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Full text of "La cuestión religiosa en México; o sea, Vida de Bentio Juárez"

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f;^ 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA 
EN MÉXICO 

ó SEA 

Vida de Benito Juárez 

POR 

regís PLANCHE! 

Cura de María, Texas 



« Para lo» amigos, juHtJdu y fiivor; paní 
los cncnigw. sólo justicia si n^ puaiblc amcc- 
df rwb. X 



Librería Pontificia 
de DESCLÉE, LEFEBVRE y Cia 

ROMA [Italia] 
TORNAI [Bélcica] 



Librería Pontificia 
de FEDERICO PUSTET 

Plazza di S. J-ulg» d« Franoesl 

BOMA LItalia] 



encarcela por cualquiera crítica de los aéios de un gobernante, y aun de un 
simple gendarme, sino que se lea deslieria ó asesina sin fonnaciún de proceso 
{f/o£. s6 febr. 1879) como, por extniplo, á García Granados; ó se les arroja 
vivos al liorno melalilrgico, como si; hizo en Pacliuca en años pasados con cl 
infeliz Ordoñe^, cuya víuJa nunca pudo lograr fuera castigado el poderoso y 
encumbrado aseKino de su marido. 

Cuando esos escrilores se arriesgan á escribir, lo baten con tantos recelos 
i[ue parece que están en vísperas de subir al cadalso, y se anticipan en decla- 
rarlo, diciendo, como el escritor libara!, D. Salvador Zubíela y Qiievedo : 
(C Al resolverse i aceptar la publicación de este libro, no desconociii su autor 
que en su deseo y con vencínii cuto de bacei algo lUil á su pais, se exponía á 
dos clases de ataques que tiene ya probadas : los ataques materiales del esbi- 
rro y los morales ó inmorales del insultador. » 

El mismo funesto presentimiento abrigaba en su pecho D. V¡¿lot Jos¿ 
Martínez en iSSj, cuando dijo en el prólogo do su Sfnepsís Histérica ■ 
<c Nuestra firme resolución es quedar mal, muy mal con las pasiones, aunque 
aumentemos, con cl sacrificio de nuestra vida, el inmenso catálogo de las 
vi¿limas que aquéllas cuentan, )> V no se crea que exageraban esos escrito- 
res. Un diputado liberal, D. Francisco Bulnes, dijo en 1899, en plena sesión 
del Congreso de la Unión, que en los rillimos veinte años se había aplicado 
en México la ley fuga ó seesinato oficial, k m^ de seis mil individuos. {El 
Amigo de la i'frifad. 6 junio 1899) 

i Qué significan esas violencias sólo dignas de una tribu de anlro|,)ú fagos, 
sino que el lÍbera1i;aio teme la discusión, y ae cree perdido el día ett que, i. 



/te/í = Jacinto Fallares, Legislación Federal Complementaria del Derecha 
Civil Mexicino. Ptis =^ Ireneo Paz. Algunas Campañas. Per — Carlos 
Pereyra. Juirei disculido como Dictador y Estadista. /ÍW - Anselmo de 
la Portilla. México en iSgfi y 1857. Gobierno del General Comonfort, 
Parv = F. Bulnei, El Porvenir de las Naciones Hispano Amertcana.s. 
Pri = (Guillermo Prieto. Lecciones de Historia Patria. Kci = El Reino 
(iuadalupano. Rty = .■ascensión Re>'es, Nociones Elenient. de H, Patria. 
/tev = F. Bulnes. Juárez y las Revoluciones de Ayutla y de Reforma. 
Xiv = Manuel Rivera Cambas. Los Gobernantes de .México. /íad = J, M. 
Roa Barcena. Biografía de Joaquin Pesado. Jíni = Ed. Rui¿. Biografía 
del C. Melchor Ocampo. .S. A. = Memorias de Santa Anua, Sa¡ ~ 
Victoriano balado. Refutación de algunos Errores del Sr. D. F. Bulnes. 
Si«r =5 Justo Sierra. Segundo Año de H. Patria. .Si;; = El Si^o XIX. 
Siaop = Víctor José Martines. Sinopsis Hisldrica. 7í' = El Tiempo. 
Ver = F. Bulnes, F,I Verdatleip Juárez. Vtríli = Pcre): Verdía. Compendio 
de la Hisl, de México. Vig = J. M. Vigi|. La Reforma. VH = .\lejandro 
Villa.scñor,EstudiosHtsC(SrÍcoa. í^s = LaVoEdeMéxico. Zií=sNicctoZama- 
cois. Historia General de México, Zír= Anastasio Zerecero. Memorias para 
la Hisi, lie ias Kevoluc. de México. — y — Bíogralia deJ C. Benito Juárea. 
¿«¿ = Salvador Zubicia y Quevedo. Recuerdos de un Emigrado — y — El 
Gobierno del <'>eneral Manuel Goniúlez. 



PRÓLOGO. 



la luz de Ia verdad histórica, »•.• desbaraten las burdas mentiras con que logró 
misttñcar á los ¡ncaiiios, y dar fama de héroe á quien stílo mt;rece el despre* 
cío y la execración de la posteridad ? 

Tal es, scgün confesión de uno de ellos, el sistema odioso que piívA en 
las nacion« avasalladas por el Liberalismo, m Respecto á la veracidad política, 
cíícribc Bulncs, las naciones hispa noameiiranas se conservan en el modelo 
antiguo, cieyendo que la mentira puede servir para formar patriólas y enalte- 
cer naciones. Sutisiste aun en nuestro criterio, como joya inapreciable, la 
añrmación ritual de que la ropa sucia no debe lavarse; con ¿sto quiere decir. 
que el buen patriotismo ordena que nunca sq iiaga mención en público de 
algiln vicio, error, defeiSto ó desgiaci^t de la naci(5n. » (PorsK p. 96) 

Y ctiando se hace me/ición de esos vicios y errores, cuando se analiía y 
desuienu/u la obra de alguno de los prohombres del liberalismo, Juáreí, pOr 
ejemplo, entonces el patriotismo indignado de esos materos del libre examen 
ordena que se ahogue en una masntorra la vor. del escritor A quien no se 
pudo vencer en buena lid en el terreno de la discusiiín. 

« Nuestro silencio respeflo de Juárez, dice /ji Voz de Mhxia> {ii de 
julio de 1898), ha sido impuesto por la fuerr-a bruta. El liberalismo mexicano 
ha deelarado, cíju ayuda de k poÜcia, que Juárez está fuera de loJa criliea 
de la Historia, Loe famosos proclamadoies de la libertad de imprema y de 
pensamiento han declarado que juzgar los aftas de Juárez es insultar á la 
nación; y atile ese dogma de la inmunidad é íniangíbilidad histórica de un 
sujeto, hemos tenido que callar; porque no5 parece muy poco donosa 
una controversia en que i las razones de la crítica se contest.T con el palo 
del gendarme. Así como el gran poeta español concibió un im^dico á palos, 
Cítijs liberales de acá han concebido y realizado el silencio á palos, y la 
gloria á palos, Callamus, pues, pur la obvia ra/ón di; que no nos dejan 
hablar. Se comprende que ese farisaísmo es fértil en sumo grado para la 
crítica; pero se no» lu puesto una mordaza, te ha declarado delito juigar U 
personalidad hislónca de luárez, y no creemos que sea útil para nuestra 
causa entrar á bartolinas con la Historia debajo del brazo, Impoieiites los 
liberales me^iicanos paia defender en los estrados de la controvcrsi» cientí- 
fica la imaginaria grandeza de Juárez, han acudido á los cerrojos de las 
prisiones para asegurar con ellos el.siloncio de la Historia, b 

Tan es hsÍ que <í se recordarii, dice otro periódico (Tí' í6 julio 1898), 
que hace pocos años, era de rigor que el iS de julio, aniversario déla muerte de 
Juárez, lo pasaran en la cárcel el Direflor y redaflorcs de Rl Tiempe. El 
estar ellos tras de los cerrojos, era como un homenaje que los liberales 
presentaban á su ídolo en ese dia. n «La figura de Juárez, escribe üulnes, 
personifica en México, la persecución, el terror, el calabazo sombrío, las 
plebes dementes, el sacerdocio glotón de sangrientos sacrificios. > {Ti i^Sept, 

»904) 

Nadie mejor que él, entr.- los lüji^rales, lo ha experimentado. Habiendo 
publicado en 1904 un libro en que procuró retratar á lo vivo á Juírex, vióse 
perseguido ferozmente por los mismos liberales, incajjaeiíado, en cierto modo, 

]>ara defenderse, declarado traidor á la patria, y amcaa/ado de ser expulsado 



de la Cimata de Diputados. 4 Como está perfeclomente organizado, por la 
intolerancia jacobina, et sistema de persecución y de terror ¡lara todo aquiíl 
que discrepa, en \o más mínimo de que Juárez tiene que ser el Boudha de 
México, y ser culto obligatorio paia todos los mexicanos, bajo la pena de ser 
declarado traidor ¿ la patria, no )ie encontrado, dice, impresor dispuesto á 
servirme en U defensa de mis opiniones, Ninguno de ellos quiere seguirme en 
el Calvario de !a verdad histórica. Por tal motivo he tomado ta determinación 
vergonzosa para el liberalismo mexicano, de partir para los Estados Unidos. 
y dusde lo alto de su inmensa civilización,., hacer mi defensa personal y la 
de mi libro; llevando como refugiado el titulo de gloria de haber sido expul- 
sado de la Cámara de Di¡Ritados por el crimen de haber escrito un libro en 
que niego la divinidad de un hombre. > (7/ i" Sept., 1904) 
* Mal quG les pese á los liberales y masones de la fanática é intolerante 
■Repilblica Mexicana, vamos á probarles, desde el suelo de la libre itacidn de 
los Estados Unidos, cuál es «I lugar defrnitivo que en Ja H¡.-.torÍa de México 
corresponde a Juárez, En la imposibilidad de narrar todos ios aeontecimic-n- 
to» políticos en que tuvo parte, nos ceñiremos ilnicamente i los puntos 
culminantes dt- s.11 vida, y, en obsequio de la brevedad, seguiremos á veces 
un orden raÁs. bien lógico que cronológico, contraído á poner de realce el 
car;ícter moral del promutgador de las leyes de Reforma. 

Consiste lo curioso y tal vez el dnico mérito de esle trabajo, en haber- 
nos aprovechado de lo dicho por las eminencias del partido liberal para 
apreciar los hechos de ese personaje histórico; por manera que en esna pági- 
nas presentamos el retrato de Juárez formado con una especie de mosaicos 
que hemos entresacado de Us obras de masones y liberales de todos matices, 
ya que del mejor vino sale el mejor vinagre, evitando en lo posible, para no 
s«r tachado de parcial, apoyarnos exclusivajuente en autores católicos. 

Mas como tratamos de refutar no pocas mentiras con que se ha preten- 
dido envenenar el espíritu pilblico, se notará que muchas de ellas tas hemos 
aplastado, paca decirlo asf, bajo una avalancha de pruebas, y que esa misma, 
abundancia que de intento hemos procurado para nuestro libro, i trueque de 
que en él se mellen los dientes de los vengadores del arquitecto Hiram, for- 
zosamente ha de hacer su lectura algo cansada. Sirva, ya que no de disculpa, 
de atenuación para nuestro exceso, el ansia de mostrar con luz meridiana lo 
que ha sido en México la obra nefasta del liberalismo. 

En 18 de julio de 18X7, J^í Ubre y Aapiada Afas6n decía con profunda 
triste/a : <> N'o h» nacido aun el gigante de sabiduría y virtud que haya, de 
escribir la historia de Juárez; no se ha fabricado tod.ivíala pluma de oro y de 
diamante que se necesita para ello: no alciínzan hasta hoy para escribirla las 
lágrimas de amor, de gratitud y de dolor que hemos derramado. Pero la Divi- 
nidad que á lodo atiende, está preparando á los varones ilustres que han de 
\'enir á hacer el evangelio de Juáreü, porque para un Mesías,, cuatro evan- 
({«listas. > 

Pues bien, enjuegue sus U{;rimas E! ührf y Atepiaio Matin .-sus deseos 
van i ser colmados en el presente libro. Si para un Mesfas cuatro evangelistas; 
para un Juiirez, todos Us apóstoles, profetas, cvani-clistiU } santones del l>an- 



i'KOLOGOi 



dú liberal quienes ritn, con sus plumas de uro y de diamante^ í hacemos, 
tocante i. su (dolo, unas revelaciones que A muchos nmsofm bobalicones cier- 
lanieiite cogerán de nuevo y quizá qo poco cHcandalÍKariii. 

I Juircz acusado por los caballuTOS del triángulo de hubcr sido un vulgar 
ambicioso, un gobernante desacertado, un dcspoia sanguinario; Ju;írez convi¿to 
de liaLicr dilapidado Ins fondos clet erario, llamado al extranjero en su :iuxitiu 
y traicionado á su patria!; qué triunfo para el Catolicismo, y qué afrenta para 
la masonería obligada á confesar que sus prohombres no han tenido, en todos 
sus años, sino miras rastreras de engrandecimiento personal, á costa de la 
felicidad de las naciones á cuya cabera Ior puso, no la. voluntad del pueblo, 
sino la ira de Dios ! 

Monografías de este genero se necesitan para proveer los arsenales cíen- 
tiftcos de material de guerra con que derribar la falsa historia escrita por ene- 
migos de la Iglesia y de la patria. Ellas poco á poco irán reconstituyendo el 
pasado, y haciendci i todos justicia can pruebas irrefutables en la mano, nial 
que le pese á U conspiración de la calumnia y de la tiranía Ulietsl. 

Por bien empleado damos el tiempo que hemos consagrado al estudio de 
la farragosa y soporífera literatura juarista, y de antemano saboreamos el gusto 
que tendnín nuestros lectores católicos al presenciar á tos mismos masune^i 
derribando á pedradas su ridículo ycaticato ídolo del pedestal sobre el cual lo 
habían colocado; sacando á la vergüenza piiblica al mayor enemigo que eu 
México tuvieron jamás la [{¡lesia y la patria; pintindolo con todas aquellas 
negras tintas que hacen al apóstata antipático y repugnante; y asi, aunque de 
un modo inconsciente é involuntario, ayudándose del mal para hacer el bien, 
i la manera que la primavera se ayuda del estiércol para fabricar U rosa. 



-i^ i " íC H- 



CAPITULO PRIMERO 



Primfros ttñoi de Juám. — Pmmitt y Ui masentriú, ~ El imtítuto Civil 
y tt Seminario de Oaxaca. — Afiliación dr Juártz en el hindo lifreral. — Dispo- 
siciones senarias de Comes Partas eonira ti dere. — I/i^sÍ¿n norUarntrieana. 

— tksiituñín di G'^mes Farras del eargo áe Vjeeprejidenle de la RepúMiea. 

— Traición del partidn liberal ett 184^. — Sus tendencias atuxUmiilas. 



' k Veinticinco mÜias de Oaxaca, al nordt^te de k cordillera que allí se junta. 
■** con las Sierras Madres, se eleva la poblnción de Ixtlán en cuyo distrito 
se halla el humililc |>U£:hIo de San Pablo (liielalao. Circ lindan lo escabrosas 
cimas «ti cuyas bases y sinuosidades se admiran bosquecillos de arboles fru 
[ales y frondosas huicrtas. Allí fué donde el 21 de mftríode ]8o6 nació Benito 
Pablo hijo It'gflijno de Marcelino Juárez y Brígida Gareia, ambos de raza 
zapüteca. 

Al nacer Benito, falleció su madre; y su padre, lies años después: que- 
dando L'l niño al cuidado de Pablo su tio paterno cor quien vivió hasta la 
edad de once años úo. saber leer ni escribir, ignorando aun la lcn);un csstc 
llana. « Por ese tiempo, dice Hancroft, se hallaba en compañía de un tiiucliaoho 
cuidando el ganado de Pablo, cuando se presentó á su vista la fruta de !a 
huerta de un vecino, y cedieron á la tcntarirtn de comerla. Entretenidos en 
ésto se descuidaion del ganado que pronto siguió el ejemplo de los jóv(>nes, 
metiéndose en un maizal El mido de los animalL-s despertó al dueño flue tuvo 
tiempo para llegar al lugar, sorprender i los muchachos y daHcs utia fuerte 
reprimenda. No los golpeó, pero hizo to ijue i Benito le pareció aun peor : 
amenazarlo con poner el hecho en conocimiento de su tío. » {Bañe p. 70) 

Benito sobrecogido de miedo, abandono el ganado, atravesó apresurada- 
mente cerros y barrancas, y, reuniéndose lí unos huacaleros que se encamina- 
Ijan para Oaxaca, se fugó con ellos. 

Llegado que hubo a Oaxaca, un señor Pérez se interesó por él, colocin- 
dülc en rasa de D, Antonio Salanuexa, encuadernador de libros y miembro 
de la Tercera orden de san Francisco. D. Antonio fu¿ un verdadero padre para 
el huérfano á quien enseáó peraonalmeate la lectura, escritura y los primeros 
elementos de Aritmética y Gramática CcisCellana. En 1821 lo inscribió como 



12 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



ftltimno extemo eti el Seminano de Oaxacn; y en 1S27, terminada yas\i Filo- 
sofía, Juárei se dedicó al estudio de la Teología con d ñn de seftuir la carrera 
eclesiástica. 

Las ideas liberales Introducías en Miixicopor la masonería á principio; 
del siglo XIX, y propagadas por medio de publicaciones revolucionarias, 
minarían solapadamente, en aquella ¿poca, k autoridad de la Iglesia, y prc- 
parab-in para la nin;Ídii Ioí: aconiefiniienios aciagos por los que tuvo que atra- 
vesar. Los principa-les ¡lartídos pnlicícos eran el escocés y el yorkino que toma- 
ban sus respectivos nombres de las logias masónicas establecidas con los ritos 
escocés y yorkino. 1^ primera fué fundada en España en 1S13 por algunos 
oficiales del ejército para combaiir la influencia de la Iglesia; la 'segunda la 
estableció en 1835 en México el aventurero PoinseU, ministro de los Estados 
Unidos en México, llegando los miembros de esta itltima logia á figurar más 
tarde con los nombres de puros, yorkinos, liberales, progresistas, rojas y jaco- 
binos, si bien asegura José María Koa Barcena, que la primera logia fundada 
en México lo fué en 1817 á 18, en la casa de los capellanes de Santa Teresa 
la Antigua lifljo la denominación de « La ,\«[uitectuía Moral, » 

Incalculables fueron los males que Poinsett causara á México con la 
introducción de la masonería yorkina. Un documento emanado de la Legisla- 
tura de Veracruz decía : « La legislatura sospecha que un niíníslro exlranjero, 
sagAz c hipócrita, tan celoso de la prosperidad de su patria como enemigo de 
la nutfltra, calculando que el engrandecimiento y gloria de su nación está en 
razón inversa de la gloría y engrandecimiento de México, de manera que 
aquélla perderá todo lo que ésta gane, y al revés; calculando que la agricul- 
tura de México debe ensanchar ititnensaracnte sus límites hasta el punto de 
hacer insignificante y casi nula la del Norte; calculando que con el tiempo 
nuestras relaciones comerciales con !a Oran Bretaña pudieran ser desventajosas 
3 los intereses de su país, concibió y abortó el proyecto más desorganizador 
>' terrible para Ea Repdblica, el proyeflo de alimentar y propalar odios y 
desconHaii/.as, y, por consecuencia, divisiones y partidos entre los sencillos y 
bondadosos mexicanos, eslablecieiido ei rito de York, » {Jüii'tiofua Nacional 
de Mtxko. 3-' serie. A. 3) 

En obra escrita en 182S, por orden oficial del gobierno norteamericano, 
se decía : £ Si las instituciones de México resultan impracticables, lo que 
con razón podemos y deljemos esperar, tendrán que pasar por un dilatado y 
terrible período de revolución y anarquía antes que se consoliden... Codrfa 
al fin concluir ese periodo con el eatablecmiiento de instituciones viciosas, 
destruyendo de ese modo para siempre en agraz, el brillante prospeílo de 
aquellos Editados nacientes. :» i^Kxamen ¿tneral de Anérha. p, S78, 379) 'A 
conseguir ese ñn perverso fue encaminada la misión secreta conüada por su 
gobierno al negrero Poinsett. 

< El astuto fundador de Io.'í yorkinos, decía en ló de mayo de iSiS Et 
'Águila Meximna, conociendo que á su nación importaba que la nuestra no 
disfrutase de tranquilidad, ahiió la puerta á la discordia, afiadiendo ál jura- 
mento masónico h ck'iusula de que los yorkinos pudiesen entrar en revolu- 
ciones, tumultos y asonadas, cuando fuesen en favor di> las instituciones 



adoptadas por la nación. Este agregado {\¡é el lazo cor que enreda ñ mucíios 
patriotas incautos, y el lenitivo con que Kmpló lo fuerte de la cláusula. Unn 
socieclnd formada para hacer revoluciones, tumultos y asonadas, serfa repu- 
tada por una cuadrilla de salteadores : fue preciso, para quitarle esta odiosi- 
dad, añadir ; cuando sean en favor de las instituciones adoptadas por U 
nación. Sin embarco de esu salvaguardia, los yorkÍRos, por aquella cláusulaj 
son unos revoltosos y nada más. » 

Quien salió á la defensa del negrero Poinseit fué otro masón, devorado 
de un «í odio intenso de jacobino y de seítario contra el calo]ic¡:.'iino > {£'' t. 
1. p. 194), fué « el insigne yucaleco D. Lorenr-o /.avala, » ' como lo llama 
D. Justo Sierra {Sur) insigne, en efecto, por haber traicionado á su patria 
quien le debe la pérdida de Texas y de la mitad de su territorio; puesto que, 
segiin lo asienta Manuel Payno (/ír. z? abril i87ij,e3te insigne yucalccofuí 
quien -f tiajo A Scott hasta la Capital. << (Manifieitc de los PrincipÍQs PoMíos 
del ExieirníhiiHi) Señor D. y. R. PúinseU, por su jlmijio t¡ C. lorenzo de 
Zavala. México. 1828), 

Entretanto, véase cual era la moralidad que reinaba «n 1825 en las 
logias que estableció Poínsett. « Nombrado gran niaL'stri- de los yorkinos 
el Ministro de Hacienda Esteva, y venerable de una logia (el presbítero) 



' El señor Justo Sierra es un antiguo pedagogo y persona de campani- 
lEas en la grey liberal. Sus intonsos admiradores lo ponen en las nubes con 
motivo de unos librejos suyos en que denigra liasla con mala fe y menoscabo 
de la verdad el partido conservador, y tiene la pedantería, propia de un 
dúmine, de tildar de supersticiones las venerandas prádljcas de la religión. 
Para la gente sensata, no deja de ser una de esas medianías que en tiempos 
de escasas notabilidadus pasan plaza de eminencias, debiendo su altura sólo 
á la pequeñeE de los hombres y casas de su época. Para muestra un butón. 
IjC tocó pontificar en el sepelio de Manuel .Acu^,ique cooielió la loiilc-ra de 
irse al otro mundo á la manera de Judas. En ves de rogar por el difunto que 
tan fea muerte había tenido, Justo Siena, á guisa de responso, le disparó 
unas pedregosos versos <tn que no se avetgoiiíii de hacer la aputeo^iis del 
suicidio. Ahi va el tiro, es decir, la poesía : 

^ Palmas, triunfos, laureles, dulce aurora 

De un jiorvenir feliz! todo en un hora 

De sok'dad y hastío, 
. Cambiaste por el triste 

Derecho de morir, hermano mfo. S 

Otro botoncíto ; •< La obra nueva, toda de emancipación, es la de la 
supresión de las supersticiones; esU obra, divina también, está encargada i la 
ciencia, á la escuela, al maestro. ¡ Oh! si como el misionero fué un maestro de 
escuela, el maestro de escuela pudiera ser un misionero! » (op. ctt. p. 93) ; Oh 
pobres pedagogos que -SOü.iis ser regeneradores de! mundo, cuánto mejor os 
estarla no picar tan alto, perfeccionaros en la Gramática, letra cursiva, y 
niótodo Xóbsamen ! 



Ramos Arizpe, escribe Lucas Alanián, ' contaban con el apoyo del 
Gobierno, lanío más poderoso entonces, cuanto Esteva tenía á su disposición 
todoí los fondos de los L:mprOslilos ; asi se alistaron en aquella sociedad todos 
los pretendientes de empleo, todos los aspirantes á los puestos de 
diputados, todos los que querínn librarse de responsabilidad en el 
manejo de los intereses piíblicus ó eximirse de alguna persecución;, y en 
fin, loda la gente perdida que aspiraba á hacer fortuna. Habiendo quebrado 
con la caja del batallón número ii el Coronel Aysslcian, se mandó, 
para pasarle revista, al Coronel D. Juan José Codallos quien, encontrando 
efectiva la quiebrn, abrió sumaria contra Ayesterán. Éste entró yorkino, y no 
sólo lo^ró que no se le siguiese causa, sino que hizo se le formase á Codallos, 
el cual no encontró otro tncdio para librarse de aquella persecución, que 
entrar también yorltino; y *&í se precipitó á su ruina un excelente oficial 
cuya suerte fue después bien desgraciada, siendo fusilado el año de 1S31. n 
(Hisli'ria de México, t. S- P- 6-4i <^í6) 

I.0S mismos liberales reprueban, con mayor fuera» aun que Alamán, la 
inmoralidad escandalosa con que se señalaron los gobiernos impuestps por la 
masonería vorkina. te Las administraciones de 27, z8 y 39, escribe Miguel 
de Santa María, serán juagadas en la Historia bajo el nombre de prostitución 
de demagogia. * Por manera que, i desconceptuados los yorlcinos por los 
hechos que en aquel corto periodo de 3u arbitraria dominaciiin habfaii come- 
tido, y conociendo el mal efeílo que en la clase juiciosa producía la palabra 
yorkino, la sustituyeron con la de liberales puros: >} {Av 11 niai/o 1S60) 
pues, « por ese tiempo, dice Bancroft, el partido yorkino tenía el npodo de 
anarquista, canalla y partido de los cambios. » (op. cit. p. 74) 

De conformidad con el programa masónico, la l,cgislatura del Estado de 
Oaxaca creó en iSí6 el Iristiluio Civil de Ciencias y ,'\rtes, como un medio 
muy á propósito para propagar entre la juventud sus doctrinas revoluciona- 
rias, y minar poco á poco la influencia religiosa de que gozaba d Seminario 
Conciliar. Juárex, que ya se había contaminado con las ideas liberales, 
abandonó el estudio de la Teología por el de las leyes, e ingresó al Instituto 
Civil, lo que le valió tanto como añliarse ea tA partido liberal exal- 
tado. 

En sentido de un escritor de esc partido, t Juárez nacido en humilde 
cuna y educado \Kit la casualidad propicia, se afilió en el partido liberal, 
punjue éste era el iSnico que podía recibir cr su seno á un pobre indígena 
que debía á la caridad su educación, sobre todo en un tiempo en que eran 
poderosas las preocupaciones sociales. Su ¡nyreso en la comunión liberal fué 
forzado por las circunstancias, y no debe considerarse como un mérito, puesto 



' 9 la impopularidad de don t.ucas Alamán entre la burguesía liberal 
era foiniidable.., porque hacía la guerra á la leyenda en que ta gratitud popu- 
lar había iransfonnndo la historia de los días heroicos de la insurrección... 
Pocas veces se ha puesto en este país tanta energía, tanta voluntad, tanto 
talento al servicio de una causa imposible n (la causa conservadorH.) {Mv. l. 
I. p. 239) 



que el iiiIerOs de hacerse dt* una posición social oblígd á Juirez á colocarse 
"bajo la baiidua de la libertad. En U cpoca oti que Juárez cometiíii A figurar 
en Oa\acn, el partido libera! era poco niinicroso, y ésto hi¿o que casi siti tra- 
bajo y sin necesidad de dar pruebas de gran tnérilo personal, íueía agraciado 
por sus corrcIÍRÍonarios con notables distinciones, i» (Juan N. Mirafueiiles en 
Jfm. í» mino 1871) 

En 1831, fué nombrado regidor en el ayunumiento de la dudad; y en 
183a, diputado á la Legislatura de Oaxaca. En este puesto, vntó en iSjj la 
confiscación, & Tavor del Estado, de los bienes qu€ en él po$cÍan los descen- 
dientes de Hernán Cortés, y el lanzamiento de los españoles detiito del 
preciso lérmiito de tres dias tos que habiíalian en la capital; y de quince los 
radicados en los demds f>ucblos del Estado. 

Por ese mismo año de 1835, Gómez Farfas, Vicepieai dente de la Rqn)- 
blica, <i el que dos años después habla de pactar, eti los Estados Unidos, en 
el seno de una logia masónica, la venta del territorio nacional y la invasión 
diíl mismo por tropas extranjeras, » (/ífy p, S5) hiio un ensayo prema- 
turo de las llamadas leyesdc Reforma, tt declaró libre la usura sin restricción 
de ninguna clase eo su ley de 30 de dtc., de 1833, arremetió contia la pro- 
piedad eclesiástica, » {Rfí<. p, 89) connó al clero el derecho de enseñar, su- 
primiendo el Colegio de Todos Santos y <( la Universidad de México que á 
tantos hombres ilustres en ciencias y arles ha contado en su seno, y cuya 
farnü hallaba eco en España A fines del siglo XVIII y principios áiA XIX, » 
{/toij) é invadió las temporalidades, el patronazgo y otros fueros de la Iglesia, 
aboliendo de su propia autoridad los votos monásticos y expulsando á mu- 
chos españoles y frailes de Centro América que se habían refugiado en Mé- 
xico. "En vinud de una ley llamada del Caso, desterró A I>. Anastasio Ituiila- 
maiHe y á muchos prohombres del partido conservador A quienes Parias 
consideraba que estaban en el caso de la ley; y por ¿so se llamó así. Acerca 
de período tan terrible, dice el Doctor Mora hablando del Ejecutivo : « Al 
publicar la ley de desterrados, que conferia ai Gobierno facultades para 
hacer lo mismo, abusó de éstas sin ténnino ni medida, expidiendo en dos 
solos días más de 300 pasaportes á personas por la mayor ¡larte inocentes ó 
de una culpabilidad muy ligera ó cuestionable. Este abuso fué todavia mayor 
en los Estados cuyos gobit-rnos.,. se hicieron un deber de buscar y tener cons- 
piradores ,1 quienes desterrar, á imitación de los Poderes Supremos ; hasta 
los preíetlos, alcaldes y ayuntamientos se creyeron ¿luloriíados ú hacer lo 
mismo... l">e todo resultó que el gobierno supremo desterraba para fuera de 
la Repiíblica; las legislaturas particulares y gobernadores de un Estado para 
otro; y las autoridades subalternas de un pueblo ó ciudad á la otra. Así e3 
como una parte considerable de los habitante; de la República se hallaron 
en pocos días fuera de su cas;i, de sus negocios y del lugar de su residencia, 
y concibieron el encoiKi natural, de consiguiente, contra un estado de cosas 
que les causaba tamañas vejaciones casi siempre sin motivo, u ( Ktvisín /iVí- 
íüa) y cuyo resultado fue un pronunciamiento que estalló en Morclia al grito 
de religión y fueros, y obligó al congreso á que destituyera en i8$5 á Gómez 
Farias y anulara sus actos. 



En 1831. Juárez se había declarado partidario del « ilustre » General 
SsTiCa Anna; y en 1833, abominaba del (¡eiieral Eustamantc quien « quiso 
que sus compatiiotas .irnistrasen oideitas ignominiosas. » Mas cuando el 
4 ilustre ft Santa Anna dio de mano al fedeíalisiuo, aparece Juárez servidor, 
como jaez civil, del centralismo santanista continuado por Buslamanle; y, 
después de aceptar de este i'iltimo uti empleo, lo desconoce y se adhiere 
en 1841 al pronunciamiento del Gfení;ral Mariano Paredes, insirumento de 
Santa Anni\ contra Bustamanle i quten Julrez no tuvo e^crúpu]o de servir, 
i pes&r de haber declarado que bacía «áirastrar a sus compatriotas i^aomi- 
niosas cadenas. » 

En el acta de pronuncia miento que firmó á favor de Santa Anna. ^ el 
salvadi^r de la patria, i había expresado, en su peculiar algarabía, que ■< desde 
que llegaron d eüta ciudad (dá Oaxaca) las plausibles noticias del pronuncia- 
miento del Sr. General D. Mariano Paredes, un golpe elíctrico n-animú los 
Corazones de todos sus habitantes; í> porque « ¡os hombres de mis cabeza 
anhelaban por un mmbia»ii?n(c> político, » en cuya virtud n se declaraba nulo 
desde ahora todo lo que fuere contrario á la religión. » 

Tal era en 1841 este Juárez á cjuien su historiador, el mentiroso Zeic- 
cero, corregido por el mismo biografiado, nos representa dotado de « una 
finne¿a de principios políticos á toda prueba. » ' 

De 1S43 hasta 1844 encontramos al inquebrantable Juárez fungiendo 
de Secretario del Gobierno del General santanisla Antonio de León, y fir- 
mando como tal un decreto en cuya fuerza se mandaba « colocar en lestí- 
rnonio de gratitud el retrato del Exmo. Sr. Presidente Constitucional, General 
de división y benemérito de la patria, D. .Antonio López de Santa Anna, en 
los salones de sesiones de los Ayuntaniíento.s del Departamento. » {Diario 
del Gobierno de la Rtpúhlica. a agosto 1844) 

En 1.S45 triunfa el partido moderado; y Juárez aparece sirviendo el cargo 
de Magistrado del Tribunal del Estado de Oaxaca. De fines de 1845 á agosto 
de 1846, la administración dt^l General Paredes se maniñesta centralista é 
inclinada á la monarquía. Los biógrafos de Juárez ocultan la conducta del 
biografiado. 'A fines de 1846 vuelve el federalismo; y Juárez forma parte del 
tiiunvjrato ejecutivo de Oaxaca, Conclusión t Juáre¿, desde que salid del 
Instituto hasta 1846, úrñó á todos los partidos y abrazó todos las causas; en 
consecuencia, no es cierto que fuese ese liberal infjuebtantable en sus princi- 
pios. V si no era sincero, « entonces hay que calificar á Juárez de vult^ar pan- 
cista empuñando el incensario ímpildico cardado con la inmundicia de La 
orgía imperial. » {Rro. pdssim) 

Faltando los recursos para sostener la guerra contra los invasores norte- 
americanos, uno de los primeros actos del Congreso de la Unión, al cual in- 
gresó Juárez en 1846, fui autorizar al Gobierno para que contraura un prís- 



' Segün lo aüienta un liberal, 4 Anastasio Xereoero, que defendió con 
calor los intereses de Santa Anna en Ltt yin del PueMo, ha escrito con el fiio 
cálcuío de un ambicioso perdido en reputación y recursos, á quien la socie- 
dad repele ion desdén. í (Fern) 



tamo de un millón de pesos; [)cro, siendo ésto insuficiente, Ci&mcz Farías, il 
quien Santa Anua, Prcsidonte propietario, había heclio nombrar Viccprcsi- 
denle de la. Ke^iiblica, m y cuyo norntimniicnto causó un disgusto casi 
gcnera.1, o en vc£ de hacer la guerra á los nortcanicrícanos, encontró menos 
peligroso el hacerla otra vez al clero, imponiéndole un triI>uto de quince 
«lillones, sin que las derais cla<ies de la sociedad contri huyesen proporcio- 
nalmenie. Tan nianiliestanicnte injustas eran esas providencias, que los 
mismos diputados liberales se resistieron mucho tiempo i sancionarlas con 
su voto. 4 Si bien es cierto, dice un liberal, Anastasio Zerecero, que el partido 
conservador estaba en el Congreso en ininoiía, agregdsele ti partido modc- 
Hldo, y entrambos lucharon contra el |)artido tojo que apoyaba a Fanas. 
Rejón, Juárez y otros sostienen la ley, y Otero y stis prosélitos moderados la 
atacan. La ley salíii al Jin. J (Zer.) 

Juárez votó la ley, porque en aquel tiempo, como se desprende de un 
doeumenlü por él firmado en ii de marzo de este mismo afto, era im 
entusiasta y fanático partidario del * benemérito i» General Santa Anna 
empeñado más que Gómei Farías en que se votase la ley de ii de enero, y 
S(? jactaba de ser de los leales que lo elevaron a! podt:r. 

lín cuanto á que Juíírcz haya sostenido en la tribuna la ley de ii de 
enero de 1847, que í;ravabo al clero con una contribución de iiuincc millo- 
nes, es una mentira de su panegirista Zereci^ro. Juárez no tenía dotes payí 
hablar en piililíco y siempre tuvo la habilidad de reconocerlo. En el Congnrso 
de 1S47, Juárez ocupó una ioIa vm la tribuna paia reclamar en <lie;c patabias 
por qué en el ac5ta de la sesión anterior no figuraba una petición enviada 
por la Legislatura de Oaxaca y que había leído la Secretaría. (^«'. p. 11, 115) 
« A La verdad, Juárez parecía una esfinge. Si despegaba los labios era para 
decir no 6 si, en tanto (jue sus condiscípulos Francisco Banuet y "nbutvio 
Cañas entraban en las discusiones, a (Pola) 

Protniílgada que íué la ley de 11 de enero de 1847, inmediatamente 
'' e.'tnllaron pronunciamientos por todas partes, > dice Anastasio Zereeero, 
mientias que los norteamericanos, considerando que em dificil invadir A 
México por el norte, donde había que atravesar lardos y penosos desiertos, 
resolvieron que un cuerpo de ejdrcito á las ordonc-s de Scott, aracaia á Vera- 
cruz; y el 31 marzo de 1847, en niiinero de 13,000 comeníaron ;i bombardear 
ta pla^a defendida por 4,500 mt^^icauos. (iómez n Parías, hombre Ii-tco y 
obstinado í {/v^n), ordenó á la guardia nacional que marchara á defender el 
puerto. Pero, como había disgustado á la nación con su odiosa persecución 
al clero, los polkos, que así se llanialjan los miembros de la guardia, cu vez 
de marchar contra el invasor, desconocieron al gi>bicmo; y desde el i6 de 
febrero de jS+7 hasta el ai de marzo, se derramó indtilmente la sangre 
mexicana en los reñidos combates de que fueron teatro las calles de la capi- 
tal. 

I'or estos mismos días sucumbía Veracruz sin haber recibido auxilios 
de la capilaJ; y el espirilu de partido culpó de ello á los pronunciados é hizo 
aparecer til clero como instigador y director de la revolución. Preciso et 
reconocer que si la intención del gobierno fué auxiliar i Vcracru», no anduvo 



ac^rtíidn en la ek-ctiíjri de los medios, <]ue forzosamente iiabian de producir 
ti conflicto que aquí presenciamos, Lo demás no pasa de simple vul^^aridad 
anle el criterio histórico, que, observando el descontento general, la lucha 
del partido iiioderado contra los indícales que eran dueños de la situación 
la lígflima repugnancia en individuos cuya profesión no era la militar, á 
abandonar sus intereses y familias al arbilrio de quienes habrían ^jreferido 
desarmarlos, y paia un servicio ajeno á sus compromisos, na piiedc ni por un 
momento admitirse Ea hipótesis de que hombres como Pedraza y Otero, y 
como muchos de lus jefes y oficiales cuya lista es curiosfeima repasar, reci- 
bieran úidencs de dos ú tres mayordomos de monjas. (Roa.) 

Para remediar los males causados por el desgobierno de Farias, el 
Congreso ÍUim(} á Sania. Anna quien llegó del tiileriov el 21 de marzo, é 
inmediatamente derogó la ley de 11 de enero, suprimió la vicepresidencia 
c hizo aceptar al clero libranzas por tres millones de pesos. 

Una de esas revoluciones que provocó !a ley anLeiioi, no sólo en la 
capital, sino en todos partes, segiln lo confíesa Zeiecero, estalló en Oa.vaca, y 
con diliCLilud logró sofocarla el Gobernador liberal, Simeón Arteai,'a quien 
se vio precisado al fin á dar su renuncia, siendo ventajosamente reeiiipla/adü 
por el General I.i^on que dcbia morir defendiendo á su patria en Molino de) 
Rey. 

^ Acerca de las administraciones respeiílivas de Arteaga y del General 
f«on, y de las intrigas de Jiiáreí en el Congreso, encontramos en las carias 
de un liberal de aquella época las .siguientes curioíia» apiecíacíoneí. •<( El 
Gobierno estii en contra del restablecimiento de las autoridades de Oaxaca 
depuestas por una revolución; porque las aftuales han ayudado á la causa 
nacional facilitando cuamíosos teeuraos de tropas y de dinero, a la ve^; que 
las depuestas no lo hacían asi, teniendo además en su contra la opinión 
publica del Estado... Con tal motivo, la diputación de Oaiaca (de la que 
Juárez formaba parte, n. d. a.) hizo una protesta de no volver i concurrir a las 
sesiones, aprestándose para retirarse... Se aprobó el dictamen de In. comisión 
mandándose reponer á las autoridades de Oaxaca, lo cuil equivalía á disponer 
que el Uobietno cercenara las (ropas que estaban al frente del enemigo para 
dirigirlas sobre los oaxaqueños á los cuales debía recompensarse con la guerra 
civil los buenos setviciíjs que prestaban i la causa pública,., atendiendo a que 
la fuerüa principal del General Santa Anna, era de tropas de Oaxaca maiidadna 
por el General Léon que había determinado el cambio de autoridades. . . Un 
solo Estado, Oaxaca, se lia manifestado firme, consecuente y aun heroico, 
lacilitándole todo, tropas y dinero en medio de sus angustias... Una icvolti- 
ción echó á Cierra las autoridades de aquel Estado que eran de to miís /*«/■(> 
y taiübién de lo más inservible. Sus dipuiados en el Congreso promovieron 
la detluraeión de su nulida'd que el gobierno resistió obstinadamente por dos 
motivos poderosos : el uno, porque era necesario hacer la restauración á 
fuerza de armas, y no las tiene disponibles; el otro, porque se privaba de los 
dtücs y cuanliosoa auxiliüs que le está facilitando... VA Congreso es una 
malhadada corporación, fuente perenne de males y obstáculo a lodo bictk > 
{^Fem. pássim.) 



capítulo i. 



19 



Viendo Juire/ cuan propicia se le presentaba la suerte para medrar en 
media de esos disturbios, huyó de la Caiiilal y « imrtíó para su Estado, dtc« 
Rivera, dejando en el Congreso un puesto que no debió abandonar en los 
momentos angustiosos en <[iie ei Presidente de la Asamblta National llamaba 
<í los diputados a Querétaro, para que resolviesejí las gravísimas cuestiones 
que amenazaban acabar con la independencia de la Repiililica. . Cuando la 
capital de México estalla casi en poder del invasor norieameiicano, y los dipu- 
tados que quisieron reunirse tuvieron su última junta, se acordó que nin^n 
diputado se retirara de la capital mis de veinte leguas, sin conocimiento del 
Presidente del Congreso, y que en el evento desgraciado de que la capital 
se perdiera, se reunirían en Qiteriítaro; y el señor Juárez se fué á Oaxaca sin 
licencin. )i (op. rit. ) para hacerse nombrar, con a(X)yo de las bayonetas de la 
milicia, Gol>eraador de sti Kstado, puesto que ocupií desde noviembre de 1 847 
hasta el iz de agosta de 1852. 

En noviembre de 1847, mostrándose la Ibrtune contraria á ííantn Anna 
que babfa abandonado el puesto de Presidente y se dirigia rumbo aJ Kjitado de 
Oaxaca, Juárez no sólo volviiS ¡as espnidas d su antiguo ídolo « el ilostrc y 
benemérito (Jecieral, > ' sino ipic, violando la Constitución entoncts vigente 
que garantiznba los derechos ladividuales de circular libremente en el te- 
rritorio mexicano. Il- prohibió la entrada en el Estado de Üaxaca, lo que 
aplaudieron los liberales mexicanos. ■< Decididamente, escribe uno de ellos 
respeftü á ese atentado, el liberalismo nos viene como corona de mirtos e» 
cabera de a^^no. i> 

Sin embargo, al volver Santa Anna de f,\i destierro, escrílK un contem- 
poránea, lo vimos renunciar el poder c|ue se le ofreció, lo vimos niarchar á 
San Luiíi sin recursos y con un reducido nilmero de soldados, lo vimos en 
breve tiempo organizar un ejercito respetable, y salir en persecución de los 
invasores, y reducir á Taylor á la nulidad. Ertretaato, su< enemigos lo 
calumniatian de traidor y lo consideraban en connivencia con el enemigo... 
Mas la perfidia de oíros me\iqanos no sólo lli:gó hasta aqui, sino haitn 
desear coí^i eí tiiunfo de Taylor sobre nuestras tropas, tan sólo pon|iie el 
General Santa Anna estaba lí la cabera de ellas; pues, yo mismo tuve oca- 
sión de oir antes de la acción de la Angostura eslas palabras ; Si' pierde 
Sania Anna, malo: si ttiujila, malo. > (.1/Av;Víj en iS<f^. Bibliot. Nao. Dirección, 
3" serie, L a) 



■ «; Aunque sea triste consignarlo, dice un autor libeial, es preciso decir 
que el General Santa Anna no sólo tuvo el apoyo de saiilanistas y conser- 
vadures, sino también el de muchos liberales que no se desdeñaron de ser- 
vir con celo 1 aquella admiaíst ración, n¡ de dar su voto á favor del poder 
unitario, ni de llevar la Cruí de Guadalupe. Si de-iptlés que cayó la tiranía, 
Han querido todos pasar poi Brutos y por Catones en punto á dignidad 
republicana, no por éso deja de ser verdad que andalian muchos entonces 
menos erguidos que aboia, tomando parte en el coro general que entonaba 
las alabanzas del ídolo > (HUfoña de la R<reiuciifit dt Aíix'co <vnlra ¡a Diíla- 
dura dtl Genera! Sania Ajtna. p. ag,) 



Aun más, < entre los diversos Estados de la íederación (cuyos Gober- 
nadi>res eran liberales, n. d. a ), hubo algunos, dice (.lustavo Baz, qui? t;n 
aquellos momentos en que agonizaba la patria, se negaron ii preslJir auxilios 
de gueira; y algunos couio Yucatán se declaraion neutrales. > (op. c¡t) 

En la « Memoria reservada » que el ministro de la íluerra, General Anaya, 
presentó a! Congreso reunido en Querétaro á principios de mayo de 1848, se 
dice que en virlud dd decreto de 16 de diciembre de 1S47, 1 se asignó á los 
Estados un cupo de hombres capaz de ser entregado sin diñcultad..^ Y cuál 
fué c! resultado dii este decreto? Que fue formalmente desobedecido: que 
algunos gobiernos no lo llegaron á publicar, y oíros ni aun quisieron acusar 
«u rucibo. s Uno de esos Estados era el de Oaxaca, gobernado entonces por 
un triunvirato ejecutivo de! cual JuárcE formaba parte, y en el cual, según de. 
da el General Anaya, « no babla ^ente armada sino para medio conservar el 
orden, ni municiones bastantes para que 300 hombres Rostuvieran una hora 
de fuego, j» 

Los quince liberales que escribieron los Apunta para la Hisloña de la 
Gnerrit Ei'trt Mtxkiy y los Esíados Unidas, conñesan iiigenuamenie que, cuan- 
do i)or el triunfo del partido puro, « Parías se encarga de la Presidencia, el 
ejército de San \Aih resintió en el afilo las consecuencias de este cambio. Los 
recursos comenzaron á faltarle de tal manera que el mes de enero no fué ya 
cubierto su presupuesto como lo habla sido en los meses anteriores. Si 
Parías, memi:s eiii].>cñado en querer hacer triunfar sus ideas y las de su partido 
can el pretexto de la guerra, se hubiúra dedic;idi> á procurarse rtcurüos por 
otros medios que hubieran chocado menos con las preocupaciones y los intere- 
ses particulares, que el que se puso en prá¿lica, ech.índosc sobre los bienes del 
clero, el ejército no se hubiera visto abandonado . Manejos infames i los que 
se debe en gran parte el éxito desgraciado de nuestra contienda con fá 
Norte. » 

El 28 de junio de 1 856, el diputado liberal Ktancisco Zarco, corroborando 
lo anietíor, declaró en el Congreso que < en tSj j y 184;. las medidas violen- 
tas » de Farias y deinás liberales contra el clero 4 sirvieron sólo para promover 
la guerra civil... y hacer sufrir al país los mates de la invasión extranjera. > 
{yig. p. 153) -íGiiniuí Parias representaba la demagogia cuyo programa era 
el ataque á la propiedad particular y d los derechos individuales de todos los 
que no ]H:rIenecian al vil populacho ó á sus embaucadores.. . Decretar una 
fuerte contribución sobre los bienes del clero, dice Ruines, hacer de ese dere- 
cho como una emboscada para el clero como cta-iu, para llegar á la Reforma, 
tira amipatnótico, demagógico é imbécil. » {R^v. p. 16a, 152) ' 

De allí que 1 gran parte de la sociedad aceptaba la tutela americana por 
cansancio de desorden y ruina. > (En. t. i. p. 21^] 

El señor 'l'risi, enviado norteamericano, babla dos veces del partido 
anexionista, en su noia reservada de 6 de diciembre dt 1845, al Secreiario 
de Estado, Mr. Uuchanan. Consideraba como un obstáculo serio para el int- 



■ «Seria cometer «na injusticia creei que Bulnense propuso como objeto 
fftTorccer los iiilcrcsea del bando reaccionario. > (/'\ih. p. 6) 



fAMTULü 1. 



21 



tado de j^a/. \a influencia <deI(W anexioiiiütas de los que ustán lrn:vncab1c- 
mcnt resueltas, cueste lo quecostare, á llevar á cabo su |>l&ii conictv,ado mu- 
choG años antes que la. guerra, de obligar á. nuestro jiaia á unirse con 
£sle. > 

Escritores liberales corrobornn con su testimonio las revelaciones que 
anteceden. Mariano Otero decía en 1848 que el partido líbeml tendía n li 
agregación de México á los Estados Unidos. (Gan. p, 15) 

< El partido federalista, decíti en aquel ticmijo un liberal, no ve de mal 
ojo la incorporación de Texas á los Kslados Unidos, porque sc iinagina que 
el resto de la Repübljca seguirá la misma suerte-, y asi se realizarán sus sue- 
ftos... El partido ultradeniocrático proclama la guerra como un medio que 
debe llevarnos á la conquista, imaginíindose que así caminamos i la perfe<^ 
libertad. Este es su programa... Los unos desean la conquista con la esperanza 
de sobreponerse á todos sus enemigos, acabando con todas las clases propie- 
tarias )' privilegiadas, para establecer sobre sus ruinas el imperio de la liber- 
tad, es decir, el de la pura y mera democracia... Llegan bosta lisonjearse de 
que la ocupación de la capital por los americanos será inmediaianienie seguida, 
de la restauración del GobJemo de Farias. » {Ftrn. |>as3Ím) 

A Cuando la invasión norteamericana, escribe Jacinto Pallares, el partido 
liberal publicó varios periódicoi pidiendo la anexión de México á los Estados 
Unidos. Un respetable anciano rae ha referido que cuando hablaba con el 
señor Heña y Peña sobre el tratado de paz que celebró México cediendo á los 
Estados Unidos gran parte de nuestVo leTritorio, aquel funcionario le maní, 
festabn que uno de los motivos que le impulsaron á ñrtnar esc pa£lo, fué 
que el estado de Ins espíritus y de los intereses en el país, era de tal manera 
antipíittiótico, que por subsiraene á los horrores de la guerra, y en vista de 
la seguridad y riquezas que existían en los lugareü ocupados por los ame- 
ricanos, era de temerse y temió el señor Peña y Peña qut? ciudades y pue- 
blos se anexaran es;x)ntánea mente á los Estados Unidos, lo que sería una 
eterna vergüenza. » 

Ese temor no era ímaginmo. «1 1.a gente de los campos y de las pobla- 
ciones chicas, indios en general, que si bien como soldadas se porUiban 
valerosamente cuando lo hacían sus oficiales, como paisanos se nianluvieion 
fríos e í;[ je ¿ta dores de los acontecimientos; y no era de extrañarse; pues, no 
sufrían las VL-jacíones de los enemisto» que las poblaciones grandes. Maltrata- 
dos y robados cuoistantemciUe en nombre de la libertad por los patriotas 
mexicanos, sí los soldados americanos algunas vTces abusaban de la fuer:ja, 
sus jefes les pagaban al contado y á altos preciuíi los granos y todos los 
efetftos que lea vendían, y su trabajo personal uuandu ]os ocupaban. Estaban 
Übies, ademis, de las levas. Entraba con lines ulteriores en la política del 
^gabinete de Wa5liÍní;ton tratarles bien: y en realidad estaban los indios en 
mejor situación con los americanos que bajo los gobiernos mexicanos, á pesar 
de decirles constantemente que eran ciudadanos en el pleno ejercido de sus 
derechos : dL-recbus que pata los indios eran recibir ultrajes ) vejaciones, de 
cualquiera inequetreíe mal llamado liberal, gobernador, coronel, Ul vtx 
alférez... 



22 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



-« Había dtrho d Ocneral Scott t;R una prncUma qae expidió en Jalapa 
i \o* mcxicanc», que lubia un partido nionárquíco entre «Uos, y que k» 
Esiadoü Unidos no podrfan consentir en que ese partido se levantara. 
y formase un gobierno que tendiesen] restalilccimicnin de la monarqiiÍA, cuyo 
ststema no podían aquéllos tolerar en América He venido, añadía sin rodeos 
Scott, ]>ara combatir á ese partido: he venido para desiruirlo. Era, pues, 
muy claro qui- iha .-i ajudar al partido enemigo del monárquico, y así lo 
compretMJieron tos gol>eriudore3 y las l^islatunu de varios Estados; pues, no 
prestaron atixitio al gobierno, distinguiéndose el del llamado México que ni 
mandó siquiera su gobernador ayudar i tas irojias nacionales en las baallas 
que se dieron en las inmediaciones de la capital; y las presenció desde la 
linea diviíona al frente de sus milicias... Si el (General 'Alvarez, s^iín se le 
mandó, tiul/iera dado una carga con sus 2, 500 calullo^ aquel día habría sido 
derrotado en detal todo el ejército enemigo; pues, no habría tenido tiempo 
df Ik'gar en auxilio de la división batida en el Molino, la que eslab» en 
Sao Ángel. El (leneral 'Alvaiei tjs caiisa de gran iione dtí los desastres poslc- 
riores á este dia; > <F. de P. ArmngoÍK. Misico */«*/<? ¡80S) lo que un escritor 
liberal confirma en esta» palabras : 4 Por haber pernianecidu criminal- 
mente inmóvil, la cabelleria reportó la respon<(abil¡dad de esta derro- 
ta. » KPrL) 

Aun m¿« : «en 1847, aftade Anangoíx (op. cit.), el general en jefe 
de las tropas de los listados Unidos ncnibró un ny untamiento que se 
tituló Asamblea Municipal, compuesta de republicanos de los oías avanzados 
en ideas, urtoraraunte decididos en favor üe los enemigos de su patria y de 
su raía : se hicieron nolublcs por sus brindis i la prosperidad de los Estados 
Unidos, y la anexión de Míxico á ellos, en una Rían comida que dieron á 
Scolt y otros generiilfs nriericanus. w .^íirina el SL-ñur Justo Sierra que « las 
ideas de anexión surgían en grupos compuestos de gente ¡lustrada; n {Ev. 
t. I. p. 333} y scgiin el señor Pallares (op. cit.), < los hombres más conspi- 
cuos del partido Uljerat, [). Miguel Lerdo de Tejada, Palacios y otros, brinda- 
ron, en el convite llamado del Desierto, con el invasor americano, por la ane- 
xión de México á los Estados Unidos, » 

Fue tanto el desprecio en que, por esa vileza, cayeron dichos liberales, 
que manifestaron después uno. susceptibilidad excesiva cuando se les recorda- 
ba la fealdad de su conducta durante la invasión iiorteamencana, Habiendo 
publicado en 1S5 j £7 Orden la lista de los miembros de la Asamblea Muni 
cipal de t£47, y la de los eleflores entre los cuales estaba el nombre de 
Miguel Lerdo de Tejada, á los pocos días, éste envió al referido periódico 
una carta L-n que procuraba, pero en vano, desvanecer los cargos que á a 
como á lodos los micmbrra de esa Asamblea se les había hecho, de ser 
partidarios de la ancittón de México á lo» Estados Unidos. 

El 2g de noviembre de 187 1, un diario liberal, ( Ffr.) les hacia el mismo 
reproche : * Muchos de los proceres de la rcclrccidii de Juiiree y que hoy 
ñguian «11 primer término, brindaron en el festín del Desierto por la niioxión 
de México .i lus Estados Unidos, en la ptet^ncia dpi invasor, y bajo los 
colores del |)abellón enemiga > 



Psra atenuar su iraición, han pretenttdo los liberales conipariiria coii los 
catdlicos, asentando, eiitre tantas liobi;ria8 por ellos e^Iarapadas con el 
nonibfe jirctencioso de Historia, la e.spfci<' caluintiiosa de que el obispo dt 
Puetila recibió liajo du palio al General Scoll, Josii R, del Castillo, eo sii 
ñamada Historia Patria, aprobada nnda menos que por 1% juiítii Dire^iva de 
Instrucción Primaria y por la Secretaria de Justicia é Instrucción Piiblics, 
reproduce el misino embuste, diciendo que ■■ los americanos fueron recibidos 
en Puebla como !ds salvadores de la pairia par el obispo de aquella ciudad, y 
Esa burda mentira, apoyada ea ninguna brizna de prueba, queda por completo 
desvanecida con el testimonio nada sospechoso de unos i^uincc! esciiCores con- 
temporáneos y clerófobos, segilii los cuaU-s, <cl señor obispo Váíque/ tomó el 
paitido de marcharse ásu casa de campo anles de qan los americanos tntrasen 
á Puebla;> f/i¿>.c. ra. p. 192) y, parlo mismo, no pudo recibirlos bajo de palio, 

Lejos de haber desaparecido, el partido de los traidores ha ido robusti!- 
ciéndose y ha arrojado su disfraz, merced á Is propaganda a¿^iva de las ideas 
masónicas, que son la negación del pairíotismo, Alli van unas citas sacadas 
de algunos de sus periódicos. « En el si^lo vigésimo, dice £í Pabellón Á'ndo- 
fiai, las fronteras liabrán desaparecido '>> (cit. por jP«' 10 enero 1889} £1 Lihn 
/ Aceptado Múíon 110 quiere nacionalidades, (op. cit. 13 enero 1889) £/ far- 
tiáa LHkti\¡ proclama que la civili^acíóa no entiende de pnliiotisino, sino de 
confraternidad universal. (18 dic. iSSS) Por lo mismo, si hoy en día hubiera 
una segunda invasión norteamericana, volverían los liberales á blindar, esta 
vez en major número que en 1847, fx)r la anexión de México á los Estados 
Unidos. « Hay entre nosotros, decía El Fcrrifcarñl en 1871. un partido 
anexionista qtie descaradamente aboga por la absorción de nuestro país por 
d Norte y la ruina de nuestra nacionalidad. » (Citada por Mtn 37 mayo 1871) 
4. El seftor Ü. Manuel Payno, escribía El Moniior, nos pinta no sólo inmi- 
nente sino necesaria la absorción de México por la Kepiiblica de Norte. 9 
<Citadu por Mfn 29 abrí! 1A71) 

RI General liberal D. Manuel Márquez de León, refiriéndose á los de su 
bando, tuvo que hacer, él también, esta penosa confesión : < Hoy mismo, hav 
algunos que, ó por ignorancia, ó por miras bastardas y mezquinas, se hacen 
propagandistas de la c&nquísla pacitica. v {Alar^.) 

Aun en nuestros días no fallan liberales, como Bulnes, que < aprueben 
el CTÍterio del Presidente Mac Kínlcy en lo referente á la inicua irrupción de 
1847, )í y * declaren en la cíniara de diputados que nada les importa que 
México sea perjudicado por Norte America, por ser ellos partidarios de la 
teoría de Darwin, consistente en que el organismo más débil debe perecer 
ante el mas fuerte. *> (J^als p. 14) Tampoco escasean periódicos subvenidos 
jior el Ciobierno de Porfirio Díaí, como Ji/ Impardai, que echen \ chacota 
la idea de! patriotismo, declarando burlescamente que < el palrioiisniO 
no es más que un sentimiento zoológico, > (junio iS^S) ¿sto es, propio de 
los irracionales, y por lo mismo den á entender que nada les importa la 
conquista de Mcaícü por los Estados Unidos. 

La prensa nortcamericatia, haciendo eco á esos escritores, reconoce ella 
taitibica que en Mé.xico existe un partido que trabaja ea pro de la anexión de 



su patria á los Estados Unidos : prueba d¿ ello son éstos conceptos que 
acerca de la RepiíblÉca. Mexicana vierte el Cfíiíngv Etenin^ Posf : ". El (iene- 
rai Díaz es un hombre admirable y más americano que niexícan-o. No sólo 
trabaja por la idea de la anexión, sino que hay un iiiíuieto poderoso de 
intciigenCes mexicanos que comprenden que es más ventajosa la unión de los 
dos países que el que México permanezca solo. Más aun : un factur pode- 
roso será el enorme capital americano invertido ftn Mcxico; este aumenta 
constantemente y ejerce una inñuencia en Iwvor de la aiiexión *\».e, unida 
á los deseos del General Díaz, sera imposible resistir antes de que deje de 
exiatir esta generación, «• (Citado por Mcxico Mvdtriio. i8 sept. 1890} pudicodo 
decirse, con Iaj l'oz di M'exUú (4 enero 1890), que al General Díaz se deberá 
la gloria de haber ultimado ¡a americanización de México, sueiio dorado del 
liberalismo nacional, y con Mi Hnnip&iii, oSí, i9oc))i f. que siendo el partido 
libera) linteramenle ayankado y silbdito incondicional del yanqui, * es na.ttiral 
que «el Gobierno proleja d fomente la conquista pacífica de día en día cun 
a¿bo3 quellamarcmoü de debilidad, por no decir de traicít^n, !• (39 junio 1898) 

Mas como El País, diario se-dicente católico, ha hecho suya en todos 
sus puntos ta política del Gobierno, (28 febr. 1901), por lo mismo ha tenido 
que renunciar I.^ia anticuas tradiciones antianexirjnLstas de! partido conserva- 
dor del cual abomina ( J'oz. 20 djc. iSgS), prestigiando ahora d los más pet- 
ñdos enemigos de México, y suspirando por el suicidio de su patria como 
nacii5n independíente. Pora paliar tan oprobiosa traición, Ei Püh asienta la 
monstruosa tesis de que su religión anda reñida con su patriotismo, siéndole 
por lo mismo imposible ser á la vez católico y patriota. «í SÍ fuese <1 senti- 
mieolo religioso y no el patriotismo, dice, lo que Inspirara nuestros pareceres 
con relación al pueblo ang loan 1 encano, segiiranieiiite sí m pal izan mn os con el 
mucho m.is que los periódicos jacobinos, con tanta mayor razón cuanto que 
esc pueblo cuenta con millones de hermanos nuestros en la le católica, fi 
(20 abril 1901) En inspirándolo su patriotismo de pega, como cuando lanzó 
el prospecto de su diario, tilda & los Estados Unidos, en un arranque de ridi- 
cula indignación, de ". pais enemigo y tirano del nuestro ;.<:■ mas cuando se 
baña en los rayos deslumbradores de fi\s le r^llgiosn, los llanu uitctuosainente 
« nación amiga de la nuestra. » [20 abril 1901} precisamente porque así se 
expresa la prensa masónica de ese Gobierno ayankado que subviene ad Di- 
rector du El Pais, y V cuya |iolítica, dice ese periódico, es para los católicos 
fórmula de unión; cuya Constitutión de 57 es cabalmente su bandera. » 
(ty enero. 28 febr. 1901.) 

Desde 1SS7, un periódico liberal [El Notideso. 17 enero) procuraba él 
también excitar la simpatía de los católicos en favor ríe Norteamérica, diciendo 
que allá progresaba el catolicismo. yqu::con el creeitnicnta de rclnciunes con 
los Estados Unidos, no peligraban ni la le ni la nacionalidad. Ei Puis va 
mucho más lejos que ese periódico. Con exagerar sobremanera U libertad 
religiosa de que se disrruta cit loa Estados Unidos, saborea ya anticipada- 
mente las ventajas de una anexión que é\ llama tin triunt'o del catolicismo, y 
que otros, fundados en la palabra divina, consideran como un eatiligü del ciclo 
que á todo trance se ha de evitar. < Ei liberalismo ladical y refonnista, dic<, 



tiene que puriler cu iiiünos de nueslius vecinos algu más aun que nosotros.- 
£1 jncobinismo perdería su anuda Reforma que no encaja bien ni nial en lis 
inslilucioiies arigloatnericnnus'; en L^iiitu que li los cntólicos nos quedaría al 
nictios U verdadera liberlatl religiosa que hoy el jacobinismo nos escatima 
cuanto puede, molestándonos constantemente en nuestras creencias.»- (¿o 
abril 1901) c .Si litiga e\ evento desgraciado á que nos lanza aceleradamente 
la accidn maléfica del liberalismo, la absorción de México por los Estados 
Unidos, la Iglesia no correrá peligro alguno. El i^ian aumento del Catolicismo 
entre nuestros vecinos es garantía suya. Triste es decir que sea necesario 
defender U Religión de bs propios; y que no se tema el influjo de los extra- 
ños. >< (/.a Vss 1 9 íebr. i Ü90) <; En la desaparición de La patria, no ea la exis- 
tencia de la fe católica la que peligra, sino todo lo contrario : pues, seria un 
triunfo del citoÜcistno. » {País. 26 junio iijor) 1 El día en que México fuese 
parte de los Ratados Unidos, I* Iglesia Católica seria mas libre, más respetada 
y más rica. Ahi están 'l'exas y Caüfornia con niagnificos templos, con con- 
venios de monjas y de jesuítas. » (19 juljo 1901) «I En los Estados Unidos, 
dice erróneamente uno de los más fuertes accionistas de Ei País, el señor 
Silva, se hacen en las iglesias colectas tan importantes y considerables, que 
una señorita regaló atguntjs millones de jjesos para I.1 Universidad Católica 
de Washington. En la. bandeja de la limosna, en una sola misa, en varias igle- 
sias, se colectan más de mil pesos en billetes de banco y en moneda; de oro. » 
(j" Cfr/n Pasl. p. 15. a njoi^ 

Si porque en la nación vecina la Iglesia gosa de más considcmciones y 
recibe mayores donativos que en la propia, fuese licito renegar de su patria 
y anexionarse á esa nación, la Iglesia sancionaría un principio inmoral, des- 
tructivo de todo patriotbmo y semillero de continuas revoluciones que mauí- 
ria todos los esfuerzos en fivor del triunfo del bien. Las naciones en que la 
Iglesia se ve oprimida llevan casi siempre la culpa de esa opresión. En lugar 
de luchar como valientes contra la impiedad, se contentan con llorar como 
mujeres los estragos que ella causa. 

Cada nación tiene, pues, el Gobierno que merece. « El despotismo se 
desborda, dice Taparellí, cuando no encuentra resistencia; y no encuentra 
rcjistencta allí donde el honor y la Religión v.icilan en la mayoría d© los ciu- 
dndanos; porque es ley social y enseñaiiTa histórica, que el centralismo crece 
á medida <[iie en una sociedad disminuye el vaJor de la conciencia, y la con- 
ciencia del valor. » {Dtl Golütrno. t. 1. p. 353) 

Éso se aplica con toda propiedad á M¿xico cuyos católicos son tildados de 
« inertes, apáticos, gentes sin principios » por los mismos maione^ ( V<r. p, 537, 
82 1, 86;); y» con tal de go^ar de las comodidades de una paz mentirosa, 
abandonan cobardemente la lucha que en tudo tie'npo cnracterina á la Iglesia, 
y reniegan á la vez de su religión, de su honra y de su patria. 'A esos cató- 
licos bíislatdos, y traidores de eterno vilipendio en los nna,lc5 del mundo, 
dirigense eatas palabras de JoveUanos á los españoles afrancesados : «. Aunque 
la causa d<e la patria fuese tan desesperada cotiio ellos imaginan, sería siempre 
la causa del honor y la lealtaii, y la que á todo trance debía seguir un buen 
español " l'or lo mismo, aun cuando la independencia de México estuviese 



iiTcmisíblemeate perdida, habría siempre que salvar a1 menos U honra, mu- 
riendo no como vites esclavos, sino como hombres libres que luchan por una 
cansa sagrada, con la frente erguida y cual lo deseaba el poeta : < mirando de 
cara al sol. y á Dios su oración postrera dirigiendo en cspaftol. > (Zorrilla) 



A^NDICE AL CAPÍTULO I 



EN la sesión del Cot^cso del 17 de ñor., de 1871, el Mirüstio de Rela- 
cionL% Ignacio Mariscal, hÍ:>o una confesión harto dolorosa para el pairío- 
tismo mexicano, al decir que su nación ücría invadida por los Estados Unidos, 
co caso de que á éstos se les estorbara construir ferrocarriles y entre^rse i 
otras empresas en territorio mexicano. « Hemos de caer en dcsciédilo por 
todos motivos, dijo cl orador, ven especialidad porque lastimaremos algunos 
intereses especiales tía cl exterior, con los pronunciamientos que desgraciada- 
mente han estallado. Y ese descrédito no solamente acarreara la pérdida de 
toda cspCTai)/n sobre dcsatrollQ material : ocasionará también... un jwligro 
tremendo y caai inevitable : d de perder, sino la independencia, al menos una 
parlfl del territorio mewcano... Kermenta siempre en aquel pais (de los Ksta- 
dos Unidos) el deseo de adquirir nuevos dominios, y todos sus gobiernos 
tienen al fin que oedirr y haci^r algunas concesiones á tan característico deseo... 
Reflexionemos ahora... en que una parte de nviestro territorio podría ser útil 
y codiciable jiara los Estados Unidos. No nos la arrebatarán cit-rlamcnte 
mientras conser^'cmos una mediana ]>¡ií:, y micntr-is sc puedan realizar gran- 
des vías de comunicación y otras empresas f|ueá la ve/ de enriquecer i. nuestro 
¡Kiis.., sean iStíles para la hunianidad i-niera. Pero, si con nuevos y prolonga- 
dos motines, hacemos imposibles semejantes empresas: si con ellos espanta- 
mos el espíritu emprendedor de nuestros vecinos; st oponemos un obstáculo 
al bien general, cerrando la pueru á nuestro propio bien, ¿qué mejor pre- 
texto... podemos dar al lilibusterisnio americano, para que de atgún niodn 
cohoneste sus miradas ambiciosas, poniendo de sti parle loe intereses del 
comercio, de la industria, del prngreso universal ?.. Yo podría asegurar al Con- 
greso que si por desf^racia se prolonga la revolución anárquica que se ha 
desatado en nuestro suelo, había proyeéios, tal vez, expediciones de ñlibus- 
lerismo que vengan á hacer más crítica y angustiosa la situación de la Rcpií- 
blica. s 

Jms mismos americanos no han temido externar, con ruda íranqueía, y 
un sinniimero ile vtfccs, que <¡ H deseo más popularizado L-nlre «líos >, es la 
conquiíttn di: M¿ictco ( 7!í¿ iV. V. Jíem/J cilado por /ir. 17, abr. iSja) que 
se verillcar.í larde ó temprano. Por ahora, « con la condición de que esté en 
paz y prosperidad, dicen ellos. México nos es más lílil como Repilblica inde- 
pendientt: que como parte de nuestra Unión i porque asi tendremos cl bene- 
ficio de «u pro-'^pcridad sin la molestia de proporcionársela. " ( 7'i. 1 1 abril 1S99) 
Por éso, « no creemos que el secretario de Estado, decia <;n 1881, el JVeekly 
Htraid de Nueva Vuik, i.-st¿ [lensando en una guerra con Mé:>iÍco, ó que tenga 



la mienciún de [ragar cíen millones por los oslados deJ Norte. No es nec«- 
sario : esos Estados serán nuestros con el tiempo. ¿ í'ara que hemos <Ic sacu- 
dir el árbol? Cwfl-rtdo i;i pera, esté madura, caorA; y sólo en nueGtms manos 
puede caer, n o. El progninia secreto de las ]>ersoiias comprorntilidas tn los 
gigantescos proyectos sobre México, decía en 1881 un ¡iciiúdico de Chicago, 
consiste en comprumeter el mayor niimero de rapitalisMs tn aquellas empre- 
sas, y crear alti un inmenso caudal de intereses noiteanierícanas que u] 
gobierno de los Estados Unidos considere justo proteger. Tr ( Ti. 29 jun. 1S9S) 

V al menor asomn de- revolución ó disturbios que perjudiquen el comercio 
ó la industria de los nortea nne rica nos. ]u»ígo vendrá ia invasión de Mííiico. 
« El derecho de intervenir, dijo Mac Kinley en un mensaje suyo, puede ser 
justificado por los perjuicios sufridos por nueütro comercio y por nuestra 
industria, y por todas las pérdidas euperimentadas por nuestro pueblo. (Kjs. 
17 abr. 189S) 

La conclusión de todo éso es que México hs. perdido de hecho su inde- 
pendencia, por no ser dueña de explotar sus riquezas naturales y desarrolla! 
su naciente industria sin la forjada ingerencia de los Estados Unidos. <i Es 
casi seguro, confiesa Cosmes, que si el cambio radical producido en la política 
por la revolución de Tuxtepec no hubiese puesto termino á los procedimien- 
tos de obstrucción empleados por Lerdo, primero como ministro y después 
como presidfeníe para impedir que en México se construyeran vías férreas que 
uniesen i los dos países, el gobierno americano hubiera apelado á la fuer^ía 
para vencer los obstáculos que se oponían á los propósitos del pueblo nortci- 
mencano, y qtie tal apelación hubiera tal ve/ dado por resultado la conquista 
de nuestra Repiíblica. » (Cos. i. jo. p, 364.) 

El progresa material de Mé.\ico, por lo que se ve, es más bien fii5iÍcÍo 
que real. En general, quien ha progresado en México es el norteamericano, 
el extranjero: pero no los hijos de la tierra. « Para los hijos de la tierra, dice 
el Lie, Cuevas, cada dia se hace el trabajo niiis escaso y más improduélivo. 
Péon del campo con dies horas de trabajo y veinticinco centavos de jornal, 
o garrotero de tren con |ieligro inminente de niucrtt; y cincuenta centavos 
diarios, son los dos más amplios caminos para el pobre, de buscar sti pan : 
dependiente ínfimo de negociaciones y empresa.? extranjeras, ó profesiones 
literarias, cuyos ejercicios üsirin de antemano monopolizados, son los dos 
únicos senderos para encontrar trabajo, que puedan praélicar las clases 
ilustradas. Por más que se retuerza de dolor nuestra vanidad, tcnetnos que 
confesanios á nosotros mismos, que somos muy pobres. # (189S) I.0 misma 
opinan los liberales. •<. México, dice Justo Sierra, por su falta de medios de 
explotación de sus riquezas naturales, es uno de los países más pobres dvi 
^obo. > {£r- p. l6D^ « En México, agrega Bulnes, la b^nca, el comercio, la 
Industria, las empresas ferrocarrileras y de navegación están en manos de 
extranjeros. <> {Por:', p, 341) -i Los ferrocarriles, los bancos, las fábricas, loa 
grandes cultivos, el comercio exterior é interior, todo es ajeno, » confiesa el 
Lie José de Jesús Cuevas. 

Entrando en algunos pormenores, dijo en 1S9J este último, que < Mpenas 
si tiene México una |^)artlcipación mínima y estéril en sus valoreü piÍbllco<c. 



La masa de nuestros valores piíblicos In componen pniicÍ[>Almente fu dcudft 
nacionJil, los ferrocarriles, los iiancos, y t-n cierto sentido y con determinadas 
limitaciones algunas compañías mercantiles é indusiriale-'i. El monto de nuestra 
deud^i puhlica es aproMiuadamente de $ 200,000,000, de los cuales puede cal- 
üutarse eti $ 90,000,000, la exlerior. Nuestros ferro cJirrilís ya construidos, que 
alcanzan una extt:nsiún de cerca de doce rail kilómetros, y que sus diiüños 
tienen gravados en $ 3oo,ooo,ooa,se cree que valen $ 200,000,000, de lus cuales 
liemos dado por subvenciones $ 75,000,000. El capital que forma, como dicen 
los economistas, el volumen de la atííividad liduciaria de nuestros bancos, 
puede estimarse en $ 50,000,000, y en otros $ 40,000,000, los capitales per- 
tenecientes á empresas publicas 6 negoeiacionts privadas que operan en *.■! 
país con capitales extranjeros. 

« Los tenedores de los bonos de ntiestra deuda exterior y de las accio- 
nes y obligaciones de nuestros ferrocarriles, son en su mayor parte holande- 
ses, alemanes, suizos, ingleses y americanos, y muchos de ellos judíos. De 
las acciones de nuestros bancos, la mayor parte también están en manos de 
extranjeros residentes en el pais los unos y fuera de él los otros, La verdadera 
dirección y servicio de nuestra deuda exterior está en Berlín, y las juntas 
direftíras de ntiestros fcrroí-arriles en Londres, Jíoaton y Nueva Vorlc. El 
ipital extranjero menos interesado es el americano, pero los intermediarios 
íosos en las m^s de estas gratides enipre.'^as lian sido sindicatos americanos 
tjue aun consen-an su influencia y su inteTníediación, 

< En este acervo enorme paia nosotros, de cercí d<.- $ 500,000,000, el 
país no representa sino una vigésima parle cuando m:ís, y está excluido de 
toda dirección é mgerenria. Esta masa de valores públicos, la nueva gene- 
ración necesita nacionaliitarla. á lodo trance, porque en lo hacendarlo como 
en lo militar, perdidas las alturas quedan dominados los bajíos. Las empresas 
que son dueños absolutos del servicio de las vías de comunicación y de los 
fletes, por completo tienen en sus manos la suerte de la agricultura y del 
comercio: los bancos que pueden fijar á su arbitrio los tipos de intereses, 
arbitros quedan Je la industria y del trabajo; y t-1 ssciiiista que tieuc á su 
cargo la emisión, la realización, el servicio y ia amoriÍi!VCÍ<in de un empréitito 
garanlixado con las rentas püblicss de un pais, no sólo es dueño de las 
llaves de su tesoro, sino que tiene casi el dominio eminente solife el país 
luismo. 

« Y una vez rescatados los valores piiblicos no ha leimínadn la ardua 
tarea de la nueva generación. Necesita, sin herir el derecho ni ofender la 
justicia, distribuir sobre nuevas hases la propiedad privada. Aunque se le 
asigna una población de doce millones, México quizás no tiene más de diez, 
millones de habiuntes. La estadística conjetura que el valor de la propiedad 
en el palíf. lamo lüstica como urbana, se apio*ima á mil millones, y con más 
probabilidad afirma que no pasan de un millón de habitantes los dueños de 
toda ella. Tan absurdo es económicamente que nueve décimas partes de los 
habitantes de un país esi^ín descituidus de toda propiedad en él, como que 
la décima paite restante de sus pobladores pueda exploUrlo lodo y goearlo 
convenientemente. 



APÉNDICE AL CAPITULO 



29 



« Como ios reguladores de esas pótenles Tiiaiiuinarias de la industria 
moderna, había antes en el imís un poderosísimo regulador de la propiedad 
que guardaba el equilibrio en toda elli. La Ijílesia poseía i>ienes cuyo origen 
de propiedad era el más sanio _v juslo de cuantos pueda haber : la piedad y 
b candad, las dos más (;randcs virtudes del eotazón humano; y la donación, 
gI iriiis eminenle y generoso ejercicio del doininro. No tenía la Iglesia de 
Míxico lo que el odío y la codicia habían calculado; apenas llegaron í 
58 millones los bienes produflivos que poseía... Era dueña de ellos para. 
cuidarlos y explotarlos; pero el usufruflo de lus mismos los comunicaba fácil 
y amorosamente con los pobres, para servir sus necesidades. 

« De esta manera la Iglesia se interponia entre el propietario y el despo- 
•i«ido, y ni éste stiniia su necesidad, ui aquél abusaba de su abundancia, h 

Eran necesarios todos esos extra^flos para que se viera, como á vista de 
pájaro, la clase de progreso ^ue debe la nación al partido liberal reinante, y 
lo que importa l,i entrega del país por ese piflido, á los americanos cuya pér- 
fida amistad tan neciaraeiile se fonietita. Había dicho el Presidente Diajt, 
lialilatido de los Estados Unidos ; « Todo lo que nos acerque y nos una, no 
podrá menos que contribuir al hien de las dos naciones, > ( i'ií) l^s dos nacio- 
nes están ahora tan fuertemente unidas con laws de acero, que nunca jamás, 
quizá, será posible separarlas. \ 3Í esa. unión ha contribuido al bien de lus 
Estados Unidos, ¿quién no ve que á México le ha castado su independencia y íu 
propia honra; que los mismos Estados Unidos lo desprecian y huniillaa cuanto 
pueden, negándole todo participio en el progreso materia! que de 25 años acá 
se ha desarrollado, y afumando vi que la aflual estabilidad de México se debe 
á las influencias amf ricanas ? » « México, dice el escritor Starr Jordán, se ha 
dado á estimar y rtsi)etar en Europa; México ha aquirido crédito; pues, que 
sepa líuropa que México us incapaz de conquistar eios bienes j!or íu propio 
esfuerzo, y que los debe á la acertada dirección de los americanos, para que 
cuando Europa necesite arreglar algo con Mé^ico, se dirija á lus americanos. > 
(7¥. 2& may. 1899} Por depresivasquesean para Méxieo, esas palabras expre- 
san una o[)iniiin muy generalizada en los lisiados Unidos y, qiiijí.í, nu falta de 
verdad, á pesar de f,\¡s fanfaiTonada», si uno examina detenidamente lus docu- 
mentos reproducidos atrás, y la confesión de im escritor jacobino que parece 
suscribir lo anterior en estns líneas: «'Habernos, si, algunos mexicanos, muchos 
por íortuiia, que no olvidamos que uno de los méritos que el General Días 
ha contraído con sus conciudadanos, ha sido el abrir la puerta franca a la 
onda de civiliíacidn que venia del Norte, y i la cual Judrea, &. pesar de su 
clarividencia, y Lerdo con su talento y lodo, quisieron poner un hasta aquí, fr 
(?i. 2ó_iul. iSyS) 



—iOi— 



30 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



CAPITULO 11. 

Deslienv áf Jttdrez. — Venalidad dt /uan 'Akanz. — Triun/o drl piar, 
4< Ayuila Jtbido á hs ncricamerkams. — Estada deplurabk deiílero. -^ Abdt* 
ittám de Santa Anrní y Préudenda de /uan 'Alvaret. -~ Revoluñí>H úíasmin- 
áa par ¡a hy fuánz. -- Presidtncia dt Comonfort. — JitVflttdán de /AicapOartí- 
¡o, iníírvenciúH de Jos {'¡enes tclesiáslUes de Puebla y desÜerro de íu Obispo. 
— La Ity Lerdo y el eneareelamiento del Arzobhpi} di Mexiea. — SupnsUm del 
eoniimlf dt San FrandiCD y emanelamieuto de sus religioíos. — Mordaza J>utsia 
<í ia prenia taielUa. — Reíolucim de Puebla. ~ Eiemóu Jritudttieuta de los^ 
mUmi/ros dil Ci^ngreíó CousiituyenU. 



VliXo ya el paprl vctfinn/oso desempeñado durajiie la itivasión nortea iiicrica 
na i)or el parüdo lilieral, yolvainQS á Juárez á quÍL-n dejamos en Oaxaca 
adonde se fué á refugiar, después de abundonnr su puesto al acercarse el inva- 
sor á la capúal. 

De 1847 ;L 185; fungió de Gobernador de su Estado, por cuyo nom- 
biamictiLo recibió las felicitaciones de su obispo, y se manifci^tó, en sur pra- 
clamas y circulnres, muy agradecido «al Todopoderoso, á la Providencia 
t)irína, » y á:: pasada recordó i los fieles tí las iibligaciones que las leyes le» 
imponen de contribuir para la maniitencióndeloa ministros de la religión que 
profesamos. > 

En 1S4S, habiendo sido supriaiida por la ley la clase de Hísturia Ecle- 
siástica en ei Instituto, el inlonces piadnso Juárea la niandd rcstablecerde su 
propia autoridad y espresó ff el deseo de que la aiíliial Legislatura Id verifi. 
cara, n 

Cuando en agosto de 1850, el coleta invade el Estado de Onsaca, *íel 
inquebrantable Juárez cuyos principios nunca lo abandounroii, "Como lo pre- 
gona MI torpe y desprestigiado panegirista, toma patii.- en un triduo y en una 
procesión que recorre con las brazos en cruz, y ordena ¿í los empleados que se 
confiesen y comulguen, dándoles é! mismo et ejemplo, (pola. Mtsee/iíwa) 

En 185 a lo encontramos haciendo dejación del gobierno de su Estado y 
retirindose ú ta vida privada para consagrarse i ia abogacía > a su empico de 
iJireclor del Instituto, sin dejar por éso de conspirar ' contra <:! gobierno de 
acjuél á quitan llamaba en 1S41 « eldi^nistmo Oeneral Santa Aniix J> En pago 
de la mala acción que contra éste había perpetrado Juár«£ en 1S47 al prohi- 
birle la entrada en cl Estado de Oaxaca, se víó arrestado t-n mayo de 1S53 
y conducido ijrecipitadamente i Veíacruz de donde fué embarcado para la 
Habana, pasando de ahí á Nueva Orleans. 



* « Juárez, dice Santa Anna en sus Afenwrias, nunca me perdonó haber- 
rae servido la mesa en Üaxaca en diciembre de 1828, con su pié en el suelo, 
camina y cal/.ón de manta, en La casa del Lie. Don Manui^l Embides. ir 



Kntrebamo, .SanUt Anna qut se había separado del partitlo liberal, lucha- 
ba contraías ¡dtías revolucionarias, procuraba reparar algunas dtf las injusti- 
cias de los gnbernadoies liberales, y formaliii un cjtíicin» magnirico que em 
el terror de los autures de proiiuncianiicntos. Para asegurar la tranquilidad de 
Méxiro, sdlo le raltaba lincer entrar en el orden el lisiado de CJuerrero, 

Dtsde la muent de liurbide, la autoridad del gübicrno nacional no había 
sido vcrdjidiTniíicnti! acaiada -. en a(|UL-l Estado donde dumnic larj^os aftos 
BJereid verdadero señorío feudal D. Juan 'Alvaiez, *• {Cos t. 19. p. 456) mejor 
conocido con d mote de « ^¡antera del Sur > i|ue le ralió su proverbial feto- 
cidud. 

« 'Alvares, escribe Santa Anua, pcrienecio á la raiu africana por parte de 
su madre y á laclase üifiíiia del pueblo. En su juventud sirvió de moío de 
caballos al general D. Yicciitx; Guerrero, y á este caudillo debió el dominio 
Sorprendente que llegó i adquirir en las moniuftas del Sur, consolidado con 
crueldades de borrible celehiidad. Los gobiernos ln toleraban en ahorro de 
mayores males; yo mismo ¡ncLirr! en esa debilidad, basta elevarlo ¡i la clase 
de Cltneral. > {S. A.) 

En ( &33, cuando no había comelido tantos crímenes cuantos se enume- 
inin despulís de esa épocSf el General Josií Antonio Fació dijo de ¿1 lo siguien- 
te : « Criado en éi>oca de disturbios civiles, Alvarüt prefirió la ijda errante 
á la existencia de un domicilio hjo. l.a guerra rgue hacían ya los pniríotns a 
lus españoles le oi'reció una profesión. 'Alvarcí la abraró. no por amor á la 
independencia, no por ideas liberjtks: ¿ conoce ahora mt&tno lo que t|uiere 
decir libertad?^ ha eniendida nunca la¡Kilabra independencia? abrazóla, por- 
que ;í la sombra de la bandera nacional se prometió satisfacer su inclinación 
sanjíuinaria sin peligro, y labrar su fortuna con el botin que esparabn, 'Alva- 
rez no dio jamás pruebas de talento militar, pero au descaro y el aturdiniícnlo 
general en los momentos del iriunfode la Independencia, na permitieron exa- 
minar sus pretcnsiones, y alcanzó una rccampunaa que ni sus servicios 
ni sus méritos jusliticaban. El que había merecido el nombre de ban- 
dido durante la lucha contra los españoles, obtuvo el de verdugo después de 
conseguida la libertad. No hay ciudadano en el rumbo del Sur que no se haya 
quejado de algtin crimen cometido por 'Alvareí. 'Alvarea aparece en todas 
las esacciones; él es el autor dt* todos los atentados contra las autoridades 
civiles, y el cómplice de todas las conmociones generales ó particulares de la 
Kepiíblica Conspirador sin denuedo, ha vuelto la espalda á sus amigos en 
cuaiitns reaccionen les ha abandonado la fortuna; ambicioso sin virtud, ha em- 
pleado los medios que han estado á su alcance, vendiéndose al mismo tiempo 
al gobierno que ha mandado, y á los revoltosos que han querido abatirlo. 
Hombre sin delicadeza, ha hecho protestas de amistad aun rebelde y denun- 
ciado sus agentes al gobierno; en fio, monstruo tal »|uc no pudiendo soportar 
el prestigio que entre los suyos disfrutaba su jefe, lo abandonó cobardemente 
cuando tantas probabilidades tenia pata rescatarlo. 'Alvarez ha hecho mis. La 
sangre del Coronel üoinínguc/. clama vengania contra el vil asesino que lo 
mató con sus propias manos, cuando se io presentaron rendido y desarmada V 
{Av. i4d¡c. 1858) 



32 



L_\ CUESTIÓN RELIGIOSA. 



Enire lanías villanías que se le atribuyan, se cuentnn el asesinato deí' 
señor Cervantes, Cum de AtÜxtac. y de nueve individuos de ese misma pueblo, 
y la. destrucción de Acuilapa cii donde fueron sacrilicadas hasta las criaturM-, 
inocentes de |ioca edad. {A3>. 15 dic. 1858) 

El T4 de febrero de 1S45 escribía Nicolás Bravo : cCon el señor 'Alva- 
rcE los revolucionarios del Sur hallan amparo y segundad, mientras que una 
asonada les propnrcioníi quedar im|.uiiies; encarcelando á sus com|)air)otas, y 
saqueando y destruyendo los archivos de los juzgados donde están sus (.'«usas, 
amedrentando y pt;rsiguicndo raortalniente ¡i sus jueces. )/ {Av. 15 clic. 1858) 

Antes de que Antonio Orti? de la Peña derrotara en Tasco (aj nov. 1858) 
á las chusmas de 'Alvares, lan alarmado estaba el vecindario, que !o5 padres 
de familia estaban disj^uestos á matar á sus esposas c hijas para librarlas de 
la deshonra segura de que hubieran Btdo víctimas, al haber triunfado "Alvaruí. 
(.Av. 9 dic. 1S58) 

Macho distaba de ser pueril e.sa alarina. En Teloloapan, 'Alvarez adju- 
dicó las esposa-i. hermanas é hijas de los vencidos á su soldadesca, después 
de fusilar á los padres y maridos* para no sv.t molestado por sus reclamación es, 
(Av. 35 &g. 1860) 

Algunos de sus compañeros de armas, no pudiendo aguantar tantas 
atrocidades, ¡lasáronse al bando con-servador: y uno de ellos, el cabecilla 
Marcial Caaniaflo, se presentó al General Juan Vicario, diciiíndole (lue obraba 
usí « por no poder tolerar más las iniquidades de! General '.Mvarez. » (Av. 
6 jal. 1859) 

« Vamos ;i dar á conocer, dice Arboleya. uoa figura humana ipie se 
destaca en alto relieve del cuadro dí las rei-oluciones mexicanas, figura san- 
grienta en que las canas de la venerable ancianidad aparecen manchadas con 
rojo licor de cruentos sacrificios y erizadas con los brutales inslintos de la 
lascivia; figura en ftn, á la cual el pueblo de su patria ha puesto por sobre- 
nombre I,a Pantera del Sur. Hemos visto un paralelo entre Rosas el tirano 
de Buenos Aires, y D. Juan '.\varez General mexicano que manda ií perpe- 
tuidad en el Estado de Guerrero como señor de vidas y haciendas, y hemos 
reconocido con asombro, que la halan/a se inclina al lado de la Pantera del 
Sur. Cuando S. E. visitaba algunos de sus ])iieblos, los aencilloí habitantes lo 
recibían arrodillados en las placas y en las calles : lágriaias de aparente ter- 
nura asomatiau á los ojos de aquel rosiro impiísible; pero á través de ellas 
parten miradas ptrnctrantc-i que van á parar sobre viíilinas elegidas. 'A los 
pocos días se presenta ante el Ckueral uno de sus fámulos anunciándole que 
¡sus mandatos eslin cumplidos. — ¿ Muñeron loí dos? — Kl seilor está ser- 
vido. — Bien — <■ Manda mi señor otra cusa? — Espera. — ■ El General llama 
á otro individuo de la servidumbre y ie dice : despacha á esc para que no 
cuente lo que ha hecho. Acto continuo, el doble asesinato premeditado entre 
las ovaciones populares es vengado con la muerte del asesino asalariado. 
<; Quiín es aquella joven de&nuda que colgada de un arLoI sufre horriblemente 
sin atreverse ú quejar? Tuvo la desgracia de gustar al hombre Pantera, y tí*te 
ha abusado de ella; ahora tiene c! brutal ¿ inexplicable placer de azotarla i 
ratos perdidos. Ésto es espantoso, pero es notorio; uies monstruos idades no 



se inventan, porque no se ocurren sino á quien es capaz de cometerlas. Para 
consuelo de la ra2a hispano-arnericaiia, se sabe <]ue D. Juan 'Alvarez no per- 
tenece á ellSf sino i U arriciina. » ( Rtpañ» y Mexieo) 

El patrioiiüiiiD de 'Alvares y su le&pulo á la aucoridad corrían parejas con 
sus virtudes cívicas. En [845, inipidid en Acapulco la salida de la expedicitín 
que en ese misma año mandaba «1 gobierno para U Alta California á la; órde- 
nes de Iniestra, y io hizo para cogt-ise como se coffú todfi e3 carganietitu que 
dicho jefe llevaba y consistía en efi;ítos de guerra, de boca, útiles de íapa, 
herramientas y materiales surtidor <|,uc iban con el lín de establecer en el 
punto de su dtstino, talleres para toda clase de artesanos. 'Alvarez quedú mi 
piidei de lodo ese cargamento de gran valor, dispuso de é\ á su antoja; y la 
nación su(rii!i una pérdidt de consideración que le impidió defender á Cali- 
fornia con las fuerzas que allí se enviaban en tiempo en que comenzaban á 
invadirla los norteamericanos. {Av. 15 dic. 1858) 

í El cacique de! Kstado de Guerrero, absoluto en mando, dice Bulnes, 
jamas había hecho caso de ningiín gobierno,, fuera bu^^no ó malo, si no era 
para hacerle la guerra cuando dicho gobierno atentatia á la autocracia alva 
rista. tf (Rfíu.) 

Casi lodos tos gobiernos habían tenido que coiivprar su adhesión por 
medio de un tributo mensual que varió en distintas épocas de diez á $ 25,000, 
y que, iiara quitarle sii odioso cará¿ler y darle alguna apariencia de legalidad, 
solía remitírsele con el nombre de pago á la guarnictún de Acapulco, cuando 
allá no habla guarniciiin, á ascendía á lo sumo á. cmcuenta ó setenta soidados. 
Mientras recihió puntualmente ese tributo, Wlvareí prestó aparentemente 
obediencia y apoyo al Gobierno federal, ora haya sido conservador, ora libe- 
'ral; mas se rebeló al momento que el gobierno dejó de pagírselo, sea cual 
fuere el partido político .i que haya ]>ertene(;ido .\ú se %'ió al General Alvarec 
adherirse alternativa é indistintamente, ya á uno, ya á otro de los paitidos 
polidcos en que se dividía el país. En 1844 se adhirió á. la revolución liberal 
contra el gobierna de Santa Anna; en 1S45 voltizo culatas, adhiriéndose á la 
revolución conservadora contra el gobierno d*^'l General Herrera; en 1846 se 
adhirió á la revolución liberal contra el gobierno del Genera! Paredes; en 1853 
se adhirió á la revolución conservadora contra el gobierno del General Ansia 
quien, agotados los fondos de la iiidemnizucion que lo» Estados Unidos 
habían satisfecho á México [jor la cesión de California, Nuevo Metico, elc¿- 
lera, no pudo continuar pagando á 'Alvare-t los quince rail pesos men- 
suales que hasta entonces le habla pagado. Cuando Santa Anua entró á 
desempeñar la presidencia, no sólo se negó i pagarle el acostumbrado 
tributo, sino que !e exigió una cuenta estrecha de los productos de la 
aduana de Acapulco que 'Alvarez solía mirar como propiedad suya, (.^r 6 
enero 1858) 

Mo pudiendo salir airoso de la situación crítica en que lo colocaba la 
orden terminante de Santa Amia, Juan 'Alvarez, que por sus relevantes mifri> 
toa hábia sido declarado por la Legislatura du Gutirreto i. benemérito del 
Kstado en grado heroico, u como debía ser proclamado mis tarde < benenaé- 
rilo de la Patria « por el Congreso General, tomó á pronunciarse ayudado de 

V¿\ Cucstkin religio&i, - j 



34 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



Comonfort, ' coronel retirado de milicias, é inició en mano de 1854, la reí 
lución liberal de Ayutla, revolución tan impopular que hubiera fracasado por 

completo, n] no haber coiueguido de los Esladüi; Unidos los elemeiUos que 
para hacer la guerr.i civil no pudo eiiconlr.ir en su patria. Atestigiianlo dos 
eacriloies liberales. ■« Grande impulso, dice Manuel Rivera^ recibió la revo- 
lución al regreso del seftor Comt^iifurt que híao un viaje á los Estados Unidos 
para buscar elementos con que continuar la lucha; pues,catedan absolutamente 
de todo [as sobrios y valientes soldados que peleaban por la libertad. » (op. 
cit.) í Cuando In revolución de Ayutla decaía, escribe José R. del Castillo, 
cuando falta de recursos y deelemenlos de guerra estaba á punto de perecer, 
Comonfiiri marcha al extranjero. llega á San Francisco California, y logra ob- 
tener armamento, municiones y elementos que transporta al sur ; entonces la 
revolueión invade victoriosa á Michoacán, al interior de la Repdblica y vence 
la diftadura de Santa Anna, w (Curs) sin avergonzarse de haber llamado en 
su auxilio lu intervención iiorteainericaiia, y de reconocer qut; era ella « el 
tínico recurso para resistir d la tirania. » 

En la exposición que en (856 dirigió al Congreso Constituyente, el dlpu* 
tado Luis tíarcía de Ardiano se produce así : <i No ofrezco apologia ninguna 
por haber unido á nnis filas mexicanas algunos ciudadanos americanos, como 
auxiliares, y como dnico recurso para resistir á la tiranía.,. ¿Acaso soy yo el 
pririiem ó el único que apelara ¿ este recurso? ¿Acaso no fué el inmortal 
Hidalgo quien primero se valió de él, en sostén de nuestra independencia, 
mandando al (ieneral D. Bernardo Gutiérrí'z de Lara, y á oiros einisarios á 
la antigua provincia de Texas y á la fruntera del Estado de la Luisiana con 
facultades de levantar un ejército de mexicanos, americanos y franceses con 
que batir al General Arredondo y demáí fuerzas de la antigua monarquía 
española? ¿No recordáis cuantos centenares de !us hijos de Washington 
murieron entusiastas por la indeifendencin. y libertad mexicana en la Bahía, 
en el Salado, en el Alazán y á inmediaciones del rio de Medina en el aíto 
de 1813?.. Con un ejenijílo tan grsnde. tan elevado y sublime como el de 
Hidalgo, que supo apreciar el amor religioso de los americanos hacia la causa 
de la libertad universal, ¿para qué citar al ilustre Mina que en 1817 derrotó 
en l'eotillos un ejército realista con cuatrocientos extranjeros de los Estados 
Unidas, y anos cuantos vecinos del pueblo de Snto la Marina.^jí (MÍxícq ea 
iSjóy iSjy. Bibliot. Nacional H. 111. 6. a ) 

Como el plan de Ayutla era de gentes muy liberales, no se olridaron 
de introducir en él un artículo que decía : *! Serán tratados como enemigos de 
la independencia nacional todos los que se opusieren .i los principif>s que 
ac]uf quedan consiiín.idos. » (Arr) 

Grande empuje dieron á esos principios revolucionarios la conspiración 
de muchoü conservadores contra Santa Auna (Bas), y la complicidad crimí- 



■ Merced á las bajas adulaciones con que Conionforl importunó i .Santa 
Anna, éste lo nombró en 1S47. contador de la aduana de Acapulco, y en 1853, 
administrador de la misma, entonces no eneontraba palabras para ensaltar 
el nombre de Saata Anna. (S. A.J 



capítulo n. 



3S 



nal de « no pocos clérigos resenliclos contra el alto clero o (A:*, p. 144). 
y afiliados en el bando que pr-íclamii t^ plan de Ayuíla. Desde el principio 
del siglo, mucbos de ellos, olvidsdos de sus sagrados deberes, habían entrado 
en la masonería {Vid. obra de M. Mateos) y vivían «n publico concubinalo 
como Hidalgo (Vid. carta de un nieto suyo c-n F/r. 31 nov, 1871), Morelos y 
Uintos oíros. >i Uno de Ins cargos que la IiKiuÍsÍcii5n hizo á Morelos, dice un 
sacerdote picado de la tarántula liberal (Ax-), fué el que tenia hijos, .-i lo que 
Contcsió con la ^inceridid y moderacián con que se portó en todo su proce- 
so, que era cierto, pnro que nunca hal>í;i sido escandaloso, palabra con la que 
dio una boi'etada sin mano & mucbos monjes y curas. Respecto de algnnos 
canónigos, estaban en el mismo predicamento que 61 » « Desde el pronuncia- 
miento de iXtlorfS, escribe el Doótor Mora, la relajación de los regulares hizo 
progresos asombrosos; pues, muchos de ellos para tomar parte en est«; movi- 
miento apr>stnlaron. y, convertidos en militares, comclieron tos mayores de- 
sordenes, derramando sangre, violando el pudor del otro sexo y saqueando 
las poblaciones. » 

Ai bablar Alamán en muchas partes de íu Historia de (a corrupción de 
los clérigos, asienta que eran éstos los principales mainenedorcs de la revolu- 
ción, y llegaron, andando el tiempo, á ser los colaboradores más aéiivos y 
mimados del partido liberal : que no hay en el mundo cosa peor que los 
apóstatas. 

£1 presbiLero liberal y Doílor jaélancioso Agustín Rivera, e»e mismo que 
para ostentar una erudición indigesta, engalana sus obras con citas del 
inmundo Emilio Zola (p. ípS), refiere con fruición paradisiaca que en esa 
¿poca cifttos Seminarios enscñalian Derecho Canónico por autores cismon- 
tanos y puestos en el 'índice, como Ca%-alario; que, respeíto a (iuadalajara, 
su clero había adoptado las ideas liberales; que de las aulas del Seminario ■ 
y de la Universidad salieron muchos jóvenes á pelear por c5 plan de Ayutla; 
que los liberales Mariano Otero y Juan Antonio de la Fuente fueron discípu- 
los del presbítero liberal Jcsé Lais Vetdia, Deán de la Catedral; que Vatentín 
Gómez Farfas bebi<Í sus ideas impías en las lecciones del t>o6lor Jnséde jesils 
Huerta, Catedrático en el Seminario de Guadaiajara y defensor de las leyes 
de Reforma; y que el Cabildo de esa ciudad postuló para «ríobispo < al 
ardiente liberal Jcsiis Ortie, > Chantre de la misma Catedral y autor de un 
hinchado discurso en que dió cachetadas i la Historia, soltando ta imperti- 



' Me prestó el Sr. D. Ignacio Beristain la oración fitnebre del Sr. Laba- 
slida prenunciada por el Sr. Montes de Oca; y enlte otras cosas dice este 
señor : << que el Ür. Labastida eün iáf^rimas pedía á sus padres que lo sacaran 
del seminario, por la conduiíla inconeíla de varios jóvenes. > Si se tiene en 
cuenta que ya tenía 15 años cuando derramaba esas lágrimas, y que las de- 
rramaba, no por falta de vocación ó de amor al estudio, sino sólo por « la 
}ndu£b, incorreíbt, etc.» se comprende cómo estaría el seminario que hacía 
''llorar a un joven de 15 arios. Y sin embargo, en él se formaron el Lie 
Marocho y otros que le pusieron á Ud. de ejemplo para desmentirlo... ^^..arta 
del Pbto. L García al autor de esta obrilla.) 



36 



LA CURSTIÓN REIJUIUSA. 



DnnL-ja de que « la Inquisición cjueria. fundar la estnbilid^id de las creencias 
sobre monloiies de esqueletos humanos. » 

£1 clero de la Ca]jiul, lo inlsuio que ei de Guadaiajara y de la Rcpiüblí- 
ca toda, no se encontraba en mejores condiciones de pureza de doctrina y 
costumbres. « I.o más sensible y dnlornso, decía en 1834 el Cabildo de Miíxí- 
co, es el une de entre nosotros mismos, ésto es, del mbnio seno de los luinis- 
iTOH del altar se levantaron algunos hombres |iervers05 que sembrando falsas 
do¿trinas, y a^iosialando de la milicia errle^iástioi, apoyaban tas inaquiu aciones 
de los iiiipío.'i; tos acompañaban cu sus clubs secretos^ gritaban con dlosjsosie- 
nian sus proyeílos, llenündo de este modo de aflicción á los verdaderos 
creyentes, y aun de escíndalo hasta los mismos libertinos. »■ (Ediíto de 1*34) 

Esa es[jantosa relajación del clero lu atribuía el ministro de Justicia, O. 
Urbano Fonseca, en 1& memoria que \ey6 en la cámara de diputados en 
fehieio de 1853, A. las siguientes causas : <C El curso natural de los ^cuntcci- 
mietilos, el largo tiempo en que la diócesüs meiropolitana estuvo sin pastor 
en lo.'i prinierüs años de la independencia, y las agitaciones del país, qnc tanto 
han contribuido á desmoralizar la mwa de la pol>lacÍón y A relajar todos los 
resortes del poder y la autoridad, Iiati ejercido una influencia iJcrniciosa en 
el clero secular y regular de ta Repiiblica. El primero, aunque con muchas 
y honradísimas escepciores, cst:4 rauy distante de poseer la ciencia, la dotlri- 
na y las virtudes de su santo ministerio. 1£l segundo, bajo los dos aspc¿tos 
de coiiumbres y ciencia, se encuentra en unc&tado todavía más lamentable. > 
Bajo el aspecílt) de ciaicia, ¿cijino podia lil c-lero estar á la altura de .su voca- 
ción, cuando los diez seininaii'>s que en 1 850 contaba México, no tenían sino 
cinco Ciitedraíi de Derccliu Canónico, dos de Historia Kcitsiástica, y una de 
Gramática ríastellanai* 

En exe niisniío año l^abfa en luda la República 1, 4A4 monjas á (iitienes 
prestaban sus servicios nada menos qiiü i, aíió criadas, casi una criada para 
cada religiosa. Con este solo dato se comprenderá fácilmente que las Religio- 
sa;, no estaban menos necesitadas de rtfonna que los uiisinus Kelígiosos. Así 
lo creyó U Sania Sede. 

Cuando fl obispo de Michoacán, I>. Clemente de jcsiís Munguía, fué 
nombrado Delegado Apostólico para eni[irender la reforma de los conventos 
de ambos sexos, Santa Anna expidió un decreto dando pase á la bula ponti- 
ficia que confería esas facultades al sefior Mungnia, y prc-uándole el auxilio 
del brazo secular. Entonces, el Delegado ApnstóUco i'icpidió un decreto pro- 
hibiendo á las 'Urdctiea religiosas (.iS|>oncT de sus bienes mientras se di^- 
ban las reformas que estaba estudiando; y cao sólo bastó para que los Agusti- 
nos profiriesen auienaí;ts dr muerte contra dirlio Prelado, y en unión de otros 
fniiles, ( mandasen recursos ¡i la revolución de .Ayutla, í fin de evitar qut se 
llevase A cabo la reforma propuesta por el seftor Munguía. > fJiíyJt. I..OS que 
por deber y conveniencia, dice Santa Anna, debián habeinie a|wyado con su 
inliucncia moral y material, llegaron al extremo df situar un;t imprenta en el 
convento de San Agustín jwra hoítilior la constante labor del sostenedor de 
sus derechas y de los de la Iglesia. > {S. A.) 

Nos dará una idea exafta de la gravedad de la situación del clero, y de 



CAPITULO II. 



37 



los excesos á que había llegado, la sentida alocución ^ue pronunció Pío IN 
el 15 de diciemhre »íe 185o : < Dclienios dolemos ¡iriiiripalnientt', decfa, de 
que haya habido individuos de Us comunidades religiosas de varoncü, que 
olvidando su propia vocación, su oficio é ínslttula, como la disciplina regu- 
lar, no se han avergonzado de resistir con grave escándalo de los fieles, y con 
disgusto de todos los buL-nos, ;l la visita apostólica. :i ijue linbíamos sujetado 
á los mismos legulares, y á U autoridad (|uc Nos habíamos conferido, para 
'ejecutarla, á nuestro vetverablc hermano d obispo de Michoacán, oponiéndo- 
se á suíi mandatos, favorccicTido los inicuos consejos de los enemigos de la 
Iglesia, aceptando la ley de desainnrlií;.ictóii, y ^'enditiido las propíedaji/s de 
la comunidad con desprecio de las gravísimas píjnas decreíadas por los caño- 
nes contra semejante abuso. Con igual dolor nos vemos obligados ¡i decir que 
lia liabido pentoiia.i del clero secular que tampoco se han avergonzado de 
poner en olvido. su dignidad, sus cargos y los sagrados cáiioiies, y desertando 
de la causa de bi Iglesia, han hecho uso de aquella injusiisirna liíy y «jlietlwido 
al gobierno. » Aludía aquí Pió IX á la suvpen^ióii que el Arifobispo de Mé- 
xico puso al señor Sagaceta. Deán de su cabildo, yá Otros dos canónigos, los 
señores Ver.higu y Moreno y Jove, jK>ri[Lie se habían adjuilífado Ihs casas 
enquevivian. batiendo uso del derecho que les daba Ulcydcdesarnorli«ición, 
fJíiv.) 

Habiendo fracasado la misión confiada al señor Muiiguia, resolvió 
Pió IX inaiidar á la Rcpiíblica á monseñor Clemenli en calidad de Delegado 
ApoíitQlíco, «cuya llegada, dice Vigíl, nu produjo ^ino miserables disputas 
entre ál y el Arzobispo Garza,)> (op. cit. p, +(.) « quien se opuso fuertemente 
á recibirlo como Delegado Apostólico. El [lapa lo sintió vivameme, t-scrÜje 
el presbítero 1). Ignacio Garcisi, aun cuando, como Su SanLid.id mismo dijo, 
pura no acabar dt apagar la im^lia que humtm, ni út¡ quebrar la caña 
cascada, e^'itó un rompimiento escandaloso El señor Clemenli no desempe- 
ñó su comisión; los graves negocios i que venía, dejaran de decidirse con la 
prudencia y caridad con [¡ue la Iglesia lo hubiera hecho: [tero, si, legiMó el 
gobierno civil sobre mKirÍmuiiirj.s, votos moti:islicos y utros puntos interesan- 
tea, virga férrea, y poniendo en confliéio las conciencias, «■ {Sodre Pravistáa 
de Cnr/ttos por Coneurso) 

Al ver Santa Anna que aquéllos por quienes peleaba, le manifestaban ."íu 
agradecimiento con cooperar al plan revolucionario de Ayiilla, abdicó el 
mando supremo, dejando k los acontecimientos que demo-itrasen si su {jobier- 
no era un obstáculo para la felicidad nacional, ó si era mds bien el dique 
poderoso que estaba impidiendo el desbordamiento de un aluvión de males 
contra la Iglesia y contra la sociedad. 

'A los primero.? anuncios dt^la revolueión, JuAreü salió de Nueva Orleans 
«1 julio de 1855, atravesó el ¡stmu de Piuiamá, desemliaicó en Acapulco, y 
se incorporó al General 'Alvare/ qut: mandaba en jefe las tropas revoluciona- 
rias. En a¡;osto siguiente triunfó la revolución; y el primero de o6lubre de 
lí^SSi llegó 'Alvares á Cucrnavaca, nombrando en seguida la junta de repre- 
sentantes que babia de elegir al Presidente de la Repiíblic^i. El día 4 U junta, 
di la c]ui- formaba parte Juárez, eligió Presidente al General 'Alvarez por la 



38 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



mayoría de trece votos contra siete; y ¿stc nombró á Juárez Ministro de 
Justicia y Negocios Eclesiásticos. 

El to de oJÍíiil>re, el nuncio del papa emprendió un viaje á Cuernavaca 
con el fin de presvntai sus respelos ¿Juan 'Aivare/, cnmo jefe de ta nación; y 
el 15 de noviembre, 'Aivaiez entró á México, sí«ndo recil>ido en la Catedral 
en nnedio d& un solemne Te Dcuin que cantó ese mismo clero á quien el 
plan de AyulU había piivado det voto aAivo y pasivo. 

LoH gobernadores de los Estados micaljan con lanío desprecio á los 
miembroB de ese simulacro de gobierno, qut el nuevo ministro de Haciendaj 
D. Guillermo Prieto, exclamaba desalentado : « í Qué será de un gobierno 
cuyo poder sólo se acate dentro del Distriio? ¿ Qué será de esta entidad 
importante fluétuando entre la nulidad y el ridículo, si lofl Estados la contra- 
rían y fingen en él una entidad enemiga parit tener el gusto ó el falso herois- 
mo de combatirla y contrariarla? » 

Tan impopular era la di¿ta.dura de 'Alvorez que i el espíritu de rebelión 
contra los hombres de Ayutla, dice un admirador de ellos ( Fig. p. gg), se 
había exiendido de tal manera, que casi no había día en que no se tuviese 
noticia de alt(itn nuevo pronunciamiento, de alguna defección escandalosa, íf 
provocada no pocas veces, por el desprecio con qut: el ííobíeino procedía en 
contra de los que no opinaban como el. « En novi^embre de 1S56, escribe 
un liberal, D. Anselmo de la Portilla, las cárceles de la capital estaban 
atestadas dt; conspiradores; muchos fueron los confinados á diferentes puntos 
de la República ó desterrados fuera de ella. Aquellas medidas no salvaban 
la situación : las consiiitaciones se repelían, y la tarea de prender y castigar 
revoltosos no tenía fin. » <j La opinión, rechaiando la poUticii del General 
'Alvarez, sublevándose contra ella, y haciendo armas para derribarla, había 
manifeslado claramente, dice Comonforf, qne no estaba por U tiranía, ni 
por la exageración de la libertad, ni jior el predominio de ninguna facción, 
sino por elí orden, por la conservación del buen espíritu iradicional, de las 
buenas instituciones antiguas y de los buenos elementos sociales. ., El país 
quería orden, pero no despotismo; libertad, pero no libertinaje; reforma, 
pero no destrucción; progreso, pero no violencias. & 

Entre las mudias leyes que entonces se promulgaron en contra del clero, 
la más notable es la llamada ley Juárez que restringió la jurisdicción de loa 
tribunales eclesiásticos y militares y abolió también los fueros del clero y del 
ejercito. 1 El fuero de que ac dcs|iojó á los eclesiásticos en nombre de le 
igualdad ante !a ley, le había sido reconocido en compensación de los 
grandes beneficios dispensados por la Iglesia al Estado. » (vEtia) l'oique si 
( el historiador Gibbon decia. que Francia era una monarquía creada por los 
obispos; en menor escala Míxico fué realmente una sociedad formada por 
ellos y por los misioneros. » (Cüulo) En virtud de la ley Juárez (23 nov. 1 &S¡), 
se mandaba que los tribunales eclesiásticos cesasen de conocer los negocios 
civiles; que el fuero eclesiástico en los delitos comunes íuese renunciable, y 
que los tribunales eclesiásticos pasasen :1 los jueces urJinaiios respcélivos ios 
negocios civiles en que cesaba su jurisdiccióit. Para ser justa y verdadera- 
mente democrática, la ley debía haber destruido todos los privilegios, mientras 



dejó subsíütcntes la inmunidad de los jueces, diputados, jdes de gobierno y 
diplomlticos, que los hacía superiores á los demás ciudadanos. Comprtndiá 
la nación que esW providencia no era más que un instrumento de odio para 
arrastrar .il clero á los tribunales civiles bajo cualquier pretexto, dictir medi- 
das severas conlra él, y desconceptuarlo ante el ¡>iiblico. 

La guerra civil estalló otra ves al grito de : religiíSn y fueros, y el liberal 
D. Manuel Doblado, Gobernador de líuanajuato, se pronunció con motivo 
[de la ley Juárez, « Antes que consentir en que, so pretexto de libertad, decía, 
se rompa el vínculo religioso, única lato de unión que liga í los mexicanos, 
he r«aueito apurar la resistencia y oponer los recursos de este EsUdo á esta, 
autoridad que hoy se halla en pugna con las principales clases que forman 
nuestra sociedad. So pietesto de reformar al clero, se pretende introducir en 
la Repdblica un protestantismo tanto más peligroso cuanto más diaíraíado se 
presenta, y se rompe el vinculo religioso, líuica potencia de unión que neu- 
trali/a los eiemento^ de escisión y anarquía que pululan por todas par- 
tes. » 

Al desconocer el gobierno de 'Alvarez, Doblado exigid la entrega del 
poder á Comonfort. como más moderado, y A pesar de ser amigo del Presi- 
dente. << Ésto quiere decir, escribe Purtilla, que en México, donde nunca se 
había comprtítidido ni guardado ninguna Constimeiiín, luvo tambitín el plan 
de AyutU la desgracia de no ser comprendido. Él había creado una diíladura 
para que rigiera al iiaís niienlras no tuviera una ley fundamental; y se levan- 
taron en frentí de ella casi tantas oirás dictaduras cuantos eran los gobiernos 
de los Estados. » (op. cit.) Segün lo manifiestan las líneas anteriores y lo 
confiesa el señor Vigil, « la causa ó pretexto de esos diversos movimientos 
revolucionarios, era la ley de administración de justioía, conocida con el 
nombre de iey Juárez. » (p, 131) 

Viéndose 'Alvarcz incapaz de resistirá la opinión pública que lo repugna- 
ba, hÍ20 dimisión (5 dtc, 1855), á fiívor de Comonfort, de un puesto que < no 
era propio de sus sencillas y riíslicaa costumbres,» {Bas) lar rústicas, en efeflo, 
que renunció la presidencia y el empleo de General, « fundándose en su noto- 
ria pobreía, y ^n la necesidad de tomar el arado para atender á la subsisten- 
cia de su familia. Estas raüoneSf dice el soñor Portilla, fueron consideradas 
como un desgraciado esfuerzo de imaginación que, a.spiran(io á lo sublime, 
cayó en el exlremo contrario. Aunque el General 'Alvarcz no fuera tin hombre 
opulento, nadie creía que tuviera necesidad de arar la tierra con sus propias 
manos para dar pan i. ius hi)OS, ní mucho menos que la renuncia del empleo 
de Genera) fuera un remedio de aquella pobrera extremada.]» 

Fara despt;dir cort¿smente á Juárez, que había ayudado con su funesta 
iey X precipitar la caída de 'Alvares, Comonfort lo nombró Gobernador de 
Oaxaca, si bien \& nación nada ganó por cierto con el advenimiento de 
Comonfurt y remoción de Juárez. Las leyes opresoras de b libertad de la 
Iglesia subsistieron y fueron causa de que en diciembre de 1855 estallara en 
Zacapoaxtla la revolución conservadora que encabezaba li. I.uis Osollo. 

Kl General Ignacio de la Llave, que marchaba en contra de los suble- 
vados, vióíe abandonado de sus tropas que se pasaiotí á engrosar tas lilas 



rie los conservadores, y tuvo que retirarse á Perole con los pocos soldad 
que le permanecieron fieles. 

« Los pronunciamientos que por todas partes estallaban, i> ( Vig. p. toa)! 
excitaron á Conionfort á qiio recurriera á medidas violentas en contra dí 
D, Antonio Haro y Tamar¡E, y los Generales Francisco Pacheco y Agustín 
Zires quienes fueron reducidos i prisión de un modo arbitrario el 2 de ener 
de rSgó, so pretejcto de que conspiraban contra el Robierno, El dia 5 salieron^ 
rumbo A Veracrun sin haber sido sometidos i las formalidades de 1111 juicloij 
Duritnte el Irayedto. Antonio Haro logró fugarse, y se reunió con los pronun- 
ciados de Zacapoaxtla de quienes fué nombrado General en jefe 

El í9 de febrertj de 1856, Coinonfort salió de México llevando consigoJ 
un ejército de más de doce mil hombres en contra de los sublevados, y 
dirigióse á Puebla de cuya citidad se apoderó el 23 de marzo del mismo año. 
Kl día anterior hahfa firmado la capitulación cuyo artículo 4 decía respecto 
de los vencidos ; a Los generales, jefes y oficiales... pasarán á residir en las 
puntos que les designe el supremo gobierno, mientras éste determine la 
manera como han de quedar en el ejército. » 

Cuando las tropas conservadoras habian capitulado y 110 podían sostenc 
con Us armas en la mano lo estipulado en la capitulación, Comonrorl expidid 
el 35 de marzo, en violación del convenio anterior, un decreto previniendo 
que los generales, jefes y oficiales que existían en Puebla el 21 de marzo, 
quedaiian en el ejírcilo de soldados rasos. 

El 16 de abril el General liberal Manuel Díaz de la Vega dirigií^ j>ilbli- 
camenle al ministro de la Guerra una representación en la cual calificaba de 
í infamante para el ejercito y en extremo cruel para los vencidosi » la pena que 
á ¿stos había sido impuesta, Afirmaba que «el texto de la capitulación había 
sido interpretado de una manera desusada; que en caso de duda el espíritu 
de la capitulación suele interpretarse á favor de los vencidos, como medio 
más digno y más conforme con el respeto que á toda desgracia se debe; y que 
de aquí en adelante la fe en las capitulaciones se perderla por efeAo de la 
\iolenta interprel ación dada á la que se concedió á los vencidos de Puebla, l^ 
í La idea de amnistía, dice Vigil (p. 1*9), bailaba favorable acogida en la 
sociedad... por el prestigio que en una gran parle de la nación ejercía la 
cauísa derrotada en Puebla. Y asi se habian visto algunos de los más exaltados 
liberales implorando gracia para los vencidos, » lo que obligó á Cotttonfort á 
derogar su decreto de 25 de niar/o, 

El 31 de mar/o, cuando se retiraba de Puebla, expidió otro decreto por 
el cual, haciendo á un lado las formalidades judiciales, intervenía por sí y 
ante si los bienes eclesiá^l icos de aquella diócesi, bajo el pretexto fiUil é 
inicuo de que t la opinión piíblica acusaba al clero de Puebla de haber 
fomentado la guerra » civil que acababa de terminar. Las prevenciones 
que acompañaban á esta ley no eran menos odiosas, ya que merecieron la 
reprobación de los mismos tiberales. « El que se opusiera al cumplimiento 
de la ley, escribe el señor Rivera, «ra considerado como conspirador; se le 
imponían de dos á seis años de prisión si solamente criticalia la ley, y la pena 
capital si ponfa en práílica alguiiris ntedios para trast<»niar el orden, dispo- 



CAFITUU) II. 



41 



sicioncs liráiiicas que no iban de ncunrdo cnn Us promesM qac hatifa Secfio 
el gobierno sobre garantías individuales; » pero cuadraban perfeílamenle con 
ci cinismo é hiíjocresia de Coinonforl quien, despiié? de robar ios bienes del 
clero, ae laiiníntaba di- que sus vit^íinas k no hubitscn querido ver tti (esc 
lalrocinto) la intervcJición de los bienes de la didc«is de Puebla, un aítode 
^justicia. » 

Una vex lanzado en el camino de las arbitrariedades, Comonfort manda, 
(«1 I i de mayo de 1856, aprehender al obispo de Puebla, y sin ningunas for- 
malidades de juicio ni pruebas de culpabilidad, la llevó en clase de presi* 
rumliu á Veracrui y fuera de la Rcpiíhlica. I-a cordufta de Comonfort en 
Aquella circunstancia fué determinada tan sólo por la acusación de un 
periiídicd liberal, EJ Heraldo, que? atribula al obispo estas palabra<; |>ronuncÍ4- 
das desde el pulpito : « Con bastante dolor veo que el pueblo mira con 
desprecio que se atentu contra los bienes eclesiásticos. » Kl obispo afirmó 
bajo jjranieiito que k tales expresiones jamás hablan sido vertidas por él en 
el pdlpita;» y Vigil, abogada incondicional de todas las arbitrariedades del 
partido liberal, vtsi; obligado á confesar fjuc <i del)Ctnos creer que efectiva- 
mente no hubo las palabras que se le supusieron, ni las demás eosis que 
■ algunos periódicos ecbaron en cara al obispo afeando su condmfla. » ■■ En 
'honor de la verdad, escribe otro liberal, el clero secular (el regular simpati/^lm 
con la lucha civil, con exí^epciones marcadas) guardaba bien las apariencias, 
y los obispos procuraban ciiidadosaniente no dar pábulo ni á las protestas 
armadas ni A la guerra. Entre íllos se distinguía por sus bellas cualidades 
personales, por su talento y su saber vivir, el obispo de Puebla, Cuando los 
soldados, llevando la bandera de la guerra de religión, se apoderaron de 
Puebla, el obispo se declaró neutral y cedió á sus exigencias, dándoles rer-iir- 
sos porque eran el hecho organiíado en forma de gobierno militar. » (^Ex: 
t. I. p. 243.) 

Aunque educado Comonfort en el Colegio Caiolino de Puebla, bajo lu 
dirección de los jesuítas (Riv). ningún sentimiento de gratitud para con sus 
antiguos maestros fuií partt para impedirle que « uxtitigiiiera sin razón la Com- 
pañía de Jesiis, » ( Venii) con su decreto de s de junio de 1 856, que impugna- 
ron varios diputados liberales. « Considerando (éstos) como un a¿io de incon- 
secuencia la intolerancia contra una corporación relii^iosa, ruando se predi- 
caba la libertad para todos, acataban por sostener lii permanencia de la Com- 
pañía de Jesús, % {Vig p. 147) cuya supresión, dice Portilla, fué «. una patente 
contradicción con los principios de libertad que el C'ongreso hacia alarde de 
profesar, » y una contradicción no menos patente de Comonfort quien aca- 
baba de pedir al obispo de liurango los informes necesarios con objeto de 
restablecer las antiguas misiones de los Franciscanos y Jesuítas, i>ara eivilinar 
las tribus bárbaras, ( yig p, 197) 

El 35 de junio de 1836 fué publicada la ley Lerdo, a[>ell¡dada también 
la ley robo, que prohibía á las corporaciones civiles y eclesiásticas poseer bie- 
nes raíces, ponía en venta las propiedades no arrendadas, y autorizaba á los 
inquilinos y arreudatarios i quedarse con las lincas purun precio equivalente 
á la renta que pagaban, considerando ésta contó el 6 por ciento del capital 



el cuftl debería reconocerse á la Iglesia. El objeto principal de esa ley Uii 
herir al clero, «sobre lo cual, dice Vigil (p. 152}, se guardó un estudiado 
silencio, » mientras que síi objelo secundario, tal como se desprende de la 
circular con qut el gobierno aLompañií á la ley, íué Tiii>viii¿ar la propiedad 
raíz, y así, desarrollar las arles y la industria, y establecer un sistema tributa- 
rio y uniforme. Pero el resultado de la ley vino pronio i desvanecer tan lison-j 
jeras esperanzas. « La propiedad, dice el señor de la Portilla, no se dividid de] 
manera que se adviniera una mejora en la condición social del pueblo; el niímí 
ro de los verdaderos propietarios no se auinenló; algunos especuladores a^ 
aprovecharon de la ley para hacer negocios ¡nioorales; alguni>£ ricos aum< 
laron su fortuna, y ringún pobre remedió su pobreita; el gotíemo no percíbk 
sino una miserable cantidad por derechas de alcabala; y el movimiento que 
se advirtió en la capital y en otras ciudades por la re|jaración de algunas fin-J 
cas, no se puede considerar n¡ siquiera como una débil compensación de lasj 
diíicuUades que aquella medida suscitó a! gobierno. 

< Todos los obispos de la RepábÜca representaron y protestaron contrae 
ella, y fueron notables las comunicaciones que meditiron con este motivo entt 
el areobiípn de México y D. Ezequiel Montes, Ministro de Justitia. El prii 
mero manifestó sencillamente que su conciencia no le permitía cumplir la ley, ■ 
porque había jurado conservar y defender los bienes de la Iglesia, y que sólo.j 
ésta podía exonerarle de aquel juramento; expuso las razones que había para,] 
no hacer variación alguna en un negocio de tanta importancia, y propuso qijC' 
todo se arreglara con el Sumo Pontífice para evitar confliítos entre la Iglesia' I 
y el Estado, El consejo deí arzobispo era un consejo sano dado con sinceri- 
dad y buena fe, y digno de un prelado á quien lodos respetaban por sus vir- 
tudes. El gobierno lo conocía sin duda, pero no se resolvid á dar aquel paso, 
temeroso quizás de que se interpretara entonces como una Qaqueza cuando 
precisamente se trataba de sostener las atribuciones del poder que ejercía. 
Más adelante se verá que habría sido un paso conveniente y que tal vez habría 
salvado los mtereses de la reforma bario comprometidos ya con las exagera- 
ciones que tenían su foco en el Congreso. » 

Kn contestación á la protesta del arzobispo y del Cabildo Metropolitano 
contra la ley Lerdo, Comonfort mandó aprehenderlos, dejando al primero en 
su palacio y llevando á la cárcel á varios individuos del segundo, « Echóseie en 
cara, y esto aun por liberales, que procediese de una manera arbitraria,sinquese 
observasen las formas tutelaras de un juicio, » (Vigil, p, 1 75) y que Uevarasu 
intolerancia hasta multar i los impresores que vertían expresiones ofensivas 
al sistema liberal. (Jííti) 

El isde septiembre dej856 la capital quedó sorprendida doloroaanienteal 
saber que el convento de San Francisco estaba cerrado, los reügiosos presos, 
y el edificio custodiado pi)r guardias dobles; el 16 expidió Comonfort un decre- 
to pievtniendo que en el (¿rmino de 15 días quedase abierta una calle quese 
denominaría de la Independencia, ai travos del convento, para lo cual sería 
necesario derrumbar una parte de él; y el 17 se decrmó la supresión de dicho 
convento, nació nal iz-indo sus bienes, bajo el pretexto de que los religiosos 
estaban organizando un pronunciamiento contra el gobierno. 



En ese mismo din y después de ejecutado ese decreto, COmonfort y íu 
cnmitivü oficial se dirigieron á la Caledral en donde canló d clero un Te Dcuin 
en honor de aquellos qjc acababan de despojarlo y humillarlo, dando tntaía 
oeaaión una irisic pnicba de la bajeza y servilismo á que había lleyado. {A^. 

Cinco meses habían transcurrido desde la priHiiin délos fTanciscaiios,sin 
(jue durante todo aquel tiempo se encontrara prueba alguna que justirtcara la 
acusación que d¡6 mmivoáqtiv se les encarcelase. < El 17 de febrero de rSs?, 
fuios liberales, conocidos muchos de ellos por sus ideas avanjiadafl, 9 escribe 
^1, pidieron á Comonfort que pusiera en libertad i Io« religiosos y abriera 
al culto la iglesia de Sar [-"rancisco " un querida para los mexicanos, aseguran- 
do que la Orden no había sido culpable, " y afirinando, jior lo mismo, que 
Comonfort habla cometido con los franciscanos una grande iniquidad- 

« liste suceso, dice un autor liberal, debo haber inñuído para que años 
md5 larde se diera aquel templo para el culto protcsianíe, olvidando el ítobier- 
no que en México ningún templo merecía mayor respeto por siw tradiciones 
hisliiricíis que el de San iTanrisco, por los importantes é inolvidables servi' ios 
que los franciscanos prestaron i la causa de la civilización. » ( Vcrdi) 

Ni» obstante esa guerra encarnizada contra el Catolicismo, Comonfort, 
con la hipociesia que lo distinguía, su unipeñaba en persuadir al pueblo de 
que no abrigaba en su pecho generoso ningiln pensamiento hostil contraía 
Telijíión y sus ministros, (Vigil. p. loS) mientras la pijrsecucióu religiosa arre- 
ciaba cada dia más. « Para que no pudie-ien llegar á aquellos pueblos fieles la 
vor y las amonestaciones de sus pastores, decia Piu IX, el gobierno mandó 
sevcrísimamente á lodos los gobeinadures de aquellas regiones que sin cesar 
velasen é impidiesen por todos medios que las pastorales de los obispos se 
divulgasen, circulasen 6 fijasen en los parajes piíbiicos. Estableció tambiiín 
severas penas principalmente contra los eclesiásticos á quienes, por no obe- 
decer este marídate, debería expulsárseles de su domicilio para conlinarlos á 
otro punto, ú obligarlos á residir en la ciudad de México. » 

I Qué otra prueba más se quiere de cómo los líbeíates enlciidian ta liber- 
tad de conciencia y de la prensa, que esta proclama expedida el 29 de oélubre 
de 1S55 por Juan José Baz, Gobernador de Miíxiro? « Artículo primero. El 
dueRo de cualquiera imprenta que clandestinamente imprimiere algún escrito 
subversivo, ó cualquier otro que tienda á contrariar la ejecución de las dispo- 
siciones (heladas por el supremo gobierno, ser:l castigado con una multa de 
quinientos pesos, ó un año de obras piiblicas, y se cerrará el cstablcciraiemo. 
Art. »" 'A los que como cajistas ó impresores trabajaren en cualquiera dolos 
impresos antes citados, se les impondrá la pena de doscientos pesos á cuatro 
Ineses de obras públicas, Art. j° 'A Li persona á quien se le encontrare un 
impreso de la misma clase, se le ca.slífíará con una multa de cien pesos ó dos 
meses de obras públicas, sin que le sirva de excusa ct habérselo encontrado. 
Art. 4" Al que intentare circular dichos escvilos,los tirare por las ralles ó fijare 
en parajes públicos, se le aplicara un año de grillete, sin que le sirva de excu- 
sa la de ignorar el contenido de los impresos. Art. 5" Al que tuviere en su 
casa tal ndmeio de ejemplares de impresos anónimos que por esta circunstan- 



44 



LA CUESTIÓN RELICIOSA- 



c(a pueda creerBe que es su aator, se le impondrán seis meses de obras ptiblt- 
cas. f> 

Tanla tiranía se hizo insoporlable; y Puebla, que se había sublevado con- 
tra el gobierno déla capital, á causa de k ley Juárez, tomó á pronunciarse eii 
noviembre de 1856, con Tnotivo de ta ley Lerdo, y con tan mal éxito cor 
la primera vez. En d sitio ijuc las fuerzas liberales puüieron á la ciudad, se" 
vio cuan heridas oslaban las cuiicicTicias de loí católicos, y cuan 
resueltas filaban á vencer ó morir tas personns que en atiuella con-] 
tienda figuraron como atítores 6 como vi¿timñs. « Hubo ministros del altar,] 
dici; Poriilln, que perecieron traapasadgs por la* balas en las trincheras y para- 
pelos; ¡jcTsonas del Ijeüo sexo, alucinadas pir el espíriin que se atribuía á 
rebe!i(5n, iiue mezclaron su sanare con la de lus combatientes. t> 

entretanto, el Congreso, que se liabía retiñido el 18 de febrero de 1856»» 
preparaba, con la discusL<Sn de los artículos de la nueva Constitución, nuevas-^ 
iL-mpcsiades que iban á sembrar de ruinas y regar con Irirreiites de sangre el \ 
sudo de la patria. ¿Que otra casa podía esperarse de los energiimenos que^ 
formaban esa asamblea ? Como las ele<.cÍon<i5 se babían verificado bajo la pre- 
sión dd gobierno de Ayutla. los conservadores, dice Rivera, no quisieron á 
no piidienm volar; y el dero, que era la clase mis moral ¿ ilustrada de La 
nación, quedó privado del voto ai^ivo y pasivo; por manera que, segiin lo con- 
fiesa Justo Sierra, «el Congreso que emanó del triunfo de la revolución ún 
Ayutla no era en realidad la representación de la nación; la nación rural no 
votaba, la urbana ¿ industrial obedecía á la consigna de sus capataces ó se 
abstenía también, y el partido conservador tampoco fué á los comicios. La 
nueva asamblea representaba en realidad ima minoría, no sóio de los ciuda- 
danos capaces de tomar interés en los asuntos políticos, sino de la opinión... 
\^ Asamblea Constituyente era una minoría, » {£v. t i. p. 250) [>or la sen- 
dlla razón de que «la mayoría de los constiluyenles no dejo de ver que el 
sufragio universal direílo llevaría al poder piiblíco, A los curas, obispos y á 
los mayordomos de monjas, si era perfeílamcnle libre » jVw. p. aio) Por lo 
mismo, «: el resultado de esas decciones, escribe otro liberal, el señor l'ortilla, 
había sido <|ue viniesen á formar el Congreso Constituyente las personas más 
exaltadas del partido liberal, y que prevaleciesen en él las más avanzadas teo- 
rías de la escuela revolucionaria con su desdén para la tradición, con su pru- 
rito de innovaciones, y hasta con sü espíritu de intolerancia y escUisívismo;» 
lo cual no impedia que Juárez sostuviera con mucho garba que «. la vaiunud 
general estaba expresada en la Constitución que la nación se habia dado por 
el voio libre y espontáneo de sus leprescntantcs, » como en la jcrsa de entoti- 
ees se decía. Asi es como <el proyeéto de (Constitución, dice Comonfort en 
su manifiesto, se discutió en la cámara en medio de la agitación y del disgusto 
pilblico; que si no se manifestó bastantemente, fué por ul t«nor de las faeulta- 
dcJ represivas de que d gobierno se hallaba re\*eslido. > 



— íOí— 



CAPÍTULO III. 

Ditíusi&tt de la C^nstitadén de 57. — Protesta contra el artíatlo que ad' 
mifía /a ¡itvrfai/ de cultos. — Examen d< los dtmis arñcuht contrtwhs á ia 
religión — Mentidas prufesiimfs de catotidímo por hs Ubtrahí. — Condenación 
¿tía Camtitudim pfw Pío IX, Coman/orí y varías lilxrales. — Su Juramenta 
.ehÍÍf:ati<rio / protesta de fes obispos. — Jiecondliadón de los eatélieos anuales íon 
la Comlituñiin y los prinafíos del lifieralisma. — Moíi na transados pi>r tí Jura- 
menta de la Ciinsíituáün. 



LAdisciisión, en elCongreso, de la Constitución queae promulgó el 5 de febre- 
ro de 1S5;. vino otra vai á exatíperar el sentiiiiienlo religioso de la nación, 
y auguró los males terribles que en ella por muchos años iba á desatar. El 
Congreso Constituyeme, pmcediendo con artería, no hlüO la mención más 
ligera de la religión, como se había hecho en todas la Constituctoiieií ante- 
riores, impugnó U invocación del nombre de Dios, y por lo mismo üm¡tió el 
reconocimiento del Catolicismo conio religión dt la Kepüblicd, dejando la 
Conslituciór» atea, y ateo el gobierno por ella organizado. 

En el discurso que el ministro de Relaciones, D. Luis de la Rosa pro- 
nunció en el Congreso, dijo que ■(( quedó sorprendido que por piiiii'CFa vez se 
hubiera impugnado hajita la invocación del nombre de Dios. Ésto jamás ha 
sido consentido. En las Constituciones de todos los pueblos civilizados se 
invoca siempre á la Divinidad... No puede concebirse una nación sin creen- 
cias religiosas, n (F. Zarco. Historia del C^agres/) Constituyeme) 

Cuando la discusión del artículo 15, que establecía la libertad de cultos, 
la nación entera levantó protestas y pidió que se declarara que la religión 
católica era b de la nación itiexicana. H Los caudillos de la primera insurre- 
cción, decían Las a<5ías, los que continuaron la empresa y díflaron la Consti- 
tución de Apatzingan en 1814, y el libertador de México, la invocaron como 
la bandera que debía unir todos ios ánimos, todos los intereses y los recursos 
niisinuí que ofrecía la nación para afianzar su libertad. Ia primera garantía 
proclamada en iguala fu¿ la religión católica con exclusión de cualquiera otra. 
Üin esla seguridad es bien sabido que nunca se habría hecho la indepen- 
dencia. 1^ primera ü&a constitutiva, In Constitución de 1834, las leyes 
de 1836, tas baSE.1 orgánicas de 1843, ti aíta de reformas en 1847 que har> 
representfldo lodos los partidos y opmiünea políticas, han convenido en el 
punto religioso. I.a nueva Con&titución debe expresar en todas sus p.xrtes, 
pero muy particidarmeiHe eu lo religioso, la voluntad nacional. Que la volun- 
tad nacional recliSKa la tolerancia de cultos, fácil !c sena al Congreso reétifi- 
carlo, recurriendo .i una votación popular que creeines unánime en el sentido 
más favorable á la religión católica, apostólica y romana. » 

Las sefioras se alarmaron y se apresuraron á elevar ai Congreso una re- 
presentación en la ijue pedían no se estableciera en la República la tolerancia 



de cultos, a TdiIqb los males podremos sobrellevarlos con resignación, decían, 
pero ¿cómo ver con ojo sereno las madres que sus queridos hijos abandonen 
alguna vez la sania, verdadera y adorable religión en cuyo seno nacieron y 
han sido por ellaí educados? ¿Cónio presenciar indiferentes ]a defección de 
nuestros caros maridos? ¿Cómo permanecer tranquilas mirando prevaricar á 
Bue&tros hermanos? ¿Cómo ver abrirse templos de otras comuniones hetero- 
doxas? No, por jamás, tío : sólo imaginarlo nos hortoriía; pensar que ésto 
puede alguna vez suceder nos duele más que todas las pérdidas. Por ésto, sin 
vacilar nos dirigimos á. esa re.spet.iblc asamblea compufcsla de maridos los 
unos y hermanos los otros de mujeres católicas, y lodos hijos de madres 
amoiosas y tiernas, pero amantísimas de su religión; y si algo vale el recuerdo 
de los afanes, desvelos y tiernos cuidados de utia madre, pedimos que cada 
uiMJ de vosotros conserve intaíta y sin meícla de otra alguna «n nuestro 
amado México, la religión que juntamente con los minios y ternura maternal 
recibió, y en consecuencia que el artículo ij del proyeíío de Constitución 
presentado por la mayoría de la comisión, sea tontera y prontamente desechado^ 
y que ni ahora ni nunca se vuelva á tratar sobre tolerancia de cultos. Esto 
pide nuestra fe católica, ésto reclama niiesh^ conciencia, ísto esperan de 
vuestra soberanía las mexicanas cuyo voto {xidemos aseguiai es tí mismo de 
las que suscribimos, » 

« En México, esa mujer ignorante, pero piadosa y huena en grado 
heroico, ha sido la barrera ilnica qus ha encontrado la desorganización social 
producida por medio siglo de guerras civiles, > (Cos, t. si. p. 356) y seguirá 
siendo el baluarte inexpugnable de la causn religíosn en U Repiíblica, mal 
que les pese á los caballeros del triángulo. Cuando en el Congreso se diój 
cuenta con esas representaciones de las señoras, dijo un diputado hosco 
malhumorado que no si- lomasen en consideración semejantes represenla-1 
ciones, porque las nmjeres no eran personas sino simpleunenie cosas, {Av. 29J 
ag,, iSjg) si bien otiOs diputados comprendieron que habían obrado caí 
demasiada feílinación é imprudencia al manifestar tan ostensiblemente susS 
deseos de descalnüci/ar á México. « Ksta novedad (U libertad de cultos) pant^ 
la cual no sólo no estaba preparado el pueblo, sino que chocaba abietlamente 
con sus háhitoB, unida á las otras novedades que en el orden político contenía 
el proyeflo de Con.stÍtución, vino en cierto modo, confiesa Portilla, á confir- 
mar en la opinión piiblica la idea enparcida por la oposición, de que el Con- 
greso era un receptáculo de todas las violencias demagógicas y de todas las 
impiedades revolucionarias, » lo que hacía decir al mismo Comonfort « que 
si l)ien los principios del partido ¡niro no tos repugnaba, al personal grosero 
de ese partido no lo podía tolerar, » (PrrJ 

Para recobrar en la o¡>inión ¡nlbüca el terreno perdido, d los liberales no 
les quedó más que fingir sentimiento? contraríos de aqníllos que profesaban, 
haciendo mentidas protestas de catolicismo. < Al discutirse el artículo 15, se 
presentó el ministro de relaciones, D. Luis de la Roía y habló d nombre del 
gobierna contra el proyefío, deteniéndose con especialidad en el arlíciilo 15, 
del cual dijo (¡ue em una innovación |>eligrosa contra la cual estaba el go- 
bierno por grinds: raz'inei de Estado y por serios motivoi polfíioos. En el 



intscna scnLÍdo hablí Lafra^ua... Pnrdtlimo, Montes dijo terminantemente 
que aquella reforma coniMOvía á la sociedad iiasU en sus ciniif,ntos, y sería 
contraria ,'i la voluntad de la rnayorta absoluta de la nación ; y como se habían 
pronunciado violentos discursos contn» el clero, tomó su defensa y dijo á los 
que le achacaban las desgracias publicas : todas las clases han contribuido al 
mal, y ninguna se atrevería á tirar la priniera piedra. » (Pifri) 

El que habl(5 con más scnsalcí un ese debate fué el diputado Castañeda 
I quien puso de manifiesto las conltadiccioniis de sus colega,^ cuando les dijo : 
4 La eomisiiín aspira á hacer al pueblo un gran bien con la tolerancia de cul- 
tos; pero si el pueblo no la quiere^ si estí bien hallado con su unidad reli- 
giosa, ¿cómo puede beneficiarse contra su voluntad? Sí aun en las acciones 
privadas es un principio que invito beneficium non datur, ¿c<ínio podrá darse 
á todo un pueblo beneticio que repugna? Ésto en e! sentido representativo 
no puede menos que ser un contrasentido. La primera condición de una ley 
«8 li conformidad con ta opinión general; y si nosotros la contrariamos, deja- 
remos de ser tepresentantett del pueblo, y nos convertiremos en sus tiranos : 
nuestra !tíy quedará escrita en el papel y será escarnecida por los pueblos... 
¿No se nos repite á cada paso r el pueblo es libre, el pueblo es soberano? 
Pues, respetadlo entonces y dejadlo vivir en su unidad religiosa, supuesto 
que asi lo quiere : dejadlo ejercer sin esconderse su religión... ¿Serí pru- 
dente, seri debido que ahora introduzcamos un nuevo elemento de división 
en el (Inicu punto en qut; estamos unidos? f> 

Acosado Zarco por ese argumento, confesó implícita mente que era tirano 
del pueblo llegando á decir : (f No legislamos para las preocupaciones espa- 
fiolas, legislamos para o! porvenir. \ 

Como resultado de esas discusiones y de la oposición de la opinión pu- 
blica enérgicamente manifestada, el articulo 15 del proycflo de Constitución 
fué desechado por 65 votos contra 44. 

E! articulo 3° de la Constitución, que declaraba la libertad de enseftanai, 
fu¿ juzgado como un nuevo ataque á la religión: pues, cada csiablcci miento 
podría en adelante ensañar libremente la religión que le guaCaüC, llegando CK 
artículo A favorecer la libertad de enseñar más bien el error que la verdad. 
Nadie se olvidaba de que esos mismos diputados (¡ue proclamaban la liber- 
tad de enseñanza, la habían negado á los católicos con cerrar los colegios de 
los Jesuítas, y habían de restringirla aun más en años venideros. Con ese 
motivo, deeia en rSgs el Líe. José de Jesiís Cuevas : «, De todas las libertades 
que ha defraudado al pueblo el liberalismo con sus errores y sus pa,sÍonea, 
después de la religiosa, la pérdida más doloros-t y que es mAs digna de ser 
llorada y reivindicada, es la de la libertad de «nseñauía. La Constitución la 
garantiza, pero desde el momento en que el poder debe autorizar el ejercicio 
de las profesiones, que los títulos de ellas no se expiden sin cxámtnes, ni 
restos pueden sustentarse sin estudios hechos bajo el plan y los textos oficia- 
les; la libertad de enseñanza, por una irrisión depravada y cruel, se convierte 
en la mfis abominable de las tiranías : la de las inteligencias y la» concíenciAs. 
La de instrucción pilljlica es la ley que ha desgarrado mis ternura-s y hecho 
derramar más amargas lágrimas & los hogares, y que acabará por convcitir el 



4» 



LA CUESTIÓN RKLUirOKA. 



pensamiento y coriiadn nacionales, en una masa piítrida de estupidez y du- 
impiedad... Los vicios radicales del plan de estudios hecho casi una ley na- 
cional, son la c:uníu:íiúii y conmixtión de todos ios estudios i>reparatorio3, 
hechos bajo un inisino sistema y en una misma escuela para lodas las carre- 
ras; el exceso de materias é ínleinperancia de sabiduría en Los estudios pro- 
fesiuniiles;et sentido tan poco p[á¿tico con que ésto» Imn sido reglamentados ; 
su caráíler oficial; y el divorcio sobre l»do de la idea religiosa sin la cual no 
pueden tener objeto ni base, cimientos ni cúpula, ejdudios algunos. 

<t Los estudios prepaiatorios no pueden ser los ntiíimos para Lodas latí ca- 
rreras, ni minos enseñarse en lina misma escuela. Cada profetiidn tiene su disci- 
plina particular y exige aptitud y preparación espucíalos. No pueden unos 
mismos estudios servir de base a ciencias absolutamente diversas, n¡ menos 
las matemáticas superiores, tan abstrusaa y de tan tiniitadas aplicaciones, ser 
el fundamento indispensable para todas las ciencias tanto experimentales 
como morales. línscñar en una misma escuela todos los preparatorios, es 
hacer del estudio un tumulto, suprimir todas las emulaciones legítimas y 
todos los prudentes discernimientos de la diversidad de talentos, y convertir 
el aula en una inmensa hornaaia, en la que de un golpe se fundan todos los 
preciosos, con todos los metales viles y todas las escorias. 

« Tantos y tan amplias son los conocimientos que se exigen para la& ca- 
rreras profesionales, que ninguno puede llegar á ser profesor en una sin serlo 
en todas. El ingeniero necesita ser astrónomo ; el arquiteÓlo, químico : el 
agricultor, literato : el jurisconsulto, sublime maleiiiáiico : e! artista, físico : 
el comerciante, jurista; y todos políglotas consumados; pues, además de la 
propria, necesitan conocer cuando menos otras dos lenguas muerta» y tres 
vivas. Bajo plan setuejanie, no podrían llegar á ser en conciencia profesores, 
ni los más grandes ingenios que haya habido en el mundo. 

4 l>e i:sta aspiración pictórica á una sabiduría inasequible, ha resultado 
que todas las profesiones han tomado un cari6ler tal de mcrameJile teóricas, 
que ni para el individuo ni para la sociedad llegan á traducirse en hechos 
p[á¿iÍco5 y beneficiosos. Los rieles de nuestros ferrocarriles han sido coloca- 
dos por capiilaces americanos, y nuestras fábricas montadas ^jor mecánicos 
franceses é ingleses. Ninguna catedral se ha levantado en nuestros tiempos, 
ni hay pintinas como las de Cabrera y Vallejo. Y aun acercándonos á nuestros 
tiempos, ¿ qué lira suena como la de Carpió ? ( en qué tribunal se sjema Peña 
y Peña, ó informan Atristain y Couto? ¿en qué cátedra ensefian Lares y 
Jitmfne^? i qué diplomático hay como el obis]>o Vázquez? El enciclopedis- 
mo descreído Im convertido la ciencia profesional en una vacuidad estéril 
ó criminal, » 

El artículo 4° de la Constitución decía que í todo hombte es libre para 
abniMir la profesión, industria ó trabajo que le acomode, siendo útil y honet- 
lo; » y sin embargo, nadie duda de que la profesión de soldado disu mucho 
de ser voluntaria. Una de dos ; ó se borraba el nrtlculo, ó se disolvía la fuer- 
za armada, ya que los más de los soldados están descontentos con su prote- 
sióit. Si todo hombre es libre para abracar la profeBÍón que le guste, ¿ por qué 
esos niisnins liberales cierran los conventos, prohiben abundar la profesión 



e%ioga >■ castigan con la privación de sus d«r«chos de ciudadano al que 
¡¡■braza U profesión eclesiiística ? 

En su artículo 5" la Constitución atacaba ios votos religiosos, diciendo : 
« La ley no puede autorizar ningún contrato que tenga por objeto la pi-rdida 
<J el irtrevocíible sacríücio de la libertad del hombre, ya sea por causa de tra- 
bajo, de eduiación i5 de voto religioso. » El artículo confundía lastimosamen- 
te dos cosas ; el tiso de la litiertad con la piirdida de «Ha. Todos los pai5loíi 
emanan, de la libertad, y sin embargo, la rci^lringen : si se condenan hoy los 
que se llamaTi irrevocables, rabones habrá mañana para liacer otro tanto con 
los que no tengan ese caráéter; y si es raalo un compromiso de toda la vida, 
no lo ser;i menos el que duie diez años ó uno. Bajo este aspeílo, son más 
tiránicas las estipulaciones de plaao lijo que las que se ciñen á ia duración de 
la vida :en éstas el hombre se obliga á si propio mientras viviere; en tas otras 
obliga muchas veces á .lus sucesoies, cuando ya él está en el sepulcro. SÍ el 
principio invocado en el artículo era cierto, su aplicarión cta diminuta; puca 
que debiera compriender A toda clase de compromisos. Contratos hay que por 
sil naturaleza abrazan la vida entera de los contrayentes tal es el del matTi> 
nionio. Los cónyuges renuncian irrcvoeatlemenie la libertad de nuevos enla- 
cts, mientras la muerle 110 disuelva el que han contraído; de manera que 
el contrato del matrimonio importa una obligación perpetua por ser indisolu- 
ble, y exige el irrevocable sacrificio de la libertad del huiubrc. El Congreso 
no quiso acaso comprender el matrimonio en la disposición que dio, pero ella 
lo comprende, si hemos de estar á lo que las palabras significan en su senti- 
do leílo y natural, (La Cruz. 14 mayo 1857) 

El articulo 37 quo confirmaba la ley Lerdo sobre confiscaciones de bie- 
nes eclesid-sticos, y prohibía S las corporaciones adquirir y administrar bie- 
nes raíces, no IK-gó á remediar en nada las esca^eses del enino ciihausto, 
como la conüesa el &eñor de la Portilla; soló sirvió para aumentar la miseria 
publica que se halló destituida de los recursos que tan generosamente le pro- 
porcionaban los bienes eclesiásticos. Cuanto al gobierno, le fué preciso 
deCriilar contribuciones sobre fincas y gravar á los cosecheros de tabaco. El 
dinero producido por las nuevas lasannnes y la enajenación de las fincas del 
clero, se consumió en sofocar los pronunciamientos de í'tiebla, San Luis 
y la Sierra que habían sido provocados por la ley I^rdo, cuyo único 
resultado fué aloimar las conciencias, sembrar la discordia y suscitar con- 
ílióios sangrientos entre el gobierno y los subditos. Los mismos periódicos 
hberales, y entre ellos El País de Giiadalajara, que habían asegurado que la 
expropiación del clero seria en provecho de la riqueza racional, se veían obli- 
gados á confesar que sus esperanzas habián salido fallidas. 

£1 artículo 34 comprendía manílieslamcnte A los ce lesiáslicos en el 
lero de lus ciudadanos, y el 36 imponía X éstos !a obligación de inscribirse 
en la guardia nacional. Era claro que la Constitución imponía en principia i 
los obispos, sacerdotes y demás ministros de la religión, el deber de ser 
soldados, como lo hizo notar el señ-or Munguía en su Manifestación. 

El artículo 39 declaraba que la soberanía residía en el imehlo, que del 
pueblo y para su beneficio se instituye el pudei pilbtico. S < Esta estupenda 

La Ciiuticin religioan. — 4 



herejía, escribe Butnes, destruye el anfculo primero de k misma Constitución 
que asegura que loa derechos del hombre son la base y objeto de las institu- 
ciones sociales. Desde el momento en que se reconoí^e como soberanía ilimi- 
tada la del [iiieblo, es absurdo peiisat en la existenria de los derethos indivi- 
duales, porque ante U onini potencia, ó sea, el poder absoluto, nadie puede 
tener derechos absolutos, n {Porv. p. aai,) 

Uno de los artículos que más alarmaron las conciencias y suscitaron fuer- 
tes oposiciones, fué el 123 que det;fa : « Corres¡)onde exclusivamenle i los 
poderes federales ejercer, en materias de culto religioso y disciplina externa, la 
intervención que designen las leyes. » ¿ V quién había de diiíVar esas leyes ? 
preguntaban loa catóÜcus, ¿La autoridad cívíl ? Luego, si t'sta queda investida 
de facultades para reglamentar el culto, el culto será una mera cuestión polí- 
tica sujeta á las ordenanzas de un reglamento de policía : los Congresos clesem- 
pcñarán las funciones de los Concilios y obispos; la liturgia, el oficio divino y 
todo lo perteneciente al cullo quedará sujeto d las disposiciones del poder 
secular á quien Jesucristo nunca encargo el cuidado de su Iglesix «: El objeto 
del arLÍculo 1:3, decia el señur Munguía, es el culto religioso y la disciplina 
«xtcrna : el culto religioso es la totalidad de la religión : la disciplina externa 
es la totalidad de la acción adniinistraliva de la Iglesia en e! urden exterior 
í piiblico. En el cuUo religioso están comprendidos los elementos dogmátictis 
del culto, sus formas litúrgicas, sus instituciones prOj>ías, la religión por ente- 
ro : culto religioso es lo mismo que religión : religión es !o mismo que culto 
religioso. La religión, pues, de la Repiiblica Mexicana serJ ¡a que la ley decre- 
te : la acción miuistenal y adniinistralíva del sacerdocio será la que (\ gobieM 
no formule. Quítese de toda la grande institución de Jesucristo i. la religttÍDl 
y sus formas externas, ó lo que es lo mismo, el culto religioso y la disciplina, 
( qué queda ? Nada, absolutamente nada, » 

Finalmente, el artículo iij proliibia celebrar concordatos con la Santa 
Sede, é indire¿tamente desconocía al Romano Pontífice, contra la voluntad 
de los mexicanos que lo respetan, obedecen y aman coaio al jefe visibledela 
Iglesia Caiólica. 

'A pesar de su marcada hostilidad eti contra dt^l clero, los liberales se 
empeñaban en persuadir al pueblo que lejos de atacar a U religión, querían 
procurar su mayor brillo, lechaicando indignados la acusación de impíos que 
se les dirigía. « Se nos acusa de que atacarnos sistemáticamente al clero, decía 
E¡ MeitU<>r República no {23 abril 1857), de que somos sus enemigos. 'Eso es 
falso, absolutamente falso. Nosotros resiielamos y amamos A los sacerdotes vir- 
tuosos, á los que cumplen con su misión de amor y de paz, » En ig de junio 
de 1857, el mismo periódico repella ; « El elemeuto progresista no persigue 
ni ha perseguido jamds á la Iglesia. El elemento progresista es eminentemente 
religio.so; y por lo mismo desea que brilíe pura, inmaculada, esplendente la 
religión de Cristo. El elemento progrcsi&ta desea por el bicrt de la Iglesia, por 
el bien del pueblo, por el mayor brillo de la religión, que los sacerdotes se 
limiten al desempeño de su misión. » 

Eu prueba de tan buenos sentimientos, « los defensores de la Cunstilu- 
ci6n y demás disposiciones rei'oimisuis, asienta u» escritor libetn), comenza- 



ban por hacer profesián dt fe religiosji. l> ( Vig. p. jjg) Otro liberal reconoce 
también que < al defender la liberiad religiosa, los infc fogosos tribunos hiele 
ron su profesión de ft declarando solemne mente que eran católicos, aprislólicos, 
romanos : al censurar lo antiguo separaban las but.-naa tradiciones de los abu- 
sos que á su sombra se conservalian; y e» sus fi]í¡>¡cns contra ul clero, nun- 
ca se olvidaron de establecer una distinción entre los buenos y los malos 
sac«idotes. » (/'cr/") 

EJ año anterior, el Ministro Lafragua en una comunicación poríl dirít!¡da 
(22 oíí., 185o) :i los gobernadwcs de los Estados, recliazó la nota de impío 
y perseguidor dt; la Iglesia con que tildaban al gobierno suseticmigos : « No, 
y mil vecc^ no : el f;obÍerno ai^ual es xüw cati^lico ó más que los íarUaicos 
del'ensores de la religión, i» {For!) 

Pero en vano era que los liberales hiriesen ostentación de catolicismo, y 
manifestasen que no intentaban atacar á la religión: ^f los liberales, escribe 
Ouillerino Prieto, eran anatematizados poi la Iglesia, repelidos y odiados del 
ejérciio, denunciadoscomoladroiies,nosólQ por losclérigossinoportoda la gente 
decente;» pues, todos consideraban como faltas desinceridad sus declaraciones, 
porque todos veían losbienes de la Iglesiaconfiscados, y álosohispQsy sacerdotes 
condenados al destierrosin ninguno fonna judicial. Eíseñor Melchor Ocauípo, en 
una carta ijue dirigió á Degollado el 2 de agosto de 1838, le declaraba sin 
embo20 que todas esas protestas de catoíicisruo por parte del gobierno, no 
eran míSs que puro fingimiento. « La conciencia pdblica, gracias & nuestros 
trabajos preliminares, le decía, ya no se iiilimida con los justos castigos que 
la escuela liberal aplica al clero que la desobedece; pero el pueblo ve ci descon- 
cierto en que marchamos, y si no cauieriianios la Haga cancerosa de la insu- 
bordinación y std de mando,, la reacción llegará á sobreponerse, y entonces, 
i ay de los liberales progresistas ! (quesera de ellos cuando han soltado el guan- 
te presentándose cara á cara como enemigos del clero católico y del ejército 
permanente ? Para derribar estas dos clames poderosas unida» con los propie- 
tarios, se necesita ir formando un clero prote-üaiUe, un ejército que no sea per- 
manente y halagar al pueblo con 5a comunidad de bienes. ^ {_Av. loag. 1858) 
Más claro todavía lo dijo un periódico liberal ; fi Para ser liberales^ cfsto es, 
para poder servir A un gobierno cuya política está condenada por la Iglesia, 
necesitamos absotulameute no ser católicos rumanos, ó confesarnos reos de 
la más monstruosa contradicción. » {Men. iJJ fcbr. 1S71) 

Con razón Pío IX denunció en términos enérgicos la persecución rcligi> 
83 que en México había desatado el gobierno, y arrancó de una vez el disfraz 
bajo el cual se ocultaban los liberales para llegar á sua fines pcr\-crso9 sin 
chocar abiertamente con las creencias de la nación. í Aquella cámara de dipu- 
tados, decía el papa, entre otros muchos insultos prodigados por ella ;i nuestra 
santísima religión, á sus sagrados ministros y pastares, como el Vicario de 
Cristo 9obre ¡a tierra, propuso una nueva Constitución compuesta de muchos 
artículos, nu pocos de los cuales están en oposición con la misma divina reli- 
gión, con su saludable doíliina, con su saniL-iimos preceptos y con sus dere- 
chos. Entre otras cosas se proscribe el privilegio del fuero eclesiástico; se 
establece que nadie pueda gozar de un emolumento oneroso á In sociedad; se 



Sa 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



prohibe por punto general contraer obligación por contrato, ó por promesOj ó 
por voto religioso; y á ñn de coriompi-r más fácil iticnte las costumbres y 
pro|)agar más y más la delcstable pesie del indíÍLTcntismo, y arrancar de los 
ánimos nuestra santísima Teligidn, se admite el libre ejercido de todos los cul- 
tos, y se concede la facultad de emitir páblicamente cualquier g¿ncro deopi- 
nioiie'í y pensamientos. » 

Esa Constitución que desconocía Iels coíitiimbres nacioTiales, sancionaba 
las ni.ixim.is inAs disolvente?, y ponía en pdlgro la propiedad, la familia y 
todos los lasos sociales, fue rechazada y execrada por la nación entera que la 
consideró como un reto al catolicismo y un semillero de sangrientas y largas 
discordias. Los mismos libírales reconocieron l-so líllinio. 

fl El Gobierna veía, dice Portilla, que aquella ley fundamental por muchas 
modificaciones que sufriera en la discusicinf no había de ser niño un nuevo 
elemento de discordia y un manantial de infortunios. > No ob-stante tal con- 
vicción, Comonfort promulgó, juró ¿ hito jurar á los empleados públicos ese 
nuevo elemento de discordias y manantial de desdichas, < La obra dei (,'on- 
greso, dijo, salió en fin i la Itiz, y se vio <];ue no era lo que el país quería y 
necesitaba. Aquella Constitución que debió ser iris de pac y fuente de snlud. 
que debía resolver toda.s las cuestiones y acabar con todos los disturbios, iba 
á suscitar una de las mayores tormentas políticas que jamás han afligido á 
México. Con ella quedaba desarmado el poder en frente de sus enemigos, y 
en ella encontraban éstos un preU-xtu formidable par;» atacar ñ\ poder; su 
obseTi,ancÍri era imposible, iu impopularidad era un heclio palpable : el gobier- 
no que ligara su suerte con ella era un gobierno perdido; y sin embargo, yo 
promulgué aquella Constitución, porque mi deber era promulgarla aunque no 
me pareciera buena. 

Segiin J'ortilia, a nadie tuvo fe en la Constitución de 185;, ni los dipu- 
tados que la fotmaron, ni el gobierno que la promulgó, ni «1 pueblo que la 
esperaba como el talismán que había de poner término li sus desdichas. En el 
discurso preliminar, obra del diputado Zarco, decía el Congreso á la nación : 

« La obra de U Constitución debe naturalmente, lo conoce el Congreso, 
resentirse de las azarosas circunstancias en que ha sido formada, y puede 
también contener errores que se hayan escapado i la perspicacia de la Asam- 
blea. Voi éso lia dejado expedito el camino i la reforma del código político 
sin más precaución que la seguridad de que los cambios sean reclamados y 
aceptados por el pueblo, n 

<( El Presidente decía en su discurso al acabar de prestar el juramento : 
< Y aunque es verdad que jamiís las obras de los hombres pueden salir de sus 
manos sin deíedtos : al pueblo, y sólo al pueblo soberano, de cuya voluntad 
dependen la estabilidad y vigor de sus leyes consütutivas, tócala caliricaciún 
inapelable de la que él mismo os pidió. Él tendrá presente que en la discusión 
de sus jjraridcs intereses, la voluntad y el celo de los señores representan- 
tes no han c^ado acompañados de cÍTcunslancia!> propicias al noble íin que 
los reunió, ) 

fi El Presidente delC(mgre.so decía en su respuesta á este discurso : ( El Con- 
greso está muy distante de lisonjearse con la idea de QUC su obra sea en todo 



perrecia. Bien sabe, como habéis dicho, que nunca lo fueron los obras de los 

humbres...) 

« Estas palabras eran la revelación ile las dudas y aun de los temores 
que despertaba el nu^vo código fundainental en el ánimo de los que tenían 
el encargo de sostenerlo. Preveían que en vez de serenar las tempestades, 
había de levantar nuevas tormentas sobre h nacíuii: y por éso se afanaban 
por señalar los mi;dios pacíficos que en él mismo estaban consignados para 
su reforma. No extrañó en consecuencia que todas las ceremonias relativas i 
la Conslitución fueran tristes y sombrías : que se dijeran palabras de desalien- 
to y de duda, en \€z de írases de alegría y de esperanza; que las ijilvas y las 
milsicas con qu<; se anunció el nucvo código parecieran cánticos funerales i 
los partidarios juiciosos del orden legal y de la reforma. » 

Kn sentir de otro liberal, « muchas de las innovaciones presentadas en 
el nuevo ciSdigo fundamental habían sido contrarías á lo que la experiencia 
manifestara, y no se satisfizo á la grande necesidad de ia libertad religiosa sin 
la cual si-TÍan nada los bellos principios y las verdades sociales reconocidas 
y proclamadas por el Constituyente. La líbcriad de imprenta qiiedó restringi- 
da, la enseñanza pilblica oprimida, desechada !a elección direftay suspensas 
las garantías individuales; el jurado fué calificado de peligroso, y la libertad 
eteííoral no tuvo la necesaria gereíalidad. Por desgracia, muchos liberales 
dudaron que el nuevo código llenara las esperanzas nacionales, y ni aun los 
diputados creyeron que estuviese en consonancia con las necesidades de Méxi- 
co; pues, llevada visibles señales de las azarosas circunstancias en que había 
sido formado, del espíritu revolucionario dominante en el Congreso, que tuvo 
más presente los peligros de la reacción que los principios que sostienen el 
orden. í/ (/?«') 

« La Constitución es de tal naturaleza, decía Juan José Haz, que no se 
puede gobernar con ella. > { Vi^ p. 269) 

No hace mucho todavía, Bulnes declaró en la Cámara de diputados y 
sostuvo en su discurso acerca de ia ínamovibilidad del poder judicial, quf 
las instituciones democráticas no rigen en México; que t México es una Cafre- 
ría democrátÍca;> que aquí no hay pueblo, base de las instituciones republi- 
cana.?. Había dicho ya Romero Vargas : < Primero se educa á un pueblo, y 
después se le da una Constitución. En México ha sido todo lo contrario : se 
ha impuesto una Constitución avanzada á un pueblo bárbaro. > {..\ftm'>riasde 
dt S. I-tr/fo dé Tejada) < Ju-írez, como lo probó eun su convocatoria, estaba 
convencido de que la Constitución era un desatino, dice Bulncs, y de que 
con la Constitución de 57 lodo gobierno era imposible. No hay obra más 
perfeiSa para plantear la anarquía que nuestra Constitución de 57. » ( Vtr p. 
835, 848^ « Como obra lt?gislativa, la Constitución de 57, que ha pasadu ya 
por cuarenta y ocho reformas en ciento veintiocho artículos, era y es un fra- 
caso, tnodelo de inteleólüalidad de manicomio. » ' \R€P p. «tz) « Cuando se 



' « Y esta Constitución que tanto detesta y desprecia d señor líuLaes, á 
pesar de que cien veces Ua protestado guardarla y hacerla guardar para 
cobrar sus sueldos como empleado y como diputada... > {Glot) 



estudia la Constitución, se nota inmedialamcnte que para ella la verdadera 
base de las ¡nstítucíoaes sociales es la guerra civil, y que su verdadero objeto 
es el gobierno personal, que infaliblementu surge del pánico revolucionario... 
Los gobiernos instilucionalcs reconocen como demento de vida l;i lucha 
franca dentro de la ley, sin hacer caso de los hombres, porque ai dtsaparccer 
las |ieisonas, queda la institución, mientras que cuando el hombre es la institu- 
ción, al desaparecer éste queda el abismo... El fenómeno político de los hom- 
bres necesarios, ncga(!i>|>or el jacobinismo, lo sostendré siempre como el linico 
recurso salvador ante las calásirofes inminentes que produciría ia vigencia total 
de la Constiluciún de 57. Esta Coiisiitiición es un acopio de contradicciones 
combinadas con los mejoren preceptos para aniquilar una ^ciedad con triviales 
sandeces, con vagas é incorreélas definiciones que fungen de preceptos 
impnsibtes; con utop¡a*í cómicas tomadas á legisladores insensatos en sus 
momentos de fiebre, h Hablando más tarde Bulnes en nombire de la reda- 
C-ciíSn de £/ Universal, vt>\v\6 á repetir lo mismo en términos diferentes ; 
«No estamos conformes con la Constitución de 57, obra defeiíluosisinja 
copiada de las instituciones francesas; obra de un lirismo alUniente perjudi- 
cial al paf<i;obra anticicntfñca por lo inadecuada para el pueblo mexicano... 
En este periódico me cíinipromelo á probar que tres meses de Constitución 
cumplida dejarían á la República, en peor estado que á Gomorra las olas de 
j>etr<íleo inñamado del Mar Muerto. No hay que hacer mAs comedias; carece- 
mos por completo de instituciones serias para ser gobernados: no tenemos 
más institución qne la voluntad del General Díaz.» Ti i" de £^. 1895. Voz 
zS mayo iStjS. 

■í Ni legal, ni inlele¿tua!, ni política, ni socialmente, puede en México 
construirse y reformarse el gobierno por el pueblo... En el momento que se 
le acatara, el poder caería en manos de léperos ó matanceros, el país sería 
presa d¿ una anarquía más espantosa que la que produjo la disolución de la 
socÍed.id colonial; y en un momento se perdería nuestra nacionalidad absor- 
bida como un navio desmantelado en la vorágine americana. '» ( Julio Guer- 
rero. La Génesis d(l Crimen, p. loj ) 4 Todavía tendrán que IraiiBcurrir 
muchos anos, escribe otro liberal, para que la educación del pueblo mexicano 
en la vida piítilica haga innecesaria la esistcncia del linico régimen posible 
por ahora entre nosotros, que es el régimen dictatorial. » ( Cos t, io. p. 740 ) 

No obstante las críticas acerbas que la Constitución se atrajo de muchos 
liberales, y aun del mismo Comontort, este decretó, el 17 de mar/o de 1857, 
que todas las autoridades y empleados así militares como civiles jurasen la 
Constitución, so pena de, verse privados de su empleo. ¿No era acaso un 
contrasentido el que se exigiera el juramento religioso de una Constitución 
en que se desconocía toda religión y se callaba de intento hasta el mismo 
nombre de la Divinidad? Si en ella se establecía la libertad de conciencia, 
¿por qué la violaba el gobierno con exigir un juramento que para muchos 
pugnaba con su conciencia? ¿V cómo era posible jurar guardar una 
Constitución que en sentir de Comonlort adolecía de muchos defeétos, 
cuya observancia era imposible, cuya impopularidad era im hecho |ja]- 
pable? 



* Nosotros no podemos comprender, decJa un periódico, como «tiendo 
.cl juramento un a¿lo cxclusíviunenie religioso, piicda pedirse, y pueda otor- 
garse para prestar obediencia á una ley que ataca á U religión. Si en Turquía 
se diera una Constiliicíóii que atacase al islamismo, no debería pedirse 
racionat mente que la jurasen los islacnilas. Su juramento valdría para U auto- 
ridad lo que vale !>ara ellos su creencia si se le» obligase á mcnosgiicciarla. 
(Qué valdría el juraiiiL-nto? Lo que atii íuera una ficción, pasa aquí a¿bual- 
inente en k realidad La Consiitnción es anticatólica, porque alrihuyc al 
poder ti^niporai una intervención en el culto y en la disciplina que pugna 
nbiertannínic con ia doílrina que profesamos; y el juranicnlo que se exige, ha 
de ser conforme con el ríio católico. Quiere decir que el que lo preste, cono- 
ciendo bieo lo que va á hacer, invoca el nombre de ÜÍos jjara destruir la 
obra de Dios, y se vale de la religión para combatir la religión... F.a el 
Evangelio consta que et cuidado de a|»accrntar las ovejas fué comelido ;i los 
pínstores, y que éstos para ser tales han de ser confirmados por i-l Pastor 
Supremo. ¿Cóniü se pretende que se prometa por e! Evangelio someter estos 
pastores á una vigilancia extraña, hollando y destruyendo el Evangelio 
mismo?» ( Zf( Crus. 21 inayo 1857 } 

Tnn poderosas rabones no llegaron lí. hacer mella en cl espíritu del 
gobierno cuyo objeto era conservar en ios empleos sólo .-t los de su 
b&ndo y descartar de ellos á los católicos. Si el gobierno liubieae exi- 
gido de los funcionarios el juramento que desempeftarían su respeílivo 
cargo con honradez, se hubieran evitado los horrores de la guerra civil. Pero 
el no paraba mientes en éso : quería X todo trance descatoliclzar á México, 
establecer el ateismo oficial, sin importarte nada cl atrepellar los derechos 
más legítimos, y derramar torrentes de sangre. « Los liberales, dice Cíustavo 
Ba/, querían llevar á <:abo las refonnas anheladas, aunque fuese violando las 
garantías sociales, porque ereiaOj y no sin que les faltase justicia, que cuando 
Ke trata do rej^enerat el estado social de un pueblo, se debe seguir !a famosa 
máxima de Maquíavelo : los medios son justificados por el fin, » 

Frente á eslos regeneradores de la impiedad, la Iglesia mexicana irguióse 
indignada, y la palabra episcopal se cruzó por todos los ;íngulos de la Repú- 
blica en la m.ís completa armonía, impugnando la nueva Constitución. 
Segán un escritor liberal, «J los ataques i la Constitución surgían furiosos de 
todas partes, y la elocuencia del insigne literato D. José Joaquín Pesado, y 
la dialéctica seca y precisa del obispo Munguía levantaban terrible polé- 
mica. » {Ev. p. 248) « IJesde que llegó á mis manos la nueva Constitución, 
decía el señor Munguia, sentí la necesidad en que nos ha!Ulbamo.s todos los 
obispos de Míxico, de amonestar á los fieles de nuestras rcspeclivas dióce- 
BÍ3, que no podían prestar el juramento prevenido en ella sin hacerse reos de 
un pecado niuy enorme^ porque conteniendo varios artículos manifiesta luenie 
opuestos á la institución, doífirina y derechos de la Iglesia, y haciendo en ella 
omisiones de muy serio caráíler y de gravísimas trascendencias contra la. reli- 
gión, el jurarla hubiera sido por solo csle hecho una manifiesta infracción del 
segundo precepto del Decálogo, y por razón de lo que se jurase un compro* 
miáa contra la justicia moral, contra los derechos imprescriptibles de nues- 



5*5 



tA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



tros dogmas religiosos, y contra los grandes y legítimos intereses de nuestra 
niadie la SaoU Iglesia Católica, Apostólica, Romana... Á la vista de tantos, 
derechos, 6 desconoL-idosó lastimados, á completamente destruidos, ningún 
católico puede yu ignorar cual fuese el verdadero caiá¿ler de la nueva Cons- 
titución, ni dejar de comyreiider cUranieiUe que el obligarse á guardarla y 
hacerla guardar, sería un tmpefiq reprobado altamerile por la moral... Con- 
teniendo la Constitucián de 1 857 varios artículos contrarios á la autoridad de 
los dogmas católicos, á la ínstilución, doctrina y derechos de la santa Iglesia, 
no puede observarse en esta pariL% ni jurarse tampoco licitamente, y 

No sólo el episcopado mexicano, sino también el mismo Pío IX condenó 
la Constitución en las palabras que reprodujimos en páginas anteriores, 
dando á entender que el jurarla era lo mismo que hacer profesión de herejía, 

« I.a opinión pública no aceptaba ni podía aceptar la Constitcción 
de 57... Ese pueblo sediento de libertad, segiin los oradores, ha escupido U 
Constilución cuando se la ha arrojado á los labios, contra la cara de sus 
apóstoles, * {J¿fí'. p, 338, 34» ) Asi obraron los católicos y aun muchos libe- 
rales, al preferir renunclai sus empleos y hundirse en la miseria antes que 
manchal su conciencia con jurar la Constitución, < lo cual en un pais como 
Mé\Íco, devorado por la empleomanía, es cosa que inarca el summum de la 
indignación pilblica. p {Cus i. 19. p. gq ) « Notorio es, decía el señor Mun- 
guiu, que entre los tío juramentados, hay muchos liberales distinguidos que 
deseni pe liaban honrosísimos puestos, y han tenido que retirarse de ellos para 
no incurrir en semejante perjurio. ¿Será que se hayan resistido á jurar por 
no serle adít^oa al gobierno? Tampoco, porque nadie deja su destino, su esta- 
blecimiento, su bienestar y se lanza á la miseria por desafecto ú la adminis- 
tración. No hubo más que un motivo : Dios, la religión, la conciencia : ésto 
es todo. S- 

El señor Portilla 00 puede menos de rendir homenaje á Ij. honradez de 
esos empleados de quienes dice : « Los que no juraban daban una alta ¡dea 
de su honradez y de su probidad, puesto que se exponían á la miseria y á todo 
género de privaciones por no obrar contra su conciencia. Realmente eran de 
los más conocidos y estimados pi.ir su intachable coiiduíla, y muchos de ellos 
tenían derecho á la pública estimación por liaberse envejecido en el acrvicio 
desu patria. Aquellos hombres, cuyo noble proceder encontraba sinceros do- 
pos eii Itís ¡lartidaríns ui;!s ardientes de la Constitución, aparecían enioiice$ 
como enemigos del gobierno, aunque no la fueran : y d hecho de que eran 
vi«aimas era presentado por los reaccionarios como una patente justificación 
de tos esiuerios que hacían por derribar aquel urden de cosas. » 

Si tan graves eran lus anatemas lan/ados contra los que juraban la Cons- 
titución, ¿<[iié no hubiera dicho la Iglesia si á esa Constitución se hubiesen 
agregado, como se agregaron más tarde, ¡as llamadas leyes de Reforma, y las 
leyes orgániías de 1874, mil veces más impías que el mencionado código^ 
í Con esa serie de disposicione? llamadas orgánicas, decían los obispos mexi- 
canos, se agravan todas las supremas disposiciones anteriores que pugnan con 
los dogmas de la religión, » ( laslruídin Pasftfral dinxida per ¡os fhiwi. SeñO' 
res Ars9bÍ^os de M¿xia>, MUhmcáH y Guadaíajara al Cíete y á ht Ft«Í€s it 



sui Resp¿í7Íi'as Diieifú) de manera, qae, según un liberal, el Ktaar PalUree, 
■nía Constituciún es »hora iii:ts Iiercttca aun [>or sus niit-vas reformas. » 

Queriendo resolver de una ve£ la ulijecióii de que habían caído en de- 
suso las antiguas disposiciones acerca del juramento de la Constitución, tos 
referidos prelados agrcíjahan estas palabras terniinanies ; « Vivas y vigentes 
están las disposii.:Íones. declaraciones y providencias del episcopado sobre ta 
gravísima ilicitud del juramento de la Constitución de 1S57 y de la protesta 
sohre la misma y sus adiciones... Aquellai; reclamaciones dv los obispos dadas 
i. luí de veinte años á U fecha lian circulado con tal profusitín, que nadie 
puede ya ignorar de buena fe su contenido, y por lo mismo, todos los católi- 
cos Silben muy bien cual es, sobre lodos esos punloa, el sentir de sus pasturci, 
» conforme en todo ton el de la Santa Sede... Lo decretado antes, en las lla- 

madas leyes de Reforma, lia sido siempre objeto de las providencias de los 
obispos del país como cwitrario á la institución divina de la Iglesia Católica, 
á la celestial doélrina que ella enseña, y á los seiiliraientos religiosos del pue- 
blo mexicano. > 

En verdad no podían esos obispos haber hablado de otro modo en un 
asunto con el cual se vinculan la honra de la religión, la firmeza de! dogma 
y la dignidad del episcopado mexicano .^e lo contraria, hubieran hecho la 
confesión vergonzosa de que los obispos del tiempo de la Reforma ensefiaron 
el error al prohibir á los fieles el que jurasen lo que les era lícito jurar; ó de 
que los obispos aíluale^ suministraban .i su rebafio un pasto envenenado, y 
S'e desautorizaban unos á otros con aprobar lo que por sus antecesores fuá 
tantas veces reprobada como doólrina impía y herética, y por este conlliílo 
de enseñanzas hubieran merecido el estigmato con qui; Bossuet marcó al pro- 
lestantísino : varías, luego yciras. 

No obstante tan claros documentos, que á ninguna tergiversación dan 
lugar, no faltan católicos que sostienen que esas antiguas disposiciones han 
íido abrogadas, y que los obispos a¿^uales, en obsequio de la paa, enseñan 
¡ihoni la licitud de la protesta de ¡guardar y hacer guardar la Constitución y 
las llamadas leyes de Reforma, resultando de es.^ en^íenanza, como dice un 
escritor liberal, «. que el clero mexicano joven, viviendo en una atmósfera libe- 
ral, no profese las ideas reaccionarias y se haya sometido sin murmurar á las 
leyes de Reforma, » {Fíih. p. 62) En cuanto á nosotros, confesamos ingenua- 
m-ente que nunca ht:nio5 comprendido por que ahora sería permitido lo que 
en añorf pasados era ¡licito, por tratarse aquí, no de una cuestión de disciplina 
que se atempera á las circunstancias, sino de una cuestión de fe que de nin- 
gún modo puede ser cambiada. Bien lo declaró el sefior Munguía. Esa cues- 
tión ". afeéía uno de los principios cardinales en materia de doétrJnas, '« Lo 
repitió en 1873 el seftor Sollano, Obispo de León : 'i Nunca ha sido lícita la 
protesta lisa y llana de guardar y hacer guardar las leyes de Reforma. Así 
como el limo, señor Gar^a declaró que no era lícito el juramento de la Cons- 
titución de 57 si no se anadia una cláusula expliciia que salvara los principios 
católicos, v, g., obaervarla'cn todo lo que no ae oponga á la conciencia de un 
católico, asi idénticamente en nuestro caso. 3^3 católicos rnexicanos cstin 
obligados lioy á sostener su fe católica negándose públicamente á protestas 



una Constilucióii y leyes que entrafian varias herejías, condenadas cxplícita- 
tnenie por la Santa Iglesia; y que por consiguiente, hoy obliga en especial el 
precepto de confesar A Nuestro Señor Jesucristo delante de los hombres, so 
pena de que, caso de no hacerlo, nos negará delante del Padre celestial. Ten- 
gamos fe : Dios no necesita de nuestra mentira para íalvar al mundo, decía 
san Agustín. Quédense vacio» de católicos todos lus destinos : el Señor sa- 
brá lo que hace; dejémosle que gobierne su mundo; tcnRainos presente que 
amar á Dios sobre todas las cosas, es querer antes perderlas que ofenderle, y 
que es muy poca fe dudar que nos mantendrá el qua mantiene á las aves del 
cielo y bestias de la tierra, w 

Para dar mayor autoridad á esa doflnna, la Santa Sede aprobó illtimat- 
mente el Quinto Concillo Provincial Mexicano en cuya virtud (610) queda 
privado de los sanios sacramentos todo aquél que no se retra¿lc de haber 
protesCado guardar y liacer guardar la Conililiición y las leyes de Reforma. 
En ese caso, el arzobispo de México dijo en oficio con fecha 20 de marjso 
de 1857, qiie k, ciíando los que hicieron el juramento de la Con^stituciún se 
presenten al tribunal de la Peniteticin, los confesores en cumplimiento de su 
deber, han de exigirles previ itmtmte que se retracten del juramento que hicie- 
ron : que esta teiraflsción sea púLiJica del modo posible, pero que siempre 
llegue á conocimiento de la autoridad ante la que se ht20 el juranaeuto. » 

No wale decir que es licita ta referida protesta, restringiéndola mental- 
mente á sólo aquéllo que como católico puede uno prolestar: porque, dice el 
acñor SoUano, « no basta la restricción mental, por s«r una doctrina repro- 
bada por la Iglesia. » 

Cómo se habrá notado >-a, « el objeto de la protesta, dice un autor libe- 
ral, es cerrar laí puertas de la vida piiblica á los católicos, los cuales no pue- 
den en conciencia ofrecer que se conatiluirin en guardianes de disposiciones 
legislativas contrarias á la Iglesia 1¡> (Coi t. 33, p. 5*6), del mismo modo que 
para cerrar las puertas del Japón a los cristianos extranjeros, ac les proponía 
antiguamente pisotear un crucifijo á fin de que, en premio df lan horrendo 
sacrilegio, pudieran entrar en ese país. 

En estos liUimos años, \m diario sostenido por los católicos me\Ícanos, 
y cuyo Direétor está subvenido ' por ei Gobierno, viene enseñando una nuiíis- 
tmosidad : qite se puede d la vez ser catúlico y aceptar la Constitución libe- 



' Jnfeí de recibir del Gobierno de D. Porfirio Díaz $ joo mensuales, el 
Sr. Trinidad Sánchez Santos lo llamaba < ateo » (Tí. ao enero rSSy) y « ase* 
ano !) ( Tt. 24 nov. t&&6), dicendo : Entre « las grandes acusaciones que ha- 
cemos, que hace el pueblo y <|ue hará la Historia i los liberales» se baila la. 
siguiente : <^ lis verdad que el Cobierno ateo es un escándalo, que un país 
católico gobernado por enemigos de la fe, es un absurdo ó una usurpación á 
viva fuerza; pero no es éso solo. Haber desheredado á la clASe pohre de la 
sociedad; haber desacreditado al pAÍs con el espeíláculo horrible de tanta 
rapacidad y salvajismo, haber corrompido al pueblo, esterilizado las tiqiic£as 
del país, etc. etc., esas si son acusaciones que ateos, protestantes y mornioDes 
reconocerán como incontestables. * (7K so enero 1887) 



ral de 57, como si fuera el liberalismo cosa rie po«i monta. < El Itbeíalismo, 
que es herejía, y las obras liberales, que son obras herelicales, son el pircado 
máximo que se conoce en el üódigo de la ley cristiaDa. Salvos los casos de 
liuena fe, de ignorancia y de indeliberación, ser liberal es mis pecado que ser 
blasfemo, iadrón. adilltero ú homicida. » (Sarda y Salvany. c. 4) Y la prueba 
de que el |ianÍdo cilólico evoluciona hacia e! ÜberaUsmo rindiéndole el cuello, 
vamoi á refoiiarlíi, <i niás bien, á soVirecargarla con nuevos documentos. 

€ Los libtraleade todos matices, escribe fiZ/'n/JÍaSfebr. 1901), condena- 
I>an ooniú antipatriótica la conduela del antiguo partido conservador, poique 
¿stc desconocía la legalidad del orden de cosas creado bajo ta Constitución de 
57. Aquel partido conservadorno existe ya. Hoy :odo el país reconoce esa Cons- 
tilueión, y no hay más partido político que el partido que gobierna en nombre 
de ella, » « Los católicos no solamente aceptan la política de este gobierno 
liberal, siuo que aun la han propiieslo como fórmula de unión, » (17 enero 
1901) embocando ia trompa de la fama, y destejiendo del Pindó mirtosyiau- 
reles para enguirnaldar al General Díaz cuya « obra magna admiran y elogian » 
{aoHiayii 1905) *'A este partido liberal que gobierna en nombre de la Cons- 
tilucién, pertenecen todos los peniidicos católicos, todos los escritOKs 
católicos, el episcopado y el clero. (»8 junio 1 90 1 ) cuya bandera ha sido cabal* 
mente la Constitución de 57. » (febr. 28 de 1 901 ) ' 



Desfijas de conseguir la subvención mensual, el Sr. S-incheí Santos eo^- 
lana.ba su periódico con la ^íiguiente pocsia ; 
v Digno (]e set crnilai]» p>r Komeio 

I Díigitc capilán, l¿ ere» ahoru 

Ue ios lionibres de Am¿ricn el primero. 

¿Quiún comn lúsceíom 

En lAn hernico y tnvidülvle grado 

h^s (Iones Je político y gvcirciu, 

Loí tiiiilircs lie tislaJbta y de aoldudo? {J\i. 2$ feb. I9OU) 
"* Al presenciar estas epicenas de sumisión dócil al Gr .'. Maestre de Ift 
Mas .", Mex .'.. á fe que Monseñor Ryan. Aríobispo da Filadelfia, hubiera 
repetido con má.s énfasis todavía estas palabras que pronunció delante de 
varios prelados noiteamcricanos : « Mas vale la libertad con sus yerros, que 
la servidumbre con sus humillaciones.» (Zn /¡¡It-sta Católica y !a Hh^Tlad tu hs 
Estados Unidas por el vizconde de Mcaux) El clero mexicano j bendito sea 
Dios ! no participa de esa do¿lrina tan ofensiva de los oídos piadosos. Muy 
al contrario : tiene una fe tan robusta en la prudencia, sabiduría y santitad 
de sus magnfticns obispos, y tanto recela de la cortedad de sus luces 
y fogosidad de su ciráótet, que ha creído más seguro y menos Irabajoso, 
abdicar por completo el derecho de pensar por sí mismo, prome- 
tiendo al prelado una sumisión incondicional, ésto es : <r absoluta, sin restri- 
cción ni requisito, » según dice la Academia. Obediencia incondicional le pro- 
metieron los redactores de lo que ellos mismos llaman : «la tan importante 
y tan grave Gaceta Oficial del Arzobispado de Mé.\ico. > (1° scpt rpoo) 
Sumisión también incondicional le juraron los curas de k capital en 1901 
(Ti*. 9 junio); y A ella, sin duda, se debe et alto prestigio de que, por su vir- 



do 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



En calidad de buenos liberales, esos catálicos abominan ahora dei anti- 
guo partido conservador, alegrándose de que <l no exista >a, > y llamándolo con 
desprecio, á usanza de los masones, «partido reaccionario» ( K'ssodic, 1898), 
mientras que á Juárez, que fué el n=ote de su patria, le tribuían el liculo pom- 
poso y ridiculo de «i benemérito de las Américas * {Pa. 8 nov., 1900), y á los 
jacobinos les reconocen el dtirecho de atacar á la religtón católica, k Conve- 
nimos, dice £i País (^8 febr. 1901), en que los jacobinos tengan derechu en 
atacar como filósufos, dentro del terreno de la discusión, nuestra fe y toda 
clase de creencias religiogas. » V é\ mismo, haciendo uso de semejante dere- 
cho, denuncia y reprende a los católicos que por «scriipulo de conciencia, 
rehusan prestar la protesta : € \a protesta en nuestro concepto, dice, tiende 
no 56I0 á inrumlir el respeto 1 la ley, sino taniUién á dar una lección bastan- 
te significativa á los funcionarios (jue no quieran cumplir con uno de sus 
deberes más esenciales. :* (Reproducido y comentado por ^iJÍ'. 20 mano 1901) 
Hif aquí, pues, contestada esta pregunta irónica que Vigil hacia en afios pasa- 
dos, á Zfí Fon áe Mixko ; « ¿ No podría decirnos en confianza para cuando 
reserva la apología de la Conitítución de 57 y de las leyes de Kefurma? » 
i^on. 13 marzo 1S79) Tan cierto eSj como dijo (jarcia Moreno, al hítblar de 
esa clase de periódicos, que « vale más tener cien enemigos al frente que no 
un traidor á la espalda, > 

Del cumplimiento de ese deber esencial de protestar guardir y hacer 
guardar las leyes de Reforma, la Iglesia ha recogido frutos opimos, segiín no ' 
leme afirmarlo el impertérrito /'íiír, cuando dice ; <f Después de muchos años 
de Reforma, de enseñanza laica, de propaganda, racionalista, de positivismo 
y de prensa netamente atea, la fe religiosa no sólo no ha desa[jaiecido, sino 
que se ha acendrado, m (28 febr. 190 [) Por lo que toca á los católicos, la poli- 
tica del General Díaz ha alcanzado notoria é incuestionablemente completo 
buen ¿.xito (2 julio 1901). 'A la sombra de la paz verdadera de que se goza, 
parece estar demostrado que se ha realizado un vasto progreso (5 marzo 1901) 
que se debe tener como incuestionable éxito de la política del General Díaz 
en lo moral, tan apreciable como el desarrollo de los ferrocarriles en lu mate- 
rial ( Voz JO dic. 1898) Porque es cosa indudable para el señor Silva, que 
* la obra de la pas, realizada con tan grandes labores por una gestión enérgi- 
ca, prudente y sabia, es una obra magnífica » (j" caríapml. del arzob. de More- 
lia. a. 1901. p. s) Por mantra que es el liberalismo el auxilio más eficaz para 
fomentar la piedad, siendo los propagadores de esa herejía acreedores ú la 
estimaciuín y gratitud del clero mexicano, mientras que ¿ los abnegados solda- 
dos de la causa religiosa, que todo lo sacrificaron en defensa del clero, ese 
mismo clero hasta les escatima un mendrugo de pan. 

Hablando de los illtimos días del General conservador Severo del Casti- 
llo, El Ferrocarril, periódico liberal, publicó lo siguiente con fecha 1 5 de mayo 
de 1372 : •> Ayer estuvimos en la pobre casa que habita en uno de los subur- 
bios el infortunado General. íbamos á llevarle las primicias de la suscripción 



tud, saber y virilidad de caráéter, merecidamente goi* en el extranjeio el clero 

mexicano. 



abierta á favar suyo, y nos conmovió sobremanera el espectáculo de la com- 
pleta pobreza fjuealli presenciamos. Tres miserables cuartos casi sin muebles, 
algunas personas déla familia, un h^imílde lecho donde yace postrado el enfer- 
mo, algunos trastos con niedicamentos. . . Hé aquí iodo el aparato de un anti- 
guo general de división cuya lionradez intachable reconocen amigos y enemi- 
gos. » 

Pero cuando bandidos de la calaña de Kojas, Carvajalf Simón Gutiérrez 
Puebliu, que quemaban los templos, arrasaban los conventos y asesinaban 
^á ios sacerdotes en nombre de la Constitución, vi'íronse en circunstancias 
ftfliélivas, ese mismo clero que dejaba a sus antiguos servidores, como los 
Generales Remigio Tovar, Severo del Castillo, y Untos otros, morir en la mise- 
ria, dií repente sentía sus cntrañiis estremecerse de compaaión y püdía á los 
curas, dice admirado Cosmes (t. 19. p. jti), donativos en favor de los que 
« empuñaron las armas para implantar las leyes de Reforma y des[)ojar al cle- 
ro de sus cuantiosos bienes. t> Aun más, á esa clase de gente, la circular del 
vicario capitular de la arquidiócesis di; GuadaUjara ia prestí^'iuba llamándola 
con toda seriedad : x ciudadanos de los más decididos en servir .i. la patria, 
que guiados pnr su civismo y su amor patrio, empuñaron las armas para con- 
tribuir á Ja obra de la reorganización, .'siguiendo las inspiraciones varías desu 
conciencia. » 

« De lodos los torrentes, el más incontenible es el de la-bajeta humaDa, > 
dijo el licenciado José de Jesils Cuevas, rcíiri¿nd'jse A los católicos di: su épo- 
ca. Cuando se llega hasta el grado de llamar obra de reorganización y patrio- 
lismo los incendios, robos, estupros, asesinatos y crímenes sin cuento ^ue 
durante la guerra de Rcformu cometieron las gavillas que mandaban esos 
héroes de camino real engalanados fon e! titulo de generales y coroneles 
consiilucionales, ¿es d« sorprender que el señor Gillow escoja para apadri- 
narle en el a¿lo de su consagración episcopal, y el círculo católico de Puebla 
para su presidente honorario, al funeral Porfirio Díaz {J¿«i a" ¿poca), al gran 
maestre de la masonería mexicana, al gobernador anticristiano ( ri¡ dic. 18515), 
que introdujo reformas en la Constitución para hacerla más opresora de la 
Iglesia (Ti*. 13 Nov. 1S90); al que preside tenidas masónicas con caráfler 
oficial, recibiendo los honores de ordenanza, (7/. 5 dic. 1895) y se se jactó" 
en una plancha áu arquiíeítura, que asi .se llaman los discursos en las logias, 
de que «gobernaba con intención, espíritu y resultados masónicos ? ii> ( 7>1 aa. 
dic. 1895) 

i Es de entrañar que en Roma una misma persona, el scñoi Ani^elini, sea 
el cónsul de México aute el Quirinal, y el agente de los obispos ante ta Sania 
Sedej y que Lodo un arzobispo de Ml'xíco haya rehusado publicar la encíclica 
de León XIIÍ contra la masonería, y manifestado el deseo de que no hubiese 
católicos tii liberales, sino simplemente mexicano.'; ?(Xíi Xí^írAíV. 3 ü6t. 1884) 

¿ Ks de maravillarsequeolro arzobispo haya teiñdocomo favorito, comensal 
y huésped, á un sacerdote colaborador de periódicos impíos en su canijíaña 
contra el Delegado Apostólico, y tildado de crapuloso por la pren&t católica; 
y lo haya defendido contra las acusaciones que sobre él llovían, hasta que de 
Roma partiera el rayo de la suspensión que hirió á ese clérigo escandaloso, y 



de rcchaM á quien tanto tiempo lo habla escudado? {£/ Pu4b¡o. 30 junio, 
1" julio 1905) 

¿Es de admirar que otro arzobis|»o, por soto congraciarse con los libera- 
lea, haya excitado é. sus curns á promover !a erección de un monumento á un 
mal sacerdote, i Morelos que se rebeló contra el gobierno y contra su 
obispo, acaudilla una iiangrienta revolución, derramó fríamente la sangre de 
multitud de inocentes y pretendió rclbrmar la Rejiglón, siendo así que vivía 
descaradamente con una. conL'ubi na ?1 ni es el personaje, el héroe que propone 
el Sr. Silva como decliiido de virtudes cívicas y sacerdotales á sus curas,- 
diciéndoles que fui Morelos « un notable h¿roe, un notable estadista y legis- 
lador, un varón ilustre que respetó profundametite la Iglesia Católica, el sagra- 
do caráclor sacerdotal, y tuvo especial veneración por la santa misa, » {cireu- 
¡ar de 12 de nov. de ígo2) cuando bien sabido es, respeíUi á lo último, que no 
retrocedía delante del Bacnlegio de celebrarla, después de haberse refocilado 
toda la noche anterior con su barragana. (') 

Esta apostasia quir do sus principios y glorioso pasado han cometido los 
católicos: esta indiferencia y cobarde apatía para con los intereses niLÍs sagrados 
de su religión; este servilismo repugnante respeélo de un enemigo que los ve 
con desprecio humildemente postrados ásus plantas, recuerdauna escena por 
demás curiosa que pasó por el año de 1880, y que Zubieta y Quevedo narra 
del modo siguiente : «En un banquete dado en Puebla d D. Porfirio Díaz, 
un joven se Itfvantó en medio de la gianí/ada de drindis lisonjeros, á brindar 
también en honor de Porfirio Díaz. Eimpezó por decir que era huérfano y 
lloraba A un padre muerto; continuó que su padre había muerto fusilado; 
agregó que el fusilamiento lo había ordenado y hecho ejecutar, Porfirio Oiaz; 
y concluyó manifestando que é. pesar de éso brindaba por el fusilador de su 
padre, en quien reconocía un htíroe, grande hombre y otras cosas,.. Tales 
tiempos corrían por la República: qne aquel brindis contra la naturaleza 
pareció natural ¡i los a^dstcntes dd banquete. Los Romanos llamaban á ese 
estado general de los ánimos en un pueblo, servidumbre. Nosotros lo llama- 
mos política. ^ 

Coinu e-i natural en esas circunstancias, los católicos que por aquéllo de 
la política flaquean en la defensa de su fe y frente al enemigo voltean culatas, 
no inspiran á sus nuevos aliados sino descontiatua y desprecio, siendo tildados 
por éstos de < gente inerte y sin principios, > {Vtr. p. 537, 837) < poco amiga 



' « Mótelos no comprendió ni resolvió las cuestiones que se referían á la. 
parte religiosa y social de aquella situación delicada y ciilica, que llevalia en 
susenttañaa todo el porvenir de la nación, s 'Eso dice eon cierto eufemismo el 
licenciado Jostí de Jesils Cuevas. Cuanto á los Uherale.'i, Mortlos comprendió 
y resolvió esas ciiesiinnes en el sentido de la niasoiierfa que lo cuenta entre 
sus más conspicuos sanlaeos y de quien dijo Ruines : « Morelos C9 uno de loa 
tres principales refomLidores de México... Desconoció el defecho divino como 
origen de gobierno.., indicó la supresión de todas las órdenes monáülicas y 
anunció grandes cambios en el monumento religioso construido lentamente 
en dieciocho siglos, * {Ünf. p. 637, 38», 79, 102) 



de exponvr sus coniodidadb-s y U tranquUida.d da sus faiitílías á las itgitacíoncs 
polílicas, > {£v. p. 104) í lífiüda y jiasiva, dispuesta i aceptar lo (|ii« se haga 
|)urcllii; pero tncajiai: de lucer cosa alguna para obtener lo que desea,» 
<I>Li[ilup) i y preocupada li nica mente dv que d gobierno, sea <)uieii fuere la 
persona (jue lo ejerza, y cualesquiera que sean sus principios poülicos, dé 
gumiittas y seguridades i sus inicteses pecuniarios > (Cos t. 13, p, 52) De 
esas marcas de desprecio se quejaba aniargamenle el dcsjiccliado País, espe- 
ranzado A que en el campo enemigo sería recibido con los brazot; abiertos 
como un resfuerzo valÍo*io. « Hace cerca ya dií Ifl's años, dice, que /a¡ yos 
d( México )■ El Pah propusieron la política del (itneml Díaz como la mejor 
fórmula de unión y concordia (.pie al préseme i)udiera encuntnrse, y cuya 
fórmuia no aceptó ningún periódico libera I. Ha^talioj-no hemos obtenido de la 
prensa liberal otra respuesuqueBroseías ofensas.» (g. febr.a marzo 190 r) <Un 
periódico liljeral decía que nuestra adhesión al aftual orden de cosas era fingi- 
da. Otro dijo ijue el peligro para la paz es.iaba.cn los clericales;» (9febr. igoi) 
otro i\\.\c <en la lucha entre el cterícalismo no era. posible la conciliación. »(/'(?ni 
p. 76) V oiro se expresó con ni.^ dureza aun, produciíndose en estos térmi- 
nos : « Hoy contemplamos con desdén á los descendientes de aquellos coiiser- 
vadores clericales rjue más cínicos que sus progenitores, enemigos irreconci- 
liables de la democracia, viven del presupuesto de la Repiíblica, y, haciendo 
alarde de su catolicismo, protestan guardar las leyes que condeaa. el catoli- 
cismo. B {Glor. p. 386) 

El gobierno por su pnric reehs>^ó con 00 menos desprecio esa adhesión 
que para nada necesita y que por medio de sus órganos calíñcó de < hipocre- 
sía clerical. * {El Impardai. 20 julio 1901) Cuando, .-í pesar de tantos desai- 
res, quiso i;l señor Silva halagar al gobierno, invocando pilblicamente sobre 
el las bendiciones dtl ciclo, en \\i'i de implorar misericordia, El SigJo XIX, 
periódico subvenido por el gobierno y cuyo Direélor fué condecorado en 
las logias por el Presidente, le devolvió intaítas sus bendiciones acompañán- 
dolas de estos consejos : « El clero estS atacado de polilÍLÍani_-imo : enciérre- 
se en sus templos, y do nos meteremos con él. Kl señor Silva se pone en ridí- 
culo al pedir á la Virgen que bendiga á nuestros gobernantes que eslin fuera 
de la Iglesia por guardar y hacer guardar b Reforma y la Constitución atea. 
Esto es ir más lejos que Léon XIII, el cual se dirigió á la Repóblica France- 
sa donde siquiera la religión olida! es la católica... ; Cudtita herejía vn el 
sermón del señor Silva qut- ha venido á revelar la decadencia del clericalismo 
y las deficiencias ¡nteleílualts del episcopado; » (29 o&.. 1S95) lodo lo cuaJ 
arrancaba al TUmpe esas quejas amargas : 

« Horrible es ver que por miedo y por egoísmo el infame liberalismo 
obtenga de los mismos buenos, respetos, consideraciones, elogios, hasta baje- 
uts. Si aun en ¡o religioso estuviéramos todos lirnies; si al non po.>ssumu3 de 
la Iglesia respondiera unánime et nuestro; üÍ en vez de soñar prosperidades y 
venturas bajo el yugo IÍ3.>eia], tuviésemos siempre la convicción de que estamos 
en ¿poca de castigo, de persecución y desorden; si en ñn con esa prudencia 
no paliásemos defecciones más ó menos rastreras, el liberalitmo nos despre- 
ciaría menos, nos dañaría menos ynos respetaiín muchcj mA?. (joifl. iSrji) .. 



El error y t\ vicio marchan en paso triunfal, y la verdad y la vijtud trabajo- 
samente, debido á la prevaiicacián de los buenos que doblan vilmente U 
cabea* bajo la vara despólica de los | itrversos, merced A u na conciliación que 
sólo merect; los cpítutos de cobarde y miseiableí conducta d£ connivencia y 
de complicidad que permite al lobo destrozar á millares los ovejas del redil 
de Cristo. » (li ag. 1897) 

En estilo más templado pero no menas enérgico, el señor Cuevas llega 
i la misma ourclusión, diciendo : <i Con la paz se afeminaron ha'ila Esparta 
y Koma, Kn el seno de una paz profunda y duradera á causa de la corriijxrión 
humana, los deseos de goces y propias comodidades se avivan, y todos los 
egoísmos <ic exallnn. V nadn es tan cobsrdi' como el egoísmo : está 
lleno siempre de miedos, ¡¡ue de com¡)lacencia en complacencia lo 
arrastran hasta la lisonja y bajeia; y de L-stas lo precipitan hasta la 
complicidad y el crimen. Cuando el servilismo se apoderade una época úde 
un pueblo, poco á poco va extendiendo las mallas de su amplia red, hasta 
prendar en ellas á todas las clases del estado, y á todas las posiciones socia- 
les. Bajo los Césares romanos se llamó peste; bajo la tiranía de ios yrarsdes 
perseguidores Enrique Vtll é Isabel de Inglaterra, se apellidó desolación 
grande; y en el reinado de Luis XIV, en el que no se libraron de su infección 
ni el genio y el heroísmo, fue denominado vergüenza universal. Por desgracia, 
y muy grande, nuestras egoísmos mucho se han extendido y esLín muy llenos 
de miedos... I-a cadena de nuestros servilismos no tiene solución de continui- 
dad y á todos nos estáü quebrantando sus feríeos eslabones. , . Con un hecho 
abrumador corrobora nuestra Historia las terribles acusaciones que arroja 
sobre nuestra cahc-ía; sólo dos medios ha habido hasta hoy de gobierno : tí 
por el interés vil, que es el cebo de los coiaeones corrompidos; ó por el miedo, 
que es el resorte de las almas d<;gradadas. » 

De aquí resulta que « entre los católicos mexicanos, dice un publicista, 
prive la doíltina acomodaticia de que no su puede atacar i las leyes impías 
sin insurreccionarse contra el Gobierno. Un hecho histórico contemporáneo 
prueba lo contrario. Los católicos alemanes entablaron una lucha tan ardiente 
como ^loIioau en pro de sus libertades, sin asomo de insurrección contra el 
poder con-ítituido. Este se manifestó descontento de no hallarlos serviles; los 
persiguió, los encarceló, y los mató en el destietro; pero esta lucha, lucha 
verdadera y no de agua de borrajos, como la de aquí, nunca se ha conside- 
rado como insurrección por el Sumo Pontífice. ¿Qué tienen que contestar los 
que toman toda lucha por sinónimo de irisutTccción y desobediencia at Pon- 
tífice? Descontentar, pues, al gobernante, no es por sí misma una razón sufi- 
ciente para que deba caUarelcscritorcatólico,]^ ni uiueho menos rendir parias " 
i la herejía. 

E! le^ullado de ese torpe concubinato, de esa imposible conciliación de 
la luz con las tinieblas en cjuc viven el liberalismo y el Catolicismo en México, 
se ha dado A conocer, como lo apuntó ya la prensa religiosa, por una dimi- 
nución cada día más marcada de la fe y buenas costumbres, en tal grado que 
los mismos órganos ái: esa política de capitulación nv han podido menos de 
confesarlo á pesar suyo, y por más que su confesión fuese la condenación del 



trist« papel que Tienen desempeñando en ¿so de prestigiar á los mayores ene- 
migos de sus creencms ieligiosa%. Seguin^moc citando El Ptls, no por atr¡- 
biiiilc una imporuncia de la cual cart-cc, sino linicaincnte portguc. siendo el 
vocero del episcopado, por cuyo medio alwnzó una bendición espcci»! de 
l*(o X, nadie mejor que cl refleja «sos principios de adhesión incondicional, 

jpor [Mrle de los católicos, á la Constimción de 57, que es ahora el pendón 
aajo el cual e^tos milít&n, y también para que se vea que 110 peca de tomo ni 
de ignórenle a.1 pTCStigiar la herejía liberal. 

«Todo el mundo, dicev s;ibe que el liberalismo es una liiosofía abierla- 
menie coniiaria á \a religión. ( 1 1 sept. 1900) Conocer el liheiali'cmo es abo- 
m¡n;ir!a. Nu se puede ser liberal sino por perversión, es decir, por obra del 
medio en que se lonna el cará¿ler; por perversidad, ésto es, por amor instin 
ijvo fll mal; Ó por ignorancia, lo cual clerlamcnte cibe dentro del saber. {r4 
nov., 1900) Desde treinta años, el liberalismo está bnciendo una campafta 
iiicesaiiti: y casi siempre encarnizada contra la Te religiosa (20 julio njoil. por 
lo cual nosotros hemos declArado Con toda franqueza que la polílica del go- 
bierno AÍlual esti nuiy lejos de la línea de nuesUo crilerio político, (t; enero 
igoi) El Direílor de El J'aís. siendo redaíior de La Vos d< Mixko, decía 

jCn aa de febrero de rSQé : s La Vos que se precia de ortodoxia inmaculada 
tío \\3¡. sido, ni es, y roiHiAinus en el favor divino que jamás Heri parlidaria 
de ningún gobernante libeial ». «¿Acaso puede ser el hombre de los católicos 
el gobc-rninle cuyos periódicos, quu sostienen su polilíca y su prcstitíio, insul- 
laa i la Sanlfsiina Virgen tomo á una prostiliita? í> ( / "■>! 27 marío 1885) En 
efedlo, n ¿que se ha logrado en materia de ¡nsirueciiín religiosa en las escuelas 
y colegios oficiales? Absolutamente nada. Por el contrario, á pesar de que 
hay liberales que reconocen los desastrosos elefilos de la instrucción laica, la 
aéiitud del gobierno en ésta como t- n toda* las denuU cucslioiics que afcílan 
al tibcralisreio, es inexorable hasta hoy. £..1 este punto no cede cl gobierno á 
U opinión católica, {_Pa 30 juüo J901) Kn las escuelas laicas y colegios ofi- 
ciales se desprecia y se befa, todo lo religioso, (7 ag. iqoi) Desde hace treinta 
y tantos años impera en México cl libecalii<>no más a-vaníado en ideas antire- 
ligiosas, y no ha perdonado raedio de propaganda y de coni^uistn, I.a prensa, 
la escuela. !a influencia de los inicrsses preponderantes, la legislación, los 
poderes públicos, todo ha estado en mano.'i del liberalismo, y todo lo ha apio- 

LTCchado pira difundir sus ideas, sus ptincipios y sus aspiraciones. Y es inne- 
nblc que ha aleantado mucho ¿sito. I.a mayor parte de la generación ai5lual 
de hombres no tiene religión ninguna; hace más : se burla dt; todas las reli- 
giones, y especialisimamente de la católica. (11 sept. 1900) Todas la leyes 
que en estos liltiriios tiempos se han expedido :fnn aiuicleri cales, todas llcvsn 
el scÜo de dctetmin.id.i hostilidad á U iglcíjia Calyliea. No se ha dado aun el 
caso de que una sula ley siquiera haya sido reformada en sentido favorable d 
nuestras creencias religiosas (2c julio t^i). En la escuela, en los colegios y 
en let prensa del gobierno, se hace á nuestras crccncia-s religiosas la mistna 
piierra qiie les hicieron los gobiernos de los señores Juárez y Lerdo, y quizás 
con mayor persistencia, con mayor cálculo y más determinada intención, 
(t; enero 1901) Cuando, en cl odio á Cristo y su IgL'sia, se desciende hasta 

La Cuetii<}n rvli^ioiu, — 5 



66 



LA tÜIiSTIÓN JíELIGlOSA. 



eatoi manejos, nada más se necesita para que los católicos comprendan lo 

que hfinos repetido ante la conlUno de nuichos : que bajo esta apurcntc se- 
ri;nid.id de atmúsíera, obra de ios eRfuer/os del Estado, se desLirrolla. uiia aftiví- 
sim» persecución religiosa. (30 enero 1901) No creemos, pues, observar más 
que k verdad de un hecho al decir que la desmoralización aumenta, á pesar 
Üe c|ue los principióte del liberalismo mexicano imperan en el criterio ])ilblico 
y, en consecuencia, en la conduíta de la masa social ; { i r sept- igoo) y que 
ss nota un creciente abatimiento de las coiificciones caK^licas en todas las 
clases, muy particularmente en ia-s direílivüs de la sociedad católica. (24 ju- 
nio 1500) Cuando dominaba la te católica, no había suicidios: entonces el 
suicidio era rarísimo, verdaderamente excepcional (ijag. 1900) Hace treinta 
años que la escuela está bajo la influencia de la idea liberal, había dicho el 
mismo escritor en La Vos de Méxrn (30 dic. 1898)1 y el resultado es que cl 
delito cunde y contagia hasii los niños, y que el porvenir de las nuevan gene- 
raciones -sejii iíL cárcel. » AttualmetUCí tal c-S el iiiiaiero de la^ uniones ilegi- 
timas, que las dos terceras partes cuando menos de los niños qiie nacen en 
MéwCü, son ilegítimos, y que el pueblo mexicano es prádticamenle pagano. 
l,Pa 34 abril rgoo) 

'•_ Un diario de Mévico, que tiene obligación de defender al gobierno y 
di scu i liarlo, dijo eti los primeros mesea de iSgó : ' El ¡ií.-ís repugnante de los 
detilos, el homicidio simple y calificado, ha tomado propurcione^) que horro- 
rizan y que no aparecen en ningún otro país civilizado. En efetílo, tuvimos en 
el Distrito federa! : tiomiridios ó infanticidios, año de 1351, 47;año de 1894, 
479; afio de 1S95, 481. Aun cuando l;i ciudad ha aumentado, los homicidios 
c infanticidios, para ocurrir en la proporción del alio 1851, debían ser 78. ' 
Con estas citas copiada* del periódico gobiernista, nos basta para int<;grar 
una de tantos prucbus, la más horrible de todas, que demuestran los progre- 
sos alcanxados en México bajo la sombra paternal ¿ ¡lustrada del liberalismo... 
La criminalidad en Míxico ba aumentado tanto que ya podemos, esta- 
dística en mano, fijar la regla siguiente : mientras más años transcurren del 
gobierno, propaganda y ejemplos liberales, más aumenta la criminalidad en 
México, por lo menos en la cuestión de sanare, que es tal vez la más ternii- 
nanle de las pruebas de que en lugar de progresar, retrocedemos empujados 
por el liberalismo al salvajismo, t (Tí 17 marxo 1897) 

i V cómo no ha de cundir la inmoralidad, cuando la prenda Impía se 
jaéia de que no liay cuidado, por ser los obispos el óbice más Inerte para la 
organización de los católicos {Sigh X/X 2-¡ jul. i888);cuando el enemigo de 
la Iglesia, según lo publicó £/ /A'íirw i/c/ /yíííirr (10 niar¿o i8yi), y lo pre- 
á\<z6 el señor Moiitvs de Oca en la consagración del obispo de Veracruz, 
lle^a hasta el grado de procurar prelados i sü (justo? {/id 5 enero 1896) Kn 
ese caso i cuál será el gusto de los ^lobcrnaiUes de Mcxico « en donde, dijo 
el scfioi Montes de Oca á León XIII, la I^^lcsia ha sido despojada y alh^ida 
por leyes más humillantes y ciucles que en cualquier otro país del mundo? i» 
{Voz 5 febr. 1888) 

< Mientras subsistan las leyes que coditican esa persecución leligiosa, 
será más desgraciada la suette de lo> católicos en México que en otros países 



heréticos ü cismálicoi,!^ (J.de J.Ca£VjLi.)Siii (tiiDordc incurrir trn exiigeración, 
dice -£■/ Tieiufto (j8 julio 1S99), que 4 puedtf asci-urarse que Moxiro lia voni, 
do á su'ítiiuir k Celina en jiitnLü i tioidÜidiid hacia la It^letia. "!> 

Desviemos la vista del triste espcétículo que presenta» esos calúücos 
cansados dt; luchar, que traliajan par hacer más tolerable su stTviduniLiii.'. qwt; 
ensalzan, como e! Sr, Silva, « la obra majjnílíra de la paz » actual, tan nccc- 
Siiria en tfeílo (jara inj pertuibar el sucñu, ni acibarar la discsiiiSn, y rtanu- 
demos el hilo de nuesira narración rellriviido con qué brío y valor tos soste- 
nedores de la buena causa en rSjj se rcsislieroii k jurar cía impía Coiisli- 
lución que és ahora, en nuestros tiempos de apüsusia general, la Imiidcra del 
partido católico. 

<i 1.a cuesliiin del juramento, dice un escritor liberal, tiabia derramado 
irlmílos desastres sobre la RepiíbJÍca,npÍtatido las conciencias y enfureciendo 
la pasionts. »> {Porlilla. op. cit.) « Los motines se sucedían sin descanso al 
publicarse la Constitución. i> (Riv) Ucípucs de jurar en presencia del Con- 
greso y arrodillado ante el crucilijo que desempeñaría el cargo de Presidente 
conforme -X la Constitución, Comonlort fué el primero en violarla pidiendo se 
le continuasen las facultades extraordinarias para sofocar los jironuncia- 
mientos siempre renaí:Íentes (|uc promovía el juramenta de un código que, 
según él mismo había dicho, pugnaba con \& voluntad nacional y envolvía 
gérmenes de desorden y desunión. 

Pero Comonfoit, nun investido de facultades cxCraordínarias, era im¡x>- 
teme para dominar la situación. 1.a guerra que había esullado por todas par- 
tes era una guerra de religión, y por lo inismo una quería encarnizada en que 
se trataba de defender lo que el cristiano aprecia ni:ís que una idea política, 
más quo sus riquezas, más ¡lUc bu propia vida. .W sigiiienie di.i del juramento, 
un periódico liberal, el Trait d'Unhn, reconocía i]iie habla cameiu.ado una 
guerra abierta y declarada entre la Iglesia y el Estado. (Za) En Onxaca, cua- 
tro magistrados de! tribunal superior se negarot» á pre.itar el juramento, todos 
perteneciente 5 al partido liberal. *< I'or dondequiera, decía un periódico, ha 
sido preciso forzar las puertas de loi caiitpunarioi pura repicar en honor de 
la Conatitución. Multitud de empleados de todas catep;or(as se niegan á ju- 
rarla, y |)or igual motivo las autoridades de iiitichos punios han sido reem- 
plazadas dos y tres veces hasta llegar el caso de que en una población del 
Estado de San Luis fuese preciso echar mano de unos alhañiles para enco- 
mendarles los cargos pilblicos. No se ve en los per iddtcas otra cosa que noti- 
cias de fuerí4»5 que salen de un punto á otro con el objeto de hacer jurar la 
Constitución. En las pnblacionefi de algunos Estados, las municipalidades 
enteras han sido reducidas á prisión ó andan prolugasiy 011 casi todas lu ha- 
bido que lamentar tumultos y desgracias más ó menos considerables. U'tinia- 
níenleen Chilapa se resistieron al juramento las autoridades y empleado.': sin 
otra excepción que la de un soto individuo; acudieron fuerzas del gobierno 
del Estado; pero se levantaron los indígenas en nilmero considerable y las 
derrotaron después de un combate de muchas hor.as en que pereció multitud 
de gente. Hay quien haga ascender i. cuatro mil el numero de los indios 
sublevados. {La Cma. zi mayo 1857) «En .'^guasca lien tes, dice Rivera, quitó 



el Mftor Lópex de Nava el voto a¿livo y pasivo i codas 1u personas que ut* 
cita ó expresuuiente hahfaii rt^ístidu jurar In Constitución. En Oaxaca iuibfa 
grande efervescencia, portiue el (ífiliemador Juárez de9terra.h9 A los ecle- 
siásticos que se negabrin á dar sepuitur» A los que morían sin retraíUrse íle 
haber jurado la Constiniciiin. » 

Con motivo de esc juranienlo se formó en Zamora un gran motín (¡tie 
obligó al Ptefeítio á abandonar la poMacidn. Otro tanto pasó en Lagos donde 
e! pueblo lo empicó lodo píira inipciür (¡vk; allí se publicara la Constitución. 
Kl jefe encargado de pjblicarla, colocri. la víspera del u de abril de 1ÍÍ57, 
mucha fuerza arm.tda en diversos puntos de h población, Eldía 1^ ^e publicó 
la Constitución, y media hora despuüs el pueblo se presentó cu varios (^''^pos 
gritando : ¡Viva la religión, viva Dios y mueran los impíos! Las patrullas 
trataron de disolver los grupos, pero siendo acomelidas por los descontentos 
rjuc st arrojaron sobre ellas para desarmarlas, hicieron fuego sobre «1 pueblo, 
hiriendo y mniando i muchos individuos, is Los que destruyen instituciones 
viejas y respetndas, decía coa razón Comonfort, tropiezan síumpre con resis- 
tencias formidables, y tienen (¡ue hacinar las víiSiimas en proporción de las 
ruinas que aniontoi^an. ? f Semejantes hecho?, ac;reí;ab¡i ¿u O/ís (ar mayo 
1S57), son de malísimo agüero pata la felicidad que, segiln dicen, ha de 
acarrear a) país la Constitución de 1S57. E\ Supremo Gobierno lo debe haber 
comprendido asi, puesto <picya en el Estado de Jalisco se admite á los em pica- 
dos y .luioitdades el juramento con restricciones relalivanieiile á los artniulos 
que se roüan con la Iglesia; y pucsíti que, asimismo, en diversos puntos han 
sido repuestos en sus empleos individuos que habían jurado con idénticas 
restricciones el nuevo código. » 

'A poco tiempo l;i guerra religiosa se gener.iliíó y st hi^o más fornjal, 
provocando en toda la Rcpúi)lica innuraerablej asonadas sin que el gobierno 
[judiem sofocirks sino á cuesta de grandes gastos y fatigas, y sin que lofi 
triunfos que logr.iba lal vez sobre partida* insigniíiiHntes, sirvieran para res- 
Ubleccr la |xi¿. 'A pesar de los destierros, prístoiies, y multa; mipuesios á 
los periodistas, todo resultaba inútil para contener los avances de los rt-voUi- 
cionatios ipit: hacían ülnrde de aet perseguidos por el gobierno, con lo tual 
lo derrotaban. -;. El gobierno, dice Vigil (p. 102). no tenía confianza ni en sus 
■nisnioü servidores... I.us motines y iiroiiiincianiifnios por todas p^irtes esta- 
liaban. » TiíihíÍ^ Mvjía en la Sierra (iorda, Juan Vicario en el sur, Remigio 
Tovar por Jalisco, .Vlnrcelino Cobos y au hermano José Marta por distintos 
rumbos, y Miguel Miramón por donde más conveniente era su presencia, 
tenían en coniinuu niovÍiiiienl(j ií las trojias del gobierno y salían vi¿loncisos 
en muchos encuentros. (Za) 

Pocos días des|)ués del juramento de la Constitución, también al 
Ministro Iglesias le vino cit talante el hacer con el clero alguna barrabasada 
qae le diera fama de librepensador y de campeón de los derechos del hom- 
bie. El I i de abril de 1857, expidió un decruto que, segiln Juan José Baí, 
4 equivalía Á dejar indoladus los curatos. » f í-'tf. p. 269) con prohibir á los 
p.'lríOíOí cobrar obvenciones de los que sólo ganaban lo justamente necesario 
para mantenerse, y vino i rectudecci la guerra religiosa, y s« una nueva prueba 



CAPÍTULO m. 



69 



de la intrusión del gobieino civil eti el de la Iglesia. Dech d ntiiüstro^ con 

mucho dosplanCc, que ni promulgar ese di^rcreto, «el goblemo dabft cumpli- 
miento A lo qur: se hallaba cslaUlecído por lai leyes de ta Iglesia, D codio si 
¿sta Qcccsitaia ser tutoreaib y enseñada pot un gobierno tan celoso du 
loB intereses de la Iglesia, que se haljí.i echado sohre sus bienes, había deni 
bado templos, encarcelado y desterrado á los obispo», y merecido del papa !a 
fea nota de perseguidor de Ib Jglesia. 

Pero toqueiicabóde llenar de tristeza tos cortizoncsde los católicos, fué la 
escandalosa coiidmíia de no pocos cltírígos que en esos días de prueba en que 
su fe debia tiuberse aerísolido, apostataron coliardemente, ó lanzáronse á la 
revolución en calidad de ^uerrilk'roí, tombaiiendcjen las filas de la deniaL;o- 
gia. Los más ttisteniente ciílebres fueron los Padres Jesiis liuslamante 
{-?«. L 18), Vigueras (f%. p, 194), Rodrigo Viíloria, Manuel Gonaüez 
{Av. i'Sept., 1S58), Jesús Dfaz I>eal (ÍOg. p. 253); el Cura Norlierto Gue- 
rrero C'í^. p. 46); EnriLiue Orustcs, guerrillero, apóstala y después Cura de 
Tai:uÍ>aya; y un Padre Domínguez, autor de crimcncs tan horrendos, que el 
mismo juáreA, nada e'icnipuloso en tratándose de las travesuras de sus ami- 
gos, nwndd fuera fusilado un el a£lo de ser aprehendido. {Keratry. LMlhia- 
Viiliofi et ¿a Chüfí de ¡'Erapcrtur Maximiiien) Oxios sacerdotes, imitando al 
obispo de Oaxaca quien, á petición de Juárez, dispuso que 5e eantartí un 
solemne Te Deum con motivo del juramento de la Constitución, juraban el 
referido mamotreto, ó lo defendían en la prensa, como el religioso dÍcguÍno 
Ignacio Hernández ( V'^), 6 bien obraban de conformidad con el Vicario 
Capitular de Tabasco, José María Sastní, quin invitado por el Gobernador 
del Estado á concurrir al ¡lalaeio del Gobierno á prestar el juramento de la 
Constitución, contestó que sus males le impedían aceptar esa invitación, agre- 
gando estas palabras : «: Mas declaro soleninemente que la respetaré, cura- 
piirc y haré cumplir al clero tabasqucño á cuya cabei-a me hallo, en el ínterin 
la Divina Providencia t]uieTe mejorarme para poder presentarme á V, E. i 
cumplir con tan saiirado deber individualinenlc. j {Áf/(c. p. 57) 

Otros sacerdotes, comoel Cura Juan N. Avíiü, aprobaban la ley que des- 
pojaba d la Iglesia de sus b¡enr;s, ó manifestaban, como loa Padres Anaya y 
Campa, que á pesar de estar suspensoB absolverían á los ladrones de bienes 
eclesiásticos' (í^íiy.); otros, como el Padre Valen/ucla {Vig. p. «43) 
hacían do capellanes de las chusmas de Degollado, ó ayudaban i 
saquear las tiend;is, cual lo hizo en Irupuftto el sacerdote que los ban- 
didos de Pucblita traian de capellán (Av 24 enero 1859), ó amparaban 
i los perseguidores de la Iglesia, como bino José María Cabrera, Cura 
de Ixlacaniaxtitlán, antiguo y resuello liberal, quien ofreció al guerrillero 
Alntriste un asilo y un centro de operaciones para que pudiera, desde alli, 
emprender diversas expediciones contra los pueblos adictos á la causa de la 
rdigiún. ('An^'el W. Cabrera LibfraUt /lusires Afexknnm) 

El 31 de junio de "^59. el cabecilla y cura Ignacio Tríispeña, y el mer- 
cedario Alejo Castillón profanaion la iglesia de San Felipe, cerca de ( luana- 
juato, predicando en ella unas blasléniias que llenaron de horror é hicieron 
huir despavoridos á los habitantes de aquel pueblo. {Av. ag. 1S59) a Teñe- 



70 



lA CUIíSTIÓN RELIGIOSA. 



mos en Zacatecas, decía el Diario dt Avisos (jfi ag..i8s9), unos cuantos 
apóstalas, coiii» CoIIet y oíros íiue (lorsii dtíjíravada condufla, han abrazado 
el cisma, y se han convertido «n viles iiistnimentos de ia demagc^ia para des 
catolicizar al pueblo mt-xifana /• 

1^ masonería había dicho ¡i sus ndcijlüJi : « Formad corazones viciosos, 
y no tendréis más católicos. Lo que hemos emprendido es la conupcit^ del 
pueblo por medio del clero, y la de éste por medio de nosotros. )» (S^ur, 
Lo üa-otitciÓH) 

Como era de esperarse, los periódicos liberales se hacían lenguas para 
ensalzar á los infelices que se olvidaban dt- la dígniílad de su sagrado ininis- 
tetio : «no de ellos, alabando al Canónigo Casería que había declarado la 
ronfesion íina superfluidad, cíclamalía diciendo ; í Éste ea el tipo del sacer- 
dote : si todos los de solana fueran como él, el porvenir de! pais variaría. 
¡Honor y gloria al verdadero apóstol del Evangelio, que sin más guiii que la 
virtud, desoye los mandatos de pastores corrompidoa, y no escucha las bar- 
baridades de Roinal » {Av 27 enero 1ÍÍ59) 

Esta excitación á la apostasi'a por parle del liberalismo, hállase consi- 
gnada cu las leyes de Mc.\ico para elcrno baldón de esa Repií l>li';a senaria é 
intolerante que proclama hipócritamentf la libertad religiosa, negándola en 
seeiáda i los católicos. Allí el sacerdote fiel á su vocación queda por este 
solo hecíia incapacitada para volar ó ser volado en las elecciones, ó desem- 
peñar en la administración del gobierno el cargo más insignificante, mientras 
que al apóstala se le hal^a restituyéndole íntegros sus derechos de ciuda- 
dano, como lo evidencia esta coiilesíacióii (¡ue en 1S7J dio el Ministro de 
justicia, D. Ignacio Ramírez : « Habiendo abandonado el ciudadano José 
Haría Corlas la profesión sicerdoial, disfruta aliora de todos sus dereclKJs de 
ciudadano. ^ 

Kn vista del reducido número de sacerdotes (pie en 1850 contaba la 
Ruptíblica; pues, no pasaban de 4. 275^ es sensible el que entre elion iiaya 
habido tnnus defecciones, hasta el grado de haberse encontrado dieciociin de 
sus miCTiibrris que se cm^HUíaroii más tarde en establecer una iglesia cismá- 
tica. \Al<-K<xiholieeH ia Kirchenhxicnt}, edited by Kaulen) Cuandrv .^rrangoi» 
llega á decir tiue «lacondnéia de algunos clérigos ha dejado mucho que 
desear, pero que cuando x-ino el momenlo de la prueba, no tlegi'i á cinco el 
numero de los apóstalas: y que frailes hubo f^ue de mala conduiíta hasta 
entonces, la tienen ejemplar desde aquelLi época, 7) no permite la Historia ni 
la dignidad del escritor católico subscribir una absolución dada en términos 
tan generaips; tampoco podernos dejar pas.ir sin protesta esta piadora men- 
tira que en La Linttriux de Diogenes { 18 mar^o rSgíi) estampó el presbítero 
Ciabino Chávez : 'í Entre creer a. un «acerdole capaí de un crimen ó creer 
un milagro, debe creer;e lo segundo, f Dios no necesita fiiiesiras mentiras : 
(Jiib. 15. 7) á pesar de los escándalos que de vez en cuando empañan el brillo 
riel sacerdocio, el clero es, en lodo el mupdo, im modelo de dignidad y hon- 
radez, sin que sea preciso, para firobarlo, acudir á las exageracioneH y super- 
cherías de un celo tan lor|)e como ignorante : basta reproducir lo que de él 
han dicho sus mayores enemigos, 'i. La vida de los ságlarcs, esciüic el impío 



VoltaiVer hK sido siempr« más dcearregladá que la de los sacerdotes, si bien 
lus vicios (le ésios lun sido más notados, a causa de su coniraste con la 
rcftla. » (Essai sur Us Mocurs) ". En icalidad, confiesa un protegíante, el DÍA- 
cono M»it1and, U Historia atestigua que en todos lo& tiempos y lugares, el 
cl«ro lamo rt- guiar como secular ha sido siempre mejor que las demás clases 
Je la sociedad. > ( Tie Dark Afes. p. 8) 



CAPITULO IV. 



/?íi« di TaeuVaya. — Com^nforí Jetíonoíe ¡a dfnsUíKWH y vHílve d 
dt/enderla. — EJ dírróíado y fnisa A fus Ei/ados l/fiides '•uya iníeríxit- 
ii¿n había soiiritado. —Juártí st Íntima tn el ^ohiertso y sale para el inte- 
rior de la Repübliea. — Preüdencia ds ?MÍcaga. — Derrita d« ¡es liberales 
en Sa/aifianea f hma di Cuadala/ara ficr loí eoftítrvaions. — Embarto ¿4 
Juáret en MaasanUlo: su iitgada á i'emcrtn. — Asesinaios di Zifitztta tu 
ii-xcigietas. — Miuric de OscUa. — Stti^uío de la CíUedral de Afore Ha per 
Upitaac Huerta. — T^rna dt Guada hpirú por Simtt's Df foliado y eiusiiatc 
de varios Jefes cense ri-adores. — iias^os i'io'-ráfiias de De^ollads. 



' A Pesar de su conduíla vacilante, Conionforl salití clc<ÍÍo Presidente de U 
•^ KcjHlblica, « Ro sin que los soldados con sus oficiales li la cabcea asalta- 
ran en las principales poblacionei las mesas eleílorales, é hicieran triunffir al 
|i;iitidu moderado, í (Rsv) El primero di; díciemlirt de 1^57, tumo poseaióit 
de la ¡nesidencia y prestó el juramento de que gobernaría con arreglo á 
aquella Coiisliluciói» por él mismo calificada de surgidero de dcsavcnicnciaí, 
En esla ocasídn, « Coinonfort se presentó ante el Congreso, dice Portilla, más 
bien como una vííliinaque se inmola al cunipÜniienlode unilelier, que como 
un t'andidjLto popular que en el día de su mayor triunfo anuncia magnificas 
esperanias. "i 

« Por desgracia, escribe Rivera, en la creencia de que fuera de la Ity se 
liabia de hallar la salvación, una p.^^te de ia prensa liberal aconsejaba medi- 
das ilegales y revolucionarias, queriendo que el Cüngníso que ilw á reunirse, 
se declarara reformante del código de 1857, que el gobierno conlinuara con 
las facultades excraoi diñarías, y se restringieran las de los listados... Los enemi- 
gos de] orden por todas partes brot-iban sin que [ludieran acabar con ellos ni 
v\ valor de las l.ro[ías, ni la vigilancia de las autoridades. j> La anarquía 
producida en todo el país por causa de la Constitución, no podia ser mayor. 

AI amanecer del día 17 de diciembre de 1857, el tieneral D. Félix 
Zuloaga, jefe militar al servicio del i^obierno, se pronunciaba en Tacubaya, 
de acuerdo con el Presidente, arrastrando en iavor di su plan á toda la guar- 
nición de México. En él se deda qutf la nación necesitaba de instituciones 



adecuadas á sus coaiunibnes; que en vcx de sostener lo que la natidn reprobabi. 
la ínsrcA. armada titlria ser el aiioyo y la defensa de la voluntad del pueblo; y 
que etWndo nquélLi hien cxjires.ida de mil maneras, se desconocía desde 
ahoiÁ la Constituciún de 57, y se exigía la conví>catorÍa de 1111 Congreso para 
tiftcet otra carta más adecuada al país al cual debería someterse para au apro- 
bación antes de que comenzara á regir. Entretanto, Conionfort seguiría 
encargado del mando supremo con facultades omnimoda» para pacifiCHr ta 
nao j ó ti. 

Comonforr acepta ese plan en la convicción de que convenía á la trao- 
quilidad del país. ■( Si á fuerza de castigos hubiera intentado sofocar aquel 
leviinUiniento, escribe Portilla, lubría ínundiido en sangre á la Repúblictu 
La insurrección ardía como una inmensa hoguera imposible de ajifigar : los 
enemigos del i;obierno avanzaban como un ejiírcito invisible contra el cual 
de nada servían el valor ni la estrategia. » El mismo Comonfort confesó que 
lt el grito do las tropas que miciiron este movimiento no era el eco de una fac- 
ción, i\i proclamaba el triunfo exclusivo de ningán partido : la nación repu- 
diaba la nueva ciirla, y las tropas no hicieron otra cosa más que ceder á la 
voluntad nacional, ,. Uegó por lin el momento en q»e la Constitución sólo 
era sostenida por la coacción de las auLorídades; y persuadido yo de que no 
podría ir adelante en el propósito de hacerla cfeiítiva sín sao'ifícar visible- 
mente la voluntad de la Repviblica, me resolví .-i ponerla en otras msnos que 
la salvasen de una situación tan crítica, pero me detuvieron gravea conside- 
riicioiies que se prcscntíiron de golpe á mi espíritu. .*> 

Esas graves consideraciones á que se refiere Comonfort pueden descu- 
brirse en estas palabras que le dirigió 1). Juan Jos¿ Baz : <í La Constitucidn, 
como no he tenido cmi>ara£0 en decirlo pdblícamenle, es de tal naturaleza 
que nu se puede gobernar con ella. Si se trata de seguir el canimo del pro- 
greso y de la<i reformas, tiene tales trabas y tales inconvenientes que «5 
impt)sible qiie el Ejecutivo pueda marchar; porque [jara todo tiene las manos 
atadas. Si por el contrario hay necesidad de hacer algunas concesiones Al 
partido que durante dos años !ia combatido al gobierno de Ayutla, umpoco 
se puede; porque ya ha elevado á preceptos constitucionales varias du las 
leyes contra las cuales han protestado los obispos; así por cualquier caníino 
que deba marcharse, la Constitución es un estorbo, y no hay otro remedía 
sino hacerla á un Udo, y como paso necesnrio, quitar también al Congreso. 
Contestó Comonfort : Uiariamente recibo multitud de cartas de los Estados, 
dicit-ndome que no se puede ra,irchar con la Constitución, v (M. Fayno. 
Mcmoriti sobre la itfí>oiiui^H df tS^j^ 

í Doblado, escribe Portilla, había estado en la Capital pocos días sntes, 
cuando los rumores de un golpe de Estado eran el asunto de todas las con- 
versaciones; y aunque se había exprewido contra toda medida violenta, había 
declarado tambiín terminantemente que si ¡lor las vías legales no !e podí.l 
lograr I.T reforma de la Constitución, seria preciso intentarlo por cualquier 
otro medio, porque con ella 110 eia posibh: Robcrnar, ni defender la libertad 
contra sus enemigos. L>el mismo modo exaülamcntc pensaba el General Pa- 
rrodí, que lo había m.inifegiado asi con la franqueza propia de su cai.i<5t«r, y 



CAMTULO IV. 



7S 



con el (íeicclio que I« dftban á cxpresmie librtiiniitlc eii aquella cuestión loa 

UriUanlts stn'iííios (jiie li la aiusa popuhr haliia jiietiwdo. V en el mismo sen- 
tido estaban, por último, lutlos los liomlnes de pie*l¡gío y de saber f|ue niiU 
figuraban en los consejos de la.ÍÍ^...Veníicüaeen la Capital clpionuticiatnienlo 
de Ziiloaga sin oposición alj^unn : nadie se atrevió á movprse, nadie osj5 ievaiiUir 
la VOK contra él; y si liien alijniios ór^iinos déla prensa tíbrial guardaron un 
silencio desaprobador, otros penúdicos liberales también salieron ¡i ia clefcn:!! 
del pronunciamiento. » Si éitc fué popular en la Capital, no lo fué menos en 
los Ksiados. «Todo el interior hasta los Estados más téjanos, escribe Rivera, 
fueron adhiriéndose al plan de Tacubaya, » 

Entretanto ¿qué hacía Ju.ir<;z para evitar fuera desconocida esa Consii- 
lucidn que había jurado defender? Juirea entonces en nada disentía con 
Comonfort quien lo tuteaba, era su corapadie, lo nombró en enero de 1S56 
gobernador de Ooxaca y lo dcsignij á su partido para la presidencia de la 
Suprema Corte de Justicia. Cuando Comonfort manifestó ai Congreso, en 
1 2 de octubre de 57, qac «; la Constitiicián no era conforme con lu voluntad 
del pais. envolvía gérmenes de desorden y desunión, »■ y necesitaba í refor- 
mas indispensables; n siete días después, Juárez aceptó colaborar á la política 
de Comonfort como Ministro di; Gobernación, .sin duda cíjnvencido él lam- 
biéa de q,ue '^la Constitución envolvía gérmenes de desorden y desunitin, > 
y ofreció enviar al Congreso la iniciativa de « reformas indispensables > que 
necesitaba el mamotreto de 57. Mucho tiempo aiitnrs del 17 de diciembre de 
1 85 j, sabía que iba á veiificarie en aquel día un goipc dt Estado encabezado 
por Zuloaga y Comonfort quien se lo habis comunicado. En vez de cumplir 
como Ministro de ■Gobeniación con su deber de salvar las instituciones que 
había jurado defender, y arrestar á Zuloagn cuya carta invitando á Kpitacio 
Huerta á pronunciarse se había leído en el Conyrcsa en prenuncia del mismo 
Juárez, este (iretendió con mucho desparpajo no saber nada, y bajo su firma 
aiieguro al país, engañándolo á sabiendas, que « el Gobierno estaba lesuelto á 
suprimir toda -nlentona, aunque ella fuese apoyada por !a fuerza armada, i 
cuando íiabía precisamente lo contrario, que el Gobierno era t|uien iba á pro- 
mover esa intentona. Asi fué como Juáreí: ayudó con su complicidad y silencio 
críniínai á que prosperara el plan de Tacubaya en e! cual se hacía trizas el 
libreto de 57, y ustipo mañ<isamcnte impulsar á Comonfort al abismo, dice 
el General Juan N. Miraíueiites, á fui de rccoKer la silla presidencial, de la 
que cayó dicho per^onajtj, viclima de un vertigío ambicioso. ¡^ (Áíin. 
S2 marío 1S71). 

En virCud del plan de Tacubaya, los conservadores reclautaron de 
Comonfort la derogación á la ley Lerdo y á todos los decretos relativos á la 
Iglesia. Por su parte, los liberales pidieron, al Presidente que eii nada inodi- 
fic;i3e e.^a ley, porquu ella bahía creado gandes interesen que nu mismo 
gobierno había garaniizado. Comonfort desvirtuó el plan de Tacuíiaya y así 
dejó á las adjiídicatarioB de bienes de] clero continuar en posesión, de ellos. 
Exasperados de verse burlados, los conservadores se pronunciaron ci 11 de 
enero de 1858 en unión de las tropas de Zuloaga, desconociendo á Comon- 
fort y pidiendo el cump! ¡miento del plan de 'lacubaya, Kn vista del sesgu 



74 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



qne tomaban las cosss, el Presidente se voIviiS á declarar partidario de una 
ConstiHicitiii »;i>nlra U cnal se acababa de proiumciar, y se preparó para 1a 
defensa en la Capital. 

4 En uno de aquellos días, atravesanm las catlc» de la ciudad, pistola en 
maro y al galope do^* gal lardos jóvenes que pasando por cerca de las linea* 
del ílolñerno, /tieroii d parar al tronvento de Saino Domingo, y desde allí 
trasiadaroii á la Cindadela. La. ntuitilud corría iras olios y los vitoreaba, y 
toda, la línea de los pronunciado!! se echaban las campanas a. vueln en seüál 
de regocijo. 'J'enían razón para alegrarse; porque los xeciín llegados eraH 
OsoUo y Mir:iin¿ii, los dos paladines más valientes con que .siempre había 
tontado la revolución conservadora. * ( /-Dre) 

Después de diversas escaramuzas en las lalks. Comonfort vi¿ndi 
abandonado de todos los partídoí, salió de México el !i de enero de 185 
con dirtícción ú Veracru¡; donde' se embarcó para los Estados Unidus, 

Desesperado de hallar en su patria auxilios para mantenerse en el poder, 
no vaciló en proponer á los Estados Unidos la venta de parte del Icrrítorio 
nacional, con tal de conseguir en su favor la inierveneíón norteamericana. £1 
Htraldo de Nueva Vork decía en abril de 1858 : <í 3c necesitan algunos mili' 
tares para oficiales de una briscada que se va áorgan libaren esa ciudad cun el 
fin de ir á México en auxilio del gobierno de Comonfort. Se han entablado 
ya negociaciones sobre el patticiilar con ei gobierno mexicano, y en con; 
cuencia, lodos ios qtie deseen lomar parte en la empresa lecibinín los tnfor 
mes necesarios dirigiéndose por escrito á D. K. 38S. Clrand Slreet- 
New Yk. » 

En ese misaio mes de abrí!, el Weekly Herald, entrando en más d 
lies, ;igreg.iba á lo anterior : «Se me ha asegurado de un modo positivo que 
durante la adminÍBtr.ic¡ón de Comonfort 6 la de su .nntecesor, se hiio una 
venta ó cesión de 33 millones de acres de terreno en Sonora, casi 
igual en superficie al Estado de Nueva VorJt, á una compañía coloniza-' 
dora de los Estados Unidos; además, que se cerró el coniralo, que tas prue- 
bas se bailan en uno de los bancos de esa ciudad, y que el gobierno ameri- 
cano sabe lodo lo concerniente á dicho negocio. J- Esos informes, por cierto 
nada imaginarios, lo.s amplifica y corrobora V'jgil en esta.s líneas : <En 
1857, la casa extranjera esiablecida en .México bajo la razón social de Jecker^ 
Torre y comijañía, celebró con el gobierno de Comonfort un contrato sobre 
deslinde y enajenación de los terrenos baldíos de Sonora, Pesqueira se opuso 
oficialmente á aquel contrato, » (p. +02) y así * quedd frustrado el empréstito 
de los (juince millones con que pretendió Comonfort vender e! tertitorio, > 
{/irn'e Reftífocióii dei Memovitndum del Gefwal I. Comonfoft. N. Vork. 1859). 

Fundado en esos datos, escribía el Evtntn^ Pytss .• « Hay motivos para 
creer que se estaba Iiacicndo un esfuerzo grande en los Esludos Unidos para 
ayudar al gobierno de Cotnonfort cuando liego el aviso de que ya era muy 
larde, » Que esa ayuda iba .i prestarse mediante la cesión, por p.irte de 
Comonfort, de iliia parte del territorio nacional, vienen á confirmailo los 
documentof siguientes : « Si el gobierno amcricíino « viera enleíamente 
libre, deda el .\orlh Amerüan, « fácil comprender qin*aptovecliariagu.sto»o 



ibia , 
os^H 



el «stado embrollado de las msas eii Mcxico para ndehiilar en la política de 
adquisidón de territorio sobre que no sólo lia estado niedilando, sino nega- 
cia.ndo efeílivamenie. Y aunque Conionfort y su partido s*.- jadiaban de su 
di-vocÍóii á la ¡iiviol.ibilidad y santidad del territorio, estaban dispuestos á 
hacer proposiciones cuyo objeto era cubrir el déficit de su ai-oiado tesoro y, 
por ese iiiediti, continuar en el poder. » 

Corrobora las intenciones luercantiles de Comonforl la siguiente carta 
dirigida á Vidaiirri, Gobernador de Nuevo Léon, por uno de los jefes del 
ejército lilter.il y [lublicada el 30 de mayo de T857 en E/ CoHttituciima! de 
Zacatecas : ", Va ud sabrá los biírbaros fjro|iósilos ([ue tiene Comonforl de 
venimos á infestar con una horda de bandidos filibusteros, cuyo estratagema 
es proclamar la Sierra Madre; pero será muy conveniente <iue no admitamoi 
estas ofertas, porque 00 es posible que nosotros, después de que nos despe- 
dacen, admitamos que nos anexen á los Estados Unidos. Va el ayuntamiento 
de este lugar remite á la secretaría de ese gobierno en copia K.nA noticia que 
recibifi de Bejgr, sobre las conferencias que ha tenido Comoiifort en 
Washington. » 

Paia que se vea lo adelantado que estsban esas negociaciones de 
enajenación del territorio nacional, dice el Times de Nueva York r " AntM 
de la caída de Comonforl, se habían negociado vaiios tratados con MisKr 
Forsyth. relativos i un préstamo de los Estados Unidos á México, para cuyo 
reembolso se Tiabian de dar en bi])otec.i el Estado de Sonora, y garantías para 
un arreglo sobre el paso del istnm de Tehuanlepec. Si el partido liberal 
vuelve al poder, cree Zerman que todos estos tratados se llevarán á cabo con 
tanta facilidad como con Comonforl. Los Estados Unidos no tie.nen nada 
que esperar, ]>or medio de tratados, dd partido de la Iglesia, y MÍsti:r 
Huchanan no puede meno? de comprender que está en una buena polfíicdi el 
auxiliar al partido liberal en México. » 

'A esas tratados alude indudablemente el General liberal U. Manuel 
Mdtquez de Léon, cuando refiere que « habiendo capturado las d<H barcas 
(!c la expedición filibiislers de Zerman. éste vino prisionero á la Capital, y 
después, se entendió con Comonforl para un negocio infiímu, » Parte de esc 
ncgaeiu era el codiciado paso del istmo de Tchuantepec, concedido más 
tarde por Juárez, á los Estados lÍÉiídos con mengua de !a soberanía nacional, 
y que y.T hubiera maibiirato Comonforl al no habérsele presentado circimslan- 
cias adversas á la realiíación de sus dcíeos. 1. La dnica esperanea qu< 
teníamos, le dtjo su Ministro Manuel rayno. era la de poder hacer algún 
arreglo con los Pastados Unidos, pero la espantosa crisis monoLiria que hay 
en l3.t principales placas quita toda espcranca de que se pudiera hacer alguna 
comhÍnac¡('in que piodujese recursos sobre el tránsito del istmo de Tehuan- 
tfcpcc, s i Vii(. p. aóg). 

Mucho sintieron los Estados Unidos la caída de Comonforl y el adveni- 
miento del partido de la Iglesia del cual, decía un periddico norteamericano, 
ro había nuda que caperar. De ahí su marcada hostilidad para con ese par- 
tido contra el cual no tardaron en dirigir amenoais que más adelante vere- 
mos realizarse. Decía el Mexiom Etíraordinary del 3 dn entro dt 1S57 : 



76 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



< Los Estados Unidos s¡mpat¡!:aron con la revolución acaudillada por 'Alva- 
rcz y Comonfon, y con los principios que ella proclamó. Si el a<5lual gobierno 
no conliiiila al frente de la política progresista que sigue, ái-hc L-speiur perder 
para si y para México las simpallas de la repiiblica vecina. » 

Salido Comonfon de la C.ipita.1 ;i conBecueiicia del IriLiifode los conserva- 
dores, Benito Juárez, que había sido nombrado Presídeme de la Siiprena 
Corte de Justicia, se dirigió á Qiierétaro donde asumió ei título de Presidente 
de la República Mexicana; y el 19 de enero de 1S58, antes de que Comon- 
fort saliera de México, estableció su, gobierno, formando su (íabincte ; Melchor 
Ocampo tn Relaciona y Guerra;Santos Degollado en Gobemaciiin; Manuel 
Rwí en Justicia: (.luillermo Prieto en Hacienda, y León Giicmán en 
Fomento. 

í Sólo unos cuantos individuos instruidos en el mecanistno constitucional, 
que llevaba apenan once meses de esisteiicia, lo reconocían como Presidente 
inteñno de la República. El reíalo del país ignoraba por completo que al ser 
derribado Coraonfort, existia según la Constitución un vice-preaidtinie de la 
Rcpiibiic;!, y t^ue éste se llamaba Juárez, Una persona ilustrada de la ciudad 
de Guanajuato decía á un amigo sujo residente en México en febrero de 
185S : ', Por aquí acaba de presentársenos un indio llamado Juáree, y que 
dice que 01 también es presidente de la Kepiíblica. Admito que Comonlort 
que acaba de abandonar el pjilncio nacional y qun Zuloaga que !o ocupa en 
este momento, s& llamen pieaidentes; peio e»te indio ¿con qué tiluio se da tal 
di¿ladt»?> {Ox. I. 21. p. ti4i). 

í Hasta 1858, dice Eulnes, se habla usado que una vez arrojado un 
gobierno de la ciudad de México, la revolución :^e daba por consumada y d 
Presidente derrocado se retiraba al extranjero. Por la primera vez se vio en 
enero de 1858 al Gobierno liberal representado por Juárcv. salir de la Capital 
para ir i sostener en otras ciudadi^ su legalidad. Los diplomáticos con.íidc- 
raban con acierto que el gobierno que perdía l.i Capital era gobierno muerto, 
y que en consecuencia du-bian entenderse con su sucesor. » ( l'cr. p. 4»)- 

£a caao de quedar vacante la presidencia de la República, esta niagis* 
tratufa correspondía al Presidente de la Suprema Corte de Justicia, por la 
Conslitucíün de 57. Para que la desempéñala Juárez, hubiera sido nece-«irio 
que Comontort la bubiesv renunciado debidamente ante quien eíituvic:ic auto- 
rizado para admitirle su renuncia; y Comonfon siempre protestó que su 
separación del poder debía reputarse temporal que no afeéiaba su cará<Ser de 
Ptfaidente. ( Vtj,'. p, 459). Tampoco se babla recibido Juárez de Presidente 
de la Suprema Corle, ni había prestado como tal el debido juramento cuando 
pretendió ser Presidente de la República; y aquella recepción y aquel jura- 
mento la Constitución los requería ¡j-ira desempeñar el caryo de Presidente 
Constitucional de México. 

Una vez dut-íio de la Capital, Zuloaga, declarado Presidenit de la 
República, derogó las leyes de de3ainorti/.ación y obvenciones parroquiales, y 
dispuso la formación de un ejército para la persecución de los liberales, dül 
cual fué nombrado jefe el General Osollo. Los liberales fotmaron á su vei un 
ejercito de 7,000 hombtC6 al mando del General Pariodi quien situón; cu 



Celaya, y después, habiendo sido acometido por Osollo, retiróse precipitada- 
menie :i Sahmsnca. El 9 de marzo tral«Ísc nlií un reñido combate t-n el cual 
(jüedaron complet ámenle derrotadas las Iropas liberales. 

En visla de la marcha vifloriosa de Üsollo, Juárez se apresuró «n salir 
de Qucr^taro. rumbo i Cuanajuato. Rechaj-ado también de aquella ciudad, 
se refugió en Guadaluiara Jonde <|ucdd prc^o con tres de sus ministros el día 
■ j s de iriarao, Disponiéndose una parte do la guarnición adifla á Juárez á atacar 
A los que se habian declarado en favor de los conservadores, el Corone! Landa 
comisionó á Melchor Ocarapo y al General Nuftet para que persuadiesen ,-i 
sus aJiítos del fracaso inevitable a que se exponían en esta lucha desigual. 
Pero antes de que voivit-sen los comisionados, los libeíaleíi rompieron el 
fuego sobre los conservadores; yOatos, creyendo que NimL'£ faltaiidn á la con- 
fianza que «1 él íc había depositado, dirigía aquel ataque, iban ciegos de ira 
á fusilar á Ju^Icm y á sus niinislros, Guillermo Prieto, al o¡r la voi de prepa- 
ren las armas y mirar tender los fusiles hacia el cuarto en que se encontraban, 
se puso en medio ás la puerta y abriendo los brazos dijo cMas textuales y 
dntcas palabras : « Aquí estamos : somos inocentes. Los valientes no se 
manchan con un crimen. > (A. Pola, en el L 2. de las Obras de Ocampo) 
4. Agualdad, aguardad, gritó Landa á sus soldados; no hai-ais nada con 
imprutiüncia. " Sin la intervención oportuna de Landa, Jti;írez hubiera per- 
dido ciertamente la vida. 

Los liberales fueron rechazados por los conservadores, y ambas fuereas 
jiermanecieron en sus respeítivos cuarteles hasta que se supo la aproxima- 
ción de Parrcidi. Viéndose cogido entre dos fuegos. Landa celcbrtí apresura- 
áamcnte un convenio por el cual »e concedía la libertad á Juárc;! y sus com- 
ineros; se entregaba seis mil pesos Á. I^nda quien debería, en las 48 horas 
siguicnles, salir de Ouad^Iaiara con sus soldados y dos caíiones. facilitándole 
el golñetiio liberal bagajes y trenes. Ei 15 de marzo salió l^nda rumbo á 
Cocnl.-Í para esperar la llegada del vencedor de Salamanca é incorporársele 
en San Pedro. 

At npro.siniarsc, Osullo arrojó maltrecho al gúbienio ambulante de 
judrez quien s^Üó a|insuradanifnte de Guadalajara el jo de mar^o, \\es,6 á 
Santa .\na .'XcalUn el 2\, i Sayiila ul ¡3, y á ¿apollan el 34. «'Apoces 
días, el gobienio. con unos ciuntos soldados salió con dirección á Colima y 
Man2^iii11o wi una situación tan lanieniaWt, diee fluillermo Prieto, que le 
valiü oí titulo de la familia enferma. *■ y sin que le hubieran gianjcido la 
simpatía de Us poblaciones tan relisiosns por donde viajaba las proclamas en 
que hipócritamente li^iblaba « del nombre sagrado de nuestra religión..: de 
la ProvidL-ticia Divina.., y de la voluntad de Dios. '>'• « Ni siquiera en las playas 
del Pacifico pudo encontrar lu^ar seguro para el cstablecimicnlo de su 
gobierno. Las poblaciones por donde atravesaba con un corta grupo de ami- 
gos, se pronunciaban en contra su)*» á los pocos minutos de haber salido de 
ellas; y no había día en que no recibiese la notinía de algún serio descalabro 
sufrido por los defensores de la libertad, ft (Cos t. ti. p. 945), 

Antes de llegar í Colima tuvo el sentimiento de aprender que el í j de 
marzo liabia capitulado en Gundslrijara el Cleneral Patrodi. n Sus houibro 



78 



LA CUESTIÓN KCLIGIOSA. 



LIT a 



mis notables, escribe Rivera, Parrodi y UoWado habían perdido I 
inotiienlus <le angustia, no fjuedaiitlo al señor Juáre;! oiro hombre de sufi- 
ciente rirnicza que t-l señor Dcgolladu al cual nombrií iiiinislro y general eii 
jcfu, sin embarco de que este aetior había dado pcucijus de igue carecía de 
dotes militarus. t ütgolladu pasó las facultades extraordinarias en que se 
resumían todas las atribuciones de los demás mi'nisttrrios i Vidaurri; íste á 
su vcc \s.% d<:lcgó i ZüiiMü., y Zuazua ¿ un tal Aiatida ^iierrilleru »in solda< 
en quien quedí estancada la famosa legalidad de Juárex. 

Acompafiado de sus ministros, ludiez se embarcrt en Manzanitto 
14 de abiil, llcííó A Panamá t-l lü del mismo mes, siguió haaly. Colón, se 
his-o .i la vela el ig paro la Habana; y de ahí conliriuó su viaje á Nuevíí 
Orleans, y de Nueva Oilcaiis hasta Veracriiz adonde llegd el 4 de mayo í en 
esUdo de verdadera derrota, í scgiin dijo Manuel Ruiic. (sesión del Congre&o 
de 31 de mayo 1S61.) 

Fué recibido Juárez por el Gobernador Gutiérrez Zamora, encamíi 
tlo«e en seguida la comitiva á la i);l<:sia parroquial en donde la recibió 
clero precedido del cura pátioco quien tuvo la perejjriiia idea de entonar 
solemne Te Deum. (GaJ. t. i. p. 121 Pl'g. p, 31 !)■ 

La recepción que se Iiíko á la familia enferma futí máa que IVfa: pe 
así la quería la modestia repnblieana de Juáre/y como se desprende de es 
fraseología del ProgresQ (ú mayo 1858) ; « Veracruí no ha levantado esta 
arcos triunfales, no ha engalanado la^ fachadas de sus edilictoü, n<j Íia iltt 
nado sus casas, no ha quemada fuejí os de artificio, porquL' esas exterioridadi 
esas detnoslrae iones disgustan al verdadero republicano á quien se dirigen. 

« 1.05 ;uanstas eran tan pocos en niímero, » escrilie Bancroft (p. agí- 
que Juárej; creyó títil para su causa expedir un manifit'«to en que procura 
reanimal la fe de sus pocos partidarios diciéndoles : « Yo soy el representaní 
legal de la nación : desde el momento que rompa yo la legalidad, se acabar 
mis poderes, terminó mí misión, porque he jurado sostener la Constitución, 
Pues bien, Juárcr desde el princijiio violó la Constitución y, segiin lo pre 
iiido en ella, perdió lodos sus deiecho:i á la presidencia por el soto hecho 
haber abandonado el territorio mexicano. Hilarión Frías y Soto no piae 
menos de reconocerla * Al salir Juárez dei territorio, dice, perdía su ale 
carácter de Prcsidonte, dejaba de enistir el gobierno legitimo, fallaba 
bandera en torno de la cual se luchaba por la independencia. » { Giiir. p. 283,; 
De hecho y derecho desapaieció el gobierno constitucional, quedando sol 
legitimo cl gobierno emnnado del plan de Tacubaya á quien reconocían 
potencias extranjeras y la mayor parte de la nación. Tan cierto era pa 
Juárez que había lolo la legalidad y roiicluído su llamada misión, que 
mismo lo reconoció iiidireciamentc siete aiios después. El S de noviembre 
de r865, expidió unos decretos en cuya virtud se prorrogaba en el poder y 
descartaba al General Ck>nzález Ortega i quien correspondía la presidencia 
de la Kepiiblií'a desde el primero de diciembrt- de ese mismo afto. Fundá- 
banse los decretos en que González había abandonado el icrritorio y el puesto 
que desempeñaba, culpa conrkelida uinbién por Juárez cuando en 1S5B saltti 
del territorio mexicana 



A 



lí Cija.ndo Juárez DcgiS á Veracm.*. el 4 de niayo de 1858,1a legalidad de 
Juitrez era una íarsa cum-encional, y ios reacción arios tuvierun txí.ón en 
ncgirsela. Juiíreí, se ritulalia poniposanienic gobierno constimcional. I-a 
Consíituciór de 57 ducia y dict, , que el |>jeblo mifiiicarto ejerce su sobcrania 
sólu por media de los poderes federales y de ios Kslados. ; De aquí' su deduce 
que cuando quedan dtsliufdus la niayoiía de los poderes de los Estados, y 
la mayoría de los podcrc^s federales, ya el (Jiieblo no ¡>uede t;jerccr su sobeíA- 
nla conforitie d la Conslilitción. Cuando Juárez llegd a Veracrui, la mayaría 
de los podtres federales y de los Estados no cxislíaii; hicgo, no podía repre- 
serilar un gobierno consLílucional... Cünfornie á estaj> verdades de dentello 
constimcional, desde que Conionfort diú el golpt- de Estado el 17 de díc, 
de 1S57, disolviendo el Cofigreto, Juárez no pudo tener facullades [>:uí 
golicrtiar sin Congreso, porque Comonfort, á quien subsliliiia, no las tcjita. 
Mas aun aceptandu que las facukadea que el Congreso dió A Conuinfort un 
octubre de 1S57, hubieran sido suficientes para crear su dicladura, esas 
laculutes terminaban í:I 30 de abril de 1858: por consii^uieiUe, e) 4 de mayo 
de ÍS5S, día en que Juárez apareció en Vuiacruü, no era más (¡ue un usur- 
pador del título de gobierno constitucional. Juátcí no representaba enlcni-'cs 
mris que un gobierno revolucionario sin más facultades que las de la fuerza. » 
{Xtv. p. 296.) 

Después de embarcarse J uárez en Manganilla, las fuersas victoriosas de 
Miramón ocuparon á Zacatecas el 1 1 de abril de 1B5S, y el 1 7 foiaaron el paso 
de Carretas, derrotando á Vidaum en un sangrienlo combate que abrid á 
Miramón las puertas de San Luis Potosí. Por ese mismo tiempo, Morelia fui 
ocupada y Echeagaray, Gobernador de Puebla, y entonces conservador, se 
apoderó dt? Ornaba y otros puntos del Estado de Veracruz, lo que indujo al 
fjeneral Negrete á pioiiLiiciaise en Jalapa por los conseri'adores arraMr^do 
en pos de si á casi todo esc Estado. 

£n medio de tantos reveses, Los liberales consiguieron al fin una ligera 
ventaja sobre sus contrarios, Vídaurri despachó á /iiaxua á Zacatecas con 
una fuerza de 4,000 hombres y 14 piezas de arlilloria. Zacatecas tenía sólo 
600 hombres al mando del Coronel Landa y 6 piezas de artillería sin panjue, 
viéndose obligados los conservadores á defendeise á pedradas. Después de 
una vigorosa icsistcncja, Zuaaua logró, el i8 de abril, apodcraisc de la ciudad 
á la que impuso un prcslanio de $ joo.ooo, y obligó á los religiosos del 
convenio de San Francisco i repicar las campanas por el triunfo de la bar- 
barie y de la impiedad. Estando los religiosos en la torre, una compaüia les 
hizo desde !a calle una descarga cenada con sus rifles que afortunadamente 
no causó desgracia ninguna. 

i^a hospitalidad dispensada á la dcsgraLÍa, que en lodos los pueblos del 
mundo civilizado ha sidú una virtud heroica, fué entonces mi horrendo 
«¡men tjue se pagaba con la vitla. Zuaaua decretó la pena de muerte para. 
todo aqu¿l que en su casa ocultara á cualquier oficial del ejército conser. 
vador, y condi.'mi ¡í once oficiales de los qiii; habían caído prisioneros, á ser 
pasados por las armas, t cumenaando los cuimiitucionalisias la abominable 
CObtumbrc de fusilar á los jefes prisioneros, !• (Ar. p, sñi.) 'A fucrta de 



$0 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



siiplícas é imtAncbís r«da}o míe número al de cinco qae fueron el Cem 
ÍX Antonio Mañero, el Coronirl D. Antonio Landa, el Teniente Coronel 
]}. Francisco Adunia, el Comandante D, Pedro Gallardo, y el Capitán 
D. iXgystin Drvchi. 

Informado de aquella dura disposición, el comercio se empeñó en 
salvar la vida de loi> sentenciados, y ofreció hasta $ 100.000 por ellos. Pero todo 
fué inillil, Ziia;íua propuso al Genernl Manera que le perdonaría la vida si 
dejando en prenda de su persona $ 50,000, ]>asaba á San Luis Potosí, 
hiciera que aquella plaza, ^c itndíeta á las fuerzas liberales. Mañero rcclia 
con desprecio esa proposición diciendo que sufriría mil muertes antes q 
deshoniarsc ton s<!ni».-jante íílUnía. 

'A laa dO'Cc del dk 30 de abiil, tos cinco sentenciados fueron fusíladi 
Su muerte trágica la stniió toda la sociedad que los estimaba tanto por 
tina educación, como por sus sentimientos humanitarios. Antonio I Anda s 
habla granjeado la simpatía de los mismos liberales por la generci.sidud co 
que tos había tratado, cuando se pronunció en Guadalajara, pudiendo Iiab 
mandada fusilará Juárez y sus ni¡nÍ:itros á quienes salvó la vida, diciendo á 
sus soldados que iban á pa&arlos por las armas, ijue tendrían que matarlo 
antes que atentaf á la vida de ios prisioneros. 

.aquellas ejecuciunci provocaton en toda la nación sentimientos di 
horror contra /Uiazua cuya conducta salvaje tanto contrastaba con la de I 
jefes conservadores siempre empeñosos en evitar se aumentasen con los pri- 
sioneros de gueira los lorreiite* de sangre vertidos rn los campos de batalla. 
Cuando se pronunciaron en Puebla contia el ¡ilan de .^yutla, Miramón y 
Orihuela tuvieron un su poder al General García Conde. No satisfechos coa 
ponerlo en libertad, lo escoltaron para que Ion conservadores no lo molesta- 
sea Miriimdn se escapó de la cupitulación de Puebla, y Orihuela que se 
acogiii a ella fué nlmenle ftsiUdo por el tristemente C(ílcbrc peñera! Pucblita. 
El bizarro general OsoUo, vencedor de los liberales en Salamanca y Guada 
lajara, deja generosamente cr sus empleos á los oficiales del ejército vcBcidí^ 
inientris el Congrego liberal del listado de Sonora decretaba un voto de 
gracias A l'esqueita por el asesinato de Jesiís Gándara y otros cien sonorenses 
que couibatian cu defensa de sus propiedades usurpadas por lo» constítu- 
cionalistas. £1 Coronel conservador Moreno alcanza una espléndida victoria; 
en El Platanillo, pone en libertad i su prisionero Buenrosiro y ptrrdona la 
vida á otios jefes. En Puebla, cmco jóvenes que se habían icsticlto á libertar 
á su pntria del yugo Ülieral, son descubiertos; el f^cncral AUuiste los manda 
fxisilar. y varios Congresos, imitando al de GuanajuntOj decretan un voto de 
gracias al autor de uquelUis bárbaras ejecuciones. Había, pues, unidad de 
pensamiento en todos los hombres del partido liberal quienes uplaudún 
calurosamente las disposiciones saiijjuin arias de sus caudillos. Vidaurri, 
Gobernador de Nuevo León, es«;ribia á Zuazua con fecha 7 de mayo : < Si 
tanto hati llorado los reaccionarios sobre bs cinco tumiro-i que por principio 
de cuentas lias colocado en el altar de la ¡Jalria, i que liarán enando hayas 
segado quinientas cábeos retrógradas para ofrecerlas en holocausto á la diuita 
déla hbcrtad? s El General iJes'jUado felicitó A Zua^ua por la toma de Zaca- 



r¡-^^ 

I 



lecas, y admítM como necesaria la cjecucíiiu de los cinco jefes conservadores. 
£1 Progresa de Veracruz, órgano político de Jiiáiei, escribid k\\ delonsa de 
Ziincua un artículo en que decía : « < V 9t llamarán con justicia y propiedad 
asesinatos esos actos de severo castigo impuestos -Á los ijuc i^romueven 
la guena civil, pretendiendo sumeter los pueblos á la voluntad de las bayonetas 
y solanas? No, y mil vccl-s no. Asesinos y verdu|joi ivn los que (juieren con- 
quistar los puelilos á sangiti y fucyo [Wra per¡ji;tuar el d;:3poiisino, la supcrsii- 
ci(Sn y Ib i^jiiurancia; y es un deber de U sociedad, es un alribulo d« la 
justicia. nnp(jsil)i litarlos de una vi-t, y para siempre arrebatarles los medios 
dn inferir tan lamenlabitís nmle-s tan horribles atontados contra la liiiniii- 
iiidad, conira la patria, contra la tranquilidad, la paz y el porvenirde México. & 

l'jias palabras imprudentes no hicieron más que exacerbar los ;hiinio« 
bástanle irritados de los conservadores, y provocar en lo úiluru fuiícstns 
represalias contra, los prisioTicros de guerra. Kn esos inísmoa dfas (i« de- mayo 
de 185S), el Teniente Coronel 1), Manuel Piélago, í.]iie a! frente d^: ima 
colunkna de 500 hombres había salido de Guadalajara en pL-rsccución de unas 
guerrillas liberales, logró sorprenderlas «n las inmediaciones de los pueblos 
de AliuaLulcn y Atiieca. Aprehendió en una liaciejida ¡I Ignitcio Herrara y 
Cairo, que era uno de los cabecillas liberales, y en compañía de otro prisio- 
nero, lo mando pasar por las .irmas. « Aquel joven, dice Ircnco Pa/,, lenia 
un defecto que ecbalia & perder todas sus buenas cualidades : el de embria- 
garse íi la iiiejor ocasión. E^e vicio fatul fué el ijue tuvo la culjia, un poco 
más larde, de que perecii:*e prematuranicntc un hombre que eslalia Ikmado 
á un gran porvenir, » (t. 1, p. 88). 

Esas represalias, provocadas naturalmente por los tiUimos fusilamientos 
de Zuazua, según coul'esión de un escritor liberal | Citmh.), fueron reprobadas 
severamente por Zuloaga «[uieii mandó encausar á .Manuel Piélago, y dirigió 
el sinnienle oficio á D. rrancísco Casanova, Comandante Oeneial de Jalisco: 
1 El Excelentísimo señor Presidente me ordena diga á Usia que U conducta 
del Teniente Coronel Piélago y las dos ejecuciones que ha ordenado, han 
causado una dotorosa sensación en el gobierno que ni quiere ni puede 
permitir que el ejército nacit>na] se mnnche coa una sola gota de sangre ayifi 
se derrame fuera del orden de la justicia, y que bajo este concepto, e* pre- 
ciso que Usía mande inmediatamente separar del mando de la sección de 
tropas que tiene a sus órdenes, ai expresado jefe, previniendo se le instinya 
el proceso con-espondiente, para que sufra el castigo que niertce por aquellos 
actos sanguinarios y deshonrosos para la milicia y et buen nombre de bi 
nación. Nada puede empañar más el lustre de sus armas y lu bandera que ha 
levantado, como imitar la conducta bárbara de sus enemigos. l.os sucesos de 
Zacatecas y algunos oíros bien laiiit:nlabJes, lejos de autorizar una política 
tanitrícnla, deben excitar a todos Iun que defienden los ]irÍnc¡pÍQ& que seban 
¡proclamado, ¿ no buscar otro apoyo qwe el de una justicia que no teme el 
examen ni de los nacionales ni de los e.\lraTijerLis. k 

Alcnlado con la ventaja que había alcanzado en Zacatecas, ?.uazua mar- 
chó sobre San Luis Potosí donde se encontraba Miramón con 3,500 hombres- 
pero al saber cjue Osollo venía de México en auxilio de Miraoión, retrocedió 

La C'ueMion rcÜ^ÍW. — b 



83 



LA CUESTK^N RELIGIOSA. 



inmediatsiiiieiite, y á poco uvacuó á Zacalecas, creyendo que Osoilo estaba 
ya en camino para venir ¡i atacarlo en aquelln ciudad. 

Al llegar á San Luis PoImí, Osoilo se enfermó de fiebre tifoidea; y 
cuaniio parei-fa que su vigorosa naturale/.a iba A iiiunfar de la enfennedüd, el 
mal crecía vísililemcnte y el Gi^nera! Osoilo se dispuso á iiiniir en cristiano. 

Nació Luis Gonzaj^a OsoUo el 19 de julio du tSsil en la casa número 13 
de la calle da 3a Palma en México, de padres distinguidos. Expulsado su 
padre, qut era espafiol, por el gnbicrno demagógico, cnuú Irjs mares el niño 
Luis y vivió algdn tiempo en Bilbao, lugar adonde su atribulada familia buscó 
un refugio. Derribado el gobierno de (Guerrero, volvió á íu patria el deste- 
rrado quien, llevado de sus inslíntos bélicos, ingresó como alumno al Colegio 
Milítoi. En 1^4.1, á la edad de 13 años, fue 'nombrado aubteníenle del bataUóii 
de Zacatecas: el 38 de abril de 1S43 ascendió á suiíaytídsnte di;l cuerpo de 
granaderos: el ; de abril de 1S44 tenía e! grado de capilitn y logró eucon- 
tiarse de los primeros en los memorables campos de la Angostura donde su 
temerario valor arrancó á los norteamericanos las fuertes posiciones de U 
derecha ; el J r de marzo de 1&+7 mereció, por su denodado comportamiento, 
ascendfjr A comandatite, y el 5 dt octubre de 1S55 llegó i teniente coronel, 
obteniendo el 8 de septiembre de 1854 el empleo de coronel efectivo, (j^í/, 
24 junio 1S8S). 

Al triunfar la revolución de Ayutla, Osoilo preiirió romper sus armas á 
someterlas á los enemigos dui ejército y de la religión. Apenan estalló la ptí- 
raera revolución de 2^capoaxtla, ya Osoilo estaba eti sus fiUs, las dirigía 
sobre Puebla que ocupó en unión de Míranión y otros jefes igtiaftiiente 
valientes. En la acción de San [¡"rancisco Ocotlán, adelantóse baja una lluvia 
de metralla al frente de su batallón con el arma al bra/o hasta traspasar la 
UpcK de Comonfort y quedar envuelto por stis contrarios, 

'A consecuencia del funesto desenlace de aqiietla revolución, OsoUo tuvo 
que refugiarse en los Estados Unidos donde padeció muchas necesidades. 
Habiéndolo sabido el Presidetile Comonfort, le envió una libranza de mil 
pesos. Osoilo inflexible se la devolvió dándole las gracias, pero negándose á 
recibirla por deiicadeaa, y prefiriendo ganar su vida como dependiente de un, 
café en Nueva Orleans antes que recibir un favoi de su enemigo polí- 
tico. 

'A poco volvió á la Repdblica desembarcando en Santa Ana de Tamau< 
lipaK) disfrazado de marino ingles. Su ügura europea, y lo bien que poseía el 
ingles facilitaron la ficción adniírabl emente y le ayudaron i burlar las pes- 
quisas de ios liberales. Osoilo marchó á reunirse á las tropas pronunciadas 
en San Luís, protegió casi solo la retirada de ellas en el descalabro de la 
Magdalena, donde recibió una herida en el braio detecho qut- le fué 
amputado. 

Prisionero de guerra biindósele con la libertad si daba su palabra de 
fidelidad al gobierno demagógico : Osoilo [cbu»ó recobrar las comodidades 
de la vida á. ese precio, y rechazó, cual si fuesen injurias, propuestas hala- 
güeñas y ofertas seductoras, conquUtiliidose de esc modo cl aprecio y respeto 
de amigos y coniraiios. 



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4 
4 



Cuando estalló <^[i la Capital et movimieiito del ir de enero de 1858, 
y se sublcvi en Santo líomínKo el General l'atra, lan/aiido el grito de reli- 
gión y fueros, í consecuencia de la política indecisa y sospechosa de Coraon- 
fort, los bandos opuestos se posesionaron de diversos puntos de la ciudad y 
rompicronsc al fin las hostilidades. Osolln y Miramiin, (]iil- andaban eipedi- 
cionando «n «I interior, acudieron con toda prisa á la. Capital, pusiéronse al 
frente de una columna de inranleria, salieron de la Ciudadela y ocuparon á 
viva fuerza los puntos del Hospicio y de la Acordada, el 2c de enero. Kstaba 
dado el liro d« gracia. 

El du'ifiU^ de Ins tropas de Osollo y de Miraraón por las calles de México 
se verificó en medio del entusiasmo general. T.^s ventanas y balcones fueron 
adornados con cortinas Como en tiem|(o de las grandes solemnidades reli- 
giosas; llovieron flores ante los pasos del ejército lil)ertador, y no había más 
que gritos de alegrfu y transpottcs de jiit«lo al destilar las lTO|>a-s. « Hcñotas 
hubo que arrujaran sus uniitülas (jarn que sobre ellas pasara Osoilo; y el 
bizarro Coronel apeándose por un instante del caballo, recogía esas pre. 
ciosas prendan Je entusijismo para devolvérselas íÍ. sus encaniadoras propie- 
tarias. S» (Dar.) 

El joven Coronel que se resistía modesta menle A ceñirse ta banda verde 
de general, recibe el mando del ejército de operaciones sobre el interior, 
marcha con él biLsta Celaya, y solo su nombre basta paia nifundir terror en 
los íoldades con.>il!tiicionalistas que emprenden una fuga vergonzosa. Aunque 
superiores en niímero, va Osollo tras de ellos, los derrota en Suktiianoi, 
recibe la capitulación de Doblado, sigue en persecución del resto, hace capi- 
tular á P.irrodi en f luadalajara, y reparte sus propias fuerzas, ocujiando con 
ellas los Estados del interior. < El triunfo de Salamanca y la ocupación de 
Ouadalaj.ara, dice Vigil, pusieron de maniiiesto la nobleza de su índolej pucV 
clió muestra de gran moderación en medio de las pasiones más e\aUad.'is. h 

El 27 de abril de i8,i;S, Za^ateca-s cae en poder de Zuazua quien mandó 
fusilará varios oficiales que habían caído pri>¡oncrns. Esos acontetinticntos 
dolorosos hacen que Osollo se ponga nuevamente en rampaña y llegue rápi- 
damente á San Luis. A! solo amago de sus movimieniosi, se sobrecoge» y 
repliegan bacía Zacatecas lo» IroiileTicos del feror. Zuaeua ; y cuando está en 
vísperas di^ aleanzar nuevos irivmfos, la fiebre tifoidea lo postra en cama y 
llena de angustia al p.TTt¡do conservador que hace los votos mis ardientes 
para la conservación de vida tan ];ri;cioM. 

Conociendo Osollo el peligro en que estaba, pidió los auxilios de la reli- 
gión que recibió el 18 de junio con una piedad edificante. Suplicó que le 
llevasen una imagen de la Furísima Concepción; y en presencia de ella bizo 
un esfuerzo para dirigirle estas fervientes siSplicas : « Madre mia, sin ningún 
interés ni aspiración he defendido lus derechos de mi patria y los de tu Hijo ; 
ahora .4 tí te corresponde pedirle que me lleve á su reino, f Hn la larde de 
ese rai.imo día, habiendo manifestado el deseo de ver al obispo de San Luís, 
]J. Pedro Barajan, para quí- ie auxiliase en sus líltimos niomenlos, el prelado 
acudió gustoso al llamado de Osollo quien, pronunciando palabras llenas de 
íe y piedad cristiana, tíspiró el iS de junio á las cinco de la tarde á la taro- 



84 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



prana edad de treinta a.&os, en los momentos en que la causa de la religión y 
del orden necesitaba .lun del brAzo poderoso de ese ilustre caudillo que faé 
slempriL-, L-umo el raballero Riiyardo. si» miedo y sin tacha. 

Fu<í la muerte de Osulio una pérdida irreiiaralnle para el partido conser- 
vador, y un dutlo general para la sociedad entera sin distinción de partidos. 
El día do sus funerales por todas partes no se veían más que lágrimas en los 
ojos del pucblf), de los soldados y do tas scíior¡is. 

Con niolivo de su muerte un peiiódico liberal, Leí Dcux Mondes, que se 
publicaba en Mé\ico, dücia : « Osolto 5e educó en Francia y había mamado, 
por decirlo así. en loa primeros años de su vida, esa joviatid&d francesa y ese 
entUGiasmo que en ninguna otra parle ?A encuentiaii. La agudeza de ingenioi 
la gfcnerosidad, la viveza y un proctdtjr franco permanecieron siempre en 
el fondo de su carácter. Atinrjue en política no pensamos como ¿1, ésto 
no nos impide el estimítrí'e con sinceridad, porque era profundamente 
simpático; no podia uno menos de quetcrlo, porque era franco, leal y va- 
liente. » 

< El Oeneral reaccionarío OaoUo, dice Guillermo Prieto, era tan valiente 
como generoso y de noble caráiler. '» 

Set;iin Justo Sierra, tf la conduiSa de Comonfort con el coronel Osullo, 
hombre de gran valor y noulile preMígio entre sus compafieros de armas, 
fué típica ; siempre en lucha, conspirando siempre en su patria 6 en el extran- 
jero, Osollo, vencido y rehecho, sin cesar y perjíetuamente en la brecha, tuvo 
que esquivar tos favores y halagos del gobierno, que en la rebuli6n, en la 
derrota, en el extranjero, perseguía al joven oficial con ofertas y regalos 
noblemente rechaiados. y¡ (£v. p. 245). 

« Osollo, escribe el señor Portilla, era el más formidable, el más valienle 
y al mismo tiempo el más leal de los enemigos que tenía el gobierno, Era el 
tipo de los jóvenes nacidos para la guerra y para la gloria; y bu bella figura 
resplandecía aun en el cuadro de honores en que las desgracias de su pais le 
colocaban. Coiiionfotl no .i6io estimaba sus cualidades en lo que valían, sino 
que tuvo siempre por él una extraordinaria predilecciún ; y era curioso oir de 
su boca en aquella época de odios implacables y de pasiones vengativas, las 
alabanzas del caudillo rebelde- O^sollo no le liabia sido infiel: no había bur- 
lado su conlinnza; no le había estrochado ta mano para venderle; y no sólo 
no había hecho ¿sto. sino que había rech.izado de él sus favotes, por no man- 
cliar su papel de enemigo con el borrón de ingrato. Por ¿so, el Presidente le 
hacia justicia y se la hacian cambien los más decididos partidarios de la 
administracidrt. a 

Aquél que no le h¡EO justicia y reprobó su oposicidn á las leyes anticaió- 
iicas del gobierno de Comonfort, es un escritor que se titula católico y a 1* 
vez se empeña en prestigiar á los peores enemigos de la Religiíiii. .Siendo 
Direílor de La Ves de México, en d.:>nde por rez primera se publicó la pre- 
sente bíot;rafÍ3, temió lastimar á los liberales con aparentar ser el autor de 
ella, y por lo mismo, condenó impliritami;nle su contenido diciendo que 
« dejaba al autor dcí artículo la responsabilidad absoluta de sus apreciacio- 
nes, í (17 febr. rSgq). 



I 

I 



Éso no oT)stanlc,cl mejor dogio que se pueda hacer del fleneral Osollo 
está en la desaprobación de su conduela política por ios católicas del estilo de 
Trinidad Sáncliez Santos, y en la prueba clarísima que nos dejó del desinterés 
con que peleo por la causa, católica. Aquel militar que desempeñó loü primeros 
cargos del ejército y tuvo tantas oportunidades para enriquecerse, no pos-eia, 
al morir, otra cosa de que disponer para dejar á su madre y hermaiws, .sino 
tres caballos, su reloj y dos pistolas. Con la paga que aun le faltaba recibir, 
encargó qut; se; entregaran cien pesos que debía por uno de sus caballos. 

Muerto Osollo, los jefe^ conservadores reunidos en San Luis Potosí se 
dispuuron el mando, y nadie quería obedecer. Sabedor de ese desconcierUi, 
Zunzua pudo el 30 de junio tomar con sus 6.aoo soldados la plaza guarnecida 
por 1,500 hombres, y tanto más fácilmenie cuanto que se batió sól-u la quinta 
parte de ¡a guarnición. Sin embargo, no entró á San Luis sin sufrir una con- 
siderable piíidida de los suyos muertos á manos del pueblo potosino que 
durante seis horas combatió contra aquellas hordas. Después del triunfo 
saquearon la ciudad y como cojnpltmenlo, le imptisíeron un préstamo de 
$ 200,000, encarcelando á cuantos no pudieron satisfacer la cuota que se !ea 
asignó. 

Salieron desterrados de San Luis, y sin formación de juicio, el obispo y 
veintiséis sacerdotes. Ese rasgo de intolerancia setiaria acrecentó aun más el 
odio de los católicos hacia Zuanua ; y éste, jxira evitarse una maní Testación 
desagradable, maindó que los desterrados saliesen de la ciudad A medía 
noche, escoltados por una fuerza de caballería que los llevaba á Monterrey. 

En varios puntos de la República los liberales sufrían derrotas Irás 
derrotas. <i En 1S58, dice Frías y Soto (G/ar 1 29), casi todo el pafs esUba en 
poder de la reacción viiSoriosa. i- El General conservador D. Tomás Mejia se 
apoderó de Tampico que defendía Juan José de la Garza, Míranión libertó á 
Guanajualo del sitio que le puso Degollado á quien persiguió y derrotó en 
las barrancas de Atenqiiiqut, quitándole gran parte de su arlilleria y haci(!n- 
dole huir sin descansar por espacio cuando menos de treiuU y seis horas. 
Pueblita estaba asediando á Guarajuato defendida por una corta guariitci6n; 
pero sus c'husmas que alentaba la esperanza del pillaje cometieron tantas 
atrocidades en los arrabales de la ciudad qm; el pueblo todo se levantó ei 
masa y obligó á Pueblita á darse pri.ia en levantar el sitio. 

Los jefes de las tropas liberales eran casi iodos personas de baja extra- 
cción que no pudicndo medrar en el desempeño de su oficio se lanzaban á la 
revolución, por ser ésta el camino mis corto para enriquecerse, y retabiin á 
muerte al clero, al ejército y á los ricos que eran, segibi E¿ Prí/gnsa de 
Aguascalientes, los tres enemigos de la libertad. El tíeneral liberal Jesiís 
ViMaJbn proclamaba que empuñaba las armas « para que no quedasen impu- 
nes los atroces crímenes de los ricos, » En septiembre de 1S58 Juárez daba 
el ascenso de Comándame de escuadrón al ladrón y asesino Eduardo Gon- 
zález que había sido sentenciado, ireg años atUes, -i sufrir la pena capital. La 
prensa liberal no negaba que muchos defendían la Constitución bajo el dnico 
pretexto de entregarse al pillaje. Concrelindose á un heclio particular, decia 
^ Bo/eiin dtl EjiyeitA Feditral con fecha 7 de septiembre de 1S58 : * YX 



tó 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



Msyor General D. Francisco Iniestu ha mandado dar de baja al Coman- 
da.nle tic batalliín D. José Müria Alatorre. por una mera delicadera. Ha 
d»ertado llevándose caballos y monluras dv U división. Si el Mayor Geneial 
de loü constiiuiiionali&las signe con esius eiii^rúpulos, de seguro que .inies de 
ocho dííLí tendrá (¡ue dar de baja liasta al Oiíneral i-n jefe de su dtv-isi<íii que 
no es más honrado ijue sus Comaudantes de batallón. > 

Para pagar su ejército los constitucionalisias decretaban !a itaciúiuüi- 
/acion de los bienes ccl esiá.sHcos, Imponían préstaiijos forzosos á los puebloi 
donde caían sus huestes, encarcelaban á los ricos, los mutilaban, \a& hadan 
ayunar hasta qae entregasen el pecio de iu libertad como hizo en Tampico 
Juan Jasé de la Garsa. 'A todos los comerciantes de ese puerto impiisoles en 
septiembre de 185S un préstamo de $ 100,000 que no se pudieron entregar 
por no haberlos en esos momentos. Entonces Caria puso presos en un sitio 
hiímcdo y malsano, sin camas ni sillas, á todos los conierclantes, y prohibió 
terminantemente que se les diese de comer. Los presos capitularon á las tSi 
»4. 3* y 4^ horas, según la naturaleüa más ó menos robusta de cada unfi, y 
deíodos ellos Ciaría teunió la suma de $ 60.000. 

No obstante ci producto de las aduanas, los préstamos forzosos impues- 
tos á los pueblos donde prcdominalwn !os intereses conservadores, y el robo 
de tos diezmos, los liberales llevaron la impiedad y el sacrilegio hasta 
< despf'jar las catedrales de sti argentería y de sus joyas, y de sus riquezas Á 
cuantas iglesias podían. » (£i'. p. 162.) 

La dolorosa impresión producida por el robo de la iglesia de Lagos, que 
cometió el General Miguel Blanco, se aumentó sobrcmaneía cuando Epitacio 
Ruerta, Gobernador de Míchoncán, mandó saquear la catedral de Morelia. 
No satisfecho con haber sacado de esta ciudad más de un milliín, impuso á 
la catedral un préstamo de noventa mil pesos. Con el fin de evitar tamaño 
despojo, el comercio abrió una fiuicripci^n y reuniú veintiiín mil pesos que 
Huerta recható diciendo que importaba mis la plata de la catedral 

El 23 de .septiembre dL- 185S, á las si.-is de la mañana, una fuerza de 
más de aoo hombres mandada por Migue) Blanco y l'oriitio Pérez de León, 
se introdujo L^n la catedral llevando consigo herreros y plateros para que 
quitaran las hojas de plata que cubrían el balustrado de la crujia. Muchos 
de esos artesanos, horrorizados de prestarse al sacrilegio, rehusaron cooperai 
al saqueo, y por ese motivo rucrun conducidos .i la cárcel, siguiendo la 
operación con otros de conciencia menos timorata. 

'A fin de evitar mayor profanación, el Padre sacristán se preparaba i 
consumir al Santísimo, cuando Porfirio Pérez de León con pistola en nuDo 
lo abofeteó, y en medio de ln.í blasfemias mis horribles le impidió cumplir 
con su deber. Lo que se quitó primero fueron las lámparas de plata, las cus- 
todias de oro, los vasos sagiados, la crujía, la i orona, clavoít y cantoneras fie 
ja Virgen de la Soledad, los incL-iiíiarioB, blandones, ciriales, frontales y pers- 
pectiva del coro todo de plata, los diamantes, piedras preciosas y en Sn 
cuanto de valor y de exquisito se había ido reuniendo per medio de las 
economías, dumiciones y sacrificios hechos por los obiípoa, cubüdos y fieles, 
á favor de su catedral, por espacio de los dos siglos que lenta de haWr sido 



CAI'lTULC IV. 



87 



fundada. Hasta las tumbas de los muertos fueron ultrajadas y tobados por ios 
liberales quienes arrnnraton los pasloiaks i]iie t-'n íus dedos dcBCfltrados 
Uevahíin los obispos díAintos. Cinco dfas con sus soches durú aqud saqueo 
que produju 413 atroUas y so Übiaa du plata, una airol>a de oro y un súi- 
niimero de perlas, diamariies y piedras pri^closflH cuyo valor se calculó cil 
medio milltín de pesos í J'ig p. jjo), «o quedando abüululamcnlc nada, ni un 
snlo cáliz para celebrar misa. 

Cuendo cundid por la ciudad la noticia del dospujo sacrilego áe la 
catedral, la coiistemación, el duelo y un sentimiento de indignacitín se 
apudcrnron de todos los habitantes. Temeroso de (|uc un serio motín brotase 
de aquel Kenliniienio general, Epiíacio Huerta repartid las tropas en varios 
puntos de la ciudad, previno á. los artilleros cou las piezas cargadas y disfrazó 
á varios so)dadD3 á quienes envió i recorrer las calles. Tres señoras que 
lloraban en sus casas lo que pasaba en catedral y cuj-os larocnlos percibieron 
los espías, fueron brutaliüentc llevadas á la cárcel, mientras que dos pobres 
artesanos, que deploraba» entre sí esos mismoü sacrilegios, fueron asesinados 
por la soldadesca que los atravesó A bayonetazos. 

En el paso que dio en esa ocasión Epilacío Huerta, la nación honori- 
jtada no vid más que la agravación de la persecución religiosa iniciada pocu 
antes con el destierro del obispo de Morelia, el señor Mungufa y de varios 
eclesiásticos de aquella, diócesi. Kl día en que salieron desterrados, los dema- 
gogos lo celebraron con un banquete en que imprúvisaron el simiente 
brindis : 

Brirulo ptír(|iie llegue eJ illa 

En que Vitlnuni stvtrj 

Convi-rria en puru ilineto 

El cdliz y lii crujía: 

V biiudci jiottjuc á pínUa 

.'\rclft vn \'tí)íuiidtr biucro 

Todt) el calólico clcto 

Teniendo en medio á MimEiiin. 

Esos actos de rapii^a ¿ impiedad « produjeron uua irupiesíón profunda en 
la sociedad míclioacana, i> confiesa Vigil (p. 330), y atrajeron á Hueila hasta 
la execración, no ^lólo di; 'k muchos liberales, » (ibicl) sino de su misma 
paremeis, llegando una de sus primas á escribirle en 2& de octubre en loa 
términos siguienies : « Muy señor mío : £xirniiaráud que no le dé el dictado 
de primo, pero desde que ud ordenó el robo sacrilego de la iglesia catedral 
de Morelia, renegué una y mil veces del parentesco que nos ligaba, hasta que 
me resolví á ronipcHo piltilicamente, reuniendo al efecto á mis hijos y 
hablándules de este modo : Queridos hijos, hasta hoy D. EpÍIacÍo Huerta 
sido tío de ustedes y primo mlu; en lo de adelante ni yo ni ustvdos 
conocemos cii él parentesco alguno. Kse hombre se ha manchado con un 
Crimen espantoso : siendo Gobernador dio el escándalo de mandar saquear 
el templo de Dios; y como nuestro silencio podría perjudicarnos, voy i 
escribir á I), Epitacio, diciéndole que ni ustedes son ya sus sobrinos, ni yo 
su prima. Ésta es mi firme resolución, señor D. Epitauio; y usted conveiidrJ 
cu que teniendo yo tres hijos varones y dos mujeres ya en edad de conoce 



88 



LA Cl'ESTIÓK RELIGIOSA. 



al atentado que ud cometió, serta una madre indigna si no reprobase la con- 
ducta de una. persona que por el [tuesto que ucufia, ha dado un ejemplo de 
funestas consecuencias. Adjunta á esta carta encontrará ud la libranza de las 
cien pesos que me envió para remediar las necesidades de mi numerosa 
familia; me es imposible Iwcer uso de ese dinero, port|ue 1 cada paso me 
aüaltarto. la Idea de que pertenecía á la plaia robada del templo. » {Av. 9 dic, 

Aun sus miamos correligionarios se avergonzaron de él. Pata no cárgai 
con la responsaliilidad del saqueo de la catedral, el Congreso de Mordía 
rehusó admitirle su rcmmcin del mando de Gobernador, fundándose, segiin 
confesión del mismo Huerta, en que no liabria nadie ijuc jjudiera í^ostener el 
gobierno de Mir-hoaciin después de dado el paso de la plata de catedral, 
Protestaba eon el mayor descaro que su conciencia estaba tra,nqLil£i, que no 
temía el fallo de la Historia, ni de la opinión pública. En la carta que dirJgitS 
á Degollado el ao de octubre de 1858, le decía : « Conforme ud se sirvió 
aconsejarme, reuní el Congreso para hacerle entrega del gobierno y salir yo 
á evpedidonar con la divisidn du mí manda: mas no fué admitida mi dimi- 
sión, porque se me manifestó que nadie podría sosleneilo después de dado 
el paso de la plata de catedral, y que en tal virtud debía yo de continuar en 
el gobierno. Esto no ha remediado los males de que he dado a ud aviso; 
lejos de ¿so, se me siyue liostiliíando por algunos liberales, y mucho más 
poi unos á quienes he distinguido y considerada sobremanera, que son Por- 
tugal y MenocaL Estos hombres no contentos con haber formado proyectos 
contra mí, ajan mi rcpuiaciún diariamente, haciéndome cargos tan terribles 
que aun 'el enemigo más encaniizado de nuestros principios tendría rcinor- 
dimienlo y %'ergüenza de ellos. Por lo que suplico á ud que con el tino que 
lo caracterijia, dicte alguna providencia para hacer cesar estos males; que con 
el tiempo estoy dispuesto á responder á los cargos que se me hagan, y ¿slo 
con la s^uridad que da una conciencia tranquila que no teme el fallo de ta 
Historia y de la opinión pública. » (At. 27 abril 1S59.) 

No se equivocó del todo Kpilacío Huerta al apelar al fallo de la Histo- 
ria tal como la escriben los maüones que se prometen nada menos que 
« arrancar el cáncer del catolicismo, !■ segiln dijo uno de ellos {Ofor. 
p. 163), puesto que VÍgÍl santificó el saqueo de la catedral de Morelia, 
valiéndose de un razonamiento que por cierto á ningún héroe de encruci- 
jadas desagradar!. 1 El derecho de ta guerra, dice (p. 331), autoriza á loa 
beligerantes- para privar al enemigo de los elementas con que pueda perju- 
dicarle, destruyéndolos en el líllinio caso de ¡no lograr convertirlos en pro- 
vecho propio. B Efectivamente, graves perjuicios causaban á los liberales, los 
copones, relicarios y custodias de oro. las lámparas, crujías é incensarios de 
plata en que se había quemado tanta pólvora para batir á las huestes de Ia 
demagogia. ¿ Qué otra disculpa de tan horrendo sacrilegio podía esperarse de 
un maeón cuya Hisl</ria de la Reforma o:ílcnia en la carátula las insignias de 
la tenebrosa secta, pata que desde un principio se sepa cual es el espíritu que 
informa esas )>ági]in'< que rebosan un odio sectario mal disimulado hacia la 
Iglesia Católica y sus venerandas instituciones.' 



Casi en el misniú tienipO en que Huerta realizaba ms hazañas eii 
Morelia, Degollado se preguntaba con 4,00c hombres cnfrciue de Guada- 
lajarx defendida srilo por 800 soldados bajo las órdenes de los GeiR-talct 
conservadores Casanuva y BIsncartc. b.ntrc las i:husma,s de DeguUado 
venían Amonio Rojas, Estfban Coronado, el ladfxJr Juan Rof.Ka que se 
había escapado del presidio, Pérez Hernando-/ prófugo él también de las 
cárceles de Qucnítaru y MazallEÚi, que por sus crímenes había sido dcsecliado 
por el mismo Huerta, y un pirata norteamericano llamado Cheesman quien 
fui, por sus incendios, horadaciones y minas, el genio extcrniinador de 
Guadalaima. I,a voz publica acusó á esos l^andidos de haber envenenado las 
venientes de agua que surtían rodas las fuentes de la ciudad. En el barrio 
llamado de la Capilla los sicarios del feroz Rocha se apoderaron de una 
tienda, saquearon cuanto en ella habla, destruyeron lo que no pudieron 
llevarse, y después, atando il dueño, lo golpearon bnjtalnienie, y en su pre- 
sencia estupraron á su hermana, á su esposa y .-1 su hija. Casi todos los día», 
decía la prensa católica, eran señalados por semejantes escenas. 

'A los treinta y dos dtas de asedio, el 37 de o^.wbre de 1858, Degollado 
entrcS á Guadalajara dando fuego antes á nueve minas que al estallar volaron 
á multitud de ediñcius y sepultaron bajo sus escombros i un sinnúmero de 
inocentes. Ia lucha se híio imposible, y el General Blancarte tuvo que ren- 
dirse con su puñitdo de valientes. Se le exigía que prestara juramenta de 
obedecer la Constitución, y de na volver á empuñar las armas contra los 
liberales, á todo lo cual se negó leí minante mente. Anlt uu.i resolución tan- 
enérgica no se atrevió Degollado á llevar las cosas at extremo, y quedó el 
General Blancarte s¡n compromisos, de la mi^ma manera que los demíls jefes 
y ollciales conservadores á quienes se dio la garantía de la vida. 

Treinta y seis horas duró el saqueo que fué acoin(Jañadi> de aílo« inau- 
ditos de salvajiñtno. 'A. pesar de la palabra dnd.i, Antonio Rojas asesinó 
cobardemente al General Blancarte y hundió su espada en el pecho d«l licen- 
ciado Kelipe RodrígTier á ijuien después acribillaron .-i liala/os. Degollado 
fingió hoirorizarse de esos asesinatos y declaró hipócritamcnic á Rojas fuera 
de la ley, lo cual no impidió que ¿sle se paseara libremente en (iuadaUj^rs, 
siguiera mandando una sección del ejército liberal, y fuera indultado por 
Degollado seis meses más tarde. «. en consideración, como dijo ¿stc, i los 
iniportanlcs servicios que había prestado en defensa del orden constitucio- 
nal.., en mérito de que la opinión piiblica estnha.-l su favor.., y en atención A 
que los enemigos de la democracia caliricaron de hipócrita y mala fe la dis> 
posición que declaró i Rojas fuera de la ley. » 

En esa ocasión Degollado no fué menos sanguinario que Rojas. El dos 
de noviembre, cinco días después de la loma de (íuadalajara, iban fusiladas 
sesenta y cuatro personas notables de la ciudadK y entre ¿stas, algunas lo 
fueron en medio de horribles escenas de salvajismo. 

Refugi.ido el Coronel conservador Monayo en la casa del cónsul fran- 
ela, ¿8ie fué confiadiimeriie ú pedir á Degollado garantías para su hués£»d. 
Recibióle Degollado coa mucha afabilidad, celebró la salvación de Monaj-o, 
diciéodole que desearía hablarle, y que lo trajera rt su presencia. Preguntó el 



90 



LA CUESTIÓN KEtlGIOSA. 



c¿nsu1 bajo qué garantía, y Degollado replicó qas bajo la de su palabra de 
bonor y la. de la fucna. que daría para tu seguridad de Monayo. 

Conoced'jr de la hipociesia de Degollado, Monayo se resisiía á presen- 
tarse, pero instado por el cánsu! cedi(i, y llegado que hubo, Dügollado llamó 
Á un ayudante y le dijo : <« CuiTiplimeiite ud las órdenes que le he dado; y el 
señor (designando A Monayo) á la horca. » En respuesta i las palabras que 
tan villano hecho airancó al olnsul. Degollado le mandó que callara y se 
retirara luego; pues, lambicn podía ahorcarlo. 

it En la plaza de Armas se fijo el aparnto destinado para ahorcar i 
Monayo. I,legada la honi, sacrfrnnse de Palacio á las víi5bÍinaH. ^loiiayo ruega 
que se le á¿ otra clase de muerte; es inúül, y momentos dcs[fu¿3 queda su 
cadáver suspendido de la cuerda, ft (Cami.J 

'A otro Corond conservador, Manuel Pti'la^o, lo sacaron de su casa 
moribundo en una silla, n consecuencia de un balado que: había recibido en el 
pecho el 25 de oóiobre, y lo llevaron á colgar del balcón principal del Obis- 
pado, Sli señora en cinta y llevando á un niño pequeño en los bracos, se pre- 
sentó en la plaj-»i en el momento en que preparaban el atroK suplicio pava su 
esposo, ¿ íin de pedir gracia por él. Insultada y despreciada por los a^esinOiS, 
insistió y rogó con ese empeño, tenacidad y ardor propios del amor de madre 
y esposa. I^ dieron un culatazo de que cayó al ^uelo, y al niño un bayane* 
tam del cual resultó muerto. « 'A Piélago, escribe un liberal, lo levantan en 
alto con la soga al cuello y le dejan caer al vacio para que su propio peso lo 
■e.\trangule; se revienta la soga y cae sobre e! pavimento, vivo todavía. El 
Comandante Florentino Cuervo, que está presente á caljailo, desata de la silk 
de montar la reata y la da para que se repita la operación. En aquellos 
momeólos un conocido y apteciable artesano exclama ¡infames I Apenas díce 
la palabra, y un tiro le destroza el cráneo, matándolo instantxnea mente. » 
(CamA) 

El gentío cjue presenciíiba horrortiado aquellos coliardes ;isesinatos 
gritó : ¡mueran los asesinos de Piíiago! y obtuvo por contestación una des- 
carga cerrada de fusilería, á la cual siguieron uno& disparos sueltos por 
mis de una hora á fin de evitar una sublevación del pueblo y alejarlo de 
Aquel sitio. 

Una vez saciada su sed de venganza contra el ejército conservador del 
cual sufrió tantas derrotas. Degollado promovió una persecución contra cl 
clero, y el 4 de noviembre expidió un decreto en c¡ cual se notabjín tHas 
prevenciones : « Se considerarán como conspiradores y traidores A la Consti- 
tución de 1S57. los eclcsilsiicos que se nieguen á administrar los sacramentos 
ó exijan retractación, publica con motivo del juramento de obediencia a la 
misma Constitucióo prestada por ios empleados civiles y tnilttaies, n (Av. 
29 dic, 185SJ. 

Era tanto más odiosa aqudla persecución religiosa cuantoquc Dei^ollado 
lodo lo debía al clero que lo había sacado de la e.urema pobreza en que 
nació. Un cura, D. Mariano Garrido (Ap. í& ag., 1860), lo recogió movido 
de con miseración, y diúle una educación esmerada para su clase ponicrtdolc 
ea e\ colegio de lafanlcs de Morelia de dunde íaé expulsado por su soberbia 



á insubordinaciiín, Siguió Degollado uimiendo el pan de sa foienhcchor á 
quien causó poi su ina1a conduela tamos sinsabores que ¿ble ünalmente casi 
;il«inilonrt al ingrato. Compadeciéndose de ¿I, lo habilitó con una licndií para 
que la. girara; pero Degollado, que era muy afciílo a! juego, pronto ncahó no 
sólo con el tendajón, sino también con parte de los dieíiiios ijiie su proieAor 
haliía confiado á a\i honradez. El Padre pagó por Dc-jollado, y ^tc volvió á 
derrochar otro capital hasta que consiguió un empico d<¿ cícríbiente en la 
Haceduria de la catedial de MorL-lia, 

Quiso m:ls tnrde entrar al Congreso, pero su nombre y sus mériios eran 
tan poco conocidoí que no pudo probar que tenia un capital que le produ- 
jera la n-nta exigida por la ley para ser diputado. Nu vaciló Degollado en 
cubrirse con las manchas más vergoñosas, y en valerse de los arbitrios máa 
ruines á fín de Uegai A formar parte del Congreso. Demandó ante los tribu- 
nales al Padre Garrido, y declaró cínica y calumniosamente que era hijo 
bastardo de ese digno sacerdote, y como tal, acreedor á sus bienes de fortuna, 
Desechada su demanda por el tribuual. Degollado tuvo que ocultarse por 
algún tiempo, avergonzado de 5U derrota y llevando un la frente la nota 
ignominiosa de ingrato, calumniador y malvado. 

En iSg4 comeníó i conspinu- contra el gobierno de Santa Anna quien 
ai principio lo tuvo en tan poco que ningún caso le híüo. Por dltimo, fué 
desterrado i San Luís Potosí, y eJ Cabildo de Morelia que le había hecho la 
contianKa de introducirle en sus archivos, llevó su bondad ha^ta pagarle sus 
sueldos como s] hubiera estado en aítual servicio. De vuelta ^ Morelia, [)^o- 
liado siguió en su destino de escribiente de la llaceduría yá poco tiempo 
volvió á ser destenado por sus secretas ma(|UÍnac¡ones. Los canónigos que 1« 
habían auxiliado hasta entoncea, vieron que era indigno de su protección, y 
le negaron sus sueldos. 

Frenético por tales agravios, Degollado se lanzó á la revolución iniciada 
cu el sur por Juan 'Alvarez, y le cupo la gloria de ser el primero en poner 
manos á la propiedad ajena en el Estado de Michoacán. K ¿Cómo C|uieres, 
imbécil, decía á hpitíicio Huerta, dar ¡nctenicnto á la revolución, si prohibes 
á tus hombres tomar cuanto les venga á la mano, matar á cuantos te sean 
contrarios, beber hasta embrutecerse, burlar á las mujeres hasta saciarse? 
¿Que alicientes puede presentar un movimiento que por fucrica ha de hacerse 
con hombres brutales, si ]es has de refrenar sus injtinto.'i? Cambia de tiíctica 
ó nos perdemos. Recoja cuanto bribón puedas, ninguna cárcel dejes cerrada; 
con esos hombres que la sociedad rechaza hemo3 de hacer U Riicrra á la 
sociedad. » Lo dijo y lo Iilüo. Deiíde entonces, ya no hubo en las filas revo- 
lucionarias sino la escoria más iurmmda que habían vomitado los prcíidios, 
Zapollrtn y Puruandiru vieron con asombro puestas en pr.i¿lica sus doftrinas 
que se traducían por vi robo, el incendio, el asesinato y el estupro. 

Pero donde más se lució pagando con usura la deuda de gratitud que 
pesaba sobre su generoso cora/ón, fué en su gobierno. Aquellos canónigos 
que habían remediado su lacería, y aquella catedral que en su miseria le 
había amparado fueron los primeros objetos de bu alencion. Por de pronto, 
les inipusü un préstamo forzoso de $ 100,000 para el que había estado rcu- 



93 



LA CUESTIÓN RKLTGIOSA. 



niendo datos desde que, en calidad de dependiente de [a Iglesia, habla 
podido registrar el archivo. Aun en ese tiempo, estaba protestando con la 
más refinada hinocreaía su respeto y agradecimiento a sus antiguos señores, 
lo mismo que cuando desterrado en San Luis escribía cartas humildes y 
llenas de unción á un canónigo, llamíindolo su bienheciior, su amado padre 
y su bondadoso direOor, hasta que creyó invítil continuar fingiendo, tiró la 
máscara y d¡ó sus instrucciones A, E¡>Ílacio Huerta para que en la primera 
Oportunidad saqueara la catedral de Morelia, dejándole listas circunstanciadas 
de las alhajas, plata, capitales y rentas que existían. Así pagó lo que debía i 
los canóaigos de Morelia; asi pagaron tantos personajes de la revolucióo, , 
principiando por Juárez, l^rdo, Romero Rubio, Ocampo, y muchos OtrOs» 
los inmensos favores que en su caridad les deparó el clero. {Ap. lo o¿l., iSg^) 



CAPITULO V. 



Tif/na de Gitadaiajara /¡or Miramón y voiaiura de! paltuia Jd gobierne 
atribuida, d Di^olladú. — Conspiración de Forsyth, Ministro narteaifieriaino, 
(ontra Zuloaga, ps'rque re/iusa isle tnajtnarle parte del territorio mieional, — ■ 
Juárt'. promete obuq^dar ¡m deieoi dí Fi>rsyth, y m goMirno es rewNOíido par 
los Estados Unidifs. — Recepdím del Afinistro Afae Lune tn VtriUruz. — 
Ciriular Ocampo. — Protesta del ¡gobierna coHsen'ador contra los tratados que 
eehhre fit.im con ¡os Estados Unidos. — Dotlrinas antipaíri¿iiías d4 tes 
¡il'traies. 



* A mediados de diciembre de 1S58, el General Mirainón entró á Guada^P 
■*■■ jara de donde desalojó á Degollado á quien persiguió y derrotó por 
completo en San Joaquín el 26 de diciembre. Antes de abandonar h plaza, 
Degollado minó el palacio nacioinal, la catedral y otros edificios encargando 
á sus correligionarias que los hicieran estallar cuando fuese la ocasión propi- 
cia. El 10 de enero de 1S59, estando reunidos en palacio los Genérale? Mira- 
món, Leonardo Márquez y otros prohombres del partido conservador, hubo 
en la sala donde estaba almacenado el parque del ejército una explosíáit 
horrible volando el palacio en cuyos escombros quedaron sepultados un 
niiinero considerable de víctimas. Por fortuna salieron ilesos los generales 
conservadores contra quienes pareció dirigido ese criminal alentado, d El 
espíritu de partido, dice Vigil (p. 3^9), dio fácil cabida al rumor vulgar de 
que la desgracia había sido ocasion.-ida i>or una mina de antemano preparada 
por los liberales; pero el mismo Mirarnún se apresuró á desmentir semejante 
especie, evitando de esta manera ^ue se cometieren brutales atentados contra 
personas inocentes, conocidas por sus opiniones opuesta.'* al partido con- 
servador, b 



} 



Hl tcsrimonio de Miramón, en que se funda el precitado escittor, no 
liene la fucrjta probatoria que se te pretende atribuir; porque íué dado apre- 
suradainciile, sin conociratcnlos suficientes, y pocos momentos después da la 
catástrofe; cuando luB escombros amontonados por la explosión no se remo- 
vían todívia., y por lo mismo impedían cerciorarse de si el palacio habla sido 
volado por una mina o por el incendio del |>ar()ue: cuando lo más preciso 
era Atender i los heridos y ejercer < una escrupulosa vicjilancia de Ui Uopa 
como dijo Miramón, pata evitar que muchas persnoKS not^tdas como pertene- 
cientes al bando di;ma¡;ógico, na fuesen íninobdns por el furor popular. > Y 
aunque Miramón hubiese podido en tan corto tiettipo consc^^uír la prueba de 
que los liberales habían cometido taniíifto atentado, su obl igariiín t-n esos 
momentos solijmncs era ocuiíar la verdad al piíbÜco Hedienlo de veríganía, 
precisamente para evitar ]&s sangrientas represalias que se hubieran cometido 
cirrtamente, á no haber sido por la energía que desplegó en esa ocasión. 
< Krtoiiccs pudo verse, agrega Vigil, du que es capa/, el fanatismo político; 
pues, todavía mucho tiempo después de la catástrofe, no faltó quien se esfor- 
zara en probar que habia sídu efe<5li> de la supuesta mina. > V lo peor es que 
unos escritores que colman de vituperios al partido c<jnservador y guardan 
no pocos iniraiiiieiUo» ai bando reinante, lo tienen pur cosa probable. H¿ 
aquí sus palabras i •( rrobalik-menití, por orden de Degollado se hizo volar 
con pólvora el palacio de esa ciudad, para que en la explosión perecieran los 
jefes conservadores, ;* (Jiey.) Cuanto á Víftor Darán, no hay duda de que 
los liberales cargan con la re.<<ponsabiIidad de aquel crimen. Y lo que avalora 
su opinión, es un ciiniulo de hechos poco conocidos hasta la fecha que iobre 
aquel desgraciado acontecimiento arrojan una luz que hace disapatecer las 
sombras á cuyo favor pretenden los liberales escudar la responíabilidad de su 
partido. 

EL valiente Diario de Ai'ism contiene bajo ese respci5^a, unos datos 
preciosos que merecen ser consignados en estas p^iginas. El 31 de enero de 
18513 publicaba una carta de su corresponsal de Guadalajara que decía: ■( Ya 
se encontró el taladro que hicieron los bárbaros constiliicionalisias para 
colocar en el palacio ta mina que ur.ieionó su ruina : y se ha aprehendido á 
una modista, iionjue ella dió permiso para que por su casa se hiciese el refe- 
rido taladro, h.-ibÍéndo3C puesto ella con tiempo en salvo. Esta misma mujer 
ha declarado que bajo de la catedral había otra mina que debía haber reven- 
tado el mismo día que en esc templo se celebraba una funcidn en acción de 
¡gracias i ia Siantisima Vii^cn y que, en cfcdlo, se encontró la mecha apagada 
ya cerca de la sacrislia, de manera que sola la Divina Providencia dispuso 
que no loj-raran los perversos sus infernales intentos: porque no son calcula- 
bles las desgracias (|ue habrían sucedido por hallarse el templo lleno de 
gente. La referida mujcT ha descubierto también que habia otros taladros en 
el obispado y en el convento de San Francisco, y que á consecuencia de esos 
descubrimientos se ha procedido á la prisión de un D. Eulogio Rico y de 
otras varias personas. í 

Según el periódico oficial de Jalisco, se asegurat>a de una manera posi> 
tiva que ta desgracia ocurrida el 10 de enero de 1859 había sido :í consecucn- 



94 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



cia de la explosión de una mína. (Av. 6 febr. 1859), El Diario de Avises 
designaba a! cjiliecilla. Bravo como el ingciiicio qut ayudó al aventurero ame 
ricano CKeesnian á minar ios edificios de GuftdnlaJBra un oi^uhre de 1S58 
(37 junio y 4 ag., 1859). 

Eniretantn, la auloiidad JLidicia! mandaba haí^cr la averiguación respeíliva 
i consecuencia dt la cual se encontraron < uno? fragmentos de barrica, un 
tnbo de hoja de lata, y unos restos de medias de cáñamo cjue, ¡carece, estU' 
vieron cargadas con a^iiarrís : lodo ello se encontró en un hundimiento (í 
Koquedaddesciibiertíien el ItigarCiíntrico de la esplogión (.4r. 11 febr. 1859). 

Alentada por esos descubrimientos, el juez de letras de Giiadalajara 
pidití al aeftor J. Manuel Cervantes un díílainen acerca de las causas que 
habían producido la catástrofe del ts de enero; >- el 14 de abril de ese mismo 
afio de 1859, Ei Pétimmiento, periódico oficial de Jalisco, publicó ese docu- 
mento fechado el 4 de marxo, cuya conclasión era que < la ruina del palacio 
de Guftdalajara fu¿ producida por una mina de pólvora puesta de amemano 
en el ceniro del edificio. > Para que se ponga de manifiesto una vez más la 
estudiada parcialidad con que Vigil encubre las faltas de su partido, y en el 
presente caso pone fuera de duda su no participación en el desgraciado evunto 
del ic de enero, publicamos á continuación algunos extraíaos del importante 
diétanicn arriba referido, i^ue ní siquiera mereció ser raencionado en la obra 
del referido señor, donde, sin errtbargo, abunda tanta hojarasca. 

< Datos fundados de la mina que voló el inieri»r del palacio el 10 de 
enero. Informe circunstanciado que rinde el sefior I"), Mitnuel Cervantes, — 
Señor juez de Letras : — Para desempcüar debidamente la comisión que iid 
se sirvió confiarme contraída á averiguar si la catástrofe acaecida en el palacio 
de gobierno de esia ciudad en enero líltimo fui causada por una mina, he 
practicado en piesencia de ud y de su escribano cuiínias obsenaciones y 
diligencia^í lie estimado necesarias, las que me han hecho formar I» opiniÓD 
que voy á expresar: acaso serí errónea, pero no puedo prescindir de ella por 
los robustos fundamentos en que se apoi-a,.. 

< Hechos incuestionables sobie que puede fumlaise la demostración. 

« i" Hubo un temblor de trepidación en el momento que sucedió la 
catástrofe. 

«. 1* I.a detfvnación que se oyó fué una sola, seguida iiimediataiiiente del 
fracaso que produjo la caída del edificio. 

í 3° La ruina se verificó en 1m piezas del centro da la manzana, que- 
dando en pie la.4 pared i's exteriores que forman el cuadro de todo el edificio; 
y habiendo hucho un recoriocimiento minucioso, aparece que ni los ángulos 
de dichas paredes, ni ios de los conedorcs del patio que quedaron en pie, 
cstér. abiertos ó cuarteados, lo cual es una prueba matemática qtie no hubo 
fuerza horizontal sino únicamente vertical, 

< 40 Los escombro.'* de las paredes y techos que cayeron, 110 volaron á 
distancias considera til es, sino que formaron un montón en el mismo ediGcío 
donde se verificó la explosión. 

< 5" 1.a. paite oriente del almacén del parque no cayó toda, sino que 
permaneció en pie, aunque en estado ruinoso á una altura de poco más de 



dos varas; U del I«do del nárte quedó también cu parte, aunque & menos 
altura que la anierior, sin enilwrijo de haberse armuado las otra.? dos que 
comiiietjín el rectángulo del almacén. 

< 6" Quitados los escombros ajjarcció en dicho almacén, junto al ángulo 
sudoeste, un hundimiento á quy servía üc ¡vumo ciínttico un pozo de dos 
varas diez pulgadas, por lo menos, de profundidad, y una vara ocho ó nueve 
pulgadas de diámetro lleno enieraincnte de e'suombios pulverizados; y entre 
¿stos, at( como á inmediaciones del poso, se lullAron porciones de fragmentos 
[jequeftos de harricit, restos de cinchos dif bejuco, pedamos cortos de soga 
embreada y rajuelas de piedra sílice, llamada vulganiienie de castilla, todo 
fogueado ó tiznado con pólíota. 

í 7' Los cimientos en el ángulo sudoeslt: inmediato al poio están que- 
brador verticalniente d distancia de tres varas cti el lado sud, y á seis varas 
en el lado oeste aparece tambitín quebrado verticalmente el vértice del 
iingulo dicho; el material de ios cimientos comprendidos entre las dos prime- 
ras quebraduras, estalia tan suelto por la parle Ínl<:rior priixíina al pow que 
casi con la mano y coivla. mayor facilidad se pudo destruir; Lo mismo sucede 
con la Otra j^riet^ del véiLice dtl ángulo, que de intL'nto se lia dejado en este 
estado : muchas de las piedras, aun las más sólidas, se encuentran en todo ó 
en parte reducidas á ]>equeños pedazos; y la porción de los cimientos com- 
prendida entre las quebraduras está impelida |rara afuera, y cuuio empujada 
por el pO£o, conviriitíndose con ésto en ángulo agudo, lo que antes era 
ángulo redio. Ade^nás, esos pedazos de cimiento no sólo están empujados 
pata afuera, sino inclinados, perdiendo su aplomo el fragmento sud dieciseis 
pulgadas, y el fragmento oeste ocho y media pul^-adas. 

i B" El enlosado del almacén del parque quedó colocado en el pavi- 
mento, menos en el po/o mencionado y su. circunfercrcin, con un radio de 
más de vara y medía, á cuya distancia se encucnltan las primeras piedras 
reducidas á pequeños pedamos. 

< 9" Las otras losas, á alguna distancia del pozo, principalmente las 
inmediatas á los cimientos quebrados, se encuentran tiznadas de un modo 
aiuy marcado con el humo de k pólvora pot debajo y entre las junturas de 
unaí con otras; pero todo el pavimento aparece limpio por encima. 

( ro" Cerca del punto en donde se quebrd el cimiento oeste, se encon- 
tró una especie de rnecha teñida de pólvora, he<-ha al parecer de manta 
nueva; esta mecha estaba encajada it oprimida entre dos piedras del mismo 
cimiento; su extremidad salía de la supeiñcie imerior del almacén y se ocjI- 
taba en dicha hendidura: otro pedazo de la misma malcría se hallÓ á distan- 
cia como de una vara de la anterior, ron dirección al poíO antes dicho. 

< 1 r" Donde concluye el hundimiento, á distancia de cuatro varas del 
po20| existe en el pavimento una prominencia más ó menos marcada, siendo 
BU mayor altura de dos y media pulgadas sobre el antiguo nivel de lo restante- 
de la pieza, y su ancho por término medio, de una y media vara. Además, se 
nota tanibicn que la orilla del enlosado que tocaba los cimientos quebrados, 
no sólo está, separada de ellos, sino taaibí^n levantada respecto del nivel 
antiguo. 



9fí 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



4 Ley«s risicas que deben Cenurse piesentes |>ara explicar los hechos 
auletiores. 

< [' Ud fluido coniprímido tiende i uscaparsc poi donde encuenua 
tncnor resistencia. 

« ;" fn fluido enrarecido inoinent.lrcameiite y cítcundado por otro et 
su estado naliirai, tiende á escaparse por todas las direcciones que forman 
el hemisfeiio superior de una esfera que tiene por centro el punto doude ae 
verifica ese eTiratecimieiito. 

« Puestos estos antecedentes digo : la ruina del pa.1acio no pudo ser 
cnusada sino por incendio de parque á por una. mina puesta de antemano. 
No hay medio : asegurar lo primero no es posible ; y por tanto creo, y ésta «s 
mi opinión, que una mina de pólvora puesta de antemano en el centro del 
edificio del palacio fui; b cniísa, con su esplusiiíii, di! la ruina verificada el 
lo de enero de 185^. 

« Explicación de los liechos por una mina. 

í I" Hubo temblor de trepidación. Nada más natural que este hecho, 
si la explosión fu¿ causada por una mina ; en efé-íio; al verificarse la e.\plo- 
sión subterránea, la espaicíÓTi moutenláiiea del aire hiío que en virtud de su 
resorte, segiln ias leyes físicas enunciadas, chocarn i:on una fuetea enorme 
contra Us paredes del pozo, intentando hallar salida, y cotno es preciso que 
encontrara grande oposición por !a vertical, en virtud de todo el material que 
es de creerse cegaba de intento el pozo, entretanto vencía esta dÍ6culiad, 
impulííiba ItoiisontAlmenle las paredes, y estos impulsos hechos con uní 
fuer^ta enorme, causaron un movimiento vibratorio en el terreno tan falso y 
arenoso en que está siluada la ciudad; movimiento vibratorio que se pro¡>ag(í 
en la dirección de todos los radios que pueden iinaginaTse teniendo por cen- 
tro el punto de la explosión, y que se coinuniciria a mucha distancia por la 
lalícdad del terreno; pues, la experiencia nos enseña que un carro que rueda 
por la calle cargado con cosas pesadas, mueve el terreno con vibraciones que 
se hacen sensibles t-n los cristales de las ventanas, hasta i distancia de ciento 
sesenta varas caítellanas. 

« ¿V podría ésto explicarse por la c.íploaión de parque? Vo creo que 
no; pues, sería un absurdo en física que el aire enrarecido obre hacia abajo, 
cuando en vlrlud de su menor gravedad tiende A elevarse, 

i 3' La detonación que se oyó, cLc. Exaíiainente se verificó el efeílo 
de una mina; y si la caiástrafe se atribuye á incendio de parque, queda sin 
explicación el fenómeno; pues, nunca pudo sei una la detonación, cuando el 
parque estaba almacenado en distintos bultos, y cuando el incendio dí: un 
solo buho no pudo piodueir ruina de tanta magnitud. 

4 3" La ruina se verilicú tn las piezas del centro de la manzana. Este 
hecho prueba matemáticamente, en mi concepto, que la fuerza dcsiruifiora 
que produjo la mina, fué linicamcnte vertical: i's decir, fué á virtud de la 
mina: pues, aunque es cierto, scfji^n la ley secunda enunciada antes, que el 
aire cniar<:c¡do ^ic uscaiia por todas las direcciones que foimnn el liemisfcrio 
superior de una esfera que tieiit- por centro el punto donde se verifica el 
entarcciniicnto, pero no es menos inconcuso que todas eslas dilecciones se 



resolvioTon en la vertical, poc los ubstáculos in&upetables cjue encontraron ea 
las paredes del pn^o ¡tara seguir la horiíontal. Más clan> : siiced¡¿ con la 
mina exa(5lami?nte lo mismo que acontece con una pie¿a de anillería : el aire 
enrarecido por la pólvora inflamada en e'&la, intenta abrirse paso por la dire- 
cción de \a recámara del oído y de la boca de la pieza; pero en la recámara 
fuctieiitra una resistencia insuperable : el indo es demasiado pequeño y no 
bosta pora dar psso á lodo d aire que urge con una fucr/^ incalculable. ¿Qaé 
hace entonces? empujar la bala con una velocidad prodigiosa y resolverse en 
virtud de la eleiíiincidad en una sola dirección hori/untal todas las demisque 
habidn resultado del enrarecimiento. V en la ruina ¿Q"^ sucedió? Se Incen- 
did la pólvora, enrarfciú el aire : éste intentó escaparse, y no pu- 
dienóo verificarlo por el derredor donde encomió la resistencia de las 
paredes, salió por la dirección puramente vertical, removiendo los obstáculos 
que encontró ni paso, es decir, causando la mina de las ptei^as del centro sin 
aventar las paredes exteriores, sin cuartear los rincones, y fo suma sin dejar 
vestigios de ÍLierja horiíontai. 

« Mas este hecho tan scincillu, tan natural y fácil de explicarse por la 
explosión de una mina, es enteramente inexplicable por incendio de parque; 
pues, en este caso habría habido una fuerza enorme horizontal que habría no 
sólo abierto las esquinas del edificio, sino que habría aventado las paredes 
todas á alguna distaacia en dirección Konzontal. 

<( 4"^ El que la fuerza di;atrmSora tuviera dirección vertical y no horizon- 
tal, explica pcrfe-ííamente líl modo con que cayeron los cacombroB, fonnando 
un montón en la misma pie/^ donde se gmirdaba el parque; pues, con una 
mina se concibe como las parede'* y techos fueron removidos hacia arriba, 
cayendo después por su propia gravedad. Mas sí la ruina fué por incendio 
de parque, yo no alcanzo a explicar este hecho tan sencillo : incendiando el 
parquii, las paredes habrían sido impulsadas horizontal mente i y nunca jamás 
caerían en el mismo sitio del incendio. 

« 50 lis tan cierto que la fuerza destrufiora tuvo dirección vertical que 
según el hecho quinto, ni ias paredes del almacén quedaron todas orriisadas, 
sino que pennanúcen en pie parte de la pared del lado oeste, y otra parte 
aunque corta, de la pared norte, anuínáiidose enteramente las otras dos del 
sud y del oeste, poique la mina estaba precisamente en el ángulo de la pieía 
correspondiente a estas paredes : ¿ni cómo- era posible que quedaran en pie, 
cuando hasta los cimientos de dichas paredes sud y nesle apareciin quebra- 
dos, removidos en parte ¿ inclinados para afuera? 

« Y si la ruina fii¿ ocasionada por incendio de parque, ,icómo era posi- 
ble que no hubieran quedado arrasadas las paredes todas del almacán, cuando 
contra tilas había chocado direc\ann;nle la explosión? 

«. 6" Este hecho del hundimiento y pozo lleno de escombros pulveriza- 
dos, fragmentas de barrica, etc., por si sólo habla, y es una prueba direfta é 
invencible de la existencia de la mina; pues, el incendio de parque nunca 
jamás podría producir este efefto en el pavimento, porque seria contrario á 
las leyes físicas que he citado. 

< 7<í Este becfio d« apai^cer quebrados, removidos é biciinados lo» 



La Cucstiún religioni. — 7 



98 



I,A CUESTIÓN RELIGIOSA. 



cimientos que estaban inmediatos al pozo, así como el heclio ti« de encon- 
liarse una prominencia en el pavimento inmediato á la circunferencia del 
misino pozo por los lados éste y norte: estos hechos, digo, son en mi concepto 
la prueba mis terminante de la explicación de la mina. Ésta, segtlii todas las 
señales, estaba en, vi rincón sudoeste d«I almacén; así es, que al verificar U 
explosión á una profundidad de más de dos vaias (lal fué la hondura del 
pozo), quiso respirar con tina fuerza «norme por la dirección vertical y hori 
zonlal circular; esta fuerza horizontal circular 5e encontró con obstáculos 
insuperables, en los lados sud y oeste con los cimientos de las paredes del 
almacén, y en los lados norte y este, con la tierra, que sostiene el pavimento 
de dicha piexa,; choca contra e^os obstáculos con un impulso incalculable; 
intenta vencerlos, es decir, retirarlos para abrirse paso, ¿y qué resulta de 
aquí? poco se necesita para responder. El rtsulCado debió ser primero : reti- 
rar los cimientos al suó y al oeste que estaban más próximos, y segundo, 
retirar también la tierra por los lados norte y este; pero como los cimientos 
son compaiílos y unidos, cü claro, clarísimo que no podía retirarlos sin que- 
brarlos, removerlos é inclinarlos para afuera, ha tíerr» que sostiene el pavi' 
mentó por los lados norte y este, recibid también un impulso, se comprimió, 
y esta aglomeración de tierra era preciso que formara una prominencia en el 
paTÍmento; y es claro, clarísimo también que la falta de la tierra que se aglo- 
meró en un punto formó un hundimiento en la parte íí quo correspondln, 

« Mm si la catástrofe vino de incendio de parque, ¿cómo Hi; explican 
estos liechos que son tan sencillos, tan naturales, tan arreglados i las leyes 
ÍÍBÍcas que tuvieron que cumplirse en la explosión de una mina.? ¿Se dirá 
acaso que la frai^ura é inclinación de ios cimientos provino de haber catdo 
la pared, y que ¿sta, á manera de palanca, removió los cimientos? Pero 
entonces debió suceder lo mismo con Codos los cimientos de las paredes que 
cayeron; y sin embaiigo no fué así : no aparecen quebrados más que los 
cimientos inmediatos al pozo donde se encontraron todas las sffiales de una 
mina. Y aun supuesta esta explicación, ¿cómo se explica entonces la existen- 
cia del pozo circular, Uend de escombros pulverizados, etc.? 

fl S" No nos cansemos en cavilaciones cuando los hechos hablan bien 
clara Las piedras del pavimento están colocadas menoí en el pOM y en su 
circunferencia, y las m.-ís inmediatas se hallan hechas pedamos; este hecho es 
tan natural en la explosión de la mina, que me parece iniSlil entrar en expli- 
caciones; sólo diré que ésto es inexplicable en la explosión del parque, segtln 
las leyes que he enunciado. 

« Q" Todavía es más inexplicable el hecho noveno. Las píedms est<íit 
tiznadas de pólvora por debajo v entre las junturas de unas con otras, cuando 
el pavimento no está fogueado por enciiiiaj luego, la explosión fué subterrá- 
nea ... El humo de la pólvora tiende á elevarse; sí este liumo procedía de 
incendio de parque colocado sobre el pavimento, ¿cómo vino entonceí á 
tiznar las losas por debajo? ¿cómo descendió contrariando las li-yes risicas 
indicadas? ¿cómo pudo IJegar & lixnar el pavimento por debajo, cuando éste 
quedó en el acio de la explosión enteramente cubierto con los escombres que 
se aglomeraron alli? ¿cóiiao pudo penetiar esos escombros y descender hasta 



I 



í 



debajo del enlosado del pavimenlo, cuando la capa que formaron dichos 
escombros era de una altura muy considerable? 

« 10*" El hecho décimo es, «n mi concepto, otro comprobanlu de la, 
mina, porque la materia de que se compone esta clase de mecha, es, segtín 
parece, manta nueva. Si se recurre á decir que existía allí entre los cimientos 
desde que éstos se construyeron, ¿cómo se explica entonces su consistencia, 
siendo asi qiíL- la humedad y el tiempo debían haberla convertido en 
polvo? 

<( 1 1» Este hecho (¡ueda ya explicado en el niímero 70... » 
'A pesar de la voladura del palacio de Ciuadalajara, del destierro de los 
obispos, y de los robos sacrilegos de la iglesia de I.agos y catedral de Mote- 
lia, los liberales salían derrotados en casi lodos los encuentros con las tropa.; 
conservadoras, «. Ante los repetidos triunfos de Miramiin, escribe Rivera, se 
generalizó la opinión en el partido conscitucionalista de que era preciso el 
auxilio de los Kslados Unidos; y aun en El Pro^mo de Veracruz se mani- 
festó que ese país era el tínico que podía dar protecddn en armas, hombres 
y recursos. » 

Mr. FoFsyth, que había llegado .í Míxico eti 1856 con el cariífler de 
Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos, consideró como perdida la 
causa liberal dc3pués del triunfo del plan de Tacubaya, y en Uüión de todo 
el cuerpo diplomático reconoció espontíneamenle el gobierno de D. Félix 
Zuloaga quien mandó como representante á Washington al Ceneral D. Manuel 
Robles Pezuela, el cual fué perfe¿lamentc recibido por el Presidente 
Kuchanan. 

Entonces trabajaron los Norteamericanos en realizar una ¡dea acari- 
ciada, dc^de el principio de la Independencia, claramente enunciada en los 
preliminares d«l tratado de íluadalupe Hidalgo, y descaradamente propuesta 
en los tratados de la Mesilla, c[ue envolvía nada menos que la desmembra- 
ción del país, y en lo venidero, su ñnal anexión á los Estados Unidos. 
Merced á la «nei^fa y patriotismo de los conservadores Couto, Atiistain y 
Cuevas, esas pretensiones fueron al lin desechadas. 

Las diñcultades hacendarías con que trope;:ó el gobierno de Comonfort, 
sirvieron de pretexto al Ministro Forsylh para celebrar con Ezequiei Montes 
una convención en cuya fuerza se prometían d Comonfort auxilios pecu- 
niarios en derlas y determinadas circunstancias, convención que fué recha- 
zada por el Senado Norteamericano. Caído Comonfort, recibió Mr. Forsyth 
órdenes expresas de su gobierno^ según confesión de un escritor libeial, 
(¿"íV.! de negociar con el gobierno de Zuloaga un tratado en cuya virtud se 
concediese á los Estados Unidos, por compensaciones petuniarias, una parte 
del territorio niicionid y el paso i perpetuidad por el istmo de Tthiiantcpcc 
para los Estados Unidos, sus ciudadanos y propiedades. Mr. l'orsyth pro- 
ponia también, dice el Ministro de Relaciones D. Luis G, Cuevas, otros 
convenios de ta mayor graved;td y trascendencia, indicando que el gobiemu 
mexicano debía aprov-echa.r la ociisión que se le presenlalíu, paraconiolidaise, 
recibiendo una fuerte cantidad de dinero, y manifestando después que era 
infalible la absorción de! territorio mexicano por los Estados Unidos, <£ Pero 



lOO 



1,A CUESTlñN RELIGIOSA. 



el General ZulOaga, preciso es háCt;rle justicia, dice Vif(il {p. 374), rechazó 
lerminanlemente hs proposiciones que se le hacían, s fundándose en tres 
nuones que constituían un tiiulo honroso para el gobierno conservador. « El 
Presidente, decía 9U Ministro, no puede aceptnr la propuesta del seftot 
Foreyth, porq^ue no lii cree conveniente ni A los imert'st'B vit-iles, ni al crédito 
de lu Repilbliai; ponnie no hay un Congreso nacional que pueda aprobarla, 
y porque siendo la primera necesidad de Mcxíco eu las presentes circunstan- 
cial! ¡a «nion y la paz, una H;nitjn.'naci(íii tan considerablt; de territorio sin otro 
motivo que el de proporcionarse recursos para conlínuar U guerra, exacer- 
baría ésta, y se prolongaría más U discordia civil. » « Si el Gobierno rea- 
cciorario hubiera aceptado la proposición de los Estados Utiidos, escribe 
Bulnes, la marina de guerra americana hubiera arrojado í Juárez de Vera- 
crui, el efc¿tí) de los veinticinco millones hubiera sido dar el triunfo á la 
reacción, y el Presidente Buchanan hubiera dado todo su apoyo m»terial y 
moral á Miramdn. Los reaccionarios sacrificaron sus intereses de ptirtido á su 
aversión por vender teiTitorio á los Estados Unidos ( Vír. p, 338). 

« Después de esta negativa, Mr. Forsyth varió en su conduíla, sigui<i 
protegiendo á los constitticionalistas y apoyándolos cuanto le era posible, » 
{/íiv.} Inauguró su política hostil respecto al gobierno de Zuloaga, pretcn- 
diernio eximir á sus nacionales del pago de la contribución sobre capitales, 
impuesta en virtud de on decreto de ló de mayo de 1858, y prescindiendo 
de la conduíta prudente que en el caso siguicton sus colegas del cuerpo 
diploinático. Entre tantas absurdidades comeiiidas en su protesta se decía 
que <c caalqtii« ciudadano de los Estados (jue se preste .i las disposiciones 
del decreto, se convierte en cierta modo en partidario de las disensiones 
políticas del país, y se hace por este medio, no solamente odioso y censura- 
ble, sino que se expone á las extorsiones subsecuentes sin poderse excusar. » 
Agregaba Mr, Forsyth que < la (¡ropiedad del ciudadano en pafs estranjercí, 
contínila bajo la protección de su propio gobierno; que esa propiedad 
constituye todavía una parte de la riqueza reunida de su nación; y que 
cualquier derecho que el jefe del estado pictendicrc tener sobre la propiedad 
de un extranjero, derogaría igualmente los derechos del propietario así Como 
los de la nación de quien es niiembro. '* 

El Ministro norteamericano decía alici<tl mente que había instigado á stis 
subditos á desobedecer el decreto y aconsejado á Salomón Nigel á que hiciere 
necesaria In intervención de la fuerza armada para favorecer la excitación que 
se habla proye¿tiidu contra el gobierno. Los demás subditos norleauíencanos 
no se resistieron al pago de U contribución; sólo Ntgel fué excitado, quizá 
por la perspeñiva de la fortuna que le preparaba una reclamación por daños 
y perjuicios, á la condufia inconveniente por la cual fué expulsado del 
territorio. 

Más furioso que nunca, Forsyth se prevalió de su caráfler de diplomá- 
tico para proteger en su casa á todos los conspiradores que le pedían amparo. 
Cuando Miguel Blanco vino á sufrir una derrota en las goteras de la Capital 
el 14 de oílubre de 1S58, se niojóen Tacubaya en La casa dv\ ministro donde 
fué dcscargadala plata robada i la catedral de Mr>rel¡a, y puesta bajo la pro- 



tíCCifSn de la bandera nort«am«rtoina. En t6 de septiembre, estando en su 
país Fürsyth, se extrajeion de su oasa, en presencia de un escribano pilblico. 
46 burras de pliiUi enierradas á cinco varas de profundidnd y representando 
el valor de $ 70,000. 

Un liberal tuljiídicaurid, Ignacio Loperena, se rehusaba á pagar lacuotu 
que le correspondía por la contribución sobre capiuiles, y Forsylh trató de 
8ustrii«rlo 4 ií'í justicia, haciéndolo pasíir falsamente por sn criado doméstico, 
conduiíta indigna de un ministro, que fue seveniniente reprobada por sus 
mismos paisiinos. « El señor Kursytlj, decía el Nen- York Diiiiy Ttmss, 
permanece únicamente metido en iniriguillas revolucionarias siendí» asi que 
la dignidad y fuiura política de nuestro gobierno exigen que no teng;i en 
ellas parlicipiíción direíta ni ihdireéUi-.. El seftor Forsyth presta todo el 
influjo de su legación i uno dí los partidos : sea pues UiniadQ de su comi- 
sión. » i> Las autoridades y el pueblo de México, decia. el N(w York Cour- 
ñer and Irujuirer, hiibfan descubieito qae este elevado peraonaje siinpiUiíaba 
abierlanienlt; y formaba liga con los revolucionarios que amen^izahan la segu- 
ridad pública, poniendo en alatma i las poblaciones. El seftor Forsyth era 
pues indigno tic la protección especial de las autoridades y del pueblo mexi- 
cano, y sin embargo, no se le infirió ulliaje ni daáo alguno. » (Citado por 
Av. s de enero 1859,) 

En mayo de 1859 el Daily Reghícr traía una carta en que Forsyth 
hacía la confesión más completa de la condufta inconveniente que guardó en 
México, á la vez que manifestaba inconscientemente la excesiva tolerancia 
del gobierno de Zuloaga. « Yo he gozado, decía, de la confiaiua y de las 
simpatías del partido liberal en alio grado; yo tenia intimidad personal con 
sus jefes de la Capital, y estaba en correspondencia con muchos de fuera, de 
ella. Mi casa fu¿ siempre el refugio y el asilo abierto á cuant<j3 tenían su 
libertad ó su vida amagada pOr la (irania de Zuloaga. D. Miguel Lerdo de 
Tejada fué hués[jed mío por cosa de cuatro meses... Cuando e! General 
Blanco se acercó á México, á mí fué á quien confió el depósito de sus arcas 
militares, como al conocido y seguro amigo de la causa liberal. 'A mis síto- 
palias notorias en favor del purtído liberal debí la hostilidad y eí odio del 
gobierno de Zul(jaga. ft {Av, junio 1859.) 

AI fin, Forsyth fué retirado so pretexto de que disfrutase de una licencia 
siendo así que su rettriida obedeció :í las intrigan de Jutírc:!, 

Aun cuando los Estados Unidos hubiesen reconocido el gobierno de 
Zutoaga, creyó Juátw que mejoraría, grandemente su causa, s¡ lograra que 
aquella nación teconociese su fantasma de gobierno. Degollado, derrotado en 
todos los campos de batalla, escribía ú D. Benito Gómez Farías : « Tiene ud 
razón en decir que apreciaría más el reconocimiento del gobierno liberal 
por los Bstados Unidos que diez victorias del ejército del norte. % {Av. 
14 abril 1859). 

En mayo de 1858, apenas llegado Juárez áGuadalajarij, en^Hó á Washing- 
ton, en calidad de representante suyo, á Josí María Mata quien trató de ser 
reconocido en su caráifler de píen ¡potencian o,em peñándose en acreditar á los 
ojos del Pcesidcnle Buchanan, la especie de que el gobiernode Zuloaga solici- 



10B 



:.A CUESTIÓN RI 



taba la proteccíán de España, lo cual cedería en perjuicio de la doílrina Mon- 
roe. Pero la reciente lecepcíún de Rabies Pezuela hizo que poi entonces fuent 
desoída la pretcnsión del enviado de Juárez. 

Eniretanlo. habían mediado varias conferencias privadas entre Mata y 
Buchanan, M el resultado de lis cuales, dice un periódico noiteaiticricano, fué 
que se despachuiá Malaá Veracruz con la seguridad de que la deseada prote- 
cción de los Estados Unidos contra Zuloaga se facilitaría, mucho y se obtendría 
pvobablenienie, » 

< Los Ksiados Unidos aprovechando la situación precaria de Jiíárez y el 
deseo que tenía este de ser reconocido por aquéllos, querían, antes de decidirse 
á recibir»! enviado juaristu, obtener todas las ventajas, pasibles de esa situación 
y de ese deseo. Mata no llevaba sólo la promesa de que Juárez serísi reconocido 
por el gobierno norteamericano, sino también la de que se darían á aquél, auxi- 
lias en hombres y en dinero para dt-rrocar á Zuloaga. ff (A. VÜlaseñor y Villa&e- 
nor. Estudios HiUóriCí's de los cuales nos hemos aprovechado para escribir 
los artículos acerca del tratado Mac I^ane-Ocampo, y de los sucesos de Ant<Sn 
Lttardo.) 

« Que venga el Presidente Juárex á Nueva York, decía en marzo de 1 859 
el //(f^nííJ^ y le enseñaremos el camino para que pueda dar con jefes militares 
experimentados, intrépidos y dignos de su confianza que en ti espacio de ttcs 
meses sean capaces de conducirá México cincuenta mil hombres, y de reponer 
en sus funciones al Presidente y al Congreso Constilucional en la Capital de 
México, adviniendo que ¿sto podrá iiacerse con la cuarta parte del gasto de ]o 
que «I ha invertido en la iniitíl lucha del año pasado. > Aunque, por confesión 
de Zarco iSig. junio 1861}, Juárez tuviese á su lado muchos hombres que le 
aconsejaban contratase aventureros para que sirvieran en él, y mis tarde 
accediese á esa contrata, {,Rh>.\ nn pudo JuárcK, que en las circunstancias crí- 
ticas era Ihlto de resolución y energía, tomar ninguna determinación por algiin 
tiempo. En el ínterin, sus ejércitos sufrían derrotas poi todas partes. Veracnu 
que le servía de refugio, iba á ser sitiado por Miramón, ylits escuadras francesa 
é inglesa lo estaban apremiando para que pagara los réditos de sur convenciones 
y diera una reparación é indemniíación por el préstamo forzo.so que Juan José 
de la Garza impuso en Tampico i residentes eslranjeros. 

A Si el comandante de la escuadra angl o- francesa, decía el Hifald, arroja 
de Veracruz ajuaren y á los constitucionalistas, y reduce su causa á la desespe- 
ración, éslo rta hará más que disponerios más favorabkmente de lo que han 
estado hasta aquí para admitir el au.Mlio de los norteamericanos. S> Así suce- 
dió. Juárez, el hombre de firmeza inquebrantable, segün rexa U leyenda, 
tuvo que acceder humilde á la-s exigencias de los Eslados Unidos, y Mata 
volvió á Washington con amplias facultades para malbaratar el territorio 
nacional d Buchanan, que era la condición bajo la cual podía ser reconocido 
el gobierno de Juárez. « SÍ el señor Mata viene investido de amplías faculta- 
des, decía el Timts de Nueva York, será inmediatamente admitido por el 
Gobierno, y quedará por tanto reconocido el de Juirei. "b^Av. 21 enero 1859). 
Eíeáliv;imente, Buchanan, como dijo el señor Dící de Bonilla, roiupiíS 
sus relaciones con el gobierno conservador, porque <sle ro quiso ni enajenarle 



CAPITULO V. 



103 



terrilorio de la frontera, ni hacerle concesiones perjudiciales respe¿lo del 
Iránsilo de Tehuantepcc; de consíguienic, para reaiuidarlas con Juárez., ha 
de haber tenido cc[t?i:a de que esas dos exigencias iban á .ser olisequiadas, 
máxime cuando se reflexiona que el reconocimiento de Juárez no entrí 
nunca en las ideas de Buchanan ; pues que en su mensaje aseguraba que no 
tendría su gobierno representante en México sino hiist;i que uno de los dos 
partidos beligerantes se hiciera dueño de todo el país. Sin emijargo de esit 
protesta, se le vio enviar un ministro á reconoco- á Juáre^t, cuando lejos de 
haber ganado terreno, éste imbi'a perdido todo el que tenía en el interior y 
■en la fronlerü. 

<( El reconocimiento de Juárer, dice Rivera, apresuró el ilesenlace de la 
lucha fratricida, aunque con mengua de la independencia en la política, de 
la nación, j Parte de la prensa norteamericana censuró acremente la conduela 
de JuAre/, sobre quien recayó un chubasco de vituperios y expresiones del más 
profundo desprecio. <í Se asegura, decía el A'e~u' J'frX- Exprest, que ha venido á 
VVx&hingtOn un agente de Juárez con intención de vender laüünora á Jos yan- 
quis en cinco ó die? millonL'S de pe.sos. Sí esteseAor liene realmente título á la 
propiedad de Sonora, era mejor que convocase una asamblea para adjudicarla 
al mejor postor, Se tiene generalmente poco respeto haciii un hombre que mar- 
cha por el mundo iraiando de vender su país a! primero que quiera comprarlo. 
Es una providencial circunstancia que este personaje no haya podido inducir i 
Mr.Buchanan á que sea uno de los postores. En efe¿lo, si nos dejásemos persua- 
dir en prestar d Juárez los ilie/ millones, veríamos pronto caer sobre nosotros 
una multitud de generales y presidentes mexicanos tratando igualmente .todn» 
de vender el coruzón de su país á bajo precio y al contado. No ]>odeino5 ".creer 
que el pueblo americano consienta en gravar sus impuestos pam hacer un servi- 
cio á todos esos mendigos y salteadores, f (Av. 15 enero lájp), 

De conformidad con lo paólado entre Buchanan y JuárCí-, el 6 de abril de 
iKsg Roberto Mac Lañe, Ministro plenipotenciario de los Estados Unidos 
cerca de Juárez, fué recibido oficialmente en Veracruz, cambiiíndose entre 
ambos unos discursos que se distinguieron por su ridiculej y fatuidad. Mac 
Lañe comenzó el suyo por una burla prote.stando que el presidenta y el pueblo 
de los Estados Unidos se interesaban vivamente en el bien de México, cuando 
la condufia desleal que observó Forsyth en los iSllimos meses de su misión 
diplomática, « el tono desdeñoso, ultrajante y ofensivo que Buchanan segufa 
empleando tespeélo de México, » (^jf.) el anuncio en el mensaje prcsidenciut 
de la ocupación de Sonora y Chihuahua por los Estados Unidos, y, mis tarde, ta 
pretensión de que « la deuda de México á los Estados Unidos ascendiera á dies 
millones de pesos, sin preseutar documentos justificativos, manifestaban más 
bien intenciones hostiles para cu n Mé-tico, » segón asienta Rivera. 

<í Confio, agregaba Mac Lañe, en que la adm ¡nistración de Vuestra Exce- 
lencia en los asuntos pilblicos sea distinguida por la perfección y consolida- 
ción de aquellos grandes principios de libertad cnnstilucional que forman los 
elementos fundamentales de la verdadera libertad, y que distinguen tas repúbli- 
cas de México y de los Estados Unidos de la mayor parte de los grandes Esta- 
dos é Imperios del hemisferio oriental. * 



104 



LA CUESTIÓN REUGIOSA. 



Muy pedante fué Mac Laae al valerse de un discuiBo de recepción para 
(lisertíli acerca de los principios cié libertad constitucional; nu se manifesté 
menos fatuo cuando afirciú que en las más de las naciones europeas no te 
conocía la libertad, siendo así que machas de ellas que no se jactaban de Mr 
repúblicas, na prafticaban el odioso sistema de la leva como México, ni ampa- 
rabitn cun sus leyes la horrJbletraliide losnegrns como la república. norteameri- 
cana. Aquí tenemos un ejemplo de la proverbial i fatuidad de losnoiteaiiierica- 
nos mezclada como siempre está con la ignorancia, » según la atinada reñexidn 
de uno de sus historiadutes. (Brtnc. p. 689). 

En contisliición á ese discurso aseguró JuArez que todos ¡os funcioniírios j 
jefes que sostenían el gohiernn constitucional, o haciendo á un lado todo interés 
mezquino y toda aspinicióti personal, se hablan consagrado á la salvación de la 
lanía causa de I05 pueblos, la libertad constitucional. «> 

'Eso de hacer á un lado las aspiraciones personales en boca de un hombre 
que sin poder, sin recursos, sin autoridad, sin título legitimo, había provocado 
la más horrenda guerta fratricida, sólo para ocupar la. primera tnagistratura, dice 
VillaseEior,] era un rasgo de la más reñnada hipocresía. Juárez continutS 
diciendo : « Deseo y espero que los gobiernos de ambas repvlblicas continúen 
y fomenten una amistad leal que, consultando y armonizando sus intereses, 
hagan fecundo el triunfo de lu. libertad cunstitucional. 10 Más adelante se verá 
cuan bien consultó y aniumizó Juáre;; los intereses de lo* Estados Unidos 
empeñados entonces en ocupar militarmente á Sonora y Chihuahua, Y como 
« la boca de los fatuos hierve en necedades > {Prov. 15. 2), Juárez terminó 
haciendo este \oto ridiculo : « ¡ Pueda el buen ejemplo que ambos países se 
den, ser seguido por las demás naciones etitre sí y con los de los Estados 
Unidos )■ México para consítlidar la par del mundo y el incesante progreso 
de la humanidad! » 

Mé.xico, destL-Ozitdo por una encarnizada guerra civil y á punto de 
perder su nacionalidad, prettinder servir de ejemplo d las demás naciones 
y enseriarles cómo se consolida la paz; México, con su población indígena, 
inculta y seuiiaalvaje, con bu agricultura, minería é instrucción pilblíca por 
organiziir, con un saínete de gobierno acorralado en Veraeruz, con luia pan^ 
tomima de repilblica harrapienta ' é intolerante, querer, cun todo y éso. set 



4 



I. Al decir « harapientíi, » no fültiLfflos á la verdad, sino que sintetizMjnos 
en una sola palabra lu que Jos«í de Jesús Cuevas expresó en estas Unciis : 
1 Los árabes beduinos tienen sus túnicas como ios hijos de lifs patriarcas ; 
los fellhas del Egipto y los ahÍsÍnio$ también están vestidos. En el centro del 
'África y en algunas islas de la Oceanía, hay pueblos bárbaros que cstón des- 
nudos; pero un pueblo vestido de andruj<.is de .iscu y de impudor, s(ik> entre 
nosotroi se encuentra- Sin v«tido no puede inspir.vrse respeto á los demás 
porque se siente el desprecio de sí proprio. Los americanos, que es el puebio 
que más intensa y sinceramente nos detesta, para resumir en una sola pala- 
bra todo su orgullo y todo so odio, nos Uw.ma los {jtasicntos. l\tr dum que 
íCii, hay que aprovechar el consejo del enemigo. Detiemus persuailirnos de 
que un pueblo desnudo no merece sentarse al banquete de la civili;ación. %> 



norte y lucero del incesante progreso de la humanidad, i(\ué cosa mis gro- 
tesca podía hdbcr dicho JuárcE, esc tnismu Juárez oblig«ido ¿ confesur niss 
tarde en su diario oficial, que sólo en tSbS fue cuando los Estados Unid<« 
V. por primera vez consideraron i México como á nación civilizada, y no 
como á pueblo salraje? í {Cos. t ao. p. 25J.) 

^ Afortunadamento, dice un escritor norteamericano, la critica ha llegado 
á un alto grado de penetración C]ue hace Ímposil>!e sigan surtiendo cíe&o Io\ 
embustes oficiales y sQria:lcs de la mayor parte de las repiibltcas latino-anic- 
ricanas, con v\ objeto de presentarse como no son ni pueden ser, perfL-ílas y 
poderosa:^ cual ninguna fracción de la humanidad. Es táflica de torpes csciL- 
torcs I atino- americanos, para establecer prestigios sobit salientes, mcmít con 
ci descaro de ignorante» y con la perversidad Je fulleros. Los menos despre- 
ciables, acostumbran negar todo lo malo de su nación y exagerar todo lo 
bueno, pero lu critica ha descubierto el axioma <Ie que la nación que intenta 
piesentaise perfcíla en la piensa, tiene que estar muy lejos de la civíÜración, 
que ordena la verdad como el colorido de In honorabilidad. > {J. H, Webster. 
T/¡e American Republm, t, r. p. 297). 

El 38 de abril de 1859, Mala, enviado de Juárez á Washington, presentó 
fcus credenciales á Buchanun y dijo en su díscurHO : 4 El primero y cierta- 
mente el más salisfaftuno de mis deberes en el aifto de presentarme ante 
Vuestra Excelencia en mi caráíler oficial, es el de expresarle el sincero deseo 
con que procurar*? i-strechar mis y más las relaciones del ;;obierno de Vues- 
tra Excelencia y del gobierno de mi país; el deseo que me anima de contri- 
buir busia donde me sea posible al desarrollo de I09 intereses de ambos pai' 
ses, con la esperanna que acaricia de que las dos BepUblicas, unidas ya por 
principias comunes y andlogos intereses, irán estrechando esa unión más y 
más cada día. >> 

El Presidente contestó : á Somos vecinos y debemos ser amigos. Está 
en nuestro interés y en el vuestro establecer las más liberales relaciones de 
comercio. Siempre me hallareis dispuesto á obrar de buena voluntad con arre- 
glo á estos principios, y á favorecer cualquier sisteitw. político que pueda ser el 
mejor calculado á fin de promoverla prosperidad de entrambas Repúblicas, » 

En el discurscj de Mata hallamos los deseos de Juárcr. de armonizar los 
intereses de los Estados Unidos con los de México, y los de Melchor Ocarapu 
de convertir á ambas Xepúbücas en casi una sola nación. Con raíóti Bucha- 
n;iii se ofrece á favorecer el sistema político de Juárez : ningún otro habría 
de procurar tanto la prosperidad territorial y aun política de la nación vecina. 
Pocos días antes, un periódico de Nueva Orlean», el Ficayune, había dicho 
casi !o mismo que Buchana.n en estas sus palabras : <i Si \encc MJramón, su 
viñoria será la acñiil del aniquilamiento del partido americuio en Míxico, y 
el triunfo del otro partido que es e! enemigt» inveterado y cruel de nuestro 
pueblo, el que se opone á todos los planes que tienden á ensanchar nuestras 
relaciones y armonizar nuca t rus intereses con los de ese país. £ (.-ir. 
16 abril 1S59). 

Ui recepción de Mac Lune fué dada á conocer pcjr Ocampo en una cir- 
cular de fecha 6 de abril que, por acuerdo de Juárez, expidió á los gobctna- 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



dores de los Estados. « Era D. Melchor Ocampo, dice Arrangoir, tioinbre de 

algün miento, de poco juicio y de ideas extra viadlsima-S en políüta y religídn. 
Fué uivi) de los primeros que atacó con sus esciitos á la Igksíu, siendo 
gobernador del Estado de Michtiacáti ; y á Juárez le aconsejó que emplean 
el rigor contra los conservadores. Se jadiaba dn- ser ateo y murió sin queier 
prepararse religiosamente. » 

En su circular, Ocampo manifestaba torpemente que Juárez iba á cele- 
brar un convenio con los Estados Unidas, no apremiado por las circunstan- 
cias, sino obcdecierido á una nueva política. Las cláusulas de ese convenio 
habían sído presentadas por Mt Trist, Ministro de los Estados ITnidoB cuando 
se ñrmd el tratado de pjiz de Guadalupe Hidalgo. Los representantes dtl 
gobierno mexicano y el niismii Ocampo las rechazaron como ofreciendo gra- 
ves peligros par» la independencia nacional. Entonces Miíxicii había BÍdo 
vencido, mientras que en 1859 el gobierno norteamericano no podEo. influir 
sobre las decisiones del de Mtfxico. 

La nueva política de Juárez la traducía la circular en estos términos ! 
« Resuelto el Exceliíniisimo señor Presidente á entrar en una nueva política, 
franca y decorosa con los Estados Unidos, evitará, que cunda mis entre no-so- 
ttos el espírilu de inscnsoto antagonismo llue^ para que Jos demócratas de 
líído el mundo no se entiendan y ayuden, ha conseguido sembrar un jesui- 
tismo diestro y maquiavélico, s 

Aquí aludíii Ocampo á la repulsión instintiva de loa mexicanos patriotas' 
respecto de los norteamericanos que fomentaron la rebelión de Texas, arma- 
ron en varias ocasiones expediciones filibusteras contni la repilblica, la inva- 
dieron en 1846, y expresaron en días pasados su intento de cogerse otra sona 
de México, ayudados de aquellos hijos de los liberales que en el banquete 
del Desierto blindaron por el invasor de su patria. 

Hablando de Juáres decía la circular : « Se reunirá á los hombres de 
ainbos países que piensan que en uno y en otiro hay cualidades estimables 
que deben esiimuiarse, y vicios á cuya destrucción debe dirigirse un bien 
entendido patriotismo. Se unirá con los hombres de caridter elevado y cora- 
zón retto de ambos países que no creen coaio Hobes, que la guerra sea el' , 
estado natural de la humanidad, sino que unidos en el espírilu cristiano de 
creer hermanos á todos los hombres, no piensan que el destino providencial 
de los pueblos sea el de destruirse In-s unos á los otros, sino es el aniaise y 
ayudarse mutuamiínte. í> 

¡Y q^uc bien Ioí amaba á esos hermanos el voluble Ocampo, á quien un 
escritor liberal llama « hombre de caráfter rirmísimo, de convicciones pro- 
fundas, 1* cuando en su proclama de J de abril de 1847, sembraba el tam- 
bién 1: un jesuitismo diestro y maquiavélico » que á la letra decia ; « Norte- 
Américii se distingue entre todos los pueblos del mundo por su grosero 
cinismo; y la parte de los hombres armados que sobre nosotros envía es el 
desecho de e-sa misma escoria! » De aquel «i hombre de convicciones pro* 
fundas, » ante las cuates Vigil sa pasma de admiración, es también el sigui- 
ente escrito fechado en Colima el íS de mar/o de 1858 : «. El señor Pi^»Í- 
daite jamás dura su nombre para que los infames que especulan con tas 



desgracias de varías naciones htsptino-timericiiTiiis rengan á intervenir en estiis 
cuestiones domésticiis. j> ; Qa¿ prontodió su nombrcel presidcnie de x firmeza 
inquebrantable » para que aquellos iníiimes vinieran á intervenir cu las cucrütio- 
nes domésticas de MéNÍco! Uiganl» estas otras palabras de la circular Ocampo : 
lí El Excdcntfsima señoi Presidente se aniti por liltimo, á los economistas que 
piensan que un vedno rico y poderoso vale m¿s que un desierto dcvaitado por 
!a miseria y la desolaciún. n 

Con hastinte ligereza confesó Ocampo que Juárez estaba resuello á vender 
el territorio nadaoal, puesto que la circular trma los mismos términos que 
usa Buchanan en su mensaje ai decir que los Estados fronterizos de Sonora 
yChihuahua eran unos desiertos que los indios tenían devastados por la miseria 
y Iií desolación. Bucbanan declara que interesa á su gobierno apoderarse 
de aquellos Estados, y Ocampo asienta que interesa á México deshacerse 
de aquellos desiertos en cambio de los cuales Juírez piensa que vale má» 
un vecino rico y puderoso; y que, en tal concepto, como lo declaró á MuC 
Lañe, armoniíaid los intereses de M¿»ÍCO con los de los Estados Unidor;, Tal 
era, en resumen, < la nueva política franca y decorosa. » que inauguraba 
J uiírez. 

En 1859 los denuScratas esclavistas habían perdido la mayoría en el 
'Congreso;y para recobrarla, su Presidente, Buchanan, ideó apoderarse de los 
Estados fronterizos de México, A fin de establecer en ellos la esclavitud y 
asimismo aumentar el número de los diputados negreros, y tener en jaque 
al pai tidiij republicano. Se le atribuían estas palabras que reprodujo £i Aíldnttío 
de Boston ; k Hay que extender la poblaciiin negrera de los Estados Unidos, y 
e-vteritiinar la indígena de México que para nada sirve. í 'A éso tendía 1, la nueva 
política franca y decorosa » que adoptaba Juárez, como lo indicó el Times 
(13 dic, 1S60), órgano del senador Seward, en estas líneas : i-. El partido llamado 
liberal en México hizo en el tratado Mac Lañe Ocampo concesiones vergonzo- 
sas á los intereses esclavistas del Sur, intimidado ó comprado por los hombres 
de la esclavitud. » 

Al aliarse con e! partido demócrata y negrero, no podía ignorar Juárez que 
se mancomunaba con el enemigo más desapiadado de su raza y de su nación, y 
que Mattas Romero le habí.i dicho claramente : a Los miembros ni¿s pnr 
minentes del partido republicano, Jubn Quincy Adams..., y Abraham Lincoln, 
candidato de este partido para la presidencia, se opusieron abter lamen te el 
primero .i la incorporación de Texas á la Unión Americana, y el segundo í 
Ja guerra que por consecuencia de tal incorporación hicieron los Estados 
Unidos ÍL Mííxico en los años de 1S46 y 1847 ; y Adams en el Congreso, y 
Lincoln por medio de la prensa manifestaron sin embozo su reprobación á la 
política de aquellas administraciones. Los demócratas, al contrarío, son los 
que iniciaron y ejecutaron tales medidas, y en su credo político entra como 
uno de los artículos cardinales, que han de procutat, en cuanto de ellos 
dependa, ensanchar los límites de la Unión y propagar la institución de la 
esclavitud. » 

En enero de 1859, la prensa norteamericana había manifestado muy i 
las dieras que aquella enajenación de paite del territorio nacional era el precio 



[o8 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



del recíinocimiento del gíibierno de Juárez por t<w Estados Unidos. < Hij 
motivos de creer, decta VAbeUk de Nueva Orleans, que el partido libera!, 
preocupa» dos e en el empeño de hacer que el gobiennt de Juárez sea reco- 
nocido por tos Estados Unidos, conseotiiía en autorizar el establecimiento 
dtr pinitos militares en Chílmahua y Soii<ira. Los precios ofrecidos para la com- 
pra de terrenos en Sonora hacen presumir que los noiteamerícanos nu. tardarian 
en tomar posesión d<! aquel Enlodo. » {Av. 30 tnero 1859.) 

Tampoco tardú la prens;( conservadora en tachar de traidores á tos 
que vendían su patria á los peores enemigos de su raf^, siilo para, que tfstoí 
los ayudasen en sobreponerse á sus contrurios d quienes no podían vcncct 
con las »rraas. El 14 de <^bri! de 1859, el ^eilor Diez de Bonilla, Ministro 
de Rekciones del gobierno de Miramón, suscribió una protesta enérgica en que 
maniíestaba que el gobierno norteamericano había reconocido el de Jtiáre¿ ilni* 
camenic- porque Zulo^ga desechó como injuriosas n.1 buen nombre é intereses 
vitales de México las propusicíones que Forsyth le hÍao por tirdenes expresas de 
tu gobierno, píira celebrar un tratado en virtud del cual se concediese á 
los Estados Unidos, por una suma de dinero, una parte muy considerable 
del territorio nacional y el paso á perpetuidad del istmo de Tehuantepec. 
Declaraba «1 ministro por orden especial del presidente de la república 
mexicana, que son nulos y de ningiin valor ni efecto cualesquiera tratados, 
convenios, arreglos ó contratos que sobre cualquier materia se hayan celebrado 
Ó puedan celebrarse entre el gabinete de Washington y el llamado cousti- ■ 
tucionalisla; y que desde ahora para siempre, protesta ante el mundo civilizado, 
á nombre de la nación, dejar á salvo la plenitud de sus derechos así sobre 
toda la extensión de su territorio, como sobre cualquiera otro punto en que 
se afeiíten los intereses y soiieranía de México. 

Esa protesta caus<S su efcíio. Avergonzado el gobierno norteamericano 
de ver publicados los motivos ruines por los cuales había reconocido el 
gobierno de Juárez, quiso contestar eoii una nota que en iS de abril dirigió 
Mac Lañe á Ocampo. En ella reconocía implícitamente el gobierno de Mira- 
món y conft-saba que en efeíio Buchanan hizo iniltilmente á /.uloaga propo- 
siciones para la compra de territorio mexicano. 

'A la acusación de traidores contestó torpemente Ocampo dando á 
entender que sí era cierto que los liberales chitaban resueltos á tralicaí con el 
territorio nacional, t No hay que atender, decía, (circular de 28 de abril 
1859) i. los que con un hipócrita celo del honor nacional aparentan escanda- 
lizarle, honipilarse de la idea de disminuir el territorio. Cuando la república 
haya conseguido sujetar o convencer á aquéllos de sus hijos extraviados que 
no quieren sino regirla por una voluntad caprichosa, sabrá distinguir los 
ad^os que la salvan, de los que la destruyen, y consagrar los que 1l* sean 
lUiles. 1 

Los periódicos de Vetacruz, inspirados por Ocampo, propagaban esas 
miimas ideas y afirmaban que no había que preocuparse acerca de la patria ; 
que ¿sta desaparecería con el progreso pra ser reemplazada por los inctreaes 
comciciales. « lin el triste caso de ser necesaria, iiidefeiítiblc la intervención 
de una potencia extranjera, decía La Re/orma Sodnl, el partido liberal acep> 



larfa más fácilmtnite k de los Estados Unidos. Estrechadas las distancias por 
la tdtgrafía y el vapor, enlazados los honibriís por el pcnsaiuieiilo y por la 
ciencia que se comunica de un conlineitte al otro, y de naciOn á aación por 
ia imprenta, las líneas de demarcación de los pueblos irnii desapareciendo 
poco á poco confundidas nnas en otras por las transacciones respeiSlivas que 
deben causar las simpatías de los intereses. f> (.-ír. i8 junio 1859). Para dis- 
culpar á los liberales de !a traición que les achacaba el partido conservador, 
E¿ GieUfermo Tdl renegaba de la patria y justificaba de antemano la condu¿ia 
de Iqs conservadores cuando llamaron la intervención europea. Decía : 
\ Algunas veces los pueblos cansados de sufrir una odiosa tíraiiia, miden sus 
propios recursos, prueban sus fuerías, y al encontrarse impotentes reclaman 
de los demás pueblos un aa\ilio para vencer á sus tirano*. Y cuando esa 
esclavitud quiere emanciparse, y la mano de otro hombre libre cruza los 
mares para romper tas cadenas, entonces algiin labio ruin exclama : tiaicidn, 
traición. ¿A qué se llama en fin extranjero? ¿Con qué se significa la traición 
de la patria? > A(juí se detenía ;i manifestar que no existía más que una fami- 
lia humana, hermanos todos é hijos de un solo padre, y en seguida conti- 
nuaba ; 1. Ahora bien, ya reconociendo el verdadero origen de ia especie 
humana, y juzgada como una sola familia que vive acaso en diversas parte» 
de la tierra, pero que no pierde por éso su unión domestica, me dir¿Ís : 
(Cuál es su patria.^ ¿No es cierto que si todos somos hermanos, la patria no 
es una extensión de arena, sino que es el universo? Pues, ^cdmo os atrevéis 
á decirle d un put-blo qui; recibe el auxilio de sus hermanos, que con ésto 
traiciona á la patria? > (34 oci, 1^59)' 



CAPITULO VI. 



Vadlaciim de /tiárez en aceptar ta iníenamén norteamericana. — 
DtsgKsio de los Esiadoi Unidos con II y salida dt Mac Laxe. — Derrota de /«y 
liberales tn ¡a SitfíHíia, — Regrese d« Moí Lant y sHtnisi^n de Juárez á las 
fxisenrías de los Estados Unidos. — Examen de! tratado Miíí ZaHt 

Ocumfio. — /ü dwrauítiUe atacüdg par lix prensa y jifialmtiite desccAadu psr el 
Striüáo Ameriíano. 



MUV comprometida quL-dó la siiuacien dejuáreí por la llegada A Veracruí 
del ministro norteamericano, cuya presencia le recordaba que tenia que 
cumplir ahora las promesas de territorio nacional hechas á Buchanan, bí 
quería conseguir el auxilio de los Estados unidos. Vacilaba Juárez en abrir 
esa negociación; y por otra paite, á tanto había llegado el desaliento en el 
partido liberal, que éste no vio más salvación que en la idt;a de traer volun- 
tarios norteamericanos. Un panegirista de Juárez, Carlos Pereyra, asienta 



lESTldN ReA 



que su héroe fue cl tínica entre todas las noiabilidades que formaban el catf 
scjo del gobierno tiberaL, en no participar de esa idea (p. i8); pero lo desmi- 
enten los hechos y tos mismos escritori-'s liberales de mayor estimación como 
Rivera quien dice textualmente : * Una lucha tan larga y tenaz, y tan Ileoí 
de alternativas, liabia venida modificando la espera.n/a ene] próximo triunfo; 
y con el deseo de terminarla habían dado el consentiniierto Juárez y Ocampo 
de admitir voluntarios norteamericanos en las filas liberales... La circunstan- 
cia de; haber sido llamados aventurenis para aumentar las filas de las tropai 
liberales, fui el origen de serios disgustos para el jefe de los constituciODa- 
listas, disgustos que fueron más allá de! triunfo de la Reforma, o 

Juiírcí: í cuya alma, dice VigiJ (p. «85), jamás conoció la vacilación, > 
vaciló estii vea, y no poco, en aceptar á esos aventureros, por temor du indis- 
ponerse Con algunos miembros de su par[Íd<j á quienes repugnaba esa clasu 
de auxiliares. Para vencer esa repugnancia, 1 Juárez (¡uería que desde el 
momento en que los extranjeros sirvieran á México, perdieran su nacionali- 
dad, á lo cual se upusu Mac Lañe, » ffft'ji.) disgustado ya cnn las vacilaciones 
de Juireí en firmar d tan cndiciadu tratado. 

No ignoraba Juárez la gravedad de la situacián á que exponía á Mc.xicn, 
con acceder á los deseos de Buchanan respei5ln de Sonora y del istmo de 
Tehuantepec. Ochu aftns antes, siendu gcjbernadnr de Oa\aca, los norteame- 
ricanos encargados de un trabajo en Tehuantepec atropellaron con tanto 
desprecio lus leyes de México, que en su mensaje de 2 de julio de 1851, 
Judrez lastimado en su dignidad de gobemanle, dejd escapar de sus labios 
esta sombría predicción : fl Las piezas oficiales que acompaño, os revelarin 
la suerte futura del Estado, si por desgracia se llega á aprobar el tratado 
sobre la comunicación de los mares por el istmo de Tehuantepec. ^'"La 
misma resistencia que opuso Jusre¿ á la aceptación de ese tratado, vino & 
demostrar que curaprendía en toda su magnitud la iniquidad qut se le 
proponía. 

Con toda previsión de la suerte que iba á resenat á México la cesiúa 
del istmo de Tehuanlepecj Juárez se resignó d ceder á los norteamericanos, 
esa parte y otras mis del territorio nacional, sóln y linicaraente para que 6l 
pudiera desempeñar la primera magistratura y cobrar los treinta y seis mil 
pesos que ella producía. Si %-aciló un momento fué por temor á la oposicidn 
terrible, á las acusaciones de traidor que iba seguramente A atraerle la enaje- 
nación del territorio mexicano. Con sU5 vacilaciones Uugó á indisponerse no 
sólo con los de su bando, sino también con los mtrleamericanos cuya prensa 
empezó a atacarle con bastante acrimonia, t Son tan grandes la ceguera y 
vanidad de Juárez, decía el AWi' VorA Herald (23 junio 1S59I, que eati 
persuadido de que sólo necesila abrir la hoca para recibir con abundancia 
los auxilios necesarios del gobierno de los Estados Unidos. Este hombre es 
tan inepto corno su ministro Ocampo cuya nulidad en polilica se ha hecha 
notoria. Mac Lime cstA muy disgustado y quiere marcharse, porque ha cono- 
cidf> el pape! ridiculo que está haciendo con los amstiluctonalistas, simulacro 
de gobierno que no reconocen Francia, Inglaterra, BspiLÜa, ni las otras nacio- 
nes con quienes México tiene relaciones. > 'A fines de agosto de 1859 el 



I 



CAPÍTULO VI. 



III 



mismo periódico ag^eg^^ • * £•■< Vemcruz nu hay ciencia polfticii, ni capa 
cidad, ni siquiera siíniiricj comün en el g,ibiiiele. En una palabni, esle fun- 
tasm-A áf gi»bieniri sin crédito, sin moviniientu, sin atbeza, comitn/a á repu- 
gnamos á Mi^c Lañe y á tudus los demás extranjeros. EsU apuriüDciii de 
gobierno toca, ya á su disolución ; y es precisd hacerse á un ludo puní que 
no nos apUstr al caer, * 

'A 1(}S pocos dios, el 3 de sepliembre, Mílc Lañe se embarcó para Ifts 
Estados Unidos en vitlud de una licencia que dijo Imber solicitado, y en 
una nota fría y lacónica maniresló á Ocampí» que sí durante su ausencia se 
le ofrecía algiln negocio, podría tratarlo con el encargado, segiln lus ¡n.stru- 
cciones ([ue éste recibiera de su gobierno. Si el retiro déla misión norteame- 
ricana no fué definitivo, ésto se debió á la tenacidad de Buchanan que quería 
su tratado, y á la anibícióa desme.-iura.da de Juárec que al fin condeacendiá 
á todo, al ver que sus tropas no podían luchar con ventaja conttu el ejército 
conservador. 

El día 13 de utflubre, á !as once de la mañana, e] General Miranión con- 
sumó en la Estancia la derrota de Doblado y Degollado quienes, á tas doce 
y media de! día se encontraban ya en Celaya, habiendo recorrido en hora y 
media nueve leguas, si es que vieron el fin de la acción. Si no ¿á qué hora 
se fugarían del lado de sus soldados, y en qué vino Á parar este pomposo 
Tinal de sus proclamas : < Soldados, siempre estará á vuestro lado en tnedío 
del combate vuestro compaüero. vuestro concíudiidano y amigo Santi-rs Degol- 
lado? > En el parte que rindió á Juárez el iS de noviembre, Degollado le 
decía :« 'A las II de la mañana mandé replegar nuestras fiíerzas á las tres 
líneas escalonadas en la altura, pero esta medida salvadora fué nugatoria, 
porque simultáneamente se pusieron en fuga y en dispersión todas las tropas 
que no quisieron obedecer á los jefes, obligando al señor General D<il>ladr) i 
querer contener í metralla la dispersión. Sucesivamente me fui encontrando 
Con las piezas abandonada.^, 3Ín artilleros y sin tienietas ni gana.do5 que las 
salvasen, á causa de que los mismos soldados habían destrozado los atalajes 
y llcvídose las muías para fugarse en ellas con más velocid.id, dejando per- 
didos nuestros trenes, parque.t, equipajes, etc. del raiído más criminal y ver- 
gonzoso por culpa de la oficialidad que se portó muy mal con run'siinus 
excepciones, » 

'Est. no obstaiíle, y á pesar de que Doblado o: quería contener á nictrai- 
lazus la dispersión, * siguiendo este jeíe el sistema de mentiras que preconi- 
zan escritores liberales tan caraílerízados como Bulnes {G/or. páisim}, expi- 
dió en z8 de noviembre una proclama rimbombosa en que decía ; < Compa- 
ñeros de armas : estoy satisfecho de vosotros, porque h.tbéis peleado con un 
valor digno de mejf)r fortuna, y habéis hecho que el enemigo compre la 
victoria de la Estancia más cara que otra alguna. * 

Degollado no le venía en zaga. < En Celaya, decía, los sicarios fanáticos 
que veían una ocasión de cometer los más cobardes asesinatos á mansalva 
sobre millares de hombres que trataban sólo de ponerse en salvo, nos hicieron 
un fuego mortífero al atr.n*esar In ciudad. * Si toda la población de Celaya se 
a\ió paracíc&tigar á los fugitivos de la Estancia, preciso es deducir que no 



113 



LA CÜESTlOH REUtJIOSA. 



fucion líiiicíiiinaile los akarios fanilicos, sino la. gran masa del pueblo ene- 
migo de los liberales, porque se hace increíble qve unos cuantos ínsiru- 
niealos del clero hubiesen asesinado á mansalva á millares de soldados. 
(Av. Dic, 185$). 

En aquella batalla, < enarmes fueron las pérdidas de los liberales ea 
armas, perlrL'-clios y prisioneros,)? confic-ta Vigil {p. ¿93); y si tamafia derrota 
« no abatió el ánimo de los deftiisores del código, si modificó la manera que 
cieyeton conveniente para llegar a un pró.vimo triunfo; y aujique 110 produjo 
en Vuracruz todo el erenTlo que debía, siempre influyó en el ánimo de Juárea, 
escribe Rivera, para acabar pronto con la enfermedad crónica que destruía á 
México, y prestó oídos á ks proposiciones de Mac I,ane, .-> üiígolUido, deiroliido 
en todos los campos de batalla, había confesado ya, (20 de mayo de 1859) 
ect una circular dirigida a los Giíbi^madures dv Estados, que para vencer á 
la reacción, era [irecjyo buscar elementos en el extranjero, por estar los 
recursos pecuniarios del país en manos de los reaccionarios. iMeh. p. 143). 

En esos días, Mac Lanc había regresado de los Estados Unidos, por- 
tador de un nuevo iratadu más eidgente que el primero. « Buchanaii, dice 
Rivera, se Imbla empeñado á tal grado en la celebración del tratado, que 
ameiiacó á Juárez con que en ca;io de negativa, los Estados Unidos toinarJan 
por la fuerza lo que preiendian. » Y Juárez, cuyo patriotismo y < enei^ 
indomable » tanto ponderan VigU (p- 416) y demás escrílores masónicos, en 
vez de rechiiiar con desprecio las amenazas de BuchanLin, y defender la 
dignidad é independencia de la naciór, se postró servilmente á los pies del 
orgulloso extranjero, accedió á todas sus exigencias y pareció determinado á 
llamar la intervención norteamericana, meciéndose en la ilusoria esperanza 
de que en premio de su traición, se le proporcionar ítm los diez miliones de 
que le había hablado Mac Lañe, para mantener la autoridad entonces irrisoria 
que se había arrogado. 

En su mensaje al Congreso de 19 de dic, de 1859, Buchanan asentaba 
que en agosto líllimo Mac Lañe le había dicho : « Espero que el ['residente 
se sentirá autorizado para pedir al Congreso la facultad de invadir á México 
con fuerzas tuilitares de los Estados Unidos, ai Uainamiento de laa autorida- 
des constitucionales, á ,ñn de proteger á los ciudadanos y derechos de los 
Estados Unidos emanados de los tralados, » A,£tregaba el Piesidente que 
« para hacer la invasión más aceptable y fácil, se debería obrar de acuerdo 
con el gobierno de Juárez, con cuyii cunseniimienlo y ayuda creía poder con- 
tar. > Al hablar en esos términos, era necesario que Buchanan tuviera la 
certera de que Juárez iba á excitarlo á que invadiese á México, lo cual iba 
de acuerdo con Ii¿ GitiÜermo Teli, periódico oficioso del gobierno de Vera, 
CTUí, rcda¿l:adci por Zarco, Ocampo y otra gente más menuda, y en d cuail 
se 1ei& que « un puebla tiranizado tenía el derecho indiscutible de apelar ft 
las armas extranjeras, caso de sentirse impútente para vencer á las de su 
tirano. '» (o£t. 1859). 

El primer artículo del tralado Mac Lañe — Ocampo decía : < ... Cede 
la rcptíblica mexicana á los Estados Unidos y sus conciudadanos y bienes, 
en perpetuidad el derecho de tr.insit<> por el istmo de Tehuaniepec, de uno 



CArÍTlII.0 VI. 



113 



i otro mar, por cualquier camino qiie anualmente exísM 6 queMístlere en lo 
sucesivo, sirviéndose dir él ambas repilbücas y sus tiiidadniíoí. > 

Este artículo, lo tiiiiinio que los siguientes, erii unu inunstiunsa violación 
de la Coíistitucidn de 57 que reservaba línicaraemc al Congreso el dctcclio 
de ajiistar tratados con las naciones exlranjíras, aur cuando t por alguna 
rL-belión se interrumpa su obaervancia. > |ji celebración del tratado era, 
puta, pur parte de Juíre/, una int-alificnble usurpación de poder autori¿ad;< 
por ninguna ley. 

« Si por cualquiera circo nstaneia, decia ct articulo 5, ÚL-jase el gobierno 
niuxiciinu de emplear fuéri-is piira la segundad del istmo, el gubicrno de Jos 
Estados Unidos, con el consentimientu lí i petición del goliierna rie México 
ó de su ministro en AVashington, ó de las coropctcntes y legales autoridades 
locales, civiles ó militares, podrií emplear tal fuerza con ¿sle y no con otro 
objeto, » 

La facultad de introdildr tropas extranjeras en México se concedía no 
sólo al Congreso, ^ino basta al gendarme y al presidente municipal de cual- 
quier pueblitn del istmo, por constituir ellos la autoridad local ñv'ú ó militar. 
Kra ese arlícuJo otra violación de la Constitución que reservaba al Congreso 
ilnicamente la facultad para Conceder ó negar la entrada de tropas cxtranjetiu 
en el turritoiio de la icpiíblica. 

Aun mds : se permitía á los Estados Unidos invadir á México con men- 
li^uu de su suberatiía, sin previo consentimiento dul gobiernu m';tiCiino. El 
final del ariículo 5 decia ; < Kn el caso excepcionnl de pelij^ro impre 
vísio ó inminente para la vida d las propiedades de ciiidadüiios de los 
Estados Unidos, quedan autorizadas loa fuerzus de dicha república para 
obrar en protucción de aquellos, sin haber obtenido previo consenti- 
miento. > 

En el artículo 7, Juáree se mostró «un más complaciente y generoso 
concediendo ú perpetuidad, ¿. las trupas norteamericanas, el libre paso desde 
lu frontera del norte hasta los puertos del golfo de Cabfornia, y otorgando á 
los Estados Unidos la facultad de introducir en México ciertas mercancías 
Ubre^i de derechos. Juilrez buinilló tanto á su patria que le quitó, en violación 
del aiticuiu yj del códijjo de 57, la facultad de espedir aranceles sobre el 
comercio extranjero, y concedió á los Estados Unidos el poder de hacer leyes 
para México con designar A su arbitrio las mercancías que dei)ían entnír 
libre* de derechos, y el de fijar, los que debían paijar la^i dem.-is mercancías 
i su introducción á Méaico. Un ministro de Juárez; no pudo menos que 
reconocer que 4 lu facult;id dada á unos agentes extranjeros de alterar loa 
derechos del arancel, seiía la abdicación d<- la soberanía nacional. Al legisla- 
dür de un país es á quien correíponde linicLi y exclusivamente señalar los 
impuestos. > (J. M. iglesias, fí^rís/a del 27 de 8g , iSéa). 

Km? grandísimas ventajas comerciales concedids-s por México des- 
truían, por otra parte, la obligación de igualdad y reciprocidad en las rela- 
ciones mercantiles que la repiSblica tenía convenidas con otras naciones, y 
refluían en perjuicio riel comercio de éstas. ¿V no era ésto taltar á los con- 
venios con las naciones amigas y atnau su derechti, poniendo á México en 



114 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



el conflidlo de suTrir los efeiflus de justas y gravísimas recUimaciones? Lu 
tnititdos con cinco naciones comprometían la república á dejar los buques y 
CiiTgainenli'5 de esas potencias entnir iiaElLi drmcle llegosi^n los de la nación 
más favorücidu.. 'O todas las naciones amigas go/ariaii tle las mismas fran- 
quicias que se otorgaban á l<is Estados Unidos, ó no gozarían de el1;is : si lo 
primero, ningiiii adelanto comercial huelan los noiteaiiiericaiioü, y ninguna 
renta marítima ó fronteriza resultaría para la hacienda mexicana. Si ki 
secundo, (la concesión exclusiva ;l los Rslados Unidos) se faltaba d las obli- 
l>uciones contenidas en los paéios referidos, y por ntrii, áe ileliaiuliiba ¡i las 
naciones amigas los derechos qus habían adquirido por jnstos títulns> y en 
virtud de tratados legítimos. 

En um) de los artículos convuncionales de ese tratado estaba la itiás 
infamante de todas las cUusulas, ó, como dice el señor Rivera, « una condi- 
ción iillaniente depresiva para México » que se veía obligado, en fiíerza de 
ella, 4 pedir y fjagar la intervención de los Estados Unidos i los cuales se 
fcncomendaba la coiisi;rvación del orden en icrTitorio mexicano. Así, pues, 
rualquier nortea.niericano residente en Mésiro, cuya libertad yidigrare jjor d 
estado de guerra civil en que se encontraba el país, podiu hacer obligatoria 
U intervención de los Estados Unidos- Además de !a humillación que de es 
intervención resultaba para México, éste debía pagar los gasioi que causaría 
la llegada de las tropas nortea mericaiias, y como no sería aipaa de llevar el 
peso de una deuda tan enorme, ésta se cobraría en terrenos y tendría po 
resultada ñnal el desmembramiento de México. Preveía muy bkn Huchanar 
que tan luego como el Congreso noticaniiTÍcano aprobara el tratado, lendr 
que desembaicar en Veracrus un fuerte ejercito que [levase á Juárez ala 
Capital y persiguiese ;í las tropas conservadoras ton el fin de hacer ejecutar 
lo paitado entre México y los Fstados Unidos, < Me llama la atención, dice 
Bulncs, que el Sr. Justo Sierra afirme que el gobierno de Vcracruz qucrtej 
evitar la intervención, cuando está pniSiada en do£ artículos del tratado, éi 
y en el i" adicional, » 

Ni Juárez, ni m jchg menos Ocampo que ficnió el tratado, ignoraban qm 
« entregaban la re]it1b)ica atada de pies y manos á la conquista del partido escla- 
vista de los Esladf>i Unidos )• (Ver., p. 76}. < Siendo yo gobL-rnador cons- 
titucional de Michoaeáii, decía Ocampo dos aíios antes, recibí eti co¡>ia Io»i 
traludoü de Guadalupe. Por uno de sus arlículíw se establecía que las fueraa*! 
americanas sostendrían á nuestro gobierno en caso de pronunciamiento contra! 
é\- Inmediatamente oficié al seftor consejero decano que á las otho de la 
in.iñ.iiu siguiente se dignara pasará recibirse del gobierno, por juzyarmeyo 
moralanjnie imposibilitado de continuaren é!. Escribí también al sefior Olero-| 
que sin negar yo que en la sociedad hubiese alcaides, verdugos y otros empleados 
así, yo no quería ser ní verdugo, ni alcaide, ni unirme en ningún caso con los 
enemigos naturales de mi patriacontiasus propios hijos, aun cuando éstos erra- 
sen, f (Mis QusHít D¡as áe Ministro). ¡Qué pronto cae « hombre de caráiíler 
firmísimo, de convicciones profundas, de gran talento f de instrucción supe- 
rior, s como dice Vigil, agotando el diccionario de la adulación, vino á dar una 
tri&ic pluebA de la volubilidad de su caiádter y de su falta de convicciones, 



cuando consintió en unirse con los eneaiigos naliiraleí de &u patria contra 

sua (>ro¡>ios hijos! 

l'unnásqueel tratado fuera un |iaétoleoiiino,Jiiátez consintió en todas tas 
modificaciunesque Btichunan creyese indispensables, y prorrogó por dos meses 
más ti tiempo que en el tratado se fijó para su aprobación en el Congreso norte- 
anitíricano, sin dársele un ardite dt; aquella Consliiucidii de la cual se procb- 
iiiaba el ciistodiü, puesto que para nada tuvo en cuenta al Congreso mexicano, 
iltiico competente para celebrar e^e tratado. Loque Juárex queriaá todo trance 
ycosturt.'n loque costaren, eran en paridad esos suijsidios que Icliahían proiiie- 
lidopara triunfar de l<]scon:>ervadorL-5. «Pero esos subsidios liinesperadiií vi nie^ 
rou & reducirle Á su más mínima expresión ; no era el gran enipréstito por 
valor Un muchos millones de pesos con que había soñadii l^/rdo cuando se 
embarcó el 13 de jilio iSsy pura Nueva OHcan^ >■ que creía reaiiíar apt- 
ñas hubiese puesto el pit- en la metrópoli del Misissipí, umpoTo eran los diez 
millones de diirus de que se habló cuando Isi segunda lleg;tda de Mac Line &■ 
Veracruz, ni los cinco de que habló Zn Reforma de aquel puerto, sino que se 
redujeron notninalmenle i cuatro, y aun de ellos, do3 debían di; quedar en 
los Estados Unidos p.ira el pago de kis reclamaciones de ciudadanos norie- 
americanos. » (i'i¡.) 

\a csptcÍL: prupilada por loa liberales, de que Juárez celebró el tratado 
sólo para sustraerse á la* exigencias aprernianieá íIl' Buchanan, y con la reso- 
lución de 110 cumplirlo, como si hubiera sido cosa tan fácil burlarse del 
gol-ierno americano, además de dejar nkuy mal parada U tan cacareada fir- 
meza inllexiblí! de Juárez, es una mal urdida mentira que destruye Degollado 
en estas líneas de la carta que dirigió á Mata, el s de febr., de 1860 : < El 
Exmo. íir. l'resideiite ha lenidii a bita acurdar (jiie pot este minÍatetÍO se 
autorice á V. E. suíicicnttmentc jiara negociar en los Es;lados Unidos la anti- 
cipación de algunas sumas (medio millón) por cuenta del tratado última- 
mente celebrado con el Exmo. Sr, Ministro de los Kstados Unidos, y cuya 
larifigación está pendiente de la aprobación del Cont;reso de esa Unión.» 
'l'an poco arrepentido estaba Juáre; de haber vendido l:i independencia de 
su patria, gue mandó i< proporcionar recursos á Mam á fin de que este pudiera. 
expensiir escritores pilblicos que con sus producciones sostuvieran ta ratifica- 
ción del tratado, & esperando que Mala < pusier,i ademís otros medios que 
estuviesen á su alcance para logtar el mísniu objeto. > 

'A este propósito decía el Diarh d^ Avisos (8 j»n. igóo) : < Creíamos que 
Juárez no pndia rebajarse más. Era ya mucho vender por dos millones de 
pesos y el auxilio de las bayonetas norteamericanas la independencia y la 
soberanía del país 1 su enemigo namral, Pero cuando Ju.-ire/ lia visto que 
había scri.is dilicultades en Washington para la aprübación del Initado, pro- 
noga sus pkios ; y no obstante estar convcitcido de qu^xl tratado no podía 
ser más favorable á los Estados Unidos, consiente de antemano en las modi- 
ficaciones y cambios que b otra parte contraíanle pueda introducir en i'l, k 
fin de hacerlo si cabe, más ventajoso para clLi, y más ruinoso y degra- 
dante para México y por» los misoios traidores. 'Esto no tiene nombre 
co «I Icngunje humano, y lo que pasa con el tratado en cuestión, es 



ii6 



LA CUESriUN RELIGIOSA. 



lo mismo que pasa cuando el ladrón (jitiere vender i. toda, costa el efe£to 
mbedo. » 

El piinien} de diciembre de 1859 el lralad<i quedó fitmado, y á Jo» pocos 
días La Reforma de Veracrui hi¿'í un cxtraíto de él por el cual se ¡ludieron 
concicer las condiciones línerosas tjue se imponían á México. « Este impur 
tsintc d(x: 1)111 en to, decía, estrecha más nucslTias relaciones cnn la repiibtka 
unienca.n>t, favureciendo su comercio y el nuestro, y nos proporcionará una 
suma quí em[)!eiirA el gobierno conslicuciunal en el exterminiü de I08 bandi- 
dos que i. numbrt; de la reli(^iijn arruinan el país. » 

Luego que se conoció el tratado, empezaron á llover proleslíts de las 
autoridades, corporaciones é individuos del partido conyurvador, inientrru e) 
suñoT Mliüiw Ledo, Ministro de Relaciones del g<ibicriio de Miramdn, diii- 
gfa á Wüaliinglon una nota digna y bien razonada protestando contra dicho 
iratadtJ, now que no tuvo contestación, por ser difícil contestarla de «n 
modo airoso, pero que no por éso dejd de ¡nñuír sobre el Senado de los 
Estados U'ntdos, seg^'in se verd máí» adelante. 

Con e! fin de destiuir el efeéio desastroso jmra la cansa liberal que esa 
protesta iialjía producido en los Estados Unidos, Mata, representante en 
Washington de la. cantarilla de Veracruz, invocó las facultades que tenía 
Juárez pura acordar tratados sin autorización de] Congreso; y en éso mintió 
iJe8tiirndanienie. Esas facultades, otorgadas á Conionfort y no á Juárez, 
habian expirado el 30 de abril de 1S5S, ésto es, a njcses antes de que Mata 
estampara esa falsedad. Aun cuando no biibíeran caducado, ellas autorizaban 
al Ejecutivo á hacerse de recursos. « afe<9iindo k su pago la parte libre del 
producto de líis rentas federales, » y de ningiín modo afeitando la soberanía 
iiacit>nal. Elias autorizaban al Ejecutivo pata adquirir recursos ;í ñn de defender 
la independencia nacional; mientras Juárez sacrillcaba la independencia de 
au patria para hacerse de recursos y emplear parle de ellos en pago de recia- 
niiiciones de ciudadanos norteamericanos, no e^aniiitadas, ni liquidadas, ní 
reconocida* [xjr Mt'sico- 

Ademá^i el articulo n de ese convenio estipulaba que por paite de 
^ M¿xÍco, dicho tratado seria ratificado por su Presidente € en virtud de sui 
facultades e,\triiordinarias. > V aqu¡ Juircif engasaba torpemente á los Esta- 
dos Unidos, con el fin de estafarlos, sin prever las consecuencias de su estafa ; 
porque, aun cuando no hubieran caducado, esas facultades do ningiín modo 
autoriuihan al Presidente para celebrar tratados internacionales, !o que nu 
ignoraba Juáiez, ya que cL mismo las habia ñnnado como tuinislro de 
Comonfort. 

Cuanto á los constílucionalistas, < ese tratado contra el cual protestaron 
muchos de cmre ellos, eacr¡l>c Rivera, acabó de dividir al partido liberal ya 
bastante disjiuBtaclo por diitintos tnotivus. > Ciertos ministros de Juáreí y 
varios gobcnm-lorcs de los Ksuidos nuniíe*tanni pii bl ícamente la indignación 
que les causaba la idea de vcoe nbsurbidus puulfütinamcnte por los enemigos 
jurados de su |>atria El JioUtin de AfmUrrey, órgano de Vidaurri, a! um- 
[wrse de los personajes que negociaron el trAlado Mac I^ne-Ocíimpo, decfa 
que •> el descaro de esos hombres no tenia igUAl. t {^vijes¡ 9 ag,, 1860.) 



'^ 



El General liberal Ignacio Pesqueira, gobernador de Sonora, habí* 
escrito ya : < Que no se piense ja-iiiás un arreglos ó tratados que de algiln 
modo comprometan lo, Ínlcí;ndad del lertitorio iiaciuiial, 6 en li>s cuales se 
comprenda la venta Ó cesirin de íilguna [inrle de lurteiius bajo iiingün pro- 
texto... Además de las exigcncm generales que dejamos enunciadas, ea de 
todo punto cunveniente al Estado de Sonora miíadatr un comisinnjido á. 
Veracruz con dos objetos especiales. Sea el primero informar jusiifitadamenie 
a.) Exceleiilísinin Señor Presidente Constíliicinnal sobre los procedimientos 
de Mr, Catius P. Sloiie, jefe de la comisión de deslinde, á fin de que S. E. se 
ponga en f;uaTdia en cuanto a las protensiones de este sujeto... Sea el .-iegundo 
protestar contra cualquier convenio que at-ique los derechos del Estado ó 
punga en peligro la integiídad de su letriloriu. > 

HabÍA empezado Juárez á ceder terrenos baldíos ¿ los norteamericanos 
en el Estados de Sonora, cuandfj se atrajo de parte de Pesqueira esta dura 
reprimeiiiia ; < Desdtí su origen rae he opuesto á la ejecucíún de esta empresa, 
porque tiende d favorecer los planes deshonrosos que ha concebido el gabi- 
nete conslitucionalisla. Persistiré en oporienne i todo trance á esos proyeéíos 
que se reducen í despojar al pueblo de sus derechos sobre el Estado de 
Sonora. Desde el momento en que se ha querido favorecer al capitiin Stone, 
me he pronunciadu contra ese gobierno. * 

Por donde se hizo sentir con más fuerjuí el disgusto causuda por la con- 
clusión del tratado Mac Lane-Ocampo, Icé cu el mismo puerto de Veracruz. 
El Genenil Partearroyo y Juan Antonio de la Fuente no quisieron figurar en 
e¡ ministerio que liabia ajustado esc convenio c; hicieron dimisión de su 
cartera. {Dar.) < Juárcí? y Ocíimpo, decía el JVíw York 2'imis^ han obligado al 
señor de la Fuente á dejar la secretaria de Estado, y los amigos de Lerdo á 
que deje el ministerio de Hacienda. Fuente ^^e ha negado tenazmente i con- 
sentir en el tratado Mac Lañe diciendo que ¿1 jamá^ ünnu-rá la renuncia de 
la soberanía de Mé-xico pura traspasarla á los Esladr>s Unidos, que es preci* 
sámente lo que se trata de hacer por medio de aquel traudo... Yo com- 
prendo aiuy bien porque los mexicanos tienen tanta repugnancia en fumar 
ese tratado como si firmaran cou él iu ¡.iropia muerte, > (-íí'. 6 febr., 1:860.) 

La5 calles de Veracruí i;ran, entretanto, ei teatro de unos sucesos que 
en poco esttirierou para dar margen á una conttnrrevolución que hubiera 
entregado la plaza y los principales jefes que había en ella á los conserva- 
dores. Lu guardia nacional y los artesanos emigraron i dar muestras de des- 
Coiitciilo; el mayor Eranci.tco Millán, el capitán Uriarte, los oficiales Arri- 
llaga. Canal, Suárez y otros en mirnero de d()ce, se separaron del servicio, por 
no querer la intervención de los norteamericanos conlm los cuales muchos 
de ellos habían peleado cuando el bombardeo de Vcracruz en 1S47. (Rlv.) 
Se propaló la especie de que el gobierno conservador iba á poner fuera de 
la ley á los militares que continuaran al servicio de Juárez, y mandar fueran 
marcados en el carillo dereelia con la letra T, primera de la palabra « traidor í. 
En los parajes pttblicoa aparecieron muchos pasquines protestando contra el 
iratado c insultando á los Estados Unidos, á Mac l^ne, á Juárez y á vario-S 
otros. Al ver Juárez que la opinión le eni adversa., y temeroso de que tantos 



ii8 



LA, CUESTIÓN RELIGIOSA. 



militares pudieran tramar una, sedición, procuró despedirlos cuanto antes, y 
entretanto llenó las cárceles de presos políticos y envió á al.i>;Linos <le eUosá 
Viicat-ín, lo cual no atemorizó al General Ratnñn Iglesias y al Coronel Faz 
para declararli; termínantemenle que si por acasu se ejeciiiara el tratado, se 
pasarían al campa de los cunservadori's (Dar), coma lo verificó en aquellos 
días un gran mimero de ellos, principalmente por el rumbo de Veracmi 
donde mandaba en jefe el General D. Manuel Robles Peziiela, En Huatusco, 
una ruerza liberal al tener noticia del trüado, se disolvió completamente, 
abandonando sus armas y municiones, y dando aviso de la disolución al 
General Negrete. rt El jefe (l'berall Alatrisle lle^ó á promover en Zacapo- 
axila que fueran desconocidas las órdenes de Juárez por las cuales se le 
destituía del mando, y se Ic ordenaUa lo entregara al Coronel D. Juan N. 
Mínde/. y, (Jiiv.) 

a Rn v)í5ta del desconcierto que reinaba en el pueblo, y de los rumores 
quecwrían y hacían augurar un movimiento antijuañsta, el General Robles 
ordenó i Negrete, que ostaba en Orizabx, que tuviese sus fuer?.as listas para 
marchar sobre VeíacrLi?, al primer aviso que tuviese de movimiento en la 
plana, á fin de auxiliar á )os disideiHes... Si en aquellos dias de diciembre 
hubiera salido alguna fuerza de México sobre Veracruz, con macha facilidad 
se apodera del puerto; pues, el descontento que reinaba en la plaza habrCa 
determinado un (novimicnto que hubiera abierto las puertas de ella á los 
conservadores y puesto en fuga al direftorio liberal que no las tenía todas 
consigo, y que aun estaba prevenido para ese evento; pues, comprendía per- 
feílanientc que sólo podía esperar auítilio de parte de los buques norteimerica- 
nos fondeados en la bahía: porque las fuerzas liberales estabnn desorganizadas 
después de la aceión de la Estancia, y Vidaurri se mantenía en el norte casi 
neutral y atento á los moviaiientos del ejército yankeeque ereipezaba á recon- 
centrarse en Texas con pretexto de lai invasiones de Cortina. PeroMiramdn, 
riue era el liuico que podía organizar la expedición sobre VeracruK. se hallaba 
er> occidente en la campaña de Colima, cuya plaza cayó en su poder el 34 de 
diciembre de 1S59, y las fuerzas de Robles no eran saficienies para empren- 
der operación tan impórtame y que, de llevarse á feliz termino, habría dado 
■ un golpe mortal á la revolución, )) ( Vi¿.) 

La prensa extranjera, al ocuparíe del tratado Mac L ine-Ocam po, lo 
calificó lo mismo que la piensa conservadora, de una verdadera venta de 
México á los listados Unidos. « Las noticias de México, decía el Tlmet de 
Londres, son de extraordinaria importancia para los tenedores de bonos, 
puesto que si el tratado que se supone arreglado en Veracruz entre Juiirez y 
el enviado de los F.siado* Unidos llega á ratiücar^e definitivamente, México, 
desde ese momenlo, pasará virlualmenie al dominio norteamericano, » 

La prensa de los Estados Unidos reconocía también que el tratado le 
concedía enormes ventajan, siendi» en realidad una anexión disimulada de 
México á los Estados Unidos. « Es de suma importancia, decía La Cetnslxtu- 
ciéti de Washington, que el pueblo americano conozca cuan inmensos son 
los intereses suyos que están envueltos en la ratificación ó anulación de este 
tialado. Si se íe ratifica, nos maiuendremos en paz con nuestra vecina; sin 



4 



sacHtrcar nuestra honra, obtendremos incakulabics ventajas coiacKÍales, 

fabriles y agríenlas. » 

■s liste tratado, segiín el Exfiríss de Nueva Voik, nos abre las puertas 
de México y nos invita á qi:e nos coletnoa por ellas. Los privilegios 
comerciales y territoriales que nos otorga son más que baratos. » i,Av. 6 febr. 
1860). 

< Esta suma (de cuatro millones), decfa el Daily Pteayiiné [ai dic, iSsyf, 
es ciertamente muy pequeña para pagíir cniícesiones tan extensas y tan valiu- 
sas. Por 60I0 el derecho de tránsito al través del istmo de Tehuatilcpec, la 
.idministración Polk, hace cosa de doce años, aiHoriíó una oferta de quince 
millunes de duros. Coniptninos el valle ún hi Messrlla. !ij.ce pocos años y 
dimuí más luillonus de los que iihara se nos piden, paní asegurar una vía de 
tránsito dentro de nuestro mismo territorio y venir á hallar que la mejor vía 
aun permanece en el teiritoHo de México. Tenemos ahora el detecho de 
tránsiUí pur Tdiu^ntepec, y im dorniniu tan completo sobre utnis dus \nas, 
con\o pudiéramos tenerlo sí hubi^rnmos comprado el territorio. Verdadera. 
mente no sabríamos decir si ea la anualidad no es mejor para HOüOtius tener 
el deredii» de tiánsilo con facultades ilimitadas de prutecciiin, (jue haber 
tenido una cesión de lerrilorio. No hay necesidad de apresurarse respei^o 
de adquirir terriuirio en aquellas regiones, y es de creersn- que aiw haremos 
de ¿1 tan luego como nos sea litil y necesario. Las líneas noiceamericanas de 
tránsito, aostenida-s contra todo linaje de violencias doméstica.? por medio de 
ks armas de los Estados Unidos, serán alü poderosns agentes del desarrollo 
norteiimericano, y con-itiiuiráii una sólida garantía de que en las futuras con- 
vulsiones de Mc.\ico, nin^ttn cambio de sistema ó de administración, ora 
doméstico, ora efeélo de una interiícntion eictraiijera, disminuirá derechos 
adquiridos ó afeélará las nuevas facilidades qui; obtenemos para cünser\-ar 
dichas lineas contra México y contra cuantos piidieían buscar un pretexln 
para disputárnoslas... No puede negarse, sin embargo, que las concestones 
hechas á los listados Unidos poi la administración de Juárez son extremada- 
mente liberales, y es indudable que ballardii vigorosisima rjposición de pane 
de los rtíaccionarios- '» 

Precisamente k causa, de esas concesiones extremadamente liberales que 
por una miserable bagatela concedió Jutirez i los Estados Unidos, llegaron 
éstos á mirarle cun desprecio cutim á persona repugnante .í quien aplicaron 
los calificativos más denigr.it i vos. •( Con la esperanza quizA de asegiirarai; 
paia sí un gobierno más firme y duradero, Ju.ire» vino á representar un papel 
no comi'in en su pai.*;, ¿I de destruir su> independencia. > ( Tkt At!atttk. Bos- 
ton, ic de abril de 1S60). El tírgano de Seward, el Timts de Nueva York, 
decía en 1^ de diciembre de 1860 ; í El pattído llamado liberal en México 
ha hecho en el tratado Mac (jtne concesiones vergonzosas á los intereses 
esclavistas del sur, intimidado ó comprado por los hombres de la esclavitud. » 
Otro periódico norteamericano, Le /'ropagainur C<tthi>Uipii de Nueva Orleans 
era más duro aun y decía con m;irc;ído desprecio : t Pudría ser (¡ue México 
esté destinado á perder svi naciunalidiid; pero liabrÍ¡imos deseado que «I 
menos la perdiese uijblemente. Estaba reservado a Juárez envilecer A aquella 



LA CUESTIÓN IIELIGIOSA. 



idad 



de indcpendcoCu] 



nación para perderla con más 
en el cieno máa asquetfao. > 

'A pesar de las vi^ntajas exorbitantes que el tratado concedía A los Esta* 
dos Unidos, y de lus intrigas de tos juarj^tas para apresurar su nxttficacióa 
por el Senado norteamericano, éste lo desechó definitivamenie por 37 votos 
contra iS, el 31 de mayo de iSód. Los st^nadores republicanas lo rechazaron 
principalmente como enemigos políticos du Buchanan: y, segiín Mata, < con 
el hecho de no aprobar el tratado, el Senado había manifestado su deseo de 
dejar los negocios de México arieglarse por si solos, » contrariando asi el 
deseo de Ju;lrci; cmpeña-do en aiteglarlos medíante las bayonetas de los nor- 
teamericanos. 

Dijo el senador Seward que no quería ver al gobierno obligado por un 
tratada iniportantc celebrado soiamcnle con luia. facción que de un niomentg 
A otro podía, ser depuesta por otra que repudiase lo hecho por su predece- 
snra, y así obligarse el ^jobierno á devolver lo adquirido á á recurrir á. la 
guerra para sostenerlo. 

El senador Wigfall :itacfj el tratado en términos muy severos, conside^j 
tándulo como indigno de la atención del Senada. 

£1 senador Simmons dijo que aun cuiindo fuesen efe¿^ivas las ventajas] 
del tratado, no creía i Juárez trapas de cumplir con las estipulaciones. Consi-i 
derandd la cuestión bajo su aspeíio económico, agrego en substancia : « De 
lo que se Iridia es de cambiar por completo el sistema rentístico federal dej 
los E,stados Unidos y de convertirnos, de proteccionistas que hemos sido y A 
cuya práñica se debe el progreso industrial de Nueva Inglaterra, en libre 
caiiibislas cuando aun no podemos competir con las unciones miiimfnéiure- 
tas de Europa. Kn efeíío, teniendo en muchos de nuestros tratados l.i cláu- 
sula de la nación mis favorecida, apenas ratificado el tratíido de Veracruz, 
InglaierriL, Rusia.. Francia, España. Hrusia y todas las naciones que tienen 
esa cláusula, querrán que se haga extensiva á ellas, y entonces resultará que 
nos -veremos obligados á establecer el libre cambio con muchos países y res 
peéio de muclios objetos que vendrán del extranjero á competir con loa 
simibreí; nacionales y que, sobre mermar considerablemente las rentas. 
de las aduanas federales, arruinarán muchos de los ramos de la [irodiicción,^ 
nacional. » 

Sin embargo, uno de los motivos que más influyeron en el fracaso del' 
tratado, fué el tt-mor de que, por causa de él, tuviesen los Estadtjs Unidos 
serias complicaciones ton las naciones europea.'^. <i La indignación que este 
tratado causó no sólo en México, dice Buncroft, sino entre los envidiosos •! 
ingleses y franceses, llamó la atención de los hombres de Estado 'america- 
nos, sobre el peligro que había en aceptar estas \entajas calificadas por d 
Tímfs de Londres y ottoí órganos, couio una verdadera entrega del pais. > 
(p. 308). 

£1 ilnicü que en esos tiempos ha.ya pretendido abofetear el sentido 
coimin, conviniendo en timbre de gloria lo que para Juárez será eterno 
padrón de ignominia, es un abogadillo, antiguo r«dtt£lor del clmUatano y 
soez Cem^atft quien así se produce acerca de esa imcntuna que tuvo Juárez 



CAriTULO vr. 



121 



de entregar «1 país : <Si ei iratado no fué mLificado, quiere decir que el 
Nortí; vid en él una uaulón paní que México obtuviera giinain;ias j' bL-nefi- 
cios en Diayor cscak ([ue la Uuión Amuricaiia. * (Cusf. p. 143). 

M recibirse la noticia del fracaso del Irutado, groiide ííí¿ el estupor de 
los liberales. Por de pronto, quisieran dcsautori/ar !a noticia, y después, idearon 
iiUnir aViicrtamcnte d tratada obra suya, no queriendo nadie cargar con la 
responsabilidud de un a,¿io que había sido tildado de tiaieíón á U |)atria, y 
siguió siéndolo por lo^i misinos líbeíales. Asi lo caliüco el 29 de mayo de 1 Slít 
José María Aguinc, rresidente del Congreso y diputado por Coaliuita y 
Nuevo l-eóii. Coiu l>;tliendo «lpruye¿lo defucuitudes txttaordinartas que pedía 
el Ejecutivo, se refiritJ al tratado Mac l^ne y preguntó : «¿Qué es lo que ha 
hecho el gobierno en cinco meses que ha tenido facultades oiunfmodas? 
^ada, cierUmente. ¿Y se cree que ahora, como ]iot encanto, luego que se le 
concedan estas facultades ha de hacer efeílivo lo que no pudo? Esto es impo- 
sible... ¿Cómo se triita de dar facullitdes onniimoduji al i^obifriio t¡ue allá en 
Verücrui puso á los pies de los norteamericanos la dignidad y el decoro nacional 
con el tnitíido M.ic Lañe, por el cual se concedióá aquéllos el derecho de 
atravesar armados por nuestm repilblica, y que en Washington se arreglaran 
los derechos que debían pagar los efeflos que se introdujeran por la frontera? 
Pjira mí, el goberiíador traidor que ha hecho ésio na mL-rece ninguna con- 
fianza, fr 

n l^s galerías, dii:e /^¿ Canslitucional (junio 1 8ói). aplaudieron al señor 
Aguirre y prorrumpieron en viva?. j> En la eesiiSn del 31 de marzo, Manuel 
Kuir, Ministro de Juárez en Veracruz, y á la sazón Diputado, vióse obligado 
á contestar los cargos de traidor que ae hacían al gobierno, lo que Viio de unn 
manera cn.líimitosa-. « Nunca creí, dijo, que los enemigos del gobierno consti- 
tucional y de la Reforma fuesen más sobrios en difamaciones contra la causa 
Uberiil, que algunos de sus mismos seÉtaiios; pero estaba en un error, y un 
miembro de esta asamblea se ha encatrado antier de probármelo. % 

Poco satisfecha deeta contestación, Francisco Zarco vino i enipeararla 
tni-lando de sostener, en Ei Siglo A'/A', que el tratado fué obra de los libe- 
rales que rodeaban á fuárez quienes, en medio del desaliento general, creían 
que sólo con el auxilio de los Estados Unidos se podía restablecer U Consii- 
tuciiin. Tamo le pudo la acusación de traidor lanzada por d señor Aguirre al 
gobierno de Juárez, que /.arco celebró el que el seftor Ruiz la hubiese 
desmentido, si bien torpemente. <i En ésto, decía, se Íntere>a tío sólo la repu- 
tación de los señores Juárez, RuJK y demás miembros del gobierno en aquella 
¿poca, sino el decoro del partido liberal y la dignid.id de la repilblicfl, que no 
quedarían sin mnncha ii resultase que; habían reconocido como ceniro de Ja 
unidad nacional á una camarilla de traidores. » 

Sin embargo, los cargos del scfior Aguitrc no han sido refutados ní jnmás 
lo serán; D. Poifirio Díaz los ha repetido en su proclama de Huajuapy.11; la 
Historia, escrita por liberales, los ha recogido, diciendo que •! el trataJo Mac 
I.ane era indecoroso para la dignidad del gobierno y comprometía seoamente 
los intereses nacioiwlcs; i- {Huí. p. 66) que 4 por él se vino A admitir el pro- 
tectorado de los Estados Unidos;» (.^íV.) 4que un paflo semejante equivalía 



1 22 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



al cotidcminío, á la cesión de una parte de la soberanía <Ie la Reptíblica sobre 
el torrilorio nacional, y nadie vacilará cu calificario de crimen político» 
i£v. p. 266); que « si ese tratado se hubiera cumplido hubiera sido niiisanti- 
patriótico que el tratado de Miramar celebrado [>ot Napoleón III y el arclii- 
duque Mflximtliano; » {fír. p. 76) finalmente, que s una de las causas que 
m;Ís influyeron á deridir al Enijieíador Napoleón á obiar contra México, fui 
ti permiso concedido por el supremo gobierno al de los Estados L'iiidos para 
pasar tropas americanas al iravés del territorio mexiíiano.., par-eíiéndole más 
patvidlica y nacional b causa del gobierno de la reacción. » {Malias J?omerp) 
En rc3unn:n, fl desde su primeT articulo hasta el último, el tratado es un mo- 
dela de crimen político, de iadigriidad y de ck-spretio para i;l decoro de la 
Nación ú iaiegridad de su territorio,. , Rs ante todo un paílo intervencionista, 
de intervenciones continuas, deisdc el monicnto en que se encomienda al 
goUcrno.de los Estados Unidos cuidar á perpetuidad do la conservucíón de 
la pa/ til México, con lo que México quedaba sin soberanía, sin honor y 
sin una piltrafa de veri^üenza. * (/íte. p. 462. 485). 



CAPITULO VII. 



Campaña de Miramón contra Veratruz. — Degollado sitia tf Affxuo y tt 
derrotado por Leonardo Múrquti. — l.a kymda dt ¿0$ ¡i/fiados m Mdrtires de 
Tatuhayc. * 



EN este año de 1859, el punido liberal, vencido sucesivamente en casi todos 
los encuentros con los conservadoies y rechiiíado de todas parles, víósc 
obligado, como ya se dijo, á refugiarse en el puerti> de Veracnu; donde Juárez, 
defendido por el mar y el viSn\¡to, pudo establecer su sinuilacro de gobierno. 

El Presidente de la. Kcpiíbücíi, (ieneral D. Miguel MiramiSn, sucesor de 
D. YéXu Zuloagn, rceolvió dar el liltimo golpe al partido tiheral sitiando á 
Veracru/. El i(j de febrero de 1859 salió de Aléxico; el 13 de niaizo se em- 
peñó Va accidn del Cerro del Chiquihuitei y poco dcapiics, las di^ la Soledad 
y Puente de Jamnpa, todas adversas á los liberales que fueron á encerrarse en 
la plaza de Veracruz á la cual se puso un sitio riguroso. 

Kl (¡enera! Degollado, que A la sazón se bailaba en Motelia, proveció 
marchar sobru MtNÍco coi» todas las fuerzas de que disponía, reuniendo iil 
efeétoi Blanco, Zaragoza, l'ucblita, Quiroga, Aneaga, Iniestra y Aranda, con 
«I fin de hacer retroceder el ejército conservador. La siguiente carta, que 
dirigió á Pucblita desde San Luis Potosí, da un justo aprecio de la siiuiiciún 
desesperada en que se encontraban los liberales : « La sacrosanta causa que 
defendemos corre un peligro inminente. Mirainón á la cabéis de 5,000 hom- 
bres se ha puesto en marcha para el puerto de Veracruz, llevando un formida- 
ble tren de guerra. 'A la fecha, segitn las noticias recibidas en el ministerio 



CAPITULO VIL 



123 



de mi cargo, se halla en Orizaba, y nosotros, para impedir ¡i e,sc teiiientrio 
jov(;n tjue avance hasta VeTacniz, cuya toma equivaldría á ía muerle dv U 
Conslilución y sus heroicos defensores, debernos hacer vm esfuerzo sii|jreino 
para impedir este íutal yolpe. Con Ul motivo me dirijo á ud exIioitAndoio en 
nombre de la humanidad, el progreso y la civilización, a que se una A los 
generales de nuestro ejército,.. Suplico A ud se ponga de acuerdo con los 
jefes destinados para invadir n M¿xÍco y llamarle la atención á Minnión. SÍ 
conseguimos retroceda y nos deje en]iaz á Veracrui, nos hemos salvado: sino 
ud, yo y cuantos hemos hecho una encarnizada guerra al clero y al ejército, 
vamos á tener muy malos ratos. > iCtim^.) 

Sefjiín unos recientes datos, Juárez fué quien, presada un. miedo cerval, 
dio la orden á líegollado para que asediara ú la ciudad de México con el 
objeto de obligar á Miramón á retroceder aun cuando Degollado tuviera que 
sacrificar lodo su ejercito para ';nlvar i Veraeruz de un peligro que sfSlo existía 
en la aterrada imaginación de Juárer-, siendo causa Juárez del descaLibro del i ¡ 
de abril en Tacubaya. {/fev.) 

AI saber el movimiento de Degollado, el General conservador, 1>. Leo- 
nardo Márquez, que se hallaba en Guadalajara, salió en socorro de M¿xico; y 
lo! Generales I). Tomás Mcjía y I), Gregorio Calleju, reuniéndose en Sun 
Miguel de Allende con mus fuerzas, que ascendían n 3,000 hombre?, empeía- 
ron á hostilirar la retaguardia de los liberales quienes avanzaban en número de 
S,ooo soldados. 

El 14 de marzo se libró la acción de Galamanda en la cual perdieron tos 
liberales 1 jo prisioneros, además de un gran míniero de muertos y Iieridos 
que se quedaron en el campo de batalla. En la carta c[ue Zaragoza dirigió á 
Vidaurri y publicó £J Progreso de Veracruz, se aseguraba que er aquel hecho 
de armas los liberales obtuvieron 4 un completo triunfo. » y á renglón seguido 
se asentaba que la sección Arteaga liabia sido totalmente destiuida; que las 
Infanierfas de Zacatecas y Aguascnltenles^ y el batallón de Fieles de Jalisco 
hablan sufrido una dispersión considera Me j resultando de ahí que la división 
'<)ucdase reducida a 1,900 lioinhres. T'ara «preciar bien las perdidas de los 
liberales en Güatnand^i, ei5 de notarse que Zaragoza había asegurado que al 
salir la división de Villa de Rincón de Komos, se comjionfadc 2,500 hombres; 
á estos se unieron la^ fuerzas de Iniestra, Degollado, 'Alvarez y^PucbUta, no 
siendo exagerado el creer que enCnlamanda combatió contra el ejército con- 
servador una íuerva por lo menos doble de la que salió de Rincón de Romos, 
es decir, 5,000 hombres. Después del cómbale, éstos quedaron reducidos á 
1,900, lt> cual no impidió que Zaragoza llamara a triunfo completo> á aquél 
en que más de la mitad de la fuerza se perdió. ( Av. 8 mayo 1S59). 

Al tenerse noticia en México de la aproximación de tas tropas de Dego- 
llado, la ciudad fue declarada en estado de sitio. Pocos dias después, se vieron 
ea sus alrededores las tropas liberales que ascendían á 8,000 hombres, (') 



• < Degollado ordena, que se dirijan al Valle de México para concen- 
trarse en él y amagar i la Capital, i las siguientes fuerzas que ascendían 
aproximadamente :1 12,000 hoiiibres, segiín lo afirma Zaragoza.» {Mik. 



124 



LA CUESTIÓrí RELIGIOSA. 



eraU 



Cúxi veintt: piezas de aitiUeria, y se aituaron ta Tacúbxya., extendiéndose 
hasta el cnstillo de CliapuUepec, para iitip«dir el paso, aunque en vano, á las 

tropas de Mcjia y de Calleio que se acercaban un auxitiu de México. 

Con el fin de pnrdispoiier en su fovor á los hiibitaules de Mtíxico que no 
[ludían olvidar los a¿ics de vandalismo y robo$ saciílegos con que se habían 
«ieñuladn los lil»erales, Degollado comanzá su fingida enmienda desde San 
Juan de! Rio donde encarccld, con mucha ostcnlación, á ua olicial (¡ue había 
huctado algunos huü/cs ; y antes de llegat* á Tacubaya cieyó prudente expedir 
esta proclama d los4iabitantiis de la Capital : i No ignora el ejército fedc 
que sus enemigos lo calumnian, atríbuycfndolc cuanios ciimenes horroriza 
U humanidad; pero los defensores de vuwtra libertad, de vuestras ^aramias. 

de la religión sania del Crucificado, de los intereses verdaderos de la sociedad ; 

confían en que vuestro buen sentido y vuestra ilustración rechazaran tanta^H 
falsedades. » (Af. Abril iSjf)), fara extremar sus precauciones y dar una^^ 
prueba de su amor li la religión santa del Crucificado, Degollado mand<í 
en peregrinación A 500 hombrea de caballería á la villa de íiuadalupe, con 
orden de que encendienaen velas á la Virgen, le rezasen una estación, 
haciendo coro dos coroneles. De ahí vino quizá el C[ue Justo Sierra dijese que 
era « Santos Degollado hombre profundamente cristiano. » (Síar.) • ¿1 
romeros iluuiinairon el templo, visitaron el ceno y el pozo, é hicieron 
consumo de medallas, estampas y novenas; pero 110 se acordaron de pagar la.' 
cera, que á pedido suyo se enctjndió, así como todo lo dem;is. En cambio, no 
se olvidaron de entrar a las vinaterías y de manifestar con sus blasfemias qu 
más que un a-flo de hipocresia, futr un insnlto sacrilego el que quÍ5o hace 
Degollado cuando envió i esos hombres á rezar estaciones á la Virgen de 
Guadalupe. ^V cAmo era posible dudarlo, cuando se habían sellado por sus 
excesos eoiilra el clero, los más de loa cabecillas que traía Degollado? 

De uno de ellos decía un periódico liberal lí¿ Pn\^r¿so (n ag., 1859) ; 
« Hace mas de uh año que al pasar el señor Blanco por San Juan de loíl 
Lagos, aprehendió en aquel pueblo á unos frailes por conspiradores y revo- 
lucioiíatios, y los cambió por unos cuantos machos de carga. Después, aptie- 
hendió en Irapiiato, por la misma causa, ocho curas y los vendió en León en 
$ 9,500, Por último, como estos han seguido armando y azuzando á los 
pueblos de una manera infame, han subido de precio; pues, el General 
D. Juan Zunnua acnba de vender en San Luís Potosí un cura solo, aa 
$ 10.COO. '» {Av. 23 3g. 1S59.) 



p. 107) los cuales, una vez Ikgados í la Capital, bajaron li j,ooo (iWfjt. 
p. 1*4), según nueva afirmación de Zurago>:a, cuya veracidad queda mis que 
sospechosa después de ver las falsedades que estampó en su carta acerca de 
la acción de la Calamanda. 

■ La boberia que Jos¿ del Castillo esianipa en estas lineas : « Santos 
Degollado era hijo respetuoso de la Iglesia, pero enei)iij;o del clero y de sus 
abusos,*' ( Cwí-í.) corre parejas con eitotra:^ Pepe Caalillo era hijo respetuoso 
de sus padres, pero enemigo de su tata y dv su nana. > 



CAPITULO VIL 



125 



Concluidas sus devociones á la Virgen de Guadalupe, Degollado atacó 
la piara de México á las cinco y inedia de !a mañ;jna del a de abril, enviando 
tres culumiias hacia la linca rortificada de la cal/ada de la Veriíiiica. de la de 
San Antonio de las Huertas, y del costado derecho de la puerta de San 
Cosme, amagando con un cuerpo de caballeria 1:! parapeto de Bdén. El 
aiaciiie recio y formal se reconcentró sobre la trincliera de la calzada de San 
Amtonio de las Huertas; mas al acercarse tos a$aU»ntes á los paiaiietos, 
fueron recibidos por un fuego tan nutrido de fusil y metralla, que se vieron 
precisados á retirarse á sus posiciones, dejando en el campo un considerable 
niínicro de inuettos y heiidos. Entre lot> cadáveres de los asaltantes se 
hallaron cinco noiteamericanos, uno de ellos con grado de capiliín y llamado 
Green al cual se le encontraron un cáliz y una patena. 

En la madrugada del día a de abril, Degollado despachó á. Morelia un 
correo para anunciar que en aquellos momentos atacaba á México, y que el 
miedo, la confusión y el desorden eran tales que no dudaba que á ia mañana 
del dia siguiente habrían entrado ya Leídas las fuerzas constituciunnlistas á la 
capital. Recibida la carta en Morelia, multitud de cohetes y un repique á 
vuelo de campanas que durii cuatro botas, celi'brarón la turna de Miíxico. lil 
at.iqtie i la capital se convirtió después en un reconocimiento cuyo resultado, 
aseguró Degollado, liabia í;ido saiisfaéíorio. {^v. Abril 1859). 

Eta jornada fué referida por Zaragoza á Yidaurrí de una inaneía tal que 
quitaba á este hecho de armas el caráiíler de reconocimiento con que Dego- 
llado quiso revestirlo, Para ocultar su derrota, Zaragoza lijó en í,Jdo el 
mímero de los asaltantes y confesó que, malogrado ei golpe, fué necesario, al 
caer la noche, retirarse á Cha|)ultepec. Ésta es la confesión expiusa de la 
derrota, con la circunstancia de que, sin advertirlo, prueba Zaragoza que era 
mucho mayor de 3,000 el niímcro de las fuerzas reunidas en Tacubaya, 
cuando dice : <i Dejáronse regularmente cubiertos los puntos de imestra 
iínea, 7 con tres brigadas, cuyo nilmero total era de 2,200 hombres, se ata- 
caron las posiciones enemigas del rumbo de San Costne. > l*ara cubrir 
regularmente los puntos de una linea tan extensa como la que ocupaban las 
tropas de Degollado, se necesitaban más de Soo hombres quienes, bajo el 
supuesto de ser de j.ooo el numero total, eran los que quedaban disponibles 
después de los 2,100 que fonnaban las tres brigadas. Zaragoza adulteró hasta 
inveroBÍniil la pérdida de los conservadores, hac¡í?tidola subir il 1,600 hom- 
Rbres, cuando un escritor liberal, O. Manuel Camhre, afirma que « este ataque 
sólo costó á tos defensores de la pl.iza ys bajas entre muertos y heridos, c 

Segrtn era su costumbre, Uegollado y los dtriiiíis cabecillas liberales cxpi- 
dleion proclamas retumbantes á sus soldado». « Compañeros de arnus, decía 
Degollado, habéis alcanzado la admiración de los inteligentes y la gratitud 
del pueblo oprimido, con la brillante función de arniss de ayer, jy Puebliía 
encarecía todavía má^ sobre el valor de los liberales, y basta llegaba á 
estampar esta ridicula fanfarronada: « El soldado^de la libertad va\e pordicx 
de los fandticos y serviles. * La proclama de Zaragoza no era menos chaba- 
cana ; < Valientes compañeros, exclamaba, estoy muy saii&fecho de la pericia 
y üel Valor (¡uc habéis nioalrñdo en la jumada de ayer, liiiviadus á praflicar 




un reconocimiento, vuesiro entusiasmo y vuestro ardimiento lo han convertido 
casi en vÍ<ílorÍa. > ' - 

Algunos tilas después, cuando Degollado trata de atacar In garita de Saa 
Antonio Abad, esos mismos soldados de la libertad que ViUíati por diez de 
los fanáticos y habían ganado casi una viiíturia, &c olvidaron de los laurelt» 
conqui&tadoa el z de abril, y, presa lic un miedo cerval, no quisii^ioi 
marchar. Fué necesario cercar el cuartel, abocarle algunas piezas, permiliciidi 
que se fueran los jefes (j^ue rebudiaban combatir, y ordenar á la tropa que 
sometiera so pena de morir á mtirallazos. Los jefeíi se marcharon, y la tro¡ 
se apaciguó como por encanto, Sin hacer caso de liis mentiras de los cab 
llaá revülucjonarius, £V í'rúgreso confesaba que 'i desde la acción del a 
de abril, sf había resfriado no pocu la decisión de los conslitucionalistas que 
pensaban entrar i\ México como quien entra á su casa. i.a deserción es ma^'or 
cada dia en sus filas. )> 

Degollado perdió la oportunidad de atacar U capital cuando se presenta! 
en ella sin que hubiese dentro los elementos suficientes para resistirle, y con 
KU inacción durante los veitilicuatro días que llevaba de esiar frente á México^ 
dejó reunirse fuerzas que le ubligaron i ponerse á la defensiva. Habiendi 
consultado coii los jetes conservadores, Leonardo Márquejí dispuso salir á 
atacar fí Degollado en sus mismas posicionu'S. El lo de abril, á las cinco de 
la tarde, mandó que uaa doble batería esfabltcida en la falda di; las lonias 
tras de Tacubaya, rompiera sobre el molino de Valdes y el cdiíictu dcl 
Arzobispado, que eitin los puntos más fuertes del enemigo, un nutrida fu^o 
de cañón que duró basta el obscurecer. 

Al dia siguieate, poco antes de las siete de la mañana, estalló el horrible 
eslani[pÍdo producido por doce cañones que Mdrqueií había situado en «i 
mismo pumo del dia anleiior. De repente salió una columna cojiservadora 
dJrigiifndase sobre el molino de Valdés, mientras que la artillería del enemigo 
redobUtila sus dispavos sobre los ítsaliantus. La columna, después de ejecutar 
diversos movimientos pata envolver k pos-ieión de los liberales, se arrojó 
sobre ella con ímpetu violento, y logró apoderarse del molino. 

I-as baterías situadas en la falda de la loma seguían bombardeando 
á Tacubaya : una parte de Us fuerras allí situadas, avanzó formando el vértice 
de un ángulo cuyas dos lineas se dirigían respcélivameiile al Arzobispado y á 
la falda del bosque de Chapultepec, y situó en el inteniiedio de uno y otro 
punto, piezas de artillería que estuvieron disparando sobre ambos rumbos 
desde las siete y media hasta las díef. de la mañana. 

Kn Casa Maia se empeñó otra acción no menos sangrienta que !a del 
Molino de Valdés. Un escuadrón de dragones, desprendiéndose de la linea 
en que el General Márquez tenía situados sus cañones mis próximos al 
enemigo, avanzó hacia h ('a.^ Mata Bcguidu pur dos bataUone» de infantería 
que marchaban por distinta línea. 1 os liberales recÜiieron al enemigo con 
un fuego vivísimo de cañón y fusilería que causo bastantes e.slra^us; pcio al 
iin manifestándoseles la suerte contraria, abandonaron en poder de Márquez, 
el Arzobispado, lodxs la."; posiciones fuertes de Tacubaya, la Casa Mat.i, y [lor 
ultimo Qiapultepec adonde ¡te hablan resplcgado. 



4 

:4 



Tal fué cl desenlact; de aquella batalla, una de lae más reftidas en el 
tormentoso período dt in Reforma. Los liberales perdieron carros, trenes, 
parque en aliundancía, 20 iw^tm de artillería, 3o<t hombres qut; cayeron 
prisioneros, además de " iiiiichísiiiios ead;í veres, » dice Cambrc, que quedaron 
teiididcis en cl suelo. Los conservadores tuvieron 98 muertos y 1S9 heridos, 
sin incluir las pérdidas que íuíxÍó la s^unda brijíada de cabalkiia. 

Degollado y au eJL-n.ito deshecho emprendieron la retirada perse^idos 
muy de cerca por alj^unas brigadas que Márquez destacd en su seguiíiiienio. 
Todo Tacubaya t'uO testigo de) poco valor can c¡ue se manejaron muclios 
jefes liberales. "A las nueve de la mañana del 11 de abril, Pascual Miranda, 
José Justo 'Alvarez, Juan José' Ba/ y otros íugitivos Lomaron apresuradamente 
el rumbo de Chapultepec. Tras de ellos y confundido entre la turba de los 
fugitivos iba Degollado en pechos de camisa después de haber tirado et 
uniforme y la banda de general de división para mejor correr y no ser reco- 
nocido. 

El concepto en que los liberales tenían el valor militar de ose general, 
era idéntico al de los -conservadores. En una proclama dirigida á sus 
fronterizos decía Vidaurri : « El ejeicito del interior ha cometido infinitas 
faltas en sus operaciones : el general en jefe que líis lia n>andado no 
ha tenido cabeza. Degollado ha obrado con muuha cobardía y torpeo. Kl 
nombre de Degollado es fatídico para los del norte : él os recuerda la perdida 
de vuestros hermanos sacrificados vn detal para escaparse en su fuga con sus 
compañeros, cuando habéis peleado bajo sus órdenes : el os trac á la mcmofia 
vuestras hambres y padecimientos por no haberos pagado vuestro enganche, 
ni satisfecho vuestro prest, aprovechándose cl ejército del inlettor so'o del 
riquísimo botín conseguido por vuestro esfuerzo; él, en fin, es un j»,.. que no 

tha hecho nada por sí, sino correr de lugar en lugar, sin plan, dirigiendo 

Itnentidos partes de triunfo que no ha conseguido, faltando al respeto que se 
debe á las autoridades á quien se dirige y á las que debe el alto empleo que 
se le confirió, n 

Entretanto, aludiendo la prensa al empleo desempeñado i^or IiegoUado 

Fen la catedral de Moieli^i. le dedicaba los siguientes versos festivos acerca del 

■ descalabro del ri de abnL 



Escuclca, amigo Don .Santus : 
t>tíéi\ un ]X(i:'-> in^ i'ieitiiit^ 

Párii, que oiígas tie mi boca 

Utiití ctiaitiai dtanioncuí. 
No corras : ya 110 te »iciien: 
Deücun» lo Itopii nueí-ha. 
Ese ruido que le eiiiaiila 
Lci vn fnntiunjo la atuiit^'r'i. 
Para, liejíciio, p¿i» : 
Qtc piuii tu iirminvcm; 

V i los si'ieiK.'t lid ¡jku 
No eonviciici; lales ümui. 
VÍtIí en k tncriílla 

I Cuiutu iiiL'ioc Ic e^li^>icn, 

Y curgnr.cii ve« ac e!>|i>ila, 



138 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



El ciñitl ó Id n&veUl 

i Til. llevBt pillóla en moflo! 

Tal ve2 si el rosario hiet». 

Chasco es ¿siB del dEraijiiíu. 

Vuelve, Don Snnios amigo : 

Nn des grupas ñ Xfotetin: 

Que alli pidiendo <le hinojos 

El perJón 'le luí uf*ní.is, 

Quitti rctumtu lu* JIns 

Que perdiste en Ui i ni prudencia, 

V nr.ibarSs csít vicia 

En el rincón tie lu iglesia. 

¡¿s mcjuí cuii lu nlc-iiida 

Andar JMaiaiiilo niimcJís 

Allí cr tn misaik ilocc, 

P.iiM liis hoslifts y velíis. 

i l^lué laiics lú Je maniolims. 

Ni si a buvno qitc i:t) hileras 

Marcli!.-!! Iijs pobres ínriailuii 

(Jiie Clines en la* hrtcientlstíí 

Ordennr l.is procesio-tics 

Es ocupación divena; 

AIIJ la piel iiiiib sufre 

y el colelo no se nrríesga. 

Mientras riegollado lograba escapar á ufta de eabiillo, el Geneml Marcia 
Lazcanü, que después de servir d los conseivadores se pasd á bs fi!a.s de le 
liberales {¿}<ir), se halla creyendo que sus compañeros sosteiifari ul punto qi 
les habla sido encomendado, Así es como ¿I y varios oñcíales cayeron priai< 
ñeros de guerra. 

Poco anloii di; terminarse la lucha, Mitatndn Uegalia á la capiti 
í las dici. de k mañana. No bien bajó de la. diligencia, niontd á caballc 
y acompasado de vatios jefes y ollciales y de escolta de cabsLlli:n;i, salií 
á las once y media de palacio en direcciún al campo de batalla, casi en losl 
momcnioíi en que ¿sta terminaba. 

Ocupada la población de Tacubaya, Jlárquec dió orden de que lodosJ 
se reconcentrasen ea ella, y se dirigió á Cliapultepec que había sido tomado^ 
por el batallün do /apadoics. Miramón st! présenlo á los pocos instantes er 
el mííimo luynr, y cpiericado premiar al fíeneral Márquez por la viifloiia 
alcansuda, le dió sobre el campo de batalla el grado de general de divJsióoj 
En seguida, Míírquez se dirigió A Tacubaya; y estaba muy cerca de 
poblaciún cuando un ayudante de caniix) del Presidente, que á todo galoj 
se acercaba á él, le entregó un pliego escrito de Iclra «le Mirámon, cuyt 
contenido uta el siguiente : « General en jeTu del ejército nacional. — Excino,J 
Seflor : — En la misma tarde de boy, y bajo la m,!* estrecha responsabüidac 
de V. lí., mandará sean pasados por las amias todos los prisioneros de 
clase de ufitiiales y jefes, dándome parte del numero de los ípie les hay 
cabido esta suerte. — Dios y Ley. México, abril 1 1 de 1859. — Miramón. »J 

Cumpliendo con lo ordenado, mandJ Márquez que fuesen fusilados lodosl 
los que liabiendo caído prisioneros en el cnnipo de batalla perlcnccian á ÍOA 



dase de oficíales, con excepción del General Feliciano Echevarría, del 
Coronel Bullo y de otras dos personas & quienes el Presidente tnduHij de la 
pena capiul, Rmre los qiie sufricrotí esta ptnn hallábanse dos estudiantes de 
medicina y algunos pai&aiios que liabían ido de México A unirse al ejército 
constiiucioLisIísta, < Tan sangrienta y enconada estaba ya la cucstícin, dice 
Rivera, que tío podían esperar otro resultado Iw prisioneros, de los que 
muchos sin embargo, por circunstancias particulares, fueron perdonados, » 

La derrota de Uügollado íaé celebrada coo entusiasmo indecible por 
los habitantes de la capital quienes, enseñados por una doiorosa expe- 
riencia, consideraban á los libélales como i Jos peores enemí^oK de la sociedad. 
Poco antes de las dos de la. larde del día i,^, un repique general en todos liss 
templos y las salvas de arlilleria anunciaron la cntiada del ejército conserva- 
dor. AI pasar par las calles, cayó sobre ¿I una lluvia de coronas de flores y de 
laurel que le arrojaban desde las azoteas y lo3 balcones en medio de las acla- 
maciones de ¡ viva la religión ! En c! tránsito, una comitiva de seiiursia de U 
Ijuena sociedad ofreció al General Márquez, como prueba de agradecimiento 
á la defen.sa de la causa religiosa, una corona de laurel y una lujosa bnnda 
encarnada que en letras de oto llevaba grabado esle lema : í 'A I.i virtud y 
al valor, la gratitud de las hijas de México. » Tras ele los Cieneralei acompa- 
sados de su estado rnayor, matchaban las brigazlas de infiíntería con sus 
generales a,l frente: luego, la^ pieías de artillería quiudaá al enemigo Con súa 
respeiílivQS Irenes; en seguida, los soldados hechos prisioneros, y cerrando la 
marcha, las brigadas de caballeria. 4 Espléndido fué el recüjimienlo que a! 
ejército vencedor se lii^o en la capita.1 de la Repiiblica, * dice Vigil; y ésto era 
¡o que más escocía á los liberales condenados á presenciar el honor con que 
los miraban los miembros más cultos de la sociedad mexicana. De allí viene 
el plañido lastimero que en estas lineas exEial» un admirador del asustadi«> 
Degollado : « El clero celebiabí las violorias que costaban l;inia sangre 
mexicana con pomposas Restas religiosas, lo que era aiiticrisliaíio; y ésto se 
rió hasta cuaado se sacrificaban impíamente víílimas inocentes, com« el 1 1 de 
abril de 1S59 en Tacubaya, ciimen horrendo para el cual el clero no tuvo una 
palabra de condenación. Pero ¿qu¿ más? Mitanión, el jefe de! gobierno ilegal, 
era saludado en las iglesias con cánticos y preces, como un nuevo David, f- {Sur.) 
Dos días después de estas ovaciones, apareciíí un impreso anónimo, obra 
de Francisco Zarco, titulado : « los asesinatos de Taciibaya. > en el cual se 
decía : «Seguid, seguid J^elicitandoos uiut;iainenti% dándoos recompensas, 
porque habéis sido asesinos, insultando al Criador con vuestros sací liegos votos 
de gracias, parodiando i los héroes triunfadores, preparándoos agasajos de 
mujeres fanáticas que olvidando la ternura de 3u sexo, &c transíorinaron en 
Euménides paganas, en furias que se goran con la sangre. No, no hay en México 
un partido político cuyo dogma sea el asesinato. Los que azotan. i las muje- 
res, los que fusilan á los heridos, los que niegan un confesor A los moribundos, 
los que asesiti.in á los médicos y á los niños, y después insultan á bus cadá- 
veres no forman, no, ni pueden formar una comunión poHtira. No, el partido 
liberal que proclama la libertad ds conciencia, jamáis se imcrpoiidrá entre I>ios 
y el almahumuna para negar aliuoiibUDdu los postieros auxilios de ia religión, 

La Cucstiún RCIgíJu. — 9 



IJO 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



como si la ven^canza se pudiera. Wevsj más allá de los linderos de esleí 
mundo. £ 

El 2 de julio i]l Diario Oficial traía la noticia de haber sido apreÍienüi<Jo 
el supuesto autor del libelo ese y añadía : i £n poder de ese individuo Se la 
encontrado tambicn moneda falsa á cuya acuñación se dt^dicaba el libelista 
demagogo. Se ve, pues, «¡ue los hombres i|uc están al servicio de los enein>- 
gos del orden, tienen todas las ccalidades para ser dignos servidores de la 
cau^a á que consagran sus tialujos; ¡lor tíso, el ddíto de libelista stí encuentra 
unido al de monedera falso. ; Helios tí[ii1os pnra servil k la demagogia! » 

No utisfecho con fatsllicar la moneda, el libeli^U faUiticaba. también los 
hechos ntirmando que fie habían negado los auxilios espihiualc&á tos sent<»- 
ctados, cuando tres sacerdotes lea habían ofrecido su niiuisEerio que unos 
aceptaron y olrOs rechaüaioii. < Alguno de dios, llamado Manue) Mateos, 
insultó villanarntiertle al sacerdote que le iba i hablar (ix\ nombre de Dius, » dice 
El Diario ¿e Avisos. Los que negaban los auxilios de la leligiún, no eran 
ciertamente los conservadores, sino los enemigos de esta misma religión, el 
mismo Juárez, a quien ¡os de su Iwndo reprochaban laii acremente «los 
asesinatos políticos que se conocían con el nombre de ley fuga í- t £lsie moda 
de matar á los enemigos jioliticos, dice un liberal y maaón, no podía ser más 
infame, porqui? se agregaba á la cobardía del asesinato, k íerocidad de hacer 
morir á un hombre siu pieparativos espirituales, j- {/'as. t, 3. p. 285, 286) 

£1 libelista hacía subir á 53 los fusilamientos de Tacubaya, cuando no 
pasaron de 17, afirma Vigii, li pesar de haber sido de 206 el niímero de loa 
prisioneros. Ésto niísiiía se desprende del remitido que á los pocoí dias 
publicó el Coronel Daüa y Arguelles en el Diario Jt Aíwí para manifestar 
[[ue^en Inejecución de estos prisioneros no tuvo mas participio qué el del 
mandarlos sepultar. Este número mucho dista del de 53 que todavía siguen 
estampando los pcriódicus liberales (Aíí^rabn I 1899) y los manuales de llistoría 
Patria de Justo Sierra, Torres Quitucro (/<i í'atrla .\fexi¿a/¡a. año de 1996) 
y demás n sencillos y colombinos li ¡.storiadores miestros, como dice Bulne^.J 
que impregnan el espíritu nacioaal de fábulas ridiculas. 3 {AUtif p. 789) 

Agreija Vigil que <i el alto grado de exaltación á que habían llei;adü las pa* 
siones políticas, el sangriento sistema de represalias adoptado por los bandos 
belige lantes, habrían explicado sulicienteniente aquellas ejeiiucioncs que no 
eran por desgracia, una cosa nueva en la terrible contienda que presenciaba U 
Repiiblica, y que los mismos liberales habrían dejado pasar como una de las 
dolorosos coiistcucnciafi á que el vencido tenia que somelcrsc. Hubo, empero 
en los fusilamientos de Tacubaya una circunstancia que los hizo particulac- 
mente odiosos, que arrojó sobre sus autores una mancha indeleble, y fué que 
la mayor paite de los que sucumbieron eran médicos que desempeñaban en 
aquel momento, sus humanitarias funciones, ó paisanos <|ue no tenían niiigún 
cariíter militar. » 

Ames de fornnilai semejante cargo debía el pieritado escritor, que pre- 
tende ai alto ministerio de la critica histórica, haber aducido las pruebas de 
i|iie los dos méditos y los vatios paisanos aludidos no desempeñaban abso- 
lutamente ningüii caigo milíiarj ú lo dcscmpeíiaban, claro kí> que los compren* 



dfc» la ley de conspiradores, y que en ese cuso no podía Márquez desobedecer 
las disposiciones del sii[jeTÍor. Hn^U la fecha nadie lia logrado prntjar que no 
combatían entre las l'ilns liberales, « Los viííimas, dice el stüor Ignacio 
'Alvares, fueron todas personas á quienes, en ese din, se tomaton con las armas 
en la mano vn el «jército cunstitucionalistn, descín |>eñando oficios militares, 
aunque en realidad no fuera esa su carrera antc^: pero lo fuií en tric día, y 
quedaban comprendidos en la tcirible sentencia que el General Marque» no 
hizo sino recibir de su superior y comunicarla á su inferior que debía ejecutarla, 
sin que en cita se Uiciiíra alffuna excepción. » ( Estudios sal'rc Itx HiíUiria Gentrnl 
de iMi.\:co\ í lisos desgraciados, decía el Diario Oftdai, íueron aprehendidos 
en el campo de batalla con las armas en la mano, y !os médicos no eslabaii 
entre las filas de los demagogos cumpliendo una misión humanitaria: antes, 
por el contrario, olvidados del deber de llevar la salud y la vida i todas partes, 
llevaban la muerie á sus heimanos. » 

Ouedd probado tan»b¡¿ri que los liberales no establecieron hospital 
ali^unij en Tacubaya, ijue dejaron al>a.ndonadün en el campo d sus heiidoE, y 
que ile^-aron su barbarie basta el extremo de haher hecho fuego sobre los 
médicos déla ambulancia que querían recoger it los heridos de San Cosme 
Cuando Juan José Baí se enfermó en el campo de Degollado, .í pesar de. 
haber fallado al juramento por é\ suserilo de no volver í hacer armas contra 
el gobierno, un inédico sali<í de México para atenderlo, y rcgresú sin ser 
molestado |Jor el gobierno conservador. 

Uos añns in;ís larJe, por dícrelo de a de marzo de 1861, Juárez se 
enjpeñ<5 iniítilniente en averiguar si los médicos fu^ilados el ti de abril 
asistían ó no d ¡os heridos en los hospitales de Taculiaya. En Una caria 
escrita en 33 de octubre de iSór, el jue¿ Mariano Arrietn, que praílrcó de 
orden del gobierno liberal una severa y escrupulosa averiguación. cor)re,só quf. 
«i pesar de su aíiividad, nada había podido descubrir sobrt sí habían sido 
coj^idos ó DO con las armas en la mano, puesto que los ejecutores de la orden 
eran los dnícos que podfan dar lux sobre et hecho, ii (Zn.) 

Cuanto á ia acusación de que se fusiló á niños, como si se hubiera 
tratado de otra matanza de los santos inocentes, es demasiado ridicula para 
merecer sea contestada. Hom es ya de que las leyendas cedan el paso á la 
Historia. 

Ei libelista calumnial>a también al Arzobispo al acusarlo d« haberse 
.alegrada de aquellos fusilamientos, siendo asf que la noticia de ellws llegó á 
la capital sólo después de haber sido consumados, y que el Arrobispo itiier- 
cedJó mds do una vez á favor de los mismos enemigos de la Iglesia. Cuando 
se descubrió, en septiembre de 1858, la horrible conspiración de Fabre y de 
sus tres compañeros, y se los sentenció á la pena capital; cuando hacía apenas 
seis meses que Daniel Traconis cogido en la Merced con las armas en la 
mano, durante el ataque de Blanco á la capital, fué condenado en un consejo 
de guerra d :íer pasado por las armas, ¿á quien debieron la vida todos aquellos 
desgraciados sirio k las siíplicas del Arzobispo? 

Lejos de considerar tos fusilamientos de Tacubaya como un ai5ln de 
Larbaiie, la prensa noiteamericana, adióla á Juárez, afirmó, no obstante, que 



J32 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



hAliían sido provocados por la conclu£l;( inhumana de las constitucionali&Us. 
« I^menlanios, decia e! -VWi' Veri Herald, no poder decir tjue uno al menos 
de ios dos pn.rlido3 contendieries está libre de esta bárbara miincha. Pt^rona 
es asi. En varios casos ios liberales han fusiilado il los prisioneros, y acaso hia 
provocado la iiresenie horrible represalia. » {Av. ig julio iSíg) 

Tampoco ILannaron estas ejecuciones la atención del cuerpu diplomático 
residente en la capital. Un esciiior extranjero, r sueldo dtr Juárez, dice que 
«no solo los ministros de Francia c Inglaterra nada bicienjn para oponerse 
d loa asesinatos de Tacubaya; no s<>lo no elevaron protesta alguna cuando se 
enteraron de dios, sino cjiíe ni aun dignárurise mencionarlos e» su corres- 
pondencia con sus gobiernos respectivos. SÍ el gabinete de San Jaimes lo 
supo, fui: debido únicamente á que hubiese habido, enlrc las ríctimas, ua 
médico de origen inglés.» (Lef^vre, Le Mcrujiu ft i' fitUri-enlmt) Era muy 
natural por cierto que el ministro ingliís, tan decidido partidario de los jua- 
ristas, hubiese afeado la conduela del gobierno conservador, puesto que, 
segLÍn asientí) Arrangoiz, « entre tos equipajes del Genernl Degollado, se 
encontró un plan de ataque contra México, extendido de letra de IMisler 
Mathews, el cucargado de negocios inglés, ft 

<l Injustos son los demagogos, decía K¿ Diario de Avisaos; fusilan 
cuantos reaccionarios caen en sus manos, y quieren tener privilegio exclusii 
para no ser, á su vez. fusilados. ? El mismo Degollado, autor de los .asesinan 
perpetradas en Guadalajara sobre oficiales conservadores, fué el primer 
desde la Independencia, que circulara k cruel orden para que fueran pasade 
por las armas cujutns oficiales cayesen prisioneros. Liberales fueron ios qt 
en Zacatecas iniciaron contra los conservadores una era de sangre, y despi 
no pudieron Tolerar que en JLsía represalia se derramaran algunas gotas dt 
la suya. f. Una sola gota de sangre que se derrame de un liberal, decía 
£>emfí¿rúeia de Oaicaca, será vengada con torrantes de la de los criminaU 
conservadores. » (Av. 19 ag. 1858) l.as mismas pretensiones tenía El Cottsti 
tuaenal de Zacatecas : « Necesario es que obtenros, no conforme á la lej 
benit;na del tallón, sino un poco mas justamentí y con m.-ís juicio, es decii 
no exigiendo ojo por cijo y diente por diente, sino reclamando dos ojus ]x>í 
un ojo, y por un diente todos los dientes. » 

Asi discurran entonce? i'stas almas sensibles y compasivas que Itorabaif] 
sobre loa mártires de l'acubaya, y más tarde habían de agregar t]iíilareB| 
de nombres al martirologio liberal, derramando con exquisita crueldad U-1 
sangre de sus mismos correligionarios, Cuando se verificé, de orden da} 
Ju:í(ei| la matanza de la Cindadela, no fueron fusilados 17, sino >i más] 
de 300 prisioneros, » como lo asienta Cosmes, (t. 21. p. 34) Segitn trcneq] 
Paz, « se d«cia que el (General I-). Ignacio Mejia, Ministro que era de lu 
Guerra, al recibir el parte de la función de armas rendido poc el General] 
Rocha, íijúndose en la designación de prisiojieros, había ordenado de pala*] 
lira se dijera ai jefe vencedor, que él no había pedido prisioneros, con loj 
cual parecía significar que fuesen muertos todos... '.A p«5ar de cuanto se 
dicho en contra del Genera! Miiquex, nuestros gobiernos republicanos han! 
dado muestras de no ser menos inclinados al GÍslcnui... Aquí viene de moldo. 



aquéllo de que se ve con más facíUdad k paja en el ojo del vecino que una 
viga en el ])ropio, 6 ^t. ¡. \i 132) « Con hortur su ciuba tn otro tiempo al 
asesino de Tucubaya, dice Manuel María Zanucona, i/'ir 5 abril 187a) : su 
crimen parecía tan graiidt: que casi no se le unconliaba superior en la escala 
de los delitos enormes : si? le llamó el tigre, U |>antcra, y se tiubíc» ¡nvcnudo 
un nombre para transmitir d la posteridad al autor de licchos tan ignominio- 
sos como entonces fueron calificados, dignoa tan sc51o, se dccia, dv un poder 
bastardo que pretendía conservarse ahogando la libertad, y sobre «n pedestal 
de radrtircs ilustres, atrincherado con las bayonetas de sus aícnrioa. Nadie 
soñaba que tan ¡n&ines procedí míenlos pudieran ser ímiudus por el que los 
condenaba, mostrando ai mundo á sus autores con toda la desimdex de su 
tnramia ; nadie podia ciecr que la iianteía fuera sustituida por una hiena; y 
lo que es peor, que !a presa le fueía proporcionada por el que en otro tiempo 
se llam(S el padre del pueblo, ¿I defensor de los dereclins de los ciudadanos, 
el restaurador de las libertades piílilicas, ¿ Es él de ohom el mismo ciudadanc» 
de entonces? No. Entre éste y a.<.\\.\é\, ¡ qué diferencia! ir Por éso, un periódico 
liberal, ím OrjuesM, declaró á Mánpiez niño du teta junto & las fieras libe 
rnles. {l'oz 24 enero iSSg^ 

Afuma Vigil 1. la responsabilidad de íildiquez re^pe^lo de los luvdícos y 
pai&anos, sin que sea aceptable el motivo, aun cuando fuese cierto, deijuí; 
estuviesen con las armas en la mano; pues, dice, no era esta circunstancia 
bastante pani. sufrir la pena de muerte, como sucedin respecto de los simples 
soldados. » 

Parece ignorar este escritor que la ley cond^cnaba á la pena capital, no i 
los soldados rasos, sino á los oficiales cogidos con las amias en la muño, púr 
la ra;tón evidente de que estos peleaban por su fausto y por sus ideas, mien- 
tras que ésos, cogidos de leva, las más de las veces, combatían por lo 
mismo contra sus principios. Basta leer al azar los periódicos de la cpoc» 
para ver como se hacían de soldados los liberales, merced á la [jersuasión de 
la reata, < En Aguaacalienles, decía el Dinrio áe Avises f iq julio i86a), Gon- 
iálea Ortega hizo cercar tudas las bocacalles, y se llevó .i todu varón desde 
iG d 60 años para defender una causa que ellos aborrecían.» «Cuando 
Carcia (inmados lleva, de Disamaloapam á Veracruz, á los defensores de la 
Consbitución, tuvo que gastar $ 84 en reatas para amarrarlos y asimismo 
imjit;dir toda deser<^ián. J {Av. 10 ag. J859) * En Mwrvlia, los demagogo» 
cerraban liltimamente las puertas de la pla¿a de toros p.ira t:i)gcr en ella al 
pueblo soberano. En un anuncio de la funcibn de toros que en aquella ciu- 
dad dtíbia verificarse, hubo que poner la sigLiienie nota : Los empresarios hati 
conseguido del señor prefeíto la gracia de que en la tarde de ]a íürición no 
se moleste á los concurrentes con llevarlos á los cuarteles. » (30 dic. 1859) 

En Ara.ro, una partida de constitucÍonali.slas recorrió el pueblo en enero 
de 1859 para engrosar sus filas, llevándose |)ot la lueraa i varios vecinos. De 
entre éstos, un infeliz padre de familia que se encaminaba á su trabajo para 
proporcionarse el alimentí> de sus hijos. íu¿ estrechado .-í pasar al cuartel y 
tomar las armas. El buen padre suplicó cuanto pudo pai-a que se le dejase en 
libertad, puro no consiguió sino que se le ultrajara de la inantra más soc¡. sin 



134 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA.' 



soltarlo. No pudiendo coriener su indignación, dijo al jefe de la gnvilU : 
t Dejar¿ mí casa y mi familia para ir á defender la leligion } pero quiero moiir 
primcTo que esiar t:n coii)[iañía con ladrones tjue roban la Iglesia y persiguen 
A los SdCtífdoIcs- » El jefe se <;rifureció aun más y ni;ís, lo üamó conspirador, 
y ech^lnduk un lazo a] cuellíi y nionudu ;í caballo lo arrasirú sin piedad 
dejándolo rnuenu en el aéto. {£/ Oráien de Quer¿laro. 13 enero 1859) 

< Zs notorio, escribe el señor Mimguí», en su Dtfenm ¡fe Ja J^Usia y Jet 
CJífo Mf\icttna. qiie la revolución demagógica se lia sasieriido aquí mucho 
tiempo, y por lo mismo que ha presentado en acción de guerra coi»siüerab!e 
niímero de hombres armados, y aun obtenido algunos triunfos. Mas «ísto, que 
prueha muy bien lodo el caráéler íiila/, atrevido y temerario de la rrjvol iicidn, 
cstí muy lejos de ser una prueba de que csias misruas tropas, iL¡ue bajo su 
bando militan, piensen como ella. ¿Qtié sucede pues? que al iniciara^ cada 
revuelta, se comienza reuniendo un considerable número de íoragidos, de 
aquéllos que vívcii susiialdos á la vigilancia de lu autoridad, entregados al 
robo y si ascsirtato, ó que estíii enccnados en las círcelos fcomo los que, ai 
comenzar las revoluciones en México, sacó Hidalgo al pronunciarse en iS ro), 
compiiiganda sus delitos ó esperando su sentencia; se sigue cayendo sobre 
poblaciones indefensas, y cogiendo por fuerza á sus habitantes pacíficos para 
que sirvan de soldados, y se concluya recorriendo el pais con estos ejércitos 
heterogéneos, conservadas por una pane con el cebo del robo, y por otra, 
por la 0|>resián y víoiuncin. Entretanto, no se perdona medio para corromper 
Á los buenos: y cuando ésto no se consigue, á lo menos para engañarlos con J 
las especies niAs absurdas. Abusando de su simplicidad, se les hace creer qiie 
combatir al clero es atacar algiín ejercito armado contra los intereses públi- 
cos; allí se les dice que van ;i defender la religión contra los nopios; acullá 
que muchos ricos propietarios son unos usurpadores del terreno que poseen 
y pertenece originariamente al pueblo, haciéndoles esperar, como justo botín 
de la viítoria, un reparto de terrenos entre todos los soldados triunfantes. 
Esto explica perfeélamente muchas anécdotas que tienen tanto poder para 
excitar risa, como para hacer correr las lágrimas. Referiremos alguna como 
prueba y confirmación de lo que hemos dicha 

« Cuando el limo. Sr. D. Pedro Espinosa, Obispo de G-iiadalajara, fué 
aprehendido en ul camino por una pailida de guerrilleros liberales, y era 
conducido preso entre soldados, ¿stos, al través de la violencia que les hacia 
su jefe, dejaban traslucir la iadignaciiin que aquel ultraje sacrilego les cau- 
saba, y aun ■it les oian ron frecLiencia varias conversaciones muy poco favo* 
rabies á la causa de la revolución. 

« En Morelia sucedió una cosa semejante. Hallábanse alli de guarnición 
los soldados del sur, y siguiendo su costumbre se ponían con mucho respeto 
en pie ai pasar un sacerdote. Una de tantas veces, interpelados por algüa 
apóstol del progreso, respondieron : Nos ponenimi en pie, porque pasa un 
eclesiástico; y como se les replicase con algunas alusiones tan clanxs como 
imprudentes sobre la causa porque milttabB.n, respondieron : Nosotros 
hemos venido á defender la Iglesia, la religión y los padres, y á pelear 
contra el clero. Va se vcrd por aquí cual es el espirilu dominante del pue- 



blo, aun cuando algunos de sus individuos militan hajo la bandera dema- 
gógica. 

€ En el memorable año de 1S55, cuando algunas cabezas de handa, para 
celebrar el irinnfo de la dcsistrosa rcvoJudiiii Aa Auylla, locorrían varias 
calles y barrios de esta ciudad (Móxico) scptiidos de nlguiu iwrtc del jiopn- 
lacho, después de haberle repartido aljíunas monedas pm que ¡íritase, bubo 
una cosa muy notable. Clamaba un tribuno llamado Joaqum Villalobos, quien 
me lo contó años despitca, tittilandu de fatiálico al puublo ;Mii<jia Pío IX! 
y k multitud respondía ; Muera! Gritaba en seguida ; Muera el papa! y 
aquella muUitud indignada entonces gritó unísonamente : No, no, ¿Cómo 
explicar esto? El nombre de Pió IX 1ü era descotiocidn; al oirio pronunciar, 
se figuró acaso (¡iie se trataba de un mero n-y, y por ésto secundó el grito del 
tribuno; pero al oír i muera el pipa! oyd su palabra ortodoxa, su palabra 
Cfttóiica, sabida, conocida y amadní sintió herida su íe, y con Aquel sublime 
No, le dio un iiuítre testimonio. * 

Explic.ido e! motivo por el cual se exceptuaba de la ley de conspiradores 
á los simples soldados cogidos aun con las armas en la mano, volvamos al 
libelista y á los demás escritores liberales que tienen particular empeño en 
üchat sobre Márquez toda la responsabilidad de las ejecuciones de Tacubaya. 
Le hubiera sido fácil al genera! desvanecer este cargo con sólo pu!)l¡car la 
orden que Miramón le babta enviado pata que fusilara á lodos los oficialea 
prisinneros, y defenderse, respeélo de los que aparecía.u como paisanos y 
médicos; pero resolvió callarse sobre este asunto, prcfiíiendo que el bando 
liberal desahogara únicamente contra él su odio. Tan .firme era esta resolnciiín 
que nadie conoció la orden de Mírarnóii sino cuando por la fuerja, un juez, 
mandado por Juáreí en i8<5,i, la. pidió é la madre de Márquez quien, sólo 
despU4.'s de muchas resistencias consintió en entregarla al asegurarle el jties 
que se le dejaría un testimonio iuilori^ado. 

Seis años después, 110 queriendo Miramón, en vísperas de su muerte, 
que sobro su memoria pesara la acusación de haber mandado fusilar médicos 
y paisanos, dirigió al licenciado D. Ignacio Jauíegui á quien había indultado 
cuando las ejecuciones de Tacubaya, una carta en que le decía, respecto il 
aquellas ejecuciones : « Tal vez verá ud una orden mía para fusilar; pero ésto 
era á los oficiales, y nunca á lus médicos, y mucho menos i !os paisanos. En 
este momento que me dispongo para comparecer ante Díos, hago a iid esta 
declaración. » 

Si Jauregui iba á ser fusilado, debía sei porque Márquez lo creyó 
comprendido en la orden eman-ida de Miramón; y si éste lo exceptuó, es 
indudable que igual cosa pudo haber hecho con cualquiera de los sentencia- 
dos. E! no haberlo verificado con los deniLÍs, indica que los consideró, 
cualquiera que fuera su profesión antes de la batalla, como á contrarios poli- 
ticos que lo habían combatido con las armas. Si M;irque£ en aígo se hubiera 
separado de la orden que se le dio, Miramón se habría .apresurado ú mani- 
festarlo, cuando la precitada orden se publicó en i86i por el gobierno 
de juáreí. Pero el sílencioque sobre esto siempre guardo hasta su muerte, 
prueba que consideró A los sentenciados, no como .1 médicos y paisanos, 



n6 



t\ CUE! 



>H RBLIGK 



sino como i combatientes hechos |>i]Sioncros con \as annas en la ma- 
no, íyíi/) 

De uiii vieoe que los liberales, mejor infirmados ahora acere* de la 
verdad de .irjiíellos fusilamientoa, liayait empezado á desucliar la mal urdida 
leycndii de los llamados d mirtircs ilc Tatubaya. ¡o cuya aureola va desa|«- 
rccicndo lii medio do la ind)fci'cnc¡a i^cucraL Lo nota con dolor un periódicn 
líbiTiil, i"/ /w/i7m.//, ai lüineiilar, en su iiiimero del ü de febrero de 1 900, a d 
deplorable estado que guarda el lui^ar histórico donde descansan Iok resUN 
de los mártir» de la Hcíonna, y el decaimiento áa la ceremonia á la que 
han asistido el benenníTito de América, el señor IxtJo y el aiflui(l preíttdenK 
de la república. ^ Con fecha 11 de abril de 1901, otro periódica liberal, el 
lacrimoso DiarimUi H\>¡;ar decía : < Ayer tai la tarde, en el lugar en que 
fueron sacriticados Ioí nii^os martirios [jor el sanguinaito Mútqtie;;, no había 
vestigios de que celtíbrarii hoy el municipio de Tacú baya el aniversario de 
aqucjl lu^Uiusu ai:unlcciiiiiutito. ¡Qué diRrencia! pues, dunrintc la adminis- 
tración juarist.i, el bencinírito y lodo su gabinete coiicutrínu á deposit 
cotonas de inaioicalcs sobre la tumba de aquellos héroes. » El 14 del mismj 
mes, agregaba :< 1,09 máilírcs saciilicados cu aras del patriotismo y de 
caiiJnd, se han quedado olvidados, y sólo un [mfudo de estudiantes fué 
dc^positar sobre su tumba unxi cuantas Hores. .\dcmás, conif» el Ejccuiivo nj 
inició ceremonia alguna, sus amigo.'* incondicionales guardaron prudcnt 
TCscTva y %>: eximieron de hacer nianifwtaeíóii ai^^una por temor de coer 
su düíu^iado. % 



CAPITULO VIH. 



tíenuitea Orítj^a y ¡a perscmdófi rdinhia en Zaot/aas. — Pmclamacfé, 
de int ¡tr)-ift tfi RefcmHt. — La Rtfarma condoiaJa for la ComlHueián y /t{ 
polunlad niicifna!. — El iiinirimonio ek-ií y la inmoraliáad. — NadoHatiz 
d¿H de los Itittiis ceksiásticvt; d9i>kfin de aqutlhx ley; sus resuUudos f^déUcos. 
— Libtriad dt chUos; f>rvlceitóa til pivltslitnlumo y g«<rta al eaMUitme, 
Martirio de ittrit'S sactrdoles. 



Viendo Jtiíirex desechado su tratado con los Estados Unidos de quiee 
esperaba conseguir los a-uxilios ¡jará sobreptrnersc al gobierno conservador, 
y destrozados sus ejércitos, 4 cuyas derrotas fie ^oiital>ati por tos día-t de cada 
semana, de cada mes y de cada año de aquel sangriento trienio í {J-'ah. p. aaj^í 
se resolvió, después d:: inuclm vacilación, .1 proiiiiilgar contra lu Iglesia. sii(;1 
llamadas leyes de Reforma que iban á privarla de .sus clciueiUos lanía 
materiales como morales. I .as copió, esas leyes, de las que habían sidu dadag 
en el Estado de Zacatecas, ¡i mediados de 1859, por su gobernador Jcsitsl 
{joaisXaz Ortega á quien interesa conocer. 




Conien/á Onega á estudiar en el Seminario de Oaxacn. fué aiintco áe 
la legua, y « obscuro escriloi' de provincia; » {f/lf. p. 445) estuvo preso por 
iobi> en el Teiii. y despuiís, llegó á ser sucesivamente «cribicntc del juzgado 
de aquel pueblo, prcfeíto, diputado, general, y más Urde gobcrriELdür de 
/^acatL-cas. {i4p. 22 sepe, 1860). En los alrededores de esta ciudad y de \a de 
Püi;b!a, dice Donteíicch, sin que lo contradiga VÍgÍI, que Orte¡ía enibargiS 
varias veces, duianle la ititLTvenciiín francesa, los caballos, muías, semillas y 
víveres, so pretexto de sustraerlos at enemigo á iiiiieii él mismo se los vcndia 
ocultamente por su propia cuenta, lo cual no parece inverosímil en vista de 
la circular de jo de abril da iS6(> en la que el Secretario de Kclaciones, 
i). Sebastiiu Lerdo, lo acusó de haberse apropiado las rentas federales sia 
haber dudo cuentas sobre su inversión. En el segundo silio que los franceses 
pusieron ú Puebla, González Oft^a, comnndartte de la plaza, se poitó con su 
ha-biiual torpeza, « dedicándose ií conipüiier poesías para hacer menos pesadas 
las boras; ¥■ (fíii'.j y <( en 1866, era ya un presunto rCü dv inlidencia por sus 
relaciones con el Inqierio y In Intervenciún, de todo lo cual, dice I'rías y 
Solo (p. 437). hay pruelms fulminantes. > 

Pero, lo que le valiü una triste celebridad, fué la ley de 16 de junio 
(le 1S59 que expidió como gobernador, y en la cual establecía la pena de 
muL-ite para los eclesiásticos que exijan retratíinciún del jummeiuo de la 
Constitución, ó se presten á reeibítla; para los que ic nieguen á. administrar 
los sacramentos con motivo de dícliu juramento, ó de la observancia de la 
ley sobrtr desoinortizacion de finca» eclesiásticas; y para los que de palabra 
ó por escrito propaguen doélrínas que tiendan li la destrucción de la forma 
de gobierno, ó á. ¡a desobediencia á las leyes y autoridades leyíiiinas. Se 
comprendían en está disposicidn los sermones, cartas pastorales y cualesquiera 
otros documentos subversivos del orden que se lean en los templos. Sufrinín 
también la pena de muerte los individuos que haciéndose cónipliceü de ios 
delitos del clero, se presten voluntariamente á servir de testigos para los 
actos de retradatiün del juramento de la citada Constitución. 

'A fm dtí soIcmnÍ.(ar en Zucaiecas la publicación de esta ley bárbara, 
mandó poner en libertad á lodos los presidiarios i quienes faltaba poco 
tiempo pata extinguir su condena. No se podía celebrar mejor el lobo de loa 
bienes sagrados que uou dar libertad á los criminales para que pudieran éstos 
aprovecharse de la ley de expoliacicin que los Ilamab.-i á tomar parte en sua 
ventajas, del mismo modo con que Ortega se aprovechó de Us 19 arrobas de 
plata maciza que pesaba la fuente bautismal por el extraída de la parroquix 
de 7^cateca5, (-^t.'. 5 sept. 1 Ssq) y de los $ 180,000 que le produjo el saqueo 
de la catedral de IJurango, amén del gran niimero de hncas del clero que SC 
adjiídicij en Zacalecíis. {Ti\ g enero iSijó), 

( ^acatecaiios, decía en una proclama estrambótioi, la aurora de la 
libertad, de k civiUisación y del progreso lució ya pata nuestra patria : el 
ediñcio levantado por las preocupaciones de tres siglos se ha desplomado al dar 
un paso el gigante de la lux; el poder teocrático apovado por el obicurantíamo 
ha caído hecho pedazos ante las iire.sislibles exij^encius de una revolución civili- 
zadora. » {Av. 5 sepl., 1S59) Consistió su revolución civiliatadora en suprimir. 



por d^reto de at de junio, todas las ctimunidades religiosas, y en desterrar 
del Estildo á todos los clérigos, veriñcindose en k Villa grande de Guadalupe 
una horrible escena de iiutarzas con motivo de ía expulsión de los inisío- 
neroí del Colegio Apostúltco. Temiendo Ortega se riiibli-vara el imebio de esta 
Villa contra su decicto, se prcaentd con 300 soldados y algunas piezas de 
arlillcrin. El pueblo que amaba entMftablemenie á sus veligiosos, trabó una 
liicha tenaz con las liortl.is de Oriegii, íué anielraliadu por ístas y sucumbió 
á la fuerza brutal, dejando las eslíes regadas dt- cadáveres, y las cárceles llenas 
de prisioneros. Ortega mandó colgar de los árboles di; la plaza i las personas 
qne bien lo [larecieTon, y en pei-sona intitn6 á los religiosos la orden de salir 
inintdiatarrienic de su CoIcrío, sin darles siciuícra tiempo de volver .i sus 
celdas á recoger aus l:i>ros, y obligándolos .i caminar niuchíiA leguas á 
pie, hasia (jue la piedad pública les proporciond monturas á algunos de 
ellos. Entretanto, quedó el roiivenio entregado .i la rapacidad de Ihs 
chusmai. 

No faltó aigiin infeliz que, horrorizado de los ultrajes prodigados i esos 
religiosos, prorrumpiera on exclamaciones de dolor, el que por solo este liecho 
fué fusilado en el aíto en la misma puerta del Colegio. Igual suerte cupo i 
otros dentro de la capital de Zacatecas por este mismo delito; porque delito 
era para Ortega toda si-ñal de conmiseración hacia las vicumas de su espan- 
tosa tirania. Quería Ortega abrir á balados los ojos á los lacatecanos para que 
contemplasen n ti git¡anie de la luz, la auror.i de la líherlad, ile la civiÜMción 
y del progreso. » tal coiui» este cnergilmcno lo entendía, 

Mandó escribir con letras de oro y fijar en los parajes de costumbre 
bnjo de doseles y arcos de flores su ley de exclaiislración; y paca solemniíarla 
dignamente, dispuso unas corridas de toros en que se presenciaron cosas 
repugnantes que sólo el antiguo payaso y ladrón sacrileL;o de Zacatecas podJa 
haber ideado, l)Íó á ios loros los tnisnios nombres de los pontífices más 
venerandos, 'A los locos y toreros los vistió de [»bispos, denamin.indolos 
Munguía, Lázaro, I,.abastida, Hariajas, Pedro, etcétera. 'A los picadores los 
uniformó de generales y les dio los :ippellidos de Miramónj Márquez, Mejfa 
y otros jefes conservadores, CJuando iban á picar el loro, aquella canalla inso- 
lente gritalia : 'l ?ica á l'io IX. General Miramón. Ahora tú, General Már- 
quez, pica ñ Benedi¿ii>. > ías banderillas tenían forma de tiaras, mitras, 
bonetes y solideos; otras ostentaban cusiodias. cdlices, estolas y demás para- 
mentos sagrados. (Av, 26 ag., 1859). Con todo y éso, -k fue Goiuüle.i Ortega, 
dice Cosmes, tina de las figuras más hermosas y, bosta cierto punto, más puras 
de entre las que ap.irecieron en la escena pública de 1859 á 1863. »j 
(t. 31. p, 264) Jiizgnese, con lo dicho, de la hcnnosura y pureza de las dcmi 
figuras del partida libera! en aquella aciaga época. 

'A seguida de estas escenas de salvajismo, llegó á Vcracruí, procedente 
de Zacatecas, Manuel Romero Rubio i quien Ortega y Degollado habían 
despachado para que, en unión con Lerdo, decidiera ií Juirez A atacar 
abiertamente al clero, arrebatándole sus bienes y los elementos morales de 
que disponía. El js de julio de 1S59. se publicaron en Veracruz las leyes de 
naeionalizaeión de bienes eclesiásticos, y el 36 la del llamado matrimonio 



CArtTUt.O Vltl. 



139 



civil, prociftmñndosc también U supresión de las comunidades religiosas ', 
secularización de los cementtTios, y tolerancia de cultos. Tales fueron las 
leyes de Refotma. Juárez, ciu'a indecisión hemos notado varias vuces, <ime 
resistid el expwl'tlas, dice Ignacio Rain ircz; se le ¡inliciparon en Zdcalecas: 
eniorces para no caer, se improvisó en reformista, í (vl/í«. n. 147) y llegd 
:( ser un figurón de raitóii y carrito dentro dcí cual se movían I^rdo, 
Ocampo y demás proceres del liberAlismo, sin preocuparse de que las leyes 
de Reforma fuesen una nueva riolacÍi5n de aquella Conslittición de la cual se 
proclamaba el relicario y fiel custodio. 

• « H.T habido una cosa i que ha estado y está subordinada la Constitución, 
dijo l'ayno, y tfsta es la Refnima. Su sombra terrible borró en 1S57 algunas 
lelras del texto pacifico de k Constitución, y en el curso del tiempo, ha aniqui- 
lado páginas enteras de este código V « l^a Co]mttuci<in v su inviolabilidad, 
agiega Cosmes, no han sido mAs que preiextos p,ua sostener ¡ntereseí perso- 
nales, e (t. 21. p. 360) Y con tai de salvados, minea vaciló Juárez en pisotear 
esraConWilución que era cl pretexto por ¿i invocado para fomentar y mantener 
la guerra civil. Ésto mií^mo Je repitieron á. E.iciedad sus cnirreligion.irios. 
« Convengo, decía Degollado, en que no es constitucional el paso dado por 
el gobierno en el eamino de In Reforma, o [Av. 10 odt., 1859) t Sin el golpe 



' Inspirándose en su filosofía de farándula, el hinchado CosmcB desata 
BB lengua pecadora contra el celiKato religioso, diciendo : í Reflexionando 
qnt ninguna sociedad tiene derecho para suicidarse, Ju:irc/. cerró los conventos 
que son instituciones organicadus de celibato, y prohibió los votos monásticos 
que se oponen a la propagación de la especie humann, » {Fais. p. as) opinión 
qno prohija el mismo Cosmes. (Cos. l, 23, p. 31a), 

Los temores ridículos de Cosmcíi y Juárez los dcsvancQi: por completo un 
impío como ellos, tiuyau, autor de la obra, La ¡rrdi^iin de! Puni-nir, en la 
que enseña que la religión es un estorbo y que estaremos mejor sin ella, Sólo 
en el matrimonio no ve nada que la reemplace. Como los casadas sin religión 
buscan bóIo la satisfacción de su egoísmo, no quieren tener sino pocos hijos, 
y en algunos países, hacen ya por no engendrarlos, sin importarles un bledo 
el que « la sociedad no tendrá derecho para suicidarse. » Pe aquí resultara qjc 
ellos y demás gloriticadores del braguero irán disminuyendo; y los religiosa- 
mente casados, que honran el celibato, crecerán y ducninarán la tierra. 

'A confesión de partes relevación de pruebas. Pero ni aun esa confesión 
hacfn falta Si antes de estampar su bobcria, hubiera consultado Cosmes la 
estadística, hubiese visto que el celibato es mas fecundo que el matrimonio; 
ya qiiG en donde el primero está hoiuado, la populación tiene un aumento 
mucho mayor que en países de filósofos impíos. Aquí mismo, en América, 
¿qué pO|>nlacitín aumenta mit rápidamente que la del Canadá dutidc ilorecen 
los conventos y demás « instituciones organizadas de celibato? v 

Pero esa lilosoffa sublime acerca de la castidad (Cnándo la va á entender 
Cosmes? Bien put-de decírsele lo que el hidalgo manchego al barbero que se 
quejaba de no entender á cierto poeta : «Ni es menester que le entienda 
vuesa merced, señor rapista. j> 



I40 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA, 



de Estado, escribta Píiyno, la Refonua no existiría; porque las leyes de Ríformí | 
no hubieran podido darse con la obseivancin estríela de la ConstituciÚD. » 
(J-er. I" de nov,, iSyi^ Ast pues, lefiric'iidonos á un solo caso, las leyes de 
Reforma referentes á la Iglesia, viokn el artículo 115 de la Constitución 
LTí <\uc se dice : n CorrL'sponde exclusivamente á los poderes federales cjeT«i 
cn inaleiias de culto religioso y dísdpliiw externa, la inleivendón (juc dea- 
gnen las l<íycs. s 

No es ríenos claro qut una minoría lurbuieiua y tiránica fué la que 
impuso á la inmensa niayorfa de lo-s mejicanos, que las rechazaban con 
liorror, aquellas malhadadas leyes de Reíorma. « Si los Überalesno queremos 
dcsligufiír ta verdad, dice el licenciado Eulalío Ortega, con la mano en el 
pecKo debemos reconocer que cuando se inició la Ruíoinia, el partido favo- 
rable ii ella era numéricanienti; interiora su conlratio. » í Siendo la sociedad, 
conservadora en su ínmeiisii mayuria... y católica en su unaniniidad,J^U 
(Ctff. L 23. p. 3S3. t. 19. p. 935) «en realidad, se notaJja la repugiiaiicía ^j^ñ 
la masa por todo lo que tendía á menoscabar el prestigio del catolicismo ;^i 
(,£v. p. 280 y por Ío misino, a la ejecución de las leyes de Reforma susci ta 1 
una tcmijcsiad de odios y de oposición, s (CasiJ) En tiem|jo de Coraonfa9^| 
« las rcforuiiis no se podían hacer efeclívas. coníicsíi Portillai txirque todav^fl 
encontrafian una rcsistenciíí desesperada aun en el puelilo pata cuya beneficio 
se difiaio». » I.tespués de Coraonlort, reconocía £/ CunsetlticicHai en su hu< 
palabrerío, que t los giandc-s reformadores q\ie se consagran a la salvación 
un pueblo, no tienen que combatir tanto á los vicios que quieren extii 
como á la timidez, al recelo de aquel mismo pueblo que es presa de semejanl" 
cáncer. Antes que &e 0|.iongiin los poderoso» cuja soberbia se va á liuinülar, 
se levanta la hostilidad contra la Reforma del seno de los desgraciados 
favor de quienes se ha invocado. & {Av. 26 ü£t. 1^858) ¡i Desde que el pr< 
gmnia reformiüta comenzó á deaarralkrsc, no Imbo un día sin un prontini:Ji 
miento, sin una sediciíjn, un motín, una revuelta en algún punto de 
Repilblica, h {£1/. p. 243) e levanliindoae de todas partes, dice Vigil (p, 383^ 
multitud de manifestaciones que cn los Kírniinos más vchenienltis, condonaba^ 
A Juárez, como á un verdadero mon9lruo que se hubiera propuesto destruir : 
religión, la independencia y todo lo que había de más caro y respetable pni 
la sociedad mexicana, n 

Según Bulne'>, « la clase rica cu 1 858 consideraba la Reforma como una 
bestial rebelión contra Diot; y por consiguiente la veía con horror. Las daa 
medias hacían lo mismo, y la Ríjforma sólo tenía por partidarios decididc 
al grupo aj)^^slólico prolesioiíai y estudiantil liberal que formaba el esta 
mayor del partido rojo, ú unos cuantos librepens;idores, á la falanje de le 
adjudicatarios, á los grandes caciques de horca y cucbillo, jueces y paites enl 
causa propia, á la masa de caciques mediaaos y caciquiUos quu horniigue«j 
aban en el país, á casi todo cl bandidaje acumulado en ciiareiila afto,s d< 
guerra civil. Aun entre los liberales exaltados tenía enemigos cncarniiíados 
Reforma... En el México de 1858, de los nueve millones de población, y cot 
excepción á lo miis de mil personas todas eran devotas, >.upenitíci osas, ape-' 
gadas i su leligión como la corte» al árbol. P.ircca imposible i 



eiicio 
buet^H 
íii <^| 




capítulo VIII. 



141 



vifita, que en dier. años cuatro ó cinco 1ib[e|Jcnsadores formen una pequeña 
cscuelii de jóvenes rojos intrépidos é ilustrados que no [lei^ban i cien, y le 
impongan d un gfan país sagrado donde el clero llevaba tres siglos de sobe- 
ranía absoluta, leyes que atiiquilaban csn soberaníii. y que los nueve millones 
de habitantes deteítabxn con todas las fuerzas de su alma. Este hecho 
prueba que nuestra problaciÓn está hecha, expresamente paca ser impune- 
ni;nte lírani/.ada. Asi como hay pueblos confornudos para la libertad, el 
mexicano ei especial paf.i la tiranía... Las leyes de Refíirma fueron acogidas 
por la mayoría del pueblo con ira, con horror, con asco, con desesperación, 
y sólo las armns pudieron imponerlas; sólo las armas las han sostenido 
eficiii mente, y sólo al ani[>aro de las armas van adquiriendo favor poco i 
poco en la coiíciencia nacional... Jamás el pueblo mexicano ha sentido 
necesidad de las leyes de Reforma. Aun en 1905, la mayoría de ios mexica- 
nos no .'iaben qué cosa es ¿so de la Reforma. Esa mayoría es bdrltorameote 
católica. :t {JCer. p. 364, 385, 5S4, 3^3) '- 



' En un perverso folleto, verdadera scniirta de herejías avulgaradas y 
especie de olla podrida ó de almodrote con mil ycrbajos, asevera Uulnes 
(Pi>nK p. 77) que « todo gobierno rcligiosu es antisocial, » dando a suponer 
que el modelo de los gobiernos es el di.- aquellas enclenques rcpubliquiíat de 
la Amínca. Latina, dor.de ios descamisados liberales lograron remediar su 
laceria y miseria, robándose los bienes del clero. Para un hombre de! florido 
ingenio de Bulnes, los gobiernos religiosos de Alem,inia, Inglaterra y Estados 
Unidos son, por este solo hecho, antisociales y poco menos que salvaje?, sin 
advertir el püdante la contradicción en que cayó cuando declard, por hartura 
de miedo, que iba á castigar i su ingrata patria con privarla de su dulce pre- 
sencia, por haber «determinado partir para los Estados Unidos, á ñn de 
hacer de^de lo alto de su inmensa cívilizuciún su defensa personal, )< que no 
podia hacer en su tierra, á pesar de haber allí un gobierno muy social. ¿Como 
C3 posible, preguntaremos, que seau, los Estados Unidos ijimensamcnle civi- 
lizados, cuando ^u gobierno es inmensamente religioso, escoge cada afto UD 
día para dar gracias .i Dios, deja que la Iglesia construya colegios, templos, 
y conventos, haga procesiones públicas, y posea bienes raices exentos por le 
ley del pago de contribuciones; cuando allá el Presidente honra con su pre- 
sencia las reuniones de las asociaciones católicas, mantiene relaciones amis- 
tosas con los obispoi y el papa, y permite á tas monjas llevar en público su 
tnije religioso, iodo lo cual eít.-l prohibido por el gobierno intolerante y 
bárbaramente ateo de México? Bulnes, lo mismo que el pescado, jK>r la boca 
mucre. Quién desee conocerlo a fondo, véalo retratado de cuerpo entero en 
«stas sus palabras : n Sí, escribí en La Lmítrna, periódico l^orri ble mente 
grosero, difamador y nu recuerdo si tambiiín calumniador. 

« Es cierto lo que dice El Correo Español; he escrito con una violen- 
cia cxtremad.1 contra el ejército tuxtupetanü, contra el aíiual Presidente, su) 
amigos, sus Generales, sus Magistrados, contra todo el mundo, 

« ...Todo lo que dice Ei Cfirte que ataquÉ. es perfcÉíamente cierto; y 
si no le doy permiso ¡ara que lo reproduaca, es porque no soy duefto de las 




I-p 



LA CÜESTI6H -RELTOIOSA. 



Clftinaban los libcralei que sóJo para beneficio úcl pueblo soberano, >- 

con el fin di! libertarlo de In esclavitud sacerdotal, habían introducida su» 
leyes (le Reforma: afirmaba cinicameiiie Juárez que « la Rcíornia había sido 
fiatrcionada por d voto uninirae de ios pueblos, i> y estos misraos « piieblo*. 
tan fanrlticaniLiiiie íiosiites á nuestra cau5:i, » como decía Degollado, {Afí/í. 
p, III) se levantaban en mas* para ecliarlcs en cara su hipocresía, y empu- 
ñar las armas contrA vllos. 

La bostilidud en coiUra de las leves de Reforma a tal grado levantó 
valor y centuplicii l-is fuerr^ts de los conservadores, que pocos días dcspU' 
de 8U promulgaron las tropas liberales suirieron una no interrumpida serie 
de reveses. " Las derrutat y iev<;ses An las tropas del gobierno de Juárt:/ se 
sucedían sin interrupción... En aquella época llena de augusüa y vicisiludes, 
el gobierno liberal no tenia mis apoyo que el de la conciencia de su de: 
cho.» (/íui.p. if^}. « Aciagos liabbn sido para la causa constitucional aquell 
meses de julio y agosto, dice Vígít (p. 383): pues, las pérdidas se habí; 
sucedido casi en todos los encuentros. Indicio bastante grave de U situación' 
para las armas liberales, era la multitud de individuos que. habiendo militado 
bajo aus bandcraH, se acogian al indulto de! gobierno conservador, » « Aui 
muchos liberales, 'jscríbe Rivera, vieron con disgusto aquellas disposiciones 
« que chocaban con los sentimientos religiosos de la ¡miiensa mayoría del 
país, y eran unas disposiciones tiránicas <• (Caí. t. 20. p. 675, t, í3, p. 576! 
"1 cuyo cumplimiento encontró por todas partes eticrgica resistencia. y> { SttK 

De allí viene que renegando de sus principioü, se quejen los liberales d 
que «el más fotniidabie enemigo que tiene el líberalisnio, es el aufragia' 
popular; » {El Mundo. 2$ o&. 1896) de que < aun en 1905. una eieccirf 
popular sin restricción para evitar la tírani» bestial del niSruero, acabaría con 
todos nuestros progresos poniéndonoi bajo la autoridad absoluta del clero, >• 
Crffff- p. 537). Y no obstante esa convicción, y á pesar de haber barrurado la 
Constitución con los decretos d-idos en Veracru;!, roto la tan decantada 
le|;;ilidad invocada por Juárez, y echádose en contra suya la opiniún [Uiblica,. 
que < en todas partes lu condenaba como A un verdadero monstruo, w veinoa 
& ese mismo Juárez decir con el mayor descaro ; -i: Yo soy el jefe de un par- 
tido; soy el representante le^l de la nación. Desde el mometiio que rompa 
yo la lei^alidad. se acabaron mis poderes, terininó mi misión. Ni puedo, ní 
quiero, ni debo iiacer transacción alguna; porque desde el momento que ln 



m- 

w-S. 

[a,a 



reputaciones ajenas. Sólo E¿ Ctirno es capaz de creer que un «C ofensor * 
pueda dar permiso de que << sin responsabilidad legal 1», se pub!it[ucn las Inju- 
rias, calunmias y difamaciones que ajjravian a mulntud de personas. 

«...Por haber observado tal conduela..,, tengo rota la cabeza cerca dela^ 
sien derecha; he sido apaleado..., Tuf apedreado, y una pedrada t»e hiza- 
]jad«ctr odio meses: he recibidn de un Capliíin dos balazos ¡í quemarnpa; 
dos oficiales estuvieron á punto de extrangularme...; he contribuido á que la 
sociedad ven on la prenda uíi monstruo... Todos los que me han ai^rcdida 
han tenido ra/óo; si me hubieran matado, habrían hecho bien, d {A/ii/i/fo. 
31 marzo 1897). 



hiciera, me desconocerfan mis coTiiitt;ntes ; porque he jurado sostener la 
Constitución, y porque sostengo con plena conciencia la opinión pkiblica. Si 
ésta sL' manifiesta en atru sentitto, ser¿ i\ primero en acatar aus resoltic iones 
sübcriinas. ¡o "A todo lo cuat conicsia un liberal : i lís inexplicable el (|ue 
durante 47 aíios se nos liaya hecho creer en una supae^ta leijiílidad que 
nunca lia exisiido. Juáreí no fué mis que un rfvoluci«nafio. t> {Me!,: p, 74). 

« Y aquí es la veí de pregiiiiiar á caos cu,ilro hombres que firman los 
decretos en Veracrun, decía el Üo¿bor Miranda : ¿Con qué derecho y cor» 
qud tllulus Irariifí de trastornar la üocivdad, d^garrando sus entrañas >'0- 
solros que para sostener esa guerra de vandalismo que asuela 4 la República, 
03 auipaiáis con lu k-i;alídad; vosotros que para talar los campos, saquear 
poblaciones y dejar en tod^s ]>artes regueros de sangre, invoc:d¡5 la legalidad; 
vosotras que traicionáis i vuestras creencias y i. vuestra patria en nombre de 
la legalidad; vosotros <|iic no reconocéis otru8 poderes ni ot,ra cxtL-nsíón de 
su ejercicif) que los que emanan de la soberanía del pueblii? ; lin dónde y 
cti.-iiido habéis recibido dtl pueblo la misión paia acabat ton el culto y sub- 
vertir la. üocicdad? Vuestra condudlti os pone en contradicción con loa prin- 
cipios que hipócritamente invocáis; vuestra conduóta dice muy alto 'que para 
vüsulros ni hay respeto al pueblo, lii atnor á b patria. »Í á la libertad, ni á la 
í^onsiitución, ni á la ley, ni i los hombres, ni á Dios; y que vuestra tínica 
bandera es el robo, y la liriitiia. •" {Av. »g. i*59) )* '^i inmuralidad. 

Cuanto al llamado matrimonio civil, por el hecho de ijiiitaiie su cará>íter 
sacramental y considerarlo itnicamcnte como un contrato, se abrió ancha 
puerta á la inmoralidad, af;i^'i-ido.sE mus y mas los apetitos depmvados del 
hombre, quien acabó pur reclamar el derecho de vivir. i manera de los brutos. 
¿Acaso no se ha ofdo afirmar nntc la majestad de im tribunal qtie la prostí* 
lucióu era el elemento más civilizador de un pueblo? iRemigío 'l'ovar. La 
Fusta dii Triunfo efe (a S.'it Cruz. p. 53) ¿No se ha íicoyido un il¿xícu, con 
beneplácito de! gobierno liberal, á los Mornioncs que praclicaii esa monstruosa 
doctrina? ¿No la practicó hasta cierto puntu ■% c) inmaculado Ücanipo, > el 
rL'daólor de esa ley del matrimonio civil, quien, á i>esar <le haber dicho en 
ella, para su propia condenación, que ■< el matrimonio es el único medio 
moral de fundar la familia, # vivió y murió en piiljlico concubuiato, dejandu 
cinco bastardos? ¿No tradujo, est.Tndo en Veracrui, Amcry Maírimomo, obia 
de l'toudhon de las más feroitmente: inmundíis que ha abcirtido el demonio 
de la lujuria, y cuya traducción no tuvo valor de incluir en liis obra» comple- 
tas de Ocampo su ediótor y admirador, I>. 'Ángel Pola?' 



' Al espigar en la insulsa bit^rafia que de Melchor OcampO iurcio un 
deroto suyo que dicen Eduardo Kuií, (Kdición de La Patria, [893) hemos 
encontrado algunas ¡lerlas que pur vía de nota aquí |ioneinos. « Hay en el 
testamento de Ocampo. escribe Riiic, a,I{;uníi3 palabras ininlcligibles entonces, 
peto que después sirvieron pan asegurar á un hijo postumo el porvenir y el 
legado de un hombre ¡lustre. Esle hi)o se llama Melchor; nació seis ó sitie 
meses después del asesinato de Ocampo. » (p. T9l- '«as palabras de referencia 
asi dxcn : t Adopto como nii bija a Clara CamjKispara quu heiede el quinto 



144 



LA CUESTIÓN RELICIOSA. 



Tampoco se ruborizó el dipulado y masón Frías y Soto en levantar tnur 
alto él lambiéi» el pt-ndón de U barbarie, íosleniendo en «1 Congreso, y en 
nombre de ía Reforma, ¡a necesidad del amor tíbre. « Nosotros, dijo ese 
energúmeno, debernos marchar adelante, pof-iuc d iiialrimonio es un muro 
que nos delieiie en el camino de In Reforma. Él nos estorba el aumento de h 
población limitándola á !os periodos forzosos de! puerperio, y creando la impo- 
tencia de los cónyuges por el hastío, por la desilusión, por la criáis etaria de 
uno de los esposos, ó por el adulterio. V el matrimonio indisoluble eAJ 
implantado en nuestra ra^acomo un olncer lancittantu que postra al enfenno 
en su lecho de dolor, sin permitirle que se lance nt movimiento social. Más aun: 
el matrimonio indisoluble es una violación paU'nie de nuestras leyes vigentes. 
El artículo 5" de la Constiiución de 57 dice que la ley no puede autorizar 



de mis bienes, .-í fin de recompensar de algi5n modo la singular fidelidad y 
distinguidos servicios de su padre. í> Conquecse yrave y austero filósofo (p. 5) 
que se impuso la tarea de reíornur al clero (p, 38), tenia, por lo visto, unas 
costumbres que corrían parejas con su filosofía por reír, y clamaban por una 
urgente reforma. Bien lo denunciaba él mismo al poner en su testamento un 
trampantojos con que vio de libertaríie do la lea nota de libertino que, con todo 
y ser mártir, no turo valor de arrostrar. Pero éso, pata los liberales, no es 
demérito ninguno; será i lo sumo un escnípulo de Marigargajo, puesto que su 
¡«megirista, jialeándose con la sabrosa filosofía de Ocampo, nos suelta á ren- 
glón seguido esia otra bobada : -i El virtuoso Ocampo hacia de la moral uno 
de los objetos preferentes de sus ocupaciones » (p, 165J Ni hay quien lo dtlde. 
Aquí están los cinco bastardos y Clara Campos, t la empleada de confianza, » 
(£?(■. t. a. p. 99} que no nos dejarán mentir. En efeílo, < tra Ocaiapo el honibre 
de la conciienda severa y del deber puro y limpio, > (p. 44) á quien se erigió 
en el Colegio de San Nicolás en Morelía, nada menos que im altar en que se i 
halla depositado su corazón, < aquel coraaón que dejó de lalít sacrificándose 
por ta patria, > (p. S4) segiln lo dice i voces el tratado Mac l.ane-Ocampo. 
Como si no fuera bastante tanta borrachera liberalesca, tanta extravagancia 
digna de la cueva de Montesinos, se ha prettodido de:iterrar á Dios del ciclo 
para colocar alU á su enemigo que profesaba el ateísmo, y tan cruda guerra 
hizoá la religión : 

« Hoy inmortal recorres por el cielo 

El ignoto país de las estrellas; > (p. 216) 
y á este cantón liberal no retroceden sus devotos fanáticos ante la ridiculez 
de dirigirle blasfemando invocaciones por este estilo ; « ¡ Alnu veneranda de 
Ocampo! desde el seno de Hios donde reposan las almas de los justos, dirige 
una mirada sobre la gran familia liberal, de la que fuiste el mis puro y pre- 
cioso ornamento. > <p. 171). 

Necesario era lodo el enfadoso extraíio que precede para mostrar el em- 
peño de la masonería en adultetat la Historia y prestigiar á los corifeos de la 
impiedad, y también [^ara refreg^iles por la cara á los de la seéta tenebrosa 
esas verdades un tanto ásperas. Con el error no se transige nunca, con la ini- 
quidada plaudida y encuuibrada, tampoco. 



ningún contrato quí tenga porobjeto la pérdida ó el irrevocable sacrificio de 
la libertad del hombre, yaüea por causa de trabajo, de «iucación 6 áe voto 
religioso. Y ül malriuionio sin el divorcio es un t^oniratci por k\ cual los 
contrayentes Itgai» i>or teda su vida su libertad, sus hábitos y su |r;ibajo con 
BUS prodiiétos, hasia su desoo, su ilusión y sus sjnn|).iiías. ■• 

"A fe i]ue ni las bestias, si Dios les concediese por un niomento la facul- 
tad de discurrir, habían de liacerio lan rajt(C(3uienLe como Frías y Soto. Sólo 
:il hinchado y ditirámbico Cosmes, embobado con esa literatura de burdel y 
de tíiberna, le estaba reservado encaramar ¡i las estrellas las barbíiridaJes de 
Frías, diciíndonos, con hipérbt>!<a asiáticas, que f liada tenía que envidiar la 
oratoria ¡lolitica de nuestro pafs en ios años de iSbS y 1869 d la de los países 
niJs avíinzados eo la vida parlaniuntaria. Se escucharon discursos pronunciados 
por... ios Frlaí y Soto y otros muchos, dignos de salir de los labios de un 
Thiera, de un Berryer.de un Favre, ó de un Gladsione. » (t. 19. p. 391)^. Tan 
cierto es que estos liberales no tienen abuela. 

].as la\nt.'nUcione.s de Frfas y Soto y los de bu coU liau bailado en las 
másate un eco faiotable. Atestigua una ¡luhiicación oñc'xsX ( fíoltt'm Mensual 
ác F.iUtiisliía y Dt.mtigrafm ifi Disirttis Fídti'txl) que viene ciirá'idosc rápiJa- 
mente el cáncet Uiicinante de ¡a indisolubilidad rn&iriinonial, y que ahora 
con tanta pujanza se buza la sociedad ni movimienli"» social, (¡ue \ Iss dos 
terceras parles, cuando menos, de los niftos que nacen cti México, í»on 
ilegítimos )í (/*<;. ¿4 abril 1909), faltandu poco para que en algunos alioá más 
de liliEralismo, logren serlo lodos, como lo fueron los tí&ragosdel mártir de la 
Reforma, <el ínniacutado Ocampo, a 

La ley de 12 de julio, que arrebató á Ui Iglesia todos sus bicaca, fué, di: 
paile de Juáreí, otra violaciiifi de la Coiislitució" cuyo ailículo 4" reconoce 
en todo hoiti bre la libertad para abrazar la piofcíión. industria. 6 trabajo que 
le acomode, siendo útil y honesto, y para aprovecharse de sus prodictos, 
iiiienlra'; 'jue i la Iglesia, que en ochenta y ocho síios haliía suministrado al 
Goiiieiiio más de 1 50 millones (/í/. t. 15. p. j63>. se le negaba el derecho que 
se concedia al más inrélíj: ciudadano. 

« For todaí partes, dice Ribera, encontró enérgica resistencia el cutu- 
pütnicnio de la ley. Aun muchos liberales vieron con disijusto aquella dispo^i- 
cióti, s Guilleímo Prieto es niás cxpUcitu todavía : <J21 moviuiienlo de 
deii.iinurtij!ac¡ón se |iarali:(aba; ganaba terreno el partido leaccionario, y el que 
se aventuraba á preseutarsc como adjudicatarb, sufría la escomunitin eclc- 
si:l$tica y social con más fuiwr que el asealiio y el salteador de caminos. » E a 
eridenit que la mayoriu de la nación des^ipiubaluí este despojo de los bienes 
de la Iglesia. Pero aini cuando lu hubiese aprobado, la mayoría nada pue. e 
«onlia el derecho. Dici: malandrines que se unan paia saquear la casa d^ < n 
hotiibre honrado, no prueban, poique Sean diez contra uro, que éste uno nO 
(3 el propietario, 

El fia principal del deipojo Uc la Iglesia íu<í doble : desarmarla por un 

ido, pri\'¿ndo!a á la vej de sus elenienios materiales y moralea; y por otio, 

crear en favor de la causa liberal unos lumierosos y entusiastas partiilíirio*, 

legalándoles los bienes del cleio, y con e&to, obli^indolos, p.ira P" vera« un 

LaCuciiiiSD Reügüs*. — 10 



t46 



LA CUKSTICSN RELIGIOSA. 




(lía despojados de lo robado, i, defenderá los que le gArantíznbftn su latrocínig. 
I.a rapiítn soe»., descarada, la satisfacción de todas las codicias mal reprimidas 
del corazOn humano, hé ai[aí el noble origen del ])aiEÍdo liberal, tal como k) 
reconocen sns prohomUea. * La evolucitín económica resultante de Ja nació- 
nnlixnciún, Ókn £! efundo (31 julio 1900), creó el partido liberal, que existía 
sólo en las convicciones de la minoría ilustiaja. Era precisu fundarlo en c¡ 
interés de las clases propictürias. i^si> se hizo, y U Rcfgniiu qucdd consumada 
para siempre, > i 'A quien se debió et triunfo reformista fué á laclase medía... 
i la que tenfa lleno de ambiciones el curazón, y de .utelilos el estómago. > 
{Ei: i>. 270). 

El gentral liberal José Justo 'Alvarez decía, en cbIl- mismo sentidaj 
4: El Gobierno General abre la puerta, por tnedío det interés pecuniario,; 
esa fracción del país que se conoce con el epíteto de egoístas, pues que 
líilima ley .íobre bienes del clero les Ca tales ventajas cjue al fin por su am!; 
cióii de adquirir bienes vendrán ;r ser iiuestru.s [larlidanos, y el deseo 
conservar estas nuevas ptopiedades les harií sostener las ideas Jibi^ralcis. 
(il/í/r. p. 145). « En la gran masa de los masonea, dice Justo Sierra, Si; encon- 
traba]! casi iodos loa adjndicaiarius de los bienes del cleío. » {_Ev. p. 340! 
Del misino modo 5c propagó el protestantismo, •( '\ los campesinos les dij 
la Reforma en el siglo XVI : La filosofía os autoriza i negar á la Iglesia U 
diezmos y todas las contribuciones con que os expolia; y los cainpesinc 
enlendieron al instante la filosofía. IÍn Mc.xicu, dice Eulnes^ los libérale 
eran un puñado .,, y dijeron ;Í los bacendados y propielaTios : F,l clero es 
dueño verdadero de vuestros bienes. Os vendemos en nombre del progrt 
esos bienes por un plato de lentejas que vosotros comeréis. Y los bombrc 
de fv ardiente entendieron el progreso y se quedaron con la mayor parte 
los bienes del clero. » (forv. p. 7 9). 

'A fm de que pudiesen estos progresistas comerse tombién el plato 
lentejas, * el inmaculado Ocampo, dice Guillermo i'rieto, concedió coiistíintj 
teniente el So % para el pago de los pagaies, con lu cual 110 sólo se daba I3 
propiedad del cltro, sino que quedaba debiendo el gobierno. » En otr 
ca&os ^íta propiedad be adquiru auu ^in jm^atés, cunio aquí lo dice Rivera J 
« Al ser recogidos los objetos pertenecientes á los conventos, los coni isioiíaj 
dos cometieron abusos vergonzosos, considerando t-sos bienes como mostreii- 
006. Depositarios hubo qut no solamente se aplicaron lo que debían guardar, 
sino que creyendo de buena fe que aquellos bienes pertenecían al piiblico,ii 
llamaron á sus amigos á que participaran del botín, y se repartieron lo» cua- 
dros, muebles y alhajad de puco valor y litisla ios azulejos de las torres y-j 
de>>pojos de las paredes de los edil'ioioi, sin que fuera posible conejjir el' 
desorden, > cuyo resultado fué que « la que se creyó una musa íoimidable dej 
bienes, reaultó convertida en seis millones escasos, devorados de antemauc 
y que no fueron parte á evitar ¡siquiera la bancarrota. > (£:■'■ |>. 275}- 

De abl lia tcsullado aquel aumento alarmante que tienen en Nk'xico los 
crímenes eontra la propiedad, scgiin lo vaticinó licrnanlo Couto. « Loai 
gübieriiüs, dijo, 110 se establecen para destruir los derechos iiUe existen en IbJ 
sociedad, sino para dar i todos la garantía que no poJifa tener en ütro| 



cslado. Nada hay más fdcil que tnislail3.r á la propiedad de los paiticuisres la 
capciosa nrgimieninción que se hace valer (-untra la Igliísia; y el hecho hisl<5- 
rico t-í que [ras de los luteranos ;ip;irecíeron en el mundo los anabaptistas, 
como tins de los expoliadores de la Asauíhlea Francesa han venido los < onui- 
nislas de iiiiestros días, Vulnerado <.•! derecho en un propíelario, peligra en 
todos. > 

Había añrmado Juáres que pretenilia dcspojai ni clero de 3us caudalea, 
sólo ])orque ífite « los invertía en la destrucción general. » Cosmes va á 
decirnos, en las líneas siguientes, cii qué objetos piadosos empled Juireí 
estos mismos bienes. < Las esperanías de lucto que la ley de desamortización 
había hecho nacer, instigó á tomar causa en la cuntienda á multitud de per- 
sonas extrañas antes á la pr,líiica. Entre ellas figuraban muchos extrnnjeros 
que se lucieron ndjiídi catarlos en grande escala. Estas personas no solamente 
eran otros tantos combalienles en las filas liberales sino que armaban y 
pagal>an gente paní formar con ellas guerrillas que ai grito de ¡viva la liber- 
tad! asolaban los campai, ponían ¿ rescate á los labradores y cometían inü- 
nitos desmanes en los pueblos y rancherías, > ¡t. 19. p. 856). 

* Por algo la Refomia vinculó su triunfo en los bienes de abadías y 
mona:iterios enireyados á la rapacidad de principes y barones. Por algo todas 
las revoluciones han procurado crear una legión de propietarios á su servicio. 
Nunca el mal pensar llega muy adelante, sí el mal obrar no camina* á su 
lado ... Ias revoluciones se dirigen siempre á la [jarte inferior de la natura- 
leza humana, á la parte de la besiia que yace en el fondo de lodo individuo. 
Cualquier ideal triunfa y se arraiga, si andan de por medio el interés y la 
concupiscencia, grandes faílores en la fdosoíia de la Historia. Por éso, el 
liberalismo no se entretuvo en decir ai propietario riístico ni al urbano : Kres 
libre, autónomo, señor de lí y de tu suerte, üegislahle, soberano, como cuando 
andabas enante con tus hermanos por la selva: sino que se fué deteclio á 
herir otra fibra que nunca deja de responder cuando diestranienie se la toca, 
y dijo al ciudadano : Ese monte que ves, hoy de los frailes, mañana será tuyo, 
y esos pinos y esos roiíles caerán al golpe de tu hacluí, y cuanto ves de rio ;í 
río, mieses, viñedos y olivares, te rendiri el trigo i^ara henchir tus trojes, y el 
mosto que pisarás en tus lagares. Yo te venden^, y ^Í no quieres comprarle, ce 
regalaré ese suntuoso monasterio cuyas paredes «.sombran lu casa, y tuyo 
ser.í hasta *1 oro de los cí'ilices y !a seda de I.is casullas y el bronce de las 
campanas. jY esta filosolía sí qutr la entendieron! ¡Y este ideal ii que hiío 
prosélilos! Y comenzada aquella irrisona venta que, lo repito, no fué de los 
bienes de los frailus, sino de las conciencias de los laicos, surgió como por 
encamo el gran partido liberal lidiador en la guerra con toda el üese-spetado 
esfuerzo que nace del ansia de conservar lo que inicuamente se detenta. 
I>espué8 fué el imaginar teorías pomposas que matasen el gusanillo de la. 
conciencia: el decirse filósofos y libre-pensadores los que jamás habían podido 
pensar dos mimitos seguidos á las derechas; el huir de la iglesia y de los 
sacramunios por miedo i liu restituciones, y el acallar con torpe mdiferen- 
tismo las voces de la conciencia cuando decía un poco alto que no deja de 
habtr IJios en el cielo porque al pecador no le convenga. Nada ha mllufdo 



14^1 



LA CUESTIÓN KELiniOSA. 



lanto en U decadencia religiosa, nada ha aumentado tanto esas legiones de 
«lic^plicoit ignaros, Onico peligro serio para el espirita inmoral de nuestro 
pueblo, como ese inmenso Latrocinio que se llama desamortización, y d 
infunie vínculo de solidaridad que día establece. > {Hd. L 3. p. 60S. sig.), 

Considerada hajo el as]>eño económico, la desamortización de los bicnei 
del clero airjjo al pueblo riiextcano los mismos males que al pueblo inj^l^s b 
Reforma cuyas consecuencias, segiln un protestante, Coliheit, « son necesa- 
riamente esa miseria, esa desnudez, esa liambre, esos odios eternos que at 
den nuestros oídos á cada paso que damos, maj« lt>dos tpie t-so, que 
llamri U Reforma, introdujo entre nosotros en lugar de aquella, abtindant 
de aquella ft-licidad j* de aquella tinión y candad cristianas de que tan 
nsmt^nte go/.aron nuestros padres católicos durante lantos siglos. > (Wi 
11 ag-, i8s9>. 

Cuanto á Míkíco, « la Reforma, al apoderarse de los bienes de la lí 
sia, dice Cosmes, dió iin golpe de nmetle al ane, siendo el clero el que cj 
exclusiva mente daba «■capaciones á los artistas, » (t. 19. p. 919) y dió tal 
lii¿n un mentts solemne á esta gtirriileria de Benito Juáreü : * ¡ Levantat 
pueblos de México! y en la naturaleza bruta continuarán Lis creaciones 
arte, > Levaniáronse, si, las chiisniits liberales, y « en nombre de la libertac 
escribe un juarista (Julio Guerrerot se oncendieron luminarias callejeras con 
lienzos de Ecliave y de Cabrera, saqueáronse kis conventos y dispersaron las 
biblioiii;cas; los in;Uuioles esculpidos por una generación superior futfrt 
puestos en los establos de caballerims; y de pulpitos de ébano y rosa, ce 
perfiles purísimos, que fueron gloria de los ebanistas mexicanos, luibo gucr 
lleros que embrutecidos por la deiuagogia jacobina hicieron leña para si 
cuarteles ... El retablo solo del templo mayor de Santo Domingo en Oaxac 
tuvo costo, sin tos gastos de transporte dusde Móxico en donde se trabaja 
$ 13,700. I j( Reforma destruyó esLe reiablo, y aun no ha mucho se traía d( 
rner los dorados del uiuro para utili/«ir ul metal que se le lograse recoge 
(op. cit. p. ,166. Véase también á José .\nionio Gay, Hist. dt Oaxoca. t 
)>. 143). Rcspc¿io A la Capital de la Kepiíbllca, « nos basta con un pasco 
la calle principal de la ciuilad para ver como nuestros nuevos protestante 
han mutilado la curiosa parrada de San l'rancisco, picando con todo csmeraj 
cuantas fií,iiras la adornaban ... Tampoco podemos quejamos de la pobreí 
de nuestras colecciones» ni lamentar la pérdida de nuestras aiiti^uedadeSfl 
después de haber visto hace poco que el gobierno autorizó á un exploradorl 
extianjcrn |'aia llevarse cuanto encontrara Y el coiiliato, aumiue por fortUDan 
desaprobado, fué defendido en el Conj^rcsu por la tatóít de que, pam du áj 
conocer la Historia de un país, es indispensable que los objelos nrqueoldgl 
eos se exporten. Singular razón que obligaría á un cambio general de antFij 
güudades tmtie todos los pueblos del gtabo. Díjosc también que servían dft] 
ilustración al exlranjuro, y debíamos espetar que nos la devolviera t-n Ubroaj 
de que sacaríamos niíls ventajas, ; .adonde han ido i parar nuestros fieros jrj 
alardes de decoro aacional 1 !• e.\cliuna diciendo Joaquín Icazbalccla. 

Con «1 guerra vanddlíca ft Us arles y al clero, la Refonna dejó sin empleo] 
i AO, lí'S» ¡íetsoiias q^ue se sostenían diariamente de las rentas de los bicneai 



de la I^^Iesin. Éstos 4. ta su taayox pa.tte beitelidaron á unos cuantos espccu- 

lador<.;i üfí gran jiane exlranjtfos, 5 {Cainh) niienLras míe los hijos del país 
vieiun agravarse más y más su situación pecuniaria. Preciiísas son las confe- 
siones q«c hacen i csle propiisilo los admiradores de la Reforma. 

n \j3s bienes de Ifi Iglesia, tísctibL- Cosmes, constituían un banco qoe 
prestaba grandes servicios á iodos los ramos de 1» riqucKi pijblici. Pero, 
cuando la ley de desamortizBciún primero, y la de nació nal ¡/.ación después. 
víniuron á de<!poiar a.1 clero de sus propiedades, la usura tomó en México el 
caráfíter m:Í5 escandaloso por no leiior ya competidor al frente. » (t. 21. 
p. 1131. 

Olro escritor liberal y jacobino exaiíado, ei disputado Juan S. Mateos, 
se ha encargado de- pinianios fi lo vivo, en las siguientes líneas, el maltutnr 
general que at pafs ha resultado de la nacionalización de las bienes de la 
Igliísia. " fin los tiempos del antiguo régimen, cuando el clero poieía un gran 
mimero de tincas riisticas y urbaaas, se ¡wsaban los afios de los unos sin íjUc 
inuchisímiis Tamilias pobres sufrieran la vergüenza del laníamiento de queaon, 
vfílimas íioy. La sórdida avaricia de los propietarios de ahora no perdona. 
como perdonaba y disimulaba el clero, animado por un (;í;p¡ritu verdadera- 
mente cristiano. La Iglesia facil¡taí>a sus capitales á un tipo mínimo *)ue hoy 
no se conoce : a! 4, al 5, y conio máximum, al 6 por ciento, que se llamaba 
rédito legal. ¡Qué raro era el que se fijasen cédulas hipotecarias en las ñncas 
que reconocían capitales de mano muerta! Por eso, al hacerse la Je^ainorti- 
Kación, yo propu-se ([uc se creara uti banco de los pobres con los millones del . 
clero. Pero mi voz se ahogó «n medio del tumulto y de las pasiones de la 
revolución : por tíso, el interés individual, egoísta y exigente, deja hoy sin 
hogar á todas aquellus familias que eticoTitrabaii tolerancia y disimulo en la 
coledtividad de la Iglesia, ¿i la cual no ag^iiijoneaban Ijus necesidades más 
api^niiantes del irdividuo, porcjue estaba escudada con su inmensa rigueía. » 
(Cos, 31 oft., 1893). 

« Aniig«n.nienle, dice Mi ímf-ardal (dic, iS9y), periódico masónico, 
los mexicanos podían vivir y vivían efectivamente en Liuenas condiciones, y 
formaban familias numerosas, mieiuras que hoy día, dado el desequilibrio 
económico que nos asedia, debemos convenir en que la inmensa mayoría de 
la población no tiene el derecho de casarse, ni el de tener hijos. » 

No contentos con quitar al pueblo su bienestar material, pretendieron 
los liberales arrebatarle también su eleina feiicídud, arrancándole del corazón 
todo sentimiento religioso para hundirlo en el más abyefto materialismo por 
medio de la tolerancia de cultos, que no es inós en deHiiiiivo que una guerra 
solapada á toda religión. Vinieron á probarlo el dccrt;lo de Juárez sobre 
libertad de cultos, y la ley dada ulteriormente que priva, de los derechos d« 
ciudadanía á iodos los miembros del clero por el solo hecho de su profesión; 
ley y decreto encaminados á despojar piimcro á los sacerdotes, de su inííujo 
benéfico sobre e! pueblo; y segundo al pueblo, de! tesoro inapreciable de sus 
creencias católicas. 

Los liberales bobalicones que no están al tanto de las artimañas d« la 
ittasonerfa, protestaron contra enia fl.igrance violación de la libertad religiosa 



I50 



LA CUESTIÓN RKLIGtaSA. 



y de la del pensamiento, f adiijeion razones que reproducimos &. continuactiúa 
por ser unas confesiones preciosaü de nuestros adversarios. Decía A este pro- 
násilo en k1 Congreso el diputado libcml. T>fa/. Covamihias : 

•i Una de ¡as consecuencias iniíicdiibs, lúgicas y iicccíaríaí de )a Iqr 
que sepamí la Iglesia del EíswJo, es ijiie el legislador y la administrnción ikj 
tienen qne inveítigat las idea* religiowis de los ciuda-iaiios; que el Estado 
silo ve en su condiiña exterior sin averiguar si pertenecen á se^a religiosa^ 
lilos6ñci;e8 decir, que la ciencin de cada iitio esiá fuera del alcance de la ley. 
Pues bien, «i la ley da alguna disposición, moiivindola nn una Investigación 
ó suposición de lo qne eaiá en la conciencia religiosa de los ciudadanos, esta 
ley ataca la libertad del pensariienio. Te privo de los dereclios de ciuda- 
dano pofi]He tienes estas ideas ri-Üí-iosas ; lié aquí la es<;ncia del artículo en 
cucstiiin. Con una fórmula SL-mcjante, hay para quedar sin ciudadanos y paiit 
erii;ír el díspotismo más absoluto. Bajo este anatema pueden caer codos los 
hombres ([ue piensan. los católicos y lo» musulmanes, Ins filósofos y los faoi 
ticos, los creyentes y los nlcos. Si c! Estado se erige cti juw de Sus ideas y 
Be abroga la fac ilud de eatificar cuales son incompatibles con los derechos.! 
de ciudadano, ya no hay libertad de conciencia sino la inquisición y la C0l^| 
cciÓn más despótica que haya existido jamás, El v'inicu uiedíi? qiie liay coriira^^ 
tanto absurdo, os que el Estado ignore lo que hay en la conciencia de los 
hombres. Y no se diga que el caráííer de sacerdote de cualquier culto jtisti- 
fícarfa que se despojara a un ciudadano de sus derechos, porque este caití 
para el E&tad'^ nada significa, puesto que el Kstadu no debe saber quion 
sacerdote y quien ní> lo es. En esta misma asamblea puede haber verdjidaros 
sacerdotes de cualquier culto ó filosofía que se \v\n ¡jtapuesto por un voto 
de conciencia apostolizar ciertos principioü de moral, de religión y de polt- 
lica;¿y no es verdad que habrfa l;t tnisrna raxón para llamarles A un examen 
de su pcnsaiiiicnlo y catiñcat si han podido ser ó no ciudadanos? » {Ccs. t. ios 

P- '77-) 

Otro diputado libera!, el señor Mata, dijo con mis concisión ; <t Si per* 

mitiiDos en nuestro país el ejercicio de todas las religiones, será un absurdo 
que privemos á sus ministros de los derechrn de ciudadanía, ponjue ¿ito 
equivale de liceho á una prohibición del cnllo que ejercen, (juesto que se les 
cislíga por ejercerlo, >. mícntris que si lo abandonan se les premia restituyan* 
doles esos mismos derechos. Así consta en una resoluciórt del míniítro de 
Justicia declarando (6 fcbr., 187;) que fl el ciudadano José María Cortés 
(de Oaxaca), por haber abandonado la profesión sucerdotal, disfrutaba de 
todos sus dcrcclios de ciudadano. > 

'A nadie, pues, se le ocultará que el fin inmediato de la ley Je Jiláre* 
sobre libertad de cultos hava sido introducir en México, como aliados del 
IÍberalÍ:ín\o, las mil .seítas protestantes para ponerlas en pugna con el catolí- 
ciscno al cual se prncIamaKín adiiftos Ins liberales de 57, protestando que 
sólo pretendían depurarlo de las abusos que, según ellos, afeaban su brillo» 
Pero ellos á nadie lograron engañar. Como se lo dijo Doblado al pronun- 
ciarse con motivo de la ley Juáre2 sobre administración de Justicia : t So prc- 
teíito de icformar al clero, se pretende introducir en la rcpüblica un proies- 



í los I 

itisti-B 

1^ 




tnntKino lanlo iiiás peligroso riianlo más riIafiaz.irÍo se prusenta, y se rompe 
el vinculo religioso, liiiica potencia di.' unión <\\ie neutriilizii los eIeiiii.'iilos de 
escisión y de anarqtiía que pululan por todas partes. » 

Con su ley sobre libertad de cultos, Jiiárex ahoMíó la opinión pública 
y viola una vez más la Conytilución respiiáto i. la cual Wasonaha de pabdín. 
No podía ignorar la reprobación general suscitada on toda la nacirtn en coii- 
tra del proyeifto de ley que declaraba la libertad de cultos, proyeítu ([ue ftid 
desechado en d Congreso por 65 votos contra 44; tampoco habfa motivo 
para afiniiíLr que la libertad de cultos, recha:íada dos años atitw por la opi- 
nión publica, era dLseada ahora por esa misma opinián (¡»c ni había variado 
en tan corto tiempo, ni ]ridii consultarse por mi simulacro de gobierno 
sitiado en Veracruz y limitadísimo en ta esfera de su acción, 

¿Acaso pedfan la libeitad de cuhos los pocos protestantes radicados en 
M¿xico?¿Y para que la hubieran pedido? Los ingleses, alemanes, rusos ¿ 
israelitas vivinn en México sin que nadie les preguntase la religión q«e pro- 
fesaban, ni les molestase porque abrían sus tiendas de comercio los días 
festivos, como acontece en vario"! países en nue, A pesar de reconocer la 
libertad de cultos, á todos iiidistimaniente se obliga á cerr.ir sus estableci- 
mientos los domingos. Los extranjeros proiesiantesi establecidos en México 
lio se ocupaban en religión, sino en hacer foiluna. Cuando Juárez ofreció d 
los ingleses y alemanes la iglesia del Espirilu Sanio, la rehusaron contestando 
que no querían gastar en mantener el culto. (/Tu. i. 15. p. 713. i. líi. p. 540.) 
Se pretextaba que por falla de libertad religiosa no abordaba A las playas 
mexicanas la inmigración extranjera, y ()ucdó demostrado (¿a V09 ¿(Mixteo. 
16 sept, i88fi) que era mayor la inmigración antes de 1857," un que no había 
esa tolerancia, que iihora (¡uc la h-iy tan amplia; prueba evidente de que loi 
inmi(^antes no vienen á México por el irter<!s de praíiicar su religión, sinu 
atraídos por intereses menos espirituales c¡ue hoy no se las puede ofrecer. 
Canaadoí de espetar en vano á los inmigrantes que no se daban priesa en 
ven¡[ ¡i pesar de la tolerancia de todas las herejías, el gobierno decretó una 
inmigración oficial que fracasó vergonzosamente y dejó muy mal parado el 
biíen nombre de sus promovedores, como verse puede en Isi obra interesante 
que acerca del desgobierno di: Manuel Gonsale): escribió Salvador Zubicta y 
Qnevedo. 

Y aun cuando los proiestanies hubiesen pedido la libertad de cultos, 
¿era político el habérsela conccdidu en contra de )a voluntad de la nación 
entera que tanto In repugnaba? n Un país donde figuran los católicos por 
millones, y ios miembros de otras sellas religiosas por centenares apenas, 
escribe Cosmes (c. 32. p, 577), la ley de las mayorías, que es la lej suprema 
de las democracias, exige que se hagan algunas concesiones al mayor mímero 
• aunque st-a en delrintenlo de los gustos de una miiioria insignificante, tlicen 
ís jacobinos que las priílicas dtl culto extemo pueden producir coiiílícíos 
Pidiíturhios entre los miembros de las distinUí religiones de un país. Pero 
n¿ilo podrá ser cieno en aquellas naciones div¡díd;is en varias seiftas religiosas 
respetables por el mimero de individuos que las cüiuponen. Mas en Méirico, 
en donde por cada mil cstólioos hay un protestante, ¿qué eontli¿to3 pueden 



I 52 



LA CUESTIÓN RKJ.ir.rOSA. 



I 



suscilaise entre R<{\tel millar y 1x unidad hiiinana. (jue na profesa el catoli- 
cismo? \' sí [Jor un acAso que rayaría en lo iniposil)le, algiin coiiflídlo se wi- 
RÍnasc ciilre una mayoría abrumadora, ¿liara que sine le poÜcín, sino ptift 
evitar lodo tumulio, y sobre lodo para castigar severainenie i los que estando 
en menor niiiu«ro no respetan las creencias de la mayor |>arle de los h 
lantcü de' una población? n 

Así debería ser en buena ¡>oIitica sí el gobierno liberal no estuviese 
lado de una miiioriii fnnátíca c insolcntL- para oprimir lii mayoría alnumndüi 
de los católicos; si la ley Juárez sobre libertad de cultos no hubit-ra sido ant£ 
todo, Lin medio para atropellar la;i ca-eencias religioeas de la nación, y A 
convertirla al protestantismo. 

£f PrQgtísa ú\í Veracruz dijo sin embozo el 2t de julio de l86o : < 
piieblii int-üicano empieza x conocer cuales son sus verdaderos intereses, 
comj)rendc al fin que la religión catiílica no es U dnica qut existe ct 
inundo, y que muclias, la mayor parte de Is» uaciones han renunciada li 
y han encontrado ventajas de na pequcfra importancia en el cambio. » 

El ministro Ocanipo que, i pesar de « su aversión al ctíslinnisino » ( 
p. 258}, hablaba con la más refinada liipocresla de v, nuestra religión, nuesi 
altares, nuestras imágenes tutelares y nuestro culto» (Ücl. 3. p. 20, ar, jfi 
del cual tanto se divertía al entrar en las iglesias que, segttn ¿I, k veces ne 
sitaba hacerse viulcncia pata »¡o estailar de una carcajada (t. 3. p. 74), escri 
en 2 de agosto de 1858 A Sanios Degollado, que «para derribar el d 
calólico, se necesitaba ir formando un liero protestante. > {^Av. 10 ag., 1858) 

Cuando un sacerdote indigno abrazaba el protestantismo, como 
iristemenleciíicbrePadreAjíuas, inmediatamente loponia en las nubes la prent 
liberal, ilainiíidolo á bocí llena, « ilustrado, persona de profunda instruccí 
y de grandes virtudes evangiílicas, )> {Fcr. 24 abril \i'¡\) por ini'u) que fue. 
un botarate y padre de media docena de hijos espurios. 

El 35 de oüííuhre 1S59, puco después de expedidas laí leyes de Reform 
OcampD dirigió en nombre de Juárez una carta á un IaI Rafael Díaj; Martí 
presbítero, en la que ÍnvÍtab.l hipócritamente al cleio bajo á ncntar las le 
de la Reform^i, rebelarse conlia. los obispos y formar una iglesia cismálii 
prometiéndolt- en pago de su apnsiasía, dinero, protección especial y 
bendiciones déla posteridad. « El E-imo. Sr. Presidente, decía el documcnt 
que desea no sólo que nadie sea perseguido ni molestado, ni muclio menos 
clero di; la Repiiblica, sino que además quiere que persona que conozca ; 
buena voluntad y realas intenciones, y que tenga al mismo tiempo tacilid 
de ponerse en contat-to con las personas que componen dicho clero, se ocupi 
de ésto, nombra á ud su agente general. Si como del patriotismo de ud 
sano juicio y buenos deseos pur el bien piiblico, lo ci^pera el lÍJímo. Si 
Presidente, ud se digrii aceptar tal carái'^ter, ha acordado el mismo Kxm 
Si. que '^n autorice á ud plenamente para que acercándose á los dein 
señores sus compañeros, se digne asegurarles de las ya dichas intención 
del Exmo. Sr. Prusideiite, y de la firme decisión que tiene de darles toda 
protección es[íec¡ai que est-i en su mano. Como es an elcnicnio tan podeio: 
para, la paz publica que I05 dirc¿\orcs de las conciencias no las e.\travicn, 



CAPITULO VIH. 



153 



como no puede oqaiie el httlio evidente de que mciced ;i tales extravíos la 
gueira a&tui <e ha eOBangrcntado tanto, será el primer cuidado mostrar Á los 
pastores la ninguna oposición que existe entre la Coniititucit5n y los dogmas 
del cristianisnm, u-ntrc las leyes nuevas y las primitivas doílrinas de In 
Igksia... Nada de ¿slo hc ocullit á las superiores luces de ud, y su redo 
jiiinici liaiii sentir ;i los señore.^ sus coinpa fieros toda la vriilaja que el clero 
puede sacar de la benevolencia de m¡ gobierno. Convencido además, como 
está éste, de que son lo» altos dignatarios I05 revoltosos, con el deseo priti- 
cipal de satisfacer su desmesurado orgullo y facilitar su intolerable despotismo 
sobre sus inferiores, los (pie [propagan bs ideas más «pie iiltraraanianas, si asi 
puedo decirio, coatra ellos serii priiictpiílmente contra [[uicnes fte ejetia U 
más severa policía del gobierno, mientras í^ue á los <iue realmente se ocupen 
de la cura de almas, el gobierno tes impartirá una protecciiia poderosa y 
elica2 para defenderlos contra los desmanes y demasías de cmjs niismos 
sLiperiores, hasta hoy irresponsables en la priítica. Asegüreles, pues, ud que 
leerán bien acogidos y aun pecuníariumeiite socorridos si lo h(;cei.it3.n, en todos 
los puntos üLMpndos por las fuerzas conslitucionales. lodos los que dóciles di 
lo5 preceptos del Divino Maestro, den al Ciísar. sin ¡nterprelaciones violentas 
¿: interesames, lo que es del César... Aunque lo que se llama buenos oficios 
sea lo iliiicü que el gobierno pueda hacer en favor del clero, dwjiuéi de liL 
declaración de la independencia de la Ijílesin y el iLstndo.., ud sabe los 
niu<:ho.s medios de iitHiicncia de que un gobierno puede disponer; y en esta 
sola vez, y por mostrarle agradecido á los que coD¡)eren á un bien tau ijrande, 
como es el de la paciflcación de lo. Reptiblics, emplear;^ todos sus medios 
lícitos de acción en beneficio de ellos.., y ios empleará en la ronservanidn de 
las garantías individuales de sus eclesiásticos, tan frccucnlenienle lidiados 
por su; arbitrarío.'s superiores... Se cuidará de auníliar los trabajos de ud y 
cubrir las deni.is gastos á medida que con los avisos de ud la ocasión se 
presente...» ( Corf. t, j. p, agi-tgj) 

'A los nueve años de haber concebido este proyeclo criminal, JuArez 
abortó en 1868 una raquítica y ridicula * Iglesia Mexicana)» bajo la 
dirección de lo» siguientes ponllficcs laicos : Lie. Mariano Zavala, Mngistiado 
de la Suprema Corto de Justicia, Presidente. — Primer vocal, Dr. 1). Mar- 
celino Guerrero. ^Tesorero, I). ]osé María Iglesias. ^Secretario. D. Manuel 
Rivera y Río. 

Este mismo empeño de los liberales en debilitar por medio del cisma la 
Iglesia Católica, para acabar más fácilmente con ella, les hacia profesar i los 
norteamericanos una admiración rayana en lo grotesco, renegar de sus más 
puras glorias nacionales, deprimir injustamente Ir civilización t|ue el catoli- 
cismo trajo á M¿xico y ensalrar la llamada civilización protestante que, al 
haberse implantado en México, hubiera acabado con el mismo Juárca y demás 
individuos de la raza indígena. Un protestante norteamericano, á quien no so 
podrá tachar de parcialidad bajo este concepto, escribió lo siguiente en el 
Bastítx Tntmcrtpe (de 3 de otíl-, 1903, citado por Tfu Soui/iem ¿ifessengcr de 
25 de febr., de 1904) : « El protestantismo no es más que un desorganizador 
que conduce á la infidelidad y al «teistno, siendo éste el ilnico objeto de su 



154 



tA ciTEsrrrtN religiosa. 






esblencio. Como fuenra moral, d protesta mñmo es uns farsa : á ninguna 
nación ha Convertido: mientras que ha tomado miii buc-iia venganza de los 
misinos protestantes ctm pervertir á miichf>s de elloí. Tiene Berlín 7S,ow 
Ijcrsnnas que rrecucnlan In iglesia solire una populación de dos millnn». 
Londres 400,000 sobre seis niilloiies, y asi por el estüci. Sin hautísmo nn hay 
salvación : merced al protestan lismo, hay en los lístalos Unidos cerca 
60 millones de personas sin bautizar. El BÍstema religíaso que prodi 
aenicjantca rt-^uitadoa, e^ tan perjudicial ^ 'os paganos romo a los crí'ttia 
El protestantismo hallfS 400,000 habitantes en las islas Sandwich, un mil 
en la Nue*-a Zelandia, y siete miUunes de indios en lus listados t/niH 
¿Dónde están ahora? Por otra parle, los fr.iiles hallaron, hace cuatro sigldlf 
iT^s millones de indígenas en las Filipinas; ahora allí hay nueve millones^ 
hallaron doce millones de indio; al sur del ido <>rande; ahora allí hay c]fll 
cuenca millonea. Por áus frutos los conocetdix. » Í^H 

l'ues, ni por sus frutos los eonocieron los liberales á quienes cegaba m 
odio scítario para con el cntolícisni:). « I,a educación dada á nuestro pueblo 
por el degenerado clero católico, deeía £/ Mcnsajertí (7 lulío 1871), es 
enemiga de los principios de Ubertiíd. Traíganse al país preceptoit-s pro 
lames, y despójese á los frailes del dDiniíiio de \k conciencia dul pueblo, 
conseguirá que triunfen y predominen entre los mejicanos las ideas liberal 

Para que estos preceptores llegasen mis pronto, el Presidente Sebxiitiíri 
Lerdo, aquel hombre fatuo á quien se hacía creer queieníaun sol por cereliro 
{Cos. t. n. p. 553), se valía de sus periódicos para eloginr piíblicaniente á I 
protestantes, íipellidantln Taniílicus á los católicos, y calificando de objeto 
gfun utilidad pública la propaganda del protestantismo. (Cwí. t 33. p. 515) 

Como se ve, nada hay tan atrevido como la ignorancia y el fanatistni 
Cuando Niiñez de Arce entró en la Academia Española creyó de buen toi 
echar chispas contra el ob-ícurantismo del siglo de oro de España en que 
reñida guerra s^ hiío á los hereíi-ircas protestantes. Juan Valera. con todo 
ser incrédulo y liberal, no puJo sufrir que se le creyese capaz de hacei 
cómplice en semejantes viilísaridadvi y tamaña ignorancia, y saliti diciendo í 
novel académico á quien apadrinaba : « Lo que nadie niega, lo que no pue 
ser asunto de discusión, es que la edad más rioreciente de nuestra vid 
nacional, a.sí en preporideri.-'ucia polifiea y tn poder militar, cotno en ciencia 
letras y artes, es la edad del mayar fervor católico, de la mayor intolcranci. 
religiosa ; loa siglos XVÍ y XVLI. » Cuando Balmes escribió su obra monU 
nie(U.d : fíí Praífstaiifismo e^utpai-,ido ctm €Í Calo!idi>nó;y mis tarde Jans' 
su libro : .•ilimanin al fsn de ¡a Edad Afídia, hubo un esp-iiitosn alboroto d 
ira, sorpresa y asombiTí al ver la magníñca demostración Je que toda Euro 
halu'a progrtsado sin cesar en cultura hasta el siglo XV, que fu¿ cuando el 
protestantismo vinu i detener la marcha de la civiliíicíón creada por el cat< 
licisnio. En el prologo que Juan Valera puso á la yida de Citrlo.-. ffl pi 
-Kernán-Núñeü, se dice : ■>( Rompiendo el 1.120 que unía á las naciones crístift' 
ñas, negando li desconociendo el iirincipio superior que formaba la dvili 
¡ración europea y le prciílaba unidad armónica, y haciendo brotar eremistad 
persecuciones crueles y prolongadas y sangrientas guerras, tal vez el prot 



tantismo retardó él proigresoen lagardeacelc-nrlo, í hizo que esta civítizadón 
europt-n sd apartast; del fninto i (¡ue anhela))» Hegnr, crease tiilicull.idí-s y 
peligro» y se expusiese mis á perderse, iluiido un sallo mürial y loinaníio por 
ol alajo, que yendo i \>A^a lento por el cimino trillado y sc§aio. Uc la misma 
siiertc, si mirumos la pintura del ani¡ijUO raimen..., )'8icom¡)arainos nqtielln 
paz icluiiva con el desorden, tumuUo y estrago que sobrevino á psico, nox 
parece que un «nave idilio so cntnbift en iragedía hon•o^o&3^ y que se reUrda 
en vez de acelerarse el movimienio de ia( sociedades htimanas hacia mis 
altas esferas dt- iluslración, de pía. de igiialdad pasible, de libertad y de 
justicio... Es venlad qtie los hombres, viiü endose de aitcs litiles y de micvas 
é ingeniosas invenciones, elaboran hoy inmenso cúmulo de producios; pero 
al ver y cudiciar ías enormes riqucías reunidas en pncas manos, la miseria de 
la gente lubajoóora es esfinge que lejos de morir se agiganta, que pone mayor 
grima que nunca, y que pUniea pavorosos problemas. Entretanto, la dí^scon- 
íian/a de u^a^ naciones conlra otras, apenas conserva la dispendiosa psr.. 
maati^niendo millones de hombres y empleándolos sin otro provecho ijue 
ame.nazas y preparativos [lara titánicos duelos á muerte. De aquí r[u; iodo 
ciudadano se vea otiligado á empufiar las aima.s y costear su impone y el 
gasto que ocasion-)it, lográndose íui la suspirada fraternal concordia y la dulce 
libertad, par la que tanto se lia combatido. Con la difusión [tACÍfici de las 
luces, y con el paulado adelante y modificación de leyes y costumhrcs. ¿no 
9C hubieran logrado mejor que ievolui:iona.ria mente la exlirpacíún de abusos, 
la atenuaciiSn en el rigor y crueldad de las penas, in desapnriciúii de no pocos 
di-fe¿Í05 de que el antiguo régimen adolecía, y el advenimiento de la libertad 
y de la fraternidad verdaderas? s 

En la caliginosa inteliyeneia del indio de San Pablo Guelatao no pmdian 
caber estas grandes ideas. Juárc/, era el amii;o de todo* los enemigos de !a 
Iglesia Católica; y como tai, sin emplear siquiera Ins solemnidades jurídicas, 
despojó brutalmente a los católicos de sus templos, eomo los de San Fran- 
cisco y San José de Gracia en la Capital, para regalarlos i los protestantes Á 
quienes asegura, en el articulo 9 del tratado Mac I^anc-0 campo, que podrían 
fl ejercer libremente su religión ^ en México, cuando el clero no podía hacer 
manifestaciones piIblÍLis en los punios ocupados por los liberales, por el 
lemor natural de que se conicttcra un atropello. 

Con todo y su admiración para con luárez, Cosmes no puede ya con I9 
tarea ingrata de defenderlo, y tiene que afear su conduíla respecto á los pro- 
testantes con el duro calilicativn de antipatriótica. « l,a religión católica, dioe, 
{l. 10. p- 6S0) es en Míkícd poderosísimo elemento de unidad nacional y de 
independencia con reípcílo al auglo sajón, y será .siempre tarea ami(«liiól¡ca 
el pretender desterrar esa religión de nuestras crcrncia.-i, porque echará por 
tierra uno de los más fuertes valladares que nos separan dt nuestros codicio- 
sos vecinos. Por consiguiente, la protección otorgada al protestantismo de 
preferencia á la religión católica por nlgiinos gobernantes poco reflexivos, no 
podrá «r sino profundumente impopular entre la gran mayoiía de la pobla- 
ción y enteramente contraria á ios verdaderos intereses nacionales. Atacar á 
la religión dominante en c! pais, y proteger á otra contraria, es obra impolí- 



< \ 




J56 



tica, y ul fué la obra que emprenditi «1 gobierno de Juárex, quien creyó qut 
era acl» áii Ymen liberalismo proteger en el pHiis la propiiganda protestante. 
No poiifa hacerse esto sino sacrificando X la rctigidn caiólioa; v así se vio coo 
verdadero wc^ndato que el ministro dü Hacienda, U. Matías Romero, vendí* 
á los protcí^dnc» por cantidades me^iuinaK y de una manera secreta, porque 
no lus sacó i piibÜca subasta para que los católicoü pudiesen liaccc sus afei- 
tas de compra, vanos templos clausurados ,. Estas adjudicaciones prodajeron 
gran escindaio (t. 3o. p. 9^9), porque fueron li«;ch.-is á puerta cerrada, proce- 
dimicniQ aluiiicnte impolítico, porque con él se dcrnostralia claramente que 
el gobierno, además de fallir a lo-i verdaderos principios de tolerancia reli- 
giosa, parecía tenctr la intencíiiu de deKcaiol izar al |)3i$... En el me» de junio 
de 1869, ocurrió oiro lietho que tamiiien pradujo malísima impresiiín en el 
ptiblico. (t. 30, p. 680J Un agcntt de U sociedad bíblica cslabieció en la 
capital un expendio de biblia'í. KI agente pidió al gohiernu ser exceptuado 
del pago del impuesto que le había sido asignado por U Dirección de contri- 
biicioneí. El ministerio de Hacienda accedió ;i asu solicitud, declarando 
Ubre del pago dt;! derecho de paienttf al dichrj estaliieciraicnto, considenindolo 
como incluido en los de beneitcencia é instrucción |)iiblica. La exención del 
pago dtí ciiakiuier impuesto era una Rracia que el Ejecutivo no tenía. Tacul-' 
tades de conceder, y que sólo cabía en las atribuciones del Poder l^gislativxj. 
Si el gobierno hubiera extendido .i todos los vcndedtjres de libros religiosos 
bj-racia concedida á uti expendio de biblias protestantes, ia exención hubiesi 
sido menos odiosa. , . Si el gobierno concedía gracias á una se&n y las nugn 
á otra, se abrogaba la facultad de juzgar en materias religiosas y de califi 
cual ura la religión verdadera. Había, además, la ciicunstancia de que se ira' 
taha de fomentar la propagación de un culto determinado, lo cual era co' 
Irario a las leyes de Reforma, * Fero, ¿qué le importaban las leyes á Judr 
«cuya frase predilcdía y verdaderamente indigna de un hombre de F^tad 
era la siguiente ; Una cosa ea IcRiíJar. y otra aplicar la? leyes... Para 
amigos justicia y favor; para los enemigos sólo justicia sí es posible canc 
dérsela. » (i. 2t. p; 970, 35). 

Todo cspiriiu lefiexivo que se hayn fijado con deienimiento en lo dich 
hasta aquí, corn prenderá que la ley sobre tolerancia de cultos y U proteccióni 
imparlida A las sc(5las protestantes, no eran más que uti arma entre las manoS' 
de juárer- y demás apóstalas para herir de muerte á su madre la Iglesia 
Católica que los había amamantado á su seno, saciindolos de la obscuridad 
y laceria en que habían nacido <i Si toda religión es un mal, escribe el b 
íenio tiugenio Sue, y si una religión cnaliiuiera es necesaria i los pueblos ei 
su estado aítual de barbarie, escojamos del mal el menos ; escojamos el pi 
testantismo que guía en líllimo resultado á la negación de toda fe. » {La Cnn. 
21 mayo 1857). v Todas las religiones que han eombatido á Romn, dice otrfti 
liberal, Edgard Quinct, están en nuestras filas. l.is señas protestantes soai 
las mil puertas para salir del cristianismo. •» 

Salirse del cristianismo, «t'stc ea el úrico fm que sft proponen tantos' 
libertinos é incriídulos que trabajan por promover el protestantismo para 
ei^har más íádimenie al pueblo. Pues, estos hombres tanta fe tienen de él,' 



■* 





como de lo que la Iglesia enseña : y así subiendo que la íncrédulídsd no 
pueíie echar raices en las masas KÍ«ido prcseiilada en su repugnante rifsntj- 
dw, se la presentan con el disfraz y nombre dc:l protcstanlismo, la adurtian 
con r.icrtd aparato cxierior de religión paia hacérsela tiagar mds fácilnientc á 
los pueblos evlraviados que han sido arrancados del seno cié su inadre la 
Iiílesia, % (Períone. Et Protestaniísmo) Salirsi? del cristianismo y volver a la 
barbniic, ésio ha sido el fin anhelado ))or los liberales mexicanos quienes 
agraciaron a.1 inipio Edgart! Qtiínet, ron el tíiiilo de miembro honorario de la 
junta patriótica de México. (A. Conkling. Cortfsjmndame xie Jnarez tt de 
McnÜuc). Mas claro todavía lo dijo un periódico liberal en estas líneas ; 
<i. NosoiTOs estamos convencidüs de que todas las religiones sólo sirven para 
remora dfl progreso de los pueblos, y con nosotros lo está el partido liberal 
avani^do de la repiiblíca. Si éste dcliendc y ayuda al ptotestanlismo en 
Mt-xico, es porque lo considera como un inf;iniirient<i iltil para combatir al 
catolicismo, mas no porque acepte sus do<5tr¡nas. n {El Comhalt. 3 jiuiio 1889). 

El Pra^reso, órgano de! Gobierno del Estado de S'eracruz, dice que el 
mayor mal quo dejaron ios españoles en México es el catolicismo; que se ha 
hecho mal en oponerle el protestantismo, porqat: ahora hay dos venenos en 
lugar de uno; que se debe declarar guerra sin cuartel á toda religión, .-i toda 
creencia y á todo dogma; que nada hay encima de la naturaleza ni fuera de 
ella; que para obrar bien no necesitamos de D¡os;guc éste no es sino pro- 
dii£lo de nuestra fantasía; que lampoco necesitamos una inmortalidad del 
alma; que el hombre no constituye un dualismo de alma y cuerpo, y qii« 
nuestra patria es la tierra. (Vid. La Jbetia. \2 junio 1872) 

Ülros escritores del partido liberal han confesado también que Ocanipo, 
Ignacio Ramírez, Altnmirano, Guillermo Prieto y demás reformistas acome- 
tieron ia empresa de descatCiücisar ai pueblo (¿"í'. p 270^; que « l-I líltimo 
limite de la Reforma ÍliiÍ la descatolización del país y reducción del clero i 
un sdbdiio <un ningün derecha, eternamente castigado por sus erimcnes i 
indigno de gozar de ¡as; liberlades comune-'i á las demás in'^litnciones religio- 
sas creadas por la libertad de cultos;» (Ra<. p. 3,1.0) y con dichü confesión 
nos auloriían para arrojarie"; la íea nota de hipócritas á caos impíos que no 
teniendo siquiera el valor de sus opiniüiies, se atrevían á hablar de « tiiiestrae 
iniiii;ene.s tutelares y de nuestra santa religión, » (A. Pola. Dis:urufs y Mam 
Jifstos de "jFuáris. p. XÍV ), sólo para e-mb-iucar niejor ai ^ pueblo soberano, > 
como por escarnio lo lianian en su jerga liber.il. 

Mas como no se puede ser imidor á su rciigión sin serlo á su imCria, no 
ocultan loa liberales que sus deseos y empefios tienden, en última témiino, i 
anexaríe á ios Estadíis Unidos, confes-indose por lo mismo incapaces de 
mantener su independencia, c indtt;nos de ser contados en el nüincm de las 
naciones libres. Kecuérdese el bnndií del Uesicrto, y pondérense estas pala- 
bras del sei^or Cofiíiies : 4: Kl oitalicismo es en México una reli^ón que 
favorece notablemente la obra de iritcKiación nacional; la propaganda proles- 
lante es empresa antipai riótica y verdadera vanguardia de la anexión del pafs 
á los Estados Unidos. (C. 19. p. ji7)Cada adepta mexicana de las religiones 
que tienen como base el libre pensamiento, será un amigo de la anexión á los 



LA CÜESTtON REUOIOSA. 



Escudos Unidos, (t 19. p. aa). Por tanto, la propagación de la religión pro- 
testante en México es altnmenití nociva: pues, el día en que el pueblo niext 
cann atiandonaie las creencias de sns ]>adres, el invasor nortea riierican o wrii 
acogido con los brajios abierlosí. No hay protestanta incxiczno que 00 su 
anuKionista á los Ksiados Unidos, ó por lo menos admirador entusiasta de 
cuanto [irocede rie allende el do Bravo. La propaganda piotütaiite siempre 
ha sido considerada por ios mexicanos perspicaces como la vanguardia de U 
conquista pacífica de nLicilro país por la aiisorbente naciún vecina. > (l. a 

P- 537)- 

Cuando el General Giant visitó .i México, quince ministro^i prot^stant 
su; le acercan^ti y diéronli; la Ijienvenida al país, no sin quejarse de falta 
prtitccciÓTi en algunos Estados, á lo cual contexló e! General Orant diciendo- 
les : i Creo que la obra en que México trslá ahora empehado, y que con el 
atisilio... de capitales itmerícanos avan.'a Uin rúpidameate, liará que este 
gobierno piiiída hacer que se cumplan sus leyes,., Recoiiotco que los misl 
netos prestan en México un servicio de inmensa trüscendencia para el d' 
rrotlo del país en general, preparando los ánimos aqui para los cainbioti qi 
se esidn verificando y que, á mi juicio, seguirán rápidamente. * (AVre Vt 
HuraU, Abril, mayo 1881). 

I Y e6tno podrían lus prolestanies ubrar de otro modo después de habí 
confesado cínicamente que para desahogar su odio fanático hacia el catol 
ci^mci, están dispuestos d traicionar á su patria y á dcfencadei^ar sobre c 
todos los horrores de la guerra? <i ¿ Qué dirimios, pregunta el histotiadi 
inglés l.ecky, deaquellos protestantes que en nombre de la libertad religío; 
nnegaron d su país en sangre, pisotearon los primeros principios del palrí 
tismo y llamaron .1 los exlranjeros en su auxilio, regocijándose piíblicamei» 
de las desgracias de su patria?» {Ratiúnalism fn Eiirofe. vol. i, p. 57 6 
Véase i J. Janssen. Histffry of tke Germán Pecpk. 1. 3. p. 140 & 399). 

Ixis liberales no les van en zaga á esos protestantes. Kn mayo de 185 
un periódico suyo. El Cfnirinr /'rognsisla se regocijaba ya de que antes 
muclios años los mexicanos hablarían inglés, ) la religión católica babr, 
cedido el puesto á la protestante, {La Cru&. 31 mayo i'A$-¡). 

¿Acaso no 1»b hemos visto en 184?", cuando la. invasión norteamcrican: 
dispuestos i entregar á su patria maniatada d los pies del enemigo, por La solí 
esperanza de que éste aniquilaría al [jattido conservador y .i la religiún cat 
lica ? ¿No lo dijo claramente uno de sus prohombres, ü el inmaculnd' 
Ocampo » en estas sus palabras : « El despecho contra sus máximas retrógr 
das (las del partido consenador), contra sus principios ultramontanos, con 
su criiiitnal egoísmo y su ignorancia, ha hecho pensar á muchos que ace[: 
tandu la domiriacidrí de nuestros vecinas del Norte, la humanidad da u 
paso «ntrc nosotros, el doble despotismo de la espada y el incensario se cu 
radicalmente, y Mi^xico, la infortunada, li dcípreciobte, la befada Míxico, 
convierte asi en paite integrante de ese coloso de poder?» 

t ¡ Cuan verdad ei que, perdida la f« religiosa, no liene el pairioiisin 
TBÚ ni consistt^ncia; ni apenas cabe en lo biunnno que quien reniega del agu 
del bautismo y escarnece todo lo que sus padres adoraron y lo que por tant 



u I 

I 



siglos fué sombra lutelar de su raía, y educó su es^itritii, y formó su grande», 
y ae nie/.c!ó como gtAiw de sal en lodos los portentos de su historia, pueda 
stnlir por su gente amor que no sea leldrica hueca y bnladi ! » {//c/). 

Mientras llegaba aquel tiempo yenturoso en <|ijc i México se convirtiera 
en parte integrante de lo» Kütadcis Unídoü », creyeron los liberales apresurar 
au advenimiento haciendo una guerra eneatnizada á la religión y á su; minis- 
tros. Se destro/a un convento, decía R¡ Diarüi dt Avhoi (ej ag. 1 359), y sobre 
sus escombros se eMablece un buidel. lÓslo lia sucedido en México, Se abrió 
una calle destruyendo part* del convento de San Francisco, y alwia se ve, en 
tm sitio antes venerado, una accesoria infame, Se profana un santuario, te 
viola el aliar; y la r¿tnH-ra apari-ce ccigalanada con las vcst¡durn.s sagradas. 
Ésto ha sucedido en Ijuadalajaia, en San Juan, en RUatlin, cu Mascota, en 
Ameca, en Atcmajac de las Tablas, en Ahuacailati, y en otros muclius Inga- 
rus. El Udrón brinda e;n el cAlií del sacrificio. Ésto ha sucedido en Morelia 
y en Guadalajara. Bn Moieiía, los ttoMadoít de Epítauío Huerta arrastraron 
por las calles de la ciudad el íijínii de nuestra redención, y apalearon y acu- 
chillaron Ja imagen de la Santísima Virgen. El General Pacheco fundió un 
cálie de plata pillado en una iglesia y se IiÍku con la piala unas uspu«ku. 
{Memorias de Sebastián X^rJi^). No se puede confur h la pluma, dice el pre- 
ciudü periádico algunas abominaciones consumadas en los templos por los 
liberales. Baste decir que en el de Magdalena la gavilla de Rojas cometió 
crímenes peorcs todavía que la blasfemia, el asesinato, la fornicación, críme- 
nes sin nombre. 

Riíspeíbo al clero, dice Rivera qtie « tuvo mucho que sufrir de las auto- 
ridades. » En Oaxaca, el Gobernador Marcos Péreí prohibía que tuviesen 
cura de almas los sacerdotes que no juraran la Corntitución, 

En mayode 1S57, habiéndose negado algunos curas del Estado de (lue- 
rrero á jurar la Constitución, Juan 'Alvarez los envió picsos al castillo de 
.^capulco. Ésto fué causa de que el indio Juan Antonio se levantara derro- 
tando al Coronel Navarro cerca de Ixtla, y matando íl lodos los jefes y ;L 
1 30 soldados. 

En Guanajunto, Doblado decretaba que los confesores absolviesen i. los 
jununentadtis y adjudicatarios. 

En Morelia, el se^or Peña, Gobernador de In Mitra; los Canónigos 
Rafael Camacho, José María Arijaga y Ramón Caninchn; los Padres Tetan 
y Mariano Carrión salieron de-isierrados en <:omi>añia de su obispn, de orden 
de Epilacio Huerta; y el Padre Melgarejo, Vicario del Saj-rario, fué senten- 
ciado !Í ocho años de presidio por haber exigido la retraclación a un penitente 
juramentado y adjudicatario de bienes eclesiásticos. {Av. %\ mayo 1S58). 

En 8an Luis Potosí, ei presbítero Florencio Váñez fué sentenciado á dos 
años de destierro por haber indicado A un individuo i|ue parj. celebrar *u 
matrimonio debia retraélarse de su juramento y dcvobcr lo robado íÍ la 
Iglesia. 

En esta misma ciudad, Juan Zuazua encarceló al Canónigo Garibay, 
annenaiándole con la niuerie si no le entregaba $ 10,000. Escribía á Ignacio 
Zaragoza : e Creo que onda alcanzaremos con el canónigo, y que sólo «lo- 



i6o 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



mos perdiendo el lieiiipo : por ésu luc parece conveniente que lo desEwdw 
de una vet ... Aquí los fitules iintliin un poto albotoludos, pero es neccsaóo 
que \iá le llegue ni peUeio ni canónigo, ó los $ 10,000 sin un real menos, y, 
condición, quf salga del Estado. » Zuaaiia recogió los $ 10,000 (^íi'. 3 sepl 
1859); y más larde sa le erigió, A tan insigne hiíros, vencedor del canónica 
Garibaj-, una esimua de bronce en la ciudad de México, como ñ beneméri] 
de la patria. 

En Puiíbla, .\latriste se ubría á lialawis los pauíeones para i^nterrari 
ellos Á los que morinii ini penitentes. 

En QucrélatTJ, cri Conijresf) decretaba que no se oyera en Juicio á 
que no hubieran jurado la Cünstltución, decreto que luaiidó acatar el 
de Ssnla Ana, Tutuio ar^'jbispo de México '¡yon Zacatecas, Ortega imp 




' Dice la Sagrada Kacrilura ; Ne laudes hoiTiíiiciii in vila sua; y 
Máximo agrega ; Lauda post mortetn, quando nec lauda.iitcm adulatio movet, 
nec laudaiuní tentai elalio. ¡Láslinia ^r-aude que Trinidad Ua^tirio 110 liari 
tenido presente este sahidaljlf consejo, antes de dar ."i luz esa calamitosa l]ia> 
grafía del señor Alatcóii donde extrcnui la adulación Imsta el gradu de 
vertir en timbres de gloria para su liérot;, unos hechos que %':iliera más 
haber jneneadol Al haber sido yo el señor Alarcón, á mi torpe pant-giristaj 
hubieía declarado marañal» ipso í'a.&.o, entregándolo después al brazo secuí 
Por forlmiíi que en esa liena del pulque y de la eh.tramuwa. las cosas 
(lasan como en otras partes. Allí, los hijos de ^ía^lfl Ignacia de puro jí 
dos tienen gracia; y en ésto no me dejará mentir Trinidad Basurio cu^ 
fcirrago indigesto y soporífero le sirvió de anzuelo p.ira pescar una prebent 
Pero, vamos al grano, es decir, a la paja, y pondere bien el leclor los c< 
ceptos siguientes, parto que vino derecho del ingenio del señor prebcndac 
4 En el año de [S55, iJltiina época en que jrohernó al pafs el GcD< 
]\ Antonio I-Api:;); de Santa Anna de fatal memoria, se pnrclamó en Ayul 
un plan iKílítico para derrocar al Dictador y constituir á la Keptlblíca 
instituciones plenamente democráticas. Ese plan encontró eco en todaij 
nación... Ei señr>r Alarcdii .sin desconocer como stibalierno las ravoiics 
que Se fundaran las prole-stas dt: tos prelados contra la Coiislitución, 
código notable, y ejerciíandci <;se juicioso laílo que desde favtu ha sido 
¿1 cafaéieríslico, recomen í aba ;í sus íetigrtses, el respeto y U obediencia áj 
Constitaciáo, como emanada de un poder legítimamente constíUiido. Qilí| 
no falte cjaien censure la conduela de nuestro biograliado al obrar en des 
eneldo con sus superiores; mas ú u\ sucediere, no3 Lastara decir que U 
grandes mártires del cristianismo doblaron el cuello ante el íanatismi» de l<j| 
Césares; pero jamAs lapizaron el grito de rebelión. Por oira pane, el señ( 
Alarcón no hizo iiús que adelantar su siglo, supuesto que nuichos af 
despUL-s, la sabia [jolítica del respcmbit Pontiriec León XIII iia saiieiur 
pienameme el proceder del softor Alarcón. > Sobran comentarios; y aa['j 
como se explíc* el que E{ Diario át¡ fínxar (13 a.br. 1901) cniiiteía la \i 
de cj'uc 5e « erigiese un inonuincnlo á I>. I'nJspero Atarcón como á celoa 
guardián de las leyes de Reforma. » 



Ib pena, capital á los t{ue sirvierao de testigos para una retraftacíón del jura* 
mvnlo de la Constitución, {j4t>. 95 enero 1658, 93 ee[)t., ^ 1 enero, 22 nov., 
1860), 

En septiembre de 185S. el Genenil presidiario Juan N. Rocha, < quien 
más d« una vez empapó «iis manas en la sangre de los sacerdotes, > (Viarío 
Oficial de Jalisco, apud Gal, t. i. p. 357), golpeó biuulmeiite al cura de 
Atoyac, le Ihío tuinai- el fusü y se lo llevó pie A tierra incorporado 
entre su chusma; porque éste se negó i dar la absoluciórt á tin jura- 
mentado. 

De Tepatitlan escribía cl gueinllcro GhiEardi <3i sept. i86j} al bandido 
Antonio Kops, que <! habiéndosele desertado más de ochenta soldados, I04 
había rtemplaíado con los religiosos de los alrededores de San Juan, o (Carta 
original que nos cDiiiunicú el General Lie. D. Remigio Tovar), 

D. Antonio Ruiz, cuia del Espinal, desterrado por los liberdles de 
Papanila í Veractuz, fu¿ atacado del vdniilo y sucumbid en e! camino, no 
habiiíiidijsele permitido usar de los recursos t|uc podía haberse proporcio- 
nado, ni siquiera pasar á una casa particular á atender k su curación. \AtK 
4y 3oüa, 1S58). 

Por entonces, había sido ya asesinado el canónií^o Veiá/.quez de la 
Cadena; y muchos cclesiástico^, para escapar de una muerte segura, habían 
tenido que desterrarse de su pairia. 

En diciembre de 1860. hubo en Gtiidaiajara una leva espumosa : lodoa 
cuantos caiuJí en ella eran puestos en líbc:rt;id ^i denunciaban á un eclesiástico 
y ayudaban á su aprehensión, lo cual dio por resultíido el encaicclamiento de 
13 sacerdotes que sf habían negado á jurar la ConslituciiSn. (Av. Dic, líéo). 

El aS de octubre de 1859, Iniestra escribía é. Degollado : ^i Espero que 
tendrí el gusto de ver á ud en el valle de México y de ¡lyudatie p.ira !a toma 
de la ciudad pontificia. Allí tenemos aflualmcnle la recopilación de todos los 
monigoies; y cuento con adornar los faroles del alumbrado con sotanas y 
bonetes y casullas ^ 

Por haberse negado i. obedecer tas leyes diílsuias por Juárez contra ¡a 
Iglesia, el Padi-e Mariano Mejl-T, cura de Piduicilco, fué traído a Vtracruz, 
asesinado en el caminu por el jefe de la escolta, Feliciano /.apata, y acribi- 
llado á balazos por los soldados que lo acompahahan. El cadáver quedó 
tirado en el campo y despojado de la ropa por sus asesinos, ^--jf. i'díc., 1859 
y 19 junio 1860), 

Kn agosto de 1860, el guerrillero Cuellar mandó al jueí de Cbimaihua- 
can ahorcara en la puerta de la iglesia al cura de aquella población, IJ. Manuel 
Villascñor, por su falta, de adhesión á los eonsliluciona listas. 

Kn León, Ortega tenía ocho sacerdotes x quienes liacta hacer el ejerci- 
cio á las hora del sul, y lo* traía de rehenes, por si les fusilasen un bandido, 
hacerlo el con aquellos inocentes. En Irapuato, ilevabn doce sacerdotes 
vestidos de blusas enramadas y formando la descubierta, paia que estuviesen 
expuestos á los primeros tiros en cualquier encucnlio. (Av. % oíl., iíÍ6o. 3 y 
4 junio 1 859). En .■^guiíscaliemes, había hc«ho sufrir á un vicario una muerte 
espantosa. ^ Av. 10 jul. 1860). 

La Curslián reiijiosn, — ii 



En Bunos, Pu<blila mandó fusilar al cura (Av. 17 abril 1858); y «a, 
Tonila, un siibaltemo suyo ordenó que se descuartizara al párroco de 3j\it\ 
lugar y. i los oíicialí'S conservadores que tenía prisioneros. ( Af. 24 en tío 1860)1 

En Ooxaca, ad«raás det ^an nilmero de sacerdotes que en 1S57 fueron 
encarcelados, se cau^ó en 1858 la ruina de raniilías enteras, con motivo de 
ia ptasccución religiosa. El señor Olgiiin, Cura del Sagrario, fué dcstetrado 
para Chispas. Habiéndose detenido en un pueblo por sus enfermedades, d 
g'jbematlor de Oaxaca previno cjue se le hiciera continuar su marcha aunque 
fuese en camilla. Pero el enfermo no pudo ir más lejos y murió en aquel 
pueblo, ocasion.indo el pes,ir de esie'suceso el fallecimiento de la heniijuia tUl 
s«nor Olguin, y la dtmeiiciii de su hermano. 

El primera de abril de 1859, hallábase en San Juan Coscotnatepcc d 
Hiliguo cura de Zacapoaxtla, 1), Francisco Ortega, rezando en su casA conk 
ánfora del santo óleo colgada al pecho, cuando t-mraion los liberales A redu- 
cirlo á prisión, abofete;lndo!o, escu[)iéndole y maltratándolo hasta el grado 
de arrancarle el santo óleo. Todo ensangrentado y desfigurado lo presentaron 
al General Pedro .\mpudia quien le ordenó jurara la Constitución, á lo que 
se neg(i el s-iretdtitL'. Irriladu Ampudia mandii cortarle las oiejas, saraik- tus 
ojos y arrancarle la lengua (Vo::. s díc, i8y6); y en tan doloroso oslado, lo 
arrastraron de los cabellos hasta d patíbulo donde lo acribillaron á balazos. 
No saciadas estas fieras con tan airo/, carnicería, destrozaro nel cuerpo ele su 
victima y descuartizáronla después de haberlo muiilado horriblemente, f Av. 
28 y 31 mayo, i oifí. 1859). 

Este General es el mismo que en 2 1 de septiembre de 184o se portd tan 
cobardemente cuando los Norteamericanos sitiaron á Monterrey por éJ dcicn- 
dida, Hab¡i,-ndo hecho explosión una bomba del enertiiso cerca de la Casa 
donde estaba alojado Ampudia, éste se trasladó inmediatamente a la sala 
capicular de la iglesia catedral; pero, por baber caído en este edificio otras 
dos bombas, nundó el hravo General tocar parlamento, entabló pláticas con 
el invasor, y, teniendo consigo diez mil veteranos, emre(;<3 U plaza de Moi 
tcrrey y el Estado de Nuevo León a! general Taylor que sólo contaba con 
seis mil hombres. (Av. 30 nov, 1859Í, Santa Anna le mandó formar causa por 
este hecho (Barc)^ lo que le valió más tarde la fama de cobarde, como lo 
asienta un csciitor liberal. (Aín/c. p. :;48). Es veráad que cuando cayó en su 
poder el anciano é indefenso cura de Zacapoaxtla, tomó entonces una esplOn- 
dida revanchit digna de un General tan famoso. 

El 25 de septiembre de iSSa. llagaron á Qucr¿taro unos saceidotcs que ■ 
formaban parte de óchenla que ei bandido Rojas había sacado de varios 
puebles, obligándolos á caminar á pie y iimarrados. Rojas les daba de palos 
todos tos días y había fusitida ya A tres de ellos en el camino. Del mismo 
modo fitsiló á las Religiosas de un convento poique no quisieron abandoiiar 
su casa. (Av. 33 sept„ 1858. 4 o6t., i&fio). 

Los eclesiásticos del obispado de Guadalajara que en aqttella ifpaca 
lufluo^a fueron asesinados por los liberales, son tlabino Guti¿rrei!, Cura de 
MaRcoia fusilado en Guadalajara el la de junio de i86i;Bernal)!f Ptrez, Cura 
de Jacotepec fusilado por Rojas en el mismo pueblo el lo de marzo de 1 863; 



as 



J^éiíK Ojeda, Vicario del Cura de Tepic. fitsibdu por Ramtín Corona eu 
Samb^o lt¿cuinlla; Juan N. Ávalos, Vicario de la pacroijuia de Guacliinango^ 
a!i<:-:ii[i.idO' ín Mascota A tiros de revolver y estocadas de verduguillo por el 
General Julio (iarcia y su segundo Ignacio Guerrero, el t"' de enero de iSíio; 
Francisco Flores Saucedo, Vicario del Cura de San Gabriel, degollado por 
Rojas e« Zacoaíco; y Práxedis García ahorcado por Rojas i inmediaciones de 
Toniia en fin de 1S5S ó ¡irinujros dias de 1859. (.<v- ele. R. Tovar. Las Pert' 
¡^riiiiicüities Religioías. p. 124 y sig.) 

Ia muerie de esie último sac«rdote fué acompañada de un lujo de 
crueldad y barbarie que sdlo pudiera presenciarse en las tnlius de anlroiiófa- 
g03, y que nos refiere un ^ scriior en eslos términos conmovedores : < La ruvolu- 
cióh, como uii grande incendio se tomunicaba á todo ei país, y las viííiimas 
que aplacaban el furor divino (.-ran los sacerdotes. Cada individuo qucejerci.i 
algiín mando ó que deseaba algún empleo, no tenía que hactr otra cosa para 
conseguirlo que piirse^uir á los sacerdotea; lara era la población en que no 
hubiera un sacerdote procesado ó vn la ciírcel; y cuanto más veneraMe en, 
tanto m.'ts se le perseguía : la popularidad adquirida en fuerza de sus virtudes 
era el motivo de su prisión, pt>rque se le conwdernba como revolucionario; y 
una vez caído en manos de sus perseguidores rara vuz escapaba de la muerte. 
El corazón se estremece cuando recuerdo los tristes episodios de algunos de 
mis hermanos. 'A uno de ellos se le tomi prisionero, y después de haljerlo 
hecho sufrir todo cuanto se quiso, se le sacó al campamento, se le puso al pie 
de un árbol y se le dijo : Te voy á matar, y lo peor es que te va á llevar el 
diablo, porque no hay un monigole que te confiese. 1.a uíftima respondió con 
la dulíura y el valor de un manir ; Dios tendrá piedad de mi; yo te perdono. 
Apenas hubo pronunciado estas palabras se puso de mdUlas y dirigió una 
mirada al cíelo para rogar á su Padre celestial que pardonara á aquél que sin 
autoridad y sin motivo le privada de la vida. En tanto que el mártir oraba, el 
verdugo desenvolvía la reata del caballo que montaba; tira una punta sobre 
un braso del árbol, y uiia vci pasada sobte el Lira/o, la lomii, hace una laüada, 
la pone aL cuello del sacerdote, y con un tono insolente te dice : Para matar 
á ustedes, no se debe gastar la pólvora, Ha vuella i la cahcaa de la silla con 
el extremo que tenía en la mano; aguijonea ccn las espuelas al caballo; este 
se dispara, levautando i la vídlima con violencia, que da un fuerte golpu euii 
el cráneo en el brazo del árbol. La sangre corre á borbotones; pero la víctima 
aun palpita; la deja caer desde la altura adonde la había levantado, la vuelve 
¿ levantar por segunda vez, y el golpe e.^ tan terrible que la masa cerebral 
queda ¡legada en la rama de donde se va desprendiendo en partículas pe- 
queñas. Cae el mártir al suelo, ya no hace movimiento; su cuerpo está teñido 
de sangre; su cabeza no presenta sino ima nias.T deforme; el verdugo lo mira 
con rencor; y como ai acabara de ganar una gran viíloria, manifiesta isiar 
satisfecho de su obra, recoge la reata y abandona aquellos restos dignos de 
respeto *> (Pbro. Fermín del Socorro Martínez. La Ciencia Mbifema). 



SSTION RELKTT 



CAPITULO IX. 



Excesos de ioi ¡üuralfs rtsrtmiiios tn nniro /a/afirii : irictnííra, asesinato, 
roéo, etiupro y ¡Htrra d la autoridad. — Sah^jitmo de CanajaJ y de ¿iejas.^ 
Lat matanzas de San jÍno» dti Ttu!. — P¡ait dt Xaeatt Grwih. — '~ Apfí^ 
din dada por e{ partido liberal rf aquellos txctsos. 



"nNornies é ¡natidilos íueron los excesos de loda clase que las ^erri 
■^ liliL-ralcs comelieron, no sólo contra el clero, sino coiitni Ja sociedad 
.■ntera. Reconoce- un escritor liberal qué <■, ¡jocas luciicioiies hncc la Hisiom 
de gut-nas civiles en l,is cuales las pasiones, la codicia, el espíritu, de latrocÍDÍO 
y tos odios de partido huliíesen manífestádosecon tatiía violencia como laque 
provocaron en México la aboliciiín de los fueros eclesiáslicos y la desamoHhdl 
zación de los bienes del clero, i- (Cjí. t. 19, p. 856^ ^^| 

Al lanzarse fti(uc;llas guerrillas á la riivolución, no fui.' tamo su objeto 
[nocurar el triunfo de la causa liberal, como saciar sus instintos brutales, da 
coiiijjleto desarrollo á un programa que i-esumirse puede en tas [mlnb 
incendio, asesinato, robo, estu¡.>ro y guerra A la autoridad. Nunca podrá 
partido liberal sincerarse del cargo qiiL- le liacen sus mismos [laitidarios 
haber dado rienda suelta á todos los bnndidos de México, y de haber pj 
jado los crímenes espantosos que aquéllos cometieron peleando bajo la 
dera juarisla. 

« Ciertos hombres coiun Aureliano Rivera, educados lín la escuela dC 
guena civil, faltos por completo de cultura intelt;<5íual, é incapaces, 
consiguiente, de apreciar d valor moral de las causas que sostiínian, ni 
comprender los motivos que hacían licito el hecho de eaipuftar las arm 
escribe Cosmes, lietien la conciencia de que proceden reílaiuenie, lanz; 
dosc á la pelea, y de que no son verdaderos patriota!» y buenos ciudndaili 
más que aquellos que toman i>arte aétiva en las rebeliones contra el 
establecido, Fste poder, cualquier que sea, es ;Í sus oji>s un tirano ; y ¿ no 
sirve acaso á la patria combatiendo á la tiranía? Fste erróneo criterio, que 
el corriunfe entre la mayoría de los hombres de acción, no es por cierto el 
la generacidn mexicana aíliial, y á la. cual debe serle dincil explicarle cúi 
pudo haber hombres que de buena fe creyesen que era iiuicslTa de conslanc" 
y de fimieza de principios el combatir por medio de las amias a iodo indivi^ 
duoqiie ocupase el poder supremo, aun cuando esos mismos hombres hubíesi 
luchado para elevarlo al puesto que ocupaba. Y sin embargo, e^os humb: 
existían, y Aureliano Rivera era uno de ellos. Para él, lo mismo que 
muchos otros, el trastorno y la guerra civil constituían el estado social perfe. 
creyendo que los verdaderos principios liberales consiílíain en hacer la gue 
Íl \sl autoridad. » (t. 19. p. 43S) 




capítulo IX. 



'65 



En esta mismn creencia estaba ííonzdlc/. Ortega á quien |K-rieiieccn la 
EÍguieQte proclanu que dirigía a sus forajidos el 1 1 de agosto de iS&o : ^ En 
México hay lieos sibaritas y tesoros inmensos en los leinplos. Todas estas 
riquezas os pertenecen, y yo las dislribuir¿ emie vosotros con la misma purcaa 
con que os repartí las alliajas de la parroquia de i^acatecas y catedral de 
Duungo. Mis amigos ¡adelaiiie, adelante! Maicheisios A la capital. I_a Keforiua 
se alttir;^ pasOj ) mal que pc>e i\ lo» retrógradas, ¡lili donde U hermosura 
osiínia sus arreos y lozanía, habrá raatrimomos civiles; y las bodas lus cele- 
braremos i los pies de la ustatui de Vemis, » {^i-. r(t y 22 de agosto 
de iñfio). 

t La república mexicana, escribía Vidaurri á Zuaziia, (7 mayo 1S58) 
está degenerada; su ra«i con exclusión de la del norte, envilecida; y loca á 
nos'jtros regenerarla. ¿Cómu? Va lo sabes : hacitiidü qiic los >-alientes hijos 
de la frontera se enlacen siu niíis bendición nupcial que la mia 6 la tuya, coa 
las bellfis hijas de los Estados (luc para nuestra coalición vayas conquistando. » 
{Af. 19 mayo 1858). 

Conforme á este programa, Puéblita robó en San Miguel de Allende una 
hacienda, y untes de asesinar á su dueño, le impuso el tarmeulo de hacerle 
presenciar la violación de su esposa por diez de los bandidos que acompuftaban 
ít dicho guerrillero. 

En Huamantla, se lazaba á las mujeres en la mitatl del dfa y en presencia * 
de Cfirv'jijal, pura que sirvÍL-st-n dt pasto, en medio de las calles y dcntio de 
la parroquia, ;l la impúdica brutalidad de Uis hordas liberales. (Av. 
JO mayo 1859). 

En la hacienda de San Nicolás de los Agustinos, cerca de Salvatierra, 
los liberales -¡t robaron el cáliz y los ornamentos de la capilla, empleando los 
galones de ]as casullas en franjus de pantalones, y laR alban en enaguas de las 
meretrices qut; los aconipafiaban. En seguida, violaron i loÚM las mujeres 
siirrespelar la poca edad de algunas de ella^; ¡mea, las gavillas de Cuellar y 
Joan Diaz no tenían e.scnlpulo en ultrajar torpemente á niñas de ocho años, 
diciendo que ésto eia el justo casiigr» que los liberales reservaban á sus opre- 
sores. \Ar'. 10 julio, 33 jimio 185&, y 14 ag., i86o), 

La gavilla de Cuellar invadió á Papan tía. Sus bandidos violaron á diversas 
mujeres y descuariiearon A una joven después de haber abusado de ella varios 
bandidos. (-'Jí'. 4 o¿l,, 1860). 

En julio de iSha, las gavillas de Aureliano Rivera y de Juan Díaz, 
después de nn teñido combate, se apoderaron de Xochimílco; y para ven- 
garse de la oposicitSu que se tes him, quemaron las cuarenta cas.15 dt:l pueblo, 
destruyeron los plantioü de verdura, arrojaron de la torre de la iglesia al suelo 
i los que encontraron allí defendiéndose, robaron :i todos, mataron á muchos, 
estupraron á todas las mujeres, y, en recuerdo d^su lubricidad, á toda mujer 
violada le corlaron el cabello. 

Otro caudillo liberal, Aatonio K. Landa, reconocía que en su escuadrón 
de ("oscomaiepec, >< todos los soldados cometían diariamente abusos, y que 
era Mcandaloso el robo de teses eíeíluado todas las noches por estos Uatv 
didos. » 



Ii5ñ 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



El guenilleru José Mana Morebs confesaba lo mismo en esta carta poi' 
ci dirigida á Zaragowi desde Monurrey : ". Nuestros soMadOB no se vienen 
l»ara ver a sus familias; s<Ílo piocuraii regrt'sar [rayendo be^^tias y alhajas. Lü 
dejan, y les es indifeieiilc volver á ia giierru. É^la es la verdad ; y ya ve usted 
i\ el estimtilo de un botín es iulicíente para excirar su codicia que nosolios 
llámanos valor. Lo que impotia es que encuentren siempre donde ejerdtai 
su industria, y que no se les pongan trabas á sus buenos deseos. » {Ar 
julio 1860. s oél. 5 dic 1839). No habiendo bailado el General Simón 
Gutiérrez donde ejercitar su indusiria, se mettó á plagiario y murió en (lus 
dalajara matado por la policía. {Ccs. t. 20, p. 452). 

En junio de iS6q, González Orloe;a vino á la finca de Salinas y con el 
pretexto de qiif el adm i nist radiar de ella, Ciro Alcain, estaba en relacione> 
con el General conservador L>. Silveno Kami'ie/., le increpó duramente y le 
previno se dispusiera, para morir si no le entregaba unas $ 100,000, Alcain 
que fiaba mucho en su inocencia y contaba con desarmar la codicia de 
Ortega, no qui>o ceder, y en la misma noclie fué sacado de Salinas y llevado 
á la hacienda del Carro, Estado de Zacatecas, donde á su presencia se íormd 
el cuadro y se designaron los soldado? que debían fitsilario. La viélim-i se 
sobrecogió de |iavor, perdió el hálala y ;í señas pudo indicar á sus depen- 
dientes que lo salvaran mediante la suma de % 60.000 que recibió sin remoi- 
dlniiento Gonz-ileü Ortega. iAr. 10 julio iSóo) 

"A veces, los guerrilleros liberalL-s robaban indistintamente tanto á sus 
amigüs como á sus enemigos, pasando unas escenas parecidas á la que cd 
tono huiuonsiico refiere EJ Diarh de Aiñstn en estas Ifuf^as : # Asf, pot 
ejemplo, se encontraban una hacienda al paso, en la cual veían unas treinta 
ó cuarenta mancuernas de bueye-s; el cabecilla preji-unlaba cuyos eran; y 
sabiendo que el dueño era Juan : ;.\Ji maldito reaccionario! exclamaba; con 
estos aniínalitoü nos haces la guerra. Has ijecado, y tus bueyes los emancipo 
de la odiosa servidumbre en (|ue los tienes. ¡Sus! muchachos; cada cual 
llévese el suyo. Pero sucedía que e! tal Juan daba pruebas de liberalismo,: y 
entonces el cabecilla, cambiendo de tono decía: |Ah!muj bien: estamos 
entre amigos, y poi consiguiente en nuenlra casa. Defendemos una cansa 
misma: y el que sirve al altar, del altar come. .Así es que esos treinta ri cua- 
renli bueyes servirán para alimentar á los defensores de nuestra santa líber 
tad. ¡Vamosl muchaclios, aquí nutstru amigo contribuye con esa pcqueñc 
á los gastos de la guerra. )i (16 marzo iS6c) 

Confesaba el General liberal Echeagaray que <*. los tancheios estaban^ 
tanto en contra de ios oficiales liberales, por los males que les habían cau-; 
sado, c^iK! cuando los hallaban dispersos, los mataban como á perros. •>> \PasÁ 
t. I. p. 150) 

En septiembre de 1859, Alatriste logró apoderarse de Zacapoaxtla 
despü<ís de un reñido combate. -Sus soldados frenéticos de rabia, dieron I 
muerte á más de doscientas persona'* inofensivas, saquearon todas las casas; 
i incendiaron los pueblos de las inmediaciones, Tatostac. Ahuacatlán y.j 
Atagpan, después de haber reducido á cenizas un barrio de /.acapoaxtla.i 
Para ¿o/arsc en su obra incendiaria, Alatriste se subió á un punto llamado^ 



Comahcpec, desde donde vio con sumo (lUcer saüt de tmre las llamas Á 
los hombres pacíficos, á ias madres cargando en bra»03 á loa inocentes hijos 
par librarlos del fuego abrasador. Unas dos infeüces mujeres llevaban á dos 
ctiaturas recien nacidas; y porque era» esposas de consen-adores, les cogie- 
ron ios niños por los pie?, y rompiéndoles el cráneo contra el sucio, decían : 
Puesto que tu padre no parece, tii pagarás su rebeldía, y de eita manera iiá 
concluyendo poco á poco la raza de los hipócriías. (Av. fi y 20 oft, 1S59) 

En a<iuelIos tiempos calamitosos se cortaba las orejas d los conservadores 
{M!J. 32 fehr. 1858), líse degollaba á los ancianos, se fusilaba i las mujeres, 
y vieron laa madres arrojar á niiSos lactantes en peroles de agua hirviendo. » 
{ í^»5, 5 dic, 1S96) 4 El lector jugará de ésto como quiera, dice gravemente 
el honorabilísimo señor Vigil (p. 451), como lo llama Frías y Soto (p. 10:), 
gran debela-dor de fiaüts y demás malandrines; |ir>r lo que á nosotros toca, 
preferimos consignar el hecho de no haberse manchado la causa liberal con 
la sangre de ningiin enemigo vencido, d Y ¿so que en la composición de su 
pretenciosa Historia de la Reforma, proclama el referido autor que «. procuró 
colocarse sobre toda mira apasionada. * {p, 53) ¿Qui otra cosa más enorme, 
pues, hubiera podido decir, caso de no haberse coloc.ido en un lugar tan 
eminente? Por lo que á nosotros toca, preferimos consignar las ingenuas 
palabras del panegirista de Juárez sin ningún comeiit-ario, para que vea el 
leftor con qué torpera los masones deñenden la causa del retroceso y barba- 
rie, y con qué justicia se CKpresú Ln ("Vs t/í Af¿j:¡ci'y al apreciar en esioa tér- 
minos la obra de Vigil : <( Mal que pese á los síouaces del liberalismo, ella 
será tenida por los impau'iales como un viionumento le/anlado á la meiilim, 
d la pasitjn política, á la hostilidad más estudiada á la religión., Á. las tradi- 
ciones y a. los inleriBses más caros para Míxioo. > (27 junio 189») El único 
sacerdote que paladea con delicias las injurias que en su des pre'^tig inda His- 
toria lanza al clero el señor VigiV es Agustín Rivera, quien la proclama 'i obra 
mií]f interesante. » (p. agS) Sin duda, serA para oírse llamar 4 honrado y sabio 
sacerdote 1. {Pan', p, 72), por Bulnes quien eti «n acceso lie clerofobia, denim- 
cia « la plaga clerical, y la inramix del calolicismo, el cual es el aic-iitado más 
horrible contra el individuo » i^Porv. p. 94, Si, 69), segiín ese talentazo qiie, 
hasta para blasfemar, tiene qtiL^ plagiar á los autores franceses. 

Cuanto á Manuel Üoblado, tampoco manchó la causa liberal con la 
sangre de ningúa enemigo vencido, por más que se jaiílara di; haber mandado 
fusilar á más de mil setecientas pw^onas en el solo Estado de Guanajuato. 
Respeiflo al Estado de Jalisco, au gobernador Pedro Ogaíón publicó el 
¡r de julio de iS6t, un decreto en cuya virtud condenaba á muerte á todos 
los oficiales y soldados que habiendo militado en el ejército conservador, se 
quedasen en el Estado sin permiso exiirescí de 5u gobierno, asimismo á todos 
loB antiguos empleados civiles del gobierno conservador que «de cualquier 
modo que fuere » estuviesen hostiles «1 Gobierno liberal. (D/m.) 

<i Entre todas las guerrillas que asolaban á la RepiíbUca, dice Rivera, 
ninguna cometió los excesos que la mandada por Carvajjil, compuesta casi 
toda de ladrones y asesinos que dinriaTtienie ejecutaban los más j^randes 
atentados. El desgraciado territorio de Tiaxcala fue el que más sufrió. He- 



i68 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



¡;audo á estar los pueblos y haciendas en l.t mayor miseria, por los contiauoi 
movimientos de los gucrnlleros y de los que los perHcguíAn. Por todas aqae* 
Has comarcas veíanse cenizas de los úicendios, dcrribndas las propiedades de 
los que pasaban por conservadores, y aun la de muchos liberales. Porcióe de 
huérfanos lloraban las conseciieneias de l;i lirutal conduela de las guerril 
lan lurrihlL's como odiosas. En esta c|>oca liiítnosa no conoció limites bl 
tiranía de Carvajal; á sus mandatos nadie resistía, y ganados, carros, sémilln 
y peones rjiiüdalian á ^u dtípusíctón.9 

Vísperas de acercarse á México. Carvajal ordenó que fuesen cogidos de 
ievi doscieiilos hombres entre Tlaxcala y sus inmediaciones. Su orden 
ejecuKi en hombres pacíficos, honraduB. y en U>s infelices labradores. Multitud 
de ejiposís, madres é hijas fjeron ¿ arrodillarse á los pies del caribe; y en 
vez de pcoporciuiurlcs consuelo, ordenó el infame que todas fueran coa- 
ducidíis - al ciiattei y puestas á disposición de la desenfrenada solda- 
desca. 

Un aíio mi* tarde, en una población det valle de México, esos mismos 
bandidos de Carvaj-il, al saquear una casa, descubrieron en una pieza retirada 
d irt"i jóvernís que pjr temor á los brutales instintos de esos sátiros se habían 
ocultado. En el a¿lo se abalanzareis i ellas, y con puñales y mosquetones 
obligaron íí los p-idres de las nirtas á que, arrodillados y teniendo velas f n U 
mano, alumbraran la deshonra de sus hijas y las lúbricas acciones de aquellos 
monstruos Tales cosas, decía £i üi'ario deAviw¡ { 14 nov. 1859. 36 sept. 1860^ 
no han llegado á hacer los salvajes indónsitos de la frontera. 

El 13 de oílubre de 1860, lograTOn entrar á Qucréiaro las chusmas d 
Carvajal, y cotiit:tieron como siempre horrendos críiin;ni;s, uontándose. eni 
otros, el robo sacrilego que perpetraron en la iglesia de la Congregación, 11 
vándose sus alhajas y vaso* sagrados cuyo valor pasaba de cien mil ptsos. 
Carvajal personalmente desengastaba de las custodias las piedras preciosas cam 
su navaja y las guardaba en la bolsa, lu mismo que las yargantillas y aniUoa 
que tenían las imágenes de lo* santos, niuch3s de las cuales fueron mutiladas ^J 
sa.crliegamente, después de esmerarse á porfía en prodigarles insultos y obsce^^H 
nidades. 'A San Benito de Palermo, cuyo templo saquearon, lo visiieror» de ^1 
blusa y en seguida lo fusilaron. 3e ensuciaron íoiare los altares, pusieron sus 
caballos en las iglesias donde los amarraron de la barandilla; y las igleiia.s 
las convirtieron en burdeles. Nin¿;una mujer, de cualquier clase social que 
fuese, podía salir .i la calle sin que .lUf mismo, delante de todo el mundo, ú 
la luz del din. no se i iese violada. El número de aquellas infelices ascendió á 
más de doscientas. Al caer la noche, comenzó la leva de mujeres de todas 
clases, qued.indu presas en San Francisco durante toda U noche para servir ' 
de pasto á la lubricidad de las hordas de Carvajal. Entre olios crlniencs que 
el pudor no pennile referir, cuéntase que hicieron pedazos á dos niños de 
tres años ;1 quienes üevahan sus madres cuando fueron arrebatadas. Las sol- 
taron sólo en la maiíana del día 1 4. en que esos bandidos tuvieron que salir 
apresuradamente al saber que se avanzaba sobre U ciudad el General conser- 
vador Tomás Mejia. Con uíón decía en su parle oficial el General Leonardo 
Márquez : « El pueblo está lan Indignado, que ha costado trabajo contenerlo. 



para iy'n&t quc deifognse su cdlera en las casss de los dumagogot. » (^V; 
20 y 33 o¿t. 1860) 

En el eTicuentro desgraciado que los íienerales conservadores tuvieron 
el 36 de diciembre di; 1859 con las chusmas de Carvajal, cayó prisionero el 
Coronel Da^a Ar^iieDes <]uieii peleó contra los norteamericanos al lado del 
(leneral Arista, cuando eontalii apenas quince años, y perdió uno de sus 
miembros en esa guerra. Después de haber insultado á su prisionero de la 
manera nvXs cobarde, Carvajal lo mucild, le sacó la lengua y en seguida lo 
fusiló, (yív. 3 y 4 enerr> ¡Sóa) 

« El inmaculado Qcnmpo, » á quien sus admiradores nos representan 
como á iv\ lltanlropo en quien crslaba encarnada lii lutsnia liondad. y ciij*o 
tccorazOii, litcc Rui/., era un cáliz lleno de amor y de ternura, y por éso le 
espantaban tanto las gutrras cítíIcs, » (p. 34) se indignaba, sin embargo, ante 
lo que él Ibinab,! -í la lenidad, diilxura, caiiflad é inspiraciones del cora/ón 
generoso de Carvajal, » á quien increpó por i-ste motivo en una carta que te 
dirigió el a& de septiembre de 1S5S [Oi: t. a. p- 304, _jj6, 307). 

Durante la guerra de la intervención francesa, Juárez mandó al Genera! 
Manuel Márquez de León que se pusiera á las órdenes de esc monstruo, lo 
que valió á Juárez esta respuesta del (jeneral de refercneia : fl Cuando yo me 
bada en contra de los invasar<_-s norteamericanos, defendiendo la integridad 
de nuestro territorio. Carvajal era un traidor que servía al enemigo como 
contraguerrillero, y pot muchos años fué salteador de caminos. Con tales 
motivos, la dignidad no me perniile militar bajo su mando. Dispuesto siempre 
á sacrificar por mi patria Iiasta la última gota de mi sangre, no me siento con 
fuerza suficiente para sacr¡fica.rle el lionor. V para no hacer parte de una 
gavilla de bandoleros, entrego la brigada a! Coronel D. Remedios Mejta, para 
que con ella se ponga á la disposiciiín de Carvajal. Entronizando usted el 
vandalismo, nos hace más perjuicio con .iu política que los traídure-» con sa 
iiiteivcncíón. Los pueblos son empujados á la. traición á fuerza de vejaciones. 
Kn cfciíio, las bandas de general con que sólo se deben premiar al saber, al 
valor y á la hunradeí, se prostituyen en lii cintura de algunos bandidos, s 

l'ara salvar las apariencias, Juárez dio á un tal |0B¿ íli? la Luz Moreno 
unas instrucciones apremiantes de no descansar hasta llevarle muerto ú vivo 
á aquel foragido. Pero, la prueba- de que Juárez obraba con su acostumbrada 
hipocresía, está en que este mismo Luz Moreno estuvo combinando con 
Carvajal diferentes ataques a tas poblaciones, mereciendo más larde que 
Juárez llanwra •>. los bravos de Carvajal f> á la fuerza que este gucrnllero tenía 
á ?us órdenes, y estaba < compuesta en su mayoria, dice un juarisia, de todos 
las desechos sociales '■< {Gti/. t. i. p. 154.) 

Cuando asesinaron á Carvajal, el q de junio de 187», inmenso fué el 
dolor que esa innurle causó á los liberales; y prueba de ello fué « el entierro 
solemne » que hicieron á tan insigne héroe, (Payno) 'A este propó«to deda 
un periódico liberal : if Los atentados á la moral cometidos por Juárez y Lerdo 
corren purejas con sus atentados á la Constitución. 'A las observaciones que 
algunos hacían sobre el inconveniente que resultaba de que se diesen mandos 
importantes á personas de antecedentes vergonzosos, contestaron que esos 



I70 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



eran escnipLiIos pueriles: que !a independencia había de salvarse conñardo sit' 
ílefiJiiaa ú. bandidos y rameras; y se dieron facultades á individuos de jicsimos 
antecedeutes para cometer atTOjidlaiiiientos dt todo gúnero, de que aun 
conservan un recuerdo indeleble los Estados ttonlt-riíos. !> (Lit /•'<■>: r^e yaiafta 
citada por i?/ jlJt«jtr;'fnj de junto de 1871) 

Juárez, sin embargo, se lamentaba de aquellos males; >■ así lo escribid, 
el a de miuzo de jS6o, á Epilacio Hueiia: •>. Lamento como usted los excesos 
que cometen algunos de los guerrilleros que nos auxilian; ¡jcro es preciso 
tolerarlos en odio á los reaeeionarios, porque de otio modo lies abandonarínTl.. 
,Creo que usted habría como yo estipulado que, al cortar cuentas, no s«» 
moleste ni se persiga á los que tan frirazmeiite nos Imn ayudado; pues, 
aunque nucstroa aliado» ven con ojerija á Rojas, á Cíitvajal, á González Ortega 
yá Pueblita, yo les he hecho comprender qne obran asi por instrucciones 
mías, y para quitar lodft clase de elementos al enemigo, i- (Jv. Abril 1S60) 

í Para íonuapie una idea de lo que eran las guerrillas ( liberales) y de cómo 
se las miraba en l.is poblaciones, I¿ase el libro de Ireneo Paz, Aigiinas 
Campañas, en que se describe esa época espantosa, con los colores de la 
realidad, nos dice un escritor liberal. Un anciano que en los principios de 63 
era mozo y emigró á los Estados Unidos para trabajar aüá en defensa de la 
causa reiutblicana, me ha referido los rárlagüs y sustos que le ocasionaror» á 
su vuelta ¿ios franceses? ¿los afrancesados? No, pura y simplemente las tieras 
republicanas que merodeaban en ul sur de Jalisco. Rojas había prometido 
fusilar, mirándolos como traidores, á los juaristas que no tomasen las armas, 
y cuando mi aiformaate y sus amigos, hombrea de pluma, descmbarcuron en 
Man:¿atiillo y avaii;!aron iiacia el interior del pai6, experimentaron varías 
curiosas impresiones : sentirse confortados al ver un puesto francés, alegarse 
al saber que uo andabati guerrillas por los lugares que tenían que recorrer, 
y alsar las manos al cíelo al percatarse de que el paJadin republicano, el 
guerrillero ideal, Rojas habia sido muerto en una refriega con los franceses, i 
{Sa¡. p. ti) 

Bn los días 36 y 27 de enero de ]S6o, este paladín republicano, apoyado 
de una de fuerza de mil bandidos, atacó la villa de San Juan del Teul, en 
Zacatecas, defendida por I0& trescientos vecinos de esta población quienes 
rechazaron cuatro veces á los sitiadores hasta que sucumbieron d. la superio- 
ridad numérica de éstos. Durante los tres días que siguieron á la toma de 
San Juan del Teul, <í Rojas, escribe Vigil, el mismo següu el cual la causa 
liberal no fue manchada con la sangre de ningiln enemigo vencido. Rojas 
cometió los más atroces atentados, n 

Sus bandidos violaron públicamente en las calles á todas las mujeres que 
encontraron, arrastrando á muchas de ellas al templo para ser allí deshonra- 
da». 

El presbiterio se convirtió en establo de caballos, las albas se dedicaron 
para camisas de las meretrices que acompañaban á esas chusmas; y los 
demás ornamentos, después de haber sido puestos por algunos lÉjieros-J 
que se burlaron de lo más sagrado, sitvierotí de sudaderos de sus ca- 
ballos. 




Saqueado el lemplo, Rojas quiso ineendiarlo; y con csie fin mandó 
aco|)iar cuaiiu lefia pudo conseguir, ordenando que et joven criado dtl señor 
cura, fuera quicii ejvcutata. esa horrible iniquidad. Con la sencillez pro- 
pia de su corazón y de su edad, el jovtn manifestó que él jamás quemaría 
í su madre la iglesia, y etk el aiflo fué fusilado por esta noble contes- 
tación. 

Muchas períonas se habían refugiado en el curato creyendo que ahí 
tendrían mis seguridad. Rojas mandó desnudarlas de todos sus vestuarios que 
adjudicó á loe verdugos, y después las hÍAo fusilar. 

Entre ías 160 personas fusiladas, (íVV) hubo varias mujeres ancianas y 
aun niños que no teman ni cinco años de edad, y f¡uc fuirron sentenciados 
íi muerte sólo por el hecho de invocar á Dios o á los santos, ó por no querer 
dar vivas á la Constitución y tnuerns á la religión. 

Fué tanta la sangre derramada era esa ocasiíin, que el patio del curato se 
convirtió en lago de sangre, niendo jirecL-iO nltrir un caño para que esta 
pudiera salir para la calle. 

Rojas Lmscó por todas parles al señor cura; y furioso de no poderlo 
hallar para ejecutar en é\ sus crueldades, mandó sacar los ojos al pcrru del 
sacerdote dejando \'ivo al pobre animal. 

Ames de sali r de San J iian del Teul, saqueó lodas las casas, quemó todo 
lo que no pudo tobaise, y se llevó á las esposas é hijas de sus victimas para 
entr€g.ir!as álos sátiros y bandido.'i qti€ lo acompafialian. 

Pocos dias antes, Rojas habia cometido los misinos criniene.s en la 
EstanKucla. I^os vecinos de cate pueblo, sin armas casi todos ellos, se defen- 
dieron heroicamente hasta que Rojas logró entrar en la plaza fusilando á coaa 
de cien persona» con los dos Únicos sacerdotes que había en el pueblo. 

El 14 de febrero de aquel mismo año ác 1860, llegó á Aguascaliente-s con- 
duciendo á trescientos criminales á quienes Gonmlez Ortega había sacado de las 
cárceles de aquella ciudad para regalarlos 1 Rojas. Un sacerdote que no jjudo 
huir con tiempo de Aguascalienies, cayó en poder de Rojas quien le diú un 
baño de petróleo y en seguida le aplicú fuego, espirando el inteüí en medio 
de torinenlos indec!bles. {^-Ir. 7 nmrzo 1860) Kn Aguascaiientes. mandó matar 
veinte personas, niños, mujeres y ancianos, sólo porque se le perdieron dos 
caballos. (Julio Guerrero. /,a Génesis del Crimen, p. 347) 

Por dondequiera que pasasen sus chusmas, se repetían las mismas 
escenas : ésto es. dice Ireneo P.iz : « El coineicio daba su dinero, Uis mujeres 
su honor, y los pobres sus caballos. » (t. 1. p. 91 ) Y ; ay de aquclioa que se 
resistían ;í cumplir con los deseos de esos bandidos! it. \jxs problaciones en 
donde no sean recibidas las fuerzas republicanas con regocijo, decía Rojas en 
su plan de Zacate Grullo, serán incendiadas y sus habitantes obiigadus i 
pelear como soldados rasos ó pasados por las armas. Todos los prisiuneros 
que se hagan al enemigo serán pasados por las arenas inmediatamente sin nece* 
sidadde identificarse la persona. Todaslaspnípiedades de los partíeulares pasan 
á ser propiedad di; las Brigadas Unidas [de Rojas, Herrera y (;arcí.n); en 
consecuencia, todos aquíllos que se rehusen á proporcionar víveres, pastura», 
dinero y cuanto más se les pidiere, serán pasados por las ar[na.s. Todos 



aquéllos qutr no aprueben el presente pa¿to, serán consíderadus corno enemi- 
gos y ifjuiados por liis armas. » 

Oigamos nhora Á Irenco Pm, quien anduvo algún tiímpo tn conipafíia 
de esln fiera humnna. « I ,a coluniiia de Rojas se componía de unos Ires mil 
hombres de combate, pero iban allí más de ocho mil personas. El ntimero de, 
las mujeres era superior al de los lioimbrcs. Cada oficial de Rojas IlevAba un 
estado mayor, y hasta los soldados llevaban ordenanzas que les eatiratiati sus 
caballos de mano, [íotquc no se había dejado un soU» caballo en ranchos. 
hacietidAs y poblaciones. A menudo se oían disparos di: pistola : tta que se 
ofrecían frecuentas disputas entre los soldados y oliciales por las mujeres y tos 
caballas que eran los que compon (an por entonces el principal botín. Se hacían 
de palabrits y como la costumbre era pcluar poi cualquici' cosa, sacaban las 
pistolas y disparaban á quema ropa quedando algunos úv los combatientes 
en el camino. Tuve oportunidad de ver otras escenas espantosas, y eran las 
ra»clK-iia.s y haciendas que estaban al paso completamente saqueadas. Aque- 
llos desalmados, luego que no encontraban qué robar, prendía» Tucgu i los 
paneros y á cuanto no podían echarse .í las maletas. Todas las trojes llenas 
de mai/. y de otras seindlas, lo mismo que de pasturas, eran incendiadas sin 
misericordia; y pira hacer ese mal gravísimo, los soldados por instinio feíoa, 
se apañaban ha*¡ta cinco leguas del camino para llevar por todas paites el 
Pobo y el incendio. Todavía hubo otros horrores que la pluma se resiste á 
describir. No }iubo casa ni casuclia en nuestro tránsito que no fuetn saqueada, 
ni población (juc no se destruyera. Piaya, el Conejo, el Platanar, la hermosa 
hacienda du San Marco,-! y todo cuanto mis se encontraba a nuestro paso, 
fué reducido Á escombros. Peores que los V,indalos, aquellos salvajes iban 
dejando atrás sólo ruinas, desolación y espanto... 

ü 'Al aprohimarse á Colima adonde iban á poner sitio, Rojas, Simón 
Guiiérrez, Xocliin, Julio García y algunos otro.? jefes de bandidos, tuvieron 
una junta de guerra en que discutieron, no un plan de ataque, sino un proye¿lo 
de saqueo. Yo quiero el lado de U» almacenes, dijo Simún Cuticrrex. Éso 
me toca á mí, contestó Rocbin indignado. Ustedes irán por las hueitas, les 
dijo Rojas : mis muchachos son los i\iic más necesitan remediarse. I'ú tienes 
mucho dinero que darles. Si, pero no querían venir de ios pueblos de Jalisco, 
sino después de haberles ofrecido que se repondrían con los almacenes de 
Colima. También los míos vienen con esa rondieión. Abamos A otra cosa, dijo 
Rojas, (quien manda en jefe? Ante esta respuesta tcduíae qut:darori tallado». > 
(t. I. p. 95 y ji6) 

Hé aquí representada, aunque en rasguño y boceto, por un liberal y 
nU9Ón fanático, la fiaionomia de esa liera llamada Antonio Rojas, que enle- 
rraba vivos ¡i los hombres, incendiaba las fincas con sus habílantL'H dentro, 
desertaba de la defensa de Puebla (Remigio Tovar. Las I'/frí^rininianea Jíe/Í- 
gr'^sai), «cuitaba la planta de los pies A sus víélimas h {Imp. t a. p. 341) 
« acostumbraba sacar los ojos y hacer peores diablui-as con los enemigos > 
(/I/:), mandó sacar los ojoi cow la punta de un pufial á los oficiales conser- 
vadorcs José Antonio Gonzítlez, y Matilde Murjllo (/üi); fu¿ causa de que se 
suicidara el General Caktayud cuando éste conoció la posibilidad de caer 



prisionero de esc monslmo; y < derramó, agrega Irenco Paz, más sangre 
humana que todos los tiranos del mundo. » (t. i, p. 117 y iia) 

Crímenes Can horrendos no excitaban la. mis leve Índigii:ición entre los 
prohombre-i del partido libtita!, y [Jarecín que formaban parte de su programa- 
político, como \o dice Cosmes en esLis líneas : « El gobierno de Juárez con- 
VL-rtía su poder en escüdo para h impunidad de lo^ asesinatos y de otn>s 
crímenes. » (t, zo. p. S71) Vinieron ¿, acreditarlo primero, el e.xtrañamicnlo 
que Ocarapo, Ministro de Juárez, hi8o í Carvajal tocante á su culpable 
<f lienignidad, duhura, caridad é inspiraciones de sii roraíán generoso;" 
secundo, el nomliramiealo de general extendido por Juárez á Rojas qiii; 
nunca supo firmar; tercero, el título de amigo y calilieativo de Evcelentísinio 
qiii; aqud le daha en sus cartas: aun despulís de lo del Teiil no le apeaba el 
Excelentísimo; ctiario, la determinación del (¡eneral José María Artca^^ en 
rechasar la renuncia que de su cargo ai>arenl(> hacer Rojas, euntestándole 
Arteaga desde Aullan el 7 de noviembre de 1S64, en los siguienlts [¿rmtnoü : 
í Me serla imposible admitir la renuncia de usted..., no está en raí mano 
purmitiT que se separen los jefes que por sus antecedentes, principios y cons- 
tancia han prestado sus servicios á la causa nacional... Ud como militar y 
corno liberal, se ha creado una reputaciiín qne se compro metería para siem- 
pre si, sin motivo, se separara. ^ (De unas cartas originales que prestó al 
autor el General y Liceociado D. Remigio Tovar, y que ahora se hallan en 
poder de su sobrino, D. Agustín Tovar). Finalmente, ¿qi»? mejor reconoci- 
miento y aprecio de los servicios: que este insigne bandido pre.<it6 i la causa 
de b harljarie, que la honra por cierto bien merecida que se le hizo de colo- 
car su repugnante retrato en la gatería de los hombres ilustres del partido 
líbiiral, cuando en 18S7 Juáre; entró á M¿x¡co.> (R. Tovar. op. cit. p. lafi) 

Hemos creído lUil, venciendo nuestra repu^jiiancia, referir algo de las 
torpcias y horrores que en nombre del progreso y de !a civilización uomeüó 
el bando juarista; porque creemos que i no conviene, por un muelle y feme- 
nil senlimienio, apartar la vista de aquellas íJjoiíiÍ nación es que se quieru 
hacer olvídiit á lodo trance. Mis enscñan/a hay en ellas que en muchos tra- 
tado.! de Filosofía: y todo detalle es aquí fuente de verdad y clave tie ense- 
ñanza histórica. ► {ffeL 3. p. 594) 



CAPITULO X. 

Síguwio sitio de Vtrfítniz por Míraw¿». — Dtiaiienli} dt lot ¿ÍÍ>ir(tUs! 
yudrez pLü y obtime la inUrvención norteamericana. — C<tJ>fttra Je /« «riíij. 
áriUit dt Marín per vapores norítatiitricauos. 



LOS crímenes inauditos que por todas partes cometían los defensores de la 
Constitución y leyes de Relbrma, atrajeron la cxecracitSu pilblíca sobre la 
causa por elluti defendida, y hasta les enajenaron las sírapalías de sus antiguos 



1/4 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 






partidarios. 'A ñn át acabar de ua golpe con «1 niicleo del partido litx:ial, lot 
conservadores decidieron, á principio de iS6o, apoderarse de Juáres; y por 
SL'gunda ver. -n MÍr!iiiión,ciiya energía,aiít¡vidad y constancia eran admiradas por 
los mismos contrai ¡Os,» {Jíiv. I puso sitio á ia plaza de Veracruz. Coni prendiendo 
que iiecLsitaba alacarla por tierra y por mar, envió á la Habana al contraal- 
mirante It. Turnas Marín para que romprase dos vapores, uno de los cuale 
recibió el nombre de General Miramón y fu¿ abanderado mexicano, que- 
dando al mando di;l rfiíerido coiitiaalmirarie; e! otro, mandudo pur D. Manuel 
Arias, conservó el noiiibic de Marqués de la Habana, y debfa ser abanderada 
mexicano después de que llegado á las costas de México se hubiera probado 
lili buen estado, Enlretanto, un ejercito de siele mil hombres salió de México 
en febrero paia operar por la parte de tierra. 

Si se esceptúaii las fuerzas fronterizas, Juárez no lenía ejércitos prop¡í 
mente dichos, y una vez tomada Veracrcx, los constitucionnlislas quedat 
sin jefe coruiln, « Debemos hacer un esfuerzo supremo, decía á \a. soa^ 
IJegollado, para impedir el fatal suceso de la toma de Veracruz. * « Vcracnj" 
liscribe (Gustavo Baz, parecía por entonces que iba á poiic-r un punto fínal 
U campaña, d En ella residian los principales lioiubresdel gobicnio constítlJ 
cional y estaban sus mejores elementos, < tii la fortuna favurecia á Miramóí 
In caus.i de la libertad era perdida, * afirmaba £í Pragr^so. {24 de mayo 
de 1S60) ~ 

F.it los momentos anteriores al bombardeo de esta pUz-a, la reacción 
mostraba pótenle y viétoriosa. {Av. a junio 1S60) < La multitud de comí 
tiente^ que por todas partes brotaban, escribe Rivera, hizo lemer á los re 
ctiouarios. » IíDS iiii^moa norteamericanos desesperaban del tiiiitifo de I< 
liberales sus protegidos, y así se expresaba el PUayunt de Nueva Orleaiis; 
« El jefe de los liberales, D. Benito Juárez, es hombre incapaz de domina 
la situaciiin. Sus partidarios le conceden vdlor parn decretar en el gabinete 
pero le niegan bríos p;ira la campaña. Sólo el nombre de Miramón, Jefi^ 
audax de los reaccionarios lo aterron/a, y anttfí perdería su presidencia qu^ 
ponérsele frente á fíente. En una píilabra, el caráñer pusilánime de Judreí 
agregado á su p&Uconerf.i, pues lleva dos años de instar enceirado en U 
inuiaDas de Veracruz; para salvar su vida, nos parece el menos á proposite 
para estar k la cabera de los constiliicionalistas, » (citado por el Diario 
Atdsos. 22 febrero 1860) 

El Üúw York Herald se expresaba casi en los mismos términos, y 
decía en ij de diciembre de 1S59: «Coronado fué derrotado y sucumbid 
en el poniente de aquella república; Degollado ha sufrido un revés en Af 
seo y abandonado la plaza de San Luis Fotos!, El General reaccionario Cobc 
ha alcacHado algunas ventajas en Tehuantepec donde se ha apoderado di^ 
una gran cantidad de- armas y munícioncB; en cuanto á Robles, Se dice Qu< 
se esta preparando otra vez para atacar H Veracruz, En presencia de est( 
hechos que amenazan la misma existencia del gobierno corsiituciunalista, 
incapacidad y estupidez son las ilnícas cualidades que campean en el gabint 
de Juárez... Para que México si- regenere, es preciso que se deshaga de It 
jefes de partido que por tanto tiempo lian coiisumido sus fueri'.ad. Lleva caaí 



doE años el Presidente JuArcí de iriiinirestar incesantemente su falta de capa* 
cidad pata gobernar. Su fuga de la capital hacia el noroeste de dicha Repú- 
blica, su retirada á Colima, su peregrinación á Nueva Orleans, aai cnmo sus 
freciieiiles torpezas y continua debilidad de afio y medio A esta parte, prue- 
ban lia&ta convencer á todos, que no es el hombre para domiiur la siluacidii. 
Lo qiie México necesiu, hoy ante todo, es una cabera despejada y un braza 
vigoroso, un ccjrazón para resolver y una mano para la ejecucitin; y cnnio 
Juárez no posee ninguno de estos dones, es claro que cuanto más insista en 
sostenerse en el poder como presidente constitucional, tanto mayores serán 
los perjuicios que infiera á la causa en que se interesa. » (citado por el Diario 
lie Avisos. S febrero 1860} 

Lejos de ser e>;agt-radas, aquellas apreciaciones traducían fielmente el 
desaliento que reinaba en el campo liberal, en la misma Veracruz, Al llegar 
Miramón, los liberales de la plana, que tanto clamaban guerra y muerte, 
huyeron para Uliía, sin excepciíSn algima, en compañía de Juárez y sus minis- 
tros, (/i'!'-) < metiéndose Juárez bajo los blindajes en una babrtacidn segura,» 
(S. Degollado en El Sigio XIX, suijI. 3Q abr. iSfifi) lo que hizo exclamar á 
ia musa festiva de Guillermo Prieto : 



¡Qué haicmoí! ; ny !qiif hntcmoi! 
Nos van á iinmlartleitr : 
Miramün por tierra 
\' F'a.p;icbfn pwr ninr. 



r Zamora luvo que mandar un recado á Juárez, el tercer día del bombar- 
deo, dicicndole que si no hacía bajar á la plaza á los ministros y á toda su 
gente, él se iría también para Uliia con sa batallón: pues, no quería sostener 
gentes tan cobardes, {Av. 18 abril 1860) 

Estimánclose Juáre» incapaz de resistir á Miramtín que sólo esperaba la 
llegada de los buques de Marín, para fornialúar el sitio de Veracniz, compró 
en $ 40,000 la inler vención armada délos buques nortea me licanos fondeados 
en ííacriftcios. « Habiendo arribado por esos dias á aquel puerto cl vapor 
norteamericano Indianola, fué con otros buques de la misma nación a situarse 
bajo la fortaleza de UUta, dando á entender que tomaban parte en !a defensa 
del puerto. Ese vapor fué contratado por Juárez para dar íixix á la escuadrilla 
que habia salido de la Habana. » {Jiiv.) 

Días antes, Juárez había, declurado piratas á los buques de Miramiin 
cu.indo se armaban en aguas de Cuba, puesto fuera de la ley, que escudaba 

Iá Can-ajal y Rojas, al contraalmirante Marín y á sus oficiales, y hecho salir 
el vapor notteameriLano VV'ave de Veracruí para Alvarado, con e! objeto de 
visitar Us fortificaciones y dejar en Alvarado veiuticinco artilleros norteame- 
ricanos que Itevaiía. Mas apenas lo supieron en Alvarado asi que entró el 
► vapor, cuando todo el pueblo coriid á sus casas, se armó y empe/ó .i gritar : 
I i Mueran los Yanquis; no queremos los Yanquis ! El seftor Partearroyo que 
venia á bordo del Wave, mandó llamar al alcalde y le intimó que contuviera 
' aquel desorden, Contestó e! alcalde que no tenía medios de hacerlo, ni creía 
estaba en sus facultades !a medida, cuando lo que el pueblo pedía era lan 
sólo que no desembarcaran, .i tomar parte en sus disturbios de familia, los 



176 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



enonigos de México. {.4e. 7 fcbr., i£6o. Jiw.) Pero « Juáraz, que scgtln 
historia tiuta de Frías y Soco {[i. 44), no «ataba dispuesto á admitir e! auxilio 
de los norteamericanos, porque se scnlia fuerte para vencer á la reai;rión, » 
«ate mismo ■■( judrc/, asienta Rivtaa. pensó en que le era necesario el auxilio 
de una fuerza exirafta, » y con él la pensaron « muchos liherales quiere» 
creyendo desesperada su causa, manifestaron por medio del petitídico llamado 
Pra^reío, que si llegaba á ser desgraciada la lucha conlra el retroceso, acepta- 
rían el auxilio de tos norteamericanos, » (f(ir'. ) auxilio que (vé implorado y 
aceptado, como se desprende de los hechos posteriores. •< Sí ius aiiieritaiios 
vienen como ami^'os, decía Carvajal, es una traición infame y cobarde, es 
obrar en favor de Miramón el oponérselas y desairarlos. ; Cuídese de atentar 
concia un solo entraiijero de los que vengan como mexicanos o como auxi- 
liares inuxícano.t ú servir á la Lausa bajo el gobierno del £xmu. Siiñur Presi- 
dente Juárez! Con su cabera pagardn su crimen los que líil hagan. ^ {El 
Rifle. 31 enero i£6o) 

El 6 de marKo, se pr«:sentó U escuadrilla de Marín á seís millas del 
puerto id cual no inientó entrar, sino que [jasij dt largo. La fortaK-z-a de Ulna 
pidió liandera, pero Marín, siguiendo rumbo al sur, no Ííó ninguna, porque 
no debía darse A conocL-r ;i los rebeldes á quienea iba á combatir. 

Sabedor Jndrtz dt; la llegada de los buques, urgió con aneia ai Capitán 
noilcauíericano Jeivis. para (\}xc los mandara capturar por el Comatidante 
Tnrntr. Aun cuando no hul/icaen izado bandera, los buques de Marín esta- 
ban >-a en aguas mexicanas, y et dereclio de r<'coivocerlos solo anistía á laM 
autoridades de México. Confesó después i-l Comandante Turner (jue sabia 
que el General Mirauíiin y el Marques di; la Habana ei'an los que pasaroi^ 
frenteá Uhía, por ser los dos ilnicos buques, entonces en aquellas aguas, qu^ 
correspondían á las señas que de ellos tenía; que eran esperados en aquellasl 
inmediaciones, y que el Cónsul ÍJeneral norlearnericanu dr la Habana liabla 
notiñcado á los comandanieg du los biiquvs de guerra de su nación surtosl 
en Veracruz, el armamento en la Habana de la escuadrilla de Maiín. El 
papel de los buques norlcamericanos se reducía, puea, á guardar la neutrali- 
dad con amboá partidos dt; !a guerra civil en México^ contóla guardaban los 
escuadras esiiañola, francesa é ingiera ancladas en Veracmz. 

Avergonsado Tunier del papel que iba d desempeñar, vacilaba en atacar 
la escuadrilla de M.iríii; y sólo se decidió porque Juárez lo amenazó con 
hacerlo destituir, si no cumpKa con sus deseos ; pue^, el gobierno norteameri- 
cano estaba de connivencia para dar á Juárcü toda clase de apoyo. < Va el Pre- 
sidente de los Estados Unidos, dice Rivera, liabia dado sus órdenes á otra 
escuadiilla norteamericana para impedir que la organizada en U Habana en 
favor de los reaccionarios les ayudara en el ataque que iban á dar sobre 
Veracruí. k 

Juifreí trató de Iktar el Indianola, pero el Cónsul norteamericano Tyr- 
nan se opuso enérgicamente á que este buque trocase la bandeía de su nación 
por la de México, Pocos días después, queriendo venyarse de esta oposición 
á prestarse á un aélo ilegal. Juircz le retiró el exequátur, de acuerdo ron los 
niAriaeros iiOrlcAiucticanos. El Ministro La Llave se dirigió á bordo de la 



3aratoga en contipanfa. del señor Goícurfa y del Coronel Joii^ Oropeza, y 
consiguió del Comandanlt: Turner que cíen oa.xaquef>as se enibarearan por 
mitades en los vaporiíí; norteamíricanos Iridíanotn y Wave, y concurriesen 
al ataque de l>uques mexicanos, bajo el palielión de las cslrelUs, y A las 
órdenes de La Llave, puesto á su vez á las de Turner. De aqui y del origen 
indigena de Juárez, vino que se le motejaia en el país por aquel entonces, 
dioiéndole : Juáre? Indianola. ( Vos. id uft., 1893). Consta en documentos 
oficiales que los vapores norteanierJcanos mercíintes Indianola y Wjive fueron 
contraídos por Juárez, mandados por oficiales de la maríníi de gucrm de los 
Estados Unidos y ocupados por destacamentos de marinos rorlc:imeticaiio». 
autorizados por Juárez pañi Invadir el territorio nadonal y ejercer en él aétoa 
de guerra y violencia contra niexicanoe. 

El delito que Jiíárex cometió contra la dignidad é independencia de su 
patria al permitir que suhoíd ¡nados suyos se embarcasen para combatir en 
buques de los Estados Unidos, fué reconocido más tarde por el comisionado 
norteamericano Wadswortb quien dijo á este re5;pe£to : »( fcl gobierno mexi- 
cano instigó ilegalmente á los oficiales nortean) erican os para arrestar á Marín, 
y mandó sus altos funcionarios para ayudar al arresto. > Según el comisio- 
nado del gobierno liberal de México, D. Manuel Zamacoiía, « la parte prin- 
cipal de la irregularidad de estos aílos fut- obra del gobierno de México que 
preparó la captura de los buques en cuestión, e instigó los procedimientos 
contra los que los habían traído,» todo lo cual ignora, aun en r 905, el rabioso 
y trasnochado jacobino Frías y Soto quien, en su J^itiires GhrificaJo, te 
cuelga la siguiente gloria postila : u Juárez, no pidió auxilio al gobierno ame- 
ricano; compró tan sólo dos vapores en los Estados Unidos, el Wave y el 
Indianola, para defender la capital de su gobierno, quedando esos Ijuquea 
pcrfeñamenle nacionalizados segiín las leyes del pais, « (p. 125). Más antea 
habfa dicho todo lo contrario al aliriiiar que « esos dos buques eran ameri- 
canos. ]» (p. 43). V por el estilo son todas las glorias de yudrtz Glorificado. 

Turner salió de Veracruí el 6 de marzo en la noclie con los vapores 
Indianola y Wave, remolcando i la corbeta Saratoga, y tomó el rumbo del 
fondeadero de Antón Lizardo. « Es de notarse, dice Rivera, que la escua- 
drilla norteamericana no había procurado durante el día reconocer á U que 
llegaba, sino que esperó la noche para sorprenderla y capturarla, sin que para 
¿sto tuviera razón, sino en el caso de que. vn Us aguas mexicanas y á tico 
de las costas hubiera tenido jurisdicción, a 

Las escuadras extranjeras surtas en Sacrificios, al ver el movimiento de 
los buques norteamericanos, izaron sus faroles de situación, couiu una prueba 
de cortesííi, pero aqutíüos que salían furtivamente no correspondieron á aquella 
manifestación tan en uso en las costumbres marítimas. 

'A éso de las once y media se dio ia voz en la escuadrilla conservadora 
de avistarse algunos buque». Marin sospechó que eran el Wave y el Indianola, 
pero no pudo aclarar desde luego su duda, porque loa buques na llevaban 
sus banderas desplegadas, ni manifestaron su carácter nacional, ni el objeto 
de ^u visita. Levadas las anclas, el Miramón se puso en movimiento y luego 
cl Indianola lo persiguió alcanzándolo. Al llegar al habla con d, el Indianola 

La Cucsiión Kcligiasa. — ra 



l/S 



I,A CUESTIÓN llELiniOSA, 



tío Í2(^ su (landem, ni pidiií al Miraindn que izara la suya, sino que mandó 
quft anclara sin que su orden futse obedecida. Se trabd entonces un combate 
en el cual resultaron cuarenta muertos y lieridos por ambas parles, Salió 
herido el General La Llave: cuyo rostro Íul- despcdüzado por la nstilla de un 
paio. El Miramón habia ya cesado el fuego cuando el Indianol.L aprovecMn- 
dcse de U impunidad, se le acercó, atracó al costado y le disparó un fuego 
de artillería y fusilería que inaniresiaha desde luego la jntenLÍón di? echarlo 
á pique. 

'A la intimación de rendirse, el Miramón imposibilítadn ya para conti- 
nuar la lucha, contestó con una bandera blanca á cuya señal los agresores 
saltaron ¡nuicdiataniente ñ bordo, 'lurncr inlerpelú ñ Marín de un modo 
altanero, haciéndole respon5a.í)le de la sangre anericiitia vertida, y acusán- 
dole de haberle hostilizado, no obstante de que Tiirner era el agresor. Oiplu- 
rado el Míramón y prisioneros tudgs sus tripulantes, éstos recibieron un trato 
duro é indigno, A Marín se le puso preso en compañía de sus dos jóvenes 
hijos que no estnbati en el servicio; no se les permitió comimicursL-con nadie, 
y se les privó de alimentos por más de treinta y seis horas. Los niarinoit 
norleamericunos se entrefíaron desde luego al saqueo del Miramón, robaron 
d reloj de Marín, i^mpicron las botellas de vino, y ívaiíluraton los baúles de 
loí marineroe mexicanos, touiiindose el dinero y la ropa que contenían. 

El Capitán Arias d<;l Marqués de la Habana al notar la aproximar irin de 
Turner euarboló su pabellón esjuñol creyendo que asi se libraría del ataque 
de los norteamericanos, Fero no fué as! : Iü Sarato^a dirigió una andanada de 
proyedliles y metralla sobre el Marqués de In Hahnna, y fl Capitán. Arias no 
teniendo la gente suficiente para luchar con ventaja, permaneció quieto basta 
que la Siiratoga le intimara que pasara á bordo. Cuando llegó Arias, el 
Comandante Turner le apellidó de pirata, «. Sefior Cumandante, le contestó 
ArÍMs.el pirata es el que no iza bandera; la mía ondea oii el palo más alto de 
mi buque, en tanto ((ue él de iislcd no tiene enarboUda la suya. Si cnin; loa 
dos hay alguno que sea pirata, lo será usted que viene sin motivo d rom- 
perme el buque y á ntatarnic la tripulación sin haber largado ningiln 
pattcllón, B 

En premio de su mala acción, Turner fué obsequiado de todas maneras 
por Juárez quien, loco de gozo, comunicó al momento el suceso i los coman- 
danlcs liberales de! inlerior, mientras sus periódicos pedían « que los piratas 
fuesen ahorcados l-o los palos de sus mismos buques. » 

Juarer no sólo se valiú de unas naves de guerr.i norteamericanas para 
atacar á Marín,' sino que ías autorijió para ejercer la policía en aguas mexi- 
canas en contra de la independencia nacional, y llevarse los buques captura- 
dos, no ii Ver.icruz, para que alli fueran juzgados como correspondía .-í la 
soberanía nacional, sino á Nueva Orleans, puerto de los Estados Unidos, 

Arias en unión de sus oficiales y tripulación fueron dirigidos ;í Nueva 
Orleans, sufriendo durante la travesía et trato más indigno que se pueda ima- 
ginar. AI llegar A Nueva Orleans se publicó su air/bo en los periódicos de 
este modo ; * Llegada de los piratas, > y al desembiircar, fueron todocí con- 
ducidos A la eitrcul, ú inaner.i de criminales, sin cau8.t ni acusación lega!. 



Mi(.-nlras Marín protestahn contra los hechas atentatorios il la dignidad 
de Mifxico y á las leyes internacionales que los nnrteamericanos htibfan 
cometido en Antón Liz;irdo, D. Viéloriano Suaticts, Cumandantc de los 
buijiies de guerra espaAok-s anclados en Sarrtñcios, elevaba una |)rDic-6ta 
enérgica aiitc; el Capitán Jer\'is contra el inaudito alentado dv que focta 
víóliina el Marques de la Hal>ana, prolt-sla que repitieron los ministros 
diplomiticos de Francia, Kspafta, Inglaterra y Prusia en unión de los consa- 
les de sus respeílivas naciones, así como el ministro de Relaciones del 
gobierno conservador. 

Logmda In salvación de Juire/. y evitada la toma de Veracruz, loa Esta- 
dos Unidos nn tuvieron ya inconveniente en dar una apariencia de satisfa- 
ccíón i las naciones que haliian protestado, poniendo en libertad á Marín, 
Anas y sus subordinados, y d(;jando que los tribunales declarasen lo que erft 
de justicia. Kl 26 de jumo de 1860, el Juez de Utstnto del Estado de Nueva 
Orleans mandó devolver los buques C4ipturado8 con todo lo que contenían 
en el momento de su captura. 

Su fallo decía en substancia que no estando los Estados Unidos en 
guerra con México, el Miraraón y el Marqués de la Habana fondeados en 
agua.s mexicanas tenían títulos í todos los derechos que se reconocen il loa 
buques de las naciones neutrales; que los vapores de Marín no habían eje- 
cutado a<no alguno que justificase las sospechas de hostilidad que pudieran 
abrigar los oficiales norteamericanos; que si bJeu los Estados Unidos habían 
reconocido al gobierno de Juáre^í, \x% grandes potencias nian'timas de Europa 
contíiiualmn reconociendo al de Míramón, y que aunque era natural que 
dichos oficiales tuvieran simpatía por la causa juarísta. esa simpatía ro auto- 
rizaba cualquier aéto que tuviera apariencias de intervención en favor de una 
facciún hostil im contra íIl- la oira; que un aéto como el que cometió Tiirner, 
sólo puede ser autori/ado por la declaración de guerra, y que esta declaración 
linicamente puede hacerla el Congreso de la Unión. 

l£n cuanto i la falta de saludo frente á Uliia, su omisirtn sólo podía 
demostrar fafta de cortesía liacia los enemigos, pi-ro nada tenía de sorpren- 
dente entre beligerantes : lo más natural es esperar aítos de hostilidad que 
no de deferencia, 

Rcspeílo á U proclama de Juárez declarando piratas ii los buques de 
Marfn, ¿sto nada significaba para los neutrales quienes debían sujetar su cri- 
terio á las leyes vigentes sobre la materia, y los riortcamericanos al 3.&A del 
Congreso de 1819. El mero hecho de que fuesen enemigos dd gobierno de 
Juáre:i no podía convertirlos en enemigos del genero humano, y, como tales, 
en blanco de las hostilidades de los buques armados de todas las naciones. 
No había razón para dudar que si los buques de Turnor hubieran pedido 
bandera á los de Marín acercándose aquellos á la lu7. del día con su bandera 
enarbolada, ¿stos no hubieran tenido inconveniente en i¿ar la suya; pero el 
procedimiento empleado jjor Tumer de acercarse cautelosamente sin darse i 
conocer, por la noche y como enemigo, fué imprudente y malaventurado, y 
Tumer tuvo la culpa de que el Miramón hiciera fuc^o sobre el Indianola; 
pues, ^ercia el derecho de legítima defenna. 



:UFSTION RRUOrOSA. 



1 



Segiln un antiguo liberal, jirafesur de la Escuela de Uerecho, y i la íazáo 
jue/ de Pistiilo del Il.-ini.-i<la gobierno constitucional, residente en Veractiii. 
<(la díciaración de que eran piratas los buques de Miramón, fué viciosa íh 
lii£ del derecho y tan fatal que {luso á dísposicitSu del extranjero la vida de 
los mexicínus que en parte tri^julabnn \os buques de Marín, mexicanos aiya 
pérdida por manos extrañases sensible, por masque hayan sido reaccionarios. t 
(Cotf. I. 3. p. 34). 

IjO vicioso de aquella declaracián consistió en quf podía haberla hedió 
sólo el poder judicial, después de Itaber habido prueba en juicio, pena legal 
y w^ntencU por tribunal competente; pero nunra el Ejecutivo, detitituido coni« 
estaba, tanto del poder legislativo corno del judicial. \x> único que podü 
haber becho en semejante caso, dijo su ministro Kmparán, <(era excitará los 
tribunales á que administrasen pronta y debida justicia. » 

El derecho de visita y de registro, que fué el que quiso aplicar Tiirner, 
dijo el jueK de Distnto de Nueva Orleaiis, no puede ser aplicado en tiempi- 
de paz, segiSn lopriívicne la citadla acta de i Si y. Aunque el gobierno americano 
reconoció á Juárezcomo al linico gobierno legítimo de México, no reconoció 
derecho alguno á la escuadrilla atnerícana para violar las leyes de neutralidad 
par.i con México y deuiás naciones, efectuando capturas dentro de una legua 
marina de las coxias mexicanas. 

Habiéndose apelado del fallo anterior, el negocio pasó í la alta corte 
Justicia de Nueva Orleana. El procurador general de la nación formuló 
pedimento el íS de julio de 1S60, diciendo en resunum, que los buc|uc<i de 
Marín fueron difamados ante el tribunal de IJiairito de la Luisiana; que ellos 
no habían cometido ninguna ofensa contra el comercio ó ios cuídadanos noi- 
leamericanos, y que se encomiaban en las aguas territoriales de México, al 
ser atacados alevosamente. '* !>■» dos buques cnpliirados, decía, no eran 
piratas, ni fueron env¡ado<i para expedición pirática alguna : se destinaban al 
servicio del gobierno de Miíanión, la legalidad de cuyo propósito no tenían 
detecho de cuestionar nuestros oficiales navales. La conduela, las maniobras y 
la apariencia de esos buques no habían dado fundamento claro y suficiente 
para sospechar queeran piratas, y la proclama de Jiiárex declarándolos pirulí 
no era evidencia legal ó tnaral del hecho que aseveraba. 

« Segiln la ley de las naciones y niiestros propios estatutos, un cruo 
de una nación liene derecho de conocer el carááter nacional de un 
extraño que se encuentre en el mar; pero ésio no es un derecho perfei 
cuya violación pueda castigarse con captura, ni atm con detenrión. E: 
derecho de investigación está sujeto á ciertos limites bien ddlnidos. 

« I^ parte investiyadoia debe izar su bandera ó de alniín oiro ¡no 
hacerse ella misma perfcftamente conocer antes que pueda pedir legalmc 
ese reconocimiftnio de! otro buque, Al izar su pabellón un buque de giü 
da aviso A un extraño que desea conocer á qué nación pertenece el últi 
éste debe contestar izando el suyo propio. 

fl.Si al desconocido sir le arresta, peijudíca ó captt:ra, y resulta 
derecho para navegar por los mares, el perjuicio dehe resarcirse, no importan 
cual sea el fundamento de la sospecha. Ni el oficial ofensor, ni su gobi< 



IIIK), 



Icnt 



CAPITULO X. 



til 



pueden alegar que rehlisA ¡zar su bandera ó darse á conocer de otromodCK El 
que interroga á un huque no lo puede detener para cerciorarse de su nacio- 
nalidad. Este derecho de investigar puede ejercerse solamente un alta mar. 
Ningiin oficial naval tiene el derecho de ir á un puerto de u%.» nación amiga, 
para preguntar la nacionalidad de un buque anclado allí. Si lo hace, la itie- 
gularidad de su procedí mió rito no le d.i dereclio í una respuesta, y las medidas 
que emplee para ftbtenerlas con violencia, se considerarán como agriivíos. De 
lo expuesto j-e deduce que el comandante Turncr no se rigió pitr la ley de las 
naciones en las medidas que adoptó para cerciorarse de la nacionalidad del 
Miramón y del Marqués de la Habana, obró mal desde el principio hasta el 
fin del asunto. 

4 La citada aiíta de tSig, invocada jior la parle adversa, autoriza la captura 
y condenación de cualquier buque que haya tratado primero du hacer ó haya 
hecho 'jna agresión pirática, una persecución, (.'mbozo, depredación ó eeciiestro. 
Cicriamente que no hulio persecución, n¡ embozo, tii depredación, ni secuestro 
cometido ó inlenladü por estos Ijuques en contra del buque americano. Su 
objeto era simplemente escaparse, í'ara que se pueda considerar, etl la órbita 
de los estatutos, agresión pirática, el que un buque haga fuego á otro, es 
necesario que la agresión sea la primera sin ser provocada por ningiín aílo 
de hostilidad ó amenaza por pane del otro. Se acusa al Marques de la Habana 
de haber hecho fuego de fuEÍleria i la Saraioga, lo que se admite haber 
ocurrido después quí la Saratoga le había descargado una atidanada 
completa. 

« Kl MiraiTiói», antes de que se le hiciera fuego, óisparó un cañona¿o . 
cuyo proyeétil tocó el Indianola; pero el Miramón estaba anclado en puerto, 
á media noche, y vio venir tres buques extranjeros que se le aproximalian, dos 
de los cuales habían estado al -lervicio de un enemigo conocido. No se dio 
ninguna indicación de palabra, ó por sefial del propósito con el cual iban, ni 
hctbía rfizón juíiliRcada para que hubieran ido. Hay evidencia para decir 
fundadamente que Turner pretendió hacer pesquisa del Miramón, y es ente- 
ramente cierto que lo engañó con embobo, sin más autoridad que la ley de! 
más fuerte. > 

Efttns distintas sentencias pronunciadas contra. Tumer [)or jueces de su 
misnta nacionalidad, y (¡ue hace suyas el escritor liberal Rivera, envolvían la 
más completa, lejtjobación á los actos aicntaiorios del comandante norteanic- 
ricano, condenaban íÍ Jiiárej; y á sus ministros que habían provocado cst"s adkoc, 
á la ven que rehabilitaban al contraalmirante Marín, y aprubalian su condufta 
en aquellas difícileB circunstancia.'* como militar y mexicano. 

Si el gobierno norteamericano hubiem íÍdo ajeno á los procedimiento» 
piráticos de Turner, no hubiera aprobado el Presidente líucbanan ante el 
Senado la conduela de Turner; hubiera activado para que la Suprema Corte 
de ] iistieia devolviese pronto los buques capturados á fin de que volviesen á 
servir á la causa de Miramón, y no se liubÍKia tardado diet años en promint:iar 
su fallo. 

Se ha cmpefiado el partido liberal en afirmai que los buqutts de Marfn 
fueron capturados por nu haber ixado la bandera mexicana en el momento de 



lS2 



LA CUESTIÓN RELJCIIOSA. 



SU capturo, y que esta captura la efectuaron los norteamericanos sin estar d( 
acueido con Juárex. Auiique todo lo coiittaiio se desprenda de los prueba 
que hasta axiuí hepios aducido, recordaremos, á mayor abuiidamktnto, lo dicho 
á este respeíío, [K>r el diputado Juan Mateos, y D. Benito Juárez en distintas 
épocas. 

n ]£>s gritos de víétoría lanzados ■! bordo de la Saratoga, un la noche 
liislóricade Antón Lizardo, dijo aquél el iS de julio de 189^, proclaman á voces 
(jtie Juárez, solicitó la ¡ntervünciiün armada de los Estados Unidos en favor de 
la causa con.sbtucionalista. » {Ti?:. 18 ag., 1893). 

El 12 de mano de 1860, el Guillermo T/it, órgano juarísta, reconocía en 
lofl Balados Unidos la mano generosa <|ue líbrú á tos libernles de un serio 
desastre, .il capturar la escuadrilla di: Marín, y rendía ur voto de gracias á su 
salvador. {Av. 12 abril 1860). 

Kii fin ¿qué pruizba más fehaciente de todo lo expuesto que la confesión 
hiCcKa por JuArcí á Epítacio Huerta en la sij^uicntc carta cuya autenticidad 
iiuncí lia sido cuestionada {Sinop. p. 71), y fué escrita el 25 deabril de 1S60? 
«f El triunfo de la sagrada causa que defendemos, dice, está, asegurado. Dn 
gran pueblo ha hecho alianza con nosotros, y esa aliania, desdo el suceso plausi- 
ble de Antón Uüardo ha dejado de stTun misterio. Siento como usted que la 
gran familia liberal no baya podido sola sin auxilio del extianjeru pulverii^cir 
á la rcucción y Icvíintar sobre aus escombros los altares de la libertad. Acuigu 
ni(o, si los Tacubayislas no hubieran explotado t^l fanatismo de nuestras masas 
¿cree usted que Benito Juárez habría pedido ayuda .i los Kütaiios Unidos para 
triunfar de 3us enemigos? Nunca jamiis. Miunror il la libertad me lii¿o dai c&K 
paso, y sabe Dios el inruenío sacrificio que me cuesta. Algunos liberales tibí 
repTueban mi Conduela creyendo que sin los vientos del norte podía arriban 
la capital de la icpiíblícnpara encadenar bajo mis plañías la hidra, readcionií-i 
ría. Los que asi piensan so cngaftan. Miramón había combinado perfeótament 
su plan de campaña -wbre este puerto baluarte de la íibertad, de manera quí 
8Í los vapores norteamericanos no capturan los buques de Marín y aprehenden-^ 
á éste, la pla^a se rinde y la nefanda reacción Iriunfa mdefeítiblcraente. Me 
pregunta usted en f.u grata que conlesto si puede anunciar ya de un modo 
oficial nuestra alia,nza con lo.s hijos de \Vashinj;ton, > debo decirle que oficial- 
mente po conviene todavía hacer tal declaración. El pueblo es muy auscep- 
tible, de todo se impresiona, y yo quiero mantenerlo en duda. Me acusan de 
traidor i\ la patriu unos, y olins sabitiido que no hay traición por mí parle, 
sino una necesidad imperiosa que me obliga d no pararme en los medios para 
cvnse^utr ul fin, me hacen justicia, v i^Av. i" muyo iSóo). 

En aquella ocasión, i' el gobierno de Juárec. escribe Villasefior, permilií 
que la independencia, la soberanía y la dignidad nacionales fURsenultrajadaí 
traicionó á la patria, supuesta que atentó contra, su soberanía, y la humillí 
llamando li mercenarios que le ayudasen y que trataron con el más profutid(d 
desprecio á mexicanos, que derramaron sangre muxicaniíi pues, compatriots 
eran los herido.'! que hubo á bordo del Miramón y que conservan entre le 
trofeos quiíado.s á México, las banderas de c^te buque... 

«El partido juariala, batido en todas partes por Miramón, Castdlo,; 



Márquez, Chacdn, etc., na tenía, i ]inncipÍos del afio de iS6o ninguna poblii- 
cidn de importancia, y su d¡rc¿torío se hallabit cÍTCuntcríto á la pli)£» de Ve- 
racrUK y puntos inmediatos, y no era reconocido más que por los Estados 
Unidos. En talos circunstancias, el atentado de Turiief y la decidida prote- 
cción de aquella nacidn le dieron la vida, y una serie de desgtacias como la de 
Silao, ó de defecciones como la de la caballería, en Cali>til.ilpan, le abríerun las 
put-nas de la capital, pi;ro no le dieron el triunfo definitivu, pues, aun coniinud 
la lucha. 

« V profundizando un poco mas, se ve que los sucesos de Antón I .ízardo 
tuvieron consecuencias mas graves de loque pudiera creerse : ellos trajeron la 
inteivtMición europea : ellos pusieron de manifiesto que las ideas de Hucha- 
nun expresada.s ante ia.s cámacu-s en su mensaje de 4 de diciembre de 1859, 
y las tendencias no disimuladas d« los demócratas sobre una intervención 
DOrteamerícaiia en MéKÍco, no se reducíini á raeías leonas, sino que einiie- 
?»ba.n á tradiKirsc en hechjís, Amóii Lizardo y el tntlado Mac Lañe hicieron 
verá la Europa y i los conservadores amantes de su patriij, que la independencia 
de México estaba amenazada; y íuií eiilonces L'uandose pensó en un leuiedia 
radical que salvase i la nación en peligro, y cuando se recordaron ciertas 
combinaciones ya olvidadas. 

«El Iriimfo del partido demagu^o y lus desaciertos que comelid precipi- 
taran los acontecimientos y determinaron la iatervencidn; que ya csijl 
demostrado que fué ptji culpa del partido liberal. 

« Antón Lizardu quedanl indelelile en las páginas de nuestra Historia 
como un borrón jiara ese partido, que nada ni nadie podrá desvanecer. » 



CAPITULO XI. 



Derrota df Miratubn en CaipulalpaH. — Entrada de /mira á Afíxtev, 
y dcstierrt? de hs ^biíffis y difhímátuos. — Juártz éU¿}o firítidtHU fer una 
escasa auyoría. Su initaim y faifa de energía. — Peculado de hs ministras 
de ftíiins. — Recrudeiancia de la ptntaieibn reUgicsa. — Anarquía en la 
Sudedad itie^úeafui, y deseo de ia ¿ntervencim extranjera. - Sfsf'ítiii^n del 
pagc de ¡as deudas coivenaonadm, causa ¡HureJia/n de la iníenienaón Irífiar- 
lila. — Em/eüo de Juárez en vendtr ¡i fus Estiuius Unidos i lagiaiernt la 
soberanía ftaaunal. — l.a ¿ey marliearia dt 3S ^* ("tro dt 1862. 



Mllrcixl al triunfo alcanzado en Calpnlalpan por González Ortega sobrí: las 
tropas de Miranión, Jii.lic/ pudo enirar á principios de eiietu de 1861 á 
la capital, « donde íuti recibido con inmenso temor » (/w/. t. 1. p. 94), 
señalándote su entrada con el asesinato cometido en un valiente peiiodlsta 
católico con cuy» citas venimos docunienlando estas páginas. 



1 84 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



€ Don Vicente Segura Arguelles, propietario y redactor del Diarto de 

Avises en que se hizo guerra dura y sin tregua á la causa y A los hombres 
ahora triunfantes, había sido varias veces amenazado por ellos, y se propuso 
salir armado con las fuerias de Miranión; pero al ver que éstas se disolvían 
6 que estaban t^nterameiiLe desorganizadas, reaolrió á dltima hora quedarse 
en la capital, y Á lai siete de la mañana del 15 de dicienihre se hallaba en la 
casa de unos ijaiieiites suyos en ta calle de Corpus Christí, por la cual (entraba 
una gucirilla [irocecleiile del rumbo de Tacubaya. Parece que un criado 
denunció al jefe la existeneia de una persona alli oculta, y que, por tas señas, 
se sospechó íuese un antiguo jefe de |K)lic[a. Uno de los oficiales penetrA 
pistola en mano, preguntando por dicho jefe á la señora de la casa, quien 
contestó que no esl«ba en ella. Segura, que tomaba chocolate en la sala, 
atravesó por el corredor dirigiéndose á la azotea : quiso el oñcial seguirle; 
y como la señora se lo impidiese abrazándosele, dispara sobre aquél á 
tiempo que subía por una escalera, y le hirió en una mano y un muslo. 
Segura entonces disparó sobre el oñcial dejándnle muerto, y salió por una 
casa coniigua cuyos moradores le instaban á que se detuviera; no accedió á 
ello temeroso de comprometerloB, y, pidiéndoles un sombrero, se lansó i 
alguno de los callejones que desembocaban al frente de la Alameda; pero 
en \ti de tomar hacia el sur, con lo cual se habría tal vez salvado en el labe- 
rinto de plaquetas y rincones á que dichos callejones guiaban, se dirigió á la 
calle de Corpus Christí yendo á dar Á manos de sus perseguidores. Al ponefj 
el pie en el estribo del coche en que iba á ser llevado á )a Diputación, fui 
nuevamente agredido, y, vi¿ioreando á la religión y haciendo usu del reste 
de los tiros de su pistola á su vez, cayó muertu á manos de sus cor 
Trarioí. » (Roa). 

Para vengarse lic las naciones (|ue habían reconocidu al gobierno dej 
Zuloaga y Miramún, Juárez cometió la torpeza de expulsar de México i k 
representantes de España, de Guatemala, de Roma y del Ecuador, y así 
enajenó las simpatías de las naciones con las cuales México mantenía rcla^ 
cienes diplomáticas, en un momento en que laiitii las iba á necesitar, í Todoj 
kI cuerpo diplomático, dice su antiguo Ministro, León tíuzman, eslal 
resentido por el destierro del embajador español; y en resumen, el gobierno^ 
de México no tenía como amigo sino al ministro americano. Mr. Corwín. » 
(/Vr p. 83) 4 Contra la expulsión de loí ministros, agrega Frias y Soto, pro- 
testaron los órganos mas caraÉlerÍKados del partido liberal. » (p, 50), 

Cusí at mismo tiempo {16 de enero) Juárez dio orden para que fu«en 
desteiratlo! del ¡jais el arzobispo de México, y los obispos 1). Joaquín 
Madrid, D. Clemente de Jesils Mungufa, D. Pedro Espinosa y 1>. Pedro 
Barajas « Ksta segunda medida fué duramente censurada por los órganota 
más caraÉterizadoíi de la prensa liberal, considerándola opuesta a la Consií-^ 
tución, y dio oiigen á que la [.cgisUtura de Ouanajuatu excitaia Á Judrcz : 
fin de que no se excediera en el uso de su.9 facultades extraordinarias; pue 
en ve/, de un extrafianiieiitu arbitrario, los obispo» debían ser <iometidos Al 
juicio y acnlenciadoH conforme á la ley, como se hacia con cualquier reoj 
político. Igual censura mereció la Guepensión de algunos magistrados de la.j 



Suprema Corte, antes de que el gran jurado hiciese la declaración de haber 
lagar A fomiación de causa. Por ültiniu, el destierro de ID. Isidro Díaz, 
Ministro de Miramón, aprehendido en Jico, y que al saberlo, liabía dispuesto 
el gobierno qug íwcsc niniediatamcnlc fusilado, mediante la identificación de 
su peTaoiia, puso el colmn á la exaltación de la prensa ijue condenó en los 
t¿rii)inos más sirvrros aquella condufia en que veía el falseamiento de la 
revolución, y la arbllraricdad converlida en sistema. No sólo étlo, sino que 
ti desacuerdo surgió en el mismo gnMiteie, y el 16 de enero de 18Ó1 pre- 
sentó su renuncia [>, Juan Antonio de la Fui-nlc, e8|jec¡ficando las rabones 
que dejiínins mencionadas y que le oblÍL;aban i Jar aquel paso, y el din 
siguiente liifieron lo mismo, Llave, lí.m|),iTAn, (;oii2;llez Onega y Ocami». » 
{l'ijí. p, 4^8, G/or. p. 57). « Al ver éste, el poco respeto de Juárez guardaba 
á las instituciones, y conociendo mi desmedida ambición, se retiro, dice 
Manuel Márquez de León, profiriendo a(|U4?IIn$ memorables palabras ijue 
con avidez ha recogido la Hi.storia : Yo me t¡uÍebro, pero no me doblo. » 

Kl General Juan N. Míraiuentes, qiieneiipó como suplente en laeúiiiara 
de diputados el lugar del General IMmIMí'i. 19 abril r87i),nos revela en 
las líneas siguientes algunas causas más de t:)s murhas que hicieron estallar 
en contra de judR-/; esa ü|iosirión fyrmidíible del partido liberal. 1 Desde 
Vcracruz inició Juárez, esa política de círculo personal, exchisiva, in|;rata, 
mezquina y i^goísia que ha desarrollado atnpliariieiile en estos liltimos aftos. 
Todos los empleos y comisiones lucrativas eran para sus favorito-i. Ix)s bue- 
nos servidores del pais cían po.-'teryados, el bien pilblico suballemado á lo-S 
intereses de pandülfl. 'Esto, unido i la conduela antipatriótica respeílo del 
proyeélo de ¡niervcnción americana, y á su politita de dejar hacci, que 
obaervó en Veracruí. hicieron que al día siguiente del iriuiiío del pueblo, <e 
fornwr.1 contra Juárez una oposición fuerte que tenía por base la opinión 
ptibl¡i;a, y por tendencia la observancia de las leyes inspiradas por la Reforma. 
Juárez, abusando del poder, se him elegir Presidente cuyo trabajo facilitó 
mucho la muerte misteriosa de U. Miguel Lerdo de Tejada, su rival 
en las elecciones, y cuya candidatura íué verdaderamente popular. » {Affit. 
22 mano 187 1). 

El 1 1 de junio de 1861 la cámara declaró Presidente á D. Benito Juárez, 
y con la votación que hubo con tal motivo, « indicó claramente, dice Vigil, 
que Juáree contaba con una mayoría bien escasa ; jjues, de los vcíntiiín miem- 
bros de la comisión escrutadora, diez presentaron voto particular, diciendo 
que á su juicio no lenía Juárex la mayoría necesaria de votos, y reproducían 
su diílamen preaeniado anieriormenle, consultando que el Congreso proce- 
dieu á elegir entre los candidatos que habían obtenido el mayor iidmero, y 
el articulo que declaraba Presidente d Juárez fué aprobado por 61 votos con- 
tra 55, es decir, por una mayoría de 6- * íp. 4O4). 

Aun después dc esia laboriosa elección, siguió la oposición á Juáreí, 
tanto en la prensa como en et Congreso quien le pidió dejar,-; la primera 
magistratura en manos de González (Jrlega ;i quien, en caso de renunciar 
Juárez, le correspondía el puesto por la Constitución, como Presidente dc la 
Suprema Corte de Juslici». < El aétual gobierno, decía La /mfffifndema 



186 



LA CUESTIÓN KELICIOSA. 



(í5 mayo 1861), debe comprender cjue ba llegado la hora de la abdicadio,, 
y nusotrot excitamc» a] Ejecutivo á que declare terminantemente su vol 
lad de no seguir en ei [>oder, psrn que lo reemplace persona más afotlutiada. 
De este modo alcanzará un voto de gratitud que no taidaráii en acor 
los pueblos que no se verán tnáa tiempo sacrificados por la vacilación y h 
apatía. > 

La apatía ó « inacción de JuAreü, escribe un defensor suyo, no en b 
ioaccíijn de la perem, sino el resultado de las deñciencias de su espíritu... 
Frente á la hostilidad diplomática, Juárez mantenía una resistencia unérgiai, 
pero tneitu. » (/írr p. 70, 80) 4 Ha habido, decfa 2Carco, cierto sopor, cierto 
iDarasmo L-n las regiones del poder; y de la inacción no lo han sacado ni las 
terribles advertencias de la reacción. » Más claro : Juáje/ era íneptu para d 
pueblo que ocupaba. «En medio de tanto desconcierto, decía ti diputado 
Ignacio Alianiirano, el Presidente de la república ha permanecido ñrmc, 
pero con esa ñrme» sorda, miidci, inniiívil que tenía el dios Término de lot 
antiguas. I^ nación no quiere ésto, no quiere un guarda cantón, sino una loco- 
modva. El señor Juárcc siente) ama bis ideas demociálicas; pero creo que no 
las comprende, y lo (.reo poique no maníficsla esa acción vigorosa, continua, 
enérgica que demandan unas circunstancias tales como las que atravesamos. > 
También el represenlantt' de Inglaterra, Mr. Matliews, i;scribia(ia mayo tüóí) 
á su gobierno (|ue o. Juárez carecía de eiiergia. í- ' < Ksta opinión de qu«Jui- 
ree era íalto de energía, a^ega uno de sus paiiegínsta^, se repetía, se acen- 
tuaba y llegó á ser nceptadí) como una v«tdad oficial en el gabinete y en U 
cámara de diputados. Cuando éstos se reunieron y el piesidenie solicitó de! 
Congreso el permiso necesario para que Guímán y otros diputados acepta- 
ran carteras de secretarios de Estado, el presunto jefe de gabinete, Guzmán, 
de acuerdo con Juárez leyó en la cámara un programa que incluía la pcticíóri 
de facultades extraordinaria.'! fundada en argumentos que: aceptaban las acu* 
snciones de la oposición. Sin que yo pretenda hacer la apología del señor 
JuArcí, decía Guzmán, tL-conoico con pena que It falta un poco de actividad, 
un poco de espíritu de iniciativa. » (Per, p. 79). 

'A consecuencia de esta incapacidad y de los desatinos qut; cometió Juárez 
a su entrada á la capital, 5 1 diputados al Congreso, secundando los deseos de 
la opinión publica, elevaron una manifestación á Juáret en que se le pedía 
que dejase la presidencia. ^ La desmoralización, decífin los diputados, se ha 
entronizado en todas direcciones, y luchando el Ejecutivo con la falta abso- 
luta de recursos, se ve el país amenazado por la guerra extranjera... 'Esto es 
porque ha faltado vida y acción en el centro que ha visto desapaiecer en 
menos de cien días inmensas riquer-as acumuladas por e! clero en tres siglos.., 



* 



'Otro rasgo dv la energía indomable (!) de Benito Juárez :« Doblado 
imptlsD condiciones caprichosas como la de que se revocara el nombrsmicnlo 
de 13, Juan Antonio de la Fuente que había salido para los Estados Unidos 
como Ministro de México, Ju;lre/ que llegó á considerar il Doblado como 
hombre neccsatio, se plegó á su exigencia, y en lugar de I-a Fuente nombra 1 
á D. Matías Romero, j (XXX. Porfirio DU\s. p. 34a). 



CAPITULO XI. 



[87 



que no ha podido cumplir una sola de las promesas mic ha. hecho al país», 
que por liltímo se ha visto oliligadj^i .-i los cualru meses de exiswnciíi, A bus- 
car los medios de sostenerla en las fuenlcs mismas i que ocurrití la rcaccidn 
cadt]ca y moribunda en los liltimos ¡ii atañías de su agonía... Crccmofi que 
para consumar wna gran revolnción, no -wn bastantes los títulos legales, «s 
necesario e! laclo políiico; tret-iiios que pata mandar á un pueblo que tiene 
la conciencia de su ruerna, no alcan2a la conciencia de la. ley.., yque el líiiico 
gobierno posible es el basado sobre el prestigio y el amor de los pueblos; 
prestigio y amor que desgraciadameiiK.- ha pt-rdido de lodo pinito el aciuftl 
persouEil de la administración. 6 En resumen, y segün dijo el General Már- 
tiuci de León, «se exigia á Juárez renunciara la presidencia poi incapacidad., 
Había 50 votos por 49; y para salvarlo del ridiculo, fué preeiso mandar dos 
diputados de Sinatoa que llegaron á tiempo para ganar la votacián. S 

Los diputado» de la oposición hafriiin hincapié principalmente vn <•: la 
desmorali;;ación que se había entrotiÍ;<ado en todas las direcciones; p y en ésto 
le» conceden la raxóti todos \(¡s líberaleg á f|uienes nu ciega un culto idoM> 
trico para con Juáre». SegilTi Rivera, ^i grandes eran los obstáculos con que 
tropezaba Juárez para adquirir recursos; pero eran mavores los que pnive- 
níaii de la falta de moralidad, de imparcialidad y de justicia, condiciones 
indispensables para dar majestad á un gobierno. En muchos de los que esta- 
ban í la cabexade la política, faltaba la austeridad republicana, y se excedían 
en abusos propios tan sólo de la diclaciuia; abaiidonahan la grande obra de 
la regeneración nacional para ocupaise en fomentar miras secinidaria-i. , . 

< Para proporcionarse recursos, usó el gobierno de veinte mil pesos per- 
tenecientes al fondo de la convención francesa, depositado» en el monte de 
ptedad. » 

í Juárez pervirtió las conciencias y amenguó mucho la nioial, porque 
encubrió el peculado, consintió en que á su vista fueran cercenadas las 
rentas pilblicas, abrió una subasta piíblica para los diputados que fueran á 
votar tales y cuales negocios, » (/'as.) 

Tan general y piíhlico era el peculado que cuando por renuneia de 
Guillermo Prieto, aceptó Mata la cartera de Hacienda y entró al despacho 
délos negocios (22 de abril de iHi).E/ Sr'^^e AV.V dijo, al anunciarlo. <i que 
tal suceso era esperado con ansia por los amantes de la moralidad y la justicia, 
y que le lisonjeaba la certidumbre de que el nuevo Ministro no burlaría tas 
esperanzas que su llamamiento al gabinete había hecho concebir á la nación, 
y deque entraríaal ministerio armado con el látigo con que el Salvador entró 
a! templo |iara echar de di á los mercaderes que lo profanaban. » ( t?a/.l. í. p. 40). 
« En una de las piímeras sesiones del Congreso, un diputado interpeló 
á quien correspondía, para que se aclarara qué había de cierto en la perce|> 
don de 27 millones, 400,851 pesos de bienes del clero y su derroche. » {La 
fndepefiácneia. 24 mayo 1861). 

^ Examínese el segundo semesltc de 1S61, escribe Zamacona, y se verá 
que Juárez siguió disponiendo de valores nacional i nados sin los rt_'quisiios 
legales, y sin conocimiento del gabinete de cuya responsabilidad colectiva 
era este negocio. » KMm. 33 cncio iSyi). 



mes 
' rae II 

i 



< Había entonces tal despilfarro, ta! ineptitud, que los actos mis vergon- 
zosos tenían lugar. Un manifiesto circuló en esos días del señor Pótci 
Claliardo, en que dalra cuenta i l,a nación, de haber renunciado la adminis- 
tración lie los bienes confiscadas, |>orqiie en cuarenta días lenia entregadni 
al gobierno catorce millones de peso^i, y no había ni con qué cubrir el habci 
diario de la guarnición, ^ (.l/á/y.) cuando la» bayon^las de los soldadvs. ju 
que no la opinión inSblica, eran el único sostén del gobierno liberal. 

El líí de marzo de iS6i, ri mini<iiro de Hacienda, D. Onillermo Prieto, 
decIaralM que i el dcñcicnlc niei)»aa) «ra de cerca de $ 400. ooo. » El 22 de 
mayo, es decir, 4 cinco mese» di^spués dt* Imber ncupado más de 62 millones 
(le hiunes eclesiásltcos, Juárez proclamaba la bancarrota nacional, pidíen 
recursos al Congreso, y lucgw exijíiciido un prcstanio forzoso de $ 750,000. 
Jamis gobierno alguno en México dispuso de tales recursos ni los disipó 
rápidamunlt. Dos semanas después, el 4 de junio, decretó el Congreso 
siguiente ley de rapiña : « Se faculta al gobierno pota que se proporcione 
recursos de cualquiera manera con el fm de destruir u la reacción, jt {,Jmp. %. 
p. 102-105). 

Tan precaria era la existencia de este gobierno de farándula que < si 
los primeros momentos del triunfo libera!, pudo creerse en la derrota definid 
liva del bando contrario, vidstr pronto que nuevas partidas aiuenazaliaii hun- 
dir de nuevo al país en los horrores de la guerra civil. > ( Vig. p. 453) « 
restos de la reacción, decía aj:orndo Francisco Zarco (junio 1S61), pulul 
por todas partes. > f Hasta San Joaquín, en Jas goteras de México, llega 
las fuer/as de Oálvez y plagiaban al Sr. Scbiafñno, ;> {Riv.) no contundo Ju. 
tez, para defenderse, sino con tropa» desafectiu á su gobierno, ECgtíii lo c: 
fesQ el General y Uiputado Leandro Vallo cuando dijo, en la sesión del i" 
junio de 1S61 : v De los 20,000 hombres que la revolución ha traído ;í 
capital, no ha habido uno que no sea forzado, y es poique en nuestras ma 
bay poco espíritu publico y pocas ideas. » 

En circunstancias tan azarosas, hubiera sido de buena política no echai 
encima nuevos enemigos; pero á Juárez le faltaba, como se lo dijeron en 
Diaaifestación los 50 diputados, « tacto político ;fr y esta falta lo precipitó 
privar de sus derechos de ciudadano á las personas que teniendo que dcse 
penar algún puesto público, rehusasen prestar ti juramento delaConstitucíd 
y leyes de Reforma. Aquella disposición, que pugnaba con la bbertad di; coi 
ciencia escrita un oí código de 57, cncoiitrt^, dice Zamacois, una opruiciáj 
terrible, y fué causa de que por ella muchos se viesen suspensos de los de; 
ches de ciudadano. 

Juir«z siguió con la expulsión de las monjas, y por decreto de 3 de 
ticmbrc de 1863, prohibió á los sacerdotes usar fuera de los lemplus vestid 
determinado para su clase, y cualquier otro distintivo de au ministerio; pUi 
había prometido en su proclama (10 enero 1861) que «la libertad .sería ti: 
realidad magnífica, ;o y tenia que cumplir su promesa. < Muchas [aginas, di 
Arranguie, se iiecesitarian para hauer una relación completa de los notabl 
y escandalosos hechos de) gobierno de Juárez en los cuatro pritueros m 
de t86i, respecto de tas cosas de la Iglesia. » 




capítulo XI, 



189 



« Desde luego pudo verse que Juárez estaba resuelto á seguir «na mar- 
cha de severidad decusada, » < Vi]^. p 446) que á muchos demagogos pareció, 
sin cniliargo, culpable debilidad. ■« El gobierno, clamaba el diputado Allami 
rano, desterró á los obispos en vez de ahorcarlos, como merecían esos após- 
toles de la iniquidad, perdonó á Isidro Díaz cuyo cráneo debía estar ya 
blanco en la picola, fr 

Vara satisfacer sus instintos sanguinarios, los antropófagos del Congrego 
compr.tron, el 5 de junio de 1861, cabezas humanas, nfrec¡endo$ 10,000 por 
la di! Zuloaga. Leonardo Márqje/, Tomás Mejfa, Jos¿ María Cobos, Juan 
Vicario, l.indoTo Cajiga y Manuel Loxada. 'A los tres meses de publicado el 
decreto, fut fusilado, df orden de Carvajal, el guerrillero conservador Marce- 
lino Cobos, cortada su cabeza del tronco del cuerpii, enviada en un cestilo á 
Miíxict), y presentada el 10 de septiembre de 1861 á los diputados y por 
ellos aceptada en los momentos de la sesiíin, 

« Querer establecer la paJ! entre sangre y entre cadáveres, decía Ortega, 
es la obra de los despotas y de los tiranos. S Pues bien, con sangre y cadá- 
veres pretendía Juárez <í alraer sobre México, como dijo en un arranque de 
vanidad, (id de enero de i«6i) la consideración de lodos los gobiernos y las 
simpatías de todos los pueblos libres y digno.'i de serlo. 9 Kra tanta su fatui- 
dad, que i pesar de estar su patria en vísperas de ser invadida por causa de 
la conduela incorreíta por él observada con las naciones extranjeras, y no 
obstante ver la e.*isteucia de su gobierno continuamente an)ena;ada por las 
partidas de los conservadores que llegaban basta los arrabales de la capital, 
se atrevió á lanzar en una proclama la siguiente andaluzada : « En adelante, 
no será posible mirar con desden á la repiibüca mexicana, porque tampoco 
será posible que haya muchos pueblos superiores á ella, ni en amor y decisión 
por la libertad, ni en el desenvolvimiento ún svk hermoso* principios, ni en 
la realización de la confraternidad de todos lo.'s pueblos y de todos los 
i:ullOS. » 

Haciendo á un lado las baladronadas de JuArez, no hay duda de que en 
aquellos días el estado de la st.x;¡edad presentaba muy mal cariz. « Proscritas 
de las regiones ilel poder, el honor y el patriotismo; la propiedad y el tra- 
bajo señalados como crímenes; el fraude enüeñoreado de los caudales públi- 
co.>í; muda la justicia ; acongojada y temerosa la virtud^ y elevadas 3I rango 
de virtudes cívicas d asesinato y la expropiación: tai era la verdadera situa- 
ción de Méxio hasta 1863 » (José de Jesiís Cuevas. £/ Imperio ¡ü Aí¿xic&. 
1864.) 

í México en aquel tiempo estaba en el más completo estado de anar- 
quía ; ptilulaliau en los campos las partidas de ladrones que saqueaban las 
fincas ; los pronunciados y las tropas del gobierno vivían sobre ei [jais. Nadie 
tenía ya más e-spcratiza de ver restablecido el orden sino ¡lor ima interven- 
ción europea. Hasta uno de los mayores enemigos del partido conservador y 
. católico convc-iüa eu ello. Mr. Mathews, tucargado de negocios de ln¡^la- 
tcrro, protestante, gran partidario, poique perseguían al Latolicismo. de los 
republicanos de los cuales se constituyó en agente secreto, — y, segtín Bul- 
nes, í Ver. p. 79) uno de los pocos diplomáticos correólas, inteligentes, cultos 



I90 



I.A CUESTIÓN RELIGIOSA. 



y bien intencinnados para México; pues bien, — Mr. Mathews, A pesar 
toda su simpatía por el gobienm de Juárci, no podía negar la mala admiiiB'] 
tración de sus prutegidus, y aunque calumniando echaba la culpa A sus advcc- 
sarios, manifiíMatia la nocesiditd de unn intervención, i Los recursos, dei 
gobierno, decía tfii despacho de 1 1 de mayo .'1 1 ,ord Russell, provienen (fe 
adelantos hcchw por los particulares, ó de bonos emitidos j>or aiunaa de 
consideración, pagaderos al ñn de la guerra, y de la venta a^ual de atuj 
gran parte de los bienvs de la Iglesia, .í 35, 20 y hasta 15 por ciento dí) I 
valor (jue se les supone. Por ios precedentes detalles, coniprtinderá V. E. ij 
piiimcra vista la situación precaria de México, y que son inevitables su des-] 
membramiento y la bancarrota nacional, si no hay alguna intervenciÓal 
extranjera... I^ d<.sirua:ii5n de las Íglesia.s y de los conventos en todo elí 
pais ha herido loii sentí míen tes religiosos de una población fanática, y los] 
frailes dispersados van soplando en el pueblo el fueyo del descontento que 
lo alimentan las mujeres que están todas en fa\"OT de la Iglesia. » ( Arv.) 

Mr, Wykc, sucesor de Mr. Mathcw-s, al denunciar á su gobierno lo uuej 
él llamaba « las picardías de las autoridades mexicanas, » proclamaba é\ tam-' 
bien la necesidad de una intervención extranjera. < El gobierno de Juárez, 
decía, es tan corrompido como impotente,.. Hay poca esperani'.a de obtener 
juslici.'» de semejante pueblo, excepto empleando la fuerza para exigir con 
ella lo que la persuasión ó las amenazas no han podido conseguir hasta 
ahora. » [Arr.) 

Echeverría, ministro de Juárez, abundaba en d sentido de Mr. V\'yke y 
decía « que para México no había mis salvación que en una intervención 
extranjera. » (Dom.) 

Pocos nieí>es antes, « Santos Degollado, escribe Gustavo Bas, tuvo que 
hacer proposiciones á los jefes reaccionarios en las que se aceptaba ha»ta 
una mal disimulada intervención extranjera. » Igual coía había hecho Gon- 
zález Ortega. 

No creyó, pues, el partido conservador que nadie pudiese tacharlo de 
traidor, ni negarle el derecho de pedir auxilio extraño pata vencer á sus con- 
trarios, cuando éstos habían sido los primeros en mendigar la iiUervencicín 
armada de los norteameticanos. Segtín el criterio de un escritor liberal, a; es 
traidor el que apela á las armas extranjeras p-ua resolver una cuestión inte- 
rior en su país; no es traidor d que apela al auxilio de las armas extranjeras 
para combatir ai ejército extranjero que lo ha invadido. » {Ver. p, ,)3o.) 
Como se ba visto ya en el transciu-so de esta Historia, los liberales lograron 
derrocar á Míramón, tínicamente por el auxilio que en Veracruz y en Antón 
Lizardo les prestaron los Estados Unidos. 

Si los liberales han sido los primeros en llamar en su auxilio la interven- 
ción extranjera, á trllos tambícn se debe la iniervención europea que Ju-ireí 
provocó ii sabiendas y neciamente con su decreto de 17 de julio de iS6i, en 
cuya fuerza suspendía por dos afios los pagos de las asignaciones ú las cotí-. I 
venciones extranjeras. La. torpeía, terquedad y falta de laíto político de 
Juárez se maiii t'icJítan con tanta evidencia en ese caso, que sus más ¡nt rispidos 
panegiristas, como Percyra, abandonan su defensa y, aparentando cierta 



imp.ird¡iti(l.id, le hacen responsable del diluvio de males que enustíd México 
la inlervuncicin europea. « I_^ campaña contra Leoiiaidi> Miírfjueí, dice, ptli- 
grabíi \)oT falta tie recuísos, y antes que resignarse á perder una ocasión deci- 
siva, Juárez inició la suspensión de pagu)> que era, en aquellas condiciones, 
algo semejante á la ocu|)ad(5n de una conduifla ó á la extracción de los fbn- 
doü depositados en la legación Imtinica; pues, el objeto inmediato de la 
suspensión era el apoderamiento de numerario destinado .i los acreedores. » 
Tanto mis criminil era esta providencia cuanto que, según dijo el represen- 
tante del gobierno inglés. <( !a suspensión de pagos al tiempo qne México 
había gastad» seis millones en seis meses, era una vergonrosa falta de probi- 
dad que L'ii fiingitn grado admitía excusa. » 

Mutho meno^ la admilta, si se tiene en cuenta lo que el jefe del 
Gabinete, D. León Guzmáo, refiere tocante á la necia terquedad con que 
Jui'ircí obró en aquellas circunstancias ; í Pocos días después, se volvió á insis- 
tir sobre la suspensión del pago de las convenciones. El señor Juárez nos 
propuso la idea, y también y con mayor motivo esta vi^z, aplazamos la emi- 
sión df nuiístro juicio. Una nueva tentativa cerca del cuerpo diplomático nos 
dio por resultado el convencimiento de que ese paso serviría á los gobiernos 
europeos para un rom pimiento nudoso; y que, en consecuencia, vendrían d 
intervenirnos. MarifeWamos ésto al señor Juárez como un mero temor nues- 
tro, y no le impresionaron nuestras observaciones; le aseguramos entonces 
que era un hecbo positivo; y como tampoco quisiese creernoíi, nos vimos 
precisados ¡i circunstanciar los hechos y revelarle, con la reserva debida, el 
cundufto por donde los conocíamos. Manifestóse muy sorprendido, y por esa 
veí no hablamos más. Al día siguiente noS volvió á instar por la suspensión 
de pagos de las convenciones : le recordamos nuestras manifestaciones de la 
víspera; y como á pesar de ellas insistiera resiiclt-imente, le anunciamos que 
ese mismo día ptesentarianios por escrito nuestra dimisión, v 

< Ese sistema de arbitrariedad en los piejos, dice Ignacio Ramírex, es el 
ese;indalo que la Europa ha invocado para justificar la Intervención que la 
mayor parte de los juaristas provocaron; » (Cas. t, zi, p, 377) < fué un paso 
desacertado, * escribe Jos¿ María Iglesias; « provocó la Europa i que bus- 
cara la alianra úc\ jartido conservador y justifica una invasión A mano 
armada, » afirma Manuel Márquez, de l.eóii, y segiin un defensor de JuArcí:, 
« fue una catástrofe nacional y ul término de una carrera de desaciertos. Los 
estadistas mexicanos han fallado contra Juárez y contra el Congreso que 
votó la ley, » {/W. p, 70 y &¡f diciendo con Cosmes que * la anarquía y los 
abusos fueron la causa de la guerra extranjera » (t. 30. p. 339.) 

En aquellos momentos críticos, Mr, Corvvin, representanit de los Estados 
Unidos en México^ ofreció á Juárez, de parte de su gobierno, un pnís- 
taniu que le ayudara i saldar la deuda que México tenia con los tene- 
dores de bonos mexicanos, y asi desbnratarn la intervención europea en 
los asuntos de Mt-xico, con tal qu<? Juárez diera en hipoteCit los lenenos 
baldíos de varías Estados de la frontera, que llegarían a ser la propiedad 
absoluta de los li^stados Unidos, si el reembolso del préstamo no <:e hubiese 
efe^uado antes de seis años. 



£1 autor del insulso y characano Juárts Glorificado^ cuya literatun 
se cifra en el insTilto personal y descocado, desfigura á su guisa todm loi 
hechos que deslustra.» la milagTL'rk de su hcroe, y nos afirma, bajo su pal»' 
lira de honoi, que 4 Juáree no aceptú la pérfida mediación de los Estados 
Unidor, que pedlnn la hipoteca du ires grandes Estados fronterizos y un le- 
rritorio, |ior minislrar unos cuantos millones, adjudic:indosc- al fin el inmensQ 
territorio hipotecado. & (p. 76.) 

Segiín Vigil í|). 475)1 « un gobierna que, como el de Juárez, defcixJb 
con taiilo celo los derechos de México, no podía aceptar compromi-sos de 
esa naturaleza que equivalían i la pérdida segura de una parte considerable ' 
del territorio. » Como no se puede acusar á este escritor de ignorancia en , 
materia de Historia Patria, es preciso convenir en que adoptó el métod*) 
filosófico de Cosmes, consistente en disfrazar la verdad toda vez que ¿M» 
cede en desprestigio de ios prohombres del partido liberal. Bucnroslro, 
Genaro García y muciios otros juaristas confiesan, con la muerte en el almi, 
que por lal de conservar su idolatrada presidencia, Juárez « estipuló la con- 
vención Corwin, i^ y que de su parte, •« se ofrecieron en garantía los terrenos 
baldíos existentes en la frúnter^i, i> y con tanta precipitación que, aun antes 
de someter este convenio á la aprobación del Congreso, < hab(a dado ya 
muchas libransas contra el tesoro de los Estados Unidos, por cuenta de) 
préstamo proyetftado. » {/mp. t. 1. p. 192.) Si dicho préstamo fué rechazado, 
no lo fué por Juárez, sino por el Congreso. Aun después de este fracaso, y 
pot mas ((ue no se le ocultara que unos ^ coiiipcomisos de esa naturaleza 
equivalían á la ptírdída segura de una parte considerable del territorio, t no 
desesperó Juárez de conseguir sus millones; sino súlo cuando vio su oferta 
de terrenos desechada terminantemente por el Senado americano ■. (¿Ta.f/.^fl 
p. ?46.) ^ l'O^ Estados Unidos, decía Xamacona en 23 de nov., de i86t,^H 
nos han notiñcado... que no debíamos ya espetar el auxilio á que ponían 
por condición la cordura por parte de México. » La tazón era, segilri Matías 
Romero. í porque no .le creyera que dieho préstamo surtiera el efeélo del 
desbaratar la expedición europea organizada contra la república ; y porqiu;] 
podía conducir á enajenar á los Estados Unido^i la voluntad de Francia yj 



haJ 



' « En lo ]>ronto se esci dando lugar á que el gobierno de Juárez acabe 
de entenderse con el gobierno de Washington, quedando México á mere 
de los listados üiiidoa conforme resultará del tratado Corvin; y V. E. ya 
visto en un documento auténtico como el gobierno de Juárez ofreció librar 
al general Cobr>s$ 300.000 contra el lesorn del gobierno de los Estados Uni- 
dos. — Francisco Xaviek Miuano.x al Exmo Sr. Duquu de la Torre. 
10 junio i¿i6z. » {Cory¿ip., Secreta dt Im l'rincíp., Iníerveuc, Mexü.^ L ».) 

Eji 21) de marzo de i56i. Juárez escribía i Matías Romero acerca del 
tiatado Corwin : * Usted debe dirigir sus esfuerzos á conseguir que el 
dioero que se nos preste *.ca no fcólo para atender las reclamaciones de 
los aliados, sino imncipuliuente para nuestros gastos particulares é inte*, 
rests, con lo que nos prestarían nuestros vecinos un señalado y completo 
favor. » 



CAPITULO XI. 



193 



España, caya amistad se trucaba de cultivar más que antes, > {Corrctfon- 
átncia dt ¡a Lcgmiím dt Waski*igi<fn, is dic. 1861.) 

Enuqiiellaocaii^in, el Senadoameriíanoftié quien «deferididcon celo los 
derechos de México. » é impidiií que Ju;i.rez contrajera 111» cnnipromiso n que 
equivab'a á h pérdida segura de una paite considerable del territorio. » Por 
éso causa risa ver como los juaristas espiimflTi de rabia y se retuercen en las 
epilépticas convulsiones de bu impotencia cada vez (jiie se les piueba, con los 
de su IUL3UIO bando, que el gran patriota Jiiirci^ puso al tablero la soberanía 
y la independencia de su patria. « No, no y no, dice enfáticamente uno de 
ellos. Jamis Juárcí comprometió el honor y la dignidad nacional. Jamás 
Juárex trató de cercenar el terrilorio nacional. Jamás Juirez pens^i ni inlentd, 
ni pidió, ni consintió que se comprometiera una sola pulgada de territorio 
nacional. Janiiií solicitó préstiimos vendiendo Kstados de la República, como 
dicen calumníosamc^nCe lis corifeos clericalp.^, difamando la memoria del 
Gran Presidente. » (Cw/. p. 137), 

Juntamente con e! convenio CorwJn se celebro otro no menos leonino, 
entre Zamacona el Secretario de Relaciones, y Mr. Wycke representante de 
Inglaterra en México. Esta convención inglesa, « resallado de las gestiones 
de Juárez, » {Gar, p. 30), quedó ajustada el 21 de noviembre de 1X61, y al 
d(a siguiente fué sometida á la aprobación de! Cotigrt'SO quien la desecha 
junto con el convenio estipulado con Corwin. Zatiiacoaa no tuvo mils alter- 
nativa que presentar su renuncia, <( Empero Juárez no se desalentó por el 
fracaso, dice un liberal, ni admitió tampoco la renuncia de su digno Secru- 
tario ¿quien rogó la retirase y dirigiera en seguida una nota al Congreso en 
la cual le hiciera oir < !a voz de la razón desapasionada y del verdadero 
patriotismo, > exponiendo las poderosas rabiones que fundaban los repetidos 
tratados. Aceptó el señor Zamaconn, y e! día siguiente envió tina luminosa 
nota ai Congreso.., manifestando en ella, » (Buenroslro. Hisíoriei del Secundo 
Congresti C'nstUuaonal. t. 3. p. 677-6Í10) entre otias cosas, «que antes de 
desencadenar la tempestad que el voto reprobatorio de la Cámara iba á 
traer sobre la Repiíblíca, el Presidente Ic prevenía hiciera el ftltimo esfuerzo 
como suprema apelación á la cordura y al patriotismo dtrl Congreso;» y que 
le manifestara, para halagar su odio sectario á la religión, que en virtud de 
los convenios entablados con Inglaterra y los Estados Unidos, « se remacha- 
rían para siempre las conquistas de la Reforma. » 

Pero « la oposición sistemática que muchos de los diputados hacían al 
Ejecutivo de la Unión fué causa de que el Congreso no quisiera oir ( la voe 
de lii razón desapasionada y del verdadero patriotismo. > {Gar. p. 34). 

Para ver cuan patriótico era el convenio VVyckc-Zaraacona, bastará 
reproducir una de sus cláu-sulas que así dice : < Se autoriEa á los agentes con 
sularc^ in^rleses en los puertos, para examinar las liliros y dar noticia de las 
diferentes aduanas matflimas, recibiendo directamente esos agentes de los 
importadores las asignaciones para los tenedores de bonos, y 

Segiln el Congreso, era este convenio < absolutamente incompatible con el 
honor y la independencia de la Repiiblica. > ( Vs^.) t Aceptando esie conve- 
nio, dice Castillo, hubiéramos perdido nuestra soberanía sin disparar un cnño- 

La Cucutiún relifioM, — 1% 



■94 



I-A CUESTIÓN REIJGIOSA. 



níi»o > (p, 157) 4 Por el reconcicintiento áts U Inglaterra, escribe Bulne«, se 
)in|)onfa á Juárez que recoEíociern ln oblígaciiín de índeninijcar á loe siíbüitoü 
británicos por rodos los males (¡ue hubieran retibido de los varios panidoK, 
Era una. exigencia de expoliación de dinero y de sobcrariíi. Juárez la accpt<í 
sin vacilar,, [jorque su política con Inglaterra consistió en reconocer todas 
sus rccJaiiiaciones injustas y humillanles, con Lal de ser reconocido » (K<rr. 
p. 46-47) <;oino presidente de la república mexicana; que en ésto precisa- 
mente coMsisiía <! el verdadero patriotismo > al cual ese « gtan presidentes 
postergaba siempre el honor y la independencia de la nación. 

En años posteriores, < el diputado /-aniacona, escribe un liberal, hizo 
dolorosas reminiscencias de esn ¿poca funesta anterior i la Iiilervencidn; 
tuvo el suficietUe patriotismo y abnegación bastante para reconocer que él 
mismo, siendo ministro de Relaciones, se vio en la necesidad de dar su 
asentimiento á condiciones impuestas por el gobierno inglés, poco conformes 
con el decoro nacional y los derechos de la Nación; hizo ver í\ae el Presi- 
dente que á tanta altura había iiecbo eli^var su nombre, sucumbió también á 
la trislc necesidad de consentir en condiciones huniillantes para la honra 
nacional diííadas igualmente por el representante del gobierno brilámco. > 
{C<fs. t. ío. p. 273). 

Cuando vid Juá.tCK que la Europa, imprudentemente retada por ¿1, iba 
á desembarcar sus lm\ns en el territorio mexicano, pretendió conjurar la tem- 
pestad <pie había desencadenado sobre su patria, expidiendo el 35 de enero 
de r869 un decreto que imponin. la pena capital á los que tuviesen la des- 
gracia de no penfi;ir como él. <j Kste decreto, diue Vigil, calificado de bárbaro 
par los inicrvcncionistas, níida tenia de cxtraordinnrio, pues «n lodos los 
tiempo.'? y en todos los países, delitos de esa naturaleza lian sido castigados 
con el mayor rigor. » (p. ¡oñ). Por cierto nada extraordinario tenía, 'iiendo 
como es cosa corriente entre liberales ahogar la libertad bajo el peso de su 
tiranía, y despuís componer ditirambos en su íwhra. Los que li> calificaron 
de bárbaro Pío fueron precisamente los intervencionistas : fué el pueblo entero 
que lo llamó la ley mortuaria; fueron los liberales como Rafael Martiner. de 
la Torre, é Hil.irión Frías y Soto, fué hasta cierto punto el mismo Vigíl quien, 
acostumbrado á pasmarse^ de admiración ante los mismoü desperdicios de la 
literatura del «i gran ciudadano j> (p. 859), [lor él reproducidos en su obra 
hasLa el fastidio, nivo la precaución esta veü de COTr«r un velo discreto sobre 
los 34 artículos de esa IL7 que llama t feroz » el señor Bulnes. ( fíf. p. 699), 
y que Kafad Martines, de la Torre calilicó di; < severa, > diciendo que some- 
terse á ella y morir, era wnsecuencia natural; que caer bajo su aplicación 
era [wrdei hasta la más remota esperanza de otra pena que no fuese la capi- 
tal, nirha ley era, .según Trias y Soto, * más crufl y sanguinaria que la ley 
de J de oftubre, > expedida ]ior Maximiliano. (Citado por /¡a}. 

En virtud del decreto de 15 de enero, se condenaba á muerte «í lus que 
se rebelasen contra las autoridades republicanas, contra la Constitución des;, 
bien se proclamase su abolición ó reforma ; á lus que contri buyenen de alguna 
manera á que en los puntos ocupados por la inlervencióii se organizase cual- 
quier gobierno, dando su voto concurriendo á juntas, formando a¿las» 



aceptando empleo 6 camiiión] i los que fiídlitason noticias, combatiesen 
contra el goMerno republicano, ministrasen recursos A los sedicioüus, ó á las 
fucrtas fríincesa.s, fuesen de nrmas, vivcies, dinero, bagajes, ó impidiesen quo 
ks autoridades republícanaü las tuvieran, sirviendo i !os mismos enemigos 
de espías, correos ó agentes de cualquier clase ; á lo» que esparciesen noticias 
falsas, alarmantes, ó que debilitasen el entusiasmo piíblico, o comentasen 
esas fioticta.s de una muñera desfavorable; eii fin, á todos cuantos obrasen en 
contra de las opjniones políticas de Juárez, de ese < gran ciudadano > que alar- 
deaba, un año antes, de baber derrocado todas Us tiranías, y había prometido 
que en adelante, con su gobjerno, t ia libi^rtad setia una realidad magnífica. í> 

El [ 2 de ahri!, expidJtS otro decreto declarando que desdv cJ día en que 
lo» franceses rompiesen las hostilidades quedaban declaradas en estado de 
sitio todas las poblaciones que aquéllos ocuparan, siendu castigados como 
traidiites los mexicanos que permanecieran en ellas, y sus bienes conJiscadüs 
á favor del tesoro público. Se imponía la ¡jena de muerte como traidores á 
Lodos los que proporcionaran víveres, noticias, armas, ó que de cualquier 
otro modo auxiliasen al enemigo extranjero. 'A Iws pocos días, el mismo Juá- 
rez violaba su decreto y declarábase traidor y merecedor de la pena ca|)ital, 
con mandar ¡í las poblaciones ocupadas por el enemigo á su ministro Higinio 
Niiñez Y demás empleados que lo habían acompañado en sua peregrinacio- 
nes, y con € ministrar recursos á las fuerzas firancesas » pagándoles el impuesto 
por sus inmuebles radicados en la capital de México. 

Si tamos odios se concitó, aun entre los mismos liberales, ese tiranuelo 
huraño y semibárbaro, ¿por i^ué no se hizo un empuje enérgico para derro- 
car un gobierno que entre las naciones europeas pasaba por afrenta de la 
civilización? Fui; pgr temor de debilitarse con disensiones intestinas en pre- 
sencia de la invasión extranjera, segiin confesión de los mismos libeíalev, < La 
Intervención, dice el General Mirafuentes, vino á salvar i Juárez de la caída 
deshonrosa que 1« hubiera hecho sufrir la oposición. > {Men. 33 marzo 1871) 
4. La Intervención, agrega el seftor José Fernando Ramírez, para síSlo Juárez 
fué benéfica. " {/i/iji. 1. 1. p. 105). 



CAPITULO XII. 

Huida rfí ymiríz lí Sun Luis fofosí. — Entrada Je los franceses á 
Affxíio, adopdán dd gobierHO moniirquico por ¿a Asamblea di A'o/aí'/tí,j' e¿e- 
ccibn del archiduque MashniUana para emperadar, — Vindicación dei partido 
esnserradíir. Aclumacién dei Imperio pur ia nación en/era. — Dirrotas suteshas 
de Im Ttpuhliianos. — Pcrjutio de Ra/rthi Corana y curta dUi/re dt ZamMona 
a Juárez. 



EL 29 de mayo publicó Juárez un nuevo decreto en que daba i saber que los 
poderes federales se trasladarían á San Luis Potosí; y el 31 del mismo mee, 
en unión con sus ministróse innumerables personas, (abandonó en vergonzosa 



196 



LA CUESTIÓN Rin.IGIOSA. 



y precipiuda fuga > (Már^. i L México. < Dic« Matfaa Rome*o que JnitwJ 
saltó de 1> capital á las ires de la tarde, (les|>ti¿s de liaber cerrado las se«onei 1 
Es mentira : se desapareció furtivamente íí la madrugada. ÍDiitilÍ2ando los] 

enormes sacrificios y gastos que había causado á la polilacíón, </»//. t. i.j 
p. I iS)abandonandoen laBubrasdefortlficaciútip/cafumes, 9H6.ooocartu<d)os,l 
21,196 proyectiles, 4,419 cartuchos de cañón, iz.soo kilogramos dt; póh 
y 300,000 cápsulas y cohetes de varios tamaños que aprovechó el cneinigo 
y asi < cvííaniio el qui- se hiciera una resistencia heroica tjue tal vez 
hulñeía podido vencer e! eiiemígo. » (J. N. Mírafucntes.-.l/t'^í. 22. marzo 1871)1 
« I-'uc mala inspiración ésta : México se habría delendido un mes; un mes 
hahria gastado Forey en venir de Puebla soltre la capital, y el resto fiel afto 
en tcorgiiniíar su ejercito, miemias el gobierno conci;iitrüha nuevamente en 
el interior lus elementos de la resistencia que, con su retirada, iba á disemi- 
nar jjor fuerza. > {En. p. aSS.) 

< Cinco 6 seis días antes de la fiiga de Juárez, escribE Ignacio Altami- 
rano, se presentó en el Congreso el minislru Fuente muy belícoívo y muy 
resuello ; y conti?stando á 11 na proposición hecha por el diputado Haz, para que 
ios supremos poderes saliesen de México, dijo : que lal medida era una debi- 
lidad y una cobardía en las cirrunstacias, y que tenia, orden del señoc 
presidente para decir á la calmara qutí estaba resuelto á sucumbir bajo los 
escombros de México, aunrgue fuese rodeado de un centenar de patriotas. > 
{,El Corrtii de México. 11 sept,, TS67) Juítrez había manifestado ya. en su 
proclama del ao de mayo, que < la capital f;e defendería hasta la última 
extremidad, y qui; él había vivido demasiado, siendo su sola ambición morir 
gloriosaineiUe por su patria » En un banquete habla retado, la copa en la 
mano, a todo el ej^icito fraacc^ diciendo con ardor belicoso : t Brindo 
porque México se hunda antes que sucumbir al furor de los invasores, y .i falt 
de elementos de guerra * st les persiga y se k-s destroce con los dientes y ce 
las añas. > Riva ['alacio é I^naciu Ramírez, no menos r.iníarroncs que Ju^ircKj 
« vociferaban desde la tribuna, con aire de Sparafuciles, que no le importaí 
á Mtíxica la agresión de tres naciones; que pudian venir juntas ó 
patadas todas lasdel orbe, y ni aun a»]' nos sentiríamos apurados. > (Za. Aüs^, 
Sal. p. r(j.) 

Prosigue diciendo Altainirano : < El memorable 31 de mayo (S63, et 
gobierno llevándose cerca de un millón de pesos para San Luis Potosí, dejó all 
ejército del centro, mandado por Ciarla, marchar sin dinero paraToluca, ii 
los enfermos de los hospitales mililareíi huir arrastrándose y pidiendo limosna 
como los hemos visto nosotros y todo el mundo; á los patriotas saliendo! 
hasta i pie de [a ciudad abandonada, y á ésta poseída de un sentimiento] 
difícil de describir. Eran el desaliento, la indignación, la tristeza, la desespe- 
ración ím confusa y duloiüsa mc/cla. » (loe, cit.) ' 



• « El eiérctlo se ÍL)h¿ la ventura, fraccionado, impotente aun para fomis 
una escolta de airarato á Juárez errante. Con tal fin. un cucrpu de ejército 
íonnó al mando del General IX Juan Josí de la Gar*ft- Purürio I>iaí ae 
incorporó á ti con algunos batallones de Guardia Nacional coiíj^loinciadosdel 



'A esie pro|)ásitQ decia el General Josií Muría Aiteaga : «la fuga 
ridicula y precipitada que han hecho Juflrc/ y Garza de Méicico, nos viene d 

probar que son nulidades de priiucr orden. » 

El 10 de junio los I'raiiC(;scr>i «niraron á la capital bajo una inctíssniHe 
lluvia de flores y de versos, de coronas y de cintas de raso con expresivas 
inscripciones que les arrojaban de los balcones y azoteas. No hay «scrityr d« 
loa que ptCBcneiaron la reeqición hi-eha i los franceseB, agrega Zanmeois, 
que no la haya descrito como una de las más pomposas y lucidas. « Emr¿ 
el ejército franco-mexicano en la capital, diré Hidalgo, en medio de una 
lluvia de flores, de coronas, de banderas, de arcfts de triunfo, de palmas 
victoriosas, de inscripciones y de cohetes; y mis de cien mil personas 
ocupahan los campanarios, las azoteas, las bi^vedas de las iglesias, los balconea, 
los pánicos de l4s casas, y llenaban las calles y plazas de la ciudad acla- 
mando frenéticas la victoria de los aliados, s {Coiecciím df Documentos 
para la lUsCaria del Sígundn imperio Mexicano. « Una muchedumbre 
inmensa, dice no liberal, se arroHillalia en los Te Ueum de h'orcy y tomalm 
velas en sus procesiones, » (.KXX, forfirra Díaz, p, 350.) Aun los que escri- 
bieron en Europa, por informes de los liberales, presentaron esa recepción 
deslumbrante. En su Ilishria de ¡a Guerra di México, publicada en Madrid 
en 1*67, el escritor liberal Pedro fruneda dice : « Repiques de campanas, 
coronas, versos, llores, flámulas, gallardetes, vistosas colgaduras en los bal' 
cones, alfombra, de verdura en el pavimento de las calles, magnlñca pompa 
religiosa, n«da se omitió pira que la recepción fuese !o más osteniosa 
possible. R 

En julio, !a Asamblea de Notables, donde estaban representados lodos 
los colores politicoB y todas las clases de la sociedad, adoptó, como forma de 
gobierno para México, la monárquica con un principe calóiico, y ofreció b co- 
rona al archiduque Fernando Maximiliano,hermano del emperador de Austria. 
<( Es preciso confesar, decía Mr, Bigelow, embajador de los Estados Unidos 
en París, que la prueba que se ha hecho en México, hace casi medio siglo, 
de las instituciones ik-miicráiicas y republicatLis, esi;i muy lejos de serle favo- 
rable, y que ella ha causado á este desgraciadn país más mal¿s que procuní- 
doLe beneficios. * No es de este parecer el grave señor Vigil : de aqii( el que 
diga, malhumorado y con marcado desdén, que <( querían los conservadores 
implantaren Mé\Íc;o las deradenie^ instituciones del viejo mundo, í> {p, 714. > 

'-A. fe que deben ser dcvüradas de la más negra envidia, Inglaterra, 
Alemania, Bélica y Holanda al ver florecer en México y demás mojigangas 
de repilblicas de la América Latina, la ley fuga, la guerra civil, la criminalidad 
y la profunda ignorancia de las masas, Respec5lo á México, la estadística, esa 



prisa y de modo incoherente en la Capital de la Rqníbüca. Uno de dios que 
tormaba la retaguardia sale de Mckíco sin su jefe dircíto, el coronel Rángel, 
que desapareció. '\ ln primera jornada, l-I batallón se sublevó. Perseguí á los 
sublevados, dice Porfirio Diaj;, nintanJo A algunos; aprehendí á casi iodos 
los demás y los dieeraé después en el lUino de Salautr, en pregencía d« las 
tropas formadas. í \SXX. Porfirio Oíat. p. 3+3.) 



19$ 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



ciencia lan ensalzada por el positivismo, deniueslrai que i>or cada gnipo de 
ino,ooo habitantes, su capiwl tiene 115 hflmiddios, mientras que Franco, 
[ngb[(.'n-:i y Alemania, 110 tienen ni tres homicidios por este mismo numero 
de liubitantes. En cuanto á insmiccirin, Inglaterra y en general todos los 
países europeos instruyen í U quinta parte de su población general; Homlti- 
ras instruye ;í la décima parte, Costa Rica y el Ecuador á la \igésinu: 
México ¡nsiiuye solamente i la trigísima parte de su poblacidn total. «No 
cabe duda, concluye un peiii5dico : somos el pueblo más Ignorante y más 
criminal del mundo, * ■{ 7>" 5 febr., 1896.) I.0 propio repitió un diputado 
liberal en plena sesión del Congreso : í El pueblo mexicano es el pueblo májt 
crimina] » (C. Roumagnac. ¿cí Criminaies en Aííxt£t>. p. 7) 4 y más borracho 
del mundo' j (P'<»2. 5 fdic. 1896), aim después de haberse bañado, durante 
tantos años, en torrentes dy luz y de prot^reso que le trajo el ipbicrno liberal. 
Por lo mismo parece gran bobc^rU el que un escritor de tantas canipanillüs 
como Vigil, tenga la, fatuidad de hablar defipreciativamL'iite de lo que íl 
llama 9 las decadentes instituciones del viejo mundo. > 

< No he visto en ninguna parte, díte el íjelga Dalloz Latour. mis 
fjresunción y más ignorancia de su estado serial qite en esos abortos de 
naciones, donde el cinismo llega hasta burlarse de España por su quijatisioo, 
cuando tienen centuplicado lo ridiculo de España, y no poseen nada de la 
grande historia serta de EspañA, Si an hablar en pitblico á esos repiiblicos, 
proclaman aliyeíta á toda Kurnpa porque no go/a de sus libertades, y en par- 
ticular 05 confiesan con lágrimas de mujer su misera esclavitud. » {La fíííiít 
Dcmoeratiquc. p. 134.) 

'A pesar de bus ideas liberales y de la tan cacareada < escuela filosófica > 
á que se jaña de pertenecer, na deja de reconocer el señor Cosmes, que «f se 
ha adelantado ya lo suficiente en sociología, para reconocer r^uc las formas 
gobierno no constituyen por si solas la libertad y el progreso de las nación 
Lo mismo la monai'titiía que la repiíblita pueden contribuir á la vida libr 
progresistir de un pueblo, siempre que una ú otra se adaptu al medio S' 
sobre el cual rija, y encuentre en ese medio condiciones propias de viab: 
dad, y no pugne con las ¡deas y ¡as costumbres de aquel medio, 
monarquías como la belga por ejempío, ó la holandesa, en las cuales rein 
mayores libertades, tanto políticas como sociales, que en ese modelo de repi 
blícas, llamada la Unión Norteamericana, dominada, por la tiranía 
capital.» (t. 19. p. XVI.) 

El partido conservador estuvo tanto en su derecho para adoptar 
monarquía, como el liberal lo lia estado para establecer la república. Ni 
diga que no podía la Asamblea de Notables imponer U monarquí.i, porqi 
este modo de legalizar las situaciones había sido siempre reconocido 
México desde el primer gobierno ¡ndependietiiü que se dio la nación has 



' 4 La América española no necesita ser conquistada; el alcohol noi 
entregará y no tendremos que vencer, sino simplemente acabar de enterrar j 
esas razas ya muertas para la civilización. » (Brown. Tkt Paliiica! A^on. 
A¡(íih6L p. 13.) 



d nombramiento para presidente, hecho por una asamblea de notables, en el 
General Ju*n 'Alvare/^ El primer gobierno de México, «1 sepAiaise de España 
en i8ii, filé la Jimia Frovisional Cuburnaliva nombrada por Ilurbidc y com- 
piicHta de 34 miembros. La Constitución de 1843, conocida con el nombre 
de bases orgánicas, fue obia de una asamblea de notables nonibiadA por 
Santa Anna. Kn 1846 el Cleneral Paredes nombró otra asamblea de notables 
con el encargo de eligir iiti presidente inlerino. En 1855, otra junta de nota- 
bles eligió |}iira líi primera naa^istnttiira al caudillo de la revolución de Ayutla, 
General 'AIvur«! ,-í <juien puede llamarse el patriarca de Ui Reforma. Abun- 
dando en este sentido, pregunta Cosmes ; oí ¿ De dónde provino la siluacióri 
constitueionul de 1857 sino de una revolución ? Y ul Congreso que ÍDrinó el 
código fundamental de la repiiMíca ¿ tuvo otro origen qtie la convocatoria íjiic 
dirigió al pueblo iiata que eligiese sus representantes un gobierno que, nacido 
dL- la revaliK'tón di; Ayutla, ejercía el mando supremo en nombre de los 
poderes de la guerra? > (t. aj. p. 4íí6.) V en su plan de la Noria, ¿no pro- 
puso también D. Porfirio Díaz una junta de notables que constituyera al 
patsí Si el gobierno emanado de esas asamblas se tuvo por legicimo en 
concepto de los mismos liberales, no podfa tener menos legitimidad la 
moniuqufa fundada en 1863 por una asamblea que, .i la circunstancia de 
ser la más numeíosti que hasta entonces se había visto en Míxico, se compo- 
nía, dice el -seftor de la Batrevñe, < de lodos los propietarios y los Imnxbres 
laboriosos, rie todos los que por medio del comercio, ¡a industria y las profe- 
siones liberales, trabajun por el bienestar del país sin dejar peligrar sus 
internes particulares, la parte más sana de la población, la sota que tiene 
derecho á que se la llame pueblo, y que, como á tal, se respete. f> {XéníJafioni 
sur ílnUrvefíihn Franfatst au Mtxiijuf.) \ Nosotros, escribe Arrangoií, 
agregaremos que de toda la parte de la sociedad que en algo apreciaba »u 
Historia, su,; tradiciones ylorioaas: de los indio» que espeíaiían que el 
Imperio les volvería su antigua y paternal Jegislactón, ,, esc partido y esos 
hombies .ion los que llevaron al trono á Maximiliano, porque prometió 
lo que se quería ante todo : la reparación del santuario, ta con.<erva- 
ción ci<^l principio católico, y con ella el establecimiento sobre büse firmísima 
del poder civil; pucN nu hay que dudarlo : la resluuración de 1863 fué una 
obra de aspiraciones católicas, como lo ftié la proclamación de la Inde- 
pendencia en 1 82 i; porque entonces tuvo por causa principal el movimiento, 
el horror con que se veían las ideas que se habían manifcsudo en los 
Corles en inatcrias religiosas, dice el señor Alaoi.in en su ¡Usti/ria áe la 
Revülucián dt Mcxito. » Con ra/iin José Joaquín Fesado hace notar en 
la biografía de ICurbidc {Diccionario Universal ttt HiUoria y de Geo- 
grafía, t. IV), que á la emancipación del país en 1811 fueron hostiles 
tas logias masónicas dirigidas en lo general por oftciales españoles inte- 
resados en la conservación y la boga de las leyes liberales de la me- 
trópoli, l'uea bien, « los híjoa y lo.s descendientes de los que en iS:i lla- 
maban al irono dií Mevico d Kernaado Vil, dici_- Aiiati^oi/.. son tos que lle- 
varon al trono ;i Maximiliano ; fuií el mismo partido, vi conservador al cual 
niiigün otro, tn ningiln país, le ha llevado ventaja en conaecucncia y abne- 



I 



300 



LA CUESTIÓN REUCIOSA. 






gación. > í Fuera de la del segundo Imperio, que fué una guerra en qw 
lucharon ¡deas y sentimientos sinceros y en que se balieron los ¡nieretei 
nacionales, la mayor parte de iiu&suaa otras revueltas no lian tenido mú 
móvil» y designios, que «1 triunfo de ambiciones tta^tardas y codicias rasln- 
ras. » (Cuc.) Tan es verdad lo anterior, que nmchos liljerales {E¿ Come M 
Luna. 13 oet,, iSS4> han hecho el elogio de los con servidores á quienes el 
señor Bulnes ckclaió en pieno Congreso íi congestionados de honra, aun<|ut 
comiendo algunos de ellos el pan de la limosna. & ( Vos. 10 enero 18ÍÍ5.) 

En el gobierno liberal, « algunos funcionarios, dice un Jacobino, Jacinto 
Pallares, en nuestros días, un menos de un quinquenio, han sacado ellos y 
sus adiéios, no 200,000, sino tres <S cuatro millones de pesos; > (p. xxi) mieo 
tras que por el contrario, K los conserva.dores católicos por su pericia y hon- 
tader. lian prestado L-xcelentcs servicias, principalnienle en las oficinas de 
Hacienda y en el ramo judicial, y han contribuido considerablementK á b 
moralización de los tmpleos.,. Con admirable buen sentido el General Diai 
favoieciti la formación de los .'Vyimtamientos, en su mayoría, de individuos 
pertenecientes «I partido conservador católico, y los resultados obtenidos 
en cuanto á buena ndcitinistración han sido excelentes. % {Cas. t 

P- 3Z5 > 

En esc concierto de alabanzas tributadas al partido conservador por 
adversariofi, es, por lo mismo, sumamente chocante oir á un antiguo reda 
de La Voz de Méxieo y de! Ami^o de ¿a Verdín!, afirjuíiiido cahnuniosaiocnie, 
en un libro que C5 de texto en varios colegios católicos, «: que todos toa 
miembros del partido conservador atendían sólo á sus propios intereses; > 
que « eran orgullosos y dotados de una falsa virtud; » que í no hallaban 
como turbar la paz; o que <í lejos de preocuparse del porvenir del país, se 
hacían la ilusión de que defendían ¡a causa de Dios, cuando sólo procuraban 
satisfacer su piopia ambición; & que < sus hombres de guerra, enorgullecidas 
por una virtud que no lenían, pero c|ue creían tener, se figuraban ser los 
nuevos Macabeos destinados i exterminar á los enemigos de la Iglesia, y 
hacían apresto de armas, sin comprender que las mejores armas del cristia- 
nismo son las virtudes... V posesionad i>s los conservadores de la idea de que 
eran virtuosos, veían con itifiíiito desdén á todos lo5 que no p^^nsaban comu 
ellos. > {J^ey. p. 163, rjo, 171, 177.) 

Siendo de moda ahora, entre ciertos católicos de México, avergonzai 
de sus antepasados á quienes calumnian con el fin de congraciarse con 
partido liberal <( al cual pertenecen el episcopado, el clero, todas las clasi 
de la sociedad y todos los ¡)eriód¡cLis católicos, » {/"u. 17 enero, 28 juni 
2S fehr., 1901) es curioso ¿ instrufiivo á la vez oír con qué unción y fcrv 
hablaba de la elección de Maximiliano, uno de esos periódicos antes de vol 
tear casaca. « Los votos de los Mexicanos proclamando el Imperio de M 
miliano, decía, sin contar los millones de personas que 110 pudieron 6 
supieron firmar, no fueron de unos cuantos miles, como lian sido despu 
los 70t08 computados pero no firmados, en favor de los presidentes. Tal 
votos se contaban por centenas de millar, y hasta por millones calculan 
los que no fueron suscritos. Ninyuna elección de presidente (uv m.1s popu 



que la del Eiuperaclor Maxtmitiano. \%í es que U proclamacicjn de la Asarn- 
biea d« Notables fue aceptada, por una inmensa mayoría de la nación con el 
benepUcito suyo y con toda libertad. El ejército francés no la impuso por la 
fuetza, pero sí la garaii[ÍE<í, en honor de la independencia nacional, con su 
presencia y con su sangre. > {Vos. aq enero 1885). 

Lo mismo han dicho los escritoTes liberales. * Con grandes ficsttts, 
escribe Rivera, fué celebrada en la capital ia noticia de la llegada de los 
principes. » Y cuando llegaron, « no solamente fueron á «icontrailoa fuera 
de la ciudad multitud de señoras cu elegantes carretelas abiertas, sino que 
concurrió tama gente de las poblaciones circunvecinas, que se levantaron 
gradas en las calles, y ftiif pagado á precio de oro un lugar en balcdn 6 azo- 
tea de Ifls casas que estaban en la carrera seguida por la comitiva. > « Multi- 
tud de personas de la alta aristocracia, dice Manuel fayno. salieron en 
México i recibir al nuevo emperador. » V no hay periódico juarista, ag:rega 
Zamacois, que no acuse á las claseg privilegiadas de haber ^ido a<li<^as al 
Imperio. 

i I.os prelados mexicanos, según un dociuuento pontificio, dieron 
demostraciones de goíioso afeólo al joven monarca antes de su elevación al 
trotioj > y cuando éste hizo su entrada i la capital, el 12 de junio de 1&64, 
publicaron una carta ]>a-Storal colefliva los artobispos de México y Michoa- 
cán, y lofi obispos de Puebla, Oanaca, Caradro, Querétaro, Tiilancingn, Chia- 
pas, Veracru?, Zamora y Cl'.ilapa, en la cual prevenían tjue en todas las misas 
que se celebrasen, excepto las festividades de primera y segunda c1ast% se 
diese en lo sucesivo la oración pro ciedlo Imperatore. 

Cuanto á las clases desheredadas, conliesan los liberales que fué más 
entusiasta y tíspontánea todavía su adhesión al nuevo orden de cosas, t Desde 
Orizaba A Puebla, escribe Pedro Pruneda, ci viaje de los empcradorL-s fue 
utia continua ovat;ión. En el pueblo del Ingenio les esperaban sus habitantes 
con flores y ramilletes, 1 Pues, ( era fanático el eiitu.4Íiismo que en todas par- 
tes le manifestaba aquella pobre y desgraciada raza. > 

Entre muchas especies falsas que un corresponsal juarista y yftnquí del 
}]>-raldo de Nueva Vork mezcló con su descripción de la entrada de Maxi- 
miliano en México, se notan las siguientes c«iifcsÍones : < Luego que se supo 
que el Emperador ae dirigía hacia Guadalupe, la. más notable parte délos 
ciudadanos salieron á encontrarlo en un tremendo eítado de agitación y entu- 
siasmo... Pocas veces presentó la ciudad un aspeéio tiin esplendoroso como 
en aquella ocasión... La iluminación de la noche fui la parte más brillante 
y féli^ de la demostración i las casas de las calles principales estaban entera- 
mente transformadas en palacios de luz y de belleza. Por todas partes lucían 
los colores más brillantes y de mejor efeílo... Yu observé como un rasgo 
curioso de este regocijo público, que un gran número de soldados franceses 
estaban mezclados con la multitud, y en su mayoría semejaban ser una clase 
de individuóla muy joviales. » (26 junio 1S64.) 

t íin su tránsito de Vetacruít hasta la capital, Maximiliano fué espontá- 
neamente aclamado con ardor que ni siquiera i>odismc*s sospechar, dice 
Bulnes, por la raia indígena que vio en & un salvador, un vengador ó un 



leseaurador de algo que le faltíba á esa infiíliz gente. > {Meni. p. jirt.) Y 
como los indios formiban má^ de ks dos terceras partes de 1» población, 
resultaba, par confesión de los liberales, que In íniiien.'üi mayoría do la nación 
proc-lamaba el Imperio: y (lue éslos, al combatirlo. violi:ntaban á esL' inisriK; 
pueblo que en son de burla llaman libre y soberano, 

Para probar quí e! Imperio fué inmensamente popular, verdad quü 
amarga á los liberale^í y se fia querido obscurecer, seguiremos recogiendo 
las confesionefi que ¿ estos les lia arrancado la evidencia dt- los hechos que 
narramos. * Más de la mitad de los mexicanos, asienta Coames, se some- 
tierott si Imperio. > (t. 23. p, 97.) Segiíii Hijar y Vigil, < niuclins eran las 
defecciones que tuvieron lugar en aquellos días de infausta memoria. » 
(Ensaya Hittérica dt¡ Ejénih de Oicidtnlt.) Scgiín Irenuo Fa-í, a U deferísa 
nacíonxl estaba abatida, in:ís (¡iic é&o, estaba espiíantc. Kl sentimiento del 
patriotismo se había ¡do i'tnhntando, y todos querían ya que gobernara un 
emperador ó un demonio cualquiera .. !sX comeruat la Intervención á esta- 
blecer su dominio en el país, después de haber alcanzado los más fáciles 
triunfos, pocos fueron los que quedaron con unos átomos de fe siquiera den- 
tro del cuerpo, y por éso se autnenló lan prodigiosamente el niimero de los 
hombres que traicionaron á su patria, > (t, i. p. 165, 2or, jo?) debido, dice 
Cosmes, «: á las simpatías casi ínesisüblts que Maximiliano inspiraba á sus 
mismos conttarios. t> (l. 19. p, 6.) 

Un jianegirista de Juaie?. y contradiélor de Biilnes se produce así : 
« Almonte no carecía absolul;imcnte de racón al decir á Napoleiin III que 
1a sociedad mexicana era todavía monárquica por los hábitos, los sentimien- 
tos, las tradiciones, las ideas, las leyes, la religión, los intereses, la educa- 
ción... Profesaba ideas republicanas sólo la clase media que estaba represcn- 
tadfl ])or un número ínfimo... De donde resultó que un niimero inmenso de 
mexicanos se declararon enemigos de la patria. » {Gar. p. 9. ro. 63.) 

« 1^9 indiadas apáticas, prontas .1 seguir al 4[ue las tirase del toiwal, 
rumbo al paraíso, allanaban el camino s. la invaí^ión franco-austríaca. Hn 
Oaxaea, los iKjrinanos íapoieca^ del gran Juáritz seguían la misma pendiente 
de abyección... La llegada de Maximiliano y Carlota (abril 1S64) acrleró el 
movimiento general an ti- republicano. Una curiosidad malsana por aquel 
simutacro de corte imperial degeneraba en adhesión traidora que se exten- 
día como una epidemia. > (XXX, Porfirio Díaz. p. 351, 350.) 

Ia verdad es que ( se biso todo lo posible para echar i las poblaciones 
en brazos de la Intervención. La mayoría de las aftas de adhesión al Impe- 
rio, dice Bulnes, fueron voluntarias. La mayoría de la nación no creía ya 
entonces que la Intervención oompromctia la independencia; y el resto, 
exceptuando ai enérgico grupo liberal, cataba hasta por perder la indepen- 
dericia con tal de llegar á conocer el derecho de propiedad, el respeto á la 
vida humana, á la libertad personal, la inviolabilidad del trabajo, el sucfio 
sin pesadillas, la autoridad sin brutalidades, las leyes sin desgarraduras, Ioh 
tribunaleí: sin consigna y sin ven:il¡dad. » ¿Qué má>? * Los jefes y oííciales 
del ejército republicano se desbandaban de sus filas para presentarse 
pelotones, por batallones, por brigadas, » recibir el pan caliente de la Interil 



vención. La llegada it México del archiduque díó un golpe monal á la causa 
republicana... l^s liberales exaltadus se fueron pie^enlandu eit gran número, 
itiucíios de ellos convencidos de las ventajas dt: una monarquía opulenta y 
verdaderamente lilieral, cu \ttx de 1» vieja repiíblica deforme, falsa, lirátiica, 
miserable, jacobina, anárquica, > fVtrt 

V.n el sur dti OaT-ii^a, 'l los trahajos do tos liberales renegados, dic^ Por- 
firio Dín.1!., d&sitioral izaron tal manera la tropa de mi mando, cjuc llegaron á 
desertarse guardias enlcras... I^ dcíeeción de la guarnición de Tehuantepec 
tuvo consecuencias cada día de mayor iraüccndencia. » ( M'amorias ), 

En la Huasteca Veracruzana, la causa republicana cstalia perdida, y el 
Coronel Escaniilla escribía desalenlido A [uires: € Va no puedo continuar 
levantando á cintaraíos á hombres consumidos pOr las fiebres y por el ham- 
bre, para acabarlos de matar en vea de hacerlos marchar. Se tiran al suelo y 
dicen : < Mátenif, mi jefe, pero ya no ando mis. Hace Ires días, sus fami- 
lias en tumulto me dijeron : ■■ Ya no podemos hacer más; queremos que 
nuestros hombres enfermos y maltraiados vengan á morirásus ][icalefi;yn no 
qiLCremos mh que á nueslro.s maridos, luTinanos é hijos; ya no queremos 
pntriii. » (DodímentíU para h Htsicria dt A/t-xiei). i. ¡. Docum. 162). 

H;ista D. Maltas Romero llegó á creer que el Imperio de Mavimiliano 
se sustcndria. » (Cos. t. 23. p. lojj Juáreí, abanJonado de sus mismos fun- 
cionarios, decia. en enero de 1 864 : c Es verdad que la situación nos es des- 
favorable por ahora, y no me hago la ilusión de creer que estamos en tiem- 
pos bonancibles. » « I„t deserctdii de fimcionarius y emple-sdos cümen/.d en 
San Luis Potosí; y desde el Saltillo hasta c! Rio Bravo, apenas acompañaban 
al seftor Juárez sus tres ministro& y un pequeñísimo grupo de empleados- » 
{Glor. p. 477). 

En la misma Oaxaca, suelo nativo dt-l redentor de la "Repiíblica, lo más 
culto de la sociedad proclamó el Imperio. ^ La firma de esos desventurados 
vasallos, dice el despechado 'Ángel Pola, ha quedado indeleble en un docu- 
mento > a! calce del cual aparece la de un futuro ministro del General Díaz, 
Manuel Dublán, quien suscribió los siguientes conceptos: * Oaxaca, señor, 
que h.i aceprado franca y lealmente el Imperio por la convicción que tiene de 
que es el linico faro de esperanza en la deshecha tormenta revolucionaria 
que ha agitado á México, tiene 1111 motivo más para afirmLir su adhesión á 
V, M. No han transcurrido cíen dias desde que el Departamento se amparó 
bajo el pabelliin del Ini|)erÍo, y práflicamente todo el mundo conoce fjue la 
transformación es completa. Nada de teorías, promesas y progrwmns que han 
engendnido la decepción y el desaliento. H&y garantías, orden, tolerancia y 
reconciliación, son verdades que individualmente tiene uno ocasión de sen- 
tir. > 

Lo justo y racional por parte de los liberales en estas circunstancias, 
¡hubiera sido desistir de toda oposición armada al nuevo gobierno, y acatar 
la voluntad del pueblo, cpnforme al principio de la soberanía popular. < La 
voluniad libremente expresada de la mayoría del pueblo, ilecia Sebastián 
Lerdo de Tejada, es superior Á toda Constitución.., á cualquiera ley, siendo 
la primera fuente de toda ley,.. La misma Constitución reconoce expresa- 



204 



LA CUESTIÓN RKI.IGIOSA. 



mente en su artículo 95 tjue el pueblo úene en todo tiempo un dviccho ina- 
lienable d« alterftr 6 modiñcar la Ity fundamental. Con razón aquel artículo 
expresa qt« w «n derecho ínalienaWi', íKinjue ni la Conslilución podría qui- 
társelo al pueblo, ni cL mismo pueblo podría renunciarlo. > (Coí. i. 19. p. 40, 
+4, 60). 

< Nuestro código fundamenial, escribe otro ministro de JuAreE, el señor 
Iglesias, csIabI(M:e que la subcrania reside esencial y deAnitivamente en el 
pueblo, el cual ticnt el inalienable derecho de cambiar cuando Je plaxca su 
forínu (le gubiernu, Tan iliiiiitada es esta facultad, que bien pudiera el pueblo, 
ejercitándola, hacer una mudanza completa en sus instituciones, y adoptar, 
por ejemplo, la monarquía en ve; de la república. * {Cos. t. 33. p. 1044)*. 

Sin embargo, por haber prclcndído el pueblo ejercitar su dcreclio al 
adoplar la monarquía, la minoría turbulenta y opresiva de los libcrelcsj 
cometió contra él las mayores vioicnciasjy el mismo Juárez, temeroso de que 
los pocos individuos que reconocían todavía lo que Cosmes llama su *■ simu- 
lacro de gobierno, ► (t. 21. p. 675) se adhiriesen al nuevo orden de cosas, 
expidió decretos terribles contra los que adoptasen la monarquía, represen- 
tindola como una amenaza i la independencia nacional. Manuel Doblad», 
en una proclama sumamente verbosa y i:ampanuda, luciendo especialmente 
el apodo de traidores aplicado á los imperialistas, decía que la Intervención 
trataba de convenir la repiiblica mexicana en una colonia francesa; Juan 
Antonio de la I'' tiente ascmaba que ella era lu conqutsU: el mismo Juárez 
aseguraba contra toda verdad que el general en jefe de las tropas france 
apetlidalta á México la segunda Argelia de Francia; y un sacerdote apóstata,! 
y por lo mismo liberal, dio él tanibi(5n otro manitiesto en que hacía estas! 
terriblus profccias: "¿Y qué ciperaiiios, los verdaderos católicos, de un cj¿r-^ 
cito compuestn por la mayor parte de protestantes y mahometanos, enemigo 
impUcables del nombre cristiano ? i Ay, lÜos mío ! veremos ultrajados y pra-^ 
fañados nuestros Lsmplüs y nuestros altares, y la verdadera lehgión del cru- 
cificado se convertirá en luterana, calvinista, inahomeíann : en una palabra^ 
seremos esclai-os de una nación ambiciosa, y perderemos para siempre,'.^ 
patria, honor, religión, libertad c independencia. > 

l!,n otras proclamas se subía el lunu. « Kl enemigo había de ser forzosit- < 
mente vil, miserable, insignificante, despreciable, pero sobre todo cobar 



' La convieción de los católicos ilustrados en la actualidad, es que <^J 
México ha de seguir llevando una e.xistencía independiente, sólo iTOdni vivir] 
en el orden político, bajo las instituciones netamente republicanas. Ademi 
de que llera casi un siglo de haberlas adoptado en teorín, los últimos estrc 
mecimientos de ia Revolución Francesa que todavía se siente al tin.ilizar el 
nuestro; la degeneración délas dina);tias reinantes, que casi las e.'íui extin-j 
guiendo; el espíritu turbulento é indócil de ta época; y para nosotros, 
ejemplo y vecindad sobre todo, de los Estados Unidos, que mi-< hic-n qu< 
deslumhrados con las irradincíones de su falsa libL-rtad, nos tii-nen comoij 
aturdidos con los estruendos de su prosperidad material: lineen para México, , 
de una necesidad indeclinable y absoluta, el régimen democrático. » (Cite). 



Tenido A mi rtsta, dice Bulnes, proclama mexicanas de i86j en que se ha 
llaniatia al ejercito frailees, el rads [;ol).irdc del muiidQ. El proi;cdÍniiento de 
denunciar el cjércilo mexicano como cobardes á lus cjcrcilos extranjeros que 
luchan con él, con vi obJL-cu do animar ú nuestros soldAilus, es mis liien pro- 
fundanienU: ultrajante para ellos; porque quiere decir que si se lea dijera que 
el enemigo cta valiente, nuestros soldados se llenarían de tnicdu, y no habría 
modo de luccrloa comhaiir conira i-aiicntes > fAffní. p. 606;. 

El 13 de mayo de i86í, el vcmrabit: Cabildo de Guadatajara creyó con- 
veniente unir su voz en santo crin.sorcit> can la de los liberales, elevando él 
también contra la Intervención una protesta en la cual manifeataba indignado 
que luá IriinccHcs i querían arrc^batarnos nuestra libertad y nuestra indepen- 
dencia para imponernos las atdenas de la esclavitud. » No impidió esta pro- 
testa el que más tarde e5t« mismo clero cantara solemnes Te Deum al recibir 
en au catedral al ejercito invasor que le traía las cadenas de la esclavitud; 
tampoco Jnijjtdió piíra que el jefe Jrancé^ D^rtliclin. cuyo carácter duro y 
enérgico para con lo* liberales, le había adquirido una faina tan siniestra 
como la de Dupin, fuera especialmente recomendado a dicho clero por su 
prelado el st^or Espinosa. ( Víg. p, 789^ '. 

Haciendo á un lado la^ protestas platónicas de la j^cntc de iglesia, el 
guerrillero Martínez comunicaba al Otneral Ramón Corona, el 15 de marzo 
de 1S66, que había empleado medida.^ severísinias para someter á los indios 
de Sinaloa y á loe que habitaban los pu^o'tos del río iiel Fuerte, lo» cuales se 
hcibltin luvantado en favor del Imperio, El mismo Corona, queriendo erítar 
que los indios, en uso de sus derechos se declarasen hostiles á la causa libe- 
ral, mandó incendiar el pueblo de la Noria y la ranchería del Espinal. (Za.) 

Cuando no incendiaban, robaban los juaristas en virtud de la ley de 
rapií^a decretada por ei Congreso (4 junio 1861), y en la jubilosa esperanza 
de (|ue Don Benito les otorgaría benignamente un iicrdón generoso. Un 
teniente coronel robó $ 39, 532, 89 á un español en Matamoro». Declara 
Juárcí que ésto era un delito meramente |>articubr y que no tenia carácter 
alguna público; por consiguiente, 110 había obligación de indemnizar al que- 
joso por esa friolera, (/aifi. t. i. p. 136-138). 

Estos atropellos sin nombre y sin cuenta df que eran vtftimas las pobls- 
cionc.i por parte de sus llamados defensores, no poco contribuyeron á la 
popularidad del Imperio. « Nos es preciso Itaet á Ut memoria, dccía£/ AViv/ 



' « Mi Cabilbo (ó sean los tres que á su nombre se han hecho célebres 
por SK patrititko eomf^ortamientv) estoy en la mejor dis]}Osiciiin para regalarlo 
i. quien guste, en la inleligenda de que al Sr. Barajas no acomoda mucho la 
donación que le hago de toda mí voluntad. Si pues al){uno se interesa en la 
alhaja, estoy pronto ¿ cederla ¿ralis y hasta con la añadidura del indita Pre- 
bendado l)r. D. Juan José Caserta. Va ve ud cuanta es mi generosidad y 
noble desprendimiento. .Siento muy de veras que uno de esos tres fuese c! 
recomendable Sr. Camaclio. » (carta del ub., de GLiadalajaiu al Sr. José María 
Covarriibias, ob^ de Oaxaciu 6 dic, 1862. Cerresp. Seerita d¿ Í01 -Priníip., 
ItUtnftiu., Mtxií, t. 2) 



306 



LA CÜKSTlrtN RKI,ICIOSA. 



dt Durangú (en Mítn. 23 marzo i$7i), los millares (le viiílimas Kicríricadas 
por los que buscaban armas en los costurero» de Im mujeres, y caballus 
tri loí Iiaiiles de las ramilúis, mientras i.]\xü entre ellos y el enemigo media- 
ban muy resiiL'tahles distancias. Kl gobierno j» su gabinete todo lo sabia y 
tudo lo toleraba ron estoica indiferencia: hacia más, foiuentaba el de»oTclcn 
expidiendo patentes de guerrillero de una manera imprudente y desconside- 
rada. Por aquí se puede deducir el amiít cjiíe le itnia á sus pueblos. Entre- 
tanto, las tropas regulares carecían de todo, y al ocupar una poWaeión en los 
diferentes lances de esta guerra, se encontraban en la triste necesidad de 
volverse sin recursos, porque muchús de los íeroces mierriUeros ya la hahian 
esLluitmado cien veces. Difícil seria resolver qué circunstancia cred más trai- 
dores, si las íaisfts promesas de los invasores 6 las depredaciones de los que 
favúrecidos por Va administración de entonces, hacían la guerra nomÍn.tl i los 
franceses, pero efe£liva á los iiucblos, » Uno de estos feroces guerrilleros era 
Carvajal, de quícn dice Manuel Marque?, de León ; í Habla dejado los pue- 
Wos tan aíorados con sus depredaciones que por dondüijuiera (jiie pasaba, 
me encontiaha las casas solas; porque la» gentes bufan ¿ las montes al saber 
que se acercaba alguna fuerza. Era Sestín fusiló ú uno de los ciudadanos mis 
notables para violar i la hija; y eran tales los cxces*!^ ijue se habían come- 
tido, que las poblaciones se sometían al Imperio buscando n*''''"'^*^' * 

Ámelos triunfos sucesivos de las tropas imperialistas, tnuchos de aquellos 
guerrilleros, i. fin de no ser enteramente aniquilados, como el pundonoroso 
Coronel Ignacio Ugalde, no temieion perjurarse sonieiicndose aparentemente 
al Imperio con la dañadn intención de sacarle provecho y dinero, pata hacerle 
mds tarde la guerra. 

Ramón Corona, viéndose estrechado por los imperialistas ¿ imposil)¡li> 
lado para encaparse, mandó á los guerrilleros Gadea FJetes, Purfe6l/í < iuemán 
y otros, que juraran reconocer el Imperio y pidieran el indulto, a Una vez 
indultado, escribía i CiuEmin, procurará ud tener listos á sus principales 
jefes, para que si se le llega á presentar una oportunidad, ha^a una contrarre- 
votitción, <5 para (jue, en oaio de recibir alguna disposicíiín del supremo 
magistrado de la república, ¡meda ejecutarla, p 'A lin de VL-ncer la repugnan- 
cia que pudiera ese perjurio inspirar á Gucmin, Corona agregaba estas con- 
soladora? palabras ; % Puede ud estar seguro que el Presidente, la patria y la 
Historia le justificarán, b {yi¡(- p. 709) ICn efeáio, la Historia, tal como la 
escriben los liberales, ha justificado á Gu/m;in, Corona y demás perjuros, sin 
exceptuar al excelentísimo señor General D. Antonio Rojas, como lo llama- 
ban en aquel entonces. « Tal orden ei tan horrible como inmoral, dice Bulnes; 
pero la situación espantosa ¡i qiie habían llegado las poiM:^ íuerías de Corona 
aai lo exii;ían. » ( Ver. p, 196) Sei;iln el criterio liberal, hay casos en que el 
ñn jiisliñca los mediu« como se achaca calumniosamente á los jesuítas, sin 
que nadie, hasta U feclia, iiaya podido citar el libro en que estos Padres 
hay.in consignado tan infame doÉlrina. Segiln el criterio liberal, hay circuns- 
landas en que U hi[)oereBÍa y el perjutio, tan aborrecidos de tas miemos 
paítanos, son virtudes heroicas y dignas de imitación ante las cuales se postra 
Vigil, diciéndonos con santi cuvi Jia ; <( Corona se alea como mantenedor del 



progreso y de ía democracia en el mundo entero »(p.86i)No le caen oga Fríos 
y Solo. Para ¿1, fué ese perjurio i un at*ío sencillo, natural y verdaderamenie 
tiííítico;» y su autor, im «general betiemérilo de la patria, {p. 339 y 153), 

¿('u.il era, oniretanto, la conduéta de Juárez en pro de esos benemé- 
ritos mantenedorea del progreso, de la democracia y del perjurio? -i JuárcE, 
dioc Mirafiientes, huyó á San I,uis infundiendo el pánico por todas partes. 
l'na VEZ en esa cíudiid, trató con el mayor desprer^io y negó lodo anviÜQ á 
los jefes y oficiales que habían peleado <.'on los ftancescs. y tenían vivos 
deseos de seguir defendiendo i su patria- En esos momentos las cajas del 
gofiierno estaban Ik-nas de «ro. Juáreíf vivía en la abundancia y sus minislros 
favoritos, el uno se divertía con su qneridítu. y el otro se jiaseaba con des- 
caro, llevando del brazo á una ramera, ambos gastando el oro á manos lle- 
nan. Entrtitnntu, muchoii valientes soldados mendigaban en San Luis el pan 
át cada día, y esnicliaban repetir i uno de los ministros : Ya me apestati 
esos héroes de Puebla. Se acercó el enemigo á San Liiis, y Juáiez ¡lujó a la 
frontera del norte donde fué muy mal recibido, porque le precedieron loa 
noticias de sus despil farros, de sus arbitrariedades y de su indiferentismo 
por la defensa nacional I^ conduela antipatriótica de Juárez obligó á 
Vidaurri, á Quiroga y á otros muchos á pref<;rir k intervención extranjera al 
vandalismo del círculo de Juirei. » (-l/í*» 22 mar/o líij 1.) 

f Cuando el Gobierno llegó á los Estados de la frontera, eacríbe Alta- 
mlrano, sus faltas, suí atiopcUamientos políticos fueron tales que llegó í 
fastidiar á todos aquellos ciudadanos muy amantes de su independencia 
local, y éso fue causa de que Vidaurri, encontrando un apoyo en los odios 
nacientes, se declarase rebedc y realiEose sus abominables planea de traición, 
loque no habría conseguido si el gobierno hubiese sabido captarse !as sim- 
patías (le los pueblos del norte a su llegada. » (i?/ Corren de México. 
33 sept., 1867.) 

Casi á los mismos desaciertos atribuía un ex-miuistro de JuúreE, D. Ma- 
nuel María de Zamacona, las numerosas simpatías que se liabía creado el 
Imperio, « Con su habitual elegancia de lenguaje, en una carta que le ha 
sido muy censurada por lo mismo que dice la verdad, tuvo la lírmeía y la 
lealtad de hablar á J uárez en tírmiiios hábilinenie politicoa. > ( V^r p. i8j.) 
En ella le decía, con fecha 16 de junio de 1S64, que la InieivencitSn atraía 
hasta á ios mismos liberales; qu« se podían contar con los dedos de una 
sola mano los que formaban el círculo del gobierno juarista ; que las jiobla- 
ciones bendecían al cielo cuando las tropas liberales salían de ellas, 
y que la política de Juáres inspiraba al país repulsión. H^ aqui algunos cxtra- 
¿tns de esta carta : 

■t. Aunque usted, señor Presidente, me llame quiz^ como Jesils llamaba 
desde la Imrca al jefe de sus discípulos, iiombrc de paca fe, creo que tengo 
mejor excusa quel el apóstol al dirigirme á usted, clamando : Seftor, salvad* 
nos, porque siento como él que las ol.is se vienen ,i más andar sobre noso- 
tros; que nos falla aun la superficie que pisamoa, y no puedo como ¿1 aj^uat- 
dar la salvación de un prodigio sobrenatural, sino de los reciu'sos comunes 
del poder humano, 



S08 



LA CUESTIÓN UELIGtÜSA. 



< No son estas ideas parto de un espíritu asombradizo. Llevo tiempo de 
verlas en boca de todo el mundo. Aun habían pensado loa amÍ(;oa del 
gobierno que retiiden aquí, consignnrlas en una exposición privada dirigida 
á utled : y si bien no se han puesto aun de acuerdo en cuanto á la forma, y 
á la más ó menos conveniencia del paso dado colectivamente, todos, sí están 
acordes en el juicio sobre la nituació» pública. .. 

« Pero no |iiiedeti monos que impresionarse al ver como lia» venido á 
ser una realidad los plan« y esperanzas que, hace un año, provocaban 
nucfrtra rÍEa y apellidábamos ^¡¡uiaieras. La Inleiveación se ha captado ta 
conlianza del pdblico que pone en sus manos conduétas de caudales como 
no se habían visto en mucho tiempo; a.sonibra ver como se va atrayendo en 
deirijdor suyo á lo» itiieiubrus del partido independiente ; como gana teiieno 
en los cortes extranjeras y en el crédito hurüalil hasta el punto de que e! her< 
mano del Kniperador de Austria se decide Á ocupar el trono de México : 
y aun el sesudo rey de los belgas induce á su liija á ceñir la cocona nie\icana. 
Los banqueros de París y Londres abriríín al nuevo Imperio sus arcas para 
la icalizac¡<Jn de un empréstito; y la imprtrsiún se hace más profunda 
cuando el cuadro que precede se coloca junto al que presenta el gobierno 
nacional. 

« En el curso de este año hemos caído del pedestal de gloria que nos 
levantaron Zaragoza y los valientes sostenedores del sitio de Puebla. La 
prensa extranjera lleva tiempo de no hablar de- los defensores de nuestra 
indeiieudencia en los términos de respeto y s-im¡MLt(a que empleaba aun 
después de que abatidonamus la capiliii. Hasta el ministro de los astados 
Unidos ha abandonado el pnis, y dígase lo que se quiera, estoy seguro de 
que no se lia llevado impresiones favorables sobre la situación del gobierno, 
En el interior hemos perdido casi lodoH los ceniios importantes de pobla- 
ción: y no es lo peor que el enemigo haya hecho la ocupai^ión material de 
todas aquellas demarcaciones, sino que hemos dejado losánimoa en termine 
de facilitarle la conquista moral A que aspira y que por su aisteina sagas ha' 
logrado... 

« Al saberse aquí (en el Saltillo) que van á salir los jefes y las fuerzat; 
que han csiado dando la guarnición del Saltillo, sin menoscabo de las sim- 
patías que usted inspira, se oyen felicitaciones reciprocas. Uiited comprcn- 
derá, s,eñor Presidente, el sentido político que tiene el que en este liUimo 
rínctin que iins queda de la rtpiíbljea las poblaciones bendigan al cielo 
cuando saleo de ellas los defensores de Is independencia,.. 

(i ¿Qué significíi el aishmieFito del gobierna? ¿Por qué su circulo ínme- 
díaio se ha reducido ú. lan pocas ¡jersoiias? ¿Por qué contiiuía y se acelerad 
moviinienlo de emigración de estos hilares d los que la Intervención ocupa? 
¿Kn qué está que desde el abandono de México, las poblaciones que nos 
Itan rec¡[}¡da de buena voluntad nos dejan salir con pocas muestra» de senti- 
miento? ¿Qué suctdió en S;m Luis? ¿Qué está sucediendo en el Saltillo y 
Monterey? ¿No depone éslu contra la política de repulsién que se praÉlica 
desde Oit^'^l^ro. contra la concentración del gobierno dentro de un ce 
circulo, contra la falta de esa solicitud que ha debido tencn^e por los inte 



CAPITULO XIII. 



209 



resds positivos de la sociedad, y por creer simpatías, bienestar y orden al 
rededor del poder? 

1 No sé si me equivoco, pero creo lambién indispensable que se invier- 
tan, por decirlo así, los polos de la política aétual. Hasta ahora el de atracción 
ha estado et: México, y el de repulsión á nuestro lado. 

« Desde San Luis se iiraugurii un sistema repelente, y comenüó í emple- 
arse con lujo de aspere/a y de desdén con todos los que buscaban el centro 
legal .i que se dehe ese movimiento de contra emigración, que después &e 
ha acelt;raflo tanto, y en cuya, virtud pueden contarse con los dedos de 
Una mano las personas que forman hoy el círculo del gobierno. > 



CAPITULO XIII. 



fuáfta iriviiáe t¿ poder judicial y vtoh la Canfiitución con dfcretar qut 
designará tn adflante quienes haynn ilejormar !a Suprema Corfe dtjustieia. 
— Se le pide que renuncie ¿a presidencia. — Juárez niega á Gonzdla Ortega 
su raráíler de Presidente de li Suprema C^rtt. — Le da liceníia para que se 
vaya á ¡oí Eslados Unidos^ y después le impide rtgrtusr á Mkxico deciarústdolo 
destríor. ~ Camiitide su cualrtetiio Juárez se declara presidente. Protestas ie 
Manuel Rui^ y varios Hiérales. — Encareelainient^ de Ortega. — Complaeen- 
cias desacertadas de Maximüiana para con ¡Di Uberaks. — Su derrita de j de 
oílu^rc de fS6¿. — Prisioneros de guerra matados en Pozo Hedionda por 
Corona, y en Sa» Joaquin por Escolado. — R<¡ir<f del ejército francés. — 
Sitie de Querkaro. Traicihn dr. Miguel IJ<pez. — El documento falso presen- 
tadg par Escohdo . — pufi/amienío de MaximUiane, Miramint y ¡Mejia. 



DON Benito Juárez quetan fácilmente había abandonado la capital sin defensa, 
perdiendo en la retirada todos los elementos de guerra con que contaba 
Lfil gobierno, 1. no quiso, dice Ireneo Paz, abandonar de la misma manera aqut;! 
flcsto (el de presidente), ní eriíado de dificultades y peligros como se encon- 
traba. Al contrario, empuñó las riendas del poder con más fucrxa desde 
que vid que había alguno que tenía buena disposición para disputársela í 
(t. i. ¡>. 199.) 

Desde Sans Luis Potosí, decretó que designaría en adelante á los que 
debían formar ])arte de la Suprema Corte de Juslicia. Con ese decreto podría 
eliminar al a<ílual presidente de dicha Corte, (loniáiez Onega, qutcn era e] 
que tenia más probabilidades que ningiin otro para ocupar la primera 
magistratura. 

Fué ese decreto otra violación flagrante de la Constitución que decía en 
su artículo 50 ; i El supremo poder lie la federación se divide, para su ejcr- 

IjiCuesliúa reügiota. •- 14 



cieio, en legislativo, ejecutivo y judíeinl. Nunca podrán reunirse dos ó más 
de estos podeiKS en una persona ó corporación, ni de¡JOsitarse el legislativo 
en un individuo. » Juárez, t|ue era el ejecutivo, no podía, pues, usar fun- 
ciones legislativas, siéndole prohibido por el referido artículo y par la ley 
de 37 deotftubre de 1863, donde se le prevenía que salvase, no U república, 
como se ha dicha falsanienR-, sino la forma de f;obicrno, que era la reprc- 
scnCaliva, dcmocrdlici y federal, basada en ia división de los tres poderes. 
Así lo declaran et prólogo y articulo /\a de la Constitución, Tampoco podía 
JuXrez dar ese pasu en virtud de sus facultades e.xtraordin arias, porque se lo 
prohibían terminantemente pcimero, la ley que le otorgaba esas facultades, y 
segundo, elarlfculu 28 de la Constitución en qtiestí añnna qua ésta no pierde 
su fuerííi y vigor, « aun cuando por alguna circunstancia se interrumpa su 
observancia. * 

Pi'TO Juárez necesitaba invadir el poder judicial para ejercer las funcio- 
nes de diílador y deshacerse de un rival temible. Desde entonces recrudecie- 
ron lo que Cosmes llama « los ruines é innecesarios procesamientos de veja- 
ción cometidos por Juárez contra el que le disputaba la presidencia apoyado 
en un título legal. » (t. 2a. p, rao.) 

£1 partido liberal resintió esa ilegalidad, y en enero de 1S64, Manuel 
Doblado y GomihíZ Ortega dirigieron á Juárez una carta indicándole la 
conveniencia de que renunciase U presidencia con motivo de su decreto. 
Contestó Juárez negando i Ortega el carátílcr de vicepresidente de la repit- 
blica, y díciéndolc que entre do-t cargos de elección popular, como eran los 
de presidente de la Suprema Corte de Justicia y gobernador de Zacatecas, 
habla optado por este último, lo cual era falso, Zaciilecas estaba de antemano 
declarado en estado de s¡tii>, y su gobernarte gozaba ilnicnmente del carácter 
de jefe militar con el cual nada tenía que ver la elección popular. Falso era 
que Ortega hubiese declarado que prefería el cargo de gobernador de Zacal{^ 
cas al de presidente de la Corte; falso también que hubiese tenido tal prefe- 
rencia. Siendo presidente de la Corte desde junio de 1861, entróá principios 
de i8(J2 al gobierno de Zacatecas que dejó poco después para asumir el 
mando en jefe del ejército, sin que el Congieso, entonces reunido, lo acusara 
de haber preferido el cargo de gobernador de Zacatecas al de presidente de 
la Corle, ni se atreviera Ju;Írez á declarar ¡nliábíl para ejercer la presidencia 
á un rival que entonces mandaba tropas. { W.) 

'A medida que se aproximaba el téruiino del período constitucional de 
presidente de la repiibüca, éste seguia excogitando cual seria el nriejor me 
de deshacerse de su inmediato sucesor q^ue debía ser, segiin la Constitución,' 
e! presidente de la Suprema Corte. El lo de julio de 1S&4, halLíndose Juárez 
en Monterrey^ expidió una circular en que llamaba arbitrariamente, para 
rciiistalar en el tribunal de la Suprema Corte de Justicia, á loa individuos 
que \v parecía, y excluía á los que tenían derecho X formarlo, como era Con- 
íilez Ortega. En las facultades extraordinarias que se le concedieron, no se 
le autorizó paia arrogarse lo» «tros podt^res, conirariamenle al articulo 50 de 
la Constitución, ni para destituir y elegir á su antojo 1o.í miembros del poder 
judicial, muchos de ellos siendo de elección popular. « Aunque las funcione 



de los poderes leghlalivo, cjcciitͥ0 y judicial sean diversas, dice Cosmes, 
ninguno de estos tres poderes es superior á los euros dos, ni mayoi que ellos: 
proceden los tres de la iiiisma fuente que es la voluntad popular, y son. por 
lo mismo, pírftíélaraente igual» en categoría... No lieiii; el poder cjccuttro 
facultad para calificar loa a¿tos de los otros dos poderes. » (t. ai. p. 5^0). 

Después de esta nueva vioUción dd cúrligo de 5;, que pasó inadvertida 
por la falta de publicidad ijuc tuvo la citcular. Orlega pidió á Juárez, el a8 
d< diciembre de 1S64, una licencia como Presídeate de la Suprema Corte, y 
su pasaparití como soldado, para dirigirse ai interior de la repiiblica, 
ó á cualquiera de las poblaciones situailaü en sus costas, aun alravciandi) por 
mares ó territorios cxtianjeros, s^ún el mismo Ortega lo estimara conve- 
niente. 

Gustoso Juárez de que se le presentara la oportunidad de alejar lejos 
de si á un líscal de sus acciones, le expidió, el 30 de diciembre, Ift licencia y 
pasnpurtc solicitados, en los términos siguientes : < Se concede á ud U licen- 
cia por tiempo indelinido lutsta que vuelva á pTest;ntarse en la residencia del 
gobierno, ó hasta que el mismo gubierno llame i. ud, pudiendo entretanto 
dirigirse, bien sua direílamcnie, ó bien atravesando de tránsito el mar 6 
algiln territorio extranjero, á puntos de la república mexicana no ocupadoi 
por el enemigo, para continuar defendiendo la independencia nacional COQ 
las fuerzas que pueda ud levantar, bajo el concepto de que en las operacio- 
nes niililareíi que emprenda, obrará ud de acuerdo con el gobernador y 
coinaiidanti; militar del Estado respetivo, ó con los deraib jefes de las fuer- 
zas republicanas.., dejando siempre expedita la acción de las autoridades que 
ejenan mando político ó militar, con nombramíetito det gobierno supremo. » 

I,a prontilud con que Juárez concedió esa Ucencia, y la precaución que 
tomó de «ometer á Urtcga á la Jurisdicción de cualquiera autoridad política 
ó militar, para que no figurara en primera linea, en caso de volver i levantar 
tropa:!, ni apoyara con las armas su detecho i ocupar la silla presidencial á 
fines de 1865, bien raaniriestan el deseo que tenia Juáicz de que ürtcs-» se 
alejara cuanto antes del ]>aÍ3, y no le estorbara en la realización de sus secre- 
tos designios. «. El gobierno, dice Ortega, me prevenía qjc no hiciese cosa 
alguna en defensa de la nación, porque perdido como teníamos el £itadQ de 
Zacatecas, ¿ qué fuerza.» iba á levantar ? ¿ en qué puntos podía hacerlo ? ¿ de 
qué recursos iba ;í disponer ? ¿ con qué facultades podia proporcionármelos ? 
¿podría ponerse á mis órdenes un simple capitán de guerrilla, á lin de que 
sirviendo de centro su fuerza, pudiera yo levantar, moralizar y disciplinar 
mayor niíniero de soldados, cuando el gobierno le prevenía en mi pasaporte 
que sólo obrara en combinación conmigo!*... Me hallaba yo sin comisión 
alguna militar, sin ejército, ain fuerzas, aunque fueran en pequefto numero, 
sin elementos para hacer la guerra, y con todas las trabas y estorbos oficiales 
puestos por el gobierno. » 

Ortega se dirigió á los Estados Unidos donde fué á «ngancbar volunta- 
rios y ver si conseguía un empréstito para volver ¿i combatir cnoira el luipe- 
rio. Mas como Juárez no contestaba ninguna de sus caitas, y con su silencio 
daba á entender que no te importaba tanto salrar la íodepcndcncia de su 



patria como lasüla presidencial que le disputaba Ortega, ¿stí- resolvió ponerse 
en cainmo á fin de estar en Mt-síco antes del i" de diciembre de 1865, fecha 
en que terminaba el peiíodo constitucional del presideiiie de la repiililica. 
Por desgracia no llegó á tiemgjo. El 38 de oílubre de 1865, Juárez dirigió á 
los gobernadores de Esnadas una cjrculnr ton el fin de impedir que regresa- 
ran al país Ortega y sus partidarios. En ella se mandaba cpie en caso de pre- 
sentarse Orlc.gii en la fiontera, fuera inmcdiatantente enrarcelado como 
desertor, por más que alegara Ortega que venia es|>ontáneamente á ofrecer 
sus servicios al gobierno, sin haber sido llamado; y á pesar de la tí licencia 
por tiempo ¡ndelinidü w tjue pai-a ausentarse li- había concedido Juáreí. Ésto 
lílnmo, que consta en un documento firmado por Jiiirez, tuvo Juárez la insi- 
gne mala fe de negarlo en b siguiente caria por él escriu en 1" de oít, de 1865 
á Guillermo Prieto : « Te voy á hacer una stíplica, y es que recuerdes bien que 
jamás te he dicho y menos te he aiitDriin.do para que dijeras al Cleneral Gon. 
záiez Onega, á mí nombre, que podía permanecer indefinidamente en el 
c.xtmnjeru. Nunca me ha gustado decirá nadie que no ha^a lo que le parezca 
m;is conveniente i su inleré!] pero tampoco he acostumbrado autorizar á 
nadie para que siga el camino de su deshonra. * 

Si era cierto que !a circular de Juárez exceptuaba á los militares depor- 
tados por el enemigo que regresaban al pais» éslo se encendfa bajo la condi- 
ción de que no fuesen partidarios de Ortega, como se vió en el caso de Epi- 
tacio Huerta que rra uno de esos prisionents de guerra contra quien Juárez 
dio orden no sólo de aprehensidn, sino de fii.silamie«ito. 

El 30 de noviembre de 1865, ciinchiía el período administrativo de 
Juárez, debiendo sucederle en el cargo {¡oa^álex Ortega, scgiJn lo prevenido 
en la Constitución, caso de no poder verificarse las elecciones presidenciales. 
No obstante esta prevención por la cual ^fu/ircz había entrado A ejercer el 
mando á la caída de Comonfort, í Lerdo proporcionó .i Juárez, el soñsma 
constitucional en virtud del cual se prolongó el podcr,á pesat de la legalidad 
de González Ortega. » {Cos. t. so. p, 129). 

Con fecha 8 de noviembre cupidió Juárez dos decretos, disponiendo en 
el primero que por d estado de guerra que guardaba el país, debían prorro- 
garse y se prorrogaban las funciones de presidente de la repülilica por todo 
el tiempo necesario, fuera del período ordinario constitucional, hasta que 
pudiese enlregai el gobierno ul nuevo presidente que fuese t:lcgido inn luego 
como el estado de guerra permitiera hacer consiitucionalmenie la elección. 
Delerminiise, además, que del mismo modo debían prorrogarse y se prorro- 
gaban los poderes de la persona que tuviese el car^fter de presidente de la 
Suprema Corle de Justicia, para que, en caso de que fallara el presidente de 
la lepúljlica, pudiera sustituirlo, F,n el segundo decreto se declaró que Gon- 
KÍIez Ortega, por el hecho de haber ido 3 permanecer en país extranjero sin 
licencia ni comisión dül gobierno, aparecía culp:ihle del delito oficial de 
aliandono voltmiario del cargo de presidente de la Corte Su|)rcma; y cuando 
se presentara en el territorio, el gobierno procedería al juicio respectivo por 
ese deiito oücial, y también por el delito comiin de que teniendo el carát5\er 
de general, halifa ido á permanecer en el extranjero durante ]a guerra, sin 



licencia del gobierno, y con abandono del ejército y de la causa de la repú- 
hlica; y que el gobierno nombraría iin presidente de la Corte de Justicia 
l»ra que sustituyese al de la repiiblicasi llegase á faltar antes de que pudiese 
entregar el (jobiefno a[ nuevo ¡jrcsidente que se eligirla conatitucionalKíemc, 
en cuanto lo permitiese la condicicín di la guerra. 

Bajo iiiiigiSn motivo [lodía Juárez conservar el poder : se lo prohibía 
expresamente la Constitución en su art., 8s que dice á la letra ; 4 Si por cual- 
quier motivo la elección de Presidente no estuviere hecha y publicada para 
el i" de diciembre en que debe verificarse el reemplazo.,, cesará sin embargo 
el antigua, y el Supremo Poder Ejecutivo se depasimrá inlefinamenie en el 
Presidente de U Suprema Corte de Justicia- í «Juárez, dice Sierra, acabó en 
los últimos meses del Ó5 su período constitucional; sus facultades omnímo- 
das no podfan llegar al eictremo de prorrogar legalmente lo que no enisEla 
legalmente unn veí terminado el mes de noviembre, fueran las que íueran 
tas deñeienctas legales y personales del vice presidente de la Repiíblica. u 
(Ev. p. 303). 

Contra esos decretos protestaron muchns liberales, entre ellos, Manuel 
Ruiz, MinisiTo de la Guerta y Presidente de la Suprema Corte en ausencia 
de GonKález Ortega, cuya protesta, fecha 30 de noviembre, asi decía : « Hoy 
termina el periodo ordinariu constituciuna.) del ciudadano pr^^idente de la 
repiíblica, conforme al articulo 80 de la Constitución federal. Desde mañana 
el supremo pcidcr ejecutiv" de la nación solamente se puede ejercer legal- 
mente por el ciudadano presidente nato de la Suprema Corte de Justicia, ó 
por el ministro constitucional que en calidad de presidente accidental le reem- 
place conforme á la ley, mientras esté impedida. En tal concepto, la prórroga 
del periodo ordinario constitucional que el ciudadano presidente se ha con- 
cedido por decreto del H del corriente, no le otorga ningiln derecho para la 
continuación en el ejercicio del poder supremo de la nación, tanto porque es 
contraria á las más claras prescripciones del paño fundamental, como porque 
lo es también al buen uso de las facultades omnímodas que le concedió el 
decreto de 37 de oílubre de 1863. 

4 i^ Constitución general en su artículo 80 exige de un modo explícito 
que al término del período ahÜnario cese el presidente de la rcpiíbüca, sea 
cual fuere el motivo que impida la elección del sucesor, ó la presencia opor- 
tuna del cieño, y manda que entretanto el poder suprem) se deposite ine- 
misiblcmeiite en el presidente déla Suptema Corte. La ley de zj do oókubre 
en ningún ca-so otorga al ejecutivo general el derecho de prorro.yarse el man- 
dato nacional, n¡ el de destruir al legúiino depositario del poder público, ni 
el de crearse un sucesor i quien pueda hacer el obsequio de loe derechos y 
libertades de la nación; por el contrario, en ese decreto se le mandó salvar 
la forma de gobierno establecido en la Constitución, y se le prohibió díéUr 
toda providencia que contrariara las prevenciones del titulo IV de la Consti- 
tución relativas al fuero y consideraciones que otorga i tos funcionarios 
públicos. 

< Siendo evidente que las disposiciones que contienen los decretos del 
8 del corriente violan la Constitución general y las leyes secundarias, lus 



214 



LA CUESTIÓN RELIÍitOSA, 



hombres de honor y conciencia, los que luiii m^ccidn á la nadón un voto de 
elevada conlianí^, los que han tenido fe en los principios á lanta nnsta ctin- 
quislados, y los que han e»iperado la. salvación de la patria del cumplimiento 
de U ley, tieuen, muy i su pesar, que perder hasta sus más üsuiijcras e»pe- 
rnnzas, y se ven obligados no sólo á protestar contra la usurpadón del poder 
nacional, sea cual fuere el pretexto que se invoque, sino lambicn ií separarse 
de tndo participio en los negocio» piüblicos hasta que restablecido el imperio 
de la ley, cotí é] se restablezca el urden. l*or tales causas, yo, en mi calidad 
de Ministro conslílucional de la Suprema Corte de Justicia, protestando como 
solemnemente protesto conirxi la violencia y k fuerza que hacen á la tcy fun- 
damental y Á \a>t secundarias los diversos decretos di; 8 del cómeme, me 
retito á la vida privada á buscar con rni personal trabajo el sustento de mi 
familia, llevando á su seno mi conciencia tranquila, porque ella me dice que 
he cumplido lodos mis deberes. » 

Protesta también Epítado Huerta. < Yo no puedo ver con indiferencia, 
dijo, los decretos del seftor Juárez de 8 de noviembre de 1865 que destroíian 
1.-1 Constitución... Yo no podía aprobar en mi patna el dominio de un hombre 
solo levantándose sobre el querer de los pueblos y el mandato de la ley... 
La patria era todo parí mi; la Consiituciiíii la tabla iSnica que podía salvar- 
nos. Sí el señor Juárez, á quien yo respetaba y á quien pretíté obedienci4, 
follaba A la ley y se convertía en su enemigo, yo no podía darle más mi apoyo, 
dí memos debía rallar, ni simular siquiera mi aprobación con el silencio, i 
sus a¿tos atentatorios contra la majestad de la ley. <» 

El íi de diciembre de r865 protestó Ortega contra esos decretos acusando 
ájuárcí de querer destruirla forma del gobierno con reunir en su misma 
persona, lo que prohibía la Constitución, los poderes legislativo, ejecutivo y 
judicial, como lo confesó el ministro de Relaciones, Sebastian Lerdo. ( í<rf. 
p. 685.) Entre olías co.sas decía Ortega, í Protesto... porque ellos importan 
un insulto al pueblo mexicano y £ lo» que han combatido por sus derechos... 
al suponerse ó infetirse claramente de su texto que la sangre derramada por 
ese mismo pueblo, sus millares de vic'tlnias y sus cisfuernos heroicos de todas 
clases en sostén de un principio, na han tenido otro objeto que la. defensa de 
la persona de D. Benito Juáre:^, y que sí esa pemuna no Kalva í México, 
Míxico es impoiente para hacerlo por sí mismo. » 

Muy severamente apreció Guillermo Prieto el golpe de Estado. En una 
cana fecha 4 de junio t866, decía i un amigo : « Ustedes no sólo han justi- 
ficado el atentado de Juirez, sino que lo presentan como un aclo heroico, 
como el sacrificio de la popularidad... por salvar su paÍH... Ustedes ven la 
cuestión de personas, ponen en paralelo La tradición de gloria de Juárei con 
las derrotas y las puerilidades de Ortega; pero ésta no es la cuestión : la 
ciie.stióii e^ti entre la arbitrariedad y la ley, entre el derecho y la u&urpación. 
Una vez Juárez fuera del camino legal, trasiabilla y se ase desús cómplices, no 
délos ¡nteresi;s de la nación... La sumisión al atentado dejeáre-i, el acuerdo 
vil con iit política tenebrosa y pérfida de Lerdo, y la diatriba y la injuria 
contra González Ortega, ésto es, contra la ley y contra la expresi<Sn neta de 
nuestro partido, nos preparan desgracias sobre desgracias, n 



En otra Carta de 6 de m&yú de 1866, el mistiio jiersonaíe decía : < Juí- 
gan que la poKlica de Juáre;;, aun teniendo la arbiirariedad por norma, y á 
T-crdo por inlírprcte, nos ha de traer bienes; yen todo se equivocan... Noso- 
tros no soiuoa hombres de persotiíis, y en el paralelo enli\; Juárez y Ortega 
resulüirfn.n cosas tales que perderían i los dos. Exagerando las cosas se podría 
decir : el iiiin es un loco, el otro an nmerio. Busquemos siquíern. los lucidos 
intervalos del uno, porque á los muertos es una obra de misericordia darles 
sepuUuriL. Ortega no ha desertado del campo, como no desertó Doblado, ni 
Berriozttbal, ni 'Alvarez, ni Peña Barragan, ni nadie. Ortega fué con consenti- 
miento del gobiemo al extranjero, consentimiento y licencia sin taxativas, y 
Onega no entró i la república, aunque volvió á tiempo, porque no quiao 
entrar á que le fusilasen por la espalda como á traidor,,. Canales, que ts )a 
fiíerzA más respetable de esta frontera, sigue á, Ortega y lo proclama í vok en 
cuello. Lo tnismo Aureliano, lo propio Plácido VeRa, y Huerta, y I'atoni, y 
Quesada, y Negrete, y Tapia, y Gómez, (y Bernozabal, ' carta de 11 de 
mayo) y otros muchos, no exceptuándose ni aun Cortina que rompiendo con- 
el más profundo desprecio el titulo que le envió Juárec, se sometiií á CarJia, 
que no es juarista, ni [luede serlo estando declarado traidor por Juárez. > 
Segiin confesión de Cosmes, < muchos militares creían que González Ortega 
debía ser el presideute. » (Fal p. 58.} 

'A pesar de las anteriores protestas, Juárez no retrocedió, sino que 
escribió á varios jefes de su confianza acusando á Huertii de invitar á la 
desobediencia y de promover una revolución en Michoacan, lo dio de baja 
en el ejército y lo mandó prender para ser juzgado; mientras que i en orden 
reservada, añade Huerta, se dijo al General I >. Diego 'Alvarez, que sí yo me 
presentaba por Acapiilco, yconespondia mi presencia con movimienios insu- 
rrecc ion arios en Michoacan, se me pasara por las armas sin demora. > 

En 10 de marzo de 1S66, daba Juárez á Escobcdo estona orden pare- 
cida á la anterior : « SÍ Ortega, Negretc ó cualquier otro intentasen pasar á 
nuestro país, debe ud obrar con energía haciendo cumplir la ley. > 

'Eso no obstante. Huerta intentó ir i Mé.vico para luchar contra la ínter* 
vetición; pero al llegar á Brownaville tuvo que desistir de su intento. 
Temeroso Juáre¿ de que promoviese una revolución en favor de Ortega, 
había mandado publicar una orden del día [>ara que si Huerta pasara la 
frontera, fuese apraliendidoen el aflo y llevado preso á dispoiíición de Juárez. 

Juárez había celebrado con el gobierno de Washington contratos 
ruinosos ¡wra México. Temieron los E&tadus Unidos que éstos no se ejecu- 
tasen, caso de que á Juárez le sucediera otro presidente inás escrupuloso; y 
asimismo, -i; mirando por sus ptopios intereses, conlíesa el noilcauíericano 
BiLMcrort, prefirieron sostener á Juárez » (p. 416), declarando que no recono- 
i:erian en México más autoridad que la representada por el viejo indígena. 
Al saber que Ortega se había embarcado en los EsLidos Unidos con ínten- 



' «i Berriozaba! durante la guerra de Reforma no se distinguió por ningún 
adío de pericia militar, ni siquiera cíe valor personal, y ae le designaba con 
el apodo de la Espada Vir^tn. » (Cíí- t. 13. p, 587.) 



cjón de introdudtse en el teniíoTÍo mexicano, el General Sheridan preiñnoal 
COmandiinte de Rraíos de Santiago que airesiara ¡il pretendienle hasta nueva 
orden, « Asf es, dijo el General Trinidad García de la Cadena, como JuárcK 
ace|)t(i y metió tropas de los Estados Unidos para ocupar á Matamoros en 
1866, € impedir el paso al prtTsidenli: de la Suprema Corte. » Me». 
II julio 1871.} 

'l'ampoco eta Ortega más escrupuloso que Juárez en éso de llamar en 
BU auxilio ta intervención enranjera. En carta de 11 de mayo de r366^ 
Guillermo Prieto decía cwnlidencial mente á Juan Mateos : < Como la fuerza' 
am^icana que eítíi á niiestms órdenes no ha podida proveerse de 3o que 
ncccsilaba, se ha demorado hasta hoy el scfior Ortega; pero tengo fe en que 
se recuperar.! el Líempo perdido. )> ' 

Las esperanzas ile Guillermo Prieto quedaron fallidas, y sGon^áles 
Ortega fué terriblemente vejado por el gobierno de Juárez, No salo se desco- 
noció su caráéler constitucional de jefe legilimo de la nación, sino que se 
le iníamó, tratándolo como dcsiírtor ante el enemigo y redujo á dura y 
larga prisión, empleándose contra él la jurisprudencia iniÜtar que nunca 
pudo ser aplicada leg^lmente Á un vícc-prcsídentE: de repdblica, según la ley 
BuprL'ina del país... En la ley de 2; de octubre 1S61, se le |>uso á Juárez la 
terminante y expresa reslricciiSn : que nu podfa contrariar las prevenciones 



' Como Sebastian Lerdo pasa por uno de los inmaculados patrioteros 
que nunca reconocieron la Intervención, plácenos repioducir una página de 
autor liberal en que se verá que el palriotismo de Sebastián corría parejas con 
el de su hermano Miguel, éste mismo que brindó por la anexión de México 
á los Ksiados Unidos, en el famoso banquete del Desierto. Üice Cosmes : 
« Com|ireridiendo que la única probabilidad que el presidente derrocado 
Lerdo tenía de volver al poder «upreino, era que los Estados Unidos favo- 
reciesen sus pretensiones, declarando la guerm al gobierno del General Díaz, 
tmtaron de crear dificultades y estorbos á las negociaciones diplomáticas. 
Entre estos obstáculos, d más eficaa era el de preparar en territorio ameri- 
cano espediciones armadas contra !a .idministración del General Díaz, 
cnRanchando en las filas de ellas ciudadanos de los listados Unidos... 'A sus 
aspiraciones y á la satisfacción de sus rencores políticos, el lerdismo sacrificaba 
sin conciencia la causa de la patria, importándole muy poco que sus torcidos 
manejos acarreasen sobre ella una guerra en la cual podía perecer la inde- 
pendencia nacional... Porque son hechos probados que no solamente los 
partidarios de Lerdo hicieron en aquellos momentos de crisis nacional todo 
lo possible por fomentar la discordia entre los Estados Unidos y el gobierno 
que en México defendía la honra nacional, sino que aquel personaje, que en 
Nueva Vork so titulaba jefe legitimo de la República Mexicana, prodigaba el 
dinero para la organización de expediciones en la orilla americana de|j 
Bravo, expediciones á las cuales el expreaidente proporcionáis» armas y 
municiones de guerra para combatir A sus com|)atriotas y castigarlos por el 
leirible delito que cometieron negándose á reconocer su falsificada reelc-J 
cción. t (i. 33, p. 403-404.) 



del titulo IV de la Constitncídn con declarar st había 6 no lugar i pTOceder 
ciinira l(» functanarjoi ptlhlícos, n Cos. t. si. p. 36^. t. 19. p< 388) segiin 
lo confesa su ministro líjlcíin? de luien son estas palnbras : < No cabe diidi 
en que la mente bien conocida dt-l Congresn Constiliiycnle fué la (íe no per- 
mitir & los constiiLicinnalcti que vinieran en seguida la libertad de conceder 
al Ejecutivo a utoiizacioncs contrarias al art, 50 de nuestro código fundamental. 
En esta concitiíta de Jiiátez, escribe Cosmes, bií ve predominar el es[iíntu del 
cacitine indígena que considera coiTiti e! mayor de los crímenes el disputarle 
el mando, cuando lo ha adquirido por eual<|uicr medio que sea. > {CfS. 
l. 19. p. 390.) 

t; Ct>n la puliliración de los dei^reíos de 8 de noviembre coincidió la 
circunstancia di; que muchos jefes republicanos depusieron Jas armas y 
reconocieron al IinpeTÍo. En MísquiuhiialB, ilnícamente, se presentaron 
64 guerrillerfis; en Michoacán, Hidalgo, México, Otianajiiato, distrito de 
Cuernavacíi, Putbla, etc., fueron innumerables los jefes, olicialcs y íuldados 
(]iie dejaron tas armas y tornaron á sus ca^as para vivir p-icíficanientíi, siendo 
los más notables entre los presentados, los Coroneles Juan Caarnaiio y Her- 
menegildo Carrillo, y el General José María (lonznle/; de Mendoza, cuartel 
maesire duranie el yitlo de l'uebla .. 'A tal grado llegaron en los liltiinos días 
de noviembre las pciicíoncs de indulto y las presentaciones que el Ministro de 
Gobernación. U. José María listera, expidió el día 19 una circular ampliando 
los tértninos concedidos en la ley de 3 de o¿t., por quince días contados desde 
la publicación de la cítcular... A.sí pues, el golpe de Estado esluvo á punto 
de producir la pacilic-ición del país y la consolidación del Imperio, si los 
dire«?lores de éste... hubieran sabido aprovechar la oportunidad que se les 
presentaba. » ÍKiV.) 

Por lo visto, bien pudo el golpe de Estado haber suscitada una lucha 
terriblt: en el mismo campo liberal, si .i las diputaciones que fueron i propo- 
ner á Huerta que encabcEara un alzamiento contra Juárez, este General y los 
demás jefes que se hallaban en el teatro de la guerra, no hubiesen dado i 
entender la necesidad que había enionces de sacrificar su justo resentimiento 
para no «poner el partida republicano á una completa diírrola. (Villaseñor. 
Ei Golpe lie Estado de 186$. pássini.) 'Esto mismo atlrma Paz en esta* lincas : 
% Aunque en virtud de ka cirCun^^tancia de estar en guerra la nación mexicana 
cmi el Imperio de Maximiliano, todos loi patriotas cerraron los ojos ante aquel 
hccbn, no por éso dejaba de ser un ataque rudo á la CoiíS.litución, ni un 
fatal ])recedente que podía traer en lo futuro graves emergencias, Kl golpe 
de Estado pudo no peidonarse, sino disimutarse por el momento, para no 
hacer más difícil la conquista de la Independencia nacional: pero nunca 
podía considerarse como uno de esos hechos consumados que tienen 
la virtud de echar un velo espeso sobre el pasado, Se había quebran- 
tado la ley por un hombre que ¿spiraba á la inmortalidad. Era pues 
el primer cargo serio que hacían los periódicos á D. Benito Juáree, 
basados en la ilegitimidad de su origen, en la bastardía de un poder 
que esuba manteniendo con menoscaibo de un precepto conslilucional. > 
(t- 3 P- 350 



2E8 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



Cuanto á lai persecución encarnizada de que Ortega fué objeto, dice 
Cosmes que « el gobierno nunca pudo tener facultad para proceder judicia.1- 
menle contra los magistrados de la Suprema Corte atropellando en ellos una 
inmunidad que no es un favor á sus personas, sino una garantía de la liber- 
tad nacional... Pues, trátese de delitos comunes ri de delitos oficiales, no hay 
procedimiento legal contra el presidente de la Suprema Corle de Justicia, 
sin intervención de! Congreso de U Unión. La Constitución as£ lo dice, y la 
ley de a; de mayo de 1S63 previno que en esta parte la caria funda- 
mcntal se respetara hasta los ápices por la díétadura. » (i. sa. p. 137, i3Í), 
Pero Juárez nunca tuvo escrúpulos de conciencia, obró siempre con la más 
refinada hipocresin ; su tínica mira fué salisFacer su ambición con mengua de 
la Constiiuciún y demis leyes de que se burlaba, siendo su fmsc favorita, en 
la que se retrató á lo vivo, que « una cosa es legislar, y otra aplicar las leyes. » 
{Coi t. 2 1. p. 970.) ■ 

'Ínterin Juárez daba su golpe de Estado y ponía preso á Ortega, verifi- 
cábanse unos acontecimientos que iban i tener graves consecuencias para 
el partido conservador. « Entre nosotros se ha admitido con justicia, escribe 
Bulnes, que nuestra sociedad es incapaz de gobernarse por sí misma y que 
necesita un gobierno fuerte. » {Men/ p. 264.) Así lo comprendieron los con- 
servadores y, á scmqanza de otras naciones, resolvieron establecer este 
gobierno fuerte cuyo jefe, eniparentado con L-is principales familias reinantes 
de Europa, opusiera un dique á la invasión norteamericana, cerrara la ura de 
las guerras civiles, garantiiara la libertad religiosa y destruyera las leyes de 
Reforma. Cruel desengaño tuvo el ))art¡do conservador cuando vió á Maxi- 
miliano mante-ner en sus posesiones á los adjudicatarios de los bienes de la 
Iglesia, romper con el enviado del papa, y alejarse del partido que lo hab(a 
llamado al trono para rodearse de sus enemigos, los liberales, que iban á co- 
rresponder á sus favores con la más negra traicióji. 

Viéndose abandonado del partido á quien habta despreciado, y iraicio- 
nítdo por aquellos en quient^s había puesto su confianza, Maximiliano apeló 
A medios de rigor para tener d raya A sus enemigos ¿, « impuísndo con exi- 
gencias por Bazaine y por un ntfmero considerable de hacendados y otra» 
personas del interior, aun de distintos colores ií (/ttt'X expidió ú decreto de 
J de oélubre de 1865 en el cual se imponía la pena de muerte á los caudillos 
liberales cogido.s con la* armas en las manos, decreto que aumjue discutido 
y firniadü por los ministras liberales de que se había rodeadi) Maximiliano, 
no dejó de perjudicar más tarde á este príncipe- Segiín un admirador de 
Juárcí, « el decreto de 3 de oólubre fué unii mudida prole¿lora de un sobe- 
rano para con su pueblo, ni menos justificada ni más severa que el decreto 
republicano de 35 de enero de iS6z que parecía inconstitucional tanto 
por su contenido como por la forma en que fué expedido » {Brme p, 465.) 
Pocos días después, los Generales Arteaga y Saiaxat cayeron en poder 
del Coronel imperialista Méndc?; quien cumplió con los preceptos de 
lo ley. Inmediatamente, Maximiliano ordenó que en lo sucesivo no se 
ejecutase sentencia alguna contra personajes sin pasarla á su revisión. í 
{ytt- |). 539.) 



< Hftbiendrt Majtimiliano TíTOC&do su decreto, el uso intcrracional exi- 

jlitt lina clisposición igual de la parle contraria, a {Ba«¿.) Pero Juiretnocejó 
rn su política sanguinaria; y sus tropa» sci^alilbanse por lodas panes con 
a^os de feroj; salvajismo que eran la mejor justíñcacidn del decieto de $ de 
oílubre. 

4 De \a.s rainüs de loa árMes, dice Keratry, colgaban lus cadáveres ya 
secos de los Soldados franceses. "A unos se les abría las venas de los cuatro 
miembros: á otms se les arrancalja del ¡lecho el corazón aun palpilantc, y á 
oíros se les suspendió de una raraa con la cabeza colgando sobre una bogucra. 
Era. preciso mata.r o ser matado, del mismo modo que el hocubic civilinado 
remata la fiera si no qui«íre ser devorado por ella, » (op. cit.) 

Kn Poso Hediondo, Corona ahorcó á lOo soldados franceses hechus 
prisioneros el lo de enero de 1865 cu Veranos. 

iíespués de la batalla de San Joaquín, el General liberal Escobedo fusiló 
A Joaquín Miranión herido, y á uj franceses hechos prisioneros {Ftg^p. 695 
y 8i4]> si bien AgUí^tín Rivera hace subir á 139, Ví¿lor Oarán á 157 y 
Manuel Payno A ni;i8 de 200 esle niímeto. « Algunoy días dcíptiés de U 
b,alalla. los prisioneio» se disponían á lavar su ropa y á insolarse con esa 
inteligencia y esa a¿iividad peculiares á los viejos soldados de 'África casi 
todos salidos dt lus fiUis del ejeicito francés, cuando se les anunció que il«.n 
á ser fusilados de orden del presidente de la república. Al mismo tiempo el 
batalMn que los custndíabu tomó las arma^i tanto [>ani. prevenir una tentativa 
desesperada cuanto para ejecutar la orden que se acababa dft recibir. Los 
infortunados prisioneros estaban llenos de estii|)íjr, ó eran presa de las «tro- 
ces angustias que preceden á esas muertes espantosas. Algunos débiles de 
caráéler ofrecían servir á la república con la misma fidelidad con que habiiui 
servido al Imperio sí se ]e-'i concedía la vida; otros se evallabun ó iratubjiri 
de aturdirse cantando la Marsellesa. Se tes pasó lista, y después fueron con- 
ducidos en pequeños pelotones al lugar de la. ejecución, y el fusÍÍami«iito 
conienxó. Esos desventurados al partir abrazaban con desesperación A sus 
hernianus de armas cuyo turno no había llt-yado aun, pero cjue no debía tar- 
dar, y se vendaban mutuamente los ojos. Se aplicaba dos cañones de fusiL 
en el cráneo de cada uno y se tiraba del giuillo. La ejecución se hacia más 
pronto de aquel modo. Sin embargo, duró dos horas. Los oficiales de la divi- 
sión del norte, entre los cuales si; encontraban algunos que habían concu- 
rrido al sitio de Puebla y que estimaban mucho á esos desgraciados, lloraban 
como niños : su emoción se comunicaba á los soldados. Por fin, terminada 
!a ejecución, llegó la noche á cubrir con su velo aquella carnicería humana 
donde se encontraban más de cien cadáveres ensangrentados casi desnudos 
y ctpanlnsainente mutilados. » (\. Hans. Queréiara. Snuvenirs ifun O^cier 
de PEmp4reHr MaximiUen. ) 

Después de esta matanea á mansalva lan horrible como cobarde, no 
pudieron los Emadus Unidos reprimir un sentimiento de repugnancia para 
con Juárez, dándole á entender, si bien en términos diplomáticos, que no 
era más que el jefe de una tribu de salvajes indignos de ser contados en el 
ndmero de las naciones civilizadas, a El gobierno de tos Estados Unidos, 



330 



LA CUESTIÓN KEI.ir.IOSA. 



dijo el Riinislro noneamericano, cree que lates a¿hM con \m prisluneit» de 
guerra no pueden elevar el c;iri¿ter de los Estudos Unidos Mexicanos en la 
estimación de los pueblos civilizados, » si bien el señor Vi§il, cuyo criterio 
elerado hemos tenido ocasión de admirar, cree todn lo contrario, y al halilai 
del feroz Escobedo y del perjuro Carona, dice que estos personajes « se alza- 
ron como mantenedores del progreso y de Ih democracia en el mundo entero. í 
(p, 8f.i.) 

No obstante e&te progreso, poco adelantaba la causa de los liberales 
derrotados casi en todos los encuentros con el ej<!rcilo imperialista. Lo que 
vino A reanimar sus decaídas esperanzas en un triunfo venidero, fueron el 
anuncio hecbo por Nitpol^un III de retirar sus tropas de NTéxico, la insis- 
tencia que manifestaban los Estados Unidas en que Napoleón cumpliera su 
promesa y Ion auxilios de toda clase que éstos suministraron i los liberale.->. 

Una vez privado del «poyo de los franceíes, Maximiliano resolvió abdi- 
car y dirigióse í Vcracruü donde queria embarcarse para Europa, cuando 
Miraniiín, Márquez y demís prohombres dei partido conservador lo deci- 
dieron í peiinancccr en su puesto, asegurándole que aun sin los franccsec 
podría hacerse dueño de la situación. 

Embarcadas ya las tropas francesas, los liberales consiguieron algunos 
triunlos bajo las órdenes de loa Generales Regules, Escobedo, Corona y 
Porfirio üiaz I^s principa'es jefes del ejercito imperialista eran Miguel Mira- 
món, Leonardo Márquez, Tomás Mejia y Severo del Castillo. Maximiliano 
tomcj L-l mundo supremo de sus fuer^tas y salió de la capital á batir il los libe- 
rales del interior á (luiencs persiguió con tatito vigor que JuúrcK estuvo á punto 
de caur prisionero en Zacatecas. 

Fi 9 de marzo de tS6;, Maximiliano en unión de sus generales se vtó 
sitiado en Qucrélarn por Escobedo cuyas tropas llegaron a treinta mil hom- 
bres. 'A pe.iar de su inferioridad mlmerica, los imperiaÜstas, que eran sólo 
unos dicü mil, salieron vencedores en todos los encuentros fjue tuvieron con 
el cncaiigü, y pudo el Oeneral Márquez, no obstante el sitio estrecho que 
se puso i In plaza, « salir de ella para México al frente d^ i-joo caballas, sin 
la menor pérdida ni contratiempo,.. Imposible trs desconocer que el ejt-rcito 
de Qucrctaro estuvo en aptitud dt acabar primero con Corona y después 
con Escobedo, si se les hubiera impedido reunirse. » (Firp, •¡•¡i y 767.) 
Segtin el General libi:ra] Julio Cervantes, « el ejército republicano que podía 
hacer frente al imperial era en nilmero casi la mitad de éste; la demás troiia 
sitiadora era gente indisciplinada y sin municiontis, la cual gente, á la menor 
embestida del enemigo, daba luego las espaldas y en grado tal qtre cierta vez 
un grueso de ella no paró sino hasta Celaya. > (A. Hola. Prilogo á Las 'Ulti- 
mas Meras de! Jm/mrif: p. LXL) 1 En el Cimatario, dice el General Ciraria- 
dos, se verificó un combate que fué desgraciada para nuestras armas, y que 
desmoralizó tanto ¿ algunos; de lo» nuestros, que no fueron á detenerse sinc 
hasta Lagos en la estampida, ó mejor dicho, retirada que hicieron al frente> 
del enemigo. & {Pat t. 2. p. 302.) 

El 15 de mayo el Coronel imperialista Miguel López, traicionando i< 
Maximiliano de quien habiu rícibido firandes lavores, entregaba u! ciW' 



migo k plaza de Querét&ro, caj«ndo prisioneros Maximiliano y todas sus 

IropaB- 

El empeño de los csitritorcs liberales en aflrmai que ta caída de Qucré- 
taro no se debió á la tradición de Miguel Lópe^, sino á la de Míuciiniltano, 
por encargo de quien obró aquél, el cuento luirdo que para desnaturali«ir 
e3le suceso fraguó Escobedo y acogió Vigjl como un documcmo if decisivo 
por la alta re-spetabiliclad del caráíler de Egcobedu > (p. 844), la no adtní- 
iiíín del día 15 de maya entre las fiestas nacionales, son pruebas elocuentes 
del rubor que causa al partido liberal un triunfo que se debe, no al valor 
y arrojo de sus tropas, 110 á las dotes estratégicas di; sus generales, sino á 
la venalidad de nn vil traidor. « La Historia, dice Guillermo Prieto, ha dela- 
tado al jefe imperialista López como traidor Á su deber, vendiendo el punto 
á Kscobedo, lo que amengua en mucho la heroicidad del hecho, y dismi- 
nuye los lauros de nuestras fuerzas (un en buenn lid udrjuiridos. >i < La indi- 
gnación que produjo en el ánimo de tnís subalternos, escribe el General 
Francisco de Arce, el mal proceder d-el Iraidur Lopes;, que etilregáiidono* el 
punto de la Cruz nos privó d« la glona de lomarlo por asalto, puso en peli- 
gro su vida, la que salvó debido á la precaución que tuvo de no separarse 
ni un müinento del General Vélez. > (Kcs. g ag. rSfi^.) 

Además de Guillermo Prieto y Francisco de Arce atfcsiigua-ndo esta trai- 
ción, puede consultarse á Rivera Cambas, Ignacio Altamiraoo, y al mismo 
Juirez quien primero confiesa, en una carta A Moniluc, que <i Maximiliano 
tuvo que tendiise entregado per el Coronel Miguel López ;*■( /■'"í. 23 ag. 1889) 
y después se queja, en su maniSeslo de 17 de julio de 1867, de que ala 
moral de los monarcas y sus prosélitos se sublevó contra Miguel López, por- 
que en guerra contra salvajes exliaiijero5, se aprovech<5 {el General Escobedo) 
de una traición que no tuvo más efe¿to que precipitar una rendición inevi- 
table.» 

Resulta ahora que el docunienlu « decisivo » en que se apoyaba Ksco- 
bedo para afirmar que el traidor fué Maximiliano, lo ha declarado falso la 
Junia de Auténticas del Ministerio de Guerra poi unanimidad de votos bajo 
b presidencia del ministro Bernardo Reyes. « No 8c comprende, dice con 
enfado 'Ángel Pola, el interés y la festinación con que el General Reyes 
obró en este caso para amenguar la grandeía de la pairia, del partido liberal, 
y la memoria de uno de los jefes más prestigiosos del ejército, p ( op. cit. p, 3) 
'A ft; que esta falsedad no poco amengua la llamada grandeza del partido libe- 
ral y <la alta respetabilidad del caráíler de Escobedo» quien usó de esta 
mentira para calumniar á Maximiliano. Por éso ciertos liberales, para quienes 
el fin justifica los medios, deploran la festinación del General Reyes, que 
fué causa de que se descubriera un embuste lan provechosu para su partido; 
mientras que por otra parle ensalzan los perjurios de Corona y denuía pala- 
dines republicauos que « se alzaron como mantenedores del progreso y de la 
democracia en el mundo entero, » como dicen en su jerigonza los escritores 
de MéxiíB d irmis de /es Sig/ny. ü En «e libro intenciunahnente escrito, tal 
vez por acuerdo de las logias para que quede solemnemente asentado que 
México lodo se lo del>e al partido liberal, y nnáa. i ninguno de los otros bap- 



222 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



dos políticos; en ese libro es evidente cjue no hay cinco páginas en que no 
ic den pur sentados hechos y dir.hos hisióiícos que son notoríaineiue blsos, 
y poi' consecuencia, el tal libro no tiene el menor prestigio, ni mer«ce la 
menor fe si no es en uno que otro pasaje. » {Ti. i6 ag, 1896). 

El que fuese inevitable la rendición de Querítaro, como lo asienta JuA- 
Jtí, es lo que niegji Rivera, « uno de los historiadores serios que cuerna 
México, & á juicio (íe Bulnes {Affnf. p. 654) Dice : « 'ibanst; rcunienda en 
Celaya y oíros punto» las riieimü áñ Escohedo, Regules, Corona y Antilltín, 
y cumenzaroh los combates parcialea llevaiitio la. mejor parte los im¡>enalÍ9- 
tas; no obstante avanzando aquéllas, coloca Escobedu sn cuartel gt^neral en 
las colinas de Santa K.ij>a, circunvalaron 5us soldados la ciudad, y aunque 
ascendían & ¡5*000, pudieron los iniperialeR haberle abierto paso si lo hubie- 
ran pretendido; pues, Márquez aun pudo regresar á México con las caballe- 
rías y acompañado de Vidaurri... El l'xÍIo del sitio parecía dudoso, pue* fue- 
ron derrotadas las fuerzas de ToluLa, Guerrero y Pacliuca é introducidos 
víveres á la ciudad, y e! ay de abril derrotaba Mirauíüii en úl Ciinatario las 
fuerzas de Corona y tomaba 10 piezas de artillería. > 

Tan es cierto que *lo5 imperiales pedieron haberse abierto puo si 
lo hubieran pretendido, » que el General Escobedo temía y con razón, por 
parte de los sitiados, « un esfueno para romper el sitio, lo que, díce ¿I, me 
habría contrariado en extremo; porque entonces no tenían las Cropns de mi 
niEtndo la dotación de municiones de infantería en cartuchera para sostener 
media hora de fuego, y la artillería no contaba en sus coTres más que seis ó 
siete tiras por pieza. > Por éso no teme afirmar Bulnes, que * la casualidad 
más que el tíeneral Escobedo, fué el vencedor de Qucrétaro, > {Vtr. p. 837) 
y que es altamente reprobable e! empeño de ciertos escritores en falsificar la 
Historia Patria con el ilnico fin de halagar la vanidad nacional. (Yo 311^(40 
del adelanto moral é intelei5tual por el de nuestra Historia, escribe dicho 
seüor... Nuestra Historia es impura... y viciosa... En México se especula coa 
la vanidad piíblica, ocultando verdades desagradables y sirviendo frecucntc- 
nieute mentiras halagadoras... La vanidad nacional ha hecho de nuestra 
Historia una madriguera de fanfarronadas y mentiras... El patriotismo pros- 
tituido con su espíritu mezquino, bitbaro y falso, cuiuyle su inisión 
guerra i. la verdad, siempre que ésta no sirve ]>atra inflar nuestro anioi propic 
originado por un estado inteleftual demente... Si ul pairiotisnio ha de cor 
sistir en escribir ntentiras, nuestro mejor historiador patriou tiene que as 
gurar que los me.ticanos tomaron Troya, defendieron las TeimópJIas, coii-^ 
quistaron Jeriisalén, triunfaron en San Quintín, en Rosbaeh, en AusterliUjJ 
en Sadowa y en Sedin, y tidenids fueron los vencedores en las batalla 
navales de Lcpanto y Trafalgar. Éste seria el mejor modo de acreditarnos ee 
el mundo como imbéciles á quienes las naciones civilizadas deben tratar coa? 
desprecio y polibromuros. » {Jlfrttí.p. 2, 6j[, 49, 31, 383, 418, Sia)'. -t 



» Aun entre ciertos clérigos priva tan estrecho criterio. Quien ésto escrtt 
íaé tratado de extranjero pernicioso, obsequiado por £i País con ásper 
reprimendas espolvoreadas de adjetivos; i invitado d no profanar más con 



capítulo XIII. 



223 



Dueño ya de Querétaro, se apresanS Juárez i formar á Maximiliano y á 
sus Generales Miramón y Mejia una. farsa de procesn en cuya virtud fueron 
sentenciados i muerte. í Seward alició por telcgramus á Campbell haciéndole 
la recomendación de que inmedÍAtamentc comunique á Juárez el interés que 
toman los Estados Unidos en el caso, para que se trate i Maximiliano y á 
aí\s compafieros con !a luimanldad que las naciones civili^'^dus acuerdan á 
los prisioneros de guerra. Teme que se le depare una siiiirte semejante á la 
de los prisioneros de Zacatecas. < Tal sev€riduti,d¡ce, deshonrarla la causa 
nacional de México y al sistema republicano en todo el mundo. » (/«/. c. a. 
p. 335) Juiírez no se díluv<j por tan poco, y la sentencia de muerte se ejecuta 
el ifj de junio levantando contra, el partido liberal, en todo el mundo civiÜ- 
¡tado, un grito de horror y una lempesliíd de inveílivas que i^lieroa á Móxicu 
el renombre de pa.Is salvaje. <( Pocas veces, dice Vigil, ha sido uo pueblo un 
brutalmente ultrajado como In fué México en pleno siglo XIX. > (p, 861) Lo 
petjr es que hasta sus misinos aniígua, los iioileamericanos, lo ultrajaron en 
pleno siglo XIX. (Cfi. t. ao. p. 516) y que el historiador Hubert ¡Ba.acroft, 
á pesar de su mateada, hostilidad para con el Imperio, afea la couduÉta de 
Juárez, en esta ocasión, reprochándole el haber cometido un asesinato en la 
persona de Ma^iuliiiano. < Ma.NÍmilÍaiio, dice, fué procesado ante una corte 
marcial instalada con arreglo al decreto de 25 de enero de 1862 que decla- 
raba reos de muerte á lodos los promovedores de invasiones. Se le acusó de 
ser caudillo y agente de invasores; de haber, además, usurpado e! gnbicrnoy 
dispuesto arbitrariamente de la.^ vidas y libertad de los mejcicanos. La nin- 
guna esperanza de poder inñuir sohte un tribunal instalado hajo tan radicales 
auspicios, y compuesto de oticiales de inferior rango, cu>-a reputación no 
sufrirfa deirinienia por obedecer implícitamente á órdenes recibidas de ante- 
mano, indujo al defensor del ¡insíonero á recusar, antes que todo, á la corle 
marcial como incompetente para conocer en los fundamentos de esa causa. 
l-^ lucha entre la república y Maximiliano era, según él, una guerra civil; 
puesto que use austríaco representaba la suprema autoridad de un Iin|)eriu 
creado por una junta de representantes y sancionado por el voto popular de 
un gran número, Por Lo tanlo, en nada se rebajaba la validez de ese voto con 
impugnar su sinceridad. Además, el Imperio habla sido reconocido por las 
potencias extranjeras y llegó á extender su dominio en la mayor paite del 
país... Además por afe¿Ur esta cuestión i los |.)rinc¡pios federales, era de un 



planta el suelo hospitalario de México, sólo porque se atrevió á decir que en 
los seminarios de la Rcpilblica liabía ciertas deficiencias, cosa, por otra parte, 
mis conocida que la ruda, aun en la misma Roma, ya que á los pocos meses 
de haber sido externada esta opinión, el Santo Padre envióá monseñor Sam- 
per con la misión de hacer la visita de los seminarios de México. No salió 
mejor librado el presbítero y Doéior Agustín Rivera. Otro DoíVor, el canó- 
nigo de la Rosa Ío increpó y acusó de escribir contra su patria, tínicamente 
porque aquél había afirmudo que en el siglo XVIII, la filosofía de la Nueva 
España no era más que sobra» y migajas de la verdadera Filosofía. (Ag. Ri- 
vera, Zí>í Pensadores át España). 



924 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



caráííer poHlico, y sólo a! Congreso ¡S d los tribunales civiles locaba ei re»ol- 
vcrla. En cualquier ca;«o, Maximiliano, como entidad {lolítica, no ^üdfa ser 
castigado con la. jieiia. de muerte; couoo extranjero, no podia acusársele de 
traidor. > (p. 465) 



CAPITULO XIV. 



Regreso dt Juárez á la Capital. La Omvoealória. — l^íoíaríó» escanda- 
lesa de¡ sufragio píipttlar seguida de mmijmit/tios re'olucionarioí. — Contra- 
dicciones de les Uhniles easalsafídff y deprimiendo ailrrnalh'amenU el sufiagió 
pofiutar. — Venganscis de /nares e/erridits csulra los cimsín'adores. — Su par- 
dalidai cok el hanqucro Escandón. — I^s Iraidons preferidos por las liberaUs 
4 los inmaculitdos. — Malversación de ¡os fondos pübUws. Tacañería de ftiáre%¡ 
sus viáticos. 



JXJirtay. se movió de San Luis donde se encontraba cuando los sucesos d« 
Querétaro, y dirigióse á la cupital á lii <\añ «ntró el 15 de julio de 18G7, 
siendo acogido con marcada frialdad por sus habitante*. E! señor Vigil, cuj 
parcialidad hemos señaUdn más de una vez, habla del v cKtiaordínaitc 
jüljilo > con que Juáreü fué recibido. Puede afirmarse de esle escritor lo que 
de Carlos María Bustamanle dijo Garda IcazlialceU : que t. no se equivc 
uno creyendo todo lo contrario de lo que dice. » Lejos de ser exiraordinartot 
aquellos regocijos, dice Payno que t k gente principal permaneció encerradl 
en sus casas, y ta mayor parte de las señoras vestidas de luto por la muerte 
de Maximiliano,)! (Compendie de Hiutaria de México) Agrega Rivera que 
aquellos regocijos < fueron animados tan sóio por parte de los republicanüSj 
pues, en la capital también era considerable el niímcio de los imperialistas. 
i La clase aristocrática, escrihe Gustavo &a;^ se abstuvo de tomar parle citi 
aquella fiesta; » y segdn las memorias de Sebastián Lerdo de Tejada, 1 duroB,| 
muy dums fueron losprimeros años de la restauración corislitucional parale 
liberales ; estábamos en presencia de un triunfo que semejaba una derrota. 

La veiüadesque la nación esla'mcansada de Juárez. < Ella, dice Cosmes 
aguardaba con ansia la terminación de la d¡¿ladura y su subsiílucLÓn por 
régimen constitucional. El espíritu estrecho é intolerante que dominaba en li 
aplicación de las facultades extraordinarias de que el presidente estaba invfl 
tido desde 1863, tenía cansado al pueblo mexicano, y en vista de que la coo'i 
vocación it elecciones se demoraba indcíinidamenie, cuando debía habcrsa 
heclio al d(a siguiente de Ift instalación del gobierno en la capital, U impa-^ 
ciencia crecía cii el pilblico, y diariamente, ¡mr medio de la prensa, ó en los 
discursos de los clubs, se reclamaba el cumplimiento del deber que la auto' 



ridfld suprema tenia de restablecer el ínfip&rio de la Ccm$lilución lan pronto 
como las círcunsuncias dilíciles que ubligarou A suspender su ejercicio, 
habían cesado. í> (t. 19. p. ai). 

Al fin, el 14 de ¡igustu se expidió la ley convocando á k nación para 
las elecciones, < y por ella, escribe Rivera, habían de manifestar los ciuda- 
clanna a! nombrar eleClores primarios, si podría el Congreso de la Unión, sin 
necesidad de observar los requisitos del artículo 137 de luCcnstitucjon fede 
rat, reformarla ó ndicionarla, establecer las dos cámaras, el veio susipensivo 
del presidente de la repiiblica .i las primeras decisiones del Congreso hasta 
({lie lo confirmaran los dos tercicis de éste; .señalar la manera de cubrir la 
falla de preíidenti- y vice.presid«niede la repilblica, y qiut fueran restringidas 
las íacultades de la diputación periitanente para convocar al Congreso. Tam- 
bién se había de expresar sí se rcformaiían lasCoiisIttucíones de los Estados, 
de una manera análoga, y H podían ser eleítos diputados los eclesiásticos. 
Buenas y necesarias v-irias de las reformas propuesias en la convocatoria, fué 
mal acogida la manera propuesta ¡)ara realizarlas. Por los medios señalados 
en la misma Constitución, pudo haberse logrado lo que, aunque prtwilamando 
k soberanía nacional, se hacía violando el código fundamental. No había 
necesidad de festinar el planteamiento de mejoras que bien piidieKJn realí- 
zarse paulatinamente, según después lo ha hecho el señor Lerdo de Tejada, 
que íuÉ el ministro que fumo aquella memorable convocatoria. En la socie- 
dad Giusó d(]l<m)So efeiflo el que no se llamara al putrblo para que eligiera 
sus aut(;ndades lisa y llanamente, según la Constitución que el país deseii.l>ii 
sinceramente praélicar, y desde que esa disposición innovadora apareció, se 
notó una (ntima conmoción social. & 

í Al salirse del terreno d-c- las prácticas constitucionales en la con- 
vocatoria, Juárez olvidaba sus juramentos y su misión, se convcrttft en 
revolucionario contra las Instituciones mismas que había salvado. » 

K l..a convocatoria era uno de los más rudos golpei que se ha querido 
asestar á nuestra siempre infortunada y tan poco respetada Constitución. > 
(/"tfst, 3. p. 35.) 

Ante una oposición tan general y amenazadora, Judrez Se alarmó y turo 
esta vez el buen sentido desacatar el sentÍn\ienlo nacional, volviando sobn: sus 
pasos, sin por éso retirar su fastidiosa randidatura. 

« Si Juárez se hubiera ínteiesado realmente por la salud de la dcmocia- 
cia, no hubiera aceptado su candidatura para presidente en 1867; d ( Kír 
p. Sjtí) porque en acept;índola en contra de la voluntad del partido nacional, 
cuyo candidato eia [>. Fodiiío Día/., « probó que su inquebrantable ñrmc/a 
para exponer la campaj\a eleóloral A una derrota antes que dar lugar á la 
formación de un hiíroc supremo en las páginas de la gloría militar, reco- 
nocía por causa el temor de que ante el prestigio de ese híroe, el suyo se 
opacara y le fuera imposible continuar en el alto cargo de presidente. > 
(ÍVp. S38.) 

No era infundado este temor. Afirnna Cosmes que « sin la influencia 
oJicial, tal vez hubiera resultado el sufragio en favor del General Díaz, quien, 



aun á pesar de esta infíiiencitt, hahla obtenido una respetable cantidad de 
votos. » (t. rg. p. 362.) 

1? Esa violación escandalosa del suffíigiti por el gobierno dio un pretexto 
magníftco á los enemigos de este, para apí-Ur á las armas, s {Oh t. 30, 
p. 754.) « Losmoviiiiientos revolucionarios en todo el país lenfaii que corres- 
ponder á una marcha de gobierno rcjvolucionario. » t'ero nada le iiiipor- 
tahan .i Juáre!: las vidas de millares de mexicanos sacnficHdiK «n aras de 
su desmedida ambición. « Jiiáree se confonnó con obsec|uiar cada cuniro afios 
á su ¡«itria con Uiía tremenda guerra civil sobre el tablado de un inniünno 
patíbulo, y sin más objeto que colocar su impasible personalidad cu la fosa 
de las libertades pi5blicas y de los ideales democráticos. » { l'er p, S55, S67.) 

s No hubo punto en el país de donde no viniesen quejas y protestas 
por los prut^edimientos de violencia puestos en juego por la. administración 
para violar e! sufragio en las elecciones... La adminislración .se valió de la 
fuer/.a brutal que empleó |jara apoderarse á bayoneta/-' lít de la-s casillas clcílo- 
rales, negando al mi.*mo tiempo y de la manera mis hipócrita que había vio- 
lado el sufragio con la «yvida del ejercito. » Tan avenado estaba Juáruz en 
el arte de mentir que él mismo acabó por crecf er sus propios embustes, 
así como el sargento Marco Bomba creyó en sus hajaftas, y Malioma en sus 
milagros. l>ase, si tiu, esto que dice un panegirista suyo : lí Juárex se bada la 
ilusión de que por cl hecho de haber obtenido una iimyoria ¡i consecuencia 
de unas elecciones huchas bajo la presión ohcial, disponía iík la voluntad de 
la mayííria de la nación. Mentira grande era éüía. poique en México los 
individuos agraciados por el sufragio, no son represemaiiles del pueblo, sino 
del gobernante que preside el a,¿tu ele6toral. * {Coi t. jo. p. 719, 743, 465-) 

< Y era tanto mis impolilíca la coiulufta de Jii-irez abusando escanda- 
losamenle de la fuer?.ii en las elecciones, que ctjjifesjiba de esta iimncra 
su completa impopuiaridiid. ¿Qué signifiCAba toda esa o«letHnsa apelación 
A los medios ¡legales empicados sin pudor alguno y a toda luz, sino que el 
poder que regía entonces á la repiililica, era fuiiric solamente por su posición 
accidental, por lus elementos militares de que disponía, y piíF los medios 
corruptores que la misma nación habla pucstu erv sus luanns, peio que no tenia 
raí* lu base en el afecto espontáneo del pueblo? » iCi's t. ;o. p. 754-) 

y loqueas dice aquídc Juáres, bien puede aplicarse, sin ninguna variante 
n tfidds los gobernantes liberaleB de México. 

« En Mcsicü, escribe Cosmes, las elecciones no pueden sei absoluta- 
mente libres, ni lu expresión real del voto del pueblo. Kl poder e.sisteiite 
es, en realidad, quien formula ese voto.., I'oi lo cual, ba sido siempre una 
giun locura ojioniírselc en el terreno de las elecciones... Entre nosotros, el 
sufragio popular ha sido siempre una liceión.., nada slgllil^c¡^ y es una ver- 
dadera mentira como manifestación de la voluntad popular, ¡1 (t. nj. p. 403. 
t ai. p. S20. L 13. p. 59. L 10. p. 709) « siendo nuestra democcacia. 
{puramente) verbal y de aparatn, > (J, Sierra. £n Ternt Vaiikft. p. 135) '. 



' € la clase media en la América latina, de origen burocrático en \-es 
de industrial, us profundamente íauíelica, loqucliacequcdiífpute miís empleos 



Piies bien, esta (icrión >■ verrladcra meniira que no significa nitdft, y pnr lo 
misnvj, no es la manifcsiación del volopupukr, comoloconriesala grey liberal, 
de repente, segiín esos miamos escritores, signiñcu mucho y lleg^t, ni» sKb(;ini>i 
con qué arte y prestigio, á reprcBeniar la voluntad clt.- fse puelílo nrríijado 
<Í liayonetams de las casillas elc¿loralcs, en tratándose d(; absolver á Juire^ de 
sus atentados contra taCunstiluciónXJiganiasá Cosmes cantando la palinodia: 
4 La elección de Juárez i^n tSó; sancionó el golpe úc listado de Paso del Norte 
y la ejecución de Maximiliano. » (l. 19. p- 94) Aun mis 1 « I-a Interven- 
ción francesa asegunibu t)iic Juáree ucupnba el poder supremo apoyándose en 
una minoría opresora. 1^ elección de Juárez en rSóy fué la conñrmación de que 
el pueblo mexicano, líber»! en su inmen«t niJiyotÍJi. s« había dadfj vnlunia- 
riaincntc en i86i el gobierno que Napoleón [II intentó derrocar. » (t. zt. 

P- 7440 

Pero ¿criuio pudo la tal elcf^ción signilirar tantas liudena*, cuando el 
precitado escritor acnbfi cIl- decirnos c|iie en México W-i elecciones no significan 
absolutamente nada, siendo pura ficción y mentira? En lensiJujelliinoy común, 
este modo de razonar llámase contradicción, deelmrio; pero cntie liberales 
y positivistas, lleva el nombre rimbombante de < mtílodi» filosófico. »í'(Cffrt. 19. 



públicos que principios republicanos.. Kn México, sólo habri «jercício de 
derechos polfíicos cuando otra rai-.a ocupe nuestro país por cuiiquista, 6 por 
inmigración, y que se ini[«>nga amtocrátieamente como amo ó por criiao- 
mienlo en la sangre mexicuna,.. En Miixiro, la incapacidad democrática no 
es muestra solamente de analfabetismo; los mesticanus tnás ilumados apa- 
recen tan inservibles i^ara la democracia, como ios más puros ejemplares de 
la raza indígena, fcl español sólo ha sido y sólo puede ser autóí.-rata ó seivil. » 
(Xfv. p. 109, 2i¡.)t Nosepiiede roncebir el poder entre nosotros sin algo de 
aliíolulismo, tanto porque el pueblo no está educado p>ira otra coso, coino 
porque estamos acostu rabiados los McxíCcUjos ó á «er siervos bumildes á i 
ser caciques endemoniados, a {Faz t. 2. p 313.J í Los pueblos latinos for- 
mados en lii escuela y en las tradícioiies del /riificnum romano, son hijos 
legítimos del principio autoritario, y no pueden renegar de la inHuencÍR de 
esa paternidad, ni romper con su pasado. » (Ces. l. 1 9- p. 52) 

' Tampoco le fué bien al sehor Cosmes al querer ensayar su método filosó- 
fico con el arzobispo Iielatid, quien á su vez le apücó i sus filo.sóticos hombros 
una buena vapulación, que es de lo que reza esta cuita del preliulo : « St Paul, 
ig de mayo de 1904. Rev y querido Padre Planchct : Me mandó iid un 
extniílo de un libro publicado dLliinainciite en México por K, (1. Cosmes en el 
cual se dice textualmente : < Los miamos americanos perienedenles á la Igle- 
sia Romana son católitMs sui Beneris. Reciierdese en prueba de ello la nega- 
tiva rotunda del arzobispo [rcland y otros prelados á public^ir en sus iglesias 
respefitivaa la Encíclica ít^rríafr}, por conttiner, decían, principios opuestas 
A las ideas y á las instituciones de un pueblo Ubre como el americano. ) (t, x2. 

p. S37-) 

< Puode ud declarar i cuantos interese, que todo lo escrito por el seftor 
Cosmes es unn verdadera falsedad, una pura invención de su faniasía. 



p. xxxii) en cuya virtod resultó qae la ridicula minaría de unos 7, 422 eleélores 
(r, 19. p. 1)2) que vtMíiron en favur de Juárez, nierced á los Imynnelazos y asalto 
de las casillas electorales (/'as t. 3. cap. $), representaban la voluntad nacio- 
nal, y piir lo I1li^imü, Kundomiron tod^s las ilegididade^ y atropellmnicnt^is 
del gobierno africano que presidía Juárcí, Estas miüiims vulgaridades repe- 
tía Iglesias cuando dijo ; * Después dü celebrados las eUccíones para pie- 
sidetite áe la rt-piíblica en 1S67, la sanción [HDpuIar revalida loa aélcis todos 
de la di<5tadu[a, sin que en comía pueda levanurst una sola voz entre 
nosolios, puesto que lodos los que leñemos k honra, de perLeuecec al Con- 
gieso, reconoccmoB y prodamamos el principio de que en la. república 
mexicana, la voluntad del pueblo es la suprema ley. > (íTcj t. 19. p. 391) 

Tambit'n Juáiei:, m\»úI que hacía tas elcccitincs á bayonetazos, tuvo el 
descaro de decir cosa igual, cuínáo tai su nianíñüeto de 15 de julio de 1SÓ7 
afirmfí que « en nuestras libres instimdoiies t:l pueblo es el arbitro de su 
suerte... 1.a liza eleítoral, liabia dicho en otra ocasión, es campo abierto i 
todas las opinioneis polílicis; es el terreno en el que, sin tiastornos ni pertur- 
bacionts, pueden couibaiir todas las ideas, y i él deben descender todo» los 
partidos que tengan fe ca sus teorías y en el buen sentido del pueblo.> £stu 
jerigonm, esta palabrería hipócrita, indigna de un gobernnnte y acreedora sólo 
al desprecio de la genle sen-sata, la desmienten [X)r completo los mismos 
panegiristas de J uirez quicrsea nos han probado en las páginas anteriores el 
singular respeto que profesaba í» ídolillo al sufingio popular. 

Despechados los liberales de ver (jue el sufragio popular, tan ensalzado 
por ellos, les ba sido siempre aivcr-so, ahora lo rechazan y condenan en los 
términos más despreciativos que pueda sugorirLcs su ( método ñlusótico. > 
Segiin Cosmes, < el sufragio popular no tiene ideas, y jamás podrá propo* 
nerse un objeto determinado... En general, es la tuetice de lodas las diíladu- 
ras, de lodos los cesarismos, porque en líi domtnu no la rertexión madura 
y serena, sino las pasiones de las multitudes, sus simpatías y sus antipatiaSf 



4. Mucho le ají^dfifco. Re". Padre, el haberaie llamado la atención 
sobre esas palabras. Ciertas personas, en otras naciones, hacen mucha oposí- 
áán í\ loa católicos riorieameriainos, valiéndose para ello de la mentira. 
<>OBmes no es más que uno de ta.nto» funáticos i quienes nada detiene, con 
tal de propagar sus ideas... _/«//« íreiitnd. * 

í 1^ falca de sinceridad en nuestro c^trAíler, escribe José de Jeaila Cue- 
vas, ha hecho imposibles casi todos los tratos del comtício humano : los 
documentos de muchas instituciones de crédito y las esctíturas piíbiicas están 
redactadas bajo la inspiración de una desconfian/a tal que hace imUilcs li» 
Códigos ¿ implica hasta la renuncia de los principios fundamentales del 
derecho : las compañías anónimas inluuden temores insuperables y ninguna 
grande empresa puede acometerse por falta de lealtad y reciprocH confiaiua, 
que son el alma de los trabajos colectivos. I/as recursos del crédito, tan 
fecundos en restilcados benéficos para las transacciones mercantiles y las 
combinaciones industrialei, por deÜclencia de sinceridad, están perdidos 
para nosotros, > 



defitictijdas de toda rasan. > (t. 19. p. 43, 41.) En una palabra, tal como la 
dija Bulnes en un periódico subvenido por el gobierno de Porfirio Día^, 
« d más formidalile enemigo que tiene el liberalismo, es el sufragio univer- 
sal. B {El Mtmdo. 38 oi\.., 1896.) La razón es que « si se dejara obrnr á la 
voluntad popular libremente en la hora del sufragio, el liberalismo habHa 
muerto; porque eaas masas pobres, ignorantes, ¿ inmorales, según la expre- 
sión del referido señor, están encadenadas por la superstición á Jas clases 
[írivilegiadas. » {£t Monitor f:\K2AQ ¡lor El Titmp-o. 31 oi5l. 1896.) « Some- 
terse 4 una elección libre popular, seria dejar al partido liberal peor qvic; ani- 
quilado, inservible, hecho un trebejo. » {ReiK p. 306) Para deshacerse de un 
enemigo tan formidable, « las inteligencias elevadas y superiores del partido 
liberal, » (Cos t. ig. p. xxxi) como en su proverbial modestia se llaman esos 
filósofos de! nuevo método, han declarado que « el bien piiblico, la existen- 
cia de ía sociedad y su progreso, » son incompatibles con el sufragio popular, 
y que no hay cosa mejor que el gobierno del sable, la dictadura disfrazada 
bajo I03 harapos de la democracia; (Cci t. 22. p. 303) ' porque, 4 cuando la 
voluntad de un pueblo es antisocial, el libertador del pueblo es el que lo 
amarra, ó lo enjaula para combatir esa de-sastrosa voluntad; B {Rev. p, 225} 
y í ese pueblo nuestro, dijo otro liberal, es un hato de borregos que debe 
manejarse con el látigo. & (Effi.) i Porque de una vei para lo venidero, 
deben saber los subditos del gran monarca que ocupa el trono de México", 
que naciíaon para callar y obedecer, y no para discurrir ni opinar en los altos 
asuntos de gobierrio. > 

Aun después del glorioso iríimfo obtenido á garrotazos limpios en las 
elecciones de 1867, < el partido progresista, confiesa Cosmes, vivía lleno de 
temores creyendo en tina próxima resurrección de los conservadores como 
bandería militante; creía que súlo manteniéndolos en !a situücitín de parlas 
políticos, á que los habla reducido la caída del Imperio, pudría evitarse esa 
resurrección. > Sin embargo, al ao haber faltado á Juárez un poco de ta¿lo 
político, « el partido conservador podía haber sido un litÜ eolaborador del 
gobierno, al menos en la esfera admitiislraliva y judicial. ; pero en la opinión 
estrecha y forzosamente intransigente de Leído, eran culpables de infidencia 
todos aquéllos que habían permanecido durante la invasión, en lerritorio 
ocupado por el enemigo, es decir, el pueblo mexicano en su inmensa mayo- 
ría, y acreedores por consiguiente á fa c-tcomunión poKlica. Es cierto que tal 
criterio estaba fundado en una k-y; pero era una ley de circunstancias, 
di^da en el momento en que los extranjeros invadían el territoiio nacional, 
y absolutamente inaplicable á lii hora del triunfo, y cuando las medidas ad 



' (C El partido democrático de hoy, sin poderse fijar en ningún régimen. 
acepta todos los i n conveníanles y también todos los peligros no sólo de la 
anarquía, sino del poder arbitrario más ilimitado, con lal de que dé las sc^^u- 
ridades que busca, de que será infatigable en la persecución de la Iglesia- » 
(CuevBs. Porvenir de Méxido. l,il>. 3" p, 510) 

' < Apenas hay un principe ó potentado sobre la tierra, cuyo dominio 
sea más absoluto que el del presidente de México. > {fíane. \>. 733.) 



terroretn son odiosamente ridiculas y profundamente impolíticas. > (t. 32>l 
p. 480. t. 19. p. 14. 13-) 

Pues bien, « cuando una ley feroz, como la de) 25 de enero de 1S62, sé" 
desploma en el ridículo, sólo una xuinistia puede salvar el decoro del 
gobierno qui.- la ha decretado. Chocaba vet que los jefes y oüciales libcmlcs 
qu*' lisbian traícionAdo á la n-pública y después al Imperio, se cubrían con 
lil blanca [linica de las vcstak'S, .idornadas con las manchas de dos defe- 
cciones, gozando de altos caraos, ocupando puestos eminentes como gober- 
nadores de Estados federales, recibiendo felicitaciones, aplausos, respeto y 
aun admiracldm. En cambio, los jefes y oñciales conservüdores que jamás 
hallan defeccionado, y que habían reconocido á la Intcnención y al Impe- 
rio, morían fusilad'>s por la «spalda y di;nÍgrados como parricida'*. En buena 
mora! y lógica, ésto no podía ser justicia, sino una de esas infamias que fwjo 
el fuego rojo de la.s pasiones de partido, tonmn el tinte de virtudes cívicas. 
Li ley de amnit^tia habría colocado la verdadera justicia en lo que no podía 
considerarse más que como un muladar de venganzas. 

i El gobierno liberal había )iei'dido el derecho de castigar desde el 
momento en que habia «ntiegado su prestigio y sus banderas í multitud de 
jefes que dos veces habían traicionado. De manera que si el partido conser- 
vador debía tiamar.se justaoiénte el partido de la traición, el patlido liberal, 
con excepción del griipo admirable <|ue jamás reconoció al Imperio, debía 
llamarse el partido de la doble traición. » { Fer. p. 699.) 

Lstc grupo admirable In formaban linicamente <los inmaculados, i fraac 
aplicada por Lerdo á los < veintidós empleados que siguieron al ijohicrno, A 
senicjanza de la Iglesia que tiene sus bienaventurados, » dice iriinicamcntc 
Cosme» (l 19. p. 13.) Reüere ( Manuel Payiio, comisionado por el gobierno 
liberal en 1867, p.ira estudiar lo relativo á las cuentas del Imperio, que 
cnconiró i04.,ooo solicitudes de empleo. Payno quiso publicar la lista de ios 
solÍLÍtances, y, eegün él contaba, Lerdo de Tejada se lo prohibió dicién- 
dole : c Si publica usted esa lista, nos quedamo.-; sin partido liberal >... 
La mayoría del ejercito y del partido liberal había defeccionado, > (í^r 
P- 46$, 500) o, como dice el General liberal Ignacio M. Escudero : < el 
país entero había sucumbido, v {///sferia MÍUlar del Gtneral Porfirio 
D¡as. p. H¡.) 

I'ues bien, si fuera de unos 12 empleados que no reconocieron al Tnipc- 
rio, quiíá, por no perder sus sueldos, todos los dumáa re]>ulil¡canos fueron 
dolitemeiiie traidores, < la sana y patriótica política aconsejaba Á Jiuirez 
liacer la fusión de todos los bandos políticos, y la reconcLliación de los mexi. 
canoa alrededor de la bandera nacional. 1.a intransigencia del gobierno para 
con el tw'tido conservador; los severos castigos impuestos, no sólo ;í los 
que habían servido al Im|»er¡o, sinu á los que por coacción ó miedo se 
habían visto obligados á reconocer á la Intervención; la negación á un 
considerable número de mexicanos del derecho de ciudadanía, y esta con- 
dutíla observada en momento.', en que el país entero reclamaba el olvido 
completo del pasado, fue el primer error capital cometido por el gabinete.. 
Juárej;, instigado ¡jor I.,erdu, adoptó una política de favoritismo ilimitado 



para sus partidarios y di; intolerancia cruel para con sus 0]>osilores. > {C^ 
t. 20. p. 463. (. i(f. p. »S9-) 

Rcspeíto á la primeta, refiérese que < uno Jt^ los concesionarios det 
ferrocarril de Vcracrux :i México, que íiabía pertenecido á la comiisión que 
fué á Miramar i ofrecer A Maximiliano la corona de México, trató omel 
gobierno imperial continuar los trabajos conforme á los lérniinos de la con- 
cesión de 1857. Como todos los aílos celebrados por el Imperio de Maxi- 
miliano eran nulos pnra el gobierno republicano, la concesión de 1857 quedó 
de hecho sin valor alguno al triunfar la causa nacional. Mai habiendo siisti- 
tuCdo á D. Amonio Escandan una compañía inglesa, ésta obtuvo del gobierno 
di Juárez, el 2"! de noviembre de 1867, el indulto por los tratados que la 
empresa Utvo con fl Imperio, y la renovación de la concesión... CNimcníamn 
los opositores al contrato por lamentar que el gobierno, que lan duro se 
había manifestado con cuantoa reconocieron al Imperio, hubiese sido 
tan benigno con el concesionario de 1857, D. Antonio Escandan. < l^ notable 
aqui, decía el diputado Frías y Soto, es que no sólo el Ejecutivo indulta esc 
delito, sino que lo premia, ilacc más todavia que premiarlo : lo di&pensa de las 
obligaciones naturales y debidas de rendir sus cuentas, de dar sus presupuestos 
y de publicar »ius documentos. Ksos procedimientos del Ejecutivo pugnan con la 
ley, la justicia y con el sentido común. > lira, sobre todo, odiosa b eonipata- 
ción que se hacia entre la severidad observada con algu-oB acreedores del 
erario culpables de infidencia, y la magnanimidad del gobierno [ara un ban- 
quero poderoso y que, tanto financiera como personalineute, se liabia mos- 
trado profundamente desafecto i la causa republicana. Nada causa mayor 
indignación, ni desprestigia más á un gobierno, que el que líste tenga dos pesos 
y dos medidas cuando se erige en juez, » (Cffs, t, 19. p. 365) y pretenda cubrir 
sU5 prevaricaciones con este aforismo farisaico: el respeto al derecho ajeno es la 
pai. Por éso, sin duda, la guerra civil fué la caraifteristica del gobierno de 
Juárez, aegiln lo atestigua un csctitor juarisia. {Cos. t. i^. p. 15). 

Cuanto á la política de intolerancia feroz que Juárez desplegó, y acerca 
de U cual hemos ini^inuado algo, vidse, dijo en 1870 un diputado liberal, 
fl un gobierno armado de esas leyes inicuas que condenaban A siete millones 
novecienlos mil mexicanos, de los ocho millones á que asciende nuestra 
|x>blactúu. > 

« Cierto es que las ejecuciones capitales haliían cesado después de las 
de Querétaro, y de las de Vidaucri' y O' Hor^in, pero los castij^os de otro 
género, como la prisión, el destierro, el conñnamíentri y la conftucacidu de 
los bienes seguían aplicándose pródigamente á los imperialistas. 

«¿Se quiere castigar con la confiscación d delito de inñdcncia? deck 
uno de los principales constitneionalistas. La pena nu podría ser para todos, 
porque nn todos tienen en qué sufrirla; y, si es desigual, ito puede ser justa 
ni equitativa. Por otra parte, no es al delincuente á quien se aplica, en rcali- 



• El 8 de julio i«ft7 Vidaurri fué fusilado en la plaía de Santo Domingo, 
habiéndose cometido la barliaric de que las mdsica^ tocaran los < Cangrejos b 
á la hora de la ejecución. (/íyiíij. 



dad, sino á su íkmilia ijue tal vez reprobó su ccmdu¿la, y que, sin embarco, 
es la que va á ser castigada, como sucede siempre con todas esas pcnns tra- 
scendentales. Así, pues, Lo que se logra es aumenCir «1 numero, ya deniasíiLdo 
grande, de los arruinados, sin que el gobierno saque el menor provecho, ni 
tainpoco las fainílias de loa I¡bt:ralcs tnie han sucumbido; pues, desde el 
momento de la confiscación, íomienza el despilfarro; y de lo qut hoy vale 
cien, el gobierno y todas las personas á quienes esos bienes se han designado, 
recibirán cero, ()orque lodo habrá desaparecido como por encanto, i 

•K Sin embarga de esas justas obscivaciones y áv otras muchas que la 
prensa publicaba á diario, las confiscaciones y las multas se aplicaron con 
todo rigor. 

<í £1 inmenso número de sentenciados, uno3 á pñsiÓn, otros á destierro 
y otros ¡i. confinamiento, produjo natura Initínte la aflicción y la miseria pesandu 
sobre una considerable («rti- de la .so(.iedad, y natiiralinemí: la exacerbación 
del odio hacia los vencedores y por «onsccuenciü, la desunión. 

«! Pero, lo quu ni;ls indi^nabn era d ciiterio estrecho del gobierno con- 
siderando como culpable de traición á la patria, ii la mayor ¡jarte de la nación 
que había vi\-ido durante \a. lucha bajo el réjfinien imperiab La condición 
humillante de solicitar del gobierno una declojación de rehabilitación, con- 
fesándose traidores los que por error, por hambre d por presión hablan 
reconocido al imiierio y lo habían servido en puestos insígniñcantes, ha^la 
por haber aceptado cargos municipales se había sido infidente, era odiosí- 
simo y sólo rencores contra el gobierno podía producir. Era, además, absurdo, 
conforme al principio de la soberanía popular, que la mayoría de la naciótli, 
que se encontraba en el caso de rehabilitarse, se declarase traidora A. sí niísms 
El dilema presentado á la consideración del ptSblico por un iraperialisia que 
ac babia distinguido por su espíritu enérgico ¿ independíente ante Maximi- 
liano, p. Antonio del Moral, no tenía réplica : 

«( O la aceptación del Imperio, decía, fiití el efeéta del error, del ham- 
bre ó del miedo, ó Ib aceptación del Imperio futí libre y hecha con cnnoci- 
miento pleno. Si fué el objeto del error, el hiunbre ó el miedo, i pobre pue- 
blo! tu ignorancia te excii«i)L, tu miseria te defiende, tu abyeedón y cobardía 
te salvan, porque tienes el privilegio de no ser re:iponsabIe de tus a¿iaa 
cuando i ti sólo te conciernen, si loa ejerces sin voluntad propia, ni conc 
cimiento perfecto. 

« ¿ Fué libre y con pleno conocimiento la aceptación del Imperio? Pue 
blo solwrano, levanta la cabeza; tú no has cometido ni podido coaieter ^j 
delito de traición. La razón universal te sostiene, la democracia te apoya, el 
sentido comdn ce absuelve. Rcastimiciido tu poder, usaste del más jirecios 
de luí derechos, y nada más. taeblo, tii eres el arbitro y regulador de tu cor 
duiíía. c Incurriste^ en error? Date cuenta á ti mi.imo, preparn in defensa 
liara la Historia : el juicio de Dioi te espera, porque no hay tribunal alguna^ 
sobre U tíeria coaipetentetnente autorizado por la ra^ón que tenga el dcrc-J 
cho de juzgarte. > 

f'MÁs tarde, cuando en el Cony;reso reunido ya en diciembre de 1867 
se discutió reipefto de la amiiíslia, el diputado I). F>£cquLcl Montoi declaró 



que < votaría en contra del di¿lameti de U mzyoria. por set anticuiistítucio- 
nal; porque, á. su juicio, U cámara no podía hacer otra cosa que castigar ó 
perdonar: ó castigar (ron arreglo á la ley de i6 de agosto úe 1863, ilnica 
preexislt^ntt a los hechos, y no por otra tjue diclara el Congreso, que serta 
relroadliva é inconsútuciunal por consecuencia, Ó perdonar expidiendo uiu 
amplia amiiistii). l'an lo primero, la ley de t\iie sa líala, sobre ser bárbara é 
inicua, era además imprnAi cable : porque, ¿ dónde están las cárceles, pre- 
f;uiito, para encerrar A siete millones novecientos mil criminales, de ocho 
millones de habitantes que tiene nuestra población ? ¿ Dinde los jueces que 
los han de jii2gar? ¿Dónde los verdugos que los ejecuten?» (Cat. t. 19. 
p. 16 sig.) 

Andando el tiempo, los liberales se han avergonzado de su persecución 
feroz al partido conservador, y absliénensii- ahoia por pudor, de reputar la 
guerri contra el Imperio como una guerra de independencia, sino lucha de 
un sisteina político en contra de otro. Sólo algunos escritorzuelos traínocha- 
dus acuden á la muletill» ésa de la traición á la patria, mientras que los libe- 
rales de aJgiin talento temen se les tache de ignorantes con repetir esas vul- 
garidades tantas veces baboseadas. «! Creyeron de buena íe los conservadores, 
dice Cosmes, que la causa nacional no estaba amena^-ada por el hecho de 
que un ejército francés viniese al país únicamente Á derrocar al gobierno 
liberal, y que se retiraría después, paia dejar á México que se constituyese 
libremenle... Era imposible creer que los conservaitores quo habian derra- 
mado su sangre con verdadero heiotsmo en defensa de la patria contra los 
norieaniericanos en 1846 y 1847, hubiesen tenido la daAada intención de 
vender á esa patria al extranjero... 

« Yo nunca los he llamado traidores, dijo en pleno Congreso el diputado 
liberal Carvallo Ortegul. Vara mi, no son más que mexicanos extraviados. » 
{£>J. U 19. p. 154- 1- 3'. P- 667, 673). 

« Después de la caída del Irapeno, escribe Vigil, muchos conservadores 
han ocupado puestos importantes en las administraciones republicanas, í- 
(p. 767) como, por ejemplo, Alcíiraz, Nilñez, (£"/ l-crrocarril ^\ marzo 1872) 
Jii:m Mateos, Carmona y Valle {El popular. 14 mayo igei), los Coroneles 
Pedro (ionzcilez, Ignacio de k Pe/a, Ignacio Alatone, Manuel González, 
F. Carrcón, José Montesinos {Dar.) y muchos otros jefes imperialistas entre 
los cuales descuellan los Generales Neri, {G¿<>r. p. 457), Camón {ffo^- 
119 marzo 1901), Miguel María Echeagaray, Domingo Gajoso y Francisco 
Vélcí quien « fraterníió con los jefes del ejército francés al que llamaba 
ejército libertador, i> (Benito }\iix^z. £xfi(>íKÍ¡}Mes. p. 103) por más que lo 
haya negado, [Dar.) siguiendo en ésto la escuela filosófica de la cual es nrna- 
jncnio el señor Cosmes. 

También reconoció al Imperio 1>. Joié María Velasco, de quien E¡ 
Jvrroíarri/ decía (i" de junio iSjs) que « vivió á la sombra del Imperio, y 
no dedicó una letra, ni un peso, ni cosa alguna de valor á la causa de la 
independencia, * Pi>r ésto, los liberales 4sc aftú^aban al ver que tenían prin- 
cipal partici|>ación en el ejercicio del poder pürsonas que cultivaron relacio- 
nes ron los invasores de la república, y aun algunos que les tirniaron a¿las 



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LA CUESTIÓN KELICltOSA. 



de adhesión. » (Cos. t. zo. p. 307) P«ro poco les importaba á los gobernantes 
liberales ei que fie flfedlasen sus partidarios. Ellos apreciaban más é esos 
tlainados iiaidores que á los mismos inmaculados, y les L-onferfan los empleos 
de niiis conñanza y Tcsponsaljílidad, como el mínístcria de Hacienda, la 
comandancia de k pla^ de México y el gobierno del palacio de Chapultcpcc 
donde reside el presidente y su famili;i, ¡mestns que dusempeñaron respeiftt- 
vamente IX Manuel Dublán, I>. Hermenegildo Cirrillo y D. Agustín Pradillo, 
antiguos servidores del Imperio. 

Este aprt^cio indireélo que los liberales hacen de la honradez de los 
miembios del partido conservador, tiene mayor realce aun, si uno lo comp&r 
coft las criiicas acerbas que á Juáre? st hicieron después del sitio de Queré* 
taro. « Entonces, dice Castillo, los liberales se íticonirabnn en dÍ«po8Íciónde 
encaminarla república al progreso, »' á la civili^acicin y al ¡iñunzanriierto de 
las instituciones liliernles, » (Curs.) por haber quedado convertidos en arbi- 
tros absolutos del país. {Ces. t. 19. p. VI) Nada hay más interesante como,! 
aprender del señor Cosmes, juarista á macha martillo, la manera con que los 
liberales t;ncamÍnaron el país al progreso y á la i'ivili^ncJón. Dice : 

4 Dieciocho meses habían transcurrido después del triunfo del país sobre 
la Intervención, y la repilblica se eiicninraba dt Iifclio en una situación de 
nialcstar peor aun (|ue el de las epucua de mayor encarn i^aniicnto de U 
guerra civil, porque el desengaño de las esperanzas alentadan ni terminar esa 
guerra, entristecía profundamente los finimos... 

1 Quisiera, decía cl diputado l)ond¿ en 1868, ocultar el cuadro sombrío 
quf retrata hoy la situación de la república, porque á nuestro crídito no con- 
vendría que dentro y fuera tiel pais se creyese que hemos retrogradado al 
estado consuetudinario de anarquía en que noí< sorprendió la guerra extran- 
jera. » (1. 10. p. 336. 1. 19, p. 400) < Después de la ejecución de MaximiliarjOjj 
escribe líulnes, hubo un espantoso estiido anárquico, inmoial, de minería 
bancatroia. » {Pom. p. 95]. 

« 101 país se sacudía y sc desangraba como un hombre sujeto i accesosj 
de epilepsia. Los duelos, los suicidios, los escándalos de toda especie quttj 
tenían lugar en las esferas del gran mundo eran un indicio de la deplorable 
revolución que la moral estabii sufriendo entre noeotros... Cuando en la poH- 
lica dominaba el principio de que el buen éxito debía procurarse por lodoa^ 
los medios posibles; cuando ¡te hacían prevalect-r la íuer«i, la intriga y lii 
audacia sobre la ra^ón y la equidad; cuando á la codicia y á las ambiciones 
impacientes de la ¡^eneraciiín nueva ae presentaba díariamcme el incentivo 
de las fortunas improvisadas bjju el sistema Lcrrupuir de la adminislracidn 
de Juárez y de las altas posiciones políticas conquistadas no por el patrio- 
tismo, ni por el miento, sino por la flexibilidad de caráéler, y por el serví. 
Ibmo para cun los poderosos, no era extraño que tuvieran su reitcción estr 
mulos ejemplos en l^ ideas y en [os sentimientos generaks, y que en tod&S 
las esfems de la vida social se levantase un trono á la fueíaa, se erigiera un] 
altar al buen 'kiicfso. se ie tiiLiutasc un culto de bajeias y de crimeni;\ se per- 
diera el horror á la violencia y ií la sangre, y se diora i los deaeos Ínniod« 
lados y d la sed de dircto ci lugar que deberían haber ocupmlo los princi* 



píos murales y los sentimientos generosos á que la {ndole nacional en un 
propensa. > <t. ao. p. 870). 

Esa anarquía se manifestaba especialmente en la inmoralidad que prc- 
sidiii al manejo de las rentas del erario. * 1.a libre disposición de las rentas 
era una de las cueaiioneií que A Juám mea le interesaba retener; y como la 
formación de un pre!>u [tuesto discutido por un Congresu en donde existia 
una fiierle oposición, pues, k minoría en» casi la mitad del nilmcro total de 
las diputados en ejercicio, y en ella figuraban los mejores oradores que habla 
entonces eti el país, habría dado por resultado (¡uo se le atase corto en la 
cuestión de ¡íastos, Irató dti evitar que ese presupuesto fuese decretado. \ji 
disculpa dada por el gobierno para no cumplir cun su deber remii¡en<lo opor- 
tunaniLínte e! proye¿io de prti^upueslu, fundada en que el ministio de 
Hacienda, 1). Matías Romero, no conoda el ramo cuya gesiiún se le con- 
fiaba, Ln)|>urtabA un severo caigo contra el ptesídcnle. Luego Juárez, se decía, 
no llcvii por mira el bien del país al elegir á sus mmitíiros, &ino sus afeccio- 
nes privadas. 

€ D. M^tia^ Romero llevó hasta el ciilino el sistema de hancarrola del 
erario; pues, la suspensión de los pagos llegó, bajo su t^estión, á convertirse 
en regla constante y en hecho nur'nal. ,; No había dinero? l'ues no se 
pagaba; sin que el ministro se preocupase de buscar el medio de sali-sfaccr los 
compromisos del erario. Esta muía gestión liiicendariu debidu ii la poca Apti- 
tud del nuevo secretario de Hacienda., contribuyó en tsraii parle al descon- 
tento general de la nación con respe¿to al gobierno, y 3 ius movimiento» 
revolución arios que «nsangrcnlaror» aí país durante cinco a^n9... Con no 
presentar el pioyei5lo de presupuesto, se obtenía esü ebsticidud de que habla- 
ba Zínnacona, para disponer de loa caudales públicos con fines poUiicos, y 
robustecer de ese modo la inñuencia dd gobierno federal, principíilmenle ea 
las actas elediorale.'i.., Juárez se atrevía á crear partidas de gastos imagina- 
rios para aplicarlas á otros objetos que los señalados en el presupuesto, lo 
cual [irfiducfa por resultado, además del indigno papel que el Ejecutivo hacfa 
engaftaiido á la representación nacional, que el pilbÜco dudase de la honra- 
dez de los gobernantes; pues, no veú en qué se inverlian las sumas deatina- 
diis i a<|uel!as partidas. » (L 19. p. ¡22, 319. t. 30. p. 580), 

lista duda no lardó en convertirse en una evidencia abrumadora en Con- 
tra de la honradez de Juárez á quien se acusó, en los términos más virulen- 
tos, de haber favorecido el peculado entre ¡os mismos miembros de su gobier- 
no, «i Los miembros del gr>biemo de Juárez, dice Paz, estaban rodeados de 
un circulo de favorecidos, para loa cuales aquéllos estaban siempre prontos á 
otorgar mercedes, siendo los ilnicns que se abrían camino y se hacían escu- 
char, .sabiendo aprovecharse de aquella influencia para hacer foiiuna. Perso- 
nas hubo que sin poseer antes^ como vulgarmente »c dicci una segunda 
camisa, llegaron ñ poder disponer de millones en unos cuantos meses. 

<c Aunque fueni publico y notorio (jue el delit<) de peculado estuviera en 
augí;, los houibrts del poder se hacian dirimí! ladus, pi">ri]uc más les convenía 
que hubiera instrumentos ciegos que personas celosas de SU reputación que 
manejarao los fondos con honradex, ó que se intcrosaran de modo alguno en 



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LA CUESTIÓN RüLICilOSA. 



el arreglo de la Hacienda pública. Como en esta administración casi lodM' 
tenían que tapursb unos A utros sus picardías, nu sólo at: mimban entre si con 
la mayor tolerancia, sino que cuando algiin crimen llegaba á conocerse, tudos 
concurrían con asidirtdad á salvar al delincuenle. 

< Iaís lincas telegráficas y composturas de caminos carreteros eran con- 
fiadas i los amigos, dándoles á ganar con las r.nntratas im ciento por ciento. 
Las manos del gobierno siempre estaban abierlits ¡jara prodigar mercedes que 
nada le costaban; pues, las arcas de la nación diibun para todo, menos para 
levantar el crédito pilblíco que andaba por los sucios, puesto tiue no se paga- ■ 
ba ni i los acreudore* de más privilegio... 

í De donde se desprendían, sin embargo, más iniquidades, era del dejwr- 
tAmcnto de la Guerra en donde estaba, el foco de las ganancias ilícitas y de 
los grandes despilfarros. Kl ejército debia componerse de 20,oo« hombres, y 
auntguc nunca pasara de 1 5,000, se pagabu un presupuesta de ía,ooo con los 
uumentoa imaginarios. El ejército vino á ser un filón de oro inagotable. 

< Cada División conipuesla de tres ó cuatro mil hombres recibía Imlx'res 
por el doble, y consumía gruesas sumas en gastos e.ttraordinarios. Esa vorá- 
);inc, llamada gastois extraordinarios, era un abismo sin fondo en donde dcsa- 
piircciaii cinco millones anualmente. Y como la república no Itef^ó í uslar en 
plena paí durante el gobierno dir Jaircí, los motines más insignificantes ser- 
vían de pretexto para apropiarse entre unos pocos las rentas de la nación, 
diciéndose que so habían consumido en los ga.<it03 extraordinarios de la 
guerra : cuantiosas rífjueías piLsaríui ótt las jefaturaíi de Haclend;i 1 los bol- 
sillos particulares de los firmes amí|;osy sostenedores del gobierno... 

< Entonces fue ruando se tuvo como coss. nunca vista que el Ministro 
de la Guerra, D. Ignacio Mejía, tuviera colocados A todos sus paritrntes en la 
administración, sacando entre todos, anualmente, la suma de $ 51,240. 
Y se publicaron los nombres de los que formaban la parentela, y se 
escandalizaba la gente de que aquel general fuera tan descarado hasta el 
punto de lencr colocados á todos sus parientes. Después vino oso á ser, 
peccat« minuta, llegando el ingenio algunas veces de loe mandarines hasta 
buscar la manera de recibir por sf mismos el mayor número de sueldos. ICn 
lieni|X)5 más próximos hemos visto que un aolc hombre recibía cu el mes por 
sueldos diversos, lo que recibía toda la familia del ministro de la Guerra 
reunida en aquel entonces. Realmente, no estítban tan desmoralizados ni tan 
prostituidos los hombres ptlblicos de aquella época, > mucho menos cuando 
afirma Ccsmes que < el General Mejla em altamente respetable por su pro- 
bidad. > (I. 19. p. 176), 

< I.OÍ pocos diputados independientes que tenía el Congreso en 187 r, 
dice Paz, deicubiieron en b cuenta que anualmente tiene que rundir la 
Tesorería General de la Nación, alguna? irregularidades por cantidades da 
certa de un millón de pesos, cuyo gasto no estaba justificado. Se trasladaron ' 
los diputados á la Tesorería, quisieron confrontar las partidas, no se les per- 
mitió ver los Iibro.1, y tuvieron que volverse desairados. Ésto produjo tnmbiérv | 
el mayor escíndalo, diciéndose que el millón se había gastado en trabajos eleo , 
torales, en subvenciones í periódicos y en otriis cosas que suelen ser vcrda- 



dtras péqucfieces para Ins gobiernos. » (t, 2. p. »7S. t 3. p. 39,40) De Juárez 
dicL-n sut! m-is TervieiHes devotos, que < consagraba á Jos gastos del ejércilo y 
á la compta de voios. Iodos los fondos del tesoro público t{Cos. l. 10. p. 637). 

l.ejys de ir cn mtnos, esa irim-jriilidaü en ti manejo de los futidos pdbli- 
cos futí sumertándose cada año con el mayor cinismo y desprecio de U opi- 
nión publica, llegando A preguntar adiiiír.idú nno de los panegiristas miií 
inliípidos de Juárez : « ¿ Cómo puede explicarse que los ingresos federales 
hayan sido en el 6q la mitad de lo que erar en el 67, á raíz de los desastres 
caiDiadus por la invasión francesa, sino por causas posteriores á la caída del 
Imperio? Se necessitaba ser ciego para no ver que la inmoralidad ii-dfjiinist na- 
tiva en el tumo de Hacienda em la causa deiermintinte de la bancarrota cnnfe- 
sada por el ministro de ese lanio. » (Cus t, 10. p, ;68) En fin. para dicitlo 
todo en una sola palabra, tal como )a estampiS un periódico liberal, ¿a 
RteonttrttCíib», ÍVid. Mén. 15 mayo 1871}, « estaba reservado al señor Jnáreí 
ser el jefe del partido más tk-svergonzado, el reo principal de asalto á mano 
armada al tesoro itacional, * > y, añadiremos noh'otros, el maestm en cuya 
escuela se formó otro presidente, sucesor suyo, el General Manuel Gotuález. 

Con d fin de dar á conocer á este gobernante de triste recordación, se 
nos perdonará una ligera digresión, que en cierto modo no lo es, por referirse, 
aunque indireélaineate. i Juáreü ds quien fué Manuel GonzálCK un discípulo 
aventajado en ^o de los (asaltos á mano armada al tesoro nacional. > De 
uno rie clliis asf habla un libera!, Salvador ííubleta y Quevedo : 

4 Un dia antes de dejar c) poder, el 29 de noviembre de 1884, manda 
Manuel Gonsáleí A su ministro de Hacienda á la oficina aquella con orden 
de apoderarse de los ftindos en ella cxislenles. Los empleados resisten al 
ministro como á un asaltante y le reciben á gol|«; de tintero; pero cl minislfíi 
se obstina, salo por el halcón gritando ñ la guardia de la puerta : soldados á 
mi; yo soy el ministro de Hacienda. Y la guardia llega en su auxilio, corren 
ó se rinden los empleados unte esa apelación i. la tuerza atinada, y el ministro 
se lleva cn su coche hacia palacio sacos de nunit-rario por valor de nueve mil 
pesos. Por illrimo, Manuel (lonzáleí lleva su amor al pal-icio haf-la adherirlo 
á ariiculos de mueblaje y de confort. Se recoge en la casita presidencial <lc 
la calle de la Moneda, la desamuebla y destartala, y por ñn, por fin, sale de 
ella, sale del poder dignamente, haciendo arrancar, para llevárselos i. su habi- 
tación privada, ciertos apéndices de porcelana inglesa empotrados en lugares 
que es excusado nombriit.-. 



' « El gobierno inglés hizo entrever al gobierno mejicano la es|)eranza 
de restablecer su criídito financiero en Europa siempre que se adliitiese al 
principio de reflítud que ordena cl reconocímicnio y pago de las deudílE 
Icgiti mámente contraídas Ésta era una profecia de la cual no hÍio aprecio 
alguno cn 1 86* la administración de J uáreí, siendo causa la mdifcrencia c-on 
que vio la cuestión de la deuda inglesa, del descrédito en que por largos años 
cayó la KepOblica en toa mercados cxiranjeros, deteniendo el proyiesu del 
país que íiícilmciite en aquella ¿poca se hubiera iniciado con !a inversión en 
él de capitales europem. » {C-oi t. 20. p. !5i). 



< Así gobernó aquel hombre cuyo .progmiim de gobierno futmulaUo 60 
Kolemne manifieeto contenía juramentos de i honradez administratmi, inte- 
¡{ridad en el manejii da las tenias piibiicas, > etc., etc. Que el financiero y el 
estadista calculen y reafruiiian vn cihas la Qintidacl de mal que produjo 
reptesenlado pot lo que ese hombre dió á bu codicia y á la de su gru|)o de 
adUleres, y ({uitiá á la pnisperiditd de su pais. Que amoiUonen los millunes 
de subvenciones y ga,jes á favoritos y agentes, los dtiH millones del níquel, 
los tres millones de la colrtniy^cirin, lo? treinta millones de la amortización 
fiauíluleiita del papel de la deuda pública; que añadan á ési> el estado de 
UiDoirroU en que ha postrado al comercio y á la adminisCtaciÓn subsiguieiitcj 
que agreguen lo que se ha tenido después que escatimar al empleado y á los 
recursos impulsores del país para reparar el desbarajuste hacendariu que dejó 
sobre sus hucUnü el Atiln Presidente, y que apreciadua y totalizados esos 
aumandos en una cuentn conciciiíuda de daños y perjuicioSv nos digan cnan- 
to ha costado á Míxico Manuel Gonzáleí en la cits[)ide del poder... 

fl: Desde lucg<i, el efe¿lo inmediato del ejem|ílo de Manuel Oonzálcí en 
SUS cuatTo años de administración, ha sido este hecho expresado con ruda 
claridad por la voz pilhlica, que casi no ha habido alto futicinnaño ni 
empleado superior que piidiendo robar no robase. Desde el gobierno del 
Distrito explotado en combinación con los tahúres, los taberneros y Im pros- 
titutas por buecudoies de oro como Kamón Fernández, hasta los gobiernos 
de los Esleídos en poder de sátrapas acaparadores de fortunas iniprovisudíis 
como el Gobernador Tolentino de Jalisco, todos los más importantes puestos 
públicos se vieron entregados á la rapitla oficial. Era la foer/a del ejemplo 
de Manuel Gonaileí: la que hacia éso. Y bien : ella íiigue, seguirá obrando, 
no se sabe en qué grado, ui yor cuanto tiempo : pero obrará. En virtud du 
esa fuerza se ha llegado en México A este extraño punto i^ue indicn im gian 
rcbajainientü nioial : que la opinión se admira de que un funcionario no robu, 
1.a neg.ación del delito, que es un deber en todas [lartes, ha llegado á ser allí 
una virtud extraordinaria, » (E¿ GuMému dt¡. G¿ntrai Manuel Gonzális,). 

PruebB de ello es el cinismo de que hizo gala Bulnes en el Congreso 
General, cuando dijo á propósito del ex- Presidenta: á quit:n se pretendía 
enuuusar : « Ks verdad que el Gobierno del General Gonuález ha sido una 
bacanal de cuatro años; pero hay que confesar que los diputados hemos sido 
los lacayos que hemos servido las copas. Que ae haga justicia si es que hay 
alguno que se encuentre limpio. Yo por mi parte estoy dispuesto á marchar 
tranquilamente al paiiliulo, viendo á las multitudes con el mismo desprecio 
de siempre. > 

Pues bien, «. en 18Ó9 (lo mismo que en tiempo de Manuel González), 
la inmoralidad y la corrupción, dice im escritor juarista, se desarrollaban por 
todas p.irlt;s c' invadían tudas las esferas^ los hombres de buena voluntad sen- 
tían ñaqiiear su ánimo ante la creciente progresiva del desorden y de la des- ^ 
murulizaciün, y había quienes desesperaban dt-l remedio y se mostraban pro- 
pensos á proclamar la omnipotencia del crimen y del vicio. » {Cus. t. 20. 
p. 757) creyendo, como Lerdo de Tejada, que México sólo podía ser gober- 
nado por Ijojldídoij y iliesaliilüS. (Rm Ordaz. La Cuestil>n Frtsiáetttial. 1S77). 



< No sólo no mosiTij el ministerio <Íe Juárez resolución inflexible en el 
sentido de la moralidad y del oiden, »ino quu cerraron del iberaduriiente los 
ojo?; sobre el nbiiso ; se abrieron las puertas de ixt oñcinns á In ineptitud y 
aun á la venalidad, en (iremio de servicios prestados en !as elecciones, y se 
dejó por motivos de la misma especie que recobronuí au dominio los abusos 
más escandulosos de lo pasado, h usurpación de atribuciones en la recau- 
d^ición é inversión de las rent»» piílilica^, l;i inobservancia de tas leyes 
orgánicas cu el ejercito, la fiilta de inspección en la contiibilídad mili- 
tar, la impunidad en suma de mil abusos notorios para la autoridad suprema 
en distimas esferas del orden administrativo... Ei pafe se encontralia de hecho 
sin administración. líl poder local se preocii|ial« más de la conservación pro- 
pia que de la socieda.d, y su incuria estaba dando por iVuto la miseiia t-ti las 
arcas públicas y et desarrollo del bandolerismo,. I£l comercio suspiraba por 
los días de la guena, que era cuanto se podía decir, y la agricuUuru hacía 
vaiios. esfuerzos para reponerse de los golpes que sufrió en aquella época 
luifluosa... Finalmente, Juárez procedía como tirano, » {C'>t. L zo. p. 339, 
63,9, 1. iij. p. 507. t- 21. p. 35. t, 20. i>. 457) « y 00 se ocupaba mAs nue en 
esquilmar al puclilo mexicano. » {Paz. t. 2. p. 3$i). 

Después de oír en contra de Juárez cargos tan tremendos que le lanza 
el seflor Cosmes, es risible verle en otra parte poniendo en las esuctlas á esc 
tirano y esquilniador, y diciendo sin pestañear á sus colombinos leftores, que 
i Juárez hizo nacer á la rcpiiblica á una vida nueva, más adelantada que In 
de muchos países europeus, la de todos ellos sin excepción. » {Fah. p. zs). 
No es menos diveitídfi oir al a honurabílisimo señor VigÜ, al historiador 
imparcial, tranquilo, sereno, erudito y de una gran inteligencia, t- de quien 
nos habla embobado Frías y Soto (p. loi y 40), agotar el diccionario de la 
adulación para estampar la siguiente chabacanería, como si de inlenío quisiese 
aploMar á su héroe bajo el peso del ridiculo : < J uárcj; es una de esas figuras 
colosales que se agrandan y brillan mis y mis en proporción que transcurren 
los aftas, porque desvanecidos los odios de bandería, aijarecen en toda su 
plenitud los servicios prestados á la patria y á ]a humanidad .t (p. 861). 

Ha.sta ahora hornos visto algo de los servicios (pie prestó x \a p.itTÍa; 
ctianio i. tos que prestó i la humanidad, afirman iiii« correligionarios que esta 
humanidad estaba representada exclusiva y ilmcamenlc en la (leraona de Juá- 
W£ cuyo egoismn y t.ieañeria llegaron á ser proverbiales. 

« Kt General (iomíálití Ortei;a que se encargó de la Secretaria de íiuetra, 
dice Manuel Mirqueí'. de León, se abrot;ó la facultad de despachar por si lo» 
negocios, haciendo tan poco aprecio del presidente, que cuando se le pregun- 
taba si ya este estaba de acuerdo, contestaba : ya hice que se le mandaran 
los cien pesos de ^u haber diario, que es por lo linico que se apura, > 

Sjegiín el referido autor, «el presidente, sin haber expuesto bu vida, ni 
sufrido privaciones, se habfa cubierto sieuipre fius$ jo,ooo íntegros, se hacía 
pa^ar $ 15,000 máü al afio para gastos de mesa, $ 7,000 para la caballcríi'ji, 
y se había cobrado $ 93,000 de viáticos por haber andado huyendo. » 

\\n una obra que Vi^il llama interesante (p. 679), st aprecia de este 
nindn el desinterés de Juáre/ : « lin aquella é|)OCft en que era general el sen- 



340 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA, 



tiinienlo óv que un pais pobre só\a puede hacerse rico haciendo economías, 
se veía como uaa monstruosídod que el presidente tuviera destinados quince 
niil pesos para sus gaslos de mesa, toda veü cjüe no se tenía la costtinilirc de 
dar convi(LS diplomülicus, y la mesa de Estado sólo servía pam que vivieran 
de ella un reducido grupo de holgazanes. Hoy si volviera i repetirse lo de 
los quince niü pesos, nos causaría risa en vez de darnos indigtiaciún ; pero en 
aquel tiempo era nonstrooso, era abtisivo. era extraordinario, era contrario á 
las buenas reglas de economía, era un robo en fin, que e! presidcnic pudiera 
gastar en legalarse quince mil pesos al año. ^ No estaba dotada con el mejor 
sueldo que se conoce en 1» reptiblica P Pues, ¿ por qii¿ no había de sacar de 
01 paia su comida, como la »acan del suyo todos Iuü servidores de la nación i* 
Hiibicramos entonces desalindo ó lenido por loco al que nos bulnera dicho 
que alguien podía hacerse millonario en el poder sin que nadie le dijera : 
esta boca es mía. I^ verdad es que entonces teníamos mayor caito pOr la 
lionradez. » {Pds. t. 3. p. 39), 

< Jamás se había asignado á los presidentes de la re(nll>líca, decía E/ 
Afcnsajertí (25 fehí,, 1871), más rt;lribijci<inquy la del sueldo; y estaba reser- 
vado al señor Juárez decretarse viáticos i razón de do» pesos por legua, por 
todas las que había andado durante su eterna |!resideiicia. I.0 que desde 
luego da á conocer la ñaqueía del hombre, la ninguna im^jurtancia en que se 
tiene el juicio de sus conciudadanos, es esa pofa escrupulosidad de decre- 
tarse é\ misino, en virtud de facultades extraordinarias, una doble relribución 
jainá:^ concedida á sus antecesores... El actual magistrado de la rcpitbÜca se 
ha mandado pagar sus viáticos en oCiisión de estar devengando sueldos como 
presidcnlt de la misma; y cuando es piibltco y notorio que los gastos de su 
manulcnción. hospedaje, etc., no los costeaba i\ mismo, sino que los sufra- 
gaban los Estados por que iba atravesando, ó mermaban los fondos que ct 
{gobierno se había llevado de asta lesorcría. Recortlamus que á Sania Anua, 
ai odioso íianta Aiuia. en la ¿poca de su administración se le concedieron 
sesenta mil pesos anuales al darle el título de Alteza Beientsima; y este hom- 
bre tuvo el desprendimiento de no admitir eate sueldo simplemente |>orque 
se le declaraba en la época de su adniinísi ración, Jiiáre-ípor sí se declara í 
si mismo con los viAlicos un doble sueldoen la época de su administración.» 

< Los panegiristas de Juárez, dice Manuel Márquez deLéon, hacen con- 
sistii su grandeva muy especial inenle en tsia constancia inquebrantable que! 
Admiran de estar ganando treinta mil pesos al año, sin exponerse á ningún 
peligro, ni [iTivacioties; miemras otros i quienes nada se nos daba, est-íba- 
moa constantemente al frenu- del encniigo, sufriendo las mayores penalidades, 
Vo no Peo qué otra cosa pudo haber hecho en aquellas circunstancias. En 
primer lugar, para él la suprema íiiclia era poseer el poder supremo. ¿Qué le 
podían ofrecer en cambio de él lo>. invasores que llenara sus as pirac lunes ? 
En segundo, los que dereridíamus nuestra independencia, eramos ciudada-1 
nos libres y iiu esclavos suyos; y si hubiera traicionado á la causa, le habría^] 
nios fucilado. » 

A Sin duda, querrán hacer consistir su mérito en que fué fiel á la causa 
de la patria. | Gran mérito '. Demos treinta mil pesos al afio á cada uno ed 



nuestros compatriotas, y tío faltará quien resi>ondii de la lealtad de todos; 
mucKo más cuando la. persona no se «xponc á riesgos ni privaciones para 
ganarlos. > {E/ Correa del Faáfico, citado por Afm. 32 junio 1871). 

< F,n cuanto .4 admirar 5a inquebrantable firmeza de JuíSrez por sus sacri- 
Ticios durante la pretendida, célebre peicgñnacíón, es casi como si ae admita 
la inquebrantable firmeza de la reina Vioioria de Inglaterra por haber per- 
manecido en el trono mis de sesenta años. > ( Ver. p. S46). 

*A este propósito decía El Ferrocarril (aS inar^io 1.S73} : < Ki país debe 
felicitarse de que D. Benito no hubiese ido á dar un paseo por líuropa y 
Asia, desde donde hubiera sido tan lílil á la causa de la Independencia como 
en Paso del Norte; pues, hubiera importado mucho más la liquidación du 
viáticosqtic por sí mismo se pagó. > <Si los mexicanos hubieran sabido de 
antemano, decía El MúKÍíor{^ nEi., 1870), el precio á que habían de tener 
que pagat la peregrinación de I>, Benito y I). Sebastün á Paso del Norte, 
indudablemente les habrían suplicado no se fueran á mo!e?lar y exponer por 
ellos. Sólo los adulatlores de oficio y por conveniencia nos podrin sosiener 
que esos seímres fueron lo que K.leber y Washington. Pero, si muy lejos estu' 
vieron de llegar á la altura de estos héroes, en cambio les aventajaron en éso 
del cobro de honoriitios. Kleber pidió tan sólo genero sobrante para cubrir 
sus carnes, un día en que se hallaba complelamente desnudo. Washington no 
pidió más que la exención de derechos postales para su correspondencia. > 

A Como gran patriota, dice Ruines, Juáre?. tiene una gnive responsabi- 
lidad. Lo primero que hiüo al entrar á )a capital fué hacerse pagar íntegros 
sus alcances por sueldos y las leguas que había caminado cómodamente en 
carruaje; el mismo privilegio tuvieron sus ministros y uno que otro favorito, 
'A los combatientes que habían hecho la campaña con abnegación de luArti- 
res y firme»» de héroes, desde el primer din de la invasión hasta el día del 
triunfo, á las familias de los muertos en cimpaña y fusilados por las cortes 
marciales, se les hizo sentir la pobre^ta del erario... Juárez no debió privile- 
giarse en ningún caso haciéndose pagar íntegros sus criiditos, y mucho mcnf>s 
si atendía á que ios que debían ser tratados con preferencia eran los comba- 
tientes, condenados á perecer de miseria ó en los patíbulos levantadns por el 
inmortal peregrino que cobraba á su patria cada uno de sus pasos vt;rificado$ 
sin sufirimiento y sin heroismOj huyendo del enemigo; cuando no se paga- 
ban los pasos (le aquéllos que habían marchado de frente hacia la tnuerte 
buscando al encmigii extranjero... 

« La peregrinación de Juárez de M¿xicoáSan Luis fué una fiesta admi- 
rablemerile descrita por D. José María Iglesias. La permanencia de Juáren 
en San Luis, Saltillo, Monterrey, Paso del Norte, y sobre todo Chihuahua, 
fué agradable, confortable, .'saludable é higiénica; todavía más bajo el punto 
de vista material.., Juárí;z siempre durmió en buena cama, disfrutó de buena 
mesa, se tonificó con delicados vinos, conversó con excelentes amigos, Tuvo 
al alcance de sus enfermedades notables médicos y reconicmiab!i;s mtdici- 
ñas; tuvo siempre pueblos a quienes imponer contribuciones pesadas que las 
pagaron con gusto ó renegando por ias exacciones; tuvo empleados que lo 
obedecieran y lo adularan ; sociedades que lo diviniemn, lo elogiaran, lo gran- 
1.9 CiiesiK^n rcligiosn. — 16 



jeKsen y lo regalasen... toáns las comodidades de la vida civilízadji, con lodos 
los atra^ivDS que puede presentar á los hombres... Es una ingiatitud contra 
los chihuahtifnsí?8 que después que se esmeraron con su dinero, su afubilidad, 
8u respeto, sus bailes, sus banquetes, sus contribu ciotí es, su sangre, su aliento 
paltiótico y can toda clase de sacriücios en sostener á Juárcí con csquísito 
cariño y probada abundancia de goces intelectuales y maierialos, bw ka arro- 
jen cínicamente á la cara los terribles sufrimientos que p-tsó Ju,ir<a; en Chi- 
huahua, <:ompurando su eslancia en esa ciudad cnn el peor de los círculos 
del infierno del Dante, r (¡-W. p. 8(")4, S23). 



CAPITULO XV. 



La inttnvnción norUavierüana. Conftsiin del viaprrsidente dg ¡a Repú- 
bika, D. lanada Aíar¡s<a¡. — Di*pUddad de los Estados Unidos. Sus veleido' 
¿41 de rtcmoctr ti Impeñi) de Afaximi/Ía>tg. — Su egoísmo e^ñ/tsado fx>r Blaínt, 
— Sus inUmos de apoderarse de Mixteo. — Contratos ruinosos dt Juárez can 
¡os Estados Unirlos. - - Iáh bonos Canfajai. í'entti íiinulada de la Baja Cali- 
fornia. Folleto tn tres idiomas pam vindi<ar á /uáres. 



LOS liberales, de suyo tan qui.sqiiillososi cuando á la lu<c de \o^ documeatc 
historióos im e&critor culólicu estudia U vida política de Juárez, parecen, 
siíi embargo, liaberse leservado el derecho excliiSiivo de despojar |iont> á poco 
á su hcToe de los falsos títulos de gloria que ellus misinoK k hablan colgado 
al pecho. Se le acusaba de haber triunfado de Maximiliano con el auxilio dti 
los norteamericanos; se indignaba Vigil de que lus conservadores hiciüseí» tal] 
suposición «con el fin de disminuir el incontestable mérito de i:i defenai 
nacional; > (p. 636) y he aquí que el citado escritor apoya, á vuL-lta de hoja, I 
lo dicho por ios conaervadoriis, alinnando que el presidente Johnson dcrogí 
la orden que prohibía la expurtaciún de elementos de guerra para Mvxico, 
9x\\o\\e.6 tácitamente el reclutamiento de voluntarius que se proponían ir 
ayudar á los mexicanos tn su lucha con lo^ franceses, (p, 7 13). 

Lejos de oponerse .i estos recluiamienlus, por más que ellos disminují 
sen v\ incontestable mérito de la defensa nacional, confiesa C^u-smea que « ^| 
gobierno de Juárez comunicíi al Genera! Sánchez Ochon instrucciones acerca] 
de la aceptación de servidos de exininjeros..., y que autoriz-ú, «I I3 de nod 
viembre de r864j á José María Carvajal ¡jara admitir los servicios de io,oc 
cjelranjeros. > {t. jj. p. 98, 103). 

Ei Cleneral liberal José Marfa Arteaga escribía desde Ciudad (^uzmaaJ 
el 22 de junio de 1864 ; < F-] contrato del señor Juárux con los Estados del^ 
Sur es cierto. He visto con Uraga las caiUs en que se conumíca; y aunque 
no se fijan los términos, por otros conduílos se sabe que consisten en que 



capítulo XV. 



«43 



entregaríln al selior Juárez tres miHoncs de pesos por permisos para nactone* 
lirar su algodón, y]¡cencia[jara enganchar 30,000 ameriainos.» (El original de 
esta caita hállase en poder del aeftor Ingenieru D. Cirilo Gómez McndivU, 
Lagos. Jalisco). 

El mando de las tropas juaristas enjjanchadas en Itis Estados Unidos fué 
conüado á los Generales Reed y Crnwford; {Doiu.) y con los desenores de 
las tropas belgas y austríacas, íüniní el General republicano Regules una 
legitín extranjera, iArr.) además de que « bastantes auKiriacoA militaron á. las 
Ardenes du- Porfirio Diaz en i'uebLí, San Lorenzo y en el sÍlÍo de Méxko. » 

1. Juárez ofreció recompensar con titiras á los extrunjeros que üe pre- 
sentaran con armas [jara servir en el ejercito > {/iiv.) Atraídos por el cebo de 
vealajas tan halagüeñas, «11 los primeros días de agosto de 1866 llegó á Ma- 
tamoros, en un excelente vapor procedente de Nueva Voik, el General ñor- 
teLimericanü VallRce acompañado del mayor General Stiirm. Kl expresado 
general llevaba £,000 pialólas giratorias de seis tiros, 4,700 carabinas, dos 
baterías de 1 2 piezas cada una, cantidad considerable de pólvora y algunos 
centenares de voluntarios nnrteamericanoE. iZa.) El General Slurm prestd 
auxilios á Juárez en calidad de general de brigada, (¿ir Iberia. 17 junio t868) 
C(>m& se los hablan prestado en 1S59 el general americano Wbeat y el ftli- 
bustero Cheesman á quien Juárez decoró con la banda de general de brigada 
[Av. 4 ag, 26 Qifi. iSsg). 

En un brindis pronunciada) en Chicago, el 9 de oétubre de 1891^, el 
señor Ignacio Mariscal, Vicepresidente de la repübUca, hizo la siguiente 
importante confesión en la cual, se^iln dijo, < expresó los sentimientos del 
Presidente Díaí; y del gobierno mexicano hacia los Kstüdos Unidos ; Hace 
menos de cuarenta años, tuvimos que combatir contra la Intervención na[>o- 
leónica; y á pesar de una resistencia tena/ y heroica, que duró cinco años, 
pudimos haber sucumbido a fuerza mayor, ó más bien, pudimos haber tenido 
que prolongar una amafia lucha, i no ser por la poderosa inlluencia de los 
Estados Unidas que puso pronto tértuino al negocio en favor nuestro. » 
Segi5n BulneSj <el señor Mariscal dijo una gran verdad en su brindis que 
fué rudamente censurado. Sin tos Estados Unidos la resistencia de los repu- 
blicanos habrfa terminado, sí no ante 30,000 franceses, si ante sesenta, cien 
ó trescientos mil. I-i vanidad de nuestros militarte y ta nacional no puede 
sostener con éxito que una nación de quinto orden como Mcxico en 1867, y 
sin orden respefto a recursos financieros, hubiese podido resistir .1 la primera 
poleticiu militar y financiera del mundo. \ja. Historia tícnc que aceptar el 
brindis del señor Mariscal... como ima verdad de salud, de hombre honrado 
y sobre todo de ex-secretarío de In legación de México en Washington, cuyo 
puesto se prestaba á la estimación correéta del problema mexicano durante 
Ja Inter^■ención. > ( Vtr. p. 830). 

Ante un cilmulo de pruebas tan evidentes del auxilio prestado por los 
Estados Unidos á los liberales en su lucha contra el gobierno de Maximi- 
liano, da risa oir al señor Vigil diciendo con grande aplomo, como si hablara 
con niños de teta: < £1 paitido nacional no necesitó de un solo soldado 



244 



LA CUESTIÓN RKLICIIOSA. 



extrarjero para hacer triijnra.r la causa de la república. > (p, 714) Otro escri- 
tor liberal, im menos verídico que Vigil, asienta que su partido < no cnató 
con ti inixiiio risico de nadie en su ludia contra Maximiliano. > (¿w.) 
Cuanto al intriaculnd*' Ju.ire?., hé aquí como él tambitin .idultera la verdad : 
i El triuTiru de la oiusa santa de la independencia y de Ub institiicioties de 
la ceiníblica, lii hati nkaníiido los iiticnns hijos de México, combatiendo solos 
sin auxilio de n.idie. > Con raíón Bulncs no puede menos du confesar indi- 
gnado (jue < nuestra vanidad es un jugo de- ignorancias; se pretende lucernos 
pasar por ni ara vi 11 osos en letras de iiiipTcnta, poniuc vcrbalmcnte somos los ■ 
más audaces para decir la verdad, y los más hipócritas para deshonrarla corta 
la pluma. > {Men!. p. 267). 

'A vuelta df probar que Juárez debió el triunfo de su partido á la intcr-j 
veneión norteamericana, le hace cargo Bulneü de haber llamado en su auxilie 
á lo.'; entranjtfros pain. deeidit asuntos domésticos con mengua de la sohera 
nía ¿ independencia iiai-iüii.ai. « /iiárt.v nunca tuvo deiccho pura pedir a|i| 
gobierno americinü auxilio malen.il contri Maximiliano quien, una vez retW 
rado el ejércJlo francés, no era ante el derecho y ante los hechos más que eLl 
jefe de un partido mexicano. De no ser así, Juárez tenía que reconocer caJ 
loB Estados Unidoacl derecho que negaba á Napoleón; intervenir en nueft-j 
tros apuntos domésticos,., y se ponía en el mismo caso de Almonte cerca dal 
Napoleón III, rogándole que interviniese en la política mexicana. & ( f^^^J 
p. 361, 363), 

JuárPí humi316ii su pnlria cuya independencia d«seonoció indireétaniente 
con reconocer de un mudo iiidireílo la doi5ir¡iia Monroe en cuya virtud se 
niega d U» pueblos de la America Latina el dereeho de escoger la furnia dt: 
su gobierno. < t.a do<^rimi Monroe llevada por los Estado.<í L'nidos haata 
impedir que li>s pueblos latino-íimeriraiioj establezcan. iiistiiuciones nionír- 
quicas, ea uu atiique á. la soberanía de esos pueblos. Ciertamente que en 
México el Imperio fué puesto |30r un ejército extranjero; peio correspondía 
al pueblo niexiciino libre actpiarlo á derrocarlo. En semejante cuestión nada 
tenían que ver los Kstado.'* Unidos. » { Ver. p. jlír). 

ji'.sws complacencias de Jujiren hacia los Raudos Unidos no lograron 

atraerle siquiera las simpatías del gobierno americano de cuya amistad tanto 

aUrdcan los liberales, <i Hs íalso, dice Cosmes, que en lo» CülRdos Unidoád 

enconlrtS la causa republicana, no sólo simpnifas, sino auxilios de todo género... 

Kueno es hacer constar que [necisanieiUc en los momentos en que el gobierno 

norteamericano prohibía la exportación de armamento para ios republicano», 

ptrmttfa que los agentes de Francia eomprasen y trajesen a la rept\hiic4 

muías y carros de transporte para el servicio del ejército invasor.» (t. 23.' 

p. 163, 94)' 

1.a conferencia de 18 de septiembre de 1862 celebi^ada por el señe 

Romero con Mr. Scward. enseriaba á Juárez la situación cotk una claridad qu^ 

no pernitía dudas, ni vacilan iones. < Lo eitpiíesto, decía Roraer», acabará de' 

persuadir al suprcniogobíenio que no tenemos por ahora, absolutanienie nada] 

que esperar de este gobierno. El pre-sidente, sus minisrros, los hombres d« 

Estado del [)ais y la masa del pueblo en general, conocen períc<ííamcntc loql 



planes de ia Fiancia respecto de México y la hostilidad del gobierno del empe- 
rador á la Unión Amerícina; consideran que la invasión de M^xira es lo 
accesorio y qm; sólu tiene por objeto facilitar el camino para llegar al objeto 
principal, que es consiiiiiar la división de los Estados Unidus; pero todas 
estas consideíaciones lejos de inducirlos á prestarnos algún auxilio, son otros 
t&ntoj motivos que ios determinan á no haccj en nuestro favor aun lo más 
sencillo, si con tilo t(;(ne:n que se ofenda U Francia. Saben peife^laniiínle 
bien que el gobierno francés sólo está buscando un pretexto para romper con 
los listados Unidos, y estar» determinados á no dárselo ,., Además, el egoísmo 
de los nortt;atnc-ricano3 es igual sj no nmyor al de sus padres los ingleses; les 
hace ver con indifeiencía los males ajenos, siempre que no les afedten inme* 
dialJLfiieiile, y no se detendrían en sacrificar no sólo á México, sino acaso ai 
continente entero, si creyeran que con ello alejaban la intervención francesa 
de sus asuntos y la guerra con Francia. » 

El 10 de diciembre de iSÓ2, el señor Romero enviaba á Ju.lrez la 
sigitienle nota de sensación : « Tengo la honra de remitir a ud copia de la 
respuesta que boy dirijo á Mr, Seward, sobre la posición que ha asumido 
este gobierno al permitir á los franceses que saquen de trsie país cnanto 
quieran; al paso que nos niega A noüoirüs el mismo privilegio. MÍ nota pare- 
cerá á usted lal vez poco conciliadora; pero no he podido menos que indi- 
gnarme al ver la conduiftn incalificable que ha seguido este gobierno. Me lie 
aprovechado de esta oportunidad para una relación de todo lo ocurrido en 
este desagradable asunto que no deja muy bien puesta la buena fe de este 
gobierno. » 

« El permiso de extraer muías y carros de los Estados Unidos para que 
el ejército íranciís pudiese !iat:er la campaña en México, dice Bulnus, nos 
causó inmenso perjiíicio. El ejército francés no podf.T moverse de Veraci'u¿... 
Sin e-stc auxilio los franceses habrían tenido que esperar lo menos tres meses 
para comenzar el sitio de Puebla, y los mexicanos habrian aumeniado sus 
elementos de resistencia y ganado tiempo, que eta lo que más se necesicabEL 
Por oirji pane, ios Estados de Nuevo í^ón, San Luis, Ayuascalienies y 
Tamaiilipas comisionaron y expensaron al Coronel D. Juan Bustaniante 
para que comprase armas en los Estados Unidos, y una vee obtenidas parle 
de éstas, el gobierno de los Estados Unidos prohibió que saliesen del terri- 
torio de la Unión, y ordenó que SÍ se íntentabn. su exportación, fuesen captu- 
radas y decomisadas. » (F(r. p. 15,5, 134) 

Aun más : « en ciertos momentos críticos para la causarcpublícana-., en 
los minnios Estados Unidos se dudaba de la sinceridad con que cl gobierno 
aorteaiiicricano ayudaba á la causa de la repiiblicn aiexícana. » (Cffs, t. 19. 
p. 77. &o) 

« Mr. Seward reconoció que el ensayo de las instituciones democráticas 
que se hiEtj hace más de incdio siglo, estuvo lejos de serle provechoso, y 
causó á ese desí^raciado país más p(;rjuicJos que bienes. » {Dent.) 

1 Mr. Seward nunca faé amiga del gobierno republicano de México. 
iJesde i36o, siendo senador á la sazón, < si no tomó abiertamente la defensa 
del llamado gobierno reaccionario, sí, censuró muy severamente que la admi- 



nistntci^n (de los Estados Unidos) hubiera recoAocido al constitucional, 

muriíeswiida hostilidad hacia él, y consideríindolo como una de las dicciones 
que dividen al país, y nc como un gobierno nacional, > decía D, Matías 
Romcru d i^ de aguato de t86i. Las simpatías de Mr. Seward estuvieron 
siempre del lado del llamado gobierno reficcionario. » {Gnr. p. 143) 

fl ,-^1 terminar el año de 1864, dice Frías y Soto, el gubierno americano 
obtuvo tales triunfos que ya cntoiicca parecía que la UnitSrt quedaría vcincc- 
dora. Y sinembargu, Mr. Síward, á peHar de que la opinión de! pueblo ame- 
ricano se había [iroiiunciadn enérgicamente contra la Intervención francesa y- 
el Iinptrlii, ¡w^6 todavía algiiti av.i\ilti> al gobierno del sefior Jurtrea, Todav 
hubo más; eiilonces como nunca, se creyó que Mr, S^ward iba^ á reconocerá 
Maximiliano. Aun en los círculos oficíales se tuvo esa creencia cuyo rumor j 
íormidó á D. Maltas Romero, > {Gíor. p. 359) quien declaraba, en 19 de odiu-j 
bre de r8f>4, -n que sus peores temores crarj el reconocimiento de Maximilii 
no por tos Estadus Unidos. 1» 

« Gran escándalo causó el liecho de haber publicado el Diario Oficial 
algunos documeiUos que demostraban claramente que el gobierno de los 
listados Unidos no había sido sifmprt- arnigo de la repilblira mexicana y 
hostil al Imperio, romo lo aseguró en su di-scurso de recepción el enviado 
diplomático nombrado por Scward cerca del gobierno de Juárez, al regresar 
éste iriunfsnie á la Capital. Este mismo enviudo había eswdo en relaciones 
con Maximiliano, y el hecho de ser cieación del ministro director de la polf- 
tiea norteamericanii justificsiba las sospechas que se tenían en México aceren 
déla sinceridad de los sentimientos republicanos del gobierno de Washingtot 

« Decía d Diario Oficia! : c Mucho tiemiio hacia que estábamos per- 
suadidos de la complicidad de Mr. Marcus Ottcrbourg, c(Sn:íul que fu¿ de los 
Estados Unidos en isia riudad durante la Intervención francesa en la repú- 
blica, con el llamado Imperio. No habkmos creído conveniente decir nada 
sobre este punto, tanto por no suscitar embarazos y «jiñeultades á nuestro 
gobierno, ctmnto porque noa faltaban pruebas en que apoyar nuestros asertos 
que tuviíramus libertad de usar. Hoy hemos encontrado, al examinar los 
papeles de Maximiliano, dos ducumeotüs que no dejan ya duda ninguna de 
la complicidad de aquel funcionario. Creemos tanto mis conveniente dar í 
luz esos documentos, cuanto que sabemos que el gobierna de los Estados 
Unidos, engañado respeílu de las tendencias de Mr. Olterbourg, estaba pre- 
ocupado en su favor, y se negaba á dar crédito á los rumores desfavorables d 
aquella persona que llegaban hasta Washington, Tenemos, ademlf, turos 
documentos que hacen relación á Mr. Olterbourg y que publicaremos prdxt- 
manente. > El gobierno americaiiu, que tanto alardeaba de amwr á lu repú- 
blica mexicana, y de constancia en su política de desconocimiento del Impe- 
rio de Maximiliano, se mostrd algn disgustado por e! procedimiento del 
Diario Ofidal, y así lo hizo saber al representante de aucstro país cr» los 
Estados Unidos.. 

< Tan cierto ei que tuvieron los Estados Unidos veleidades dt reconocer 
el Imperio de Maximiliano, que uno de sus periódicos dijo expresamente : 
( La elección de nuestro jefe de Esludo, Seward, primero fué un emperador 



como Maximitinno; yierc» el fracaso tan patente de este augusto soberano 
aconsejó á tíeward probase lo (¡ue podría resultar de un poJllico arrumado, 
desprestigiado y tan sin principios como Sania Anua. Lo que pretendin era 
hacer desaparecer el republicanismo en México. 

« En 1866 la tortuosa política observada por el gabinete de Washington 
durante la Jnteivemridn íraucesa, preompándose ilniciLuieiile del peligro que 
para su influencia en México ttndrfa el establecimiento en este país de un 
gobierno de origen europeo, y no importándole nada Ib cuestión de princi- 
pios liberales ó conservadores, á ¡wsar d« haber asegurado lo contrario á 
Juárez á la hora del iriunfo de la causa republicana, juígó que tal ver. el pres- 
tigio de tíanta Anna seria un elemento eficas pam acelerar la caída de iMüxí- 
miliano... 

í £n un viaje que el Secretario de Kstado iiorteamericano Seward hiío 
en las Indias Occidcntalca, se presentó en ^uinl Thoiiias, entonces residen- 
cia de Santa Anna, y sin recordar que su gobierno reconocía oñcialmente á 
Juárez como presidente de la repitblica mexicana, y de que los principios en 
que la legalidad de este gobernante reposaban eran diametralmente opuestos 
á los que proclamó la antigua Alteza Serenísima, mn su tlliima administra- 
ción, representó cérea, del desterrado el papel de demonio tentador, haciendo 
entrever á su nunca fatigada ambición Is perspedliva de volver á ser jefe de 
la nación, y lu esperanna de que el gobierno de los Estados Unidos le pro- 
porcionarla elementos de toda clase paia organizar una expedición armada 
contra d Imperio... Santa Anna acepló la promesa y al paco tiempo le vemos 
en los Estados Unidos procurando reclutar gente y conipr%r armamento pata 
desembarcar en las playas mexicanas. Su espediciiín fué npla^jida por el 
gobierno de los Estados Unidos, en vista del buen aspeólo que para la causa 
republicana iban presentando los aconte» mientos. > (Cfí. t. 19. p. 299 y 
sig. p. 77, 80) 

En resumidas cuentas, < si ya en las postrimerías de la Intervención 
Mr, Seward la combatió de una manera decidida, lo hÍKo obligado imperio- 
samente por la opinión publica de los listados Unidos; » {Gar. p. 143) pero 
de ningün modo lo hi¿o para prestar un servicio i los liberales, segiin se 
puede ver en estas lincas de un célebre estadista norteamericano : í Kl éxito 
del establecimiento de un Imperio exótico en Míxicü hubiera sido un golpe 
fatal para Iodo cuanto lo.s Estados Unidos aprecian más, para todo cuanto 
ellos esperan llevar A cabo pacíficamente. El plan de los invasores se apoyaba 
sobre la eventualidad de la disolución de los Estados Unido» y de su divi- 
sión en dos gobiernos hostiles. Pero, aparte de esta [josibilid;id, el plan 
amenazaba A los Estados Unidos respeéio á las cuestiones más vitales, pugna- 
ba con todas nuestras instituciones y los hábitos de nuestra vida política; 
pues, hubiera introducido en una gran nación de este continente, capaz de 
un dcsarnillo sin liuiite, aquella, extraña y ptniicitisa forma de gobierno, 
aquella intrincada mécela de absolutismo y de democracia, de poder impe- 
rial fundado sobre el sufragio imivcrsal.., que hubiera ejercido una maligna 
inñuencia sobre el desarrollo político de las rcpiíblicas de le América Latina. 
Firmemente esublccido en México, el Imperio ac hubiera extendido á través 



«48 



LA CUESTIÓN KELIUIOKA. 



de Centro Am^tica, hasta el istmo de Panamá, dominando todas las comuni- 
caciones del canal, enire los dos ocíanos que son los limites de la Unión; 
mientras que su expansión sobre las costas del Parifico hubiera chocado 
diiuítamente con el jíüder natural y creciente. de tos Estados Unidos. Por el 
hecha de mandar en el golfo de México, el Imperio liubiera tenido bajo su 
dominio todo el comercio de la.s islas de las Indias Occidentales, y cambijido 
radicalnienle el porvenir de ellaB. :fr (James G. Blainc, Tn-otiy Ytars úf Con' 
gress. t. T. c 36) 

Con el restablecimiento de la repiíbiica, no temieron ya los norteameri- 
canos que México llegara á 3er una potencia de primer orden, sino que vieron 
m'iy próxirati el tiempo en que se la anexarfaii, -i pesai de liilierle prodigado 
tantas protestas de amistad. Aun en tieinpu de J uárei, « lo que causaba justa 
inquietud en México, era qu« no sólo el HeraUo y otros periódicos de su 
Upo propalasen ideas de anexión dt; Mésico á los Estados Unidos, sino quej 
publicaciones más juiciosas, pertenccientcn al partido republicano, upue^tGj 
siempre por principio á la extensión territorial de ese país lucia el sur, hici< 
sen lantbi^ii apreciaciones semejante» a la? de la prensa que llamaríamos liojl 
jingoísta. Un escritor reputado del partido republicano, y de quien se decfa 
que era inapiíado por el ¡gabinete de la Casa Blanca, publicó en uno de los^ 
periódicos considerados como interpretes del ministro Seward, un articulo ec 
que se acotisejaba. la inmediata anexión de México á los Estados Unidos, > 
aiticulo que el seftor Cosmes cree haber sido inspirado pt>r dicho ministro ', 
(t- 20. p. 357, 361). 

En 1871 se propuso de un modo oficial al Senado de la Uuión que lc4 
comisión de relaciones exteriores diese un di¿iiiiiien para saber si seria ven-] 
lajosa para los Estados Unidos la adquisición del territorio de la Baja Call-í 
fornía y du los Estados de Sonora y Chihiíaliua, ó indistintamente de cual-s 
quiera de ellos, líii el Congreso de la Unión un diputado hizo en el miam; 
mes una proporción que fué adoptAda por aquella asamblea, y que, como 
anterior, excitaba á la referida coinisión á presentar su diiítamen sobro la 
cuestión de saber si la Baja California seria una adquisición desciiblc para los^ 
Estados Unidos. {C«s, t. si. p, loia). 

No hay duda de que los norteamericanos han sido para México unoS| 
amigos pérfidos, y que, por ¡jarte de Juárez, fué mala política y vcidaderi 
traición el haber ¡ileniado sus dedeos anexionistas con invitarlos á que s»] 
inyincscn en los asuntos domésticos de Méítico ayudándolo á mantenerse eni 
su idolatrada presidencia, con mengua del decoro ¿ integridad nacionaUj 
•( Nuestra repiSblica, dice un norteamericano, es grande, desniesuradamcntí 
dcsaiioliada, é inniensauíente poderosa é insolente. Nuda de favor, y sóla¡ 



' < En principio de enero de 1.S79 llegaron d Méjico varios comcrcian-j 
tes de Chicago: se les recibió como si fueran unos potentados: eren y.< 
almuerio gratis, funciones de teatro, paseos, gran baile en la lonja, exposi- 
ción en el patio de Minería; cuanto so pudo inventar. Se gastaron mas do 
$ :5,00o, y los chicaguenses se marcharon sin despediise de los mexicanos^j 
que estuvieron más de un mes obsequiándolos. * {Payno). 



una cscaíA justicia s« debe eaperu de ella b&jo cualquiera circunsuncia. En 
inspirándola el interés ó «na «goista indiferencia, no vacilaría un ini^tarite en 
piüoleai' sin iL-nioriiluiiento, como lo Ka hechci siempre, cual(iuicr raía inferior 
como los mexicanos, indios ó chinos. No hay en lodo el mundo ninguna 
gente ó nariün de las que nos tratan fniñiiamenle, para las cuales no seamos 
Qu objeto dL' miedo y de odia > (David Wells. Síttiíy o/ Mexieo. p. 212. 
A[)i)leton and C^. 1890). 

La complicidad de Jiiáre» con los norteamericanos, su interno de ven- 
derles, sin conocimiento del Congre?io, paite del territorio nacional, < cuya 
independencia no fut' com|)rome:¡da |ior el Imperio de Maximiliano » 
{V/t. p, 304), y la aceptación del precio de esia venia, fuerou pan^a de í]iie 
sobre su cabeza menudeasen las acusaciones de traidor que sus mismos corre- 
ligionarios le prodigaban á diario, 

« El pueblo mexicano, decía un órgano porñrista, no qmere para su pre- 
sidente al que, eii Paso del Norte, ha tieyociado cnn los yanquis, dándoles 
por oro parte del territorio nacional. 9 {Afen. 22 marío 1871) Sejíún otro 
periódico : < Los que trabajan por la reelección de Juárez, trabajan porque 
México pierda su aiitonomia, su independencia y hasta su ser polllico corno 
nación soberana. Por éso es que los jiiarlslaseítáii edificados como traidores 
á la patria... Trnidorea porque conservando en el poJer á Judiez, loleran que 
éste haga entrega simulada del territorio nacional á los .americanos, como ya 
ha comenrado á hacerlo. > {El AcUaU citado por Míh. 25 junio 1ÍÍ71) 

En el año de 1S85. Manuel Milrque¿ de León escribía : < La t^rensa se 
ocupa hasta el fastidio del contrato Luna, pero nada se ha dicho sobre la 
distribución de los miichos milluues que importan los bonos Carvajal. » 'Esto 
era inexaiiío, ^jorque en julio de 1Ü71, La Uiiián [Jhral de Guadalajaia 
había pubhcado ncerca de este aaunio el siguiente artículo sensacional : 
« i Alerta! La nación está vendida. Los interesantes documentos que publica- 
mos ahora, darán ú conocer una vea más lo qite debemos esperar del Presi- 
dente Juárez, del constante defensor de la Constitución, del hombre de la 
legalidad, como le llaman sus partidarios; en ellos se pone en claro la traición 
á la patria, ¿ignoramos como ha^ta ahora han sido desconocidos ej el Rfilado, 
habiéndose publicado desde enero de 1870 en ¿7 Porutnir Naciona! de San 
Luis... DespU'ís de la leñura de esos documentos, se explica el por qué de 
la reelección, lo que desean los que la a¡>oyan, y ia causa de que Juárez, con 
una tenacidad inconcebible, trate de volver i ocupar la silla presidencial 
contra la voluntad manifiesta del pueblo mexicano. 'El ha contrnido con el 
Norte el compromiso de fraccionar el pafs, y de vender una considerable 
parte de nuestro territorio... Véase, pues, como Juárez ha hipotecado los 
E.stados de Tamaulipas y de San Luís Potosí a! pago de treinta millones de 
bonos, y asegura además aquél con cinco millones de acres de tierras agríco- 
las, y quinientos mil actes de tierras minerales, y un sesenta por ciento de las 
remas federales aféelas al pago de los premios de los bonos, i V qué derecho 
ha dado el pueblo á Juáree para hÍpotei;ar el territorio mexicano? ¿Con qué 
apnrtencta de legalidad se podría jusuJicar este atentado sin exemplo ? i Para 
qué se pidió y en qué se gastó ? La Hacienda no su ha organizado, las rerus 



pilhlicas no aleanan á cubrir el presupuesto, y cada dia se nota un déficit 
mayor... Llamamos la aieiiciún de lodos tos buenos tiatriotas sobre los docu- 
mentos siguientes que manifiestan la obra de los hombres de Paso del Norte 
contra el territorio nacional 

< Oftcina. de John W, Corlies y C*. Agencia financiera de la Kepií- 
Wica de Mánico. Nilm. 5;. Broadway. Nueva York, Oátubre 23 de 1865. 
Préstamo mexicano. La r^piíblica constilucionat de México, por iiiedio áf. su 
Presidente Benito Juárez y su comisionado José María Carvajal, ha contra- 
tado con John VV. Corlies y C'% de la ciudad de Nueva York, por la negocia- 
ción y venta de treinta niillones de p'Csos en bunos con la denominación de 
$ go, $ loo, $ 50Q y $ 1,000. [.«(^aderos á los veinte aiios, contados desde el 
primero de octubre de 1865, con interés de 7 por ciento al año, pagaderos 
por 8emi;stre5 en Nueva York, capital 6 inleriís pagaderos en oro. 

« Rt pago Oel de los honfts y premio están garantizados por la (e empf 
íiada di:l gobícrnu de la repilblica de México y la hipoicca de los Estados 
'['A<naul¡pas y San Luia Potosí, y adciLiás asegurados por la prenda especial 
teniendo «I efeíío de una hipoteca iiaciona!, de cinco millones de acres 
ticrra.s minerales de Ioh listados de TamaulípaK y San Luis Potosí. Eütí 
tierras agrícolas asi como comprometidas cítán estiinatlas al precio de uno 
cincuenta pesos el acre ; y las tierras minerales al valor nif nitno de cien pesúl 
por acr& Al precio del gobierno, la seguridad especial asf dada, agrega 
55 millones de pc^os. Además, una suma igual al montante del premio sobre 
loa bonos para el año primero se reservan y se Henen por John VV. Corlies 
y C", como fiadores para d gobierno, para el pronto pago de tales premios. 
V como mayor sc^íuridad, 00 por 100 de todos los réditos federales y de 
listado, dimanados de los derechos de aduana, innpiieacos y contribuciones 
de los citados Estados, est-iji también afectos al pago del prejnio sobre los 
bonos para un fondo reservado para la redención del capital. En adición, 
estos fondos serán recibidos como oro en pago de todas monedas debidas al 
gobierno liberal de Mcxico.deniro de los reíeridos h'stados; también en pago 
de los deteclios de puerto, impuestos y contribuciones en el interior de los 
mismos, y, para tierras minerales y agrícolas ai precio del Robierno á los 
a¿lualeü colonos, $ i 00 por acre por las primeras, y $ 1 por acre por las 
dltimas... 

í Certificado del señor M. Romero enviado extraordinario y ministro 
plenipotenciario de los Estados Unidos de Mí.tico á los Estados Umdos de 
América. 

< Por el presente certÜico que el General José Míiria Carvajal, Gober- 
nador de! Rstado de Tañían I i pa^, fué debidamente auiorizado el S y 13 de 
noviembre tiltimo por el (¡"bierno mexicano para emitir bonos, comprome- 
tiendo la fe del gobierno pata el pago de los tnisnios y empeñando sus rcn^ 
tas ¡ que de acuerdo con la citada auU3M/..ición, el General Carvajal firmó est< 
dia un contrato con los señores John W. Corlies y C'" de e^íia ciudad, para 
la negociación y venta de treinta millones de pesos en bonos mexicanos; que 
el referido contrato ha sido debidamente cometido á mf, / aprobado por mí, 
de acuerdo con las instrucciones del gobierno mexicano. 



C Fechado el ii da septiembre de i8é6. Firmaclo M. Romero. > (Repro- 
ducido por Mm. 15 julio 1S71). 

Coxi justicia decía un |>erÍúJici) liberal ; <i El íacidentc en que Irabüjáel 
Büñor Juárez para favorecer lus intereses de los Estados Unidos, fué escJin- 
daloso » {El Ecú Nacional citado por Men. 2 1 juniu 1871) lauto mi-j escan- 
daloso cuanlo que < Mallas Romero, segiin dice Cosmes, aprobó el cujiltatü 
Carvajal en h persuasión de que no |>adria realizuse ningdti empréstito 
exiranjero en los EsLtdos Unidos sin grandes (|iiel>raiilos ¡)ara el erario ni»i- 
cano, y &Íti graves riesgos qiiiirá pa.ia la inlcgridad y la honra nacionales... 
I.0S tenedoies americanos de los bonos llamado» Carvajal .suscitaron las 
cuestiones relativas al reconocimiento y ¡lago de ese empréstito por la repií- 
blica mexicana, y con los docum-ínlos que dierüti á \úx, vino á arrojarse sobre 
los hombres de Pa-w del Norte la injuriosa sospeclm de habur comprometido 
la integridad del tetrilorio nacional á cambio de dincri), » (t. 33. p. 107. t. ar. 

P. 178). 

'A los pocos meses de publicados estos documeiilos, un diputado liberal 
dcnunfiaba otro contrato no menos oprobioso, el de la venta de la Baja Cali- 
furnia, celebrado por Juárez con una compañía de norteamericanos, y res- 
pciílo al cual Cosmes, de ordinario an difusa al tratar de las meniidcnciaa 
de la vida de Juárez, se muestra excesiv.1 mente parco de palabras. ¿ Acaso 
será porque la escuela ñlosÓtica i que pertenece, y de la que tan puerilmenle 
alardea, le prohibe hablar acerca de este negocio? 

En la cesión del Congreso, 17 de nov., de- 1871, menos escrupuloso fué 
el dipucado Joaquín Alcalde, cuando acusó al j¡obierno en general de sacri- 
ficar la independencia y autonomía de México, y á Juárez de haber < vendido 
la. Baja California. ?• << Esta iomensii faja de terreno, dijo, «<; le dio <á Léese) 
en inmhio de J [00,000 que el país no recibió para las necesidades de la 
guerra; que el país no recibid jiara el auxilio de sus tropas; ijue no se invirtie- 
ron para combatir los avances del enemigo; que no se destinaron A gastos de 
la administración. Y hay de nouble que en aquella inmensa propiedad terri- 
torial, los colonos de Jacobo P, I.eese estaban exentos de la jurisdicción 
mexicana en todo lo relativo i la administración itiunicípal, impuestos, con- 
tribuciones, etc., «s decir, que en territorio mexicano no se obedecía á las 
autoridades y leyes utexicanas, sino que disponían y gobernaban autoridades 
extranjeras, y que lo qu*; se combatía en Maximiliano porque quitaba la pre- 
sidencia, se acataba en Mr. lácese, porque proporcionaba $ 100,000... 

« El gobierno que amenaza con que si la revolución triunfa, nos absor- 
beráii los Estados Unidos y seremos presa del filibusterismo americano, es 
el íjue con ese contrato de la Baja California, y otros que por rubor no men- 
ciono, lia tratado de entregarnos i la intervención, al prote¿lor.xda. á la bene- 
volencia de los que vienen á Iiacer progreso al país, poblando los inmensos 
desiertos de la Baja California. Y éslo por $ loo.ooo... á los que no se ha 
dado distribución, y 1(js que se repartieron en los Estados Unidos, no entrando 
en las arcas nacionales. :» 

■K IxM aplausos de las galerías, á cada fiase de esta vehemente 
peroiación, jfuuron tan estrepitosos que no pudieron ahogarios ni 1» 



campanilla del presidente, ni sus anienaias verbales. > {Jvr. 8 nov. 1871)*. 
Re.speiSlo a esos $ ido,ooo, • £/ Dario del imperio decfa en 8 de febr.., 



■iEn aquellos misinos dias hubo en el Congreso otra sesión na menos 
borrascosa en que Joaquín Alcalde, para í contradecir la presuntuosa aseve- 
ración de que Juáreit nunca habla flaqucad» en puntos relativos al honor y 
dignidad de larepiib]ica,toinó un volumen de documentos diplomáticos y leyó 
el artículo adicional de la convenciún que concluyó seis días después de 
victoria de] 5 de mayo de 1862 el Ministro Doblado con el representante de'3 
Inglaterra, y en que se declaró que, (siendo impotente el gobierno de la 
lepiSblíca [íaia h.iccr efeílivo su poder en los lugares disianies de !a Capital, 
se autori/aliü. ú los representantes de Inglaterra para hacer ocupar nuestros 
puertos, dando aviso al gobierno siempre que se interrumpiesen los pagos 
los acreedores ingleses, y para prolongar escn ocupación b^ista que los citados 
acreedores se diesen por satisfechos; en concepto de que esta fíiciiJLad sul 
sistiria mientras la paz no quedase restablecida en la repiSblica sobre ii»al 
base ñtme y duradera á juicio de los dos gobiernos, > t-eyó larabitír el ura* 
dvr la nota en que el diplomático ¡ngl¿s comunicaba á su gobierno como 
esta com-esión había sido ratificada por nuestro pregideate. » {Frr. aanovienrj 
bre 1S71), 

' El siguiente recibo, extendido al cortralisla por Romero, y firmado 
Washington el 4 de mayo de 1866, prueba que atte dinero ascendía i^ 
% ioQ,oooo : 

« Acepto formalmente á nombre de mi gobierno las cláusulas que dejí 
referidas y se coiítienen en la citada comunicación de usted, declarando pat 
la presente haber recibido la cantidad de $ 49.920 en papel moneda de los) 
Estados Unidos, y la de $ 61.000 en oro en dos Letras arabas dcigual'impor 
te aceptadas con esta fecha por ud -'i mi orden, la una í un año, y la otra 
dos aüos de plazo; todo lo cual atendiendo al premio que hoy tiene el oroJ 
que es de z8;¿, declaro q«e completa la suma de den mil pesos en oro, cuyo 
adelanto se estipuló en el articulo 19 de la coiicesióu ya citada, y declaro 
por lo mismo que está plenamente cumplida la condición estipulada en dicho 
articulo en el siqiuesto de que las mencionadíis I¡braii7Jts serán pagadas á su 
vencimiento... 

<t .^ccL'diendo á los deseos de ud, le acompaño una copia de la comuni- 
cación que, fechada en la ciudad de Chihuahua el sa de diciembre de 18641 
me dirigió el ministro de Fomento de la repiiblica mexicana, autoriidndomf 
con toda amplitud, lí nombre del presidente, para arreglar deftnilivamentí 
este neyocio... 

« Firmado — M. Romero, — Jacobo P. Léese. }> 

Hé aquí el documento d que se refiere el recibo anterior : 

« Con esta fecha digo al sei^or Charles D. Poston, apoderado del scñoi 
Jacobo P. Léese, lo siguiente : 

« El C. presidenltí se ha serv-ido acordar que en contestación á la nota 
de ud, se le manifieste que se revalidará el conlr-ito celebrado con el mismo 
Jacobo Y. LcL-se, siempre que se entregue la cantidsd de $ 100,000, cstípu- 



CAPÍTULO XV. 



253 



de 1867 lo siguiente tomado di un píiiódico norteamericano : 4t Recibió el 
Sr. Romero $ 50,000 a! firmar los documentos de venta, y tuvo á bien dispo- 
ner de ellrjs de esta manera : 

í *A la familia del Sr. Juárez, residente en los Kslados 

Unidos $ 30,000 

■i 'A la IfRación Mexicana, por sueldos atrasados r6,ooo 

i A 1 <^onsula<lo Mexicano de Nueva York y otros partidarios 
personales del Sr. Juárez, en prorrateos segiln sus 
rangos ......... 4,000 

« Total $ 50,000 B 
« En cuanto i la suma cjue se destinó á tos empleados del consulado 
de Nueva York y á los partidarios de Juáreí que en el exlranjero caru-cían de 
recursos, no encontramos tan expürable ese destino que se dio al dinero; 
pues, el consulado era una oficina recaudadora, y si 110 tenía entradas estaba 
demostrado <]ue eta intUil para la causa de Juárez, y más iniitiles aun cüos 
partidarios que t^ada más eran una carga pe.^ad.1, cuando mejor podían servir 
á la causa en el territorio nacional peleando contra los imperialistas, (jue no 
escñLiienda periódicos que muy pocos leían. 

í Por líltimo, laointidad entregada á la familia Juáreí índica una vei 
más que D. Benito tenia, entonces como siempre, la idea de que él era la 
República, él era el país y ¿1 era todo en Mdxico... En lugar de hacer un 
piíirrateo entre sus acompaüantes de Paso del Norte.., preñrió aplicarse por 
sueldos esos $ 30,000 y hacer que se entregaran á su familia, no obstante que 
aquéllos tenían tanto derecho como él ;í recibir una parte del dinero de 
Lcesc; pues, también ellos tenían familia que sostener y necesidades que 
cubrir. Por otra parte, Juáren tenia bienes propios con cuyo producto se podía 
subvenir i los gastos de aquélla; esos bien«s, segiin la lista que se había 
publicado, eran las casas del Portal de Mercaderes, de la segunda calle de 
San l'rancisco y de la de Tiburcio, con un valor de ochenta á noventa mil 
pesos, cuyo produiTlo era suficiente para que sin lujo viviera una familia... 
Aun cuando se d¡¿a que JuAre/ tenia la facultad decobriiisus sueldos, seme- 
jante facultad debía posponerse á la obligaciún que tenía de auxiliar á las 



lada en ci convenirj, al ministro de la repiíblica mexicana en Washington, 
dentro de dos meses contados desde la fecha en que dichu funcionario remita 
á üd esta comunicaciíSn, debiendo ud entenderse con él para todo lo demás 
que se nfresca relativo á este negocio... 

« En el caso de que, por cualquier iiiolivü, no fuere posible al apoderado 
del señor Lt-ese entregar el dinero dentro de Iob dos mese."! que se le señalan, 
queda ud autorizado para ampliar ese pLizo cuanto fuere necesario, asi como 
para allanar dcsdc luego cualquierii otra diñmltad que pudiera presentarse 
para el ciimpiimient<i del mencionado contrato... 

1 Chihuahua, diciembre 22 de 1864. — Firmado — J. NL Iglesias. — 
Matías Romero, Ministro plenipotenciario de la RcpitbÜcn mexicana en los 
Estados Unidos de América. > 



354 



LA CUESTKIN REI.ltílCMÍA. 



tropas une rombatian por & y de pagar á los funcionarios y empleados qae 
tenía A su lado. » ( yií) 

Para comprender l.i grandeza del sacriñcio que JuáKit impuso il la 
nación con este coiitralo otieroso, de iin folleto titiilsdo : DMumetitót tn qut 
funda su titulo ¡a Campañ'ux de la Bi¡ja Cafi/vrnia á ciertos Urrenos de la Baja 
Cali/arma y en los Esiúáói tU St^ion y Si»a¡oa de !a RepúblUa mexieafin, 
exiradaiiios los siguientes drtcuun-'ntos que hacen ü niiesiru propósito : 

t El Ci Jo5e Matla Iglesias, Ministto de Fomeiilo de la Repiíblica 
Mexicana, previo expreso acuerdo del C. presidente constitucional de la mis- 
ma, y Jacobo P. Léese, ciudadano de los K^stados Unidos de Anuírica, i 
nombre de los socios que componen la Compañía de colonizacídn de la Baja 
Calirornia, hcmoa convenido en las cláusulas siguienlea para colonizar los 
terrenos baldíos de aquella península, desde el gmdo j i de laiiiud noite en 
dirección al sur, hasta los 34 grados y 20 minutos de latitud. » 

En las cláusulas lu* y 16" se leen respe£tivamenle estas palabras refe- 
rentes á los derechos de los rolónos americanos : 

( Elegir libremente sus autoríilades, establecer sus irapueslos municipa- 
les y promover lodas las nicjorai materiales convenientes al bienestar de las 
colonias, etc. 

< Las empresas adelantarán la suma de cien mil pesos por cuenta del 
valor de los terrenos que deben coloii¡¿ar entregando á los cíenlo veinte días 
de firmado este contrato, diclia cantidad en oro americano, en San Francisco 
de California al cánsnl mexicano en ai^uel puerto, ó á U persona que opor- 
limarnuiite designe el supremo gobierno. 

< V para la debida constancia firmamos el presente convenio por dupli- 
cado en la ciudad del Saltillo, Capital del Estado de Coahnila, á ios treinta 
días del mes de niarwi de 1S64. — Firmado — José M, Iglesias — Firmado 
— Jacobo P. Lccse. > 

De otro documento firmado en Nueva York, y estableciendo las bases 
de la referida compañía, rcproduciroos la segunda cláusula que dice : < Teír 
drA facultad dicha ctmpaíiía de hacer los reglamentos que eslime convenien- 
tes ¡Jara llevar á efcí^o los objetos de su establecimiento, y asimismo para 
enmendarlos á derogarlos á su voluntad, y cotí tal que no sean contiarios 
dichos reglamentos á la Constitución de este Kstado, > (de Nueva York.) Nos 
|)ermittmos llamar ia alencion del IcfTlor sobre estas ultimas palabras en cuya 
viruici los colonos quedaban sujetos, no á las leyes de México en donde resi- 
dían, sino 4 las leyes de los listados Unidos, y, por io misiMO, go?.aban de la 
mis completa independencia respeiílu al gobierno mexicano sin cuya volun> 
tad podían A su antojo elegir sus auloridade», establecer sus impuestos, sus 
leyes y su administración municipal, llegando hasta el grado de emitir billetes 
de banco 

Tan ignominioso eiu este contrato celebrado en las tinieblas, sin 
acuerdo de los ministros, sin conocimiento del país al cual IralÓ de ocultarlo 
Juáreí cuiínio pudo, hasta que vino á darlo á conocer la discusíAn que acerca 
de él se ventiló en los Estados Unidos; {Men. 25 abr. 1871) tan o deshon- 
roso era para México, ;* dice Vigíl (p. S61) viendo, aunque en vaiii>, de 



CAPITULO XV. 



355 



disculpar á Juárez; lan era una venta disimulada del territorio mexicano que 
el contratista declaró públicamente que « el jtfe aélual de la ReiniblicR Mexi. 
cana había renunciado el dominiu sobre dichos leirenos, * {TheN. V.Herati 
19 dic.iS? I ) y ((lie la junta á (juien consultó dcontratu dijo ; 4 Sí la usurpación 
imperial de M;tximJlian(> Ue^se á establecerse súlidanrientei esta concesión 
no seria probaMemente reconocida por aquel gobierno. > {Di/Jamen de! fian. 
RiAeriJ. Walker. Nuevft Vorlc, 25 enero 1865) ' 

Merced á, las franqiiii;tas de esta 'Cuncesi<ín, < por una parte podían los 
colonos hacer el contrabando en grande escala, no limitado á Cali/ornia, sino 
extensivo á las costas de Sonora, Siraloa y Jalisco, desiertas y abiertas; por 
otra podían dí¿^ar sus leyes sin «nie las autoridades de la Paz pudieran opo- 
nerse aun cuando se le diera conocimiento de ellas; pues, carecían del poder 
suficiente para imponerse á ios colonos, 1^ península mal pobUda, 6 más 
bien dicho despolilada... quedaba abierta enteramente á las invasiones délos 
ttoiteamericanos que podían introducir por elia armas, hombres, municiones, 
etc. sin que nadie io sufiiera, ni menos lo impidiera; pues, las autoridades de 
la Pac no tenían elementos para oponerse A una banda siquiera de 300 fiH- 
busteroe, como no pudieron ea rSso oponerse á la de Walker. > ( Vil) 



' En algunas localidades, I^gos, por exemplo, los dómines de las escue- 
las del t.obierno, abusando con ventaja y alevosía, de la tierna edad de sus 
educandos, los obligan á que erijan altares al indio de San Pablo Ouelatao 
cuyo retrato tienen á la vista, y le ofrezcan flores, y le entonen \m himno ram- 
plón en que desea radamenle se dice que < JnárcE la patria nos dio, » siendo 
así que < Juáreí la patria vendió. > Oido al canto : 

¡ ViVaJuáreí ! •iiil cros rt pitan. 

l'orqiic JiiíkicK la [lalría nos dio; 

Y ríHiipanaí Lis fttieas cailcnai 

Que impulciilc íI ijrano forjói. 

[toy la Américn tntem contempla 

Al campcuii de la taDin igualdad. 

Si la Kutopa tuviera oirn Juárez, 

Canluila lainliién ¡ Ii1ii?:l.id \ 

H Quiht J'UéJuártt i pnt C. Gfíineí Mendivil, Lagos. 1894) 

Mas como la Europa no tiene tanta dicha, está llorando & moco tendido 
la triste suerte de no haber sido la cuna del organiiaJor de la ley fuga; del 
linnón del glorioso tratado Mae Lañe; del vencedor, en cien Imlallaü desco- 
munales, de inermes monjas y frailes que en tiempos pasados le habían ayu- 
dado ú matar el hambre, y del autor de un sininiínero de Tazafias por el esti- 
lo, niercedoras todas de que al precitado himno so le g^p^uc esta expresiva 
coleta : 

No hay un solo vags-iiJunJo 

Que ríe Eobemar al inundo 

No sea dígito y cipiu! j 

Con tiii que ríibe ri di». iiinriP*, 

Llame á lo* rejTS lifat«& , 



256 



LA CUEST10^ RELIGIOSA. 



Y en efecto, el Jefe Político de la Pa7 asentaba en el informe que rindid 
al gobiemo e! 7 de junio de i8j 1 , que la petiinsulaj excepci'ón hecha de la 
parte sur, no obedecía ya á Is autoridad mexicana, sino sólo á la de la com- 
pañía americana; que tro[>as de los Estados Unidos la hablan invadido, 
hiriendo y maundu á varío's mexicanas; y que se la consideraba como caSÍ 
perdida para Místico, agregando lo siguiente: « Las constantes ]>retensiones 
de la compañía en la introducción de efe¿los exlranjeros en la bahía du la 
MagdalenEi, j- ph tomar posesitin de dichos terrenos sin queretse sujetar á las 
leyes de la Repúbiíca.., c» la prueba moral más acabada de k falta de sus 
reÉlas intenciones. B 

El 29 de junio de 1S71, el ministro de Fomento confesaba que < la Com- 
pañía había tomado efeiílos de propiedad nacional sin autorización, y explo- 
tado la sal y la orchilla en terrenoK quu díbian considerarse como de projiae- 
dad nacional. » En vez de exigir indemnizaciones, por tantos atropellos, el 
ministro se contentó con declarar la caducidad del contrato por no haber 
cumplido la Compañía con sus obligaciouLS, y ftindándose en una cláusula 
de dicho contrato, agregó: 4 Eslíl di^puei^to el gobierno á indemnííar A esa 
Compaftía con quinientos sitios de ganado mayor. > 

Al acuerdo de caducidad contestó la Conipüñía presentando A la Comi- 
sión Mixta reunida en Washington una queja en la cual reclamaba á México 
una Indemnización considerable por los perjutcíog que, segiin ella, le habían 
resultado del referido acuerdo. 

« Juárez, profundamente disgustado del sesgo que había tomado el 
asunto, procuró arreglarlo de cualquiera manera, y algunos meses antes de 
morir hÍ70 la lUtima arbitrariedad ; celebró im nuevo contrato con Léese; 
pero comprendiendo quelel Congreso no lo sancionaría ó que cuando menos 
daría lugar á una nueva y desagradable discusión, h\r.o uso de las facultades 
extraordinarias que en Guerra y Hacienda se le habían concedido en i" de 
diciembre de r8;i, y en virtud de ellas celebró Ln nuevo contrato con tí 
representante de la compañía de la Itaja California. 

i En este contrato ésta renunciaba al derecho de propiedad á los qui- 
nientos .sitios de ganado mayor cjiíe le correspondían por el anterior contrato, 
prescindía de la icclamación que había presentado á la Comisión Mixta, y en 
compenEacíón se le arrendaba por seis attos una faja de una legua de ancho, 
entre el cabo de San Lucas y el paralelo 17" la latitud Norte, siempre que en 
esa faja hubiese orchilla; cuidaría la planta, pagaría $ 5 por tonelada de i.'lla 
que se exportase, establecería almacenes en iJahla de la Magdalena, tínico 
punto por donde podría hacerse la exportación.., y entretanto adelanlarfa al 
Gobierno la soma de $ 25,000 á reserva de hacer la liquidación correspon- 
diente. I. a Compaüta se .«ujetaria en todo y por todo d las leyes mexicanas y 
los tribunales del país serían los tínicos competentes para resolver las dudas 
y dificuliiides que surgieren en la ejecución del contrato ; dándose, por líhlnio, 
autoriattCión á k Compañía á ejercer el derecho del tanto i la lenninación 
de él. 

« La Conipafíia lilüo lo que pudo por cumplir mal el conlrato, sigukí 
haciendo el contr.ilxmdo, teniendo la aduana que hacerse disimulada en aiu- 



capítulo XV, 



257 



choK caaos; los campos de orchiUa quedaron talados, amiinindose del lodo 
ese ramo de cxportaciÓRr y si Ün volvió Á quedar desierta. Ia Magdalena. 

« MíenLfas d ciencia y paciencia do Juárez y con su pleno conociiiiitinto, 
los Durteamerimnos se establecían... en la parte norte de la Baja California.., 
en el sur de la misma península dejaba que se establecieran, no ya aventu- 
reros y particulares de In nacían vecina, sino la misraa nación, fil gobierno de 
los Estados Unidos, en un ifstable<:iiiiierilo de caráfHcr peniiaiiiíntf, f.on 
empicados pagados por el erario de Washington y vigilados por los buques 
de guerra de aquel gobierno. N&s referimos d la estación carbonera de Pichi- 
lingue. » ( ViL). 

Kii el año de i86¿, el cónsul norteamericano establecido en la Paz 
obtuvo del Jefe Político de la faz, la autorización para desembarcar en el 
puerto de Fichilingue^ libre de derechos, el carbón de piedra que se desti- 
naba para los buques de );uerra norteamericanos. Para agravar más el caso, 
Juárez invocó, el tj de nov., de 1&67, sus facultades e.ttraordínarias para 
confirmar d Ids nortea me ricanos cu la posesión de esta estación carbonera, 
y en la exención de derechos para la introducción de su carbón de piedra, 
<L permitiendo su libre importación en el punto que se eli^iera en el puerto 
de la Paz ó el adyacente de Pichilingue. fr {Diario Oficial. 2 mayo 1901) 
Cuando en S de dic, de 1867, pidió Juárez fuese aprobado el uso que había 
hecho de sus facultades extraordinaiias, no sólo ocultó mañosatnentc cómo 
las había empleado en ei asunto de Pichilingue, sino que no insertó en nin- 
guna recopilación de leyes, ni niu<:hi> mtnos publicó cojno era de su deber 
en el Periódica Oficial la ratificación, autorieada [lor Lerdo en 17 de nov^ 
de 1867, de los hechos indecorosos para la dignidad ¿integridad de la nación 
que habla ejeciiiado el Jefe PoUtico de la Paz, ratificación que quedó igno- 
rada de! país hasta que el gobierno se viera precisado en 1901, por las instan- 
cias de Ift prensa, á confesar esu trblc verdad. 

«( En caso de tener dificultades con los norteamericanos, con esa estación 
{de Pichilingue), se hacen de la península entera en pocos días y sin disparar 
un tiro : uno de sus buques estacionado en Pichilingue impide <|ue lleguen á 
la Val, el punto mas importante del territorio, las tropas que del continente 
»c quisieran enviar 3. Catifoinia, y la misma estación les serviría de ba^L- de 
operaciones para bloquear todos los puertos lucxtcanos desde la desemboca- 
dura del río Colorado hasta Acapulco y aun más al sur de este. 6 ( Vií.). 

Para hacer olvidar estos atentados de Juárez contra la soberanía c inte- 
gridad del territorio nacional los liberales hacen cargo á la Regencia de que 
Napoleón III quería que se le concedieran las minas de bionora, llegando ¿ 
insistir francamente con Ma.xÍniil¡ano para lograr sus fmcs. Por lo que toca 
A la Regencia, ulla nuda otorgó ¿í Francia; se limitó á aplazar la resolución 
cortL'spondidnte para la venida del Emperador, y éste se negó á ratificar las 
pretcnsiones de Napoleón, con declarar que le era desagradable le hablasen 
de tal asunto. 'A este propósito, el LonJan Tima decia en junio de 1S66 : 
« Para juslilicar el ministro francés la polítiat del gohi<:;rno imperial en este 
asunto, se tomó el improbo trabajo de rechazar la acusación de que Francia 
hubiera recibido como recompensa por su intervención, el derecho de teten- 

La Ciiufliil» keligiosa. — I7 



ción sobre el Estado de Sonora. No conipiendemos porque el Empenidc 
Klaximiliono no pudiera ofrecer sentejunte remuneración á sus prote^ores. 
Su propio predecesor, JuArci, ofreció el niisnilsimo leiriiorio al Presidente 
Lincoln por tres millones de libras esterlinas; y lo» franceses Imn gastado d 
cuadruplo de esu cantidad en su eiDpresa dt; regenerar el ]>»is. > 

En noviembre dtf 1864, dos míinstros de Juárez se tiianifestsron dÍRpucfr 
tos también á ceder á los Estados Unidos el Estado de Sonora que, declan, 
codiciaban los franceses, con tal de que estos no lo aprovechasen. En la fülsa 
suposicidn de que Maxiniiüano pudiera enajenar esa parte del territorio 
nacionKl, Matías Romero escribía á Juárez : < Sí tal cosa llegara á suceder, 
i no seria má$ conveniente á los intereses de nuestra patria que esa pérdi< 
nos fuera de al|^ün modo provechosa y que nos evitara otras mayores? Bl 
modo de conseguir este resultado setia, á mi juicio, celebrar un arreglo con 
los Estados Unidos, cuando ¿ato fuera posible, en virtud del cual nosotroSj 
nos compro moleríamos i cederles una pane ó todo el territorio de Méxicc 
que Maximiliano diera á Francia. Procediendo así, podríamos dar i est 
gobierna (el norteaiuerícano) más interés en no reconocer á Maximiliano. *'., 
£n vista de los documentos que anteceden y de las tremendas aeuss 
ciones de traidor que loü mismos liberales á porfía lañaron á Jii,irci, Clisar' 
Cantil consignó en su iHiioria ii( lyúnín arios el hecho dt: que juúrej; intentó 
vender parte del lerrilorio nacional á los Estados Unidos, Mucho les escoció 
á los [liatones la inantfestación de un hecho tan indecoroso para la memoria 
de su héroe; y hasta el presidente de la rcpiíblica, ai^uél mismo que había 
empuñado las armas contra Juárez, y lo liabia tildado de •'( tirano, cobarde, 
infame y mendigo del humillante proteftorado de los Estados Unidos, i- se 
conmovió hondamente y mand<i publicar, por cuenta del gobierno, un follrto 
escrito por un yerno de Juárez, el cubano Santacilia, con este titulo : /Nánra 
y Cétnr Cmtíii. Re/níacióH d^ hs í<trgoí q'it fiad en su úílima. abra ei historia 
dor iiaUana contra d benctúriki de Amerim. (Edición oñcial. Míxico. Imprenta 
del Oobicino Federal. 18^5). 

Esta presuntuosa refutación no logró refutar nada. ; V qué habla de refu- 
lar? Hablando Bulnes de esa «política de avestrus tan estimada por casi 
todos los gobiernos de Miíxico, que para esconderse cierra los ojoSj » dice 
que « la ignorancia hace que creamos que lo que es público para nosostros y 
aun lo que no es, lo ignora completamente el resto del mundo y lo debe íj^no- 
rar i perpetuidad porque a&i nos conviene. Creemos que mientras no deinus 
permiso á los escritores, pueblos y gobiernos extranjeros, nada sabrán de 
nosostros, y que sólo deben saber lo que nuestro pain'otisnio tenga á bien 
enseñailes. Todo ¿sto podía ser chino, si no tuviésemos extranjeros entre 
nosotros, y si los secretos pudiesen ser guardados por millones de indÍEcre* 
tos. > {Ment. p. 747). 

Los editores del referido folleto tuvieron ¿ bien enselvarnos lo siguiente 
en esta su advertencia al leÉlor benévolo : «Los títulos que tiene D. Benito 
Juirez á la alta estimación de los mexicanos, y lo respetable que debu ser su 
memoria injustamente calumniada en esas apreciaciones del historiador 
César Cantd, determinaron al Presidente de la Repiibllca i disponer la pre- 



CAPÍTULO XV. 



259 



senté publicacicSn en la cual queda demostrado que Juárez no hizo trato 
alguno con los Estados Umdos,ven(liendo,cediendo<J empeñando ni á Sonora, 
ni A ningiín otro Estado ó lerrilorio de la "Repilbüca. » 

Desgraciadamente para la memoria de Juárez, la leélura de ese opúsculo 
tan insubstancial y ramplón demtiesira todo lo contrario de lo que en ¿1 se 
prelende probar, precisamente porque en ti no se mientan, y, por lo mismo 
no se discutan los irrefutables docunientrts que acabamos de reproducir, sino 
que á falu de argumentos se asientan unas vulgaridades que desdicen de un 
escritor serio y no bacen más que corroborar lo dicho por el liisloríador 
italiano. -í Ctísar Cantií, leemos en el folleto, pertenece al partid» conservador, 
y ha mantenido sus simpatías por el papa y por el clero, habietido fungido 
como secretario de un Concilio Ecuménico. » 

Éso de que César Canti! haya, sido secretario de un Concilio Ecuménico, 
sólo puede afirmarlo un torpe escritorzuelo de venduta, ó un jacobino trasno- 
chado quien debería saber que para desempeñar seiiiejanle cargo, es preciso 
ser revestido del carácter episcopal del cual carecía César Canlii por ser un 
simple seglar. 

No demuestra menos torpeza el folletista al impugnar la veracidad de un 
escritor, por e! hecho de que este na es jacobino, ni clerófobo, ni antropófago, 
siendo asi que el valor de una obra histórica no depende de las opiniones 
políticas li religiosas de su autor, sino de las pruebas en que éste apoya sus 
aseisiones. ¿Acaso será necesario, para escribir la vida de JuáTe;í, aliliaise 
en la escuela filosdfics á que pertenece el pedantesco Cosmes, y, á imitación 
de Antonio Rojas, haber sacado los ojos á los conservadores, ó apedreado, 
como Viltalobüs en Vcracruz, al reiJicsentante del papa, ú bien asesinado y 
después horriblemente mutilado á sacerdotes indelensos, segi'm lo hisw el 
bravo Ampudia en San Juan Coscomalepec? 

Agrega el folletista ; <i En tres idiomas mandaremos á Europa el optlsciUo 
(jue llevará estos renglones, y no tendrán excusa por cierto esos escritores sí 
en las próximas ediciones de sus libros, no refieren á fuer de imparciales. 
, como cumple .í su dehjer. Ja verdad de los acontecimientos. 3> Sin cmbatgu. 
previendo Santacilía que lanto afán en vindicar la memoria de su suegro, aun 
en tres idiomas, no había de destruir los fueros de la verdad, termina con 
esta profecía que corre el riesgo de no cumplirse antes de mitchos iif;los : 
« Tanto más grande será la gloria de Juárer. ruanlo más apasionados s<;an é 
inmerecidos los ataques de sus calamiiiailores. > Entonces, ¿por qué vindicarlo 
en tantos idiomas de esos ataques apasionados, dado que ellos no hacen mil 
que aumentar su gloría? y lambíe'n, ¿por qué motejar con lanía safia al partido 
conservador, cuando los liberales y masones han sido los primeros en lanzar 
á Juáre^r esos terribles cargos que la Historia no ha heeho m^is que recoger. 
sin que haya sido parte para desvanecerlos el opiisculo impreso en trcí 
idiomaH? De los liberales bien se puede decir lo que de los aud americano» 
reñete Bulnes : «que st; enfurecen contra los escritores extranjeros cuando 
ellos mismos son los que escriben su negra historia. Al triunfar una revolu- 
ción, su caudillo lanza un maniñesto á sus vicítimas, llamándoles nación, en 
el (jue pone en claro todos los crímenes y robos del gobierno anterior; el 



s6o 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



general que á sl vez lo derriba, hace también la historia de la adminisl ración 
criminal, y asf sucesivamente; de modo que reunienilo los maniñe&tus ¿ la 
nación du iodos los caudillos triunfantes, se obtiene una historia nacional 
muy distinta, de la hisioria que esciiben los caudillos mieniias reinan. > {Porv. 



CAPITULO XVI. 

Ei lattHío de yuáns apreciado por yusio Sierra, Mamft! Hivtra, ^osr 
Marfa Iglesias í ¡^lach Ramírez. — Pirknea A otros la gloria que se le atri- 
buye. — -Dtireis apraiamnes de « El Correo de Aíéxieo, > Alteimimm, Irtfiee 
Pos, Manuel Mári]ueí ¿t León y Francisco Cosmes, — La pequeiiei de y nares. 



LAS alabanzas exageradas de quu ha sido objeto JuAiei por parte de la 
bandería liberal, han &Ído causa de que se haya producido una reacción 
encaminada ;t examinar mis detenidamente los títulos que lieiif Ju;lr« á 
la adminición pública. Como era de sospecharse, este examen ha venido á 
demostrar que i en niiigiín pafs del mundo abundan tanto como cnlrc noso- 
tius, esos graitdi^s hombres su¡)iLct;lO\ verdadcrus nulidades ó medianías ¿i 
quienes, dice Cosmes, concedemos fácilnivnlc paitntes de talento, * (t. zj 
p. 36a). 

« Juárez no era una inte)ei5lLialÍdnd notable; bien inferloT á sus dos prin- 
cipales colaboradores, á Ocampo y á Miguel Lerdo de Tejada. > {Ei\ p. 358) 
4CNÍ su erudición, ni su inteligencia eran de primer orden, > escribe Je 
María Iglesias. Segiín uiro escritor liberal, era Juárez un abogado adocenad 
que < dedicó toda su atención i la política, porque en cuanto á negocios de 
foro, fué siempre poco afortunado, » {Rii'.) sí se con&ídera que 4 no teufaj 
dotes para hablar en pül)lico, > (A'ío. p. 156}' ni sabia lomar en momentos 
críticos una determinación ojx)rtuna. 



' Al < C. Juan Sánchez, > autor de unas ocho páginas pomposamente titu- 
ladas : Vida Literaria del Baiem'erilo de las Amérieus, dedicamos estos nuevüs 
dalos acerca de la Uicralura de su héroe para que pueda aprovecliarlos en la 
próxima edicidn de su obrilla. Están sacados de una recopilador {Mise.) de 
los discurios, cartas, manifieslos y demás bambolla que se atribuyen á Juár«i.i 
y que Ángel Pola confiíj i. los lórcuíos y exornó de un retumbante prólogo^] 
Dicen así : El mortal ^'«■f el citlo destinó, p. i. Veneración que á ¡oh á Dios 
es debida, p. &. Eftt/wtititdo, p. 121. j4mo»ed.aciói¡, p. 139, \iü plucido cambiaij 
la administración, p. 173, Apoyar los dettmiinaiias, p. t8a. Honrar á 
memoria, p. 2 1 7. Hasta el en que, p. 337. U\/eliee dia, p. 239, /rwit'ita, p. 343 
Funestidad, p. 349. 

La siguiente sarta de barbarismos son cuentas de otro rosario, ts declrj 
del opuEculillo Honor á Jitáre&, que es de lemet nunca racrccerin á su autor] 



En páginas anteriores algo se dijo de su líeftza inlelecttial. Migiiel Lerdo 
de Tejada, atestiguado por Ocainpo, !o calillcrj d« apático, débil tí ¡nintcli- 
geiile. El órgano de Juan 'Alvarez, La Esirdla del Sur (6 y 14 seiíl. 1859) 'o 
graduó de apático ¿ inepto, diciendo, bajo la pluma de Altauíirano : <( Juárez 
sabe esperar sin padecer, no sabe obrar sacrificándose; no es el hombre 
de U revolucidn, sino el de la contrarrevolución. » El Club Veracruzuno 
{so mayo 18Ó1), periódico de Veracru/., lo lUnió también nulo tí inepto, y 
aseguró que durante la guerra de Reforma, ( había pasado el tiempo en no 
hacer nada. > 

Ko menos duro fué Tgnacio Ramírez : < El poderejecutivocs tan fácil de 
desempeíiarBe, dijo, que en las monarquías su concede ti l.is mujeres y á los 
niSos; nosotros lo hemos conlíado á un bárbaro de la Mixteca. Lo que es 
difícil, cuando en una clase domina la amliición, es encontrar patriotismo. 
¿Que cosa puede saber Juárez que no sepan mil, diez mil, cien mil en la 
nación? En Guerra tiene un, ejército costoso y turbulento: en Híicienda despil- 
farra los dineros y embrolla las cuentas; en Fomento se deja engañar por 
extranjeros que prometiéndole capitales ingleses, se llevan míis allá del AtUn- 
Itco los de la nación; en Justicia no síibe sino matar sin íigtira de juicio: en 
Gobernación ensaya el centralismo; en las relaciones extranjeras compromete 
con igual facilidad los recursos del erario y vastas regiones de nuestro territo- 
rio. No lia sabido ni inventarse una pohtica personal; sigue supersticiosamente 
las inspiraciones de sii contr.irio. Los insensatos que recomiendan á Juárez 
como un hombre necesario, no tienen el instinto de que procediendo de tsc 
modo se degradan á si mismos, Es estimarse muy poco, no ya como republi- 
cano, sino siquiera como hombre, el creerse uno incapaz de hacer lo que ha 
liecho Juáre?.. > {Men. mím. 147). 

V para probarlo, analiza Juan N. Mirafuentes la carrera política de Juárez 
¿partir de 1857, y saca la condusióii siguiente :< No creemos que haya 
m¿rÍto en Juárez en encargarse en aquella situación de! mando supremo de la 
República. 1.a razón es muy sencilla. Aí abandonar Comonfort la presidencia, 
la reacción no se enseñoreó sino de la Citpilal y de los Estados próximos á 
elta, permaneciendo la mayor parle de la Repiíblica con elementos poderosos, 
fiel á la causa consíitucioaal, Contando con numerosas fuerzas mandadas 
por intrépidos caudillos y con abundantísimas recursos, ¿qué heroísmo tjué 
sacrificio había en ponerse al frente de la situación con el caraflerde primer 
iQítgistrado de la República sin tener obligación de batirse personalmente, y 



el título de Benemérito de la Gramática. Rejid», p, 3. Emharasar, p. 5. /^s 
ithas, p. 14. Impu^'^emenie, p, 18. Tnsicníos, cxlcncién, su/rreticia, p. 15. 
ExpUnáer, p. 70, etc. 

De otra recopÜaciiin, denominada Disnirsos y Manifiístos de Benito 
yiicires, son estas otras perlas, dignas de ser conservadas como oro t.-n paño ; 
LoB representantes del pueblo... tendrán la sali-sfacción de haber adoptado 
mediadas firtcaufáríiis del mal. y de que sus providencia.s... las nivelarían... 
con ia foluHtad de sus comitentes, p. 4. Dtmptnidn, p. 6. Operar un />eneJií\o. 
p. 13. Cambiamiento, p. 177, t,tc, ele. 



disfrutando de un sueldo anual qiie equivale á la fortuna de una familia? EU 
oiíls egoisla, el más interesado, el menos patriota, ¿no se hubiera resignado iS 
saciiñcarse por el país, desempeñando un cargo tan brilUnte y tan bien remu-' 
nerado? Es cierto que «n Guadalajara estuvo eei peligro la existencia de 
Juárez; pero, ¿qué ambicioso no pondría en lícsgo su vida alguna wz por 
hacerse dueño de un pai? tan rico como el nuestro? El archiduque Maximi- 
liano era rica, y sin embargo no creyó hacer un tacriñcío viniendo a México 
á cJEtuer kI poder tiupiemo. Juárez, cni pobre y todo su porvenir dependía de 
la política. ¿Que sacrificio bacia, pues, en arriesgar un dia de su exbtencia 
por conservar el poder que la cüsualídad habm puesto en sus manos? No 
obsiArilc, Juárer. aprovccbó la lección de Cuadalajara, y en vez de pcimanerer 
como debía, en medio de los instados que luchaban por la Conslitución, 
animándolos con su presencia y gobernando d la repiíblica, fuá á esconderse 
cobardemente en VeíacruK, plaza entonces inexpugnable, y con una aduana 
marítima que producía lo nicno^ cinco millones de pesos anualeii, abando- 
nando realmente la situación á los ciaidillos liberales, á los verdaderos héroes 
de la Reforuia que combatían en el interior desesperadamente.» (Afea, 
ji marzo 1871). 

V nun las leyes de Reforma, cuya paternidad y triste gloria se le atri- 
buyen, no las idcd su escaso numen, ni hubiera tenido el valor de pioniul- 
garlaü, ¡i no haber .sido por el temor de caer. <í Con excepción de la ley elabc 
rada por D. Miguel Lerdo de Tejada, sobro desamortiiíacion de bienes eclí 
siisticos, lodas los demás fueron hechas por Ocampo. Discutiéronse puco, 
se promulgaron casi como salieron de manos de su autor... Así pues, puede^ 
asegurarse que en la obra de la Kcfomta, el benemérito D, Melchor Oeampt 
fué quien lomti la parle mayor y mis esencial; » (Juan de Dios Arias} y qual 
Juilrcjí no hi/.c") más que publicar esas leyes desputís de mucha € resistencia, > 
y sólo <( para no caer. í- {Ign. Ramírez). 

En los diex años de su administración, decía en 1867 El Correo d$. 
Mrxíco, Juáres ha mostrado una debilidiid de carácter tal que lo ha hecho 
mil yxQvs inconsecuente consigo misino, otras tantas torpe y ca3Í siempre 
instrumento de otros. Examínese su adriiinist ración y se vení que sí en la 
guerra de Rcfonna fué tan tenaz y lan llel, se debe en gran parte ésto á que 
tenia ¿ su lado ministros seiisBto.s al par que demócratas eulusiicslos y llenos 
de fe No creemos que Degollado, Ruiz y aun Prieto, cuyo caránííer ligero 
tantas veces ha estado expuesto á la censura, le hayan aconsejado alguna vez 
que cediese ante la usurpación del faccioso Zuloaga y ante la fortuna de dosl 
calaveras audaces. Al enntrario, la Historia dice que estos c-onacjeros leí 
alentaban en las horas de desgracia y le decidían en los momentos de prucl)a. 
Después, vino á su lado Ocaiu|io.„ vino Mij^uel Lerdo.., y en Veracruz estu- 
vo rodeado siempre de liberales resueltos, ;i cuya cabeza se hallaban el ilu.'jtre' 
Gutiérrez Zamora y Llave; éste, defensor eterno de las libertades, 
y aquel cuya influencia nunca serí bastante comprendido, y cuyo valor 
hizo de Veracru/ el baluarte del partido constitucional; y Juárez con. 
esios coníejuTos á su lado, i cómo era posible que no mantuviese firme ta 
bandera de la legalidad? Así es que el presidente se mantuvo á la altura de 



sus deberes y recogitS después la gloria de que tambií» debíají participar jus- 
(amente los. que fueron capaces de inspirarle tal conslaricin. Si ae nos dice 
((Ut.' ¿1, leniendfj el poder supremo pudo, sin Iincer caso de aquel circulo, 
arriar la bandera de \a Constitución y deaerUr, nosotros con datos incontes- 
tables podemos replicar : No, Sí Juárez hubiera hecho i?5lo, por más presi- 
dcTite que hnbicsL- sido, habrfa tenido el disgusto de verse manioiado por 
Gutiérrez Zamora, y habría pagado su traición en el cadalso, Allí csiaba bajo 
la celosa vigilancia de hombres que podían más que él. , Lerdo viro después 
con sus proyectos de reforma, los comunicó al presidenle y i sus conseje- 
ros, los desarrolló, demosiró que eran buenos, probó que ellos apre- 
surarían el triunfo del partido liberal ; los consejeros aprobaron con 
entusiasmo, y Juárez, entonces consintió en poner su firma al pié de usos 
proyeflos atrevidos y progresistas, convertidos ya en ley... Asi es que Jiiárec 
habló con Lerdo el lenguaje de la Reforma, como había hablado con Oeara- 
po, Znmora y I.iave el lenguaje de la Constitución, iíl señor Juárez vino á 
México después del triunfo de Calpulalpara y organizó un nuevo gabinete. 
Zarco lo formó; entraron en el Ramírez, Prieto y Ortega. Ramíreí mandó 
destruir los conventos de frailes y de monjas. Si un RarniTe^ no hubiese veni- 
do al lado del señor Juárez, los conventos habrían vuelto x llenarse en el 
tiempo de la invasión y del Imperio. Con este gabinete en que Zarco, Prieto 
y Ramírez elevaban la Reforma del estado de rudimento al estado de com- 
pleto desarrollo, el señor Juáret se vió obligado .i hablar el lenguaje más 
resuelto aun de U juventud y de la audacia. Este gabinete cayó. Siguieron 
otros. Durante uno de éstos, en plena cámara de diputados, un ministro hizo 
la confesión de qtie el señor Juírez carecía absolutamente de iniciativa, cir- 
cunstancia que coníirnin más y más la que venimiís refiriendo, y que quiere 
di'cir que el señor Ju.irez no se decide sino por el diítamen de íus conseje- 
ros. 'A pocos días había otro galHnete... Poco tardó en cambiarse ese rainís- 
terio, y D. Manuel Doblado presidió el nuevo. Por esos días llegaron los 
aliados, y el ministro fué i negociar con los representantes de las potencias 
resultando los tratados preliminares de la Soledad. Doblado creyó que era 
indispensable para llevar á cabo una solución pacifica, derogar aquella ley de 
suspensión de pagos, y el señor Juárez que había protestadosostenerla agosta 
de cualquier sacrificio, para no huiuillar la dignidadnaciunal ame la insolen- 
cia de Saligny y las exigencias del inglés y del español, propuso la derogación 
de la ley, que también fué votada... Doblado se encolerizó contrii tres dipu- 
tados, [jis cóleras de Doblado que no era muy sincero constilucionalista, 
atropellaban por lodo. Los aprehendió y redujo á prisión, K) seftor Juireívid 
este atentado imposible, y nada dijo A su ministru i quien debió haber echa- 
do, si realmente era, como deaa, rigorista observador de los principios. El 
señor Juárez se resignó á este papel triste y humillante de testaferro, y sólo 
hablaba el lenguaje que convenia á su ministro... Lerdo entró en el minisle- 
rio... Lerdo forma la convocatoria; JuircK la firma, sostiene en su manifiesto 
i sus consejeros contra la o¡>Ínión piíblica, y .icaba por hablar con Lerdo el 
lenguaje del retroceso y de la ilegalidad. Después de esttis hechos que hemos 
folografiaiJo, ¿ habrá quien diga que este magistrado es independiente!'* 



(8 sept. 1 86 j) « Lerdo ejerció sobre Juátex durante largo liempu una influen- 
cia absoluta... Él era qtiien le escribía sus díscuníos y le r<;daÉV) la convoca- 
toria. » (Ccj t. 20 p. 139. t. 19. p. 85.) 

^ Los mismos [lariídariott de Juáre;; nos dicen que la ma.no de Lerdo es 
la tínica responsable de todos las desaciertos, de todos los crímenes i]«e se 
han estado cometierdo. ¿ Qué especie, pues, de talento es ésto que lo han 
nuiíejado Lerdo, Doblado, Zarco y después D, Sebastian ? » [Mi-n. a¡ 
febr. 1871) 

Derrotado MiraniiSn en Calpulalpam, Juárez síilió de Veracru.: mmbo á 
la Capitiil. <í Emonces, dice Manuel Márquez de Le<Ín, fué cuando principió 
una serie de torpciífis, desatinos >■ bribonadas de que me ocupare mis adu- 
lante, t Por fortuna, «la Intervención francesa, vino A salvar á Juárez de la 
cafda deshonrosa que le hubiera hecho sufrir la oposición. Kl partido del 
puiiblo vio la patria en pclisro, rodeó á Juárez y le inspiró el aliento necesa- 
rio para afrontar la situación. Juárez vi¿ndose apoyado por el espíritu nacio- 
nal, sin peligro para su persona, y con abundantes recursos, se resignd d.J 
desempeñar el papel du bétoe, teniendo en persptííliva gloria brillanle y oro] 
en abundancia, y todo sin arriesgiir ni un cabello. * (Juan N. Mirafuentes et 
Mí». 22 marzo 187c) 

Cuando la Intervención. « JuArcz, dice Ignacio Ratn(re«, comenzó por 
tratar con los enemigos; puso ú Zaragoza en lucha con los Franceses y con 
las órdenei suspicaces de Doblado: no iTi:indó un buen ejército de observa- ■ 
ción sobre Fnrc) ; abandonó la Capital antes de tiempo; disolvió iii,oooi 
hambres en Querétaro; dcsorganiííó otras fuerzas; introdujo la guerra civil cr 
muchos Estados; se asegurú de no despreciables cantidades, y aprovechó 
lietnj)o para darnos la convocatoria. Otros fueron las que lucharon. » (MeitJ^ 

n. 1 47-) 

4 El scflor Juáreií, escribe Mirque* de León, emprendió «na lar 
romería por todo el país, para ir alejando del país su relicario sanio, su are 
de alianiía, su sagrado tabernáculo y su presidencia, por los caminos más' 
cómodos; y obsequiado con banquetes en las principales ciudades, fué llevan- 
do hasta mis allá de la línea divisoria las santas reliquias. » ■« Ante el Impe-< 
pertn, Juárez había sostenido la bandera de la repilblica míis bien como edi- 
ficio ambulante que como luchador audaz, destructor y eminentemente peU'^ 
groso. .. Juárez empufiaha con dignidad la bandera nacional en una nficinajj 
pero estaba mejor empuñada por los que la sostenían en los campos de 
batalla. » ( Vík p. 840, 847] 

« Si bien es cierto que el gobierno de Ju,árei no se puso del ladc 
de la Inletvenciói], tanijíoco supo comhatiirla ni opuso á, ios invasores inál 
que su fuerza de inercia. . . Pero aun suponiendo, sin conceder, que el gobier- 
no de Juire¿ hubiese hecho una guerra gloriosa á los franceses y destruido el,, 
trono de Maximiliano, el odio con que trata á los defensores de la nade 
lidad de México, sus contemporiíaciones con el yanqui, y su conduela posl 
rior á la restauración de la república, manifiestan que si el aélual Ejecutivaj 
estiivo de parle de los que cumbatian al invasor, era porque defendía su 
sona, su silla, ius sueldos, sus viáticos y susalto^ honores, p {Fer. 15 fcbr. 1872)! 



« El gobierno en este confliílo, «cribe Altamirano, dejando al pueblo 
que se defendiera, y á I)i«s ó al destino que hiciese las cosas, se retiró á 
Chihuahua ; y cuando llcgd aÜii Brincouit, lusla Faso de! Norte ; ea decir ([iie 
puso un pié en loa diiilclus del «xlcanjero para salvarlos si el francés hubiere 
lindado die/. leguas más de desierto en persecución del grupo fugitiva ¿ 'A 
¿std se llama Uichai con firme/.a y resolución, con habilidad y energía ? Para 
llevar lan {grandes trabajos guerreros, no sólo el señor Juárc?;, sino el iná» 
obscuro y espantadizo letrado habría hecho lo mismo. Nos viene á esie pro- 
pósito bI recuerdo de la indiferencia ron que vimos tratar en San Luis i 
Corona; nos viene el recuerdo del desdén con ijue se concedió un mando A 
Riva Palacio, en quien ae vcia al poeía y al dandy, prjro de ningiln modo a! 
diyno nieto del rudo insurgente del sur, V bitiii, desde que el señor Juárc» 
dejó de tener inlluencia en loa sucesos de la guerra; desde que sus ministros 
no tuvieron más (]ue nuntar cuentos ó entretenerse con las crédulas y pueri- 
les narraciones de Romero, el ministro acreditado en Washington, el país 
presentó una singular animación. Los caudillos aparecían dondequiera ; los 
batallones se improvifiaban: las bnCalla^ se sucedían y el invasor eneoiilró 
entonces lo que no haljia encontrado antes, algo que le recordaba con terrtw 
el entusiasmo de la guerra sama de 'África; nn era el genio de Juárt:c que se 
TCtiralja, era el genio del pueblo que se defendía. El pueblo, sí, el pueblo 
mexicano, no nn hombre, fué el salvador de la independencia. ; Mengua á 
aquellos que, idólatras de un hombre, rebajan la valía de su pattial j Men- 
gua d aquéllos que porque ven á un magistrado conducido en hombros del 
pueblo, creen que ea superior al pueblo!... En toda esta guerra triunfal, el 
gobierno no tiene más gloria que la de haber recibido los partes gloriosos de 
los jefes, y de haberlos contestado secamente, w (Ei Corre<} d<; AñxtM, 
3¡ sept. 1867) « 'A ese gohienio desleal, despótico y parricida, dice Porfirio 
Díaz, nada debió la pairía en et triunfo de su santa causa. » {Preciúma exfie- 
diiia ett fíuafapan) 

«¡Juárez salvador de la repiíhlica! Lo único que procuraba siempre 
II. Benito, era poner ¡i salvo su persona. Redimieron á la repiíblica la inteli- 
gencia de los generales y la huena voluntad del pueblo. ¿V cóniü ha sido 
refomp Clisado éste? Sumergiéndolo en la miseria para contentar la avaricia 
dt- €.ípcculadores que, en los días del peligro, ó e.?tuvieron viviendo vnlun- 
larianiente en el extranjero, ó se acogieron bajíi la bandera de los invasores... 
Al pueblo no le ha cabido más recompensa que ser tomado de leva para 
convertirlo en defensor del tiránica gobierno personal. » {f''tr. junio 187a), 

l^s tínicas pruebas de energía y virilidad de que dio muestra Juárez, 
fui cuando se rió enfrentado por algún pretendiente á la silla presidencial. 
« En llegándose al punto capital para él de defender el poder contra ciul- 
quiera clase de personas, dice Paz, se volvía intransigente, se cubría los ojos 
con una venda espesa, y entonces eran nada para el los mayores atropellos 
y los mayores escándalos, Si era neces.irio el dinero, mandaba que se sacara 
de las cajas piíblicas; si algunos enemigos se le presentaban al paso, los 
mandaba matar; si se necesitaba pAsar por encima de la Constitución, la ponía 
en suspenso; si era necesario chocar con sus más íntimos amigos, los hacía 



366 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



á un lado; en suma no se detenta en medios cuando trataba de vencer las 
dificultades. Para sostenerse en el pod« por medio del tenor, ordenó las 
hecatombes de Tnmaulipas, de Sinaba, de Jalisco, de Taitipico, de Puebla 
y de Yucatán. Más tarde se vurificó la horrible matanza de la Ciudadela. * 
<t 3. p. 41). 

Juáres nunca perdonó á Degollado, ni en vida ni en muerte, el que ístc, 
convencido de que tf no se alcaii:¡ariií la pacificación por la sola fuerza de las 
armas, > hubiera pedido, el 31 de sept., de 1S60, la mediación amistosa del 
Encargado de Negocios de Inglaterra, comptometíéndoBC á proponer á su 
gobierno un plan de paaificación en el cual se eliminaba la personalidad de 
Juáiei como obsliiculo para que el partido conservador depusiera las armas. 

Emboiracliiindoíte de coleta ante la perspectiva de verae privado de su 
presidencia, Juárez insultó, humilló y destituyó á Degollado del gobierno de i 
Michnarán; y {\ que había celebrado el oprobioso tratado Mac laiie, y\ 
llamado á los norteamericanos para matar á ciudadanos mexicanos en Antóaj 
I.iznrdo, reprochó á Oegolladn < su incalí ficable defección, )i y lo acusó del 
piofioncr sacrificar las libertades pilblíea» y la soberanía nacional, cuando loj 
propuesto por Degollado era tan sólo el sacriñeio de la estorbante presidencial j 
de Juárez. Desde entonces, y especialmente i;n 1861, DcHoHado fué lastiiiiaiJo 
profutidamenle por Ins ataques ijUe le ditigta la ¡¡rcnsa de Míclioatán donde] 
gobernaba Huerta, y en la que veía Degollado ¡a política rencorosa de Juárcí 
quien se gozaba en desacreditar á un poderoso competidor, en pago de los| 
favores que de él bahía recibido. «¿Cómo es, decía el mal ferido Degollado,- 
que el Esmo. Sr. ¡'residente permanece espectador frío de tantos vitupcríoaj 
contra el que futí su más lid dtíensor, el que impidió que en el Interior 
le olvidase y se le desconociese? > {Sig. supl, 30 abr. 1861). 

Aun después de muerto Degollado, no murió el odio que le profcsabl 
Juárcí. Quiso el Congreso rehabilitar su memoria, y se opuso 3 ello, aunque 
inútilmente, un minií^tro de Juárez. El Congreso lo declaró por aclamaeión" 
Benemérito de la Patria; y Juilret esperó dos meses enteros antei de publicar 
el decreto respeíítivo. 

« Durante la Ir tervencidn, Juárez, receloso nomo fíieiii[ne de que su 
levantase un héroe que lo arrojara de la presidencia, cometió el error inten- 
cional de no dar el mando de todas las fuerzas i un solo general... Juárez, 
lidbilmente aconsejado por los hombres eminente; que componian su gabi- 
nete, consiguió destruir toda personificación militar, linica que podía ser 
Intima en una lucha que no pudo tener más que caudillos de espada. J uáres 
y su partido, consistente casi todo en la burocracia, intentó más, y fuéi 
absorber en su persona, la personificación que debió tener la lucha, i- ( yen\ 
p. 284, 343). 

Asi es como < Juárez, á su interés personal posponía el de la patria; 
con tal de que no se le hiciera sombra, separó de su lado á Doblado, et 
ciudadano de mayor genio con que contaba México^ > {Afár^.) y encumbra! 
indebidamente 4 un serio competidor suyo, el General González Orteg-i, par^l 
que con su caída casi segura, perdiese su prestigio y á la vez sus pariidaríos.] 
« V.n cualquier pais del mundo, aun en los bárbaros, dice Bulnes, no se eseogt 



pitrn grandes OjKrxcionus de guerra al jefe que ridiculamente lu fi^icasado, 

niostraniio con fscándalo su inmensurahle iiieplitud... En los países civiii- 
7ados, el Generiil González Ortega, después del Borrego, hubiera pasado á 
un consejo de guerra á recibir la sentencia merecida pot su íncaliíicable 
iinpericia. Pero Jii;lrex dispuso las cosns de otro modo; después del Borrego 
confió c^I [Dando supremo á González Ortega Esta grave falla corresponde á 
la responsabilidad personal dt^ Juárez: i {Ver. p. lío). 

Cuando fué á Puebla con el objeto de repartir medallas á los soldados 
que tomaron parte en la batalla del 5 de Mayo, citó al General Díaz y al 
General Manuel Márquez de León para conferenciar con ellos, fl 'A fin de 
probarle que Gonzáleí Ortega no era un jefe capa^ que mereciera mandar el 
ejercito, dice Márquez de I^ón, principié ,i referir sus antecedentes militares; 
pero Juáreí me interrumpió bruscamente en estos términos : (Va sé que me 
va ud á decir que es un pendejo: demasiado lo conozco; pero ia nación ha 
dado en tenerlo por hombre grande, y lo coloco aqui para que se ponga en 
evidencia. ) La indignacióu que tanta mezquindad |irodujo en mi ánimo, fué 
causa de qtae no pudiera reprimir un arranque de imprudencia, y le contesté : 
( Entonces, ud por deshacersw de un rival, sacrifica el ejército y acaso ta 
repdblica entera. > El me replico en tono irritado : ( ¿Y para qu¿ sirven 
ustedes? Ningún hombre es nec-esarío; las ideas son las que valen ilnica- 
ni{;nte, i El General Díait me dijo entonces que debíamos estar tranquilos 
confiando en el acierto del señor presideiite; y después de un ratu de con- 
versación nos deapedinio:!, pero ya con e! convt;ncimiento de que para 
aquel hombre no había más patria ni más gloria que su ambición al 
poder. > 

En la sesión de 17 de noviembre de 1871 con razón dijo el diputadu 
Alcalde : < Hoy no es U Constitución la que el Gobierno defiende, puesto 
que el Gobierno es quien la viola; lo que se tlefiende es el sillón presidencial. 
No se quieren imitar los rasgos de hombres dignos que en otras épocas, ante 
la idea del sacrificio de sus conciudadanos procuraron ser los que no los 
saciificaran. En r833, el libertador Iturbide abdicó en Tacubaya sus derechos 
al trono imperial, y ésto cuando sólo en una parte del país se había alzado la 
revoKición y algunos rei'Tesentan tes opinaban que su permanencia en el poder 
era perjudicial al Estado, En 1S31 el General Guerrero, al trasladarlo de 
Üaxaca á CLiiUpam para ser ejecutado, tuvo la oportunidad de salvarse, 
favorecido por el jefe de la escolta y por su confesor. EÍ General Guerrero 
contestó : ( Si por mí salraci^n se sigue derramando la sangre de mts compa- 
triotas, evitemos que corra, y que se derrame la mía. ) En 1851 Arista fué 
nombrado presidente, y t;n 185}, sobre esta misma mesa vino á colocar su 
a<Sa de renuncia, no queriendo que cuando el pueblo lo rechazaba, sintiera 
dt: pretexto su individuo para la prolongación de la guerra civil. Santa Anna 
en 1855, teniendo un ejército d« 40,000 hombres, comprendió que la opinión 
lo rechazaba, y no quiíriendü que por su cansa personal se di;rrjniara mág 
s.nngre prefirió ausentarse del país. Cierto es que csi>s individuos amaban 
menos que Juireü la presidencia, y lo que se hizo en 883. en 831 y S55 no 
lo veremos hacer en 1871, Ante la idea de conservarse en cl poder el a¿lual 



presidente de la República, no vacila en sacrificar la. independencia y dignidad 
de la pauia, > 

Ni fueron éstas las línicas veces en qut, por temor de perder su adorada 
presidencia, ¡)irsit-ra en peligro Juárez la causa que pretendia defender, « En 
los primeros días de junio, dice Marques de León, llegó á Guadalaiara el 
Licenciado Río con el encargo de D. Manuel Doblado para decirme que 
alistara en Jalisco 10,000 hombres lo más pronto posible, y (jue lO darla otros 
tantos para que, con un ejétcilo de 20,000 hombres hiciera frente i los inva- 
sores; que ¿I se obligaba á que no me faltaran recursos. Acogimos con el 
mayor interés aquel jiatriótico proyeflo, y en muy pocos días ya tenfanios 
aquella fuerza, sin contnr coii los cuerpos de Rojas r]iit' hacían un total 
de 4,500. Muy pronto habiUmoa estado en marcha, pero D. Plácido Vega, 
que por su notoria cobardía no estaba bien en el pafs en días de tanlo peligro,j 
quería dineto para salir de él, y conociendo el lado flaco de D, Benito, le 
hÍKO creer que con aquella fut^rza Íbamos á deponerlo de \a. presidencia, y á. 
colocar á Doblado en su !u^ar. Alarmado c! hombre, sin más averiguación: 
ordenó que Doblado lu cniTcf-ara id General Anlíllón, y yo al General] 
Artcaga. Recibí la orden junto con una esquelita del General Doblado, 
que decía : < Esloy entregando al íleneral Antillón : va orden para 
que ud entregue al general Artcaga. No resista; deje que se pierda la- 
situación bajo la responsabilidad de estos :ii:aori:s ; nm honroso será para.l 
nosotros levantarla dcspii«s. > Esla ver el beneracrito de las Américas, pOTí 
un temor infundado de perder su idolatrada presidencia, inutiliza para la.| 
patria 20,000 hombres con que pudo haberse icrininitdo muy pronto la guerra. 
D. Plácido Vega logró su objeto; obtuvo órdenes para que le diera fondos la 
aduana marítima de MazatUn, y autorización para ir A comprar armamento 
á San Francisco, donde se estuvo tres años despilfarrando más de $ 300,000 ■ 
sm haber mandado al país, en todo ese tiempo, un solo fusil... La habilidad 
desplegada por Dobbdo en las conferencias de la Soledad, y el gran prestigio, 
de que merecidamente gomba, hal.iian excitado los celos de }\iáte¿, lo que no-- 
se podía ocultar á la penetración de aquel hombre; y comprendiendo que se 
le quería nulificar, hablii así al presidente : < Estoy siendo responsable ante^^ 
el mundo entero de las operaciones de! gabinete : todos creen que yo las^ 
dirijo; y como nada se hace de la que deseo, suplico á ud se síiva admitíi mi^ 
'dimisión. í Juílrc;( le contestó que bu soparación repentina se lomaría por un.'] 
disgusto, y que ésio produciría algiln desaliento en la nación, Le propuso- 
entonces que le diera otro cargo honroso, y fiíc nombrado general en jefe delj 
ejército del Centro. » 

Hasta los mismos panegiristas de Juárez reconocen que su h^Toe ten£ 
la deinlidad de creerse el único hombre capaz de desempeñar la prímeral 
magistratura. «Juárez, escribe Cosmes, profesaba el principio de que no hayJ 
en pob'tica ní en adminisliaeJón hombres necesarios, y que cualquier indíviduoi 
es bueno para todo. Y sin embargo, éi miamo contradecía tal teoría juzgán- 
dose el linico hombre capar de ejercer d poder supremo , IJurantc su 
presidencia se le vio constantemente n-'istar y reducir A la nulidad i hombrefrl 
de verdadero niíríto y que hubieran podido prestar verdaderos servicios á la,! 



ttatria, linicamente por ccmsiderarlos rivales temibles en la cuestión del mando 

suprema » (t. \g. p. 320. t. ao. p. 139). 

Corao sus nvales se hnllaban entre los generales que se habíon scRalado 
en la ultima gucira, < Juárez hizo que se entibiara el patríatiamo de los mcxt- 
caiioB, y que se viera la carrera njilitar como un oprobio; cuando lejos de 
premiar los servicios y acordar recompensas para los que pelearon en favor 
de la patria, I0& sumió en la miserin, dejándolos sin auxilio ninguno á cente- 
nares de leguas de su suelo natal, s {Fas. L 3, p. 11). 

«Juáren más implacable en sus rencores personales que en sus odios 
políticos, desplegó una iioslilidad manifiesta contra los liberales que liabtan 
anoyado la candidatura del Geiieial Di;iz ó se habían presentado como oposi- 
cionistas á su adminislración, 'A los pucos días de haber entrado i funcionar 
como presidente, ya había producido numerosos descontentos en el seno 
mismo del partido repuljHcano, y aun entre ios pocos patriotas que iiabian sido 
lielcs Á la causa de la independencia. La prensa minisieríal deprimió consian- 
Icmente á estos proscritos de la gracia presidencial, empefiándose en atribuir 
toda la gloria de U defensa republicana al presidente, con mengua de los 
méritos de los demás, » (I. M. Aitamiraao. Aimaua^iie Jíiitbrico de Manuel 
Cabalhre para 1S84 y iliSg), 

« JuáreE fomentaba la disensión no sólo con su conduíta, sino con sus 
mismas palabras. Se citaba como una frase predilecta suya, y que indicaba 
claramente cual habría de ser siempre su política. la siguiente, verdade- 
ramente indigna de salir de los labios de un hombre de Estado ; < Para 
los amigos justicia y favor; para los enemigos sólo justicia, si es posible 
concedérsela. » {Cos. t. 21. p. 35) 

*í En lugar de proceder con entereza, Juárex se valía de ardides y sub- 
terfugios, de verdaderas chicanas para eludir los preceptos k-gales, aparen- 
Lando hipócri lamente respeto y sumisión á ellos. V esta hipocresía indignaba 
profundamente la opinión. Se perdona y se admira al hombre de Estado 
valiente que con toda entereza asume las graves responsabilidades de la 
diíladura; mas no se perdona nunca al gobernante que, protestando públi- 
camente respeto á la ley, la viola á cada paso por medio de manejas torpes. .. 
Querer llamar hombre de Estado ai que para conservarse en el poder, una 
vez que se ve en él, usa de medios reprobados, corrompiendo á todos aquéllos 
que delien servirle de instrumentos para lograr objetos privados y no de bien 
común, es un sarcasaio, y por desgracia para todos los paiáv», una plaga, un 
azote que líos arruina, aniquila y empobrece, cegando todas los fuentes de la 
riqueza pública. i¡ (Cos. t, ao, p. 743, 580). 

tín lin, para resumir todo lo expuesto en este capitulo acerca de las 
dotes que adornaban al idolilto zapoteca, reproduciremos lo que de él dijo 
un liberal quien nos dejó en estas cuatro palabnis su negra semblanza : 
<i i D¿nde est.in los títulos que acreditan la grandeva de Juácci? La escasez 
de vergiienía y patriotismo es la única herencia que nos ha dejado... Eo 
aquel hombre sólo había pequenez. » \Mári¡) 



CAPITULO XVII. 



Cítlvitinittt íie Juina fiara í»m e¡ sisUma eahmal. — Gehirnto paternai de 
¡US íspamUs. — Empfño dt ¡os religiosos enfundar esctttias para (os indígenas. 
— Los indígenas bajo el geOerrto libtral. —- La esdavihid en México. Ihsu- 
rrfceión de Us imfí^tnas bajo lit f>r/ítdfiida de yudrts 



Siendo como es el partido libernt un levanlainiento de toda» las pa>;Iones 
y codicias que htervL-n en el fujido de la animalidad humana, era natural, 
«jiie este partido sacudiera el yugo importuna de !a religión y, (íara hacerse 
de |)art¡darÍos entre L-sas hvces de la sociedad siempre en pugna contra tod^l 
idea religiosa, calumniara á los abnegados misioneros que á México irajeroi 
la civilización cristiana, y los denunciara i la execracinn pdNica, como á los] 
peores enemigos de la raza indígena. Juárez, recogido, aliraentado, vertido 
educado por el clero, no cesó de perseguir y denigrar i mis bien hechores, sit 
duda porque en su ingrato y negro corazón « sólo liahía peque&CK. » 

Con el fin de hallar un pretexto siquiera para defipoj;ii li la Iglesia dfl 
esos bienes (jue le quilalían el sueño, la rírpresentd con los colores mis feosil 
acusándola de liabcr « eiiibrulecido y degradado á los indígena;;, y hcchd^ 
pesar sobre cHoy sesenta lustros de ignominiosa servidumbre; *■ ' {Mise. p. aJ 
6, 8) de tal manera que un panegirista de Juáreí, Gustavo Baz, no vaciló ei 
dar una cachetada á In Historia, á la justicia y al aentido comiln, ci[and< 
pTorrimipló en el siguiente desahogo ; <i Cienaraente, al considerar el estadc 
¿ que los conquistadores redujeron á la raza indígena, se llega á dudar st 



' 'A fucc de buen liberal, no podía el Sr. Juan SánchCí, autor del folíete 
Honor d yuiirez, dejar de lirnr una pedrada al « gobierno esp.aftol cuyas 
afanes, dice ¿I, eran nulos para la ilustración de lo» conquistados; a ni 4 a|| 
método inquisitorio del clero, > enemigo jurado del progrei^oy déla libcrtadj 
No hay iradiii lan fatuo y presumido como el ignorante. Atestigúalo tsta reta- 
hila de disparates espigados en el mamarracho del deturpador de España. 
< Preomparse por. Diferente á la carrera. Afiliarse á. Pósee. A^e'iif. Cara^etti 
/¿ejido. Obreros del trabajo, (como sí hubiese obreros de la holga2antíría)- Sitmet 
jir. A/isorvid/K yalitaríc. etc. Lo que agrava estos pecados, es que su autor noi 
cualquier lego, sino todo un secretano del Üaman te Instituto de Ciencias y Artí 
de Oaxaca, valuarte del juarismo; y, por añadidura, es prolesordeinstrueeidril 
superior en díchoplantel. i Dios Nuestra Señor se apiadede los pobres dtscipulc 
de maestro Cimela; y á éste se digne sunierjirli/ cow su giacia poderosa en el 
t»tudio de la Gramátici, en la cual la valdria m;is estar siempre ahii>rrddo que 
no meterse en libros de caballería, disparatando de lo lindo acerca de cl 
que no caben en su estrecho magín! 




más humaniuria la desCrncción física que de ella, hicieron los conquistadores 
ingleses. > 

Por muy increibití que parezca que lal ciímiilo de sandeces haya cabido 
en cerebro de hombre sano, es lo cierto que, burla burlando, así piensa la 
mayurfa de los escritores liberales, y asi escribió un tal Galindo en su Tarra- 
gosa y soporífera liistoria de Za Gran Decada Nacional {l. i.p. la), ramplona 
repetición de lodas las vulgaridades ctillujüras coatra el clero, que arguye 
por sf sola, no ya la varia Ugereía del autor, sinu el nivel cspamosamente bajo 
á tiuc lian descendido los estudios en Miíxicn. Vi-asc con qué arrogancia se 
encara con la ^cutc sensata y conocedora de la Historia, y llama i juicio y 
residencia á iodos los gobetJianies de la Nueva España : i: Para nadie que se 
precie de sensato y conozca nuestra historia, deberá ser un misterio el estado 
de abyección y servilismo en que se vio sumida la nació» mexicana durante 
los trescientos at\os que pesó sobre ella la funesta dominación es[>añola. Los 
horrores de la conqui&ta, fruto de la barbarie de una época de triste recor- 
dación, acdbítron cuanto existía en México en materia de hábitos, costum- 
bres, riquezas, cultura y religión, quedando como tínico sobreviviente de tan 
horrible catástrofe, una raza degenerada, embrutecida por ei despotismo, pre- 
sa de la miseria y dispuesta á obedecer ciegamente los caprichos de su nueva 
y ariogante diieño. » ' 

Da grima oír á esos farfulleros de escribidores suspirando por las dulzu- 
ras de la «cultura > azteca, MÍ!o para denostar al tjobicrno virreina!, cuando 
el más ignorante sabe que los a/lecas saciiücaban á sus ídolos víc'^tmns 
humanas con cuya carne se alimentaban; que t el imperio de Mo¿tczuma 
era poco menos iiue bárbaro; y el emperador, antropófago, como lo 
asegura Aknoán. * {Imp. t. i. p. lo) Puesto que estas especies calum* 
ntosaj fueron esternadas también por Juárez, quien menos que nadie 
tenia deiecho para disparatar acerca de lo que, en su jerígoiua liberal, llamaba 



' En el estilo cursi propio de un dómine de aldea, dice lloriqueando el 
pedagogo Abraham CasteUanos, que X la llegada de los espaftoles, « el Sol 
(con mayúscula) ya no inspir'ó alegría sino tristera; no ra¿s vÍ¿tonas sino de- 
rrotas, tanto en lo material comeen lo moral... LacivíliiaciÓn se perdió como 
se pierde el alma, fr {Pedagogía Rihsamtn. p. 13, 14) Pero donde se perdió 
,»in lemedÍQ el maestro Abraham, fué cuando sacrificó la ortografia, como en 
eitas voces : ». rtdettta (p. 74), jira {p. ütí), prnatr » (p. 196); y cuando, 
« saboreindosc con esa joya soberbia de la literatura pedagógica, el Emitin 
del gran filósofo ginebriiio, » comu L-n su ¡galimatías ae expresa; colocó entre 
los pedagogos al loco Rousseau que acabó su vida con un suÍcidto;al asque- 
roso libertino i^ue vivía en concubinato con su criada; se hada ^stigar, no 
para hacer [icuítcnciu, sino para excitar en s( mismo los ardores de la lujuria 
(Juan Valera); y se deshacía de sus bastardos enviándolos i. un orfanotrofio. 
Tal es ei « gran filósofo ginebrino, 9 cuyos ensi:ñan/as y virtudes pretenden 
los bobalicones de pedagogos laicos señalar á la admiración de sus educan- 
dos para que éstos las imiten. Señalar estas barbaridades, otearlas á U ver- 
giien^a pitblica, es en cierto modo prevenir su perpetración. 



372 



LA CUESTIÓN RELIGIOS.-L 



« los abusos que \z tiranía sisteLiió en el iransrurso de tres siglos para 
empobrecer y degradar al pufblo, » agregando que « Eipafia d«cuidti de la 
tíducación de loa mexicanos y les oerró las puertas de ías ciencias para hacer- 
les olvidar completamente sus derechos, & (/1/iiv. p. 7) de una vtiz proba- 
remos, COI» el auxilio de escritores liberales en su mayoría, que Juárez 
calumnió á los religiosos españoles, y que él mismo, que pudo haber 
hecho mucho en (ílvuv de su raza, la deprimió siempre y tanto que 
provocó una sublevación de indígenas tal como no la había habida desde la 
conquista. 

« Cansados estamos, dice Joaquín Icazbalccta, de oir declamaciones vul- 
gares, hijas unas veces de falla de estudio, otras del espíritu de raza y de jiar- 
tido. Es coaa común representar á I03 españoles como bestias feroces que 
devoraban A inocentes cocdcios, y al ley de EspaAa como un tirano insa- 
ciable, ocupado exclusivamente en mantener í la colonia en el embititeci- 
miento para míe nunca conociesen sus derechos, y en sacarle el mayor pro- 
du£lo posibkv Algunos, sin embargo, sostienen que los indios vtvian felices 
trajo un gobierno vcrdadetainente paternal, atento sólo á conservarlos y fav»*j 
recerlos, sin pararse en sacriüclos. Haría j^ran servicio el que puHÍcse en si 
verdBd{;ro punto los hechos y sacase con buena crítica las consecuencias que 
de ellos se deducen... 

<t El caráfter de aquellos hombres (los conquistadores) no era cruel! 
Bolamente para los indios, sino también para sus propios compañeros; y enj 
verdíid que sí el instrumento ha de ser pruporciunado á la obra, esa raza d< 
hierro «a U que se necesitaba para descubrir y colonirar casi de golpe 
nuevo mundo... 

0; Los indios eran, pues, opresores de otros indios; y si hemos desertanj 
sinceros como lo pide la gravedad de la Historia, no ÜL-benios tallar que loaj 
frailes añadían peso á la carga con la continua edificación de iglesias 
monasterios... 

« F>¡ antiguo régimen era completamente despótico. Una especie de^ 
aristocracia que oprimía y extorsionaba al pueblo, se postraba í su vez con] 
abyeélo cerenioni,il ante el ceíiudo monarca cuja voluntad no sujeta i tralia:! 
alguna, era obedecida sin réplica. El derecho de conquista era el supremo, 
la guerra luibia sido siempre el estado normal de la nación : guerra sin cuar<J 
tel en que el prisionero preservado cuidudosamenie en el amipo de batalla,j 
iba á ser inmolado á sangre fría en la horrible piedra de los siicrificios. donde ■ 
perecían también á millares los esclavos. La propiedad individual casi no] 
existia. Los seftores altos ó bajos, los guerreros, los sacerdotes vivían todos 
costa del pobre pueblo, agobiado di; tributos, privado de loda instrucción yj 
sometido ú una legislación de hierra. Una religión feroz tendía sobre todos 
negro velo y exigía de continuo torrentes de sangre humana, Un.iniines están 
los coniemporátieos en ponderar la pobreza, abyección y cmbrutecimienK 
del pueblo sumido en la ignorancia, sin cuidado por el presente, sin aapira-j 
clones ni esperanzas. Ijj situación era ya insoportable, y universal el dcscon-J 
tentó. La mejor prueba de ello está en la facilidad con que Cortés encontró 
¡diados, apenas puso los píes en esta tierra. 



t Cuando un pueblo se une ú los extranjeros que vjener Á derribar 
el gobierno, demuestta visiblemente que no puede sufrirle ya, y pregona la 
más terrible acusación contra loa que han llevado el abuso del poder hasta 
el extremo de velar en el pueblo el sentimiento innato de independeneia y 
patria. El odio conlra el poder despático, sanguinario é insacialile de los reyes 
mexicanos, no dejó ver á los oíros pueljlos, que bóIo iban á t^mbinr de sefior, 
6 acaso les hÍEO preferir cualquií-r otro yaga al que pesaba entonces sobre 
ellos. Cortés asegura que la mayor amenaza que podía hacerse d los indios, 
era la de que los volverían á sus antiguos dueíios, y que se usaba de ella 
para que sirviesen bien i. los españoles. El testigo no es intachable, pero el 
estudio de la Historia da. gran valor al tfstimonio. Así vemos que la heroica 
resistencia de los mexicanos cesa como por encanto con la captura de su rey. 
F&ltó el poder que empujaba á la niucrCc, y los que por servil terror le 
obedecían, dejaron caer unas armas que defendían la suhítisteneia de la 
opresiíin, no 3a«patria, n¡ la libertad. B 

Escritores protestantes y liberales ilustrados Laii hecho justicia también 
á ios religiosos respeíto al amor paternal con que éstos irataron á los indí- 
genas, «í Los misioneros, escribe el prutestatile Roberlsori, eran piadosos y 
buenos. Hicieron suya la causa de los indios, y los tielcndieron de las calum- 
nian con que trataban de hacerlos odiosos los conquistadores. Hoy todavía 
ven los indios í los eclesiásticos cotno á sus defensores naturales, y i. ellos 
recurren siempre para librarse de las exacciones y de las violencias á (lue están 
siempre expuestos. » { Historia it Cayhs V). 

Otra protestante, el norteamericano Prescolt, confiesa que « los misione- 
ros trabajaron con infatiíjable celo y valor en la conversión de los indígenas 
y en la defensa de sus derechos naturales. » 

■i En realidad, dice un liberal se<ílario, la labor principal de pacilicación 
de ios indígenas, se debe á los jesuítas que no se arredraron ni por las distaii« 
cías lü por el martirio; í {Ev. p. 115) tan cierto es que í! el clero católico es 
el gran maestro en el arle de gobernar .-í los pueblos. » {Ci>s. l. 19. p. a58). 

« No es éste, escribe Vigil, el lugar de puntualizar las laboriosísimas 
tareas í\ que se entregaron aquellos apóstoles dignos de los primeros tiempos 
del Cristianismo, y que serán recordados con amor y gratitud mientras se 
abrigue en el corazón humano el sentimiento de lo grande y de lo bello... 
Desde luego la conquista quedó justificada con la propagación del Crtslia- 
nismo en las regiones nuevamente halladas... En la misma observancia de 
los preceptos de U Iglesia, pudo notarse aquella proteccidn que no es exage- 
rado nombrar paternal, con que los raisioncros y el gobierno español trataron 
á los recien convertidos. > (p, V, VI, VIII, IX|. 

<i La abolición de los sacrificios bastaría para legitimar la conquista, » 
dice un historiador nada sospechoso, Carlos María Bustamantc. Segdn otro 
escritor liberal, <$ bien podemos nosotros llamar más querida la cruz que en 
las manos del sacerdote católico espafiol sirvió para iniciar ai indígena en la 
civilización europea, que aquella otra cruz que en las mano:» del ministro 
puritano inglés no «rvíó hlíU que púa acítalar las fouut de los indios 
muertos. » (¿Tu). 

ím, 'JucaiiÚQ rslii^oMi, — iS 



«74 



LA CUESTIÓN RELICrOSA. 



'A pCMT (J« su odio ftnátieo para, todo cuanto se relaciona con los 
mUioniTOs, na pudo mcnOG Justo Sierra de Iributarie^ esta forzada abbanza : 
«Salvar la faniilÍB vencida, amenazada de esterminarión, suprimir loa rito* 
eanguinarJoe, encender en las aímaa de los siervos la esperanza, ce la obra de 
los grindes misioneros cristianos en la Nue^íi España; esa obra no es la liníca, 
pero habría bastado para b obia de tres siglos. » (£71 p. 93). * 

4 Fundido «I pueblo coni^uistado con los Conquistadores españolea, dice 
Manuel Rivera, vino una era de adelanto siipeiior á codas las anieriotes, y 
auiitiue admitiendo todavía !a esclavitud y las castas, hubo un latgo período 
de paz, y varias leyes templaron el rigor de la servidumbre de los indígenas; 
fué destruido ül culto dL> los sacrificios huiiianos é iluminada la sociedad por 
la luz del Cristianismo, espejo de toda virtud y de toda belleza moral. i> 

«Cuando prcsencíamoí en nuestra suntuosa catedral las graves é impo- 
nenteü ceremonias del ciilto católico, no es posible, escribe et señor Icaxbal- 
ceXñ.., sofocar el sentimiento de gratitud que brota del corazón ai considerar que 
alli miamo donde se aleaban deformes ídolos, verdaderos demonios, siempre 
sedientos de sangre humana, ae adora hoy al Dios verdadero que no pide otro 
sacrificio que el incruento del aliar. Líi alegre .campana, ha sustituido al 
lúgubre teponaxtli, y convoca al pueblo á la oracLÓn, no a la uiatánía;atlt na 
se llega yu á recibir la muerte, sino el perd<Jn de las culpas. » 

El segundo cargo que la grey liberal hace i los religiosos es el de habe 
sido profun tiamcnle ignorantes y, por loinismo, el de haber sumido i la razft' 
indígena en las tinieblas y en pr.líticas supersticiosas; pues, según reza «na 
plancha de aiquitetSura (algarabía masónica) cuyo fiimün es el gran maestre 
Porfirio Dlait, il los frailes inculcaron con la ctuí, en las conciencias indígenas,j 
la ¡superstición y la ignorancia.)» ( Ku. 9. sept. 1893).' Esas vulgaridad* 
hijaü del fspíriiu de partido y de la ignorancia, las contesta del modo siguiente 



' Un Don Melchor 'Alvarcj! escribió en estilo ramplón y empedrado de 
barbarismos, la vida y niilagrerfa de su señor padre el General liberal Jo3Í 
Justo 'Alvare/. quien casi llegri, segiin n:jrra su Iiistorindor, ¿ competir y uchaj 
la Knncadilla A Napoleón I. Pero donde Melchor da prueba de menguadfsimo 
caletre, es cuando pretendiendo imitar i Sierra, Bulnes y demás impíos de 
escalera abajo, echa bocanadas de rancia rBlórica contra los jesuítas y e! 
monstruo del fanatismo; y pone lengua, el muy babieca, en la por ú\ llamad.i 
* profunda ignorancia que como legado nos quedó de tres siglos de española 
dominación, s (p. 17). Como me apesadumbra que se pueda creer que yo tiro 
á rebajar ínjuslítmcnte la sapiencia líbctal. véaae en estas lincas como es 
Melchor de nuestros )K-cados acuehilla su propio idioma : << imí-advn (p. 189) 
alrt*peyar{\i. 29a), kay está(p. 102), tonftsionnrio {^. 144), etc. etc. Concopis 
servilmente las revesadas y mal zurcidas simplezas de liulnes y los de st 
cola, creyó nuestro Melchor librarse de mil estudios enfadosos y del quebra- 
dero de cal)eza de (onnar idea propia de las cosas, y sdlo logto poner de 
manifiesto, fiay^ en su misma mamarracho, que la imbatüiH de su profunda 
ignorancia había a/íw/.'j'fí'/íítaOramáüca Castellana, acreditándolo de pcrfeélo 
majadero, 



otro tna5i(ín, el señor VigH, en polémica con el escritor cenlroantencano Carlos 
Sdva : « El señor Selva que ha leído i Ce'sar Canta no ign&ra los itimcnsos 
servicius que prestaron á la civilización los monjes en la edad inedia; que los 
conventos fueron d asilo de las ciencias y de las artes; el reíiigio de los 
oprimidos por el despotismo feudal; que i los frailes debemos los restos 
preciosísimos de la aniigLiedad escapados del naufragio espantoso que prudu- 
jeion las irrupciones de los bárbaros, Pues bien, si^rvtcios entetainente 
análogos prestaron los misioneros en la América durante la época que podemos 
propiamente llamar nuestra edad media. El señor Selva les ha negado el 
título de sabios ;1 aquellos beneméritos de la humanidad y de la civiliEación, 
probablemente porque no estaban i la altura de los conocimientos actuales; 
per-o i pesar de esa niagimral negación, la verdad os que lus frailes represen- 
taban entonces toda la ciencia de la ¿poca, extendiéndola con un cmpefto 
superior á lodo elogio. 'A ellos somos deudores de los conocimientos que hoy 
poseemos sobre los tiempos anteriores á la conquista, á ellos debemos las 
Gramáticas y diccionarios de las Icngoas indígenas que hoy estudian los sabios 
dedicados al cultivo de la Filologia. Síti ellos casi no sabifrtmos nada de los 
idiomas, religión, historia, usos y costumbres de los habitantes del Nuevo 
Mundo, •> {Lít Paiñn. o6t. 1883). 

For extensa que sea la siguiente cita del señor Icazbalcela, no podemos 
resistir al deseo de reproducirla para que sirva de tapaboca á tanto liberalote 
ignaro que la echa de ilustrado, llorando á moco tendido la desaparicidn de 
la cultura aiieca, sta éste, Benito Juátez, Gustavo BaZj ó esc Galindo á quiui 
venimos cardando. « Cualquiera que sea el juicio que formemos de lo que se 
ha convenido en llamar civilización azteca, dice kI precitado autor, tsiá fuera 
de duda que ninguna inñitencía ejerció en nuestra enseñanza y literatura. 
Foco podía adelantar en la cultura intelectual un pueblo que no conocía el 
alfabeto, y que para conservar y transmitir sus conocimientos, contaba sola- 
mente con la tradición oral, ayudada á medias por la Ímperfc¿la escritura 
jeroglifica, No se conocía la escuda propianicnlc dicha. Los colegios de 
mancebos y de doncellas, anexos por lo comilti .i los templos, eran más bien 
casas de recogimiento instituidas y dirigidas por los sacerdotes en provecho 
de ellos mismos. Las doncellas cuidaban del aseo de los templos, y se ejerci- 
taban solamente en labores d<i manos ; se les inculcaba, es cierto, buenas 
máximas de moial; pero nada se ve que sirviera al desarrollo de la inteligencia. 
Desgraciadamente existía por otra parte el Cuicoyan, seminario de cantatrices 
y bailarinas, ó mis bien casa «licial de prostitución... Las academias de 
otadorea, lilósofos lezcocanos no existieron probablemente mis ijue en la 
imaginación de esos escritores. Los cantares del gran rey Netaimalcóyoil han 
llegado &, nosotros &iu ninguno de lo3 cara£icres que pide la crítica para 
admitir la autenticidad de un monumento histórico. No se comprende como 
si aquel pueblo llegó á tan aUo grado de cultura y precisamenic en los años 
inmediatos á la conquista, no quedó ni una persona que conservara los conoci- 
mientos adquiridos, y que nos diera cuenta de tlios, con ayuda d« la esciilurx 
traída por los conquistadores. No faltaron cronislaa indios; maa no sabemos 
que apareciera al¡íi'm Qlúsofo, orador ó poeta de loa d« a^ueUa^ antiguof 



3/6 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



academias, cuyos individoos, no es de creerse que desapnrecieran todos ct 
la muerie de! fundador. La ciencia astronómica de los aztecas no es to<la%'Ía 
bien tonuciila, ni tampoco se ha []odtdo deslindar quií heredaron de otros 
pueblas mis antiguos, y que hallaron por si solos. En lo que, al parecer, 
pusieron mayor esmero, fin; en la oratoria, porque eran ceremoniosos hasta el 
¿istidio; pero nn me airtivo á admitir como del iodo genuinas las prolijas 
arengas conservadas principalmente por lo» I'adres Ohnos, Saiiagiín, Meridtcta. 
En general, debe notarse que los indios recién convertidos solian dar como 
recibido de sus antepasados, algo de lo mismo que habían oido A los misio- 
iietos, de suerte que es casi imposible distinguir lo que hay de original, de 
azteca puro, por decirlo así, en las pinturas y relaeiones que tenemos. Pero setti 
lo que fuere de laJcs conocimientos, lo seguro es que estaban encerrados eO 
reducidisiniD nilmero de personas. No había instrucción primaria : ninguna 
mención hallamos de escuelas para el pobre pueblo que vegetaba en la vnáSJ 
profunda ¡¡inorancia. Era también que realmente no habi.i que ensefiarle íf 
haüt^íbale con saber trabajar y dar su sangre para los gacriñcios. 

«Cuando llegaron los primeros misioneros españoles, se enconlraroD 
con aquella gran masa de gente inculta que eii un día ern preciso convertir 
y civilizar. Hoy se cuenta, dentro y fuera de casa, con grandísimo niimerodl 
establecimientos y de profesores particulares para educar á los niños sucesi 
vatneiite, conforme vaii llegando .i edad proporcionada : enloncee eran docí 
hombres pni.i millones de nifios y de adultos, que de concierto pedían luz,!| 
y lu¿ que no podía negárseles, porque no se trataba linícamenle de U cultu- 
la humana, que importantísima corao es, no ocupa empero el primer lugar] 
sino de abrir los ojos á ciegos gentiles y hacerles tomar el camino reílo par 
alcanzar la salvación de sus alma», Grave parecía desde luego a\ caíto, pe 
más lo era realmente, porque los nuevos ni.iefitroR no habían oído jaiT 
la lengua de los discípulos. Mas, ;qué nn puede la caridad! Aquellos 
varones venerables se apoderan pronto de la lengua desconocida, y 
luego de otras y otras que van eoconiitindo ; comprenden, ó más bien adivi- 
nan el carácter especial del pueblo, y á un tiempo If convierten, le instruyen 
y le amparan. Los primitivos misioneros y los que en pos de dios vinieron, 
no eran ciertamente hombres vulgarc-i ; casi lodos tcnian letras suftCÍenies í 
mucbos, como los Padres TeílO, Ciaona, Focher, Veracru/ y otros habían 
brillado en cátedras y prelacias : loa hubo de cuna nobilísima, y tres de elle 
los Padres Gante, VVitle y Daciano, sentían correr por sus venas banjjrc rCttls 
Todos renunciaron á las ventajas con que podía tentarlos su lucida carrera 
todos olvidaron por el pronto su costosa ciencia, para darse á la primer 
eníeñíiíifia de los pobres y desvalidos indios, ¿ Qué hindiado doctor, quj 
condecorado catedrático aceptaría hoy «na escuela de primeras letras en ur 
obscura aldea ?,.. 

■í. Hallaron á los principios los religiosos gran dificultad para cúngregaí 
niños que poblasen aqvJuUas escuelas, porque tos indios no est.iban induví 
capaces de comprender la imporunt;ia de la nueva disciplina, y rehusabar 
dar sus hijos i los uionastcrios. Hubieron de acudir á la, autoridad para qu< 
por su medio fucícn apremiados los señores y principales á enviar sus hijos M 



CAPITULO XVII. 



377 



las escuelas : primer ensayo de enseñanK» obligatoria. Muclios de los í^eñores, 

no (|vieriendo entregarlos, ni osando tampoco desobedecer, aiielaron al arbi- 
trio de enviar en lugar de sus propios hijos, y como sj fuesen ellos, otros 
muchachos, hijos de sus criados li vasallos- Mas con el lieinpo, advertida la 
ventaja que llevaban esos plebeyos i sus sífiores, merced á li educnción reci- 
bida, enviaban ya sus hijos á los monasteiíos, y aun ittsiaban para que fuesen 
admitidos... 

í Deseosos de apresurar la instrucción, y comprendiendo que lo que 
entra por los ojos se graba con más facilidad en el espíritu, discurrieron luego 
hacer pintar en un lienzo los principales misterios de la fe. Fray Jacobo de 
Tastera, francés, fué el primero, segiiri parece, «^uc halló ese camino. No 
sabía la lengua, pero presentaba á los indios el lienzo y hacía que uno de los 
más hábiles, y algo entendido ya en el castellano, fuese declarando á los otros 
el significado de las figuras. Siguieron los demis frailes su ejemplo, y el siste- 
ma continini en iisn mucho tiempo, & {1.a InsirucHin Pública en Mtxie» 
durante d Sigla X VI.) 

'( Venidos á la predicación, por ningilii motivo estaban obligados á. 
echarse encima nueva carga, ocupando su3 escasísimas horas de descanso en 
investigar y escribir la historia antigua de estos pueblas. 'A ellos que apren- 
dieron la lengua,., que recogieron las ir.xdiciones más antiguas, que reunieron 
todo en laboriosos trabajos, somos deudores de lo que sabemos acerca de 
los tiempos pasados... Si éstos se hubieran limitado, como con jusllsímo 
derecho podían hacerlo, á predicar la fe, conservando con esmero hasta el 
iSttimo papel borroneado por los aztecas y salpic&do de sangre humana, pero 
sin escribir ellos cosa alguna, hoy no quedaría de la historia anligua de 
México ni lo poco que creemos saber. Porque, en efe<?to, la escrinira jerogli- 
fica de aquellas pueblos era del lodo insuficiente para conservar la memoria 
de los sucesos pasados : pudiera servir, cuando más, pa.ra dej.ir atentada una 
especie de tabla cronológica sin pormenor alguno, sin expÜcacrtin de lasco&as 
de ios acontecimientos, ni del carái^er de los personajes, sin nada en fin de 
lo que exige U Historia para merecer tal nombre. » {/¿■as) 

Por lo que atañe á México, « no hay cargo más injusto, confiesa Cosmes, 
que el formulado contra los miíioncros católicos por no haber obtenido mejo- 
res frutos en su obra de evan;gi.'ii¿ac¡>jn de los indios. NccusiUriamos para 
fundar este cargo, demostrar previamente que la in(ele6tualidad de la ra*a 
indígena os capaz de comprender e! elevado espíritu de una doílrína cristia- 
na... Puede afirmarse como verdad indiscutible que el cerebro de los indios 
es incapaz de alcanzar ciertas concepciones de espirílualismo puro... Para 
llevar .i esos infelices seres las luces de la civilización y sacarlos de su embru- 
tecimiento, se necesitaba ante todo que hubiese en ellos una inteligencia 
capaz de percibir esas luces. No podía el clero católico hacer más que 
lo que hÍ7.o; y asi y lodo, á pesar de los escasos resultados obtenidos en 
materia de predicación evangélica i los indios, mereció ese clero Iiíen 
de la hutnanidad y de la causa de la civilización; pues, con tribuyó pode- 
rosamente á ditundir los preceptos de la tnonil y á mejorar las costum- 
bres de hombres condenados por su torpe/a inteleiíiuAl á una exisienrjí) 



a;8 



IJV CUESTIÓN RELIGIOSA. 



apenas superior á. la que llevan los animaies en medio de los bosques. > 
<t. 20, p, 784 sig.) 

'A pesar du- esa torptza inteleclual. Ícese en ia Vidn liel Señor Zumá^ 
traga el empeño que tomo aquel obispo, desde los primctos años d< la con- 
quista, en educar á la raza indígena. € No aeyó, dice Joaquín Icazbalceta, 
que la instrucción podía extenderse lanío y tan proiilo como él deseaba, si 
no había gran acopio de libros ; y siendo muy dificultoso Uat-tlos de España, _ 
sobre todo impresos en la lengua de lo-; inctioR, confirió el raso con el virrey Dot 
Antonio, y ambos de acuerdo negociaronqueJuanCromberger, célebre impresor^ 
de Sevilla, etiviiise á México uaa imprenta á cargo de Juan Tablos con todos 
los útiles y oficiales necesarios < para imprimir librot; de doArina cristiana 
y de todas maneras de ciencias. ) 

« En estos Itcmpos de aparcnloso empeño por la difusión de la ense- 
ñanza y mullipJicanidn de libros antes malos quti Liuenos, es «cuando se 
lu tratado de obscurantista y íanatico al sabio obispo que fundaba escuelas y 
colegios, traía lu. prímcru imprenta de América, hacía venir libros de Europa, 
formaba una copiosa biblioteca y escrihía con bello y vigoroso estilo libros 
llenos de la m-ls pura y saludable doiflrina. » 

I^ liuena semilla simibrada por el suñor Zumiirrajia, no larda en desa- 
rrollarse de un modo prodigioso bajo la forma de colegios fundados exclusi- 
vamente para indígenas, y en los cuales se les inqíarlíauoa instrucción esmí 
rada, de la que nos dan una Idea estas línt:as del ¡mior precitado: « Ptosper 
el colegio de Tlatclolco durfinte el gobierno del virrey Mendoza, y no le pro- 
tegió menos D. Luis de Velasco; pero no liíüló igual favor en sur sucesores. 
Desde los principios se había formado \m partido roiiirano ;Í U instnicciól 
superior de lo3 indios, porque: muchos dutiian que enscJinrles latín era tota|J 
mente imiti! para la república, antes podria str causa de quf trayendo entre 
nuino» los libros sagrados y los de controversia, cayeran en errores y aun 
herejías. Eco de esus opiniones era el escribano JeróniniQ I.ópeK cuando 
decía así al emperador (zo oft, 1541): ( El tercero yerro de los frailes fran- 
cÍBcanos fué que, tomando muchos muchachos paia mostrar la dofitiina 
en los monasterios llenos, luego les quisieron mostrar leer y escribir, y 
por su habilidad que es grande, y por lo que el demonio negociador pensabft 
negociar por allí, aprendieron tan bien las letras dL' «scribir libro, puntase de 
de letr,ii> de diversas fornuis, que maravilla verlos; y hay tanto é tan grandes 
escribanos, que no lo sé nuincrar, por donde por sus caitas se saben lodas^ 
las cosas en la tierra de una á otra mar muy ligeramente, lo que de antes nc 
podían hacer. La doílrína, bueno fué que la sepan; pero de leer y escribii 
muy dañoso como el diablo. El cuarto fué que luego á una gente tan nucvQ 
é tosca en las cosas de nuestra fe y viva en toda mnldad, se les comeniKÍ 
aclarar é predicar los artículos de la fe é otras cosas hondas, para ponelL 
dudas y levuntai herejías, coma se han platicado algunas, porque el indio pe 
ahora ng lema necesidad sino de saher el Fater raostor, ei Ave María, Credf 
y Salve y mandamientos y no más; y esto sijn|ilemente, sin aclaraciones, 
gloaiis, ni exposiciones de dodlores, ni salve, ni distinguir la Trinidad, Pac 
é Hijo é Espíritu Santo, ni los atributos de cada uno; puos no tenían fe par 



lo creer. Quimo, que no contentos con que los indios supiesen leer, escribir, 
puntar liliros, tcñcr flautas, cherimias, Irumpeías v leda, c ser mÜKÍcas, 
plisi ¿ronlcs á apTcndcr gTam>itÍ<:a. l>icronsí lanío á ello 6 con lantasolicílud, 
que habia niochncho, y hoy de día nía» que Imblabit tan elegante latín como 
'['ulio; y viendo [¡ue !a cosa cerca de e.tlo Íl>a en crecimiento, y tjue un lo$ 
monasterios los frailes no se podían viilrr á moslraries, hicieron colegios 
donde estuviesen y aprendiesen é se Jes leycíoi ciencias 6 lihms. Ha venido 
Mto en tamo creCTmienlo, qne es cosa para admirar ver lo que escriben «n 
latín, cartas, coloquios, y lo que dicen : que habrá ocho dias que vino A esta 
posada un ck'rigo d rJtcir misa, y nu- dijo que iiabín ido el colegio á lo ver, 
£ que !o cercaron :oo estudíenles, é que estando platicando con él é hicieron 
preguntas de la Sagrada E!,crilura, cerca de !a fu, que salló admirado, y tapa*, 
dos los oídos, y dijo que aquel era el ¡nfierno, y los que estaban en ¿1, discf- 
pulos de Satanás, i El medroso cscrilano, enemigo capital de los indios, nos 
dejó 5Ín pensarlo un teslimonlo dt sus progresos en la inslruc-ción, y del 
Man de ios religiosos pata propagarla, > tcslimoniQ que vino á corroborar 
otro cntmigo capital de los indios y ¿ideiies relígiosíia, el seftor Coiiionfoil, 
aquel mismo que mandú barrenar el convento de San Krancist^o. Dijo en su 
maniñesto : « El influjo del clero en !a política fué una necesidad de otros 
tiempos y un bien para las sociedades, la historia del clero católico es 
la de la civiliwición; y Miíxico debe grandes beneficios al clero mexicano : 
son éstas verdades que no puede negar quien haya saludado la Historia. ?> 

Sólo Bulnes, que no ha saludado nada, ni aun la Griiujálica Ca^tdlanít 
{Gior. p, 69); sólo aquel fatuo henchido de vanidad, que proclama sus su^gU'- 
mentos lan irrefutables como las leye? de Ke^pler; sólo aquel atrevido' 
falsificador de documentos y plagiario de autores franceses (,Fals. p, 4. G¡or. 
p. 77. Gar. p. 15:) ha tenido la desfachatez de acusar al ckro de haber 
embrutecido á los pueblos con la teología escolSstica. (Por. pássim) Vfflor 
Cousin, en cuya comparación Bulnes, Cosmes, Vigil y demás faroleros de la 
grey liberal, son apenas unos niños con babero en el pedio, lia tribvilaiio á 
los escolásticos un elogio con el cual quedan mas que compensadas y olvi- 
dadas las coces que ílulnes les tiró : tc Es imposible, escribe el ül^goTo 
francifs, tener más ingenio que los escolásticos, ostentar m.Í5 agudeza, niás 
armonía, y mayores recursos en la argumentación, mfts raspo* de aquella 
ingeniosa análisis que divide y subdívide, y de aquella síntesis podeíosa 
que clasifica y ordena. > (Fi^iegh¿. p, loS). 

Hn cambio, esos liberales <pie calumnian á los religiosos, los tildan de 
ignorantes y feroces, esos filántropos que derraman tantas l.-i);riinas subie la 
triste suerte que cupo á la rara indígena en tiempo de la doniinat:ión espai^ola, 
¡qii¿ sefialado beneficio han conferido á esa rasa? ¿Eít ella más ilustrada y 
miis venturosa bajo el gobierno mnsóníco que bajo el de los misinneros? 
« Con i-l cambio de! régimen en d presente siglo, escribe un liberal, nada han 
avíiri?ado los indígenas; cambiaron ilnícamcntc de tutor; y el tutor Congreso, 
honradamente haiíjlando, ha hecho menos \¡nr ellos que el tutor Viney... V lo 
que ha hecho, ha sido [toco y desatinado. fl^Ag. Aragón. AííxííoSh Eveiuei&a. 
Sfla'a/. t. I. p. 30 & 39). 



3Íto 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



Hable ahora un juarista fanático : «Por la educación de los indios, 
hablandn en verdad, casi n^da »c lia hecho en la Rcpilblíca... No se diga que 
el Gobierno fija ya su atención «n la difusión ás la enseñanza, no sólo entre 
los indios, sino entre todas las cbses sociales. Kso seri cierto tratándose del 
Distrito Federal y de los leiritoiios sujetos á la influencia dire¿la del Gobierno 
Central, pero no lo es, tratándose de la gran mayoría de la naci<in. Kn muchos 
Estados abundan los maeílros retribuidos con $ 5 nn;nsiii»les, y liay escuelas 
donde los alumnos se sientan en grandes piedras y escriben sobre tablas] 
soportadas tambicn por piedras, Además, ios Esleídos en su mayoría absorben 
los ingresos de los pueblos para sostenimiento del Gobierno local con GO^ 
cohorte numerosa de empleados, su indispensable In.st¡tLito de ¡nstrucctór 
|>rofesioRttl, su iniitil Cámara legislativa, y en algunos hasta íu teatro. Y si la^ 
erogación tíe esos gastos no deja ni lo indispensable para conservar y mejorar 
los intransitables caminas ¿ riímo basiarán para fomentar la insliuccián 
piibijca. 6 impaitirla entre los millones de analfabetas que existen de México? > 
(Juan Sánchez. Uo»or d ymirfz). 

«México, penoso es decirlo, leemoü en una iniciativa del Ejecutivo de 
Chiapas, no toma el mismo intur<Ís por la civilización de los indígenas; y ai 
creado escueLis [lara ellos, éstas, por las condiciones que guardan, y por 
impericia ti caráifter ímjHopio de sus direfiores. lejos de favorecerlosj loq 
perjudican generalmente, perjudicando á la sociedad; porque la educación 
inslrucciún defectuosa de los educandos los hacen antagonistas de la desceír^ 
dcncia española y de oirás nacionalidades. Resultado de esla londuíla ha 
sido la guerra de raías en este Estado, lo es en Yucatán y en los Estados 
fronterizos del norte, y lo será en los demás parles dt la República, si ol pode( 
administrativo no toma el m¡is afanoso empeño en libertar al indio de su 
forzada abyección. )> {E¡ Lili, y Actpi. Masbn. n. 17. año de 1887). 

Tan lejos est.'í el poder administrativo de querer libtitar a! indio de 
foriada abjección, que se empeña más bien en aumentarla; y, si fuera posible 
de muy buena gana haría desaparecer la raxa indígena, « Nosotros, decía 
referida iniciativa, somos para los indígenas peores que los conquisladore 
Al pte.wnte, la raza indígena no es capaz de apreciar las exctílencias de Ig 
libertad, porque está oprimida, » y oprimida por aquellos mismo» que par 
explotarla se han proclamado sus libertadores. 

En lienipo de Juáre?., eso.'! partidarios ardientes de la libertad y tampeonfl 
de los derechos del hombre, no .se avergonzaron de traficar can la carne 
humana entregándose á la venta de indios. {Av, 23 ag. 1IÍ59. Picaytínet\ 
4 nov. 1860). El 13 de mayo de 1S60, varios disputados liberales presentaroi 
al Congreso una, exposición en- la que decían : « No es una bandería poU'lica^ 
ni la expresión de vanos intereses lo que nos obliga á levantar nuestra vos ea{ 
el seno del Congreso nacional, para denunciarle el más horrible abuso qt 
hasta ahora si; ha cometido en la repiiblica : es la causa de la hununidad, 
cl honor de México villanamente ultrajado poi una serie ds muthechoies que 
tomando cl nombre de constilucionalislas en Yucatán, se han atrevido á 
atrapcllar los fueros de la justicia y de la humanidad, cometiendo todo géner 
de atcntitdos, hasta el extremo de venderá sus ciudadanos á quienes entregan 



inaniatfidos, en podct de especulítdores españoles que los llevan á Cuba, como 
contratatlos para servir cierto mJmerp de años en el campo ó dondí mejor 
eni pk-n ríos, á sussefiorios. No es nuevo este crimen. Desde la ¡Ldminisliaciiín 
de D. Manuel Barbacliano. se est;i cometiendo: y con exceiiciciii de dos ó 
tre£ peisona», cuantas hai) ejercido cl mando en la península, lo han cometido 
con más ó menos deícaro, Be};iin ia mayor ó menor perversidad y avaricia de 
los diversas gobernantes que allí se ha.n sucedido en el mando desde 184& 
hasta. nuestioR dins. Sin embargo, nunca el escándalo ha sido mayor, ni tan 
ruinoso aqLiel tráfico inicuo, como después dül iriiinfo de la revolución de 
Ayulla. los que en Yucatán se llaman liberales, están como dominados por 
el funesto frenésf de vender hombres. Nada contiene á esos liberales ; las 
escenas desgarradoias de la esclavitud son insuficientes para conmover sus 
corazones endurecidos por la avaricia. El temor de la justicia y de la deshonra 
son completa mente nulos en hombres acoatiinibrados á disfrutar de la más 
completa impunidad, é imbuidos en la idea de qJe ia.s riquezas suplen con 
mucha ventaja la falta de buena reputación. » {Lalndffxndencin. sS mayo 1 86a). 

Aun en 1900, otro liberal, D. 'Ángel Pola, reconocía ijue a para mengua 
de las leyes Uberales de la república, subsiste todavía esa triste y vergonzosa 
situación de la servidumbre en Chiapas, Tabasco, Vucatán 7 otros K^tados. 
Hace años, El Soíialhla abrió una campaña contra esa especie de esclavitud; 
Fnas íuií tan abrumadora la oposici(5n que encontró <iw su i\n de redención, 
que nada pudo conseguir, á pesar de Us revelaciones espeluznantes que hizo 
sobra In vida de los sirvientes en aquellos lugares, n {Oc. r. i. p. 13). 

No sólo en Yucatán y Chiapas, sino también en la Capital tiene la escla- 
vitud sus defensores. En 1896 el periódico El partido Libirat abogaba por 
que se estableciera la esclavitud no obstante la (.'onstiiución que la prohibe, 
y se alegraba de que la rara indígena esluvieie destinada á desaparecer dentro 
de un tiempo no muy lejano. {TÍ. 1 1 y 13 ag. 1896). En el mismo sentido 
se expresó el sefior Gamboa en un discurso pronunciado en lágS en una ñesta 
de la Escuela Preparatoria de México ( Voz. ■ i o£t. 1898). 

Entretanto, esa raía indígena cogida de leva, esclavizada, vejada de rail 
maneras y tratada por los liberales (le i. manadas de indios » (XXX, ForfirÍ9 
Díaz. p. 352), se maniñcíla, como es natural, 1 refractaria á la Reforma y al 
progreso, según re/a la ya citada iniciativa, se convierte fácilmenle en dócil 
instrumento de banderías reaccionarias, tiende la vistn hacia otros y s« inclina 
al antiguo régimen, porque el aflual no mejora su situación, » 

De todos los gobiernos liberales ninguno fué más indiferente i la suerte 
de los indios como el de Jtiátez, indiferencia que provocó -.(en 1869 una 
insurrección de la raza indígena tal que no se había presentado desde hacia 
más de dos siglos en el territorio de México,,, El gobierno, dice Cosmes, 
preocupado por cuestiones políticas, poco ó níngiln caso hacia de la subleva- 
ción de los indios que no podían poner en peligro inmediato su existencin. 
Pero siempre será ante la flistoría objeto de merecidas censuras el egoísmo 
de una administración que atendía ilnicanicnie á su conservación propia, sin 
ver que las cuestiones en que se vena la causa de la civiÜaación deben »er 
vistas con preferencia á cualesquiera otras... Probablemente la aéíiiud de 



282 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



indiferencia absohua manifiestada pOT Juárez respctfto á los hombres de su 
RÜsniJt sangre, pudo determinar hasta cierto pumo las sublevaciones parciales 
de los indios en distintos ¡iiinios del teiriiorio mexicano, lín eícílo. dcWa 
espetarse de im indio de raía pura que una ves que liiibo Ilcgiido al poder 
supremo, hiciese algo en favor de sus hermanos, mejorase por medio de leyes 
hábiles la triste condición social ijiie guardaban éstos, y se propusiese resolver 
esa cuestión agraria que, todavín hoy, esli preñada de amenazas pata loa 
mexicanoü blancos y meslizos. ¿Acaso tal indiferencia de Juárez no pudo 
producir cierto desiiecho en los indios y U determinación de apelar íi la fuerza,^ 
en virtud de un inipuiso inconsciente, para alcansar lo que el gobierno de st 
propia sangre no quería concederles?» (t. 3i. p, 6i. t. ao, p.'?»?, 790). 



APÉNDICE AL CAPITULO XVII. 



Muy L-quivucado andaría quien creyera que los tndf^rcnas se hallan con- 
vertidos en su totalidad á la religión ciistiana. Admite el Concilio V Mexicana 
(art. 57) que hay todavía gentes bárbaras en la Kepitblica; afirma el de Antu- 
qiiera (p. 46} que algunos indios Son paganos, y que, en la misma provincia 
eclesíÁslica de Oaxaca se sacrifican viííimas i los ¡dolos y se encuentran 
pri£licas supersticiosas y vestigios de la untigua idolatría, (p. 53) En un docu- 
mento emanado del arzobispo de México y publicado en 38 de marro de 1 896 
por la S. C. del Concilio, se dice que « los indígenas de ta arqu ¡diócesis 
están siempre inclinados y expuestos ¡i recaer en la idolatría, tienen una fe 
débil y fácilmente pueden hacerse protestantes romo en, ciertos lugares ha 
sucedido. » El II d« dic. de 1899, predicando en San Cristóbal Las Casas 
el Prebendado D. Manuel C. í^etino, añnn6 que ni siquiera eran bautizados 
los Indios Lacandones. y que vivían en la ignoraneiii de la Religión Católica. 
{Tí. 3 enero lyoo) En la Huasteca Potosina hay una cueva perfeótaniente 
decorada, que sirve de templo A un ídolo enorme que es objeto de culto 
por parte de los indígenas, {Pa. 1 1 marzo 1900) En el Estado de Campeche 
las tribus de Santa Cruz han caído en la idolatría. (Ti. '3 enero 1901) 
« En las serranías de Jalisco y íJuerrero encuéntranse tribus salvajes, 
sin más Irajc que el inaxtli de los aztecas, armadas con flechas, con 
vocabularios de aoo palabras á lo sumo, é ignorantes del castellano. El 
estado de Iiarbarie se encuentra aun en las rancherías lacustres y selváticas 
del Usumacinta que conñnan con Guatemala : y en vasicts regiones de 
Chiapas y («uerrero el viajero suele encontrar familias trogloditas y restos 
de quichés con cultos fálicos sceretos y simbolismos geroglificos que ya no 
entienden. « (J. Guerrero, op. cil. p, 7;) 4 Nada, absolutamente rada 
hemos liecbo nosotros por los Indios, dijo el Lie, 1). )osé de Jesits 
Cuevas; pues, como están los recibimos en el año de iSzi; con un jornal 
de doce granos y doce horüs de trabajo ; desnudos y alimentados con dos 
puñados de muíz; semibárbaros y casi ídólatias. £0 el orden providencial el 



abandono del indio fué la causa probable de la pírdida de los dominio» espa- 
ñoics en América. Dios, que no tiene en la tierra oiro tesoro como e! de las 
almas, que |)or una sola de ellas datfn niiichos astros de mi firmamento, con- 
CL'dió á España tres s\¿\os de plazo para civilizar al indio, y vencido el plaxo 
sin que la tarea se terminara, despidi-ó al obrero perezoso. Tan severa y pro- 
vechosa lección deberta, estar siempre- resoriando en nuestros oídos. •» Kn un 
sermón predicado en diciembre de 1895, y que reprodujo £"/ Titmpo, se lee 
estotra confesión no menos dolorosa que las anteriores : « Por lo que se hace 
á la ra/a indígena, ¿ qué hemos hecho nosotros en nuestra oilidad de nación 
independíenle, para rooperar a b realÍ7-a;ción de ios designios de María con 
relación á csu raza prediletíta siiya?¿ En dónde están las misiones fundadas 
por nosotros, no digo ya para continuar, para conservar siquiera los conquis- 
tas civili:<adoras di! España P Cuando vemos pasar delante de nosotros esos 
grupos de hombres, mujeres y niños de la raza indígena que caminan en 
silencio, o&tínlaiido en el desaliiio de sus personas, en la desnude» de su 
cuerpo, en su andar vacilnnie y en la vaguedad de bus miradas sin inteligen- 
cia y sin vida, la doble y profundísima miseria de que adolecen en el alma y 
en el cuerpo : cuando tales espei5)úculo5 se contemplan, no digo ya entre 
nuestras más apartadas serranías, en el centro mismo de las más populosas 
y adelantad;iS ciudades, ta respuesta no debe ser dudosa, ni menos moni ficante 
para nosotros. Nadn, ahsolulanienle nada hemos hecho como nación indepen- 
diente en favor de esa raza piedilefla de María. :» Desde que e! liheralisnoo 
se ha 51tradu en loü católicos mexicanos, cslos han adoptado, respciüto á los 
indígenas, los sentimientos de desprecio y deseos de exterminio que les pro- 
fesa la grey liberal. Duele leer los siguientes conceptos injustos que en su 
mlmero del 1' de dic, 1893(1) estampó la católica Vaz áe México : «El 
núcleo de la pob1aci<(n europea ó descendiente de europea, para evitar la 
opresión que so capa de democracia sufrimos, debió adoptar un sistema que 
le permitiura favorecer su desarroüo ron la inmij*rac(i:in para lograr reducir 
poco íi poco la mayoría indígena, hasia que quedase en la clase de ínfima 
minoria... Tal fué el sistema del plan de Iguala que no era sino la continua- 
ción del sistema virreinal, quitindole lo que tenia de odioao. Fracasó este 
plan; mas no por ésto dejará de suceder que las inmigraciones futuras pro- 
duzcan, con d tiempo el mismo L-fe¿ío que hemos anunciado : reducir á 
mínoria la mayoría indígena, Todo lo que no tienda á este resultado, ha de 
contribuir S mantener las malas condiciones de homogeneidad en que vivi- 
mos, » En el mismo sentido escribía e! 7 de mayo de iSgi : « Ia nación se 
compone en realidad de los descendientes de europeos, españoles ó nO espft- 
Roles. La ciudadanía de laclase indígena es meramente lüpoiétiea ; es una 
ficción inadmisible en la prA¿tÍca. Los indios son un apéndice qtie, por nume- 
roso quf sea, nada significa ó muy poco en nuestras cuestiones políticas, por- 
que se ks ha hecho á un lado. » 

Cuando las fiestas de la coronación de la Virgen de Guadalupe, se dio 
un principio de ejecución ¡í este plati salvador consistente en reducir á mino- 
ría la mayoría indígena; y ésto fué denunciado con bastante acritud por la 
prensa Übernl, la que, para sus adentros, debe haberse regocijado de ver i. 



sBa 



LA CÜESTrON REUGIOSA. 



IDS católicos tirar sobre sus mis leales tropas en cuyo exterminio trabajan los 
liberales, linicanieme ]»or sur los indígenas refraétarios á las leyes de Refor- 
ma. « Eran los pobrui indios, dijo E¡ Partido Liberal (oiít. 1895), ducíios 
absolutos de la aparecida imagen; Juan Die^o salió de las m;isas popularesy 
trajo la libertad á una raza oprimida. Se presenta á un arzi>iiispooon el ayate 
lleno de rosas, y las flores se convierten en pintura. licspucs, pasan los dias; 
viene la explotación, y la raza indfgena se quedo á las puertas de La Colcitiata. 
Entran el Trac y la mantilla negra. El ayate es demasiado tosco para ruzars 
con la seda. F.i amo afuera, y el usurpador en el recinto. 1< < Para el natural 
se apareció la Virgen en el Tepeyac, y para que no hubiera duda, se reveld| 
á un indio, y se pre.'jcntó ¿ íl como redentora de la raza, como patrona gene 
rosa de sus tralmjos, y conno refugio en sus angustias. Y ésxe, el preterido da^ 
U advocación de Guadalupe, fué el ilníco que no pud<> tributnrle homenaje 
en su coronación; éste que hizo sacríñeíos para contribuir al esplendor de la 
tiestas y i ia erección del templa, tuvo que permanecer en la plaza, embria 
gándose con los repiques, con los aromas y con la vísta del recinto que guardi 
su predile¿ta imagen. » (£/ tí/of>íf. o£t. ¡S(f$) 

Las mismas quejas huo nir en la Colegiata el M. R, P. Fray Ambrosk 
Malabear.En unndepiccaciónqiicdirigió.'ilaVirgen de Guadal iipe(nov.,i 895) J 
le dijo, presentándole al Circulo de Artesanos : 4 Si sólo hasta hoy vienen 
rendirte sus homenajea, no es por sa culpa; pues, por razones que ignoro 
no alcanzo í comprender, al Círculo de Artesanos se le excluyó de las fiesti 
gu.-idalu panas del mes pasado; y por «ísto, hasta hoy viene i postrarse «-i tul 
pies. » ¿No obedecería esta exclusión i que, Siígdn dijo La Voz de Méxteff¿i^ 
« el pésimo traje popular, y aun el mismo de algunas clase* pobres desluce 
toda ceremonia?» {i¡ dic, 1SJJ9) Hacemos esta ptc((anta porque cuando el 
señor Labastida celebró sus bodas de oro, y el aeftor Alarcón regresó (Í€ 
Roma, se previno que para ser admitido en la función celebrada en catedrai^ 
los señores vialicacn de etiquetíi, sin duda poique «el pésimo traje populal 
desluce toda ceremonia. » Kl señor Zumdriaga y el Cardenal Lorenzana, qi 
no pertenecían á la raza indígena como ciertos obispos de México y redaifíorc 
de La fas, profe.saban á los indio» un amor y un respeto cuya ingeni 
expresión nos encanta, y nos explica por qué antiguamente era tanto el afeí 
de los indígenas para con el clero. < Como el scftor Zumárraga, dice 
biógrafo, andaba entre los indios, díjcronlc unos cabitllctos que no frccuc 
tase tanto esa gente, que por desarrapada y sucia daba tan nial olor que podrf4 
dañarle en su salud; i lo cual contestó que aquella pobreza de tos indios 
enseñaba la aspereza de vida que: le convenía usar para salvarse, y que no 
molestaba ese mal olor, sino el que despedían los que pa-iaban la vida en ocie 
y re¡jato, más cuidadosos del aliño del cuerpo que de la Icmpieza de! alma. 
< Ame mucho á los indios el pirroco, decía el Cardenal Loreníiana, y toler 
con paciencia sus impertinencias, considerando que su tilma nos cubre, it 
sudor nos aianiiene, con su trabajo nos edifican iglesia» y casas en que vivir^ 
que son propiamente naturales del país, nucabos benjamines amados; yqi 
para la propagación de la fe, é instruirlos ert ella, estamos nombrados minísi 
tros de la Iglesia, y no para comodidades temporales, que no nos faltarán, 



les sembrisennos bien la semilla espiritual. J> « El indio es un diAinitnte igno- 
rado : el din que labremos sus facetas, nosotros mismos quedaremos deslum- 
brados. ■> {Cuí) 



CAPITULO XVIIl. 



daáéla. 



Itisiiníot tanguinariúi it Juárez. — Matanzas en Sinaloa. — La ¡ey 
. — Asesinato de Paloni. — Matansas tu Mirida, AUxaiU y ea ¿a Ciu- 



EL rey de la impiedad, Voltairc, decía : « ¡ Dios me libre de vivir bajo un 
déspota que no tuviera religión! Nada le impediría pulveriíarme en un 
almirL-í:;» porque «cuando los impíos toman las riendas del gobierno,, el 
pueblo tiene que sufíir. fr (Prati. XXIX, í) Habiendo sido Juáre^un apóstata 
de U religión católica y un dócil instrumento de ia masoperia, de ahí vino 
que mató primero k su conciencia para poder matar sin níngiln remordi- 
miento, i giiantos se empeñasen en arrojarle del puesto en que se había intru- 
sado, « Cada una de sus reelecciones costaba ai p¡ds una guerra civil, un saca- 
diraiento doloroso, un huracán higubrc que rasgaba todas las citralrices. Cada 
reelección significaba el cspeéUculo de hecatombes terribles, la revelación 
salvaje de los más soeces furores de la tiranía, el trote bestial de iniquidades 
enormes. » ( l'<r. p. Stí i ) 

'Esto que dice Bulnes, lo confirma en estas líneas un juarista fanitico : 
<t Por espacio de cuatro años, el gobierno de Juárez recorrió la sangrienta 
senda de ejecuciones capitales valiendo al ministro de la Cuerra (Ignacio 
Mejía) la triste reputación de un moderno duque de Alba. Durante esos 
cuatro años basta la muerte de Juárez, á cada aíto de severidad excesiva por 
parte del gobierno sucedía un nuevo levantamiento; y la tama de crueldad 
que la administración adquirió fii¿ causa, y no (jcqueña, de la impopularidad 
que sobre esa administración cayó, y de que la opinión pública concediese A 
los enemigos de ella la palma del manirio. p {Cos. I, ao. p. 379) 

El periódico oficia) de Oaxaca <cilido pot E¿ ferriKarrU, 2* Nov. tSj:) 
lanzó á Juáreí la horrible acusación de haber querido envenenar al (¡eneral 
F¿1ÍK Díaz, é intentado asesinar al hermano de éste, D. Porfirio. < Siempre 
habíamos esperado, decía el periódico, que la política reelección isla en su 
ünpotencia para luchar con loa hombres esclarecidas que están al frente de 
la opinión pilbliea, no se detuviera en los medios por inmorales que fueran, 
para atacarlos: pero nunca pensamos que se convirtieran en miserables enve- 
nenadores y asesinos para quitarlos de en frcnlc. Por desgracia, nos hemos 
desenfrenado, y denunciamos á la nación el envenenamiento preparado en la 
persona del gobernador del Estado, y la. premeditación de asesinato en la per- 
sona de su hermano el señor General U. Porfirio Díaz.., Cuando hemos visto 



2B6 



LA CUESTIÓN UELIGIOSA. 



las muertes repentinas de grandes hombres que han figurado en elevados 
puestos como Llave, Coinonfort y Zaragoza, hemos temido, y los hechos 
vienen confirmando nuestros lémures, que ii^ual sucrlc quieran reservjir á los 
Generales Üúí; que sotí y han sido la (jesudUla del bando juarista. » 

« La vida del ciudadano enlra tan poeo er la consideración de Juáre*, 
que ha estado gciierahnenle del que manda cuatro soldados, y no se hace 
tnáa caso de un asesinato y llanto de una familia, cinc del ahullido de un 
perro. » (¿ft-n. 3 sept. 1871) « De todas maneras, dice Vax, Juárez era lencc 
roso, y no ilcjnba de aprovechar cualijuíera circunstancia ¡lara ejercer una 
vengánsa, sÍBm¡)re que pudiera tener una apariencia de justicia, d (t. 3. p. Js)] 
« El más despreciable de nuestros peraonajes, escribe Ignacio Ramírez, 
Juárex. Jamás olvidatenios que supo colonizar los ceiiieiilerios. l> í,Mut. 15Í 
julio 1S71) 

V sin embargo, « nii ]iaÍ3 en (¡ue tanto descuella la moderación de 
clases laboriosas, merece bien un régimen bagado sobre el bienesinr y no «jt 
la opresióa de todoB, merece bien que rijan sus destinos hombrea que se coni- 
jilflzcan en ver sementeras y rebaños y locomotoras serpenteando por todne 
partes, y no mieses de bayonetas, ni lügubrts patíbulos, ni cuerdas de reclu- 
tas forzados. Un país de la índole del nuestro merece bien un gobierno que 
restablezca la concordia, que calme el hervor de los odios y haga que se 
depongan á líos pies de la liberta 1 y de la roxón, y no nn gobierno que Ucnu 
el país de soldados, y l.is forialctós de presos politícos, y el camino de Méxicc 
á Yucatán, de osamentas. « Aíe». 1 enero 1871) 

I'or regla genera!, cuando Juárez llegaba á sofocar algiln pronunciamienU 
en contra de su perpetua diftidura. entonc« blasonaba de enírgieo y hacia'' 
ostentación de su inquebrantable firmeza con mandar ejecutar ;l mansalva 
i. unos prisioneros inermes y maniatados. < Muclios muertos y ningi'm prisio- 
nero. Ajíí dice el telegrama relativo ^ la LÜtiina acción de guerra habida en 
Sinaloa. 'Esto significa, escribe S¡ Siglo, que toda;; ¡os prisioneros hechos por 
las fuerzas del gobierno fueron fucilados. Deseamos que el ministerin de 
Guerra diííe medidas eficaces p-iia castigar estos aftosinhuaianos, cuya cor 
paración no es posible sino cotí los hechos de las tribus bárbaras. Estas tam- 
poco hacen prisioneros, aunque en ellas se comprende que quiten la vida 
sus enemigos. Vero la guerra salvaje iniciada [lor las fuerzas del gobierno coa» 
Ira los que desconocen el resultado de las elecciones, es indigna de un pata 
eiviliíuido, deshonrosa para la república, y una afrenta p.va la naciidn que pre-' 
teiide gobernarse por una Constitución, a! principio de la cual están consigna- 
dos los derechos del hombre. Para completar el cuadro de barbarie, falta líniíj 
cameiite que los cadáveres sean ensartados en un asador, puraque cliamusca-í 
dos en una hoguera, sirvan de alimento á los que se complacen en satisfacaí! 
sus feroces ¡jasionej con la vida de sus semejantes. y(,Fer. 12 o£V. 1S71) 

< V esos infernales episodioB, decía Mamacona en el Congreso, el :s 
noviembre de 1871, ]ii» son sino dos páginas destacadas del voluminosa prc 
ceSi> que la justicia y la civilización cítán futmajido al poder sanguinario que 
nos rige. Si me propusiera onumcrar todos sus alentado» contra la vida, t€ 
dria que hacer destilar ante esos aefiores ministros unii procesión más lür 



que la. de Macbelh; tendría» que S^rai ca clU montones de carne humana 

hecha pedazos en los fusilamientos coleiSivos á la metralla: tendrían tjuc fi^íurar 
acémilns por ti t.'sli!o dt las que abastecen nuestras carnicerías; porque cri 
algunos casos como en los recientes ascsinalon de Guerreto, las victimas iiuii 
sido descuartizados; tendría que presentar escenas de tortura inquisiioríal, 
como la que el desgraciado Urueta sufrió hact poco en Sinaloa, colgado del 
techo en cepo de campaña y oscilando dentro de un circulo de bayonetas que 
le punzaban d cada movimiento, entre la befa y la alf^aí^ara de sus verdugos. 
¡Oh! y yo estoy cierta de que esta caravana patibularia haría temblar de 
espanto y de remordimiento á los tnismos asesinos que nos hacen diaiiamcnte, 
con cierta jaítancia, en el periódico oficial, la crónica de la ley fuga; á los 
mismos que al darnos en esa tribuna la noticia de una denota, acostumbran 
decirnos con línfasis infernal : Nada de prisioneros, * { í'Í'e. a$ enero 1885) 

En la obra tantas veces citada de Ireneo Paz, se asegura que « el gobierno 
del señor Juáre?. estaba completamente desprestigiado por todas partes, no 
sólo á consecuencia de los abusos de todo genero que se habían notado en 
las pasadas elecciones, sino más aun por los despilfarres y robos á la hacienda 
publica que ae estaban lierando á cabo con lodo cinismo, de igual modo que 
por los asesinatos políticos qui- Sf comenzaban á conocer con el nombre de 
ley fuga. Entonces fu¿ cuando se empegó á ensayar este medio atroí, infame 
y bárbaro de deshacerse de los enemigos. Se aprehendía al individuo 6 indi- 
viduos á quieneíi se trataba de hacer desaparecer; y si no había contra ellos 
pruebas bastantes, conforme á las que se Íes pudiera aplicar alguna de nues- 
tras terribles leyes de conspiradores ó plagiarios, si no h»b(a un juea com- 
placiente que quisiera pronunciar sin escriipulo la pena capital, entonces, 
como lo más expedilu. se sacaba al culpable i media noche de su prisión y 
se le enviaba á un gobernador amigo que ya tenia instrucciones, el cuul daba 
im parte á los poco^ días, diciendo que el preso había querido escaparse, y Í3 
escolla se había visto precisada á hacerle fuego, quedando el preso tendido 
en el aflo... Este modo de matar a los enemigos políticos no podía ser inAa 
infame; porque se agregaba á la cobardía del asesinato, la ferocidad de hacer 
morir á un hombre sin preparativos espirituales, sin arreglar sus asuntos de 
familia, y sin despedirse de su querida mujer y de sus nmados hijos. En cual- 
quier tiempo y bajo cualquier circunstancia que ¿sto se practique, tanto el 
que manda apÜcar la ley fuga, como el que obedece ese cruel mandato, 
merecen la execración del mundo y llevar en sus frentes el estigma de mal- 
dición de toda la humanidad. » (t. 3. p. 427) 

a Ese procedimiento salvaje, más vandálico y vil t¡ue la Ley Lynch de 
las poblaciones americanas, dice Julio Guerrero, se ha usado por todas las 
autoridades de la república hasta tiempos no muy remotos, segiin se despren- 
de de las declaraciones que en el jurado de Villavicencio y socios rindieron 
los gendarmes de la 2-' demarcación, indicándose con esa expresión que 
alguna persona era sacada por orden de autotidad superior á despoblado en 
la noche y matada Á balazos ó puñaladas, Noruega dijo que de esa manera 
había visto matar á m¿s de 400 indios piisioneros en Sonora, » (La Gimsis 
átl Crimen, p. J40) 



De este modo, poco mis ó menos, desaparecieron el Coronel Adolfo 
Palacio, los Generales l^onaio Guerra, Gaicia de la Cadena. Paioni y tantas 
otras víélimas de la tiranía de Juárez á quienes seria largo enumerar. 

4 El Corgnel Adolfo Pslacio, pronunciado en Cuiiacáo, fué alcanzado 
en la Sierra de la Soledad, en unión de «nos sesenti hombres que lo acom- 
paftftban. Este jefe y tudu* los suyos sorprendidos durmiendo en un corral cE 
donde habían buscado abrigo después de dos día» enteros de correr sin par 
y sin haber comido en ese espacio de tiempo, no fueron siqíiíeía fusilados, 
sino matados sin compasión al arma blanca en el mismo lugar en que estaban 
descansando, ii {Cos. I. to. p. 8i<)) 

« Rl valiente General Donato Guerm, escrilie Faz, había sido derrotado 
y muerto cerca de Chihuahua, acusándose al Coronel Machorro, de las fuer-, 
zas del gobierno, de haber cometido con él un indigno asesinato. » (t. 3.p. *»7]^ 

£í Th Machuea (citado por Mm. 27 íehr. 1S71} acusaba piiblieanientc' 
á Juárez de %. haber fusilado al esclarecido liberal García de la Cadena y 
Otros, dándoles apenas el tiempo necesario paia escribir unos cuantos ret 
glones á sus familias, h 

Más infame todavía fué el aseñnato del General Patoni que % habfi 
llegado á hacerse sospechoso al poder, enconirándosele ruliacio para concu.^ 
irir con los elementos de su popularidad y de su fuerra particular li sostenc 
una situación que le repugnaba. Entonces el (jeneral Canto fué quien sirvU 
de instrumento para quitar de eu medio á aquel enemigo peligroso, valiéndose^ 
de las sombras de la noche, en la misma en que Patoni Ileg6 d la ciudad dwl 
Durango. Canto que cía allí el jefe de las armaü federales, lo mandú aprehen» 
dcr, lo sacó fuera de la población, y sin darle tiempo ni para ponerse bien 
con su conciencia, ni para despedirse de su familia, ni para informarse dfi 
los motivos que lo llevaban á cumplir una pena que ningün tribunal le había 
impuesto, fué asesinado vilmente y sin misericordia. El seíior Gome* del 
Palacio, Gobernador de Durango, presenta una tcniblc acusación contra cl 
asesino; el Congreso se erigió en jjran jurado nacional; Canto se sertó en cl 
banquillo de los acusados; el acusador estuvo .i la altura del papel que se 
había impuesto; y sin embargo de que todo el aparato e-staba bien dispuesto, 
los políticos decían wtto voa • Canto será absuelta. El veredicto se pronuncíáj 
incompleto, la secuela de la causa debía seguir en Dunmgo; pero cuando todc 
cl pais estaba esperando que la v¡ndi¿ta piibliea fuese satisfecha, el scftor 
Gómez del Palacio salió para el extranjero, al frente de una embajada... No. 
se habla podido probar que Canto obedecía órdenes dul gobierno por li 
iatrigas que se pusieron en juego para impedirlo; pero en la conciencia ái 
toda la sociedad estaba incrustada la evidencia de este suceso, cuyos hilos I 
lubíaií estado trasparentando. » {Paz. t. 3 p. 36, 37) 

< La circunstancia de haber sido Patoni partidario de Gonzálex Ortc 
y de haberse visto igualmente molestado por el gobierno general, dio valU 
miento al rumor que coraeniítS á ciicular de que su asesinato había sidoi 
nado por cl ministro de la (¡uerra. Acusado formalmente el General Cant 
por el Gobernador de Durango, declaró que había procedido por ordene 
reservadas del General Mejia. > (Ctu. t. 10. p. 213) 



El Mensajera tampoco vacjl<í en designar al gobierno de Juárez t^omo 
« responsable del horrihle aüesinato de! General Paloiii, segiin lo primero que 
manifesté el General Canto; respansahilídad que se robustece más con el 
hecho de que ei gobierno mantuvo á este asesino en una fastuosa prisión 
donde contrajo matriinotiio con el mayor descaro, insultando i. U rindió 
piiblica y dando liein[.io pnra que desaparezca la horrorosa impresión que 
produjo en la sociedad cAv es|>antciso crimen..; y para mayor «scándalo, 
se l« estuvo abonando su sueldo. » {17 febr. 1871) 

(i Al ser conducido Canto á México ¡1.1ra ser juzgado por el CongfíSO, 
fué objeto de muchas demostraciones de liusiilídad en todas Ins pnblacioncs 
por donde pasaba. En Zacalecas sobre lodo, «n donde Gon/álcí Orie^u y 
por consiguiente su amígo intimo Patoni icriian muchos partidarios, fué 
necesario que la fuerui que lo custodiaba impidiese por medio de las aimás 
i¡ue el pueblo aplicase al reo la ley Lynch. Hubo con este motivo un tararí 
tumulto. El iiueblo gritaba ; ¡ Viva Clonj^álcí! Orlega y muera el asesino JuárfiE! 
y I Viva et Supremo (íobíerno y muera el tintcriUo Goiisílcz Orlega! los 
soldados federales y las tropas del Ksiada. )> {Coi. I. ao. p. '^^(s) 

En esa misma ciudad donde Patoni fué asesinado, « se había cometido, 
dice Paz, un desaguisado con ei Gentríil González Ornigíi, que existía como 
im remordiinienLo de la siiuaciún. Este patriota que tan digna cotiduíla 
observó después del golpe de Estado de Pa.so del Norte, absteniéndose de 
sembrar dificultades á D. Benito Juárw c¡ue le arrebataba un poder que la 
ley ponía en sus manos, parü no exponer el ¿xilo du la defensa nacional, 
después quLf triunfó U república y regresó al país, con la mira quizás de híicer 
vJiler sus derechos, le sobrecogió en su camino una enajenación mental repen- 
tina que los políticos atribuyeron á los que estaban más interesadus en que 
GonEÜezOrtega no viniera á turbar su tranquilidad. )>(t. 2. p. 1Í9. l-3-p.37. j8)' 
En Mérida se verificó otro atropello aun rnáA irritante por el luiniero f 
respetabilidad de sus viítiitms. AlH, el Coronel « Cevallo.'!, dice Cosmes, había. 
procedido con verdadero aalvajiümo. Impresionado por el vivo fuego que le 
hacían unos rebeldes, empleó sus ariuas no contra éstos, sino contra nueve 
personas iaernies que se encontraban fuera del lugar adonde debía dirijjii sus 
ataques. Mas no se contentó con ios asesinatos anteriores : publicó un bando 
en el cua.1 ordenaba que todo individuo que (iiese indiáo de simpatizar con 
los tebiu'ldes, sería castigado con Iti pena de nmerte, la cual se le aplicaréd 
inmediatamente y con sólo la identi licación de la per.sona. En virtud de 
este decreto, mandó fusilar á nueve de los principales habitantes de Mérida. 
El mismo día de esos risestnatos salieron de Mérida huyendo para el 
interior los amotinados, y de los prisioneros que se hicieron, se fusU 
l&Ton á más de treinta, sin concederles siquiera los auxilios espirituales 
que pedían con ansia... La mayoría de los yucatecos pertenecientes a las 
clases acomodadas, habían acogido con entusiasmo la entronización de Maxi- 



' « 'A González Ortega, scgiin la vox pdblica, se le díó veneno, á conse- 
cuencia del cual vivió loco desde enioiices hasta su muerte;» ('¿^w/Víi^^íí 
Juára I por C. G. Mendivil) que asi galardona cL diablo á quién le sirve. 

Ül Cllesliún KollKiiUiL ^ 19 



miliario en México... Cevaltos ordenó la muerte de hombres que TÍvian paci- 
ficamente consagrados á sus negocios, y d quienes nuandó maUr iónicamente 
porque §abia que piofesaban opinioniís conlrarms al fígiineii republicano. 
Niiiguiia prueba dio ni pudo dar de que sus inoccnlcs víctimas liubiescn 
tenido parte alguna en la sublevación de la ciudadcla de Mérida. » 

Honda iiiiprcsiijn causó en el extranjera la noticia de aquellos asesína- 
lo» infames, ñ Un periódico americano decfa lo siguiente que hubiera debido 
hacer rüfle\ionar al gobierno de |iiáre:í: < ¿ (Jué gobierno civilizado sobre la 
tierra toleraría .seuiejaiites bnrbimdades? Ksas vídliuias desgraciadafi eran 
comerciantes no politicastros ni rcvulucionaríos. Er;in bonibrcs entregado» á 
las ocupaciones que promueven la prosperidad del país. Una pandilla Je bru- 
tale.s carnicetos, hiijo la lionrosa apelación de soldados, aprehendió á esos 
hombrt:3 de jwz, dcüarmados ; les arrancó de sus hogares, 6 hiio con cUos una 
cruol carnicería so pretextos políticos. Aparte de la barbaridad del hecho, de 
su hipocresía é injusticia, preguntamos á nombre du la huniaaidad, de la 
civilización y del repiiblicinismo que este gobierno presume representar, 
¿qué no hay garariltas píiia la vida bajo el sistema coiistilunonal de México? 
¿La Conslilución repnbtictiim de 1S57 ha concedido á las autoridades civilea 
y militares de México el derecho de vida y muerte? De.sdc luego negamos que 
sciDCJajitc sistema sea republiíano; y el nombre es sólo un pretexto hipócrita 
para engafiar á los verdaderos amigos de la libertad «n los Estados Unidos y 
ütlcnde, para inducirles falsameiite á sínipatiiíar. QucremoE saber ai las 
recientes Inrliaridades de VucalAii están úe conformidad con el gobierno 
de México. Dcscanius saberlo para desengañar al puehlo de los Estados 
Unidos, y para que sej>a lo mal que ha aplicado sus $impatf.is repu- 
blicanas. Preguntamos á los que defienden esas prácticas bárhnras y tiránicas, 
¿cuál C8 la diferencia que existe entre este gobierno republicano y el absolu- 
tismo de Rusia? (Hay diíereiicia alguna tiino el nombre? » 

Un historiador narieamericaiiu niodc-rno se ha encargado de vindicar el 
absoliitiumo de Rusia, poiiícnóolo niay por encima de las mojigangas de 
gobiernos de 1* América latina. « Creo, dice él, que es más que un error, una 
infamia conipnnirá lüs miscrableis monstruos que en la mayor parte de las 
repúblicas sud americanas se intitulan presidentes, con el czar de Rusia. No 
veo la semejanza. Kl gobierno del czar vs una autocracia correcta; hay uon 
ley, la tradición; una necesidad, la benevolencia invariable del soberano; una 
aspiración, conservar el Inipctio put el amor y respeto de los subditos A 
su jefe. Comparar á la Rusia con las ri;públicas aud americanas es la más 
grande de las injusticias. Coiioíco gran parte del 'África, y encuentro más 
nobleía y virtudes en un reyezuelo de tribu, que en uno de esos presidentos 
que han hecho deJ a.<¡esinalo y del robo las únicas instituciones de una tiranfa 
que los europeos nunca lle^-Hráii á conccbii. » {An. Rítd yonts. A SJiorí 
tíistoty of tlu Am<ruan Jí<J'uI>¡kí. p. 1 10) 

« Estos hoiTorosoíí crímenes perpetrados en Mérida se batían más repug- 
nantes aun por no haber tenido en su abono e! autor de ellos ni siquiera 
la circunstancia atenuante de haber ordenado las ejecuciones en el calor de 
una lucha sangrienta. La conduela del (Coronel Cevallos fué la de un asesino 



CAríTULO XVIII. 



291 



vulgar instigado pnr et miedo: y- el goTiiemo fedl^^3l amparándolo contra el 
castigo que merecía, >■ premiándolo con et ascenso á general de brigada, echó 
sobre sí iin borrón que In posteridad verá siempre con reprobación justa.., 
Mas to qje escandalizó al mundo entero, fué el decieio en i^ue el menguado 
Congreso yucateco aplaudió el homicidio de sus inocentes conciudadanos, 
dando las gracias al vcrdago de ellos. » {Cot. t. 30. p.is»Ím). 

'A principios de 1869, el general Negrcicr se pronunció en Puebla en 
contra de Juárez, fue derrotado, « y todos los prisioneros que se le hicieron 
en la dcnotii que sufrió, dice Cosmes, fueron Racrificados en Atcxcatl... Todos 
los principales jefes fueron fusilados en el aí5to diciéndose que habían muerto 
en el combate; y los oficiales é individuos de tiopa fui^ron conducidos^ Pue- 
bla, juKgado^ y setucntiados á la pena capital, debiéndose mencionar que pastí 
de 300 el nilmero de sublevados qne cayeron en poder do las tropas del 
gobierno, y que hasta simples individuos de la clase de iropa fution fusilados. 
La impresión que causó esta sangrienta hecatombe fut- profunda en todo el 
país . < Un escalofrío de horror se experimenta, decía un escritor, cuando se 
da. ietílura con un pocodeatención á las comunicaciones oficiales que media- 
ron en este asunto. La orden del ministerio de la ÍJuerra para (jueel Cíonerttl 
García procediera con loí> prisioneros conforme á la ley sin necesidad de 
órdenes especiales, tiene inia sigiiificación terrible, de.spue!; de haber explicado 
tantas veces el gobierno lo que en el lenguaje ministerial ae conoce por el pro- 
cedimiento conforme a la ley. Viene en seguida el despacho en tjue se des- 
cribe al ministerio de ia Guerra el rastro de patíbulos y de cadáveres que la 
división triunfante en .\Iexcatl vino dejando en su regreso á Puebla. Pero 
cuatro, seis, ocho hombres fusilados son muy poca : la obra debía seguir ade- 
lante, y ei gobierno advierte al General García que para continuar la aplicación 
de la ley á sus prisioneros se fije en tales y cuales instmccinnes. Suponemos que 
nuestros leftores han medido bien el alcance de esa frase : continuar la aplica- 
ción de la ley.Despuésde las ejecuciones dcTepeacayde otros Iugares,se aludía 
a la continuación de la matanza, como quien haliUi de uno de esos tralia jos que 
necesitan varios días para ejecularsc; como quien arregla la siega de una mies 
niadura^como ei que 8« dirige al segador fatigado, permitiéndole que tomealgiin 
respiro antes de continuar la tarea. Y en efeílo, la tarea de matar es ruda y fati- 
gosa. Por ¿so, eu i>t Rastro no se encomienda sino un nilmero corto de reses á 
cada carnicero. Ei hierro se embota pronto en La carne viva y en los nervios 
crispados por el dolor, yeí necesaria alguna tregua para volver á afilarlo. » 

Las mismas escenas de salvajismo repjti^onse en muchas otras partes de 
la Repiíblica, y pudo decir el General Juan N. Mirafuentes, que « la historia 
del juarismo escrita con sangre mexicana, haría estremecer á las venideras 
generaciones, y que la justicia lo colocaría al lado de las que nos muestran 
laa más execrables tiranías. i(Fer. 22 junio 1872) « En TamauÜpas, las semen- 
teras fueron destruida; por orden del gobierno, y las ramas de los árboles 
estaban por todas ¡urtcs llenas de cadáveres. Los hombres eran colgados 
allí por centenares sin más delito que ser tamaulipecos, 

í En la capital fueron fusilados el sargento Ibar y otros infelices solda- 
dos por sospechas de conspiración. Eran infniftuosos los p.tsos que se daban 



entonces fura salvar i uq acusado; pues, para nadj« habia inisericordia. Las 
sentencias de muerte fueron fiimadus á vccca por Juárez y sus ministros cd 
medio de !os l>anqu<;iet;, "A algunos se fusilaron contra el mismo amparo pro- 
nunciado por la Corle de Justicia. Todos estos horrores liickrun insufrible y 
odioso este gobtumn. El país crt general estaba ¡iidignado :ac sentía en todas 
partes gran malestar y el deseo de presenciar un sacudimiento. La revolución 
estaba en to(Io<i Ioü corazones; h tenfamos en el mismo aire tiue res pirábamos.» 
(fat. t. 3, p. íSo, 3^0- 

4 Iturbide, Hanta Anna y Arista renunciaron el poder y se desterraron 
volunlariatnente para salvar A su pfttiia de los horrores de Uguerra civil; pero 
D. Benito nn lo Imbri» hecho aunque por caii»a nuya se hubieran matado lu 
mitad de los mexíoanos. lx>s asesinaloü polliicos fueron el prini:ipal distintivo 
de su gohierno. Principiaron en la siledad con Adolfo Palacio y sus comixi- 
fieros : Its siguieron los de Tampico, Yucatán. Atexcall y Barranca del Dia- 
blo» y los in numera íjIvs que sucedieron á lo de Ovejo, Perote, Ciudadela y no 
sé cuantos más. La sed de sangre del Benemérito de las Américas no se sacia- 
ba ni con un rio. » {Máty) 

Y para que no le faltara sangre» que derramar, él mismo era el primero 
en promover esos pronunciamientos cuyat amores tenía después la infamia 
6c mandar asesinar, k Un día, dice el |>recíCado amor, viim á viailannc el 
Corone! Jorge Granado* acompañado del Licenciado Ireneo faz, y me dijo 
lo que signe : < Ya sabrá uri que en San Luis I'otoíi perdió el gobierno la 
elcccidn de gobernador, y que la gimti Siistenes Escuidón. l'ue.'i bien, ahora 
D. Benito uianda a. Pancho Aguirtv paia que con su brigada se pronuncie y 
nuUñqiie la elección. Yo voy con él liaciendo creer á ].^rdo que mi objeto es 
colocar un gobernador lerdista; pero no saben estos bribones que la mira que 
rae lleva ts pronunciarme en su contra. SÍ en Sínaloa se me escapó de que lo 
fuivilara aquel ranchero de Marifiiez, en San Luis no w me escajjari este bru- 
to de Aguirre, ai no hace lo que yo quiera. ) Horrorinado me quedé al saber 
que el [Kcsidenle de la repiíUica era un conspirador que travlornaba el orden 
pdhlíco, y hacía derramar la sangre dii los ciudadanos para ejercer una ruin 
veiiganKa y opiíinir al ¡lyeblo, SdsceiiL's IÍ-SL;indón fué un decidido patrióla 
que gastó la mayor parte de su forLuna para combjtir la hiLervención; pero 
en unión del General Patoni, había cometido el crimen de rdconocer como 
presidente leyilitno á González Órlela, que lo era en efeílo, y i»eid;Ado la lcj[(a' 
lidad de Juárez, l'atoni murió infamemente fusilado, y i Escatulón se le dis* 
ponía por la fuerza. Ya se sabe como terminó el nioi'i míenlo de San Luis, con 
la tragedia de lo de lo Ovejo. El valiente General Granados fué víctima de 
esta detestable maquinación, & « La Federación quedó dividida en Estados 
amigos donde Üorecla ul réfjinien de gobierno africano ó deiiíigógíco, y en 
Kstados enemigos que debf.in soportar el peso de los privilegios concedidos i 
los Estados amigos. Se exoneraba de todas sus obligaciones cuiislilucioiidlctí, 
sociales y humanitarias d los Estados rceleccionislas. Los movimienios revo- 
liicionatios en todo el país tenían que corresponderá una marcha de gobierno 
rcvolucioiurio. » ( y^ír. p, 855) íVsi fui como el tfobierno de Juáreí, dice Cos- 
mes, una vc! qiie entró en la senda de los fusilamientos, tuvo que continuar 



CAPÍTULO XVIII. 



293 



por «l!a cada día con mayores extremos.. , procediendo de una manern salva- 
je, í (t. 20. p. 458. t. 2^. p, 496) sin ningiíti rcinordimientu. Como lo dijo au 
rainisiro Kmparán, si « á otros causaba, horror el derramamiento de sangre, á 
Jiiáreí lióle hacia irapresiún. » 

Esie salvajismo pudo verse en toda su deanudc?- cu k matanza de los pro- 
nunciados en la Cindadela de México, que se vehlicú con un lujo de l¡i más 
refinada crneldad y barliaiie, provocando en todo d país un siintiinientu de 
espanto y di: horror. El |iniiieru de oií^ubre de 1871, * los Generales Negretc, 
Rivera, Toledo, Chavarría, Cosió l'ontones, Echegaray, Miraíuentes y otros 
quisieron resolver la cuestión con un golpe de nianft en M¿xico, iíajo el que 
qucdaTÍ¡tn deshechos los poderes de D. Benito Juárez y ühre la nación para 
nombrar á otras )>erM)nas qu« la gobernaran. Sabían muy bien que una ve« 
reducidos i prisión y á juicio, lauto D. fienito Juiire/. como su g.ibinetc. nin- 
giin Estado trataría de defenderlas, yantes bien todos tendrían el mayor gusto 
de abandonarlos á su suerte... No solamente el país entero, sino todas las 
nacioneti civilizadas verían con )^usto la (.aída de un gobierno egoísta, rcier- 
vado, huraño y scrai salvaje, que apenas despedía de cuando en cuando 
tenues relámpagos de inteligencia y cierta lejana conformidad con las-prá'íli- 
casde la civitixactón moderna. 

1 Pero se habla hecho tanto alarde de aquella conspiración, se habían 
visto con tal suma de desprecio lo» elementos de un poder organinado y fuerte, 
que era imposible que el gobierno, por medio de su gran número de agente:*, 
iiu cMuvicia advertido de los pasos ijuc daban los conspirado ees. 

« Et CJcncruJ Itüchu con su conocida nélividad puso el cerco á la Ciuda- 
déla, ó mejor dicho emprendió sobre aquel punto las operaciones; pues, en 
realidad quedó descubierta la retaguardia por donde más tarde pudieron esca- 
parse muchos de los más comprometidos. Aunque había varios jiifcs y oficía- 
les con los insurgentes, ni la gente se prestaba á la disciplina, ni existía la 
unidad del manda que es tan necesaria en los combates. Cada cual se situd 
en el punto que le conviuo, y la defensa de ta fortaleza se hÍE-) más bien por 
el instinto de la coiiaervación que por abrigar la más remota cíperaniía en el 
Iriimfo. 'A [>esai de esto, los de U Ciududel;k resistieron cnn herolsmn iodos 
los ataques que les dirigió Koclia, mientras llegó ¡a nuche con »ua sombras á 
dar á la uluacíóii el tinte de un cuadro negro y sin esjiernnzas. 

í Luego que obscnreciri, ya nadie pensó más que en salvarse, aunque 
para ésto fuera necesario apelar a la Íu¿.i. La retaguardia de la Cindiidcta no 
estaba cubierta por los sitiadores, y por allí se escaparon lodos lo.? Genpra- 
les... áegún lo iiuc entonces referían lus testigos presenciales, i la media 
noche no quedab¿m en la Ciuüadcla más que algunos soldados y recluta» en 
uilinero de doscienios, mandados por diez ó doce alicialei sub.dternos, entre 
kw que ci de mayor ^rnduación era el valiente Capitán ."^rmemliriz. 

< Kcicba al punto que observó el movimiento de fuga que habU en la 
Ciudadela, mandó romper 1os fuegos, y al observar que no eran contestados 
sino débilmente, avatito para dar el asalto. Ya. no hahi.^ quien manejara la 
artillería en ¡a íortaicsa, y los sitiados se rindieron con faeilidiid entregándose 
priaioiietos. Eiuoiices comensó la niataniUL Dicen que primero fueron fusila- 



394 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



dos todos los que fungían allí corao oficiales. Después se fusiló A los sargentos 
f cabos; y al ultimo á los soldados sin que escapara de moñi uno hüIo de los 
que habían caído piÍHÍoneros. Referíale que Ioií rusilaniicnios habían empezado 
it la una de la mafianai, y que á tas doce del din, todavía se oían algunas des- 
cargas. Era que se fusilaba Uuihiéii á los sospechosní; cogidos en los alrede- 
dores. Con sangre ha quedado esctiía esa tiágioa de nuestra Historia que se 
Uaina : U niaUnza de La Cíudadcta, y en la cual sufrieron la \Kn& capiul tnis 
de doscienlos hombres que er:iii iriü;*;til«,'B; p (/Vii t. 3. p. 119/ sig.) y segdn 
Cosmes, rnás de 300 hoiiibrt;*. (t 22. p. 34), 

<s. Esto decía un escritor contemporáneo {Pus) adven^arío de Juárez, p&ro 
de quien, al citar hechos que todu el mundo veia, no podía decirse quesu juicio 
estuviese extraviado por la pasión, » ( Cax l. 19. p, 259) mucho nvínos después 
de liabernos advertido que ^ esas notas de su cartera habían .sido reducidas, 
ahora que las pasiones se han enfriado, .i veinte grados menos del calor que 
tienen en el on'ginal, » {Pas. t. t. p, 6) 

Vjt\ la Kc^ión del ('«ingreso celebrada el 15 de noviembre de 1S71, 
1). Manuel /.araacona denunció los asesinatos de lu Cindadela en terminas 
enérgicos que fueron un como desrargode la conciencia pública, y una mere- 
cida anatema lanzada al gobierno fcín/. y sanguinaria de Juirct. < I.a inten- 
tona aislada é insensata de la Cindadela, dijo el orador, pudo terminar con 
."iólo el cerco de aquH punto ]iot futrr/.is diez veces superiores i las de los 
sublevados: pero se quiso producir unu emoción de espanto en la ciudad; 
quiso el presidente darse un baño confortativo de sangre, y las primeras vícti- 
mas iniUilmente sacrificadaí fueron lo.s soldados fieles al gobierno. En cuanto 
a los vencidos dcsput's de la ocupación de la Cindadela, han ¡la^ado allí esce- 
nas como las que se ven en el Rostro diariamente, con sólo la diferencia de 
ser la inalan^n, no de reses, sino de seres humanos. Allí hubo, segiín la fama 
pitblica, fiisüamicntos en grupn. que no son nuevos por cierto en las práílicas 
de esta administración; escenas odiosas de esas en que se acorrala á cierto 
número de hombres vencidos y desarmados en un luj^ar sin salida, en que se 
les hace blanco de descargas á quema ropa; en que son envidiables los qtie 
sucumben primero, porque .ic sívitan de la agonía congojosa du los que se 
esquivan por un rato las bala*, y f.iea al fin entre angustias horribles, trope- 
zando en los cadáveres y resbalando en la sangre de sus compañeros. AIK ha 
habido también ejecuciones aisladas y personales que se prolongaron casi por 
vemticuacro horas; allí st erigig una especie de tribunal de la Abadía, que con 
una simple seña hacía pasar á los prisioneros del calabozo á la eternidad; allí 
se despachó á los hombres con un procedimiento expcduivo disparándoles 
cualquier arma de fiicRO sobre k oreja, porque hemos llegado Á un tiempo en 
que la vida del ciudadano no vale ya los cinco cariuchos que se gastaban en 
nuestras antiguas ejecuciones, y en que os necesario ahorrar el plomo y la 
pólvora, por lo que menudean los asesinatos oticialcs; allí se ha fusilado & 
prisioneros heridos que no podían siquiera llegar por su propio pití al mata- 
dero. 

<! I*e este mimero fué el diisiíraciado joven Echeagaray, cuya catástrofe 
ha llenado de horror á la ciudad de México. Refugiado en una fábrica, herid o 



de un hrazfK de un hombro y tic ta cabeza^ oculto en un depi^íto de lana, 
mal rest«ñadi5 aui heridas por tinos mujeres piadosas, fué denunciado por el 
administrador del estaUiccimicnto y arraslrado desraizo y medio desnudo, 
desde su ho5|)Ílalatio asilo hasta la Citidadda. la ejecurión en estas cirruns- 
tanciaa pareció una atrocidad salvaje. ICl jefe encalado de hicerla, exigió la. 
repetirión de la oiden, y no satisfecho con la que se le llevó de palabra, pidió 
que se le diese poc esCTito. Entreia.iito. el prisionero herido, deí¡angrado y^ 
medio desnudo, esperó dos horas la muerte, tintando con d frío de ta mañana. 
La orden terminante llego par fin, y ta vliftims, después de tan prob'i^itda 
agonía, siguió al sepulcro á sus compañeros. » «De todas maneras, dijo Ef 
Jvrrocar*-/'/ (13 o¿l. 1S71), nosotros opinamos que la hecatombe de la Cinda- 
dela es la reivindicación de Mániuez, el apoteosis de Rojas y la glorificación 
de Cain. & 

« Hubo un tiempo en que se compadecía á Juirez, porque no se le creyó 
capaz de t;ievarse hasla verdugo. ; Qué sorpresa ! 'A Ju^ireí se debe catorce 
años en ijinr ha llovido siingrc... Creíamos tener un Mot^e^imia ; tenemos 
más : un Huitzilopoxdi. Vosoiro-i, sus udmÍradoru>, no le tributáis periódicos; 
Ik-vadle ciáneos; colgadle al cuello el del liijo de Kemández. fr (I. Ramírez 
s¡n. Ei MensajiTo. j» julio 1871). 



CAPITULO XIX. 



Suhlet'aeibn át la opinión públiía tontra Juárez. — Violadin átl sufragio 
papular. ^Juárez ttmaga á íiis campitidorts ion la ÍHÍen-eHción nerUamert- 
íana. — Pronttndamitiüa de Parfiria ¿Mas. — A'nenatas de muerli tomtra 
Juárez. — í/í uttterU repentina y mislerisia. 



Cf)mo era de es|ieraise despmís de tanta sangre vertida, « la populandud de 
Juiliez habia pasado á convertirse en enemistad y repugnancia.. El pafs 
8c canfaba. de verlo siempru de presidente, el cual comcn/ó á prostituir el 
derecho eleñoral, hacitnduse L-legir dos veces por la vioicncía y por la intri- 
ga .. El partido de la opoBtcióii contra Juárez se había hecho ya formidable 
en todas las ciudades, acentuándose más en la Capital donde cuntaba con 
prominL-ntes personas en la política y en las armas. * {Pm l. 3. c. 5. y t), 
« En general, la opinión pública en la ciudad de México se habia desatado 
contra él; » {Co¡) y al acercarse el tiemiio de las elecciones presidenciales, se 
combatió su candidatura en prosa y en versos, de todas ta.? maneras posibles. 
Kl aaiial Dircaor de La Patria, Ireneo Paí, aquél que ahora <í emple- 
ando un lenguaje verdaderamente inmundo, propio de un ebrio, se desata en 
¡«fOMs insultoscn ntra los que cometen el horrendo delito de no pensar 
acerca de Juárcx como huy pi<:nsan ó fingen pensar muchos de los que en 



tiempos no lejanos le negaron ludo mérito y lo indultaron procazmente, » ( 7i'. 
26jul. 189 i) excitaba ciiioiicfs al pueblo á que iapidaraá Juárez, en unos pedre- 
gosos versos cu que ponía al tiíaao como á re^^alado trapo. Decían los versos : 

lie liiK hijnK la uiiiütc mü qucridn 
1^ tanyiiv iimv knl (k- tiiK bunnitiKu 
Ha víHidu ei^ Imn-lo Trnlriciila- 
( Que •jUa cükl agualdas dv Icn lÍiano> ? 
Til viru lil>crtiifl y itis rietcchos 
KlliK pitarciii con ;iiiJDfia iinpin. 
Ri^iKtta, pucMq, cueles cnn tus hechoK : 
Miihind, nvilanici, hipocietin. 

Y fküpufj c[uc ti^ innulioi^ y le vcitdcn, 

Y le gmfjübrcccn. y te causan tlaflüi. 
Con ct niaywr cinismo aun prctciMlen 
Tcimli] etelnvirürla olto» cuAiro «rim, 
ijl, 1q pretenden; tienen sed de in(tn<Jo, 
y un MI ambJL'iiin nlviiian el decoro. 
Siempre de liUeriad e»iJln haiilando. 
Menliríi : quieMn oro, jjiLfo oro. 
Hinque rM- l»iml<i niieílíW liieti ■!«!«»; 

Y cíinua, ti>dQ* su rencor desnia. 
i Queráis hnllar en él nlguns idea f 
liutcndln en Iok guaritimis y en In iilsiin. 
No esperes de ese Imndo algtin nlirigo, 
N¡ de BU pan nijuarde» los roetuliugd.i. 
Pitulflii, cnti<!ndcli> bien : c!s \u cnc^mi^o 
Kse eojiiinlire cuiiipuMiu ile verdiiyos. 
Pitvl>b, si acaní can intriga, y dolo 
Kl pudfr nrrcliR^iii ki« iii.ilvado», 
'A ti le ICHCO la vKíiyaiiin sulo ; 
Dcjmlos ¡ron ui'brsKD anonfidarlos, 
^i algún liraiiu vuelve á d.ietc Alarmng, 
I'iieblu, lu voluntad nunca avnsalWi : 
Si para comliiiUrleü fotliui n.rnin.'i, 
Tlrak- coa las pic<lraa di.' ka islie». (/kr. 10 fcb. tS?)) 



El 25 de junio de 1Ü7 1 era el día scftalado para que en toda la repilMic 
se verilícara un simulacro de elecciones. 'A ñn de ^ana-rles, «:Juáru/, convirtió 
las urnas del pueMu en dejJtí^il'JS de ¡nmuiidiciaM, dice Paz, Ue esta manen 
el pueblo comeníóá sentirse oprimiüu, y i comprender que na liabia estable 
cidüs ináí que nyml>reN en la democracia mevicana, echándose ya de menos 
algunae complacencias que había sulidu lenei el Imperio de Maximiliano... 
Juárez tenía el ánfnia elcétoral en su gabinete, y allí con su secretario elabo- 
taba las elecciones particulares y generales, y ciuitia los >'ol09 cu favor de las 
personas de su familia en primer luj^ar, y dcüjiucN en las de aquéllos quemas 
se hablan distinguido couiu su-s eeloíio;» partidarios. 

<t t'at dia 35 de junio fué un día de San Quiulin en todn la rejjiibiica...^ 
Por todas partes se redujo á prisión á cuantas personas entn consideradas de 
inlluenciii en el paitido porftiista, paia i|uc no pudieran emplearla en aquel 
inwncnio uporlunu) por Lodaa paites las casillas elei^tales m vicrun cusIü- 



diadas por la fuerza armada pa.ra.qtie no fueran molestados los agentes del poder 
en su eni-argo de simular una elección; por lodas panes, en fin, se vio lotiiie 
después sií lia seguido viendo con demasiada frecuL-ncia, ¿sto es, que el pue- 
blo era supbiiiaiJo descaradamente pw los «niplcfidos, por los militares y por 
lodos los demás que recibían un premia en dinero sacado de las arcas públi- 
cas por cometer aquel negro delito de lesa democracia, de lesa libertad y 
hasta de le^a vergüema. En la misma Capital el escándalo que se dio fuií de 
gran tamaño, siendo oprimida la voluntad popular por la fuerza de las bayo- 
netas que salieron á relucir en esta ocasión como en su dfadegala... Recuerdo 
que en mi manzana fué designado para establecer la casilla en su domicilio 
¿ General Télleí Girón. El Guneral nos dijo que por ser nosotros sus amigos, 
nos decía que tenía instrucciones del uiísmu Juárez para ganar la nit'saá. todo 
trance, aun haciendo uso de la fuerxa. aun con facultades de mandar á la 
cárcel á cualquiera persona que le sirviese de estorbo, aun paia hacer fuego 
sobre nosotros con pretexto de guardar el orden. "Esto miümo se repitió en 
las demás casillas elei5toralea por órdenes personales de Judrcí.. Kn muchos 
puntos se hizo correr la sangre generosa de los mexicanos. .Mguuos quisieron 
resistir al poder, y esos fueron muertos ó encarcelados.. Kn los periódicos de 
1871 ])ueden encontrarse tos nombres de todas las victimas y de todos lo.* 
verdugos. Vu me conformo con citar esta elección comu c\ ar^;umunto raáa 
terrible contra el espíritu democrático de Juárez que hoy se le atribuye.,, 
como ei golpe más rudo que se haya dado alguna vei á las instituciones de 
la república.. Las instituciones liberales nuineron desde entonces. » (t. 3. 
cap. 5) 

« No es cierto, pues, ([«e Ju:írez fué inquebraiitaUle en, sus principios. 
Si era demóciiita. no debió nunca hacer elecciones oficiales para reemplaísar 
la voluntad de un pueblo que lo rechazaba; » ( P'er, p. 855) si era patriota, 
tampoco debió iiacer pesar en la b-iian/a ele^íoral la inlluencin moral de los 
Estados Unidos, dejando acreditarse el nimor de tpie éstos le prestarían en 
caso de necesidad el apoyo de sus fuerzas militares para ganar la elección á 
punta de bayoneta. Así lu publicó el Tstw Republm^ órgano de la colonia 
norteamericana en México. « \ji\^ adversarios de JiLirez, decia, se encuenlran 
temerosos de una intervención aítiva y militnr dei Estado de 'rexa-f en caso 
de que aquél se vea apurado. » Uespues de aludir á las gestiones que, según 
se decía, hncfa la legación norteamericana í favor de la etec-ción de Juárcí, 
agregaba ¿7 J/í/ua/cvo (3 marzo 187 1) que el Tioo /íepuf'liirs suponía á Juárez 
capaz de invitar á los Estados Unidos para «na intervención militar en caso 
de que se viese aparado; y en este concepto natiiial era suponer que algiín 
interés debfan tener los Estados Unidos en la reelección de Juíirez á quien 
la supuesta intervención debía venir á apoyar. Otro periódico norteamericano, 
Ei Htraldú de Nueva York (reproducido por Ftr. iS mayo 1872) decía sin 
eaibages que Juárez entregarfa su patria á los Estados Unidos antes que 
perniiiir que gobernara el partido de la oposición. 

Un escritor libL-ral, entusiasta admiíador de Juárez, no niega lo anterior, 
sino que lo confirma en estas palabras ; « l.os periódicos juaristas, en vez de 
ensalzar los racrítos de su candidato, no hacían más que enumerar los ele- 



menlos considerables de que disponía el gobierno pora safwar ciulquien 
sublevación. Entre estos elementos hacían figurar el npoyo moral del gobierno 
angloamericano, que siempic había reconocido i Juárez como presidente 
tegitimo, y <|uc seguiría reconocÍ¿ndolo, aun en d caso de que algún caudillo 
se apoderasv por ti» corlo espacio de la capital. » (Cos. t, 22. p. 11). 

No olistante los encarcelamientos, violencias y amenazas de íntCTVcnclón 
extranjera de que se valió juáiex para falsear el voto de los elciftoies, tm 
llegó it cnnHcguir la mayoría absoluta de votas, y tuvo el Congrtso que hacer 
la elección por derrelo nonibiando A. Juárez otra vez presidente de la repüblíca. 

til sufragio univeríal, ú pesar de las trabas que tuvo siempre en México 
para manifeitanie, fu.? casi siempre adverso á Juárez cuya elección se debió 
a! sufragio harto resiriii^'ido de los pocos niifinUros de un Congreao avasa- 
llado. .'Vsi es como fue dcclaradn presidente de la Suprema Corte de Justtcifti 
en dtcrelo del Congreso de 11 de noviembre de 1857. y tomó posesión d*! 
la presidencia de la república en enero de 1858, sin que la hubiera renua-' 
ciado C^omonfort, Por decreto de i r de junio de 1861 fué declarado otra vct^ 
preíidenie de la repilblica. l»or decreto de 8 de noviembre de 1865 dado po( 
¿I mismo en I'aso del Xorte, prorrogó !>u presidencia hasta el 16 de diciembre 
de 1867; poi decreto de esta fecha del Congreso, fui nomh/ado presidente] 
de la Xepiiblica, y como tampoco tuvo en xA-jt te mayoría absoluta de votos,] 
el Congreso tuvo que hacer otra vez la elección, decidiéndose ]X)r Juáreü. 

Pero esla decuión no debía ser acatada por el partido oposicionista. Gl 
primero de oiilubre.de lü-ji, una parle del batallón del Distrito, iicAiidill.idl 
por los jefes Tol(:do, Chavarri.n, Negrele, Mayer y otros porfinstas, se apoderí 
de la Ciud-idela de México, teniendo después esa asonada d terrible desen- 
lace que ya conocernos. « Deseoso de medir sus armas con el tirano, > (Paw:^ 
t, 3. p. 10) D- Porfirio IXax dijo (»r 77 dic. 1S71) que « apelaiía al suprerac 
derecho de insurrección para salvar los principios más esenciales de nutístras^ 
instituciones; jí y el !i de noviembre, esc nuevo salvador í en un plan que 
destrozaba los principios de ka Constitución, se pronunoió en I-i Norias 
hacienda cerca de Oaxaca, desconociendo los poderes federales, » (•/*«"•« 
41 atacando la Conatitucíón y proponiendo una junta de notables que conttHJ 
luyera a! país quedando, d la usania dñ los pasados motines militares, el Jefe' 
de las arm.is como supremo de la nación. » {fiñi.) 

•I loa sedlarios de la reelección indefinida, decía el caudillo de la revo- 
lución, han conculcado la inviolabilidad de la vida human.!, convirticndo en] 
práAica cuotidiana asesinatos horrorosos, hasta el grado de hacer proverbial i 
la iuncsta frase de ley fuga, b Si hemos de dar crédito A vin admirador dej 
Forfirio Diaz, muy olro era el fin que se proponían los partidarios del planí 
de I.a Noria « Nunca como en esta época predominó m.is la ciie.'ilión dé 
inttieses tomo tiausa de la división del partido liberal, y jamás nguiaroa 
menos las rabones fundadas en principios. Aunque los adversarios del 
gobierno invocaban en justificación de su aétitud oposicionista el culto pro-r 
feaado por ellos i la Constitución, y las frecueniea violaciones que de lo»l 
preceptos de esc códij^jo cometía el Gabinete, la verdad era que el motÍv< 
real de esa a¿tjmd era el verse alejados de la mesa del presupuesto, Todc 



era, \mes, cuestidn de inieicses, y sólo éstos dominaban como faílor en 

la lucha política. » (Coi. t. 3i. p. 36). 

El General Díai!, que mandó publicíiT en Ire? idiomas un folleto para 
desvirtuar lo» conceplos desf;ivora.líles (¡ue acerca de Juárez vertió César 
Cantil, no ha publicado en ningiln idioma que sepamos opilsculo alguno en 
que impugnara los tremendos caraos que ¿I mismo hiío a Juárez en esa pro- 
clama no |)aiíi olvidada t[ue expidió en Huajapam el 19 de noviembre 
de 1871. Este curioso documento dice á la letra : « Compañeros de armas : 
un gobierno desleal, despótico y parñcid^e, y á quien nada debió la patria, en 
el triunfo de su Kanta causa, ha llegado maquiavélicamente á depositar en 
vuestros nobles cnraronea el germen de la división, para bncer del grande, 
del generoso partido liberal el ludibrio de las naciones que nos observan, 
únicamente para perpetuarse en el poder del que le rechaza la ley y la vob 
universal de la nación... ¿Por que os vais á balir contra los míos? Os dicen 
(jiic somos traidores, (Invocamos acaso la monarquía? ¿Llamamos á alsiin 
principa fjiíranjeri) á (|ue gobierne el país de Moftc/uma.? ¿Pedimos siquiera 
el hiiiiiillarie proteíloradu de los Estados Unidos como Juárez y su camarilla 
de envilecidos cubanos y parásitos cobardett? Ah! jama»! Nosotros ttítcmas 
como vosotros hace cinco años, el estandarte tricolor en una mano y en la 
otra nucsira Constitución de 57. Con el primero queremos afirmar nuestra 
nacionalidad .-(1151 rayéndola de influencias bastardas de cualquier pula extran- 
jero. ¿Lo oís? De cualquiera absoltiramente; queremos ser mejicanos libres, 
no pupilos. Con la segunda queremos consolidar nuestro modo de ser, franco, 
libre, progresista pero de hecho, y no por medio de fútiles promesas qiic se 
han convertido en )>ositiras díí^aduras militares... ¿Por qvíé vais A derramar 
vuesl:ra sangre y ia de vuestros hermanos? ¿Por perpetuar en el poder á Juá- 
rez, ¿Juárez que se ha soñado príncipe, á Juárrez que nos brinda cobarde con 
su estúpido despotismo, ó con el látigo yanquec que vendrá á azotar á nuestro 
putblo como lo hizo en 47, merced ,i la división que entonces como ahora 
era el estado normal de nuestro ¡nfeliü suelo? ¿Y aceptáis esa ofrenda, vo- 
sotros, hijos de Hidalgo y de Iturbide? ¿Nosotros cpnvetlido.'i en i:sbÍrTO.s del 
tirano Juárez, los hermanos de Zaraf^oza y Salazar! j Ciiniaradas, no hay más 
que dos caminos : ó el de la infamia sosteniendo i Juáre/,, ó el de la gloria 
estrechándonos como antes para salvar á la patria : en tal ditema nosotros 
preferimos sucumbir con gloria á vivir cubiertos de ignominia! * 

'A pesar de la aiSlividad desplegada por el General DfciK, de lu alinnia 
con el bandido Loiada, el tigre de Alica, y del a|)oyo que le prestaron varios 
Estados, « aquella revohieión <]ue paréela iba a trninfar fu^' derrotada, miia 
que por U fuerza de l.is armas, por la opinión pública que se manifestó, dice 
Gustavo Baií, indiferente hacia el impolítico y descabellado programa del 
caudillo de la revolución. )í 

Mientras los Generales Rocha y Alalorre andaban en persecución de los 
restos destrozados de las gavillas de Poríino Díaz, verificábase en la Capit^ 
un aconltcimicnto de la mayor transcendencia, « El día 17 de julio, dice JS¿ 
Fitrcearrii (ai julio 1873), el seftor Juárez comenzó á sentirse malo, no 
comió; y sin enrbargo, con esa fuerza de voluntad que le conocimos, siguió 



despachando. El siguiente, acudió á su deparUtincnto á la hora qtic tenía de 
costumbre, y comenzó á Irabajar, pero Eufiricndo un agudo dolor eii la pierna 
dert'cha míe se ju^gó era una reuma. Contra su costumbre, se retiro temprano 
á su casa dondí se acostó y estuvo recíbiendü á varias personas hasta poco 
antes de bs ocho de la noche. Después de esa hora, comenzó & sentir opre- 
sión en el pecho, el mal su desarrolló con suma rajjidea, y ;i las once y media 
espiró » A espaldas de la Iglesia. 

Acerca de csU muerte tan repi:ntina existe la creencia fume, profunda, 
aum|iic no apoyada en pruebas fehacientes, de que fiiií causada por el veneno 
que le administraron sus enemigos del bando liberal y masónico. Lo que da 
á osta versión muchos vif;oü de verdad, son Ia.t piMilicas y ftecucntcs araenoüas 
de muerte que se le dirigieron en los itlcimos mcícs de su existencia, y cA 
desacuerdo significativo en r|uc están los liberales para explicar .satisfactoria- 
mente la clase de enfermedad que lo llevó a! sepulcro. 

Después de leer la prtn.^a de ese tiempo, puede uno asegurar que si loí 
lilieraleit no envenenaron A Juáre?, ciertamente no fué pni Ailta de voluntad» 
SÍJXO porque no se les brindó la ocasión. Basten para ello algunas citas. 

■« Siendo Juárez hoy día la principal encarnación de la tiranta, decia I,a 
Opoíidán. (citado por Mrn. 7 fcbr.. iíÍ7i), nada más natural que sea el blanco 
de los tiros del partido constitucionalista. Cuenta la fábula que i:n Lema. 
eJtisiÍR un monstruo horrible que devastaba el pafs vecino. Este monstruo 
alado tenia cien cabezas de las cuales una era inmortal, y Ins otras si se cor- 
taban b>t reempUi^aba la hidra al insCanle, liaciendo brotar nuevas de su cuello 
ensangrentado. Hercules logró matarla poniendo fuego al cuello de la hidra 
en seguida que cortaba las cabe/its entre las cuales tomó la inmortal y ta 
enterró cubriéndola coa una inmensa roca. La cabeza inmortal de la hidra de 
la tiranía que devasta nuestro país es Juárez. Rl pueblo debe como Hércules 
cortar la cabeza inmortal y enterrarla bajo la roca de su soberanía sin olvidar 
pasai el fuego de su justicia por el cuello palpitante de la hidra. » 

El 8 de junio de 1871, El Ferroiarril hacia una alusión nada emboicadA 
i la posibilidad de que fuera asesinado Ju.^^eí, diciendo : 4 Si de algo ha de 
apt( IV echarles la Historia, fíjense en lo que pii^a en el mundo. Francia está 
pagando la docilidad de .su puchln en haber aoporlado umdios aAos á Nupu- 
león III ¡ Lincoln fué vi¿tin)a de la reelección y murió asesinado por un aAor { 
dramático. > 

Cuatro meses después, el ó de ofiubrc de 1871, el mismo periódico no 
temió ensefteule b punta del puñal dirigiéndole estae nada eniliuzadas amo- 
nanas de muerte : « Nimca cifinios cuando execnibaraos á MárquM, que 
hahia de convertirlo un gobierno llamaílo liberal en manso cordcríllo... Existe 
un lago de sangre y otro de iágrimas entre la sociedad y el gobierno... Iji 
misión de Lebón tuvo su término; y el fin desastroso de cstfí a,sesino y de 
tantos otros de au talla comprueba la verdad de estas palabras : Kl que á 
hierro mata á hierro morirá. » 

Kn aquel entonces aseguraba Lit Rttonstrucáón que siendo necesario 
sacar á balazos de la presidencia á Juáraz, se debía acudir á esle medio y sin 
tardar, s {AUn, 12 junio 1871). 



capítulo XIX. 



301 



E¡ Cichfié pedte ta muerte par» Juáres como nno de tos medios (\ac 
liabfa p.^ra libnirse de su tiranía : « No hay miis. «[ue dos caniiiíos (]iie tomar, 
decia : tratar de dcstriiíi al tirano, corriendo uno el riesgo de ser vencido, 
6 sufrir una esclavitud vergonif-osa, k menos que la muerte nos libre del mal- 
vado. > (Mcti. 30 julio 1871). 

E¿ Oicidetttiil abogaba 5Ín rodeos por el asesinato en estas líneas : «t Julio 
C^snr era mds grande que Juárez, y todos bendicen, á Bruto porque lo mató, fr 
{Fer. 60a, 1871). 

Ysn doctrina anarquista, que nos recuerda í el supremo derecho de 
inaurtcccióti ^ invocado por el (ieaeral Días,, la venioü predicada otra vez en 
El Ciclope, y reproducida con frnición por El Miusajero del 15 de julio 
de 1ÍI71, diiigiéndosc en ella á D. Benito Juárez las siguientes amenazas : 
< Pensad que á César lo asesioaion... En caso de que la lucha os fuese favo- 
rable, reinaríais sobre media repilblica, porque la otra mitad se la Iiabrfais 
vendido al yankee para sosteneros, y la parte t|ue os quedarfa serla una vasta 
extensión cubierta de escombros humeantes y de cadáveres en cuyos labios 
crispados por la muerte, leeríais siempre un reproche contra su verdugo, 
contra vus. En el caso de que fueseis vencido, iríais al extranjero á represen- 
tar el papel de vídtima ilustre, gozando de la modesta fortuna que habt'is 
adquirido. V el país arruinado se vería también entre las garras del yankee. 
Hé allí el porvenir de nuestra patria, si no hay un Bruto, tin Ravatllac 6 un 
Cari Sand, un fanático que odie á los tíranos... Cuando una nación no tiene 
más e.speranza que en la muerte de un individuo, es un héroe el que levanta 
la ruano armada del puñai ; es un semidiós el que salva á su patria, cualquiera 
que sea el medio de que se valga. » 

Esi.iü repetid.\s amenazas de asesinato parece que impresionaron á Juárez 
é hicieron (¡Lie se lodetra. de piecaucíones inusitadas, pirn prevenir un aten- 
tado, según lo anunciaba en estos términos El Mensajera del 1 3 de agtwto de 
1871 :íN05 refieren que el sefkor Juárez está viviendo en Chapultepec, y 
que para mayor seguridad de su persona tiene apostadas en el pequeño camino 
que recorre, tres escoltas de á cincuenta hombres cada una, fuera de otra 
mayor que sigue al galope su carruEtjc. Parece que ni Maximiliano tuvo tanto 
miedo á su popularidad. » 

Ademán de la^ continuas anicnaías que se diiigian á. Ju¿reic, no dejan de 
llamar la atención las contradicciones en que lian caído los liberales al pre- 
tender explicar la causa de ta muerte de Juánrz. lil setior Rivera la atribuye 
i <! un violento mal qiie se dijo era del cerebro. » El' Ferrocarril (20 julio 
1S73} pretende que loa Doctorea Lucio y Alvarado di Ligno^t ¡catón el maJ de 
Juárez en los mismos términos en que lo verificaron en oítubre de 1S70, 
cuando estuvo en peligróla existencia del presidente de laiepiiblica. En aquel 
entonces, Jiiireü tuvo « un violento ataque cerebral; » \^Payno) mientias que 
la enfermedad que lo arreiíató, según el periódico de referencia (aa julio 187a), 
& fue una angina de pecho con todos sus síntomas, p Cuanto á Ireneo l'a;;, la 
muerte de Juúres resultó de un ataque repentino al que llaman lo:- médicos 
el gran simpático, (i. 3. p. 319) 

Para desvanecer en el piíblico la sospecba de que el presidente no hubiera 



fallecido d« cnucite natural, corno se dijo entonces con mucha persistencia, «I 
iTiintslrú de Relaciones Exteriores invitó ai Hofior Alvarado á que certificase 
el fallecimieiuo de Juártr¿, lo que hico este UoíÍot atestiguando .4 secas que 
juárci; había fallecido de mitertt: natural {J'erío julio 187 a) sin entrar en más 
explicaciones, p<ii lo cual muchos no ací^plaroii la versión oficial, y hacen 
todavía esta pregunta t^ue el 4 de maríu de 1885 hÍE0 Za Voz de México : 
4 i Envcncnarfan á cierto piesidente que muerto parecía de bronce ? ^ 

Si para el vulgo esta muerte fué imprevista y natural, en cambio, para los 
proceres de la bandería liberal impacientes de presenciar un camliio en el 
gobierno, fué prevista y aun predicha con un año de anticipación. Juárez finó 
el 18 de julio de 1872 : doce meses antes, el a; de Julio de 1871, Ignacio 
Ramírez se lo había anunciado desde las columnas de El Mtmajero. Sea ¿so 
predicción, coincidencia ó como quiera que se lo llutiic, la cosa no deja de 
llamar U atención, y en todo caso manitesta que se hablaba en vok alta de la 
probabilidad de que Juáret fuera asesinado. Por íso mismo, reproducimos á 
continuación esa página cunóla zn la cjuc el autor, bajo su conocido seud^j 
nimo de El Nigromante, finge el siguiente jocoso diálogo : 

4 El Nigromante. — Otro cigarrito : no tiene veneno. Recuerde ud qiie» 1 
amigos ó enemigos, siempre nos hemos hablado con franqueza. Higo, pues, mil 
conversación. Mi dilicultad pertenece ií la medicina... No quisiera causar áudl 
una impresión penosa. Pero somos hombres.,.; tanta grandeea, tanto cjimen f 
V si ud se mucre dentro de un añu, ¿píu-a quién? 
« D, Benita. — Todos somos mortales. 
« £í Nigromante. — Pero ud es rads mortal que la mayor parte de lo*] 
hombres; csl.t ud expuesto á que su inmortalidad comience dentro de un ai\o. 
< £). Beniiff. — [ Un año I ¿ qué diablos trae ud con esc año ? 
í El Nigromante. — Seftor, ud esta enfermo. 
«! I>. Btnila. — Señor, ya me aiivii.' completamente. 
i. El Nigromante. — Déme ud ccrtilicíidos Hatisfaélorioa, y soy suyo. 
«i). Bixito. — Entiéndase ud con mis médicos. 
« El Ntgromanic. ~~ Adiós. 

«: D. Benito. — Si se arregla ud con ellos, no me vuelva á hablar de ese 
maldito año, aunque me vea morir sin confesión. t> 

Para Sebastian Lerdo, lo mismo que para Ignacio Ramírea, la muerte de 
Juárez fu¿ también prevista, según se desprende de la siguiente anécdota que 
reüere Cosmes : « Poco después de la muerte de Juárex, D. Sebasiiln I^rdo 
dijo al DoAor U. Hilarión l*'n'as y Solo : Doílor, h;iganie ud el favor de ir A 
U casa del Licenciado 1). Otón Pérez, y decirle de mi parle que tenga la bon- 
dad de enviarme la ley que determina el ceremoriial que debe observarse CH^ 
los funerales del |nesideiue de U repilblica. Cumplí inmediatamente con 
encargo, dice el Doéiur, y al dirigirme ;l la casa de O. Sehaslfan, ibarcflcxic 
nando en que debía haber sido ya objeto de las conversaciones de ambos 
probable muerte de Juiret, puesto que tenían estudiada ya la ley relativa ; 
sus funerales, j» (t, %z. p. 357) 

Estos indicios vehementes «nidos a I0& rumores piiblícos y repelidas am< 
nazas que se dirigieron á Juárez, vienen á robustecer la creencia general de 



que Jiiárer fué víñiraa de un «sesínato masónico, del mismo modo ^ue ibaá 
serlo Iturbide, < cuya itu])reíi<iii aun por medio del puñal llegtí áser discutida 
en las logiiis. > {Ev. p, 165) .\sí niurieroii en I'' rancia, Gambetta; en Espafla, 
el íleneral Prim¡ y en los Estadga Unidos Guillermo Morgan y v;irios oUos 
masones que habiendo sido encumbrados por la. seifta tenebrosa, quisieron en 
mala hora r-^cobrat su tibertad después de haberla abdicado en sus juramen- 
tos uiasónico». 

Por este motivo, en su controversia con el Secretario de Estado Stone 
acerca de la masonería, Juan Quincy Adams, presidente de los Estados Uni- 
dos, incluyó á asa sociedad secreta en el niimero de ios nueve más grandes crf- 
nienes r]ue se pueduti cometer, citando tíi plagio y asesinato perpetrados en la 
pt-rsona de Guillermo Motean de Balavia, acusado de haber violado sus jura- 
mentos masónicos. Con motivo de tan horrendo crimen, se separaron de las 
logias más de cincuenta mil masones norteamericanos, y la mayor parte de 
las Legislaturas de los Esuidos promulgaron leyes prohibitivas da las socieda- 
des secretas cuyos miembros se obligan bajo juramenta (TTfcr A'! Varf: Fne- 
man' s Journal. i6 enero i<)04) 

En los liltimos años de Juárez, los principales masones lo odiaban á 
muerte : ¿qué casa más natural paradlos que procurar que de cualquier modo 
desapareciera? f Fueron enemigos de Juáres : Generales Jesús Con^ileis 
Onega, Porfirio Diax, Mariano Escobado, Florencio V'illareal, Santos Dego- 
llado, Pedro Ogazón, Leandro Valle, Ramón Iglesias, Felipe íJerriüzabal, 
Epitacio Huerta, Nicolis Regules, Vicente Riva Palacio, Manuel Márquez de 
Ledn, Donato Guerra, Paloní, Jerónimo Ti;evÍflo, Francisco Naranjo y otros 
muchos que no menciono; pues, mi argumento sólo necesita de los jefes más 
renombrados dei partido liberal, cuyos nombres acabo de dar. 

< En la esfera civil, Juárez tuvo como enemigos políticos á los señores 
Manuel Doblado, Manuel María de Zamaconu, Migui?! Lerdo de Tejada, 
Sebastián Lerdo de Tejada, Manuel Romero Rubio, Justino Ferniindez, Anto- 
nio Tagle, Prolasio P. Tagle, Justo Benflez, Ignacio Ramiicz, Ignacio Manuel 
Altamirano, Joaq^uín Cardoso, Manuel Ruiit, Guilleriiio Prieto, Emilio Volasco, 
Eleuteriií 'Avila, Joaquín Alcalde, Trinidad García, José Eligía Muftoa, Ese* 
quicl Montea, León Guzmán, Ratiidu Guxmán, Ignacio L. Vallarla. 

« K? for;!oso admitir que el pariido liber.il era una masa de can-illas con 
un solo hombre virtuoso, Juárez, vfflima de la profunda maldad de las más 
brillantes eminencias liberales, ó que Juárez incurrió cu responsabiÜdadvs 
muy graves ante el partido que lo había elevado; pue?, la mayoría nacional, 
fotroiada de católicos inenes los iiiAs, siempre detestaron i Juárez y jamáí lian 
creído en su grande/a moral y polilica como gobernante, 

t La responsabilidad de Juárez ante su partido, fui-deciüineá oprimirlo, 
diezmarlo por hecatombes, degradarlo por corrupción, y emprender su exter- 
minio cuando este partido creyente, sincero cu las instituciones democráticas, 
resistía á las reelecciones de Juárez, q«e sÜO justificaba una desenfrenada 
ambición personal. Juárez no se preocupó de convencer 4 su partido de que 
la democracia era imposible, de que sólo una diciadurtt enérgica, honrada, 
inteligente y temporal podría salvar á la nación; di^adura basAda en elemen- 



304 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



IOS eccnuíiaicos capaces de engendrar mi gobierno institucional en H porre- 
nir. Juárcx ni siquiera se preocupó de colocar al puebla en buenas cotidido- 
nus de abyección para sujetarlo sin dcsangrailr), sin elevar la crueldad al rango 
de nucesidn.ci ineludible para la consíifvaeión del orden. ]\iÍKi se conformó 
con ohftcquiar cada coatro a^os i na patria con una tremenda guerra civil, 
sobre el tablado de un ¡nnienao patíbulo y sin más objeto tjue colocar su im- 
pasible personalidad en la fosa de las libertades piU>1Jcas y de \os ideales 
democráticos. Después de 18Ú7, la naciiiii i^ólo debeájuirex miseria en todas 
pules, aitarquiü eu vi gobierno, debilidad tuberculosa en la política, corrup- 
ci<ín como procídimiento de adhe-sione^, ideales de opresión, un sonido con- 
tinuo de tiorrasca; una vibración pctinanentc de apoetasía: una almóstera pesa- 
da de favoritismo; una itifeii': adiniíiíatración de camarilla; y sobre todo la 
guerra civil permanente, rriiglamentada, necesaria, odiosa, sangrienta, sio 
cuartel, sin pcrdJn, sin limite. No se puede culpar á los que turbaron la pas 
piíblica. porque estaban en su derecho; para condenarlos ca preciso probar lo 
imposible, y es (jue Juáreí era el mandatario legitimo, salido de la libre volur 
tad del pueblo mexicano. 

4 Í>cs(le ÍÜÓ7 hasta su muerte, Juáres representó el aufiagio de la adu-l 
IftcíAn, del nepotismo, del oaxaqueftismo, de la hurocjacía apenas emburrada 
de quinrcnas, d*: la intriga de antesala);, de laii ambicioneü de gusanos empul- 
vados, de la voracidad de personalidades pequvítus de in.iaciable codicia y 
maldad. Por ¿so, casi todas las eminencias del partido liberal, indignadas ela- 
maron contra el niaj^istradü ajiósLaia, Mientras hubo hombres nobles 6 ridl-] 
culos en Miíxico, que de Imtna fe creyeron cu la realización fácil de la dcinc 
cracin mexicana, toda dictadura tenia <tue ser para ellos tin crimen, y ante] 
el crimen, el ¡lalriota tiene por deber el anatema y la rebelión. 

« No es posible admitir riiie lodos esos Rtandes enemigos de Juárez, honra 
de México, gloria del partido liberal y obreros infatigablí;* de nuestra inde- 
pendencia y civil ilación, hacían )a guerra ú Juilre/, cegados por sus pasiones,! 
prodridos por sus vicios, macerados por sus delirios, conjiuniidos por aspirar] 
cienes de gak-otcí, deshonrados por manchas de lóbrega maldad, cmbrute-j 
cidos por teni,'bíüsi>s instintos. » ( U'er) 

Pues bien, Juárez bajó al sepulcro en medio de la alegría mal disimuT- 
lada de los liberales y masones sospechados hasta la fecha de haber «jccutad( 
en su persona su^ jiiiia(!üs de asesiniílo. Mucho tiempo anteü de quiíaile lal 
vida, habíanle quitado io que es más piecioso aun, la honra, despedii/áiidolo^ 
y arrastrándolo en sus escritos por lodos los lodazales de la ignomini 
y dysiünáiidolü Á las maldiciones de las generaciones venideras que lo consí 
derarán como el azote más terrible que el cielo haya descargado sobr 
la nación mexicana. 

Si tnás tatdu los escritores liberales soltaron, ocupándose del personaje 
todos los registros de sus lespcélívas trompeterías, prorrumpiendo en ek 
gios ditJrámbicos, y dieron cu quemarle incieniío y icvanturie ua como tC0Cal(| 
no íaú, üegiin se ha viito, efeíto de un lardio arrepentimiento, ni de ut 
reparación que se le debía por haber desconocido tanto licnipu sus preciar 
méritos, sino ünicauícnte con el Tin de inventar un idolillo que de un mod< 



CAPÍTUrX) XIX. 



305 



tangible represeTitara los principios de desorden, rapiña^ craeldad y anticleri- 
calismo tabernario que caradleriüaTi á Jurfrez y á los de su parlido. 1 El partido 
liberal y JuáreK, escribe Castillo, oslan ligados, cortfuiididos y cnlreluzados 
de Ul suerte que no se puede locar ni uno sin ikgar al otro ; que no se put^c 
dctraélar al gian patricio sin injuriar i su partido. » (Cets/. p. 7), 

Merced á unos rccientL-s trabajos htstúricüs, el culto del « gran pntricio » 
y BoLtdlia iapütcaí está un vísperas de dcMpureccr, destruido por sus mismos 
seétarios avergoiiHidos ahora de ¡laber tributada durante tantos añCK una 
adoraciiSn feticiiisla á divinidad tan grotesca. 

Sus tiltiiiios y desmayados apulogiütas rindieron ya los armas cu&ndo, 
para levantar i?l prestigio <!t;iMldo del ídolo, no se avergonzaron de proclamar 
que la verdad es antipatriótica, que 1 siendo Juárez la eucarnacidn de los 
principios poHticoa del partido liberal, es un a¿Ío antipatriótico el despresti- 
t^iar á lo3 hombres símbolos, aun diciendo la verdad histórica aceren de 
ellos; » y quo, por lo tanto, e;l patriotismo bien entendido exige que * la 
misma leyenda, falsa, y hasta absurda se respete cuando ella contribuye & 
fortalecer c¡ sentimiento de amor á la patria. » 

Quien estampa esos desvarios es el pedanlesi:o Cosme': (/'«/í. p. fi, 66,65), 
el mismo que se levantó con ampulosas ínfulas de historiador para decirnos 
gravemente que < la escuela fdosófica á que |)ertenuce le ptoliibe inclinarse 
en favor de Imridería determinada. )> Va pudimos valorar su lllosuliía cuando 
le vimos no sólo inclinarse, sino arrastrarse ante la bandería juarista, cn<tal- 
Eando la ni^utira y condenando la verdad, toda vcx que aquélla aprovecha al 
hombre símbolo, y ésta ced# en su desprestigio. 

Tan preciosa eonfesidn de partes, de que no se puede defender H J?iircit 
en buena üd, es el broclie de oro cun que cerramos este libro; es la viitaria 
de la verdad sobre la superchería; es el tiro de gracia dado inadvertidamente 
por loB mismos liberaks á la « leyenda falsa y absurda » que, aceica de la 
fingida gmndeia de Juitcí habían inventado para que sirviera, de pábulo á la 
admiración de las masas analfabetas, y de arma cnntra el partido católico, 
arma que por justo castigo de Uios, se les ha vuelto en contra. 

í La verdad padece pero no perece, í> dijo santa Teresa. Aquellas nubes 
de incienso quemado ante la estatua del tirano y apóstata las ba barrido el 
viento: a(]uella farragosa líieíalura juarista que floriíció bajo el reino del 
garrote y amparo de la ley fuga, está relegada í un bien merecido olvido y 
desprecio; y hoy en día floado sea Dios! einpieí^a á verificarse una vez más 
esta sentencia de los Santos Libros, propia para ser grabada como epitaño 
sobre el sepulcro de Juárez : « La memoria de los justos será celebrada, peto 
el nonibce de los impíos será abominable. » (^Prev. X. 7). 

Aunque traída de las greftas, a([UÍ ponemos, por no haber otro lugar 
más conveniente, la siguiente aclaración acerca de un hecho personal. — En 
enero de 1903, un periódico de ía capital de México anunció que e! P. Plan- 
chet habla retraítado sus dos obra.? : E/ Dencho Can¿nieoy el Clero Mexicano^ 
y La Rnítüanza Rdigiosa en ¡a ArquidivctsU di MÍxíío, las cuales fueron 
prohibidas en 1901 por la Autoridad eclesiástica. Como los láminos estudia- 
dos en que so dio esta noticia dejan sU|)oncr qne las referidas obras son 

La Cilettiún Keltgloia, — ^Q 



306 



LA CUESTIÓN RELIGIOSA. 



esencialmente malas, y que sii aulor ts poco menos que un precito, creemos 
neccaaiio entrar en algunas explicsciones que pungan la verdad en su lugar; 
y, pira éso, de una entrevista que celebró coa nosotros un rc|)Oiter de £/ 
Jmpam'aJ, entreBBcamns el siguiente extiaílo que se publicó el 3 <ie julio 
de 1901, üin contradicción ni reedificación de nadie : 

i R«fiiÍciidonos i la |>ruhib¡c¡¿u de su obia, nos dijo et Sr. flanchct : 
La Mitra de Barcelona había ninsurado mi obra y declarado que, no cootc- 
niendo nada contra el dogma ni contra ta mora!, se permiiia su publicación. 
Despulís útí ésto, la Mitra de México se dirigió a Roma, solicitando la prohi- 
bición. El SeftOT Obiípo Ibarra llevó personainienle mis libros, para hacer 
gestiones en Roma, y iiu habiendo obieiiido nada, no obutantc que transcu- 
rrieron muchos meses, la Mitra de México se dirigió á la de Harcelona. 
y logró que ésta reótificara bu fallo, pero declarando síenipre que itii libro IM 
coniiene nada contra el dogma ni contra la Moral '. 

4 Cicstionea posteriores, probabienierte hedías con toda aflividad en 
los meses líltimos, lograron que Roma condenara mis repetidas obras. Pero 
hay que tener en cuenta que la Coni;rcgación del 'índice prohibe libros tam- 
bién cuando son de aquéllos que provocan excitación, discusión, etc.; y as( 
lo ha dicho aun el mismo periódico que ine aiacn, on su ndmero i" de julio 
dt! 1901, como puede verse el siguiente párrafo ; ( lin el caso preseule, 
somos de opinión que el libro será pruliibido por Roma, cuando no por su 
contenido, por las discusiones, disputas y alborotos que hx promovido. > 

4 l'cro ésto, que no ha podido negar mi mayor ciR'mÍf;o, lo han dicho 
teólogos eminentes, como se ve en esta cita sacada de ta Teología por el 
P. Moran, tomo I. núm. 403 : « Puede stucedcr que unu publicación sea per- 
judicial en ciertas circunstancias dadas., y que, pasadas éíias no lo sea. Hay 
opiniones que por su novedad alarman, y hasta escandalizan al vulgo. Enton- 
ces el Papa las prohibe hasta que se examinen. Aní sucedió con las obras de 
Galilep que fuero» primero prohibídss, y después se quíiarort del Índice, » 
con las del 1*. jesnfla Isla fFraj Gerundio), las de la Venerable María 
'Agreda, y algunas otras. 



■ Decía la Mitra de Barcelona en su decreto de 10 de abril de lyoi : 
4 Habiendo sido ¡1 Nos denunciada el libro cuyo titulo us bl Derecho Canó- 
nico y el Clero Mexicano... que se publicki en esia ciudad con Nuestra licen- 
cia en vista de la favorable cejisura que en él había recaído, ordenamos (¡ue 
con iodo cuidado y diligencia fuese de nuevo revisado y- examinado... Del 
extenso y razonado diítamen que el censor Nos ha presentado, claramente 
resulta : qut el Ubro eslá informado desde el principio hasta el fin por un 
espíritu que merece ser desaprobado, ya que no es otro que el de una crítica 
aparentemente respetuosa en la forma, pero irónica y sarcásiica algunas veces 
y siempre más ó menos mordaz contra los decretos del Concilio V Mexi- 
cano...; que si bien, segiln el difiamen, duhf} ¡Uto no eantUru ninguna prnpo- 
sicUm ahúiuíamaite contraria á la Ji ó d ¡a moral católicas, h-ítlanse en él 
algunas proposiciones malsonantes... Por lodo ésto, decretamos, etc. » 



4( Las obras de la Venerable María 'Ajíreda, tlíce el P. Miguela en a 
lilno Régalismo y Jafisiniinio en Ii,sf>añtt, fiierfin pinhibidas en la Sorbona y ' 
en Roma, Éso ro obsla.r)te, cuando Inocencio XI supo el disgusto de loa,' 
Espuñoles, se borraron del 'Indicei so pretexto de quedar aun |)endLente el <i 
negocio. B 

Oirás hay i.]ije se prohiben tan sólo jiara no lastimar á ritrlas Ordenes 
d Institutos Rdigiosos : tales son, por ejemplo, \^^ que traían de U historia 
de los ritos chinoft con relación á los misioneros jesuítas, En fin, el 'Índice 
prohibe ciertos libros, dice Bonal {y i. p. 312), no porque estos contengan 
algo malo «n si, sino porque pueden, en razón de las circunstancias, llegar i. 
sor nucivos, como 6on los ejemplares de la Sagrada Biblia en lengua vulgar 
y sin notas. 

Asf como hay obras que se hallan en el 'índice sin ser malas en si, así 
tamljií'n las hay mala? en sí que no están en el 'índice, por ser sii-s autores 
personajes de grande influjo y elevada posícÍ<^n con quienes Roma desea 
tener consideraciones y miramientos. En estos lillimosaños, el aniericatiísmo 
doctrinal cuyas herejías expone y defiende La Vida <iti Padrt Uaktr. escrita 
por el Padre Klliot, y exornada de uii prólogo del nr/obíspo Irelatid, fué 
ciindf'.natio soleinnemente por letras apostólicas; y sin embargo, dicha obra 
no ha sido puesta todavía en el 'índice. 

De lo anterior se duduce que la condenación de un libro no es siempre 
la condenación de su contenido, sino, muchas veces, una precaución para 
evitar el es<.¿ndalo de lo» d¿l»ilcs ó unas controversias ruído!(a.'>. £n esos 
casos, no esige el 'índice que el autor se retrafle de su doílrina; puesto que 
lo-s decretos de esta Congregación no obligan, dice el piecilado cnnonisia 
(p, .^it}, nisi <iuoad cxlernain agendi rutionem; sólu rc<iuicrc quc'ae retiren 
del comercio Ioí; ejemplares del libro prohibido, lo que hicimos cuando la 
condenación de nuestras obras. 

Según es costumbre, enviamos nuestra sumisión al Cardenal IVcfoflo 
de la Congregación del' índice, y en ella, como se puede ver en loa 
archivo.'* de la referida Congregación, nos abstuvimos con lodo ínlento 
d« retra£larnoa de nuestra do£lrÍna, por no creerla condenada. Uijimos 
solamente, y pondérense bien nuestras palabras : « Manitestamos á Vuestra 
Eminencia que acatamos el ducrcto prohibitorio de nuestras obras, con 
el ünicc fin de dar una marca de deferencia hacía la& Congregaciones Ko- 
manas, > 

Cuando el 'índice añrmó, en su decreto de 9 de ^osto de 1903, que 
esta sumisión condicional y bastante restiíftiva, er,í sin embargo digna de 
encomio, laiidaiiihíer le subjmf, ¿no dejó suponer que había prohibido esas 
obras, no lanío por su doflrina, como « por las diücusiones, disputas y albo- 
rotos que hablan causado? i> según afirmó El Pah. ¿V qué mejor prueba de 
estas discusiones y disputas que el hecho de que el rcíeiido autor, á pesar 
de haber estado en el pleno ejercicio de su ministerio, y sin ninguna cen- 
sura que lo ligara, hubiera sido injuriado con tanto encarnizamiento por 
cierta prensil se — cUccntc católica que agotó en esa ocasión el vocabulario 
de tas injurias? 



\ I 



¿Dónde se ha ^-isio, fuíra de Méüico, que por el hecho de tener alguna 
obra prohibida, un sacerdote sea más ó menos enemigo solapado de la 
Iglesia, y mcie/ca se le prodigue» los insultos más soeces á pesar de su 
dignidad sacerdotal? 

El célebre filúsofo Rostiiini Serbalí, fundador del Instituto de Caridad, 
Útií cual fue nombrado Superioi a¿ H/am por ul I'apa ituíen lo quería entra- 
ñablemente, tuvo en 1850 dos de sus obras condenadas por fil 'índice. No 
por ¿80 perdió ante e) público, dice su historiador, « la inalterable majestad 
de iu virtud » (R. P. Lockhart}. 

El grande eBcritoi mÍGtioo, Ensebio Nieremberg, lo mismo <]uo el sabio 
y piadoso Kenelón, tiene una obra prohibida inlílulada : Vida de San Ignadú 
de hiyola. ¿Quitiiers se alreiíerán, por este solo hecho, á tirar la piedra á un 
varón tan ínaigixc por su talento y virtudes, y á quien la Iglesia ha conferido 
el titulo de Venerable? ¿Acaso serán los redañores de El PaU, Trinidad 
Sánchez Sanios y Alberto Rianchi, antiguos colaboradores nieiidruguistas de 
periódicos masónicos; el primero, de F.l Unwirsal y E¡ Notmost*: y el 
segundo, de EJ Mimitor KeJtuNüano y Hiarin del Hogart 




i 



I'ílg- i 4- fín.jir. En mayo de 1833, ¿íí Anforc/ra, diario de Mdxico, trata una 
< queja de unas iiirelices madres oaxacjiíefias > que irataban al liiitinito de Cien- 
cias, de < instituto de prostitución donde sus hijos apren<ífan i. despreciar la reli- 
gitíii y los vínculos mis respetalilca. > 

No lo riegan los siguientes juaristas. 4 El Sr. Lie. Ignacio Morales^ Cober- 
nador progresista del año de iSsót se propuso la instalación de un establee imí'en lo 
de cnscñanm ptcparaiuria y profesioiml que contrari estara con su Übenad de 
enseñanza las ¡dcaí conservadoras y ilnieamente religiosas que se impartían en el 
Sem¡nnrio,> (Juan Silncliez, Menor d Juárez). 

Sef-ún oiro juarista, < el establecimiento de insCruccióii preparaloria y profe- 
sional de Oaxaca conocida bajo el nombre de Instituto repL-cscnla, como los que 
con tal nombre se fundaron en otras ciudades del país, la erección de la itisini- 
cción laica y liberal en frente de !.i enseñanzat eocrátíca de! Seminario. Sn primer 
organizador en ifia? fué un fraile dojninico, Francisco Aparicio, de aquéllos que 
sin combatir, pertenecieron en espíritu á la revotuciíín independiente y reformista. 
Cuando Morelus tomiS d Üasaca, se sometía á su infiíiencia superior, poniendo á 
su disposiciiín los bienes de q je quedó poseedor pur ia fuga de los españoles S, 
{XXX. P. Dfas. p. i(«). 

P^S' 15- '¿w- SO- El Doctor Mora se habfa comprometido á promover en 
México la propaganda protestante ; y como buen c\ée\^o liberal, liabla apostatado 
de la religi'iii católita prafitir ^cnus femíneum, dejando a! morir dos hijos bastar- 
dos, {rápeles tm'ditos del Dr. Mora. pag. XIV, XXII). 

PAfi- f6. Un. 10. Al cscadiar en el basurera de Ja vida de Jiiárti, vemos que 
lizo, ca 16 de febr.. de 1853, una proposición en honor del General Guerrero, di- 
ciendo que < se trataba de honrar lí la memoriadel padre de los mexicanos, vic- 
tima desgraciada del lirano m.ls b4rbaro que se viera en el mundo. > Mas en ^^ 
de julio de 1848, volviendo < el hombre de una finneza de principios á toda prue- 
ba* ií ocup.irse de íiqucl tirano, creyó conveniente dirigirle sus bajas adulacio- 
nes, thacicndo de su conducta un merecido elogÍo> y llamándole entonces < el 
digno Evmo. Sr, General lítistamame, y honrado mililar». 

Kn 34 de sepl., de 1841, El Regeneraihr, períódicn oficial del Gobierno del 
Estado de Oaxaca, y árgano del General León, calificd 4 Juárez y á su^ amigos, 
de < hombres que si; plegan ¿ las circunaUncias, y que «n ciertas épocas se 
arrastraron ciimo r*?piiles en solicitud de destinos.* Agregaba el periódico ; < Si 
S, E. (el General Santa Anna) quiere probar el patriotismo do los que ya osan 
dirigirlo A su arbitrio, no tiene mits que llanmrlos í ¡a campaña, y ver.i cuantos 
de estos fanfarrones se meten en sus camas fingiendo hasta dolores de parto. > 

' Pág. r(>. Un. 38, En 29 de oct, de 1847. el hombre de inquebrantable firme/a 

de principios, el campean de la libertad de conciencia, presta el siguiente jura- 
mento; < Yo lieiíito Juilre^, nmnhndo gohemndor del Kstarlo... de Oaxar.n. juro 
por Uios y por los santos evanf;eIÍos qiiiC defenderé y conservaré la relig^ióu cat'i- 
Uca, apa»t()l¡ca, romana, sin pemiitír otra alguna en el Estado.» 




(in trapa suci?, ¿ implanto el Kobiemo personal y absaluc» de los sultanes de 
jipto, Diitu raímenle con aplauso de aquellos fieros republicanos de marras á 
|uienes vemos ahora con tiesptecio conx'enidos en x-iles eiinucoe, <Antes que 
, tltglin i\ poder supremo este tlusire personaje, dice el cortesano Cosmes, el ctilto 
dejro y casi idoláinco ¿ las fdrmulas escñías de la ley fundamental era constante 
rcmOTa para la acción expedita del Estado en 511 obra de organÍEacifín social y 
de progreso de la República. Mas los benéficos rc-suhiidos que produjo en la 
tranquilidad publica, y cu el desarrollo mateiial del país una política que, 
sin dejar de acatsr los preceptos consliluüíonales en su espíritu, daba nnuth» 
m'cnor importancia & la letra levantada siempre como barrern contra la acción 
benéfica del Estado, fué origen de que en las tnieligencias elevadas comenzase A 
visLuuibrarse la idea de que hay algo superior á las teorías más hermosas en el 
ten-eno metafisico y al texto escrito de las leyes, y ese algo es el bien ptíblico, la 
existencia de la sociedad y su progreso, aunque para lograr éste haya que sncri- 
ficar algunas iibenades. Estas inteligencias superiores coniprcndíeron, al ver las 
felices consecuencias de la poitiica de! general Día/, que nada hwy niá« falso que 
una libertad individual considerada como derecho primitivo ¿ imprescriptible, 
como un derecho sobre el cual, según la hueca palabrei'fa de Rousseau, debe fun- 
darse toda saciedad civiliíada, » (t. 19, p. XXXI. J 

Pii^. jC'. lin. JÓ. K Por la pTomulgacídn del Código de 57 la revuelta íaé gene* 

ral, y una ola de indig^nacióa cay¿ sobre el Gobierno, sobre Jüárce mucho más, 
por la ley que lleva su nombre. > (A. Carriedo. £"/ Único Jiiárfí. p. jj.f 

Pdg. 6r. Ktt. íg. En la gran borraclicra liberal qu.e hubo en mano de tgoó, 

ron motivo del cenienario de Juárea, una sociedad catfílira de Mt^ico, denomi- 
nada líos caballeros deColdn, t asistió eii. cuerpo y alma, juntamente con loa 
Caballeros .'. de! Triangulo .■., á la liesia masónica celebrada en honor del triste 
liíroe de las leyes de Reforma. {l'Mt í'icmtr, Albuqucrquc. N. M. june 1906.1 

Pág. 63. lin. j. i El partido conservador, dice el señor Munguía, no tiene 
organización algitna, no tiene accián, no tiene vida social : es simplemente pasivo 
Y sufrido tuando está de baja,' reconcentra do y tímido cuando reacciona, inerte 
cuando triunfa, difícil de sobreponerse á sus contrarios, ,. > 

Piif;. 6j. Un. ir. I.a pacata y sofiolicnia Vos d( México 110 proponía en tSgo 
la poUiica del Gr.'. Maesi.; déla Mas.-. Mex.'.como laroejúr (¿rmula de uni¿n, 
cuando decía con belicoso ardor ; « Lo que s( puede asegurarse con entera confi- 
anza de nu ser desmentido, C5 que ahora se suspira por esas angustiosas -nlterna- 
tivas de la épica guerra de tres años, que revelaban siempre ánimo, fortale;:a y 
brío en los sostenedores de la buena causa. » (4 enero 1890) 

Piig.ój. ¡in. 46. Entendida en un sentido general, la polftica es la ciencia del 
gobierno, la norma á observar en las mutuas relaciones de los hombres consiítuf- 
dos en sociedad, relaciones que caen mis 6 menos bajo la sanciiSn religiosa, lo 
(lue lí¡2o decir al socialista Proudhon que en el fondo de toda cuestiiSn política 
encontraba uno la teología (Cit. por D. Corlís) «Tocando í cada momento los 
iiUereses de la religión, la política bajo este punto de vi^ta. léese en una obra lau- 
reada por Pío IN, interesa directamente d. la lülesia; y el papa, los obispos, los 
sacerdotes al ocuparse de las cuestiones políticas bajo este grande punto de vista 
religioso, ejercen un dcrocho sagrado y cumplen el primíro de sus deberes. > 
(Segur. ¡Viva el Rey.') 

No es extraño, pues, que los enemigos de la Iglesia, recelando el influjo reli- 
gioso del clero, pietendan encerrar ,i cale en sus sacristías y excluirlo por completo 



\ 



313 ADITAMÜNTOa. 

de toda participación «i la política. Sabido es. en «fecto. qu6 respecto i Aleoii- 
aiei, 4 fué el Kulturkampf la consecticncia lógica, mevitable de !h apaih polflka 
de! c!ern¡> (KanncnHieser. Ri Desperlar df un Puchito) inienitas que, por el con- 
trario, este minino clero alcana» sobre d csnciUer de Iiierro un triunfo esplendido, 
cuando enlió vigorosamente en el terreno de la polílicii. 

Lo extraiJi), en eate caso, es que haya caidücos bastante menguados ;iar» 
afirmar, en unidn tle las logias, qiie « b religidn nada tiene que ver con la polí- 
tica; > {Sig. lít o(.l. 1880) que ellos nti aceptan mis politic^i que ia del gobierno 
liberal; que la han propiiesio como fórmula de unión. {Pu. 17 & 30 enero 1901) y 
que, por lo mismo, reniegan de las antiguas tradiciones del partido católico, 
diciendo con el tornavoz del episcopado mexicano : ^ Nosolios hemos abandonado 
paru siempre e! terreno político. i'/''íj. ^oenero [goi.,i 

Pues bien, CSC abandono del terreno polflícu á los miembros de la secta tene- 
brosa, sólo puede cilílicarie de criminal indiferencia religiosa, de deserción trente 
al enemigo, y de cobarde trnición á los íntercüee inds sagrados, perpetrada con la 
mirn secreta de poder saborear sin lo^nbta las Hulniras de t la obra magnífica de 
la pax, > como &e lee con asombro en la pastoral de Iodo un arzobispo. — Itiienu 
es, de vci en cuando, liaccr esfas rcminiacencias, siquícfa para descargo de la 
conciencia públlcíi, ptir mis que de lodo ello poco fruto espete la líjlcMa. < La 
mayor ileí^frada que pitedc caer sobre la Iglesia, dice VVindthorít, es eí nombra- 
miento de obispos & quienes el miedo, la debilidad ó la ambición pueda hacer 
x«r«-íle8. t ÍKl Dnxfiertar fie un Puíéío.) 

PA^.6_<j.¡ÍN.^. El periodiítadelosfibisposmcxicanoii piihiicó en rierla ocasión, 
iiin prnteMa ni corrección de nadie, como ai fuera la cosa má» n^iiural del mundo, 
qtie babfa colaborado, con aprobación del limo, Sr. Alarcón, al periódico 
masónico El UftitMtrsal. V cuando t-*te llegó a caml>iar de dii-<:clor, le dirif¡i<5 
dcsilf las columnas de la católica l'íis de IHi'xiio Í4 manto iíi99!, con motivo do 
tan importante evento, el siguiente afectuoso parrañto : < Anuncia ese nuestro 
colcha, que ha dejado de ser su Director el excelente caballero Kr. Uc. I). José 
Maria del Castillo Velasco. I. o subsiimye el no menos estimable Sr. U. José 
Manuel Villa á quien deseamos el mayor acierto en sus labores. > Haremos notar 
que los periodistas arriba mencionados tienen altos grndoa en ia masonería, y que 
E/ UniTernil, ór^-anu de un apóstala, ei ex-obispo de Tamatilípas. es quiíí uno 
de los periódicos uiis impíos y soeces de la República; por ésu extraña uno ver al 
Sr. Sánchez, quien se llama iiioilcstamenle (el paladín de la religión, > (Vox, 
4 marío iSijq) cuando bien pudiera picar mis alto, deseando 1 aquetlnie «texoe- 
leniBS y cMimablci colcpas el mayor acierto en sus labarcs. » es decir, que 3¡}i;an 
vilipendiando la religión, caluiuniantlo al clero y otra ve./. ni,i)í tildando de 
< prostituta, > los inínines, á la Purísima Virgen María. * Ks complicidad, dice 
Sard^ y Salvany, recomendar el periódico liberal en el periódico sano, por falíta 
razón de compañerismo..., usar de la frase de c:i;(in entre periodistas : nuiftro 
t-síimnbU íoUi^u, & la otra de desearle ithunditnic subscnficii'in.ii la m:¡5 corniÜn 
sentimos el pemtHce di nueilro «mipafitrú, iraiámlose respectivamente de la 
primera salida ó de la siipresión de un periódico libeíal. No debe haber estos 
compadrazgos entre soldados de tan opuesla tandera como lo son la de Dios y la 
de Satanla. AI cesar ó ser suspendido un periódico (Le ístos, deben d-irse ^fracias 
t Uios, porque tenga su Uivina Majestad un enemigo menos : al anunciarac su 
aparición debe, no >aliidars<:; iii<ia, sino Umentarsc como una calamidad. > 

/-'/*«', 6^. lifi. II. < En el Estado de Oimaca basta los sacerdotes han tomada 
las armas y se balen por una i'i otrii causa,» (liberal ó conservadora.) {VcyAge sur 
flsí/tmede Tthtianteptc par Tabbé itras&eui de Bauí^bourg,) 



Pig, 69. KnTsr, Eft 22 de mano de 1857, el obispo de Oaxaca contcsld á Juáiei 
did^ndole : < Pucsio que V. E. desea que se solemnice el juramento (de la Cors- 
tituciín) qne van A prestar las :»uioridadea, desde luego dictara las providencias 
convenientes para que en la Santa Iglesia Catedral se disponga lo necesario al 
«fecto. > 

Pií_^. 6q. Uh. 33. Cuando el pueblo de JucIiitS.n se pronuncia contra las leyes 
de Kefórma, Pürírio Díaz y el cura liberal, Fray Mauricio Ldpeí, dominico, 
procuraron calmarlo, díciéndole que esas leyes en nada aíeciaban á la Relig^idn. 
[f. DÍHí. Mf'iwrías.y 

Fcíff. 6g. Un. 2y. En 1857, Juárez nombriS oficial mayor del Gobierno al Cura 
Ilernr.rdÍno Carvajal íiiiien. < aunque separado de 5U ciiraio por su prelado, > 
estaba dolado, decía el peiiódico oficial, * de grandes talemos, brillanlc.s ideas 
liberales y tiasía tnslrucci¿n. (Carriedo. Op, cil. p, 44.) 

Pág. Jí. /ín. í, £/ /ice Naeronal (v,é multado por Comonfort en 8 1,000 por 
haber aiacndo la Constilucicín, (Mitc. i (|ue ese mismo Comonfort debía atacar, 
desbarrar y volver 4 defender. 

Piig, Si. Un. f. t Dentro de palacio se multiplicaban las instancias para que 
se fusilara á Juáreí y á su£ ministros... Land», á pesar de su debilidad, resistid 
siempre A tales exigencias. ► ( Vij^-) En premio de t»nla generosidad y nobleía, 
Zuazua fusiló .1 Landa con aplauso del partido liberal y de Dcjjollado en particular 
quien bc produjo en estos términos : < Si los recursos de prudencia no snii sufi- 
cientes para restauínr la inoial y tranquilidad pública atropelladas ton tanto 
cinismo por ta reacci(Sn, el gobierno que represento, no «ólo aprueba las rigorosas 
medidas legales que se empleea para reprimirlo, sino que recomienda á los que 
le reconocen, que sin dÍ5tincioncs de clases y catCíforfas apliquen las leyes esta- 
blecidas, como aprueba, por eslur confurme con ella, \x pena impuesta .i los jefes 
que fueron cjecuudos en esa ciudad. (Zacatecas) > 

Pág. 144. Un. 41. Es una injusitcía achacar á Ins conservadores la muerte de 
Ocampo. c A Ir noticia de la prisión de Ocampo, díee un liberal, se hicieron 
prontamente las mayores diligencias para salvado, aun de pane de los mismos 
conservadores. > (Curs.) 

Pág. /6o, lítt. 8. < Esta maüana (11 abril t8(>2) .4 ks dies de ella, D. Miguel 
Cíistulo Alatriste sufrií el castigo que le impuso la ley con todas las formalidades 
de ordenanza, después de haberse dispuesto tristiananicnle, de haberte retractado 
por esciito de sus errores, y de li.iber pievcnidn en au testamento que ae devol- 
viese á la Iglenia todo lo que le IiaLn'a usurpado. — L. MÁRQUEZ. » (Corresp, 
Stcrtta de las Princip., lHlervctíci4>n.t Mexieanos, i. a.) 

Pág. ¡6a. lia. 13. 1 El Sr. D. Próspero Marta Alarcrtn fuií buen amigo de 
Juárcí: ► {.E\'p. p. 117) como (al reribiri el honroso caij;o de preceptor del hijo de 
¿ste, y cscogid para su secretario patiicular, no ;( uno de sus clérigos lie quienes, 
según parece, no hay que liarse mucho, sino aX juarista y l.iico Luis Aguilar quien 
milsdcunav« ha protestado, como empleada que es del gobierna liberal, guardar 
y hacer guardar la Constitución y Icyc* de Refornia, 

Pá^. 303. ¡ín, ./I!. < La mai-ea de La invasión subid amenauídora; todo quedó 
hundido, lodv, exceptuando U rampicnie en que se abrigó el arca sania de la 
Rcpúblíoi. Todas las frentes se inclinaron, todas, exceptuando la frente de J uiírea 
que pcrmaoecid ante el htindimicnlo de nuestra autonomía, erguida como sólo 
puede er)(L3¡rse la conciencia ame la fatalidad. > (Juan Sáochci. Honor lí yuñrfs) 



}t4 ADITAMENTOS. 



F4ff. saj. ÜH. j. La valiente y heroica muerte ¿a Maximiliano y de sus más 
leales y denodados generales, jefes y oficiales, < prepara el culto de verdadera 

idolatrfa (|ue se rintle A sti memoria y se nota en el coniídn <Je los mexicanos de 
todos bandos, siempre que expresan la leallad y la honradez, ia inieÜgencia y la 
vinud, el valor y la compasitin. De aquí la profunda simpstín que se tiene por In 
memoria de aquéllos en todo el paísj y de aquí el luto que lodas las señoras y casi 
todos los hombres del país llevaron todo el año siguiente á tales fusilamientos, luto 
que llega al extremu de i|ue apenas, si acaso, se vela una que otra persona en 
teatros y paseos, á e\cepci«Jn de los militares en actual servicio, > {Siaofi. p. 81.) 

Pdjr. 234. Un. /?. tTodos los complicados en la política dei Imperio v«lan á 
Junlrez con horroi y miedo esperando castigos tembles... Jamás gobierno alguno 
en el pats había ¡aspirado más miedo... á U Nación, > [Payno. Comp. ^ ff.de 
Mfxicft) A la que en masa había declarado traidora. 

Pt\^. í&j. Un-S-f. < Doblado tiene talento, dice Bruno Aguilar, pero lo empica 
muy m&U y ea cuanto á moralidad, dfgalo la conducta pública y privada de toda 
su vida. Los últimos ne)racios que lia hecho red en temen te sobre prorroga de 15 
años A las casas de moneda de Zacatecas y Guanajuato, y el midosf^imo con el 
bribón de Escitnddn sobre dispensa del pngo de lodo derecho ctc , etc., del Real 
MoiUe por diez años que importa á la ne^ ociacíiín más de cuatro millones de pesos 
por la miserable exhibición en efectivo ¿e $ ¿75.000 que le lian valido á ¿I en lo 
pariicularS 100.000.» {Corresfi. Secr. ele los frinci'p. fneenienclt^n. i, 1.) 

Pág. igo. Un. 29. El liberal Mariano Otero, anticipifndoBe í los Intervencio- 
nistas, escribía en 14 de dic, de 1848 : < De nuestros soldados nada puede espe- 
rarse, y, A mi juicio, debimos renunciar d toda esperaiiía de un buen ejiídlo si 
no nos decidimos á traer alguna fueria extranjera y buenos cuadros de jefe» y 
oñcialra. > {Papeles inéditos del Dr. Mera. ) 

Pdg. tgj. lin-SS. < Existen dos partidos que se fortifican en silencio y tienden, 
el ano i. la monarquía extranjera, y el otro é, la aRregacitír á los Estados Unidos; 
y lo que parece increíble, estos dos partidus ."sc apoyan sobre una misma idea : la 
de nuestra incapacidad para gobernamos. El éxito de la i'iltima guerra dejA sobre 
ésto una impresión tan profunda que tengo por cierto que la monarquía hubiera 
sido llamada, si no sobreviene la revoluciiin de febrero en Francia, > (Mariano 
Otero en Papeles ¡TtJiiitos del Dr. Mnrn.') 

Pá^. i<íS. Un. g. Tinto ponderan Vigíl, Cosmes y los de su mismo pelaje las 
dulzuras del rt'gimcn liberal, que no ser.l demíís citarles lo dicho en estas líneas 
por el liberaluco Ircnco Vxi : < Verdaderamente las ilusiones que he tenido por 
mi paía, llegando á considerarlo un país civiliíado, se me han desvanecido, siempre 
que he penetrado á ima prisión; porque en ninguna he visto, no ya sentimientos 
humanitarios, pero ni siquiera la compasión natural que infunde la desgracia. 
Parece que hay ya un instinto propio en nuestra raxa, que lo hace especia! para 
encontrar en ella feroces carceleros,.. Ese Castillo de Ulúa no es una prisión, no 
es una cárcel ; es el oprobio de los gobiernos mexicanos, U vcrgiienia de la civi- 
lización, el mentís lanzado por los hombres al cielo, diciéndole ; se equivoca 
quien dijo que en nuestro corazón se albergan la filantropía, la caridad y los demás 
aeniimienios cristianos. Esa cárcel es un monumento execrable qwc está diciendo 
ai mundo civilizado : ¡Atrás I-is luces del siglo! ¡no queremos; progresol Nosotros 
estantos todavía por la Bastilla de Paria, por la Torre de Londres, por el Puente 
de los Suspiros y por ¡os tormentos de la Santa Inquisiciiín. > (t. I. p. 108, 
33+ Wg.) 



Pág. íqS. Hm. 9r. * Creo que la Historia nos presentaríl á los vcnldeíos como 
un pueblo empeñado en cometer desaderlos y en Iiacer más patente su debilidad 
con una presunción excesiva * (A. Arando y Escaiiddn en Papeieí in/tliíos del Dr. 
Mera. 35 abr. J847.) 

/•(ff, 3iS. Un. I. En el Saitillo llegrj él mismo (Goniáleí Ortega) if comprar 
sus alimentos, por temor de ser envenenado. {Exp. p, 1 19) 

fáj;. 3r8. ¡(h. 4.3. * He conocido en Veraouí, nos escribe ua sacerdote amigo 
nuestro, j un hijo del General Saladar, indio v.. osíaimo, quien me aseguraba que 
su padre habfa hufdo de ia prisión disfrazad ív con la solana que le preíttí su confe- 
sor, que pública y oñcialtnente se le diii por fusilado, pero (^ue murid años después 
de muerte natural en el retiro de su hogar. » 

Pág. 33'). Un. IJ. Otro ejemplo de) nnevo método filosófico de Cosmes. Des- 
pués de Jecii ; < Casi general fué 1n reprobación con que se vieron los fusilamien- 
tos ejecutados en la noche del ¿4 iil 25 de junio de 1879 en VeniCruz, (de orden de 
F. Día/,) > (t. 23, p. 42IJ -ík muerde la lengua, ve ya el rostro airado y ceñudo del 
< ilustre personaje, del gran caudilto. del héroe de la pai, I autor de esa matanza; 
y queriendo poner á salvo sus sueldos de diputado al Congreso, se desdice luego 
soltando al Icttor benévolo esta burda mentira : < Lejos de iadignarsc, el pats per- 
manecí i3 en lo gen eral en la mayor frialdad (respeflu ñ, esos fusilamientos,) Kt. 23, 
p. 456.) Asi escriljen la Historia estos Ülósofus del nuevo cuño, convertidos en 
despreciables aduladores de la tuerza bruta. 

Pág. S31. Un. 20. En 12 de enero de r86a, Bruno Agnilar escribía al Doiílor 
Francisco Miranda : < Sé que por conduelo de Escandónfciiyo influjo siempre ha 
sido perverso) se ha mandado una lista de las pei-ionai i|ue «ít cree conveniente 
recomendar para sus trácalas, en la que figuran los moderados. Sus relaciones con 
Mr. VVykc son íntimas, y lut; el medio [lara ei célebre tratado Zamacona. Es pre- 
ciso contrariar esla influencia y la de Robles con Salígny : arabas son de mala 
ley. > {Cerresp. Secr. dt los Prindp. Inteniettciim. t. l.J 

A/f. s6g. Un. 4^. Muy significativa es la siguiente jeremiada del editor de las 
discursos y epfMoIas que se atribuyen a! Benemérilo aquél ; < Cuando en 1901 
puse mano en este trabajo improbo, creí que por el nombre (de Jii.írc!) (|ue lo 
amparaba, tendría simpatías y que me prestaría ayuda lodo aquel dequicn la soli- 
fitaae. i No ha sucedido así ! Para llevar al cabo mis tareas de recopilüdor, he 
buscada y preguntado por el hijo del pueblo, en todos los lugares donde babild 
y estuvo de tránsito, Para hallar solí lleyar al sacrificio; para que me respondieran 
alguna vei escuché la iñjuri.i- Parecerá mentira que yo proclame que en In misma 
tierra del autor (Oaxacaj sea donde menos he hallado y donde niayot ha sido el 
silencio. Y es que cljuarismo todavía tvo es creencia que genera actos... Los jua- 
ristas pueden coniarse.> [Mise. Vil, VIH.) 

Píig. 2?/. ¡in. 26. i No pueden leerse sin horror toa libros rituales del P. Sa- 
hagún, en que se especifican menudamente las feslividades anuales, el nitoero de 
las vftlimas que eo c.ida unn habían de sacrificarse, au sexo, su edad, el tiempo 
que habían de tenerse cn){ordani!o, el modo de su muerte y el g'uiso que había de 
liacerse con sus carnes; y una religión que consagraba tales sacrificios era cierta- 
mente un obstáculo insuperable para todo adelanto verdadero en la civilización; 
pues, no puede haber sociedad ratre gentes que se cernen unas í otras, > {L. Ala- 
mín. Sfg. DisírUu-iÍH) 




CORRECCIONES 









DICE : 


LÉASE : 


Pdg 


j. /;«. 


40. Mise. 


Benito Juárez. 










Miscelánea. Recopilación de Á. Pola. 


ÍJ 


'S- 


!1 


16. Rey. p. 85 


J. Ascención Reyes. Nociones de Hist 
Ecca. Mexic. p. 85. 


" 


17. 


1} 


4. general 


general. Ap, p. 123, 


II 


24. 


" 


29. inspirándolo 


inspirándoselo 


M 


30- 


M 


37. ahí 


allí 


13 


33. 


33 


10. quedd en poder de 


se quedó con 


n 


46. 


33 


26. con esas 


de esas 


TI 


59- 


" 


36. ofensiva de 


ofensiva á 


II 


63- 


33 


38. esas 


estas 


ir 


64. 


il 


46. fuese 


sea 


}> 


64. 


3¡ 


46. y 




w 


72. 


a 


3. aquella 


ésta 


JT 


72- 


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4. ahora 


entonces 


II 


74. 


t> 


19. esa 


esta 


JJ 


7S- 


» 


18. adelantado 


adelantadas 


n 


77. 


» 


4. en salir 


á salir 


1» 


78. 


" 


II. ahí 


allí 


jí 


84. 


» 


39. Aquel que 


Quien 


" 


86. 


II 


13. esos 


aquellos 


a 


86. 


í* 


3$. balustrado 


balaustra do 


11 


na 


" 


14- esa 


esta 


M 


113. 


» 


7. autorizada 


no autorizada 


Q 


"3. 


JJ 


36. menos que 


menos de 


]j 


114. 


Jl 


3. esas 


estas 


lí 


114. 


Jl 


9. otra 


otra parte 


11 


117. 


11 


21. Por 


Pero 


II 


117. 


" 


43. carillo 


carrillo 


II 


126. 


11 


16. en ella 


ante ella 


11 


138. 


]} 


26. pasó 


había pasado 


u 


128. 


1} 


4a esa 


esta 


11 


139- 


11 


17. le 


lo 


" 


142. 


" 


31. monstruo 


monstruo. ( Vig. p. 383) 


11 


144. 


n 


17. por reir 


para reir 


11 


I4S- 


11 


45. liberal unos 


liberal 


n 


146. 


11 


I. le 


les 


:i 


149. 


11 


38. den ni ti vo 


definitiva 


II 


iSS- 


yj 


21. adelante 


adelanto 


11 


156. 


3Í 


46. de él 


en él 


» 


157. 


jí 


I. de lo 


en lo 


11 


1S7' 


M 


27. descatolicizar 


descatolizar < 


" 


205. 


n 


15. estorbó para 


impidió 


II 


211. 


11 


9. que se dirigiera 


dirigirse 




PKOLOGO 

CAPITULO I. - Primen» años de JuSre». — Poinsett y la masonería. — 
El InsliluKi Civil y el Seminario (Je Oaxaco. — Afiliación de Juárez en 
el bando liberal, — Disposiciones sedarías de Gómeí Fartas contra »1 
clero. — Invasión iiorteainencajia. — Destitiicifín <li- Gúiuc/ Farías de! 
cargo de Vicepresi denle de la Kepiiblica. — TraicifSn del partido libera! 
en 1S47. — Sus tendencias anexionistas 11 

Apéndice AL Capitulo I a6 

CAPITULO IL — Destieiro de Juárez. — Venalidad de Juan 'Alvarez. - 
Triunfo del pUa de Ayuüa debido á tos norleameri canas. — Estado de- 
plorable del clero. ■-• .\bdicacif5n de Santa Anna y Presidencia de 
Juan' Alvareí- — Revolución ocasionada por la ley Juitrez. — Presidencia 
de Coinonfon. — RcvoliiciiSn de Zacapoaxtla, intervención de los bienes 
eclesiásticos de Puebla y deilierro de su Obispo. — La ley Lerdo y el 
encarcelamiento del .\n10bisp9 de México. — Supresión del convento de 
San Francisco y encarcelaiiiienio de sus religiosos. — Mordaza puesta A . 
U prensa católica. — Kevolucjtín de Puebla. — Elección fraudulenta de 
los miembros del Congreso Conslituyenie ... ... 30 

CAPITULO 111. — Discusión de la Constitución de 57. — Protesta contra 
el artículo que acEmiifa la libertad de cultos. — Examen de ios demás 
artículos contrarios á la rellg^idn. — Mentidas pcufesiones de catolicismo 
por los liberales. — CondcnaciiSn de la Constitución por Pío ÍX, Conion- 
fort y varios liberales, — Su jutamenio obligatorio y protesta de los obis- 
pos. — ¡íecontiliación de los católicos adluales con la Constitudtín y los 
principios del liberalismo. — Motines causados por d Juramento de la 
ConstituciiSn 45 

CAPITULO IV. — Plan de Tacubaya. — Comonfoit desconoce la Constitu- 
ciiln y vuelve á defenderla. — Es derrotado y pasa á los Estados Unidos 
tuya iniei"vención había ¿oÜciíado. — Jaáre-.! se intrusa en e! gobierno y 
siile pari el interior de la República. — Presidencia de Zuloaga. — Der- 
rota de los liberales en Salamanca y toma de Guadalajara por los conser- 
vadores, - Embarco de Juáreí en Manaanillo ; su Uegada á Veracrui, — 
Asesinatos de Zua/,ua en ii^acaiecas. — Muerte de Osollo. — Saqueo de la 
Catedral de Morelia por Epitacio Huerta. — Toma de Guadalajara por 
Santos Degollado y asesinato de varios jefes conservadores. — Rasgos 
biográRcas de Degollado ,...,.,,,, 71 

CAPÍTULO V. — Toma de Guadalajara por -Miramán y voladura del pala- 
cio del gobierno atribuida & Degollado. — Conspiracián de Forsyth, Mi- 
nistro norteamericano, contra Zuloaga, porque rehusa éste enajenarle pane 
del territorio nacional. — Juárez promete obsequiar los deseos de For- 
sylb, y su gobierno es reconocido por los Estados Unidos. — Recepción 



del Ministro Mac Lañe en Vcracriw. — Circular Orainpo. — Protesta 
del gobierno conservador contra los tratados que celebre Ju.'ircc con los 
Estados Unidos. Doctriniís «ntípat elípticas de Ins liliernles. ... 91 

CAPÍTULO VI. — Vacilacióu de Juáreí en aceptar In intervención «OiWa- 
mericana. - Disgusto de los Estados Unidos con él y salida de Mac Lanc. 

— Derrota de los liberales en b Estancia. — Regreso de Mac Lañe y sii- 
misitiii de Juárci á Ins exigencias de los Estados Unidos. ^ Examen del 
tratado Mac Lane-Ocampo. — Es duramente atacado por la prensa y final- 
mente desechado por el Senadú Ainencano 109 

CAPITULO VII.— Campaña de M iranicin contra Vetacruí. — Deiíollado sitia 
á México y es derrotado por Leonardo Márquez. — La leyenda de los lla- 
mados í Mártires de Tacubaya. > 122 

CAPITULO VIH,— Goniíál*! Ortega y la persecución religiosa en Zacatecas. 

— Proclamación de las leyes de Reforma. — La Kefoitna condenada por 
la Conslitucián y la voluntad nacional. — El matrimonio civil y la inmo- 
ralidad. — Nacionaltzartc'm de los bienes eclesiásticos; doble tin de aquella 
ley ; sus resultados prácTicos. — Liberiad de cultos ; protecciún ;il protes- 
tantismo y guerra al catolicismo, Martirio de varios sacerdotes . . ijft 

r 

CAPITULO IX. — Excesos de los liberales resumidos cngiiKo palabras: in- 
cendio, asesiciiito, robo, estupro y Kiicrin í la autoridad. — Siilv.ijismo de 
Carvajal y de Rojas» — Las matanzas de San Juan del Teul. — Plan de 
Zacate Grullo.— Apiobaci6n dada por d partido liberal A aquellos excesos. 

CAl'ITULO X. — Segundositio deVeracruzporMiramdn, — Uesalienio de 
los liberales ; Juáres pide y obtiene la intervención nortcaníícncana. — 
Captura de la escuadrilla de Marín por vapores n o rl carne ri ranos 

CAPÍTULO Xl. — Derrota de Miramán en Calpulalpan. - Entrada de 
Juárez á México, y destierro de los obispos y diplomáticos. — Jiiñrcí elec- 
to presidente poruña escasa mayarfa. Su inacción y falla de energfa. — 
Peculado de los ministros de JuárcK. — Recrudescencia de la persccucÍ<Ín 
reli^osa. — Anarquía en la sociedad mexicana, y deseo de la intervcncidn 
extranjera. — - Suspensiíín del pago de las deudas convcncionadas, causa 
inmediata de la inlcrveiicidn tripartita. ^ Empeño de Juárez, en vender á 
los Esudos Unidos 4 Inglaterra la soberanía nacional. — La ley mortua- 
ria de ¡5 de enero de 1^63 ; . . . 1S3 

CAPÍTULO XII. — Huida de Juár» á San Luis Potosí — Entrada de Un 
franceses á México, adopción del gobierno monári|uico por la Asamblea 
de Notables, y clccciín del archiduque Maximiliano par.i cmpcradoi-, — 
Vindicación del partido conservador. Aclamación del Imperio por la na- 
ción entera.— Derrotas sucesivas de los republicanos, — Perjurio de 
Ramón Corona y carta ciflebre de (^macona á Juárez 195 

CAPITULO XIII. — Juáreí invade el porierjudicial y viola la Consfitiw 
ción con decretar que designará, en adelante c|uienes liaynn de formar la 
Suprema Corte de Justicia. — .Se le pide que renuncie la presidencia, — 
Juárea niega á Gonjílez Urteg^ su earáíí&r de Presidente de la Suprema 
Corte. — Le da licencia paiaque scvayaáios Estados Unidos, y después 
le impide regresar ú México declarándolo desertor, — Concluido su cua- 
trienio Juitreí se declara presidente. Protestas de Manuel Kuii y varios 
liberales. — Encarcelamtenio de Ortega. — Complacencias desacertadas 



1Í14 



•7J 



de Maximiliano para con los liber^iles. — Su decreto de y de «¿íubrc 
(le 186 j. — l'riíiioneros de guerra iiiaudns en ¥mo Hediondo por Corona, 
y cu San Juaquíi» por Esrobedo. — Retiro del ejercito francas. — Sitio 
de QiieréUro. Traicicín de Migue! Liipci. — El documento íalso prestm- 
tado poT Eseob«do. — Fusilamiento de Maximiliano, Mii^mdn y Mejta . 209 

CAPITULO XIV. — Regreso de Juíreí i la Capiia.1. La Convoiratoiia. — 
Violatidn esfnndalosn del sufragio popular sejfíiida de movimiüntiis revo- 
iucianurios. — Conlradicdone^ de lof Übernles ensalcaado y depriniieiido 
altcrnalivaincnie el sufrag^io populai. — Vengait/as de Jiiáici ejercidas 
contra loí conservadores. — Su parcialidad con e! banquero Kícandtín. — 
Los liatdorcs piefecidos por los liberales á los inmaculados. — Malversa- 
ción de los Tondns piíblicos. Tacañería de Juireí; sus viáticos. . 334 

CAI'ÍTULO XV. — Li inicrvenciiin aoneamcricana. Confesión del vice- 
presidente de l.i kepiiLilica. D. Ignacio Mariscal. — liupltcidad de los 
Kstarios Unidíis. Sus veleidades de reconocer el Imperio rie Majiimili.'íno. 

— Su egoísmo confesado por lílaine. — .'5us intentos de apodeiarsc de 
Mécicc. — Contratos minosos de Ju;liez con los Estados Unidos. — Los 
bonos Carvajal. Venu simulada de la llaja California. Folleto en tres 
idiomas para vindicar >1 Juirci. ........ ^43 

CAPÍTULO XVI. — El talento de Juí(j« apreciado por Justo Sierra, Ma- 
nuel Rivera, Jos¿ Marta Iglesias ¿ Ignacio Rainfrci. — Pcrlcnece á oíros 
la gloria que se le atribuye. — Duras apreciaciones de " El Correo do 
México, " Altaniirano, Ireiieo Paz, Manuel Márquei de Léon y Fran- 
cisco Cosmes. — La peqiieiieí de Juárez ....... 260 

CAPÍTULO XVII. — Calumnias de JuArcí para con el sistema colonial. — 

»nob¡crno paternal de los españoles. — Empeño de los religiosos en fun- 
dar escuelas par.T los indígenas. — Los indígenas baji> el gobierno liberai 
— La esclavitud en México. Insurreccíán de los indígenas bajo la presi- 
dencia de Juirer 270 
^PÍTULO XVIII. — Inslinlos sanguinarios de Juárei. — Maianias en 
Sinaola. — L» ley fuga. — Asesinato de Patoni. — Matanzas en Mérida, 
Atexcatl y en la Ciudadela 

CAPITULO XIX. — .Sublcvacidn de la opinidn pública contra [«ítcí. 

— Violación del sufragio papular. — Juáre/ amaga á sus competidores 
con la intervención norteamericana. — Pronunciamiento de Porfirio Dfai. 
Amenams de muerte contra Juárcí, — Su muerte repentina y misteriosa. 



285 



ADITAMENTOS. 



295 
309 



COKRKCCIONBS 316 



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La cuasticn religiosa «n Mexlc 

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