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Full text of "La guerra Hispano-americana: Santiago de Cuba(con tres planos á cuatro ..."

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IHELDSRARY 

OF 

THE UMVERSTTY 

OF TEXAS 

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AUSTIN 

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latín AMERICAN COLLECTION 



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la Guerra 1 lispano-Ainericana 



OBRAS DEL MISMO AUTOR 

En venta en las principales librerías. 

Pesetas. 



La Guerra Hispano-Americana: 

Barcos y cañones y fusiles (con grabados y 

planos). 3 

El bloqueo y la defensa de las costas (con 

grabados y planos) 4 

La Habana, — Influencia de las plazas de 

guerra (con grabados y planos) 5 

El cañón de dinamita (con planos y dibujos). . . 2 
La catástrofe del ^Mainei> (con planos y gra- 
bados) I 

La acción de Peralejo (con retratos y planos). . i 

AGOTADAS. 

Perro carriles y telégrafos del Tren de Sitio. 

Empleo del hierro en la fortificación. 

Aplicaciones de la electricidad á la artillería. 

El cañón neumático. 

Los explosivos de constitución química. 

I:as pólvoras sin humo. 

Comentarios al <í^ Reglamento de Voluntarios de la Isla 
de Cuba.^ (En colaboración.) 

Cartilla del fusil Mauser. (En colaíboración.) 

Estudios geográficos y estadísticos de la Isla de Cuba, 
con mapas y grabados. (En colaboración con el Ca- 
pitán de la Guardia Civil D. Facundo Cañada.) 

El bandolerismo en Cuba. (En colaboración.) 

EN PREPARACIÓN. 

La Guerra Hispano-Americana.— Pw^r/o- 
Rico y Filipinas. 



LA GUERRA 



HISPANO-ÁMERICANÁ 



SANTIAGO DE CUBA 

(Con tres planos á cuatro colores, 
cuatro planos parciales y 23 fotograbados.) 

POR 

SEVERO CÍ.ÓMEZ NÚÑEZ 

Comandante de Artillería 

LICENCIADO «N CIENCIAS, 

EX DIRECTOR DEL.üiario del Ejército», i>k la habana 



* MADRID 

IMPRENTA DEL CUERPO DE ARTILLERÍA 
San Lorenzo, núin. 5. - 

1901 



Es propiedad del Autgr. 
Queda hecho el depósito (fue 
marca la ley. 



ÍNDICE 



Páginas. 

Introducción •. 9 

Capítulo primero. — Ellos y nosotros: 

La preparación de la guerra. — Mensaje de Mac- 
Kinley, — Plan de campaña de los americanos. — 
Variaciones que sufrió á impulso de nuestros erro- 
res. — Santiago de Cuba lugar decisivo de la lucha. 19 

Capítulo II. — Estado militar, económico y social de la 
plaza de Santiago: 
Proyectos de reconcentración. — Fuerzas disponibles. 
— Situación de las tropas. — Atraso de once meses 
en las consignaciones de los cuerpos. — Los billetes 
del Banco Español de Cuba. — La escasez de víve- 
res y de agua. — Hostilidad diel país 45 

Capítulo III. — Desembarco del enemigo: 

Descripción de las costas cercanas á Cuba. — Lugares 
presumibles de desembarco. — Organización . del 
ejército americano. — Divergencias entre Shafter y 
Sampson. — Conferencia de Shafter con Calixto Gar- 
cía. — Papel asignado á los insurrectos en el ataque. 
— Contratiempos sufridos por las tropas america- 
nas. — Bombardeo de Daiquiri y Siboney. — Retira- 
da de las fuerzas de la región minera. — Realización 
feliz del desembarco 63 

Capítulo IV. — Primeros combates: 

Proyectos de tiempo de paz. — Lo que estaba previsto. 
— Armamento de las baterías de costa y de los bar- 
cos americanos. — Bombardeos de lá escuadra ame- 
ricana. — Operaciones por tierra. — Discrepancias 
entre Shafter y Wheeler. — Situación de nuestras 
tropas. — Combate de las Guáximas ó de Sevilla. — 
Retirada de nuestras fuerzas. — Ordenes que media- 
ron en ella. — Alocución del General Linares 81 

Capítulo N .—Combate de El Caney: 

Antecedentes del General Vara de Rey. — Preparación 
del ataque á El Caney. — Descripción de la posición 



LA GUERRA lilSPANO-AMERICANA 



Páginas. 

y SU objetivo. — Primeras fases del combate. — Des- 
cripción que de él hace el Capitán sueco Werster. — 
Muerte de Vara de Rey. — Relación nominal de 
jefes y oficiales muertos y heridos. — Real orden 
concediendo la corbata de San Femando al regi- 
miento de la Constitución , 115 

Capítulo VI. — Combate de San ytian: 

Desproporción de fuerzas. — Combate de artillería. — 
Nuestros cañones hacen suspender el fuego de la 
batería Grimes. — El globo cautivo. — Abrumadora 
superioridad del enemigo. — Los Coroneles Ordó- 
ñez, Vaquero y Caula^ — El Capitán de navio Bus- 
tamante. — Cae herido el General Linares. — Los 
americanos entran en la posición 137 

Capítulo VII. — Salida de la escuadra: 

Opiniones de críticos extranjeros acerca de la entrada 
de la escuadra en Santiago. — Dificultades para re- 
postar carbón y agua. — Amagos de salida de la es- 
cuadra. — El General Blanco es nombrado jefe de 
las fuerzas de mar y tierra. — Diferencia de criterio 
entre Blanco y Cervera 159 

Cafítvlo Vllh—£l combate naval: 

Destrucción de la escuadra. — Parte del Almirante y 
de los Capitanes del Oquendo , Vizcaya y Teresa, 
Colón, Furor y Pintón. — Efecto de los proyectiles 
enemigos sobre nuestros buques 185 

Capítulo Y^,^ La capitulación: 

Toma el mando el General Toral — Nueva táctica de 
los americanos. — Combate del 3 de Julio. — Ultimá- 
tum del enemigo.— Canges de prisioneros. — Otra 
proposición de Shafter.— El bombardeo. — Escasez 
de medicinas, víveres y municiones. — Preliminares 
de la capitulación. — Lo que sucedía en Guantána- 
mo. — Confinamiento de las fuerzas de Calixto Gar- 
cía. — Repatriación de las tropas. — El calvario de 
los cubanos 211 



ÍNDICE DE LAS LÁMINAS 



FOTOGRABADOS. 

Páginas. 

Ei General Vara de Rey, f heroicamente en el combate 

de £¿ Caney 9 

Bahía de Santiago de Cuba. — Gran ifauelle de hierro de 
las minas de Jurag-uá 25 

Vista del hospital militar de Santiago de Cuba 45 

Vista fotográfica del castillo del ^Morro de Santiago de 
Cuba. — Aspecto del Reina Mercedes echado á pique 
en el canal 51 

Fotografía de la represa de Cuavitas para el abasteci- 
miento de agua de Santiago de Cuba (río Purgatorio). 57 

Vista fotográfica de la ensenada y gran muelle de Dai- 

quiri 63 

Vista fotográfica de la ensenada de Daiquiri. — Aspecto 
del gran muelle de hierro cuando se hallaba en cons- 
trucción 67 

Ensenada de Aguadores y puente de hierro de la vía 

férrea de Juraguá ' 71 

Plano inclinado de las minas de Sigua 73 

Desembarco de las tropas americanas en Daiquiri 77 

Desembarco de las tropas americanas en Siboney 79 

Costa de Sotavento. — Aspecto de la vía férrea de las 
minas de Juraguá 85 

Vista fotográfica de la iglesia de El Caney. — Tomada 

al día siguiente al del combate 121 

Fuerzas de Calixto García. — Aspecto de un grupo de 

insurrectos 131 

Vista fotográfica de uno de los blockaus defensivos de 
los alrededores de Santiago de Cuba (represa) 14 í 

Barco-tipo de la Armada americana. — Acorazado Ore^ 
gon IS9 

Barco-tipo de la Armada española. — Crucero Vizcaya.* 169 

Barco-tipo de la Armada americana. — Crucero acora- 
zado Brooklin 173 



8 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



Páginas. 

Efectos del fuego sobre la escuadra de Cervera. — Restos 
del María Teresa 187 

Efectos del fuego sobre la escuadra de Cervera. — Restos 
del Colón 193 

Efectos del fuego sobre la escuadra de Cervera. — Restos 
del Oquendo 195 

Efectos del fuego sobre la escuadra de Cervera. — Restos 
del Vizcaya 197 

Barco-tipo de la Armada española. — El destróyer Pin- 
tón 203 



litografías. 

Teatro de operaciones contra Santiago de Cuba , 83 

Combate de las Guáximas <5 de Sevilla, según el parte 

del General Wheeler. . .' 107 

Plano de Santiago de Cuba y sus alrededores, que re- 
presenta los atrincheramientos y posiciones del 5.° 
Cuerpo del Ejército americano y de las fuerzas espa- 
ñolas seguidamente á la toma de El. Caney y San 
Juan al anochecer del día i.** de Julio de 1898 137 

Combate naval de Santiago de Cuba, según el parte 
ofícial del Almiranle Stimpson 185 

Graneo comparativo de las escuadras americana y es- 
pañola 205 

Plano de Santiago de Cuba y sus alrededores que re- 
presenta los atrincheramientos y posiciones del 5.° 
Cuerpo del Ejército americano y de las fuerzas espa- 
ñolas al empezar la tregua á las doce y media del 
día 3 de Julio de 1 898 217 

Plano de Santiago de Cuba y sus alrededores que re- 
presenta los atrincheramientos y posiciones del 5.^ 
Cuerpo del Ejército americano y de las fuerzas espa- 
ñolas el día de la rendición de la plaza el 14 de Julio 
de 1898 235 



El General Vara de Rey 
j^ heroicamente en el cómbale ñs El Canty. 



INTRODUCCIÓN. 



Embebecidos en su dicha , los hombres que en 
España llegan á los altos puestos del Estado, no 
se preocupan de analizar los problemas que afec- 
tan á la Patria , y sólo conceden atención á las co- 
sas pequeñas, al menudo combate en que luchan 
las parcialidades y los intereses personales. 

Ni siquiera los terribles desastres de estos 
últimos años , logran matar esa indiferencia aterra- 
dora, que se va infiltrando desde las clases direc- 
toras , desde las zonas altas, á las modestas , al es- 
píritu popular, quieto y tranquilo cual superficie 
serena de un lago bajo la cual se preparase y fer- 
mentase la tempestad terrible. 

Tal magnitud posee la catástrofe por España 
sufrida, que bien merecía que los ilustres, los 
grandes talentos, los favorecidos por la suerte con 
el galardón del renombre y del poder , cayesen en 



10 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

la cuenta de que ese enorme mal debe proceder 
de muy hondas y añejas causas, y á modificarlas, 
á conocerlas bien, á eyitar que se reproduzcan 
más allá del lindero á que han llegado, dedicasen 
su trabajo y su pensamiento, empezando por el 
estudio previo de la derrota y del fracaso. 

Así procedieron los primates de otros pueblos 
en casos de análoga pesadumbre nacional. Aquí, 
en tanto , prosiguen imperando la enervante apatía 
y el descuidado y fatal abandono. Nadie mira ha- 
cia atrás. Todos se consideran capaces de marchar 
adelante, á la carrera, sin conocer el camino, sin 
medir el quebranto que la Patria sufre , sin calcular 
que otra caída puede concluir de aniquilarnos. No 
se saca ejemplo , ni enseñanza , ni provecho, de los 
golpes recibidos , cuyo efecto ha sido tan extenso, 
que conmueve á los extraños,, traspasa las fron- 
teras y los mares, y da lugar á comentarios y de- 
ducciones que se dirigen , á precaver , á evitar que 
el perjuicio que nosotros sufrimos llegue algún día 
á insistir sobre otras Naciones. 

De entre esos comentarios de extranjeros , nin- 
guno más á propósito para servir de introducción 
á este libro triste , que el que escribe en una obra 
reciente, el exministro de Marina Mr. Lockroy, al 
hacer la crítica de la organización naval de Fran- 



INTRODUCCIÓN 11 



cia y de los peligros que pueden amagarla en el 
porvenir ( i ). 

« Entonces — dice-^ involuntariamente pensa- 
mos en España. Sin duda, felizmente, las dos ma- 
rinas no son comparables, ni en número, ni en ma- 
terial, ni sobre todo en instrucción. Pero, á pesar 
de todo, los puntos de semejanza hieren al espíri- 
tu. Entre el poder naval de los Estados-Unidos y 
el de España , la relación es casi la misma que en- 
tre el poder naval de Francia y el de Inglaterra. 
Número, fuerza de los barcos, efectivos moviliza- 
bles, todo aparece en proporciones análogas ó 
muy poco distintas. España , como nosotros, ha se- 
guido una política colonial muy activa y muy obs- 
tinada : quiso conservar los restos de un imperio en 
el cual el sol no se ocultaba jamás. Como nosotros, 
descuidó seguir, al mismo tiempo, una política na- 
val: construir, armar y entretener la flota de sus 
ambiciones. 

»¿Qué tenía España en Manila para hacer 
frente á los barcos modernos. y á la potente arti- 
llería del Almirante DeweyPLo que nosotros te- 
níamos hace pocos meses en nuestras colonias; lo 



(i) La Defense Navale, par Edouard Lcckroy, ancien mi- 
nistre de la Marine, Depute, 1899 (páginas 9 á 15). 



12 LA GUERRA HISPANO -AMERICANA 

que las faltas del pasado nos obligan aún á tener 
en Madagascar : buques de madera, incapaces de 
combatir, destinados á la destrucción, al incendio 
y á la derrota. Ella inscribe, como nosotros, barcos 
anticuados y sin valor en la lista de su flota. Es 
una enfermedad ó flaqueza que se trata de encu- 
brir por decoro militar. 

»¿Qué abastecimiento de provisiones, de ar- 
mas, de municiones para la refacción y avitualla- 
miento de su escuadra había hecho España en 
Santiago de Cuba, donde Cervera encontró feliz- 
mente refugio } No tenía allí nada preparado , nada 
previsto. Santiago estaba casi tan falto de víveres, 
de efectos de campaña, de municiones, de talleres 
de reparación, de diques de carena, de ingenieros 
y obreros, como la mayor parte de las colonias 
francesas. El Cristóbal Colón , O quejido, María Te- 
resa y Vizcaya , reducidos á quemar polvo de car- 
bón, en la salida deplorable que hicieron en ple- 
no día, no llegaron á dar la velocidad de buques 
de carga. Detenidos los primeros al cabo de un 
cuarto de hora y el último á la hora y media, no 
tuvieron otro recurso que arrojarse sobre las rocas 
de la costa. Sus máquinas, fatigadas por larga na- 
vegación á través del Océano; sus calderas, mal 
conducidas; la falta de toda ayuda y de todo re- 



INTRODUCCIÓN • 13 



curso en el puerto donde estuvieron ocultos , ha- 
bían apagado y paralizado su coraje: marcharon 
á la muerte y no al combate. 

. » Aún más en Cavite que en Santiago faltaba 
la preparación y la organización militar. Los ame- 
ricanos entraron en la bahía de Manila tranquila- 
mente , á cualquier hora , sin obstáculo que los de- 
tuviese. Ningún barco oculto detrás del islote que 
guarda la entrada del golfo vigilaba su ataque, 
ningún torpedero los señaló, ninguno aprovechó 
de la noche para arrojarse sobre ellos: no había 
torpederos en Cavite. Pero, ^* acaso los hay en 
nuestras colonias? ¿Está mejor defendido Dakar? 
¿Tenemos nosotros escuadrillas alrededor de la 
Martinica ó en la rada de Diego Suárez? 

» No se sabe qué plan acariciaba el Almirante 
Cervera cuando se dirigía hacia Cuba. ¿Debía li- 
brar una batalla en toda regla , buscar el medio de 
arruinar el comercio del adversario, defender los 
aproches de la gran colonia española ó bombar- 
dear y arruinar los puertos sin defensa de la costa 
americana? ¿Cuál era el objetivo de aquel largo 
viaje á través del Atlántico? No se sabe. Puede 
ser que el Almirante mismo no. lo haya sabido ja- 
más. Se le hizo partir al azar completo , porque era 
preciso ponerle en movimiento y darse el aire de 



U LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

hacer alguna cosa (i). Pero plan estratégico com- 
binado con gran anterioridad , madurado por el Es- 
tado Mayor y el Gobierno, ¿existía? Parece que no. 
La expedición del Cristóbal Colón y de los peque- 
ños acorazados de la escuadra española ha que- 
dado siempre en el misterio. Los españoles habían 
contado con la iniciativa del jefe, sin apercibirse 
de que, desconociendo las fuerzas americanas, pri- 
vado de todo sostén y recurso, el jefe no podía 
tener iniciativa. En Francia, hasta nuestros días, 
hemos pensado que en el último momento, bajo 
la influencia del peligro, los golpes del genio nos 
salvarían. « Todo se arreglará » , era la expresión 
consagrada. Y, como los españoles, no reflexiona- 
mos que el genio de un hombre, por grande que 
sea , no puede suplir la debilidad de los navios , la 
raridad de sus cañones y proyectiles y la deficien- 
cia de Sus arsenales. 



( I ) Ese concepto acaso sea duro en exceso. Ha de tenerse en 

cuenta que , en nuestra Patria , predominaban los impulsos de la 

« 

opinión extraviada por discursos y leyendas, que presentaban la 
escuadra casi como invencible , á la vez que rebajaban el poder 
del enemigo, cuando la realidad era diametralmente opuesta. 
Los pocos que así lo declaraban , eran tildados de sospechosos 
ó de pusilánimes y sus advertencias se rechazaban con desdén. 
De todos modos, no debió consentirse que imperase tamaño 
error. 



INTRODUCCIÓN 15 



» Cuando llegó la derrota, España temió por 
sus costas metropolitanas. Se hablaba de que las 
escuadras americanas, atravesando el Atlántico, 
podrían atacar á Cádiz, Barcelona ó las Baleares. 
Nada estaba dispuesto. Era preciso trabajar á la 
carrera, improvisar una defensa de las costas. 
Nosotros sabemos lo que es eso mejor que nadie. 
En Francia, cuando amenazó el conflicto, nos 
hemos encontrado con los regimientos de marina 
reducidos al estado de esqueleto, nuestros puer- 
tos militares desprovistos de toda defensa seria, al 
menos durante los diez primeros días de guerra; 
las baterías del litoral sin cañones, los cañones sin 
artilleros. 

» Pues por ese camino , España ha visto des- 
aparecer su bandera de todos los mares: falta de 
preparación , falta de previsión , por no haber que- 
rido creer en una guerra inminente é inevitable, ha 
perdido no sé cuántos miles de kilómetros cuadra- 
dos y no sé cuántos millones de subditos. Y para 
ese desplomamiento han bastado hora y. media 
de combate en Santiago y tres cuartos de hora en 
Cavite. 

. » Esa caída terrible debe ser para nosotros una 
lección. Debe abrirnos los ojos, hacernos mirar 
más allá de las fronteras, provocar una vuelta so- 



16 LA GUERRA HISP ANO-AMERICANA 



bre nosotros mismos para venir al punto de par- 
tida, á las reformas hoy día necesarias. Las na- 
ciones que olvidan los peligros de fuera para en- 
golfarse en las divisiones de la política interior; las 
que abandonan su ejército ó su marina en manos 
incapaces ó indignas , se condenan ellas mismas y 
se entregan á la muerte. 

» Francia es pacífica; entiéndase bien. Mas 
para mantener la paz es necesario que dos quieran. 
Recientes sucesos han demostrado que, cualesquie- 
ra que sean las tendencias conciliatorias de una 
nación, puede, á pesar de todo, contra su gusto, 
encontrarse arrastrada á las aventuras. España no 
quería medirse con los Estados-Unidos; estaba 
propicia á hacer concesiones y á pactar compro- 
misos. Sin embargo, se vio forzada á tirar de la 
espada 

r 

A profundas meditaciones se prestan esos con- 
ceptos del ilustre publicista francés que acabamos 
de copiar, quien, en otro párrafo de su obra, dice: 
«Con la mitad de lo que le costó la guerra con los 
Estados-Unidos , España hubiera conservado Cuba 
y Filipinas. Armándose á tiempo, se evita la derro- 
ta; ó mejor todavia, se conserva la paz » . 



• 



/ 



INTRODUCCIÓN 17 



Hé ahí el rtiodo de discurrir de un hombre ci- 
vil, de un diputado francés, 

Pudiéramos dedicar extensas consideraciones 
á marcar la diferente manera con que entre nos- 
otros se aprecian estas cosas. 

No lo hacemos. No es ese el objeto de este 
libro. Pretendemos acumular enseñanzas: no nos 
creemos facultados para lanzar cargos; están de- 
masiado recientes los hechos y es faena muy com- 
pleja, que requiere calma en el estudio y potente 
autoridad en el fallo. 

Pero sí creemos útil registrar esos juicios de 
personas extrañas y peritas, para que sirvan de 
puerta á este libro, en cuyas páginas encontrarán 
los lectores , al lado de las amarguras del desastre, 
la refutación de muchos errores , y los hermosos 
destellos de un heroísmo brillante desvanecido en- 
tre las negras sombras de la derrota. • 

España ha perdido sus colonias, pero aún le 
queda mucho que conservar, mucho que vale y 
engrandece: Baleares, Canarias, las rías de Gali- 
cia, los puertos de África, las. codiciadas plazas 
del litoral, son posiciones que no deben perderse, 
porque su pérdida representaría el desmorona- 
miento completo de la Patria. 

Sigamos á tiempo las doctrinas de M. Lockroy. 



18 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 



«Los que quieran paz, deben hacer que la Na- 
ción sea fuerte en la tierra y en el mar; muchas 
bases de operaciones, muchos barcos, muchos 
cañones, muchos soldados; solo á ese precio se 
cojisigue la paz. » 



CAPITULO PRIMERO 



Ellos y nosotros. 

t " 
La preparación de la guerra. — Mensaje de Mac-Kiniey. — Plan de campaña 
de los americanos. — Variaciones qu^ sufrió á impulso de nuestros errores. — 
Santiago de Cuba lugar decisivo de la lucha. 

No fué la guerra hispano-americana, de esas 
que estallan de improviso, por efecto de algún lan- 
ce extraordinario é inesperado que rompe la har- 
monía de dos Estados y los lanza á dirimir sus 
cuestiones por medio de las armas. 

Ofreció, al contrario, esa guerra, largo perío- 
do de amagamiento , que fué hábilmente aprove- 
chado por los americanos: parece inconcebible 
que España dejase de practicar análogo sistema 
preparatorio. 

En Febrero de 1895 (i), á impulsos de la Junta 
revolucionaria que el Gobierno de los Estados- 



(i) No nos remontamos á más ai^erior fecha , porque he- 
mos de hacerlo al ocuparnos de las Causas de la pérdida de 
ntustras colonigs, en otro libro aparte. 



20 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



/ 



Unidos había dejado fundar en New- York, desem- 
barcaron en la provincia de Matanzas los primeros 
emisarios, que encendieron allí la rebelión separa- 
tista, la cual fué creciendo merced á los auxilios 
recibidos de los puertos de la América del Norte 
en repetidas expediciones, hasta llegar el i6 de 
Septiembre de 1895, que los insurgentes procla- 
maron la independencia ( i ). 

Está fuera de duda , y así lo reconocen hoy los 
tratadistas de Derecho internacional y los críticos 
militares extranjeros , que han hecho el estudio de 
la guerra, que nuestros Generales hubieran venci- 
do la insurrección con los grandes refuerzos que de 
España llegaron, si aquélla, á su vez, no hubiese 
recibido frecuentes refuerzos de los puertos de la 
Unión más cercanos á Cuba , de Charleston , Tam- 
pa, Key-West, y á veces de New- York. 

Entre otros testimonios que así lo declaran, 
podemos hoy citar el de L. Le Fur, reputado pro- 
fesor de Derecho de la Universidad de Caen, el 
cual , en un celebrado estudio que vio la luz en la 
Reviie Genérale de droit international public, en 
1898 y 1899, atestigua, que el General Weyler 



(i)* Al estallar la rebelión mandaba en Cuba el Teniente 
General D. Emilio Calleja é Isasi. 



ELLOS Y NOSOTROS 21 

hubiera concluido por triunfar de los insurrectos, 
si éstos no hubieran disfrutado de la ayuda de los 
Estados Unidos ( i ). 

Algo más podemos añadir por cuenta propia: 
personas que han cruzado impresiones con jefes 
de la insurrección , después de hecha la paz , y con 
las cuales hemos tenido ocasión de hablar de esto, 
manifiéstannos , que no falta entre aquéllos quie- 
nes confiesen noblemente el grado sumo de ani- 
quilamiento á que habían llegado cuando en Abril 
del 98 se decretó la intervención de los Estados- 
Unidos, cuya esperanza hacía meses que venía 
sosteniendo el espíritu de la rebelión. 

Durante todo el año 1 896 las expediciones fili- 
busteras se sucedieron sin intervalo. Algunos bar- 
cos, como el Bermuda, el Latir ada y el Tkrre 
Friends, hacían un servicio casi regular entre los 
puertos americanos y las costas de Cuba. Nada 
vaheron las reclamaciones de los cónsules españo- 
les. Los barcos filibusteros, amparados, bajo cuer- 
da, por las autoridades de la Unión, burlaban la 
vigilancia y conseguían alijar los pertrechos que 
conducían j y cuando ocurría algún apresamiento, 



(1) Etude sur la gtierre HispanO'americaine de 1898, en- 
visagée au point de vue du droit international pul)lic, par L. 
Le Fur. 



22 LA GUERRA HISPANO -AMERICANA 

como el del Competitor , y se quiso hacef" un es- 
carmiento, los Estados-Unidos entablaban vivas 
reclamaciones, no llegando por desgracia el caso 
á lo que llegó el del Virginms, reduciendo todo el 
proceso á interminable lucha diplomática, alimen- 
tada por la doctrina que establece el Protocolo de 
12 de Enero de 1877 (i), que sólo autorizaba el 
recurrir á tribunales excepcionales cuando los de- 
lincuentes contra la seguridad del territorio fueran 
cogidos con las armas en la mano. 

El 27 de Febrero de 1896 empezó á descu- 
brirse abiertamente la hostilidad de los Estados- 
Unidos , pues el Comité de Negocios extranjeros 
de la Cámara de representantes, tomando á su 
cargo la defensa de los cubanos contra España, 
presentó un proyecto de resolución para que se les 
reconociese como beligerantes. Al día siguiente el 
Senado votó y aprobó una resolución análoga, ha- 
ciendo constar que los Estados-Unidos se procla- 
maban neutrales en la guerra de Cuba contra Es- 
paña , y debían ofrecer sus buenos oficios al Go- 
bierno español, para obtener el reconocimiento de 
la independencia de Cuba. La Cámrirn. de repre- 



(i) Confirmación del Tratado del Escorial de 27 de Octu- 
bre de 1795. 



ELLOS Y NOSOTROS 23 

sentantes votó el 2 de Marzo una resolución pare- 
cida. El presidente Cleveland, obrando con co- 
rrección, no tomó en cuenta ese doble voto: las 
Cámaras trataron de imponerse aprobando una 
resolución conjunta; pero la actitud enérgica de 
Cleveland , propicio á demandar segunda votación 
por mayoría de las dos terceras partes , hizo á los 
jingoes desistir de su intento. 

El 4 de Marzo de 1897 ^^j^ Cleveland la pre- 
sidencia, sin ceder en esa conducta firme. En el 
período de su magistratura , se registra una comu- 
nicación del secretario de Negocios extranjeros 
Mr. Olney, que en 4 de Abril de 1896 ofrecía á 
España la mediación de los Estados-Unidos, la 
que fué contestada por el Duque de Tetuán, mi- 
nistro de Estado, en 22 de Mayo, declarando que 
hacía condición previa para toda negociación, la 
sumisión de los insurrectos, ante cuya demanda 
los Estados-Unidos desistieron de su empeño ( i ). 

En tanto , seguían en los Estados-Unidos las 
manifestaciones hostiles , hasta el punto de que , el 
20 de Noviembre de 1896, un grupo de soldados 
de la milicia pisoteó en New-Castle (Delaware) 



(i) Los que deseen mayor .ilustración sobre estos datos y 
los que siguen, consulten el Libro Rojo ^ publicado por nuestro 
Gobierno á raíz del Tratado de París. 



24 LA guerra: KISPANO-AMERICANA 

la bandera española; el Senado admitía proposi- 
ciones sobre el reconocimiento de la República 
cubana, entre las .cuales había una del senador 
Mills , de Texas , que pedía se tomase posesión de 
la isla hasta que los insurgentes pudieran orga- 
nizar un Gobierno regular, y al ocurrir la muerte 
de Maceo, en qoiubate noble contra nuestras tro- 
pas, se pidió á la Cámara de representantes que 
demandara explicaciones .á España por aquel lance 
militar, que sin ningún fundamento se calificaba 
de asesinato. 

Esas excitaciones no lograron sacar á Cleve- 
land* de su sistema , que llevó hasta el extremo 
de recordar á los cubanos naturalizados en los 
Estados-Unidos, que no debían con actos ni pa- 
labras producir graves dificultades á su nueva pa- 
tria, y declarando que ^ra inoportuno el recono- 
cimiento de la beligerancia de los insurrectos^ li- 
mitándose á pedir para ellos la concesión de la 
autonomía, en mensaje de ^ de Diciembre de 1896, 
y á reclamar la téfniioación pronta- de la guerra, 
por ios perjuicios qúe^cbn ella sufrían los Estados- 
Unidos á causa de 6u proximidad y de los grandes 
intereses que enCuba'represent^iban. 

Aún volvieron las Cámaras á hacer fuerza , por 
el votí) de una propo^úcípn fí?;////;?/^, en favor .de la 



ELLOS Y NOSOTROS 2í 



independencia de Cuba, la que se estrelló ante la 
tenaz formalidad del Presidente ; y así llegó el final 
del año 1896, en cuyos últimos días Francia, In- 
glaterra y Alemania aconsejaron á España qlie 
aceptase los buenos oficios de los Estados-Unidos 
para asegurar la pronta terminación de la guerra. 
No fué admitida la invitación, pero nuestro Go- 
bierno decidió conceder á las Antillas una auto- 
nomía con Cámara provincial electiva y presidente 
con facultad de veto, decretada el 31 de Diciem- 
bre de 1896 para Puerto-Rico y en Febrero 
de 1897 P^^^ Cuba. 

Con esto mejoraron, al parecer, las relaciones 
entre los Estados-Unidos y España; pero el 4 de 
Marzo de 1897 dejó Cleveland la presidencia y le 
sucedió Mac-Kinley. Éste distaba mucho de po- 
seer el mismo sentido moral que su antecesor, así 
que , no sólo dio oídos á las proposiciones de las 
Cámaras , sino que alentó ó consintió las demasías 
de su cónsul en la Habana , Mr. Lee , quien exigía 
condiciones excepcionales para juzgar á los ciuda- 
danos americanos, de verdad ó de pega, que las 
fuerzas españolas aprehendieran. 

Por entonces, para evitar que los habitantes 
del campo prestasen auxilio á los insurrectos, de- 
cretó^el General Weyler su reconcentración en las 



26 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

ciudades, y los Estados-Unidos tomaron como 
pretexto ir en auxilio de aquellos reconcentrados, 
para provocar un conflicto de gravísimo carácter, 
puesto que pretendían, no sólo repartir ellos los 
recursos , sino llevárselos en barcos de guerra ame- 
ricanos , á la vez que el secretario de Estado mister 
Sherman protestaba, en comunicación de 28 de 
Junio de 1897, en nombre de la humanidad, contra 
la reconcentración , que privaba á la rebelión de 
todo apoyo ( i ). 

Vinieron después nuevos intentos de las Cá- 
maras americanas en favor de la beligerancia; 
efectuóse el cambio del embajador Taylor por 
Mr. Woodford ; ocurrió el 8 de Agosto de 1 897 el 
asesinato de D. Antonio Cánovas del Castillo; su- 
bió al Poder el partido liberal; el General Weyler 
fué reemplazado en Cuba por el General Blanco, 
encargado de implantar el nuevo régimen autonó- 
mico, cuyo Gobierno quedó establecido en Enero 



(i) Inglaterra, que tanto ayudó á los Estados-Unidos en 
contra nuestra y tanto vituperaba el sistema de reconcentración, 
lo ha adoptado en el África del Sur, en la campaña contra los 
heroicos boers, sin que nadie oponga reparo á su violenta po- 
lítica de la guerra. 

Pero ^ acaso los mismos que tanto alardeaban de humanita- 
rios no están siguiendo sistemas de opresión y dureza en Cuba, 
Puerto-Rico y Filipinas? 



ELLOS Y NOSOTROS 27 



de 1898, celebrando la primera sesión las Cámaras 
insulares el 4 de Mayo , es decir, algunos días des- 
pués de la declaración de guerra de los Estados- 
Unidos , á la sazón en que los informes de Mr. Lee 
presentaban la autonomía como fracasada. 

Antes de eso, el 6 de Diciembre de 1897, 
Mac-Kinley envió un Mensaje al Congreso, á todas 
luces ofensivo para España. 

No se quedaba corto el Presidente, al descubrir 
intenciones ni al preparar, con aquel artero docu- 
mento , la opinión de Europa , para que la más ini- 
cua de las guerras fuese sancionada sin protesta. 

En el Mensaje , alentábase á los insurrectos cu- 
banos á proseguir la lucha , cuando ya se hallaban 
en extremo abatidos; se ofendía al Ejército espa- 
ñol en la persona del General en Jefe y de la polí- 
tica de la guerra que seguían sus Generales y je- 
fes, cuyas medidas se criticaban duramente y las 
de reconcentración se calificaban de crueles; alu- 
díase á las instrucciones dadas al nuevo ministro 
de los Estados-Unidos en Madrid, Mr. Woodford, 
para que excitase á España á concluir la guerra 
pronto, poniendo término al sistema de destruc- 
ción de propiedades; se hacía sardónico alarde de 
haber gastado los Estados-Unidos algunos millo- 
nes en perseguir expediciones aseverando que ha- 



2S LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



bían impedido muchas de ellas, y á vuelta de des- 
precios al nuevo régimen autonómico , cuyo fraca- 
so se declaraba evidente, concluía el documento 
con una verdadera y terminante amenaza: la de 
que «la civilización y la humanidad podrán obli- 
gamos á intervenir por la fuerza, y eso se hará 
cuando lo imponga un deber claro y lo aprueben 
las naciones». 

Esos pujos humanitarios de que blasonaban, 
han sido desmentidos en la realidad. Hoy son los 
cubanos los que gimen y protestan ante las exi- 
gencias de los Estados-Unidos. 

Los que pretendían hacernos la guerra para 
revindicar los derechos humanos , son ahora domi- 
nadores implacables. ¡Decíanse Quijotes de la li- 
bertad y se van convirtiendo en Sanchos de la co- 
dicia y de la opresión! 

Aquellas declaraciones, aquellos ataques y ofen- 
sas injustificadas , aquellas ingerencias en la políti- 
ca y en el sistema de guerra que España seguía en 
Cuba, demostraban bien á las claras que, no sólo 
se trataba de destruir el insignificante efecto que 
habían producido en el campo insurrecto cubano 
las concesiones amplias emanadas del cambio de la 
política de España en Cuba, sino que llegaba la 
perfidia más allá: á mostrarse inconforme el Go- 



ELLOS Y NOSOTROS 29 



bierno de Washington con todo lo que no encaja- 
se en el molde de sus ambiciones. 

El peligro para España era, pues, inminente y 
seguro. Era el fruto de largos errores y de incom- 
prensibles debilidades. 

Y , á pesar de ello , no se quería apreciarlo. 

Una venda fatal interceptaba la percepción y 
producía confianza en el ánimo de nuestros esta- 
distas. 

No faltaron los avisos amistosos. Llena de ellos 
está la prensa de toda Europa de aquella época, 
que, á partir del Mensaje, no se hizo ilusiones y 
aconsejaba á España , con tiempo , que se prepara- 
se contra temibles ataques. Particularmente desde 
Panero de 1898, esto es, á raíz del Mensaje del 
Presidente , se veía cteiramente precipitarse el» mo- 
mento de la agresión de los Estados-Unidos con- 
tra Cuba. 

Aún recordamos, entre otros, al periódico 
francés La Justicia, que por aquella fecha decía, 
refiriéndose al Mensaje de Mac-Kinley al Congreso 
americano , que « las frases huecas de civilización 
y humanidad invocadas para justificar la interven- 
ción eventual de la nación norte-americana , no ha- 
rán olvidar á Europa las consideraciones de dere- 
cho y de justicia, que son su propia defensa y 



30 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

garantía » . Otro periódico francés , La Liberte , nos 
avisaba en los siguientes términos: « España no 
debe forjarse ilusiones respecto á la hostilidad de 
los Estados-Unidos, á pesar de sus blanduras de 
lenguaje y de la bajeza diplomática de Mac-Kinley, 
propia sólo para adormecerla; es preciso suponer 
las hipótesis más temibles^). Le Siecle hacía cons- 
tar que « el Mensaje formulaba apreciaciones ver- 
daderamente ofensivas para el honor legítimamen- 
te susceptible del pueblo español » . Y á ese tenor, 
con ligeras variantes, se producían los órganos de 
la prensa europea , mereciendo consignarse por su 
claridad, La Opinione , periódico italiano, que de- 
cía : « el expresado documento no contiene amena- 
za alguna de efecto inmediato ; pero no puede me- 
nos de reconocerse que no titne nada de tranquili- 
zador», por lo cual aconsejaba á España que se 
aprestase ante los peligros del porvenir. 

Ninguna de esas indicaciones preventivas me- 
reció ser tomada en consideración con todo el al- 
cance necesario, que debió traducirse en medidas 
radicales en orden á la defensa y al abastecimiento 
de la Gran Antilla. Solamente en aquel rasgo tar- 
dío de conceder á Cuba la autonomía, se notó el 
efecto de la corriente imperante, solución en ver- 
dad inútil, porque, á tales alturas, deslindados 



ELLOS Y NOSOTROS 31 

bien los campos, puede decirse que en Cuba no 
quedaban ya autonomistas : la casi totalidad de los 
que así se llamaron, hallábanse en abierta rebe- 
lión, fiando más en obtenerlo todo por mediación 
de la fuerza de los Estados-Unidos , que en disfru- 
tar las ventajas del gobierno autónomo, bajo la 
bandera española. 

Y en punto á defensa, únicamente se notó la 
previsión de una contienda exterior, en la prisa 
con que se fortificó y artilló, á costa de grandes 
esfuerzos, la plaza de la Habana, siendo para ello 
necesario , que el General Martínez Campos pusie- 
ra en la balanza todo el peso de su prestigio, se- 
cundando eficazmente esa idea los Generales Wey- 
1er y Blanco. 

Quedaban en pie las enormes deficiencias del 
armamento de los puertos. del litoral, acumuladas 
por largos años de descuido, cuando un suceso 
triste, la catástrofe del Mame, vino á dar pretexto 
á los americanos para precipitar la lucha que tan- 
to tiempo venían ambicionando. 

Ante las excitaciones de Mr. Lee , los Estados- 
Unidos se propusieron meter sus buques de guerra 
en la bahía de la Habana. No encontraron, como 
era consiguiente , la aquiescencia de España , y re- 
currieron á la excusa de decir, en Enero del 98, 



32 LA GUERRA HISPANÜ-AMERICANA 

que « para restablecer la antigua costumbre de vi- 
sitar los puertos amigos, enviarían pronto un bu- 
que de guerra á los puertos de Cuba » . España 
respondió que, á fin de corresponder á esa corte- 
sía, mandaría también sus buques á visitar los 
puertos americanos. 

El 26 de Enero , entró en la Habana el Maifu\ 
y algunos días después el Montgo^nery visitaba 
otros puertos de la Isla. El 16 de Febrero, ocu- 
rrió una espantosa voladura á bordo del Maine, 
que destruyó el crucero americano y produjo 250 
víctimas de su tripulación. 

Cuantas ocasiones tengamos de protestar con- 
tra la inculpación de que esa hecatombe fué cau- 
sada por manos españolas, las aprovecharemos 
con plena conciencia de la verdad , á fuer de testi- 
gos presenciales de la catástrofe á la que hemos 
dedicado meditación prolija. Así lo abonan mu- 
chísimas razones técnicas y de orden material y 
moral. Así lo comprobaron los datos del íiecho y 
el estudio de los restos. No obstante, los comisio- 
nados americanos achacaron la explosión á un ori- 
gen exterior al barco, acabando de concitar con- 
tra España los odios de los Estados-Unidos, ya 
bastante acrecidos por la sostenida ambición de 
poseer la perla de las Antillas. 



ELLOS Y NOSOTROS 33 



Otro incidente ocurrió en Febrero de 1898, 
del que sacó partido la prensa amarilla de los Es- 
tados-Unidos para excitar las pasiones contra Es- 
paña : la célebre carta de nuestro Ministro en 
Washington Dupuy de Lome al Sr. Canalejas, 
que entonces se hallaba en la Habana, carta que 
cayó en poder de nuestros enemigos y fué publica- 
da íntegra en el Journal, periódico grandemente 
hostil á nuestra causa. En esa carta, cuya posesión 
constituía un verdadero robo , y que sólo tenía ca- 
rácter particular, se hacían apreciaciones duras, y 
por cierto bien merecidas, acerca de la conducta 
de Mac-Kinley, al que nuestro Gobierno dio satis- 
facción cumplida relevando á Dupuy y substitu- 
yéndole por Polo de Bernabé. 

Las negociaciones que á estos hechos siguie- 
ron, son muy largas de referir y figuran íntegras 
en el Libro Rojo publicado y repartido por el Mi- 
nisterio de Estado después del Tratado de París. 

De ellas hemos de ocuparnos extensamente al 
tratar de las causas de la pérdida de nuestras co- 
lonias, limitándonos ahora á recordar, que, el 23 
de Marzo del 98, Mac-Kinley informó á nuestro 
Gobierno que si no concedía en breve plazo un 
arreglo para asegurar la paz en Cuba, sometería 
al Congreso, al mismo tiempo que las coriclusio- 



84 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

nes de la Comisión de averiguación por la explo- 
sión del Maine, la necesidad de decidir sobre las 
relaciones con España, y á la vez las Cámaras vo- 
taban 250 millones de francos para la defensa na- 
cional y declaraban libre de derechos de aduanas 
todo el material de guerra, y el departamento de 
Marina, contrataba y armaba en guerra todos 
cuantos barcos mercantes se le ofrecían en Euro- 
pa y en los Estados-Unidos. ¡En cambio á Espa- 
ña se le prohibió decretar el corso! 

Pidió nuestro Gobierno que la cuestión del 
Maine se sometiese á un arbitragé internacional, 
lo que rechazó Mac-Kinley , y el 29 de Marzo vol- 
vió éste á exigir que España otorgase á los insu- 
rrectos un armisticio hasta \P de Octubre, para 
facilitar la distribución de socorros á los reconcen- 
trados. 

La decisión en Consejo de 31 de Marzo debió 
ser aceptada por el Gobierno americano, pues en 
ella, no sólo se accedía á revocar las órdenes de 
reconcentración, sino que se confiaría al Parla- 
mento insular el cuidado de preparar la pacifica- 
ción de Cuba, y hasta el de acordar el armisticio 
con los insurrectos, pero con la condición, que el 
pundonor español exigía, que la petición de sus- 
pensión de hostilidades partiese de ellos. 



ELLOS Y NOSOTROS 85 

Woodford , renovó sus pretensiones , y fueron 
estériles cuantos esfuerzos de mediación se hicie- 
ron, ya por parte del Sumo Pontífice, ya por las 
grandes potencias, bajo la iniciativa de Austria 
(Alemania, Austria, Francia, Inglaterra, Italia y 
Rusia), cuyos embajadores presentaron en Was- 
hington una nota el 7 de Abril, la que el 9 fué re- 
producida al Gobierno de Madrid ; no encontraron 
obstáculo esas negociaciones en España, hasta el 
extremo de que el mismo 9 de Abril, Woodford 
notificó á los Estados-Unidos oficialmente la sus- 
pensión de las hostilidades, que decretó en segui- 
da el General Blanco, é igual notificación hizo el 
secretario del Papa: Mac-Kinley, después de dila- 
ciones y argucias, exigió la intervención armada 
de los Estados-Unidos como único medio de po- 
ner fin á la insurrección cubana. Rechazada esa 
proposición por nuestro Gobierno, á la vez que 
se refutaban las ofensas del Mensaje, continuaron 
en Washington los tenebrosos conciliábulos de las 
Cámaras , bajo la base del reconocimiento de la re- 
pública cubana , república cuyo presidente nominal 
residía en los Estados-Unidos , y por último , el 20 
de Abril, presentó Woodford un ultimátum exi- 
giendo que España renunciase inmediatamente á 
la soberanía en Cuba y retirase de allí sus tropas 



LA GUKRRA HISPANO-AMERICANA 



de tierra y mar, concediendo un plazo de tres días, 
del 20 al medio día al 23, para dar respuesta sa- 
tisfactoria á los Estados-Unidos, amenazando con 
la intervención armada. 

El Gobierno del Sr. Sagasta, ordenó al Sr. Polo 
de Bernabé que pidiese sus pasaportes y contestó 
á Woodford en los términos siguientes: 

El Ministro de Estado al Ministro PlenipotenGiario 

de los Estados- Unidos. 



Palacio 21 de Abril de i8g8. 



ExcMO. Sr.: 



Muy señor mío: En cumplimiento de un penoso de- 
ber, tengo la honra de participar á V. E. que sancio- 
nada por el Presidente de la República una resolución 
de ambas Cámaras délos Estados-Unidos, que al ne- 
gar la legítima soberanía de España y amenazar con 
una inmediata intervención armada en la isla de Cuba, 
equivale á una evidente declaración de guerra, el Go- 
bierno de S. M. ha ordenado á su Ministro en Was- 
hington que se retire, sin pérdida de tiempo, del terri- 
torio americano, con todo el personal de la Legación. 

Por este hecho quedan interrumpidas las relaciones 
diplomáticas que de antiguo existían entre los dos paí- 
ses, cesando toda comunicación oñcial entre sus res- 
pectivos representantes , y me apresuro á ponerlo en co- 



ELLOS Y NOSOTROS 87 

nocímiento de V. E. á fin de que adopte por su parte 
las disposiciones que crea convenientes. 

Ruego al propio tiempo á V. E. se sirva acusarme 
recibido de esta nota_, y aprovecho, etc. = Firmado, 

Pío GULLÓN. 



La breve reseña que antecede, necesaria para 
entrar en materia y útil para formar idea clara de 
la situación , demuestra evidentemente , que la gue- 
rra con los Estados-Unidos era inevitable, porque 
ellos la tenían decidida, y que á prepararse para 
sus consecuencias debieron dedicarse en nuestra 
Patria los mayores aprestos. 

No fué así. 

En España no se quería creer en la posibilidad 
de que el conflicto estallase, ó por lo menos, no 
se tomaron desde tiempo atrás las medidas nece- 
sarias para contrarrestar sus efectos. 

Quizá se presumía, que con una política de 
condescendencias y de abdicaciones , no llegaría el 
momento de la ruptura, sin tener en cuenta, que, 
ese temperamento conciliador, necesita apoyarse 
en la fuerza, fácil de conseguir en este caso, con 
sólo haber defendido con tiempo los puertos de 
la Habana, Cienfuegos, Matanzas, Guantánamo, 



88 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Ñipe y Santiago de Cuba, y haber mantenido en 
aguas de las Antillas , desde que la guerra separa- 
tista tomó auge, una división de la escuadra. 

Cuando hoy, después de lo pasado, se piensa 
en que pudo evitarse el terrible perjuicio, parece 
imposible que no se dirigiesen á ese objeto las 
energías de la nación y los trabajos de sus mag- 
nates. 

Pero, ¿acaso ahora no está sucediendo lo mis- 
mo? El grandísimo desmembramiento que ha su- 
frido la Patria, ¿quién asegura que no puede con- 
tinuar cuando menos se piense .^^ Y, ¿qué precau- 
ciones se toman para ahuyentar los peligros que 
nos amagan? 

Las más pequeñas equivocaciones que se co- 
metan en la organización inicial de una guerra, 
producen tremendos perjuicios. 

Al declararse una campaña, todo debe estar 
previsto y ordenado. Las improvisaciones son di- 
fíciles y cuestan caras. Lo que desordenado co- 
mienza, acaba pronto y mal, porque enfrente del 
enemigo las deficiencias se agigantan y se tradu- 
cen en inmediatos desalientos precursores de la 
derrota. 

Por parte del Gobierno de los Estados-Unidos, 
además de ese plan político desarrollado cautelo- 



ELLOS Y NOSOTROS 39 

sámente, que la diplomacia española debió com- 
prender y deshacer á tiempo , existía un bien con- 
cebido y meditado plan de guerra contra España, 
trazado con calma y método. 

Por parte de España, ^ había algún trabajo de 
análogo fuste? No lo sabemos. 

Nunca se percibieron señales que lo denuncia- 
sen con fijeza, por cuya causa, del mismo modo 
que la falta de previsión política, suele hoy seña- 
larse la falta de previsión estratégica. 

En el plan de campaña de los Estados-Unidos, 
no entraba ciertamente la idea de que el departa- 
mento oriental de la isla de Cuba fuese teatro de 
la lucha decisiva. 

El secreto de la victoria en la guerra moderna 
consiste en presentar la batalla en condiciones de 
superioridad con relación al enemigo, y mal po- 
dían suponer los americanos que los españoles 
llegaran á proceder tan torpemente, que hiciesen 
lugar decisivo á Santiago de Cuba, punto débil, 
desnudo de defensas modernas, lejos de la gran 
base de operaciones , de la Habana , desligado por 
completo del núcleo principal de resistencia: esas 
consideraciones, que son aplicables á las guerras 
ofensivas, lo son mucho más en este caso, por 
tratarse de una contienda en que estábamos redu- 



40 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

cidos á ia defensiva y debían en ella amañarse 
las cosas de modo que la lucha se desarrollase en 
el lugar donde para realizarla tuviésemos mayores 
elementos. 

Así se ve, que las primeras disposiciones da- 
das por la junta de guerra de Washington (Strate- 
gic War) al Almirante Sampson, concedían escasa 
importancia al departamento oriental de la isla^ 
sin mencionar siquiera á Santiago de Cuba, dán- 
dole, en cambio, colosal valor al departamento 
occidental, principalmente á la Habana y á la ex- 
tensión flanqueante de costa cercana, desde Ma- 
tanzas y Cárdenas al Mariel y Bahía Honda. 

«El deber de nuestra marina — escribían los 
americanos antes de la declaración de guerra, — 
quedaría circunscripto á la re7ididón de la Haba- 
na, al bloqueo de Cuba y Puerto-Rico, al equipa- 
miento de los insurrectos cubanos, la destrucción 
del comercio español y la defensa de nuestra base 
de abastecimiento y de otros puertos propios. Es- 
tos son trabajos de tremenda magnitud y que de- 
mandan muchas actividades. Batallas navales sería 
necesario librar antes que la Habana cayese en 
nuestro poder, y á ese objetivo podríamos dedicar 
todos los barcos de la flota de combate no necesa- 
rios para la protección de nuestras costas». 



ELLOS Y NOSOTROS 41 



De igual origen americano son las considera- 
ciones de que España podría operar con su escua- 
dra á la ofensiva , actuando á la defensiva tan lejos 
de las costas como le fuera posible, agregando 
que en el caso en que la escuadra española fuese 
derrotada, todas las plazas de la isla caerían en su 
poder y Cuba entera dejaría de ser española. 

Pero no se necesita recurrir á textos semi-ofi- 
ciales : en los mismos documentos oficiales , relati- 
vos á la guerra , publicados en el voluminoso Re- 
pport of Secretary of the Navy (1898), se leen 
unas instrucciones dadas á Sampson el 6 de Abril 
de 1898, ó sea antes de declararse las hostilida- 
des, en las que se le ordena «que los barcos de su 
escuadra no se expondrán al fuego de las baterías 
de la Habana, Santiago de Cuba y otros puertos 
fuertemente ( ! ) fortificados , á menos que los más 
formidables barcos españoles pudieran tomar refu- 
gio en esas bahías»; y más adelante se le advierte 
«que no convenía dedicar tropas de los Estados- 
Unidos á capturar ninguna plaza fuerte ni á prote- 
ger desembarcos hasta que no pase la estación de 
la fiebre amarilla, ó sea antes del i.^ de Octubre»; 
y para remachar bien el clavo , se le ordenaba , que 
« mantuviese el estricto bloqueo de la isla , particu- 
larmente de los puertos de la Habana y Matanzas, 



42 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

y si fuese posible de Santiago de Cuba, Manzanillo 
y Cienfuegos». 

Pero la inesperada entrada de nuestra escuadra 
en Santiago , cambió por completo la fase (del pro- 
blema, en condiciones favorabilísimas para los Es- 
tados-Unidos, porque no debe perderse de vista 
que su preparación naval, con resultar más fuerte 
que la nuestra, era, sin embargo, muy incomple- 
ta; de ahí que los primeros movimientos de sus 
barcos , se caracterizasen por el temor y la descon- 
fianza en sus propias fuerzas. 

Los textos de los críticos extranjeros así lo re- 
conocen. 

En la traducción francesa, del libro del Capitán 
de la Marina americana Mr. Mahan ( i ) , hecha por 
el Conde Alfonso de Diesbach, se lee una intro- 
ducción crítica , de la que tomamos los siguientes 
párrafos : 

«Nadie que haya seguido los acontecimientos 
deja de sacar dos impresiones: primera, que los 
oficiales de la Marina americana han dado pruebas 
de la más completa energía y capacidad para la 
guerra naval, y segunda, que el manejo de la flo- 
ta americana, en conjunto, se caracteriza por una 



(i) La Guerre Sur mer et ses legons. 



ELLOS Y NOSOTROS, 43 

indecisión y una timidez, que á no haber sido 
neutralizados por la ineficacia de la única escuadra 
española, en estado de hacerse á la mar, el térmi- 
no del conflicto hubiera entrañado serias dificulta- 
des. La fuerza naval de Cervera entró en Santiago 
sin haber sido descubierta por ningún barco ame- 
ricano, y durante diez días estuvo allí sin que el 
bloqueo del puerto fiíese establecido. El 1 1 de 
Mayo , cuando la escuadra española se encontraba 
en la Martinica, una parte de la flota americana se 
entretenía en bombardear á San Juan , fútilmente, 
y empezaba á escasear el carbón; la otra parte se 
encontraba todavía en Hampton-Roads , á i.ooo 
millas de la Habana. Si, como aparentemente te- 
nía intención, Cervera hubiese podido hacer car- 
bón en Curagao ó hubiera tenido medios de llenar 
rápidamente sus carboneras en Santiago, hubie- 
se podido llegar á la Habana sin encontrar fuer- 
za superior, ó hubiese podido hacer desagradable 
visita á Tampa ó Cayo Hueso. Haber impues- 
to á los americanos la necesidad de un ataque 
contra la Habana, hubiera aumentado inmensa- 
mente las dificultades de los Estados-Unidos. En- 
trando en Santiago, donde no había medios de 
abastecer sus barcos, Cervera facilitó el juego á 
sus adversarios , para quienes desde ese momento 



41 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 



dejó de tener importancia la debilidad inicial estra- 
tégica. » 

«Las miserables obras de defensa en Santiago 
de Cuba improvisadas, llenaron su objeto, pues 
obligaron á los americanos á emprender operacio- 
nes por tierra. » 

<^Nada pudo ser más feliz para los americanos 
que la entrada de Cervera en Santiago, que les 
evitó la necesidad de dirigir la campaña contra la 
Habana» 



CAPITULO II. 



Estado militar, económico y social 
de la plaza de Santiago. 

Proyectos de reconcentración. — Fuerzas disponibles. — Situación de las tro- 
pas. — Atraso de once meses en las consignaciones de los cuerpos. — Los bi- 
lletes del Banco Español de Cuba. — La escasez de víveres y de agua. — 
Hostilidad del país. 

Pueden comprenderse, por lo que dejamos di- 
cho en el anterior capítulo, las malas condiciones 
en que entrábamos en la campaña con los Esta- 
dos-Unidos , por la deficiencia de nuestra organiza- 
ción defensiva; por la total carencia de elementos 
con que poder ejercitar la ofensiva ; por el absoluto 
dominio del mar y de las costas en que desde el 
primer momento quedí la escuadra americana; 
por el aislamiento, cuando no la hostilidad, que 
hacia nosotros sentían las demás naciones; por la 
inferioridad de elementos de combate, y por el 
aniquilamiento de los que poseíamos, producido 
durante la larga y penosa guerra separatista. 

Pero todas esas desventajas de carácter gene- 



4(5 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

ral, aun se agravan y se multiplican, si se apre- 
cian otros detalles de aspecto particular, de los 
que no puede prescindirse cuando se quiere mar- 
car la verdadera situación de los contendientes, 
cosa indispensable, que debe tomarse en cuenta 
al juzgar sin pasión el por que de los sucesos. 

Por eso consideramos propio ocuparnos, si- 
quiera sea muy á la ligera , de poner al corriente á 
los que este libro lean, del estado militar de San- 
tiago, es decir, de los pocos recursos ^jue tenía la 
defensa de aquella plaza; de la precaria situación 
económica que en ella se sufría, y del aspecto 
de la conducta de la población civil, que lejos de 
ofrecernos alientos y apoyo , se presentaba hostil, 
cuando no traidora. 

Es difícil formarse cabal idea del desquicia- 
miento que todas esas concausas producían. El 
cuadro que vamos á describir, resulta tan sólo pá- 
lido reflejo de la realidad. 

En los primeros días%e Abril, el General en 
Jefe dio á conocer al General Linares el propósito 
de los americanos de ir sobre Santiago de Cuba, 
recomendándole la defensa de los puertos y cons- 
trucción de baterías en Santiago y Guantánamo, 
para rechazar la invasión por mar y contener por 
tierra las partidas rebeldes, puestas de acuerdo 



ESTADO MILITAR, ECONÓMICO Y SOCIAL 47 

con los americanos ( i ). En el orden de ideas de la 
reconcentración , después de meditar sobre la con- 
veniencia de abandonar Sagua de Tánamo, Bara- 
coa y Guantánamo; sobre la ventaja de que por el 
momento, era preferible conservar esos puntos, y, 
dentro de sus zonas, efectuar algunos repliegues, 
dejando para más tarde e\ abandonarlos; sobre la 
reconcentración en los términos propuestos, pero 
retirando las fuerzas de Baracoa y Sagua, enco- 
mendando la defensa á los Voluntarios y guerrille- 
ros, y que, en caso de necesidad suprema, se re- 
concentrara el núcleo de Guantánamo á Cuba, y 
acerca de que la expresada retirada de fuerzas, 
traería por consecuencia entregar Baracoa y Sagua 
á las partidas rebeldes, con armas, municiones y 
material y los hospitales con enfermos, se llegó á 
la solución de que quedara en cada uno de estos 
dos puertos , medio batallón de Córdoba con víve- 
res para tres meses. El 20 anunció el General en 



(i) Estuvo acordado que el General Linares fuese á la Ha- 
bana para conferenciar con el General Blanco ; pero luego , en 
vista de que los acontecimientos se precipitaban , dispuso éste 
que dejase el viaje, anunciándole el envío de la brigada del 
General Marina como refuerzo, y, con anterioridad, que el Co- 
mandante en jefe de Oriente acudiría con tropas en su auxilio, 
sí era necesario ; que se procuraría racionar y municionar aque- 
lla división y se avisaba el envío de víveres para cuatro meses. 



48 LA GUERRA HISPANOAMERICANA, 



Jefe la declaración de guerra y que la brigada Ma- 
rina ya no iba á Santiago , anunciando el envío de 
una compañía de Ingenieros y otra de Zapadores. 
Retiróse , pues , de Sagua , medio batallón de Cór- 
doba (tres compañías) que se transportaron á Ba- 
racoa; el batallón de Toledo pasó de Baracoa á 
Guantánamo y el de Talavera á Cuba, dejando 
Sagua y Baracoa racionadas hasta Agosto. Las 
tropas de aquella división quedaron así: 

Baracoa. — Después de retirar los destacamen- 
tos, excepto él del Faro (Punta Maisí) formado de 
un oficial y 40 hombres de Córdoba y una sección 
de Voluntarios movilizados, había en el pueblo 
tres compañías de Córdoba , una sección de Guar- 
dia Civil, cuatro compañías de Voluntarios movi- 
lizados y un tercio de Voluntarios urbanos. 

Sagua de Tánamo. — En la Boca, Esterón, Ba- 
zán y el recinto de Sagua , tres compañías de Cór- 
doba, una movilizada y un batallón de Volunta- 
rios. 

Guatitánamo. — Fueron retiradas las fuerzas de 
los poblados de Tiguabos, Palmar y Felicidad, y 
los destacamentos de La Piedra, l^oquerón y Be- 
llavista, quedando en el recinto fortificado del 
llano y poblados de Guaso, Jamaica, Guantána- 
mo, Caimanera y línea férrea, la brigada del Ge- 



ESTADO MILITAR, ECONÓMICO Y SOCIAL 49 

,. II — , - I - ■ , .1 ■ _ . »- ■— , . , , , ■■■■,, ,M_ . , , ■■ ., »■■■ „ ■■■ ■■■^. ■■ - -I -,^ — ,■■.■■ -— ■■, ■ ■— — — — — ^ 

neral Pareja , con el regimiento Infantería de Si- 
mancas, un batallón del regimiento del Príncipe, 
otro de Toledo , tercios de escuadras de Santa Ca- 
talina, una compañía de Ingenieros, una sección 
de Artillería de montaña con dos piezas de tiro rá- 
pido, una sección de la Guardia Civil, un escua- 
drón del regimiento Caballería del Rey y las fuer- 
zas irregulares movilizadas. 

Cuba. — Evacuáronse los fuertes de Aguacate 
y Arroyo Blanco, que servía el primero de esta- 
ción óptica para comunicar con Holguín y Baya- 
mo , y el segundo de enlace entre Aguacate y Pal- 
ma Soriano. Bayamo ya había sido antes abando- 
nado. Se retiraron los destacamentos de los inge- 
nios Sabanilla, Santa Ana y Hatillo, y de los po- 
J)lados de Vinent y Firmeza, correspondientes á 
las minas de Daiquiri y Juragua, conservando 
fuerzas en los fuertes de la falda de la sierra para 
evitar intrusiones de los insurrectos contra Sibo- 
ney y Daiquiri. Quedaron, por tanto, guarnecidos 
Cuba, Siboney, Daiquiri, línea férrea de Cuba á 
Siboney y Firmeza, línea de fuertes de Firmeza á 
Vinent por la sierra, línea férrea de Vinent á Dai- 
quiri, Caney, Ermitaño, puerto y alturas de Villa- 
lón y Escanden, San Miguel de Lajas, Cuabitas, 
Boniato , puertos de este nombre y de Enramadas, 



&0 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Isleño , Corralillo y Bayamo y Loma Cruz , Cobre, 
Monte Real, puerto de Bartolón, Mazamorra y 
San Migoel de Parada, línea férrea de Cuba al 
Cristo con destacamentos en todas las obras de 
fábrica, depósitos de agua y poblados San Vicen- 
te y Dos Bocas. Tramo de línea férrea del Cristo á 
Songo y Socorro , con guarniciones en estos pobla- 
dos y puentes del trayecto. Tramo de línea férrea 
del Cristo á San Luis, incluyendo este poblado, 
Dos Caminos, Morón y puentes de la línea. Palma 
Soriano, posición estratégica sobre el Cauto, cu- 
yos habitantes, sin distinción de insulares ni penin- 
sulares, todos estaban movilizados y poseían ex- 
tensa zona de cultivo que podía ser muy necesaria. 
Para todas esas defensas y guarniciones, sólo 
tenía el General Linares el regimiento Infanterís^ 
de Cuba, batallones de San P'ernando, Constitu- 
ción, Asia, Talavera, Puerto-Rico nüm. i, una 
sección de Artillería de montaña con dos piezas 
de tiro rápido, una compañía de Artillería de pla- 
za, una compañía de Ingenieros de Ferrocarriles, 
otra de Zapadores, una sección de Telégrafos, 
una sección mixta á pie y á caballo de la Guardia 
Civil, dos escuadrones del regimiento del Rey, 
dos guerrillas volantes á pie y 1 5 compañías de 
Voluntarios movilizados. 



ESTADO MILITAR , ECONÓMICO Y SOCIAL 81 

Con estas fuerzas, había que atender á la con- 
servación del terreno , evitar la intrusión de los 
insurrectos, vigilar las extensas costas y rechazar 
desembarcos. 

Más adelante demostraremos detalladamente, , 
que la plaza se hallaba desartillada en absoluto 
por tierra y muy mal por mar. En el frente de tie- 
rra, sólo había por toda defensa, una alambrada 
de 7 ^/g km. de extensión, que rodeaba la ciudad 
desde la batería de Punta Blanca al camino del 
Cobre , y sobre ella, tres fuertes construidos duran- 
te la primera rebelión, denominados Santa Úrsu- 
la , Santa Inés y San Antonio , y varios fortines de 
madera con capacidad para seis á ocho hombres. 
Esos elementos podían tener á raya las partidas 
insurrectas, mas para batir á un enemigo regular, 
provisto de artillería moderna, eran absolutamente 
inútiles. 

La situación resultaba por demás crítica en el 
caso en que hubiera que contrarrestar, al mismo 
tiempo , el ataque de un enemigo interior y de otro 
exterior. Había que defender la población; el Con- 
torno de la bahía, que tenía más de 20 km.; la 
boca del canal de entrada con sus accesos por tie- 
rra ; la línea férrea de Cruces á Siboney para con- 
servar la aguada de los barcos, que venía por una 



62 LA GUERRA HISP ANO-AMERICANA 

cañería desde Siboney al muelle de Juragua, Fir- 
meza y Siboney, donde se hallaba el manantial; 
la línea férrea de Cuba al Cristo, sobre la que está 
el depósito que surte de aguas á Santiago; las zo- 
nas de cultivo que cruzaban la línea férrea de San 
Luis, recurso de importancia para la alimentación, 
pues el aspecto económico , según veremos , dista- 
ba mucho de ser satisfactorio. 

En efecto ; los obstáculos de aquella guerra , en 
que el enemigo contaba con tantos elementos en 
el mar, acumulados desde antes de la ruptura de 
hostilidades , sin duda habían impedido el envío de 
raciones para cuatro meses y 1.500 reáes pedidas 
por el General Linares. El 25 de Abril llegó á 
Cuba el vapor Hortera, con 180.000 raciones de 
harina, 197.000 de arroz, 149.000 de garbanzos, 
79.000 de fríjoles, 96.000 de vino y 150 reses, úl- 
timo auxilio que la plaza recibió. 

El consumo mensual de las fuerzas, sin con- 
tar la brigada de Guantánamo, Sagua y Baracoa, 
alcanzaba á 360.000 raciones. En la población 
también era nota culminante la escasez, porque 
las angustias del Tesoro fueron causa de que á los 
cuerpos de aquella división se les adeudasen once 
consignaciones mensuales : en Octubre de 1 897 , re- 
cibieron la de Marzo de aquel año, y no cobraron 



ESTADO MIUTAR, ECONÓMICO Y SOCIAL 53 

más hasta Mayo del 98, que percibieron la de 
Abril del 97. Los servicios de subsistencias y hos- 
pitales también sufrían análoga penuria. Los Ge- 
nerales, jefes y oficiales de todas las Armas y 
Cuerpos, contaban once meses de atraso en sus 
pagas, y aunque, poco antes de interrumpirse 
la comunicación por mar con la Habana, cobra- 
ron las de Mayo , Junio y Julio de 1 897 y Enero 
del 98, las recibieron en billetes del Banco Espa- 
ñol tipados al 61 por 100 contra oro, siendo así 
que la cotización en el mercado de Cuba, sólo 
concedía á dicho papel zm valor de jj por 100 ai 
plata, y pocos días después, los comerciantes ya 
no lo querían á ningún precio: rechazaban los bi- 
lletes como cosa mísera y despreciable, por ma- 
nera que resultaron casi ilusorias aquellas cuatro 
pagas. 

Fijándonos en estos datos , se comprende , que 
los importadores de víveres , se retrajesen , toman- 
do el partido de agotar las existencias, sin repo- 
nerlas, porque, pudiendo calcularse en medio mi- 
llón de duros el importe de las consignaciones de 
los cuerpos y servicios que no se cobraban, pasa- 
ron á ser en gran parte créditos^contra el ejército, 
apoderándose la desconfianza del ánimo de los 
abastecedores, que temían que en un momento 



54 LA GUERRA HI8PAN0-AMERICANA 

dado les embargasen los víveres á la fuerza, para 
las tropas y hospitales. 

¡Tal era el cariz que presentaba Santiago de 
Cuba al establecer los americanos el bloqueo ri- 
guroso del puerto ! 

El plan de defensa del General Linares, com- 
prendía dos líneas de observación: una sobre la 
costa, de Punta Cabrera á Daiquiri; otra paralela 
á la de la costa, para tener á raya las partidas 
rebeldes, desde Palma Soriano, por San Luis, 
Cristo y Socorro: de Punta Cabrera al Cobre, es- 
tableció otra serie de destacamentos por Bartolón 
y Monte Real. 

Las fuerzas ocupaban las posiciones siguientes: 

I Bahía de Cabanas, Mazamorra, 
Punta Cabrera, Bartolón, Mon- 
te Real y El Cobre á enlazar 
con la Socapa. 
Desde Daiquiri á Aguadores, en- 
lazando con el Morro. Línea de 
fuertes de la sierra de Vinent y 
Firmeza. 
Guarnición de la plaza, orilla de 
bahía, puertos de la Sierra, 
Caney y línea férrea hasta El 
Cristo. 

Dos compañías del regi- \ ^ , ,, ■. , , 

I Palma boriano y su zona de cai- 
miento de San Fernando } 

y dos guerrillas a pie . . . > 



El batallón de Talavera y 
tres compañías movili- 
zadas 

. ( Guar 
Ocho compañías del regí- \ 

miento de Cuba y seis i 

compañías movilizadas, .r 



ESTADO MILITAR, ECONÓMICO Y SOCIAL 55 

Una compañía de Constitu- \ 

ción y una compañía mo- 1 Poblado de San Luis. 

vilizada ' 

Una compañía de Constitu- ) Dos Caminos , Morón , línea férrea 

ción y fuerzas irregulares. | de San Luis á El Cristo. 
Dos compañías del regi- \ 

miento de Cuba, una I El Cristo, línea férrea del Songo 

compañía de Puerto-Rico \ y este poblado , campamento 

y dos compañías movili> I del Ermitaño. 



zadas , 



El jefe de la línea de observación del N. , con 
residencia en San Luis, era el General Vara de 
Rey, que tenía á sus órdenes cuatro compañías 
de la Constitución, una guerrilla á pié y una sec- 
ción de Artillería de montaña. Dos escuadrones 
del Rey y las guerrillas montadas del 2.^ batallón 
de Cuba y provisional de Puerto-Rico núm. i , te- 
nían designado su puesto sobre el llano , para pro- 
teger la línea férrea de El Cristo á San Luis. En 
El Cristo quedaban cuatro compañías de San Fer- 
nando y en Songo dos de Puerto-Rico. 

En cuanto á Guantánamo, dio el General Li- 
nares al General Pareja instrucciones para que los 
cuatro batallones de que disponía, las escuadras 
de Santa Catalina, el escuadrón del Rey y la sec- 
ción de Artillería de montaña , defendieran el llano, 
situando columnas en el recinto fortificado, que 
había sido construido para proteger la zafra; otra 



56 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

columna al E. de observación sobre Yateras, otra 
en Caimanera y otra al O. en comunicación con la 
de la zona minera de Daiquiri y Juragua. 

Quedaba así guarnecido, todo lo que conve- 
nía conservar y se facilitaba la reconcentración de 
la fuerza disponible, pero las líneas eran muy ex- 
tensas y débiles, con varios puntos de desembar- 
co la de la costa, en tas playas de Yarey, Caba- 
nas, Aguadores, Sardinero, Justici, Damajayabo 
y Daiquiri. De haber llegado la brigada Marina, se 
proponía el General Linares establecer el contac- 
to por la costa con las fuerzas del General Pareja 
hasta Guantánamo , y la comunicación óptica con 
dicho punto , que se había perdido al concentrarse 
en el llano, lo cual dio motivo, más tarde, á que 
los 4.000 hombres de Pareja, quedaran privados 
de cor^iunicación con Santiago, al desaparecer la 
que tenían por cable con Playa del Este y Caima- 
nera, que cortó el enemigo, lo que les impidió el 
recibo de órdenes desde el día 7 de Junio. 

Las comunicaciones entre Cuba y Guantána- 
mo, quedaron, por tanto, reducidas á un camino 
llamado de la Costa, que cruzando el Baconao, 
venía por Daiquiji; otro. que entraba por Vinent; 
y el de Tigüabos y Macuriges á Socorro y Songo. 
Después de aquella fecha , cuantos partes por ellos 



ESTADO MILITAR, ECONÓMICO Y SOCIAL 57 



se enviaban, caían en poder de los insurrectos, 
dueños del monte , los que ahorcaban á los emisa- 
rios. 

■ 

Linares recomendaba á Pareja en 3 de Junio, 
que en caso de incomunicación, si el enemigo no 
> desembarcaba tropas en la Caimanera, le enviase 

I un batallón, la sección de montaña y media com- 

pañía de Ingenieros, debiendo replegarse si llega- 
ba á ser absoluto su aislamiento, hasta reducirse 
á la defensa del poblado, Caimanera y vía férrea. 
También estuvo anunciada la ida á Santiago 
de Cuba de dos ó tres batallones de Holguín, pi- 
diendo el General Linares, que en ese caso, fueran 
con algunas piezas de tiro rápido , pues sólo había 
en Cuba dos. No llegó á realizarse ese proyecto. 
Los expresados refuerzos, hubieran tenido el 
inconveniente , de llevar en sí el consumo de víve- 
res consiguiente y la menor duración de 'los abas- 
tecimientos , pero darían mayor vigor á aquella ex- 
tensa red de defensas débiles, que comprendía el 
departamento Oriental de la isla. 

Sólo entró en la plaza, en calidad de refuerzo, 
la columna del Coronel Escario, procedente de 
Manzanillo, el mismo día que salió y fué destruida 
la escuadra. Esta columna partió de Manzanillo el 
22 de Junio por la tarde, y se componía del regi- 



\ 



58 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

miento de Isabel la Católica, batallón cazadores 
de Puerto-Rico, batallón expedicionario de Anda- 
lucía, batallón peninsular de Alcántara, una sec- 
ción de Artillería de montaña con dos piezas Pía- 
sencia, otra de Ingenieros y guerpülas, que en jun- 
to sumaban 3.500 hombres. Pero de ellos hay que 
descontar heridos y enfermos, y deducir los 1.200 
que se reembarcaban de la escuadra, de manera 
que el refuerzo escasamente suponía en suma unos 
1.800 hombres de aumento utilizable. ' 

Las lejanas é incomunicadas guarniciones de 
Sagua de Tánamo y Baracoa , tenían víveres hasta 
fin de Junio , y al agotarlos , la primera debía re- 
plegarse á Mayarí, siendo , imposible el repliegue 
de la de Baracoa por su distancia á Guantánamo. 
La brigada de Guantánamo quedó á media ración 
desde primeros de Junio , calculando^ qué agotaría 
sus víveres en todo aquel mes. 

Realizábanse, pues, los combates y hechos 
que vamos á referir , en medió de un sinnúmero de 
circunstancias adversas ; en el sitio menos á propó- 
sito para presentar á los americanos la lucha deci- 
siva; con tropas aniquiladas por una alimentación 
insuficiente , reducida desde fines de Mayo á la ra- 
ción de etapa sin tocino , y sin el aumento de ran- 
cho que la completa. En Junio, ya fué necesario 



ESTADO MILITAR , ECONÓMICO Y SOCIAL 59 

suprimir casi la harina de trigo en la confección 
del pan, quedando aquél constituido por 15 por 
100 de harina de trigo, y 85 por 100 de maíz, 
arroz ó cebada triturados, pues desde el 25 de 
Abril en que entraron las últimas raciones , fué im- 
posible , por más esfuerzos que sé hicieron , conse- 
guir que arribasen más. Llegaban, sí, á Santiago 
de Cuba, letras y fondos contra la Hacienda, que 
no obtuvieron éxito, porque la desconfianza en el 
crédito se había entronizado en la ciudad y ya na- 
die auxiliaba al ejército y los artículos de consumo 
tomaban precios fabulosos. 

La escasez de recursos y subsistencias fué au- 
mentando, hasta el punto de que al acaecer los 
combates de El Caney y San Juan , consistía la ra- 
ción en arroz con aceite , café , azúcar y aguardien- 
te, temiéndose que el enemigo cortara las aguas 
en Cuabitas , y era necesario además retirar desta- 
camentos de los pasos de los puertos , perdiéndose 
las raciones que para veinte días tenían y viniendo 
á pesar sobre los víveres de la plaza. Más tarde, 
creció el conflicto por la escasez de agua, hasta 
para las tropas que se hallaban en las trincheras, 
pues agotados casi los algibes , y situadas aquéllas 
en puntos altos , era necesario servírsela por garra- 
fones en pequeña tasa y con gran dificultad. 



CO LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



Y por Otro lado, hay que fijarse en las adver- 
sidades que bajo el punto de vista del éxito mili- 
tar se sucedían de día en día , y que llegaron á su 
colmo al ser heridos en San Juan y en Caney los 
principales jefes. 

Mucho decae el ánimo , cuando el soldado oye 
decir : — Ahí , en esa camilla , va herido el General 
en Jefe del cuerpo de ejército. — Esa otra, lleva el 
Coronel de tu regimiento. — Allá, en un puesto 
avanzado, queda el cadáver del General que lo 
mandaba; y á todo eso, ve desfilar interminable 
serie de heridos y sabe que el campo está cubier- 
to de muertos , y al contemplarse unos á otros , los 
combatientes, sólo ven espectros, estenuados por 
la fiebre y el hambre, y no se columbra esperanza 
de socorro ni otra aurora de ventura que la obscu- 
ra muerte sin gloria. 

Azares son esos de las guerras, que sufre el 
Ejercito por su Patria, y que lleva con entusiasmo 
cuando , en torno suyo , ve brillar la grandeza de 
espíritu de todos los ciudadanos, cuyos corazones 
vibran al unísono de un solo sentimiento fraternal, 
hallándose dispuestos al sacrificio. 

Pero en Santiago de Cuba no sucedía eso. La 
conducta social era muy distinta. Para nuestro 
Ejército todo era adversidad: el enemigo dentro, 



ESTADO MILITAR , ECONÓMICO Y SOCIAL 61 

el enemigo extranjero fuera, el odio por doquiera, 
á veces en el mismo hogar, maleados los puros 
afectos de la familia, hasta llegar á corromper el 
corazón de los hijos de padres españoles , á impul- 
sos de una fiebre de locura, que los acumulados 
errores de muchos años fueron alimentando, aun- 
que nunca pueda humanamente justificarse. 

En la ciudad, quedaba el núcleo que allá lla- 
mábamos /^¿^fí?^, en el que abundaban los espías 
solapados , que daban noticias al enemigo, y, cuan- 
do podían, enviaban recursos, ropas, municiones 
y víveres á los insurrectos, fingiéndose nuestros 
amigos ó cuando menos blasonando de neutrales. 

Era tan hondo el mal que á la ligera describi- 
itios , que cuando el General Toral autorizó que 
abandonasen la plaza los pacíficos , ante la amena- 
za de bombardeo, lo hicieron hasta los Volunta- 
rios, y, salvo honrosas excepciones , los empleados 
civiles. 

¡Hé ahí bosquejada la situación deplorable que 
se presentaba para contener el empuje vigoroso de 
los Estados-Unidos! 



CAPITULO III. 



Desembarco del enemigo. 

Descripción de las costas cercanas á Cuba. — Lugares presumibles de desem- 
barco. — Organización del ejército americano. — Divergencias entre Shaftcr 
y Sampson. — Conferencia de Shafter con Calixto García. — Papel asignado 
á los insurrectos en el ataque. — Contratiempos sufridos por las tropas ame- 
ricanas. - Bombardeo de Daiquiri y Siboncy— Retirada de las fuerzas de 
la región minera. — Realización feliz del desembarco. 

La entrada de la bahía de Santiago de Cuba, 
presenta taludes escarpados, que llegan á 63 m. de 
altura en la costa del Este, donde se alza el Morro, 
y á 53 en la Socapa, al Oeste. El canal es largo, 
estrecho, tortuoso, difícil de salvar, y al fondo de 
la abrigada y extensa bahía en que termina , álzase 
la ciudad en forma de anfiteatro, cuya parte más 
elevada ocupan los cuarteles y el hospital militar. 

La cuenca de la bahía es muy extensa. Limí- 
tanla las alturas de la Sierra Maestra, cuyos pa- 
sos señalan los puertos de Bayamo, Enramadas, 
Ermitaño, Boniato y Escandell, situados á más de 
8 km. de la plaza. Las salidas principales por par- 
te de tierra, son el camino del Cobre y de Palma 



ei LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



Soriano; el de las minas, que se bifurca en dos, 
uno por las lagunas y Aguadores y otro por el de- 
rruido ingenio Sevilla á Siboney y Firmeza, bus- 
cando la costa , y el de Escandell , que pasa por el 
Caney. De Santiago arranca el ferrocarril de Saba- 
nilla, que va por Cuabitas al Cristo y San Luis. 
Vías de agua sólo merecen mencionarse el río 
Purgatorio, que hacia el desemboque toma el nom- 
bre de río San Juan. De él se abastece de agua la 
población, arrancando la tubería de una represa 
que existe en Cuabitas. 

Todos los puertos, pasos, vías, etc., estaban 
defendidos por una serie de blockaus, que se 
extendían también por la costa y región minera, 
obras de defensa contra la insurrección, pero sin 
solidez ni fuerza para contener otra clase de ene- 
migo , hasta el punto de que un escritor extranjero, 
compara esta red de fuertes, con una tela de ara- 
ña, por la debilidad que entrañaba. 

A la derecha del Morro, abren al mar varias 
pequeñas ensenadas, cual las de Aguadores, Sar- 
dinero, Justici, Juragua, Juraguacito, Siboney y 
Daiquiri, y á la izquierda las de Cabanas y Ase- 
rradero. 

Dan acceso á la zona minera , las ensenadas de 
Juragua, Siboney y Daiquiri, esta última dotada 



DESEMBARCO DEL EN-EMIGO 65 

4 

de magníficos muelles de hierro para servicio" de 
las minas de Vinent, utilizados en la carga de mi- 
neral. 

Las minas de Juragua , tienen sus bocas en el 
poblado de Firmeza y disponen de un ferrocarril 
que sale á la costa , y llega á otro hermoso muelle 
de hierro situado en el interior de la bahía. 

Esta región minera contaba con enormes re- 
cursos: almacenes, talleres, hospitales, botica, 
viviendas, situados en Daiquiri, Firmeza y Sibo- 
ney, y para su defensa existían los blockaiis y 
trincheras que nuestras tropas defendían, no obs- 
tante habernos sido siempre hostil el personal de 
aquellas grandes empresas aniericanas, á las que 
la generosidad de la administración española , exi- 
mía de todo tributo, pero que durante la guerra lo 
pagaban, según era voz pública, al enemigo, al 
que auxiliaban sus empleados y propietarios (i). 
.La misma vacilación que había predominado 
al lanzar las escuadras contra las costas de Cuba, 



(i) Antes de la guerra con los Estados-Unidos, en 1895, y^ 
entrada la campaña insurrecta, visitamos la región minera y 
oímos de labios de un jefe distinguido que guarnecía á Vinent, 
que la Compañía americana prohibía emplear el ferrocarril para 
transportar los víveres para nuestra tropa, que tenían que lle- 
varse á lomo hasta la Sierra, á lo largo de aquel ferrocarril 

5 



66 LA GUERRA IIISPANO-AMERICANA 

existió también en el Gobierno americano cuan- 

I 

9 

do pensó en llevar tropas de desembarco. A los 
buques de guerra, se les encargaba que no em- 
peñasen combate, contra las baterías. A las fuerzas 
que se organizaban en Tampa, se les otorgaba la 
misión de efectuar reconocimientos sobre las cos- 
tas y de avituallar, municionar y dirigir la acción 
de los insurrectos, evitando encuentros serios con 
las columnas españolas. 

Confióse la organización expedicionaria al Ge- 
neral Shafter: el ejército de su mando, debía com- 
ponerse, con arreglo á las primeras órdenes, de 
ocho regimientos de Infantería regular, un regi- 
miento de Caballería , una compañía de Ingenieros 
y ocho baterías de campaña, en total 5 á 6.000 
hombres. La intención era abastecer á Máximo 
Gómez en un punto de la costa Sur occidental y 
después venir á tomar tierra en Mariel. 

Tal proyecto fué abandonado desde el mo- 
mento en que la escuadra de Cervera se encerró 



¡que nuestros soldados defendían ! Alguna vez se permitía que 
entre sacos de carbón se metiesen los de arroz, ocultándolos. 
Esa hostilidad debía ser cierta, pues en aquella ocasión, no 
obstante ir á Vinent dos Generales (Lachambre y Barraquer), 
la Compañía no les ofreció el coche que allí había é hicieron t\ 
viaje en una plataforma de carga. 



r' 



DESEMBARCO DEL ENEMIGO 67 

en el puerto de Santiago de Cuba. Esto qbligaba á 
más grandes operaciones. Sólo dos veces se inten- 
tó lanzar tropas sobre Cuba antes del arribo de la 
escuadra española. Una sin éxito , el 1 3 de Mayo, 
sobre Cabanas , por el Coronel Dorst , quien á bor- 
do del transporte Sussie, llevaba algunas compa- 
ñías , que fueron rechazadas. Otra el 1 7 de Mayo, 
por el mismo Coronel, que transportó en el Fio- 
rida al tituladb General Lacret con 300 insurrec- 
tos, desembarcándolos al Este de la Habana. 

El fatal suceso del embotellamiento de la es- 
cuadra , váfcrió , como decimos , el plan de los ameri- 
canos : A Shafter, en 30 de Mayo , se le ordenó por 
el departamento de la Guerra, que partiese con sus 
fuerzas á tomar Santiago de Cuba , porque el Al- 
mirante Schley daba cuenta de haber visto dentro 
de aquel puerto la escuadra española. 

Las instrucciones, más precisas, que recibió 
el 3 1 , decían : 

«Desembarcad en distintos puntos al Este y al 
Oeste de Santiago , bajo la protección de la escua- 
dra como creáis conveniente; apoderaos de las al- 
turas que dominan el puerto hacia el interior, en 
forma de capturar la guarnición española y de cu- 
brir la escuadra mientras levanta los torpedos, ó 
bien con ayuda de la Marina procurad destruir la 



fiS LA GUERRA HISPANÜ-AMERICANA 



escuadra española. Emplead toda vuestra energía 
en conseguir este objeto , pues el Gobierno deja la 
elección del medio á vuestra voluntad. Podéis pe- 
dir á los insurrectos de las cercanías que coope- 
ren, empleándolos principalmente como avanza- 
das y guías. No os confiéis á nadie extraño á 
vuestras tropas. Evitad con cuidado las embosca- 
das, las sorpresas y las posiciones minadas ó do- 
minadas por el fuego de los españoles. Cooperad 
estrechamente con la Marina. Terminada la opera- 
ción, á menos que recibáis nuevas órdenes ó que 
creáis necesario seguir en Santiago 'de Cuba, 
reembarcad las tropas y dirigios sobre el puerto 
de Bañes (Puerto-Rico). ¿Cuando partiréis? — Por 
orden del General Miles ^ H. C. Garbín, Ayudante 
general.» 

En Tampa, Puerto Tampa, Ivor City , Jackson- 
ville y otros puntos de La Florida , donde se con- 
centraban las tropas americanas, todo era confu- 
sión, que no en balde se pretendía pasar de un 
ejército -de 25.000 hombres á otro contingente 
mucho mayor, necesario para ir sobre Cuba. 

El General Shafter, contestó que podía embar- 
car el 4 de Junio , después que el 6 , y al fin tuvo 
que retrasarlo más, efectuándose el 14 la salida 
del convoy, formado por el V cuerpo de ejército, 



DESEMBARCO DEL ENEMIGO C9 



el que, convenientemente escoltado por algunos 
barcos de guerra , llegó á las costas de Santiago 
de Cuba el 20 á las diez de la mañana. La tra- 
vesía, aunque con buen tiempo, se hizo con pre- 
cauciones, pues los americanos habían creído ver 
antes de la partida, según partes del Eagle y del 
Resolute, barcos enemigos, que sólo existían en su 
imaginación. 

El V cuerpo de ejército, al mando de Shafter, 
se componía de dos divisiones de Infantería, una 
de Caballería, sin caballos, desmontada, una bri- 
gada independiente y las tropas de Artillería, In- 
genieros, globo cautivo, etc., que en junto suma- 
ban 819 oficiales, 15058 soldados, 30 secretarios, 
272 conductores, 107 armeros y %() corresponsales 
de periódicos. , 

El ganado de transporte era, 390 muías de 
carga, 946 de tiro, 571 caballos de tropa, 381 ca- 
ballos de oficial, 114 furgones de seis muías, 81 
carruajes ligeros y siete ambulancias. 

La travesía se hizo en 35 barcos, que ade- 
más llevaban dos buques-algibes , una plataforma 
y dos pontones, á rfemolque, de los que se perdió 
uno en el camino. Sumaban entre todos, 153 em- 
barcaciones me^nores, que podían contener 3.034 
hombres. 



1 



70 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

La composición de este ejército era: 
Primera división. — Brigadier general Kent, 

Primera firi^atia. ^General Havkins (i6.°. 6° y 71.^ 
New-Yok). 

Segunda brigada, — Coronel Pearson (2.^, 10.® y 21.**) 
Tercera brigada. — Teniente Coronel Worth (9.**, 1 3.® y 24") 

Segunda división. — Brigadier general Lawton, 

Primera brigada, — Coronel Van Horn (8.°, 22.° y 2.° 
Massachusets). 

Segunda brigada. — Coronel Evan Miles ( i.°, 4.° y 25°) 
Tercera brigada. — Brigadier general C¡ia/ee(j.^, 12." y 17.®) 

División de Caballería. — Mayor general Wheeler. 

J*rimera brigada. — Brigadier general Summer (3.**, 6." y 
9.° de Caballería regular). 

Segunda brigada, — Brigadier general Young {^\,^^ 10.® de 
Caballería regular y 10." de Caballería i^oluntarios ). 

Brigada itidep endiente. — General Bates (3.° y iO.° Massa- 
chusets). 

Cuatro baterías de campaña á cuatro cañones. 
Un Hotchkiss. 

Un cañón neumático de dinamita. 
Artillería. . ./ Cuatro Gatliñgs. 

Cuatro cañones de sitio de 125 mm. 
Cuatro obuses de 1 75 mm. 
Ocho morteros de 80 mm. 
Ingenieros, — Un batallón. — Globo cautivo. 

Ya hemos dicho , que la inopinada confinación 
de la escuadra de Cervera en Santiago de Cuba, 



DESEMBARCO DEL ENEMIGO 71 

varió el objetivo de los americanos, constreñido, al 
principio , en la Habana. Todo el esfuerzo iba á re- 
concentrarse sobre Santiago. El caso no era secre- 
to. Además de ser lógica consecuencia dé los su- 
cesos, lo venían pregonando, urbi et orbe . los pe- 
riódicos de los Estados-Unidos. 

Refiriéndose á este asunto, La Revue Militaire 
de Enero de 1900, dice: 

«Ninguna medida se tomó para detener ó con- 
trarrestar este ataque inminente,, del que dependía 
lá suerte de la única escuadra que poseía Espa- 
ña (i). Es cierto que la parte Oriental de Cuba es- 
taba casi toda entera en poder de la insurrección 
y que los movimientos eran difíciles por la falta 
de vías de comunicación; pero, con todo y con 
esp, se pudo efectuar una concentración de las 
fuerzas bastante considerables, dispersas por los 
principales lugares de la provincia; el éxito de la 
columna Erario, que partió de Manzanillo y en- 
tró en Santiago la víspera de ser investida por los 
americanos, lo demuestra. En Guantánamo se en- 



(i) Nj> es exacto. En el lugar correspondiente de este libro, 
indicamos las medidas adoptadas para defender aquella plaza; 
lo que pasa es que la defensa moderna exige tiempo y cañones, 
y ni una cosa ni otra había allí. Por eso resultó que no podía 
improvisarse lo improvisable. 



72 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



contraban 6.O0O hombres; en Holguín 12.000; en 
Manzanillo 6.000; pero todas esas fuerzas perma- 
necieron inactivas , y el Teniente General Linares, 
Gobernador de Santiago , no dispuso para la defen- 
sa de la plaza más que de las tropas que formaban 
su guarnición; todavía éstas, quedaron desparrama- 
das hasta el último momento en las posiciones que 
ocupaban , muy alejadas , y que no habían sido or- 
ganizadas más que para tener á distancia las par- 
tidas insurrectas» (i). 

El General Shafter y el Almirante Sampson, 
conferenciaron detenidamente á bordo del Segu- 
ranga, tan pronto llegó el ejército expedicionario. 
Sampson, era partidario de que Shafter atacase 
los fuertes de la boca del canal por tierra, con 
objeto de que sus barcos pudieran entrar libremen- 
te después de levantar los torpedos, llegando á la 
bahía y destruyendo la escuadra de Cervera. Shaf- 
ter no era apasionado de esa idea. Lols dos se tras- 
ladaron al Aserradero, donde conferenciaron con 



(i) Hemos dejado establecido en nuestro libro La Ifabanay 
que á nuevo enemigo, convenía nueva clase de gnerra, y en 
ella, la concentración era base principal de la lucha contra el 
ejército americano. El término de la campaña es muy posible 
que hubiera sido fatal para España, pero nunca más fatal de lo 
que fué y acaso mucho más lucido y sensacional ante el mundo. 



PLANO INCLINADO DE LAS MINAS DE SIGUA 



DESEMBARCO DEL ENEMIGO 73 

Calixto García, quien les manifestó que el mejor 
punto de desembarco era Daiquiri, ofreciéndose á 
auxiliarles con 4.000 insurrectos cubanos armados. 

La discrepancia entre Sampson y Shafter, re- 
salta en las siguientes razones, que, escritas por 
este último , han sido publicadas en la Revista 
Ce7itury, y que demuestran hasta qué punto veía 
clara la cuestión: 

«Desde mi Hegada en el Seguranga , algunos 
oficiales de Marina patrocinaron la idea de que lo 
primero que debía hacerse era arrojar los españo- 
les del Morro y de la Socapa, para permitir á la flo- 
ta levantar las defensas submarinas y entrar en el 
puerto; pero en el momento en que me entrevisté 
con el General García, y después de examinar la 
naturaleza de las costas , me persuadí de que eso 
era insostenible. Mi objetivo debía ser Santiago y 
no el Morro. Era lógico suponer que las fuerzas es- 
pañolas de la provincia se concentrarían sobre mí, 
si les daba tiempo: dirigiéndome sobre la ciudad 
directamente impedía esa concentración. Desde 
Manzanillo pudieron llegar 3.000 hombres el 3 de 
Julio; poco despu-és ya me hallaba entre los sitia- 
dos y los 13.000 hombres de Holguín y San Luis. 
Marchar sobre el Morro era impracticable á causa 
de la naturaleza del terreno Diré de otra parte, 



74 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

que la idea de que Cervera hubiera podido imjje- 
dirnos ocupar la ciudad, carecía de sentido, porque 
la configuración del terreno es tal, que nos hu- 
biéramos podido abrigar fácilmente contra su tiro y 
tomar posiciones dominantes, que nos permitieran 
barrer las cubiertas de los buques españoles, con 
fuegos de Infantería y de cañón Bien lo com- 
prendió Blanco, cuando lé dio la orden de salir, 
persuadido de que la ciudad tenía que sucumbir. » 
Aleccionado Shafter por los consejos de Ca- 
lixto García, decidió que el desembarco fuese en 
Daiquiri , y el 2 1 de Junio transportó desde Ase- 
rradero á Cujababo, 2.000 m. al E. de Daiquiri, 
500 insurrectos mandados por Castillo, que tenían 
por misión atacar de revés á los españoles en el 
momento en que empezase el desembarco , que se 
fijó para el 22. Al mismo tiempo se acordó entre 
Sampson y Shafter, que la escuadra bombardease, 
simultáneamente con el desembarco , todas las po- 
siciones de la costa, Daiquiri, Siboney, Aguado- 
res, Morro, Cabanas, y que, en este último pun- 
to, 500 insurrectos, al mando del cabecilla Rabí, 
hicieran, á la vez, una demostración de ataque. 
Hecho el desembarco, todas las restantes fuerzas 
insurrectas de Calixto García se trasladarían á 
Daiquiri, y el ejército americano seguiría el ca- 



DESEMBARCO DEL ENEMIGO 75 

mino que desde allí y Siboney conduce por Sevi- 
lla sobre Santiago de Cuba , emprendiendo lo más 
rápidamente posible el ataque de la plaza. 

Las tropas, según órdenes de Shafter, desem- 
barcarían en el orden siguiente: 

«El General Lawton con la primera y segun- 
da división y la batería de Gatlings. La brigada 
Bates como reserva de la segunda división. El Ge- 
neral Wheeler con la división de Caballería á pie. 
El General Kent con la primera división. El escua- 
drón montado del segundo de Caballería. 

)>En el caso en que el enemigo hiciese resis- 
tencia enérgica, la artillería de campaña ó parte 
de ella, desembarcaría para sostener las tropas 
empeñadas en el combate. Si no había resistencia 
seria, la artillería no desembarcaría hasta después 
del escuadrón montado. 

» Todas las tropas llevarían enrollada, bajo su 
funda, la tienda-abrigo y la manta-poncho, víve- 
res para tres días y lOO cartuchos por plaza. El 
resto de las municiones y los equipajes quedarían 
en los transportes , así como el personal que no 
fuese el indicado. Las erñbarcaciones para el trans- 
porte serían repartidas por el Cuartel-maestre ge- 
neral. Los oficiales del Ordnance desembarcarían 
una reserva de lOO cartuchos por plaza.» 



76 LA GUERRA HISPAN O- AMERICANA 

Por SU parte Sampson ordenó , que 50 botes de 
vapor se pusieran á disposición de Shafter para el 
desembarco, de concierto con un oficial de Mari- 
na, y distribuyó la escuadra del modo siguiente: 
contra Cabanas, actuarían el Scorpion, el Wixe?i 
y el Texas; contra Aguadores, el Eagle y el G/o?^- 
cester; contra Siboney, el Hornet, el Helena y el 
Ba7icroft\ contra Daiquiri, el Detroit, el Casíine, 
el Wasp y la Nueva Orleans; el bloqueo queda- 
ría vigilado por el Brooklyn, Massachusets , lowa, 
Oregon, Indiana y New- York; el servicio de re- 
molque se haría por el Sinvance, el Osceola y el 
Wampatuck. 

Al iniciarse el desembarco, los barcos habrían 
de romper sus fuegos sobre las posiciones de la 
costa que, cual Siboney y Daiquiri, estaban ocu- 
pados por nuestras tropas. Mas éstas, obedecien- 
do órdenes seguramente encaminadas á evitar que 
fuesen envueltas , evacuaron Daiquiri , dándole fue- 
go por algunos puntos , y sucedió , que inmediata- 
mente, los 500 insurrectos, que como antes expu- 
simos, habían desembarcado en Cujababo, toma- 
ron posesión del poblado. Los cubanos que había 
á bordo del Segur anca con Shafter, señalaron los 
incendios, pero bien sea porque la bruma, que en 
las primeras horas de la mañana cubría la costa, 



! 



DESEMBARCO DEL ENEMIGO 77 

impidiera ver las señales que hicieron á la escua- 
dra, ó porque todos estuviesen absorbidos por el 
papel que les tocaba representar aquel día, es lo 
cierto que nadie se preocupó de ese detalle, y á 
las nueve y cuarenta minutos , al ver partir el pri- 
mer bote de desembarco , todos los buques ameri- 
canos rompieron fuego nutrido contra las posicio- 
nes de la costa, que creían ocupadas por fuerzas 
españolas, fuego que duró treinta minutos y que 
causó tan sólo dos muertos á las fuerzas de Casti- 
llo, estacionadas en Daiquiri, desde el amanecer, 
las cuales no fueron reconocidas hasta que las pri- 
meras embarcaciones tomaron tierra (i). 

El desembarco se efectuó, con absoluta tran- 
quilidad, sin riesgo, como en tiempo de paz, sin 
más entorpecimiento para los americanos que los 
que se derivaban de la confusión producida por 
tantos elementos aglomerados, amontonados so- 
bre la playa, y por la deficiencia de los medios 



(i) Así afirma el Repport del General Shafter. No nos extra- 
ña este hecho. En nuestros libros anteriores, El bloqueo y la de- 
fensa de las costas y La Habana , hemos señalado el escaso efec- 
to que sobre tropas de Infantería, situadas y disimuladas 'en 
tierra, hacen los cañones de una escuadra. Ahí están para com- 
probarlo, además de este caso de Daiquiri, los bombardeos /«- 
riosos de Cienfuegos, Matanzas, Cárdenas, Manzanillo y otros. 



78 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

de transporte, del escaso material flotante, pues 
según dice J. D. Miley en su libro In Cuba with 
Skafter, «la falta de suficiente número de plata- 
formas ó pontones fué causa de retardos, de in- 
quietudes y de peligros, y si el tiempo se hubiese 
puesto malo ó si el enemigo hubiera opuesto re- 
sistencia seria, al desembarco, el resultado hubie- 
se sido muy diferente » . Este asunto ha dado lu- 
gar á un proceso en los Estados-Unidos, por con- 
secuencia de las indicaciones del Comité de averi- 
guación sobre la guerra con España ( Repport pá- 
gina 3 1 ). 

Además del gran muelle de hierro que existía 
en Daiquiri para el embarque de mineral, el cual 
no pudo ser usado por el enemigo por su gran ele- 
vación, había otro de madera de lO m. de largo por 
5 de ancho, al que sólo podían atracar las embarca- 
ciones cuyo calado no pasase de 2 ' 50 m. Este úl- 
timo, fué reconstruido por los ingenieros america- 
nos, en poco tiempo, pues aun cuando había sido 
incendiado , sólo tenía quemadas algunas tablas , y 
á él atracó el transporte Cuniberland, el pontón 
plataforma llevado desde Tampa y las embarca- 
ciones menores que remolcaban los botes de va- 
por de la escuadra , mas á pesar de ello , el desem- 
barque de hombres era muy difícil á marea baja, 



DESEMBARCO DEL ENEMIGO 79 

principalmente por la tarde, en que empezó á pi- 
carse el mar. 

Las dos compañías de ingenieros del ejército 
americano , transportaron maderas sobre el A/amo 
y 1 2 pontones y 1 5 caballetes Birago y una gran 
cantidad de herramientas. El material Birago no 
tuvo aplicación, pero el día 23 estas tropas de in- 
genieros comenzaron un embarcadero en Siboney, 
trabajo que se interrumpió el 24 por tener que 
trasladarse los ingenieros á Aserradero para cons- 
truir un muelle destinado al embarque de los cuba- 
nos; luego volvieron á Siboney para agrandar el 
muelle existente y construir un embarcadero de 
circunstancias de 40 m. de largo, formado por 
grandes cajones de madera calafateados y lastra- 
dos con piedras, que apoyaban en el fondo y sos- 
tenían la plataforma. Después arreglaron los inge- 
nieros el camino de Siboney á Sevilla (i). 

También Siboney había sido evacuado, des- 
pués del bombardeo , que ocasionó la muerte de su 
Comandante militar, el Capitán movilizado D. Luis 
Bellini, hijo de Cuba, por cuya razón ordenó Shaf- 
ter que siguiese la segunda división hacia aquel 



(i) Relación de M. E. J. Chibas, ayudante del jefe de In' 
genieros del 5«" cuerpo. ( EngineerÍ7ig Nezus.) 



8J . LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

lugar, donde entró sin resistencia el 23 por la ma- 
ñana. En tanto, el cabecilla Castillo hostilizaba 
nuestras avanzadas hacia Sevilla. 

De manera que el 22, sólo pudieron desem- 
barcar unos 6.000 hombres, y toda la expedición 
no quedó en tierra hasta el 24 por la noche, me- 
nos una brigada de la división Kent, que lo hi- 
zo el 25, siendo tal el barullo, que, según el 
Army a?td Navy Journal de 29 de Octubre de 
1 898 , no sabía Shafter ni su Estado Mayor dónde 
tenía una brigada entera, que quedaba á 8 millas 
de la costa en los transportes. Hubo batería que 
llevaba sus caballos y cañones en un transporte y 
las municiones en otro. El desembarco de la arti- 
llería de campaña, tuvo lugar el 26 por consecuen- 
cia de la dificultad que había para reuiíir las alzas, 
arneses, y los distintos elementos diseminados en 
diferentes transportes. La artillería de sitio quedó 
á bordo por orden de Sampson, no desembarcán- 
dose hasta el 2 de Julio , en que éste creyó nece- 
sitarla delante de Santiago , donde antes le hubiera 
sido muy útil. 



CAPITULO IV. 



Primeros combates. . 

V 

Proyectos de tiempo de paz. — Lo que estaba previsto. — Armamento de las 
baterías de costa y de los barcos americanos. — Bombardeos de la escuadra 
americana. — Operaciones por tierra.— Discrepancias entre Shafter y Whee- 
Icr. — Situación de nuestras tropas. — Combate de las Guáximas ó de Sevi 
lia. — Retirada de nuestras fuerzas. — Ordenes que mediaron en ella. — Alo- 
cución del General Linares. 

Antes de entrar á referir los combates que tu- 
vieron lugar desde Daiquiri hasta Santiago de 
Cuba, conviene á nuestro propósito, que retroce- 
damos á tiempos anteriores á la guerra con los 
Estados-Unidos , para evocar recuerdos de los mu- 
chos trabajos de orden técnico , que se habían tra- 
zado, sobre la defensa normal de aquel puerto. 

Es el caso, que de haberse realizado, en tiem- 
po oportuno, los proyectos de defensa, el ejército 
americano habría experimentado dura decepción, 
pues las posiciones á defender que en los estudios 
se señalaban , hubieran sido capaces de detener su 
avance, que sin 'ellas, resultó fácil y rápido. 

El ilustre General Martínez Campos , á quien 
se debe que, rompiendo con la rutina, quedase la. 



82 LA GUERRA HISPAN O- AMERICAN A 

plaza de la Habana en breve tiempo defendida, 
puso también que se efectuara el proyecto de de- 
fensa de los puertos de Matanzas, Cienfuegos, San- 
tiago de Cuba y Guantánamo, acerca de los cuales 
se habían trazado numerosos estudios anteriores, 
niguno de los cuales llegó á vías de hecho. 

Igual suerte cupo al que, por virtud de aquel 
mandato, formuló la comisión nombrada por dicho 
General en 2 de Noviembre de 1895. Sus trabajos, 
según ya indicamos en el libro titulado La Haba- 
na, vinieron á España, sufrieron los trámites lar- 
gos del expediente reglamentario, volvieron á 
Cuba para ser ampliados, regresaron de nuevo á la 
Península para aprobación, fueron otra vez some- 
tidos al trámite, y al final, cuando ya la guerra 
con los Estados-Unidos estaba encima , hallábanse 
en su última fase teórica. 

Cierto es que la plaza de la Habana , había con- 
sumido todo el material de costa disponible y que 
no se concedían créditos para adquirir más del ex- 
tranjero, ni había tiempo de conseguir lo que tan 
largo plazo exige para su manufactura, pero eso 
mismo debe ser tomado en cuenta , para que , en lo 
sucesivo , en casos parecidos , no se espere á pos- 
trera hora , si es que no se desea ver reproducidos 
análogos perjuicios. 



PRIMEROS COMBATES 83 

Por lo que se refiere á Santiago de Cuba, to- 
cios los. estudios en tiempo de paz formulados por 
artilleros é ingenieros, tienen hoy carácter de pro- 
fecía. En los mismos sitios que se designaban 
como posiciones defensivas, es donde se libraron 
los más rudos y decisivos combates. 

Los que recorriendo el terreno planeasen la de- 
fensa de aquella plaza marítima, tenían que fijar á 
Daiquiri como punto obligado de desembarco , lla- 
mando la atención sobre los muelles, almacenes, 
talleres y recursos de todo género que allí existen, 
pertenecientes á poderosas compañías americanas, 
que explotaban las minas de Vinent y de Juragua, 
ligadas éstas por vía férrea con la ciudad , elemen- 
tos que convenía destruir en el instante en que el 
enemigo se presumiese que tomaba como objeti- 
vo á Santiago de Cuba. 

Tan acertadas se estimaron esas indicaciones, 
que se ensanchó su tendencia , con la idea de que 
aquella parte de la defensa, sirviera de base para la 
constitución de un campo atrincherado que prote- 
giera la plaza por parte de tierra. 

Consecuencia de esa idea, era la fijación de po- 
siciones, para cerrar las avenidas de avance que 
constituyen los caminos de Sevilla, Aguadores, 
Lagunas y El Caney y la vía férrea de Juragua, 



fe4 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

que de seguro serían utilizados por el enemigo 
para ir sobre la ciudad. Considerábase como re- 
cinto de la plaza, la alambrada militar que la cir- 
cunda y los fuertes antiguos en ella enclavados, 
con el reducto central del campo militar; como 
posiciones avanzadas para construir reductos , Dos 
Caminos, Quintero, El Sueño, Sa7i Juan, Caridad 
y Cruces, y como fuertes destacados El Caney, 
La Redonda, Sevilla, El Pozo, dotados de artille- 
ría de campaña, ocupando las regiones mineras 
con destacamentos de la defensa móvil provistos 
de artillería , para que el enemigo no pudiera apro- 
vechar las ensenadas de Aguadores, Sardinero, 
Justici, Siboney, Juragua y Daiquiri, principal- 
mente la ensenada y los muelles de esta posición. 

Ese plan exigía cañones , muchos y buenos ca- 
ñones, y, precisamente, es lo que más falta en el 
momento preciso en nuestra Patria, y lo que más 
escaseaba en Santiago de Cuba. 

Aquellos reductos armados de obuses y piezas 
de sitio; aquellas obras de campaña provistas de 
cañones ligeros, hubieran anulado todo intento de 
los americanos sobre la plaza por la parte de tie- 
rra, como las débiles baterías de costa del Morro 
y de la Socapa impidieron á la escuadra yankée 
Ja entrada en el puerto, no obstante las pode- 



PRIMEROS COMBATES 85 

rosas y múltiples piezas de fuego que montaba. 

Es triste , es muy doloroso, tener que recordar 
esto , y aumenta el sufrimiento el ver que no sirve 
de experiencia alguna el hecho acaecidp: Cuando 
se decide el estudio de una defensa, es porque 
indudablemente aquella obra , aquel trabajo , es 
necesario,, es útil para el prestigio y la seguridad 
del Estado , y lo que se proyecte , debe hacerse rá- 
pidamente, sin descanso, sin medir lo que cuesta, 
en la confianza segura de que es verdad , de que es 
indispensable para la vida nacional. 

Los combates que vamos á bosquejar, así 
como las operaciones de desembarco ya descriptas 
en el anterior capítulo, son pruebas de que no 
exageramos ni nos guía en esto otro espíritu que 
el bien de la Nación, que aún buscamos por su 
engrandecimiento militar, debiendo ser\ár la dura 
enseñanza del pasado como natural castigo al 
abandono y de advertencia para el porvenir. 

Armamento de las baterías de costa 
y de los barcos americanos. 

Resoniancia inmensa han producido en el mun- 
do militar, las baterías de costa de Santiago de 
Cuba, débiles, muy débiles y mal armadas, fuertes 
por la situación y por el vigor del mando, que de- 



86 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

tuvieron á la poderosa escuadra de los Estados- 
Unidos. 

Á no haberlo visto por sus ojos los americanos, 
nunca creyeran que aquellos pobres y anticuados 
elementos de defensa , fueran los que detuvieron á 
Sampson á respetable distancia, sin dejarle en- 
trar (i). A esto se debe, en gran parte, la hostili- 
dad con que hoy la opinión analiza la personali- 
dad militar de aquel Almirante, criticado en su 
país con saña. 

No debemos, por lo tanto, consignar aquí da- 
tos propios, que acaso pareciesen exagerados, y 
vamos á referirnos á los de origen americano, en- 
tre otros los publicados por el Teniente Coronel 
del Ordnance, Mr. Borup, que tuvo á su cargo la 
formación del inventario del material que había en 
las baterías de Santiago de Cuba cuando capituló 
la plaza, y los también oficiales publicados por la 
Office of 7iaval intelligence. 

Castillo del Morro, — Era un viejo castillo de mani- 
posterías poco gruesas y no desenfiladas , que coronaba 



(t) Cuando los americanos pusieron su planta en El Morro 
y baterías sMiexas todo se les volvía preguntar: — ¿ Pero no hay 
más que estos cañones? — ¿ Dónde están los otros? 

No daban crédito á lo que veían , según nos manifíesta un 
testigo presencial. 



PRIMEROS COMBATES 87 

la parte más alta de la costa derecha de la entrada , con 
cota superior á 65 m. 

Su armamento era escaso. Sólo tenía situados en 
el terraplén superior tres morteros de 30 cm. que data- 
ban de los afios 1724, 1733 y 1737; dos morteros de 
24 cm. délos años 1780. y 1781; dos cañones de sitio, 
de 24 libras, fundidos en 1748 y 175S, montados sobre 
añosos afustes de madera. 

Batería del Faro (i). — Comprendiendo que ese 
castillo era completamente inútil, se construyó una ba- 
tería para siete cañones al E. del viejo fuerte, cerca del 
faro, la cual constaba de cinco cañones de bronce de 
16 cm. y dos obuses de hierro de 21 cm. Los cañones 
eran antiquísimos, de 1718, 1768, 1779 y 1783, de 
i5.cm. rayados á 16, y los obuses eran viejas piezas 
de hierro sistema Elorza. Unos y otros se cargaban 
por la boca, tiraban proyectiles de tetones de hierro 
fundido y estaban montados sobre viejas cureñas de 
giro central. En los obuses se aplicaba la pólvora pris- 
mática negra. No se encontró ninguna espoleta en la 
batería. El alojamiento de las espoletas estaba lleno de 
algodón (2). 



(i) Esta posición era excelente. Delante, hasta el mar, te- 
nía terreno casi inaccesible, fácil de defender, con cotas de 68 
metrosr. Detrás la loma en contrapendiente, con espacios ocul- 
tos á la vista del enemigo y desenfilados de sus tiros, donde se 
hicieron los repuestos, se pesaban las cargas, se cargaban los 
proyectiles y se alojaba la gente indispensable para el servicio 
de noche. 

(2) Porque así se conservaban en almacenes. Las espoletas 
^ran de percusión y se ponían en el momento de cargar. 



8S LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

La construcción de esta batería , lo mismo que las 
otras, se hizo por los ingenieros militares con gran in- 
teligencia. Estos trabajos de fortificación y artillado 
empezaron á primeros de Mayo y quedaron concluidos 
á mediados de Junio, sobresaliendo en ellos la activi- 
dad del entonces Coronel de Artillería D. Salvador 
Díaz Ordófiez y del Coronel de Ingenieros D. Floren- 
cio Caula, y personal á sus órdenes. 

El parapeto de la batería del Faro, estaba consti- 
tuido por una doble fila de cajas de madera llenas de 
cemento de^o'75 m. de altura. Entre cada dos piezas, 
el parapeto se elevaba otros 75 cm. merced á una fila 
de toneles rellenos de cemento. Sobre ellos iban sacos 
á tierra formando el terraplén. El conjunto aparecía re- 
llenado de arena. Entre cada dos piezas había 6 me- 
tros próximamente y 10 m. detrás de ellas, paralela- 
mente al parapeto, había una trinchera de 1 '50 m. dé 
profundidad por o '60 m. de anchura ^ que servía de 
abrigo á los sirvientes , á la que se llegaba por comuni- 
caciones en zig-zags, abiertas en el terreno desde las 
explanadas. Los obuses de 21 cm. estaban montados 
al E. de los cañones de 16 cm. un poco retrasados. 
Otra excavación detrás de la batería servía de abrigo 
á los sirvientes. Tenía 4 m. de lado y 1*50 de profun- 
didad. 

Batería alta de la Socapa, — Algo más fáciles que 
los de esta batería del faro, pero también muy peno- 
sos, fueron los trabajos para la subida y colocación de 
dos cañones de 16 cm. Hontoria y tres obuses de hie- 
rro rayados de 21 cm..Elorza, en la batería alta de la 
Socapa. 



PRIMEROS COMBAtES 89 

I 

Sólo había en Santiago de Cuba una compañía de 
Artillería de pjaza, con excelente espíritu, al man- 
do del Capitán D. Joáé Sánchez Seijas, y fué preci- 
so aumentarla hasta 200 hombres agregándole solda- 
dos de Infantería, voluntarios y guerrilleros, enseñán- 
doles, á toda prisa la instrucción de Artillería de que 
carecían. Los cañones Hontoria procedían del crucero 
Reina Mercedes y estabaft montados en cureñas Vavas- 
seut de giro central, l.a batería se hallaba 400 m. al 
Oeste de la entrada, á 45 m. de cota, sobre la meseta 
de la loma llamada Socapa. Ocupaban los cañones 
Hontoria el ala derecha, detrás de un parapeto de sa- 
cos de cemento de 5 m. de espesor y o '90 m. de altu- 
ra. Á su izquierda, separados por un través, se habían 

* 

montado tres obuses de 21 cm. Elorza, de los cuales 
el primero tenía un parapeto de cajas y toneles, el se- 
gundo sólo tenía las cajas y -el tercero no tenía nada. 
A 20 m. detrás de los cañones, había una barraca de 
planchas de hierro, enterrada en parte, cubierta de 
chapa de hierro ondulado , la cual servía de almacén 
de municiones. Los cañones Hontoria son piezas relati- 
vamente modernas , que pueden hacer un disparo cada 
dos minucos. Para subir las piezas á las posiciones 
hubo que empezar por abrir caminos. 

Batería baja de la Socapa, — En la vertiente que 
mira al canal de entrada, se habían colocado un cañón 
Nordenfelt de 57 mm., cuatro cañones Hotchkiss de 37 
milímetros y una ametralladora de 1 1 mm. para defen- 
sa de lia línea de torpedos. 

Batería de Punta Gorda — En Punta Gorda se ha- 
bían establecido desde antes del mes de Mayo, dos ca- 



90 LA GUERRA HISP ANO-AMERICANA 

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ñones Krupp de 9 cm. y dos obuses de Be. de 15 cen- 
tímetros sistema Mata. 

Esta batería de Punta Gorda , fué reforzada con dos 
cañones' de 16 cm. Hontoria, mas ha de tenerse en 
cuenta que la posición de la Socapa únicamente tenía 
fuegos sobre el canal y al mar libre en e) corto espacio 
que se enfila por la estrecha boca de entrada, por ma- 
nera que como baterías de costa, contra el boixibardeo, 
sólo toman los críticos extranjeros que se ocupan de la 
rendición de Santiago de Cuba, las del Morro, Faro y 
Socapa alta, de cuyo armamento hacen el siguiente re- 
sumen : 

5 morteros que databan de hace más de un siglo. 

7 cañones que tenían la misma ancianidad. 

5 obuses igualmente muy antiguos, transformados para dis- 
parar proyectiles de tetones. 

2 cañones modernos de 16 cm. procedentes del Reina 
Mercedes. 

En total, 19 piezas, con las cuales se tuvo á raya á 
la poderosa escuadra americana, impidiéndole forzar 
la entrada de Santiago, no obstante disponer de: 

64 cañones de grueso calibre (20 á 33 cm.) 
80 cañones de calibre medio ( 10 á i^ cm.) tiro rápido. 
181 cañones de pequeño calibre ( 37 » 47 y 57 mm. ) tiro rá- 
pido. 
46 cañones-revólvers y ametralladoras. 
3 cañones neumáticos de 15 cm. para arrojar fuertes car- 
gas de dinamita. 

El detalle de este armamento y de los barcos que 
constituíanla flota contra Santiago, consta en el si- 
guiente estado: 



PRIMEROS COMBATES 



91 



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92 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



Bombardeos de la escuadra americana. 

, El Comodoro Schley, bombardeó las baterías 
de la entrada el 31 de Mayo, y el Almirante Samp- 
son el 6 y 16 de Junio y el 2 de Julio. 

Además, las baterías recibieron el fuego de al- 
gunos barcos el 14, 21, 22 y 26 de Junio. 

El 31 de Mayo, hicieron fuego, por vía de re- 
conocimiento, los acorazados Massachusets y lowa 
y el crucero Nezv-Orleans , rompiéndolo al medio 
día, desde distancia de 6.300 m. en el momento en 
que paéaban frente á la entrada de la bahía, tiran- 
do á las baterías y contra el Cristóbal ColÓHy que 
se veía en el fondo del canal. Sólo jugaron los ca- 
ñones de grueso calibre y el fuego duró quince mi- 
nutos. El parte del jefe del Negociado de Navega- 
ción, únicamente señala el consumo de municiones 
del Massachusets , que fué, cinco proyectiles de 
330 mm. y nueve de 203 mm. El parte del Como- 
doro Schley, decía que «el reconocimiento había 
comprobado la presencia de la escuadra española 
en el puerto y que las fortificaciones estaban provis- 
tas de cañones de gra7i alcalice y grueso calibre (i) 



(r) Sin duda á Schley se le hicieron los dedos huéspedes, 



PRIMEROS COMBATES 93 

y que las baterías de costa habían empleado casi 
exclusivamente la pólvora sin humo, á excepción 
de las situadas al O. de la entrada » . 

El 6 de Junio, entraron en combate los barcos 
americanos en dos columnas: la de la derecha, 
compuesta del lowa, Orego7i, New-Orleans y 
New-Yorky contra las baterías del E. de la entra- 
da , y la de la izquierda , formada por el Massackti- 
sets, Texas, Marblehead y Brooklyn, contra las 
del O. La primera rompió el tiro á 5.400 m., des- 
filando tres veces por delante de las obras, hacien- 
do fuego á distancias comprendidas entre 2.700 y 
1.700 m. La columna de la izquierda, hizo análogo 
movimiento, no aproximándose á menos de 2.700 
metros. Duró el fuego desde las siete y cuarenta 
minutos á las diez y cincuenta. Bombardearon, 
pues,, á las baterías : 

52 piezas de grueso calibre. 
76 — de medio calibre (tiro rápido). 
152 — de pequeño calibre (tiro rápido). 
38 cañones-revólver y ametralladoras. 

Los partes del burean de Navegación sólo dan 



pues ni allí había pólvora sin humo , ni cañones de grueso cali- 
bre, ni siquiera en aquella fecha estaban montados los dos caño- 
nes Hontoria de la Socapa. 



91 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

el consumo de municiones del Massachusets y del 
NeW' York. 

330 mm. 203 mm. 153 mm. 57 min. 3701111. 

Massachusets... 22 41 36 203 > 

New- York i 54 * > 42 39 

Tomando éstos como tipo de comparación, 
tendremos : 

Proyectiles de grueso calibre 382 

— de calibre medio , 442 

— de pequeño calibre 973 

1.797 



La comisión americana de averiguación sobre 
la rendición de Santiago, da 2.000 como número 
de proyectiles disparados ese día. 

El 16 de Junio entraron en fuego los barcos 
americanos, también en dos divisiones: la de la 
derecha comprendía el loma, Oregon, New-Or- 
Uans y NczV'Yorky y la de la izquierda el Massa- 
chusets, Texas y Brooklyn, que montaban: 

52 piezas de grueso calibre. 
54 — de calibre medio (tiro rápido). 
134 — de pequeño calibre (tiro rápido). 
38 cañones-revólver y ametralladoras. 

Rompieron el fuego á 2.700 m., yendo los bar- 
cos separados unos de otros por intervalos de 



PRIMEROS COMBATES 95 

360 m., y duró desde las cinco y treinta minutos á 
las seis y treinta de la mañana. 

El jefe de Navegación declara el siguiente con- 
sumo: 

3300101. 203 mro. 1521001. 1020101. 570101. 

Massachusets . . . 3 23 22 > > 

New- York » 34 > 212 86 

Que tomados como tipo de comparación dan: 

Proyectiles de grueso calibre 218 

— de calibre medio 686 

— de pequeño calibre 565 



• 



1.469 



El 2 de Julio, la división de la derecha la com- 
ponían el Oregon, Indiana y New-York^ y la de la 
izquierda el Massachusets , Brooklyn y Texas y con 
un total de 

52 piezas de grueso calibre. 
44 — de calibre medio (tiro rápido). 
122 — de pequeño calibre (tiro rápido). 
26 cañones«revólver y ametralladoras. 

Duró el bombardeo desde las cinco y cuarenta 
y cinco minutos á las siete y cuarenta y cinco de 
la mañana y las distancias variaron entre 2.250 á 
3.600 m. 



% LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

- 

El consumo de municiones fué: 

330 mm. 3C3 mm. 152 mo). 10? mm. 57 mm. 



Indiana 17 59 54 > '443 

New-York > 93 1 129 . 69 

Massachusets. . . 23 54 59 > 



> 



que sirviendo de tipo de analogía para los demás 
barcos, dan en total: 

Proyectiles de grueso calibre. ♦ 323 

— de calibre medio . . . . , *. . 554 

— de pequeño calibre .......... . . 881 (i) 



1.758 



Sumando el consumo de municiones de los 
bombardeos que quedan indicados, i-esulta: 



• 



Proyectiles de grueso calibre 923 

— de calibre medio i .682 

— de pequeño calibre 2.419 

5.024 



número que debe considerarse como mínimo, pues 
no comprende otros combates de menor impor- 



(i) Este número, como el correspondiente del caso ante- 
rior, sólo se reñere al consumo de municiones de pequeño ca-. 
libre de la Columna de la derecha. 



PRIMEROS COMBATES 97 

tanda, ni los proyectiles disparados por el Vesu- 
bius (l). 

Una artillería naval numerosa y compuesta de 
piezas de modelo reciente tuvo, pues, diferentes 
combates con baterías de costa armadas de peque- 
ño número de viejos cañones, cuya única ventaja 
era la de su situación elevada. 

La superioridad , se ha visto que no está de ^ 
'parte de la artillería naval y que el consumo de 
municiones estuvo fuera de toda proporción con 
los efectos obtenidos. Sin prejuzgar la parte que 
en ello cabe al tiro más ó menos hábil de la artille- 
ría americana, hay qué establecer que la situación 
no ha sido igual entre los dos adversarios y que la 



(i) ' En el bombardeo del .6 de Junio , resíultó muerto á bordo 
del Reifia Mercedes el Capitán de fragata D.. Emilio Acosta y 
herido el Alférez de "navio señor Molíns. 

Por parte de las baterías de costa los bombardeos causaron 
lo muertos y Ii8 heridos, entre éstos el Coronel de Artillería 
D. Salvador Díaz Ordóñez (Morro), Comandante de Infantería 
D. Antonio Ros (Morro), Capitán de Artillería D, José Sán- 
chez Seijas (Morro), Alférez de navio D. Venancio Nardiz 
(Socapa)', Alférez de navio D. Ricardo Bruquetas (Socapa), 
Alférez de navio Fernández Pina (Socapa), Primer Teniente 
de Artillería D. Pedro Irizar (Morro) y Segundo Teniente de 
Artillería D. Juan Artal Navarro (Morro). — (Guerra Hispa- 
Nü-AMERICANA. — EL bloqueo y la defensa de las costas, por 
Severo Gómez Núñez.) 

7 



98 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

falta de estabilidad de las plataformas de la artille- 
ría naval , así como la dificultad para ver bien los 
objetivos sobre que tira, son causas graves de in- 
ferioridad en su fuego. Si la escuadra americana 
hubiese estado frente de baterías armadas con ca- 
ñones modernos , los hechos hubiesen sido aún más 
desfavorables, porque hubiera tenido que mante- 
nerse más lejos del objetivo, con detrimento gran- 
de de la precisión del tiro. 

Puede concluirse que en la mayor parte de las 
circunstancias, un pequeño numero de baterías, 
sobre todo de baterías altas , bien situadas y arma- 
das de piezas modernas, estarán en condiciones de 
luchar, con ventaja, contra la artillera de lina es- 
cuadra numerosa y armada potentemente. (Revue 
Militare, Abril 1900.) 



Combates y operaciones por tierra. 

Débiles como resultaban las defensas de la 
boca del puerto , aún eran poderosas con relación 
á las que constituían la defensa terrestre de la 
plaza. 

Hacia los últimos días de Abril, se construía 
por los ingenieros, auxiliados de Infantería, un re- 



PRIMEROS COMBATES tf<J 

cinto fortificado en la parte de tierra, intercalán- 
dose entre los atrincheramientos baterías de una ó 
de dos piezas. 

De tal manera se trabajó, que por los días en 
que ocurrió la retirada de las tropas de Sevilla, 
«la plaza contaba con un desarrollo de 4.000 me- 
tros de zanjas y trincheras, que ocupando las cres- 
tas militares de las alturas más próximas, forma- 
ban un verdadero recinto, que apoyaba sus do3 
extremps en la bahía. En ese recinto había sido 
emplazada la artillería de que se disponía, que 
eran seis piezas de 16 cm., cinco de 12 cm. y seis 
de 8 cm. de antecarga». 

«Las piezas de 16 cm. eran de marco bajo 
para casamata, lo que creó dificultades para em- 
plazarlas en obras de tierra, dando protección á 
los sirvientes; además se tropezó con el inconve- 
niente de que las carrileras no eran de aquellas 
piezas. Sin embargo, todas las dificultades se sal- 
varon, y quedaron emplazadas en el recinto, aun- 
que por su poca precisión de tiro y poca protección 
no habían de ser de gran efecto en un combate 
contra artillería moderna de retrocarga é Infantería 
armada con fusiles de precisión » . 

«Por la necesidad de diseminar los fuegos, al 
par que obligar al enemigo á distraer su atención 



100 



LA GUERRA HISFANO-AMERICANA 



en varios puntos, se había emplazado la artillería 
de la manera siguiente (i): 



Fuerte San Antonio 
— Sania Inés, , 



Loma del Stíeño 



\ 



Entrada át\ camino al Camv. 



Fuerte Santa Úrsula, 



— Cañadas 

— Centro Benéfico 

— Horno 



1 C. B. R. de i6 cm. 

2 C. B. R. de 8 cm. 
I C. B. R. de 1 6 cm. 
I C. B. R. de 12 cm. 
I C. B. R. de i6 cm. 

1 C. B. R. de 12 cm. 

2 C. B. R* de 5 cm. 
I C. B. R. de i6 cm. 
I C. B. R. de 12 cm. 
I C. B. R. de i6 cm. 

) 2 C. B. R. de 8 cm. 
I C. B. R. de i6 cm. 
I C. B. R. de 12 cm. 
I G, B. R. de I2cm. 



( 



Calixto García, después de reconcentrar todas 
las partidas, había cañoneado el poblado de Palma 
Soriano durante dos días; la situación de las tro- 
pas permitió que el General Vara de Rey, con su 
columna de i.ooo hombres y dos piezas, pasase el 
Cauto por distintos puntos y batiese al citado ca- 
becilla, persiguiéndole hasta San José, ocasionán- 
dole bastantes bajas y teniendo por su parte 17 



( I ) Bloqueo y sitio de Santiago de Cuba por D. Luis Loren- 
te y Herrero, Capitán de Ingenieros. ( Memorial de Ingenieros^ 
flí)es de Diciembre de 1898.) 



PRIMEROS (¡OMBATES 101 



heridos y un muerto del primer batallón de la 
Constitución. Ocurría esto hacia el 20 de Mayo 
antes del desembarque de los americanos y dos 
días después de haber tomado puerto los barcos 
de Gervera. A todo eso, la escuadra americana in- 
sistía'en hacer reconocimientos sobre la costa, y los 
insurrectos procuraban ponerse en inteligencia con 
ella, intentando atacar á Punta Cabrera el 15 de 
Junio, en que fueron rechazados por el batallón ^e 
Asia mandado por el Coronel Aldea. El afán de 
los jefes déla escuadra americana, se veía clara- 
mente que tendía á encerrar los barcos españoles 
en la bahía, impidiéndoles la salida, y á ese obje- 
tivo obedeció el lanzar á fondo en la boca del 
canal al Merrimac, al amanecer del 3 de Junio, ca- 
yendo prisioneros el Teniente Hobson que man- 
daba el barco y siete marineros, que fueron reco- 
gidos por nuestros marinos después de ser sor- 
prendido €í Merrimac y echado á pique sin lograr 
su intento ( i ). 

Al aparecer el día 20 de Junio á la vista de 
Santiago ios transportes que conducían al ejército 
de Shafter, fueron incorporadas á la plaza tres 



(i) En nuestro libro El bloqueo y la defensa de las costas, 
describimos este hecho. 



103 LA GUERRA HISJ'ANO-AMERICANA 

compañías de San Fernando, las que con otras 
tres del regimiento de la Constitución, una guerri- 
lla á pie y la sección de dos piezas de tiro rápido, 
única artillería de montaña y campaña que había, 
quedaron al mando del General Vara de Rey. 
También se formó una columna volante, manda- 
da por el Comandante del regimiento del Rey don 
Jerónimo Alonso, para convoyes y protección de 
la vía férrea, compuesta de dos escuadrones, una 
guerrilla montada, una compañía de la Constitu- 
ción y otra de San Fernando. 

Desconocíase por dónde intentarían los ameri- 
canos el desembarco, en la extensa costa de más 
de 50 km. comprendida entre Punta Cabrera y 
Daiquiri. La concentración de los insurrectos afluía 
hacia Punta Cabrera. La situación de las fuerzas 
era la siguiente, en la fundada hipótesis de que in- 
tentase tomar tierra el enemigo simultáneamente 
por el E. y O. de la boca del puerto. 

Atrincheradas en Punta Cabrera, al O., cuatro 
compañías del regimiento de Asia, con su Coro- 
nel, las que enlazaban con otra situada en Monte 
Real; otras dos en el Cobre y guarniciones de 
Loma Cruz y Puerto Bayamo, cerrando los cami- 
nos de la costa y de la sierra. En Mazamorra, para 
vigilar la bahía de Cabanas y el camino de Aserra- 



PRIMEROS COMBATES 103 

dero , una compañía de Asia y otra movilizada con 
el Comandante D. Ramón Escobar. En reserva 
de la anterior línea, en San Miguel de Parada, al 
Oeste de la bahía, en punto céntrico, dos*compa- 
ñías de desembarco de la escuadra, y en Dos Ca- 
minos y atrincheramientos cercanos 500 hombres, 
también de la escuadra, mandados por el Capitán 
de navio D. Joaquín Bustamante. Punta Cabrera, 
Monte Real, El Cobre y la plaza estaban en co- 
municación óptica y la plaza con San Miguel de 
Parada ligada por línea telefónica. En la Socapa, 
para protección de las baterías, una compañía de 
las tropas de la escuadra, otra del regimiento de 
Cuba, otra movilizada en comunicación por telé- 
grafo de campaña con Mazamorra y estación ópti- 
ca, de Monte Real; Tal disposición, unida á ser re- 
chazado el enemigo en tres intentos que hizo por 
aquel lado y á la naturaleza del terreno, fué la cau 
sa probable de que Calixto García desistiese del 
primer plan de desembarque, aconsejando á Shaf- 
ter que trasladase sus fuerzas desde Aserradero á 
Daiquiri. 

La parte N. de la plaza, quedaba cerrada por 
las guarniciones de los blockaus y la columna del 
Comandante Alonso. 

Al E. , desde el Morro á Daiquiri y desde aquí 



104 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

á Escande!!, ocupadas las ensenadas y posiciones 
por fuerzas al mando del General Rubín y el Co- 
ronel Borry. 

Esquivaba e! General Shafter empeñar en se- 
guida combate, por cuanto en las instrucciones que 
el día 24 dio, establecía, que nadie avanzase mien- 
tras no estuviesen asegurados los aprovisjonamien- 
tos de las tropas , encargando á^ sus divisionarios 
que se estableciesen sólidamente donde encontra- 
ran agua y al abrigo de toda sorpresa, debiendo 
la división Lawton situarse á vanguardia, la Kent 
ceica de Siboney, la Wheeler en Daiquiri y la bri- 
gada Bates como reserva de Lawton. 

No obstante la inesperada felicidad con que el 
ejército americano realizó el desembarco, hasta el 
punto de no tener más bajas que dos hombres 
ahogados , por casual accidente , resultado que con- 
sideran aquellos Generales verdaderamente provi- 
dencial, según declaran en sus libros (i), temía 
Shafter acercarse hacia Santiago dé Cuba sin tener 
asegurado el aprovisionamiento de todo sü ejérci- 



(i) El desembarco del ganado fué muy difícil, porque no 
disponiendo de pontones que pudieran atracar al muelle, hubo 
de hacerse obligándoles á arrojarse al agua , ahogándose tan 
sólo 45 que no pudieron ganar la orilla, (/n Cuba with SJiaf- 
ter by John D, Miley.) 



PRIMEROS COMBATES 105 



to, mas á pesar de sus indicaciones, quebrantó la 
consigna el General Wheeler. 

Recibió este General, orden de colocarse sobre 
el camino de Siboney para servir de ligazón con la 
división Lawton, pero en vez de hacerlo así, siguió 
hasta Siboney, donde vivaqueó el 23 con la briga- 
da del General Young , compuesta del regimiento 
de Voluntarios de Caballería Rough-Riders (jine- 
tes en pelo), un escuadrón del i:*^ de Caballería, 
otro del 10.^ y una batería de cuatro cañones Hot- 
chkiss; en total 964 hombres. Allí encontró al ti- 
tulado General Castillo y al General Lawton, que 
le dieron noticia de la presencia de los españoles 
hacia Sevilla, y sin atender las órdenes de Shafter 
decidió marchar sobre ellos (i), haciéndolo en dos 
columnas separadas por un macizo de manigua; 
por la derecha, iban la caballería regular y los 
Hotchkiss, siguiendo el camino de Santiago de Cu- 
ba, y, por la izquierda, aprovechando una senda, 
los Rough-Riders. Aquéllos, con terreno más des- 
pejado y favorecidos por los cañones, pudieron 
desplegar cuando á las ocho se generalizó el com- 



(l) Lawton comunicó á Shafter, que él no había creído que 
debía separarse del lugar que le había designado y qiie juzgaba 
que sólo de él debía recibir órdenes. 



106 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

bate. Los Rough-Riders, al contrario, vinieron á 
caer inopinadamente bajo el fuego de nuestras tro- 
pas, cuando menos lo esperaban, y sufrieron mortí- 
feros efectos. Pasada una hora de lucha, los ame- 
ricanos retrocedieron, suspendiéndola. 

También nuestras tropas dejaron aquella po- 
sición. 

No hay duda que este hecho, les dio grandes 
ventajas, pues además de reforzar su moral, Sevilla 
era la llave del Camino de Santiago de Cuba, por 
lo cual Shafter felicitó á Wheeler, pero dispuso que 
no se hiciesen más avances sin su orden, poniendo 
al efecto delante de Wheeler la división Lawton, 
5 km. á vanguardia, para utilizar el terreno ganado 
y dominar la vertiente hacía el río San Juan ó Agua- 
dores. Avanzó también sobre Sevilla la división de 
Caballería y la división Kent, quedando £n Siboney 
y Daiquiri la brigada Bates, el personal de la arti- 
llería de sitio y la brigada de refuerzo llegada de 
Tampa el 27 y mandada por el General Duffield, dis- 
tribución de tropas que se conservó hasta el día 30. 

Este combate de Sevilla, ha sido muy exage- 
rado por los americanos, que lo cuentan en sus 
obras, como queda dicho, y declai^m que hicie- 
ron retroceder á nuestros soldados á viva fuerza. 
No es así. Todos los Generales y jefes que han 



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PRIMEROS COMBATES 107 

escrito sobre esto, suponen erróneamente que la 
posición estaba defendida por más de 2.500 espa- 
ñoles, que tuvieron 200 bajas, en tanto que ellos 
confiesan un oficial y 1 5 soldados muertos y seis 
oficiales y 46 soldados heridos. 

Lo sucedido fiíé, según nuestros datos, como 
sigue : 

Las dos compañías de Talavera y una movili- 
zada que había en Daiquiri y Vinent, dijimos al 
tratar del desembarco que efectuaron la retirada á 
Firmeza, al notar el movimiento envolvente que 
las fuerzas de Castillo, desembarcadas en Berra- 
eos, hacían sobre ellas atacándolas de flanco. Por 
la madrugada, dos compañías de San Fernando 
pasaron desde El Pozo á Siboney para reforzar á 
Firmeza y servir de base al repliegue de las tropas 
de la zona minera, en tanto que el General Rubín, 
con otras tres compañías del provisional de Puerto- 
Rico núm. I , tomaba el mando de aquel poblado, 
en el cual se encontraba el Coronel Borry con dos 
compañías de Talavera, una de ferrocarriles y otra 
de movilizados. - 

Destruido el caserío de Siboney por el fuego de 
la escuadra, era insostenible la situación de aque- 
llas fuerzas: recibió orden el General Rubín de que 
retirase los enfermos á Cuba, en un tren dirigido por 



108 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

una sección de ferrocarriles, recogiendo al paso los 
destacamentos de Justici y Sardinero y volando, al 
pasar, el puente de Aguadores, extremo de la línea 
defensiva desde la costa á Escandell. Con las de- 
más fuerzas, el General Rubín había de retirarse á 
Sevilla donde le esperaría el General Linares. 

Al efecto , dióse orden al General Vara de Rey 
de que se trasladara al Pozo con su columna, de- 
jando allí las dos piezas de artillería y una guerri- 
lla para incorporársele, y que regresase él á Cuba, 
donde sólo quedaban cuatro compañías, de ellas 

una de las desembarcadas de ia escuadra. 

« 

El General Linares salió de Cuba el 23 antes 
de amanecer con 60 caballos de las guerrillas de 
San Fernando y Puerto-Rico. Dejó la mitad en El 
Pozo, para llevarle los partes que le transmitieran 
á aquella estación telefónica, y con 50 guerrilleros 
á pie y 30 montados y los dos cañones de tiro rá- 
pido, se trasladó á Sevilla, donde encontró una 
compañía de San Fernando que el General Rubín 
había enviado con la impedimenta, llegando éste 
poco después, no sin ser hostilizado por el fuego 
del enemigo sobre su retaguardia. 

Se reunieron, por consiguiente, en aquella po- 
sición de Sevilla, tres compañías de Puerto-Rico, 
tres de San Fernando, cinco de Talavera, dos mo- 



PRIMEROS COMBATES 109 

vilizadas, dos secciones de Ingenieros y una sec- 
ción de dos piezas de artillería de montaña, con un 
total de 1.500 hombres. Estas tropas se distribu- 
yeron en tres escalones, el primero, de tres compa- 
ñías de Puerto-Rico y una movilizada, en la bifur- 
cación de los caminos alto y bajo de Siboney , des- 
tacando dos compañías en las alturas próximas; el 
segundo en el asiento de Sevilla, con el General 
Linares, tres compañías de San Fernando, dos 
secciones de Ingenieros (ferrocarriles), guerrillas y 
sección de artillería; el tercero de cinco compa- 
ñías de Talavera y una movilizada, en La Redon- 
da, al mando del Coronel Borry, cubriendo los ca- 
minos de Justici y El Pozo.. 

Aún no estaban acabadas de establecer esas 
fuerzas, cuando el enemigo, que venía hostilizando 
al General Rubín, fué reforzado y trató de envol- 
ver al primer escalón atacándolo por frente y flan- 
co derecho, siendo rechazado. Por la tarde reanudó 
el ataque, y reforzada aquella primera línea con 
dos compañías y las dos piezas, logró rechazarlo 
nuevamente el valeroso Comandante D. Andrés 
Alcañíz, jefe de Puerto-Rico. 

Notábase claramente en estos combates, que 
las fuerzas americanas eran conducidas por los in- 
surrectos, conocedores del terreno, y que su fin 



lio LA ÜUEURA HISPANÜ-AMERICANA 



era envolver los flancos, principalmente hacia la 
costa, bajo la protección de la escuadra, y al ob- 
jeto de evitar que el enemigo se interpusiese en- 
tre aquellas tropas y la plaza, el General Linares 
decidió replegarse á Cuba al día siguiente, dando 
instrucciones al General Rubín para efectuar aquel 
movimiento, alternado, por escalones. 

El 24 al amanecer, los americanos rompieron 
el fuego sobre el primer escalón, generalizándose 
rudo combate entre ellos y nuestra primera línea 
y parte de la segunda, durando la lucha tres horas, 
hasta que se emprendió el movimiento de retirada 
antes indicado, situándose el General Linares en 
El Pozo con la artillería en tanto que pasó el Ge- 
neral Rubín con todas las fuerzas. 

En los primeros combates del día 23, que hos- 
tilizaban la marcha de Siboney á Sevilla, hubo un 
soldado de Talavera muerto y al acampar dos 
muertos y seis heridos de Puerto-Rico. 

El parte oficial dice: 

«La columna del General Rubín á las órdenes del 
Comandante en Jefe del 4.° cuerpo de ejército, fué ata- 
cada al medio día y en la tarde de ayer. 

vEsta mañana, fuerzas enemigas de consideración, 
con artillería, atacaron de nuevo con decisión, siendo 
rechazadas con numerosas bajas vistas. 



PRIMEROS COMBATES 111 

»Por nuestra parte en ambas jornadas siete muertos 
de tropa; capitán del provisional de Puerto -Rico, don 
José Lances y Segundo teniente del mismo D. Zenón 
Borregón, heridos graves; Primer teniente del regimien- 
to Caballería del Rey, D. Francisco Las Tortas, heri- 
do leve; dos de tropa heridos graves, dos leves y varios 
contusos (i).» 

«A pesar de esa ventaja— 'dice Miiller y Tei- 
jeiro en su libro Combates y capitixlación de San- 
tiago de Cuba, — recibió Rubín. orejen de retirarse; 
porque el enemigo, por la vía férrea, se dirigía 
hacia el Morro , y como no había fuerzas que opo- 
nerle hubiera quedado envuelto. En cumplimiento 
d€ la orden recibida retiróse la columna á la pla- 
za (2),» 

En el mismo libro antes citado, publica el Te- 



(i) MtiUer y Teijeiro. 

(2) I.a orden general del Ejército, referente á estos encuen- 
tros, que tomamos también del libro citado, del. Teniente de 
navio señor MüUer, lleva fecha 26 y los explica del modo si- 
guiente: 

«Soldados: Abandonamos la zona minera, porque no he 
querido sacrificar vuestras vidas estérilmente sobre la playa en 
combate desigual , con fuegos de fusil , contra el aparatoso alar- 
de del enemigo que nos combatía á cubierto de las corazas de 
sus buques, artillados con los cañones más modernos y pode- 
rosos, 

> Desembarazados de nuestra presencia en los referidos pun- 



U'l LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

nientc ele navio Sr. Müller, las órdenes que media- 
ron en esta retirada. 

<üPo:so 2J yunto pS. 

»Me entregaron los paisanos el papel que me escri- 
bió y hemos estado oyendo el fuego desde las cinco 
menos cuarto y después el disparo de cañón. 



tos, ya han desembarcado sus tropas y se proponen tomar la 
plaza de Cuba. 

»E1 choque se acerca y la lucha se entablará en iguales con- 
diciones. 

> Vuestras virtudes militares y vuestro valor son la mejor ga- 
rantía del éxito. 

• Defendemos el derecho desconocido y hollado por los ame- 
ricanos, unidos á los rebeldes cubanos, 

>La Nación y el Ejército se hallan pendientes de nosotrAis. 

iMás de l.ooo marinos de guerra desembarcados de la es- 
cuadra nos ayudan : Voluntarios y bomberos tomarán parte en 
la empresa de rechazar y vencer á los enemigos de España. 

>La otra división de este cuerpo de Ejército viene presurosa 
á reforzarnos. 

»Nada recomiendo, porque tengo la seguridad de que rivali- 
zarán todos en la defensa de sus puestos, con firmeza y reso- 
lución ; pero sí advierto , que los ya señalados á cada unidad, 
así sobre el recinto de la plaza como en los puntos avanzado^, 
se conservarán á'toda costa sin vacilar, ni pensar en el replie- 
gue, y sí únicamente en dejar á salvo el honor de las armas. 

>Yo os ofrezco cumplir con mis deberes y termino diciendo 
con todos ¡Viva Españal — Linares. 

»Lo que de orden de S. E. se publica en la general de este 
día para conocimiento de todos. El Teniente Coronel de Esta- 
dos Mayor Ventura Fontán.^ 



PRIMEROS COMBATES 113 

» Encargue al coronel Borry (i) qué cuide bien de 
la vereda ó camino de la Redonda, donde está acam- 
pado, pues los de la línea al encontrarse ocupado Sar- 
dinero, pueden tomar dicho camino de la Redonda. 

»He pedido á Cuba todas las acémilas de transpor- 
tes, y diez carretillas que estarán en ese campamento 
de siete y media á ocho. Tenga V. preparados los en- 
fermos y las municiones para que marchen en seguida 
á Cuba con la misma escolta que llevará las acémilas. 

^Disponga V. que se coma ahí el primer rancho de 
mañana, y después recibirá V. órdenes. — Linares. 

»S'r. General D, Antero Rubín."» 

' Las instrucciones eran : 

«Después de comer el primer rancho marchará us- 
ted con toda la columna á Cuba, efectuando la retira- 
da de ese punto por escalones con las debidas precau- 
ciones y lentitud necesaria para rechazar en buenas 
condiciones cualquier agresión del enemigo. 

»E1 batallón de Talavera se dirigirá al Sueño y allí 
encontrará un jefe de la plaza que le indicará los pun- 
tos que ha de ocupar. 

»El batallón de Puerto -Rico con las dos compa- 
ñías movilizadas de la zona minera se dirigirá á Caña- 
das y allí recibirá órdenes respecto á los puntos que ha 
de ocupar , y el batallón de San Fernando se dirigirá 
al Centro Benéfico, é igualmente recibirá instrucciones. 



(i) El Coronel Borry murió, de casi repentina dolencia, ai 
día siguiente. 

8 



114 I-A CUERRA HISPANO-AMERICANA 



La sección de Artillería al cuartel de Dolores: La sec- 
ción de Ingenieros irá á Cruces, alojándose en las ofi- 
cinas de la Empresa minera. — Linares,-» 

^Pozo 2¿i. de Junio i8g8. 

» Nota. Kl Capitán de Ingenieros que regrese á 
Cuba con el convoy de enfermos, que se presente al 
Sr. Coronel Caula. • 

»Ya tiene V. S. orden de retirarse y le prevengo 
(jue lo efectúe una hora después de haberlo verificado 
el convoy de enfermos, con escolta de dos compañías 
movilizadas y una de Talaverai Retire en primer térmi- 
no toda la impedimenta y que al llegar á Cuba vayan 
á los puntos designados; con los tres escalones Puerto- 
Rico, San Fernando y Talavera, haga V. S. retirada 
alternada por escalones, en forma que, al abandonar 
posiciones el escalón avanzado , estén en posición los 
otros dos, hasta llegar á Cuba. Aquí esperaré yo. — 
Linares, 

»Sr. General Rubín.>^ 



CAPÍTULO V. ^ 



Combate de El Caney. 

Antecedentes del General Vara de Rey. — Preparación del ataque al Caney. — 
Descripción de la posición y su objetivo. — Primeras fases del combate. — 
Descripción que de él hace el Capitán sueco Werster. — Muerte de Vara de 
Rey. — Relación nominal de jefes y oñciales muertos y heridos. — Real or- 
den concediendo la corbata de San Fernando al regimiento de la Consti- 
tución. 

No se puede empezar á escribir sobre el com- 
bate de El Caney, sin dedicar, antes que todo, re- 
cuerdode admiración al heroico General Vara de 
Rey que en él encontró gloriosa muerte. 

Don Joaquín Vara de Rey y Rubio , había na- 
cido en íbiza el 14 de Agosto de 1841 , y era hijo 
del Brigadier D. Joaquín Vara de Rey y de doña 
Clotilde Rubio y Cuevillas. En Enero del 57 in- 
gresó en el Colegio de* Infantería y en Junio del 
59 fué promovido á Subteniente, llegando el 60 al 
empleo de Teniente por antigüedad. Después, 
tomó parte en las operaciones á que dieron lugar 
las luchas civiles que desgraciadamente ensangren- 
taron nuestra Patria, peleando contra republicanos, 



116 l.A GUERRA HISPANO- AMERICAN A 



cantonales y carlistas, y obteniendo grados y em- 
pleos por mérito de guerra, hasta el de Teniente 
Coronel, que alcanzó en 1878, y el de Coronel ea 
1 89 1, ambos por antigüedad. Con este empleo 
pasó á Filipinas, donde además de otros importan- 
tes cargos, fué Director de la Academia Militar 
preparatoria de Manila, tomando parte en la cam- 
paña de Mindanao, y, regresado á la Península, pi- 
dió ir á la isla de Cuba, dejando el cómodo mando 
de la zona de Avila, que ejercía, por las duras fa- 
tigas de aquella contienda separatista. 

Á Cuba llegó el 15 de Abril de 1895. El de- 
partamento Oriental, donde la guerra era más 
penosa, fué campo en que desarrolló sus energías, 
en múltiples combates, á las órdenes de lo*s Gene- 
rales Lachambre, Albert y Linares, hasta ser pro- 
movido á General de brigada por méritos de gue- 
rra , á virtud de Real decreto de 1 5 de Octubre de 
1897, dejando por ese motivo el mando del regi- 
miento de Infantería de Cuba núm. 65 para tomar 
el de la brigada de San Luis, de la división de 
Cuba, que ya ejercía interinamente en su anterior 
empleo. 

Datos son estos que contiene su dilatada y bri- 
llante hoja de servicios, pero en ella no figura otro 
que debemos á uno de sus amigos, admirador de 



COMBATE DEL CANEY/ 117 

SU valor indomable. Cuando estalló la guerra con 
los Estados-Unidos, el General Vara de Rey se 
hallaba en Cárdenas próximo á disfrutar una licen- 
cia que tenía pedida para trasladarse á la Penín- 
sula y reponer su salud. 

Saber que había surgido el conflicto con les 
americanos y telegrafiar al General en jefe desis- 
tiendo de aquel propósito, pidiéndole volver á 
ocupar puesto en campaña , fué decisión tan rápida 
como el relámpago del patriotismo que fulguraba 
en su alma noble y generosa. 

Vara de Rey, continuó en el mando de la bri- 
gada de la división de Cuba, y el General Linares, 
después de otras operaciones , le encomendó la de- 
fensa de El Caney, posición avanzada de la plaza. 

Lo que allí hizo, lo encontrarán los lectores en 
las siguientes páginas. 



Ya hecha la retirada de Sevilla, el frente de- 
fensivo, qjuedó constreñido desde Escandell por 
Caney, San Miguel de Lajas, Loma Quintero, 
Sueño, Veguita, San Juan, Chicharrones, Las La- 
gunas y río Aguadores hasta la ensenada de este 
nombre, quedando en él distribuidas las^ fuerzas 



118 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

disponibles, entre ellas Vara de Rey en Caney 
con tres compañías de la Constitución, otra de 
guerrillas y ico hombres que guarnecían el pobla- 
do; en Loma Quintero, una compañía movilizada; 
en San Antonio, Santa Inés y El Sueño, cuatro 
compañías de Talavera y una movilizada; en el 
camino del Caney y posiciones de San Juan, dos 
compañías de Talavera y una de Puerto-Rico, y 
como reserva, en Canosa 1 40 caballos de guerrillas 
y Guardia Civil; en Santa Úrsula, Cañadas y valle 
Guayabito, tres compañías de Puerto- Rico y una 
movilizada; en las alturas y camino de Las Lagu- 
nas, tres compañías de San Femando; en Agua- 
dores, dos compañías movilizadas; en Cruces, una 
de desembarco de la escuadra , y los Ingenieros en 
servicio de ferrocarriles y posiciones anexas. 

Todas las fuerzas tenían orden de atrinche- 
rarse en sus posiciones. 

Del 24 al 30 de Junio, los americanos se dedi- 
caron á completar su sistema de aprovisionamien- 
tos, oponiéndose al avance que pretendía Wheeler 
sobre El Caney, donde averiguó que ,sólo había 
500 hombres, operación que no autorizó Shaf- 
ter, reservándola para Lawton, cuando tuviera 
aprovisionadas las fuerzas. Era tal el embrollo que 
tenían los americanos en el avituallamiento, que 



COMBATE DEL CANEY 119 

hubo barco, como el Vigilanca^ que al regresar á 
Montauk (Long Island) concluida la guerra, se en- 
contró con su bodega llena de víveres que estaban 
ocultos por el forraje cargado encima en Tanipa, 
y el Breakivater , que al llegar á Newport News, 
tenía en sus sollados el 14 de Agosto, 40 tonela- 
das de comestibles, medicamentos, etc., que no 
habían sido desembarcados por causa de la prisa 
con que se hizo el embarque y el desembarque 
de aquel ejército. Hubo regimientos que estuvieron 
sin víveres uno ó dos días y otros tuvieron que re- 
ducir la ración. 

Del 24 al 30, los americanos establecieron he- 
neas telefónicas desde Daiquiri á la Redonda: ya 
habían antes cortado el cable de Santiago á Guan- 
tánamo (Caimanera), ligándolo á una estación en 
Siboney, que les permitía estar en comunicación 
directa con Washington , así qué el 30 creyó Shaf- 
ter que estaba en disposición de avanzar, desapa- 
recidos los inconvenientes que á su juicio lo habían 
impedido. 

El General Shafter, con su jefe de Estado Ma- 
yor Teniente Coronel MacClenard y el jefe de In- 
genieros Coronel Derby, salió del Cuartel general, 
que estableció en La Redonda, el día 30 de Junio y 
practicó un reconocimiento visual, desde las altu- 



120 LA GUERRA HISPAN O- AMERICAN A 



ras de El Pozo, de nuestras posiciones sobre loma 
San Juan y márgenes del río Aguadores. Los Ge- 
nerales Lawton y, ChaCee, hicieron aquel mismo 
día reconocimientos hacia El Caney, y dieron cuen- 
ta á Shafter d^ que, con artillería, creían poder re- 
ducirlo en dos ó tres horas, pues la posición carecía 
de ella. 

Estaba guarnecido el Caney por 419 hombres 
del regimiento de la Constitución^ que con alguna 
otra fuerza de Asia, constituían el mando del Ge- 
neral Vara de Rey, cuya consigna- era impedir 
que el enemigo, corriéndose por aquel lado, se apo- 
derase de la represa de las aguas -establecida en 
Cuabitas, para suplir de ellas á Santiago, y de la 
vía férrea que unía á la plaza con varios poblados 
en que había siembras y por los cuales tenía que 
llegar el General Escario desde Manzanillo, 

El Caney es un caserío de alguna importan- 
cia, situado en una eminencia á 6 km. sobre el ca- 
mino que desde Santiago de Cuba sale por Escan- 
dell, á la entrada del puerto de dicho nombre. Las 
casas , se agrupan alrededor de la plaza en forma 
de cuadrilongo, cuyos lados menores ocupaban la 
iglesia y la Comandancia militar. Resultaba la po- 
sición completamente dominada por otras muy cer- 
canas de la sierra de Escandell, y por lo tanto, era 



COMBATE DEL CANEY 121 

m 

insostenible en el ataque de artillería. Sus defensas 
se reducían á cuatro blockaus de madera y un fuer- 
te de piedra denominado El Viso, obras que sólo 

k 

servían para contener á los insurrectos. Cuando en 
los años 1895 y 1896, recorrimos aquellos lugares, 
sólo había en El Caney una guerrilla, y la aproxi- 
mación tie los insurrectos era tal, qué desde el 
pueblo se veía el humo que producía su prefec- 
tura de Canasí en la sierra de Escandell y se dis- 
tinguían las trincheras del enemigo; su importan- 
cia podía entonces calcularse por la conveniencia 
de poseer el camino de Escandell que comunica- 
ba con Guantánamo. 

Tres caminos afluían so'bre El Caney desde las 
posiciones americanas: Uno que partiendo al N. de 
la calzada de Siboney á Santiago , por la Redonda, 
salía al E. del poblado á una senda que atravesaba 
la sierra por Escandell hasta Guantánamo; otro 
desde El Pozo á Marianage atravesando el río Gua- 
mas, y salía cerca de Ducoureau en el camino de 
Santiago á Caney; otro partía de una senda que 
unía esos dos y venía hasta el fuerte El Viso. 

Con todos estos datos, decidió Shafter que el 
día iP de Julio la división Lawton (5.379 hom- 
bres) atacase al Caney , agregándole la batería del 
Capitán Capron , y una vez empeñado el combate, 



122 LA OIT.RRA HISPANO-AMERICANA 



avanzaría él con el resto del ejército sobre las posi- 
ciones de San Juan. El movimiento empezó el 30 á 
las cuatro de la tarde y hasta las doce de la noche 
no quedaron las fuerzas en sus sitios; fué tal el 
desorden de aquellos 1 5 regimientos en movimien- 
to por un camino tan estrecho, que hubo alguno 
que tardó cuatro horas en recorrer 4 km. (Repport 
del Teniente Coronel Wherry.) 

Al amanecer del día i P la posición de las fuer- 
zas americanas era: Tercera brigada (Chaffee) so- 
bre la senda del Caney á Guantánamo; primera 
brigada (Ludlovv), detrás, y á la izquierda, la bate- 
ría del Capitán Capron, á 2 km. al N. de Mariana- 
ge, la que Mevaba de sostén al primer regimiento 
de la segunda brigada (Miles), la cual tenía los 
otros dos regimientos cerca de El Pozo, sobre la 
orilla derecha del río Aguadores. Frente á las altu- 
ras de San Juan la división de Caballería (Wheeler) 
con la batería Grimes. La brigada independiente 
Bates cerca de Sevilla. La brigada Duffield frente á 
Aguadores, para atacar esa posición apoyada por 
los fuegos de la escuadra. 

En cuanto á los insurrectos , se ordenaba á Ca- 
lixto García que trasladase sus fuerzas el i.^ por la 
mañana al N. de Santiago, para cortar la retirada 
de los defensores de la plaza y oponerse á la llega- 



COMBATE DEL CANEY 12:i 

da de refuerzos, dejando 200 hombres con Lawton 
para coadyuvar al ataque del Caney y otros 200 
para operar sobre San Juan. 

Pretendía Lawton tomar Caney en un par de 
horas, pero pronto salió de su error: allí estaba el 
General Vara de Rey y sus 500 hombres, indoma- 
bles, heroicos: los americanos fueron dueños de El 
Caney cuando sólo quedaban 80 defensores magu- 
llados y destrozados que se retiraron por la sierra, 
los demás , muertos ó heridos , habían caído al lado 
de su General. 

Pero no debemos ser historiadores de ese subli- 
me rasgo de valor.' Dejemos la palabra al Capitán 
Wester, agregado militar á la Legación de Suecia 
y Noruega en Washington, testigo presencial de 
los hechos, quien los describe con sin igual entu- 
siasmo. 

«El 30 de Junio por la tarde — escribe Werster — 
el ejército americano se concentró al E. de Santiago 
para prepararse al ataque. 

La brigada Duffield se dirigió por la costa hacia 
Aguadores. 

El núcleo principal de las. fuerzas formaba dos agru- 
paciones : en El Pozo se situaron las divisiones Kent y 
Wheeler con tres baterías, mientras la división Law- 
ton, con una batería, marchaba hacia el N. para ocu- 
par posición al E. de El Caney. 



124 LA GUERRA HISPANO-AMERICANV 

I^a brigada Bates constituyó la reserva , situándose 
al E. de El Pozo. 

Frente á ellos, el General Vara de Rey ocupaba El 
Caney con 500 hombres de Infantería, en Aguadores 
había i.ooo, en el centro el General Linares emplazó 
sus avanzadas formadas por 1.200 hombres (i), que se 
situaron en las alturas de San Juan , mientras que los 
fuertes de la entrada del puerto y los atrincheramien- 
tos que defendía Santiago quedaban guarnecidos con 
5.500 hombres. 

El i.° de Julio , al punto del día, la división Lawton 
comienza su movimiento de avance hacia El Caney ; la 
confianza reina en el campo americano, donde el úni- 
co temor consiste en que el enemigo se escape sin com- 
batir; pero en El Caney, como se verá, están muy lejos 
de pensar así. 

Las casas del pueblo han sido aspilleradas , se han 
abierto trincheras en un terreno pedregoso , y el fuego 
de unas y otras es rasante sobre un espacio de 600 á 
1.200 m.; en la punta Nordeste de la posición, el fuer- 
te de El Viso, guarnecido con una compañía, ocupa 
una colina desde la cual se dominan todos los aproches. 

Los americanos se proponían envolver la posición 
española, para lo cual la brigada Chaffée se dirigió des- 
de el Noroeste hacia El Viso , la de Ludio w , desde el 
Sudoeste hacia la desembocadura del camino que une 
El Caney con Santiago , mientras que una batería se. 



(i) En el capítulo V damos la fuerza verdadera que había 
en la posición de San Juan y Aguadores, muy inferior á esa que 
dice Werster, tomando sin duda datos de origen americano. 



COMHATE DEL CANEY 125 

colocó en posición al E. del pueblo, y la brigada 
Miles ocupa al S. Ducouréau (?), formando el ala iz- 
quierda. 

Hacia las seis de la mañana comenzó el fuego.de 
las trincheras españolas ; de improviso se descubre so • 
bre ellas una línea de sombreros de paja; inmediata- 
mente el ruido de una descarga , seguido de la desapa- 
rición de los sombreros; esta operación se repite cada 
minuto, observándose una gran regularidad y acción 
de una voluntad firme, lo que no deja de producir una 
profunda impresión en la línea de exploradores ameri- 
canos; las balas cruzan el aire, rasando el suelo, hirien- 
do y matandov 

Poco tiempo después, toda la brigada Chaffée se 
encontró desplegada, pero sin poder avanzar un paso, 
y la de Ludlow se vio también detenida. , 

Mientras el fuego de la Infantería aumenta progre- 
sivamente, la batería americana comienza á disparar. 
Como los españoles no cuentan en El Caney con un 
sólo cañón, el fuego puede hacerse con la misma tran- 
quilidad que en un campo de maniobras: las piezas 
pueden hacer daño , sin peligro alguno de recibirlo. 

A los pocos momentos las granadas estallaban por 
encima de las trincheras , alcanzaban las casas del pue- 
blo y perforaban los muros de El Viso , proyectando los 
shrapnels "su lluvia de plomo sobre la posición; mas, á 
pesar de todo, en el fuego español se observa igual con- 
tinuidad é igual violencia. 

Delante de El Viso se descubría un oficial paseán- 
dose tranquilamente á lo largo de las trincheras: fácil 
es comprender que el objeto de este peligroso viaje en 



l'Jí) LA (;UERRA HISPANÜ-AMEKICANA 



medio de los proyectiles de que el aire está cruzado no 
es otro sino animar con el ejemplo á los bravos defen- 
sores; se le vio, de cuando en cuando, agitar con la 
mano su sombrero y se escuchaban aclamaciones, j Ah, 
sí! j Viva España! ¡Viva el pueblo que cuenta con tales 
hombres ! 

Las masas de Infantería americana se echaban y 
apretaban contra el suelo hasta el punto de parecer 
clavadas á él , no pudiendo pensar en moverse á causa 
de las descargas que la pequeña fuerza española les en- 
viaba á cada instante. Se hizo preciso pedir socorros, 
y hacia la una avanzó Miles desde Ducoúreau, en- 
trando en línea á la derecha de Ludlow, y hacia las 
tres la cabeza de la brigada de reser^^a se desplegaba 
á la derecha de Chaffee; pero en lo alto de las trinche- 
ras el chisporroteo de los Maüser se escuchaba siempre. 

Por ñn , á las tres y treinta y seis minutos la brigada 
Chaffee se lanza al ataque contra El Viso; pero queda 
al principio detenida al pie de la colina , y no invade el 
fuerte sino después de un segundo y violento empuje. 

Los españoles ceden lentamente el terreno , demos 
trando con su tenacidad en defenderse lo que muchos 
militares de autoridad no han querido nunca admitir. 
Que una buena Infantería puede sostenerse largo tiem- 
po bajo el fuego rápido de las armas de repetición. ¡El 
último soldado americano que cayó fué herido á 22 
pasos de las trincheras! 

Aunque la clave de la posición estaba conquistada, 
la faena continuaba. Yo seguí, con el corazón oprimi- 
do por la emoción, todas las peripecias de esta furiosa 
defensa y de este brusco ataque. 



COMIÍATE DEL CANEY 127 



Desde El Viso, una vez ocupado, las tropas ameri- 
canas comienzan á tirar sobre el pueblo, que es tam- 
bién en este momento el objetivo de la brigada Lud- 
io w; pero la ocupación no se efectuó hasta las cuatro 
y media, hora en que los últimos españoles abando- 
naron las casas para recomenzar el fuego desde una 
colina situada 600 m. al O. 

¡Admirable obstinación de resistencia, á la que 
todos contribuyen hasta el último instante ! 

Detrás de la línea de batalla americana se arrastra- 
ban los cobardes chacales de esta guerra: los cubanos. 

Desde los bosques de palmeras situados al E. de El 
Viso habían tomado alguna parte en la acción. ¡Allí 
fui y presencié una escena repugnante : dos hermosos 
muchachos catalanes estaban tendidos y medio desnu- 
dos entre las altas yerbas; sus negros cabellos mancha- 
dos de sangre ; sus ojos abiertos y vidriosos , y debajo 
de estos pálidos y desfigurados rostros sus gargantas 
estaban abiertas por esas heridas delgadas y profundas 
que el machete produce. 

Mi misión inactiva y neutral no me permitía sino 
huir de allí para substraerme á este horrible espectá- 
culo, y así lo hice, dirigiéndome hacia las tropas ame 
ricanas que en aquel momento daban el asalto á El 
Viso, y á sus jefes me acerqué rogándoles el envío de 
centinelas que cuidaran de los heridos españoles que 
quedaban detrás de las trincheras conquistadas. 

, Generosos como siempre para los desgraciados, 
los americanos escucharon mi súplica y ¡curiosa cir- 
cunstancia! mientras me ocupaba de salvar á mis ca- 
inaradas españoles, una bala de sus compatriotas en 



128 LA GUERRA HISPANÜ-AMERICANA 



retirada me alcanzó. Pero felizmente sólo llegó á atra- 
vesar mi capote. 

El ruido del combate no cesó sino cuando el sol 
estaba á punto de ponerse. Durante cerca de diez horas 
500 bravos soldados resistieron unidos y como enca- 
denados sin ceder un palmo de terreno á otros 6.500 
provistos de una batería, y les impidieron tomar parte 
en el principal combate contra las alturas del monte 
San Juan. 

] Después de esto , ni una palabra más se escucha 
en el campo americano spbre la cuestión de la inferio- 
ridad de la raza española! 

Y esta lucha de El Caney ¿no aparecerá siempre 
ante todo el mundo como uno de los ejemplos más 
hermosos de valor humano y de abnegación militar? 

¿Quien haya tomado parte en ella no es bien digno 
de una honorífica recompensa? 

¡ Contemplad ese pueblo ! Las casas están arruinadas 
por las granadas, las calles cubiertas de muertos y he- 
ridos. El General Vara de Rey está allá, muerto; sus 
ayudantes al lado suyo , muertos; en derredor multitud 
de oficiales y soldados. 

Todos han llenado su deber, desde el primero al 
último. 

¡ Dichoso el país que es tan querido de sus hijos! 

¡Dichosos los héroes que han sucumbido en un 
combate tan glorioso! 

¡Con su sangre han escrito en la historia el nombre 
de El Caney, como uno de los más brillantes episodios 
guerreros, y con letras de oro deben inscribirse también 
en las banderas de las tropas que allí combatieron!» 



COMBATE DEL CANEY 129 

A las dos de la tarde, el General Shafter, in- 
quieto, porque ilo cesaba de oír sobre su derecha 
el ruido del combate, envió á Lawton un parte 
escrito con lápiz, que decía: 

* Lawton. No podemos detenernos por esos 
pequeños blockhaus; antes de anochecer. Vos, Ba- 
tes y García, debéis venir sobre Santiago, para for- 
mar la derecha de nuestra línea, sobre el camino 
de Sevilla. » 

En aquel momento la dirección del combate 
no estaba en manos de Lawton, el que dice que 
recibió la orden é «hizo todo lo imaginable por re- 
tirar sus brigadas del fuego, pero que le había sido 
ya imposible conseguirlo». 

Siempre la fatalidad persiguiendo nuestra 
causa. 

Ocupándose de este hecho de armas, el Te- 
niente Coronel de Infantería D. José Villalba Ri- 
quelme, en su notable obra Táctica de las tres ¿zr- 
^//¿j'.f (tercera parte, pág. 12), dice: «Si Vara de 
Rey hubiera tenido fuerza de reserva ó recibido 
refuerzos en este momento, tomando la ofensiva, 
hubiera obtenido la victoria» (i). 



(i) Eñ nuestra opinión, el mayor defecto que tenía la po- 
sición de El Caney, era estar dominada por el terreno cerc^"» 



130 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 



La admiración que en el mundo entero han 
despertado aquellos heroicos defensores de El Ca- 
ney, resalta en los siguientes elogios que les dedi- 
ca otro escritor, Henry Cabot Lodge, en su libro 
The IVar with Spain: 

« desesperados, rodeados como ellos estaban, 

aparecían con un coraje y una indiferencia al peligro, 
que hace recordar á los defensores de Zaragoza y de 
Gerona. Se sabe que los soldados españoles han sido 
con frecuencia citados como modelo, pero en este caso, 
desplegaron tal fortaleza, como en los días, en que 
hace tres centurias , era considerada la Infantería espa- 
ñola como la más brava y mejor de Eurdpa. De que 
esta tradición es justa, ofrece El Caney un ejemplo 
brillante. » 

Los americanos tuvieron cuatro oficiales y 84 
soldados muertos, y 24 oficiales y 332 soldados 
heridos. Su fuerza era de más de 6.0OQ hombres. 

El General Vara de Rey, herido grave, con 
las dos piernas atravesadas, había entregado el 
mando al Teniente Coronel D. Juan Puñet, y era 
conducido por un grupo en camilla, por el camino 



no, que derivándose de la Sierra de Escandell, hacía insosteni- 
ble la defensa contra un enemigo regular provisto de artillería. 
Hubiera sido mejor abandonar el poblado y tomar las lomas, 
cual hicieron los últimos ocupantes. 



FUERZAS DE CALIXTO GARCÍA 

Aspecto (le un grupo de insurrectos, tomado de Totografía. 



COMBATE DEL CANEY 131 



de Caney á San Miguel de Lajas, verdadero calle- 
jón tenebroso, enterrado, indefendible, que hemos 
recorrido hace años al hacer estudips de aquel te- 
rreno. Su cuerpo, hubiera sido salvado por los res- 
tos de los defensores de El Caney, pero á su en- 
cuentro salió el enemigo, que hizo fuego sobre la 
camilla, rematando al General y acabando con los 
que le conducían 

Un oficial , que se hallaba presente en los su- 
premos momentos del combate, nos refiere que 
todos los heridos que se pudieron salvar, iban so- 
bre las acémilas , á excepción del General , que era 
llevado en camilla. De pronto, una descarga del 
enemigo mató á los cuatro soldados que la trans- 
portaban , que fueron reemplazados por otros cua- 
tro, los que en breve quedaron también muer- 
tos, repitiéndose la terrible escena tres ó cuatro 
veces, hasta que al fin, entre muertos y heri- 
dos, quedaron los gloriosos despojos de Vara de 
Rey acribillado á balazos: en aquellos instantes 
fué gravemente herido su hermano D. Antonio, 
muerto el otro ayudante Primer Teniente Domín- 
guez, y herido su jefe de Estado Mayor, Capitán 
Ramos. 

Los americanos recogieron el cadáver del Ge- 
neral y le tributaron , al darle sepultura , los hono- 



332 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

res militares que correspondían á su jerarquía, lle- 
nos de admiración por el héroe ( i ). 

El Teniente Coronel de Infantería D. Juan Pu- 
ñet, jefe del batallón de la Constitución, organizó 
la retirada, tomando posición para proteger la de 
los heridos, en una colina fuera del pueblo, sobre 
el camino de Cuabitas , desde la cual contuvo á los 
americanos, llegando á Santiago de Cuba á las 
ocho de la noche con 8o hombres, que se abrie- 
ron paso á través del enemigo. A este jefe corres- 
ponde parte de la gloria de aquella jornada. 

Hé aquí la relación de jefes y oficiales muertos 
y heridos en este heroico combate: 

MUERTOS 

Excmo. Sr. General de Brigada D. Joaquín Vara de Rey. 
Primer Teniente, D. Cesáreo Domínguez (ayudante). 

Regimiento de la Constitución núm, 2g, 

Comandante D. Rodrigo Agüero. 

ídem Rafael Aragón. 

Segundo Teniente . Alfredo Vara de Rey (sobrino 

del General). 



(i) Los restos de Vara de Rey, han sido transportados á 
España, juntamente con los del General Santocildes y del sol- 
dado Eloy Gonzalo, héroe de Cascorro, y reposan en el ce- 
menterio del Este, hasta, que haya un panteón donde enalte- 
cerlos , ." 



COMBATE DEL CANEY 1 33 

Segundo Teniente. Manuel Morales. 

ídem Antonio -Rubio. 

6 1 de tropa. 

HERIDOS 

Capitán de la Guardia Civil, D. Manuel Romero. 

Médico segundo de Sanidad Militar, D. Ángel Rodríguez. 

Telegrafista , D. Antonio Manzanos. 

Cr.pitán de Infantería, D. Antonio Vara de Rey (ayudante). 

Capitán de Estado Mayor, D. Juan Ramos Portal. 

Regimiento de la Constitución núm. 2g, 

Capitán D. Isidro Arias. 

Segundo Teniente. Manuel Estévez. 

ídem Lorenzo Salinas. 

ídem Antonio Martínez. 

ídem Domingo Murillo. 

ídem Inocencio Rojo. 

lio de tropa. . 

PRISIONEROS 

Regimiento de la Constitución núm. 2g, 

Segundo Teniente. D. Emilio Valles, 
ídem Constancio Germán. 

DESAPARECIDOS 

Regimiento de la Constitución núm, 2g, 

Segundo Teniente. D. Félix Escudero. 

ídem Rafael Altolaguirre. 

2 sargentos y 7 soldados. 
(Estos dos oficiales y los nueve individuos de tropa se in- 
corporaron á El Cristo.) 



1Í4 LA GUF.RRA HISPANO-AMERICANA 



Digno epílogo de este brillante hecho, es la si- 
guiente Real orden concediendo la corbata de San 
Fernando á la bandera del primer batallón del 
regimiento Infantería de la Constitución, que dice 
así ( I ) : 

«En vista de la acordada del Consejo Supremo de 
Guerra y Marina de 23 de Mayo último, relativa al ex- 
pediente de juicio contradictorio formado al primer ba 
tallón del regimiento de la Constitución núm. 29, para 
esclarecer el derecho que pudiera tener á la corbata 
de San Fernando , por la defensa que hizo del poblado 
de El Caney el día i.° de Julio de i8g8; considerando 
que dicho batallón, compuesto de 436 plazas, rechazó 
con energía al enemigo, que en número de 6.000 hom- 
bres y dotado de excelente artillería atacó vigorosa- 
mente el poblado en la mañana del mencionado día-, 
que se sostuvo aquél valerosamente en su puesto, su- 



(i) Vara de Rey obtuvo después de muerto, la Cruz laurea- 
da de cuarta clase de San Fernando, con 2.500 pesetas de pen- 
sión , por el valeroso comportamiento y heroica muerte que re- 
cibió en el combate de El Caney , eí i.° de Julio de 1898. 

A su viuda, la señora doña Jacoba Pallares y Ocio, con la 
que contrajo matrimonio el 16 de Diciembre de 1867, le conce- 
dieron las Cortes 10.000 pesetas anuales de pensión, transmisi- 
ble á sus hijos, por ley de 27 de Diciembre de 1899, 

En Ibiza, se alzará pronto una estatua al General Vara de 
Rey, erigida por subscripción. 

¡Merecidas muestras de respetuoso cariño con que la Patria 
enaltece la memoria de uno de sus hijos más esclarecidos! 



COMBATE DEL CANRY 135 



cuiel^' 



friendo nutridísimo fuego de fusil y continuo de cañón, 
experimentando grandes y dolorosas pérdidas, impi- 
diendo con su resistencia que el contrario alcanzase 
ventaja alguna, hasta que por la tarde, en la imposibi- 
lidad de reforzar los fuertes por falta de personal, vién- 
dole atacado por todas partes, coronadas las alturas, 
agotadas todas las municiones y luchando con gran- 
dísimas dificultades para retirar las bajas sufridas, que 
excedieron á la tercera parte de la fuerza combatiente, 
se ordenó la retirada, que efectuaron ordenadamente 
bajo fuego abrasador^ el Rey (q. D. g.), y en su nom- 
bre la Reina Regente del Reino , de acuerdo con lo in- 
formado por el referido Consejo Supremo, ha tenido á 
bien conceder al expresado batallón el uso de la cor- 
bata de la Real y militar Orden de San Fernando, por 
considerar comprendido el hecho que llevó á cabo en 
tan gloriosa jornada en el art. 32 de la ley de 18 de 
Mayo de 1852. Es asimismo la voluntad de S. M., que 
tan honroso distintivo se coloque en su bandera con 
todas las formalidades prevenidas para estos casos.» 



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CAPITULO VI. 



Combate de San Juan. 

Desproporción de fuerzas. — Combate de artillería. — Nuestros cañones hacen 
suspender el fuego de la batería Grimcs. — El globo cautivo. — Abrumadora 
superioridad del enemigo. — Los Coroneles Ordóñez, Vaquero y Caula.— 
El Capitán de navio Bustamante. — Cae herido el General Linares. — Los 
americanos entran en la posición. 

En Santiago de Cuba, nada se sabía de que 
las fuerzas rebeldes qué había al Oeste de la entra- 
da de la bahía, hubieran embarcado por Aserrade- 
ro, para ser transportadas á Daiquiri, según lo con- 
venido entre Shafter y Calixto García. 

El enemigo consiguió ocultarlo, haciendo cons- 
tantes demostraciones por aquel lado, sin descui- 
dar tampoco el mantener en continua alarma toda 
la costa del Este, especialmente por Aguadores, 
cual si tratase de romper nuestra línea por aquel si- 
tio para apoderarse del Morro. 

De otra parte, esperábase de un momento á 
otro la llegada de la columna Escario , lo que obli- 
gaba á no dejar indefensas las entradas de la plaza 
hacia El Cobre y San Luis. 



in8 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

t_ 



Todo ello absorbía fuerzas á gran distancia, así 
que al acaecer el ataque del día i .° , sólo quedaban 
para contrarrestarlo, seis compañías de Talavera, 
tres de Puerto-Rico, tres de San Fernando, una y 
media de zapadores, tres de movilizados, 140 ca- 
ballos, dos piezas de tiro rápido y las situadas en 
el recinto, de antiguo modelo: en total, 1.700 hom- 
bres. Dentro de la población la vigilancia estaba 
encomendada á los voluntarios y bomberos, que 
tenían la misión de contener los desmanes de los 
laborantes que, á título á^ pacíficos , quedaban en 
ella. El Almirante Cervera, que ya había recibido 
la orden de zarpar con la escuadra, pedía el em- 
barque de las tropas de Infantería de Marina, re- 
trasado hasta ver si llegaba el General Escario, en 
la esperanza de que con sus fuerzas se pudiera to- 
mar la ofensiva, y también para no dejar desguar- 
necidas las posiciones que los marinos ocupaban, 
dejando abierto un portillo al enemigo. 

En esa situación, empezó, al amanecer del 
día I .^, á notarse el movimiento de avance entre 
El Caney y Las Lagunas, en tanto que la escuadra 
y fuerzas de la costa, hacían demostración de ata- 
que por Aguadores. P21 General Linares, buscó el 
lugar dónde observar los movimientos de los ame- 
ricanos, eligiendo la bifurcación de los caminos de 



COMBATE DE SAN JUAN 1S9 



Caney y del Pozo, y allí se situó con su Estado 
Mayor, al que luego se incorporó el General Ru- 
bín , ordenando que una compañía de Talavera re- 
forzarse las casas de Canosa, y otra de Puerto-Rico 
la posición avanzada de San Juan. 

Momentos después empezó á sentirse el fuego 
de cañón, que hacían los americanos sobre El Ca- 
ney y sobre las posiciones de San Juan, seguido 
de muy nutrido de fusilería hacia Caney. Las posi- 
ciones más avanzadas de San Juan fueron reforza- 
das con otra compañía, quedando la primera línea, 
ó sea la loma, que mandaba el Coronel Vaquero, 
con 300 hombres. El Coronel Ordóñéz recibió or- 
den de situar en la citada loma la sección de arti- 
llería de tiro rápido, para contrarrestar en lo que 
se pudiera el fuego de las baterías americanas. 

A eso de las seis de la mañana, la batería Gri- 
mes rompió el fuego con cuatro cañones de gran 
precisión sobre el fuerte San Juan, guarnecido por 
una compañía del batallón de Puerto-Rico , y entre 
siete y ocho llegó á la loma la sección de dos caño- 
nes Krupp de 7*5 cm. de carga rápida, mandada 
por el Capitán D. Patricio de Antonio, con el Se- 
gundo Teniente D. José Fernández y 50 artilleros. 

Los escritores americanos, en todas sus obras, 
aseguran que la loma de San Juan estaba guarne- 



140 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN \ 

cida por 1.200 hombres, cuando sólo la ocupaban 
300 soldados de Infantería, 50 artilleros y 60 vo- 
luntarios que llegaron á las once. 

El Coronel de Artillería D. Salvador Díaz Or- 
dóñez, situó la sección de tiro rápido entre las dos 
compañías de Talavera. El Coronel de Infantería 
D. José Vaquero, jefe valeroso que ya se había 
distinguido notablemente en campaña, siendo he- 
rido en la acción memorable de Peralejo, mandaba, 
según antes decimos , la posición avanzada. 

Nuestras dos piezas rompieron el fuego sobre 
la batería americana, atrayéndose el suyo, rectifi- 
cando el tiro á 2.550 m. 

Tenía la ventaja la batería enemiga, de que no 
recibía el sol de frente, como la nuestra, y además 
se hallaba medio oculta en parte por la manigua 
y protegida por un parapeto. Se dio un descanso 
para almorzar y los cañones americanos suspendie- 
ron el fuego, al hacerlo los nuestros. A las once 
nuestras piezas variaron de posición y reanudaron 
el tiro con shrapnel á 2.550 m. A los 30 ó 35 dis- 
paros, la batería Grimes dejó de contestar y sus 
sirvientes se ocultaron en la espesura, dejando solas 
las piezas. En seguida hizo fuego la sección del 
Capitán de Antonio sobre un globo cautivo que 
desde el principio había elevado el enemigo y que 



COMBATE DE SAN JUAN 141 

se había acercado á 1.025 m., consiguiendo alcan- 
zarle al cuarto disparo, empezando aquel á des- 
cender hasta sumergirse entre los árboles ( i ) : aún 
continuaron tirando las piezas hacia el sitio donde 
se veía el cable con el anteojo, suponiéndose que 
por allí desfilaban las fuerzas americanas que em- 
pezaban á aparecer en los linderos del bosque, 
frente á la posición de San Juan, á distancia que 
variaba entre 600 y 700 m. Grupos de 15 á 20 
enemigos, salían de vez en cuando al claro, y re- 
trocedían al recibir el tiro de fusilería y de shrap- 
nel, concluyendo por no intentarlo más, pero co- 
rriéronse por su derecha y buscaron resguardo en 
unas casas cercanas, desde las cuales rompieron 
violento fuego contra las compañías de Talavera 
ligeramente atrincheradas. Una pieza de la sección 



(i) Confiesan los americanos que el globo cayó acribillado, 
quedando filera de servicio , y que las tropas que tnarchaban en 
la vecindad de él sufrieron muchas pérdidas , pues la presencia 
del globo sirvió para denunciar su situación. Mandaba el desta- 
camento aerostático el Coronel Derby , y su parque se compo- 
nía de un globo de 15.000 pies cúbicos, 180 tubos para hidró- 
geno , un generador de hidrógeno , un compresor de gas , un 
carro de transporte del globo, un carro para útiles, cinco carros 
para los tubos de hidrógeno , tres oficiales y 24 hombres. 

El compresor y el generador quedaban á bordo y los tubos 
no daban gas más que para una ascensión. 



\i'l I.A GUERRA HISPANOAMERICANA 



de artillería dirigió entonces el tiro sobre esa nue- 
va posición del enemigo, consiguiendo apagar su 
fuego , en tanto que la otra disparaba sobre los sir- 
vientes de la batería Grimes, haciéndoles volver á 
dejar solos los cañones. Cesó casi por completo el 
fuego desde el monte y aumentó mucho el de los 
americanos, desbordados hacia el flanco derecho 
de la posición de San Juan. 

Cayó herido el Coronel Ordóñez y casi todos 
los defensores del fuerte San Juan estaban fuera de 
combale. El Coronel Vaquero, había desapareci- 
do, muerto ó herido, acaso anónimo número de 
algún montón de cadáveres, de los que la loma es- 
taba cubierta, pues sus restos no se encontraron. 
También había sido herido el Teniente Coronel del 
batallón de Cuba Sr. Lamadrid. Las municiones 
de artillería escaseaban: no quedaban más que los 
botes de metralla de poca eficacia á distancia y al- 
gunas granadas ordinarias, consumidas* ya las de 
metralla, que eran las que mayor efecto podían 
producir. 

Los americanos achacan la eficacia de nuestras 
dos piezas sobre la batería Grimes á que tiraban 
con pólvora sin humo, y ellos con pólvora con 
el , lo que hizo fácil á nuestros artilleros descu- 
brir la situación de la batería y corregir el tiro; 



COMBATE DE SAN JUAN 143 

confiesan que este fué tan bien dirigido que se vie- 
ron obligados á suspender el fuego. 

La posición que el General Linares ocupaba, 
á unos 800 m. de San Juan, era una trinchera á la 
derecha del camino de El Pozo, guarnecida por 
una- compañía de Talavera, para evitar el movi- 
miento envolvente del enemigo; otra compañía, 
también atrincherada, se situó en el ángulo de los 
caminos de El Pozo y El Caney, en la altura de la 
Veguita, cruzando fuegos con ¿1 Sueño, y á reta- 
guardia, en tercera línea, ocultos por el fuerte Ca- 
nosa, en una depresión del terreno, el escuadrón 
de Caballería. El General Toral, ocupaba el cam- 
po militar (explanada del cuartel Reina Mercedes), 
en comunicación telefónica con el General Linares, 
teniendo orden de vigilar los movimientos por el 
Norte y disponer en caso preciso de las fuerzas de 
aquel sector y las de Marina, situadas al Oeste. 

m 

Hubo* una hora, de doce á una, en que se cre- 
yó que el enemigo cejaba en su empeñado com- 
bate , pues no se oía fuego hacia El Caney ni contra 
San Juan , y se recibió parte telefónico del General 
Vara de Rey de haberlo rechazado por su frente y 
flanco izquierdo, causándole numerosas bajas y 
calculando las suyas en 70: esa tregua, obedeció 
indudablemente á que los americanos, ante tanta 



141 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

resistencia, reconcentraban más fuerzas contra San 
Juan y contra El Caney, para abrumar con el nú- 
mero la tenacidad de sus defensores; en efecto, á 
la una de la tarde, reanudaron el ataque al Caney 
de manera vigorosa, y el de San Juan con fuego de 
cañones, fusiles y ametralladoras. 

El General Linares, conociendo la situación 
crítica en que se hallaban los restos que quedaban 
de los defensores de San Juan , por noticias que le 
trajo su ayudante el Comandante Arráez, á quien 
mandó hacer un reconocimiento, ordenó á su otro 
ayudante el Teniente Coronel Sierra, que hiciese 
avanzar rápidamente á la caballería, para apoyar 
la retirada de las tropas de la posición y para sal- 
var la artillería, orden que se ejecutó con resulta- 
do satisfactorio. A su jefe de Estado Mayor el Te- 
niente Coronel Fontán, le mandó que desplegase 
sobre la línea en que se hallaban , las tropas que se 
retiraban de San Juan, para evitar que el enemigo 
entrara en la plaza. No siéndole posible debilitar 
el recinto, hubo necesidad de armar ico hombres 
del hospital , escogidos de entre los convalecientes 
para acudir á las casas de Canosa en reserva, y to- 
mar otros lOO de las tropas desembarcadas de la 
escuadra que ocupaban Dos Caminos y San Pedri- 
to, mas en tanto llegaban, con los 400 hombres 



COMBATE DE SAN JUAN 145 

' ' i 

que personalmente mandaba Linares, fueron obli- 
gados los americanos, que avanzaban por el cami- 
no y cañadas inmediatas, á retroceder sobre las 
posiciones de San Juan. 

Indudablemente, el enemigo, convencido de 
que no podía tomar de frente la loma, intentaba en- 
volverla, cortando la retirada á sus defensores, cu- 
briendo para ello de proyectiles el camino que con- 
ducía á la plaza , merced al fuego de ametrallora. 

La lucha se trabó con el mayor denuedo, y 
aquellas tropas impidieron que la loma fuese en- 
vuelta, pero ¡á qué costa! Las dos compañías de 
Talavera, que al empezar la acción contaban cada 
una 150 hombres, quedaron con 30 una y con 50 
la otra. El General Linares fué gravemente herido 
en el brazo izquierdo , su ayudante el valeroso Co- 
mandante Arráez, ya otras veces destrozado por 
las balas, resultó herido, y otros muchos jefes y 
oficiales heridos ó muertos. Comprendiendo el Ca- 
pitán de Antonio , de la sección de artillería , que 
no podían llegarle más municiones por estar inter- 
ceptado el camino, ordenó al Teniente Fernández 
que cargase el material y se retirase hasta encon- 
trarlas, volviendo en ese caso, en tanto que él, con 
el artillero Juan Peinado y 40 voluntarios que que- 
daban del. fuerte San Juan, sostenía la retirada, ti- 

10 



l\ñ LA GUKRRA HISP \NO-\MKKlCANA 



rando con los viejos Remington de los voluntarios 
sobre los grupos que salían del bosque hasta que- 
darse sin cartuchos , armando entonces bayoneta y 
esperando la embestida , impávidos y serenos rodi- 
lla en tierra. En este momento cayó gravemente 
herido el Capitán de Antonio, atravesado por la 
cintura de un balazo; recogióle Juan Peinado, que, 
arrastrando , lo sacó hasta llegar á la altura de la 
sección, que aún había retrocedido poco. Al salir 
aquellos últimos restos de los defensores de la loma 
al camino despejado , libre de los árboles que has- 
ta entonces impedían ver al enemigo, fueron reci- 
bidos artilleros y voluntarios por horroroso fuego, 
en el que resultó herido el Teniente D. José Fer- 
nández, muertos dos artilleros, herido y desapare- 
cido (i) otro, y heridos graves dos sargentos, un 
trompeta y I2 artilleros; el material de una de las 
piezas quedó en el camino sobre uno de los mulos 
muertos. En aquellos instantes cargaba la guerrilla 
montada de Puerto-Rico contra los americanos, 
pero la lucha era tan desigual, que sólo se salva- 
ron de ella ocho ó diez hombres. Los demás fue- 



(l) (jracias á la amabilidad del Capitán de Antonio pode- 
mos consignar los nombres de los dos artilleros muertos y el 
herido y desaparecido, que fueron Pedro López, Julián Monse- 
rrat y Francisco Ruíz Rivas. 



COMBATE DE SAN JUAN 117 

ron muertos ó heridos: los oficiales todos salieron 
heridos, algunos dos veces. 

Los americanos no se aprovecharon de la ven- 
tajosa posición en qué se habían colocado , merced 
á su abrumador número. Ni aun siquiera tuvieron 
aliento para apoderarse de la pieza que en el cami- 
no cayó. Llegaron á la loma cuando en ella no que- 
daba nadie con vida, pero no pudieron continuar 
avanzando. 

La posición fué ocupada, cuando habían muerto 
ó estaban heridos casi todos sus defensores , en un 
combate de jo contra i , reforzado con 3eis ametra- 
lladoras y dos baterías de refresco. El enemigo en- 
tró en la loma y de allí no pasó , no pudieron hacer- 
le pasar sus jefes, por más esfuerzos que hicieron. 

¡ Loor mil veces á aquellas compañías de Infan- 
tería española que sucumbieron en masa I i Loor á 
los artilleros y á 40 voluntarios que quedaron en 
la loma ! ¡ Qué pocos podrán leer estas páginas 1 

Deshechas materialmente las fuerzas que perso- 
nalmente había mandado el General Linares, acu- 
dió al lugar, fuerte de Canosa, una compañía de in- 
fantería de Marina con el Capitán de navio D. Joa- 
quín Bustamante, que hizo desesperados esfuerzos 
para recuperar la posición, sin conseguirlo, pues 
era imposible contrarrestar la enorme superioridad 



lAi< l.A (;UKRRA HISPANÜ-AMERICANA 

del enemigo: Bustamante recibió una herida en el 
vientre de la que murió en el hospital. También re- 
sultó herido, peleando valerosamente, el Coronel de 
Ingenieros D. Florencio Caula, que tantos esfuerzos 
había hecho en la defensa de aquella indotada plaza. 

Llegó la noche y con ella la tregua y el des- 
canso. 

Puede formarse idea de la magnitud de la re- 
sistencia, por la relación de muertos y heridos 
que sigue: 

i 

MUERTOS 
Regimiento Infantería de Asia húm, 55. 

Comandante D. Ramón Escobar. 

Capitán Paulino Brieva. 

Segundo Teniente. Ubaldo Ruíz. 

ídem Remigio García. 

Seis de tropa. 

Peninsular de Talavera, 

Capitán I). Benito Manso. 

Segundo Teniente. Francisco yalls. 

20 de tropa. 

Provisional de Puerto -Rico núm. i. 

Primer Teniente. . . D. Mariano Balbuena. 
Segundo Teniente. Joaquín Martín. 

iS de tropa. 



COMBATE DE SAN JUAN 149 



HERIDOS 

Excmo. Sr. Teniente General D. Arsenio Linares Pombo. 
Coronel de Artillería, D. Salvador Díaz Ordóñez. 
ídem de Ingenieros, D. Florencio Caula. 
Comandante de Infantería, D. Domingo Arráez de Con 
d arena. 

Idem^ D. José López Fernández. 

Capitán de navio , D. Joaquín Bustamante. 

Regimiento de Asia. 

^ Comandante ...... D. Vito Beato. 

Primer Teniente.. . Manuel Bolívar. 

Regimiento de Talavera. 

Capitán D. Tomás Panadero. 

Segundo Teniente. Anacleto Girbau. 

ídem Eduardo Urrea. 

82 de tropa. 

Provisional de Puerto-Rico. 

Comandante D. Luis Lamadrid. 

Capitán José Bonet. 

ídem Luis González. 

ídem Francisco Pereira. 

Primer Teniente . . . Lázaro García. 

ídem Adolfo Arias. 

Segundo Teniente. Miguel García. 

ídem José Villanueva. 

ídem Doroteo Fernández. 

52 de tropa. 



150 LA OUKRRA HISPANO-AMKRICANA 



Primer tercio de guerrillas. 

Segundo Teniente de Ejército, D. Domingo Cadelo. 
Capitán movilizado, D. Báldomero Vigo. 
Segundo Teniente ídem , D. Domingo Muñoz, 
ídem, D. Pedro Roselló. 
36 de tropa. 

* Artillería, 

Capitán D. Patricio de Antonio. 

Segundo Teniente. José Fernández. 

Tres muertos y 16 heridos de tropa. 

Batallón de San Fernando, 
Dos de tropa. 

Ingenieros, 
Uno de tropa. 

DESAPARECIDOS 

Provisional de Puerto-Rico núm. i. 

Segundo Teniente. D. Juan Martínez. 

ídem José Núficz. 

31 de tropa. 

Regimiento de Simancas, 

Coronel D. José Vaquero. 

(No tenía allí fuerzas de su regimiento). 



COMBATE DE SAN JUAN 161 

En los dos combates de El Caney y San Juan, 
hubo 500 bajas de tropa entre muertos y heridos, 
y 50 de Generales, jefes y oficiales. 

Entre los que más se distinguieron, citaba el 
General Linares , al Coronel de Ingenieros D. Flo- 
rencio Caula, Coronel de Artillería D. Salvador 
Díaz Ordóñez, Capitán de navio D. Joaquín Bus- 
tamante, Comandante de Infantería D. Domingo 
.Arráez (ayudante), Comandante de Infantería don 
l^uis Lamadrid (Puerto-Rico)., Comandante de In- 
fantería D. Vito Beato (Asia), Comandantes de 
Estado Mayor D. Ventura Fontán y D. Luis Irles, 
Capitán de Estado Mayor D. Juan Ramos , Tenien- 
te Coronel de Infantería D. Juan Sierra (ayudan- 
te). Capitán de la escala de Reserva D. Eulogio 
Arribas , Primer Teniente de Infantería D. Adolfo 
Arias (Puerto-Rico) — siguió en San Juan después 
de herido hasta caer prisionero, — Primer Teniente 
de Infantería D. Lázaro García (Puerto-Rico) — fué 
con la guerrilla montada de Puerto-Rico, ya heri- 
do en un pié, á^dar la orden de retirar lá artillería 
y recibió nueva herida en un brazo. — Del bata- 
llón de la Constitución : Teniente Coronel D. Juan 
Puñet; Capitanes D. Gregorio Sotelo, D. Miguel 
Gaya, D. Higinio Rodrigo; Segundos Tenientes 
D. Manuel Corral, D. José Puñet, D. Federico Be- 



ir. 2 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



renguer, D. Enrique Millán, D. Pedro Calvo, don 
Francisco García, D. Pedro González, D. Mariano 
Alvarez y D. Ramón Alvaro. 

Del batallón de Talavera: Teniente Coronel 
D. Pedro Rodríguez, Capitán D. Ceferino Pérez, 
Primer Teniente D. Julián Díaz y Segundos Te- 
nientes D.Joaquín Badenas, D. Antonio Molina, 
D. José Marreso, D. Vicente Gómez, D. Doroteo 
Olmo y D. Ignacio Brizuela. 

Del batallón de Puerto-Rico: Comandante don 
Andrés Alcañíz, Capitán D. Acacio Fernández y 
Segundos Tenientes D. Juan Cortecero, D. Ben- 
jamín Valverde y D. Florentino Balbuena. 

Capitán de Infantería retirado D. Ignacio Al- 
varez y Segundo Teniente movilizado D. Pedro 
Macasi. 

Hacía también especial mención del General 
Rubín y del General Toral. 



El día 2 los americanos, sin salir de las trin- 
cheras que habían abierto por la noche, inicia- 
ron violentísimo fuego. Durante él, avanzaron dos 
veces al descubierto cuatro artilleros de los pocos 
que salieron ilesos, y recogieron el material de la 



COMBATE DE SAN JUAN 158 

- ■ ■ ■ " T ■ ' 

pieza que el día anterior quedara en el camino {i ). 

Los defensores de Santiago de Cuba, desde los 
puestos del recinto, sostuvieron duro fuego contra 
el enemigo, que impidió que éste. pudiera poner 
sobre su línea las cuatro baterías de campaña, lo 
que enervó mucho sus ya decaídas fuerzas .- 

Calixto García recibió orden el día 2 de colo- 
carse con las partidas insurrectas al N. de Santia- 
go, para interceptar la plaza con el camino de Pal- 
ma Soriano, por donde era» presumible la llegada 
de refuerzos. 

El ataque estaba calculado en forma que la di- 
visión Summer ocupase la derecha del camino de 
Siboney á Santiago y la Kent la izquierda (2). Ese 
plan no se ajustó estrictamente á lo mandado, 
porque la vegetación impedía el avance, y la di- 



(i) Tan heroico comportamiento, al ser conocido por el Ge- 
neral Toral , ocasionó una propuesta , que creemos | no ha sido 
aún resuelta ! 

Por si nuestra voz pudiera llegar á donde la justicia reina, 
consignamos los nombres de esos valientes: Pedro Gavira, Mo- 
desto Campallo, Antonio León.y Juan Moría; este último resul- 
tó gravemente herido. 

(2) El General Wheeler ha escrito un libro en el que diqe 
que Shafter le dio el mando de las- dos, y que por eso no apa- 
rece al frente de su división. Entre Wheeler y Shafter es indu- 
dable que existió tirantez de relaciones desde el principio. 



154 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

rección de los oñciales casi resultaba imposible. 

No debemos dejar pasar en silencio , la nota de 
desaliento que se hace pesar sobre el ejército ame- 
ricano después de los combates del Caney y San 
Juan , y que presenta á Shafter como decidido á 
retirarse. 

Por propia confesión resulta, que ya durante el 
combate de San Juan hubo un batallón , el prime- 
ro del yi.^ regimiento de Infantería, que se des- 
bandó y volvió la espalda en desorden sobre las 
tropas que le precedían. En su Repport, dice el 
General Hawkins, que «los oficiales de su Estado 
Mayor tuvieron que formar un cordón detrás de 
los fugitivos obligándoles á seguir adelante, y que 
últimamente tuvo que mandarles que se echasen 
en la manigua para dejar el camino libre para el 
resto de su regimiento y de la división». El caso 
es bochornoso, pero es exacto, por cuanto á con- 
secuencia de esos hechos fueron sometidos á con- 
sejo de guerra el Coronel, el Teniente Coronel y 
un Mayor del 71.° de New- York y reconocidos 
culpables de cobardía. También confiesan que les 
favoreció en el avance el ángulo muerto que la 
pendiente de la loma producía. 

Al llegar á la posición, declaran los america- 
nos que las tropas se encontraban agobiadas por la 



COMBATE DE SAN JUAN 155 

fatiga y el calor, habían arrojado su equipo y sus 
provisiones, no tenían útiles para atrincherarse: el 
transporte de heridos embarazaba el camino, las 
ambulancias de Sanidad escaseaban, el material 
sanitario faltaba, pues había quedado la mayor 
parte á bordo y en Siboney por falta de medios 
de conducción, hasta el punto de que los médicos 
tenían que llevar los medicamentos en sus propios 
caballos. Muchos heridos murieron sin asistencia 
sobre el campo de batalla (i), y á todo eso hay 
que agregar el rigor del clima, la estación, la fie- 
bre amarilla, poderosos auxiliares contra los inva- 
sores no aclimatados, así que es fácil presumir lo 
quebrantada que estaría su moral después de tan 
tremenda prueba. 

Lo declaran, entre otros, el Teniente Miley, 
que dice : « la fatiga causada por los dos días de 
combate comenzó á hacerse sentir seriamente so- 
bre los soldados y sobre -los oficiales, y en la tar- 
de del día 2 , muchos de estos últimos fueron á 
buscar á los Generales Wheeler y Kent, para su- 



(i) Esto lo niegan los partidarios de Shafter, que aseguran 
que 74 cirujanos esperaban en el campo de combate y 70 inme- 
diatamente á retaguardia, y que de 1.43 1 heridos sólo murie- 
ron de las heridas 31. 



156 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

plicarles pensasen en retirarse de las alturas de San 
Juan. Análogas indicaciones fueron hechas al Ge- 
neral Shafter». 

Este , hallábase profundamente abatido y en- 
fermo desde el 30 , hasta tal grado , que en todo el 
día I y 2 no salió de su cuartel general, ni se le 
vio durante los combates. Richard Harding Davis, 
dice que « el General se confesaba moren, y física- 
mente aniquilado^', así que, ante las pérdidas sufri- 
das , decidió el día 2 por la mañana pedir la coope- 
ración á la Marina, telegrafiando á Sampson lo 
que sigue: 

« Yo deseo vivamente que hagáis una tentativa 
inmediata para forzar la entrada del puerto, á fin 
de evitar nuevas pérdidas á mis tropas que acaban 
de ser duramente probadas. A vos, os es fácil ob- 
tener el éxito con menos pérdidas de vidas que 
á mí. » * 

Sampson contestó, que no podía entrar mien- 
tras no se levantasen las defensas submarinas, pero 
á un nuevo despacho de Shafter, expuso, que «si su 
deseo expreso era que la escuadra forzase la entra- 
da se prepararía á hacerlo » y convino una entre- 
vista con Shafter para el día siguiente. A las seis 
de la tarde del día 2 hubo en El Pozo un consejo 
de guerra de Generales, y gracias á la energía del 



\ 

COMBATE DE SAN JUAN 157 

viejo General Wheeler, se decidió esperar vein- 
ticuatro horas más, mas el General Shafter seguía 
pensando arraigadamente en la retirada, y el 3 
por la mañana telegrafió al Ministro de la Guerra 
como sigue: 

«Hemos investido la plaza por el N. y por el E., 
pero nuestra línea es muy débil. Al aproximarnos 
á la plaza hemos encontrado defensas fuertemente 
organizadas, que me será imposible tomar por 
asalto con las fuerzas de que dispongo. Yo pienso 
seriamente en retirarme y tomar posición á cinco 
millas próximamente sobre las alturas entre el río 
San Juan y Siboney». 

El Ministro contestó oponiendo el veto á esa 
proposición y encareciendo que se conservasen las 
alturas de San Juan. 

Así y todo, es posible que hubiera acaecido la 
retirada, á no haber venido otra terrible fatalidad 
sobre nuestra causa. 

¡La salida de la escuadra 1 

Era preciso, según vemos, una gran suerte, 
para que aquella decaída moral del enemigo se le- 
vantase. 

Esa suerte, llegó también en este caso á favo- 
recer á los americanos. 

El día 3, cuando se cruzaban esos telegramas 



lí»8 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

■ ^ ■■■,■■■ .^ ■■■■■■■■ I ■! » I ■ I ■ ■ I ^ ■ ■ »» ■ !■ ■■■■■■■■■■.■ ^^.m mm ■ 

desesperantes entre Shafter y su Gobierno , nues- 
tra escuadra salía del puerto y era destruida. 

La salida de la escuadra, fué, pues, para los 
americanos, una enorme ventaja. Su destrucción 
rápida reanimó su moral decaída ( i ). 

¿'No debió salir la escuadra? Difícil es contes- 
tar. Estaba irremisiblemente perdida. ¡No debió 
entrar en Santiago I ¡No debió salir de Cabo Verde! 



(i) Felizmente para los americanos, la moral de sus adver- 
sarios estaba todavía más quebrantada que la suya, y al tiem- 
po que Shafter, desesperando de su empresa, reclamaba de 
Sampson que entrase forzando el paso de la bahía, la escuadra 
de Cervera recibía orden de salir de su refugio haciéndose des- 
truir en el momento preciso en que partía para Washington el 
descorazonado telegrama de Shafter. — (jRevue Militaire.) 



CAPITULO VII. 



Salida de la escuadra. 

Opiniones de críticos extranjeros acerca de la entrada de la escuadra en San- 
tiago. — Dificultades para repostar carbón y agua. — Amagos de salida de 
la escuadra. — El General Blanco es nombrado jefe de las fuerzas de mar y 
tierra. — Diferencia de criterio entre Blanco y Cervera. 

En un libro recientemente publicado , que lleva 
por título Les flotes de combat étrangeres en ipoo, 
y del que es autor el Comandante Balincoiirt , apa- 
recen , en la parte dedicada á nuestra Patria , las si- 
guientes líneas , que á manera de fúnebre epitafio, 
contristan el alma y anublan el entendimiento. 

«Al hablar de España, y sin extendernos acer- 
ca de acontecimientos aún presentes en la me- 
moria de todos, no podemos sino deplorar la mala 
organización y la impericia absoluta que conduje- 
ron á la derrota á una Marina descendiente de las 
primeras del mundo: contentémonos con saludar 
respetuosamente á los marinos que supieron, 
como verdaderos hijos de héroes, hacerse matar 
inútilmente en Cavite y en Cuba, y compadezca- 



160 LA (}L'ERRA HISPANO-AMERICANA 

• 

nios á los jefes que los mandaban sostenidos por 
el sentimiento del deber, ya que no por la espe- 
ranza de la victoria; deseamos, por último, ver la 
Marina española purgada de todas sus ramas colo- 
niales y convertida en puramente continental, re- 
cobrar su antiguo vigor y su puesto en Europa. 

» Citemos, para terminar, los nombres de los 
barcos de guerra que han perecido en el campo 
de batalla, sucumbiendo á un fuego que los docu- 
mentos más precisos nos presentan como aterra- 
dor , en efqctos que la batalla del Yalu había hecho 
ya prever. » 

Y sigue á esa triste oración, la lista de los 
seis barcos destrozados en el combate naval del 3 
de Julio del 98. 

No es sola, la manifestación de que debemos 
hacernos cargo, en holocausto á la escuadra de 
Cervera. 

Queremos que este libro, registre las opinio- 
nes de los pensadores más importantes de la lite- 
ratura militar y naval respecto á nuestras desgra- 
ciadas últimas campañas, y en tal concepto , paré- 
cenos oportuno transcribir lo que en interesante 
obra dice el Capitán americano Mahan. 

Del 1 2 al 2 1 de Mayo , ó sea desde el bombar- 
deo de Puerto-Rico al establecimiento de las dos 



SALIDA DE LA ESCUADRA 161 

divisiones navales en los puntos donde debían 
hallarse á primeros de mes si los Estados-Unidos 
hubiesen estado bien preparados, transcurrieron 
diez días. 

Todo puede pasar — dice Mahan; — ^pero lo su- 
cedido debe servir de enseñanza para él porvenir. 
« Nosotros — agrega — no podemos soñar en tener 
jamás otro adversario tan completamente incapaz 
como se mostró España , y á pesar de eso , la divi- 
sión Cervera llegó á Santiago de Cuba el 19 de 
Mayo, dos días antes que nuestras escuadras hu- 
biesen aparecido delante de la Habana y de Cien- 
fuegos , con todas las fuerzas de que podían dispo- 
ner. Si el Almirante español hubiera ensayado en- 
trar en uno ó en otro de estos puertos , con el mis- 
mo andar que conservó para hacerse á Santiago — 
siete nudos y cinco décimas próximamente, — él 
hubiese podido salir de Curagao la noche del 1 5 
de Mayo, y llegar á Cienfuegos el 21 entre media 
noche y el amanecer, lo que le hubiese permitido 
entrar en el puerto á las ocho de la mañana, más 
de doce horas antes de la llegada de la escuadra 
volante americana». 

Este mismo Mahan , tratadista naval de verda- 
dera fama, dedica otro pasaje de su libro á anali- 
zar las hipótesis del rumbo que podía tomar la es- 

ZI 



162 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

cuadra desde Curagao, concluyendo por opinar 
que no era probable intentase la entrada en la 
Habana. 

Puntos son esos que no procede tratar á la li- 
gera, y que al fin, no representan para nuestro 
objeto de narradores de hechos, decisiva impor- 
tancia, pues la que tienen, hay que relacionarla 
con detalles de orden técnico, para nosotros poco 
conocidos, cuaPel abastecimiento de agua y de 
carbón de los buques, y la necesidad de reparar, 
limpiar calderas y fondos y remediar los efectos 
de una larga navegación. 

Por parte de los críticos extranjeros, este asun- 
to de la entrada y destrucción de la escuadra es 
el más profusamente analizado en libros, revistas 
y periódicos, de modo que existe amplia base 
para escribir, no sólo un libro, sino una biblioteca 
entera. 

En nuestra Patria, también los escritores pro- 
fesionales navales han dado á la publicidad varias 
obras que ilustran el punto de que nos ocupamos, 
y así como sobre la participación del Ejército en la 
guerra hispano-americana se ha escrito poco , la de 
la Marina se halla más explicada, pudiendo citar- 
se, entre otras, la obra del Capitán de navio don 
Víctor M. Concas, titulada La escuadra del Almi- 



SALIDA DE LA ESCUADRA 163 

raiite Cervera, y últimamente, la notable Colec- 
ción de documentos referentes á la escuadra de 
operaciones de las Antillas, que, previa autoriza- 
ción de Real orden, ha publicado el propio Al- ^ 
mirante. 

De carácter oficial , conocemos un tomo de do- 
cumentos relativos á las operaciones de la escua- 
dra americana , publicado por el Ministerio de Ma- 
rina, que en algunos detalles discrepa de los que 
el libro de Cervera contiene. 

Concuerdan las opiniones, en que la escuadr^i 
estaba «irremisiblemente perdida desde que salió 
de Cabo Verde, y relatando el derrotero penoso 
que siguió en busca de carbón , hasta tocar en Cu- 
rasao, llegan al punto interesante de su entrada 
en Santiago de Cuba el 19 de Mayo de 1898, mo- 
mento que tomamos de punto de partida al empe- 
zar este capítulo. 

Al júbilo que siguió á ese acontecimiento , vino 
á suceder la calma y la cavilación por las conse- 
cuencias que consigo traería. 

Ante todo, presentábase pavoroso el problema 
del abastecimiento de carbón y agua. Para reno- 
var las 600 toneladas de agua de las calderas, sólo 
se disponía dé cuatro aljibes en el puerto, que ha- 

« 

cían dos viajes al día, y podían .contener el quQ 



161 LA C.UKRRA HISPANO-AMERICANA 



más seis toneladas. Es decir, que entre todos trans- 
portaban cada día 48 toneladas. 

Kl carbón escaso que allí tenía el Estado, ha- 
llábase en un sitio donde con dificultad atracaban 
los lanchones, y con todos los elementos alquilados 
y la ayuda del Ejército, escasamente se podía con- 
seguir meter á bordo 1 50 toneladas diarias (i). El 
vaj)or inglés Restormely que llevaba carbón á la 
escuadra, fué apresado el 25 de Mayo á la vista 
del puerto, y el 26 ya se hallaba la escuadra de 
Schley frente á Santiago, siendo por lo tanto in- 
exacta la afirmación que se hace, de que nuestros 
buques estuviesen en Santiago, diez días, sin ser 
bloqueado el puerto. 

El 26 de Mayo, reunió el Almirante Cervera, 
junta de Cnpitanes para resolver si se debía salir, 
estando ya encendidas con tal objeto las calderas. 



(i) Las dificultades de avituallamiento, y sobre todo la fal- 
ta de carbón — escribe un crítico extranjero, — habían impedi- 
do, sin duda, á Cervera á salir de Santiago de Cuba antes del 
29 de Mayo en que los americanos completaron su bloqueo. La 
salida con fecha anterior, si acaso pudo hacerse, no podía lle- 
var por plan la acción ofensiva , sino tan sólo buscar otro puer- 
to de refugio menos alejado, cual Cienfuegos ó la Habana. 

No habiendo salido antes que los americanos cerraran el 
bloqueo estrecho con fuerzas cien veces mayores , H destrucción 
de la escuadra parecía inevitable. 



SALIDA DE LA ESCUADRA 165 

Los motivos que lo impidieron, están explica- 
dos en los siguientes documentos: 

Acta. — El día 24 de Mayo de 1898, llamados por el Al- 
mirante, se reunieron en la cámara de éste, el General segundo 
Jefe, los Comandantes de los acorazados, el Jefe del Estado 
Mayor y el de la primera división de torpederos. 

El Almirante dio conocimiento de las noticias recibidas 
desde la tarde de ayer, procedentes del General Gobernador 
de la isla, del Comandante General del Apostadero y del Go- 
bierno de S. M. , que aseguran que la escuadra del Almirante 
Schley salió de Cayo Hueso el día 20 del corriente con rumbo 
al Sur de la isla de Cuba , y que la escuadra del Almirante 
Sampson se encontraba ayer á la vista de Cienfuegos , compo- 
niendo cada una de ellas fuerza muy superior á la de esta es- 
cuadra , y como quiera que la permanencia durante el día de 
ayer de cuatro buques á la boca del puerto, prueban la exacti- 
tud de las noticias, expuso la necesidad de oir las opiniones 
sobre lo que pudiera hacerse que fuese más acertado con la es- 
cuadra. 

Las disposiciones tomadas desde el día de ayer, fueron las 
convenientes para salir al amanecer con rumbo á Puerto-Rico, 
donde se habían puesto los telegramas necesarios para detener 
en aquel puerto al buque carbonero y al trasatlántico Alfon- 
so XIII ^ que el telegrama del Gobierno ponía á disposición de 
la escuadra. 

La situación de las fuerzas enemigas, su número é impor- 
tancia , hicieron que unánimemente se considerase imposible la 
realización de este plan , dado que el andar máximo de esta 
escuadra puede calcularse en 14 millas, por ser éste el del Viz' 
caya , como consecuencia del estado de suciedad de sus fondos, 
teniendo en cuenta que los buques sólo han podido repostarse 
de la tercera parte de su combustible, considerando que las 
condiciones del puerto obligan en la salida á que ésta se efec- 
túe uno á uno á poca velocidad , lo que pudiera obligar á tener 
qué retroceder al que, ó los que primero saliesen, aunque sólo 
fuese para un reconocimiento , con la consiguiente pérdida de 
fuerza moral, todos los jefes expresados fueron de opinión de 
que el peligro cierto de la salida era muy superior á las pocas 
ventajas que pudieran obtenerse logrando alcanzar el puerto 
de San Juan de Puerto-Rico , hacía considerar necesario aban- 



Ifift LA GUERRA HISPANOAMERICANA 



donar este proyecto y el continuar en este puerto repostándose 
de todo lo necesario y de que haya existencias, con el ün de 
utilizar cualquier circunstancia que pudiera presentarse para 
salir del puerto, hoy bloqueado con fuerzas tan notoriamente 
superiores. 

Todos los jefes expresados fueron igualmente de opinión de 
que la situación en que hoy se encuentra esta escuadra, la obli- 
ga á permanecer en este puerto. 

Jascual Cervera, — José de Paredes, — Juan B, Lataga. — 
Víctor M. Conciis. — Fernando VillaamiL — yoaquin Busta- 
mante, — Antonio Enlate, — Emilio Días Moreu. 



Acta. — £1 día 26 de Mayo de 1898, llamados por el se- 
fíor Almirante se reunieron en su cámara el General segundo 
Jefe, los Comandantes de los acorazados, el Jefe de Estado Ma- 
yor de la escuadra y el de la división de torpederos. 

£1 Almirante dio conocimiento de las últimas noticias refe- 
rentes á los movimientos de las escuadras enemigas y pidió 
opiniones sobre la conveniencia de salir hoy, aprovechando la 
circunstancia del mal tiempo reinante; por unanimidad se con- 
vino que se debía salir para Puerto-Rico y se dio orden de en- 
cender todas las calderas y estar listos para las cinco de la 
tarde. 

A las dos de la tarde señaló el semáforo la presencia de tres 
buques enemigos, lo que, unido á lo que aclaraba el tiempo, 
decidió al Almirante á volver á convocar á los jefes citados. 
Entonces se suscitó la duda , ya apuntada en la reunión de la 
mañana , de si la marejada reinante permitiría la salida franca 
de los buques. 

Para resolverla , se llamó al práctico llamado Miguel , que 
es el que ha piloteado á la capitana, el cual, según opinión del 
Capitán del puerto, es el más inteligente de todos (á excepción 
del mayor, que se halla enfermo). 

Este práctico dijo que no encontraba dificultad para sacar á 
cualquier hora del día ó de la noche con el tiempo reinante al 
Teresa, al Vizcaya y al Oquendo , que sólo ealan de y'lO á 
7*20 m., pero que la salida del Colón, que cala 7*60, podría 
ofrecer dificultades á causa de una laja de muy poca extensión 
que hay sobre la punta del Morrillo , en la que sólo hay 27 */j 
pies ingleses de agua. Para que formara mejor juicio sobre el 
estado de la mar, se le envió á la boca y regresó diciendo que 



SALIDA DE LA ESCUADRA 167 



creía muy probable que á causa de la marejada tocara el barco 
(diera una culada , en términos vulgares) sobre la referida laja. 
En tal estado, el Almirante hizo la siguiente consulta en el su* 
puesto de que la escuadra ha de salir toda sin dejar en el puer- 
to más que á los cazatorpederos: ¿Conviene arrostrar los riesgos 
dé avería del Colón ó no efectuar la salida en espera de que se 
presenten mejores circunstancias ? 

Hecha así la pregunta, opinaron por la salida los Sres. Con- 
cas y Bustamante por las razones que más adelante exponen y 
opinaron que no se debía salir todos los demás señores menos 
el Almirante, que se reservó su opinión, y de orden suya se le- 
vantó la presente acta, 

yosé de Paredes, — Antonio Enlate. — yuan B. Laiaga. — 
Emilio Díaz Moreu.— Femando VillaamiL 



Voto particular. — Las razones que he tenido para opi- 
nar por la salida inmediata de la Escuadra, á pesar del dicho 
del práctico Miguel, son las siguientes: Mi impresión sobre la 
situación probable de las escuadras enemigas, es la que, resu- 
miendo las suyas, formuló el Almirante. Hoy es casi seguro que 
no están sobre este puerto ; mañana es casi seguro que lo esta- 
rán. Partiendo de esta base, que creo muy fundada, he racioci- 
nado del modo siguiente: Nuestra escuadra, bloqueada por 
fuerzas superiorísimas , tiene poquísimas probabilidades de salir 
unida forzando el bloqueo. El hacerlo cada buque á la ventura 
no encaja bien en mi modo de sentir y me parece expuesto á 
perder alguno ó algunos buques. El salir francamente á presen- 
tar combate me parece hasta inhumano , por lo seguro de la de- 
rrota , é impolítico , porque sería proporcionar un triunfo fácil 
al enemigo. Fuera de esto , no se me alcanza más recurso que el 
capitular como la plaza , cuando al cabo de un mes ó poco más 
nos encontremos faltos de víveres, pues estamos completamente 
bloqueados por mar y por tierra. Y esta solución última es para 
mí más inadmisible aún que las anteriores. 

Esta es , á mi juicio, la situación en que se encuentra la es- 
cuadra, y ante su inmensa gravedad, opto por la salvación de 
tres de sus buques , aun corriendo el riesgo de la pérdida mari- 
nera del cuarto , tanto más cuanto que no creo tan inminente 
esta pérdida , pues los prácticos siempre dejan un margen de se- 
guridad ó resguardo y lo mismo hacen los hidrógrafos. El Colón 
cala, según manifestó su Comandante, 7 '6o m., que son 24*93 



168 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

pies ingleses. La laja, según el práctico, tiene 27*50 y es de 
cortísima extensión (según indicaba, materialmente menor que 
la manga del salón del Almirante). Queda, pues, un margen de 
2 */2 pies ingleses largos y la marejada no me pareció excesiva 
esta maftana , que estuve en la boca del puerto y soplaba más el 
viento. Pudiera, pues, suceder que el Colón pasara sin que le 
cogiera un golpe de mar sobre la laja, y aun cuando le cogiera 
y' tocara, no por eso sería seguro que la avería resultante le 
imposibilitara de seguir viaje y, sobre todo, repito que, dentro 
del orden de las probabilidades, creo preferible que el Colón 
(el que á mi juicio hubiera debido salir el último) se quedara 
perdido en la boca del puerto, á lo que temo que nos espera. 
Esta es mi opinión que deseo en verdad sea equivocada , pero 
me la* dicta mi conciencia y no. puedo reservarla. — Joaquín 
J¡ US tatuante. 



• « 



Aceptando por completo el voto del Capitán de Navio se- 
fior Bustamante, agregaré que la escuadra enemiga que viene 
de Cienfuegos y que esperábamos esta mañana , detenida segu- 
ramente por el temporal, puede estar aquí al amanecer, desde 
cuyo momento el bloqueo habrá que romperlo contra fuerzas 
inmensamente superiores, aun sin contar con la otra. escuadra 
que se anuncia que viene por el canal viejo. 

Para hacerse cargo de la gravedad de la situación de la pía* 
za , hay que tener en cuenta que al Ejército y á la Marina se le 
deben once meses de sueldo, que el primero debe casi tanto de 
sus provisiones y que el comercio no quiere aumentar la deuda, 
estando como está la retirada en la mente de todos y de hecho 
la Hacienda fuera de nuestras manos por la autonomía. Por 
consiguiente, Santiago de Cuba, bloqueado por tierra y por 
mar , está sitiado por sí mismo , que es el bloqueo más efectivo, 
pues no hay víveres ni nadie hace nada por traerlos. Por con- 
siguiente , la capitulación se impondrá en un plazo brevísimo, 
arrastrando con ella á la escuadrav 

Del mismo modo que el Capitán de Navio BustaiTiante, con- 
sidero muy lejano el peligro del Cristóbal Colón, y si bien en 
tiempo ordinario no debiera salir, y quizás ni haber entrado, 
hoy las circunstancias imponen que se corra el riesgo, hasta de 
pérdida total , que considero remotísimo , pues el plazo de vein- 



f 



SALIDA DE LA ESCUADRA 169 



te Ó veinticinco días que nos quedan, no es suficiente para es- 
perar ni una ocasión ni un cambio de circunstancias. — Santiago 
de Cuba, Mayo 26, 1 898. — Víctor M. Concas, 

* « 

Considero que las circunstancias no son tan extremadas para 
exponernos á perder el Colón por la mar que hay en la laja, en 
que la Gerona, de menos calado que él , perdió parte de la za- 
pata, y en espera de que calme la mar y se presente otra oca- 
sión, se suspende la salida. — Cervera. 



Acta. — El día 8 de Junio reunió el Almirante en su cá- 
mara á los Jefes de la escuadra para oir sus opiniones respecto 
á la situación de ésta. Invitados á hacerlo , lo hicieron por el 
orden y en eísentido siguiente : 

Bustamante opinó , habidas en cuenta todas las circunstan- 
cias de existencia de víveres , error en superioridad de las fuer- 
zas enemigas, etc. , etc., porque se debía resueltamente aprove- 
char este obscuro de luna para efectuar la salida , y puesto que 
la situación durante la noche de la escuadra enemiga y las di- 
ficultades para la salida le parecen impedir que la escuadra 
salga en masa, que se efectúe en la forma siguiente: los caza- 
torpedos primero con rumbo al Sur, pasando á toda velocidad 
por los costados , ó mejor dicho, proximidades áel Texas y los 
tres acorazados gruesos. Poco después saldría el Colón , que es 
el buque más andador de los cuatro, con rumbo al OSO. con- 
tra el Brooklyn que acostumbra á situarse en esta ala. Después 
el Teresa por el ESE. y más tarde el Vizcaya y el Oq tiendo. 
Cree que de este modo se produciría confusión en la escuadra 
enemiga que permitiría salvar cuando menos, el 5.0 por 100 de 
la nuestra, solución muy preferible en su opinión á la que en- 
trevé de verse estrechado por falta de víveres y que no quiere 
admitir. Opinó también que la escuadra debe prepararse des- 
cn nsando unos días, sobre todo los cazatorpederos, cuyas tri- 
pulaciones es milagroso que resistan las fatigas del servicio noc- 
turno diario que vienen desempeñando. Además cree ventajoso 
por todos conceptos (uno de ellos, el de cansar al enemigo) el 
que se le haga fuego siempre que se ponga á tiro, sobre todo á 
los proyectores con que exploran las inmediaciones de la boca 
durante las horas de obscuridad. Y por fin , en su ignorancia de 



170 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 



las medidas tomadas por el Almirante, opinó porque antes de 
intentarse la resolución extrema que propone , se diese conoci- 
miento preciso al Gobierno de S. M. de la situación gravísima 
en que se encuentra la escuadra. Dada la forma en que ésta 
había de salir , cree que el punto de reunión debiera ser la Ha- 
bana, en vez del de Puerto-Rico, que preferiría á salir toda la 
escuadra reunida. 

Kl Capitán de Navio Corteas opinó, que si desaparecía uno 
de los cruceros rápidos Brooklyn ó New 'York ^ debía intentar- 
se la salida inmediatamente. En caso contrario, debe intentarse 
la salida en las cercanías. del novilunio, siempre con la esciia- 
dra unida y toda á un mismo rumbo, contando que el grueso 
de las fuerzas se aguanten como hasta la presente á cinco ó seis 
millas de la boca del puerto. 

El Kxcmo. Sr. General segundo Jefe, y los Capitanes de 
Navio Comandantes del Colón, Oqiiendo^ Vlzcava y el de la 
primera división de torpederos, opinan que dada la impunidad 
con que cuenta la escuadra bloqueadora por la escasa defensa 
de la boca del puerto que le permite acercarse á una milla de 
ella, siempre que lo considera conveniente, dadas las condicio- 
nes del puerto, cuya salida se ha dificultado por la situación 
del Mer7'itnac y en la que necesariamente ha de emplearse un 
.tiempo tal, que permitiría concentrar sobre la boca fuerza siem- 
pre muy superior, aunque el enemigo no se apercibiese de la 
salida del primer buque que la emprendiera, no debe intentar- 
se la salida mientras subsistan las circunstancias presentes, y 
por el contrario , tomar todas las medidas militares que los re- 
cursos permitan para reforzar las defensas de la boca del puer- 
to , con el fin de precaver un ataque con torpederos ó embarca- 
ciones menores que pudieran presentarse en ella protegidos por 
un buque ó más de combate, y resistir con la escuadra en este 
puerto, reteniendo ante él la mayor parte de la fuerza naval 
enemiga, como el servicio más importante que puede prestar 
para la defensa general de la isla. — Consideran igualmente 
conveniente poner al abrigo los cazatorpederos, para permitir, 
no sólo descanso á sus tripulaciones, sino evitar que con un 
golpe de mano pudieran ser abordados en un ataque de noche 
con embarcaciones menores. 

y osé de Paredes. — Juan B. Lagaza. — Víctor M. Concas. — 
Ktnilio Díaz Moren. — Antoiiio Enlate, — Fernando VillaamiL — 
Joaquín Bits lámante. 



SALIDA DE LA ESCUADRA f 171 



El Gapit&n General de Cuba (Blanco) al Ministro 
de la Guerra (Correa). (Habana 20 Junio i8g8). — Sen- 
»sible ha sido que la independencia de que goza escuadra Cer- 
vera me haya impedido intervenir en sus operaciones, no obs- 
tante pesar sobre mí sus consecuencias, pues han variado por 
completo , á causa de entrada y permanencia de aquélla en San- 
tiago de Cuba, el nuevo objetivo y aspecto de la campaña, las 
existencias de víveres y de carbón y el aprovisionamiento de 
algunas plazas. Si por lo menos hubiese tratado ponerse de acuer- 
do conmigo, con General Linares y con el General del Apos- 
tadero, es posible que entre todos hubiéramos encontrado más 
ventajosa solución , en un principio , que las que hoy se ofrecen, 
que son: ó esperar resultado desigual combate dentro puerto, ó 
romper línea enemiga para tomar otro cualquiera, Haiti ó Ja- 
maica, donde quedaría nuevamente encerrado; preferible quizá 
venir á Cienfuegos ó Habana — cosa posible aun en esos mo- 
mentos — ó tomar rumbo á España, de no reforzarse, que sería 
lo mejor; todo, menos seguir encerrado en Cuba, expuesto á 
rendirse por hambre. — La situación es gravísima y no dudo que 
el Gobierno de S. M. ordenará en tan críticas circunstancias lo 
que sea más oportuno al bien de la Patria y al honor de nues- 
tras armas, haciéndole respetuosamente presente la convenien- 
cia de unificar la acción militar en la presente guerra , dispo- 
niendo resida en mi autoridad el mando en Jefe de todas las 
fuerzas de mar y tierra destinadas á estos mares. 



j&cta. — El día 24 de Junio, reunidos en la cámara del se- 
ñor Almirante, el General segundo Jefe y los Capitanes de Na- 
vio que firman , no asistiendo el Jefe de Estado Mayor por es- 
tar en tierra con fuerzas de marinería, dio lectura dicho señor 
Almirante de un telegrama del Ministro de Marina fecha de 
ayer, recibido hoy, en el que dice que el Gobierno aplaude el 
propósito de salida en primera ocasión ; y después de exponer 
cada uno su opinión, sobre la situación presente, acordaron con 
la más completa unanimidad, declarar que, desde el día 8 ha 
sido y continúa siendo absolutamente imposible dicha salida. 

Y dada lectura por el señor Almirante del telegrama puesto 
ayer al señor Ministro exponiéndole esta circunstancia y la po- 
sibilidad de que en muy breves días sea preciso destruir los bu- 
ques , acordaron con la antedicha unanimidad , hacer suyo 
cuanto se expresa en dicho telegrama, como manifestación 



172 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 



exacta de las penosas circunstancias en que se encuentran estas 
fuer/as. 

Firmando esta acta á los efectos correspondientes á bordo 
del crucero Infanta María Teresa. — Santiago de Cuba á 24 de 
Junio de 1898. 

José de Paredes. — yuan B. Lazaga. — Fernando Villaamil. 
Emilio Díaz Aloren. — Antonio pAÜate. — Víctor M. Concas, 
Secretario , Jefe de Estado Mayor interino. 



Y en esas condiciones , después de grandes va- • 
cilaciones y de complicada correspondencia tele- 
gráfica entre el Gobierno, el Almirante Cervera y 
el General Blanco, y de proponerse desde Madrid, 
en 3 de Junio, que la escuadra saliese para ir á Fi- 
lipinas y que luego volvería á Cuba, á lo que se 
opuso el General Blanco por temor á las complica- 
ciones y desórdenes que resultarían en la isla ( i ), 
llegó el i.« de Julio, en que el Gobierno dirigió al 
General en Jefe los siguientes telegramas: 

El Ministro de la Guerra (Correa) al Capit&n Ge- 
neral de Cuba (Blanco). (Madrid 24 Junio iSgS .) — 
Según acuerdo Gobierno, prevendrá Ministro Marina á Gene- 
ral Cervera, que escuadra de su mando, sin destino definido 
hasta ahora, lo tenga en esa isla para cooperar á su defensa, y 
ya en este caso, ejerce V. E. sobre ella, como sobre las demás 
fuerzas navales que operan en territorio de su mando, las facul- 
tades que terminantemente le atribuyen Ordenanzas del Ejérci- 
to y Armada, confirmadas por Real orden de 29 de Octubre de 
1872. 



(1) Los hechos han demostrado que todo eso era pura teoría, j ues caso 
de salir hubiese sido destruida. 



SALIDA DE LA ESCUADRA 173 



El Ministro (Aufión) al Almirante (Gervera). (Ma- 
drid 24 Jimio iSqS.) — Para dar completa unidad á la dirección 
de la guerra en esa isla, considérese V. E. mientras opere en 
aguas de ella, como Comandante General de escuadra de opera- 
ciones y proceda en sus relaciones con el General en Jefe con- 
forme Real orden de 13 de Noviembre de 1872, dictada por 
este Ministerio y artículos Ordenanza que menciona ; pudiendo 
desde luego ponerse en comunicación directa con dicha autori- 
dad y cooperar con la escuadra a la realización de sus planes. 



El Almirante (Cervera) al Ministro (Aufión). (San- 
tiago de Cuba 2^ Jimio i8g8,) — Aunque siempre me he con- 
siderado subordinado del General en Jefe, doy á V. E. las gra 
dias por esta disposición que da fuerza legal á las relaciones ya 
establecidas y, dando unidad á las operaciones me relevará de 
tomar por mí mismo resoluciones extremas de la mayor gra- 
vedad. 

Quedaban de hecho á la resolución del General 
Blanco , las decisiones futuras respecto á la salida 
de la escuadra, que se ordenó después d^ largo 
trámite, condensado en las siguientes comunica- 
ciones que tomamos del libro ya citado del Almi- 
rante Cervera , publicado por Real autorización , y 
que creemos oportuno reproducir, sin comentarios, 
para dar idea de esa controversia original entre las 
dos tendencias: una que proponía resistir dentro 
de la bahía hasta el último trance, y otra, la de 
lanzarse al mar á la ventura. 

El Almirante (Cervera) al General en«Jefe (Blan- 
co). (Santiago de Cuba 2^ Junio j8g8,) — Ministro de Marina 
ordena me ponga á las órdenes de V. E. según lo mandado en 
Real orden 13 Noviembre 1872, lo que hago con el mayor gus- 
to. — Creo de mi deber exponer el estado de la escuadra. De 3.000 



174 LA GUKRRA HISPANÜ-AMERICANA 



cargas para cañón IIoDtoria de 14, sólo 620 son de conñanza, 
las demás han sido clasiñcadas inútiles, no habiéndose reem- 
plazado por faltar existencias á la salida ; dos cañones Hontoria 
de 14 del Vizcaya y uno del Oqiundo no ofrecen confianza, 
habiéndose mandado cambiar por otros; el mayor número de 
los estopines ofrece poca confianza; carecemos de torpedos Bus- 
tamante ; al Culón le falta su artillería gruesa; Vizcaya está muy 
sucio y ha perdido su velocidad; Teresa no tiene cañones de 
desembarco y los del Vizcaya y Oqiiendo son inútiles; tenemos 
poco carbón y víveres para todo Julio. Escuadra de bloqueo es 
cuatro veces superior, por lo que la salida sería nuestra des- 
trucción absolutamente segura. Tengo mucha gente en tierra 
para reforzar la guarnición , de la que me considero solidario. — 
Creo deber decir á V. E. que el 23 dirigí al Gobierno el si- 
guiente telegrama; — El enemigo se ha apoderado ayer de Dai- 
quiri; hoy, seguramente, ocupará Siboney , á pesar de brillante 
defensa. El curso de estos sucesos es muy doloroso , aunque pre- 
visto. Han desembarcado tripulaciones escuadra para ayudar 
Ejército. Ayer salieron cinco batallones de Manzanillo ; si lle- 
gan á tiempo prolongarán agonía, pero dudo mucho que salven 
la plaza. Como es absolutamente imposible que la escuadra es- 
cape en estas condiciones, pienso resistir cuanto pueda y des- 
truir los buques en último extremo. — Esto expresa mi opinión 
de conformidad con los Comandantes de los buques. Espero 
instrucciones de V. E. 



El Comandante General de la División de Cuba 

( 2¿; Junio iSi)S). — ExcMo. Sr. D. Pascual Cervera. — Mi 
querido (ieneral y amigo: En cable cifrado que recibí anoche, 
me dice el General en Jefe, entre otras cosas, lo siguiente: < Rue- 
go á V. E. diga al Almirante Cervera que desearía conocer su 
opinión y sus propósitos, opinando yo que debería salir de ahí 
cuanto antes para donde juzgara conveniente, pues situación en 
en ese puerto es á mi juicio la más peligrosa de todas. Anoche 
sólo había ahí siete barcos de guerra, y en Cienfuegos tres y 
aquí nueve, á pesar de lo cual forzaron con facilidad línea de 
bloqueo el Sínfito Domingo y el MontevideOy que salieron á las 
dos de la madrugada. Si perdiéramos la escuadra sin combatir, 
el efecto moral será horrible dentro y fuera de España.» — Y 
sin otra cosa, etc. — Arsenio Linares. 



SALIDA DE LA ESCUADRA 175 



Santiago de Cuba 2^ Junio iSgS. — Excmo. Sr. D. Arse- 
Nio Linares. — Mi querido General y amigo: Recibo su intere- 
sante carta de hoy, que me apresuro á contestar. — El General 
en Jefe tiene la bondad de desear conocer mi opinión , y voy á 
darla tan explícita como debo, pero concretándome á la escua- 
dra, que creo es lo que se me pide. — Creo á la escuadra perdi- 
da desde que salió de Cabo Verde , porque me parece insensato 
pensar otra cosa, dada la desproporción enorme que hay entre 
nuestras fuerzas y las eneniigas. — Por esa razón me opuse enér- 
gicamente á la salida, y aun creí sería relevado por al^juno de 
los que opinaban en contra mía. — No pedí mi relevo , porque 
me parece que eso no lo puede hacer ningún militar que recibe 
orden de marchar al enemigo. — Desde que llegué aquí V. sabe 
la historia. —Si yo hubiese salido para Puerto-Rico, cuando un 
telegrama del Gobierno me hizo cambiar , mi situación sería la 
misma, sólo que habría variado el teatro que sería Puerto-Rico, 
sobre cuya isla .habría caído la avalancha que ha venido á ésta. 
Yo Creo que el error ha consistido en enviarla aquí. — Dice el 
General en Jefe que se ha forzado el bloqueo , y añadiré á usted 
que yo, con un barco de siete millas entré en Escombreras, y 
permanecí allí hora y media , estando ocupado por la escuadra 
cantonal; pero ¿hay paridad en esto y las circunstancias actua- 
les? Sin duda no. La salida de aquí ha de hacerse uno á uno; 
no cabe ardid ni disfraz, y la consecuencia de ello, absoluta- 
mente segura, es la ruina de todos y cada uno de los barcos 
con la muerte de la mayor parte de sus tripulantes. — Si yo cre- 
yera que hay probabilidades de éxito, aunque fueran remotas, 
lo hubiera intentado á pesar de que , como digo antes, sólo hu- 
biera cambiado el teatro de Is^ acción á menos de haber ido á la 
Habana, donde tal vez la cosa hubiera cambiado. — Por estas 
razones, para que fuera en algún modo útil mi fuerza, ofrecí á 
usted desembarcar al mismo tiempo que el General en Jefe ha- 
cía á V. idéntica indicación. — Hoy, como antes, considero la 
escuadra perdida y el dilema es perderla destruyéndola si Cuba 
no resiste, contribuyendo á su defensa, ó perderla sacrificando 
á la vanidad la mayor parte de su gente, privando á Cuba de 
ese refuerzo, lo que precipitará su caída. <;Qué debe hacerse? 
Yo, que soy hombre sin ambición , ni pasiones locas, creo que 
lo que sea más conveniente, y declaro, del modo más cotegóri- 
co, que la horrible y estéril hecatombe que significa la salida de 
aquí á viva/uerza, porque de otro modo es imposible, nunca 
sería yo quien la decretara , porque me creería responsable ante 



17''i LA GUERRA HISPAN 0-AMERICAN A 



l'ios y la Historia, de esas vidas sacriñcadas en aras del amor 
propio, pero no en la verdadera defensa de la Patria. — Hoy 
las circunstancias mías han variado en el orden moral , porque 
he recibido esta mafiana un telegrama que me pone á las órde- 
nes del General en Jefe en cuanto se refiere á las operaciones 
de la guerra; por tanto á él toca decidir si desentbarco las do- 
taciones ó marcho al suicidio, arrastrando al mismo tierno á es- 
tos dos mil hijos de Espafía ó se emplean del modo que lo es- 
tan. — Creo dejar contestada su carta, y me alegraré de que en 
esta contestación no se vea más que la noble y leal expresión 
del parecer de un viejo honrado que lleva 46 años de servir á 
su país como ha podido. — Quedo suyo, etc. — Pascual Cer- 

V£RA. 



El Almirante (Cervera) al General en Jefe 

(Blanco) ( Santiago de Cuba 2^ Junio 18 qS), — Después de 
puesto mi anterior telegrama, recibo carta General Linares, 
transmitiendo telegrama de V, E. deseando conocer mi opinión. 
Ya va indicada en mi anterior, y la amplío ahora. — No es exac- 
to que la escuadra de bloqueo haya estado nunca reducida á 
siete buques; sólo los seis principales representan más de triple 
fuerza que los cuatro míos. I.a falta de baterías que mantengan 
á distancia la escuadra enemiga, hace que esté siempre cerca 
de la boca del puerto, que iluminan, imposibilitando toda sa- 
lida que no sea á viva fuerza. En mi juicio la salida implica se- 
guramente la pérdida de la escuadra y del mayor número de 
sus tripulantes, determinación que yo no tomaría nunca por mí, 
pero si V. E. rae lo ordena lo ejecutaré. — La pérdida de la es- 
cuadra se decretó, en mi juicio, al hacerla venir para aquí, de 
modo que no me ha sorprendido esta dolorosa situación. Vue- 
cencia ordenará si marchamos á este sacriñcio, que creo estéril. 



El General en Jefe (Blanco) al Almirante (Cer- 
vera) (Habana 26 Junio i8gS), — Recibidos sus dos tele- 
gramas. Agradezco mucho satisfacción que expresa quedar á 
mis órdenes; yo me qonsidero en ello muy honrado y deseo vtB, 
en mí el compañero más que al Jefe. — Me parece exagera Vue- 
cencia algo dificultades salida; no se trata de combatir, sino de 
escapar de ese encierro en que fatalmente se encuentra escua- 
dra, y no encuentro imposible, aprovechando circunstancias 



SALIDA DE LA ESCUADRA 177 



oportunas, en noche obscura y con mal tiempo, poder burlar 
vigilancia enemigo y huir en el rumbo que crea V. E. más á pro- 
pósito ; pues , aun en eí caso se apercibiera, de noche el tiro es 
incierto, y aunque sacara averías, nada representaría compara^ 
da con salvación barcos. Me dice V. E. que es segura pérdida 
Santiago de Cuba, en cuyo caso destruiría barcos, y esta es ra- 
zón de más para aventurarse á salir , pues siempre es preferible 
al honor de las armas, sucumbir en ün combate donde puede 
( haber) muchas probabilidades de salvarse; además, no es se- 
gura tampoco la destrucción de los barcos, pues podría suceder 
como en la Habana el siglo pasado , en que los ingleses nos pu- 
sieron por condición en la capitulación la entrega de la escua- 
dra que estaba encerrada en el puerto. Por mi parte, repito, 
que creo muy difícil, por fuerte que sea escuadra enemiga, que 
saliendo en noche obscura y escogiendo oportunidad , reduVrción 
ó alejamiento parcial de buques enemigos y forzando lAáquina 
en dirección preconcebida, puedan ellos, aunque se aperciban, 
causar tanto daño. Prueba de ello la salida del Santo Domingo 
y Montevideo de este puerto con nueve en la línea de bloqueo, 
la del Furísima, de Casilda, con tres, y la entrada del Reina 
Cristina en Cienfuegos con otros tres. Bien sé que el caso de 
esa escuadra es más arduo, pero esos precedentes guardan pro- 
porción. Si esos cruceros llegan á ser apresados en cualquier 
forma dentro del puerto de Cuba, el efecto en el mundo ente- 
ro será desastroso , y la guerra podrá .darse por terminada en 
favor del enemigo. Hoy todas las naciones tienen la vista fija en 
esa escuadra, y en ella se cifra la honra de la Patria, como es- 
toy seguro lo comprende V. E. El Gobierno opina del mismo 
modo, y el dilema no ofrece dudaá mi juicio, tanto más, cuan- 
to que abrigo gran confianza en el éxito, dejando completa- 
mente á discreción de V. E. , cuyas dotes rayan á tanta altura, 
la derrota que ha de seguir, y si algún barco ha de quedar por 
poca marcha. Como dato favorable, diré á V. E. que Coman- 
dante crucero alemán Giers , ha expresado la opinión de que 
puede efectuarse salida escuadra sin exponerse á grandes 
riesgos. 



El Ministro (Auñón) al Almirante <Cervera) (Ma- 
drid 26 yunio j8gS). — Gobierno estima que en caso extremo 
á que se refiere en cablegrama del 23, antes de destruir nos- 
otros mismos nuestra escuadra en puerto , debe intentarse sal<. 



17« l.A (iUERRA HISPANO-AMERICANA 



vación total ó parcial, por salida nocturna, como opinaron al- 
j^unos jefes de esa Kscuadra en juntas 26 Mayo y lo Junio, y 
aiiLinció V. K. en 28 Mayo. — Üígame si desembarcó tripulacio- 
nes á petición autoridad militar, y si cumplido auxilio reembar- 
caron. — El objeto de mi cablegrama del 24 que agradece, no 
es el bien personal, sino el mejor servicio de la Nación. — Evite 
comentarios (lue se le atrihuym interpretaciones desfavorables. 



El Almirante (Gervera) al Ministro (Auñón) 

(Siintiai^o Cu ha 27 Junio i8()S). — Ruibo C D 4097 (telegra- 
ma anterior). Siento mucho incurrir en el. desagrado del Go- 
bierno por (lo oportunamente dicho) opinión dicha hace mucho 
tiempo, y á V. E. desde telegrama cifrado fecha 21 Mayo. — Tal 
cual está bloqueadla boca del puerto, es la salida durantje la no- 
che más peligrosa que de día, porque están más cerca de tie- 
rra. — Desembarco tripulaciones ha sido petición autoridad mi- 
litar por indicación del General en Jefe. Pido su reembarco, 
pero dudo mucho que se pueda efectuar antes de que lleguen 
refuerzos. vSu A D 04^1 (telegrama del 24) así como todos los 
actos de V. E. tiene por objeto el mejor servicio, pero no quita 
resulte en mi beneficio, porque no soy yo quien decide la inútil 
hecatombe que se prepara. 



El Almirante (Cervera) al Greneral en Jefe (Blan- 
co) (Santiai^o de Cuba 2J Junio i8g8). — Recibo su cable 
y doy muchas gracias á V. E. por las benévolas frases que me 
dedica. Delx) acatar los juicios de V. E. sin discutirlos, mucho 
más habiéndole dado mi opinión, formada después de madura 
reflexión. Siempre he creído que hay muchos marinos más há- 
biles que yo, y es muy sensible que no pueda venir alguno de 
ellos á tomar el mando de la escuadra, quedándome yo subordi- 
nado suyo. Considero el telegrama de V. E. como la orden de 
salida y en su consecuencia pido al General Linares ^1 reem- 
barco de las fuerzas que por indicación de V. E. han desembar- 
cado. Suplico á V. E. que confirme la orden de salida, porque 
no está explícito y sentiría mucho no interpretar bien las órde- 
nes de V. E. 



SALIDA DE LA ESCUADRA 179 

— "■ " " ■""■ ' ■■-■ 1 ■■•—■•. > ...... ■ ^ »__..« ^r T" • ■■■■■•II ■■■■wi-^viiivac-ii 

El General en Jefe (Blanco) al Capitán General 
de Santiago de Cuba (Linares) (Habana 27 Junio 
iSgS), — (Entre oíros cosas). — Dígame sinceramente su opi 
nión sobre escuadra, si cree puede salir y cuál solución le 
parece mejor. 



El Almirante (Cervera) al General en Jefe (Blan« 

CO) (Santiago de Cuba 28 Jtoiío iSgS), — El General Lina- 
res me contesta que no es posible reembarcar mis fuerzas hasta 
llegada tropas de Manzanillo. 



El General en Jefe (Blanco) al Almirante (Cer- 
vera) Cuba. (Habana 2S Junio i8g8.) — (Personal y reser* 
vado). — Recibido telegrama V. E, anoche. Deseoso de mejorar 
todo posible situación Cuba, me ocupo con afán en remitirle 
raciones; si lo consigo podré enviarle más refuerzos, prolon- 
gando así defensa, quizá levantamiento sitio, salvación escua- 
dra; de no conseguirlo, se impone, como V, E. comprende bien, 
que ésta abandone ese puerto á pesar dificultades que reconozco. 
Mi resolución, por lo tanto, que desearé satisfaga V. E. es la 
siguiente: La escuadra permanecerá ahí y sin apurarse ni pre- 
cipitarse, puesto que aún tiene raciones, acechará la ocasión 
oportuna para salir, dirigiéndose á donde V. E. juzgue conve- 
niente; pero en el caso de que los acontecimientos se agravanm 
hasta el punto de creerse próxima la caída de Santiago de Cuba, 
la escuadra saldrá resueltamente, lo mejor que pueda, confiando 
su destino al valor y pericia de V. E. y de los distinguidos jefes 
que la mandan, que, indudablemente, confirmarán con sus he- 
chos la reputación de que gozan. — Acuse recibo. 



El Almirante (Cervera) al General en Jefe (Blan- 
co) (Santiago de Cuba 2g Junio 18 g8). — Recibido telegra- 
ma de V. E. Suplico repetición desde la palabra «agravaran» 
hasta el punto que le sigue, que está ininteligible. Todo lo de- 
más se ejecutará en cuanto sea posible, porque la escasez de 
carbón lo dificulta. Est: s buques necesitan doce horas para en- 
cender, y si están encendidos y listos para aprovechar cualquier 
ocasión-, gasta cada uno 1 5 toneladas por día. Pero creo enten- 
der la síntesis de su orden. — Si se puede aprovechar una oca- 



180 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



siou favoriil)le, hacerlo, y si no, á última hora, salir, aun cuau- 
do sea se<í^ura la pérdida de la escuadra. — También pueden ve- 
nir dificultades de que se apoderen de la boca del puerto. 



El General en Jefe (Blanco) al Ministro de Ma- 
rina (Anfión) (Habana. 30 Junio j8g8). — De acuerdo 
con lo prevenido por V. E. en telegrama de 24 del corriente, he 
dictado ul Almirante Cervera las instrucciones siguientes: «La 
escuadra podrá permanecer ahí, sin apurarse ni precipitarse, 
puesto que aún tiene raciones, y acechará la ocasión oportuna 
para salir, dirigiéndose á donde V. E. juzgue conveniente ; pero 
en el caso de que los acontecimientos se agravasen hasta el pun- 
to de creerse próxima la caída de Santiago de Cuba , la escua- 
dra saldrá resuelta, lo mejor que pueda, confiando su destino 
al valor y pericia de V. E. y de los distinguidos jefes que la 
mandan que, indudablemente, confirmarán con sus hechos la 
reputación de que gozan». — Lo digo á V. E. para su debido 
conocimiento, rogándole me manifieste si las antedichas ins- 
trucciones merecen aprobación Gobierno. 



El Ministro (Auñón) al .Comandante General 
Apostadero (Manterola). (Madrid jP Julio j8gS). — 
Trausmita á General en Jefe que Gobierno aprueba sus ins- 
trucciones á Almirante Cervera. 



El Almirante (Cervera) al General en Jefe 
(Blanco) (Santiago de Cuba iP Julio i8g8). — Como con- 
tinuaciüu á mi cable de ayer, pongo en conocimiento de V. E. 
que el General Linares me contesta que, como se trata de plaza 
abierta con solo movimientos de tierra y alambrada, no es po- 
sible determinar el momento de avisarme por correrse el riesgo 
de (¡ue potente columna rompa la línea ocupada por tener des- 
plegadas todas sus escasas fuerzas , sin reservas para acudir á 
los puntos más avanzados; que sin embargo, me tendrá al co- 
rriente del curso del combate, por más que si fuera desfavora- 
ble , aquellos momentos no son los más á propósito para efec- 
tuar el reembarque de mis faerzas. — Como sin ellas no pueden 
salir estos buques, á los que espera tan rudo combate ala sali- 
da, que en mi juicio serán destruidos ó apresados, como tengo 



SALIDA DE LA ESCUADRA 181 



expresado á V. E. , (y) pudiera llegar el caso de no poder cum- 
plimentar sus órdenes, lo pongo en su conocimiento, suplicán- 
dole instrucciones. 



Acta. — El día i.° de Julio, á las siete de la noche, llama- 
dos por el Almirante los jefes que subscriben, dio lectura de los 
telegramas cruzados con el General en Jefe desde la Habana, 
en los cuales aquél dispone que á pesar de las observaciones 
hechas sobre el desastre que espera á la escuadra á la boca del 
puerto , salga ésta á viva fuerza y á todo evento en caso de ser 
inminente la pérdida de Santiago de Cuba. Seguidamente dio 
noticia de las operaciones militares verificadas en el día de 
hoy, en que el enemigo se ha apoderado del poblado del Ca- 
ney y de la meseta de San Juan , y preguntada la opinión de 
los jefes de referencia sobre si consideraban que era llegada la 
ocasión en que dicho General en Jefe dispone la salida , mani- 
festaron por unanimidad absoluta que consideraban que había 
llegado la ocasión ^n que el General en Jefe dispone la salida; 
pero que para ello es absolutamente imposible intentar la salida 
sin embarcar la gente que está en tierra defendiendo la plaza, 
que es hoy más de las dos terceras partes de la marinería y que 
al mismo tiempo, y según oficialmente ha manifestado el jefe de 
este cuerpo de ejército, no puede prescindir de este socorro, 
pues carece en absoluto de reservas y de fuerzas con que rele- 
varlos en la extensa línea que defiende. Como consecuencia de 
lo anteriormente expuesto, entienden, que para coadyuvar con 
la mayor eficacia y condiciones de éxito para la defensa de la 
plaza sería conveniente obstruir la entrada del puerto. 

José de Paredes» — Juan B. Lazaga, — Fernando VillaamiL 
Víctor M, Caneas, — Antonio Enlate. — Emilio Díaz Moren, 



El Almirante (Cervera) al General en Jefe (Blan- 
co). {Santiago de CnbaJ.^ Julio i8g8) (n.) — Por el General 
Toral conoce V. E. la jornada de hoy. Cree evidente que la re- 
tirada de mis fuerzas desembarcadas, implica la pérdida inme- 
diata de la plaza. Sin ellas no puedo intentar la salida. Yo creo 
lo mismo que Toral y nuestra salida parecería una fuga que á 
todos repugna. Así opinan también mis capitanes. Suplico las 
instrucciones que le he pedido. 



184 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

El General en Jefe (Blanco) al Comandante Ge- 
neral Santiago de Cuba (Toral). (Habana 2 Julio i8gS). 
— Recibido telegrama V. E. de la una y media. Comprendo si- 
tuación difícil, pero no desesperada. — Si Escario <5 Pareja.se 
incorporan , mejorará mucho. — De todos modos sostenga Vue- 
cencia la plaza á toda costa y antes capitulación procure unirse 
con alguna de aquellas fuerzas, dejando heridos y' enfermos 
hospitales asistidos Cruz Roja; población no deberá destruirse 
á pesar lo que nnoche le dije. — Lo esencial es que escuadra 
salga en seguida, pues si se apoderan de ella ^los americanos, 
España estará moralmente vencida y tendrá qiie pedir la paz a 
merced del enemigo. — Una plaza perdida puede recobrarse ; la 
pérdida de la escuadra en estas circunstancias es decisiva y no 
se recobra. — No deje V. E. de telegrafiarme comunicándome 
los sucesos y sus impresiones. 



El Capitán General de Cuba (Blanco) al Ministro 
de la Guerra (Correa). (Habana 2 Julio iSgS), — (Entre 
otras cosas). — He ordenado salga escuadra inmediatamente, 
pues si se apodera enemigo boca puerto, está perdida. 



El Comandante General Apostadero (Manterola) 
al Ministro (Anfión). (Habanas Julio i8g8 ). — Coman- 
dante Marina Cuba me dice: «Salió nuestra escuadra, soste- 
niendo fuego vivísimo, que no se oye ya, con la enemiga; pa- 
rece ha conseguiio romper el bloqueo, dirigiéndose al Oeste. 



■[ 



de: CUBA 







Escala 



CAPITULO VIII. 



El combate naval. 

Destrucción de la escuadra. — Parte del Almirante y de los Capitanes del 
Oquendo, Vizcaya, Teresa , Colón , Furor y Pltiión. —'E.í&cto de los pro- 
yectiles enemigos sobre nuestros buques. 

Lo ocurrido, había sido lo que dan á conocer 
los siguientes partes del combate: 

El Almirante Gervera al General en Jefe ( Blan- 
co). — Excmo. é limo. Sr.: En cumplimiento de las órdenes de 
Vuecencia ilustrísima, con la evidencia de lo que había de su- 
ceder y tantas veces había anunciado, salí de Santiago de Cuba 
con toda la escuadra que fué de mi mando, en la mañana del 3 
del corriente Julio. 

Las instrucciones dadas para la salida eran las siguientes: 
El Infanta María Teresa^ buque de mi insignia, había de salir 
el primero, siguiéndole sucesivamente el Vizcaya, ColÓ7i, Oqtien- 
da y destructores. Todos los barcos tenían todas sus calderas 
encendidas y con presión. Al salir el Teresa empeñaría el com- 
bate con el enemigo que estuviera más á propósito, y los que 
le seguían procurarían dirigirse al O. á toda fuerza de má- 
quina, tomando la cabeza el Vizcaya, Los caza-torpederos ha- 
bían de mantenerse , si podían, fuera del fuego, expiar un mo- 
mento oportuno para obrar, si se presentaba, y tratar de esca- 
par con su mayor andar, si el combate nos era desfavorable. — 
Los buques salieron del puerto con una precisión tan grande, 
que sorprendió á nuestros enemigos, quienes nos han hecho 
muchos y muy entusiastas cumplimientcs sobre el particular. 
Tan pronto como salió el Teresa rompió el fuego á las 9^ 35 "^ 



186 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 



sobre un acorazado que estaba próximo, pero dirigiéndose á toda 
fuerza de máquina sobre el Brooklyn, que se encontraba al SO. 
y que nos interesaba tratar de poner en condicionees de cue no 
pudiera utilizar su superior andar. Los demás buques empeñaron 
el combate con los otros enemigos que acudían de los diversos 
puntos donde estaban apostados. Le escuadra enemiga cons- 
taba aquel día de los siguientes buques frente á Santiago de 
Cuba: AVw- York^ insignia del Contralmirante Sampson; Broo' 
klyn , insignia del Comodoro Schley; lowa, Oregon, Indiana, 
Texas y varios buques menores, 6 mejor dicho, trasatlánticos 
y yates armados. — Realizada la salida se tomó el rumbo man- 
dado, y el combate se generalizó con la desventaja, no sólo del 
número, sino del astado de nuestra artillería y municiones de 
14 cm. que conoce V. E. por el telegrama que le puse al que- 
dar á sus órdenes. Para mí no era dudoso el éxito, por más 
que alguna vez creí que no sería tan rápida nuestra destrucción. 

Al Infanta Marta Teresa^ un proyectil de los primeros le 
rompió un tubo de vapor auxiliar, por el que se escapaba mu- 
cho, que nos hizo perder la velocidad con que se contaba; al 
mismo tiempo otro rompía un tubo de la red de contra-in- 
cendios. El buque se defendía valientemente del nutrido y cer- 
tero fuego del enemigo, y no tardó mucho en caer entre los 
heridos su valiente Comandante Capitán de Navio D. Víctor M. 
Concas, que tuvo que retirarse, y como las circunstancias no 
permitían perder un seguudo, tomé por mí mismo el mando 
directo del buque esperando acasión de que pudiera llamarse al 
segundo Comandante, pero ésta no llegó, porque el combate 
arreciaba, los muertos y heridos caían sin cesar, y no había que 
pensar en otra cosa que en hacer fuego en tanto que se pudiera. 

En tal situación, teníamos fuego en mi cámara, donde 
debieron hacer explosión algunos de los prpyectiles qae allí 
había para los cañones de 57 mm.; vinieron á participarme ha- 
berse prendido fuego el cangrejo de pepa y caseta del puen- 
te de popa, al mismo tiempo que el incendio iniciado en mi 
cámara se corría al centro del buque con gran rapidez, y como 
no contábamos con agua, fué tomando cada vez más incremento, 
siendo impotentes nosotros para atajarlo. Cpmprendí que el bu- 
que estaba perdido y pensé desde luego en dónde lo vararía 
para perder menos vidas, pero continuando el combate en tanto 
que fuera posible. 

Desgraciadamente, el fuego ganaba terreno con mucha ra- 
pidez y voracidad, por lo que envié uno de mis ayudantes con 



EL COMBATE NAVAL 187 



la orden de que se inundasen los panoles de popa, encontrán- 
dose éste ser imposible penetrar en los callejones de las cáma- 
ras á causa del mucho humo y del vapor que salía por la esco- 
tilla de la máquina donde también le fué absolutamente im - 
posible penetrar, á causa de no permitir la respiración aquella 
abrasadora' atmósfera; por tanto fué necesario dirigii-nos á una 
playita al O. de Punta Cabrera, donde embarrancamos con la 
salida, al mismo tiempo que se nos paraba la máquina; era im- 
posible subir municiones ni nada que exigiera ir bajo la cubierta 
acorazada, sobre todo á popa de las calderas, y en tal situación 
no había que pensar más que en salvar la parte que se pudiera 
de la tripulación, de cuya opinión fueron el segundo y tercer 
Comandantes y los Oficiales que . se pudieron reunir, á los que 
consulté si creían que podía continuar el combate , contestando 
que no. 

En tan penosa situación, habiendo empezado las explosio- 
nes parciales de los depósitos de las baterías, di orden de arriar 
la bandera é inundar todos los pañoles; la primera no pudo eje- 
cutarse á causa del terrible incendio que había en la toldilla, 
habiéndose quemado al poco rato. — Ya era tiempo: el fuego 
ganaba con mucha rapidez y apenas hubo el suficiente para 
abandonar el buque, cuando ya el fuego llegaba al puente de 
proa, y eso ayudados por dos botes americanos que llegaron 
como tres cuartos de hora después de la embarrancada. 

Entre los heridos están el Teniente de Navio D. Antonio 
López Cerón y Alférez de Navio D. Ángel Carrasco y faltan el 
el Capitán de Infantería de Marina D. Higinio Rodríguez, al 
que creo mató un proyectil, el Alférez de Navio D. Francisco 
Linares, el segundo Médico D. Julio Díaz del Río, el Maqui- 
nista Mayor de primera clase D. Juan Montero y el de segunda 
D. José Melgares, cuyo cadáver salió á la playa. — El salvotaje 
se hizo tirándose al agua los que sabían nadar, intentando tres 
veces llevar una guía á tierra, lo que sólo se consiguió á última 
hora y ayudados por los dos botes americanos de que llevo he- 
cho mención. Nosotros arriamos un bote que parecía bueno é 
inmediatamente se fué á pique, y se hecho al agua un bote de 
vapor, que sólo pudo hacer un viaje porque también se fué á 
pique por efecto de las averías que tenía, al intentar volver á 
bordo segunda vez, quedando agarrados á él los tres ó cuatro 
hombres que lo llevaban y que se salvaron unos á nado y otros 
los recogió un bote americano. 

El Comandante, ayudado por buenos nadadores, había ido 



182 LA OUKRRA HISPANOAMERICANA 



El General en Jefe (Blanco) al Almirante (Cer- 

vera). Cuba (Habana iP Julio l8g8) (10^30 n.)— Urgen- 
tísimo» Clave L. — Vistos progresos enemigos á pesar heroica 
defensa guarnición y de acuerdo con la opinión del Gobierno 
de S. M., reembarque V. E. tripulaciones y, aprovechando la 
oportunidad más inmediata, salga con todos los barcos de esa 
escuadra, quedando en libertad de seguir derrota que conside- 
re oportuna, autorizándole para que deje ahí alguno de ellos 
que por su poca marcha ó circunstancias no ofreciera probabi- 
lidades de salvación. — Debo advertir á V. E. para su noticia, 
como información y sin carácter de prevención, que en Cien- 
fuegos sólo hay tres barcos y nueve aquí , ninguno de impor- 
tancia. 



El General en Jefe (Blanco) al Almirante (Ger- 
vera). Cuba (Habana /,® Julio jSgS) (lo'* 4^ n.) — Urgen- 
te. Clave O. — Ampliando mi telegrama anterior de esta noche, 
prevengo á V. E. apresure lo posible su salida de ese puerto an- 
tes que el enemigo pudiera apoderarse de la boca. 



El General en Jefe (Blanco)/ al Capitán General 
de Santiago de Cuba (Toral). (Habana jS* Julio iSgSj 

Cio\ij) n.J — (Entre otras cosas). — Es indispensable concen- 
trar las fuerzas y prolongar todo cuanto se pueda la defensa, 
procurando á toda costa que enemigo no se apodere de la boca 
del puerto antes que salga la escuadra, que deberá salir lo an- 
tes posible pura no tener que rendir ni destruir los barcos. 



El General en Jefe (Blanco) al Ministro de la 
Guerra (Correa). ( Hahana iP Julio i8gS). — Almirante 
Cervera se preocupa para abandonar puerto en cuya operación 
teme quede destruida escuadra, y pide nuevas instrucciones. 
Le coutcslo de acuerdo telegrama V. E. núm. 90, que aban- 
done a(juél, aprovechando oportunidad más inmediata ,^ antes 
que enemigo ocupe boca. 



SALIDA DE LA ESCUADRA 18S 



El Almirante (Gervera) al General en Jefe (Blan- 
co). (Santiago de Cuba 2 jfulio i8g8^ madrugada.) — (Urgente), 
— Recibo sus telegramas urgentes de anoche ; envío á mi Jefe 
de Estado Mayor para que los muestre al General Toral, y 
mando encender para salir en cuanto se reembarque mi fuerza. 



£1 General en Jefe ( Blanco ) al Almirante ( Ger- 
vera). Ctiba (Habana 2 J^dio iSg8^ ¿"^ 10 m.) — (Urgentísimo), 
— En vista estado apurado y grave de esa plaza que me parti- 
cipa General Toral, embarque V. E. con la mayor premura tro- 
pas desembarcadas de la escuadra y salga con ésta inmediata- 
mente. 



£1 Almirante (Gervera) al Gomandante Gene- 
ral accidental del 4.*^ Cuerpo de Ejército Santiago 
de Guba (Toral). — Excmo. Sr. : Después de los telegramas 
del Excmo. Sr. General en Jefe , que le enseñó esta mañana mi 
Jefe de Estado Mayor, acabo de recibir el siguiente: «En vista 

estado apurado salga con ésta inmediatamente». — Lo que 

tengo el honor de trasladar á V. E. á fin de que dé sus órdenes 
para poder cumplimentar inmediatamente la del General en 
Jefe. — Dios, etc. — Santiago de Cuba 2 Julio de 1898. — Pas- 
cual Gervera. 



£1 Comandante General accidental del 4.^ Guer- 
po de £jército (Toral) al Almirante (Gervera). — 

Excm^. Sr. : Enterado de cablegrama del General en Jefe diri- 
gido á V. E. disponiendo el reembarque de las fuerzas de la es- 
cuadra, ordeno con urgencia que la compañía que se halla en 
San Miguel de Parada, vaya á embarcar en San José; la de Ma- 
zamorra en Socapa ; la de Cruces en el muelle de este nombre; 
la que está entre los fuertes del Gasómetro y Hornos, en Punta 
Hlanca y el resto de las fuerzas de Marina desembarcadas , en 
el muelle Real. — Lo que tengo el honor de comunicar á V. E. 
para su conocimiento y efectos de embarque de las referidas 
compañías. — Dios, etc. — Santiago de Cuba 2 Julio de 1898. — 
José Toral. 



líK) LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



heridos qne teDÍamos en la playa, algunos de ellos muy graves. 

Al Comandante del yate le comuniqué esta conversación 
con los insurrectos y le supliqué reclamara nuestra gente, lo 
que me prometió, enviando al efecto un destacamento con ban- 
dera. También envió algunos víveres de que tan necesitados 
estaban en la playa. 

Seguimos después hacía el O. hasta encontrar el grueso 
de la escuadra, de la que se destacó el crucero auxiliar Paris^ 
y nuestro yate siguió hasta frente á Cuba, donde recibió órde- 
nes, con arreglo á las que, unos fuimos trasbordados al lowa y 
otros lo fueron á otros barcos, de ellos, los heridos al buque 
hospital. 

Durante mi permanencia en el yate, pedí á los Comandantes 
de los caza-torpederos noticia de la suerte que les había cabido, 
teniendo el sentimiento de saber su triste ñn. 

De lo ocurrido al Furor^ puede V. E. I. enterarse detallada- 
mente por la adjunta copia del parte de su Comandante; en él 
encontró una muerte gloriosa el Capitán de Navio D. Femando 
Villaamil, y el numero de bajas acredita cómo se ha condu- 
cido este pequeño buque, cuyo Comandante también fué herido 
levemente. 

También acompaño á V. E. I. copia del parte que me ha 
producido el Comandante del Pintón-^ quien también está herido 
en un pie y cuyo buque tiene en este día una historia tan glo- 
riosa como su compañero, y ambos como no puede pedir más 
ni el más exigente. 

Cuando llegué al lowa^ donde fui recibido con toda clase 
de honores y consideraciones, tuve el consuelo de ver en el 
portalón al bizarro Comandante del Vizcaya^ que salió á reci- 
birme con su espada ceñida, porque el Comandante del lowa 
no quiso que se desprendiera de ella en testimonio de su bri- 
llante defensa. Adjunta es también copia del parte que me ha 
producido, por el cual vendrá V. E. I. en conocimiento de esta 
historia tan parecida á la de sus hermanos Teresa y Oquendo^ 
lo que prueba que los mismos defectos han producido las mis- 
mas desgracias, habiendo sido todo cuestión de tiempo. 

En el I(nva estuve hasta el 4 por la tarde en que fui tras- 
bordado al San Luis-, donde encontré al General segundo Jefe 
y Comandante del Colón. 

Cuando estando aún en el lowa se incorporó el Almirante 
Siimpson, le pedí permiso para telegrafiar á V. E. I., haciéndolo 
en los siguientes términos: 



EL COMBATE NAVAL 191 



«En cumplimiento de las órdenes de V. £., salí ayer mañana 
de Cuba con toda la escuadra, y después de un combate des- 
igual contra fuerzas más que triples de las mías, toda mi escua- 
dra quedó destruida, incendiados y embarrancados Teresa^ 
Oquendo y Vizcaya que volaron; el Colón^ según informes de 
los americanos, embarrancado y rendido; los cazatorpederos á 
pique. Ignoro aún las pérdidas de gente, pero seguramente 
suben de 600 muertos y muchos heridos, aunque no en tan gran- 
de proporción. Los vivos somos prisioneros de los americanos. 
La gente toda rayando á una altura que ha mereeido los pláce- 
mes más entusiastas de los enemigos. Al Comandante del Viz- 
cava le dejaron su espada. Estoy muy agradecido á la genero- 
sidad é hidalguía con que nos tratan. Entre los muertos está 
Villaamil y creo que Lazaga; entre los heridcs Concas y Eulate. 
Hemos perdido todo y necesitaré fondos. — Cervera, — 4 de 
Julio 98.» 

En cuyo telegrama hay que rectificar la suerte del Pintón, 
que no fué echado á pique, sino que, sin poderse sostened á 
flote, consiguió embarrancar como V. E. L verá en el parte de 
su bizarro Comandante. 

Una vez en el San Luis^ el General segundo Jefe y el Co- 
mandante del Colón me enteraron de su triste suerte, produ- 
ciendo el primero el parte de que acompaño copia también, 
absteniéndome de comentarios, que huelgan respecto á un 
parte producido por este distinguido General, de hechos ocu- 
rridos fuera de mi vista. 

Réstame decir á V. E. I., para completar los rasgos caracte- 
rísticos de esta lúgubre jomada, que nuestros ei^emigos se han 
conducido y se conducen actualmente con nosotros, con una 
hidalguía y delicadeza que no cabe más; no sólo nos han ves- 
tido como han podido, desprendiéndose de efectos, no sólo del 
Estado, sino de propiedad particular, sino que han suprimido 
la mayor parte de los «burras» por respeto á nuestra amargura; 
hemos sido y somos objeto de entusiastas felicitaciones por 
nuestra acción, y todos, á porfía, se han esmerado en hacernos 
nuestro cautiverio lo más llevadero posible. 

Ignoro aún las pérdidas de gente, por estar repartidos en 
diversos buques, pero estarán en las ideas que hace concebir el 
telegrama antes inserto. 

En resumen: la jornada del 3 ha sido un desastre horroroso, 
como yo había previsto; el número de muertos es, sin embargo, 
menor del que yo temía; la Patria ha sido defendida con honor 



Í9-1 L\ GUERRA HISPANÜ-AMERICANA 



y la satisface í<5q del deber cumplido deja nuestras conciencias 
tranquilas, con s<51o la amargura de lamentar la pérdida de 
nuestros queridos compañeros y las desdichas de la Patria. 

A bordo de este buque hay, además del segundo Jefe y yo 
con nuestros ayudantes, un Jefe, cuatro Oficiales y 32 indivi- 
duos del Infanta María Teresa; el Contador y 35 individuos 
del Oquendo; los tres Comandantes, 1 1 Oficiales, siete Guar- 
dias Marinas y 347 individuos del Vizcaya; los tres Comandan- 
tes, 14 Oficiales y 191 individuos del C<7/^/»y el Comandante, el 
Maquinista Mayor y 10 individuos del Furor; el Comandante, 
un Oficial y 19 individuos del Plutótiy y el Teniente de Navio 
de primera clase D. Enrique Capriles, á quien embarqué de 
transporte en el Vizcaya cuando dejó el mando de la provincia. 

De toda esta gente envío á V. E. I. relaciones que conti- 
nuaré cuando tenga noticias de los demás. 

También acompaño á V. E; I. relación de los Jefes, Oficia- 
les y Guardias Marinas muertos, heridos, contusos y desapare- 
cidos y otra de los heridos no Oficiales que hay en este buque; 
la gran masa de heridos está á bordo del buque-hospital que es 
el vapor Solace. 

Como comprendo que V. E. I. podrá tener dificultades para 
transmitir esta comunicación, me permito enviarle un traslado 
al Excmo. Sr. Ministro de Marina. 

De los hechos particulares, dignos de mención, que no afec- 
tan al conjunto de la acción, daré parte por separado, á medida 
que los vaya conociendo. 

Dios guarde á V. E. I. muchos años. — En la mar, á bordo 
del San Luis, 9 de Julio de 1898. — Pascual Cervera. 



Parte del «Colón». — El General 2.° Jefe (Paredes) 
al Almirante (Cervera). — Excmo. Sr.: Tengo el honor de 
trasladar á V. E. I. el parte que del combate y suerte habida al 
acorazado ColÓ7i el día 3 del corriente, me comunica su digní- 
simo Comandante, que dice así: 

«Cumpliendo las órdenes recibidas, salí con el buque de mi 
mando, ocupando el puesto designado, del puerto de Santiago 
de Cuba, estando tanto avante con el Morrillo á las 9I1 45™ de 
la mañana, rompiendo el fuego contra el lowa, que era el buque 
más próximo en el momento de la salida. 

Cinco minutos más tarde, siendo el buque más avanzado de 
la línea enemiga el Brooklyn, ordené á las baterías que todos 



EL COMBATE NAVAL 1^3 



los fuegus se dirigieran sobre él y lo que fuera posible contra 
el Oregon^ que se hallaba por la aleta de babor y al que no 
podía dedicarse atención por la falta de cañones de caza y reti- 
rada. Así se efectuó, disparando conta dicho buque 184 dis- 
paros con los cañones de 15 cm, y 117 con la batería de 12 
centímetros, teniendo la seguridad de haber hecho blanco con 
un 10 por 1 00 de los tiros. — Desde luego vi que niel Broo- 
klyn ni el Oregon^ que emprendieron la caza, podían alcanzarme 
y se quedaban más rápidamente el primero que el segundo y 
continué cerca de la costa haciendo rumbo al Cabo Cruz. — A 
la una de la tarde empezó á bajar la presióü de calderas, dis- 
minuyendo las revoluciones de 85 á 80, empezando, por tanto, 
á ganarme en andar el Oregon^ que poco tiempo después rom- 
pió él fuego contra el buque con sus cañones de caza de grueso 
calibre, al que sólo pude contestar con disparo de cañón 2 de 
la batería, guiñando al efecto lo necesario, aunque esto acortase 
la distancia. — En vista de esto y vista la seguridad absoluta 
de ser apresado por el enemigo, de acuerdo con V. E., por no 
ser conveniente distraer á ningún Jefe y Oficial de sus destinos, 
dada la estructura y disposición de las escotillas, que represen- 
taba una pérdida de tiempo muy necesario y con el ánimo de 
aprovechar hasta el último momento la ocasión, si se presentaba, 
de hacer fuego, y con el fin de evitar llegase el de ser apresado, 
resolvimos embarrancar y perder el buque y no sacrificar estéril- 
mente las vidas de los que se habían batido con el valor heroico, 
la disciplina y serenidad que V. E. ha podido apreciar por sí 
mismo, y como consecuencia del acuerdo se hizo proa al río 
Tarquino, en cuya playa embarranqué, con velocidad 13 millas, 
á las dos de la tarde. Ya varado el buque y reunidos los Jefes y 
Oficiales, todos manifestaron su conformidad á lo hecho, por 
comprender que de seguir, aunque no fuera más que momentos, 
corría inminente peligro de caer en poder del enemigo y ser un 
trofeo de guerra que era necesario á todo trance evitar. 

Poco después quedamos prisioneros de guerra del Brooklyn, 
cuyo Comandante se presentó á bordo poco tiempo después. 
Durante el combate he tenido un muerto y 25 heridos, cuya re- 
lación acompaño á V. E. como resultado de los proyectiles del 
enemigo, que aunque nos alcanzaron en gran número, no hicie- 
ron averías en la parte protegida del buque. 

Es cuanto tengo que poner en conocimiento de V. E., ex- 
presando al mismo tiempo mi convicción, que todos y cada uno 
han cumplido con su deber en las difíciles circunstancias en 

'3 



191 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

« 

que se efectuó la salida, las desventajosas del combate por la 
superioridad del enemigo y la deñciencia grande de los medios 
de ataque de mi buque.» 

Y yo por mi parte, como testigo de los sucesos, réstame s6Io 
manifestar á V. E. I., que en medio de nuestra pena por la 
pérdida de los buques y del personal digno y heroico, cabe la 
satisfacción de que todos han cumplido con su sagrado deber 
de defender su bandera y Patria, demostrando una vez más que 
la Marina española puede sucumbir, pero jamás con la deshonra. 

Todos á bordo del Colón fueron dignos imitadores de nue li- 
tros antepasados, imposible es recomendar á ninguno de sns 
dignos tripulantes, rayaron en el heroísmo, mas sería dej^r de 
cumplir con un sagrado deber si no expresara á V. E. I. que su 
valiente Comandante colocóse á una altura que no hay frases 
que expresarlo puedan, sólo sí que honra al Cuerpo en que 
sirve. 

Dios guarde á V. E. muchos años. — En la mar á bordo del 
San Luisy 6 de Julio de 1898. — José de Paredes. 



Parte del «Oquendo.» — El Teniente de Navío (Ca- 
landria) AL Almirante (Cervera). — Excmo. Sr. : El Oficial 
que tiene el honor de dirigirse á V. E. es el más antiguo de los 
de la dotación del acorazado Almirante Oquendo que sobrevive 
al combate del día 3 de Julio último , por lo que se cree en el 
deber de dar cuenta á V. E. de lo ociirrido en él , en el buque 
de su destino y pone en su superior conocimiento lo que sigue: 
Iniciado el movimiento, se tocó zafarrancho de combate, y el 
Oficial que suscribe pasó á ocupar su puesto , que era la caseta 
de observación de torpedos' del puente de popa, desde la cual 
pude observar los movimientos de la escuadra enemiga, encon- 
trándose ésta, á la salida del buque, navegando en línea de fila, 
rumbo al O. y en cabeza el crucero Brooklyn, Una vez franco 
el canal , se siguieron las aguas del matalote de proa y se rom- 
pió el fuego por la banda de babor , siendo constantemente hos- 
tilizado por los buques enemigos, especialmente por el acora- 
zado lowa y el crucero Brooklyn , siendo éstos también los que 
preferentemente fueron batidos por nuestras baterías, por pasar 
á juicio del que suscribe á una distancia de ellos inferior á 3.500 
metros. — Se continuó navegando hasta dejar al lowa algo re- 
trasado por la aleta de babor, pero al alcance de su artillería, 
encontrándose en estos momentos el Brooklyn por la amura de 



19'» T.A GUERRA HISPANOAMERICANA 



pe/ , el Guardia marina D. Quirino Gutiérrez y el tercer Con* 
destable Antonio Serrano Fació. — La batería de tiro rápido 
(juedó en su mayor parte destruida, desmontados varios caño- 
nes y muertos ó heridos casi todo su personal , y entre los 
muertos el segundo y tercer Comandantes. 

En la torre de proa al disponerse para hacer el tercer dis- 
paro, entró un proyectil por entre el cañón y la cañonera, y 
destrozando parte del carapacho, mató al Comandante de ellu, 
Teniente de Navio D. Eugenio Rodríguez Barcena y al tercer 
Condestable Francisco García Pueyo y dejó muy mal herido 
al artillero de primera José Arenosa Sixto , rompiendo además 
las tuberías y aparatos. En la de popa también fué muerto por 
un casco de granada su Comandante el Teniente de Navio don 
Alfonso Polanco y Navarro. Una granada que entró en la cá- 
mara de torpedos de popa , dejó fuera de combate á todo su 
personal, y á los pocos momentos, explotando otra en la cen- 
tral de popa, ocasionó bastantes bajas, entre ellas el Alférez 
de Navio D. Emilio Pascual del Povil, que fué herido. 

Dispuesto por el señor Comandante la inundación de los 
pañoles á consecuenca de los incendios , trasladó esta orden el 
Teniente de Navio D. Tomás Calvar al primer Maquinista don 
Juan Pantin , el que fué á cumplimentarla á la cámara central 
de proa, donde estaban ardiendo los maleteros de la gente, 
consiguiendo inundar los pañoles de proa, no pudiendo inun- 
dar los de popa por el voraz incendio que consumía el comedor 
y camarotes de Oficiales , las taquillas de las clases y las des- 
pensas. Este incendio se comunicó seguidamente á la platafor- 
ma de popa por las maderas incendiadas del piso y comedor de 
Oficiales, que caían por la escotilla del ascensor y hubiera oca- 
sionado el inmediato incendio y voladura del pañol de 14 
centímetros, si el tercer Condestable Germán Montero y el 
marinero Luis Díaz, no hubieran tapado sus escotillas, primero 
con cuarteles de madera y después con camas mojadas , y no 
consiguiendo, á pesar de sus esfuerzos, desmontar el a.scensor 
para arriar la tapa de la escotilla, abandonaron la plataforma 
cuando les era imposible permanecer en ella, cerrando antes 
los pañoles de 28 cm. 

Después de varado el buque y por orden de su Comandan- 
te , se pararon las máquinas , se abrieron las seguridades y se 
desalojaron las máquinas y calderas, empezando el salvamento; 
para llevarlo á cabo , hubo que renunciar á los botes grandes, 
po» impedir el ingendjo arriarlos y estar otros inutilizados, 



EL COMBATE NAVAL 197 



consiguiéndose echar al agua el chinchorro, que se fué á pique, 
utilizándose con éxito las dos lanchitas y teniendo lugar hechos 
distinguidos, de los que, así como de los ocurridos en combate, 
doy cuenta á V. E. por separado. 

Al arrojarse al agua el que subscribe, quedaban en el cas- 
tillo el señor Comandante, el Alférez de Navio D. Alfredo Nar- 
diz, algunos individuos de marinería, el primer Contramaestre 
D. Luis Rodríguez y el primer Maquinista D. Juan Pantín; estos 
dos últimos aseguran que después de mi salida, el señor Co- 
mandante , que rehusaba salvarse , cayó por último , en cubier- 
ta, llevándose las manos al pecho, presa, al parecer, de un 
ataque de disnea y auxiliándolo , cubrieron su cuerpo con una 
bandera al creerlo cadáver, de lo que tuve noticia á bordo, del 
vapor Haward, 

El buque quedó varado á una distancia de lo ó 12 millas, 
•próximamente, de la boca del puerto de Santiago de Cuba. 

Es cuanto tengo el honor de poner en conocimiento de 
V. E. en cumplimiento de mi deber.' — Dios guarde á V. E. mu- 
chos años. — Camp Long, Portsmouth Navy Yard 20 Julio de 
1898. — Excmo. Sr. — Adolfo Calandria. 



Parte del < Vizcaya.» — Capitán de Na vio (Eulate) 
AL Almirante (Cervera).— Excmo. Sr. : En cumplimiento de 
las órdenes recibidas de V. E. , en la mañana del 2 del presen- 
te procuré alistar el buque para poder salir á las cuatro de la 
tarde ; pero cOmo el reembarco de la primera compañía no em- 
pezó hasta esa hora , eran las seis y media cuando el buque se 
encontró dispuesto para salir á la mar. En ese momento se ar- 
boló la bandera de combate por los Oficiales, á quienes aren- 
g-iié con el recuerdo de las obligaciones que impone la Orde- 
nanza y los actos heroicos realizados por nuestros predecesores 
en esta honrosa carrera. Seguidamente, precedida de un exor- 
dio, recibimos de rodillas la bendición del Padre Capellán. — 
Con la bandera arbolada esperamos las últimas órdenes de 
y. E. y á las nueve de la mañana del siguiente día 3 estaba el 
buque listo para seguir las aguas del buque insignia. — A 9^ de 
tiempo verdadero se dio avante para seguir al Teresa y á las 9 
y 30, rebasada la punta de la Socapa, se dio toda fuerza y 
gobernó con arreglo á lo que V. E. se sirvió prevenirme de an- 
temano. Desde este momento, Excmo. Sr. , se- rompió el fuego 



198 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



contra los buques enemigos, que muy nutrido en un principio, 
fué decreciendo en la batería de 14 cm. por los defectos de sus 
cañones y cargas, de los que ya V. E. tiene conocimiento. — 
A pesar de esos defectos , el entusiasmo y la inteligencia de los 
Oficiales que las dirigian y la excelente disciplina de sus dota- 
ciones hicieron que , en las dos y media horas que duró el com- 
bate, dispararan los de la banda de babor 150 tiros, habiendo 
hecho el que más 40 disparos y de 25 para arriba los demás, á 
excepción de uno que sólo pudo hacer ocho. — Las averías de 
estos cañones fueron muchas, pero muy especialmente las ya 
conocidas de escupir las agujas , no cerrarse el cierre y no en- 
trar los proyectiles. — Cañón hubo que para poder disparar su 
carga se probaron antes siete , y otro que pasó de las ocho y 
que siempre entró en batería á fuerza de trabajos y golpes. — 
En la batería baja fué siempre el fuego muy nutrido en las dos 
primeras horas, pero después fué tal el número de proyectiles* 
enemigos que entraron é hicieron averías en las piezas de bar- 
io fuego, ó sea de babor, que todas quedaron inútiles y la ma- 
yor parte desmontadas. 

£1 número de bajas en la batería alta fué tal que , cuando 
aún disparaba uno de los cañones, ya no había gente que lo 
cubriera; y en la batería baja llegó momento en que por no 
haber sirvientes ni conductores para los cañones, hubo necesi- 
dad de disminuir la que se dedicaba á extinguir los .continuos 
incendios que se desarrollaban, causa que, unida á que la tu- 
bería de contra-incendios quedó inútil por los tiros enemigos, 
hizo que aquéllos tomasen tal incremento que no fuese posible, 
el extinguirlos. Se puede asegurar que el número de víctimas 
en ambas baterías era , á las dos horas de empezar el combate, 
de 70 á 80 , en su mayoría muertos , y entre ellos el Coman- 
dante de la baja Teniente de Navio D. Julián Ristory y To- 
rres , quien por su bravura merede un puesto de honor en los 
anales de la historia de nuestra Marina. 

Por la valiente arremetida que al empezar el combate dio 
al enemigo el buque insignia, no fuimos en un principio tan 
castigados de sus proyectiles , pues solamente dos de sus buques 
acorazados nos hacían fuego; pero en la segunda hora, ya fui- 
mos el blanco de cuatro: el Broolklyn por babor, Oregon por 
la aleta de la misma banda , lowa por la popa y el New- York 
por la aleta de estribor, pero muy cerrado á la popa, de modo 
que solamente con el cañón de 28 cm. de esta extremidad se 
podía responder al loiva y Neiv York, Los cañones de reductos 



EL COMBATE NAVAL 199 

de estribor pudieron disparar contra el New^York cuatro <5 
cinco tiros el de proa y popa; pero como aquel buque, después 
de hacer fuego por su banda de babor, guiñaba á la popa, re- 
sultaron muy inciertos. 

Eran las 9^ 35ni cuando ya fuera del puerto y arrumbados 
á montar Punta Cabrera, recibimos el primer tiro del enemigo, 
y á las I ih 50"» , cuando ya sin poder hacer fuego coíi ningu- 
na de las piezas de babor , traté de prc bar si el Brooklyn , que 
era el que más nos acosaba por babor, y el que estaba más 
cerca, nos esperaría para arremeterle, y con dicho objeto 'se 
guiñó á dicha banda ; pero aquel barco hizo lo mismo , indican- 
do que no quería emplear más que su artillería.— El que sus- 
cribe, herido en la cabeza y espalda, fué obligado á retirarse, 
para ser curado, en estado casi exánime por la pérdida de 
sangre , pero resignando el mando por el momento en el se- 
gundo Comandante, con instrucciones ¿-/ara j y concretas para 
no rendir el barco y vararlo ó incendiarlo antes que aquello 
pudiera suceder. £n la enfermería me encontré al Alférez de 
Navio D, Luis Fajardo, que le estaban curando de una herida 
muy grave en un brazo, y al preguntarle qué tenía, me dijo 
«que le habían herido un brazo , pero que aún le quedaba otro 
para la Patria. » 

Ya estancada la sangre de mis heridas , subí de nuevo al 
puente y vi que el segundo Comandante había ordenado 
arrumbar á la tierra para varar, pufes no solamente no había 
cañones que pudiesen disparar y un incendio en la popa había 
tomado tal incremento que era imposible pensar en dominarlo, 
sino que vino á complicar más esta triste situación la iniciación 
de otro incendio en la plataforma de proa, producido por ba- 
bel» reventado un tubo de vapor y la explosión de una ó varias 
calderas del grupo de proa. — A pesar de que el segundo Co- 
mandante , Capitán de Fragata D. Manuel Roldan y Torres^ 
había obrado con arreglo á las instrucciones y si cabe sin ha- 
berse excedido , reuní inmediatamente á los Oficiales que esta- 
ban más próximos , entre ellos al Teniente de Navio de prime- 
ra D. Enrique Capriles , y les pregunté si había alguno entre 
ellos que creyera se podía hacer algo más en defensa de la 
Patria y de nuestro honor y unánimemente respondieron que 
no cabía hacer más. — Inmediatamente, para impedir que la 
bandera de combate pudiera servir de trofeo al enemigo, orde- 
né al Alférez de Navio D. Luis Castro que izara otra y arriara 
aquélla para ser quemada, operación que se efectuó con toda 



200 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



diligencia. — A las 12^ 15*" y ^&jo un fuego nutridísimo de los 
cuatro acorazados ya dichos , varó el que fué crucero Vizcaya 
en los bajos del Aserradero y en condiciones que era imposible 
su salvamento , no sólo por la disposición del buque sobre los 
bajos y la índole de éstos , sino que también sabía habían de 
ex])lotar todos los pañoles, si bien dando tiempo para el salva- 
mento, como sucedió. — Varados, ordené al segundo Coman- 
dante que dispusiera todo para un salvamento inmediato, y 
éste, con algunos Oñciales, fueron á tratar de arriar botes, 
pero como me diese cuenta de que sólo había uno útil, dispuse 
que éste fuese empleado con preferencia en transportar heridos, 
y autoricé para que todo el que supiese nadar y tuviese salva- 
vidas ó algo que flotase lo suñciente para mantenerlo, pudiera 
echarse al agua y tratar de tomar los arrecifes del bajo que es- 
taba á unos 90 m. de la proa. — Este salvamento se hizo con 
todo orden á pesar del espectáculo imponente que presentaba 
el buque ardiendo, explotando los repuestos de artillería y fu- 
sil y elevándose las llamas por encima de las cofas y chimeneas 
y con las planchas del costado al rojo. En el último bote de 
lieridos fui embarcado por el tercer Comandante y Oficiales y 
trasportado á tierra, y allí me recogió un bote americano, que 
me condujo al lowa, dándome cuenta después el segundo 
Comandante de que á bordo no habían quedado más que los 
muertos, pues él había dirigido el salvamento á popa de los 
que allí se habían refugiado á última hora y á quienes mandó 
tirar al agua agarrados á cabos que preventivamente se ama- 
rraron con toda seguridad , y en esta disposición esperaron él y 
los demás á ser recogidos y que efectivamente lo fueron por el 
bote de á bordo. — Excmo. Sr. : el comportamiento del Coman- 
dante, Oficiales y dotación del lowa, que fué el barco á que 
nos condujeron los botes americanos, fué en extremo delicado- 
— Fui recibido con la guardia formada: al querer entregar nii 
sable y revólver á su Comandante , no los quiso recibir porque 
no me había rendido á su barco sino á cuatro acorazados y que 
no tenía derecho á él. 

El comportamiento de los Oficiales y dotación fué bríllan- 
tisimo , y muchos hechos heroicos que se registraron serán mo- 
tivo de recomendación especial si V. E. en su día lo ordenase. 

De los heridos conducidos al lowa, murieron cinco al poco 
tiempo de llegar, y se hizo su entierro con los mismos honores 
que emplean los americanos con los suyos, formando la guar- 
dia y haciendo tres descargas de fusilería, entierro al que 



EL COMBATE NAVAL 201 



asistieron todos los prisioneros, y que fué dirigido por el Cape- 
llán del que fué Vizcaya. - 

Es todo cuanto tengo el honor de participar á V. E. al 
notificarle la pérdjda'de mi buque, en combate con cuatro muy 
superiores, sin que se haya arriado la bandera y sin que el 
enemigo haya posado su planta en él, ni aún para el salvamen- 
to , faltando á su dotación el día de hoy 98 individuos. 

Dios guarde á V. E. muchos aüos. — En la mar, á bordo del 
vapor San Lttis, prisionero de guerra, a 6 de Julio de 1898. — 
Antonio Eülate. 



Parte del «Furor. »— El Teniente de Na vio de pri- 
mera CLASE (Carlier) AL ALMIRANTE (Cer-vera)-. — Excelen- 
tísimo señor: A las nueve y media de la mañana del 3 , y pre- 
via orden del Jefe de la escuadrilla de torpederos que venía á 
bordo , desatracamos del muelíe de las Cruces de Santiago de 
Cuba y nos pusimos en movimiento siguiendo las aguas del 
Oquendo, y antes de llegar á Punta Gorda empezamos á sentir 
el fuego del combate, entre la vanguardia de nuestra escuadra 
y la enemiga , y caer cerca del buque varios proyectiles. 

Poco después , en la boca del puerto , dispuso el Jefe meter 
á estribor y seguir á toda fuerza de máquina hacia el O. las 
aguas de la escuadra, rompiendo el fuego sobre el enemigo, 
recibiendo desde 'os primeros momentos enorme cantidad de 
disparos de la mayor parte de la escuadra enemiga, alcanzán- 
donos proyectiles de todos los calibres. 

Inmediatamente empezamos á sentir los desperfectos y 
bajas causadas por tan nutrido fuego , ocurriendo éstos en el 
orden siguiente : rotura de un tubo de vapor en la máquina; 
destrucción del cilindro de media de estribor ; inundación de la 
popa y hundimienlo de ésta; rotura de una caldera; mayores 
destrozos en la máquina ; destrucción de las tres calderas res- 
tantes; fuego en varios sitios del buque, siendo el de mayor 
intensidad el de la camareta de maquinistas , bajo la cual esta- 
ba el pañol de granadas, y por último, rotura del servo-motor 
del timón y guardines; todo esto fué ocurriendo progresiva-, 
mente y en muy poco tiempo , sin que durante él dejásemos de 
hacer fuego sobre el enemigo, notando ya sobre la^cubierta 
gran número de heridos y algunos muertos. 

A las lo^ 45"! próximamente, y en vista de todo lo expues- 
to que vio y puse en conocimiento del Jefe de la escuadrilla. 



202 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 



dispuso embestir á tierra , lo que do pudimos conseguir , y con- 
siderando el barco perdido y no pudiendo dominar el fueg-o 
que invadía la popa y centro , y teniendo más de la mitad de 
la dotación fuera de combate y el barco sin gobierno ni máqui- 
na , dispuso el Jefe arriar la bandera y los botes , y que en éstos 
y con los salvavidas se fueran á tierra los que pudieran hacerlo, 
cuya orden di al segundo Comandante, alcanzando algunos 
l)royectiles á varios de los que á nado se dirigían á tierra. 

Cesado el fuego enemigo, atracaron á bordo dos botes de 
un yate americano , en el que embarcamos los pocos que que- 
dábamos á bordo, sin que el enemigo hiciera más que pisar la 
cubierta , y al darse cuenta de la situación , embarcar precipi- 
tadamente, temiendo una explosión, como asi sucedió poco 
después de desatracar del barco , el cual se fué á pique como á 
una milla larga de tierra. 

Reconstituida la lista de la dotación, compuesta de 75 
hombres, han quedado ilesos ii individuos; 8 muertos han 
podido identificarse; 10 heridos han sido recogidos, y de los 
45 individuos restantes que figuran en la lista como desapareci- 
dos, aunque algunos quedaron muertos en cubierta y no fué po- 
sible su identificación y otros lo fueron en el agua, abrigóla es- 
peranza, que deseo ver confirmada, de que una parle de ellos 
haya ganado la tierra. 

Entre los muertos identificados tengo el sentimiento de 
comunicar á V. E. que figura el que fué mi digno Jefe , el dis- 
tinguido y brillante Capitán de Navio D. Fernando Villaamil. 

Todo lo que pongo en conocimiento de V. E. en cumpli- 
miento de mi deber. 

A bordo del San Luis 8 de Julio de 1898. — Diego Carlier. 



Parte del «Plutón.» — El Teniente de Na vio de pri- 
mera CLASE (Vázquez) al Almirante (Cervera). — Excelen- 
tísimo Señor: En cumplimiento á las órdenes recibidas del señor 
Jefe de la división de torpederos , á las 9I1 30»» de la maña- 
na del 3 del actual, largué las amarras dadas al muelle de 
las Cruces y maniobré convenientemente para dejar el puerto 
de Santiago de Cuba. 

Sobre el pequeño poblado de Cinco Reales me encontraba 
cuando empecé á notar la caída de proyectiles , consecuencia 
natural del combate trabado entre la vanguardia de nuestra 
escuadra y la americana ; continué siguiendo exactamente las 



El. COMBATE NAVAL 203 

aguas del Furor, según orden recibida, y una vez próximo á 
desembocar, rompí el fuego contra los buques más próximos y 
di avante á toda fuerza; con una lluvia de proyectiles fui sa- 
ludado al encontrarme fuera del puerto y de gobernar hacia el 
Oeste. Así empezó el combate , recibiendo más fuego á medida 
que avanzaba é iba entrando en el centro de la escuadra ame- 
ricana. 

Próximamente á las i oí» 4501 un proyectil de grueso calibre 
atravesó el sollado de la marinería, se inundó rápidamente y 
metió al buque de proa; casi al mismo tiempo, otro ü otros 
proyectiles chocaron contra las calderas de proa y las explota- 
ron y otro entró por el pañol de municiones de mi cámara, y 
además de producir una vía de agua, trajo consigo un incendio 
en dicho lugar. 

En las circunstancias señaladas, seguí navegando aún, 
aunque con velocidad no crecida , y siempre duramente hostili- 
zado por los americanos , á cuyo fuego no dejé de contestar; 
mas viendo que por momentos -el buque se hundía por el agua 
entrada á proa , en la cámara de calderas y en la mía , consi- 
deré que el buque no podía tardar en sumergirse y traté de 
embai:rancar en una pequeña playa que tenía próxima; mandé 
meter sobre estribor y entonces noté la falta de gobierno , por 
haberse inutilizado el servo-motor y roto uno de los guardines; 
continuó el buque su marcha avante y embistió contra las rocas, 
destrozando por completo su proa. Por este sitio saltó á tierra 
una parte de la dotación por disposición mia al tratar de hacer 
el salvamento , otros se echaron al agua por estribor , ganando 
algunos la tierra ; entonces abandoné el puente , fui á mi cáma- 
ra, tomé el paquete de cuanto reservado tenía, recibido de 
V. E. y del señor Jefe de la división de torpederos , y esto, 
unido al cuaderno de señales de reconocimiento número 32 y 
al Código y clave Perea, lo arrojé al agua, arriando después 
la bandera. Seguí hacia proa y ya no me fué posible ganar 
la tierra por esa parte, por haber cambiado el buque de posi- 
ción , llamé á lá canoa que con algunos hombres iba para tierra 
y embarcando en ella pude tomar las rocas, sintiendo á poco 
una explosión y minutos después el buque quedaba sumergido 
hasta la cubierta. 

. Cesado el fuego de los americanos , mandé izar un trapo 
blanco, viniendo á recogernos un bote de aquéllos, que nos 
condujo á uno* de sus buques. 

De la dotación nos encontramos presentes 21 individuos, 



204 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 



entre éstos cinco heridos ; los restantes componen el numeró de 
los muertos y desaparecidos, según la relación que ya tuve el 
honor de dar á V. E. 

Es cuanto tengo el honor de poner en el superior conoci- 
miento de V. £. en cumplimiento de mi deber. 

En la mar, á bordo del San Luis, 6 de Julio de 1898. — 
PiDRo Vázquez. 



El estudio comparativo de las dos escuadras 
española y americana , desde luego ofrece la evi- 
dencia de una gran inferioridad respecto á la pri- 
mera. 

En el orden estratégico , hay que fijarse en que 
la escuadra americana tenía allí, á poca distancia, 
su base de operaciones y de abastecimiento, sus 
almacenes y arsenales, el carbón, el sitio de des- 
canso, todo, en una palabra, lo que se necesita 
para operar bien en el mar, en tanto que la nues- 
tra carecía hasta de los más elementales recursos. 

En el orden táctico , basta mirar el estado com- 
parativo de datos de las dos escuadras y los pla- 
nos y vistas fotográficas de los barcos que las 
componían, para convencerse de la invülnerabili- 
dad que llevaba en su estructura la escuadra ame- 
ricana , con buenas cubiertas y fajas acorazadas y 
excelentes blindajes, en tanto que la española, 
excepción hecha del Colón , carecía de esas protec- 



americana y española 




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LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 



ciones defensivas que tanto influyen en el combate 
naval moderno, así, que taladrados sus costados 
hasta por los proyectiles de pequeño calibre, fue- 
ron pasto de las llamas de los incendios que se des- 
arrollaron inmediatamente en. sus obras muertas. 

En el estado anterior, como en todos los de 
origen americano, no se aclara que el andar de 
nuestros buques era nominal, pues, si acaso lo ha- 
brían dado tan veloz en tiempo anterior: entonces, 
después de la travesía, ninguno lo alcanzó. 

La acción ofensiva, también delata grandísima 
inferioridad por parte de la escuadra española. 

El artillado de los buques que combatieron , se 
resume del siguiente modo: 







Escuadra 


Escuadra 




de 33 cm. . , 


amencana. 


española. 


Cañones 


8 


Ninguno. 




30 


6 


Ninguno. 


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28 


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6 


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Ninguno. 




15 


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Ninguno. 




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Tubos lanzatorpedos. 


36 


24 



299 



164 



EL COMBATE NAVAL 207 

Pasando la vista sobre ese estado, se compren- 
de nuestra gran flaqueza en cañones de grueso y 
mediano calibre. Para dar idea del abrumador 
fuego del enemigo, basta decir, que la escuadra 
americana podía hacer más de lOO disparos por 
minuto, que representaban próximamente 12.000 
kilogramos de hierro lanzados en igual tiempo. 
Ese cálculo, no puede hacerse con referencia á 
nuestros barcos j porque además de que no podían 
utilizar sino los cañones de una sola de sus ban- 
das, el tiro debió ser muy deficiente, por cuanto 
el Capitán de navio Sr. Concas, en el ya citado 
libro, dice: 

«Por su parte el enemigo, al ir marchando 
con sus buques hacia los nuestros, seguía la mis- 
ma dirección de sus piezas, casi sin variación; 
por lo que la puntería propiamente tal, estaba en 
muy ventajosas condiciones sobre la de la escua- 
dra española , mientras no saliera del cerco en que 
convergían todos los fuegos del enemigo. Sobre 
esto tenían los americanos la superioridad que les 
daba el fuego que habían hecho : y hasta los pru- 
dentísimos bombardeos ál Morro y á la Socapa de 
Santiago de Cuba , les habían dado una gran prác- 
tica del tiro á gran distancia. |¡ Nuestros cañones 
de 14 cm. tiraban por primera vez!! » 



20S 



LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



En nuestro libro Barcos, cañones y fusiles , di- 
mos á conocer los efectos del tiro de los cañones 
americanos sobre el Teresa, Oquendo, Vizcaya y 
Colón, publicando dibujos de los barcos en los que 
están señalados los impactos recibidos, pero no 
sobra que recordemos aquí , aunque sea machacar 
sobre el mismo tema, que los americanos apenas 
recibieron daño, en tanto que nuestros buques 
quedaron destrozados, por el incendio, principal- 
mente (i). Los yankees sólo tuvieron un muerto y 
un herido á bordo del Brooklyn, y nuestra escua- 
dra tuvo 350 muertos y ahogados, 160 heridos, 
70 oficiales y i .óoo hombres prisioneros. 

Ocupándose de esta notable diferencia la Re- 
vine Mili taire del mes de Abril de 1900, dice: 

«Dos causas contribuyeron á este resultado: 
una, las órdenes dadas por el Almirante Cervera 



(i) Resultados del tiro sobre los barcos españoles. 



Calibre 
de las piezas 


Número de impactos qiie recibió cada barco. 


Total 

por 

calibres. 


Teresa . 


Oquendo. 


Vizcaya. 


Colón. 


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123 



EL COMBATE NAVAL 209 

á SUS Capitanes, y otra los múltiples incendios 
que estallaron en los buques españoles desde el 
principio de la acción* » 

«Es cierto que los Comandantes de los barcos 
de la escuadra de Cervera, estaban persuadidos, 
como su jefe, de que la tentativa de forzar el blo- 
queo de los americanos, no podía conducir más 
que á un inútil sacrificio , y como las instrucciones 
dadas por el Almirante se referían á la huida sin 
considerar la posibilidad del combate, ellos no ti- 
tubearon en arrumbar á la costa desde que perdie- 
ron la esperanza de escapar. Tal fué notoriamente 
el caso del Cristóbal Colón ( J ). 

» Los otros cruceros, lucharon principalmente 
contra el incendio, que arrojó á los sirvientes del 
lado de las piezas paralizando su tiro. Pero todos 
maniobraron hasta el momento de . embarrancar y 
sus máquinas no habían recibido el menor daño. 
Sufrieron la destrucción , y los americanos sólo tu- 



(i) La comisión americana encargada después del combate 
del examen de los barcos, encontró al Colón acostado sobre es- 
tribor casi sumergido. Había recibido ocho proyectiles de medio 
ó pequeño calibre que le causaron pequeño daño. No tenía nin- 
guna señal de incendio cual el Teresa, Oquendo y Vizcaya,'» 
destruidos por las llamas avivadas por la explosión de los pro- 
yectiles en medio de las construcciones y cámaras de madera, 
Algunas piezas se encontraron cargadas. 



210 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

vieron que efectuar un tiro al blanco sin peligro.» 
Parecía que en esas condiciones de seguridad 
el resultado del tiro debió de ser admirable, y sin 
embargo, no pasó de mediocre, cual atestiguan 
los impactos. 

«Estos llegan á 123, mas para alcanzar ese nú- 
mero ha sido preciso contar hasta las pequeñas im- 
presiones en las chimeneas causadas por los pro- 
yectiles de 37 mm. El número de disparos hechos 
por los americanos fué 6.000, por consiguiente el 
tanto por 100 de impactos fué inferior á tres. ¿Qué 
se diría de un cazador de pichones que sólo ma- 
tase tres de cada cien tiros?» (i). 

«La artillería secundaria, fué la que principal- 
mente causó la pérdida de los cruceros españoles, 
barriendo los puentes y haciendo imposible el ser- 
vicio de las piezas , y prendiendo fuego en las ma- 
deras de la obra muerta. El tiro de los gruesos ca- 
ñones fué malo; ninguno dé sus proyectiles hizo 
presa bastante para poner fuera de combate á los 
buques de Cervera. » 



(i) Our Navy in the War with Spain, J. R. Spears. 



CAPITULO IX. 



La capitulación. 

Toma el mando el General Toral. — Nueva táctica de los americanos. — Com^ 
bate del 3 de Julio. — Ultimátum del enemigo. — Ganges de prisioneros — 
Otra proposición de Shafter. — El bombardeo. —Escasez de medicinas, ví- 
veres y municiones.— Preliminares de la capitulación.— Lo que sucedía en 
Guantánamo. — Conñnamiento de las fuerzas de Galixto García. —Repatria^ 
ción de las tropas. — El calvario de los cubanos. 

Al caer herido el General Linares, se hizo car- 
go del mando el General Gobernador militar de 
la plaza D. José Toral. 

Sólo á falta de resolución se debió que los 
anmericanos no entrasen en Santiago de Cuba 
aquel día i.^ de Julio, en que atacaron la posición 
de San Juan , pues ias débiles fuerzas que afluye- 
ron á reforzar las trincheras de Canosa, reducidas 
á una compañía de Talavera , 150 marineros de 
los desembarcados de la escuadra y 100 convale- 
cientes del hospital , hubieran sido impotentes para 
contener el empuje de las poderosas columnas del 
enemigo. 

Perdido El Caney, quedaba dueño el ejército 



21J LA GUERRA HISPAN O- AMERICANA 



de Shafter de la línea férrea de San -Luis y de la 
represa para abastecimiento de aguas á la pobla- 
ción. No se podía pensar tampoco en los recursos 
que podrían proporcionar los poblados del inte- 
rior, con sus siembras y ganado. 

Ya no había para qué conservar la extensa 
zona al O. de la bahía, que se extendía hasta Ase- 
rradero, así que las fuerzas de aquel lado, se reti- 
raron en gran parte á la plaza: el reembarque de 
la marinería de la escuadra , se aplazó hasta la lle- 
gada de las compañías del batallón de Asia, que 
hacia Aserradero operaban: se conservaron los 
destacamentos de los pasos de la Sierra Maestra, 
para proteger la entrada de . la columna Escario, 
que con ansiedad se esperaba de un momento á 
otro: las tentativas hechas para comunicar con 
(juantánamo resultaron fallidas. 

Ninguna de esas precauciones era eficaz para 
contener el movimiento envolvente de los ameri- 
canos, que se desbordaban hacia el camino del Co- 
bre, por lo que hubo que disponer la retirada de 
la mayor parte de las tropas avanzadas, que lo 
efectuaron en orden, con víveres y municiones. 

La noche del i al 2 fué de gran ansiedad. El 
enemigo aprovechóla para fortificarse en las posi- 
piones ganadas, intentando establecer una batería 



LA TAPITULACIÓN 213 



en el camino de El Pozo, lo que evitó el Coman- 
dante del regimiento de Cuba D. Francisco Ama- 
dor, rompiendo el fuego antes de amanecer; pero 
de cinco á diez de la mañana, concentraron los 
americanos su ataque sobre los fuertes San Anto- 
nio, Guayabito y Santa Úrsula, reanudándolo al 
medio día hasta las cinco de la tarde, y otra vez , 
de nueve á'diez de la noche, siempre sin éxito, y 
también sin tanta impetuosidad como el día an- 
terior. 

El 2, incorporadas las compañías de Asia, 
que antes habían ocupado las posiciones de Yarey 
y Mazamorra, acudieron á la de Canosa y quedó 
ésta bien guarnecida, cerrando aquella entrada y 
permitiendg que se retirasen las tropas de mariné- 
ría. Otra coxnpañía de Asia fué á proteger la bate- 
ría de la Socapa. 

A las diez de la mañana de este día entró la 
columna del Coronel Escario en Palma Soriano , á 
la que ordenó el General Toral que viniese inme- 
diatamente sobre Santiago, no pudiendo verificarlo 
por dificultades de comunicación y de diversas 
índoles hasta las diez de la noche del 3 , apoya- 
da por los dos escuadrones del Rey , la guerrilla 
montada del Nsegundo batallón de Cuba, una com- 
pañía de la Constitución ^ otra de wSan Fernán- 



214 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

do, que hasta entonces se hallaban en San Luis. 

La marcha de Manzanillo á Santiago de Cuba 
de la columna Escario, debe mencionarse como 
uno de los hechos más brillantes de la campaña. 

El Coronel Escario , que ya tenía acreditado su 
nombre en numerosos combates, entre ellos el me- 
morable de Peralejo, al oir desde antes de llegar á 
Puerto Bayamo el fuego del enemigo sobre San- 
tiago de Cuba, organizó una columna ligera de la 
que tomó el mando, escogiendo los soldados más 
resistentes á razón de 30 por compañía, la Caba- 
llería y la sección de Artillería, más el batallón de 
Isabel la Católica al mando del Comandante To* 
rrecilla; con esta fuerza avanzó hasta Puerto Ba- 
yamo , en tanto que el resto de las tropas , al man- 
do del Coronel Ruíz Rañoy, seguían la marcha. 
Desde Puerto Bayamo se adelantó el Coronel Es- 
cario con una sección de Caballería llegando á la 
plaza á las tres, y á las cuatro^ y media entró la 
columna ligera haciéndolo á las diez de la noche 
el resto de la fuerza, á la que se le asignaron las 
posiciones siguientes: 

Canosa. — Batalldn de Alcántara con el Teniente Coronel 
D. Baldomcro Barbón. 

Fábrica de fósforos. — Batallón de Isubel la Católica al 
mando del Comandante D. L^is Torrecilla. 



LA CAPITULACIÓN 21.'» 



Campo de Marte, — El otro batallón, al mando del Coman- 
dante D. 'Eugenio Briceño. 

Dos Caminos del Cobre. — Batallón Cazadores de Puerto- 
Rico, al mando del Teniente Coronel Arana. 

Flaza de Toros, — Batallón de Andalucía , U ifiando del Co- 
mandante D. Julián Llorens. 

La columna Escario, tuvo en toda la marcha, 
un Coronel, dos oficiales y 68 soldados heridos y 
27 muertos y sosteniendo repetidos fuegos de fúsil 
y cañón (i).- 

En tanto los americanos seguían atrincherán- 
dose, avanzando cuanto podían sus posiciones, 
construyendo algunas baterías y haciendo todos 
sus preparativos con grandes precauciones, para 
ahorrar bajas. Se comprendía que las pérdidas con- 
siderables que habían sufrido en los combates de 
El Caney y lomas de San Juan , y el decaimiento 
por esa causa producido , obligaban á sus Genera- 
les á cambiar de táctica, fiando ya más en la ren- 
dición por asedio y hambre que ei^ la toma á viva 
fuerza. 

También por nuestra parte se construían y 
perfeccionaban las trincheras, y se atendía á relé- 



(i) En el camino libró rudos combates contra los insurrec- 
tos que trataron de cortarle el paso. Entre estos combates debe 
citarse el de Aguacate, que le costó 27 muertos y 67 heridos. 



21« LA (UJKRRA HISPANO-AMERICAKA 

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var las tropas que' en ellas llevaban más de cua- 
renta y ocho horas de servicio , expuestis á las al- 
ternativas de un sol abrasador y de las lluvias fre- 
cuentes en la estación. 

Hecha la nueva distribución de fuerzas después 
de la llegada de la columna Escario, quedaban re- 
partidos en el recinto, en una extensión de 9 km., 
desde Dos Caminos á Punta Blanca, 5.500 hom- 
bres y 1 .000 en reserva para acudir donde fuera 
necesario, contando con los movilizados y volun- 
tarios, disminuyendo con eso los temores de que 
la plaza pudiera ser tomada por asalto. 

Agravóse la situación aún más con la destruc- 
ción de la escuadra , acaecida el 3 de Julio, que dio 
alientos á Shafter para no desesperar de su situa- 
ción y decidirse á continuar en las posiciones de 
San Juan , según se le había ordenado desde Was- 
hington en respuesta á su vacilante telegrama. 

Shafter, resolvió pues, investir la plaza y ver. 
si por medio de la amenaza de bombardeo , conse- 
guía rendirla , pues á viva fuerza lo encontraba im- 
posible. 

El Teniente J. O. Miley , confirma esta tenden- 
cia de Shafter cuando dice, que «las trincheras 
que rodeaban la plaza, estaban protegidas por do- 
ble red de alambre de púas, que presentaban ba- 



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LA CAPITULACIÓN 217 



rrera infrancjueable , que hubiera detenido las fuer- 
zas americanas, exponiéndolas á un fuego mortí- 
fero. Es de presumir que si los españoles hacían 
resistencia t$in desesperada como el i.o de Julio, 
el resultado del ataque hubiera sido desastroso » . 
Con la intención de aplanar la defensa, anun- 
ció Shafter el bombardeo para el 4 de Julio á las 
diez de la mañaina, y lo fué retrasando al 5, al 9 
y después al 10 en que lo inició. 

El ultimátum que dirigió Shafter el día 3 , pi- 
diendo, de acuerdo con los Cónsules, que se permi- 
tiese la salida de Santiago para refugiarse en Ca- 
ney á los extranjeros, fué el primer pretexto para 
retrasar la amenaza; después lo fué el cambio de 
los prisioneros del Merrimac con su jefe el heroico 
Teniente Hobson; luego, el 5, repitió Shafter el 
ultimátum en carta á Toral, en que le notificaba 
la destrucción de la flota y decía : « Nuestra escua- 
dra está pronta á actuar, y á menos que no capi- 
tuléis el 9 antes de medio día, los gruesos cañones 
bombardearán la plaza. La ciudad está á buen 
alcance de estas piezas: las de 20 cm. pueden 
tirar á 9.500 metros y las de 33 mucho más lejos. 
En fin, nuestros barcos pueden tomar sin riesgo 
posición á 8.000 m. del recinto de Santiago». 
La proposición fué rechazada, mas el pánico 



t 



.X 



318 LA GUERRA HISPAHO-AMERICANA 

se apoderó de la población, menudeando las pro- 
testas de los cónsules, hasta obtener el decano au- 
torización para conferenciar con el General Shaf- 
ter, aceptándose la suspensión de hostilidades has- 
ta las diez de la mañana del día 5 para dar lugar 
á la salida de los extranjeros, mujeres y niños, 
medida que extendió el General Toral á los no 
combatientes, para aliviar el consumo de subsis- 
tencias, creyendo que tan sólo abandonarían la 
ciudad los poco afectos á nuestra causa; y resultó 
que lo hicieron, al amparo de aquel amplio per- 
miso, muchos que alardeaban de gran lealtad, y 
la inmensa mayoría de los voluntarios, bomberos, 
corporaciones y empleados. ¡Pocos días después, 
todos esos que abandonaron la plaza, se morían 
de hambre y de miseria en El Caney y suplicaban 
á Shafter que les permitiese volver á Santiago ! 

Estableciéronse varios servicios, entre ellos el 
de vigilancia y seguridad, para evitar que en la 
población abandonada se iniciasen los saqueos de 
las casas , el de abastecimiento de agua potable á 
las tropas que había en las trincheras y en las ba- 
terías de la boca y el de municionamiento desde 
el Parque á las posiciones, desempeñándolos fuer- 
zas del ejército y movilizadas. Principalmente la 
aguada era muy penosa, porque, cortada por el 



La CAÍ>ITUL ación 2i9 



enemigo la cañería de abastecimiento, había que 
hacerla tomándola de los aljibes y transportar el 
precioso líquido en vasijas á las trincheras con 
gran dificultad y escasez. También escaseaban los 
medicamentos. 

El día 4 ofreció el General Shafter la devolu- 
ción de los prisioneros que tenía en su poder, la 
cual se efectuó él 5 por la tarde , restituyéndose á 
la plaza el Capitán de Infantería D. Alfredo Vara 
de Rey (herido), el Capitán del regimiento dé la 
Constitución D. Isidoro Arias, el de la Guardia 
Civil D. Manuel Romero, el telegrafista civil don 
Manuel Manzano y 23 soldados, todos proceden- 
tes de El Caney. Otro canje efectuado el 6, nos 
restituyó al Primer teniente del batallón de Puerto- 
Rico D. Adolfo Arias y -siete soldados, á cambio 
del Teniente Hobson y siete marineros que estaban 
prisioneros desde la voladura del Me^rimac, ad- 
virtiendo el General Toral que , una vez terminada 
la entrega, rompería las hostilidades: mas, antes 
de llegar ese momento, recibió un pliego de Shaf- 
ter dándole conocimiento de la destrucción de la 
escuadra, con la nueva invitación de rendirse qué 
hemos transcripto. Fijaba el General americano el 
plazo para el bombardeo para el medio día del 9, 
dejando ese tiempo para que pudiera consultarse 



220 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

con el Gobierno de Madrid. Con ese objeto, per- 
mitió Shafter que retornasen á la ciudad, algunos 
telegrafistas del cable que la habían abandonado 
el día S» y se pudo comunicar aquella proposición 
al General Blanco. 

El 8, proponía éste á Toral, evacuar Santiago 
y retirarse con armas á Holguín, y se le participa- 
ba á Shafter que la pérdida de la escuadra no po- 
día influir sobre la suerte de la plaza, cuya guar- 
nición había sido reforzada con los 2.000 hom- 
bres y dos piezas de artillería, llegados el 3 de 
Manzanillo á las órdenes del coronel Escario, 

Nuestras tropas estaban aclimatadas y las de 
los americanos eran víctimas de la fiebre, y ade- 
más — agregaba el General Toral — los víveres y 
las municiones abundan y que el bombardeo con 
que se amenazaba sólo podía hacer daño á las 
personas, cuya mayor parte eran extranjeros. 

Shafter, no sólo transmitió á su Gobierno las 
proposiciones de salida de la guarnición para Hol- 
guín, sino que las apoyó, pero no opinaron lo 
mismo en Washington, y el jefe del Estado Ma- 
yor americano le contestó el 9 como sigue: 

« El Ministro de la Guerra os ordena que des- 
truyáis al enemigo y toméis á Santiago. Si no 
tenéis bastantes fuerzas se os enviarán en breve 



LA CAPITULACIÓN 221 



plazo ; los refuerzos están en camino, así que estad 
prevenido. » 

No obstante este imperioso mandato, Shafter 
volvió á conceder otro plazo de veinticuatro horas 
para que Toral decidiese. 

Los trabajos de investidura iban muy lenta- 
mente. El camino á Daiquiri era tan malo, que 
había sido necesario renunciar á traer las piezas 
de sitio desembarcadas, de suerte que sólo pudie- 
ron los americanos hacer llegar á los alrededores 
de la plaza ocho morteros , que con las cuatro ba- 
terías de campaña y algunos cañones Gatling, 
eran la única artillería de que disponía Shafter el 
día de la capitulación. Estas piezas se repartieron 
así : dos de las baterías de campaña delante de El 
Pozo, dos baterías de campaña sobre la vía férrea 
de San Luis: los ocho morteros en dos baterías 
al N. de las alturas de San Jiían : los cañones Gat- 
ling con la división de caballería. 

Desconfiando de las fuerzas de Calixto García, 
que según se ve en el plano fueron relegadas, con 
separación absoluta, hacia el N., en el camino del 
Cobre, por donde se temía que llegasen más re- 
fuerzos, dio Shafter orden á la división Lawton 
de extenderse en esa dirección, apoyando su de- 
recha en el camino de Él Caney, reforzándola 



22» LA OUtRRA HISPANO- AMERICAN A 

con el 6.0, 16.0 y i." regimiento de Infantería y 
7 1 .0 de voluntarios de New- York. Dos regimien- 
tos de voluntarios recientemente llegados, el i.^ 
de Illinois y el i.o de Columbia, se colocaron en 
el espacio que quedó libre por este movimiento á 
la derecha del General* Wheeler. Por el S. la línea 
de investidura cogía desde el río San Juan hasta 
las Lagunas. 

Desdeñada la amenaza de bombardeo empezó 
este á las cinco de la tarde, durando hasta las siete, 
reanudándolo al día siguiente de nueve de la ma- 
ñana á una de la tarde, hora en que Shafter envió 
un parlamentario para proponer la rendición con 
la cláusula de transportar las fuerzas á la Penín- 
sula. 

El Teniente Coronel Barbón, jefe de las fuer- 
zas establecidas en el camino del Caney, Canosa 
y caminos de El Pozo y San Juan, tuvo en los 
combates y bombardeos del 10 y 1 1 de Julio siete 
muertos, y un jefe, tres oficiales y 50 soldados he- 
ridos, recomendando al Comandante Torrecilla y 
Segundos Tenientes D. Tomás Cano y D. José 
F'ernandino G^imboa. 

El Teniente de Artillería D. Juan Moreno , co- 
mandante de Artillería del sector del Portillo del 
Caney á San Antonio, sostuvo esos dos días el 



/ 

LA CAPITULACIÓN 223 



fuego de cañón contra las numerosas baterías ene- 
migas que concentraron su tiro sobre aquel fren- 
te. Sufrió el día lo la inutilidad de varias cureñas 
y cañones de antiquísimo modelo, á cargar por la 
boca, registrándose en este combate de artillería 
notas tan sublimes, como la de un cabo apuntador 
de una pieza, que herido una vez y vuelto á ser 
herido en un brazo , no quiso retirarse por temor á 
* que no hubiera quien le reemplazara, hasta que 
llegó su relevo y se le obligó á ir al hospital ( i ). 
El fuego se sostenía por nuestras piezas en me- 
dio de una lluvia de proyectiles de cañón y ame- 
tralladora que el enemigo acumulaba sobre las dé- 
biles baterías de la plaza, desde posiciones domi- 
nantes, siendo por nuestra parte ya escasísimo el 
número de municiones (2). 



(i) Este valiente se llamaba Tomás Díaz Rodríguez. 

(2) De nuestra parte resultaron heridos los sargentos del 
5.° de Montaña, Tomás Rodríguez é Ignacio Jiménez y el 
agregado del regimiento de Cuba Antonio Patonié y muerto el 
movilizado Juan Benito Castro. 

Ntmero lü disparos hechos esos dos dias. 

Cañones de 7*5 t. r 16 

ídem Plasencia 33 

ídem de 8 cm . Ac. Cc 63 

ídem de 8 cm Br 29 

ídem de 1 6 cm * lo 

ídem de 12 cm. Br 10 



2i4 LA GUERRA HISPANO- AMERICANA 



Más contaba Shafter con el destrozo de los 
grandes cañones, que con el de las piezas de las 
tropas de investidura. Su efecto, no obstante, fué 
nulo; los proyectiles llegaban con escasa precisión, 
cosa natural por la falta de observación de los dis- 
paros, reduciéndose á unas 50 casas destruidas. 
Las municiones no andaban sobradas para una 
larga resistencia. Los trabajos de parque y muni- 
cionamiento estaban á cargo del Teniente Coronel 
de Artillería D. Luis Melgar y Capitán D. Luis 
Ballenilla (i). 



Al llegar á esta altura la narración , empieza á 
surgir un punto obscuro, acerca del cual no ha 



(i) y, en otro orden de consideraciones, precisa consignar 
que tampoco había en Santiago, aparte de la gran escasez y de- 
ñciencia de artillería qne precedentemente señalé, la cantidad 
de armas portátiles que eran menester para una tenaz resisten- 
cia. En conjunto existían 1. 500.000 cartuchos para fusil Mauser, 
modelo español; I.471.000 para Mauser de 7*65 mm. de cali- 
bre, modelos argentino y turco; 1. 780.000 para fusil Reming- 
thon de los dos sistemas usados en España, y 1. 200 para terce- 
rolas y revólvers. Los cartuchos correspondientes á fusiles Mau 
ser argentinos y turcos no tenían en su casi totalidad aplicación, 
porque las tropas de nuestro ejército de Cuba usaban el modelo 
español de 7 mm., y tínicamente había en Santiago 872 fusiles 
de aquellos modelos extranjeros. Los de fusil Remingthon sólo 



■ j.»-.- 



LA CAPITULACIÓN 225 



podido formarse juicio exacto: nos referimos á 
quedar comprendidas en la capitulación, además 
de Santiago de Cuba, Guantánámo, Baracoa, Sa- 
gua de Tánamo y demás guarniciones alejadas é 
independientes de la plaza capitulada. 

Es lástima que, análogamente á lo que la Ma- 
rina de guerra ha hecho, no se hayan publicado 
por el Ejército los documentos más esenciales de 
su participación en aquellos hechos. ¿Por qué no 
hacerlo? ¿Qué inconveniente puede haber en ello? 
¿A qué dar pábulo á malévolas suposiciones cuan- 
do la luz de la verdad puede y debe brillar? 

El interesante asunto á que nos referimos , ya 
se vislumbra cuando el 8 de Julio autorizó el Ge- 



eran utilizados por los voluntarios y fuerzas irregulares. De 
consiguiente , \no más debían tenerse en cuenta las municiones 
para fusil Mauser, sistema español; es decir, 1.500.000 cartu- 
chos con destino al empleo de 7.902 armas, ó sea 190 cartu- 
chos por cada soldado. Conociendo cuan grande es el consumo 
de municiones con el armamento de repetición , que es aún ma- 
yor que en circunstancias normales , cuando hay necesidad de 
inundar la zona batida con miles y miles de proyectiles que de- 
tengan al adversario, ya que no se cuente con el amparo de 
otros elementos de acción, porque el de la artillería en la de- 
fensa de Santiago debía reputarse nulo, puede afirmarse que en 
dos días de combate vivo habrían desaparecido las municiones 
útiles que quedaban. (Defensa del General Toral ^ por el Ge- 
neral Suárez Inclán.) 

*5 



Sí'i tA GUERRA HISPANOAMERICANA 

neral en Jefe que se propusiera á Shafter el canje 
de otros 19 prisioneros y la evacuación de San- 
tiago, Guantánamo, Baracoa, Sagua de Táñame 
y otros poblados , proposición, esta última; que no 
aceptó el Gobierno americano , según comunicó el 
General Shafter el día 10, á la par que intimaba 
de nuevo la rendición. 

Pero volvemos á insistir en que falta base de 
conocimientos para juzgar decididamente acerca 
de esa parte de los sucesos , y ansiosos de no lan- 
zar nuestro libro con esa laguna, recurrimos á la 
única fuente de que disponemos para tomar datos, 
á la defensa notable que el General D. Julián Suá- 
rez Inclán hizo del General Toral ante el Consejo 
Supremo de Guerra y Marina , reunido y constituí- 
do en Sala de Justicia el 3 1 de Julio de 1 899, defen- 
sa que ha sido impresa y es del dominio público. 

De los grandes apremios <Je la situación — dice el General 
Suárez laclan — informaba con exactísima verdad Toral al Ge- 
neral en Jefe, y como también, en sentido confidencial, expre- 
sara extensamente el General Linares las mismas opiniones que 
mi defendido, desistió el Capitán General de sus anteripres pro- 
yectos (i), con que claramente se demuestra que Uegó á pene- 
trarse de la imposibilidad de llevarlos á efecto. 

En comprobación de ello, leo lo que el 13 de Julio mani- 
festaba el General en Jefe al General Toral : «En vista de las 
razones que expone en su telegrama de anteanoche, robusteci- 



(i) Los de que la ^amición de Santiago sAliese á viva fuerza con direc- 
ción áHolguÍQ, 



LA CAPITULACIÓN 227 



das por la autorizada opinión del General Linares, desisto de ia 
idea que abrigaba en enviar sobre Santiago de Cuba todas las 
fuerzas disponibles del tercer cuerpo (divisiones de Holguín y 
Puerto-Príncipe) para proteger la evacuación de esa plaza por 
las tropas de su mando, quedando V. M. autorizado para capi' 
Hilar con el enemigo, obteniendo las condiciones más ventajosas 
posibles, no sin prolongar la defensa cuanto le sea dable, coi; 
objeto también de dar tiempo á recibir la resolución del Go^ 
bierno, á quien expongo la situación de esa plaza, recomen- 
dándole me dé con frecuencia noticias de lo que ocurra, pues 
me preocupa cuanto V. E. podrá suponer la suerte de esaíAtrc^- 
pas cuyo comportamiento es incomparable.'» 

En el mismo día 13, Toral daba noticia al General en Jefe 
de las pretensiones que le expusieran los Jefes americanos Mi|es 
y Shafter, y por juzgarlo importante, transcribo también el te- 
legrama á que me refiero: 

«A invitación General americano, y como Comandante del 
cuarto cuerpo de ejército, conferencié con los Generales Miles y 
Shafter. Dicen que su Gobierno no acepta la evacuación, y les 
ofrece cuantos elementos pidan para obtener rendición, ó con- 
seguir la toma de Santiago; que considoran liberal la proposi- 
ción hecha comprometiéndose á transportar tropas á la Penín- 
sula en barcos con bandera neutral, conservando los oficiales 
sus espadas, con el compromiso de no combatir contra los ame- 
ricanos. Han dado un plazo , hasta el medio día de mañana.» 

«Al regreso, recibí el cablegrama de V. E. de esta fecha, y 
entiendo que prolongar la defensa empeoraría la situación, pues 
las ventajas que hoy pudieran alcanzarse no se conseguirían 
seguramente después. Además , un nuevo ataque sería de resul- 
tado incierto, no disponiendo la plaza de otros medios de de- 
fensa que zanjas, trincheras y contadas piezas de artillería, tro- 
pas colocadas en extensa línea, con dificultad de reforzar rápi- 
damente los puntos amenazados, y teniendo al frente un ene- 
migo superior en número, con mucha y moderna artillería, 
cercando por completo la población, y que puede de antemano 
reunir fuerzas en determinados parajes para avanzar á la menor 
vacilación nuestra por efectos del bombardeo de mar y tierra. 
Cn estas condiciones la lucha sería desigual y desventajosa para 
nosotros, y en su consecuencia creo llegado el caso de capitu- 
lar, conforme á la autorización de V. E., y entablaré negocia- 
ciones para obtener el mejor partido.» 



22S LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 



Y asimismo me interesa mucho hacer constar que, al tiem- 
po que el General en Jefe, telegrafiaba Toral el 13 de Julio al 
Ministro de la Guerra, casi en iguales términos, variando sólo 
el final del cablegrama, que estaba asi concebido: 

« Autorizado por el General en Jefe, capitularé mañana, en- 
tablando negociaciones para obtener mejor resultado »• 

Y como á partir de este punto, es de suqia importancia fijar 
de una manera concreta y circunstanciada cuanto atañe á los 
actos y resoluciones del General Toral, del General en Jefe y 
del Ministro de la Guerra, me ha de permitir el Supremo Coo- 
sejo'que extienda mis investigaciones y juicios cuanto, en pare- 
cer mío, es necesario para depurar los hechos. 

Empiezo por manifestar, aunque .ello me cause vivo senti- 
miento de disgusto por el respeto y consideración que son de- 
bidos á quienes con grande y merecido prestigio ocupan los 
más altos puestos en la escala jerárquica militar, que advierto 
contradicciones notorias, indecisiones, vacilaciones, falta de cla- 
ridad á veces y de resolución en otras, en los actos de aquellos 
que tenían á su cargo la dirección de la guerra. 

Por de pronto, el día 1 3 no creía el General en Jefe inadmi- 
sibles, como lo estimara el ii, las proposiciones que hacíanlos 
americanos, intimando la rendición de Santiago con el compro- 
miso de enviar á la Península las tropas rendidas. Ai participar 
íntegro al Gobierno de S. M. el telegrama ya transcripto que el 
13 de Julio le dirigiera Toral, añade el Capitán General de 
Cuba: «Esta opinión, robustecida por la del General Linares, 
que V. E. debe de conocer, porque se la transmití directamen- 
te, me obliga á autorizarle (al General Toral) para que trate la 
capitulación con las condiciones más ventajosas, ofreciendo en 
principio el enemigo transportar aquellas tropas á la Península 
en buques neutrales; pero no quisiera resolver definitivamente 
robre asunto de tal interés, por lo cual le ruegx) encarecidamen- 
te me comunique con urgencia su resolución». 



Poco después de recibir el General Toral aquella amplia y 
absoluta autorización, llegaba á sus manos este otro cablegrama 
del General en Jefe, transmitido á las seis horas treinta y cinco 
minutos de la tarde del mismo día 13 de Julio. «Creyendo que 
asunlo de tal importancia como la capitulación de esa plaza, 
debe ser conocido y resueltp por el Gobierno de S. M., le doy 
puenta en este momento del contenido de su telegrama, encare- 



LA CAPITULACIÓN 229 



ciéndole urgente contestación; pudiendo V. E. manifestarlo así 
al General en Jefe enemigo, ipox si se conforma con. esperar la 
respuesta del Gobierno, que no podrá ser tan inmediata como 
el plazo que ba marcado (terminaba al medio día del 14), por 
tener que comunicar por vía Bermudas, más lenta que la de 
Cayo Hueso. ínterin llega la contestación podrán usted y el Ge- 
neral americano concertar las condiciones de la capitulación, 
bajo la base de la repatriación» . 



El Comandante en Jefe del cuarto cuerpo de ejército, en 
constante comunicación con el Capitán General, entendía que 
sus actos debían acomodarse en el conjunto y en los pormeno- 
res á las decisiones de la autoridad superior de la isla, no to- 
mando por su exclusivo albedrío resolución alguna. Por eso le 
consultó en la misma fecha 13 de Julio, entre otros particulares, 
lo que había de hacerse con algunos pequeños barcos de guerra 
y otros mercantes que quedaban en el puerto, y le manifestó 
además que, en consecuencia de la autorización general que le 
había dado, se proponía negociar la inclusión en la capitulación 
de las tropas de Guantánamo, Sagua de Tánamo, Baracoa y 
demás poblados. 

Sobre este especial asunto se basan los principales, si no 
ünicos, cargos que los señores Fiscales acumulan severamente 
contra el General Toral, y ante todo, me interesa expouer las 
razones imperiosas que se imponían á la conciencia y al espíri- 
tu de mi patrocinado para proceder en la forma que lo hizo, 
expresando al General en Jefe sus propósitos. 

Estaba, como es sabido, incomunicado Santiago con Guan- 
tánamo, Sagua de Tánamo y Baracoa; cercada la ciudad, tam- 
poco había manera de ponerse en relación con los destacamen- 
tos de Palma Soriano, San Luis, El Cristo y Songo. Únicamente 
se mantenía la comunicación por cable con Manzanillo, cuya 
guarnición también pertenecía al cuarto cuerpo de ejército. 

Sabía Toral que el puei;to de Guantánamo estaba bloqueado 
por buques norteamericanos, y que el enemigo ocupaba la bahía 
exterior de la Caimanera y la playa del Este; asimismo le era 
bien conocido que la población se hallaba cercada en la parte 
de tierra por las bandas rebeldes del cabecilla Periquito Pérez, 
que si no ofrecían cuidado alguno en lo que concierne á la ac- 
ción militar, impedirían toda comunicación del General Pareja 
con el exterior. Las tropas de aquella brigada estaban á media 



iSlú LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



ración desde el 15 de Junio; y, como no existía medio alg^nno 
de avituallarlas , su situación en mediados de Julio tenía que 
ser, por forzosa necesidad , terriblemente angfustiosa y crítica. 
Que pensaran en salvarse por su propio y único esfuerzo, una 
vez rendidas las tropas de Santiago, era una verdadera ilusión; 
ni aun les podía quedar ya el recurso de abrirse camino arro- 
llando, mientras no llegasen tropas americanas, á las partidas 
rebeldes , i^orque los hombres, anémicos y hambrientos, escasa- 
mente conservarían vigor físico para mantenerse en pie. ¿Cómo 
podrá creerse que aquellas fuerzas pudieran en semejantes con- 
diciones acogerse á Holguín, después de once ó doce días 
de marcha? ¿En qué forma, de quó manera, sin medio alguno de 
transporte y sin víveres de ninguna especie, habían de hacer 
las tropas de Guantánamo ese movimiento? ¿Es que aquella bri- 
gada tenía otro procedimiento, por difícil y extraordinario que 
fuese, para ponerse en salvo? Si es así, que se me diga; pero 
nadie habrá que tal sostenga. Imaginar que la guarnición de 
Guantánamo pudiera salvarse después de capitular Santiago, 
sería en quien lo creyese una demostración palmaria de igno- 
rancia ó de demencia. 

Su rendición á discreción habría sido fatalmente de todo 
punto inevitable, tan luego como allí se trasladasen las fuerzas 
terrestres y marítimas que los invasores tenían delante de San- 
tiago, sin que entonces pudieran alcanzar condición alguna que 
atenuara la desventura de su capitulación. 

La fuerza incontrastable de las circunstancias y de los he- 
chos, por dolorosa que ella fuera, se imponía con durísimo apre- 
mio, y si el General Toral dejase aquellas tropas entregadas á 
sus exclusivos elementos, era inevitable una capitulación sin 
condiciones ó una tremenda catástrofe. La previsión de mi de- 
fendido se demostró bien, quedó muy patente, cuando después 
se apreció la situación desesperada , horrible, de las fuerzas de 
aquella brigada, expuesta con toda minuciosidad en las decla- 
raciones del General Pareja, de los Jefes de cuerpo, del Jefe 
administrativo y del Director del Hospital de Guantánamo. 

Sagua de Tána'mo y Baracoa tenían sendas guarniciones, 
formadas por medio batallón del regimiento de Córdoba y al- 
gunas fuerzas irregulares, ó sea en total unos 500 hombrea, ra- 
cionados hasta ñnes de Agosto. 

La guarnición de Sagua de Tánamo habría podido replc' 
garse á Mayarí si este punto estuviese ocupado; pero como las 
tro^ms que lo guarnecían se recogieron á Holguín, era aveutu- 



LA CAPITULACIÓN 231 



radísimo dejar entregado á sus propios recursos á un pequeño y 
aislado núcleo de fuerzas, que no tendrían al cabo más remedio 
que rendirse al enemigo, capitulando á merced del vencedor, 
ya que no cabía suponer genero alguno de salvación. Aquellas 
fuerzas carecían de medios de transporte para abandonar el pue- 
blo; su impotencia era absoluta, y no podían alcanzar ningún 
punto en que hallaran seguro refugio. Tan luego comb salieran 
de la población , veríanse hostilizadas por partidas rebeldes muy 
superiores en número, que en absoluto les impedirían llegar á 
su objetivo; y sin tener auxilio en largo camino, sufrirían de 
cierto un inmenso descalabro viniendo á ser trofeo de victoria 
de sañudas y crueles bandas insurrectas.' 

Por su parte, la guarnición de Baracoa no se hallaba, de 
modo alguno, en condiciones de retirarse á Guantánamo, por- 
que para efectuarlo tenía que cruzar la divisoria principal de 
aguas de la isla , en el quebradísimo extremo oriental, y atrave- 
sar dos abruptas cordilleras. Bien se comprende cuan infeliz se- 
ría en tal caso la suerte de la reducida guarnición , caminando 
días y días con los escasos víveres y municiones que el soldado 
pudiese llevar consigo, porque los caminos no permitían el em- 
pleo de acémilas , siendo acometida á todas horas en asperísi- 
mas vertientes y estrechos desfiladeros por las partidas insur- 
gentes. 

Ni cabe imaginar que las guarniciones de Saguii de Tánamo 
y Baracoa pudieran concentrarse en cualquiera de los dos pun- 
tos para hacer de tal modo más eficaz su resistencia, porque en- 
tre las dos poblaciones corren los ríos Duava y Toar, cuyos va- 
dos inutilizan por completo las copiosísimas lluvias del estío. Y, 
en último término, aunque intentaran, por espontáneo impulso, 
reunirse, como era el propósito del Comandante militar de Ba- 
racoa y alcanzaran su objeto, tampoco, después de concentrar- 
se, podrían evitar su irremediable pérdida. 

No había, pues, esperanza alguna de que pudieran salvarse 
las guarniciones de Sagua de Tánamo y Baracoa, las cuales, 
una vez capituladas las fuerzas que directamente mandaba el 
General Toral, sólo podrían sostenerse el tiempo que tardaran 
los norteamericanos en presentar delante de aquellos puntos un 
respetable contingente de fuerzas. 

Alrededor de Santiago, conforme antes de ahora dije en 
más de una ocasión, poseíamos las comandancias militares de 
Palma Soriano, San Luis, el Cristo y Songo. Estos poblados, 
igual que los de Dos Caminos, Socorro y Morón, de ellos depen- 



2«4 . LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



creía llegado el extremo límite que podían sopor- 
tar las tropas. 

Toral sometió la proposición al Gerieral Blan 
co, quien respondió el 14 por la mañana que cues 
ti()n tan importante como la capitulación debía ser 
conocida por el Gobierno , y á él transmitía el tele 
grama, pidiendo respuesta inmediata. 

Entendieron en los preliminares de la capitu- 
lación el General Escario, el Teniente Coronel de 
Estado Mayor D. Ventura Fontán y un intérprete 
por nuestra parte, y por los Estados-Unidos los 
Generales Lawton y Wheeler y Teniente Miley. 

El 1 4 los comisionados se reunieron tres veces: 
á las dos de la tarde, á las seis y*^á las nueve y 
media. Los americanos tenían mucha prisa por 
concluir, pero los defensores no quisieron hacerlo 
hasta recibir respuesta de Madrid. Ésta llegó el 15 
y fué comunicada á Shafter el 16. Por ella se de 
jaba en libertad á Toral de aceptar las proposicio 
nes que se le hicieran. El 16, á las seis de la tarde, 
se firmó la capitulación, comprendiendo en ella 
toda la fuerza de Santiago, Cristo, Songo, Dos 
Caminos, Morón, Palma Soriano, Cauto Abajo, 
Puerto Escondido, Tánamo. y Baracoa, que su 
maban 13.000 hombres, la mayor parte moviliza 
dos y voluntarios, bajo la base de que el materia! 



I I 



M 






I 



LA CAPITULACIÓN 235 



de guerra quedaría en poder de los americanos y 
las tropas depositarían sus armas y serían repa- 
triadas á España; los voluntarios, movilizados y 
guerrilleros podían quedar en Cuba. 

El 14 y 16 de Julio, quedó convenida la capi- 
tulación en esta forma: 

« Campamento neutral cerca de Santiago de Cuba, 
bajo bandera de parlamento. — 14 de Julio 1898. — 
Reconociendo la caballerosidad , valor y gallardía de 
los Generales Linares y Toral, y de las tropas de Es- 
paña que tomaron parte en las acciones que reciente- 
mente se han librado en las cercanías de Santiago de 
Cuba, como se ha demostrado en dichas batallas, nos- 
otros, los abajo firmados, oficiales del Ejército de los 
Estados -Unidos que tuvieron el honor de tomar parte 
en las acciones mencionadas, y que ahora constituímos 
una con;¡isión debidamente autorizada, tratando con 
igual comisión de oficiales del Ejército español para la 
capitulación de Santiago de Cuba, unánimemente nos 
asociamos en solicitar á la autoridad competente que 
conceda á estos bravos y caballeros soldados , el privi- 
legio de volver á su patria llevando las armas que tan 
valerosamente han defendido. — Firmados :Jósé Whee- 
ler , Mayor General de los Estados -Unidos. — Se- 
ñor U, Lawton , Mayor General de los Estados Unidos. 
— J, D. Meiley, Primer Teniente , segundo de Artille- 
ría , Ayudante. » 

« I .® Que cesen absoluta y terminantemente las hos- 
tilidades entre las fuerzas españolas y americanas. 



r.6 LA GUKRRA HISPANO-AMERICANA 

» 2.** Que la capitulación incluye todas las fuerzas y 
material de guerra en dicho territorio (territorio de la 
división de Cuba). 

*3'° Que los Estados -Unidos convienen en trans- 
portar todas las fuerzas españolas en dicho territorio al 
Reino de España con la menor demora posible , em- 
barcándose las tropas, en cuanto se pueda, en los puer- 
tos más próximos que ocupan. 

» 4.° Que á los oficiales del Ejército español se les 
concederá que lleven sus armas, y tanto los oficiales 
como la tfopa conservarán su propiedad particular. 

» 5.^ Las autoridades españolas convienen en qui- 
tar, ó ayudar á que sean quitadas por la Marina ame- 
ricana , todas las minas y demás entorpecimientos á la 
navegación que existen ahora en la bahía de Santiago 
de Cuba y su entrada. 

»6.^ El Comandante de las fuerzas españolas en- 
tregará sin demora, al Comandante de las fuerzas ame- 
ricanas, un inventario completo de las armas y muni- 
ciones de guerra en el distrito que se menciona arriba; 
también un estado numérico de sus fuerzas en el 
mismo. 

» 7.° Que el Comandante de la^ fuerzas españolas, 
al salir de dicho distrito, está autorizado para llevar 
consigo todos los archivos militares y documentos per 
tenecientes al Ejército español que hoy se halla en di- 
cho distrito. 

» 8.° Que toda aquella porción de las fuerzas espa- 
ñolas conocidas como Voluntarios, movilizados y gue- 
rrillas que desee permanecer en la isla de Cuba, podrá 
hacerlo así, bajo condición de entrega de sus arnaas y 



LA CAPITULACIÓN 237 



prestación de palabra dé no hacer amias contra los 
Estados-Unidos durante la continuación de la actual 
guerra con España. 

» 9." Que las fuerzas españolas saldrán de Santiago 
de Cuba con honores de guerra, depositando después 
sus armas en un lugar mutuamente convenido, en espe- 
ra de la disposición que de ellas haga el Gobierno de 
los Estados Unidos, bien entendido que los comisiona- 
dos de los Estados Unidos recomendarán que se per- 
mita que el soldado español vuelva á España con las 
armas que ha defendido con tanto valor. 

» 10.** Que las cláusulas del documento que prece- 
de, tendrán validez inmediatamente después de ñr- 
marse. 

Acordado hoy día i6 de Julio de 1898, por los co- 
misionados que abajo firman, gestionado bajo las ins- 
trucciones de sus repectivós Generales en Jefe, y con 
la aprobación de los Gobiernos respectivos. — Joseph 
WheeUr, Major-General U. S. V. — W. H, Lawton^ 
Major-General U. S. V. — J, D. Miley , Primer Lieut., 
2.° Artillery. — Brigadier General, Federico Escario,-^ 
Teniente Coronel de Estado Mayor, Ventura Fontán. 
— Intérprete , Roberto Masón, » 

El 17 por la mañana Toral y las tropas salie- 
ron de la plaza, asignándoseles un campamento 
iñsaluble, donde hubo muchas bajas (i). 



(i) Según La Revtie Militaire, la capitulación djó á I09 
americanos : 



'j:« I.A (; CERRA HISPANO-AMERICANA 



La repatriación se efectuó en los barcos y 
fechas que especifica el estado de la página si- 
guiente. 



También la suerte final de Guantánamo, me- 
rece consignarse. 

Ateniéndonos á datos conocidos, podemos 
transcribir un trozo de la defensa del General Pa- 
reja, publicada por su defensor el Auditor general 
1). Nicolás de la Peña, y que fué leída ante el Con- 
sejo Supremo el 3 de Agosto de 1899. 

í'El mismo día que se declaraba la guerra — 
dice el Auditor Peña — ^se anunciaba que iría á 
Guantánamo una comisión para señalar el empla- 
zamiento de las piezas, cual si se tratase de obra 



1 2.000 prisioneros. 

100 cañones, la mayor parte viejos. 

6.800 proyectiles y 15.000 libras de pólvora. 

25.114 fusiles Remington y Mauser y 5.279.000 cartuchos. 

Un cañonero y cinco transportes. 

Aprovisionamiento de arroz y vino Kaoo.ooo raciones pró- 
ximamente. 

Hay error en esos datos de origen americano ; según com- 
prueban los datos que dejamos publicados, las tropas no que- 
daron prisioneras. 



LA CAPITULACIÓN 



239 



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240 LA (U'KRRA HISPANO-AMERICANA 

hacedera en minutos (i); después se ofrecían au- 
xilios que no llegaron jamás. El General Pareja, 
joven, activo y soldado, no vaciló: suplió con fé- 
rrea voluntad las deficiencias, alentó á los suyos, 
distribuyó las fuerzas, hizo construir trincheras 
carlistas en Cayo Toro y Caimanera, mantuvo 
hasta el último día la trocha militar de 84 km. , re- 
chazó los repetidos ataques de los americanos, que 
con su escuadra cañonearon la playa del E. el 7 
de Junio y lograron desembarcar un batallón de 
Infantería de Marina, que en combinación con los 
barcos y reforzado por marinería y la partida de 
Periquito Pérez, arremetió en los días sucesivos 
contra nuestras fuerzas; conservó los fuertes avan- 
zados y la comunicación heliográfica con Santiago 
hasta que hubo de abandolarlos (la estación de la 
Piedra entre ellos), cumpliendo órdenes superiores, 
y cuando quedó totalmente incomunicado , por ha- 
ber cortado el enemigo el cable en 7 de Junio , sin 
recibir auxilios ni palabras de esperanza, buscó en 
su propio espíritu la fortaleza necesaria para defen- 
der con tesón el nombre de España, é inspirado 



(i) Recordemos que la defensa de esta plaza entraba en el 
plan de defensas que se estudió por orden del General Martí- 
nez Campos, y que ya dijimos que no pasó de proyecto. 



LA CAPITULACIÓN 241 



en el recuerdo de pasadas grandezas , se dispuso á 
sucumbir con gloria ó á vencer con el heroico con- 
curso de aquellos soldados hambrientos , invadidos 
de la fiebre, extenuados por la fatiga, convertidos 
en espectros, pero siempre grandes por su cora- 
zón y sus virtudes. Ni un solo momento desmayó 
la moral de las tropas : las páginas de este proceso 
son un himno al soldado español; pero, ¿por qué 
no decirlo? llenan de tristeza el alma, descubriendo 
los vicios de nuestra vida nacional y dando al 
traste con gloriosas tradiciones.» 



Los cubanos recibieron orden prohibiéndoles 
entrar en la plaza de Santiago de Cuba, y á Calix- 
to García no se le tuvo para nada en cuenta en la 
capitulación. 

Eso dio lugar á que García escribiese á Shaf- 
ter rechazando duramente la acusación de saquea- 
dores de que les había hecho objeto, diciéndole: 

«Nosotros somos un ejército pobre, en andra- 
jos; tan andrajoso y pobre como era el ejército de 
vuestros antepasados durante la noble guerra de 
la Independencia; pero, como los héroes de Sara- 
toga y de Yorktawn, respetamos muy profúnda- 



lo 



242 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 



mente nuestra causa para mancillarla con actos de 
barbarie y de cobardía.» 

Esta protesta quedó sin respuesta. 

En Cuba, como en Filipinas, los aliados se 
convertían en enemigos después de la victoria, y 
estorbaban á los americanos. 

¡Empezaba el calvario de los cubanos! 



librería passim 

Bailen. 1M - Tel«. 2S7 
eARCELONA-B