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Full text of "La guerra hispano-americana. La Habana, influencia de las plazas de guerra (con un plano general tirado en siete colores, seis planos parciales y 35 fotograbados)"

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SEVERO GÓMEZ NUNEZ 



La Guerra Tfí 

Hispano- Americana 



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LA HABANA 

INFLUENCIA DE LAS PLAZAS OE GUERRA 

(Con un plano general tirado en siete colores, 
seis planos parciales y 35 fotograbados.) 




MADBID, 1900 ^ 

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La Guerra Hispano-Amcricana 






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V ^j.; -^' 



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OBRAS DEL MISMO AUTOR 

En venta en las principales librerías. ^ 

Pesetas. 

La Guerra Hispano-Americana: 

Barcos j cañones y fusiles (con grabados y 

planos) 3 

El bloqueo y la defensa de las costas (con 

grabados y planos) 4 

El Cañón de dinamita (con planos y dibujos). . 2 
La catástrofe del ((^Maine» (con planos y gra- 
bados) I 

La acción de Peralejo (con retratos y planos). . . 1 

AGOTADAS. 

Eerrocarriles y telégrafos del Tren de Sitio, 
' Empleo del hierro en la fortificación. 

Aplicaciojies de la electricidad á la artillería. 

El cañón neumático. 

Los explosivos de constitución química. 

Las pólvoras sin humo. 

Comentarios al (f^ Reglamento de Voluntarios de la Isla 
de Cuba.-í) (En colaboración.) 

Cartilla del fusil Mauser. (En colaboración.) 

Estudios geográficos y estadísticos de la Isla de Cuba, 
con mapas y grabados. (En colaboración con el Ca- 
pitán de la Guardia Civil D. Facundo Cañada.) 

El bandolerismo en Cuba. (En colaboración.) 

EN PREPARACIÓN. 

La Guerra Hispano-Americana.— 5aw//tír^o íf^ 
Cuba. 



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^í LA GUERRA 



^ 



HISPÁNO-AMERICANA 



^ LA HABANA 

INFLUENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA 

(Con un plano general tirado, en siete colores i 
seis planos parciales y 35 fotograbados) 



SEVERO GÓMEZ NL'ÑEZ 

Capitán d« Artillería. 

LICIÓN CÍA UO ÜK CJErtClAS • 

EX DIRECTOR DEL «DÍa.rÍO del Ejército», DE LA HAIANA 



oO - -g^ > CP^ - 



MADRID 

IMPRENTA DEL CUERPO DE ARTILLERÍA 

San Lorenzo, niím. 5. 
1900 



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Es propiedad del Autor. 
Queda hecho el depósito qise 
marca la ley. 



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b.LUIS VICENTE DE VELAZCO 



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CAPITÁN DE NAVÍO DE LA REAL ARMADA 

COMANDANTE DEL CASTILLO DEL MORRO, DE LA HABANA 

Muerto en la heroica defensa contra el ejército y armada de Inglatena, 

el día 3Z de Julio de 1763, á consecuencia de la herida 

que recibió el día anterior. 

Nació el 9 de Febrero de 1711 en la villa de Noja, 

en Santander. 



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ÍNDICE 



Páginas. 

Introducción. — Recuerdos del tiempo viejo: 

Toma de la Habana por los ingleses. — La defensa del 
Morro. — El Capitán de navio D. Luis Vicente de 
Velasco. — Condiciones de la capitulación — Con- 
dena del General Gobernador D.Juan de Prado. — 
Su rehabilitación 9 

C APÍTULO PRIMERO. — Un sigio perdido: 

Tristezas y errores. — Reacción vigorosa. — Decaimien- 
to absoluto del poder militar. — El Virginius. — El 
conflicto de las Carolinas. — Diversidad de crite- 
rios. — Remedios tardíos. — Proyectos de defensa. — 
Mando de los Genérales Salamanca, Polavieja y 
Martínez Campos 23 

Capítulo II,— Frente maritimo: 

Descripción de la plaza. — Fortalezas antiguas. — Man- 
do del General Weyler. — Nuevas obras de fortifica- 
ción del frente marítimo 49 

C KViTXího lll.^ Organización del frente maritimo: 
Falta de dihero. — Escasez de personal. — División en 
zonas y obras.— Desembarco de cañones de la Ma- 



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LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



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Páginas, 
riña. — Trabajos de terraplenamiento. — Baterías si- 



muladas y auxiliares 65 

Capítulo IV. — El campo atrincherado-. 

Línea exterior terrestre. — Defensas desde el Morro á 
Cojímar. — Organización de las defensas terrestres. 95 

Capítulo V. — Influencia de las plazas de guerra'. 

Los errores de la opinión. — Confianzas excesivas.— 
Descuidos y arrogancias. — ^ Concentración ó diá- 
persión? — Eficacia de las baterías de la Habana, . 107 

Capítulo VI. — La pérdida de la escuadra-. 

Esperanzas, desesperaciones y desalientos. — Días de 
angustia. — La mala nueva. — ¡ La paz ! — Lo que 
pasó después 127 

Capítulo VIL — Deducciones y conclusiones: 

Opiniones y consejos. — ¿La ley de los débiles, podrá 
ser la fuerza? — La guerra hispano-americanasepa- 
ratista y la anglo-boer. — Estructura de las obras — 
Organización de las baterías. — Calibres. — Vulnera- 
bilidad de los barcos. — El mando. — ¡Esperanzas!. 15 1 

Apéndice I. — Servicio telemétrico 1 83 

Apéndice II. — Documento importante 188 



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' ÍKDICE DE LAS LÁMINAS 



FOTOGRABADOS 

Páginas. 



El Capitán de navio D. Luis Vicente de Velasco 4 

Vista general de la Habana y de la entrada de su bahía. 8 
El Templete y la Ceiba. — Monumento erigido en la 
Habana en el sitio que se dijo la primera misa al des- 
embarcar Colón 10 

Vista interior de la entrada de la bahía. — Baterías del 
Sol y de la Pastora baja y. espacio donde estaban fon- 
deados los torpedos 22 

Vista de la Habana tomada desde «La Cabana > 40 

Vista de la entrada de la Habana 40 

Vista del castillo del Morro y batería de Velasco 40 

El JUaine, entrando en la Habana 40 

Maniobra y puente para montar un cañón de 30*5 cen- 
tímetros (Ordófiez) en la batería de Santa Clara .... 40 
Maniobra de montaje de un cañón de 30*5 cm (Ordó- 

ñez) en la ídem * 40 

Maniobra para el montaje de un cañón de 30 '5 centí- 
metros (Ordóñez) en la ídem 40 

Maniobra de montaje de un cañón Krupp de 30*5 cen- 
tímetros en la batería niim. 2. . 40 

Maniobra para montar un cañón de 30*5 cm. (Krupp) 

en la batería núm. 2. . . 72 

Maniobra para el montaje de un cañón de 30*5 centí- 
metros (Krupp) en la batería núm. 2 72 

El dique flotante con el Alfonso Jf// dentro 72 

La Machina 72 

Vista del «Morro» y de la «Cabana».— ^«Batería de sal- 
vas y monumento á los héroes de Cárdenas 72 

• Exterior de la batería núm. 2 72 

, Interior de la batería núm. l y de los traveses repuestos. 72 

Cañón Krupp de 28 cm. de la batería de Velasco 72 

Castillo de la Punta y batería anexa de cañones de 15 

centímetros ^Ordóñez) 104 



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LA GUERRA HISPANO -AMERICANA 



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1 



Páginas. 

Batería de cañones de 1 5 cm. (Ordófiez) adosada al cas- 
tillo de la Punta 104 

Batería de la Reina 104 

Exterior de la batería de Santa Clara 104 

Vista interior de la batería de Santa Clara y -distribución 

de los traveses-repuestos '. 104 

Vista de un cañón Ordóñez de 30*5 cm. (batería de 

Santa Clara) 1 04 

Batería de Santa Clara. — Un cañón de 30*5 cm. (Ordó- 
ñez) entre dos traveses 104 

Flanco izquierdo de la batería púm. 3 (cañones) 104 

Vista interior de la batería núm. 3 (obuses). — Situación 

de dos obuses y del través-repuesto intermedio 1 36 

Un fuerte de la línea exterior terrestre. — Aspecto gene- 
ral de las obras 136 

Detalle de la situación de un obús de 21 cm. (Ordóñez) 

en la batería núm. 3 1 36 

Vista interior de la batería núm. 3 (obuses) 136 

Batería auxiliar de morteros antiguos de 32 cm 1 36 

Vista exterior de la batería núm. 3 (cañones) 13S 

LITOGRAFÍAS 

Frente marítimo. \ 

Lámina /.* — Plano y cortes de la batería núm, i 56 \ 

Lámina /.* bis. — Plano de la batería núm. 2 56 

Lámina 2,^ — Plano y cortes de la batería núm. 3 (obuses). 56 
Láminas.^ — Plano y cortes de la bateh'a núm. 3 (caño- 
nes) y de la batería núm. 4 56 

Frente terrestre. 

Lámina 4^ — Obras de la defensa terrestre 100 

Lámina j".*— Plano telemétrico (reducido) 184 

Plano general, en siete colores, de la plaza de la 
Habana y de su campo atrincherado. 



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INTRODUCCIÓN. 



Recuerdos del tiempo viefo. 

Toma de la Habana por los ingleses. — ^La defensa del Morro. — El Capitán 
de navio D. Luis Vicente de Velasco. — Condiciones de la capitulación. — 
Condena del General Gobernador D. Juan de Prado. — Su rehabilitación. 

No es la primera vez que la historia de España 
registra la nota vergonzosa, de que ondee en el 
castillo del Morro de la Habana el pabellón ex- 
tranjero. 

Numerosos y muy repetidos fueron, desde los 
primeros tiempos, los atentados de que la isla de 
Cuba fué teatro. Aparte de las contiendas con los 
indios, que tuvieron poca importancia dada la fuer- 
za de los conquistadores, vino después un período 
inseguro en que forbantes y filibusteros (i), puede 
decirse que eran dueños á su antojo de aquella 



(i) Forbantes se llamaban los que cometían en tierra sus 
correrías, aprovechándose de los ganados, etc., y filibusteros 
los que las ejecutaban en el mar. 



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10 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

tierra, hasta el grado de que, en 1550, el filibus- 
tero luterano Jacques, gobernando el doctor don 
Gonzalo Ponce de Ángulo, se apoderó del cas- 
tillo de la Fuerza de la Habana. Don Diego Maza- 
riegos, sucesor de Ángulo, logró contenerlos, y 
concentró en un lugar próximo á la capital, que 
tomó el nombre de Guanabacoa, los indios que 
vagaban por los campos, buscando en el suicidio 
la muerte por no sujetarse al trabajo. Los filibus- 
teros continuaron cometiendo depredaciones cada 
vez más escandalosas, llegando á tal punto, que 
durante el gobierno de D. Gabriel de Lujan, el 
castellano del Morro (i), de acuerdo con la Audien- 
cia de Santo Domingo, pidió y obtuvo del Ayun- 
tamiento de la Habana, hacia 1589, que se reunie- 
ran en una sola persona los cargos de Gobernador 
y Jefe militar. Por aquel tiempo hacía sus invasio- 
nes piráticas Francisco Drake, y diez años más 
tarde rayó la audacia del corsario francés Beltrán 
Geron ú Ogeron, hasta á penetrar en el interior 
donde se refugiaban los colonos: llegó á Yara y 
secuestró allí al Obispo de Santiago de Cuba, don 
Francisco de las Cabezas Altamirano , que visitaba 



(i) El Gobernador 6 castellano del Morro era el jefe de la 
parte militar. 



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RECUERDOS DEL TIEMPO VIEJO 11 

SU diócesis , el que para conseguir la libertad tuvo 
que pagar un fuerte rescate en cueros, tasajo y lOO 
ducados: irritados ios colonos, levantáronse contra 
los piratas y los derrotaron, dieron muerte á su 
jefe é hicieron embarcar de prisa á los que de su 
persecución escaparon, ¡Bello ejemplo de lo que 
puede el espíritu de un pueblo cuando está al lado 
de quien lo gobierna! Iniciadas desde antes va- 
rias obras de defensa en los principales puertos, 
nos ocuparemos de ellas al tratar de las poblacio- 
nes en que se enclavan. Los abusos áit forbantes y 
filibusteros llegaron á su auge en 1658, que saquea- 
ron á Puerto-Príncipe y Santiago de Cuba, donde 
el débil Gobernador D. Pedro. Morales no hizo re- 
sistencia, llevándose aquellos bandidos hasta los 
cañones de los fuertes y las campanas de las igle- 
sias, no sin volar las fortificaciones. Entre los que 
continuaron saqueando los pueblos de la isla , figu- 
ran, el forbante Pedro Legrand y el filibustero Fran- 
cisco L'OUonnois, ó el Olojtés, en Sancti-Spíritus y 
Remedios, Morgan en Puerto-Príncipe y más tarde 
Grammont; fué necesario que el pueblo se levan- 
tase potente en auxilio propio, para que, ayudando 
á los Gobernadores, consiguiesen poner coto á tan- 
tos atropellos, impulsando la construcción de de- 
fensas. 



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12 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

En 1734 llegó á aquellas costas un chispazo de 
la guerra que España é Inglaterra sostenían, y una 
Armada británica trató de apoderarse de Santiago 
de Cuba, desembarcando en Guantánamo el Al- 
mirante Vernon, quien repelido en el trayecto, en 
los montes de la Galleta, por los habitantes de 
Oriente, mandados por Cagigal, se reembarcó 
para Jamaica, con pérdida de i.ooo hombres, ví- 
veres y municiones (i). 

Ya desde época anterior era considerada la isla 
de Cuba como la llave del nuevo mundo, según la 
calificó D. José Martín Félix de Arrate: las posi- 
ciones geográficas y comerciales importantes que 
atesoran sus costas, los puertos amplios y bien 
abrigados, eran objeto de codicia, sobre todo por 
parte de Inglaterra, nuestra sombra funesta: no 
es, pues, extraño, que se dedicase á fortalecer 
ias costas Cagigal, el mismo que derrotó á Ver- 
non, cuando, ascendido á Mariscal de Campo, pro- 
puso, para proteger la Habana, la construcción 
de una obra de defensa en los altos de la Cabana, 
que no autorizó Fernando VI. 

El Mariscal de Campo D. Juan de Prado y 



(1) El Coronel D. Francisco Cagigal fué ascendido por esta 
líríllantísima campaña á Brigadier y luego á Mariscal de Campo, 
y se le concedió el gobierno y mando superior de la isla. 



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RECUERDOS^DEL TIEMPO VIEJO 13 

Portocarrero, que le sucedió en el gobierno, tam- 
bién en 1 76 1 insistió en pedir esa defensa, pero 
los deseos propicios de Carlos III se desvanecieron 
ante la falta de recursos y el desaliento producido 
por una invasión horrorosa de fiebre amarilla (i). 

Firmado el desastroso Pacto de familia, Jor- 
ge III, Rey de la Gran Bretaña, declaró la guerra 
á las naciones aliadas, y una de las plazas elegidas 
por los ingleses, fué la Habana, á la que pusieron 
sitio. Hay motivos fundados, según se deduce del 
diario del sitio, publicado por Pezuela, para no 
disculpar la apatía de Prado, quien se confió con 
exceso y no tomó todas las medidas de defensa 
que eran necesarias con rapidez y energía, ni apu- 
ró la resistencia. El 6 de Junio de 1762, el Almi- 
rante Pocock, al frente de una formidable escuadra 
de 32 grandes navios y fragatas y de numerosos 
transportes, conduciendo 14.000 hombres de des- 
embarco, se presentó á la vista del puerto. Para 
resistirle sólo había 4.000 hombres entte soldados 
y marinos y unos 1.500 nailicianos de color. 

El Almirante inglés dividió sus barcos en dos 
secciones. Una se situó frente á Cojímar y desem- 



(l) De entonces d&ta la aparición del vómito, que importa- 
ron de Veracniz las tripulaciones de los navios de guerra Reina 
y América^ 



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^1 



14 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

barco 12.000 hombres. La otra, después de caño- 
near el fortín de la Chorrera, se apoderó de la loma 
de Aróstegui , donde hoy está el castillo del Prín- 
cipe, y desembarcó 2.000 hombres. Pronto los in- 
gleses se posesionaron de Guanabacoa, no sin re- 
sistencia de una fuerza de 300 campesinos que les 
salieron al encuentro, al mando del cubano José 
Antonio Gómez fPepe Antonio), y en seguida tra- 
taron de apoderarse de la Cabana, donde se habían 
construido algunas defensas, que se abandonaron 
antes de tiempo, sin necesidad. Cerrada además la 
boca del puerto por dos buques echados á pique, 
no funcionó la escuadra anclada dentro, y cundió el 
desaliento en los habitantes, que se creían trai- 
cionados. Dueños los ingleses de la altura de la 
Cabana, las fuerzas españolas se reconcentraron en 
el Morro, punto donde se realizó heroica defensa. 
Los sitiadores se apoderaron entonces de los 
lugares próximos á la plaza con objeto de impedir 
la llegada de refuerzos, y se dispusieron á tomar 
el Morro. Allí se desarrollaron prodigios de valor. 
El heroico Capitán de Navio D. Luis de Velasco, 
Comandante del fuerte, agotó todos los recursos, 
hasta que, herido, tuvo que retirarse á la ciudad 
para curarse. Continuó en tanto el ataque, y vuelto 
á encargarse del mando Velasco , redobló su tenaz 



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RECUERDOS DEL TIEMPO VIEJO 15 

resistencia: por fin, destruidas las obras, hicieron 
los ingleses una falsa alarma por parte de tierra, 
volaron los hornillos de mina que habían construí- 
do en la muralla de mar, y acoderando los barcos, 
lanzáronse al asalto, donde, en medio de cadáve- 
res, agrupado con unos cuantos más, alrededor de 
la bandera del fuerte, cayó Velasco atravesado el 
pecho por una bala, al medio día del 30 de Julio, 
falleciendo al día siguiente en la Habana. Su valor 
extremado, hizo que el Almirante inglés le rindie- 
ra tributo, suspendiéndose las hostilidades mien- 
tras duraron las exequias, contestando en su cam- 
pamento á las descargas hechas por la artillería de 
la ciudad en honor del héroe. ¡ Ah! ¡Si todos los que 
dirigieron la resistencia hubieran procedido como 
Velasco, otra suerte cupiera á la defensa de la Haba- 
na! En el Caballero de mar de la actual fortaleza del 
Morro hay, en el sitio por donde entraron los ingle- 
ses, una lápida de mármol que conmemora el asalto, 
en la que figura, al lado del de Velasco, el nombre 
no menos ilustre del Marqués González, con el cual 
murió también en la brecha, mandando dos caño- 
nes de á 24, el Capitán D. Fernando Párraga (i). 



(i) Se acufió una medalla á la memoria de Velasco y de 
Marqués González por la Academia de Bellas Artes. 

Á un hermano de Velasco se le concedió el título de Mar- 



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Ifi LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Dice así: 

Á LA MEMORIA 

DE Don Luis de Velasco 
DEL Marqués González 

Y DE LOS QUE Á LAS ORDENES DE AMBOS 

SUCUMBIERON COMO BUENOS 

£N LA HEROICA DEFENSA DE ESTA FORTALEZA 

EN 1762 



Testimonio de admiración 

DEL Capitán General de la Isla 

Antonio Caballero de Rodas 

1870 

Continuó la defensa, artillándose el fuerte de 
Atares, en espera de refuerzos del interior, que no 
llegaron. El 10 de Agosto se intimó la rendición 
y fué rechazada, y el 11, á la una, oída la Junta de 
Defensa, se decidió Prado á pedir capitulación. 
El 1 4 entró en la Habana el Conde de Albemarle 
al frente de su ejército, y salió la guarnición con 
bandera y armas, mientras eran conducidos á Euro- 
pa, á bordo de la escuadra inglesa, Prado, el Mar- 
qués del Real Transporte, Jefe de la escuadra, el 



qués de Velasco del Morro , y al del Marqués González el de 
Conde del Asalto. El hijo ^^ Pepe Antonio (Narciso), fué nom- 
brado Alcalde provincial y Regidor perpetuo de Guanabacoa. 



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RECUERDOS DEL TIEMPO VIEJO 



17 



Teniente General Conde de Superunda, el Mariscal 
de Campo D. Diego Tabares, siete Jefes, ij Capi- 
tanes, 6o Oficiales y 845 soldados. 

Pérdidas del Ejército inglés. 



Oficiales muertos 11 

Heridos 19 

Fallecidos de enfermedad 39 

ídem de resultas de las heridas. ... 4 

Soldados y marineros muertos 279 ' 

Heridos 631 

Extraviados 130 

Fallecidos 657 

Muertos por heridas 52 



73 



1.749 



1.822 



(GentUman Manthly Inteligenser, t. xix , pág. 542.) 

Nota de los muertos, heridos, prisioneros 
y ahogados españoles en el asalto del Morro. 

Muertos de enfermedad 130 

Heridos 37 

Prisioneros 320 

ídem Oficiales. . , 16 

Ahogados. ^ 6 

Muertos por las balas 213 



722 



(The Londm Magazine GentUman Monthly, vol. XXXI.) 
Tomo III 2 



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íü LA nUERRA HISPANO- AMERICANA 

Los ingleses, según costumbre, se apoderaron 
de los buques, tabaco, efectos y metálico que ha- 
bía en !a plaza, por valor de 14.000.000 de pesos; 
mas aunque trató Albemarle de hacerse agradable 
á los habitantes, éstos repugnaban la dominación 
y se retiraban al interior; los víveres no llegaban 
á la población y los soldados invasores, al menor 
descuido, eran muertos. En cambio, ellos imponían 
cada día nuevas contribuciones, desterraban al 
Obispo, erigían templos protestantes y faltaban á 
los compromisos de la honrosa capitulación , intro- 
duciendo numeroso contrabando y negros es- 
clavos. 

Firmada en París la paz entre Inglaterra y Es- 
paña en 10 de Febrero de 1763, se nos devolvie- 
ron las plazas conquistadas en Cuba, cediéndo- 
seles en cambio parte de la Florida hasta el Mis- 
sissipí (i). 

La relativa dominación inglesa duró diez meses 
y veinticuatro días, despidiendo á las tropas de 



(1) Tuvo Cuba dos Gobernadores Generales de 13 de 
Agosto de 1762 á Julio de 1763. 



PARTE ESPAÑOLA. 

LlT¡g::idíeT U« Franciaco Madaríaga, 
con residencia en Santiago de 
Cuba. 



PARTE INGLESA. 

El Conde de Albemarle. 
El Almirante Keppel. 



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RECUERDOS DEL TIEMPO VIEJO 19 

ocupación el Capitán General Conde de Riela, las 
cuales pasaron á posesionarse de Panzacola, Movila 
y demás puntos que fueron cedidos. Con ocho días 
de festejos y regocijos fué despedida aquella odiosa 
dominación. El Conde de O'Reilly quedó encarga- 
do de la reorganización del ejército, se reconstru- 
yó el Morro y empezaron las obras de la Cabana. 

El General Prado, al regresar á España, fué 
sometido á una Junta presidida por el Conde de 
Aranda y sentenciado á pérdida de empleo , des- 
tierro de la Corte durante diez años y confisca- 
ción de bienes (i). 

Tal rigor pareció sin duda poco justo ó exce- 
sivo, puesto que más adelante, en 1765, se revisó 



(i) La Revista Técnica de Infantería y Caballería^ que di- 
rige el distinguido escritor militar Sr. Ibáñéz Marín, publicó 
intégrala acusación fiscal contra Prado, y en el número del 15 
de Mayo de 1898 inserta las conclusiones de aquel funcionario. 
En la Monografía histórica de Cuba, publicada por D. An 
tonio Bachiller y Morales, se demuestra que Prado no fué con- 
denado á muerte, como dicen algunos autores, sino que fué 
privado de sus empleos militares perpetuamente, con destierro 
á 40 leguas de la Corte por diez años y á pagar daños y perjui- 
cios. 

< La misma pena mereció el Marqués del Real Transporte; 
al Conde de Superunda y D. Diego de Tabares, diez aflos de 
suspensión de empleos militares y resarcir los dichos perjuicios 
con sus bienes; hubo otras penas más leves, > 



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20 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

la cELisa y se le rehabilitó en sus empleos y ho- 
nores igual que á los demás castigados. 

La rehabilitación de Prado, se debió á un acto 
sublime, que vamos á referir, tomándolo de un ar- 
tículo publicado por el Comandante de Artillería 
D, Manuel Somoza, en El Carbaybn, de Oviedo, 
del 2 de Enero de 1885 (i). 

Describe Somoza La Vefttana de la Cruz, que 
aún hoy existe, perteneciente al edificio que Prado 
ocupaba en Oviedo, y dice: 

«Triste es ser vencido; horrible para el Jefe militar 
quedar vivo , pero con el estigma de inepto ó cobarde, 
cuando no con el de traidor, y doblemente horrible si 
la conciencia está satisfecha por haber llegado al lími- 
te que tienen todas las resistencias humanas. En los 
desastres de la guerra frecuentemente se busca y en- 
cuentra uno f|Lie sufra la pena de todos, las consecuen- 
cias de lo que tal %'ez no fué posible evitar ni prever, 
y el severo y no siempre justo fallo de la posteridad. 
Tal sucedió al infeliz General, que, despojado de sus 
empleos y honores^ condenado á muerte é indultado 
más tarde, vino 1 ocultar en Asturias, su patria, y en 
el hogar de una familia amiga, la desesperación y la 
vergüenza que le consumían. 



(i) Estos datos nos fueron facilitados durante un viaje á 
Asturias por el ilustre catedrático de aqueUa Universidad don 
Fermfti Canella. 



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RECUERDOS DEL TIEMPO VIEJO 21 

Y no era posible que su minada naturaleza pudiese 
luchar con tan inmensa amargura ; cedió la materia y 
llegó el momento en que las dulzuras de la religión 
vienen á calmar los últimos sufrimientos del desgra- 
ciado (i). Á la rojiza luz de los blandones, y entre 
sollozos de deudos y amigos, el Rey de los Reyes, en 
manos del sacerdote, descendía piadoso hasta el hom- 
bre. Entonces, el sin ventura Prado, arrodillándose en 
el lecho : 

— iJuro, dijo con voz entera y como buen católico, 
por la Sagrada Forma que voy á recibir, y por mi eter- 
na salvación, que como hombre honrado, como mili- 
tar y como caballero, hice cuanto pude por defender la 
plaza conñada á mi lealtad ! 

¿Cómo es posible mentir en tan solemne momento, 
cuando se cree en Dios , y se ve tan cerca la eternidad? 
Lo grave , lo imponente del caso , puso en conmoción 
á toda la ciudad; los que tenían influencia se interesa- 
ron por aquella víctima, cuya vida duraba aún como 
si hubiese de llenar alguna misión en la tierra; se es- 
cribió el proceso, y por último, una completa y digna 
reparación vino á alentar con un rayo de alegría los 

últimos días del moribundo. 
» 

¿Qué hizo entonces? Regocijado, febril, pidió 

con ansia su uniforme, sus insignias; se hizo sacar del 
lecho , y no pudiendo salir á la calle , fué llevado á la 



(i) Falleció en Oviedo el 9 de Abril de 177 1. El 20 de 
Marzo anterior había testado ante el Notario Nicolás López 
Villa de Rey, disponiendo que el entierro fuera muy modesto 
porque tenía muchas deudas. Murió muy pobre. 



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22 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Ventana de la Cruz, que bien podía representar la de 
su martirio. Allí, á las horas de más tránsito, al salir 
de la Catedral, le vio todo el pueblo; y allí se asomó 
durante veinte días, luchando con la muerte y dispu- 
tándole una hora, un minuto, para protestar con su 
presencia de una manera solemne contra su inmereci- 
da desgracia, para mostrarse digno del aprecio de sus 
conciudadanos para aspirar hasta el último momen- 
to la consideración que por tanto tiempo le habían 
negado 



.» 



Desde que nos contaron el suceso y siempre 
que, llenos de respeto, miramos á la Ventana de 
la Cruz, la imaginación columbra en ella al noble 
Gobernador de la Habana, que seca su ultrajado 
uniforme, empapado en lágrimas, al sol de la Jus- 
ticia. 



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CAPÍTULO PRIMERO. 



Un siglo perdido. 

Tristezas y errores. — Reacción vigorosa. — Decaimiento absoluto del poder 
militar. — F.1 Fí>¿7«x«*. — El conflicto de las Carolinas. — Diversidad de 
criterios. — Remedios tardíos. — Proyectos de defensa. — Mando de los Ge* 
nerales Salamanca , Polavieja y Martínez Campos. 

Si se compara la situación moral de la isla, que 
se deduce del ligero apuntamiento que acabamos 
de hacer, con la que predominaba al estallar la gue- 
rra hispano-americana, échase de ver una enorme 
diferencia. 

Á fines del siglo pasado, los naturales del país, 
no sólo no respondieron á la voz de los ingleses, 
sino que, sin excepción, tomaron las armas en 
favor nuestro y celebraron luego con regocijo la 
restitución del poder á España. Ahora, al revés: 
al ser agredidos por los americanos, la mayoría de 
los habitantes nos era hostil , gran parte indiferen- 
te y la menor parte leal sin entusiasmo, acaso por 
conveniencia, y la isla entera ardía en abierta rebe- 
lión contra la patria española, tres años sostenida. 



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U LA GUERRA HISPANO -AMERICANA 

¡Da tristeza pensar cuánto error, cuántas fata- 
les equivocaciones tuvieron que cometer los go- 
bernantes de España, para producir tamaña varia- 
ción adversa, en el corto período de un siglo, capaz 
de transformar un país leal y adicto en un foco de 
separatistas! 

Ya analizaremos la cuestión, que ahí queda 
trazada I en el libro que dedicaremos al examen 
de las causas de la pérdida de nuestras colonias. 
Por ahora, necesitamos declarar, que nunca encon- 
tramos justificada la mano armada del hijo contra 
el padre; pero también hay que confesar, mal que 
nos pese, entre lágrimas y sangre, que mucha 
culpa tuvieron los que llevaron durante este siglo 
la gobernación del Estado, tan torpemente, que no 
supieron desarmar el brazo que con astucia, mañ^ 
y fijeza veíamos alzarse, ni se preocuparon de las 
asechanzas de los Estados-Unidos, ni procuraron 
leer en el porvenir, que se delineaba bien claro y 
terminante. 

Por lo que atañe al poder militar, la diferencia 
entre lo que sucedía en 1762 y en 1898 era pal- 
pable. Entonces, los elementos de defensa de la 
atacada Habana, hallábanse más equilibrados que 
ahora en relación con los que traían los ingleses. 
Nuestra escuadra y nuestra defensa, eran, respecto 



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UN SIGLO PERDIDO 25 

á ellos, de no tanta inferioridad como la escuadra 
y defensa que hace poco más de un año presentá- 
bamos contra los Estados-Unidos. Los recursos de 
las Naciones inglesa y española, tenían, en aquella 
época final del pasado siglo, menos disparidad 
que en los tiempos de nuestra reciente derrota. La 
Nación no se encontraba antaño aislada y sola en 
el mundo, sin un amigo, sin un punto de apoyo 
en que afirmarse. Y por encima de todo eso , ya lo 
hemos dicho, aquel país cubano, lejos de some- 
terse de buen grado al yugo de Inglaterra, lo re- 
chazaba, en tanto que ahora pedía y halagaba y se 
sometía á la férula de los Estados-Unidos. 

Puede decirse que tampoco en 1 762 se hallaba 
la isla bien defendida , mas sí cabe afirmar que sus 
principales puertos, incluso la Habana, poseían 
mejor defensa, relativa á los medios de ataque, 
que la que en pleno esplendor del siglo XIX contá- 
bamos. Hubo siempre cierto desdén político cuan- 
do se trataba de las posesiones de Ultramar en pun- 
^to á su defensa, hasta que los ingleses se hicieron 
dueños de la Habana. No habían sido bastantes 
para imponerla los amagos de forbantes y filibuste- 
ros contra principales ciudades , algunos tan atrevi- 
dos como el del francés Geron ü Ogeron, que ya 
dejamos referido. Según la costumbre española, los 



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26 LA GUERRA HISP ANO-AMERICANA 

providenciales avisos de nada sirvieron , y fortuna 
fué que la paz de Versalles nos devolviera la capi- 
tal de la gran Antilla á cambio de otras cesiones 
de territorio en la Florida. Eso sí, á partir de aquel 
momento, emprendióse obra vigorosa de defensa 
de algunos puertos, y de aquella fecha arranca la 
construcción de la colosal fortaleza de la Cabana, 
una de las más hermosas del sistema abaluartado, 
enclavada precisamente donde los defensores de la 
Habana contra los ingleses, habían establecido, al 
principio del sitio, la batería de mayor importan- 
cia, que sirvió de poco, pues fué prematuramente 
abandonada y su emplazamiento ocupado por los 
cañones enemigos dirigidos contra el Morro. Más 
adelante, construyóse el fuerte núm. 4, flanqueante 
de la Cabana, y en el opuesto flanco de sotavento 
el magnífico castillo del Príncipe, modelo de fortifi- 
cación poligonal, y después las baterías de Santa 
Clara y de la Reina, que completaban la defensa de 
la boca del canal de entrada al puerto, con lo que 
resultaba esta plaza una de las más fuertes del mun- 
do. No por eso se descuidaban las obras en algu- 
nos otros sitios, cual Matanzas y Santiago de Cuba, 
que llegaron á tener valor militar no despreciable. 
Esa actividad duró hasta más allá de la mitad 
del siglo actual. 



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UN SIGLO PERDIDO 27 



La falta de plan fijo y de dirección firme que 
caracteriza las cosas de España, hizo que empezase 
á mirarse con menosprecio la defensa de la isla, y 
como coincidiese con ese retroceso militar el per- 
feccionamiento de la artillería, que en pocos años 
sufrió radical cambio, resultó, que al estallar la gue- 
rra separatista de 1868, aquella formidable plaza de 
la Habana empezaba á declinar, y,* algunos años 
después, no podía pensarse que sirvieran para nada 
de provecho los cañones de bronce anticuados que 
armaban sus baterías y la naturaleza misma de las 
obras, compuestas de mamposterías al descubier- 
to, poco propicias para resistir el combate contra 
buques bien armados de cañones de buen alcance 
y poder. Nadie se preocupó, durante aquella larga 
guerra, de la defensa del litoral ni de que teníamos 
en los Estados-Unidos un enemigo tenaz que algún 
día nos había de atacar, hasta que, en 1873, ocurrió 
el apresamiento del Virginius y con él la justa y 
ejemplar ejecución de sus tripulantes, que dio ori- 
gen á barruntar peligros de guerra con la gran 
República americana (i). 



(i) El Virginius fué apresado por el Tornado de nuestra 
Marina de guerra, al mando del Sr. Castilla, el 31 de Octubre 
de 1873, después de larga persecución á 25 millas de Jamaica. 
En el acto de la presa , enarboló bandera americana , y de ahí 



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2S LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

De prisa y corriendo, nos vendió Krupp á alto 
precio, seis cañones de acero de 28 cm., que 
eran la última palabra de la industria militar, y 
que, con no muy sobradas municiones, costaron 
600.000 duros. Tres de ellos, se montaron pronto, 
en medianas condiciones, á barlovento del castillo 
del Morro, en la batería de Velasco. Á los otros 
tres no les llegó la suerte : el peligro de conflicto 
con los Estados-Unidos desapareció por el mo- 
mento y en seguida faltó dinero para montarlos, 
y, arrinconados, sobre polines, en el patio de ía ba- 
tería de la Reina, durmieran el sueño eterno, á no 
haber llegado otro nuevo amago de peligro, al que 
dio lugar el conflicto de las Carolinas (i). Enton- 
ces, se dieron órdenes y recursos á raja tabla, para 
establecer en la batería de Santa Clara los tres ca- 
ñones Krupp de 28 cm., se inició una suscripción 
nacional para arbitrar fondos, y los artilleros se 
multiplicaron, como saben hacerlo, improvisán- 
dolo todo: cabrias, vía férrea para el transporte, 
medios de arrastre, para el cual se emplearon las 
máquinas de vapor dedicadas al arreglo de las ca- 
lles á guisa de locomotoras-carreteras, consiguien- 



la complicación que después se produjo, pero en aquella oca- 
sión se procedió con energía y no pasó nada» 
(i) En 1885. 



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UN SIGLO PERDIDO 29 



do al cabo de algunos meses tener montadas las 
tres piezas. Si la guerra hubiera estallado, á buen 
seguro que el enemigo no diera tiempo de hacerlo, 
pese á la actividad asombrosa con que se procedió, 
porque hay que decir muy claro, que el artillado y 
la fortificación de las costas no son faenas en las 
que es posible correr, ni menos pueden improvi- 
sarse. Esos trabajos necesitan abordarse en tiempo 
de paz, con calma y método, porque requieren lar- 
ga labor y gran instrucción técnico-práctica si han 
de responder al fin á que se dedican (i). 

Así lo comprenden las naciones que se preocu- 
pan de poner su suelo al abrigo de los ataques del 
exterior. 

Bien que mal, quedaron, pues, al finar el año 
1885, en disposición de hacer fuego, seis cañones 
de acero Krupp de 28 cm., de ellos tres en la ba- 
tería de Velasco y tres en la de Santa Clara. Puede 
decirse que esa era la única defensa que poseía la 
Habana entonces, porque las demás fortalezas se- 
guían con sus morteros y sus cañones de bronce an- 
tiguos, amén de algunos obuses de hierro rayados 
de 21 cm. (Elorza), piezas perfectamente inútiles 



(i) Era Comandante general de Artillería el inolvidable y 
malogrado General D.Juan Aisa, que falleció poco después 
víctima del vómito. 



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30 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

para el combate contra las escuadras extranjeras. 

Parecía natural , que , después de sufrir esos dos 
amagos de ataque, al que dio lugar el Virginiusy 
el de las Carolinas, y habiéndose evidenciado la 
deficiencia de la defensa de la Habana (i) y la ne- 
cesidad de mejorarla, no se diese tregua á la activi- 
dad hasta conseguirlo; pero, entre nosotros, suce- 
den las cosas al revés de como deben ser, y, pa- 
sado nuevamente el peligro, todo quedó en sus- 
penso, así en lo que se refiere á fortificación como 
al artillado: los créditos para personal y material 
de Artillería é Ingenieros se fueron mermando cada 
vez más, dejándolos reducidos á lo indispensa- 
ble para una mala conservación de lo que existía, 
y llegó la guerra separatista del 95 sin que nada 
hubiera turbado esa dulce calma, porque las la- 
mentaciones oficiales que de vez en cuando lanza- 
ban artilleros é ingenieros perdíanse en el vacío. 
Cierto es que á la vez sufría tajos y mandobles el 
ejército todo de la isla. 

Ese era el estado de la defensa cuando á Cuba 
llegó el General Martínez Campos. 

Lo que sucedió después resulta tan gráfico y 



(i) iNo tiene que decir cómo estarían los otros puertos de 



la isla! 



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UN SIGLO PERDIDO 31 

curioso que bien merece que lo describamos con 
algún detalle, aunque no lleguemos á darle todo 
el color subido de la realidad, siquiera para ver si 
se consigue que sirva de enseñanza y toque al co- 
razón de los actuales enemigos de la defensa na- 

ciotial, 

* 

Antes de que el General Martínez Campos to- 
mase acuerdos decisivos, no dejó de haber otros 
que hicieran esfuerzos por que la defensa de la isla 
saliera del statu quo. Realmente, nunca faltaron 
buenos deseos, traducidos en trabajos y estudios, 
cual los que en 1874 realizó el entonces Coronel 
de Ingenieros, hoy ilustre Teniente General don 
Rafael Cerero, que comprendían todo un plan no- 
table de defensa de la isla, y especialmente el 
proyecto completo de fortificación marítima y te- 
rrestre de la Habana: más tarde, en tiempo del 
General Salamanca (i), una comisión de Jefes y 
Oficiales de Artillería, Ingenieros, Estado Mayor 
y Marina (2) recorrió á bordo de un cañonero el 



(i) El General Salamanca se encargó del mando el 13 de 
Marzo de 1889 y lo ejerció hasta su fallecimiento, ocurrido 
el 6 de Febrero del 90. 

(2) Componían esta comisión el Coronel Teniente Coronel 



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LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 



litoral, deteniéndose en los puertos principades y 
haciendo el estudio de su defensa: después, al ini- 
ciarse el mando del General Polavieja (i), funcionó 
otra comisión magna que encaminaba sus trabajos 
al mismo fin (2). 

En El Eco Militar, de la Habana, que dirigía 
el Coronel de Estado Mayor D. Emilio Arjona, 
apareció por entonces una larga serie de artículos, 
redactados por el que esto escribe, demostrando 
que, en cinco afios, consignando tan sólo 500.000 
pesos cada presupuesto, podían quedar defendidos 
y convenientemente artillados con cañones moder- 
nos los seis puertos principales de la isla, ó sea 
Habana, Cienfuegos, Matanzas, Guantánamo, San- 
tiago de Cuba y Ñipe. Nadie hizo caso de esas ad- 
vertencias. La cuestión era reducir, y reducir sin 
tasa, los presupuestos de guerra. 



de Estado Mayor D. Francisco Galbis, el Comandante de Ar- 
tillería D. José Sanchís, el de Ingenieros D.José Artola y el 
Teniente de Navio D. Victoriano López Doriga. 

(i) El General Polavieja desembarcó en Cuba el 24 de 
Agosto de 1890. 

(2) Era Presidente de esta comisión el Capitán General, y 
figuraban en ella el Segunde Cabo General Sánchez Gómez, -el 
Comandante General del Apostadero Sr. Casariego, los Co- 
mandantes Generales de Artillería é Ingenieros Generales Mo- 
lins y Ossorio y Jefes y Oficiales de Artillería, Ingenieros, Es- 
tado Mayor y Marina. 



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UN SIGLO PERDIDO 



Por manera que tales impulsos de los Capita- 
nes Generales de la isla, no pasaron nunca de pro- 
yectos, porque las impuestas economías desmo- 
chaban cuanto tendiera á ponerlos en práctica: 
profesábase acaso la teoría de que no podíamos te- 
ner por allí más enemigo exterior que los Estados- 
Unidos, éstos no habrían de atacarnos sino cuando 
tuviéramos guerra interior encarnizada, y en ese 
caso, toda esperanza de nuestra parte resultaba 
ilusoria, y, por lo tanto, no se necesitaban las de- 
fensas de los puertos. Los que así pudieron pensar 
decían : Para la guerra contra los insurrectos del in- 
terior no necesitamos fortificaciones costeras, por- 
que ellos no tienen medios de atacarnos por mar, 
y si logran enredarnos en guerra con los yankees 
á la par que la isla está insurreccionada, no po- 
dríamos sostenernos con los dos enemigos inte- 
rior y exterior, y sobran, "por tanto, las fortifica- 
ciones. 

Desde luego se ocurre que así no se puede dis- 
currir en el terreno puramente militar, porque cabe 
argüir, que los Estados-Unidos se hubieran abste- 
nido tanto más de mezclarse en nuestros asuntos 
cuanto mayores dificultades hubieran visto para su 
empresa, y la dificultad estaba, en este caso, re- 
presentada por nuestras plazas marítimas, si las 

Tomo III 



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a4 LA GUERRA HISPANO- AMERICANA 

hubiéramos tenido bien artilladas, y por nuestra 
escuadra: hoy que la triste realidad nos demuestra 
que no teníamos escuadra , pueden afianzar su ar- 
gumento los partidarios de esa teoría, que para 
abrigarla, tendrían además en cuenta, otros datos 
de orden político que señalaban fatal mente^l próxi- 
mo fin de nuestra dominación en Cuba, debido á 
los errores, á los fi*acasos y á los abusos que facili- 
taban á los Estados-Unidos el ir tranquilamente 
echando los jalones de su futura dominación. 

No podemos participar de la tendencia que tal 
teoría establece, tendencia que no pasó del terre- 
no conjetural, pues entendemos que la dificultad 
esencial con que tropezaban los planes de defen- 
sa, era la falta de crédito para realizarlos, ó me- 
jor dicho, la resistencia á concederlos, resistencia 
que también alcanzaba al ejército activo, merma- 
do de presupuesto en presupuesto, en forma des- 
piadada. 

Entre otros expedientes á los que se acudió, 
citaremos el de obligar á los Cuerpos á rebajar 
forzosamente una parte de su fuerza. El espectácu- 
lo era feroz : al soldado se le ponía á la puerta del 
cuartel para que buscase por sí trabajo. Se le arro- 
jaba, en fin, por ley del presupuesto, del cuartel, 
su casa, sin siquiera devolverlo á España. ¡Cuántos 



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UN SIGLO PERDIDO 35 



hemos visto en las calles de la Habana pidiendo li- 
mosna, y otros en el campo, andrajosos y míseros, 
pordiosear colocación de ingenio en ingenio!.... 
Ntinca hemos podido comprender la razón de ese 
sistema de economías , que desprestigiaba al ejér- 
cito, en un país ya de por sí hostil (i). Y negando 
dinero los Gobiernos para sostener al soldado, 
¿cómo iban á darlo para comprar cañones y cons- 
truir baterías? 

Tal era el estado de la cuestión cuando en 1895 
llegó á Cuba el General Martínez Campos, substi- 
tuyendo al General Calleja en el mando superior 
civil de la isla y en el. del ejército que peleaba 
contra los insurrectos. 

Es por demás curiosa la forma en que arrancó 
el impulso para la defensa; y por si pudiera servir 
de enseñanza, ya que en ese caso dio resultado 
práctico, creemos llenar un deber dedicándole al- 
guna mayor explicación. 

Era Comandante general de Artillería D. José 
Lachambre, cuando en 18 de Septiembre de 1895 
puso al Capitán general una comunicación en la 



(i) Esta fué una de las causas que obligaron al General 
Polavicja á presentar la dimisión de su cargo después de presa- 
giar lo que iba á suceder con indiscutible sinceridad , de la que 
no se hizo caso« 



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36 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

que, poco más ó menos, manifestaba, que aun 
cuando los Comandante» Generales de Artillería, 
que le habían precedido (i) en el cargo, habían lla- 
mado la atención acerca de la situación poco satis- 
factoria en que se encontraba el artillado de las pla- 
zas de la costa, en vista de los peligros que se 
avecinaban; lo hacía á su vez, porque habiéndose 
ordenado de Real orden el estudio de la defensa 
de la boca del puerto de la Habana con torpedos 
automóviles, eso revelaba la tendencia á poner 
aquella plaza en estado de resistir y rechazar algún 
ataque, puesto que la defensa por torpedos era el 
complemento de la de baterías de cañones. 

Los puntos que convenía defender perentoria- 
mente, habrían de ser aquellos puertos comercia- 
les que reunieran mejores condiciones de posición, 
abrigo y calado, para servir de apoyo, refugio y 
base á los barcos de guerra nacionales que sur- 
caran los mares y que necesitasen abastecerse, re- 
parar averías, tomar carbón ó recibir instrucciones. 
Señalábanse desde antiguo, como de más impres- 
cindible defensa, los puertos de la Habana, Cien- 
fuegos, Guantánamo, Santiago de Cuba, Ñipe y 



(i) De entre ellos es justo consignar el nombre de un Ge- 
neral inolvidable : D. Federico de Molins y Lemaur. 



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UN SIGLO PERDIDO 37 



Matanzas. Su importancia estaba reconocida y re- 
comendada en numerosas Memorias y estudios 
efectuados, siendo recientes los de una comisión 
mixta de Jefes y Oficiales de Artillería, Ingenieros, 
Estado Mayor y Marina, que el General Salaman- 
ca nombró para que recorriese todo el litoral, y 
otra de Generales, Jefes y Oficiales que funcionó 
en tiempo del General Polavieja. 

De manera, que lo que á estudios y proyectos 
se refería, había sido ya analizado ampliamente, y 
lo que faltaba, era proceder á la realización práctica 
de algunos de ellos. Tomando por base el aspecto 
de la cuestión que se relacionaba con el artillado, 
parecía lo más práctico contar con cañones moder- 
nos, los que se montarían en baterías enterradas ó 
con parapetos de tierra, en los lugares más á pro- 
pósito de los puertos, ya en todos designados; ba- 
terías que, además de dar resultados comprobados 
por los combates, superiores á las de grandes mam- 
posterías, reúnen las condiciones de baratura y la 
más esencial de rapidez en la construcción, pues 
las grandes obras tardase muchos años en reali- 
zarlas, y las necesidades defensivas de la isla de 
Cuba eran de índole apremiante. 

Tomábase asimismo en cuenta, la provisión de 
los medios conducentes para evitar desembarcos 



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LA GUERRA HISPANOAMERICANA 



formales, para lo que se necesitaba artillería ligera 
y fusiles de gran alcance (i), á fin de utilizar co- 
lumnas de extremada movilidad y eficacia, en la 
inteligencia, de que los gastos no habían de repre- 
sentar un eáfuerzo imposible, sino muy llevadero, 
porque de las seis plazas más importantes citadas, 
sólo la Habana tenía difícil defensa, á causa de ha- 
llarse la ciudad encima de la costa y tener fondos 
libres el mar cercano para permitir aproximarse los 
buques enemigos, lo que hace '►temible el bom- 
bardeo. 

Los seis cañones Krupp de 28 cm., anticuados 
ya, pues eran del año 1876, que poseía, eran defi- 
cientes é insuficientes por su número, situación y 
alcance; existían sectores importantes privados de 
fuegos, y en los cuales podrían impunemente situar- 
se los barcos enemigos que atacasen la plaza ó bom- 
bardeasen la población, entre ellos, algunos am- 
plios espacios comprendidos á la derecha del Mo- 
rro hasta Cojímar, y otros por la costa del Vedado 
hacia la Chorrera, que obligaban á pensar en con- 
tar con algunas piezas que los defendieran, forzan- 
do á los buques de guerra á separarse de la costa lo 
suficiente para alejar el bombardeo de la población. 



(1) Todavía teníamos incompleto el armamento Mauser. 



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UN SIGLO PERDIDO 39 



dificultando además el ataque y los desembarcos. 
Eran de fabricación corriente en la Península pie- 
zas baratas y buenas, y podría darse el caso de ha- 
ber plazas y campos de experiencias que, sin gran 
detrimento de la seguridad , hubieran podido ceder 
algunas para Cuba, de no poder comprarse de ace- 
ro, indicando este medio como recurso para man- 
dar pronto cañones potentes. Aún se facilitaba más 
el envío , tratándose de los otros calibres medios y 
pequeños que completan la defensa de una plaza y 
que tan buenos resultados darían en los puntos ci- 
tados. Complemento indispensable de los cañones 
era el personal que había de servirlos, que necesita 
larga instrucción , acerca de lo cual se llamaba la 
atención superior. 

De aceptarse la idea, podía precisarse el nú- 
mero de piezas y su coste, siempre dentro de la 
base de que no habría de proponerse nada que 
fuera superfino ni dejase de encajar en los límites 
de la mayor economía, limitando los proyectos á 
lo indispensable, rápido y más urgente, para colo- 
carnos en condiciones de defensa con los recursos 
más indispensables. 

El General Martínez Campos, no sólo encontró 
aceptables muchas de esas manifestaciones, sino 
que las acogió con singular interés, y contestó, en 



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40 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

7 de Octubre siguiente, desde Santa Clara, donde 
se hallaba por razón de las operaciones, que, ente- 
rado de lo que se le proponía sobre artillado de la 
plaza de la Habana, le parecía oportuno acceder á 
lo pedido, y que se procediese á estudiar los ante- 
cedentes que hubiera de este asunto para darle 
cuenta con su opinión, cuando regresase á la ca- 
pital, sobre la defensa más adecuada de su puerto 
y costa. 

A consecuencia de esa autorización, el General 
Lachambre nombró una comisión de Jefes y Ofi- 
ciales de Artillería, que examinó prolijamente los 
aproches de la Habana por tierra y mar; de modo 
que al regresar á la Habana, un mes después, el 
General Martínez Campos, pudo examinar en se- 
guida los planos y la Memoria correspondiente á 
su artillado, haciéndola suya, y .disponiendo que 
el General Lachambre enterase de ella al Coman- 
dante general interino de Ingenieros y al Coman- 
dante general del Apostadero (i), hecho lo cual 
envió con carácter urgente á la Península aquel 
proyecto, que no traía la forma reglamentaria, lo 
que fué materia de discusión, pero que al fin se 



(i) Ejercían estos cargos el Teniente Coronel de Ingenie- 
ros Sr. Dominicis como interino , y el Capitán de Navio de pri- 
mera Sr. Gómez Imaz. 



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UN SIGLO PERDIDO 41 

resolvió conforme á los deseos del General Martí- 
nez Campos, apoyados resueltamente por el Ge- 
neral Azcárraga, y se dictó providencia de enviar 
á Cuba", si no todas las piezas que se pedían, al 
menos aquellas de que se pudo echar mano, que 
fueron : dos cañones Krupp de 30 ' 5 cm. , y de Or- 
dóñez dos de 30*5, dos de 24 y ocho de 15, 
y ocho obuses de 21 cm., todos con sus muni- 
ciones y otras piezas de sitio que más adelante 
enumeraremos. 

Teniendo ya en la isla los cañones, fué tarea 
obligada montarlos y construir al efecto las obras 
necesarias. Del trazado de éstas se encargó el dis- 
tinguido Teniente Coronel de Ingenieros Sr. Mar- 
vá, procurando con tan escasos recursos hacer todo 
lo eficaz posible la defensa. Los trabajos empeza- 
ron inmediatamente (i). 

Los vapores que transportaron el material 
fueron : 

San Francisco: entró el 14 de Diciembre de 
1 895 y transportaba dos cañones Ordóñez de 30 ' 5 
centímetros con todo su material , á excepción de 
las basas y anclaje. 



(x) En estos trámites se distinguió por su actividad el Ge- 
neral Aguilar, Comandante General de Artillería , y el de In* 
genieros Sr. Barraquen 



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42 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

San Fernando: entró el 26 de Diciembre aba- 
rrotado de material de artillería; traía marcos, cu- 
reñas, basas y anclaje para dos cañones de 30*5 
Krupp, cuatro cañones Ordóñez de 15 cna., con 
todo el material que les corresponde; efectos para 
ocho obuses de 21 cm. Ordóñez, menos las piezas 
y cureñas, y explanadas para cañón de 1 5 cm. Ver- 
des: en junto, 260 toneladas de material. 

Satrüstegui: entró el 27 de Diciembre con ba- 
sas y anclaje de los cañones de 30 ' 5 cm. Ordóñez. 

Buenos- Aires: entró el 28 de Febrero de 1896, 
y transportaba 2.200 cajas de proyectiles de ca- 
ñón de 15 cm. y obús de 21, y los dos cañones 
Krupp de 30 ' 5 , cuatro cañones de 1 5 Ordóñez, 
ocho obuses de 2 1 ídem , 1 2 marcos y 1 2 cureñas 
para cañón de 16 cm. y accesorios para ídem; cua- 
tro marcos, cuatro cureñas y cuatro basas de ca- 
ñón de 15 cm.; ocho marcos, ocho cureñas y ocho 
juegos de rodillos para obús de 21 cm. Ordóñez; 
carrileras para los cañones de 15 y 16 cm.; com- 
presores, juegos de armas, accesorios, etc. 

San Frajicisco (segundo viaje): entró el 4 de 
Marzo, llevando dos cañones de 24 cm. Ordóñez, 
tres cureñas y tres avantrenes de sitio para caño- 
nes de 16 cm. 

Además, el Alfonso XII y otros, que llevaron 



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UN SIGLO PERDIDO 43 



material en menos cantidad, sin contar los que 
fueron cargados de fusiles y cartuchos (i). 

Á medida que las explanadas estaban conclui- 
das, se iban montando los cañones y se transpor- 
taban desde los muelles á sus baterías, improvi- 
sando todo género de recursos. Fué aquella una 
época de actividad asombrosa que también, an- 
dando el tiempo , sufrió detención perjudicial por 
agotamiento de los fondos para las obras de Inge- 
nieros. 

No se limitó á la plaza de la Habana la inicia- 
tiva del General Martínez Campos, sino que en 
seguida nombró una comisión mixta de Artillería 
é Ingenieros (2) que recorriese los puertos de Ma- 
tanzas, Cienfuegos, Santiago de Cuba y Guantána- 
mo, y formulase los proyectos de defensa: esta co- 
misión llenó su cometido y presentó la correspon- 
diente Memoria, incluyendo en ella la bahía de 
Ñipe; mas aquélla no fué tan afortunada como la 



(i) De los transportes de todo el material hasta almacenes 
y baterías, desde el 14 de Diciembre de 1895 ^^ 20 de Agosto 
del mismo año , estuvieron encargados el Teniente Coronel de 
Artillería D. Joaquín Ramos y el Capitán D. Enrique Nieto, 
que realizaron esfuerzos prodigiosos hasta ver coronada su obra. 

(2) La presidía el General Lachambre , con el General de 
Ingenieros D. Carlos Barraquer, y Jefes y Oficiales auxiliares 
de Artillería é Ingenieros. 



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44 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

anterior: siguiéronse los trámites del Reglamento 
mixto de Artillería é Ingenieros, consistentes en 
tanteo de defensa, tanteo de fortificación, tanteo 
de armamento, anteproyecto de las obras, pro- 
yecto; y como algunos de esos despachos necesi- 
tan, para poderse pasar al siguiente, la aprobación 
y el estudio de los altos centros consultivos; y eso, 
que siempre retrasa, tratándose de Cuba retrasaba 
más; fué pasando el tiempo, recayó resolución pi- 
diendo más datos y más completo plan respecto 
á Santiago de Cuba y á los demás puertos, volvió 
á salir una comisión á buscarlos (i), se remitieron, 
y en tanto llegó el momento de tener que defen- 
derse las plazas y resultó que nos faltaba todo. 

Y menos mal que la gran autoridad del Gene- 
ral Martínez Campos, imponiéndose y rompiendo 
la doctrina reglamentaria, que bien pudiéramos 
llamar tradición vetusta, dio margen á que nos 
cogiera el conflicto con la Habana en regulares 
condiciones de defensa, lo que de mucho valió, 
según hemos de demostrar en este libro; porque, 
á no ser por eso, los Estados-Unidos hubieran 
tomado en seguida esta plaza, según dicen que 



(i) Era entonces Presidente de la Junta de defensa el Ge- 
neral Parrado. Luego ejerció ese cargo el General D. Francisco 
de Loño , que dió curso al estudio final. 



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1 



UN SIGLO PERDIDO 



proponía el Cónsul Lee, y entonces, las condicio- 
nes de paz, con ser tan terribles, acaso hubieran 
revestido mayor gravedad. 

Quiere decir lo expuesto, que hay necesidad 
de simplificar mucho los trámites de la defensa, y 
á ello parece que se tiende ahora, si no queremos 
que en la Península é islas adyacentes vengamos 
al mismo resultado, ó sea, que cuando necesitemos 
que las plazas marítimas hagan fuego, nos encon- 
tremos con que no son tales plazas, ni tienen más 
baterías que las proyectadas en luminosos planos; 
pero no se crea que sólo al expedienteo usual acha- 
camos ese perjuicio, que al mismo tiempo, ó por 
encima de eso, hay que tomar en cuenta la nega- 
ción de recursos para poseer los cañones. No se 
regateen esos, cómprense las piezas primero que 
todo, y se verá cómo pronto quedan montadas, 
mejor ó peor, pero en actividad para la defensa. 
Eso sucedió en la Habana. Llegaron los cañones y 
se establecieron en batería. Si hubiese habido en la 
Península más cañones de costa que mandar á los 
demás puertos ó se hubiese concedido con tiempo 
dinero para comprarlos, hubiera sucedido lo mis- 
mo con ellos, porque voluntad y energía no falta 
en artilleros é ingenieros; lo que falta son medios 
de realizar el trabajo. 



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46 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

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La teoría que mejor cuadra al aquilatar nues- 
tros desastres, puede deducirse de la moral que en- 
cierra el siguiente telegrama, recientemente publi- 
cado, y relativo á los fracasos de los ingleses en el 
Transvaal: 

<í Londres, 14 Noviembre (8 m,) 

El Subsecretario de Guerra, en un discurso pro- 
nunciado anoche en Dower, dijo que no debe hacerse 
al Departamento de Guerra único responsable de las 
deficiencias de los armamentos ingleses y del estado 
de sus fuerzas militares en el África del Sur. 

La responsabilidad recae, sobre lodo, en el Go- 
bierno, y ha obedecido principalmente á razones polí- 
ticas.» 

No va eso en son de crítica; quiere decir que 
achacamos esas largas tramitaciones de los asun- 
tos, en primer término, á la falta de dinero, pues 
cuando de éste se dispone en abundancia, empuja 
á soluciones rápidas y decisivas y todo se allana 
y facilita; no obstante, hay que convenir en que 
aquel que tiene que dictar providencia acerca de 
planos basados en el conocimiento del terreno, 
que á veces no ha visto, necesita largo estudio, si 
ha de hacerse cargo de todos los detalles, el qvie 
puede allanarse y abreviarse mucho, simplificando 
el despacho de esos asuntos en forma que las solu- 



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UN SIGLO PERDIDO 47 

dones arranquen desde luego de aquellos que por 
sus propios ojos han visto las posiciones y con sus 
propias manos han trazado los proyectos. 

Tráenos este caso como por la mano á afianzar 
lo que hemos sentado en anteriores libros (i), á 
saber: que en la defensa de las costas hay que 
seguir el sistema de menos estudios y- más 
realidad. 



(i) Véanse Baños, cañones y fusiles y El bloqueo y la defen- 
sa de las costas. 



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CAPÍTULO II. 



Frente marítimo. (') 

Descripción de la plaza. — Fortalezas antig^uas. — Mando del Cíeneral Weylcr. 
Nuevas obras de fortificación del frente roaritirao. 

Desde largo tiempo atrás se considera la isla 
de Cuba como posición estratégica de primer or- 
den, llave del Golfo de Méjico y centinela perma- 
nente para el dominio del Mar Caribe. 

Entre los puertos bien abrigados que abren en 
sus costas, descuellan, en lugar preferente, los de 
la Habana, Guantánamo, Santiago de Cuba, Ñipe, 
Cienfuegos (Jagua) y Matanzas. El de la Habana, 
constituye un lugar á propósito para predominar 
en el estrecho de la Florida, sirviéndole de flanco 
Matanzas por barlovento, y Mariel y Bahía-Honda 
á sotavento; Cienfuegos corresponde á la costa 
Sur; Ñipe puede servir de base para cerrar el canal 



(i) Véase el Plano genercU de ia Habana y de su campo atrin- 
cherado que forma parte de este libro. 

Tomo Hí 4 



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50 LA GUERRA HISPANO- AMERICANA 

viejo de Bahama, que da acceso á los mares cerca- 
nos al gulf'Strcam. 

En relación con los Estados-Unidos, la Haba- 
na, por su proximidad á las costas de los Estados- 
Unidos y á las plazas de Cayo Hueso, Dry Tortu- 
gas, New-Orleans, Mobila y Panzacola, es una 
posición inmejorable y de un valor naval y militar 
que se echa de ver con sólo mirar al mapa. 

Tiene la Habana malas condiciones para la de- 
fensa, porque aun cuando dispone de un canal de 
entrada muy estrecho (8o m.), ofrece poca longitud 
y los barcos que en el puerto se abriguen quedan 
al alcance de los tiros que desde el mar se. dirijan 
por referencia: lo mismo sucede á la población, 
enclavada sobre la costa misma, á la vista y á tiro 
de los cañones que monten las escuadras. 

La costa, á barlovento y sotavento de la boca 
de la bahía, abre al mar libre, si no en línea com- 
pletamente recta, muy poco quebrada en entrante, 
y ofrece cotas muy bajas, y, por lo tanto, muy 
poco á propósito para el establecimiento de bate- 
rías de buenas condiciones defensivas. Dos peque- 
ñas ensenadas hay cercanas, la de Cojímar á bar- 
lovento, la de la Chorrera á sotavento, en la que 
desemboca el río Almendares. Puede considerarse 
que €í frente marítimo de la plaza, está limitado 



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FRENTE MARÍTIMO 51 

por estas dos ensenadas, de poco fondo y exten- 
sión, pues sólo servirían para barrear al aproche 
por tierra, pero que al enemigo le darían lugares 
de desembarco, refresco y aguada. 

Este frente lo dividiremos, para la descripción 
de las obras, en dos partes. 

Barlovento (Sste). 

Comprende desde el castillo del Morro i la en- 
senada de Cojímar, y contiene, además del expre- 
sado castillo, la fortaleza de la Cabana (i) y el 



(i) En esta fortaleza, se alza á la mitad de la batería de sal- 
vas un modesto monumento que ha sido respetado por los ame- 
ricanos , y que consiste en una pirámide de mármol , bajo la 
cual reposan los restos de los héroes de Cárdenas, que murie- 
ron combatiendo contra los expedicionarios de Narciso López. 
La inscripción dice: 

a la lealtad y al heroísmo. 

AqoI yacen las cenizas de los soldados 

Vicente Pérez, Antonio Martínez, 

Francisco López, Ramón Caballero y Galo Tejedor 

del Regimiento Infantería de León, 

Y LOS del cabo i.*' GlNÉS IbÁSEZ Y SOLDADOS 

del Regimiento de Caballería Lanceros del Rey 

Feliciano Carrasco, Roque Blanco, José Crespo 

y Francisco Valenzuela 

Que murieron en Cárdenas el 19 de Mayo de 1850 

Peleando por su Reina y Patria 



Compañeros, honrad la memoria de los muertos 



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52 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

fuerte de San Diego ó nüm. 4, como obras anti- 
guas, á más de un fortín secundario que existe en 
Cojímar. Algo más moderna es la defectuosa bate- 
ría de Velasco, y de última construcción las bate- 
rías números i y 2 ó del Barco perdido. 

La cota de las baterías del Morro , cuyas mura- 
llas baña el mar, no excede de 18 m., y poco menor 
la tiene la batería de Velasco. Desde ella, las cotas 
van descendiendo, y la costa resulta accesible por 
el mar, aunque poco á propósito para desembar- 
cos, por ser de roca madrepórica (diente de perro). 
El terreno va subiendo suavemente hasta la Caba- 
na, fuerte núm. 4, y alturas de Villarreal, y forma 
una cresta que domina toda la bahía y la ciudad. 

Sotavento (Oeste). 

Comprende desde el castillo de la Punta al río 
Almendares (Chorrera), y tiene, además de este 
castillo, como fortalezas antiguas, el del Príncipe^ 
la batería de la Reina, el baluarte de la Punta y 
el castillo de la Fuerza, amén de otro castillejo an» 
tiguo que hay en la Chorrera. Obra más moderna, - 
modificada, es la batería de Santa Clara, y obras 
nuevas son la batería núm. 3, dividida en dos par- 
tes, una de obuses y otra de cañones, y la núm. 4. 

En está zona de sotavento , se hallan los esta- 



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FRENTE marítimo 53 



blecimientos militares, Maestranza de Artillería y 
Pirotecnia militar, directamente expuestos al fuego 
enemigo, así como el hospital de Alfonso XIII. 
El arsenal de Marina se encuentra al fondo de la 
bahía , muy bien situado y resguardado. Dentro de 
la bahía había otros recursos navales de gran in- 
terés, como son el dique flotante y la machina, 
capaz de 8o toneladas, y algunos barcos de guerra, 
de los que nos ocuparemos más adelante. 



Distancias. 

Las principales distancias de las obras son las 
siguientes : 

Metros, 

Morro á Cabana 1 . 100 

ídem á batería núm. 2 ó del Barco abandonado. 1 . 530 

ídem á San Diego , núm. 4 2 . 143 ' 75 

ídem á castillo del Príncipe 3 . 657 

ídem á castillo de la Punta 460 

Batería del Barco abandonado á batería núm. 1. 770 

ídem de la Reina á batería de Santa Clara 1 .030 

ídem de Santa Clara á batería núm. 3 Punta Bra- 
va (obuses) 960 

ídem de Santa Clara á batería núm. 3 Punta Bra- 
va (cañones) 1 . 200 

ídem de Santa Clara á batería núm. 4 Chorrera. 2 . 300 

ídem de Santa Clara á castillo del Príncipe. ... 1 . 600 
Knsenada de Cojímar á Ensenada de la Chorrera. 12 . 000 



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54 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

Alturas sobre el ziivel del mar. 
Barlovento (Este). 

Metros. 



Batería núm. 1 10*60 

ídem nüm. 2 18 

ídem Velasco 15 

Castillo del Morro 17 

ídem de la Cabana. 25 

ídem núm. 4 (San Diego) 50 

Sotavento (Oeste). 

Castillo de la Punta (Batería alta) 10*50 

Batería de la Reina (Alta) 8*50 

ídem de Santa Clara H'40 

. « /t, T, s í Obuses... 1*90 

ídem num. 3 (Punta Brava). ( ^ ^,.« 

^ '' I Cañones.. 2*10 

Ideni núm. 4 2*20 

Castillo del Príncipe 49 *50 

Dada la configuración de la costa, las distan- 
cias que existen entre las posiciones y las alturas 
de éstas, se comprende que el terreno se prestaba 
perfectamente para establecer baterías de gran 
campo de tiro ; pero si se pretendía buscar en ellas 
condiciones defensivas ventajosas, ó sea de cotas 
superiores á 30 m., había que retrasar notablemen- 
te las obras, en especial en la zona de sotavento, 
y como además se partía de un pie forzado, el de 



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FRENTE marítimo 



disponer tan sólo de número escaso de cañones, 
muchos de ellos de condiciones deficientes, ningu-» 
no de tiro rápido, y se deseaba alejar todo lo más 
posible la posición de bombardeo de los buques 
enemigos, de aquí que se sacrificase en algunas 
baterías, cual la 3 y 4, la altura al avance sobre 
el mar, decisión que, si es discutible en muchos 
casos, nunca puede ser en éste vituperable (i). 

De haberse dispuesto de cañones donde ele- 
gir — cosa que puede hacerse en tiempo de paz, 
pero que no se alcanza cuando en tiempo de gue- 
rra se han de sujetar los proyectos á las piezas de 
que se disponga — evidente es que la situación de 
algunas de las obras, hubiera sido distinta de la 
que en el plano general se observa, especialmente 
á sotavento, más contando con número fijo de ca- 
ñones, acaso se creyó mejor sacrificar determinada 
ventaja de las baterías á la facultad de alcanzar 
más allá y de batir amplias zonas marítimas. 

La posición del castillo del Príncipe, por ejem- 
plo, se prestaba admirablemente para situar una 



(i) En el estudio de estas baterías del Coronel Maivá se lee: 
«De otro modo hubiéramos proyectado las baterías, si hubié- 
semos dispuesto de cañones de 15 cm. de tiro rápido, con mon- 
taje de eclipse á voluntad , y pudiendo disparar granadas de 
acero con cargas de explosión de pólvoras vivas.» 



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56 LA GUKRRA HISPANOAMERICANA 

buena batería de obuses, caso de haberlos tenido 
de á 30's cm. en abundancia; no sucediendo esto, 
para piezas de mediano calibre resultaba muy re- 
trasada, tal vez, y no se creería prudente perder 
1.500 m. de distancia á la costa, poniendo hacia 
allí algunas de las pocas piezas de que se dis- 
ponía. 

Creemos pertinentes estas indicaciones, an- 
tes de describir las obr^s nuevas que se constru- 
yeron. 

Y por de contado, de las fortificaciones apiti- 
guas no nos ocupamos al tratar de esta fase activa 
de la defensa, porque ellas sólo pueden conside- 
rarse, en todo caso, como obras de segunda ó ter- 
cera línea, aplicables á depósitos y alojamientos, y 
en alguna parte á servir de baterías secundarias, 
destinadas á despistar al enemigo y atraer sus fue- 
gos, idea debida al Comandante General de Arti- 
llería D. Julio Fuentes, de la que hemos de ocu- 
parnos más adelante. 

Naturaleza de las obras. 

Empezaron en Enero de 1896, y se procedió 
con mucha actividad, aun cuando, siguiendo la 
costumbre clásica nacional, no se dispuso de los 



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CORTE DE LOS LOCALES ACASAMATADOS 




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CORTE POR A B. 




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FRENTE MARÍTIMO 57 



fondos necesarios, lo que hubiera permitido acele- 
rarlas (i). 

El General Weyler procuró, dentro de los re- 
cursos de que disponía, que no faltase dinero para 
las obras á cargo de ingenieros, siendo admirable- 
mente secundado en la parte artillera por el Co- 
mandante General de Artillería D. Isidro Aguilar y 
por el Coronel de dicho Cuerpo D. Enrique Hore, 
que interinó largamente aquel mando. También lo 
ejerció interinamente con gran acierto y actividad, 
que se tradujo en impulso considerable de los ser- 
vicios artilleros de la Habana, el Coronel D. César 
Español, 

Las obras ejecutadas, obedecían á un trazado 
conveniente para distancias de bombardeo de 9.000 
metros, que es el alcance de los gruesos cañones 
con ángulos inferiores á 1 2 ó 13^, suponiendo que 
no pueden ser disparados desde los barcos con án- 
gulos mayores. En nuestro concepto, la hipótesis 
de imposibilitar ó dificultar el bombardeo , podía 



(i) La escasez de dinero, también se corrobora en el nota- 
ble folleto-estudio del Coronel de Ingenieros D. José Marvá 
(N^otida de algunas baterías de costa), en cuya página primera 
dice: «Cumplimentando las órdenes de la superioridad, fueron 
construidas las baterías en brevísimo plazo , que hubiera podido 
reducirse á la mitad de haber dispuesto de los fondos necesarios ^. 



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5S LA GUERRA HISPANü-AMERICANA 

desecharse, porque en una plaza como la Habana, 
de costa rectilínea y enclavada materialmente sobre 
la orilla, era imposible evitarlo sin avanzar en el 
mar la defensa por medio de fuertes marítimos, ó 
de baterías flotantes, de no haber donde cimentar 
los fuertes. No se podía pensar en esas defensas. 

« El modo eficaz de combatir á los acorazados , se- 
gún asegura el insigne artillero Vallier en su Balística 
experimental y es lanzarles proyectiles con carga inte- 
rior de pólvoras rompedora?, tales como el algodón- 
pólvora, bellita, ácido plcrico, etc. (i). 

De no tener las baterías cota muy elevada, los ca- 
ñones son poco eficaces para batir los puentes blinda- 
dos, por el pequeño ángulo de caída de los proyecti- 
les, mucho menor que el límite inferior necesario para 
evitar el rebote. 

El tiro de granada ordinaria de los cañones de. 30 ' 5 
centímetros y de calibres inferiores, contra las partes 
no protegidas de los barcos , es de grande efecto , pero 
\\o conviene hacerlo á distancias mayores de 4.000 
metros, por la incertidumbre del tiro y corto número 
de disparos de que se dispone en general. 



(i) Los artiUeros de los principales Ejércitos, dedican hoy 
mucha atención al problema de emplear explosivos fuertes 6 
pólvoras vivas en la carga de los proyectiles , y podemos ase- 
gurar que no ha de ser nuestro Cuerpo de Artillería de los que 
se queden atrás, así en ese punto de la industria militar como 
en la fabricación de los explosivos aplicables á estos usos , fa* 
])ricación confiada á su profesión y peritaje técnico. 



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FRENTE marítimo 5ü 



Así, pues, de no poder situar las baterías de caño- 
nes á distancias menores de 4.000 m. de las últimas 
posiciones que á la escuadra enemiga le es dado ocu- 
par para hacer efectivo el bombardeo, no hay más re- 
medio que apelar á los obuses para contrarrestarlo, 
compensando con su número y potencia lo incierto de 
su tiro.» (i). 

Las consideraciones que preceden sirvieron, 
entre otras, de fundamento para fijar la situación 
de las baterías á que nos referimos, de modo que 
fuesen batidas aquellas superficies navegables que 
pudiera ocupar una escuadra con propósito de bom- 
bardear la plaza. 

Con el bombardeo no se resuelven los com- 
bates: para batir las obras, los barcos necesitan 
aproximarse y entrar en la zona de tiro eficaz de 
los cañones, no superior á 4.000 m. Ejemplo de 
ello ofrecen los fuegos sostenidos por la escuadra 
americana contra las baterías de Puerto-Rico y 
Santiago de Cuba. 

Así que los espesores de parapeto y la desenfi- 
« 
lada, tendían á contrarrestar los efectos balísticos 

de la poderosa artillería de los barcos , para lo cual 

se fijaron los espesores mínimos en 12 á 14 m. de 



(i) NotUiá de algunas baterias de costa construidas durante 
el año J8g6, por D. José Marvá y Mayer, Coronel de Ingenieros. 



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60 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

arena, y la desenfilada para precaverse de ángulos 
de caída de 12 á 14** (tang. ^/j) en distancias com- 
prendidas entre 7.000 á 7.500 m., y al ^¡^ para 
distancias de combate de i.ooo á 4.000 m., en ba- 
terías bajas (i). 

El proyecto de las obras, se encerraba dentro 
de la tGnácncia. prog-resiva , para qué pudieran ser 
susceptibles de sucesivo perfeccionamiento, es de- 
cir, que la planta del trazado, permitiera todas las 
ventajas ofensivas y que las defensivas se completa- 
sen más adelante; de suerte que la batería de obu- 
ses núm. 3 , llevaba en sí la idea de suplir los defec- 
tos de su baja cota, con escudos metálicos y aún 
con cúpulas, si las circunstancias lo permitieran. 
Las piezas iban siempre colocadas entre traveses 
que á la vez sirviesen de repuestos, efectuándose 
el municionamiento por galerías á la altura de la 
boca de carga. 

El blindaje de los repuestos, era formado por 
rails de ferrocarril, sobre los cuales se afirmaba una 
capa de hormigón de«cemento apisonado, de i '60 
metros, y, encima, otra de tierras de 2 á 2*50 m. 

La estructura de las obras era en todas aná- 



(i) Esta era la más general para desenfilar las maniposte- 
rías. 



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FRENTE MARÍTIMO 



loga: poca profundidad en el sentido de la línea de 
fuego; revestimientos y muros interiores de mam^ 
postería; traveses huecos de bóveda plana, formada 
por rails; blindaje de hormigón de cemento apiso- 
nando las capas, recubiertos de arena y tierra: los 
traveses, servían de repuestos y se comunicaban 
con las explanadas de las piezas que tenían á de- 
recha é izquierda por galerías blindadas de igual 
manera, que venían á desembocar cerca del plano 
de carga, aislando al través del parapeto: proyec- 
tos de alojamiento para el personal á los costados 
y detrás de la línea de traveses. 

De todos estos datos darán mejor idea los cro- 
quis de las obras que contienen las láminas //S 
2.^ y 3?- 

Las diversas fotografías de las baterías que re- 
producimos , completan el conocimiento de su es- 
tructura. 

* 

Además del Coronel de Ingenieros Sr. Marvá, 
conocidísimo en el mundo científico por su talento 
excepcional, y cuya labor fué allí inmensa, traba- 
jaron en las obras del frente marítimo otros brillan- 
tes Jefes y Oficiales de Ingenieros, y entre ellos, 
figura en primer término, el malogrado Coman- 



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62 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

dante D. Juan Moreno, víctima del vómito, que le 
arrebató, en pleno vigor de la vida, al cariño de 
los que le admirábamos; este Jefe dirigió la Obra 
número 2 hasta casi su completa terminación; el 
Capitán D. Pedro Nüñez trabajó mucho y bien en 
la Obra nüm. 3 (cañones), y el Capitán D. Miguel 
Gómez Tortosa, en la núm. 3 (obuses); en la nú- 
mero I, los Capitanes D. Enrique Toro y D. Eva- 
risto García Eguía y el Comandante D. José de 
Soroa y Sabater; en la batería de Santa Clara el 
Capitán D. Arturo Amigó, que también tendió un 
puente flotante sobre el Almendarea, durante el 
bloqueo, para el transporte de tierras á las obras 
de sotavento; con ese objeto se construyó una vía 
férrea, que arrancando de allí llegaba á las Obras 
número 3: en barlovento se instalaron planos incli- 
nados y vías férreas para el terraplenamiento de 
las Obras números i y 2; el Comandante D. José 
Ramírez, Jefe del Detall de la Comandancia, acre- 
ditó una vez más en ese período sus condiciones 
de ingeniero ilustre; merecen asimismo consignar- 
se los trabajos del Teniente Coronel D. José Abe- 
hile. Comandantes D. José Padrós y D. Félix Ca- 
bello; Tenientes Coroneles D. Antonio Ríus y don 
Juan Monteverde, Capitán Maluquer y Coronel don 
Sebastián Kindelan, que durante mucho tiempo 



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FRENTE marítimo 



fué Comandante general Subinspector interino de 
Ingenieros. Dedicamos aquí justo recuerdo al Ge- 
neral de Brigada D. Carlos Bárraquer, Subinspec- 
tor de Ingenieros durante todo el período de traza- 
do é inicial de las obras, á las que dedicó sus afa- 
nes (i). 



(i) f^cntimos no conocer los nombres de todos los ingenie- 
ros que trabajaren en esas obras para consignarlos aquí. 



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CAPÍTULO III. 



Organización del frente maritimo. 

Falla de dinero. — ^Escasez de personal. — División en zonas y obras. — Desem- 
barco de cañones de la Marina. — Trabajos de terraplenamiento. — Baterías 
simuladas y auxiliares. 

Mucho antes de estar terminadas las obras, 
gracias á ese sistema de montar los cañones tan 
pronto como se disponía de las explanadas, hallá- 
banse en disposición de hacer fuego, así que el Co- 
mandante general de Artillería D. Isidro Aguilar, 
después de muchos meses de incesante labor, pudo 
tener la satisfacción de probarlos en escuelas prác- 
ticas que dirigió el Comandante de Artillería de la 
plaza, Coronel D. César Español, y fueron presen- 
ciadas por el infatigable inventor de la mayor parte 
de las piezas montadas, hoy General de Brigada, 
D. Salvador Ordóñez. 

Empezó desde entonces una labor penosísima, 
la de perfeccionar el servicio en fuego de las bate- 
rías, comprendiendo todos los detalles de aprecia- 

Tomo III s 



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C6 LA GUERRA HISPANO AMERICANA 

ción de distancias (telemetría), municionamiento, 
carga de cartuchos, dotaciones de batería, ilumina- 
ción eléctrica de las superficies marítimas batidas, 
comunicaciones entre las obras y los observatorios 
centrales y de batería , todos los múltiples servi- 
cios, en fin, que necesita la Artillería para su fun- 
cionamiento seguro y aprovechamiento útil; por- 
que con montar los cañones no queda resuelto el 
problema: lo más largo y penoso, es instruir el per- 
sonal, formar apuntadores, artificieros y obreros 
encargados de pieza; acostumbrar á tirar pronto y 
bien con arreglo á distancias, corrigiendo, midien- 
do las velocidades de los barcos, calculando las 
alzas y derivas en relación con la duración de las 
trayectorias y con aquella velocidad ; todo un mun- 
do de detalles que no lucen para el profano, y que, 
sin embargo, son perseguidas por los Oficiales de 
Artillería con abrumadora y constante labor. 

Durante el mando del General Weyler, el tra- 
bajo de los ingenieros en las baterías avanzó siem- 
pre, aunque con algunas intermitencias, por esca- 
sez de recursos; pero, por lo común, era impulsado 
con firmeza: no menos cuidado dedicó á este asun- 
to el General Blanco, quien luchaba con mayor 
escasez de fondos, lo que dio lugar á que las obras 
se paralizasen, precisamente cuando más falta hacía 



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ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 67 

concluirlas, porque estaban sin terminar los re- 
puestos de las baterías y hallábanse éstas con los 
macizos de cemento al descubierto, sin la masa 
cubridora de arena y tierra que les sirviese de pro- 
tección. Fueron aquéllas épocas de penuria, que se 
recuerdan con tristeza, y que hoy muestran su al- 
cance, vinculado en el atraso de los pagos al Ejér- 
cito y de todas las atenciones militares, así que no 
es extraíío que se escatimase dinero para las obras, 
pese al esfuerzo que los encargados d^ ellas hacían 
por obtener recursos. 

En esas condiciones, volvió á hacerse cargo 
de la Comandancia general de Artillería el General 
D. Julio Fuentes , quien dedicó toda su actividad é 
inteligencia, á gestionar por cuantos medios pudo 
la organización de las obras para su servicio en 
fuego. 

No era tarea fácil conseguirlo. El terraplena- 
miento exigía muchos miles de metros cúbicos de 
tierra y arena, pero unidas todas las iniciativas, 
lograron los ingenieros dinero para realizarlo, y se 
procedió á plantear vías férreas, transportes, puen- 
tes y lo demás que era preciso para una faena rá- 
pida y urgentísima, puesto que el conflicto con los 
Estados-Unidos se había presentado de improviso 
y los barcos enemigos estaban á la vista. 



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68 LA GUERRA HISPAN O- AMERICAN A 

¡Vivo está el recuerdo de aquella temporada de 
prisas y actividades asombrosas, dignas de mejor 
suerte final 1 

El General Fuentes , secundado por el Coronel 
Español y por todos los Jefes y Oficiales de Arti- 
llería que rivalizaban en entusiasmo, se ocupó, 
desde luego, de instalar buenos observatorios tele- 
métricos, logrando tener pronto una red de comu- 
nicaciones telegráficas y telefónicas que ligaba los 
observatorio^ centrales de la Pirotecnia y castillo 
de San Diego, ó núm. 4, con los observatorios de 
las baterías, donde un plano telemétrico cuadricu- 
lado , representaba la superficie marítima y servía 
para localizar sobre ella la posición del buque ene- 
migo y conocer la distancia. En los observatorios 
centrales se obtenía también la distancia al buque 
enemigo por medio de telémetros Salmoiraghi, y 
se hacían las enfilaciones necesarias para dar la 
cuadrícula de situación, que se comunicaba por 
telégrafo ó teléfono á las baterías. 

Aplicáronse á la iluminación de noche los pro- 
yectores eléctricos de Artillería, que, instalados uno 
á la derecha de la batería de Velasco, otro entre la 
Punta y la batería de la Reina y otro en el litoral del 
Vedado, cruzaban sus haces luminosos y hacían 
imposibles las sorpresas. La Marina encendía tam- 



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ORGANIZACIÓN DLL FKr.NTE MAKÍTíMü fiU 

bien su proyector para vigilar ta línea de torpedos. 
E! conocimiento de la gran importancia del 
enemigo que se iba adquiriendo por la inspección 
de sus buques desde los observatorios — donde se 
disponía de! álbum del Capitán de Artillería don 
Adolfo Martínez Jurado, que los describe minucio- 
samerte— decidió al General Fuentes á proponer 
que se situasen más pieíías en segunda línea, y 
para la defensa de los torpedos que la Marina (i) 
estableció entre el Morro y la Punta que obedecían 
al plan siguiente: 



(i) Instaló los torpedos el Coman^lante de AruUena üe U 
Armada ü. Elias Iñarte y el Teniente de Navio, torpedista, se- 
ñor üenavcnte. 



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LA GUERRA MlSPANU-AMERtCANA 



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Número de torpedos 
y sistema. 



1.» línea. 



2." línea. 



3." línea..! 



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mante de 45 kilo- 
gramos de carga. 



Puntos 

en que estaban 

fondeados. 



A 200 m. de la 
boca cerran- 
do la canal . . 



4.' línea.. 



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do Latimer Clark 
de 226 kg. de car 
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Desde la punta 



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45 m.. 



del Morro á/r»„„j^ iRto. 

la punta delj^^^/^^^'^ » 60 m. 



Número 

de estacione 

y su 

situación. 



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PunU, 



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de^ cante al em-j 
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' la Punta. ...J 



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gramos I 



de 57 kilo-^ 
s Md. B. 57 I 



Graduados 



en una plan- 

cha situadaj 

en el espigón ^^^ „ ^ 

del muelle del P«'^2m. 

la Capitanía 1 

del puerto.. . / 



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' irada del 1 



Una de fiiega 
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ORGANIZACIÓN DEl. FRENTE MARÍTIMO 



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el muelle 


Morro á la Pun- 


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del Pes- 


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vergencia. 


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ira caso de ro- 




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ca, señales de 




Estos calabrotes 






















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se tendían des- 






















rante el día y 




de la puesta del 






















de noche con 




sol al amanecer. 






















el farol Cou- 


























lom. 



























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72 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Montáronse numerosos obuses de 2 1 cm. , para 
enfilar el canal, en las baterías de la Pastora y San 
Lorenzo de la Cabana; establecióse una batería de 
dos cañones de 1 5 cm. Ordóñez en la Punta, fuera 
del castillo, y como caso especial debe citarse, que 
se dispuso de cuatro cañones de 16 cm. Hontoria, 
desmontándolos del Alfonso XII — puesto que es- 
taba el barco inútil — y se establecieron en batería, 
dos en una adosada á la núm. 4 de la Chorrera, y 
otros dos en la de la Reina. Estas obras fueron ex- 
clusivamente construidas por Jefes y Oficiales de 
Artillería, y para poner en condiciones la de la 
Reina hubo que recubrir su muralla exterior, de 
mampostería limpia, con más de 24.000 ni.* de 
tierras, obra inmensa que realizó el Teniente Co- 
ronel de Artillería D. Joaquín Ramos.' 

A la derecha de la batería de Velasco, monta- 
ron los Oficiales de Artillería dos cañones Honto- 
ria de 12 cm. de tiro rápido. Éstos y otros seis 
cañones de 57 mm. de tiro rápido que facilitó la 
Marina y que se situaron en los flancos de las ba- 
terías números i, 4 y Santa Clara, eran las únicas 
piezas de ese sistema de que podía disponer la de- 
fensa. 

Con cañones y obuses de 1 5 cm. sistemas Ver- 
des y Mata que desde la Península se remitieron. 



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ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 73 

organizóse un tren de sitio, para poder acudir á 
cualquier lugar, al mando del Teniente Coronel de 
Artillería D. Fernando Bringas, y en tanto no se 
usaran como tren de batir, se asignaban, en parte, 
para la defensa del canal interior y para funcionar 
en las baterías auxiliares. 

Obligaba á esa dualidad de organizaciones, la 
escasez de personal y de piezas, y como era poco 
probable que á un tiempo mismo se necesitasen 
esos cañones en las dos aplicaciones, se suplía con 
un aumento de instrucción, de fatiga y trabajo y 
de movilidad, lo que faltaba en elementos de com- 
bate. 

Por último, tuvo el General Fuentes la buena 
idea de establecer baterías auxiliares y simuladas, 
aprovechando en algunas morteros antiguos. Estas 
baterías, que ahora vemos preconizadas en revis- 
tas extranjeras para contribuir á la defensa de los 
puertos, hubieran allí hecho un gran papel. 

Dio origen á pensar en ellas, el bombardeo 
de Puerto Rico, donde se observó que los barcos 
enemigos disparaban numerosas piezas y á cor- 
tas distancias, aproximándose mucho á las obras, 
lo que hubiera dado lugar en el ataque á la Haba- 
na, á sensibles bajas en las baterías de poca cota, 
porque el enemigo dirigiría contra ellas, desde es- 



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74 LA GUERRA HISPA NO- AMERICAN A 

casa distancia, el fuego certero de sus cañones de 
tiro rápido, de las baterías secundarias y de las 
cofas de los barcos. Para evitarlo, recurrió á pro- 
poner el Comandante general de Artillería ese pro- 
cedimiento de las baterías simuladas y auxiliares, 
dedicadas á atraer fuegos del enemigo, obligándole 
á dividirlos entre muchos objetivos. Así que, á la 
derecha de la batería de Santa Clara, quedó insta- 
lada una; á la izquierda de la núm. 3 (obuses), otra; 
entre la nüm. 2 y Velasco, otra; entre la núm. i y 
la nüm. 2, dos, para que, disimuladas por el terre- 
no y la vegetación, pudieran contener cañones de 
9 cm. Be, de 7*5 cm. de tiro rápido Krupp, y de 
12 ó 15 cm. Verdes; todos los elementos, en fin, 
de fuego de que se disponía para contrarrestar ese 
análogo fuego de los buques americanos , que se 
observaba empleaban en todos los casos, aproxi- 
mándose mucho á las obras para sacar el mayor 
partido posible de sus cañones de tiro rápido. 

El recurso, claro es que no deja de serlo de 
pobre, pero no cabe duda, que aquellas baterías 
auxiliares repartidas entre las Obras, hubieran po- 
dido lanzar buena cantidad de proyectiles, que en- 
torpecerían, si se aproximaban los barcos, el ser- 
vicio de sus baterías secundarias, lo que unido al 
fuego de las baterías simuladas y al que hicieran 



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ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 75 

las de las fortalezas antiguas, formarían extensa 
línea de objetivos, que compensase la falta de ca- 
ñones de tiro rápido, obligando á la escuadra ene- 
miga á subdividir ó desconcentrar su ataque. 

Conste, por tanto, que esas baterías auxiliares 
y simuladas que hoy se ensalzan, surgieron allí 
por iniciativa artillera. 

Á consecuencia de tales medidas, quedó la de- 
fensa de la Habana constituida por las piezas que 
á continuación se relacionan, comprendiendo algu- 
nas de la línea terrestre de que hemos de ocu- 
parnos. 



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76 



LA GUERRA HISPANO-AMERÍCANA 



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78 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Mas la dificultad, no sólo tenía asiento en la 
carencia de dinero ó en las intermitencias con que 
se libraba, sino que, bajo el aspecto técnico, se 
complicaba con la falta de personal bastante para 
el servicio en fuego de los cañones. De los dos Ba- 
tallones, 10.^ y ii.°, de que se disponía para los 
servicios de artillería de toda la isla, hubo alguna 
fuerza empleada en operaciones como infantería, 
que poco á poco se fué arrancando de esta misión, 
hasta lograr que todos se dedicasen á su peculiar 
cometido , que exigía larga enseñanza. Aun así no 
bastaba. El personal de Jefes y Oficiales también 
era escaso. El General Fuentes tuvo que suplir esa 
escasez , con una bien meditada y vigorosa organi- 
zación, para lo cual obtuvo del General Blanco toda 
clase de apoyo y de facilidades. 

Dividióse el frente marítimo en dos zonas, una 
(barlovento) que comprendía desde el Morro á Co- 
jímar, y otra (sotavento) desde la Punta á la Cho- 
rrera. De barlovento, quedó el mando á cargo del 
Teniente Coronel del ii.^ Batallón, D. Guillermo 
Cavestany, con la fuerza disponible de ese cuerpo, 
y de sotavento tomó el mando el Teniente Coro- 
nel del ic®, D. Eduardo Arnáiz, con la fuerza dis- 
ponible de dicho Batallón. 

Cada una de estas dos grandes zonas, se subdi- 



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ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 79 

vidió en obras á cargo de un Comandante, con los 
Capitanes y Oficiales necesarios para el servicio 
de fuego y municionamiento; y como el personal 
artillero no llegaba para todo, ni aun compren- 
diendo los Segundos Tenientes de la Escala de re- 
serva — ya que exigencias del material hacían que 
la mayor parte de los escasos Primeros Tenientes 
del Cuerpo estuvieran en las baterías de monta- 
ña — atrajo á este servicio á los dos Batallones de 
Artillería de Voluntarios, que* mandaban sus res- 
pectivos Coroneles Corujedo y Vandama, y que 
hasta entonces, por de contado, prestaban servicio 
como infantería, teniendo sólo de artilleros el nom- 
bre. También vino á depender del Comandante ge- 
neral de Artillería, el titulado Regimiento montado 
de Voluntarios, que mandaba el Marqués de Apez- 
teguía, Regimiento que, al igual que los dos Bata- 
llones citados, movilizó su fuerza al mando de su 
Teniente Coronel Sr. Fernández. Pudo desde enton- 
ces disponerse, de un núcleo de personal auxiliar 
para el municionamiento, obras de segunda línea y 
otros servicios , lo que permitía tener los artilleros 
del ID.® y II .*^ Batallón en el de las piezas de prime- 
ra línea. Sirva eso de enseñanza á los que escatiman 
fuerzas de Artillería, que luego hay que improvisar 
en malas condiciones, en el momento del peligro. 



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LA GUERRA HiSPANCKAMERICANA 



La organización por Obras, á cargo de un Jefe, 
es la que mejor cuadra á las defensas de costa, asig- 
nándoles más ó menos fuerza y Oficiales del Cuer- 
po , según el número é importancia de los cañones 
que monten; y como esa organización es necesaria 
para la guerra, debe acometerse en tiempo de paz. 

Los Jefes de las obras de la Habana, dieron 
verdadera importancia, siguiendo indicaciones su- 
periores, á la mecánica de los montajes y de los 
cierres y organismos, para lo cual se les asignó 
un obrero por cañón, medida que hemos viste 
abrirse paso y que es necesario fomentar, porque 
los cañones de costa modernos, son máquinas com- 
plicadas, que exigen que el Oficial de Artillería 
cuente con personal obrero permanente que atienda 
y repare los ligeros entorpecimientos que puedan 
resultar y responda de su conservación perfecta. 

No sólo por estas razones, sino porque cree- 
mos justo dejar consignados los nombres del per- 
sonal artillero de la Habana, en compensación al 
penoso servicio desarrollado durante el bloqueo de 
aquella plaza, siempre en batería, al lado del ca- 
ñón, esperando la orden de hacer fuego, inserta- 
mos la organización dicha, que en sí y por los ser- 
vicios anexos que abarca acaso sirva de modelo 
para otras plazas. 



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ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 81 



Distñlincídn del personal ei la plaza de la Habana. 



Comandante General de Artillería 
Excmo. Sr. General de Brigada D. Julio Fuentes y Forner. 

Á LAS ÓRDENES DEL COMANDANTE GENERAL. 

Teniente Coronel , D. José Sagarra y Genoux. 

Capitán , D. Severo Gómez Núfiez. 

ídem, D. Fabriciano Haro y Porto. 

ídem, D. Lino Sáenz de Cenzano, Ayudante de Campo. 

ídem, D. Julio Fuentes, ídem id. 

COMUNICACIÓN CON BATERÍAS Y CENTROS. 

Dos telefonistas y dos aparatos telefónicos. 

COMANDANTE DE ARTILLERÍA DE LA PLAZA. 

Coronel , D. César Español y Sarabia. 

Capitán , á sus órdenes, D. León Martín Peinador. 

Primer Teniente de Infanteiía, á sus órdenes, D. Luis Español. 

FRENTE MARÍTIMO. 

Barlovento. 

Jefe, el Teniente Coronel del ii.*" Batallón, D. Guillermo Ca- 
vestany. 

Cabana, 

Batería de San Lorenzo: 4 C. H. R. i6 cm. y 3 C. B. R. 16 cm. 
Capitán , D. Arturo Morcillo. 
Segundo Teniente, D. Manuel Boado Novoa. 
6.* compañía del II.° Batallón (108 artilleros) y 5."* com- 
pañía movilizada de Voluntarios movilizados de Arti- 
llería (53). 
Tomo III 6 



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82 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

BaUria de la Pastora Baja: 9 O. H. R. S. 21 cm. 

6.^ compañía del il.** Batallón (32 artilleros) y Volunta- 
rios movilizados (24). 
Un telefonista y un aparato telefónico. 

RebelUn de San Leopoldo: 2 C. H. R. 16 cm. 

El mismo personal. 
Batería de San Ambrosio: 6 C. B. R. 1 6 cm. 

Capitán, D. Francisco San Miguel. • 

Segundo Teniente, D. Pascual Moya. 

6.* compañía del 1I.° Batallón y 3.* compañía de Volun- 
tarios movilizados de Artillería. 

Batería de la Pastora Alta: 3 O. H. R. S. 21 cm. 
£1 mismo personal. 

Obras números i y 2, Castillo núm, 4 (San Diego) 

y Observatorio telemétrico. 
Jefe, Comandante, I). Sixto Alsina Vila. 
Ohra núm. /; 4 C. H. E. 15 cm. Ce y 2 C. t. r. 57 mm. 
Capitán , D. Víctor de la Tejera. 
Primer Teniente, D. Antonio Muñoz Calchinarii. 
Segundo ídem , D. Juan Caballero, 
ídem, D. Luis Vaya Chilibrea. 

I.* compañía del II.° Batallón (137 artilleros) y 3.* com- 
pañía Volunlarios movilizados de Artillería (108). 
Dos obreros, dos telefonistas, un telegrafista, un aparato 
telegráfico, dos ídem telefónicos y un anteojo. 
Servicio sanitario: Médico l.°, D. Antonio Casares, un sanita- 
rio y ocho camilleros. 

Obra tiitm. 2: 2C. Ac. 30*5 cm. Krupp, 4 O. H. S. 21 cenlí- 
metros Ce. y 2 C. t. r. 57 mm. 

Capitán , D. Eduardo de Tapia Ruano. 

ídem , D. Andrés Torrico Peralvo. 

ídem , D. Manuel Rañoy. 

Primer Teniente , D. Luis Villalba. 

ídem , D. Alfonso Suero. 

ídem , D. Gonzalo Torres Armesto. 

Segundo ídem, D. Jesüs Ares Picó. 



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ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 88 

7.^ compañia del ll.° Batallón (164 artilleros y i,* com- 
pañía movilizada de Voluntarios movilizado* de Arti- 
llería (124). 
Cuatro obreros, tres telefonistas, un telegrafista, un apara* 
to telegráfico , dos ídem telefónicos y dos anteojos. 
Servicio sanitario: Médico I.**, D. Marcial Martínez Capdevi- 
la, un sanitario y seis camilleros. 

Castillo de San Diego: 4 C. B. R. 16 cm. 

Capitán , D. José Fernández Puente. 
Segundo Teniente, D. Benigno Álvarez. 
ídem , D. Pablo Veintinilla. 
4.^ compañía del ii.*^ Batallón (49 artilleros). 
Un obrero. 

OBSERVATORIO TELEMÉTRICO DE SAN DIEGO. 

Capitán , D. José Fernández Puente, 
ídem , D. Carlos Sánchez Pastorñdo. 

Ocho telefonistas, un telegrafista, un aparato telemétrico, 
un ídem telegráfico y dos ídem telefór.icos. 

Castillo del Morro ^ Obra Velasco y Batería del SoL 

Jefe, Comandante, D. José Pita y Caramés. 

Obra Velasco y Batería de Marina anexa: 3 C. Ac. 28 centíme- 
tros, 4 C. 12 cm. González Hontoria t. r. y I C. t. r. 57 mm. 

Capitán , D. Juan Ortiz £gea. 

ídem , D. Ramón Várela Jáuregui. 

Segundo Teniente, D. José Jiménez Cacho. 

ídem , D. José María Iborra. 

8.* compañía del li.° Batallón (77 artilleros) y 5.^ com- 
pañía de Voluntarios movilizados de Artillería (21). 

Dos obreros, dos telefonistas, dos aparatos telefónicos y 
un anteojo. 

Sección de la Armada: Alférez de Navio, D. Luis Noval y Celis 
y 19 individuos. 

Servicio sanitario: Médico i.**, D. Ramón Olmos, un sanitario 
y siete camilleros. 



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84 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

CASTILLO DEL MORRO Y BATERIA DEL SOL. 

Capitán , D. Ricardo Blanco Muguerza. 

Batería de Santo Tomás: 3 O. H. R. S. 21 cm. 
CabalUro de Mar: 3 O. H. R. S. 21 cm. 
Baluarte de tierra: 3 C. B. R. 16 cm. 
Segundo Teniente , D. Juan Diéguez. 

Batería de San Pablo: 2 O. H. R. S. 21 cm. 
Morrillo: 2 O. H. R. S. 21 cm. 

Segundo Teniente, D. Patricio Fernández. 

Batería del Sol: 6 C. H. L. 28 cm. y 2 O. H R. S. 21 cm. 
Capitán , D. Pedro Barrionuevo. 
Segundo Teniente, D. José Bastón. 

8.* compañía del II.** Batallón (64 artilleros) y 5.* com- 
pañía de Voluntarios movilizados de Artillería (13). 

OBSERVATORIO DEL MORRO. 

Capitán , D. Pedro Barrionuevo. 

Cuatro telefonistas y un aparato telefónico. 

OBSERVATORIO TÍLEMÉTRICO DE LA CABALA. 

Capitán , D. Mariano Lorenzo Montalvo. 
Cuatro telefonistas, dos telemetristas, un aparato telemé- 
trico, un ídem telegráfico y un ídem telefónico. 

Municionamiento central de Barlovento 
(en la Cabana.) 

Comandante, D. Manuel Sanz. 
Segundo Teniente, D. Liborio Merino. 
Un auxiliar de Almacenes. 

6.* compañía del 11." Batallón y i.* y 3.* compañías Vo- 
luntarios movilizados de Artillería. 

Proyector eléctrico Breguet de go cm.¡ núm, i 
(Playa del Chivo,) 

Capitán , D. Lorenzo del Villar. 

Tres obreros, dos carreteros y dos carros-algibes. 



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ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 85 

Escolta de la i.^ compañía Voluntarios movilizados de Ar- 
tillería (15). 

Comunícacioms: Sección ciclista del ll.^ Batallón. 

Transportes: Tres carros, tres carretas, 14 mulos con dos 
carros afectos al il." Batallón. 

Sotavento. 

Jefe, Teniente Coronel del 10." Batallón D. Eduardo Arnáiz. 
Un telefonista y un aparato. 

Obra de Santa Clara: 2 C. H. E. 30*5 cm., 3 C. Ac. 28 cen- 
tímetros Krupp, 4 O. H. R. S. 21 cm., 2 C. t. r. 57 mm. y 
4 ametralladoras Gatling. 

Jefe, Comandante, D. Manuel de Tapia Ruano. 

Capitán, D. Ricardo Morata. 

ídem , D. Miguel Gómez Romeu. 

ídem , D. Isidoro Moreno. 

Primer Teniente, D. Antonio Pastor. 

ídem, D. Faustino Mifión. 

ídem, D. Francisco Franco. 

Segundo Teniente, D. Francisco Roca. 

ídem , D. José Santos. 

ídem , D. Alejandro Rodríguez. 

ídem, D.Joaquín Escasi. 

5.* compañía del I o." Batallón (123 artilleros) y 4.» com- 
pañía Voluntarios movilizados de Artillería (163). 

Cuatro obreros, cinco telefonistas, un telegrafista, un apa- 
rato telefónico, otro telegráfico y dos anteojos. 
Servicio sanitario: Médico Mayor, D. Luis Hernández Rubín, 
un sanitario y siete camilleros. 

Obras números 3 y 4. 
Jefe, Comandante, D. Rafael RipoU (i). 
Obra núm, 3: 4 O. H. R. S. 21 cm. Ce. 
Capitán , D. Luis Blanco. 



(i) Dejó el cargo que ejercía á las órdenes del General Hernández Ve- 
lasco, para tomar parte en los servicios de artillería. 



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86 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

l'rimer Teniente , D. José Izquierdo. 
Segundo ídem , D. Juan García Armesto. 
7.* compañía del iO.° Batallón (69 artilleros) y 6.* com- 
pañía Voluntarios movilizados de Artillería (18). 
Dos obreros, cuatro telefonistas, un aparato telegráfico, 
dos aparatos telefónicos y un anteojo. 
Si^vieio sanitario: Médico i.", D. Nicanor Cilla, un sanitario 
y siete camilleros. 

O^ra núm, 4: 2 C. H. E. 24 era. y .2 C. H. E. 1$ cm. 
Capitán, D. Manuel Gastón. 
Primer Teniente, D. Eduardo Pereiro. 
ídem , Escala de reserva , D. Domingo Ortíz. 
Segundo ídem , D. Guillermo Morete, 
ídem , D. Francisco Llíteras. 

7.* compañía del io.° Batallón (70 artilleros) y 6.* compa- 
ñía Voluntarios movilizados de Artillería (44). 
Dos obreros, dos telefonistas, un telegrañsta, dos aparatos 
telefónicos, un aparato telegráfico y un anteojo. 
Servicio sanitario: Médico Mayor, D. Juan Ristol, un sanitario 
y cuatro camilleros. 

Obra núm. J y Batería de Marina anexa. 

4 C. II. E. 15 cm., 2 C. t. r. 57 mm. y 3 C. 16 cm. González 
Hontoria. 

Jefe, Comandante, D. Fernando Corradi. 

Capitán, D. Joaquín Rodríguez Sánchez. 

Primer Teniente , D. Víctor Serra. 

ídem. Escala de reserva, D. José Arias Mosquera. 

Segundo Teniente, D. Nicolás Eguarás. 

3.* compañía del io.° Batallón (85 artilleros) y 2.* compa- 
ñía Voluntarios movilizados de Artillería (77). 

Dos obreros, cuatro telefonistas, dos aparatos telefónicos 
y un anteojo. 

Sección de la Armada: Alférez de Navio , D. Guillermo Colme- 
nares. 

Servicio sanitario: Médico i.", D. Higinio Peláez, un sanita- 
rio y ocho camilleros. 



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ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 



Batería de la Reina, 

7 O. H. R. S. 21 cm. y 3 C. i6 cm. González Hoiitoria. 
Jpfe, Teniente Coronel, D. Joaquín Ramos Masnata. 
Capitán , D. Luis Sanz López. 
Segundo Teniente, D. Luis Berenguer. 
3.* compañía del 10." Batallón (12 artilleros), 7.** compa- 
ñía del 10." Batallón (17), 4.* compañía del li .** Bata- 
llón (18) y Compañía movilizada del I.« Batallón Vo- 
luntarios de Artillería. 
Seis telefonistas y dos aparatos telefónicos. 
Sección de la Armada: Alférez de Navio, D. Eduardo Berdía. 
Servicio sanitario: Méáico i.**, D. Francisco Soler, un sanita- 
rio y nueve camilleros. 

Proyector eléctrico Mangin de go cm., núm. 2 (Vedado), 

Capitán, D. Rafael Osuna. 

Cuatro obreros. 

Escolta de Voluntarios movilizados de Artillería. 

Proyector eléctrico Breguet de 60 cm,, tiúm, j 
(San Lázaro), 

Capitán, D. Francisco Antein. 

Tres obreros. 

Escolta de Voluntarios movilizados de Artillería. 

Reserva general de Sotavento. 

2.* y 4.* compañías Voluntarios movilizados de Artillería. 
Comunicaciones: Sección ciclista del 10." Batallón. 
Transportes: Ocho carros y 15 mulos, con dos carros afec- 
tos al io.° Batallón. 

Orilla izquierda de la Bahía. 
Jefe, Coronel, D. Eduardo Valera. 

Castillo de la Punta y Batería anexa: 2 C. H. E. 15 cm. Ce, 
3 C. B. R. 16 cm. y I C. 28 cm. L. 
Capitán, D.Joaquín Seoane y Caño. 



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LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 



Segundo Teniente, D. José Navarro. 

$.* compafifa del il.*' Batallón (133 artilleros) y 4.^ com- 

pafiía del l.^ Batallón Voluntarios de Artillería. 
Dos obreros , un telefonista y un aparato telefónico. 

Semi'baluarte de la Punta: 4 C. H. L. 28 cm. y 3 C. Be. 15 cen- 
tímetros Ce. 

Primer Teniente, D. Luis García Lara. 
Segundo ídem, D. Simón Maroto. 

5.* compañía del 1 1.** Batallón y 5.* compafiía del i.« Ba- 
tallón Voluntarios de Artillería. 
Un obrero. 

Cuartel de la Fuerza: 4 C. H. L. 28 cm. 

Segundo Teniente, D. Antonio Forradellas. 
Compafiía movilizada del l.er Batallóo de Artillería. 

Observatorio telemétrico de la Pirotecnia. 

Capitán , D. Eustasio Amilivia y Calvetón. 

Primer Teniente, D. Francisco Español y VUlasante. 

Seis telefonistas, 10 telemetrístas, dos telegrafistas, dos apa- 
ratos telemétricos, uno telegráfico,, tres telefónicos y dos an- 
teojos. 

Castillo del Príncipe y Centra de municionamiento de la zona 
de sotavento: 4 M. 15 cm. y 9 C. B. R. 16 cm. 

Comandante, D. Ricardo I^ofio. 

Capitán , D. José Junquera. 

Segundo Teniente, D. Ramón Novoa. 

3.* compañía del iO.° Batallón (32 artilleros), 4.* copipa- 
nía Voluntarios movilizados de Artillería (30) y 2.* y 3." 
compañías del l.er Batallón Voluntarios de Artille- 
ría (27). 

Un obrero, dos telefonistas y un aparato telefónico. 

Loma de las Animas: 3 C. B. R. 16 cm. 

£1 mismo personal del Castillo del Príncipe. 

Talleres y almacenes de la Pirotecnia. 

Capitán , D. Vicente de Santiago. 

Compafiía de obreros de la Pirotecnia y personal auxiliar. 



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ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 



Castillo di Atares y municionamiento central de la linea exte- 
rior terrestre: 6 C. B. R. i6 cm. 
Capitán , D. Joaquín Mariné. 
Segundo Teniente , D. Manuel Losada Castro. 
Auxiliar de Almacenes , D. Darío Baceta. 
Uíi telefonista. 

Talleres y almacenes de la Maestranza y Parque, 

Capitán f D. Antonio Planas Sierra. 

Ídem , D. Juan Jiménez Andino (Compañía de obreros). 

Primer Teniente, Escala reserva, D. Jacinto Ester. 

Segando ídem, D. Pascual García Gómez. 

Personal auxiliar. 

Compafiía de obreros. 

Tres telefonistas y un aparato telefónico. 

Baterías auxiliares, 

BARLOVENTO. 

Jefe, Comandante, D. Enrique Sánchez. 
Entre Obras núm, a y Velasco : 3 O. Be. 1 5 cm . 
Primer Teniente, D. José Company. 

Fuerzas del li.** Batallón y de la 5.* compañía moviliza- 
dos de Artillería (25). 

Casa del Inglés: 3 C. Be. 15 cm. 
Capitán , D. José Casado. 

Fuerza del ll." Batallón y de la 5.^ compañía movilizados 
de Artillería. 

SOTAVENTO. 

Jefe, Teniente Coronel, D, Fernando Bringas. 

Izquierda de Santa Clara: 4 O. Be. 15 cm. y 6 C. Be. 12 cm. 
Capitán , D. Elíseo Loriga, 
ídem, D. Román Grima. 
Primer Teniente, D. Antonio RuU. 
ídem , D. José Martínez Díaz. 
Segundo ídem, D. Manuel Sanjuán. 
ídem, D. Salvador Hernández. 



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•JO LA GUERRA HISP ANO-AMERICANA 

Segundo Teniente, D. Manael Fernández Cortina. 

ídem , D. Alfredo Sendra. 

3.^ batería de Sitio y Voluntarios movilizados. 

Izquierda de la Obra nú/n, j; 6 M. Cn. B. 32 cm. 
Capitán , D. José Junquera. 
Segundo Teniente, D. Francisco Roca, 
i.er Batallón Voluntarios y Voluntarios movilizados. 

Izquierda de la obra núm. j'; 6 C. Be 9 cm. 
Capitán, D. Ismael Pérez Vidal. 
Segundo Teniente, D. Florentino Ocafia. 
ídem , D. Francisco Bernal. 
ídem , D. Manuel Rodríguez, 
i.*^ batería de Sitio y Voluntarios movilizados. 

Línea exterior terrestre. 

Comandante, D. Wenceslao Farrés. 

Capitán , á sus órdenes , D. Emilio Ruiz. 

ídem , encargado del Detall , D. Francisco Anteín. 

ídem, D. Gabriel Moragues. 

4.* compañía del II." Batallón, destacamentos del 10." y 
II." Batallón, 7.* y 8.* compaftías de movilizados del Regi- 
miento montado Voluntarios de Artillería. 

28 mulos afectos á la 4.^ compañía del II." Batallón. 

Posiciones artilladas. 

Mordaza: 2 C. Be. 9 cm. Ce. y 5 M. C. 27 cm. 

2.* compañía del 10.® Batallón (25 artilleros). 
Mazo: 2 C. Be. 9 cm. Ce. 

Capitán , D. Luís Chacón Bonet. 

Segundo Teniente, D. José Ruiz López. 

ídem, D. Evaristo Nogueruela. 

2.* compañía del 10." Batallón (ii artilleros). 

Ingénito: 2 C. Be. 9 cm. Ce. 

Segundo Teniente, D. Dalmiro Pérez González. 
Jacomino: 3 C. Be. 9 cm. Ce* y 2 C. Ac. 8 cm. Cr. 

Segundo Teniente, D. Pedro Ruiz Nidaguila. 

3* compañía del 11." Batallón (lO artilleros). 



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ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 91 

Loma Cruz: 2 C. Be. 9 cm. Ce. y 2 C. Ac. 8 cm. Cr. 
Segundo Teniente, D. Mariano Monzó. 
3.^ compañía del ii.® Batallón (15 artilleros). 

Cojímar: 3 C. Ac. 57 mm. t. r, 
Guanabacoa: 3 C. Ac. 57 mm. t. r. 

Capitán , D. Trinitario Peirats. 

Segundo Teniente, D. Pascual Franco AUué. 

ídem, D.Jesús Medina Salmerón. 

4.^ compañía del ll.^ Batallón (74 artilleros). 

Ingénito de Guanabiuoa: 3 M. 32 cm. (?) 

Baterías de Sitio (i). 

Jefe, Teniente Coronel, D. Fernando Bringas. 
Segundo Teniente , á sus órdenes , D. Ulpiano Vázquez La- 
gares. 

i.^ Batería: 6 C. Bo. 9 cm. 

Capitán , D. Ismael Pérez Vidal. 

Segundo Teniente , D. Francisco Bernal. 

ídem, D. Manuel Rodríguez. 

ídem, D. Florentino Ocaña. 

3.* compañía del ii.° Batallón (76 artilleros). 

bJ' Batería: 6 C. Be. 12 cm. 
Capitán , D. Román Grima. 
Primer Teniente. D. José Martínez Díaz. 
Segundo ídem , D. Manuel Fernández Cortina, 
ídem, D. Alfredo Sendra. 
I.^ compañía del 10.^ Batallón (127 artilleros). 

3,^ Batería: 3 M! Be. 15 cm. y 3 O. Be. 15 cm. 
Capitán, D. Elíseo Loriga. 
Primer Teniente, D. Antonio Rull del Río. 
Segundo ídem , D. Manuel Sanjuán. 
ídem, D. Salvador Hernández. 

2.* compañía del io.° Batallón (il8 artilleros) y 86 mulos 
de la batería depósito del 4.° Regimiento de Montaña. 



(x) Parte del personal de estas baterías se notará que ñgiira en otros pues- 
tos, así como algunas piezas. Obedece esto á falta de personal y cañones para 
tan extensa plaza, que obligaba á asignarlos doble cometido, según hubiese 
exigido el ataque. 



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92 



LA GUERRA HISPANO- AMERICANA 



RESUMEN Di 



AGHUPAcieiEs mkmki 



DE ESTE FRENTE 



Campo atrincherado de la Ca- 
bana 

Zona de Sotavento 

ídem de Barlovento 

ídem del canal de entrada del 

puerto 

I Defensas submarinas del 
I puerto , 



Total. 



OBRAS 



24 



5 



3299 '50 



3299 '50 



3 3 



56 



I 
1 ' 1 



2 ; * 
56 I 4 ' 1 



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ORGANIZACIÓN DEL FRENTE MARÍTIMO 



FRENTE MARÍTIMO 



i MATSHZAZi 






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CAPITULO IV. 



El campo atrincherado. (■- 

Línea exterior terrestre. — Defensas desde el Morro á Cojiínar.— (.)rKaii¡/.aLÍ«>ii 
de las defensas terrestres. 

La divisoria de la cuenca de la bahía de la Ha- 
bana, forma una línea que, partiendo del castillo 
del Morro, pasa por la Cabana, Fuerte ni'im. 4, 
reducto El Ingénito, loma de Uria, Guanabacoa, 
San Miguel del Padrón, Jacomino, La Luz del 
Timón, El Mazo, Mordazo, castillo del Príncipe 
y castillo de la Punta. 

Un trozo de esa línea, tiene conexión con el 
frente marítimo, y el resto, es puramente terrestre. 
A esta parte terrestre, se creyó conveniente darle 
una organización defensiva especial , para el caso 
en que los americanos desembarcaran y atacasen 



(1) Véase el Plano íie la plaza de la Habana y de su campo 
atrincherado, que forma parte de este libro. 



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96 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

en combinación con los insurrectos. Realmente la 
línea terrestre comprendía desde la loma de Uria 
á la Chorrera, pues aun cuando en el otro frente, 
ó sea desde el Morro al camino de Cojímar, se for- 
mó el llamado campo atrincherado de la Cabana, 
este era más bien una hijuela del frente marítimo. 

Organizada, para atender á la defensa de la 
plaza, una división ál mando del General D. Juan 
Arólas, empezaron á construirse reductos, atrin- 
cheramientos y toda clase de obras de fortificación 
provisional, para ocupar las posiciones importantes, 
haciéndose enorme movimiento de tierras, del que 
da idea el plano general qué publicamos. El deta- 
lle de esas obras lo contiene la lámina 4.,^, que re- 
presenta el trazado de sus magistrales, el nombre 
de la posición á que corresponden en el plano ge- 
neral y la clase de fortificación (i). 

La naturaleza del terreno cercano á la Habana, 
entraña una serie de lomas de suaves pendientes, 
que se van sucediendo, así, que circunscrita la cin- 



(i) Esos trabajos inmensos de fortificación debieron su rá- 
pido desarrollo al Teniente Coronel de Ingenieros D. Julián 
Chacel. 

En la organización de los servicios de la División de de- 
fensa se distinguieron mucho el Teniente Coronel de Estado 
Mayor Sr. Llanos y el Capitán de Caballería D. Julio Amado. 



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EL CAMPO ATRINCHERADO 97 

tura dé defensas á la divisoria de la bahía, resul- 
taban más allá, no lejos, otras posiciones que do- 
minaban ó se igualaban con las ya ocupadas, por 
lo cual se desarrolló bien pronto el prurito defen- 
sivo, construyéndose nuevas obras, que á su vez 
formaban otra parte de línea, y siguiendo ese sis- 
tema, acaso hubiera sido necesario ir aún más allá 
en la defensa. El conjunto vino á ser agrupado en 
tres líneas, una de obras avanzadas, otra de obras 
de primera linea y la tercera de obras de segunda 
linea, además de los atrincheramientos indepen- 
dientes que con profusión se abrieron (i). 

El siguiente estado especifica los nombres y 
agrupación de estas obras : 



(i) Para estos trabajos funcionaba una Junta de defensa 
formada por el General de División D. Juan Arólas , Coronel 
de Artillería D. Wenceslao Farrés y Teniente Coronel de Inge- 
nieros D. Julián Chacel. 



Tomo III 



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LA GUERRA HISPANOAMERICANA 



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Resulta, pues, que esas posiciones de la línea 
exterior terrestre absorbían 24.116 hombres. 

Y aquí encaja que consignemos la opinión de 
algunas personas, que pensaban si, dadas léis con- 
diciones de la plaza, era ese el mejor sistema de 
defensa terrestre, y como conviene que estos casos 
sirvan de alguna enseñanza práctica, explanaremos 
esa tendencia. 

La acción por tierra de los americanos, tratán- 
dose de una plaza situada en país insurrecto, y en 
el que las fuerzas insurgentes hacían causa común 
con el enemigo exterior, habría de ser combinando 
las operaciones del ejército de desembarco con las 
de la insurrección, y como ésta, dentro mismo de 
la Habana, tenía muchos adeptos, se encontraría 
la defensa por líneas fijas de fuertes terrestres, con 
enemigo dentro y enemigo fuera; es decir, que no 
tendría segura completamente su acción: por otro 
lado, las posiciones alcanzaban una extensión de 
24 km., que inmoviliziaba gran contingente de tro- 
pas, y tenían delante, no campo libre, sino nue- 
vas posiciones aprovechables por el enemigo, que 
además sería conocedor del terreno merced á su 
inteligencia con los insurrectos, y por lo tanto, cabe 
pensar si convendría, más que la defensa en cierto 
modo fija, la defensa móvil. En otros términos: 



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EL CAMPO ATRINCHERADO 101 

si la defensa terrestre, podría ser conveniente ha- 
cerla por un ejército operando al exterior de la 
plaza, en disposición de acudir y reforzar el sitio 
por donde el enemigo iniciase el ataque ó el de- 
sembarco, presentándole superioridad merced á 
esa misma movilidad. Eso, tenía también la ven- 
taja, de no agravar el problema del abastecimiento, 
que, al parecer, revestiría, de prolongarse el blo- 
queo, dificultades temibles para la población. 

Hay que tener en cuenta, que para operar al 
exterior había otras fuerzas independientes de la 
División de defensa (i). No obstante, en casos 
como el que nos ocupa, merece pensarse esa teoría, 
dadas las especiales condiciones topográficas y la 
situación. 

Volviendo á la defensa terrestre, se ofrece á la 
observación el sistema en que se subdividió , que 
fué por sectores. Eran éstos cinco, con una Brigada 
cada uno, correspondiendo al terreno comprendido 
de Cojímar á Marianao , hasta la línea avanzada de 
fuertes, y dentro de ese espacio había, según ya 
indicamos, otro trozo de terreno con organización 



(i) Además de la División de defensa, existían repartidas 
en la provincia y en las limítrofes , fuerzas del i .e^ Cuerpo de 
ejército, que mandaba el General de División D.Julián Gon- 
zález Parrado , fácilmente reconcentrables sobre la Habana. 



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102 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

separada, bajo el nombre de Campo atrincherado 
de la Cabana y que abarcaba el plano inclinado for- 
mado por la divisoria de la bahía hasta la loma de 
Uria, Cojímar y la costa á enlazar con el Morro. 
Ese titulado campo atrincherado, tenía por centro 
la fortaleza de la Cabana, y lo mandaba el Gene- 
ral de Brigada D. Vicente Gómez de Ruberte. Para 
la zona exterior de la Habana, se asignó una fuer- 
za especial y otra para la vigilancia de la conduc- 
ción de aguas (canal de Albear ó de Vento). 

Cada sector tenía su centro de municionamien- 
to y raciones para cinco días. 

El Cuartel general de la División se situaba en 
el Parque Central (Portales del Teatro de Tacón). 

El del I ^^ sector, en el castillo del Príncipe. 

El del 2.° sector, en Puentes Grandes. 

El del 3.**^ sector, en Luyanó. 

El del 4.®, en Guanabacoa. 

El del 5.0, en el Gobierno militar (Plaza de 
Armas). 

El campo atrincherado de la Cabana tenía por 
centro la fortaleza del mismo nombre. 

La fuerza de cada una de esas agrupaciones la 
da el estado adjunto. 



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104 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Todos estaban en comunicación por líneas te- 
legráficas y telefónicas y aparatos ópticos. 

Entre las obras había buepos caminos, y la vía 
férrea de circunvalación hubiera también prestado 
excelentes servicios, pues rodea la bahía desde Re- 
gla al centro de la Habana. 

De la plaza arrancaban las siguientes vías : fe- 
rrocarriles unidos de la Habana (línea de Bataba- 
nó, Empalme y Guanajay); ferrocarril del Oeste 
(Pinar del Río); ferrocarriles unidos de la Habana 
(línea de Jovellanos); ramal de Guanabacoa; ferro- 
carril de Marianao; ferrocarril urbano del Vedado 
á lo largo de la costa (vía estrecha). 

Era segundo Jefe de la División el General de 
Brigada D. Ramiro de Bruna, y Jefe de Estado 
Mayor el Teniente Coronel D. Francisco Fernán- 
dez Llano. 

Parécenos oportuno dejar consignados á con- 
tinuación los nombres de los Jefes y Oficiales qué 
dirigieron aquel inmenso movimiento de tierras: 

Teniente Coronel Sr. D. Julián Chacel y García, ingeniero 

Comandante. 
Comandante D. Luis Gómez de Barreda y Salvador, Jefe del 

Detall, 
ídem D. Enrique Carpió y Vidaurre , ingeniero de obra, 
ídem D. Joaquín Cañáis y de Castellarnau , ídem id. 
ídem D. Guillermo Aubarede Kierulf, ídem id. 



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EL CAMPO ATRINCHERADO 105 

Comandante D. Juan Fernández Shaw, ingeniero de obra. 

Capitán D. Jorge Soriano Escudero , ídem id. 

ídem D. Mariano Escárraga Galindo, ídem id. 

ídem D. Gerardo López Lomo, ídem id. 

ídem D. Luis González Estéfani y Arambarri , ídem id. 

ídem D. José Maranges Camps , ídem id. 

ídem D."*José Aguilera y Merlo, ídem id. 

ídem D. Ángel Góngora Aguilar, ídem id. 

ídem D. Pablo Dupla Valler, ídem id. 

ídem D. Florencio de la Fuente Zalba , ídem id. 

ídem D. Emilio Morata Petit, ídem id. 

ídem D. Antonio Cué Blanco, ídem id. 

ídem D. Gregorio Francia Espiga, ídem id. 

ídem D. Sebastián Carreras Portas , ídem id. 

ídem D. José María Vélaseos , idem^ id. 

Primer Teniente D. Ernesto Villar Peralta, Director del esta- 
blecimiento de la red telefónica y de la construcción de fo- 
gatas. 

ídem D. Celestino García Antúnez , ingeniero de obra. 

ídem D. José del Campo Duarte, ídem id. 

ídem D. José Esteban y Cía villar, ídem id. 

ídem D. Carlos Bernal y García, ídem id. 

ídem D. Eduardo Duyos y Sedó , ídem id. 

Oñcial l.<* de Administración Militar D.José Sánchez Gómez, 
Oñcial pagador. 



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CAPÍTULO V. 



Influencia de las plazas de guerra. 

Los errores de la opinión.— Confianzas excesivas.— Descuidos y arrogancia». 
iConeentración ó dispersión.' — Eficacia de las baterías de la Habana. 

Nos proponemos en este capítulo, volver por 
los fueros de la verdad, en un asunto que ha sido 
objeto de altas y bajas censuras. 

Se ha extendido mucho la creencia, de que la 
plaza de la Habana, organizada tal como lo fué, . 
de nada útil sirvió como elemento militar. Agré- 
gase con dañada intención, que aquellos cañones 
y aquellas baterías, tanto esfuerzo acumulado y 

tanto dinero gastado, únicamente sirvieron para 

pasar tranquilamente á manos de los americanos. 

La injusticia es notoria. 

Ante ella vamos á formular las siguientes pre- 
guntas, cuyas respuestas razonaremos, siquiera sea 
como protesta teórica de un cargo, harto extendi- 
do, y que no debe prevalecer. 



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IOS LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

¿La plaza de la Habana llenó alguna misión 
importante en la guerra hispano-americana? 

En caso de ataque, ¿aquellas obras de defensa 
hubieran podido servir para cambiar el aspecto de 
la guerra? 

Si los demás puertos principales de la isla, hu- 
biesen tenido análogos elementos que la Habana, 
¿sacáramos mejor resultado? 

Para poder dar opinión acerca de esos temas, es 
necesario retroceder un poco en las fechas y venir 
á la época en que se inició la guerra separatista. 

La reseña que vamos á hacer, no se refiere á 
las operaciones militares en sí, redúcese á un lige- 
ro examen de las fases político-militares por que 
pasó la lucha. 

Tres aspectos ofrece la guerra, según los perío- 
dos que se consideren. 

Primer período, guerra separatista. 

Segundo, confianzas excesivas. 

Tercero, guerra hispano-americana. 

En el primer período, todos recordamos que no 
se dio á la insurrección la importancia y gravedad 
que en sí tenía. Mas bien se la miraba con desdén 
y se presumía que á plazo breve quedaría domi- 
nada. Los principales cabecillas, los Máximo Gó- 
mez, Maceo y otros, tardaron algunos meses en 



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INFLUENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA lO'J 

decidirse á saltar á las costas de Cuba, y el incre- 
mento de la rebelión, por causas que ampliamen- 
te hemos de analizar en otro libro, se desarrolló 
de un modo para algunos inesperado. 

El segundo período, podemos considerar que 
arranca de la invasión de Máximo Gómez y Maceo 
de Oriente á Occidente. Ya entonces podía demos- 
trarse y comprenderse, sin necesidad de ser muy 
lince, que la ayuda de los Estados-Unidos pasaba 
de los límites que permiten, si es que permitirlos 
pueden, las leyes internacionales, porque no era 
posible comprender la abundancia de recursos que 
los insurrectos poseían, esencialmente en armas y 
dinero y protección moral, sin que su causa fuese, 
casi oficialmente, patrocinada por los americanos. 

Sin embargo de ello, y á pesar de los avisos 
que la prensa extranjera y las mismas publicacio- 
nes americanas, nos daban á diario, .continuó abri- 
gándose por los políticos al uso, la más absoluta 
- confianza de que no había que temer nada de nues- 
tros leales amigos los americanos (i). 

Á raiz de la invasión debió enviarse á Cuba 
nuestra escuadra. ¿Por qué no fué? 



(i) Fué entonces cuando el General Martínez Campos de- 
cidió impulsar vigorosamente la defensa y artillado de la Ha- 
bana. 



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no LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

Y en esto llegamos al tercer período; aquel eir 
que empezó á dibujarse el espectro de 1% guerra 
exterior combinada con la revolución interior po- 
tente y engreída. 

Ocurrieron en la Habana algunos disturbios, 
provocados por las procacidades de un periódico, 
procacidades pasivamente toleradas^por el Gobier- 
no autonómico, y aquello vino de perlas al ene- 
migo acérrimo de España, al Cónsul Lee, para 
pedir que un buque de guerra de los Estados-Uni- 
dos fuese á la Habana. Hay que tener en cuenta 
que á todo esto, las debilidades esp&ñolas se iban 
traduciendo en arrogancias de los Estados-Unidos, 
pues por aquellos tiempos, su escuadra se situaba 
en los puertos de la Florida, que luego les sirvie- 
ron de base de operaciones, y la protección á los 
insurrectos se hacía cada vez más descaradamente. 

Nada justificaba la petición del Cónsul de los 
Estados-Unidos. Los ciudadanos americanos, eran 
absolutamente respetados y ejercían toda clase de 
industrias en medio de la consideración completa 
y correcta por parte de los españoles: aquella pe- 
queña revuelta á que dieron lugar los ataques de 
El Reconcentrado al Ejército, quedó satisfactoria- 
mente resuelta; pues bien, ello no fué obstáculo 
para que, cuando menos lo esperábamos, el Cón- 



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INFLUENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA 111 

sul Lee saliese con la suya, y el Maine, crucero 
americano, se presentase en el puerto sin explica- 
ción que garantizase aquel alarde (i). 

i Acaso se impacientaban los jingoes y se es- 
peraba que diera lugar la presencia del buque á 
desórdenes y agravios ! 

Puede muy bien ser así, por cuanto entonces 
recrudeció sus insultos y procacidades la prensa 
amarilla de los Estados-Unidos. 

Mas lo que no logró la provocación, aquel pre- 
texto que se buscaba para unirlo al de un preten- 
dido sentimentalismo humanitario, hoy desmenti- 
do por los hechos, vino á surgir por \ malicia, por 
abandono, por casualidad, por algo de eso depen- 
diente de los americanos mismos, que no otra cosa 
fué la voladura del Maine dentro de la bahía de 
la Habana. 

Ya en otro libro y en un folleto que publica- 
mos á raíz de aquella catástrofe, desmentimos la 
hipótesis absurda é imposible de que á manos es- 
pañolas se debiera la voladura del Maine: absurda, 
porque no es de usos españoles ese proceder cri- 
minal; é imposible, porque las circunstancias y se- 
ñales del caso, los rastros que dejó, los razonamien- 



(i) También entonces pudo y debió ir la escuadra. 



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112 , LA GUERRA HISPANO- AMERICANA 

tos de pie forzado á que tuvo que acudir el enemi- 
go encubierto para acusarnos de un atentado ini- 
cuo, prueban plenamente que no tuvieron los es- 
pañoles arte ni parte en aquella explosión. 

Pero ello no fué obstáculo para que repercutiese 
en todos los ámbitos de la Unión la pretendida 
perfidia de los españoles, se predicase la guerra, y 
se preparase el ataque contra Cuba, considerándola 
inmediata y legal. Á pesar de eso, en España se 
seguía aún negando la posibilidad del conflicto. La 
triste realidad , el irritante y bochornoso ultimátum ^ 
fué el único medio ,de convencer á algunos de 
nuestros graodes primates, de que la guerra con 
los Estados-Unidos era evidente. ¡Pocos días antes 
aún había personajes que predicaban confianza! 

Resultado : que los Estados-Unidos se prepara- 
ron formidable y decididamente, y en nosotros no 
se vio que, paralelamente á los aprestos tle la Ar- 
mada y del Ejército yankee, se movieran los re- 
cursos militares, navales y de abastecimiento, en 
harmonía con la tremenda agresión que se nos 
echaba encima. 

Lejos de eso, los que en Cuba nos hallábamos, y 
con cuidado seguíamos los sucesos comparando la 
prensa americana con la española,' notábamos enor- 
me diferencia: por nuestra parte, confianza y de- 



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INFLUENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA 113 

jadez; por la del enemigo, preparación y actividad. 

Cierto es que esa fué la nota culminante desde 
antes, á partir de la conflagración separatista: no 
había conexión directiva entre ésto y aquéllo: tra- 
tándose de una guerra tan extensa, echábase de 
ver que no se formaba en la Península concepto 
exacto de cómo andaban allí las cosas : una indife- 
rencia glacial lo helaba todo, y mezclada con ella, 
notábanse inconcebibles arrogancias que habrían 
de costar caras. 

Presumíamos de tener plazas fuertes, formida- 
bles, torpedos aterradores y escuadras potentes. 

Por lo que se refiere á Cuba, los barcos que 
poseíamos en aquellos mares eran deficientes, mu- 
chos inservibles, sin artillería moderna ni velocidad 
que compitiera con la de los americanos, y aun 
cuando llegamos á tener en aguas de la Habana el 
Oquendo y el Vizcaya, pronto se les dio incom- 
prensible orden de regreso (i). 

En cuanto á plazas de guerra, puede decirse 
que sólo merecía tal nombre la de la Habana, y 
que los demás puertos estaban abiertos á cualquier 
agresión. 



(i) Ya tratamos de esto en el libro anterior á éste: El blo- 
queo y la defensa de las costas. 

Tomo III 8 



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114 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

Esas condiciones que hemos descrito somera- 
mente, no impiden que la crítica se ensañe, tra- 
tando de hurgar en la forma y manera con que se 
condujo la guerra, á partir de su nuevo aspecto.. 

La localización de las fuerzas del Ejército era: 

Primer Cuerpo. — Habana. 

I.» I)iv¡si6„ (Pinar del Río). ..\'-l ^T^* Í^Tf^ ^ 
^ ^ } 2.a Brigada (Bahía Honda). 

I .* Brigada (Calabazar). 

2.** Brigada (Campo Florido). 

I.* Brigada (Jaruco). 

2.* Brigada (Matanzas). 

4.» Divisi6„ (Cárdenas) í '•". f .^^^ ^J^f ""í' 

^ ^ I 2.* Brigada (Cárdenas). 

Segundo Cuerpo. — Cienfuegos. 

/ i.^ Brigada (Cienfuegos). 

I.^ División (Santa Clara) j 2.* Brigada (Sagua). 

( 3.^ Brigada (Trinidad). 

r-.. . .. ,c. . r. . ■ V í I.* Brigada (Sancti-Spíritus). 
División (SanctiSpíntus). . «^. , ,^, , 

^ ^ ^ \ 2.^ Brigada (P acetas). 



2.* División (Habana) ! 

3.* División (Matanzas) 



2.' 



División independiente de la Trocha del Júcaro 
Á Morón. 



Tercer Cuerpo. — Puerto-Príncipe, 

1 .* División (Puerto-Príncipe). 



I.* Brigada (Puerto Príncipe). 

2.* Brigada (Puerto-Príncipe). 

o T . . . X,, . , V ^ I* Brigada (Holguín). 

2.» División (Holguín) . ¡ ^ ^ ^ ' 



2.'* Brigada (Puerto-Padre). 



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influencia de las plazas de guerra 115 

Cuarto Cuerpo. — Santiago de Cuba. 

I,* Brigada (San IvUÍs). 



I.* División (Santiago de Cuba)l « ^ . , ^^ 

^ ^ ^1 2.* Brigada (Guantánamo). 

,, ,,, .„ ^ ( I.* Brigada (Manzanillo). 

2.a División (Manzanillo^ ...! -„.,,,, 'i 

\ 2, Brigada (Manzanillo)* 

Cabía seguir dos planes, el de la concentración 
sobre los cuatro ó cinco puertos principales, Ha- 
bana, Matanzas, Cárdenas, Cienfuegosy Santiago 
de Cuba, ó el de continuar con el orden disperso 
que llevaba en sí la campaña separatista, en el afán 
de seguir la política impuesta de proteger propie- 
dades y garantizar intereses en un país enemigo y 
i veces de propios enemigos. Haciendo la concen- 
tración , acaso se hubiera logrado mantener en al- 
gunos puntos más tiempo el dominio si se contaba 
con raciones, cosa dudosa, porque en el interior y 
puntos de la costa, sentíase su necesidad en mayor 
escala que en la Habana, y acumular fuerzas donde 
había de faltarles qué comer, era resolución grave. 
Aún se vislumbra otro argumento en contra de la 
concentración, y es que con ella quedarían exten- 
sas comarcas á merced del enemigo en absoluto, 
incomunicando las fuerzas españolas, y el efecto, 
así en España como en el extranjero, hubiera sido 
desfavorable para nuestro Ejército, que, si ya hoy 
es combatido por propios y extraños, tendría por 



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116 : LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

eso nuevos ultrajes que sufrir, porque la extensión 
del dominio de los americanos en Cuba hubiese 
avanzado las ansias de hacer la paz á todo trance. 
Mas aun, la concentración, de hacerse, debió de 
serlo paralelamente al conflicto con los Estados- 
Unidos,, porqu'e siendo difícil realizarla por tierra, 
á causa de la carencia de medios de transporte, 
había que recurrir á los transportes marítimos; y 
sin escuadra, rodeados por la enemiga, eso estaba 
erizado de obstáculos insuperables. 

No -estamos estableciendo conclusiones, sino 
sentando hipótesi5 y respondiendo á teorías. X^om- 
prendemos que lo más natural era á nun^a clase de 
guerra, huevos planes de campaña; y la nueva 
guerra, mejor dicho, el nuevo enemigo más regu- 
lar, inclinaba el ánimo á pensar en la reconcentra- 
ción ; pero eso , que es fácil de decir y de hacer 
con tiempo , perdida la ocasión era difícil en grado 
sumo. 

En todo caso, hay que reconocer' que esas lí- 
neas generales de los planes de guerra, correspon- 
den á los gobiernos centrales y no á los que man- 
dan las tropas , que deben quedar descargados de 
la responsabilidad política de la guerra^ y sólo 
atentos á ajustar su conducta militar á los ideales y 
á las reglas que el gobierno responsable les señale. 



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INFLUENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA 117 

Nadie sabe que ese contacto entre los elemen- 
tos directores y los ejecutivos existiese. Nadie sabe 
qué plan se pensó establecer, 

Pero de lo expuesto, se llega al convenci- 
miento de que la escuadra pudo y debió presen- 
tarse en la Habana y establecer allí su base de 
operaciones, dos veces: una cuando la invasión in- 
surrecta estaba en auge, y desde los Estados-Uni- 
dos al cabo San Antonio , era constante el trans- 
porte de hombres, armas, cartuchos y víveres para 
los insurrectos; otra, cuando el Maine entró en la 
Habana. 

Teníamos, en consecuencia, la única plaza de 
guerra de la isla, la capital, el cerebro de donde 
arrancaban las decisiones, la Habana, regularmen- 
te defendida por baterías de costa, pero sin el com- 
plemento necesario para constituir la acción ofen- 
sivo-defensiva, sin escuadra. 

Algunas fuerzas navales había en el puerto: 
abrigábanse en él los siguientes barcos (i): 



(i) Los principales cargos de la Armada eran : 
Comandante General del Apostadero y Escuadra ^ Contral- 
mirante D. Vicente Manterola y Taxonera. 

S¿gundo Jefe del Apostadero y Comandante de Marina y Ca- 
pitán de Navio de primera D. Luis Pastor y Landero, 

Jefe de Estado Mayor, Capitán de Navio D. José Marenco. 



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lis 



LA GU£RRA HISPANO- AMERICAN A 



BARCOS DE GUERRA 



Marqués de la Ensenada (acero) . . . 
Alfonso X[[ (hierro, inütil) 

Infanta Isabel (hierro, en varadero). 

Conde del Venadito (hierro) 

Magallanes (hierro, en varadero). • , 

Filipinas (acero, inútil) 

Nueva España (acero) 

Martín Alonso (acero) 

Vicente Yafiez Pinzón (acero) 

Legazpi (hierro) 

Flecha (acero) 

Águila 



'II 

. N 


\ 


Ums* 


m. 


1.064 


61*26 


3.900 


84'8 


1. 196 


64 


1.189 


63 '86 


627 


48 


760 


71 


630 


68 


671 


68 


^71 


68 


1.249 


68'4 


48 


2r83 


> 


* 



f 



9'14 
IS'l 

9'74 

9»78 

7'80 

8'26 
7 



7 

8'9 

2'66 



6 '02 



caá 



2. 



9'61 4. 
6'33 1. 

i 

6'34 1.1 

4 '20 
4'20 
4'22 
8 '83 



3'73 

6'6 

1'90 



€ 

2.3 

2A 
2.6 



2.6 



I 



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INFI^UENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA 



119 



A BAHÍA DE LA HABANA 



a 



ti 

? o 



01 



03 



76 



ARTILLERÍA 



millas 

4 C. H. 12 cm. 

, 2 C. t r. 57 mm / 

2.160] Ihs. S7mm [ 3 

f 2 cañones-revólver de 87 mm . ^ 

1 ametralladora de 11 mm . . . .^ 

6 C. HoDtoría 16 cm 

3 C. t. r. 57 mm , 

2 C. 42 mm . 

2C.H.7cm.. 

6 cañones-revólver 37 mm. .* . 
2 ametralladoras de 11 mm.. 



4.243{; 



4 C. H. 12 cm 

4 cañones-revólver de 87 mm . I 



2 . 000| 3 ametraHadoras de 23 mm. . . . 

f 2C.H. 7cm \ 

' 1 ametralladora de 11 mm. . . . 



' i 

1.63o| 



4C. H. 12cm 

2 C. t. r. 57 mm 

4 cañones-revólver de 87 mm. 

1 ametralladora de 11 mm .... 
3C. H. 12 era 

2 ametralladoras de 25 mm . . . 
2 ametralladoras de 11 mm. . . 



2C. tr. 12 cm 

4C. t. r. 42 mm , 

2 ametralladoras de 11 mm . , 

. 2C. H. 12 cm 

2.700. 4C.t.r.57mm 

1 ametralladora de 11 mm . . 

2C. H. 12 cm , 

2.700] 4C. t.r.57mra 

( 1 ametralladora de 11 mm. . . . 

6C. t.r. 57mm , 

1 ametialladora de 11 mm. . , 



2.600J 

( 
'I 



2.70OJ 



4.736) 

' I 



\ 

2 C.H 9cm í 

1 ametralladora de 11 mm . . . . | 
1 ametralladora de 42 mm .... i 

1 C. t. r. 87 mm » 

IC. t. r. 57mm J 

1 ametralladora de 25 mm. . . | 



CLASE 



Crucero de 2.* (cubierta 
protectriz de 60 mm). 



Crucero de 1.* 

Crucero de 2.* 

Crucero de 2.* (cubierta 
protectriz de 60 mm.) 

Crucero de 3.* 

Crucero torpedero. 

Crucero torpedero. 

Crucero torpedero. 

Crucero torpedero. 

Transporte. 

Cañonera. 

Remolcador del comercio. 



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120 LA GUERRA HISPANO-AMÉRICANA 

Sin gran esfuerzo se comprende, que esos bu- 
ques que había en bahía, descontados los inútiles, 
unidos á nuestra escuadra, deficiente y todo, si 
ésta hubiera ido á Cuba cuando la entrada del 
Maine, ó sea eñ cuanto se vio que la escuadra 
americana, movilizada en piede guerra, se hallaba 
en demostración amenazante en las costas de la 
Florida á pocas horas de la Habana, y sumados 
con algunos otros, «hubieran podido contribuir á 
variar la marcha de los sucesos, porque entonces, 
al declararse las hostilidades, hubiéramos tenido 
provista la plaza de una defensa costera importan- 
te, con fuerza naval complementaria que obligaría 
á los Estados-Unidos á dividir su escuadra, man- 
teniendo una parte en el estrecho de la Florida, 
otra, á lo largo de la costa hasta New- York, y otra, 
destacada hacia Puerto-Rico, en previsión del auxi- 
lio que se enviase de la Península. 

No insistimos acerca de ello, porque en el libro 
titulado El bloqueo y la defema de las costas ana- 
lizamos el caso de tener allí siquiera el Oquendo y 
el Vizcaya^ que con los buques existentes en puer- 
to formarían una división naval de mucho valor. 

Y si el Corso se hubiera decretado, á mayor 
divisibilidad tendría que sujetarse la flota ameri- 
cana. 



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INFLUENCU DE LAS PLAZAS DE GUERRA 121 

Dedúcese, que para cualquier operación seria, 
iiülitar ó naval, que se hubiera practicado en 
Cuba, eran indispensables plazas de guerra que 
sirviesen de apoyo y sostén, y como es loco soñar 
que una campaña exterior en una isla tan alejada, 
contra un enemigo cercano de poderosos recursos 
en el mar, se realizase sin operaciones navales, des- 
de luego se demuestra que la plaza de la Habana 
tenía colosal valor en el supuesto de que contába- 
mos con escuadra, cual creíase en el mundo entero, 
y por eso, lejos de ser descabellado é inútil, resul- 
taba imprescindible, lógico y útil poner aquel puer- 
to en buenas condiciones de defensa. 

Aun saliendo las cosas tan mal como salieron; 
aun, marchando la escuadra á destiempo, tarde y 
mal, la plaza llenó su misión: de no haber estado 
defendida, el ataque de la capital, emprendido por 
los americanos, realizado desde los primeros ins- 
tantes, no hubiera encontrado resistencia adecua- 
da, y el efecto moral y material hubiese sido incal- 
culable. 

En ese aspecto considerado el caso , hay que 
convenir en que á las defensas de la Habana debe- 
mos siempre algún bien, dentro del colosal desastre 
sufrido, cuyas consecuencias empiezan á notarse, 
pesando cual losa de plomo sobre la vida nacional. 



l 



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122 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

sobre los intereses de muchos, sobre las concien- 
cias de pocos. 

Abalicemos ahora lo que era de presumir que 
ocurriese, en caso de ser atacada la Habana por la 
escuadra enemiga. 

Hemos indicado someramente, en el libro El 
bloqueo y la defe^isa de las costas, que el Almirante 
Sampson se las prometía muy felices, creyendo 
que el fuego de los cañones de su escuadra lograría 
en pocos minutos reducir las defensas: acaso se ha- 
llaba ilusionado por las esperanzas prematuras del 
Cónsul Lee, quien, al salir de la Habana, por cier- 
to en medio de colosal rechifla, cuéntase que dijo, 
amenazando con la mano al público que así le ova- 
cionaba^ que dentro de pocos días , al llegar á la vis- 
ta la escuadra de su nación, plagaríanse aquellas 
playas de banderas blancas pidiendo misericordia, 
y los vítores á los americanos libertadores (!) atro- 
narían el espacio. Mr. Lee, que se había equivo- 
cado antes, presumiendo que al entrar el Mame 
iban á resultar conflictos con sus tripulantes, ha.sta 
el punto de evitar que saltasen á tierra de unifor- 
me, erró entonces también, y el Almirante Samp- 
son hubo de conformarse con mirar, las baterías 
desde lejos, contemplación de la que no se atrevió 
á separarse, sea por prudencia suya ó fuera porque 



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INFLUENCIA, DE LAS PLAZAS DE GUEÍlRA VÜ 

—muy cuerdamente por cierto» que lo notable 
debe declararse— la Junta de estrategia fStratrgic 
board) que en Washington funcionaba, le impu- 
siera otra norma de conducta, si no tan popular, 
más positiva. 

Una opinión de Sampson, que vamos á con- 
signar, confirma su tendencia^ bélica: puede leer- 
se en la Anny and Navy Gazette, de 7 de Enero 
de 1S99 (pág. 16}. Refiriéndose á las defensas de 
la Habana, decía: «que encontraba las baterías 
bien calculadas para rechazar una flota que se 
aproximase á tiro en distancia de pocos miles de 
yardas, pero que las del Este estaban expuestas 
á fuego de flanco por los grandes barcos desde 
corta distancia y al de las baterías secundarias, 
mediante un fuego intensísimo que abrumaría íÍ 
los artilleros, arrojándolos del lado de sus piezas, 
obligándoles á abandonarlas, en tanto que los pro- 
yectiles lanzados por los buques causarían desper- 
fectos en los cañones y montajes y los pondrían 
fuera de servicio. Las baterías del Oeste le inspi- 
raban peor concepto por su baja cota, con el adi- 
tamento — decía ^ — que contra todas no habría tiro 
perdido, porque el que no alcanzase á las obras, 
iría á dar en la ciudad,^ 

No está malpensado eso; pero, en la práctica, 



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124 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

hubiera tropezado Sampson con algunos inconve- 
nientes. En primer lugar, los proyectiles lanzados 
contra las baterías del Este, tenían que salvar una 
altura de 50 m., en la rama descendente de su tra- 
yectoria para caer en la bahía y en la ciudad, y los 
dirigidos contra las obras del Oeste, antes de la 
ciudad, tenían que encontrarse con un gran obs- 
táculo para la observación de los disparos, repre- 
sentado por las hondas y extensas canteras de San 
Lázaro. Sólo enfilando de frente el espacio com- 
prendido entre la batería de Santa Clara y el 
Morro, los proyectiles dirigidos serían siempre 
aprovechados contra la ciudad, y después de todo, 
el bombardeo no se considera hoy como acción 
decisiva. Hemos dicho que la plaza tiene condicio- 
nes fatales de defensa contra el bombardeo. El mé- 
todo de tirar por tirar, tirar mucho, hubiera en úl- 
timo caso producido efecto sobre los edificios; pero 
eso no acarrea el éxito ; como ejemplo , aunque en 
pequeño , puede citarse lo ocurrido en Puerto-Rico 
y en Cárdenas , donde , por mucho que tiraron cua- 
tro barcos enemigos contra una ciudad que no te- 
nía ningún cañón en tierra que respondiese, fueron 
escasos los destrozos causados (i). 



(i) Véase Barcos, cañones y fusiles. 



yGoogk 



P»*'*'rvr7' "^^ «*»f*H'..«jr^r 



INFLUENCIA DE LAS PLAZAS DE GUERRA 125 

Sobre las baterías de cota baja del Oeste, acer- 
cándose á ellas los buques enemigos para buscar 
cierta inipunidad en su coraza y barrer los sirvien- 
tes con lluvia abrumadora de proyectiles lanzados 
por los cañones de tiro rápido de las baterías se- 
cundarias y de las cofas, es indudable que el plan 
así pintado resultaría magnífico; pero si los buques 
se aproximaban al Oeste (sotavento) para batir 
bien y dominar las obras, quedaban enfilados por 
las baterías del Este (barlovento), y quién sabe lo 
que ocurrir pudiera. 

Y es que, por más vueltas que se le dé al asun- 
to, la plaza, sin embargo de algunas deficiencias 
— que en prueba de imparcialidad nos propone- 
mos señalar al final de este libro, — se hallaba en 
un estado tal de organización y defensa, que exigía 
por parte del ataque tiempo y método y ruda lucha 
para ir reduciendo, una á una, sus obras de costa, 
y ese riesgo, no les gustó afrontarlo á los yankees, 
porque tenía sus quiebras, y ellos esperaban, muy 
cuerdamente, vencer sin quebranto, y á medida 
que iban conociendo mejor la inferioridad de nues- 
tro poder naval, se arraigaban más en esa ten- 
dencia. 

Por manera, que las defensas de la Habana 
llenaron su objeto, y evitaron un gran perjuicio: 



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126 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

SU efecto ha sido calificado , algo exageradamente, 
como el de una victoria sin lucha, pero al fin, 
los americanos no pueden vanagloriarse de haber 
tomado á viva fuerza en combate de costa, ni una 
sola plaza, ni aun esa, abierta al mar, sin escuadra 
complementaria, sin cotas de bastante altura en las 
baterías, en malísimas condiciones para luchar con- 
tra los buques modernos de gran coraza y poca 
vulnerabilidad, y que por ser la capital y encerrar 
la casi totalidad de los recursos militares, les hu- 
biera dado decisivas ventajas. 

I Hubiéramos conseguido algo de haber tenido 
los demás puertos mejor defendidos? Es induda- 
ble. En ellos se hicieron prodigios con pocos ele- 
mentos, cual en Santiago de Cuba, Matanzas y 
Cienfuegos; de haber sido dotados en tiempo de 
paz con poderosa defensa, ¡quién sabe si el resul- 
tado terminal hubiese sido menos triste! 

La defensa de los puertos importantes, es, 
pues, uno de los trabajos que debe emprender todo 
Estado que aspire á vivir en el concierto político 
internacional. 



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CAPITULO VI. 



La pérdida de la escuadra. 

Elsperanzas, desesperaciones y desalientos.-— Días de angustia. 
La mala nueva. — ¡La paz! — Loque pasó después. 

Bien pudiéramos titular este capítulo, continua- 
ción del anterior, pues lo que vamos á decir se en- 
laza íntimamente con lo ya dicho. 

El alarde de fuerza frente á la Habana que ha- 
cían los americanos desde el 22 de Abril, en que 
apareció su escuadra, cesó como por encanto el 
23 de Mayo. 

El día antes, ó sea el 22, se descubrían desde 
los observatorios telemétricos los siguientes buques 
enemigos, en orden de barlovento á sotavento: 

Distancias. 

\P Crucero á 26.000 

2.<> Cañonero á 26.000 

3." Aviso Dolphin á 27.000 

4.*^ Crucero acorazado New- York á. 27 . 000 



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128 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Distan cías. 
m. 

5.** Cañonero á 27.000 

6." Cañonero á 28.000 

*¡,^ Cañonero á 27 .í)00 

S.** Crucero á 27.000 

9.^ Monitor Miantonemoh á 27 . 000 

10. Crucero á 26.000 

11. Acorazado Indiana á 26 . 000 

12. Cañonero á 22.500 

13. Crucero á. 27.000 

14. Monitor Puritan á 25. 000 

15. Crucero Wilmington á 1 7 . 500 

16. Cañonero á 12.500 

17. Remolcador Tritón. 

18. j 

> Cañoneros y barcos pequeños. 
21. / 

A las ocho y cinco minutos de la mañana del 
día 23, empezó á notarse especial movimiento en 
la escuadra bloqueadora, que pronto se tradujo en 
rumbo fijo. 

El observatorio de San Diego (fuerte núm. 4) 
comunicó á esa hora á la Comandancia general de 
Artillería, que se veían señales cruzadas entre el 
Indiana y el New- York á barlovento, á 15.000 
metros de distancia. Pocos minutos después agre- 
gaba, que se notaban movimientos entre el India- 



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LA PERDIDA DE LA ESCUADRA 129 

na, New- York, Montgomery, Dolphitiy Wihnington 
y tres cruceros de tres palos. 

Á las nueve y media, decía el observatorio de 
la Pirotecnia (central telemétrico), que todos los 
barcos de la escuadra habían desaparecido por el 
Este, quedando sólo á la vista dos cañoneros, que 
también llevaban el mismo rumbo, y á las diez y 
media daban cuenta los observatorios de Artille- 
ría de la plaza, que el horizonte desde sotavento al 
frente del canal de entrada se hallaba libre de bar- 
cos enemigos. Á barlovento, sólo había cuatro ca- 
ñoneros de los menos importantes, en movimiento 
hacia el Norte. 

No se volvieron á ver los barcos grandes frent-e 
á la Habana; ya se comprendía que el movimiento 
de la escuadra iba al encuentro de la nuestra, me- 
jor dicho , á cerrar el bloqueo estrecho de Santiago 
de Cuba, y frente á la Habana quedaron solamente 
algún cañonero y barcos mercantes armados en 
guerra (¡auxiliares!) y hasta buques de vela que 
se mantenían á distancias de i6 á 20.000 m. 

Desde entonces, la fuerza de los bloqueadores 
iba cada vez siendo más escasa. Toda su atención 
se reconcentraba en Santiago de Cuba, y como 
sabían que no teníamos otros buques disponibles, 
se paseaban á su gusto por aquellos mares, sin 

Tomo III 9 



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130 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

preocuparse de que llevaran poca ó mucha fuerza 
naval. 

Las baterías abrieron el fuego varias veces, 
siempre que algún barco enemigo se aproximaba; 
pero éstos, en vez de entablar combate, se ale- 
jaban. 

Los principales lances de este género fueron: 

D« guerra. 

— El día 6 de Mayo, rompieron el fuego las baterías 
números i y 2 contra dos pequeños cañoneros enemi- 
gos que se acercaron á 4.000 m. de la costa, hacién- 
doles los siguientes disparos: 



„ . . , , Cuatro de 15 cm. 

Batería num. 1 (^ 

f Cuatro de 67 mm. 

Batería núm. 2 Cuatro de 21 cm. 



Los proyectiles de la núm. 2 cayeron cortos, y de 
los de la núm. i, el primero dio cerca del codaste del 
buque y el segundo también cerca, reventando la gra- 
nada y cubriendo de cascos el área del barco, que em- 
prendió rápida huida en zig-zag, metiéndose hacia bar- 
lovento. Debió ser alcanzado por algún casco, pues la 
observación con el anteojo de la batería de Velasco, 
acusó que al segundo disparo la tripulación se arremo- 
linó hacia proa. Fueron estos los primeros disparos que 
hizo la plaza , motivados por lo mucho que se metían 
sobre las obras los buques pequeños del enemigo. 



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LA PERDIDA DE LA ESCUADRA 18X 

— El día 7 de Mayo las baterías números 3 (caño- 
nes) y 4 rompieron fuego sobre dos barcos enemigos 
que perseguían una goleta, haciéndole los siguientes 
disparos: 

Batería núm. 4 Ocho de 16 cm. 

T> * . ' o j Dos dp 24 > 

Batería num. 3 -., , ^ ^ 

I Dos de 16 > 

Los cascos de nuestros proyectiles, chocaron contra 
los buques enemigos, obligándoles á dejar la caza de 
la goleta y causándoles averías , pues una granada de 
24 cm. se vio reventar sobre uno de ellos en auxilio 
del cual acudieron los otros, retirándose todos del 
horizonte. 

— El día 9 de Mayo , la batería núm. 4 hizo un dis- 
paro contra el remolcador Tritón, El proyectil de 15 
centímetros cayó cerca y el buque se alejó rápida- 
mente. 

— El día 10 volvió la batería núm. 5 á lanzar dos 
proyectiles de 15 cm; sobre el Tritón á 5.000 m. 

— El día 13 de Junio, á las cuatro y cinco minutos 
de la tarde , recibió orden el Comandante de Artillería 
del General en Jefe de romper el fuego sobre el Mont- 
gomery, haciéndole los siguientes disparos entre 8.000 
y 9.000 m. : 

Dos de 30 '5 cm. (Ordoñez). 



Batería de Santa Clara. . . ! ,^ , «,« 

I Uno de 28 > (Krupp). 

Batería ntím. 3 Uno de 24 » (ürdóñez). 

El barco enemigo huyó á toda máquina. Los pro- 
yectiles cayeron algo á la izquierda. 



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132 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

— Ese mismo día, la batería núm. 2 hizo un dis- 
paro de 30*5 cm. (Krupp) contra un barco á 7.020 
metros. La granada cayó á la izquierda. 

— El día 16 de Junio rompió fuego la batería de 
Velasco, al amanecer, con los C, t. r. 12 cm. Hontoria 
sobre un barco enemigo que se hallaba á 4.000 ra. Hí- 
zole tres disparos que resultaron cortos y el barco se 
puso fuera de tiro. 

— El día I.*' de Julio, á las siete de la tarde, la ba- 
tería núm. I hizo dos disparos de 15 cm. sobre un bar- 
co, tipo yacht, que se retiró. 

— El día 19 de Julio, la batería núm. 4 hizo los 
siguientes disparos contra el crucero Wicksbourgy á dis- 
tancias de 6.500 á 7.000 m. 

Dos de 16 cm. (Hontoria). 
Tres de 16 > (Ordófiez). 

El buque se alejó rápidamente de la batería. Por la 
tarde volvió á ser cañoneado. 

— El 1 2 de Agosto , á las cinco de la mañana , rom- 
pieron el fuego las baterías de Velasco y núm. 2 sobre 
el crucero San Francisco , que aparecía entre la bruma 
á 4.000 m. 

^ ^ . , -, , ( Cuatro de 28 cm. (Krupp). 
Batería de Velasco.¡ ^ , ^ ^ ^ ^ , ;/ . ^ 

I Ocho de 12 > t. r. (Hontoria). 

Batería núm. 2 .. . Uno de 30*6 > (Krupp). 

El San Francisco fué alcanzado por tres proyectiles 
de la batería de Velasco y no contestó , sino que huyó 
rápidamente. 



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LA PÉRDIDA DE LA ESCUADRA 133 



Marina. 

Al mando del Capitán de Navio Sr. Marenco, 
salieron el día 14 de Mayo el Conde de Venadito 
y el Nueva España, fogueándose contra los caño- 
neros enemigos y regresando ya de noche á 
puerto. 

La idea de esta salida, parece ser que obedecía 
al intento de obligar á los americanos á sostener 
el bloqueo con más fuerzas. 

Volvieron á salir el 10 de Junio, á las ocho y 
treinta de la mañana, el Conde de Venadito, Nue- 
va España, Yañez Pinzón y Flecha. Desde lejos 
les hicieron fuego los cañoneros enemigos á 10.000 
metros, sin acercarse, cruzando los nuestros al 
amparo de las baterías de la plaza y regresando á 
puerto á la una y treinta minutos. 

El bloqueo fué forzado por el vapor Santo Do- 
mingo, al mando del Teniente de Navio D. Carlos 
Latorre, que salió del puerto de la Habana el 23 
de Julio burlando la vigilancia de la escuadra ame- 
ricana. Fué á Veracruz, embarcó víveres y se di- 
rigía al Mariel cuando cerca de Bahía Honda avis- 
tó un crucero americano, por lo cual arrumbó al 
Oeste y se dirigió á la Coloma, varando frente á 



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184 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Cortés, y allí fué incendiado por un buque ene- 
migo (I). 

El Montevideo, al mando del Teniente de Na- 
vio D. Antonio Gascón y Cubells, forzó el bloqueo 
el 23 de Junio y se dirigió también á Veracruz. 

La vida entera de la isla de Cuba estaba pen- 
diente de la llegada de la escuadra. Con ella, las 
condiciones de la lucha daban, hasta cierto punto, 
lugar á la esperanza; sin ella aún quedaba sitio 
para los ardores de la desesperación; destruida, 
como lo fué en Santiago de Cuba, la esperanza 
trocábase en desaliento (2). 



(r) Nuestro libro El bloqueo y la defensa de las cosías, ha 
sido traducido al inglés , de orden oñcial, por la Office of Naval 
Inielligence , de W^ashington. También ha sido traducido el últi- 
mo capitulo de Barcos, cañones y fusiles. Por cierto que la tra- 
ducción americana, suprime las consideraciones político-milita- 
res que dedicamos á los Estados Unidos como instigadores de 
la guerra separatista , diciendo que no tienen valor histórico. No 
lo tendrán para el acomodaticio criterio americano, pero el 
mundo entero está con nuestra opinión , sobre la que hemos 
de insistir con pruebas en otro libro. 

En esa traducción , encontramos el dato de que el buque 
enemigo que apresó é incendió al Santo Domingo, fué el yacht 
armado en guerra Eagle, Conformes en lo del incendio, pero 
no hubo tal apresamiento. 

(2) Idea bien clara del estado de la opinión dan los siguien- 
tes telegramas, publicados por el Almirante Cervera , en su re- 



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LA PERDIDA DE LA ESCUADRA 135 

Queremos consignar, en comprobación de esas 
palabras, un fenómeno curioso, que presenciamos 
más de una vez. 

Dentro del pueblo, dentro del recinto de la Ha- 
bana, en todas las clases sociales, hay que confe- 
sar que teníamos muchos enemigos de opinión y 
de acción; pues bien, siempre que se iniciaba al- 
gún tiroteo entre las baterías y los buques blo- 
queadores, aunque nunca la cosa pasó á mayores 
por prudencia muy bien calculada del enemigo, 
nuestros disparos eran saludados por los aplausos 
de la muchedumbre, entre la cual seguramente ha- 
bía numerosos enemigos, que en aquellos instantes 



cíente libro, puesto á la venta, Colección de documentos referen- 
tes á la escuculra de operaciones de las Antillas^ páginas 98, 99 
y loi: 

El Gobernador General de Cuba (Blanco) al M. de Ultra- 
mar (R. Girón) (a). 

Habana ly Mayo i8g8, 
€ ( Descifre V. E. por sí mismo .) — Interrogado por mí Ge- 
neral Marina si había recibido noticias sobre situación nuestra 
escuadra, me dice recibido de Puerto Rico telegrama cifrado y 
reservado manifestando se dirige telegrama á Fort de France 
diciendo al General de nuestra escuadra se amplían sus ins- 
trucciones para que , si no puede operar aquí con éxito , pueda 
regresar Península; y como de acontecer esto, la situación aquí 

(a) £sie telegrama no lo conoció Cervera hasta mucho después de su 
vuelu á España. 



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136 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

de fijo hubieran visto con placer irse á pique al 
mejor barco contrario, y es que, el entusiasmo que 
en los defensores predominaba, se contagiaba á 
todos los que presenciaron aquel impulso, y el 
grito de la sangre saltaba entonces momentánea- 
mente y unía en una sola aspiración las almas : la 
de vencer ó destruir á los que enfrente teníamos 
en actitud pasiva, pero amenazante. El mismo en- 
tusiasmo se notó, por regla general, cuando lle- 
garon las primeras noticias de salida de la escua- 



sería de todo punto insostenible y no me sería posible evitar 
una revolución sangrienta en esta capital y en toda la isla, 
donde están ya los ánimos extraordinariamente excitados con 
la tardanza de la escuadra nuestra, ruego á V. E^ me diga si es 
cierta la citada orden de retirada á la Península, y caso de serlo, 
medite el Gobierno la gravísima transcendencia de ese acuerdo, 
que podría ser causa de una página de sangre y de baldón, de- 
rrumbándose nuestra historia, y de la pérdida definitiva de esta 
isla y de la honra de España. Si nuestra escuadra es batida, 
aumentaría aquí la decisión para vencer ó morir; pero si huye, 
el pánico y la revolución son seguros. > 

El Gobernador General Puerto Rico (Macías) al M. Ul- 
tramar (R. Girón) (a). 

Puerto Rico i8 Mayo i8g8* 
c Orden vuelta escuadra á Península, hará caer por tierra 
entusiasmo isla y su espíritu levantado después primer comba- 

(aj Este telegrama no lo conoció Cervera hasta mucho después de su 
vuelta á España. 



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tA PERDIDA DE LA E3CUADRA 1S7 

dra de Santiago de Cuba, dándola como victoriosa 
y salvada (i). 

Habíase anunciado que la escuadra salía para f> 

la isla, y confiando en su eficacia, los ánimos reac- 
cionaron á favor de nuestra causa. La decepción fué 
terrible. 

Una de las preocupaciones más grandes de la 
opinión y acaso del manda, era el problema del 
abastecimiento, que, tratándose de ciudad que pa- 
saba de 180.000 almas, representaba pavoroso 
problema. Los especuladores — de cuyos abusos 
no queremos ocuparnos por el asco que nos pro- 
ducen — tenían ocultas grandes existencias, cual 
se comprobó el día en que se levantó el bloqueo; 
sin necesidad de que entrase ningim buque, por 
eacanto empezó a abundar de todo , cuando el día 



le. Dirán haliitantes, España les abandona y situación puede 
ser graTÍ^ima, Cumplo deber sagrado manifestfindoselo,» 

El Mínistro (AuSón) al Comandante deí, «Terror» (Aiard- 
nim) Y AL DE MAKirJA w. Saniíagu i>e Cuba (h). 

Madrid ig Mayo iSg8, 
tSí tuviesen mediüia de comunicar con Almirante nuestra 
escuadra j maníñéstele que (.jobíerno anula telegrama solire 
vuelta á España.* 

(1) Una victoria en el mar, hubiera sido bastante para cam- 
biar^ en favor de España , el aspecto de la guerra, 
(aj Este Lele^rama b conoció Cervera eii Santiago de Cuba el día ao. 



yGoogk 



1S8 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

antes no parecía haber existencias de nada, y los 
artículos de primera necesidad se pagaban á pre- 
cios exorbitantes. Las medidas que para cortar esos 
abusos se tomaron, producían algún efecto momen- 
táneamente; pero contra ellas, es claro que caben 
numerosos subterfugios del avaricioso comercio 
que en parte las anulaban, sobre todo en lo relativo 
á subsistencia de la población civil, que no puede 
estar tan atendida como la militar en casos de esta 
índole. 

Lanzar fuera de la plaza más de loo.ooo bocas 
inútiles, no era allí practicable; pues eso, engro- 
sando la insurrección que nos rodeaba por todos 
lados, constituiría un conflicto mayor; hay que te- 
ner en cuenta que la índole especial de aquella 
guerra, tal como se llevó, había conducido á un es- 
tado también especial, en el que influía mucho la 
opinión en todas las decisiones, y esa opinión en 
la Habana tenía en su masa factores de fuerza efec- 
tiva. 

lín tales condiciones, el problema del abasteci- 
miento era complicado, y como no se notaba que 
rompieran el bloqueo más que raros barcos, la 
preocupación avanzaba de día en día. 

Los víveres que entraron durante el bloqueo, 
fueron : 



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LA PERDIDA DE LA ESCUADRA 



13Í) 



Especificación de las mercancías. 



Medicinas 


Cajas. 


Sacos. 


Fardos. 


Barriles. 


1 

30 

260 

768 

2.511 


> 
> 
> 

> 

600 

6.227 

6.003 

836 

> 

2.736 

> 

0.402 

201 

214 

22 


> 
> 
> 
> 
> 
> 
> 
> 
> 
> 

100 

> 
> 
> 
> 


> 

> 

» 

> 
> 

> 
> 

> 

3.000 
» 
> 
> 


Levadura 


Galleta 


Bacalao 


Trigo 


Arroz 


Maíz 


Garbanzos 


Tocino 


Fríjoles 


Tasajo 


Harina 


Café 


Patatas 


Lentejas 





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140 



LA GUERRA HISPANOAMERICANA 



Víveres llegados á la Habana y vapore! 



VAPORES 



Villa verde 

Reina María Cristina, 
Chateaux Lafítte . . . . 



Santo Domingo., 



Franklin. . 
Régulus , , . 
Franklin.. . 
Montserrat. 



PUERTO 

k QUE LLEGARON 



Batabanó. 



Cienfuegos. 



Nuevitas. 



PROCEDENCIA 

DE LA CARGA 



Fué cañoneado é in- 
cendiado por el ene- 
migo frente á la Co* 
loma(P. del Río).. 



De México, por cuenta d 
la Junta patriótica d 
aquella República.. 

De la Península, por cuet 
ta del Estado . . . 

De México, por cuenta d 
la Junta patriótica d 
aquella República. 

De México, por cuenta di 
Estado 



Caibarién. 



Isabela de Sa'gua.. 
Caibarién. ,...,.. 



Matanzas . 



1 De México, por cuenta c 
r la Junta patriótica c 
( aquella República.. 
De Halifax, por cuenta d 

Estado 

j De México, por cuenta ( 
í la Junta patriótica ( 
( aquella República, 
j De la Península, por cue 
I ta del Estado. .. 



Nota. Procedentes de cargamentos de algunas pequeñas goletas 11< 
adquirió la Administración Militar en su mayor parte, si bien el total 



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l.A PKRDIDA DE LA ESCUADRA 



111 



que los importaron rompiendo el bloqueo. 



de 


FECHA 
llegada al puerto. 


FECHA 

de Ikf adA de las oiercAndu 

á la Hahan*. 


NACIONALIDAD 
DEL VAPOR 


Pia. 


Mes. 


Adú. 


Día. 


Mes, 


Add, 


24 


Junio. 


1898 


30 


Junio. 


1898 


E^ peinóla. 


n 


ídem. 


1898 


2 


julio* 


1898 


Ídem. 


' !7 


ídem. 


1898 


17 


ídem. 


1898 


Francesa* 


1 


Julio, 


1898 


18 


Idetn, 


1898 


Española. 


h 


ídem. 


1898 


26 


Ídem, 


1898 


Noruega. 


1 

10 


Ídem, 


1898 


3 


Agosto. 


1898 


Inglesa, 


,31 


Ídem. 


1898 


11 


ídem. 


1898 


Noruega. 


29 


ídem, 


1898 


12 


ídem. 


1898 


Española, 



ífas á Ba tábano, entraron 
li^ encasa importancia. 



también cu h Habana algunos artículos que 



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142 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

La cantidad es, según se ve, insignificante tra- 
tándose de tan populosa ciudad. 

Por eso, repetimos, la llegada de la escuadra 
era esperanza de un cambio completo en el siste- 
ma de bloqueo, que permitiera la entrada de ví- 
veres. 

Así fué, que la noticia de que había sido des- 
truida, cayó como una bomba entre los que con- 
fiaban mucho en nuestros buques, y se recreaban 
soñando con las hazañas de nuestros destróyeres. 

No por ello se abatió el espíritu del ejército. 
Había verdadero deseo de pelea. Entré los artille- 
ros , se hablaba con fruición del combate de las ba- 
terías contra la escuadra americana, de las ense- 
ñanzas técnicas que habría de producir aquel caso 
práctico en un asunto en que tanto se teoriza, y 
ese mismo impulso predominaba en las demás Ar- 
mas y Cuerpos, que llevaban mucho tiempo de ser- 
vicio penoso día y noche, siempre en acecho, cuya 
única compensación hubiera sido el' encuentro con 
aquel enemigo , que tantos años había permanecido 
en la sombra, cual fantasma impalpable, y que en 
aquellos momentos ¡también iba á evaporarse, des- 
pués de destruirnos sin gloria ni lucha! 

Comprueban asimismo ese buen espíritu, los 
telegramas cruzados entonces, que no hace muchos 



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LA PERDIDA DE LA ESCUADRA H3 

meses fueron publicados por numerosos periódi- 
cos de Madrid, de provincias y del extranjero, y 
que, por lo tanto » son conocidos de la pública opi- 
nión. 

Invocábase desde allí, que el ejército estaba in* 
tacto y dispuesto á sacrificarse por la patria, con- 
servaba excelente espíritu y era poco propicio á 
la paz, deseando, al contrario, la guerra para dis- 
putar al enemigo una tierra que hacía tantos años 
conservaba á costa de su sangre. Se contestaba 
desde la Península, que era inútil toda resistencia^ 
salvado ya el honor de las armas; que no condu- 
ciría á otro resultado que á rendirse por falta de 
municiones y víveres ^ ya que el trabajo del enemi- 
go sólo se reduciría á persistir en el bloqueo; que 
era inútil sostenerse en aquella tierra ingrata , que 
se hacía odiosa al pretender separarse de la madre 
patria y que nos repelía; que al doíor por abando- 
narla debía anteponerse la ruina y desolación que 
esa funesta persistencia y ciego suicidio acarrearía 
á nuestra desventurada Nación, que clamaba por 
una paz honrosa que aún era posible alcanzar^ así 
que no se esperaba que el ejército dejase de obe- 
decer y someterse á las decisiones del Gobierno. 

Enorme tortura debió sufrir el General Blanco 
en esos días, cuando, después de consultar con los 



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144 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Generales que en la Habana pudieron reunirse (i), 
persistió en que la opinión estaba por la continua- 
ción de la guerra, porque el honor de las armas 
exigía más sacrificios; pero que, por de contado, 
las órdenes del Gobierno serían acatadas y obede- 
cidas. Después hiciéronse desde aquí indicaciones, 
de que los americanos estrecharían el bloqueo, 
bombardearían las ciudades impunemente, atacan- 
do al propio tiempo á Puerto Rico, Canarias, Ba- 
leares y puertos de la Península, y ayudados por 
los indios conseguirían dominar las Filipinas y has- 
ta alterar el orden en el interior de la Nación, por 
lo cual era deber de todo Gobierno evitar esos ma- 



(i) Los Generales que se reunieron en la Habana fueron^ 
Generales de División D. Julián González Parrado , D. Juan 
Arólas y Esplugues, D. Francisco Fernández Bernal y D. Er- 
nesto Aguirre de Bengoa; Generales de Brigada D. Pablo Gon- 
zález del Corral , D. Luis Valderrama y Rodríguez , D. Jorge 
Garrich y Alio, D. Enrique Solano y Llanderal, D. Calixto 
Rniz y Ortega, D. Vicente Gómez de Ruberte, D. Cándido 
Hernández de Velasco, D. Luis Molina Olivera, D. Andrés 
Maroto y Alba , D. Santiago Díaz de Ceballos, D. Julio Fuen- 
tes y Forner, D. José Marina Vega , D. Juan Tejeda y Valcra 
y D. Ramiro de Bruna y García Suelto; Inspector de Sanidad 
D. Cristóbal Mas y Bounebal; Intendente militar D. Victoriano 
Araujo y Paredela. La mayor parte de los que tenían mando 
en la plaza y en su provincia y limítrofes de Matanzas y Pinar 
del Río. 



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LA PÉRUIDA DE LA ESCUADRA Uñ 

les poniendo término á la lucha desigual y desastro- 
sa, pues de otro modo, rendida Cuba por hambre, 
perdida Manila, rendido Santiago, perdido Puerto 
Rico, bombardeadas las poblaciones de nuestro li- 
toral, la paz sería imposible y todo habría acabado. 

Estas incertidumbres vinieron á tener fin, con 
la orden general del 21 de Agosto de 1898, en el 
Cuartel general de la Habana: 

ítEl Excmo. Sr, Ministro de la Guerra, en telegra- 
ma de ayer^ me dice entre otras cosas lo siguiente: 

«La Reina y el Gobierno, enterados por sus des- 
pachos de 9, 14 y 17 de Julio y 14 del corriente del 
levantado espíritu de ese sufrido ejército, confían en 
absoluto en la constancia de sus esclarecidas virtudes 
militares, para que ayude á los poderes piíb lieos á rea- 
lizar sus propósitos en bien de la patria, que no ha de 
economizarles su reconocimiento». 

Lo que he dispuesto se publique en la orden gene- 
ral del Ejército para su conocimiento y satisfacción* — 
Blanco, » 

Complemento de ella son las dos alocuciones 
siguientes, publicadas en edición extraordinaria de 
la Gaceta de ia Habanat 



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146 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

Alocución. 
GOBIERNO GENERAL DE LA ISLA DE CUBA. 

Don Ramón Blanco y Eren as, Marqués de PeSa Plata, Go- 
bernador GENERAL, CAPITÁN GENERAL Y GeNERAL EN JeFE 

DEL Ejército de esta isla. 

HABITANTES DE LA ISLA DE CUBA. 

No siempre al valor acompaña la fortuna. La es- 
cuadra española , mandada por el Contralmirante Cer- 
vera, acaba de realizar el acto de heroísmo más grande 
quizás que registran los anales de la Marina en el pre- 
sente siglo. Combatiendo contra triplicadas fuerzas 
americanas, ha sucumbido gloriosamente en los mo- 
mentos en que la considerábamos salvada del peligro 
que la amenazaba dentro del puerto de Santiago de 
Cuba. 

£1 golpe es rudo; pero sería impropio de pechos 
españoles desmayar siquiera ante ese contratiempo, por 
grave que parezca. 

Debemos demostrar, por el contrario, al mundo 
que no decae nuestro ánimo ante los reveses , y que te- 
nemos alientos para mirar tranquilos las adversidades 
y luchar contra ellas hasta vencerlas. 

Fuerzas nos sobran para defender nuestra justa 
causa y sacar triunfante nuestro derecho, si unidos to- 
dos en el sagrado amor á la patria, la consagramos vi- 
das y haciendas. 

En la adversidad se acrisolan las virtudes de los 
pueblos; demos pruebas patentes de que en el pueblo 



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LA PERDIDA DE LA ESCUADRA UT 

español se atesoran todas; y firmes y resueltos ante el 
peligro , confiemos en Dios y en nuestro derecho para 
sacar incólume el honor y la integridad de la patria. 

Así lo espero de vosotros, dispuesto á vencer ó mo* 
rir á vuestro frente por la honra de España y la integri- 
dad del suelo patrio. 

Habana 5 de Julio de 1898.— Vuestro Gobernador 
general, Ramón Blanco. 

-GOBIERNO GENERAL DE LA ISLA DE CUBA. 
HABITAKTES DE LA ISLA. 

Resuelto por el Gobierno de S. M. el ajustar la paz 
con los Estados Unidos, considero terminada mi mi- 
sión en este país y solicito mi relevo: difícilmente po- 
dría preparar vuestros ánimos á una solución pacífica 
en la actual contienda, quien en día no lejano 05 exci- 
tó á sostener la guerra á todo trance. 

Vine á esta isla, como todos sabéis, en circunstan- 
cias bien críticas , sin arredrarme las dificultades que 
presentía, animado por la esperanza de pacificarla y 
salvarla para España con el concurso de todos los par- 
tidos, sin otro ideal ni mus ambición que los de pres> 
tar un servicio á mi patria , á la que tan ferviente culto 
profeso» 

La falta de fe y la desconfianza en los unos , los 
prejuicios y los errores de otros, fueron insuperable 
remora al logro de mis aspiraciones; pero d pesar de 
lan graves dificultades, no estuvo quizás lejano el día 
en que pudieron verse realizados tan halagüeños pro* 
pósitos. No convenía, sin embargo, á los enemigos de 



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U8 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

nuestra raza y de nuestra dominación en América la 
realización de tan nobles y humanitarios deseos, y 
arrojando de una vez la máscara con que venían encu- 
briendo sus ambiciosos proyectos, nos declararon abier- 
tamente la guerra más injusta que registran los anales 
de la Historia, cuando sólo motivos de gratitud podían 
abrigar para una nación de la que tantas pruebas de 
consideración y amistad habían en todo tiempo reci- 
bido. 

Tuvimos, pues, que aceptarla lucha en los mo- 
mentos en que menos podíamos esperarla y en condi- 
ciones, por lo tanto, muy desfavorables, no obstante 
las cuales, hemos sostenido la campaña con vigor, con- 
servando casi por completo el territorio de la isla y 
disponemos de un Ejército aguerrido, ganoso de gloria, 
que ha dejado sentir ya á los invasores el peso de nues- 
tras armas , y á cuyo frente me proponía seguir dispu- 
tándoles palmo á palmo la tierra que con tanto valor 
y á costa de tanta sangre veníamos hace largos años 
defendiendo. 

El Gobierno de la nación , inspirado seguramente 
en los altos intereses de la patria y deseoso de asegu- 
rar también vuestros propios intereses y los de las de- 
más colonias, cree llegado el caso de hacer la paz, y 
deber nuestro es secundarle lealmente en sus propósi- 
tos; pero no puedo ser yo, ciertamente, el llamado á 
realizar una política que se aviene mal con mis anterio- 
res declaraciones, con mis actos y mis convicciones 
de siempre, viéndome obligado á separarme de vos- 
otros, con harto sentimiento, en momentos penosos y 
difíciles como son los actuales. 



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Í-A PEklJlÜA DE LA ESCUADRA Uíl 

No lo haré, sin embargo ^ cuando ese caso ilegue, 
sin recomendaros la calma y la prudencia , tan necesa- 
rias para sacar á salvo los legítimos intereses de Espa- 
ña en Cuba, que representan el fruto de vuestro trabajo 
y que podrían correr peligro sin la serenidad y la dis- 
creción que tan graves circunstancias imponen. 

Al aconsejaros asf, cree prestar el último y más 
desinteresado servicio al pueblo de Cuba, y especial- 
mente al de la Habana j vuestro Gobernador general, 
Mamón Blanco. ^\l^h2Xi2i iz de Agosto de 1898, 

El día 16 de Agosto recibió La Lucha un ca- 
blegrama que decía: 

^Nueva-Yúrk 14 Agosto i8g8, 

A las cuatro y media del día 1 2 del actual se firmó 
el protocolo de la paz entre España y los Estados* 
Unidos. 

Por el primer capítulo^ España renuncia á sus dere- 
chos de soberanía sobre Cuba. 

Por el segundo^ cede á los Estados-Unidos la isla 
de Puerto Rico, 

Por el tercero se estipula que Manila será ocupada 
mibtarmente por los americanos hasta que se den por 
cumplidas las condiciones del tratado de pa¿. 

Por el cuarto, se acuerda nombrar comisionados 
dentro de diez días , debiendo reunirse en el término 
de treinta en las ciudades de la Habana y San Juan de 
Puerto Rico. Estos comisionados acordarán los deta- 
lles referentes á la ejecución del tratado de paz. 

Por el quinto las partes contratantes nombrarán á 



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150 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

lo menos cinco comisionados que se reunirán en París 
antes del próximo mes de Octubre para redactar el tra- 
tado de paz deñnitivo. 

Por el sexto, se suspenden todas las hostilidades y 
se acuerda comunicar inmediatamente la suspensión á 
los Jefes de las fuerzas beligerantes. » 

¡Así concluyeron cuatro siglos de dominación 
en Cuba, donde dejamos torrentes de sangre, 
muestras de enorme trabajo y una civilización 
exuberante y rica! 

Lo que sucedió después, los días de tristeza 
que ocurrieron en la Habana, pactada la paz hasta 
la completa evacuación, no fueroii por nosotros 
presenciados : por eso no nos metemos á trazar la 
impresión que nos produjeron. Acaso lo hagamos 
más adelante, cuando pueda hablarse con mayor 
libertad y tengamos datos completos para llenar 
ese y otros claros de que forzosamente tiene que 
adolecer la narración, que hemos emprendido con 
el buen deseo de que, andando el tiempo, el ver- 
dadero concepto de las cosas no quede por com- 
pleto borrado. 



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CAPITULO VIL 



Deducciones y conclusiones. 

Op¡DLone*i y consejes^ — ¿La ley de lo= débiles padrá ier la. fuerzaí^La guerra 
híspAiio-amerícaíia-áep^a^ratisU y la anglo-bocr.^Elstructura de l«s übras, — 
Orgnn ilación de las batcríai.— Calibita.— Vulntíatiilídad de ios barcosn— 
El DiAado.— ¡Espei^n^as! 

Dos años se tardó en poner la Habana en con- 
diciones de defensa j y eso que allí se trabajó con 
la mayor actividad, disponiendo, casi siempre, de 
dinero abundante y de cañones con antelación 
construidos, caso que no suele presentarse frecuen- 
temente en la práctica de las obras de g^uerra de 
nuestra patria, donde las intermitencias y las va- 
riaciones de criterio son cosa corriente- De ahí 
se deduce, que no puede soñarse en defender una 
plaza después de tener encima el peligro. Es esta 
una verdad inconcusa, que no á todos les cabe en 
la mollera- Hay que convencer, á los que no tie- 
nen obligación de saberlo, de que la guerra exige 
larga preparación durante la paz. Sí así no se hace, 
luego vendrán los atropellos, y ias cosas que se 



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152 . LA GUERRA HISPANO- AMERICANA 

realicen irán mal, llegarán tarde y costarán mayo- 
res sacrificios. 

Tampoco resulta expediente de economía no 
hacer las defensas en tiempo de paz. La experien- 
cia demuestra, que, cuando los conflictos estallan, 
la opinión no razona, se impone, se olvida de los 
reparos que en época normal la obsesionan, y en- 
tonces, comerciantes y políticos, pueblo y gobier- 
no, piden defensas, protección de intereses, y se 
gastan y malgastan tesoros, á ojos cerrados, en 
compras de material de guerra de desecho, para 
perder al fin dinero, territorio y honra. 

Ahí está el ejemplo de lo ocurrido á fines del 
siglo pasado en nuestra lucha contra Inglaterra. 
Ahí está lo recientemente sucedido en nuestra con- 
tienda con los Estados-Unidos. Esas derrotas sólo 
dependieron de falta de preparación para la gue- 
rra, porque hay que convenir que, en nuestros 
desastres, el elemento combatiente lo ha hecho 
bien y no es responsable. Ha peleado con denue- 
do; ha dado su sangre ante el hierro enemigo y su 
salud y vida en tributo á crueles enfermedades; ha 
sido modelo de sufrimiento, de sobriedad, de cons- 
tancia y disciplina, pero no le ayudaban los ele- 
mentos de combate, faltaban esos elementos, entre 
los que se encuentra el entusiasmo político-social 



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DEDUCCIONES V CONa.USIONES J63 

por la causa que se defiende, y el concepto y la 
competencia del mando, que, por sucesivo escalo- 
namiento, de ellos nace. 

Esa falta de estudio y preparación y de ele- 
mentos de combate, fueron las causas principales 
de que la guerra adquiriese el aspecto desastroso 
que desde luego tomó para España (i). Suponien- 
do que el bloqueo hubiera podido prolongarse in- 
definidamente, como el enemigo era dueño del 
mar, hubiera habido que ceder al fin; pero una 
nación como los Estados-Unidos, que tuvo la arro- 
gancia de dar un plazo de sesenta horas para con- 
testar aceptando la evacuación de Cuba, ¿hubiera 
podido limitarse á continuar el bloqueo meses y 
meses, sin emprender una acción decisiva en tierra 
contra el ejército y contra las plazas de costa: No 
es de creer, y tampoco lo hubiera permitido el es- 
tado de la opinión pública norteamericana, con- 
vencida de que la superioridad de' los Estados- 
Unidos sobre España era aplastante. Y para todos 
esos eventos, ¿no son factor de primer orden las 
plazas de guerra, las escuadras, ¿os elementos de 
combaten 



(i) El gran estratego Clausewit^ dice: A la gu^rrf toufé es i 
iimph t milis ct simpU ia ist difjidk. 



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164 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

Ya no cabe el subterfugio de decir, que las na- 
ciones pequ^as no pueden intentar ser naciones 
agresoras, fuertes y hasta vencedoras. El perfec- 
cionamiento de las armas, de esos elementos de 
combate á que nos venimos refiriendo, reserva 
muchas sorpresas en las guerras del porvenir, y 
puede asegurarse que será más fuerte aquel que 
se haya preocupado más de serlo, aquel que esté 
mejor preparado en la paz para la guerra, princi- 
pio que empezó á vislumbrarse el año 70. 

Un ejemplo de actualidad ofrece la campaña 
anglo-boer. Podrán tal vez, á fuerza de tiempo y sa- 
crificios, quedar por amos los ingleses; mas, por de 
pronto, nadie les quitará el sambenito de las enor- 
mes derrotas sufridas, por falta de elementos de 
combate, por haberse demostrado que los boers, 
preparándose con tiempo, calma y método, en la 
paz para la guerra, estaban mejor organizados, me- 
jor dispuestos, mejor mandados. Y á propósito de 
esa campaña, creemos pertinente decir algo que 
sea á modo de comparación entre los casos á 
que da lugar y los de la contienda hispano-ame- 
ricana separatista. Tres años luchó nuestra nación 
contra los insurrectos de Cuba, y contra los Esta- 
dos-Unidos, que, en la forma peor, en forma di- 
simulada, constituían con ellos un conjunto har- 



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DEDUCCIONES Y CONCLUSIONES 1&5 

mónico en la preparación y en la acción ofen- 
siva (i). Más aún, ahora se demuestra sin lugar á 
duda, que también teníamos enfrente á Inglaterra, 
en términos bastante activos. Es triste que la pers- 
picacia de nuestros estadistas no descubriera cla- 
ramente lo que en estos momentos confiesa el mis- 
mo Chamberiain (2). 

Por manera que el ejército español, sostuvo 
tres años guerra contra un país entero insurreccio- 
nado y disimuladamente contra los Estados -Uni- 
dos; y, sin embargo, aquella lucha iba ya vencida, 
por cuanto éstos tuvieron que desenmascararse, y 
ponerse abiertamente en agresión, y ana buscaron 



(i) Recomendamos k lectura del Apéndict II, que va al 
final, 

(z) De El Impardal: 
« Londris i^ Didembrc gg. — Chambeiiain y España. — Et pá* 
rrafo textual del discurso pronunciado en Leice^ter por Cham- 
beriain ^ en la parte referente á España, dice asíi 

cNo ignoro que hace ya tiempo existió animosidad enltc 
los Estados-Unidos é Inglaterra; pero ese sentimiento obedecía 
á diversas causas, en las cuales no tengo para qué tajarme. 
Además, esas causas las disipamos el año pasado, cuando de- 
mostramos á los Estados-Unidos Las simpatías que nos inspira- 
ban en la gran guerra que habían euíprendido en favor de la 
civilizacíónj guerra de la justicia contra la opresión. > 

Deber nuestro es protestar contra esas til timas frasea. No 
por estar caídos debe insultársenos,.,» 



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156 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

y obtuvieron quien les guardase la espalda. Hoy, 
la lucha de un poderoso tan temido como el impe- 
rio británico, contra un enemigo más modesto y 
reducido, sin aniquilarle, al contrario, sufriendo 
reveses, da medida de lo que son las guerras con- 
tra quien es dueño del suelo y del alma del país en 
que se combate. 

Preséntase al propio tiempo en el campo de la 
práctica de la guerra, otro tema en litigio: ¿Qué es 
mejor, el soldado profesional ó el soldado regular 
con m^tios profesión? En otros términos: ¿qué vale 
más, tener menos soldados, voluntarios, viejos, 
profesionales , ó mayor número de soldados )io tan 
veteranos y pero en proporción adecuada para que 
á cada profesional se le puedan poner enfrente tres 
ó cuatro hombres? (i). 

La Army and Navy Gazette plantea esa cues- 
tión con motivo de lo que está ocurriendo á los 
ingleses, posesores del soldado voluntario, del 
soldado profesional. En el resto de Europa, las 
potencias militares se inclinan al soldado regular, 
al servicio militar obligatorio , al pase gradual de 
todo ciudadano por la milicia. 



(i) Entiéndase que no nos referimos á los Oficiales y Sub- 
oficiales, que de día en día necesitan mayor preparación. 



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DEDUCCIONES V CONCLUSIÜNES 



Cambian los tiempos y con ellos la condición 
social de las cosas. El soldado profesional resulta 
hoy en baja. Es menos soMado que el soldado 
simple y exig^e más^ cuesta más, vive con ipás re- 
calo y está lleno de alifafes. 

No quiere decir eso que se desdeñe la instruc- 
ción en el soldado, sino la profesión, el hábito, la 
permanencia constante en el Ejército como oficio 
ó medio de vivir. En lo que toca á la instrucción, 
cada vez se va exigiendo mayor, pero ella depende 
de un buen cuerpo de Oficiales y de tener el ejérci- 
to mandado por quien sepa formar su espíritu, para 
lo cual también es necesario que el pueblo y el 
ejército se compenetren y se quieran: por lo de- 
más, líegan á tanto las exigencias de las armas mo- 
dernas, que se asegura que ya se piensa en que la 
moderna artillería de campaña de tiro rápido, obli- 
gará á aumentar el tecnicismo de ¡os que la ma- 
nejen en el combate , habiéndose pronunciado la 
palabra de que será necesario servir esos cañones- 
máquinas con Oficiales y Suboficiales. Mas al pro- 
pio tiempo, resulta en favor de la resolución del 
problema, que cuanto más se convierte en máqui- 
na el instrumento de guerra, menos hombres exi- 
ge para su empleo. 



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Id8 LA GUEkRA HISPANO- AMERICAN A 

Al recorrer in mente los sucesos que con la 
plaza de la Habana se rozan, adquiérese triste evi- 
dencia de la inconstancia que caracteriza la historia 
militar de España. Es el juego del tira y afloja. 
Unas veces encontramos apresuramientos en favor 
de la defensa; otras, decae hasta rayar en los lin- 
deros del desprecio, cuanto se refiere á fomento de 
los recursos militares. Y es natural, por ese proce- 
dimiento, no es posible que ningún pueblo llegue 
á ser grande, puesto que la labor de sus hombres, 
se reduce á destruir en un período de tiempo lo 
que crearon en otro. 

Si ese sistema persiste; si después de las pér- 
didas sufridas no se piensa en robustecer las insti- 
tuciones armadas y la defensa del país, llegará 
pronto el instante en que nuevos desmembramien- 
tos pongan fin á nuestra nacionalidad (i). 

Lo que pueden las plazas de guerra, en bien 
de la conservación del poderío de un pueblo, de- 
mostrado queda sacando á cuento lo ocurrido en 



(i) Al concluirse la impresión de este tomo, llega á nuestras 
manos un libro notable. Titúlase Inglaterra ^ señora del mundo, 
y es su autor el Capitán de Ingenieros D. Ricardo Martínez 
Unciti , que desarrolla el tema con inmensos datos y gran pers- 
picacia. Ese libro merece ser muy leído y meditado por los que 
se preocupen del porvenir de nuestra patria. 



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DEDUCCIONES Y CONGJ.USIONES IfiP 

la Habana. Es imposible que en los momentos ac- 
tuales» un Estado que tenga fronteras marítima^* 
pueda considerarse libre y constituido sin poseer 
bien defendido su litoral , preparando en la paz los 
elementos de la guerra. Son actualmente éstos tan 
terribles en sus efectos, que las naciones débiles 
tendrán en ellos una garantía de su independen- 
cia, porque la decisión y la preparación detendrán 
la audacia de los fuertes. 

I..as ventajas que se obtienen simplificando los 
tramites de los estudios de defensa, se demuestran 
de un modo claro con lo ocurrido en la plaza de la 
Habana. Hubo un hombre que quiso defenderla, y 
surgió la defensa, que no había podido resultar con 
medio siglo de largos estudios y expedientes pro- 
lijos. 

No nos parece necesario insistir acerca de esto, 
y entramos á enunciar otras conclusiones de orden 
menos general. 

Estructura de las obras. 

La plaza de la Habana, representa el más com- 
pleto tipo de organización defensiva que España 
puede mostrar en los tiempos modernos. Por eso 
mismo debe servir de enseñanza, como caso prác- 
tico y de estudio. 



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160 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

En lo que á la situación de las obras de defensa 
marítima se refiere, cabe, bajo ese punto de vista, 
hacer algunas deducciones, producto de la propia 
observación y síntesis del criterio de personas com- 
petentes que las visitaron (i). 

Hay que convenir en que allí se trabajó mucho 
y bien, aunque con criterio ^casi impuesto por el 
número y clase de los cañones de que se disponía. 

La situación baja de las baterías, principalmen- 
te á sotavento, era excesiva. Las cotas máe eleva- 
das convienen tanto en la lucha, que creemos útil 
sacrificar á ellas algo la acción ofensiva, si es ne- 
cesario , retrasando las obras en busca de mayores 
altitudes, si las hay, aunque se pierdan algunos 
cientos de metros de alcance sobre el mar. 

Otra tendencia que ha venido prevaleciendo 
durante mucho tiempo, es la de instalar los caño- 
nes de mayor poder en la boca ó cerca de la boca 
de los puertos, y los de mediano calibre hacia los 



(i) Los agregados extranjeros que visitaron las obras de 
defensa de la Habana, fueron: 

Coronel de Estado Mayor Giliusky (ruso). 

Capitán de la Armada, Ponkoisneff (ruso). 

Mayor de Ingenieros, Leversson (inglés). 

Capitán de Artillería, Bens (sueco). 

Además entraron durante el bloqueo varios buques de gue- 
rra ingleses , franceses , austriacos , alemanes é italianos. 



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DEDUCCIONES Y CONCLUSIONES 161 

flancos, restringiéndose el apartar mucho la de- 
fensa de la boca. En el caso práctico á que nos 
venimos refiriendo no se hizo así, con muy buen 
acuerdo, y se demostró que ese sistema obligaba 
al enemigo á separar mucho la distancia de blo- 
queo y á intentar operaciones por tierra. De ha- 
berse entablado el combate, la escuadra america- 
na, antes de batir la entrada, hubiera tenido que 
reducir las baterías números 2,3, Velasco y Santa 
Clara, de gruesos cañones. La acción defensiva es 
necesario extenderla á los dos lados de la boca en 
la amplitud necesaria. Aún era poca la que en la 
Habana se desarrollaba; á barlovento, se ve bien 
claro en el plano general que faltaba otra batería, 
pues las zonas marítimas frente á Cojímar queda- 
ban sin fuegos. Bien lo comprendieron á los pocos 
días del bloqueo los buques enemigos, que se me- 
tían hacia aquel lado, con verdadera y descarada 
impunidad. En caso de combate, es probable que 
aprovechando esa circunstancia, lo hubieran inicia- 
do por allí, para ir batiendo la obra núm. i , luego 
la núm. 2, y evitar exponerse á fuegos convergen- 
tes de varias baterías, reconcentrándolos ellos so- 
bre una determinada. Es de notar que se colocaron 
los cañones de que se disponía; de haber tenido 
mayor número hubiérase construido otra batería 

Tomo III ix 



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162 LA GUERRA HISPANO-AM£RICANA 

más á barlovento, en cota de 20 metros para arri- 
ba, según el plan primitivo trazaba (i). 

Los altos relieves de los traveses son muy per- 
judiciales, porque desde alta mar, por mucho que 
se disimulen, forman siluetas geométricas denun- 
ciadoras de la situación de los cañones (2). Los 
traveses entre pieza y pieza que á la vez sirven de 
repuestos, dan á la obra un frente excesivo que 
dificulta el mando en fuego para la corrección del 
tiro. 

No dejará de ser útil citar algunas opiniones 
acerca de este asuntó. 

« Las cañoneras en los parapetos disminuyen 



(i) En el proyecto de defensa del hoy General Cerero, á 
que al principio nos hemos referido , figuraba esta obra. 

(2) Algunas de las fotografías de las obras, que van con 
este libro, dan idea del excesivo relieve de los repuestos. Prin- 
cipalmente las de Santa Clara y Velasco, adolecían de este de- 
fecto antiguo; ya se ha dicho que su construcción databa del 
conflicto de las Carolinas la primera , y del Virginius la segun- 
da. En la de Velasco , para subsanar ese inconveniente reunie- 
ron los ingenieros de dos en dos los repuestos, rellenando de 
tierra el espacio que antes habían ocupado las piezas Parrot, 
quedando así fuertes traveses, pero el aspecto exterior no podía 
modificarse. En Santa Clara también se disimuló todo lo que se 
podía el alto relieve. Acerca de él habían hecho indicaciones, 
los capitanes que mandaron aquellas obras en tiempo de paz en 
escuelas prácticas , entre otros , D. Francisco Cerón y D. Adol- 
fo Martínez Jurado. 



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DEDUCCIONES ¥ CONCLUSIONES 



16a 



h protección de éstos y reducen el campo de tiro; 

de otra parte, sirven de magnífica referencia al 
adversario.» (Teniente Coronel austro-húngaro von 
Leithner, La foriificacim permanente y la guerra 
de sitios.) 

El Coronel de Ingenieros ruso, Welitschko 
«hacía las cañonera,^ como si fuera artillero y no 
ingeniero.» (Von Leithner, n.^ entrega de 1S90 
del Miítheihmgai über Gegemtámie des Artilkrie 
und Gente WessettsJ 

«Los traveses, salvo alguno que otro de tos 
flancos, se rebajan al nivel de la cresta. * (Nmiveau 
manuel de fortification permanente, par un Officier 
superieur du Genie frangais, 1S95.) 

« Loa traveses de los frentes de cabeza no pue* 
den sobresalir de la línea de fuego, porque su si- 
lueta denuncia de lejos la obra y facilita mucho la 
corrección del tiro de la artillería enemiga. » (Guia 
para la enseñanza de la fúriificacion permanefüe, 
por el Mayor General de Ingenieros austro-húngaro 
von Brunner, 1896.) 

íf En Alemania inmediatamente después de 

la guerra, las instalaciones de los terraplenes fueron 
transformadas conforme á las ideas modernas (re- 
bajamiento de los altos traveses).» (Von Leithner.) 

« Bases de la fortificación moderna: i.^ La in- 



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164 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

troducción de los morteros rayados y del tiro curvo 
con granada de metralla ha hecho impositrfe que 
la artillería gruesa de la defensa se mantenga en 
sus actuales emplazamientos de combate, princi- 
palmente sobre terraplenes claramente visibles, de 
perfil elevado y provistos de traveses 2.* El mis- 
mo efecto produce la adopción de los proyectiles- 
torpedos. T* (Von Leithner, 1894,) 

Los repuestos, se ve en la práctica del servi- 
cio cuánto conviene que estén enterrados, bajo las 
explanadas ó un poco retrasados, subiendo los pro- 
yectiles con montacargas. Pero ese sistema, que 
algún agregado extranjero señalaba, hay que ver 
que necesita mucho tiempo y trabajo para cons- 
truir y allí lo que abundaba era la prisa. 

En las nuevas baterías, el relieve de los re- 
puestos era mucho menor, y en algunas resultaban 
en parte enterrados. De haberse dispuesto de más 
tiempo , de fijo que hubieran sido la mayoría ente- 
rrados del todo. 

En las baterías de obuses, que el Teniente de 
Navio M. Degouy aconseja colocar de ^2.000 á 
1.600 m. de la línea de fondos de 3*50 m., para 
preservarlas del tiro de los cruceros rápidos, es 
también conveniente no desparramar las piezas, 
porque su mayor eficacia se ha de conseguir con 



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DEDUCCIONES Y CONCLUSIONES IOS 

el tiro por salvas^ con puntería preparada ^ y para 
esta clase de tiro, cada sección debe corregir su 
salva por el efecto de la anterior, rápidamente (i). 

Los cañones de tiro rápido de pequeño calibre 
destinados al flanqueo y contra las sorpresas, no 
deben instalarse en torrecillas visibles desde el 
mar, en los flancos de las baterías mismas, porque 
servirán de excelentes referencias al enemigo para 
localizar la situación de las piezas. Pueden poner- 
se en los intervalos, fuera de las obras principales. 

El municionamiento en fuego resulta problema 
dificilísimo. Para cuanto se relacione con cl^ como 
por ejemplo, salidas de los repuestos á las expla- 
nadas, corredores de comunicación, elevadores, 
distribución de locales, luz, etc., debe darse parti- 
cipación oficial en los anteproyectos y proyectos, al 
Cuerpo de Artillería, teniendo sus observaciones el 
mismo efeqto que el que en el tanteo de armamen- 
to se le otorga, porque nadie mejor que los que han 
de sufrir el fuego en las explanadas y estar dentro 
de los repuestos llenando el servicio, puede hacerse 
cargo de las exigencias del mismo. 



(i) La batería nüin. 3 (lámimt /.* bis) ofrícfa excesiva se^ 
pa ración entre las dos secciones de obuses de derecha é izquier- 
da de los cationes de 30*5* Estos oUuses^ acaíío conviniera que 
hubiesen ocupado agrupados una sok batería* 



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^ ^ ■ ■ ^^^^W^ Bfmifsn^fr- 



166 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Y á propósito de corredores de comunicación 
entre los repuestos y las explanadas, parece más 
conveniente ponerlos á retaguardia que á vanguar- 
dia, entre el través y el parapeto, porque siendo 
esta la parte más expuesta, se corre el riesgo de 
que se obstruyan y entonces se dificultaría el ser- 
vicio en fuego. 

Organización de las oleras. 

La distribución dada al personal en la plaza de 
la Habana, debe ser muy tenida en cuenta por los 
artilleros. Allí, sobre el terreno, prácticamente, pu- 
dieron notarse las verdaderas necesidades del ser- 
vicio y á ellas se amoldó el criterio del Comandan- 
te General del Cuerpo. 

Nuestra artillería de costa y plaza reclama ra- 
dical transformación. El tecnicismo aumenta de un 
modo prodigioso en las fases todas del servicio 
principal y de los servicios accesorios indispensa 
bles, de los que depende el aprovechamiento en 
fuego de las piezas. Una plaza debe dividirse en 
zonas, completando en cada una los servicios de 
fuego y municionamiento. Cada zona, en obras, 
con jefe propio. Las obras, en baterías, con el nú-' 
mero de Capitanes y Oficiales técnicos necesarios, 



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DEDUCCIONES V COSCLUSU.tNt^ W 

proporcional al de cañones » teniendo en cuenta 
que las grandes piezas necesitan cada mía un Ofi- 
cial facultativo para el servicio en fuego. 

Esencialísimo es el sistema telemétrico, pero 
en nuestra opinión, ese servicio debe ser propio 
de cada obra, con independencia de las demás; es 
decir, que cada obra ha de dasíarst- á sé misma, 
sin perjuicio de que el Comandante de Artillería 
de la plaza disponga de la red general telemétrica, 
telegráfica y telefónica para dirigir los rasgos esen- 
ciales del combate, no coartando por eso \wu facul- 
tad de tirar de los jefes de obra (i). 

Éstos, deben dominar bien todas sus piezas^ y 
para ello es necesario que se sitúen en im pues- 
tú de combate, que abarque el conjunto, y desde él 
por teléfono y á la voz, si es posible, dar órdenes. 
En la batería de Santa Clara, el jefe de obra don 
Manuel Tapia Ruano , autor de un notable sistema 
telemétrico , pidió y obtuvo la construcción de una 
torre de madera para ejercer el mando, situándose 
en ella á manera que en el puente de tm buque se 
coloca el Capitán que dirige la nave. 



(i) Asi se quiso hacer en la plaza de la Habana, pero no 
áe disponía más que de cuatro aparatos Salmoiraghy de base 
vertical: hubo necesidad de agrupar las baterías con los obser- 
vatorios en forma obligada. (Véase el Apéndict L) 



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^T^ 



168 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

Y acerca de esto parécenos oportuno reprodu- 
cir lo que sigue : 

« Los observatorios acorazados de la obra , se- 
rán bien pronto destruidos por el bombardeo ge- 
neral, y entonces el fuerte perderá sus ojos. Si la 
cubierta acorazada del observatorio presenta resis- 
tencia bastante contra los impactos, ello no será 
obstáculo para que la observación resulte bien 
pronto imposible, porque los órganos de rotación 
serán destruidos y el cemento de los revestimientos 
caerá y cegará momentáneamente la cañonera del 
observatorio; tampoco se puede esperar que la 
delicadeza de los anteojos resista las violentas sa- 
cudidas producidas por las explosiones de los pro- 
yectiles, y la atmósfera interior resultará de tal 
modo viciada por los gases deletéreos, que será 
imposible permanecer dentro del observatorio. La 
observación no podrá hacerse si el observatorio no 
puede funcionar. Acaso sea mejor colocar los ob- 
servatorios fuera de las obras. » (Principios del ata- 
que de plazas, por el Mayor de la Artillería austro- 
húngara von Rehm, 1898.) 

La solución que propone von Rhem nos parece 
práctica. Fuera de la obra, disimulados, si es posi- 
J^le, por la vegetación ó el terreno, deben colocarse 
los observatorios. Un modelo de ellos, muy racio- 



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DEDUCCIONES Y CONCLUSlONEÍÍ Ifiíi 

nal y seguro, fué instalado para la línea de torpe- 
dos de la boca del puerto de la Habana. Resultaba 
completamente enterrado ^ en un picacho recubier- 
to de plantas, y era imposible divisarlo. 

Algo análogo sucede con la instalación de los 
proyectores eléctricos, sujeta á parecidas reglas. 

El objeto principal de los proyectores, además 
de alumbrar las líneas de torpedos y los pasos 
obligados, es descubrir los barcos enemigos du- 
rante la noche, para evitar que se acerquen á dis- 
tancias de tiro eficaz de las obras, y, una vez des- 
cubiertos, iluminarlos para poder apuntar contra 
ellos los cañones de las baterías. Todo ello exige 
mucha práctica en el manejo y absoluta unidad de 
acción y mando entre los proyectores y la Artille- 
ría. En todas las Escuelas prácticas de Artillería 
deben ocupar un papel importante los ejercicios 
con proyectores eléctricos. Son tantos los servicios 
de la Artillería que se derivan de las aplicaciones 
de la electricidad j iluminación, proyectores, comu- 
nicaciones, telemetría, transporte de fi.ierza en fá- 
bricas y talleres, etc., que parece conveniente la 
organización permanente de personal obrero elec- 
tricista en ¡a cuantía necesaria. 



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170 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

CaUbres. 

La cuestión del calibre, fué por nosotros tra- 
tada en el libro Barcos y cañantes y fusiles. Corrobo- 
ramos de nuevo las afirmaciones que entonces hi- 
cimos, con datos que coinciden con nuestro modo 
de pensar. 

Hay quien opina que el calibre de 1 5 cm. es ex- 
cesivo como pieza de tiro rápido para batir las su- 
perestructuras y las corazas ligeras de las baterías 
secundarias , y que es pequeño para producir la per- 
foración de los gru^esos blindajes. Ese efecto de 
perforación, se consigue con los cañones poderosos 
de enorme proyectil de acero endurecido, vertigi- 
nosa velocidad, rasante trayectoria y gran calibre, 
tomando como término medio de éste el de 26 cen- 
tímetros, pero no se logra con los de 1 5 cm. Y se 
añade que para barrer las superestructuras y rociar 
con lluvia de cascos y balines las cubiertas, hacién- 
dolas intransitables, basta el calibre de 10 á 12 
centímetros, que facilita mayor rapidez en el fuego, 
más sencillez en el servicio y que cuesta por cañón 
la tercera parte que el de 15 cm,, lo que permite 
multiplicar el número de piezas (i). 



(i) Los Estados-Unidos acaban de adoptar un cañón de I o 



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DEDUCCIONES Y tlQNCLUSlONES 111 

Fundándose en estas ideas, que no son de des* 
preciaFj abogase por la sencillez en el armamento 
de las costas y por no prodigar los puntos de de* 
fensa. 

En cuanto al calibre, casi todos coinciden en 
la clasificación siguiente: 

1 J^ Cañones de 24 á 26 cm. , situados en bate- 
rías bajas, para perforar las gruesas corazas en la 
línea de flotación. 

2.^ Obús ó mortero de 24 á 30 cm. en mucha 
abundancia, en baterías elevadas, muy fácil de ins- 
talar, no caro y que representa gran peligro para 
los barcos de guerra. 

3." Cañones de tiro rápido de 10 á 15 cm., su- 
ficientes contra todos los blindajes ligeros, las ba- 
terías acasamatadas y las superestructuras de Ioíí 
grandes buques y contra los costados débilmente 
acorazados de Jos cruceros. 

4.° Cañón de pequeño calibre, de tiro rápido, 
que alcance de 2 a 3.000 m., para demoler los pe- 
queños escudos protectrices, el material de arti- 



cen time tros (50 calibres de longitud) para las bacterias comple- 
mentarias de los nuevos moíiítores. Con asta pieza han obten í- 
do 91 r ni, de velocidad inidaL 

Para las barcos tipo Múine adoptan otra pie¡:a de 15 centf* 
metros análoga* — (Armiebldit, iS Octubre, 1S99.) 



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172 LA GUERRA HISP ANO-AMERICANA 

Hería, y dificultar el servicio á bordo, que tire 12 
proyectiles por minuto, calibre de 47 á 57 mm. 

La mayor parte de las teorías vigentes y en esto 
del calibre, razonan poco en lo referente al arma- 
mento de las baterías de costa. Si en los barcos el 
tirar mucho en poco tiempo trae ventajas, en el 
fuego dirigido sobre ellos desde las obras de tierra 
debe darlas mayores aprovechando bien los mo- 
mentos en que, corregido el tiro, la eficacia del 
fuego está asegurada. En él libro Barcos, cañones 
y fusiles, expusimos á este propósito los beneficios 
que los americanos confiesan haber sacado del ca- 
ñón de 20 cm., al que atribuyen la victoria en el 
combate naval de Santiago de Cuba. Cuanto más 
reducido sea el calibre, más se facilita, es cierto, 
la rapidez del fuego, pero no debe abusarse de esa 
idea. El General von Sauer, en su obra sobre Ata- 
que y defensa de las plazas fuertes , así lo enuncia 
al pregonar la excelencia del calibre medio en re- 
lación con el gran calibre (Mayor de Ingenieros 
Schott, La cuestión de la fortificación, 1886). Lo 
mismo este General que el Mayor Schumann, dan 
preferencia al calibre de 1 2 cm. sobre el de 15 para 
armamento de las plazas; pero esto se refiere prin- 
cipalmente á sitio de plazas y no á combate naval, 
y es de llamar la atención que al comentar Brial- 



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DEDUCCIONES Y CONCLUSIONES 173 

moht esas conclusiones, en su excelente obra In- 
Jluence du tir plongeant ei des oims-túrpillés sur ¿a 
fortification , i88S, declare, que para destruir los 
acorazamientos j aun los de obras de fortificación 
de plaza, que no suelen ser más resistentes que los 
de las cúpulas y escudos profusamente repartidos 
hoy sobre las cubiertas altas de los barcos, «será 
preciso emplear el cañón largo de 15 cm. y acaso 
el de 17 ó el de 21 cm.» 

Hay que distinguir entre dos cosas: una, cuan- 
do se trate de tirar sobre objetos animados á dis- 
tancias medias; otra, cuando lo que se pretende 
es tirar á larga distancia sobre verdaderos obstácu- 
los» llámense corazas ligeras ó parapetos de tierra, 
según sea naval ó terrestre el combate. En el pri- 
mer supuesto, \2i potencia vía feria ¿ á^ los calibres 
mayores es menos útil que la rapidez del tiro de 
que son susceptibles los cañones de más pcquefio 
calibre. El cañón de 10 cm. es entonces superior 
al de 1 5 y al de 12 cm. En el segundo la cuestión 
no es tan clara. 

Con el calibre reducido, el tiro se corrige mu- 
cho más pronto. Lo que convendría saber es, si un 
proyectil de 15 cm. bien aprovechado, datantes 
efectos como dos ó tres de 10 cm., y á la vez, si 
es más fácil acertar una vez con el de 1 5 cm. que 



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174 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

dos Ó tres veces seguidas con el de lo cm. Es de- 
cir, que debe mirarse, no sólo el numero de balas 
y cascos que tocan al objetivo, sino el tiempo en 
que las recibe y el destrozo que le causen. Acerca 
de esto, podemos dar el siguiente dato admitido: 
en igualdad de condiciones de aprovisionamiento 
pueden dispararse, cuatro proyectiles de 9 cm., dos 
de 12 y uno de 1 5 cm. (von Sau^r) y hay que dis- 
currir qué ventaja producirá el lanzar cuatro ó dos 
veces más proyectiles. 

En lo que se refiere á la gruesa artillería, capaz 
de producir efectos perforantes sobre las corazas 
de los barcos, hiriéndolas bajo la línea de flotación, 
no estaba mal dotada la plaza de la Habana, donde, 
los dos cañones de 30*5 cm. Krupp, sin vacilar 
. aseguramos que eran superiores á los mejores que 
montaba la escuadra americana, y, á más de ellos, 
teníamos como piezas importantes dos Ordóñez 
de 30*5 cm., dos de 24 del mismo sistema y seis 
Krupp de 28 cm., que, aun cuando no tan buenos, 
podían dar mucho que hacer al enemigo; en cam- 
bio , en los calibres medios disponíamos de pocos 
recursos, y sobre todo, faltaba casi en absoluto el 
cañón de tiro rápido de este calibre, que tan exce- 
lentes efectos produce en el combate de barcos 
contra baterías y viceversa. Hemos de señalar asi- 



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UEDUCCIONÉS Y CONCLUSIONES 1T5 

mismo la imperiosa necesidad de adoptar un pro- 
yectil-torpedo en los cañones de grueso y medio 
calibre j cargado con gran cantidad de explosivo 
fuerte, que canse por su explosión efectos demo- 
ledores, que sirva de vehículo para introducir en 
la nave ó colocar sobre su cubierta una cantidad 
considerable de esas pólvoras vivas modernas , be- 
llita, lyddita ó sus similares de algodón-pólvora, di- 
namita, emmensita, etc., que al explotar desga- 
rren, pulvericen y desconcierten las más sólidas 
construcciones de la arquitectura naval. Acaso fue- 
ra conveniente dotar á este proyectil de espoleta 
eléctrica, que funcione al caer en el agua, cerca 
del buque, haciendo las veces de torpedo submari- 
no, aprovechándose así ios tiros que, sin lleg^ar al 
impacto sobre el barco, caigan cerca, cortos ó lar- 
gos 6 desviados, i.a escuadra en zafarrancho de 
combate dispondrá sus buques escalonados y con 
intervalos, lo que aumenta las probabilidades de 
aprovechar esta clase de proyectiles, 

Nada decimos de los proyectiles incendiarios, 
porque en otro lugar dejamos establecido que lo 
son todos los explosivos si encuentran materias 
combustibles donde prender fuego. Lo ocurrido 
con nuestra escuadra en Santiago de Cuba y en 
Manila^ donde el incendio se cebó en seguida en 



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176 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

las superestructuras de madera de nuestros des- 
graciados barcos, caso análogo al que aconteció á 
los chinos en sus buques en la batalla naval del 
río Yalu, hace sospechar que las nuevas construc- 
ciones navales , desterrarán hasta un límite extraor- 
dinario el empleo á bordo de materiales en que el 
incendio pueda hacer fácil presa. De todas suertes, 
el proyectil incendiario no debe perderse de vista 
en la organización del material de costa, por más 
que consideramos preferible el proyectil-torpedo, 
demoledor, acaso también incendiario, cargado 
con explosivo fuerte. 

Vulnerabilidad de loa barcos. 

Las baterías de costa deben aprovechar mucho 
en el tiro los momentos en que los barcos dismi- 
nuyan su velocidad, cual acontece en las viradas. 
Hay que procurar corregir pronto el tiro y enton- 
ces buscar la supremacía de la Artillería, En tie- 
rra, en los combates campales, ya se nota cuan 
grande va á ser esa supremacía con la aplicación 
del cañón de tiro rápido. Pues eso mismo ha de 
buscarse en el mar. El papel ofensivo de las escua- 
dras va decayendo cada vez más frente á las ba- 
terías bien situadas, armadas y mandadas. El man- 
do reclama reunidas grandes condiciones militares 



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DEDUCCIONES V CONCLUSIONES 177 

y técnicas. No basta, en efecto, conocer á perfec- 
ción el material para sacar de él todo el rendi- 
miento májcimo; hay que unir á esa ciencia la del 
soldado, el carácter y entusiasmo que, infiltrado 
en el personal de la batería, haga que todos es- 
tén convencidos de la importancia que tiene para 
el éxito el saber aprovechar Jos momentos (i). 

De la práctica del servicio frente al enemigo 
en la plaza de la Habana, resulta otra observación 
importante, á saber: que !as baterías de costa de- 
ben cuidar mucho de vigilar su campo de tíro al 
amanecer, pues puede suceder, como allí sucedió, 
que algún barco enemigo, de virada en virada á 
corta máquina, durante la noche, venga, sin darse 
cuenta, a caer de madrugada dentro de la eficacia 
de tos cañones. La bruma le impide percatarse de 



(i) El mando superior de la defensa debe recaer en ei que 
^jer^a el mando superior de la Ar ti Hería ^ tratándose de una 
pla^a fuerte T donde el factor principal son los cañones. Algo de 
esto convendría hacer en tiempo de paz en las plazas de primer 
orden. No hace mucho qi>e nos ha dado ejemplo de esto Bél- 
gica^ cuna de sabios maestres de la fortificación moderna^ 
donde al tratarse de las operaciones militares , para poner en 
estado de defensa un sector de la plaza de Termimdi, se confió 
el mando de la plaza, mientras duraron las maniobras^ al Mayor 
General Boulardj Comandante de la 3* Brigada de Artillería 
de campaSa ; y lo que ha de resultar en tiempo de guerra, ¿por 
qué no 5e ha de hacer en época de paz? 

Tomo II [ \% 



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178 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

esa situación comprometida, y si entonces se apro- 
vechan los momentos, el fuego puede ser muy efi- 
caz, porque antes de levantar presión y ponerse 
fuera de alcance , es posible que el buque reciba 
varios proyectiles de grueso calibre. Dos veces 
hubo de presentarse esta contingencia durante el 
bloqueo de la Habana. 

Allí, las piezas se tenían de antemano cargadas, 
y acerca de esto podemos decir, que no conviene 
hacerlo si no se tiene seguridad de que van á tirar 
pronto, pues si, como ocurrió, han de permanecer 
mucho en esa situación , la humedad altera las su- 
perficies de contacto entre el proyectil y el ánima, 
lo que dará lugar á trastornos y peligros en el tiro. 

Otra observación útil acerca de la vulnerabili- 
dad de los barcos: se admite que la parte donde 
más predilectamente debe dirigirse el tiro, es hacia 
las chimeneas, ó sea á la mitad de la nave. En con- 
traposición con esa regla, hemos oído aconsejar á 
autoridades en la materia, que el tiro debe con pre- 
ferencia dirigirse á proa ó popa, que son los luga- 
res donde hay menos resistencia, poca coraza, y 
donde, caso de herir, pierda más pronto la nave 
su estabilidad y gobierno. 



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DEDüCaONES V CONCLUSIONES 179 

Para terminar, hemos de insistir en la necesi- 
dad de que las plazas tengan entre su armamento 
el calibre medio de tiro rápido. Lk Habana sólo 
disponía de dos cañones de esta clase González 
Hontoria de 12 cm.^ tomados de la Marina (i), y 
véase por qué coincidencia también los ingleses re- 
cientemente, en su lucha con los boers, han tenido 
que desembarcar cañones de los buques para em- 
plearloa en tierra, ejemplo de mala organización 
que fustigaba el Heraldo de Madrid ^n un reciente 
artículo traducido de Le Matin, en el que se de* 
ciara la supremacía de la Artillería (2), 

Dice así: 

«Tenemos, es cierto^ en Ladysmith 9.500 hombres, 
tropas buenas I tomadas de nuestros contingentes colo- 
niales y de nuestro ejército activo. 



(1) La instalación en tierra de estos cañones y de los de 
16 cm. del mismo sistema, realizada por loa Unciales de Arti- 
llería ^ era sencilla y rápida: red iS jóse á establecer un entramado 
de gruesos maderos, empotrados con liormiíjún de cernento en 
el suelo, a] que se alornillaba la base del montaje González 
Honioria, cual ú fuera sobre U cubierta. El conjunto resultó 
perfectamente resistente en faego. 

(2) Por haber paridad entre lo que nos pasa á nosotros y 
lo que les pasa á los ingleses, basta la hay en lo que sigue; 

*E1 War Ofjict ha publicado una disposición ordenando 
que sean ascendidos á oficiales los alumnos cadetes í3el Real 
Colegio militar de Sandhurst, que habían de ser examinado? 



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180 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

Pero el número de hombres no significa nada para 
defender una plaza. Estamos aprendiendo á nuestra 
costa, puesto que en quince días llevamos perdidos el 
efectivo de seis batallones y de un regimiento de Caba- 
llería , más que en la batalla de Inkermann. 

La Artiüeria es hoy la que significa todo, y nuestra 
artillería es inferior. Nuestras piezas de campaña sólo 
alcanzan 4.500 ro., y el lunes por la mañana los boers 
nos cañonearon desde más de 6.000 m. El mismo lu- 
nes por la tarde, Ladysmith hubiera caído en poder del 
enemigo , si dos días antes no hubiéramos desembarca- 
do cuatro cañones de Marina del Fowerful, que llega- 
ron á dicha plaza á la mitad de la batalla. 

Algún día sabremos á costa de qué sacrificios pu- 
dieron ser puestos en posición estos cañones en tres 
horas, sin otro montaje que los vagones del ferrocarril; 
mas, gracias á estos cuatro cañones, cu)ro alcance es 
de 8.000 m., pudo dominarse el fuego enemigo, y á eso 
debemos ahora el conservar aún una ligera esperanza 
respecto á Ladysmith. 

No podré jamás creer que un país como el 

nuestro, que aspira á desempeñar un papel militar, esté 
reducido á servirse de piezas de Museo como cañones 
de combate , y se vea forzado á desembarcar la mañana 
de las batallas los cañones desmontados de sus barcos. 

Los alemanes hablan en estos momentos de crear 
una flota. Yo tengo fundada esperanza que al día si- 



antes de las próximas Pascuas , y que se incorporen inmediata- 
mente á los regimientos de Caballería é Infantería en vista de la 
escasez de oficiales y la perentoria exigencia de cubrir Tacantes. 



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UEUUCCiONES y CONCLUSIONES 181 

guiente de la entrada de Buller en Pretoria se estudia- 
rán entre nosotros los medios de tener artillería y ejér- 
cito. » 

Ccrramüs estas páginas cqp una satisfacción 
y una pena: la satisfacción del deber cumplido; la 
pena que produce el desastre sufrido. 

Que él no sea obstáculo para evitarnos en el 
porvenir análogos quebrantos. Recorriendo las ho- 
jas de este libro ^ se notan esos rasgos de decisión 
y entusiasmo que caracterizan á los vencedores, 
y, sin embargo, hemos sido vencidos. ;Por que? 
No lo preguntéis á persona determinada. No echéis 
la culpa exclusiva á este alto personaje ni á aquel 
otro. ¡La culpa! todos la tienen, unos más que 
otros; á medida que se sube y se baja en la esca- 
la de las responsabilidades, encucntranse ligados, 
cual los eslabones de una cadena, gobiernos y 
mandos, política y milicia^ pueblo y aristocracia, 
largos años de errores y de engaños. Cada uno, 
cada entidad, cada persona, debe aceptar resigna- 
damente la parte que le toque. Pretender que todos 
lo han hecho bien y que fm¿¿a malo ha pasado, es 
imposible. Los hechos están por encima de las 
engañosas ilusiones 



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182 LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 

Nuevos horizontes se abren á nuestra vista si, 
siguiendo marcha diametralmente opuesta á la que 
nos condujo á la derrota, hay quien se preocupe, 
todos á una se preocupan, de trabajo y virtud, bien 
entendido, que también la defensa de un país y su 
organización armada, es un trabajo necesario, que 
debe encerrarse en moldes de virtud. 

Practicando esos principios, quién sabe si ha- 
bría que alterar algún día aquel despreciativo di- 
cho: África empieza en los Pirineos, por 
este otro, España empieza en los Pirineos 
y se extiende hasta la cordillera del 
Atlas. 



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APÉNDICE I 



Servicio telemétrico. 

Después de hacer las triangulaciones necesa- 
rias, para situar exactamente las baterías y dar los 
sectores de fuego de cada pieza, procedióse a for- 
mar los planos telemétricos en escala Vííwuo P^^^ 
los observatorios principales y en escala Víomo para 
las estaciones de batería, de los que es una reduc- 
ción el que publicamos. 

En este plano, el cruce de direcciones de do,^ 
letras mayúsculas indica el kilómetro donde está 
el blanco, y, dentro de cada una de estas cuadrícu- 
las grandes, el cruce de direcciones de dos núme- 
ros dígitos, marca el cuadrado de lOO m. que lo 
contiene. 

Así, la designación B-R-5-2, transmitida por 
telégrafo á la batería desde el observatorio , expre- 
sa que el buque enemigo se halla en el cruce de las 
direcciones B y R, y dentro de esta cuadrícula eii 



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184 LA GUERRA HISPANO- AMERICANA 

la intersección de la línea 5 vertical con la 2 ho- 
rizontal. 

Los planos telemétricos de cada batería, con- 
taban con una regla graduada, que daba las distan- 
cias á la cuadrícula designada, por lectura directa. 
También disponían de arcos metálicos graduados 
de 5 en 5 minutos para aplicar íos telémetros con 
base horizontal (i). 

La distribución general de este servicio era : 

Estación telemétrica de San Diego (ftierte núm. 4). 

Baterías principales. Baterías agregadas. 



Núm. 2 Núm. 1. — Baterías auxiliares. 

Estación telemétrica de la Gabafla. 

¡Morro. — Baterías auxiliares. 
Cabana. — Pastora. 
Castillo de la Punta. 

Estación telemétrica de la Pirotecnia. 

• Baterías núm. 3 (obuses y cañones). 
Santa Clara y anexas, . . .< ídem auxiliares. 
' ídem de la Reina. 

Estación telemétrica de la Pirotecnia. 

. Batería núm. 5. 
ídem auxiliares. 



(i) Hemos pretendido dar ligera idea de lo que es el im- 



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APÉNDICE PRIMERO ISA 

Cada estación comprendía los aparatos que pa- 
samos á enumerar: 

l,"^ Un telémetro Salmoiraghy de base vertical, 

2!^ Un plano telera é trico de la costa en escala Vf(»»* 

3*^ Una estación telegráfica para transmitir las designacio- 
nes de situación de los barcos. 

4.*^ Uno ú más teléfoíios para comunicar órdenes 4 las ba- 
terías y para recibirlas del Comandante de Artillería de la íona 
ó del Coronel Comandante de Artílleria de la plaza ^ enlazán- 
dose las estaciones entre si. 

^P Telégrafo óptico para transmitir designaciones en caso 
de interrumpirle laír líneas telegráficas y telefónicas. 

6*° Un anteojo de gran alcance. 

7" Colección de vistas y planos de k Marina americana y 
española. 

En las baterías, había e&taciones receptoras 
con los aparatos telegráficos y telefónicos para la 
transmisión, y planos telemétricos preparados para 
cada una. 

Es tan importante cuanto se refiera á las comu- 
nicaciones entre las obras en el momento de fuego, 
que creemos conveniente especificar la forma que 
allí adoptaron los artilleros ^ para evitar confusio- 



portatitCsimo servicio telemétrico, cnya descripción completa 
eKJgirfa mayor espacio. En nuestra opinión, la telemetría, para 
ser práctica , debe dar distancias instantáneamente , y ningún 
procedimiento mejor para ello que el eléctrico del Teniente de 
Navio de los Estad os -Unidos^ Mr, Fiske, del que en el Memo- 
ria! de ArtilUría^ no^ ocupatnoB hace afios. 



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186 LA GUERRA HISPANOAMERICANA 

nes, estableciendo al efecto tres líneas que suma- 
ban más de 40 km. con cable submarino de varios 
conductores á través de la bahía, en forma tal, que 
desde cualquier sitio donde llevaran las circunstan- 
cias del combate al Comandante de Artillería, po- 
día estar en relación con todas las obras, 

I .° Línea general telefónica de órdenes y ser- 
vicios. — Tenía dos centrales, una en la Cabana 
para toda la zona de barlovento, y otra en la bate- 
ría de la Reina para la zona de sotavento , unidas 
estas dos centrales entre sí por un hilo general y 
con derivaciones parciales y directas de las centra- 
les á cada una de las estaciones y puntos principa- 
les de la zona. 

2 .® Línea para el servicio telemétrico. — Estaba 
formada por líneas directas de San Diego-Pirotec- 
nia, San Diego-Cabaña y Cabana-Pirotecnia para 
relacionar los telémetros entre sí, á fin de que sus 
designaciones estuviesen acordes y deducir los 
errores de cada uno. 

Al mismo tiempo, estas líneas servían también 
para convertir cada dos estaciones en sistema te- 
lemétrico de base horizontal, como nueva garan- 
tía de los resultados obtenidos. 

De cada estación telemétrica partían además 
líneas telegráficas ó telefónicas directas á las bate- 



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APÉNDICE PRIMERO 187 

rías á que estaban destinados los telémetros, única 
y exclusivamente para transmitir designaciones ó 
distancias de los buques que habían de combatir 
3-^ Líneas de órdenes entre hs centras artille- 
r£?j.™Estas eran líneas telefónicas directas de en- 
lace entre las dos zonas y para uso exclusivo del 
Comandante de Artillería de la plaza y los jefes 
de zona. 

El cuadro general de líneas establecidas es el 
que va á continuación (i): 

Lineas geaerales de órdenes y servicios. 

Central Rtina. 

I,* línea.— A Pirotecnia, Príncipe y Ataré*. 

%,^ línea» — A Santa Ciara y Obra niím, 3, 

3.^ línea. — A Obras números 4 y S , IO° Batallón y pro- 
yector de sotavento* 

4.^ línea* — A Central telefónica de la ciudad, 

5,^ línea, — A Castillo de la Punta ^ Maestranza ^ Subinspec- 
ciún y Cabala (línea de enlace por cable \ 

Central Cabana, 

1,* Unea, — A Pastora y almacenes de Artillería, 
2,* línea.— A Morro, Vela^co y proyector de barlovento. 
3,* Ifnea, — A Obsenratorio de la Cabana y batería auxiliar 
entre Velasco y Barco. 

4»* linea. — A Obra ndm, 3 (Barco)» 



I 



(i) Constancia y trabajo considerable dedicó t estas insta- 
laciones el Capitán D. León Martín Peinador» 



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188 LA GUERRA HISPANO -AMERICANA 

5.* línea. — Á Obra niím. i (Cojímar y poblado de Cojímar). 
6.* línea. — Á fuerte de San Diego y Observatorio de ídem. 

Lineas para servidos especiales. 

Observatorio de la Pirotecnia, 
Línea telefónica para el servicio telemétrico de las Obras 

y órdenes del señor Coronel Comandante de Artillería ( Santa 

Clara, Observatorio y Baterías números 3 y 4). 

Línea telegráfica para designaciones (Observatorio, Santa 

Clara y Obras números 3 y 4). 

Observatorio de la dfbaña. 
Línea telefónica á Velasco y Observatorio del Morro. 

Observatorio de San Diego. 

Línea telegráfica para designaciones (San Diego y Obras 
números 2 y i). 

Línea telefónica para órdenes y designaciones (San Diego 
y Obras números 2 y i). 

Línea telefónica directa del Observatorio de la Pirotecnia 
al de San Diego, 
Para unir los dos Observatorios. 

Línea telefónica directa del Observatorio de la Pirotecnia 
á Cabana (Central), 

Para órdenes directas del Comandante de Artillería de la 
plaza. 

Línea directa del Observatorio de la Pirotecnia á Peina, 
Subinspección de Artillería y Capitanía General. 



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APÉNDICE II 



Sin que pueda re=?ponderse de su absoluta au- 
tenticidad, pero también sin que haya sido des- 
mentido, tiene interés el siguiente documento, que 
fué publicado en Alemania y reproducido en espa- 
ñol por La Lucha, de la Habana, de donde lo to- 
mamos: 

Hay un membrete que dice : Dipartamenta dé ¡a 
Guerra,— Oficina del Secretario asistente. — Was- 
hington, D, C. 24 de i8gf. 

Querido señor: Esta Secretaría, de acuerdo con la 
de Negocios Exteriores y la de Marina, se cree obli- 
gada á completar las instrucciones que sobre la parte 
de organización militar de la próxima campaña en las 
Antillas le tiene dadas, con algunas observaciones é 
instrucciones relativas á la misión política que, como 
General en Jefe de nuestras fuerzas , recaerá en usted. 

Las anexiones de territorios á nuestras Repúblicas, 
han sido hasta ahora de vastísimos territorios con es- 



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r^^TíP 



190 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

casa densidad de población, y siempre precedidas por 
la invasión pacíñca de emigrados nuestros, de modo 
que la absorción ó amalgama de la población existente 
ha sido fácil y rápida. 

El problema se presenta con relación á las islas 
Hawai más complejo y peligroso, pues la diversidad 
de razas y el hallarse casi nivelados nuestros intereses 
con los de los japoneses así lo determina,; pero teniendo 
en cuenta ,1o exiguo de su población, la corriente de 
inmigración nuestra hará estos peligros ilusorios. 

El problema antillano, se presenta bajo dos aspec- 
tos : el uno relativo á la isla de Cuba y el otro á Puerto 
Rico , así como también son distintas nuestras aspira- 
ciones y la política que respecto á ellos habrá de des- 
arrollarse. 

Puerto Rico constituye una isla feracísima, estraté- 
gicamente situada en la extremidad oriental de las 
grandes Antillas, y á mano para que la nación que la 
posea sea dueña de la vía de comunicación más impor- 
tante del Golfo de Méjico el día, que no tardará en 
lucir gracias á nosotros, en que sea un hecho la aper- 
tura del istmo de Darien. Esta isla tiene cerca de un 
millón de habitantes de raza blanca, negra y mezclada, 
pero laboriosa y mansa. Es adquisición que debemos 
hacer y conservar, lo que nos será fácil, porque al cam- 
biar de soberanía considero tienen más que ganar que 
perder, por ser los intereses allí existentes más cosmo- 
politas que peninsulares. 

Para la conquista, habrá que emplear medios rela- 
tivamente suaves, extremando en nuestra ocupación 
del territorio con exquisito celo el cumplimiento de 



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APÉNDICE SECITNDO 



ín 



todos los preceptos de las leyes y usos de la guerra 
entre naciones civilizadas y cristianas, llegando sólo 
en caso muy extremo al bombardeo de algunas de sos 
plazas fuertes. Para evitar conflictos, las fuerzas de des- 
embarco lo verificarán aprovechando en lo posible los 
puntos deshabitados de la costa Sur. Los habitantes 
pacíficos serán rigurosamente respetados, como sus 
propiedades y como las autoridades civiles y eclesiás- 
ticas que permanecieren en los puntos ocupados , las 
cuales serán invitadas á entrar en nuestros servicios. 

Recomiendo á usted muy eficazmente procure ga- 
narse por todos los medios posibles el afecto de la raza 
de colorí con el doble objeto, primero, de procuramos 
su apoyo para el plebiscito de la anexión, y segundo, 
teniendo presente que el móvil principal y objetivo de 
la expansión de los Estados Unidos en las Antillas es 
resolver de una manera eícaz, rápida y humana nues- 
tro conflicto interior de razas, conflicto que cada día 
aumenta merced al crecimiento de los negros; éstos, 
conocidas las ventajosas circunstancias para ello de las 
Indias Occidentales , una vez éstas en nuestro poder, 
no tardarán en ser inundadas por un desbordamiento 
de esta inmigración. 

La isla de Cuba , con mayor territorio, tiene menor 
densidad de población que Puerto Ktco y está des- 
igualmente repartida, pero á pesar de ello constituye 
el núcleo de población más importante de las Antillas; 
su población la constituyen las razas blanca, negra, 
asiática y sus derivados. Sus habitan! es son , por lo ge- 
neral, indolentes y apáticos. En ilustración se hallan 
colocados desde la más refinada hasta la ignorancia 



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LA GUERRA HISPANO- AMERICANA 



más grosera y abyecta; su pueblo es indiferente en 
materia de religión , y por lo tanto sa mayoría es* in- 
moral; como es á la vea: de pasiones vivas, muy sen- 
sual , y como no posee sino nociones vagas de lo justo 
y de lo injusto, es propenso á procurarse los goces, no 
por medio del trabajo, sino por medio de la violencia; 
y como resaltado eficiente de esta falta de moralidad, 
es despreciador de la vida humana. 

Claro está que la anexión inmediata á nuestra Con* 
federación de elementos tan perturbadores y en Un 
gran número seria una locura, y que antes de plan- 
tearla debemos sanear ese país, aunque sea empleando 
el medio que la Divina Providencia aplicó á So doma 
y Gomorra, 

Habrá que destruir cuanto alcancen nuestros ca- 
ñones con el b ierro y el fuego ; habrá que extremar el 
bloqueo para que el hambre y la peste, sus constantes 
compañeras , diezmen sus poblaciones pacíficas y raer- 
me su ejército; y el ejército aliado habrá de emplearse 
constantemente en exploraciones y vanguardias para 
que sufran indeclinablemente el peso de la guerra entre 
dos fuegos , y á ellos se encomendarán precisamente 
todas las expediciones peligrosas y desesperadas- 

La base de operaciones más conveniente será la 
de Santiago de Cuba y el departamento oriental, desde 
donde se podrá verificar la invasión lenta por el Cama- 
güey, ocupando con ta rapidez posible los puertos ne- 
cesarios para refugio de nuestras escuadi'as en la esta- 
ción de los ciclones. 

Coetáneamente , ó mejor dicho , cuando estos pla- 
nes empiecen á tener cumplido desarrollo, se enviará 



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APÉNDICE SEGUNDO l^ 



un ejército numeroso á la provincia de Pinar del RíOj 
con el objeto ostensible de completar el bloqueo marí- 
timo de la Habana con la circunvalación por tierra; 
pero su verdadera misión será el impedir que los ene- 
migos sigan ocupando el interior, disgregando colum- 
nas de operaciones contra el ejército invasor de Orien* 
tCj pues dadas las condiciones de inexpugnabilidad de 
k Habana es ocioso exponernos ante ella á pérdidas 
dolorosas. El ejército occidental empleará los mismos 
procedimientos que el oriental. 

Dominadas y retiradas las fuerzas regulares espa* 
ñolas, sobrevendrá una época de tiempo indeterminado 
de pacificación parcial, durante la cyal seguiremos ocu- 
pando militarmente todo el país, apoyando con nues- 
tras bayonetas al Gobierno Independiente que se cons- 
tituya^ aunque sea informalmente, mientras resulte mi- 
noría en el país. El terror por un lado , y la propia con- 
veniencia por otro, ha de determinar qae esa minoría 
se vaya robusteciendo y equilibrando sus fuerzas, cons- 
tituyendo en minoría al elemento autonomista y á los 
peninsulares que opten por quedarse en el país. Llega- 
do este momento, son de aprovecharse para crear con- 
flictos con el Gobierno Independiente, las dificultades 
que á éste tiene que acarrear la insuficiencia de medios 
para atender á nuestras exigencias y los compromisos 
con nosotros contraídos, los gastos de la guerra y la 
organización de un nuevo país; estas dificultades ha- 
brán de coincidir con las reivindicaciones que los atro- 
pellos y violencias han de suscitar en los otros dos ele- 
mentos citados, y á los cuales deberemos prestar nues- 
tro apoyo. 

Tomo IU |i 



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194 LA GUERRA HISPANO- AMERICAN A 

Resumiendo, nuestra política se concreta: apoyar 
siempre al mis débil contra el más fuerte hasta obte- 
ner la completa exterminación de ambos para lograr 
anexionarnos la Perla de las Antillas. 

Con respecto á las posesiones asiáticas de España, 
pn principio se ha resuelto un movimiento de división, 
cuya extensión y detalles oportunamente se acordarán, 
teniendo en cuenta el que los celos de las potencias 
coloniales asiáticas for^íosamenie nos obligarán á limi- 
tar á estrecho círculo nuestra acción, y teniendo á la 
vez en cuenta no excitar las susceptibilidades del Ja* 
pon , ya demasiado vivas por la cuestión de Hawai. 

La época probable de empezar la campaña será el 
próximo Octubre, pero hay conveniencia en emplear 
la mayor actividad en ultimar basta el menor detalle, 
cuanto se refiere á reclutamiento, organización, moví- 
lización , armamento y acopio de municiones de boca 
y guerra , y reunión de medios de transporte , confor- 
me á las instrucciones ya acordadas , y á usted remiti- 
das, para estar listos ante la eventualidad de que nos 
viéramos precisados á precipitar los acontecimientos, 
para anular el desarrollo del movimiento autonomistaj 
que pudiera aniquilar el movimiento separatista. 

Aunque la mayor parte de estas instrucciones están 
basadas en las distintas conferencias que hemos cele- 
brado j estimaremos nos someta usted cualquiera obser- 
vación que pueda la práctica y la conveniencia acón* 
sejarcomo corrección, pero ateniéndose estrictamente, 
mientras tanto, á lo acordado. 

Soy sinceramente su muy obediente servidor, — 
yi M, Bremkreazon^ — Asst Sig. 



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APÉNDICE SECUNDO 



Al Teniente General J. S, Miles, comandante en 
jefe delU. S. A,:* 

Desenmascarada la política de los Estad os -UnidoSi 
excasemos comentarios y preguntemos: ¿Europa con- 
sentirá este crimen? 

Dr, Johann Sdmlkz, 

[Lo consiatiól 



7^ 




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X 



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.^^. 



i^- ^-^ 




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OF 

RAMÓN DE DALMAU Y DE OLIVART 

MARQUÉS DE OLIVART 



Received December 31, 191 1