  al  de  Pallars,  otros,  en 
fin,  los  más,  á  los  estados  de  Castellbó,  donde  supo  aco- 
gerles con  cariñosa  amistad  la  hija  de  esta  noble  casa  ca- 


BERNARDO  SICART  DE  MARJEVOLS.  225 

talana,  aquella  entusiasta  Ermesinda  que,  enlazada  al 
conde  de  Foix,  había  sido  el  ángel  protector  de  los  al- 
bigenses  en  su  condado  y  la  compañera  inseparable  de 
su  esposo. 

Con  este  último  grupo  iba  un  joven  trovador  de  no- 
ble corazón  y  de  alta  inteligencia,  a  quien  el  cielo  pare- 
cía querer  conservar  para  que,  por  medio  de  un  vigo- 
roso serventesiOj  se  encargara  de  legar  á  la  posteridad  el 
anatema  lanzado  en  nombre  de  la  inteligencia  contra  la 
fuerza.  Se  llamaba  Bernardo  Sicart  de  Marjevols,  era 
del  Gavaudan,  y  habia  puesto  su  pluma  y  su  espada  al 
servicio  de  la  causa  provenzal. 

En  la  corte  del  ilustre  monarca,  a  quien  la  posteridad 
debia  dar  el  nombre  de  el  Conquistador ^  y  dedicada  al 
augusto  príncipe  de  la  casa  de  Aragón,  escribió  Ber- 
nardo Sicart  de  Marjevols  su  poesía,  que  es  verdadera- 
mente el  eco  de  los  dolores  de  toda  una  nacionalidad 
destruida  por  la  fuerza  brutal,  y  que,  sin  embargo,  se 
reconoce  superior  a  sus  nuevos  dueños. 

Aun  cuando  no  tuviera  Bernardo  Sicart  más  poesía 
que  ésta,  y  realmente  es  la  única  que  de  él  se  conoce, 
bastaba  ella  sola  para  darle  un  nombre. 

El  trovador  tuvo  la  feliz  idea  de  escoger  para  su  sen- 
tida composición  el  mismo  metro,  y  en  parte  las  mismas 
rimas,  de  una  poesía  célebre  de  Guillermo  de  Cabestany, 
comenzando  casi  con  el  mismo  verso. 

Dice  así: 

(( Con  gran  tristeza  escribo  este  mi  doliente  servente- 
sio.  ¡  Dios  mío !  ¡  Quién  puede  decir  ni  saber  el  tormento 
que  sufro  cuando  doy  libre  curso  á  mis  pensamientos! 

TOMO  II.  15 


2Z6  LOS  TROVADORES. 

No  me  es  posible  expresar  la  ira  que  siento,  el  dolor  que 
me  devora  cuando  veo  turbado  el  siglo,  corrompida  la 
ley,  rotos  los  juramentos  y  la  fe,  como  si  cada  uno  tra- 
tara de  superar  en  maldad  al  otro,  matándolo  y  destru- 
yéndolo todo  sin  razón  ni  derecho ! 

))  Paso  los  días  consumido  por  la  ira,  y  las  noches  sus- 
pirando, ya  sea  que  vele  ó  que  duerma.  Do  quiera  que 
me  vuelva  oigo  a  la  gente  cortés  llamar  humildemente 
sire  á  los  franceses  á  quienes  se  dirigen.  El  francés  es 
acogido  en  todas  partes  porque  con  él  va  la  fortuna.  Es 
su  único  derecho.  ¡Ay,  Tolosa  y  Provenza,  tierra  de 
Agen,  Beziers  y  Carcasona,  quién  os  ha  visto  y  quién 
os  ve ! 

))  Caballería,  hospicios,  castillos,  órdenes,  cualesquiera 
que  sean,  todo  está  desbaratado  y  caido.  Por  la  audacia 
se  sube  á  las  mayores  grandezas,  por  la  simonía  se  acu- 
mulan los  mayores  tesoros.  Nadie  es  admitido  como  no 
tenga  grandes  riquezas  ó  vastas  heredades.  Suyas  son  la 
abundancia  y  la  prosperidad,  y  el  engaño  y  la  traición 
son  su  regla. 

))Muchopudieradecirse  del  cleroy  mucho  más  pudiera 
yo  decir.  Abierto  tenéis  el  camino  y  debierais  enseñár- 
noslo, que  buen  galardón  tiene  quien  bien  guia,  pero  no 
veo  que  tengáis  más  virtudes  que  la  avaricia,  la  maldad 
y  la  codicia.  Dios  no  me  valga  si  no  es  verdad  lo  que 
digo  ( I ). 

))  Así  como  el  pájaro  de  los  bosques  canta  en  medio 

(i)  No  estoy  enteramente  seguro  de  haber  traducido  fielmente 
esta  estrofa.  Compárese  con  el  original. 


I 


BERNARDO  SICART  DE  MARJEVOLS.  227 

de  la  tempestad,  así  yo  debo  cantar  también.  La  nobleza 
degenera,  las  razas  decaen  y  se  falsean,  y  va  creciendo 
la  maldad,  y  los  barones,  á  la  vez  traidores  y  vendidos, 
llevan  detrás  las  virtudes  y  el  deshonor  por  delante.  Ri- 
cos cobardes  y  malvados,  debéis  al  crimen  vuestra  he- 
rencia. 

))  Sea  por  vos  honrado,  rey  de  Aragón,  si  os  place. » 

Ab  greu  cossire 
fau  sirventés  cozen. 

¡  Dieus !  ¡  Qui  pot  diré 
ni  saber  lo  turmen 

qu'  ieu,  quan  m'  albire, 
suy  en  greu  pessamen ! 

Non  puesc  scrire 
r  ira  ni  '1  marrimen; 
qu'  el  segle  torbat  vey, 
e  corrompon  la  ley 
e  sagramen  e  fey, 
qu'usquecx  pessa  que  vensa 
son  par  ab  malvolensa, 
e  d'aucir  lor  e  sey, 
ses  razón  e  ses  drey. 

Tot  jorn  m'azire 
et  ai  aziramen, 

la  nueg  sospire 
e  velhan  e  dormen: 

ves  on  que  'm  vire, 
aug  la  corteza  gen 

que  cridon  Cyre 
al  francés  humilmen: 
merce  an  li  Francey, 
ab  que  veio'l  conrey, 


228  LOS  TROVADORES. 

que  autre  dreg  no  y  vey. 
Ai !  Tolosa  e  Proensa 
e  la  térra  d'Agensa, 
Bezers  e  Carcassey 
quo  vos  vi  e  quo  us  vey ! 

Cavallairia, 
hospitals  ni  maizós, 

ordes  que  sia 
no  m'es  plazens  ni  bos; 

ab  gran  bauzia 
los  truep  et  orgulhós, 

ab  simonía, 
ab  grans  possessiós; 
ja  non  er  apellatz 
qui  non  a  grans  rictatz 
o  bonas  heretatz; 
aquelhs  an  l'aondansa 
e  la  gran  benanansa; 
enjans  e  traciós 
es  lor  cofessiós. 

Franca  clercia 
gran  ben  dey  dir  de  vos, 

e  s'ieu  podia 
diria'n  per  un  dos; 

gen  tenetz  via 
et  ensenhatz  la  nos; 

mas  qui  ben  guia 
n'aura  bos  gazardós; 
res  no  vey  que  us  laissatz, 
tan  quan  podetz  donatz, 
non  autz  cobeytatz, 
sofretz  greu  malanansa 
e  vistetz  ses  coinhdansa; 


BERNARDO  SICART  DE  MARJEVOLS.  229 

mielhs  valha  Dieus  a  nos 
qu'ieu  no  dic  ver  de  vos ! 

Si  quo'l  salvatges 
per  lag  temps  mov  son  chan, 

es  mos  coratges 
qu'ieu  chante  derenan; 

e  quar  paratges 
si  vai  aderrairan, 

e  bos  linhatges 
decazen  e  faisán, 
e  creys  la  malvestatz, 
e'ls  barós  rebuzatz, 
bauzadors  e  bauzatz 
valor  menon  derreira 
e  deshonor  primeyra, 
avols  riex  e  malvatz 
es  de  mal  heretatz. 

Rey  d'Aragó,  si  us  platz, 
per  vos  serai  honratz. 


BERNARDO  DE  VENTADORN. 


I. 


No  es  maravelha  s'  ieu  chan 
mielhs  de  nulh  autre  chantador  ; 
quar  plus  trai  mos  cors  ves  amor, 
e  mielhs  sui  faitz  á  son  coman. 
Cors  e  cor,  e  saben  e  sen, 
e  fors'  e  poder  hi  ay  mes ; 
si  'm  tira  ves  amor  lo  fres 
que  á  nulh'  autra  part  no  m'  aten. 

((No  es  maravilla  que  yo  cante  mejor  que  ningún 
otro  trovador,  puesto  que  tengo  mi  corazón  más  incli- 
nado al  amor  y  m|s  dócil  a  sus  leyes.  Alma  y  cuerpo, 
ingenio  y  saber,  todo  yo  lo  pongo  enjuego,  que  el  amor 
me  atrae  por  completo  y  á  ninguna  otra  deidad  presto 
homenaje. » 

Estos  versos  de  Bernardo  de  Ventadorn  dicen  lo  que 
él  pensaba  de  sí  propio,  y,  cosa  rara,  lo  mismo  ha 
pensado  la  posteridad.  Es  quizá  la  vez  primera  que 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  231 

ésta  confirma  el  juicio  de  un  poeta  sobre  sí  mismo. 

Bernardo  de  Ventadorn  sabía  que  era  el  mejor  tro- 
vador de  su  tiempo,  y  no  tiene  reparo  en  decirlo  él 
mismo,  lisa  y  llanamente,  sin  falsa  modestia,  como  la 
cosa  más  natural  del  mundo. 

Creia  que  la  sola  ocupación  del  trovador  y  su  único 
y  predilecto  objeto  era  el  amor,  y  lo  dice  también  sin 
circunloquios  ni  rodeos,  con  entera  y  abierta  inge- 
nuidad. 

(( No  hay  canción  buena  si  no  parte  del  corazón,  dice, 
y  partir  no  puede  del  corazón  más  que  cuando  arde  éste 
en  la  llama  de  un  amor  profundo  y  sincero.  Si  mis 
cantos  son  perfectos,  es  porque  todo  en  mí  pertenece  al 
amor,  mi  boca,  mis  ojos,  mi  corazón,  mi  ingenio.» 

En  joi  d'  amor  ai  e  enten 
la  bocea,  'Is  huels,  el  cor,  el  sen. 

Es  en  efecto  Bernardo  de  Ventadorn,  y  así  lo  ha  re- 
conocido la  posteridad,  el  trovador  por  excelencia,  tipo 
de  los  trovadores  galantes,  como  Beltran  de  Born  lo 
fué  de  los  políticos. 

Su  nombre,  preconizado  por  el  Petrarca  en  su  Triunfo 
del  amor,  ha  llegado  hasta  nuestros  tiempos  envuelto  en 
una  aureola  de  honor  y  de  gloria. 

En  alas  de  su  talento,  Bernardo  de  Ventadorn  supo 
elevarse  desde  las  más  bajas  esferas,  desde  la  más  ínfima 
clase  de  la  sociedad,  hasta  las  altas  regiones,  morada  de 
opulentos  príncipes  y  de  ilustres  damas,  para  ser  el 
amigo  y  consejero  de  los  unos,  el  favorito  y  el  amante 
de  las  otras.   Es  que,  aun  cuando  el  pueblo  no  fuese 


232  LOS  TROVADORES. 

nada  ni  nada  tampoco  representase  entonces,  los  talen- 
tos poéticos  suplian  á  la  nobleza  y  a  los  títulos  en 
aquellas  provincias  meridionales  tan  llenas  de  luz  y  ar- 
monía y  en  aquella  sociedad  tan  entusiasta  y  amante  del 
esplendor,  del  mérito  y  de  la  gracia. 

Las  felices  disposiciones  de  Bernardo,  la  vivacidad  de 
su  espíritu,  la  brillantez  de  su  imaginación  le  hicieron 
distinguir  desde  sus  primeros  años.  Niño  aún,  compo- 
nía versos,  y  los  cantaba  con  tan  dulce  voz  y  acompa- 
ñando su  canto  de  tan  graciosos  gestos ,  que  bien  se  co- 
nocía que  había  de  llegar  un  tiempo  para  él  de  gloria  y 
de  fortuna. 

Y  así  fué.  Llegó  á  ser  uno  de  los  primeros ,  si  no  el 
primer  trovador  de  su  tiempo,  que  á  todos  hubo  de 
superar  por  la  novedad  de  su  ingenio,  la  gracia  seduc- 
tora de  sus  versos,  la  belleza  de  sus  imágenes,  la  inge- 
nuidad de  su  estilo,  la  originalidad  de  sus  pensamientos 
y  la  asombrosa  facilidad  de  su  versificación. 

Llegaron  á  tan  alto  grado  la  estima  en  que  se  tenía 
á  este  trovador,  su  celebridad  y  su  fama,  que  no  más 
tarde  de  medio  siglo  después  de  su  muerte ,  á  mediados 
del  XIII,  en  un  tratado  latino  de  retórica,  compuesto 
por  un  autor  llamado  BuoncompagnOj  profesor  de  gra- 
mática ó  de  elocuencia  en  Bolonia,  el  nombre  de  Ber- 
nardo de  Ventadorn  sirve  para  significar  un  poeta, 
como  se  cita  el  de  Cicerón  ó  Demóstenes  para  signifi- 
car un  orador. 

Bernardo  fué  llamado  el  de  Ventadorn,  que  luego  le 
quedó  como  apellido ,  por  haber  nacido  en  el  castillo  de 
Ventadorn  ( Ventadour,  como  le  llaman  hoy  los  fran- 


BERNARDO  DE  VENTADORN. 


»33 

ceses),  que  se  levantaba  en  la  comarca  del  Limosin,  y 
cuyos  señores  mantenían  corte  rivalizando  en  fausto 
con  el  de  los  más  poderosos  príncipes,  según  es  de  ver 
por  las  crónicas  del  tiempo. 

Su  nacimiento  no  pudo  ser  más  oscuro,  puesto  que 
fué  hijo  de  uno  de  los  servidores  de  más  inferior  cate- 
goría, del  criado  que  tenía  á  su  cargo  encender  el 
horno  donde  se  cocia  el  pan.  Queda  ya  dicho  que, 
desde  niño,  por  sus  gracias  y  vivacidad,  hubo  de  lla- 
mar la  atención  de  los  señores  del  castillo,  vizcondes  de 
Ventadorn,  que  no  tardaron  en  tomarle  como  paje. 
Desde  sus  primeros  años,  pues,  comenzaron  á  serle  fa- 
miliares los  salones  de  los  magnates,  en  donde  bien  puede 
decirse  que  se  educó  y  creció.  Se  sabe  que  tenía  una 
figura  gallarda  é  interesante,  un  carácter  amable,  un 
ingenio  extraordinario;  sabía  trovar  y  cantar  admira- 
blemente, era  galán,  decidor,  cortés,  y  simpático  á 
cuantos  le  veian  y  hablaban. 

No  es,  pues,  de  extrañar  que  con  todas  estas  cuali- 
dades su  señor  el  vizconde  Ebles  de  Ventadorn  (IV  de 
este  nombre),  se  prendara  de  él  y  le  alentara  y  prote- 
giera ,  colmándole  de  favor  y  honores.  Era  el  vizconde 
Ebles  gran  trovador  y  muy  amigo  de  aquel  Guillermo 
de  Poitiers  duque  de  Aquitania,  que  figura  también 
como  el  primero  de  los  trovadores  de  nombre  conocido. 
Ebles  fué,  según  parece,  el  que  enseñó  el  arte  de  tro- 
var á  Bernardo,  que  en  sus  composiciones  se  jacta  de 
haber  pertenecido  á  su  escuela  y  haberle  tenido  por 
maestro.  Grandes  debieron  ser  la  intimidad  y  afecto  que 
reinaban  entre  el  señor  y  el  vasallo,  el  protector  y  el 


2  34  LOS  TROVADORES. 

protegido,  el  maestro  y  el  discípulo,  puesto  que  Ber- 
nardo era  considerado  por  los  servidores  del  castillo 
como  de  la  familia  del  vizconde,  viéndole  crecer  cada 
dia  en  privanza  y  en  poder.  Era  el  favorito  de  Ebles, 
compartia  con  él  sus  estudios,  le  acompañaba  en  sus 
partidas  de  caza  y  de  justa,  tomaba  parte  en  todos  sus 
placeres  y  en  todas  sus  penas,  era  su  amigo  y  era  su 
privado. 

Parecia  aquella  intimidad  destinada  a  seguir  eterna- 
mente, y  así  tal  vez  hubiera  sido,  á  no  mediar  de  re- 
pente el  amor  de  una  mujer. 

Viudo  era  de  su  primera  esposa  el  vizconde  Ebles 
y  avanzado  ya  en  edad,  cuando  decidió  casarse  con  Inés 
de  Montluzó,  joven  y  hermosa  damisela  de  diez  y  ocho 
años,  que  gozaba  de  gran  fama  en  toda  la  comarca  por 
su  gentileza  y  donosura. 

Efectuado  el  enlace,  Bernardo  fué  destinado  á  las  ór- 
denes de  la  joven  vizcondesa,  sin  que  acertara  Ebles  á 
comprender  el  peligro  que  existia  en  poner  la  estopa 
junto  al  fuego. 

Así  fué  cómo  el  joven  y  apasionado  trovador  entró  á 
servir  á  aquella  cuya  desdicha  debia  labrar  con  sus 
amores,  a  aquella  que  era  molt  gentil  domna  e  gaia, 
según  el  manuscrito  provenzal,  y  más  bella  que  rosa  en 
capullo  y  más  blanca  que  nieve  de  noche  de  Navidad^ 
según  las  frases  mismas  que  se  leen  en  las  poesías  del 
trovador. 

En  estas  poesías  mismas  está  escrita,  hasta  el  punto 
de  poderla  seguir  en  todos  sus  detalles,  la  historia  de  los 
amores  de  Bernardo  y  de  Inés  de  Montluzó. 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  235 


II. 


La  vizcondesa  gustaba  mucho  de  las  canciones  de 
Bernardo,  según  dice  la  biografía  provenzal,  así  como 
de  su  amable  trato. 

Este  fué  el  primer  paso  del  amor  que  se  encendió  en 
aquellos  dos  jóvenes  corazones.  No  tardó  en  ser  la  bella 
vizcondesa  el  objeto  único  de  las  canciones  del  tro- 
vador. 

Al  principio,  el  poeta  no  se  atreve  á  mucho,  apenas 
se  da  cuenta  de  su  pasión,  y  si  lo  hace  es  para  en  se- 
guida ocultarla. 

«No  puedo,  dice,  esconder  lo  que  en  mi  alma  pasa; 
pero,  al  menos ^  fingiendo  risas  y  cantos,  lo  ocultaré  á 
los  que  me  observan.» 

Y  en  efecto,  el  corazón  del  poeta,  que  necesita  ex- 
pansión, rebosa  entonces  en  cantos  á  la  primavera,  á 
los  prados  llenos  de  flores,  a  los  bosques  oscuros  donde 
canta  el  ruiseñor,  a  los  cielos  espléndidos  bañados  en 
luz  de  sol,  a  las  noches  silenciosas  y  tranquilas  llenas  de 
armonías,  a  todo  lo  que  inspira  amor,  deleite  y  ven- 
tura. 

A  esta  época  de  su  vida  pertenecen  muchas  de  sus 
más  bellas  y  pintorescas  canciones. 

No  tarda,  sin  embargo,  á  abrirse  paso  el  amor  por 
entre  ellas. 

(( Así  como  una  rama  se  doblega  al  soplo  del  viento 
que  la  inclina  hacia  donde  quiere,  así  yo  obedezco  a  la 


236  LOS  TROVADORES. 

que  me  cautiva,  pronto  siempre  á  hacer  cuanto  me 
mande. » 

Aissi  com  lo  rams  se  pleia 
la  o  '1  vens  lo  va  menan, 
eu  vas  celui  que  'm  guerreia 
per  far  totz  jors  son  coman. 

Aun  cuando  el  invierno  avance  con  su  aridez  y  sus 
nieves,  al  poeta  le  parecen  sus  dias  como  los  más  her- 
mosos de  la  primavera  y  los  campos  verdes  y  purpurea- 
dos por  el  sol,  si  el  amor  alegra  su  corazón.  En  este 
caso,  dice,  la  nieve  es  una  flor  blanca  y  bermeja  y  el 
invierno  no  es  sino  la  primavera, 

Prats  me  sembla  vert  e  vermeilh 
issament  com  lo  temps  de  mai, 
si  'm  ten  fin  amor  coint  e  gai. 
Neu  fin'  es  flor  blanc'  e  vermeilha 
c  1'  iverns  chalen  de  maia... 

((Y  el  invierno  calendas  de  mayo,»  traducido  este 
último  verso  al  pié  de  la  letra. 

Llega  ya,  en  fin,  para  el  poeta  el  momento  de  atre- 
verse á  más ,  de  confesar  que  ama. 

((De  buena  fe,  con  pureza  y  con  lealtad,  yo  amo  á  la 
más  bella  y  á  la  más  noble.  Mi  corazón  se  cansa  á 
fuerza  de  suspirar,  y  á  fuerza  de  llorar  se  escaldan  mis 
ojos.  La  amo  demasiado,  pues  que  es  sólo  para  mi  daño, 
pero  ¿qué  puedo  contra  la  violencia  del  amor.? 

))  El  amor  abrió  en  mi  corazón  una  herida  tan  agra- 
dable, quCj  en  medio  de  mi  mal,  experimento  sensa- 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  237 

dones  deliciosas:  espiro  de  dolor  cien  veces  al  dia,  y 
otras  tantas  renazco  á  la  alegría  y  á  la  vida.  Mi  mal  es 
tan  dulce,  que  lo  prefiero  al  mayor  de  los  bienes,  y 
puesto  que  tantos  goces  tiene  el  sufrimiento,  ¡cuan 
dulces  no  han  de  ser  los  placeres  después  de  la  pena!» 

Aquest  amor  me  fier  tan  gen... 

Ya  en  aquella  época  sus  cantos  habian  dado  gran  re- 
nombre  á  Bernardo.  Sus  poesías  circulaban  por  los  cas- 
tillos y  por  las  cortes,  con  agradables  elogios  para  el 
autor,  á  cuyos  oidos  llegaban  los  ecos  de  su  celebridad 
y  fama. 

(( ¿Por  qué  admirarse,  dice  entonces,  del  éxito  que 
mis  cantos  obtienen  por  el  mundo.?  Las  buenas  cancio- 
nes nacen  todas  del  corazón,  y  ¿quién  puede  animar  el 
corazón  si  no  es  el  amor,?  El  júbilo  que  produce  el  amor 
penetra  hasta  lo  íntimo  de  mi  alma,  y  de  ella  pasa  á  mis 
cantares  para  embellecerlos.  El  que  mejor  ama  es  tam- 
bién el  que  mejor  canta. » 

El  poeta  se  halla  todavía  en  el  caso  de  amar  sin  atre- 
verse a  tener  esperanza,  y  vuelve  sobre  una  idea  ya 
emitida  en  otra  canción,  pero  presentándola  con  menos 
fuerza  y  colorido: 

(( Cierto  es  que  yo  no  conozco  el  amor  más  que  por 
sus  inquietudes  y  tormentos,  pero  quiera  el  cielo  que 
ame  siempre,  aunque  no  sea  amado.» 

La  idea  es  bella ,  tan  bella  que  ha  tenido  célebres  imi- 
tadores (i),  pero  Bernardo  no  insiste  en  mantenerla. 

(1)     Juan  Jacobo  Rousseau. 


ajS  LOS  TROVADORES. 

Al  contrario ,  cree  llegado  ya  el  caso  de  que  su  ardiente 
y  constante  amor  obtenga  una  recompensa. 

(( Así  que  veo  a  mi  amada,  una  especie  de  terror  se 
apodera  de  mí.  Se  turba  mi  mirada,  palidece  mi  rostro; 
tiemblo  como  hoja  que  el  viento  mueve ;  no  tengo  ni  el 
juicio  de  un  niño ;  de  tal  modo  su  presencia  me  per- 
turba. ¡  Ah!  El  que  tanto  ama  y  tan  tiernamente  se  so- 
mete, merece  que  con  él  se  tenga  alguna  generosidad.» 

Quand  ieu  la  vci  be  m'  es  parven.,. 

En  otra  poesía  exclama : 

(( Mientras  que  los  años  tienen  sus  variaciones  regu- 
lares y  que  una  estación  sigue  a  la  otra,  yo  sigo  inva- 
riable y  constante  en  el  mismo  estado,  suspirando  siem- 
pre, no  siendo  nunca  oido.  ¿De  qué  sirve  el  amor 
cuando  no  es  recíproco.''  No  cantaré  más...  Me  alejaré... 
Pero  no,  mi  constancia  acabará  por  conmover  á  aquella 
de  quien  quiero  huir.  Si  obtengo  esta  dicha,  experi- 
mentaré entonces  lo  que  dice  la  Biblia :  en  buena  ven- 
tura^ un  dia  vale  ciento,  y) 

c<Su  vasallo  soy,  dice  en  otra  composición,  y  su 
amigo,  pronto  á  servirla  en  todo,  y  otro  favor  no  le 
pido  que  una  mirada  de  sus  bellos  ojos,  pues  su  mirada 
me  es  gran  consuelo  cuando  sufro.» 

Mi  dons  soi  hom  et  amics  a  serviré, 
e  non  1'  enquier  nuilh  autras  amistatz 
mas  qu'  a  selat  los  sieus  belz  huelhs  me  vire, 
que  gran  be  'm  fai  1'  esguartz  quan  soi  iratz. 

El  amor  le  embarga  por  completo.  No  ve  ni  piensa 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  239 

en  Otra  cosa,  y  esto  le  hace  exclamar  preceptivamente  y 
en  versos  que  quedarán  siempre : 

((No  vive,  ha  muerto  el  que  no  experimenta  la  dulce 
sensación  del  amor.  No  amar  es  no  existir. » 

Entonces  es  también  cuando  dice,  valiéndose  de  un 
pensamiento  que  no  es  enteramente  nuevo,  pero  que 
sabe  presentar  bajo  una  forma  originalísima  y  seduc- 
tora : 

«i  Ay  de  mí!  Yo  muero  bajo  la  impresión  de  mis  pe- 
nas de  amor,  pero  me  son  tan  gratas,  que  sólo  de  ellas 
me  ocupo.  De  tal  manera  me  embargan ,  que  un  ladrón 
pudiera  apoderarse  de  mí  sin  que  me  apercibiera  de 
ello. 

)) Señora,  dice  con  sentido  arranque  en  una  de  sus 
más  bellas  poesías,  ¿qué  importa  que  mis  ojos  os  pier- 
dan de  vista?  Mi  corazón  os  ve.» 

Esta  idea  la  expresa  también  en  otra  composición, 
aunque  menos  sintéticamente : 

((El  mensaje  más  agradable  que  de  ella  puedo  reci- 
bir es  mi  propio  pensamiento,  que  me  retrata  su  dulce 
imagen.)) 


III. 


Siguiendo  en  el  examen  de  sus  poesías,  no  tarda  en 
verse  llegar  para  Bernardo  los  momentos  álgidos  de  la 
fiebre  del  amor.  Pronto  se  le  ve  atravesar  por  aquella  cri- 
sis próxima  á  la  desesperación  y  á  la  locura  en  que  no 
queda  otro  camino  que  la  fuga  ó  la  muerte,  si  el  objeto 


240  LOS  TROVADORES. 

querido  permanece  mudo,  indiferente  y  frió  ante  la  ex- 
plosión de  un  amor  cada  dia  más  acentuado  y  violento. 
Sus  poesías  pintan  el  estado  de  su  alma  en  aquellos  mo- 
mentos, la  inquietud  que  le  aqueja,  las  vacilaciones  á 
que  se  entrega,  los  sentimientos  que  le  mueven  y  domi- 
nan según  las  circunstancias,  la  situación  en  que  se  halla, 
los  temores  que  abriga  ó  las  esperanzas  que  le  alientan. 

Unas  veces  se  exhorta  á  la  perseverancia  con  el  ejem- 
plo del  agua  que,  cayendo  gota  á  gota,  acaba  por  aguje- 
rear la  piedra,  ejemplo  tomado  evidentemente  de  Vir- 
gilio; otras  veces  se  entrega  á  la  desesperación,  habla  de 
ingratitudes  y  quiere  abandonar  para  siempre  un  lugar 
en  el  que  no  saben  distinguir  el  amor  verdadero  del 
falso:  tan  pronto  se  queja  de  la  inconstancia  y  caprichos 
de  las  mujeres,  como  se  permite  tener  celos  y  acusa  á 
los  que  galantean  á  las  damas  por  vanidad  sólo  y  fin- 
giendo un  amor  que  no  sienten,  en  perjuicio  de  los  que 
aman  de  todo  corazón  y  de  todas  veras. 

C( ¡Oh  Dios!  exclama,  ¿por  qué  no  hiciste  que  hubiera 
una  señal  para  distinguir  al  amante  leal  del  falso?  Los 
aduladores  y  los  engañadores  debieran  llevar  un  cuerno 
en  la  frente.» 

Ay  Dieus !  ara  fosson  trian 
li  fals  drut  e  '1  fin  amador, 
que  '1  lauzcngier  ó  '1  trichador 
portesson  corn  el  fron  denan. 

Aunque  no  recompensados,  sus  amores  debieron 
llamar  la  atención  y  dar  comienzo  á  murmuraciones  en- 
tre la  sociedad  que  concurria  al  castillo  de  Ventadorn, 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  241 

pues  que  se  ve  ai  poeta  lamentarse  en  estos  términos: 
(( ¡  Oh  Dios !  i  qué  dulce  sería  el  amor  de  dos  amigos 
si  pudiera  llegarse  á  hacer  que  no  fuese  profanado  el 
secreto  de  sus  relaciones! » 

¡  Ay  Dieus!  quant  bona  fora  amor 
de  dos  amics,  s'  esser  pegues 
que  ja  us  d'  aquels  enuiós 
lor  amistatz  non  conegués ! 

Tanta  constancia  y  tanta  porfía  al  lado  de  tanto  amor 
y  tanto  sentimiento,  debian  acabar  forzosamente  por 
coronar  los  esfuerzos  del  apasionado  trovador.  Llegó 
por  fin  el  momento  en  que  la  vizcondesa  acabó  por  ser 
sensible  á  la  pasión  que  habia  inspirado.  El  mérito  de 
su  trovador  le  hizo  olvidar  la  oscuridad  de  su  cuna  para 
no  ver  más  que  el  esplendor  de  su  talento.  Aceptóle  al 
fin  por  su  caballero,  y  el  venturoso  Bernardo  se  apre- 
sura á  jurarle  fidelidad  eterna  como  á  la  soberana  de  su 
vida: 

«¡Oh  noble  dama,  vuestro  soy  y  seré  siempre.  Es- 
clavo adicto  a  vuestros  mandatos,  soy  vuestro  servidor 
y  vuestro  vasallo.  A  vos  me  entrego  en  cuerpo  y  alma, 
que  habéis  sido  mi  primer  amor  y  también  seréis  el  úl- 
timo. )) 

Domna,  vost'  hom  sui  e  serai... 

Estas  relaciones  caballerescas  y  misteriosas  inspiran  al 
trovador  una  multitud  de  poesías  encantadoras  en  que 
celebra  a  su  dama  como  la  mujer  del  universo  más  be- 
lla y  digna  de  homenaje,  pero  jamás  la  cita  sino  con 

TOMO    II.  16 


242  LOS  TROVADORES. 

los  fingidos  nombres  de  Bel  Vezer,  Dolz  Esgar  y  Fis 
JoiSy  costumbre  generalmente  establecida  entre  los  tro- 
vadores. 

Los  accidentes  naturales  de  la  sociedad  y  de  la  vida, 
los  detalles  más  insignificantes  y  comunes,  las  fiestas  en 
que  su  amada  brilla,  la  soledad  en  que  á  veces  se  encierra, 
una  palabra,  un  gesto,  una  sonrisa,  todo  es  objeto  de 
inspiración  para  el  enamorado  Bernardo,  todo  viene  á 
ser  tema  de  sus  poesías. 

((Muchas  veces,  dice  en  una  de  ellas,  cuando  la  veo 
figurar  en  medio  de  una  ilustre  sociedad,  me  arriesgo  á 
poner  dudas  acerca  de  las  brillantes  cualidades  de  mi 
amada,  tendiendo  con  mis  palabras  á  rebajarla.  Por 
medio  de  esta  prueba  peligrosa  inquiero  el  parecer  de 
todos,  y  juzgo  si  son  ciertos  los  elogios  que  se  le  prodi- 
gan y  si  en  efecto  se  concede  á  su  raro  mérito  la  esti- 
mación de  que  goza:  pero  siempre  que  he  hecho  esta 
prueba,  sean  cuales  fueran  los  términos  en  que  me  han 
contestado,  siempre  he  visto  hacer  justicia  al  mérito  de 
mi  dama.  Entonces  crecen  y  son  más  ardientes  los  de- 
seos, y  más  peligroso  el  mal  de  amor. )) 

Soven  la  vau  entre  'Is  melhors  blasman... 

La  impaciencia  del  deseo  va  aumentando  á  medida 
que  toma  vuelo  el  amor,  recompensado  por  sus  prime- 
ros y  más  preciados  favores.  El  poeta  se  arriesga  ya  á 
decir: 

(( Quisiera  encontrarla  sola  y  dormida,  ó  bien  aparen- 
tando estarlo;  y  entonces   me  atreveria  á  robarle   un 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  243 

dulce  beso,  uno  sólo,  ya  que  no  alcanzo  á  obtenerlo  con 
mis  súplicas.  ¡  Oh  dama  demasiado  severa,  os  lo  pido  en 
nombre  de  la  bondad  divina,  ceded  á  tanto  amor!  Nues- 
tros corazones  pudieran  entenderse  con  el  auxilio  de  sig- 
nos misteriosos,  y  ya  que  no  cedamos  á  la  audacia,  ceda- 
mos al  menos  al  disimulo.» 

Ben  la  volgra  sola  trobar... 

El  éxito  corona  por  fin  la  porfía  del  trovador,  triun- 
fando las  exigencias  que  éste  se  halla  ya  en  el  caso  de 
tener. 

Un  dia,  hallándose  sentado  á  los  pies  de  la  vizcon- 
desa Inés,  á  la  sombra  de  un  pino,  recibe  de  ella  un 
beso. 

(( Entonces,  dice  él  mismo,  no  sé  lo  que  por  mí  pasó: 
no  vi  ni  oí  nada,  y  estando  en  el  rigor  del  invierno,  me 
creí  trasportado  al  mes  de  Mayo. » 

Recordando  á  Ovidio,  como  antes  habia  recordado  á 
Virgilio,  lo  cual  prueba  en  Bernardo  cierta  enseñanza 
clásica,  compara  el  beso  que  recibió  con  la  lanza  de  Pe- 
leo, capaz  ella  sola  de  curar  las  heridas  que  causaba. 

«  Estaba  yo  bien  lejos  de  creer  que  un  beso  de  aque- 
lla boca  sonriente  fuera  tan  traidor  que  pudiese  darme 
la  muerte,  como  otro  beso  no  viniera  á  cerrar  la  herida. 
Por  esto  comparo  aquel  beso  á  la  lanza  de  Peleo  cuya 
herida  era  incurable  si  por  ella  misma  no  se  volvía  á 
ser  herido. » 

Ja  sa  bella  bocea  rizens 
non  cugei  baizan  me  trais, 


444  LOS  TROVADORE.'í. 

.■;  mas  un  douz  baizar  m'  aucis; 

r:  ;  es'  ab  autre  no  m'  es  quirens, 

atressi  n' es  per  semblansa 
cum  fo  de  Peleus  la  lansa, 
'  que  de  son  colp  non  podi'  hom  guerir 

si  per  eis  loe  no  s'  en  fezés  ferir. 

El  beso  de  la  vizcondesa  de  Ventadorn  fué  tan  fatal 
para  el  pobre  poeta  como  el  de  la  condesa  de  Burlatz  lo 
había  sido  para  aquel  otro  trovador  llamado  Arnaldo  de 
Marveil. 

Bernardo  no  debia  alcanzar  más  premio.  Tocaba  ya 
al  fin  de  su  favor,  de  su  amor  y  de  su  privanza.  Su  re- 
serva y  discreción  le  habian  garantido  hasta  entonces  de 
la  maledicencia,  ya  que  el  objeto  de  sus  amores  y  de  sus 
canciones  no  era  nombrado  en  ninguna  de  éstas,  ni  si- 
quiera en  la  que  habla  del  beso  recibido.  Hasta  enton- 
ces los  nombres  fingidos  y  los  lamentos  de  un  amor  no 
recompensado,  habian  podido  hacer  el  misterio  impene- 
trable, pues  que,  aun  cuando  se  revelara,  nadia  sabía  á 
ciencia  cierta  quién  era  la  dama  oculta  bajo  los  nombres 
convenidos  de  Bel  Vezer,  Fins  Joi  y  Belh  Esguart; 
pero,  ya  fuese  que  el  éxito  alcanzado  hiciera  á  Bernardo 
más  atrevido  y  ciego  en  su  pasión,  ya  que  la  violación 
de  un  primer  deber  arrastrara  la  de  otros,  lo  cierto  es 
que  cometió  la  imprudencia  de  nombrar  á  la  vizcon- 
desa^ ó  de  señalarla  con  tales  detalles,  que  era  imposible 
equivocarla  con  otra. 

((La  dama  del  mundo  á  quien  más  amo,  aquella  á 
quien  adoro  con  una  ternura  que  nada  iguala,  no  per- 
manece ya  sorda  á  mis  ruegos.  Se  digna  por  fin  acoger- 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  245 

los,  SU  oído  escucha  mis  cantos,  su  corazón  los  guarda, 
sus  ojos  y  sus  labios  me  contestan...» 

Selha  del  mon  qu'  ieu  plus  vuelh... 

No  hubo  de  ser  sin  grandes  precauciones  la  indis- 
creta confianza  del  trovador,  puesto  que  la  poesía 
causa  de  la  desgracia  de  los  dos  amantes,  es  oscura  y 
confusa,  sin  aquella  claridad  constantemente  seguida 
por  Bernardo  en  todas  sus  obras,  pero  fué  bastante  á 
despertar  los  recelos,  ya  sin  duda  solevantados  del  viz- 
conde Ebles. 

Cierto  dia  que  el  vizconde  asistia  á  un  espléndido 
banquete  en  el  castillo  y  corte  de  uno  de  sus  principa- 
les vecinos,  oyó  cantar  á  uno  de  los  juglares,  después 
del  convite,  la  canción  de  Bernardo  Selha  del  mon,  que 
se  habia  extendido  ya  y  hecho  célebre  por  todas  las 
cortes  donde  se  gustaba  de  los  cantos  provenzales  y 
singularmente  de  los  de  Bernardo  de  Ventadorn,  con- 
siderado entonces  como  el  más  diestro  y  dulce  de  los 
trovadores.  Por  vez  primera  entonces  hubo  de  com- 
prender el  vizconde  que  en  aquel  canto  se  trataba  de  su 
mujer.  Debieron  decírselo  voces  secretas  de  su  corazón, 
sospechas  ya  adquiridas  y  de  nuevo  despertadas  con  un 
verso  ó  una  frase,  tal  vez  las  sonrisas  que  pudo  ver  di- 
bujarse en  algunos  labios,  ó  palabras  de  los  concurren- 
tes indiscretamente  pronunciadas  y  cogidas  por  él  al 
vuelo» 

Lo  cierto  es  que  al  volver  de  su  expedición  el  viz- 
conde, estalló  la  tempestad  en  el  castillo  y  abrióse  pro- 
fundo abismo  á  los  pies  de  los  amantes.        ,  ¿;  ^i-;.  >!  :..s 


246  LOS  TROVADORES. 

No  parece,  sin  embargo,  que  Bernardo  fuese  el  ob- 
jeto inmediato  de  las  iras  del  vizconde.  Inés  sola,  la  po- 
bre vizcondesa,  la  menos  culpable  acaso,  hubo  de  serlo. 
La  dama  fué  estrechamente  encerrada,  guardada  á 
vista,  y  objeto  de  los  duros  y  malos  tratos  del  esposo 
ofendido.  Todo  el  resentimiento  del  vizconde  cayó  so- 
bre ella. 

Existe  una  poesía  de  Bernardo  que  debe  ser  de  aquella 
época  y  que  bien  pudiera  dirigirse  á  la  vizcondesa.  En 
ella  se  exhorta  á  una  dama,  a  quien  supone  no  ver,  á 
vengarse  de  un  marido  celoso  que  la  maltrata  de  pala- 
bra y  de  obra.  c(  Si  el  celoso  hiere  vuestro  cuerpo ,  la 
dice,  que  vuestro  corazón  al  menos  resista  a  la  ti- 
ranía. )) 

Víctima  la  vizcondesa  de  los  celos  de  su  marido,  en- 
cerrada primero  en  sus  habitaciones,  aunque  luego 
hubo  de  serlo  en  prisión  más  dura,  tuvo  medio  de  ha- 
cer decir  á  su  amante  que  se  alejara  del  castillo  y  del 
país.  Parece  que  el  trovador  tomó  este  mensaje  por  una 
prueba  de  ingratitud  y  de  infidelidad;  pero  queriendo 
dar  á  su  dama  una  muestra  de  obediencia,  y  conside- 
rando tal  vez  que  su  ausencia  mejorarla  su  suerte,  se 
alejó  del  castillo  de  Ventadorn  y  de  su  comarca,  dis- 
puesto á  correr  el  mundo,  cantando  las  penas  y  desgra- 
cias del  amor,  como  antes  habia  cantado  sus  esperanzas 
y  sus  goces. 

El  infortunado  trovador,  al  alejarse  de  aquellos  sitios 
donde  deja  su  corazón  en  prenda  á  la  dama  que  ha  de 
amar  mientras  viva,  se  despide  en  una  poesía  de  sus 
amigos,  á  quienes  desea  el  buen  dia  que  él  no  tiene. 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  147 

Bernardo,  al  principio,  no  se  alejó  mucho  de  la  co- 
marca donde  sufria  los  rigores  de  un  esposo  ultrajado 
la  pobre  víctima  de  su  amor,  y  parece  que  tenía  oca- 
sión de  enviar  á  ésta  apasionados  mensajes  y  dulces 
cantos  para  animarla  y  darle  consuelo  en  medio  de  su 
aflicción. 

A  esta  época  de  su  vida  se  refiere  aquella  su  sentida 
y  dulce  poesía : 

Quan  la  douz'  aura  venta 
de  ves  vostre  país, 
m'  es  vejaire  qu'  ieu  senta 
odor  de  paradis, 
per  amor  de  la  genta 
ver  cui  ieu  sui  aclis. 

c(  Cuando  llega  la  dulce  brisa  del  lado  de  vuestro  país, 
me  parece  que  aspiro  perfumes  de  paraíso,  por  el  amor 
de  aquella  gentil  dama  de  quien  soy  esclavo. » 

En  otra  composición,  que  debe  suponerse  escrita  poco 
después  de  su  salida  del  castillo  de  Ventadorn,  cuando 
aún  creia  en  la  eternidad  de  su  amor,  cuando  todavía 
llevaba  impresa  en  el  alma  la  imagen  de  una  dama  que 
no  debia  tardar  en  ser  borrada  por  otra,  Bernardo 
dice,  con  la  libertad  de  pensamiento  tan  caracte- 
rística en  aquellos  poetas  libre  pensadores  del  Me- 
diodía: 

((Dios  hubo  de  maravillarse  sin  duda,  cuando  con- 
sentí en  separarme  de  mi  dama,  y  hubo  también  de 
amarme  más  al  ver  que  tenía  fuerza  y  resolución  para 
dejarla.  Es  que  Dios  sabe  bien  que  si  llegaba  á  perderla, 


248  LOS  TROVADORES. 

nunca  más  volvería  yo  á  encontrar  la  dicha  y  ni  él 
mismo  tendria  entonces  poder  para  consolarme. 

Ben  se  'n  deu  Dieus  meravelhar..., 

Algo,  más  humano  y  mortal,  debia,  sin  embargo, 
consolar  al  poeta. 

Mensajes  reiterados  y  repetidos  de  la  pobre  Inés  de 
Montluzó  obligaron  á  Bernardo  á  alejarse  definitiva- 
mente de  aquellas  comarcas.  Descubrió  el  vizconde  que 
iban  y  venian  mensajes,  y  la  infeliz  vizcondesa  encon- 
tróse entonces  más  expuesta  que  nunca  á  sus  iras  y  á 
sus  enojos,  sin  que  ya  de  nada  le  sirviera  el  alejamiento 
de  su  amante ,  que  se  decidió  por  fin  á  abandonar  aque- 
llos lugares,  poco  creido  sin  duda  de  que  dejaba  tras  de 
él  la  desolación  y  la  muerte. 

En  efecto,  mientras  Bernardo  se  alejaba  del  sitio  de 
su  infancia  y  del  teatro  de  sus  amores,  la  infeliz  Inés, 
destinada  á  ser  víctima  de  la  pasión  y  de  los  cantos  del 
trovador,  trocaba  el  arresto  de  su  cámara  por  la  pri- 
sión estrecha  y  dura  de  la  torre,  donde  en  el  castillo  de 
Ventadorn  eran  guardados  los  prisioneros  de  más  im- 
portancia y  cuenta.  Llamábanla  la  Torre  maldita  ^  á 
causa  de  las  ejecuciones  y  horrores  que  en  ella  habian 
tenido  lugar  en  diversos  tiempos,  y  a  esta  torre  fué 
conducida  Inés  de  Montluzó,  sin  que  su  airado  esposo 
volviera  jamás  á  ocuparse  de  ella  ni  á  mentarla,  de- 
jando que  allí  languideciera  y  acabara  su  miserable 
YÍda. 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  249 


IV. 


Era  aquella  la  época  de  más  esplendor  para  los  tro- 
vadores, algunos  de  los  cuales  viajaban  ostentosamente 
como  príncipes,  con  gran  séquito  de  juglares  y  sirvien- 
tes, hallando  en  todas  partes  generosa  hospitalidad,  des- 
pertando en  todas  simpatías,  recibiendo  en  todas  mues- 
tras señaladas  de  protección  y  de  favor.  Bernardo,  jo- 
ven, entusiasta,  de  espíritu  aventurero,  con  un  nombre 
ya  formado  y  célebre,  comprendió  que  no  podria  fal- 
tarle asilo  en  aquel  siglo  de  entusiasmo  por  la  poesía 
galante,  y,  al  verse  obligado  á  salir  del  Limosin,  se  de- 
cidió á  recorrer  las  principales  cortes  en  busca  de  for- 
tuna, de  mayor  renombre  y  de  mayor  gloria. 

Atraia  entonces  la  atención  y  las  miradas  de  todos ,  y 
era  una  de  las  más  visitadas  y  concurridas  la  corte  que, 
unas  veces  en  Poitiers,  otras  en  sus  pintorescos  castillos 
de  La  Reole  y  de  Marmande,  a  orillas  del  Carona, 
presidia  una  mujer,  célebre  por  su  cuna,  por  su  belleza, 
por  su  galantería  y  por  su  fausto.  Era  Leonor  de  Aqui- 
tania,  nieta  del  más  antiguo  de  los  trovadores,  esposa 
que  habia  sido  del  rey  Luis  de  Francia,  repudiada  por 
éste,  y  casada  en  segundas  nupcias  con  el  duque  de 
Normandía,  después  rey  de  Inglaterra  bajo  el  nombre 
de  Enrique  II. 

Esta  fué  la  corte  á  la  que  se  dirigió  Bernardo  ^  fugi- 
tivo de  Ventadorn.  Ya  en  ella  le  habia  precedido  su 
nombre,  y  es  fama  que  gustaba  mucho  de  sus  poesías 


aso  LOS  TROVADORES. 

Leonor  de  Aquitania.  Esta  princesa,  bien  conocida  por 
sus  galanterías,  su  libertad  de  costumbres  y  sus  ruido- 
sas aventuras,  madre  que  fué  del  rey  de  Inglaterra  Ri- 
cardo, Corazón  de  león,  á  quien  vemos  figurar  también 
entre  los  trovadores,  era  hermosa,  joven  aún,  y  apasio- 
nada por  la  poesía  provenzal ,  cuando  llegó  á  su  corte 
Bernardo,  entonces  el  más  célebre  entre  los  trovadores, 
y  también  el  más  enamorado,  pues  que  la  historia  de 
sus  amores  con  Inés  se  habia  extendido  por  todas  par- 
tes y  en  todas  se  sabía  que  una  mujer  joven  y  bella  se 
hallaba  en  aquellos  momentos  cautiva  por  su  amor,  es- 
perando quizá  una  muerte  segura  entre  los  hierros  de 
su  cárcel. 

Con  la  aureola  de  su  mérito,  de  su  fama,  de  su  ga- 
llarda presencia  y  de  sus  infortunados  amores,  se  pre- 
sentó Bernardo  de  Ventadorn  ante  Leonor  de  Aquita- 
nia, que  le  acogió  de  tal  manera,  con  tanto  agrado  y 
cariño ,  colmándole  en  seguida  de  favores  y  distinciones 
tales,  que  no  tardaron  en  murmurar  de  ello  los  corte- 
sanos maldicientes.  Y  algo  de  verdad  debia  haber  en  el 
fondo  de  aquellas  murmuraciones,  pues  que  se  veia  á  la 
primera  entusiasmarse  con  los  cantos  de  Bernardo,  otor- 
garle un  alto  y  distinguido  puesto  en  su  corte  para  te- 
nerle siempre  á  su  lado,  y  concederle  todos  los  favores 
que  le  era  permitido  á  una  dama  conceder  á  su  caba- 
llero, entre  otros,  el  honor  de  asistir  por  la  noche  á  su 
cámara,  al  proceder  sus  doncellas  á  su  tocado  noc- 
turno. 

Y  más  hizo  aún  la  princesa.  Nombró  a  Bernardo 
su  maestro  y  quiso  que  le  enseñara  el  arte  de  trovar. 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  251 

dedicándose  á  escribir  bellas  y  tiernas  canciones,  que 
ella  misma,  según  parece,  ponia  en  música. 

El  maestro  no  pudo  resistir  sin  duda  á  tanta  seduc- 
ción ni  á  tantos  hechizos,  y  cayó  un  dia  á  los  pies  de  su 
discípula,  rompiendo  sus  antiguos  juramentos,  infiel  á 
sus  primeros  amores,  y  olvidado  de  la  infeliz  que  por 
él  agonizaba  en  las  oscuras  mazmorras  de  la  Torre  mal- 
dita. 

La  historia  vela  con  el  misterio  del  secreto  lo  que 
pasó  entre  el  poeta  y  la  que,  después  de  ser  reina  de 
Francia,  iba  a  serlo  de  Inglaterra;  pero  todo  induce  a 
creer  que,  más  afortunado  de  lo  que  lo  fuera  en  los 
primeros,  hubo  de  serlo  en  sus  nuevos  amores. 

Mi  Conhorta  es  decir,  mi  consuelo,  llamaba  Bernardo 
á  Leonor  en  sus  apasionados  cantos,  como  habia  lla- 
mado su  Belh  Vezer  a  la  infortunada  Inés.  Al  principio 
se  manifestó  tímido  también.  En  una  canción  que  de- 
dica á  la  princesa,  se  pinta  abrasado  de  amor  por  una 
dama,  a  quien  no  se  atreve  á  declararse  por  temor  de 
que  rechace  sus  votos  indignos  de  ella;  pero  si  la  timi- 
dez le  impide  declarar  sus  sentimientos,  su  debilidad  no 
le  permite  dominarlos. 

«Más  prefiero,  dice  en  otro  canto,  morir  de  los  tor- 
mentos que  sufro,  que  aliviar  mi  pecho  por  una  confe- 
sión temeraria.  Verdad  es  que  ella  me  ha  permitido  pe- 
dirle un  don,  pero  tendria  que  pedírselo  de  tan  alto 
precio,  que  ni  un  rey  debiera  arriesgarse  á  deman- 
darlo. )) 

No  se  sabe  que  don  sería  éste,  ni  si,  por  fin  ,  el  poeta 
se  decidió  á  pedirlo  y  ella  á  concederlo,  pero  bien  pu- 


»52  LOS  TROVADORES. 

diera  hacérnoslo  creer  así  el  ver  en  otra  poesía  que 
Bernardo  se  dirige  ya  a  la  princesa  con  una  familiaridad 
desusada  y  con  una  libertad  de  pensamiento  y  una  fran- 
queza de  forma  que  dan  á  comprender  perfectamente 
el  estado  de  aquellas  relaciones. 

c(Por  Dios,  señora,  exclama  el  poeta,  ocupémonos 
más  de  nuestro  amor,  que  el  tiempo  pasa,  y  en  sus  alas 
se  lleva  lo  mejor  del  nuestro.» 

Llegó  el  dia  en  que  la  duquesa  de  Aquitania  tuvo 
que  ir  á  reunirse  con  su  esposo,  coronado  rey  de  In- 
glaterra. La  partida  de  Leonor  dejó  afligido  y  maltre- 
cho al  poeta,  que  emplea  entonces  su  tiempo  en  suspi- 
rar por  ella,  en  recordarla  y  en  dirigirla  tiernas  y  ena- 
moradas canciones. 

En  una,  después  de  evocar  el  recuerdo  de  su  dama, 
que  está  ya  en  Inglaterra,  y  de  felicitarse  por  la  elec- 
ción gloriosa  que  ha  hecho  del  objeto  de  sus  amores, 
dice: 

))  ¡  Ojalá  me  fuera  dado  cruzar  los  aires  como  la  go- 
londrina, y  llevar  cada  noche  mi  corazón  á  los  pies  de 
aquella  á  quien  ofrezco  de  lejos  mis  canciones!» 

Por  medio  de  una  endressa  á  Hugo,  su  amigo,  ó  me- 
jor quizá  su  juglar,  le  ruega  que  recite  estos  versos  á  la 
reina  de  Normandia :      - 

((Alejado  de  la  que  amo,  me  ocupo  sólo  de  su  ima- 
gen grabada  en  el  fondo  de  mi  corazón.  Todas  las  ma- 
ñanas el  ruiseñor  me  despierta  cantando  sus  amores,  y 
me  recuerda  los  mios.  Así  es  que  prefiero  tan  dulces 
pensamientos  al  placer  de  dormir, » 
.    Por  otra,  endressa  (endereza  ó  dedicatoria)  encarga  a 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  253 

SU  mensajero  que  pase  la  mar  con  su  canción  y  anuncie 
á  su  dama  que  pronto  irá  á  visitarla. 

«Será,  dice,  antes  del  próximo  invierno,  si  es  que 
obtengo  el  permiso  del  rey  de  Inglaterra  y  duque  de 
Normandía,  por  cuyo  servicio  soy  á  la  vez  inglés  y 
normando. » 

Todo  parece  indicar  que  Bernardo  llenó  sus  deseos  y 
cumplió  su  promesa,  pasando  á  Inglaterra  y  a  la  corte 
de  los  Plantagenets.  Así  se  deduce  de  sus  propias  poe- 
sías, únicos  documentos  que  pudieron  servirme  de  guía 
para  tomar  este  bosquejo  de  su  vida,  de  sus  obras  y  de 
sus  amores;  pero  no  me  ha  sido  dable  averiguar  ni  la 
época  de  su  viaje,  ni  el  tiempo  que  residió  en  la  corte 
de  la  reina  Leonor,  ni  lo  que  en  ella  acaecerle  pudo. 

De  la  corte  de  Inglaterra,  habiendo  roto  quizá  con 
su  dama  de  la  cual  no  se  ve  que  vuelva  á  ocuparse,  re- 
gresó Bernardo  á  Pro  venza,  yendo  á  pedir  un  asilo  al 
buen  conde  Ramón  V  de  Tolosa,  gran  protector  de  los 
trovadores.  Allí  supo  que  su  primera  dama  la  vizcon- 
desa de  Ventadorn  habia  desaparecido,  muerta  según 
rumores  en  la  cárcel  de  la  Torre  maldita,  donde  la  en- 
cerrara su  esposo,  y  que  éste  se  habia  retirado  al  mo- 
nasterio de  Monte  Cassino,  tomando  el  hábito  y  aban- 
donando el  mundo. 

Conmovido  por  el  trágico  fin  de  aquella  que  por  vez 
primera  hizo  latir  de  amor  su  corazón,  Bernardo  sintió 
renacer  el  apagado  cariño  por  su  antigua  dama  y  brotar 
también  en  su  alma  el  torcedor  de  punzante  remordi- 
miento. Así  se  le  ve  llorar  su  pérdida  en  varias  compo- 
siciones llenas  de  la  más  tierna  sensibilidad  y  de  una  de- 


254  LOS  TROVADORES. 

licadeza  tan  exquisita ,  que  asombra  cuando  se  recuerda 
el  siglo  en  que  se  escribieron  y  el  estado  de  barbarie 
en  que  á  la  sazón  estaba  Europa  sumida. 

No  parece,  sin  embargo,  que  el  trovador,  objeto  de 
especiales  atenciones  y  singulares  favores  en  la  corte  es- 
pléndida del  conde  de  Tolosa,  perseverase  por  mucho 
tiempo  en  sus  ideas  de  melancolía  y  dolor.  Las  poesías 
de  su  última  época  señalan  un  cambio  completo  en  sus 
ideas  y  costumbres. 

Bernardo  abandona  sus  ideas  lúgubres,  y  se  deja  lle- 
var por  las  corrientes  de  la  corte  galante,  teatro  de  in- 
trigas y  aventuras  amorosas  en  que  vivia.  Ya  en  este 
camino,  se  entrega  á  la  disipación  y  á  la  locura,  y  sus 
composiciones  de  aquel  tiempo  le  acusan  de  cierta  liber- 
tad é  inmoralidad  de  costumbres  que,  á  no  ser  propias 
de  la  sociedad  de  entonces ,  serian  en  el  poeta  altamente 
reprensibles. 

Dirige  una  poesía  á  cierta  dama  pidiéndole  su  amor, 
y  para  el  caso  de  que  no  pueda  concederle  éste  por  en- 
tero, se  ofrece  a  partirlo  con  otro  amante.  En  otra  poe- 
sía, dirigida  acaso  á  la  misma  dama,  dice,  que  vengado 
de  su  perfidia  por  la  inconstancia  del  nuevo  amante 
elegido  por  ella,  está  decidido  á  abandonarla,  con 
tanto  más  motivo  cuanto  que  la  esperanza  bretona  de- 
grada á  un  señor  ^  haciéndole  degenerar  en  escudero.  Esta 
expresión  de  la  esperanza  bretona^  familiar  entre  los 
trovadores,  era  una  esperanza  vana,  ilusoria,  la  espe- 
ranza que  los  bretones  tenían  en  el  regreso  de  su  fabu- 
loso rey  Arturo. 

Entre  las  composiciones  más  notables  de  Bernardo 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  155 

de  Ventadorn ,  hay  una  tensión  que  merece  citarse  y  tra- 
ducirse. Hablan  en  ella  Bernardo  y  Peirols ,  otro  poeta 
célebre  de  la  época.  Es  una  verdadera  joya  literaria, 
una  poesía  que  por  su  belleza,  su  estilo,  su  concisión, 
su  elegancia  y  su  sentimiento,  pudiera  pasar  como  obra 
del  mejor  poeta  moderno. 

Dice  así: 

a. Peirols.  —  ¿Cómo  puedes  resistir  a  la  voz  del  rui- 
señor que  te  invita  á  trovar? 

))  Bernardo. —  Prefiero  dormir.  El  amor  es  una  locura 
de  que  ya  curé. )) 

A  su  vez,  Bernardo  pregunta: 

ii. Bernardo. — Y  tú,  ¿por  qué  pasaste  tanto  tiempo 
sin  trovar? 

~)~)  Peirols.  —  Porque  solo  trova  bien  el  que  esta  ena- 
morado, y  yo  no  lo  estoy  ya. 

D Bernardo.  —  Si  esto  hiciera  enmudecer,  ha  tiempo 
que  hubiera  yo  perdido  la  voz. » 

El  trovador  concluyó  como  el  esposo  de  su  primera 
dama:  se  hizo  monje.  A  la  muerte  de  su  protector  y  ami- 
go el  conde  de  Tolosa,  que  tuvo  lugar  por  los  años  de 
1 1 94,  Bernardo  se  retiró  del  mundo,  entrando  en  la  aba- 
día de  Dalon  sin  que  nunca  más  volviera  á  saberse  de  él. 

Dicho  queda ,  al  comenzar  este  escrito ,  que  en  el  ci- 
clo de  los  trovadores  no  hay  otro  que  le  sobrepuje  en 
celebridad  y  en  mérito. 

Sus  contemporáneos  le  miraban  como  el  primero  y 
más  diestro  en  el  arte  de  trovar,  con  lo  cual  no  hicie- 
ron más  que  adelantarse  al  juicio  de  la  posteridad  que 
ha  continuado  sus  alabanzas.  Petrarca  le  cita  entre  los 


*56  LOS  TROVADORES. 

más  ilustres;  Dante  le  presenta  como  modelo  en  su  obra 
sobre  la  elocuencia;  el  otro  Dante,  el  de  Mayano,  le 
imitó  y  le  tradujo;  los  poetas  franceses  del  Norte  tienen 
á  cada  paso  pensamientos,  imágenes  y  hasta  versos  en- 
teros que  le  recuerdan;  al  llegar  á  tiempos  más  moder- 
nos le  vemos  figurar  en  el  Conort  de  Francisco  Ferrer 
y  en  la  Comedia  de  la  gloria  de  amor  de  Rocaberti,  y, 
por  fin,  ya  más* cerca  de  nosotros,  Racine  y  Juan  Ja- 
cobo  Rousseau,  no  se  desdeñan  de  imitarle. 

He  aquí  ahora  íntegras,  para  finalizar  este  estudio, 
tres  poesías  de  Bernardo  de  Ventadorn  para  que  mejor 
pueda  juzgársele: 

Estat  ai  cum  hom  esperdutz 

per  amor  un  lonc  estatge; 
mas  era  'm  sui  reconogutz 

qu'ieu  avia  fait  follatge, 

c'a  totz  era  ades  salvatge, 
'    car  m'era  de  chati  recrezutz; 
et  on  ieu  plus  estera  mutz, 

plus  feira  de  mon  dampnatge. 

A  tal  domna  m'era  rendutz 

qu'anc  no  m'amet  de  coratge, 
e  sui  m'en  tart  apercebutz, 

que  trop  ai  fait  lonc  badatge; 

mas  ieu  segrai  son  usatge: 
de  cui  que  m  vuelha,  serai  drutz, 
e  trametrai  per  tot  salutz, 

et  aurai  mais  cor  volatge. 

Truans  vuelh  esser  per  s'amor, 
e  cove  qu'ab  lieys  aprenda; 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  257 

pero  non  vei  domneiador 

que  miéis  de  mi  s'i  entenda; 

mas  belh  m'es  qu'ab  lieys  contenda, 
qu'altra  n'am  plus  bell'  e  melhor, 
que  m  val  e  m'ajud'  c'm  socor, 

e'm  fai  de  s'amor  esmenda. 

Aquesta  m'a  fait  tan  d'onor, 

que  platz  li  qu'a  merce  'm  prenda, 
e  membre  '1  del  sieu  amador 

qu'el  ben  que'm  fara  no  'm  venda , 

ni'm  fassa  far  long'  atenda, 
que  lonc  termini'm  fai  paor; 
qu'ieu  no  vei  malvatz  donador 
qu'ab  lonc  respiet  no's  defenda. 

Ma  domna'm  fon  al  comensar 

franqu'  e  de  belh  a  companha; 
per  so  la  dei  ieu  mais  amar 

que  si  'm  fos  fer'  et  estranha, 

que  dregz  es  que  domna's  franha 
ves  selui  qui  a  cor  d'amar: 
qui  trop  fai  son  amic  preyar, 

dregz  es  qu'amix  li  sofranha. 

Domna,  pensem  del  enginhar 

lauzengiers,  cui  Dieus  contranha, 
que  tan  cum  hom  lor  pot  emblar 

de  joi,  aitan  se  gazanha; 

e  que  ja  us  non  s'en  planha; 
lonc  temps  pot  nostr'  amors  durar, 
sol,  quan  luecs  er,  vueilha'm  parlar, 

e,  quan  luecs  non  er,  remanha. 

Dieu  lau,  enquer  sai  ieu  chantar, 

TOMO  II.  17 


258  LOS  TROVADORES. 

malgratz  n'aia  Na  Dolz  Esgar, 
e  selh  ab  cui  s'acompaha. 

Fis  Jois,  ges  no  us  puesc  oblidar, 
ans  vos  am  e  us  vuelh  e  us  tenh  car, 
quar  m'etz  de  belha  companha. 


Quan  vei  la  flor,  l'erba  fresqu'  e  la  fuelha, 
e  aug  los  chans  deis  auzels  peí  boscatge, 
ab  l'autre  joy,  qu'ieu  ai  en  mon  coratge, 
dobla  mos  bes  e'm  nays  e'm  crois  e'm  bruelha; 
que  no  m'es  vis  qu'om  posea  ren  valer, 
s'eras  no  vol  amor  e  gaug  aver; 
que  tot  quant  es  s'alegr'  e  s'esbaudeya. 

Ja  no  crezatz  qu'ieu  de  joy  mi  recreya, 
ni'm  lais  d'amar  per  dan  qu'aver  en  suelha, 
qu'ieu  non  ai  ges  poder  qu'aissi  m'en  tuelha; 
qu'amors  m'assalh,  que'm  sobresenhoreya, 
e'm  fai  amar  qui  que  ilh  platz,  e  voler; 
e  s'ieu  am  liéis  que  no'm  deu  eschazer, 
forsa  d'amor  m'i  fai  far  vassalatge. 

Mas  en  amor  non  a  hom  senhoratge; 
e  qui  l'y  quer,  vilanamen  domneya, 
que  ren  no  vol  amors  qu'esser  non  deya: 
paubres  e  rics  fai  amors  d'aut  paratge; 
si  Tuns  amics  vol  l'autre  vil  tener, 
greu  pot  amors  ab  erguelh  remaner, 
erguelhs  dechai,  e  fin'  amors  capdelha. 

leu  sec  sella  que  plus  ves  mi  s'erguelha, 
et  ella'm  fug  que'm  fon  de  bel  estatge, 
qu'anc  pus  no  vi  ni  me  ni  mon  messatge, 


BERNARDO  DE  VENTADORN.  259 

per  qu'ieu  m'albir  que  ma  dona  ra'acuelha; 
mas  dreg  Ten  fas,  qu'ieu  m'en  fas  fols  parer, 
quar  per  selha  que'm  torn'  a  nonchaler, 
esta  ne  aitan  de  liéis  que  non  la  veya. 

Mas  costum'  es  tostemps  que  folhs  foleya, 
e  ja  non  er  qu'ieu  eys  lo  ram  no  cuelha 
que'm  bat  e'm  fier,  per  qu'ai  razón  que'm  duelha, 
quar  anc  no'm  pres  d'autrui  amor  enveya; 
mas,  fe  qu'ieu  dei  lei  e  mon  Bel  Vezer, 
si  de  s'amor  m'en  torn'  en  bon  esper, 
jamáis  vas  lieys  non  farai  vilanatge. 

Ja  no  m'aia  cor  fellon  ni  salvatge, 
ni  contra  mi  malvatz  cossels  non  creya, 
qu'ieu  sui  sos  hom  liges,  on  que  m'esteya, 
si  que  del  suc  del  cap  li  ren  mon  gatge, 
mas  mans  juntas,  li  vene  al  sieu  plazer; 
e  ja  no'm  vuelh  mais  de  sos  pes  mover, 
tro  per  mercé'm  meta  lai  o's  despuelha. 

L'aigua  del  cor,  qu'amdos  los  huels  mi  muelha, 
m'es  ben  guirens  qu'ieu  penei  mon  dampnatge; 
e  conosc  ben  qu'ieu  ai  dig  gran  folhatge, 
s'elha  fai  tan  que  perdonar  no'm  vuelha, 
quar  mieus  non  sui,  et  ilh  m'a  en  poder; 
mais  pert  elha  qu'ieu  el  mieu  dechazer, 
per  que  l'er  mal,  s'ab  son  home  plaideia. 

Mon  messatgier  man  a  mon  Bel  V^ezer, 
que  silh  que'm  tole  lo  sen  e  lo  saber 
m'a  tol  mi  dons  e  leys,  que  non  la  vela. 


Lonc  temps  a  qu'ieu  no  chantei  mai. 


26o  LOS  TROVADORES. 

ni'm  saubi  far  captenemen: 
mas  ar  no  tem  plueia  ni  ven, 
tant  sui  intratz  en  cossire 
cum  pogues  bos  motz  assire 
en  est  so,  qu'ai  aperit; 
sitot  no  vei  flor  ni  fuelha, 
miells  mi  vai  qu'el  temps  florit, 
quar  la  rens  qu'ieu  plus  vuelh  me  vol. 

Totz  me  desconosc,  tan  be'm  vai, 
e  s'om  saubes  en  cui  m'enten, 
ni  l'auzes  mon  joi  far  parven, 

del  miéis  del  mon  sui  jauzire; 
e,  s'ieu  anc  fui  bos  sufriré, 
era  m'en  tenc  per  garit, 
que  re  non  sent  mal  que'm  duelha ; 
si  m'a  pres  jois  e  sazit 
no  sai  si'm  sui  aquelh  que  sol. 

El  mon  tan  bon  amic  non  ai, 
fraire  ni  cozin  ni  paren, 
si'm  vai  de  mon  joi  enqueren, 

qu'ins  en  mon  cor  no  l'azire; 
e,  s'ieu  m'en  vuelh  escondire, 
no  s'en  tenha  per  trait; 
no  vuelh  lauzengiers  mi  tuelha 
s'amor,  ni'n  levon  tal  crit, 
per  qu'ieu  me  lais  m-orir  de  dol. 

Lo  cors  a  blanc,  sotil  e  gai, 
qu'anc  hom  non  vi  tan  avinen; 
pretz  e  beutat,  valor  e  sen, 

a  trop  mais  qu'ieu  no  vos  sai  diré: 

de  lieys  non  es  res  a  diré 

ab  sol  qu'ilh  agués  tan  d'ardit 


BERNARDO  ÜE  VENTADORN.  »6i 

qu'una  vetz,  quant  se  despuelha, 
me  mezes  en  loe  aizit, 
e  m  fezes  del  bratz  latz  al  col. 

S'ilh  no  m'aizis  lai  on  ilh  jai, 
si  qu'ieu  remir  son  bel  cors  gen, 
dones  per  que  m'a  fag  de  nien? 

Ailas!  cum  muer  de  desire! 

Vol  mi  dones  mi  dons  aucire, 

quar  l'am,  o  quar  Tai  falhit? 

Era  'n  fassa  so  que  's  vuelha 

ma  domna,  al  sieu  chauzit, 
qu'ieu  no  m'en  planh,  sitot  m'en  dol. 

Per  sol  lo  bel  semblan  que  fai, 
quan  pot,  ni  aizes  lo  cossen, 
ai  tan  de  joi  que  sol  no'm  sen; 

soven  salh  e  volv  e'm  vire, 

e  sai  ben,  quan  la  remire, 

qu'anc  hom  bellazor  non  vit: 

ni  ges  ves  mi  non  s'orgoilla 

s'amors,  anz  n'hai  lo  chausit 
d'aitant  quant  mars  clau  ni  revol. 

Tan  l'am  que  ren  dir  no  Ten  sai, 
mas  ill  s'en  prenda  esgardamen, 
qu'ieu  non  ai  d'al  re  pessamen , 

mas  cum  li  fos  bos  serviré. 

E  s'ieu  sai  chantar  ni  rire 

tot  m'es  per  lei  escarit. 

Per  mercé  'Ih  prec  que  m'acuelha, 

e  pus  tan  m'a  enriquit, 

no  sia  qui  dona  e  qui  tol. 


B  LACAS. 


Floreció  en  la  época  del  esplendor  provenzal  y  era 
de  una  de  las  familias  más  distinguidas  del  país,  aun 
cuando  Millot  cae  en  el  error  de  decir  que  ningún  feudo 
de  este  nombre  existió  en  Provenza,  y  aun  cuando 
Nostradamus  escribe  que  era  originario  de  Aragón. 

Los  Blacás  (vaillance  de  Blacas,  antiguo  grito  de 
guerra),  fueron  ilustres  en  Provenza,  y  marchaban  de 
par  con  las  casas  más  fuertes  y  reputadas,  con  las  más 
nobles  y  altas  familias  del  país,  ocupando  entre  ellas  un 
puesto ,  un  título  y  un  rango. 

Por  todas  partes  entonces,  en  aquel  hermoso  suelo  de 
la  Provenza,  se  elevaban  grandiosos  y  almenados  cas- 
tillos, moradas  opulentas,  que  así  eran,  á  veces,  fuertes 
alcázares  de  donde  partian  los  gritos  de  guerra  y  de  ex- 
terminio, como  eran,  otras,  centros  galantes  y  cortes 
de  amor  y  gentileza,  donde  no  se  oian  más  ecos  que  los 
que  se  escapaban  del  bullicio  de  la  fiesta  y  de  las  liras 


B  LACAS.  263 

de  los  trovadores.  Sin  contar  las  familias  soberanas  ó 
casi  soberanas  de  los  condes  de  Tolosa  y  de  Foix,  de 
los  vizcondes  de  Beziers  y  de  Narbona,  y  otras  varias, 
brillaban  entonces  con  todo  el  lujo  de  su  opulencia  y  la 
aureola  de  su  gloria :  los  Agoult,  señores  de  Apt  y  Ca- 
zeneuve ,  fieles  á  su  hermosa  divisa  Hospitalidad  y  bon- 
dad; los  Abons,  que  ostentaban  la  no  menos  bella  de 
unir  y  mantener;  los  de  Adhemar,  de  raza  carlovingia, 
que  poseian  el  principado  de  Orange,  de  Grignan  y  de 
Monteil ;  los  de  Baucio ,  que  debian  su  nombre  al  cas- 
tillo, corona  de  una  colina  donde  las  flores  son  eternas; 
los  Sabrán,  de  cuya  familia  debia  salir  la  condesa  de 
Provenza;  los  Castellane,  que  se  suponian  oriundos  de 
los  príncipes  de  Castilla  y  que  tenian  al  pié  de  los  Al- 
pes su  casa  señorial,  ostentando  por  armas  las  de  Cas- 
tilla; los  Forcalquier,  los  Cadenet,  los  Hautefort,  los 
Singe,  los  Barras,  los  Arletan,  los  Montluzó,  los  Ca- 
baret, los  Mornás,  los  Castellet  y  cien  otras  nobles  fa- 
milias de  valioso  origen  y  elevada  raza. 

Figuraba  entre  éstas  la  de  Blacás,  cuya  casa  solariega 
era  el  castillo  de  Aulps,  y  que  unió  á  su  gloria  la  de 
dar  dos  trovadores  á  los  anales  de  las  letras  (Blacás  y 
Blacaset),  como  con  Beltran  de  Born,  el  padre  y  el 
hijo,  dio  otros  dos  la  casa  de  Hautefort,  y  como  otros 
dieron  las  casas  de  Sabrán,  de  Anduze,  de  Montleó,  de 
Adhemar,  de  Malaspina,  de  Foix,  de  Poitiers,  de  Ven- 
tadorn  y  de  otras  muchas. 

Señor  de  la  casa  de  que  hablamos  era  Blacás,  el  poeta 
de  que  paso  á  ocuparme ;  pero  si  he  podido  restablecer 
su  nobleza  y  origen ,  pocos  datos  he  podido  adquirir  de 


264  LOS  TROVADORES. 

SU  vida  y  de  sus  obras,  á  pesar  de  110  haber  descuidado 
para  ello  ni  ocasión  ni  medio. 

Su  biógrafo  provenzal  le  consagra  muy  pocas  líneas. 

((Blacás,  dice,  era  de  Provenza,  noble  barón,  rico  y 
generoso.  Fué  gran  amador  de  las  mujeres,  de  la  ga- 
lantería, de  la  guerra,  de  la  magnificencia,  de  los  festi- 
nes, del  bullicio,  de  la  animación,  de  los  cantos,  de  las 
fiestas  y  de  todo  aquello  por  medio  de  lo  cual  un  caba- 
llero adquiere  honra  y  reputación.  Nunca  hubo  nadie 
que  tuviera  tanto  placer  en  recibir,  como  él  tenía  en  dar. 
Los  pobres  y  los  necesitados  hallaron  en  él  un  constante 
protector.  Cuando  más  fué  avanzando  en  años,  más 
dadivoso  fué  y  más  liberal,  cortés,  valiente  y  esplén- 
dido; más  tierras  adquirió,  más  rentas  y  honores;  más 
estimado  fué  de  sus  amigos  y  temido  de  sus  adversa- 
rios; y  su  ingenio,  su  saber,  su  fausto  y  su  galantería 
fueron  siempre  en  aumento.» 

Nada  más  dice  el  biógrafo  de  los  trovadores. 

Que  fué  noble,  hidalgo,  generoso,  valiente,  gran 
protector  del  arte  y  del  ingenio,  espléndido  en  sus  do- 
nes, en  sus  fiestas,  en  su  galantería,  nos  lo  dicen  los 
muchos  trovadores  que  de  él  se  ocupan,  y  nos  lo  dice 
también  el  canto  que  Sordel  compuso  á  su  muerte,  uno 
de  los  cantos  más  originales  por  cierto  que  existen  en- 
tre las  poesías  provenzales. 

Que  fué  gran  trovador,  poeta  de  alto  ingenio  y  re- 
levantes cualidades,  como  se  nos  dice,  pudiéramos  ha- 
berlo comprobado  por  sus  obras;  pero  desgraciada- 
mente pocas  se  han  conservado  de  éstas,  y  no  las  mejo- 
res de  seguro. 


BLACAS.  265 

Sólo  quedan  de  él  unas  pocas  composiciones,  incom- 
pletas casi  todas,  y  que  no  revelan  en  verdad  un  gran 
ingenio. 

En  una  canción  dice  á  su  amada  que  le  concede  per- 
miso para  admitir  los  homenajes  de  otro  caballero,  si 
encuentra  uno  superior  ó  igual  a  él  en  valor  militar, 
uno  que  con  menos  renta  sea  tan  pródigo  y  dadivoso, 
uno  que  sepa  hablar  con  tanta  gracia  y  gentileza.  En 
este  caso  puede  amarle,  porque  «aquel,  dice,  que  sea 
superior  en  mérito,  tiene  derecho  á  ser  querido  de  la 
más  bella  de  las  damas.  Que  mi  dama  no  tome  esto  por 
una  baladronada,  pues  nada  hay  en  el  mundo  que  no 
esté  yo  dispuesto  á  hacer  por  ella.  Sólo  que,  como  es 
imposible  hacer  algo  sin  corazón,  es  necesario  que  de 
su  corazón  saque  el  mió,  que  allí  dejé,  y  me  lo  de- 
vuelva ó  me  lo  preste  solamente.  Ya  puede  entonces 
dejarme  marchar  seguro  contra  todos  aquellos  que  se 
atrevan  á  disputarme  mi  dama.» 

Se  sabe  de  él  que  tensionó  con  varios  trovadores, 
pues  parece  que  brillaba  en  este  género.  Hé  aquí  una 
de  sus  tensiones  con  Pedro  Vidal: 

C(  Blacás. — Pedro  Vidal,  puesto  que  obligado  me  veo 
á  componer  una  tensión,  permitidme  que  os  dirija  una 
pregunta  importante.  ¿Por  qué,  teniendo  tanto  ingenio 
y  talento  para  componer  versos,  tenéis  ingenio  y  ta- 
lento tan  limitados  para  muchos  asuntos  vuestros,  que 
tan  mal  andan?  Aquel  que,  siendo  viejo,  permanece  en 
el  mismo  estado  en  que  pasó  su  juventud,  ha  vivido 
inútilmente. 

))  Vidal. —  Estáis  en  un  error,  Blacás,  y  nunca  hicís- 


266  LOS  TROVADORES. 

teis  proposición  menos  sensata.  Yo  tengo  buen  criterio 
y  buen  sentido  en  todos  mis  cantos,  y  bien  se  conoce 
en  ellos  qué  hombre  soy.  Desde  mi  juventud  ofrecí  mi 
amor  á  la  dama  mejor  y  más  estimable.  No  quiero  per- 
der ni  el  fruto  ni  la  recompensa,  porque  el  que  se  cansa 
es  cobarde  é  infame. 

))  B lacas. —  No  quisiera  yo  vuestra  suerte  con  una 
dama  tan  llena  de  mérito.  Yo  quiero  siempre  igualdad, 
y  me  agrada  que  me  recompensen.  Os  abandono  la  fe- 
licidad de  esperar;  en  cuanto  á  mí,  prefiero  disfrutar. 
El  esperar  siempre  es  un  servicio  perdido,  del  cual  no 
resulta  bien  alguno. 

y)  Vidal. — Blacás,  yo  soy  muy  diferente  de  vosotros, 
que  no  os  cuidáis  del  amor.  Yo  soy  de  los  que  prefieren 
hacer  larga  jornada  para  encontrar  buen  albergue,  ser- 
vir mucho  tiempo  para  obtener  buen  salario.  No  es 
amante  verdadero  aquel  que  cambia  á  menudo,  ni  es 
buena  dama  la  que  con  facilidad  se  entrega.  No  es  amar 
sino  abusar  el  pedir  hoy  para  al  dia  siguiente  abando- 
nar la  partida. )) 

En  otra  tensión  de  Blacás  con  Pellissier  se  trata  de 
decidir  quién  de  tres  ladrones  sufrió  más  cruel  castigo, 
si  el  primero,  á  quien  cortaron  un  pié  y  la  mano  dere- 
cha por  haber  robado  dos  gallinas,  ó  el  segundo,  á  quien 
ahorcaron  por  robo  de  dos  dineros,  ó  el  tercero,  que- 
mado vivo  por  haberse  apoderado  en  un  monasterio  de 
una  lanza  y  un  capacete. 

De  mucha  más  importancia  y  mérito  superior  á  todas 
las  poesías  que  de  él  nos  quedan,  es  el  canto  fúnebre 
dedicado  á  la  muerte  de  este  trovador  por  su  contem- 


BLACAS.  267 


poráneo  Sordel.  Nada  más  original  que  la  idea  de  este 
canto,  ni  nada  tampoco  que  contribuir  pueda  á  formar 
una  idea  más  valiosa  del  difunto  poeta. 

Sordel  comienza  haciendo  un  gran  elogio  de  Blacás, 
su  mejor  amigo  y  su  buen  señor,  en  quien  se  habian 
reunido  todas  las  virtudes.  Lamenta  su  muerte  como 
una  inmensa  desgracia,  y  dice  que  sólo  puede  ésta  amen- 
guar un  tanto  con  tomar  el  noble  y  valiente  corazón  de 
Blacás  y  dar  á  comer  un  pedazo  de  él  á  ciertos  podero- 
sos de  la  tierra,  para  ver  si  de  este  modo,  y  gracias  á 
este  manjar,  adquieren  el  valor  que  les  falta. 

El  atrevido  trovador  mantuano  convida  á  varios  re- 
yes y  altos  barones  á  este  festín  simbólico.  Quiere  que 
coman  del  corazón  de  Blacás  á  fin  de  que  lleven  á  cabo 
ciertas  empresas,  para  las  cuales  les  falta  ánimo,  mere- 
ciendo por  no  realizarlas  las  iras  y  censuras  del  poeta. 

Quiere  que  el  primero  en  comer  del  corazón  de  Bla- 
cás sea  el  emperador  Federico  II  para  que  se  anime  á 
recobrar  el  Milanesado;  en  seguida  el  rey  Luis  de  Fran- 
cia para  que  se  decida  á  hacer  valer  sus  pretensiones  so- 
bre Castilla;  al  rey  Enrique  de  Inglaterra,  á  quien  falta 
corazón  y  acaso  lo  adquiera  comiendo  un  buen  pedazo 
del  de  Blacás,  para  que  recobre  las  tierras  que  le  han 
sido  usurpadas  por  el  monarca  francés;  al  rey  de  Casti- 
lla y  de  León  Fernando  III  el  Santo  para  que  se  esfuerce 
en  gobernar  bien  sus  dos  reinos,  pues  apenas  si  es  apto 
á  gobernar  uno ;  al  rey  de  Aragón  Jaime  I  el  Conquis- 
tador para  que  repare  su  honor  lavando  el  insulto  reci- 
bido en  Marsella;  al  rey  de  Navarra  para  que  no  valga 
menos  como  rey  de  lo  que  valia  como  conde ;  y  á  los 


z6g  LOS  TROVADORES. 

condes  de  Tolosa  y  de  Pro  venza  para  que  este  manjar 
les  aliente  a  pedir  sus  Estados  con  las  armas  en  la  mano. 

Esta  singular  y  notable  poesía,  que  tanto  honra  al 
autor  como  al  poeta  objeto  de  esta  valiente  inspiración, 
concluye  de  esta  manera : 

c(Ya  sé  que  los  barones  de  quienes  hablo  me  mira- 
rán con  desprecio  por  expresarme  así;  pero  debo  decla- 
rarles que  hago  de  ellos  tan  poco  caso  como  el  que  ellos 
hacen  de  mí. » 


BLAC  ASSET. 


Fué  hijo  del  trovador  cuyo  gran  corazón  era  tan  ex- 
celente para  Sordel,  que  se  lo  repartió  á  los  más  altos 
de  su  tiempo  para  comunicarles  virtudes  que  les  hacían 
falta. 

La  historia  del  hijo  no  da  ninguna  nueva  luz  sobre 
el  padre. 

Según  los  manuscritos  registrados  por  Saint  Pelaye, 
Raynouard  y  Millot,  pues  el  biógrafo  provenzal  que 
tengo  á  la  vista  no  habla  de  Blacasset,  éste  fué  digno  de 
tal  padre  por  su  valor,  su  generosidad  y  su  galantería, 
muy  cumplido  en  servir  á  las  damas  y  excelente  tro- 
vador. 

Compuso  al  parecer  muy  buenas  canciones,  pero  de 
cinco  que  han  llegado  hasta  nosotros,  sólo  es  notable  la 
siguiente : 

((Si  mis  males  de  amor  vuelven  á  atormentarme,  no 
sé  ya  quién  pueda  curarme  de  ellos,  pues  que  se  han  re- 


27o  LOS  TROVADORES. 

tirado  á  un  claustro  las  dos  damas  que  eran  constante 
objeto  de  los  cantos  del  conde  de  Provenza  y  de  los 
mi  os. 

))¿Qué  será  de  aquellos  hermosos  ojos  y  de  aquellos 
blancos  dientes?  ¿Dónde  irán  las  virtudes  y  el  honor, 
de  que  ellas  hacian  su  gloria  y  su  timbre?  Mientras  que 
hoy  nosotros  vertemos  copiosas  lágrimas,  Hugueta  y 
su  hermana  murmuran  sus  rezos  en  el  coro  de  un  mo- 
nasterio. 

))  Me  acude  á  veces  la  idea  de  ir  por  la  noche  á  po- 
ner fuego  al  convento  para  que  se  abrase  con  todas  las 
monjas.  En  poco  está  que  no  blasfeme  contra  San  Pons, 
que  ha  robado  todo  su  placer  á  la  Provenza.  ¡  Ay !  ¡  Qué 
de  bienes  hemos  perdido  al  perderos,  hermosa  Hugueta, 
encantadora  Estefanía!» 

Estas  dos  damas  eran  de  la  casa  de  Baux  ó  Baucio. 
La  prueba  la  halló  Millot  en  algunos  versos  de  otro  tro- 
vador llamado  Pujol,  en  los  que  elogia  la  piedad  de  Hu- 
gueta de  Baucio  y  de  su  hermana,  religiosas  en  San 
Pons. 

Nostradamus  habla  también  de  Blacasset_,  y  dice  de  él, 
pero  ignoro  hasta  qué  punto  se  puede  tener  fe  en  sus 
datos,  que  acompañó  á  Carlos  de  Anjou  en  la  conquista 
de  Ñapóles,  distinguiéndose  por  sus  hechos  de  armas  y 
siendo  recompensado  con  varios  feudos  en  Provenza. 
El  citado  autor  supone  que  murió  en  1300,  dejando  es- 
crito un  libro  titulado  La  manera  de  bien  guerrear. 


BONIFACIO  CALVO. 


I. 


Pertenece  Bonifacio  Calvo  al  número  de  aquellos  tro- 
vadores que  deben  considerarse  como  políticos,  pues 
aun  cuando  tiene  composiciones  galantes,  y  alguna  de 
ellas  notable,  no  es  éste  ciertamente  el  género  en  que 
más  se  ve  brillar  al  poeta. 

Bonifacio  Calvo  vio  por  vez  primera  la  luz  bajo  el 
hermoso  cielo  de  Italia,  siendo  otro  de  los  varios  trova- 
dores italianos  que  escribieron  en  provenzal,  ganando 
fama  y  renombre.  Era  un  noble  geno  vés,  á  quien  las 
discordias  a  la  sazón  reinantes  en  Genova  y  el  triunfo 
del  bando  contrario  al  suyo,  obligaron  á  salir  de  su  pa- 
tria. El  proscrito  se  refugió  en  la  corte  de  Castilla.  Fué 
en  los  comienzos  del  reinado  de  Alfonso  X. 

La  poesía  provenzal  no  sólo  era  conocida  y  estimada 
á  la  sazón  en  la  corte  de  Castilla,  sino  que  los  trovado- 
res que  á  ella  llegaban  tenían  por  seguro  ser  recibidos 
con  espléndida  hospitalidad.  Gustaban  de  la  lengua  pro- 


272  LOS  TROVADORES. 

venzal  los  principales  caballeros  y  el  monarca  mismo,  y 
eran  las  trovas  provenzales  atractivo  seductor  é  incen- 
tivo poderoso  para  las  gentiles  damas  de  aquella  corte. 

Bonifacio  Calvo  fué  desde  el  primer  momento  aco- 
gido agradablemente  por  el  rey  Alfonso,  que  hizo  de  él 
su  consejero  y  su  amigo,  colmándole  de  favores  y  dán- 
dole en  su  palacio  honroso  puesto  y  hospitalidad  cum- 
plida. 

Era  Bonifacio  uno  de  los  poetas  de  mayor  mérito  que 
entonces  vivian,  y  fué  tal  su  celebridad^  y  dejó  tal  fama, 
que  Nostradamus,  con  referencia  al  Monje  de  las  Islas  de 
Oro,  introduce  á  la  Filosofía  en  persona  para  declarar 
á  Calvo  un  gran  maestro  en  el  arte  poético  y  á  sus  com- 
posiciones de  todo  punto  inmejorables.  Hé  aquí  lo  que 
la  Filosofía  del  Monje  de  las  Islas  de  Oro  dice,  hablando 
de  este  trovador:  Ruego  á  todos  cuantos  vean  las  obras 
de  Bonifacio  Calvo  que  no  se  tomen  la  'pena  de  corregirlas, 
"porque  yo,  que  soy  la  Filosofía,  reconozco  á  Bonifacio  por 
un  gran  maestro  en  el  arte  poético.  A  cualquiera  que  se 
atreva  á  retocar  y  corregir  las  poesías  hechas  por  él,  le 
declaro  desde  este  momento  ignorante,  loco,  temerario  y  ene- 
migo mió. 

Pero  vamos  ya  á  sus  obras,  que  éste  es  el  modo  me- 
jor de  conocer  al  poeta. 

Ya  se  ha  aludido  á  una  de  ellas  en  el  artículo  de  Bar- 
tolomé Giorgi.  Bonifacio  escribió  un  serventesio  en  el  que 
los  venecianos  eran  maltratados,  y  Giorgi  tomó  su  de- 
fensa. El  serventesio  no  trata  bien  tampoco  á  los  geno- 
veses.  Bonifacio,  proscrito  de  su  patria,  se  lamenta  de 
las  disensiones  que  en  ella  reinan,  presenta  á  Genova 


BONIFACIO  CALVO.  273 

como  víctima  de  los  partidos  y  hasta  se  permite  atacarla 
con  dureza  algo  extrema,  tratándose  de  un  hijo.  El  do- 
lor del  expatriado  trasciende  á  través  de  los  versos  y  se 
hace  sentir. 

Dice  así: 

c(No  me  desconsuela  el  verme  desdeñado  de  esa  in- 
grata nación  genovesa.  Desdeño  su  amistad.  No  está 
hecha  para  un  hombre  amigo  de  la  virtud.  Sus  divisio- 
nes me  afligen  sin  embargo,  y  si  se  decidieran  á  termi- 
narlas, su  poder  acabarla  fácilmente  con  todos  aquellos 
que  hoy  la  maltratan. 

))¡Ah  genoveses!  ¿Qué  ha  sido  de  aquel  valor  que 
antes  nunca  os  faltaba  contra  un  pueblo  (el  veneciano) 
cuyas  hazañas  eclipsan  hoy  de  tal  modo  las  vuestras, 
que  todos  vuestros  amigos  están  consternados.'*  Cesad 
en  vuestras  discordias,  y  volved  á  poner  una  mordaza 
á  esos  rivales  arrogantes.  Si  hoy  os  retan,  es  por  veros 
desunidos. 

))  A  tal  punto  han  llegado  vuestras  discordias,  que  si 
no  acaban,  acabarán  con  vosotros.  Mientras  que  el  ene- 
migo os  combate,  vosotros  os  combatís  unos  á  otros ,  y 
mientras  tanto  el  enemigo  se  muestra  orgulloso  con  sus 
victorias,  que  sólo  debe  á  vuestras  disensiones...» 

Esta  es  la  poesía,  á  la  cual  contestó  el  veneciano  Giorgi 
desde  las  prisiones  de  Genova. 

Era  Bonifacio  Calvo  gran  amador  de  luchas  y  bata- 
llas, y  sus  cantos  guerreros,  por  su  vigor  y  colorido, 
por  la  viveza  de  su  cuadro,  recuerdan  los  de  Beltran  de 
Born. 

Hé  aquí  un  serven tesio  de  este  género.  El  trovador 


274  LOS  TROVADORES. 

incita  á  la  guerra  á  Alfonso  el  Sabio ^  y,  con  aquella  li- 
bertad que  tenían  y  se  tomaban  los  poetas  de  entonces, 
le  reprende  duramente  por  adormecerse  y  dar  oídos  a 
los  privados  que  le  aconsejan  la  paz,  prefiriendo  buenos 
bocados  y  buen  vino  a  tomar  castillos,  ciudades  y  reinos. 

((En  vez  de  floridos  y  hojosos  vergeles,  quisiera  ver 
por  los  campos  y  los  prados  lanzas  y  estandartes ;  y  en 
lugar  de  cantos  de  aves,  oír  trompas  y  clarines  y  grande 
estrépito  de  golpes  y  de  gritos,  como  prueba  de  estar  ya 
empeñada  la  batalla. 

))  Pláceme  el  resonar  de  las  armas  y  los  gritos  de  los 
campeones,  cuando  estoy  bien  montado  y  cubierto  con 
una  buena  armadura.  Tan  alegre  salgo  entonces  al  en- 
cuentro de  las  huestes  enemigas,  como  los  privados  al 
acudir  á  las  audiencias,  y  tan  querido  soy  como  ellos  en 
los  momentos  de  conflicto. 

))  Por  esto  desearía  ver  al  rey  Alfonso  alejado  de  sus 
reinos,  pues  entonces  seguiría  los  consejos  de  los  hom- 
bres de  pro  y  de  valía,  ya  que  én  los  grandes  peligros 
de  nada  sirven  los  aduladores,  puesto  que  á  lo  mejor  les 
faltan  corazón  y  ánimo. 

))Pero  me  parece  que  está  adormecido,  y  me  des- 
place, pues  veo  descontentos  y  desalentados  a  los  suyos, 
y  si  ahora,  mientras  la  ocasión  es  propicia  no  les  anima, 
tal  desgracia  y  daño  puede  resultarle,  que  luego  no  lo 
podrá  reparar  ni  en  diez  años. 

))  Rey  D.  Alfonso,  no  creáis  á  los  menguados  cobar- 
des ni  á  los  emperezados  ociosos,  para  quienes  el  estar 
tranquilos  en  sus  casas  bebiendo  buenos  vinos  y  co- 
miendo buenos  bocados,  es  preferible  á  ir  á  tomar  cas- 


BONIFACIO  CALVO.  275 

tillos,  ciudades  y  reinos,  con  lo  cual  demuestran  que  no 
son  amigos  de  hechos  gloriosos,  y  que  más  estiman  el 
descanso  que  la  nobleza  y  el  valor. » 

0- 

En  loe  de  verjans  floritz 
e  folhatz, 
volgra  per  camps  e  per  pratz 
vezer  lansas  e  penós; 

et  en  loe  de  cants  d'  auzeus  , 

auzir  trompas  e  flauteas, 
e  grans  retins  de  colps  e  de  cridans; 
qu'  adoncs  fora  cabalós  lo  mazans. 
Bel  m'  es  lo  retins  '1  critz 
deis  armatz 
quan  soi  ben  encavalgatz 
et  ai  bellas  garnizós. 
Qu'  aitan  gai  soi  et  irneus 
a  r  encontrar  deis  tropeus, 
com  li  privat  en  eambras  e  parlans, 
e  tan  volgut  com  il  en  cochas  grans. 
Per  qu'  ieu  volgra  fos  partitz 
lo  prezatz 
reís  'N-Anfós  de  sos  regnatz, 
qu'  adoncs  faria  deis  pros 
e  deis  valens  sos  capdeus: 
qu'  en  fatz  perillos  ni  greus 
no  ten  pro  lauzengers  ni  soplejans, 
qu'  al  major  ops  li  fail  cors  e  talans. 
Mas  trop  me  par  endormitz, 
que'm  desplatz, 
quar  en  vei  desconortatz 
los  sieus  e  meins  coratjós. 
E  s'  ara,  mentr'  es  noveus 
1'  afars,  no  conorta  'Is  seus, 


276  LOS  TROVADORES. 

venir  1'  en  pot  tal  mescaps  e  tal  dans 
qu'  il  fará  pron  si  '1  rcstaur'  en  dez  ans. 
Reis  'N-Anfós,  ja  'Is  crois  marritz 
non  crezatz, 
ni  'Is  feignenz  alegoratz: 
quar  ámon  dins  lor  maizós 
mais  bos  vis  e  bos  morseus, 
qu'  ab  afán  penre  casteus, 
ciutatz  ni  reings,  ni  faire  faitz  prezans, 
tan  lor  es  cars  legors  e  prctz  soans. 


En  otros  dos  serventesios  Bonifacio  exhorta  al  mo- 
marca  castellano  á  marchar  contra  los  reyes  de  Aragón 
y  de  Navarra.  Al  trovador  no  le  importa  que  el  primero, 
don  Jaime  el  Conquistador^  fuese  suegro  de  Alfonso,  ni 
atiende  á  que,  mejor  que  á  empeñarle  en  lucha  fratri- 
cida, más  propio  hubiera  sido  de  su  levantado  espíritu 
aconsejarle  la  guerra  contra  los  infieles.  Pero  esto  se  ve 
poco  en  los  trovadores.  Fueron  raros  los  que,  como 
Pedro  Vidal,  aconsejaban  á  los  príncipes  españoles  que 
se  dejasen  de  contiendas  entre  sí  para  unirse  y  llevar  sus 
armas  contra  los  naturales  enemigos  de  los  españoles. 
Eran,  en  general,  más  del  gusto  de  los  trovadores  las 
contiendas  entre  príncipes  cristianos. 

He  aquí  como  Bonifacio  incita  á  la  guerra  al  rey  don 
Alfonso,  siendo  muy  de  notar  la  extrema  libertad  con 
que  le  echa  en  cara  sus  inclinaciones  pacíficas,  conforme 
á  las  costumbres  del  tiempo  y  á  la  ruda  franqueza  é  in- 
dependencia de  los  trovadores: 

((Quiero  hacer  sin  tardanza  un  nuevo  serventesio 
para  el  rey  de  Castilla,  porque  no  me  parece ,  ni  pienso. 


BONIFACIO  CALVO.  277 

ni  creo  que  se  halle  con  ánimo  de  guerrear  contra  los 
navarros  ni  el  rey  aragonés:  mas  en  cuanto  yo  le  haya 
dicho  lo  que  debo,  haga  él  entonces  lo  que  mejor  le 
cumpliere. 

))  Si  lo  desea  de  veras ,  no  tardará  en  presentársele  la 
ocasión  de  tropezar  en  el  campo  con  los  dos  reyes:  y 
por  cierto  que  si  ahora  no  lleva  su  gonfalón  á  aquellas 
tierras  contra  el  rey  de  Navarra  y  contra  su  suegro,  el 
de  Aragón,  habrá  motivo  de  que  se  cante  lo  que  algu- 
nos ya  dicen,  que  más  prefiere  el  rey  de  León  cazar 
con  halcón  y  gavilán,  que  vestir  coraza  y  cubrirse  con 
el  casco. » 

Un  nou  siventés  ses  tardar 
voill  al  rei  de  Castella  far, 
car  no  'm  sembla,  ni  pes,  ni  crei 
que  '1  aia  cor  de  guerrejar 
Navars  ni  1'  aragonés  rei ; 
mas  pos  dig  n'  aurai  50  qu'  el  dei 
el  fazo  co  que  quiser  far... 

Allá  por  los  años  de  1253,  Alfonso  X  trató  de  ha- 
cer valer  antiguas  pretensiones  sobre  la  Aquitania.  El 
monarca  castellano  se  creia  con  derecho  á  la  Gascuña, 
que  habia  sido  dada  en  dote  á  Leonor  de  Inglaterra 
cuando  casó  con  Alfonso  VIII,  y  preparábase  á  la 
guerra  con  este  objeto,  ayudado  por  los  condes  de 
Bearn  y  de  Gascuña  que  se  pusieron  de  parte  del  rey 
de  Castilla,  levantándose  contra  los  ingleses. 

Bonifacio  Calvo,  excitado  su  entusiasmo  á  la  idea 
de  la  guerra,  se  apresuró  á  dirigir  al  rey  este  serven- 
tesio: 


278  LOS  TROVADORES. 

((Ya  casi  no  me  acordaba  de  cantar,  pero  me  acuerdo 
ahora  al  oír  lo  que  se  dice  y  cuenta  de  que  en  breve 
nuestro  rey,  pese  á  quien  pese,  se  propone  entrar  en 
Gascuña  con  tal  poder  de  gente,  que  no  bastarán  a  re- 
sistirle muros  ni  fortalezas. 

))  Desde  que  entendí  que  quiere  comenzar  tal  em- 
presa, la  cual  ha  de  ser  gloriosa  para  las  armas  y  para 
la  cortesía,  me  siento  tan  alegre  y  gozoso  que  no  pienso 
en  otra  cosa  sino  en  el  júbilo,  y  en  hacer  de  manera  que 
el  rey  franco  y  valiente  la  comience  en  seguida,  con 
ánimo  decidido  á  llevarla  á  cumplimiento. 

))  La  impaciencia  que  de  celebrarle  tengo  y  de  cantar 
su  valor,  me  hacen  desear  que  comience  pronto  con 
tanto  ardimiento,  que  los  gascones  y  los  navarros  se 
vean  precisados  á  sometérsele  y  pueda  él  mandarlos  á 
los  tormentos ,  á  la  prisión  y  á  la  muerte. 

))  Véasele  sin  demora  montar  á  caballo  y  marchar  con- 
tra ellos  de  frente  con  tal  esfuerzo  que  no  puedan  opo- 
nerle ellos  otro  igual,  y  allí  combatir  con  arrojo,  de  ma- 
nera que  sucumban  en  ruinas  los  muros,  las  torres,  las 
fortalezas,  incendiándolo  y  destrozándolo  todo,  y  ca- 
yendo todos  postrados  á  sus  pies  pidiéndole  misericordia. 

))  Haga  de  modo  que  todos  los  mejores  hablen  de  su 
valor,  y  haga  también  por  asemejarse  á  su  padre,  si 
bien  para  esto  debe  esforzarse  mucho,  porque  fué  muy 
gentil,  y  más  supo  conquistar  y  más  se  hizo  honrar  que 
rey  alguno.  Si  no  se  le  asemeja  ó  no  le  aventaja,  mucho 
dará  que  decir;  pero  tengo  motivo  para  creer  que  le  su- 
perará en  breve,  tan  grande  es  su  deseo  de  realzar  su 
fama. 


BONIFACIO  CALVO.  279 

))Rey  castellano,  pues  ahora  no  os  falta  poder  ni 
entendimiento,  y  Dios  os  lo  permite,  pensad  en  con- 
quistar. )) 

Mout  a  que  sovinenza 
non  agui  de  chantar, 
mas  ar  m'  en  sovi,  car 
aug  sui  dir  e  comdar 
que  '1  nostre  rei  breuzmenu, 
cui  que  pes  ni  's  n'  azir, 
vol  en  Gascoigna  intrar 
ab  tal  poder  de  genz 
que  murs  ni  bastimenz 
non  o  puesca  sufFrir... 

Mas  res  no  'm  fui  duptar 
que  '1  no  '1  venza  breuzmenz, 
tant  es  gran  sos  talentz 
de  sos  pretz  enantir. 

Reis  castellans,  pueis  ar' 
no  'us  faill  poder  ni  senz, 
e  Dieus  vos  es  consenz, 
pensatz  del  conquerir. 

Estaba  de  Dios  que  nunca  viese  el  poeta  colmados 
sus  votos.  El  rey  castellano  era  más  dado  á  la  paz  de  lo 
que  el  trovador  deseaba,  y  aquella  expedición  terminó 
por  un  convenio,  lo  propio  que  la  otra  contra  su  suegro, 
el  monarca  aragonés,  á  que  tanto  le  habia  incitado  Bo- 
nifacio. 

No  tuvo  éste  ocasión  de  cantar  su  valor.  La  empresa 
terminó  cediendo  el  rey  sus  derechos  á  su  hermana  Leo- 
nor, que  casó  con  Eduardo  de  Inglaterra. 


28o  LOS  TROVADORES. 


II. 


Largo  tiempo  permaneció  Bonifacio  Calvo  en  la 
corte  de  Castilla,  querido  y  festejado  ;  y  como  á  su  ta- 
lento reunia  una  presencia  agradable,  no  podian  faltarle 
lances  de  amores  ni  galantes  entretenimientos. 

Enamoróse  al  principio  de  una  dama  bella,  gentil  y 
virtuosa,  según  el  biógrafo  provenzal,  pero  después  de 
muchos  esfuerzos  para  conseguir  sus  favores,  herido  por 
sus  desdenes,  se  vengó  por  medio  de  esta  altanera 
poesía. 

r(Me  reprocho  el  haber  servido  á  una  dama  que  no 
ha  sabido  conocer  toda  la  gloria  que  podia  alcanzan  con 
mis  servicios.  Pero  si  he  sido  bastante  insensato  para 
colocar  mal  mi  cariño,  en  cambio  he  sabido  corregirme 
á  tiempo. 

))  No  debe  estar  tan  orgullosa  aquélla  que  me  ha  des- 
deñado, pues  perderá  la  honra  que  le  procuraba  mi 
amor.  El  recobro  de  mi  juicio  me  llevará  á  ofrecer  á 
otra  mis  homenajes,  y  dejaré  de  celebrar  su  hermosura 
y  su  mérito  para  cantar  á  otra  beldad. 

))No  puedo  causarle  mayor  daño  que  éste,  y  aun 
cuando  lo  pudiese  no  lo  haría,  porque,  más  que  irri- 
tado contra  ella,  lo  estoy  contra  mi  corazón,  por  ha- 
berme inspirado  tan  desastrosa  locura...» 

Y,  efectivamente,  el  trovador  cumplió  su  palabra. 
Vengóse  ofreciendo  sus  homenajes  á  otra  dama  y 
loando  su  belleza;  pero  elevó  á  tal  altura  sus  miras,  que 


BONIFACIO  CALVO.  281 

el  nuevo  objeto  de  sus  amores,  al  decir  de  Nostrada- 
mus,  fué  nada  menos  que  la  sobrina  del  monarca. 

El  dicho  del  cronista  provenzal  parece  comprobado 
por  las  canciones  mismas  del  trovador. 

(( Tan  elevada  está  la  mujer  á  quien  amo,  dice  en  una 
de  sus  poesías,  que  me  admiro  de  haber  tenido  el  valor 
de  amarla.)) 

En  otra,  dirigiéndose  á  su  dama,  le  pide  que  tenga 
más  en  cuenta  su  conducta  que  su  cuna,  ya  que  ésta  no 
es  ((de  una  elevación  proporcionada  á  la  suya.)) 

((Es  locura,  añade,  el  pensar  que  tan  alta  dama 
pueda  aceptar  mis  homenajes  y  admitirme  por  su  ser- 
vidor. )) 

En  otra  ocasión,  con  un  atrevido  arranque,  que  po- 
drá tener  mucho  de  irreverente,  pero  que  encierra  una 
idea  de  primer  orden,  dice:  ((Si  Dios  quisiera  amar  á 
una  dama  de  este  mundo  amaria  á  la  que  yo  amo.)) 

En  la  siguiente  composición ,  que  debió  ser  escrita  en 
desagravio  de  algún  acto  atribuido  al  trovador  y  con- 
tado tal  vez  con  malignidad  al  rey  de  Castilla,  Bonifa- 
cio alude  a  sus  amores  en  la  última  estrofa,  notándose 
cierta  misteriosa  relación  entre  estos  amores  y  el  mo- 
narca. 

((Aquel  que  tiene  deseo  de  dar  tal  donativo  que  sea 
ensalzado  por  los  sabios,  debe  considerar  tres  cosas:  en 
primer  lugar  quién  es  él  mismo,  luego  quién  es  el  que 
debe  recibirlo,  y  además  cuál  es  el  don,  pues  de  otro 
modo  no  le  sería  posible  evitar  la  censura. 

))  Nadie  debe  dar  tan  gran  donativo  que  de  él  resulte 
perjuicio,  ni  tan  pequeño  que  en  nada  lo  estime  el  que 


í%i  LOS  TROVADORES. 

lo  reciba;  ni  tampoco  es  don  aquél  por  el  cual  pudiera 
ser  reprendido,  ó  del  cual  se  coligiese  que  el  donador 
ignora  el  mérito. 

))  Cuando  un  hombre  para  honrarse  a  sí  mismo  da  lo 
suyo  y  le  resulta  deshonor,  no  puede  dañarse  á  sí 
propio  en  mayor  grado,  pues  que  hacienda  y  honor  son 
superiores  á  todos  los  bienes,  y  quien  los  pierde  no 
puede  descender  á  más  bajo. 

»  Por  esto  me  place  requerir  y  supHcar  al  rey  de  Cas- 
tilla que  se  fije  en  mis  cantos  y  no  crea  á  sus  privados, 
pues  éstos  han  adoptado  tal  arte  y  tal  costumbre,  que, 
á  darles  crédito,  menguaría  su  alta  prez. 

))  Amor  me  hace  amar  á  mi  dama  de  tal  manera,  que 
soy  tenido  por  loco,  pues  cuando  debiera  sólo  pensar  en 
servir  al  rey  ,  sólo  á  ella  me  consagro ;  pero  no  por  esto 
me  desconceptuaré  con  el  rey,  pues  sé  que  me  dará 
buen  galardón,  si  le  place  concederme  sus  mercedes.» 

Qui  a  talen  de  donar 
tal  don  que  sia  lauzatz 
entre  'Is  savis,  dea  pensar 
tres  cauzas,  ben  o  sapchatz  : 
quan  es  el  eis  tanh  que  's  pes, 
e  qual  cel  que  '1  don  deu  penre, 
e  quals  lo  dos ;  qu'  estier  res 
no  '1  pot  de  blasme  defendre... 

Tan  mi  fai  ma  domna  amar 
amors,  qu'  en  sui  fol  jut-jatz; 
que  quan  deuria  ponhar 
el  reí  de  servir,  li  fatz 
plazers  :  e  no  'm  en  tol  ges, 


BONIFACIO  CALVO.  283 

quar  sai  que  '1  m'  en  degra  rendre 
bon  gazardó,  si  '1  plagues 
a  dreg  sa  mercé  despendre. 

El  favor  que  el  rey  le  dispensaba,  y  acaso  su  mismo 
atrevimiento  en  llevar  á  tan  alto  sus  amores,  le  valieron 
la  murmuración  de  la  corte  y  la  envidia  de  los  palacie- 
gos, quienes  trataron  de  poner  mal  á  Bonifacio  con 
el  monarca. 

Así  se  desprende  de  la  anterior  composición,  y  más 
aún  de  la  siguiente ,  que  es  en  verdad  notable  por  con- 
tener juiciosas  consideraciones. 

(( Veo  que  entre  las  gentes  tiene  cabida  una  gran  in- 
justicia ,  que  no  puedo  yo  sufrir,  el  que  se  culpe  y  cen- 
sure á  uno  por  haber  sido  desgraciado  cumpliendo  con 
su  deber ;  y  otra  veo  más  insoportable  todavía,  la  de 
alabar  y  presentar  como  ejemplo  de  bondad  y  de  sabi- 
duría al  que  supo  atesorar  riquezas  por  malos  medios. 

))En  mi  sentir,  comete  muy  grave  falta  quien  cen- 
sura á  aquel  que  quiere  encumbrarse  por  buenos  me- 
dios luego  que  le  ve  caer  en  desgracia ;  y  más  falta  co- 
mete todavía  quien  ensalza  al  que  por  malos  medios 
adquirió  grandes  bienes  y  atesoró  muchos  caudales,  pues 
esto  hace  que  los  buenos  desmayen  y  los  malos  sean  más 
atrevidos. 

))Así,  si  cada  cual  tuviese  en  cuenta  cómo  obra,  y 
alabase  sólo  á  aquel  que  hace  cosas  buenas,  atendiendo 
sólo  á  su  mérito,  acogiéndole  y  honrándole  como  se 
debe,  y  en  cambio  el  vil  malvado,  que  posee  grandes 
riquezas  malamente  adquiridas,  fuese  de  todos  despre- 
ciado, con  dificultad  habria  personas  de  mala  conducta. 


284.  LOS  TROVADORES. 

))Mas  observo  que,  bien  considerado  todo,  es  un 
error  el  reprender  á  la  muchedumbre,  por  lo  cual  me 
dirijo  á  los  grandes  señores,  rogándoles  que  no  consien- 
tan ni  acepten  este  abuso  de  nuestro  siglo,  y  que  pro- 
vean el  remedio  de  este  mal,  cosa  fácil  de  hacer,  puesto 
que  si  desprecian  á  los  malos,  los  demás  se  apresurarán 
también  á  despreciarlos. 

))Rey  castellano,  no  digo  esto  por  vos  en  modo  al- 
guno ,  pues  sabido  es  que  las  cosas  malas  os  desagradan, 
y  tanto  os  placen  las  buenas,  que  todos  de  vos  esperan 
el  remedio.)) 

Una  gran  desmezura  vei  caber 
entre  las  gcnts,  qu'  eu  non  pose  ges  soffrir, 
que  s'  om  mezavé  fazen  son  dever 
es  encolpatz  e  représ  de  faillir ; 
et  autra  'n  vei  caber  que  plus  grieus  m'  es, 
que  z-om  gazaing'  aver  ab  falhimen 
dizon  de  luí  qu*  el  es  valens  e  pros 
e  qu'  el  saup  far  ni  fai  sabiament. 

E  faill  trop  grieu  totz  hom  al  mieu  parer, 
qui  blasme  cellui  que's  vol  enantir 
ab  ben  far  tot  lo  verá  deschazer, 
e  plus  grieu  faill  aquel,  al  mieu  albir, 
que  lauza  celui  qu'  aura  pres  grans  bes 
e  maint  aver  gazaignat  malamen, 
c'  aissó  fa  de  ben  far  giquir  los  bos 
e  'Is  malvatz  falhir  plus  ardidamen. 

Asi  chascás  gardés  al  captener, 
e  lauses  celui  qu'  el  vis  far  e  dir 
bontat  e  sen  quon  qu'  el  fos  del  aver, 
e  volgués  honrat  e  gent  aculhir, 
e  ill  croi  malvatz  que  gran  ricor  agués 


BONIFACIO  CALVO.  285 

gazaiguada  mal  et  aunidamen 
blasméson  tug  e  mal  aculhit  fos, 
greu  seríon  d'  ávol  chaptenemen. 

Mais  aissó'm  fai  gran  meravill'  aver 
que  chascús  vei  plazer  e  abellir 
bon  faitz  et  en  paraulas  mantener 
e  'Is  crois  blasmar  et  a  despieg  tener, 
e  nuls  de  ben  far  no's  trebailla  ges 
e  de  mal  far  nos's  garda  ni  's  repren , 
mas  ieu  m'  albir  gardan  totas  razós 
que  peccatz  es  que  las  genz  sobrepen. 

Per  qu'  en  vas  los  grans  senhors  que  poder 
an  de  ben  far  sobr'  els  autres,  me  vir, 
e  los  prec  fort  qu  el  non  déian  voler 
tan  gran  tort  del  segle  ni  consentir 
e  que  per  els  conseills  i  sia  pres, 
e  pódon  .1.  conseill  pendre  leumen 
c'  ab  sol  mostrar  que  lor  si'  enuiós 
tuit  li  autre  lo  'n  gitaran  breumen. 

Reis  castellans,  per  vos  non  o  dic  ges, 
car  totz  mals  vos  enuia  trop  fortmen, 
e  '1  bes  vos  plai  tan  fort  que  sol  per  vos 
esperón  tuit  qu'  áion  revinimen. 

Un  desgraciado  suceso  debió  influir  por  mucho,  á  lo 
que  parece,  en  el  porvenir  del  trovador,  la  muerte  de 
la  dama  de  sus  pensamientos.  Esto  le  inspiró  una  trova 
que  tiene  verdadera  belleza  y  que  respira  dolor  y  sen- 
timiento. 

((Es  tal  la  pérdida  que  he  sufrido,  que  ni  siquiera 
mis  enemigos  mismos  pueden  alegrarse  de  ello.  Deben 
al  contrario  afligirse  hasta  el  punto  de  morir  de  dolor. 
Y  todos  debieran  hacer  lo  mismo  por  la  muerte  de 


286  LOS  TROVADORES. 

aquella  que  tanto  honraba  al  mérito  y  á  la  virtud.  ¡  Ay 
de  mí!  Si  yo  supiera  que  existe  un  género  de  muerte 
peor  que  lo  que  me  resta  de  vida,  me  mataria  en  el 
acto.  De  hoy  en  adelante  me  será  odioso  todo  lo  que 
antes  me  halagaba.  Otro  cualquiera  moriria  de  este 
golpe,  pero  yo  no  muero  porque  estoy  tan  acostum- 
brado á  sufrir,  que  vivo  de  lo  que  haría  morir  á  los 
demás. 

))No  puedo  menos  de  ir  sembrando  lágrimas  por  to- 
das partes  y  recogiendo  en  todas  dolores,  por  la  muerte 
de  la  belleza  con  la  cual  han  desaparecido  mis  placeres 
y  mis  sueños  de  fortuna... 

))  Era  ella  tan  buena  y  cumplida  en  todo ,  que  ni  si- 
quiera he  de  pedirle  á  Dios  que  la  reciba  en  su  paraíso. 
Faltaríale  al  paraíso  toda  cortesía  y  gentileza  si  ella  no 
estuviese,  y  ya  se  dará  Dios  buena  cuenta  de  colocarla 
donde  él  está.  Si  me  lamento,  pues,  es  sólo  por  verme 
separado  de  ella. 

})  Loco  es  aquel  que  atiende  á  mundanas  y  pasajeras 
alegrías,  y  más  loco  aún  el  que  de  ellas  se  envanece  y 
gloría !  El  recuerdo  de  la  alegría  que  su  belleza  me  ins- 
piraba, baña  hoy  de  lágrimas  mi  rostro.  ¡  Ah!  Si  hu- 
biese yo  sabido  el  mal  que  avenirme  debia,  no  hubiera 
hecho  tanto  caso  de  aquel  júbilo... 

))¡Oh  vos,  flor  de  cortesía  lo  propio  que  de  belleza, 
mi  dulce  y  bella  amiga,  la  muerte  estará  satisfecha  y 
orgullosa  con  haberse  apoderado  de  vos,  pero  á  mí  me 
ha  sumido  en  tal  aflicción  y  pena,  que  nada  hay  que 
consolarme  pueda. » 

Otra  poesía  también  de  Bonifacio  Calvo,  notable  y 


BONIFACIO  CALVO.  287 

que  merece  insertarse  íntegra  en  este  estudio ,  es  una  en 
que  incita  al  rey  Alfonso,  no  ya  a  las  armas  y  á  la 
guerra,  sino  al  amor  y  a  la  galantería.  Mencionan  esta 
composición  Millot  y  Milá  entre  otros.  Veámosla  pri- 
mero y  luego  hablaré  del  juicio  que  les  merece. 

«Las  canciones  y  la  gentileza  subsisten  todavía  en  el 
mundo,  pero  es  sólo  porque  el  rey  D.  Alfonso  las  man- 
tiene; que  á  no  ser  por  él  ya  estarían  del  todo  olvida- 
das. Ya,  pues,  que  las  quiere  mantener,  que  no  eche  en 
olvido  el  amor,  sin  el  cual  las  canciones  y  la  gentileza 
serian  tan  insípidas  como  un  manjar  sin  sal. 

))  Por  amor  se  inventaron  los  cantos,  y  el  cantar  y  ser 
gentil  es  derecho  y  oficio  de  los  enamorados ,  que  no  de 
otros.  Aquel  que  es  rebelde  al  amor,  no  puede  llenar 
cumplidamente  su  deber  en  cosa  alguna,  que  quien  no 
sabe  amar  tampoco  sabe  cumplir. 

dSí  el  rey  D.  Alfonso,  en  todos  sus  actos  tan  noble, 
hidalgo  y  juicioso,  aprueba  lo  que  digo,  razón  es  que 
esté  enamorado  y  que  con  amoroso  querer  logre  cauti- 
var haciéndose  amar  tan  sinceramente  como  cumple  á 
su  prez  y  mérito. 

))  Aunque  esté  lejano  el  árbol  que  puede  hacerle  en- 
contrar sabroso  el  amor  y  agradable  y  placentero  el 
fruto,  no  debe  dejarse  dominar  por  el  desaliento.  Bien 
podria  yo  decir  lo  que  hay  de  cierto,  dada  mi  situación, 
pero  nada  diré  de  ello  por  miedo  á  provocar  grandes 
clamores. 

))Si  no  he  trabajado  yo  en  balde,  fácil  es  que  obtenga 
tal  galardón  que  tristes  y  afligidos  queden  aquellos  que 
intentaron  menguar  el  gran  deporte  y  placer  que  yo 


288  LOS  TROVADORES. 

solía  alcanzar  con  los  goces  de  mi  oficio,  de  lo  cual 
siento  verdadero  dolor,  como  no  hay  otro. )) 
Y  he  aquí  ahora  la  composición  en  su  original: 

Enquer  cab  sai  chantz  e  solatz, 

pos  los  manté  lo  rei  N'Anfós ; 

mas  si  per  lui  tot  sol  no  fos, 

ja  'Is  agron  del  tot  oblidatz; 

e  pois  que  '1  los  vol  mantener, 

non  met  amor  a  noncaler ; 
car  cens  amor,  chantz  ni  solatz  no  val 
ni  a  sabor  plus  que  conduitz  ses  sal. 

Per  amors  fon  chantars  trobatz, 

car  chantars  et  esser  joiós 

es  drcitz  mestiers  del  amorós 

e  deis  autres  non,  so  sapchatz, 

e  mais  dic  c'  om  non  pot  valer 

granmen,  ni  far  ben  son  dever 
en  nuil  afar,  ni  's  sab  gardar  de  mal 
cortezamen,  pois  que  d'  amor  no  il  cal. 
E  s'  el  rej  N'Anfós,  qu'  es  senatz 

en  totz  faitz,  e  valens  e  pros, 

lauza  mon  dig,  ben  es  razós 

qu'  el  dei  esser  enamoratz, 

e  qu'  el,  ab  amorós  voler, 

se  voiir  en  guiza  chaptener, 
perqué  amatz  sia  coralmen  de  tal 
com  taing  al  seu  fin  pretz  sobrecal. 
E  sitot  es  r  albres  loingnatz 

per  que  el  fo  1'  amars  sabores 

del  sieu  digne  frug  gloriós, 

no  's  laisset  tant  e  tal  c'  assatz 

pot  del  mescap  restaur  aver; 

e  car  en  pose  ven  dir  lo  ver, 


BONIFACIO  CALVO.  289 

fatz  mon  mestier ,  mas  non  dirai  ges  qual , 
car  ai  paor  de  plaig  descomunal. 

E  s'  eu  fol  no  'm  sui  trebaillatz, 

ben  m'  en  venrá  tais  guiardós, 

qu'  en  serán  trist  e  consirós 

cil  per  qu'  en  sui  sems  e  mermatz 

del  gran  deport  e  del  plazer 

qu'  ieu  soil  aver  le  jorn  e  '1  ser 
deis  mieus  mestier,  don  ai  dolor  coral, 
e  maint  autre  que  no  i  podón  far  al. 

Tal  es  la  poesía.  He  procurado  traducirla  fielmente, 
como  me  ha  sido  posible,  en  medio  de  lo  difícil  que  es, 
sobre  todo  la  cuarta  estrofa,  donde  debe  haber  alguna 
palabra  equivocada.  En  la  traducción  francesa  de  Mi- 
llot  esta  cuarta  estrofa  se  halla  interpretada  de  muy  dis- 
tinta manera  que  en  la  mia.  Tampoco  está  la  quinta 
traducida  como  yo  lo  entiendo. 

Esta  composición  ha  sido  muy  censurada  por  el  abate 
Millot  y  por  D.  Manuel  Milá.  No  encuentro  en  ella 
nada  de  lo  que  han  visto  los  citados  autores^  á  quienes 
respeto  y  considero,  pero  en  quienes,  á  propósito  de 
este  asunto,  no  hallo  el  acierto  que  tuvieron  en  otros. 

Milá  la  llama  «una  poesía  poco  honrosa  para  su  au- 
tor. ))  Millot  avanza  más  aún.  Dice  que  con  esta  poesía 
se  prueba  que  el  trovador  empleó  una  senda  deshonrosa 
para  asegurarse  los  favores  del  rey.  Tanto  uno  como 
otro  de  estos  ilustres  literatos  creen  ver,  sólo  por  esta 
poesía,  a  Bonifacio  Calvo  terciando  en  los  amores  se- 
cretos del  monarca  y  prestándose  á  vergonzosos  mane- 
jos y  deshonrosas  intrigas,  de  que  espera  sacar  buena 

TOMO  II.  19 


490  LOS  TROVADORES. 

recompensa,  que  así  traduce  é  interpreta  Millot  el  verso 
ben  ni  en  venrá  tais  guiardós  de  la  última  estrofa. 

El  error  del  abate  Millot  ha  hecho  tal  vez  que  Milá 
cayera  en  el  mismo. 

La  composición  de  Bonifacio  Calvo  es  de  pura  galan- 
tería. No  hay  en  ella,  á  mi  entender,  nada  que  se  preste 
a  lo  que  dichos  autores  han  supuesto. 

Invita  a  D.  Alfonso  al  amor  como  fuente  de  todo  lo 
bueno  y  de  todo  lo  bello,  como  manantial  puro  de  la 
gentileza  y  la  alegría  que  el  monarca  quiere  mantener 
en  su  corte;  y  si  bien  en  la  estrofa  cuarta,  algo  oscura, 
parece  aludir  á  algún  secreto  de  amores  de  D.  Alfonso, 
lo  hace  con  gran  delicadeza  y  como  haciéndose  sabedor 
de  él,  pero  sin  que  una  palabra  sola  indique  que  ha  me- 
diado en  estos  amores. 

Por  lo  tocante  á  la  buena  recompensa  no  es  ésta,  en 
mi  sentir,  la  traducción  que  se  debe  dar  a  la  frase.  Su 
sentido  es  este:  el  trovador  no  ha  trabajado  en  balde 
durante  su  vida,  y  puede  esperar  tal  galardón  (tais 
guiardós )j  que  aflija  á  sus  émulos  y  contrarios,  es  de- 
cir, el  galardón  de  su  fama  y  de  su  gloria  de  poeta,  el 
galardón  de  la  posteridad. 

En  cuanto  a  la  palabra  mestiers ,  oficio,  que  también 
parece  haber  inducido  a  sospechas  poco  honrosas  para 
la  memoria  de  Bonifacio  Calvo,  se  refiere  al  oficio ,  arte 
ó  profesión  de  trovador. 

No  creo,  pues,  que  fijándose  en  ella,  halle  nadie  en 
esta  poesía  lo  que  se  ha  pretendido  ver. 

Ninguna  otra  noticia  se  tiene  de  Bonifacio.  Pasó  gran 
parte  de  su  vida  en  la  corte  de  Castilla,  y  no  puede  du- 


BONIFACIO  CALVO.  291 

darse  que  fué  amigo,  confidente,  consejero  y  privado  del 
esclarecido  monarca  tan  justamente  apellidado  el  Sabio, 
de  quien  en  una  poesía  dice  nuestro  trovador  que  vale 
más  de  lo  qué  nadie  puede  pensar: 

Val  mais  qu'  om  no  pot  pensar 
lo  reí  de  Castella  N'  Anfós. 

Se  ignora  en  qué  época,  y  dónde,  murió  Bonifacio 
Calvo.  Nostradamus  dice  que  D.  Alfonso  le  envió  con 
una  misión  de  confianza  al  conde  de  Provenza,  el  cual 
le  dio  en  matrimonio  una  dama  de  la  noble  casa  de  Vin- 
rimilla. 

Es  todo  cuanto  se  sabe  de  él. 


BONIFACIO  DE  CASTELLANE. 


Es  este  trovador  uno  de  los  últimos  defensores  que 
con  armas  y  poesía  tuvo  la  nacionalidad  catalano-pro- 
venzal  contra  la  invasión  francesa. 

Heredero  de  un  gran  nombre  y  de  una  casa  pode- 
rosa y  señorial  en  otros  tiempos,  con  pretensiones  a  re- 
cobrar el  pasado  poderío  de  sus  padres  y  hasta  a  fundar 
nuevo  trono  y  nueva  dinastía  ciñéndose  á  su  frente  una 
corona  real,  Bonifacio  de  Castellane  tuvo  una  vida  agi- 
tada y  turbulenta  que  acabó  desastradamente,  según 
todo  da  á  entender,  con  una  catástrofe. 

La  baronía  de  Castellane,  que  contaba  con  gran  nú- 
mero de  feudos ,  fué  mantenida  como  soberanía  hasta 
últimos  del  siglo  xii,  en  cuya  época  Bonifacio  II,  padre 
del  trovador  de  quien  vamos  á  ocuparnos,  se  vio  pre- 
cisado a  reconocer  como  señor  y  soberano  á  Alfonso  el 
Casto  rey  de  Aragón  y  conde  de  Provenza.  En  vano 
Bonifacio  II  intentó  conservar  su  soberanía,  alegando 


BONIFACIO  DE  CASTELLANE.  293 

que  SUS  antepasados  habían  conquistado  aquellas  tierras 
á  ios  sarracenos,  y  que  los  emperadores,  en  su  cualidad 
de  reyes  de  Arles,  les  habian  confirmado  en  su  posesión, 
sin  dejarles  sujetos  á  más  dependencia  que  á  la  suya. 
Todo  fué  en  vano.  Alfonso  apeló  á  las  armas,  y  des- 
pués de  una  guerra  tan  breve  como  fatal  para  la  casa  de 
Castellane,  Bonifacio  II  hubo  de  someterse. 

Bonifacio  III  de  Castellane,  el  trovador,  heredó  el 
espíritu  inquieto  y  batallador  de  su  padre,  y  cuando  no 
podia  destrozar  con  las  armas  lo  hacía  con  sus  versos. 
Tuvo,  en  efecto,  particular  predilección  por  la  poesía, 
y,  según  Nostradamus,  compuso  muy  bellas  canciones 
por  amor  de  una  dama  de  la  casa  de  Foz,  hija  del  se- 
ñor de  Hieres,  de  Pierrefeu  y  de  Cannet;  pero  su  genio 
indómito  y  su  carácter  independiente  le  empujaban  á  los 
serventesios  y  á  la  sátira,  en  lugar  de  los  cantos  y  de  las 
trovas  de  amores. 

El  autor  citado  dice  de  Bonifacio  que  era  tan  ardiente 
luchador  y  tan  bravo  campeón  como  gran  bebedor,  y 
que  muchas  veces,  después  de  haber  bebido,  se  apode- 
raba de  él  una  especie  de  furor  poético,  siendo  en  tal 
ocasión  y  estado  cuando  componia  é  improvisaba  san- 
grientas y  terribles  sátiras  contra  las  personas  de  más 
alta  categoría.  El  Monje  de  las  Islas  de  Oro  cita  varios 
de  estos  serventesios ^  que  todos  tenian  por  estribillo: 
((¿Boca,  qué  dijiste?»  (¿Bocea,  qu  as  dich? )  como 
prueba  de  lo  cruel  de  aquellas  sátiras,  aun  para  el  mismo 
autor. 

Por  su  orgullo  de  raza,  por  sus  pretensiones  á  reco- 
brar los  derechos  perdidos  de  su  casa,  por  sus  aspira- 


294  LOS  TROVADORES. 

ciones  á  un  trono,  que  hasta  en  esto  pensó,  Bonifacio  III 
se  avenia  mal  con  la  casa  de  Aragón,  pero  más  odio  y 
más  ira  tenía  á  los  franceses.  El  matrimonio  de  Beatriz, 
heredera  de  Provenza,  con  Carlos  de  Anjou,  hermano 
de  San  Luis  de  Francia,  hubo  sin  duda  de  desconcertar 
sus  proyectos  y  mover  su  cólera,  pues  en  las  raras  com- 
posiciones que  de  él  han  quedado,  se  le  ve  lleno  de  ani- 
mosidad contra  los  franceses,  sin  que  por  esto  trate  me- 
jor á  sus  compatriotas. 

Algunos  pasajes  desprendidos  de  estos  serventesios 
podrán  dar  una  idea  del  carácter  vehemente  y  de  las  in- 
clinaciones guerreras  de  este  trovador.  Estos  pasajes  son 
su  retrato. 

(( Yo  sólo  gozo  cuando  veo  el  mundo  turbado  por  la 
guerra,  que  hace  cesar  los  procedimientos  de  las  gentes 
de  justicia... 

))  Me  alegro  de  ver  á  los  provenzales  en  las  garras  de 
los  franceses,  pues  que  lo  merecen  por  su  cobardía... 

))  También  de  ver  á  los  genoveses  despojados  del  con- 
dado de  Vintimilla  y  abandonados  por  el  capitán  que 
antes  les  defendia...» 

Cuando  Carlos  de  Anjou  llegó  á  dominar  en  Pro- 
venza,  Bonifacio  se  pronunció  abiertamente  contra  la 
soberanía  francesa,  quejándose  de  sus  compatriotas  que 
se  resignaban  al  yugo,  y  hablando  de  los  malvados  y  vi- 
llanos barones  que  no  habian  tenido  valor  para  resis- 
tirse. 

En  un  serven  testo  se  lamenta  de  los  consejeros  y  abo- 
gados que  van  por  todas  partes  diciendo  que  todo  per- 
tenece á  Carlos  de  Anjou,  y  luego  añade: 


BONIFACIO  DE  CASTELLANE.  295 

(( Bien  merecido  tienen  ( los  provenzales )  que  se  les 
despoje  de  lo  poco  que  les  quedaba... 

))Yo  creo  que  el  rey  de  Inglaterra  está  agonizando, 
pues  que,  sin  decir  palabra,  permite  que  le  roben  sus 
herencias.  Debiera  unirse  á  aquellos  a  quienes  maltratan 
como  á  él  y  emprender  la  guerra. 

»En  cuanto  al  débil  rey  de  Aragón,  en  lugar  de  pa- 
sar su  vida  arruinando  con  procesos  á  pobres  gentes, 
más  le  valiera  reunir  á  sus  barones  para  venir  á  vengar 
la  muerte  de  su  valeroso  padre. 

))  Los  falsos  hombres  de  iglesia,  que  sólo  son  unos  re- 
negados, quieren  despojar  á  todos  para  enriquecer  á  sus 
bastardos,  esperando  ser  ellos  los  que  dominen  siempre. 

))  A  todos  esos  prefiero  yo  los  ballesteros  y  caballeros 
formados  en  batalla,  y  jamás,  mientras  viva,  dejaré  de 
luchar  y  combatir. » 

El  rey  de  Aragón  de  quien  se  trata  en  esos  servente- 
sios  es  D.  Jaime  el  Conquistador ,  hijo  de  Pedro  el  Ca- 
tólico, muerto  en  la  batalla  de  Muret  en  12 13,  según 
dicho  queda.  El  rasgo  del  poeta  contra  las  gentes  de 
iglesia,  recuerd'a  los  reproches  que  les  hacian  los  albi- 
genses ,  y  de  que  tan  cruelmente  se  vengó  el  clero. 

Hallándose  el  conde  de  Anjou  ocupado,  por  orden 
del  rey  de  Francia,  en  defender  á  la  condesa  de  Flan- 
des,  se  sublevó  la  ciudad  de  Marsella,  que  queria  reco- 
brar sus  libertades  antiguas.  Al  grito  de  guerra  lanzado 
por  aquella  ciudad  contra  los  franceses,  acudió  de  los 
primeros  Bonifacio  de  Castellane ,  poniéndose  al  frente 
de  los  insurrectos  y  organizando  la  revolución  y  la  de- 
fensa. 


296  LOS  TROVADORES. 

Al  regresar  á  Provenza,  Carlos  de  Anjou,  con  buen 
golpe  de  tropas,  se  preparaba  á  caer  sobre  Marsella, 
cuando  ésta,  previniendo  la  tempestad,  se  apresuró  a 
enviarle  diputados  para  implorar  su  clemencia.  Carlos, 
sin  embargo,  se  apoderó  de  los  principales  insurrectos, 
entre  ellos  Bonifacio  de  Castellane,  á  quien  hizo  deca- 
pitar, siendo  confiscados  todos  sus  bienes  y  reunidos  al 
dominio  del  conde. 

Este  es  el  fin  y  la  trágica  muerte  que  generalmente 
se  da  al  trovador,  pero  hay  quien  asegura  que  se  hallan 
poesías  suyas  de  época,  al  parecer,  mucho  más  reciente. 
Sin  embargo,  los  mismos  que  esto  asientan,  dicen  que 
Bonifacio  fué  despojado  de  su  baronía,  la  cual  desde 
aquel  punto  formó  parte  de  los  Estados  de  los  condes 
de  Provenza. 

Nostradamus,  con  referencia  al  Monje  de  las  Islas  de 
Oro  y  dice  que  este  poeta  compuso  un  libro  de  sátira 
contra  las  familias  nobles  de  Provenza. 

No  hay  que  negarle,  sin  embargo,  una  gloria  á  este 
poeta:  la  de  haber  sido  uno  de  los  últimos  defensores 
de  la  independencia  patria. 


TROVADORES 


DE    QUIENES     EXISTEN    POCAS     NOTICIAS    U     OBRAS    POCO    IMPORTANTES. 


EL  OBISPO  DE  BAZAS. 

Queda  de  él  una  canción  en  que  se  declara  enamo- 
rado de  una  dama  de  talle  gentil  y  de  risueña  faz.  Dice 
que  no  la  ama  por  amor,  y  que  será  feliz  si  se  digna 
escucharle  tan  sólo. 

BERENGUER  DE  PUIGVERT. 

Es  posible  que  este  trovador  fuera  catalán.  Existen 
de  él  dos  poesías  obscenas,  que  tienen  por  lo  demás 
poco  mérito. 

BERNARDO. 

Una  tensión  en  pro  y  en  contra  del  amor. 

Otra  tensión  con  Elias  sobre  este  tema:  «¿Cuál  de 
dos  amantes  ama  más  á  su  dama,  el  que  habla  de  ella  á 
todo  el  mundo,  ó  el  que  en  ella  piensa  siempre  sin  ha- 
blar á  nadie.?» 


Z98  LOS  TROVADORES. 

Elias  es  de  la  primera  opinión,  porque  no  se  puede 
callar  cuando  hay  un  objeto  que  nos  domina.  Bernardo 
está  por  lo  segundo,  porque  el  silencio  es  una  discre- 
ción inspirada  por  el  amor. 

BERNARDO  ARNALDO  DE  ARMAÑAC. 

Tiene  una  poesía  dedicada  á  una  dama  de  Tolosa,  á 
quien  burló.  Véase  el  artículo  Lombarda. 

BERNARDO  ALAHAN  DE  NARBONA. 

Un  serventesio  de  escaso  mérito  invitando  a  los  cris- 
tianos á  tomar  parte  en  la  cruzada.  Copio  de  él  estos 
versos: 

Quas  eus  á  far  ben  se  triga 

e  de  mal  far  nulhs  no's  lai'ssa 

d'on  tenem  via  biayssa 

e  no  u  remembra  ges  l'auta 
ni'ls  greus  turmens  que  Ihesus  trais 
entre  'Is  vils  fals  juzieus  savais. 


BERNARDO  MARTI. 

Otros  le  llaman  Martin  el  pintor  ^  porque  parece  que 
ejercia  también  este  arte,  pero  sin  duda  descollaba  tan 
poco  en  éste  como  en  el  de  trovador. 

Varias  composiciones  existen  de  él,  pero  todas  respi- 
ran sentimientos  bajos  en  un  lenguaje  bárbaro ,  lleno  de 
retruécanos  y  palabras  groseras. 


TROVADORES  DE  QUIENES  EXISTEN  ESCASAS  NOTICIAS.  299 

BERNARDO  DE  LA  SOLA. 

Una  albada  que  es  ingeniosa,  advirtiendo  á  los 
galanes  que  se  retiren  porque  llegan  los  maridos. 

BERNARDO  DE  TOTLOMON. 

Debió  ser  un  trovador  catalán,  pero  de  él  no  existen 
más  noticias  que  tres  poesías,  de  bien  poco  mérito  cier- 
tamente, en  las  cuales  hay  datos  para  poder  fijar  su 
existencia  en  el  siglo  xii. 

Sus  ideas  son  vulgares  y  no  hay  en  él  un  solo  rasgo 
de  ingenio.  Pertenecia  sin  duda  á  la  clase  más  baja  de 
la  sociedad,  pues  ataca  á  los  grandes  señores  en  térmi- 
nos violentos  y  groseros. 

Tiene  una  poesía  obscena  dedicada  á  una  mujer,  que 
no  nombra. 

BERNARDO  TORTÉS. 

Una  canción  contra  los  falsos  amantes  y  las  falsas  que- 
ridas. Fué  catalán  evidentemente. 

BERNARDO  DE  VENZENAC. 

Alguno  le  llama  de  Venzac.  Nada  se  sabe  de  este 
trovador.  Quedan  de  él  cuatro  ó  cinco  serventesios  mo- 
rales, en  que  se  queja  de  las  costumbres  del  siglo,  cen- 
surando el  libertinaje  de  las  mujeres  y  la  complacencia 


joo  LOS  TROVADORES. 

de  los  maridos,  «los  cuales,  dice,  hacen  en  este  punto 
el  comercio  de  España ,  que  da  trescientos  por  uno. » 

No  se  comprende  bien  esta  frase  ni  hay  medio  de  in- 
terpretarla con  acierto,  pues  si  por  un  lado  parece  alu- 
dir claramente  á  algún  ventajoso  comercio  que  se  hacía 
á  la  sazón  con  España,  por  otro  puede  creerse  que  ha- 
bla del  libertinaje  de  las  mujeres  españolas. 

En  un  serventesio^  el  más  notable  de  los  suyos,  hace 
el  elogio  de  un  conde  Hugo,  joven  y  bravo  señor,  á 
quien  desea  la  victoria  sobre  sus  enemigos.  La  poesía 
está  dedicada  al  obispo  de  Rodez,  y  es  de  presumir 
que  hable  de  algún  Hugo  de  esta  familia. 

Tiene  una  alhada  de  cuatro  estrofas  en  honor  de  la 
Trinidad  y  de  la  Virgen.  Cada  una  de  estas  estrofas  ter- 
mina con  la  palabra  alha^  como  en  lasalbadas  comunes, 
solamente  que  así  como  en  las  otras  albadas  esta  pala- 
bra anuncia  el  momento  en  que  el  amante  se  separa  de 
su  amada,  aquí  se  refiere  á  las  luces  y  alegrías  del  pa- 
raíso. 

Lo  Pair'  e  '1  Filh  e  '1  Saint  Espírital 

entre  totz  tres  e  vos,  Vérge  María, 

nos  gart,  s'  ilh  platz,  del  mal  fuec  infernal 

e  del  turmen  que  no  falh  nueg  ni  dia, 

e  que  fassam  tots  los  sieus  manamens 

si  que  venguam  joiós  e  resplandens 

el  sieu  regne,  aissi  cum  resplen  1'  alha. 

BELTRAN. 

Una  tensión  con  Gauberto,  en  donde  Beltran  sostiene 
que  hay  más  provecho  en  amar  á  las  viejas  que  á  las 


TROVADORES  DE  QUIENES  EXISTEN  ESCASAS  NOTICIAS.  301 

jóvenes ,  porque  de  las  viejas  se  hace  lo  que  se  quiere, 
y  pagan;  mientras  que  las  jóvenes,  por  el  contrario, 
son  coquetas,  caprichosas,  pérfidas,  y  se  hacen  pagar. 
Gauberto  se  decide  por  las  jóvenes,  diciendo  que  con 
ellas  hay  más  placer  y  más  honor. 

Tiene  alguna  otra  composición  sin  interés. 

BELTRAN  DE  AVIÑON. 

Todas  las  noticias  de  este  trovador  se  reducen  á  una 
poesía  por  medio  de  la  cual  contesta  á  un  cargo  que  le 
hizo  Guido  de  Cavaillon.  (V.  el  artículo  en  que  se  ha- 
bla de  éste.) 

BELTRAN  DE  GORDON. 

Una  tensión  con  Pedro  Ramón,  especie  de  disputa 
en  verso,  en  que  Beltran  es  duramente  insultado  por  el 
segundo. 

BELTRAN  DE  PARÍS. 

Beltran  de  París  de  Rouergue  le  llama  alguno. 

Sólo  queda  de  él  un  serventesiOy  asaz  mediano,  diri- 
gido a  su  juglar  Gordon,  tal  vez  el  anterior.  Parece 
que  despide  á  su  juglar,  á  quien  llama  ignorante  é  inútil 
para  todo,  enumerándole  una  porción  de  cosas  que  de- 
biera saber,  pero  que  no  sabe. 

La  endereza  de  esta  composición  es  a  la  condesa  de 
Rodez  y  al  señor  de  Canillac,  de  quien  hace  el  elogio. 

Millot  cree  que  puede  ser  el  Beltran  de  París  que  se 


302  LOS  TROVADORES. 

encuentra  entre  los  señores  que  en  1 197  asistieron  como 
testigos  al  juramento  prestado  por  los  habitantes  de 
Moisach  a  Ramón  VI,  conde  de  Tolosa. 


BELTRAN  DEL  PUJET. 

Según  un  manuscrito  provenzal,  fué  un  noble  señor 
de  Provenza,  valiente  caballero,  hidalgo  y  generoso, 
que  compuso  muy  buenas  canciones  y  muy  buenos  ser- 
ventesios.  No  parecen  demostrar  esto  las  dos  únicas 
canciones  y  un  serventesio  que  de  este  autor  existen, 
pues  en  ninguna  de  las  tres  poesías  se  halla  mérito 
alguno,  como  no  hayan  sido  alteradas  y  mutiladas  en 
las  copias,  lo  cual  pudiera  muy  bien  ser. 


Entre  los  trovadores  anteriores  a  la  segunda  mitad 
del  siglo  XIII,  se  encuentran  citados  los  nombres  de 
Bernardo  de  Prades  y  de  Bernardo  de  la  Font^  ambos, 
al  parecer,  catalanes. 

Manfredo  Ermengaud  copia  algunos  versos  de  uno  y 
otro  en  la  segunda  parte  de  su  Breviario  de  amor. 

También  cita  a  un  Brunet  de  Rodez. 

Existe  asimismo  una  poesía  que  parece  escrita  por 
una  dama  llamada  Biarritz  ó  Bierris  de  Román.  Es 
una  composición  dirigida  a  otra  dama,  y  la  autora  pa- 
rece hablar  en  nombre  de  un  amante  que  hace  su  de- 
claración de  amor. 

FIN    DEL    TOMO    II. 


ÍNDICE  DEL  SEGUNDO  TOMO. 


Págs. 

Amaneo  des  Escás 7 

Arnaldo  de  Carcassés 37 

Arnaldo  el  Catalán 41 

Arnaldo  Daniel 47 

Arnaldo  de  Marsan 63 

Arnaldo  de  Marveil. 68 

Aitorc  de  Aurilac 80 

Auberto  de  Puicibot 84 

Augier 88 

Aymerich  de  Belenoy 91 

Aymerich  de  Peguilhá 104 

Aymerich  de  Sarlat 122 

Azemar  (el  negro) 126 

Aimar  Tordans 133 

Aimar  de  la  Bocaficha 133 

Aimerich 133 

Alberto  Cailla 1 34 

Alegret 1 34 

Aleandri 1 34 

Almens  de  Castellnau 1 34 

Armando 135 

Arnaldo  de  Acange 135 

Arnaldo  de  Br amaleo 135 

Arnaldo  de  Cominges 13? 

Arnaldo  de  Entrerenas 136 

Arnaldo  Plagues 136 


304  ÍNDICE. 

Págs. 

Arnaldo  Sabota 136 

Arnaldo  de  Tintignac 136 

Austau  de  Segret 137 

Bartolomé  Giorgi 139 

Beltran  de  Allamanon 15° 

Beltran  de  Bom  ( el  hijo ) 161 

Beltran  Carbonell,  de  Marsella 171 

Berenguer  de  Palasol 178 

Bernardo  de  Auriac 188 

Bernardo  Arnaldo  de  Monte uc 1 94 

Bernardo  de  la  Barda 206 

Bernardo  de  Rovenhac 212 

Bernardo  Sicart  de  Marjevols 221 

Bernardo  de  Ventadorn 230 

Blacás 262 

Blacasset 269 

Bonifacio  Calvo 271 

Bonifacio  de  Castellane 292 

El  Obispo  de  Bazas 297 

Berenguer  de  Puigvert 297 

Bernardo 297 

Bernardo  Arnaldo  de  Armañac 298 

Bernardo  Alaban  de  Narbona 298 

Bernardo  Marti 298 

Bernardo  de  la  Sola 299 

Bernardo  de  Totlomon 299 

Bernardo  Tort'es 299 

Bernardo  de  Fenzenac 299 

Beltran 3^0 

Beltran  de  Aviñon ». .  .  .  301 

Beltran  de  Gordon 301 

Beltran  de  Paris 301 

Beltran  del  Pujet 302