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Full text of "La tómbola : juguete cómico en un acto y en prosa tomado del pensamiento de una obra extranjera"

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A9,   l~    H 


THE  LIBRARY  OF  THE 

UNIVERSITY  OF 

NORTH  CAROLINA 

AT  CHAPEL  HILL 


ENDOWED  BY  THE 

DIALECTIC  AND  PHILANTHROPIC 

SOCIETIES 

BÚ1LD1NC  USE  ONLT 

PQ6217 
.TUU 
v.   229 
n.  1-17 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2012  with  funding  from 

University  of  North  Carolina  at  Chapel  Hill 


http://archive.org/details/latmbolajuguetec2291jimn 


10804 


^_ 


y 


y 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
España  ni  en  los  países  con  los  cuales  haya  celebra- 
dos, ó  se  eslabren  en  adelante,  tratados  internaciona- 
les de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  ,dp  la  Administración  Lirioo- 
dramática  do  los  HIJOS  de  E.  HIDALGO,  son  los  en- 
cargados exclusivamente  de  conceder  ó  negar  el  per- 
miso de  representación  y  del  cobro  de  los  derechos 
de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


LA  TÓMBOLA 


JUGUETE  CÓMICO 


j«nír    Kj:«r    acto    -*r    jeüwt    xv«osa 


tomado  del  pensamiento  de  una  obra  extranjera 


ANTONIO  GIMÉNEZ  GUERRA  i  JOSÉ  OGAITNAS 


Estrenado  en  el  TüATlíO  URA  el  o  de  Abril  de  1900 


MADRID 

R.  Vela3Co,  imp.,  Marqués  de  Sta.  Ana,  n  duplicado 
Teléfono  número  JS¡. 

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(d eéiiutouio  de  c/iatitud 


t>4    Q/Cafoled. 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

DOÑA.  BALTASAEA Sea.    Pabejo. 

VENTURA Valvebde. 

JUANA SE3UEA. 

ROSA Seta.  Febos. 

DON  FRANCISCO Se.       Labea. 

RAMÓN ...   Mobano. 

JORGE Santiago. 


La  acción  en  Madrid. — Fpoca  actual 


Derecha  é  izquierda,  las  del  actor 


ACTO  ÚNICO 


Salón  de  regular  apariencia.  Tres  puertas  ni  frente:  la  de  la  izquier- 
da, que  aparenta  ser  la  de  la  entrada;  la  central,  de  balcón,  cu- 
bierta con  cortinas  blancas,  y  la  de  la  derecha,  qu3  da  al  interior 
de  la  casa.  Entre  las  puertas  de  la  izquierda  secreteare,  ¡sillería  y 
certinajee.  A  la  izquierda  piano,  y  en  el  centro  velador,  sofá  y 
adornos.  Puei  tas  laterale?.  , 


ESCENA  PRIMERA 

ROSA  y  DOÑA  13  \LTASARA.  Al  levantarse  el  telón  aparece  la  esce- 
na sola.  Suena  el  timbre  de  la  puerta  dos  veces,  con  breve  pausa 
entre  una  y  otra 

ROSA  (Que  sale  á  abrir  por  la  segunda  de  la  derecha.)    \a 

e^tá  ahí  la  señora;  la  conozco  en  el  modo  de. 
llamar,  (suena  otra  vez  el  timbre.)  ¡Anda,  ni  que 
viniera  por  los  últimos  sacramentos!  (sale  a 

sbrir  y  vuelve  en  seguida  detrás  de  doña  Baltasar*, 
que  entra  en  traje  de  calle.) 

Balt.  ¿Dónde  estaba  usted  metida? 

Rosa  Arreglando  el  gabinete. 

Balt.  ¿Y  no  ha  oído  usted  llamar? 

Rosa  Tres  veces. 

Balt.  Pues  á  la  primera  debió  usted  de  abrir.  Ayú-, 

déme  á  quitar  el  sombrero.  (Rosa  le  ayuda.)  ¿Y 

mi  marido? 
Rosa  Salió  hace  un  rato  con  el  señorito  Jorge. 

Balt.  'Aparte.)  Ya  me  trae  á  mí  preocupada  esté 

amigo  de  mi  marido.   Un  hombre  solo  no 


Rosa 
Balt. 

Rosa 


Balt. 


piensa  más  que  en  picardías,  pero  cuando  le 
acompaña  uu  amigo  las  piensan  y  las  ha- 
cen, (a  Rosa.)  Lleve  usted  el  sombrero  á  mi 
cuarto,  (vase  kob».)  ¡Qué  fastidioso  es  hacer 

Visitas!  (Deja  el  tarjetero  sobre  el  ve'ador.)  Se  pier- 
de el  día  y  no  se  encuentra  á  nadie  en  casa. 
V  menos  mal  que  se  cumple  con  tarjetas. 
La  última  la  he  dejado  álos  nuevos  vecinos 
de  la  casa  inmediata,  (a  Rosa,  que  sale.)  Uste- 
des que  lo  saben  todo:  ¿qué  clase  de  gente 
es  esa'? 

¿Cuál,  señorita? 

|Ah,  es  verdad,  si  est^y  mareada!  Esa  fami- 
lia que  se  ha  mudado  ahí  al  lado. 
Pues  son  dos  hermanos,  digo,  una  hermana 
y  un  hermano.  El  es  un  viejo  soltero  que 
dicen  que  es  muy  extravagante,  y  ella  una 
señora  ridicula  que... 

Basta,  basta;  no  necesito  saber  más.  (suena 
el  timbre.)  Abra  usted.  (Vase  Rosa.)  Si  le  doy 
cuerda  me  cuenta  de  e«a  familia  ha?ta  lo 
que  come.  ¡Qué  criados!  Y  menos  mal  que 
ahora  me  encuentro  con  esta  sola. 


ESCENA   II 


DICHA,  VENTURA,  RAMÓN  y  JORGE 


Vent. 


Balt. 
Vent. 
Kam. 

Jorge 

Vent. 

Ram. 
Balt. 

Jorge 


(Dentro )  Nada,  nada,  que  no  me  convence 
usted.  (Entrando  )  Adiós,  Sara...  ¡Qué  feliz  en- 
cuentro he  tenido! 

(Besándola.)  ¿Sí?  ¿Con  quién  hablabas? 
Deja  que  cuente... 

(a  su  mujer.)  No;  si  quien  lo  va  á  contar 
soy  yo. 

(taludando.)  A  los  pies  de  usted,  señora,  (a 
Ramón.)  Ahora  hablarás;  de] a  que  salude. 
La  cosa  no  me  negarán  ustedes  que  tiene 
gracia. 

Si  la  habíamos  conocido  á  usted. 
•Pero,  ¿de  qué  se  trata? 
Pues  yo,  lo  digo  francamente,  me  engañé... 


Vent.  Nada,  hija  mía;  que  tu  marido  y  su  amigo 

han  hecho  una  conquista. 

Balt.  ¿CómoO* 

\rENT.  Nó  te  alarmes.  La  plaza  sitiada  era  yo.  (Ra- 

món y  Jorga  van  á  h»biar )  Yo  lo  contaré.  Figú- 
rate que  venía  hacía  aquí  distraída  con  mi 
Tómbola,  cuando  oigo  detrás  de  mí  un  taco- 
neo á  cuatro  pies,  y  á  tu  marido  que  le  decía 
á  Jorge:  «¡Buena  jamona!»  Veo  que  no  me 
han  conocido,  acelero  el  paso,  lo  aceleran 
ellos  también,  y  me  acometen  por  ambos 
lados  diciéndome  cada  uno  un  piropo.  Rién- 
dome de  Ja  sorpresa  que  iba  á  darle»,  me 
vuelvo  hacia  ellos  y  me  levanto  el  velo, 
contestándoles:  «¡Plancha!» 

Ram.  Si  la  habíanlos  conocido,  y  quisimos  darle 

esa  broma 

Jorge  Sí;  este  me  dijo:   «Ahí  va  Ventura».  Pero, 

¿rreyó  usted  de  veras  lo  de  los  piropos? 

Vent.  ¿Pues  qué  se  cree  usted?  ¿Que  yo  ya  estoy 

jubilada?  No,  hijo. 

P»alt.  iíl  que  debía  estar  jubilado  eres  tú. 

Vent.  Sí,  buenos  están  todos  los  hombres.  Y  aho- 

ra á  mi  negocio.  ¿Tienen  ustedes  dispuesto 
el  regateara  la  Tómbola? 

Ram.  Ya  salió  la  Tómbola.  Su  preocupación  de 

usted. 

Vent.  ¿Y  qué  quiere  usted  que  haga?  Hay  que 

mirar  con  un  ojo  al  cielo  y  con  el  otro  á  la 
tierra.  ¿Qué  sería  de  los  pobres  sin  nosotras, 
las  Hermanas  de  San  Juan  de  Dios? 

Balt.  Este, como  no  piensa  m¿s  que  en  divertirse. . 

Vent.  Están  ustedes  condenados  todos. 

Balt.  Ya  te  he  dicho  que  daré  un  buen  regalo. 

Vent.  ¿Y  usted  no  dará  nada  para  los  pobres? 

Jorgb  ¿Yo?  Pues  si  iba  á  pedirle  en  el  Asilo  un 

gabinete  con  ó  sin. 

Vent.  Sí,  se  lo  daremos  con  principio,  (a  Pamón.) 

De  Jorge,  ya  sé  que  más  da  una  piedra.  ¿Y 
usted,  querva  á  darme? 

Ram.  Como  ngjtle  dé  el  chaquet...  Porque  aquí 

todo  es  de  mi  señora. 

Balt.  Y  debes  alegrarte,  porque  de  lo  contrario  ya 

estaríamos  en  el  Asilo  de  Ventura. 


—  10  — 


Vk&t:;!  No  exageres  tanto.  |Pues  si  tienes  un  mari- 
do que  no  lo  mereces!  ^ 

Balt.  Sí,  todas  sus  atencionWkonsisten  en  rega- 

larme joyas.  ¿Y  para  qué?  Para  que  estén 
ahí,  porque  yo  no  las  uso. 

Jorge  Hace  usted  mal,  porque  ahora  están  de 

moda  las  alhajas.  Van  las  señoras  como 
!     '  constelaciones. 

Balt.  Y  qué,  ¿quiere  usted  que  yo  me  ponga 

corno  la  Osa  Mayor? 

Ram.  Dice  bien;  eso  es  una  cursilería. 

Jorge  ¿Cursi  llevar  alhajas? 

RaM.  (Tirándole  de  la  americana.)  Si,  CUrsi,  CUrSÍ.  (Apar- 

te.) ¡Te  Callarás!  (incomodado  ) 

Jorge  Bueno.  ^ 

Balt.  l  Mira,  Ventura,  un*de  esas  alhajas  te  voy  á 
dar  para  la  Tómbola. 

Ram.  (Aparte,)  ¡Demonio!  (Titubeando.)  No,  no.  ¿Para 

qué  incompleta  la  colección"-*  (a  Jorge.)  Ayú- 
dame, hombre. 

Jorge  (Aparte.)  ¿Que  te  ayude?  (Alto.)  Pues  sí,  ¿para 

qué  incompletar  la  colección?  (Aparte.)  Pues 
no  entiendo  una  palabra. 

Balt.  Nada,  no  adn  ito  objeciones,  (a  ventura.)  Te 

daré  una  puliera  de  turquesas  que  ya  em- 
piezan á  morirse. 

Ram  (Apaite.j  Yo  sí  que  huelo  á  muerto,  (a  Jorge.) 

Jorge  (a  Ramón.)  Pues  avisaré  á  la  parroquia. 

Vent.  Aceptada.  Y  ya  que  eres  tan  amable,  ¿no 

me  darías  algunos  nombres  de  personas  co- 
nocidas? Porque  yo  ya   he  agotado  mi  lista. 

BaLt.  Ramón  tiene  la  Guía  Oficial.  ¿Quieres  sacar 

apuntes? 

Vent.  Me  parece  muy  buena  idea. 

Balt.  Pues  vamos  al  despacho  mientras  estos  fu- 

'"    ;  man  un  cigarrillo. 

Vent.  (a  Rnmón.)  Con  su  permiso. 

RaM.  Está  USted   en  SU  Cata.  (Vause  primera  izquierda 

'  Baítasara  y  Ventura.) 


—  11  - 


ESCENA  III 


RAMONy    JORGE 


Ram.  ¡Gracias  á  Dios!     * 

Jorge  Pero,  ¿qué  te  pasa? 

Ram.  ¡Ay,  amigo  Jo|ge!...  Me  encuentro  en  un 

compromiso  terrible! 

Jorge  Bueno,  calma.  Explícate. 

Ram.  A  eso  voy;  pero  ayúdame.  Vigila,  no  ven- 

gan. 

Jorge  ¿Y  á  quién  vigilo? 

Ram.  i  A  mi  mujer,  á  mi  mujer!  (impacierte.  Jorge  se 

dirige  á  observar  juuto  á  la  puerta  del  despacho,  y  Ra- 
món busca  ei  bolso  de  calie  de  Baltasara,  y  al  verlo 
sobre   el  velador,   exclama.)   ¿Dónde    estarán  las 

llaves? 

Jorge  Pero,  ¿qué  intentas? 

Ram.  ¡Calla!  ¿Qué  hacen? 

Jokge  Doña  Ventura,  escribiendo;  tu  mujer,  dic- 

tando... y  yo,  temblando. 

Ram  ¿De  qué,  imbécil?  Ven,  ayúdame. 

Jorge  ¿Yo?  ¿A  qué? 

Ram.  A  sacar  de  aquí  unas  alhajas  de  mi  mujer. 

Jorge  ¡Ramón,  Ramón,  por  Dios!  ¡A  mí  no  me 

comprometas! 

Ram.  ¡Calla!  (Abre  el  vargueño,  ayudado  por  Jorge,  quien 

drranie  toda  esta  eícena  no  perderá  su  cómico  miedo.) 

.Aquí  están. 

JORGE  (a1  ver   que   Ramón  ha  sacado  del   vargueño  el  cajón 

con  las  alhajas.)  ¡DÍOS  rUÍO,  el  presidio! 

Ram.  ¡Si  son  todas  falsas! 

Jorge  ¿Falsas?  ¡Ahí  Por  eso  decías' lo  de  cursi. 

Ram.  tíí;  y  por  eso  hay  que  quitarlas  de  aquí. 

Jorge  Pero  tú .. 

Ram.  He  estado  engañando  á  mi  mujer  por  tener 

dinero  para  mis' gastos,  y  ahora  va  á  descu- 
brirse todo. 

Jorge  ¡Ah!  ¿De  modo  que  estas  son  las  alhajas  que 

tú  le  regalabas?  ¿Y  son  falsas?  ¡Falsario! 
v¡íiandido!  Pero,  ¿qué  vas  á  hacer  con  esto? 

Ram.  E&o  digo  yo.  ¿Qué  hago  con  esto?  El  caso  es 


evitar  que  mi  mujer  dé  una  de  estas  alhajas 
á  Ventura...  ¡Aconséjame,  hombrel  GCómo 
lo  evito? 

Jo  ROE  |Ah!    Oigo  ruido.  (Va   á  ver   y  vuelve   en  segn'.da, 

pero  antes,  Ramón,  tembloroso,  ha  dejado  caer  al  sue- 
lo des  ó  tres  estuche*. )  No  es  nada;  siguen  es- 
cribiendo... Una  idea  se  me  ocurre 

Ram.  ¿Cuál? 

Jorge  Que  cambies  est|s  alhajas  falsas  por  otras 

buenas 

RaM.  ¿Y  COn  qué  dinero?...   [Ah!    (buscí  andosamente 

cnire  los   estuches,   revolviéndolos    todos,  y  cogiendo 

uno  excinma.)  Aquí  está  la  que  piensa  regalar. 
Vas  á  hacerme  en  seguida  un  favor. 

Jorge  Ramón,  no  me  enredes. 

Ram.  Llégate  á  una  joyería  y  trae  una  pulsera  pa- 

recida á  ePta,  que  sea  buena. 

Jorge  En  seguida  (Medio  mutis.)   Oye,  ¿y  con  qué 

dinero? 

Ram.  Es  verdad.  (Le  da  un  bniete.)  Aquí  tengo  el  di- 

nero de  los  alquileres;  toma  quinientas  pe- 
setas; lo  único  que  tengo,  diré  á  mi  mujer 
que  lo  he  gastado  en  cualquier  cosa,  (oyese 

hablar  en  el  jardín.)  ¡Mi  mujerl  (Se  dirige  ti  var- 
gueño y  trata  de  meter  el  cajón,  que  no  entra  por 
estar  revueltcs  loe  estuches.) 

Jorge         ¡Que  vienen! 

Ram.  (Andando  de  acá  para  allá  con  el  cajón  en    la  mano, 

tropieza  con  Jorge,  caen  alg'inos  estuches  y  ambos  se 
ponen  a  recogerles.)  ¡Torpe! 

Rosa  (Der.no.)  Por  aquí,  señor  delegado,  (ai  oir  esto, 

Ramón  y  Jorge  se  aturden  más  todavía,  y  cogeu  preci- 
pitadamente los  estuches  caldos.) 

Jorge  ¡El  delegado,  Ramón!  ¡Ya  le  han  avisado! 

Ram.  ¡Já,  já!  Pero  no  tiembles.  Toma  eso  y  mételo 

ahí.  (Lo  empuja  hacia  el  balcón,  cierra  el  vargueño, 
y  dice  durante  la  operación.)  ¿Qué  delegado  Será 

.  ese?  (vase  también  ai  balcón.)  ¡Já,  ja!  Tiene  gra- 

cia la  coincidencia. 


—  13 


ESCENA  IV 

FRANCISCO,  JUANA  j  ROSA.    Escondidos  RAMÓN  y  JORGE. 

Rosa  Tengan  la  bondad  de  esperar,  que  voy  á 

avisar  á  Jos  señores. 

Juana  Sí;  dígales  que  vienen  á  ofrecerles  su  nueva 
casa,  doña  Juana  Monteleón  y  su  hermano 
don  Francisco. 

Frán.  No;  dígales  que  están  aquí  sus  nuevos  veci- 
nos, don  Francisco  Monteleón,  delegado  de 
vigilancia,  y  su  hermana  doña  Juana. 

Ropa  Está  bien,  (vase.) 

Juana  Pero  ¿no  da  lo  mismo?  ¡Qué  afán  tienes 

siempre  de  ponerte  delante! 

Fran.  Me  pongo  y  me  pondré  siempre,  por  dos  ra- 

zones: la  primera,  porque  éste  bastón,  que 
representa  la  autoridad,  me  coloca  en  el  lu- 
gar más  preeminente  y  visible;  y  la  segun- 
da, por  una  puramente  gramatical,  el  géne- 
ro, que  por  ser  masculino,  me  coloca  en  pri- 
mera linfa. 

Juana  Como  quieras. 

Fran.  .No,  como  quiera,  no;  como  debe  ser...  Los 
dueños  de  e-ta  casa  deben  ser  personas  muy 
distinguidas  y  es  preciso  que  vean  que  nos- 
otros lo  somos  también. .  ¡Qué  lujo  de  habi- 
tación, y  qué  bibelots  tan  bonitos!  ¡De  pen- 
sar que  por  un  solo  número  no  los  tengo  yo 
mejores! 

Jüava  ¿Por  un  número? 

Fran.  Sí,  mujer,  la  lotería,  que  Iny  ha  estado  á 

punto  de  tocarme. 

Juana         ¡Hombre,  no  tan  á  punto! 

Fran.  (inspeccionándolo  todo,  y  cuidando  de    vclver  la   es- 

palda al  balcón  donde  están  escondidos  los  otros.) 

Ram.  Ahora  que  están  de  espaldas,  márchate  y 

vuelve  en  seguida  con  la  pulsera. 

Jorge  Que  no  talgo,  que  me  van  á  ver. 

Ram.  ¿Y  eso  qué  Íll porta?  (Lo  tena  á  ¡a  escena  de  un 

empr.jón.)  Con  esta  visita  ganamos  tiempo. 

(V»se  Ramón  llevando  en  la  mano  las  alhajas  y  al   ir 


—  14  — 

á  salir  Jorge  por  la  puerta  del  foro,  se  Vuelven  Fran- 
cisco y  Juana  quedando  los  tres  un  momento  sorpren- 
dido?.) 

Fran.  ¿Con  quién  tenemos  el  honor  de  hablar? 

Jorge         Con...  con...  migo  .. 
Fran.         ¿Eá  usted  el  dueño  de  la  casa? 
Jorge         (confusa )  No...  no  señor...  yo  soy...  Beso  á  us- 
ted la  mano,  á  los  pies  de  usted  (vase.) 


ESCENA  V 


FRANCISCO    y   JUANA 


Fran. 

Juana 
Fran. 


Juana 
Fran  . 

Juana 
Fran  . 


Juana 
Fran. 


¡Qué  aspecto  de  confusión  tiene  ese  joven  1 
¡Será  visita  de  la  casa.  > 
Sí;  pero  las  visitas  no  salen  de  ese  modo... 
pero,  calla,  en  el  suelo  veo  varios  estuches 
de  alhajas...  ¡Ah,  razón  tenia  yo!  Confusión 
en  las  frases...  poca  fijeza  en  la  mirada... 
temblor  en  los  miembros  ..  (¡Aquí  hay  de- 
lito!) 

En  todas  partes  quieres  ver  misterios. 
Cumplo  con  mi  deber.  Y  ahora  voy  á  ver  si 
esos  estuches  contienen  algunas  joyas. 
Pero,  hombre,  que  pueden  verte. 
Que  me  vean.  No  me  avergüenzo  de  cum- 
plir con  mi  deber.  ¿Habrá  por  aquí  más  es- 
tuches? (Se  agacha  y  busca.) 
¡Hombre,  por  Dios! 

¡Calla!  (sigue  buscendo.) 


ESCENA  VI 


DinaO?,   DOÑA   BALTASARA 

Balt.  Dispensen  si  les  he  hecho  esperar.  (Reparan- 

do en   Francisco  que    sj;ue  gatee ndo.)    Pero,    ¿qué 

es  esto?  ¿Qué  hace  ese  señor  en  postura 
tan?... 
FraNí         (Levantándose.)  Sí,  en  efecto,  muchos  estuches, 
pero  sin  alhajas. 


15  — 


Juana 

Fran. 
Balt. 

Juana 

Balt. 
Fran. 


Balt. 


Perdón,  seíjípía,  es  mi  hermano  y  buscaba 
un  imperdnwe  que  se. me  ha  caído. 
Estoy  á  los  pies  de  usted,  señora. 
¡Ya,  ya  lo  veo'  (Qué  tipos  tan  raros!)  .  .    • 
Venimos  a  tener  la  honra  de  devolverle  su 
amable  visita.         > 
¡Ah,  vamos!  les  vecinos  de  ahí  al  lado. 
Justo;  y  le  significo  nuestro  profundísimo 
pesar  por  no  haber  estado  en  casa  para  re- 
cibirla. Estaba  en  el  juzgado  en  el  cumpli- 
miento de  mis  sagrados  deberes. 
También  yo  lo  sentí. 


ÉCENA  VII 


DICHOS,     VENTURA 

Vent.  Ya  está  sacada  la  lista. 

Balt.  Deja  que  tonga  el  gusto  de  presentarte  á  los 

nuevos  vecinos;   la  señorita    doña    Juana 

.    MonteleÓn...  (Presentando.) 

Vent.  Tengo  mucho  gusto...  (se  saiuian.) 

Balt.  El  señor  Monteleón... 

Fran.  Francisco,    Francisco   Monteleón,   abogado 

de  este  ilustre  Colegio.    (Extienda  la  mano  ¿v«a. 

tura,  y  ésta,  al  fijarse   en  Francisco,  so   queda  un  mo- 

im'iito  asombrada  y  da.  un  grito.) 
VENT.  |E1!  |AgUa,  agua!  (Cae  desmayada  en  una  silla.) 

Fran.  (Asombrado.)  ¿Pero  qué  le  ocurre  á  esta  señora? 

Juana         Debe  conocerte  de  algo.  ,  , 

BALT.  (Que  ha  acudido  en  auxilio  de   Ventura,   ayudándola 

juana. ^Indudablemente;  aunque  les  advierto 
que  elHB|eñora  es  excesivamente  nerviosa. 
¿TtndnPuírted  la  bondad  de  traer  una  poca 
de  agua?  (a  Francisco,  señalando  el  servicio  que 
hay  sobre  él  velador.) 
FkaN.  Con    mucho    gUStO     (Trae  un  vaso   de   ugua,  y  al 

acercarse  á  Ventura,    ésta   vuelve  en  sí,  exclamando.) 

Vent.  ¿Tú,  eres  tú? 

Fran.  ¡Caracoles!  ¡Y  me  tutea!  Pero,  ¿quién  soy 

yo,  señora? 
Balt.  ]Ah!  ¿No  la  conoce  usted? 

Fran.  En  mi  vida  he  tenido  el  honor  de  verla. 


—  16  — 


Juana 
Vent. 

Fran. 
Balt. 

Fran. 
Vent. 


Balt. 
Vent. 

Fran. 

Balt. 

Vent. 
Balt. 


Vent. 
Fran. 
Balt. 

Vent. 

Fran. 


Balt. 

Fran. 


Balt. 
Fran. 

Vent. 

Juana 


Ni  yo  recuerdo  tanwoco. 
Ya  pasó  todo.  Fué*na  alucinación.  ¡Como 
este  caballero  tiene  toda  la  cara  de  Panfilo! 
|Señoral 

No  se  -moleste  usté.   Panfilo  era  el  nombre 
de  su  difunto  esposo. 
|Ah,  yal 

Muchas  gracias  por  bus  atenciones.  He  te- 
nido un  gran  placer  en  conocerlos,  (a  Fran- 
cisco y  Juaua.) 
Pero,  ¿te  vas  ya? 
Sí,  estoy  bien  y  tengo  que  hacer  en  casa. 

(Mira  á  Francisco  y  lanza  un  fuerte  suspiro.) 

(Aparte.)  ¡Pero  qué  modo  de  mirarme  tiene 
esta  señoral 

Pues  si  vas  á  tu  casa,  quiero  darte  la  pulsera 
para  la  Tómbola. 
Déjalo,  otro  día  será. 

No;  ahora  mismo.  (Busca  sobre  la  mesa.)  ¿Dón- 
de   está  la  llave?    (Mira  al   «secretfire».)  ¡Si  está 

puestal  ¡Qué  cosa  tan  extraña!  (Abre  el  «secre- 

tHire»  y  exclama  con  estupor.)  ¡Aquí  han  andado! 

¡Dics  mío,  pero  si  estaban  aquí!  (Mira  á  uu 

lnáo  y  otro,  y  al  ver  en  el   suelo    los   estuches  vacíos 

dice.)  ¡No,  no  están!  ¡Me  han  robado! 
¿Pero,  estás  segura? 
¿Un  robo? 

¿>í,  sí;  hace  apenas  una  hora  anduve  aquí  y 
estaban  todas  las  joyas. 
¡Sí,  y  Fe  han  llevado  hasta  el  cajón. 
(a  juana.)  ¿Lo  ves?  La  perspicacia  de  un  de- 
legado nunca  se  equivoca.   Desde  que  ent"é 
nn  esta  casa  noté  que  ocurría  algo  extraor- 
dinario, y  hasta  me  atnBvp  á  asegurar  á  us- 
ted que  he  visto  salir  «rPTadrón. 
¿Usted? 

¡áí.  (Enseñando   el  es'nche  que   cogió  del    suelo  y  que 
antes  habla  dojado   en  el  sofá.)  ¿Es   este    Uno    de 

los  estuches  robados? 

(Cou  asombro.)  Sí,  Señor. 

Aquí  dentro  estarían  las  alhajas,  ¿eh? 
(Entusiasmada )  ¡Oh,  qué  hombre  tan  mara- 
villoso! / 
Es  mi  hermano,  señora,  es  mi  hermano. 


—  47  — . 

Fran.  Hay  que  proceder  con  gran  energía  y  clili  ■ 

gencia.  ¡Nadie  se  mueva  de  aquí!  Espero, 
señoril,  restituirle  sus  alhajas  ruuypronlo. 

Balt.  (con  intención. )  Sí,  ¿*h?  Y  yo  espero  que  me 

explique  lo  que  hacía  gateando  por  el  suelo 
ruando  yo  entré? 

Vent.  Yamos,  cálmate,  no  te  precipites. 

Fran.  A  mí  no  se  une  interroga;  el  que  interroga 

scy  yo.  Dispense  usted,  señora.  Que  cierren 
todas  las  puertas  y  que  nadie  salga  de  esta 
casa. 


ESCENA  VIII 

DICH'JS    y     RAMÓN 

Ram.  ¿Qué  pasa  aquí,  qué  tono  sclemne  es  este? 

Balt.  |Ramón,  nos  han  robadol 

Ram.  (aparte.)  ¡Diablo,  ya  lo  descubrieron!  ¿Y  qué 

hago  yo  ahora?  (con  fingida  sorpresa.)  ¿Que  nos 
han  robado? 

Balt.  Sí,  y  conuzco  al  ladrón.  ¡Llama  inmediata- 

mente a.  la  policía! 

Ram.  ¡  A  la  p<  licía  no!   ¡Eso  es  muy  escandaloso, 

mujer!  (Apaiu.)  ¡Anda,  y  cómo  se  va  compli- 
cando esto! 

Fran.  ¡No  hay  que  llamar  á  nadie!   Yo  respondo 

de  todo! 

Ram.  ¿Y  quién  es  este  caballero? 

Juana  Mi  hermano. 

Ram.  ¿Y  quién  es  esta  señora? 

Fran.  Es  mi  hermana. 

Balt.  ¡Sujeta  inmediatamente  á  ese  hombre!  (por 

Francisco.) 
FRAN  .  ¿A  mí?  ¿A  mí?  (Furioso.) 

.íoana  ¿A  mi  hermano? 

Balt.  ¡Al  juez  de  instrucción  en  seguida  con  él! 

Fran.  ¡Entregarme  al  juez!  Soy  delegado  de  poli- 

cía. (Asombro  general.)  Sí,  y  en  e&te  momento 
quedan  ustedes  todos  detenidos. 

Ram.  (¡Canastosl  Esto  se  agrava.) 

.  Fran.  La  señora  dice  que  las  alhajas  las  han  roba- 

do de  aquí,  no  hace  una  hcra,  y  es  preciso 

2 


-     Í5    — 

que  parezcan.  Hay  que  registrar  primero  á 
Jas  personas. 

Vent.  Empiece  usted  por  rní. 

Juana  Pero  reflexiona,  Francisco,  que  estas  seño- 

ras. . . 

Fran.  No  tengo  nada  que  reflexionar. 

Vent.  E-tos,  estos  son  los  hombres  que  necesita  la 

policía...  Por  eso  me  emocioné  tanto  al  verle. 

Fué    Una   Corazonada    (Mirándole    cómicamente.) 

¡Caballero,  le  admiro  á  usted! 

Fran.  Gracias,   mil  gracias.  (Aparte.)  Esta  señora 

empieza  á  interesarme  y  en  cuanto  termine 
este  atestado  le  digo  algo. 

Balt.  DispEnse  usted  si  al  principio  tuve  una  sos- 

pecha ignorando  el  cargo  que  desempeña. 
El  ¡tutor  del  robo  no  puede  estar  aquí  entre 
nosotros.  Este  señor  es  mi  marido;  esta 
señora  (por  ventura.)  es  como  de  casa,  y  en 
cuanto  á  ustedes  ya  sé  que  es  imposible. 

Fran.  Tal  vez  los  criados... 

Ram.  ¡No,  no;   tampoco!   Yo   los   garantizo.   Son 

gente  honrada. 

Fran.  En'onces  hay  que  buscar  fuera.  Por  lo  pron- 

to V03'  á  practicar  un  reconocimiento:  dis- 
pensarán ustedes;  pero  en  este  momento 
desaparece  el  amigo,  el  hombre,  y  se  pre- 
senta la  justicia  simbolizada  en  este  bastón. 
Ahora  mismo  voy  á  empezar  las  indagacio- 
nes. 

Balt.  Por  más  que  pienso  no  calculo  quién  podrá 

haber  sido  el  ladrón. 

Ram.  ¡Cualquiera  lo  averigua! 

Rran.         ¡Yo  prometo  averiguarlol 

Fam  .  (¿di  me  habrá  visto? ) 

Juana  ¡Pero  cuidado  que  son  picaros  y  ambiciosos 

los  ladrones!  No  están  contentos  mientras 
no  se  llevan  lo  mejor  que  encuentran. 

Vent.  Dígamelo  usted  á  mí.  A  mi  marido,  cuando 

salía  con  un  alfiler  de  poco  precio  en  la  cor- 
bata, nunca  se  lo  quitaban,  y  cuando  lleva- 
ba uno  bueno  siempre  volvía  sin  él. 

Juana  ¿Y  por  qué  no  usaba  aparatito  de  segu- 
ridad? 

Vent.  Porque  le  salía  peor  la  cuenta.  El  día  que 


—  19 


Fran. 


Ram. 
Fran, 


Juana 


Vent. 
Balt. 
Vent. 

Fr\n. 
Ram. 

Fran. 
Ram. 


llevaba  el  aparato  volvía  sia  el  alfiler  y  sin 
la  corbata. 

¡Claro1  Y  no  deben  ustedes  quejarse  de  que 
haya  ladrones  ¿Para  qué  se  llevan  alfileres 
en  las  corbatas  y  relojes  v  cadenas  de  oro? 
¿Para  qué"  vamos  á  ver?  Pues  nada  más  que 
para  excita."  los  apetitos  del  ratero.  Algunos 
van  por  abí  con  las  joyas  así  como  diciendo: 
«¡Eh!  aquí  llevo  esta  perla,  este  brillante  y 
este  reloj:  ¿no  hay  quien  me  los  quite?»  Y 
se  las  roban,  y  hacen  muy  bien  en  robár- 
selas. 

(Este  delegado  rae  parece  un  animal.) 
Pero,  en  fin,  esto  no  es  ahora  del  caso.  Lo 
que  hay  que  hacer  es  preparar  el.  atestado. 
Tú,  Juana,  vé  a  casa  y  mándame  papel  se- 
llado para  las  primeras  actuaciones. 
¡Qué  monomanía  la  de  mi  hermano,  tenien- 
do fortuna  para  estar  tranquilo  en  casal  Con 
permiso   de   ustedes.   En   seguida  vuelvo. 

(Mutis.) 

Yo  también,  si  no  hago  falta,  me  marcho. 
No,  quédate  y  comerás  con  nosotros. 
Como  quieras,  pero  déjame  ir  á  tu  cuarto  á 
dejar  el  sombrero  y  el  abrigo,  (vase.) 
Y  yo  á  registrar  la  casa. 
No,  no  es  necesario.  Basta  con  que  inspec- 
cione usted  la  salida. 
Eso  es.  En  el  jardín  debe  haber  huellas. 
Sí,   busque,   busque.   (Así   ganaré   tiempo 
hasta  que  vuelva  Jorge  (vase  Francisco.)  y  diré 
que  ha  sido  una  broma.) 


ESCENA  IX 

RAMÓN  y  BALTASARA 


Balt  . 

Ram. 

Balt. 


¿Y  qué  me  dices  de  este  robo?  ¡Lo  menos 
dos  mil  duros! 

¿Qué  quieres  que  te  diga?  Que  me  ha  sor- 
prendido atrozmente. 

Pero,  quién  había  de  figurarse  que  ent  la 
propia  casa  de  una... 


—  -20  — 

Ram.  ¿Y  eso  te  admira? 

Balt.  Pues  ya  lo  creo  que  me  admira. 

Ram.  A  mí  no.  ¿Tú  sabes  cómo  está  Madrid? ¿No 

lees  á  diario  en  los  periódicos  robos  que  pa- 
recen cuentos  fantásticos?  Tú,  como  no  vas 
á  ninguna  parte,  no  te  enteras;  pero  la  segu- 
ridad aquí  es  ilusoria;  tanto  que  yo,  cuando 
salgo,  no  llevo  más  dinero  que  el  preciso. 
Fíjate,  fíjate  en  las  joyerías  de  las  callea 
céntrica3  y  verás  los  escaparates  con  alam- 
breras y  á  los  dueños  armados  de  todas 
armas. 

Balt.  ¡Sí  que  es  peligroso  llevar  dinero.  Y,  apropó- 

sito,  Ramón,  no  me  has  entregado  las  qui- 
nientas pesetas  que  cobraste  esta  mañana 
al  inquilino  de  nuestra  casa. 

Ram.  (Otro  conflicto.)  ¿Dices  que  te  dé  las  qui- 

nientas pesetas? 

Balt.  Sí,  hombre.  ¿No  estás  oyendo  lo  expuesto 

que  es  llevar  dinero  en  el  bolsillo? 

Ram.  (Balbuceando.)  Pero  es  que...  (¡María  Santí- 

sima!) 

Balt.  ¿Qué?   ¡Acaba!   ¿Las  has  perdido  quizás? 

(Amenazadora.) 

Ram.  No,  sino  que...   (Aparte.)  ¿Y  qué  digo  yo? 

(auo  )  ¡Ah,  sí!  ¿Pues  sabes  que  te  he  compra 

do  un  regalo? 
Balt.  ¿Otra  alhaja?  (con  disgusto.) 

Ram.  No;  otra  cosa  mejor. 

Balt.  ¿El  qué?  Dilo. 

Ram.  Pues  compré...  un  billete  de  lotería. 

Balt.  ¿Un  billete  de  lotería? 

Ram.  Sí,  de  la  de  Pascua. 

Balt.  Eso  no  puede  ser,  porque  se  ha  jugado  hoy. 

Ram.  Pero  es  que  yo  lo  compré  anoche 

Balt.  Pues  has  hecho  muy   mal.  No   están  los 

tiempos  para  gastar  cien  duros' en  lotería. 
Ram.  Dices  bien;  pero  el  número  me  encantó. 

Balt.  ¿El  número? 

Ram  .  Sí;  figúrate  que  me  recordaba  la  fecha  más 

memorable  de  mi  vida. 
Balt.  ¿Qué  número  es? 

Ram.  El  mil  ochocientos  noventa  y  dos.  ¿No  caes? 

El  año  de  nuestro  casamiento: 


—  l>i  — 

Balt.  Pues  es  verdad .  Pero,  ¡qué  idea  tan  delica- 

da has  ti-nido!  Has  hecho  muy  bien,  y  te 
agradezco  la  atención.  Dame  el  billete  para 
que  lo  guarde. 

Ram.  (Aparte.)  ¡Anda,  morena,  pues  lo  voy  arre- 

glando! (Alto)  No,  no  te  lo  doy,  ¿para  que  te 
lo  quiten  como  las  alhajas? 

Balt.  Sí,  dámelo. 

Ram.  (r.  gísira  ia  cartera.)  Voy  á  dártelo.  ¡Ah!  Pero, 

¡qué  cabeza  la  mía!  ¡Si  no  lo  tengo  aquí;  está 
en  el  despacho. 

Ba  t.  ¿De  verán? 

Ram.  ¡Sí,  mujer.  Mi  escribiente  Panal  estaba  < le- 

íante. ¿No  conoces  á  Ricardo  Panal,  mi  es- 
cribienteV  Pues  él  fué  precisamente  el  que 
me  aconsejó  que  no  lo  trajese  en  la  cartera, 
porque  podía  extraviárseme,  y  lo  dejé  en  el 
cajón  de  mi  mesa. 

Balt.  ¿V  e^taiá  ;il!í  seguro? 

Ram.  ¡Segurísiinu. 

Balt.  ¡Sin  embargo,  no  me  fío.  Mira,  lo  mejor  es 

que  vayas  por  él  ahora  mismo. 

Ram.  Pero,  mujer,  estando  aquí  el  delegado... 

Balt.  No  impoita.  Y  además,  tú  no  vas  á  tardar 

tanto. 

Ram.  (Aparte.)  Quizás  me  convenga  salir.  Con  e=!o 

iré  al  encuentro  de  Jorge,   (aho.)  Es  que... 

Balt.  He  dicho  que  vayas,  y  va?. 

Ram.  Bueno,  bueno.  H>ista  ahora.  ¡Ah!   Me  vo}'' 

por  la  escalera  de  servicio,  para  no  tropezar 
con  el  jaqueca  del  delegado. 


ESCENA  X 

i . 

BALTASARA 

No  descanso  hasta  que  esté  en  casa  ese  bi- 
llete. Mi  marido  es  un  atolondrado  y  podría 

perderlo.  (üyense  fuera  voctfi  como  de  dos  personas 

dispirando.)  Pero,  ¿qué  es  eso?  ¿Qué  pasa  en  el 

jardín?  (7a  á  asomarse  en  el  momento  en  qi:e  entra 
Jorge  sin  sombrero,  y  detras  Francisco  empujándole 
violentamente.) 


ESCENA  Xí 


BALTASARA,  JORGE  y  FRANCISCO 


Balt.  ¿Qué. es  eso?  ¿Qué  ocurre? 

Fran.  (Muy  acomodada.)  ¡Ande  usted   para  adentro, 

buena  pieza  I 

Jorge  ¡ffsto  es  un  atropello! 

Fran.  ¡Silencio! 

Jorge  ¡Que  no  me  callo,  ea!  Y  le  digo  á  usted  que 

los  dos  bastonazos  que  me  ha  dado  le  van  á 
costar  la  cesantía. 

Fran.  ¡Pero  qué  engallado  está  el  ratsfo  este! 

Jokge  ¡Cuidado  con  lo  que  dice  u'-ted! 

Fran.  ¡Silencio!  Usted  salió  hace  poco  de  esta  casa 

como  un  crimin  1  que  huye. 

Balt.  ¿Como  un  criminal? 

Fran.  Yo  lo  vi,  y  en  seguida  sospeché  que  había 

delito.  El  delito  existe,  es  evidente,  y  usted 
es  el  autor,  que  lia  vuelto  ¡jara  ver  si  podía 
coger  también  los  estuches  que  se  le  caye- 
ron. Este  es  el  criminal,  señora. 

Balt.  ¡Cómo!  ¿El  ladrón  este  caballero? 

Fran.  ¡Caballero!   ¡Caballero!  A  cualquier  cesa  se 

llama  ahora  caballero 

Jorge  Y  lo  soy.  Y  usted,  ea  cambio,  es  un... 

Fran.  ¿Un  qué?  ¡Hable  usted,  y  cada  palabra  le 

cuesta  un  año  de  presidio!  ¿bJnqué  alcanta- 
rilla opera  usted,  bribón? 

Jorge         ¿Yo? 

Fran.  Sí;  ahora  han   puesto  ustedes  de  moda  las 

alcantarillas,  y  mientras  nosotros  vigilamos 
por  arriba,  ustedes  nos  roban  por  abajo. 

Jorge  P^ro,  ¿ve  usted,  doñaBaltasara? 

Balt.  Pero  si  este  joven  es  amigo  de  mi  marido. 

Fran.  ¿Y  qué?  Una  circunstancia  agravante  más. 

Entró  en  la  casa  como  amigo,  vio  dónde 
estaban  las  joyas  y  se  las  llevó. 

Jorge  ¡Señor  míol  (Aparte.)  ¡En  qué  lío  me  ha  me- 

tido ese  Ramón! 

Fran.  (a  Baitasaia.)  ¿Reconoce  usted  esta  pulsera? 


—  2* 


del 


irns 


Balt.  (con  asombro.)  ¡Sí;  es  una  de  las  que  me  han 

robado! 

Fran.  (a  jorge.)  ¿Y  que  dice  usted  ahora,  vamos  á 

ver?  ¿Negará  todavía? 

Jorge  Sí,  señor;  niego. 

Fran.  ¿Y  cómo  explica  usted  que  esté  en  su  poder 

esa  pulsera? 

Jorge  (Titubeando)  La  traía  porque... 

Fran.  ¡Pronto!   ¿Por   qué?  Ese  es  el  titubeo 

delito! 

Jorge  Porque...  Yo  venía..  F"í...  y  volví... 

Fran.  ¿Lo  ve  usted,  señora?  ¿Lo  ve  usted? 

Balt.  Lo  veo  y  apenas  puedo  dar  crédito  á 

ojos. 

J  jkge  ¿También  usted,  doña  Bal  tasará?..:.  ¿Es  posi- 

blequs  suponga  usted  en  mí?. . 

Fran.  ¿No  le  dije  á  usted  que  yo  descubriría  en 

seguida  al  ladrón?  Pues  ahí  lo  tiene  usted 
convicto  y  confeso. 

Jorge  ¡No,  eso  no,  caramba!  Esa  pulsera  me  la  en- 

tregó el  mi.- ojo  Ramón! 

Fran.  ¡Pero  qué  obstinado  en  la  negativa  está  este 

reo:  ..  ¿Para  qué  le  entregó  á  u¿ted  don 
llamón  esa  pulsera? 

Jorge  Porque...   porque  yo  quería   regalarle  una 

igual  á  mi  novia. 

Fran.  ¡Eso  es  un  absurdo  ridículo! 

Balt.  Pues  mire  usted,  yo  creo  que  dice  la  verdad. 

Jorge  es  un  antiguo  amigo  de  la  casa;  su  fa- 
milia es  cono"idísima  y  lo  creo  incapaz  ele 
tan  fea  acción. 

Jorge  ¡Gracias,  gracias,  doña  Baltasara!  (a  Francis- 

.  co.)  Esta  ¡-enera  dice  la  verdad. 

Fran.  Está  bien;  después  de  todo,  me  parece  que 

pste  jovpn  tiene  más  cara  de  imbécil  que  de 
ratero.  Además,  en  el  jardín  he  descubierto 

Cierta    pista...  (Mostrando  el  cajón  que  trae  debajo 

d?i  brszo.)  ¿Este  artefacto,  pertenece  á  usted, 

señora? 
Balt.  Ahí  estaban  las  joyas. 

Fran.  listaban  y  no  están.  ¿Dónde  están,  joven? 

Jorge  Eso  pregunto  yo. 

Bali  .  Y  yo. 

Fkan.          Y  yo    Pero  ofrezco  descubrirlo  todo  muy 

pronto. 


"24  - 


ESCENA  XII 


DICHOS    y   VENTURA 


Vent.  ¿Se  descubrió  algo? 

Balt.  (Apaits  a  ventura.)  Sí,  hija,  que  este  señor  es 

un  animal. 

Vent.  ¡Ya  decía   yo  qr.e   tenía   toda  la   cara  de 

Panfilo: 

Balt.  (a  Francisco  )  Le  estoy  muy  agradecida  por 

sjs  pesquisas,  pero  casi,  casi  pierdo  las  es- 
pu-anzasde  recuperar  mis  joyas. 

Fran.  ¿Qué  es  eco  de  perder  las  esperanzas?  ¡Aho- 

ra hay  que  tener  más  que  nunca! 

Vent.  (a  Francisco.')  ¿Dice  usted  que   confía  en  en- 

contrar al  ladrón? 

Fran.  ] Ya  lo  creo!  Yo,  como  delegado,  tengo  mu- 

cha sueite  para  bien  de  la  humanidad  hon- 
rada No  me  sucede  lo  mismo  como  particu- 
lar, pues  soy  bien  desgraciado.  Hoy  mismo, 
por  un  número,  no  me  ha  tocado  el  premio 
gordo  de  la  lotería,  el  de  los  doce  millones. 

Balt.  (con  interés.)  ¿Pues  en  qué  número  ha  caido? 

Fran.  Aquí  está  mi  décimo.  Yo  llevaba  el  11  892. 

(Saca  el  décimo.) 

B  \lt.  |  Ah!  Entonces  ¿ha  salido  el  11  891  ó  93? 

Fran.  Ño,  señora.  El  número  que  yo  digo  estaba 

por  delante.  Ha  salido  el  1.892. 
Balt.  (Exaltadísima.)  ¡Eh!¿Quédice usted?  ¿El  1.892? 

Fran.  Si,  señora    Pero,  ¿qué  le  pasa  á  usted?  La 

veo  á  usted  conmovida... 
Vent.  Sí,  sí;  ¿te  pones  mala? 

BaLT.  (Mira  la    lista  y  da  un  grito.)  ¡El    gordol    (se   des- 

maya.) 

Todos  ¿Pero  qué  le  pasa? 

Jokge  Quizá  llevaría  jugado. 

Fran.  Sí,  eso  debe  ser. 

Balt.  (suspirando.)  ¡Doce  millones! 

Todos  ¡Doce  millones! 

Balt.  Sí;   Ramón  lleva  jugado  el  billete  entero. 
El  1.892. 


Vent.  Le  doy  mis  parabienes.   No  hay  mal  que 

por  bien  no  venga. 

Jorge  Y  yo  lo  mismo. 

Fran.  Por  mi  parte,  señora,  me  apresuro  á  felici- 

tarla cordialísimamente. 

Balt.  Gracias,  muchas  gracias.  ¡Doce  millones!  ¡Y 

el  pobre  Ramón  que  lo  ignorará  todavía!... 
Hay  que  prepararle  una  recepción  digna. 

Fran.  Precisamente   la  organización  de    grandes 

recepciones  es  mi  especialidad.  ¿Hay  cohe- 
tes en  casa? ■ 

Balt.  No,  señor;  hay  piano  y  además  tenemos  flo- 

res y  verde  en  el  jardín 

Fran.  Pues,  vengan  en  seguida.  Para  ustedes  las 

flores  y  el  vprde  para  mí. 

Balt.  (a  Rosa,  que  i-aie.)  Trae    ael  jardín  todas  las 

flores  que  encuentres,  (vase  Kosa.)  Yo  recoge- 
ré las  de  estos  jarrones.  (Va  y  viene  recogiendo  las 
flora.) 

Vent.  Yo  tocaré  el  piano. 

Fran.  Y  yo  lo  dirigiré  todo.  Deprisa,  vamos,  que 

va  á  llegar.  (Gran  confusióu;  todos  corren  de  ua 
lado  para  otio.) 

Jorge  Sí;  todo  esto  está  muy  bien,  pero  á  ese  pre- 

mio le  doy  yo  un  pellizco  para  indemni- 
zarme. 

Fran.  Pero,  ¿y  esas  flores"? 

Balt.  Aquí  están  estas. 

Fran.  Pues  apenas  asome,  se  le  apedrea  con  ellas. 

Jorge         Yo  le  tiro  este  jarrón 

Rosa  (con  flores )  ¡Señorita,  señorita!  Ya  está  ahí 

Todos  ¡Viva,  viva! 


ESCENA  XIII 

DICHOS  y  RAMÓN  desde  la  puerta 

Ram.  ¿Qué  pasa?  ¿Están  ustedes  locos? 

Todos  ¡El  gordo!  ¡El  gordo! 

Balt.  ¡El  gordo,  Ramón!  (Tirándole  flores ) 

Fran.  El  gordo,  caballero.  (ídem,  ídem.) 

Ram.  ¿Qué  gordo? 

Balt.  ¡La  lotería! 


—  '26 


Fran. 
Jorge 
Ram. 

Vent. 

Jorge 

Fran. 

Ram. 

Balt. 

Jorge 

Vent. 

Fran. 

RaiM. 

Balt. 

Ram. 

Vent. 

Balt. 

Fkan. 

Jorge 

Ram. 

Fran. 

Balt. 

Vent. 


Ram 


Fran. 
Ram. 
Balt  . 
Ram  . 


Balt. 
Todos 
Ram. 


¡Los  doce  millones! 

(Abrazácdoie  )  ¡Chico,  qué  felicidad! 

(Alarmado.)  Pero  ¿qué  dicen  usedes? 

¡  Que  le  han  tocadol 

¡Que  té  ha  tocado! 

¡Que  le  ha  tocado  á  usted,  cabalierol 

|E1  oué! 

,Sí,  Ramón,  la  loteiía!  ¡Nos  ha  caído! 

Te  ha  caído. 

¡Sí;  dichoso  mortal;  le  ha  caído  á  usted! 

¡Le  cayó! 

Pero...  (cod  ansiedad.}' ¿Pero  jugabas  tú? 

Si  á  quien  ha  caído  es  á  tu  billete... 

(Timbeando.)  ¿Mi  billete?   Es  verdad;  me  he 

Cílído.   (Se   queda   alelado  cayendo   sobre  una   silla.) 

Claro!  ¡Le  dan  ustedes  la  noticia  tan  de  so- 
petón, que  se  ha  puesto  malo! 

Usted  ha  tenido  la  culpa,  (a  Francisco) 

¿Yo,  señora? 

Vamos,  Ramón;  alégrate  que  la  fortuna... 

(Con  voz  apagada.)  ¡LafortUlia! 

¡Agua,  agua! 

(Tocando  el  timbre.)  ¡Agua! 

¡Agua!  (Rosa  sale  y  vuelve  eu  seguida  con  un  vaso 
de  agua.  Doña  Ventura  coge  otro  que  hay  junto  á  la 
botella.  Jorge  trae  la  botella  y  Francisco  le  acerca  un 
jarrón  de  los  que  han  tenido  flores.) 

(Aparte.)  ¿Más  agua?  ¿Y  estoy  ahogándome? 
¡No  hay  más  remedio!.,    (.uto.)  ¡Ay,  querida 
esposa,  ay  amiga  Ventura,  ay  señor  dele- 
gado!... 
¿Qué  hay? 

Que  el  billete  no  está  en  la  oficina. 
¿Que  no?  ¿Pues  dónde  lo  has  puesto? 
(Dónde  lo  habré  puesto,  ¡Dics  míol  ¡Ah,  que 
idea!)  (Alto.)  Quizá  en  mi  despacho...  (Tirando 

del  chaquet  á  Jorge.) 

Pues  vamos  al  despacho. 
¡Vamos! 

(a  Jorge.)  Quédate.  (Salen  todos  para  el  despacho 
escepto  Ramón  y  Jorge  que  quedan  en  escena.) 


ESCENA  XIV 

RAMÓN     y     JORGE. 

Ram.  ¿Pero  no  has  comprendido,  infeliz,  que  no 

he  comprado  el  billete? 

Jorge  ¿Y  qué  hacemos? 

Ram.  Yo  no  sé.  ¡Ah!  ¡Me  tiro  por  el  balcón! 

Jorge  ¿Y  yo  qué  hago? 

Ram.  Tírate  también. 

JoroE  ¡Vaya  unu  solución! 

Balt.  (Dentro/  ¡Aquí  no  está!  Quizá  lo  tendrá  en  su 

CUartO.  ¿Ramón?  Llamando.) 

Ram.  ¡En  mi  cuarto  están  las  alhajas!  ¡Corre  y  es- 

cóndelas en  seguida! 
Jorge  [Voy,  voy!  ¿vase) 


ESCENA  XV 

RAMÓN,  BALTASARA,  VENTURA    y  FRANCISC3. 

Balt.  Indudablemente  has  guardado  el  billete  en 

tu  cuarto. 
Ram.  Sí,  tal  vez... 

Fran.  (Aparte.)  Esta  desaparición  del  billete,  me 

huele  también  á.  delito. 
Balt.  Pues  vamos  á  buscarle. 

Vent.  (a  Ramói.)  ¡Ay,  hijo;  la  fortuna  le  ha  vuelto  á 

USted  medio  memo!  (Eutran  todos  por  la  segun- 
da izquierda,  quedando  solo  en  escena  Francisco,  pro- 
fundamente pensativo  ) 


-  28  - 
ESCENA  XVI 

FRANCISCO,   dispués    JORGE. 

Fran  .  Sí;  aquí  hay  misterio  y  delito,  y  yo  debo  des- 
cubrirlo ..  Tal  vez  entre  I03  papeles  del  des- 
pacho... Voy  á  ver.  (Entra  en  el  despacho  y  sale  á 
poco  cruzando  la  escena  sin  dejar  su  cómica  actitud; 
va  á  entrar  en  el  balcón  y  retrocede  diciendo.)  ¡No! 
Este  es  el  balcón.  (Se  d'iige  á  la  segunda  izquier- 
da, entra  y  vuelve  á  salir  y  h1  penetrar  por  la  prime- 
ia  izquierda  tropieza  con  Jorge  que  sale  con  las  jo- 
yas; tatas  caen  fil  suelo.) 

JORGE  (Aturdido.)  ¡Ahí 

Fran.  (severamente.)  ¿Otra  vez  usted  ejerciendo  de 
ladrón?  Pues  ahora  no  se  escapa...  (Liamindo.) 
¡Aquíl...  ¡Don  Ramón!  ¡Señoras!  ¡Vengan 
todosl 


ESCENA  ULTIMA 

FRANCISCO,   JORGE,    RAMÓN,    BALTASARA    y    VENTURA 

Balt.  ¿Qué  sucede?  ¿Ha  parecido  el  billete? 

Vent.  ¿Lo  encontró  usted? 

Balt.  ^viendo  ios  espiches.)  ¡Cielos,  mis  joyas! 

Fran.  Sí,  las  joyas.  Y  junto  á  ellas  al  ladrón.  (Seña- 

lando á  Jorge.) 

Vent.  ¡Pero,  señor  mío!... 

Ram.  Señor,  ¡cuándo  acaba  de  venir  la  muerte! 

Balt.  Hable  usted,  Jorge. 

Jorge  jJfcCa!  pues  ya  me  harté  yo.  Ramón,  habla  tú, 
ó  si  no  lo  cuento  yo  todo 

Ram.  Nada,  que  no  tengo  escapatoria.  Pues  pecho 

al  agua  y  á  decir  la  verdad.  Ni  hay  tal  robo 
de  alhajas,  ni  tal  billete. 

Todos         ¿Qué? 

Ram.  Que  esas  alhajas  son  falsas  y  el  billete  ni 

siquiera  lo  compré.  Todo  obedece  á  apuros 
míos,  que  ya  te  explicaré. 


—  29  — 

i 

Fran.  Me  lo  había  figurado. 

Balt.  ¡Dios  mío! 

Vent.  Nada,  hija,  consuélale.  Tu  marido  es  como 

todf  s  los  deixás. 
Balt.  ¡Infame!   ¡Engañarme  así!  El  presidio  me- 

recías por  trapalón. 
Fran.  (a  Baitasara.)  Si  usted  quiere,  puede  procesár- 

sele, que  Hay  para  ello  motivos. 
Jorge  Aquí  ya  nonace  usted  falta  para  nada. 

Fran.  Está  usted  en  un  error; 

espero  que  en  mi  favor 
este  juez  inapelable, 
aunque  le  juzgue  culpable, 
no  lleve  preso  al  autor. 


TELÓN 


OBRAS  BEL  SR.  JIMÉNEZ  GUERRA 


Oratoria  fin  de  siglo,  monólogo. 

Bicarbonato  &k  sosa,  juguete  cómico  en  un  acto. 

El  primer  juicio,  juguete  cómico  en  un  acto. 


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